Demanda Negligencia Medica Modelo

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PROCEDIMIENTO : Ordinario de mayor cuantía

MATERIA : Indemnización de Perjuicios

DEMANDANTE (1) : Bárbara Marcela Uribe Fuentes

RUN : 13.842.406-5

DEMANDANTE (2) : Orlando Sebastián Sanhueza Cisternas

RUN : 15.018.422-3

ABOGADO PATROCINANTE

Y APODERADO : Marcelo Alfaro Valdés

RUN : 10.890.526-3

ABOGADO PATROCINANTE

Y APODERADO : Juan Emilio Milani Torres

RUN : 9.965.858-4

DEMANDADO : Clínica BUPA Antofagasta

RUT : 95.432.000-6

REPRESENTANTE LEGAL : Benjamín Eduardo Carrasco Sánchez

RUN : 10.365.921-3

EN LO PRINCIPAL: Interpongo demanda de indemnización de perjuicios

por responsabilidad contractual, PRIMER OTROSÍ: Interpongo demanda de

indemnización de perjuicios por responsabilidad extracontractual SEGUNDO

OTROSÍ: Personería, TERCER OTROSÍ: Acompaño documentos; CUARTO

OTROSÍ: Patrocinio y poder;

S. J. L. EN LO CIVIL DE ANTOFAGASTA

JUAN EMILIO MILANI TORRES, abogado, domiciliado en Pasaje Los

Sauces n° 284, sector Trocadero, de la comuna y ciudad de Antofagasta; en

representación convencional según mandato judicial que se acompaña en un

otrosí del presente líbelo de doña BÁRBARA MARCELA URIBE FUENTES,


1
funcionaria pública, domiciliada en Pasaje Los Sauces n° 284, sector Trocadero,

de la comuna y ciudad de Antofagasta; a SS. digo:

Que por este acto, vengo en interponer demanda de Indemnización de

Perjuicios en juicio ordinario de mayor cuantía por responsabilidad contractual en

contra de CLINICA BUPA ANTOFAGASTA, en adelante también “la Clínica” o

“Clínica Bupa”, Empresa del giro de su denominación, representada legalmente

por su Gerente General, don BENJAMÍN EDUARDO CARRASCO SÁNCHEZ,

ignoro profesión u oficio, o quien actualmente sus derechos represente, todos

domiciliados en Avenida Matta n° 1945, Antofagasta, Región de Antofagasta, de

acuerdo a los fundamentos de hecho y derecho que a continuación expongo:

A. LOS HECHOS

1. MI representada, doña Bárbara Uribe Fuentes, junto a su actual pareja, don

Orlando Sebastián Sanhueza Cisternas, con quien tiene una relación de

convivencia desde junio del año 2007 a la fecha, decidieron tener hijos, sin

embargo, luego de un largo tiempo intentando conseguirlo no lograba quedar

embarazada, razón por la cual optaron acudir a un médico especialista para

averiguar la razón de aquello. Es así como en el mes de julio de 2015

concurrieron al médico ginecólogo don Gregorio Evans, quien les ordenó a

ambos, efectuar diferentes exámenes médicos para determinar el problema.

2. Es así como los exámenes que se hizo don Orlando Sanhueza resultaron

normales, arrojando que él no tenía problemas para fecundar, pero los

exámenes de doña Bárbara Uribe (histerosalpingografía y hormona

antimulleriana), arrojaron positivo, confirmándose diagnóstico de BAJA

RESERVA OVÁRICA. Lo cual redunda en infertilidad, por lo que las

posibilidades de quedar embarazada en forma natural eran del 1%, según le

informó el médico con los exámenes a la vista.

2
3. Frente a esa situación, como es natural, se sintieron muy decepcionados y

perdieron las esperanzas de ser padres y formar una familia con descendencia

juntos. Sin embargo, luego de un control médico de rutina, una matrona le

recomendó la Clínica IVI, especialista en medicina reproductiva, ubicada en la

ciudad de Santiago, donde podría verificar posibilidades de fecundación

artificial.

4. Fue así como se dirigieron a esa ciudad y a consultar en la Clínica IVI, donde

luego de corroborar el diagnóstico previo hecho por el Dr. Evans, les

recomendaron un tratamiento de fecundación in vitro. Aquello les dio una gran

esperanza de que podrían cumplir su sueño de ser padres. De tal manera que

a partir de esa fecha comenzaron a juntar el dinero necesario para realizar el

tratamiento y realizar todo lo demás necesario para aquello, en atención a que

el sistema de salud de doña Bárbara – DIPRECA - no cubre tratamientos de

este tipo. Por ende, los tratamientos que tuvo que pagar la actora, lo hizo de

manera particular.

5. Así entonces en el mes de abril de 2016, se hizo el primer tratamiento, en el

que le transfirieron un embrión, cuyo resultado de beta resultó negativo, por lo

que no resultó embarazada.

Luego, un segundo tratamiento en el mes de agosto de 2016 le transfirieron

los dos últimos embriones congelados. Aquel último tratamiento felizmente

resultó positivo, logrando el embarazo de una niña.

6. Así las cosas, la pareja retornó feliz a la ciudad de Antofagasta a disfrutar los

resultados obtenidos y con la gran ilusión de ser padres. De tal manera, doña

Bárbara Uribe, comenzó a controlar su embarazo con el médico Gineco

Obstetra, Dr. Erick Fritz Jara, en su consulta particular en la ciudad de

Antofagasta.

7. El embarazo de doña Bárbara Uribe, no fue del todo normal, sino que por lo

contrario ya que a partir de los tres meses de embarazo debió mantenerse con

licencia médica porque presentaba síntomas de pérdida, debiendo además

3
mantener una estricta ingesta de medicamentos, los cuales además le

provocaban complicaciones estomacales y vómitos. Por ello debió concurrir

varias veces a la urgencia, donde por su estado, solo le administraban

paracetamol.

8. A la semana 26 dio positivo a examen que detectó diabetes gestacional, por lo

cual fue derivada a especialista. Por lo que comenzó a controlarse con el

diabetólogo Dr. Cristian Tabilo García, quien la atendió en la Clínica Bupa

Antofagasta.

El control de la diabetes gestacional no estuvo exento de problemas, toda

vez que la paciente, a pesar de seguir estrictamente la dieta y tratamiento

indicado por la nutricionista con medidor de glicemia, no evolucionaba en su

condición, por lo cual fue derivada al especialista diabetólogo. Este profesional,

luego de dar las primeras indicaciones, no percató de una evolución del estado

de doña Bárbara, por lo cual solicitó su hospitalización en Clínica BUPA, a fin

de realizar in seguimiento estricto, tanto de la dieta, como de las mediciones de

glicemia, cuyos índices seguían elevados. Al momento de hospitalizarse, la

actora presintió que algo extraño ocurría, por lo que le pidió a una de las

matronas la posibilidad de hacer un cotejo en las mediciones de glicemia,

comparando los resultados de la máquina de la Clínica en relación con la

personal de doña Bárbara, ya que a ésta le resultaba insólito el descontrol de

la diabetes, ya que fue meticulosa al seguir las indicaciones médicas: de la

confrontación entre los resultados de la máquina de medición de glicemia de la

Clínica vs la personal de la actora, habían registros evidentemente erróneos,

ya que la máquina de la Clínica presentaba errores de medición y sus

resultados no eran los reales. Al controlar en parte esta situación, fue dada de

alta, pero con seguimientos periódicos con su diabetólogo, quien le hizo

entrega de un nuevo medidor de índice glicémico, a fin de poder controlar

diariamente los niveles respectivos. En un primer momento, se le recetó 2 ui de

4
insulina, para posteriormente aumentarla a 5 ui, finalizando en 8 ui, en conjunto

con otros medicamentos necesarios para su embarazo.

9. Dado que el embarazo de la Sra. Uribe era considerado de alto riesgo, su

médico tratante programó cesárea para el día 4 de abril de 2017, por lo que le

ordenó hospitalizarse 2 días antes en la Clínica BUPA Antofagasta, para

efectos de que fuera debidamente controlada y monitoreada. A su vez, se le

administró corticoterapia, para lograr la debida madurez pulmonar del feto.

Si bien, la actora, por su sistema previsional podía hospitalizarse en

cualquier nosocomio, tuvo que hacerlo en la Clínica Bupa Antofagasta, debido

a que su diabetólogo atendía única y exclusivamente en ese lugar y por la

complejidad del embarazo y los riesgos asociados para el parto, por

recomendación de éste era conveniente que se atendiera en aquella clínica,

con él, en su control y monitoreo previos al parto, ordenados por el médico

ginecólogo.

Lo que hay entonces, es que la actora se vio, en los hechos, obligada a

elegir hospitalizarse en la Clínica Bupa Antofagasta, para efectos del parto y el

control previo.

10. Así las cosas, con fecha 02 de Abril de 2017, doña Bárbara Uribe fue

hospitalizada en la Clínica BUPA Antofagasta, concurriendo don Orlando

Sebastián Sanhueza Cisterna como avalista en el contrato de ingreso a la

clínica demandada, decisión que fue adoptada en conjunto entre su ginecólogo

y la paciente, con los antecedentes antes descritos, debido a que el parto se

realizaría mediante cesárea, en atención a que se trataba de un embarazo de

alto riesgo y se trataba de un feto de 36 semanas de gestación.

11. La cesárea fue planificada para el día martes 4 de abril a las 07:30 horas; para

aquello, la actora fue hospitalizada en dependencias de la clínica demandada 2

días antes, para mantenerse monitorizada, supervisada y medicamentada, en

atención a que su embarazo era de alto riesgo. Así las cosas, ese primer día, a

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las 17:50 horas, se le administró la primera dosis de medicamento cidoten, el

cual es un corticoide.

12. El día lunes 3 de abril de 2017 la actora fue examinada por su ginecólogo Dr.

Fritz, quien registró en dos oportunidades “hemoglucotest (HGT) 102, latidos

cardiofetales positivos, movimiento fetal positivo, segunda dosis de corticoides,

pabellón 4 del 4, a las 7:30, paciente ok, estable”. A su vez, durante la mañana

de ese mismo día 3 de abril, fue monitoreada en dos ocasiones por matrones

de la Clínica, sin mayores novedades. Aproximadamente a las 16:00 horas del

día 3, la matrona de turno empezó a realizar un nuevo monitoreo, instalando un

cinturón, el cual cambiaba de lugar constantemente; a su vez, a doña Bárbara

Uribe le solicitó que también cambiara de posición en innumerables ocasiones,

comentando en cada momento que “que está inquieta este bebé”, “se mueve

mucho” y frases similares. La actora seguía las instrucciones impartidas por la

matrona de manera obediente, sin saber lo que realmente estaba sucediendo.

Es dable señalar que, toda esta frecuencia de actos, fue presenciada por don

Orlando Sanhueza Cisternas, pareja de la actora y dos familiares más, ya que

era hora de visitas en la Clínica.

13. A las 18:00 horas, la matrona en turno suspendió el monitoreo a fin de

lateralizar a la paciente y administrar el corticoide; posterior a eso se reconecta

el monitor no lográndose auscultar foco de latido cardiofetal, según se

desprende de la ficha clínica y registro del monitoreo basal noestresante

(RBNE). Eran las 18:10 horas. Se llamó a un segundo matrón, a fin de

continuar con el monitoreo. Ambos empezaron a hablar entre ellos y decidieron

cambiar la máquina con la cual se efectuaba el monitoreo de latidos

cardiofetales, ya que creyeron que arrojaba errores; la tensa situación se

mantenía, la matrona movía el cinturón de posición una y otra vez. Los minutos

pasaban y el ir y venir de los matrones se intensificaba. El matrón ingresó a la

sala con un medidor de latidos manual, empezando a utilizarlo en el vientre de

la paciente. En ese preciso instante doña Bárbara Uribe tuvo una extraña

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sensación, por lo cual, le preguntó al matrón que la atendía si todo estaba bien,

a lo cual éste le responde que “si…la bebé debe estar durmiendo”, en

atención a que sus latidos no se percibían, respuesta por lo demás, del todo

inverosímil.

O sea, los matrones ante la falta de latidos cardiofetales, se preocupan de

verificar el estado del instrumento que hace el monitoreo y a pesar de cambiar

a un instrumento manual con lo que constatan la baja o inexistencia de los

latidos cardiofetales no reaccionan como deben hacerlo al enfrentar esta

situación generando una alerta inmediata. Por el contrario, siguen tratando de

encontrar latidos en el feto sin avisar a ningún médico lo que estaba

sucediendo.

14. La matrona nuevamente se apersonó en la habitación de la Sra. Uribe y

continuó con el monitoreo; en esos instantes la visitó el diabetólogo Dr. Cristián

Tabilo–siendo las 19:20 horas– a fin de dar las instrucciones sobre las dosis de

insulina que se debían de inyectar para la cesárea; a su vez, éste solicitó

además que la misma paciente se midiera los índices de glicemia, con su

propia máquina; mientras se cumplía con las órdenes del médico, la matrona

continuaba realizando el monitoreo. El daibetólogo se retiró de la sala,

creyendo que todo se encontraba normal y en unos momentos la matrona

llamó al matrón hacia un lado y ella le señala que había un “S.O.S.”. La

paciente no creyó que se trataba de su persona, sino hasta que empezaron a

entrar y salir un sinnúmero de profesionales de la cínica en su habitación.

O sea, esperaron más de una hora 20 minutos para recién activar un

S.O.S., perdiendo minutos valiosos para evitar las magras consecuencias que

finalmente se produjeron. Cabe recordar que ya a las 18:10 horas, la hija de la

paciente ya no registraba actividad cardiofetal.

15. Nuevamente la matrona en conjunto con el matrón empezó a examinar a la

actora, cuando ella le empieza a apretar su abdomen diciendo “muévete bebé”

y recién a las 19:40 el personal decide sacar a la actora de su habitación para

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llevarla a otra sala para realizar una ecografía. Hay que señalar que, en caso

alguno, estuvo presente algún médico gineco-obstetra del staff de la

Clínica, ni tampoco fue llamado el médico tratante de la paciente, sino que

se hizo recién a las 19.48 horas.

16. Es dable recalcar que, según registro de ficha clínica suscrita por el médico

Fritz, del mismo día 3 de abril a las 19.55 horas, éste consigna que recibió el

llamado de Clínica BUPA para apersonarse a sus dependencias recién a

las 19.48, por cuanto “no se auscultan latidos cardiofetales”. Hay que

señalar a SS. que era deber de la Clínica hacer el llamado e informar

inmediatamente al médico tratante la grave situación que acontecía. Es decir,

desde las 18:00 hasta las 19:48 del día 3 de abril no se logró auscultar latidos

cardiofetales, no informando aquella situación a quien se debía. O sea, 2

profesionales matrones de Clínica BUPA no fueron capaces de encontrar foco

de latido cardiofetal y a pesar de lo embarazoso del escenario, no se pidió

asistencia médica interna ni se notificó al médico Fritz la situación

comprometedora.

17. Doña Bárbara Uribe empezó a ponerse nerviosa, ya que hacía consultas

respecto de su estado y nadie se las respondía. Sólo por su insistencia el

matrón le dijo “tranquila, todo está bien”. Fue subida a una silla de ruedas y los

nervios pasaron a ser angustia, empezó a llorar ya que sentía que algo estaba

mal: se notaba que el personal se encontraba confundido con la situación.

Inmediatamente empezó a padecer un fuerte dolor de espaldas y nuevamente

ella le preguntó “cómo está mi guagüita” y el matrón reiteraba que “estuviera

tranquila porque todo estaba bien”, a pesar de que su semblante reflejaba otra

cosa.

18. Recién en la sala donde se practicó la ecografía se encontraba presente su

ginecólogo el Dr. Fritz, el cual le dijo a doña Bárbara Uribe que “lo siento, su

bebe no presentaba latidos”. Es decir, su bebé, por el cual tanto había

8
luchado, había fallecido dentro de su vientre. Fue el momento más duro y

doloroso en la vida de la actora.

19. Luego de aquello, se realizó la cirugía (cesárea) para extraer la bebé mortinata

de la actora, constatándose que aquella había muerto por asfixia por el cordón

umbilical.

20. Según se desprende del examen histológico de fecha 2 de mayo de 2017,

suscrito por el médico Rodrigo Valdés, éste concluye que “feto femenino, con

desarrollo morfológico compatible con 36 semanas de gestación, sin

malformaciones internas ni viscerales, con signos inespecíficos de hipoxia

intrauterina aguda, compatible con hematoma del cordón umbilical, sin

patología funicular asociada (probablemente secundario a torsión verdadera

del cordón umbilical).

21. Es importante señalar que era deber de Clínica Bupa darle aviso al

ginecólogo Dr. Fritz a fin de que éste se acercara a la Clínica a realizar la

cesárea.

22. Jamás existió una explicación de los hechos acaecidos ni menos una disculpa

por parte de las autoridades de Clínica BUPA.

23. Antecedentes previos de relevancia de la actora: 37 años, primigesta, con

imposibilidad para embarazarse de manera natural –lo cual se encuentra

diagnosticado médicamente–, por lo cual se sometió a tratamientos de

fecundación in vitro

24. Funcionaria de Gendarmería de Chile, con lo cual se le hace aplicable el

sistema de salud de DIPRECA, el cual no cubre costos en tratamiento para

revertir la infertilidad. Por ende, todos los gastos fueron efectuados por la

actora y su pareja, de manera particular.

B. EL DERECHO

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1. La responsabilidad contractual se encuentra consagrada a propósito “Del efecto

de las obligaciones” Título XII del libro IV. Del Código Civil, donde la infracción a

la fuerza obligatoria del contrato genera para el acreedor de la obligación

incumplida el derecho a reclamar la indemnización de los perjuicios, justificando

la existencia de responsabilidad y el reconocimiento del carácter obligatorio del

vínculo contractual. Así como el principio general de la responsabilidad

contractual por el hecho del tercero se encuentra sustentado en el artículo 1679

del Código Civil, al disponer que “en el hecho del deudor se desprende el hecho

o culpa de las personas por quienes fuere responsable”. En este caso la Clínica

BUPA es responsable civil de la inejecución o ejecución imperfecta o deficiente,

proveniente del hecho de aquellos a quienes encomienda el cumplimiento de sus

obligaciones asistenciales provenientes del contrato de prestaciones médicas.

2. El artículo 1.545 del Código Civil dispone que “todo contrato legalmente

celebrado es una ley para los contratantes, y no puede ser invalidado sino por su

consentimiento mutuo o por causas legales”. A su turno, el artículo 1.546 del

mismo Código, señala que los contratos deben ejecutarse de buena fe y por

consiguiente obligan no sólo a lo que en ellos se expresa, sino a todas las cosas

que emanan precisamente de la naturaleza de la obligación, o que por la ley o la

costumbre pertenecen a ella. Ese principio de buena fe, fue violado e incumplido

reiteradamente por los demandados, causando perjuicio a los demandantes.

Cabe señalar, que los contratos emanados en general de los establecimientos

de salud, son contratos de adhesión, en los cuales las capacidades de

negociación por parte del cliente se encuentran severamente limitadas por lo que

la relación contractual se encuentra limitada a las condiciones que la clínica le

impone al paciente contratante, existiendo en los hechos una obligación a

adherirse a las cláusulas de dicho contrato, pero que, como contrapartida

imponen otras obligaciones señaladas en los artículos 1.560 y siguientes del

10
Código Civil, y por tanto de existir cláusulas ambiguas, las mismas deben

interpretarse en contra de quien las redacta.

3. Resultan además aplicables a este caso los artículos 1.547, 1.556 y 1.558 del

Código Civil, en cuanto a la responsabilidad que le cabe a la parte demandada, la

indemnización procedente, en cuanto al lucro cesante y daño emergente y las

consecuencias del dolo por incumplimiento de la obligación contraída por la parte

demandada.

4. El artículo 1.546 del Código Civil señala que: “Los contratos deben ejecutarse

de buena fe, y por consiguiente obligan no sólo a lo que en ellos se expresa,

sino a todas las cosas que emanan precisamente de la naturaleza de la

obligación, o que por la ley o la costumbre pertenecen a ella”.

5. El profesor Pablo Rodríguez Grez en su obra Responsabilidad Contractual, la

define como: “la imposición de una conducta de reemplazo que surge cuando

se ha dejado de cumplir o se ha cumplido imperfectamente una obligación

preexistente de carácter contractual, y que tiene por objeto restaurar los

intereses afectados y reparar los perjuicios que puedan haberse seguido de

ello”.

6. El sistema de responsabilidad en nuestro derecho es subjetivo, ello implica

que sólo se responde por un obrar doloso, negligente o descuidado y que es

este “juicio de reproche” el fundamento último de la responsabilidad. La regla

general entre nosotros está representada por actos y conductas que conllevan

un juicio de reproche, lo cual significa un obrar doloso o culpable y en este

último caso, siempre que se incurra en el grado de culpa asignada en la ley al

obligado, en el caso de marras, el actor responde hasta de la culpa leve.

11
7. En la legislación civil chilena, la responsabilidad contractual supone la

concurrencia de cinco requisitos, en los que quedan comprendidas todas las

exigencias para que proceda lo que hemos llamado una conducta sustitutiva

que por equivalencia reemplaza la ejecución del proyecto conductual que

representa la obligación, los cuales ahondaremos más adelante:

a. En primer lugar, es necesaria la existencia de una obligación de carácter

contractual, esto es, nacida de un contrato, cuestión que en este caso

queda acreditada, por cuanto el origen de este juicio nace precisamente de

las obligaciones que, por contrato, tienen ambas partes recíprocamente,

contrato de prestaciones hospitalarias y profesionales médicos. Dicho

vínculo contractual se inicia desde el momento en que la paciente ingresa y

es hospitalizada en las dependencias de la Clínica Bupa, momento desde

el cual, esta última se hizo responsable de la atención y cuidado tanto de

ella como de su hija, y del hecho de aquellos que ejercen su profesión

médica o bien sean profesionales del área de la salud, bajo su alero o su

dependencia. Dicho con otras palabras, la demandada se obligó para con la

actora a proporcionar atención médica, hotelería, alimentación, higiene y

cuidado, sus pabellones y el personal profesional.

b. En segundo lugar, que el deudor no realice la conducta convenida del modo

en que está consagrado en el contrato. La contraparte ha fallado, no solo

en su deber de cumplir las obligaciones del contrato, sino además ha

actuado sin la más mínima diligencia en el cumplimiento de sus

obligaciones, al no velar por la salud de la paciente y la seguridad,

integridad y la vida de la hija de doña Bárbara Uribe durante su período de

hospitalización en sus dependencias. Dicho con otras palabras, existió una

total carencia de atención suficiente y oportuna por parte del demandado.

VS. Podrá concluir que no se actuó según el procedimiento predeterminado

ni se realizó un tratamiento idóneo que resolviera la emergencia obstétrica

del día 3 de abril de 2017, en dependencias de la clínica demandada, lo

12
cual claramente representa un incumplimiento contractual por parte del

demandado.

c. En tercer lugar, que la inejecución de la conducta debida esté acompañada

de un reproche subjetivo u objetivo al obligado en los términos descritos en

la ley, lo que en el caso en cuestión queda de manifiesto al no haber dado

aviso oportuno al ginecólogo tratante de la demandante, don Erick Fritz, o

en último caso a un médico ginecólogo de la clínica BUPA, del hecho de

que se estaba en presencia de una urgencia obstétrica, a fin de evitar la

muerte de la hija de la demandante. Es dable señalar que el demandado

obró de manera culposa, en atención a las condiciones anteriormente

descritas: el llamado oportuno de los matrones al médico Fritz, u otro

médico de la misma clínica en consideración a que las circunstancias eran

de tal magnitud que los estaban superando profesionalmente y se hacía

perentorio contar con un ginecólogo a fin de realizar la respectiva cesárea,

así evitando el sufrimiento fetal que afectaba a la recién nacida, implica una

conducta culposa por parte del equipo profesional de la Clínica demandada.

A su vez, si se hubiera llamado a un ginecólogo de turno de la propia

Clínica BUPA quien hubiera podido haber practicado la cesárea, la

negligencia se habría disipado, lo cual en definitiva no se hizo. Según

registro de la ficha clínica. Entre las 18:00 y las 19:48 horas del día 3 de

abril, a pesar de no percibirse latidos cardiofetales por parte de los

matrones que atendían a la paciente, éstos no llamaron telefónicamente al

médico tratante de doña Bárbara Uribe, teniendo el deber de haberlo

hecho. Es más, según el registro de la ficha clínica de la paciente, el

médico Erick Fritz señala que a las 19:48 fue llamado en atención de que

“no se auscultan latidos cardiofetales”, llegando a dependencias de BUPA a

las 19:55 horas, es decir, hubo suma diligencia de parte del citado médico,

a diferencia de lo acontecido con el equipo profesional del demandado. En

la oportunidad procesal correspondiente, VS. Estará en condiciones de

13
concluir que BUPA y su personal no atendió con las debidas precauciones

en el resguardo de la integridad física de la madre y especialmente de su

hija; a su vez, estaba en condiciones de prever la producción de

determinado hecho dañoso, si su conducta no se hubiera apartado de la

debida diligencia con la cual se deben de cumplir los contratos, tal como

sucedió en la especie. Es decir, el mal manejo por parte de los matrones de

clínica BUPA ante una situación compleja –pero previsible– resulta

evidente.

d. En cuarto lugar, que la omisión de la conducta debida cause daño al

acreedor. Así, la clínica demandada y el personal bajo su dependencia,

están obligados a cumplir el contrato en forma diligente y ello no acontece

cuando se comenten errores de diagnóstico y tratamiento, equívocos en la

orientación quirúrgica, faltas de técnica operatorias, y falta del cuidado

debido en los procedimientos médicos aplicados al paciente, especialmente

tratándose, como en el caso de autos, del cuidado extremo que requiere el

nacimiento de un niño. Entonces, Queda de manifiesto en este caso que

aquella conducta ha degenerado en la producción del daño a la hija de la

actora, quién falleció durante el control y monitoreo previo a la cirugía

(cesárea) programada, por una negligencia evidente de los matrones de

BUPA. Y a esto hay que sumar las dificultades que ha tenido doña Bárbara

Uribe para procrear a la menor de autos, según su baja reserva ovárica,

diagnosticada médicamente. Respecto del daño, tanto patrimonial como

extrapatrimonial me explayaré en las siguientes hojas.

e. Y en quinto lugar que, entre el incumplimiento (inejecución de la conducta

debida) y el daño exista relación causa a efecto. Cabe hacer presente que

en este caso, no estamos ante una obligación de resultado, sino una

obligación de medios, pero la conducta exigida a la contraria era

simplemente haber adoptado todas las medidas para evitar la ocurrencia de

un hecho que era absolutamente previsible, lo cual significa que la muerte

14
de la recién nacida se hubiere evitado si los matrones de Clínica BUPA

hubieren llamado al médico tratante de la paciente o a otro médico de la

clínica, con ocasión de la emergencia que estaba sucediendo. Este deber

que no fue cumplido por la contraria trajo como consecuencia el

fallecimiento antes del parto de la hija de doña Bárbara Uribe.

8. La obligación de indemnizar es el deber que sitúa a una persona a resarcir,

indemnizar, cualquier perjuicio o daño, bien sea éste causado por ella, o por

otra persona que de ella depende, o por alguna cosa de que es dueña o que

esté a su servicio. Como señala Barros, “el fundamento de la responsabilidad

se encuentra en el daño, o dicho de otra forma, en el incumplimiento de un

deber que causa daño. Sin daño, no hay responsabilidad civil” (Barros Bourie,

Enrique, “Tratado de Responsabilidad Extracontractual”, Santiago de Chile,

Editorial Jurídica de Chile, año 2007, p. 15)

El daño es condición esencial de la responsabilidad patrimonial. Y como es

sabido por SS., comprende la obligación de indemnizar todos los daños

ocasionados por acciones u omisiones culposas o dolosas. Así, el artículo

2.329 del Código Civil dispone “Por regla general todo daño que pueda

imputarse a malicio o negligencia de otra persona, debe ser reparado por ésta”.

De este modo, precisaremos cómo el actuar de la demandada produjo daño,

cómo ese daño generó un perjuicio, cómo ese perjuicio es consecuencia de

dicho daño; cuál es la responsabilidad del médico tratante y su equipo, en qué

consiste la responsabilidad solidaria de la Clínica y cuál sería el monto a

indemnizar.

9. En el caso de la responsabilidad producto del daño, la responsabilidad

médica se origina en la falta de diligencia en el desempeño profesional de

acuerdo a un estándar general de cuidado que entrega la lex artis.

15
Conforme con el artículo 1545 del Código Civil, como VS. Bien sabe implica el

deber que obliga a las partes que contratan, que en la especie se manifiesta en

que: Todo contrato legalmente celebrado es una ley para los contratantes y no

puede ser invalidado sino por su consentimiento mutuo o por causas legales.

El contrato médico si bien no se encuentra definido en la ley, la doctrina

nacional lo ha conceptualizado como aquel que entraña para el facultativo una

obligación de hacer y para el paciente una obligación de dar, obligándose el

primero a prestar sus servicios de manera diligente y de acuerdo a la técnica

médica exigible, y el segundo a remunerar dichos servicios. En esta causa en

particular se da el caso que el demandado, no cumplió con el contrato médico

acordado entre las partes, especialmente la obligación de actuar con

seguridad, cuidado y destreza, presumiéndose entonces, que actuó con

negligencia, y que este incumplimiento le produjo daño a la paciente y a su hija

mientras estaba en su vientre.

10. El actuar del demandado nos hace observar una conducta negligente, que no

satisface los estándares del buen padre de familia. La lex artis que

corresponde al margen en el cual el profesional del área de la salud se

desempeña es un concepto relativo y difícil de valorar, pero en términos

generales se define como la forma de proceder de un profesional idóneo,

profesional que está con su título reconocido legalmente por los organismos

universitarios acreditados y que tiene la formación y los conocimientos

necesarios para estar ejerciendo.

Está acordado en medicina que el actuar profesional se verifica respecto a

un enfermo determinado que precisa atención médica oportuna y eficaz,

basada en la aplicación de medidas terapéuticas que en términos estadísticos

corresponde al actuar médico normalmente aceptado y su actuar ha de

circunscribirse a lo que es comúnmente aceptado en la comunidad médica

nacional e internacional, esto es lo que habitualmente se recomienda hacer en

16
casos similares tomando en cuenta el lugar geográfico en la cual se realiza la

prestación, los apoyos tecnológicos que se tenga y la oportunidad en que se

prestó la atención.

Por todo esto, esta parte se ha generado la convicción de que la

demandada tiene a lo menos un actuar negligente en sus negocios, asimilable

a la culpa leve, lo que equivale en materia civil al dolo, por tanto responderían

por los perjuicios directos del incumplimiento, considerando tanto los previstos

como los imprevistos al tiempo del contrato. Todo esto en relación a los

artículos 44, 1547 y 1558 del Código Civil.

El deber de prueba de la diligencia –y por ende de la falta de

responsabilidad- le corresponde pues, a la demandada, ya que se trata de una

regla específica para la responsabilidad contractual -artículo 1.547 inciso 3° del

Código Civil-, según la cual el deudor de la obligación debe probar su ejecución

pues “La prueba de la diligencia o cuidado incumbe al que ha debido

emplearlo; la prueba del caso fortuito al que lo alega.” Es decir, como US. Sabe

bien, en nuestro Derecho Civil existe una presunción de culpabilidad respecto

del incumplimiento del deudor. O sea, la muerte por asfixia producida por el

cordón umbilical de la hija de la actora se debió a una conducta culposa del

demandado.

11. En cuanto a la existencia del perjuicio que ello habría causado a la actora,

este resulta evidente, dado que la muerte de su hija, antes de su nacimiento,

ha traído un sin número de daños, tanto patrimoniales como extra

patrimoniales. Hay que recordar a SS. que doña Bárbara Uribe padece de una

baja reserva ovárica, con apenas un 1% de probabilidades de poder engendrar

de manera natural. Tuvo que recurrir a la fecundación in vitro para procrear. Es

dable presumir que ha experimentado un sufrimiento en su psiquis producto de

la lamentable muerte de su hija. Y aunque resulte inconmensurable toda la

17
situación experimentada, aquello merece entonces su reparación, dentro de lo

imperfecto que ello resulta por su equivalencia.

Existe una clara responsabilidad contractual por parte del demandado en

autos. Es evidente que existe un contrato de prestación de servicios médicos

por una parte y la contraprestación reflejada en el pago por dicha atención.

A mayor abundamiento, también será posible acreditar en la etapa

pertinente que el demandado obtuvo una contraprestación derivada del pago

de honorarios médicos y de hospitalización por parte del paciente,

correspondientes a la atención proporcionada por parte de la Clínica y la

atención de sus profesionales matrones.

Existía por parte de la clínica y de sus profesionales un deber de cuidados

respecto del paciente, deber que en la especie no fue adecuadamente

cumplido.

12. Y en lo referente a la responsabilidad médica institucional que le corresponde a

Clínica BUPA Antofagasta, estamos en presencia, tanto, de la responsabilidad

por el hecho propio y por el hecho de otro, es decir, BUPA debe de responder

por la conducta culposa de sus matrones que atendieron a doña Bárbara Uribe

al momento del trabajo de parto, los cuales no fueron capaces de solucionar la

situación de emergencia, pero previsible, ante la cual se afrontaron: la reacción

tardía en adoptar las medidas de emergencia ante los resultados del monitoreo

cardiofetal, El llamado, obligatorio y necesario, al ginecólogo don Erick Fritz

tratante de la actora o a otro que debió estar en la clínica; ante la incapacidad

del equipo profesional de parteros de Clínica BUPA para enfrentar la evidente

urgencia médica ante la cual se encontraban, hubiera cambiado la realidad de

los hechos: habría nacido la hija de doña Bárbara Uribe y se hubiera evitado su

lamentable deceso.

Sin perjuicio de lo anterior, existe responsabilidad institucional directa por

parte de Clínica BUPA, en atención a su falta de organización, por cuanto no


18
puso a disposición de la actora un ginecólogo de turno de su propio staff

médico, ante la emergencia médica que estaba sucediendo en horas de la

tarde del día 3 de abril de 2017. La emergencia que sucedió en horas de la

tarde del día 3 de abril, así lo ameritaba. Es decir, la conducta del demandado

fue negligente, por cuanto debió haber puesto a disposición de doña Bárbara

Uribe, con la celeridad del caso lo ameritaba, un ginecólogo que debió de

haberse hecho cargo de la emergencia obstétrica y así haber evitado el

fallecimiento de la hija de la actora. Así las cosas, es dable presumir que la

demandada hizo prevalecer sus intereses institucionales en desmedro de la

salud de la hija de la paciente, quien minuto a minuto se agravaba por la

patología que presentaba y que, finalmente, terminó con su vida, a raíz de la

conducta culpable descrita. O sea, ante una grave emergencia, la clínica

demandada no dispuso de todos sus medios a su alcance, para evitar el

fallecimiento de la hija de la actora. Es evidente que ha habido una infracción

del contrato de prestaciones médicas celebrado entre la Clínica y la actora, por

ende, el deber de reparar los perjuicios generados por su conducta culposa,

resulta evidente. Y tal como se ha hecho mención, la regla del inciso tercero

del artículo 1547 del Código Civil hace presumir que el incumplimiento

contractual resultó debido a la culpa del demandado.

Además, tal como se ha hecho mención, la Clínica demandada debe

responder por el hecho de otro, esto es, de los matrones que atendieron a la

actora el día 3 de abril de 2017, en sus dependencias. La responsabilidad de la

Clínica nace del artículo especialmente del artículo 2320 y en menor medida

2322 y 2325, todos del Código Civil; sin perjuicio de que dichas normas se

encuentran insertas en el Título XXXV del Libro IV “de los delitos y

cuasidelitos” la doctrina y jurisprudencia lo han entendido que tiene aplicación

general. La regla general viene dada por el artículo 2320, el cual dispone que

“Toda persona es responsable no sólo de sus propias acciones, sino del hecho

de aquellos que estuvieren a su cuidado”. Es decir, Clínica BUPA, a través de


19
los parteros que atendieron a la actora, incluso ignorando la identidad de éstos,

se encuentra en una hipótesis de responsabilidad por el hecho ajeno. Como

VS. Debe de presumir, existe una especial relación de cuidado entre el agente

directo del daño y el tercero civilmente responsable.

VS. Debe tener presente que la paciente no celebró un contrato con cada

matrón, sino que éstos actúan y ejecutan las obligaciones suscritas por la

clínica, en virtud de la relación laboral o de otra índole que media entre

aquellos. Según Carlos Pizarro, “la clínica introduce voluntariamente un

determinado personal para la ejecución de sus obligaciones contractuales, que

han sido acordadas con el paciente. Esta es la razón por la cual debe

responder por los actos u omisiones de dicho personal”. Es decir, si cualquier

dependiente en relación laboral con la clínica, por un acto que le resulta

imputable –como es el caso de la muerte de la hija de doña Bárbara Uribe–,

causa daño al paciente, se configura la responsabilidad por el hecho ajeno. Al

existir un contrato de hospitalización, la clínica BUPA debe responder por el

hecho de sus matrones y demás profesionales dependientes. En este sentido,

la I. Corte de Apelaciones de Concepción ha sostenido que “La responsabilidad

por el hecho ajeno, consagrada en el artículo 2320 del Código Civil, se funda

en una presunción de culpa. La ley entiende que el empresario, desde el

momento que tiene bajo su orden y dirección al dependiente, está obligado a

vigilar su conducta para evitar que cause daños a otros. Por lo tanto, resulta

natural suponer que si el daño se ha producido es porque la vigilancia no fue

eficaz o no se tomaron las medidas para impedirlo. Producido un acto ilícito del

dependiente (chofer del camión que por su culpa chocó a otro vehículo), la ley

presume la responsabilidad del empleador, y la basa en omisiones, descuidos

o negligencias de su parte, porque de otra manera no se explica que sea

posible el actuar reprochable. Esta presunción puede desvanecerse. Basta

probar al interesado que no obstante su autoridad y cuidado no le fue posible

20
impedir el hecho dañoso (último inciso del citado art. 2320)” C. Concepción, 7

noviembre 1985. R., t. 82, sec. 4ª, p. 288 (C. 33, p. 300).

13. En cuanto al daño moral que ha irrogado esta situación, queda

irrefutablemente claro. La parte que infracciona la ley, sea contractual o

extracontractualmente, está obligado a resarcir todo daño. Tal como se ha

mencionado, la conducta culpable de la demandada ha causado la muerte del

feto, con lo cual se ha generado una serie de perjuicios tanto patrimoniales

como extrapatrimoniales para la actora.

En específico, es dable considerar el daño moral que se le ha causado a la

paciente. No puede ponerse en discusión que la muerte de su hija le ha

causado grave aflicción, considerando el largo y dificultoso camino que recorrió

para engendrarla; a pesar de que la naturaleza decía lo contrario, de manera

decidida y tenaz, se sometió a dos tratamientos de fecundación in vitro y pudo

revertir su situación. A su vez, se debe de considerar, valga la redundancia, el

hecho de que su hija no alcanzó a nacer, a pesar de que estaban dadas las

condiciones para que ello así hubiera acaecido: palmariamente SS. puede

concluir que doña Bárbara Uribe ha padecido un dolor de grave intensidad,

profundo y verdadero en su psiquis. El parentesco cercano entre madre e hija

hace presumir la efectividad del dolor alegado. Claro está el hecho de que la

muerte de la “hija no nacida” no obsta a haber padecido un fuerte dolor por

parte de doña Bárbara Uribe. Así las cosas, a juicio de esta parte, US. Deberá

ponderar la gravedad del daño causado, tomando en consideración la pérdida

de una vida humana, más aún de una hija deseada y esperada con tanto

ahínco, a pesar de que la Naturaleza obstó a su gestación, resulta de una

entidad imposible de soslayar, lo cual provocó directamente un impacto

emocional que ha trastocado las legítimas expectativas de su madre, generado

una situación de duelo no superado que se traduce necesariamente en una

alteración anímica, de manera que los hechos descritos han importado un

cambio en las condiciones de existencia de la actora. Doña Bárbara Uribe,


21
producto de la muerte de su hija, ha debido soportar la profunda pena de su

partida, ha perdido la ilusión de verla crecer y proyectarse y más aún, debe

ahora convivir con la incerteza de poder volver a procrear y de cumplir su

sueño de ser madre, dada su condición de infertilidad.

En síntesis, se trata de un daño real, actual y efectivo, cierto y determinado,

presente y futuro desde que la acción del demandado en el incumplimiento de

su deber de hacer, ha dejado para siempre secuelas irreparables en psiquis de

su madre y actora en autos.

Resulta del todo aplicable lo dispuesto por el artículo 2329 del Código Civil

“Por regla general todo daño que pueda imputarse a malicia o negligencia de

otra persona, debe ser reparado por ésta”.

La Excma. Corte Suprema, en sentencia dictada en el recurso rol 2.821-

2007, considerandos 14º), 15º) y 16º) ha expuesto que “la jurisprudencia

reiterada de esta corte de casación expresa que el daño moral es la lesión

efectuada culpable o dolosamente, que significa molestias en la seguridad

personal del afectado, en el goce de sus bienes o en un agravio a sus

afecciones legítimas, de un derecho subjetivo de carácter inmaterial e

inherente a la persona e imputable a otra. Daño que sin duda no es de

naturaleza propiamente económica y no implica, por lo tanto, un deterioro o

menoscabo real en el patrimonio de la misma, susceptible de prueba y

determinación directa; sino que posee una naturaleza eminentemente

subjetiva.”

“Que atendida esta particularidad, no pueden aplicarse para precisar su

existencia las mismas reglas que las utilizadas para la determinación de los

daños materiales, que están constituidos por hechos tangibles y concretos, que

indudablemente deben ser demostrados, tanto en lo que atañe a su especie

como a su monto”. Agrega que: “De todo lo cual se concluye que este tipo de

menoscabo no debe ser fundamentado ni probado por el carácter espiritual que

reviste. Entonces, la naturaleza del dolor no hace indispensable la prueba


22
sobre el mismo, sino que se trata de un hecho evidente que las lesiones físicas

y mentales sentidas por un sujeto causan un sufrimiento, que no requiere de

evidencia, pero que, en todo caso, debe ser indemnizado por la persona que

los ocasionó, tomando en cuenta todos los antecedentes reunidos y debiendo

hacerse sobre el particular una apreciación equitativa y razonable por el

tribunal.

No requiriendo prueba el daño moral, no resulta posible asentar una

casación en el fondo sobre el supuesto de contravención de leyes reguladoras

de la prueba.”

En nuestro caso, este daño moral tiene directa relación con los

padecimientos físicos y psíquicos que ha provocado la lesión irreparable en la

psiquis de la demandante y la situación de angustia permanente derivada de

situaciones de esta naturaleza. En un caso similar, la E. Corte Suprema, en la

causa Rol Corte 6727-2015, ha señalado “Que, por otra parte, en el

fundamento siguiente de dicha sentencia se expone lo siguiente: “Que sin

perjuicio de la prueba antes mencionada, conforme la forma en que ocurrieron

los hechos es indudable que los demandantes experimentaron un dolor

derivado de la muerte de su hija, máxime cuando dicho fallecimiento se debió a

un sufrimiento fetal agudo derivado de la falta de atención oportuna,

destruyendo todas las expectativas de vida que se generan en los padres,

cuando existe un embarazo en camino”.

Como se advierte de este último razonamiento vertido, los sentenciadores

infieren el menoscabo sicológico experimentado por los actores a partir de los

hechos establecidos en la causa, es decir, que a la demandante no se le

practicó una cesárea por falta de anestesista que concurriera a la misma,

provocando en su hija un sufrimiento fetal agudo, la que posteriormente nació

por vía vaginal, falleciendo una hora después de nacida.

En relación con lo planteado, la doctrina habla de “daños anormales” y

señala que existen casos en que haciéndose uso de un derecho se daña a un


23
tercero, y en alguno de ellos, por las características de anormalidad que

revisten, “la conciencia jurídica se siente inclinada a pensar que el daño

causado debe ser reparado, ya que el ofensor puede sin perjuicio para él, no

hacer uso de su derecho, ya sea porque pudo haber usado de él en forma tal

que no perjudicara a terceros.” (Diez Schwerter, José Luis, “El daño

extracontractual, jurisprudencia y doctrina”. Editorial Jurídica de Chile. Páginas

38 y siguientes).

14. En cuanto al nexo causal entre daño y perjuicio, es obvio que en la especie

existe, toda vez que el daño es causa eficaz del hecho a resarcir:

Entendemos que nuestro ordenamiento jurídico exige que exista en una

relación causal entre el hecho y el daño, en el sentido de que el hecho del

demandado debe ser causa necesaria del daño que se alega, pero, asimismo,

entre el hecho y el daño debe haber una relación suficientemente cercana,

como para que ésta pueda ser objetivamente imputado al hecho del

demandado, es decir, requiere que el daño sea directo. (Enrique Barros Bourie.

Tratado responsabilidad extracontractual, pág. 246)

Aún si la sentenciadora considerase que el daño se produjo a raíz de un

eventual incumplimiento contractual por parte del demandado respecto de la

demandante, la Excma. Corte Suprema ha señalado que: procede, entonces,

en la responsabilidad contractual la reparación del daño extra patrimonial

cuando está ligado a un daño material y, si como sucede en la especie, se trata

de un daño moral puro, este dicho daño acreditado, tenga un nexo causal con

el incumplimiento contractual y que el deudor, al incumplir su obligación, haya

podido preverlo o actuado con dolo o culpa grave (autos caratulados José

Jorge Zamora de la Cerda con Candela Carolina Atalah Pinto; Alex Patricio

Atalah Pinto; Eduardo Javier Atalah Pinto(2002).)

24
Es precisamente esto lo que funda la responsabilidad que se persigue de la

clínica demandada: por la aplicación del principio consagrado en el artículo

1679 del Código Civil, que dispone: “en el hecho del deudor se desprende el

hecho o culpa de las personas por quienes fuere responsable”.

Así las cosas, conviene recordar que el daño sufrido por la actora, se

originó directamente debido a la falta de cuidado y diligencia, por parte de

matrones de Clínica BUPA, en su hospitalización previa al parto el día 3 de

abril de 2017. A su vez, lo expuesto en el numeral 12, se hace plenamente

aplicable en este apartado. En concomitancia con lo expuesto, tal como lo

señala Pizarro, “En suma, existiendo una relación laboral del médico con la

Clínica, ya sea que se aplique el estatuto cuasidelictual o contractual, la Clínica

debe responder por los daños causados por un médico miembro de su staff y

con el cual existe una relación laboral. Esta relación de trabajo permite

configurar la responsabilidad por el hecho ajeno sin problemas. Si bien el

médico asalariado ejerce su profesión según su lex artis, el paciente no

constituye parte de su clientela privada. Las ejecuciones de sus obligaciones

médicas no emanan de un contrato médico con el paciente, sino del contrato

de trabajo con la Clínica. Por lo demás, la remuneración por los servicios

prestados no es para el médico sino para la Clínica. (Pizarro Wilson Carlos, La

Responsabilidad Civil Médica por el Hecho Ajeno, en Revista Derecho y Salud,

UDP., página 18.)

15. En cuanto a la culpa en el acto médico, tanto al médico como su equipo se

encuentran obligados a entregar al paciente o enfermo, una prestación

concienzuda, atenta y conforme a los conocimientos de la ciencia. Se les exige

un comportamiento acorde a los conocimientos actuales de la ciencia.

En nuestro Derecho Civil contractual, como se ha señalado, la prueba de la

diligencia corresponde al deudor. Es responsabilidad del demandado probar

25
que actuó con la diligencia debida, en la ejecución del contrato. Y determinar la

denominada Lex Artis, por la cual se rigen los profesionales de la salud.

En la especie, como se acreditará a lo largo del proceso, estimamos que se

configura una culpa técnica; es decir, a través de una comparación entre lo que

se debería haber hecho y aquello que se hizo existe una discordancia los

matrones del staff de la Clínica demandada debieron comportarse en

conformidad al estándar de conducta exigido, situación que no ocurrió en la

especie. Su comportamiento en una situación de alto estrés fue derechamente,

negligente. Existe una norma de cuidado que subjetiva y objetivamente fue

incumplida por el demandado.

La inoperancia de los matrones de Clínica BUPA que atendieron a doña

Bárbara Uribe el día 3 de abril de 2017, quienes, ante una situación de alto

estrés no supieron manejar la situación, ni reaccionar oportunamente ante

aquello; ni llamar oportunamente al médico tratante de la actora o a otro

médico de la clínica, cuando se dejaron de percibir latidos cardiofetales de la

hija de la actora para que atendiera la emergencia determinan claramente en la

especie, la ausencia del cumplimiento de la Lex Artis y del deber de cuidado

que le afecta a la clínica demandada, respecto de sus pacientes.

Siendo estos los parámetros, estimamos que en la especie el tratamiento y

su aplicación dan lugar a una culpa médica pues, como se ha narrado

profusamente en la parte fáctica de este libelo, existió un defecto técnico en

su ejecución conforme a un estándar de un médico normal y medio, tanto

por parte de los parteros de Clínica BUPA Antofagasta, como por parte de ésta

misma.

16. En cuanto a la obligación que asiste a esta parte para acreditar la especie y

monto de los perjuicios, esta parte sostiene que existen daños

correspondientes a los siguientes conceptos, que han de ser indemnizados por

las demandadas:

26
a) El daño emergente, los demandados deben indemnizar todos los gastos

médicos, hospitalarios, honorarios profesionales médicos, medicamentos,

exámenes, viajes a Santiago con su respectiva estadía, tratamiento de

fecundación in vitro, lo cobrado por la clínica demandada por la

hospitalización de la paciente doña Bárbara Uribe, monto que asciende a

$25.000.000, así como los gastos de tratamiento psiquiátrico y psicológico

que en ha debido incurrir por causa del fallecimiento de su hija, que se

estiman en $ 500.000 sumando un total de $25.500.000.

b) El daño moral, Para la regulación del daño moral se deberá atender

necesariamente a la naturaleza y circunstancias del hecho acontecido en su

globalidad, como es el trastorno, dolor y padecimiento que ha sufrido la

actora, lo cual ha afectado el desenvolvimiento normal de su vida, desde el

nacimiento de la niña y considerando la condición de minusvalía que le

afectará de por vida. SS. debe tener presente que, al momento de apreciar

los hechos y la forma como éstos sucedieron, es complejo asignar un valor

pecuniario a un dolor emocional tan fuerte y que tendrá consecuencias

funestas por toda la vida de la actora; siendo complejo además determinar

cuánto vale una vida, ya que desde el punto de vista económico ello es

invaluable, resulta de suma justicia que la actora tenga un resarcimiento

justo, en atención a que no tuvo el control de los acontecimiento y se ha

visto privada de disfrutar su maternidad. Dicho de otro modo, de

conformidad a como se desencadenaron los hechos, es indudable que la

demandante experimentó un dolor grave en su psiquis, derivado de la

muerte de su hija, máxime cuando dicho fallecimiento se debió a un

sufrimiento fetal agudo derivado de la falta de atención oportuna,

destruyendo todas las expectativas de vida que se generó en su calidad de

ser madre, cuando existe un embarazo en camino. Y más aun cuándo, para

ser madre, doña Bárbara Uribe recorrió un largo camino, lleno de

adversidades, puesto que la naturaleza decía otra cosa.

27
Sin perjuicio de lo antes dicho, cabe señalar que, en relación al daño

moral en materia contractual, la doctrina y la jurisprudencia de la Corte

Suprema la han concedido en dicho ámbito, estimando que el concepto

jurídico de daños abarca toda forma de éstos, tanto patrimonial como

extrapatrimonial, comprendiendo el perjuicio, dolor o molestia que se cause,

por lo cual, debe entenderse que corresponde el perjuicio pecuniario como

el de carácter inmaterial.

Estimamos, junto con la doctrina señalada, que el artículo 1556 del

Código Civil no limita la reparación en materia contractual al daño

emergente y al lucro cesante, desde que no excluye al daño moral, por lo

que es procedente en materia contractual la reparación del daño extra

patrimonial. (BARROS, Tratado de Responsabilidad Extracontractual, Op cit,

p.331-332)

Asimismo, respecto del daño moral indemnizable, estimamos que en

la especie corresponde indemnizar, dada la gravedad de la lesión, los

daños provenientes del clásico concepto de pretium doloris,

tradicionalmente entendido como el sufrimiento físico o mental, un daño

positivo generado por cualquier forma de sufrimiento, comprendiendo tanto

la intensidad como duración de dicho dolor. La Corte de Apelaciones de

Santiago ha señalado a este respecto que “el daño moral consiste en la

aflicción o dolor que experimenta una persona como consecuencia de un

hecho que tiene la virtud de afectarla en su espíritu como consecuencia, en

la especie, de la pérdida de un ser querido, lo que es totalmente

indemnizable” (C. Stgo. 26 de mayo de 1987, GJ Nº 83, p. 91). La Corte

Suprema por su parte afirmará que “el daño moral consiste en el dolor

psíquico y aún físico, o sea, los sufrimientos que experimenta una

persona a raíz de un suceso” (C. Sup. 13 de noviembre de 1997, GJ Nº

209, p. 80).

28
Ha de tenerse en consideración en cuanto al quantum de la

indemnización que como ha fallado la jurisprudencia, este “debe someterse

a los principios de la reparación integral del daño, esto es, no sólo al precio

del dolor sufrido, sino que, asumir también, las consecuencias futuras que

se derivan del perjuicio, considerando dentro de él, lo estético, lo social, la

pérdida del agrado de vivir y otros elementos que permitan a la víctima

suplir estas pérdidas, o al menos, permitirle el acceso a la tecnología

médica para recuperar en un máximo nivel, su capacidad al estado anterior

del accidente”. (C. Concepción 10 de julio de2002, la C. Sup. rechazó la

casación en el fondo por sentencia de 20 de enero de 2003, FM Nº 506, p.

5267).

En base las dichas consideraciones, se avalúa el daño moral sufrido

por la actora, doña Bárbara Uribe Fuentes, la suma de $400.000.000

(cuatrocientos millones de pesos) más los intereses legales que

correspondan desde la fecha del incumplimiento contractual y hasta la de

su pago efectivo.

17. Conforme a lo expresado precedentemente, se avalúa en consecuencia que la

suma total a indemnizar por daño emergente la suma de $ 25.500.000 y por

daño moral, la suma de $ 400.000.000 significando un total de $425.500.000.

POR TANTO, de acuerdo con lo dispuesto en los artículos 1547 y siguientes

1556, 1557, 1558, 1559, 1679,2314, 2320, 2322, 2325 y 2329 del Código Civil, y

254 y siguientes del Código de Procedimiento Civil, y demás normas pertinentes.

SÍRVASE VS., tener por entablada demanda de indemnización de perjuicios,

por responsabilidad contractual, en juicio ordinario de mayor cuantía, en contra de

CLINICA BUPA ANTOFAGASTA S.A. representada legalmente por don

29
BENJAMÍN EDUARDO CARRASCO SÁNCHEZ, o a quien sus derechos

represente, ambos ya individualizados y en definitiva, acogerla en todas sus partes

y al acogerla, declarar que el demandado sea condenado a pagar, como

indemnización de perjuicios, suma de la suma total de $425.500.000, según el

desglose hecho en el cuerpo de la demanda o la suma que SS. estime en justicia,

más los reajustes e intereses legales que correspondan desde la fecha del

incumplimiento contractual y hasta la de su pago efectivo, o desde la fecha en que

US. Lo determine, con costas.

PRIMER OTROSÍ: JUAN EMILIO MILANI TORRES, abogado, domiciliado en

Pasaje Los Sauces n° 284, sector Trocadero, de la comuna y ciudad de

Antofagasta; en representación convencional según mandato judicial que se

acompaña en un otrosí del presente líbelo de don ORLANDO SEBASTIAN

SANHUEZA CISTERNAS, Ingeniero en Administración de Empresas, domiciliado

en Pasaje Los Sauces n° 284, sector Trocadero, de la comuna y ciudad de

Antofagasta; a SS. digo:

Que, en este acto, Interpongo demanda de indemnización de perjuicios por

responsabilidad extracontractual en contra de CLINICA BUPA ANTOFAGASTA,

en adelante también “la Clínica” o “Clínica Bupa”, Empresa del giro de su

denominación, representada legalmente por su Gerente General, don BENJAMÍN

EDUARDO CARRASCO SÁNCHEZ, ignoro profesión u oficio, todos domiciliados

en Avenida Matta n° 1945, Antofagasta , Región de Antofagasta, de acuerdo a los

fundamentos de hecho y derecho que a continuación expongo:

I.- LOS HECHOS

Fundo mi demanda en los hechos narrados en lo principal del presente libelo,

los cuales, por razones de economía procesal, pido a SS., se tengan por

enteramente reproducidos; además de los que expongo a continuación:

30
1. Desde junio del año 2007 mi representado mantiene una relación de

convivencia con la demandante, doña Bárbara Marcela Uribe Fuentes y debido

a que habían afianzado sus vidas juntos, en el año 2015 decidieron ser padres.

Sin embargo, aquello no era posible por lo que recurrieron juntos a un médico

especialista para determinar el porqué de tal imposibilidad. Es así como ambos

debieron hacerse una serie de exámenes para determinar cuál era el

problema, resultando ella con diagnóstico de infertilidad.

2. Ante tal condición, decidieron someterse a un tratamiento de fertilización in

vitro, en la Clínica IVI de la ciudad de Santiago, lo cual significó para ambos

una gran esperanza de poder ser padres, pero aquello no fue fácil, ya que el

proceso de fertilización no resultó en el primer intento, por lo que debieron

intentarlo en dos ocasiones, siendo la segunda de aquellas la que permitió que

ella quedara embarazada.

3. El proceso de fertilización a que se sometieron significó un gran desgaste

físico, emocional y económico, pero lo asumieron con mucho gusto, pues en

definitiva era la única esperanza que tenían de poder lograr su anhelo de ser

padres.

4. Así también, una vez que doña Bárbara logró quedar embarazada vivieron

juntos la felicidad y también la complejidad de dicho embarazo, Asistían juntos

a los controles prenatales, preparaban todo para la llegada de su hija,

comprando todo lo que necesitaría para cuando llegara al hogar, su cuna, ropa,

etc., pero aquel embarazo era de alto riesgo, debiendo ella en cierta etapa,

permanecer en reposo absoluto y medicamentada, por lo que mi representado

debió asumir su cuidado y varias tareas que en esa condición ella no podía

efectuar, debiendo en muchas ocasiones dejar de lado sus actividades

laborales para ayudar a su pareja. Pero como se dijera, aquello lo hacía con

mucho gusto porque la expectativa de ser padre valía los esfuerzos que fueran

necesarios, máxime cuando en los controles médicos, se constataba que su

hija tenía un desarrollo fetal normal.

31
5. De tal manera y dado el nivel de compromiso con su pareja y responsabilidad y

amor a su futura hija, don Orlando Sanhueza Cisternas concurrió como avalista

de aquella en el contrato de hospitalización, al momento del ingreso de doña

Bárbara Uribe en la Clínica Bupa Antofagasta.

6. Sin embargo, debido al proceder negligente por parte de la Clínica BUPA y sus

profesionales dependientes, lo cual fue latamente descrito en lo principal de

este escrito, el sueño de ser padres se vio truncado de un momento a otro,

dado el fallecimiento de su hija en el vientre materno, antes de su nacimiento,

el día 3 de abril de 2017.

7. Que sin perjuicio de que la paciente de la Clínica BUPA, era doña Bárbara

Uribe, la hija que falleció en su vientre, también lo era de mi representado don

Orlando Sanhueza, en él también se ha producido un daño muy grande a su

expectativa de ser padre, de criar una hija en conjunto con su pareja, lo cual

dada la condición de infertilidad materna, es muy difícil se pueda volver a

concretar

8. Debido a lo anterior, a partir del hecho doloso o culpable de la Clínica BUPA,

en el cuidado de su pareja y el no nacimiento de su hija, acarrea para mi

representado el derecho a ser indemnizado de todos los perjuicios que el

demandado se encuentra en obligación de responder.

II.- EL DERECHO

Solicito a VS. tener presente que, por razones de economía procesal, esta

parte no reproducirá los puntos de Derecho señaladas en lo principal de este

líbelo, los cuales se entienden incorporados a este apartado, en lo pertinente.

1.- En el caso de la responsabilidad producto del daño, la responsabilidad

médica se origina en la falta de diligencia en el desempeño profesional de acuerdo

32
a un estándar general de cuidado que entrega la lex artis, la cual también

corresponde a materias de situaciones extra contractual

2.- En cuanto a la existencia del perjuicio que ello habría causado al actor,

este resulta evidente, tanto por la vía contractual como por la extra contractual,

toda vez que el artículo 1437 del Código Civil establece que las obligaciones

también pueden provenir de un hecho ilícito, que puede revestir la forma de un

delito o cuasidelito. La obligación consistirá en la indemnización del daño

ocasionado: dispone el artículo 2314 del Código Civil que “El que ha cometido un

delito o cuasidelito que ha inferido daño a otro, es obligado a la indemnización; sin

perjuicio de la pena que le impongan las leyes por el delito o cuasidelito”.

Existía por parte de la clínica demandada y de su equipo el deber de

cuidados respecto de la paciente y de su hija en gestación, deber que en la

especie no fue adecuadamente cumplido.

En cuanto al daño moral que ha irrogado esta situación, en ambos eventos

este es irrefutablemente claro. La parte que infracciona la ley, sea contractual o

extracontractualmente, está obligado a resarcir todo daño.

La Excma. Corte Suprema, en sentencia dictada en el recurso rol 2.821-2007,

considerandos 14º), 15º) y 16º) ha expuesto que “la jurisprudencia reiterada de

esta corte de casación expresa que el daño moral es la lesión efectuada culpable

o dolosamente, que significa molestias en la seguridad personal del afectado, en

el goce de sus bienes o en un agravio a sus afecciones legítimas, de un derecho

subjetivo de carácter inmaterial e inherente a la persona e imputable a otra. Daño

que sin duda no es de naturaleza propiamente económica y no implica, por lo

tanto, un deterioro o menoscabo real en el patrimonio de la misma, susceptible de

prueba y determinación directa; sino que posee una naturaleza eminentemente

subjetiva.”

“Que atendida esta particularidad, no pueden aplicarse para precisar su

existencia las mismas reglas que las utilizadas para la determinación de los daños

33
materiales, que están constituidos por hechos tangibles y concretos, que

indudablemente deben ser demostrados, tanto en lo que atañe a su especie como

a su monto”. Agrega que: “De todo lo cual se concluye que este tipo de

menoscabo no debe ser fundamentado ni probado por el carácter espiritual que

reviste. Entonces, la naturaleza del dolor no hace indispensable la prueba sobre el

mismo, sino que se trata de un hecho evidente que las lesiones físicas y mentales

sentidas por un sujeto causan un sufrimiento, que no requiere de evidencia, pero

que, en todo caso, debe ser indemnizado por la persona que los ocasionó,

tomando en cuenta todos los antecedentes reunidos y debiendo hacerse sobre el

particular una apreciación equitativa y razonable por el tribunal.

No requiriendo prueba el daño moral, no resulta posible asentar una

casación en el fondo sobre el supuesto de contravención de leyes reguladoras de

la prueba.”

En nuestro caso, este daño moral tiene directa relación con los

padecimientos psíquicos que ha provocado la lesión irreparable de la muerte de la

hija del actor y la situación de angustia permanente derivada de situaciones de

esta naturaleza, para los padres de aquella.

En relación con lo planteado, la doctrina habla de “daños anormales” y

señala que existen casos en que haciéndose uso de un derecho se daña a un

tercero, y en alguno de ellos, por las características de anormalidad que revisten,

“la conciencia jurídica se siente inclinada a pensar que el daño causado debe ser

reparado, ya que el ofensor puede sin perjuicio para él, no hacer uso de su

derecho, ya sea porque pudo haber usado de él en forma tal que no perjudicara a

terceros.” (Diez Schwerter, José Luis, “El daño extracontractual, jurisprudencia y

doctrina”. Editorial Jurídica de Chile. Páginas 38 y siguientes).-

3.- En cuanto al nexo causal entre daño y perjuicio, es obvio que en la

especie existe, toda vez que el daño es causa eficaz del hecho a resarcir:

34
Entendemos que nuestro ordenamiento jurídico exige que exista una

relación causal entre el hecho y el daño, en el sentido de que el hecho del

demandado debe ser causa necesaria del daño que se alega, pero asimismo,

entre el hecho y el daño debe haber una relación suficientemente cercana, como

para que ésta pueda ser objetivamente imputado al hecho del demandado, es

decir, requiere que el daño sea directo. (Enrique Barros Bourie. Tratado

responsabilidad extracontractual, pág. 246).

4.- En cuanto a la culpa en el acto médico, el médico y su equipo se

encuentran obligados a entregar al paciente o enfermo, una prestación

concienzuda, atenta y conforme a los conocimientos de la ciencia. Se le exige un

comportamiento acorde a los conocimientos actuales de la ciencia.

En la especie, como se acreditará a lo largo del proceso, estimamos que se

configura una culpa técnica; es decir, a través de una comparación entre lo que se

debería haber hecho y aquello que se hizo existe una discordancia. El personal

médico perteneciente a la clínica no actuó como debió hacerlo. Los matrones que

estuvieron a cargo de la paciente, doña Bárbara Uribe, durante su hospitalización

en la Clínica demandada debieron comportarse en conformidad al estándar de

conducta que se les exige, situación que no existió en la especie.

La conducta de los parteros, la falta absoluta de reacción inmediata,

oportuna y adecuada ante una situación anómala como es no registrar actividad

cardiofetal en la hija de mi representado; como fue no haber comunicado el hecho

en forma inmediata al médico tratante de la paciente o a otro médico de la clínica

para que resolviera inmediata y adecuadamente la urgencia, determinan

claramente en la especie la ausencia del cumplimiento de la Lex Artis.

Siendo estos los parámetros, estimamos que en la especie la falta de

atención oportuna de la paciente ante la urgencia presentada y su la no aplicación

de un procedimiento adecuado, dan lugar a una culpa médica pues, como se ha

narrado profusamente en la parte fáctica de este libelo, existió un defecto

35
técnico en su ejecución conforme a un estándar de un médico normal y

medio.

Estimamos así mismo que se ha verificado la culpa en la especie por

negligencia u omisión, es decir los matrones que tenían a su cargo el cuidado de

doña Bárbara Uribe y su hija en gestación, no actuaron en la forma que debieron

actuar. A lo sumo, situación igualmente constitutiva de daño culposo, aquellos

profesionales han actuado de manera imprudente.

Asimismo, el equipo de profesionales ha incumplido en forma

reprochable el deber de vigilancia al cual están afectos, toda vez que la Lex

Artis les obliga a cuidar al paciente y adoptar todas las medidas eficaces frente a

cualquier situación anómala. Así también, dicho deber de cuidado le asiste a la

clínica, a través de su personal médico, desde el momento en que la paciente

ingresa a sus dependencias.

Entendemos que la medicina implica riesgos, a los cuales, por regla general

se somete de manera voluntaria la víctima. En efecto, el paciente se somete en

forma voluntaria al tratamiento para lograr un fin terapéutico. Esto no contradice

que el paciente se encuentra en la necesidad de recurrir al médico, pero tampoco

descarta la existencia de una voluntad para asumir el tratamiento y sus riesgos.

Por lo mismo, el que se verifique un riesgo previsto no implica de manera

necesaria culpa médica. Sin embargo, no es este el caso, toda vez que la paciente

había sido hospitalizada dos días antes de la fecha programada para el parto,

dada su condición de embarazo de alto riesgo, en la especie el daño irreparable

de la pérdida de la vida de su hija antes de nacer, se produjo por el inadecuado

actuar del personal profesional de la clínica, ya sea por una actitud temeraria en el

acto del cuidado de la paciente y su hija en gestación o ignorancia de los

procedimientos apropiados para estos casos; o por la inexistencia de

procedimientos o protocolos que destinados a afrontar estas situaciones

36
5.- Respecto de la responsabilidad por el hecho ajeno, que le atañe a Clínica

BUPA por los daños causados por profesionales al interior de sus dependencias,

se requiere distinguir si los matrones presentan o no una vinculación laboral con

ella.

En la especie, al existir un contrato de trabajo u otro tipo de relación

contractual entre aquellos y la Clínica, la doctrina concuerda en que esta última

debe responder civilmente. En efecto, aplica acá la regulación propia del artículo

2.320 del Código Civil, en cuanto se prescribe que “Toda persona es responsable

no sólo de sus propias acciones, sino del hecho de aquellos que estuvieren a su

cuidado. (…) Así los jefes de colegios y escuelas responden del hecho de los

discípulos, mientras están bajo su cuidado; y los artesanos y empresarios del

hecho de sus aprendices o dependientes, en el mismo caso…”

En el ámbito particular de la responsabilidad de la Clínica por el hecho ajeno, la

jurisprudencia nacional no ha cuestionado su procedencia. Y si, según la noción

tradicional del vínculo de subordinación, resulta indiscutible entender que existe

dependencia de los matrones con relación al establecimiento privado de salud. Por

lo demás, el acto médico ejecutado beneficia sin duda a la Clínica que recibe los

honorarios. Los médicos y demás profesionales asalariados deben sujetarse a la

reglamentación establecida por el recinto privado de salud.

Basta recordar, para comprender la responsabilidad expresa que afecta a la

Clínica respecto de sus dependientes, la sentencia de protección que permite a la

Clínica obligar a su personal médico a trabajar con los anestesistas que forman

parte del staff (Corte Suprema, 29 de abril de 1997, Corte de Apelaciones de

Santiago, 16 de enero de 1997, en RDJ, t. XCIV, 1997, p. 33)

Como lo señala Pizarro, “En suma, existiendo una relación laboral del

médico con la Clínica, ya sea que se aplique el estatuto cuasidelictual o

contractual, la Clínica debe responder por los daños causados por un médico

miembro de su staff y con el cual existe una relación laboral. Esta relación de

37
trabajo permite configurar la responsabilidad por el hecho ajeno sin problemas. Si

bien el médico asalariado ejerce su profesión según su lex artis, el paciente no

constituye parte de su clientela privada. La ejecución de sus obligaciones médicas

no emana de un contrato médico con el paciente, sino del contrato de trabajo con

la Clínica. Por lo demás, la remuneración por los servicios prestados no es para el

médico sino para la Clínica. En esta hipótesis es bastante artificial descifrar la

existencia de un contrato entre el paciente y el médico. Se presenta un nuevo

problema de fronteras de la responsabilidad civil. Si bien está vedada la vía

contractual contra el médico asalariado, nada impide la aplicación del estatuto

cuasidelictual. El paciente deberá invocar los artículos 2314 y 2329 del Código civil

para establecer la responsabilidad civil del médico asalariado. De hecho, si se

sigue con la inveterada aplicación del estatuto cuasidelictual en el proceso penal,

ya se trate del antiguo proceso penal o el nuevo, la responsabilidad civil del

imputado será establecida ex. artículos 2314 y 2329 del Código Civil” (Pizarro

Wilson Carlos, La Responsabilidad Civil Médica por el Hecho Ajeno, en Revista

Derecho y Salud, UDP., página 18)

6.- En cuanto a la obligación que asiste a esta parte para acreditar la especie y

monto de los perjuicios, esta parte sostiene que existen daños correspondientes a

los siguientes conceptos, que han de ser indemnizados por las demandadas:

El daño moral, apreciado en la amargura, depresión, dolor o pérdidas

espirituales que la pérdida de una hija – su única hija – que estaba por nacer,

máxime cuando frente a la condición de infertilidad materna significaba la única

esperanza de ser padre.

Respecto del daño moral indemnizable, estimamos que en la especie

corresponde indemnizar, dada la gravedad de la consecuencia del actuar

negligente del personal de la clínica demandada, los daños provenientes del

clásico concepto de pretium doloris, tradicionalmente entendido como el

sufrimiento físico o mental, un daño positivo generado por cualquier forma de

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sufrimiento, comprendiendo tanto la intensidad como duración de dicho dolor. La

Corte de Apelaciones deSantiago ha señalado a este respecto que “el daño moral

consiste en la aflicción o dolor que experimenta una persona como consecuencia

de un hecho que tiene la virtud de afectarla en su espíritu como consecuencia, en

la especie, de la pérdida de un ser querido, lo que es totalmente indemnizable” (C.

Stgo. 26 de mayo de 1987, GJ Nº 83, p. 91). La Corte Suprema por su parte

afirmará que “el daño moral consiste en el dolor psíquico y aún físico, o sea, los

sufrimientos que experimenta una persona a raíz de un suceso” (C. Sup. 13 de

noviembrede 1997, GJ Nº 209, p. 80).

Ha de tenerse en consideración en cuanto al quantum de la indemnización

que como ha fallado la jurisprudencia, este “debe someterse a los principios de la

reparación integral del daño, esto es, no sólo al precio del dolor sufrido, sino que,

asumir también, las consecuencias futuras que se derivan del perjuicio,

considerando dentro de él, lo estético, lo social, la pérdida del agrado de vivir y

otros elementos que permitan a la víctima suplir estas pérdidas, o al menos,

permitirle el acceso a la tecnología médica para recuperar en un máximo nivel, su

capacidad al estado anterior del accidente”. (C. Concepción 10 de julio de2002, la

C. Sup. rechazó la casación en el fondo por sentencia de 20 de enero de 2003,FM

Nº 506, p. 5267).

Así las cosas, el daño moral es avaluado por esta parte en el monto de $

400.000.000 (cuatrocientos millones de pesos)

POR TANTO, de acuerdo con lo dispuesto en los artículos 1556, 1557,

1558 y 1559, 2314, 2320 2329, 2332 del Código Civil, y 254 y siguientes del

Código de Procedimiento Civil, y demás normas citadas en el cuerpo del escrito,

SOLICITO A VS.: se sirva tener por entablada demanda de indemnización

de perjuicios, por responsabilidad extracontractual, en juicio ordinario, en contra de

CLINICA BUPA ANTOFAGASTA representada legalmente por su Gerente

39
General, don BENJAMÍN EDUARDO CARRASCO SÁNCHEZ, o quien

actualmente sus derechos represente, ambos ya individualizados, y en definitiva,

acogerla en todas sus partes y declarar que la demandada sea condenados a

pagar a mi representado, don Orlando Sebastián Sanhueza Cisternas, la suma de

$400.000.000.- por concepto de daño moral, o la suma que S.S. estime en justicia

fijar, más los reajustes, más intereses calculados desde la fecha en que se produjo

el hecho dañoso –o desde la época que SS. determine– , con expresa

condenación en costas.

SEGUNDO OTROSÍ: Solicito a US. Tener presente que tanto mi personería

como la del abogado habilitado para el ejercicio de la profesión don Marcelo

Gonzalo Alfaro Valdés, Cédula Nacional de Identidad N° 10.890.526-3, para

actuar en representación convencional de los demandantes, consta en Escritura

Pública de Mandato Judicial de fecha 30 de junio de 2017, repertorio N° 1291 /

2017, suscrita con firma electrónica avanzada, ante don Gabriel Guerrero

González, Notario Público titular de la primera Notaria de Antofagasta.

TERCER OTROSÍ: Por este acto vengo en acompañar con citación de la

contraria los siguientes documentos:

1. Copia del acta de mediación frustrada, otorgado por don Bladimir Alejandro

Rojas Ramírez, de fecha 21 de septiembre de 2017.

2. Escritura Pública de Mandato Judicial de fecha 30 de junio de 2017,

repertorio N° 1291 / 2017, suscrita con firma electrónica avanzada, ante don

Gabriel Guerrero González, Notario Público titular de la primera Notaria de

Antofagasta

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