Lavardén y El Neoclasicismo
Lavardén y El Neoclasicismo
Lavardén y El Neoclasicismo
Lavardén y el neoclasicismo
celebrada oda “Al Paraná” en el primer número del periódico Telégrafo Mercantil, en Buenos
Aires(Molina 159-186).
Virreinato del Río de la Plata en 1776, con capital en Buenos Aires, había posibilitado el
desarrollo de un nuevo sector social. A diferencia de los antiguos criollos, que habían hecho
basada en el trabajo servil indígena semi-esclavo y en el trabajo de esclavos negros, durante los
largos siglos que ya duraba la colonización en la región, este nuevo sector criollo se ocupó
extenso nuevo Virreinato del Río de la Plata, que comprendía los territorios que hoy integran
Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia, solo había dos universidades, en Chuquisaca (hoy
al Río de la Plata, trabajó como abogado. Fue socio comercial de Tomás Romero, un poderoso
empresario ganadero y traficantes de esclavos. Durante las invasiones inglesas, fue designado
auditor de guerra.
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La segunda mitad del siglo XVIII había traído numerosos cambios en la vida de la
región. En 1750 España firmó con Portugal un tratado de límites en Madrid. Según este tratado,
los territorios que en esos momentos ocupaban las misiones jesuíticas en el Río de la Plata
Las misiones se habían establecido en la zona a principios del siglo XVII. Los padres
lingüística entre la cultura española y la cultura nativa de los indios guaraníes en sus misiones.
Convivían con los indígenas y conducían su vida diaria en idioma guaraní. Inauguraron
escuelas, les enseñaron oficios, introdujeron herramientas de trabajo para el cultivo de los
campos, fundaron iglesias. Los indígenas de las misiones se autogobernaban (Quarleri 89-114).
En cada misión habitaban unos 5000 guaraníes. El Rey les permitió a los padres tener
su propio arsenal de guerra para que los indígenas pudieran defenderse de los ataques de las
bandas mercenarias de Bandeirantes, que llegaban del Brasil. Estas atacaban las misiones y se
llevaban a los nativos prisioneros, para venderlos como esclavos a los terratenientes de San
Pablo. En Brasil, la monarquía autorizaba esclavizar tanto a los negros africanos como a los
indígenas. En los territorios españoles, teóricamente, los indios guaraníes no podían ser
el servicio personal, que era en la práctica una forma disimulada de esclavitud, pero no poseían
la propiedad del indígena, ni podían venderlo legalmente. Los indígenas eran obligados a
trabajar para ellos sin compensación alguna el tiempo que estos decidieran.
La cesión del gobierno de España de esa zona, ocupada por las misiones, a los
portugueses, implicaba una amenaza evidente a la libertad y autonomía de los nativos. Les
informaron que los territorios pasarían a manos portuguesas y podían permanecer allí y
aceptar a los nuevos amos, o dejar sus ciudades, que habían habitado durante 150 años, e irse a
otra región. Los guaraníes se negaron a obedecer. El gobierno de la Corona española envió un
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ejército e intentó ocupar el lugar por la fuerza. Los indígenas resistieron. En 1754 la situación
degeneró en una guerra abierta entre los indios guaraníes y el gobierno colonial. Los guaraníes
se apropiaron del arsenal de guerra de las misiones y lucharon con valentía. Los españoles
retrocedieron y tuvieron que pedir ayuda a sus rivales políticos, los brasileños, para poder
derrotarlos. Los atacaron con un ejército combinado español-portugués. En 1756, luego de una
masacre de indios, la guerra terminó. Los españoles entregaron las misiones a los portugueses
Los padres jesuitas habían salido de las misiones antes del comienzo de la guerra, por
resistencia indígena. No era la primera vez que los jesuitas se enfrentaban con la administración
colonial. Habían establecido las misiones en el interior de la selva, lejos de los centros del poder
colonial, como entes relativamente autónomos. El poder civil y militar los había visto siempre
como una amenaza y una competencia. Los terratenientes criollos feudatarios, que se
beneficiaban del trabajo servil indígena, resentían su poder sobre los nativos. Los ataques de
los Bandeirantes contra las misiones en busca de esclavos habían sido promovidos por los
terratenientes de San Pablo, con un acuerdo tácito de los propietarios criollos paraguayos, que
rehusaron defenderlas.
jesuítica, que fue finalmente expulsada de los territorios españoles en 1767, trajo consecuencias
imprevistas, desde una perspectiva cultural, para el Río de la Plata. Los jesuitas se habían
etnólogos, naturalistas e historiadores. La orden les exigía a los padres anualmente completar
informes y estudios sobre su labor, las Cartas anuas, que varios de ellos emplearon como base
para escribir textos más extensos y ambiciosos. La orden creó en las misiones sus propias
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La experiencia de convivencia de los padres con los indígenas los llevó a mantener una
posición crítica sobre la violencia de la conquista militar y la agresión contra la cultura y las
costumbres indígenas. Sus obras son un discurso crítico, un contradiscurso, a los textos de la
conquista que escribían los militares y civiles residentes en las ciudades del Río de la Plata para
celebrar el poder español. Este contrapunto de voces había creado un saludable discurso crítico
espiritual, 1639, del padre Antonio Ruiz de Montoya, que contraponía el modelo cristiano de
convivencia de los religiosos y los indígenas en las misiones, a la forma violenta y represiva de
dominación y control que empleaba el ejército contra los pueblos nativos, denunciando el
genocidio español de las culturas nativas (Pérez, La literatura de la conquista… 17-66; 179-230).
durante dos siglos como educadores eficientes, con una posición intelectual abierta a las nuevas
corrientes del saber. Su expulsión significó la pérdida de todo este enorme aporte y bagaje
intelectual y educativo.
por la orden, pero es evidente que un personal educativo ya formado y de excelencia no podía
ser reemplazado fácilmente. La destrucción de todo ese capital cultural, en una sociedad
estamental como la del Río de la Plata, implicaba un gran retroceso. La monarquía absoluta
trataba de mantener un control total sobre la población civil. La organización social de los
grupos criollos y el pueblo bajo reproducía la situación de injusticia social y abuso reinante en
todo el imperio. Era una sociedad autoritaria y racista, gobernada a través de órdenes estrictas
y edictos policiales.
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Buenos Aires no tenía imprenta y, poco después de la creación del nuevo Virreinato, en
1780, las autoridades se apropiaron de las prensas dejada por los jesuitas en Córdoba e
A pesar de sus privilegios y fortuna, y de su posición social sólida, los criollos debían
rendir cuenta a las autoridades de todas sus actividades y pedir permiso y obtener su
autorización para publicar. El gobierno de la Corona vigilaba sus actividades. Esta fue
seguramente la causa principal que demoró el inicio del periodismo en el Río de la Plata. Su
primer periódico, el Telégrafo Mercantil, apareció recién en 1801 y se imprimió en los Niños
civilidad…”, 31-44).
La guerra contra los indios guaraníes y la destrucción de las misiones no fue el único
nuevamente la cuestión indígena: se rebeló Tupac Amaru en Cusco, en el virreinato del Perú.
La insurrección se extendió a otras zonas y llegó a Chuquisaca, que dependía del Río de la
Plata. Fue un conflicto de mayor envergadura social y militar que la guerra contra los guaraníes.
Buenos Aires envió tropas para reprimirla. La guerra duró tres años e implicó la participación
de miles de combatientes por ambos bandos. Terminó en una cruel matanza. El gobierno
colonial se ensañó contra el vencido Tupac Amaru y lo ejecutó en 1783 con un castigo brutal
Mientras los mencionados sucesos agitaban el mundo virreinal en Sud América, otros
muy importantes transformaron la vida política del hemisferio norte. Las Colonias Inglesas se
Nacían los Estados Unidos de Norteamérica. Después de una enconada guerra de varios años
republicana (Nash 1-19). Esto cambió la historia política del continente. Era un experimento
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político nuevo. Los revolucionarios, inspirados en las antiguas formas republicanas de
gobierno del pasado greco-romano y en las nuevas ideas de la filosofía política de Locke y
de 1789, esta vez en suelo europeo, y en el corazón de una de las mayores monarquías absolutas
borbónicas, la misma casa real que gobernaba en España. El carácter radical de la revolución,
que concluyó con la decapitación del rey y la reina en 1793, la crisis de la Convención, el
ascenso al poder de Napoleón y las consiguientes guerras con las monarquías europeas,
tuvieron una gran repercusión en el mundo colonial español americano (Hunt 20-36).
servicio del aparato burocrático administrativo colonial, se encontraron con una realidad
política cambiante. La Revolución Francesa había sido precedida por un vigoroso movimiento
propuso una extensa revisión de las teorías del gobierno y el poder desde una perspectiva
hispanoamericanos.
El nuevo sector criollo era un grupo clientelar, mucho menos poderoso que el de los
criollos terratenientes, ya establecidos. Los criollos nuevos dependían del apoyo económico de
los terratenientes ricos, y de las prebendas y puestos que consiguieran en la burocracia virreinal.
Eran socios menores y agentes de los intereses de los terratenientes y comerciantes. Esta era la
Tomás Romero, como administrador de sus estancias en Colonia del Sacramento. Lavardén era
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abogado y se había educado en varias universidades de España. Su padre, Juan Manuel de
Lavardén, había hecho carrera en la administración colonial y del poeta se sabe que fue Auditor
de Guerra, al servicio del ejército de Liniers, durante las invasiones inglesas (Arismendi,
debía enviar al censor cada número de periódico para solicitar su aprobación previo a la
publicación. El Virrey controlaba igualmente todas las publicaciones que llegaban del exterior
al Río de la Plata, y estaba al tanto de lo que se leía o no leía, sobre todo en momentos en que
había gran agitación social en Europa, y las doctrinas revolucionarias circulaban en los libros.
nuevo poder ante los acontecimientos de las revoluciones de Estados Unidos y Francia.
Moreno. Casi todos ellos participaron activamente, pocos años después, en la revolución de
Industria y Comercio, en las que criticó a escritores franceses, ingleses e italianos que atacaban
la “cultura” colonial española sin tener verdadero conocimiento de ella. Trató de mostrarse
como un buen súbdito colonial, fiel a la corona, que menospreciaba a los intelectuales
ilustrados (Maggio Ramírez, “Un lector beligerante…” 229-230). Dada la situación política del
momento, seguramente su posición ideológica pública no fuera sincera, sino una estrategia
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para no atraer sobre sí sospechas de ningún tipo que lo pudieran poner en conflicto con las
autoridades. Mostraba estar bien informado y ser un lector ávido de las nuevas ideas.
Ruy Díaz de Guzmán, tomó como tema la cuestión indígena, y el único acto que conocemos
a los sectores sociales “indeseables”, como los paisanos pobres y los gauchos, negándoles el
En su celebrada oda “Al Paraná”, que abría el Telégrafo Mercantil, el periódico dirigido
por el español Cabello y Mesa, en su primer número de 1801, idealizó el potencial comercial
El sector social que él representaba, y era el principal lector del periódico, cambiaría en
unos pocos años. Era un grupo criollo ambicioso, que buscaba mayor protagonismo y
participaría, durante esa década, en los sucesos vertiginosos que llevaron a la Revolución de
1810 y la lucha por la independencia. Si bien Lavardén, en persona, no llegó a contribuir con
la revolución, porque falleció en 1809, sí ayudó en el combate contra las tropas inglesas que
invadieron el puerto en 1806 y 1807. En 1801 era imposible prever que ocurrirían todos estos
los escritores en ese momento era muy cautelosa y defensiva frente al poder colonial.
irrespetuoso con los grupos raciales que considera inferiores. En su conocida “Sátira” se burló
de un rival del Perú, con quien polemizaba, por su “color bruno”, llamándolo “mulato” (Maggio
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Ramírez, “El color de la palabra…” 231-235). Los novo-criollos respetaban la “limpieza de
diferenciación racial había sido esencial en la conformación del virreinato. Veían como
racialmente inferiores a aquellos que estaban al servicio de su clase: los negros esclavos, los
indígenas y los mestizos. Su cultura era selecta y señorial, tal como lo muestra el poeta en su
El modelo poético neoclásico era complejo, intelectual, difícil. Requería que el poeta
manejara un extenso marco de referencias y citas de la antigua cultura clásica. Tejía sus
politeísta greco-romana. Esta mitología era tan diversa y rica en sucesos, que sus motivos
podían prestarse tanto para una poesía conservadora, superficial y preciosista, como para una
históricos recientes que habían ocurrido en las revoluciones de Estados Unidos y Francia
habían alterado substancialmente la relación política con el mundo clásico. La nueva filosofía
había tomado como modelo las antiguas obras filosóficas de la cultura griega. El mundo clásico
francés tomaron el arte clásico como modelo. La poesía y la pintura neoclásica reinterpretaban
La poesía neoclásica de Lavardén, tal como lo indicó Juan María Gutiérrez en su estudio
pionero del poeta, inició un ciclo de arte neoclásico en la poesía y el teatro en el Río de la Plata
(Gutiérrez 90-92). Si bien su poema era una oda celebratoria de ocasión, escrita para el primer
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celosa autoridad virreinal, pudo mostrar el potencial expresivo de su poética y su calidad
literaria. Fue un valioso aporte para la poesía y el arte de esos años. Los más importantes poetas
y dramaturgos del período revolucionario posterior a 1810 tomaron sus ideas y escribieron sus
obras siguiendo las reglas del arte neoclásico. El trabajo de Lavardén fue pionero, un
movimiento inicial que derivó en una serie de obras de poesía y drama que él mismo, muerto
en 1809, no pudo conocer. Durante los años siguientes los poetas neoclásicos Vicente López y
Planes, Esteban de Luca, Eusebio Valdenegro y Leal, Juan Ramón Rojas y el poeta y dramaturgo
del siglo XVIII, era una propuesta artística más subjetiva e individualista, y no ingresaría al Río
de la Plata hasta varios años después. Los intelectuales y escritores rioplatenses leían e
eran países monárquicos enemigos de los galos y los revolucionarios franceses vieron al primer
Plata el romanticismo no sería aceptado hasta más tarde, cuando Víctor Hugo propuso una
revisión revolucionaria de sus ideas y fundó una nueva corriente romántica: el Romanticismo
Social. En Argentina fue Echeverría quien trajo al país el romanticismo social en 1830, luego
de una residencia de varios años en Paris, en que fue testigo de la revolución literaria de Víctor
tuvo el mérito de ser su introductor y poeta. La oda “Al Paraná”, de 1801, era una poesía
preciosista escrita por un gran lector hiperculto. Esto fue lo que más notaron sus lectores
contemporáneos: cómo Lavardén había asimilado sus lecturas, cómo las había reinterpretado
y el valor que adquiría la herencia intelectual para los lectores de América (Martínez Gramuglia
58).
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Lavardén observaba su entorno con inteligencia y sentido de la realidad, y demostraba
que había leído con pasión las corrientes literarias líderes en Europa. Era la literatura de un
lector voraz y aquellos seguidores suyos contemporáneos, que se identificaban con su manera
de vivir lo literario como hecho a un tiempo estético e intelectual, sintieron que su obra les
decía algo valioso e importante. La posición que había asumido era una manera de situarse
frente a su historia artística, coherente con su situación vital: habitaba un territorio que
emergía de un largo proceso colonial. Estaba al tanto de las últimas ideas europeas y las
allí en más una de las principales cualidades de la naciente literatura del Río de la Plata. De la
poesía de Lavardén a la de Lugones, pasando por la obra de Borges, el arte literario rioplatense
fue y sigue siendo ante todo un arte de la lectura. Exhibe cómo sus escritores y artistas
reinterpretan la rica tradición literaria de siglos en una nueva modulación y sensibilidad, que
le aporta al hecho literario, dada la experiencia americana, un punto de vista y una subjetividad
diversa, que lo renueva y la vuelve visible. La literatura rioplatense es una literatura que le habla
a la literatura de igual a igual. Se instala como interlocutora de una nueva forma de ser. Es una
manera de encontrarle a la herencia literaria una nueva función, con un criterio de libertad
río, al que llama “augusto Paraná” y “sagrado río”, primogénito del Océano y, por lo tanto,
principal heredero de su poder (164). El río viaja “en un carro de nácar refulgente”, tirado por
grandes caimanes recamados de oro. Es un río noble, pacífico, que se desplaza atravesando
grandes distancias, “de clima en clima” (164). Marte, el dios de la guerra, y los enemigos ingleses,
lo asedian. Los españoles y los portugueses lo aman y lo comparten. El río benéfico y generoso
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En los últimos cinco años el volumen de agua del Paraná había disminuido. Esto había
perjudicado la agricultura. El río había guardado sus aguas. Buscaba protegerse de una
amenaza. Se guareció en una gruta de perlas “nevadas” y topacios “ígneos” (165). Guardó allí
Las ninfas argentinas, espíritus divinos que animan la naturaleza, escaparon “temerosas”
con él. Las divinas doncellas ocultaron en la gruta “el peine de carey” (165). Tocaban con él
dulces sones en sus liras de cristal de cuerdas de oro. Las musas, las diosas del monte Parnaso
El poeta le ruega al río que libere sus aguas, que deje que fluyan y desciendan por la
llanura. Le dice que guarde en la gruta aquellos atributos que lo identifican: su corona de
español”, que había cambiado el rico “oro por el bronce marcial”, estaba listo para defenderlo si
hacía falta (166). El rey Carlos IV, precedido por los rayos de Júpiter, el dios de la guerra,
El poeta le pide al río que venga en su hermoso carro, con su frente coronada de blancos
lirios, acompañado de las ninfas. Estas, adornadas con guirnaldas de rojo amaranto, llegarán
cantando a su paso bellos himnos, que informarán a los “dioses tributarios”, el río Paraguay y
el río Uruguay, el pronto arribo de sus aguas. Los ríos tributarios iban a ayudar a calmar su
fuerza. Saldrían a su paso, con sus fuertes y veloces caballos venidos del “mar patagónico”.
Traerían “céfiros”, vientos suaves y apacibles, “enfrenados”, para aminorar su marcha (167).
Podía el río bajar majestuoso, imperial. Reconocer sus posesiones, sus playas, sus
bosques, y extenderse, socorriendo a los “sedientos campos” con sus vertientes. A su paso
brotaría la vida. El Paraná bienhechor suavizaba “el árido terrón”, derretía “las sales” del suelo y
aumentaba “los extractos de fecundos aceites” de las plantas (167). Ceres, la diosa romana de la
agricultura, era deudora de su grandeza. Debían anunciar la “llegada feliz” de sus aguas
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soplando la cornucopia, el cuerno de la abundancia (168). Sus hijos lo aguardaban en Buenos
Aires. Habían dispuesto “céfiros halagüeños” para recibirlo y preparado “perfumados altares”
en su honor (168).
La marcha del río, al acercarse a su desembocadura, se haría más lenta. Sus hijos habían
organizado una gran celebración. La “industria popular” había levantado arcos triunfales, en
los que se destacaban los símbolos de las artes liberales: la literatura, la historia, las ciencias. Un
Paraná llegaría “dispersando” las arenas del lecho del río con su “pala de plata” (169). Una “gran
corte” de “sabios” y de poetas estaba lista para recibirlo. Sus sabios prometían “conocimientos
más exactos/ de la…historia de sus reinos”, y los poetas jóvenes laureados, a los que sus ninfas
“melifluas” habían enseñado a cantar, querían grabar su nombre en el monte Pindo (169).
Le pide al río que inspire a sus poetas. Deseaban premiarlo. Iban a entregarle de regalo,
uno del Rey Carlos IV y el otro de su esposa, la reina consorte Luisa. El río podrá colocarlos en
su palacio, convertido en templo, para que las ninfas argentinas honren allí la grandeza de los
cortesano, que sirve de pórtico y presentación a ese primer número del Telégrafo Mercantil, el
primer periódico publicado en Buenos Aires. El criollo Manuel Belgrano, secretario del
aprobó su publicación. Cada número debía pasar la revisión de la censura, que vigilaba su
contenido y debía aprobarlo para que pudiera salir. Lo imprimieron en la Real Imprenta de los
Niños Expósitos.
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El poema de Lavardén mostraba la vocación de protagonismo de toda una generación
comercial y burocrático nuevo, que había crecido a partir de la creación del Virreinato del Río
de la Plata, del que Buenos Aires era su ciudad capital. Los miembros de este grupo no
desdeñaban participar, como socios y aliados, en los negocios de la más rica y poderosa antigua
Colonia del Sacramento. Los saladeros exportaban tasajo al exterior, sobre todo a las
plantaciones de Brasil y Cuba, para suplementar la dieta proteínica de los esclavos y mejorar
su rendimiento.
atractivo, brillante, luminoso. Una digna joya de la corona imperial. Brilla también en el poema
la inteligencia y la erudición del poeta. Sin dejar de ser una composición de ocasión,
favorable a la expansión del comercio. El poeta formaba parte de una clase “pequeño criolla”
que, sin tener el poder y la fortuna de los antiguos criollos propietarios, la vieja clase feudataria
que se había desarrollado a partir de la conquista de los territorios habitados por los indígenas,
había logrado ascender rápidamente, gracias a los servicios que daba en el nuevo virreinato a
la corona.
los sucesos que sobrevendrían en el Río de la Plata y en la península Ibérica durante esa década:
las invasiones inglesas y la invasión de Napoleón, que pusieron en crisis el imperio español.
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Esto daría a los rioplatenses la oportunidad de asumir su propio gobierno e instalaría como
profesional y comerciante, su clase media urbana, que sería la base económica y política de las
nuevas naciones que se formarían en lo que fue el territorio del Virreinato. De estos sectores,
en particular de la pequeña burguesía, saldrían sus artistas e intelectuales, sus escritores, sus
abogados y funcionarios. Mantuvieron entre ellos una estrecha alianza y asociación de favores
e intereses. Se quitaron el peso de la tutela monárquica. Fueron arrastrados por los vientos de
la revolución y las guerras independentistas, que trajeron a la escena a un sector social hasta el
momento despreciado por los sectores criollos, que habían usufructuado los privilegios de
sangre de una sociedad estamental, cerrada y racista: los sectores populares, incluidos los
artesanos pobres, los peones y campesinos, los gauchos, los esclavos, los indígenas sometidos,
los mestizos y mulatos, de los que necesitarían y a los que tendrían que reconocer, aceptar y
sociales de fines del virreinato daría lugar, luego de declarada la independencia, a un largo
acuerdo de clases, varias décadas después, que hiciera posible organizar una nación en forma
poema. Esos sucesos fueron un parte-aguas ideológico, que derivó en una lucha prolongada de
intereses encontrados.
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Integraron este sector novo-criollo, además del poeta Lavardén, escritores e
intelectuales como Vieytes, López y Planes, Belgrano, Moreno, Rivadavia, y tantos otros que se
sucesos, defendieron su visión de mundo y sus intereses, y lucharon para lograr un lugar en
una sociedad revolucionaria republicana, bajo una nueva forma de gobierno, como ciudadanos
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