Star Wars Aprendiz de Jedi 17 El Unico Testigo by Jude Watson

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

STAR WARS
Aprendiz de Jedi

Volumen 17:
El único testigo

Jude Watson

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Título Original: Star Wars: Jedi Apprentice – The Only


Witness
Traducción: Virginia de la Cruz Nevado

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Capítulo 1

El Maestro Jedi Qui-Gon Jinn suspiró profundamente


mientras recorría el pasillo. Los miembros del Consejo
pensaban que llevaba inactivo demasiado tiempo, y él lo
sabía. Habían tenido paciencia mientras lloraba la muerte
de su querida amiga Tahl. Y ahora esperaban que él se
decidiera a retomar su vida como Jedi.
Pero no lo estaba. Y no sabía si algún día volvería a
estarlo.
Qui-Gon dobló la esquina en dirección a la sala del
Consejo, que le había convocado de improviso. Quizá se
habían cansado de esperar. Quizás iban a encomendarle
una misión de todas formas.
Quizá sea lo mejor, pensó Qui-Gon, intentando
convencerse. Había intentado convencerse a sí mismo de
muchas cosas en los últimos tiempos, pero no lo había
conseguido. Y al menos será bueno para Obi-Wan.
El padawan de Qui-Gon caminaba en silencio tras él,
con el rostro oculto tras una máscara de perfecta
serenidad. Pero Qui-Gon sabía lo que acechaba detrás.
Podía sentir la tensión creciente entre su aprendiz y él.
Sabía que Obi-Wan quería decir algo, pero se empeñaba
en mantener aquel inusual silencio.
Aunque Qui-Gon y Obi-Wan no se habían separado en
los últimos meses, en muchos aspectos, el Maestro había
abandonado al alumno. Deseó poder decir algo
tranquilizador a Obi-Wan. Hubo un tiempo en que se le
dieron bien los discursos reconfortantes, pero la sabiduría
Jedi se le antojaba ya algo hueca. Y no quería ofrecer
palabras vanas al chico.
Obi-Wan se detuvo ante la sala del Consejo y se giró
hacia su Maestro. Qui-Gon vio que estaba a punto de

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hablar, pero la puerta se abrió con un sonido siseante antes


de que pudiera articular palabra.
Sólo estaban ocupados tres de los doce asientos del
Consejo. A Qui-Gon no le sorprendió ver a tan pocos
miembros. Saludó a sus viejos amigos y se situó ante
ellos en el conocido círculo.
Yoda, Mace Windu y Plo Koon agradecieron su
presencia a los Jedi invitados, contemplaron un momento
a Obi-Wan y luego se concentraron en Qui-Gon. Su
preocupación era evidente.
Qui-Gon notaba que los miembros del Consejo estaban
escudriñando su interior, intentando determinar si era
buena idea encomendarle una misión. Le sorprendió darse
cuenta de que no era capaz de sostenerles la mirada. En
lugar de aliviar su sufrimiento, la preocupación de sus
amigos le hacía terriblemente consciente del peso que
soportaba.
Observó la línea del horizonte de Coruscant, más allá de
los Maestros sentados, e intentó apaciguar sus
sentimientos. Se preguntó de nuevo por qué no era capaz
de dejar que aquella cascada de emociones fluyera
libremente. Los mejores Maestros, algunos de ellos allí
presentes, le habían enseñado a hacerlo, y siempre le había
funcionado. Pero ahora no.
Obi-Wan se movió inquieto, y Qui-Gon se dio cuenta de
que el silencio había durado demasiado.
—Hemos recibido una petición del senador Crote, del
planeta Frego —comenzó por fin a decir Mace Windu—.
Ha solicitado ayuda Jedi para transportar a Coruscant un
testigo que debe declarar ante el Senado.
Qui-Gon asintió. La protección de testigos relevantes era
algo rutinario para los Jedi. Como sospechaba, su primera

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misión sería sencilla, algo fácil. Una distracción. Por eso


sólo habían acudido tres miembros del Consejo.
—Tarea sencilla no es —dijo Yoda, como si respondiera
a los pensamientos de Qui-Gon—. En Frego mucho
peligro hay.
Mace Windu siguió escudriñando el rostro de Qui-Gon.
—No te enviaríamos si no creyéramos que estás
preparado. ¿Te sientes preparado, Qui-Gon?
Qui-Gon no lo sabía. No tenía ganas de abandonar el
Templo, ni siquiera sus aposentos, pero no sería justo para
Obi-Wan recluirse para siempre.
—Estoy preparado —respondió Qui-Gon con más
seguridad de la que realmente sentía.
Qui-Gon pudo sentir el alivio de Obi-Wan. Le llegó
como el aliento de alguien que ha aguantado la respiración
demasiado tiempo y por fin puede soltar el aire. Los
miembros del Consejo también parecieron tranquilizarse
con las palabras de Qui-Gon, y dejaron de rebuscar en su
interior. Ya tenían la respuesta que esperaban. Qui-Gon
deseó haber tomado la decisión correcta.
—Como ha dicho Yoda, la situación es complicada —
dijo Plo Koon—. Hemos pedido a Jocasta Nu que os dé
toda la información que necesitéis antes de iros —señaló
hacia los archivos del Templo.
—Iros ahora debéis —añadió Yoda con seriedad.
—Tememos que el peligro que corre el testigo crece por
momentos. Cuanto antes lleguéis a Frego, mejor —dijo
Mace, indicándoles que podían marcharse—. Que la
Fuerza os acompañe.
Qui-Gon asintió y salió lentamente de la sala circular,
seguido de Obi-Wan. Incluso después de haber oído las
palabras de advertencia de los Maestros, tenía la seguridad

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de que la misión sería fácil... mientras no le fallara el


ánimo.

***

Jocasta Nu era una Jedi delgada y etérea de larga melena


gris, que llevaba anudada en un moño prieto. Cuando
entraron los Jedi, se levantó de su mesa. Era la viva
imagen de la eficacia. Recogió sus cosas y señaló hacia
una mesa más grande, pidiéndoles que tomaran asiento.
—Soy consciente de que el tiempo corre —dijo Jocasta.
No se molestó en hacer presentaciones. Eso daba igual.
Qui-Gon ya conocía a la responsable de los archivos del
Templo, y sin duda Obi-Wan sabía quién era. Ella solía
asesorar a los equipos Jedi antes de que partieran en
misiones importantes.
Qui-Gon llevaba mucho tiempo utilizando otras fuentes
de información. Se había acostumbrado a trabajar con
Tahl y no había visto a Jocasta muy a menudo desde que
tomó a Obi-Wan a su cargo, cuatro años antes.
—La testigo es Lena Cobral —Jocasta les mostró una
holoimagen de una chica joven con el pelo oscuro
recogido en un sofisticado moño—. Es la viuda de Rutin
Cobral.
La imagen de la chica desapareció, y un hombre
apareció en su lugar. Era joven, bastante alto, con el pelo
oscuro y corto y una sonrisa tranquila.
—Rutin fue asesinado hace poco, y su asesino sigue en
libertad.
—No es extraño —dijo Qui-Gon—. Según tengo
entendido, Frego es un planeta gobernado por delin-
cuentes.

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Jocasta pareció molestarse levemente por la inte-


rrupción, pero prosiguió.
—La familia Cobral es la mayor potencia de Frego.
Están al mando de una red criminal que controla sin
problemas al Gobierno desde hace veinte años. El padre de
Rutin falleció de muerte natural hace unos cuantos, y la
creencia generalizada era que, aunque tiene dos hermanos
mayores. Rutin estaba siendo educado para sucederle.
Solan es el mayor, y el nuevo líder de los Cobral.
Una versión de Rutin de menor estatura y más fornida
apareció en la pantalla. Aparte de la estatura, Solan
también carecía de la espesa melena de Rutin y de su
cálida sonrisa. Estaba casi calvo y tenía una mueca
permanente de desprecio.
—Solan es muy conocido en su planeta, y muy temido y
respetado. Obtiene todo lo que quiere gracias a las
amenazas, la violencia y el tráfico de influencias.
Cuando terminó de dar la información. Jocasta se mostró
dispuesta a responder a Qui-Gon.
—No es extraño que los criminales se libren de una
investigación en Frego, pero sí que un miembro querido de
la familia Cobral sea asesinado, sobre todo sin que haya
venganza.
Aunque el gesto de Qui-Gon no varió, lo cierto es que en
su interior sintió un dolor renovado. Echaba de menos a
Tahl, más que nunca: su cinismo, su rapidez mental y su
costumbre de proporcionarle la información necesaria para
orientar sus pensamientos en la dirección adecuada.
Qui-Gon se recordó a sí mismo que su relación con Tahl
había tardado años en desarrollarse, y que la conexión que
tenía con ella jamás la tendría con la responsable de los
archivos del Templo. Ni con nadie más, probablemente.

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—Lena entró a formar parte de la familia Cobral tras su


boda con Rutin, hace tres años —prosiguió Jocasta—.
Corría cl rumor de que Rutin ya no quería involucrarse en
los asuntos familiares y, pese a no poder separarse
limpiamente del negocio del crimen, el senador Crote nos
informó de que había decidido testificar en el Senado
contra su familia. Quería acabar de una vez por todas con
la red. Poco después de acceder a subir al estrado, fue
asesinado —Jocasta cogió aire, pero no tardó ni un
segundo en continuar.
—Anoche recibimos un mensaje secreto de Lena, y
también del senador Crote. Lena ha decidido tomar el
relevo de su marido y testificar en su lugar contra los
Cobral —Jocasta acercó por encima de la mesa a los Jedi
varios documentos en un datapad—. Aquí tenéis todo lo
que necesitáis.
Qui-Gon se levantó y cogió el datapad.
—Gracias —le dijo cortante—. Quizá te llamemos si
necesitamos más ayuda.
—Por supuesto —asintió Jocasta—. Que la Fuerza os
acompañe.
Qui-Gon asintió, inexpresivo, a modo de despedida.
¿Cómo iba a confiar en que la Fuerza le acompañara?
¿Dónde estaba la Fuerza cuando más la necesitó? Tahl y él
se habían jurado amor eterno. Pero nada, ni ese amor, ni
los Jedi, ni la Fuerza habían podido salvarle la vida.
Qui-Gon y Obi-Wan tardaron poco tiempo en reunir lo
necesario para realizar el cono viaje. Muy pronto se
hallaron a bordo del carguero que les transportaría hasta
Frego.
Distraído y exhausto. Qui-Gon estaba ansioso por
retirarse a su camarote en cuanto estuvieran en la nave.

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Estaba a punto de comunicárselo a Obi-Wan, cuando su


padawan habló.
—Maestro, sé que lo has pasado mal estos últimos
meses —Obi-Wan alzó una mano hacia el hombro de Qui-
Gon, pero la dejó caer, apenas rozando la manga parduzca
de su Maestro—. Y yo..., bueno, no puedo evitar recordar
lo que me dijiste cuando Bant desapareció en el Templo.
Que en los peores momentos es cuando más importa
ceñirse al Código Jedi. Si dejas que las emociones fluy...
—Gracias, Obi-Wan —le interrumpió Qui-Gon—. Has
aprendido bien lo que te he enseñado. Algún día serás un
gran Maestro Jedi —se dio la vuelta y se dirigió
rápidamente hacia su camarote. Podía sentir al chico tras
él, de pie, desconcertado.
Qui-Gon sabía que su alumno sólo quería hacerle sentir
mejor, pero no podía soportar escuchar consejos de una
sabiduría que ahora le fallaba. Lo único que quería era
estar solo.

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Capítulo 2

Obi-Wan estaba de pie, en silencio, contemplando el


planeta Frego, que crecía en la pantalla del carguero. Qui-
Gon no había salido de su camarote en todo el viaje. Obi-
Wan no sabía si debía molestarle, ni siquiera teniendo en
cuenta que ya estaban llegando. Deseaba con todas sus
fuerzas ofrecer a Qui-Gon el mismo consuelo que éste le
había ofrecido a él en tantas ocasiones, pero cuanto más lo
intentaba, más se alejaba de él. El abismo entre ellos
parecía crecer por momentos, y Obi-Wan no sabía qué
hacer. ¿Cómo podía salvar esa distancia él solo?
—Eso debe de ser Frego.
La voz de Qui-Gon sorprendió a Obi-Wan y le llenó de
alivio. Después de todo, no iba a tener que molestar a su
Maestro.
—Y ese punto brillante debe de ser Rian, la ciudad
capital —prosiguió Qui-Gon.
Obi-Wan se dio cuenta de que su Maestro estaba triste y
distraído. Era casi como estar frente a un fantasma. Pero al
menos hablaba. Estaba haciendo un esfuerzo.
Mientras salían de la nave, Obi-Wan se sintió al límite.
De él dependía llevar a buen término la misión. No podía
confiar en su Maestro en aquel estado.
Obi-Wan no creía que los Cobral hubieran sido
advertidos de su llegada, pero un planeta gobernado por
criminales siempre es un sitio peligroso. Estaba casi
seguro de que iba a ver tratos sucios y trapicheos de
mercado negro nada más bajarse de la nave, pero sólo
había una persona cuando desembarcaron, y les miraba sin
interés. Obi-Wan se relajó un poco, mientras el capitán del
carguero extendía la rampa ante él.

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—Me gustaría salir de aquí lo antes posible, sí puede ser


—dijo el capitán, nervioso—. No quiero pasar aquí más
tiempo del estrictamente necesario, por el impuesto de
vuelo de los Cobral y eso.
Obi-Wan asintió. Aunque no sabía exactamente a qué se
refería el piloto, se dio cuenta de que no era nada
agradable, y probablemente tampoco fuera legal.
Agradeció al capitán el viaje y le vio meterse de nuevo en
la nave.
En cuanto la puerta se cerró, la solitaria mujer del
hangar se acercó a los Jedi.
—Espero que hayáis tenido buen viaje desde... —se
quedó callada.
—Coruscant —Obi-Wan terminó la frase por ella—.
¿Eres Lena?
—No —dijo la mujer, quitándose la capucha para
revelar un pelo muy corto y un rostro muy joven—. Soy
Mica, os llevaré con Lena —miró inquieta de un lado a
otro del hangar.
Está nerviosa, pensó Obi-Wan. Respiró hondo y se
concentró en la Fuerza, pero no percibió peligro alguno,
sólo el miedo de Mica.
—Seguidme, pero no muy cerca. Si alguien se acerca a
mí, fingiré no conoceros —Mica tenía los ojos grandes y
oscuros, y los dirigió alternativamente a Qui-Gon y a Obi-
Wan, esperando a que ambos asintieran.
—Haremos lo que nos pides —le garantizó Obi-Wan.
Mica volvió a ponerse la capucha y salió del hangar a
paso ligero.
A Obi-Wan le gustaba llegar a un planeta nuevo y
recorrerlo a pie. Qui-Gon le había enseñado que caminar
despacio era la mejor forma de observar, y había mucho

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que observar en Rian. Y nada era lo que Obi-Wan


esperaba.
Las calles estaban limpias, y las aceras, llenas de
freganos que llevaban coloridos paquetes y paseaban
tranquilamente. A poca distancia del hangar municipal,
había unos puestos. Los vendedores de comida ofrecían
frutas y verduras frescas, carnes y cereales, gritaban los
precios y saludaban a los conocidos. Adentrándose en el
mercado, vieron más puestos de objetos para el hogar, e
incluso de artesanía. Y todo el mundo parecía contento y
relajado.
En el corazón del mercado, la multitud era tal y había
tanto que ver que Obi-Wan estuvo a punto de perder a
Mica. Pero cuando alzaba la mirada veía los ojos de Qui-
Gon clavados en el pico gris de la capucha de ella. El
Maestro parecía no prestar la atención que solía a su
entorno. Era obvio que sus pensamientos estaban en otra
parte.
A Obi-Wan le hubiera gustado discutir sus obser-
vaciones con su Maestro. ¿Acaso no era extraño que un
planeta controlado por el crimen organizado tuviera una
población tan feliz? Pero como estaba seguro de que Qui-
Gon no pensaba en los freganos, se quedó callado.
Los puestos eran cada vez más escasos, y la multitud
más dispersa. Tras seguir a Mica por un laberinto de
callejones oscuros pero limpios, la mujer se detuvo y les
indicó que se acercaran a ella. Cuando lo hicieron, Mica
pulsó unos controles y una gran puerta de almacén se
abrió, dejando ver una enorme estancia llena de equipos
abandonados.
—Ya hemos llegado —dijo Mica, indicándoles que
pasaran primero, y echando un último vistazo a ambos
lados del callejón antes de cerrar la puerta—. Soy la única

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que conoce el escondite de Lena. Además de vosotros. Es


importante que jamás os sigan hasta aquí.
—Por supuesto —asintió Obi-Wan.
En lo alto de varios tramos de escaleras de duracero, los
descansillos y la maquinaria de carga dieron paso a un
espacio más acogedor. De espaldas a la entrada. entre
varios sillones que no combinaban entre sí pero de
apariencia cómoda, estaba la mujer que Obi-Wan había
visto en la holopantalla de Jocasta Nu. Lena Cobral.
Mica carraspeó para anunciar su llegada. Lena se giró.
—Lo conseguisteis —dijo juntando las manos y
ofreciéndoselas a Qui-Gon y Obi-Wan. Luego abrazó a
Mica—. Menos mal. ¿Habéis tenido buen viaje?
—Se nos hizo corto —le dijo Qui-Gon antes de
presentarse a sí mismo y a Obi-Wan.
Obi-Wan se sintió contento al ver que Qui-Gon salía de
su silencio, porque no estaba totalmente seguro de poder
llevar aquella conversación sin problemas.
Lena Cobral parecía guapa en la holopantalla, pero en
persona era impresionante. La larga melena oscura, suelta
sobre los hombros, le enmarcaba la cara y unos ojos
oscuros parecidos a los de Mica. Era apenas unos años
mayor que Obi-Wan, algo que sorprendió al joven
aprendiz. Al igual que los freganos que habían visto, su
comportamiento era tranquilo. Saludó a los Jedi como si
fueran viejos amigos o invitados de honor en una tiesta, no
escoltas políticos.
—Por favor, sentaos —dijo Lena, guiando a los Jedi a
las sillas—. ¿Qué vais a tomar? ¿Quizá un té de kopi?
Antes de que los Jedi pudieran decir nada, Lena ya
estaba vertiendo un líquido oscuro en las tazas. Tenía una
tonalidad anaranjada y un sabor delicioso.

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—Mi prima Mica me trae todo desde que estoy


escondida — Lena sonrió a la silenciosa Mica—. Ayer me
trajo este té. Y hoy os ha traído a vosotros —Lena dirigió
su contagiosa sonrisa hacia los Jedi. Obi-Wan encontró
imposible no devolverle el gesto.
—Es demasiado buena conmigo —el tono optimista de
Lena hacía olvidar cualquier posibilidad de amenaza—. Y
se empeña en quedarse aquí sin pensar en el peligro que
corre. Sé que no debería permitirlo.
—Eres tú la que no tiene en cuenta el peligro que corre
—le dijo Mica suavemente.
Lena contempló cómo su prima se levantaba y
abandonaba la habitación, y Obi-Wan apreció por primera
vez un atisbo de tensión y miedo en el rostro de la chica.
Miró a su Maestro para ver si él también se había dado
cuenta, pero Qui-Gon se había vuelto a ensimismar y
miraba fijamente la taza de té.
—Lo siento —se disculpó Lena, llevándose súbitamente
la mano a la frente—, os estoy haciendo perder el tiempo.
No he sido del todo sincera.
Obi-Wan se incorporó en el asiento y Qui-Gon puso la
taza en la mesa. No hablaron, se limitaron a esperar a que
ella dijera lo que tenía que decir.
—Es cierto que necesitaba una escolta hasta Coruscant.
Y es cieno que quiero testificar contra los Cobral. Tengo
que terminar lo que Rutin empezó. Aquello por lo que dio
su vida —la voz de Lena se quebró. Se puso en pie y,
mientras seguía hablando, se dirigió hacia las ventanas
tapadas por pesados cortinajes—. En muchos aspectos, es
culpa mía. Yo no quería enamorarme de él, pero uno no
elige esas cosas, ¿verdad?
A Obi-Wan le pareció que Qui-Gon asentía
imperceptiblemente.

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—Antes de casarnos, Rutin me prometió que acabaría


con el crimen, pero no podía permitirse ser repudiado por
su familia. Era el hijo predilecto de unos padres que le
amaban y tenía la esperanza de hacerles cambiar. No sólo
quería apartarse él, sino acabar con todo de una vez por
todas —comenzó a hablar más rápido, como si no pudiera
detener el flujo de palabras.
—Pero entonces, su hermano Solan se enteró de que
Rutin estaba intentando cambiar las cosas, y, presa de la
furia, acudió a su padre. Rutin no podía romper la red
desde dentro, así que lo intentó desde fuera. Fue la
decisión más difícil de su vida. Yo quería que saliera, pero
le rogué que no arriesgara su vida. Él insistió. Por mí, dijo.
Lo hacía por mí —Lena se detuvo de nuevo y se giró hacia
los Jedi. Tenía los ojos anegados en lágrimas.
Obi-Wan se sintió como si sólo le estuviera mirando a
él, como si esos ojos se dirigieran a su corazón. Era cómo
si le estuviera escudriñando, intentando ver si tenía fuerza
y valor suficientes para ayudarla. Si se podía confiar en él.
Obi-Wan se fiaba de ella instintivamente. Había algo en
su forma de comportarse, en su forma de hablar. No les
estaba mintiendo. Él podía percibir el miedo de ella, sí,
pero también su sinceridad. Y podía percibir su fuerza.
Lena Cobral no era una cobarde.
—Por eso tengo que llevar a cabo este plan —dijo Lena,
recobrando el ánimo—. No puedo dejar que la muerte de
Rutin quede en nada. Testificaré. detendré el crimen,
pero...
Obi-Wan se acercó. Hasta ahí, todo era normal. ¿Pero
qué...?
—No tengo pruebas que ofrecer al Senado —suspiró
Lena—. Rutin se esforzó muchísimo por protegerme. Y.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

pese a todo lo que he oído, al igual que cualquier fregara,


lo único que tengo es mi palabra contra la suya.
Qui-Gon se puso en pie. Obi-Wan sabía, por su
expresión, que estaba muy molesto con la argucia. Les
habían enviado para escoltar a un testigo en peligro, y
ahora resultaba que el testigo no tenía nada que contar.
—Por favor —dijo Lena, cogiendo la enorme mano de
Qui-Gon—. Os niego que os quedéis hasta que reúna las
pruebas. Yo sé que existen: listas, fechas, libros de cuentas
y registros de los delitos de los Cobral. Con vuestra
ayuda...
—Nos enviaron aquí sólo para protegerte. Si no puedes
testificar, tendremos que regresar a Coruscant. Solos —
dijo Qui-Gon, inexpresivo.
Obi-Wan se indignó, incapaz de creer lo que estaba
oyendo. ¿Cómo podía Qui-Gon negar su ayuda a aquella
mujer?

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Capítulo 3

—¡Maestro! —dijo Obi-Wan con mayor intensidad de la


que pretendía— Yo... —se detuvo, dándose cuenta de que
no era conveniente discutir una diferencia de opiniones
delante de Lena—. Me gustaría hablar contigo —dijo.
Obi-Wan hizo un gesto tranquilizador a Lena y bajó
rápidamente un tramo de escaleras. Qui-Gon le siguió.
Cuando llegó al rellano. Obi-Wan se giró bruscamente.
—Maestro, no irás a dejar aquí a esta mujer. ¡Es obvio
que está asustada y corre peligro! —explotó.
—Nos ha mentido con respecto al tema de las pruebas,
Obi-Wan. ¿Quién te dice que no miente también sobre el
peligro que corre? —dijo Qui-Gon con calma.
—Su miedo es real —dijo Obi-Wan—. Estoy seguro de
que eso puedes percibirlo. No podemos abandonarla —
sintió que se sonrojaba. No había hablado así a su Maestro
desde antes de la muerte de TahI, porque, en todo ese
tiempo, Qui-Gon parecía no haber sentido nada exterior a
sí mismo.
El Maestro miró a su padawan un rato. Obi-Wan le
aguantó la mirada. No dejaría que Qui-Gon se saliera con
la suya.
—Nos quedaremos dos días. Nada más. Si no reúne las
pruebas para entonces, nos volveremos a Coruscant sin
ella —decidió Qui-Gon—. Pero no creo que sea buena
idea. Estás dejándote llevar por tus sentimientos.
—No me arrepentiré —dijo Obi-Wan con firmeza.
—Eso espero —respondió su Maestro.
La ira y la frustración se arremolinaron en el interior de
Obi-Wan. Se dirigió hacia las escaleras sin añadir una
palabra más. ¿Acaso no había dejado Qui-Gon que sus
emociones le guiaran en el pasado? Si tan sólo se

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

permitiera sentir alguna de esas emociones, quizá podría


entenderlo. Estaban tomando la decisión adecuada. Lena y
Frego les necesitaban.
Luchando por superar la frustración, Obi-Wan se detuvo
antes de regresar a la estancia. Lena oyó a los Jedi en las
escaleras y se giró. Su rostro estaba lleno de esperanza.
—Nos quedaremos dos días —le dijo Obi-Wan con una
sonrisa.
—Te protegeremos mientras estemos aquí, pero eso es
todo. No reuniremos pruebas contra los Cobral —añadió
Qui-Gon.
Eso bastaba. Lena abrazó con fuerza a Obi-Wan.
—Gracias —le dijo al oído—. Gracias. Es más de lo que
podría pedir.
Obi-Wan sintió un calor en la cara y en el cuello
mientras le devolvía el abrazo a Lena, no sin sentirse
incómodo. Por el rabillo del ojo podía ver a Qui-Gon, y
más allá a Mica. Ninguno sonreía.
—Dos días serán suficientes, pero no hay tiempo que
perder —dijo Lena. Salió de la sala y un momento después
regresó con una capa parecida a la de Mica. Se recogió el
pelo rápidamente y se lo cubrió con la capucha.
—Yo voy contigo —dijo Mica.
Lena negó con la cabeza.
—No hay razón para que tú también corras peligro.
Obi-Wan creyó ver un atisbo de rabia en el rostro de
Mica, pero se quedó callada mientras los Jedi y Lena
salían del apartamento.
Lena se comportó de forma brusca y determinada en su
gesto mientras guiaba a los Jedi fuera del callejón. Antes
de que se cubriera con un par de gafas oscuras que le
ocultaban casi toda la cara, Obi-Wan se dio cuenta de que
ella tenía las cejas pintadas.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Lena se movía por las calles casi más rápido que su


prima. Guió a los Jedi desde los oscuros y apelotonados
almacenes a un barrio lleno de edificios altos y relucientes.
Turboascensores como burbujas subían y bajaban por las
paredes exteriores.
Lena se detuvo de repente a unos doce metros de un
edificio especialmente grande y majestuoso. Tres
imponentes hombres hacían guardia en la puerta del
turboascensor.
—Vamos a tener que ir por detrás —dijo Lena, dándose
la vuelta hacia los Jedi. Suspiró con tristeza—. No he
vuelto a mi casa desde...
¿Tu casa? —interrumpió Qui-Gon.
Obi-Wan se dio cuenta de que su Maestro no estaba del
todo sorprendido con la idea, pero no le parecía muy
buena. A Obi-Wan tampoco se lo parecía. Pero quería
ayudar a Lena.
—¿Estás segura de que esto es buena idea? —le
preguntó Qui-Gon.
—No hay otra opción —explicó Lena—. Hay
información vital en mi casa y la necesito para testificar.
Qui-Gon no respondió. Lena se giró y bajó por un
estrecho callejón hacia la entrada trasera. Por suerte, no
estaba custodiada. Introdujo un código en un pequeño
panel y la puerta se abrió. No había turboascensor en ese
lado del edificio. Tenían que subir treinta y siete pisos
andando.
Cuando llegaron, los tres estaban sin aliento. Pero Lena
no se detuvo a descansar En lugar de eso, dobló una
esquina para llevarles hacia lo que parecía un muro de
durocemento. Hasta que estuvo cerca. Obi-Wan no se dio
cuenta de que realmente era una puerta secreta. Lena pulsó

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

un pequeño botón escondido en un panel y la puerta se


abrió.
Antes de que pudiera mirar dentro. Lena jadeó y se tapó
la boca con la mano. Estaban en lo que parecía haber sido
un bonito salón. Pero el apartamento había sido saqueado,
y todo estaba por los suelos, destrozado.
Las ricas telas que habían forrado los muebles se veían
rasgadas y esparcidas por la habitación. Las mesas y las
cómodas estaban hechas pedazos Los cajones habían sido
volteados y las estanterías despejadas, y los contenidos
rotos yacían en todas las superficies, esparcidos al azar.
El apartamento había sido decorado con cariño, pero
ahora parecía el interior de un vertedero. El responsable de
aquel registro lo había hecho a conciencia. Hasta la
moqueta había sido rasgada y hecha jirones.
Lena se acercó a Obi-Wan y se apoyó en su brazo.
—Debería haberme imaginado que registrarían esto —
dijo desesperada. Se agachó y recogió lo que quedaba de
una pequeña talla de piedra. Dejó caer los pedazos de
nuevo y los ojos se le llenaron de lágrimas. Obi-Wan
quería consolarla, pero no sabía muy bien qué decir. Le
acarició el brazo.
—Supongo que debes alegrarte de no haber estado en
casa —respondió Qui-Gon secamente. Era obvio que se
había dado cuenta de la tristeza de Lena, y Obi-Wan se
indignó ligeramente. ¿Cómo podía ser tan insensible?
Lena tomó aire y soltó a Obi-Wan antes de abrirse paso
por el desastre, hacia la parte de atrás del piso. Qui-Gon se
quedó cerca de la puerta. Obi-Wan siguió de cerca a Lena,
por si volvía a necesitar su ayuda. El piso, más que
registrado, parecía destrozado.
Con el rostro ensombrecido por la tristeza. Lena
contempló los daños. Se detuvo una vez para recoger un

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

objeto que no estaba del todo destrozado, y lo colocó en


una estantería que, a duras penas, seguía colgando de la
pared. Obi-Wan se preguntó cuánto tardaría en caerse.
—¡Qué raro! —exclamó Lena al entrar en el dormitorio
situado al final del pasillo. En esa habitación estaba todo
perfecto. Los muebles seguían en su sitio. La cama estaba
hecha. Incluso el retrato de la pared se mantenía recto.
Obi-Wan se acercó a la foto, en la que se veía a Lena y a
Rutin. Estaban junto a una cascada, mirándose fijamente.
Había algo en aquel retrato que le molestó, pero antes de
que pudiera identificar el sentimiento, la foto y la pared de
la que colaba se deslizaron para revelar un pequeño
despacho.
—Aquí trabajaba Rutin por las noches —le explicó
Lena, entrando por la puerta secreta—. Todos los archivos
de su familia están almacenados aquí. No me puedo creer
que el que registran la casa no... —Lena se quedó sin voz
al encender el ordenador.
La luz azulada y el tenor se reflejaron en la cara de Lena
al leer el mensaje en la pantalla:
“NO PODRÁS DETENERNOS. SI LO INTENTAS,
MORIRÁS.”

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Capítulo 4

Qui-Gon entró en la sala trasera justo a tiempo para ver


parpadear el mensaje por última vez. Después, el
ordenador se apagó.
Lena se desplomó en una silla.
—Han borrado las pruebas —dijo—. Lo han borrado
todo.
Por un momento, la determinación de Lena fue
sustituida por la desesperación. Qui-Gon se sorprendió al
darse cuenta de que sentía una desesperación parecida
procedente de Obi-Wan. Lo miró pensativo. No era
normal que su padawan se comportara así.
Qui-Gon concentró su atención en el tema que les
ocupaba.
—¿El ordenador estaba conectado a algún tipo de red?
—preguntó.
—No creo —dijo Lena. Luego negó firmemente con la
cabeza—. No. En ese caso. Rutin no habría guardado la
información aquí.
—¿Había alguien más con acceso a la información? —
preguntó Qui-Gon.
—Bueno, la información no era secreta para nadie de la
familia. Todos saben lo que está pasando, pero tienen
cuidado de no dejar huellas. Solan se asegura de eso —
Lena se levantó y volvió a su habitación, hablando más
consigo misma que con los Jedi—. Pero Rutin se las
arregló para construir un rastro. Cualquiera hubiera
podido, menos Solan...
Qui-Gon se dio cuenta de que Lena ya se estaba
recuperando del golpe. Estaba formulando un nuevo plan.
Qui-Gon no pudo evitar admirar su resolución. Porque,
aunque amara tanto a su marido como decía, estaba

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demostrando una fortaleza impresionante ante su muerte.


Qui-Gon pensó que quizá les estaba engañando.
—Todo el mundo lo sabe —volvió a decir Lena,
elevando la voz—. Y uno de ellos quizá pueda ayudarnos
—Lena se giró y echó a andar hacia el ascensor.
—Vamos — indicó a los Jedi—. Quizá yo necesite
vuestra protección ahora más que nunca. Vamos a la finca
Cobral.
—¿En serio? —preguntó Qui-Gon—. ¿Estás segura de
que ése es el mejor plan?
—La única que sigue viviendo allí es mi suegra. Ella no
forma parte del negocio familiar. Merece la pena el riesgo.
Tiene que merecerla.
En el sótano del edificio, Lena y los Jedi se montaron en
un gran deslizador. Al cabo de unos momentos, estaban en
las afueras de la ciudad, en dirección al hogar de la suegra
de Lena, Zanita Cobral.
—Siempre nos llevamos bien —les explicó Lena
mientras avanzaban por la superficie del planeta—. Rutin
era su hijo favorito. Era el pequeño. Su pérdida ha sido
devastadora para ella, para todos nosotros.
A Qui-Gon le costaba concentrar su atención en Lena
desde el asiento trasero. Mientras se obligaba a estar
presente, en el fondo de su mente se preguntaba si aceptar
aquella misión había sido buena idea. Necesitaba tomar
sutiles decisiones para las que no sabía si estaba
capacitado. Se sintió como si se moviera por una neblina
de sentimientos indefinidos.
—Puede que Zanita sea la única persona del planeta a la
que Solan no tiene controlada —contó Lena a Obi-Wan—.
Es la única que nos puede ayudar. Sólo espero que quiera
hacerlo.

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La finca Cobral estaba en una colina con vistas a Rian.


Cuando la gran mansión apareció ante ellos, Lena activó
una capota de transpariacero que cubrió rápidamente a los
viajeros. Después pulsó otro botón, y el transpariacero
adquirió un tono gris oscuro.
—Cuando lleguemos a las puertas tendréis que
agacharos —dijo Lena—. A los Cobral no les gustan los
extranjeros.
Qui-Gon se preguntó si a los Cobral les gustaría ver a
Lena por allí. Por mucho que ella afirmara que su suegra y
ella se llevaban bien, lo más probable era que su presencia
provocara agitación en lugar de tranquilidad.
Ellos al menos tenían a alguien que les recordaría a
Rutin. ¿Pero a quién tenía él que le recordara a Tahl?
Nadie la conocía como él. Cada día recordaba algo nuevo.
Y no tenía a nadie con quien compartirlo.
Agazapado en la parte de atrás, cubierto por su propio
hábito, Qui-Gon podía percibir la tensión de Lena. Y sabía
que no eran sólo los nervios por la inminente reunión con
Zanita. Pasaba algo más.
—Ahí está el deslizador de Solan —les susurró a los
Jedi—. Y el de su hermano Bard. Está aquí toda la familia.
Qui-Gon alzó la cabeza lo justo como para ver una serie
de vehículos de lujo aparcados en la puerta de la mansión.
Sin duda, los Cobral poseían una vasta fortuna.
—Quizá deberíamos regresar más tarde —sugirió Obi-
Wan en voz baja desde el asiento de delante.
—No. No tengo tiempo —dijo Lena con la resolución de
costumbre—. Vamos a colarnos dentro, y encontraré la
forma de hablar a solas con Zanita. O quizás encuentre lo
que necesito por mí misma y no necesitemos que nos
ayude en nada. Quizá podamos obtener información

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adicional. Puede que tener juntos a varios Cobral sea algo


ventajoso después de todo.
O algo letal, pensó Qui-Gon.
Lena aparcó el deslizador en un extremo de la entrada,
junto a una estatua de metal.
—Podemos entrar por las cocinas —dijo ella, señalando
con la cabeza a una pequeña puerta.
Qui-Gon observó cómo Lena y Obi-Wan se escondían
con sigilo junto a la puerta. Momentos después, salió un
pinche que no se dio cuenta de que Lena metía el pie
entre la hoja y el quicio para evitar que se cerrara.
Cuando el pinche dobló la esquina del edificio. Qui-Gon
se metió en las cocinas tras Lena y Obi-Wan.
La entrada había sido demasiado fácil.
Las cocinas eran enormes, con largas encimeras
relucientes y módulos para almacenar alimentos. Los
cocineros iban de un lado a otro, ocupados en la
preparación de un gran festín.
Lena esperó hasta que la mayor parte de ellos estuvieron
de espaldas a la puerta, se puso la capucha y atravesó la
estancia. Se comportaba con tal aire de autoridad que
nadie se molestó en preguntarle quién era o a dónde iba.
Poco después de entrar en una gran estancia cubierta por
una espesa alfombra, se ocultó en una pequeña habitación
y tiró de Obi-Wan y Qui-Gon para que la siguieran. En la
estancia había varias holopantallas.
—Esto era una estación de guardia —explicó Lena—,
pero cuando se quedó viuda. Zanita pensó que no
necesitaba tanta protección, así que ya no se utiliza.
Qui-Gon se sintió ligeramente aliviado. Al menos había
una explicación para lo fácil que les había resultado entrar.
Lena ajustó uno de los monitores hasta que apareció un
gran comedor lleno de gente.

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—Es el cumpleaños de Bard —dijo Lena con alivio.


Sobre la mesa había un enorme estandarte de celebración
fregano—. Tendría que haberme acordado.
La multitud se encontraba por toda la sala. sonriendo y
con vasos llenos de un líquido rojo. A primera vista, era
como cualquier fiesta normal. Qui-Gon se fijó con más
detalle.
—Ahí está Zanita —dijo Lena, señalando a una mujer
mayor, alta, vestida de negro y cubierta de pequeños
smokats. Llevaba un pañuelo elegantemente anudado en la
cabeza, a modo de turbante. Pese a su edad, era la persona
más atractiva de la sala. A Qui-Gon le sorprendió su
imponente presencia y cómo hacía sentirse bien a la gente
a su alrededor, riendo, sonriendo y asegurándose de que
todos tenían lo que necesitaban. Entonces, otra cosa llamó
su atención.
—¿Ese de ahí es Solan? —preguntó en voz baja,
señalando a un hombre parado en una esquina con gesto
burlón.
—Sí. ¿Cómo lo has sabido? —preguntó Lena.
Qui-Gon levantó las cejas, pero no dijo nada. Mantuvo
la mirada fija en Solan. Al igual que Zanita, el hombre con
el ceño fruncido estaba rodeado de un extenso grupo de
personas, pero ninguna de ellas parecía disfrutar de su
compañía. Simplemente se mostraban nerviosos junto a él.
De repente. Solan se levantó. Una mujer que estaba a su
lado se apresuró a cogerle la copa vacía y la servilleta.
Alguien le preguntó si quería que le trajera algo, pero él
les despachó haciendo un gesto despectivo con la mano.
Solan se acercó al invitado de honor, un hombre más bajo
que él, pero con el que compartía un parecido asombroso.
Era su hermano mediano, Bard.

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Solan le pasó el brazo por encima de los hombros e,


interrumpiendo su conversación, lo llevó aparte para
decirle algo en voz baja.
—Todos le temen —comentó Obi-Wan.
Qui-Gon se alegró al ver que los hombros rígidos del
hermano menor no le habían pasado por alto a su aprendiz.
—Exactamente —dijo Qui-Gon—. Hasta su familia le
teme.
Lena alzó la mano para que los Jedi guardaran silencio.
—Zanita se va de la fiesta —susurró la chica—. Es mi
oportunidad.
Sin añadir nada. Lena se deslizó fuera de la habitación y
dejó a los Jedi vigilando por la holopantalla. Bajó por el
largo pasillo hacia la biblioteca. Era una gran estancia
repleta de estanterías elevadas llenas de libros con aspecto
importante y muebles relucientes. Allí estaba Zanita,
disfrutando de un momento de tranquilidad.
Qui-Gon sintió una extraña inquietud. Pese a las suaves
maneras de Zanita, él no pensaba que aquel encuentro
fuera a salir bien.
Obi-Wan se acercó más a la holopantalla. Lena entró en
la biblioteca sin ser advertida por el resto de los invitados.
La expresión de Zanita cuando vio a su nuera fue de
intensa alegría. La mujer se levantó y abrazó a la recién
llegada durante un buen rato.
Obi-Wan jugueteó con los controles de sonido que había
bajo la pantalla para eliminar las voces de los invitados y
dejar únicamente las de Lena y Zanita en la biblioteca.
—Pero, querida, ¿por qué ibas a ocultarte de tu familia?
—preguntó Zanita con la voz llena de preocupación.
—Tenía miedo —le explicó Lena—. Y sin Rutin no
sabía qué pensaríais de mí.

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—Siempre serás una Cobral — le dijo Zanita con


solemnidad, mirando con gesto serio a su nuera—. ¿Pero
por qué tenías miedo?
Lena titubeó, y bajó la voz.
—Tengo miedo porque creo que Solan mató a Rutin.
Zanita se tambaleó mientras retrocedía, hasta
desplomarse en un gran sofá de aspecto acogedor. Se
quedó pálida mientras tendía una mano temblorosa hacía
Lena.
—Ese era mi mayor temor —susurró Zanita mientras las
lágrimas acudían a sus ojos—. No quería que fuera cierto,
pero en mi corazón sé que no estás mintiendo.
Sacó un pañuelo bordado del bolsillo y se secó los ojos
antes de proseguir.
—Intenté detener a Solan, hacerle razonar, pero era
demasiado tarde —estaba sollozando—. Y ahora Rutin ya
no está.
Lena se arrodilló junto a Zanita e intentó consolarla
como pudo. También le dijo que sabía de los planes de
Rutin para acabar con la red mafiosa.
—Sé que esto no te va a gustar, pero estoy planeando
testificar en contra de la familia. El mayor deseo de Rutin
se ha convertido también en el mío. Quiero detener la
violencia —explicó faena, mirando fijamente a su suegra
—. Y necesito que me ayudes.
En la sala de vigilancia, Qui-Gon detectó un ligero
temblor en la voz de Lena. No se le podía echar en cara;
después de todo, estaba pidiendo a Zanita que traicionara a
su propia familia..., a sus propios hijos.
Zanita se quedó mirando su regazo, pero soltó la mano
de Lena. Ahí, sentada en el sofá, su autoritaria presencia
pareció disminuir en cierto modo. Por fin, alzó la mirada
hacia un retrato que colgaba de la pared de la biblioteca.

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Era la foto de tres hombres, los hermanos Cobral. Rutin


estaba en el centro, con gesto orgulloso.
—Sí —susurró Zanita—. Esto tiene que acabar.

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Capítulo 5

Zanita se quedó sentada en silencio otro rato. Cuando


alzó la vista, tenía los ojos anegados en lágrimas.
—Hay unos documentos —dijo lentamente—. Creo que
podría conseguirlos, pero tienes que prometerme que mi
nombre no se relacionará con tu testimonio de ninguna
manera.
—Por supuesto que no, Zanita —le garantizó Lena.
Luego le acarició el hombro—. Sé que la violencia y la
corrupción no son cosa tuya.
Zanita pareció recobrar su poder mientras hacía
funcionar su mente. A Lena le recordó a Qui-Gon.
—Tardaré un tiempo en hacerme con los documentos.
Quizá los tenga para mañana por la noche —dijo—. Hay
que tener muchísimo cuidado. Si Solan sospechara algo...
De repente, una voz estruendosa resonó justo a las
puertas de la biblioteca. Qui-Gon mostró su gesto de
preocupación. Era una voz masculina con un evidente
enfado.
Lena soltó el brazo de su suegra y le indicó que guardara
silencio. Sin perder un segundo, se puso en pie y se
escondió tras una pesada cortina que cubría las puertas de
transpariacero de la biblioteca.
Un momento después, las puertas se abrieron y Solan
irrumpió en la habitación.
—Madre —le dijo con brusquedad, mirándola como si
fuera una niña a la que hubiera que regañar—. ¿Qué haces
aquí?
Zanita miró tranquilamente a su hijo. No era una niña, y,
al parecer, no le agradaba que la trataran como tal.
—Sólo estoy descansando un rato — se limitó a decir.
En su rostro no había ni un ápice de temor.

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Solan se mostró impaciente.


—Eres la anfitriona de la celebración del cumpleaños de
tu hijo —sentenció él—. No me parece bien que te escapes
para descansar un rato. Ya lo harás cuando acabe la fiesta.
—Deja de agobiarme, Solan. Estoy en mi casa y haré lo
que me dé la gana —miró a su hijo fijamente. Solan
parpadeó y dio un paso atrás.
—Juno necesita que vayas a la cocina —dijo él con más
calma—. No sabe qué vajilla poner para la cena.
—Bien. Ya iré a hablar con ella —respondió Zanita.
—De acuerdo. Entonces vuelve a la fiesta.
Zanita pasó por alto el hecho de que su hijo le acababa
de dar una orden. Se limitó a seguirle dócilmente, saliendo
de la biblioteca. No se giró cuando la puerta se cerró tras
ella.
Tras esperar un momento. Lena también salió de la
habitación. Minutos después se reunió con los Jedi en el
puesto de guardia.
—Supongo que habréis oído todo lo que ha pasado —
dijo—. Ese Solan me pone histérica, hablándole así a su
madre. A veces me gustaría que ella le pusiera en su sitio
—su voz se calmó—. Pero supongo que eso acabaría con
su vida.
Lena se detuvo mientras su rápida mente se movía hasta
el siguiente pensamiento. De repente, su mirada dejó ver
un brillo de agitación. Qui-Gon no estaba seguro de si era
por la emoción de haber escapado o por el resultado de la
reunión con su suegra.
—¿No es genial? —preguntó, quizá demasiado alegre—.
Zanita nos va a ayudar. Sabía que lo haría. Sólo una mujer
podría entender que la violencia del mundo del crimen no
conduce a nada más que a la destrucción y el odio.

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Qui-Gon no pudo evitar pensar en Jenna Zan Arbor, una


científica loca que había realizado experimentos terribles
en sujetos humanos vivos..., incluido él. Conocía a muchas
mujeres que llevaban vidas delictivas y violentas, Pero no
dijo nada.
—Ahora estoy más tranquila. El encuentro no podía
haber salido mejor.
—Sí, parece que tu suegra está dispuesta a ayudarte a
testificar —asintió Qui-Gon—. Esperemos que mantenga
su palabra.
Lena asintió mientras daba la espalda a las pantallas de
seguridad.
—Todavía tenemos que salir de aquí sin que nos
descubran —dijo. Miró las pantallas, fijándose en la
ubicación de cada uno en la casa. Qui-Gon se dio cuenta
de que estaba calculando cuál era el mejor momento para
salir de allí.
—Seguidme —dijo Lena al cabo de un rato. Sacó la
cabeza por la puerta del puesto de guardia y miró al
pasillo. Indicó a los Jedi que la siguieran y salieron de la
sala. Zanita seguía en las cocinas con Juno, por lo que
salieron por otra entrada que casi nunca se usaba, en un
lateral de la mansión.
Una vez fuera de la casa, Qui-Gon pensó en la familia
Cobral. Aparentemente, eran como cualquier otra familia:
unidos, cariñosos..., pero con algunas tensiones. Pero bajo
la superficie quedaban puntos oscuros. Había miedo, y
posiblemente también odio.
Pero, claro, aquello no era del todo sorprendente para
Qui-Gon. Era de esperar que una familia que gobernaba el
planeta gracias a la corrupción y a la violencia estuviera
unida por una oscura red.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Distraído con sus pensamientos. Qui-Gon no percibió el


peligro inminente. Fue Obi-Wan el primero que gritó:
—¡Cuidado! —exclamó, empujando a Qui-Gon y Lena
para apartarles del deslizador.
Mientras los tres caían al suelo, una gran estatua de
metal se desplomó justo en el sitio donde habían estado
ellos y fue a parar al morro de su deslizador, apenas a unos
centímetros de los tres.
Su vehículo estaba destrozado. Y, si no hubiera sido por
unos pocos segundos, ellos también podrían haber muerto.

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Capítulo 6

Los Jedi y Lena seguían en el suelo cuando Zanita y


Juno salieron por la puerta de las cocinas. Qui-Gon
percibió la tensión de Lena ante la mirada del asistente y.
por un momento, Juno le dirigió a la chica una mirada de
odio. Pero su rostro dibujó enseguida un gesto de
preocupación.
—¿Se encuentra bien? —preguntó, tendiendo una mano
para ayudarla.
Lena se levantó sola y se sacudió la ropa.
—Sí —respondió bruscamente. Miró a su alrededor para
ver si venía alguien más. Se alegró de haber aparcado el
vehículo al otro lado de la zona de la fiesta.
A Qui-Gon le impresionó la compostura de Lena. Y no
necesitaba mirar a su padawan para saber que a Obi-Wan
también.
Zanita tenía el turbante ladeado y parecía ligeramente
cansada, pero no se sorprendió en absoluto ante el hecho
de que Lena hubiera aparecido en su casa con dos
personas a las que no había visto jamás.
—Tenemos que reforzar la base de esa estatua —dijo
Juno, contemplando la gigantesca mole metálica del suelo
—. Es bastante inestable.
—Bastante —repitió Qui-Gon con frialdad.
—Zanita, ¿recuerdas a Obi-Wan Kenobi y Qui-Gon
Jinn? —preguntó Lena, alzando las cejas ligeramente y
mirando a su suegra—. Son amigos míos. Qui-Gon supo
instintivamente que Lena estaba intentando que la madre
de su difunto marido no dijera ni diera a entender que
jamás los había visto antes. Y se dio cuenta de que era por
Juno.

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—Claro —replicó Zanita encantada—. Me alegro de


volver a veros.
Qui-Gon sonrió con una amabilidad que no sentía.
—Lo mismo digo —dijo, tomándola de la mano por un
instante, según la costumbre fregarla.
Juno parecía molesto por no ser presentado a los Jedi. Se
aclaró la garganta y dio un paso adelante.
—Por favor, pasen, tienen que descansar —dijo—.
Tenemos un androide médico que examinará sus heridas.
Qui-Gon intentó disimular una mueca al darse cuenta de
que para una familia como los Cobral tener un androide
médico era una necesidad vital, pero había algo extraño en
la oferta de Juno. Qui-Gon estaba convencido de que, pese
a su gesto preocupado, el sirviente no tenía el menor
interés en su bienestar. Quizá tenía otros motivos para
desear que el grupo regresara a la casa.
—Creo que no va a ser necesario, Juno —dijo Zanita
con tono autoritario—. Lena y sus amigos ya se iban —
miró a su alrededor furtivamente. Tras la conversación que
había tenido con su hijo en la biblioteca, Qui-Gon supuso
que la idea de entrar en la casa, o la posibilidad de que
saliera alguien, le ponía nerviosa.
—Puedes coger un deslizador, Lena —añadió—. Es lo
menos que puedo hacer por ti.
Lena sonrió a su suegra.
—Te lo agradeceríamos mucho —dijo ella—. Gracias.
Zanita.
Juno dirigió una mirada iracunda a Lena y se dirigió
hacia el edificio de almacenamiento de vehículos.
—Lena sabe dónde se guardan los deslizadores, Juno —
dijo Zanita—, y puede coger el que quiera de los míos. No
es necesario que la lleves.

35
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La expresión de Juno se volvió más sombría, pero no


dijo nada.
—Más nos vale volver dentro —dijo Zanita al ver que
Juno no se movía—. Tenemos imitados a los que atender.
Dirigiendo una última mirada a los tres visitantes, Juno
se giró y siguió a su jefa de vuelta a las cocinas.
—Otra vez hemos estado cerca —susurró Lena,
temblando ligeramente—. A Rutin nunca le cayó bien
Juno, y a mí me da miedo —miró hacia la puerta por la
que Juno y Zanita acababan de desaparecer, y luego se
giró, dirigiéndose hacia el hangar de vehículos—.
Vámonos de aquí antes de que pase algo más.
Minutos después. Lena y los Jedi estaban en el camino
de regreso a la ciudad.
—Qué amable ha sido Zanita al ofrecemos su propio
deslizador —comentó Obi-Wan desde el asiento del
copiloto.
—Muy amable —asintió Lena, pero no añadió nada
más. De repente parecía muy concentrada en la
conducción del deslizador.
De vuelta en el asiento de atrás, Qui-Gon pensó en las
cosas que habían ocurrido en las últimas horas. Aunque no
le gustaba admitirlo, se sentía perdido. No era capaz de
descifrar si Zanita o Lena eran sinceras, tanto entre ellas
como con Obi-Wan y él.
Qui-Gon suspiró. Por millonésima vez, deseó que Tahl
siguiera viva. Aparte del dolor insoportable por su
ausencia, que todavía le quemaba por dentro, sabía que la
aguda percepción y la intuición de su amiga habrían
descubierto la verdad. Ella no se hubiera dejado distraer
por las superficies serenas y refinadas de aquellas mujeres.
Ella hubiera traspasado todo aquello y habría adivinado
sus verdaderas intenciones, sus motivos.

36
Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Qui-Gon agachó la cabeza e intentó que el dolor por la


pérdida de Tahl fluyera a través de él. ¿No era eso lo que
le había enseñado Yoda, lo que él mismo le había dicho a
su padawan tantas veces?
Tienes que permitirte sentir las cosas, para luego
dejarlas ir. Qui-Gon se concentró en las palabras. Sintió el
dolor arremolinándose en su interior hasta que supo que se
iba a romper, que se iba a venir abajo. Entonces, con cada
átomo de su cuerpo. intentó dejar fluir el dolor hacia fuera.
Pero no pudo.
Le dolía la cabeza, y abrió los ojos. Siempre le pasaba lo
mismo. Sentía el dolor en su totalidad y luego un vacío
infinito. El dolor nunca se iba. Le dejaba vacío, pero no le
dejaba en paz.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Capítulo 7

Obi-Wan no dijo nada mientras el deslizador atravesaba


la ciudad. Podía percibir el humor melancólico de su
Maestro, y Lena tenía toda su concentración puesta en la
conducción. Ella pilotaba muy bien por la ciudad, y Obi-
Wan volvió a sentirse impresionado por su compostura.
Hacía menos de media hora que habían estado a punto de
morir. pero ella parecía haber borrado aquello de su
memoria con la facilidad de alguien que corre una cortina.
Obi-Wan había supuesto que iban a regresar al escondite
de Lena en el almacén. En lugar de eso, y tras asegurarse
de que nadie les seguía, ella se dirigió hacia su saqueado
apartamento. Obi-Wan pensó decir algo al respecto, pero
cambió de idea. Supuso que Lena estaba guardando
silencio por alguna razón.
Lena aparcó el deslizador a unos cientos de metros de su
edificio. Se acercaron con precaución, y sólo encontraron
a un guardia adormilado en la puerta del turboascensor.
Pasaron rápido por delante de él y entraron en el ascensor,
que les llevó rápidamente ala planta superior. Cuando
entraron en el piso. Lena fue de una habitación a otra
rápidamente, con los Jedi siguiéndola de cerca.
Qui-Gon no dijo nada, pero la siguió con seguridad.
Obi-Wan sintió una punzada de frustración al darse cuenta
de que su Maestro no estaba experimentando la misma
confusión que él. Incluso en aquel estado depresivo
parecía saber exactamente lo que estaba pasando.
A Obi-Wan le costó un poco mantener el ritmo de las
dos personas que tenía delante. Lena les guió por la salida
secreta que habían empleado antes, y luego bajaron tramo
tras tramo de las escaleras. No bajó el ritmo cuando
llegaron al callejón. Caminó rápidamente por las calles,

38
Jude Watson Star Wars El Único Testigo

yendo de un lado a otro. Por último, paró un aerotaxi y


todos se subieron.
Aliviado por haber dejado de perseguir a Qui-Gon y
Lena, Obi-Wan se desplomó contra el respaldo.
—¿Nos estaban siguiendo? —preguntó. Era la única
razón lógica para las acciones de Lena.
—No, que yo sepa —dijo Lena con voz rara. Parecía
casi frívola, como si le divirtiera la idea—. Zanita es una
mujer realmente maravillosa. Qué suerte tengo de
conocerla.
Obi-Wan pensó que era extraño que Lena estuviera
hablando de su suegra como si les uniera una amistad, y
no un parentesco, pero guardó silencio una vez más.
Después de todo, él no sabía nada sobre familias.
Lena dijo al aerotaxista que les dejara a unas manzanas
del almacén. Cuando volvieron a caminar, ella se relajó un
poco. Un rato después alzó la mano y dio un toque a Obi-
Wan en el brazo.
—Lo siento —dijo, mirándole a los ojos. Obi-Wan
intentó reprimir la forma en que se sentía cuando ella le
miraba.
—No podía hablar en el aerotaxi por el gremio de
conductores aéreos —explicó la chica—. Son partidarios
de Cobral. Y en cuanto al vehículo de Zanita, bueno,
digamos que está repleto de equipo de vigilancia extra que
probablemente ni siquiera Zanita conoce.
Obi-Wan asintió, y Lena se giró y siguió caminando.
Habló bajando el volumen lo suficiente como para que
Obi-Wan y Qui-Gon pudieran oírla.
—El derrumbe de la estatua no fue accidental. Estoy
segura de que la base era estable, por mucho que dijera
Juno. Hay unas cuantas trampas repartidas por la finca, los

39
Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Cobral las llaman "medidas de seguridad". Dicen que son


para proteger lo que es suyo.
—¿Quién crees que lo provocó? —preguntó Qui-Gon,
hablando por primera vez desde que salieron de la finca
Cobral.
—No lo sé —respondió Lena—. Los Cobral tienen
muchos aliados, remunerados o no. Aunque Juno es el
sirviente de Zanita, es fiel a Solan. Estoy segura de que le
caería una buena recompensa si consiguiera matarme.
El humor del grupo era sombrío mientras avanzaban por
las calles y llegaban al almacén.
En el interior. Mica iba de un lado a otro. Un paquete de
tamaño mediano yacía sobre la mesita baja.
—Esto llegó mientras estabas fuera —dijo Mica. Alzó el
paquete y lo lanzó a las manos de su prima. Parecía algo
nerviosa.
Lena cogió el paquete y le dio la vuelta. Estaba cubierto
de un fino material de envoltura gris. No tenía nada escrito
aparte de su nombre en letras mayúsculas: "LENA
COBRAL".

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Capítulo 8

—Rutin —dijo Lena, mirando al paquete. Pasó los dedos


por su nombre—. Es la letra de Rutin —explicó mirando a
los Jedi—. La reconocería en cualquier parte.
Qui-Gon miró al paquete, con la casi total seguridad de
que era una especie de trampa. Rutin estaba muerto. ¿O
no?
—Si no te importa, me gustaría echarle un vistazo —dijo
él, dando un paso adelante—. Quiero asegurarme de que
no es peligroso antes de que lo abras.
Lena frunció el ceño.
—Rutin jamás me pondría en peligro —dijo orgullosa.
Qui-Gon alzó una ceja. Por lo que sabía. Rutin había
hecho correr muchos peligros a su esposa, pero no vio
razón para recordárselo a Lena en ese momento.
—Podría ser una trampa —dijo Qui-Gon sin añadir
nada.
Lena le miró con un punto de desagrado. Qui-Gon pensó
que quizá la chica creía que le iba a robar el último regalo
de Rutin, pero acabó dando a Qui-Gon el paquete.
Cerrando los ojos. Qui-Gon cogió el paquete un
momento. Cuando los abrió, se lo devolvió a Lena.
—No percibo nada de una gravedad inmediata —dijo,
pero no estaba seguro de que el paquete fuera de Rutin, o
de que les fuera a ayudar a obtener pruebas contra los
Cobral. Ya no estaba seguro de nada.
Lena puso la caja en la mesa y la abrió con una pequeña
navaja de bolsillo, sin quitar el envoltorio. Luego comenzó
a sacar lo que había dentro y a ponerlo sobre la mesa: un
par de botas negras, un frasco lleno de barro... El rostro de
Lena dibujó su decepción ante el contenido de la caja.
—Esto no tiene sentido —murmuró la chica.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

—Creo que voy a preparar algo de comer —dijo Mica,


ausentándose.
—Buena idea, Mica —dijo Lena—. Me muero de
hambre.
Qui-Gon se sentó junto a Lena cuando Mica salió de la
estancia. No estaba seguro de qué motivos albergaban
ninguna de las dos, pero pensaba poder sacar algo en claro
si se dirigía a cada una en privado.
—¿Habéis recibido alguna visita en el almacén? —
preguntó sin perder tiempo.
Lena apartó su atención del paquete y negó con la
cabeza.
—No, ¿por qué?
En lugar de responder. Qui-Gon hizo otra pregunta.
—¿Habéis recibido algún paquete misterioso antes de
hoy?
Lena volvió a negar con la cabeza.
—No, claro que no. Os lo habría contado.
—Me alegra oír eso —dijo Qui-Gon sin creérselo del
todo.
La siguiente pregunta era quizá la más importante.
—¿Es Mica la única que sabe de este sitio? —preguntó
en voz baja.
Lena alzó la mirada. Tenía el ceño fruncido.
—Voy a ir a ver si Mica necesita ayuda con la comida
—dijo Obi-Wan bruscamente.
Qui-Gon asintió brevemente a su padawan para indicarle
que le parecía buena idea, pero no apartó la mirada de
Lena.
Con el ceño todavía fruncido. Lena se puso en pie.
—Sí, Mica es la única persona aparte de vosotros dos
que conoce este apartamento —dijo sin expresividad. Se
volvió hacia Qui-Gon de nuevo, con las manos apoyadas

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en las caderas—. Pero no cuestiones la lealtad de mi


prima. Mica y yo crecimos juntas. Somos como hermanas.
Y no está aliada con los Cobral.
Lena atravesó la habitación y suspiró antes de volver a
sentarse junto a Qui-Gon.
—Ni siquiera me gusta hablar de los Cobral delante de
ella —dijo Lena lentamente—. Cuando era pequeña
presenció el asesinato de su madre, y el recuerdo sigue
siendo muy doloroso para ella.
—¿Los Cobral fueron responsables de la muerte de su
madre? —preguntó Qui-Gon ligeramente sorprendido.
Lena asintió con tristeza.
—La mataron a sangre fría. Mica sólo tenía siete años y
lo vio todo. Fue una gran pérdida, y el trauma fue mayor
todavía. Jamás lo superó.
Qui-Gon asimiló aquella información en silencio.
—Todo es muy complicado en Frego —dijo Lena,
suspirando profundamente—, pero intentaré explicarlo.
Como ya he dicho antes, los Cobral cuentan con multitud
de alianzas en este planeta. Durante siglos, el Gobierno de
Frego trató mal a los ciudadanos; los impuestos eran muy
elevados y los servicios públicos eran prácticamente
inexistentes. Los freganos se dejaban la piel para ver cómo
otros se llevaban su dinero.
»La familia Cobral consiguió que eso cambiara. Si bien
es cierto que labraron su fortuna vendiendo drogas y
armas, y que tienen una pésima reputación, emplearon su
poder para obligar al Gobierno a ofrecer los servicios
básicos que el pueblo necesitaba. Incluso bajaron los
impuestos y alzaron los salarios.
—Algo que facilitó la vida de la gente —dijo Qui-Gon.
Había estado en planetas con historias similares. Un poder
corrupto que desplazaba a un Gobierno injusto

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

provocando cambios positivos. Pero los medios de los que


se sirvieron para realizar esos cambios positivos tenían
algo de negativo.
—Actualmente, el Gobierno reconoce que en el pasado
tuvo un mal comportamiento, que trataron al pueblo
injustamente —prosiguió Lena—. Y a muchos políticos
les indigna tener que operar bajo el yugo de los Cobral.
Quieren hacer el bien a su pueblo. Al menos algunos de
ellos. Otros parecen nobles, pero están podridos por
dentro.
—Ya veo que a los Cobral les gusta complicar las cosas
—comentó Qui-Gon—. Para todos.
—No hay transparencia, no hay seguridad —afirmó
Lena—. Vivimos sujetos a caprichos, no a leyes. Por eso,
la violencia tiene que parar. Sé que hay una forma mejor
de hacer las cosas, y quiero que Frego tenga la
oportunidad de un nuevo amanecer. El comienzo que
Rutin y yo no tuvimos.
A Lena se le llenaron los ojos de lágrimas, y. por
primera vez, Qui-Gon se mostró más amable con ella.
Entendía por lo que estaba pasando. Tahl y él tampoco
pudieron tener un nuevo comienzo.
Lena se secó las mejillas.
—Hay algunos políticos que incluso están dispuestos a
forjar una nueva senda hacia el futuro —continuó Lena—.
Y algunas personas mostrarían su apoyo al nuevo
Gobierno. Pero muchos otros se sienten en deuda con los
Cobral por haber mejorado la calidad de vida.
Lena miró con solemnidad el paquete y las botas sobre
la mesa.
—Parece que nadie puede liberarse.
—¿Confías plenamente en tu prima? —preguntó Qui-
Gon, regresando a su línea de partida original.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Lena miró a Qui-Gon a los ojos.


—Sin duda alguna. Como ya te he dicho, es como mi
hermana. Mica desea vengar a su madre y detener la
corrupción. Quizá más que nadie.
Qui-Gon no comentó el hecho de que Rutin y Solan eran
hermanos. En lugar de eso, respiró hondo y soltó el aire
lentamente.
—Me temo que Mica podría haber revelado tu paradero
—comentó él—. O alguien lo ha descubierto por su
cuenta.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Capítulo 9

Obi-Wan entró en la cocina y se sorprendió a medias de


encontrarla vacía. Bajó por el pasillo y vio un viejo
turboascensor en uno de los improvisados dormitorios. Un
segundo después, sintió un temblor. Mica estaba huyendo.
Obi-Wan saltó por el hueco del turboascensor y aterrizó
suavemente sobre el aparato, que se detuvo en ese
momento. Activando el sable láser, abrió un agujero en la
superficie metálica y volvió a dejarse caer, pero el
ascensor ya estaba vacío. Escuchó el eco de las pisadas de
Mica, que se alejaban hacia la puerta.
Obi-Wan supo que tenía que seguirla... Si lo hacía,
obtendría información vital para la misión y para Lena. ¿Y
si Mica estaba huyendo para hacer daño a su prima? ¿Y si
sus acciones ponían a Lena en más peligro?
No podía arriesgarse. Tenía que hablar con Mica. Ya.
No tardó mucho en alcanzar a la chica. Al cogerla del
brazo, le impresionó lo enfadado que se sentía por dentro.
Se dio cuenta de que estaba furioso porque Mica estaba
poniendo en peligro la vida de Lena.
Obi-Wan se tranquilizó, intentando dejar que la ira se
disipara antes de hablar con Mica. Pero en cuanto vio su
cara, la ira desapareció. La chica estaba visiblemente
compungida.
—¿Adónde vas? —preguntó Obi-Wan intentando no
sonar demasiado severo.
Mica estaba muy nerviosa.
—Iba... iba... —parpadeó con los ojos llenos de lágrimas
—. Tengo que ira un sitio —terminó la frase en un
susurro.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

—Pero antes dime qué pasa —dijo Obi-Wan. Vio varias


cajas en una esquina y la llevó hacia allí. Ella se sentó en
una y él en otra.
—Es hora de que me cuentes la verdad. Si de verdad
quieres a Lena, lo harás —dijo el Jedi.
Mica se miró los pies. No dijo nada durante unos
minutos. Luego comenzó a hablar.
—Los Cobral son horribles —comenzó a decir—. Hacen
cosas terribles, malvadas. Pero no creo que Lena, ni nadie,
sea capaz de acabar con ellos. Rutin lo intentó, y le
mataron. Le mató su propia familia. Y a mi madre también
la mataron los Cobral.
Se le escapó un sollozo mientras se secaba los ojos.
—Obviamente, yo quiero vengar su muerte. Y sé que
ella no es la única. La mía no es la única pérdida. Deseo
ver a esos asesinos pagar por sus crímenes. Pero si voy a
por ellos, probablemente me maten a mí también. Y a
Lena. Les da igual quitar vidas. No significa nada para
ellos. Ni siquiera dentro de la familia.
Obi-Wan asintió.
—No puedo decir que estés equivocada —dijo—, pero
los Cobral tienen a Frego atrapado en una espiral de
violencia y crimen. Lena tiene la posibilidad de destruir
para siempre esa trampa y a los que la crearon. Y está
dispuesta a aprovechar la posibilidad.
Mica asintió.
—Lo sé. Lena es una heroína. Le da igual su propia
vida, sólo le importa Frego y su pueblo. Y yo no soy más
que una cobarde, un estorbo para sus planes.
Obi-Wan asintió de nuevo, sorprendido de no volver a
enfadarse. Sabía que Mica había engañado a Lena, pero,
de alguna forma, se sintió aliviado al ver que Mica se
sentía culpable por sus acciones.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

—¿Cómo? —se limitó a preguntar.


—Quería impedir el juicio —explicó Mica—. Era
demasiado peligroso. Así que convencí a Lena para que
esperara hasta que llegarais vosotros antes de seguir con el
plan. Entré en su apartamento y borré los archivos. Supuse
que, sin tener las pruebas. Lena tendría que rendirse. Y si
se rendía, los Cobral la dejarían en paz. Y así estaría a
salvo. Claro, que no me esperaba encontrar los matones a
sueldo en su piso.
—¿Matones? —repitió Obi-Wan.
Mica asintió.
—Armados hasta los dientes. Estaban saqueando el
lugar. En ese momento pensé que eran simples ladrones,
rateros que habían ido a por las joyas y los metales
preciosos. Lena y Rutin tenían muchas posesiones de
valor.
Se detuvo un momento antes de proseguir. —Pero luego
me di cuenta de que buscaban otra cosa.
—¿Viste cómo eran? —preguntó Obi-Wan.
—No —dijo Mica—. Se fueron en cuanto me oyeron
entrar. Sólo dejaron intacto el dormitorio. Yo apenas vi
sus espaldas mientras escapaban por el balcón. No intenté
averiguar más porque no quería que me vieran. Sólo vi
que eran dos, dos hombres. Uno era muy alto y
desgarbado. Y el otro bajito y calvo.
—Tampoco es mucho —susurró Obi-Wan.
—Estoy segura de que les contrataron los Cobral —dijo
Mica.
Obi-Wan se sintió más predispuesto ante Mica ahora que
ella había confiado en él, pero seguía habiendo una cosa
que le inquietaba.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

—Entiendo por qué borraste los archivos del ordenador,


pero ¿por qué dejaste el mensaje de amenaza en la
pantalla?
Mica alzó la mirada sorprendida.
—¿Qué mensaje? —preguntó ella—. Yo no dejé ningún
mensaje —se detuvo un momento. Luego, como si hubiera
leído la mente de Obi-Wan, dijo—. Y tampoco le he
contado a nadie dónde se esconde Lena.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Capítulo 10

Lena miró a Qui-Gon sin poder creérselo. Qui-Gon se


dio cuenta de que no creía que Mica hubiera revelado su
paradero, pero el paquete que había sobre la mesa indicaba
que probablemente alguien lo había hecho. Los extraños
contenidos no eran peligrosos, pero que alguien supiera
dónde estaba ella sí podía serlo... Sobre todo si llegaba al
conocimiento de la persona inadecuada.
—Tengo que hablar con Obi-Wan —se disculpó Qui-
Gon.
Se acercó lentamente a la cocina y se dio cuenta de lo
cansado que estaba. Aquella misión rutinaria estaba
empezando a ser más difícil de lo que esperaba. Se sintió
muy decepcionado, pero había algo que se le escapaba. No
sabía quién estaba engañando a quién. Y no entendía por
qué Lena protegía con tanto ahínco a su prima. Era obvio
que había aprendido por las malas que los parentescos no
eran garantía de protección contra la traición. O el
asesinato.
La cocina estaba vacía. Qui-Gon bajó las escaleras por
instinto, y, a medio camino. se encontró con Obi-Wan y
una taciturna Mica que subían hacia él.
—Las pruebas no existen —le soltó Obi-Wan—. Mica
las borró.
—¿Las borraste o las robaste? —preguntó Qui-Gon,
mirando a Mica fijamente.
—¡Las borré! —le replicó ella con actitud desafiante—.
No suelo aprovecharme de la mala suerte de los demás, y
menos de Lena —su voz se suavizó al hablar de su prima
—. Yo sólo quería protegerla. Hacer que todo esto
desapareciera —Mica bajó la cabeza y arrastró los pies
mientras los Jedi la volvían a llevar al piso superior. Era

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

obvio que la chica sabía que había llegado la hora de


contar a Lena lo que había hecho.
Aunque estaba visiblemente avergonzada de sus
acciones, Qui-Gon pudo percibir que su conciencia estaba
limpia. No les estaba engañando. Se sintió aliviado al
saber que al menos había una persona que no estaba
mintiendo.
—Obi-Wan —Qui-Gon detuvo a su padawan en el
rellano, y Mica les dejó solos—. Tenemos que actuar con
cautela. Las cosas no son lo que parecen con nuestra
testigo. En este planeta hay más mentiras que verdades, y
además son más baratas.
Cuando Obi-Wan alzó la mirada para encontrar la de su
Maestro. Qui-Gon vio en los ojos del chico unas pequeñas
llamaradas de ira que pronto se extinguieron.
—Lena es una persona honrada —dijo Obi-Wan
alterado—. Está luchando por lo que cree. Tus dudas no le
van a ayudar en nada.
Qui-Gon no pudo evitar sonreír imperceptiblemente.
Obi-Wan pensaba que Qui-Gon estaba insultando a Lena y
estaba enfadado, dispuesto a defenderla. Eso confirmaba
lo que Qui-Gon sospechaba, que Obi-Wan sentía algo por
Lena. Tendría que haber tocado el tema antes, para
intentar advertir al chico. Lo más probable es que aquello
acabara mal para él.
—Te sientes atraído por ella —le dijo Qui-Gon—. Ten
cuidado. No te dejes guiar por esa atracción.
—Yo no me... —Obi-Wan negó con la cabeza y se
esforzó por mantener el control de su voz—. No siento
nada por ella. Es sólo que tiene razón.
—Los motivos que nos ha contado son válidos, pero
podría tener más. Piensa en todo a lo que ha renunciado.
Quizá nunca vuelva a tener la vida a la que estaba

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

acostumbrada. Ha perdido puntos con los Cobral desde


que Rutin fue asesinado y corre el riesgo de que la
repudien. No sólo la familia, sino todo Frego. ¿No te
parece posible que esté intentando conseguir las pruebas
sólo para tener algo con lo que negociar?
Obi-Wan no hizo ningún gesto que diera a entender que
estaba de acuerdo.
—Aún queda un día —dijo en voz baja—. Ya veremos
qué pasa —se dio la vuelta y subió las escaleras.
Qui-Gon entró en los aposentos de Lena detrás de su
padawan. Mica estaba junto a la mesa contemplando la
caja vacía. Los contenidos del paquete no estaban en
ninguna parte.
—Le dije que había borrado las pruebas —dijo Mica,
ahogando un sollozo—, pero no quiso escucharme.
—¿Adónde se ha ido? —preguntó Qui-Gon. Obi-Wan
ya estaba en las escaleras.
—No lo sé —lloriqueó Mica, desplomándose en un sofá
bajo—. No me dijo nada. Se limitó a coger lo que había en
la caja y se largó.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Capítulo 11

—Obi-Wan, espera —le ordenó su Maestro. Obi-Wan


no quería escucharle. No en ese momento. No mientras
Lena estuviera sola y en peligro. Pero se detuvo en seco en
lo alto de las escaleras.
—Tenemos más posibilidades de encontrarla si
pensamos adónde puede haber ido —dijo Qui-Gon. Se
sentó junto a Mica—. ¿Dónde crees tú que puede haber
ido? —le preguntó sin alzar la voz.
Obi-Wan permaneció en lo alto de las escaleras. Sabía
que su impaciencia no tenía que ver con encontrar a Lena.
Estaba impaciente con su Maestro, y un poco confundido.
Antes conocía bien a Qui-Gon, tanto que llegó a pensar
que compartían una misma mente. Ambos sabían cómo
reaccionaría el otro ante determinadas situaciones, a qué
pensamientos y acciones llegarían. Pero ya no era así.
Justo cuando Obi-Wan empezaba a pensar que a Qui-
Gon le daba igual la misión, su Maestro se ponía al
mando. Si Qui-Gon no hubiera detenido a Obi-Wan, él ya
habría encontrado a Lena y la habría puesto a salvo.
Apoyado contra la barandilla de las escaleras, Obi-Wan
dejó escapar un suspiro de desesperación. No tenía sentido
interrogar a Mica.
—Vamos, pues —dijo Qui-Gon. Se puso en pie y bajó
por las escaleras con movimientos fluidos. Mica, con los
ojos todavía enrojecidos por el llanto, se apresuró a
guiarle.
Obi-Wan les siguió. Se había ensimismado tanto en sus
propios pensamientos que no había oído adónde se
dirigían. Respirando profundamente, dejó escapar su
frustración y concentró toda su energía en lo que estaba
haciendo. Qui-Gon no tenía derecho a dudar de Lena

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

porque llevaba toda la misión distraído. y. por tanto, no


podía haber apreciado la esencia, la verdadera naturaleza
de la chica. Pero si Qui-Gon se concentraba en la misión,
al menos de momento, Obi-Wan también podría hacerlo.
A Mica ya no le importó tanto que la vieran mientras
guiaba a los Jedi por las calles de Rian. Dejaron atrás los
almacenes y callejones y se adentraron en la ciudad. Por
encima de la cabeza de Qui-Gon, Obi-Wan vio una
reluciente estructura traslúcida, como una enorme
serpiente abriéndose paso por el cielo, entre los rascacielos
gigantescos.
Dentro de la estructura. Obi-Wan vio hojas verdes y
formas en movimiento. El agua se acumulaba en el interior
de las curvadas paredes de transpariacero, dándole el
aspecto un formidable invernadero de varios pisos.
Aunque Obi-Wan no podía ver ni el principio ni el final, la
estructura parecía extenderse varios kilómetros.
—Ahí —dijo Mica sin aliento, señalando a una puerta en
la estructura—. Creo que puede estar en el parque Tubal.
—Yo esperaba algo más reducido —dijo Qui-Gon. Obi-
Wan no sabía si aquello le divertía un poco o le frustraba
profundamente.
Obi-Wan alcanzó a Mica mientras se acercaban a la
entrada.
—¿Por qué iba a venir aquí? —le preguntó.
—Este parque significa mucho para Lena. Solía venir
aquí con Rutin, y siempre viene aquí a pensar —respondió
Mica—. O al menos solía hacerlo.
Las titánicas puertas ovaladas se abrieron, y los tres
entraron. Cuando las puertas se cenaron tras ellos. Obi-
Wan se sintió como si acabaran de salir de una nave en
otro planeta. El aire estaba cargado de humedad. El ruido
de la ciudad quedó amortiguado, sustituido por las

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

reverberaciones del agua corriente y las voces de unos


niños.
Obi-Wan alzó la vista, pero apenas podía distinguir las
junturas del techo, más allá de las copas de los gigantescos
árboles. Los senderos se entrecruzaban, conduciendo hacia
unas plantas brillantes, o serpenteando entre riachuelos y
pequeñas cascadas. La gente paseaba por los puentes y se
agachaba para entrar en los túneles tejidos a través y
alrededor de la espesa vegetación. Había algunos
animalillos revoloteando por aquí y por allá, y anfibios
todavía más pequeños chapoteando en las charcas.
Obi-Wan entendió perfectamente las razones de Lena
para ir a aquel lugar. Le recordó a la Estancia de las Mil
Fuentes del Templo Jedi, que también era un santuario y
un lugar idóneo al que acudir a pensar.
—¿Sabes adónde suele ir exactamente? —preguntó Qui-
Gon.
Mica negó con la cabeza tristemente.
—Yo nunca he venido con ella. Venía sola o con Rutin.
Podría estar en cualquier parte.
—Entonces sugiero que nos separemos —dijo Qui-Gon
a Obi-Wan—. Mica vendrá conmigo.
Obi-Wan asintió y se dirigió hacia la izquierda. Le
vendría bien alejarse un rato de Qui-Gon. Necesitaba un
poco de tiempo para pensar.
En cuanto se alejó de su Maestro, su mente se llenó de
Lena. A su alrededor, la gente se reunía en pequeños
grupos: comían, jugaban y se tumbaban en el césped para
contemplar el follaje. Pero Obi-Wan sólo se fijaba en ellos
lo justo como para cerciorarse de que no eran Lena.
¿Será que siento algo por ella de verdad?, se preguntó
Obi-Wan. Tras tomar aire varias veces para soltar su ira y
su frustración, se dio cuenta de que no podía negarlo.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Como siempre, Qui-Gon estaba en lo cierto. Estaba colado


por Lena. Pero no era sólo por su belleza. No, era algo
más que eso.
Era por su fuerza; la fuerza que sacaba de su propia
vulnerabilidad. De eso se había enamorado. Lena era una
pobre joven viuda. Había perdido hacía muy poco al
marido al que tanto amaba, pero, en lugar de mostrar la
cicatriz que eso le había dejado, intentaba sacar partido del
dolor. No se ahogaba en ello. negándose a hablar de la
pérdida. No como Qui-Gon.
Obi-Wan pensó en su Maestro. Negó con la cabeza
mientras ascendía por un puente que se extendía sobre una
cascada. Quizá su relación no estaba tan dañada como él
creía. Por mucho que lo intentara. Obi-Wan no podía
negar que Qui-Gon había percibido correctamente lo que
él sentía por Lena, y antes que él mismo.
¿Pero cómo puede ver tan claramente los sentimientos
de los demás cuando él no es capaz de desentrañar los
suyos propios?, se preguntó Obi-Wan.
"El tiempo", hubiera dicho el Maestro Yoda. "El tiempo
todo lo cura."
Obi-Wan sintió una nueva energía fluyendo por su
interior mientras se relajaba para dejar atrás todo lo que le
angustiaba. Había estado a punto de cegarse con sus
sentimientos. Y ahora se sentía más seguro.
Aun así. Obi-Wan no pensaba que su Maestro tuviera
razón en todo. Apretó el paso y aguzó la vista en busca de
Lena, dándose cuenta de que su determinación por
encontrarla era mayor que nunca. Tanto si su capacidad de
razonamiento se había nublado por lo que sentía por Lena
como si no, sabía que ella estaba en el lado correcto.
Por primera vez en horas, Obi-Wan se sintió despejado.
Y estaba más seguro que nunca de que Lena estaba

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

haciendo lo conecto. Estaba luchando por la paz y la


justicia, y no sólo por su propio bien. Por el bien de todo
el planeta. Como Jedi, era su deber ayudar.
Mientras esos pensamientos se agolpaban en su cabeza,
uno nuevo comenzó a sobrevolarlos a todos como un
nubarrón:
Se estaban quedando sin tiempo.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Capítulo 12

Qui-Gon sacó su intercomunicador del cinturón. Estaba


a punto de activarlo y llamar a Obi-Wan, cuando su
padawan apareció caminando hacia él por uno de los
senderos.
—Ahí está —dijo Mica al momento. Estiró la cabeza
para ver lo que Qui-Gon ya sabía. Que Lena tampoco
estaba con él. Los tres habían rastreado la mayor parte del
enorme parque, pero no encontraron a Lena por ningún
lado.
Mica y los Jedi salieron del parque y volvieron al
almacén desierto en silencio. Qui-Gon intentó buscar con
su percepción, para averiguar si Lena estaba en peligro, si
seguía viva, pero no sintió nada.
La sombría luz del anochecer hacía el escondite todavía
más inhóspito que la luz de la mañana. Qui-Gon entró el
primero en la estancia, y no tardó en discernir una silueta
sentada en el sofá, a oscuras.
En un abrir y cerrar de ojos activó su sable láser, cuya
hoja verde derramó una estremecedora luz por la sala,
iluminando las chispas que salían de los ojos de Lena.
Qui-Gon apagó su arma cuando Mica y Obi-Wan entraron.
—Lena —gritó Mica cuando vio a su prima. Corrió
hacia ella y se puso de rodillas frente al sillón—. Lena,
estábamos muy preocupados. ¿Dónde estabas?
—Siento haber huido así —dijo Lena, mirándoles uno a
uno—. No quería preocuparos, pero tenía que asegurarme
de que este paquete era de Rutin. Tenía que saber si... —su
voz se apagó.
Mica se levantó para encender la luz. De vuelta sobre la
mesa, junto al envoltorio, se hallaban los contenidos del

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

paquete: el par de botas de agua, la linterna, la pequeña


herramienta y el frasco de barro.
Aquellos objetos le parecían inconexos a Qui-Gon. ¿Qué
tenía que averiguar Lena? ¿Y dónde había estado? Qui-
Gon se sintió traicionado. No les estaba contando toda la
verdad.
Aunque Lena parecía disgustada. Qui-Gon no esperó a
que se tranquilizase.
—¿Dónde estabas? —le preguntó. Lena alzó la mirada.
sorprendida por el grave tono de voz del Jedi.
—Paseando —respondió ella—. Necesitaba... estar sola.
A Qui-Gon aquello no le bastaba.
—¿Sola? ¿O más bien sin nosotros?
A Lena le temblaban los labios, y Qui-Gon se dio cuenta
de que Obi-Wan le estaba mirando iracundo. Bajó el tono,
pero no se arredró.
—¿Por qué te llevaste el contenido del paquete?
—El paquete es de Rutin —dijo Lena al cabo de un
momento, luchando por que no se le quebrara la voz—.
Me lo mandó antes de... —volvió a esforzarse para no
venirse abajo—. ¿Pero cómo sabía que iba a morir? ¿Y
por qué no me lo dijo?
Lena perdió el combate contra el dolor y la frustración y
enterró la cabeza entre las manos.
—Está intentando enviarme un mensaje — dijo al cabo
de un rato, tratando de controlar su voz—. ¡Pero yo no lo
entiendo! Es como si me estuviera hablando y no le oyera
—Lena perdió el combate—. Se ha ido para siempre.
Mica y Obi-Wan se apresuraron a sentarse junto a ella
en el sofá, ansiosos por consolarla. Qui-Gon retrocedió
hasta que encontró asiento justo delante de los otros tres.
Lena parecía mucho más pequeña que antes. Menos capaz
de engañar, de alguna manera.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Qui-Gon se sintió empequeñecer a medida que las olas


de dolor de Lena le iban llegando, fluyendo con su propio
mar de tristeza, que no dejaba de romper contra la roca de
su corazón. Sus palabras le llegaron muy hondo, y ya no
dudó más de su sinceridad. El también sabía que el hecho
aplastante de la ausencia del ser amado era un golpe igual
de difícil que la primera vez. El también había pasado por
ese momento en el que de repente el futuro parecía vacío e
imposible de soportar.
—Los seres que amarnos y perdemos están siempre con
nosotros —dijo Qui-Gon. Se sorprendió al oírse hablar, al
oírse decir esas palabras, pero fueron un consuelo. De
repente se sintió como si Tahl no anduviera lejos, y la
tormenta en su interior se calmó.
Hubo un momento de silencio reflexivo en la habitación.
Obi-Wan miró a su Maestro con los ojos llenos de
compasión. Y. por primera vez, Qui-Gon no sintió la
necesidad de mirar hacia otro lado.
El dolor de Lena pareció menguar, y luego miró
agradecida al Maestro Jedi.
—Eso es cierto —dijo, asintiendo—. Rutin me sigue
cuidando. Quizá mandó el paquete hace tiempo y dejó
encargado que me lo entregaran hoy. Estoy segura de que
es para ayudarme a encontrar pruebas. Él sabía que
cualquier información en el ordenador era un objetivo
seguro. Y se dio cuenta de que yo necesitaba algo más.
Qui-Gon percibió que Mica palideció al oír hablar a
Lena del ordenador. Se preguntó si era por vergüenza de
que su plan no hubiera salido bien o por el miedo a la
posibilidad de que hubiera más pruebas.
La joven viuda no se fijó en su prima. Había dejado de
llorar y ya volvía a hacer gala de su habitual compostura.
Cogió las botas de la mesa y se las puso sobre el regazo.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

—Todavía no sé adónde me lleva esta pista, pero lo


averiguaré —dijo con firmeza.
—Pero, por favor, no vuelvas a marcharte así —le dijo
Mica—. Me has dado un susto de muerte. Hemos estado
horas buscándote en el parque.
Lena frunció el ceño.
—El parque... —murmuró.
Obi-Wan se quedó mirando los extraños objetos sobre la
mesa y tomó la palabra de repente.
—Rutin hizo que te mandaran aquí el paquete. Eso
significa que él sabía de la existencia de este escondite.
—Claro —dijo Lena—. Rutin se encargó de la seguridad
de este sitio. Su plan era esconderse aquí mientras
esperaba a que le sacaran del planeta.
Lena se puso en pie de un salto, dejando caer las botas.
—Casi se me olvida —exclamó, sacando un datapad del
bolsillo—. Cuando salí, fui a mi apartamento a ver si había
recibido mensaje de Zanita. Me ha mandado esto.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Capítulo 13

Al salir del almacén, vieron que el cielo se había


oscurecido, y era de un tono gris lechoso. Qui-Gon miró a
su alrededor por los visores que le ocultaban de la mirada
de los transeúntes. Estaba anocheciendo y los callejones
estaban desiertos.
—Reunirse con Zanita es un riesgo innecesario —afirmó
Qui-Gon mientras salían del portal y avanzaban
rápidamente. De repente supo que lo mejor que podían
hacer era largarse del planeta lo antes posible—. Tenemos
las pistas de Rutin, y eso debería bastar. No es necesario
ponerte en peligro ni a ti ni a tu suegra.
—Ella está corriendo peligro porque yo se lo pedí —
argumentó Lena—. No puedo dejarla plantada.
Frunciendo el ceño. Qui-Gon volvió a mirar el mensaje
del datapad.

ESTACIÓN DE CARGA DE TRANSPORTE,


MUELLE 12
A LAS 22 HORAS DE ESTA NOCHE
SOLA
POR RUTIN

—No tenía que haber involucrado a Zanita —se lamentó


Lena—, pero ya es demasiado tarde para cambiar eso. Si
puedo ir sola, hablaré con ella y la convenceré de que be
cambiado de opinión. Le diré que me ha entrado miedo y
que he decidido irme del planeta. Así estaremos todos más
seguros.
Qui-Gon tuvo que admitir que no era mal plan. Eso les
daría algo de tiempo para poder abandonar el planeta más
fácilmente. Asintió para mostrar su aprobación.

62
Jude Watson Star Wars El Único Testigo

—Pero no dejaremos que vayas sola —dijo Obi-Wan, y


Mica pareció aliviada al oír aquello.
—Claro que no —repitió Qui-Gon—. No es seguro.
—Ésa la única forma de convencer a Zanita —replicó
Lena—. Ya os vio en la finca. Probablemente sepa que
habéis venido en representación de la República Galáctica.
Y así no podré convencerla de que he cambiado de idea, si
me ve acompañada de Jedi.
—Estamos aquí para protegerte —dijo Qui-Gon con
firmeza. Y para asegurarnos de que eres quien dices ser.
Tras saber que Lena había vuelto a su casa mientras estaba
sola, Qui-Gon sintió de nuevo crecer la sospecha en su
interior. Podía haber hecho de todo mientras estaba allí.
Aunque sabía que su dolor por la pérdida era sincero, no
iba a pasar por alto el hecho de que podía estar sometida a
presiones de las que ellos no supieran nada.
—Me temo que no te vas a librar de nosotros hasta que
estemos de vuelta sanos y salvos en Coruscant —sonrió
Obi-Wan—. Permaneceremos ocultos, pero no irás sola.
Lena le devolvió la sonrisa a Obi-Wan.
—De acuerdo —dijo—, pero más nos vale apresurarnos,
para llegar antes. No es lejos de aquí.
—Ten cuidado —dijo Mica. abrazando a su prima—.
Estaré aquí si me necesitas. Siempre estaré aquí si me
necesitas.
Lena le acarició la mejilla.
—¡Volveré enseguida! —prometió.
Qui-Gon, Obi-Wan y Lena abandonaron el almacén y
avanzaron por las oscuras callejuelas, iluminadas
únicamente por la luz ocasional de las dos lunas del
planeta. La noche caía, y Frego parecía un lugar menos
hospitalario. Era como si la oscuridad sacara a relucir las
mentiras y los engaños que infestaban el planeta.

63
Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Cuando se acercaron a la estación. Qui-Gon y Obi-Wan


se ocultaron entre las sombras. Lena insistió en caminar
tranquilamente por la calle, a la luz de las farolas.
—Tendría que tener más cuidado —murmuró Obi-Wan.
—No, padawan —dijo Qui-Gon— No puede dar la
impresión de que tiene algo que ocultar. Además, su
presencia aquí ayudará a eclipsar la nuestra.
En el muelle 12 había un silencio escalofriante. Unos
edilicios bajos rodeaban una pista enorme de aterrizaje en
la que descansaban unas cuantas naves cargadas de
mercancía. Los extremos de la pista estaban sumidos en
una oscuridad casi total.
Obi-Wan hizo una señal a su Maestro y ambos saltaron
sin hacer ruido sobre el tejado de una de las
construcciones. Tras acercarse hasta el borde. Qui-Gon se
tumbó junto a Obi-Wan y los dos contemplaron a Lena
caminando lentamente hacia el cuadrado naranja de luz
que había en el centro de la pista de aterrizaje. Desde su
atalaya, los Jedi podían verlo todo y podían acudir en
ayuda de Lena en cualquier momento.
Aunque Lena era la única figura que se podía vislumbrar
en la oscuridad, se dio cuenta de que no estaban solos.
Había sentido otra presencia casi en el momento en que
habían salido del escondite, y ahora esa sensación se
incrementaba, se hacía más amenazadora.
Zanita apareció en el otro lado de la pista. Lena abrió los
brazos y se dirigió hacia su suegra. Pero Zanita no alzó los
brazos ni ofreció ningún gesto de saludo. Tras dar otro
paso adelante, la razón se hizo obvia.
Su boca estaba cubierta por una mordaza. Tras ella,
agarrando firmemente sus brazos atados en la espalda,
estaba su hijo mayor. Solan Cobral.

64
Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Capítulo 14

Obi-Wan se puso en pie de un salto cuando aparecieron


tres figuras más tras Solan y Zanita. Pero Qui-Gon le
obligó a volver a agacharse.
Obi-Wan se zafó del brazo de su Maestro. Tenía que
proteger a Lena. La chica iba desarmada y se enfrentaba a
dos androides, a Solan Cobral y a su hermano, Bard. La
joven viuda no era rival para unos malhechores capaces de
apresar a su propia madre, o de ordenar la muerte de su
propio hermano.
—Espera —le susurró Qui-Gon—. Veamos qué tienen
pensado estos hombres.
Obi-Wan se puso de rodillas. Podía esperar, de
momento, pero si alguien volvía a hacer un movimiento
hacia Lena, ni siquiera Qui-Gon podría detenerle.
En la luz anaranjada de la pista de aterrizaje, Lena
retrocedió unos pasos.
—Solan —dijo. Su voz le sonó extraña a Obi-Wan, casi
llena de remordimiento. Se preguntó si quizá ella se sentía
responsable por lo que le estaba pasando Zanita.
—Tenías que venir sola —exclamó el jefe mafioso.
—Y así ha sido —respondió Lena sin parpadear.
Nervioso ante la posibilidad de que les hubieran visto,
Obi-Wan cogió el sable láser. Intentó levantarse, pero la
mano de Qui-Gon en su hombro le obligó a volver a
arrodillarse.
—No se refiere a nosotros —musitó Qui-Gon.
—No le hagas daño —gritó una voz en la oscuridad—.
Lena no sabía que yo iba a venir—. Obi-Wan reconoció la
voz de inmediato. Era Mica. Al cabo de un momento,
estaba de pie junto a su prima. Obi-Wan no sabía que
estaba allí.

65
Jude Watson Star Wars El Único Testigo

—Por favor, no le hagas daño. Ella jamás se volvería


contra los Cobral. Sólo ha estado intentando protegerme a
mí. Soy yo la que buscas. Soy la que sabe cómo operáis.
Yo soy la que quiere testificar contra vosotros.
—Mica, no. Calla —susurró Lena intentando detener
aquella iniciativa repentina de su prima.
—No la escuchéis —dijo Lena a los Cobral—. Me está
protegiendo a mí. No sabe que he venido para decirle a
Zanita que he cambiado de opinión. Que fue una tontería
pensar que podía luchar contra los Cobral. Solan,
escúchame, por favor. Bard, Zanita y tú sois lo único que
me queda de mi amado marido, Rutin. Me he dado cuenta
de que lo que necesito es permanecer junto a la familia
que me queda, ahora más que nunca. ¿Dónde estaría yo si
os apartara de mí? Da igual lo que ocurriera en el pasado,
siempre seremos familia. Y la familia es más importante
para mí que nada.
—Qué lista —respondió Solan con una risilla. Empujó a
Zanita hacia Bard, que la cogió con una mano. En la otra
empuñaba una pistola láser.
—Me emociona que sigas queriendo ser parte de la
familia —prosiguió él, dando un paso adelante—. Y doy
las gracias por el hecho de que hayáis venido juntas —
continuó, acercándose todavía más—. Será mucho más
fácil limpiar el desastre cuando todo acabe.
Solan se acercó a Lena y Mica mientras los dos
androides se aproximaban por los lados.
Sobre el tejado. Obi-Wan supo que había llegado el
momento. Qui-Gon saltó junto a él hacia el suelo, y ambos
corrieron hacia las dos indefensas primas.
Mica fue apresada por Solan, pero Lena consiguió
zafarse justo a tiempo. Se dio la vuelta y se encontró cara

66
Jude Watson Star Wars El Único Testigo

a cara con un androide desgarbado pero potencialmente


letal.
Los brazos del ciclópeo androide salieron disparados y
comenzaron a enrollarse alrededor de la chica. Lena se
agachó justo en el momento en que el sable láser de Obi-
Wan cercenaba un brazo y. con un poderoso revés,
separaba la cabeza del androide de su cuerpo.
Obi-Wan empujó a Lena detrás de él y se acercó al
siguiente androide.
A su lado. Qui-Gon rechazó un proyectil láser de Bard y
lo mandó a los pies de Solan, que se esforzó por mantener
agarrada a Mica y apuntar su arma a los Jedi. No se fijó en
Lena, que se aproximaba a él por la espalda.
Lena agarró la pistola de Solan con fuerza mientras
Mica se agitaba bruscamente, dándole un fuerte codazo a
Solan en la mandíbula, hasta que consiguió soltarse. Solan
perdió el arma.
El segundo androide disparó rápidamente a Obi-Wan,
que rechazó con facilidad los proyectiles. Aunque al
androide le cayó una impresionante ráfaga, no pareció
sufrir ningún daño. Parecía rociar la pista con fuego
mientras extendía rápidamente un largo brazo en dirección
a Mica.
Qui-Gon cercenó aquel brazo con una elegante pasada
de su sable láser y dio un paso adelante para terminar la
maniobra. Un golpe certero en la sección media de la
máquina acabó por derribarla.
Mientras Qui-Gon se ocupaba del androide. Obi-Wan
echó un vistazo al panorama. Tras él, Mica parecía sufrir
una conmoción. Estaba en el suelo, mirando fijamente a la
oscuridad. Lena apuntaba con valentía a Solan.
De repente, Obi-Wan dio un salto en el aire, por encima
de Lena. Sabía lo que iba a pasar antes de que pasara, pero

67
Jude Watson Star Wars El Único Testigo

no llegó a tiempo de rechazar el disparo. Desde su


escondite entre las sombras, sin soltar a la amordazada
Zanita. Bard disparó directamente a Lena.
Mica se apartó. Lena gritó. Y el disparo dio en el blanco.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Capítulo 15

Mientras Obi-Wan corría hacia las dos mujeres, Qui-


Gon se acercó rápidamente a Bard y a su rehén, pero no
podía ver dónde se habían ocultado en la oscuridad.
Apenas percibía el sonido abogado de unos pasos huyendo
ante él.
Qui-Gon dobló una esquina justo a tiempo para ver a
Solan subiendo a su vehículo propulsado. Bard empujó a
su madre al interior, detrás de su hermano, y el motor
arrancó.
Qui-Gon se detuvo en seco, jadeando sin aliento. Los
Cobral tenían un vehículo esperándoles. Era inútil
perseguirlos a pie. Además. Qui-Gon estaba ansioso por
regresar a la pista. Tenía un presentimiento terrible
respecto a lo que iba a encontrar allí.
Qui-Gon dobló la esquina del edificio. En el cuadrado de
luz anaranjada vio a dos figuras arrodilladas. Una tercera
yacía en los brazos de su padawan. El cuerpo no emitía
señales vitales.
Mica estaba muerta.
Lena se arrojó sobre el cuerpo de su prima sollozando.
—No. Mica —gritó suplicante—. Tú no. No me dejes.
Qui-Gon contempló la escena petrificado. Su mente
volvió al momento en que Tahl se dirigió a él por última
vez. Sintió un dolor horrible en el pecho.
Adonde quiera que vaya, te esperaré, Qui-Gon, le dijo
ella. Siempre me gustó viajar sola.
No lo volverás a hacer, bromeó él. A partir de ahora
iremos juntos. Me lo prometiste, no puedes echarte atrás
ahora. Jamás dejaré que lo olvides.
Tahl esbozó una sonrisa con gran esfuerzo. Qui-Gon se
dio cuenta en ese momento de que ella corría un grave

69
Jude Watson Star Wars El Único Testigo

peligro. Que iba a morir. Invocó a la Fuerza, a los Jedi, a


su enorme amor por ella. Nada consiguió salvar a la mujer
que amaba.
Qui-Gon apoyó la frente en la de Tahl. Sus alientos se
entremezclaron.
Que este momento sea el último, dijo ella.
Y así fue.
—Maestro —dijo Obi-Wan en voz baja, y Qui-Gon
volvió de repente al presente. Lena estaba sobre Mica,
delante de él, revolcándose de dolor. No había ni rastro de
la mujer fuerte y decidida que Qui-Gon conoció al llegar a
Frego. No era la mujer que sospechó les estaba
engañando. Sólo vio a una mujer agachada sobre un
cadáver, incapaz de soportar la agonía.
Y él sabía exactamente cómo se sentía. Pero él había
sobrevivido, lo había superado. Y sabía que Lena también
podía hacerlo.
Qui-Gon se agachó junto a ella.
—Lo siento muchísimo —le dijo en voz baja—. Sé que
no puedo compartir tu dolor, pero lo entiendo.
Estremeciéndose, Lena soltó el cuerpo de Mica.
—Me gustaría envolver el cuerpo —dijo, limpiándose
los ojos—. Es la costumbre.
Obi-Wan encontró una vieja lona junto a una nave
cercana y Lena mostró a los Jedi la costumbre tradicional
para envolver a los muertos.
—Mica siempre me cuidó —dijo Lena mientras
envolvía cuidadosamente el cuerpo en el suelo—. Siempre
intentó guiarme en la dirección adecuada.
Los tres guardaron unos minutos de silencio, a modo de
despedida. Luego dejaron a Mica yaciendo bajo la luz
anaranjada.

70
Jude Watson Star Wars El Único Testigo

—El parque —dijo Lena mientras se alejaban


lentamente del cadáver—. Mica me dijo que estuvisteis
allí horas.
—Así es —le confirmó Obi-Wan.
Lena estiró los hombros y su mirada se despejó.
—Ya sé lo que Rutin me estaba intentando decir —dijo
con una seguridad repentina—. Tenemos que ir al parque
inmediatamente.
Qui-Gon se maravilló ante la capacidad de Lena para
volver a centrarse en encontrar las pruebas necesarias. Su
rostro estaba marcado por una profunda tristeza, pero
guardó la compostura mientras guiaba a los Jedi por el
parque Tubal.
Una vez dentro, Lena se encaminó directamente hacia
un punto en la parte más alejada del parque. Seguía
estando oscuro, pero el cielo estaba despejado y las dos
lunas del planeta relucían en el firmamento. Su luz
plateada iluminaba senderos, puentes y arroyuelos.
Qui-Gon siguió escaneando el área a su alrededor. No
percibió nada peligroso: el parque parecía sereno y
tranquilo, al igual que durante el resto del día, pero
hubiera sido una tontería bajar la guardia. Obi-Wan
permaneció a una distancia prudencial, vigilando que no
apareciera nadie.
De repente, Lena se detuvo junto a unos árboles
tropicales. Una corriente manaba de entre las rocas pulidas
hasta una poza de aguas cristalinas.
Con un suspiro, Lena se sentó.
—Éste era nuestro sitio especial —dijo—. Recuerdo la
primera vez que Rutin me trajo aquí, hace cuatro años. Ni
siquiera estábamos casados. Pero teníamos tantos planes,
tantos sueños —sus ojos brillaron de felicidad un

71
Jude Watson Star Wars El Único Testigo

momento, pero poco tardaron en llenarse de lágrimas y


ella se vino abajo entre sollozos.
—Lo siento muchísimo —dijo—. Hay momentos en los
que me resulta insoportable. Me encuentro deseando que
ojalá me hubieran asesinado a mí, y no a él. Yo hubiera
dado mi vida sin dudarlo para salvar la suya.
Qui-Gon asintió.
—Yo también hubiera deseado dar mi vida para salvar
otra, alguien a quien amé, pero ahora sé que puede ser
peor ser el que se queda. Yo jamás hubiera querido que
ella sintiera esta soledad, que pasara por lo que yo he
tenido que pasar —acarició brevemente el brazo a Lena—.
Rutin dejó estas cosas para ti porque sabía que su muerte
era posible, y confió en que siguieras adelante.
Qui-Gon miró fijamente a Lena a los ojos y supo que sus
palabras estaban haciendo efecto. Sorprendentemente, él
también sintió un alivio en el pecho. Su dolor por Tahl
seguía siendo insoportable, pero de repente supo que
llegaría un día en el que podría sobrellevarlo. Y sabía de
corazón que Tahl así lo hubiera querido. Ella hubiera
detestado la forma en la que él decidió llorar por ella,
pensó de repente. Se había permitido dejar que su dolor le
apartara de todos los que habían intentado ayudarle.
Porque el peso de su sufrimiento era tan enorme que no
podía alzar la cabeza para ver que había otros sufriendo
también. Obi-Wan. Yoda. Bant. Clec Rhava. La lista era
larga.
Vio la cara de Tahl en su mente. Pudo ver su sonrisa
irónica.
—¿Y ahora quién es el ciego? —le dijo.
Y su voz sonó tan real. Qui-Gon deseó poder contestar...

72
Jude Watson Star Wars El Único Testigo

—Gracias. Qui-Gon —dijo Lena en voz baja, sacándole


de su ensoñación—. Por muy difícil que sea vivir sin
Rutin, sé que tienes razón.
Qui-Gon le apretó la mano suavemente. Se dio cuenta de
la expresión de su padawan, una confusa frustración, y se
dio cuenta de que le debía alguna explicación que otra,
pero no era el momento. Tenían que hallar las pruebas y
salir del planeta.
—¿Tienes alguna idea sobre el significado de las pistas
del paquete? —preguntó Qui-Gon.
Lena se puso en pie y comenzó a mirar bajo las rocas y
las grandes hojas verdes.
—Sé que es aquí —explicó—, pero las pistas no tienen
sentido. ¿Para qué iba a querer yo un taladro o unas botas?
Los tres buscaron por la zona, pero no encontraron nada
aparte de la hierba, el agua, las rocas y las plantas.
—Aquí no hay nada —dijo Obi-Wan al fin, en tono
exasperado—. No es más que otro rincón encantador en
este bosque.
Al oír esas palabras, Lena alzó la mirada de repente.
—No, no lo es —dijo ella—. Está todo fabricado por
manos humanas —comenzó a mirar el suelo con otros
ojos. Encontró un parche de suelo artificial cubierto de
musgo. Se arrodilló y lo retiró.
Y vio un gran panel cerrado con llave.
Lena cogió el taladro y forzó la cerradura. Levantando la
entrada y vio un corto túnel que bajaba.
Emocionada. Lena se introdujo en el túnel. Un momento
después, Qui-Gon escuchó un audible chapuzón.
—Vale, ya sé para qué eran las botas —exclamó ella—.
El agua me llega hasta los tobillos. ¡Al menos no son
aguas fecales!

73
Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Qui-Gon le alcanzó las botas. Eran grandes, y Lena se


las puso por encima de los zapatos. Luego encendió la
linterna y fue de un lado a otro. Estaba dentro de un
pequeño cuarto de bombeo.
—¿Necesitas ayuda? —le preguntó Obi-Wan.
Hubo más chapoteo, pero ninguna respuesta. Y luego un
rato de silencio total.
Qui-Gon y su padawan se miraron. Qui-Gon estaba a
punto de entrar cuando oyeron un grito de alegría.
—¡Lo encontré! —exclamó Lena.
Un momento después salió con un pequeño paquete
envuelto en aislantes.
Qui-Gon deseó que fueran las pruebas que necesitaban.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Capítulo 16

No perdieron tiempo en regresar al almacén. Habían


estado un par de horas en el parque, y ya era por la
mañana temprano.
Obi-Wan estaba ansioso por llegar al improvisado
apartamento y abrir el paquete. También estaba exhausto y
esperaba que pudieran descansar unas horas antes de
planificar el siguiente movimiento. Pero su Maestro no era
partidario del descanso. En multitud de ocasiones. Obi-
Wan pensó que Qui-Gon ni siquiera necesitaba dormir.
Una vez a salvo dentro del almacén, Lena abrió el
paquete. En su interior había un datapad, bien envuelto y
protegido del agua y de los golpes. Lena encendió el
dispositivo y esperaron a que diera señales de vida.
Los momentos que siguieron parecieron prolongarse
durante horas. Con manos temblorosas, Lena puso el
datapad en una mesita y se sentó en el sofá.
El datapad emitió un silbido.
Lena pulsó una serie de teclas a un lado del dispositivo y
la información comenzó a parpadear en la pantalla.
Información sobre negociaciones ilegales, sobornos,
extorsión al Gobierno, asesinos contratados... La lista de
delitos se prolongaba hasta el infinito.
—Di adiós al poder, Solan —susurró Lena, que alzó la
mirada hacia los Jedi, sonriendo—. Esto pondrá a los
Cobral tras los barrotes durante una temporadita —dijo.
Obi-Wan suspiró aliviado. Muy pronto, la misión
terminaría. Lena estaría a salvo, y Frego sería libre.
Qui-Gon no perdió tiempo en contactar con el senador
Crote en Coruscant. Le explicó que ya tenían las pruebas
necesarias y que emprenderían el viaje a primera hora de
la mañana.

75
Jude Watson Star Wars El Único Testigo

—Estupendo —respondió el senador—. Cojan el


Degarian II. Es rápido y está disponible. Espero verles
mañana.
Sin nada más que hacer, Lena y los Jedi se dispusieron a
descansar unas horas. Pero mientras Lena dormía en la
habitación contigua y su Maestro roncaba junto a él. Obi-
Wan se dio cuenta de que, pese al cansancio, no podía
dormir. No dejaba de pensar en la conversación que había
oído entre su Maestro y Lena en el parque. Qui-Gon nunca
había hablado con tanta franqueza de su dolor. Con nadie.
¿Por qué había optado por desahogarse con una mujer de
la que apenas se fiaba, y no con su propio padawan?
Obi-Wan sabía que la muerte de Tahl había sido un
golpe durísimo para Qui-Gon. Y sabía que su Maestro
estaba enamorado de ella. Pero mientras Tahl estuvo viva.
Obi-Wan no supo nada de aquella relación. ¿Cuándo
floreció? Qui-Gon y Tahl apenas tenían tiempo para pasar
juntos, que él supiera.
Allí, tumbado en la oscuridad, se sintió culpable. Sabía
que no debía enfadarse con su Maestro, porque podía
confiar en quien quisiera. Y si no era Obi-Wan, que así
fuera.
Cambió de postura y recordó lo que su Maestro le había
dicho a Lena. Recordó la mirada de Qui-Gon. Y deseó
más que nada en el mundo encontrar el modo de aliviar el
dolor de su Maestro.
Al fin, la fatiga de la misión se apoderó de Obi-Wan,
que comenzó a quedarse dormido. Pero, justo cuando sus
sentidos estaban comenzando a relajarse, escuchó
movimiento en el cuarto de Lena.
Obi-Wan se levantó, preguntándose por un momento si
Lena estaría intentando huir sin ellos. Si su Maestro había
tenido razón al cuestionar las razones de la chica. Cuando

76
Jude Watson Star Wars El Único Testigo

habló con Solan lo hizo con convicción, y quizá realmente


quería llevarse bien con los Cobral. Luego escuchó otra
vez pasos y un forcejeo. ¡Alguien estaba atacando a Lena!
Se aseguró de que tenía su sable láser e irrumpió en la
habitación contigua. Lena estaba en una silla, atada y
amordazada. Una figura encapuchada, con una túnica
rojiza, estaba junto a ella.
Lanzándose por los aires, Obi-Wan pasó por encima de
ambos, quitándole la capucha al intruso. Esperó
encontrarse cara a cara con un Cobral, pero no reconoció
al extraño, cuyo rostro se contrajo en una mueca de furia
mientras empuñaba una pistola láser.
Obi-Wan ya tenía el sable láser preparado, pero, de
repente, el intruso se metió algo en el bolsillo y se acercó a
la puerta de transpariacero. Estaba a punto de desaparecer,
cuando Qui-Gon irrumpió en la sala y golpeó al hombre
contra la pared con un impulso de la Fuerza. El intruso se
deslizó hasta el suelo y se quedó inmóvil.
Obi-Wan desató rápidamente a Lena.
—¿Estás bien? —preguntó.
Lena asintió.
—Otro matón a sueldo de los Cobral —dijo, intentando
sonreír—. Ya casi me estoy acostumbrando a ellos.
—Qué oportuno has estado Maestro —dijo Obi-Wan
irónicamente, mientras ayudaba a Lena a levantarse.
—Gracias —respondió Qui-Gon mientras se agachaba
junto al hombre—. Me parece que se va a despertar con un
tremendo dolor de cabeza.
Qui-Gon llevaba semanas sin hacer una broma, y
aquello fue música para los oídos de Obi-Wan.
Qui-Gon registró los bolsillos del asaltante y recuperó el
datapad de Rutin. También recuperó otra cosa, Obi-Wan
pudo verlo, pero Qui-Gon se la guardó en la mano.

77
Jude Watson Star Wars El Único Testigo

El Maestro Jedi se levantó y se puso frente a Lena y


Obi-Wan. En su rostro se dibujaba una grave
preocupación.
—Ha habido un cambio de planes. Tenemos que
abandonar Frego lo antes posible —dijo.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Capítulo 17

Lena, Qui-Gon y Obi-Wan avanzaron en silencio por las


calles oscuras de Rian. Era casi de día, y una pálida luz
amarillenta estaba comenzando a apoderarse del cielo.
Qui-Gon estaba ansioso por dar aquella misión por
terminada, pero mientras caminaba decidido no podía
quitarse de encima la sensación de que todavía les
quedaba mucho para el final.
Cuando llegaron a una de las principales plataformas de
aterrizaje de la ciudad, Obi-Wan se dirigió
inmediatamente al Degarian II. Ya estaba prácticamente a
bordo de la nave cuando Qui-Gon le alcanzó. Lena les
seguía de cerca.
—No, padawan —dijo Qui-Gon en voz baja, llevándole
aparte—. No vamos a coger esta nave —Qui-Gon señaló
con la cabeza a un solitario vehículo en un rincón de la
plataforma—. Creo que ése nos vendrá mucho mejor para
lo que necesitamos.
Obi-Wan se quedó perplejo, pero asintió. Cogió a Lena
y la guió amablemente lejos del Degarian II, en dirección
al área más oscura de la plataforma.
Qui-Gon se acercó al piloto de la pequeña nave.
—Queremos unos billetes para Coruscant —explicó en
voz baja—. Nos gustaría marchamos lo antes posible.
El piloto dejó de hacer lo que estaba haciendo y se
levantó. Era considerablemente alto. No dijo nada al
principio, sino que se limitó a mirar a Qui-Gon, que le
mantuvo la mirada sin pestañear. Supo con certeza que
aquel hombre no estaba con los Cobral. Volar con él sería
relativamente seguro.
—Puedo llevaros a Coruscant —dijo por fin. Estableció
su precio, que les pareció razonable. Qui-Gon accedió.

79
Jude Watson Star Wars El Único Testigo

—Tenemos asuntos que atender, volveremos en breve


—dijo.
El piloto asintió.
—Estaré preparado.
Qui-Gon se giró y se dirigió hacia Obi-Wan y Lena. Ya
sólo tenían que hacer ver que abandonaban el planeta a
bordo del Degarian II, según lo planeado.
—Es hora de embarcar —dijo en tono normal, mientras
subía por la rampa. Luego dijo en voz baja a Obi-Wan—:
Déjame hablar a mí.
El Degarian II era un vehículo grande y cómodo, con un
salón diplomático y amplios camarotes para los pasajeros.
Los Jedi y Lena fueron recibidos por un androide anfitrión
en cuanto entraron.
A Qui-Gon le sorprendió ver que el androide era
idéntico a los que Obi-Wan y él habían derribado hacía
pocas horas, pero le saludó con toda normalidad. Tras
charlar unos momentos y aceptar un mensaje de
bienvenida del senador Crote. Qui-Gon declaró que
estaban muy cansados y que deseaban retirarse a sus
aposentos.
—Muy bien, señor —respondió el androide—. Les
mostraré el camino.
Les guió por un largo pasillo, hacia tres espaciosas
habitaciones.
—Gracias —dijo Qui-Gon—. Por favor, nos gustaría ser
despertados antes de llegar.
El androide asintió.
—Por supuesto. Tenemos permiso para salir en veinte
minutos —se quedó un momento, como para asegurarse
de que cada uno entraba en su cuarto. Lena bostezó y dio
las buenas noches, desapareciendo tras una de las puertas.
Obi-Wan hizo lo mismo y Qui-Gon también.

80
Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Qui-Gon esperó unos quince minutos largos antes de


tocar en la puerta de Lena.
—Nos vamos ya —dijo Qui-Gon mientras Obi-Wan
aparecía tras él.
Lena parecía confundida.
—¿Creéis que es seguro? —preguntó.
—Más que quedarse a bordo —respondió Obi-Wan con
una mueca.
Qui-Gon comenzó a bajar por el pasillo y los demás le
siguieron de cerca. Se escaparon por una pequeña escotilla
en la parte trasera de la nave, justo cuando los motores se
ponían en marcha. Estaban embarcando en la otra nave
cuando el Degarian II desapareció en la atmósfera
superior.
En cuanto todos estuvieron a salvo dentro del transporte.
Qui-Gon explicó lo que había pasado.
—Me temo que el senador Crote no es lo que parece —
se sacó del bolsillo una orden de viaje que llevaba el sello
oficial fregano. También llevaba la firma del senador
Crote—. Esto lo llevaba el matón que intentó robar las
pruebas de Rutin.
Lena abrió los ojos incrédula.
—¿El senador? —exclamó—. Estaba convencida de que
él no estaba metido en esto..., que no era parte de la
corrupción.
—Yo he estado convencido de muchas cosas que al final
han resultado no ser ciertas —respondió Qui-Gon—. Hay
muchas verdades ocultas en una galaxia como la nuestra.
Lena se apoyó en el respaldo de su asiento y se frotó los
ojos. Estaba visiblemente afectada. Parecía que la maraña
de mentiras de los Cobral era imposible de deshacer.
—Obviamente, pensé que no merecía la pena arriesgarse
a volar en el Degarian II —siguió diciendo Qui-Gon

81
Jude Watson Star Wars El Único Testigo

mientras esbozaba una sonrisa—. Creo que ya nos hemos


expuesto a suficientes peligros.
La pequeña nave despegó un rato más tarde, y los Jedi y
Lena se pusieron cómodos para el viaje. Pese a que la nave
no era ni mucho menos tan grande o tan bien equipada
como el Degarian II, Qui-Gon se dio cuenta de que un aire
de tranquilidad se apoderó del grupo cuando se elevaron
por los aires. Por fin estaban abandonando Frego.
Cuando la nave estaba a medio camino de Coruscant,
Qui-Gon fue extraído de su estado meditativo por el
zumbido de su intercomunicador. Un momento después,
se escuchó la familiar voz de Yoda.
—Atacado el Degarian II ha sido —dijo simplemente.
Su sentencia fue seguida de unos instantes de silencio—.
Supervivientes no hay.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Capítulo 18

El Maestro Jedi Mace Windu recibió a Qui-Gon, Obi-


Wan y Lena en la plataforma de aterrizaje. Había sido un
largo viaje, y era por la tarde en la ciudad planetaria de
Coruscant. El sol estaba en lo alto, extrayendo reflejos de
los miles de transportes de la superficie y arrancando
brillos a los elevados rascacielos.
—Tú debes de ser Lena Cobral —dijo el Maestro
Windu, dándole la mano—. Me alegro de conocerte al fin.
Les miró uno por uno antes de llevarles hacia el Templo
Jedi.
—Damos las gracias por teneros sanos y salvos —dijo
—. Lo del senador Crote fue toda una sorpresa y,
evidentemente, no muy buena. Y luego, cuando el
Degarian II fue destruido...
Obi-Wan puso una mueca de desagrado al recordar lo
cerca que habían estado de morir.
—Nos gustaría que Lena subiera al estrado lo ames
posible —dijo, cambiando de tema.
—Por supuesto —asintió Mace—. El Canciller ha
convocado una vista especial esta tarde. Empezará en unas
horas. Todo el Senado estará allí.
—Excelente —dijo Qui-Gon—. No queremos que el
senador Crote o los Cobral tengan tiempo de darse cuenta
de que su plan ha fracasado, y que todos seguimos con
vida —apoyó la mano en el hombro de Lena—. Y por fin
podremos acabar con este tema de una vez por todas. Es lo
mejor para Frego, en mi opinión.
Lena asintió.
—Mientras, me gustaría asearme y cambiarme de ropa
—señaló su ropa sucia del viaje—. Me temo que esto no

83
Jude Watson Star Wars El Único Testigo

es adecuado para una sesión especial del Senado


Galáctico.
Obi-Wan sonrió. Incluso bajo una presión extrema, Lena
cuidaba los detalles. Se dio cuenta de que iba a echarla de
menos cuando la misión terminara. Y terminaría dentro de
muy poco.
—Hemos preparado unos aposentos en el consulado
fregano para ti —dijo Mace—. Creemos que el senador
Crote estará fuera del edificio hasta que se produzca la
vista. Pero si nos lo encontramos tenemos que
comportarnos como si no supiéramos nada de su relación
con los Cobral.
—Entiendo —dijo Lena—. Pero espero que tengas razón
en lo de que no va a estar en el edificio.
Mace guió a Lena a su dormitorio temporal, y los Jedi
esperaron mientras ella se aseaba rápidamente y se
cambiaba de ropa.
Obi-Wan se quedó boquiabierto al verla aparecer de
nuevo, unos minutos después. Tenía el pelo recogido en
un elaborado moño y un par de pendientes de relucientes
piedras preciosas colgaban de sus lóbulos. Llevaba un
vestido sencillo de color azul claro que le llegaba hasta los
pies. Estaba preciosa, y no aparentaba en absoluto haber
pasado una noche larga y horrible.
El grupo salió del consulado y fue directamente hacia el
Senado.
Lena se quedó de piedra al entrar en la cámara del
Senado.
—¡No tenía ni idea de que la galaxia fuera tan grande!
—susurró a Obi-Wan nerviosa.
Obi-Wan sonrió para tranquilizarla.
—No pasa nada —dijo él, también entre susurros—.
Recuerda que estás haciendo lo correcto.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Lena estiró los hombros y asintió mientras el grupo se


iba acomodando en la gran plataforma flotante. Ella se
sentó mientras la plataforma flotaba suavemente hacia la
parte central de la cámara gigante. La sesión estaba
comenzando, y senadores de toda la galaxia estiraban el
cuello para ver quién iba a tomar la palabra en aquella
sesión especial.
Tras unos minutos, el murmullo que resonaba en toda la
estancia comenzó a apagarse. El Canciller Valorum indicó
a Lena que había llegado el momento de que hablara.
Apoyándose en la silla, se puso en pie. Por un momento
se quedó en silencio, mientras contemplaba los miles de
rostros que a su vez la miraban a ella. Obi-Wan no tenía ni
idea de lo que estaría pasando por su cabeza. Había pasado
por mucho y había llegado muy lejos. Y ahora su destino
estaba en manos extrañas. ¿La creerían? ¿Les importaría?
A Lena no le falló la voz al hablar sobre los Cobral.
Cuando relacionó a la familia de criminales con el senador
Crote hubo un murmullo en la sala seguido de un
respetuoso silencio. Obi-Wan se dio cuenta de que Lena
había atraído la atención de todos los asistentes mientras
hablaba de delitos, abuso de poder y de la maldad ejercida
por los Cobral en Frego. Y después, ella contó su propia
historia, incluida la muerte de su marido y su prima. Y,
por último, relató el intento del senador Crote de matarlos
a todos.
Hubo una conmoción en la cámara y el senador Crote se
puso en pie de un salto.
—¡Mientes! —gritó— ¡Yo no he hecho más que el bien
a tu planeta!
Pero Obi-Wan se dio cuenta por la expresión del senador
de que sabía que la situación se había puesto en su contra
cuando Lena presentó las pruebas: no sólo su relación con

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

el matón que la atacó, sino transmisiones que le


relacionaban de forma definitiva con la destrucción del
Degarian II. Su carrera política, por no hablar de su vida
como hombre libre, había tocado a su fin.
El recuento de votos duró poco. El senador Crote fue
destituido del cargo y los Cobral quedaron bajo orden de
arresto para ser juzgados por sus crímenes. Cuando se
eligiera un nuevo Gobierno, se nombraría un nuevo
senador.
Obi-Wan estaba resplandeciente y muy orgulloso de
Lena, de todo lo que había conseguido para su planeta y su
pueblo.
Y, gracias a ella, Frego tendría por fin un nuevo co-
mienzo, una oportunidad de empezar una nueva vida.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Capítulo 19

Una pequeña fiesta tuvo lugar en los aposentos de Lena


en el consulado fregano. Se habló mucho del éxito de su
testimonio y de lo que quedaba por hacer. Unos pocos
senadores quedaron tan impresionados con el testimonio
de Lena que le sugirieron que presentara su candidatura
para el puesto de senadora de Frego.
—No me interesa el puesto —respondió ella—. Volveré
a Frego para ayudar en la transición gubernamental, pero
después será hora de que empiece una nueva vida en otro
planeta.
Le guiñó un ojo a Obi-Wan, y él supo que la política
estaba sin duda en el futuro de Lena. Quizá conseguiría un
puesto como asistente de algún tipo en Coruscant. Y se dio
cuenta de que, si así fuera, quizá podrían verse de vez en
cuando...
Después de que el pequeño grupo compartiera un
almuerzo de celebración. Lena anunció que quería
descansar.
—Han pasado muchas cosas y me gustaría tener un rato
para asimilarlo todo. Volveré muy pronto a Frego, y me
temo que allí no voy a tener mucho tiempo para
descansar...
Qui-Gon asintió. Sabía lo que costaba realizar un
cambio de Gobierno.
—Sí, yo también creo que se impone un descanso —dijo
—. El Maestro Jedi Mace Windu y yo tenemos cosas que
hacer en el Templo, pero volveré enseguida. Obi-Wan
puede quedarse aquí contigo, si quieres.
—Es muy amable, pero me gustaría estar sola, si puede
ser —respondió Lena suavemente.
Obi-Wan intentó ocultar su decepción y asintió.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

—Claro —dijo.
Mientras Mace y Qui-Gon salían rumbo al Templo, Obi-
Wan se quedó indeciso tras la puerta de Lena. Quería
respetar sus deseos, pero también quería quedarse por allí,
en caso de que la chica cambiara de idea. La puerta de la
habitación de al lado estaba abierta, y la estancia estaba
vacía. Obi-Wan entró y tomó asiento en un cómodo sillón.
Desde allí podría oír lo que pasaba en la habitación de
Lena.
Obi-Wan acababa de cerrar los ojos cuando escuchó una
voz conocida.
—¿Sorprendida de verme, Lena querida? —dijo—.
Supongo que sí. Pero yo pensaba que te encantan las
sorpresas.
Luego hubo un ruido apagado, como si el intruso
estuviera forcejeando con ropa. Después. Obi-Wan oyó a
Lena gritar.
Obi-Wan llegó al pasillo en menos de un segundo. Con
la mano en su sable láser, pulsó los controles de apertura
de la puerta, pero no pasó nada. Estaba bloqueada.
Obi-Wan encendió su sable láser. Tendría que cortarla
para entrar, pero cuando la hoja tocó la superficie, algo le
dijo que no siguiera.
Se concentró y cerró los ojos. Escuchó un ruidito justo
delante de él. Lena estaba a apenas unos centímetros, justo
al otro lado de la puerta. No había forma de destruirla sin
hacer daño a la chica.
—Tendría que haber hecho esto hace años —continuó la
intrusa—. Quizá así podría haber salvado a mi hijo
predilecto. Al que quería más. A mi ojito derecho.
Zanita.
—Intenté salvarle, de verdad que sí —dijo la intrusa—,
pero en cuanto se supo que iba a traicionar a la familia...,

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

que le habías convencido para que testificara contra su


propia sangre, no pude hacer nada. Para mí fue una gran
pérdida, sí, pero necesaria.
Lena dejó escapar un sollozo.
—¿Necesaria? —repitió sin poder creerlo—. ¡Pero si era
tu propio hijo!
—Lo sé, Lena. Y. de hecho, siempre deseé que fuera una
niña. Ya sabes que los chicos y los hombres no son más
que tontos manejables. Siempre hay que decirles lo que
tienen que hacer, y la mitad de las veces lo hacen mal. Las
cosas en Frego eran un desastre hasta que llegué yo. Yo
organicé nuestro ejército y conseguí que el Gobierno viera
las cosas como nosotros. Todo iba perfectamente hasta
que llegaste tú. Tú me robaste el corazón de mi Rutin y
manipulaste su opinión.
—Rutin sabía opinar por sí solo —dijo Lena en voz
baja.
Escaneando la pared, Obi-Wan intentó recordar la
posición de todo lo que había en la habitación. Tenía las
manos empapadas de sudor, y el corazón se le salía del
pecho. No le quedaba mucho tiempo para actuar y apenas
tenía margen de error.
Zanita actuaba como si no escuchara a su nuera.
—Y ahora, por tu culpa, es probable que también pierda
a mis otros dos hijos —prosiguió—. Pero es obvio que no
voy a permitir que eso pase.
Obi-Wan escuchó un horrible clic. Tenía que actuar.
Sólo esperaba que ya no fuera demasiado tarde. Alzó el
sable láser y lo hundió en la pared.
—¿Quieres que te deje un momento para peinarte,
querida? —preguntó Zanita—. Quizá veas a Rutin en
breves momentos.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Obi-Wan cortó la pared a una velocidad impresionante y


entró justo a tiempo para ver a Lena cayendo al suelo a
unos metros de distancia. Se desplomó con todo su peso y
se quedó completamente inmóvil.
Todavía con la pistola láser en la mano, Zanita empuñó
el arma en dirección al pecho de su nuera. No parecía
haberse percatado de la presencia de Obi-Wan.
Obi-Wan dejó de mirar a Lena para centrarse en Zanita y
avanzó hacia ella. Ella se dio la vuelta de repente,
apuntando con su láser hacia el Jedi.
—Ah, un Jedi —dijo—. Era de esperar.
Disparó varias veces. A Obi-Wan le sorprendió su
increíble puntería, y tuvo que esquivar y saltar para evitar
que le dieran dos de los proyectiles, y al mismo tiempo
rechazó otros tres con el sable láser.
Dando un paso adelante, sintió que uno de los disparos
le rozaba la túnica. Giró y se impulsó, y de un salto
aterrizó junto a Zanita, quitándole el arma. Ella se
abalanzó hacia Lena. Sus hombros se estremecieron
violentamente cuando comenzó a sollozar.
La verdadera líder de los Cobral había sido derrotada y
probablemente se había acordado del tiempo que iba a
pasar en prisión.
Obi-Wan desactivó el sable láser y volvió a ponérselo en
el cinto. Tenía un pequeño agujero en la túnica, en la parte
que había rozado el láser. Lo tocó con el dedo, agradecido
de no haber sufrido daño alguno. No como Lena...
De repente, Obi-Wan escuchó un ruido a sus espaldas.
—¡Obi-Wan, cuidado! —gritó alguien. Era Qui-Gon.
Por una décima de segundo, Obi-Wan no supo dónde
mirar. Luego vio el brillo de un arma en la mano de
Zanita. Era una vibrocuchilla.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Antes de que Obi-Wan pudiera desarmarla. Zanita se


había clavado la reluciente hoja en el pecho.
Un momento después, cayó muerta al suelo junto a
Lena.

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

Capítulo 20

Qui-Gon alzó la mirada desde su catre en su dormitorio


del Templo Jedi y vio a su padawan de pie en la puerta.
—Pensé que quizá querrías venir conmigo a ver a Lena
— le explicó.
Obi-Wan arrastró los pies, inquieto, y Qui-Gon se
acordó del chico que adoptó como aprendiz hacía más de
cuatro años. Impaciente y cabezota, pero también
inseguro. Habían pasado por mucho desde entonces. Pero
en ese momento, Qui-Gon era muy consciente de que el
joven Jedi seguía necesitando su cariño y su aprobación.
Qui-Gon no podía culparle por ello, incluso se sentía
agradecido. Muy pronto. Obi-Wan sería un Caballero Jedi
por derecho propio, y ya no le necesitaría, pero, de
momento, seguía siendo un niño.
Las cosas entre ellos no habían ido muy bien últi-
mamente, pensó Qui-Gon. Sintió una punzada de cul-
pabilidad. No sabía por qué le costaba tanto confiar en el
chico en cuanto a sus sentimientos. Simplemente era así,
como muchas otras cosas.
—Sí, me gustaría —dijo Qui-Gon, poniéndose en pie—.
¿Qué tal está?
—Se dio un golpe muy fuerte en la cabeza al caer —
respondió Obi-Wan—. Pero se recupera bien y le van a
dar el alta esta tarde. Quiere volver a Frego pasado
mañana.
Qui-Gon apuró el paso para alcanzar a Obi-Wan
mientras bajaban por el pasillo.
—Las heridas físicas se curan pronto —dijo el Maestro
—. Las emocionales requieren más tiempo.
Se quedó callado mientras avanzaban por el pasillo.
Luego habló:

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Jude Watson Star Wars El Único Testigo

—Cuando Tahl murió, la herida era tan grande y tan


profunda que estaba seguro de que no iba a sobrevivir. No
podía seguir así. Y en mi dolor me cegué ante los demás...
ante los que también querían a Tahl y lloraban por ella.
—Yo también lo pasé mal —dijo Obi-Wan—, pero
sabía que mi dolor era mucho menor que el tuyo, que
jamás lo igualaría. No sabía cómo ayudarte. Estaba
perdido.
De repente, Qui-Gon se detuvo y miró frente a frente a
su padawan.
—Soy yo el que estaba perdido, padawan. Tú fuiste
generoso y paciente conmigo. Y yo necesitaba esa
paciencia. Sigo portando la herida que sufrí cuando perdí a
Tahl. Y ahí estará hasta el fin de mis días.
Obi-Wan asintió solemne.
—Lo sé —dijo en voz baja.
Qui-Gon puso las manos en los hombros de Obi-Wan.
—Te doy las gracias por tu esfuerzo para ayudarme a
soportar el dolor. Durante mucho tiempo no me he sentido
preparado para oír tus palabras, pero, aun así, tú me las
decías. Gracias a ti me he vuelto a encontrar a mí mismo...
he encontrado la forma de continuar. Tus palabras... Tú
eres mi consuelo. Gracias.
Obi-Wan respiró profundamente y sonrió.
—De nada —dijo.

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