Vitulli.4
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1
Matto de Turner escribe esta sucinta biografía, a la que encuadra dentro de
una serie de tradiciones (a lo Ricardo Palma). La autora se enfoca en la vida colonial
del Cusco, recuperando la figura del Lunarejo principalmente debido a su supuesto
origen indígena.
25
2
Cito, en todos los casos, de La novena maravilla.
3
González Boixo en su edición del Apologético, si bien relativiza cualquier afir-
mación tajante en torno al origen indígena del Lunarejo, cree que no es descabella-
do asignarle este linaje (“Introducción”).
4
Desde 1603 la Compañía de Jesús dirigía el Seminario debido a una disposi-
ción del Obispo de Cusco. Según Cisneros y Guibovich (“Un intelectual cusque-
ño”), las dos primeras décadas del siglo XVII fueron testigos de las constantes dis-
putas entre los jesuitas y el clero secular. Para un análisis más profundo de estas
tensiones en torno a las órdenes religiosas, consúltese Las promesas ambiguas de Ber-
nard Lavallé, fundamentalmente el capítulo “Evangelización y protocriollismo: la
cuestión de las doctrinas regulares en el siglo XVI” (63-77). El mejor estudio sobre
la intersección entre educación y poder en el Cusco es el ensayo de Pedro Guibo-
vich Pérez titulado “Como güelfos y gibellinos”; allí se explican las tumultuosas re-
laciones entre las distintas órdenes religiosas del Cusco y su capacidad o no de otor-
gar cargos universitarios. El Lunarejo, como explicaré en el capítulo IV de este
libro, se vio envuelto en este contexto de disputa casi permanente.
5
Una interesante descripción de los manuales, retóricas y métodos de estudios
de este tiempo se encuentra en el ensayo “Apuntes para un estudio de la tradición
retórica en Hispanoamérica en el siglo XVII” de Luisa López Grigera.
6
Este sermón será analizado en detalle en el capítulo 4 de este libro y es de
gran importancia para entender el vínculo entre oratoria sagrada, educación y sub-
jetividad criolla.
7
El inventario de Espinosa Medrano se realizó el día 25 de noviembre de
1688, es decir, tres días después de su fallecimiento.
8
La ortografía proviene de los testigos que relevaron sus posesiones. No corrijo
las erratas.
9
Los estudios de Solange Alberrro, Kathleen Ross, Josefina Muriel, entre tan-
tos otros, pueden consultarse para evaluar el grado de participación de Sigüenza y
Góngora como defensor del orden en la ciudad letrada colonial.
10
Esta lectura también se puede encontrar en el ensayo de Leonardo Acosta
(Barroco de Indias) donde el autor, desde una perspectiva ideológica opuesta a la de
Becharacancela rechaza toda posibilidad de existencia del fenómeno cultural. Acos-
ta concibe al Barroco de Indias como una imposición imperial que busca reprimir,
contener y sostener las desigualdades promovidas por la cultura colonial.
11
Carmen Bustillo en su volumen Barroco y América Latina brinda un intere-
sante panorama acerca de la evolución de esta relación. Por otra parte, Mable Mo-
raña también explica los que ella llama “reciclajes” del Barroco en su artículo “Ba-
roque/Neobaroque/Ultrabaroque: Disrupting Readings on Modernity.”
12
Los estudios de Luis Jaime Cisneros, Emilio Carilla, José Pascual Buxó, Au-
gusto Tamayo Vargas, entre otros, son ejemplos precisos de esta tendencia.
13
La nómina de estudiosos en el tema incluye a Jaime Concha, Mabel Moraña,
John Beverley, Alfredo Roggiano, Raquel Chang-Rodríguez y Roberto González
Echevarría, sólo para citar a los más difundidos.
14
Tanto los estudios pioneros de Jaime Concha, como los de Mabel Moraña y
John Beverley, se interesan en las relaciones entre el poder virreinal y sus formas de
representación a través de la producción letrada americana. Esta concepción jánica
(siguiendo el planteamiento de Beverley) del discurso barroco permite articular un
importante conjunto de hipótesis acerca del entramado discursivo en la ciudad ba-
rroca colonial.
Moraña cree que es por este proceso que los criollos hacen un uso
creativo y heterodoxo de las formas provistas por la tradición me-
tropolitana, y que es posible leer en estos textos como temas de una
constante tensión social y étnica fue una de las bases donde se apo-
yaron los letrados criollos virreinales para defender su necesaria par-
ticipación en la jerarquía gubernamental. Este hecho se fundamenta
aún con mayor solidez, cuando se tiene en cuenta la estrecha rela-
ción entre saber, poder, autoridad y escritura. Afirma Higgins que
15
Como Higgins aclara su aporte se enmarca dentro de una situación histórica
y social diferente a la experimentada por Espinosa Medrano en la segunda mitad
del siglo XVII: “From the 1750s on, criollo families and individuals saw their power
and wealth threatened by Bourbon policies designed to reduce their participation in
political institutions and to extract taxes from them more aggressively. It is my hy-
pothesis that in the face of this turn of events, they came to see themselves as mem-
bers of an economic and political class with interests existing in a relationship of in-
creasing antagonism to those of the colonial bureaucracy. In spite of the control they
exerted over the greater part of the economic exploitation of the region, they were
repeatedly frustrated by administrative decisions that affected them negatively, pri-
marily as a result of the Bourbons’ attempts to reassert centralized control over the
viceroyalties (Pietschmann 46–59). This situation produced a breach between the
state and civil society, and a greater concentration of the activities of educated criol-
los in the latter sphere. It is within the context of this struggle that, I contend, criol-
los sought to achieve a level of authority in the intellectual sphere parallel to that
which they exerted in those of agriculture and trade” (Constructing 11).
16
Al observar y describir las características de la deixis desde una perspectiva
lingüística, me refiero fundamentalmente a los estudios de Emile Benveniste, Ro-
man Jokobson, Jonathan Culler y Roland Barthes.
nes culturales presentes en las obras del Barroco de Indias, y así poder
brindar una mirada más apropiada en torno a la obra de Juan de Espi-
nosa Medrano como representante indiscutible de la figura del letrado
barroco criollo.
Como ha sido definido por la lingüística y el análisis del discur-
so, un deíctico no es sino una palabra que recupera los elementos
del discurso que ya han sido enunciados dentro de la cadena signifi-
cante anterior; estos índices del lenguaje operan al señalar en el nivel
del discurso la identidad de los interlocutores, el lugar y el tiempo
en que se codifica el acto de habla. Una de las particularidades de
estos deícticos es que su referente cambia según el contexto de la
comunicación en el que son utilizados. Como ejemplos clásicos de
este tipo de recurso del lenguaje, se señalan los pronombres perso-
nales (yo, tú, nosotros, ellos), los pronombres demostrativos (esta,
esa, aquello, éste, etc.), y los adverbios de tiempo y lugar (hoy, ma-
ñana, aquí, allá, etc.) Los deícticos funcionan como un sistema de
referencias discursivas que contribuyen a crear la identidad del ha-
blante, su vínculo con la comunidad, su relación con el espacio, con
el tiempo y con los destinatarios de su acto enunciativo.17 Por otro
lado, la relación entre los deícticos y sus referentes es inestable de-
bido al uso que de esta deixis el sujeto puede realizar de manera
consciente o inconsciente de acuerdo a su relación con el “afuera”
del acto comunicativo. Al proponer la idea de deixis criolla busco
describir con mayor exactitud dos aspectos: en primer lugar locali-
zo la forma retórica precisa con la que el letrado criollo construye
su propia individualidad por medio de estos índices del lenguaje en
sus textos. Aquí será posible interpretar las relaciones entre la sub-
jetividad, el grupo social al que representa, los otros con los que
dialoga y a los que se dirige, su interpretación del pasado y del pre-
sente además de su situación geográfica. En segundo lugar, conecto
este fenómeno de inscripción textual del sujeto con su referente so-
cial, histórico y cultural. Claro está, este tipo de conexión no es
siempre igual ni homogénea, sino que, por el contrario, su singulari-
dad está anclada en la proteica capacidad que el letrado criollo po-
see para relacionarse con su contexto de producción cultural a tra-
vés del aprovechamiento de las cualidades de la deixis. En otras
palabras, la relación del letrado criollo con sus referentes de identi-
17
Fundamental para la comprensión de estas afirmaciones son los ensayos
“The Nature of Pronouns” y “Subjectivity in Language” ambos de Beveniste.
18
Los datos biográficos de este letrado provienen del libro de Miguel Artigas
sobe la vida de Góngora y de la edición crítica de las Soledades a cargo de Robert
Jammes.
19
Estas tres imágenes funcionan, según la interpretación Beverley, como ejes
rectores recurrentes en la imaginación letrada virreinal ya que contienen en sí mis-
mos los prejuicios aplicados a las producciones culturales virreinales desde los cen-
tros de poder administrativos imperiales.