Foro de Discusión 1

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Foro de Discusión 1.

Hernández Domínguez, Luis Fernando.

1.- Naturaleza y objeto de la revelación

De acuerdo a lo que se puede encontrar en el Capitulo I del Dei Verbum y en el cual se


trata de la naturaleza y objetivo que tuvo Dios al revelarse a Sí miusmo y con lo cual
pudieeramos conocer el misterio de su voluntad para finalmente estar en comunión con Él
se relaciona estrecamente con la sección titulada como “Dimensión cósmica de la Palabra”
del Verbum Domini; puesto que en ambos

2. Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su


voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen
acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina. En
consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos,
movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y
recibirlos en su compañía. Este plan de la revelación se realiza con hechos y palabras
intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia
de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las
palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio
contenido en ellas. Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana
se nos manifiesta por la revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de
toda la revelación

Dimensión cósmica de la Palabra

8. Conscientes del significado fundamental de la Palabra de Dios en relación con el Verbo


eterno de Dios hecho carne, único salvador y mediador entre Dios y el hombre,[22] y en
la escucha de esta Palabra, la revelación bíblica nos lleva a reconocer que ella es el
fundamento de toda la realidad. El Prólogo de san Juan afirma con relación
al Logos divino, que «por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo
que se ha hecho» (Jn1,3); en la Carta a los Colosenses, se afirma también con relación a
Cristo, «primogénito de toda criatura» (1,15), que «todo fue creado por él y para él»
(1,16). Y el autor de la Carta a los Hebreosrecuerda que «por la fe sabemos que la
Palabra de Dios configuró el universo, de manera que lo que está a la vista no proviene de
nada visible» (11,3).

Este anuncio es para nosotros una palabra liberadora. En efecto, las afirmaciones
escriturísticas señalan que todo lo que existe no es fruto del azar irracional, sino que ha
sido querido por Dios, está en sus planes, en cuyo centro está la invitación a participar en
la vida divina en Cristo. La creación nace del Logos y lleva la marca imborrable de
la Razón creadora que ordena y guía. Los salmos cantan esta gozosa certeza: «La palabra
del Señor hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejércitos» ( Sal 33,6); y de nuevo: «Él lo
dijo, y existió, él lo mandó, y surgió» ( Sal 33,9). Toda realidad expresa este misterio: «El
cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos» ( Sal 19,2).
Por eso, la misma Sagrada Escritura nos invita a conocer al Creador observando la
creación (cf. Sb 13,5; Rm 1,19-20). La tradición del pensamiento cristiano supo
profundizar en este elemento clave de la sinfonía de la Palabra cuando, por ejemplo, san
Buenaventura, junto con la gran tradición de los Padres griegos, ve en el Logostodas las
posibilidades de la creación,[23] y dice que «toda criatura es Palabra de Dios, en cuanto
que proclama a Dios».[24] La Constitución dogmática Dei Verbum había sintetizado esto
declarando que «Dios, creando y conservando el universo por su Palabra (cf. Jn 1,3),
ofrece a los hombres en la creación un testimonio perenne de sí mismo».[25]

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