Bloque 1 Neuropsicologia

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TEMA 1:

NEUROPSICOLOGÍA

1.1 LA EVOLUCIÓN DE LA NEUROPSICOLOGÍA


La Neuropsicología es una Neurociencia que estudia las relaciones
entre el cerebro y la conducta tanto en sujetos sanos como en los que han
sufrido algún tipo de daño cerebral (Kolb & Whishaw, 2002; Rains, 2003).
Difiere de otras Neurociencias conductuales en su objeto de estudio, ya que
se centra de modo específico en el conocimiento de las bases neurales de
los procesos mentales complejos. Por esta razón los sujetos de estudio de
la Neuropsicología son casi exclusivamente seres humanos y las conductas
estudiadas son más específicas de nuestra especie como: pensamiento,
memoria, lenguaje, funciones ejecutivas y formas más complejas de
motricidad y percepción. Sus principales características son:

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• Carácter neurocientífico. La Neuropsicología es una neurociencia


conductual que utiliza el método científico natural para el estudio del
cerebro y lo hace mediante el procedimiento hipotético-deductivo o a
través del método analítico-inductivo. Mediante el método hipotético-
deductivo establece hipótesis que son refrendadas o refutadas mediante la
realización de experimentos. A través del procedimiento analítico-inductivo
realiza experimentos para poner a prueba la relación funcional entre
variables controladas.

• Estudia las funciones mentales superiores. Se centra


específicamente en el estudio de los procesos cognitivos superiores:
pensamiento, lenguaje, memoria, funciones ejecutivas, percepción y
motricidad. También estudia las consecuencias del funcionamiento
cerebral sobre la conducta emocional.

• Trata preferentemente de las manifestaciones del córtex cerebral


asociativo. Hay dos razones que justifican este hecho: en primer lugar, la
corteza asociativa es la principal responsable de los procesos cognitivos
superiores. En segundo término, ésta es una zona muy susceptible de
resultar dañada, lo que puede afectar a los procesos cognitivos. Otras áreas
del encéfalo como cuerpo calloso, tálamo, ganglios basales, amígdala,
hipocampo o cerebelo también pueden tener implicaciones sobre la
conducta, por lo que sus lesiones también pueden afectar a las funciones
mentales superiores o a la regulación de la actividad emocional.

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• Estudia las consecuencias del daño cerebral sobre los procesos


cognitivos. Existe una división entre Neuropsicología básica y
Neuropsicología clínica. La Neuropsicología básica aborda el estudio de las
relaciones entre la cognición y el cerebro en sujetos sanos y en cierta
medida es claramente homologable a la Neurociencia cognitiva. La
Neuropsicología clínica estudia las consecuencias del daño cerebral sobre
la conducta: trastornos del pensamiento, síndrome disejecutivo, afasias,
amnesias, agnosias, apraxias y alteraciones neuroconductuales. La
Neuropsicología clínica tiene un mayor peso que la Neuropsicología básica
en la dedicación profesional de los neuropsicólogos, ya que en la mayoría
de las ocasiones éstos centran su actividad en las personas con disfunciones
cognitivas o trastornos de conducta en las que se sospecha que ha existido
afectación del sistema nervioso central. La división de Neuropsicología de
la Asociación Americana de Psicología define al neuropsicólogo clínico
como un psicólogo profesional que aplica criterios científicos para la
evaluación e intervención, basándose en el estudio científico del
comportamiento humano y relacionándolo con el funcionamiento normal y
anormal del sistema nervioso central.

• Utiliza modelos humanos. La Neuropsicología humana coexiste


junto a la Neuropsicología de otras especies de mamíferos, pero cada una
tiene su propia especificidad. En primer lugar, existen dificultades
deontológicas, ya que no es posible inducir lesiones experimentales del
sistema nervioso en humanos, salvo en situaciones excepcionales en las que
hay que recurrir a la Neurocirugía Terapéutica. En segundo lugar, la
cognición animal y humana no siempre son extrapolables, ya que los
procesos cognitivos de la especie humana son cuantitativa y

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cualitativamente muy diferentes a las de cualquier otra. Una prueba es que


la proporción y extensión de neocorteza en cualquier especie animal es muy
inferior a la de los seres humanos. La investigación psicofisiológica con
modelos animales ha aportado valiosas informaciones sobre determinados
procesos básicos del hombre, pero hay grandes limitaciones a la hora de
establecer generalizaciones excesivas, dado el gran diferencial cualitativo
existente entre la actividad mental superior de la especie humana y la de
cualquier otra especie animal.

• Carácter interdisciplinar. En sus orígenes la Neuropsicología surgió


como una nueva especialidad autónoma gracias a la convergencia y las
aportaciones procedentes de disciplinas muy diferentes como neurología,
biología, neurofisiología, neuroquímica, neurorradiología, medicina
nuclear, psicología experimental, farmacología, fisiología y psicología
cognitiva. Además, su carácter interdisciplinar también se debe a que los
neuropsicólogos ejercen su actividad dentro de un ámbito igualmente
interdisciplinar en el que atienden el daño cerebral junto a otros
profesionales como neurocirujanos, neurólogos, fisioterapeutas,
terapeutas ocupacionales, terapeutas del lenguaje, psicólogos clínicos,
trabajadores sociales y neuropsiquiatras.

1.1.1 Desarrollo histórico


Probablemente el término Neuropsicología fue utilizado por vez
primera por William Osler en 1913, aunque se popularizó su utilización a
partir del año 1949, con motivo de la publicación de la obra de Donald Hebb
titulada: The Organization of Behaviour: A Neuropsychological Theory.
Desde entonces el término “Neuropsicología” quedó definitivamente
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asentado para referirse a una disciplina que no sólo era autónoma por su
denominación, sino por sus contenidos y objetivos. A finales de los años 50
el término Neuropsicología ya se había convertido en una denominación
usual dentro del campo de las Neurociencias. En 1963 apareció
Neuropsychologia, la primera publicación científica dedicada
específicamente a esta ciencia. En su primer número se definía la
Neuropsicología como “Un Área determinada de la Neurología, de interés
común para neurólogos, psiquiatras, psicólogos y neurofisiólogos”. El
desarrollo científico de la Neuropsicología se inicia definitivamente a partir
de los años 60 y se produce gracias a las aportaciones realizadas por
científicos procedentes del campo de la Psicología, la Neurología, la
neurofisiología y la psiquiatría desde concepciones localizacionistas o
antilocalizacionistas del funcionamiento de la actividad mental.
Friedrich Goltz (1834-1902) realizó lesiones experimentales en
perros, comprobando que la extirpación de amplias áreas del cerebelo,
ganglios basales y neocórtex producían una pérdida de motivación y de
capacidad cognitiva que era proporcional a la extensión de la lesión, pero
no se confirmaba la desaparición de una determinada función, ya que con
el paso del tiempo se producía su recuperación. Estos hallazgos sustentaron
los posicionamientos antilocalizacionistas, reforzando la idea de que el
cerebro funciona de un modo global.
John Hughlings-Jackson (1835-1911), fundador de la Neurología
moderna, contribuyó activamente al desarrollo de la Neuropsicología
adoptando una postura opuesta al localizacionismo estricto. Dentro de su
prolífica obra científica destaca la división del sistema nervioso en tres
niveles jerárquicos de creciente complejidad: el nivel inferior o espinal se
localizaría en la médula espinal y el tronco cerebral; el segundo nivel –de

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tipo sensorial y motor– estaría ubicado en los ganglios basales y en la


corteza motora; el nivel superior se localizaría en los lóbulos frontales
permitiendo el control de los movimientos voluntarios. Para Jackson, cada
función que realiza el sistema nervioso no es el resultado de la actividad de
un grupo limitado de neuronas, sino que tiene una estructura vertical que
se representa en los niveles espinal, medio y superior. Una lesión focal del
sistema nervioso no produciría la desaparición de la función sino más bien
su desorganización. A Jackson también se le debe una importante
aportación sobre las asimetrías hemisféricas, ya que afirmó que el
hemisferio izquierdo controla las actividades voluntarias, mientras que el
hemisferio derecho es un hemisferio automático.
La figura de Kart Lashley (1890-1958) resulta crucial para el desarrollo
de la Neuropsicología. Sus aportaciones, dentro de un enfoque holístico del
cerebro se pueden compendiar en la formulación de dos leyes: la de Acción
en Masa y el Principio de la Equipotencialidad. Según la Ley de la Acción en
Masa las consecuencias que tiene una lesión sobre el comportamiento
guardan más relación con la cantidad de tejido nervioso dañado que con su
localización. Con esta afirmación Lashley sostenía una visión opuesta a las
teorías localizacionistas, ya que la recuperación de una función, en caso de
una lesión en el sistema nervioso, se podría explicar como el resultado del
funcionamiento global del cerebro, especialmente en el caso de las
conductas complejas. Reformulaciones posteriores de la Ley de la Acción en
Masa han demostrado parcialmente su enunciado, ya que la activación de
varias áreas del cerebro puede producir consecuencias sobre una misma
modalidad de conducta. Por ejemplo, el lenguaje puede verse afectado
como consecuencia de lesiones corticales en las áreas de Broca y Wernicke
o en el fascículo arqueado, pero también puede ser la consecuencia de

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lesiones talámicas o de los nervios craneales y también por sordera a corta


edad. El Principio de la Equipotencialidad en su formulación inicial afirmaba
que cualquier área de la corteza cerebral es capaz de asumir el control de
cualquier tipo de comportamiento. Sin embargo, posteriormente Lashley
restringió el Principio de la Equipotencialidad a determinadas áreas
específicas del córtex. Más recientemente Pribram ha reformulado el
Principio de la Equipotencialidad a través de la Teoría del Campo Solapado,
según la cual el funcionamiento cerebral se asocia al de un holograma: en
el cerebro existen numerosos campos de neuronas solapadas entre sí que
se encargan de cada función. En condiciones normales, las neuronas que
tienen el control más directo del comportamiento son funcionales y
mantienen en estado de inhibición a otros grupos neuronales. Si se produce
una lesión en el lugar donde se encuentran las neuronas funcionalmente
activas, se liberan las neuronas de reserva de su estado de inhibición
convirtiéndose en funcionales; de este modo es posible que se pueda
restaurar una determinada función. Actualmente la Teoría del Campo
Solapado goza de mayor credibilidad y aceptación que el Principio de la
Equipotencialidad, pero las dos leyes enunciadas por Lashley continúan
siendo dos principios básicos para la comprensión del funcionamiento
cerebral.
Kurt Goldstein (1876-1965) realizó importantes aportaciones a la
Neuropsicología clínica, estudiando las consecuencias de las heridas de
guerra en el sistema nervioso, por lo que puede ser considerado como uno
de los pioneros de la rehabilitación neuropsicológica del daño cerebral.
También, en su dimensión de neuropsiquiatra, aportó la idea de que las
lesiones del hemisferio izquierdo frecuentemente producían reacciones
catastróficas (ansiedad, angustia, depresión y miedo), mientras que las

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lesiones del derecho generalmente producían reacciones de indiferencia.


Esta disociación hemisférica se hace más patente en ciertas afasias
causadas por lesiones del hemisferio izquierdo y en el síndrome de
heminegligencia producido por lesiones del hemisferio derecho.
Donald Hebb (1904-1985), discípulo de Lashley, debe ser considerado
junto con éste, como uno de los máximos representantes de la
Neuropsicología contemporánea, contribuyendo activamente a su
consolidación como disciplina autónoma. Inicialmente Hebb centró sus
investigaciones en el estudio del lóbulo frontal, comprobando que el
cociente intelectual de las personas que habían sufrido daño frontal no
disminuía de manera sensible. Gracias a sus aportaciones, por vez primera
se empezó a tener en cuenta la importancia de la Psicología para valorar las
lesiones cerebrales, aceptándose que la utilización de escalas
neuropsicológicas podía ser de gran utilidad para localizar el Área cerebral
dañada. Pero sin duda, el prestigio de Hebb se debe a sus estudios sobre la
memoria, estableciendo diferencias neurofisiológicas entre memoria a
corto plazo como un proceso activo de duración limitada y memoria a largo
plazo, que produce una modificación efectiva en la estructura del sistema
nervioso. Hebb distinguió una modalidad de memoria de corta duración
que tiene como objetivo asegurar un ensamblaje celular estructural para
dar paso a una huella mnémica estructural y permanente. Según sus
investigaciones, es posible la formación de nuevas sinapsis como resultado
de la experiencia, ya que cada nuevo aprendizaje genera una corriente de
activación neuroquímica que tiende a reverberar sucesivamente a través de
los circuitos neurales activados. Esta actividad reverberante sólo mantiene
la memoria durante un corto período de tiempo, pero la reverberación
continuada dentro de un mismo circuito consolida el aprendizaje mediante

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la modificación estable en los circuitos nerviosos implicados,


transformándose en memoria de larga duración. En su obra The
Organization of Behavior demostró por vez primera el modo en el que las
redes de neuronas activas podían llevar a cabo una conducta cognitiva
compleja.
Hebb realizó dos importantes aportaciones al estudio de la memoria:
La Regla de Hebb y el concepto de Sinapsis Hebbiana. La relación entre dos
neuronas puede modificarse si la neurona presináptica excita a la
postsináptica de una manera frecuente. Cuando un axón de la neurona
presináptica envía estímulos repetidos a la neurona postsináptica, se
produce algún proceso de crecimiento o modificación metabólica en ambas
neuronas, consolidándose el circuito inicialmente establecido. La llegada de
la microscopía electrónica ha refrendado las hipótesis sostenidas por Hebb,
según las cuales, el aprendizaje y la memoria son capaces de producir
cambios estructurales en el sistema nervioso, mediante la creación de
nuevas conexiones nerviosas. Sin duda, esta aportación de Hebb,
confirmando que el aprendizaje podría modificar la estructura de las
neuronas fue revolucionaria en el campo de las Neurociencias.
Los aspectos históricos en neuropsicología tienen que ver con el
problema de la localización de las funciones en la corteza cerebral. Sobre
este tema, Luria —en su libro Las funciones corticales superiores del
hombre (1977, trabajo publicado originalmente en 1969)— menciona cómo
la solución a dicho problema no sólo ha dependido de los medios técnicos
disponibles en una determinada época histórica, sino también de los
conceptos teóricos acerca de los procesos psíquicos que predominaban en
cada periodo histórico. La vigencia de tal afirmación es incuestionable, dado
que en neuropsicología son igualmente importantes tanto la teoría

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disponible acerca de las funciones mentales, su organización y la forma en


que se relacionan con el funcionamiento cerebral, como la disposición de
los medios técnicos para su estudio. De aquí que una revisión del desarrollo
histórico de estos dos aspectos clave resulta relevante para ubicar el
momento actual de desarrollo en esta disciplina.

➢ Época antigua: hipótesis del cerebro e hipótesis del corazón. Para


Kolb y Whishaw (2003), desde la Grecia antigua pueden delimitarse
dos hipótesis en relación con la localización de las funciones
mentales: la de su localización en el cerebro, a la cual le llaman
hipótesis del cerebro, y la idea de que el corazón era el sustento de
dichas funciones, a la cual le denominan hipótesis del corazón. En
relación con la hipótesis del cerebro, a Alcamaeon de Crotón,
estudiante de Pitágoras, se le atribuye haber hecho la afirmación, en
el siglo V a. C., de que el cerebro era el asiento físico de la mente, con
base en sus observaciones de pacientes con daño cerebral. En esta
misma categoría puede incluirse Hipócrates, a quien se le atribuyen
diversas descripciones de alteraciones del lenguaje en casos de
algunas enfermedades fatales. García-Albea y García-Albea (2006)
citan un párrafo del tratado de Hipócrates, sobre la enfermedad
sagrada, poco difundido y que, por su actualidad, parece
sorprendente para el momento histórico en que vivió: Conviene que
la gente sepa que nuestros placeres, gozos, risas y juegos no proceden
de otro lugar sino del cerebro y lo mismo las penas y las amarguras,
sinsabores y llantos. Y por él precisamente razonamos e intuimos, y
vemos y oímos, y distinguimos lo feo, lo bello, lo malo, lo agradable y
lo desagradable […] también por su causa enloquecemos y deliramos,

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y se nos presentan espasmos y terrores, unos de noche y otros de día,


e insomnios e inoportunos desvaríos, preocupaciones inmotivadas y
estados de ignorancia de las circunstancias reales, y extrañezas. Y
todas estas cosas las padecemos a partir del cerebro, cuando éste no
está sano, sino que se pone más caliente de lo natural, o bien más
frío, o más seco, o sufre alguna otra afección contraria a su
naturaleza.

Otro de los pensadores que pueden identificarse con la hipótesis


cerebral es Platón, quien desarrolló el concepto de un alma tripartita, con
su parte racional en el cerebro. Entre todos estos pensadores, en quienes
prevalecía la hipótesis del cerebro, imperaba la idea de que éste era
propiamente un empaque o envoltura para la sustancia real del
pensamiento, el fluido cerebroespinal, por lo que los ventrículos cerebrales
eran la parte más importante del cerebro. No obstante, para algunos de
ellos como Galeno, el tejido cerebral también era importante (citado en
Feinberg y Farah, 2000). Galeno observaba los cambios conductuales en los
gladiadores romanos heridos y señalaba que no sólo el daño cerebral
alteraba la conducta, sino también que los nervios de los órganos de los
sentidos iban al cerebro y no al corazón. Kolb y Whishaw (2003) mencionan
a Empédocles de Acragas (427-347 a. C.) como el partidario más antiguo del
que se tiene registro de localización de los procesos mentales en el corazón.
Dentro de esta misma hipótesis, Aristóteles (384-322 a. C.) supuso que dado
que el corazón era caliente y activo, era la fuente de los procesos mentales,
mientras que el cerebro, debido a que era frío e inerte, servía como un
radiador para enfriar la sangre.

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➢ Edad media. En la Edad Media, los ventrículos continuaban siendo el


foco de teorías que relacionaban la mente con el cerebro. Los
ventrículos anteriores se asociaron con la percepción; los medios,
con la razón, y los posteriores, con la memoria (Pagel, citado en
Feinberg y Farah, 2000).

➢ Dualismo de Descartes. Durante el Renacimiento, Descartes


reemplazó el concepto platónico de un alma tripartita por el de un
alma única e indivisible, a la cual llamó mente. Descartes describe la
mente como inmaterial y sin extensión espacial, diferente del cuerpo.
El cuerpo operaba de acuerdo con los principios de una máquina,
pero era la mente la que decidía qué movimientos debía hacer la
máquina. La glándula pineal era el vehículo por el cual la mente
influía en el cuerpo. Descartes negaba alguna forma de identidad
entre la mente y el cerebro, por lo cual se le conoce como impulsor
del dualismo. De acuerdo con esta postura, la mente y el cuerpo
estaban separados, aunque podían interactuar. Kolb y Whishaw
(2003) consideran que con el dualismo de Descartes se inicia lo que
actualmente se conoce como el problema mente-cuerpo. Desde esta
perspectiva, es de suponer que no representaba un problema la
localización de funciones, ya que la mente no era divisible y era
inmaterial.

➢ Localizacionismo y antilocalizacionismo. A finales del siglo XVIII y


principios del XIX, Franz Josef Gall y Johann Spurzheim formularon
una teoría general de la localización cerebral, conocida actualmente
como frenología.

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Figura 1. Cabeza Frenológica de Spurzheim

Gall identificó 27 facultades humanas básicas y las asoció con centros


cerebrales particulares, que a su vez afectaban la forma del cráneo en el
sentido de mayor prominencia o depresión de la zona en cuestión. Debido
a esta postura Gall es conocido como el pionero del localizacionismo. Por
su parte, se considera a Jean-Pierre Flourens uno de los detractores de la
teoría de Gall, como pionero del antilocalizacionismo. Al parecer, la
principal preocupación de Flourens era de índole religiosa, ya que la teoría
de Gall dividía el alma y el cerebro en partes funcionalmente distintas,
mientras que Flourens consideraba que el alma era unitaria. Flourens llevó
a cabo una investigación en la cual provocaba extensas lesiones en diversas
especies de aves para demostrar la equipotencialidad de la corteza.
Observó que, pasado cierto tiempo, a partir de la lesión había una
recuperación del comportamiento, independientemente de la parte
destruida. Llegó a la conclusión de que la corteza actúa como un todo
homogéneo. Según Feinberg y Farah (2000), fue el populismo de Gall y los
ataques con pruebas empíricas de Flourens los que provocaron que el
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localizacionismo quedara fuera de los intereses de los científicos de


principios del siglo XIX. Así, cuando Jean-Baptiste Bouillaud, en 1825,
presentó una serie de casos clínicos de pérdida del habla posteriores a
lesiones frontales, su trabajo fue ignorado. De acuerdo con Bouillaud
(citado en Hécaen y Dubois, 1983), “investigaciones clínicas tienden a
demostrar que la pérdida de la palabra corresponde a la lesión de los
lóbulos anteriores del cerebro, y a confirmar la opinión de Gall relativa a la
localización del lenguaje articulado”. A pesar de sus detractores, el enorme
interés en la localización de las funciones mentales ya se estaba gestando y
fue en este tiempo que Marc-Dax notó la asociación entre daño al
hemisferio izquierdo, hemiplejia derecha y afasia, con base en su examen
de 40 pacientes en un periodo de veinte años. Su artículo fue escrito en
1836, pero no se publicó en ese momento; sólo distribuyó copias entre sus
amigos y colegas. De acuerdo con Feinberg y Farah (2000), fue hasta 1861
que en este campo se reconoció al localizacionismo con una mente más
abierta. En este año, en la Sociedad Antropológica de París se llevó a cabo
una serie de debates entre Pierre Gratiolet, que argumentaba a favor del
holismo o el equipotencialismo, y Ernest Aubertin (yerno de Bouillaud), que
estaba a favor del localizacionismo. Aubertin describió el caso de su
paciente, quien al ser tocado con una espátula en los lóbulos “anteriores”
tuvo un cese del habla sin pérdida de consciencia. Dicho paciente había sido
intervenido quirúrgicamente con una remoción del hueso frontal después
de un intento de suicidio. Aunque todos estos investigadores hicieron su
contribución para la mejor comprensión de la localización de las funciones,
muchos autores coinciden en señalar a Broca como el iniciador de la historia
moderna de la neuropsicología. En 1861, Broca llevó a cabo los primeros
intentos de correlaciones clínico-patológicas al presentar ante la Sociedad

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Antropológica de París el caso de un paciente con pérdida del lenguaje


expresivo, a lo que llamó originalmente “afemia” (aunque posteriormente
se denominó afasia, término que ha prevalecido hasta nuestros días). En
una autopsia, Broca detectó una lesión en el tercio posterior de la
circunvolución frontal inferior del hemisferio izquierdo (aunque también se
ha documentado que la lesión era mucho más extensa). Este hecho, junto
con otros hallazgos, le permitió manifestar que el lenguaje articulado se
localizaba en un área del cerebro demarcada con claridad, a la que se
denominó en su momento “centro de las imágenes motoras de las
palabras”, y que actualmente se conoce con el epónimo de área de Broca.
Según Luria (1977), esta propuesta de Broca se considera prototípica de una
postura localizacionista, en el sentido de que considera “la posibilidad de la
localización directa de los procesos mentales complejos en áreas
circunscritas de la corteza cerebral”.
Las aportaciones de Broca son importantes por dos razones: 1) por
primera vez había sido “localizada” una función mental compleja en una
zona específica del córtex y esta localización descansaba sobre una base de
hechos clínicos. 2) se mostró por primera vez la radical diferencia entre las
funciones de los hemisferios cerebrales derecho e izquierdo y se identificó
en el hemisferio izquierdo las funciones más importantes del lenguaje.

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Tabla 1. Localizacionismo y Holismo

En resumen, las contribuciones de Broca consistieron en haber


innovado con el método de análisis clínico patológico al hacer una
descripción minuciosa de los síntomas de su paciente y relacionarlos con
los hallazgos patológicos, y ser uno de los pioneros del localizacionismo al
haber planteado como un hecho la lateralización del lenguaje.

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Los trabajos de Broca dieron lugar a otra serie de estudios que


descubrieron relaciones entre signos clínicos y áreas lesionadas. Así, se
propuso la existencia de diversos “centros” que sustentaban diversas
funciones. En 1869, Bastian observó que había pacientes que tenían déficit
no sólo en la articulación de las palabras, sino también en la memoria para
las palabras. Bastian propuso, además, la existencia de un centro visual y
uno auditivo para la palabra y uno cinestésico para la mano y la lengua.
Afirmó que estos centros estaban conectados y que el lenguaje era
procesado por el cerebro en diferentes formas en cada uno de estos
centros. Las lesiones en estos centros podían producir distintos síndromes,
según el aspecto del procesamiento que estaba alterado. Wernicke (1874)
notó que las lesiones de la porción posterior de la región temporal superior
producían un tipo de afasia en el cual la comprensión era muy deficiente.
Pensó que este centro auditivo contenía las imágenes de los sonidos de las
palabras y que este centro estaba conectado con el área de Broca por medio
de una comisura, por lo que el daño en esta comisura podría desconectar
el área de las imágenes de los sonidos del área de las imágenes para los
movimientos del habla. De acuerdo con este esquema, se podían explicar
la afasia motora, de conducción y la afasia sensorial. Lichtheim (1885),
reelaborando las ideas de Wernicke, propuso un esquema complejo para
explicar los mecanismos que subyacen a siete tipos de trastornos del habla
y del lenguaje. De acuerdo con Heilman y Valenstein (2003), Bastian,
Wernicke y Lichtheim demostraron que las conductas complejas pueden
ser fraccionadas en componentes modulares y desarrollaron modelos de
procesamiento de la información por medio de los cuales estos
componentes interactúan para producir conductas complejas, como el

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habla. Por otra parte, a la postura antilocalizacionista, que ya había


perfilado Flourens desde principios del siglo XIX, vinieron a sumarse otra
serie de estudios tanto anatómicos como fisiológicos, de acuerdo con los
cuales se corroboraba la idea de que las alteraciones en la conducta no se
podían atribuir a lesiones en determinadas áreas del cerebro, ya que “el
grado de alteración estaba en proporción directa con la masa del cerebro
eliminada y que, con respecto a las funciones complejas, las áreas diferentes
de la corteza de los hemisferios cerebrales eran, de hecho, equivalentes”.
Destacan, como representantes más influyentes en esta corriente,
John Hughlings Jackson, Henry Head, Kurt Goldstein y Karl Lashley. John
Hughlings Jackson (1878), contemporáneo de Broca, formuló varias
hipótesis que impugnaban el localizacionismo estrecho de su época. A su
entender, la función tiene una compleja organización “vertical”,
representada primeramente en un nivel “inferior” (espinal o del tronco
cerebral); aparece representada otra vez (re-representada) a un nivel
“medio” de los sistemas motores o sensoriales de la corteza cerebral, y
vuelve a aparecer, por tercera vez (re-re-representada), en un nivel
“superior” en los lóbulos frontales del cerebro. Así, cada función realizada
por el sistema nervioso central no era el resultado del trabajo de un grupo
limitado de células, sino de un todo organizado de modo jerárquico e
interactivo en alto grado. De acuerdo con Jackson, la localización del
síntoma, la pérdida de una u otra función, que acompaña a la lesión sufrida
en un área limitada del sistema nervioso central, de ninguna manera puede
ser identificada con la localización de la función. Así, sólo las lesiones, pero
no las funciones, son localizables en el cerebro. Henry Head (1926) estudió
las alteraciones complejas del habla mediante la descripción de los
trastornos en algunos aspectos del acto verbal y atribuyó estos fenómenos

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a lesiones en áreas extensas de la corteza cerebral. Para explicar estos


hechos, se remitió a un factor general de la “vigilancia” como el principio
de explicación definitiva (Luria, 1977). Kurt Goldstein formuló otros
principios generales como la “actitud abstracta” o la “conducta categórica”,
las cuales resultan alteradas en todos los casos de lesiones cerebrales.
Goldstein distinguió entre la “periferia” de la corteza, la cual conserva el
principio de localización en su estructura, y “la parte central” de la corteza,
la cual, a diferencia de la primera, es “equipotencial”. Las lesiones de la
“corteza periférica” conducen a la alteración de los “medios” de la actividad
psíquica, pero dejan intacta “la actitud abstracta”. La lesión en la “parte
central” de la corteza provoca cambios profundos en la “actitud abstracta”
y la “conducta categorial”, subordinándose a la “acción de la masa”: cuanto
mayor sea la parte de la sustancia cerebral afectada por la lesión, tanto más
sufre la formación de las “estructuras dinámicas” complejas y tanto menos
diferenciadas resultarán las relaciones de la “estructura” y “el fondo” que,
a juicio de Goldstein, constituyen la base neurológica de esta compleja
“conducta categorial”. Lashley (1929, citado en Luria, 1977) extirpó
diferentes áreas del cerebro en ratas y observó los cambios de su conducta
en un laberinto. Llegó a la conclusión de que las alteraciones en su conducta
no podían atribuirse a lesiones en distintas áreas del cerebro, que el grado
de alteración de sus hábitos estaba en relación directa con la masa de
cerebro eliminada y que, con respecto a las funciones complejas, las áreas
corticales de los hemisferios cerebrales eran equivalentes. De acuerdo con
Luria (1977), las posturas opuestas en relación con la localización de las
funciones psíquicas en la corteza cerebral —la localizacionista y la
antilocalizacionista— hicieron su aportación al desarrollo de la teoría
científica de la organización funcional de la corteza cerebral. Los

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localizacionistas descubrieron en la masa aparentemente homogénea del


cerebro aquellas áreas que tienen un valor específico para desarrollar las
diferentes formas de la actividad psíquica. Elaboraron los conceptos
pioneros acerca del trabajo diferenciado del cerebro. Los
antilocalizacionistas colocaron en primer plano la tesis de la elevada
plasticidad de los tejidos cerebrales, la capacidad del substrato cerebral
para el reestablecimiento de las funciones y promovieron la idea de la
organización jerárquica de las funciones. Posturas teóricas recientes acerca
del problema de la localización de las funciones mentales en el cerebro.

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1.2 DESTACADOS DE LA NEUROPSICOLOGÍA


1.2.1 La neurociencia como referente de la
neuropsicología
La Neuropsicología se inscribe en el ámbito de la Neurociencia, que
es un abordaje multidisciplinar del estudio del sistema nervioso cuyo
objetivo es unificar el conocimiento de los procesos neurobiológicos y
psicobiológicos, después de que durante mucho tiempo el estudio de la
mente y el cerebro se hayan mantenido como dos realidades diferentes. En
buena medida este hecho se ha debido al predominio de los
planteamientos dualistas, que impusieron la creencia de que ambas eran
dos entidades cuantitativa y cualitativamente diferentes. Por este motivo,
el estudio del sistema nervioso y el de la mente humana fueron el objeto
de estudio por parte de la biología y la filosofía de un modo separado. Los
prejuicios ya existentes en civilizaciones precristianas, asumiendo los
planteamientos dualistas como verdad axiomática han prevalecido hasta
fechas muy recientes, frenando el conocimiento de las relaciones mente-
cerebro. Por fortuna, el rápido avance en el conocimiento del sistema
nervioso experimentado a partir de la segunda mitad del siglo XX ha
propiciado el definitivo acercamiento entre las diferentes disciplinas
preocupadas por el estudio de la actividad del sistema nervioso. La
Neurociencia estudia el sistema nervioso desde un punto de vista
multidisciplinario, mediante el aporte de diversas disciplinas como Biología,
Neurología, Psicología, Química, Física, Farmacología, Genética o
Informática. Dentro de esta nueva concepción de la mente humana, estas
ciencias son necesarias para comprender las funciones nerviosas,

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especialmente las que son inherentes a la especie humana, es decir, las


funciones mentales superiores. Como afirmaba Kandel (1996), la
Neurociencia surge con el objetivo de entrelazar los distintos estratos que
conforman la realidad humana, desde la neurobiología molecular hasta la
cognición, permitiendo que podamos entender qué nos hace ser lo que
somos. Se puede definir la Neurociencia como el ámbito interdisciplinar que
estudia diversos aspectos del sistema nervioso: anatomía, funcionamiento,
patología, desarrollo, genética, farmacología y química, con el objetivo
último de comprender en profundidad los procesos cognitivos y el
comportamiento del ser humano (Mora y Sanguinetti, 1996). Las primeras
sociedades neurocientíficas surgen en Norteamérica a partir de los años 60
del siglo pasado y en la actualidad son una fructífera realidad en numerosos
países. La primera sociedad neurocientífica existente fue la Society for
Neuroscience, fundada en 1970 en los Estados Unidos. Posteriormente se
han ido creando otras en muchos países, como la ENA (European
Neuroscience Asociation) y la SEN (Sociedad Española de Neurociencia). Las
asociaciones neurocientíficas están constituidas por profesionales de muy
diversa procedencia: neurobiólogos, bioquímicos, fisiólogos, farmacólogos,
neuroanatomistas, psicólogos, físicos, químicos, matemáticos,
neurocirujanos, psiquiatras o informáticos. La asociación neurocientífica
con mayor número de miembros es la Asociación Americana de
Neurociencia en los Estados Unidos, formada por más de 24.000 asociados,
de los que el 16,1% son psicólogos, el 14,3% fisiólogos, el 12,5%
farmacólogos y el 11,2% biólogos (Pinel, 2000). Sorprende el hecho de que
los profesionales procedentes de la Psicología tengan una representación
cuantitativa tan importante, por lo que se puede pensar que
definitivamente se está empezando a cerrar la brecha existente entre el

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conocimiento de la mente y el cerebro desde abordajes dualistas. Por otra


parte, la introducción de la neuroimagen funcional ha permitido por vez
primera acceder al interior del cerebro en funcionamiento, observando las
modificaciones que se producen en él durante la realización de un
determinado proceso cognitivo, lo que ha contribuido muy activamente al
acercamiento definitivo entre neurobiólogos y psicobiólogos. Dentro del
amplio marco de la Neurociencia existen dos orientaciones, conductuales y
no conductuales, según su mayor énfasis en el estudio del sistema nervioso
o en el del comportamiento. Las Neurociencias de orientación no
conductual centran su interés en algún aspecto del sistema nervioso,
prestando menor atención a los aspectos cognitivos y comportamentales.
Se incluyen aquí disciplinas como Neurobiología, Neuroanatomía,
Neurología, Neurofisiología, Neurofarmacología o Neuroendocrinología.
Las Neurociencias de orientación conductual, por su parte, se preocupan
por relacionar el sistema nervioso con determinados aspectos de la
conducta y los procesos cognitivos. Se incluyen en este grupo:
Psicobiología, Psicología Fisiológica, Psicofisiología, Psicofarmacología,
Neuropsicología y más recientemente Neurociencia Cognitiva. La
Neurociencia Cognitiva es el resultado de la creciente diversificación de las
Neurociencias conductuales y constituye un ejemplo de la fructífera
colaboración entre neurobiólogos y psicobiólogos. Según Kandel la
Neurociencia cognitiva es el resultado de la fusión entre Neurociencia y
Psicología. La cognición es el proceso de integración, transformación,
codificación, almacenamiento y respuesta de los estímulos sensoriales. El
objetivo de la Neurociencia Cognitiva es el estudio de los procesos mentales
superiores, habitualmente denominados procesos cognitivos:
pensamiento, lenguaje, memoria, atención, percepción y movimientos

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complejos. Lo específico de la Neurociencia Cognitiva es el estudio de la


cognición humana mediante técnicas no invasivas, recurriendo
especialmente a la neuroimagen funcional del cerebro mientras se realiza
una determinada actividad cognitiva. Por este motivo, recurre a las
aportaciones de diversos especialistas como informáticos, expertos en
ingeniería del conocimiento o psicólogos cognitivos. Los límites existentes
entre Neurociencia Cognitiva, y otras Neurociencias conductuales como
Neuropsicología o Psicología Fisiológica resultan difusos y difíciles de
establecer. El interés de la Neurociencia por el estudio de la cognición ha
ido creciendo progresivamente en los últimos años ya que, en última
instancia, el único output del sistema nervioso siempre es la conducta. La
incorporación de las ciencias de la conducta y especialmente de la ciencia
cognitiva está permitiendo superar el vacío que tradicionalmente existía
entre las dos orientaciones de la Neurociencia, puesto que los
neurobiólogos minimizaban la preocupación y el interés por el
comportamiento y la actividad mental, mientras que los psicólogos estaban
más interesados en el estudio de los procesos cognitivos, con frecuente
desinterés por el sistema nervioso como último responsable del
comportamiento humano. Gracias al desarrollo de la Neurociencia, con el
valioso apoyo de la neuroimagen funcional empezamos a recorrer un
camino conjunto que permitirá profundizar en la compleja realidad del ser
humano sin prejuicios excluyentes.

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Tabla 2. Principales Neurociencias conductuales y no conductuales

1.2.2 Neurología, Neuropsicología y Neurología de la


conducta
La Neurología es una de las disciplinas que más ha contribuido al
desarrollo autónomo de la Neuropsicología, ya que a partir de la
observación de las distintas patologías causadas por daño cerebral se
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empezó a comprender mejor el comportamiento humano. Algunas


definiciones clásicas del término, como la propuesta por Arthur Benton en
su obra Introducción a la Neuropsicología abunda en este sentido, cuando
se refiere a la Neuropsicología como Neurología de la conducta (Benton,
1971). Neurólogos y neuropsicólogos comparten el interés por el estudio
del daño cerebral, aunque difieren tanto en el tipo de abordaje que
realizan, como en el objeto de estudio. Al neurólogo le interesa el
comportamiento como medio para conocer con mayor profundidad el
cerebro, mientras que el neuropsicólogo –por el contrario– se interesa en
el cerebro para comprender mejor la conducta. Ambos utilizan pruebas
neurofisiológicas o de neuroimagen para refrendar sus hallazgos, aunque
muchas veces las pruebas de neuroimagen anatómica son insuficientes
para realizar un diagnóstico ya que, numerosas patologías relacionadas con
el sistema nervioso no tienen una expresión neuroanatómica y sólo es
posible identificar sus déficits mediante la realización de exploraciones
neuropsicológicas.
Tal es el caso de diversas patologías como dificultades específicas del
aprendizaje, trastornos del lenguaje, cuadros amnésicos, demencias en fase
inicial o numerosos trastornos psiquiátricos en los que únicamente se
pueden observar sus alteraciones funcionales a través de las pruebas
neuropsicológicas. Mientras que el neurólogo examina las funciones
vegetativas, sensoriales y motoras, el neuropsicólogo es el encargado de
evaluar las funciones cognitivas, para lo que se requiere un proceso de
evaluación más largo y exhaustivo. El neurólogo es el responsable de los
tratamientos farmacológicos, mientras que el neuropsicólogo se preocupa
de programar y administrar tratamientos de rehabilitación cognitiva de las
funciones mentales dañadas. Recientemente ha surgido la Neurología de la

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Conducta, con el objetivo de acercar la Neurología a la Neuropsicología. Se


define como la actividad desarrollada por el neurólogo en relación con los
síndromes clínicos clásicos (afasias, apraxias, agnosias...), aceptando las
aportaciones realizadas por la Neuropsicología Cognitiva y otras ciencias,
aunque sin perder la perspectiva de que la Neurología de la conducta es en
esencia una Neurociencia no conductual.
La Neurología del Comportamiento realiza la evaluación de los
procesos cognitivos considerando las alteraciones cognitivas en el contexto
de la historia clínica y otras exploraciones médicas, aunque trabajando de
manera concatenada con el neuropsicólogo. El neurólogo de la conducta
tiene que conocer los fundamentos de las pruebas neuropsicológicas, así
como los de la evaluación psicométrica. En realidad, la Neurología de la
conducta puede convertirse en una visión parcelada de la Neuropsicología
o simplemente puede considerarse como un eufemismo, ya que la propia
especificidad de la Neuropsicología asume los principios, objetivos y
métodos de la Neurología de la conducta.

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1.3 ORIENTACIONES DE LA NEUROPSICOLOGÍA

1.3.1 Neuropsicología de orientación neurológica


Durante la primera mitad del siglo XX la Neuropsicología tuvo una
orientación mecanicista y estática, prestando mayor interés a la localización
de la lesión cerebral mediante pruebas neuropsicológicas. Es comprensible
que la práctica de la Neuropsicología en sus inicios tuviera este sentido, ya
que su nacimiento se gestó a partir de la Neurología, por lo que se resultaba
prioritaria la evaluación del daño cerebral, postergando el estudio la
conducta. Se prestaba poca atención al estudio de los procesos cognitivos
alterados como consecuencia del daño en el sistema nervioso, y aún menos
a la preparación de programas de rehabilitación cognitiva de las funciones
cerebrales que habían resultado dañadas.
Las primeras funciones que realizaba el neuropsicólogo consistían en
la localización del daño cerebral, determinando el grado de “organicidad
cerebral” mediante pruebas psicológicas. El objetivo de la Neuropsicología
inicialmente era profundizar en el estudio del cerebro, adscribiendo a la
conducta un papel secundario ya que a lo sumo se interesaba en la
búsqueda de una posible relación entre una lesión cerebral en un área
circunscrita y el deterioro que pudiera producirse en una prueba psicológica
concreta. En definitiva, la concepción de la Neuropsicología de los inicios
ponía mayor énfasis en la localización del daño cerebral a través de pruebas
neuropsicológicas demasiado genéricas e inespecíficas.
A pesar de las limitaciones de este enfoque excesivamente
“neurologicista” de la Neuropsicología en sus comienzos, se produjeron
algunos frutos muy interesantes, especialmente la creación de las primeras

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pruebas de evaluación neuropsicológica, como la Escala de Halstead-


Reitan. También, una de las pruebas de evaluación clínica con más solera,
el test gestáltico visomotor de Lauretta Bender, que apareció en 1937 y
continúa teniendo una amplia difusión.

1.3.2 Neuropsicología de orientación psicológica


Esta nueva concepción de la Neuropsicología empieza a desarrollarse
desde finales de la década de los años sesenta como consecuencia del
desarrollo de la Psicología cognitiva. Si la orientación neurológica tenía un
sesgo localizacionista, esta nueva orientación tiene un abordaje de signo
más holístico, haciendo hincapié en el análisis y la comprensión de la
naturaleza de pruebas psicológicas para llegar a comprender su relación
con la función cerebral. La Neuropsicología de orientación psicológica
investiga los procesos psicológicos básicos, especialmente los procesos
cognitivos que subyacen en diversos cuadros clínicos relacionados con el
daño cerebral. La Neurociencia Cognitiva y la Neuropsicología Cognitiva son
un producto de esta nueva orientación de la Neuropsicología.
Aunque resulta loable el énfasis que presta la Neuropsicología de
orientación psicológica sobre la conducta como producto final del
funcionamiento cerebral, sin embargo, en casos extremos puede tener un
sesgo excesivamente “psicologicista”, que atiende de manera casi exclusiva
el estudio de las funciones cognitivas, minimizando o ignorando las bases
neurobiológicas de la conducta, por lo que corre el riesgo de convertirse en
una especie de Neuropsicología “descerebrada” (Manga y Ramos, 1999).

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1.3.3 Neuropsicología dinámica


Como afirma Rourke (1983), las dos concepciones anteriores de la
Neuropsicología son estáticas y en ocasiones irreconciliables, ya que no
profundizan en el estudio conjunto de las relaciones conducta-cerebro. Por
esta razón, desde hace algo más de dos décadas se ha empezado a
desarrollar una nueva concepción de la Neuropsicología con un signo más
dinámico e interactivo. Sus orígenes se sitúan en los postulados de
Alexander Luria y su objetivo es la profundización en el estudio de las
relaciones entre el cerebro y la conducta, intentando en todo momento
entrelazar los procesos psicológicos con los sistemas cerebrales
subyacentes. Es una modalidad de Neuropsicología interaccionista e
interdisciplinar que investiga no sólo los efectos de la lesión cerebral sobre
la función mental, sino la naturaleza de los procesos cognitivos que
subyacen en las pruebas utilizadas para realizar la evaluación. De esta
manera, los sesgos neurologicistas o psicologicistas carecen de sentido
dentro de este esquema, ya que se pone énfasis en la interacción cerebro-
conducta, estudiando dinámicamente las relaciones entre los factores
neurológicos y la estructura de los procesos cognitivos.
Las tres orientaciones de la Neuropsicología persisten en la
actualidad en mayor o menor medida, aunque cada vez están siendo más
postergadas las concepciones estáticas que dan una visión fragmentada de
las relaciones entre el cerebro y la conducta. Se hace imprescindible la
integración real de las aportaciones teóricas, metodológicas y prácticas de
las corrientes de orientación neurológica más clínicas y las de orientación
psicológica de signo más cognitivo (Tabla 3).

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Tabla 3. Orientaciones de la Neuropsicología


ORIENTACIÓN POSTULADO PARADIGMA
NEUROPSICOLOGÍA -Se inspira en la Neurología Cerebro -> Conducta
DE ORIENTACIÓN -Pone mayor énfasis en el -Riesgo: Neurologicismo
NEUROLÓGIA (hasta funcionamiento del cerebro y en la (ignorar la importancia
1970) localización de la lesión de la conducta)
-Considera secundario el papel de -Concepción estática de
la conducta la neuropsicología

NEUROPSICOLOGÍA -Se inspira en la psicología Cerebro <- Conducta


DE ORIENTACIÓN cognitiva -Riesgo: Psicologicismo
PSICOLÓGICA -Pone mayor énfasis en el estudio (Ignorar la importancia
(A partir de 1970) de la estructura de los procesos del sistema nervioso)
cognitivos -Concepción estática de
-Considera secundario el papel del la Neuropsicología
sistema nervioso
NEUROPSICOLOGÍA -Se inspira en la Teoría de Luria Cerebro <-> Conducta
DINÁMICA (A partid -Pone mayor énfasis en la -Concepción dinámica de
de 1980) interacción dinámica entre el la Neuropsicología
cerebro y la conducta,
entrelazando los procesos
psicológicos con los sistemas
cerebrales, y preocupándose por
los efectos de las lesiones
cerebrales y la naturaleza de los
procesos cognitivos que subyacen
en el rendimiento en las pruebas

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1.3.4 Neuropsicología Cognitiva


La Neuropsicología Cognitiva surge como una alternativa frente a la
visión clásica de la Neuropsicología, demasiado vinculada al modelo médico
de la enfermedad, que excluía la importancia de los procesos alterados,
centrándose únicamente en los aspectos semiológicos y sindrómicos del
daño cerebral. Se define como la ciencia que trata de comprender los
distintos tipos de procesamiento a que se somete la información en el
cerebro, así como las distintas modalidades y grados de relación que cada
uno de ellos tiene con las diferentes estructuras y funciones cerebrales
subyacentes. La Neuropsicología Cognitiva trata de proporcionar una
explicación de los procesos mentales a partir de las relaciones entre la
conducta y los sistemas de procesamiento, y no en base a la relación entre
anatomía cerebral y conducta tal y como hacía la Neuropsicología
tradicional (Ellis y Young, 1988).
Está inspirada en la idea de que los procesos psicológicos pueden
investigarse observando cómo se descomponen los distintos elementos de
las capacidades mentales tras un daño cerebral. Para lograr sus objetivos,
se basa en las observaciones cuidadosas del comportamiento que exhiben
las personas con lesiones cerebrales, pero también se guía por el marco
teórico que proporciona la Neurociencia cognitiva.
Para la Neuropsicología Cognitiva la actividad mental es un sistema
representacional que funciona mediante un sistema computacional capaz
de manipular y procesar la información, por lo que el estudio de los
procesos es el elemento más importante. Se interesa más por la lógica de
los procesos mentales que por el estudio de las correlaciones neuronales
de dichos procesos. Los neuropsicólogos cognitivos centran su atención en
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el estudio de la naturaleza de las representaciones internas, mediante el


análisis pormenorizado de los procesos que medían en la resolución de
problemas, tratando de construir un software del funcionamiento
psicológico humano (Benedet, 1997). El objetivo de la Neuropsicología
Cognitiva es el estudio del procesamiento de la información en el sistema
nervioso, mediante una serie de operaciones que son capaces de convertir
los estímulos en respuestas. En primer término, trata de comprender los
tipos de procesamiento a que se somete la información en el cerebro y las
modalidades y la relación de cada uno de estos procesamientos con las
diferentes estructuras y funciones cerebrales. En segundo lugar, se interesa
por todos los cambios que acompañan a la lesión cerebral en la esfera
conativa, atendiendo a los cambios en la personalidad y en la motivación,
ya que la Neuropsicología Cognitiva no sólo se preocupa por las alteraciones
cognitivas derivadas del daño cerebral, sino también por las distintas
alteraciones psicopatológicas que son consecuencia sobreañadida del daño
cerebral.
La Neuropsicología Cognitiva se inspira en el modelo de Modularidad
de la Mente propuesto por Fodor (1983), posteriormente reforzado por las
aportaciones de Moscovitch y Winocur durante la década de los noventa.
Según la Teoría de la Modularidad, el cerebro es un Sistema de
Procesamiento de la Información (SPI) constituido por una serie de
subsistemas de naturaleza modular más o menos diferenciada, pero
interdependientes entre sí. En todo proceso cognitivo existen tres etapas
de procesamiento:
1. Procesamiento de entrada de la información que accede al
encéfalo, o análisis perceptivo.

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2. Procesamiento serial o paralelo que facilita el almacenamiento de


la información para que pueda ser evocado con posterioridad o
que permita realizar representaciones mediante imágenes de la
información para el reconocimiento, lo que se llama análisis
semántico o procesamiento para el significado. La denominación
más frecuente de este tipo de procesamiento es la de Sistema de
Procesamiento de la Información (SPI).
3. Procesamiento de salida, encargado de transformarse en algún
tipo de conducta, pensamiento o acción.

Para que los estímulos ambientales puedan ser tratados por el SPI es
necesario que previamente sean transformados en representaciones
mentales procesables, que reciben la denominación de representaciones
de entrada y tienen lugar en las áreas primarias del córtex cerebral.
Posteriormente, la transformación tiene lugar en el SPI, haciendo que las
representaciones puedan ser captadas de manera secuencial o en paralelo
por procesadores más o menos especializados. Para que se realice el
procesamiento de la información en el SPI son necesarios módulos o
subsistemas que no están necesariamente relacionados con áreas
neuroanatómicas específicas, ya que cuanto más compleja es una función
mental, más tiende a estar representada en varias áreas del cerebro.
Finalmente serán transformadas en otras representaciones, que pueden
ser utilizadas por el propio SPI o bien archivadas en el almacén de memoria,
si no se exige una respuesta. Por el contrario, si se exige respuesta, ésta se
elaborará a partir de las representaciones correspondientes, siendo
preparada para ser comunicada, es decir, para salir del SPI mediante la
producción de una Representación de Salida que contiene el programa

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motor que ha de ser ejecutado por los sistemas efectores correspondientes


(aparato fonador, extremidades...).
Los órganos receptores, las áreas sensoriales y las vías nerviosas que
salen del SPI se denominan componentes periféricos, mientras que el SPI es
el componente central, que media entre la representación de entrada y la
de salida. La Neuropsicología Cognitiva se ocupa únicamente del estudio de
los componentes centrales (SPI), la naturaleza de las representaciones que
entran en ellos y el devenir de estas representaciones a lo largo de su
recorrido por los componentes pertinentes hasta que, en su caso, se genera
la representación de salida, que contiene el programa motor. También se
interesa por las posibles alteraciones que pueden sufrir los procesadores
como consecuencia del daño cerebral, así como de las consecuencias que
estas alteraciones ejercen sobre las representaciones procesadas por ellos.
Por tanto, la Neuropsicología Cognitiva únicamente se ocupa por el estudio
de las alteraciones de conducta de naturaleza central, mientras que las
alteraciones de conducta de naturaleza periférica son el objeto de estudio
de otras disciplinas. La Neuropsicología Cognitiva excluye de su objeto de
estudio aquellas funciones psíquicas que no forman parte del SPI, como la
regulación de la ingesta alimentaria o la sexualidad (Figura 2). Las
alteraciones cognitivas que presenta una persona con daño cerebral se
explican por la Neuropsicología Cognitiva en términos de alteración en el
procesamiento de la información, considerando que un lesionado cerebral
puede tener el problema en la entrada, durante el procesamiento o en la
salida.

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Figura 2. Procesamiento de la información; Neuropsicología Cognitiva

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TEMA 2:

BASES NEUROANATÓMICAS Y
FUNCIONAMIENTO

2.1 INTRODUCCIÓN
Cuando Alex nació, el lado izquierdo de su encéfalo, que normal-
mente controla el habla, estaba sofocado por una maraña de vasos
sanguíneos anormales que lo dejaron mudo, semiciego, semiparalizado y
proclive a los ataques epilépticos. A medida que Alex crecía, los ataques
eran cada vez más frecuentes y severos. Al no poder controlar su epilepsia
con medicamentos, los doctores de Alex recomendaron una cirugía para
extirpar todo el lado izquierdo de su encéfalo. Estaban razonablemente
seguros de que este procedimiento reduciría los ataques de Alex, pero
advirtieron a sus padres que no esperaran una notable mejoría. A los ocho
años, Alex había sobrepasado la edad en que un niño mudo puede aprender

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a hablar.
La operación fue un éxito: los ataques cesaron. Luego, diez meses
después, Alex sorprendió a todos al empezar a hablar; primero sólo
pronunciaba palabras aisladas, pero luego pudo formar oraciones
completas. A los 11 años todavía pronunciaba incorrectamente algunas
palabras, como si tuviera un acento extranjero; ahora, a los 23 años, habla
con fluidez. A la fecha, más de 50 niños epilépticos han sido sometidos con
éxito a una hemisferectomía (la extirpación de la mitad izquierda o derecha
del encéfalo).
El encéfalo es el centro maestro de control de todo lo que decimos y
hacemos. Podría pensarse que la extirpación de la mitad del encéfalo de un
niño lo dejaría gravemente discapacitado. Pero Alex y otros han
demostrado que sucede justo lo contrario. Los niños emergen de la
operación con su memoria, personalidad y sentido del humor intactos. Al
igual que Alex, algunos muestran una notable mejoría en el lenguaje, la
coordinación y otras áreas.
¿Cómo es esto posible? En primer lugar, el encéfalo humano
(producto de millones de años de evolución) es un órgano extremadamente
complejo. Nuestro encéfalo contiene miles de millones de células
arregladas en innumerables trayectorias y redes, con muchos sistemas de
respaldo, un "equipo mental" mucho mayor del que necesitamos. Además,
los dos hemisferios del encéfalo son similares, aunque no idénticos, como
la mano derecha y la izquierda. Normalmente, ambos trabajan juntos. Pero
si el hemisferio izquierdo es extirpado, el hemisferio derecho asume la
mayoría de sus funciones, como sucedió en el caso de Alex. Segundo, el
encéfalo humano posee una extraordinaria plasticidad, es decir, la capa-
cidad de adaptarse a nuevas condiciones ambientales. Aunque el encéfalo

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es el centro de mando de nuestro cuerpo, también responde a la


retroalimentación de los sentidos y el ambiente circundante, y cambia
como resultado. Una razón por la cual los niños como Alex mejoran después
de una hemisferectomía es que su ambiente cambia cuando cesan sus
ataques y dejan de necesitar medicamentos anticonvulsivos (sedantes
poderosos que atontan a los niños). Antes de la operación, el ambiente
interno de su cuerpo es caótico y su habilidad para responder al ambiente
externo se ve entorpecida. Después de la operación, su ambiente interno
es más tranquilo y mejora su conciencia del ambiente externo. Todos los
órganos del cuerpo (y toda nuestra conducta) dependen de intrincados
patrones de retroalimentación y control. Vivimos rodeados por objetos y
eventos, y nuestros sistemas biológicos están preparados para hacer
ajustes que nos mantengan en sintonía con nuestro entorno.

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2.2 DESARROLLO HISTÓRICO DEL CEREBRO HUMANO


Para entender el cerebro humano es necesario introducirnos a la
historia evolutiva de dicho órgano, cuya función no es la de guardar
conocimientos, como muchos teóricos plantean, sino que es un órgano
social constructor de conocimientos y de aprendizajes. Conservamos a nivel
filogenético y ontogenético todas aquellas formas primigenias que
incidieron en nuestro proceso de evolución, por lo que, en cierto sentido,
somos un coctel orgánico no sólo de reptiles, peces y mamíferos inferiores,
sino de miles de seres vivos ancestrales que participaron, de una u otra
forma, en la construcción del tejido sutil y complejo que transformó nuestra
vida, tal como la tenemos hoy en día. Es así como aún en nuestro ser
conservamos, en las profundidades craneanas, ese cerebro primitivo que
compartimos con los reptiles.
Es preciso insistir que dicho cerebro nos permite, entre muchas otras
cosas, respirar, mantener el ritmo cardiaco, tensionarnos a nivel muscular
o esquelético para poder atacar o huir de una determinada situación
amenazante. También es un sistema de autoprotección, no sólo para huir y
luchar en caso de una amenaza inminente, sino que es un sistema
indispensable en la vida humana para tomar decisiones inmediatas en las
cuales puede existir peligro de la vida, como evitar un accidente de tránsito
al girar el volante del vehículo para no estrellarse. Allí, bajo amenazas
extremas, este primer cerebro reptílico, anula las conexiones con el
segundo cerebro denominado mamífero y con el tercero designado
neocórtex —teoría triádica (McLean, 1973)—.

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Al respecto hay que recordar que la vía más rápida de actuación,


cuando existe una situación amenazante, es del tálamo a la amígdala para
poder actuar de forma rápida; muy diferente a la vía sináptica, tálamo -
córtex, que nos permite pensar racionalmente antes de actuar. Es necesario
resaltar que el cerebro reptílico pierde la habilidad para organizar ideas,
planear a largo plazo, adquirir y procesar nuevas informaciones que le
corresponden a otro tipo de cerebro más evolucionado.

2.2.1 El cerebro reptílico


Si pudiéramos desnudar metafóricamente al cerebro humano desde
sus profundidades anatómicas, nos encontraríamos con la capa más antigua
de la fisiología humana compartida no sólo por monos, sino por mamíferos
y reptiles, y se refiere específicamente a la animalidad o reptilidad humana.
Este cerebro primigenio atravesado por la sexualidad provoca reacciones
primarias que van desde los celos hasta la pasión, o desde la lujuria hasta el
abandono impetuoso. En este recorrido es necesario precisar que somos
seres capaces de asesinar a otra especie, a menos de que podamos
convertir en procesos conscientes, a través de la educación, estos
comportamientos instintivo-destructivos que se encuentran en forma
deslizante en nuestro inconsciente colectivo. Vale la pena aclarar que este
cerebro reptílico permite reaccionar inmediatamente ante cualquier señal
que implique peligro, amenaza o posibilidad de apareamiento.
En síntesis, la maquinaria biológica de este primer cerebro reptílico
ubicado en las profundidades craneanas lo que hace es matar, evitar el
peligro y copular. El cerebro reptílico regula las funciones vegetativas
(procesos circulatorios, digestivos, respiratorios, etc.). También interviene

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en el sentido arcaico del dominio de la territorialidad y el manejo de la


agresividad.
La mejor forma de solucionar los comportamientos violentos, los
problemas mentales y educativos, es acercándonos a la complejidad del
cerebro desde un punto de vista educativo, para comprender que es
necesario y prioritario entender lo que sucede en el cerebro para poder
presentar alternativas.

2.2.2 El cerebro mamífero


Un segundo territorio, muy ligado a los antepasados humanos,
reptiles similares a los mamíferos (sináptidos) o mamíferos inferiores que
fueron durante mucho tiempo habitantes de la noche, donde para poder
sobrevivir como especie desarrollaron en forma muy eficiente sus sentidos,
en especial, la vista, el olfato y el tacto, lo que les permitió a estos seres
esquivos de la noche fortalecer una serie de adaptaciones biológicas. Estas
cualidades les facilitó emerger como Homo-erectus, en el que las hembras
antropomórficas adquirieron una corporalidad femenina capaz de engañar
y hechizar a los machos ansiosos de copular. Sin embargo, en esta segunda
fase de desnudez biológica, fue la evolución del sistema límbico la que
desarrolló el olfato como el sentido más determinante para poder
sobrevivir, ya que el consumo de alimentos así lo exigía para no
envenenarse. También es necesario destacar la importancia del desarrollo
de la sexualidad, la que se encontraba muy ligada al desprendimiento de
feromonas y endorfinas, controladas básicamente por el hipotálamo y la
hipófisis.

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De esta forma natural y evolutiva se fueron conformando los


territorios de la emocionalidad (ira, dolor, disgusto, miedo, tristeza,
felicidad, alegría, etc.), y los mamíferos determinaron en gran medida la
necesidad del cuidado y de la educación de sus crías por espacios
prolongados. Hechos muy diferentes de lo que pasaba con los reptiles, pues
éstos no tienen un sistema de crianza y, en muchas ocasiones, las crías
deben huir de la madre para no ser devoradas por ella. En síntesis, el
sistema límbico permite establecer relaciones afectivas, emocionales y
sexuales entre los individuos, se encuentra constituido por el séptum, la
amígdala, el hipocampo, el hipotálamo y el ciro singular, entre otros
órganos.
Para poder entender las diferencias entre emociones y sentimientos,
que son fundamentales en los procesos de cognición y de la memoria, se
requiere de conocimientos mínimos alrededor del sistema límbico. En este
sentido, cabría precisar que, si un estudiante tiene problemas emocionales
producto de su contexto social o cultural, difícilmente podrá aprender ya
que su cognición se bloquea desde el punto de vista neurofisiológico.

2.2.3 El neocórtex cerebral


Desde los peludos simios erectos hasta el Homo sapiens sucedieron
muchas cosas, para finalmente conformar el último territorio de la
evolución humana. Es así como procesos de mutación o de evolución
discontinua, es decir, no lineal, produjeron esos dos hemisferios cerebrales
que a nivel evolutivo son los más recientes. Éstos metafóricamente son
similares a dos serpientes enrolladas que se vieron en la necesidad de
recogerse dentro del cráneo para poder conservar las circunvoluciones y
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valles a nivel fisiológico, que hacen que el ser humano sea muy diferente de
otras especies. En esta complejidad evolutiva cerebral de los hemisferios,
se generaron espacios fisiológicos capaces de albergar la mayoría de los
procesos relacionados con la lógica, la racionalidad y el pensamiento de alto
nivel, muy ligados a la formación de los diferentes tipos de inteligencias en
los cuales se evidencian los siguientes procesos: capacidad de reflexión y de
crítica; aptitud para resolver problemas en ambientes cambiantes; intuición
y predicción; capacidad de observación y descripción; formulación de
hipótesis; talento para argumentar y explicar fenómenos; facultades
kinestésicas, espaciales y musicales; capacidad de jugar y el sentido del
humor; competencia de interactuar y vivir armónicamente con otros;
habilidad de soñar y tener libre albedrío, potencial para afectar, amar y
desarrollar procesos éticos y morales; y capacidad de búsqueda del sentido
de la vida a través del desarrollo de la espiritualidad humana.
Los procesos evolutivos anteriores son los que realmente marcaron
la diferencia entre los seres humanos y otro tipo de especies vivas, que no
se pueden considerar inferiores, sino diferentes, ya que poseen una serie
de habilidades y de procesos creativos y cognitivos muy propios de cada
especie. En síntesis, esta última capa denominada corteza cerebral, es por
naturaleza biológica, una especie de capa superficial orgánica de neuronas
asociativas flotantes sobre el cerebro mamífero, a su vez ésta descansa
sobre la última capa que se denomina cerebro reptílico. Estos tres cerebros
en uno son también interdependientes y flotantes, tienen profundidades
muy grandes, similares a un vasto océano de una continuidad y de una
unidad perfecta que, para su estudio cartográfico o descriptivo, permite su
fragmentación. Para su comprensión, es imposible dicha separación, ya que

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estos tres cerebros actúan para cualquier proceso del pensamiento como
una unidad de carácter holoárquico (jerárquico) y holístico.

2.2.4 El cerebro químico


Conocer la química cerebral permite abrir nuevas brechas de
comprensión del cerebro humano, para estimular a nivel corporal y cerebral
aquellas sustancias endógenas que tenemos en el interior de la
corporalidad humana, que nos facilitan aprender fácilmente y, lo que es
más importante, “ser felices”. Estas sustancias endógenas son péptidos
opioides (endorfinas, encefalinas y dinorfinas) y otra serie de
neurotransmisores y hormonas que actúan dentro del cuerpo humano
como agonistas y antagonistas de la información a nivel sináptico,
producidas por las sustancias mensajeras que recorren todas las moléculas
de las células del cuerpo.
Estas sustancias endógenas básicamente tienen la capacidad de
generar en el ser humano estados de distensión, goce, felicidad, antiestrés,
etc. que repercuten notablemente en la educación y en patologías como el
déficit de atención, hiperactividad, autismo y toda una serie de
problemáticas relacionadas con el aprendizaje humano. Los tratamientos
para estas problemáticas se hacen con anfetaminas como el Valium (u otros
benzodiacepinas), para eliminar estados de ansiedad o depresión
(recetando neurolépticos) (Mclean, 1973), que no son más que
psicofármacos (sedantes) que actúan como bloqueadores de todos los
receptores, especialmente de la dopamina.
El cerebro humano es un órgano de carácter holoárquico y holístico
donde la totalidad de una parte (cerebro posterior) se encuentra en el
cerebro siguiente (cerebro medio), y éste, el cerebro anterior; es decir,
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tiene una capacidad funcional de acción de masas que recorre toda su


dimensionalidad biológica y química. Desde estas visiones holísticas de las
“teorías del cerebro total” (Jiménez Vélez, 2003), en muchas zonas
cerebrales, o en la mayoría de ellas, existen todo tipo de
neurotransmisores, pero experimentalmente se ha demostrado desde la
neurociencia que existen unas regiones donde hay mayor cantidad de
módulos neuronales que segregan sustancias mensajeras con funciones
muy específicas.

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2.3 EL SISTEMA NERVIOSO CENTRAL


Todas las partes del sistema nervioso están conectadas entre sí. Sin
embargo, para entender su anatomía y funciones es útil analizar el sistema
nervioso en términos de las divisiones y subdivisiones. El sistema nervioso
central incluye el encéfalo y la médula espinal, los cuales contienen, en
conjunto, más del 90% de las neuronas del cuerpo. El sistema nervioso
central depende del sistema nervioso periférico. Los circuitos nerviosos
recaban información acerca del ambiente externo a partir de los órganos
sensoriales, y del ambiente interno a partir de los órganos y glándulas del
cuerpo; llevan esta información a la médula espinal y al encéfalo, y luego
transmiten "instrucciones" del encéfalo y la médula espinal que indican al
cuerpo cómo responder. El sistema nervioso periférico está constituido por
dos divisiones principales: los sistemas somático y autónomo.
El sistema nervioso somático está compuesto por todas las neuronas
aferentes, o sensoriales, que llevan información al sistema nervioso central
y por todas las neuronas eferentes, o motoras, que llevan mensajes del
sistema nervioso central a los músculos esqueléticos del cuerpo. Todas las
cosas que podemos percibir (imágenes, sonidos, olores, temperatura,
presión, etc.) tienen su origen en el sistema nervioso somático. De igual
manera, todas nuestras acciones voluntarias (comer y beber, leer y escribir,
tocar piano o jugar béisbol) son dirigidas por el sistema nervioso somático.

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Sistema Nervioso Periférico Sistema Nervioso Central

Figura 3: Divisiones funcionales del Sistema Nervioso

El sistema nervioso autónomo comprende todas las neuronas que


transmiten mensajes entre el sistema nervioso central y los órganos
internos del cuerpo (las glándulas y los músculos lisos como el corazón y el
sistema digestivo). El sistema nervioso autónomo es crucial para funciones
corporales como la respiración, la digestión y la circulación, pero también
en la experiencia de varias emociones, un hecho que reviste especial interés
para los psicólogos. El sistema nervioso autónomo consta de dos ramas: las
divisiones simpáticas y parasimpática. Esas dos divisiones actúan casi en
completa oposición entre sí, pero ambas están implicadas en el control e
integración de las acciones de las glándulas y los músculos lisos dentro del
cuerpo. La parte del sistema nervioso periférico que lleva mensajes de los
sentidos al sistema nervioso central y entre éste y los músculos
esqueléticos.

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El sistema nervioso simpático también le indica al sistema endocrino


que empiece a bombear sustancias químicas en el torrente sanguíneo para
fortalecer esas reacciones. Las fibras nerviosas simpáticas se conectan con
cada órgano interno del cuerpo, lo que explica por qué es tan generalizada
la reacción del cuerpo al estrés. Sin embargo, la división simpática también
puede actuar de manera selectiva sobre un solo órgano. El sistema nervioso
simpático tiende a actuar como una unidad, movilizando con rapidez al
cuerpo entero para la acción inmediata y sostenida. La movilización rápida
es claramente adaptativa. Pero ¿por qué sigue su corazón latiendo rápido—
y por qué permanece alerta el sistema nervioso simpático— durante cierto
tiempo después que ha pasado el peligro? En la actualidad, muchas
situaciones requieren una respuesta rápida, pero pocas requieren una
acción física sostenida. La mayoría de los desafíos que enfrentamos (entrar
a la universidad, conseguir un trabajo, equilibrar la paternidad y la carrera)
requieren más encéfalo que músculos. En muchas situaciones, permanecer
tranquilo es una reacción más adaptativa que explotar de ira. De todos
modos, conservamos la respuesta de "lucha o escape" como parte de
nuestra herencia evolutiva.
Aunque las reacciones simpáticas a menudo se mantienen después
de que ha pasado el peligro, a la larga incluso la reacción más intensa de la
división simpática se desvanece y el cuerpo se tranquiliza. Este efecto
tranquilizador es promovido por la división parasimpática. Las fibras
nerviosas parasimpáticas conectan los mismos órganos que las fibras
nerviosas simpáticas, pero tienen efectos contrarios. La división
parasimpática dice "Está bien, pasó la crisis y todo vuelve a la normalidad".

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El corazón vuelve a latir a su ritmo normal, los músculos del estómago


se relajan, se reanuda la digestión, la respiración se hace más lenta y las
pupilas de los ojos se contraen. De modo que la división simpática activa al
cuerpo en respuesta al estrés; luego la división parasimpática tranquiliza al
sistema una vez que ha pasado el peligro. Tradicionalmente, se consideraba
al sistema nervioso autónomo como la parte "automática" del mecanismo
de respuesta del cuerpo (de ahí su nombre). Se creía que uno no podía
indicarle al sistema nervioso autónomo cuándo acelerar o disminuir el
latido cardiaco o cuándo detener o comenzar los procesos digestivos. Sin
embargo, algunos estudios han demostrado que los seres humanos (y los
animales) tienen cierto control sobre el sistema nervioso autónomo. Por
ejemplo, la gente puede aprender a moderar la severidad de la alta presión
sanguínea (Buist, 2002; Shu-Zhen, 2010) o de las migrañas (Hermann y
Blanchard, 2002; Stokes y Lappin, 2010) e, incluso, a regular su propio ritmo
cardiaco y sus ondas encefálicas (Monastra, Monastra y George, 2002)
mediante la biorretroalimentación.

2.3.1 El encéfalo
El encéfalo es la sede de la conciencia y la razón, el lugar donde se
centran el aprendizaje, la memoria y las emociones. Es la parte de nosotros
que decide qué hacer y si una decisión fue correcta o errónea, e imagina
cómo habrían resultado las cosas si hubiéramos actuado de manera
diferente. Aunque la médula espinal recibe menos atención, no es menos
importante para entender la conducta y los procesos mentales.

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Figura 4. Vistas lateral (arriba) y medial (abajo) del encéfalo

El encéfalo humano es el producto de millones de años de evolución.


A medida que se agregaron nuevas estructuras más complejas, se
conservaron las antiguas estructuras. Una forma de entender el encéfalo es
mirar las capas que evolucionaron en diferentes etapas del proceso
evolutivo:
1) el núcleo central primitivo
2) el sistema límbico, que evolucionó más tarde
3) los hemisferios cerebrales (corteza cerebral), que están a cargo
de los procesos mentales superiores.
4) Tronco del encéfalo.
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Usaremos esas cuatro divisiones básicas para describir las partes del
encéfalo, lo que hacen y cómo interactúan para influir en nuestra conducta.

1) El núcleo central: Es el punto en que la médula espinal entra al cráneo


y se convierte en el mesencéfalo. Como el mesencéfalo se encuentra
incluso en los vertebrados más primitivos, se cree que fue la primera
parte del encéfalo en evolucionar. La parte del mesencéfalo más
cercana a la médula espinal es la médula, una estructura estrecha de
cerca de 3.8 centímetros (1.5 pulgadas) de largo. La médula controla
funciones corporales como la respiración, el ritmo cardiaco y la
presión sanguínea. La médula también es el punto donde se cruzan
muchos de los nervios que provienen de los centros encefálicos
superiores o que se dirigen a ellos; los nervios de la parte izquierda
del cuerpo cruzan al lado derecho del encéfalo y viceversa. Cerca de
la médula se encuentra el puente, el cual produce las sustancias
químicas que nos ayudan a mantener el ciclo de sueño-vigilia. Tanto
el núcleo como el puente transmiten mensajes a las áreas superiores
del encéfalo. En la parte superior y trasera del tallo cerebral se
encuentra una estructura llamada cerebelo (o "pequeño encéfalo"),
que es responsable de nuestro equilibrio y de la coordinación de las
acciones del cuerpo para asegurar que los movimientos se produzcan
en secuencias eficientes. El daño al cerebelo ocasiona problemas en
el movimiento, como movimientos espasmódicos y tropezones…

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Figura 5. El tallo cerebral consiste en la médula, el puente y el cerebro medio.


Se marca una vista lateral del tallo cerebral (izquierda) para indicar el nivel al que se
toma cada uno de los cortes transversales (derecha.)

Por encima del cerebelo, el tallo cerebral se amplía para formar el


mesencéfalo (o encéfalo medio), que es especialmente importante para la
audición y la visión. También es uno de diversos lugares del encéfalo donde
se registra el dolor. Más o menos directamente por encima del tallo
cerebral se encuentran dos estructuras con forma de huevo que componen
el tálamo. El tálamo integra y da forma a las señales entrantes. Directa por
debajo del tálamo se encuentra el hipotálamo, que es más pequeño y ejerce
una influencia enorme en muchos tipos de motivación. Partes del
hipotálamo rigen el hambre, la sed, la pulsión sexual y la temperatura
corporal (Winn, 1995; Waxman, 2010) y están directamente relacionadas
con conductas emocionales como la ira, el terror y el placer.

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Figura 6: Estructura Cerebral

2) El sistema límbico: El sistema límbico es un anillo de estructuras


holgadas conectadas que se localizan entre el núcleo central y los
hemisferios cerebrales. En términos evolutivos, el sistema límbico es
más reciente que el núcleo central y sólo está completamente
desarrollado en los mamíferos. Los animales con sistemas límbicos
primitivos, como los peces y los reptiles, tienen repertorios limitados:
sus patrones de alimentación, ataque o apareamiento son fijos; los
mamíferos, en cambio, (incluidos los seres humanos) son más
flexibles en sus respuestas al ambiente, lo que sugiere que el sistema
límbico suprime algunas conductas instintivas. El sistema límbico
parece desempeñar un papel central, coordinando e integrando la
actividad del sistema nervioso. Las partes del cerebro que regulan las

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emociones están albergadas en el sistema límbico. Este conjunto


especializado de regiones del cerebro está fuertemente
interconectado. A diferencia de la corteza, que procesa la
información de estímulos externos, el sistema límbico procesa la
información sobre nuestros estados internos, como, por ejemplo, la
presión arterial, el ritmo cardíaco, ritmo respiratorio, y la
transpiración, así como el estado emocional.

Podemos imaginarnos el sistema límbico como el centro


emocional del cerebro. Las estructuras del sistema límbico
intervienen en el olfato, la motivación y la memoria.

A continuación, exploraremos las áreas del sistema límbico: el


hipotálamo, la amígdala y el hipocampo. Cada área tiene características
específicas, aunque varias áreas colaboran en muchas funciones.

El término tálamo proviene del griego thalamos, que significa


"dormitorio". Pero, en realidad, el tálamo es mucho más que una
habitación. El tálamo contiene muchos núcleos, cada uno de los
cuales está conectado con una región específica de la corteza
cerebral. Podemos pensar en él como una puerta de acceso a las
áreas corticales sensitivas. La gran parte de la información sensitiva
pasa a través de él. El hipotálamo regula y mantiene constante el
medio interno del organismo. Se sitúa en la zona inferior del cerebro.
Las distintas partes del hipotálamo tienen distintas funciones
relacionadas con la emoción y la motivación. Algunos de sus núcleos
participan en el control del hambre, la sed, la motivación sexual, y

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otras conductas emocionales.


La amígdala se denomina así por su forma de almendra
(amygdale en griego significa "almendra"). La excitación, el arousal
(activación) y el miedo forman parte del trabajo de la amígdala. Por
ejemplo, la amígdala está en pleno auge cuando los adolescentes
juegan a videojuegos violentos (Mathews, Gump, Harris, et al., 2006).
También participa en el condicionamiento del miedo, proceso por el
que los animales (incluidos los seres humanos) aprenden a
pronosticar cuándo va a suceder algo temible (LeDoux, 2000). Ralph
Adolphs y sus colaboradores demostraron esto estudiando a una
mujer de 30 años, cuyas amígdalas izquierda y derecha estaban casi
completamente lesionadas por una enfermedad. Aunque la mujer no
tenía problemas para identificar caras, fue totalmente incapaz de
detectar el miedo en esas caras (Adolphs, et al., 1994).
El hipocampo realiza diversas funciones relacionadas con la
memoria, particularmente mantener la memoria espacial. Cuando
nos hacemos un mapa mental de cómo ir de un lugar a otro estamos
valiéndonos del hipocampo. Esto explicaría por qué una parte del
hipocampo está más desarrollada en los taxistas que en quienes no
lo son, e incluso más en taxistas con más experiencia (Maguire, et al.,
2000). Dicha correlación podría significar o que las personas que
tienen más experiencia en moverse por entornos complejos
desarrollan un hipocampo de mayor tamaño, o bien que las personas
con un hipocampo de mayor tamaño acaban buscando ocupaciones,
como la de taxista, que dependen de la navegación espacial.

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Las lesiones en el hipocampo causan dificultades en la


formación de memorias [o recuerdos] nuevas, pero no afectan a las
memorias existentes. Ninguna hipótesis para explicar este hecho
concluye que el hipocampo almacenara de manera temporal los
recuerdos y después los transfiriera a otras partes, como corteza,
para su almacenamiento permanente (Sanchez-Andres, Olds & on,
1993). La teoría de las huellas múltiples es una hipótesis alternativa
de almacenamiento de memoria en el hipocampo (Moscovitch, et al.,
2005). Según esta teoría, los recuerdos se almacenan inicialmente en
múltiples zonas del cerebro. Con el tiempo, el almacenamiento se
refuerza en unas zonas y debilita en otras. La teoría de las huellas
múltiples evita la necesidad de transferirlas a la memoria del
hipocampo a la corteza cerebral. La memoria ya se encuentra en la
corteza y simplemente se refuerza con el tiempo.

3) La corteza cerebral: Montado por encima y alrededor del núcleo


central y el sistema límbico, ocultándolos prácticamente, se
encuentra el cerebro. El cerebro se divide en hemisferios y está
cubierto por una delgada capa de materia gris (células no
mielinizadas) llamada corteza cerebral. Esto es en lo primero que
piensa la mayoría de gente cuando habla del "encéfalo"; es la parte
del encéfalo que procesa el pensamiento, la visión, el lenguaje, la
memoria y las emociones. La corteza cerebral ocupa la mayor parte
del espacio dentro del cráneo, pues cuenta con cerca del 80% del
encéfalo humano y contiene aproximadamente el 70% de las
neuronas del sistema nervioso central. La corteza cerebral es la parte
del sistema nervioso de evolución más reciente y la más altamente

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desarrollada en los seres humanos que en cualquier otro animal. Los


peces carecen de corteza cerebral, y los reptiles y las aves tienen sólo
una corteza primitiva. En los mamíferos inferiores, como las ratas, la
corteza cerebral es pequeña y relativamente lisa. Conforme uno
avanza en la escala filogenética de los mamíferos de inferior a los
superiores, en especial a los primates, la corteza cerebral se hace más
grande y cada vez más arrugada.
Figura 7: Corteza Cerebral

Extendida, la corteza humana podría cubrir de 2.000 a 3.000


centímetros cuadrados y ser del grueso de una letra mayúscula en
una página mecanografiada. Pero un patrón intrincado de dobleces,
colinas y valles, llamados circunvoluciones, permiten a los
hemisferios cerebrales caber dentro de nuestra cabeza,

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relativamente pequeña. En cada persona, esas circunvoluciones


forman un patrón que es tan único como una huella digital.
Una serie de marcas sobre la corteza nos permiten identificar
las áreas funcionales. La primera es una fisura profunda, que corre
de la parte delantera a la trasera, y divide al encéfalo en hemisferios
derecho e izquierdo. Cada uno de esos hemisferios se divide en
cuatro lóbulos, los cuales están separados entre sí por grietas. Una
fisura central, que corre de costado, aproximadamente de oído a
oído, separa la corteza somato-sensorial primaria, que recibe
mensajes sensoriales de todo el cuerpo, de la corteza motora
primaria, que envía mensajes del encéfalo a varios músculos y
glándulas del cuerpo. Además, hay grandes áreas en la corteza de los
cuatro lóbulos llamadas áreas de asociación.
Los científicos, por lo general, creen que la información de
diversas partes de la corteza es integrada en las áreas de asociación
y que esas áreas son las sedes de procesos mentales como el
aprendizaje, el pensamiento, el recuerdo, la comprensión y la
utilización del lenguaje. La comparación de la corteza de diferentes
mamíferos apoya esta visión. En las ratas, la mayor parte de la
corteza consta de áreas sensoriales o motoras; en los gatos, las áreas
de asociación son ligeramente mayores, y en los monos aún más
grandes; en los seres humanos, la mayor parte de la corteza está
dedicada a las áreas de asociación.
Los diferentes lóbulos de los hemisferios cerebrales se
especializan en funciones diferentes. El lóbulo occipital, situado en la
parte posterior de los hemisferios cerebrales, recibe y procesa la
información visual. El daño al lóbulo occipital puede producir ceguera

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o alucinaciones visuales (Beniczky et al., 2002; Werth, 2008). El lóbulo


temporal, localizado delante del lóbulo occipital, juega un papel
importante en las tareas visuales complejas como reconocimiento de
rostros. El lóbulo temporal también recibe y procesa información de
los oídos, contribuye al balance y al equilibrio, y regula emociones y
motivaciones como la ansiedad, el placer y la ira. Además, se cree
que la capacidad para entender y comprender el lenguaje se
concentra principalmente en la parte posterior de los lóbulos
temporales, aunque parte de la comprensión del lenguaje también
tiene lugar en los lóbulos parietal y frontal (Ojemann, Ojemann,
Lettich y Berger, 1989; D'Aus Craighero y Fadiga, 2011).

Figura 8. Localización de los lóbulos

El lóbulo parietal está alojado en la parte superior de los


lóbulos temporal y ocupa la parte superior posterior de cada

hemisferio. Este lóbulo recibe información sensorial de todo el


cuerpo: de los receptores sensoriales en la piel, los músculos,

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articulaciones, órganos internos y papilas gustativas. Los mensajes de


esos receptores sensoriales son registrados en la corteza
somatosensorial primaria. El lóbulo parietal también parece
supervisar las habilidades espaciales, como la habilidad de seguir un
mapa o decirle a alguien cómo ir de un lugar a otro (A. Cohen y Raffal,
1991).
El lóbulo frontal, situado justo detrás de la frente, representa
aproximadamente la mitad del volumen del encéfalo humano, pero
sigue siendo la parte más misteriosa. El lóbulo frontal recibe y
coordina mensajes de los otros tres lóbulos de la corteza y parece
seguir la huella de los movimientos previos y futuros del cuerpo. Esta
habilidad para monitorear e integrar las tareas complejas que se
están realizando en el resto del encéfalo ha llevado a algunos
investigadores a conjeturar que el lóbulo frontal funge como "centro
ejecutivo de control" para el encéfalo (Kimberg, D'Espos Farah, 1997;
Waltz et al., 1999; Horton y Wedding, 2008). Las investigaciones
recientes también indican que la corteza prefrontal lateral
(aproximadamente por encima del borde exterior de las cejas) es la
parte del encéfalo con mayor participación en una amplia gama de
tareas de solución de problemas, incluyendo la respuesta a preguntas
verbales y espaciales en las pruebas de CI (Duncan et al., 2000). La
sección del lóbulo frontal, conocida como corteza motora primaria,
desempeña un papel central en la acción voluntaria. El lóbulo frontal
también parece desempeñar un papel clave en las conductas que
asociamos con la personalidad, incluyendo la motivación, el afecto
(respuestas emocionales), el carácter e, incluso, la toma de
decisiones morales (Greene y Haidt, 2002; Eslinger et al., 2009).

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Figura 9. Visión superior (dorsal) de los hemisferios y lóbulos cerebrales.

Hasta hace poco, nuestro conocimiento de los lóbulos


frontales se basaba en la investigación realizada con animales, cuyos
lóbulos frontales están relativamente desarrollados, y en estudios de
casos raros de personas con daño en el lóbulo. Un caso famoso, que
implicó un extraño accidente, fue reportado en 1848. Pb Gage, el
capataz de una cuadrilla de construcción de ferrocarriles, cometió un
error mientras usaba una carga explosiva en polvo. Un hierro
apisonado de 1.20 m. de largo y 1.4 de pulgada de grueso le atravesó
la mejilla y lesionó gravemente su lóbulo frontal. Para sorpresa de los
que presenciaron el accidente, Gage permaneció consciente, caminó
parte del camino al doctor y sufrió pocas repercusiones físicas. Su
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memoria y sus habilidades parecían tan buenas como siempre. Sin


embargo, mostró cambios importantes en su personalidad. Después
de haber sido un compañero amistoso y considerado y un trabajador
estable, se volvió cada vez más blasfemo, perdió interés en el trabajo
y empezó a cambiar de empleo con frecuencia. Los cambios en la
personalidad de Gage fueron tan radicales que, en opinión de sus
amigos, ya no era el mismo hombre.
Un siglo más tarde, la mayoría de los neuropsicólogos
coinciden en que el cambio de personalidad —en especial la pérdida
de motivación— es el resultado principal del daño al lóbulo frontal.
El lóbulo frontal parece permitir y anticipar la conducta dirigida a
metas y la habilidad para llevar una vida emocional madura (Rule,
2001). Cuando los adultos sufren apoplejías u otros traumas en la
corteza prefrontal, se deteriora su capacidad para hacer juicios. Por
lo regular, acumulan deudas, engañan a sus cónyuges, abandonan a
sus amigos y/o pierden sus empleos. Las pruebas de laboratorio
muestran que conocen la diferencia entre lo correcto y lo erróneo,
pero que no siguen esas reglas de manera consistente en sus
decisiones cotidianas.

4) El tronco del encéfalo: El tronco del encéfalo, ubicado en el interior


del cerebro, está formado por mesencéfalo, el cerebelo, la
protuberancia, y el bulbo raquídeo. El tronco del encéfalo rige
algunas de las funciones básicas que nos mantienen vivos y también
hace de estación de respuesta a la corteza y el resto del sistema
nervioso. El mesencéfalo juega un papel importante en el
movimiento, controla el seguimiento de los estímulos visuales y los

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reflejos. Bajo el mesencéfalo se hallan el cerebelo, la protuberancia


y el bulbo raquídeo. El término cerebelo procede del latín cereb y
significa "pequeño cerebro", en muchos aspectos realmente es una
versión en miniatura del cerebro. El cerebelo desempeña un
importante papel en nuestro sentido del equilibrio y nos permite
coordinar los movimientos y aprender habilidades motoras. Entre
otras cosas, nos ayuda a no caernos. Además, el cerebelo contribuye
a las capacidades espacial y lingüística (Schmahmann, 2004). El bulbo
raquídeo regula la respiración y los latidos del corazón, funciones
vitales. Una lesión en el bulbo raquídeo puede causar muerte
cerebral, definida como un coma irreversible. Las personas con
muerte cerebral son totalmente inconscientes de su entorno y no
sienten ni siquiera los estímulos muy dolorosos. No muestran ningún
movimiento espontáneo, respiración o actividad refleja. La muerte
cerebral suele confundirse con un estado persistente, o muerte
cortical, pero no son lo mismo. Terrich pasó a la historia como la
mujer que pasó 15 años inconsciente en un hospital. El corazón se le
paró durante un tiempo para privar al cerebro del oxígeno vital, de
modo que cuando se reanudó su actividad, el daño cerebral que
había sufrido la dejó en estado vegetativo permanente. Las
estructuras profundas del encéfalo que controlan la respiración, la
frecuencia cardiaca, y ciertas respuestas reflejas todavía estaban
operativas por su cerebro, es decir, no estaba muerto,
contrariamente a lo que los medios informaron. De todos modos, sus
estructuras cerebrales quedaron para siempre paralizadas. Los
médicos sabían que gran parte de su cerebro resultó lesionado y una

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autopsia posterior demostró que había función solo de la mitad del


cerebro.

2.3.2 La médula espinal


Hablamos del encéfalo y la médula espinal como dos estructuras
distintas, pero en realidad no existe límite claro entre ellas; en su extremo
superior la médula espinal se agranda en el tallo cerebral. La médula espinal
es nuestra supercarretera de comunicaciones, que conecta el encéfalo con
la mayor parte del resto del cuerpo. Sin ella estaríamos literalmente
indefensos.
Más de 400.000 estadounidenses están parcial o totalmente
paralizados; aproximadamente la mitad de ellos, como resultado de
traumas súbitos relacionados con la médula espinal (provocados por
accidentes automovilísticos, heridas por armas de fuego, caídas o lesiones
deportivas), y la mitad como resultado de tumores, infecciones y trastornos
como la esclerosis múltiple (McDonald, 1999; Alpert y Wisnia, 2008).
Cuando la médula espinal es cortada, algunas partes del cuerpo quedan
literalmente desconectadas del encéfalo, esas víctimas pierden todas las
sensaciones de las partes del cuerpo que ya no pueden enviar información
a las partes encefálicas superiores, y tampoco pueden controlar los
movimientos de esas partes del cuerpo. En algunos casos, las lesiones
espinales causan problemas con el control de los intestinos y la vejiga o

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provocan baja presión sanguínea, lo que hace difícil mantener una


temperatura corporal cómoda.

Figura 10. Visión general de una cara posterior de la médula espinal

La médula espinal es un cable complejo de neuronas que se desplaza


hacia abajo por la espina dorsal, conectando al encéfalo con la mayor parte
del resto del cuerpo. La médula espinal se compone de haces de axones
largos, suaves y envueltos en mielina aislante (materia blanca) y está
rodeada y protegida por los huesos de las vértebras.

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Encéfalo

Médula espinal

Columna vertebral

Figura 11: Estructuras de la medula espinal.

En la médula espinal hay dos trayectorias nerviosas principales, una


consta de neuronas motoras que descienden del encéfalo, controlan los
órganos y músculos internos y ayudan a modular al sistema nervioso
autónomo. La otra consta de neuronas sensoriales ascendentes que llevan
información de las extremidades y los órganos internos al encéfalo.
Además, la médula contiene circuitos nerviosos que producen movimientos
reflejos (y controlan aspectos de la marcha). Esos circuitos no requieren
entradas del encéfalo. La parte de los reflejos espinales desempeñan una
función de protección, permiten al cuerpo evitar un daño serio y mantienen
el tono muscular y la posición adecuada.
Para entender cómo funciona la médula espinal, considere el simple
acto de quemarse un dedo en la estufa. Usted retira la mano sin pensarlo,
pero esa rápida respuesta fue el último evento en una serie de reacciones

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en su sistema nervioso. Primero, las sensoriales especiales recogen el


mensaje de que su dedo se ha quemado. Pasa información a lo largo de las
interneuronas localizadas en la médula espinal. A su vez las interneuronas
se conectan con neuronas motoras desencadenando la rápida retirada de
la mano. Al mismo tiempo, el mensaje se envía a otras partes del sistema
nervioso. Su cuerpo entra en una "alerta de emergencia": respira más
rápido, el corazón late con fuerza, todo el cuerpo (incluyendo el sistema
endocrino) se moviliza contra la herida. Mientras tanto, el encéfalo
interpreta los mensajes que recibe: siente dolor, mira la zona quemada y
hace correr agua fría sobre la mano. Una simple quemadura desencadena
entonces una secuencia compleja y coordinada de actividades.

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2.3 CONCEPTUALIZACIÓN DE LA NEURONA


¿Qué "idioma" hablan las neuronas? El encéfalo de un ser humano
promedio contiene hasta 100.000 millones de neuronas. Miles de millones
más se encuentran en otras partes del sistema nervioso. Pero una sola
neurona encierra muchos de los secretos de la actividad mental.
Las neuronas varían considerablemente en forma y tamaño, pero
todas están especializadas en recibir y transmitir información. Al igual que
otras células, el cuerpo celular de la neurona está compuesto por: el núcleo,
que contiene un conjunto completo de cromosomas y genes; citoplasma,
mantiene viva a la célula; y una membrana celular que encierra a la célula
entera.
- La membrana: Como cualquier otra célula del cuerpo, la neurona
necesita un elemento que separe su medio interno del medio
externo que la rodea. La membrana neuronal forma una especie de
piel semipermeable y selectiva, que no sólo aísla el interior del
exterior de la célula, sino que a la vez permite el paso de sustancias
imprescindibles para su supervivencia. Esta membrana es en realidad
una doble capa de material graso en el que se encuentran insertas
pequeñas estructuras de proteínas que forman poros o canales de
comunicación entre el interior y el exterior de la célula. La membrana
y las estructuras proteicas que alberga son en gran parte
responsables de la comunicación eléctrica entre neuronas.

- El soma: constituye la parte central de la neurona, donde se


encuentran los principales orgánulos de los que depende su
supervivencia. Está relleno en su mayor parte de una sustancia
acuosa llamada citosol, compuesta en un 80 % por agua, en la que se
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encuentran flotando los orgánulos, estructuras también presentes en


otras células de nuestro cuerpo.

- El núcleo: forma una pequeña esfera en el centro del soma, aislada


del resto del citosol por una doble membrana porosa que, de forma
similar a la membrana de la célula, permite el intercambio de
sustancias entre el interior y el exterior. El núcleo de la célula
contiene el ADN, la información fundamental para la síntesis de
proteínas.

- El retículo endoplasmático (RE) está formado por un sistema de


membranas similares a la membrana neuronal, pero plegadas sobre
sí mismas formando una red de tubos, canales y cisternas conectados
entre sí. Cuando se observa esta estructura al microscopio, pueden
distinguirse dos secciones, una con apariencia rugosa, cercana al
núcleo de la célula, y otra de aspecto más liso. Estas secciones se
conocen como retículo endoplasmático rugoso (RER) y retículo
endoplasmático liso (REL). Los responsables de la apariencia rugosa
del RER son unas pequeñas estructuras esféricas, los ribosomas, que
se encuentran anclados a la pared del retículo y se encargan de la
síntesis de proteínas a partir de la información genética proveniente
del núcleo en forma de ARN mensajero. El RE es el principal
responsable de la síntesis de proteínas en la célula.

- El aparato de Golgi: es una estructura membranosa más alejada del


núcleo, cuya función consiste en modificar las proteínas ya
sintetizadas en el RE hasta su forma definitiva. Una vez completadas,

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las proteínas son envueltas en pequeñas vesículas de material


membranoso y enviadas al lugar donde están destinadas. El aparato
de Golgi también tiene una función secretora, empaquetando
sustancias que se transportan al exterior de la célula en vesículas que
se fusionarán con la membrana de la célula, vertiendo su contenido
al exterior. La fusión de las vesículas a la membrana celular permite
a su vez su reposición.

- Los lisosomas: son orgánulos con membrana que contienen una


variedad de enzimas implicadas en la digestión de distintos
materiales de origen intracelular o extracelular. Estas enzimas son
sintetizadas en el RER y enviadas al aparato de Golgi, donde son
empaquetadas para evitar que degraden sustancias esenciales en el
citosol. El resultado final son lisosomas.

- Las mitocondrias: son orgánulos citoplasmáticos de doble membrana


que generan energía en forma de adenosintrifosfato (ATP) a partir
del metabolismo de proteínas, azúcares y grasas incorporados por la
dieta. El ATP es el elemento energético de la célula, de manera que
las mitocondrias generan la mayor parte de la energía esencial para
el funcionamiento neuronal.

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Figura 12: Cuerpo Celular

Una vez descrito el cuerpo celular, podemos describir las partes de la


neurona en sí, la cual está formada por:

- El citoesqueleto: actúa como un esqueleto dinámico y cambiante que


sostiene la forma de la neurona a la vez que permite su modificación
estructural. Permite además el transporte de vesículas entre
regiones distantes, por ejemplo, entre el soma y el axón.

- Las dendritas: son ramificaciones que surgen del soma de la neurona


y que constituyen la mayor parte de la superficie receptora de
información de la célula. Reciben multitud de sinapsis de miles de
neuronas vecinas y transmiten esa información al soma de la célula.
Los distintos tipos de neurona difieren ampliamente en cuanto a la
forma, el tamaño y la cantidad de sus dendritas.

- El axón: es la prolongación principal de la neurona, con una longitud


que varía entre 1 mm y más de 1 m. Se inicia en el cono de arranque
axónico, un estrechamiento del cuerpo celular que constituye la
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primera sección de esta prolongación. En las ramificaciones, al final


del axón, se encuentran unos pequeños engrosamientos
denominados terminales axónicos, en los que se acumula una gran
cantidad de neurotransmisor a la espera de ser liberado. Los
terminales axónicos se encuentran situados muy cerca de la
membrana dendrítica de otras neuronas, formando una sinapsis. Éste
es el lugar físico en el que se produce la transmisión de información
de una neurona a otra. Así pues, el axón es el principal transportador
de información desde las dendritas y el soma, donde la célula recibe
información de otras neuronas, hasta los terminales sinápticos.
Figura 13: Estructura de la neurona

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- La célula de la glía: Aunque la neurona es la célula fundamentalmente


responsable del procesamiento de información en el sistema
nervioso, la glía contribuye definitivamente a este procesamiento
dotando a la neurona de soporte físico y metabólico. Existen distintos
tipos de células de la glía con diferentes funciones.

Figura 14: La célula de la glía

- Microglía: Esta célula de la glía de pequeño tamaño es la responsable


de eliminar los desechos celulares, fagocitando microorganismos
potencialmente perjudiciales o restos de tejido dañado. El sistema
nervioso también contiene un gran número de células gliales (los
neurogliocitos) o glía (del término griego que significa "pegamento")
tienen una acción de soporte del sistema nervioso; entre otras cosas,
protegen a neuronas. Los neurogliocitos son diez veces más
numerosos que las neuronas, aunque también son
considerablemente más pequeños, y existen distintos tipos con
distintas funciones de soporte. Algunos neurogliocitos responden a
las lesiones liberando sustancias químicas que estimulan la

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cicatrización. También se encuentran en una capa adiposa,


denominada barrera hematoencefálica, que envuelve diminutos
vasos sanguíneos. Como resultado, las grandes moléculas, las
partículas con alta carga y moléculas solubles en agua, pero no en
grasa, no pueden penetrar en el encéfalo. La barrera
hematoencefálica es el modo que tiene éste de emerger ante
infecciones bacterianas.
Otros neurogliocitos envuelven a los axones, lo que acelera el
paso de ajes eléctricos dentro de la neurona al aislar los axones. Este
envoltorio llega hasta la vaina de mielina. Dicha vaina cuenta con
numerosas hendiduras a lo largo del eje de la neurona denominados
nódulos, que ayudan al soma a conducir los impulsos eléctricos de
modo más eficaz. En el caso de la enfermedad autoinmunitaria de la
esclerosis múltiple, la vaina de mielina que envuelve el axón de las
neuronas esta 'desgastada", lo que provoca una pérdida progresiva
del aislamiento del mensaje neuronal. En consecuencia, a esos
mensajes les cuesta llegar, lo que provoca finalmente una amplia
serie de síntomas físicos. Los neurogliocitos también eliminan los
residuos de la muerte celular, actuando como basureros celulares del
cerebro. La evidencia reciente sugiere que las células gliales
desempeñan un papel importante en el aprendizaje y la memoria y
que, por ende, afectan la respuesta del encéfalo a las nuevas
experiencias (Featherstor Fleming e Ivy, 2000; Roitbak, 1993).

- Astrocitos: son las células filiales más abundantes en el sistema


nervioso. Sus prolongaciones sirven de soporte físico a las neuronas,
son el «andamio» sobre el que se construye el cerebro. Además,

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ponen en contacto los capilares sanguíneos con las neuronas,


captando elementos nutricionales básicos al tiempo que filtran
sustancias potencialmente tóxicas para la neurona.

- Oligodendrocito y célula de Schwann: En el sistema nervioso central,


los oligodendrocitos son los encargados de crear una envoltura
aislante que recubre el axón en segmentos llamados vainas de
mielina. Para ello, envían una prolongación de su membrana que
envuelve al axón varias veces hasta formar la vaina. La combinación
de estas vainas y los segmentos de axón libres de recubrimiento
(nódulos de Ranvier) es fundamental en el proceso de transmisión de
información en el axón. Las células de Schwann son las responsables
de la formación de vainas de mielina en el sistema nervioso
periférico.

Las neuronas que recogen mensajes de los órganos sensoriales y los


transmiten a la médula espinal o el encéfalo se denominan neuronas
sensoriales (o aferentes). Las neuronas que llevan mensajes de la médula
espinal o el encéfalo a los músculos y glándulas se llaman neuronas motoras
(o eferentes). Y las neuronas que transmiten mensajes de una neurona a
otra se conocen como interneuronas (o neuronas asociativas).

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2.4 EL IMPULSO NERVIOSO


¿Cómo se "hablan" las neuronas entre sí? ¿Qué forma toman sus
mensajes? Las neuronas hablan un idioma que todas las células del cuerpo
entienden: impulsos electroquímicos que implican simples sí-no,
encendido-apagado. Cuando una neurona está en reposo, la membrana
que rodea la célula forma una barrera parcial entre los líquidos que se
encuentran dentro y fuera de la neurona. Ambas soluciones contienen
partículas con carga eléctrica o iones. Como existen más iones negativos
dentro de la neurona que fuera, hay una pequeña carga eléctrica (llamada
potencial de reposo) a lo largo de la membrana celular. Por esa razón, se
dice que la neurona en reposo se encuentra en un estado de polarización.
Una neurona en reposo o polarizada es como un resorte que ha sido
comprimido como la cuerda de una guitarra que ha sido pulsada pero no
soltada. Todo lo que necesita para generar la señal de una neurona es la
liberación de esta tensión.
Cuando una pequeña área de la membrana celular es
adecuadamente estimulada por un mensaje entrante, se abren los poros (o
canales) de la membrana, permitiendo una súbita entrada de iones de sodio
con carga positiva. Este proceso se denomina despolarización; ahora el
interior de la neurona tiene una carga positiva en relación con el exterior.
La despolarización da lugar a una reacción en cadena. Cuando la membrana
permite que el sodio entre a la neurona en un punto, el siguiente punto de
la membrana se abre. Más iones de sodio entran a la neurona en segundo
punto y despolarizan esta parte de la neurona, y así sucesivamente, a lo
largo de toda la neurona. Como resultado, una carga eléctrica, llamada
impulso nervioso o potencial de acción, viaja hacia abajo por el axón, en

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forma muy parecida a como se quema un fusible de un extremo al otro.


Cuando eso sucede, decimos que la neurona ha "descargado". La velocidad
con que las neuronas transportan los impulsos varía en forma considerable,
ya que pueden hacerlo tan rápidamente como unos 122 metros por
segundo en los axones mielinizados o tan lentamente como 90 centímetros
por segundo en los que carecen de mielina.

Figura 15: Comunicación del impulso nervioso “Introducción a la Psicología”

Como regla, los impulsos simples recibidos de las neuronas vecinas


no hacen que una neurona descargue. Los mensajes entrantes ocasionan
un pequeño cambio temporal en la carga eléctrica, llamado potencial
graduado, que se transmite a lo largo de la membrana celular y se
desvanece simplemente dejando a la neurona en su estado polarizado
normal. Para que una neurona descargue, los potenciales graduados
causados por los impulsos de muchas neuronas vecinas (o de una neurona
que descarga repetidas veces) deben exceder un umbral de excitación

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mínimo. Así como un interruptor requiere una cantidad mínima de presión


para ser activado, un mensaje entrante debe estar por encima del umbral
mínimo para hacer que una neurona descargue.
Las neuronas descargan o no, y cada descarga de una neurona
particular produce un impulso de la misma fuerza. Esto se denomina la ley
de todo o nada. Sin embargo, es probable que la neurona descargue más a
menudo cuando es estimulada por una señal fuerte.

2.4.1 La membrana neuronal en reposo


Se ha expuesto como la neurona es una unidad mínima de
procesamiento en el sistema nervioso, pero ¿qué tipo de información
procesa y transmite la célula nerviosa? Las neuronas se sirven de pequeñas
señales eléctricas para transmitir información. Los iones (átomos con carga
eléctrica) y sus movimientos entre el citosol y el líquido extracelular son los
encargados de trasladar esta señal eléctrica desde las dendritas hasta los
terminales sinápticos. Pero ¿cómo pueden atravesar los iones la barrera que
forma la membrana de la neurona? La membrana forma una piel
semipermeable y selectiva que aísla el interior de la célula. La
semipermeabilidad de esta barrera depende en gran parte de los canales
iónicos de membrana, unas estructuras formadas por proteínas que se
organizan formando un poro que permite el paso de determinadas
sustancias a través de la membrana. Debido a su estructura, estos canales
permiten el paso de un solo tipo de ion, de manera que existen canales de
potasio (K), sodio (Na) o calcio (Ca2). Muchos de estos canales cuentan
además con compuertas que pueden abrirse o cerrarse en función de los
cambios en el medio que rodea el canal. El movimiento de los distintos tipos
de iones a través de los canales transmembrana requiere una fuerza que
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los impulse de un lado a otro. Estas fuerzas son la difusión y la electricidad.


El término potencial de membrana hace referencia a la diferencia de
carga entre un lado de la membrana y otro, o, lo que es lo mismo, entre el
interior y el exterior de la neurona. Cuando la neurona no está
transmitiendo información, el potencial de membrana en reposo es de unos
—65 mV, es decir, el interior de la célula está cargado negativamente
debido a la presencia de grandes estructuras con carga eléctrica negativa
(los orgánulos presentes en el citosol). Esta diferencia de potencial atrae a
los iones K* Na, ambos con carga positiva, al interior de la célula. Sin
embargo, la membrana neuronal es mucho más permeable al K que al Na,
hasta 40 veces más, de forma que el K* está más concentrado en el interior,
mientras que el Na* se mantiene en mayor medida en el exterior. Así, se
genera un alto gradiente de concentración que empuja a los iones de K*
fuera de la célula y a los iones de Na dentro de ella. Este gradiente de
concentración, unido a la permeabilidad de la membrana, hace que muchos
iones de K salgan, mientras que algunos de Na entran al interior.

Figura 16: Potenciales evocados

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A largo plazo, este movimiento de iones a favor de gradiente de


concentración llevaría el potencial de membrana de la célula hasta los 80
mV, momento en que la difusión y la fuerza electrostática se equilibran para
que el K entre y no existe movimiento neto de estos iones a través de la
membrana. Para corregirlo, la membrana cuenta con un tipo especial de
canal transmembrana, capaz de mover los iones en contra de gradiente. La
bomba sodio-potasio utiliza ATP para mover tres iones de Na* desde el
interior hasta el exterior, a la vez que introduce dos iones de K.
El potencial de membrana constituye alrededor del 70 % del gasto
energético total del cerebro, su funcionamiento asegura el mantenimiento
del potencial de reposo en la membrana, esencial para una correcta
transmisión de la señal eléctrica.

2.4.2 Potenciales de acción


Los potenciales de acción son ondas de descarga eléctricas
repentinas causadas por un cambio de carga en el axón. La electricidad es
el lenguaje que utilizan las neuronas para procesar y transmitir información,
así como el estado eléctrico de su membrana en reposo (-65 mV),
fundamental para dicha transmisión. Pero ¿cómo se conduce esa
información desde las dendritas hasta los terminales sinápticos de una
neurona? La respuesta está en el potencial de acción. El potencial de acción
es una rápida inversión del potencial de membrana, durante la cual el
interior de la célula pasa a ser positivo mientras que el exterior se convierte
en negativo.
Cuando una neurona envía una señal eléctrica a una segunda
neurona, la llegada de este mensaje produce la entrada de iones de Na* a
la segunda neurona, que despolariza el segmento de membrana por el que
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han entrado. Si esta despolarización alcanza el umbral de excitación de la


célula, es decir, reduce la negatividad de la membrana de —65 a —40 mV,
se produce una brusca despolarización de la membrana (fase de ascenso)
hasta alcanzar los 40 mV (sobreexcitación). En ese momento comienza en
el interior de la neurona una fase de repolarización durante la cual se pierde
la positividad (fase de descenso) hasta llegar a la fase de hiperpolarización,
alcanzando los —80 mV, para lentamente recuperar de nuevo el potencial
de reposo. Todos estos cambios se producen en un espacio de tiempo muy
breve, alrededor de 2 milisegundos.
Los principales responsables de estas rápidas inversiones en la
polaridad de la membrana son los canales iónicos dependientes de voltaje,
en especial los canales para Na y K. Los canales dependientes de voltaje son
estructuras de proteínas capaces de abrirse o cerrarse al paso de los iones.
El canal de Na dependiente de voltaje se mantiene cerrado hasta que la
membrana que lo rodea alcanza los —40 mV, mientras que los canales de
K* dependientes de voltaje requieren que la membrana alcance los 40 mV
para abrirse. Así, cuando la llegada de un mensaje eléctrico proveniente de
otra neurona permite la entrada de iones de Na*, su carga positiva reduce
la negatividad de la membrana. Si esta despolarización alcanza los —40 mV,
los canales de Na dependientes de voltaje situados en ese segmento de
membrana se abren de forma sincronizada (umbral de excitación)
permitiendo la entrada masiva de iones de Na atraídos por la negatividad
interior y la baja concentración de este ion en el interior de la célula. Así se
inicia la fase de ascenso del potencial de acción. Cuando la entrada masiva
de Na lleva a la membrana hasta los 40 mV, los canales de Na se inactivan
y el K dependiente de voltaje se abre.

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Figura 17.
Potencial de acción

El K en alta concentración en el interior de la neurona sale al exterior


impulsado también por la polaridad del interior, ahora positiva. La salida de
este ion positivo en grandes cantidades reduce la polaridad de la membrana
hasta invertirla de nuevo y alcanzar los —80 mV. En este momento los
canales de K se cierran y la bomba sodio-potasio recupera lentamente el
potencial de reposo de la membrana (período refractario).

- Conducción del potencial de acción


Una vez que el potencial de acción se ha generado en un segmento de
membrana, generalmente en el cono de arranque axónico, los iones de Na*
que han pasado al interior en la fase de ascenso difunden hacia el segmento
de membrana contiguo. Esto produce su despolarización hasta el umbral de
excitación y, por tanto, la apertura sincronizada de los canales de Na
dependientes de voltaje, lo que finalmente genera un nuevo potencial de
acción en este segmento de membrana. Si las entradas de Na en las fases
de ascenso despolarizan el siguiente segmento hasta el umbral de
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excitación, el proceso se repite sección a sección de la membrana hasta


alcanzar los terminales sinápticos en el final del axón. La razón por la que el
potencial de acción avanza en dirección a los terminales sin retroceder tiene
que ver con el periodo refractario, durante el cual la membrana se
encuentra hiperpolarizada (-80 mV) impidiendo que la despolarización
producida por la entrada de Na al segmento de membrana contiguo alcance
el umbral de excitación.
En el caso de los axones mielinizados, la transmisión del potencial de
acción se produce de forma distinta. Los oligodendrocitos y células de
Schwann recubren segmentos del axón con una vaina grasa llamada
mielina. Las vainas de mielina se disponen a lo largo del axón con pequeñas
interrupciones en las que éste queda al descubierto, llamadas nódulos de
Ranvier. En la sección aislada, este recubrimiento impide el intercambio de
iones entre el interior y el exterior de la célula. Una vez que el potencial de
acción se genera en el cono de arranque axónico, los iones de Na* que han
pasado al interior de la célula durante la fase de ascenso difunden hacia el
segmento contiguo, recubierto por la primera vaina de mielina. Dado que
la vaina impide el intercambio iónico transmembrana, los iones sodio
continúan su avance hasta el primer nódulo de Ranvier, donde despolarizan
la membrana hasta el umbral de excitación generando un nuevo potencial
de acción. La conducción de la señal eléctrica en los segmentos mielinizados
se denomina conducción pasiva, puesto que no requiere de la apertura de
canales dependientes de voltaje ni del funcionamiento de las bombas
sodio-potasio para recuperar el potencial de membrana. Sin embargo, el
potencial conducido de forma pasiva decae en amplitud debido a la
resistencia del conductor. Para evitar la pérdida de la señal, el potencial de
acción se regenera en los nódulos de Ranvier. La combinación de

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conducción pasiva en los segmentos mielinizados y activa en los nódulos de


Ranvier, se denomina conducción saltatoria. Este tipo de conducción en los
axones mielinizados garantiza la transmisión del potencial de acción a largas
distancias de forma más rápida y con menor consumo energético que en
los axones no mielinizados.

Figura 18. La generación de un potencial excitador.

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2.5 EL PROCESO SINÁPTICO


Las neuronas no están directamente conectadas como eslabones de
una cadena. Más bien están separadas por un pequeño hueco, llamado
espacio sináptico o hendidura sináptica, donde el axón terminal de una
neurona casi toca las dendritas o el cuerpo celular de otras neuronas.
Cuando una neurona descarga, un impulso se desplaza hacia abajo del axón,
a través de las ramas terminales, hacia un pequeño abultamiento llamado
botón terminal o botón sináptico. Se llama sinapsis al área entera
compuesta por los axones terminales de una neurona, el espacio sináptico,
las dendritas y cuerpo celular de la siguiente neurona. Para que el impulso
nervioso avance a la siguiente neurona, de alguna forma debe cruzar el
espacio sináptico. Resulta tentador imaginar que el impulso nervioso
simplemente salta a través del hueco como una chispa eléctrica, pero en
realidad son sustancias químicas las que realizan la transferencia. Lo que de
hecho sucede es lo siguiente: la mayoría de los axones terminales contienen
una serie de minúsculos sacos ovales llamados vesículas sinápticas. Cuando
el impulso nervioso alcanza el extremo de las terminales, ocasiona que esas
vesículas liberen varias cantidades de sustancias químicas llamadas
neurotransmisores en el espacio sináptico. Cada neurotransmisor tiene un
sitio receptor específico en el otro lado del espacio sináptico. Los
neurotransmisores encajan en sus sitios receptores correspondientes, tal
como lo hace una llave en la cerradura. Este sistema de llave y cerradura
asegura que los neurotransmisores no estimulen al azar a otras neuronas,
sino que sigan trayectorias ordenadas. Una vez que su trabajo está
completo, los neurotransmisores se separan del sitio receptor. En la

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mayoría de los casos, son reabsorbidos en los axones terminales para


reutilizarse posteriormente, desintegrados y reciclados para producir
nuevos neurotransmisores, o desechados por el cuerpo como desperdicio.
La sinapsis es despejada y regresada a su estado normal.

Figura 19: Trasmisión sináptica

2.5.1 Neurotransmisores
Algunos neurotransmisores transportan información o instrucciones
de sinapsis específicas a regiones particulares del encéfalo o el cuerpo (por
ejemplo, "ingreso del sonido", o decir a los músculos que se "contraigan" o
se "relajen"). Sin embargo, unos cuantos tienen efectos generalizados. Un
ejemplo es la serotonina, conocida popularmente como la "molécula del
estado de ánimo". La serotonina es como una llave maestra que abre
muchas cerraduras, es decir, se adhiere hasta a una docena de sitios
receptores. La serotonina establece el tono emocional. Por ejemplo, ciertos
neurotransmisores nos permiten ver nubes en el cielo; la serotonina influye
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en si experimentamos el día como soleado o gris. Otros neurotransmisores


le dicen al encéfalo cuánta agua hay en un vaso; la serotonina influye en si
pensamos que el vaso está medio lleno o medio vacío.

Figura 20.
Neurotransmisores representativos

Entre los diferentes tipos de neurotransmisores nos encontramos los


siguientes:
- Glutamato y GABA. El glutamato y el ácido gamma-aminobutúrico
son los neurotransmisores más frecuentes en el cerebro. Casi todas
las áreas del cerebro utilizan estos neurotransmisores para
comunicarse con otras neuronas (Fagg & Foster, 1983). El glutamato

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activa las neuronas sobre las que actúa, aumentando la posibilidad


de que se comuniquen con otras neuronas. El GABA, en cambio,
disminuye la actividad neuronal. Por esto la mayoría de fármacos
ansiolíticos activan los lugares de unión del GABA.

- Acetilcolina. La acetilcolina interviene en el nivel de activación alerta,


la atención selectiva y la memoria (McKinney & Jackson Woolf, 1991).
Las neuronas conectadas directamente a las células también liberan
acetilcolina, que juega un papel fundamental en el movimiento.

- Neurotransmisores monoaminérgicos. La noradrenalina y la


serotonina son neurotransmisores monoaminérgicos. La dopamina
participa en el control del movimiento y en la sensación de respuesta
que ocurre cuando cumplimos nuestros objetivos de movimiento,
cuando experimentamos placer... La noradrenalina y la serotonina
activan o desactivan distintas regiones del cerebro para controlar la
capacidad de reaccionar (Dones, 2003).

- Neuropéptidos. Los neuropéptidos son cadenas cortas de


aminoácidos que se encuentran en el sistema nervioso. Actúan de
modo parecido neurotransmisores, con la diferencia de que suelen
estar especializados en las funciones que desempeñan. Las
endorfinas son un tipo de neuropéptidos que tienen la función
específica de reducir el dolor (Holden, Jeong & 2005). Nuestro
cerebro contiene muchos otros neuropéptidos, algunos de los cuales
controlan el hambre y la saciedad.

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- Los neurotransmisores y los psicofármacos. Se han elaborado


algunas sustancias con el fin de producir o inhibir ciertos
neurotransmisores, éstas sustancias reciben el nombre de
psicofármacos, lo que significa que afectan al estado de ánimo, el
nivel de activación o la conducta. En dosis altas, casi todos los
psicofármacos pueden ser tóxicos. Y algunos son tóxicos incluso en
dosis pequeñas. Por ejemplo, la toxina botulínica, también conocida
como el producto cosmético Botox, causa parálisis al bloquear la
acción de la acetilcolina sobre los músculos, reduce temporalmente
pequeñas arrugas relajando esos músculos.
Saber cómo interactúan los psicofármacos con los
neurotransmisores nos permite predecir cómo afectan a nuestro
sistema cognitivo, estado de ánimo o conducta. Los opiáceos, como
la morfina, actúan como agonistas, esto es, refuerzan la actividad en
unión.

- De endorfinas (Evans, 2004). Los fármacos sedantes, como el Xanax,


que, para relajar a las personas con alto grado de ansiedad, estimulan
los sistemas, reduciendo así la actividad neuronal (Roy, 2005). Otras
sustancias impiden que el terminal del axón rescate el
neurotransmisor. Muchos antidepresivos, como el Prozac, impiden la
acción de serotonina, noradrenalina o dopamina del espacio
sináptico. Al permitir que estos neurotransmisores permanezcan en
la sinapsis lo habitual que se consigue es potenciar su efecto sobre
los lugares donde las sustancias operan de manera opuesta, como
antagonistas, es decir, reduciendo la actividad en el lugar de unión.
Los utilizados en el tratamiento de la esquizofrenia, trastorno mental,

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por lo general, bloquean los sistemas dopaminérgicos fijándose a


ellos e impidiendo entonces la llegada a los receptores (Bennett,
1998).
Otro grupo de sustancias químicas encefálicas regula la sensibilidad
de un gran número de sinapsis, "aumentando" o "disminuyendo" en efecto
el nivel de actividad de porciones enteras del sistema nervioso. Por
ejemplo, las endorfinas, cadenas de aminoácidos, parecen reducir el dolor
inhibiendo o "desactivando" a las neuronas que transmiten mensajes de
dolor al encéfalo. Se encontró que una endorfina es 48 veces más potente
que la morfina cuando se inyecta en el encéfalo, y tres veces más potente
cuando se inyecta en el torrente sanguíneo (S. H. Snyder, 1977). Las
endorfinas se descubrieron a principios de la década de 1970. Los investiga-
dores Candace Pert y Solomon Snyder (1973) intentaban explicar los
efectos de los opiáceos (drogas analgésicas como la morfina y la heroína
que se derivan de la amapola), cuando descubrieron que el sistema
nervioso central contiene sitios receptores para esas sustancias.
Los investigadores razonaron que esos sitios receptores no existirían,
a menos que el cuerpo produjera sus propios analgésicos naturales. No
mucho después, los investigadores descubrieron las endorfinas. La morfina
y otros narcóticos se encierran en los receptores para las endorfinas y
tienen los mismos efectos analgésicos.
Los desequilibrios en los neurotransmisores parecen contribuir a
muchos tipos de enfermedades mentales. Por ejemplo, la esquizofrenia se
ha asociado con exceso de dopamina o hipersensibilidad a la misma. Se ha
vinculado al abastecimiento insuficiente de serotonina y norepinefrina con
la depresión y otros trastornos. Como en el caso de las endorfinas, el diseño
y prueba de las drogas ha ayudado a los neurocientíficos a identificar las

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funciones de los neurotransmisores.

2.5.2 Tipos de sinapsis


➢ Sinapsis eléctricas
Las sinapsis eléctricas tienen una estructura y función relativamente
sencilla, y permiten la transferencia directa de corriente iónica de una célula
a la siguiente. Las sinapsis eléctricas ocurren en lugares especializados
denominados uniones comunicantes. Estas uniones se encuentran entre las
células en casi todas las partes del cuerpo e interconectan muchas células
no neuronales, incluidas las células epiteliales, las células del músculo
cardíaco y liso, las hepáticas, algunas glandulares y la glía.
Cuando las uniones comunicantes interconectan las neuronas
pueden funcionar como sinapsis eléctricas. En una unión comunicante, las
membranas de dos células están separadas sólo por unos 3 nm y este
estrecho espacio está atravesado por acúmulos de proteínas especiales
denominadas conexinas. Hay 20 subtipos diferentes de conexinas, y
aproximadamente la mitad se encuentran en el cerebro. Seis subunidades
de conexinas combinadas forman un canal llamado conexón, y dos
conexones (uno de cada célula) se unen y combinan formando un canal de
unión comunicante (fig. 21). El canal permite el paso de iones directamente
del citoplasma de una célula al citoplasma de otra. El poro de la mayoría de
los canales de unión comunicante es relativamente grande. Su diámetro es
unos 1-2 nm, suficiente para que todos los principales iones celulares y
muchas moléculas orgánicas de pequeño tamaño pasen a través de ellos.

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Figura 21. Una unión comunicante.

La mayoría de las uniones comunicantes permiten el paso de


corriente iónica en ambas direcciones con la misma facilidad. Por tanto, a
diferencia de la mayoría de las sinapsis químicas, las sinapsis eléctricas son
bidireccionales. Como la corriente eléctrica (en forma de iones) puede
pasar a través de estos canales, se dice que las células conectadas por
uniones comunicantes están acopladas eléctricamente. La transmisión en
las sinapsis eléctricas es muy rápida y, si la sinapsis es grande, es casi a
prueba de fallos. Así pues, un potencial de acción en la neurona presináptica
puede producir, con muy poco retraso, un potencial de acción en la neurona
postsináptica. En especies de invertebrados, como el langostino de río, en
ocasiones se encuentran sinapsis eléctricas entre en neuronas sensitivas y
motoras en las vías nerviosas que median reflejos de huida. Este mecanismo
permite al animal emprender una retirada apresurada cuando se enfrenta
a una situación peligrosa.

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Estudios en años recientes han mostrado que las sinapsis eléctricas


son frecuentes en todas las partes del SNC de los mamíferos (fig. 22).
Cuando las neuronas están acopladas eléctricamente, un potencial de
acción en la neurona presináptica produce una pequeña cantidad de
corriente iónica que fluye a través de los canales de la unión comunicante
hacia la otra neurona. Esta corriente causa un potencial postsináptico (PPS)
eléctrico en la segunda neurona (fig. 22). Como la mayoría de las sinapsis
eléctricas son bidireccionales, cuando la segunda neurona genera un
potencial de acción también inducirá un PPS en la primera neurona. El PPS
generado por una sinapsis eléctrica única en el cerebro de los mamíferos es
habitualmente pequeño, alrededor de 1 mV o menos en su pico, y no suele
ser suficiente por sí solo para desencadenar potenciales de acción en la
célula postsináptica. Sin embargo, habitualmente una neurona tiene
sinapsis eléctricas con muchas otras neuronas, de forma que varios PPS a la
vez pueden excitar una neurona. Este es un ejemplo de integración
sináptica.

Figura 22. Sinapsis eléctricas.

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Los papeles concretos de las sinapsis eléctricas varían de una región


cerebral a otra. Se encuentran frecuentemente en los lugares donde la
función normal requiere que la actividad de las neuronas vecinas esté
altamente sincronizada. Por ejemplo, las neuronas en el núcleo del tronco
cerebral denominado oliva inferior pueden generar tanto pequeñas
oscilaciones del voltaje de la membrana y, más ocasionalmente, potenciales
de acción. Estas células envían axones al cerebelo y son importantes para
el control motor. También forman uniones comunicantes unas con otras. La
corriente que fluye a través de estas uniones durante las oscilaciones de
membrana y los potenciales de acción sirve para coordinar y sincronizar la
actividad de las neuronas de la oliva inferior (fig. 23), y esto a su vez puede
ayudar a controlar el momento exacto del movimiento.
Michael Long y Barry Connors, en la Brown University, descubrieron
que la deleción genética de la proteína de una unión comunicante llamada
conexina36 (Cx36) no alteró la capacidad de las neuronas para generar
oscilaciones y potenciales de acción, pero suprimió la sincronización de
estos fenómenos debido a la pérdida de las uniones comunicantes
funcionales. Las uniones comunicantes entre neuronas y otras células son
particularmente frecuentes durante las etapas tempranas del desarrollo.
Las evidencias sugieren que durante el desarrollo del cerebro prenatal y
posnatal estas uniones permiten a las células vecinas compartir señales
eléctricas y químicas para coordinar su crecimiento y maduración.

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Figura 23. La sinapsis eléctrica puede ayudar a las neuronas a sincronizar su actividad.

➢ Sinapsis químicas
La mayor parte de la transmisión sináptica en el sistema nervioso
humano es química. Antes de estudiar los diferentes tipos de sinapsis,
repasaremos algunas de sus características comunes (fig. 24).

Figura 24. Componentes de una sinapsis química.

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Las membranas presináptica y postsináptica de las sinapsis químicas


están separadas por una hendidura sináptica que tiene 20-50 nm de ancho,
unas 10 veces más que la separación de las uniones comunicantes. La
hendidura está rellena con una matriz de proteínas extracelulares fibrosas.
Una función de esta matriz es funcionar como un pegamento que une la
membrana presináptica y la postsináptica. La porción presináptica de la
sinapsis, también llamada elemento presináptico, es habitualmente una
terminal axónica. La terminal suele contener docenas de esferas envueltas
en membrana, cada una de un diámetro de unos 50 nm, llamadas vesículas
sinópticas. Estas vesículas contienen los neurotransmisores, los
compuestos químicos utilizados para comunicarse con la neurona
postsináptica. Muchas terminales axónicas también contienen vesículas de
mayor tamaño, con unos 100 nm de diámetro cada una, denominadas
gránulos de secreción. Estos gránulos contienen proteínas solubles que en
ocasiones se conocen como vesículas de núcleo denso (fig. 25).

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Figura 25. Sinapsis químicas vistas en el microscopio eléctrico. a) Una sinapsis
excitatoria rápida del SNC. b) Una sinapsis del SNP, con numerosas vesículas del núcleo
denso.

En las membranas de ambos lados de la hendidura sináptica hay


acumulaciones densas de proteínas que se denominan, en conjunto,
diferenciaciones de membrana. En el lado presináptico, proteínas que
sobresalen hacia el citoplasma de la terminal desde la cara interna de la
membrana, tienen el aspecto de un campo de diminutas pirámides. Las
pirámides y la membrana asociada a ellas son los lugares en los que ocurre
la liberación del neurotransmisor y se conocen como zonas activas. Las
vesículas sinápticas se agrupan en el citoplasma adyacente a las zonas
activas.
La acumulación de proteínas en el seno de la membrana
postsináptica y debajo de ella se denomina densidad postsináptica. La
densidad postsináptica contiene los receptores de neurotransmisores, que
convierten la señal química intercelular (el neurotransmisor) en una señal
intracelular (un cambio del potencial de membrana, o un cambio químico)
en la célula postsináptica. La naturaleza de esta respuesta postsináptica
puede ser muy variada en función del tipo de receptor proteico que es
activado por el neurotransmisor.

• Sinapsis química del SNC. En el SNC, los diferentes tipos de sinapsis


se distinguen por la parte de la neurona que es postsináptica a la
terminal axónica. Si la membrana postsináptica pertenece a una
dendrita, se dice que la sinapsis es axodendrítica. Si la membrana
postsináptica pertenece al cuerpo celular o soma, la sinapsis es

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axosomática. En algunos casos la membrana postsináptica pertenece


a otro axón y estas sinapsis se denominan axoaxónicas (fig. 26).

Figura 26. Disposiciones de las sinapsis del SNC. a) Sinapsis axodentríticas. b)


Sinapsis axosomática. c) Sinapsis axoaxónica

Cuando un axón presináptico entra en contacto con una espina


dentrítica postsináptica, se denomina axoespinosa (fig. 27). En
determinadas neuronas especializadas, las dendritas forman sinapsis
unas con otras, y estas sinapsis se denominan dendrodendríticas. Los
tamaños y las formas de las sinapsis del SNC también varían
considerablemente (fig. 27). Los detalles más finos de la estructura
postsináptica pueden estudiarse sólo bajo la gran magnificación del
microscopio electrónico.

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Figura 27. Distintos tamaños y formas de sinapsis del SNC.

Las sinapsis del SNC se pueden clasificar en otras dos categorías


según el aspecto de las diferenciaciones de membrana presináptica y
postsináptica. Las sinapsis en las que la diferenciación de membrana del
lado postsináptico es más gruesa que la del lado presináptico se denominan
sinapsis asimétricas o sinapsis de tipo I de Gray. Aquellas en las que las
diferenciaciones de membrana son de un grosor similar se denominan
sinapsis simétricas o sinapsis de tipo II de Gray (fig. 28). Estas diferencias
estructurales revelan diferencias funcionales. Las sinapsis de tipo I de Gray
son habitualmente excitadoras, mientras que las de tipo II de Gray son
habitualmente inhibidoras.

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Figura 28. Dos categorías de diferenciaciones de membrana de las sinapsis del SNC.

• Unión neuromuscular. Las uniones sinápticas también existen fuera


del SNC. Por ejemplo, los axones del sistema nervioso autonómico
inervan glándulas, músculo liso y corazón. También ocurren sinapsis
químicas entre los axones de las neuronas motoras de la médula
espinal y el músculo esquelético. Esta sinapsis se conoce como unión
neuromuscular, y tiene muchas de las propiedades estructurales de
las sinapsis químicas del SNC (fig. 29).

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Figura 29. Unión neuromuscular.

La transmisión sináptica neuromuscular es rápida y fiable. Un


potencial de acción en el axón motor produce siempre un potencial de
acción en la célula muscular que él inerva. Esta fiabilidad se debe, en parte,
a especializaciones estructurales de la unión neuromuscular. Su
especialización más importante es su tamaño, es una de las sinapsis más
grandes del cuerpo.

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La terminal presináptica contiene, además, un gran número de zonas


activas. Por otro lado, la membrana postsináptica, también llamada placa
motora terminal, contiene una serie de pliegues poco profundos. Las zonas
activas presinápticas están alineadas de forma precisa con estos pliegues
de la unión y la membrana postsináptica de los pliegues está llena de
receptores de neurotransmisor. Esta estructura asegura que muchas
moléculas de neurotransmisor se liberen focalmente sobre una gran
superficie de membrana químicamente sensible. Como las uniones
neuromusculares son más accesibles a los investigadores que las sinapsis
del SNC, gran parte de lo que conocemos sobre los mecanismos de la
transmisión sináptica se estableció en ella. Las uniones neuromusculares
tienen además una considerable importancia clínica. Enfermedades, drogas
y venenos que interfieren con esta sinapsis química tienen efectos directos
sobre funciones vitales del cuerpo.

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2.6 ¿EXISTE LA PLASTICIDAD CEREBRAL?


El encéfalo es el órgano del cuerpo que es único para cada individuo.
Desde el nacimiento, su encéfalo ha estado codificando la experiencia,
desarrollando los patrones de emoción y pensamiento que lo hacen ser
quien es. Al mismo tiempo, su encéfalo cambia de manera continua
conforme adquiere nueva información y habilidades, y se ajusta a
condiciones cambiantes. ¿Cómo realizan las neuronas este intrincado acto
de equilibrio, manteniendo la estabilidad a la vez que se adaptan al cambio?
Y algo más notable, ¿cómo se recupera el encéfalo del daño? La respuesta
estriba en la plasticidad nerviosa, la capacidad del encéfalo para cambiar en
virtud de la experiencia de manera estructural y química.
En una serie de experimentos clásicos, M. R. Rosenzweig (1984)
demostró en el laboratorio la importancia de la experiencia para el
desarrollo nervioso. Rosenzweig dividió a sus ratas en varios grupos. Las
integrantes de un grupo fueron aisladas en jaulas vacías (un ambiente
empobrecido); las integrantes de un segundo grupo fueron criadas junto
con otras ratas en jaulas equipadas con una variedad de juguetes, es decir,
tenían oportunidades de exploración, manipulación e interacción social (un
ambiente enriquecido). El investigador encontró que las ratas criadas en los
ambientes enriquecidos tenían neuronas más grandes, con más conexiones
sinápticas, que las que fueron criadas en ambientes empobrecidos. En
experimentos, Rosenzweig (1996) demostró que cambios similares ocurren
en ratas de cualquier edad. Otros investigadores han encontrado que las
ratas criadas en ambientes estimulantes se desempeñan mejor en una
variedad de pruebas cognoscitivas y desarrollan más sinapsis cuando se
requiere que realicen tareas complejas (Kleim, Vij, Ballard y Greenough,
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1997). Esos resultados combinados sugieren que la plasticidad nerviosa es


un circuito de retroalimentación: la experiencia conduce a cambios en el
encéfalo, los cuales a su vez facilitan el nuevo aprendizaje, lo que a su vez
da lugar a otro cambio nervioso y así sucesivamente (Nelson, 1999). Las
dendritas de las ratas que vivían en jaulas "enriquecidas" mostraron más
conexiones sinápticas.
En el experimento de Rosenzweig, las ratas jóvenes vivían en dos
tipos de jaulas: "empobrecidas", sin nada qué manipular o explorar, o
"enriquecidas", con una variedad de objetos. Cuando Rosenzweig examinó
los encéfalos de las ratas encontró que el grupo enriquecido tenía neuronas
más grandes con más conexiones sinápticas (que aparecen como dendritas
en el dibujo) que las ratas que vivían en las jaulas vacías. La experiencia
puede entonces afectar realmente al encéfalo.
La reorganización del encéfalo como resultado de la experiencia no
se limita a ratas. Por ejemplo, los violinistas, violonchelistas y otros músicos
de cuerdas se tiran años desarrollando sensibilidad y destreza precisas de
la mano izquierda. Los investigadores han encontrado que el área del
encéfalo de los músicos, asociada a la sensación de la mano izquierda, es
más grande que el área que representa la derecha (que emplean los
músicos para hacer movimientos del arco) y más que el área de la mano
izquierda en personas que no son músicos (Elbert, F Wienbruch, Rockstroh
y Taub, 1995). En la gente sorda, un área del encéfalo, por lo regular
responsable de la audición, se reconecta para leer el lenguaje de signos
(Bosworth y Dobkins, 1999). La experiencia también causa cambios en la
fuerza de la comunicación sinapsis. La estimulación de la mano izquierda de
los músicos de cuerdas produce un fuerte incremento en la actividad
nerviosa, pero una respuesta comparativa débil en personas que no son

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músicos (Elbert et al., 1995). Un hecho interesante es que este efecto es


más pronunciado en el caso de los músicos que empezaron con un
instrumento de cuerdas antes de los 12 años. Otros investigadores han
estipulado este fenómeno a nivel celular (Bliss y Collingridge, 1993; Nicoll y
Malenka). Cuando las neuronas del hipocampo (una estructura encefálica
implicada en los recuerdos, tanto en seres humanos como en animales) son
estimuladas, producen un impulso eléctrico, la respuesta inicial en las
neuronas cercanas es muy débil. Una estimulación repetida de la misma
trayectoria ocasiona que las neuronas respondan vigorosamente, un efecto
que dura semanas después de que se detecte estimulación. La potenciación
de largo plazo (PLP), como se llama, parece ayudar al encéfalo a aprender y
almacenar nueva información (Martínez, Barea-Rodrí Derrick, 1998;
Whitlock, et al., 2006).
La experiencia puede dar lugar a cambios notables en el número y
complejidad de las conexiones sinápticas en el encéfalo; es decir, en las
conexiones entre neuronas. ¿Puede la experiencia también producir nuevas
neuronas? Durante años, los psicólogos creyeron que los organismos nacen
con toda la dotación de neuronas cerebrales que tendrán por siempre. La
nueva investigación parece invalidar esta opinión tradicional. Varios
estudios realizados en la década de 1990 demostraron encéfalos adultos
que son capaces de realizar neurogénesis, es decir, producir nuevas células
encefálicas. A mediados de la década de 1990, algunos investigadores
demostraron que el tejido encefálico humano (obtenido de pacientes
sometidos a cirugía por epilepsia severa) crecía en un ambiente propicio en
el laboratorio, produciendo neuronas funcionalmente maduras (L. K.
Altman, 1995), pero la mayoría de los físicos de la época dudaban de que
esto ocurriera en la vida real. En noviembre de 1998 se produjo un gran

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avance cuando un grupo de investigadores estadounidenses y suecos


hicieron un informe sobre las autopsias de los encéfalos de pacientes
ancianos que habían muerto de cáncer. Una sustancia inyectada en los
tumores para monitorear con qué rapidez estaban creciendo reveló que los
encéfalos de los pacientes habían seguido produciendo nuevas neuronas
hasta el final de su vida (Eriksson et al., 1998). Existen evidencias de
regeneración neuronal en varias áreas del cerebro (Silva 2009). El
descubrimiento de la neurogénesis permanente tiene grandes
implicaciones para el tratamiento de los trastornos neurológicos.

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TEMA 3:

FUNDAMENTOS DE LA REHABILITACIÓN
NEUROPSICOLÓGICA

3.1. DESARROLLO HISTÓRICO


En las últimas décadas se ha hecho evidente el creciente interés por
el campo de la terapia de los trastornos neuropsicológicos, conocida como
intervención o rehabilitación neuropsicológica. Sin embargo, este ámbito
científico cuenta con una larga historia. Ya en el año 1833, Spurzheim
describía una «duplicidad del sistema nervioso» que permitía que el
hemisferio no dañado pudiera hacerse cargo de una facultad específica que
se hubiera podido perder por la lesión cerebral. Para que este fenómeno
pudiera tener lugar, los órganos cerebrales podían ejercitarse y
fortalecerse. En 1888, John Hughlings-Jackson especulaba sobre los
mecanismos implicados en la recuperación de la hemiplejía cuando la

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pérdida del tejido nervioso era permanente. Karl Lashley señalaba en 1938
la importancia de conocer los múltiples factores que estaban implicados en
las lesiones cerebrales y su rehabilitación, como la destrucción de
estructuras esenciales, los cambios celulares patológicos temporales, las
alteraciones metabólicas, etc.
El tratamiento de los trastornos del lenguaje ha ocupado la mayor
parte de los objetivos de los programas de rehabilitación neuropsicológica
hasta la pasada década de los años 1980. Paul Broca inició esta tradición
aplicando a los pacientes afásicos estrategias compensatorias eficaces,
pero fue Shepherd Franz en 1905, quien planteó que el proceso de re-
aprendizaje podía abrir nuevas vías en el cerebro, especialmente en el
hemisferio derecho.
Los primeros programas de rehabilitación neuropsicológica con una
perspectiva integral los encontramos en Alemania, aplicados a soldados de
la Primera Guerra Mundial. Walter Poppelreuter fundó en Colonia, en 1914,
una institución con este fin, y dos años más tarde Kurt Goldstein haría lo
propio en Frankfurt, con el Instituto para la Investigación de los efectos de
las lesiones cerebrales. En este centro, Goldstein diseñó programas de
compensación con un objetivo claramente funcional, como era la
reintegración laboral de los afectados.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Alexandre Romanovich Luria
estableció los fundamentos de la neuropsicología moderna y enfatizó la
importancia del diseño de programas de intervención individualizados, la
reorganización de los sistemas funcionales, la práctica extensiva como
medio para el reentrenamiento de las funciones afectadas y la
reconstrucción de nuevos hábitos. Con sus libros Restauración de la función
tras lesión cerebral y El cerebro en acción, publicados en 1963 y 1973

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respectivamente, señaló la influencia de un conjunto de factores que


determinaban la recuperación, entre los que destacó la naturaleza de la
lesión, y de manera más particular, el tamaño y la presencia de
complicaciones durante el proceso de recuperación, el estado previo del
cerebro, incluyendo la edad, la personalidad premórbida del sujeto y el
estilo de afrontamiento.
En Europa y Estados Unidos los programas de rehabilitación hicieron
más hincapié en la recuperación de las discapacidades físicas. Sin embargo,
en los años 1970, Bryan Jennett y Graeme Teasdale, de Glasgow,
impulsaron la creación de unidades de rehabilitación para personas con
traumatismo cráneoencefálico. Los programas que se aplicaban hasta el
momento resultaban ineficaces, porque los problemas más importantes
que presentaban estos pacientes no eran tanto físicos, como cognitivos; así,
destacaban el deterioro de la atención, memoria, razonamiento y otras
capacidades cognitivas; las dificultades de comunicación; las alteraciones
de la conducta y de la personalidad; la falta de conciencia de todos estos
cambios, etc. Se promovió entonces la rehabilitación cognitiva. En Estados
Unidos de América, los impulsores de estos métodos de intervención
cognitiva fueron Leonard Diller y Yehuda Ben-Yishay de la New York
University y del Rusk Institute of Rehabilitation Medicine. Diller se preocupó
especialmente del análisis de la eficacia de distintas estrategias para
disminuir los trastornos visuoespaciales de pacientes con infarto cerebral.
Ben-Yishay desarrolló un enfoque multiprofesional de rehabilitación que
había iniciado en Israel con heridos de guerra. Además de la rehabilitación
cognitiva, incluía psicoterapia y destacaba la importancia de trabajar la
motivación y la anosognosia de estos pacientes. Esta perspectiva también
la desarrolló George Prigatano en el Barrow Neurological Institute en Texas

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y Anna-Lise Christensen en Dinamarca, donde fundó el primer centro


europeo de rehabilitación postaguda en 1985. Este enfoque transdisciplinar
con una orientación integral en el proceso de recuperación del paciente con
lesión cerebral, es el que se implementa actualmente en los numerosos
centros de rehabilitación que están proliferando por todo el mundo.
En la evolución actual de los métodos y técnicas de intervención
neuropsicológica destacan dos tendencias. La primera de ellas trata de
facilitar la reincorporación del paciente con lesión cerebral a su entorno
habitual, creando programas basados en la comunidad. Así, se están
estableciendo unidades en las que se proporcionan los apoyos adecuados,
o se entrenan de manera específica las habilidades necesarias para realizar
con éxito las actividades cotidianas, tanto en el contexto del hogar como en
el trabajo. El objetivo fundamental es lograr la máxima independencia del
individuo y mejorar su calidad de vida y la de sus allegados. Una segunda
tendencia está relacionada con la utilización de programas de ordenador en
la rehabilitación cognitiva. Desde los primeros intentos que realizaron
William Lynch, Odey Bracy o Rosamund Gianutsos, la tecnología ha hechos
grandes avances, de modo que ahora se favorece la interacción con el
paciente y la validez ecológica de los programas. En este sentido la
aplicación de la realidad virtual está ofreciendo un nuevo concepto de
intervención.

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3.2 EL MODELO HOLÍSTICO DE REHABILITACIÓN


NEUROPSICOLÓGICA
La aproximación a la rehabilitación neuropsicológica como una
sucesión de ejercicios dirigidos a la estimulación de las distintas funciones
de manera aislada es muy probablemente una estrategia poco adecuada
(Ylvisaker, 1998). Los problemas de memoria que se suelen dar en estos
pacientes, combinados con las dificultades de generalización e integración
cognitiva, hacen que estos programas de entrenamiento difícilmente
repercutan en una mejoría funcional. Es por ello que la rehabilitación debe
estar guiada por un modelo conceptual que nos ayudará a conseguir
distintas metas:
• Organizar las observaciones y valoraciones que describan de manera
comprensiva el funcionamiento intelectual del paciente y que per-
mitan la comunicación eficaz entre todos los profesionales
interesados en las dimensiones cognitivas del comportamiento.
• Diseñar la intervención en dos niveles:
− General, o centrado en el desarrollo global de programas.
− Específico, o centrado en el desarrollo de metas, objetivos y
técnicas específicas de rehabilitación.
• Definir criterios para medir los progresos alcanzados y determinar las
necesidades del usuario una vez dado el alta.
• Generar nuevas estrategias de intervención.

El desarrollo de programas de rehabilitación para personas con DCA


se ha basado tradicionalmente en la selección de un único marco teórico
diferente en cada centro, que reflejaba la escuela en la que se habían
formado sus neuropsicólogos. En los últimos años, la tendencia de los

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programas de rehabilitación ha sido la integración de diferentes modelos


teóricos en lo que se ha denominado «modelo holístico». La generalización
de este modelo ha sido posible gracias a la mayor comunicación entre
profesionales y la complementariedad de los distintos modelos, y ha traído
consigo una conceptualización más completa del paciente, un considerable
aumento de las técnicas de rehabilitación y una mayor homogeneidad de
los tratamientos.

3.2.1 Fundamentos teóricos del modelo holístico de


rehabilitación
Son muchas las teorías que han influido en la conceptualización
holística de la rehabilitación. Nos detendremos brevemente en los tres
modelos más influyentes:

3.2.1.1 Teoría del Interaccionismo Social de Vigotsky


Según Vigotsky (revisado en Sharps, 1981), «Las funciones cognitivas
superiores se desarrollan a través de la interacción social con los adultos,
se internalizan gradualmente a medida que el niño desarrolla las
habilidades y éste necesita menos pistas y apoyo del adulto». De esta
sencilla manera, Vigotsky establece dos conceptos básicos para la re-
habilitación neuropsicológica:
1. La zona de desarrollo próximo o «la distancia entre el nivel actual
de desarrollo, determinada por la capacidad de resolver problemas
de manera independiente, y la zona de desarrollo potencial,
determinada por la capacidad de resolver problemas bajo la

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vigilancia de un adulto o de compañeros de un nivel evolutivo


superior» (Vigotsky, 1978) marca los objetivos inmediatos de
rehabilitación.
2. La interacción social es la vía a través de la cual los procesos
psicológicos como la resolución de problemas, organización, pla-
nificación, recuerdo, imagen social, y autorregulación son
desarrollados.

Este principio ha servido para explicar el origen del lenguaje y la


interacción verbal (Schneider, 1996), de la memoria episódica y
organización del discurso (Nelson, 1992), de la autorregulación de la
conducta (Willats, 1990) y de otras funciones mentales, pero ha recibido
poca atención hasta hace pocos años en los modelos de rehabilitación
cognitiva (Ylvisaker, 1998; Evans, 1993, y Schneider, 1996).

3.2.1.2. Modelo de rehabilitación de Alexander Luria


La teoría de Luria (editada en castellano en 1987) acerca del proceso
rehabilitador descansa en tres supuestos básicos:
1. La base del proceso de rehabilitación tiene como fundamento la
utilización de vías cerebrales intactas y debe resaltar la importancia
de la reorganización intra e intersistémica de los sistemas
funcionales cerebrales después de una lesión cerebral.
2. El reconocimiento de la individualidad del sujeto en el diagnóstico y
tratamiento, el cual, desde una perspectiva neuropsicológica,
incorpora la comprensión de los sistemas funcionales. De este
modo, partiendo de un modelo general, se persigue la adecuación
flexible e individual de las estrategias de intervención derivadas de
dicho modelo.
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3. Promover una relación terapéutica basada en la confianza, la


colaboración y la resolución conjunta de problemas. El énfasis se
sitúa en conseguir que la persona con DCA se convierta en un
participante activo del proceso rehabilitador más que en un
«recipiente» pasivo del tratamiento.

3.2.1.3. Conductismo
El conductismo establece y describe algunos de los mecanismos a
través de los cuales se desarrollan habilidades cognitivas, se realizan
aprendizajes y se desarrollan conexiones sinápticas en el cerebro (García
Vega, 1993). Por otro lado, el análisis conductual permite descubrir las
conductas desadaptativas mantenidas por las contingencias ambientales,
así como evaluar las consecuencias funcionales del DCA (Ylvisaker, 1998;
Ben-Yshay, 1993, y Quemada, 2006).
Por todo ello, la teoría de la conducta complementa la
conceptualización de la organización cerebral después de una lesión y
aporta técnicas muy útiles para la rehabilitación neuropsicológica, como
veremos más adelante.

3.2.2 Características del modelo holístico de rehabilitación


El epígrafe holístico, no sólo hace mención al eclecticismo de las
técnicas y estrategias de intervención, sino a la consideración de la persona
con DCA como un todo, lo que necesariamente implica la intervención a
todos los niveles (cognitivo, emocional, físico y relacional) desde un
enfoque transdisciplinar y con una actuación que requiere un alto grado de
coordinación de los profesionales implicados. Este modelo de rehabilitación
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es defendido por Diller, Ben-Yishay, Wilson y Prigatano, entre otros. Las


principales características del modelo holístico se resumen a continuación.

• Trabajo por objetivos consensuados

Un componente esencial de los modelos holísticos es la formulación


de objetivos en la que debe quedar plasmada la individualidad del
tratamiento, la transdisciplinariedad del programa y la contextualización de
las actividades terapéuticas. Los objetivos formulados no deben ser
demasiado abstractos y generales, sino operativos y concretos. Para
asegurar la significación de las metas y la participación de las familias los
objetivos deben ser consensuados con la familia y el propio paciente y
reflejar las necesidades concretas del conjunto familia-paciente. Todos los
objetivos deben ser medibles. La tabla 4 muestra la operativización de un
objetivo general en objetivos concretos y específicos.

• Contextualización de la rehabilitación

La rehabilitación centrada en contextos y experiencias significativas


implica la participación de todas las personas que tienen contacto con el
paciente y favorece la consecución de objetivos concretos, el desarrollo de
capacidades cognitivas a través de la interacción social y el más rápido
desarrollo de habilidades y aprendizajes (por la constante exposición a
situaciones terapéuticas), así como la generalización de los mismos (por la
exposición a los aprendizajes en una amplia variedad de contextos y
situaciones).
Una de las más importantes funciones del neuropsicólogo es
coordinar a todas las personas que están en contacto con el paciente para

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que trabajen de manera «transversal» los mismos objetivos (sean


cognitivos o físicos), en lo que se denomina intervención transdisciplinar. Es
conveniente establecer un sistema de comunicación y coordinación de los
objetivos de tratamiento con las distintas personas que tienen contacto con
el paciente, como ilustra la tabla 4.

• Enfoque dinámico

Los objetivos, las estrategias y las pautas planteadas deben ser


revisados periódicamente con el paciente y la familia para asegurar el
carácter dinámico de la intervención.

• Adaptación psicosocial del paciente y su familia

Uno de los objetivos principales de la rehabilitación holística es lograr


que el paciente tome conciencia de su nueva identidad, la asuma y la
acepte, a fin de que puedan formularse unas expectativas realistas, que
eviten sentimientos de frustración (Benedet, 2002). El empleo de un
abordaje psicoterapéutico, incluyendo sesiones de grupo, es una parte
esencial de los modelos de rehabilitación holísticos.
La mejor recuperación funcional de sujetos que participaron en
programas de tratamiento holísticos centrados en los aspectos cognitivos y
psicosociales frente a los tratamientos clásicos centrados en la intervención
sobre diversas funciones cognitivas específicas ha quedado demostrada en
estudios como los de Ruff (1989) y Rattock (1992). Es por ello, que la
adopción de un modelo de intervención comprensivo-holístico es la mejor
técnica que puede utilizar un neuropsicólogo que trabaje en la
rehabilitación de personas con DCA (Ylvisaker, 2002).

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Tabla 4. Ejemplo de una programación de objetivos para un paciente con


amnesia anterógrada severa durante los dos primeros meses de
tratamiento

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Tabla 5. Pautas de trabajo para las distintas vías y agentes de intervención


para una persona con un problema de desorientación severo dentro de una
conceptualización transdisciplinar

3.2.3. Aspectos prácticos del modelo de rehabilitación


holístico
- Restauración de funciones versus Compensación: se ha
demostrado que las técnicas compensatorias no sólo no
interfieren en el proceso de restauración, sino que lo fortalecen.
Los libros de memoria, o los sistemas de aviso que tradicional-
mente se vieron como compensaciones para personas que ya no
iban a mejorar su capacidad de recuerdo, son técnicas que se
deben usar durante la rehabilitación, ya que funcionan como una
ayuda externa que poco a poco se va interiorizando y su uso

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favorece la recuperación de las funciones (Ylvisaker, 1998; Wilson,


1999, y Hersh, 1994).
- Rehabilitación individual versus Rehabilitación grupal: la
rehabilitación debe ser individualizada en el sentido de que los
programas se deben ajustar a las necesidades particulares de cada
paciente y por tanto los programas deberían ser distintos en cada
caso. Esta individualización no debe excluir el trabajo grupal. Los
grupos son una herramienta útil para trabajar aspectos como las
habilidades sociales, la empatía o la comunicación.
- Rehabilitación por ordenador versus Rehabilitación tradicional:
la revisión realizada por Cicerone (2005) sobre la eficacia de los
programas de rehabilitación basados en el uso de programas
informáticos indica que algunos programas de ordenador pueden
ser útiles para la intervención de funciones sencillas, como la
atención o las funciones visioperceptivas. Asimismo, su utilidad
puede extenderse a otras funciones cognitivas superiores. Sin
embargo, estos estudios ponen de relevancia que sin la presencia
de un terapeuta que guíe al paciente en sus sesiones de
ordenador estos programas no tienen eficacia. Por tanto,
podemos considerar los programas de ordenador como una
herramienta del terapeuta y no un sustituto.

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3.4. FASES DE LA REHABILITACIÓN NEUROPSICOLÓGICA


La Organización Mundial de la Salud define la rehabilitación como un
proceso encaminado a lograr que las personas con discapacidad estén en
condiciones de alcanzar y mantener un estado funcional óptimo desde el
punto de vista físico, sensorial, intelectual, psíquico o social, de manera que
cuenten con medios para modificar su propia vida y ser más
independientes.
La asistencia a las personas con lesiones cerebrales pasa por una serie
de etapas en las que van cambiando los objetivos de la intervención en
función de las condiciones y necesidades prioritarias.

- Fase aguda

En un primer momento, y en el caso de lesiones cerebrales


adquiridas, los servicios de emergencias y de urgencias tratan de mantener
vivo al paciente, prevenirle de cualquier afectación neurológica perma-
nente, intervenirle quirúrgicamente si es necesario (p. ej., para evacuar
hematomas y disminuir la presión intracraneal) y estabilizarle
médicamente.

- Fases subaguda y crónica

Cuando se supera la fase aguda, el objetivo se centra en garantizar el


cuidado, minimizar la discapacidad y la minusvalía residual y prevenir la
aparición de complicaciones. Los equipos de rehabilitación
multidisciplinares (neuropsicólogo, logopeda, fisioterapeuta, terapeuta
ocupacional) tratan de restablecer la condición motora y sensorial básica
(control de la cabeza y el cuello, reflejos posturales, equilibrio, marcha,

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deglución, etc.), las habilidades de cuidado personal (comer, vestirse,


asearse), la recuperación de las competencias cognitivas básicas
(orientación, atención, comunicación, etc.), y de proporcionar un
tratamiento adecuado de los trastornos emocionales y conductuales. Esta
intervención se debería iniciar en los centros hospitalarios y continuarla,
una vez producida el alta hospitalaria, en unidades de lesión cerebral,
centros de día o en el propio domicilio.

- Objetivos de la rehabilitación neuropsicológica

Dentro del proceso de recuperación, la rehabilitación


neuropsicológica engloba aquellas estrategias o técnicas de intervención
que tratan de minimizar los efectos de los déficits cognitivos, las
alteraciones emocionales y los cambios de conducta y personalidad que
presentan las personas con lesión cerebral, teniendo como objetivo global
la máxima independencia funcional posible y mejorar la calidad de vida de
los pacientes y de sus familiares.

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3.5. PAUTAS PARA LA ELABORACIÓN DE UN PROGRAMA


DE REHABILTACIÓN NEUROPSICOLÓGICA
La rehabilitación neuropsicológica debe ser diseñada y programada
utilizando el máximo de información objetiva sobre los déficits que le han
quedado al paciente con daño cerebral o neurológico. La rehabilitación
neuropsicológica es individualizada y se diseña para cada paciente en
función de los déficits funcionales que presenta. El diseño del programa de
rehabilitación se basa en los datos obtenidos a través de una evaluación
neuropsicológica exhaustiva de las capacidades cognitivas,
comportamentales, motoras, sensitivas y del estado emocional del
paciente. Para poder rehabilitar, se necesita primero conocer cuáles son los
trastornos cognitivos y emocionales específicos que un paciente presenta y
cuáles son las funciones que tiene mejor conservadas o menos afectadas.
En el tratamiento neuropsicológico tan importante es conocer las funciones
deterioradas como las conservadas. La rehabilitación se diseña sobre los
restos de las funciones psicológicas que quedan íntegras, o deterioradas,
después de producirse un daño en el cerebro.

Principios básicos de la rehabilitación neuropsicológica


La rehabilitación neuropsicológica tiene diez principios básicos (León-
Carrión, 2006):
1. No hay recuperación de funciones ni reestructuración o
reorganización cerebral sin esfuerzo real y continuado por parte
del paciente durante el entrenamiento neuropsicológico.
2. El tipo de trastorno conductual que sufre el paciente depende
directamente de las áreas cerebrales lesionadas y lo habitual

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después de sufrir un daño cerebral o neurológico es que la función


psicológica se desorganice no que se pierda.
3. La integridad de los sistemas de aferentación de retorno es
fundamental para que pueda existir recuperación funcional a
través del entrenamiento conductual.
4. La repetición conductual controlada es fundamental para
conseguir la rehabilitación de la función.
5. La rehabilitación debe comenzar y estructurarse sobre las
funciones conservadas.
6. La rehabilitación espontánea de funciones se da
fundamentalmente en las funciones más básicas y primarias, y se
produce pronto después del daño cerebral, en cuanto las
condiciones dinámicas del cerebro están estabilizadas.
7. La rehabilitación funcional está consolidada cuando las funciones
recuperadas se han automatizado.
8. La ortopedia cognitiva impide la rehabilitación.
9. El método combinado de neurorrehabilitación es el más adecuado
cuando es necesario utilizar neurofármacos.
10.El proceso de rehabilitación tiene su propia temporización.

Duración de la rehabilitación
La rehabilitación de las funciones psicológicas deterioradas como
consecuencia de un daño cerebral es la recuperación o la recreación de los
sistemas funcionales fisiológicos responsables de tales funciones a través
del entrenamiento conductual. Este es un proceso que requiere tiempo
para que la función se vaya restableciendo, para que pueda expresarse
conductualmente de nuevo y para que pueda consolidar los avances
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obtenidos. Durante el proceso de rehabilitación la función no se establece


de nuevo de golpe, en toda su integridad, sino que suele comenzar
apareciendo inversamente por los componentes más simples, básicos y
elementales de la función hasta paso a paso ir completando el máximo y la
más completa expresión de la función. Para que el diseño, la continuidad y
el esfuerzo rehabilitador realizado por el paciente madure y dé sus frutos
neurológicos y conductuales se necesita tiempo. En un estudio realizado
por nuestro equipo se puso de manifiesto que la rehabilitación
neuropsicológica de pacientes con daño cerebral, moderados y graves,
necesita alrededor de entre 100 y 400 horas de entrenamiento
neuropsicológico repartidas en seis meses de rehabilitación para recuperar
entre una y tres funciones cognitivas deterioradas. El curso de la reha-
bilitación es irregular y esta no debe darse por terminada hasta que se han
consolidado los logros obtenidos.
A continuación, se presentan y describen los pasos a seguir en el
diseño y puesta en práctica de la intervención para la rehabilitación
neuropsicológica.

3.5.1. Recogida de información y valoración


neuropsicológica
El proceso de intervención neuropsicológica comienza con el análisis
de toda la información disponible en relación con la etiología de la lesión
cerebral, el tiempo transcurrido, la evolución clínica, los informes aportados
por los diferentes profesionales que han examinado al paciente, los
resultados de las pruebas de neuroimagen, los antecedentes personales y
familiares, el tratamiento farmacológico prescrito, las terapias recibidas,
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etc.
La evaluación neuropsicológica es el instrumento más importante de
información sobre la integridad y el estado de las funciones psicológicas
superiores del paciente e incluye una exploración clínica del mismo, la
utilización de test y baterías psicométricas y clínicas, junto con la
observación formal y de la historia médica del paciente. Con toda esta
información se genera un diagnóstico que será fundamental para guiar la
planificación del tratamiento que se ha de seguir con el paciente. Existen
dos modelos de evaluación neuropsicológica que se complementan y que
son imprescindibles para la organización del programa de rehabilitación: el
modelo cualitativo y el modelo cuantitativo. A través del modelo
cuantitativo de evaluación se recogen datos del paciente que se comparan
con los de sujetos sanos, o con los de sujetos que tienen sus mismos u otros
daños neurológicos, con el objetivo de saber si el paciente que se está
evaluando presenta desviaciones de la normalidad o si funciona igual que
otros pacientes neurológicos. Con la evaluación cualitativa, mientras tanto
se recogen aquellos datos idiosincrásicos, singulares y propios del paciente
que se está evaluando; sus resultados no se comparan con los de otras
personas normales o con los de otros pacientes, sino con un modelo de
funcionamiento neurocognitivo. Se obtienen datos sobre cuáles son las
características disfuncionales del paciente y se interpretan de acuerdo a un
modelo clínico del funcionamiento cerebral humano.

La tabla 6 expone los objetivos clínicos que la evaluación


neuropsicológica debe cumplir.

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Tabla 6. Objetivos clínicos que debe cumplir la evaluación neuropsicológica


para la planificación de las estrategias terapéuticas.

3.5.2. Determinación del perfil neuropsicológico


Los resultados de la valoración neuropsicológica permiten delimitar
un perfil clínico en el que se señalan con detalle qué componentes de las
distintas capacidades cognitivas están afectados y con qué intensidad, y
cuáles están mejor preservados. Estos perfiles neuropsicológicos
contribuyen al diagnóstico del caso y, en el ámbito de la rehabilitación,
permiten aplicar uno de sus principios fundamentales: las capacidades que
no están deterioradas servirán de apoyo o soporte para intervenir en
aquellas otras que muestran algún tipo de deterioro. De este modo, estos
perfiles neuropsicológicos permiten diseñar un plan de tratamiento
individualizado sobre la base de un adecuado conocimiento tanto de las
limitaciones como de las habilidades conservadas.
Es decir, los resultados obtenidos por el paciente en las pruebas

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neuropsicológicas, durante todo el proceso de evaluación, son claves para


definir cuáles serán los métodos y técnicas de rehabilitación que se deben
utilizar y los objetivos funcionales que se desean obtener en un
determinado paciente.

3.5.3. Planificación de los objetivos y metas


Los objetivos y metas de los programas estarán determinados por las
condiciones y necesidades de cada persona afectada. La intervención
neuropsicológica forma parte del proceso de recuperación en el que
participan diferentes profesionales con un enfoque integral. Por ello, es
conveniente la participación del equipo multidisciplinar en la planificación
de los objetivos y metas, los cuales, en general, tratarán de aumentar el
nivel de independencia para llevar a cabo con éxito las actividades de la vida
diaria y optimizar la calidad de vida del paciente. En relación con los déficits
neuropsicológicos, se planteará mejorar las habilidades para comunicarse,
desarrollar las destrezas para manejar objetos e instrumentos cotidianos,
entrenar estrategias para incrementar las capacidades cognitivas, modificar
las conductas disruptivas y las alteraciones emocionales. La última fase del
proceso de rehabilitación se centrará en las necesidades a largo plazo de las
personas con lesiones cerebrales: vida independiente, ocio y tiempo libre,
integración académica, formación y readaptación profesional, etc.

Los programas de rehabilitación neuropsicológica que se aplican a


personas con enfermedades neurodegenerativas plantean unos fines
específicos determinados por las características de estos síndromes. Los
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objetivos de estos programas persiguen potenciar al máximo las funciones


que puedan estar preservadas y, de esta forma, tratar de mantener las
necesidades de dependencia al mínimo durante la mayor parte del tiempo
posible. En otras palabras, lo que se pretende es prevenir el declive
mediante la potenciación de las diferentes capacidades en cada una de las
etapas del proceso.

3.5.4. Inicio del programa de rehabilitación


Antes de iniciar el programa de intervención se establecerá a partir
de la valoración y el perfil neuropsicológico, la línea base, para poder
comparar el rendimiento y la evolución del sujeto. Se pueden señalar los
diferentes momentos en los que se va a realizar una evaluación del
seguimiento del individuo. Los objetivos a corto y largo plazo facilitan el
diseño y organización de las sesiones de trabajo, su duración y periodicidad,
el orden de aplicación de las distintas técnicas y estrategias, los estímulos y
materiales que se deberán emplear, las actividades más apropiadas para
cada uno de los componentes a rehabilitar, los refuerzos que puedan
motivar al paciente, etc.

3.5.5. Registro del proceso: recogida de datos


En cada una de las sesiones se registran todos aquellos aspectos que
reflejan la actuación del paciente, las estrategias que están siendo más
útiles y aquellas otras con las que tiene más dificultades; el modo en que
las aplica en su vida cotidiana y generaliza a otras situaciones y contextos;
los factores que están incidiendo de manera positiva y negativa en su
evolución; los temas, actividades y estímulos que más le motivan; los
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posibles cambios a nivel emocional y conductual; la manera en que va


aceptando sus limitaciones y las estrategias de afrontamiento que emplea;
las modificaciones que se hayan realizado en el tratamiento farmacológico
u otras terapias; los comentarios de sus familiares y compañeros, etc.

3.5.6. Evaluación del programa aplicado


En los períodos de tiempo que se han señalado al inicio de la
intervención, se realiza una valoración del seguimiento del individuo,
comparando el rendimiento actual con la línea base. En esta fase se de-
terminan de forma objetiva los progresos de cada paciente y se valora la
eficacia de los diferentes tratamientos aplicados, así como la utilidad de los
diversos factores pronósticos en la evolución a largo plazo de este tipo de
lesiones.

3.5.7. Modificación del programa de rehabilitación


A partir del análisis que se ha realizado a lo largo de las sesiones de
entrenamiento y de los resultados de la evaluación del programa de
rehabilitación, se determinan qué aspectos se deben modificar y cómo
aplicarlos. En ocasiones, la evolución del paciente hace que se tengan que
replantear los objetivos y las metas iniciales para ajustarlos al progreso que
va realizando.

3.5.8. Logro de los objetivos y metas planteadas


Es la fase final en la que el equipo multidisciplinar valora los

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progresos que ha mostrado la persona con lesión cerebral, si se han


conseguido los objetivos deseados, y se plantea la posibilidad de darle de
alta o remitirlo a otro centro y/o profesionales que favorezcan su
reincorporación familiar, social y laboral.

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3.6. CÉLULAS MADRE EN REHABILITACIÓN


NEUROPSICOLÓGICA
Los avances en la investigación con células madre ofrecen en la
actualidad esperanza a muchas personas sobre las posibilidades de
regeneración del tejido neuronal con consecuencias de recuperación de las
funciones psicológicas superiores perdidas. Todos sabemos y aceptamos
que en el cuerpo humano existen algunos órganos que son capaces de
regenerarse a sí mismos, por ejemplo, la piel y el hígado. También sabemos
que existen otros que no pueden hacerlo de forma natural, como por
ejemplo el cerebro y el corazón. La aparente resistencia del cerebro hu-
mano a la renovación de sus componentes neuronales contrasta con el alto
nivel de neurogénesis que podemos observar en vertebrados no
mamíferos, como por ejemplo en peces, anfibios, reptiles y pájaros. La
regeneración natural o espontánea del tejido neuronal es compleja y varía
incluso dentro de la misma especie, ya que la neurogénesis depende
fuertemente de los componentes genómicos y genéticos de cada especie.
En el campo de la rehabilitación del daño cerebral y de sus consecuencias
neurofuncionales, las células madre están destinadas a jugar un papel muy
importante en la recuperación de las funciones perdidas como conse-
cuencia de dicho daño.
La utilización de células madre para la recuperación de funciones
psicológicas perdidas por daño orgánico en el cerebro tales como memoria,
lenguaje, razonamiento u otras depende del desarrollo de un ambicioso
programa de investigación básica y aplicada en neuropsicología. Sin el
conocimiento neuropsicológico, el avance en terapia neurorregenerativa
funcional no es posible. Las células madre neuronales son capaces de
generar tejido neuronal, o provienen del sistema nervioso, y tienen
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capacidad para la autorrenovación y para generar otros tipos de células


distintas a ellas mismas a través de un proceso de división celular
asimétrico. Las células madre neuronales también pueden definirse por su
tejido de origen o por su multipotencialidad. Recientemente, también se ha
puesto de manifiesto la posibilidad de que células madre de un tejido
puedan producir células de otro tejido diferente y hay que tener en cuenta
que el tipo de diferenciación celular depende del linaje de cada célula.
Para producir células madre, con nuevas capacidades regenerativas
de funciones perdidas, se han de estudiar muy detalladamente los cambios
que deben producirse en esos linajes una vez que las células madre son
sometidas a nuevos ambientes y experiencias. Es decir, se necesita conocer
cómo afectan los programas de rehabilitación neuropsicológica a los
distintos linajes celulares. Dicho de otro modo, se trata de conocer cuáles
son las señales externas que modulan los reguladores autónomos de los
que dependen la diferenciación y la proliferación de las células madre. Esta
tarea no es fácil, y encontrar células madre con capacidad de afectar a la
rehabilitación neurofuncional requiere aún un esfuerzo importante.
Solamente el gran número de sinapsis eferentes (más de mil) que pueden
recibir los diferentes fenotipos de neurotransmisores expresados por las
células neuronales aportan una idea de su complejidad.
Hay unas limitadas excepciones de capacidad de neurogénesis
natural en el cerebro que hacen aún más necesaria la investigación en
neuropsicología: existen células madre neuronales que están
continuamente generando nuevas neuronas. Estas son la zona
subventricular del ventrículo lateral y las capas subgranulares del giro
dentado e hipocámpico. El hipocampo es una de las zonas fundamentales
del cerebro para los procesos de memoria y para el control emocional.

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Tiene una particularidad especial que no es compartida por otras zonas


cerebrales, excepto por el bulbo olfatorio: en el giro dentado del
hipocampo la neurogénesis continúa en los humanos adultos a lo largo de
la vida. Por ello, el conocimiento básico y funcional de la neuropsicología de
esta estructura cerebral es fundamental para la efectividad de los
procedimientos de regeneración cerebral en la rehabilitación
neuropsicológica de los trastornos de memoria, así como de los trastornos
emocionales y afectivos. El hecho de que la neurogénesis natural pueda
darse en el hipocampo significa, desde un punto de vista evolucionista, que
la memoria, la emoción y los afectos son parte fundamental para la
continuación de la vida de la especie humana.
La terapia con células madre es una apuesta de futuro para la
reparación del daño neural. Se han encontrado células inmaduras en la
médula ósea y en el cuerpo carotídeo que pueden viajar hasta el cerebro y
llegar a ser células nerviosas plenamente funcionales. No obstante, estos
avances se encuentran en una fase muy temprana, ya que se desconoce
cómo dirigir estas células hacia el lugar donde se ha producido el daño, así
como diferenciarlas lo suficiente para que adquieran las funciones específi-
cas de las neuronas dañadas. La neuropsicología, en conjunción con las
técnicas de neuroimagen, tiene mucho que aportar en este campo a la hora
del entrenamiento y especialización de dichas células. La posibilidad de
manipular e influenciar con técnicas psicológicas y farmacológicas la
neurogénesis en distintas zonas cerebrales dañadas es el objetivo de un
importante número de investigaciones actuales. Pero aún estamos
comenzando este apasionante viaje y aún no tenemos una evidencia
concreta fuerte y directa del papel específico que juegan las nuevas
neuronas en la actividad funcional del cerebro. Por ello, se necesita un

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fuerte avance y apoyo a las investigaciones neuropsicológicas para


desarrollar plenamente este campo de investigación.

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TEMA 4:

APLICACIÓN ACTUAL DE LA
NEUROPSICOLOGÍA

4.1 INICIOS DE LA NEUROPSICOLOGÍA COMO


DISCIPLINA EN EL SIGLO XXI
A finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX prevalecieron los
interrogantes localizacionistas respecto de las funciones cerebrales.
Considerando las descripciones realizadas por los neurólogos de la época
sobre los síntomas producto de lesión cerebral, la principal preocupación
fue localizar en el cerebro las funciones mentales.
En los años 40, y con el aporte de la psicometría en la evaluación y
cuantificación del comportamiento, se desarrollan los primeros
instrumentos con la finalidad de medir algunas funciones esenciales como
la memoria y la inteligencia. Una década después, la psicología cognitiva
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comienza su aporte con el desarrollo de diversos constructos cognitivos que


apoyan la exploración cerebral de funciones específicas, principalmente a
través del empleo de técnicas de neuroimagen a partir de la década del 70.
El interrogante orientador sigue siendo dónde ubicar el control de las
funciones mentales, asumiendo qué áreas discretas y no específicas están
involucradas.
En la 1980 se asume un claro interés por dilucidar las relaciones entre
el cerebro y la conducta, con el fin de desarrollar estrategias terapéuticas
de restauración o compensación de las funciones afectadas (Ruff, 2003). Ya
no se trata de estudiar el cerebro solo con modelos experimentales y en
medios académicos, sino que los tratamientos comienzan a aportar cierta
evidencia respecto de las teorías o modelos en cuestión, aunque con la
objeción de la validez empírica que ello supone. También se consideran
patologías del orden funcional visualizadas en la conducta, y no solo las
derivadas de lesiones cerebrales objetivables. En ocasiones, el profesional
observa que los síntomas que refiere el paciente no pueden ser atribuibles
a ninguna alteración o cambio patológico reconocible (con los medios
actuales) en el cerebro, ya sea bioquímico, bioeléctrico o estructural. En
estos casos se emplea el concepto de “trastorno funcional”, cuando los
síntomas o signos no son el resultado de una lesión o enfermedad
neurológica objetivable, sino consecuencia de alteraciones que bien
pueden estar en el orden de déficits neuropsicológicos idiopáticos, bien en
el orden psicológico y cultural entre otros.
Con el aporte de psicólogos especialistas en análisis funcional del
comportamiento, comienza en los últimos años el desarrollo de
evaluaciones neuropsicológicas en contextos específicos (algo impensado
para la neurología clásica) con el apoyo y diseño de pruebas ecológicamente

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válidas. De este modo, observar el paciente en su desempeño en las


actividades de la vida diaria o realizar una descripción comportamental en
base a una modelización neuropsicológica, resulta más enriquecedor que
las evaluaciones tradicionales o de laboratorio.

4.1.1 La Neuropsicología en España


En España la situación de la Neuropsicología se podría considerar “en
desarrollo”. Aunque la investigación en Neuropsicología (vinculada
mayoritariamente a grupos de investigación universitarios) ha alcanzado
cuotas importantes, el desarrollo profesional está por llegar.
En este momento, en España no existe un reconocimiento “oficial” de la
especialidad en Neuropsicología, no existe un modelo unitario de
formación y no existen criterios de acreditación que permitan garantizar la
competencia de los denominados neuropsicólogos. Sin embargo, también
se puede considerar que se han realizado considerables avances en los
últimos años. Atrás ha quedado la fase de “reinos de taifas” en la cual sólo
algunos grupos hacían investigación en Neuropsicología y, por tanto,
formaban a unos pocos neuropsicólogos que se agrupaban entorno a esos
focos. Atrás también ha quedado la fase en la que la única neuropsicología
que se hacía en los hospitales era desarrollada por neurólogos conductuales
y también ha quedado la confusión entre neuropsicología y neurología de
la conducta. En la actualidad, se podría afirmar que existen neuropsicólogos
en todos las partes de territorio nacional y que existe una oferta de servicios
públicos y privados suficientes.
Por otro lado, este crecimiento en número ha permitido la organización
de sociedades regionales que, finalmente, se han agrupado en la
Federación de Asociaciones de Neuropsicología Españolas (FANPSE), que se
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ha convertido en la organización de ámbito nacional que agrupa a la gran


mayoría de los neuropsicólogos españoles. FANPSE tiene el difícil reto de
elaborar un perfil profesional, establecer los criterios de acreditación y
homogeneizar la formación. Un difícil pero esperanzador camino por
realizar.

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4.2 RASGOS Y CARACTERÍSTICAS DE LA


NEUROPSICOLOGÍA
La ausencia del reconocimiento legal de la especialidad de
neuropsicología y de un perfil profesional para todo el territorio español
motiva a estudiar otros modelos ya implantados y funcionando, como es el
caso de la APA (Asociación Americana de Psicología Clínica) en EEUU.

Con el reconocimiento de la especialidad de neuropsicología por


parte de la APA y de la CPA, la definición de quién es un neuropsicólogo ha
tomado una creciente importancia. La Conferencia de Houston estableció
los lineamientos específicos precedentes para ese fin. En mayo de 2001, la
NAN aprobó también una postura oficial acerca de la definición de un
neuropsicólogo (Weinstein, 2001). La NAN adopta la postura siguiente:

Un neuropsicólogo es un profesional con destrezas especializadas en la


ciencia aplicada de las relaciones entre el cerebro y la conducta.

Los neuropsicólogos utilizan estos conocimientos para la evaluación,


el diagnóstico, el tratamiento y/o la rehabilitación de pacientes a lo largo
de su periodo de vida en condiciones neurológicas, médicas, de
neurodesarrollo y psiquiátricas, así como con otros trastornos cognitivos y
de aprendizaje. El neuropsicólogo clínico emplea principios, técnicas y
pruebas psicológicas, neurológicas, cognitivas, de conducta y fisiológicas,
para evaluar las fortalezas y debilidades neurocognitivas, de conducta y
emocionales de un paciente y su relación con el funcionamiento normal y
anormal del Sistema Nervioso Central. El neuropsicólogo usa esta

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información, así como información proporcionada por otras fuentes


médicas y de cuidado de la salud, para identificar y diagnosticar trastornos
neuronales de la conducta, y para planear estrategias de intervención y
ponerlas en práctica. Los neuropsicólogos, por tanto, son practicantes
independientes (proveedores de servicios de cuidados a la salud) de
neuropsicología y psicología.
La definición de la NAN es similar a la definición de neuropsicólogo
adoptada como postura oficial de la División of Clinical Neuropsychology
(División 40) de la APA del 12 de agosto de 1988 (División 40, 1989), e
incluida en la declaración de políticas de la Conferencia de Houston
(Houston Conference on Specialty Education and Training on Clinical
Neuropsychology):

Un neuropsicólogo es un psicólogo profesional que aplica principios


de evaluación e intervención basados en el estudio científico de la
conducta humana, en tanto se relaciona con el funcionamiento normal y
anormal del sistema nervioso central.

Esta definición es similar a la definición de la especialidad de


neuropsicología, la cual fue aprobada por el APA Council of Representatives
en 1996, cuando la neuropsicología fue designada como área de
especialización en psicología. La definición fue aprobada posteriormente en
2003. Ésta establece lo siguiente:

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La neuropsicología es una especialidad que aplica principios de


evaluación e intervención basados en el estudio científico de la conducta
humana en tanto se relaciona con el funcionamiento normal y anormal del
sistema nervioso central.

La especialidad está avocada a mejorar la comprensión de las


relaciones entre el cerebro y la conducta, y a la aplicación de ese
conocimiento en problemas humanos. La American Academy of Clinical
Neuropsychology (AACN) desarrolló y publicó la primera serie de
lineamientos para la práctica para neuropsicólogos clínicos (Board of
Directors, AACN, 2007). Dichos lineamientos definieron a la neuropsicología
simplemente como:

Ciencia aplicada que examina el impacto del funcionamiento, tanto


normal como anormal, del cerebro en un amplio rango de funciones
cognitivas, emocionales y de la conducta (Board of Directors, AACN, 2007).

Y establecieron una distinción entre evaluaciones y asesorías


neuropsicológicas y evaluaciones y asesorías psicológicas al especificar que
ese tipo de evaluaciones consiste en: el uso de pruebas neuropsicológicas
objetivas, observaciones sistemáticas de la conducta e interpretación de los
hallazgos con base en el conocimiento de las manifestaciones
neuropsicológicas de las condiciones relacionadas con el cerebro.
Estas evaluaciones incluyen en sus consideraciones tomas de
imágenes neuronales y otros estudios de diagnóstico neuronal, y
proporcionan información para intervenciones neuropsicológicas
orientadas a la rehabilitación (Board of Directors, AACN, 2007).

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4.2.1 Actividad del Neuropsicólogo/a


El desarrollo y reconocimiento profesional del neuropsicólogo se
inició en 1976, cuando el presidente de la INS, Louis Costa, inició los pasos
para que la APA reconociera la especialidad de neuropsicología. Este
proceso dio otro gran paso cuando Manfred J. Meier, junto con otros
neuropsicólogos, constituyó y presidió en 1984 el primer comité de
acreditación de la División 40 de la APA. Meier (1997) caracteriza la
actividad profesional del neuropsicólogo basándose en los requerimientos
del Comité de Especialidades de la APA. Según este comité, los parámetros
que caracterizan y diferencian unas especialidades frente a otras son
a) el tipo de problemas que abordan
b) las poblaciones que atienden
c) los servicios que proporciona y los procedimientos que utiliza.

Siguiendo esta propuesta, Meier (1997) caracteriza la actividad del


neuropsicólogo de la siguiente forma.
➢ Problemáticas que se abordan. Los problemas que los
neuropsicólogos suelen abordar, a pesar de no estar limitados
únicamente a ellos, son los siguientes:
✓ Diagnóstico diferencial entre síndromes psicógenos y
neurológicos (por ejemplo, depresión y sus demencias).
✓ Diagnóstico diferencial entre dos o más etiologías de disfunción
cerebral (por ejemplo, neoplasia versus ACV).
✓ Delimitación de las funciones afectadas y la extensión de la lesión
secundaria a un daño cerebral (por ejemplo, ACV, TBI e infección).

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✓ Establecimiento de medidas de línea base para el seguimiento de


alteraciones cerebrales progresivas o procesos de recuperación
(por ejemplo, neoplasia, enfermedades por desmielinización,
traumatismo craneoencefálico...).
✓ Comparación pre y post del funcionamiento neuropsicológico
después de intervenciones farmacológicas, de cirugía o
conductuales (por ejemplo, ensayo de drogas, extinción de tejido,
revascularización, lenguaje o terapia cognitiva).
✓ Evaluación del estado cognitivo y emocional para la formulación
de estrategias de rehabilitación.

➢ Población. Con respecto a los pacientes o patologías que atienden,


éstas se dividen en adultos y niños.
Los pacientes o patologías de adultos incluyen:
o Accidentes cerebro vasculares.
o Neoplasias.
o Infecciones y procesos inflamatorios del SNC.
o Alteraciones degenerativas.
o Traumatismos craneoencefálicos.
o Alteraciones relacionadas con la desmielinización.
o Demencias.
o Algunas alteraciones psiquiátricas (depresión para el
diagnóstico diferencial de demencia y esquizofrenia).
o Otras poblaciones adultas relacionadas con la medicina
general o la cirugía, como son:

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• Ancianos con algún déficit que fuera una demencia


temprana o deterioro de memoria asociado a la edad
(Age Associate Impairment of Memory, AAIM).
• Candidatos para trasplante de riñón o diálisis.
• Candidatos para cirugía cardíaca, incluidos trasplantes.
• Dolor crónico.
Con respecto a las poblaciones infantiles, los neuropsicólogos suelen
trabajar, aunque no están limitados a, los siguientes problemas:
▪ Alteraciones del aprendizaje enviadas por pediatras,
neurólogos infantiles o escuelas.
▪ Está empezando a aumentar la evaluación rutinaria junto a
neurólogos infantiles.
Por último, otras poblaciones con un creciente interés son las
siguientes:
- Drogodependientes, especialmente poliadictos y alcohólicos.
- Síndrome de inmunodeficiencia adquirida.
- Exposiciones a productos neurotóxicos.

➢ Servicios y procedimientos. Los principales servicios que se


proporcionan son:
✓ Evaluación neuropsicológica.
✓ Rehabilitación cognitiva.
✓ Consejo a agencias e instituciones.
✓ Consejo y educación de familiares.
✓ Terapia psicológica
Lo que se pretende conseguir con el establecimiento de un perfil
profesional del neuropsicólogo es, en última instancia, alcanzar un

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consenso y homogeneidad de procedimientos en la práctica profesional de


la Neuropsicología, en aspectos como: tipos de actividades profesionales a
realizar, tiempo necesario para realizar diferentes tareas clínicas, ingresos,
empleo de asistentes..., que otros países, como EEUU, ya han logrado
(Sweet, Peck, Abramowitz y Etzweiler, 2002 y 2003). De los estudios de
Sweet et al. (2002 y 2003) se deriva que los neuropsicólogos
estadounidenses dedican la amplia mayoría de sus horas laborables a la
práctica clínica, por encima de la enseñanza o la investigación. En concreto,
la actividad más destacada entre los profesionales es la evaluación
neuropsicológica, seguida de lejos por psicoterapia, evaluación psicológica
y entrevistas diagnóstica. La mayor parte del tiempo de la evaluación
neuropsicológica es dedicada a la administración de test, siendo las
evaluaciones más extensas las forenses. En general, se considera que el
tiempo medio para realizar una evaluación neuropsicológica completa
(incluyendo el tiempo previo y posterior a la administración de las pruebas
—corrección, interpretación y elaboración del informe—) es de,
aproximadamente, 12 horas. Además, en las encuestas se ha puesto de
manifiesto el consenso de los profesionales en cuanto a distintas variables
económicas y salariales (Sweet et al, 2003), así como en el tipo de pruebas
empleadas en las evaluaciones (Ravin, Barr y Burton, 2005).

4.2.2 Ámbitos de actuación


El ámbito de actuación de los neuropsicólogos es muy amplio y se
relaciona con diferentes contextos sanitarios, educativos, sociales o
relacionados con la investigación, básica o clínica del cerebro.

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Tabla 7. Ámbitos de actuación del neuropsicólogo


✓ Centros de tratamiento del Daño Cerebral
✓ Unidades de Psicología Clínica
✓ Servicios de Neurocirugía
✓ Servicios de Neurología
✓ Servicios de Salud Mental
✓ Unidades de Psiquiatría
✓ Unidades Multidisciplinares de Tratamiento del Dolor
✓ Centros de Oncología
✓ Servicios de Endocrinología
✓ Centros de Asistencia a Drogodependientes
✓ Unidades de Enfermos Terminales
✓ Neuropsicología Forense
✓ Sanatorios Psicogeriátricos y Centros de Día para la tercera edad
✓ Unidades de Epileptología
✓ Tratamiento de las Demencias
✓ Psicología Militar: selección de cuadros técnicos y de especialistas
✓ Determinación de incapacidad laboral
✓ Evaluación de conductores
✓ Asistencia a pacientes con VIH
✓ Programas de prevención del daño cerebral

4.2.3 Competencias del Neuropsicólogo/a


Se pueden resumir en cinco las competencias que realizan los
neuropsicólogos: evaluación, intervención, prevención, investigación y
orientación de las relaciones conducta-cerebro, tanto en sujetos sanos
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como en los que han sufrido algún tipo de daño cerebral.

4.2.3.1 Evaluación neuropsicológica


El diagnóstico del daño cerebral fue la primera función realizada por
los neuropsicólogos, cuando se les pedía que valorasen el grado de
organicidad cerebral. Según la Asociación Americana de Psicología Clínica
(APA), la evaluación neuropsicológica es el proceso que utiliza test y
procedimientos estandarizados para valorar sistemáticamente varias áreas:
▪ Inteligencia.
▪ Resolución de problemas y capacidad de conceptualización.
▪ Planificación y organización.
▪ Atención, memoria y aprendizaje.
▪ Habilidades académicas.
▪ Habilidades perceptivas y motoras.
Según la APA, la evaluación neuropsicológica se recomienda en
aquellas situaciones en las que se sospeche la existencia de algún déficit
cognitivo o de conducta relacionado con el cerebro, especialmente en los
siguientes casos:
✓ Daño cerebral traumático.
✓ Accidentes vasculares.
✓ Dificultades de aprendizaje.
✓ Trastornos por déficit de atención.
✓ Trastornos neuropsiquiátricos.
✓ Cuadros epilépticos.
✓ Enfermedades y tratamientos médicos.
✓ Efectos de sustancias tóxicas y abuso de drogas.
✓ Demencia.

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Para realizar la evaluación neuropsicológica fundamentalmente se


utiliza el repertorio disponible de pruebas específicas de la Neuropsicología
de tipo clínico o mediante pruebas estandarizadas. También es frecuente la
utilización de pruebas psicofísicas como la escucha dicótica o la
presentación taquitoscópica. La progresiva y creciente utilización de
pruebas de neuroimagen anatómica y funcional es un campo
complementario que puede enriquecer los hallazgos obtenidos a través de
los test neuropsicológicos, sustentando o refutando las hipótesis obtenidas.
Es imprescindible que la evaluación neuropsicológica se acompañe
de suficiente documentación sobre la neurobiología del sistema nervioso, e
igualmente es aconsejable que los neuropsicólogos estén suficientemente
formados en psicofarmacología, dada la frecuente necesidad que tienen las
personas con daño cerebral de seguir este tipo de tratamiento, así como
para conocer los efectos de los psicofármacos sobre las funciones
cognitivas. Por otra parte, resulta imprescindible la consideración de los
factores personales de cada paciente, ya que habitualmente las personas
que han sufrido daño cerebral tienen un rendimiento diferente en la vida
real que en los exámenes neuropsicológicos (Marcos, 1994). Este hecho
sucede porque las escalas neuropsicológicas no dejan de ser, en última
instancia, artificios que permiten definir niveles de rendimiento de una
forma más o menos estandarizada, pero la idiosincrasia de cada persona
con daño cerebral es diferente.
La evaluación neuropsicológica del daño cerebral adquiere una
especial importancia en aquellos casos en donde, a pesar de existir un
deterioro neurocognitivo, éste no puede ser diagnosticado mediante
técnicas neurológicas, neurofisiológicas o de neuroimagen anatómica.

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Numerosos ejemplos avalan la presencia de “falsos negativos” que a pesar


de que ofrecen una exploración neurológica normal, presentan déficits
significativos en las pruebas de evaluación neuropsicológica. Ciertas
demencias en fase incipiente, determinadas lesiones cerebrales sin
repercusión neuroanatómica, trastornos del lenguaje, episodios de
isquemia transitoria o dificultades de aprendizaje son algunos ejemplos de
cómo la exploración neuropsicológica puede identificar alteraciones
cognitivas con mayor precisión que otras formas de evaluación médica.

4.2.3.2 Rehabilitación cognitiva


La Neuropsicología se preocupa por el desarrollo de programas de
intervención y rehabilitación de las funciones cognitivas, tanto en sujetos
sanos como en lesionados cerebrales. También entra dentro del ámbito de
la rehabilitación cognitiva el tratamiento psicológico de los problemas
emocionales derivados del daño cerebral. La neuropsicoterapia es la
denominación genérica que recibe la aplicación de las técnicas de
tratamiento psicológico al ámbito de la rehabilitación del daño cerebral.
Una prueba del interés creciente de la rehabilitación neuropsicológica es la
existencia de una publicación especializada Neuropsychological
Rehabilitation. Desde hace pocos años las aplicaciones informáticas son un
recurso cada vez más utilizado en el ámbito de la rehabilitación cognitiva,
dadas sus numerosas ventajas.
Es necesario aplicar el principio de la validez ecológica a los
programas de recuperación de daño cerebral, desarrollando programas de
rehabilitación cognitiva adaptados a cada sujeto (paradigma N = 1). Hay que
tener en cuenta que existe una gran variabilidad interpersonal entre los
sujetos que han sufrido daño cerebral como consecuencia de distintas

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variables: personalidad previa, entorno familiar, profesión, edad, estilo


cognitivo, nivel socioprofesional, etc. Por esta razón, la Neuropsicología
debe desarrollar metodologías de intervención encaminadas a lograr la
restauración de las funciones psíquicas superiores deterioradas por la
lesión cerebral del modo más personalizado posible. El neuropsicólogo se
debe centrar cada vez más en el aprovechamiento de la plasticidad cerebral
junto a las variables personales específicas a la hora de desarrollar los
programas de rehabilitación.

4.2.3.3 Prevención del daño cerebral


En nuestra sociedad psicocivilizada se da la paradoja de que se
produce un aumento en el número de casos de discapacidad cerebral, a
pesar de que año tras año aumenta la longevidad de la población, lo que se
ha dado en llamar “el fracaso del éxito” de la medicina. Por otra parte,
cuanto mayor es el número de personas que sobreviven después de haber
tenido algún daño cerebral, lógicamente se produce un incremento del
porcentaje de personas con secuelas sensitivas, motoras, cognitivas y
comportamentales. Desde la perspectiva de la Psicología de la salud, la
prevención del daño cerebral puede realizarse en tres niveles: primario,
secundario y terciario.
En el ámbito de la prevención primaria del daño cerebral las acciones
en las que puede implicarse la Neuropsicología son muy variadas:
a) Participación en los programas de prevención de accidentes de
tráfico.
b) Campañas de promoción de la salud evitando el riesgo de
enfermedades vasculares cerebrales.

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c) Prevención del fracaso escolar, especialmente en los niños de


riesgo biológico con mayores probabilidades de presentar
disfunción cerebral y dificultades de aprendizaje.
d) Programas de prevención del consumo de drogas adictivas en
la población, alertando sobre el riesgo elevado de que
provoquen daño cerebral.

La prevención secundaria del daño cerebral se ve favorecida por la


mayor plasticidad cerebral, especialmente en los casos en los que el
tratamiento se inicia de modo precoz. La atención al daño cerebral,
principalmente en el plano cognitivo, sigue siendo una asignatura
pendiente ya que, además del desconocimiento que existe de la
Neuropsicología en muchos sectores, todavía hay una insuficiente dotación
de neuropsicólogos y, lo que es peor, sobran los prejuicios en muchos
profesionales que atienden a pacientes con daño cerebral. Muchas veces se
retrasa excesivamente el tiempo de espera hasta recomendar un programa
de rehabilitación cognitiva o, lo que es más grave, se priva al paciente de
esta posibilidad. Resulta inadecuado el planteamiento de “esperar y
observar” que todavía se utiliza en ciertos ámbitos asistenciales: cuando
una persona ha sufrido daño cerebral, el tratamiento cognitivo se debe
realizar con la mayor precocidad posible, no sólo por el efecto positivo
sobre su plasticidad cerebral, sino porque además la intervención tiene un
valor intrínseco que refuerza al paciente y disminuye el riesgo de reacciones
psicopatológicas desadaptativas.
La prevención terciaria es el ámbito de la rehabilitación cognitiva que
menos ha sido estudiado, aunque en los últimos años está cobrando cada
vez más interés la posibilidad de realizar intervención cognitiva, incluso

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varios años después de que se haya producido el daño cerebral. La


estimulación intensiva de la actividad motora en personas que habían
experimentado parálisis, pasados más de veinte años desde el momento en
el que habían sufrido lesión, ha demostrado que se produce un incremento
del flujo metabólico cerebral en las áreas cerebrales dañadas. De igual
modo, cabe pensar que la estimulación y el entrenamiento neurocognitivo,
al cabo de varios años tras una lesión, puede mejorar el estado general del
paciente, produciendo algún tipo de reorganización en su sistema nervioso.

4.2.3.4 Investigación de las relaciones conducta-cerebro


Son varias las competencias que la Neuropsicología puede desarrollar
en este espacio:
a) Traducción y adaptación de pruebas neuropsicológicas ya existentes
para disponer de suficientes herramientas diagnósticas. Un claro
ejemplo es la difusión mundial de las escalas neuropsicológicas
inspiradas por Luria.
b) Creación de nuevas herramientas para la evaluación
neuropsicológica, ya que el repertorio existente sigue siendo
insuficiente.
c) Creación y desarrollo de nuevos programas de rehabilitación
cognitiva, haciendo uso creciente de programas de software
específicamente diseñados con tal finalidad.
d) Investigación sobre perfiles neuropsicológicos de diversas patologías
relacionadas con el daño cerebral, pues se dispone de insuficiente
información de los aspectos neuropsicológicos diferenciales de
muchas patologías relacionadas con el Sistema Nervioso:

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endocrinopatías, cromosomopatías, trastornos neurológicos,


dificultades de aprendizaje, etc.

4.2.3.5 Orientación
El progresivo incremento en el número de personas con daño o
disfunción cerebral exige la necesidad de realizar una adecuada orientación
personal y familiar del daño cerebral. Aquí se incluyen varias competencias,
en colaboración con otros profesionales que intervienen en el tratamiento
del daño cerebral:
a) Orientación profesional al paciente que ha sufrido daño
cerebral, identificando las áreas cognitivas preservadas y no
preservadas, lo que puede permitir la realización más efectiva
de una determinada actividad laboral.
b) Orientación familiar, buscando solución a los problemas
derivados de la lesión cerebral en los miembros de la familia.
c) Determinación del grado de incapacidad producido por
lesiones del sistema nervioso.

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4.3 ACTUALIDAD EN NEUROPSICOLOGÍA

➢ Método de lesión
El método de la lesión cerebral en humanos, como recurso para conocer
la relación cerebro-conducta, ha prevalecido en todas las etapas históricas
y es, quizá, el que más identifica y diferencia la disciplina de otras
aproximaciones. Lo que ha cambiado en particular son los conceptos y
teorías a partir de los cuales se interpretan los hallazgos clínicos y los
medios técnicos para el estudio de las funciones y de las lesiones. Es decir,
para el localizacionismo de finales del siglo XIX, el objetivo era encontrar los
“centros” para una función determinada, mientras que en el
equipotencialismo se pretende encontrar una función más genérica que
pueda explicar los cambios encontrados en un paciente con lesión cerebral,
como la “actitud abstracta” de Golstein. Desde la postura de Luria, con su
concepto de sistema funcional complejo, el objetivo consistiría en
encontrar el factor deficitario.
Para los neuropsicólogos cognoscitivos, la interpretación se hace con la
suposición de módulos de un sistema cognoscitivo deficitario o dañado. Con
los modelos de redes, la región de daño cerebral se estudia como parte de
una red a gran escala de sitios corticales y subcorticales que operan en
conjunto para producir una función particular (Damasio y Damasio, 2000).
Dada la estructura teórica de cómo están constituidas y llevan a cabo una
función particular dichas redes, una lesión es una prueba para examinar una
hipótesis específica. Así, una lesión permite determinar si el daño a un
componente de la red, responsable de una función determinada, altera la
conducta de acuerdo con las predicciones hechas por la teoría que dice

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cómo está constituida una red. Para Damasio y Damasio (2000), las lesiones
son un medio para apoyar o rechazar la teoría del funcionamiento cerebral
normal. Aunque con sus diferencias teóricas, se puede afirmar que el
método de lesión tiene como objetivo predecir, según el sitio de la lesión,
el patrón de alteración en algún aspecto de una ejecución cognoscitiva o
conductual y, a la inversa, predecir el sitio de lesión a partir de la
sintomatología clínica. En relación con este último aspecto, también se hace
uso de métodos estadísticos como el análisis de Clusters para analizar si, los
pacientes agrupados con base en lesiones cerebrales bien delimitadas y
caracterizadas, pueden ser discriminados a partir de la sintomatología
clínica. En el caso de los síndromes afásicos, Kertesz (1979) encuentra una
gran coincidencia de los sitios de lesión con la taxonomía y localización de
los síndromes afásicos ya conocidos. Para Heilman y Valenstein (2003), no
es lo mismo hacer las correlaciones de cambio conductual y lesión cerebral
que intentar deducir, a partir de los efectos conductuales de una lesión, los
mecanismos normales de la función cerebral, dado que el tejido cerebral
remanente puede reaccionar de modo adverso o compensar la pérdida de
la función causada por la lesión y, así, añadir o minimizar el déficit
conductual.
Las lesiones pueden también producir cambios en la conducta por
liberar otras áreas cerebrales de la facilitación o la inhibición. Así, puede ser
difícil distinguir entre los efectos conductuales causados por una
interrupción del procesamiento normal que ocurre en el área dañada y los
efectos debidos a alteraciones menos específicas de la función en otras
áreas del cerebro.
Deben tenerse en cuenta diversos factores en los estudios de
localización de funciones. Uno de ellos es el efecto de la recuperación, ya

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que un déficit temprano puede relacionarse con edema, reacción celular,


isquemia transitoria, etc., por lo que puede haber una gran recuperación
espontánea. Por su parte, el déficit crónico se relaciona, no sólo con la
pérdida de la función, sino con cambios compensatorios en todo el cerebro,
o áreas homólogas o vecinas, durante estadios subsecuentes de
recuperación (Kertesz, 1979). El efecto de la etiología también debe
tomarse en cuenta, ya que algunas lesiones producen más efectos a
distancia que otras, a lo cual se le denomina diasquisis. Tales cambios
metabólicos o fisiológicos pueden no ser detectables por métodos
neuropatológicos y contribuir así a una sobreestimación de la función del
área lesionada (Heilman y Valenstein, 2003). Finalmente, variables del
individuo como edad, sexo, escolaridad, lateralidad y variaciones
anatómicas también pueden influir en los resultados. Los efectos no
específicos de una lesión, como la diasquisis o efectos de acción de masa,
pueden excluirse como determinantes principales de conducta anormal por
el uso de lesiones “control”. Si lesiones de tamaño comparable en otras
áreas cerebrales no producen efectos conductuales similares, entonces los
efectos no se pueden atribuir a causas no específicas. Así, el método de
lesión es insustituible y ha generado una gran cantidad de información del
cerebro y las funciones mentales. Kertesz (1983) propone algunos
principios de aceptabilidad de la evidencia de lesión en la localización de
una función. Así, el ejercicio de un área se relaciona con la lesión si:
• El mismo déficit funcional siempre sigue a la lesión.
• El mismo déficit no es producido por otras lesiones independientes.
• El déficit es medido por métodos estandarizados y significativos. La
localización de la lesión es determinada con objetividad y exactitud.
• Variables biológicas, como tiempo de inicio, edad, etiología y otras,

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son controladas.
• El autor considera que estas situaciones, aunque nunca satisfechas
con plenitud, deben ser siempre las metas.

➢ Estudios experimentales
Una limitación del método de lesión cerebral es de carácter ético, pues
una lesión no puede ser provocada en humanos y es muy complicado
encontrar patrones de daño semejante en diferentes individuos. Tal
limitación se supera con el estudio de lesión en animales, es decir, se crean
modelos experimentales en los cuales se diseñan paradigmas que
pretenden ser análogos a los aplicados a seres humanos y de manera
propositiva se lesionan áreas cerebrales circunscritas en algunos animales,
con el objetivo de probar que una determinada función o elemento de una
red funcional se correlaciona con una determinada estructura. Un ejemplo
de ello son los experimentos resumidos por Squire (1992) para el estudio
de la memoria. La limitación en este caso deriva de las distancias
filogenéticas entre las especies y, por lo tanto, de la menor complejidad
estructural y funcional del sistema nervioso de los mamíferos en los cuales
se investiga. Por otra parte, los estudios experimentales en humanos
también han contribuido al conocimiento en neuropsicología. A diferencia
de los estudios con animales, los estudios con humanos tienen la ventaja
de permitir valorar funciones que son específicamente humanas, como el
lenguaje. Así, se han diseñado diferentes paradigmas y manipulaciones
experimentales para probar modelos de diversos aspectos del lenguaje; o
subtipos de memoria, como la memoria de trabajo (Baddeley, 1986) y la
memoria implícita (Tulving, Schacter y Stara, 1982).

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➢ Método psicométrico
Para Lezak, Howieson y Loring (2004), una importante aportación de la
neuropsicología a las neurociencias cognoscitivas es la aplicación del
enfoque psicométrico en el diagnóstico neuropsicológico y en la
investigación. De acuerdo con estos mismos autores, aunque las pruebas
psicológicas en un principio se usaron para evaluar la “inteligencia” en el
área educativa y después en el reclutamiento de personal, en la actualidad
ya son parte de la disciplina y de la práctica clínica. Tales pruebas
psicológicas se aplican en el ámbito de la neuropsicología, tanto en su forma
estandarizada para población normal como con algunas modificaciones o
adaptaciones para tratar de discernir, de manera más específica, por qué
un paciente puede tener dificultad en resolver alguna tarea, más que
centrarse sólo en si la puede llevar a cabo o no. Aunque originalmente se
utilizaron pruebas psicométricas diseñadas para otros fines, el crecimiento
de pruebas neuropsicológicas diseñadas para su aplicación en la
neuropsicología es abundante. El uso de pruebas estandarizadas es de
suma importancia para los estudios de grupo, y los análisis estadísticos
tienen un enorme impacto en la neuropsicología por permitir calcular con
precisión la probabilidad de que el rendimiento en una tarea determinada,
de un individuo con alguna lesión o condición particular, se dé a un nivel
inferior que el de un grupo control, lo cual contribuye a la comprensión de
los procesos psicológicos. Esto, a su vez, proporciona una base para la
evaluación neuropsicológica y, además, proporciona un conjunto de
procedimientos que pueden ser bastante útiles en el diagnóstico y la
rehabilitación. Las diferentes ediciones del libro Neuropsychological
assessment de Lezak (1976, 1983, 1995) y Lezak, Howieson y Loring (2004),

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y de A compendium of neuropsychological tests de Spreen y Strauss (1991,


1998) son un ejemplo del impactante desarrollo que ha tenido la evaluación
neuropsicológica del adulto; asimismo, el libro de Baron (2004) es un
ejemplo del creciente interés en la evaluación neuropsicológica del niño.

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