El Canalla - Nicolas Marquez

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Ernesto Guevara predicó y practicó el odio como factor de lucha.

Racista
cabal, escribió: “Los negros, los mismos magníficos ejemplares de la raza
africana que han mantenido su pureza racial gracias al poco apego que le
tienen al baño”. Sobre los indios anotará: “En este tipo de trenes hay una
tercera clase destinada a los indios de la región… la grey hedionda y
piojosa… nos lanzaba un tufo potente pero calentito”. A los aborígenes
mexicanos los definió como “la indiada analfabeta de México”.
Sobre el campesino boliviano subrayó: “Son como animalitos”. Ni su mujer,
Hilda Gadea, se salvó de sus humillaciones: “Hilda Gadea me declaró su
amor en forma epistolar y en forma práctica. Yo estaba con bastante asma, si
no tal vez hubiese cogido… lástima que sea tan fea”.
La homosexualidad será castigada por el Che en campos de concentración
que él dirigía en Cuba y definió al homosexual como un “pervertido sexual”.
Por su condición de asesino serial se autodefinió como “una máquina de
matar”; por su fanatismo enfermizo sostenía que la moderación es una de
“las cualidades más execrables que puede tener un individuo”; se
consideraba a sí mismo como “todo lo contrario de Cristo” y confesó sentir un
profuso “odio a la civilización” a la vez que enseñó que “la más fuerte y
positiva de las manifestaciones prácticas, es un tiro bien dado a quien se le
debe dar”.
El Che contribuyó a instalar en Cuba el más prolongado y brutal totalitarismo
de la historia moderna en América e intentó llevar adelante golpes de Estado
en el África y conspiró también contra Presidentes democráticos en la
Argentina y Bolivia.
Sus apologistas lo veneran alegando que “murió por un ideal”, cuando lo
trascendente en Guevara es que haya fusilado a mansalva por imponer sus
inhumanos dogmas comunistas. Lo esencial en Guevara no es cómo murió
sino cómo vivió.
Este libro, es la única biografía que destruye documentalmente la historieta
del Che Guevara real. Desenmascarado el mito, ha muerto el “santo laico” y
ha nacido EL CANALLA.

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Agradecimientos y dedicatoria
En los últimos seis años tuve la gran dicha y el privilegio de poder publicar cuatro
libros, cuyos enfoques insumisos no fueron fáciles ni de publicar ni difundir en
momentos tan difíciles para la libre expresión como los que vienen corriendo en la
Argentina contemporánea. Estas repetidas satisfacciones no hubiesen dado a luz de
no haber amigos, conocidos y desconocidos que de un modo u otro, directa o
indirectamente me manifestaron su afecto y apoyo para poder dar nacimiento a este
libro y los anteriores. Es por esto, que la gratitud es un intenso sentimiento que prima
en mi alma.
Por lo tanto y bajo riesgo de ser injusto (puesto que muchos que merecen ser
nombrados probablemente no lo estén, tanto sea por fallas en mi memoria como
porque la lista es tan grande que sería imposible reproducirla completa) no puedo
dejar de agradecer al Dr. Eduardo Marty (Director General de Junior Achievement
Argentina) por su infatigable labor en defensa y asistencia del pueblo cubano; al Dr.
Guillermo Hirschfeld (Coordinador de Programas para Iberoamérica de FAES
Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales) quien desde Madrid me facilitó
invalorables aportes para el libro; al escritor Plinio Apuleyo Mendoza por su
testimonio; al jurista e historiador Enrique Díaz Araujo (el argentino que de lejos más
conoce sobre el Che Guevara) por sus consejos oportunamente señalados; al abogado
y periodista Marcelo Gioffré por sus sugerencias bibliográficas; al pensador
argentino-cubano Armando Ribas (uno de los hombres que más saben en el mundo
acerca de la revolución cubana y sus mitos) no sólo por el material provisto al
respecto sino por prestigiar el trabajo presente con su prólogo; a María Werlaw
(Directora Ejecutiva del proyecto “Archivo Cubano”) por facilitarme el acceso a tan
rica documentación; a mis amigos Dr. Martín Simonetta y Dr. Gustavo Lazzari
(Fundación Atlas-1853) por su apoyo de siempre así como también a mi querido
confidente Dr. Humberto Bonanata (Director agencia NOTIAR www.notiar.com.ar)
por su infatigable labor periodística contra las dictaduras vigentes en América Latina;
al escritor Carlos Manuel Acuña por sus contribuciones periodísticas que
enriquecieron la documentación del presente trabajo; a todos aquellos que desde
diferentes lugares del mundo prestaron testimonio a grabador abierto para este libro;
al Dr. Vicente Massot (“mi intelectual” de consulta y cabecera) por sus certeros
comentarios brindados oportunamente; al Dr. Eneas Biglione (Director Ejecutivo
HACER Hispanic American Center for Economic Research en Washington DC) por
haber estado siempre aportando datos y documentos de manera desinteresada; a mi
hermano Aníbal por su permanente ayuda compilando y rastreando documentos y por
ser quien me sugirió y animó a encarar el ensayo presente; a María José Montenegro
por pulir y corregir mi narrativa; a periodistas “incorrectos” como Malú Kikuchi,
María Zaldivar o el destacado economista Roberto Cachanosky quienes siempre me
brindaron con generosidad sus espacios comunicacionales para comentar y mostrar

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mis trabajos; a los Dres. Emilio Cárdenas y Rosendo Fraga por alentar mis estudios
en el exterior; a Paul Dougherty por su gran apoyo desde el primer momento; Al Dr.
Florencio Varela (quien lamentablemente ya no está entre nosotros) por darme el
“empujonazo” inicial allá por el año 2003; al joven Agustín Laje cuyos trabajos
bibliográficos constituyen una firme promesa de futuro; y un agradecimiento especial
a Jorge Albertani, Ramón y mamina Florentín, Julio Delucchi, Cristina Saa, Luz
García Hamilton, Richard Bussi, el “negro” Ferreyra y Luis Allegrini por su ayuda de
siempre al permitirme mostrar y presentar mis modestas propuestas en diferentes
rincones del país; a mamá (Mecha) por vivir “a las corridas” atendiendo y
solucionando todo tipo de avatares y por estar siempre, absolutamente siempre
presente de manera oportuna (y a veces inoportuna); a Patricia Montenegro por un
sinfín de motivos imposibles de enumerar en una carilla; a Miguel Mateos cuya
música (mi música) me acompañó a lo largo de las incontables horas de trabajo
volcadas en mis escritos; y por último, toda mi gratitud a mis grandes amigos
(algunos ya son como hermanos a estas alturas): Martín, Cristian, Federico, Daniel,
Oscar, Gabriel y Rodrigo, por estar siempre al “pie del cañón” cada vez necesité de
ellos.

Dedico este libro a la Victoria, a Mi Victoria, que siempre vive en mí y yo en ella.

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Comentario preliminar
Una vez más Nicolás Márquez intenta rescatar la verdad histórica de la
tergiversación trascendental que de la misma, ha logrado hacer la izquierda. Como
bien señala Rush Limbaugh en su obra “Ves, Yo te lo Dije” (See, I Told You So) “la
izquierda habría superado el término políticamente incorrecto, y ha logrado hacer lo
que denomina ‘limpieza política”. O sea en lugar de hacer lo que se debía hacer en
Serbia con los musulmanes y que se denomina ‘limpieza étnica’, la izquierda en lugar
de eliminar a la gente tiene como mira la eliminación de ciertas ideas y puntos vista”.
Desde otra perspectiva igualmente trascendental, en su obra “La Visión de los
Ungidos” Thomas Sowell dice respecto del desacuerdo con la izquierda: “aquellos
que no estén de acuerdo con la visión prevaleciente, se la ve no sólo meramente que
están equivocados, sino que son pecadores”.
Ya Nicolás Márquez en sus anteriores obras “La Otra Para de la Verdad” y “La
Mentira Oficial” con valentía, precisión e información, había arrostrado el peligro de
desafiar a la visión de los ungidos y por ello ser igualmente eliminado. En aquellas
obras se refirió a la realidad ético política de la Argentina de la década del 70. Tomar
esa decisión frente a la visión de los ungidos actualmente dominante, no sólo en el
gobierno sino en gran parte de la oposición, Márquez se arriesgó a ser calificado
como un pecador. Pero Márquez ha sido igualmente consciente de los peligros que
entraña para la libertad la aceptación de esa visión supuestamente ética, por la cual
las víctimas son los victimarios, y los delincuentes las víctimas. Así se olvida el
dictum de David Hume cuando dijera: “aquellos que pretenden morir por sus ideales,
matan por sus ideales”. Así aparece la figura descollante y criminal del Che Guevara
que refleja la problemática actual de América latina.
Otra vez Márquez se percata del peligro existente. Tal como señalara Thomas
Sowell en la obra citada: “El peligro en una sociedad puede ser mortal, sin ser
inmediato”. Consecuentemente en su nueva obra “El Canalla La verdadera historia el
Che”, extiende su preocupación al continente, donde hoy más que nunca y en medio
de supuestas democracias, prevalece la mística de los derechos humanos frente al
imperialismo americano. Tanto así, que recientemente el director de la OEA, el Sr.
José Miguel Insulza, ha propuesto la reincorporación de Cuba a ese organismo.
En su nueva obra Márquez ataca fundamentalmente la figura del Che Guevara
con datos e información incontrastables. Describe las muertes llevadas a cabo por
este asesino serial, tanto por mano propia como por su orden. Igualmente relata la
realidad de la Revolución Cubana y la dictadura totalitaria de Fidel Castro. Resalta el
hecho pretendidamente desconocido de que fueron precisamente los americanos, con
Roy Rubbotton a la cabeza, los que determinaron la caída de Batista y la consecuente
llegada de la Revolución verde oliva (Patria o muerte). Seguidamente cuenta con
detalles la traición de JFK, a los cubanos en Bahía de Cochinos y más tarde al
Continente en la crisis de los misiles por la que entregó a Cuba a la órbita soviética.

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Asimismo el autor comenta detalladamente el enfrentamiento de la Revolución
con la Iglesia Católica. Así cuenta cómo se estatizaron los colegios católicos que
había en Cuba y se expulsaron numerosos sacerdotes. O sea, en un momento como el
actual en el que la hipocresía y el cinismo prevaleciente frente a la realidad
demagógica de la izquierda, la obra de Nicolás Márquez es un hito insoslayable para
salvar la libertad en este continente. Pensar que un país como Argentina que tiene en
su historia figuras trascendentales que determinaron su grandeza como Juan Bautista
Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento son ignoradas y el actual gobierno apela al
rescate no de los estadistas antedichos sino de la figura criminal del Che Guevara y al
amigo de Fidel Castro, Diego Maradona.
La obra presente mantiene una abundante información sobre la realidad de que se
trata, y pone de manifiesto que la mentira oficial se extiende más allá de las fronteras
argentinas. La información que provee Nicolás Márquez, permite que nos demos
cuenta del peligro que representa el Socialismo del Siglo XXI, por aquello de que
“dime con quién andas, y te diré quién eres”. Por tanto no puedo menos que
agradecer el empeño de Márquez para trasmitir la realidad que enfrentamos, así como
el sufrimiento de aquellos que la han padecido y siguen padeciendo. Confío en que el
público recogerá esta nueva obra no como una exégesis de la literatura, sino como
una verdadera admonición, y que su prédica represente una posibilidad de enfrentar
con éxito el aparente destino manifiesto de “aquellos que matan por sus ideales”.
A través de esta exposición, que revela el verdadero curso de la historia, podemos
recordar a Orwell en 1984 donde dice: “El que controla el presente controla el
pasado, y el que controla el pasado controla el futuro”. La imagen idealizada del Che
Guevara es el presente control del pasado por la izquierda marxista, hoy vigente en el
Continente. Ese control del pasado asegura el control del futuro, y su consecuencia es
la opresión y el totalitarismo.
La obra de Márquez es el intento magno de rescatar el pasado de la utopía, para
lograr un futuro de libertad. Y diría que esta obra ha llegado en el momento oportuno
en que el Armagedón histórico amenaza a nuestro continente.

ARMANDO RIBAS

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Capítulo I

Retrato de familia

Prólogo

Ernesto Guevara de la Serna, “el Che”, en tanto objeto de estudio, sin dudas fue y
es un personaje excepcional tanto para apologistas como para detractores. Decimos
que fue excepcional, no como adjetivo calificativo sino como fenómeno que se aparta
de la regla general. Vale decir, guerrilleros hubo (y sigue habiendo) por miles, pero
Che Guevara hay uno sólo.
No hubo entre sus pares de la época ni entre los que aparecieron después, un solo
guerrillero o revolucionario, por avezado que fuera, que haya disputado su
protagonismo, ni que se le acerque en vigencia, y mucho menos que sea tomado
como referente en proporciones similares.
¿Qué diferenció al Che de sus análogos? Sin dudas no fue su talento como
guerrillero (su desempeño fue más que modesto) sino un cúmulo de aspectos de su
enigmática personalidad, así como el hecho de que haya participado (muchas veces
como protagonista) en emprendimientos y episodios de relieve mundial, a lo que debe
sumarse el fastuoso marketing contemporáneo que vende su efigie a diestra y
siniestra colocándolo en la categoría de logotipo comercial.
Descendiente de las aristocracias más distinguidas de la Argentina, la intensa vida
pública del Che se reduce a diez años de acción (1957/1967) en los que alternó como
aventurero, médico, guerrillero (en varias oportunidades y latitudes), jefe mayor de
dos campos de concentración y exterminio a disidentes (La Cabaña y
Guanacahabibes), ideólogo amateur, Presidente del Banco Nacional de Cuba,
Ministro de Industrias de Cuba, embajador informal y escritor aficionado entre varias
otras incumbencias.
Portador de una personalidad despótica, desde muy joven forjó un temperamento
duro, cruel, temerario, y acarreó desde siempre una extraña propensión al suicidio
(tendencia que de alguna manera materializó).
Predicó y practicó el odio como factor de lucha. En sus escritos y alocuciones se
advierte un notable desprecio por los negros, los indios, los bolivianos, los
homosexuales (a quienes confinó en campos de trabajo forzado), los cubanos, sus
propias esposas (se casó dos veces) y hasta por los guerrilleros de su propia tropa, a
los que si por alguna causa no le simpatizaban, sin más, los fusilaba. Combinaba su
desprecio por la vida (propia y ajena) con un humor sarcástico y elegante, en donde
ponía de manifiesto su refinamiento y sólida formación cultural.
Lector voraz, ajedrecista intuitivo, impaciente en grado extremo, provocador

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contumaz, comunista tardío y fusilador sistemático (los muertos en su haber se
cuentan por centenas) son algunos de los tantísimos rasgos de este popular y a la vez
desconocido personaje.
Considerado como un inmaculado prócer en la Cuba castrista, el Che contribuyó a
instalar en la isla el más prolongado y brutal totalitarismo de la historia
contemporánea de las Américas, intentando además llevar adelante infructuosos
golpes de estado en el África y Latinoamérica, conspirando contra Presidentes
democráticos de la Argentina (durante el gobierno del Dr. Arturo Illia) y en Bolivia
(bajo la administración de René Barrientos).
Por su multifacético rol contó con varios apodos: “El Chancho” (dada su
enemistad con la higiene personal); “El Carnicero de la Cabaña” (en honor al campo
de exterminio “La Cabaña” que él comandó); “El Canalla” (tal como se acostumbra a
llamar a los hinchas del club de fútbol “Rosario Central”, al que él adhería); y “Che
Guevara” (tal el apodo con que mundialmente se lo conoce y cuyo origen del mismo
sigue siendo discutido).
Muchos de sus apologistas y acólitos lo veneran alegando que “el Che murió por
un ideal”. Frase que incluso es recogida con indolente aprecio hasta por aquellos que
no comparten el ideal de Guevara, pero indulgentemente le reconocen “haber
entregado su vida por ella”. Argumento efectista y efectivo aunque falaz, puesto que
lo trascendente en Guevara no es que “haya muerto por sus ideas” sino que haya
fusilado a mansalva por imponerlos. La muerte no es lo relevante en Guevara, dado
que él buscó afanosamente ese final y lo encontró en su ley. No murió “en defensa de
la paz” ni de los “Derechos Humanos”, sino atentando contra estos valores. Lo
esencial en Guevara no es cómo murió, sino cuánto mató cuando vivió y con qué
objetivos póstumos llevó adelante tamaña masacre. Pero ocurre que existe una
curiosa tendencia a juzgar a los ídolos de izquierda en función de sus objetivos
(supuestamente nobles) y no por sus resultados (comprobadamente desastrosos), que
en definitiva son lo único importante.
Hoy su efigie recorre el mundo en postales, banderas, adornos y remeritas, las
cuales son mostradas como símbolo de amor universal, tolerancia o libertad. Todos
valores que el Che combatió y despreció con el ejemplo personal. Una cosa es la
edulcorada imagen que el marketing actual y los filmes comerciales construyeron del
Che y otra bien distinta es la verdadera naturaleza que el Guevara real encarnó.
Pero hay elementos a favor del Che que es necesario poner de manifiesto: jamás
escondió sus valores, ni sus acciones, ni su esencia. Por su condición de irrefrenable
homicida se autodefinió como “una máquina de matar”; por su fanatismo enfermizo
consideraba la moderación como una de “las cualidades más execrables que puede
tener un individuo”; se consideraba a sí mismo “todo lo contrario a un cristo”;
confesó sentir un profuso “odio a la civilización” y enseñó que “la más fuerte y
positiva de las manifestaciones pacíficas, es un tiro bien dado a quien se le debe
dar”.

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En el presente trabajo no sólo nos detenemos en la persona del Che Guevara y sus
diversas acciones (guerrilleras o burocráticas), sino que abordaremos episodios
políticos de vital importancia directamente relacionados con el protagonista en
cuestión.
“El Canalla” constituye un enfoque totalmente distinto al que estamos
acostumbrados a escuchar, leer o mirar en la cinematografía mercantilista. Algunos
estarán a favor de lo aquí expuesto y otros en contra, lo cual es natural y sano que así
sea, máxime con un personaje que ha despertado tantísimas y acaloradas discusiones.
No siendo para más, e invitando al lector a ingresar en el libro despojado de todo
preconcepto, deseamos que este aporte fomente debate, polémica, consenso y
disenso, praxis enriquecedora y vital para el sano ejercicio intelectual, el cual hoy
podemos llevar adelante precisamente porque los dogmas del Che Guevara no
triunfaron ni gobiernan la vida en este lugar del planeta.

Génesis

Por lejana tradición, había en la familia Guevara un fuerte sentimiento


“antiyanqui”, animadversión hereditaria a la que no escapó el protagonista del
presente ensayo, Ernesto Guevara de la Serna, personaje mundialmente conocido
como “el Che”. Un íntimo familiar suyo (que nos pidió reserva de su identidad) nos
contó que “Los Guevara se casaron en California porque eran exiliados de Juan
Manuel de Rozas, en el año 1848, más precisamente en la zona del Río Sacramento,
donde iba media Europa a buscar oro. Contrajeron nupcias con mujeres distinguidas
que eran los Castro y Figueroa, descendientes de un Virrey que gobernó en Nueva
España, México. Había en mi familia una bronca especial contra los Estados Unidos.
Porque los yanquis aplicaron sus leyes y fueron invadiendo el famoso lejano oeste y
tomaron California por la fuerza, degollando a un coronel de la familia de apellido
Castro, al que le aplicaron leyes marciales. Esto creó un ambiente de rechazo
familiar a todo lo que podía ser americano”.[1]
Durante su estada en los Estados Unidos, los Guevara frecuentaron trato con los
Lynch, otra familia distinguida. Una vez producida la caída de Rozas en 1852, poco
después ambas estirpes se trasladaron a la Argentina. Los Guevara se instalaron en la
Provincia de Mendoza, al límite con Chile, y los Lynch se afincaron en Buenos Aires.
A pesar de la lejanía, sendas familias retoman el trato frecuente cuando los Guevara
comienzan a viajar a Buenos Aires para estudiar en la Universidad y allí se inaugura
el apellido Guevara Lynch: Roberto Guevara (abuelo del Che) se casa con Ana Isabel
Lynch y Guillermo Guevara, se casa con Eloísa Lynch (dos hermanos con dos
hermanos), los casamientos se producen aproximadamente entre 1888 y 1890.[2] De
la unión entre Roberto Guevara y Ana Lynch nació una extensa prole de doce hijos.
El sexto hijo, Ernesto Guevara Lynch, fue el padre del Che Guevara.
Por vía materna, el notable linaje del Che no se quedaba atrás. Su madre, Celia de

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la Serna y Llosa, hermosa mujer, culta, refinada e insumisa, era descendiente del
general José de la Serna e Hinojosa, último Virrey del Perú. Celia había quedado
huérfana desde muy jovencita y a pesar de provenir de una familia de siete hermanos,
heredó una importante fortuna. El jurista e historiador Enrique Díaz Araujo,
probablemente el mejor biógrafo argentino de Guevara y que escribió varios ensayos
sobre este personaje, confirma que Celia “era tan aristocrática como su esposo y, al
igual que él, no tenía antecedentes de pobreza o injusticia de qué quejarse; había
nacido en medio de la opulencia y el prestigio, el último freno a su natural rebeldía
desapareció poco después (de 1918), cuando, en rápida sucesión, murieron su padre
y su madre y ella quedó en la más absoluta libertad y con mucho dinero para hacer
lo que le viniera en gana”.[3] La muchacha era ferviente católica y comulgaba
diariamente. Su devoción religiosa no era menor. Relata el destacado biógrafo francés
Pierre Kalfon, que Celia fue “graduada del decoroso colegio francés del Sagrado
Corazón, de Buenos Aires, Celia era muy piadosa, hasta el punto de martirizarse
colocando cuentas de vidrio en sus zapatos. Incluso pensaba tomar los hábitos…”.[4]
Pero a poco de conocer a Ernesto Guevara Lynch, se produjo el enamoramiento y el
proyecto de tomar los hábitos quedó en el olvido.
Ambos iniciaron una relación; a poco andar, Celia quedó embarazada (en pleno
noviazgo). Para tratar de morigerar el escándalo que este episodio generaría en los
ambientes católicos y aristocráticos de 1927, se forzó y apuró el casamiento
prematuro de Ernesto y Celia (con casi tres meses de embarazo) para el 20 de
diciembre de ese año. Este episodio relatado, el del embarazo prematrimonial, puede
considerarse para la mass media apenas un aspecto anecdótico según los usos y
costumbres del siglo XXI. Pero ochenta años atrás constituía un motivo grave de
vergüenza o ciertamente escandalizante. Muchos sacerdotes, amigos y personalidades
de ambientes que Celia frecuentaba, bien reprobaron su conducta o directamente le
dieron la espalda, episodio que le produjo un furioso resentimiento contra la Iglesia.
Virulenta animosidad anticristiana que le fuera transmitida luego al niño que por
entonces yacía en su vientre y al resto de la prole que no tardaría en llegar.
Apenas producido el enlace, el flamante matrimonio muda a la provincia norteña
de Misiones, en donde Ernesto Guevara Lynch acababa de comprar un yerbatal con
unos ahorros de Celia.
Cuando el parto era inminente, la pareja viaja a Buenos Aires y en el trayecto
efectúan fugaz escala en la ciudad de Rosario (provincia de Santa Fe) donde Celia da
a luz a su primer hijo, Ernesto, el 14 de junio de 1928. Destaca el biógrafo Mario
O’Donnell con respecto al parto, que “todo indica que se produjo un mes antes, y que
falsearon ese dato para ocultar la verdadera fecha del embarazo”.[5] Efectivamente,
años después, Celia de la Serna le confió a su amiga Julia Constela “Ernesto (padre)
arregló con un primo médico para que pariera en Rosario, llegamos justo a tiempo.
El 14 de mayo de 1928 nació nuestro primer hijo y le pusimos el nombre del padre.
Lo anotamos un mes después, siempre hablamos de un parto adelantado, cuestión de

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salvar las apariencias…”.[6]
Tanto sea por vía paterna como materna, por las venas del primogénito Ernestito
Guevara de la Serna, correría sangre del más distinguido linaje. Empero, la refinada
tradición se vería opacada por los desmanejos económicos del jefe del hogar, un
inconcluso estudiante de arquitectura y desteñido empresario, quien con motivo de su
mala visión para los negocios fue paulatinamente descapitalizándose, efectuando
emprendimientos a veces con éxitos modestos y otras incurriendo en fracasos
contundentes. Para tales proyectos utilizó primero su dinero y al agotarse éste, acabó
despilfarrando el de Celia, su mujer.
Según el biógrafo O’Donnell, esa doble condición de aristócrata venido a menos,
iría forjando en el niño Ernesto a lo largo de su infancia y adolescencia “la identidad
de ser ‘el pobre’ en un mundo de ricos” a la vez que “habrá fomentado su rencor
hacia los propietarios”.[7] Es justo decir que el empobrecimiento paulatino de la
familia, no sólo obedeció a la falta de tacto comercial de Don Ernesto, sino que como
causa concomitante aparece la crisis mundial de 1930. Fue entonces cuando la familia
se vio obligada a vender campos y propiedades, entre ella la estancia La Celia en Río
Quinto. El pueblo actualmente se llama La Celia.[8]
Queda claro entonces que Ernesto Guevara de la Serna, el Che, de los Guevara
Lynch heredó el odio a Estados Unidos y de los de la Serna su rechazo a toda
manifestación religiosa. En cuanto a la primera herencia “el barman de Sierras Hotel
(ubicado en Alta Gracia, Córdoba), que frecuentaba Ernesto padre antes y al que
volvía Ernesto hijo con sus amigos en algunas ocasiones, recuerda que nunca pedía
Coca-Cola y que cuando se la ofrecía, la rechazaba de manera vehemente: ‘Se ponía
frenético”[9] y siempre propenso a frases extravagantes agregaba “Prefiero ser indio
analfabeto a millonario norteamericano”.[10] Respecto de lo segundo, la
antirreligiosidad infundida por la madre a todos sus hijos fue tan aguda, que los niños
Guevara de la Serna hacían del deporte y el juego infantil no una sana distracción
sino una cruzada antirreligiosa. El hermano menor del Che, Roberto Guevara precisa
que “los partidos de fútbol adquirían a veces su carácter ‘ideológico’: La formación
que tuvimos fue de un anticlericalismo total… En el verano, se hacían los equipos de
fútbol de los que creían en Dios contra los que no creían en Dios. Famosos partidos
de fútbol. Los católicos nos llenaban de goles y se solazaban con la derrota de los
infieles”.[11] Su amiga de la infancia, Dolores Moyano Martín al respecto agrega:
“Nunca olvidaré cuando, siendo adolescentes, conversábamos sobre Nietzsche y la
significación de Cristo como salvador de los pobres… Ernesto perdió la paciencia y
dijo, alterado: ‘Les aseguro que si Cristo se cruzara en mi camino haría lo mismo
que Nietzsche: no dudaría en pisotearlo como un gusano baboso’… Nunca olvidaré
esa escena porque prefiguraba lo que Ernesto sería más adelante”.[12] Era natural
entonces que el refugio ideológico para canalizar estas fobias (tanto a Estados Unidos
como a Cristo) fueran las posiciones de izquierda, muy enraizadas en su madre por

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otra parte. Según el biógrafo Daniel James “Celia de la Serna fue siempre
izquierdista, aún por su propia tradición familiar. Su hermana Carmen y su cuñado
‘Policho’ (Cayetano Córdova Iturburu) fueron afiliados en otra época al Partido
Comunista”.[13] Efectivamente, el tío político del Che, Cayetano Córdova Iturburu,
nos cuenta un familiar íntimo “tenía gran influencia ideológica sobre él. Fue
corresponsal de guerra en la Guerra Civil española, era rojo y republicano y después
fue presidente del Partido Comunista. Era un izquierdista ‘paquete’”.[14] Este influjo
habría sido de tal intensidad, que su primo Fernando Córdova de la Serna señaló que
“Ernestito con su clásica rebeldía, cuando oyó a sus padres argumentar a favor de la
República Española, decidió declararse partidario de los nacionalistas y de
Franco… hasta que el influjo de las cartas, las fotografías, las revistas, los discos y
otros souvenirs enviados desde Madrid por Cayetano Córdova Iturburu, lo hizo
cambiar de posición”.[15]
Pero además de la ascendencia familiar, Ernestito Guevara se veía empapado de
izquierdismo en el plano de sus amistades puesto que “entre las influencias
detectables en el Guevara infantil y adolescente, además de las familiares, están tres
amigos… Pepe González Aguilar, Fernando Barral y Alberto Granados. Que fueran
sus tres amigos favoritos lo prueba, aparte de otras cosas, el hecho de que los tres se
fueron a vivir a Cuba invitados por el Che. Pues bien, Pepe y Fernando eran hijos de
españoles republicanos exiliados que se instalaron en Alta Gracia y que
naturalmente entraron a formar parte de un círculo en el que había izquierdistas y
comunistas españoles y también argentinos”.[16] Otro de los más destacados
biógrafos de Guevara, el mexicano Jorge Castañeda, sostiene que “La guerra de
España constituyó la experiencia política fundante de la infancia y adolescencia del
Che. Nada lo marcará políticamente en esos años como la lucha y la derrota de los
republicanos”.[17]
Cuenta Ernesto Guevara padre que poco antes de que Ernestito cumpliera dos
años, su mujer, Celia, nadadora de fuste, solía llevar a su hijo al Club Náutico de San
Isidro a las orillas del Río de La Plata y en 1930 “Una fría mañana del mes de mayo y
además con mucho viento, mi mujer fue a bañarse al río con nuestro hijo Ernesto.
Llegué al club en su busca para llevarlos a almorzar y encontré al pequeño en traje
de baño, ya fuera del agua y tiritando. Celia no tenía experiencia y no advirtió que el
cambio de tiempo era peligroso en esa época del año”.[18] Este episodio pareció dejar
en Ernestito una dramática secuela que lo acompañaría toda su vida: un asma garrafal
que sin dudas marcará a fuego parte de su personalidad.
Sus padres, en búsqueda desesperada de médicos y tratamientos infructuosos, por
recomendación de su pediatra decidieron marcharse a la ciudad de Alta Gracia,
provincia de Córdoba, en donde abundan la sierra y el clima seco, lo cual fue un
alivio parcial para el asma del niño Ernesto. Allí permanecerá desde los cuatro años y
medio (en 1933) y recién se marchará a los diecinueve años (1947), para estudiar
medicina en la universidad de Buenos Aires.

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Por un lado, su madre, sintiendo gran culpa por el asma de su hijo (contraído
presuntamente por su descuido) lo sobreprotegía obsesivamente. Su padre, en
cambio, lo sometería a riesgos irresponsables y a los tratos más descabellados a
efectos de que el niño “se fortalezca”. Cuenta el biógrafo argentino Hugo Gambini
que “Celia era algo descuidada, es cierto, pero él (su marido) tenía algunas manías
peligrosas. Por ejemplo, cuando bañaban a Ernestito, él lo ponía a secar al sol.
Decía que de esa forma se fortalecía físicamente y aprendería a soportar el frío… El
pobre chico se pescó una pulmonía que le engendró la bronquitis crónica y los
espasmos asmáticos de los que nunca se pudo liberar… Guevara padre, publicó una
de ellas, estaba decidido a dar a su hijo, prematuro y enfermizo, una crianza rígida, y
lo hacía tomar sol envuelto en un pañal en pleno invierno. El Che soportó baños
fríos de inmersión y duchas heladas”.[19] Con total naturalidad, Ernesto padre narra
que “Ernestito comenzaba a caminar. Como a nosotros nos gustaba tomar mate lo
mandábamos hasta la cocina, distante unos veinte metros de la casa, para que nos lo
cebara. Entre la cocina y la casa cruzaba una pequeña zanjita que ocultaba un caño.
Allí tropezaba el chico y caía con el mate entre sus manitos. Se levantaba enojado y
cuando volvía con otra cebada, volvía a caerse. Empecinado siguió trayendo y
volcando el mate una y otra vez hasta que aprendió a saltar la zanja”.[20] Esto pone
de manifiesto nuevamente, el énfasis que ponía Don Ernesto en inculcar a su hijo el
voluntarismo y la pérdida del miedo ante episodios riesgosos.
Los hábitos agresivos e irresponsables de su padre, se habían generalizado y
formaban parte de la convivencia corriente y doméstica de la familia. Por ejemplo,
sus hermanos, aprovechando el asma de Ernesto “cuando se peleaban con él,
llenaban una jarra con agua para volcársele encima y provocarle un espasmo
bronquial que lo paraliza…”.[21] Nos cuenta un familiar que compartió su infancia
con el Che que este “se vivía agarrando a piñas. Tenía los ojos como un puma en
cautiverio, una mirada penetrante y agresiva… Era una familia muy violenta, éramos
todos muy educados, pero al primer problema se arreglaba con violencia. Él tenía
esa actitud para demostrar que el asma no lo limitaba en nada. No le tenía miedo a
la muerte, a nada. Te desafiaba a caminar por una cuerda de una casa a otra a diez
metros de altura. Cierta vez ató un cable y fue y vino… Tenía tanta altanería y
autosuficiencia que quería pelear de igual a igual con Jesucristo”.[22]
Estas alocadas argucias, fueron forjando un modus vivendi signado por la
crueldad, la osadía y el riesgo incausado. Recuerda un entrañable amigo de Ernestito,
José Gonzalez Aguilar, que los Guevara “eran muy audaces en los juegos, en los
deportes, en todas esas cosas; nos tenían un poco atemorizados, a nosotros. A
Ernesto le gustaban mucho los juegos de riesgos y recuerdo también la imagen de su
hermano Roberto, en nuestra casa, saltando de un tercer piso a la casa de al lado,
sobre el vacío. Lo hacía por gusto, riéndose de nosotros porque no lo seguíamos”.[23]
El padre, Ernesto Guevara Lynch, relata cómo fue instigando a sus hijos a la
temeridad en reportaje concedido a la revista Gente (ejemplar del 16 de octubre de

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1967): “Los fui iniciando a mis hijos en los secretos y peligros de la vida, desde muy
temprano. Yo tenía la firme convicción de que debían ser libres, criarse en absoluta
libertad”.[24] El sociólogo de origen marxista Juan José Sebreli, quien efectuó
diversos estudios bibliográficos sobre el Che, destaca además que “A los cinco años
su padre le enseñó a tirar al blanco; desde entonces el revólver sería su juguete
preferido. La sola visión de las armas le provocaba verdadero éxtasis”.[25] El
anecdotario del Che Guevara niño no es baladí. Saben mejor que nadie los
psicólogos, que los primeros años de vida marcan personalidades para siempre.
Veremos luego que el Che, a poco de convertirse en estudiante universitario se
graduaría de trotamundos y aventurero llevando una vida nómada y errática que lo
acompañará hasta su muerte. Ese espíritu inestable no será casual. Habrá
antecedentes sobrados de inconstancia geográfica en su niñez: “Tras casarse, los
Guevara Lynch-de la Serna, por vocación o por obligación, llevarán una vida
trashumante: Misiones, Rosario, San Isidro, Palermo, Alta Gracia, Córdoba capital,
y finalmente Buenos Aires otra vez. También en Alta Gracia cambiarán de casa
debido a que dejaban de pagar o a que quienes les facilitaban el alojamiento a
precios irrisorios reclamaban su devolución: en un principio se alojaron en el hotel
La Gruta; en 1933 ocupan Villa Chichita; en 1934 Villa Nydia; en 1937 el chalet de
Fuentes; en 1939 el de Ripamonte y en 1940 otra vez Villa Nydia.”.[26] Parafraseando
a Baudelaire, Sebreli sostiene que el Che padecía de “horror al domicilio” y recuerda
una frase suya: “Lo único que hice fue huir de todo lo que me molestaba”. ¿Qué le
molestaba? se pregunta Sebreli, a lo que responde: “No era el peronismo dada su
indiferencia por la política, quizá fuera la situación familiar”.[27] El propio Che
Guevara confesará tempranamente: “Yo mismo no sé dónde dejaré los huesos”.[28]
Con lenguaje inelegante, Fernando Córdova de la Serna concluye que su primo
“Tenía hormigas en el culo”.[29]
La casa de los Guevara se caracterizó por ser un permanente desorden signado
además por la suciedad. Recuerda Carmen de la Serna (hermana mayor de Celia, la
madre del Che): “Aquella era una casa de dos pisos, tan mal construida que
presentaba grietas por todas partes. Había goteras, y cuando la perrita orinaba
arriba, el pis caía a la planta baja… El desorden gobernaba a todos y sólo hacían
grandes limpiezas cuando se festejaba algo…”.[30] Según el biógrafo Daniel James,
en la casa de los Guevara no había normas, ni orden, ni horarios: “Un amigo de la
familia que los frecuentó en Buenos Aires, dice que al llegar la hora de comer, Celia
se quedaba mirando a los muchachos y les preguntaba ¿Qué hay de comer? Uno de
ellos iba a alguna parte y en seguida regresaba, por ejemplo, con un paquetito de
macarrones o algo que no necesitaba mucho trabajo de preparación y lo echaba a
hervir en una olla de agua. Los muchachos ponían la mesa, si es que encontraban
alguna superficie libre… un periódico hace las veces de mantel, Dolores Moyano
Martín, que escribe sobre los Guevara con admiración, recuerda: ‘No había hora de

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comer; cada quien comía cuando tenía hambre’”.[31] Anota Pierre Kalfon que la
niñez de Ernestito en Alta Gracia transcurre “en una familia bohemia, desordenada,
libertaria de pies a cabeza y liberal casi en exceso. Todo el mundo entra o sale de la
casa a voluntad. Cada uno se las arregla, desde muy joven, casi solo, se hace la
cama o no se la hace. El ajetreo es tal que en casa de los primos Córdova, se ha
conservado la fórmula de la vieja criada para designar un completo desorden: ‘Es
digno de los Guevara’”.[32] Añade la empleada doméstica de los Guevara, Rosario
González que “El horario de la comida nunca era el mismo. Como el señor y la
señora frecuentaban el Sierras Hotel (club exclusivo de Alta Gracia), casi siempre
volvían de madrugada. Al otro día se levantaban a cualquier hora… En realidad, a
la cocina la dirigía yo porque la señora dormía hasta tarde y no podía esperar que se
levantara y me ordenara qué hacer”.[33] Sin embargo, el omnipresente caos era
fugazmente acomodado por Celia, quien en definitiva llevaba la voz cantante.
Recuerda un familiar que “Había un gran desorden en su casa, pero Celia
comandaba bastante bien. Pegaba tres gritos y ordenaba todo. Hasta Ernesto padre
se acobardaba”.[34]
Todos los estudios y testimonios sobre los padres del Che apuntan a una madre de
gran personalidad y a un padre desdibujado: “Ernesto, el padre del Che, como papá
era ‘ni chicha ni limonada’ (un cero a la izquierda)”[35] sentencia un familiar. Por su
parte, Tatiana Quiroga, amiga de los niños Guevara, lo recuerda como “un mujeriego
crónico. El padre tenía pretensiones de playboy… Pero era un playboy escandaloso,
porque cuando trabajaba y ganaba dinero, lo gastaba todo… En salidas con
jovencitas, ropa, estupideces, nada concreto… y su familia no recibía nada”.[36]
Sebreli agrega que “el frecuente abandono del padre, predispuso a Ernesto Guevara
a la rebeldía y a la búsqueda de la autoridad y el orden, contradicción que marcaría
luego su trayectoria política”.[37] Además de esa búsqueda de un orden disciplinario
del que careció en su casa (y que luego sustituiría por la rigidez del Castro-
comunismo), agrega Sebreli que el Che, de su padre “heredaría, sin embargo, la
vocación por los emprendimientos fabulosos destinados al fracaso”.[38] Daniel
James, adiciona que Ernesto padre “era un inadaptado; sus antecedentes y educación
como aristócrata le inducían a burlarse de la vida burguesa, mientras que la sangre
aventurera de sus antepasados parecía haberse disuelto en él. Se pasaba de
agradable, de simpático”.[39] La falta de autoridad de don Ernesto, es confirmada por
Dolores Moyano, amiga de la familia, quien lo recuerda en estos términos: “El padre
era un hombre simpático, bastante distraído, que hablaba con voz tonante y daba
órdenes que olvidaba enseguida, por otra parte, casi nadie las obedecía”.[40] En
cuanto al citado espíritu aventurero de Ernestito, vale aclarar que ya de niño sus
lecturas predilectas eran precisamente los libros de aventuras más clásicos: Julio
Verne (autor de La Vuelta al Mundo en 80 Días), Alejandro Dumas (autor de Los Tres
Mosqueteros) o Emilio Salgari (autor de Sandokán, el tigre de la Malasia). Este

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último, se constituyó en ídolo insustituible. Analiza Sebreli que dicha identificación
con el personaje de Salgari, surge porque “el pirata de la Malasia que luchaba, a su
manera, contra los colonialistas anglosajones… le transmitió a ese niño enfermizo el
atractivo de la vida aventurera, el peligro de la jungla salvaje y la acción al aire
libre. El pirata, descendiente como él de una aristocracia decadente, representó
también el primer modelo infantil del bandido, ejemplo de rebelde primitivo.
Asimismo tenían en común algunos rasgos personales: Sandokán y él eran
melancólicos, predispuestos tanto a ser generosos como crueles”.[41] Otra de las
obras que el Che niño levantó como estandarte fue el célebre Don Quijote, de Miguel
de Cervantes Saavedra, a lo que Sebreli dispara “Don Quijote es, a su manera,
también una novela del camino y el Che solía identificarse con el personaje. En una
carta a sus padres decía: ‘Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante,
vuelvo al camino con mi adarga al brazo’. ¿No advertía acaso que compararse al
Quijote era elegir el camino de la quimera que lo llevaría al fracaso?”.[42] Esta
tendencia al divague, también es señalada por Díaz Araujo quien sostiene que el Che
era un “Inepto para reconocer, previo a todo, el universo en que vivimos; pero muy
apto para el desenvolvimiento de las fantasías sin fundamento gnoseológico, y para
ensoñar Utopías febriles e inalcanzables”.[43]
Como alumno primario, Ernestito con frecuencia estudiaría en su casa con la
ayuda de su omnipresente madre, puesto que el asma muchas veces le impedía salir
de su hogar. No era un alumno destacado, pero obtenía las notas indispensables para
aprobar.
Costumbre característica de las aristocracias de la época, era el riguroso estudio
del idioma francés, que Ernestito aprendía a pie juntillas gracias a las enseñanzas de
su madre, quien lo hablaba con notable destaque. Julia Constela recuerda a Celia en
los actos públicos entonando “fervorosamente La Marsellesa y también cantaba
fragmentos de La Internacional, pero en francés”.[44] El Che incorporaría esta
elegante lengua manejándola de manera muy fluida.
Ya entrando en la pubertad, el joven Ernesto saciaría sus pulsiones sexuales
utilizando los oficios genitales de las mucamas y la servidumbre. Para más datos: “Su
hermano Roberto confesará a su primo Fernando Córdova que Ernestito había
gozado de los favores de todas las criadas que habían pasado por su casa”.[45] Nos
relata un familiar que si bien el Che “no era un ‘Don Juan’, tenía éxito con las
mujeres. Sabía quiromancia, grafología, todos esos ‘chiches’ que a las mujeres las
vuelven locas. Les tomaba las manos y les decía ‘acá en esta línea veo tal cosa’…
era un tipo de buen aspecto… cuando estaba prolijo”.[46] Su única novia de la época
fue María del Carmen “Chichina” Ferreyra, joven bella y distinguida, que pertenecía
a las familias destacadas de la época. Según un testimoniante “Chichina coqueteaba
con todos, y luego se puso de novia con Ernesto y creo que fue el cariño más fuerte
que tuvo dentro del mundo social que frecuentaba, porque después nada, andaba con

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mucamas y gente de otro nivel”.[47] Ya veremos que Guevara, a lo largo de toda su
vida, tanto en su faz afectiva, como guerrillero o como funcionario público en Cuba,
permanentemente se rodeará de gente de menor estrato social o intelectual que él.
Una forma de llevar la voz cantante y sobresalir entre su entorno. Probablemente, una
reacción o “revancha” tras haber pasado su infancia y adolescencia siendo “el
pariente pobre” de su ambiente. Es muy probable que el hecho de frecuentar un clima
de familiares y amigos de la más alta sociedad en calidad de pariente venido a menos,
haya generado en el Che una serie de complejos y resentimientos conscientes o
inconscientes. Anota Sebreli sobre Guevara que “Su adolescencia y primera juventud
fue la de un niño bien; frecuentaba los grupos de chicos ricos que eran sus familiares
y amigos. En tanto que pariente pobre disfrutaba de muchas de las ventajas de sus
familiares en clubes exclusivos —como el Lawn Tennis de Córdoba o el San Isidro
Club, dirigido por su tío—, invitaciones a fiestas exclusivas, partidas de bridge,
práctica de deportes —tenis, golf, esgrima, equitación— privativos de la clase alta.
En esa despreocupada vida entre paseos, juegos, bailes, noviazgos castos y sexo con
sirvientas, el Che sólo se destacaba de los otros niños bien por sus salidas
sarcásticas, por el escándalo que provocaba su suciedad y desaliño bohemio, a
manera de espantar a los burgueses. Al no poder ser un príncipe, le quedaba jugar al
mendigo romántico”.[48] Respecto a la calificación de “mendigo” endilgada por
Sebreli, muy probablemente el autor se refiere a otro elemento que caracterizó a
Guevara desde siempre, el cual fue su animadversión absoluta a la higiene personal.
Era un roñoso del derecho y del revés, lo que le valió el legítimo y justísimo apodo de
“el chancho Guevara”. Su vestimenta era caricaturesca. Su amigo Figueroa cuenta:
“A lo mejor íbamos a salir con alguna chica y era tal su aspecto que yo le decía ‘no
podés salir así, sos un chancho’”.[49] En los ambientes de clase alta, a la que Guevara
culturalmente pertenecía y frecuentaba, él mismo se ufanaba de portar una “infaltable
camisa de nailon originariamente blanca que con el uso se había vuelto gris, y a la
que llamaba ‘la semanal’ pues declamaba lavarla sólo una vez por semana, y sus
pantalones demasiado anchos y jamás planchados que algunas veces exhibieron una
banda adhesiva para tapar un corte”.[50] Su amor inconcluso, la citada Chichina
Ferreyra, recuerda: “su desparpajo en la vestimenta nos daba risa y, al mismo
tiempo, un poco de vergüenza. No se sacaba de encima una camisa de nylon
transparente que ya estaba tirando al gris, del uso. Se compraba los zapatos en los
remates, de modo que sus pies nunca parecían iguales. Éramos tan sofisticados que
Ernesto nos parecía un oprobio. Él aceptaba nuestras bromas sin inmutarse”.[51] Su
gran amigo Alberto Granado confiesa que el Che “Alardeaba de no lavarse a
menudo… Tenía varios nombres: le decían el loco y también el chancho (el cerdo).
Le gustaba ser un poco el enfant terrible y se jactaba de las pocas veces que se
bañaba. Decía por ejemplo: ‘Esta camiseta de rugby hace veinticinco semanas que
no la lavo’”.[52] Incluso, otro de sus entrañables amigos de viaje, Ricardo Rojo,
cuenta que estando en Guatemala, Guevara andaba con “un pantalón deformado por

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el uso, una camisa que algún día había sido blanca, y un saco sport con los bolsillos
reventados de cargar objetos diversos, desde el inhalador contra el asma, hasta los
grandes plátanos que muchas veces eran su único alimento” y agrega que el Che
“Aseguró que el calzoncillo que llevaba puesto, y que era el único desde hacía dos
meses, estaba tan impregnado de tierra del camino que podía quedarse parado sin
necesidad de sostenerlo. No lo creímos. Guevara se quitó los pantalones y tuvimos
que resignarnos… había ganado la apuesta, en medio de nuestras carcajadas”.[53]
Si la fama de Guevara como un sujeto enemigo de la higiene personal era famosa
cuando éste vivía en el marco de las comodidades urbanas de la aristocracia
argentina, mucho más se acrecentaría como guerrillero en los ambientes rurales
naturalmente antihigiénicos. Uno de los principales combatientes del ejército rebelde
en Cuba, Enrique Oltuski (quien tras la revolución cubana se convertiría en su mano
derecha en el Ministerio que luego presidiría), recuerda que en Sierra Maestra el Che
“Mientras comía, tomaba la carne con dedos sucios… Terminó de comer y salimos.
El Che repartió cigarros. Eran toscos, sin duda fabricados por un guajiro de la zona.
A mi lado el Che fumaba y tosía, una tos húmeda como si estuviera mojado por
dentro. Olía mal. Hedía a transpiración putrefacta. Era un olor penetrante, y lo
combatí con humo de tabaco”.[54] Un familiar de su círculo íntimo nos cuenta una
anécdota estrambótica que ratifica lo ya expuesto: “en la pileta de la facultad de
derecho de Buenos Aires un individuo peruano desafía batir el record de
permanencia en el agua en la pileta. Estuvo en la pileta sin salir unos 26 días
aguantando y batió el récord mundial. Nosotros que éramos estudiantes íbamos a
verlo. Los primeros días algunos se tiraban al agua para charlar y acompañarlo. A
medida que corrían los días, el agua de la pileta se tornaba un asco porque el
peruano orinaba y defecaba allí dentro y eso se iba acumulando. El agua estaba
cada vez más hedionda y sucia. Obviamente ya nadie se metía en la pileta y ni
siquiera se acercaba del olor que expedía. Y el Che dijo ‘a que yo me animo a
acompañarlo’ y se tiró de cabeza. Estuvo como dos horas en la pileta junto al tipo.
Obviamente que todo el mundo comentaba el suceso”.[55] Esta anécdota, además de
mostrar en Guevara el irrefrenable perfil vedetístico, nuevamente pone de manifiesto
lo cómodo y radiante que se sentía con la mugre y la podredumbre. En este caso,
sumergido alegremente en la reconcentrada y acumulada mezcolanza de orín y
estiércol ajeno.
Otro aspecto que veremos de manera permanente en el Che a lo largo del presente
trabajo será su obsesión por la muerte. Su voluntarismo y su infancia siempre
sometida y expuesta a riesgos desmedidos, sumándose a los ataques de asma que
siempre lo atormentaron, parecieran haberle quitado por completo el miedo a morir.
Para los adolescentes, la muerte suele presentarse como algo lejano y ajeno. Lo raro
en el joven Guevara, era que la muerte no sólo era un tema al que recurría a menudo,
sino que parecía que consciente o inconscientemente esperaba encontrarse con ella
cuanto antes. Una impaciente actitud de tinte suicida. A los diecinueve años, escribirá

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un extraño poema, impropio para su corta edad, el cual entre otras cosas rezaba:

“Morir, sí, pero acribillado


por las balas, destruido por las bayonetas, si no, no.
Ahogado no… un recuerdo más perdurable que mi nombre
es luchar, morir luchando”.[56]

Cotejando el texto con su muerte acaecida 20 años después, en octubre de 1967


haciendo la guerrilla en Bolivia, da la impresión de que su vida ha ido siempre en
búsqueda de esa muerte “acribillada por las balas y luchando”, tal la letra de su
tenebroso poema.
En 1947, el joven Guevara es citado para la revisión previa al servicio militar y
por su condición de asmático, de inmediato le sellaron en su libreta de enrolamiento
la sigla D.A.F. (disminuido en aptitudes físicas), con lo cual quedaba exento de
cumplir dicho servicio. Fue entonces cuando comentó jubilosamente a sus amigos:
“¡Por fin estos pulmones de mierda me sirvieron para algo!”.[57] Cierto verano, había
conseguido un trabajo que, según él creía, le permitiría recorrer el mundo,
constituyéndose en una suerte de turista rentado. Se embarcó en un vapor de la flota
mercante del Estado y salió a conocer otros países. Retornó decepcionado: “Me pasé
un mes viajando, quince días de ida y quince de vuelta, para estar cuatro horas en
una isla inmunda descargando petróleo…”.[58]
Pero ninguna mala vivencia lo detenía en su afán viajero. Y su primera
experiencia como trotamundos, la llevó adelante recorriendo gran parte de la
Argentina en una motocicleta, modo precario de locomoción no exento de riesgo que
le permitió darse confianza a sí mismo de que podía, a pesar de su asma, recorrer
miles de kilómetros sin mayores inconvenientes. Recorrió así las provincias de Salta,
Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero, Chaco, Formosa, Catamarca, La Rioja, San
Juan, Mendoza, San Luis y Córdoba. Sus ansias no pasaban sólo por demostrarse
proezas a sí mismo, sino a sus semejantes. Para este último fin “hacía registrar su
paso en todos los Automóvil Club de los lugares por donde pasaba”.[59] Durante toda
su vida, el Che tuvo el atildado comportamiento propio de un figurón.
Es en las anotaciones que en su incipiente diario personal efectuaba, donde
Guevara confiesa “ha madurado en mi algo que hace tiempo crecía del bullicio
ciudadano: el odio a la civilización”.[60] No es una confesión menor. Ese odio (al que
tantas veces aludirá tal como lo veremos), pone de manifiesto el resentimiento que
yacía en la desordenada y atormentada alma del joven andarín.
También en sus primigenias notas de viaje, aparece otra vez la muerte (desde una
perspectiva siempre retorcida). Tras tener un inconveniente con su motocicleta, un
motociclista que navegaba en una ostentosa Harley Davidson que pasaba se ofrece
para remolcarlo. Ernesto se niega y algunos kilómetros más adelante, en Rosario de la
Frontera, se entera de que el piloto de la soberbia moto había muerto en un accidente.

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Su comentario es desopilante “El saber que un hombre va buscando el peligro, sin
tener siquiera ese vago aspecto heroico que entraña la hazaña pública, y a la vuelta
de una curva muere sin testigos, hace aparecer a este aventurero desconocido como
provisto de un vago fervor suicida”.[61] De su comentario, surge que el problema para
Guevara no era morir, sino morir “sin testigos” y desprovisto de contenido “heroico”.
Nótese que la temprana muerte de Guevara, fue conocida por el mundo entero (o sea
que testigos tuvo por millones), sus partidarios la consideran “heroica” y fue
“acribillado por las balas” (tal como reza textualmente su poema citado más arriba).
Nuevamente, sus cartas ponen de relieve a un Guevara que va anunciando su muerte
desde edad muy temprana y que siempre fue en búsqueda de ella. Pero no de una
muerte gris, opaca o desapercibida. Sino con las características señaladas. La muerte
que buscaba el Che, como dicen los italianos, tenía que ser “fuori serie”.
Además de sus numerosos escritos invocatorios de la muerte, aparecen otros
datos que parecen menores pero que no lo son. El Che, que de música no sabía nada y
sus amigos siempre señalaron su carencia total de “oído musical”, solía decir que su
tango preferido era aquel cuya letra rezaba “Yo quiero morir conmigo,/ sin confesión
y sin Dios,/ crucificao en mi penas,/ como abrazao a un rencor…”.[62] No conocía ni
la melodía, ni el nombre del tango, ni el autor, pero su letra apologética del suicido,
del rencor y del ateísmo, le despertaba una curiosa fascinación e identificación.
Cuenta el biógrafo James Daniel que “cuando estuvo en la Universidad de
Buenos Aires, Ernesto conoció lo que es trabajar para vivir. La desagradable
experiencia duró muy poco; hay que tener presente que el Che rara vez tuvo un
empleo de paga, hasta que prestó sus servicios al gobierno cubano… gracias a su
amistad con el intendente de Buenos Aires su padre le consiguió un empleo. Ernesto
Guevara Lynch no dudó en hacer lo que él y su familia condenaron tan
enérgicamente en los demás: recurrir a la influencia política para obtener puesto en
la nómina del odiado gobierno. Y el incorruptible hijo no dudó en aceptar el empleo
así obtenido, a pesar de admitir sin tapujos que era una sinecura”.[63] En materia
deportiva, vale mencionar el paso del Che por el rugby, deporte que lo apasionaba.
Tanto es así que además de practicarlo ofició de periodista amateur escribiendo
crónicas para la revista especializada Tackle. Jocoso con su merecida fama de roñoso,
firmaba sus notículas con un seudónimo achinado: “Chang-chong”.
Su inquietud por el rugby la atribuimos a dos elementos concretos. Por un lado,
era natural en los jóvenes de clases acomodadas este tipo de deportes. Por el otro,
encontramos siempre su obsesivo afán de probarse a sí mismo sus capacidades
físicas. El Che, tratando de doblegarle la apuesta a su asma, casi de manera
masoquista se sometía a actividades que requerían de notable esfuerzo y desgaste,
como practicar rugby nada menos, en donde naturalmente por sus problemas
pulmonares no podía llevar las de ganar y no logró el caro sueño de alcanzar la
primera división. Según James “Estos fracasos fueron los primeros de una larga
serie, que influirían en su vida y que, dado su orgullo, le producían resentimiento. Es

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muy probable que hayan contribuido a formar en él ese amargo sentido del humor
que sería un rasgo de su personalidad de hombre adulto”.[64]
Su avidez por someterse a esfuerzos imprudentes y desmedidos (algo que hizo
durante su vida de guerrillero), es confirmado por el siguiente testimonio: “Todo lo
que decía era desatinado, todas exageraciones, todos extremismos. Quería jugar al
rugby con el asma espantosa que tenía y terminaba tirado a un costado. Fue a jugar
Atalaya. Lo que en realidad le gustaba era la vida del rugby… Tenía un afán
desesperado por competir a todo. Íbamos a una pileta por ejemplo, corremos una
carrera entre primos de la misma edad, en la que todos nadábamos con destaque y él
dice:
—Quiero participar.
—Qué vas a participar vos si te morís ahogado como un chancho (le digo).
—Callate vos, pituto de mierda, (siempre decía eso).
Entonces éramos 4 en carrera. Todos muy parejos y Ernesto venía 10 metros
atrás.
Volvemos cabeza a cabeza y ahí nomás llegó Ernestito. Había remontado 10
metros!!!… se estaba muriendo, al llegar, se tiró a un costado de la pileta en un
solarium. Estaba azul…
—¿Pero para qué haces este esfuerzo? —le digo.
—Porque a mí no me van a ganar así nomás”.[65]
Sin embargo, en deportes de bajo esfuerzo físico se desempeñaba con excelentes
resultados. Del mismo testimoniante rescatamos que en el golf “tenía 8 o 9 puntos de
handicap, portaba rasgos rarísimos, geniales, por ejemplo en juegos de cartas donde
las pones dadas vuelta y hay que hacer parejas, él hacía 80 parejas y nosotros
hacíamos 40”[66] y en su otra gran pasión, el ajedrez “jugaba de tal manera que
empató dos veces con Mieczyslaw Najdorf (eso me lo dijo Najdorf en persona). Era
un gran ajedrecista que jugó en las Olimpíadas de Múnich y que venía a la
Argentina, ya murió. Me dijo, que el Che no sabía absolutamente nada de ajedrez,
era un intuitivo… tenía alguna noción de defensas u otras jugadas pero no sabía
nada. Pero el tipo te planteaba problemas que no eran fáciles de resolver. Una vez
empató con él en 10 simultáneas en el casino de Mar del Plata y otra vez empató en
La Habana en el torneo Capablanca. Era un tipo con una mentalidad extrañamente
lúcida. Así como sus sarcasmos. No era fácil polemizar con el”.[67] En el fútbol,
deporte por antonomasia en la Argentina, Guevara nunca sintió una pasión especial.
Cuando jugaba, lo hacía de arquero y si bien River Plate y Boca Juniors eran los
clubes que dividían al grueso de los hinchas argentinos, aun habiendo importantes
clubes de fútbol en Córdoba (donde el Che residía), en su ansia por diferenciarse de
los demás encontró en este popular deporte otro motivo para “dar la nota”. Como
sabemos, por azar nació en la ciudad de Rosario, (a la cual rara vez regresaría —salvo
por motivos fortuitos— y a la que absolutamente nada lo ligaba) pero siempre se
sintió cordobés (a pesar de que en la actualidad rosarina le fabrican monumentos y

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museos para entretenimiento de faranduleros como si Guevara fuese un patrimonio
autóctono). El Che advirtió que esta casualidad natal, le brindaba el marco para elegir
ser hincha de un club rosarino y diferenciarse entre sus amigos. En Rosario, ciudad
fervientemente futbolera hay dos equipos destacados que rivalizan acaloradamente:
“Newells Old Boys” y “Rosario Central”. A los primeros, se los apoda popularmente
“los leprosos”, a los segundos “los canallas”. Y Guevara, que racionalizaba todo, se
sintió fascinado a la par que plenamente identificado por este último sobrenombre. La
definición de “canalla” según la Real Academia Española es: “hombre ruin” o
“persona despreciable y de malos procederes”.[68] Sin vacilar, de ahora en adelante,
Ernesto se ufanaría de ser hincha de Rosario Central (aunque siquiera conocía los
colores de su camiseta). Así como exhibía orgulloso su condición de roñoso, también
alardeaba de ser un canalla.

Compendio de su personalidad

Por aristócrata empobrecido, se le fomentaría el resentimiento y trataría de


diferenciarse convirtiéndose en el escandalizante bohemio desaliñado y sucio; por vía
paterna, heredaría la xenofobia hacia los Estados Unidos; por vía materna un ateísmo
militante; por su condición de asmático a grandes escalas, incorporaría el
voluntarismo y la temeridad; por su vida de familia en constantes sobresaltos y
mudanzas, anexaría su espíritu errático y aventurero; de su madre y su tío Córdova
Iturburu, sería influido por incipientes ideas izquierdistas (así como por sus amigos,
muchos de ellos hijos de comunistas españoles del bando republicano exiliados).
A pesar de sus peculiares características, sus nobles estirpes no le eran ajenas a la
hora de evaluar su personalidad. Quería obrar de soñador desprejuiciado entre
marginales, pero sabiéndose de otra cuna y un refinamiento superior, cuando estaba
rodeado de lúmpenes potenciaría su notable arrogancia y su perfil autosuficiente.
Sentía un notable desprecio hacia sus semejantes, máxime si estos eran negros,
indios, homosexuales o formaban parte de la mestizada América Latina.
Miguel Sánchez (apodado “el Coreano”), que fuera reclutado por Fidel Castro
como instructor militar del grupo de guerrilleros que se preparaba en México,
recuerda una anécdota en la que sindica a Guevara como un racista cabal: “le
decíamos el chancho porque tenía poca afición a bañarse y siempre tenía un olorcito
a riñón hervido… Él despreciaba a los negros, muchísimas veces tenía problemas
con Juan Almeida Bosques que le decía ‘el negrito’, con Juan Almeida se insultaban,
entonces yo le dije: ‘mira Juan, cuando te diga negrito dile ‘chancho’ porque tú no te
bañas’”.[69]
Pero más allá de los testimonios directos, el propio Guevara demuestra su
desprecio hacia los negros escribiendo durante su estada en Venezuela: “Los negros,
los mismos magníficos ejemplares de la raza africana que han mantenido su pureza
racial gracias al poco apego que le tienen al baño”.[70] Años después, ya estando en

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Cuba se produjo un acalorado diálogo entre Guevara y estudiantes negros de Estados
Unidos que fueron invitados a Cuba para las festividades del 26 de julio de 1963:
“¿Por qué no se enseña en Cuba la historia de las culturas y la civilización africanas
en las escuelas? ¿Por qué hay tan pocos negros en las universidades?… Respuesta
tajante del comandante: ‘¿Qué quieren decir con historia africana? ¡La historia
africana no existe! …Lo que los negros de Cuba deben estudiar es marxismo-
leninismo’”.[71] Sobre los indios, el Che no se quedará atrás y anotará: “…en este tipo
de trenes hay una tercera clase destinada a los indios de la región; el vagón de que
se valen es uno simple de transportar ganado de la Argentina, solo que es mucho más
agradable el olor a excremento de vaca que el de su similar humano, y el concepto,
un tanto animal, que del pudor y la higiene tienen los indígenas… la grey hedionda y
piojosa… nos lanzaba un tufo potente pero calentito”.[72] En cuanto a los aborígenes
de América Latina, se había referido a los mexicanos autóctonos de manera harto
despectiva:“la indiada analfabeta de México”.[73] De los bolivianos autóctonos
escribirá en su cuaderno en 1967: “son como animalitos”.[74] Sus descalificaciones
eran repartidas de modos tan abundantes que ni los cubanos se salvaron: “¡Estos tipos
no tienen cura!… Estos fanfarrones son inaguantables. ¿No podrían hablar más
despacio? ¡Cómo aturden!” sin embargo algunos cubanos se libraron de estos
ataques generalizados: “Raúl Castro:‘Me parece que éste es distinto. Por lo menos
habla mucho mejor que los otros y no aturde; además, piensa’”.[75] De manera
similar le manifestó al “Patojo”, su amigo guatemalteco Cáceres Valle “Mirá
hermano, los cubanos… además de hablar fuerte y ligero, tienen también otro
defecto; no pueden ver las cosas en orden, tienen una especial devoción por el
quilombo…”.[76] Más adelante, también veremos el absoluto desprecio con que
tratará a su primera mujer, Hilda Gadea, peruana, sancionada por Guevara por sus
rasgos autóctonos: “Hilda Gadea me declaró su amor en forma epistolar y en forma
práctica. Yo estaba con bastante asma, si no tal vez la hubiese cogido. Le advertí que
todo lo que podía ofrecerle era un contacto casual, nada definitivo. Pareció muy
avergonzada. La cartita que me dejó al irse es muy buena, lástima que sea tan fea”.
[77] Comentarios similares esbozará luego sobre la hija que tuvo con ella, puesto que

heredaría dichas facciones. Con respecto a los judíos, Guevara dirá “El Alcalde, un
tal Cohen, de quien nos habían dicho que era judío pero buen tipo”.[78] En cuanto a
los homosexuales, el Che los combatirá bravamente confinándolos en los sufridos
campos de concentración que él dirigirá años después en Cuba (esto lo veremos en
detalle más adelante). Por lo pronto, sólo adelantaremos que el homosexual era
definido por Guevara como un “pervertido sexual”.[79] Resulta extraño que los
burócratas del INADI (Instituto Nacional Contra la Discriminación —órgano estatal
de Argentina—) levanten insistentemente la banderita del irrefrenable discriminador.

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Capítulo II

La mutación revolucionaria

El mochilero despreocupado

Ya en el verano de 1952, partiendo de la ciudad balnearia de Miramar con su


amigo Alberto Granado (apodado Mial, abreviatura de “mi Alberto”), estudiante de
medicina y farmacología, el Che se lanzó de nuevo a la aventura, pero esta vez el
pretexto sería más ambicioso: recorrer parte de Latinoamérica.
Al llegar a Chile, la comida y las provisiones se habían terminado. Guevara, a
quien sus amigos apodaban “el pelao” (a la sazón lucía un corte de pelo al ras), desde
entonces se ufanaría de vivir y comer a costa de los demás, autodefiniendo al dúo
como “mangueros motorizados”.[80] Ya en el país trasandino los viajeros “¡toman un
baño con jabón!, en las aguas tibias del lago chileno Esmeralda ‘hasta el pelao se
bañó’, anota Granado”.[81] Sin dudas, uno de los episodios más significativos del
periplo que no podía soslayarse en el anecdotario.
Durante este trayecto aparece en escena un escrito suyo que pone de manifiesto
nuevamente un odio irreprimible y la ausencia total de paz en su espíritu: “teñiré en
sangre mi arma y, loco de furia, degollaré a cuanto vencido caiga entre mis manos.
Ya siento mis narices dilatadas saboreando el acre olor de pólvora y de sangre, de
muerte enemiga”.[82] ¿A qué enemigo le dedicaba Guevara semejantes párrafos si no
era más que un vagabundo cuya única pelea era contra su asma? ¿Acaso el Che tuvo
posteriormente que fabricar tales rivales para poder tener con quien “teñir de sangre
su arma” descomprimiendo su odio íntimo?
Mientras peregrinaba a la deriva por América Latina, Guevara no manifiesta la
menor inquietud o preocupación por asuntos políticos, incluso, ratificando su
condición de vagabundo le escribe a su padre desde Venezuela “Verdaderamente
tengo espíritu de trotamundos y no sería nada raro que después de este viaje me dé
una vuelta por la India y otra por Europa”.[83]
En resumidas cuentas, el extenso peregrinar va de Chile hasta Perú recorriendo
sus principales ciudades, prosiguiendo luego por Brasil, Venezuela e incluso, las
peripecias del viaje hicieron que Guevara pasara una estada de casi 20 días en Miami.
La aventura finaliza en agosto de 1952, cuando regresa a la Argentina con el
propósito de culminar sus avanzados estudios de medicina. El Che regresará solo,
puesto que Granado quedará trabajando en un leprosario en Venezuela.
El Che retorna a la Argentina con la promesa de recibirse cuanto antes y volver al
leprosario antedicho y acoplarse a Granado. Su regreso se dio en el marco de un

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enrarecido clima político, con motivo del “luto obligatorio” impuesto por la dictadura
de Juan Domingo Perón para glorificar a su mujer, Eva Duarte, que acababa de morir.
Resulta notable que un sujeto presumiblemente apasionado por la lucha política
(tal la imagen que se vende popularmente de Guevara), en uno de los momento más
tensos de la trajinada vida política argentina —cuando el peronismo y el
antiperonismo dividían con odio a la sociedad— no tomara la menor participación
aún desenvolviéndose en uno de los ambientes de mayor resistencia a la dictadura de
Perón, tal como lo era la universidad. Jamás haría una pintada, no repartiría un
panfleto, no tendría la menor militancia y no escribiría un solo renglón al respecto.
Sus pasiones eran el aventurerismo, la pereza, la falta de compromiso. Rasgos por
demás extraños en alguien que luego tendría protagonismo político a escala mundial.
El biógrafo Roberto Luque confiesa al respecto “Me sorprende y desconcierta la
abstención política en un momento como aquel de alguien como Ernesto Guevara. Es
un detalle incongruente”.[84] Sebreli agrega que “En su período porteño, el joven
Guevara se mantuvo ausente de las discusiones políticas de los estudiantes, así como
de la bohemia literaria de los cafés de las calles Corrientes o Viamonte de los años
cuarenta. Fue una carencia en la evolución de su pensamiento, ya que permaneció
ajeno a los debates en torno al marxismo, al surgimiento de una nueva izquierda no
estalinista, a la crítica del marxismo dogmático desde un Marx dialéctico y hegeliano
redescubierto desde diversos ángulos por Lukács, Gramsci, Sartre, Merleau-Ponty y
la escuela de Frankfurt… Recién en la lista de sus últimas lecturas aparecieron
algunos de los nuevos autores, pero ya era demasiado tarde”.[85] El biógrafo
mexicano Jorge Castañeda alega que por entonces “En las decenas de cartas escritas
a sus padres a partir de su primer viaje al extranjero… descuella la omisión radical
de comentarios o apreciaciones de cualquier signo frente a la coyuntura del
momento. Prevalece en este conjunto documental un completo vacío de reflexiones
críticas o laudatorias del Che, ya sea en relación con la actualidad noticiosa —las
reformas peronistas, el sufragio de las mujeres, el ascenso de Evita, la reelección del
general, la muerte de Evita, etcétera— o con procesos políticos más abstractos”.[86]
Su novia de la época, la ya mencionada Chichina alega “por lo menos a mí no me
comentada nada de política”.[87] Su hermana, Ana María Guevara de la Serna,
respecto a la postura del Che ante el peronismo confirma que “no tomó partido a
favor ni en contra. Se mantiene como al margen”.[88] Agrega Sebreli que “el joven
Guevara no participó de la agitación estudiantil a pesar de la efervescencia de esos
años, y ni siquiera estaba afiliado al centro de estudiantes. Lo acercó a la izquierda
la influencia de una compañera de estudios, Tita Infante —integrante de la Juventud
Comunista—, pero no consiguió su adhesión, hecho sintomático que muestra su poca
afición por la militancia política”.[89] El biógrafo californiano John Lee Anderson,
por su parte puntualiza: “A pesar de los intentos posteriores de hallar señales
tempranas de sus ideales socialistas en el adolescente Ernesto Guevara, casi todos
sus condiscípulos cordobeses recuerdan su falta de interés en la política. Según su

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amigo José María Roque, Ernesto no tenía ‘un ideal político definido’ en esa época.
‘A todos nos gustaba discutir de política, pero nunca vi a Guevara (asumir un
compromiso) en ningún sentido’”.[90]
Al parecer, el despolitizado Guevara era un provocador y un peleador hormonal.
Esa era su verdadera política. En palabras de una compañera: “En realidad no tenía
una definición política en cuanto a Perón… De pronto discutía con un peronista en
contra de Perón, o discutía y defendía a Perón con un antiperonista”.[91] Siguiendo
esta inteligencia, Anderson anota que “Cuando Ernesto expresaba una posición
política, generalmente era una provocación destinada a escandalizar a sus padres o
amigos”.[92] Todo indica que el Che llevaba el conflicto en la sangre, en su alma, en
su ser, no se sentía cómodo en el marco de la concordia sino en la discordia, en el
alboroto, en la pelea. ¿El motivo para la contienda?, eso era lo de menos.

La incipiente politización

En abril de 1953, Ernesto Guevara se recibe en la Facultad de Medicina de la


Universidad de Buenos Aires. Pero el flamante médico, resuelve lanzarse otra vez a
las correrías con la pretensión inicial de ir a trabajar al leprosario en Venezuela (ya
visitado en su viaje anterior) en donde estaba instalado y trabajando su amigo
Granado.
Ernesto partió en tren hacia Bolivia desde la estación de Retiro de la ciudad de
Buenos Aires con un nuevo compañero de viaje, Calica Ferrer. El novel doctor
Ernesto Guevara de la Serna, de veinticinco años, especialista en piel, presumía
dirigirse al citado leprosario; pero en el fondo, sabía que no tenía destino previsible ni
rumbo fijo. Ese viaje cambiaría su vida para siempre y acabaría prematuramente
también con ella.
Por entonces, Guevara, se hallaba tironeado entre su noviazgo con Chichina y su
afición por el turismo. La especulación no se podía dilatar mucho más y el Che tenía
que tomar una determinación. El espíritu de aventura podía más que cualquier otra
actividad y define tajantemente su posición a Chichina: “Sé lo que te quiero y cuánto
te quiero, pero no puedo sacrificar mi libertad interior por vos; es sacrificarme a mí,
y yo soy lo más importante que hay en el mundo, ya te lo he dicho”.[93] Más allá de su
decisión personal en la que nadie puede entrometerse o hacer algún reproche, puesto
que la misma forma parte de su fuero interno y afectivo, hay un rasgo en la epístola
del Che que contradice totalmente ese espíritu altruista y entregado al prójimo que le
pretenden endilgar sus apologistas al confesar: “yo soy lo más importante que hay en
el mundo”.
La cuestión es que por un motivo u otro Guevara no se afianzó en Venezuela y de
allí viajó a Ecuador, prosiguiendo por Caracas, Panamá y Costa Rica. Las peripecias
de los viajes, la falta de metodología, las contingencias y el afán aventurero y
trashumante lo llevarán a desembocar sin un centavo en Managua. Su padre, enterado

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de la indigencia de su hijo y de que había vendido su único traje para subsistir, le
envió una misiva ofreciéndole dinero. Guevara, ya médico y acariciando la adultez,
se negó a vivir a costa de sus padres y contestó: “Supongo que a esta altura te darás
cuenta de que no te voy a pedir plata aunque me esté muriendo, y si no llega una
carta mía en el momento esperado tendrás que ser paciente y esperar, a veces ni
siquiera tengo para estampillas, pero siempre me las arreglo perfectamente para
sobrevivir… de ahora en adelante no voy a contestar un telegrama como ése…”.[94]
Pero Ernesto padre insiste y manda a confeccionar un elegante conjunto de traje, saco
y corbata y se lo envía. La respuesta de su hijo será implacable “¡Qué poco valor
tiene la ropa argentina: me dieron sólo cien dólares por lo que me enviaste!”.[95]
Si bien Guevara no era escritor y tan sólo tomaba aficionados apuntes, sus
anotaciones denotan una aguda originalidad. Al respecto Sebreli opina que “Los
aventureros suelen ser escritores que utilizan sus vivencias como materia prima de
sus obras: Lord Byron y la revolución italiana o la emancipación de Grecia; Thomas
Edward Lawrence y la guerra de los árabes; André Malraux y la guerra civil
española o la Segunda Guerra Mundial. El Che puede agregarse a esta nómina.
Aunque no tuvo tiempo para ser un escritor cabal, fue un ávido lector,
ocasionalmente escribía poemas y cuentos y, sin descanso, un diario personal desde
sus primeros viajes juveniles hasta sus dramáticas aventuras africana y boliviana.
Sentía necesidad de escribir lo que vivía, tal vez de vivir lo que merecía ser escrito”.
[96] Tras vagabundear por Centroamérica, finalmente el 24 de diciembre de 1953

Ernesto llega a Guatemala. Allí se encuentra con su amigo Ricardo Rojo quien le
presenta a Hilda Gadea, su futura esposa, peruana, activista del ala ultraizquierdista
del APRA. Hilda estaba en Guatemala apoyando al régimen filocomunista del
dictador Jacobo Arbenz, bravamente enemistado con sus opositores en medio de una
guerra civil. La joven agitadora no tardará en enamorarse de Ernesto. Éste acusa
recibo y escribe: “Hilda Gadea me declaró su amor en forma epistolar y en forma
práctica. Yo estaba con bastante asma, si no tal vez la hubiese cogido. Le advertí que
todo lo que podía ofrecerle era un contacto casual, nada definitivo. Pareció muy
avergonzada. La cartita que me dejó al irse es muy buena, lástima que sea tan fea.
Tiene veintisiete años”.[97]
Sin embargo, Guevara, carente de afecto, sin plata, con frecuentes ataques de
asma, encuentra como único refugio a Hilda, quien siempre solucionaba sus
problemas o lo contenía genitalmente. El radicalismo ideológico de Hilda irá forjando
la politización de Guevara hacia el marxismo.
Si bien desde pequeño el Che tuvo influencias familiares o amigos de cuño
izquierdista, en verdad, en sus años de juventud y facultad, como vimos la política le
pasaba inadvertida y su adhesión a las quimeras marxistas le llegarán de grande y
muchos señalarán que es en Guatemala, en donde Guevara definirá su ideología de
manera concreta. Antes, para el Che, la política le era ajena o de escaso interés.
El biógrafo cubano Enrique Ros sostiene que el Che “hasta llegar a Guatemala

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no tenía formación ideológica alguna. Era el aventurero aquel al que lo que le
interesaba era el juego de fútbol, la indiferencia y la fotografía… Allí conoce a Hilda
Gadea, una muchacha peruana con ideas comunistas, y es ella quien empieza a
formar ideológicamente a Guevara y quien lo presenta a una serie de figuras del
gobierno de Arbenz y hace contactos por ella también con Nico ‘el Flaco’ López, el
primer cubano que conoce en Guatemala”.[98] Es en ese escenario de la
convulsionada Guatemala, en donde Guevara es testigo de la guerra civil que estaba
viviendo ese país, el cual además estaba en conflicto con Estados Unidos, pues
Arbenz acababa de robarles a través del eufemismo de la “expropiación”, 84 000
hectáreas (tasadas en 15 millones de dólares) de la compañía americana United Fruit.
Asimismo, para defenderse de sus opositores el presidente Arbenz había comprado
armamentos a Europa Oriental[99] no para uso decorativo sino para fusilar en masa:
“Solamente en el último mes del Gobierno de Arbenz se ha calculado en más de mil
los asesinados por la cheka comunista policial”.[100] Sin embargo, son famosos los
reproches de Guevara hacia Arbenz por haber fusilado de manera insuficiente.
Lo cierto es que el 18 de junio de 1954 (el Che acababa de cumplir 27 años), el
general Castillo Armas al frente del Ejército de Liberación Nacional y en medio de
un bombardeo aéreo, entró a Guatemala con el propósito deliberado de derrocar a
Arbenz. Guevara lo presenció todo y así lo describió en carta a su madre “me divertí
como un mono durante esos días. Esa sensación mágica de invulnerabilidad… me
hacía relamer de gusto cuando veía la gente correr como loca apenas venían los
aviones… Aquí todo estuvo muy divertido con tiros, bombardeos, discursos y otros
matices”.[101] En medio de las muertes, las bombas, los mutilados, niños masacrados
y toda la infelicidad inherente a la guerra, Guevara se sentía el hombre más feliz y
dichoso del mundo. Estos extraños placeres y divertimentos confesados por el Che,
nos permiten catalogarlo como un sujeto que, en la hipótesis de mínima, raya en la
anormalidad, en el sentido negativo de la palabra.
Además, es también en ese contexto en donde Guevara comienza a manifestar su
enemistad con la libertad de prensa. Con horror, el Che anota que en Guatemala “Hay
cada diario… que si yo fuera Arbenz lo cierro en cinco minutos, porque son una
vergüenza y sin embargo dicen lo que se les da la gana”.[102] Lo cierto es que el día
que Castillo Armas entró en la ciudad, según anotó Ernesto Guevara “la gente lo
aplaudió mucho”.[103]
Finalmente Árbenz huye y se refugia en la Checoslovaquia comunista hasta que
en 1960 muda a la Cuba castrista en donde se instala definitivamente. Por los lugares
de residencia escogidos, resulta a todas luces evidente que Árbenz no se llevaba bien
con la libertad.
Cuenta el biógrafo O’Donnell que “A comienzos de 1955 la relación con Hilda se
había estabilizado. Ernesto la necesitaba para pedirle dinero de vez en cuando y,
según escribió, para satisfacer su ‘necesidad urgente de una mujer dispuesta a
coger’. Para fin de año le regaló un Martín Fierro con una dedicatoria cruel: ‘A

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Hilda, para que en el día de nuestra separación conserves un sentido de mi ambición
de nuevos horizontes y mi fatalismo militante. Ernesto. 20/01/55’. Tal
desvalorización tenía que ver, en parte, con haber nacido en una cultura y en una
clase social en las que el ideal de belleza femenina estaba a años luz de la genética
aindiada de Hilda”.[104] Un pariente íntimo del Che sostiene con crudeza: “él se casa
con la peruana porque necesitaba una enfermera para el asma. Y esta mujer sabía
algo de enfermería y la tomó. Cuando cierta vez la veo entrar en una estancia de la
familia (en Argentina), yo creí que era una mucama y la hice entrar por la puerta de
servicio. Era como una especie de momia caminante”.[105] De Guatemala, Guevara
viaja fugazmente a El Salvador y anota “medio a pata, medio a dedo y medio (que
vergüenza) pagando”.[106] Tras breve estadía, regresa a Guatemala no sin antes
insistir: “Persiste en mi el aroma de pasos vagabundos”.[107]
De Guatemala, el paso siguiente será viajar a México donde se relacionará con
activistas cubanos, muchos de los cuales habían participado del famoso Asalto al
Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953 en la ciudad de Santiago de Cuba, sitio en
que reside la jefatura del Primer Distrito Militar del país, con el intento de derrocar a
Fulgencio Batista, un presidente-militar de cuño populista y desacreditado.

De turista pelafustán a guerrillero aficionado

Al parecer no resulta tan cierto que Guevara, quien a la sazón deambulaba por
México, había salido de Guatemala convertido en un “revolucionario empedernido”
tal como suelen resaltar algunos biógrafos. Sí es muy posible que en Guatemala haya
sido influido y adquirido una mayor politización, pero de ahí a asignarle al Che una
“conversión” nos parece una gran exageración. Por ejemplo, el biógrafo comunista
Paco Ignacio Taibo II, anota que el Che en ese momento en México es
“esencialmente un vagabundo, un fotógrafo ambulante, un investigador médico mal
pagado, un exiliado permanente y un esposo intrascendente; en una palabra un
aventurero de fin de semana”.[108]
Que en México el Che no tenía el menor ímpetu revolucionario, lo comprueba el
contenido de sus propias cartas dirigidas a sus padres y redactadas precisamente en
las tierras aztecas: “Mi norte inmediato es Europa y el mediato Asia ¿Cómo? Ese es
otro cantar”.[109] Pero esta no fue una frase aislada extraída de una epístola perdida.
Hasta tal punto su anhelo era no hacer revolución alguna sino marcharse a cualquier
parte en calidad de explorador autodidacta, que “En las cartas escritas a sus
familiares y amigos durante los dos años pasados en México hay ciento sesenta y una
referencias a viajes posibles o hipotéticos”.[110]
Y ese afán peregrino por sobre cualquier andanza revolucionaria era tan
preponderante, que para conseguir dinero para cumplir con sus renovados objetivos
turísticos, tras efectuar un desmedido esfuerzo interior, tomó la decisión de trabajar.
Consiguió empleo como fotógrafo para la Agencia Latina, financiada por Perón, que

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estaba cubriendo los Juegos Panamericanos. La paga tarda en hacerse. Pero cuando al
fin llegan los honorarios atrasados, cuenta Pierre Kalfon que ni lerdo ni perezoso
Guevara “Corre a la primera agencia de viajes y reserva un pasaje para España.
Lamentablemente sólo le abonarán tres mil pesos; la mitad de lo que le deben. Eso
no basta para cruzar el Atlántico”.[111]
Su frustrado viaje lo obliga a permanecer en México. Agrega Castañeda que “En
junio, el médico argentino extraviado es presentado a Raúl Castro, líder estudiantil
cubano recién salido de la prisión en La Habana. Días después, al llegar su hermano
a México, lleva al Che a conversar con él. Un día de julio de 1955, Ernesto Guevara
conoce a Fidel Castro y descubre el camino que lo conducirá a la gloria y a la
muerte”.[112]
Raúl Castro era un marxista radical (quien ya había estado capacitándose en
Moscú), y su hermano Fidel, un histriónico charlatán sin escrúpulos y con poca
formación ideológica, además de actor frustrado quien obró primeramente como extra
en dos películas rodadas en México. La primera, Holiday in Mexico, de George
Sidney (comedia musical de 1946); la segunda, del mismo año, la comedia Easy to
Wed, con Lucille Ball. Sus dotes no le alcanzaron para triunfar en el exigente mundo
actoral pero le sobraba juego para embaucar gente en el mundo político caribeño, en
donde se movía con notable astucia. Fidel, ya en los años ’50 era un militante del
“Partido Ortodoxo” de Cuba, el cual nada tenía que ver con el comunismo. De hecho,
el Partido Comunista en Cuba (el PSP) simpatizaba con Batista y había llegado a
colocar ministros y funcionarios en su gabinete.
Castro llegó a México el 7 de julio de 1955. El casi año y medio de prisión que
había cumplido, no lo amilanó ni a él ni a los suyos, y se dispusieron de inmediato a
reorganizar desde allí la lucha para redoblarle la apuesta al indulgente régimen de
Fulgencio Batista que los acababa de beneficiar con la libertad.
Muchos investigadores sostienen que la simpatía entre el Che y Fidel fue mutua e
instantánea. Escribirá Guevara: “Un acontecimiento político es haber conocido a
Fidel Castro, el revolucionario cubano, muchacho joven, inteligente, muy seguro de
sí mismo y de extraordinaria audacia; creo que simpatizaríamos mutuamente”.[113]
Sin embargo, otros tantos testigos directos sostienen que la simpatía entre el Che
y Fidel no fue provocada por generación espontánea, sino por el trato obsecuente y
adulón de Guevara hacia Fidel. Según cuenta Lázaro Guerra (militante en los
movimientos revolucionarios en Cuba quien también estuvo exiliado en México por
entonces): “Yo conocí a Guevara a mediados de 1956 en México, ahí en una cafetería
donde iban muchos revolucionarios… a mí me lo presenta Nico López, pero al otro
día Nico López viene y me dice, ‘este tipo al que te presenté no es como tú ni como
yo, este tipo es maquiavélico y es el que le lleva y trae a Fidel todo el trajín nuestro.
Es un tipo repugnante: Fidel llega y salía corriendo a donde estaba él y a Castro le
gusta que lo adulen’”.[114] Anécdota similar recuerda José L. Rasco, abogado que
fuera llamado por Castro dada su antigua amistad estudiantil para colaborar con la

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revolución cubana en 1959 una vez producida ésta, quien añade que cierto día “llega
el Che Guevara y le dice algo a Fidel, que había que proteger a un señor que estaba
acusado de que podía traicionar a la causa revolucionaria y que había que fusilarlo.
Entonces Fidel lo tomó por la solapa al señor Che Guevara y le dijo ‘Che, no seas
idiota, no te acobardes, si tú quieres lo fusilas, si te parece mejor lo pones en un
avión y lo mandas para el exilio o sino lo dejas que se pudra en la cárcel’. Esta
anécdota para mi juicio, retrata como era la sumisión del Che Guevara a Fidel
Castro en esa época ya. Siempre le tenía pánico… Podían discutir mucho pero al
final el Che siempre agachaba la cabeza”.[115]
El plan de Castro y sus cubanos exiliados en México, consistía en volver a Cuba y
dar guerra a las tropas de Batista y derrocarlo. El grupo rebelde se autodenominó
“Movimiento 26 de julio”, en honor al 26 de julio de 1953, fecha del asalto al citado
cuartel Moncada. Pero lo singular hasta aquí, es que Guevara horas atrás añoraba
peregrinar por Europa (cosa que no pudo hacer por falta de recursos) y momentos
después de conversar animadamente con Fidel, éste lo persuadió de que se alistara en
las filas guerrilleras rebeldes como médico. El Che, amante del riesgo y de lo
desconocido, no tardó en aceptar.
Guevara no creía en el triunfo que Castro prometía ni tampoco se enroló en el
ejército rebelde por cuestiones ideológicas, sino por causa de su exaltado espíritu
aventurero y por las posibilidades ciertas de morir de manera absurda, aunque
romántica, justiciera, poética y acribillada por las balas, tal su insistente anhelo. Todo
esto se desprende de una de sus cartas en donde confiesa: “La veía (la posibilidad de
triunfo) muy dudosa al enrolarme con el comandante rebelde, al cual me ligaba,
desde el principio, un lazo de romántica simpatía aventurera y la consideración de
que valía la pena morir en una playa extranjera por un ideal tan puro”.[116] Señala
Sebreli que Guevara “Se decidió, de pronto, a la acción política cuando surgió, por
mero azar, la oportunidad de intervenir en la excitante aventura de una revolución.
Lo impulsó, más que los principios, la necesidad imperiosa de hacer algo, de estar
en el centro del remolino. La política era demasiado gris y monótona para atraer a
ese joven romántico, fascinado, en cambio, por la turbulencia de la guerra
revolucionaria”.[117] Guevara no era ni político ni militante, y no tenía en su trajinada
vida antecedente alguno de haber siquiera repartido folletines para defender ninguna
consigna. El Che se suma a esta empresa con motivo de su desmedido e irreflexivo
afán de pasar a la posteridad inmortalizado en el bronce de los héroes. Destaca
Sebreli que “A diferencia del político que subordina su personalidad a la causa, el
aventurero toma la causa a la que se adhiere como un medio para justificar su
existencia, expresar su personalidad, vivir más intensamente, forjar su propio mito.
Lawrence hablaba de la ‘elección voluntaria del mal ajeno para perfeccionar el
propio yo’”.[118]
En el fragor de estas exóticas aventuras en cierne, Hilda Gadea le confiesa al Che
que está embarazada. Este no puede ocultar su pesar y anota: “Para otro tipo la cosa

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sería trascendental, para mí es un episodio incómodo. Voy a tener un hijo y me
casaré con Hilda en estos días. La cosa tuvo momentos dramáticos para ella y
pesados para mí, al final se sale con la suya, según yo por poco tiempo, ella tiene la
esperanza de que sea para toda la vida”.[119] Al igual que su padre, Ernesto Guevara
se casará de apuro el 18 de agosto de 1955 en el registro de Tepotzotlán. Meses
después nace una nena que se llamará Hilda Guevara. Ernesto le da la noticia a su
madre por medio de una carta fechada el 25 de febrero, en unos términos a través de
los cuales no sólo no manifiesta el menor signo de ternura para con la bebé, sino que
cierra la nota con inusitada arrogancia “La descendiente es realmente fea y no hace
falta más que mirarla para darse cuenta de que no es distinta de todas las niñas de
su edad, llora cuando tiene hambre, hace pis con frecuencia, la luz le molesta y
duerme todo el tiempo; así y todo hay una cosa que la diferencia inmediatamente de
cualquier otro bebé: su papá se llama Ernesto Guevara”[120] y con dudoso gusto
agrega que la niña “Ha salido igualita a Mao Tse Tung”.[121]

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Capítulo III

La Cuba prerrevolucionaria de Fulgencio Batista

Situación institucional

Tras años de sobresaltos, recién en 1940 se sanciona en Cuba una nueva


Constitución que, aunque con sesgos dirigistas en lo económico, logró brindar
estabilidad a la isla en un marco más o menos institucionalizado. Los mandatos
presidenciales duraban cuatro años sin reelección y eran elegidos por medio del
sufragio popular. De este modo, surgieron tres presidentes electos. El primero de ellos
fue precisamente Fulgencio Batista (1940/1944), quien entregó el poder al doctor
Ramón Grau San Martín (1944/1948) y éste a su vez al doctor Prío Socarrás (del
partido de los “Auténticos”). Faltaban menos de tres meses para las nuevas elecciones
en Cuba (previstas para junio de 1952) y Batista, quien otra vez se presentaba como
candidato, temeroso porque las encuestas no le aseguraban una victoria (el favorito
parecía ser el candidato del Partido “Ortodoxo”), pegó el zarpazo con un golpe de
estado que no tuvo apoyo popular, pero tampoco defensa alguna del presidente
depuesto.
Al año del golpe, en 1953, se produjo el famoso asalto insurreccional al cuartel
Moncada, el cual estuvo comandado por un abogado llamado Fidel Castro (militante
del Partido Ortodoxo), quien tras el episodio fue detenido y condenado a 15 años de
prisión. Su alegato durante el juicio que se le efectuó, fue popularmente conocido y
publicado bajo el título “La historia me absolverá”, cuyo contenido fue una férrea
defensa de la Constitución democrática de 1940. Estos y otros episodios que iremos
viendo, forjarán en la opinión pública la imagen de un Fidel Castro rebelde que
luchaba contra Batista en pro de una democracia republicana y anticomunista. Es
más, el Partido Socialista Popular —PSP— (nombre que tenía el Partido Comunista
cubano dependiente de la URSS), repudió el asalto al cuartel Moncada y Castro por
entonces aclaró: “Todo el país sabe quién organizó, inspiró y dirigió la acción contra
los cuarteles y sabe que los comunistas no tienen nada que ver”.[122]
Batista (hombre demonizado por la historiagrafía comunista a pesar de que su
nivel de autoritarismo fue por lejos inferior al que vino después de su gestión) el 15
de mayo de 1955 indultó a su enemigo Fidel Castro y sus compañeros. De su condena
de 15 años, Castro cumplió sólo uno y medio. Los indultados marcharon a Estados
Unidos y luego a México, donde Fidel anunció públicamente que continuaría la lucha
hasta el derrocamiento de su indultador.
Exceptuando el golpe de 1952 (en donde Batista gobernó ilegítimamente hasta
1954), el propio Batista siendo presidente de facto convocó a elecciones para

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presidente y se consagró como tal el 24 de febrero de 1955 (su mandato vencería en
febrero de 1959). Durante estas últimas elecciones surge una polémica, puesto que
Grau San Martín, el candidato de la oposición, al advertir que no ganaba se retiró de
los comicios antes de que estos se celebrasen, pretextando que Batista no brindaba
garantías en cuanto a la pureza del acto electoral. Lo cierto es que Batista gobernó
legítimamente entre 1940 y 1944 e ilegítimamente dos años (entre 1952 y 1954).
Luego, sobre las elecciones de 1955, la ausencia de candidato opositor ensombreció
la elección y despertó polémicas acerca de la legitimidad de este último período
gubernamental que vencería en 4 años. En noviembre de 1958 se llamó nuevamente a
elecciones sin la participación de Batista (ya que la reelección era impedida por la
constitución cubana) y el Dr. Andrés Rivero Agüero sería entonces el ganador de los
comicios, aunque no llegaría a asumir la presidencia precisamente por la revolución
castro-guevarista del 1 de enero de 1959.
El sistema imperante en la Cuba prerrevolucionaria, aunque arbitrario y corrupto,
era, sin lugar a la más mínima duda, extremadamente mejor que el terrorismo de
estado de inspiración esclavista que imperó (e impera) en Cuba tras la estafa de la
revolución de 1959. Un ejemplo doméstico: Batista indultó a sus conspiradores. El
castrismo se cansó no de indultar sino de fusilar disidentes por miles, incluyendo
famélicos cubanos que escapaban de la isla en balsas tan artesanales como
desvencijadas.
Pero más allá de que Batista haya sido gobernante ilegítimo durante dos años,
luego llamaría a elecciones, aunque polémicas, eran elecciones al fin, con mandato
limitado a 4 años y sin posibilidad de reelección. Inversamente, Fidel Castro es
gobernante ilegítimo desde hace más de 50 años y la única elección que hubo en
Cuba desde entonces, la hizo él mismo con su dedo, al designar a su hermanito Raúl
como presidente de Cuba en el año 2008 a efectos de prolongar la dinastía detentada
por la familia Castro Ruz.
Sin embargo, los detractores de Batista alegarán que desde 1933 (año en que
Batista se consagraba jefe militar), él tenía más poder que el presidente formal. Puede
ser que esto sea cierto y forma parte del penoso panorama político que desde siempre
vivió el grueso de la desinstitucionalizada América latina. Empero, durante esos 17
años en los cuales presumiblemente Batista ejercería un poder en las sombras, abolió
la pena de muerte (reinstaurada por el castro-guevarismo a partir de 1959) y en mayo
de 1955 se decretó una amplia amnistía en favor de todos los presos políticos que
habían intentado derrocarlo un año atrás en el asalto a la Moncada. Batista no fue
bueno para Cuba. Pero siempre se puede estar peor.

Situación económica

¿Y cuál era la situación económica de Cuba al momento de producirse la


Revolución? Esta pregunta resulta más que interesante puesto que el mito promovido

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por la progresía latinoamericana pretende hacer creer que en 1959 Cuba era una
región compuesta por una paupérrima aldea habitada por menesterosos, cuyas
miserables chozas sólo contrastaban con suntuosos casinos y hoteles para que los
americanos ricos disfrutaran del juego y la prostitución. Este embuste, desmentido del
derecho y del revés por un sinfín de datos objetivos, no es más que otra de las
tantísimas engañifas fabricadas por el castro-guevarismo. Tanto es así que “El Atlas
de Economía Mundial de Ginsburg”, colocaba al finalizar la década de los cincuenta
a Cuba en el lugar 22 entre las 122 naciones escrutadas[123] constituyéndose en el
tercer país con mayor ingreso per cápita de Latinoamérica (después de Argentina y
Uruguay). Según lo señalaba el economista H. T. Oshima, de la Universidad de
Stanford, en 1953 el ingreso per cápita de los cubanos era semejante al de Italia,[124]
aunque las oportunidades personales parecían ser más generosas en la isla del Caribe
que en la península Europea. ¿Cómo demostrarlo?, pues en 1959 “en la embajada
cubana en Roma había doce mil solicitudes de otros tantos italianos deseosos de
instalarse en Cuba”[125] situación que en la actualidad se torna inimaginable.
Castañeda por su parte nos agrega que “la cubana era una sociedad con una clase
media urbana relativamente amplia… y, en términos latinoamericanos, más bien
próspera”[126] y esto es tan cierto, que la capacidad de importación per cápita de los
cubanos en 1958 era un 66% más elevada que en 1994[127] a lo que cabe agregar que
según “La Misión Económica y Técnica del Banco Internacional para la
Reconstrucción y el Desarrollo” (dependiente de la Secretaría de Comercio de los
EE.UU.) en 1951 informaba que en Cuba “los niveles de vida de los campesinos,
trabajadores agrícolas, obreros industriales, pequeños comerciantes e individuos de
otras categorías, son todos ellos más elevados que los de los grupos similares de
otros países tropicales y de casi todos los demás países de Latinoamérica” y “El
sistema de transportes y los mercados nacionales de Cuba eran los más
desarrollados de Hispanoamérica. En 1956 Cuba poseía tres veces más líneas de
ferrocarriles por kilómetro cuadrado que los Estados Unidos”.[128] Asimismo, cabe
destacar las estadísticas publicadas por la Organización Internacional del Trabajo en
Ginebra que informaban que en la Cuba de 1958 “el salario medio por jornada de
ocho horas era de 3 dólares… equivalía a 2,70 en Bélgica, 2,86 en Dinamarca, 1,74
en Francia, 1,73 en Alemania Occidental y 4,06 en los Estados Unidos. Las mismas
estadísticas de la OIT mostraban que los trabajadores cubanos percibían un 66,6%
del producto nacional bruto, comparado con el 57,2% en la Argentina, el 47,9% en
el Brasil y el 70,1% en los Estados Unidos”.[129]
En cuanto al divulgado mito de que antes de 1959 Cuba era un mero “satélite
financiero de EE.UU.” y que la isla estaba “asfixiada por inversiones americanas”
(como si dichas inversiones fuesen algo negativo) basta con enunciar que en 1958
“sólo el 5% del capital invertido en Cuba era norteamericano y, de una fuerza de
trabajo de aproximadamente dos millones de individuos, sólo poco más de setenta

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mil eran obreros y empleados permanentes de empresas norteamericanas”.[130]
Incluso, la tendencia hegemónica que iban teniendo los capitales autóctonos venía
creciendo a toda marcha desde antaño: “El control estadounidense de la industria
azucarera cubana descendió de un 70% aproximadamente, en 1928, al 35% en
1958”.[131] Con idéntica directriz “En 1935, de 161 centrales azucareras sólo 40 eran
de propiedad cubana. En 1958, 121 ya estaban en poder de los criollos. En ese
mismo año apenas el 14% del capital (y con síntomas de reducirse paulatinamente)
estaba en manos norteamericanas. En 1939 los bancos cubanos sólo manejaban el
23% de los depósitos privados. En 1958 ese porcentaje había aumentado al 61”.[132]
En 1957 “El conjunto de la pequeña burguesía se amplió hasta pasar a ser uno de los
mayores de Hispanoamérica” y “Entre mediados de 1952 y 1957 el ahorro y
depósitos a plazo fijo de los bancos se elevaron de 140 a 385.5 millones de dólares”.
[133] El crecimiento era tan auspicioso que en 1952 “la construcción privada sumaba

53 millones de dólares anuales y la pública 76 millones. En 1957 las cifras


correspondientes eran 77 y 195 millones”.[134]
En materia alimentaria, desde 1953 “Cuba había acusado un superávit en la
exportación de maíz, legumbres y hortalizas de invierno, cítricos, café y otros
productos, y se autoabastecía en carnes de res y de cerdo, aves de corral, leche
fresca, leche en polvo y condensada, queso y mantequilla. El arroz y los frijoles
habían registrado incrementos sustanciales”.[135] En mayo de 1962 la publicación
del gobierno norteamericano “Agricultural and Food Situation in Cuba” afirmaba
que en 1959 “los cubanos se contaban entre los pueblos mejor alimentados del
mundo”.[136] Incluso, el posicionamiento alimentario era tan auspicioso que “Antes de
1959 la ingestión de calorías en Cuba, de acuerdo con el citado libro de Ginsburg,
sobrepasaba en un 10% los límites mínimos que marcaba la FAO: 2500 calorías per
cápita al día”.[137]

Situación sanitaria y educacional

“La gran victoria de la revolución cubana fue en los sectores de educación y


salud”[138] arengó Fidel Castro durante su estada en Río de Janeiro en marzo de 1990.
Sin dudas, este es el mito más exitoso que todavía se animan a defender los
apologistas del castro-guevarismo. Sin embargo esto es absolutamente falso. En 1959
los números en ambas materias eran descollantes: “del porcentaje de personas que
sabían leer y escribir, Cuba figuraba en el primer lugar de los países
hispanoamericanos. Era el primero en cuanto al porcentaje del ingreso nacional
invertido en instrucción”[139] contando con la formidable cifra de un 80% de
población alfabetizada (índice envidiable para la época).[140] En otras áreas de gran
importancia relacionadas con la educación, tal como lo son las letras, el citado
Anuario Estadístico de América latina en 1984 nos informa que “Cuba en el año

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1959 estaba entre los cinco primeros países de Iberoamérica en publicaciones de
prensa con una circulación diaria de 101 ejemplares por cada mil habitantes”.[141]
En materia de comunicaciones, antes de la revolución la situación era sobresaliente:
“Había un aparato de radio por cada cinco habitantes, un televisor por cada veinte,
un automóvil por cada veintisiete y un teléfono por cada veintiocho. Irónicamente el
elemento de la antigua prosperidad de Cuba heredado por Castro le ayudó a
mantener su dominio sobre el pueblo. Ninguna otra nación, a excepción de los
Estados Unidos, tenía tantos televisores per capita como Cuba. En comparación, la
Rusia Soviética tiene uno por cada mil habitantes y China sólo uno por cada diez
mil”.[142] En el campo de la sanidad pública, Cuba contaba con “el doble de médicos
y cirujanos en relación con la población (y el doble de maestros) y una tasa de
mortalidad infantil y general inferior a la de los Estados Unidos. La tasa de
mortalidad anual, de sólo el 15 por 1000, era excepcionalmente baja… Cuba tenía
una proporción de médicos y dentistas —entre ellos algunos de los mejores del
mundo— más elevada que la de ningún otro país de la zona del Caribe”.[143] A la vez
que en 1953 “países como Holanda, Francia, Reino Unido y Finlandia contaban
proporcionalmente con menos médicos y dentistas que Cuba, circunstancia que en
gran medida explica la alta longevidad de los cubanos de entonces y el bajísimo
promedio de niños muertos durante el parto o los primeros treinta días”.[144] Según
informe de las Naciones Unidas, la cantidad de médicos por habitantes en la Cuba de
1958 (con una población de 6,6 millones) duplicaba el número de médicos existentes
en el conjunto de las demás naciones del Caribe con notable escala ascendente,
aumentando de 3100 en 1948 a 6400 en 1958: más del doble en diez años. Otro dato:
la esperanza de vida en Cuba, antes de Castro, era de 62 años[145] superando a
principios de la década del ’50, a España, Portugal, Grecia y Japón y al de la mayoría
de las naciones latinoamericanas.[146] A modo de parangón, la expectativa de vida en
Brasil era entonces de 55 años.[147] ¿Qué demuestra todo esto?, que la salud y la
educación en Cuba eran dos institutos que ya antes de 1959 destacaban por su
excelencia. No fue la revolución de 1959 artífice de esos “logros”. Su único mérito
(en el caso de existir tal cosa) consistió en haber conservado esos excelentes
guarismos preexistentes al experimento revolucionario. Vale decir, en la hipótesis de
máxima la revolución de 1959 se encargó de no destruir el buen posicionamiento que
ya se tenía en estas dos materias. Algo que además es discutible tal como lo veremos
más adelante.
Pero queda claro que el problema de la Cuba batistiana no era de orden
económico, ni educacional, ni tecnológico ni de sanidad: sino de tinte institucional.
Cuba gozaba de gran prosperidad, sin dudas, pero estaba manejada por un
gobierno corrupto con inequívocos rasgos autoritarios (sobre todo en la segunda
administración de Batista) los cuales irritaban, con razón, a gran parte de la
población.

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Capítulo IV

Sed de sangre en Sierra Maestra

Los preparativos en México

En México, en medio de los preparativos y reuniones conspirativas para llevar


adelante la embestida, Castro a fin de conseguir fondos para financiar la guerrilla,
partió de las tierras aztecas en octubre no hacia la URSS, sino al demonizado
“imperio” estadounidense en “donde la colonia de refugiados cubanos es importante,
para llevar a cabo una colecta de fondos de casi dos meses de duración. El 80 por
ciento de las sumas obtenidas servirán para comprar armas, el resto se destinará a
fines de organización y propaganda. Filadelfia, Nueva Jersey, Connecticut y, antes de
Florida, Nueva York. Allí, el 30 de octubre de 1955, Fidel Castro se compromete
públicamente a desembarcar en Cuba antes de que finalice 1956”.[148]
Una vez obtenido el acaudalado esponsoreo en el país del norte, Fidel se encargó
de organizar durante meses los entrenamientos de las milicias rebeldes en México,
cuya instrucción estuvo a cargo del experimentado coronel Alberto Bayo quien
gozaba de un extenso currículum militar. Bayo, residente en México, había nacido en
Cuba pero criado en España, fue graduado en la Academia de Infantería primero y en
la Escuela Militar de Aviación después; además había sido capitán de la Legión
Extranjera en la lucha española contra los moros africanos y durante la Guerra Civil
había formado parte de las milicias republicanas. Este capacitado coronel fue el
instructor de la Academia Militar castrista en Guadalajara.
Para llevar adelante el adoctrinamiento, se alquiló una finca en el distrito de
Chalco, con una extensión de nueve kilómetros de largo por quince de ancho sobre
las montañas cubiertas de espesa vegetación, alejada de la urbanidad y la civilización
para despejar sospechas y avistamientos. Allí fueron a instalarse cerca de cien
guerrilleros para recibir rígidas clases teórico-prácticas por el lapso de tres intensivos
meses, en donde se enseñaron y practicaron todos los dogmas de la guerra de
guerrillas. Las armas compradas eran buenas y suficientes. Los alumnos aprendieron
a usar pistolas, rifles, ametralladoras. También se los instruyó en el arte de fabricar
bombas para volar barricadas, aviones o tanques. El ánimo de las milicias era de
euforia y excitación. Guevara, a pesar del asma, marchaba y se entrenaba con
destaque a la par de sus camaradas o incluso de un modo más aguerrido. Según el jefe
instructor, el citado coronel Bayo, Guevara era el que más empeño ponía.
La incomodidad, el ascetismo, la dureza, eran para Guevara más que un sacrificio
o un fastidio, una motivación. ¿A qué obedece esta simpatía por la incomodidad y la
falta de confort? Por un lado a ese mencionado afán de probarse y desafiarse a sí

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mismo, por otro, anota Sebreli que esta tendencia hay que buscarla en su niñez:
“Parte de su infancia transcurrió en la selva de Misiones, región cercana a la que
habría de morir. Las sierras de Córdoba, donde pasó gran parte de sus adolescencia,
y las temporadas de vacaciones en las estancias de los abuelos, lo habituaron a los
paisajes agrestes; en las ciudades se sentía un extraño”.[149] En cuanto a la incipiente
instrucción de los milicianos, relata Castañeda que los entrenamientos, al principio
eran “algo rudimentarios y frívolos —caminatas por la Avenida Insurgentes, remar
en el lago de Chapultepec; reducción de peso y ejercicio bajo la conducción de un
practicante de lucha libre, Arsacio Venegas—, luego más serios en las afueras de la
capital de la República, en el rancho Santa Rosa, municipio de Chalco, donde se
monta todo un campamento”.[150] A mediados de enero, el Movimiento 26 de julio
alquila “seis pequeñas casas donde se impone un régimen cuartelario, tan monástico
como compartimentados. Estudios de temas militares o revolucionarios, salidas
vigiladas, siempre en pareja, comidas a horas fijas. Nada de alcohol, nada de
llamadas telefónicas”.[151] Progresivamente el entrenamiento se tornaba cada vez más
rígido: “Toque de diana a las cinco de la mañana e intensas actividades teóricas y
prácticas hasta el anochecer. Todo el mundo duerme sobre suelo duro, cuando
duerme, pues las marchas nocturnas se multiplican, con cargas cada vez más
pesadas a la espalda. A veces la tropa se separa de dos bandos que fingen
enfrentarse, para reproducir mejor las condiciones de los combates que pueden
esperarlos en la sierra cubana”.[152] El 24 de junio el Che y varios de sus camaradas,
acusados de pergeñar una conspiración comunista para llevar adelante en Cuba,
caerían presos en una redada policial, aunque saldrían a los pocos días sin mayores
sobresaltos. Castro contestaría la imputación de “comunistas” que sobre ellos recaía
alegando que era una “acusación absurda” y envía al semanario Bohemia (de mayor
tirada en la Cuba de entonces), publicado el 15 de julio de 1956 un largo artículo
donde recuerda que, por el contrario, “fue Batista quien en las elecciones de 1940 fue
candidato oficial del partido comunista y que su gobierno actual incluye numerosos
comunistas”.[153] Como vemos, Castro en todo momento intenta despegarse de la
etiqueta comunista. Esta será una conducta reiterada en él, no sólo durante la lucha
contra Batista sino durante los primeros meses de su gobierno, una vez triunfada la
revolución.
Batista, como todo populista, era ambivalente. Si bien algunos lo sindican como
un militar derechista, lo cierto es que como bien lo denunciara Castro, en su
estructura de poder colaboraban muchos comunistas. En verdad, Batista era un
intervencionista con rasgos autoritarios sin demasiada carga ideológica. En cambio,
los rebeldes comandados por Castro que habían intentado derrocarlo en 1953 y ahora
renovaban la apuesta, se presentaban públicamente como demócratas antimarxistas
que pretendían reinstaurar la Constitución de 1940, el mecanismo republicano y el
sistema electoral sin sospechas de fraude.
En tanto Guevara, el 15 de julio, escribe una carta muy sincera a su madre, en

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donde brinda una autodefinición de su persona “No soy Cristo ni un filántropo, vieja,
soy todo lo contrario de un Cristo… Lucho por las cosas en las que creo, con todas
las armas de que dispongo, y trato de dejar muerto al otro… Lo que más me aterra es
tu falta de comprensión de todo esto y tus consejos de moderación… es decir las
cualidades más execrables que puede tener un individuo. No sólo no soy moderado
sino que trataré de no serlo nunca, y cuando reconozca que la llama sagrada en mi
interior se ha convertido en una tímida lucecita votiva lo menos que puedo hacer es
vomitar sobre mi propia mierda”.[154] Nuevamente se desprenden del tenor de la
carta su notable intransigencia, su grandilocuente capacidad de odiar, su irresistible
deseo de matar y como si esto fuera poco, confiesa ser un anticristo. Sus epístolas
poseen un contenido por momentos repugnante. Dicha repugnancia sólo será
superada por las criminales felonías que cometerá más adelante, cuando ya no sea un
ignoto terrorista epistolar sino un conspicuo terrorista fáctico.

Rumbo a Cuba en el “Granma”

Tras 16 agitados meses de entrenamiento y preparativos en México (obrantes


entre julio de 1955 a noviembre de 1956), Fidel, Raúl, el Che y 79 hombres más (eran
82 en total), en la madrugada del 25 de noviembre de 1956, parten desde el muelle de
Tuxpan hacia Cuba. Lo hacen en un pequeño yate llamado “Granma” comprado con
dinero proveniente de la CIA —que ya por entonces simpatizaba con la oposición a
Batista— a través de un intermediario, el ex presidente de Cuba Carlos Prío Socarrás
(exiliado en Miami). Cincuenta guerrilleros más quedarán en México (no cabían en el
yate) y llegarán más adelante.
Los contratiempos fueron múltiples pues el motor andaba mal, patinaba el
embrague y la embarcación era cuatro veces más pequeña de lo necesario para
semejante contingente. En el barco, durante el trayecto, además de los problemas
técnicos antedichos debieron pasar las mil y una peripecias. Tormentas,
descomposturas, motores del navío que se rompían y navegación por debajo de la
línea de flotación. Guevara describe imágenes del viaje en estos términos: “La ruta
elegida comprendía una vuelta grande por el sur de Cuba, bordeando Jamaica, las
islas del Gran Caimán, hasta el desembarco en algún lugar cercano al pueblo
Niquero, en la provincia de Oriente…”.[155] En otro pasaje de sus escritos Guevara
narra el clima humano que se vivía dentro de la embarcación: “El barco entero
presentaba un aspecto ridículamente trágico; hombres con la angustia reflejada en el
rostro, agarrándose el estómago. Unos con la cabeza metida dentro de un cubo y
otros tumbados en las más extrañas posiciones, inmóviles y con las ropas sucias por
el vómito”.[156] Estos y otros contratiempos provocaron que se llegara a destino dos
días después de lo previsto y en vez de desembarcar en Niquero (provincia de
Oriente) tuvieron que desviar el rumbo a playa Las Coloradas, a varios kilómetros del
destino prefijado. El Che definió la llegada anotando: “Más que un desembarco fue

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un naufragio”.[157]
Los guerrilleros debían llegar a destino el 30 de noviembre para unirse a
Crescencio Pérez, un campesino que los esperaba con cien hombres y algunos
camiones para marchar hasta Manzanillo. Cuenta el biógrafo Gambini que el plan
previsto tras desembarcar, incluía unirse “a otros contingentes rebeldes y juntos
atacarían por primera vez al ejército regular cubano. Simultáneamente, los
sublevados escondidos en otras zonas harían estallar bombas en Holguín, Matanzas
y Santiago, para despistar a los soldados de Batista. Una vez concluida la operación
y requisados los pertrechos del destacamento de Manzanillo, Pérez guiaría a los
rebeldes hasta un escondite en la Sierra Maestra, la cadena montañosa que crece en
dirección paralela a la costa cubana, en la provincia de Oriente. La huelga general
que los grupos opositores desatarían en La Habana y extenderían a toda la isla iba a
conducir, creía Castro, a la caída inevitable de Batista”.[158] A primera vista, la
empresa parecía absurda desde el punto de vista militar, puesto que dos o tres
centenas de guerrilleros precariamente preparados jamás podrían vencer a Batista,
quien contaba con treinta y cinco mil hombres, centenares de tanques, diez navíos de
guerra, quince guardacostas y setenta y ocho aviones de combate y transporte.[159]
Pero lo ocurrido en Cuba, ha tenido un sinfín de connotaciones excepcionales que
hoy se silencian por completo, pero que de no haber existido, Castro y su puñado de
hombres (por audaces que fueran) jamás podrían haber resistido más que un par de
escaramuzas. El mito del manojo de guerrilleros que con sólo aferrarse a la voluntad
le pueden ganar a un ejército profesional (que será analizado más adelante), es la
cabal versión historietística que se ha exportado desde La Habana tras la revolución y
que han comprado a libro cerrado las guerrillas de toda Latinoamérica en los fatídicos
años ’70 con resultados catastróficos.
En Santiago de Cuba (segunda ciudad del país), capital de ese oriente mulato
empapado de influencias africanas, haitianas y dominicanas, el líder rebelde que
operaba en el Llano (zona urbana), el joven maestro Frank País y sus hombres, no
imaginaron que Castro arribaría con dos días de demora y tal como estaba pactado, al
amanecer del 30 de noviembre de 1956, centenares de jóvenes vestidos con uniforme
verde olivo y portando un brazalete que los identifica como miembros del
“Movimiento 26 de Julio”, se lanzaron a tomar la ciudad atacando distintas
posiciones de la fuerza pública,[160] poniendo en marcha un levantamiento que debía
coincidir con el desembarco. Los guerrilleros incendiaron el cuartel de la policía
nacional, se apoderan de armas de la sede de la policía marítima y llevaron adelante
una prosecución de combates callejeros, que obligaron a Batista a decretar el estado
de sitio en Oriente. En esa fecha, lista para recibir a los combatientes del “Granma”
en las playas de Niquero, Celia Sánchez (quien más adelante sería una de las mujeres
de Fidel), movilizó camiones, guías, expertos y milicias rurales formadas por el
citado líder campesino del “Movimiento 26 de Julio” Crescencio Pérez. De haber
llegado en tiempo y forma Castro y sus hombres, hubiesen podido coordinar las

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acciones previstas con la organización urbana que los apoyaba y esperaba.
En tanto, Batista ya estaba alertado desde hacía varios días del eventual
desembarco del yate. Tanto es así que cuando al fin tocan tierra los rebeldes al mando
de Castro, un feroz ataque de las fuerzas batistianas genera un caos en las tropas
castristas. La desbandada fue generalizada, los guerrilleros caían como moscas. El
Che, recuerda este revés en su diario, apelando otra vez a la muerte (de la cual estuvo
realmente cerca): “Inmediatamente me puse a pensar en la mejor manera de morir en
ese minuto en que parecía todo perdido. Recordé un viejo cuento de Jack London
donde el protagonista, apoyado en un tronco de árbol, se dispone a acabar con
dignidad su vida al saberse condenado a muerte por congelación en las zonas
heladas de Alaska”.[161]
Las columnas rebeldes se habían perdido en el desordenado repliegue tratando de
ocultarse entre los cañaverales. Relata Castañeda que “El Che, ya para entonces en
condiciones físicas lastimosas, emprende la marcha hacia la Sierra Maestra con
cuatro compañeros, a los cuales se unirán tres más al día siguiente. Sin agua,
prácticamente sin comida, con armas raquíticas y poco parque, se dirigen hacia las
montañas para reunirse con los demás —si existían todavía— y esquivar una nueva
ofensiva del ejército. Entre los colegas del Che figuran Ramiro Valdéz, Camilo
Cienfuegos y Juan Almeida, todos destinados a cumplir funciones cruciales en los
meses y años por venir. Dieciséis días después, al cabo de tormentas inenarrables, de
sed, hambre, cansancio y depresión, arriban a la finca de un campesino de nombre
Mongo Pérez, en las inmediaciones de la cordillera del oriente cubano, donde se
reencuentran con los demás sobrevivientes”.[162] Anota Guevara que “En la
madrugada del día 5 (de diciembre de 1956), eran pocos los que podían dar un paso
más… después de una marcha nocturna interrumpida por los desmayos y las fatigas
y los descansos de la tropa, alcanzamos un punto conocido paradójicamente por el
nombre de Alegría del Pío”.[163]
Recién el 21 diciembre lograron reunirse con Fidel, y advirtieron que las fuerzas
de Batista les habían dado una paliza demoledora: del total de ochenta y dos
tripulantes del Granma habían sobrevivido sólo doce y pudieron recuperarse apenas
nueve fusiles. Entre los pocos guerrilleros que formaban la tropa, había vacilaciones,
dudas y desánimo. El golpe había sido fulminante. Pero Castro, debutó en Sierra
Maestra con sus dotes de conductor, de motivador, pero también de dictador:
“¡Quiero disciplina!… porque sin disciplina no vamos a ninguna parte. El primero
que sea sorprendido en estado de insubordinación, deserción o derrotismo, será
fusilado inmediatamente. ¿Entendido?”.[164]
Los alicaídos castristas se reorganizaron, reclutaron cinco campesinos, se
distribuyeron los cargos y montaron campamento en Sierra Maestra. Las arengas de
Castro eran complementadas con ese voluntarismo irracional de Guevara: “Somos
dieciocho boludos encaprichados en hacer una revolución. ¡Y la vamos a hacer,
carajo!”.[165]

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Sed de sangre en Sierra Maestra

Sierra Maestra era la zona más pobre de toda Cuba y muchos apologistas del
castro-guevarismo se han encargado de concentrar la descripción de la pobreza
imperante en esa región marginal y periférica, tratando de inducir al lector a creer que
Cuba era una suerte de Sierra Maestra gigante. Pero tal como acertadamente relata el
abogado y escritor cubano Mario Lazo: “en la zona de la Sierra Maestra, que abarca
una superficie de poco menos de 10 000 kilómetros cuadrados, vivían unos cincuenta
mil campesinos, sin duda los más pobres de Cuba… Para nadie era un secreto que
constituían la colectividad guajira más ignorante y atrasada del país, ajena a los
adelantos de la sociedad. No tenían radios, ni periódicos, ni electricidad, ni medios
de transporte, a excepción de mulas. No había más caminos que aquellos que
pasaban por las primeras estribaciones de la sierra, donde vivían la mayoría”.[166]
Recordemos que Cuba tenía más de 6 millones de habitantes y constituía el tercer
ingreso per cápita del continente. Sierra Maestra componía una triste y despoblada
aldea a la que había que asistir, sin dudas, pero ese no era el sentir ni el modo de vivir
del cubano promedio. Con tomar la decisión política de emplear una acción social
concreta, hubiese sido más que suficiente para mejorar la calidad de vida de ese
sector minoritario de una población cubana que, por entonces, en su mayoría, gozaba
de prosperidad y movilidad social ascendente.
En tanto, la minúscula guerrilla rural había puesto manos a la obra para su
reconstrucción. El guerrillero Faustino López fue el encargado de reanudar contactos
con las milicias rebeldes que estaban en el Llano (zonas urbanas) para recibir
abastecimiento. Guevara por su parte, para ganar simpatía entre los campesinos,
oficiaba de médico y revisaba eventuales dolencias de los pobladores. A pesar de no
tener conocimientos sólidos en medicina, la presencia de un “doctor” en aldeas
pobres ocasionaba adhesión entre los baquianos. Un ex combatiente de la Sierra,
recuerda cómo las prácticas de higiene de Guevara obrando de médico eran
lamentables: “Ni siquiera se lavaba las manos”[167] recuerda. Confirmando esto, en
el año 2009 Raúl Castro (devenido en presidente de Cuba por designio de su
hermano), le confesó a Cristina Kirchner (devenida en presidente de Argentina por
designio de su marido) que “A Ernesto, como guerrillero, no hay quien lo discuta.
Pero como médico, yo no me dejaba poner ni una inyección por él”.[168]
Además de médico precario, el Che nunca abandonaba sus escritos, y en carta
Hilda Gadea, su mujer, fechada el 28 de enero de 1957 expone: “Querida vieja: aquí
en la selva vivo sediento de sangre”.[169] ¿Qué episodios llevarían a un flamante
médico a vivir “sediento de sangre”?, ¿qué retorcidos conflictos internos arrastrarían
a un argentino a tomar las armas (para lo cual no estaba preparado) en un país ajeno y
lejano al suyo en pro de una repentina causa difusa? Estos interrogantes se tornan
más complicados si tenemos en cuenta que el Che estaba allí de casualidad; es decir,
por no haber podido comprar los anhelados boletos a España por razones económicas,

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lo que retrasó su estada en México y casi concomitantemente conoció a Fidel y lo
embarcó de inmediato en esta aventura.
Los enigmas son difíciles de resolver. Según la óptica de Castañeda, el amor por
la guerra y la intransigencia ideológica del Che, son atribuibles a su tortuoso asma:
“La vinculación entre la dilatación de los bronquios contraídos y la adrenalina
implica que situaciones que generan descargas endógenas de adrenalina —como el
combate, por ejemplo— pueden disuadir ataques… pueden desatar episodios
justamente por la ausencia de descargas endógenas de adrenalina. De resultar
acertada esta disquisición, coadyuvaría en gran medida a dilucidar la futura
inhabilitación del Che para aceptar la coexistencia simultánea de contrarios en su
vida”.[170] Lo cierto es que Guevara jamás tuvo ataques de asma en combates y nunca
aceptó posiciones intermedias de ninguna naturaleza. Recordemos lo que escribió a
su madre el 15 de julio de 1956: “No sólo no soy moderado sino que trataré de no
serlo nunca”,[171] o su confesión “mis amigos son amigos mientras piensen
políticamente como yo”[172] en otra carta a su progenitora fechada en julio de 1959.
Complementando el interesante enfoque de Castañeda, otros autores sostienen
que para Guevara la ideología era un pretexto para ir al combate, sea éste al servicio
del marxismo o de una causa justa. Lo que imperaba en el Che era el deseo de “dejar
muerto al otro” tal como rezan sus notas. La guerra no era un lamentable medio para
un fin noble ulterior, sino que la guerra era un fin en sí mismo. Anota Sebreli al
respecto que “Al Che le interesaba la acción sin preocuparse demasiado por llevar a
buen fin sus convicciones. Se podría suponer que la acción en sí misma hubiera
justificado en circunstancias diferentes cualquier tipo de valores, una ideología de
otro signo”.[173] Y para reforzar su análisis, Sebreli acude a confesiones escritas por
el mismísimo Guevara: “Todos esperábamos el combate como una liberación… todo
el mundo ansía ya de una vez la llegada de ese momento estelar de la guerra que es
el combate. Lo que lleva al paroxismo de la alegría es el combate, clímax de la vida
guerrillera”.[174] Como vemos, de las notas de Guevara no surge que la guerra sea un
medio horrible pero necesario, sino “el paroxismo de la alegría”.
En carta que fuera dirigida al escritor argentino Ernesto Sábato (fechada el 12 de
abril de 1960), Guevara anota: “No hay experiencia más profunda para un
revolucionario que el acto de guerra”.[175] Notamos por momentos que la relación
del Che con la guerra parecieran tener una extraña y morbosa connotación erótica:
habla de “clímax”, de “experiencia profunda”, de “paroxismo”, de “alegría”. Incluso,
en carta a su segunda esposa, Aleida March, nuevamente hace una insólita alusión
amorosa al narrar recordarla “bajo la renovada caricia de las balas”.[176] Añade
Sebreli que “La embriaguez por el olor a pólvora, por las armas, por los uniformes y
el combate lo acercaban a aquellos intelectuales fascistas. La reducción de los
hombres a amigos y enemigos respondía, por otra parte, al modelo
nacionalsocialista de Carl Schmit”.[177] Esta interesante reflexión no puede

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suscribirse a libro cerrado, porque hay un sinfín de detalles en la atormentada y
enfermiza psicología del Che que obviamente desconocemos. Empero hay un dato
que rescatamos y que nos resulta inobjetable: Guevara era un sujeto entristecido,
torturado, doliente, notablemente resentido. Sus escritos siempre remiten al odio, a la
muerte, al éxtasis por la pólvora, a la sed de sangre, a exterminar al prójimo. Las
únicas notas de alegría concreta y distendida que podemos rescatar de sus inacabables
epístolas, datan de cuando el Che se ve envuelto en un combate, o cuando en calidad
de testigo se halla en medio de un bombardeo aéreo, tal el caso de su carta en
Guatemala, fragmento que ya expusimos pero que vale la pena reiterar: “Me divertí
como mono durante esos días. Esa sensación mágica de invulnerabilidad… me hacía
relamer de gusto cuando veía la gente correr como loca apenas venían los aviones…
Aquí todo estuvo muy divertido con tiros, bombardeos, discursos y otros matices”.
[178]
Por lo hasta aquí expuesto, todo indica que el Che era una suerte de suicida
indirecto. Vale decir, no se inmolaba al estilo “talibán” ni se pegaba un tiro a secas,
pero incurría en aventuras en donde morir sería más que probable. Pero como dijimos
al principio, la muerte debería tener un velo romántico o heroico.
Guevara fue a buscar la muerte a Cuba, al Congo y a Bolivia. Como quien juega a
la ruleta rusa, los dos primeros disparos fueron fallidos. En el tercero, salió la bala.

De médico a fusilador

Con el correr de los trajinados días en la Sierra Maestra, se produjo un episodio


que marcará el bautismo de Guevara como incurable fusilador. El guerrillero Eutimio
Guerra no resultaba del todo fiable para el Che, quien lo acusaba de ser informante
del ejército. Sin más, basándose solamente en su falible intuición, Guevara le
destrozó la cabeza de un disparo.
Su ex compañero Jaime Costa (asaltante del Cuartel Moncada en 1953,
expedicionario del yate Granma y luego comandante del Ejército Rebelde), respecto
del guerrillero asesinado por Guevara afirma: “no había una seguridad concreta…
entonces se forma el tribunal y acordamos que no había una seguridad de que el
haya sido un delator, por lo tanto no se podía quitarle la vida, entonces el Che
dice‘bueno si no se la quitan ustedes se la quito yo’, entonces todo el mundo le dice
‘¿por qué tú le vas a matar? Si tú no eres cubano. Él es un cubano y no ha confesado
que es delator’. Y Ramiro dice que no se puede fusilar, como presidente de ese
tribunal, y en ese momento es el que más grado tiene, y él Che sacó la pistola y lo
mató ahí”.[179] Guevara brindó su versión de los hechos: “la situación era incómoda
para la gente y para él, de modo que acabé el problema dándole en la sien derecha
un tiro de pistola 32, con orificio de salida en el temporal derecho. Boqueó un rato y
quedó muerto”.[180] Seguidamente el Che procedió a apropiarse de sus pertenencias.
Le interesaba sobremanera el reloj. El objeto estaba fuertemente amarrado a la cadena

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del cinturón de la víctima. Según el propio Che relatara, el moribundo le dijo “con
una voz sin temblar, muy lejos del miedo: ‘Arráncala, chico, total’… eso hice y sus
pertenencias pasaron a mi poder”.[181]
Este macabro episodio no forma parte de un hecho aislado. A partir de entonces
fueron constantes los indiscriminados fusilamientos de Guevara a gente de su propia
tropa por el sólo hecho de no caerles en gracia o resultarles desconfiables. Relata
Castañeda que poco después, se produce el caso de “un campesino de nombre
Aristidio, un semibandido que se había incorporado a la guerrilla sin saber muy bien
por qué, y que presumía de su intención de desertar en cuanto se desplazaran las
fuerzas insurrectas. Guevara lo manda fusilar ‘tras una investigación sumarísima’”.
[182] El Che justifica este homicidio en los siguientes términos: “En mi carácter de

jefe del sector realizamos una investigación muy sumaria y Aristidio fue ejecutado”.
[183]
Para Guevara, la práctica del fusilamiento comenzaba a transformarse en un
simple hobbie de tinte tenebroso. De hecho, no hay casi registros en sus diarios de
haber matado a enemigos en combate y por el contrario, él confiesa haber fusilado en
persona a 14 guerrilleros que peleaban en su grupo, pero que a él no les inspiraban
confianza o simpatía.[184] Señala Sebreli que el Che sentía un profundo desprecio por
la individualidad de los demás: “A los trabajadores cubanos los consideraba ‘dientes
de una rueda’ y a los guerrilleros, ‘abejas de un colmenar’. Los seres humanos por sí
mismos no tenían valor: ‘Importa poco que el guerrillero individuo salga vivo o
no’”.[185] alegaba el Che.
Guevara fusilaba o mandaba fusilar por terceros a todo aquel con quien no
simpatizara. En cambio, cuando la antipatía no era muy aguda, el Che se entretenía
efectuando simulacros de fusilamiento. Así lo relata Castañeda: “Finalmente diseca
el caso —ultrajante por cruel e innecesario— de los ajusticiamientos simbólicos: los
simulacros de fusilamiento, sin que las víctimas sospecharan el carácter
exclusivamente ceremonial del paredón contra el cual se les colocaba. El Che
comenta que podría parecer un ejercicio ‘bárbaro’ cuya justificación residía de
nuevo en la falta de alternativas. Por un lado, no merecían morir; por el otro, se
carecía de castigos alternativos”.[186] El criterio utilizado por Guevara para
discriminar quién viviría y quién no, o a quién había que humillar y a quién tratar con
dignidad, según Sebreli, se basaba en que “La idea del bien y el mal se traducía en su
pensamiento en coraje y cobardía; así, trataba a sus propios compañeros con toda
crueldad y los humillaba si caían en la selva vencidos por el hambre, la sed, la fatiga
y las enfermedades; no había piedad para el débil”.[187] Testimonio muy similar nos
relatará más adelante el pensador marxista Régis Debray, quien pasaría varios días
enrolado en la guerrilla con el Che en Bolivia.
En cuanto a la naturalidad con la que Guevara fusilaba a los suyos por no
resultarles amables, cuenta otro de sus ex compañeros, Roberto Bismarck (capitán del
Ejército Rebelde) “Guevara llega a Las Villas… a hablar con nosotros… fuimos a la

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reunión aquella… no tenía ninguna intención idealista ni remotamente… un hecho
que me provocó mucho rechazo, hubo una pequeña operación militar en la cual se
logró apresar a algunas personas, algunos de ellos guajiros que supuestamente
habían estado colaborando (a mí no me constaba pero eso era lo que se le
adjudicaba), con el régimen de Batista. En forma arbitraria, yo fui testigo, de que el
Che Guevara… sin juicio previo (incluso contra el juicio nuestro de que no debía
acelerarse ningún tipo de acción contra la persona porque no había garantías para
quienes supuestamente estaban acusados), el Che Guevara dijo que no, que a esos
había que matarlos. Y a dos de ellos, fui testigo visual, de que con su pistola los
mató”.[188]
Otro testimonio sombrío, es manifestado por Luciano Medina, capitán del
Ejército Rebelde, quien estuvo bajo las órdenes del comandante Camilo Cienfuegos:
“Llevábamos tres días sin comer y acampamos en la finca La Otilia, y el Che nos
mandó a buscar un puerco y yo fui a lo de Carlos Socolombo que tenía una finquita
cerca, y compré un puerco que me costó 70 pesos, entonces toda la tropa estaba
comiendo y llega un señor y le dice al Che Guevara que tenía un chivato, que hay
que ver como se saca de ese hombre que se llama Juan Pérez, dueño de la Finca
Rancho Claro, cosechero de café. Entonces fueron a buscar al hombre, quien tenía
tres hijos chiquitos de 4, 5 y 6 años y los fusilaron a todos. Eso nos cayó mal a toda
la tropa”.[189] Estos fusilamientos efectuados por el Che que estamos rescatando, se
cuentan a borbotones y sólo hemos seleccionado algunos a modo de muestra. Más
adelante (sobre todo con el triunfo de la revolución), podremos apreciar de forma más
acabada el grado enfermizo de crueldad de quien hoy es presentado engañosamente a
las nuevas generaciones como “un pacifista que se inmoló en aras del amor
universal”.

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Capítulo V

El mito de la Revolución Cubana

El acople de la comunidad internacional

Contrariamente a lo propagado por la leyenda castro-comunista, Fidel, por


entonces no sólo no se manifestaba comunista sino que alegaba luchar para reinstalar
“la democracia y la Constitución de 1940”. Esto no sólo les valió a los rebeldes el
apoyo del grueso de la población cubana y la comunidad internacional, sino
fundamentalmente del gobierno de los Estados Unidos.
Incluso, desde los más importantes medios de prensa americanos, se llevó
adelante una profusa campaña a favor de los “demócratas de Sierra Maestra”, que
pretendían derrocar a la gastada y arbitraria gestión de Batista. Tanto es así, que los
rebeldes del Llano consiguieron que el conocido periodista norteamericano Herbert
Matthews, del influyente New York Times se trasladara a la Sierra para entrevistar a
Fidel. Señala O’Donnell que “La nota apareció a fines de marzo de 1957 y fue un
duro golpe para Batista. Con el título ‘Fidel está vivo’, informaba al mundo que el
presidente de Cuba mentía cuando hablaba del exterminio rebelde. Pero no fue el
único en mentir: cuando el periodista preguntó sobre el número de las tropas
rebeldes, Fidel señaló a los que los rodeaban y dijo: ‘Éste es mi Estado Mayor’, sin
aclarar que, además, ése era también todo su ejército. No fue la única artimaña para
simular un mayor número de combatientes: un soldado llegó, fingiendo agitación,
para entregarle a Fidel un supuesto mensaje urgente de una inexistente Segunda
Columna”.[190] La nota periodística apologética del castrismo fue un rotundo éxito de
resonancia mundial. El consenso internacional comenzaba a girar sin disimulos a
favor de los valientes “rebeldes de la libertad”.
Países de la región comenzaron a enviar armas, dinero y provisiones a toda
marcha para respaldar a las fuerzas guerrilleras. A tal punto las potencias
anticomunistas apoyaron a Castro y su presunto plan republicano y capitalista, que el
pensador marxista Pablo Giusiani, nos remarca que “la primera propuesta de enviar
armas a esos valientes jóvenes que se batían en la Sierra Maestra contra la
dictadura de Batista no provino de grupo alguno que pudiera calificarse de
revolucionario, izquierdista o siquiera popular, sino del almirante (argentino) Isaac
Rojas, un conservador considerado arquetípico del ‘gorilismo’”.[191] En marzo de
1957, por tomar un ejemplo, el comandante rebelde Huber Matos emprendió un viaje
a Costa Rica, precisamente con el propósito de reunirse con el presidente de ese país,
el Dr. José Figueres Ferrer, quien ya le había prometido armamentos a gran escala

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(nótese la envergadura del apoyo externo). Matos recuerda la reunión y el diálogo
con Figueres del siguiente modo “Matos —me dice Figueres—, voy a entregarles las
armas, pero recuérdele a sus hombres que esas armas son parte del pequeño arsenal
de Costa Rica y que yo se las cedo a ustedes porque quiero al pueblo de Cuba. No
puede haber infidencia alguna sobre mi actitud porque me pondría a mí como un
irresponsable ante los costarricenses y podría costarme hasta la misma presidencia;
además tiene que llevarse las armas antes de que termine el mes de marzo, es decir,
en un plazo de dos semanas. El coronel Marcial Aguiluz coordinará con ustedes la
operación… las armas esperan por usted, las tenemos en un depósito que está
justamente debajo de nuestros pies. Cuanto antes se las lleve, mejor será.
—Confíe en nosotros, señor presidente”.[192] Prosigue Matos “En la noche del 29
al 30 de marzo trasladamos armas y municiones, acompañados de un oficial de la
Guardia Civil costarricense, el coronel Vicente Elías. La presencia de Elías nos
asegura que no habrá inspecciones a los vehículos en los puestos de registro que el
gobierno ha establecido recientemente para controlar la plaga de la mosca del
Mediterráneo”.[193]
Los pilotos del avión que transportará las armas desde Costa Rica hacia Cuba
(donde los rebeldes improvisaron una pista de aterrizaje en zonas rurales) vinieron
desde México por orden de Castro. Pero este apoyo para los rebeldes cubanos
proveniente de Costa Rica no es el único que recibirán de dicho país. El destacado
dirigente sindical Luis Alberto Monge (futuro presidente de Costa Rica entre 1982 y
1986) financió la revista “Cuba Libre”, órgano de difusión del Movimiento 26 de
Julio en Centroamericana.[194] Por último, refiere Matos que “El costarricense Frank
Marshall nos facilita generosamente un buen número de fusiles con sus municiones”.
[195]
En tanto, el 13 de marzo de 1957 los grupos del Llano atacaron el palacio
presidencial en La Habana, donde vivía Batista con el fin de fusilarlo. La embestida
fue llevada a cabo por un grupo de jóvenes del “Directorio Revolucionario” en
alianza con un grupo del “Partido Auténtico”. El país estaba en expectativa. En tanto,
Fidel y los suyos aguardaban en la sierra. Resulta interesante poner de manifiesto la
acción insurgente de los que peleaban en el Llano (el ala urbana y más moderada de
la reacción antibatistiana), puesto que el historietismo vendido por el estado castro-
comunista, ha reducido toda la historia de la revolución cubana a la ecuación rural y
sus exóticos barbudos con prescindencia de todo otro episodio.
Promediando mayo, los guerrilleros recibieron dos noticias auspiciosas: “la
difusión de la película filmada por Bob Taber en Sierra Maestra, a través de los
canales de televisión norteamericanos, y el inminente arribo de un cargamento de
armas… El envío constaba de tres ametralladoras de trípode, tres de mano
(Madzen), nueve carabinas M-1, diez fusiles automáticos Johnson y seis mil tiros. El
Che recibió un Madzen… la alegría se le dibujó en el rostro”.[196] En tanto, el
coronel Bayo enviaba mensajes a Castro desde Nueva York (nótese el lugar de

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residencia y conspiración). Señala Gambini, que el acorralado Batista observaba con
gran preocupación que “sus aliados norteamericanos… comenzaban a encariñarse
con la figura del jefe barbudo… El número de Visión del 5 de julio traía en su tapa la
fotografía del líder rebelde. Al mismo tiempo, The New York Times afirmaba que el
desenlace cubano se acercaba a su fin”.[197]
En mayo de 1957 “los rebeldes descendieron de las montañas y atacaron un
pequeño y aislado aserrío próximo a la costa, consistente en dos edificios de madera
y tres pequeños puestos de guardia, cada uno con cabida de 3 o 4 soldados. En total
había cincuenta y tres hombres en el campamento, casi todos trabajadores
desarmados… Como de costumbre, Castro dio la señal de ataque disparando su fusil
de mirilla telescópica desde una loma distante. En la lucha que se entabló, los pocos
soldados combatieron encarnizadamente, matando a seis de los rebeldes e hiriendo a
nueve. Del grupo del campamento hubo catorce muertos, diecinueve heridos, seis
huyeron y catorce fueron hecho prisioneros”.[198] Si bien la escaramuza fue de poca
monta, la propaganda castrista vendió el tiroteo como una de las más grandes
epopeyas rurales de la revolución.
Batista no podía seguir inactivo ante las malas noticias. Lanzó una embestida en
la que cayó muerto Frank País, líder opositor del Llano, episodio que Castro vivió sin
congoja alguna, puesto que si bien tanto el Llano como el Movimiento 26 de julio
luchaban contra Batista, más adelante saltarían a la vista profundas diferencias
ideológicas y políticas entre ambas facciones revolucionarias. Empero, la muerte de
Frank País “produjo más excitación en el pueblo, que respondió con una huelga
espontánea. Todo el comercio de Santiago cerró sus puertas voluntariamente. El
funeral de País arrastró a una impresionante muchedumbre”.[199]
El apoyo de Estados Unidos a los rebeldes era incondicional, al punto tal que —
según confirma Kalfón— el flamante embajador americano en La Habana, Earl
Smith (quien llegó en julio de 1957): “Al día siguiente del asesinato de Frank País,
se dirige personalmente a Santiago y presenta una protesta contra el uso excesivo de
la fuerza por la policía… Más tarde, procurará que tres dirigentes del Movimiento 26
detenidos en Santiago, entre ellos Armando Hart, salven la vida. Tad Szulc asegura
incluso que un agente de la CIA, Robert Wiecha, que actuaba encubierto por el cargo
de vicecónsul de Estados Unidos en Santiago, proporcionó en varios pagos, a partir
de octubre de 1957 cincuenta mil dólares al Movimiento 26 de Julio”.[200]
La soledad de Batista se tornaba inversamente proporcional al creciente apoyo de
una guerrilla que, desde un principio fue vendida por Castro como una insurgencia
anticomunista y republicana. Hasta el comandante rebelde Huber Matos anotó el
hecho no menor de que estadounidenses procedentes de la Base Naval de
Guantánamo, se han unido al grupo.[201]
Cada uno de los elementos que vamos agregando pone de manifiesto que el mito
de “los escasos guerrilleros que le ganaron a un ejército profesional” es un exitoso
bluff exportado por el estado cubano y que fuera acatado graciosamente y a libro

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cerrado por la desinformada progresía mundial. Hasta tal punto la acción de la
guerrilla en Sierra Maestra fue un episodio menor en la revolución cubana, que el
propio Matos agrega que el “5 de septiembre de 1957, una semana después del
asesinato de Frank, la radio informa de una sublevación contra Batista en la base
naval de la marina, en Cienfuegos, provincia central de Las Villas. Según la
información, los marinos de la base, actuando en coordinación con elementos civiles
del 26 de Julio y de otro grupo revolucionarios de origen auténtico, han tomado el
control de la instalación militar y de algunas otras posiciones dentro del perímetro
de la ciudad”.[202] Vale decir: Batista ni siquiera controlaba a sus fuerzas armadas
puesto que se revelaban y sublevaban contra él.
Habían pasado varios meses desde el desembarco del Granma y la guerrilla
antibatista contaba con el respaldo de la prensa americana e internacional.
Corresponsales y cronistas de todo el mundo alababan al Che, a Castro y a su
presunta causa noble. Tanto el New York Times, Le Monde, Il Corriere Della Sera,
como los principales diarios de América Latina los apoyaban. La CBS los
propagandeaba a través de un documental emitido en USA en horario central. Los
dirigentes del Llano (la guerrilla urbana) por su parte, contaba con aceitados
contactos en la CIA —que repetidas veces desembolsó dólares para sostener la
rebelión.
Salvo Fidel Castro, su hermano Raúl, el Che y algunos poquísimos, el grueso de
los rebeldes (tanto los de Sierra Maestra como los del Llano) peleaban con objetivos
totalmente distintos a los que luego se impusieron a brazo de hierro a partir de 1959.
El engaño de Fidel, Raúl, y Guevara, consistía en mostrarse moderados para obtener
respaldo internacional y, por sobre todo, el apoyo del pueblo cubano. Este ardid les
permitió además reclutar campesinos en sus milicias (que naturalmente eran
anticomunistas) y ganarse la simpatía del cubano medio. Una vez asaltado el poder,
se mostraría el verdadero rostro de sus intenciones.

El marxismo silencioso

Si bien se sospechaba que Guevara y Raúl Castro tenían inclinaciones marxistas,


en cuanto a Fidel, su discurso era abiertamente anticomunista y la fecha de su
“conversión” hacia el marxismo no se torna tan clara y ha sido motivo de disputa
entre biógrafos e investigadores. Una novia de Fidel, que también fue amiga del Che
y de su esposa, sostiene que “Sin Ernesto Guevara, Fidel Castro tal vez jamás se
hubiera vuelto comunista. Sin Fidel Castro, Ernesto Guevara quizás nunca hubiera
sido más que un teórico marxista”.[203]
Sin embargo, Mario Lazo, en su notable investigación, extrae unos antecedentes
del joven Castro que confirmarían un marxismo preexistente a la revolución de 1959.
Pues si bien en la época del asalto al Moncada Fidel pertenecía al Partido Ortodoxo
(ajeno al comunismo), poco tiempo atrás, cuando contaba con tan sólo 21 años de

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edad, Castro perteneció a la organización terrorista de corte trotzkista “Unión
Insurreccional Revolucionaria”, inclusive estuvo detenido un tiempo por su
vinculación con un asesinato perpetrado por el grupo. Asimismo, Fidel fue agitador y
partícipe de la matanza en el famoso “Bogotazo” en 1948.[204]
Sendos antecedentes no son menores. En plena guerra fría, la CIA no podía darse
el lujo de soslayar tamaños “detalles”, pero el lujo se lo dio y se pagó carísimo las
consecuencias de tamaña desaprensión (sea esta culposa o dolosa). Recordemos que
en esos tiempos, los Estados Unidos eran gobernados por las administraciones de
Eisenhower primero y Kennedy después, a cuyas responsabilidades en el tema de
marras nos referiremos más adelante.
En cuanto al Che Guevara es dable señalar que, aunque entusiasta comunista, no
era un pensador del marxismo, sino un apresurado lector que manejaba conceptos
ciertamente panfletarios, los cuales fue radicalizando al extremo y cuyos cerrados
dogmas le brindaban un rumbo y un sustento ideológico a la desatada violencia que
éste practicaba. En carta a su madre reconocerá: “Antes, me dedicaba mal que bien a
la medicina y el tiempo libre lo dedicaba al estudio en forma informal de San Carlos
(Marx). La nueva etapa de mi vida exige también el cambio de ordenación; ahora
San Carlos es primordial, es el eje”.[205] Y en cuanto a que dichas lecturas le fueron
dando sentido a una vida que hasta entonces vagaba a la deriva, el Che le confiará a
su madre en otra carta fechada en julio de 1959 “soy siempre el mismo solitario que
va buscando su camino sin ayuda personal, pero tengo ahora el sentido de mi deber
histórico… me siento algo en la vida, no sólo una fuerza interior poderosa, que
siempre la sentí, sino también una capacidad de inyección a los demás y un absoluto
sentido fatalista de mi misión me quita todo miedo”.[206] Guevara no sólo localizó así
un puñado de consignas que le daban sentido a su existencia, sino que también
encontró “su misión fatalista” que tanto lo peocupaba. Como fuera señalado, durante
los años universitarios Guevara no participó en política ni dedicó tiempo alguno a
lecturas de ese género. De adulto tuvo que leer sobre marxismo a toda velocidad
intentando, deficientemente, ponerse al día.

El comandante Guevara

El 21 de julio de 1957 fue un día de júbilo para el médico Ernesto Guevara,


puesto que fue nombrado por Fidel Castro con el cargo de comandante de la Segunda
Columna —la cual tenía asignada como territorio de combate la parte oriental de la
Sierra Maestra (unos 20 km)— dándole carta blanca. Pero el nuevo grado jerárquico
del Che no hizo más que acentuar su personalidad despótica y cruel para con su tropa
misma. Relata Kalfon que “algunos campesinos que se ‘rajan’, lo encuentran
demasiado duro, desertan o piden marcharse, en estos casos pierde a veces su
reserva y monta en cólera. ‘¡Que salgan los pendejos, los raja’os, los culos de
vaca!’, le ladra a un grupito que farfulla pretextos para abandonar”.[207] Incluso, en

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esos días se produjo la primera deserción entre la tropa de Guevara: “El Che envió a
Baldo y a Ibrahim a perseguir al desertor con la orden de que lo mataran donde lo
encontraran. Poco después regresó Baldo y relató que Ibrahim también había
querido desertar, y por eso lo había matado de tres tiros. En su diario el Che cuenta
su reacción: ‘Reuní toda la tropa en la loma anterior al teatro del suceso macabro,
explicándole a nuestra guerrilla lo que iba a ver y lo que significaba aquello, por qué
se castigaría con la muerte la deserción y el por qué de la condena contra todo aquel
que traicionara a la revolución’”.[208] Seguidamente, cuando el guerrillero chino
Wong, osó desertar, Guevara lo mandó a secuestrar por dos subalternos; uno de ellos
fue fusilado de inmediato al negarse atrapar a su amigo. Fue entonces cuando el Che
hizo desfilar a su tropa en fila india ante el cadáver: “un campesino humilde…
naturalmente los tiempos eran duros y se dictaminó como ejemplar la sanción”,[209]
escribió en su diario.
El grado extremo de crueldad del comportamiento del Che hacia sus subordinados
era de insoportable magnitud. O’Donnell lo advierte, al señalar: “se hacía cada vez
más temible para los combatientes sospechosos de cobardes o de posibles desertores.
La dureza de sus sanciones provocó que no pocos de ellos pidieran ser trasladados a
otras columnas. Uno de sus hombres recordará una anécdota cuando dos
combatientes se trenzaron en una discusión acalorada en la que uno de ellos,
Antonio, hacía gala de su hombría. El comandante Guevara, disgustado, lo llama a
su presencia y le pide el fusil y le dice dos o tres frases; le señala un cuchillito que
traía Antonio y le ordena: ‘Tú te vas con ese cuchillito y me traes un guardia, o el
fusil o el guardia, porque si no, te fusilo’. Y Antonio hizo así y cogió el cuchillo,
entregó el fusil a otro compañero y salió caminando. No se conoce el resultado en
este caso, pero sí en otro que el mismo Che relata en su diario de campaña, cuando,
después de la batalla de Santa Clara, recorre un hospital y un moribundo le toca el
brazo y le pregunta si lo recuerda. Era un combatiente al que el argentino había
desarmado algunos días antes, en castigo por habérsele disparado accidentalmente
el arma, y lo había provocado a conseguirse otro fusil quitándoselo a un enemigo. El
joven guerrillero se había animado a hacerlo, pero entonces fue herido de gravedad.
‘Murió unos minutos después’” y agrega Guevara “creo que estaba contento por
haber demostrado su coraje”.[210] Otra vez, en sus escritos, aparece “la alegría” por
morir con coraje. Guevara no pensaba que su instinto suicida y su buscada “muerte
feliz” fueran un retorcido trauma suyo, sino que formaban parte del sentir del resto de
los seres humanos.
El Che sentía una macabra alegría con el uso de las armas y estaba embelesado
con la idea de matar a sangre fría, tanto es así que el armero de la guerrilla de Castro
en la Sierra Maestra recuerda que al Che “las armas… en verdad le fascinaban”.[211]
Fascinación que el propio Guevara confiesa en sus escritos cuando en mayo de 1957,
al llegar un ansiado cargamento con armamentos que reforzaban a las milicias
rurales, exultante, escribió “A la noche llegaron las armas, para nosotros aquello era

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el espectáculo más maravilloso del mundo; estaban como en exposición ante los ojos
codiciosos de todos los combatientes, los instrumentos de muerte”.[212]
Pero del uso indiscriminado “del espectáculo más maravilloso del mundo” no se
salvaron ni los animalitos. Mientras en el siglo XXI muchos guevaristas que
simpatizan con Greenpeace levantan su estandarte, en la Sierra Maestra de los años
60’, el Che le ordenó a su subordinado Félix que matara a un perrito que merodeaba
por la zona. Confiesa Guevara en su diario “Félix me miró con ojos que no decían
nada. Lentamente sacó una soga, la enroscó en el cuello del animal y empezó a
ajustarla. Los movimientos simpáticos de la cola del perro bruscamente se volvieron
convulsivos antes de morir gradualmente, acompañados por un lamento sostenido
que salía de su garganta a pesar del apretón firme… Tras un último espasmo
nervioso, el cachorro dejó de agitarse. Ahí quedó tendido con la cabeza sobre las
ramas”.[213]
Días después, anota O’Donnell, “los combatientes de la Cuarta Columna
presenciaron otro ejemplo de justicia sumaria al estilo Guevara. Será también
Enrique Acevedo quien dará testimonio de la escena: ‘Al amanecer traen a un
hombre grandote vestido de verde, la cabeza tapada como los militares, con bigotes
grandes: es (René) Cuervo, que está causando problemas en la zona de San Pablo de
Yao y Vega la Yua. Ha cometido abusos contra los campesinos diciendo que
pertenece al Movimiento 26 de Julio… El Che lo recibe en su hamaca… Al final el
Che lo aleja con un gesto desdeñoso de la mano. Lo llevan a una hondonada y lo
ejecutan con un rifle 22, por lo cual tienen que darte tres tiros. El lugar sería
bautizado como el Hoyo del Cuervo’”.[214]
El sadismo de Guevara generaba tal grado de tensión en su columna, que en los
diferentes escalafones empezaban a adoptarse medidas de similar severidad,
emulando o mimetizándose con las praxis de su comandante. Todos comenzaron a
vivir en exacerbado estado de nerviosismo, ansiedad, miedo y violencia apenas
contenida. Al respecto, Kalfon anota un episodio desopilante: “Cierto día, un
accidente provoca un verdadero motín. Lalo Sardiñas, capitán y ‘combatiente de
élite’, amenaza con su revólver a un hombre indisciplinado y le dispara… los amigos
de la víctima se indignan, reclaman la inmediata ejecución del oficial, arrojan sus
fusiles al suelo. La revuelta es tal que Guevara no consigue apaciguarlos. Fidel
acude en su ayuda y propone que se ponga a votación el castigo, insólita sugerencia
en cualquier ejército, por muy revolucionario que sea… los doscientos cuarenta y
seis guerrilleros depositan sus hojas de papel en un casco. Empate de votos a favor
de la muerte y en contra. A la luz de las antorchas de pino, el abogado Castro lanza
entonces un alegato de una hora a favor de Sardiñas, y obtiene una segunda
votación, muy ajustada, que perdona la vida del oficial”.[215] Ha de haber sido la
única vez en su vida que Fidel Castro llamó a elecciones consultando la voluntad
popular.
Entre el cúmulo de episodios truculentos, cabe sumar el protagonizado por el

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joven guerrillero Echevarría, cuyo hermano zarpó con el Che en el Granma. Al serle
adjudicado un presunto delito, Guevara ordena su ejecución y anota: “Echevarría
pudo haber sido un héroe de la revolución… pero le tocó la mala suerte de delinquir
en esa época y debió pagar en esa forma su delito… Sirvió de ejemplo, trágico es
verdad, pero valioso para que se comprendiera la necesidad de hacer de nuestra
Revolución un hecho puro y no contaminarlo con los bandidajes”.[216]

Naturaleza ideológica de la guerrilla antibatistiana

La guerrilla antibatistiana, es decir el Ejército Rebelde, como fuera dicho, se


dividía en dos: el Llano (que operaba en zonas urbanas) y el Movimiento 26 de julio
(al mando de Castro, que peleaba en zonas rurales). De estos últimos, los comunistas
eran Raúl y Fidel Castro y el Che Guevara. Fidel, quien normalmente efectuaba las
declaraciones a la prensa, se cansaba de mentir aclarando que no tenía nada que ver
con el comunismo a efectos de seguir conservando el apoyo de la comunidad
internacional y del pueblo cubano. Según Castañeda, por entonces el discurso de
Castro “apenas alcanzaba el grado de radicalidad del populismo clásico
latinoamericano de Perón, Cárdenas o Vargas, o del propio Batista en 1940”.[217]
El resto de los hombres de Castro, salvo las excepciones del Che y Raúl, o no
tenían la menor idea sobre comunismo o (si la tenían) no la compartían en absoluto.
La estrategia castro-guevarista consistía en engañar a todos, y una vez tomado el
poder, llevar adelante su proyecto marxista.
A pesar del secreto táctico con que Raúl y el Che ocultaban su marxismo
(señálese que no eran muy hábiles para simularlo), los que peleaban en el Llano
desconfiaban de las tendencias de Guevara. Esto le valió una encendida polémica con
René Latour, alto dirigente del Llano. En torno a esta puja, el Che trataba con desdén
y vilipendio a los del Llano minimizando o desvalorizando su actuar y atribuyendo
toda la bizarría a los que estaban en Sierra Maestra. Ramos Latour, por su parte le
reprocha al Che el desprecio con el que se refería al material que se le enviaba,
subrayando que “si bien la ciudad carece de las condiciones de heroicidad que
imperan en la sierra, quienes reúnen el dinero, compran las armas y víveres y los
transportan a la montaña no son menos revolucionarios o valientes que los
combatientes encumbrados”.[218] Y con dureza le espeta “los que tienen tu
preparación ideológica piensan que la solución a nuestros males está en liberarnos
del nocivo dominio yanqui por medio del no menos nocivo dominio soviético”.[219]
Kalfon por su parte, explica la coordinación entre los rebeldes de Sierra Maestra y los
del Llano, sosteniendo que “El combate de las ciudades fue, es cierto, menos
espectacular, tal vez más cómodo, a pesar de la represión policíaca, que el de los
guerrilleros chapoteando en el barro de la sierra, pero fue su complemento
indispensable”.[220]
Párrafo aparte merecen las guerrillas antibatistianas que operaban en El

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Escambray, una sierra más pequeña que Sierra Maestra, de 80 kilómetros de largo y
unos mil metros de altura, compuesta por anticomunistas que si bien no dependían de
Castro, peleaban junto a él. Allí se encontraba batallando el Directorio
Revolucionario, comandado por de Faure Chomón y de Cubela. Sendos líderes
“Sienten cierta desconfianza hacia Fidel Castro… Hay una escisión por la derecha
del mismo Directorio, que ha adoptado el nombre de Segundo Frente del Escambray,
bajo la dirección de un español anticomunista… Eloy Gutiérrez Menoyo, hostil a
Castro. Menoyo recibe subsidios del antiguo presidente Prío Socarrás, instalado en
Miami…”.[221]
Los conflictos políticos e ideológicos entre Guevara, el Llano y todos los sectores
revolucionarios no comunistas, se acentuaron a medida que la posibilidad de triunfo
se avecinaba. Uno de los puntos en discordia antes del triunfo de la revolución fue el
proyecto de lo que sería la reforma agraria. Guevara había pergeñado un borrador de
inequívoca inspiración marxista en el que planeaba la consiguiente estatización de
empresas cubanas y extranjeras sin indemnización alguna a sus propietarios: “En las
discusiones finales sobre la Ley de Reforma Agraria… Guevara sentará las bases de
una alianza más sólida: con el PSP (Partido Comunista) y a favor de tesis más
radicales, contra el Llano y los liberales y las posturas más prudentes”.[222] Pero
Fidel, siempre haciendo uso de sus dotes de malabarista, se encargaba de recortar y
moderar el extremismo de Guevara. Es por ello que en primera instancia “Castro
tomó partido por el ala moderada del 26 de Julio, encabezada en esta materia por
Humberto Sori Marín, un abogado medianamente conservador que un par de años
después sería fusilado”[223] cuando la revolución mostrara su verdadero rostro y
masacrara cuanto disidente anduviese dando vueltas.
Guevara aceptaba a modo de medicina amarga estas decisiones de Castro, aunque
advertía que las mismas se constituían en pasos tácticos para luego ir paulatinamente
arrastrando el modelo hacia el comunismo. En definitiva, había que sumar a todos
para ganar la revolución: “después ya habrá tiempo de exterminar a los que no
piensen como yo” pensaba Guevara a sus adentros. Tal como luego ocurrió a
mansalva y más adelante lo veremos.
Lo que sí queda absolutamente claro y probado, es que cerca del 100% de todos
los que componían el ejército rebelde contra Batista eran abiertamente
anticomunistas[224] al igual que los inmensos sectores (tanto en Cuba como en el
orden internacional) que los apoyaban con generosos recursos de toda índole.

El discurso macartista

Señala Lazo que “las declaraciones públicas formuladas por Castro entre 1956 y
1958 parecían cada vez más moderadas. Casi siempre citaba en su apoyo la
Constitución de 1940. En una ocasión pidió el reconocimiento de los derechos de la
libre empresa y el capital invertido”.[225] A efectos de seguir sumando respaldos, el

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12 de julio de 1957 Castro emitió el difundido “Manifiesto de la Sierra Maestra”, el
cual declaraba que “los rebeldes luchaban por el establecimiento de un régimen que
garantizara la celebración de elecciones verdaderamente libres, democráticas e
imparciales, y que creara las condiciones propicias para conducir al país por la vía
de la legalidad democrática y constitucional. El gran ideal de los rebeldes —
afirmaba— era el de una Cuba libre, democrática y justa”.[226]
La prensa internacional seguía fascinada con los originales barbudos de Sierra
Maestra que presumían de libertarios. Incluso el New York Times, ya en 1958 titula:
“¿Podrá el Che cambiar el destino de América?”. Señala O’Donnell que el
embaucador Castro “aprovechaba cada reportaje para alejar la sospecha de
comunismo que enturbiaba su lucha. En un artículo publicado en la revista Coronet
con su firma, se declaró partidario de las inversiones extranjeras y opositor a las
nacionalizaciones”.[227] Es más, en mayo de 1958, en reportaje concedido a Jules
Dubois espetó el siguiente embuste: “Jamás estuve ni estoy por el comunismo…
Jamás el Movimiento 26 de Julio ha hablado de socializar o nacionalizar las
industrias. Este miedo a nuestra revolución es sencillamente estúpido…
Personalmente no aspiro a ningún cargo y considero que existen suficientes pruebas
de que lucho por el bienestar de mi pueblo, sin que ninguna ambición personal o
egoísta empañe mi conducta”.[228]
Por si faltara alguna ratificación del espíritu antimarxista que vendía Castro, en
Venezuela, el 20 de julio de 1958, Fidel (representando al Movimiento 26 de julio) y
el resto de las principales organizaciones opositoras a Batista firmaron “El Pacto de
Caracas”, el cual era un compromiso detallado para el regreso de la democracia a
Cuba. Tanto es así que los comunistas fueron excluidos de participar del acuerdo,
dadas las vinculaciones históricas de éstos con Batista.[229]
Sin embargo, los comunistas comenzaron “jugar a dos puntas”. Recuerda Huber
Matos que tras un combate, conversa con Fidel, quien le dice:
“—¿Cómo andan los heridos tuyos?
—No hay ninguno grave. Fui a despedirme y todos se mantienen con buen ánimo.
También me encontré con Carlos Rafael Rodríguez (alto dirigente comunista del
PSP).
No me deja continuar. Reflexivo primero y luego con un poco de mal humor,
señala:
—Sí, así es… mientras los nuestros mueren combatiendo, ése anda por la
retaguardia, en labor de proselitismo… Los comunistas me preocupan mucho. Debes
tener cuidado a la hora de elegir los oficiales que te secunden en la columna.
Cuídate mucho de esto”.[230]
En cuanto a Guevara, menos político que su jefe, no mentía con tanta alevosía,
sino que por lo general tanteaba la ideología de sus camaradas con espíritu
especulador. Si bien Huber Matos peleaba en un frente distinto del de Guevara y por
ende se frecuentaban poco, Matos cuenta que en uno de sus primeros encuentros con

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el Che en Sierra Maestra: “Guevara trata de sacarme lo que puede sobre mi posición
ideológica, la que explico sin entrar en detalles. Él por su parte, me expone la suya,
a veces con disimulo, a veces con mayor claridad. En sus palabras hay un alto grado
de contenido social dentro de una tendencia marxista que no comparto…
—¿Te consideras marxista? —le digo.
—Bueno… he leído bastante a Marx. Es posible que de algún modo lo sea, pero
no soy lo que puede llamarse un marxista propiamente dicho…
—Y ese pensamiento tuyo, ¿encaja en la Revolución que estamos haciendo?
—Sí —aclara—, porque esta es una Revolución que restablecerá la constitución
que ustedes los cubanos han tenido y respetado; una constitución liberal,
democrática, en la que obviamente habrá que hacer reformas.
Continúa diciéndome que cuando triunfemos la vida va a seguir en Cuba como
antes de la dictadura, pero con mejoras económicas y sociales. Que nada de lo que
se establezca se parecerá al sistema implantado en países totalitarios; menos aún al
soviético, donde no hay libertad alguna. Comenta sobre el sistema soviético diciendo
que el mismo está en contra de su sentido de la vida porque él nada más puede vivir
en un medio democrático, en el que haya pasión por solucionar los problemas más
acuciantes del pueblo, pues detesta la situación del hombre en un sociedad
totalitaria”.[231]
En tanto, la prensa americana seguía propagandeando a los rebeldes. Ese año, un
corresponsal del New York Times, Homer Bigart, fue enviado a la Sierra Maestra “lo
acompañó un periodista uruguayo, Carlos María Gutiérrez, que después se volverá
amigo y candidato a biógrafo del comandante”.[232] La maquinaria multimediática de
la que proseguía gozando el castro-guevarismo era tal, que Kalfon la describe en los
siguientes términos: “Los artículos del New York Times incitan a un equipo de
televisión del Columbia Broadcasting System a filmar in situ a la guerrilla de
aquellos Robin de los Bosques cubanos… la gente de la televisión compartirá
durante casi dos meses la vida de los guerrilleros… A partir de ese momento, la
epopeya romántica de los buenos justicieros, combatiendo en una espesa jungla
contra los soldados del malvado dictador, se convertía en frecuente tema de
reportajes. Sobre todo porque la aventura de Fidel Castro y sus boys no ha recibido
todavía la infamante etiqueta de comunista”.[233]
Asimismo, Castro, en renovado reportaje concedido al mencionado periodista
Herbert Matthews del New York Times declaró: “Puede tener la certidumbre de que
no abrigamos la menor animosidad contra los Estados Unidos o contra el pueblo
norteamericano” y Matthews se dio el gusto de caracterizar a su amado Fidel como
“un idealista, animado de firmes convicciones acerca de la libertad, la democracia,
la injusticia social y la necesidad de restablecer la Constitución y celebrar
elecciones”. En otra columna suya del mismo diario, Matthews no vaciló en celebrar
que el programa castrista traería una reforma “democrática y por lo tanto
anticomunista”.[234]

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La conjura continúa

Al finalizar el verano de 1958, las acciones contra Batista se multiplican por todo
el país: “La Habana conoce el 15 de marzo una noche de las cien bombas pero el
golpe más espectacular, de resonancia internacional, es el secuestro del campeón
mundial de automovilismo, el argentino Juan Manuel Fangio. Raptado el 23 de
febrero de 1958 en el hotel Lincoln, en el centro de la capital… que no lo liberan
hasta el día siguiente de la competición”.[235]
Para fortificar el apoyo de los antibatistianos que operaban en Estados Unidos,
Haydée Santamaría (veterana del Moncada) es enviada al país del norte (que después
de 1959 pasaría a llamarse “el imperialismo”) en donde es recibida con todos los
honores para coordinar y organizar una colecta a fin de obtener fondos de la colonia
cubana y diversas organizaciones americanas que, montando retaguardia en Estados
Unidos, conspiraba contra Batista desde distintas ciudades del vecino país aliado. Y
tan aliado era, que Washington determinó darle el golpe de gracia a Batista en marzo
de 1958, decretando un embargo de armas a Cuba con el fin de desabastecerlo por
completo y dejarlo sin municiones a corto plazo.
A finales de junio, en medio de un bombardeo aéreo de las fuerzas de Batista por
sobre las tropas rebeldes que estaban al mando de Raúl Castro (en el Segundo Frente
de la Sierra de Cristal), Raúl ejecutó un ingenioso ardid deteniendo amablemente a
cuarenta y nueve ciudadanos norteamericanos. ¿Con qué objetivo? Que Estados
Unidos presionara a Batista por el cese de los bombardeos a cambio de liberar a los
americanos secuestrados. Conclusión: “Estados Unidos pide inmediatamente al señor
Batista —que obedece— que cesen los bombardeos hasta la total liberación de los
rehenes”.[236] Nótese la ironía: Raúl lleva adelante una acción supuestamente
injuriante hacia ciudadanos estadounidenses, y EE.UU. en lugar de tomar represalias
contra los agresores, toma medidas contra Batista. Esta y no otra fue la posición del
gobierno de los Estados Unidos y la comunidad internacional contra el cada vez más
cercado régimen de Batista. Es más, contrariando la propaganda guevarista siempre
insistente en exaltar el carácter quijotesco de la “epopeya” revolucionaria, hasta un
autor como Kalfon, totalmente indulgente con Guevara (lo cual no le quita seriedad
ni mérito alguno a su extenso y documentado trabajo), reconoce que las tropas
“represivas” del general Cantilo (hombre clave en las milicias de Batista) poseían el
siguiente estado: “La moral de sus tropas es desastrosa. La mayoría, antes de
combatir, se mandan una volada con marihuana, tan fácil de encontrar en la sierra.
Algunos desertan, uniéndose a la causa fidelista. Otros, hechos prisioneros, sólo se
marchan con la Cruz Roja tras haber obtenido… un autógrafo de Fidel Castro, cuyo
carisma hace estragos. Por lo demás, un antiguo oficial de Batista de nombre muy
francés, Coroneaux, tras haberse unido a la rebelión en tiempos de Frank País,
realiza una jugarreta utilizando la frecuencia de radio de un tanque enemigo,
inmovilizado por los guerrilleros, para que la aviación bombardee a los soldados de

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Batista”.[237]
Mientras corrían turbulentos meses tanto en la Cuba urbana y como en la Sierra
Maestra, a diferencia de los relatos de los combatientes en esta y cualquier otra
contienda bélica, Guevara jamás recordaba ni se interesaba por su mujer ni su bebé.
Como marido, además del ya mencionado destrato hacia su esposa, era un padre
absolutamente ausente: “Desde su llegada a la Sierra, el Che había recibido varias
cartas de su esposa que rara vez respondía. El 15 de febrero de 1958, el mismo día
que su hija Hildita cumplía dos años, su mujer volvió a escribirle pidiéndole
autorización para trasladarse a Cuba, y acompañarlo en la lucha. Tardó cuatro
meses en contestarle y la respuesta fue un no rotundo”.[238] Complementando esto,
bien vale el testimonio de Agustín Alles Soberón, periodista de la revista Bohemia,
que pasó dos meses en la Sierra Maestra como corresponsal y cuenta que al reportear
a Guevara en su campamento, en marzo del 58 “entre las cosas que observé es que
tenía una personalidad despótica, dura, cruel. Por ejemplo le pregunto por su
primera esposa Gadea y me dice ‘bueno, no sé de ella ni me interesa’”.[239]
El 5 de mayo de ese año, el presidente cubano anunció un plan de ataque para
erradicar definitivamente la guerrilla. Anota Gambini que esta acción era para Batista
“Una victoria segura, según se calculó, porque se descontaba que trescientos
guerrilleros jamás podían ofrecer resistencia a un ejército”.[240] Parece que el
solitario Batista todavía no se había enterado de que su ejército no lo apoyaba, se le
sublevaba anexándose a los rebeldes o en el mejor de los casos se rendía ante la
posibilidad de cualquier tiroteo; además, su guerra no era contra 300 guerrilleros sino
contra toda la comunidad internacional.
Es por estos motivos y no otros, por los cuales finalmente fue derrocado.
Acertadamente, expone Sebreli que “Los éxitos militares de la guerrilla no fueron
resultado de la escasa fuerza —casi inexistente— de los guerrilleros, sino de la débil
voluntad de defensa del corrompido ejército de Batista. No se trataba todavía de una
revolución de izquierda, sino de la lucha contra una dictadura desacreditada,
contaba con el apoyo de un amplio sector de la burguesía y de las clases medias
cubanas, además de tener bases logísticas en México y Venezuela. Los otros
gobiernos latinoamericanos la veían con simpatía, incluso Estados Unidos
abandonaba al desprestigiado Batista”.[241] El citado pensador marxista Pablo
Giussiani, efectuando un inteligente y singular análisis sobre la revolución cubana,
por su parte atribuye el triunfo de la misma a un sinfín de causas ajenas a la guerrilla,
reduciendo el aporte de ésta a un miserable 15% en la hipótesis de mínima y a un
25% como guarismo exagerado.[242] Porcentuales que demuestran que la guerrilla en
Cuba sirvió modestamente para ayudar a empujar a Batista al precipicio, pero que en
modo alguno fue factor principal, ni determinante, ni protagonista. Agrega Sebreli
que “Los combates de la guerrilla cubana, más que batallas, fueron escaramuzas, y
más que escaramuzas, campañas de relaciones públicas internacionales de prensa.
Las entrevistas de The New York Times, Time, Life, Paris Match, Le Monde,

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Corriere della Sera y un documental de la CBS habían hecho famosos a los
guerrilleros en el mundo entero como los Robin Hood de Sierra Maestra”.[243] Esta
afirmación de Sebreli es tan cierta, que sumando las bajas entre los rebeldes y los
soldados de Batista (cuya cantidad de efectivos se acercaba a 40 000), entre ambos
bandos los muertos apenas sobrepasan los 800 caídos en toda la “guerra”.
Efectivamente: “Cuando Castro tomó el poder, el semanario Bohemia, órgano
marcadamente antibatistiano, publicó una lista de los supuestos muertos por ambos
bandos durante el último gobierno de Batista: en total sumaban 869”.[244] En
concordancia con esto, un agente de la CIA, experto en Cuba y la región le confió a
Mario Lazo que “la cifra total de muertos no excedía el millar”.[245] Quien por
entonces fuera el escriba de Castro, Carlos Franqui, director de la revista Bohemia,
concluye que “la dictadura (de Batista) cae no tanto por una derrota militar como
por una derrota política, pues el ejército, miles y miles de soldados, se rinden sin
pelear”.[246]
Volviendo al desamparado Batista, a modo de esfuerzo desesperado, trató de
persuadir a los Estados Unidos de que los guerrilleros eran comunistas y solicitaba
apoyo del Pentágono. Los americanos no creían en Batista y seguían ayudando a los
“libertarios de Sierra Maestra”. Anota Gambini que “Fulgencio Batista era el menos
indicado para estimular esas acusaciones, pues durante su anterior gobierno había
contado con el apoyo de los comunistas… nadie le creía… Estados Unidos se
disponía a ajustar su política exterior… y abandonar a los dictadores a su suerte…
Le interesaba ahora apoyar a determinados líderes políticos, con posibilidades de
triunfo, y rescatar las formas democráticas de gobierno, en lugar de seguir prestando
ayuda a personajes tan impopulares”.[247]
Las acusaciones de marxismo que Batista endilgaba a Castro y a sus
lugartenientes, contrastaban con las citadas declaraciones abiertamente antimarxistas
de Fidel. En cuanto al marxismo de Guevara (quien no lograba disimularlo), la CIA
de todos modos no lo tomaba en serio y en un informe de 1958 expresó que el Che
más que un agente marxista “es un aventurero, no un político profesional… Ha
estado buscando siempre algo con que darle sentido y significación a su vida y por el
momento la ha encontrado en Castro, no Castro el político sino Castro el perseguido,
un Castro luchando contra la tiranía”.[248] Las solitarias denuncias de Batista caían
en abstracto y su prédica era una voz en el desierto desoída incluso por los militares
cubanos quienes hacían caso omiso de sus órdenes.
Dos meses antes de la revolución, el olor a victoria deleitaba a Fidel Castro que
no quería descuidar el más mínimo detalle. Esto le valió una dura discusión con su
impaciente hermano Raúl “cuando éste secuestró a mineros de Moa y Nicaro, y a
marines de franco. Fidel intuía que era imprescindible mantener el embargo
norteamericano a la venta de armas a Batista. No había llegado el momento del
choque con el vecino del Norte, y no había que adelantar las vísperas. Castro regañó
a su hermano menor, quien liberó rápidamente a los presos, y el embargo prosiguió”.

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[249]
Batista ya había decretado elecciones presidenciales libres para el 3 de noviembre
de 1958, en las que él no participaría como candidato puesto que a tenor de lo
dispuesto en la Constitución de 1940 no se permitía la reelección. Sin embargo, la
consigna de las tropas rebeldes fue sabotear el proceso electoral acusado de “farsa”.
Cuenta el mismo Guevara que “Los días anteriores al 3 de noviembre fueron de
extraordinaria actividad: nuestras columnas se movilizaron en todas direcciones,
impidiendo casi totalmente la afluencia a las urnas, de los votantes en esas zonas”.
[250] La embestida antielectoral se forjó en un ambicioso plan consistente en “atacar

tres puntos: cada extremo de la isla y el centro. Castro mismo, con su hermano Raúl
y Almeida, se encarga de la provincia de Oriente y de Santiago de Cuba. Camilo
Cienfuegos debe llegar hasta la provincia de Pinar del Río, en el extremo oeste. Y se
encarga al Che que divida en dos la isla, atacando la región central de Las Villas
donde hay ya, en la Sierra del Escambray, diversos focos de resistencia y no sólo el
del M 26… El Objetivo final es hacer caer la dictadura, pero de momento se trata de
impedir las elecciones presidenciales de noviembre”.[251]
Cabe preguntarse, ¿cómo es eso de un ejército rebelde que tiene por ambición
tomar el poder para llamar a elecciones cuando en Cuba se estaban celebrando
elecciones y estos mismos las sabotean? La realidad es que más allá de las
ambiciones de Castro (que aunque públicamente dijera lo opuesto, sus objetivos nada
tenían que ver con reinstaurar un sistema electoral), el grueso de los cubanos no
confiaban en la pureza de los comicios, puesto que Batista se hallaba muy
desacreditado por sus mañas dictatoriales y por el golpe que él impartió en 1952. Los
logros económicos que gozaba Cuba, no alcanzaban para calmar a una sociedad que
solicitaba una reforma institucional acorde con el perfil de las grandes potencias
republicanas de occidente.
Los comicios sin embargo se llevaron a cabo aunque con escasa repercusión: “los
dos candidatos de la oposición eran el ex presidente Grau San Martín y el Dr.
Márquez Sterling… las elecciones generales se celebraron el 3 de noviembre de
1958, en condiciones que distaban mucho de ser normales. Desde las montañas
Castro incitó al asesinato de los candidatos, tanto del gobierno como de la
oposición. Las personas que acudieran a las urnas el día de las elecciones, amenazó,
serían ametralladas… Había pocas personas en las calles y el tráfico era escaso…
El candidato apoyado por el gobierno era el Dr. Andrés Rivero Agüero. Antes de la
media noche el gobierno anunció que había obtenido una aplastante victoria”.[252]
Pero el plan saboteador de las elecciones tuvo éxito. Si bien las mismas se llevaron a
cabo, sólo un 20% del padrón acudió a votar puesto que los rebeldes lograron
“paralizar la circulación, dinamitar los puentes, dividir la isla en dos, impidiendo
con ello el envío de refuerzos militares hacia Oriente”.[253] Por lo pronto, Rivero
Agüero (el candidato ganador), en teoría debería sustituir a Batista en 1959.

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El intendente conservador

Tanto el Movimiento 26 de julio como las citadas guerrillas no castristas, iban


avanzando posiciones y empezaron a tomar los pueblos. En una de las ocupaciones,
Guevara se autonombró intendente ad hoc del poblado de Sancti Spiritus. Fue
entonces cuando presurosamente intentó imponer códigos morales que reglaban,
incluso, la vida sexual de los habitantes. Añade Castañeda que el Che “Una vez
tomado el pueblo de Sancti Spiritus, por ejemplo, trata de impedir el consumo de
bebidas alcohólicas y cancela la lotería”.[254] Sin embargo, la enérgica resistencia de
los habitantes hizo recular al Che; el argentino cayó en la cuenta de que hasta que no
tomara el poder de manera absoluta, debería seguir fabricando (en la medida en que
su cruel naturaleza se lo permitía) una imagen simpática y tolerante para con los
pobladores. En efecto “El pueblo se rebela, y el Che desiste en un intento de poner en
práctica sus propios modales… el puritanismo sexual no va a despertar mayor eco…
Pronto el Che recapacita y autoriza las relaciones que cada quien considere
conveniente”,[255] pero sacerdotalmente elaborará un sermón exhortando “evitar toda
clase de desmanes que puedan ir minando la moral… pero debe permitirse, con el
siempre requisito de la ley de la guerrilla, que las personas sin compromisos, que se
querían mutuamente, contraigan nupcias en la sierra y hagan vida marital”.[256]
Discurso un tanto “reaccionario” para la progresía contemporánea siempre dispuesta
a levantar el estandarte del “amor libre” de manera conjunta con la banderita del Che.

El “imperialismo” derroca a Batista

Si bien se habían producido algunos combates de cierta importancia, la realidad


es que las tropas de Batista solían rendirse antes de pelear. Recuerda Huber Matos
que el día 2 de noviembre de 1958 “tenemos cercado el cuartel del central
Algodonal… y mediante conversaciones, logramos un acuerdo: los once entregaron
el cuartel y las armas, con derecho a marcharse a Santiago o incorporarse a nuestra
tropa el que así lo deseara. Su jefe —un sargento— insistió en que no estaba
pactando una derrota porque ellos entendían que la Revolución podía ser beneficiosa
para Cuba, y nos pidió que militares y rebeldes cantáramos el Himno Nacional. Así
lo hicimos”.[257] Esas semanas, con total desparpajo y sin el menor “cuidado de las
formas”, de los aeródromos y puertos de los Estados Unidos, más precisamente de la
ciudad de Florida “salían numerosos aviones y barcos cargados de armas para los
rebeldes de Castro, mientras los agentes federales se hacían la vista gorda ante el
tráfico clandestino”.[258]
El pronóstico para Batista era por demás favorable, máxime teniendo en cuenta
que proseguía inalterable la negativa de “sus soldados” a pelear. Señala Castañeda
que “Las victorias militares comienzan a precipitarse. El 21 de diciembre cae la
localidad de Cabaiguán —donde toma noventa presos y recupera siete

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ametralladoras y 85 fusiles—. Un par de días después, capitula la ciudad de
Placetas, de nuevo con prisioneros y armas entregadas. Se acentúa la renuencia de la
tropa batistiana a seguir peleando. Los soldados se rinden aun en condiciones de
superioridad militar”.[259]
Finalizando el mes con algunas escaramuzas que hirieron a varios hombres del
Ejército Rebelde, relata Matos que “Cuando visito a los heridos en nuestro hospital
de campaña, recientemente instalado en Dos Bocas, un oficial me informa: —
Comandante, algo raro está pasando en las posiciones fortificadas del cuartel de El
Cristo. Hay un movimiento extraño al anochecer.
No espero más y salgo en esa dirección… ¿Qué encuentro? Una verdadera
desbandada… Los soldados están abandonando sus posiciones, incluyendo el
cuartel. Huyen escondiéndose en cañaverales y malezas”.[260] Como si estos relatos
fueran insuficientes, remata Matos comentando que muchos de los prisioneros
tomados al ejército “están en actitud de cooperación y trabajan como auxiliares de
nuestra tropa”.[261]
Batista tenía que pelear contra Estados Unidos (que no sólo le había bloqueado
todo apoyo armamentístico sino que financiaba a los rebeldes), contra las
sublevaciones de sus propios hombres, contra el entreguismo de sus soldados no
sublevados y contra el apoyo recibido por los rebeldes de países tales como México,
Costa Rica o Venezuela. Sus posibilidades de triunfo eran nulas. Sobre el apoyo
venezolano, agrega Matos: “El 9 de diciembre, después de varias horas en jeep me
encuentro a nuestro jefe… Fidel está eufórico… Me muestra, por otra parte, las
armas que acaba de recibir de Venezuela. Un buen cargamento traído en avión por
Díaz Lanz, el mismo piloto que nos trajo desde Costa Rica. Al parecer, el presidente
venezolano Wolfgang Larrazábal, con el respaldo del ex mandatario Rómulo
Betancourt, es el que ha proporcionado los pertrechos. Fidel me hace un buen regalo
de ese armamento: un fusil ametralladora brasileño”.[262] Pero el notable apoyo
armamentístico proveniente del extranjero, al parecer estaba demás, ya que no había
mucha necesidad de usar armas ante un enemigo que se mostraba renuente a todo
combate, tal como lo sigue relatando Matos: “En la noche del 14 de diciembre el
ejército, derrotado y en retirada, acampó junto a un cuartel ubicado en Melgarejo, a
la entrada de El Cobre, donde se encuentra el santuario de la Virgen de la Caridad,
patrona de Cuba. Oficiales de la Columna 10, persuadieron a los soldados a
entregar sus armas y retirarse a Santiago. Así lo hicieron… el enemigo está
atrincherado, sin el menor indicio de planes ofensivos”.[263]
Los pocos soldados de Batista que presumiblemente presentaban batalla, ni
siquiera revisaban el desvencijado armamento, que contaba con bombas que no
explotaban. Otros soldados batistianos, además aprovechaban la ocasión para vender
su armamento al ejército rebelde a cambio de unas monedas (nótese la crudeza de
“los represores”). Así lo confiesa Matos: “Utilizamos el material explosivo de las
bombas que lanzan los aviones y no estallan para fabricar nuestras minas. Es

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increíble que muchas bombas no hagan explosión y que esto se repita sin que la
fuerza aérea de Batista tome medidas… Se dan situaciones curiosas: hay marinos
que roban pertrechos, como las codiciadas balas de la calibre 50, y los venden por
poco dinero. Ese mercado negro también existe en el ejército y lo aprovechamos
negociando con algunos cabos y sargentos”.[264]
El 22 de diciembre, en el territorio comandado por Huber Matos quedaba aún por
atacar el cuartel de La Microonda. Las tropas rebeldes se acercan al lugar y se
produce una serie de tiroteos. Tras varias escaramuzas, desde el cuartel, recuerda
Matos: “Gritan reclamándonos una tregua para volver a conversar… Cuando los
nuestros dejan de disparar, vemos que los soldados se tiran por la ladera,
abandonando las trincheras en racimos humanos. Es una fuga espectacular. Buscan
irse por el lado de Santiago de Cuba. Lo de la tregua era una treta para iniciar la
huida. Otra desbandada, como la de El Cristo, al caer la noche”.[265]
Una semana antes de estas sistemáticas fugas batistianas, el 14 de diciembre de
1958 “la Secretaría de Estado intervino oficialmente para eliminar a Batista y
colocar a Castro. Cursó instrucciones al embajador Smith de que comunicara al
presidente que ya no contaba con el apoyo de los Estados Unidos y que debía
abandonar Cuba”.[266] Días después, el embajador americano Smith mantiene una
reunión con Batista en la que deliberadamente le manifiesta su apoyo al castro-
guevarismo y lo “invita” a renunciar. Los alcances del encuentro fueron relatados por
el propio Smith: “Batista aún rezumaba un aire de pujanza mientras permanecía
sentado en un extremo de su despacho sin dar la menor muestra de emoción…
Preguntó si podía trasladarse con su familia a su casa de Daytona Beach, y se le dijo
que primero debía pasar algún tiempo en España o cualquier otro país extranjero.
Preguntó de cuánto tiempo disponía y se le respondió que no debía retrasar su
marcha innecesariamente”.[267]
La determinación americana generó euforia entre los rebeldes. Fidel ordenó de
inmediato una reunión con Matos, y en la misma mintió en los siguientes términos
“—Escúcheme bien… La dictadura está derrotada. Ninguno de los comandantes que
tenemos mando de tropas debe formar parte del futuro gobierno. Nosotros seremos la
reserva de la Revolución, un grupo con autoridad moral para controlar las cosas…
Ni tú, Huber, ni yo, ni Raúl, ni el Che, ni Camilo; ni ninguno de los comandantes con
mando de tropa ocuparemos cargos en el aparato administrativo. Urrutia, que ha
venido de Venezuela a pedido mío, se hará cargo de la presidencia. Nombrará sus
ministros, los que ayudaremos a escoger. Las posiciones principales quedarán en
manos de gente de mucha confianza. Al Ejército Rebelde le corresponde la misión de
vigilarlo todo para que el programa de la Revolución se cumpla cabalmente”.[268]
La entrega de Cuba al comunismo promovida por las administraciones
americanas en manos de Dwight David Eisenhower (1953-1961) primero y John F.
Kennedy (1961-63) después no es una mera teoría, sino una realidad concreta y
confesada de manera taxativa por quien fuera el Embajador en Cuba encargado de

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comunicar a Batista su expulsión. Incluso, una vez pasada la revolución, Earl E. T.
Smith expuso ante el Subcomité del Senado sobre Seguridad Interior revelando datos
extraordinarios que ratifican por completo el papel determinante de los Estados
Unidos para la llegada de Castro al poder. Entre lo expuesto, Smith confirmó que: “El
régimen del presidente Eisenhower se empeñó en que Castro Ruz llegara al poder…
Es difícil de entender esta política desde un punto de vista norteamericano… He
demostrado que varias veces, cuando la ocasión era propicia y había oportunidades
de encontrar una solución sin Batista ni Castro, nuestro Departamento de Estado se
negó a dar su apoyo… Concediendo que Batista ya no fuera útil, la alternativa,
desde luego, no tenía que haber sido Castro, nuestro enemigo. Y es necesario
advertir que Castro no se habría encontrado en la situación de alcanzar el poder y
no hubiera podido crear el medio para tomarlo sin la buena voluntad del Cuarto
Piso (en donde funcionaban las oficinas de Asuntos Latinoamericanos del
Departamento de Estado americano)… era imposible que el subsecretario de Estado
Roy Rubottom, su compañero William Wieland y el Cuarto Piso no estuvieran
enterados de las aficiones comunistas de Fidel Castro. No existe la posibilidad de
que la CIA no lo supiera…” y Smith agrega que “Desde Florida salían soldados,
municiones y armas y corriente incesante, y se entregaban a los revolucionarios que
se hallaban en las montañas de la Sierra Maestra…”.[269]
Para más datos, el antecesor de Earl Smith en la Embajada americana en Cuba,
Robert C. Hill (quien culminó su mandato diplomático en julio de 1957), al traspasar
su cargo a Smith le vaticinó su pesar espetando “Earl lamento que vayas a Cuba… Te
envían a Cuba para presidir la caía de Batista. Se ha tomado la decisión de que
Batista tiene que desaparecer. Necesitas andar con mucho cuidado” (declaración del
embajador Robert C. Hill en el Senado, 12 de junio de 1961).[270]
Si la CIA tenía conocimiento sobre la filiación comunista de Castro y no reparó ni
se alarmó por el “detalle” no lo podemos suscribir. Tampoco podemos saber si por
inoperancia o impericia investigativa, la CIA fue efectivamente engañada por Castro
y sus insistentes declaraciones “macartistas” tal como sostienen muchos otros.
Empero, lo que sí es una verdad de a puño, es que el derrocamiento a Batista lo hizo
Estados Unidos y no un puñado de campesinos analfabetos.
Va de suyo que no es esto lo que se enseña en los colegios cubanos desde 1959 a
la fecha. Caso contrario, deberían cambiar la efigie de los idolatrados íconos de la
revolución cubana (Cienfuegos, Guevara, Castro y algunos otros barbudos más) por
la de los presidentes norteamericanos Eisenhower y Kennedy respectivamente.

El paseo final

Mientras los americanos expulsaban deliberadamente al mandatario cubano, una


de las “gestas” guerrilleras más espectaculares que la leyenda castrista vendió sobre
la revolución, fue la toma de Santiago de Cuba, la segunda ciudad del país en

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importancia estructural y la primera en importancia militar. Lejos de la cacareada
“batalla heroica”, la toma de Santiago de Cuba no distó mucho de asemejarse a un
alegre paseo turístico. La policía y las Fuerzas Armadas batistianas no sólo no
pelearon, sino que acordaron con los rebeldes en sublevarse contra Batista. Así lo
reconoce Matos, quien era el encargado de tomar la ciudad: “El comandante
Bonifacio Haza, jefe de la policía de la ciudad, me ha enviado un mensaje…
garantizado que sus fuerzas se pondrán a nuestras órdenes con todos los carros
patrulleros tan pronto yo le indique… La base naval de la marina en Punta Blanca
tiene gran capacidad defensiva, pero no nos preocupa. Tenemos informes de que la
marina se unirá a nosotros cuando las acciones alcancen intensidad… En la bahía
operan dos fragatas, la Antonio Maceo y la Máximo Gómez. La mayoría de la
oficialidad de esta última simpatiza con nosotros. Entre ellos hay una conspiración
bien extendida. Uno de estos oficiales, el capitán Trujillo, se ha incorporado a la
Columna 9. También tenemos varios de sus marinos. Estoy impulsando la
sublevación, contando con la inteligente intervención de dirigentes del 26 de julio en
Santiago. Ellos están al tanto de las garantías que Fidel les ha dado. Los oficiales de
la Máximo Gómez pueden comenzar a trabajar en la deserción de los oficiales de la
Antonio Maceo.
Hemos estado acumulando grandes cantidades de gasolina que nos entrega la
refinería Texaco durante la noche”.[271] Nótese que hasta las petroleras
multinacionales apoyaron el proyecto capitalista y republicano que supuestamente
ofrecía el castro-guevarismo.
Ni siquiera el paseo por Santiago de Cuba podría ser obstaculizado por la
infantería de marina de Cuba (probablemente el sector militar más profesional con el
que contaba Batista), puesto que tal como lo confiesa Matos “sus integrantes siempre
han tratado de demostrar que la hostilidad hacia las fuerzas revolucionarias es
forzadas por las circunstancias, y que existe una corriente de coincidencia entre ellos
y los barbudos”.[272]
Toda la coyuntura para la “toma” de la ciudad portadora del Distrito Militar más
importante de Cuba, se presentaba de manera más semejante a una distendida
caminata que a una batalla decisiva. El desfile sería encabezado por el comandante
Huber Matos. Sin embargo, la peregrinación se dilató unos días. Ocurrió que las
cosas fueron más fáciles aún. Cuenta el propio Matos que “El 28 de diciembre…
habrá una reunión muy seria y secreta entre Fidel y el general Eulogio Cantillo, jefe
de operaciones del ejército (de Batista)… Con la más absoluta reserva él y Fidel han
intercambiado recados, notas y cortesías… La reunión se celebra en el Central
Oriente. Los pocos que lo saben viven momentos de tensión. El resultado es un pacto
para poner fin a la guerra el primero de enero, con un reconocimiento del triunfo de
la Revolución y una alianza entre los militares y los rebeldes.
Tres horas después de concertado el acuerdo, llega Raúl Castro a la
comandancia de la Columna 9. Viene contento, con un mensaje verbal de Fidel: —

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Huber, vengo a buscarte —me dice entusiasmado—. Se ha logrado hoy un acuerdo
con Cantillo por el cual el primero de enero de 1959 termina definitivamente la
guerra. En la ejecución del plan tienes una importante participación. Fidel necesita
conversar contigo, te espera cerca de Palma Soriano… Fidel, Raúl y yo conversamos
en privado.
—Huber, como tú ya sabes, hemos llegado a un arreglo con Cantillo… El primero
de enero, a las tres de la tarde, tú estarás en el Cuartel Moncada representándome a
mí y al Ejército Rebelde. Irás con trescientos hombres escogidos de tu columna… Allí
se hará un pronunciamiento conjunto del Ejército Rebelde y del Ejército Nacional,
poniendo fin a la dictadura y a la guerra y proclamando el triunfo de la Revolución,
la unificación del ejército y la instauración de un gobierno civil… Desde Santiago se
le dirá a la nación que el Ejército Rebelde y el Ejército Nacional se han convertido
en una sola fuerza. Además, daremos lectura a los puntos principales sobre los que
se basa el acuerdo”.[273] Finalmente Cantilo dilató el evento cinco días más. ¿Por qué
razón?, pues para dar tiempo suficiente a que Batista preparase los detalles de la
retirada prevista para el 1 de enero que Estados Unidos le había ordenado.
En cuanto al citado comandante Bonifacio Haza Grasso (jefe de la Policía de
Santiago de Cuba que ofreció sus hombres al servicio de los rebeldes), fue fusilado
tras la revolución en 1959 cuando se advirtió que no adhería a las ideas comunistas.
[274]
Y a todo esto… ¿qué era de la vida del Che Guevara? Según la leyenda castrista
el Che encabezó “el golpe final” que fue “la batalla” de Santa Clara entre el 29 y 31
de diciembre de 1958.
Pero la realidad es que los guerrilleros del Segundo Frente Nacional del
Escambray (sector rebelde pero no castrista que venía dando batalla en las Sierras del
Escambray) ya habían conversado con los soldados de Batista y estos manifestaron
(al igual que en las mayorías de unidades y cuarteles militares) la total voluntad de no
pelear en Santa Clara.
Los soldados de Batista avisaron previamente a los rebeldes que llegarían en tren
y entregarían sus armas en el acto. Los laureles se los llevaría el Segundo Frente
Nacional del Escambray y no las tropas de Guevara que tenían la misma zona de
operaciones. Por añadidura, aquellos quedarían con mejor imagen y posicionamiento
político para gestionar o influir hacia una transición en consonancia con la
constitución de 1940. Pero esto opacaba de cabo a rabo los planes totalitarios castro-
guevaristas de alzarse con el poder e imponer el comunismo.
Ante esto, Guevara fue más allá y les ofreció a los ya rendidos militares de
Batista, dinero. Tras el pacto de rendición y soborno, el Che, no pudiendo con su
genio criminal y a sabiendas de que los soldados no iban a tirar una sola bala ni
estaban siquiera en posición de combate, ordenó a los suyos tirarles a mansalva
aprovechando que estaban totalmente desprevenidos. Recuerda Lázaro Asencio
(quien fuera comandante del Ejército Rebelde) que “el tren blindado fue una acción

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de traición del Che Guevara… el famoso tren blindado estaba dispuesto a entregarse
al Segundo Frente Nacional de Escambray, las condiciones eran muy sencillas, los
soldados del tren blindado iban a entrar por la zona del acueducto de Santa Clara y
allí nos iban a entregar las armas, con el compromiso de que ellos se quedaban ahí
sin pelear… pero por filtraciones que sucedieron, el Che se entera de esa posibilidad
y entonces ¿qué es lo que hacen ellos?, atacan al tren blindado, antes que se
entregara a nosotros”.[275]
Aunque los filmes comerciales pretendan hacer pasar la “Batalla de Santa Clara”
como una epopeya del Che, fue un episodio vergonzoso. Primeramente, el Segundo
Frente del Escambray había pactado con los batistianos la rendición; no habría
derramamiento de sangre ni tampoco dinero en juego. Guevara efectúa el innecesario
soborno y acto seguido, a traición, asesina a diestra y siniestra a los rendidos soldados
de Batista que conforme lo pactado, no estaban siquiera en posición de combate, pues
estaban preparados para la acordada entrega de armas y la consiguiente rendición.
Relata Castañeda que el Che “comprende que el quid de la batalla radica en
inmovilizar el tren blindado… El secreto se anida en la negativa del ejército a
pelear… El episodio del tren blindado va a resultar decisivo, ya que con el
armamento recuperado del ferrocarril, la columna del Che va a entrar en La Habana
días después con un poder de fuego muy superior al de cualquier otro grupo
opositor… Gutiérrez Menoyo insiste en una interpretación alternativa de los
hechos… El tren se encontraba bajo el mando de un teniente Rossel. Menoyo
recuerda cómo la primera persona con quien los militares se entrevistaron para
explorar la posibilidad de rendirse fue justamente con él. Menoyo ofreció garantías
para la tropa y un ascenso para el teniente Rossel; los batistianos resolvieron
entregarlo el tren al dirigente del Segundo Frente del Escambray. Después, según
recuerda Menoyo, ‘el hermano del Teniente Rossel habló con el Che Guevara, yo no
sé qué le ofreció Guevara que yo no le ofrecí, pero el hecho es que el tren se lo
entregaron a ellos. Siempre lo conmemoran como el heroico asalto al tren blindado,
pero ése fue un tren entregado… en dos o tres oportunidades lo comenté con Guevara
y le dije: Guevara, ¿qué tú le ofreciste que yo no le ofrecí?’. Él se echaba a reír y
nunca me lo confesó…”.[276] Más adelante en el tiempo, Fulgencio Batista confesó
que el tren efectivamente fue entregado por el coronel Rosell quien “‘desertó,
después de haber recibido 350 mil dólares, o un millón de dólares del Che Guevara’.
La captura del tren fue, según Batista, una venta… Ramón Barquín, el único alto
oficial de Batista encarcelado por conspirar contra el dictador, afirma que en efecto
se produjo un entendimiento previo entre el Che y los militares para entregar ese
tren”.[277]
Como si esta felonía fuera insuficiente, Jaime Costa (asaltante del Cuartel
Moncada, expedicionario del yate Granma y comandante del Ejército Rebelde),
recuerda que “el primero que entra en Santa Clara ciudad, es el Che, y Félix Torres,
un comunista de las villas, le dice ‘Che, tienen a los chivatos de Batista’ y el Che, sin

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más ni menos los va matando sin interrogar, en eso el segundo que entra en Santa
Clara es Camilo y entonces él tiene una expresión: ‘pero coño, aquí se han bañado
en vez de con agua con sangre, porque donde quiera hay un muerto tirado en la
esquina, han acabado con este pueblo!’”.[278]
El Che cometió una traición doble: a sus camaradas del Ejército Rebelde (del
Segundo Frente Nacional del Escambray) y a los soldados batistianos que ya habían
pactado la entrega. Conclusión: en un pacto donde no habría derramamiento de
sangre alguno, la “gesta” de Guevara tuvo un saldo mínimo de seis bajas por parte de
sus guerrilleros y ¡más de 300 muertos! fusilados pertenecientes al ejército de Batista
ya entregado, sobornado, desprevenido y rendido[279] y de cuya gigantesca masacre
Guevara participa entusiastamente fusilando a 23 soldados.[280] Resume Sebreli el
accionar del Comandante Guevara anotando que “El único triunfo del Che fue la
batalla de Santa Clara, que se redujo al asalto a un tren blindado, donde los
soldados de Batista se entregaron sin luchar”.[281]
Además de la “hazaña” del tren de Santa Clara, en dicha ciudad había un cuartel
bastistiano con 1300 hombres. Tal como fue habitual a lo largo de todas las
escaramuzas en Cuba, el cuartel se entregó sin mayores problemas y sólo manifestó
una pálida resistencia fugaz la estación de policías de la ciudad, la cual se rindió
momentos después. Mientras Guevara fusilaba a traición a los soldados sobornados
en Santa Clara, sin el disparo de una sola bala, Huber Matos paseaba turísticamente
con sus hombres por Santiago de Cuba. Mientras se producía el avance a La Habana,
los militares del ya exiliado Batista formaron una Junta Militar declarando que
pondrán sus tropas para apoyar a los rebeldes. El jefe del Distrito Militar de Santiago
de Cuba es el coronel José Rego Rubido. Este sin vacilar se pliega a favor de los
rebeldes. Recuerda Matos: “Le pido al coronel Rego poner en libertad
inmediatamente a todos los presos políticos. —Hoy mismo van para la calle todos los
de mi jurisdicción —me dice”.[282]
Los oficiales del ejército que parodiaban pelear a favor del exiliado Batista, llenos
de júbilo se reúnen con Fidel y este los llama “a una franca unión de los militares,
con o sin mando, para integrar con los rebeldes un solo ejército al servicio del país y
no de intereses mezquinos… Todavía más eufórico, alentado por las expresiones de
asentimiento de sus interlocutores, exclama: ‘…Ustedes estarán a nuestro lado, codo
con codo, industrializando el país y terminando con el monocultivo’… Agrega
algunas promesas sobre el futuro y finaliza su alocución dando vivas a la Revolución,
a la libertad de Cuba y a la esperanza común de crear entre todos una patria libre,
democrática y plena de derechos… Un acuerdo informal surge de la reunión: Rego
asume la nueva jefatura del Estado Mayor de las fuerzas armadas, reconociendo a
Fidel como comandante en jefe”.[283]
Así fue la “epopeya” de la toma de Santiago de Cuba al igual que la “proeza” de
Santa Clara. Antesalas indispensables para la entrada triunfal en La Habana.

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Capítulo VI

La revolución traicionada

La foto de la revolución

En Santiago de Cuba, una multitud abarrotó las calles y se preparó un acto


político con varios oradores. El principal de ellos, obviamente, sería Castro. En la
arenga, Fidel miente: “¡no se trata de sustituir a un dictador por otro!”.[284] Lo que
no dijo Fidel allí, es que se trataba de sustituir a un gobierno autoritario (el de Batista)
cuyo plazo de mandato caducaba en 1959, por otro totalitario que durará mientras
vivan Castro y los herederos de su dinastía. Recuerda Matos (quien también habló en
esa masiva ceremonia) que “Fidel promete que los militares estarán a las órdenes de
las leyes y la constitución de la República. Alaba el proceso electoral y democrático
refiriéndose al tiempo limitado que un gobierno debe permanecer en el poder. Sus
palabras arrancan de la multitud el más fervoroso de los aplausos”.[285]
En tanto, Estados Unidos, a efectos de consolidar relaciones carnales con la nueva
gestión que había impulsado, sustituyó al embajador Earl Smith por Phillip W.
Bonsal: “Enviado a Cuba para aplicar una política de flexibilidad, acorde con los
compromisos de Washington con la izquierda democrática, Bonsal poseía las
condiciones ideales para llevar a cabo ese empeño”,[286] anota Lazo.
Los prohombres de la guerrilla revolucionaria fueron cinco: Huber Matos, Camilo
Cienfuegos y por supuesto el Che, Fidel y Raúl. Sin embargo, Fidel, al impulsar el
teatral avance hacia la capital ordena al Che y a Raúl no entrar triunfantes en La
Habana. Sólo ingresarían él mismo, Huber Matos y Camilo Cienfuegos. ¿Por qué no
Guevara ni Raúl Castro? Sencillo: tanto sobre su hermano Raúl como sobre Guevara
pesaba la sospecha de que eran comunistas. En cambio, Camilo Cienfuegos y Huber
Matos eran anticomunistas. De esta manera, Fidel entrando a La Habana escoltado
por dos emblemáticos combatientes insospechados de marxismo, presentaría ante el
mundo la imagen de estar encabezando una revolución con propósitos tolerantes,
defensores de la propiedad privada y la libertad individual.
Esa fue la engañosa foto de la revolución.

La leyenda guevarista y la revolución

La citada leyenda de los 300 valientes que le ganaron a un ejército de 35 000


soldados profesionales fue promovida (tanto para adentro como para afuera) por
varios irresponsables. Pero indudablemente, fue el Che Guevara el principal artífice,

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padrino y promotor de esta ficción a través de sus notas: “Hemos demostrado que un
pequeño grupo de hombres armados, apoyado por el pueblo y sin miedo a morir si
fuera necesario, puede enfrentar a un ejército regular disciplinado y derrotarlo. Ésta
es lección fundamental”.[287] Asimismo, en su conocido cuadernillo titulado “Guerra
de Guerrillas”, la principal quimera consistía en la siguiente afirmación: “Primero,
las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra el ejército; segundo, no
siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución, pues
el foco insurreccional puede crearlas; tercero, en la América subdesarrollada, el
terreno de la lucha armada debe ser fundamentalmente el campo”.[288] Pierre Kalfon
ataca el libreto de Guevara espetando “El Che basa su teoría revolucionaria en el
modelo matricial de una guerrilla de campesinos que prevalece sobre un ejército
profesional. Pero si no fueron los guerrilleros quienes ganaron sino el régimen
carcomido de Batista el que se hundió, entonces el malentendido es inmenso, y la
pasmosa hazaña de trescientos campesinos analfabetos venciendo a un ejército de
cincuenta mil hombres se reduce a un accidente de la historia”.[289]
Incluso, a poco de acaecida la revolución, intelectuales marxistas del mundo
comenzaron a cuestionar las simplificaciones guevarianas, puesto que advertían que
la tesis del Che era un soberano disparate y no se correspondía con la realidad. Fue
entonces cuando Guevara acusó el golpe, publicando en abril de 1961 una cartilla
titulada “Cuba: ¿Caso excepcional o vanguardia en la lucha contra el
colonialismo?”, en donde arremetía: “algunos sectores, interesadamente o de buena
fe, han pretendido ver en ella (la revolución cubana) una serie de raíces y
características excepcionales cuya importancia relativa frente al profundo fenómeno
histórico social elevan artificialmente hasta constituirla en determinantes” y agrega
que siempre existen condiciones objetivas para hacer una revolución y que tan sólo
“faltaron en América condiciones subjetivas de las cuales una de las más importantes
es la conciencia de la posibilidad de la victoria por la vía violenta” y
autoproponiéndose como ejemplo, prosigue “ahora se sabe perfectamente la
capacidad de coronar con el éxito, una empresa como la acometida por aquel grupo
de ilusos expedicionarios del ‘Granma’”; aferrándose al determinismo histórico
añade “las masas no sólo saben la posibilidad de triunfo: ya conocen su destino…
cuales quiera que sean las tribulaciones de la historia”.[290] No sabemos si el Che
respondió de esta manera en calidad de mentiroso o de delirante, pero en verdad, nos
inclinamos por la segunda opción.
Cuando Guevara tuvo que comandar la guerrilla en otras latitudes, sin el apoyo
del pueblo (porque ya conocían su filiación comunista), sin los requiebros de su
virtual agente de prensa Herbert Matthews y sus multimedios asociados, sin los
desembolsos monetarios de la CIA y el apoyo político del Departamento de Estado de
los Estados Unidos y sin el cálido favor de numerosos países de la región que le
brindaron logística, retaguardia, armamentos y dinero, el Che fue aplastado
contundentemente tanto en Salta, como en el Congo y en Bolivia. Lo que ratifica la

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insensatez de su argumento, reducido de un todo a un imaginario voluntarismo
campesino que, dicho sea de paso, fue justamente el sector social que no sólo jamás
apoyó a Guevara en sus aventuras sino que acabó denunciándolo.

La estafa comunista

Tanto sea por el progresivo desgaste y descrédito de Batista como por el halo
mítico y carismático que habían sabido ganar los rebeldes, gran parte de Cuba estaba
de fiesta. Nadie sospechaba lo que vendría después. La gente pensaba que estos
barbudos venían a llevar adelante un gobierno de transición, seguido de un inmediato
llamado a elecciones con la consiguiente reinstauración de la Constitución de 1940.
Castro llegó a La Habana el ocho de enero, acompañado de Huber Matos y
Camilo Cienfuegos. En medio de la euforia popular, por la noche, Fidel pronunció un
discurso por televisión en el que enfatizó que la revolución era nacionalista,
desterrando por completo cualquier sospecha de comunismo y evitando ponerse a la
población en contra (además se le brindó un guiño a los Estados Unidos, que tanto los
había apoyado).
Es más, en procura de consolidar el ardid, el 22 de enero, Fidel Castro brindó una
masiva conferencia ante cuatrocientos periodistas de todas partes del mundo. Allí
falseó a mansalva explicando que él se disponía a “asegurar al pueblo un régimen de
justicia social, basado en la democracia popular y en la soberanía política y
económica. Aseguró que se iban a dar elecciones libres” y que uno de los objetivos
era también “custodiar la democracia y evitar los golpes de Estado”.[291]
Mientras el carismático trío se alzaba con la gloria, Guevara, forzosamente
relegado, firmó la orden de fusilar a 12 policías que no adherían a la revolución. En
sus notas cuenta lo siguiente “No hice ni más ni menos que lo que exigía la situación,
la sentencia de muerte de esos doce”.[292]
Castro nombra un presidente títere, Manuel Urrutia y para despejar cualquier
temor acerca de un giro al comunismo, el político más pro norteamericano de la isla,
José Miró Cardona, fue nombrado primer ministro ¡nada menos! Narra O’Donnell
que “en el nuevo Gabinete casi todos eran anticomunistas”.[293] El pueblo cubano
desbordaba de alegría. En concordancia con lo expuesto, sostiene el biógrafo
socialista Gambini: “¿Qué significaba hacer la revolución? Para muchos era
simplemente sacar a Batista, establecer un régimen provisional y convocar a
elecciones libres… ¿No era eso, acaso, lo que había prometido Fidel desde la
Sierra? Pero había quienes no pensaban lo mismo”.[294] Complementa O’Donnell
sosteniendo “el Che no disminuía sus ínfulas revolucionarias a diferencia de muchos
dirigentes del 26 de Julio que, ahora gobernantes, actuaban como si el único
objetivo de la lucha hubiese sido expulsar a Batista y los suyos”.[295]
En verdad, sólo un minúsculo, casi inexistente, puñado de guerrilleros peleó
contra Batista por la instauración del comunismo. Más del 90% de los rebeldes tan

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sólo pretendía una reinstauración constitucional, un sistema de libertades individuales
y una vida normal al estilo occidental.
Esta política de engaño en donde inicialmente los comunistas estaban ausentes,
no era sólo una táctica para atraer la simpatía internacional sino que en Cuba, los
marxistas eran una ínfima minoría. Esto lo explica muy bien Kalfon “Castro, que
hasta ahora no tiene más cargo que el de comandante en jefe de un ejército al que
está reestructurando, ha cedido al presidente Urrutia la tarea de constituir un
gobierno competente y moderado. Los miembros del 26 de Julio son minoría en el
seno de una mayoría de notables liberales, reformistas, capaces de tranquilizar a una
población llena de desconfianza con respecto a los comunistas”.[296]
Sin embargo, es sabido que muchas veces coexisten un poder real y un poder
formal. En el caso de marras, el poder formal estaba encabezado por liberales y
moderados jubilosamente aceptados por el pueblo cubano. El real, era el que estaba
compuesto por Castro y su pandilla, la cual contaba con peligrosos agentes marxistas.
Pero eran estos los que en verdad tomaban decisiones. Al respecto, añade Kalfon que
había un “gobierno en la sombra”, y que “hay dos gobiernos paralelos… el único
que ejerce el poder es el de Castro.
La cosa es tan cierta que, el 13 de febrero, Miró Cardona, primer ministro en
ejercicio y decano del colegio de abogados, prefiere dimitir antes que seguir
haciendo comedia. Fidel Castro, que ha manifestado ya que el cargo le interesa, es
puesto enseguida —esta vez oficialmente— al frente del gabinete”.[297]
El primer objetivo de engañar a propios y extraños ya había sido logrado. En las
eufóricas reuniones de la “mesa chica” Guevara le dice a Fidel “‘—Hay que sacarse
de encima a todos los que sean un peligro’ —‘lo haremos, chico, lo haremos. Tú y
Raúl se encargarán de eso. Raúl queda nombrado desde hoy segundo jefe del 26 de
Julio y a ti te daremos los derechos ciudadanos para que trabajes tranquilo. A ver, tú,
soldado, comunícame con la presidencia enseguida’… Fidel Ordenó al presidente
Urrutia, más que sugerirle, que preparara un decreto para declarar al comandante
Ernesto Guevara, cubano de nacimiento, con todos los derechos y obligaciones”.[298]
En la repartija de cargos, Fidel le encomendó a Guevara dirigir “La Cabaña”, una
fortaleza militar (que a la sazón albergaba a tres mil soldados del régimen de Batista
que se habían rendido sin combatir) y que ahora bajo el yugo del Che, se
transformaría en un campo de exterminio, donde se ejecutó y masacró a civiles
disidentes en cantidades industriales durante dramáticos años.
Sin embargo, antes de que comenzaran a trascender las noticias que en Cuba se
había instaurado un totalitarismo exterminador, la CIA analizó el triunfo de la
revolución en estos términos: “Cuba sigue disfrutando una prosperidad económica
relativa, y una buena parte de la población, probablemente atemorizada de que la
revolución pondría en tela de juicio su bienestar, parece esperar que se produzca una
transición pacífica del autoritarismo a un gobierno constitucional”.[299]
Ahora que se tenía el poder, venía por delante una tarea no menos difícil:

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consolidarlo. Si bien el marxismo puede imponerse a base de tiros y represión, la
realidad es que se necesita aparejadamente cierta base de consenso, el cual no existía.
Para tal fin, el Che pretendía llevar a cabo un adoctrinamiento en masa, pero no
contaba con cuadros formados académica o ideológicamente para tan ambicioso
proyecto. Entonces fue cuando Guevara recurrió al PSP cubano (dependiente de la
URSS). Cuenta Díaz Araujo que “El Che estaba ya preocupado por la falta de
contenido ideológico (es decir, marxista-leninista) de la revolución y había concluido
que era necesario atraerse al PSP para que fuera él quien lo diera, a pesar de que su
historia era tan corrupta y maloliente como la de cualquiera de los demás partidos
burgueses… no le importó que este mismo hubiera sido el partido que durante años
había colaborado con Fulgencio Batista y de cuyas filas habían salido dos miembros
de su gabinete. Lo que le importaba al Che fue que adoctrinaran en la dialéctica del
marxismo-leninismo, que era la suya, a sus barbudos, y posteriormente… que
prestaran su experiencia en organización y administración al nuevo Estado… El
propio Castro recibió en la Sierra Maestra a Carlos Rafael Rodríguez, uno de sus
principales líderes. A pesar de que Rodríguez había servido en el gabinete de Batista,
Castro no vio ningún obstáculo de orden moral para llegar a un acuerdo con él”.[300]
Si bien la CIA y la comunidad internacional aún no advertían con claridad el
proceso comunista incipiente, uno de los organismos más lúcidos y que más
tempranamente comenzó a manifestar preocupación al respecto, fue la embajada
norteamericana en Cuba, la cual en marzo de 1959 elevó el siguiente informe: “La
embajada ha estado recibiendo informes cada vez más frecuentes durante las últimas
semanas sobre la penetración comunista en La Cabaña. Dichos informes se refieren
al personal que ha incorporado el comandante Ernesto Che Guevara, a la
orientación de los cursos de educación que se imparten, y al funcionamiento de los
tribunales revolucionarios”.[301] De manera similar, al mes siguiente, el 14 de abril,
la embajada estadounidense insiste y advierte sobre el incipiente lavado de cerebro e
infiltración marxista: “Buena parte del esfuerzo comunista en Cuba se dirige hacia la
infiltración de las Fuerzas Armadas. La Cabaña parece ser el principal bastión
comunista, y su nombre, Che Guevara, es la figura principal cuyo nombre aparece
vinculado al comunismo. Cursos de adoctrinamiento político se han establecido entre
la tropa bajo su mando en La Cabaña”.[302]
Ante la alarma sobre el giro comunista y el consiguiente cúmulo de denuncias por
violaciones a los DD.HH. que comenzaban a caer en plañidero, Castro acusa el golpe
y para suavizar las imputaciones se expone a un moderado reportaje en televisión el 2
de abril de 1959, en donde expresó “Ese miedo que parece tienen las minorías a que
en Cuba se desarrolle el comunismo no responde a nada real —enfatizó— ese miedo
yo, sinceramente no lo entiendo”.[303]
La consigna de Castro era que en los primeros tramos había que seguir
apaciguando los ánimos. Para tal fin, inició en el mes de abril una memorable gira por
Estados Unidos, que según Castañeda tenía el propósito de ir “tratando de convencer

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a la opinión pública y al establishment norteamericano de sus ‘buenas’ intenciones…
Fidel Castro, siendo un político mucho más hábil que su hermano y su lugarteniente
preferido, pensaba que si se enfrentaba a Estados Unidos antes de tiempo, hubiera
sido fatal. Por esa razón trataba de que todos creyeran que él seguía con su clásica
postura contraria a los comunistas”.[304]
Allí mantuvo múltiples reuniones. Entre ellas, se dio cita con la Sociedad de
Directores de Periódicos de Norteamérica: “El 15 de abril, antes de dirigirse a los
directores de diarios, pasó la mañana con algunos de los miembros de las comisiones
de Relaciones Exteriores del Senado y de la Cámara… los legisladores presentes
informaron que Castro había expresado su oposición al comunismo… El domingo
siguiente, en el programa de televisión Meet the Press, aseguró a los
norteamericanos: ‘No estoy de acuerdo con el comunismo’. Un día después se
apersonó en el almuerzo del Círculo Nacional de Periodistas y nuevamente denunció
el comunismo. Hablando de Kruschev, afirmó: ‘Cualquiera que sea la índole de la
dictadura —ya sea clasista, militarista u oligárquica— nos oponemos a ella. Por eso
estamos en contra del comunismo’”.[305] Dentro de su extravagante espectáculo
“macartista” incluyó en su periplo una conferencia ofrecida el 23 de abril en Nueva
York. En la misma, Castro, con inmutable cara de piedra afirmó: “Queremos
establecer en Cuba una verdadera democracia, sin ningún rastro de fascismo,
peronismo o comunismo. Estamos contra cualquier forma de totalitarismo”.[306]
Como si su pretendido “anticomunismo” no hubiera quedado del todo claro, el 28
de abril disparó: “El comunismo mata al hombre al privarle de su libertad”.[307] Un
mes después, atacó otra vez al comunismo exponiendo que “es un sistema que anula
las libertades públicas y sacrifica al hombre”[308] y como remate final “acusó a los
comunistas cubanos de hallarse confabulados con los contrarrevolucionarios”.[309]
Seguidamente, emprendió gira por América Latina. En Montevideo se valió de
otro de sus habituales artificios orales al espetar que lo que Cuba quiere es “pan y
libertad, pan sin terror. Ni dictadura de derechas, ni dictaduras de izquierdas: una
revolución humanista”.[310]
Incluso, desterrando el mito de que Estados Unidos “empujó a Cuba al
comunismo”, para recibir a Fidel en esa etapa de su gira, los americanos habían
preparado el mejor de los recibimientos, que incluía la oferta de blandos empréstitos.
Es más, Castro “Antes de salir para los Estados Unidos había declarado a su pueblo
que hacía el viaje a fin de obtener créditos del Banco Mundial y del Export-Import
Bank de Washington. Pero lo curioso es que no pidió nada… Los círculos oficiales y
privados de los Estados Unidos quedaron sorprendidos y desconcertados. No podían
o no querían imaginar que el glorificado peregrino abrigaba la intención de recurrir
a otros medios para obtener bienes y propiedades norteamericanas en mucha mayor
cuantía que la que le hubieran reportado los procedimientos bilaterales”.[311]
Muchos defensores del castro-comunismo, justifican las mentiras de Fidel y el

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Che alegando “que se embromen los yanquis si fueron burlados y no pudieron
adivinar la naturaleza comunista de la revolución”. Lo que no entienden los
apologistas del totalitarismo castrista, es que el problema no es que el engaño haya
burlado a los Estados Unidos, sino que la estafa fue dirigida contra el pueblo cubano,
que siempre fue anticomunista. Es por esa razón que la sociedad cubana apoyó a
Castro y a Guevara. De haber sido estos bandoleros sinceros acerca de sus verdaderos
propósitos, no habrían contado con la adhesión de un solo campesino. En todo caso,
Fidel y el Che solamente hubiesen contado con el apoyo de algunos militantes del
PSP, el cual era tan insignificante en votos, que tanto en 1940 (que llevó en la boleta a
Batista), como en las elecciones de 1944, 1948 y en las que se avecinaban en 1952, ni
siquiera presentaron candidatura propia (nótese el nulo caudal electoral del PSP), sino
que se anexaron en alianza con candidatos moderados a cambio de alguna mísera
concejalía.
La estafa comunista no debe verse como “una burla a la CIA”, sino al pueblo
cubano (en definitiva fueron los afectados directos). Por supuesto, Cuba se constituyó
además en una grave amenaza para la región (desde allí se entrenaba a los terroristas
que en los años ’70 ensangrentaron y desestabilizaron América Latina y parte de
África), además de haber sido una amenaza mundial al portar misiles soviéticos
apuntando a Washington, episodio al que luego nos referiremos.
Pero la política de engaños no era privativa de Castro. Hasta Guevara, quien
siempre ocasionaba problemas con sus declaraciones radicales, ante la pregunta
concreta acerca de si era comunista, el 4 de enero de 1959 le miente al diario La
Nación de Buenos Aires cuando responde: “Creo ser una víctima de la campaña
internacional que siempre se desata contra quienes defienden la libertad de
América”.[312]
Mientras tanto, Castro acumulaba todos los días cargos en el poder político. Ya
era primer ministro, jefe del Ejército, máxima autoridad del INRA (Instituto Nacional
de la Reforma Agraria) a la vez que proclamaba a los cuatro vientos que su
revolución era “verde olivo como las palmas cubanas”. Guevara, al ser consultado
por esta definición, no pudo con su genio. Rehén de su omnipresente verborrea,
agregó que su revolución se parecía a una sandía: “verde en la superficie y roja en su
verdad profunda”.

Segundas nupcias para Guevara

En el fragor de la revolución y la aventura, Guevara, habiendo roto


definitivamente relaciones con Hilda Gadea, hacía tiempo ya convivía con la docente
Aleida March, joven maestra de rasgos delicados, relacionada con el Movimiento 26
de julio en el Llano, de postura liberal y anticomunista en sus orígenes. El 2 de junio
de 1959, el Che formalizó su nueva relación contrayendo matrimonio. Aleida, para la
ocasión, estrenó un vestido blanco. El Che, fiel a su pasión por llamar la atención, se

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presentó en su boda con su infaltable disfraz de guerrillero. Eso sí, dada la
importancia del acontecimiento, en notable muestra de amor, llevó a cabo un profuso
esfuerzo personal: se encargó de que su uniforme estuviera limpio y planchado. Sería
injusto no reconocerle el gesto.
Si bien su flamante mujer, de refinadas facciones europeas no padecerá el tono
despectivo que el Che dirigió para con su anterior esposa Hilda, peruana de fisonomía
aborigen, Aleida no se salvará del destrato y la humillación: recuerda el guerrillero
cubano Daniel Alarcón (nombre de guerra Benigno) que “Cuando ella daba una
opinión que a él no le gustaba, delante de todo el mundo la mandaba a callar con
brusquedad, humillándola”. Concluye Benigno que para Guevara las mujeres “eran
como un objeto del cual se servía”.[313]
De la nueva unión saldrán cuatro hijos reconocidos: Aleida, Camilo, Celia y
Ernesto.

Turista a la fuerza

En tanto Castro proseguía con sus exhaustivas acrobacias tratando de amortiguar


el impacto de las primeras medidas anunciadas de inspiración marxista, Guevara
“pateaba el tablero” en un reportaje durante el cual se generó el siguiente diálogo:
“—¿Usted es comunista?
—Los hechos hablan por sí solos. Nuestra forma de pensar es clara, nuestra
conducta es diáfana. El hecho de que yo no sea un comunista afiliado al PC, y yo no
lo estoy, no tiene importancia. Se nos acusa de comunistas por lo que hacemos, no
por lo que somos o decimos. Si usted cree que lo que hacemos es comunismo,
entonces somos comunistas”.[314]
La radicalidad de Guevara respecto de Castro no sólo obedecía a que el Che era
impolítico y fanático, sino también a una cuestión de índole doctrinal, pues el Che
tenía un bagaje ideológico mucho más sólido que su jefe. Fidel, en cambio
“confesaría ingenuamente que no había podido pasar de la página 370 de ‘El
Capital’”,[315] la obra cumbre de Karl Marx.
Castro no podía evitar sus ataques de ira ante las declaraciones imprudentes de su
camarada, puesto que luego debía gastar gran cantidad de energía brindando
declaraciones para tratar de aclarar y explicar lo contrario de lo que el Che afirmaba
públicamente. En uno de esos arranques de furia espetó “¿Sabes lo que voy a hacer
con el Che Guevara? Lo voy a mandar a Santo Domingo a ver si lo mata Trujillo”.
[316] Mutatis mutandis, esto fue lo que siempre se dijo de Castro al apoyar el envío de

Guevara a Bolivia años después (episodio que más adelante trataremos).


Castro, harto ya de explicar, desmentir o suavizar declaraciones escandalosas
lanzadas por el Che y su incontinencia verbal, decidió tomar el toro por las astas y
conociendo la pasión de su camarada argentino por los viajes, lo mandó a una
interminable gira por Medio Oriente decretada el 5 de junio con el insólito propósito

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de “afianzar relaciones diplomáticas” (siendo que Guevara no era canciller ni sabía
nada de diplomacia). Este recurso será utilizado repetidas veces por Castro. Una
forma elegante de mantener a Guevara alejado de afirmaciones peligrosas. El Che,
aventurero hormonal, siempre aceptó gustoso sus eternas “misiones”. Para más datos,
en sus seis años como funcionario público en Cuba, el Che estaría destinado casi un
año (una sexta parte del tiempo) en viajes político-turísticos (más turísticos que
políticos). Cual niño inquieto al que había que entretener con un sonajero para calmar
su ansiedad, Castro le regalaba al Che su sonajero excursionista para que se
entretuviera peregrinando por el planeta y no perturbara con sus dichos presurosos
esa notable estafa (política e ideológica) que con dedicación artística venía
pergeñando Fidel desde los tiempos del Granma y Sierra Maestra.
Destaca Sebreli que esta notable diferencia de caracteres entre Fidel y el Che (y
que los llenará de conflictos durante toda su convivencia política) se explica a partir
de que “La tarea del político es lenta, discreta y paciente, se realiza cada día y a
través de los años, requiere esfuerzo, obstinación, perseverancia; además, necesita la
capacidad de transigir, negociar, consensuar, saber replegarse, establecer alianzas.
Fidel poseía esas cualidades; el Che, a la inversa, consideraba toda transigencia
como traición al ideal revolucionario, encarnaba al sectario izquierdista infantil
ridiculizado por Lenin, que negaba por principio todo acuerdo”.[317] Se encarga
Sebreli de aclarar que si bien a Guevara le repugnaba corromperse en impuras
transacciones políticas “no le temblaba la mano con el fusil, ajusticiando a sus
propios allegados u ordenando cientos de ejecuciones en masa de sus adversarios.
No quería ensuciarse las manos pero no le importaba mancharse de sangre: ‘Los
guantes rojos son elegantes’”,[318] afirmaba Guevara.
Antes de salir de paseo por el mundo en el tour que Castro le había preparado, el
Che escribe una epístola a su madre (fechada el 2 de julio de 1959) en los términos
siguientes: “Querida Vieja: Un viejo sueño de visitar todos los países se produce
hoy… Además, sin Aleida a quien no pude traer por un complicado esquema mental
de esos que tengo yo… Se ha desarrollado mucho en mí el sentido de lo masivo en
contraposición a lo personal: soy siempre el mismo solitario que va buscando su
camino sin ayuda personal, pero tengo ahora el sentido de mi deber histórico. No
tengo casa, ni mujer, hijos, ni hermanos; mis amigos son amigos mientras piensen
políticamente como yo y sin embargo estoy contento, me siento algo en la vida, no
sólo una fuerza interior poderosa, que siempre la sentí, sino también una capacidad
de inyección a los demás y un absoluto sentido fatalista de mi misión me quita todo
miedo”.[319] Por milésima vez, aparece su invencible intolerancia, su desinterés
absoluto por su nueva mujer (se negó a llevarla de viaje pese a que estaba recién
casado y siquiera fueron de luna de miel), su esencia de vagabundo incurable
(manifestaba alegría por recorrer el mundo pero no mencionaba nada de sus
obligaciones políticas o diplomáticas) y nuevamente, aparece su obsesión por la
muerte, aludiendo en este caso al “sentido fatalista de su misión”.

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En el marco de la gira, Guevara se reúne con Gamal Abdel Nasser, el mítico
mandatario egipcio. En la tertulia, el Che lo provoca con la siguiente pregunta:
“¿Cuántos refugiados tuvieron que irse del país? Cuando el presidente Nasser le
respondió que muy pocos, y que la mayoría eran egipcios ‘blancos’, personas de
otras nacionalidades naturalizados, el Che se molestó. ‘Eso significa, dijo, que no ha
pasado mucho en su revolución. Yo mido la profundidad de la transformación por el
número de gente afectada por ella y que sienten que no caben en la nueva sociedad’.
Nasser le explicó que pretendía ‘liquidar los privilegios de una clase pero no a los
individuos de esa clase’.[320] Nótese que del diálogo, surge otra vez la composición
mental de Guevara, en la cual el que no piensa como él debe padecer el fusilamiento
o el destierro. Esa gente “no cabe en la nueva sociedad”. Guevara propiciaba
posturas extremistas, en parte por su inherente prepotencia, y en parte porque adoraba
los conflictos y se sentía muy incómodo en tiempos de paz: “La presencia de un
enemigo estimula la euforia revolucionaria”[321] confesará.

La foto agujereada

A su regreso a Cuba, el Che, se encuentra para su deleite con un gobierno


acentuando el giro a la izquierda. Castro acababa de expulsar al presidente Urrutia,
quien si bien obraba de marioneta, era de tendencia moderada. A su reemplazo
acudiría Dorticós Torrado, servil a Castro al igual que el anterior, aunque antiguo
militante del Partido Comunista (PSP) y por ende de perfil mucho más extremista.
En medio del casamiento, el viaje turístico y la euforia revolucionaria, el inefable
Matthews, en un despacho fechado el 16 de julio en La Habana y publicado por The
New York Times, afirmará “En ningún sentido de la palabra puede afirmarse que esta
sea una revolución comunista, y no hay comunistas en los puestos de mando…
Castro no sólo no es un comunista, sino que es decididamente anticomunista”.[322]
Como si esta actitud negatoria fuera insuficiente (a pesar de las constantes
advertencias de la embajada americana en Cuba), el 5 de noviembre de 1959 el
subdirector de la CIA, general C. P. Cabell, refiriéndose a Fidel Castro, tras efectuar
un profuso análisis afirmó rotundamente “Nuestra conclusión, por lo tanto, es que
Fidel Castro no es comunista”.[323]
Sin embargo, el clima comunista que se pavoneaba en la isla era tan ostensible
que comenzó a ser resistido no sólo por los propios funcionarios que habían sido
nombrados por Castro, sino fundamentalmente por quienes habían integrado el
ejército rebelde. En efecto, los guerrilleros antibatistianos no habían peleado junto a
Castro ni arriesgado sus vidas para imponer el comunismo.
A mediados de octubre de 1959, el comandante Huber Matos, uno de los íconos
de la revolución (escogido por Castro para la famosa entrada a La Habana en enero
de 1959) y por entonces gobernador de la provincia de Camagüey, se opuso a las
confiscaciones de los propietarios pequeños y medianos, a la vez que reaccionó

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negativamente cuando Raúl Castro fue designado ministro de Guerra (puesto que
sendos episodios significaban un importante avance hacia el totalitarismo marxista).
Advirtiendo la estafa en ciernes, Matos envió a Castro una carta de renuncia.
Pero Castro, tirano del derecho y del revés, no podía aceptar tal “desplante” y
rechazó la dimisión. Matos insistió al respecto y Castro, enfermo de ira le ordenó al
comandante Camilo Cienfuegos (el otro líder revolucionario escogido por Fidel para
encabezar la entrada en La Habana) que lo encarcelara. Camilo, quien tampoco era
marxista y conocía la bonhomía de Matos, vaciló ante semejante orden y se la
cuestionó a Fidel. Este último insistió y a Camilo no le quedó más chance que
subordinarse y viajar a Camagüey a cumplir las instrucciones del barbado mandamás.
Al llegar y no encontrar cargos para encarcelar a Matos, Cienfuegos le comunicó su
apreciación a Castro argumentando sobre lo arbitrario de la detención. Fidel no
atiende explicaciones y le ordena tajantemente a Cienfuegos que encarcele a Matos
sin mayores trámites. Con gran conflicto interno y a sabiendas de la injusticia,
Cienfuegos detiene a Matos.
Huber Matos fue condenado a 20 años de prisión en condiciones paupérrimas
(que cumplió hasta el último día) por el delito de disentir con Castro. Cienfuegos, por
vacilante, días después es asesinado y se convierte en el primer desaparecido del
gobierno castrista.
Pero Cienfuegos no fue asesinado sólo por cuestionar la orden de Castro.
Numerosos testimonios apuntan a señalar que Camilo le hacía sombra en popularidad
a Fidel y este fue otro ingrediente que se sumó para tomar la decisión de matarlo.
Recuerda Agustín Alles (corresponsal de guerra para la revista Bohemia) que a
Cienfuegos “lo aplaudían tanto que cierta vez le dije ‘Camilo, tú eres tan popular
como Fidel’ —se paró, se detuvo y me dijo ‘si, ese es un problema grande que yo
tengo’”.[324]
La foto de la revolución triunfante entrando a La Habana, con Castro, Matos y
Cienfuegos, un puñado de meses después quedó agujereada en sus dos terceras partes
(Matos encarcelado y Cienfuegos asesinado). Sólo quedaba Castro con el poder
absoluto. Pero los agujeros de dicha foto serían emparchados con la imagen de
Guevara y Raúl como flamantes lugartenientes. La estafa ya estaba consumada y una
retocada foto se imponía en Cuba.
Recuerda Matos el terrible episodio, relatando que al llegar Camilo, este “deja a
sus hombres afuera y nos vamos a hablar a solas… Lo primero que hace es pedirme
disculpas porque tiene la orden de arrestarme, para eso lo han enviado. Su rostro
refleja preocupación y confusión:
—Huber, comprende que esto no es para mí nada agradable. Sabes que nosotros
mantenemos la misma posición respecto al comunismo. Creo que Fidel está actuando
equivocadamente, pero quiero que tú me comprendas.
Luego agrega:
—… Me siento abochornado en este momento, pero tengo que cumplir la orden.

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Vuelve a hacerse el silencio. Camilo está tenso, desconcertado. De pronto
exclama:
—Oye, ¿no se puede tomar un poco de café?
… Fidel llama por teléfono a Camilo, quien está sentado en la silla de mi
despacho, a poco más de un metro de donde estoy. Al parecer, Fidel le pregunta cómo
están las cosas y Camilo le responde:
—En el cuartel todo está en orden, pero los oficiales están muy disgustados.
Nosotros hemos creado el malestar… Aquí no hay traición ni sedición, ni nada de lo
que se dice. Deberíamos haberlo manejado de otra manera. Los capitanes estaban
molestos pero tranquilos; ahora están indignados y quieren renunciar. Lo que se ha
hecho es una metedura de pata.
Fidel seguramente lo interrumpe con algún reproche insolente, por la cara que
pone Camilo… Por lo visto y después de los insultos, Fidel le ordena seguir adelante
cumpliendo estrictamente sus instrucciones…
—Se hará como tú dices, pero lo que hemos hecho es una metedura de pata.
Camilo queda con el teléfono en la mano. Me parece que se ha arriesgado mucho al
cuestionar la disposición de Fidel… el 30 de octubre, en una nota con fecha 29, el
gobierno da a conocer la noticia de que Camilo Cienfuegos ha desaparecido cuando
viajaba en su avión”.[325]
Treinta y cuatro de los oficiales bajo el mando de Matos se solidarizaron con su
actitud. Matos les pidió que no dimitieran. No lo hicieron, pero de todos modos los
34 fueron encarcelados junto con él.
Corrían días de gloria para Raúl y el Che. Entre la encarcelación de Matos y el
asesinato de Cienfuegos, habían logrado erradicar a dos íconos anticomunistas de la
revolución.
Respecto de Matos, Fidel ordenó llevar adelante una campaña de prensa
acusándolo de “contrarrevolucionario”, y por tal motivo se lo mantuvo secuestrado
20 años en los campos de concentración castro-guevaristas. En cuanto a Camilo
Cienfuegos, Fidel montó el acongojado teatro de glorias y honores “lamentando” que
Camilo “hubiera muerto en un accidente aeronáutico”. Jamás se encontró nave
alguna de ninguna naturaleza ni mucho menos el cuerpo de Camilo. Según Kalfon:
“Para Castro cualquier dimisión por motivos políticos es un acto de traición…”.[326]
Ya poco antes, para no correr el riesgo del fusilamiento o el encarcelamiento
eterno, el comandante y aviador Díaz Lanz (quien había piloteado aviones trayendo
armas para Castro provenientes de Costa Rica primero y Venezuela después),
aterrado ante el giro totalitario y fusilador que estaban encarnando Fidel y Guevara,
dimitió y huyó a Miami no dando tiempo para ser atrapado por la represión
comunista.
Volviendo a la traición contra Matos y Cienfuegos, el guerrillero Daniel Alarcón,
nombre de guerra Benigno, quien será el compañero del Che hasta sus últimas horas
en Bolivia alega “que la desaparición de Camilo había sido planificada por Fidel y

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Raúl, porque Camilo ya sonaba más en Cuba que el propio Fidel”.[327] Juan Vives
por su parte agrega que “El nombramiento de Raúl Castro para Defensa fue muy mal
recibido por el ejército, que deseaba a Camilo Cienfuegos como ministro…
aprovechando el asunto Huber Matos, eliminaron a Camilo, matando así dos pájaros
de un tiro”.[328]

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Capítulo VII

Terrorismo de Estado Castro-Guevarista

Las purgas contra disidentes

Como flamante comandante a cargo del campo de exterminio de La Cabaña, el


Che inauguró una maquinaria fusiladora como nunca antes se tuvo memoria en Cuba.
Relata O’Donnell que “En La Cabaña se establecieron los Tribunales
Revolucionarios… como comandante de la guarnición (el Che) revisaba las
apelaciones y tenía la palabra final… Ese hombre a quien horrorizaban las
defecciones humanas, implacable con las debilidades, codicias y vulgaridades de sí
mismo y de los demás, que fue un incapacitado para los tejes y manejes de la política
por razones éticas, no tuvo inconveniente en convertirse en un ángel exterminador
que disponía sobre vidas y muertes ajenas”.[329] Los “juicios” eran una verdadera
parodia, no más que un mero protocolo para maquillar de legalidad masivas
ejecuciones a disidentes: “los juicios contra los colaboradores (o no) del régimen
batistiano duraban 5 o 10 minutos y se enviaba gente al paredón de
fusilamientos”[330] y el Che era “el presidente del tribunal, fiscal, presidente de la
comisión depuradora, del tribunal de apelación y comandante en jefe del cuartel”.
[331] Vale decir: la única garantía de vida del acusado era la buena o mala gana del

mismísimo Guevara. El citado periodista Agustín Alles Soberón (quien entrevistó al


Che reiteradas veces) recuerda que la máxima que hizo correr en La Cabaña fue:
“Ante la duda, mata, y dale aspirina (balas)”.[332] Recordemos que el Che ya no
estaba en guerra, entorno donde esta consigna podría ser cruenta pero entendible, sino
que estamos hablando de detenidos sin juicio y sin ninguna certeza ni indicio de
culpabilidad alguna pero “ante la duda”, había orden de Guevara de fusilar y así lo
decretó en La Cabaña a los fusiladores que estaban bajo su mando: “No demoren las
causas, esta es una revolución, no usen métodos legales burgueses… Hay que
proceder por convicción… Yo los pondría a todos en el paredón y con una cincuenta
ratatata… a todos”.[333] Esta manía por matar indiscriminadamente, es coherente con
lo que el propio Guevara confesó textualmente en 1959, reconociendo que los
fusilamientos debían llevarse a cabo sin garantías y sin juicio previo a las víctimas:
“Tenemos que crear la pedagogía de los paredones del fusilamiento y no necesitamos
pruebas para matar a un hombre”.[334] Efectivamente, el Che fue designado por
Fidel Castro en el lugar en donde mejor podría cumplir su papel: el de un fusilador
irrefrenable constituyéndose en un verdadero ícono del terrorismo de estado. Esos y
no otros eran los principios del mítico ídolo que los sedicentes defensores de los

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“derechos humanos” contemporáneos nos quieren hacer pasar por un justiciero que
luchaba por la paz en el mundo. Estos y no otros eran los pensamientos y acciones del
Che, felonías silenciadas o ignoradas por el grueso de la progresía mundial, la cual le
reza a “San Guevara” como si este fuese un amuleto de la suerte, o mejor dicho, de la
muerte.
Este acentuado rol de homicida en masa, le valió a Guevara el legítimo apodo de
“el carnicero de La Cabaña”. Allí pudo hacer catarsis desplegando su confesado
“odio a la civilización”, su rol de “máquina de matar” y su talante de “anticristo”, tal
como rezan sus autodefiniciones anotadas en sus cartas y cuadernillos. El Che
Guevara (probablemente el más temible criminal argentino del Siglo XX), al menos
solía manifestar lo que pensaba y actuaba en consecuencia. Tanto es así que sólo en
los primeros días “de trabajo”, los fusilamientos dirigidos por el homenajeado
justiciero alcanzaría la friolera e incipiente cifra de 550 disidentes masacrados.[335]
Guevara se radicalizó mutando del aventurerismo al ideologismo, de éste al
dogmatismo, de allí al fanatismo, luego a la guerrilla y finalmente al terrorismo de
estado. ¿Cuál era el parámetro guevariano para decidir quién vive y quién no? Es
difícil responder el enigma con precisión de centavo, pero vale la pena recordar el
sincero fragmento de una de sus epístolas: “mis amigos son amigos mientras piensen
políticamente como yo”. Quizás ahí tengamos alguna pauta sobre el basamento
criteriológico al que el Che acudía para disponer sobre la vida de los cubanos.
En tanto, con su habitual indulgencia, el propagandista oficial del castro-
guevarismo en los Estados Unidos, Herbert Matthews, desde las páginas del New
York Times reconoce la existencia de seiscientos fusilados, pero justificando la cifra,
agrega “No conozco ningún ejemplo de un inocente ejecutado”.[336]
¿Cómo sabe Matthews que no eran inocentes los ejecutados si el Che confesó de
manera expresa que fusilaba sin pruebas? Mario Lazo descree que el desembozado
apoyo de Matthews al castro-guevarismo obedezca a una grave desinformación
profesional, puesto que “Matthews, que por entonces tenía 57 años de edad, llevaba
35 en la plantilla del Times. Sus ideas, simpatías y prejuicios eran marcadamente
liberales… Obstinado hasta la arrogancia, políticamente ingenuo y presunto experto
en Hispanoamérica, se hallaba perfectamente condicionado para desempeñar el
desastroso papel que habría de representar”.[337] Vale aclarar que la etiqueta
“liberal” que Lazo endilga a Matthews, no tiene el mismo significado político e
ideológico con el que la identificamos en la Argentina. El “liberalismo”, según los
cánones norteamericanos, se halla compuesto por el dirigismo económico, la
complacencia para con el marxismo y el progresismo cultural. En Argentina, en
cambio, históricamente, un liberal es lo más parecido al conservador republicano
americano.[338]
Retomando a los fusilamientos a disidentes, estos se tornaron cuantitativamente
tan escandalosos, que el entonces presidente Urrutia “intenta poner fin a eso
expeditivos procedimientos. Castro hace oídos sordos… Hace incluso publicar un

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decreto que modifica sin más la Constitución de 1940, que excluía la pena de
muerte…”.[339] Guevara por su parte, defiende el exterminio que él dirige alegando
“La justicia revolucionaria es de verdad justicia… Cuando aplicamos la pena de
muerte lo hacemos correctamente”.[340] Agrega Kalfon que Guevara “exige que
todos los oficiales, incluso los que se desempeñan en cuestiones de intendencia, se
turnen para encargarse de las ejecuciones, con el fin de impedir la
profesionalización, hacer que la responsabilidad sea colectiva”.[341] Según
testimonia el sacerdote Bustos Argañaraz (quien se encargaba de brindar alivio
espiritual a las víctimas antes del fusilamiento) la crueldad del Che “llega hasta el
punto de obligar a los familiares que iban a recoger los cadáveres de los fusilados a
pasar por el famoso paredón manchado con la sangre fresca de las víctimas”.[342]
No sin justificación, Guevara se valió de numerosos apodos colocados por
quienes lo conocieron bien de cerca: “Carnicero de La Cabaña”, “sadomasoquista”,
“ángel exterminador”, metaforizaba Régis Debray o “asesino serial” acusaba el ex
guevarista Oscar del Blanco.[343]
La enfermiza cerrazón de Guevara alcanzaba tan elevada magnitud, que él mismo
afirmó que los padres, mujeres, hijos y amigos sólo deben ser tenidos en cuenta en
tanto y en cuanto se hallen en el marco de la revolución: “no hay vida fuera de ella”
escribió y definió al revolucionario como “verdadero sacerdote” y “asceta” en su
librito Guerra de guerrillas. Poco se diferenciaba el Che de un terrorista religioso,
siempre dispuesto a matar y matarse para imponer su arbitraria y maniquea visión del
mundo. Aunque con una diferencia que no es menor: el terrorista religioso sostiene
que con la inmolación se pasa a la vida eterna, en cambio, Guevara, profundamente
ateo, creía que con la muerte se terminaba todo. ¿Para qué inmolarse entonces (tal
como lo hizo en Bolivia)? ¿Cuál era el rédito de asesinar tanta gente en pos de una
superstición ideológica de suyo falible y con la cual el sólo había profundizado algo
recientemente?
Es dable agregar lo siguiente: Guevara se volvió hacia la política siendo ya adulto
y tras recibirse de médico, pues durante sus épocas de estudiante no tuvo
participación alguna y tan sólo había recibido una vaga influencia familiar de niño. Y
de las tres grandes corrientes del pensamiento político moderno: la marxista, la
nacionalista y la liberal (con sus respectivos derivados y matices), sólo leyó
presurosamente a los de tendencia marxista, de modo que jamás pudo confrontar ni
contrastar sus lecturas con autores opuestos. Vale decir, se fanatizó, fusil en mano,
con lo primero que encontró y lo incorporó como dogma exterminador dando sentido
a su infeliz existencia.
Probablemente, su conducta homicida al servicio de ideologías comunizantes
haya sido una forma de descargar el terrible tormento espiritual que lo azotaba. Una
verdadera válvula de escape para anestesiar su odio interior. Una suerte de “catarsis”
ante tanto desorden del alma.
Las víctimas de los fusilamientos guevarianos se cuentan por varias centenas

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(más adelante veremos los números totales más aproximados) y los testimonios
también. Algunos de estos últimos nos pueden ilustrar el modus operandi del Che
para con los desdichados que osaban no pensar como él. Recuerda el ex miembro del
“Movimiento 26 de julio” Napoleón Vilaboa (quien trabajó en la “Comisión
depuradora” en la fortaleza de La Cabaña): “estuve trabajando en la fortaleza de La
Cabaña a las órdenes del Che Guevara que era el jefe militar de esa fortaleza… La
Comisión depuradora es un organismo que crea el gobierno de Fidel Castro… el fin
era implantar el terror revolucionario en Cuba mediante los fusilamientos. Esos
fusilamientos eran arbitrarios, porque los infelices que llevaban ahí ya estaban
previamente sentenciados a muerte, como es el caso por ejemplo del primer teniente
José Castaño que había sido jefe del Brac y que fue asesinado personalmente por el
Che Guevara en su propia oficina. Y contra el cual no había ningún tipo de pretexto
legal para fusilarlo, porque este señor ni había matado, ni había torturado a nadie
durante el régimen de Fulgencio Batista”.[344] Recuerda Rolando Castaño, hijo del
citado teniente asesinado: “Mi padre fue asesinado por Ernesto Guevara el 7 de
marzo de 1959… Y él en su despacho primeramente lo interrogó, lo maltrataron
físicamente, y como no se ponían de acuerdo, el Che Guevara dándole una vuelta a
su oficina con su pistola le dio dos balazos en la cabeza”.[345] Otro testimonio
escalofriante brindado también por Vilaboa se refiere a otro preso pero de 15 años:
“Lo habían atrapado mientras pintaba una pared con consignas contra Fidel. El ex
asesor del Che recuerda que el comandante estaba muy preocupado porque la madre
del menor se veía desesperada y asegura que cuando un soldado se acercó a
informarle que el joven iba a ser fusilado en unos días, Guevara le ordenó que lo
hiciera de inmediato para que la madre no pase por la angustia de una espera
larga”.[346]
La ligereza de los “juicios” era tal, que José Vilasuso, abogado que trabajó a
partir de enero de 1959 bajo las órdenes del Che como instructor de expedientes de la
“Comisión depuradora” en La Cabaña, explica cómo funcionaba el plan sistemático
de exterminio a disidentes: “El Che tenía solamente una divisa: ‘ustedes están aquí
para pasar los expedientes rápidos, la comisión está trabajando muy lentamente y
tenemos que juzgar a estos criminales lo más rápido posible’… me dice ‘mira, este es
un tribunal muy sencillo, todo lo que tienen que hacer es instruir los expedientes, el
oficial investigador siempre tiene la razón, siempre dice la verdad. O sea no tenemos
más que aceptar, acogernos a lo que él dice en el informe. Y tú tienes que instruir,
organizar los expedientes y después los pasas al ministerio fiscal’… esas fueron más
o menos sus palabras. Y me dice ‘desde luego que vas a ver cosas muy sabrosas’.
Guardé silencio y al día siguiente comencé a trabajar… Yo preparando las
sentencias y él pues, dirigiendo el paredón. Fui al paredón, me acerqué al lugar, me
paré junto a los postes, me fijé bien el lugar donde se situaban a los reos, el paredón
estaba a las espaldas, y más o menos lo que era la altura del pecho o la cabeza pues
se veían los impactos de las balas. Era más o menos una línea recta. La sangre

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coagulada, porque se sacaba el cuerpo inmediatamente después de la ejecución pero
la sangre quedaba. Ahí estuve mucho rato, imaginando qué es lo que es un hombre
parado contra un poste y seis hombres que no lo conocen, a quienes nada le hizo…”.
[347] Para más datos acerca de las “garantías” de los ejecutados, explica Eduardo

Pérez (primer teniente del Ejército Rebelde) quien estuvo bajo las órdenes del Che
“Estoy en el despacho del jefe de regimiento de Santa Clara, que era Ramiro. Pero
Ramiro no estaba ahí… el que estaba era Olo Pantoja con quien tenía buena
relación… entonces entra un soldado y le da un papel y le dice ‘esos de las
crucecitas son los que van a fusilarse mañana’ y yo voy y me pongo detrás de él
porque había amistad, y le digo ‘¿a esa gente ya la juzgaron?’ y me dice ‘no a esa
gente la van a juzgar esta noche’. Pero cómo los van a juzgar si ya saben que los van
a fusilar mañana?’, ‘bueno, eso es así’”.[348]
Otro testimonio turbador, nos lo brinda Sergio García Muñiz, hermano de Rafael
García, fusilado por el sacrosanto Che Guevara: “En las gestiones que estábamos
haciendo para tratar de salvar a mi hermano, antes del juicio final, yo había ido a La
Cabaña con el ingeniero Viamonte que trabajaba conmigo en la compañía de
electricidad, a ver a Ernesto Guevara ya que él había estado alzado en la Sierra.
Entonces Guevara nos recibió… sin zapatos, con las patas arriba del escritorio,
rascándose los chicotes… A mí me causó muy mala impresión. Vi la cara de
hipócrita, de sinvergüenza que tenía, entonces el ingeniero le empezó a explicar y él
le dijo ‘no, aquí no hay toalla para nadie’”.[349]
Amo y señor en su campo de concentración, si el Che quería perdonar la vida de
alguien por algún atenuante de amiguismo o cualquier elemento subjetivo, va de suyo
que también lo hacía. Tal el caso de Roberto Martín Pérez, que en la infancia había
sido amigo de Aleida March (la segunda esposa de Guevara) y quien nos cuenta:
“Estando yo preso desde hacía unos quince días en La Cabaña, me llaman por los
altavoces del penal a la oficina. Me encuentro ahí con Aleida March y con Ernesto
Guevara. Ernesto Guevara caminando por todo aquel pasillo con las manos en la
espalda y yo sentado con Aleida March. Y de buenas a primeras ese individuo se me
para enfrente y me dice ‘a ti hay que fusilarte’. Yo tenía antecedentes de que en
muchas ocasiones Ernesto Guevara había sacado hombres presos y los había
fusilado sin un previo juicio. Así que no me extrañó nada esta bravuconada”.[350]
Finalmente, habiendo sido Roberto Pérez amigo de su esposa, Guevara, en gesto de
reflexión y ternura dimitió de la decisión de asesinarlo, privilegiándolo con una
“condena” a 28 años de cárcel.
Agrega Díaz Araujo que Guevara “lo mismo le metía un tiro a un barbudo
rebeldón que a un campesino traidor… La simple sospecha, como durante el régimen
jacobino de Robespierre, bastó para perder la vida… fueron el Che, junto con Raúl
Castro y otros extremistas, los que ordenaron la sangrienta purga… Por si fuera
poco, los juicios eran espectáculos públicos; recordaban a los antiguos circos
romanos; les faltó incluso el aspecto de tribunal que tuvieron los juicios de Moscú de

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los años treinta. El más espectacular de ellos fue el del mayor Jesús Sosa Blanco,
que fue juzgado en el lujosísimo Palacio de los Deportes construido por Batista, ante
una chusma de 17 000 personas. Llegaron a tanto, que una testigo presencial de esos
asesinatos, la periodista norteamericana Hart Phillips, fiel partidaria de Castro
hasta ese momento, escribió: ‘Todo procedimiento daba asco’”.[351]
Sin embargo, Guevara defendía metódicamente su depuración en conferencias de
prensa (tal la brindada el 27 de enero de 1959 en la sociedad Nuestro Tiempo) en
donde textualmente argumentó: “esta liquidación no se hace por venganza ni sólo
por espíritu de justicia, sino por necesidad de asegurar que todas esas conquistas del
pueblo puedan lograrse en un plazo mínimo”.[352]

Las purgas contra coincidentes

Las purgas no terminan con los disidentes. Aunque parezca un contrasentido (y


este es otro de los elementos “impuros” y por ende silenciados por la historieta
castrista), muchos ex batistianos se sumaron a las nuevas autoridades y a contrario
sensu, muchos miembros del Ejército Rebelde, ante el sorpresivo y jamás anunciado
giro comunista del nuevo gobierno que ellos ayudaron a crear, comenzaron a tomar
distancia y por esta razón fueron agujerados por las balas o en el mejor de los casos
encarcelados por décadas.
Con sólo repasar a los castro-guevaristas más conspicuos de la primera hora que
cayeron en desgracia precisamente por orden del castro-guevarismo, encontramos en
orden cronológico los siguientes episodios: “renuncia de José Miró Cardona (13-II-
1959) a la presidencia del Consejo de ministros (reemplazado por Fidel Castro); 17
de mayo, el ministro de Agricultura, Humberto Sori Marín, autor de la ley de
Reforma Agraria promulgada por Castro en la Sierra Maestra, renuncia… y fue al
paredón en marzo de 1961 por anticomunista; 30 de junio, dimisión y huida del
mayor Pedro Díaz Lanz, jefe de la Fuerza Aérea Cubana (reemplazado por J.
Almeida); 17 de Julio, el presidente Manuel Urrutia Lleó, que había denunciado el
peligro comunista es obligado a renunciar y se refugia en la embajada de Venezuela
(reemplazado por el antiguo secretario del ministro de Batista, jefe del PC, Juan
Martinello, el Dr. Osvaldo Dorticós Torrado); Hubert Matos, comandante de la
columna del 26 de Julio que tomó la provincia de Santiago, dimite en octubre por no
aceptar la influencia comunista en el Ejército Rebelde y permanece encarcelado. Al
mismo tiempo, el 28 de octubre desaparece el avión que conducía Camilo
Cienfuegos, sin que nunca se encuentren sus restos. En noviembre… son eliminados
los líderes antibatistianos José Pellón, Octavio Louit y Reinol González. El secretario
general, David Salvador, permanece en el cargo hasta el 5 de abril de 1960 en que es
detenido y permanece encarcelado… El 26 de noviembre se sustituye a Felipe Pazos
en la presidencia del Banco Nacional de Cuba por el Che Guevara. 11 de marzo de
1961, el comandante William A. Morgan, que había dirigido la expedición castrista

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contra Santo Domingo… es ejecutado en La Cabaña, ‘porque soy —dice en su carta
de despedida— el último anticomunista con el grado de comandante del Ejército
Rebelde’”.[353] Sólo ese año (1961), las ejecuciones de “ex amigos” alcanzarían la
cifra de 995.[354]
Como ironía, nos encontramos con que una enorme cantidad de hombres que
acompañaron arriesgando sus vidas a Fidel Castro y al Che Guevara en la aventura
que los llevó a tomar el poder absoluto, fueron luego asesinados y/o encarcelados,
mientras que, paradójicamente, colocaron en lugares importantes como funcionarios
de la nueva tiranía a muchos de los enemigos de ayer, quienes tras la revolución
adulaban y halagan a los hombres de la nueva conducción para gozar de algunas
migajas de un poder que ellos no ayudaron a conquistar.
Pero el exterminio de guerrilleros del Ejército Rebelde no se produjo sólo al
distanciamiento tras advertir la estafa comunista de sus antiguos jefes, sino que el
patrón utilizado por Guevara para asesinar a sus ex compañeros de lucha, también
obedeció a la relación mantenida con ellos durante las andanzas guerrilleras. Es decir,
con aquellos camaradas del Ejército Rebelde con los cuales el Che había tenido algún
roce verbal (algo absolutamente normal en medio de tanta tensión y la convivencia
prolongada en los campamentos guerrilleros), Guevara en modo alguno olvidaba
aquellos episodios que, aunque fueran domésticos, osaron disentir con él (aun
teniendo el mismo rango militar que él). Ergo, el Che mandó a fusilar muchos de los
guerrilleros que pelearon junto a él, pero eventualmente pudieron haber tenido
diferencias de criterios. El caso más emblemático al respecto es el fusilamiento
ordenado por el Che del comandante rebelde Jesús Carreras. Cuenta el capitán del
Ejército Rebelde Elías Nazario que en el fragor de la lucha por la revolución, en la
provincia de las Villas se produjo una diferencia de razonamientos entre Guevara y el
comandante Jesús Carreras: “al entrar el Che Guevara a la provincia de Las Villas
nos encontramos con él allá, que estaba acampado con el Directorio Revolucionario
con el comandante Cubelas… él y el comandante tuvieron una buena discusión por
la zona que se estaban disputando… Y la discusión fue fuerte… porque Jesús
Carreras, le dijo ‘tu zona es la tuya y la mía es la mía, y si brincas a mi zona vamos a
tener problemas’. Guevara nunca le contestó, agachó su cabeza…”.[355] La venganza
no se hizo esperar, y Jesús Carreras, una vez producida la revolución y estando
Guevara al frente de La Cabaña lo hizo fusilar.
En resumidas cuentas, la nueva oligarquía gobernante en Cuba quedó reducida a
la pandilla conformada por Fidel, Raúl y el Che, secundados por arribistas de turno
(mayormente ex batistianos) y los viejos líderes comunistas (del PSP) que no sólo no
lucharon contra Batista, sino que lo llevaron en su boleta en las elecciones de 1940
ocupando secretarías y ministerios del demonizado gobierno depuesto.
A modo de muestra de lo afirmado más arriba, basta con mencionar que
absolutamente todos los guerrilleros que se jugaron la vida viajando en el Granma
apoyando a Castro y que lograron quedar en pie tras el combate inmediatamente

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posterior al desembarco (en el cual murieron 70 guerrilleros y sólo 12 sobrevivieron),
de esa docena, descontando a Raúl, el Che, el domesticado Juan Almeida y
obviamente Fidel, los ocho restantes fueron galardonados con los siguientes premios:
“Chanes Mario. Guarda prisión desde 1965.
Díaz Torres, Raúl. Comandante del Ejército Revolucionario. Se asiló en la
embajada de Ecuador en La Habana en marzo de 1962.
Gómez Calzadilla, Jesús. Comandante del Ejército Revolucionario. Se asiló en
octubre de 1963.
Gómez Hernández, César. Subsecretario del Trabajo en el Gobierno
Revolucionario. Se asiló en la embajada de Venezuela en La Habana en 1961.
Rodríguez Moya, Armando. Se asiló cuando se hallaba en México en una misión
oficial.
Sánches Amaya, Fernando. Funcionario del ministerio del Trabajo del Gobierno
Revolucionario. Delegado en 1959 a la Conferencia Internacional de la OIT. Guarda
prisión desde fines de 1959.
Santaya Reyes, Rolando. Encargado de negocios del Gobierno Revolucionario en
Varsovia en 1960 y en Montevideo en 1963. Se asiló en 1963”.[356]
Como vemos, en ese listado son siete y por ende nos falta uno. Claro, nos
olvidábamos del sobreviviente del Granma Camilo Cienfuegos, asesinado por el
castrismo en 1959 tras arrestar a Huber Matos.

Rezando a San Carlos

Los regímenes autoritarios se diferencian de los totalitarios (entre otras cosas) en


que aquellos buscan de la comunidad la obediencia, mientras que estos últimos,
además de la obediencia buscan de la masa su adhesión. Guevara manejaba el campo
de exterminio de La Cabaña para reducir la cantidad de disidentes. Pero esta matanza
no acabaría nunca si no se atacaba de lleno a la idiosincrasia cubana, cuya tradición
cristiana y occidental estaba en las antípodas del marxismo que él y Castro pretendían
imponer. Además, dentro de la civilización occidental, Cuba no era un país más. Su
religiosidad estaba mucho más enraizada que en el grueso de los países de América
Latina.
La fe católica o la adherencia a otras religiones de inspiración cristiana se
constituían, según advertía Guevara, en obstáculos graves para poder fabricar su
famoso “Hombre Nuevo”. Los usos, costumbres y hábitos espirituales tan comunes
en la isla, se tornaban insoportables para un hombre como el Che Guevara, quien
creía que toda la energía del cubano medio debería estar direccionada a idolatrar a
“San Carlos Marx”, tal como él denominaba en sus cartas a su patriarca doctrinal.
Este grave problema, el de tener que domar a una sociedad cristiana e imponer
dogmas antagónicos, ya había sido advertido por el propio Fidel a Guevara el 8 de
enero de 1959: “Créelo o no, el pueblo cubano es religioso. Ésta es una fuerza que no

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podemos destruir en veinticuatro horas”.[357]
Pero la implacable persecución religiosa en ciernes no sólo obedeció a que los
principios cristianos, por definición están en las antípodas del comunismo, sino a que
la comunidad cristiana comenzaba a reaccionar ante el peligroso giro del régimen.
Tanto es así que “El 9 de noviembre de aquel 1959 la Iglesia católica consigue reunir
un millón de personas en La Habana —¡el equivalente a la población de la ciudad!—
para pedir respeto a las libertades y a la propiedad”.[358] Asimismo, el 7 de agosto
de 1960, con la firma de todo el Episcopado se denunciaba “el creciente avance del
comunismo en nuestra nación”.[359]
En octubre de ese año, señala Kalfon que “El régimen ha prohibido ya las
procesiones y el uso de los campanarios de las iglesias. Meses más tarde, el
periódico católico La Quincena es clausurado, las escuelas y universidades católicas
nacionalizadas, y un centenar de sacerdotes expulsados”.[360] El 4 de diciembre se
dio a conocer una “Carta Abierta del Episcopado Cubano al Primer Ministro Dr.
Fidel Castro” la cual denunciaba que “El mismo día que fue publicada (la Circular
Colectiva), se detuvo a varios sacerdotes, por el delito de haberle dado lectura en las
Iglesias, y se amenazó a otros con represalias populares si se atrevían a leerla… Han
sido clausuradas casi todas las horas católicas de radio y televisión… Se ha
injuriado y calumniado a los obispos y a prestigiosas instituciones católicas por
medio de los periódicos y de las estaciones de radio, hoy casi totalmente bajo el
control del gobierno, y al mismo tiempo se ha impedido la publicación o difusión de
los documentos que en defensa de la Iglesia han suscrito las organizaciones seglares
católicas”.[361] El conflicto levantaba temperatura a tal punto, que Carlos Franqui
comenta que ya en 1961 “Fidel Castro expulsó de Cuba a la casi totalidad de los
sacerdotes católicos, monjas, cerró la Universidad Católica y los colegios religiosos
y la mayoría de las iglesias”.[362] Jean Pierre Clerc, por su parte anota que en “Las
visas de estadía de numerosos religiosos extranjeros no han sido renovadas en los
últimos meses. El 12 de mayo, ciento treinta y uno serán expulsados; otros ciento
cuarenta y siete, entre ellos el auxiliar monseñor Boza Masvidal, lo serán el 17 de
septiembre… Cerca de seiscientos eclesiásticos sobre un total de ochocientos,
dejarán la isla”.[363] Ya por 1970, señala Lazo que “La Universidad Católica de
Santo Tomás de Villanueva, en Marianao, ha sido cerrada durante nueve años y
actualmente se usa como almacén. La gran capilla del Colegio de Belén se emplea
para actividades seculares, funcionando ocasionalmente como cabaret… Antes de
Castro había en Cuba 1000 sacerdotes y 2700 monjas. Ahora hay menos de 125
sacerdotes y unas 100 monjas”.[364]
La persecución religiosa del régimen fue coherente con la tradición castro-
guevarista consistente en castigar a quienes los ayudaron a tomar el poder en 1959
(cuando nadie sospechaba que la dupla escondía un plan comunista). Recuerda Huber
Matos que durante la lucha contra Batista, los sacerdotes eran “muy atentos con todos

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y, de manera especial, afectuosos con Fidel”.[365] A punto tal, que el propio Castro
reconoció que “Los católicos de Cuba han prestado la cooperación más decidida a la
causa de la libertad”.[366] El historiador Thomas Hugs añade que “Los sacerdotes
hacían de tesoreros del Movimiento 26 de Julio… Muchos hombres de Iglesia
reaccionaron entusiastamente ante el triunfo de Castro”.[367] Efectivamente, la
Iglesia no sospechaba que el líder rebelde, educado desde niño por los Padres Jesuitas
y de cuyo cuello indefectiblemente colgaba una cadena con la imagen de la Virgen de
la Caridad del Cobre (Patrona de Cuba), fuera marxista y ateo y que una vez en el
poder, llevaría adelante una feroz represión religiosa fusilando católicos a raudales.
A partir de entonces, dentro de las masivas purgas a disidentes, el sector al que se
impartiría mayor crueldad serían los católicos, quienes diariamente eran fusilados por
su condición de tales. El desdichado comandante del Ejército Rebelde Huber Matos,
durante sus interminables jornadas detenido en los campos de concentración
recuerda: “Casi todas las noches, entre las nueve y las diez, nos toca vivir una
experiencia difícil; es la hora de los fusilamientos… Es la mejor gente de nuestro
país… En la lucha contra Batista nunca tuvimos tanta gente así… No podemos ver
los fusilamientos desde nuestros calabozos, pero seguimos momento a momento el
macabro ritual, a partir de los sonidos que lo acompañan. La cercanía nos obliga a
escuchar las órdenes, los intentos que hacen los presos por decir algo, la descarga de
los fusiles, el ruido de los cuerpos cuando los tiran sobre una gran bandeja de lata.
Los envuelven en una bolsa plástica para que la sangre no se riegue en el camino y
los meten en un carro, como si fueran mercancía… Fusilan a jóvenes cristianos que
en el paredón antes de la descarga de los fusiles, gritan: ¡Viva Cristo Rey!”.[368] Este
testimonio es ratificado por el afamado poeta Armando Valladares (quien cumplió 22
años de prisión, 8 de los cuales estuvo en silla de ruedas con motivo de su ausencia
total de asistencia médica) al narrar que cuando estuvo detenido en La Cabaña en
1961 “Todas las noches había fusilamientos. Los gritos de los patriotas de ‘Viva
Cristo Rey!’, ‘Abajo el comunismo’ estremecían los fosos centenarios de aquella
fortaleza…”[369] y agrega: “Ya en 1963 los condenados a muerte bajaban al paredón
amordazados. Los carceleros temían a esos gritos. No toleraban en los que iban a
morir ni siquiera una última exclamación viril”.[370] Otro testimonio similar agrega
que “La descarga mortal y el tiro o los tiros de gracia eran como un alivio para
todos, posiblemente también para el condenado. Los gritos de ‘Viva Cuba Libre’ y
‘Viva Cristo Rey’, que durante un tiempo pudieron gritar los condenados (a partir de
1963 los amordazaban) soltaban la tensión colectiva…”.[371]
Las purgas religiosas duraron varios años y finalizando los años 60 “a los niños
se los coaccionaba para que no fueran católicos; los jóvenes creyentes no podían
acceder ni a la universidad; se cerraban iglesias; los sacerdotes eran expulsados del
país, se habilitaban campos de concentración donde eran encerrados sacerdotes y
laicos de Acción Católica juntos con drogadictos y homosexuales”.[372]

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El Hombre Nuevo guevarista: subterfugio de totalitarismo

Como vimos, si bien una de las obsesiones del régimen era acallar, tanto sea por
medio del encarcelamiento o del fusilamiento toda manifestación escrita u oral que
no fuera complaciente para con éste, también sabían los comandantes de que las balas
y las torturas eran instrumentos necesarios pero no suficientes para disciplinar a la
desdichada comunidad cubana. Se tornaba imprescindible llevar adelante una profusa
tarea de lavado de cerebro vía estatal, a efectos de domesticar y amansar
psicológicamente a los cubanos por medio de la persuasión propagandística con el
consiguiente bombardeo de consignas y apotegmas.
Una de las alternativas previstas para alcanzar tal homogeneidad, era estructurar
ese gran mazazo unificador graciosamente llamado “Partido Único” y de esta forma
aplastar de cuajo cualquier pensamiento alternativo. Ya Guevara había advertido que
el “Partido Único” se impondrá cuando “las masas hayan alcanzado el nivel de
desarrollo de la vanguardia es decir cuando estén educados para el comunismo”.[373]
Es por ello que a modo de antesala, se crearon en 1961 las Organizaciones
Revolucionarias Integradas (ORI) y seguidamente se impuso el “Partido Único” en la
Constitución Nacional de Cuba. Vale decir que, como es propio en los regímenes
totalitarios, se oficializó la fusión del partido con el estado y cualquier creación de un
partido político distinto resulta inconstitucional e ilegal. Vale aclarar que la pena por
tamaña herejía (la de incurrir en el disenso) prevé actualmente una sanción mínima de
20 años de cárcel. En conversación personal en La Habana con Laura Poyán Toledo,
la presidente de Damas de Blanco (organización de esposas de presos cubanos por
cometer el delito de opinión) relató que su esposo Héctor Maseda, ya llevaba en el
año 2006 cinco años de prisión (sobre una condena de 20) en condiciones inhumanas
por haber cometido el delito penal de fundar un partido político (el Partido Liberal de
Cuba).[374] Indudablemente una atroz medida, máxime teniendo en cuenta que los
partidos políticos, en Cuba no cumplen ninguna función electoral, sino que, en la
hipótesis de máxima solo pueden hacer las veces de ateneo o foro de ideas, puesto
que las elecciones están prohibidas y el último comicio presidencial de que se tenga
memoria en Cuba lo celebró Batista en noviembre de 1958 (hace más de medio
siglo).
Combinando la propaganda por un lado y el terror represivo por el otro, Guevara
pensaba que aplicando sendos mecanismos a modo de tenazas sostenidamente en el
tiempo, iba a poder lograr un perfecto contralor y disciplinamiento social que, a la
postre iría transformando la naturaleza humana y por fin fabricar, cual Dr.
Frankestein, esa alucinógena criatura que Guevara llamaba el “Hombre Nuevo”. El
combinado funcionaría de esta manera: al aplicar medidas represivas brutales se iría
forjando un temperamento sumiso en la población. Como remate, se le sumaría el
bombardeo doctrinal para la imposición masiva de una estructura mental uniforme. Si
bien el emprendimiento parecía por demás difícil, el Che lo daba por descontado

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puesto que su fe en la superstición marxista era tan intensa, que en 1960 publicó
“Notas para el Estudio de la Ideología de la Revolución Cubana”, en cuyos
fragmentos además de precisar detalladamente el modo a través del cual se
instituirían los mecanismos totalitarios, se pueden apreciar afirmaciones disparatadas
que comparan al marxismo con las ciencias físicas: “Cuando se nos pregunta si
somos marxistas o no, nuestra posición es la que tendría un físico al que se le
preguntara si es newtoniano, o a un biólogo si es pasteuriano. Hay verdades tan
evidentes, tan incorporadas al conocimiento de los pueblos, que ya es inútil
discutirlas. Se debe ser marxista con la misma naturalidad con que se es newtoniano
en física, o pasteuriano en biología, considerando que si nuevos hechos determinan
nuevos conceptos, no se quitará nunca su parte de verdad a aquellos otros que hayan
pasado. Tal es el caso, por ejemplo, de la relatividad einsteniana o de la teoría de los
quarks de Plank… Nosotros, revolucionarios prácticos, iniciando nuestra lucha,
simplemente cumplíamos leyes previstas por Marx el científico y… al tener como
base de nuestra lucha la felicidad de ese pueblo, estamos simplemente ajustándonos
a las predicciones del científico Marx… las leyes del marxismo están presentes en los
acontecimientos de la Revolución Cubana, independientemente de que sus líderes
profesen o conozcan cabalmente, desde un punto de vista teórico, esas leyes”.[375]
Analizando estos y otros dislates, con acierto Díaz Araujo sostiene que el Che “creía,
literalmente en las bondades de la ‘ciencia’ marxista y por eso fue de traspiés en
traspiés… decía que una revolución se puede hacer aun sin conocer la teoría
marxista; pero ‘es claro —añadía— que el conocimiento adecuado de ésta simplifica
la tarea e impide caer en peligrosos errores, siempre que esa teoría enunciada
corresponda a la verdad! ¡Ahí estaba el problema! ‘¡Siempre que corresponda a la
verdad!’… Como esto era algo que él daba por sentado, por haberlo aprendido de su
madre, y por haberse movido toda su vida dentro de la órbita intelectual del
marxismo, no se le ocurrió nunca pensar que esa teoría podía no corresponderse con
la realidad. Por eso confió en los rusos, en los chinos, en los africanos, en Castro…
Por eso creyó que los campesinos bolivianos se iban a plegar a su empresa al primer
llamado. Por olvidarse de la naturaleza humana, por querer ver las cosas a través
del deformado prisma del marxismo, las cosas se vengaron de él y, como decía
Pascal, le saltaron al cuello”.[376] Lapidario y a la vez certero el juicio de Díaz
Araujo, quien remata sosteniendo que el Che “no era, en manera alguna, un gran
pensador; era sólo un lector apurado por hacer realidad sus teorías. Pero, como es
sabido, ése es un problema del marxismo. A partir de la Tesis XI sobre Feuerbach de
Marx, todos los marxistas que se sienten filósofos quieren transformar al mundo. Y,
normalmente, no tienen tiempo ni para filosofar ni para transformar nada. Pero, y
esto es más grave, se quedan siempre con la obsesión por teorizar todos sus actos y,
viceversa, por llevar a la práctica sus semielaborados pensamientos…”.[377] En el
mismo sentido, señala Juan José Sebreli (hombre sólidamente formado en el
marxismo) que Guevara no sólo no conocía en profundidad el pensamiento de Marx

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sino que en vida hizo todo lo contrario: “fue lo opuesto al pensamiento de Marx y del
socialismo clásico: sustituía la autoemancipación por la vanguardia iluminada y el
jefe carismático, la movilización de masas por el foco, la democracia social por la
dictadura política, el partido por la guerrilla, la lucha de clases por la lucha entre
naciones ricas y pobres, la clase trabajadora por el campesinado, las condiciones
objetivas por el voluntarismo, el socialismo, sólo posible en las sociedades
avanzadas, por el de los pueblos más pobres”.[378]
Aquí nos vemos obligados a efectuar una aclaración respecto a la última
afirmación de Sebreli. El socialismo, en cuanto ideología intrínsecamente perversa
(tanto sea en el plano teórico como en el práctico —sus resultados empíricos nos
eximen de abundar en comentarios—), no resulta provechoso ni en países avanzados
(tal como sugiere Sebreli) ni mucho menos en los subdesarrollados. En todo caso,
aquellos países que tienen gobiernos nominalmente llamados “socialistas” (tal el caso
de España o Chile por ejemplo), en materia económica hoy aceptan el mercado, la
propiedad privada y la libre iniciativa. De modo que si sus gestiones no fracasan, no
es porque en países desarrollados el socialismo “sirva”, sino precisamente porque
estas administraciones tiraron a la basura sus inútiles recetas de estatización y
adoptaron el capitalismo como forma de organización social. En todo caso, la
diferencia de estos partidos con los partidos conservadores o de derecha, radica en
que el socialismo meramente nominal, al resignar sus teorías primigenias, copió de la
derecha la organización económica, aunque en el plano cultural haya adoptado un
libreto progresista (promotor de la transgresión, de la sexualidad desde la
“perspectiva del género”, el crimen del aborto, la despenalización de la venta y
consumo de drogas, etc.). Vale decir: el llamado socialismo de los países
desarrollados es capitalista en lo económico y antiguevarista en lo cultural. Eso sí, en
sus actos partidarios, la banderita del Che es agitada y flameada inefablemente como
estandarte, para ganar la simpatía electoral tanto sea de la juventud desinformada
como de los comunistas nostálgicos.
Pero al margen de estos últimos comentarios, prosigamos analizando estos
apuntes de Guevara, en las que pergreñó las instituciones y mecanismos totalitarios
que oficiarían de maquinarias constructoras del alucinado “hombre nuevo”. Pues
anota Guevara en el citado cuadernillo que el cubano común, de ahora en adelante
tenía que dejar de ser un ciudadano con vida propia y pasar a transformarse en una
simple marioneta estatal: “En nuestro caso, la educación directa adquiere una
importancia mucho mayor. La explicación es convincente porque es verdadera”
(nótese el fundamentalismo) y agrega “no precisa subterfugios. Se ejerce a través del
aparato educativo del estado… La educación prende en las masas y la nueva actitud
preconizada tiende a convertirse en hábito; la masa la va haciendo suya y presiona a
quienes no se han educado todavía. Esta es la forma indirecta de educar a las masas,
tan poderosa como aquella otra… el individuo recibe continuamente el impacto del
nuevo poder social y percibe que no está completamente adecuado a él. Bajo el

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influjo de la presión que supone la educación indirecta, trata de acomodarse a una
situación… se autoeduca. En este período de construcción del socialismo podemos
ver el hombre nuevo que va naciendo”. Prosigue Guevara sentenciando que a partir
de ahora los hombres “Ya no marchan completamente solos por veredas extraviadas”
(es decir, por veredas no sometidas a la voluntad guevarista) “… Siguen a su
vanguardia, constituida por el Partido… El grupo de vanguardia (los conductores
del proceso de ideologización) es ideológicamente más avanzado que la masa; ésta
conoce los valores nuevos, pero insuficientemente: Mientras en los primeros se
produce un cambio cualitativo…; los segundos sólo ven a medias y deben ser
sometidos a estímulos y presiones de cierta intensidad; es la dictadura del
proletariado ejerciéndose no sólo sobre la clase derrotada sino también,
individualmente, sobre la clase vencedora”.[379] Como si esto fuera poco, “El
Hombre Nuevo” tiene que brindar un devoto culto a la personalidad de Fidel Castro,
a quien Guevara pareciera adjudicarle una serie de poderes telepáticos capaces de
saber, por obra y gracia de la magia, el sentir de la voluntad popular (aunque tal
voluntad jamás haya emitido un solo voto desde la Revolución de 1959). Prestemos
atención a la siguiente estulticia del Che: “La iniciativa parte en general de Fidel o
del alto mando de la Revolución y es explicada al pueblo, que la toma como suya” (y
sino “la toma como suya” tiene como alternativa la cárcel le faltó agregar) y
prosigue: “Utilizamos por el momento el método casi intuitivo de auscultar las
reacciones generales frente a los problemas planteados. Maestro en ello es Fidel…
Fidel y el pueblo comienzan a vibrar en un diálogo de intensidad creciente hasta
alcanzar el clímax”.[380] O sea que los extensos monólogos de no menos de cuatro
horas con los que Fidel Castro atormenta a la organizada muchedumbre que debía
escucharlo, eran para el Che “un diálogo de intensidad” en donde el bueno de San
Fidel “adivina” el sentir de la multitud con un método “casi intuitivo”. Este disparate,
el de suponer la existencia de un “diálogo entre Fidel y las masas”, según Sebreli
obedeció a que el Che “No advertía que las preguntas retóricas que hacía el orador
al público eran un recurso usado por los grandes demagogos como Mussolini y el
propio Perón, y que esos rituales multitudinarios fueron característicos de todo
régimen totalitario cualquiera que fuera su signo”.[381] Como si las mencionadas
tonterías guevaristas no bastaran, el etiquetado “justiciero de los pobres” prosigue su
divague apelando, como siempre, al fundamentalismo, a la violencia y como no podía
ser de otro modo, a la muerte: “en un final abrupto coronado por nuestro grito de
lucha y victoria… Nosotros, socialistas, somos más libres porque somos más plenos,
somos más plenos por ser más libres… Nuestra libertad y nuestro sostén cotidiano
tienen color de sangre y están henchidos de sacrificio…” y con fanatismo propio de
todo terrorista prohíbe tener vida de familia, amistades o cualquier actividad ajena a
la revolución: “Los dirigentes de la revolución tienen hijos, que en sus primeros
balbuceos, no aprenden a nombrar al padre, mujeres que deben ser parte del
sacrificio general de su vida para llevar la revolución a su destino; el marco de los

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amigos responde estrictamente al marco de los compañeros de revolución. No hay
vida fuera de ella… El revolucionario… se consume en esta tarea ininterrumpida que
no tiene más fin que la muerte”.[382] ¿No tiene más fin que la muerte?, ¿acaso la
finalidad de todo hombre de acción política (revolucionario o no) no debiera ser
mejorar la calidad de vida de las personas?
Para alcanzar tamaño (des)propósito, Guevara propone una serie de mecanismos
llamados “instituciones revolucionarias”, que no son ni más ni menos que brutales
maquinarias disciplinarias tal como él mismo lo expone: “En la imagen de las
multitudes marchando hacia el futuro, encaja el concepto de institucionalización
como el de un conjunto armónico de canales… de aparatos bien aceitados que
permitan esa marcha, que permitan la selección natural de los destinados a caminar
en la vanguardia y adjudiquen el premio y el castigo a los que cumplan o atenten
contra la sociedad en construcción”.[383] Luego, “el tolerante” San Ernesto, con
lenguaje stalinista, haciendo la apología del verticalismo social (que dicho sea de
paso es contraria al divulgado igualitarismo marxista) alega: “Así vamos marchando.
A la cabeza de la inmensa columna —no nos avergüenza ni nos intimida decirlo— va
Fidel, después, los mejores cuadros del Partido e, inmediatamente, tan cerca que se
siente su enorme fuerza, va el pueblo en su conjunto”.[384] Y todos felices y
comeremos perdices.
He aquí algunos fragmentos del aceitado aparato que el fusilador argentino tenía
pensado y escrito para armar una sociedad según su enfermiza psiquis y su prepotente
voluntad. Incluso, era tal el efecto sobrenatural que le adjudicaba a la revolución para
fabricar “el hombre nuevo”, que el propio Guevara creía que con el socialismo “Las
nuevas generaciones vendrán libres del pecado original”[385] y sostenía desatinos
tales como que la revolución era capaz de corregir las debilidades humanas llegando
a confesar la siguiente estupidez: “Tengo el carácter explosivo, y eso es un defecto
que se va corrigiendo con la Revolución”.[386]
Para tamaño sometimiento intelectual, era imprescindible intervenir la
Universidad, ámbito naturalmente enemigo del guevarismo. Luego, los docentes
acusados de no ser comunistas fueron expulsados y confinados. Anota Kalfon que
“Unas comisiones mixtas estudiantes-profesores organizan una depuración política
sistemática que empuja al exilio a excelentes cerebros. Mientras el rector es
sustituido por Juan Marinello, presidente del partido comunista, una nueva
asignatura, el estudio del materialismo histórico, se introduce en todas las
especialidades”.[387] Agrega Castañeda que “La Universidad se ve presionada para
alinearse con el gobierno; los profesores de abolengo y de criterio independiente
abandonan el país”.[388] El descontento entre los estudiantes universitarios no se hizo
esperar, puesto que no sólo se prohibió la libertad de cátedra sino también la libertad
de estudio y cada cubano sólo podía estudiar la carrera que el estado le ordenaba. Por
ejemplo, quien tenía grandes habilidades y pasiones por la poesía o la literatura, sin

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más trámite podía ser designado a estudiar física nuclear (porque “la revolución así lo
exige”). Este disparate obviamente generaba un profuso malestar en la Universidad y
derivó en un masivo clima de descontento. Tanto es así que Guevara se apersonó a la
Universidad de Santiago de Cuba donde brindó un patético discurso a raíz del cual el
enojo del auditorio se hizo presente (la revolución apenas tenía meses y todavía
estaba permitido enojarse). El Che, entonces, salió al cruce arengando: “¿Acaso no
tenemos el derecho de decir que sólo diez abogados se deben graduar por año y que
en cambio deben hacerlo cien químicos industriales?… Algunos dirán que eso es
dictadura, y si ustedes están de acuerdo, yo también lo estaré: es una dictadura. Pero
eso es lo que es bueno para Cuba… Si yo que soy médico pude convertirme en
guerrillero y después ocuparme de la industria porque así lo exige la revolución,
¿por qué ustedes no van a poder?”.[389]
Este egocentrismo de Guevara consistente en autoerigirse ante los alumnos como
ejemplo del superhombre multifacético, es analizado por Sebreli quien ironiza:
“Guerrillero, arqueólogo, médico, economista, planificador de industria, embajador
itinerante, trabajador voluntario, poeta, cuentista, la megalomanía del Che no tenía
límites, y en 1965, en tanto se preparaba para la aventura boliviana, decidió de la
noche a la mañana hacerse filósofo; más aún, emprendió la ardua tarea de escribir
un manual de filosofía, con escasos conocimientos de la materia”.[390] Eso sí: al Che
le faltó aclarar a los estudiantes que él se hizo médico, guerrillero, banquero, ministro
y cualquier etcétera posible por su propio gusto y voluntad. La misma voluntad que él
le cercenaba al estudiantado cubano. De más está decir que en las cuatro
“profesiones” principales de Guevara (la de médico, guerrillero, banquero y ministro)
obtuvo un desempeño notoriamente desastroso. Era un improvisado que encaraba
cualquier aventura, y por ende, en casi todo fracasaba. Excepto como padre de
familia, ámbito en el que cometía muy pocos errores porque nunca estaba en su casa
y jamás veía a sus hijos. Se comunicaba con ellos cuando deambulaba por el mundo a
través de esporádicas cartas. Él mismo reconocía su total ausencia como marido y
padre al confesar: “No tengo casa, ni mujer, ni hijos”.[391]
Su ausentismo como esposo, en todo caso formaba parte de la vida de adultos y
obviamente puede traer problemas conyugales que afectan a la pareja y serán los
mayores entonces los responsables de manejar o resolver el conflicto. Empero, en el
caso de los hijos (a la sazón todos muy pequeños e inocentes) la ausencia paterna,
puede ocasionar trastornos psicoafectivos irreparables. Hilda Guevara, primera hija
que el Che tuvo con la menospreciada peruana “terminó alcohólica y deprimida por
la marginación a la que la sometió… y un hijo natural no reconocido estuvo
prisionero en un campo de concentración castrista”.[392]
Retomando el natural conflicto de Guevara con los estudiantes universitarios,
cabe reflexionar que paradójicamente, en el mundo contemporáneo son éstos mismos
quienes, engañados por la propaganda, lo levantan como estandarte. ¡Qué fácil es ser
guevarista en las universidades argentinas en donde cada uno estudia gratuitamente lo

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que le viene en gana y encima milita en las agrupaciones políticas que se les antoja!
¿Cabe imaginarse a Guevara aprobando este sistema? Obvio que no. Es lamentable
que el grueso del estudiantado universitario se encuentre tan embrutecido como para
que sus militantes, con total desconocimiento, levanten la banderola de quien
censuraba y pensaba todo lo contrario de lo que hoy sus desinformados acólitos
disfrutan. La ignorancia acerca de quién fue el Che Guevara, en Argentina (país natal
del personaje en cuestión) es casi absoluta. Creemos que en el resto del mundo
también. Probablemente el lugar del planeta en dónde menos se sepa sobre el Che,
sea precisamente en Cuba, puesto que la propaganda estatal ha construido una
sacrosanta imagen cuyo cuestionamiento es motivo de represión. Incluso, autorizados
biógrafos sostienen que tanto su cuaderno en el Congo como sus cartas en Praga o sus
apuntes en Bolivia han sido modificados y dulcificados a efectos de almibarar
párrafos, pasajes y palabras, a fin de no desnudar las numerosas miserias de su
defectuoso prócer.
Pero más allá del deformado prisma con que los adolescentes miran al Che
Guevara, vale destacar que el polifacético personaje brindó diferentes consejos a los
jóvenes, tal su pedagógico discurso ofrecido en el “Primer Congreso
Latinoamericano de Juventudes” (28 de julio de 1960) en donde brindó el siguiente
mensaje de amor y paz enseñando que “mucho más fuerte y positivo que la más fuerte
y positiva de las manifestaciones pacíficas, es un tiro bien dado a quien se le debe
dar”.[393] Notable apotegma de la pedagogía guevarista que sus tiernos acólitos
probablemente desconozcan.
Asimismo, el propagandeado “sistema educativo” de la revolución cubana, no
sólo “educa” conforme a los principios marxistas sino que fomentando el culto a la
personalidad de un modo rayano en lo bizarro, “les enseñan que R se escribe como
Revolución, F como Fidel y que la CH se pronuncia Che como el comandante”.[394]
En los textos escolares de los últimos tiempos, las enseñanzas no han cambiado
demasiado. Veamos el siguiente texto de ¡segundo grado!: “Mi CDR… El Comité de
Defensa de la Revolución de mi cuadra lleva el nombre de Camilo Cienfuegos, y a él
pertenecen todos en mi casa. Yo, aunque soy pequeño, coopero también en muchas
tareas del CDR”.[395] ¿Qué son a todo esto los “Comité de Defensa de la
Revolución”?, pues primeramente dejemos que nos lo defina Manuel Sánchez Pérez,
ex viceministro de Fidel Castro: “Existen formas de represión en Cuba que son
mucho más crueles y eficientes que la típicamente policial. Es el caso de las
funciones cumplidas por los Comités de Defensa de la Revolución”,[396] los cuales
son organismos de espionaje, en donde el agente del régimen controla la vida de los
vecinos y cuya jurisdicción de control se halla divida por barrios o manzanas. Entre
otras actividades, el espía castrista de cada “CDR” obliga a los vecinos a completar la
siguiente planilla de delación:
“Planilla de Comprobación. Informante:
¿Mantiene relaciones con personas desafectadas a la revolución?

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Explique:
¿Sabe usted si tiene creencias religiosas?
Explique:
¿Mantiene relaciones con personas en el extranjero? ¿De qué país?
¿Tiene familiares presos o sancionados? Tipo de delito, parentesco.
¿Cómo son sus relaciones con los vecinos de la cuadra?
Explique:
¿Mantiene relaciones con elementos antisociales?
Explique:
El espacio final del formulario está reservado para dejar constancia de los
nombres de CDR, del informante y del verificador”.[397]
El citado texto infantil invitando simpáticamente al niño de siete años a colaborar
con un órgano del espionaje comunista, sirve de antesala para que al llegar al cuarto
grado, la criatura lea y estudie lo siguiente: “Yo quiero ser militar… Yo quiero ser
militar como mi papá… Mi papá peleó en el Ejército Rebelde cuando era muy joven.
Quería ser barbudo, pero como era tan joven, todavía no tenía barba. Sus
compañeros le decían: ¡Qué importa, chico! ¡Lo importante es que sepas pelear!…
Cuando triunfó la Revolución, papá siguió de militar… Una vez, papá se fue a otro
país que luchaba contra el imperialismo. Cuando regresó se veía muy contento… Yo
quiero ser militar como mi papá. Tendré un traje verde olivo y un fusil”.[398] Ya con
estos cariñosos antecedentes didácticos, estamos listos para cursar el quinto grado y
aprender en el texto escolar estatal que “Vladimir Ilich Lenin siempre dedicaba a los
niños una especial atención. Conversaba con ellos con gran cariño. Así se ganaba la
confianza de los pequeños”.[399] Pero el castro-guevarismo no detuvo su afán estatista
en cuanto a la propiedad de bienes muebles e inmuebles, sino que estatizó los
cerebros humanos. Efectivamente, conversando con la conocida médico-cirujana
Hilda Molina en su paupérrima choza en La Habana, me manifestó el desopilante
argumento que el régimen le dio al impedirle viajar a la Argentina a conocer a sus
nietos: “que su cerebro fue adoctrinado por la revolución y entonces el mismo es
patrimonio del Estado y que la revolución determina tanto su uso, como su
utilización y su destino profesional o geográfico”.[400] No se equivoca el pensador
cubano-argentino Armando Ribas cuando sostiene que “educar en el marxismo es
como amamantar con alcohol”.
Pero con imponer el Partido Único, controlar la educación y estatizar los cerebros
no bastaba. Como frutilla del postre había que direccionar la más estricta vigilancia a
la prensa libre, que dejó de ser libre enseguida. A los pocos meses de la revolución,
bajo la consigna pronunciada por Guevara “Nosotros, los miembros de la Revolución
Cubana, que somos el pueblo de Cuba, no admitimos términos medios: o se es
amigo, o se es enemigo”[401] se identificó que dentro del “bando enemigo” se
encontraba la prensa no complaciente: “Quevedo, amigo de Castro y director de
Bohemia, el más importante semanario de Cuba, se ve obligado a refugiarse en una

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embajada, lo que ilustra un proceso de control de la prensa que va endureciéndose a
medida que aumentan las tensiones políticas… Los directores que intentan resistir
deben emprender el camino del exilio. Desaparecen así Prensa Libre, El País, la
revista popular Carteles, etc.”.[402] En cuanto al Diario de la Marina, de tendencia
conservadora (vaya herejía) la represalia vendrá dada por el sindicato de artes
gráficas el cual “manda entonces a sus sicarios para que tomen por asalto el
periódico. El Che designa como interventor, es decir, como nuevo director a René
Depestre… de las prensas del Diario de la Marina saldrán gigantescas ediciones de
Marx, Engels, Lenin, Mao y Kim Il Sung”.[403]
Una vez cerrados todos los diarios de Cuba, se creó la agencia “Prensa Latina”,
órgano castro-guevarista primigeniamente capitaneado por el castrista Gabriel García
Márquez y el escritor Plinio Apuleyo Mendoza. Conversando con este último (quien
actualmente reside en Madrid), me comentó que renunció a poco de formada la
agencia porque activistas del Partido Comunista de inmediato la coparon imponiendo
punto y coma de cada nota o información que se debía publicar.
Se llevó entonces una drástica razzia contra los intelectuales que no adulaban lo
suficiente a quienes detentaban el poder y un caso paradigmático de ello, lo
constituye el director de fotografía cinematográfica Néstor Almendros, destacado
cubano galardonado con el Oscar en 1978, quien fuera autor del filme “Lunes” el cual
“ha sido prohibido por tener el mal gusto de mostrar la vida nocturna en los bares
populares de La Habana y hacer cineverdad en vez de exaltar los-auténticos-valores-
revolucionarios”.[404]
Entre 1959 y 1960 el totalitarismo estaba recién en marcha y aún existían algunos
focos más o menos tolerados de disenso relativamente permitido. Es por ello que la
reacción del ambiente intelectual cubano ante la censura de “Lunes” se hizo notar. No
obstante, el filme fue prohibido y para fundamentar la persecución a los intelectuales,
Castro acudió a un argumento propio de su personalidad: “La culpabilidad de
muchos de nuestros intelectuales y artistas reside en su pecado original; no son
auténticamente revolucionarios… Nuestra tarea consiste en impedir que la
generación actual, dislocada por sus conflictos, se pervierta y pervierta a las
nuevas”.[405] Vale decir, el intelectual no adicto al comunismo es un perverso y sus
obras pueden pervertir a las generaciones venideras. Para determinar entonces los
parámetros de la libertad de expresión, Castro pronunció un extenso discurso dirigido
a los intelectuales en el que impuso el siguiente criterio: “Dentro de la revolución,
todo; contra la revolución, nada”.[406] Resulta tragicómico que el grueso de los
intelectuales contemporáneos de América latina o Europa suelan ser los férreos
defensores de la revolución en Cuba (país en dónde jamás vivirían).
Otro problema que había que erradicar era la falta de inquietudes revolucionarias
en los ambientes obreros y campesinos donde naturalmente imperaba un clima
anticomunista. Relata Kalfon: “La Confederación de los Trabajadores Cubanos
(CTC), reacia también a la dialéctica comunista, tuvo que aceptar a su cabeza a un

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hombre de Castro, David Salvador, más bien moderado. Al año siguiente, su
moderación parece ya excesiva. Sobre todo cuando las nacionalizaciones producen
un alineamiento salarial a la baja, en especial en la electricidad, donde
tradicionalmente las compañías norteamericanas pagaban una generosidad a sus
obreros. Éstos —¡oh, escándalo!— llegan a desfilar coreando: ‘¡Cuba sí, Rusia
no!’”.[407]
En cuanto a los usos y costumbres, para purificar la “moral revolucionaria”, en
1961 se hicieron célebres las razzias conocidas como “Las Noches de las tres P”
(pederastas, prostitutas, proxenetas), en donde se detenía y posteriormente trasladaba
a campos de concentración a los acusados.[408] El Che aprueba y defiende estas y
otras notables prácticas alegando “Cualquier revolución comporta, lo quiera o no,
guste o no, una inevitable porción de estalinismo”.[409] Joseph Stalin, tirano de la
Unión Soviética que promediando los años ´20 se constituyó en sucesor de Lenin, fue
el criminal más grande del siglo XX (después del líder comunista chino Mao Tse
Tung) en cuyo currículum ostenta la cucarda de haber masacrado 25 millones de
campesinos. Guevara, ídolo de grandes y chicos, adulado por la prensa y por toda la
caterva de comerciantes que se dedica el rentable negocio de los DD.HH., solicitaba
jubiloso “una porción de estalinismo”. Y no sólo lo solicitaba sino que lo practicaba,
pues predicaba con el ejemplo personal, indecoroso mérito que le tenemos que
reconocer.
En la sociedad planificada por Guevara no cabía margen para la menor
discrepancia, los disidentes eran exterminados y los “desviados” tendrían la chance
de “rehabilitarse” a través de largas estadas en los campos de concentración de
trabajo forzado. Agrega Castañeda que “es el Che quien crea el primer ‘campo de
trabajo’ en Cuba… en Guanahacabibes… sienta así uno de los más odiosos
precedentes de la revolución cubana: la internación de disidentes, homosexuales, y
más tarde de enfermos de sida”.[410]
Guevara justificaba la creación de su “campo de trabajo” en los términos
siguientes “a Guanahacabibes no se envía sino en casos dudosos a la gente que
debiera ir a la cárcel. Yo creo que la gente que debe ir a la cárcel debe ir de todas
maneras. Así sea un militante viejo, así sea quien sea, debe ir a la cárcel. A
Guanahacabibes se manda a la gente que no debe ir a la cárcel, la gente que ha
cometido faltas a la moral revolucionaria de mayor o menor grado de sanciones
simultáneas… como un tipo de reeducación mediante el trabajo”.[411]
El castigo guevarista a los homosexuales no ha de sorprender: según Jon Lee
Anderson, tanto Castro como Guevara “estaban imbuidos del machismo latino: la
creencia en la debilidad innata de las mujeres, el desprecio por los homosexuales, la
admiración por los hombres valientes y arrojados”.[412] Desde su juventud, Guevara
sentía rechazo visceral contra la homosexualidad, animadversión manifestada incluso
en los detalles más domésticos. Anota Díaz Araujo que el Che “no era ni quería

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pasar por homosexual, ni por asomo. El siguiente dato, proveniente de la pensión en
que vivió en Guayaquil con otros argentinos, entre ellos Eduardo Gualo García, es
bien demostrativo de lo que enunciamos. Reza así: En el cocktail lingüístico de los
muchos castellanos que se hablan en el exilio, Ernesto se ve obligado a defenderse de
los argentinismos, su amigo Gualo lo llama ‘querido’ en una conversación con Hilda
y el doctor Guevara respinga: ¿Por qué me decís querido, Gualo? Sabés que no me
gusta; da que pensar cosas extrañas a la gente que no conoce nuestro modo de
hablar. Querido es un porteñismo, más que un argentinismo. En Buenos Aires, es un
trato solo amistoso, sin connotaciones amatorias. Y Guevara no deseaba ofrecer
dudas en materia tan delicada”.[413]
Sonaba ciertamente extraño, pero los cubanos comenzaron a añorar a Batista y no
era para menos. Además del confort económico del que hasta hacía poco se gozaba y
que ahora se había desplomado, en los tiempos de Batista algunas libertades se
hallaban restringidas, lo cual es grave, pero en los tiempos de Castro todas las
libertades directamente fueron anuladas. En sólo un año de régimen castro-guevarista
“se dio muerte a más del doble de personas que durante los diecisiete que Batista
estuvo en el poder, y millares de gentes fueron encarceladas”.[414]
Ocurre que el mito del “oligarca” Batista desplazado por el “proletariado
triunfante” forma parte del sinfín de quimeras vendidas por el castrismo. Agrega
Sebreli: “Fidel era hijo de un rico terrateniente, educado por los jesuitas, y llevaba
al cuello una medalla de la Virgen del Cobre. Contrastaba con Fulgencio Batista, un
mulato descendiente de humildes campesinos que permitía a los comunistas controlar
algunos sindicatos. Esta complejidad de la sociedad cubana vuelve impropia la
explicación de la revolución castrista desde el punto de vista estrictamente clasista
del marxismo leninismo como se pretendería hacer años después”.[415]
En voz baja y temblorosa, la comunidad cubana comenzaba a repetir el slogan
“qué bien que estábamos cuando estábamos mal”. Efectivamente, los desatinos de
Batista quedaron reducidos a la categoría de pecados veniales si los parangonamos
con el empobrecido estado-gendarme impuesto por Castro y Guevara a partir de
1959. Un botón de muestra nos dice que Castro y los suyos, al ser encarcelados tras
intentar tomar un cuartel en 1953 con el fin de derrocar al gobierno, fueron indultados
por Batista y estuvieron encarcelados apenas unos meses. Castro en el poder, al
contrario, no sólo fusiló miles de campesinos, simples disidentes, balseros
desnutridos o imaginarios “enemigos”, sino que encarceló y ejecutó a sus propios
camaradas del Movimiento 26 de Julio o del Ejército Rebelde tal como lo hemos
visto y más adelante ampliaremos.
Si Batista, hubiese tenido una mínima cuota de la perversidad de Castro, o bien
este último hubiese sido fusilado en 1953, o como mínimo se le hubiese hecho
cumplir su condena de 15 años, hoy los hermanitos Castro no serían amos y señores
de la vida de 12 millones de cubanos, sino apenas un par de sufridos abuelitos con
anécdotas para contar.

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La guerrilla anticastrista de los ex castristas

A modo de enérgica respuesta, por motivos a veces políticos, en parte religiosos y


en muchos otros casos por rebelarse ante la pérdida de los derechos fundamentales, se
generó en Cuba un notable fenómeno obrante a partir de 1960, el cual fue una brava
guerrilla anticastrista compuesta por cubanos que, tras haber apoyado a Castro y a
Guevara en sus inicios, reaccionó luego con virulencia ante la estafa marxista
presentando batalla y enarbolando los mismos ideales por los cuales habían peleado
junto a Castro y Guevara contra Batista.
Despechados por la estafa comunista, a partir de marzo de 1960 aparecen en
escena numerosos campesinos y ciudadanos cubanos de todas las clases sociales que
se nuclearon en organizaciones anticomunistas. Las mismas, aunque sin
coordinación, actuaron en diversos frentes tomando como refugio la Sierra del
Escambray. Anota Kalfon que según Fidel Castro “existen 179 de esos grupos en
Cuba… Su hermano Raúl concreta que el número de esos bandidos —así los llama—
se eleva por lo menos a tres mil quinientos… Serán necesarios, meses, años para que
las ‘operaciones de limpieza’, difíciles y costosas en vidas humanas, acaben con esa
resistencia”.[416]
Además de grupos rebeldes como el “30 de Noviembre”, el “Directorio
Estudiantil Revolucionario”, “Alpha 66”, “Agrupación Montecristi” o “el
Movimiento de Recuperación Revolucionaria”,[417] la insurrección contaba con un
fuerte contenido religioso, ya que de las organizaciones anticastristas que operaban,
dos de ellas tuvieron especial destaque y eran de raigambre Católica: el MRR
(Movimiento de Recuperación Revolucionaria) y la ACU (Agrupación Católica
Universitaria). La ACU, según cuenta el politólogo y escritor cubano Carlos
Montaner estaba bajo la dirección del jesuita Llorente y su “dirigente más audaz y
persuasivo era Manuel Artime, y en los últimos meses de la dictadura de Batista, el
propio Llorente (amigo de Fidel Castro y su consejero espiritual durante la etapa
estudiantil de Fidel en el colegio Belén) logró incorporarlo”.[418] En cuanto al MRR,
añade Montaner que era un “organismo sin tradición histórica, sin vínculos eficaces
con la facción no comunista de la vigente estructura de poder, se convirtió, no
obstante, en el centro de la lucha anticastrista”.[419] Agrega el autor que este impulso
insurgente “viene dado por el carácter apostólico que ciertos grupos orientados por
los jesuitas quisieron darle a la conspiración… en las luchas internas cubanas, se
moría al grito un tanto exótico de ‘Viva Cristo Rey’… aquellos jóvenes católicos
dieron muestras de un enorme valor, enfrentándose con total integridad a la muerte o
a la cárcel”.[420] El biógrafo californiano Jon Lee Anderson, devoto de Guevara,
agrega que “Dentro de Cuba la oposición se endurecía. Ya se conformaba un
movimiento clandestino dirigido por Manuel Ray, profesor de la Universidad de La
Habana desde su expulsión del gobierno, y otro grupo indisimuladamente disidente
era la combativa Juventud Católica… En las zonas rurales radicalizadas se

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producían hechos de violencia provocados por las expropiaciones de tierra sin
compensación y el caos generalizado. Pequeños grupos contrarrevolucionarios,
muchos de ellos integrados por ex soldados del Ejército Rebelde, entraban en
actividad… En la Sierra Cristal… el ex combatiente Higinio Díaz había vuelto a la
guerra en alianza con Jorge Sotús, un veterano del 26 de Julio que había conducido
los primeros refuerzos rebeldes de Santiago a la sierra en marzo de 1957 y ahora se
hallaba distanciado del movimiento. Ambos habían fundado el MRR con Manuel
Artime”,[421] prosigue Anderson explicando que “Aumentaban las actividades de la
oposición, y la represión del gobierno se hacía a la par. Los miembros de un grupo
rebelde en el Escambray integrado principalmente por estudiantes de la Universidad
de Las Villas cayeron presos y fueron al paredón. El ex dirigente de la CTC, David
Salvador, pasó a la clandestinidad y poco después unió sus fuerzas a las del MRP,
creado por Manuel Ray. El arzobispo de Santiago, Enrique Pérez Serantes, antes
partidario de Fidel, denunció en una carta pastoral los nuevos vínculos comunistas y
aparentemente bendijo la creciente violencia contra el gobierno: ‘Es mejor verter
sangre que perder la libertad’… En Miami, la CIA forjó la unidad de los exiliados
anticastristas al unificar el MRR de Artime y Justo Carrillo con el grupo encabezado
por Tony Varona, el ex primer ministro de Prío. De allí surgió el Frente Democrático
Revolucionario (FDR)”[422] al que se sumaron otras organizaciones más. El periodista
de Le Monde de París, Jean Pierre Clerk, resume esta alianza anotando que: “A fines
del verano de 1960, cinco organizaciones de exiliados habían anunciado a los
Estados Unidos la creación de un ‘Frente Revolucionario Democrático’ (FRD). Sus
personalidades dominantes son Tony Varona, ex primer ministro de Prío; Manuel
Artime, líder del grupo de sabotaje MRR, católico integrista; y Justo Carrillo, primer
presidente del Banco de Desarrollo bajo Fidel. A ellos se une en noviembre Manuel
Ray, antiguo líder de la resistencia urbana contra Batista”.[423] Como vemos, el
grueso de la reacción anticomunista fue liderada por los castristas estafados. Esta
reacción de lucha contra el despotismo naciente, tuvo por contrapartida una feroz
represión estatal, ejecutada a través de grupos de tareas que se encargaban de
secuestrar y exterminar disidentes, los cuales fueron conocidos como la “LCB”
(Lucha Contra Bandidos), que operó brutalmente durante cinco años. Para tener
éxito, la consolidación del marxismo precisaba de ejecuciones a todo propósito. La
categórica represalia marxista fue maquillada bajo la fachada jurídica sancionada en
julio de 1959 con la ley 425 (aún vigente), la cual condena de “contrarrevolucionario
a todo aquel que combata al partido comunista o disienta con un acto de
gobierno”[424] y la ley 988 (también vigente) del 26 de noviembre de 1961 que
impone la pena de muerte y cuya elástica penalidad, anota Díaz Araujo es “extendida
a diversas situaciones. Por caso, la norma que se aplicó con el fusilamiento de 3
balseros que intentaron huir a fines de 2003, y fueron apresados. Legalidad castrista;
es decir: Terrorismo de Estado”.[425] También se decretó (el 13 de marzo de 1963)
una ley que “prescribe penas de prisión entre veinte a treinta años por robos de cien

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pesos… Los tribunales revolucionarios, compuestos por comunistas convictos y
confesos, están obligados a dictar sentencia dentro de las setenta y dos horas del
comienzo de la vista”.[426] Sería auspicioso que los simpatizantes del castro-
guevarismo contemporáneo, siempre dispuestos en materia criminológica a adoptar
posturas “garantistas” (consistentes en disminuir o abolir todo tipo de sanciones en
los códigos penales) tomen nota de estos datos.
Carlos Franqui, director del diario oficial “Revolución” recuerda que en 1961:
“Las montañas del Escambray estaban llenas de alzados… casi todos campesinos,
obreros, rebeldes, gente del pueblo… Eran casi toda gente perseguida injustamente…
La región de Trinidad, una de las más tradicionales y católicas de Cuba, había sido
abandonada… Perseguidos de origen revolucionario, que escapan de las montañas.
Obligados a combatir para escapar de las prisiones…”.[427] Agrega Huber Matos
que “los alzamientos de campesinos contra el comunismo, en los primeros años de la
década, particularmente en el área montañosa de El Escambray, fueron persistentes
y numerosos. El régimen los dominó de manera implacable, a base de operaciones en
las que participaban miles de soldados, peinando metro a metro, montañas y
bosques. Llevaban a cabo fusilamientos masivos. Aplicaron altas condenas de cárcel
a los sospechosos y desalojaron a poblaciones enteras… Muy pocos guerrilleros
pudieron escapar con vida de la persecución masiva en las montañas de El
Escambray.
Miles de familias campesinas de la provincia central de Las Villas fueron
desarraigadas y hasta disueltas, siguiendo los patrones de barbarie del estalinismo.
En el extremo occidental de la isla surgió un pueblo llamado Sandino, con gentes
obligadas por la fuerza a abandonar hogar, tierra y pertenencias, en una radical
operación de desalojo… valientes guerrilleros se enfrentaron a un ejército
fanatizado, con recursos y entrenamiento muy superiores a los del ejército de
Batista… Ricardo Olmedo, quien, tras ser arrestado por sus actividades contra el
régimen, fue amenazado de ser llevado al paredón a menos que compareciera ante
las cámaras de televisión incitando a los cubanos a abandonar la resistencia contra
el régimen. Él contestó: ‘No soy artista’. Prefirió la muerte a prestarse a un show
televisivo. Olmedo era veterano del asalto al palacio presidencial durante la lucha
contra Batista…”.[428] Jorge Gutiérrez Izaguirre, integrante de los grupos
anticastristas del MRR en Matanzas y que luego fuera confinado a 30 años de prisión
cuenta que: “Las confrontaciones fueron marcadamente violentas y las tropas
antiguerrilleras ejercieron una represión despiadada sobre los campesinos de la
zona. Por una información valiosa asesinaban a toda una familia. Fue frecuente,
dado que se alzaron muchas familias completas… los campesinos, como grupo,
estaban opuestos a las medidas políticas y económicas que emitía el poder central”.
[429] Armando Valladares por su parte recuerda que “A principios de 1961

comenzaron a afluir al presidio modelo (de la Isla de Pinos) prisioneros


pertenecientes a los alzados que, en numerosos focos guerrilleros, operaban en el

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Escambray… conocimos detalles de la gigantesca operación que el Gobierno había
desplegado: más de 60 mil efectivos, en su mayoría milicianos, participaron en lo
que se llamó la ‘limpia del Escambray’”[430] y aclara que lo que el régimen
denominaba la “limpia de Escambray” fue una represión en la que el castrismo
“Decidido a impedir a toda costa el asentamiento de los núcleos guerrilleros, y
sabedor de las simpatías que suscitaban en el campesinado de la zona… hizo
trasladar poblaciones completas… La táctica militar del castrismo era tan primitiva
y costosa como efectiva: cadenas de soldados peinaban palmo a palmo la zona,
fusilando en el acto a los alzados. Se utilizaron helicópteros traídos de Rusia y perros
de Alemania Oriental. Los alzados capturados eran fusilados rápidamente,
frecuentemente sin el trámite inútil del juicio sumario, y sus cadáveres, entregados
sin pérdida de tiempo al forense… Procurando su exterminio fusilaban no sólo a los
guerrilleros, sino también a los campesinos que servían como guías, correos y
contactos. Los campesinos de la zona discrepaban ya en gran número del régimen de
Castro, y los que no integraban las guerrillas cooperaban con ellas de muchas
formas… Para quitarles este apoyo el gobierno ideó un plan de reconcentración.
Todas las familias asentadas en el Escambray y sus estribaciones fueron
desalojadas… Las mujeres y los niños fueron separados de los hombres y trasladados
a La Habana… Esa situación duró años, y en todo ese tiempo jamás vieron a sus
esposas, a sus hermanos. Los niños de edad escolar fueron separados de las madres
y ‘becados’ en escuelas del Gobierno para ‘reeducarlos’ y anular así la influencia
‘dañina’ de los mayores… Los hombres fueron llevados hasta la península de
Guanahacabibes… Estos campesinos no fueron nunca presentados ante un tribunal,
no se les celebró juicio, pero estaban presos… obligados a trabajos forzados”.[431] El
campo de concentración de la península de Guanahacabibes citado por Valladares,
fue creado y comandado durante varios meses por un médico: el Dr. Ernesto Guevara
de la Serna.
La represión castro-guevarista fue tan drástica que según Castañeda, en 1961
“Entre el 15 y 17 de abril más de cien mil personas fueron detenidas en La Habana:
el Teatro Blanquita, La Cabaña, el parque de béisbol de Matanzas y el Castillo del
Príncipe se colmaron de presuntos conspiradores contra el régimen. Sus principales
dirigentes —unas decenas— fueron fusilados en esos días”.[432] Escalofriantes datos
que ratifica Jean Pierre Clerc: “A principios de 1961, el Líder se pone en campaña…
Para mostrar su determinación, hace fusilar al comandante William Morgan… Se
anuncia la apertura, en Santa Clara, de un proceso monstruoso contra trescientos
ochenta y uno ‘bandidos’ capturados en el Escambray, entre ellos un cura… La
primera acción del Líder es hacer arrestar por el jefe de policía a Amaijeiras, el
antiguo campesino de la Maestra, y a todos los cubanos sospechosos de oposición, es
decir, de tibieza ante la Revolución… Alrededor de cien mil personas son
interrogadas durante el fin de semana: es la razzia más gigantesca de la historia de
las Américas… Los católicos, y en especial el clero, son los primeros vigilados. Los

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propios obispos sufren arrestos domiciliarios. El cardenal Arteaga prefiere refugiarse
en una embajada. El antiguo ministro de agricultura castrista, Sori Marín, es
fusilado el 18”.[433] Añade Valladares que en esas jornadas “los fusilados fueron
tantos, que no alcanzaron los ataúdes, y se los enterró en sacos de nailon”.[434]
A la par que esto sucedía, por su “labor humanitaria” la URSS le otorgaba a Fidel
Castro el “Premio Lenin de la Paz”. El socialismo no perdía ni la crueldad ni el
humor.
La numerosa guerrilla anticastrista hubiera tenido más éxito de no ser por el
insistente rumor de que pronto vendrían contingentes armados de cubanos exiliados
de Miami, el cual distendió o detuvo gran parte de las acciones previstas. Agrega
Franqui que “La consigna era esperar. Que serían apoyados por una invasión. Que
muy pronto llegaría el momento. Paralizaron así buena parte de las guerrillas. Y los
llevaron a la derrota, prisión y muerte. Guerrilla que no se mueva, foguee, combata,
adquiera experiencia y extienda su campo de acción, perece. Y eso fue lo que
ocurrió… Esos hombres duraron años resistiendo en las montañas”.[435] La invasión
de cubanos exiliados que esperaban los guerrilleros anticastristas a la que Franqui
alude, fue la que posteriormente se conoció como “el combate de Bahía Cochinos”,
episodio al que más adelante nos referiremos.
La rebelión fue exterminada por el terrorismo de estado y duró hasta 1965. El
periódico Granma (órgano oficial del Partido Comunista) publicó en el mes de mayo
de 1970 un balance efectuado por Raúl Castro en torno a lo sucedido en aquellos
años, en el cual admitió que “las pérdidas en vidas del ejército habían pasado de 500
y que costó unos 800 millones de pesos”[436] y en cuanto a la cantidad de
organizaciones guerrilleras existentes, ratificó que ascendían a 179.[437]
En cuanto a los autores intelectuales de la represión comunista, confirma Juan
Vives que fueron los soviéticos quienes “diseñaron el plan de nuevas unidades
carcelarias, entre otras el campo de concentración titulado ‘Ciudad Sandino’ de
Pinar del Río, o las prisiones de El Condado, en Trinidad y El Serrucho, en
Camagüey. Con las de Boniato, La Cabaña, El Príncipe y la Isla de Pinos, se forjó
una red carcelaria que pudo alojar a más de 70 000 personas (exactamente 79 850)
… El teniente coronel de la KGB Valentín Trujanov, el teniente coronel del Ejército
Rojo Anastas Grigorich y el coronel comisario político de la KGB Mijail Furmanov
dirigieron esta represión en masa. Colaboraron con ellos ciento cincuenta
especialistas para las operaciones comunes, veinte para los interrogatorios (su jefe
fue el psiquiatra militar Yuri Karinov) y decenas de técnicos encargados de controlar
el funcionamiento de la base (de El Condado)”.[438]
No hay duda que, desde 1959, lo que más se ha desarrollado en Cuba no ha sido
el sector industrial sino el sistema carcelario. En una comunidad muy pequeña como
la cubana, en 1980 entre cárceles, campos de exterminio y trabajo forzado la cifra de
establecimientos ascendía a 93[439] y entre los organismos de espionaje y represión

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que coordinaban tareas de control, castigo y fusilamientos se sumaba un total de 17
instituciones estatales que operaban en red.[440] Vale agregar que, dado el
grandilocuente tenor de la razzia, estos numerosos establecimientos resultaron
escasos. Por ejemplo, el Reclusorio Nacional de la Cárcel Modelo de la isla de Pino,
que estaba previsto para alojar 2000 personas, mantuvo en cautiverio de manera
simultánea una cifra que oscilaba entre los 6000 y los 8000 disidentes.[441] Agrega
Díaz Araujo que “Con muy buen sentido del humor (negro), Fidel hizo bautizar
‘América Libre’ a una granja penitenciaría para mujeres. Lo que tal vez ignoraba
Castro es que la prisión es: el único territorio libre en Cuba, el único lugar donde
(los cubanos) podían decir lo que quisieran sin temer el arresto”.[442]

La perfección del guevarismo

Bajo el inocente y desapercibido nombre “Unidades de Ayuda a la Producción”, a


partir de 1965 y merced a la exitosa experiencia de Guevara comandando el citado
“campo de trabajo forzado” en Guanahacabibes, se forjaron de manera
institucionalizada y organizada numerosos establecimientos afines, que tenían el
propósito de encerrar y someter a extenuante trabajo por el lapso no menor de un año
a “Todo el que se apartase de los estereotipos y las normas impuestas por la
Revolución”.[443] Álvaro Vargas Llosa es conteste en sostener que el campo de
concentración de Guanahacabibes creado por Guevara “fue el precursor del
confinamiento sistemático, a partir de 1965 en la provincia de Camagüey, de
disidentes, homosexuales, víctimas del SIDA, católicos, Testigos de Jehová,
sacerdotes afrocubanos, y otras escorias por el estilo, bajo la bandera de las
Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP). Hacinados en autobuses y
camiones, los “desadaptados” serían transportados a punta de pistola a los campos
de concentración organizados sobre la base del modelo de Guanahacabibes. Algunos
nunca regresarían; otros serían violados, golpeados, o mutilados; y la mayoría
quedarían traumatizados de por vida”.[444]
Para tal fin, el régimen contó con el asesoramiento de especialistas soviéticos y se
creó “junto al Departamento de Lacras Sociales del Ministerio del Interior
(MININT), numerosos centros de concentración, la mayoría en la provincia de
Camagüey”.[445] Esta necesidad de perfeccionar y agrandar la praxis creada por
Guevara surgió cuando Raúl Castro, siendo ministro de las Fuerzas Armadas, se
percató con suma preocupación de la presencia en las calles de jóvenes que por
hábitos o apariencia no estaban “incorporados al proceso revolucionario”. ¿Qué
hacer con ellos?: la respuesta se la brindó Fidel: “Estos jóvenes… para que no se
pierdan deben ingresar en una institución que además de instruirlos los fuerce a
colaborar con la producción”.[446]
En los primeros días de 1965 “llegó a La Habana el primer grupo de
especialistas soviéticos encargados de instruir a los cubanos las formas de controlar

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la creciente ola de prostitución y homosexualismo. Lo componían doce asesores
encabezados por el Coronel Iván Micharov y permanecieron más de 3 años en
Cuba”.[447] El periódico Revolución, del jueves 11 de marzo de 1965, enaltecía el
programa de la UMAP en los términos siguientes: “El plan de Reeducación,
bautizado por el Ministerio del Interior y directamente orientado por Fidel, puede
agregarse a los grandes logros humanos de la Revolución”.[448] Las bondades de esta
nueva “entidad” revolucionaria también eran difundidas por medio del órgano oficial
del castrismo, el diario Granma, el cual en su ejemplar del 14 de abril de 1966 (por
señalar un caso) transcribió las siguientes declaraciones de Castro: “La misión
fundamental de la UMAP es hacer que estos jóvenes cambien su actitud, educándose,
formándose, salvándose”.[449] Los campos de trabajo forzado quedaron armados para
la posteridad y trascendieron a Guevara. Ya en marzo de 1971 cuatrocientos mil
jóvenes habían sido condenados a “internación en centros de rehabilitación”.[450]
Varias decenas de ellos murieron con motivo del esfuerzo desmedido al que fueron
sometidos, sin contar con atención médica alguna y 507 fueron hospitalizados para
recibir tratamientos psiquiátricos.[451]
El primer llamado se produce el 19 de noviembre de 1965. Comenzaron las
brutales razzias y el entonces joven Emilio Izquierdo (por arrojar un caso al azar), fue
confinado al campo de concentración con los siguientes cargos transcriptos en su
legajo: “Es católico activo, por consiguiente es negativo al proceso revolucionario…
el mencionado sujeto se reúne con elementos negativos y de su misma clase,
visitando con mucha frecuencia la iglesia después que termina su trabajo”.[452]
Las detenciones se daban por escaladas cronológicas y eran manejadas por “el
Departamento de Lacras Sociales del Ministerio del Interior (MININT)”[453] en
donde los elementos que debían “rehabilitarse” eran sometidos a trabajo forzado cuyo
lapso oscilaba entre las 12 y las 14 horas diarias.[454] Dentro del grupo de “lacras
sociales” (así calificadas oficialmente por el estado socialista), el sector que llevaba
la delantera era el de los homosexuales, cuya conducta era una afrenta al “hombre
nuevo” guevariano y tal como lo repetía Fidel Castro, “La Revolución no necesita
peluqueros”.[455]
Para algunos, la homosexualidad no es más que una actividad genital alternativa
sin mayores connotaciones. Para otros, es un vicio especialmente repugnante
contrario al orden natural y a los preceptos cristianos. Pero más allá de esta
disparidad de criterios, lo que sí es de suyo inadmisible, es que una persona sea
brutalmente castigada y confinada en campos de concentración socialistas durante
años con el pretexto de la “reeducación” por el solo hecho de ser homosexual. Entre
los miles de casos, basta citar el de Jorge Ronet, encarcelado el 29 de noviembre de
1965 en el Cinódromo de Marianao quien recuerda: “Una vez llenados unos
cincuenta camiones, partimos rumbo a la Estación Central de Trenes de La Habana,
cada camión escoltado por una perseguidora y algunos jeeps llenos de militares que

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portaban metralletas rusas, en posición de tirar… Nos bajaron a punta de
metralletas de los vagones. De allí nos llevaron a un estadio deportivo cercano,
perteneciente al central Lugareño. A esa hora, inmensos reflectores alumbraban la
oscuridad, y las caras de cansancio y fatiga resaltaban monstruosamente al ser
iluminadas por la intensa luz. Comienzan las ofensas, los insultos, los improperios:
‘Maricones, se acabaron los paseítos y la mariconería por el Prado’.Comenzaron a
pasar el reflector por las caras de todo el mundo: ‘Este parece maricón, y es, y éste y
aquél otro de más allá’. Decían los cabos y sargentos distribuidos por todo el
estadio”.[456] Un caso mundialmente conocido, fue el del escritor cubano Reinaldo
Arenas, castro-guevarista de la primera hora, pero que una vez puesta la revolución
en marcha, por su declarada condición de homosexual fue confinado y torturado por
años en los campos de concentración, muriendo en el exilio en 1990.[457]
Los testimonios se recogen por millares pero más contundente es rescatar la
argumentación brindada por el mismísimo Fidel Castro: “Cuba necesitaba la UMAP
para absorber hombres en la edad militar que, políticamente, no encajaban en el
servicio militar regular por un número apreciable de deficiencias políticas: falta de
integración en la Revolución, antigua membresía en alguna religión, holgazanería,
homosexualidad o mantenían o mantienen un record criminal” y el objetivo según
Fidel no era castigo sino brindar “un proceso de rehabilitación ideológica”.[458]
Complementando esto, en reportaje concedido al periodista Luis Báez, publicado en
el periódico Granma el 14 de abril de 1966, Fidel enseña que “La Umap no es un
lugar de castigo. Allí los jóvenes que ingresan no son mirados con desprecio; al
contrario, son bien recibidos… se procura la manera de ayudarlos a que superen su
actitud. A que cambien, a que aprendan; se trata de convertirlos en hombres útiles a
la sociedad”.[459]
Con narrativa grotesca, la revista Bohemia (ejemplar del 27 de noviembre de
1965) brinda un cuadro de situación tragicómico, al relatar de modo alegre el traslado
en tren de cientos de confinados a los campos de concentración: “Los viajeros visten
de uniforme gris y cargan pesadas mochilas… De pronto, algo así como una
corriente eléctrica llegó a todos los vagones, despierta a los pasajeros y los hace
vibrar en tensión emotiva: ¿Qué ocurre?
¡Fidel está en el tren! Montó en Santo Domingo. Viene de vagón en vagón… va
regalando sonrisas, chistes, palabras de aliento, habla del viaje y se preocupa por el
ánimo de todos. No repuesto aún de esta gran emoción, Miguel Martín, secretario
general de la Unión de Jóvenes Comunistas, se alegra con la presencia de su dulce
madre que había entrado a hurtadillas y le había traído una botella de café caliente,
el cual distribuye, con bondad comunista, entre sus compañeros más inmediatos”.
[460] Lo desopilante del relato adquiere una magnitud tan inverosímil, que pensamos

que ni el cómico Diego Capusotto (y su personaje “Bombita Rodríguez”) hubiese


reparado en montar un sketch con semejante escena.
Acertadamente, Díaz Araujo explica que el dúo Castro/Guevara pretendió

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imponer al día de hoy “una sociedad perfecta construida a base de hombres
imperfectos, reconstruidos por la maquinaria estatal totalitaria y reeducados en el
trabajo forzado”.[461]
El marketing guevarista no tiene límites a la hora de generar confusión. Cuando
todos los años en la Argentina militantes homosexuales marchan hacia la Catedral de
Buenos Aires para efectuar un “escrache” (protesta), los activistas exhiben con
ahínco sus banderas multicolor (representativas de su comunidad) e infaltables
carteles del Che Guevara. ¿Sabrán los sodomitas convocados a sus coloridas
peregrinaciones que si Guevara viviera los hacinaría en gulags?
En el siglo XXI la elasticidad en cuanto al uso de la figura de Guevara da para
todo, incluso para ser reivindicado por quienes serían asesinados o encarcelados por
él. El absurdo equivaldría a ver una procesión sionista enarbolando la efigie del
Führer.

Cantidad de presos alojados en cárceles y campos de concentración del castro-


guevarismo

Antes de entrar en materia (tanto del número de presos como de asesinados por el
castro-guevarismo), vale aclarar que entre las diversas fuentes consultadas existen
algunas diferencias numéricas. ¿A qué obedece esta leve disparidad? Precisamente a
que por ser Cuba un estado totalitario (que impide la entrada de comisiones de
DD.HH. o de la Cruz Roja para que lleven adelante informes pertinentes), los datos
más próximos a la verdad los tienen precisamente los servicios de inteligencia del
castrismo, cuyos ocultados guarismos quizás podamos conocer acabadamente el día
en que la longeva tiranía caiga en Cuba (si es que los archivos no son destruidos
previamente). Sin embargo, contamos con numerosos datos que nos pueden aportar
una aproximación interesante.
En cuanto a encarcelamientos, según las aminoradas cifras oficialmente
reconocidas por el gobierno castrista, hacia 1970 el número de presos políticos
ascendía a 20 mil e iban en aumento.[462] Como esta cifra pertenece oficialmente al
castrismo es plausible suponerla falsa, y es por ello que el historiador Thomas Hug,
rescatando datos obrantes de 1959 a 1970 afirma que “en 1965, el propio Castro
reconoció la existencia de 20 000 presos políticos; un pesimista podría sospechar
que la cifra se aproxima más a los 40 000”.[463] Sin embargo, hasta 1967, sí se tuvo
acceso fehaciente a cifras oficiales y reservadas del gobierno castrista “la cual fue
substraída de los archivos del ministerio de Gobernación y traída a los Estados
Unidos. Este documento indica la presencia de 69 315 prisioneros políticos en más
de 100 prisiones y campos de concentración”.[464] Pero como no faltarán
simpatizantes de la tiranía caribeña que afirmen que esas cifras no son más que una
“mentira de la CIA” (exactamente el mismo argumento que se utilizaba para negar las
matanzas de Stalin —luego reconocidas por el mandatario soviético Nikita Kruschev

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—), tomemos el meticuloso informe que publicó la embajada de España en Cuba
(cuyos datos abarcan hasta abril de 1969) a través de su consejero diplomático Jaime
Caldevilla: “Presos políticos en Cuba: 45 350; Cubanos que han sufrido prisión
preventiva: 630 000; Abandonaron la Isla: 774 300”.[465] Estas miles de víctimas,
fueron categorizadas o clasificadas del siguiente modos: “24 000 cubanos en campos
de concentración, 7000 en la cárcel, 7200 en granjas de castigo y 17 231 en manos
de la policía de seguridad”.[466] Téngase en cuenta, que los alarmante datos citados
datan de hace 40 años, con lo cual es más que obvio que las cifras sumadas a la
actualidad arriban a números astronómicos.

Número total de asesinados por el castrismo

Con respecto a los fusilamientos en el campo de concentración La Cabaña (el


lugar favorito del Che), las cifras según el Boletín Internacional de Noticias, Vol. II,
N.º 754, del 27 de diciembre de 1967, señalan que la cantidad de muertes producidas
hasta entonces fue de 17 121 personas (7876 por órdenes de los tribunales
revolucionarios y 9245 ejecutados sin ninguna clase de juicio).[467]
Anótese que La Cabaña fue el campo de exterminio más famoso pero no el único.
Hacia 1970, los números totales arrojados por la embajada española, que es la más
confiable puesto que “tenía acceso a las estadísticas de los cementerios, calculó más
tarde que 22 000 cubanos habían sido matados o habían muerto en la cárcel y 2000
se habían ahogado al intentar escapar”.[468] A medida que se avanza en el tiempo,
los guarismos actualizados se incrementan y dentro de los datos más recientes, un
profuso estudio publicado el 23 de abril del año 2006 en el diario Miami Herald,
detalló un listado meticuloso, discriminado por categorías (fusilamientos con
sentencia, fusilamientos sin sentencia, desaparecidos, etc.) cuya cifra de asesinatos
políticos hechos efectivos por el terrorismo de estado castrista arriba a 31,173
muertos.[469]
Afortunadamente, en la actualidad podemos contar además con el riguroso
informe que por años fue trabajando metódicamente el profesor Armando Lago,
economista doctorado en la Universidad de Harvard y especialista en temas cubanos
(internacionalmente reconocido por su libro The Politics of Psychiatry in
Revolutionary Cuba —1991—), junto a la analista política María Werlau, —quienes
en el marco del proyecto “Archivo Cubano”, principal programa de Free Society
Project (FSP), institución presidida por la mismísima Werlau— arroja los siguientes
datos:
En cuanto a muertes documentadas e identificadas por causas políticas a partir de
enero de 1959, la cifra asciende a 41,695 homicidios; sin embargo, el número se
eleva drásticamente si se incluye a los balseros desaparecidos en el mar o asesinados
por la represión castrista tanto en el marco del intento de fuga como de la travesía
para escapar de la isla. Dentro de este último rubro de desgraciados, el número arriba

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a las 77 879 víctimas, las cuales sumadas a los muertos antedichos ascendería a la
cifra total de 119.578.[470] Para confirmar todas y cada una de las muertes (con su
respectivo nombre, apellido, fecha de muerte, lugar y circunstancias de la misma), el
“Archivo Cubano” utiliza tres fuentes distintas por cada víctima. Si las tres fuentes
arrojan datos idénticos, entonces se toma como muerte confirmada y se suma al
catálogo.

Número total de asesinados por el Che Guevara

La revolución cubana lleva más de 50 años y el Che estuvo en Cuba desde 1956 y
hasta 1959 en calidad de guerrillero, y desde 1959 hasta 1965 como funcionario
público. Los dos últimos años de vida (1966 y 1967) prácticamente repartió su
tiempo entre el Congo, Praga y Bolivia (permaneciendo en Cuba sólo en breves y
esporádicos intervalos). Asimismo, de los seis años en que se mantuvo en la isla de
manera estable, cinco años obró como funcionario público y en este rol se la pasó
viajando un año entero por el exterior (tal como luego veremos).
Luego, tenemos que hacer la siguiente disquisición: por un lado, están los
asesinatos del Che Guevara de manera directa (autor material del crimen) y por otro,
los asesinatos producidos por orden de Guevara (autor intelectual del crimen). Dentro
de los primeros, tenemos el siguiente cúmulo de homicidios.

Ejecutados por el Che en la Sierra Maestra:

Aristidio 10-57
Manuel Capitán 1957
Juan Chang 9-57
Bisco Echevarría Martínez 8-57
Eutimio Guerra 2-18-57
Dionisio Lebrigio 9-57
Juan Lebrigio 9-57
El Negro Nápoles 2-18-57
Chicho Osorio 1-17-57
Un maestro no identificado (“El Maestro”) 9-57
11-12. Dos hermanos, espías del grupo de Masferrer 9-57
Dos campesinos no identificados 4-57

Ejecutados por el Ché durante su breve comando en Santa Clara:

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Ramón Alba 1-3-59
José Barroso 1-59
Joaquín Casillas Lumpuy 1-2-59
Félix Cruz 1-1-59
Alejandro García Olayón 1-31-59
Héctor Miraba 11-59
J. Miraba 11-59
Felix Montano 1-59
Cornelio Rojas 1-7-59
Vilalla 1-59
Domingo Álvarez Martínez 1-4-59
Cano del Prieto 1-7-59
José Fernández Martínez 1-2-59
José Grizel Segura (Manacas) 1-7-59
Arturo Pérez Pérez 1-24-59
Ricardo Rodríguez Pérez 1-11-59
Francisco Rosell 1-11-59
Ignacio Rosell Leyva 1-11-59
Antonio Ruíz Beltrán 1-11-59
Ramón Santos García 1-12-59
Pedro Socarrás 1-12-59
Manuel Valdés 1-59
Tace José Velázquez 12-59

Ejecutados por el Che en La Cabaña:

Vilau Abreu 7-3-59


Humberto Aguiar 1959
Garmán Aguirre 1959
Pelayo Alayón 2-59
José Luis Alfaro Sierra 7-1-59
Pedro Alfaro 7-25-59

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Mariano Alonso 7-1-59
José Álvaro 3-1-59
Álvaro Anguieira Suárez 1-4-59
Aniella 1959
Mario Ares Polo 1-2-59
José Ramón Bacallao 12-23-59
Severino Barrios 12-9-59
Eugenio Bécquer 9-29-59
Francisco Bécquer 7-2-59
Ramón Biscet 7-5-59
Roberto Calzadilla 1959
Eufemio Cano 4-59
Juan Capote Fiallo 5-1-59
Antonio Carralero 2-4-59
Gertrudis Castellanos 5-7-59
José Castaño Quevedo 3-6-59
Raúl Castaño 5-30-59
Eufemio Chala 12-16-59
José Chamace 10-15-59
José Chamizo 3-59
Raúl Clausell 1-28-59
Angel Clausell 1-18-59
Demetrio Clausell 1-2-59
José Clausell 1-29-59
Eloy Contreras 1-18-59
Alberto Corbo 12-7-59
Emilio Cruz Pérez 12-7-59
Orestes Cruz 1959
Adalberto Cuevas 7-2-59
Cuni 1959
Antonio de Beche 1-5-59

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Mateo Delgado 12-4-59
Armando Delgado 1-29-59
Ramón Despaigne 1959
José Díaz Cabezas 7-30-59
Fidel Díaz Marquina 4-9-59
Antonio Duarte 7-2-59
Ramón Fernández Ojeda 5-29-59
Rudy Fernández 7-30-59
Ferrán Alfonso 1-12-59
Salvador Ferrero 6-29-59
Víctor Figueredo 1-59
Eduardo Forte 3-20-59
Ugarde Galán 1959
Rafael García Muñiz 1-20-59
Adalberto García 6-6-59
Alberto García 6-6-59
Jacinto García 9-8-59
Evelio Gaspar 12-4-59**
Armada Gil y Diez y Diez Cabezas 12-4-59
José González Malagón 7-2-59
Evaristo Benerio González 11-14-59
Ezequiel González 59
Secundino González 1959
Ricardo Luis Grao 2-3-59
Ricardo José Grau 7-59
Oscar Guerra 3-9-59
Julián Hernández 2-9-59
Francisco Hernández Leyva 4-15-59
Antonio Hernández 2-14-59
Gerardo Hernández 7-26-59
Olegario Hernández 4-23-59

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Secundino Hernández 1-59
Rodolfo Hernández Falcón 1-9-59
Raúl Herrera 2-18-59
Jesús Insua 7-30-59
Enrique Izquierdo 7-3-59
Silvino Junco 11-15-59
Enrique La Rosa 1959
Bonifacio Lasaparla 1959
Jesús Lazo Otaño 1959
Ariel Lima Lago 8-1-59 (Menor)
René López Vidal 7-3-59
Armando Mas 2-17-59
Ornelio Mata 1-30-59
Evelio Mata Rodríguez 2-8-59
Elpidio Mederos 1-9-59
José Medina 5-17-59
José Mesa 7-23-59
Fidel Mesquía Díaz 7-11-59
Juan Manuel Milián 1959
Jose Milián Pérez 4-3-59
Francisco Mirabal 5-29-59
Luis Mirabal 1959
Ernesto Morales 1959
Pedro Morejón 3-59
Carlos Muñoz M.D. 1959
César Nicolardes Rojas 1-7-59
Víctor Nicolardes Rojas 1-7-59
José Nuñez 3-59
Viterbo O’Reilly 2-27-59
Félix Oviedo 7-21-59
Manuel Paneque 8-16-59

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Pedro Pedroso 12-1-59
Diego Pérez Cuesta 1959
Juan Pérez Hernández 5-29-59
Diego Pérez Crela 4-3-59
José Pozo 1-59
Emilio Puebla 4-30-59
Alfredo Pupo 5-29-59
Secundino Ramírez 4-2-59
Ramón Ramos 4-23-59
Pablo Ravelo Jr. 9-15-59
Rubén Rey Alberola 2-27-59
Mario Risquelme 1-29-59
Fernando Rivera 10-8-59
Pablo Rivero 5-59
Manuel Rodríguez 3-1-59
Marcos Rodríguez 7-31-59
Nemesio Rodríguez 7-30-59
Pablo Rodríguez 10-1-59
Ricardo Rodríguez 5-29-59
Olegario Rodríguez
Fernández 4-23-59
José Saldara 11-9-59
Pedro Santana 2-59
Sergio Sierra 1-9-59
Juan Silva 8-59
Fausto Silva 1-29-59
Elpidio Soler 11-8-59
Jesús Sosa Blanco 2-8-59
Renato Sosa 6-28-59
Sergio Sosa 8-20-59
Pedro Soto 3-20-59

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Oscar Suárez 4-30-59
Rafael Tarrago 2-18-59
Teodoro Tellez Cisneros 1-3-59
Francisco Tellez 1-3-59.

El New York Times reportó además 15 ejecuciones de Guevara (ejemplares del


2/6/59, 2/8/59, 3/16/59 y 4/2/59).[471]
Sintetizando, encontramos 14 asesinatos del Che en Sierra Maestra (los cuales
Guevara personalmente confiesa en sus diarios), 23 homicidios cometidos por el Che
a traición en Santa Clara y 175 en el campo de concentración de La Cabaña. Estos
crímenes de Guevara se cometieron en el lapso de dos años (entre 1957/1959) y la
cifra final asciende a 216 homicidios efectuados por el Che. Vale destacar que
ninguno de estos crímenes se produjo en el marco de enfrentamientos armados, sino
que estamos hablando de ejecuciones a sangre fría, la mayoría sin el trámite
protocolar del “juicio sumarísimo” y muchos de ellos contra víctimas de su propia
tropa tal como ya lo hemos visto. Los autores del listado advierten también que el
mismo es incompleto y señalan que en cuanto a la nómina de fusilados en La Cabaña,
hay algunos casos mencionados en donde no se tiene certeza plena acerca de si
Guevara disparó en persona o si él dio la orden de que se disparara. No obstante, este
formidable trabajo desnuda una vez más la enorme distorsión existente en torno al
retorcido chacal argentino, hoy convertido en símbolo de paz y justiciero
humanitario.
A estos datos, se deben agregar los fusilamientos llevados a cabo no por Guevara
en persona sino por orden de él, los cuales ascenderían a 1500 fusilados bajo su
“gestión” en La Cabaña, tal como el propio Che le reconoció al agente Félix
Rodríguez en Bolivia.[472]
Jamás tuvo Guevara un acto de arrepentimiento ni de contrición. Poco antes de
abandonar la función pública en Cuba y partir al Congo a seguir exportando
violencia, el 11 de diciembre de 1964 ante la Asamblea de la ONU y siendo todavía
ministro de Industrias confesó: “Fusilamientos, si, hemos fusilado, fusilamos y
seguiremos fusilando”.[473]
Téngase en cuenta que este cúmulo de homicidios se dio en un país que en 1959
tenía apenas seis y medio millones de habitantes y que en la actualidad llega
aproximadamente a los 12 millones. Cabe sumar el agravante de que esos asesinatos
no formaron parte del contexto naturalmente cruel de una guerra (no hay registro de
que Guevara en combate haya matado a un enemigo) en cuyo caso obviamente cabría
algún tipo de disculpa o atenuante. Pues no es el caso.

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Capítulo VIII

El banquero Guevara

De fusilador a burócrata

El 29 de noviembre de 1959, el multiuso Che Guevara es ascendido de fusilador


mandamás en La Cabaña a presidente del Banco Nacional de Cuba. Jamás había
tenido una cuenta bancaria, no sabía lo que era un cheque y no poseía el más
rudimentario conocimiento en asuntos financieros. Más adelante, Fidel contaría la
difundida anécdota (quizás exagerada) de que en una reunión de la dirección
revolucionaria cubana, él había preguntado al auditorio si había un economista entre
los presentes y el Che, que estaba dormitando, alzó la mano. De inmediato Fidel lo
nombró Presidente del Banco Nacional de Cuba. Luego, en privado, el Che le aclara a
Fidel: “Creí que habías dicho comunista, no economista”.
El padre del Che, al enterarse del nuevo cargo que presidía su primogénito no
podía salir de su asombro: “¿Mi hijo Ernesto manejando los fondos de la República
de Cuba? Fidel está loco. Cada vez que un Guevara abre un negocio, quiebra”.[474]
Un mes antes del nombramiento, el gobierno cubano confiscaría “prácticamente
la totalidad de las empresas en manos de la burguesía cubana (el 13 de octubre,
requisando 376 empresas) y de intereses estadounidenses (el 24 de octubre,
adueñándose de 166 propiedades)”.[475] Como vemos, una cuarta parte de lo robado
por el Estado fue contra empresas americanas y el 75% del saqueo se dio contra los
mismos cubanos.
La natural y legítima represalia americana ante el despojo de sus empresas no se
hizo esperar. Anota Gambini que “en esos días fue cancelada la cuota azucarera por
el gobierno de Eisenhower. Un formidable argumento para los cubanos: acusar al
gigante de pegarle al más débil”.[476] Con alegría, el pirata Guevara de la Serna en
ampuloso gesto de guapeza manifestó “las trescientas mil hectáreas que les
expropiamos a los yanquis no se las vamos a devolver”.[477] Estados Unidos
dictaminó un embargo a Cuba prohibiendo el intercambio comercial americano con la
isla. Entiéndase que fue un legítimo embargo y no un bloqueo (tal como se suele
presentar falazmente ante la opinión pública). ¿Qué diferencias hay? Pues el embargo
es la prohibición a los americanos de comerciar con Cuba. El bloqueo, en cambio,
sería rodear la isla de barcos e impedir a Cuba comerciar con el mundo entero.
En este nuevo escenario y en un país cada vez más recostado sobre el bloque
soviético, el banquero Guevara, en su nuevo rol no dejaba extravagancia por
practicar. Disfrazado de guerrillero (¿contra quién peleaba en su oficina?), recibía a la

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gente en su despacho tirado en su sillón y colocando sus malolientes pies descalzos
sobre la mesa.
Su desconocimiento absoluto en materia financiera lo hacía caer en ridículo
impartiendo a profesionales en la materia órdenes absurdas, las que ocasionaron un
éxodo de especialistas que renunciaban, puesto que no soportaban que semejante
ignorante les asignara directivas tan insensatas. El primero en renunciar fue Ernesto
Betancourt, subdirector del banco, quien huyó despavorido a las tres semanas. Y
razones no le faltaban, puesto que un erudito como Betancourt recibiendo
instrucciones financieras del Che, equivalía a que un Papa recibiera órdenes
teológicas de un novel aspirante a monaguillo suplente. Más adelante Betancourt
confesará: “Encontré en el Che una ignorancia absoluta de los principios más
elementales de la economía”.[478] ¿Cuál fue la reacción del Che ante el éxodo de
expertos? Su respuesta no tiene desperdicio: “A mí no me importa, que se vayan;
traeremos estibadores o cortadores de caña aquí para hacer el trabajo”.[479] Los
desastres fueron tales, que a los pocos meses Fidel lo sacó del Banco Nacional de
Cuba y le encargó otra misión, cuyas catástrofes analizaremos luego.
Para Guevara, dejar de ser un temido fusilador y pasar convertirse en un
desteñido banquero en cierto modo era un tormento. El Che no quería en modo
alguno perder su porte de verdugo y matón intimidante. Relata Kalfon “¿Se ha visto
alguna vez un banquero con semejante pinta? El señor presidente del Banco
Nacional de Cuba… llega en uniforme verde olivo, con la camisa abierta, la pistola
al cinto y las botas de paracaidista mal atadas, como de costumbre. Va rodeado de
escoltas armados, que se le parecen como dos gotas de agua, capaces de asustar a
cualquier visitante…”.[480] Recuerda Nicolás Quintana, arquitecto, designado para
diseñar el edificio del Banco Nacional de Cuba: “Yo conocí a Ernesto Guevara en el
año 1959… Cuando Ernesto Guevara sustituye a Pasos (Felipe) en el Banco
Nacional lo primero que hace es invitarnos a los arquitectos del edificio, a mi socio
Miguel Ángel Moite y a mí. Yo me encuentro con este señor en el despacho. Estaba
con los pies en la mesa, una bota se la había quitado, las medias estaban rotas y me
acuerdo como si fuera hoy con los dedos que se meneaban. A mi aquello me pareció
una cosa kafkiana, porque me parecía increíble que el presidente del Banco Nacional
de Cuba fuera ese personaje que estaba sentado ahí. Entonces su primera frase fue
—‘Usted es burgués’, (no sé por qué se la jodió conmigo). Yo le respondo ‘no,
comandante, yo no soy burgués’. —‘¡Ah!’ ¡Ahora usted es revolucionario!’, —‘¡No,
no, yo no soy revolucionario!, burgués era mi bodeguero, yo soy un gran burgués,
nací con una cuchara de plata en la boca y me he pasado la mitad de mi vida
trabajando para ayudar a los que nacieron sin ella. Por lo tanto tengo la moral para
poder hablar’. La respuesta fue ‘Usted tiene tres alternativas: una alternativa es que
Usted se va de Cuba. La segunda son treinta años de cárcel (fíjate con la facilidad
que este hombre disponía de la vida de la gente) y la tercera, como usted es un gran
burgués, es el paredón de fusilamientos’”.[481] En el contrariado papel de ser un

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guerrillero sin guerrilla y un banquero sin chequera (pero con revólver), a fines de
mayo de 1960 el Che se dirigió a las tres compañías petroleras instaladas en Cuba:
“Standard Oil y Texaco (Estados Unidos) y Shell (anglo-holandesa). Se les informa
que, en adelante, deberán refinar petróleo bruto soviético y no el que ellas extraen e
importan del subsuelo venezolano. Además, en su calidad de presidente del Banco
Nacional, les comunica que el Estado cubano no está en condiciones de pagar una
anterior deuda de cincuenta millones de dólares. Las compañías vacilan, consultan y
finalmente se niegan. El 29 de junio Castro ordena que se intervengan las tres
compañías mientras llega el primer buque-tanque soviético”.[482] Las empresas
injuriadas impugnaron la arbitraria medida y ante tamaño desacato el régimen sin
más las confiscó (las mismas estaban valoradas en unos 140 millones de dólares).[483]
Posteriormente Fidel declaró que despojaría de sus bienes a todos los
norteamericanos “hasta el último clavo de sus zapatos”.[484]
Legítimamente, Estados Unidos en defensa de sus empresas robadas (entre ellas
la Texaco que había financiado a las tropas castro-guevaristas cuando peleaban en
Sierra Maestra y que ahora el dúo triunfante la pirateaba), el 6 de julio, Eisenhower
anunció la suspensión de las compras de azúcar a Cuba no sólo para el año en curso
sino que no descartó que se suspendieran para años futuros. Tres días después, la
URSS brindó el siguiente anuncio prometiendo a Cuba “proporcionar petróleo a
cambio de azúcar durante varios años; los países socialistas en su conjunto se han
comprometido a comprar de inmediato cuatro millones de toneladas del principal
producto cubano, a cuatro centavos la libra, es decir, a un precio netamente más alto
que el fijado por las dos grandes bolsas de Nueva York y de Londres”.[485]
Nuevamente vemos que el legítimo embargo americano no afectó en modo alguno a
Cuba, siendo que de ahora en adelante y por 30 años consecutivos gozaría de
magníficos subsidios soviéticos que ascenderían a cien mil millones de dólares. Es
decir, cuatro veces lo que fue el Plan Marshall para toda Europa, y más de tres veces
la suma dedicada por Washington a la Alianza para el Progreso para toda América
Latina[486] para abastecer a una población numéricamente insignificante y cuya
extensión geográfica es muy similar a la provincia argentina de Santa Fe.
Al día siguiente, 10 de julio, en La Habana, un eufórico Guevara arengó a una
multitud artificialmente convocada espetando “Cuba es, además, hoy, una isla
gloriosa en el centro del Caribe, defendida por los cohetes de la más grande potencia
militar de la historia”.[487] La bravuconada de Guevara tenía alguna cuota de razón.
Si bien el realineamiento con el bloque soviético en 1960 aún no era oficialmente
reconocido: “entre el 1.º de agosto y los últimos días de octubre, cuando Castro se
jactó de que disponía de 250 mil milicianos equipados con armas del bloque
soviético, llegaron a Cuba unas 22 mil toneladas de armamento”.[488]
Mientras los defensores de la tiranía castrista justifican el rotundo fracaso de su
eterna administración al inexistente “bloqueo”, Fidel en julio calificó al embargo

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como una “bendición que convertiría a Cuba en el amo incontestable del mercado
azucarero mundial”,[489] y el otro genio de las finanzas, el Che Guevara (quien hacía
meses que aguardaba esta medida desafiando a los Estados Unidos a que se atreviera
a adoptarla) espetó sin ambages: “Cuanto antes mejor”.[490]
Finalizando 1960, el régimen castro-guevarista ya “había confiscado más de
25 000 millones de dólares en bienes privados cubanos y casi 1000 millones de
dólares en propiedades norteamericanas”.[491] Este notable dato nos demuestra que
los principales perjudicados fueron los cubanos y no “el imperialismo”: por cada
dólar robado por el estado castrista a inversores estadounidenses se le robaban 25
dólares a los ciudadanos cubanos.
En el medio de las estatizaciones y el júbilo xenofóbico, Guevara, por más
“banquero” que fuera y disfraz de guerrillero que conservara, añoraba su vida de
peregrino y trotamundos. En consecuencia, parodiando de diplomático amateur,
emprendió un viaje el 21 de octubre de 1960 paseando por Checoslovaquia, la Unión
Soviética, China continental, República “Democrática” Alemana, Hungría y
República Popular de Corea. De la gira por la URSS, Guevara regresó eufórico.
Resume Kalfón: “Única sorpresa desagradable resultan los besos en la boca, a la
rusa, cuando lo reciben. A partir de entonces, cuando llega el momento de los
saludos mantiene su habano entre los dientes”.[492] Como resultas de la misma, el
Che se encargó de afirmar que la URSS “que tan profundamente ama la paz, está
dispuesto a arriesgarlo todo en una guerra atómica… simplemente para defender un
principio y para proteger Cuba” y como si esto fuera poco destaca la “enorme
libertad individual” y la “enorme libertad de pensamiento”[493] que se respiraba en el
mundo soviético. Cuenta Sebreli que el Che “En su primer viaje a la Unión Soviética
debió ser disuadido cuando pretendió depositar una ofrenda floral en la tumba de
Stalin… por primera vez en su vida entró en una fabrica, quedó encandilado por los
supuestos avances técnicos. Se enteró demasiado tarde de que la industria rusa era
ineficiente y obsoleta cuando Cuba padeció las deficiencias tanto de la maquinaria
de mala calidad que le vendían como de los calamitosos planes de sus expertos.
Además, evidenció en ese viaje la ingenuidad típica de los turistas de izquierda…
Actitudes como ésta mostraban que su habitual aire de escepticismo irónico era una
pose que ocultaba a un idiota político”.[494]
En cuanto al énfasis que Guevara puso en la URSS para homenajear a Stalin (en
pleno revisionismo ruso) era congruente con la devoción que sentía por él, puesto que
el Che llegó a firmar sus cartas personales con el pseudónimo “Stalin II”.[495] De
regreso, Guevara conoce a su nueva hija, llamada Aleida (como su madre) nacida el
24 de noviembre de 1960. Pero su “sovietismo” haría rebautizarle el nombre de
Aleida por su versión rusa: “Aliosha”. Finalizando el año, la primera Navidad castro-
guevarista ya tenía impuesta su sello: “se habían denominado Navidades
Revolucionarias. Santa Claus, que siempre había formado parte de la vida de los

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niños cubanos… había sido proscripto por imperialista… Ante el hotel Habana Libre
(ex Habana Hilton), ahora explotado por el gobierno, se erigió una enorme valla que
representaba el nacimiento del Redentor en un bohío cubano. Los tres Reyes Magos
se parecían a Castro, Guevara y Juan Almeida, un moreno, simplón e ignorante que
había sido exaltado a la jefatura del Ejército. Los regalos que llevaban eran la
Reforma Agraria, la Reforma Urbana y el Año de la Educación”.[496] El otro sello
castro-guevarista de la Navidad fue la absoluta escasez. Hubo una ausencia total de
peras, nueces, dátiles y otros manjares tradicionales en las fiestas cubanas. La gente
se disputaba violentamente los pocos alimentos que quedaban.
El dos de enero de 1961 Castro mostró por primera vez su flamante estado
gendarme en construcción: “en un desfile que duró desde las once de la mañana
hasta el anochecer. Había tanques soviéticos pesados y medios, artillería de
campaña propulsada por camiones, lanzacohetes y cañones antiaéreos y antitanques.
Los soldados portaban ametralladoras, lanzacohetes y arrastraban morteros de
fabricación soviética”.[497] El martes 12 de noviembre (1963) se produjo un punto de
inflexión en esta faena militarista puesto que el periódico Revolución anunciaba en su
primera plana que “el vice primer ministro y ministro de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias, comandante Raúl Castro, hablará al pueblo esta noche a las ocho y
treinta para informar sobre el proyecto de ley del Servicio Militar Obligatorio”.
La nueva normativa encuadraba “a los hombres de 17 a 45 años y a las mujeres
hasta 35 años”. Dentro del articulado, el artículo 54 atacaba la libertad religiosa
declarando “Es ilegal y punible oponer la fe o la creencia religiosa a la Revolución”.
[498]
Más allá de la inusual elasticidad en cuanto a la edad para cumplir dicho servicio
y de la manifiesta proscripción religiosa, en sí nada de extraño tendría la noticia,
excepto por el hecho de que el pueblo cubano era sometido a un nuevo engaño: el 14
de enero de 1959 la misma publicación Revolución transcribió la siguiente
declaración de Fidel Castro: “No estableceremos el servicio militar, porque no hay
que obligar a nadie a que se haga soldado”.[499] Castro confiaba en poca gente y
tampoco contaba con muchos profesionales en su entorno. Es por ello que a pesar de
haber sido Guevara un desastroso presidente del Banco Nacional de Cuba, Fidel le
creó un ministerio, el de Industria, nombrándolo titular de esa cartera el 23 de febrero
de 1961. A poco de su debut como ministro (cuya desopilante gestión analizaremos
luego), cuatro episodios, algunos de notable trascendencia mundial (acaecidos entre
1961 y 1963) ponían a Cuba otra vez en la plana mayor de los diarios. Repasaremos
someramente estos hechos puesto que no se pueden soslayar en el marco de la
temática abordada. Luego sí, pasaremos revista a las inverosímiles andanzas del
ministro Guevara y sus posteriores aventuras guerrilleras en el África y Bolivia.

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Capítulo IX

Las cuatro estaciones

Playa Girón

A principios de enero de 1961, con el vacilante guiño del presidente americano, el


centro-izquierdista John F. Kennedy (quien acababa de ganar las elecciones en 1960),
cubanos exiliados residentes en EE.UU. que pudieron fugarse a tiempo, planeaban
desde 1960 invadir la isla con el fin de deponer el despotismo castro-guevarista y
recuperar las libertades individuales y a sus familiares virtualmente secuestrados en la
isla.
Para tal fin, se creó en Miami la “Junta Revolucionaria Cubana”, presidida por el
ex primer ministro de Castro, José Miró Cardona. Los preparativos eran
absolutamente artesanales y caseros: “un anticomunista guatemalteco, Roberto Alejo,
cedió una plantación de café en Helvetia de Retalhuleu, sobre la costa del Pacífico,
con el objeto de que allí se entrenara la recién formada Brigada de Asalto 2506
cubana. Base de operaciones”.[500]
Según la biógrafa de Fidel Castro, Georgie Anne Geyer: “A fines de 1959, los
exiliados cubanos estaban siendo reclutados para ser entrenados por la CIA en
campos establecidos en Guatemala y Nicaragua”.[501] Esta estructura amateur, era
por demás insuficiente para dar batalla al sovietizado ejército castrista, compuesto
por veinticinco mil hombres bien entrenados y fortalecidos por otros doscientos mil
milicianos de apoyo.[502]
Como es sabido, para todo enfrentamiento bélico (independientemente de la
envergadura que éste tenga), uno de los pilares fundamentales es el secreto, a efectos
de no brindar información al enemigo. Sin embargo, en octubre de 1960 (seis meses
antes de la invasión) “el Hispanic-American Report, una revista publicada por la
Universidad de Stanford, en California, dio cuenta de que los patriotas cubanos
recibían adiestramiento militar en campamentos de Guatemala. Aparecieron
artículos similares en La Hora, un periódico guatemalteco, y en noviembre de aquel
mismo año en The Nation. El 22 de diciembre de 1960 el Mirror de Los Ángeles
informó a sus lectores sobre las actividades que tenían lugar en Guatemala. Un
representante del PostDispatch, de San Luis, Missouri, visitó Guatemala y confirmó
la existencia de los campamentos”.[503] Finalmente, el 10 de enero de 1961, tres
meses antes de la invasión “The New York Times prestó otro servicio a la causa
castro-comunista. Publicó un reportaje fechado en Guatemala en el cual se afirmaba
que un contingente anticastrista estaba siendo adiestrado en un campo de aviación

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parcialmente oculto al pie de la cordillera y a pocos kilómetros del Pacífico.
Difícilmente en aquellos momentos habrían podido prestar a Castro un servicio
mayor”.[504]
De modo que Castro y la inteligencia cubana no necesitaban trabajar demasiado
para conocer las actividades de los cubanos exiliados, sino que les bastaba con leer el
The New York Times para estar al tanto de todos los detalles y novedades. La nota de
marras, no sólo salió en la tapa del diario sino que fue graficada con un mapa
¡indicando el lugar en dónde se entrenaban los cubanos y la ruta que trazarían! Así de
torpe y distendida funcionaba la inteligencia americana durante la guerra fría bajo la
administración del gobierno demócrata. Como frutilla del postre, el amilanado
Kennedy tres días antes de la invasión, el 12 de abril, afirmó en su conferencia de
prensa que “en ningún caso habrá intervención en Cuba por parte de las fuerzas
armadas de los Estados Unidos”.[505] Cosa que cumplió a pie juntillas dejando a los
1400 expedicionarios cubanos semidesarmados y librados a su suerte. O lo que es
peor, abandonando a los millones de cubanos que vivían en Cuba a quedar
secuestrados por el comunismo para siempre.
Cuenta Anne Geyer que el 15 de abril de 1961: “Castro despertó al amanecer
ante el sonido amenazador de los bombardeos B-26 que sobrevolaban La Habana…
Y entonces llegó el nuevo mensaje, un mensaje que tenía ya tiempo de estar
preparando. ‘Lo que los imperialistas no pueden perdonarnos gritó Castro, es
haber… realizado una revolución socialista en las narices mismas de los Estados
Unidos’… El ayudante de Castro, Norberto Fuentes, recuerda que pensó: ‘Bien,
magnífico, ahora ya sabemos lo que somos’”.[506] Efectivamente, fue la primera vez
que Castro insinuaba su marxismo leninismo, luego ratificado sin eufemismos el 1.º
de diciembre de 1961:“Soy marxista-leninista; siempre lo he sido, y lo seré toda mi
vida”.[507]
Además, como los expedicionarios iban a ser recibidos en Cuba con gran apoyo
de la población, Castro, quien ya había montado un drástico sistema de espionaje, con
toda furia se dedicó a llevar detenciones en masa de cubanos sospechados de no
simpatizar con el gobierno. Tanto es así, que detalla Kalfon: “el fin de semana de 15-
16 de abril la actividad policial es más intensa que nunca. Los Comités de Defensa
de la Revolución han cumplido con su trabajo de descubrimiento y delación, casa
por casa… Cien mil en todo el país… Guevara se encarga de dirigir las operaciones
en la parte occidental de la isla, la más sensible al ser la más cercana a la Florida…
La parte oriental se confía a Raúl Castro y la región central a Juan Almeida. Desde
su cuartel general, Punto Uno, en La Habana, Castro coordina y da órdenes”.[508] El
cubano Mario Lazo confirma que las listas de cien mil encarcelados “las habían
confeccionado los Comités de Defensa de la Revolución, formados por castristas
fanáticos, como preparativo para la esperada invasión. Nuestra inmovilización
resulto un éxito completo desde el punto de vista de Castro. En las prisiones y
campos de concentración fueron muchos los que perecieron. A algunos hombres se

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les amontonaba durante más de una semana en fosos subterráneos, sin alimento,
agua ni servicios sanitarios. Entre las mujeres abundaron los abortos y algunas se
volvieron locas. Mi primo, el Dr. Enrique Guiral, un culto y amable abogado de La
Habana, murió en una húmeda galera de la fortaleza de La Cabaña”.[509]
Estas felonías fueron ratificadas por el entonces escriba de Fidel Castro, Carlos
Franqui: “La detención masiva, indiscriminada, en toda la Isla, fue enorme. Más de
cien mil personas. Las cárceles se llenaron. Cualquier cosa servía de prisión…
Represión total… Una histeria colectiva. Simple denuncia, sospecha, todo el mundo
preso… Una operación de terror ciega y total… Los detenidos de antes, los que se
consideraban peligrosos, de aquellos días, son fusilados… Las condenas masivas no
bajan de veinte años… No menos de veinte mil son condenados. Los liberados,
después de la experiencia vivida, se sienten aterrorizados. Aun sin hacer ni decir
nada, nadie está seguro… Sentimiento general: irse del país… Deportaciones
masivas de campesinos en varias regiones del país. En Escambray, decenas de miles
separados, divididos. Los hombres presos a la isla de Pinos, sus mujeres y niños a La
Habana… Asilos, fugas colectivas, por costas y mares… El paredón en marcha… el
terror rojo… Terror colectivo”.[510]
El día 17, las fuerzas libertarias desembarcaron en la bahía de Cochinos. Poco le
costó al ya consolidado Ejército castrista repeler la invasión con el potente
armamento recibido de la Unión Soviética y Checoslovaquia. Asimismo, el
atemorizado Kennedy neutralizó a todo vapor a los cubanos libertarios y de los 48
vuelos que estos habían programado para invadir al castrismo y que saldrían de
Nicaragua, el presidente americano dio la tajante orden a ese Gobierno de que no
salieran más de ocho (les cercenó 40 vuelos).[511] Como si la traición de Kennedy no
bastara, la Escuadrilla Aérea de los cubanos anticastristas estaba compuesta por
“remanentes de la Segunda Guerra Mundial y de la guerra de Corea; a los B-26 se
les habían desmontado los cañones de cola para permitirles llevar el combustible
necesario para el largo vuelo de ida y vuelta entre Nicaragua y Cuba”.[512] Relata
Díaz Araujo que “se hizo el bombardeo de tres bases aéreas castristas. Lo efectuó
una escuadrilla de antiguos aviones B26, de la época de la segunda guerra mundial,
pilotados por cubanos. El día 16, los cinco viejos cargueros pertenecientes a la
empresa comercial frutera de Eduardo García, que habían partido del Puerto
Cabezas, en el noroeste de Nicaragua, fondearon a 1800 metros de las playas. Los
arrecifes de coral, produjeron desastres en las lanchas de desembarco. Las fuerzas
invasoras se atascaron en las marismas de la región pantanosa. Y tuvieron que
entrar en combate de inmediato con las milicias comunistas… que estaban ya
alertadas sobre el desembarco. Tan notoria era la alerta, que Nino Díaz, en Oriente,
no pudo siquiera acercarse a las playas para efectuar su operación, por los fuegos
de las defensas costeras”.[513] Ratifica Kalfón que “los navíos de la operación de
desembarco ni siquiera llevan cañones antiaéreos… la operación será ejecutada por
cubanos contrarrevolucionarios… la tropa que desembarca está compuesta casi

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exclusivamente por cubanos… bombarderos B-26, lentos y poco maniobrables, que
van y vienen entre Nicaragua y Bahía de Cochinos”.[514] En sentido contrario estaba
“La subsistente aviación castrista a la que se añadirán unos ‘Migs’ rusos
bombardearon los cargueros (que carecían de armas antiaéreas), y hunden al
Houston y al Río Escondido, que portaban las municiones, alimentos, petróleo,
equipos médicos y de comunicación. Este hecho constituye el gran éxito de las
fuerzas castristas. El siguiente es el envío rápido de las fuerzas de tanques Stalin II,
T 33, 80 en total, contra las playas. Acá fallan los B26 invasores, porque la niebla les
impide la visión de las columnas de tanques. Esos son los dos hechos decisivos. Lo
principal, claro está, es la desproporción de las fuerzas enfrentadas. Desde el
comienzo, la Brigada 2506 estuvo ‘rodeada por 20 000 hombres con tanques y
artillería’, y luchó ‘contra fuerzas de una superioridad aplastante’, combaten ‘uno
contra veinte’”.[515]
Agrega Anne Geyer que los 1400 cubanos brigadistas “iban en un estado de gran
exaltación. Pensaban con todo su corazón que en cuestión de días lograrían
convertirse en los nuevos gobernantes de Cuba”,[516] pero como ya fuera dicho, nos
agrega Geyer que “Cuatro días antes, John F. Kennedy había declarado que las
fuerzas norteamericanas no participarían en el ataque”.[517] Es más, la única
participación americana fue “humanitaria”: “El presidente Kennedy por fin aprobó lo
que iba a resultar una vez más el incurable término medio norteamericano… La
marina norteamericana haría vuelos de reconocimientos sobre la Bahía de Cochinos
para evaluar la situación y para determinar si los brigadistas tenían alguna
posibilidad de resistir. Los pilotos que iban a hacer la misión de reconocimiento
estaban autorizados para responder al fuego, si les disparaban durante su
humanitaria misión. De esta manera, y de modo increíble… Kennedy estaba
dispuesto a correr más riesgos para sacar a los hombres de las playas cubanas que
para ponerlos en ellas”.[518] En síntesis, la “ayuda” militar de Kennedy se redujo a lo
siguiente: “El presidente accedió a que varios aviones de la Armada, con sus
emblemas norteamericanos borrados, hicieran vuelos de reconocimiento sobre las
playas. Pero no debían participar en el combate y sólo podrían volar una hora, de
las 6:30 a las 7:30 de la mañana”.[519]
Castro y Guevara vendieron este episodio como “un triunfo de Cuba contra las
Fuerzas Armadas Americanas”, lo cual constituye un notable disparate. No hace falta
ser un experto en política internacional o asuntos militares para saber que Estados
Unidos podría derrocar a Castro con sólo enviar un buen contingente de boy scouts
(tanto durante como después de la Guerra Fría) y tan falsa es la tesis de que Cuba le
ganó a Estados Unidos (quien no tuvo ninguna participación en el combate) que de
los 1180 prisioneros que tomaron los castristas ni uno sólo era norteamericano.
Absolutamente todos los expedicionarios eran cubanos que querían recuperar su
patria y liberar a sus familiares que vivían en la isla. Narra Anne Geyer que “Los
exiliados cubanos fueron conducidos a varias casas en el área y ese miércoles 19 de

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abril, Castro hizo un recorrido para examinar a sus prisioneros.
¿Hay algún americano aquí?, preguntó… pero ésta era una singular desilusión.
Frente a una victoria así, ¡no encontrar un solo americano!”.[520] Con un agravante
más, los cubanos libertarios ni siquiera eran militares. La llamada Brigada 2506
“Estaba integrada por campesinos, pescadores, abogados, médicos y banqueros.
Muchos de los reclutas eran hombres casados y tenían hijos; no era raro que en un
mismo destacamento figurara un padre con su vástago. El grueso de la hueste estaba
formado por estudiantes, pero había maestros, ingenieros, mecánicos, ganaderos y
empleados. Aunque la gran mayoría eran católicos, había también protestantes y
algunos hebreos. Había unos 140 militares de carrera, pero la mayoría de los
hombres carecían de previa formación marcial”.[521] De lo cual surge que sólo el
10% de los pocos expedicionarios tenían formación militar.
Una síntesis de lo acontecido la proporciona el testimonio del ex combatiente,
abogado, Juan Antonio Figueras: “El régimen cubano necesitó movilizar más de 50
mil efectivos militares, su aviación de guerra y su artillería pesada para silenciar las
armas ligeras de algo más de mil cubanos abandonados a su suerte en una
reducidísima e inhóspita área cenagosa, sin espacio para una movilidad logística y
bloqueados por el océano; y efectuar una redada masiva… para ahogar toda
posibilidad de que surgieran frentes internos de resistencia en apoyo a los
expedicionarios. Y a pesar de ese fabuloso despliegue de fuerzas militares y
represivas, el régimen necesitó 72 horas para silenciar las armas de apenas mil
cuatrocientos combatientes expedicionarios”.[522]
Los números del combate demuestran el desastroso resultado castrista: las
brigadas de cubanos exiliados tuvieron una pérdida de 40 hombres y 80 heridos[523] y
los castristas tuvieron 1250 muertos, otros 400 que murieron a consecuencia de las
heridas (1650 muertos en total) y 2000 heridos.[524] Con un agravante más: según la
doctrina militar el que ataca (en este caso los expedicionarios) suele tener tres bajas
por cada baja del bando que se defiende. Con lo cual, el triunfo militar de Cuba queda
reducido, sin exagerar, al más puro teleteatro caribeño, ámbito en el que Castro se
manejaba con destreza.
Los 1180 expedicionarios cubanos que cayeron presos “fueron llevados al
Palacio de los Deportes, construido antes de la caída de Batista (al igual que casi
todo lo que está actualmente construido en Cuba) en el centro de La Habana. Allí
permanecieron durante varias semanas… No se les permitía bañarse ni afeitarse.
Durante veintiún horas al día se les obligó a estar sentados en pequeñas sillas; desde
las 3 hasta las 6 de la mañana se les permitía acostarse en el suelo…”.[525]
Conociendo a Castro, podría pensarse que los presos serían fusilados sin mayores
trámites. Sin embargo, parece ser que a Fidel le sobrevino un “ataque de capitalismo”
ad hoc, puesto que pretendía vender a los presos utilizándolos como mercancía a
cambio de su vida. Al menos por un rato, Castro creyó en la propiedad privada (de
seres humanos) y le puso a cada expedicionario un precio distinto según el grado de

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jerarquía: “500 mil dólares por cada uno de los tres jefes. El resto de la Brigada
quedaba dividido en tres grupos; en el primero, la libertad de cada hombre podría
comprarse por 25 mil dólares; en el segundo, por 50 mil, y en el tercero, por 100 mil.
El precio total del rescate era, por tanto, 62 millones de dólares”.[526]
Para conseguir el dinero, los exiliados cubanos habían organizado un “Comité de
Familias Cubanas”. Finalmente, tras más de un año y medio de negociaciones y
sacrificios para juntar el monto “en diciembre de 1962 fueron canjeados al precio de
62 millones de dólares, pagados por la colectividad cubana en Miami”.[527] El
encargado de las negociaciones por la liberación de los presos fue el abogado James
Brito Donovan, descendiente de irlandeses, quien relata que aquello “Fue como la
venta de esclavos… Todo lo que faltaba era que estuvieran encadenados”.[528]
Agrega Donovan que cuando el último prisionero fue puesto a bordo en el último
avión, se dirigió a Fidel Castro y le dijo: “¿Sabe usted, señor primer ministro? He
estado pensando en todo el bien que he estado haciendo al pueblo de Cuba durante
estas últimas semanas. Lo he liberado de la carga de casi 1200 hombres a los que
mantener. He estado ayudando también a los niños, enfermos pobres y ancianos del
pueblo cubano. Creo que cuando se hagan las próximas elecciones, volveré para
presentarme como el opositor de usted. Creo que podría ganar. Castro sonrió…
¿Sabe, doctor? Creo que tal vez tenga usted razón, contestó con una media sonrisa,
así que no habrá elecciones”.[529]

El Che en Punta del Este

En agosto de 1961, en la elegante ciudad balnearia de Punta del Este, Uruguay, se


llevó adelante la Conferencia Interamericana de Ministros de Economía, en la cual se
analizaría una ayuda norteamericana a países emergentes conocida como “Alianza
para el Progreso”. En representación de Cuba, obviamente fue el eterno viajero
Guevara. Había gran expectativa por su discurso, no sólo por la curiosidad que
despertaba su personaje, sino porque la tertulia se llevaría a cabo tras los episodios de
bahía Cochinos. Cuando le tocó la palabra al Che, este emitió un discurso delirante
pronosticando para Cuba un porvenir extraordinario: “La tasa de crecimiento que se
da como una cosa bellísima para toda América es de 2.5 por ciento de crecimiento
neto. Nosotros hablamos de diez por ciento de desarrollo sin medio alguno. Esto es
lo que prevé Cuba para los años venideros. ¿Qué piensa tener Cuba en 1980? Pues
un ingreso neto per capita de tres mil dólares, más que Estados Unidos”:[530] Como
sabemos, Guevara era un desenfrenado voluntarista que alucinaba epopeyas
inviables; además, ese era un congreso de economistas y Guevara en esa materia no
tenía la más pálida idea. Lo grave no fue tanto el pronóstico risueño del Che, sino que
muchos tomaban en serio sus embriagantes y fallidos vaticinios. En otro pasaje de su
discurso, Guevara haciéndose pasar por moderado, miente y agrega “Lo que sí damos
es garantía de que no se moverá un fusil de Cuba, de que no se moverá una sola

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arma de Cuba para ir a luchar a ningún otro país de América”.[531] Sin contar la
intervención personal del Che en Bolivia (que más adelante trataremos) con el objeto
de hacer un golpe de estado contra el gobierno constitucional de René Barrientos, a
sólo dos años después de este discurso Guevara comandó un contingente guerrillero
cubano en la provincia argentina de Salta con el fin de hacer un golpe de estado al
gobierno constitucional del Dr. Arturo Illia (episodio al que luego nos referiremos).
Además, es de público conocimiento que Cuba fue el cuartel general de
entrenamiento para todas las guerrillas de América latina. En el caso argentino, 6000
terroristas[532] pertenecientes a las organizaciones ERP y Montoneros recibieron
adiestramiento en la isla para llevar adelante la guerra civil que se padeció en los años
’70 y fueron más de 20 los campos de entrenamiento diseminados en Cuba para
preparar la invasión guerrillera continental.[533] Incluso Fidel Castro en el discurso
ante la Asociación de Economistas de América latina y el Caribe pronunciado en La
Habana el 3 de julio de 1998 confesó: “En el único lugar (de América Latina) donde
no intentamos promover la revolución fue en México. En el resto, sin excepción, lo
intentamos”.[534]
Pero el cúmulo de mentiras de Guevara en Punta del Este no se detuvo allí y
manifestó que “Cuba deseaba alcanzar un modus vivendi con Washington, y para
ello estaría dispuesta a dar una serie de pasos significativos. Entre ellos, destacaban
el pagar en bienes comerciables los activos expropiados a ciudadanos
norteamericanos… no establecer alianzas militares o políticas con el bloque
socialista; celebrar elecciones libres en Cuba una vez que se hubiera
institucionalizado el partido…”.[535] En síntesis, todo que el Che dijo que se iba a
hacer no se hizo y lo que dijo que no se iba a hacer se hizo.
Aprovechando la cercanía geográfica de Uruguay con la Argentina —y tomando
en cuenta la nacionalidad del Che— el presidente Kennedy se comunicó con el
entonces mandatario argentino Dr. Arturo Frondizi, a efectos de pedirle que él en
persona se reuniera con Guevara, obrando Frondizi de nexo (entre Guevara y
Kennedy) para limar asperezas y mejorar las relaciones entre los Estados Unidos y
Cuba, máxime cuando el vínculo había quedado más desdibujado que de costumbre
tras el fallido desembarco de cubanos anticastristas en Bahía Cochinos.
Frondizi accede a obrar gratuitamente de interlocutor del mandatario entreguista y
Guevara a su vez aceptó la invitación a dialogar con el gobierno argentino. De
Uruguay fue trasladado a su país natal a la residencia presidencial de Olivos en
estricto secreto y de manera muy fugaz. Recuerda Frondizi que en la tertulia “yo le
propuse, de que Cuba no insistiera en querer exportar su revolución a otras naciones
del hemisferio. Sin embargo, me dio su opinión sobre América latina afirmando que,
aun sin influencia o injerencia cubana, la revolución era inevitable pues estaban
cerrados los caminos de la evolución pacífica. Guevara me dijo que él no era un
teórico marxista, que tenía lecturas fragmentarias del marxismo, pero que se resolvía
en la práctica… Guevara me impresionó como un temperamento idealista, decidido y

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apasionado, pero profundamente equivocado en su análisis de la situación
latinoamericana. Su tesis de la violencia correspondía a un estado primitivo del
pensamiento revolucionario y no obedecía a la actual situación mundial”.[536]
Las informaciones no tardaron en filtrarse en la Argentina. La reunión secreta del
presidente Frondizi con un sicario comunista y reconocido criminal internacional,
despertó la legítima alarma de gran parte de la clase política y naturalmente de las
FF.AA., que vieron de pésimo modo el encuentro. No sólo por la siniestra entidad del
personaje entrevistado sino por el carácter secreto de la velada.
Cuando abarrotado de presiones Frondizi tuviera que renunciar en marzo de 1962
(siendo reemplazado por el Dr. José María Guido a la sazón presidente del Senado),
entre los reproches y acusaciones que pesaron contra el mandatario caído en
desgracia, sin dudas estuvo la citada reunión con el iconográfico fusilador.

El portaaviones del Caribe

Mientras el matrimonio Cuba/URSS estaba en pleno idilio, Raúl Castro, ministro


de Guerra de Cuba empezó a hacer frecuentes viajes a los países del Bloque Oriental
y a Moscú: “En julio de 1962, durante una de las visitas de Raúl, a la agradable,
casi bucólica casita que Nikita Kruschev tenía en el campo… Para entonces Raúl y el
líder ruso se habían vuelto amigos íntimos; tan íntimos que Kruschev con frecuencia
llevaba con él a su guapa amante, esa mujer Furtseva a la que había nombrado
ministro de Cultura, para disfrutar de una tarde con Raúl, que para entonces
llamaba ya al líder ruso abuelo. En una de esas tardes, según Armando López, jefe
del Centro Cubano de Inteligencia… Kruschev, con un nuevo y especial brillo en sus
astutos ojos de campesino ucraniano, golpeó de pronto la mesa con el puño cerrado.
Su voz tenía un nuevo orgullo y una nueva arrogancia también, cuando declaró:
… ‘voy a darles armas ofensivas’”.[537]
Tanto Raúl como el Che eran los más entusiastas impulsores de la idea de
convertir a Cuba en una sucursal del imperio soviético. El proyecto de que la URSS
proveyera a Cuba de armas ofensivas contra los Estados Unidos fascinaba al
radicalizado dúo. ¿Y por qué razón Kruschev incentivaba el traslado a Cuba de
misiles amenazantes a Washington? Esta embestida radicaba en que la URSS no
podía ni remotamente competir militarmente con Estados Unidos. Las diferencias
tecnológicas eran abismales. La superioridad nuclear norteamericana sobre la URSS
estaba calculada por entonces en 5 a 1. Tanto es así que los Estados Unidos podían
desde su ubicación bombardear la URSS. En cambio, la URSS no tenía tecnología
para enviar cohetes desde su posición geográfica. Ergo, necesitaba un país limítrofe
para tal cosa y ninguno más oportuno que Cuba para compensar esa disparidad.
Kruschev se mostraba gustoso con su aventura armamentística en el trópico y
programó la instalación de proyectiles, multiplicando así la capacidad soviética de
poder atacar a los Estados Unidos. Ahora bien, ¿de dónde salió la osadía de

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establecer cohetes nucleares en Cuba?: “Nikita Kruschev había estudiado la cuestión
de Bahía de Cochinos y había llegado a la conclusión de que Kennedy era, como el
columnista del New York Times, James Reston, lo expresara, ‘un líder joven e
inexperto al que se podía intimidar y extorsionar’”.[538]
A fines de agosto, los barcos soviéticos que llevaban su carga mortal comenzaron
a zarpar desde ensenadas secretas del Mar Negro. A mediados de septiembre llegaban
a Washington informes sobre inexplicables movimientos en Cuba, más
específicamente en el área montañosa de la provincia de Pinar del Río. Cuenta Anne
Geyer que “Castro se había convertido en un hombre sumido en un éxtasis militar
digno de Napoleón. El mundo de las superpotencias estaba a sus pies. Él estaba
planeando los movimientos de los grandes países, no éstos por sí mismos”.[539]
Obviamente, los americanos se enteraron de inmediato de las amenazantes
novedades, y Kennedy, —curiosamente— se animó a brindar un enérgico discurso
redactado por su colaborador, Ted Sorensen. Pero el escándalo saltó al paroxismo,
pues mientras Washington era un hervidero sucedió un episodio que radicalizó la
situación de manera inimaginable: “El sábado 27 de octubre de 1962, el avión
americano U2, piloteado por el mayor Rudolph Anderson, que había tomado y
llevado a su país las fotografías originales de las instalaciones de los misiles, se vino
abajo. Cuando ese extraño pájaro, con sus amplias alas como de planeador, de más
de veinticinco metros de lado a lado fue derribado, la Crisis de los Cohetes casi
estalló con él. En la Casa Blanca empezaron los preparativos para la guerra… Pero
¿quién había disparado el proyectil que echó abajo el avión U2 y casi dio comienzo
a la Tercera Guerra Mundial? ¿Fueron los rusos, como todos supusieron entonces?
La verdad de lo que sucedió realmente no se supo por muchos años y aun en la
actualidad hay versiones encontradas. Carlos Franqui fue el primero que acusó a
Castro. Insistió en que Castro había echado abajo el U2, de manera deliberada, para
llevar al mundo al borde de la destrucción, porque sentía que lo habían quitado de
los controles de poder, en una crisis mundial que él mismo había creado.
Hasta la fecha Franqui insiste en decir:
Ese sábado Castro llevó su jeep a Pinar del Río, y se dirigió a una de las bases
de cohetes rusos, donde los generales soviéticos lo llevaron a hacer un recorrido de
sus instalaciones. Justo en ese momento, un avión americano U2 apareció en una
pantalla de radar. Fidel preguntó cómo se protegerían los soviéticos en la guerra si
ése hubiera sido un avión de ataque en lugar de un avión de reconocimiento. Los
rusos le mostraron los proyectiles de tierra a aire y dijeron que todo lo que tenían
que hacer era apretar un botón y el avión estallaría en el aire.
—¿Qué botón? —preguntó Fidel.
—Éste, indicó uno de los rusos.
Fidel lo apretó y el cohete echó abajo el U2… Los rusos estaban consternados,
pero Fidel dijo simplemente: ‘Bueno ahora veremos si hay guerra o no’”.[540]
Lo cierto es que con o sin el dedo de Castro, el avión U2 fue efectivamente

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derribado. La novedad cayó como un balde agua fría en los Estados Unidos. Relata
Lazo que “El grupo de consejeros presidenciales conocido como Excom había
decidido que si algún U2 era abatido sobre Cuba, la respuesta norteamericana sería
la destrucción de la base SAM responsable del derribo. Si se derribara un segundo
U2, todas las instalaciones SAM existentes en Cuba serían destruidas”.[541] Sin
embargo, a la hora de tomar decisiones tajantes, Kennedy, en una conducta que le era
connatural, se retractó de lo decidido por el comité ejecutivo y “ordenó que no se
respondería”.[542]
Los titubeos de Kennedy ante la amenaza comunista ya eran insoportables. No
sólo la antecesora gestión americana había financiado al castrismo en los tiempos de
lucha antibatistiana, sino que una vez cometido el grave error, ya con Kennedy a la
cabeza, se abandonó a los cubanos que fueron a liberar a su país en Bahía Cochinos,
cuando podría pensarse que los EEUU. tenían —como mínimo— la obligación moral
de apoyarlos para reparar la atrocidad de haber amparado al castro-guevarismo
financiera y militarmente a la vez que tumbaron a Batista deliberadamente. No
conforme con este renovado desplante, Kennedy permitió que la URSS instalara en
Cuba misiles que apuntaban a Washington, y todavía toleró que derribaran un avión
de reconocimiento de su Fuerza Aérea. ¿Qué más necesitaba Kennedy para
reaccionar?
El grupo de consejeros del presidente mantuvo acalorados debates, de los que
surgió la calificación “halcones” (los republicanos-conservadores) y “palomas” (los
demócratas-liberales). Los halcones del Excom “A medida que las conversaciones se
desarrollaban en sucesivas reuniones, aparecieron cinco planes principales, cada
uno con diversas variantes. Uno era la eliminación de los proyectiles mediante un
rápido ataque aéreo; el segundo, la invasión por mar y aire; el tercero, el bloqueo; el
cuarto, la realización de gestiones por conductos diplomáticos y políticos,
preferentemente por medio de las Naciones Unidas. El quinto consistía en no hacer
absolutamente nada”.[543]
Durante la noche del jueves 18 de octubre, se llegó a una decisión a favor de
armar un bloqueo militar en Cuba. Es decir, rodear la isla de barcos y controlar el
tráfico. Una solución bien a lo Kennedy, es decir a mitad de camino, insuficiente, a
medias tintas. En efecto, de esta manera se podía evitar el ingreso a Cuba de nuevas
armas nucleares, pero… ¿y las que ya estaban efectivamente en la Isla? Se sabía que
42 proyectiles de alcance medio estaban siendo aprestados para emplazarlos en
posición de tiro y que se estaban montando bombarderos IL28.[544] Ante esta
incompleta acción “Los conservadores no se sentían satisfechos. Seguían
manteniendo que el destino les había proporcionado una ocasión casi milagrosa de
acabar con Castro y el comunismo en Cuba”.[545]
Para llevar adelante el bloqueo, se designó al almirante George W. Anderson, jefe
de Operaciones Navales, quien “señaló como línea de bloqueo un gran arco que se
extendía a 800 millas de las costas de Cuba, situado fuera del alcance de los cazas

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Mig y de los bombarderos IL28 estacionados en la isla. Ordenó el cierre de los cinco
canales navegables a través de los cuales los barcos podían acercarse a Cuba desde
el Atlántico. Asignó una fuerza táctica de diecinueve cruceros y destructores para
esta tarea, incluyendo el buque insignia de la Segunda Flota del Mando del
Atlántico. Los aviones de reconocimiento habían descubierto veintiocho navíos
soviéticos que navegaban con rumbo a Cuba. La posición y velocidad de cada uno de
ellos fueron marcadas en un gran mapa colgado de la pared del centro de mando de
la armada en el Pentágono, y la Casa Blanca fue informada continuamente… En
aquellos días había seis submarinos rusos en el Atlántico, los cuales habían sido
localizados por la armada… El Servicio de Información Naval norteamericano sabía
el momento en que cada submarino soviético zarpaba de un puerto del Báltico o el
Mar Negro, y cuándo pasaba por el Mediterráneo rumbo al Atlántico, y la armada
conocía la posición aproximada de cada sumergible soviético en el Atlántico. Las
fuerzas antisubmarinas norteamericanas estaban en condiciones de rastrearles y
hacerles emerger en caso necesario, y puesto que ningún submarino soviético tenía
proyectiles nucleares, no significaban amenaza alguna para los centros de población
norteamericanos. Naturalmente, sí constituían una seria amenaza para el tráfico
marítimo en el Atlántico… el embajador británico hizo una recomendación de
modificar el plan de bloqueo táctico de la armada norteamericana: que el arco
tendido se acercase mucho más a Cuba… Kennedy aceptó inmediatamente y llamó a
McNamara, ordenándole dar a la armada esas instrucciones… En cuanto a
Kruschev, su habitual jactancia desapareció para dar paso a síntomas inconfundibles
de miedo”.[546]
Sin embargo, el pánico de Kruschev era ciertamente infundado, porque el
indulgente Kennedy “no quería poner a Kruschev entre la espada y la pared, y, por
lo tanto, no deseaba que ningún ruso resultase muerto; tampoco quería humillarles.
El propósito del bloqueo era persuadir a Kruschev de que retirase los cohetes sin
tomar represalias”.[547] O sea, el “palomo” Kennedy no quería “ofender” al
mandatario de la principal potencia enemiga que acababa de trasladar armas
nucleares a Cuba para eventualmente destrozar a la población civil de los Estados
Unidos.
De todos modos el bloqueo permanecía a la par que el temor se acrecentaba en la
URSS: “Hacia el jueves 25 de octubre, doce de los veinticinco barcos rusos habían
dado media vuelta en su camino a Cuba… Los buques que viraron en redondo eran
seguramente los que transportaban cohetes. El mismo día, el embajador británico en
Praga informó que los representantes rusos en dicha capital se hallaban sumamente
asustados”.[548] El balance de la cuarentena tras haber estado en vigor durante
veintisiete días fue el siguiente: 57 buques habían sido autorizados a penetrar en el
perímetro del bloqueo. De ellos, 19 eran navíos mercantes soviéticos; 6, barcos de
otros países del bloque comunista; 23 estaban registrados en otros países, pero
navegaban por cuenta de naciones del bloque comunista; y 7 pertenecían a países

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amigos de los Estados Unidos.[549]
Todo muy controlado y el retroceso soviético era manifiesto, pero… ¿y los
cohetes ya instalados en Cuba? Relata Lazo que “Aunque no se habían vuelto a
introducir nuevos proyectiles en Cuba, los rusos seguían dándose afanosamente a la
tarea de concluir las instalaciones de los que ya se encontraban en la isla. Esto se
deducía de la continuada vigilancia aérea. Advirtiendo que el tiempo transcurría sin
que se hiciese nada, los conservadores pidieron nuevamente un ataque aéreo. Los
proyectiles podían estar en condiciones de ser lanzados en cuestión de horas, y el
único camino seguro era eliminarlos antes de que pudieran ser disparados contra los
Estados Unidos, o que ofreciesen al Kremlin la posibilidad de extorsionar a los
Estados Unidos con la amenaza de un ataque”.[550]
La política de Kennedy oscilaba entre la inacción y medidas blandas y de simple
control. En tanto Kruschev, para no hacer el ridículo de retirar los misiles
gratuitamente, le ofreció a Kennedy el retiro efectivo de los misiles pero dentro del
marco de un “acuerdo bilateral”. Entonces le arrancó a Kennedy el “compromiso de
no invadir Cuba”, algo que además no estaba en los planes del timorato mandatario.
¿Y en qué andaba Fidel mientras transmutaba el conflicto? Pues la alegría de Castro
fue de corta duración: “De pronto empezó a percibir que algo andaba mal, muy mal
en ese drama que había preparado. Castro, el desafiante Espartaco de esta lucha que
se estaba llevando a cabo en las antecámaras de las superpotencias, y que en rigor
podría significar la destrucción del mundo, no estaba siendo mencionado siquiera
por los hombres que ahora veía como sus títeres. De hecho, una vez que el conflicto
surgió entre Washington y Moscú, el nombre de Fidel Castro casi nunca volvió a
mencionarse en las discusiones.
El darse cuenta de ello fue muy doloroso para Castro. Había entrado al juego de
las naciones como arrogante croupier, pero una vez que el juego se volvió serio, sólo
fue jugado por los dueños del casino”.[551]
En tanto, los días habían transcurridos y el gobierno de Kennedy ofreció
abundantes muestras de zozobra e indecisión. Esto hizo bajar los decibelios de temor
en Kruschev y los suyos; empero el 27 de octubre tuvo lugar un incidente que elevó
la temperatura en Moscú y le indujo a poner fin a la crisis. Pero este episodio fue
accidental y pareció asustar a la Casa Blanca en la misma medida que al Kremlin:
“Un U2 norteamericano en un vuelo regular de muestreo atmosférico desde Alaska
al Polo Norte escogió una estrella equivocada para orientarse en su camino de
retorno y sobrevoló la península de Chokut, en la URSS. Los aviones soviéticos
salieron a su encuentro y los norteamericanos despegaron de Alaska para escoltarle
de vuelta. El avión extraviado estaba solicitando instrucciones en claro y no hubo
enfrentamiento, pero hay razones para creer que Kruschev pensó que el vuelo podía
ser el reconocimiento final previo a un ataque nuclear… Algunos de sus asesores, sin
embargo, pensaron que el incidente había sido beneficioso, porque indujo a creer a
los soviéticos que el presidente de los Estados Unidos debía ser tomado en serio”.

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[552]
Kruschev retiró el armamento y Kennedy suscribió “el compromiso”. Castro se
enteró de esta retirada por un despacho de la Associated Press el domingo 28 de
octubre de 1962. Fidel, atónito y furioso “observó cómo los mismos soldados rusos
que habían traído los proyectiles a Cuba los desmantelaban ahora y los embarcaban
de regreso a casa. Castro se quedó solo… Entonces, mientras seguía lanzando
maldiciones, Castro se dio la vuelta y en forma violenta pateó el enorme espejo que
colgaba en el muro. Una verdadera lluvia de vidrios cayó sobre la oficina”.[553]
Anota Kalfón que la furia de Fidel fue instantánea “pendejo, hijo de puta, cabrón”
disparó contra Kruschev. Cuatro meses después, Fidel reconoció que “si Kruschev
hubiera venido personalmente le habría dado de puñetazos”.[554]
El 20 de octubre, el mandatario soviético justificó el retiro alegando que la
permanencia de los misiles “supondría la guerra mundial termonuclear…”.[555]
Castro redobló la pirotecnia verbal disparando: “No ignorábamos que íbamos a ser
exterminados en caso de guerra nuclear… Numerosos cubanos y soviéticos
derramaron lágrimas al saber la decisión sorprendente, inesperada y prácticamente
incondicional de retirar las armas”.[556] Concluye Anne Geyer anotando: “quedan
pocas dudas de que Castro estaba perfectamente dispuesto a lanzar una guerra
nuclear contra los Estados Unidos”[557] y para más datos, esta postura fue
confirmada por el mismísimo Nikita Kruschev, cuando apareció el tercer volumen de
sus memorias en el otoño de 1990 y en ellas, sin ambages espetó: “Castro quería un
ataque arrasador contra los Estados Unidos!”[558]
Respecto del indecoroso papel de Kennedy durante la pugna, dispara Lazo un
durísimo análisis sosteniendo que “el poder de los Estados Unidos era
incomparablemente superior al de la URSS, y que los gobernantes de ambas
naciones sabían que esto era así. Los Estados Unidos… podían haber aplastado en
dos o tres horas todas las instalaciones de alguna importancia y centros de población
en Rusia, mientras que la capacidad de ataque de la URSS era insignificante. Aunque
Kennedy tenía en sus manos todos los naipes del triunfo, facilitó al imperio
comunista un refugio privilegiado en Cuba mediante el compromiso de no invasión…
Después de la crisis, la Casa Blanca ordenó el arresto de los combatientes
anticastristas radicados en los Estados Unidos y la confiscación de sus armas y
embarcaciones, y este ha sido el triste destino que desde entonces han conocido los
patriotas cubanos que luchan por la libertad de su tierra… Bajo las banderas de un
farisaico liberalismo, el gobierno norteamericano tomó una serie de opciones
políticas que podrían muy bien haberse denominado decisiones para el desastre”.
[559] Sin embargo, por bien parecido y haber muerto joven tras un irresuelto asesinato,

muchos consideraron a John F. Kennedy como un “estadista”.


¿Y en que andaba Guevara en el marco de tamaño conflicto? Pues deprimido y
envuelto en una gran desilusión porque los cubanos en particular y la humanidad en
general no estallaron en mil pedazos. Según el máximo jefe de Inteligencia castrista,

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Manuel Piñeyro (nombre de guerra Barbarroja) el Che “Se encontraba terriblemente
decepcionado por la decisión soviética de retirar los misiles de Cuba”.[560]
Lo dicho por Piñeyro es confirmado por el propio Guevara, quien horrorizado con
Kruschev escribió: “Es el ejemplo escalofriante de un pueblo (el de Cuba) que está
dispuesto a inmolarse atómicamente para que sus cenizas sirvan de cimiento a
sociedades nuevas, y que cuando se hace, sin consultarlo, un pacto por el cual se
retiran cohetes atómicos, no suspira de alivio, no da gracias por la tregua; salta a la
palestra para dar su voz propia y única, su posición combatiente propia y única, y
más lejos su decisión de luchar aunque fuera solo”.[561] Afirma Sebreli en cuanto a la
actitud de Guevara que “El grado de entusiasmo demostrado durante la crisis de los
misiles (1962) ante la posibilidad de una guerra atómica inminente mostraba su
fervor belicista y su indiferencia por el destino del pueblo cubano, que podía ser
aniquilado. Se dice que había querido dispararles a los aviones estadounidenses
durante la crisis, como una incitación a la guerra. Su anhelo apocalíptico de una
guerra mundial atómica no dejaba dudas”.[562] Con acierto O’Donnell sostiene que
Guevara era “un adicto al desenfreno, a las situaciones límites; de todo hace una
epopeya y goza mientras más poderoso es el adversario, pues más cercana estará su
íntima aspiración al martirologio… su mayor placer reside en el cumplimiento del
deber que se ha impuesto a sí mismo, en la apasionada persecución de quimeras
sombreadas de tragedia… El Che… anhelaría un holocausto apocalíptico que tuviese
a él y al pueblo cubano más como kamikazes heroicos que como víctimas, pues ése
no sería más que el precio inevitable del daño infligido a su enemigo demonizado”.
[563]
En La Habana, ante la frustración de la guerra atómica tras el anuncio de la
retirada de los cohetes, una muchedumbre bien manejada invadió las calles repitiendo
un cántico poco grato para el poderoso premier soviético “¡Nikita, mariquita, lo que
se da no se quita!”.[564]

Intento de golpe de estado del Che en la Argentina

Guevara, tuvo desde siempre el sueño de hacer un golpe de estado en su país


natal, la Argentina. Este experimento guevarista data de 1963, año en que se
prepararon contingentes cubanos comandados por el argentino Jorge Ricardo
Massetti (quien ya antes había operado como periodista en el órgano castrista Prensa
Latina junto al colombiano Gabriel García Márquez). El objetivo de Guevara era
implantar un campamento guerrillero en el norte argentino, en el monte de Orán
situado en la provincia montañosa de Salta, con el fin de consolidar el foco y una vez
afianzado este, llegaría el Che personalmente para encabezar una brava guerra contra
la democracia, a la sazón liderada por el presidente constitucional Dr. Arturo
Humberto Illia.
El Che tenía previsto acudir a Salta y para tal fin envió una expedición compuesta

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por hombres de su más entera confianza: “los dirigentes de aquella guerrilla
pertenecían, todos prácticamente, al círculo más íntimo de colaboradores del Che:
dos miembros de su escolta, su mejor amigo periodista, y su colaborador cubano de
mayor cercanía”.[565] Asimismo, Jorge Massetti, jefe de la expedición, tenía por
nombre de guerra “Comandante Segundo”. ¿Quién era el primero?, obviamente el
Che Guevara, quien estaba esperando que el grupo se consolidase para luego
aterrizar. Incluso, Alberto Castellanos, uno de los expedicionarios recuerda que
Guevara lo manda a llamar y le dice: “Yo voy pronto. Te vas a esperar ahí, vos vas a
hacer el grupo de la gente y están ahí hasta que yo llegue”.[566]
El periodista argentino Carlos Manuel Acuña (autor de numerosos ensayos
dedicados al análisis del terrorismo y la subversión), cuenta que uno de los personajes
que también preparó la invasión golpista contra Illia había sido el también argentino y
agente castrista John William Cooke, quien “había facilitado muchos contactos para
concretar los primeros reclutamientos”.[567]
Massetti primero debía hacer pie en Bolivia y desde allí, según palabras taxativas
de Guevara hacia Massetti “habrá que cruzar la frontera, aferrarse al terreno,
ampliar la presencia hacia otras zonas argentinas, hacerse notar en Jujuy, Santiago
del Estero, Tucumán… vos tenés por delante una misión de particular importancia…
¡nada menos que invadir la República Argentina para levantar al campesinado,
crear un foco y catapultarse a los primeros lugares de este nuevo mundo que estamos
haciendo!… Yo siempre estaré informado de todo lo que suceda, de tus progresos y
necesidades. Las claves de la radio son bastantes simples y en esta etapa tendrás
alguna ayuda del Partido Comunista Boliviano, aunque con muchos retaceos.
Cuídate siempre de esos cabrones pero no te preocupes, la ayuda estará cerca de
manera permanente”.[568] Relata Acuña que “En esas condiciones, con una frontera
superada, al frente de los campesinos y mineros bolivianos que luego su sumarían, él
mismo, el Che en persona, vendría a dirigir la nueva fase de las operaciones para
instalar luego en la Argentina el foco principal que provocaría el gran incendio y
permitiría alcanzar a Buenos Aires en medio de los vítores y los fusilamientos
justicieros”.[569]
El grupo invasor tomaría el nombre de Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP), y
además de los nombrados Masetti (comandante segundo) y el cubano Hermes Peña
(capitán Hermes), estaba constituido por Federico Evaristo Méndez (Basilio), Ciro
Roberto Bustos (Laureano —quien más adelante también combatiría en Bolivia junto
al Che—) y una persona no identificada (Fabián).[570] Seguidamente, sumarían
diversas incorporaciones y contingentes de otras provincias argentinas ya contactadas
por Cooke. Señala Acuña que “uno de los principales objetivos del comando
instalado en las proximidades de Orán era —con apoyo de los grupos especiales que
operaban en territorio boliviano— crear las condiciones que permitieran acelerar el
reclutamiento entre estos zafreros que regularmente alcanzaban a veinte o
veinticinco mil almas, un excelente caldo de cultivo para canalizar conflictos que

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convenientemente inducidos pudieran alcanzar el nivel de rebelión”.[571]
Pero este alocado emprendimiento contaba con un obstáculo infranqueable que,
para variar, no previó el Che: el total apoyo del campesinado argentino a las fuerzas
del orden y el natural desprecio por las ideas comunistas. Hasta tal punto esto fue así,
que la Gendarmería ya había sido alertada por medio de las denuncias de los
lugareños que advirtieron la presencia de elementos foráneos y movimientos
anormales. Incluso, los nativos obraron voluntariamente de guías y rastreadores para
los gendarmes.
Massetti no estaba a la altura de las circunstancias, no tenía personalidad para el
mando y las diferentes células guerrilleras que se habían apersonado convivían en
crispación y con permanentes problemas internos. Para hacerse de una impostada
autoridad (que su personalidad per se no tenía), Massetti ordenó fusilar a dos de sus
subordinados acusados de indisciplina (según el guerrillero y ex Comandante en Jefe
de ERP —Ejército Revolucionario del Pueblo— Luis Mattini —banda guerrillera de
línea guevarista que operó en Argentina en los años 70— a estos dos guerrilleros se
los ejecutó porque fueron descubiertos practicando el onanismo).[572]
Algunos aprendices de guerrilleros recién llegados, horrorizados por las drásticas
medidas, de inmediato lograron desertar. No obstante el descalabro, el sábado 18 de
abril de 1964, se produjo el primer enfrentamiento con las fuerzas legales en el que
murieron varios guerrilleros y también el suboficial de Gendarmería Juan Adolfo
Romero. Las escaramuzas no se detienen y mientras los improvisados guevaristas van
cayendo sucesivamente, poco después el EGP asesina a Pascual Bailón Vázquez, un
civil, hachero de la zona, ajeno a la contienda pero a quien el cubano Hermes Peña
acusaba de “informante”.
La embestida final de las fuerzas legales no se hizo esperar: “Semanas más tarde,
patrullajes destinados a encontrar a Masetti y a su ayudante Atilio descubrieron
varias tumbas con los cuerpos de guerrilleros caídos y de los dos fusilados por sus
propios compañeros… Durante mucho tiempo el final del comandante segundo y de
su colaborador inmediato, permaneció en el misterio. Se tejieron varias novelas y
versiones, como la que sostuvo durante meses que en las estribaciones de la Sierra
Morada, se había encontrado un esqueleto que descansaba en una hamaca
paraguaya y que presuntamente pertenecía al malogrado periodista.
En realidad era el de César, en tanto se presume que Masetti y Atilio habrían
caído al fondo de uno de los innumerables barrancos o habrían sido arrastrados por
la corriente de algún río al intentar, débiles y enfermos, vadear cursos de agua en
busca de una salida”.[573]
El balance final de esta desventura nos arroja que: “sobre un total de treinta y dos
guerrilleros identificados que actuaron en territorio salteño durante 1964 (no están
considerados en este número los efectivos ubicados en Bolivia ni en restantes centros
de reclutamiento del país, como así tampoco los colaboradores y simpatizantes
detenidos) catorce fueron procesados y sentenciados, dos a cadena perpetua… y los

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doce restantes a penas entre dos y cuatro años de prisión; ocho fallecieron… (entre
ellos Hermes Peña)… El grupo tuvo cinco prófugos, tres desertores y dos
desaparecidos”.[574] La intentona golpista del Che contra un gobierno democrático en
su país, se constituyó en otro contundente fracaso.
El hijo del periodista y guerrillero caído en desgracia Jorge Massetti (llamado
igual que su padre) quien nació en Cuba y tras actuar como integrante de
organizaciones subversivas en Argentina y Nicaragua se desempeñó además como
agente castrista en México entre 1980 y 1983,[575] brindó una entrevista periodística
en 1998, de la que extraemos algunos fragmentos imperdibles:
“P: dada la estrecha conexión de tu padre con el Che Guevara, tanto profesional
como íntima, hay una pregunta que se hace obligada: ¿Conociste al Che cuando eras
muchacho? ¿Qué impresión tienes de él?
Masetti: Bueno, cuando él murió yo todavía era muy pequeño, o sea que una
opinión fuerte sobre él no la tenía. Por supuesto, la suya es una imagen que me llega
después durante la adolescencia de una manera muy fuerte, porque la guerrilla
argentina, en la que muere mi padre, es la primera que dirige el Che por control
remoto… desde Cuba. Esa fue la primera guerrilla que implanta el Che en
Latinoamérica. Pero con toda honestidad, quizá por mi espíritu anárquico de
siempre, nunca he idealizado a los hombres, siempre les he huido a santos laicos…
Siempre he tenido un claro rechazo a la idealización de los hombres. Por lo tanto el
Che no me seducía como personalidad… P: Hay muy poca gente que duda que un
factor fundamental del poder es el culto a la personalidad de Fidel Castro ¿cómo se
relaciona esta circunstancia con tu desdén por los personalismos?
Masetti: Con toda honestidad yo me divertía mucho con eso en Cuba, me parecía
bastante ridículo. Me acuerdo de una vez que mientras lo escuchaba hablar,
pensaba: bueno, este tipo en la Argentina no llegaría ni a dirigente estudiantil,
porque con la cantidad de estupideces que dice…
P: ¿No crees que habla bien?
M: Creo que habla bien hacia un sector muy particular de la población cubana.
O al menos así era, porque creo que ya el discurso es tan vacío que no es suficiente
para atraer la atención. Pero en cualquier caso, el discurso del Fidel Castro en un
medio intelectual o estudiantil es francamente pobre… Si de algo yo estaba
convencido era que el modelo político para América latina no era el cubano. A esa
conclusión llego en el año 1986, cuando voy a Cuba a curarme de un accidente y
vuelvo a encontrar antiguos amigos. Lo que encontré fue una colección de
frustrados, castrados por el sistema… justamente, mi odio hacia Fidel Castro se debe
fundamentalmente a que yo lo considero un estafador, un ladrón de ilusiones.
P: ¿Más estafador que cualquier otro dictador?
M: Seguro. Mirá, la diferencia es clara. Si tú perteneces al Movimiento Popular
sabes que el dictador está enfrentado a ti. En este caso, el mismo dictador dice ser el
jefe, el Movimiento Popular y la Revolución al mismo tiempo. Por lo tanto, creo que

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la calificación de ladrón de ilusiones le corresponde muy bien”.[576]

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Capítulo X

El ministro Guevara

Entre el delirio y la escasez

El ministro Guevara, eufórico en su nuevo papel deliraba vaticinando al diario


Revolución en febrero de 1961 (profecía que por supuesto nunca se cumplió): “El
próximo quinquenio será el de la industrialización de Cuba… Queremos montar, en
forma paralela, una industria ligera y una industria pesada. La primera será
producto de nuestro esfuerzo; la segunda, la crearemos gracias a los créditos y las
ayudas de los países socialistas… minas, siderurgia, petróleo y altos hornos… La
industrialización es uno de los grandes objetivos del gobierno revolucionario”.[577]
Guevara tenía a su disposición el manejo de un aparato burocrático de
dimensiones descomunales: toda la industria azucarera, las compañías telefónicas y
eléctricas, la minería, la industria ligera; más de 150 mil personas y 287 empresas en
total, incluyendo fábricas de chocolate y de bebidas alcohólicas, imprentas y
constructoras.[578]
¿Cuál fue el equipo de profesionales designados por Guevara para administrar
tamaña estructura? Pues su soberbia le impedía comandar un ministerio con
subordinados y asistentes que sabían mucho más que él. En consecuencia, la primera
medida de Guevara fue nombrar a 200 jóvenes inexpertos de entre 15 y 20 años al
frente de cada industria estatal. El colaborador más confidentes durante los casi cinco
años que el argentino estuvo al frente del ministerio, Enrique Oltuski, recuerda: “No
te quieras imaginar, cuando llegué al Departamento de Industrialización, con el caos
que me encontré, en medio de un grupo de jóvenes inexpertos que administraban
desde un ingenio azucarero a una fábrica de zapatos”.[579]
Esta praxis, la de rodearse de ignorantes o gente incapacitada, ya había sido
adoptada por el Che en épocas en que comandaba el Banco Nacional de Cuba. La
aplicó luego como ministro y en el plano personal o afectivo, parece haber mantenido
una posición similar. De hecho, mientras en su juventud acabó rechazando a la
aristocrática Chichina Ferreyra y sólo mantenía relaciones fugaces con sirvientas; su
primera esposa, como fuera dicho era una peruana denostada por el Che por sus
rasgos. Esta actitud, no sólo era abrazada por Guevara en sus relaciones afectivas o
funciones burocráticas, sino también cuando obraba de guerrillero. Anotará Sebreli
que el Che “Elegía para su misión a adolescentes, porque según decía: ‘Los jóvenes
eran más locos, se arriesgaban más, no pensaban mucho’. Él mismo, al fin, era un
eterno adolescente”.[580]

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La baja calidad de su staff ministerial sería compensada, según creía el Che, con
la enorme voluntad que él suponía que tenían sus hombres, a lo que debe agregarse la
ayuda de los soviéticos, puesto que en diciembre de 1960 estos últimos anunciaron la
instalación en Cuba de más de cien fábricas, con la promesa de incrementar la
producción de acero de cuarenta mil a doscientas mil toneladas anuales y anunciaron
la búsqueda de yacimientos de petróleo y de hierro.[581] Desde entonces y más allá de
algunas oscilaciones con la URSS, Cuba se transformó en el país dependiente y
subsidiado por antonomasia por más de tres décadas. En los últimos tiempos los
subsidios de la descuartizada y desaparecida Unión Soviética fueron de alguna
manera reemplazados por los petrodólares enviados por Hugo Chávez, verdugo
oficial de Venezuela.
Si bien el objetivo del ministro Guevara tenía como prioridad fabricar el “hombre
nuevo”, advirtió que antes debería resolver otros asuntos no tan ambiciosos.
Efectivamente, el Che empezó a sentir preocupación por los magros resultados que ya
arrojaba su incipiente gestión y en las jornadas del 26 y 27 de agosto de 1961, en el
gran teatro Chaplin de La Habana, tres mil quinientos responsables se reunieron para
analizar el estado de la producción y allí el Che confesó: “En cuanto a la calidad de
lo que se fabrica a ‘la cubana’, deja mucho que desear. El dentífrico endurece tan de
prisa que debe utilizarse inmediatamente; la coca-cola se parece a jarabe para la tos
y, cuando hay con qué llenarlas, faltan botellas para la cerveza y las gaseosas, que
tienen además un sabor muy extraño”.[582] Anota Kalfon que “Lo que Guevara no
dice, aunque haya abordado el tema en otras ocasiones, es que… No fueron
detenidos sólo los opositores, reales o supuestos, sino también muchos
independientes que habían participado incluso en la resistencia contra Batista sin
aceptar por ello la verdad comunista. Algunos permanecerán encarcelados durante
años. Miles de ellos, traumatizados, perdidos para la revolución, se apresuraron a
abandonar el país; muchos son técnicos, ingenieros, médicos, educadores, etc. La
previsible fuga de cerebros”.[583]
¿Cuáles fueron los resultados de sus cinco años de gestión? Castañeda por su
parte documenta algunos de los tantos “logros” del ministro Guevara rescatando los
siguientes datos: “Entre 1961 y 1963 disminuyó 14% la superficie cosechada, 42% la
molienda, y 33% el rendimiento por hectárea. En 1961, debido a la inercia y al corte
prematuro, la zafra alcanzó la cifra récord de 6.8 millones de toneladas; en 1962,
cayó a 4.8 millones, y en 1963 a 3.8 millones… En 1961 y 1962, según estimaciones
de agrónomos favorables al régimen, la mitad de la cosecha de frutas y verduras se
quedó en rama o sin levantar… Para marzo de 1962, Fidel Castro se ve obligado a
decretar el racionamiento de una gran variedad de productos de primera necesidad:
arroz, frijoles, huevos, leche, pescado, pollo, carne de res, aceite, pasta de dientes y
detergentes”.[584] Respecto a la citada caída de la zafra, los datos de 1963 fueron los
más bajos de los últimos 30 años.[585] Lazo, por su parte, nos informa que bajo la
administración del Che se produce “un acelerado declive a un ritmo del 15 al 20 por

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ciento anual. La productividad por obrero industrial se redujo en un 23 por ciento en
un solo año (1962-1963)”.[586] En otros rubros vitales, como la fabricación de
calzado, Carlos Franqui nos ilustra diciendo que el plan trazado por Guevara arrojó
resultados tan calamitosos que fue “preciso enviar los zapatos gastados a la capital
provincial para cambiarles las suelas, y tardan un mes en volver si no se pierden por
el camino”.[587]
El desabastecimiento socialista llegó a tal punto, que al terminar Guevara su
“administración” en Cuba “ya no había mantequilla disponible, ni podían adquirirse
pollos o pescado. Excepto para los niños y ancianos, la leche solamente podía
comprarse con receta médica. El café estaba restringido a 50 gramos por semana, y
el arroz, fundamental en la dieta cubana, a 1200 gramos, es decir, a doce tazas por
mes y persona… la carne se asigna con extremada parquedad: algo más de 100
gramos a la semana —lo que los norteamericanos consumen en una sola
hamburguesa—. La ración semanal de frijoles es de 200 gramos, y cada persona
recibe medio kilo de papas a la semana. Incluso la vulgar malanga, parecida a la
papa, y que en un tiempo se daba de ñapa, está ahora racionada. A primeros de 1968
el régimen comenzó a racionar el pan. Las colas empezaban a formarse ante las
tiendas de comestibles a las 4 de la madrugada, horas antes de la apertura, y
frecuentemente las existencias se agotaban antes de la hora de cerrar, a las seis de la
tarde”.[588]
Para clarificar los datos, veamos a continuación los siguientes cuadros que dan
cuenta de las hazañas de nuestro ministro estrella:
En el Ministerio de Producción, Guevara se recibió de “Licenciado en escasez”:

PRODUCCIÓN AZUCARERA (en miles de toneladas)[589]


1958: 5784 1962: 4815 (el 24/II/1961, Guevara ha sido nombrado
1959: 5964 ministro de Industria)

1960: 5862 1963: 3821


1961: 6767 1964: 4590

De los rubros de la producción en los que Guevara se propuso objetivos y metas a


alcanzar, fracasó y en absolutamente todos, los números decrecieron. Repasemos los
antecedentes, que datan de diciembre de 1963 (medidos en millones de pesos):[590]

INDUSTRIA PREVISIONES RESULTADOS DIFERENCIA


Química 494,5 420,2 74,3
Azucarera 401,2 348,1 53,1
Textiles y Cueros 309,7 256,4 53,3
Alimentación 361 330 31
Metalúrgica 117,1 77 40,1

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Energética 289,6 262,7 26,9
Petrolera 206,2 179 27,2
Extractiva 92,3 66,1 26,2

En áreas vitales como el de la alimentación, Guevara iba sin dudas camino a crear
un hombre nuevo: “el desnutrido”.

PRODUCCIÓN AGROPECUARIA[591]
(en miles de toneladas)
PRODUCTOS
Carne
AÑO Café Tabaco Patatas Arroz
(buey)
1958 36,1 52,8 125 181,2 153,5
1960 34,9 52,2 104 140 170
1962 28 40 15 95,4 100

En lo que sí Guevara tuvo resultados estupendos, fue en su combate a capa y


espada contra la vilipendiada “sociedad de consumo”, pelea que ganó de manera
rotunda:

PRODUCTO[592]
Materias Legumbres/
AÑO Arroz Carnes Aves Mantequilla Leche
grasas Frutos agrios
1958
0,75 lbs. 2,5 lbs. 224 grs. 7 lbs. 1,5 lbs. 1,5 oz. 0,75 lts.
(Consumo libre)
1962
0,5 lbs. 1,5 lbs. 172 grs. 5,5 lbs. 0,5 lbs. 0,5 oz. 0,2 lts.
(Raciones concedidas)

¿Qué hacer ante tamaño malogro? Una medida sensata hubiese sido rectificar el
rumbo a tiempo, algo impensable para un fanático intransigente. Es por ello que
Guevara echaba culpas a los cubanos por su falta de voluntad y por su propensión a la
pereza. Para combatir tales debilidades (que obviamente no encajaban en la
concepción del “hombre nuevo”), el Che incurrió en un durísimo régimen
disciplinario de connotaciones esclavizantes, pretendiendo que sus inexpertos
funcionarios del ministerio se convirtieran en reguladas piezas de un perfecto
mecanismo de relojería. Para tal fin, el ministro sostenía que se debía llevar adelante
una reconversión psicológica del ser humano. Y en desopilantes arengas exhortaba
los pobres cubanos a “ser un buen comunista” instigándolos a “Hacer horas
suplementarias, servir de ejemplo, pasar su tiempo libre estudiando, realizar el
domingo trabajos voluntarios, olvidar cualquier vanidad, pensar sólo en trabajar,
participar en todos los movimientos de masas, etc…”.[593] En síntesis, a anularse a sí
mismos y a todo proyecto de vida individual para devenir en una anónima pieza de la

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impersonal maquinaria estatal. Guevara sostenía que el desastre económico que
estaba padeciendo su gestión no era culpa del socialismo en general o de su evidente
falta de idoneidad en su área en particular, sino que seguía fantaseando con que el
fracaso obedecía a la “falta de entusiasmo” del pueblo y al respecto argumentaba:
“Relacionado con el problema del entusiasmo, de la falta de entusiasmo, de la
necesidad de avivar el entusiasmo revolucionario, existe el campo de la emulación.
Nosotros hemos dejado caer totalmente la emulación. Se ha dormido totalmente, hay
que despertarla abruptamente. La emulación tiene que ser la base que mueva
constantemente a la masa y debe de haber gente que esté pensando constantemente
en la forma de avivarla” y agrega “Cuba es el primer país socialista de América, la
vanguardia de América, y no hay malanga, no hay yuca y no hay lo demás; y aquí
(en La Habana) el racionamiento es más o menos, pero vaya usted a Santiago y la
carne son cuatro onzas por semana; que todo falta y que hay plátanos nada más y
que la manteca es la mitad; que todo en La Habana es el doble. Todas esas cosas son
difíciles de explicar y lo tenemos que explicar mediante una política de sacrificio”.
[594]
Para Guevara, la explicación se reducía a la existencia de “problemas morales” y
“falta de voluntad”, vicios graves que no encuadraban en su visión del “hombre
nuevo”. Este último espécimen, no era más que otro de los tantos delirios del Che,
fundados en la fantasía de que el socialismo iba a construir por añadidura ciudadanos
de acero, imperturbables, desprovistos de toda pasión, sin debilidades, incorruptibles
y que trabajarían de sol a sol con alegría sin necesitar ni merecer descanso ni
recompensa alguna. En apoyo de este espejismo, Guevara pronunció la siguiente
insensatez “Estamos por la socialización total de la distribución… Por supuesto un
buen reformismo mejoraría el nivel de vida del pueblo cubano. Pero eso no sería la
Revolución. Y las Revolución es sacrificio, lucha, confianza en el futuro. La
revolución debe sobrepasar ese estúpido programa reformista. Por eso es necesario
condenar la rentabilidad, la ganancia individual, para conseguir una conciencia
socialista… Es necesario cambiar la mentalidad para obtener un hombre nuevo”.[595]
Lo cierto es que más allá de sus ensueños, en lo concreto, a Guevara las cuentas
no le cerraban por ningún lado. Desesperadamente incurrió en una nueva medida, un
invento impregnado del ya citado amuleto de la “bondad comunista” consistente en
obligar a los pobres cubanos a trabajar de manera forzosa y extenuante los fines de
semana en tareas alternativas al trabajo habitual. Vale decir; el cubano fue privado de
gozar de un solo espacio de descanso. Insólitamente, estas jornadas fueron bautizadas
con el gracioso nombre de “Trabajo Voluntario”. Señala Castañeda que para Guevara
“el trabajo voluntario era una labor grata que se realiza con alegría, que se realiza
al son de cánticos revolucionarios, en medio de la camaradería más fraternal, en
medio de contactos humanos que vigorizan a unos y otros, y todos elevan”.[596] Pero
como la paga del “Trabajo Voluntario” era nula y nadie acudía motivado, el Che
apelaba entonces a los “estímulos morales”. Señala Sebreli que los “Estímulos

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morales —términos fetiche del discurso guevarista— no eran sino una cobertura
para no pagar el trabajo de los domingos y días feriados, o aumentar
indiscriminadamente las horas laborales; en fin, un revival del estajanovismo ruso
de los más duros tiempos de Stalin. Además, el trabajo voluntario, como ya se había
comprobado en la Unión Soviética y en China, era ineficiente y quitaba tiempo a
técnicos y profesionales que podían ser útiles en otro tipo de tareas. La
disconformidad que provocó el trabajo gratuito y el ritmo agotador que se exigía
llevó inevitablemente a la disconformidad. El Che no encontró otra respuesta sino en
la represión y el terrorismo de Estado”.[597]
El nuevo emprendimiento de Guevara sería muy noble, de no haber sido por el
hecho de que si quien tras haber trabajado toda la semana no tenía la “voluntad” de
acudir sábados y domingos a pelar caña gratis o someterse a cualquier actividad
agotadora bajo el sofocante sol cubano, era pasible de sanciones que iban “desde el
ostracismo hasta la denuncia por ‘contrarrevolucionario’”.[598] Por este último
“delito”, se contemplaba la posibilidad del fusilamiento o la “rehabilitación” (trabajo
forzado en campos de concentración). En rigor de verdad, resultaba más aconsejable
tener “la voluntad” de acudir a efectos de no poner en riesgo la vida o la libertad
ambulatoria (porque de hecho la libertad como tal ya no existía en Cuba).
La “justicia social” que ofrecía el castro-guevarismo de inmediato ocasionó que
los beneficios conquistados por los trabajadores cubanos en los gobiernos anteriores
(Batista incluido) fueran anulados. Se derogaron “los 30 días al año de vacaciones
pagadas, los 9 días al año de licencia por enfermedad, los 26 días al año de salario
extra, el aguinaldo de Navidad, los 26 días anuales de suplemento de fin de semana
en verano, los 4 días al año de fiestas nacionales… En total, estas renuncias
significaron una disminución del 45 por ciento en las ganancias anuales de los
trabajadores. El congreso regaló (en noviembre de 1961) dos horas extras de trabajo
al día, sin pago ninguno…”.[599] En 1960, otro obsequio del simpático régimen
comunista fue imponer a los trabajadores “un 4 por ciento de sus jornales para
financiar un programa de industrialización, y todo el que osara protestar se exponía
a ser víctima de represalias”.[600] Como si estas cortesías fueran insuficientes “de un
solo plumazo el gobierno de Castro le arrebató al obrero el derecho a la huelga”[601]
(derecho que sí existía en los tiempos de Batista).
La cacareada falacia marxista de la “explotación del hombre por el hombre” fue
derogada y cambiada por la explotación del hombre por el Estado, en la cual, tal
como lo demuestra la experiencia, se vive muchísimo peor. Pero como la “bondad
comunista” es inclusiva y a nadie se quiere discriminar, el Che y Castro no sólo
pensaron en fabricar el “Hombre Nuevo”, sino que, para no afectar cuestiones de
género, otra de sus nobilísimas tareas fue la de “liberar a la mujer de la explotación
capitalista”. Luego, ya despojados de todo “machismo burgués” y promoviendo la
igualdad de oportunidades, miles de mujeres fueron confinadas al trabajo pesado a la
intemperie, poseyendo Castro “un contingente de 196 mil mujeres que efectuaban

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trabajos agrícolas en los campos… más eso no era todo, pues el Máximo Líder
abrigaba planes de proseguir con su liberación… y para lograr este objetivo
construyó diversos campamentos capaces de alojar entre 300 mil y 500 mil
trabajadores de ambos sexos. La selección fue realizada por el G2 —la Gestapo
cubana—… Hasta la llegada del castrismo, las mujeres cubanas jamás habían tenido
que manejar el machete bajo el sol abrasador y las repentinas lluvias torrenciales
que convierten los cañaverales en mares de barro”.[602] Este es otro de los grandes
logros de la revolución humanitaria de 1959, recurrentemente enaltecida por
militantes feministas del mundo libre, siempre dispuestas a reclamar privilegios de
género a la par que enarbolan el infaltable cartelón del Che Guevara.
En suma, los empleados del Ministerio de la Producción vivían aterrados y
motivos no les faltaban: si algún funcionario desatento cometían un error, no se le
llamaba la atención ni se le imponía alguna amonestación (tal como sucede en un país
civilizado) sino que directamente se lo enviaba a los campos de concentración. Así lo
confiesa el viceministro de Industrias del Che, el ya citado Enrique Ostulki “Si se
cumplía un error administrativo, había castigos. Los más graves mandaban al
culpable a Guanahacabibes, un campo de trabajo al extremo oeste de la isla”.[603]
Pero no todos los habitantes de la isla eran sancionados si dedicaban algún
espacio de su tiempo al disfrute: “El jefe de sus escoltas, el guajiro Daniel Alarcón,
ascendido más tarde a coronel, reconoce como algo normal que a veces el
comandante Guevara mandara a buscar a una de las dos amiguitas que tenía en La
Habana —una era mulata—. Entonces se encerraba en su despacho y daba órdenes
de que no lo molestaran bajo ningún concepto”.[604] Parafraseando a George Orwell
“somos todos iguales pero hay algunos que son más iguales que otros”.
Como consecuencia de dichos intervalos de relax, en el medio de tantas malas
noticias para el Che, el 19 de febrero de 1964 nacería en La Habana uno de sus tantos
hijos no reconocidos. En este caso, el vástago se llamará Oscar Pérez.[605] Otro hijo
extramatrimonial no reconocido de Guevara, lleva por nombre Mirko.[606] Parece que
Guevara se empecinó en crear una sucesión de “hombres nuevos” aunque
desprovistos de todo reconocimiento paterno.
Pero a no confundirse, los placeres sólo eran privativos del comandante Guevara.
El resto, soportaba un sistema sumamente cruel y atemorizante. José ‘Pekín’ Pujols
(miembro del movimiento 26 de julio) quien fuera llamado por Guevara a colaborar
como supervisor de la planta de níquel y cobalto de Moa y práctico de puerto,
recuerda el pánico existente en el ministerio: “Yo estuve involucrado en la lucha
contra Batista y durante esa lucha conocí al Che Guevara… Entonces él, que ya nos
conocíamos, me encomienda ir a Moa para preparar el puerto para recibir los
petroleros, todos los barcos. Y en una de las reuniones que tuvimos en La Habana
entró un ayudante del Che con un montón de papeles y se quedó parado. Entonces le
dijo ‘¿qué quieres?’… y los papeles eran los fusilamientos del día siguiente. Él cogió
los papeles y los firmó sin mirarlos. Porque no importaba a quien fusilaban, había

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que fusilar para sembrar el terror… Entonces muchos de los ingenieros jóvenes
hablaban con él bajo la intimidación que tenían, por esa arrogancia del Che de
decirte ‘la revolución no tiene a menos fusilar al mejor de los comandantes así que
no es nada fusilar al mejor de los ingenieros’. Todo el mundo trabajaba bajo esa
presión de no equivocarte… todo el mundo comienza a trabajar con temor”.[607]
Pero la política del látigo castro-guevarista no fue por generación espontánea,
sino que se fue consolidando, afianzando y endureciendo de manera progresiva. Por
ejemplo, el 13 de octubre de 1963, el ministro Guevara impulsó una nueva ley
radicalizando la reforma agraria. Las víctimas esta vez serían los pequeños
agricultores a los que todavía se les seguían respetando ciertas parcelas de propiedad
privada. El Che defiende el nuevo saqueo alegando: “Es verdad que el pequeño
campesino ha sido un puntual de la Revolución, Fidel lo dijo una vez, pero por
pobrecito que sea es un claro generador de capitalismo… se transforma poco a poco
en un explotador que retarda el desarrollo de la sociedad. Entonces, hay que
liquidarlo”.[608]
Fuera de la estricta órbita del “Ministerio de Improducción” capitaneado por el
argentino emprendedor, no se la pasaba mucho mejor que digamos. Entre el cúmulo
de “derechos laborales” que se disfrutaban tras la iconográfica revolución, por
iniciativa del Che, el 3 de octubre de 1964 “se publicó la ley de justicia laboral. Los
delitos susceptibles de castigo comprendían falta de puntualidad, ausentismo,
delincuencia, falta de respeto a los superiores, fraude y daños al material. Las penas
iban desde deducciones en los salarios, comenzando por el 15 por ciento durante
períodos de hasta cuatro meses, hasta la privación permanente del derecho a todo
empleo remunerado. Se establecieron consejos laborales… Para ser candidato al
cargo era preciso mostrar ‘una buena actitud socialista con respecto al trabajo’… El
ministro del Trabajo justificó la medida por ‘razones de disciplina en el trabajo’…
Seis días después de la elección de los consejos laborales, el ministro atentó contra
su propia vida”.[609]
Pero las leyes represivas y esclavizantes impuestas por Guevara no arrojaron
resultados halagüeños: Cuba padeció una escasez de tal magnitud (de la cual nunca se
libró) que el obligado racionamiento es recordado por el economista argentino Néstor
Lavergne (quien colaboró con Guevara como funcionario público) en estos términos:
“La catástrofe… era cuando el Che nos invitaba a una comida de trabajo en el
ministerio pues el menú era de extrema austeridad. Invariablemente, arroz y pastas
hervidas. Sin ningún condimento… Sin embargo, en una ocasión llegó con una
botella de vino francés, pero se la bebió solo. ‘Lo siento, —nos dijo burlón—, acabo
de robársela a alguien que se la habían regalado. Hubieran hecho lo mismo’… No
era muy democrático”.[610]
En el marco de un sistema tan piramidal como hegemónico, ni siquiera podría
disculparse a Guevara de su fracaso alegando que “no tenía el suficiente margen de
acción” o que no pudo actuar por “camarillas internas” (tal como muchas veces

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suelen justificarse gestiones infructuosas). El mismo Guevara reconoció los
beneficios de poder administrar un ministerio en un sistema totalitario: “Nosotros
somos un país pequeño, centralizado, con buenas comunicaciones, con un solo
idioma, con una unidad ideológica que cada vez se va acentuando más, con una
unidad de dirección, con un respeto absoluto por el dirigente máximo de la
Revolución, donde no hay discusiones, con una unidad de dirección donde nadie
disputa la más mínima cosa de poder…”.[611]
Sin embargo, por momentos el Che parecía tener intervalos de sinceridad al verse
superado por los hechos. Abatido ante el fracaso, en marzo de 1962 efectuó una
primera autocrítica en televisión, reconociendo que había elaborado “un plan
absurdo, desconectado de la realidad, con metas absurdas y con recursos que eran
de sueño”[612] y en octubre volvió a confesar su total desapego a la realidad
añadiendo “no sé cómo vive el pueblo de Cuba, solamente sé cifras, números o
esquemas, pero llegar a lo que es el individuo y a sus problemas no lo he hecho
nunca… He considerado a la gente como soldados de una guerra encarnizada que
había que ganar”.[613]
Pero de vez en cuando, a modo de ensayo Guevara incurría en prácticas
simpáticas, por ejemplo “cada vez que el obrero cubano produce un peso de género,
recibe por término medio dos pesos como salario”.[614] Sin dudas una paga muy
amable, pero totalmente antieconómica y al poco tiempo tuvo que quedar
forzosamente sin efecto. ¿Resultado? Los cubanos terminaron haciendo fastidiosas y
largas colas desde muy temprano para poder obtener un puñado de centímetros de
género.[615]
No obstante sus esporádicas autocríticas o algunos experimentos irracionales
como el antedicho, las medidas represivas e ideológicas no cesaron y más adelante el
Che encontraría una nueva excusa para argumentar el desastre de su gestión: cargar
tintas contra los países del bloque socialista soviético, con quienes Guevara ya no
gozaba del idilio que supo tener en los comienzos de la revolución. Fue entonces
cuando el Che públicamente preguntó: “¿Por qué la misma fábrica de levadura, para
producir la misma cantidad, ocupa en Francia veintisiete, obreros, mientras que en
Polonia necesita doscientos?… Recuerdo que cuando el camarada Abello, me
parece, me dijo que la fábrica embotelladora de los alemanes era una porquería, yo
lo tomé como una manifestación de anticomunismo. Pero la triste realidad es que la
fábrica alemana era muy mala… La fábrica norteamericana… era mejor, más
adelantada, más técnica, con mayor productividad… Entonces nosotros hemos
comprado esa otra fabriquita y realmente es una mala inversión”.[616] Pero la lucidez
tardía no perdona. La isla se encontraba totalmente desabastecida y los “adelantos
tecnológicos” de la subsidiada revolución cubana se hallaba incapaz de producir un
precario sacapuntas.
Se asomaba 1964 y la gestión de Guevara hacía agua por todos lados. No había
rubro de la producción que no hubiese quedado reducido a su mínima expresión. La

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incapacidad de Guevara fue tan notable, que a pesar de su arrogancia, en febrero de
ese año no le quedó más remedio que admitir lo siguiente: “Durante el año
transcurrido, la producción de la industria azucarera ha sido muy baja. La cosecha
de 1962 ha sido más débil que la de 1961 y la de 1963 será más débil todavía…
Ciertas deficiencias fueron el resultado de nuestra propia gestión deficiente… La
producción por obrero, que era de 11 200 dólares en 1962, ha caído en 1963 a 9500-
9600 dólares; ha bajado, por consiguiente del 23%…”.[617] Ya el 9 de mayo de 1964,
un gastado y desbordado Guevara en tertulia ministerial, reconoció que los productos
que se producían en Cuba eran paupérrimos. Cuenta Kalfon que en la citada reunión
el Che “Interpreta entonces un número que mereciera ser filmado. Para que la
concurrencia los contemple, blande una serie de artículos que sólo son porquerías:
cierres de cremallera llamados Camilo y que no funcionan —cada vez que se
encallan, el usuario maldice al tal Camilo—, un triciclo que es pura quincalla, un
par de zapatos cuyo tacón fijado con dos clavos salta apenas moverlo, un champú
que no hace espuma, tapones que no tapan, polvos de maquillaje demasiado rojos,
muñecas que parecen brujas… Todo eso injuria a la revolución. En resumen, es
inadmisible”.[618] Lo inadmisible es que Guevara siguiera al frente del Ministerio de
la Producción tras un quinquenio de fracasos estrepitosos. Ya de nada servía que
pronto a finalizar su “gestión” ministerial, en diciembre de 1964 confesara “Los
defectos de nuestro sistema tienden a transformar el hombre en un máquina”.[619]
Pero como dijimos, estos reconocimientos disparados de vez en cuando no eran
mucho más que frases sueltas con cierta cuota de autocrítica que en rigor de verdad,
no reflejaban un verdadero acto de contrición ni el menor cambio interior. Pues reza
un antiquísimo refrán que “los espíritus elevados aprenden con la experiencia ajena,
los medianos con la propia y los estúpidos no aprenden ni con la ajena ni con la
propia”. Este proverbio viene a cuento, porque el Che, el ocho de octubre de 1965
efectuó un discurso insistiendo con lo siguiente: “El socialismo económico sin la
moral marxista, no me interesa… Luchamos contra la miseria, pero al mismo tiempo
contra la enajenación. Uno de los objetivos fundamentales del marxismo es hacer
desaparecer el interés, el factor interés individual y el lucro… Si el comunismo se
despreocupa de los hechos de consciencia, puede ser un método de reparto, pero
nunca una moral revolucionaria”.[620] Muy bello el concepto de trabajar 15 horas
diarias sin interés monetario alguno. Quien quiera hacerlo que lo haga, pero los
cubanos, que también pertenecen a la especie humana, no estaban muy dispuestos a
padecer compulsivamente un sistema de explotación a cambio de una taza de arroz.
Conclusión: desánimo, desabastecimiento, improductividad, desinterés, ausencia de
iniciativa y por ende, escasez pavorosa. Calcadamente esto es lo que ha sucedido en
todos, absolutamente todos los países en donde el experimento comunista (en sus
diferentes variables y matices) fue aplicado. Sebreli señala que “Un economista
marxista serio como Charles Bettelheim le mostró (a Guevara) sus errores
económicos. Pero el Che trató de justificarlos con las propuestas utópicas de

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terminar con la ley del valor, subordinar las relaciones mercantiles y monetarias a la
política y ésta, a su vez, a la moral comunista. Leer hoy esos debates sobre la ley del
valor causa el mismo efecto que las discusiones teológicas sobre el sexo de los
ángeles entre clérigos medievales… El predominio de lo político sobre lo económico
revelaba al pensamiento guevarista más cerca de Stalin que de Marx”.[621]
Señala Carlos Montaner que Guevara fracasó como ministro, entre otras cosas por
su fe en la quimera del Hombre Nuevo: “Convirtió su tipo en arquetipo… Casi nadie
notaba entonces el atropello de los hombres viejos. De todos aquellos bípedos que no
podían ni querían parecerse a Guevara. De toda esa gente que entiende que trabajar
es un incordio, para quienes el ‘futuro de la humanidad’ es una abstracción mucho
más frágil que el futuro de la familia. Guevara era un héroe y quería poner una
fábrica de héroes. La verdad es que el hombre nuevo no producía bastante. El Che ha
sido uno de los peores funcionarios en la historia de la administración pública de
Cuba. Si un ministro de Industria o un director del Banco Nacional de cualquier país
civilizado comete los disparates que cometió Guevara, tendría que suicidarse. Más o
menos lo que hizo Guevara. Tan pronto comprobó que el ‘hombre nuevo’ no era
viable y que él mismo había fracasado en tareas de gobierno, se encaramó en
Rocinante y se largó a atacar nuevos molinos de viento. Todo muy conmovedor, muy
literario, pero escasamente leninista. Hace mucho tiempo, Fidel decidió que Guevara
estaba equivocado y que había que arar con los hombres viejos y dejarse de tanto
cuento para lo cual resucitó el antiguo e infalible truco del castigo y la recompensa.
Si trabaja, premios. Si se sienta, palos. No falla. Viejo o nuevo, no falla. Lo triste es
que al final, cuando ya no son posibles las recompensas, sólo quedan los palos”.[622]
Nótese que de todas las excusas esgrimidas por Guevara a lo largo de su gestión,
tales como la de cuestionar la “falta de voluntad de los trabajadores”, confesar haber
forjado un “plan absurdo”, transformar al “hombre en máquina”, o culpar a la URSS.
por su pésima tecnología, cualquiera sea el tenor de sus justificaciones Guevara jamás
excusó la calamidad de su administración incurriendo al insustancial libreto de culpar
el fracaso al “embargo americano”. A Guevara jamás se le escuchó decir ni escribir
alegoría alguna en pro de tan insólito argumento, pues este no es más que un slogan
“sacado de la galera” por el progresismo contemporáneo y sus asociados
intelectuales. No sólo porque Cuba siempre pudo comercializar con todos los países
del mundo, también porque durante tres décadas fue financiada jugosamente por el
imperialismo soviético y, además, como ya fuera dicho, el embargo americano es tan
sólo una sanción por las casi 300 empresas americanas que el gobierno cubano
obtuvo gratis al no pagar indemnización a sus propietarios por la apropiación.
Asimismo, si fuera cierto que el embargo americano es el causal del fracaso socialista
en Cuba, habría que preguntarse entonces porque el socialismo fracasó en la URSS,
China y todos sus países de la órbita (que abarcaron Europa, América, Asia y África)
constituyendo un imperio que en 1970 controlaba el 26% de la superficie terrestre y
conducía la vida del 36% de la población mundial. El sistema colapsó simplemente

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porque no servía para nada y tal implosión se produjo sin que sus enemigos
dispararan una sola bala.
Se asomaba 1965 y mientras Castro se recostaba cada vez más con la política de
“coexistencia pacífica” con Washington (tal el criterio que le habían ordenado a Cuba
sus jefes de la URSS), el Che, desafiante, desde Santiago de Cuba predicaba una
renovada apología del odio: “Debemos aprender esta lección, aprender la lección
sobre el aborrecimiento absolutamente necesario del imperialismo, porque ante ese
tipo de hiena no hay más solución que el aborrecimiento, no hay más salida que el
exterminio… Debemos acatar esta lección de odio”.[623]
Desde hacía tiempo Fidel Castro ya no sabía qué hacer con Guevara. Cuando
hablaba, lo comprometía políticamente y cuando operaba como ministro,
comprometía los intereses económicos de la isla. Sin más, Fidel comenzó a recortarle
poder al Che a efectos de que tuviera menor espacio para hacer destrozos: “Durante
el verano cubano de 1964, al Ministerio de Industria le arrebatan todo el sector
azucarero. Sesenta mil trabajadores de lo ciento cincuenta mil que controla. Más de
un tercio. Se crea un Ministerio del Azúcar”.[624]
Guevara advierte que se le acortaban las perspectivas de vida en el ministerio y
no podía dilatar su renuncia. A modo de “salida elegante”, el Che tenía que hacer un
“renunciamiento heroico”. Va de suyo que un pedante como Guevara no iba a ser
expulsado o iba a dimitir en el marco de un fracaso. Tenía que ser una retirada
romántica, novelesca, bien a su estilo. Nada mejor que vagar por el mundo en busca
de una nueva aventura guerrillera en cualquier lugar que se pudiera. Por azar, el
nuevo escenario para sus aventuras salgarianas sería el Congo.
A raíz de esto, se produjo otro fraude deliberado de los apologistas guevarianos,
quienes presentaron la fuga del Che en el ministerio y su consiguiente retorno a la
guerrilla como una natural prolongación de su “abnegada lucha justiciera en pro del
amor universal”, cual paladín de la justicia que “renuncia a la acomodada vida
ministerial y se lanza afanosamente por el mundo a liberar a los desposeídos de la
tierra”. Como broma, ha sido exitosa, pero no es ni graciosa ni cierta. Con buen tino
anota Daniel James: “en realidad ¿a qué renunció? Esa primavera de 1965, cuando
decidió marchar al Congo, no le quedaba nada en su poder… En pocas palabras, el
Che fue obligado (por Fidel) a largarse… Se exiliaba al mismo tiempo que sus
camaradas lo deportaban. Él había cambiado a Jack London y a Salgari por Lenin, y
ahora los leninistas lo obligaban a releer las novelas de aventuras”.[625]
Es dable agregar otro ingrediente: Guevara no escapó al Congo solamente porque
su desempeño como funcionario fuera calamitoso, también es verdad que en su
naturaleza estaban siempre la pelea, la confrontación, el conflicto, la crispación.
Guevara era una persona atormentada por el odio, un odio que debía ser descargado
contra algo o contra alguien. Después de finalizada la guerra contra las tropas de
Batista, en lugar de buscar y afianzar la paz (algo natural y lógico en una persona de
sano espíritu), para Guevara fue una desazón y una incomodidad. No por nada

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manifestó sin rodeos: “Siempre estamos contra la guerra, pero cuando la hemos
hecho no podemos vivir sin la guerra. En todo instante queremos volver a ella”.[626]

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Capítulo XI

Aventuras en el Congo

Fuga hacia adelante

En busca de nuevos escenarios exóticos para aterrizar, el todavía ministro


Guevara a partir del 25 de diciembre de 1964 emprendió una extensa gira por países
africanos e incluso por China, a efectos de encontrar un hueco en donde lanzarse a
una renovada faena guerrillera. En esta peregrinación, Guevara consiguió la
bendición del presidente de Tanzania Julius Nyerere para montar una retaguardia en
ese país, que limita con el ex Congo Belga y sólo se halla separado por el extenso
lago Tanganica. Guevara avizoró entonces la posibilidad de montar su guerrilla en
apoyo a las fuerzas rebeldes que estaban peleando en el Congo.
En el marco de la gira, Guevara también se reunió con el mandatario egipcio
Gamal Abdel Nasser, con el propósito de entusiasmarlo con esta “brillante idea” y
arrancarle algún apoyo. En la reunión, se produjo un desopilante diálogo en el cual el
Che disparó con su monotemático discurso suicida: “‘pero Perón se portó como un
cobarde. No tuvo el coraje de afrontar la muerte y huyó… el momento crítico de la
vida de un hombre es aquél en que toma la decisión de afrontar la muerte. Si decide
afrontarla, es un héroe, termine en éxito o fracaso su empresa. Puede ser un buen o
mal político, pero si no es capaz de afrontar la muerte, nunca será más que un
político’. También ahí Nasser reacciona como un prudente hermano mayor. Le
reprocha. Como habría dicho Montaigne, tener continuamente ‘la muerte en la
boca’. ‘¿Por qué hablar siempre de la muerte? Es usted un hombre joven. Si es
necesario, moriremos por la revolución, pero es preferible que vivamos para ella’”.
[627]
Según narra Castañeda, Nasser encontró a Guevara con una “profunda angustia
personal” y “El Che al principio no quiso compartir sus penas; sólo contó que se
dirigía a Tanzania para estudiar la situación de los movimientos de liberación en el
Congo, pero Nasser sintió que no abrigaba un gran entusiasmo al respecto. Al
regresar de Tanzania, acompañado por Pablo Ribalta, el embajador de Cuba en Dar
es Salaam (a la sazón capital de Tanzania), el Che le confiesa que en Tanzania
recorrió los campamentos guerrilleros en la zona del vórtice Congo-Tanzania-
Burundi. Había resuelto partir al Congo a encabezar personalmente la ayuda cubana
a los luchadores congoleños: ‘Creo que iré al Congo porque es el lugar más caliente
en el mundo hoy. Con la asistencia de los africanos, a través del Comité en Tanzania,
y con dos batallones de cubanos, creo que podemos golpear a los imperialistas en el
corazón de sus intereses en Katanga’.

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Nasser le manifiesta su asombro y procura disuadirlo. Insiste que un dirigente
blanco y extranjero que mandara a negros en el África podría parecer una emulación
de Tarzán”.[628] No se equivocó una coma Nasser en tan pintoresco parangón, tal
como luego lo veremos.
Seguidamente, Guevara participa en la conferencia de Argel el 27 de febrero de
1965 en la que lanzó una tajante arenga contra los soviéticos “los países socialistas
son, en cierta manera, cómplices de la explotación imperialista”.[629] Esto causó
obvia indignación en los dirigentes de la URSS, quienes a su vez le pedían
explicaciones a Castro ante tamaña aseveración. Fidel estaba furioso y saturado del
Che Guevara y sus inacabables declaraciones apolíticas, las cuales eran
innecesariamente provocativas y rayanas en el infantilismo. Aparejadamente, el PSP
cubano (el ala comunista pro soviética capitaneada por Aníbal Escalante) presionaba
bravamente para que Fidel Castro definiera su posición en favor del revisionismo
ruso y por añadidura en contra de China (quien se mostraba mucho más radical). Los
argumentos por los cuales Castro debería tomar tal postura no eran meramente
ideológicos, sino relacionados también con el hecho insoslayable de que la economía
cubana sobrevivía gracias a los constantes desembolsos soviéticos. “Favor con favor
se paga” reza el conocido adagio. No se podía ser un país subsidiado sin devolverle
al subsidiante gestos políticos favorables al menos. Castro estaba, en ese sentido,
acorralado: “O hay definición política pro soviética o se acaba la dádiva”. Esa era la
consigna. Y Cuba, cuya economía desde 1959 no había hecho más que retroceder,
dependía imperiosamente de ese dinero para continuar con la “revolución”.
Como si las provocaciones verbales de Guevara no bastasen, en el itinerario el
Che pasó por China y se reunió con Mao Tse Tung para solicitarle apoyo en sus
futuras correrías revolucionarias. Cuenta Gambini que en el encuentro “el Che
reclamaba esa ayuda a China y se ofrecía para dirigir las operaciones guerrilleras
una vez establecido el nuevo foco de subversión… Por su parte, China se mostraba
interesada en el ofrecimiento, aunque prefería que el Che se quedara en Cuba.’Lo
necesitamos allí. Usted es el hombre indicado para defender nuestra posición
revolucionaria frente al revisionismo soviético’, le pidió Mao. Pero él no estaba
dispuesto a convertirse en una pieza de ajedrez y rechazó la idea”.[630]
Al mismo tiempo en Cuba, Fidel Castro seguía recortando drásticamente el poder
político al ingobernable Guevara. El presidente del Banco Nacional, Salvador
Vilaseca (hombre de Guevara) había sido removido de su cargo y fueron separados
tres ministros del Comité Central: Luis Álvarez Rom (leal a Guevara), Orlando
Borrego (amigo personal de Guevara) y Arturo Guzmán (también leal a Guevara).
Al regresar a la isla, el Che se encuentra con un impaciente Fidel que lo estaba
esperando en el aeropuerto junto a su hermano Raúl. Ni bien bajó Guevara del avión,
los hermanos Castro lo llevaron “de prepo” a una reunión reservada de la que nunca
se supo con exactitud su contenido, empero sí trascendió fehacientemente que estalló
una discusión como jamás antes habían tenido.

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Guevara ya no tenía sitio en ningún lado. Si bien los chinos lo miraban con
simpatía, no lo apoyaron en su idea de exportar la revolución al Congo; los soviéticos
lo detestaban por su coqueteo con los chinos y por sus agraviantes declaraciones (la
citada afirmación en Argel fue el detonante) y en Cuba, Castro lo acababa
virtualmente de expulsar del ministerio recortándole todo poder político y de
decisión. El Che, acorralado y preso de sus acumuladas torpezas, debía apurar sus
nuevas aventuras cuanto antes a modo de “fuga hacia adelante”. Un ciclo de fracasos
había terminado.
Seguidamente escribió una epístola de despedida a Fidel renunciando a todos sus
cargos, títulos y honores. La carta debería ser dada a conocer públicamente si el Che
moría en su próxima guerrilla. La misma entre otras cosas decía:“Hago formal
renuncia de mis cargos en la dirección del partido, de mi puesto de ministro, de mi
grado de comandante, de mi condición de cubano… mi única falta de alguna
gravedad es no haber confiado más en ti desde los primeros momentos de la Sierra
Maestra y no haber comprendido con suficiente celeridad tus cualidades de
conductor y de revolucionario… Otras tierras del mundo reclaman el concurso de
mis modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad
al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos… Hasta la victoria siempre. Patria o
muerte. Te abraza con todo fervor revolucionario: Che”.[631]
El Che fue reemplazado en el ministerio por Arturo Guzmán, y se llamó a
cuarteles de invierno en absoluto secreto de estado por varios meses, preparando
discretamente su nueva guerrilla en el África.
Poco antes de partir, en mes de marzo de 1965, le escribió una renovada “carta de
despedida” a sus padres, en la que siempre rondaba la idea de esa búsqueda
permanente de la muerte: “Queridos Viejos:… Hace de esto casi diez años, les escribí
otra carta de despedida. Según recuerdo, me lamentaba de no ser mejor soldado y
mejor médico; lo segundo ya no me interesa, soldado no soy tan malo… Puede ser
que ésta sea la definitiva. No lo busco pero está dentro del cálculo lógico de
probabilidades. Si es así va un último abrazo”.[632]
El paradero de Guevara fue durante meses un secreto y en el plano internacional
se montaron las conjeturas más variadas: desde que estaba haciendo la guerrilla en
países disímiles hasta la especulación de que Castro lo había mandado matar. Cuenta
Díaz Araujo al respecto que “El 14 de marzo de 1965 estaba de retorno en La
Habana. Desde ese momento hasta fines de julio de 1965 se ignora el lugar en que
dentro de Cuba pudo haber estado recluido por orden de Fidel Castro; pero sí se
sabe que no contestó los apremiantes llamados de su madre moribunda (que falleció
el 19 de mayo) ni de sus amigos argentinos”[633] y agrega que “la única mujer que
contó de veras en su vida fue su madre. Pero aun en esto hay una nota de relatividad.
Ella está en la falta de respuesta a los llamados telefónicos y telegráficos que Celia,
o sus familiares y amigos, le hicieron cuando el cáncer consumía aceleradamente a
la madre de Guevara. Ricardo Rojo, que fue uno de los que urgió por cable, supone

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que el Che no contestó por estar autorrecluido, con reglas tan rígidas al extremo que
no fueron vulneradas por un motivo tan digno de atención como la muerte de la
madre. Desde el punto de vista marxista revolucionario podrá o no justificarse esto
que llaman un acto de disciplina política o sesión de autocrítica; pero desde un
ángulo meramente humano es absolutamente indisculpable”.[634]
Sin embargo, Guevara se encargó de dejarle a sus hijos (los reconocidos) una nota
condicionándoles el futuro y la mentalidad: “A mis hijos Hildita, Aleidita, Camilo,
Celia y Ernesto: Crezcan como buenos revolucionarios. Estudien mucho para poder
dominar la técnica que permite dominar la naturaleza. Acuérdense que la revolución
es lo importante”.[635]
Su entrañable amigo Alberto Granado recuerda que “En agosto de 1964, el Che
quiso despedirse de mí; yo creí que se trataba de uno de esos viajes en que
representaba a Cuba en asambleas internacionales, pero después me enteré de que se
había ido a combatir al Congo. En ese encuentro yo le comenté que de todos los
vicios capitalistas había dos que no lograba quitarme, uno era viajar y el otro era el
trago. Él me respondió: ‘Mirá, petiso, vos sabés que el trago nunca me interesó y
viajar, si no es con una metralleta, tampoco me atrae’”.[636] Efectivamente, Guevara
nunca dejó de ser un turista, pero con los años, se convirtió en un turista
criminalizado. A su amigo también le dejó una carta de despedida, en donde
nuevamente aparece su obsesión suicida y su amor por la pólvora: “No sé qué dejarte
como recuerdo… mi casa rodante tendrá de nuevo dos patas y mis sueños no tendrán
frontera, hasta que las balan digan, al menos… Te esperaré, gitano sedentario, hasta
que el olor de la pólvora disminuya”.[637]
Fiel al estilo Guevara, la empresa en el Congo carecía de todo realismo político.
Castro, por su parte, hacía rato que no tomaba en serio al Che y sus excéntricos
divagues. No sin razón Fidel ironizó al respecto: “Se fue para el África. El Che
piensa que el África es una tierra de nadie donde ni Europa ni la Unión Soviética ni
Estados Unidos tienen hegemonía”.[638]

Entre el ajedrez y la magia negra

Lo cierto es que promediando 1965, partió de Cuba un irreconocible Ernesto


Guevara, con pelo corto, bien peinado, vistiendo ropaje solemne, afeitado y para que
el disfraz fuera perfecto: se había bañado. El transformado Che Guevara llevaba
pasaporte falso y no viajaba solo. Fue escoltado por dos lugartenientes, también
vestidos con impronta formal: Víctor Dreke y José María Tamayo.
El avión partió hacia Moscú, para tras varias escalas desorientadoras, arribar por
fin a destino, en donde Guevara, utilizando como nombre de guerra el apodo afro
Tatu, comandaría a más de cien guerrilleros cubanos que irían llegando
paulatinamente. Anota Kalfon que en Dar Es Salam “la presencia del Che debe
permanecer secreta. Ni siquiera el presidente Nyerere, favorable a la cooperación

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cubana, debe enterarse todavía del asunto.
Al mismo tiempo, a Brazzaville al otro lado del ex Congo belga, llegan más
soldados y oficiales cubanos que se dirigían a Dar Es Salam, punto de reunión. En
pequeñas unidades, durante los siguientes meses desembarcarán más de un centenar
de hombres”.[639]
A poco de llegar, cuenta O’Donnell que “El Che pudo constatar entonces lo
pernicioso de ese lugar para la indispensable moral revolucionaria, pues los
supuestos combatientes cruzaban el lago y se sumergían en burdeles, cantinas y
casinos haciendo estragos, drogados o alcoholizados, en los bares y espacios
públicos del puerto”.[640] El embajador cubano en Dar Es Salam, Rivalta le ratifica a
Guevara sus preocupaciones: “Esta gente se dedicaba a beber, a andar con mujeres.
Siempre fuera del Congo, metidos en Kigoma, y en Dar Es Salam… No eran gente
realmente decidida a luchar por la liberación. A mí, el gobierno de Tanzania me
enseñó la lista de gastos de esta gente, de todo el movimiento de liberación. La cifra
era alta, en bebidas, en burdeles”.[641]
El 23 de abril, en una modesta embarcación, zarpan desde Kigoma (puerto
ubicado en Tanzania, en el litoral este del lago Tanganica) en un viaje muy
accidentado. A las seis de la mañana, tras haber llovido toda la noche, desembarcan
en la orilla congoleña del lado de Kibamba. Salvo Guevara y alguna excepción, todos
los guerrilleros cubanos escogidos eran de color a efectos de no despertar sospechas
en el continente negro. Guevara no iba en calidad de comandante (excepto del grupo
cubano), sino en apoyo de insurgentes locales, al mando del líder congoleño rebelde
Laurent Désire Kabila, quien rara vez estaba en los campamentos y dirigía a sus
hombres desde lejos. Este aceptaba el apoyo de Guevara y los suyos, pero no permitía
que el Che peleara personalmente para impedir que fuera divisado por el enemigo y
levantara alarmas. El Che, que era un peleador impaciente, se irritaba notablemente
con la conducta pasiva que se le había designado.
A la mañana siguiente de su llegada “el Che decide revelar su identidad al
responsable congoleño que los ha acompañado y que le inspira confianza.
Chamaleso se queda pasmado. ‘La reacción fue de aniquilamiento —escribe
Guevara—. Repetía las frases: ‘Escándalo internacional’ y ‘que nadie se entere, que
nadie se entere’. El congoleño se apresura a regresar a Tanzania para comunicar la
inaudita noticia a su jefe Kabila… A la espera de que la revelación produzca efecto,
Tatu organiza su campamento junto al poblado de Kibamba, donde han
desembarcado, a orillas del lago… Los reclutas de Kibamba parecen estimar poco a
sus dirigentes… preocupa ver que los soldados de Kibamba, provistos de un
salvoconducto cualquiera, se transforman en turistas para cruzar el Tanganica y
visitar en Kigoma, del lado tanzano, a las prostitutas que allí abundan”.[642]
Entre enfermedades venéreas y excesos por parte de los guerrilleros locales,
Guevara retoma fugazmente su rol de médico amateur ayudando a curar otra plaga:
“la intoxicación alcohólica provocada por un brebaje peligroso, el pombe, que se

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fabrica a partir de harinas fermentadas de maíz y yuca, destiladas de modo
rudimentario (y las consiguientes peleas y heridas de bala durante las borracheras)
… A orillas del lago otro mal se apodera de los hombres del Che: la fiebre —
paludismo u otro tipo de fiebre tropical— que produce un sentimiento de cansancio
general y hace nacer, dice el Che, una pizca de pesimismo”.[643]
Las tropas revolucionarias estaban compuestas por tres contingentes: cubanos,
ruandeses y congoleños. Si bien el Che hacía varios días que había llegado a destino,
no lograba aclimatarse y no podía salir de su asombro por los usos y costumbres
autóctonos. Pero el shock mayúsculo se dio al producirse un diálogo despampanante
entre Guevara y el jefe de la expedición congoleña: “El Che fue informado de que la
defensa antiaérea estaba asegurada, lo que lo sorprendió porque no había visto
cañones apuntando al cielo. El teniente coronel Lambert le explicó que el Ejército de
Liberación no tenía problema con la aviación enemiga ya que poseía como defensa
el ‘dawa’.
—¿Qué es eso? —preguntó, extrañado, el comandante.
—Un medicamento natural preparado con el jugo de ciertas hierbas que, untado
sobre la piel de los combatientes, los hace inmunes a las balas enemigas —le explicó
Lambert, y a continuación aclaró—: Pero a todas las balas, no sólo a las de los
aviones.
En un principio el Che creyó que se trataba de un chiste y había arrancado una
sonrisa para agradar al jefe congoleño, pero poco tardó en darse cuenta de que la
cosa iba en serio”.[644] El Che anotará en sus cuadernos “El dawa hizo bastante daño
a la preparación militar. El principio es el siguiente: un líquido, donde están
disueltos jugos de hierbas y otras sustancias mágicas, se echa sobre el combatiente
al que se le hacen algunos signos cabalísticos y, casi siempre, una mancha con
carbón en la frente; de esa manera, el combatiente ya se encuentra protegido contra
toda clase de armas del enemigo, aunque esto también depende del poder del brujo
que lo prepara. El soldado, para que el efecto dawa no se pierda debe cumplir con
tres condiciones ineludibles: no tocar objeto alguno que no le pertenezca, no estar en
contacto con una mujer y tampoco sentir miedo. Cuando un hombre muere bajo el
fuego enemigo es porque tuvo miedo o robó o se acostó con una mujer”.[645] El
cúmulo de supersticiones, dialectos y costumbres extrañas, provocaron que Guevara
no pudiera congeniar jamás con los africanos. Una de las prácticas autóctonas que
más impresionaban a Guevara y al contingente cubano fue “el festín que se mandan
(los africanos) con los adversarios que matan.
Estos caníbales le comían el hígado o el corazón a sus prisioneros”.[646]
Los africanos contaban con un sistema de propiedad de la tierra más parecido al
colectivismo primitivo que a un sistema de tipo feudal. Eso los hará totalmente
indiferentes a las prédicas a favor de la reforma agraria con la que Guevara pretendía
entusiasmarlos. El mismo error cometerá en su posterior aventura en Bolivia.
Freddy Yunga, un congoleño que durante la experiencia guerrillera obraba de

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traductor entre los cubanos y los africanos confesará: “No me cayó bien el Che; yo
tenía la orden de estar permanentemente junto con él. No entendía qué estaba
haciendo allí, tampoco me gustaba su mirada irónica. ¿Por qué tenía que soportar
yo a ese blanco? No me gustaba para nada”.[647] En el mismo sentido, Alexis
Salemani, otro integrante de las fuerzas guerrilleras congoleñas, confiesa que la
cuestión no era clara para ellos: “Yo no podía entender que un blanco viniera a
ayudarnos a nosotros los negros porque nuestra lucha era contra los blancos. Eso lo
hacía irremediablemente desconfiable. Para nosotros, luchar por nuestra libertad
era luchar contra los blancos y el Che era un blanco”.[648] Las advertencias de
Nasser a Guevara, ironizando acerca de que se convirtiera en un “Tarzán” frustrado
no fueron vanas, aunque inocuas ante un Guevara que, henchido de soberbia hacía
oídos sordos de las sugerencias de los que sabían más que él.
Las relaciones entre los congoleses y los cubanos se deterioraban día a día. Los
primeros se negaban a llevar mochilas de peso alegando “yo no soy un camión” o
“¿me ves cara de Cubano?” y como punto álgido, se sumó una extraña pérdida, al
morir ahogado el guerrillero Mitudidi en circunstancias extrañas: “cruzando en bote
hacia Ruanda, adonde pensaba trasladar el Estado Mayor, cayó al agua y sus dos
lugartenientes, que se arrojaron para salvarlo, también murieron a pesar de que era
un día de aguas mansas. La explicación que se le transmitió al Che fue insólita, por
no decir sospechosa: ‘Cuando Mitudidi cayó paramos el motor para subirlo, pero
una fuerza mágica nos impedía acercarnos a salvarlo’”.[649]
Guevara estaba desorientado del derecho y del revés: Kabila no aparecía, los
guerrilleros locales eran indisciplinados, lo miraban con desconfianza, poseían
supersticiones, practicaban ritos extraños y además, el Che tenía grandes dificultades
para comunicarse dado su desconocimiento de los lenguajes autóctonos. Para mal de
males, ante un clima tan hostil y antihigiénico, Guevara proseguía con su habitual
praxis de no bañarse: a poco andar se desplomó víctima de un feroz ataque de
paludismo.
En medio de tantas rarezas, el Che seguía sin permiso para intervenir en combate
y distraía su tiempo jugando al ajedrez. Kabila seguía sin aparecer y ni siquiera le
contestaba sus cartas o lo hacía de manera dilatoria e imprecisa. Relata Guevara
“Todos los días teníamos el mismo canto matinal… Kabila no llegó hoy pero mañana
sin falta, o pasado mañana… Ha anunciado su ingreso en reiteradas oportunidades y
nunca lo ha hecho; la desorganización es total”.[650] Preso de la impaciencia y el
desconcierto, el Che se había vuelto más intransigente que nunca. En una de las
tantas partidas de ajedrez que usaba para matar el extenso tiempo libre, fue vencido
por el camarada Dogna y cuando éste se negó a concederle la revancha, Guevara
amenazó con matarlo.[651] ¿Había viajado tantos kilómetros tan sólo para jugar
domésticas partidas de ajedrez? El biógrafo cubano Enrique Ros, agrega que durante
la estada de Guevara en el Congo “nadie lo atiende, la gente del Congo no le presta
atención, Kabila lo tiene a él como un becario, un cero a la izquierda”.[652]

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El estado anímico del Che se advierte en sus anotaciones: “La característica del
Ejército Popular de Liberación era la de un ejército parásito, no trabajaba, no se
entrenaba, no luchaba, exigía de la población abastecimiento y trabajo, a veces con
dureza extrema… De no cambiar el orden de cosas existente, la revolución congoleña
estaba irremisiblemente condenada al fracaso”.[653]
El Che y Kabila convienen (por vía epistolar, porque este último seguía sin
apersonarse) efectuar un ataque a la planta hidroeléctrica Front de Force protegida
por centenares de soldados y situada a unos 40 Km. del campamento cubano. El
ataque se programó para fin de junio. Ya había sobrados indicios de que la operación
iba a constituirse en un fracaso. Días antes, el sargento Torres, alias Nane, llevó
consigo algunos expedicionarios autóctonos para espiar la central hidroeléctrica. A
dos días de marcha recuerda Nane “Los congoleños estaban muertos de miedo
cuando descubrieron a los centinelas. Huyeron corriendo, repitiendo “Askari
Tshombé” (los soldados de Tshombé)”.[654]
Finalmente la operación se llevó adelante con 40 guerrilleros cubanos y 160
ruandeses. Relata Kalfon que “A Guevara le cuesta disimular el despecho que le
produce que no lo autoricen a participar en la operación… Mientras cubanos y
ruandeses además de algunos congoleños se dirigen hacia el cuartel fortificado, un
cuarto grupo de treinta y nueve cubanos, tan negros como los anteriores, llega a la
base de Kimbaya… El ataque a Front de Force es la más importante de las escasas
operaciones militares a que los cubanos serán invitados a participar”.[655]
Como saldo, las tropas rebeldes padecieron veintidós muertos (cuatro de ellos
cubanos) y unos sesenta heridos. El Che resume el episodio como una “desbanda
completa” y anota en su diario que “De los ciento sesenta congoleños, sesenta habían
desertado antes de comenzar el combate y muchos no llegaron a disparar tiro alguno
a la hora convenida. Abrieron fuego contra el cuartel tirando al aire casi siempre,
pues la mayoría de los combatientes cerraban los ojos y oprimían el disparador del
arma automática hasta que se acababa el parque. El enemigo respondió con un
fuego certero de mortero 60 causando varias bajas y provocando la desbandada
instantánea. En el primer momento fue atribuida la derrota a que el brujo era
ineficiente y había dado un dawa malo… el brujo se las vio negras y fue sustiuido; el
mayor trabajo del comandante Calixto, jefe de esa agrupación, fue buscar un nuevo
‘mubanda’”.[656] Añade Castañeda que “la derrota de Front de Force mermó la
moral de los expedicionarios cubanos, quienes comprueban con amargura y
resentimiento que los congoleses se niegan a pelear: tiraban los fusiles y huían, o
sólo disparaban al aire. Varios miembros de la tropa plantearon formalmente su
deseo de volver a Cuba… El Che fue perdiendo paulatinamente los estribos,
tornándose cada vez más recurrentes sus descargas contra los congoleses sobre todo
contra los cubanos que ‘se rajan’, y exigiéndose a sí mismo y a los demás dosis
crecientes de sacrificio y esfuerzo. Con frecuencia creciente recurría al castigo más
severo de todos: dejar a los culpables sin alimentos por uno, dos o tres días,

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argumentando que se trataba de la sanción más eficaz en una guerrilla”.[657] Además
de la paliza militar, a partir de ese combate se dio a conocer la presencia cubana en
África.
No obstante, Guevara siempre se las rebuscaba para escapar de la realidad y
proseguía con su fantasía del Hombre Nuevo y la falta de tales especímenes (que sólo
existían en su imaginación) es el argumento que el Che utilizará en sus anotaciones
como excusa para justificar a Fidel su eventual fracaso: “Puedo asegurarte que si no
fuera por mí este bello sueño se desintegraría en medio de la catástrofe general…
hay que tener realmente el espíritu bien templado para aguantar las cosas que
suceden aquí; no se trata de hombres buenos, aquí hacen falta superhombres”.[658]
Esta extraña apelación casi obsesiva al hombre de acero, según Díaz Araujo obedecía
a que “Guevara era aristócrata, antes que aristocratizante. Y, por más marxista que
hubiera sido, nunca se apeó de su rango social. Nobleza obliga. Él, descendiente de
virreyes, se sentía más obligado a emprender la aventura (ahora denominada
internacionalismo proletario) que cualquier patán del común. Ahí está la clave de las
exigencias y rigorismos con su propia persona (hombre nuevo), cuya interpretación
desvela a los especialistas. Él trasvasó dos de sus categorías vitales: el aristócrata lo
transformó en el hombre nuevo, y el aventurero en el internacionalista”.[659]
La cuestión es que el hombre nuevo nunca apareció, pero el que sí se apersonó
fue el escurridizo Kabila, quien aterrizó el 7 de julio “acompañado por su jefe de
estado mayor Massengho y por su ministro de Relaciones Exteriores —no se ahorran
títulos— rodeado de algunas cajas de whisky y una escolta de mulatas guineanas, el
inaprensible y huidizo Kabila viene a observar cómo marcha la revolución
congoleña”.[660] Al llegar el añorado jefe, Guevara no deja de anotar su asombro ante
el manejo político de Kabila y la sumisa actitud de los africanos: “Hizo hablar a los
campesinos, dando respuestas rápidas y que satisfacían a la gente. Todo acabó con
una pequeña pachanga bailada por los mismos participantes al son de una música
cuyo estribillo cantado era ‘Kabila va, Kabila eh’”.[661]
Para levantar la alicaída moral de las tropas, Guevara propone lanzarse a
operaciones de menor tenor en lugar de efectuar ataques rimbombantes: “Los
informes indicaban que por la ruta hacia Albertville pasaba sin custodia un camión
cada dos días y se fijó ese objetivo sencillo como parte del entrenamiento. Cincuenta
hombres atacaron al camión. Con un bazucazo se abrió el fuego paralizando el
vehículo y luego durante varios minutos dispararon acribillando a balazos a los dos
conductores, de los que sólo uno portaba armas. Se trataba de un transporte de
alimentos y bebidas. Al iniciarse el fuego contra el indefenso camión, los guerrilleros
ruandeses disparaban retrocediendo y por ese descontrol una bala perdida hirió a un
cubano en la mano, arrancándole un dedo”.[662] Anotaría Guevara que “el capitán
Zacarías, cuando se enteró de la herida provocada por la ráfaga de un FM, la
examinó y dictaminó que se perderían dos dedos, resolviendo aplicarle al culpable la
ley del Talión; allí mismo sacó un cuchillo y le hubiera cortado la extremidad al

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pobre diablo si no fuera por la intervención de Mbili, quien con mucho tacto logró
que se lo perdonara”.[663]
Es verdad que el Che estaba en un ambiente extraño, tribal, supersticioso, con
usos y costumbres totalmente desconocidos. ¿Acaso no se ocupó Guevara de
averiguar estos “detalles” antes de lanzarse a su aventura?, ¿tan ligeramente decidía ir
a hacer la guerra a cualquier lugar del planeta sin tomar el más mínimo recaudo ni
conocimiento del estado de situación? Esto ratifica nuevamente su condición de
impaciente trotamundos y de pésimo estratega militar.
En medio de las pujas entre cubanos, ruandeses y congoleños, llega un grupo de
estudiantes congoleños entrenados en China y Bulgaria, quienes comienzan su
“bautismo de fuego” reclamando quince días de vacaciones.[664] Todo era un desmán,
a lo que debe sumarse el paludismo desgastante y la gastroenteritis de la que ni
Guevara ni sus hombres se libraron. Las diarreas duraron más de un mes, provocando
pérdida de peso y fuerzas. Resumirá Guevara en su diario: “más de treinta
defecaciones en veinticuatro horas”.[665]
Como si no sobrasen malas noticias, desde Cuba Fidel Castro le asesta a Guevara
un golpe fulminante. El día tres de octubre de 1965, Fidel dio a conocer públicamente
el texto completo de la citada misiva de despedida que el Che oportunamente le
entregara a su jefe pero para que fuera leída en caso de su muerte (en la cual el Che
renunciaba a todo, incluso a la ciudadanía cubana). Muchos alegan que esta lectura
apurada fue una jugada de Fidel para deslindar a Cuba de toda responsabilidad en
cuanto a las aventuras del Che en el Congo y de paso sacárselo definitivamente de
encima.
Guevara al enterarse, no pudo ocultar su pesar contra Fidel y anotó “Esta carta
debía ser leída después de mi muerte. No es divertido que te entierren vivo”[666] y
agregaba ofuscado “Intencionalmente o no, me desapareció del ámbito
internacional”.[667] El guerrillero cubano Daniel Alarcón Daniel (Benigno) recuerda
“yo estaba con Guevara en el Congo cuando Fidel hizo pública una carta en la que
el Che renunciaba a cualquier puesto y a la nacionalidad cubana. El Che comenzó a
dar patadas a la radio mientras gritaba: ‘mirad a dónde lleva el culto a la
personalidad”.[668]
Aparejadamente, Castro anunciaba la composición del Partido Comunista sin que
el Che tuviera parte, ni influencia, ni opinión en su composición, no pudiendo colocar
en sus cargos a gente de su entorno.
En tanto, en el Congo, se produjeron algunas escaramuzas que siguieron
provocando sucesivas bajas en las tropas rebeldes y acabaron por agotar la paciencia
de los expedicionarios. Ya nadie quería pelear y hasta los cubanos le reclamaron a
Guevara retirarse. Las posibilidades de éxito eran nulas. Llovía todos los días, la
aviación los acechaba, la moral de la tropa estaba por el subsuelo y en las sucesivas
desbandadas habían perdido armamento y estaban cercados. Sin embargo, Guevara
lanzó uno de sus últimos delirios, consistentes en recorrer el Congo de cabo a rabo,

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de este a oeste, para intentar llegar a la zona donde el dirigente Pierre Mulele (antiguo
ministro del ex mandatario del Congo Patrice Lumumba —asesinado en 1961—)
mantenía a un grupo de insurgentes y a algunos refuerzos en la región del Kasai, en
torno a la ciudad de Leopoldville (capital del Congo). La empresa comprendía
atravesar más de mil quinientos kilómetros a pie, por territorio desconocido y en el
corazón de la selva ecuatorial. Nadie estaba dispuesto acompañar al Che ante tamaño
desvarío.[669]
Salvo los cansados cubanos, nadie obedecía al Che, tal como lo confiesa Mafú,
teniente del ejército cubano: “Ya los ruandeses habían abandonado la lucha, nos
quedaban sólo los congoleños y el Che me dice: ‘Si no podemos cruzar el lago
Tanganica, tú con tu grupo (que estaba compuesto por trece compañeros cubanos
más diez o doce congoleños) te vas a alzar en las montañas y tratas de subsistir;
igual vamos a hacer nosotros. Te alzas, organizas una guerrilla, empiezas a golpear
al enemigo como tú sabes posteriormente, si eso da éxito, vamos a hacer la
revolución en el Congo’. Esto fue como a las cinco de la tarde y ya a las siete de la
noche me mandó a buscar y me dijo: ‘No hay tal guerrilla; el Movimiento de
Liberación decidió que los cubanos abandonen la lucha y se dirijan a Tanzania
porque esto no da más’”.[670] Guevara, superado otra vez por la realidad decide
emprender la retirada.
Para tal fin debía cruzar el lago Tanganica, que los conducirá hasta Tanzania. En
el barco, llevó a los cubanos y dejó “en desplante” a los soldados rebeldes congoleños
que, aunque de modo deficiente, habían decidido pelear a su lado. Para distraerlos los
envió a “patrullar zonas” mientras él preparaba la fuga con su gente. Confesará
Guevara: “Nuestra retirada era una simple huída y, peor, éramos cómplices del
engaño con que se dejaba a la gente en tierra”.[671]
Castañeda relata sobre el episodio que “la fuga por el lago a fines de noviembre
encierra varios enigmas no resueltos… En varias ocasiones, al deambular por las
pistas que comunicaban a un pueblo con otro, el Che sufre ataques de la aviación
mercenaria y anticastrista, sin jamás correr peligro… los cubanos pudieron huir
indemnes cuando estaban cercados… según Gérard-Libois, el jefe de base de la CIA
en Albertville le confesó a dos oficiales belgas que había recibido instrucciones de no
provocar ningún incidente con los cubanos antes del 1.º de diciembre… Gérard
Libois relaciona este enigma con un hecho que se producía en los mismos días, del
otro lado del mundo: el llamado acuerdo migratorio de Camarioca entre Cuba y
Estados Unidos, negociado a través del embajador suizo en La Habana, y que previó
la salida durante varios meses de decenas de miles de cubanos deseosos de
abandonar la isla. A lo largo del primer año de vigencia, más de 45 mil cubanos se
acogieron a sus disposiciones emigrando a Florida… ¿Cómo y por qué salió el Che
del Congo? No sería la última de las ironías de su historia que en efecto deba su
sobrevivencia en el África a una extraña y afortunada coincidencia; los escasos dos
años que le restaban de vida quizás deban abonarse a una tácita convergencia de

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intereses entre Fidel Castro, las autoridades migratorias y diplomáticas de los
Estados Unidos, y la CIA y los mercenarios sudafricanos en las cercanías del lago
Tanganika”.[672] O’Donnell agrega que efectivamente “Eran muchos los aspectos
negociables en las relaciones entre Cuba y los EEUU, y uno de ellos pudo haber sido
la supervivencia del Che a cambio de alguna pretensión de Washington, como pudo
haber sucedido en la sorprendente huida de Guevara y sus cubanos en el Congo,
cuando los aviones y las cañoneras enemigas no dispararon probablemente para no
perturbar el acuerdo por el que Castro permitiría la salida de la isla a muchos de los
que desearan hacerlo”.[673]
Todo indica que Guevara, en el fracaso del Congo (aventura obrante entre julio de
1965 y marzo de 1966) sobrevivió por voluntad de sus enemigos y no por mérito
propio. Toda su estrategia no dejó desastre por practicar. Ni siquiera en la retirada, en
la que abandonó deliberadamente camaradas de armas y salvó su vida por designio de
un acuerdo ajeno a su incumbencia. El Che se hallaba sumido en una profunda
depresión confesada en su diario: “Personalmente, tenía la moral terriblemente
deprimida; me sentía culpable de aquel desastre por imprevisión y debilidad”.[674]
El argentino se dirige a Dar Es Salam y se encierra en la embajada de Cuba, en
donde el embajador Rivalta dispone uno de los ambientes de la misma para que se
recluya y recupere. Se instaló allí unos tres meses anotando reflexiones que ponían de
manifiesto su crisis personal: “Quise aplicar coerciones morales y fracasé. Traté de
que mi tropa tuviera el mismo punto de vista que yo sobre la situación, y fracasé…
No me animé a exigir el sacrificio máximo en el momento decisivo. Fue una traba
interior, psíquica” y agregó “Habíamos ido a cubanizar a los congoleños y, en
cambio son los congoleños los que nos han congolizado”.[675]
En verdad, la angustia de Guevara no se reducía sólo a la frustración en el Congo,
sino que era el prolegómeno de un cúmulo de fracasos que comenzaron en el
momento mismo en el que se produjo la revolución de 1959 en Cuba. Ya antes de su
aventura congoleña, Nasser había advertido en Guevara “una profunda tristeza
personal” tal como más arriba se expuso. Y motivos no faltaban para su congoja.
Fracasó en su primer matrimonio. Su segundo matrimonio no había sido mucho
mejor. Tanto como presidente del Banco Nacional de Cuba como capitaneando el
Ministerio de Industrias llevó adelante gestiones desastrosas. También fue un fiasco
su proyecto de derrocar al presidente Illia en Argentina. Se equivocó al recostar a
Cuba sobre la URSS para finalmente acabar peleándose con los soviéticos.
Tardíamente pretendió seducir a los chinos en su aventura africana y éstos le negaron
apoyo militar. Castro en Cuba acababa de leer anticipadamente su carta de despedida.
La única mujer importante en su vida, Celia, su madre, acababa de morir y él no le
brindó siquiera contención afectiva y como colorario, se sumaba su infortunio en
África.
En el diario del viaje al Congo, el Che comienza diciendo: “Ésta es la historia de
un fracaso”. Con esa misma frase bien podría comenzarse cualquier biografía sobre

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su vida.

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Capítulo XII

Suicidio en Bolivia

Regreso sin gloria

Harto de tener por paradero un estado tribal, Guevara logró conseguir traslado y
alojamiento en una suntuosa casa en Praga, capital de Checoslovaquia, país en el cual
si bien imperaba el sistema comunista, no dejaba de estar habitado por blancos
poseedores de costumbres europeas y mejor confort. Cuatro meses más pasará el Che
allí haciendo catarsis y tratando de recomponerse de su enorme agujero interior. Pero
siempre se puede estar peor: Guevara comenzó a pergeñar un remozado intento
suicida consistente en instalar un foco guerrillero en Bolivia.
En el marco de sus delirios y declarándose virtualmente expulsado de Cuba, el
Che tenía in mente un esquema insólito: pretendía desde Praga preparar a una
guerrilla que se entrenaría en Cuba, para posteriormente encontrarse con ella en
Bolivia. A distancia (y vía telefónica suponemos), pensaba no sólo preparar a las
tropas en Cuba sino planificar la táctica y estrategia que luego se llevaría en el país
del Altiplano.
Si bien Castro ya había destruido políticamente a su “amigo”, al enterarse de que
este aventurero incurable pretendía dar curso a tamaña empresa, intentó al menos
convencerlo de que regresara a Cuba para desde allí preparar las milicias que irían a
Bolivia. Fidel intentaría darle a su “camarada” un salvavidas más (salvavidas de
plomo, dirán luego algunos) y envió emisarios para persuadir al Che de que preparar
una expedición guerrillera a distancia era un dislate y se le ofrecía regresar a Cuba
para organizarse desde allí. Además, Fidel se garantizaba de esta manera conocer y
controlar un poco más de cerca los alcances de este alocado experimento. Entre
comisionados que iban y venían, mensajes, contramensajes y vacilaciones, Guevara
al fin accede y retorna a Cuba.
Para el silencioso regreso, el Che viajó e ingresó en la isla con el rostro y
fisonomías totalmente transformadas. Su mutación y camuflaje estaban tan bien
logrados, que hasta se dio el lujo de portar una profusa calvicie artificial, escoltada
por un pelo entrecano y llamativos anteojos, que le brindaban una apariencia física
que lo hacía pasar por un hombre 20 años mayor que su edad real. Esto le permitió al
infatigable Guevara pasar inadvertido en los aeropuertos recorridos para su retorno.
Una vez de regreso en la tierra de José Martí, comenzó a preparar su aventura (o
desventura) final.

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El apoyo que no fue

¿Por qué Castro, definitivamente enrolado con los soviéticos, aprobaría una
misión guerrillera en Bolivia? Analiza Kalfon al respecto: “Sea cual fuere el final de
la operación boliviana, supondría pocos riesgos para Castro. Si tiene éxito,
¡estupendo!, le correspondía la mayor parte de la gloria y algunas Cubas más en el
continente americano… Si es un fracaso, le bastará lamentarlo con vehemencia
recalcando que su responsabilidad nunca estuvo realmente comprometida en esa
aventura personal del camarada Guevara que, como se sabe, rompió todo vinculo
oficial con Cuba”.[676]
Con el mencionado camuflaje y en el más estricto secreto de estado, el Che
destinó tres meses (entre julio y octubre de 1966) a llevar una hermética vida de
riguroso entrenamiento junto a una quincena de guerrilleros meticulosamente
seleccionados. El régimen de entrenamiento impuesto por el Che será demoledor para
la tropa: “Despertar a las 5 de la madrugada; de 6 a 11, ejercicios de tiro, con la
amenaza de ser eliminado si el resultado está por debajo del 90%; de mediodía a las
6 de la tarde, caminata por las colinas con una mochila de más de veinte kilos a la
espalda”.[677]
¿Con 15 guerreros —por habilidosos que fueran— se pensaba hacer un golpe de
estado en Bolivia y derrocar al carismático presidente constitucional René Barrientos
que acababa de ser elegido por voto popular en julio de 1966? Visto desde esta
perspectiva, el emprendimiento era absurdo del derecho y del revés. Pero el Che
suponía que en Bolivia iba a contar con apoyo local y aquí comienza uno de los
melodramas y enredos más turbios de esta infeliz historia: Castro le dice al Che que
en Bolivia se contaba con el apoyo del Partido Comunista Boliviano (PCB), a la
sazón capitaneado por el dirigente Mario Monje. Pero como se sabe, los partidos
comunistas de América Latina dependían de la URSS y tenían por política no apoyar
los movimientos guerrilleros marxistas en la región (mucho menos si los encabezaba
Guevara). Sin embargo, Castro le dio a entender a Monje que Guevara no pretendía
quedarse en Bolivia, sino ir a pelear a la Argentina y que Bolivia sería tan sólo una
zona de tránsito para arribar a su país de origen. Lo que se le pidió a Monje, entonces,
fue apoyo o facilidades para llevar adelante el traspaso de Guevara de un país al otro.
En estos términos, Monje aceptó facilitar ese tránsito, con lo cual no estaba violando
de manera abierta las directivas soviéticas y al mismo tiempo conservaba buenas
relaciones con Castro. Vale decir, Monje no fue informado de que el verdadero
objetivo de Guevara y los suyos era instalarse en Bolivia y afianzar su guerrilla allí
mismo. Aquí se le tendió una trampa a Monje. Pero la trampa fue extendida por
Castro al propio Guevara, puesto que el Che (quien no sabía que a Monje se le habían
dicho las cosas a medias) “tenía entendido” que contaba con la retaguardia provista
por el PCB a la vez que se le sumarían combatientes de ese partido. El gran titiritero
de este esquema, naturalmente fue Fidel Castro.

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Guevara sabía que contaba con la ayuda de un puñado de marxistas bolivianos
que no simpatizaban con el PCB y se sumarían a la insurgencia. Entre estos últimos,
los más destacados fueron los hermanos Guido Inti y Roberto Coco Peredo,
anexándose también algunos sectores “pro chinos” bolivianos. Aun con esta
insuficiente estructura, Guevara creía que podía dar un golpe de estado al presidente
Barrientos, puesto que fantaseaba con sumar el apoyo de todo el campesinado
boliviano. Como sabemos, el Che creía en el foquismo a rajatabla y por entonces, esta
tesis era apoyada por los influyentes escritos del joven intelectual francés Régis
Debray, quien gozaba de prestigio en vastos ambientes comunizantes de la época. Por
entonces, Debray había publicado un cuadernillo titulado “¿Revolución en la
Revolución?”, el cual sostenía que bastaba abrir un foco guerrillero para que la
multitud, por generación espontánea, se sumara y lo acompañara. Por ende, la
revolución comunista sería inexorable. Una teoría delirante, sin dudas, pero en la cual
mucha gente creía en aquellos tiempos, merced al mito exportado por Cuba respecto
de su propia revolución de 1959. Incluso, el joven teórico participó fugazmente de la
guerrilla boliviana junto al Che partir de marzo de 1967 y pudo comprobar en
persona lo absurdo e impracticable de su teoría.
El lugar escogido para instalarse en la selva boliviana sería una extensa granja de
220 hectáreas en la zona de Ñancahuazú, al sur el país, casi limitando con el norte
argentino. Coco Peredo fue el encargado de comprar el predio y preparar el aterrizaje
de los contingentes entrenados en Cuba.
Ñancahuazú, era una zona despoblada y con características geográficas pésimas
para alcanzar los fines propuestos. Anota O’Donnell que allí “casi no hay población.
La densidad de población es aún hoy, menor a uno por kilómetro cuadrado… los
campesinos de la zona del Masicuri estaban separados por distancias de cinco a seis
kilómetros”.[678] El total desacierto en cuanto a la elección del lugar también es
señalado por Castañeda quien define a Ñancahuazú como “el peor de los sitios
posibles para asentar un foco guerrillero. Faltaban comunicaciones, población y
campesinos… Tampoco abundaban la vegetación, la fauna, o el agua, recursos
necesarios para la supervivencia de una guerrilla”.[679] Pero Guevara, siempre
marchando paralelo a la realidad, de manera exultante se entusiasmó con la zona
debido a la cercanía existente con la frontera de su país natal, que era el lugar al cual
él fantaseaba trasladar la guerrilla luego de triunfar en Bolivia.
Los invasores comenzaron a llegar en grupos de dos o tres personas, con
pasaporte y documentos falsos y haciendo escala en diferentes países a efectos de no
despertar sospechas. De ahora en adelante, Ernesto Guevara tendría por nombre de
guerra Ramón.
Tras avizorar algunos movimientos extraños (como la llegada de colaboradores
del Che) y al tomar nota de que seguidamente arribó a Bolivia Régis Debray con tres
amigos, a Mario Monje se le prendió la luz de alarma y comenzó a olfatear el engaño
al que estaba siendo sometido: “¿Qué está haciendo Régis Debray en Bolivia?

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Ustedes lo conocen pero nosotros no tenemos ningún contacto con él. Él ha venido a
que ustedes comiencen la lucha guerrillera… ustedes están queriendo desarrollar la
lucha guerrillera aquí, y el compromiso no lo están cumpliendo”.[680]
Tal como era previsible, cuando ya estaban todos instalados, el primer obstáculo
con el que el Che se encontró fue con el desplante de Monje y el PCB. En principio
Monje intentó mantener una postura acrobática obedeciendo por un lado los
lineamientos moscovitas y al mismo tiempo manifestando su solidaridad con quienes
utilizaban las armas para alentar la revolución. Pero tamaño contorsionismo político
no podía sostenerse mucho tiempo. El encuentro entre Monje y Guevara se produjo el
31 de diciembre de 1966 y se desarrolló en términos nada amistosos. Allí Monje puso
sobre la mesa tres exigencias concretas: 1) Él en persona estaría dispuesto a dimitir a
su cargo de secretario de Partido Comunista Boliviano para unirse a la guerrilla. 2)
Que la guerrilla debía estar bajo el mando de Monje puesto que se desarrollaría en
territorio boliviano y era inaceptable que la dirigiera un extranjero. 3) Que en este
marco, se ofrecería para convencer a los demás partidos comunistas para que se
unieran y apoyaran el foco insurreccional. Guevara contesta que acepta los puntos 1 y
3, pero el punto 2 no es negociable y él será el conductor de la guerrilla, a lo cual
arremete “‘Bueno, Monje, ha llegado la hora que tanto esperábamos y a ti te toca
jugar un gran papel en esta historia: serás el segundo jefe de la guerrilla y el jefe
político; siempre aparecerás ante tu pueblo como el jefe. Firmarás todos los
comunicados en nombre de nosotros, pero siempre cumpliendo instrucciones mías’.
Monje: ‘Mira, Che, yo no permito que ningún extranjero mande la lucha armada en
mi patria, si fuera en otro país nomás iría contigo para aunque sea cargarte la
mochila’. El Che: ‘Monje, tú sabes que yo considero a Fidel mi maestro, y si yo me
encontrara en la Argentina y Fidel llegara, inmediatamente me subordinaría a él
porque sé que sabe más que yo. En esas condiciones tú te encuentras hoy aquí. Tú
sabes que la revolución cubana me ha dado a mí unos conocimientos que tú no
tienes. Cuando esta noticia salga al extranjero y digan que aquí están el Che
Guevara y Mario Monje, nadie va a creer que Mario Monje está conduciendo al Che
Guevara’”.[681] Monje concluye con una sentencia demoledora muy similar a la que
Nasser le hizo a Guevara antes de su partida hacia el Congo: “Cuando el pueblo sepa
que esta guerrilla está dirigida por un extranjero, le volverá la espalda, le negará su
apoyo. Estoy seguro de que fracasará porque no la dirigirá un boliviano sino un
extranjero. Ustedes morirán muy heroicamente, pero no tienen perspectiva de
triunfo”.[682] Guevara sostendrá luego que Monje exigió tamaños requisitos para no
arribar a ningún acuerdo concreto. Anotará el Che en su diario “Mi impresión es
que… se aferró a ese punto para forzar la ruptura”. De todos modos, Guevara no se
enfadó con Monje pues advirtió “Sí, en cierto modo le hemos engañado”.[683]
¿A qué se redujo el apoyo de Monje y su partido hacia el Che y sus
expedicionarios? Esta respuesta la contesta el guerrillero Pombo (que peleó con
Guevara en Bolivia) en entrevista concedida al Inter Press Service efectuada en 1968

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en Chile a poco de escapar de Bolivia:
“—¿No tenían ustedes el apoyo del PCB?
—Teníamos su apoyo moral.
—¿Dé qué les servía?
—De nada”.[684]
Entre otras cosas, Monje no quería verse enredado con Guevara y su aventura
golpista, pues temía que su partido fuese declarado ilegal ante eventuales sospechas
de vinculaciones del PCB con la insurgencia en la selva (cosa que finalmente ocurrió
como medida precautoria el 14 de abril de 1967).
Para paliar esta falta de apoyo, Guevara ya había intentando conseguir refuerzos
de contactos provenientes de la Argentina y el 2 de enero, le había encomendado a la
guerrillera argentina Tamara Bunke (agente comunista adiestrada en Alemania
oriental cuyo nombre de guerra era Tania) viajar a Buenos Aires para convocar a los
argentinos Roberto Ciro Bustos (quien ya había luchado junto a Masetti en Salta), y a
Eduardo Jozami, a la sazón un joven activista comunista que acababa de romper con
el Partido Comunista oficial argentino.[685]
Narra Gambini que el plan de Guevara y los suyos consistía en que “Una vez que
Ñancahuazú estuviese bien pertrechada, los guerrilleros se dirigirían hacia el norte,
cruzando el río Grande, y dominando la zona de Samaipata y Vallegrande, para
amenazar desde allí a las ciudades de Cochabamba (al oeste) y Santa Cruz (al este).
Instalados en ese lugar, al que llegarían escondiendo armas por todo el camino, se
iba a establecer la segunda base, junto a las laderas orientales… Inevitablemente,
suponían los estrategos, se irán incorporando sectores campesinos y mineros,
cautivados por el éxito militar de las guerrillas… El Che confiaba en que, a
mediados de 1969, se podía ingresar en territorio argentino”.[686]
Pero ocurre que además del drama que significaba el paupérrimo apoyo local, a
poco de recorrer la zona recién ahí Guevara advirtió que las condiciones geográficas
eran abominables: “El periplo, inicialmente previsto para durar veinticinco días, se
prolonga por más de seis semanas, horriblemente arduas, cansadoras y desgastantes.
Recorren cañones, cuencas de arroyos convertidos en ríos, caminos y pequeñas
aldeas casi deshabitadas… La vegetación espinosa y tupida, los mosquitos y otros
insectos, entre ellos el “boro”, una mosca que deposita una larva debajo de la piel,
la penuria de fauna para proveer la alimentación de la tropa, las lluvias y los ríos
crecidos, conforman un cuadro dramáticamente distinto al de la Sierra Maestra, y al
que el Che esperaba. Los exploradores se ven obligados a abrirse paso con machete;
al tercer día, lo accidentado del terreno priva a varios combatientes de sus botas. El
hambre y la sed los agobian; los reclutas agotan su dotación de alimentos antes de
tiempo, y el Che comienza de nuevo a aplicar la madre de todas las sanciones:
suspender la comida. Al consumirse las raciones, deciden devorar el caballo que
habían comprado días antes… Y, como era de esperarse, las tensiones crecen y las
divisiones y pleitos entre los guerrilleros afloran”.[687]

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Además de las mencionadas dificultades, existía una condición objetiva fatal: a
diferencia de otras latitudes en donde los cubanos fueron en apoyo de guerrillas ya
existentes y afianzadas, en Bolivia, en cambio, no existía ningún movimiento
insurreccional. O sea, Guevara y sus cubanos constituían la vanguardia, no una fuerza
de apoyo, puesto que la supuesta disposición del PCB de lanzarse a la guerrilla (cosa
que además no ocurrió) no equivalía a un foco preexistente. Vale decir, el Che y su
tropa no llegaron a Bolivia a respaldar una insurrección ya instalada sino a detonar
ellos mismos la explosión guerrillera. Pero además, el hecho de que no hubiera
ninguna guerrilla local, demostraba que en Bolivia existía una adhesión o por lo
menos cierta conformidad de los bolivianos para con sus autoridades.

La última guerrilla

En el mes de marzo, ya todo era fatiga, paludismo, pestes, indiferencia campesina


y como si todo esto fuera insuficiente: “Benjamín, un boliviano agotado físicamente,
resbala por una pendiente que franquea el río Grande, cae al agua y se ahoga: ¡no
sabía nadar! Rolando, que se ha arrojado enseguida al agua, es arrastrado por la
corriente y sólo consigue hacer pie seiscientos metros más abajo.‘Tenemos ahora
nuestro bautismo de muerte a orillas del río Grande, de un modo absurdo’[688]
escribirá Guevara en su diario.
Los días siguientes fueron peores aún. Llovió sin parar y el estado anímico del
Che seguía reflejándose cabalmente en sus anotaciones: “El ánimo de la gente está
bajo y el físico se deteriora día a día” (4 de marzo),[689] “La gente está cada vez más
desanimada, viendo llegar el fin de las provisiones” (7 de marzo).[690] “Tenía (tengo)
un cansancio como si me hubiera caído una peña encima” (14 de marzo).[691]
“Decidimos comernos el caballo, pues ya era alarmante la hinchazón. Miguel, Inti,
Urbano y Alejandro presentaban diversos síntomas; yo una debilidad extrema” (16
de marzo),[692] “Otra vez la tragedia antes de probar combate… No pudieron
dominar la balsa y esta siguió Ñacahuasu abajo, hasta que les tomó un remolino que
la tumbó… El resultado final fue la pérdida de varias mochilas, casi todas las balas,
seis fusiles y un hombre: Carlos” (17 de marzo).[693]
Tres días después, el 20 de marzo, Guevara regresó al campamento. Lo
aguardaban desde hacía quince días Debray, el pintor argentino Ciro Bustos, “el
Chino” (el peruano Juan Pablo Chang), Tania (la espía capacitada en Alemania
oriental), y Moisés Guevara, un minero comunista embaucador, que había prometido
un contingente de 20 hombres y apenas reclutó ocho campesinos acobardados, de los
cuales cuatro no tardaron en desertar. Guevara, al advertir el nivel de improvisación
del cuarteto supérstite, no tardó en llamar al grupo de Moisés como “la resaca”.
La escena de la llegada de Guevara y sus compañeros al campamento es descripta
por Régis Debray con un notable lenguaje lastimoso “A los lejos. Una procesión de
pordioseros jorobados emerge poco a poco de la oscuridad, con rígida lentitud de

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ciegos… Diríanse sonámbulos en fila india, enjaezados o, mejor, albardados,
tambaleantes, harapientos, muy inclinados por el peso de las mochilas (treinta kilos
por lo menos)”.
Esta percepción tan negativa de Debray no es un detalle menor, pues el francés
comenzó a advertir de inmediato que sus sofisticadas teorías sobre las bondades del
foquismo no se correspondían con la realidad, y advirtió también que su amado ídolo,
el mítico Che Guevara, no era más que un delirante sádico que se empeñaba en
destratar a su tropa. Agregará Debray más adelante: “El Che sentía un maligno placer
haciendo llorar (de rabia, de humillación, de enojo) al comandante Pinares…
Pinares me pidió que le dijera que él no podía más, que aquello era insoportable. El
Che no tenía conciencia de ello. Era más bien una cosa de neurótico… para
conseguir que reventaran hombres como aquéllos, duros entre los duros, tipos que lo
habían dado todo!… el Che no tenía ninguna psicología entendida como compresión
del otro, como entrar un poco en los problemas del otro… El mecanismo clásico: soy
altruista para la humanidad pero no para el otro. Ahí tenemos, realmente, la
estructura del sectario perfecto”.[694] Muerto de miedo y abdicando de su librito,
Debray comenzó a buscar todo tipo de argumentos para persuadir al Che de que lo
dejara ir. Anotará Guevara en su diario “El francés planteó con demasiada
vehemencia lo útil que podría ser afuera”.[695]
Hasta el momento sólo se habían producido aisladas y esporádicas escaramuzas
sin importancia y sin bajas. Pero el 23 de marzo se produjo el primer combate serio,
con un balance positivo para Guevara y sus hombres, pues en la misma no sólo no
tuvieron bajas sino que el enemigo padeció seis muertos, cuatro heridos y catorce
prisioneros. Una buena noticia tras tantos contratiempos.
El 10 de abril, se produjo otro enfrentamiento y muere el primer guerrillero.
Horas más tarde, en una emboscada tendida por los guerrilleros asestaron otro golpe a
las fuerzas legales asesinando siete soldados, ocasionando 5 heridos y tomando 22
prisioneros. Pero estos triunfos primigenios no aplacaron las insistentes peticiones de
Debray y Ciro Bustos consistentes en “ayudar desde afuera”. Anota O’Donnell que
Debray “se transformó en un engorro por su ansiedad en alejarse de la columna. Era
muy distinto para ese aristócrata e intelectual europeo escribir sobre la guerrilla en
su estudio en París que vivir personalmente sus riesgos y sus privaciones en un
humilde país sudamericano”.[696] Finalmente, Guevara autorizó al atemorizado dúo a
salir del contingente: Debray y Bustos no tardaron en caer detenidos por las fuerzas
legales proporcionándoles información muy valiosa sobre el contingente guerrillero.
Guevara anotará en su cuaderno: “Debray y Bustos cayeron víctimas de su apuro,
casi desesperación, por salir y de mi falta de energía para impedírselo”.[697]
Volveremos luego sobre este episodio que ocasionó no pocas polémicas. Cabe señalar
que la detención de Debray (quien ya era una personalidad internacional) ocasionó
fuertes presiones de la intelectualidad de izquierda al gobierno boliviano en pro de su
liberación.

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Volviendo a las exitosas escaramuzas antedichas, en verdad estas no eran más que
“pobres triunfos pasajeros” al decir del tango, y hasta el propio Guevara empezó a
olfatear que el panorama no era nada alentador. En sus infaltables escritos de
campaña, aparece nuevamente la muerte a modo de suicidio, pero no ya de una
manera ciertamente abstracta, sino concreta e inminente: “En cualquier lugar que nos
sorprenda la muerte, bienvenida sea”[698] anotará. Pero razones para el pesimismo no
faltaban. Ya en el mes de abril un acongojado Guevara escribió en su diario: “No se
nos ha unido todavía ni un solo campesino”[699] y a fin de mes insistió “Nuestro
aislamiento sigue siendo total. La base campesina no se mueve”.[700]
Señala Sebreli que el fracaso de Guevara en el reclutamiento boliviano fue tal que
durante toda la expedición “sólo había logrado reclutar a un agricultor boliviano y
resultó ser un traidor”.[701]
En tanto, las prácticas de Guevara consistentes en tomar pueblos y exhortar a los
campesinos a efectos de reclutarlos, o que al menos adhirieran o simpatizaran con él
eran un verdadero fiasco. Cuando el 6 de julio el Che ocupó las localidades de
Fortaleza y Lima Mansa, arengó sin éxito alguno a los indiferentes lugareños.
Guevara anotó “Son tan impenetrables como las rocas. Cuando uno les habla, parece
que en el fondo de sus ojos se están burlando de uno”.[702] Señala O’Donnell que las
razones de esta absoluta indiferencia “había que buscarlas en la circunstancia de que
los campesinos eran dueños de sus tierras, que les fueron otorgadas durante la
reforma agraria de Paz Estensoro… También los militares, acaudillados por el
carismático Barrientos, que provenía de familia humilde y campesina como la
mayoría de ellos, habían desarrollado una inteligente tarea de captación de la
simpatía de los sectores agrarios construyendo caminos, escuelas y hospitales”[703] y
además los campesinos veían a los guerrilleros “como extranjeros, algunos de piel
más blanca y otros más oscura que la pigmentación aceitunada de los descendientes
de collas, aymaras o guaraníes”.[704]
Todo esto pone de manifiesto una vez más, la ligereza y la improvisación con la
que el caprichoso Guevara manejaba sus expediciones. En el caso que nos ocupa, la
expedición en Bolivia, el Che prometía al campesinado tierras, —que ya habían
obtenido por la reforma agraria de los años 50—. Además Guevara pretendía derrocar
a un presidente que acababa de ser elegido con el aplauso, el consenso y el voto de
los campesinos. Cuenta Castañeda que “Barrientos hablaba quechua con fluidez y
gozaba de una verdadera simpatía entre los campesinos. Poco después de asumir el
poder como presidente elegido en las urnas, en 1966, firma el Pacto Militar
Campesino que, entre otras cosas, estipulaba: Las Fuerzas Armadas asegurarán que
sean aceptadas las conquistas obtenidas por las clases mayoritarias, tales como la
reforma agraria, la educación básica, el derecho a la sindicalización… Los
campesinos por su parte apoyarán y defenderán firme y lealmente a la institución
militar en todas las circunstancias”.[705] ¿No estudió Guevara estos “detalles” antes

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de lanzarse?
Todo indica que Guevara pretendía liberar a los campesinos de Barrientos y los
campesinos querían defender a Barrientos de Guevara y sus invasores comunistas. El
vaticinio de Monje (al igual que el de Nasser respecto a la ventura en el Congo) se
estaba cumpliendo de medio a medio. Anotará el Che: “Ahora sí el ejército está
mostrando más efectividad en su acción y la masa campesina no nos ayuda en nada,
y se convierten en delatores”,[706] algo que volverá a anotar en julio “Sigue la falta
total de contactos. Sigue sintiéndose la falta de incorporación campesina”.[707]
Los campesinos bolivianos se identificaban con Barrientos, entre otras cosas
porque hablaba fluidamente el quechua y Guevara, haciendo uso del ridículo
pretendía ganarse la simpatía de los pobladores brindando ¡clases gratuitas de
francés![708] No existiendo en el campesinado boliviano mucho interés en
perfeccionar la conjugación verbal del passé composé, Guevara cambió de idea y
pretendió animar a sus guerrilleros a que perfeccionaran el idioma quechua para
poder comunicarse mejor con el pueblo. Craso error: en esa zona de Bolivia no se
habla quechua sino guaraní.[709]
En medio de las ensaladas lingüísticas y las perspectivas lamentables, Guevara
aún fantaseaba con alcanzar el apoyo de las masas campesinas y anotará: “El
aislamiento sigue siendo total; las enfermedades han minado la salud de algunos
compañeros, obligándonos a dividir fuerzas, lo que nos ha quitado mucha
efectividad… La base campesina sigue sin desarrollarse; aunque parece que
mediante el terror planificado lograremos la neutralidad de los más, el apoyo vendrá
después”.[710] Efectivamente el apoyo campesino vino después: pero a favor de las
Fuerzas Armadas Bolivianas y no de la guerrilla guevarista.
Mientras los problemas se agravaban y las malas noticias caían en plañidero,
Guevara proseguía humillando a su tropa y trataba de imponer terror en los
campesinos. Fue entonces cuando escribió una de las frases más tenebrosas de su
penosa historia “El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que
impulsa más allá de los límites naturales del ser humano y lo convierte en una eficaz,
violenta, selectiva y fría máquina de matar… nuestros soldados tienen que ser
así”[711] a lo que luego agrega “un pueblo sin odio no puede triunfar”[712] y a modo
de remate dispara “Cada gota derramada en un territorio bajo cuya bandera no se ha
nacido es experiencia que recoge quien sobrevive”.[713]
Pero por más odio que predicara y desparramara los resultados no se revertían.
Enfermo de ira ante la indiferencia de los lugareños, Guevara descargó nuevamente
su racismo el 19 de junio describiendo a los bolivianos del siguiente modo: “son
como animalitos”.[714] ¿Sabrá el guevarista Evo Morales esta clasificación zoológica
que el Che hizo sobre su campesinado?
El 26 de junio, en otro enfrentamiento cae herido Pombo y el guerrillero Tuma
muere de un disparo en el vientre. En julio todo era adverso. Tensionado y hastiado

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en una de sus innumerables marchas, el Che relata personalmente lo siguiente:
“Caminamos algo así como una hora efectiva, que para mí fueron dos por el
cansancio de la yegüita; en una de ésas le metí un cuchillazo en el cuello abriéndole
una buena herida…”.[715] La yegua murió en el acto. Sería interesante que la
anécdota sea dada a conocer a los ruidosos guevaristas que militan en Greenpeace.
El 30 de julio se produce otro combate en el que dos guerrilleros mueren. Las
marchas sin rumbo fijo de los insurgentes se tornaban insoportables. Finalizando
septiembre, una nueva escaramuza reduce la tropa del Che a tan sólo 17 hombres.
Como si los problemas y las debilidades no faltasen, el Che tomó la decisión de
dividir el grupo en dos columnas sin considerar que carecían de medios de
comunicación para coordinar tareas.
Diarreas, calambres, sed, hambre, somnolencia, todo era improvisación y
desánimo. Pensar en un desenlace fatal no era derrotismo sino realismo. El 10 de
septiembre, Guevara, ratificando su condición de mugriento irrecuperable anotó “Se
me olvidaba recalcar un hecho: hoy, después de algo más de seis meses, me bañé”.
[716]
Las malas noticias estaban a la orden del día. El único contacto cubano en La Paz,
Renán Montero (nombre de guerra Iván), regresó a Cuba y no será sustituido jamás.
¿Acaso Fidel dejó al Che incomunicado y librado a su suerte? Este enigma será luego
analizado.
A lo largo del presente trabajo hemos puesto de manifiesto el espíritu suicida de
Guevara. Algo que es señalado por Régis Debray, quien sostiene que el Che “No fue
a Bolivia para vencer sino para perder. Así lo exigía su batalla espiritual contra el
mundo y contra sí mismo. Cierto, no se mató pero se dejó morir. Tenía esa
vocación”[717] y agregará “yo necesité veinte años para reconocer esta paradoja,
corroborada por cien indicios”.[718] Hipótesis que parece ser confirmada por el
mismo Guevara cuando le dice a Carlos Rafael Rodríguez antes de partir de Cuba
“Mi destino es morir como guerrillero y moriré como guerrillero”.[719] Si ese era su
predeterminado destino (tal como se ufanaba Guevara) ¿Por qué no se suicidó en
Bolivia ante la inminencia concreta de ser atrapado en lugar de entregarse a sus
enemigos? El diario del guerrillero Pacho, una semana antes del final, cuenta “(el
Che) me pide un cigarro y que le arme un peine de la pistola. Tiene la pistola en la
mano como si estuviera resolviendo matarse antes de caer prisionero…”.[720]
Benigno reflexionará años más tarde “Es obvio que por el fragor del combate o por
razón desconocida el Che perdió ese peine que le había preparado Pacho, y eso
impidió que cumpliera la decisión de matarse para no caer en manos enemigas, que
nadie duda hubiera cumplido conociendo su extraordinario valor tantas veces
probado y su desprecio a la muerte”.[721]
Incluso el propio Fidel Castro se hace eco de esta hipótesis “La pistola que (el
Che) portaba estaba sin magazine. Estas increíbles circunstancias explican que lo
hubiesen podido capturar vivo”.[722]

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El desenlace era inminente. La aventura suicida estaba llegando a su final. Relata
Sebreli que Guevara “sabía que sólo la muerte los esperaba: las dos columnas en que
se había dividido la tropa no se pudieron encontrar más, estaban desprovistos de
alimentos, agua y medicamentos, sin contactos con el exterior por el radiotransmisor
roto, perdido todo apoyo de la ciudad y con el ejército boliviano siguiéndoles los
pasos. En lugar de tratar de salvar a sus seguidores y a sí mismo, siguió adelante,
estaba claro que ya no buscaba la victoria de la guerrilla sino la propia inmolación”.
[723]
El 7 de octubre, emboscado en la Quebrada del Yuro con su puñado de fanáticos
agotados, el Che se sabía cercado. Escribe en su diario “A las doce y media, una vieja
paseando sus chivas entró en el cañón en que habíamos acampado y hubo que
apurarla. La mujer no ha dado ninguna noticia fidedigna sobre los soldados,
contestando a todo que no sabe. Le dimos cincuenta pesos y le pedimos que no hable,
pero no nos hacemos muchas ilusiones”.[724] Según sostendrán algunos biógrafos, la
“vieja” habría sido quien denunció la presencia de los invasores comunistas, aunque
el citado general Gary Prado nos dirá que la información provino de “un campesino
que nos hizo saber en la madrugada del 8 de octubre que durante la noche habían
pasado por su sembradío de papa un grupo de hombres armados, subiendo la
quebrada. Con esa información, reuní unos 70 hombres y descendí del Abra del
Picacho hasta las quebradas”.[725]
Las fuerzas legales no tardaron en hacerse presentes. Según fidedigno relato de
sus captores, el desenlace se desarrolló de la siguiente manera: “Dos formas se
movieron detrás de los arbustos que ocultaban a los rebeldes. Un hombre cayó y el
otro lo arrastró a través de la vegetación, fuera del alcance de las armas rangers.
Los dos se arrastraron a través de la cañada, mientras los otros guerrilleros
mantenían a raya a los Rangers. El hombre herido, ayudado por su compañero trató
de llegar a uno de los pocos grupos de arbustos de las colinas circundantes,
buscando refugio temporario o una vía de escape. Cuando estaban a punto de
alcanzar la cumbre de una de las colinas, el capitán Prado y un soldado llamado
Ortiz emergieron de los matorrales y les apuntaron con sus armas. El capitán se
había instalado en el mismo estratégico grupo de arbustos para dirigir a sus tropas
durante la operación. Cuando ellos aparecieron, el guerrillero herido se puso en pie
y gritó: ‘Deténganse, no disparen. Soy el Che, y valgo más vivo que muerto!’”.
¿Qué quiso lograr Guevara con esta especulación de que “vale más vivo que
muerto”?, ¿acaso canjear su libertad por información?, ¿pretender conservarse con
vida a efectos de que la presión comunista internacional clamase por su liberación?
Quizás su proclama haya sido un mero grito espontáneo, producto del natural instinto
de conservación.
Gary Prado, capitán y responsable de la operación, entre eufórico y ansioso por
dar la noticia del botín capturado, de inmediato envió un mensaje por radio a la base
de Pucará: “Tenemos a papá”.

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De fusilador a fusilado

De inmediato, Guevara y otro guerrillero (nombre de guerra Willy) son enviados


al cercano pueblo de La Higuera. Allí, el Che es interrogado y permanece encerrado
en un aula de escuela, provisoriamente convertida en celda para albergar a los
invasores. Una vez alojados, a los reos se les da de comer “un plato de pastas con un
trozo de carne” según recuerda Prado. El coronel Andrés Selich fue uno de los
militares bolivianos que más tiempo permaneció hablando junto al Che. Sus
conclusiones fueron lapidarias: “Era un verdadero patán. Un fanático como sólo se
los encuentra entre los argentinos y entre los cubanos”.[726]
Cuenta Félix Rodríguez (hombre la Central de Inteligencia Estadounidense) que
estaba en Bolivia apoyando la operación, que cuando Willy y Guevara se encontraban
detenidos: ¨… llega una llamada telefónica y piden por el oficial de más alto rango,
yo tenía en ese entonces el grado de capitán y en la Higuera habían dos tenientes
más bolivianos, por lo tanto me llamaron a mí. Contesté el teléfono y era del Alto
Mando Boliviano en Valle Grande. Eran instrucciones específicas del señor
presidente, el señor Comandante de las FF.AA., que eran 500, 600. Era un código
que teníamos que significaba: 500 el Che Guevara, 600 muerto, 700 vivo. Le pido
que me lo repitan y me lo confirman: 500/600. Cuando viene Centeno, lo llamo a un
costado y le digo ‘mi coronel hay órdenes de su gobierno de eliminar al prisionero’ y
le doy los códigos, las órdenes de mi gobierno (el americano) son de mantenerlo vivo
a toda costa, nosotros teníamos aviones, helicópteros para trasladarlo a Panamá
para el interrogatorio. Entonces me mira y me dice ‘mira Félix, hemos trabajado
empíricamente, te agradecemos mucho pero estas son órdenes del señor presidente,
el señor Comandante de las FFAA’… Miró su reloj y me dijo ‘tienes hasta las dos de
la tarde para interrogarlo’. Nuestro helicóptero va a venir varias veces, va a traer
comida y municiones y para llevarse a nuestros heridos y nuestros muertos… Entré a
la habitación, él estaba sentado en un banquito, yo le había quitado las amarras al
principio de nuestra conversación. Me le paré en frente y le dije ‘Comandante, yo lo
siento pero son órdenes superiores’. Se puso blanco como un papel pensando que era
yo el que le iba a tirar. Salí de la habitación y estaba lleno de soldados afuera
escuchando la conversación. Estaba el teniente Pérez al lado del sargento Terán y le
dije al sargento ‘no le tire de aquí para arriba, sino de aquí para abajo (señala el
cuello hacia abajo), son órdenes de su gobierno’”.[727]
Horas después, primero Willy y seguidamente Guevara serían fusilados por orden
del gobierno boliviano. Ironías de la historia, un fusilador consuetudinario como el
Che Guevara tomaría de su propia medicina en represalia por querer hacer un golpe
de Estado contra un gobierno elegido democráticamente en un país ajeno al suyo.
¿Qué pasó con el resto de los guerrilleros?, algunos fueron abatidos en emboscadas y
otros cinco lograron escapar a Chile para volver luego a Cuba.
El 11 de octubre de 1967, dos días después de la muerte de Guevara, el Congreso

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boliviano a pleno felicitó al presidente de la República por haber defendido la
soberanía nacional contra la agresión golpista de inspiración comunista.
El cuerpo del Che fue lavado con agua y jabón por dos monjas alemanas antes de
ser presentado a la prensa mundial que lo bombardeó con fotografías, muchas de las
cuales, curiosamente presentaban una imagen crística. En efecto, un hombre de finos
rasgos, pelo largo, ciertamente desgarbado o enflaquecido, yaciendo en una cama, dio
lugar a las comparaciones más inverosímiles cuando no insolentes o heréticas.
“Morir acribillado por las balas”, con “testigos”, de manera “heroica”. En todos
los escritos y poemas que lo acompañaron durante su corta e intensa vida, Guevara
fue anunciando el modo en el cual buscaba su muerte. Empero, el Che no terminó de
morir exactamente como quiso. Puesto que para su desdicha, su cuerpo fue bañado e
higienizado por las monjitas danesas. Ultraje imperdonable para quien hizo de la roña
moral y física un culto y un alarde.

¿Quién traicionó al Che?

Sobre esto, existen múltiples teorías apoyadas en diferentes documentos,


testimonios, experiencias y conclusiones. Primeramente, vale aclarar que Guevara fue
a Bolivia impulsado por sus instintos suicidas. Era prácticamente imposible que
lograra salir con vida. Pero también es cierto que diversos personajes empujaron y
aceleraron su muerte. Díaz Araujo apunta a muchas cabezas que directa o
indirectamente ayudaron al fracaso de Guevara: “las deserciones (17, según Debray)
y sus delaciones (entre ellas las del propio Debray, cuando fue capturado en Camiri
junto con el pintor argentino Ciro Bustos); la falta de apoyo propagandístico por
expresa omisión de Fidel Castro… la reticencia primero y la condena después de la
empresa guerrillera por los principales dirigentes del PC boliviano, Mario Monje y
Jorge Kolle Cueto”[728] a lo que Díaz Araujo agrega entre los traidores a Tania: “El 5
de junio de 1967 Tania dejó abandonado el jeep Toyota en la pequeña localidad de
Camiri, a la vista de la policía quien encontró en su interior cuatro libretitas con
nombres y direcciones de dirigentes y miembros de la organización urbana del Che y
de los contactos comunistas de fuera de Bolivia… Tania… le hizo pagar a su amante
sus mordaces palabras del 27 de febrero de 1965 en el Segundo Seminario
Económico de la Organización de la Solidaridad Afroasiática, de Argel, cuando
afirmó que los países socialistas son, en cierta manera, cómplices de la explotación
imperialistas”.[729] Como vemos, Díaz Araujo brinda un cúmulo de personajes que
expresa o implícitamente confluyeron en la captura y derrota de Guevara. Sin
embargo otras investigaciones apuntan a una cabeza específica: el francés Régis
Debray. Tal el caso de Aleida Guevara (hija reconocida del Che) quien enfatiza: “en
el diario de mi padre puede leerse ‘Debray habló más de la cuenta’… Además
coinciden algunos datos ya que hasta entonces nadie sabía quién era el que
comandaba la guerrilla y a partir de ese momento sí lo supieron…”.[730] Teoría que

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confirma el citado agente de la CIA Félix Rodríguez: “Debray contó de buen grado a
los bolivianos y a la CIA todo lo que sabía sobre las operaciones del Che. Es el
testimonio de Debray el que convenció a la CIA de concentrar sus esfuerzos en la
captura del revolucionario escurridizo… el francés pudo haber sido condenado a
muerte. En cambio, por su cooperación, fue condenado a sólo treinta años para
luego ser perdonado en 1970”.[731] Testimonio muy similar nos lo brindó Gary
Prado: “la confirmación de la presencia del Che se obtuvo con las declaraciones de
Régis Debray al momento de su captura, cuando quiso encubrir su participación
haciéndose pasar por periodista, pues dijo que había venido a Bolivia a hacerle una
entrevista, cosa que había realizado en el campamento. Esa noticia fue mantenida en
reserva hasta el mes de junio, cuando el abogado defensor de Debray la hizo pública
como argumento de defensa, en el juicio que se instauró en Camiri”.[732]
A Debray, pensador marxista y ex guevarista activo no le aporta muchas flores a
su currículum el estigma que sobre él pesa de ser nada más y nada menos que el
delator del Che Guevara. Se defiende generalizando culpas imprecisas alegando:
“Ernesto Guevara murió ya antes del 8 de octubre pues estaba vencido por la
pavorosa naturaleza de aquella región, por la traición de algunos de los grupos pro
soviéticos y pro chinos de Bolivia, y también por la traición de otros que no eran
bolivianos…”.[733]
Otros autores, como Kalfon, no reparan en su coterráneo Debray sino que
sostienen que el argentino Ciro Bustos, detenido junto al francés, al utilizar sus dotes
de eximio dibujante brindó notables identikits de los guerrilleros y fue el principal
responsable de la delación de la presencia de Guevara en Bolivia.
Pero más allá de Tania, Bustos o el acorralado Debray, ¿no sería atinado
detenernos a analizar también el papel del “camarada” Fidel Castro?
La empresa de Guevara fue un fracaso desde el comienzo. No existían ni remotas
posibilidades de triunfo. Fidel ya había traicionado a Guevara cuando éste se hallaba
en el Congo, leyendo su carta anticipadamente y liquidándolo políticamente. Castro
sabía (y se lo ocultó a Guevara) que el Partido Comunista Boliviano no lo iba a
apoyar. Y a sabiendas de que el Che estaba perdido y debilitado, ordenó volver a
Cuba a su contacto urbano en Bolivia (sin enviar reemplazante) y no mandó a
ninguna expedición de refuerzo ni de rescate al advertir que el Che estaba siendo
cercado. Tampoco se registró gestión diplomática alguna para salvarlo. En términos
más vulgares, Fidel sabía deliberadamente que “estaba mandando al Che al muere” y
no sólo no hizo nada para impedirlo, sino que por acción u omisión llevó adelante
maniobras para asegurarse que el fatal desenlace se consumara. Con sutileza
Castañeda anota: “Fidel no mandó al Che a morir a Bolivia; tampoco lo traicionó ni
lo sacrificó: sencillamente permitió que la historia corriera su curso, con plena
conciencia del destino al que conducía. No hizo, dejó hacer”.[734] ¿Dejó hacer qué
cosa? cabe preguntarse. Agrega O’Donnell “Indudablemente llamativo es que no se
haya hecho ningún esfuerzo por ayudar el Che y a sus hombres, algunos de los

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cuales eran miembros del Comité Central del PC cubano y, otros, viceministros. No
existe constancia de algún plan o intento en esa dirección. Ciro Bustos me dirá que
en esos tiempos, importantes sectores del gobierno castrista no tomaban en serio a
Guevara, no se sentían solidarios con sus locuras. También es indudable que no
pocos temerían el regreso del argentino a La Habana y el reinicio de los conflictos
intestinos con el sector prosoviético”.[735]
El ex guerrillero Daniel Alarcón (Benigno), quien acompañó a Guevara desde
siempre y participó en la guerrilla en Bolivia, en declaraciones efectuadas al diario
italiano Corriere della Sera, afirmó que la muerte del Che “se debió a una
maquinación de la que son responsables Fidel Castro y la Unión Soviética… Los
soviéticos consideraban a Guevara una personalidad peligrosa para su estrategia
imperialista y Fidel se plegó por razones de estado, visto que la supervivencia de
Cuba dependía de las ayudas de Moscú. Y eliminó a un compañero de lucha
molesto… El Che fue al encuentro de la muerte sabiendo que había sido
traicionado… descubrimos que el Partido Comunista boliviano no nos apoyaba tal
vez por orden de Moscú”.[736]
Otro dato por demás sugestivo que confirma la traición de Fidel Castro, es el
pésimo equipamiento con que el Che Guevara fuera enviado a Bolivia, tal como lo
ratifica el citado agente de la CIA Félix Rodríguez: “Cuba le había mandado al Che
un equipo de transmisión de radio roto. Eso no existe; incluso, la comunicación es lo
más importante que tiene una guerrilla; sin comunicación estás muerto. Al único
agente de la inteligencia cubana asignado en La Paz, que era el único que le podía
dar apoyo directo si no le funcionaban las comunicaciones, Cuba lo retira con el
pretexto de que se le había vencido la visa. Y cuando chequeamos, el tipo era un
ciudadano boliviano, no necesitaba visa. Lo retiran para dejarlo solo y
prácticamente lo mandan a la muerte, porque a los soviéticos no les convenía que el
Che triunfara en América latina. Sabían que era una revolución que se iba a desviar
para el lado chino. Fidel lo mandó a Bolivia para eliminarlo, para sacárselo de
encima definitivamente”.[737]
Como si estos datos no fueran demoledores, Humberto Vázquez Viaña (quien por
entonces era el encargado de la estación de radio en La Paz) agrega: “En esa época ya
existían en el mercado magníficas radios a transistores y con baterías; sin embargo
la guerrilla del Che, aunque parezca mentira, estaba equipada con radios anticuadas
y en mal estado, con lámparas a corriente eléctrica. ¿Cómo pensarían hacerla
funcionar en esas montañas que usted conoce? Con un motor eléctrico, claro. ¿Y
éste? A gasolina. ¿Y de dónde obtendrían la gasolina? Nada de esto se previó y si se
lo previó, se lo previó muy mal, demasiado mal”.[738] Sugestivamente mal, agregamos
nosotros, ya que estos “descuidos” se tornan de una gravedad mucho más grande,
siendo que Bolivia era el país de la región menos propenso para hacer una revolución.
Tanto es así que la CIA en un informe secreto de 1966 catalogaba a Bolivia como “el
país en peligro menos susceptible de atestiguar un alzamiento revolucionario”[739] y

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en otro informe fechado en mayo de 1968 la CIA estimaba que “los cubanos
asignaron menos de 500 mil dólares, a toda la empresa boliviana; huelga decir que
los analistas de la inteligencia norteamericana consideraban que ‘el número de
hombres, y el financiamiento y planeación cubana fueron totalmente inadecuadas
para la envergadura y los objetivos de la operación cubana’”.[740]
¿De qué manera puede explicarse esto sino a través de la existencia de una
traición deliberada? Si en el lugar más adverso para montar una guerrilla Fidel
respaldó a Guevara no con estructura militar sino con palmadas en la espalda. Y que
el respaldo de Castro se limitó a las palmadas en la espalda no es una exageración del
que suscribe sino que el mismísimo Gary Prado nos confiesa que la estructura de Che
“Era insuficiente y sumamente precaria. En su mayor momento los guerrilleros
llegaron a 52 componentes de los que luego varios desertaron. No tenían, fuera de
los cubanos, la menor preparación militar y su motivación era limitada. Es evidente
que el Che fue abandonado una vez que llegó a Bolivia… Castro se libró de un
personaje que ya se había tornado incómodo para él”.[741]
Describiendo la conducta de Castro para con el Che de manera elegante y sutil,
Sebreli concluye: “Fidel sabía que la aventura boliviana era un suicidio, pero no
hizo nada por disuadirlo y aún lo ayudó un poco, lo suficiente como para que se
fuera pero no lo necesario para la victoria”.[742]
Incluso el gobierno boliviano ordenó ejecutar a Guevara contrariando la postura
de Washington que lo quería con vida. ¿Cuál era el interés concreto de los Estados
Unidos en su captura?, pues precisamente el agente de la CIA Félix Rodríguez
explica que “El Che tenía que saber que Fidel lo había traicionado, y entonces
pensaban que eventualmente podía cooperar”.[743]
En suma, todo indica que independientemente de otros factores coadyuvantes, la
presencia de Guevara en Bolivia fue delatada por Debray. Pero desde el inicio, resulta
evidente que Castro embaucó a Guevara a sabiendas de que este no tenía
posibilidades de regresar, mintiéndole en torno al apoyo del PCB, brindándole una
estructura deficiente, enviándole comunicaciones rotas y ordenándole a su contacto
urbano en Bolivia a regresar a Cuba. Pero también es cierto que para que se concrete
un engaño también tiene que existir quien tenga vocación de ser engañado. Guevara,
dada su experiencia, no podía dejar de advertir ligeramente que se lanzaba a la
guerrilla en condiciones lastimosas. Es por ello que también le asistía una cuota de
razón a Debray cuando afirmó que el Che “No fue a Bolivia para vencer sino para
perder. Así lo exigía su batalla espiritual contra el mundo y contra sí mismo. Cierto,
no se mató pero se dejó morir. Tenía esa vocación”.[744]

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Capítulo Trece

Cavilaciones contemporáneas

La vida en la Cuba actual

Tal como ya lo vimos en el capítulo tres, así como en la Cuba prerrevolucionaria


las condiciones económica eran más que auspiciosas y con notable tendencia a seguir
mejorando, en sentido contrario, después de 1959 la situación pegó un giro
copernicano y tras 50 años de experimento castro-guevarista continuamente
aplicados, el salario promedio de los cubanos se desplomó a categorías
asombrosamente miserable: el ingreso per cápita es de 20 dólares mensuales (unos
14 euros), según lo han reconocido los medios oficiales, lo cual suma un infortunado
ingreso promedio de 240 dólares anuales.[745]
En materia tecnológica, las condiciones no son mejores: mientras que en 1959
Cuba ocupaba el primer lugar de Latinoamérica en el porcentaje de familias con
televisores (un televisor cada veinte habitantes),[746] según los indicadores del año
2008 del Banco Mundial, el porcentual de familias cubanas con televisores se halla
por debajo de… ¿Argentina?, ¿Chile?, ¿Uruguay?, no: de El Salvador y República
Dominicana.[747] Pero los datos siempre pueden ser más desalentadores aún: mientras
en 1959 el promedio de teléfonos de línea era de un equipo cada 28 habitantes[748]
(sólo superado en el continente por los EE.UU.), medio siglo después sólo el 9% de
los cubanos tiene acceso a un teléfono de línea fija y apenas el 1% de la población
está suscripto a un servicio de telefonía móvil. Porcentaje muy inferior al de ¿Japón?,
¿Alemania?, ¿Chile? pues no, al de Honduras.[749]
Pero hay más “logros revolucionarios” para detallar: en plena era de las
comunicaciones y el acceso masivo computarizado a costo mínimo gracias a la
revolución (en el sano sentido del término) de la cibernética, el Banco Mundial
informa que sólo el 2% de los cubanos tiene acceso a Internet. Cifra tres veces
inferior a la de… ¿Canadá?, no a la de Haiti (que posee un 7%).[750]
El fracaso del experimento castro-comunista es algo tan evidente que hasta un
reconocido periódico de inclinación marxista como Le Monde Diplomatique, al
cumplirse el cincuentenario de la Revolución (enero del año 2009), dedicó un extenso
suplemento al evento con el aporte de numerosos columnistas que, al no poder tapar
el sol con las manos no quedó más remedio a sus escribas que reconocer que el
aniversario no es más que el epílogo de “La experiencia de un país que naufragó en
el intento de igualdad sin libertad. El regreso a casa de un régimen revolucionario
que al cabo de cincuenta años debe aceptar su fracaso en el frente esencial, el

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desarrollo económico”[751] tal como lo expone Carlos Gabeta, cronista del citado
periódico. La “revolución” pretendió eliminar la supuesta “explotación del hombre
por el hombre” y no pudo siquiera explotar sus tierras: después de medio siglo de
comandar una isla de dimensiones geográfricas modestísimas, Cuba hoy tiene “más
del 50% de las tierras sin cultivar”[752] tal como lo confirma Janette Habel, también
cronista de Le Monde.
Ya casi ni los ideólogos de izquierda serios e intelectualmente honestos se animan
a defender el sistema castro-guevarista. Pero en sentido contrario, subsisten
numerosos demagogos y opinólogos de bolsillo, siempre prestos a disparar máximas
indulgentes a modo de premio consuelo: “pero la revolución le garantizó a los
cubanos educación”. Pero como ya lo hemos visto en el capítulo tres este artilugio no
resiste análisis. La educación ya era envidiable antes del experimento totalitario y
según informe de las Naciones Unidas de 1957 Cuba estaba entre los cuatro países
latinoamericanos con más alfabetizados.[753] Notable escala no muy distinta a la
actual, puesto que en el año 2008 la ONU informa que Cuba ostenta “un 99,8% de
alfabetización entre los adultos”,[754] dato sin dudas auspicioso, pero que en el Siglo
XXI tampoco constituye hazaña alguna. Sin costos en vidas ni terrorismo de estado
alguno, el ultracelebrado guarismo cubano es apenas un 1% superior a Trinidad y
Tobago.[755] No fue la revolución artífice de este “logros”, sino que su único mérito
(en el caso de existir tal cosa) se reduce a no haber destrozado la excelente situación
educacional heredada.
Pero al cumplirse 50 años de la revolución, parece que Cuba ya no puede siquiera
conservar la excelencia educativa de otrora, tal como lo ponen de manifiesto las
páginas del citado suplemento antiderechista de Le Monde Diplomatique: “Algunos
profesores dejaron su empleo por actividades privadas mejor remuneradas. A veces
se los reemplaza por maestros emergentes, docentes poco experimentados que han
recibido una formación corta. La enseñanza es un desastre, exclama uno de los
asistentes durante un debate público organizado por la revista Temas… ¿De dónde
viene el desinterés de muchos jóvenes por la política? Es que me pone enfermo,
responde uno de ellos, exasperado por las cotidianas exhortaciones y las
orientaciones políticas de los dirigentes. El sentimiento de que no tienen un porvenir
profesional correspondiente a la calificación adquirida está muy expandido y muchos
tratan de irse de la isla. En febrero de 2008, durante un debate muy mediatizado, un
estudiante presentó sus quejas al presidente de la Asamblea Nacional, Ricardo
Alarcón. ¿Por qué hace falta una autorización para viajar? ¿Por qué está restringido
el acceso a Internet?… Algunos jóvenes estudiantes e investigadores ponen el acento
en la necesidad de socializar el poder… signo de estos tiempos, ninguno de ellos se
define como fidelista”.[756]
Pero ni lerdos ni perezosos, los devotos de la “revolución” de inmediato apelarán
al otro infaltable ardid, consistente en cantar loas al sistema de salubridad alegando:
“el promedio de médicos por habitante es de los más altos del mundo”. Si bien esta

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temática también ya fuera tratada en el capítulo tres, vale reiterar que no se produjo
tal resultado por la venerada revolución. Antes de la llegada de Castro y su pandilla al
poder, conforme lo indica el Anuario Estadístico de las Naciones Unidas, la cantidad
de médicos en Cuba en relación con la población en 1960 era de un médico por cada
1020 y en el año 1976 la cifra había descendido a 1121 por habitante.[757] Vale decir,
17 años después de acaecida la embelesada revolución los datos se hallaban en baja
(tengamos en cuenta que son guarismos arrojados en el mejor momento cubano pues
corresponden a la época de pleno financiamiento soviético). En otro rubro de vital
importancia en materia de salud, es dable poner de manifiesto que la mortalidad
infantil en 1959 era de 32 por cada mil nacidos vivos[758] y en 1969 la tasa de
mortalidad infantil ascendía al 46 por cada 1000 (un aumento de más del 20%).[759]
Podrían argumentar los defensores de la tiranía comunista que estos magros
guarismos no fueron consecuencia del sistema socialista en sí sino de una mera baja
“coyuntural y regional”. Pues parece que no: en ese mismo lapso la mortalidad
infantil se redujo un 40% en Panamá, un 46% en Puerto Rico, un 47% en Barbados y
un 55% en Costa Rica.[760]
Pero como palabritas engañosas a los castro-guevaristas nunca les faltan,
resuelven disparar genéricamente: “pero Cuba está mejor que Haití”. Falacia
insensata a la que tres encumbrados analistas políticos de la región (todos
primigeniamente marxistas) responden: “Por supuesto que Cuba está mejor que Haití
o que Bangladesh, pero a Cuba hay que compararla con los países con los que tenía
el mismo nivel de desarrollo y progreso en la década de los cincuenta; por ejemplo,
Argentina, Uruguay, Chile, Puerto Rica, Costa Rica o España. Treinta y siete años
después de iniciada la revolución, Cuba está infinitamente peor que cualquiera de
esos países, y lo razonable es juzgar a la isla por el pelotón en el que se desplazaba
antes de comenzar la revolución, y no por el país más atrasado del continente”.[761]
En suma: ¿cómo es la vida en Cuba tras medio siglo de revolución? Además del
consabido totalitarismo cruel, cabe suscribir a la conclusión arribada por el analista
internacional Andrés Oppenheimer: “La isla es hoy como un enorme jardín de
infancia, donde todos tienen garantizado un ingreso de subsistencia mínima, pero el
Estado lo decide todo. Es un buen lugar para subsistir si uno es un holgazán, pero
puede ser exasperante para el que tenga ambiciones u opiniones propias”.[762]

Las tres válvulas de escape

Pero nada de esto les pasó desapercibido a los desdichados cubanos. A poco de
mostrar la revolución sus garras, el terror popular comenzó a desparramarse en Cuba
y el grueso de su clase media y alta empezó a huir por millares hacia el vecino estado
de Florida, en los Estados Unidos. La fuga masiva de cubanos aterrados fue y es tan
alarmante, que Castro se vio obligado a decretar la prohibición de salir de la isla y
virtualmente mantener secuestrados a todos los habitantes.

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Pero la medida prohibitiva no amilanó a los más osados y decenas de miles de
cubanos en busca de libertad desafiaron a las fuerzas de espionaje y la policía militar,
enfrentando además los riesgos graves de morir ahogados al huir en paupérrimas
balsas de utilería, mayormente construidas a base de neumáticos atadados con
madera. A la aventura desesperada y angustiosa por escapar del socialismo, cabe
agregar el dolor de huir a sabiendas de que mientras perdure el castrismo en el poder,
los exiliados nunca más podrán ver a sus afectos, hijos, esposas etc., y bajo el riesgo e
incertidumbre permanente de que el régimen, a modo de mecanismo extorsivo tome
represalias contra estos últimos.
A pesar de los graves inconvenientes citados el éxodo no cesó jamás y sigue
intacto al día de hoy. A principio del año 2007 se dio a conocer la cifra nacional de
población de los Estados Unidos constituyendo un total de 300 millones de
habitantes, dentro del cual la población cubana allí residente asciende a 1,241,685
habitantes repartidos en sus 50 estados, equivalente al ¡10% de la población que
actualmente vive en Cuba!, no existiendo en toda América tamaño porcentual de
éxodo. Incluso, en Miami, en el año 2007 el censo arrojó que el 54 por ciento de
todos los hispanos allí residentes son cubanos.[763]
Si bien los Estados Unidos intenta actualmente controlar el éxodo emitiendo 20
mil visas para cubanos por año y asistiendo sólo a los que llegan en balsas a tierra
firme (concediéndoles la residencia), los cubanos son la comunidad hispanohablante
que lleva la delantera en el país del norte superando por lejos a países de habla
hispana mucho más numerosos en habitantes y sin impedimento legal para irse de sus
respectivos países. ¿Por qué razón sucede esto?, simplemente porque el comunismo
es siniestro y ningún ciudadano común quiere vivir en él una vez que lo conoce y lo
padece. Luego, al ser Cuba un país comunista, es natural que todos quieran (a pesar
de las dificultades y riesgos antedichos) escapar cuanto antes y subir
desesperadamente en cualquier objeto que pueda flotar y lanzarse al mar a su suerte.
Y la suerte es tan negativa, que la cantidad de balseros muertos en intento de fuga
(sea por los habituales accidentes en balsa o por las balas asesinas de la gendarmería
castrista) según los estudios más actuales nos hablan de 77,879 víctimas.[764]
Con notable espíritu visionario, Cataneo, cantante del Trío Taicuba, a poco de
entrar Fidel Castro en La Habana espetó “Sólo se salvarán los que sepan nadar”.
Desde entonces se le conoce como “El Profeta”.[765]
Pero una vez implosionado el totalitarismo soviético y la consiguiente
financiación, los dueños de la isla tuvieron que buscar recursos desesperadamente por
otros lados. De ahí que el incremento de la prostitución fuera tolerada y hasta recibida
con beneplácito (cuando no alentada) por Castro y su comparsa. Y no es para menos:
las divisas que ingresan por el turismo sexual son tan importantes que los honorarios
percibidos por una hora de servicio efectuado por una “jinetera” (apodo con el que se
denomina a las prostitutas cubanas) triplica el monto de un sueldo mensual obtenido
por una muchacha al trabajar convencionalmente nueve horas diarias durante treinta

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días para el estado castrista. Si bien uno de los argumentos más difundidos por los
adulones del castro-guevarismo es que antes de 1959 “Cuba era un burdel”, lo cierto
es que por entonces en La Habana había un puñado de casas de tolerancia que
operaban discretamente en los hoteles turísticos y en los casinos de La Habana y uno
de los “grandes logros” de que se ufanó la revolución fue haber erradicado la
prostitución. Argumento tragicómico, puesto que actualmente la prostitución en Cuba
no solo funciona a la orden del día, sino que se ha masificado de tal modo que en la
actualidad las prostitutas ascienden a cien mil (diez veces más que antes de la
revolución),[766] inocultable obviedad ante la cual, la mismísima hija de Fidel Castro,
Alina, confesó que tras la revolución “La Habana se convirtió en una feliz escala
sexual, y Varadero el paraíso de las venéreas”.[767] Pero los marxistas siempre
encuentran justificativo para todo, tal la absurda defensa de Fidel Castro esgrimiendo
en 1993 que “Gracias al socialismo, las chicas cubanas deben ser las prostitutas más
limpias y mejor educadas del mundo”.[768] Argumento cínico al que el politólogo
cubano Carlos Montaner responde “es cierto: las hay maestras y médicas, abogadas
y dentistas, técnicas industriales y estudiantes de biología. Las hay alumnas de
bachillerato, que apenas tienen 14 o 15 años, y las hay funcionarias de algún
ministerio que ya pasan de los treinta… en ninguna parte del mundo las prostitutas
están tan educadas como en Cuba. Sólo que esa observación no mitiga el problema,
sino lo agrava, no exculpa a la revolución, sino la incrimina de una manera terrible,
porque si algo se sabe con toda precisión es que a la prostitución no se llega como
consecuencia de una decisión tomada libremente, sino como resultado de una
situación en la que no hay mejores opciones… Lo hacen para llevarles alimentos o
ciertas comodidades a sus familiares. Lo hacen para tener ellas mismas una
existencia materialmente digna, aunque terminen emocionalmente destrozadas.
Castro tiene razón: lo que diferencia a las jineteras de las prostitutas del resto del
planeta es, precisamente, que las cubanas, en efecto, están educadas. Uno no ve en
Madrid, París o Buenos Aires a médicas o abogadas que ejerzan la prostitución…
Por eso, cuando las jineteras consiguen radicarse fuera de Cuba no continúan
ejerciendo la prostitución, sino retoman sus estudios o comienzan a trabajar
normalmente en empresas convencionales… o en donde obtengan un salario
razonable que les permita llevar una vida digna, lejos del infiernillo moral y material
que dejaron en la Isla”.[769]
La revolución socialista per se, lo único que produjo fue miseria, crímenes en
masa, fugas a borbotones, avasallamiento a las libertades individuales, promiscuidad
e infelicidad. El hombre nuevo y el luminoso porvenir que prometía el socialismo
castro-guevarista ya no puede siquiera ser tomado en broma, porque en Cuba hay
pocos motivos para bromear: es el país con más alto índice de suicidios del
continente americano y ocupa el segundo lugar en el mundo en tan horrenda escala.
La edad promedio de los suicidas oscila entre 15 y 45 años y en el último medio siglo
se habrían suicidado aproximadamente cien mil cubanos, tal como lo comunica el

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diario argentino La Nación en cuyo informe agrega: “A principios de los años 80, el
Ministerio de Salud Pública de la isla dio a conocer que la tasa de suicidios en Cuba
había rebasado los 20 por cada 100 000 habitantes. Aquellas cifras revelaban que,
en menos de una década, el índice de muertes por esa causa se había duplicado —en
1969 sólo morían así 8 entre 100 000—… a mediados de la década pasada (1995) el
índice de suicidios debió estar cercano a los 30 por cada 100 000”.[770]
Cincuenta años después de acaecida la revolución, la fuga en balsa para escapar
del totalitarismo, la prostitución para escapar de la indigencia, o el suicidio
sistemático para escapar de una vida atormentada, son las tres principales y
desesperantes válvulas de escape utilizadas por el cubano medio, a fin de paliar una
situación insoportable signada por el temor, la miseria, la promiscuidad, el estado de
servidumbre y la falta de perspectivas.
Este y no otro es el verdadero legado del Che Guevara a las nuevas generaciones
cubanas: una sociedad compuesta por hombres y mujeres en permanente exposición
al riesgo extremo (la fuga en balsas, el contagio de venéreas o el encarcelamiento) en
el mejor de los casos, o de la muerte autogenerada (tal como lo comprueban los
índices de suicidio) en el peor de ellos.
El Che, sin advertirlo ni quererlo, fabricó una sociedad a la medida de sus
traumas: ¿qué fue acaso Guevara sino un atormentado espécimen que vivió
escapando de todo lo que lo rodeaba a la vez que desafiaba la vida con
emprendimientos riesgosos y en constante búsqueda de la muerte prematura?

Bodas de oro en las tinieblas

Pero Cuba desde hace medio siglo fue y sigue siendo noticia. Al momento de
escribir estas líneas (verano del 2009) se produjo un fenómeno mundialmente
televisado: el cincuentenario de la revolución cubana, y mientras consultados
intelectuales de izquierda aunque con tibieza y lucidez tardía comienzan a reconocer
el fracaso del indefendible sistema. Opinólogos multimediáticos, galanes de cine,
politiqueros progresistas, autodenominados “referentes de la cultura” y mandatarios
populistas, ratificando su precariedad enciclopédica y su falta de escrúpulos,
festejaron los cincuenta años de tiranía fusiladora en el marco de un colorido
carnaval. Tal el caso de la mujer de Néstor Kirchner, Cristina Fernández (al momento
de escribir estas líneas oficia de presidente-títere de la Argentina en calidad de
mandataria-consorte), quien viajó a La Habana en el citado aniversario para abrazarse
con los hermanos Castro y participar eufóricamente de la festividad totalitaria.
Allí, la esposa de Kirchner pronunció los siguiente piropos a la bestial autocracia:
“Creo que haber llegado al 50º aniversario de la revolución, es un reconocimiento de
todas las generaciones que contribuyeron a que Cuba pueda, pese a las
adversidades… llegar a un desarrollo científico, cultural, educativo realmente
ejemplar… solamente los mediocres se niegan a reconocer las cosas que hizo Cuba.

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No sé cuántas sociedades hubieran podido tener este desarrollo científico alcanzado
y por ejemplo hoy exportan tecnología, así que tienen que sentirse muy orgullosos…
Cuba ha alcanzado gran desarrollo tecnológico y sanitario”.[771] Desconcertado ante
el notable cúmulo de pavadas verbalizadas por la cónyuge Cristina, el periodista y
escritor peruano Jaime Bayly (en su programa televisivo internacional emitido por
Mega TV), no reponiéndose aún del asombro lanzó la siguiente reflexión: “Hoy nos
hemos enterado de que Fidel Castro no está muerto… no todavía,
desafortunadamente. Fidel Castro está vivo, casi muerto, queriéndose morir. Quien
ha oficiado de gerenta de la morgue (la habitación de Fidel Castro) y ha tocado el
cadáver y ha dicho ‘¡no, no! este cadáver está vivo’ es la presidenta argentina que
está cumpliendo este indecoroso y desvergonzado papel de enfermera en la hora
undécima del moribundo dictador. Pues ella, en vez haber estado anoche celebrando
la juramentación de Obama, presidente democrático en un país libre, pues no, ella
eligió ir a celebrar los 50 años de la dictadura comunista cubana y hoy se reunió con
su amado, glorificado dictador Fidel Castro, porque es como una peregrinación que
hace, como una romería al santuario, al templo donde está esta especie de divinidad
que toda esta progresía, la izquierda latinoamericana, adora reverente y van a
rendirle tributo como si Fidel fuese un dios. Entonces Cristina nos ha dado esta mala
noticia, que Fidel está vivo y se reunió esta tarde con ella y estaba encantada!,
porque ella es una gran admiradora, devota, de ‘san Fidelito’… ¿le habrá cambiado
los pañales al viejo?… que contenta, que orgullo de haberle estado rindiendo
homenaje a un dictador que durante medio siglo ha secuestrado la libertad de su
pueblo y ha violado sistemáticamente los Derechos Humanos. Que orgullosa está la
señora Cristina Fernández de Kirchner de rendirle pleitesía, hincada de rodillas, a
este dios al que ella elige adorar. Después que no nos diga que defiende los Derechos
Humanos, o que nos diga que los defiende pero selectivamente, que ella discrimina…
la verdad es que es una vergüenza para el pueblo de la Argentina. Creo que la señora
Cristina ha cometido un error muy serio, muy grave… estando el mismo día que
juramenta Obama, ella está en La Habana rindiéndole homenaje a una dictadura
que lleva medio siglo en el poder. Esto es un error incalculable, un error moral y
político incomprensible… ¡Qué notable que Cristina diga que Cuba ha logrado un
desarrollo ejemplar! Cuando Cuba es el ejemplo más patente y doloroso del
subdesarrollo, que ha ido a contrapelo de la historia y es el país más
subdesarrollado, pobre y miserable de la región! ¿Cómo puede decir Cristina
Fernández que Cuba es un caso de desarrollo ejemplar?… ¡los cubanos no tienen
que comer!, además de que carecen de libertad lo cual ya es bastante grave… ella
habla de ‘desarrollo científico y tecnológico’, pero yo le pregunto a Cristina, en los
hogares cubanos ¿hay tal desarrollo científico y tecnológico? En una casa de un
cubano normal ¿hay una buena nevera?, ¿hay un buen televisor?, ¿hay un horno
microondas?, ¿hay teléfono inalámbrico?, ¿hay teléfonos celulares?, ¿hay cable?,
¿hay computadoras?, ¿hay Internet?, ¿a eso no llamaría usted desarrollo científico y

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tecnológico al servicio de la gente?, ¿eso hay en La Habana? No señora Cristina,
eso no hay en La Habana… ¿de qué desarrollo científico habla usted? Si hay 20
carros y son del año ’50… me indigna porque lo que está diciendo Cristina es
mediocridad intelectual y moral… hay sueños que son un poco idiotas y gente que es
un poco inescrupulosa… ¿de qué desarrollo sanitario habla Cristina? ¡si no hay
papel sanitario en Cuba!, ¡el único que tiene papel sanitario en Cuba es Fidel y
Raúl!!, no nos tome el pelo señora Cristina”.[772] Podrá gustar o no el estilo de Bayly,
pero no ha dicho nada que no sea absolutamente cierto.
Pero la tiranía marxista no parece agotarse siquiera por cuestiones biológicas. El
avejentado Fidel ya se encargó de “nombrar presidente” a su hermanito Raúl, a
efectos de que la dinastía Castro Ruz quede intacta para cuando el hermano mayor de
la cofradía parta (suponemos que al fuego eterno) para hacerle compañía a Guevara,
en donde no es de extrañar que en el reencuentro (más allá de algún reproche y ajuste
de cuentas) se reamiguen y planifiquen hacer una revolución para derrocar a Belcebú
y tomar ellos la delantera, empeorando así las condiciones de vida en el averno.
Experiencia en la materia no les falta.

El Che como mito capitalista

Si bien Fidel Castro y su tiranía en Cuba es sancionada incluso por personalidades


de pensamiento afín a la izquierda, en sentido contrario y sin advertir la
contradicción, el Che Guevara, partícipe necesario, cómplice y arquitecto adjunto del
ominoso sistema imperante en la isla, lejos de padecer merecidas críticas punzantes,
con los años se ha tornado en una suerte de santo laico, el cual es venerado con
idéntico fervor por la izquierda, la progresía, apolíticos desinformados, figurones de
la farándula, del deporte y hasta incluso por defensores del capitalismo que “aunque
no comparta sus ideas” justifican al héroe que “se inmoló por un mundo mejor”.
Guevara no es un mito más. Tan es así que ni siquiera su apodo, “el Che”, se
salvó de las leyendas de rigor que se tejieron en torno al reverenciado personaje.
Teorías de las más disímiles se escribieron al respecto, muchas veces alegando que el
apodo “Che” es el modo popular con el que se le llama a los argentinos en el exterior
(dado que “Che” es un modismo argentino para llamar a un tercero). Pero “Che” no
es en modo alguno un apodo universal para los nacidos en la Argentina.
Efectivamente, argentinos famosos o destacados y cuya obra traspasó las fronteras
hubo en todas las artes y a ninguno se le llamó “el Che”. Cualquier argentino que
alguna vez haya salido de su país sabe que jamás ha sido llamado de ese modo. ¿Y
por qué se apodó así a Ernesto Guevara y no a otro? Una aproximación sobre el
origen de tan popularizado sobrenombre nos la brinda el periodista cubano Orlando
de Cárdenas, quien fuera amigo de Fidel y uno de los principales colaboradores del
Movimiento 26 de Julio en México: “A él al principio se le decía doctor Guevara o
Ernesto Guevara, pero cuando vimos que él se hacía burla de nuestra manera de

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hablar, entonces en represalia ya no le dijimos nunca más Guevara ni Ernesto, le
decíamos el ‘Che’, ahora todo el ‘Che’ y ‘Che’… se lo decíamos muchas veces con
un poco de sorna, para refregarle en la cara lo que él nos había hecho a nosotros.
Nunca nos vio completamente como compañeros”.[773]
Pero más allá del curioso sobrenombre que al parecer fuera puesto por sus
camaradas más como amonestación que como signo de afecto, su figura ha llegado a
tan alto grado de adhesión o aceptación, que logró traspasar todas las clases sociales y
culturales sin mayores distinciones ni ambientaciones. Su efigie puede ser colgada
tanto sea para adornar una paupérrima choza periférica como la pared de un pub,
discoteca o restaurante ubicado en el barrio más elegante de cualquier capital
occidental. Su imagen es capaz de levantar fascinación tanto entre los intelectuales
más afamados como en los personajes más alejados del mundo enciclopédico. A
modo de ejemplo, así como Jean Paul Sartre definió a Guevara como “el hombre más
completo de su tiempo” (influyendo sobre intelectuales, universitarios o periodistas),
Diego Maradona a su manera hizo lo propio exhibiendo un tatuaje guevarista en su
brazo derecho (influyendo sobre el vulgo que lo endiosa).
¿Cómo ha llegado Guevara a constituirse en un mito de tamaña intensidad? Va de
suyo que no existe una sino múltiples causas que, azarosamente o no, confluyeron
apuntando en una misma dirección. El Che no escapó a ninguno de los componentes
que poseen los mitos pop del siglo pasado: murió joven, en medio de la fama, fue
rebelde, aventurero y además era “buen mozo”, o al menos eso es lo que suele decir
el público femenino (porque al que suscribe los hombres con barba no le atraen). Es
por ello que le asiste la razón al cronista del suplemento cultural del diario Clarín,
Fernando García al sostener que existe “Una suerte de homenaje cínico al destino del
socialismo en el mundo de nuestros días. Hay en la promesa del vodka puro y el
comandante incorruptible un mensaje para que el consumidor corra los límites,
transgreda. Aunque esto no signifique más que aflojarse el nudo de la corbata y subir
el volumen del mp3.
De esta paradoja descienden y (a la vez) se nutren todos los malentendidos sobre
los que se edifica este Che “superstar” quien Inicia una carrera aparte en el mismo
carril de los cadáveres hermosos: James Dean, Marilyn Monroe, Brian Jones, River
Phoenix, Kurt Cobain”.[774]
Sin embargo, de los personajes mitificados recién nombrados, ninguno goza ni
cercanamente del uso y ni la vigencia que sí ostenta el Che Guevara en los días que
corren. ¿Por qué razón? Entre otras cosas porque al Che le asisten varios ingredientes
adicionales respecto del resto de los nombrados que lo constituyen en un mito mucho
más sólido y vigente. ¿Cuáles son esos elementos extras? Entre ellos cabe anotar uno
de inequívoca índole política: el rol de la Cuba castrista en la fabricación de la
leyenda. No cualquier mito cuenta con el sponsoreo oficial de un estado. Al morir el
Che, de inmediato Fidel Castro se encargó de canonizarlo definiéndolo como
“hombre de conducta intachable… moralmente superior… de una exquisita

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sensibilidad humana… sin mancha”.[775] Acto seguido, Fidel impulsó el mito con una
abrumadora propaganda tanto interna como externa elevándolo a categorías
astronómicas tal como lo señala James: “Fidel soltó un panegírico, largo y
extravagante, que colocó al Che en el limbo de los comunistas inmortales, junto a
Marx y Lenin, y lo proclamó el hombre nuevo, al que los jóvenes debían tratar de
emular en lo futuro. El viejo revolucionario había muerto; el nuevo santo había
nacido”.[776]
El patrocinio cubano sin dudas es uno de los elementos adicionales que
revitalizan al mito pero no es el único. Anota Sebreli que el Che ya en vida estaba en
permanente fabricación de su propia leyenda: “Fidel, como todo político, aspiraba a
perdurar; el Che, como todo aventurero, elegía extinguirse en su momento más
glorioso, consumarse en el acto absoluto de la lucha hasta la muerte… Esta
intransigencia de los ideales ocultaba la búsqueda existencial del ‘ser uno mismo’, la
construcción de su propia estatua”.[777]
Pero si de elementos adicionales se trata, probablemente el que dio mayor vigor a
su sacralización fue el hecho de que Guevara haya muerto en el fragor de su aventura
guerrillera. De esta manera, se impuso a fuego la máxima sanalotodo a la que
permanentemente recurren sus apologistas: “el Che murió por un ideal”. Esta frase,
incluso es recogida con indolente aprecio hasta por aquellos que no comparten el
ideal de Guevara, pero indulgentemente le reconocen “haber entregado su vida por
ella”. Argumento efectista y efectivo aunque notablemente idiota, puesto que lo
trascendente en Guevara no es que “haya muerto por sus ideas” sino que haya
fusilado a mansalva por imponerlas. Que haya muerto en el marco de su cruel milicia
es un detalle adjetivo. En definitiva, él buscó afanosamente esa muerte y la encontró
en su ley. ¿Cómo se puede ser indulgente con un asesino serial de tamaño calibre por
el hecho de haber muerto en Bolivia mientras llevaba adelante una empresa criminal?
Cabe agregar que Guevara no murió “en defensa de la paz” ni “luchando por los
Derechos Humanos” sino que se hallaba en el Altiplano conspirando otra vez contra
un gobierno democrático en un país ajeno al suyo en cuya aventura golpista. Él y sus
cubanos invasores asesinaron a 49 bolivianos. Fue en el marco de esa conjura en
donde el Che fue detenido y posteriormente ejecutado. ¿Acaso el Führer queda
disculpado de sus felonías por haberse pegado un tiro para no entregarse a sus
enemigos? ¿Acaso a los asesinos políticos la muerte que en legítima defensa le
propicia el bando agredido les genera indulgencias plenarias?
Importa un rábano como murió Guevara. Lo importante no es como expiró, sino
cómo, cuándo y cuánto mató. Guevara no debe ser juzgado por cómo murió sino por
cómo obró cuando vivió. Su muerte, en definitiva, se produjo delinquiendo en un país
ajeno al suyo atentando contra el orden constitucional. Ocurre que a la izquierda y sus
personeros se los juzga por sus objetivos (supuestamente nobles) y no por sus
resultados (comprobadamente desastrosos) que en definitiva son lo único importante.
Que la ejecución de Guevara haya sido en el marco de procedimientos irregulares

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por parte del país agredido, no exculpa al Che de sus crímenes y perfidias. Máxime
con este tipo de argumentos reglamentaristas, cuando el Che, quien fusiló y masacró
todo cuanto pudo (fundamentalmente cuanto contó con el poder del estado), jamás le
brindó a sus cientos de víctimas la menor garantía defensiva ni procesal.
Pero muerto el perro no se acabó la rabia porque los hermanos Castro siguieron y
siguen torturando al pueblo cubano. Y de no haber existido “el ejemplo del Che
Guevara como modelo de lucha” y una Cuba castrista (que el Che ayudó a edificar en
calidad de protagonista) que cumplió el penoso rol de obrar de campo de
entrenamiento y refugio del terrorismo trasnacional, muy probablemente en los años
70, Latinoamérica no se hubiese visto envuelta en sangre, o al menos, no en las
proporciones padecidas. Hasta el escriba marxista José Pablo Feinmann anotó:
“¿Quién puede no pensar —con dolor, casi contra uno mismo— que Ernesto Che
Guevara es uno de los grandes responsables de las masacres de nuestro continente?
Se acabó la celebración acrítica de Guevara”.[778]
Pero más allá del legado de Guevara en cuanto mito conducente a partir del cual,
en los años 70 se formaron en la Argentina y el resto de América latina numerosas
organizaciones guerrilleras y terroristas que obraron bajo su inspiración con
resultados desastrosos, en el mundo contemporáneo Guevara ya ha dejado de ser un
referente del socialismo revolucionario para convertirse en fetiche del snobismo
progresista.
El Guevara real nada tiene que ver con su descafeinada versión actual. La
elasticidad en cuanto al uso que hoy se le da a su figura, ha ido asemejándose cada
vez más a un juguete del marketing que a una manifestación ideológica. Su impronta
y significancia es cada vez más parecida a la de un atropellado cantante de rock que a
la de un fusilador estalinista. La imagen despeinada del Che hoy cumple un papel
rebeldía inmadura tan asimilable a la lengua de los Rolling Stones como a un afiche
de la maquillada banda Kiss. En suma, hoy el Che no significa nada concreto más allá
de un vagaroso símbolo de disconformidad abstracta sin saber bien contra qué ni
contra quién.
La imagen mítica del Che actual es tan ajena a la real, que con notable síntesis
comparativa Gustavo González (jefe de redacción de la revista Noticias) anotó: “El
neo Guevara… pasó de marginal extremista a ícono pop. De la selva a la remerita.
Del fusil al símbolo de paz. Con una curiosidad adicional: San Ernesto Guevara no
perdió los devotos que lo seguían cuando era otro, simplemente sumó a los nuevos.
El marketing hace este tipo de milagros. Y el Alzheimer social hace el resto… Es
curioso que muchos de quienes lo admiran digan ser pacifistas y afirmen que él lo
era. Y es más curioso que algunos que llevan tatuada su cara en el brazo, por lo
único que estuvieron a punto de dar la vida fue por una línea de cocaína, un desvío
burgués que el Che no hubiera dudado en castigar con la muerte”.[779] Díaz Araujo
por su parte, agrega que el Guevara actual representa “El buen mozo argentino con
‘su mirada en lontananza’ que deambula por los más diversos paisajes y con los más

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diferentes medios de transporte o llanamente a pie, cargado de filantropía, de
compasión, siempre pronto para auxiliar al prójimo necesitado. Un buen samaritano.
En la Argentina… el nomadismo sentimental guevariano suena a gloria.
Mientras el Guevara revolucionario va quedando medio en el olvido (o, lo que es
lo mismo, reducido al Che de las banderolas de las aleadas formaciones castristas, o
las camisetas y los tatuajes ‘grasas’, tipo Maradona o Mike Tyson), éste más novel,
del juvenil errante, adquiere renovado interés de día en día; especialmente, entre el
público femenino de clase media… Guevara ha dejado de ser una persona de carne y
hueso, para convertirse en una imagen, en un ícono, no menos, en un poster.
En lugar de ser un exclusivo patrimonio político del revolucionario bolche,
Guevara ha pasado a los dominios del esnobismo cultural progre, o del turismo
aventura”.[780] Hoy el Che ni siquiera es un mal ejemplo para los jóvenes porque
estos no saben quién es: ni tampoco saben quién fue.
¿Cómo hizo el Che para encarnar tamaña metamorfosis agigantando su vigencia?
Pues aquí sumamos otro elemento más de carácter indispensable para fabricar mitos
contemporáneos: la imbatible fuerza de la imagen. La escritora y licenciada Mónica
Gómez Salazar, docente mexicana que ha desarrollado diversos estudios sobre los
elementos constitutivos del mito moderno cuenta que “Es una tarea difícil definir al
mito… Se convierte en una labor complicada considerando primero que, nuestra
concepción del mundo y manera de conducirnos cotidianamente descansa en la
percepción visual y no oral”.[781] Ahí está la clave. La percepción visual es mucho
más poderosa que la oral y queda claro que el mito guevariano alcanzó tamaña
envergadura en parte gracias a la repetición permanente de su imagen. Su fotogénico
rostro, notablemente explotado a partir de la famosa foto tomada en La Habana por el
fotógrafo cubano Alberto Korda[782] en la cual se ve a un Guevara con campera de
cuero, boina bien ajustada, pelos al viento, gesto ciertamente adusto y una mirada
melancólica que sugiere estar apuntando a un horizonte, nos ofrece una seductora
composición facial que le brindó al mito un notable condimento propagador.
Condimento en el que Korda participa por accidente, ya que fuera de la famosa foto
de marras, no hay registro alguno de trabajos talentosos ni trascendentes tomados por
el autor. Pero el azar quiso que esa expresiva foto gustara y la misma viene siendo
reproducida hasta el paroxismo a través de una avalancha de afiches, calcomanías,
almanaques, remeras, posters, billetes, estampillas, grafittis, postales e infaltables
banderas o carteles siempre presentes tanto en los estadios de fútbol como en cuanta
manifestación política, ecológica, homosexual, gremial, estudiantil o marcha de
cualquier rubro se haga presente. La imagen del Guevara actual se ha tornado en un
instrumento multiuso aplicado a todo propósito y hasta fuera de propósito. En torno a
lo cual Edgardo Cosarinsky señala que “el póster ha reaparecido entre las
computadoras, los walkman y los fax, el e-mail y toda la panoplia de la
comunicación en esta sociedad del consumo que el Che luchó para impedir. Ninguno
de los jóvenes que fija con chinches ese póster en la pared de su cuarto sueña con

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una cultura dirigida, con una economía basada en el trueque, con una sociedad
donde el pasaporte sea un privilegio otorgado discrecionalmente por el poder
político y la libre circulación de las ideas implique riesgo de cárcel…”.[783]
De lo expuesto se desprende con toda claridad que la imagen es mucho más
poderosa que la ideología y prueba de ello es que la figurita del Che se encuentra
presente en cientos de miles de jóvenes argentinos (y del mundo) que jamás votarían
a un partido de tendencia guevarista. De hecho, los pocos partidos políticos
guevaristas que existen, poseen un caudal de votos virtualmente nulo. Probablemente
por eso el periodista de Clarín, Jorge Aulicino anotó que salvo excepciones, Guevara
representa “un aluvión de imágenes de las que no es posible establecer el contenido
ni el significado. Las llevan sobre sus remeras, sobre su piel o en las lunetas de sus
automóviles miles de jóvenes que no habían nacido cuando el Che murió, que no son
socialistas ni lo serán y que ignoran casi todo sobre el tipo de revolución que el Che
quería”.[784]
Si bien la gran masa de acólitos del Che Guevara rinde tributo visual a su ídolo
sin la menor noción acerca del historial del sujeto venerado, a fuer de ser justos vale
aclarar que aunque en proporciones muy minoritarias, sí existen grupúsculos y
militantes de izquierda que le rinden un homenaje más cargado de contenido
ideológico e histórico. Pero cabe preguntarse: ¿en qué consiste dicho tributo? Todo
indica que no es más que una ofrenda al fracaso. El periodista y abogado Marcelo
Gioffré elaboró una excelente síntesis de ello: “Hijo de una familia aristocrática
argentina, Guevara renegó de su origen y de su tierra. Recibió el título de médico y
también declinó el ejercicio de la profesión. De estudiante, intentó fabricar
gamexane con talco, marca Vendaval, pero le fue mal en la empresa. En 1952,
abandonó en un leprosario de Venezuela a su amigo Alberto Granado, con la
promesa de que volvería, cosa que nunca hizo. En Guatemala, en el 54, intentó en
vano la defensa de Jacobo Arbenz frente a un golpe de Estado. Como intendente
provisional de Sancti Spiritus, prohibió la bebida y el juego, regla que debió revocar
al día siguiente. Fracasó en su matrimonio con Hilda Gadea. Por vanidoso, cometió
el error de publicar su libro Guerra de guerrillas, que fue muy útil para el Pentágono,
al poner en evidencia los secretos de la subversión armada. Fracasó al subestimar el
bloqueo. No tuvo ningún éxito en su misión diplomática en la Conferencia de Punta
del Este de 1961, donde debía llegar a un acuerdo con los norteamericanos. Fracasó
en su plan de industrialización acelerada y con ello provocó una debacle de la zafra
azucarera. Perdió con los economistas rusos la controversia sobre los estímulos (que
él pretendía morales —el “hombre nuevo”— y los técnicos soviéticos, materiales).
Fracasó en su valoración de China y no pudo convencer a Mao Tse-tung, en 1965, de
hacer otra guerra de guerrillas en América latina. Contribuyó en Cuba a crear un
monstruo y debió renunciar e irse. Fracasó como hijo (al menos en la famosa
dicotomía moral que Jean Paul Sartre plantea en El existencialismo es un
humanismo), ya que cuando la madre murió de cáncer no pudo estar a su lado, y en

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una carta final, que llegaría tarde, escribió: ‘Los he querido mucho; sólo que no he
sabido expresar mi cariño’. Cometió el error de confiar a Fidel Castro una carta
para ser leída después de su muerte y Castro la leyó prematuramente,
traicionándolo. Fue a luchar al Congo y, más allá del pintoresquismo de saborear
sopa de mariposas, debió abandonar la misión. Le armaron una guerrilla inverosímil
en Bolivia y también fracasó. No fue hábil para captar al comunista Monje ni a los
campesinos para esa lucha guerrillera. Fue padre de cinco hijos y, objetivamente, los
dejó librados a su suerte para emprender un viaje disparatado hacia utopías mal
calculadas. El conjunto de su vida podría verse como una impecable estética del
fracaso, que concluyó, póstumamente, con toda una generación diezmada en su
nombre.
¿Cuál es su mérito real, dejando de lado el hecho de ser un fetiche de la rebeldía
setentista, estampado en infinitas remeras fabricadas según cánones capitalistas?”.
[785] Daniel James por su parte concluye sosteniendo que esta reverencia es “un culto

del fracaso en sí” y agrega: “El Che vive porque está muerto… lo que lo hace
destacar en nuestra época es que no pertenece a ella; en esencia es un
anacronismo”.[786]
Siendo el Che un sujeto cuestionable de medio a medio y no existiendo en su
haber triunfo alguno, cabe preguntarse: ¿cómo ha logrado sobrevivir en el tiempo no
sólo sin perder protagonismo sino agigantándolo? Aunque parezca un contrasentido,
y de hecho lo es, el Che vive gracias a los oficios del capitalismo mucho más que a
los del comunismo. ¿Cómo es eso? Pues ya en los años 80 y en plena Guerra Fría,
Díaz Araujo en un trabajo primigenio sobre el tema que nos ocupa se preguntaba con
ironía “‘¡El Che vive!’¿Vive? ¿Para quién? Cosa singular, la mitad del mundo quedó
imperturbable por la vida y muerte del Che. Esa mitad es el mundo comunista, a
cuya ideología sirvió tan fervientemente y lealmente hasta el final. Prácticamente lo
desconoce. No hay pancartas con ‘¡El Che vive!’ en las calles de Moscú, Varsovia,
Sofía, Berlín Oriental… ni tampoco en las capitales del Asia Roja con las que el Che
se identificó más: Pekín, Hanoi, Pyongyang… El Che ‘vive’ casi exclusivamente en el
occidente. Su llamamiento, su atracción, se constriñe casi del todo a las odiadas
naciones capitalistas”.[787] Efectivamente, el bloque soviético y los países de su
órbita lo ignoraron por completo (entre otras cosas porque lo detestaban) y su figura
se impuso como objeto de consumo en el mundo libre y capitalista: el mismo mundo
y sistema que Guevara quería destruir con guerra nuclear si fuera necesario.
El Che ha quedado reducido a la categoría de bien de mercado en calidad de
adorno doméstico, tentación consumista a lo que no escapó siquiera el destacado
biógrafo varias veces consultado Pierre Kalfón quien confiesa: “Las remeras, los
llaveros, las postales, todo eso es un negocio. Los cubanos mismos son los primeros
en hacer el comercio. Si estuviese vivo, el Che gritaría de enojo e indignación. El
gobierno cubano hasta reeditó para venderlo el billete de tres pesos firmado por el
Che, de cuando fue presidente del Banco Nacional. Tengo en casa un póster que se

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hizo de este billete, que me compré en La Habana”.[788]
Esta ironía, la de apreciar la imagen de un extinto revolucionario comunista
devenido en rentable souvenir ofertado en los drugstores junto a latitas de Coca-Cola,
es observada por el escritor Álvaro Vargas Llosa en los siguientes términos: “Su
semblante adorna jarros de café, caperuzas, encendedores, llaveros, billeteras,
gorras de béisbol, tocados, bandadas, musculosas, camisetas deportivas, carteras
finas, jeans de denim, té de hierbas, y por supuesto esas omnipresentes remeras con
la fotografía, tomada por Alberto Korda, del galán socialista luciendo su boina
durante los primeros años de la revolución” y agrega “existe incluso un jabón en
polvo con el eslogan ‘El Che lava más blanco’”.[789] Pero haciendo uso del ridículo
en grado extremo, muchos guevaristas llevan adelante su aggiornada y menos
sacrificada “guerrilla rural” a través de diversos blogspot, grupos de Facebook y otros
“focos” cibernéticos. Pero en el extremo del absurdo, el sitio en Internet más famoso
del mundo sobre el Che Guevara, The Che Store (La Tienda del Che),[790] nos ofrece
todo tipo de accesorios de vestuario (remeras, gorros, botas, cinturones etc.), a la vez
que prendedores, pins, fotos, postales, libros y objetos de lo más imaginativos, todos
ellos destinados a satisfacer “todas tus necesidades revolucionarias”, lema central del
portal, cuyo curioso slogan parece contar no con el patrocinio de San Carlos Marx
sino de Visa, Mastercard y American Express. Tal las tarjetas de crédito que escoltan
la portada del mencionado web site “foquista”. En efecto, todo está perfectamente
pensado para que el “Hombre Nuevo” satisfaga sus apetencias guevaristas no
revolcado en el barro de Sierra Maestra sino comprando sus juguetillos sin moverse
del sillón de su apartamento. Nada mejor para promover al Che Guevara que
usufructuar las bondades del delivery, la tecnología capitalista y la globalización.
La gente no quiere cambiar el mundo sino el automóvil, aunque el rodado pueda
verse decorado por una pintoresca calcomanía guevarista en alguna ventanilla, a
modo de “insurgente” touch distintivo. Como vemos, las “condiciones objetivas”
siempre están dadas para estampar su logotipo en cualquier lado.
Guevara hoy es un “chiche” de la trivialidad contemporánea. Una de las
tantísimas formas de identificarse con algo al que poco (o nada) se conoce, pero
quien lo exhibe cree experimentar por un rato un “compromiso social” y además le
permite presentarse ante sus semejantes con una ligera posición disconformista.
Aunque nadie (ni él mismo interesado) sepa contra que se siente disconforme. Al fin
y al cabo tampoco importa “el porqué”: ostentar algún objeto guevarista “queda
bien”, posee su encanto, es “top”, tiene “glamour”, es “chic” y como si estas
“ventajas” para el ego fueran insuficientes, además tiene “onda”.
Atrás quedó la máquina de matar para dar paso a la de facturar, oficiando el Che
Guevara de exitoso amuleto comercial sometido no a los dogmas de los “estímulos
morales” sino de la oferta y la demanda.

Patria o Muerte: venderemos.

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NICOLÁS MÁRQUEZ nació en abril de 1975, es periodista, abogado y escritor. Ha
escrito más de cien artículos de análisis políticos en diversos medios de opinión
pública, tales como Ámbito Financiero y La Nueva Provincia así como en El
Mercurio de Chile o medios informativos tales como la CNN. Ha publicado varios
libros: La otra parte de la verdad (2004) es un clásico del revisionismo sobre los
años 70, vendiendo más de 25 000 ejemplares. Su segunda obra fue La mentira
oficial - El setentismo como política de Estado, (2006). Sus dos últimos libros El
canalla, la verdadera historia del Che, prologado por Armando Ribas y Chávez, de
Bolívar al narcoterrorismo prologado por el ex Embajador y politólogo Emilio
Cárdenas. En 2015 publicó Perón, el fetiche de las masas, un libro en el que acusa al
general Perón de pervertido y dictador.
Condujo con Karina Mujica el programa radial Con los Tapones de Punta emitido por
Radio 10 (filial Mar del Plata), en donde entrevistaba a diversas personalidades del
pensamiento político nacional.
Por su labor ha sido galardonado en el año 2004 con el premio “Jóvenes Periodistas
del Futuro” (otorgado por la Fundación Global) y en 2005 ha sido distinguido con el
galardón Jóvenes Líderes (otorgado por la Fundación Atlas). Sus trabajos
bibliográficos merecieron elogiosas críticas de medios gráficos de gran prestigio
nacional como los diarios La Nación, La Prensa, Ámbito Financiero o La Nueva
Provincia, así como de medios del exterior de la talla de El País (Uruguay) o The
Wall Street Journal (EEUU).

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Si bien el autor no proviene de ambientes castrenses ni tampoco vinculados con la
guerrilla, desde hace años se ha dedicado a estudiar y revisar los tan distorcionados
(como dolosamente vigentes) años 70 acaecidos en la República Argentina. Su
anterior libro La Otra Parte de la Verdad (La respuesta a los que han ocultado y
deformado la verdad histórica sobre la década del 70 y el terrorismo) se ha convertido
en un clásico en la materia vendiendo más de veinticinco mil ejemplares.
Tras dos años de investigación y a modo de tesis superadora, con lenguaje candente y
sencillo, la obra presentada, La Mentira Oficial (El setentismo como política de
estado) abarca e indaga documentadamente los años 70 desde una perspectiva
integral (tanto histórica como sus secuelas en la actualidad) sin dejar mito por
desnudar, ni embuste por denunciar, personaje por desenmascarar y opinión polémica
por manifestar.
Asimismo, es coautor del libro Los 100 días que estremecieron al poder K en
colaboración con destacados analistas políticos.
Ha brindado conferencias y exposiciones en todo el país y el exterior. Llevó adelante
tareas de investigación sociológica en países como Cuba (motivo por el cual estuvo
detenido por las fuerzas represivas del castrismo) y cursó estudios sobre terrorismo,
contraterrorismo, narcotráfico y crimen organizado en el Center for Hemispheric
Defense Studies en la National Defense University de Washington DC.
Uno de sus último libro, El Vietnám Argentino - la guerrilla marxista en Tucumán,
por su polémico enfoque y minuciosa documentación, ha marcado una nueva bisagra
en la literatura revisionista de los años ’70, derrumbando muchos mitos,
desenmascarando falsedades y abriendo un nuevo debate en la materia.
En agosto de 2009 presentó su último libro: El canalla, la verdadera historia del Che.

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[328]Kalfon, Pierre. Che, Ernesto Guevara, una leyenda de nuestro siglo, Plaza &
Janés Editre, 1997, pág. 299, 300. <<

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