Estados y Naciones en Los Andes, V1 y 2

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Estados y naciones en los Andes

Hacia una historia comparativa: Bolivia - Colombia - Ecuador - Perú

Jean-Paul Deler y Yves Saint-Geours

DOI: 10.4000/books.ifea.1685
Editor: Institut français d’études andines, Instituto de Estudios Peruanos
Año de edición: 1986
Publicación en OpenEdition Books: 2 junio 2014
Colección: Travaux de l'IFEA
ISBN electrónico: 9782821845657

http://books.openedition.org

Edición impresa
Número de páginas: 2 volumes ; 668

Referencia electrónica
DELER, Jean-Paul ; SAINT-GEOURS, Yves. Estados y naciones en los Andes: Hacia una historia
comparativa: Bolivia - Colombia - Ecuador - Perú. Nueva edición [en línea]. Lima: Institut français d’études
andines, 1986 (generado el 20 novembre 2019). Disponible en Internet: <http://books.openedition.org/
ifea/1685>. ISBN: 9782821845657. DOI: 10.4000/books.ifea.1685.

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© Institut français d’études andines, 1986


Condiciones de uso:
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1

Este libro reúne un conjunto de estudios que enfocan, desde distintas perspectivas y de manera
renovadora, los problemas que atañen a la formación de los Estados-Naciones en los andes.
Colaboran en el volumen destacados investigadores que desarrollan estudios antropológicos,
sociológicos e históricos en los países andinos.
Partiendo de perspectivas regionales, que privilegian las dinámicas de corta duración, las
tensiones coyunturales, los movimientos sociales y sus actores; bolivianos, colombianos,
ecuatorianos, peruanos y franceses se reunieron para debatir, desde esa base rica de
reconstrucciones regionales y coyunturales, sobre un eje de reflexión: La formación de Estados-
Naciones en sociedades pluriétnicas a lo largo del siglo y medio de historia post-colonial. Los
textos aquí presentados, así como la síntesis de los debates, permitirán a los estudiosos de una é-
poca poco conocida acercarse a una base referencial que ofrece, además, una impostergable
perspectiva comparativa.
En la formación de nuestras sociedades nacionales se estudian: permanencias y cambios sociales,
el desarrollo de nuevos tipos de regionalidades y las respuestas a diferentes condiciones
exteriores en el surgimiento del imperialismo moderno. En la cristalización de nuestros Estados-
Naciones, los trabajos se detienen en un esfuerzo de caracterización y en el análisis de las
ideologías y representaciones políticas. La combinación de perspectivas y el debate comparativo
hacen de este volumen un aporte de consulta necesaria.
2

Presentación
Yves Saint-Geours

1 Esta no es una mera recopilación de las ponencias presentadas en el coloquio de Historia Andina,
organizado por el Instituto Francés de Estudios Andinos y que tuvo lugar en Lima en agosto de
1984. En efecto, las Actas de un congreso parecen a menudo tener poca coherencia y carecer de
un verdadero hilo conductor. Por el contrario, estos textos representan un verdadero esfuerzo
por alcanzar una unidad temática, a pesar de las distintas épocas y regiones estudiadas así como
de las diversas perspectivas utilizadas. Básicamente, cuando Jean-Paul Deler organizó la reunión,
teníamos tres propósitos:
• Permitir el encuentro y la confrontación de historiadores de Francia y de cuatro países andinos
(Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú), ya que este tipo de contacto es escaso por razones fínancieras y
porque, casi siempre, los estudios históricos han permanecido un poco encerrados dentro de las
fronteras nacionales. No consideramos que los Andes constituyen necesariamente una unidad de
análisis pero pensamos que había llegado el tiempo de avanzar hacia una historia comparativa.
• Poner a disposición de los investigadores de cada país andino los recursos bibliográficos y archivísticos
para el desarrollo de sus trabajos. Sin archivos no hay historia: quisimos un estudio de las fuentes del
siglo XIX, de su conservación y utilización hasta la fecha. Por eso este libro puede ser considerado
también como un “banco de datos”.
• Plantear de una manera en lo posible renovada el problema de la formación de los Estados-Naciones en
los Andes. En torno a esta problemática se desarrolló un rico debate que quizás permitió hacer avanzar
la reflexión de los participantes.
2 El presente volumen se ha organizado alrededor de los grandes temas del coloquio y sigue el
orden de presentación de las ponencias, un orden ligado a la problemática: a partir de las fuentes
y de la “producción” misma de la historia en los Andes, se desarrolla el tema de la formación de
las Sociedades Nacionales, para terminar con una reflexión sobre el Estado-Nación.
3 Aparte de las ponencias de Heraclio Bonilla y Henri Favre que no llegaron a tiempo para ser
publicadas, constan todas las intervenciones, seguidas de los respectivos debates. A pesar de
dificultades técnicas, nos pareció imprescindible rescatar las discusiones porque en ellas se
hicieron comparaciones entre los distintos países, intercambiando ideas. Al proceder siempre el
historiador por medio de ejemplos, asociaciones de datos, referencias bibliográficas, se abrieron
así nuevas pistas de investigación y posibilidades de trabajo comparativo.
3

4 Los debates fueron transcritos por estudiantes del Departamento de Historia de la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos (Jorge Bracamonte, Nicole Garreaud, Henry Mitrani, Víctor
Peralta, Eduardo Toche), cuidadosamente corregidos por el que escribe y finalmente revisados
por los propios participantes.
5 Ninguna institución mejor que el IEP, a la vez centro de investigación y casa editorial con una
red de amistades y de difusión, en los diversos países andinos, para acoger este texto. Su actitud
corresponde plenamente a la vocación de un Instituto siempre deseoso de abrir nuevas
perspectivas y de sostener el debate en el campo de las ciencias sociales.

AUTOR
YVES SAINT-GEOURS
Director del IFEA
4

Lista de investigadores que


participaron en el encuentro

INVITADOS PRESENTES
5

INVITADOS AUSENTES QUE ENVIARON UNA PONENCIA

OBSERVADORES
6

Informe preliminar al problema de


los Estados-Naciones en los Andes*
Yves Saint-Geours

1 La comisión organizadora del coloquio de Historia de los Andes se propone formular


una problemática acerca de la existencia o de la formación de “Estados-Naciones” en
Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, y no hacer el balance de los estudios históricos,
acabados o pendientes; por ende, se trata esencialmente de abrir un debate sobre esta
cuestión, habiéndose concebido el encuentro como una reunión preparatoria que
debería llegar a la formulación de determinados proyectos de investigación.

La historiografía andina y la cuestión de los Estados-


Naciones
2 [A] Con motivo del sesquicentenario de su independencia las repúblicas andinas
reactivaron las dos interpretaciones principales de este evento fundador, marcadas una
por el signo de la ruptura, y otra por el de la continuidad. La tradición republicana y
liberal sostiene así el mito de la “tabla rasa” alegando que sociedades arcaicas, bajo el
régimen colonial, se hicieron súbitamente modernas, a favor de las guerras de la
Independencia.
3 Hace poco, trabajos críticos buscaron evidenciar continuidades coloniales: predominio
de las estructuras agrarias, persistencia de la servidumbre india, ausencia o
estancamiento del mercado nacional, inexistencia de la democracia, etc.
4 La primera corriente no da cuenta de los fenómenos de evolución regresiva que se
manifiestan durante el primer siglo de la Independencia:
1. Retroceso de las “tecnologías” administrativas, políticas y de socialización, que se traduce
por la debilidad del aparato de Estado, la debilitación de la Iglesia, la ruina del sistema
escolar...
2. “Ruralización” de la sociedad, con un menor peso de la ciudad, una “reindianización” de la
población rural, una expansión del sistema de la hacienda y de los modos de control de la
mano de obra que tienden a sujetar a los hombres a la tierra.
7

3. La ausencia de institucionalización política de Estado que los Occidentales interpretan como


una inestabilidad estructural cuando existían reglas del juego: relaciones entre conocidos,
parentelas, clientelas...

5 La segunda corriente, aunque menos ideológica, no percibe mejor la novedad y las


invenciones de las nuevas repúblicas: la modificación de las jerarquías sociales, la
aparición del caudillismo y del papel específico y de rico porvenir de las fuerzas
armadas, la revalorización de los poderes locales, la fragmentación del imperio que
llevó a la cristalización de estilos y ritmos distintos, otros tantos embriones de
identidad nacional.
6 Implícitamente ambas interpretaciones, aunque rivales, pertenecen a la misma
problemática, la de la dependencia, tratándose de afirmar, de un modo algo mágico, la
libertad conquistada en el primero de los casos, y la nueva dependencia en el segundo
(del capital británico, del imperialismo norteamericano, del mercado mundial...).
Habría pues, para el historiador, algo como una imposibilidad para idear estos ciento
cincuenta años de vida republicana, aunque la breve descripción de estas dos corrientes
sea un tanto caricaturesca
7 [B] Por esta razón puede notarse, en cuanto a las sociedades indígenas, el abismo que
separaba el estudio de su desarrollo colonial, y por lo tanto propio de la Historia, y el de
su estado presente de comunidades perennes, y por lo tanto propio de la Antropología.
Con una brillante excepción sin embargo: la de Jorge Basadre en el Perú. Cerró la
brecha el desarrollo de los llamados estudios etno-históricos, unión apresurada e
improvisada entre Historia y Antropología que pretende restaurar el punto de vista de
las sociedades nativas olvidándose de las profundas transformaciones que sufren hoy,
al igual que ayer. De alguna manera, estos ciento cincuenta años demasiadas veces son
analizados como si sólo se hubieran prolongado herencias, sin iniciativa histórica
autónoma.
8 Pensamos, al contrario, que hubo “creaciones históricas” nuevas, originales y
endógenas tales como el neo-latifundismo (hasta hoy analizado con categorías
europeas) y el caudillismo (tan extraño y original que no fue posible conceptualizarlo).
Fue grande, en efecto, la tentación de considerar las sociedades latinoamericanas
mediante términos del pasado o sea en conformidad con esquemas ya conocidos: por
ejemplo la idea de una “refeudalización”.
9 Pero quizá haya otra explicación para esta relativa ausencia de estudios históricos: la
carencia de documentos, de archivos. Si bien quedan muchos papeles, son de una
utilización menos ágil que los documentos coloniales. La debilidad del Estado y de la
Nación se tradujo, además, por una fuerte desidia en cuanto a los Archivos. Recordemos
lo importante que son, en cuanto a la identidad de un Estado, su pasado, su memoria, su
continuidad administrativa.
10 Por fin, puede existir una última explicación:
• la soberbia racista: ¿cómo podrían aquellos pueblos inferiores tener una historia autónoma?
De nuevo es la dependencia.
• el marxismo mismo, cuando se ha quedado demasiado cerrado: aquellos son pueblos
dependientes: son un puro objeto en la Historia y no un sujeto. No tienen otra historia que la
de los demás.
11 [C] Oponiéndose a estas tendencias, existe hoy una evidente revalorización de los
estudios históricos. En todos los países andinos han sido publicados o están pendientes
8

trabajos sobre el período republicano. Además, la Historia tiende a ser una disciplina de
pleno reconocimiento y no el puro apéndice de las demás ciencias sociales. Dejó de ser
una “canción de gesta” entre los pueblos sudamericanos. Desde hace unos veinte años,
se han analizado realmente las sociedades andinas. Desde el punto de vista más general,
consta en los países del Tercer Mundo una toma de conciencia e iniciativa para mirarse
como sujetos y no objetos en la Historia. Este es pues el momento de cuestionarse sobre
la Historia de los Estados-Naciones en los Andes, en base a los trabajos ya realizados y
también a las carencias de la historiografía.

Las carencias del conocimiento histórico y sus


posibles causas
12 Con el fin de abrir pistas para la investigación, es necesario pintar un rápido cuadro de
las carencias del conocimiento histórico, las cuales remiten a las diferencias con la
historiografía mundial, a los límites de un avance científico enquistado dentro de las
fronteras republicanas, a los vacíos de las aproximaciones globalizantes.
13 [A] Las diferencias con la historiografía mundial
14 La Historia del colonialismo africano parece estar más adelantada que la del
neocolonialismo en América latina. Así es como, mediante la colaboración de europeos
y africanos y bajo los auspicios de la UNESCO, acaba de ser redactada una Enciclopedia
del colonialismo.
15 Si bien existen historias navales, no existe en cambio una Historia de los intercambios
marítimos, ni de los puertos; no hay ningún estudio verdadero del impacto del litoral
(problema sin embargo muy importante para Bolivia que perdió su acceso al mar). No
se ha sacado plenamente partido de la Historia cuantitativa norteamericana hasta
ahora.
16 Si bien existen intentos de Historia agraria, de Historia de las crisis económicas, no hay
Historia del clima o mejor dicho Historia de las fluctuaciones de la ocupación del
espacio y de los comportamientos demográficos en relación con el clima. Bolivia, en
1900, tenía tantos habitantes como en 1830, cuando casi todos los demás países habían
visto duplicar su población. ¿Cuáles fueron las causas y los efectos de tal situación?
Hace falta una Historia “biológica” y demográfica.
17 Asimismo, parece hacer falta una Historia de las actitudes delante de la vida y de la
muerte, que seguiría la dirección de las investigaciones de Philippe Aries; esta Historia
puede tomar formas originales en América andina, sin seguir necesariamente las vías
trazadas por la “Historia de las mentalidades” europea. Así es como, por ejemplo, casi
no se ha estudiado el “machismo” y la familia en América latina; y sin embargo, a
diferencia del padre omnipotente descrito por Pitt Rivers en cuanto al mundo
mediterráneo, parece aquí tratarse de un padre ausente como lo demuestran sin duda
las tasas de nacimientos ilegítimos.
18 Por fin, la Historia de las ideas, tal como la practican los anglosajones parece estar
dejada de lado. Sería necesario, por ejemplo, aclarar lo que es en América latina el
liberalismo, que parece disociar libertad del mercado y libertades políticas, y que, al
contrario de lo que pasa en Europa, se acomoda muy bien con regímenes autoritarios.
19 [B] Las limitaciones de un avance enquistado dentro de las fronteras republicanas
9

20 Son muy escasos los estudios comparativos; los trabajos, limitados a uno —u otro— de
los países andinos, pierden de vista por consecuencia el sentido de la continentalidad y
el de las diferencias. La voluntad o la necesidad de identificarse en oposición con los
vecinos obstaculizó una visión sintética comparativa.
21 [C] Los vacíos de las aproximaciones globalizantes
22 Muchas veces, la consecuencia de tales aproximaciones es en cuanto a las repúblicas y a
los pueblos andinos, la negación de una capacidad de iniciativa histórica propia. La
Historia se vuelve entonces más reacción que acción. Es una serie de dependencias.
• La oposición, en el marxismo, entre “explotador” y “explotado” no toma muy en cuenta las
especificidades andinas. Rosa Luxemburg hablaba de modos de producción “híbridos”. ¿Es
conveniente este análisis? ¿No existe otra cosa?
• En el indigenismo, la oposición entre Indio y Criollo que, en el mejor de los casos, ve en este
último un inglés o un francés “periféricos”, impide que se tome en consideración el
mestizaje con toda su riqueza inventiva y lleva a ahorrarse el análisis de las influencias
negras sobre los comportamientos, las costumbres, la cultura de los pueblos andinos.
• Por último, en la sociología de la dependencia, la oposición entre centro y periferia induce,
en realidad, la permanencia de sociedades coloniales, sin cambios endógenos.

Algunas hipótesis para el estudio de los Estados-


Naciones en los Andes
23 En base a los análisis anteriores, y con el fin de favorecer el progreso de las
investigaciones históricas acerca de los países andinos, escogimos privilegiar una visión
política de esta historia y proponer algunas hipótesis cuyo fundamento es algo trivial:
se apresuraron en concluir que las repúblicas sudamericanas habían fracasado poque
sus instituciones planeadas por y para Europa no les hubieran sido adaptadas. Ahora
bien, estas instituciones América las generalizó antes que Europa. Huelga recordar que
en 1815, Europa es la Europa de la Sagrada Alianza: de las monarquías y sociedades de
“Antiguo Régimen”, de los imperios multinacionales. Sólo es alrededor de los años 1920
cuando se difunde el Estado-Nación en toda Europa central y oriental. Además las
constituciones republicanas (muchas veces con el asentimiento de la Iglesia), los
principios liberales claramente proclamados, el mismo libre cambio, aparecen primero
en toda América hispánica. Por lo tanto ¿son realmente esos países Estados-Naciones, o
simplemente Estados nacionales? ¿Son algo más que Estados territoriales? Por otra
parte, a nivel quizás anecdótico, cabe señalar que a lo largo del siglo XIX, América siguió
produciendo esos “individuos heroicos” cuyo molde estaba roto desde Napoleón en
Europa. El error, si es que hubo, no se puede atribuir a la imitación de modelos
importados sino a una ilusión vanguardista que consistió en querer imponer
estructuras modernas sobre sociedades tradicionales todavía suficientemente vigorosas
como para oponerse a los proyectos liberales. Tristan Platt enseña, por ejemplo, cómo
frente a la disgregación ocasionada por la República, buena parte de los ayllus del
altiplano boliviano prefirieron conservar el pacto colonial.
24 Por otra parte, cabe preguntarse si estas sociedades rechazaron por completo los
proyectos liberales o si, al contrario, los aceptaron bajo condición. Por ejemplo, los
Estados republicanos y liberales conservaron una profunda religiosidad. Conviene pues
10

preguntarse acerca de estas sociedades tradicionales. ¿De qué tradiciones se trata?


¿Tradiciones pasivas? ¿Tradiciones nuevamente creadas y formuladas?
25 Quizás entonces, sea acertado admitir que la emancipación fue también (y acaso
esencialmente) una ruptura con el antiguo régimen, más que con la metrópoli, que
yuxtapuso una sociedad de órdenes con jerarquías modernas. Esta yuxtaposición es
precisamente la que nos parece tan específica en los países andinos. Algunos viajeros
habían captado muy bien esta novedad al igual que los conflictos que engendrara:
“Todas las provincias de Colombia estaban tan unidas bajo el gobierno español,
tenían tan pocas oportunidades para competir y odiarse, que sólo se admitían las
dos grandes divisiones de Caracas y Nueva Granada. Se desconocían entonces las
oposiciones de colores y de castas. Sólo habían esclavos, sujetos y un soberano.
Ahora que se abolieron los títulos para dar vigencia a los derechos humanos, ya no
se ven dueños ni esclavos; se hallan iguales, siempre listos para destrozarse. Todo,
antaño, formaba una gran familia española; ahora, con excepción del idioma y de la
religión que son comunes, los lazos están rotos”.
(Georges MOLLIEN, Voyage dans la République de Colombie en 1823. Paris 1824, vol 2, pp.
159/160)
26 Así es como, cuando desaparecieron los “cuerpos intermediarios”, la sociedad los
reemplazo por nuevos lazos, nuevos intermediarios (parentelas, clientelas...). Por
consiguiente “la cuestión india” se planteó de otro modo, sobre todo cuando la
desamortización hirió mortalmente las comunidades.
27 Lo antedicho no pretende, en ninguna forma, dar conclusiones anticipadas a
investigaciones casi terminadas. Pensamos al contrario que, acerca de estos temas,
mucho queda por hacer. Sólo quisimos desbrozar estos temas, estas posibles vías de
investigación. Deseamos que puedan ser llevados a cabo proyectos conjuntos entre
investigadores andinos y franceses.
28 Por otra parte, si bien pensamos que los problemas aquí expuestos son prioritarios, no
pretendemos por lo tanto que son los únicos, y el coloquio lo manifestará seguramente.
Sin embargo, el programa que sometemos se ordena en relación con estos problemas:
partiendo de las fuentes de la historia andina, tratando de analizar a continuación las
permanencias y los cambios sociales, las sociedades regionales, las condiciones
exteriores y su impacto, tiende en fin a estudiar el Estado y el problema nacional junto
con las ideologías, las representaciones políticas y por supuesto los conflictos, el papel
de las fuerzas armadas.. . De tal manera que si bien otorgamos cierta autonomía a la
historia política, al mismo tiempo procuramos que primero quedasen sentadas las
condiciones económicas y sociales que la fundamentaban.

NOTAS FINALES
*. Preparado por: Marie-Danielle DEMELAS, Jean PIEL, Thierry SAIGNES, Yves SAINT-GEOURS.
11

Debate sobre el informe preliminar


al problema de los Estados-Naciones
en los Andes

1 Hermes Tovar
2 Estamos asombrados por la osadía en los temas propuestos; iniciar un debate ahora
implicaría tomar el conjunto de las problemáticas de este encuentro. Tal vez Ud. pueda
defender sus ideas cuando se discutan las temáticas referidas.
3 Thierry Saignes
4 Las discusiones a lo largo de la jornada darán oportunidad para ello e incluso para
incorporar nuevos temas como el de las sectas religiosas, que es fundamental para
comprender la Historia Contemporánea, al que hemos tenido que renunciar porque los
dos especialistas invitados no han podido estar aquí; sería una pena sacrificar este tema
tan importante.
5 Germán Colmenares
6 No quisiera iniciar un debate, pero su ponencia me llamó la atención particularmente
sobre los vacíos. Ud. nos invita a hacer una “histoire des mentalités”, a convertirnos en
“Analistas”. (Referencia a la escuela histórica francesa des Annales). Eso lo hemos
probado en parte.
7 Creemos que en todo esto hay un problema de prioridades. Por ejemplo, no hay en la
Historia Social Latinoamericana una historia de la criminalidad y para privilegiar una
visión política del siglo XIX tiene que pasarse primero por una Historia Social. En lo
referente a las fuentes, yo creo que las fuentes son las mismas pero que no planteamos
adecuadamente los problemas: usted puede utilizar las notarías o los libros
parroquiales en la Colonia y en la Epoca Republicana. Lo que realmente falta son los
problemas y no las fuentes, ya que ellas están allí.
8 Yves Saint-Geours
9 Hay muchas fuentes, por supuesto; pero a nivel de fuentes estatales y no de fuentes que
permitan conocer una realidad que no sea del Estado. El Estado Republicano no es el
Estado Colonial y esto plantea un problema de fuentes.
12

10 Hermes Tovar
11 Yo preguntaría si el privilegio excesivo dado a los problemas políticos en el estudio de
la realidad latinoamericana no se ha convertido en un obstáculo epistemológico a la
comprensión del problema, que tiene que ver con las formaciones económicas
regionales y el desarrollo de las relaciones de producción. Pienso, en términos
ortodoxos, que en lugar de partir de la política se debería partir de los modos de
producción y de allí llegar a conocer el problema de la política en el sentido de cómo el
Estado articula las diferentes realidades regionales. Veo, entonces, que uno de los
grandes problemas de la Historiografía Latinoamericana es haber convertido el hecho
de la independencia en un fenómeno eminentemente político, con todos los vicios que
esta visión tiene.
12 Yves Saint-Geours
13 Yo estoy completamente de acuerdo. Quizás no me haya expresado adecuadamente,
porque el motivo del encuentro es precisamente entender los cambios económicos y
sociales regionales para llegar después a la instancia política.
14 Thierry Saignes
15 Yo creo que no se puede separar ambas cosas en el análisis, debido a que la base
material también tiene un funcionamiento a partir del Estado, de los mecanismos de
control que provienen “desde arriba”. Yo propondría que elaboremos vías de trabajo
que permitan a la vez que multiplicar los estudios regionales socio-económicos, no
olvidar la superestructura, que muchas veces se ha confundido con las hazañas en los
combates, los debates de ideas, etc.
16 Henri Favre
17 Los temas de investigación sugeridos por el informe me parecen un poco
francocentristas. Algunos de ellos no son ni pueden ser temas prioritarios para los
historiadores andinos o latinoamericanos. Tal es el caso, quizá, del tema de las
mentalidades. Hace unos años, ciertos historiadores franceses intentaron, sin éxito,
interesar a los mexicanos en la historia de las mentalidades. Sin éxito, porque los
historiadores mexicanos tienen otras prioridades que corresponden mejor a las
preocupaciones de su propia sociedad...
18 Germán Colmenares
19 Sí, la violencia.
20 Henri Favre
21 La violencia, pero tambien la modernización porfirista, lo que les permite reinterpretar
la Revolución y entender mejor los problemas de hoy. Un científico social, por
independiente que sea, no trabaja en el vacío. Es miembro de una sociedad que orienta
indirectamente tanto la elección de los temas de investigación como la definición de las
problemáticas. Por lo tanto, me parece difícil, y por lo demás totalmente inútil, buscar
un consenso entre historiadores andinos y franceses sobre lo que hay que investigar en
los Andes y cómo.
22 Manuel Burga
23 Yo encuentro la exposición muy esquemática, además de estar planteada en los
términos de un dualismo al parecer antagónico que no se puede percibir con claridad
en la Historiografía Peruana. Creo que nadie en el Perú propondría que la
Independencia fue una ruptura total o una mera continuación.
13

24 Es interesante que los historiadores peruanos podamos escuchar las impresiones de un


grupo de historiadores franceses sobre la Historia de los países andinos y ver surgir en
las palabras del expositor las nostalgias de un historiador francés al citar vacíos que en
la Historiografía Francesa están muy bien estudiados y que en el caso peruano,
particularmente, no existe algo semejante; y no porque no sea importante o prioritario
sino por un tipo de desarrollo historiográfico diferente. Creo que es importante
estudiar las mentalidades en un país como el Perú donde éstas tienen gran importancia
en la vida cotidiana de sus habitantes.
25 Si nos preguntamos por ejemplo por qué no existe una rigurosa historia cuantitativa en
el caso del Perú, la respuesta es muy simple: no hay fuentes que lo permitan hacer. En
realidades históricas diferentes la aproximación de los historiadores también tiene que
ser diferente e imaginativa y por ello estoy de acuerdo en criticar la utilización de
terminología, “refeudalización” por ejemplo, que se estaría pensando en el siglo XVIII
francés o en otras realidades históricas europeas. También se dice que no hay interés en
una historia del clima; pero esto no es cierto, porque si bien no la hay de manera
sistemática, si la emplean aquellos que como los arqueólogos miran la Historia Andina
en una proyección muy larga. El clima andino, pensado desde la arqueología es un
factor importante para entender algunos fenómenos de carácter económico social e
incluso político.
26 Yves Saint-Geours
27 Quisiera aclarar unos puntos: cuando yo hablé de la Historia de las Mentalidades, no me
refería a la utilización de términos usados por la Historiografía Francesa. Para mí la
violencia es parte de la Historia de las Mentalidades. Yo utilicé el término Historia de
las Mentalidades como una categoría fácil de manejar y nada más. Además, me parece
que en Francia a nivel de historia cuantitativa y de historia de las ideas políticas
estamos muy flojos. También, quisimos insistir sobre los vacíos del conocimiento
histórico. Por eso el informe se encuentra desequilibrado. Pero sabemos muy bien que
se han hecho muchas cosas. Si no, no hubiera sido legítimo hacer este encuentro.
28 Jean Piel
29 Yo creo que queremos entroncar el problema de la Historia Política con el de Estado-
Nación y allí hay un problema fundamental: ¿Qué definimos como “político”? Durante
largo tiempo lo político era debate de ideas, proclamaciones y acciones heroicas y es allí
donde nosotros tratamos de reintroducir en lo político la formación del mercado
regional por ejemplo, o de las relaciones del capital mercantil u otras que no nos
parecen instancias objetivas fuera de lo político. Hay decisiones políticas que inducen o
contradicen las evoluciones, por ejemplo, del mercado y es en ese sentido que
queremos enfocar también lo político.
30 En lo referente al problema del Estado nos parece que no sólo en América Latina sino
también en Francia poco se ha escrito sobre Teoría del Estado, particularmente sobre
Teoría del Aparato del Estado, es decir por ejemplo la economía fiscal propia del Estado.
Hay muchos conocimientos positivos pero dispersos que hay que reunir para intentar
construir dicha teoría y esto se plantea en forma particular en los países andinos donde
el Estado se construye después de los años 20 del siglo pasado, pero también en Francia
donde la Historiografía carece de una verdadera Historia de los Aparatos del Estado.
31 Hermes Tovar
14

32 Yo no creo que a los latinoamericanos no nos interese la Historia de las Mentalidades


sino que este problema nos remite a otro, cual es el conjunto de condiciones de
investigación de los historiadores latinoamericanos. Lo importante vendría a ser la
incorporación de métodos y técnicas modernos a eso que llamamos tradicionalmente
Historia de la Cultura. A mí me parece que un problema importante en América Latina
es saber por qué no hay un interés general entre los historiadores por estudiar estos
problemas que a su vez son parte de la tradición y formación de ellos.
33 Rafael Quintero
34 La mía es la visión de un sociólogo que no tiene ningún complejo de inferioridad de
hablar del pasado frente a historiadores. Primeramente creo necesario revalorizar en el
contexto de la Historia Latinoamericana las categorías políticas, entendiendo bien
éstas, puesto que creo que se ha visto con ojos muy metropolitanos no sólo este
problema, que ha llevado a plantear preguntas como la existencia de Estados
Nacionales en el siglo XIX. Pongo el caso de si se puede o no hablar de Estado Nacional
en Ecuador durante el siglo XIX. Yo prefiero pensar en el Estado del siglo XIX como un
Estado Neo-Ibérico y no un Estado-Nación, y pienso que la tarea de la construcción de
éste es un proyecto todavía presente, para lo cual justamente las sociedades regionales
ecuatorianas o las clases dominantes que en determinado momento pensaron en ese
proyecto demostraron una incapacidad en la realización de éste. Si esos proyectos
significan el desgarramiento de muchos valores, entonces habría allí una problemática
que de manera muy seria habría, que planteársela a los historiadores en la medida que
hay que revalorizar la teoría política para acercarse a las sociedades andinas y esto lo
considero válido tanto para los que se adscriben a una corriente “analista” como a una
marxista. Tenemos que hacernos “analistas” andinos o marxistas andinos.
15

VOLUMEN I
16

VOLUMEN I

I. Producir historia en los andes: las


fuentes
17

Recursos documentales andinos en


el Archivo Nacional de Bolivia (ANB)
y la Biblioteca Nacional de Bolivia
(BNB)
Sources documentaires andines des Archives Nationales Boliviennes
(ANB) et de la Bibliothèque Nationale Bolivienne (BNB)

Gunnar Mendoza

1 El Archivo Nacional de Bolivia (ANB) y la Biblioteca Nacional de Bolivia (BNB) se


encuentran en la ciudad de Sucre, en un mismo edificio y bajo una sola dirección pero
con separación de sus recursos documentales que son recíprocamente
complementarios. Su dirección es:
2 Archivo Nacional de Bolivia
Biblioteca Nacional de Bolivia
Calle España N° 43
Casilla 338
Teléfono 2-1481
Sucre, Bolivia
3 En este relato resumiremos el contenido y la accesibilidad de los recursos documentales
de ambos repositorios, su relación con los estudios relativos al área andina, y los
requisitos básicos para los investigadores.
18

I CONTENIDO Y ACCESIBILIDAD DE LOS RECURSOS


DOCUMENTALES DEL ANB Y LA BNB
a. Archivo Nacional de Bolivia

4 El ANB fue establecido en 1884. Tiene la atribución reglamentaria de recibir, custodiar,


preservar, accesibilizar y difundir para fines de estudio, de acentuación de la conciencia
cívica y de comprobación del estado legal de las personas: a) los recursos documentales
estatales inéditos acumulados directamente por la actividad del gobierno central del país
en cualquier época de su historia; b) los recursos documentales no estatales inéditos que
por decisión de sus poseedores son cedidos a este repositorio.
5 Estos recursos documentales se dividen en dos secciones correspondientes a los
períodos históricos fundamentales de la historia boliviana: el Coloniaje (1539-1825) y la
República (1825-al día).

1. COLONIAJE

a. AUDIENCIA DE CHARCAS (ACh)

6 Comprende los recursos documentales de la administración audiencial desde 1546 hasta


1824 en el distrito del tribunal que en su momento máximo comprendió todos los
territorios situados desde el sur del Cusco hasta Buenos Aires, y desde las costas
correspondientes del océano Pacífico hasta las fronteras orientales divisorias entre las
posesiones de España y Portugal.
7 El tribunal fue erigido por real cédula de 1558 pero se estableció efectivamente en 1561.
No obstante, el virrey del Perú remitió a la Audiencia la documentación anterior que
podía ser necesaria para sus trámites. Es así como los recursos documentales de la ACh
se remontan hasta 1546.
8 La ACh fue dependiente del Virreinato del Perú hasta 1776, y del Virreinato del Río de
la Plata desde 1776 hasta 1810, y nuevamente del Virreinato del Perú desde 1810 hasta
1824.
9 Estos recursos documentales incluyen una vasta variedad temática, en las series que se
enumeran a continuación, con énfasis sobre los problemas relacionados con la
población india, ya que la Audiencia, por atribución legal, tenía muy particularmente la
misión de proteger a los indios, especialmente a través de los fiscales del tribunal.
10 a1. Cédulas reales (CR): Años 1546-1822. Disposiciones legales remitidas por la Corona de
España al tribunal. Originales y copias autorizadas. Sobre toda clase de asuntos
relacionados con la administración judicial y gubernativa que desempeñó la ACh.
11 Medio de accesibilización:
“Cedulario real de la Audiencia de Charcas. Catálogos 1546-1820”. Por Gunnar
Mendoza L. Ordenación cronológica, con índices onomásticos, toponímico y de
materias. En páginas, mecanografiado.
12 a2. Libros de acuerdos (ACh.A): Años 1561-1822. Actas originales de las sesiones (acuerdos)
celebradas por el tribunal para la decisión de los asuntos a su cargo. La información que
suministran es particularmente caudalosa para el siglo XVI, XVII y primera mitad del
siglo XVIII.
19

13 Medio de accesibilización:
“Libros de acuerdos de la Audiencia de Charcas. Lista preliminar de los volúmenes
existentes, 1561-1822”. Por Gunnar Mendoza L. En páginas, mecanografiado.
14 a3. Correspondencia (C): Años 1561-1782. Despachos recibidos y expedidos entre la ACh y
la Corona de España, el Consejo de Indias, los virreyes del Perú (hasta 1776) y de Buenos
Aires (de 1776 a 1810). Años 1561-1822. Originales y copiadores. Sobre toda clase de
asuntos.
15 Medio de accesibilización:
“Correspondencia de la Audiencia de Charcas. Catálogo, 1561-1762”. Ordenación
cronológica. Impreso, Boletín y catálogo del Archivo General de la Nación, t.2, N° 83 y ss.
16 a4. Expedientes (EC): Años 1561-1824. Los recursos documentales resultantes de todos los
procesos tramitados por el tribunal. Sobre toda clase de asuntos.
17 Debe señalarse la amplitud informativa de este tipo documental que de suyo representa
un miniarchivo de cada asunto en particular en todo su procesamiento, pudiendo
comprender toda la gama de otros tipos documentales: cédulas reales, provisiones
vicerreales y audienciales, informes, correspondencia, pruebas testificales, dictámenes
fiscales, sentencias.
18 Medio de accesibilización:
“Audiencia de Charcas. Expedientes. Catálogo, 1561-1824”. Ordenación cronológica.
Publicado en el Boletín y catálogo del Archivo General de la Nación (Sucre, años
1913-1943) la parte correspondiente a 1561-1780; inédito, en páginas
mecanografiadas, la parte correspondiente a 1780-1824.
19 a5. Caja General de Censos de Indios (CI): Años 1682-1760. Registros de los censos, o
préstamos, impuestos por los particulares con garantía hipotecaria rústica o urbana
sobre los capitales acumulados en las Cajas de Comunidades de Indios del distrito de la
Audiencia.
20 Medio de accesibilización:
Lista preliminar cronológica. En curso actual.
21 a6. Misiones de Mojos y Chiquitos (MCh): Años 1776-1824. A partir de la expulsión de los
jesuitas de los dominios de España en 1776, las misiones establecidas entre los indios de
esos territorios orientales tropicales por la Compañía de Jesús, quedaron a cargo de
otros eclesiásticos y bajo el control directo de la ACh. Es así como se acumularon en la
ACh estos recursos documentales que son de primera importancia para el estudio del
desenvolvimiento de dichas misiones.
22 Medio de accesibilización:
Catálogo del Archivo de Mojos y Chiquitos. Por Gabriel René Moreno. Publicado.
Santiago de Chile, Imprenta Gutenberg, 1888, 625 p. Introducciones, catálogo y
notas. Una segunda edición, Librería Editorial Juventud, La Paz, 1973. Introducción,
notas adicionales e índice alfabético de Hernando Sanabria Fernández.
23 El catálogo publicado corresponde a 40 volúmenes de recursos documentales. Otros 40
volúmenes adicionales tienen un catálogo en curso actual.
24 a7. Expedientes de abogados (EA): Años 1684-1825. Para recabar sus títulos profesionales,
los estudiantes, procedentes de todo el distrito de la ACh, que habían seguido los
estudios teóricos en la Facultad de Cánones de la Universidad de San Francisco Xavier, y
los estudios prácticos en la Academia Carolina de Practicantes Juristas de la ACh, debían
seguir el trámite respectivo ante la Audiencia. De ahí la acumulación de esta serie, que
20

tiene especial valor biográfico e ilustrativo sobre la formación de los abogados, uno de
los soportes profesionales del régimen colonial.
25 Medio de accesibilización:
“Expedientes de abogados, 1684-1825. Catálogo”. Por Gunnar Mendoza L.
Ordenación cronológica, con índice onomástico. En páginas. Mecanografiado.
26 a8. Guerra de vicuñas y vascongados (VV): Años 1622-1645. Correspondencia de la ACh con
autoridades de Potosí y expedientes criminales relativos a la guerra desatada en la Villa
Imperial contra la nación vascongada por las demás naciones de españoles y criollos
por motivos de predominio económico, social y político.
27 Medio de accesibilización:
“Guerra civil de vicuñas y vascongados en Potosí, 1621-1645. Catálogo”. Por Gunnar
Mendoza L. Ordenación cronológica, con índice onomástico. Impreso, Editorial
Potosí, 1954.
28 a9. Conocimiento de la Escribanía de Cámara de la Audiencia (ACh.LC): Años 1723-1822. Libros
registradores de la entrega y devolución, a las partes interesadas, de los documentos en
trámite ante la Audiencia. Como contienen resúmenes de los expedientes sirven
virtualmente como un catálogo de los documentos respectivos.
29 Medio de accesibilización:
Lista cronológica, en curso.
30 a10. Provincia de Misque (AM): Años 1565-1824. Expedientes de los trámites
administrativos, civiles y criminales seguidos ante los alcaldes ordinarios de la ciudad
de Misque en el distrito de la ACh. Toda clase de temas, con gran incidencia de asuntos
relativos a la población india.
31 Medio de accesibilización:
“Archivo de Misque. Catálogo cronológico de expedientes. Años 1565-1824”.
Publicado en el Boletín y catálogo del Archivo General de la Nación, Sucre, 1923.
32 a11. Sublevación General de Indios en el Distrito de la ACh (SGI): Años 1780-1805.
Expedientes, acuerdos y alguna correspondencia de la ACh sobre la represión de los
indios sublevados en todo el distrito de la Audiencia, desde el movimiento inicial de los
hermanos Catari en la provincia de Chayanta (1780, agosto) anterior al alzamiento de
Túpaj Amaru en el Perú (1780, noviembre), hasta los procesos tardíos contra indios y
criollos implicados.
33 Medio de accesibilización:
“Archivo Nacional de Bolivia. Sublevación general de indios en el distrito de la
Audiencia de Charcas, 1780-1795. Guía preliminar”. Por Gunnar Mendoza L.
Ordenación cronológica, con un índice general de lugares y personas. Inédita, en
páginas mecanografiadas.

b. ESCRITURAS PUBLICAS, CIUDAD DE LA PLATA (HOY SUCRE) (EP)

34 Años 1549-1825. Protocolos notariales. Gran riqueza informativa sobre la clase de


asuntos. Comprende compañías (de minas, comercio y negocios en general), contratos
de trabajo (servicio, aprendizaje de oficios, enseñanza, arquitectura y construcción de
edificios, artesanía en general), préstamos de dinero con garantía hipotecaria (censos),
institución de obras benéficas (capellanías), inventarios de casas y haciendas (muebles,
ropa, libros, enseres de labranza), poderes, esponsales, testamentos (transferencia de la
riqueza).
21

35 Medio de accesibilización:
“Escrituras públicas de la ciudad de La Plata. Lista preliminar. Años 1549-1825”. Por
Gunnar Mendoza L. Ordenación por ubicación, cronológica y alfabética de
escribanos. En páginas, mecanografiada.

c. CAJAS REALES DE LA CIUDAD DE LA PLATA (CRLP)

36 Años 1769-1824. Libros registradores de nombramientos en cargos públicos, de


correspondencia sobre el movimiento financiero del distrito, de contabilidad de
recursos fiscales, de contabilidad de impuestos sobre el comercio interno y externo
(alcabalas), del monopolio de tabacos y naipes, de aduanas, de bienes de difuntos, y, en
general, de control de todos los recursos fiscales.
37 Medio de accesibilización:
“Cajas reales de la ciudad de La Plata, años 1773-1825. Catálogo”. Por Gunnar
Mendoza L. Ordenación cronológica, con índice de materias. En páginas
mecanografiadas.

d. LIBROS DE ACUERDOS DEL CABILDO DE POTOSI (CPLA)

38 Años 1580-1817. Actas (acuerdos) de las sesiones del ayuntamiento de la Villa Imperial
para conferir y resolver los problemas de la vida comunal (aprovisionamiento, obras
públicas, enseñanza, trabajo, servicios públicos, oficios administrativos de regidores,
procuradores, alcaldes ordinarios, alcaldes de la Santa hermandad, corregidores, oficios
de la Casa de la Moneda).
39 Medio de accesibilización:
“Cabildo de Potosí. Libros de acuerdos: Guía sumaria preliminar, 1580-1817”. Por
Gunnar Mendoza L. Ordenación cronológica. Inédita, en páginas mecanografiadas.

e. CATEDRAL DE LA CIUDAD DE LA PLATA (ICLP). Siglos XVII-XVIII

40 Partituras de la música religiosa o profana con que se acompañaban ceremonias


religiosas y fiestas populares (incluyendo a los indios), patrocinadas por esta iglesia
catedral: misas, esponsales, semana santa, navidad, votos de monjas y sacerdotes,
fiestas de santos.
41 Medio de accesibilización:
“Archivo Nacional de Bolivia. Catálogo de manuscritos de música colonial, siglos
XVI-XVIII”. Por el musicólogo argentino Waldemar Axel Roldán. Inédito. En páginas
mecanografiadas.

f. TIERRAS E INDIOS (TI)

42 Cédulas reales, correspondencia, provisiones virreinales y audienciales, expedientes de


juicios administrativos, civiles y criminales relativos a propiedad rural y a la población
india andina y oriental en todo el distrito de la ACh. (Años 1549-1825).
43 Medio de accesibilización:
“Archivo Nacional de Bolivia. Recursos documentales sobre tierras e indios.
Catálogo, 1549-1824. Por Gunnar Mendoza L. Inédito. En fichas.
22

g. MINERIA (ACh. M)

44 Años 1549-1825. Cédulas reales, provisiones virreinales y audienciales,


correspondencia, relaciones, expedientes de procesos administrativos y civiles sobre la
industria minera: minas y socavones, extracción y beneficio, legislación, mano de obra
prestada por los indios (mita, minga). Medio de accesibilización:
45 “Archivo Nacional de Bolivia. Recursos documentales para el estudio de la minería en el
distrito de la Audiencia de Charcas. Guía preliminar, 1549-1824’’. Por Gunnar Mendoza
L. Inédito. Ordenación cronológica, en fichas, con índices de lugar y personas.

h. CHIRIGUANOS (Chr)

46 Años 1564-1808. Cédulas reales, provisiones virreinales y audienciales,


correspondencia, expedientes administrativos referentes a la reducción seglar (guerra)
y religiosa (misiones) de los indios chiriguanos (de ascendencia guaraní).
47 Medio de accesibilización:
Lista preliminar en curso.

i. NEGROS (N)

48 Años 1549-1824. Cédulas reales, provisiones virreinales y audienciales,


correspondencia, escrituras públicas, expedientes relativos a la situación de los
esclavos negros y de variedad étnica colateral. Compraventa, tráfico por Buenos Aires,
juicios administrativos, civiles y criminales, manumisión.
49 Medio de accesibilización:
Lista preliminar en curso.

j. ARTES DE LA CONSTRUCCION (AO)

50 Años 1549-1700. Cédulas reales, provisiones virreinales y audienciales,


correspondencia, contratos de obras sobre arquitectura, estofado y dorado, tallado en
madera, orfebrería, herrería.
51 Medios de accesibilización:
Lista preliminar en curso.

k. GUERRA DE INDEPENDENCIA CONTRA LA CORONA ESPAÑOLA (Independencia)

52 Años 1809-1824. Expedientes relativos a la represión del movimiento independentista


en todo el distrito de la ACh.
53 Medio de accesibilización:
Lista preliminar en curso.

l. COLECCION RUCK DE MANUSCRITOS (MS Ruck)

54 Años 1560-1897. Extensa acumulación de manuscritos de procedencia múltiple, sobre


temas diversos: indios, minería, comercio, derecho, iglesia, misiones entre indios
chiriguanos, plantas medicinales, etc.
55 Medio de accesibilización:
23

Biblioteca de Ernesto O. Ruck. Catálogo de manuscritos. Por Ernesto Ruck.


Publicado. Lima, Stolte, 1898. 72 p.

m. COMERCIO EXTERIOR E INTERIOR EN EL DISTRITO DE LA AUDIENCIA DE CHARCAS Y


DE LA REPUBLICA DE BOLIVIA (CIE)

56 Años 1549-1928. Extensa serie artificial de recursos documentales contenidos en todos


los fondos del Coloniaje y la República con énfasis sobre el área andina: compañías de
comercio, inventarios de mercaderías con precios, contrabando, contratos de
compraventa de mercaderías, comercio de la coca, ropa autóctona de cumbi y abasca,
recuas de llamas, fletes.
57 Medio de accesibilización:
“Recursos documentales en el ANB sobre la penetración y expansión comercial en el
área andina de Charcas. Catálogo selectivo, 1549-1929”. Por Gunnar Mendoza L.
Preparado para la Conferencia Internacional sobre Penetración y Expansión
Comercial de los Andes, siglos XVI-XX, en el ANB, julio 1983, con el auspicio del Social
Sciences Research Council, Washington, D.C.

n. GUIA DE FUENTES INEDITAS EN EL ANB PARA EL ESTUDIO DE LA ADMINISTRACION


VIRREINAL EN EL DISTRITO DE LA AUDIENCIA DE CHARCAS

58 Años 1537-1700. Por Gunnar Mendoza L. Ordenación cronológica, con un índice


alfabético general. Publicada (p. 46-255) en la Guía de las fuentes en Hispanoamérica para el
estudio de la administración virreinal española en México y en el Perú, 1585-1700. Por Lewis
Hanke. Organización de Estados Americanos, Washington, D.C, 1980.

2. REPUBLICA

a. PODER LEGISLATIVO DE LA REPUBLICA DE BOLIVIA (ANB.PL)

59 Años 1825-1898. Documentación de las Cámaras legislativas: actas de sesiones,


credenciales, correspondencia, expedientes.
60 Medio de accesibilización:
“Archivo Nacional de Bolivia. Poder legislativo. Guía preliminar”. Por Gunnar
Mendoza L. Ordenación por secciones. Inédito. En fichas.

b. COMANDANCIA DEL EJERCITO UNIDO LIBERTADOR (EUL)

61 Año 1825. Comunicaciones recibidas (notas originales) y expedidas (copiadores) por el


mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre como comandante en jefe del Ejército
Unido Libertador en el Alto Perú. Comprende a todos los ramos de la actividad pública y
a todas las autoridades del país.
62 Medio de accesibilización:
“Archivo Nacional de Bolivia. Comandancia del Ejército Unido Libertador. Guía
preliminar, año 1825”. Por Gunnar Mendoza L. Ordenación por entidades de origen
(notas originales) y de destino (libros copiadores). Inédita. En páginas
mecanografiadas.
24

c. MINISTERIO DE GUERRA (DEFENSA) (MG)

63 Años 1826-1898. Comunicaciones de este Ministerio recibidas (notas originales) y


expedidas (libros copiadores), con autoridades civiles, militares y eclesiásticas sobre
asuntos comprendidos en la jurisdicción del Ministerio, incluyendo estados de fuerza,
listas de revista, presupuestos de cuerpos de ejército, partes de guerra.
64 Medio de accesibilización:
“Archivo Nacional de Bolivia. Ministerio de Guerra (Defensa). Guía preliminar, años
1826-1898”. Por Gunnar Mendoza L. Inédita. Ordenación por años y dentro de cada
año por entidades de origen (comunicaciones recibidas) y de destino (libros
copiadores). En páginas mecanografiadas.

d. MINISTERIO DE FINANZAS (HACIENDA) (MF)

65 Años 1826-1898. Comunicaciones de este Ministerio expedidas (copiadores) y recibidas


(notas originales) con autoridades civiles, militares y eclesiásticas sobre toda clase de
asuntos relativos al régimen hacendarlo del país: correspondencia, estados mensuales,
presupuestos de ingresos y egresos.
66 Medio de accesibilización:
“Archivo Nacional de Bolivia. Ministerio de Finanzas (Hacienda). Guía preliminar,
años 1826-1898”. Por Gunnar Mendoza L. Inédita. Ordenación por años y dentro de
cada año por entidades de origen (comunicaciones recibidas) y de destino (libros
copiadores). En páginas mecanografiadas.

e. MINISTERIO DEL INTERIOR (GOBIERNO) (MI)

67 Años 1826-1898. Comunicaciones recibidas (notas originales) y expedidas (libros


copiadores) por este Ministerio con autoridades civiles, eclesiásticas y militares de todo
el país sobre enseñanza (todos los ciclos), salud pública, obras públicas, política interna,
régimen eclesiástico, industria, comercio indios, y otros asuntos no directamente
dependientes de los demás Ministerios.
68 Medio de accesibilización:
“Archivo Nacional de Bolivia. Ministerio del Interior (Gobierno). Guía preliminar,
1826-1898”. Por Gunnar Mendoza L. Inédita. Ordenación por años y dentro de cada
año por entidades de origen (comunicaciones recibidas) y de destino (libros
copiadores). En páginas mecanografiadas.

f. MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES (MRE)

69 Años 1826-1898. Comunicaciones cambiadas con gobiernos extranjeros, con


representantes de gobiernos extranjeros en Bolivia, con representantes de Bolivia en
otros países, sobre toda clase de asuntos.
70 Medio de accesibilización:
“Archivo Nacional de Bolivia. Ministerio de Relaciones Exteriores. Guía preliminar,
1826-1898”. Por Gunnar Mendoza L. Inédita. Ordenación por países extranjeros y
por misiones bolivianas dentro de cada país. En páginas mecanografiadas.

g. MINISTERIO DE INSTRUCCION (EDUCACION) (ME)

71 Años 1841-1898. Comunicaciones recibidas (notas originales) y expedidas (libros


copiadores) por este Ministerio con autoridades civiles, militares y eclesiásticas sobre
25

toda clase de asuntos relativos a la jurisdicción del Ministerio, incluyendo escuelas


rurales.
72 Medio de accesibilización:
“Archivo Nacional de Bolivia. Guía preliminar, años 1841-1898”. Por Gunnar
Mendoza L. Inédita. Ordenación por años y dentro de cada año por entidades de
origen (comunicaciones recibidas) y de destino (libros copiadores). En páginas
mecanografiadas.

h. TRIBUNAL NACIONAL DE CUENTAS (TNC)

73 Años 1826-1928. Entidad nacional con atribución de revisión, glosa y aprobación o


rechazo de las cuentas de todos los tesoros públicos del país. Correspondencia, libros de
contabilidad de todo tipo y sobre toda clase de asuntos.
74 Medio de accesibilización :
“Archivo Nacional de Bolivia. Tribunal Nacional de Cuentas. Guía preliminar, años
1826-1928”. Por Gunnar Mendoza L. Ordenación por Departamentos de la República
y dentro de cada Departamento por tipos de cuentas. Inédita. En páginas
mecanografiadas.
75 Dentro del Tribunal Nacional de Cuentas asumen significación especial las series
siguientes:
76 a1. Revisitas (Rev): Años 1773-1902. Revisitas (inspecciones) para el control del pago de
la contribución indigenal. Padrones y expedientes. Los padrones tienen la condición de
censos en que se hace el seguimiento de cada indio desde su nacimiento hasta su
muerte, así como de sus familias.
77 Medio de accesibilización:
“Revisitas para el pago de la contribución indigenal. Guía preliminar, años
1773-1902”. Por Gunnar Mendoza L. Ordenación por Departamentos, provincias y
cantones, y dentro de cada Departamento por años. Con un índice alfabético de
ayllus y haciendas. Inédita. En páginas mecanografiadas y en fichas.
78 a2. Catastro rústico de la República de Bolivia (Ct): Años 1895-1923. Actas de declaraciones,
resoluciones, títulos de propiedad, registro de fincas y ganados, cuadros estadísticos,
empadronamientos, convenios entre propietarios y colonos, contribución territorial.
79 Medio de accesibilización:
“Catastro rústico. Guía preliminar, años 1895-1923”. Por Gunnar Mendoza L.
Inédita. Ordenación por Departamentos de la República y dentro de los
Departamentos cronológica y por provincias. En páginas mecanografiadas.

i. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA (CSJ)

80 Años 1827-1923. Expedientes de juicios civiles, contenciosos y criminales, tramitados


ante el supremo tribunal de justicia de la República, sobre toda clase de asuntos,
incluyendo la propiedad rústica (haciendas).
81 Medio de accesibilización:
“Corte Suprema de Justicia. Guía preliminar, años 1827-1923”. Por Gunnar Mendoza
L. Ordenación cronológica. Inédita. En páginas mecanografiadas.
26

j. CORTE SUPERIOR DEL DISTRITO DEL DEPARTAMENTO DE CHUQUISACA (CSCh)

82 Años 1826-1850. Expedientes civiles, contenciosos y criminales tramitados ante este


tribunal sobre toda clase de asuntos, incluyendo litigios sobre propiedad rústica
(hacienda) e indios.
83 Medio de accesibilización:
“Corte superior de justicia de Chuquisaca.
Guía preliminar en curso”.

b. Biblioteca Nacional de Bolivia

84 La Biblioteca Nacional de Bolivia fue establecida en 1825. Tiene la atribución


reglamentaria de recibir, custodiar, preservar, accesibilizar y difundir para fines de
estudio, de acentuación de la conciencia cívica, y de ilustración en general, los recursos
documentales publicados por cualquier medio y que corresponden por cualquier razón
al patrimonio bibliográfico de la Nación. Comprende:

1. LIBROS Y OPÚSCULOS BOLIVIANOS (B)

85 Siglo XVI a la fecha. Publicaciones con más de dos páginas, no estatales (no oficiales), no
periódicas. Sobre toda clase de temas. Medios de accesibiliz ación:
86 Catálogo diccionario de la BNB. En fichas. Con entradas (clasificación Dewey) por autor,
materia, título.
87 Bibliografía general de Bolivia. Catálogo por años de publicación. En fichas.

2. BIBLIOTECA BOLIVIANA DE GABRIEL RENE-MORENO (M)

88 Años 1634-1908. Libros, opúsculos, hojas sueltas, periódicos, revistas bolivianas y de


interés boliviano, sobre toda clase de asuntos. La colección de publicaciones bolivianas
y de interés boliviano más completa que existe dentro de los años de su comprensión.
89 Medios de accesibiliz ación: Aparte de los dos ítemes enumerados atrás en el N° 1, los
siguientes, todos ellos por Gabriel René-Moreno:
90 Biblioteca Boliviana. Catálogo de la Sección de libros y folletos. Santiago de Chile, Imprenta
Gutenberg, 1879. Comprende hasta el año 1878. Ordenación alfabética por título, con
índice onomástico.
91 Primer suplemento a la Biblioteca Boliviana de Gabriel René-Mo-reno. Epítome de un catálogo
de libros y folletos 1879-1899. Ordenación cronológica, con índice onomástico. Santiago
de Chile, Imprenta, Litografía y Encuademación Barcelona, 1900.
92 Segundo suplemento a la Biblioteca Boliviana de Gabriel René-More-no. Libros y folletos.
1900-1908. Ordenación alfabética por apellidos de autores y, en efectos de ellos, por
títulos. Santiago de Chile, Imprenta y Encuademación Universitaria, 1908.
93 Ensayo general de los periódicos de Bolivia, 1825-1905. Santiago de Chile, Imprenta
Universitaria, 1905. Ordenación cronológica. En un apéndice “Algunos periódicos
argentinos y peruanos” relacionados con Bolivia, años 1810-1836. Los periódicos
bolivianos de 1906-1908 están catalogados en un apéndice del Segundo suplemento
anteriormente listado.
27

3. PERIÓDICOS BOLIVIANOS (PB)

94 Años 1823 a la fecha. Toda clase de periódicos (diarios, interdiarios, semanarios,


eventuales, etc.) publicados (para propósitos de información), en Bolivia sobre toda
clase de asuntos.
95 Medios de accesibilización:
“Periódicos bolivianos. 1823 a la fecha”. Catálogo en fichas. Tres entradas:
cronológica por años de publicación, alfabética por títulos, geográfica por
Departamentos.

4. REVISTAS BOLIVIANAS (RB)

96 Años 1840 a la fecha. Toda clase de revistas (para propósitos de ilustración y


distracción) publicadas en Bolivia sobre toda clase de asuntos.
97 Medios de accesibilización:
“Revistas bolivianas. 1840 a la fecha”. Catálogo en fichas. Tres entradas: cronológica
por años de publicación, alfabética por títulos, geográfica por Departamentos.

5. PUBLICACIONES OFICIALES DEL ESTADO BOLIVIANO (PO)

98 Años 1825 a la fecha. Publicaciones de los tres poderes del Estado: legislativo, ejecutivo,
judicial. Proyectos, informes y actas de sesiones de las cámaras legislativas; mensajes
presidenciales, informes y memorias de los ministerios y demás entidades del poder
ejecutivo; jurisprudencia, informes de la Corte Suprema y de las Cortes de Distrito.
99 Medio de accesibilización:
“Publicaciones oficiales de la República de Bolivia. Guía preliminar, 1825 a la fecha”.
Por Gunnar Mendoza L. Ordenación alfabética por entidades de los tres poderes del
Estado. Inédita. En páginas mecanografiadas.

6. LIBROS ANTIGUOS, RAROS Y CURIOSOS (ARC)

100 Años 1493 a la fecha. Publicaciones de valor especial por alguna o todas las calidades
expresadas en el título de la colección. Sobre toda clase de asuntos.
101 Medio de accesibilización:
“Biblioteca Nacional de Bolivia. Libros antiguos, raros y curiosos. Catálogo selectivo,
1493 a la fecha”. Por Gunnar Mendoza L. Ordenación cronológica con índice
alfabético de autores. En páginas mecanografiadas.

7. MATERIALES DE APOYO

102 La BNB es depositaria, por su propia condición y en virtud de convenciones


internacionales, de los recursos documentales publicados en entidades tales como las
Naciones Unidas, CEPAL, UNESCO, UNIDO, Organización Mundial de la Salud,
Organización de Estados Americanos, Oficina Sanitaria Panamericana, etc. Estos
recursos publicados sirven obviamente de apoyo en cualesquiera proyectos de
investigación que potencialmente requieran de ellos.
28

II. VALOR DE LOS RECURSOS DOCUMENTALES DEL


ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA
PARA LOS ESTUDIOS ANDINOS
1. La relación sumaria que acaba de hacerse sobre el contenido y la accesibilidad de los
recursos documentales del ABNB permite por sí sola establecer claramente los parámetros
básicos que determinan el valor de estos recursos en relación con los estudios andinos.
2. Dada la influencia permanente cuantitativa y cualitativa del espacio andino — geográfica,
social, económica, cultural, política— sobre toda la vida de la región, todos los recursos
documentales acumulados como consecuencia de todas las actividades humanas en dicha
región reflejan en mayor o menor medida esa influencia, y, en consecuencia, son
aprovechables para la información y la investigación de contenido y proyección andina.
3. Si estos recursos documentales son valiosos para Bolivia por razones obvias de inmediatez
física, su valor se extiende también a los países vecinos que resultan alcanzados por ellos
como resultado de la contigüidad geográfica y de antecedentes jurisdiccionales: Argentina,
Brasil, Chile, Paraguay, Perú.
4. Para el Coloniaje, en particular, teniendo en cuenta la amplitud geográfica que alcanzó la
Audiencia de Charcas, desde el sur del Cusco por el norte hasta Buenos Aires por el sur, y
desde las costas del Pacífico por el occidente hasta la frontera oriental entre las posesiones
de España y Portugal, estos recursos documentales asumen igual amplitud.
Simultáneamente, dada la amplitud jurisdiccional de la ACh, que alcanzaba a toda clase de
asuntos, sus recursos documentales interesan proporcionalmente a toda clase de temas.
5. Sería, en consecuencia, un grueso error de apreciación identificar el valor de estos recursos
documentales como aplicables a investigaciones exclusivamente historiográficas, cuando ese
valor se proyecta igualmente sobre las ciencias sociales en general: economía, sociología,
antropología, arqueología, cultura.
6. Luego, en relación a la creciente conciencia entre los investigadores sobre la necesidad de
profundizar sus búsquedas en los recursos documentales de archivo, los recursos
documentales resumidos atrás constituyen una acumulación de enorme riqueza primordial
para todos los proyectos de investigación sobre cualesquiera temas proyectados hacia la
región.
7. Los dos requerimientos básicos obvios para los propósitos de toda investigación son: a) la
existencia de recursos documentales correlativos, y b) la accesibilidad de esos recursos. Dado
el control idóneo de los recursos documentales del ABNB resumidos en la sección I de este
relato (prácticamente del 100 por 100) tanto para el personal de funcionarios como para los
investigadores, gracias a los medios de accesibilización existentes y en curso (guías,
catálogos, listas), el trabajo de los investigadores en el ABNB tiene un rendimiento efectivo.

III REQUISITOS REGLAMENTARIOS PARA EL


INVESTIGADOR EN EL ARCHIVO Y BIBLIOTECA
NACIONALES DE BOLIVIA
103 La “Guía sumaria para el investigador en el ABNB” especifica todos los requisitos
reglamentarios vigentes para los investigadores en el plantel. Consideramos que sería
útil completar la información contenida en este relato, con un resumen de estas normas
reglamentarias:
29

104 A. Admisión del investigador: El investigador debe llenar en el plantel un formulario


con todos sus datos personales, dando además la identificación de la entidad
patrocinante del proyecto, el tema del mismo, y el propósito de la investigación. Debe
además firmar un compromiso “para enviar a la Dirección del plantel por correo
certificado un ejemplar de la publicación que se haga, y tan pronto como ella se haga,
de cualquier trabajo en el cual el investigador haya utilizado, total o parcialmente,
documentos de estos repositorios, o se haga referencia a la investigación cumplida en
ellos.”
105 Por lo demás la admisión es absolutamente libre.
106 B. Trabajo del investigador: Normas establecidas para el cuidado de los recursos
documentales que se prestan para la consulta, la concurrencia sostenida al plantel, el
uso de implementos mecánicos en el curso de la investigación.
107 C. Pedido y devolución de materiales de consulta: No está permitido en el plantel el
acceso de los lectores e investigadores a los depósitos de conservación de los recursos
documentales. El investigador pide al personal designado al efecto los materiales de
consulta por medio del mismo formulario donde ha dado sus datos personales. Estos
pedidos deben hacerse dentro de un horario preestablecido.
108 D. Reproducción de materiales de consulta: Está prestablecido el uso de otro formulario
para tramitar la reproducción de los materiales de consulta que interesan al
investigador. La autorización está restringida exclusivamente a las partes de los
materiales directamente relacionadas con el proyecto de investigación. No pueden
reproducirse materiales excluidos por su estado de conservación; tampoco pueden
reproducirse materiales in toto.

RESÚMENES
El Archivo Nacional de Bolivia (ANB) y la Biblioteca Nacional de Bolivia (BNB) se encuentran en la
ciudad de Sucre, en un mismo edificio y bajo una sola dirección pero con separación de sus
recursos documentales que son recíprocamente complementarios. Su dirección es:
Archivo Nacional de Bolivia / Biblioteca Nacional de Bolivia
Casilla 338 SUCRE – BOLIVIA
En este relato se resume el contenido y la accesibilidad de los recursos documentales de ambos
repositorios, su relación con los estudios relativos al área andina, y los requisitos básicos para los
investigadores.
Se presenta el contenido y la accesibilidad de los recursos documentales del ANB y la BNB. Sigue
una evaluación del valor de los recursos documentales de los mismos para los estudios andinos.
Luego se precisan los requisitos reglamentarios para el investigador en el Archivo y Biblioteca
Nacionales de Bolivia.

Les Archives Nationales Boliviennes (ANB) et la Bibliothèque Nationale Bolivienne (BNB) se


trouvent dans la ville de Sucre, sont situées dans le même bâtiment et figurent sous la même
adresse mais avec autonomie de leurs fonds documentaires qui sont complémentaires l’un de
l’autre. Leur adresse est la suivante:
30

Archivo Nacional de Bolivia / Biblioteca Nacional de Bolivia Casilla 338 SUCRE – BOLIVIA
Se trouvent résumés dans le rapport suivant le contenu des sources documentaires des deux
fonds, ainsi que les conditions d’accès à ceux-ci, leur relation avec les études concernant l’espace
andin et les formalités de base à remplir par les chercheurs.
Il est fait une présentation du contenu et de l’accessibilité des sources documentaires des ANB et
de la BNB. Celle-ci est suivie d’une évaluation des ces dernières en ce qui concerne les études
andines. Enfin, on précise les formalités réglementaires pour le chercheur aux Archives
Nationales et à la Bibliothèque Nationale Bolivienne.
31

Relación de las fuentes


documentales para el estudio de la
Historia Colombiana Siglos XIX y XX
Rapport des sources documentaires relatives à l’étude de l’histoire
colombienne aux XIXème et XXème siècles

Augusto Gómez

Introduccion
1 La presente guía es el resultado del trabajo realizado por el personal que a lo largo de la
existencia de la Institución ha contribuido en la restauración, clasificación y
catalogación de las fuentes primarias que constituyen el acervo documental de las
distintas secciones y fondos del Archivo Nacional. Merecen especial mención aquí, el
doctor Enrique Ortega Ricaurte, la señora Nohemí de Degreiff y las señoritas Carlota
Bustos y Delia Palomino.
2 La organización de la documentación para su consulta, tradicionalmente ha consistido
en Secciones (seis) constituidas cada una de éstas por Fondos. En virtud de las
necesidades de los investigadores interesados en procesos económicos, políticos y
sociales enmarcados dentro de los años 1800 - 1940, hemos estimado pertinente incluir
como Sección, el conjunto de índices notariales mecanografiados y levantados por la
Empresa Richmond Petroleum Company y que hoy hacen parte del Patrimonio
Documental del Archivo Nacional. De la misma manera, el vasto volumen de
documentación, aún no clasificada (5.000 paquetes aproximadamente), la hemos
designado aquí como Sección Paquetes.
3 La Sección Colonia, con sus fondos, fechas extremas y números de tomos, no la hemos
excluido de esta guía por cuanto la consideramos útil para aquellos investigadores que
se ocupan de los antecedentes (Coloniales y de la Independencia) históricos de los
procesos, fenómenos o “acontecimientos” elegidos como tema de investigación.
32

4 El Archivo Nacional es una entidad pública que ofrece sus servicios (fotocopias,
microfilmación, fotografía y consulta) a investigadores nacionales y extranjeros
durante los doce meses del año.
5 Entendemos que esta guía contiene sólo una información preliminar. El personal del
Archivo está dispuesto a ofrecer a los investigadores una reseña más detallada de las
fuentes existentes en relación a los temas específicos de análisis, siempre y cuando el
interesado escriba (Calle 24 N° 5-60, Piso 4’, Bogotá) una síntesis de su materia de
estudio, que exprese el espacio (sitio, región, etc.) y la temporalidad (períodos, años,
etc.) en que se circunscribe su investigación.

Seccion I. Colonia

Note2
33

Note3
Note4

Seccion II. Republica

Note5
34
35

Seccion III. Archivo - anexo

Grupo 26
36

Grupo 37

Seccion IV. Notarias


6 Componen esta Sección los libros protocolos de las Notarías Primera a Quinta de
Bogotá, y también los libros procedentes de la Oficina de Registro e Instrumentos
Públicos del Círculo de Bogotá y distritos anexos.
37

A.- Protocolos

B.- Libros De Registro


38

Seccion V. Colecciones
39
40

Coleccion: Bernardo j. Caycedo


41

Seccion VI. Mapoteca


7 “El material cartográfico que conforma esta Sección procede, en una bien apreciable
cantidad, de los fondos mismos del Archivo Nacional; también de la Biblioteca Nacional,
y de donaciones de personas particulares, institucionales y empresariales. Son el total
5.000 piezas cuya antigüedad se remonta al siglo XVI. La más nueva unidad que ha
ingresado es de 1978”.
8 Su riqueza y variedad puede apreciarse a través de los siguientes puntos:
9 ACTAS
10 ACUEDUCTO
11 ADMINISTRACION DE ALCABALAS
12 ADMINISTRACION DE CORREOS
13 ADMINISTRACION DE TABACOS
14 ADUANA
15 AGUARDIENTES
16 AGUAS ALCANTARILLADO
17 ALMACEN DE POLVORA
18 ARMAMENTO
19 BATALLA NAVAL
20 BATERIA
21 BODEGA
22 CABILDOS
23 CAMINOS
24 CANALES
25 CANTERA
26 CANTONES
27 CARCELES
28 CASAS
29 CASAS DE GOBIERNO
30 CASAS REALES
31 CASTILLOS
32 CATEDRAL
33 CAÑA
34 CEMENTERIOS
35 CENSOS DE POBLACION
36 CIENAGAS
37 CIUDADES
38 CLIMAS
39 COLEGIOS
42

40 COLONIA MILITAR
41 COMERCIO
42 COMUNICACIONES
43 CONTADURIA
44 CONTRABANDO
45 CORREGIMIENTOS
46 CORREOS
47 CUARTELES
48 CUENTAS DE REAL HACIENDA
49 CURATOS
50 DIRECCION GENERAL DE RENTAS
51 DISTRITOS
52 DIVISION POLITICA
53 DOCTRINAS
54 EDIFICIOS CIVILES
55 EJIDOS
56 EMBARCACIONES
57 ESCUDOS
58 ESTADOS
59 ESTANCIAS
60 EXPEDICIONES
61 FABRICA DE AGUARDIENTES
62 FERROCARRIL
63 FORTIFICACIONES
64 FUERTES
65 GENEALOGIA
66 GOBIERNO
67 HACIENDAS
68 HERALDICA
69 HERRAMIENTAS
70 HISTORIA UNIVERSAL
71 HOSPITALES
72 IGLESIAS
73 INDIOS
74 INUNDACIONES
75 JURISDICCION
76 LAZARETOS
77 LIMITES
43

78 LUCHAS
79 MAPAMUNDIS
80 MAQUINARIA
81 MERIDIANOS
82 MINAS
83 MISIONES
84 MOLINOS
85 MONTAÑAS
86 MONUMENTO
87 MOVIMIENTO MARITIMO
88 OBRAS, particularidades o comunales
89 PANTANOS
90 PARROQUIAS
91 PARTIDOS
92 PASOS DE RIOS
93 POBLACION, centros de
94 POLGONOS
95 PROFUNDIDADES LITORALES Y FLUVIALES
96 PROVINCIAS
97 PUEBLOS
98 PUEBLOS DE INDIOS
99 PUENTES
100 PUERTOS
101 RECURSOS NATURALES
102 REDUCTOS
103 RESGUARDOS
104 RETRATOS
105 REVISTAS MILITARES
106 SALINAS
107 SALITRE
108 SITIOS
109 SOLARES
110 TABACOS
111 TENENCIA
112 TERMINOS
113 TIERRAS REALENGAS
114 TORRES
115 TRIBUS INDIAS
44

116 VECINDARIO
117 VIAJES
118 VIENTOS
119 VILLAS
120 VISITAS
121 VOLCANES

Seccion VII. Coleccion richmond petroleum company


122 En la década de 1940 la Empresa Richmond Petroleum Company elaboró índices
mecanográficos de todos aquellos documentos de Compra-Venta, testamentos, codicilos
y sucesiones, relacionados exclusivamente con la tenencia de la tierra. Esta labor se
realizó mediante la revisión minuciosa de los protocolos Notariales existentes en los
centros que habían tenido el carácter de “Cabecera Notarial”, desde la segunda mitad
del siglo XVI, hasta el año 1940.
123 Los índices consisten en una síntesis de las escrituras de todas las transacciones de
tierras registradas (pequeñas, medianas y grandes propiedades) en la que aparece la
fecha, el nombre de la propiedad, nombre del vendedor y comprador, lo mismo que la
ubicación, linderos y el precio.
124 Para algunas de las propiedades se reprodujeron los mapas y planos que figuran
adjuntos a varias de las Escrituras originales.
125 La Colección en referencia está conformada por cerca de 1,000 volúmenes o índices que
dan cuenta del movimiento de la propiedad de la tierra en las distintas regiones que
conforman el territorio colombiano, o que en períodos anteriores hicieron parte del
Virreinato de la Nueva Granada.

Seccion VIII. paquetes


126 Un volumen apreciable de documentación (5,000 paquetes, 300 folios promedio por
paquete) reposa en el Archivo Nacional sin clasificación por escasez de recursos
humanos y económicos.
127 Se trata, en este caso, de fuentes originales cuyo contenido temático es diverso, y
corresponde, temporalmente, tanto al Período Colonial como al de la República.
128 En esta documentación es posible hallar información relacionada con los distintos
sitios, lugares y regiones del país. No obstante, su consulta ofrece dificultades por la
carencia de las obras de referencia pertinentes.
45

NOTAS
2. * indica índice publicado; ** en borrador o mecanografiado; *** sin índice.
3. El índice analítico elaborado en 1970 demostró la variedad documental de este fondo.
4. Fusionados en 1967 para hacer el Catálogo e índice de “Miscelánea” que dio 60 nominaciones.
5. * indica: con índice manuscrito; ** índice mecanografiado; *** sin índice.
6. Se consulta por medio de las fichas del inventario.
7. Tiene catálogo temático y geográfico

RESÚMENES
Por contener esta guía del Archivo Nacional sólo una información preliminar, el personal del
Archivo está dispuesto a ofrecer a los investigadores una reseña más detallada de las fuentes
existentes en relación a los temas específicos de análisis, siempre y cuando el interesado escriba
(Calle 24 N° 5-60, Piso 4’, Bogotá) una síntesis de su materia de estudio, que exprese el espacio
(sitio, región, etc.) y la temporalidad (períodos, años, etc.) en que se circunscribe su
investigación.
La organización de la documentación para su consulta, tradicionalmente ha consistido en
Secciones (seis) constituidas cada una de éstas por Fondos. En virtud de las necesidades de los
investigadores interesados en procesos económicos, políticos y sociales enmarcados dentro de los
años 1800-1940, se ha estimado pertinente incluir como Sección, el conjunto de índices notariales
mecanografiados y levantados por la Empresa Richmond Petroleum Company y que hoy hacen
parte del Patrimonio Documental del Archivo Nacional. De la misma manera, el vasto volumen de
documentación, aún no clasificada (5.000 paquetes aproximadamente), ha sido designado aquí
como Sección Paquetes.

Ce guide des Archives Nationales ne contenant que des informations préliminaires, le personnel
des Archives est disposé à offrir aux chercheurs un compte-rendu plus détaillé des sources
existantes en fonction des thèmes d’étude spécifiques et à condition que l’intéressé fasse
parvenir (Calle 24 N° 5-60, Piso 4’, BOGOTA) une synthèse de son matériel d’étude, précisant
l’espace (lieu, région, etc) et le temps (période, année, etc,) auxquels se circonscrit sa recherche.
L’organisation de la documentation pour la consultation s’effectue traditionnellement en Sections
(au nombre de six) composées à leur tour de Fonds. Pour répondre aux besoins des chercheurs
intéressés par les processus économiques politiques et sociaux de la période 1800-1940, on a cru
bon d’inclure en tant que section l’ensemble des actes notariaux mécanographies dressés par
l’entreprise Richmond Petroleum Company et qui appartiennent aujourd’hui au Patrimoine
Documentaire des Archives Nationales. De la même façon, le vaste volume de documentation non
encore classée (environ 5000 paquets) a été nommé Section Paquets.
46

Historia oral: El caso boliviano en la


Guerra del Chaco
Histoire orale : le cas bolivien de la guerre du Chaco

René Arze

PROBLEMAS TEORICOS Y METODOLOGICOS DE LA


HISTORIA ORAL
1 La historiografía, como cualquier otra especialidad de las ciencias sociales, demanda
para la aplicación metodológica de sus estudios una variedad de fuentes documentales,
las mismas que por su naturaleza, diversidad y profusión, merecen la atención
permanente de su carácter y contenido informativo.
2 Un breve balance de la situación en que se encuentran las fuentes escritas relativas a la
historia de los países andinos, en especial de Bolivia, nos permitirá apreciar mejor el
alcance de los problemas teóricos y metodológicos de la historia oral, tema que con
evidentes limitaciones desarrollaremos en este trabajo.
3 En los países andinos, como en casi todos los países de América Latina, las
documentaciones textuales coloniales y republicanas existentes, se caracterizan
esencialmente por su contenido oficial. Cuantitativa y cualitativamente estas
documentaciones — consideradas como recursos intermediarios imprescindibles para
el análisis y la interpretación del pasado — se presentan ante los investigadores con
diversas posibilidades de información.
4 Dentro del ámbito internacional, “por razones estructuralmente ligadas al status de
colonia primero y países dependientes enseguida, buena parte de las fuentes más
importantes — nos dicen Cardoso y Pérez Brignoli — se encontrarán en el exterior, en
los archivos españoles o portugueses, en los de Inglaterra, Francia, los Estados Unidos,
etc”1. Dentro de este mismo ámbito (contexto en el que los países andinos se
encuentran en una suerte de dependencia documental) no pueden pasar
desapercibidos, por ejemplo, los testimonios oficiales que conservan los archivos de
Indias, Histórico Nacional de Madrid, Museo Británico, Biblioteca Vaticana, para no
47

mencionar sino a los más importantes entre los repositorios europeos y, en nuestro
continente, en el caso boliviano, los que a su vez custodian los archivos del Perú y la
Argentina, países que durante el poder español fueron erigidos en América como sedes
virreinales y que, como tales, controlaron y utilizaron una información de primera
mano para la administración colonial.
5 Entre las fuentes conservadas fuera de los países andinos relativas al período
republicano, baste referirse a la importancia de los fondos públicos (en especial del
siglo XX) que asimismo conserva el Archivo Nacional de los Estados Unidos en
Washington, hoy homologado con razón con el Archivo de Indias 2.
6 Sin embargo de la implantación tardía de archivos nacionales en América Latina y de
los grandes destrozos documentales que ocasionó esta demora (en algunos países las
documentaciones sólo empezaron a ser organizadas 50 años o un siglo después del
surgimiento como repúblicas), los repositorios latinoamericanos conservan, por su
parte, como es el caso de Bolivia, una rica documentación oficial colonial y republicana,
la misma que está concentrada fundamentalmente (en especial la referida a la colonia)
en el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia (Sucre), repositorio que permite el
acceso a más de tres mil metros lineales de manuscritos correspondientes a los siglos
XVI al XIX. Los restantes archivos organizados en los departamentos de Potosí, La Paz y
Cochabamba proporcionan, asimismo, múltiples y sugerentes fuentes oficiales textuales
para estudios histórico regionales.
7 Casi lo mismo cabe decir de los archivos nacionales o generales, provinciales y
eclesiásticos del Perú, Colombia y Ecuador, los cuales conservan importantes fondos de
los virreinatos, audiencias, cabildos, etc.3 Por el valor cuantitativo y cualitativo de estas
documentaciones es que los historiadores han otorgado mayor atención a los estudios
coloniales y no así a los referidos a los siglos XIX y XX.
8 En el caso concreto de las documentaciones relativas al estudio de los procesos
contemporáneos — tema estrechamente ligado a las consideraciones que sobre la
historia oral plantearemos enseguida —, cabe destacar que, a pesar de la profusa
producción de fuentes oficiales (las mismas que paradójicamente suelen ser pobres en
su contenido informativo para el estudio de ciertos problemas específicos), éstas
presentan un indudable cuadro crónico debido a la dispersión y destrucción de ingentes
masas documentales, circunstancia que condiciona y limita el trabajo de los
historiadores, quienes las más de la veces deben realizar sus investigaciones en medio
de repositorios inaccesibles o, lo que es peor, con documentaciones inexistentes.
9 La destrucción circunstancial o deliberada de las documentaciones públicas — mal
generalizado en todo el ámbito latinoamericano— ha afectado y afecta aún
perniciosamente, en diversas proporciones, a las documentaciones textuales, gráficas y
orales; activas, inactivas y de valor permanente de las entidades prehispánicas,
coloniales y, en magnitud aún más considerable, de las republicanas (particularmente
del siglo XX), período en el que se desestimaron, quizá no sólo en Bolivia, las
documentaciones públicas, producidas en proporciones cuantiosas por los poderes
ejecutivo, legislativo y judicial, y por el uso cada vez más frecuente de los medios
mecanizados de comunicación escrita, gráfica y oral.
10 El desastre primigenio que por obra deliberada de los españoles impidió la
conservación de los quipus prehispánicos que utilizaron los incas como sistema de
comunicación para su administración, data del siglo XVI de una orden del Primer
48

Concilio de Lima que en 1543 autorizó la total destrucción de los quipus del imperio
andino conservados en el Cusco4. Este antecedente, que sugiere la magnitud de lo que
en general debió ocurrir con otros testimonios prehispánicos (de los mayas y los
aztecas, por ejemplo), no significa sin embargo sino un hecho más de lo que con el
tiempo ocurriría dentro de la misma administración española y republicana.
11 Iniciadores en América del uso del papel, del pergamino y de la tinta, los españoles
fueron al parecer menos impecables de lo que se piensa en el cuidado de sus papeles. La
Villa de Potosí del siglo XVII patentiza, por ejemplo, un caso de devastación documental
pública al revelarnos la venta de documentos de las escribanías que sus funcionarios
solían realizar constantemente en las confiterías locales para sacar provecho de la
ganancia. La guerra de la independencia, que a raíz de la escasez del papel condicionó
una forma de escritura que se plasmó hasta en las camisas de los guerrilleros (en la
Biblioteca Central de la Universidad Mayor de San Andrés se conserva, por ejemplo, un
manuscrito de esta época con las características que señalamos), o en los muros de las
calles, causó también, por otra parte, verdaderos estragos con los papeles públicos de
los bandos en pugna.
12 Antes de la creación del Archivo Nacional de Bolivia en 1883, se sabe que la práctica
devastadora del ancucu (caramelo de miel con maní envuelto en documentos) esquilmó
durante medio siglo en la capital de la República (Sucre) invalorables fuentes
procedentes de archivos considerables como el de la Audiencia de Charcas 5. No toda la
obra destructora de las documentaciones públicas puede inculparse, sin embargo, a los
an-cucus o, si se quiere, al olvido, a las polillas, al moho y a los incendios. Entre las
causas de la masiva destrucción documental no puede dejar de mencionarse el influjo
negativo que en gran medida ocasionó, a lo largo de toda la República, la acción
depredadora de las mismas entidades estatales en cuya permanente inestabilidad no
fue raro que los documentos “ueran usados para taquear fusiles así como para formar
parapetos en las ventanas de los edificios atacados por las facciones contrarias” 6.
13 No siempre predominó empero la desidia o la indiferencia. Por acción directa de
Gabriel René Merino, quien en la segunda mitad del siglo XIX denunció el sublime desdén
boliviano por los papeles públicos olvidados en humedecidos recintos y covachas
oscuras7, se conocen las circunstancias de un primer intento serio de salvataje realizado
por el citado bibliógrafo e historiador cuando “en mantas”trasladó a la Biblioteca
Nacional de Bolivia el importante legado documental de la Audiencia de Charcas, sobre
cuya base se crearía el Archivo Nacional de Bolivia, entidad que en la actualidad
conserva — con ejemplar esfuerzo — lo que ha quedado de las documentaciones
coloniales y republicanas producidas en la primera sede de gobierno (Sucre) hasta fines
del siglo XIX, período en el que, según recientes cálculos del Dr. Gunnar Mendoza,
Director del Archivo Nacional de Bolivia, se ha destruido aproximadamente un 85% de
la documentación colonial y hasta un 60% de la documentación pública producida por
el Estado desde 1825 hasta fines del siglo XIX8.
14 Demasiado poco duró en Sucre la normal transferencia al Archivo Nacional de Bolivia
de las documentaciones del poder central porque con la instalación en La Paz de la
nueva sede de gobierno en 1899 la documentación pública boliviana ingresó a una crisis
parecida o peor a la que denunciara Moreno para el período 1825-1883. Desde
principios del siglo XX hasta el presente, los documentos públicos yacen olvidados (en el
mejor de los casos) en galpones y garajes de las oficinas de origen en el más lamentable
proceso de deterioro, dispersión y destrucción.
49

15 Los ejemplos citados sobre el caso boliviano pueden quizá motivarnos a una reflexión
en torno a la situación documental de los países del área andina.
16 Al referirse al estado actual y a la evolución futura de los archivos latinoamericanos ha
expresado Lewis Hanke con razón que “ocos /de estos repositorios /cuentan con
edificios adecuados para proteger sus riquezas históricas, y /que /la mayoría de ellos
ocupan estructuras que fueron originalmente designadas para otros propósitos, con la
consiguiente falta de protección y eficiencia. Si uno examinara los importantes edificios
construidos —dice Hanke-— para la ópera y el teatro y los comparara con los
improvisados inmuebles en los que tantos archivos se ven forzados a desenvolver sus
actividades, uno podría suponer que los países de la América Hispana son amantes de la
música y el drama pero no de su propia historia”9.
17 ¿Cuántas entidades públicas de Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia han realizado desde
sus respectivas creaciones — a lo largo de los siglos XIX y XX— transferencias
programadas de sus documentaciones a los archivos nacionales? ¿Cuántas entidades
públicas conservan sus documentaciones inactivas y de valor permanente desde la
creación de sus estructuras administrativas? ¿Cuántas entidades públicas, en cambio,
han incinerado y esquilmado sus recursos documentales? ¿Qué ocurre y ocurrirá con
las documentaciones activas (o archivos históricos del futuro) que hoy se producen en
las principales instituciones de los países mencionados?
18 Una respuesta preliminar a algunas de estas interrogantes nos conduce de momento a
afirmar, luego del más superficial análisis de la situación documental de hoy, la forma
anárquica y destructiva en que se producen las documentaciones activas en las oficinas
de origen, y la preterición y desprecio que en ellas se tiene, a su vez, por los papeles
inactivos y de valor permanente.
19 Los documentos de carácter departamental y provincial experimentan en líneas
generales la misma o peor suerte que la que atraviesan los papeles públicos estatales. El
problema es, en consecuencia, análogo al que hemos presentado para el caso de las
documentaciones de carácter nacional.
20 Si los porcentajes para las documentaciones públicas son bajos, mucho más lo son aún
los que corresponden al sector privado y particular. Prueba el hecho el número escaso
de archivos que hoy se conservan del período colonial y republicano, en especial del
primero, donde la pérdida alcanza prácticamente al 100%.
21 ¿Esto supone decir que la actitud del sector privado frente a sus documentaciones ha
sido peor que la que se ejerció sobre las documentaciones? Por los pocos casos
examinados hasta hoy hay que concluir al parecer que sí. Entre las causas —similares en
muchos aspectos a las ya señaladas para el sector público— debe mencionarse el hecho
de que las compañías de seguros, los bancos, las industrias, las empresas mineras y
petroleras, las asociaciones de empresarios y en general la mayoría de las empresas
privadas, suelen asignar una esmerada importancia a sus documentaciones activas,
dejando de lado —al igual que en la administración pública— a sus papeles inactivos y
de valor permanente.
22 A estas consideraciones hay que añadir que las documentaciones privadas, por el
contenido de su información, se constituyen en ocasiones en “eservadas”para las
entidades empresariales; su eliminación inmediata es, por tanto, algo que se practica
con frecuencia. A ello debe sumarse el hecho de que las empresas privadas carecen por
50

lo general de medidas legales respecto a la conservación de sus papeles y lo que


incineran o destruyen no está, por tanto, sancionado por el Estado.
23 Los problemas presentados suscintamente hasta aquí constituyen, a no dudar, un
innegable reto para los investigadores que buscan esclarecer los procesos históricos,
particularmente los referidos al siglo XX, centuria sobre la que —como hemos visto—
existe un vacío documental alarmante.
24 En tales circunstancias ¿pueden los historiadores aproximarse a los hechos históricos
teniendo a su alcance datos oficiales (parciales) y, por si fuera poco, inaccesibles o
inexistentes? No puede ser concebible, en consecuencia, que la historiografía de los
países andinos en particular y latinoamericana en general, se apoye en un pilar tan
frágil de información para la interpretación y el consiguiente conocimiento de los
hechos históricos.
25 “Indudablemente la historia se hace con documentos escritos —nos ayuda a decir
Lucien Febvre—. Pero también puede hacerse, debe hacerse, sin documentos escritos si
éstos no existen. Con todo lo que el ingenio del historiador pueda permitirle para
fabricar su miel, a falta de flores usuales. Por tanto, con palabras. Con signos. Con
paisajes y con tejas. Con formas de campo y malas hierbas. Con eclipses de luna y
cabestros, con exámenes parciales de piedras realizados por químicos. En una palabra:
con todo lo que siendo el hombre depende del hombre, sirve al hombre, expresa al
hombre, significa la presencia, la actividad, los gustos y las formas de ser hombre” 10.
26 Para los estudios contemporáneos cabe apelar, por ello, a otras vertientes de
información, a otros recursos que tienen expresión mediante otros canales. Al decir
esto, llego finalmente al tema de las fuentes orales, fuentes que sin embargo de haber
sido valoradas desde muy temprano en nuestros respectivos países, hoy reciben
infortunadamente poca o relativa atención11.
27 La historia oral es una práctica que se remonta sin duda a Herodoto y, en el caso
americano, a no pocos siglos atrás. Los escritos de los cronistas del descubrimiento,
conquista y colonización de América se caracterizan en gran medida por su
procedencia oral. Las noticias de Cieza de León de los templos levantados en honor de
Viracocha o del sol, la relación del P. Cobo de los jeques o adoratorios del Cusco, la
descripción de Santa Cruz Pachacutic del templo del sol y la cosmogonía incaica del
altar mayor de Coricancha o la búsqueda incesante de información de Pedro Sarmiento
de Gamboa y, en general, la imagen que hoy tenemos de las instituciones, de los quipus,
o de los caminos incaicos, ¿hubieran sido posible, en verdad, sin los testimonios orales
que se rescataron de los habitantes conquistados del Nuevo Mundo? ¿Hubiera sido
posible, asimismo, la forma oral con que los incas expresaban su historia a través del
sistema nemotécnico de los quipus? Es con los cronistas, sin duda, cuando también se
inicia en América la conquista de la información.
28 Por otra parte, ¿cuánta documentación escrita conservada en los archivos coloniales y
republicanos de hoy contiene o procede de testimonios orales? Mucha. Los archivos son
depositarios de enorme información oral. Para constatar esta afirmación baste referirse
a los expedientes judiciales, a las visitas y revisitas... Aunque estas documentaciones se
caracterizan por su carácter coactivo, cubren cientos de folios de ingentes masas
documentales.
29 Los siglos XIX y XX republicanos revelan, con excepciones, poca sensibilidad por parte de
los historiadores para el acopio de información oral (José Santos Vargas y Gabriel Rene
51

Moreno son la excepción en Bolivia)12. Durante estas dos centurias se sobrevaloró y


privilegió quizá más a la documentación escrita.
30 La desigualdad de la información que hoy tenemos sobre el período republicano se
patentiza con la pobreza de datos para no pocos hechos. Qué otra sería la versión de la
Guerra del Pacífico, por ejemplo, si hoy pudiésemos los historiadores contar con los
informes de los protagonistas silenciosos de la historia, de los soldados rasos del Perú,
Bolivia y Chile que actuaron en esta contienda bélica a fines del siglo XIX. Qué otra sería
la versión de los procesos agrícolas, comerciales o mineros si pudiesemos contar entre
nosotros con los testimonios orales de los protagonistas que forjaron estos procesos con
el aporte de su mano de obra.
31 La historia oral tiene nexos así como diferencias específicas con la tradición oral,
método mediante el cual se recoge información de pueblos que carecen de historia
escrita (caso de los africanos, por ejemplo) y cuyo pasado es trasmitido de generación
en generación a través de agentes que cuentan sus tradiciones. La historia oral surge,
en cambio, como resultado de la actividad que se realiza entre el historiador y el o los
protagonistas que han tenido vivencia directa con el hecho que se estudia. La división
entre uno y otro campo no es en todo caso tajante ya que la experiencia ha demostrado
que los protagonistas entrevistados conllevan en su memoria versiones propias de la
tradición oral.
32 Bajo la premisa de que la fuente histórica es o puede ser cualquier fenómeno
susceptible de ser empleado en el conocimiento del pasado —concepto que tiene aún
mayor aplicabilidad en Bolivia (cuya sociedad es predominantemente oral)— consideré
oportuno, en el caso de un estudio mío sobre las implicaciones sociales de la Guerra del
Chaco, rescatar testimonios orales de los protagonistas indígenas sobrevivientes que
asistieron a esta contienda, cuyas versiones complementaron en algunos aspectos el
contenido informativo de los materiales textuales, primarios y secundarios (informes
ministeriales, prefecturales, subprefecturales, etc.) que tuve la oportunidad de
consultar en los principales repositorios del país, en especial en la ciudad de Sucre
(Biblioteca y Archivo Nacionales de Bolivia, Centro Bibliográfico Documental e
Histórico de la Universidad de San Francisco Xavier, Archivo de la Federación de Ex-
Combatientes de Chuquisaca, Archivo de la Corte Superior de Justicia de Chuquisaca y
Archivo Privado de Jaime Mendoza).
33 La idea de incursionar en la historia oral recibió en mi caso un estímulo importante
cuando advertí (hasta en las propias calles de las principales ciudades de Bolivia) cómo
los ex-combatientes —que retornaron de la guerra a sus lugares de origen, en donde día
a día habían ido trasmitiendo oralmente sus experiencias— eran portadores de una
riquísima información anónima (tan anónima como ellos mismos). Fue entonces
cuando advertí que el método de la historia oral era particularmente aplicable en países
como Bolivia, con mayoría demográfica analfabeta pero no por ello ajena a los procesos
históricos.
34 El carácter oficial o semioficial de las documentaciones consultadas, la inaccesibilidad
de los archivos militares, la dispersión y pérdida de numerosas fuentes escritas
bolivianas correspondientes a la guerra, así como las dificultades de recabar datos
fidedignos acerca de la participación de los sectores campesinos en la zona de
operaciones del Chaco (datos sometidos durante la guerra, junto a otros, a estricta
censura), fueron los factores decisivos para que en mi enfoque estableciera la necesidad
de utilizar el recurso de la historia oral como un complemento auxiliar e invalorable —
52

en ningún caso excluyente de la historia escrita— de los estudios históricos que hoy
buscan poner énfasis justificado en el estudio de las amplias mayorías.
35 La alternativa metodológica de rescatar fuentes orales de primera mano —que
complementaran o, en su caso, contrapesaran a las fuentes escritas— me permitió
recoger la visión del hombre sencillo, del hombre común andino, de aquel que por
diversas circunstancias (principalmente derivadas del analfabetismo) no deja
testimonios escritos. Gracias a este recurso logré establecer contactos directos con los
protagonistas anónimos y desconocidos (los labradores analfabetos) que en gran
número concurrieron a la contienda con el Paraguay como soldados y zapadores; de
quienes he recogido —en alrededor de un centenar de cassettes grabados— información
reveladora sobre aspectos casi siempre ausentes en la documentación y la bibliografía
existente en los repositorios tradicionales.
36 Estas informaciones verbales han merecido obviamente los reparos del caso ya que en
el medio siglo que ha transcurrido desde la finalización de la guerra, la memoria de
estos protagonistas de la historia ha sufrido no sólo un desgaste natural sino algunas
deformaciones. De ahí por qué no resulte extraño comprobar que ciertos informes
magnifiquen o, en su caso, minimicen algunos hechos aceptando incluso leyendas o aun
hechos tergiversados, fenómenos que no son sin embargo desechables para el estudio
de la memoria colectiva, memoria que más que revelarnos cómo sucedieron los hechos
nos informa fundamentalmente cómo se recuerda lo que sucedió: “o que la gente
pensaba — o pensaba que pensaba— también constituye un hecho histórico”ha escrito
con razón Ronald Fraser en su estudio de historia oral de la guerra civil española 13.
37 La tarea de acopio de información oral que realicé en la ciudad de Sucre y en algunas
provincias de Chuquisaca — lugares en donde mantuve contacto directo con
campesinos quechuas (y en menor proporción con artesanos, viudas, sacerdotes,
médicos, enfermeras...) —, ha dado lugar a la acumulación de un material oral útil y
significativo para valorar el conflicto del Chaco desde una perspectiva histórica más,
aunque no suficiente debido a que de momento hemos concentrado nuestro esfuerzo en
el acopio de materiales de la región quechua del departamento de Chuquisaca. Creemos
que esta misma labor de rescate de información oral se impone en las regiones aymara
y guaraní del Altiplano y del Oriente boliviano respectivamente 14. Para una visión más
completa de lo que significó la guerra dentro del contexto internacional, ser presenta
también como imperativo realizar similares entrevistas a los excombatientes
paraguayos (principalmente campesinos) que, como en el caso boliviano, conformaron
el grueso de su ejército.
38 La oportunidad de participar en la historia viva a través de la versión oral de los ex-
combatientes que hoy están en el final de sus días (la mayoría de ellos se aproxima a los
70 años de edad con serias limitaciones de salud) se presenta en Bolivia y en los países
que acusan elevados índices de analfabetismo, como una alternativa invalorable para la
comprensión global de su sociedad.
39 “Cada anciano que muere es igual a una biblioteca que arde”, dice sabiamente un
proverbio africano. En Bolivia podríamos quizá decir lo mismo a propósito de los ex-
combatientes de la guerra del Chaco que día a día fallecen llevando consigo una
información que, reiteramos, las más de las veces no está contenida en los repositorios
tradicionales.
40 El hecho histórico es obviamente algo más que lo que nos dicen o sugieren las fuentes
escritas u orales. No todos los hechos históricos dejan necesariamente, por lo demás,
53

huellas o testimonios. Otorgar a los documentos el privilegio exclusivo y final de la


tarea historiográfica sería, en consecuencia, un despropósito para quienes pretenden
profundizar la comprensión del pasado boliviano reconociendo —como quería Carr—
“el carácter históricamente condicionado de todos los valores” y no los valores
particulares de quienes buscan “una objetividad más allá del alcance de la historia” 15.

NOTAS
1. Ciro F. S. Cardoso y Héctor Pérez Brignoli. “Dependencia y metodología de la Historia en
América Latina”. En: Los estudios históricos en América Latina ADHILAC, Quito, 1984, p. 37.
2. Para una aproximación al conocimiento de las fuentes documentales que conserva el Archivo
Nacional de los Estados Unidos en Washington, véase, de George S. Ulibarri y John P. Harriso.
Guide to materials on Latin America in the National Archives of the United States. National Archives and
records service. General services administration, Washington, 1974, 489 p.
3. Para un conocimiento de los documentos que conservan los archivos latinoamericanos, véase:
Lewis Hanke. Guía de las fuentes en Hispanoamérica para el estudio de la administración virreinal
española en México y en el Perú. OEA, Washington, 1980, 523 p.
4. Mendoza L., Gunnar. Informe General. Segunda Reunión de Consulta sobre archivos bolivianos.
Centro Pedagógico y Cultural “Portales”. Cochabamba, 1982, p. 32.
5. Moreno Gabriel René. “Los archivos históricos en la capital de Bolivia”. Revista Chilena, vol. 6.
Santiago de Chile, 1876, p. 116.
6. Mendoza L., Gunnar. Informe General de la Dirección Técnica del Programa de Desarrollo del Servicio
de Archivos y Documentos Públicos de la República de Bolivia. UMSA-OEA, 1976-1979 (inédito)
7. Moreno, Gabriel René, op. cit. p. 126.
8. Mendoza L., Gunnar. Informe General. Segunda Reunión de Consulta op. cit. p. 70-71.
9. Hanke, Lewis, op. cit. p.3.
10. Febvre, Lucien. Combates por ¡a historia. Ed. “Ariel”, Barcelona, 1970, p. 232 - 233.
11. E1 trabajo de historia oral que llevo a cabo como una parte de la investigación Implicaciones
Sociales de la Guerra del Chaco, ha sido financiado por The Interamerican Fundation y ha recibido
asimismo la colaboración de las Dras. Eugenia Mayer, Concepción Ruiz Funes, Martha Rocha y
Graciela García, del Museo Antropológico de México, a quienes hago público mi agradecimiento.
12. Moreno, Gabriel Rene. “Informaciones verbales sobre los sucesos de 1809 en Chuquisaca”.
Nota preliminar de Gunnar Mendoza, en el diario Pretenda, La Paz, 25 de mayo de 1984, p. 3. Al
parecer el primer historiador que en la república utilizó informes verbales para su Diario (Siglo
XXI, México, 1982), fue José Santos Vargas. Véase Gunnar Mendoza, nota preliminar anterior, p. 3.
13. Fraser, Ronald. Recuérdalo tú y recuérdalo a otros. Historia Oral de la Guerra civil española, 2 tomos,
traducción de Jordi Beltrán. Editorial Grijalbo, Barcelona, 1979, p. 29 - 30.
14. En torno al tema de la historia oral de la Guerra del Chaco —tema que por su magnitud
requiere la participación de un equipo de investigadores— han trabajado hasta la fecha Florencia
Ballivián de Romero, de Bolivia (con el tema de los prisioneros de la guerra), Olivia Harris, de
Inglaterra (con entrevistas en la comunidad de Laymi, Provincia Bustillos de Potosí) y B.
Selvichard, de Alemania (con “A Guarani’s version of the Chaco War”, Latín American Indian
Literatures. Pittsburgh, 1982).
Es de esperar que con el tiempo aumente progresivamente el número de los investigadores que
54

incrementen los estudios de la historia oral de la Guerra del Chaco tanto en Bolivia como en el
Paraguay y, por supuesto, de otros temas capitales para la comprensión de la Historia de Bolivia
contemporánea. Con esta finalidad ofrezco a quienes deseen el material oral que hasta ahora he
recopilado.
15. Carr, Edward, ¿Qué es la Historia?, Seix Barrai, Barcelona, 1979, p. 113.

RESÚMENES
Un proyecto complementario que incluye, en la primera parte, un análisis sobre la
inaccesibilidad de las fuentes escritas contemporáneas de Bolivia y, en la segunda, una
justificación sobre la aplicación metodológica de la Historia Oral para el esclarecimiento del
conflicto del Chaco desde una nueva perspectiva histórica.

Il s’agit d’un projet complémentaire qui inclut, en premier lieu, une analyse de l’inaccessibilité
des sources écrites contemporaines boliviennes et en second lieu une justification de
l’application méthodologique de l’Histoire Orale afin de comprendre le conflit du Chaco sous une
nouvelle perspective historique.
55

Taller de historia oral andina:


Proyecto de investigación sobre el
espacio ideológico de las rebeliones
andinas a través de la historia oral
(1900-1950)
Silvia Rivera Cusicanqui y René Arze

EL TALLER
1 La organización del Taller de Historia Oral Andina partió de la iniciativa de un grupo de
profesionales aymaras que, a través del espacio universitario, buscaban realizar una
“relectura” de la historia aymara contemporánea utilizando el testimonio oral como
recurso metodológico fundamental. El trabajo comenzó a mediados de 1983, con una
discusión del proyecto inicial de trabajo ante un equipo conformado por estudiantes de
último año de Sociología, todos ellos de origen y habla aymara. De inmediato, se inició
un sondeo documental en hemeroteca y archivo, así como una discusión de bibliografía
básica de apoyo para homogeneizar conceptos y metodología. A partir de este trabajo
preparatorio, se detectaron varios temas, áreas geográficas y redes de liderazgo en el
Altiplano andino y valles intercordilleranos, buscando situar en un contexto más
amplio los estallidos focalizados y violentos que se conocen con el nombre de
rebeliones, y de cuya historia sólo conocemos su carácter “irracional” y sangriento.
2 Con todos estos elementos, el proyecto fue reformulado para incluir una periodización
más precisa, así como una definición de áreas-períodos-personajes que constituirían el
eje de la elaboración de resultados. Asimismo, se definieron con mayor rigor un
conjunto de hipótesis generales que exponemos a continuación.
3 Actualmente, el Taller tiene 10 miembros de los cuales 7 son oriundos de comunidades
aymarás y 1 de un pueblo qhechwa, siendo los restantes de origen urbano. Sin bien
56

continúa gozando de la cobertura institucional de la UMSA, el Taller ha adquirido una


fisonomía independiente, a base de contactos interinstitucionales, auspicio de
conferencias, convenios de cooperación, etc.

EL PROYECTO
4 Las hipótesis generales que orientan la investigación pueden resumirse de la siguiente
manera:
1. Lo que se conoce como “rebelión andina” no es un estallido aislado e “irracional” de
violencia comunaria, sino uno de los momentos de un ciclo más amplio de resistencia que
implica un proceso de acumulación ideológica y organizativa, la formulación de propuestas y
reivindicaciones hacia la sociedad, así como el uso de una variada gama de métodos de lucha
y resistencia.
2. En la primera mitad de este siglo se estructuró en el Altiplano y valles adyacentes una red de
dirigentes comunales (mallkus, caciques, apoderados, jilaqatas, etc), que constituyó el motor
ideológico y organizativo de la resistencia comunaria frente al Estado, a los latifundistas y a
las élites de los pueblos rurales locales.
3. Esta red de dirigentes y estas propuestas programáticas constituyen el esbozo de un
“proyecto comunario” que está presente en las rebeliones de todo el período, aunque cada
una de ellas se presenta matizada por condicionamientos y causas más específicas.
4. El “proyecto comunario” tuvo muchas caras. En su cara ”interna” está animado por una
percepción cíclica del devenir histórico que propone la reconstrucción autónoma de la
historia andina truncada por la invasión española. Todo ello se combina con propuestas de
reforma social formuladas en un lenguaje comprensible para la sociedad criolla: lucha por la
escuela, por un acceso autónomo al mercado, etc. Finalmente, la propuesta comunaria tuvo
varios ecos en las corrientes de pensamiento criollo contestatario de la época: indigenismo,
socialismo, anarquismo, nacionalismo.
5. En el largo ciclo de 1900 a 1950, pueden detectarse dos fases en el devenir del proyecto
comunario: una fase de ascenso (1900-1932) y una de reflujo, dependencia y atomización. En
la primera fase, su característica fundamental es la autonomía. Es un proyecto de
“reconstrucción andina” autónoma, que de alguna manera prolonga el separatismo de las
“dos repúblicas” heredadas de la colonia. A partir de la guerra del Chaco, en cambio, esta
propuesta se ve crecientemente incorporada en los discursos ideológicos
contrahegemónicos y reformistas que surgen en la sociedad criolla. Esto conlleva un proceso
de dependencia, pérdida de identidad y desarticulación interna.
6. No obstante, la subsunción de la propuesta comunaria en el discurso criollo nunca fue
completa. Llegó a su punto culminante durante el gobierno de Villarroel (1943-1946), pero el
propio nacionalismo dio marcha atrás hacia un proyecto “civilizatorio” tradicional, sobre
todo a partir de la rebelión de 1947. De entonces en adelante, el MNR se concentró en la
organización del campesinado parcelario y de la población de colonos de hacienda,
escamoteando la propuesta comunaria. Por esta razón, el reflujo en el ciclo de luchas
comunarias implicó la continuidad de su propuesta pero de un modo atomizado y
fragmentado. Mediante mecanismos de transmisión oral que llegan hasta nuestros días, ese
proyecto se transmitió hacia las nuevas generaciones aymarás, constituyendo, hoy en día, el
núcleo de la propuesta ideológica de los nuevos organismos sindicales y políticos de corte
“katarista” e “indianista”.
57

ALGUNOS ASPECTOS METODOLOGICOS


5 La rica información oral y de archivo acumulada hasta el momento, está siendo
procesada bajo la forma de cuatro biografías que ilustran del modo más amplio y eficaz
los distintos aspectos señalados en las hipótesis de trabajo. Una cuarta biografía, que
excede los marcos cronológicos inicialmente planteados, permitirá ilustrar nuestra
última hipótesis.
1. “El indio Santos Marka T'ula, cacique principal de los ayllus de San Pedro de Curaguara de
Pacajes y apoderado de las comunidades originarias de la República” (Título provisional).
Cubre aproximadamente el período 1910-1938, y la red de dirigentes de Pacajes y el sur del
Perú.
2. Eduardo Nina Kispe y la Sociedad República del Kollasuyo. Cubre el período de la Guerra del
Chaco (1932-35).
3. Antonio Alvarez Mamani y los congresos indios de la década del 40. Cubre el período entre
fines de la década del 30 y los primeros años de la Revolución de 1952. Este dirigente, aún
vivo, ha accedido a trabajar su propia historia de vida con el Taller.
4. Jenaro Flores Santos y el nuevo sindicalismo katarista. Cubre las dos últimas décadas. Este
dirigente, máximo líder de la CSUTCB, ha accedido a trabajar su propia historia de vida con
el Taller.

6 En la actualidad, la primera biografía está siendo procesada sobre la base de un montaje


de testimonios de descendientes, seguidores y gente que trabajó con Santos Marka
T'ula. Uno de sus nietos es miembro del Taller. Se ha logrado también contactar a otros
dirigentes (o descendientes de dirigentes) de la red de seguidores de T'ula y se ha
programado una serie de entrevistas colectivas para completar el testimonio. La
presentación final será bilingüe, con abundante material gráfico y documental.

ALGUNAS IMPLICACIONES DE NUESTRO TRABAJO


7 El trabajo hasta ahora realizado nos ilustra la vigencia de otra historia, paralela y en
buena medida antagónica con la historia oficial. El término otra historia tiene algunas
connotaciones. En primer lugar, la historia de las luchas comunarias es una historia
negada, tergiversada y deformada por la historiografía oficial, particularmente a partir
de la revolución de 1952.
8 La historiografía nacionalista en torno a las “luchas campesinas” ha generado una serie
de textos donde: 1) se presenta a la experiencia sindical de los valles de Cochabamba
como el modelo de la lucha liberadora del campesinado andino; y 2) se presenta a la
lucha comunaria como un rosario de actos sanguinarios y violentos, en espera de la
acción redentora del criollaje. Se considera que la única meta comunaria era la
venganza y su único proyecto la (imposible) eliminación física de sus opresores blancos.
Cuando mucho, al ponerse en evidencia algunos hechos que contradicen esta versión,
se presenta a los líderes comunales (como Marka T'ula) como “precursores” del
sindicalismo para-estatal movimientista. Del mismo modo se considera a Tupac Katari
un inocente precursor en la lucha por la independencia criolla.
9 Nuestro proyecto busca restituir el sentido autónomo de la lucha comunaria en toda su
complejidad y realidad. En este sentido, pretendemos contar la “otra” historia, tal cual
fue.
58

10 En segundo lugar, es evidente que hay otra forma de percibir e interpretar la historia
por parte de los comunarios andinos. Existe, por así decirlo, otra tradición
historiográfica que discurre en forma oculta, a veces fragmentada, a veces más
coherente, y que constituye la fuente de afirmación de un proyecto contrahegemónico
de sociedad. Así, Marka T'ula se reclama heredero de los mallkus aymarás del siglo XVI,
para lo cual viaja constantemente a los archivos de Lima, Cusco, Sucre, a obtener
documentos confirmatorios. Jenaro Flores se reclama descendiente de Marka T'ula y es
depositario de documentos que así lo atestiguan. Francisco Tanqara es apresado en
1918 con un lote de documentos coloniales que son calificados como “subversivos”.
Buena parte de los litigios y reclamos elevados a las autoridades constituyen una
disputa sobre la pertenencia y legalidad de papeles antiguos, que en cada apresamiento son
expropiados a los rebeldes por el Estado criollo. Es pues una historia cuyo registro,
interpretación y pertenencia están sujetos a profunda y violenta controversia. Puede
decirse que la batalla entre estas dos tradiciones historiográficas no ha concluido. Una
continúa su misión “pacificadora” y neutralizadora, en tanto que la otra continúa
intranquilizando y subvirtiendo la ideología oficial del Estado criollo y la estructura de
poder de la sociedad. Nuestro trabajo se inscribe en esta segunda corriente, y ello
deriva en parte del hecho de que la historia oral nos ha obligado a desplazarnos de la
“lógica de las estructuras” a la “lógica del actor”.
11 Evidentemente, esta toma de posición en los “combates por la historia” tiene una serie
de implicaciones concretas en el desarrollo del trabajo de investigación. De hecho, es
también un compromiso con una comunidad concreta que reconstruye su propia
historia. Ello nos obliga a replantear nuestros métodos tradicionales de trabajo, nuestro
lenguaje y la misma forma final que adoptarán los resultados.
12 En el curso del trabajo han surgido también una serie de pistas sugerentes sobre la
relación mito-historia, que aún estamos sistematizando. Ellas nos obligan a considerar
la historia de los “hechos pertinentes” en el contexto más amplio de la cultura y la
tradición oral andina, y a no descuidar los aspectos simbólicos y el lenguaje cultural de
las propias rebeliones.
13 La Paz, agosto de 1984

Debate sobre las ponencias de:

René ARZE Historia oral: El caso boliviano en la guerra del Chaco


Silvia. RIVERA Proyecto de investigación sobre el espacio ideológico de las
rebeliones andinas a través de la historia oral (1900-1950): Taller de historia oral
andina; presentado por Thierry SAIGNES.

14 Jean Piel
15 Rene Arze plantea un conjunto de problemas válidos para Bolivia y habría que ver si
éstos se enmarcan como caso general o se diferencian. De su propia comunicación, más
los informes de Silvia Rivera, es paradójico que el proveedor principal de las fuentes
escritas, es decir, la administración estatal haya despilfarrado terriblemente la
información, apareciendo con ello que el problema de la tradición oral vaya más allá del
problema del método. Es el problema que planteábamos en la introducción: ¿Hasta qué
punto existe el Estado que no mantiene su propia memoria?, ¿cuál es ése tipo de
59

relación entre el aparato de Estado y su propia memoria escrita, cuando la desgasta en


esa forma? Y aquí aparece otro tema que debatiremos en las próximas sesiones: la
diferencia entre Estado y Sociedad
16 Hay una memoria social que con sus límites y problemas aún funciona y, por otra parte
hay una memoria oficial que también funciona. A mí me parece que allí el problema del
Estado-Nación aparece en este nivel también sin limitarlo al problema archivístico.
17 Nelson Manrique
18 Quisiera señalar que aquí en el Perú también se está trabajando en esta línea,
particularmente sobre biografías de líderes gremiales de comienzos de siglo, como Julio
Portocarrero y Juan Péves. Hay algunos elementos que plantean problemas básicos que
considero importante poder discutirlos; primeramente sé por experiencia propia, al
investigar sobre la Guerra del Pacífico, que cuanto más tiempo pasa, la memoria oral
tiende a ser crecientemente sincrética y allí radica una diferencia entre las
presentaciones de René Arze y Silvia Rivera. Mientras que para René ésta se comporta
como fuente estrictamente auxiliar, en el caso de Silvia Rivera ésto aparentemente es
inverso, donde el documento ha servido para señalar lo que se va a tratar. No existe
Historia si ésta no es cronológica; si no hay dimensión temporal, no hay Historia y creo
que la utilización exclusiva de la fuente oral plantea el problema central de no poder
establecer la diacronía.
19 Mario Rabey
20 Tenemos que lamentar la ausencia de Silvia Rivera quien hubiera contestado con
bastante énfasis al problema de la diacronía en la Historia. De todos modos yo quisiera
señalar algo que estaba presente en la ponencia de Arze y que es el problema de la
lógica o la no-lógica implícita en la fuente oral. Me impactó muy particularmente la
adjudicación de contenidos legendarios y hasta míticos en la información depositada en
la fuente oral y en realidad me gustaría considerar dos cosas: la primera es una
consideración muy general. Cualquier documento escrito, ya sea una lista numérica, ya
sea una redacción, está gobernada por una serie de categorías puestas por el que la ha
escrito, ya sea una institución o una persona, es decir, no hay ningún dato objetivo de la
realidad y menos en la realidad histórica, donde la tarea de los historiadores radica en
la interpretación de documentos y no el documento en sí, sean estos oficialistas o
contestatarios, del sistema oficial o del sistema revolucionario como podrían ser los
movimientos campesinos y sus continuadores. Señalo entonces que la Historia siempre
es una justificación también de proyectos políticos contemporáneos, sea consciente o
inconsciente la justificación.
21 Rene Arze
22 Para el primer caso yo quisiera aclarar que he insinuado que en la Historia Oral los
informantes tienden a tergiversar o tomar leyendas de las cuales ellos han sido
protagonistas. Yo quisiera decir hechos muy concretos en referencia a la Guerra del
Chaco. Han transcurrido 50 años y el ex-combatiente de hoy que bordea los 70 años,
obviamente, no es el ex-combatiente de hace 50 años; su memoria ha sufrido un
deterioro, y, habría incluso que decir que ésta ha seleccionado quizás lo que él ha
deseado recordar y ha descuidado o eliminado lo que no deseaba recordar. Pero en este
caso concreto de mi investigación, la Historia Oral se justifica nada más que como un
método auxiliar, porque las fuentes escritas me proporcionan una cantidad nada
despreciable de información, la cual es comparada con la información oral. Y he dicho
60

que es un auxiliar para el caso concreto de mi investigación porque necesitaba conocer


cómo se recordaban los hechos que realmente sucedieron, la visión subjetiva que da el
enfoque particular de una vivencia concreta y entonces efectivamente habrá que
guardar las distancias porque, les reitero, en muchos casos los ex- combatientes han
combinado factores propios de la tradición oral con los sucesos que ellos han vivido.
23 Por otra parte, las fuentes orales como las fuentes escritas son susceptibles de un
manipuleo histórico.
24 Alberto Flores Galindo
25 Quisiera hacer dos anotaciones en referencia al problema de fuentes de los siglos XIX y
XX en los archivos peruanos; la primera es que en el Perú, en lo que respecta a estos
siglos, hay aparentemente escasez de fuentes en los archivos y esto llevó en una época a
sobrevalorar la importancia de los periódicos y folletos. Sin embargo, recientemente
algunos historiadores como Paul Gotemberg han descubierto el valor que pueden tener
para la Historia Económica esas fuentes convencionales. La escasez de fuentes pudo
también conducir a sobrevalorar los informes consulares cuya riqueza es indudable.
26 Pero yo creo, a partir de la experiencia que tengo, que en el Perú los archivos han sido
muy poco trabajados para los siglos XIX y XX, a pesar de poseer una documentación muy
rica, en algunos aspectos quizás mayor que la propia documentación colonial, como el
estudio de las comunidades campesinas, por ejemplo (documentación tributaria para la
demografía, caja de depósitos y consignaciones para el mercado interno). Para el caso
del Cusco, por ejemplo, recuerdo una conversación que tuve con Luis Miguel Glave
sobre la riqueza enorme de materiales del siglo XIX para hacer una historia económica y
social de las comunidades campesinas y de la economía campesina de los alrededores
de la ciudad.
27 En cuanto al problema de las fuentes orales, quisiera decir que en sociedades como la
nuestra el problema de las fuentes orales es que se establece como un registro histórico
diferente del registro histórico que podríamos llamar “oficial”, sea de izquierda o de
derecha, admitido por el Estado o enfrentado a éste. No es el registro histórico al que se
dedican los profesionales, sino es el registro popular que funciona al lado de éste y que
tiene esas características sincréticas que han sido señaladas y funcionan como
entidades de Estado Local. Sería una tarea interesante tratar de recopilar esta fuente.
Por ejemplo, los campesinos de Tocroyoc han reconstruido la historia del líder
campesino de los años 20, Domingo Huarca, identificando su vida con sucesos que son
atribuibles al mito del Incari, y a la vida de Tupac Amaru. Aparte de los dos registros
anteriores creo que hay un tercer tipo, que en el Perú lo encuentro muy
frecuentemente y es el de los historiadores que están a medio camino entre estas dos
situaciones, es el historiador “amateur” que se lanza a hacer pequeños libros de
historia. Es difícil encontrar un pueblito del Perú que no tenga su historiador local,
frecuentemente despreciado y no tenido en cuenta, pero poseedor a veces de datos muy
valiosos, combinando generalmente muy bien ciertos rasgos más bien convencionales
de un historiador del siglo XIX con rasgos de esta Historia Oral.
28 Luis Miguel Glave
29 Solamente un breve comentario que pueda ayudar a la discusión, y es con respecto a la
ponencia de Silvia Rivera en la que encuentro dos cosas que considero importantes. La
primera es la relación entre Estado, política, etnicidad y grupo social. La revalorización
de los elementos culturales y políticos que en Bolivia constituyen el llamado
61

Movimiento Comunario es una cosa sumamente interesante; sin embargo hay


diferencias entre lo que hace este movimiento que tiene voz política y lo que podríamos
buscar acerca de los orígenes históricos de éste. En el documento hay una cosa que me
parece importante y es la presentación del Movimiento Comunario como contrapuesto
al Movimientismo afiliado al proyecto del MNR. En ambos casos se trata de
movimientos campesinos con contenido indígena de distinto valor cultural y la
cuestión importante tenida en cuenta es que en los fenómenos culturales andinos no
hay homogeneidad y esto hace sumamente complicado su estudio y es allí donde estoy
tratando de encontrar algunas pistas de interpretación en el marco de mis estudios de
los siglos XVI y XVII.
30 Por último quisiera hablar algo sobre la continuidad colonial. Considero que este es un
elemento que va casi subterráneo y que reaparece continuamente como sucede en el
caso boliviano. Este elemento nos podría dar luces sobre las vinculaciones que hubo
entre la cultura española y la formación de una nueva sociedad y de formas culturales.
31 Thierry Saignes
32 Es el problema de saber si la Historia Oral se basta a sí misma o si más bien, como dice
Rene, es un apoyo al material escrito.
33 Germán Colmenares
34 Me preocupa que la Historia Oral reproduzca problemas superados por viejas
metodologías. Me refiero al hecho de que en los dos trabajos presentados se pone
énfasis en el recuerdo de las luchas en las que ha participado el pueblo; pero entonces,
¿qué ocurre frente al problema que plantea la diacronía? Creo que sería más efectivo
preguntarle a alguien qué comió el 9 de abril y no lo que vio dicho día. En otras palabras
creo que la Historia Oral podría usarse en el sentido de una Historia Social. Esto es lo
que ha sucedido recientemente en Colombia con un libro que se llama Las memorias del
olvido, donde un historiador, perteneciente a un grupo político, hace una serie de
interrogatorios a políticos, a líderes sindicales, etc. sobre el 9 de abril, día del asesinato
de Gaitán, conocido como el “Bogotazo”. Naturalmente los políticos reproducen
editoriales enteros de El Tiempo. Los líderes que habían acompañado a Gaitán y que
entonces eran populistas, luego ingresaron al Partido Comunista y ahora dicen que era
sencillamente un asco, un fascista, o cualquier cosa que indique la línea del partido.
Pero si se les hubiera preguntado qué comieron ese día, en dónde estaban,
posiblemente se hubieran encontrado más respuestas sobre el 9 de abril, sobre la
situación real de la gente. Por eso pienso que la Historia Oral posiblemente está
retomando los viejos problemas y no enfoca los nuevos, por ejemplo los que plantea la
Historia Social en estos momentos.
35 René Arze
36 Yo agradezco mucho esto, que me ayuda a aclarar la parte fundamental que se ha
tocado. Las casi 100 entrevistas que realicé versan precisamente sobre la vida cotidiana
de los ex-combatientes. En ningún momento me interesó recoger la experiencia de las
batallas, sino la vivencia subjetiva frente al problema de la sed, del hambre, de las
caminatas interminables a que fueron sometidos, la experiencia que ellos vivieron
cuando tuvieron que ir fuera de la hacienda hacia la zona de operaciones, qué tipo de
trabajo realizaban, cómo era su vida de colonos, etc. Como ejemplo podría citar una
entrevista al campesino Cristobal Arancibia a quien pregunté si había ido a la escuela;
me respondió que no. No podía leer en el lenguaje que me habló, no sabía nada acerca
62

de la escuela salvo que una vez estando allí los patrones le dijeron que todo aquel que
supiera leer iría a la guerra donde moriría y por ello decían a sus padres que no los
pongan a la escuela porque les daba miedo. Señaló luego lo siguiente: “Los del pueblo
nomás aprendían a leer y a los del campo nos tenían como a burros en el trabajo
cuidando ovejas, cuidando vacas. No querían que pisemos la escuela. De este modo no
hemos salido de aquí, los patrones no nos dejaban, nos decían, a todos los que saben
leer lejos los están llevando a matar, con eso les daban miedo a nuestros papás. Por esa
razón no hemos salido a escuela. Todos los que saben leer a la guerra van a morir, con
eso les acobardaban y entonces por hacerse servir los patrones, de ese modo no hemos
sabido leer”.
37 Yo les pregunto acerca de su vida desde que fueron niños, colonos, soldados, cómo
regresaron de la guerra y qué situación habían encontrado en su hogar, en su ganado,
etc. De modo que en ningún momento he pretendido contradecir a Germán.
38 Germán Colmenares
39 Yo creo que su aclaración muestra toda la riqueza de esta discusión.
40 Jean Piel
41 Hasta la forma del discurso del campesino.
42 Rene Arze
43 Evidentemente el tema de la Guerra del Chaco merece un tratamiento muy particular, y
les pongo el caso del ejército de Bolivia que debió tener prácticamente dos frentes de
lucha: la lucha con el sector paraguayo, la guerra externa y la guerra interna que se
plasmó en Bolivia durante todo el proceso a tal punto que podría decirse que dentro de
una guerra hubo otra pero de carácter social; ¿por qué? porque el problema de la tierra
generó una violencia social sin precedentes que aún no ha sido estudiada.
44 Manuel Chiriboga
45 Quiero hacer referencia a un trabajo de investigación en que se está utilizando bastante
la Historia Oral; se trata de un trabajo sobre las relaciones del campesinado y la
hacienda en una zona especializada en el mercado para la exportación, desde 1850
hasta la actualidad. Hemos empleado básicamente tres tipos de fuentes: 1/ Las fuentes
documentales que pudimos conseguir entre otras las de las haciendas de la zona, las
fuentes de las organizaciones campesinas que tienen, por lo menos en el caso
ecuatoriano, alguna base documental sobre todo en lo que toca a las relaciones con el
Estado. 2/ Una reunión de viejos de la zona. 3/ Entrevistas sistemáticas. Obviamente, la
información documental ayuda mucho a planificar y concretizar el tipo de demandas
que se presentan a la Historia Oral, pero es obvio también que la Historia Oral tiene sus
particularidades. Resultó mucho más fácil conseguir información de muy buena calidad
sobre los momentos en que los campesinos, o sus organizaciones, o sus dirigentes,
tuvieron una participación activa en conflictos, asuntos que recuerdan con mayor
precisión y claridad que la vida cotidiana en momentos posteriores. En cambio, resultó
bastante difícil conseguir información sobre el funcionamiento “macro” que pesaba
sobre la situación de esos campesinos.
46 Además, el tipo de visión que los campesinos tienen sobre su historia, obviamente no
está divorciado de su propio universo cultural.
47 Rafael Quintero
63

48 René ha hablado sobre la destrucción de la documentación por parte de diversas


instituciones del poder público en el siglo XIX y años contemporáneos. Con respecto al
Ecuador se podría decir algo similar; sin embargo también se comparte mucho de lo que
se ha dicho para el caso peruano en el siglo XIX, ya que hay también mucho material que
se ha preservado. Pero la interrogante la planteo en el sentido de la documentación que
preservó la Iglesia en el caso boliviano, tema que no se trató en el informe de Mendoza
y Arze que se ha referido expresamente a la parte laica del Estado. La Iglesia Católica
fue en el Ecuador el único aparato estatal que tenía un funcionario pagado en cada una
de sus parroquias, quien recogía datos, ordenaba archivos y llevaba la contabilidad de
las haciendas. En el Ecuador a todos nos ha tocado en algún momento ir a golpear las
puertas de un convento en busca de algún documento.
49 René Arze
50 Gracias Rafael. Efectivamente hay un vacío con respecto a las fuentes eclesiásticas y
esto no quiere decir que tengan menos importancia, pero si en mi informe hay un vacío
éste se debe a la inaccesibilidad de estos archivos dando como consecuencia que no
tenga una visión muy clara sobre este tipo de documentos.
51 Thierry Saignes
52 Marie Danielle nos puede explicar quizás el caso específico de la Iglesia en Bolivia en
relación con los otros países.
53 Marie Danielle Demélas
54 Parece que desde fines de la Colonia la Iglesia boliviana tuvo muchos problemas con el
Estado, fue más conflictiva que en el Ecuador por ejemplo. Estos líos llevan a un
repliegue de la Iglesia que explica un poco estos problemas de accesibilidad a los
archivos. Hay algunos totalmente cerrados como los archivos arzobispales de Sucre y La
Paz, hay otros que están abiertos como el de Santa Cruz, pero que está casi totalmente
destruido por las polillas.
55 René Arze
56 En una oportunidad, durante un trabajo de investigación en un archivo eclesiástico de
La Paz, y cuando estábamos en el momento más apasionante de la pesquisa, llegó una
orden superior e inmediatamente estuvimos en la puerta y nunca más volvimos a
entrar al archivo. La cuento como anécdota ilustrativa.
57 Hermes Tovar
58 Quisiera hacer una pregunta con respecto a las propias experiencias de crítica interna a
las fuentes que se ha manejado. Todo trabajo histórico necesita confrontar muchas
fuentes e indudablemente no se puede, por ejemplo, hacer Historia Social leyendo sólo
libros de cuentas de las haciendas. Es necesaria otra documentación. Por ello, quisiera
saber algo respecto a los métodos y problemas que tiene el universo de información
proveniente de informantes cuyo promedio de edad está entre los 60 y 80 años.
59 René Arze
60 Puedo decir que hasta la fecha he acumulado un archivo oral pero todavía no he
analizado toda la información. He encontrado que entre los problemas fundamentales
advertidos hay algunos como el hecho de haber realizado muchas entrevistas durante
el gobierno militar de García Meza: muchos campesinos eran reacios y reservados para
decir su propia experiencia porque ellos estaban temerosos de que les suspendieran la
pensión que reciben como excombatientes. Por otra parte, he visto algo que me ha
64

llamado mucho la atención y es que una vez que los informantes me decían
absolutamente todo, algunos de ellos comenzaban a hacer ademanes, “disparaban” y
vivían el hecho nuevamente, hablando sobre todo del problema del hambre y de la sed.
También he podido ver cómo ellos se sienten, a veces, traidores a su propia
personalidad quizás, como dice Octavio Paz en El laberinto de la soledad cuando habla de
las dos máscaras del mexicano para no revelar su subjetividad, porque el mexicano no
se va, es decir el dolor queda. Entonces, he advertido que cuando ellos dan su
información se sienten un poco mal, al haber revelado una riqueza subjetiva, un dolor
de haber hablado. En algunas entrevistas muchos de ellos han llorado y seguramente se
presentan escenas típicas para un estudio de tipo psicológico. Habría que combinar un
trabajo de Historia Oral con uno de Psicología Social y superar el gran obstáculo
boliviano que impone la formación heterogénea de su sociedad en nosotros: nos
condiciona a hablar el quechua, el aymara y el guaraní. He quedado sorprendido de
cómo la guerra permitió que algunos excombatientes quechuas aprendieran a hablar el
español y aun el aymara.
61 Luis Miguel Glave
62 En el caso de Silvia Rivera es interesante decir que no es simplemente recoger
información sino procesarla de una manera diferente. Hubiera sido interesante enfocar
el caso de cómo ella ha logrado aprender esa lógica diferente. Otra cosa es hasta qué
punto es posible hacer conciliables estos mundos y cómo el profesional tiene que tratar
esto.
63 Thierry Saignes
64 Se podría decir que a partir del informe de Silvia sabemos que la Historia Oral plantea
un desafío a la Historia, porque como lo dice ella misma, es otra historia.
65 Germán Colmenares
66 Su pregunta remite a la relación de la fuente oral con las experiencias de la etnografía.
Es un problema muy similar por ejemplo con la traducción, problema que se plantean
siempre los etnógrafos. Dudo que lo hayan resuelto. Tengo la impresión de que la
traducción de la señorita se basa en que ella quiere hacer una historia exaltante. No
creo mucho en ello.
67 Yves Saint-Geours
68 Quisiera hablar sobre los archivos a nivel de región en diálogo con el Estado en el siglo
XIX. Cuando estuve trabajando en la región de Loja en el Ecuador, encontré numerosos
documentos ante los cuales adopté una actitud muy racional. Encontré censos de
población, algunos agropecuarios y me interesaron mucho no por los datos que daban
sino por lo falsos que eran éstos y, en donde se ve muy bien las estrategias regionales
frente al Estado, el diálogo entre estas dos instancias establecido a nivel de archivo.

Moción sobre preservación de los archivos

69 En la reunión organizada por el IFEA en la ciudad de Lima del 20 al 24 de agosto del


presente año, los historiadores y científicos sociales del área andina consideraron con
particular interés el problema relativo a la situación de las fuentes o recursos
documentales andinos (oficiales) de los siglos XIX y XX.
70 El balance que suscitó esta problemática entre los representantes del Perú, Bolivia,
Ecuador, Colombia y Francia permitió un intercambio positivo de experiencias respecto
65

al manejo y preservación de estas documentaciones evaluadas como recursos


intermediarios imprescindibles para el análisis y la interpretación del pasado andino.
71 El alcance de la discusión permitió apreciar que la destrucción circunstancial o
deliberada de las documentaciones públicas ha afectado y afecta aún perniciosamente,
en diversas proporciones, a las documentaciones textuales, gráficas y orales; activas,
inactivas y de valor permanente de las entidades prehispánicas, coloniales y, en
magnitud considerable, de las republicanas (particularmente del siglo XX), período en el
que se desestimaron las profusas documentaciones públicas y privadas producidas por
los países andinos.
72 Al término de la reunión del IFEA los participantes diagnosticaron la situación de las
documentaciones aludidas como una “situación de emergencia”, y se permitieron
recomendar a los organismos estatales pertinentes una mayor atención a esta
problemática que redundará en beneficio no sólo de los estudios históricos sino
también del desarrollo de la administración pública y las ciencias sociales en general.
73 Para la reunión del IFEA
66

VOLUMEN I

II. Hacia la formacion de sociedades


nacionales
67

VOLUMEN I

II. Hacia la formacion de sociedades nacionales

1. Permanenciay cambios sociales


68

Castas, patrones de poblamiento y


conflictos sociales en las provincias
del Cauca (1810 - 1830)
Castas, modèles de peuplement et conflits sociaux dans les provinces du
Cauca (1810 - 1830)

Germán Colmenares

1 CONTRASTES REGIONALES
1 Durante el siglo XVIII la gobernación de Popayán integraba administrativamente varias
subregiones que poseían rasgos perfectamente diferenciados. En el centro, la meseta de
Popayán prolongada hacia el norte por el amplio valle del Cauca. En el sur, separada de
las anteriores por la depresión del Patia, la alta meseta de Pasto. En el occidente, sobre
las costas del Pacífico, dependencias mineras de las ciudades del interior. Sin
comunicación una con otra, estas dependencias estaban ubicadas transversalmente a
los centros agrícolas que las abastecían. Se trataba de un territorio de frontera, de
difícil acceso y cuyo único interés residía en las explotaciones auríferas: Barbacoas en el
sur, ligada a Pasto; el Raposo, con su puerto de Buenaventura, sujeta a Cali y, todavía
más al norte, la provincia de Nóvita, poblada con cuadrillas de esclavos de propietarios
payaneses.
2 Un cálculo grosero estima que a finales del período colonial estos distritos mineros,
junto con el área de Caloto (más próxima a Popayán) y otros reales de minas dispersos
en la provincia, producían más de la mitad del oro que se sacaba de la Nueva Granada 2.
3 Uno de los rasgos distintivos de las regiones, suficiente para introducir modificaciones
fundamentales en los patrones de la tenencia de la tierra, en sus formas de explotación
y en las relaciones sociales consiguientes, era la presencia o la ausencia de mano de
obra indígena. Abundante en Pasto, allí las haciendas alternaban con comunidades
indígenas y habían dado lugar a la estructura peculiar y a la evolución propia del
69

trabajo indígena que arrancaba de la encomienda y de la mita, pasando por el


concierto, para culminar con la agregación permanente de peones en las haciendas.
4 Las haciendas de Popayán mantuvieron en cambio relaciones complejas y difíciles con
las comunidades indígenas. Merced a una resistencia secular y a reagrupaciones
políticas sucesivas de los remanentes de grupos indígenas de la cordillera central, éstos
lograron escapar a una sujeción permanente. Por esta razón, durante el siglo XVIII y
gran parte del XIX, las haciendas de la región debieron acudir tanto al trabajo esclavo
como al trabajo indígena3 .
5 En el valle del Cauca, debido a la escasez de población indígena en la banda más ancha
del río, los patrones de apropiación de la tierra para propietarios individuales durante
los siglos XVI y XVII sólo habían encontrado como límite las cuchillas de la cordillera
central y linderos arcifinios de cauces profundos y de zanjones 4. Estas propiedades se
medían usualmente por leguas y en ellas se aprovecharon inicialmente los escasos
remanentes de población indígena en algunas explotaciones agrícolas o se dejó vagar
libremente el ganado en pastos naturales.
6 El proceso de otorgación de mercedes de tierras se completó en el curso del siglo XVI
para todo el valle, configurando así un monopolio duradero sobre la tierra. Este
dominio jurídico, puramente formal, se reforzaba con el aparato político-
administrativo de jurisdicciones urbanas. Ante éstas se decidían los pleitos frecuentes
sobre linderos inciertos como si se tratara de problemas entre facciones familiares. En
contraste con los altiplanos andinos, la posesión de la tierra no tuvo en esta región la
variante de los resguardos indígenas. En el curso del siglo XVIII, el surgimiento de
haciendas como unidades productivas más racionales y basadas en el trabajo esclavo
fue paralelo a formas de poblamiento sui generis, a veces en las márgenes, a veces en el
corazón mismo de las haciendas.
7 Pese al contraste en las estructuras agrarias en estas subregiones, la distribución de la
influencia en los distritos mineros constituía un rasgo común. Mientras los
terratenientes de Cali y Buga dominaban la zona costera contigua del Raposo y los de
Pasto la de Barbacoas, los dueños de cuadrillas en el Choco quedaban cortados de su
residencia en Popayán. Esto obligaba a que los abastecedores del Choco fueran más bien
las ciudades del valle. En cambio el distrito minero de Caloto estaba mejor integrado a
las haciendas de los propietarios de Popayán.
8 Durante el siglo XVIII el vasto latifundio de frontera (la expresión es de Rolando Mellafe)
del valle del Cauca, en el que la presencia de ganado cimarrón representaba la única
riqueza que justificara la apropiación de la tierra, fue reacomodando derechos de
tierras aptas para la formación de haciendas. Este desarrollo tuvo lugar mediante
complejos acomodos en el seno de las familias terratenientes con ocasión del reparto de
derechos sucesorales, de alianzas matrimoniales o a través de la compra de derechos de
tierras contiguas.
9 La apertura de una nueva frontera minera en el Choco y la reactivación de los
yacimientos de Caloto a finales del siglo XVII y comienzos del XVIII favorecieron la
formación de estas unidades productivas que combinaban la explotación ganadera
tradicional con sembrados de caña, trapiches y sementeras de abastecimientos para las
minas. Estas no sólo procuraron un mercado para los productos sino hasta el capital
necesario para las nuevas inversiones y la mano de obra indispensable para su
explotación.
70

10 Los mineros de Cali y de Popayán se doblaban usualmente en terratenientes, cuando no


en comerciantes de esclavos, lo cual permitía que las haciendas se integraran más
estrechamente a las necesidades de los reales de minas. Este modelo de explotación, en
el que los gastos monetarios se minimizaban y los recursos de una mano de obra
costosa podían emplearse alternativamente en minas y haciendas, entró en crisis
cuando el trabajo sufrió (tal vez más en las haciendas que en las minas) dislocaciones
tan profundas que impidieron su recuperación.

2. LA DECADENCIA DE UN SISTEMA ESCLAVISTA


11 Las informaciones sobre daños sufridos por haciendas aisladas de la región en el
transcurso de las guerras de independencia son demasiado poco sistemáticas como para
ofrecer un cuadro concluyente sobre la decadencia del sistema. Sin duda, los intereses
materiales de los propietarios podían ser vulnerados de muchas maneras con las
alteraciones políticas y sus secuelas militares.
12 Las solas guerras de independencia, que se prolongaron con alternativas de paz desde
1811 hasta 1824 en esa área, trajeron consigo ocupaciones de los dos bandos de
ciudades y de haciendas con sus consecuencias naturales de incertidumbre, de
reclutamientos, de empréstitos forzosos y de exigencia de abastecimientos para las
tropas. Pero aun en las circunstancias más apuradas, debe tenerse en cuenta que los
propietarios desarrollaron estrategias (la más simple: adherir sucesivamente al bando
victorioso) para escapar a las consecuencias más obvias de estas amenazas 5.
13 La tentación de los historiadores ha sido hasta ahora la de adicionar relatos
impresionistas de destrucción generalizada a unos cuantos casos debidamente
documentados. El efecto es el de un reproche moral o la exaltación de virtudes de
desprendimiento más bien que la exposición de un hecho económico. Para evitar esta
imagen somera de destrucción debería intentarse graduar el impacto del desorden
introducido por la guerra, de acuerdo con sus consecuencias a largo plazo.
14 En primer término, encontramos un cuadro muy desigual de la destrucción física
ocasionada por el asalto directo a las propiedades. Algunas de ellas fueron el escenario
de combates, otras alojaron tropas por períodos más o menos largos y en muchas la
destrucción fue ocasionada por bandas armadas que se dedicaron al pillaje,
especialmente en los años de 1819 y 1820. A esto habría que agregar la desposesión total
de individuos comprometidos muy de cerca con movimientos políticos, en ocasiones los
terratenientes más poderosos que asumieron una posición de liderazgo.
15 Luego, de una manera más uniforme, el peso de las contribuciones forzosas en dinero o
las asignaciones en ganado y en vituallas para mantener a los ejércitos. Sin embargo, el
impacto de todos estos factores, que podrían parangonarse en una economía agraria a
años prolongados de sequías o de plagas6, no puede compararse a los efectos de una
dislocación todavía más generalizada en las formas de sujeción del trabajo.
16 Sobre este último punto habría que insistir especialmente puesto que estas formas de
sujeción eran las más vulnerables y las más difíciles de reparar en presencia de una
conmoción generalizada. Desde el momento mismo en que se entrevió la posibilidad de
un asalto al poder político por parte de los criollos, surgió el espectro de un
desquiciamiento del equilibrio social mantenido hasta entonces y de la posibilidad de
perder el control sobre los esclavos. En el momento de la insurrección de Quito de 1809,
71

para defenderse de la infiltración subversiva en un flanco que se creía muy vulnerable,


el cabildo de Cali dispuso que quienes viajaran a las regiones mineras de la costa debían
proveerse de un pasaporte7. Declaradas las hostilidades contra la realista Popayán y en
vísperas de la batalla decisiva (la de Palacé, el 28 de marzo de 1811), la junta de
gobierno de las ciudades confederadas en Cali pidió el retiro de las tropas de un oficial
terrateniente para que con su presencia aquietara las cuadrillas de las haciendas del
otro lado del Cauca. Unos días antes los habitantes de la ciudad de Cartago habían
organizado una compañía de nobles para controlar los movimientos de los esclavos y de
“la gente vil”. Inmediatamente después de la batalla, la junta de Cali tuvo que reunirse
a toda prisa un domingo para organizar una expedición contra los esclavos del Raposo
que amenazaban con rebelarse8.
17 El levantamiento casi simultáneo de los estancos del tabaco y del aguardiente por parte
del gobernador español de Popayán y de la junta de Cali estaba sin duda destinado a
atraer hacia cada bando la lealtad de los estratos populares. Pero el temor de un
desquiciamiento social no sólo se concentraba en la revuelta popular o en las
insurrecciones de esclavos. Otro peligro que amenazaba la estabilidad de la fuerza de
trabajo era el reclutamiento.
18 El primer decreto abolicionista obtenido por Bolívar del Congreso de Angostura el 11 de
enero de 1820 tenía sin duda propósitos militares. Aunque creaba la ambigüedad de
declarar a los esclavos libres de derecho pero no de hecho, puesto que las condiciones
factuales de esa libertad teórica debían ser establecidas por el próximo congreso, la
declaración era suficiente para facilitar el reclutamiento de los esclavos. El servicio en
los ejércitos de la República podía hacer efectivo el derecho y la indemnización a los
amos convertirse en una de las indemnizaciones ordinarias de la guerra. Por esto, una
orden del gobernador de la provincia del Cauca, coronel José Concha, que ordenaba en
septiembre de 1820 incorporar a esclavos y libertos en los ejércitos, aclaraba que
“...a consecuencia de la publicación de este decreto (de Angostura), a que se ha dado
la más torcida inteligencia, se creen libres de hecho todos los esclavos sin servir ni a
la República que se empeña en rescatarlos ni a sus dueños, que tienen derecho a su
valor o a sus servicios personales...”9
19 Inmediatamente después del decreto de Angostura, Bolívar había ordenado la leva de
esclavos. En una conocida carta a Santander de 18 de abril de 1820 10 expresaba las
razones militares y políticas de esta orden. Estos hombres, debían ver “identificada su
causa con la causa pública”. Además , preguntaba: “¿Qué medio más adecuado ni más
legítimo para obtener la libertad que pelear por ella? ¿Será justo que mueran solamente
los hombres libres por emancipar a los esclavos? ¿No será útil que éstos adquieran sus
derechos en el campo de batalla?...”.
20 La orden para que el ejército del sur tomara “los esclavos útiles para las armas que
necesite” y para que se enviaran tres mil esclavos solteros al ejército del norte debía
afectar sobre todo a las antiguas regiones mineras esclavistas. De Antioquia debían ir
mil esclavos solteros y el resto de Popayán, además de los que se suponía que debían
servir en el ejército del sur11.
21 Aunque este ejército, que comandaba Manuel Valdes, se disolvía a ojos vistas por las
continuas deserciones, el general no confiaba en este tipo de reclutamiento. Tras una
evacuación de Popayán (el 21 de agosto de 1820), se quejaba al vicepresidente
Santander de las pretensiones exageradas de los propietarios.
72

“Hasta ahora —agregaba— se han tomado proporcional-mente y aseguro a V.E. que


aunque se verificase en todos los negros útiles de la provincia no alcanzarían a
llenar los deseos del Exmo. señor presidente porque, la verdad, yo no sé de dónde
puedan sacarse tantos esclavos útiles.
V.E. bien sabe que la mayor parte de los hombres de esta clase son inútiles para el
servicio de las armas; agréguese a esto la saca que hizo Calzada; más la repugnancia
que tienen en servir y por cuya razón se van en cuadrilla a los montes; agréguese a
esto la ocultación que hacen de muchos de ellos sus amos y he aquí claramente
demostrado la imposibilidad de que he hablado...”12
22 Si ha de creerse el relato de Julio Arboleda, empeñado en desacreditar mucho más tarde
al caudillo José María Obando asociándolo con forajidos, los realistas habían tenido más
éxito. Obando y Simón Muñoz, un jefe guerrillero del Patía como Obando, habían sido
enviados por el jefe realista que ocupaba Popayán, Sebastián Calzada, a reclutar
hombres en el cantón de Caloto. Lograron que se les unieran antiguos contrabandistas
de tabaco y esclavos (que en esa región pertenecían casi todos a la familia de Arboleda)
que se sublevaron con la promesa de libertad13. También en el Diario de Operaciones del
ejército del sur se reportaba en abril de 1820 que el realista Simón Muñoz ocupaba el
valle con “quinientos hombres y gente colecticia y negros esclavos estimulados con el
robo a seguir sus banderas”14. La imagen de Obando, que materializaba los temores más
profundos de los propietarios del valle, se ha transmitido por eso en la tradición
historiográfica local como la de un caudillo bárbaro y sediento de sangre 15.
23 El general Valdes no sólo expresaba su desaliento al vicepresidente de la República con
respecto a la posibilidad de reclutar esclavos sino que en una carta privada se quejaba
amargamente de “Don Simón”:
“...él tiene a quién pedir y de dónde sacar y yo no, porque los hombres de este valle
se han ocultado todos en los montes y porque esta provincia no tiene jornaleros
como las demás a quien con facilidad se recluta. Aquí todos son propietarios y éste
el principal motivo de deserción y repugnancia al servicio...” 16
24 De nuevo su Diario de Operaciones reportaba en octubre de 1820 que se había licenciado a
diez y siete reclutas libertos “por inútiles al servicio” y se les había dado pasaporte para
regresar a donde sus dueños, en la jurisdicción de Caloto 17.
25 Al parecer, si el ejército regular no podía reclutar esclavos, éstos se unían
espontáneamente a guerrillas o a bandas armadas (no importaba que fuera bajo el signo
realista o republicano) que asolaban las haciendas cuyos propietarios habían sido
diezmados por la represión española. Los historiadores locales, haciéndose eco del
pavor y del desprecio de los notables de la época, aluden con pudor al “año terrible” de
1820, cuando ocurrieron incidentes que las guerras civiles de todo el siglo XIX iban a
reproducir una y otra vez.
26 En medio del desconcierto que habían creado en la región fugitivos realistas de la
batalla de Boyacá, surgieron movimientos populares de resistencia. El combate de San
Juanito (en una hacienda cercana a Buga), por ejemplo, fue librado en septiembre de
1819 por bandas armadas sólo de machetes y de lanzas contra avanzadas de húsares del
ejército de Calzada. Según un testigo, esta victoria se debió casi exclusivamente al
inglés Juan Runel (o Runnel), “asociado al pueblo bajo” y en ella la nobleza había estado
ausente18.
27 Runel, un curioso personaje que procedía de una partida de tripulantes desembarcada
en Buenaventura por el corsario inglés William Brown19, y que hace pensar en Nostromo
de Joseph Conrad, tenía su propia versión de la revolución, asociado como estaba con el
73

“pueblo bajo” y con esclavos fugitivos. Después de la batalla de San Juanito se apoderó
de Cali y allí impuso un régimen de terror entre las gentes bien pensantes. La desazón
era evidente aun en el ejército regular. Según el general Valdes,
“...hay varias partidas de fascinerosos en los caminos robando y asesinando, y si
Dios no lo remedia, todo este país parará en tales partidas, pues a eso han enseñado
al pueblo los señores Runel, Alonso y otros fascinerosos que sólo han hecho sus
reuniones para saquear...”20
28 Para alivio de los notables de Cali, Runel fue expulsado de la ciudad por el ejército
realista al cabo de cinco meses. Según los miembros del Cabildo, durante los tres
primeros meses de 1820 Cali había sufrido “… todos los males de la anarquía y del pillaje
más desenfrenado”. Un año más tarde, al dar cuenta de las contribuciones económicas
de la ciudad a la causa de la independencia, se expresaban con horror y desprecio sobre
las actuaciones de Runel:
“Son incalculables las pensiones que sufrió este vecindario al principio del año de
1820, principalmente en los ramos de ganado y caballerías que destruyó el inglés
Juan Runel, imponiéndole otras contribuciones en auxilio de los destacamentos que
mantuvo en varios sitios del cantón. El Cabildo se abstiene de hablar de ellas en
particular como inoficiosas y de poco o ningún mérito para el sostenimiento de la
justa causa de independencia”21
29 Aunque entre marzo y junio de 1820 la provincia de Antioquia completó
trabajosamente su cuota de mil esclavos incluyendo casados, en la del Cauca, mucho
más solidamente esclavista, todo parece indicar que se experimentó un enorme fracaso.
El general Valdes vio disolverse su ejército por las deserciones, lo que obligó al
gobernador de la provincia a indultar a los desertores y amenazar con la pena de
muerte a esclavos y libertos que no se presentaran en quince días, a partir del primero
de septiembre de 1820. A comienzos del año siguiente, furioso por las deserciones, el
Libertador trataba de esclavos a los caucanos22. Para defenderse de la ira de Bolívar el
cabildo se justificaba así:
“...V.E. sabe muy bien que la clase que se destina a tomar las armas en calidad de
soldados es regularmente de aquellos hombres sin luces, sin educación ni
sentimientos, incapaces de conocer la importancia de los objetos porque se pelea y
a quienes por consecuencia es necesario mover por otros resortes. ¿Y por qué la
parte notable e ilustrada de un vecindario, que no ha rehusado sacrificio alguno de
cuantos se le han exigido para salvar la patria, ha de responder de la conducta de la
plebe estúpida, a quien no está en su mano quitarle sus preocupaciones ni su
barbarie?”23
30 Sin embargo, el general Valdes tenía razón en cuanto a la complicidad de los amos para
librar a sus esclavos del servicio. La totalidad de los padrones levantados en las
jurisdicciones de Buga y Cali a comienzos de 1821 muestra claramente la defección y el
ocultamiento de esclavos solteros mayores de 16 años como también la de pardos y
montañeses libres. Tal vez por esto a su paso por Cali, a comienzos de 1822, el
Libertador se contentó con asignarle una cuota de cincuenta esclavos, gran parte de los
cuales se sacaron del partido de la Herradura en donde trabajaban más de
cuatrocientos. Sobre cada propietario no debía pesar más que la carga de entregar uno
o dos esclavos como lo revelan las solicitudes de indemnización que se elevaron más
tarde24.
31 De haberse ejecutado la orden original de Bolívar de reclutar en las provincias del
Cauca más de dos mil esclavos se habría llegado al umbral de la extinción de la
esclavitud. Pues una cosa era la fuga esporádica de esclavos que se sumaban a las
74

bandas de libertos y mulatos de Obando, Simón Muñoz y Juan Runel y otra el


reclutamiento sistemático para el ejército regular. Si se tiene en cuenta que la
población esclava de toda la gobernación de Popayán (incluida la provincia de Nóvita,
en el Choco) era de cerca de 25 mil personas en 1825 (y otro tanto en el padrón de 1776,
es decir, que no se había experimentado mayor variación) y suponemos que esta
población estaba distribuida en rangos de edades de tal manera que la población
masculina entre los 16 y los 35 años representaba un 45 % del total de los hombres, los
dos mil reclutas pedidos por Bolívar en el Cauca equivalían al 36 % de estos rangos y
seguramente sobrepasaban la totalidad de aquellos que era posible reclutar en las
haciendas.
32 Frente a estos resultados, la acción de las juntas de manumisión creadas a partir de la
ley de libertad de vientres hubiera exhibido un balance aún más irrisorio del que
obtuvieron: en la provincia de Popayán, 58 manumisiones entre 1831 y 1845 25.
33 En el examen de la disolución de los vinculos esclavistas la atención no debería
concentrarse entonces en el momento mismo de la independencia, y ni siquiera en el
momento de la manumisión definitiva, sino en un período más largo, que forzosamente
debía erosionar la “institución peculiar”. Este proceso estuvo acompañado por la
sustitución gradual de la mano de obra esclava con otros tipos de sujeción del trabajo
que ya se insinuaban en el siglo XVIII.
34 Con todo, hay que tener en cuenta que los propietarios de la provincia se aferraron
tenazmente a sus esclavos. En el punto más alto de la concentración de esclavos en
actividades productivas, en las últimas décadas del siglo XVIII, los propietarios de
haciendas y minas de la gobernación de Popayán habían participado con cerca de 35 %
del total de los esclavos que había en la Nueva Granada. En los recuentos subsiguientes,
practicados durante la época republicana (en 1825, 1835 y 1843) esta participación se
acercó siempre al 50 %. Este fenómeno parece haber obedecido al hecho de que las
guerras de independencia afectaron menos a la población esclava de las provincias del
departamento del Cauca, en especial a sus regiones mineras, que al resto de la
República. Aunque el censo de 1825 fue muy defectuoso debido al ocultamiento de
esclavos mayores de 16 años, sin embargo la población esclava de la provincia de
Popayán aparecía ligeramente mayor que en 1779. Sólo en el Choco había disminuido
en un 16 %, tendencia que ya se acusaba a finales del siglo XVIII.
35 En el largo plazo, el debilitamiento de la economía esclavista es claramente perceptible
en el mercado de esclavos, tanto en el número de esclavos vendidos como en su precio.
En Popayán, uno de los centros coloniales más importantes de este comercio, los tres
últimos decenios del siglo XVIII habían visto multiplicarse las transacciones de esclavos,
unitariamente y en cuadrillas, hasta alcanzar un promedio superior al millar en cada
decenio. Y esto en sólo esclavos criollos y mulatos puesto que a partir de 1765– 1770
había comenzado a disminuir la proporción de esclavos bozales que se vendían en la
plaza. Este promedio descendió a 668 esclavos en el primer decenio del siglo XIX, a 386
en el siguiente y a sólo 169 en el tercero. A partir de 1831 el comercio de esclavos
prácticamente desapareció en Popayán.
36 El precio de los esclavos experimentó una erosión gradual y muy uniforme desde finales
del siglo XVII. Esto parece indicar que las urgencias de mano de obra esclava fueron
disminuyendo paulatinamente, en la medida en que era posible sustituirla mediante
otros arreglos sociales de sujeción del trabajo en las haciendas o en que las minas
experimentaban agotamiento. De cerca de 500 pesos de plata (o de 450 pesos para
75

esclavos criollos) que valía un esclavo en óptimas condiciones (entre 16 y 25 años) a


finales del siglo XVII, el precio había quedado reducido a la mitad a comienzos del siglo
XIX. En los dos decenios siguientes estos precios alcanzaron un fondo de 150 a 200 pesos
para estabilizarse en medio de la rareza de las transacciones. Algunos de los grandes
propietarios de Popayán preferían sacar por esto partidas de esclavos del país para
venderlos en el Perú o en Guayaquil26.
37 El sector crucial del mercado de esclavos indica claramente que las posibilidades que
había introducido el dinamismo minero durante el siglo XVIII se habían agotado con la
centuria. El destino de los yacimientos del Choco había seguido un patrón ineluctable,
conocido para la primera frontera minera del siglo XVI en la Nueva Granada.
38 Para mantener un volumen dado de producción global se requería introducir cada vez
más esclavos puesto que, con una tecnología rudimentaria y sin ninguna innovación,
era imposible aumentar la productividad per capita. Por otra parte, la continua
introducción de esclavos sólo se justificaba con la multiplicación de yacimientos
nuevos, cuya riqueza superficial fuera fácilmente explotable. Siendo decisiva la riqueza
de los yacimientos, las explotaciones auríferas tenían un límite de equilibrio entre esta
riqueza y el número óptimo de esclavos para explotarla. La tendencia en la cual se
había alcanzado este límite se había invertido ya en el Choco hacia 1780. A partir de
entonces los mineros prefirieron trasladar y vender cuadrillas enteras de esclavos en
Popayán. De allí podían ser llevados a Caloto, en donde una mejor integración de
haciendas y minas rebajaba los costos de explotación, o emplearse en las haciendas.
39 En el curso del siglo XIX, las haciendas que se habían sustentado con el auge minero
durante el siglo anterior fueron perdiendo el dinamismo que las había caracterizado.
Ahora exhibían rasgos más tradicionalistas al encerrarse en sí mismas y adquirir ese
aspecto desueto que los radicales bogotanos del medio siglo identificaban como
enteramente feudal27. En adelante, los propietarios sólo se preocuparon de recibir una
renta o de luchar para procurársela.
40 El dinamismo que restaba procedía de otros sectores, de libertos y manumisos, de
blancos pobres, pardos, mulatos y mestizos y de poblaciones nuevas que edificaban
economías campesinas en las márgenes de las haciendas tradicionales. El surgimiento
de estas poblaciones nuevas sugiere una resistencia por parte de la población libre, en
medio de una sociedad esclavista, a someterse a nuevas formas de sujeción.
41 El encasillamiento y la rigidez misma del sistema se convertía en un obstáculo para
establecer estratos intermedios entre la libertad y la esclavitud. Como se ha visto, en
1820 el general Valdes observaba que los jornaleros eran escasos y que todo el mundo
en el valle era propietario. Esta observación podría parecer sorprendente a primera
vista. Pero no hay duda de que el general podía advertir la ausencia de una población
numerosa de “agregados” en las haciendas, como era lo usual en los altiplanos que
acababa de abandonar. En cuanto a los propietarios de que habla, debía tratarse de esa
población rural que buscaba congregarse en poblados en las márgenes de las haciendas.
La categoría más frecuente en los padrones de los diferentes partidos rurales bajo la
jurisdicción de Cali y Buga era la de “labrador”, un pequeño parcelero pardo o
montañés cuyos bienes de fortuna fluctuaban entre los 50 y los 1000 pesos.
42 Un trabajo reciente28 distingue los efectos que produjeron las guerras de independencia
en las dos subregiones contiguas del valle del Cauca y de su prolongación en la meseta
de Popayán. En el valle, en donde se habían consolidado las haciendas durante el siglo
76

XVIII con mano de obra esclava excedente en las minas y en donde predominaban los
trapiches y la ganadería, percibe un impacto mayor. La vulnerabilidad de estas
haciendas residía precisamente en su dependencia de la esclavitud y por esta razón los
terratenientes tuvieron que acudir en adelante a formas de arriendo y de colonato.
43 En contraste, las haciendas de la meseta de Popayán se habían desarrollado, desde una
época anterior al auge de las haciendas del valle, sobre lineamientos diferentes. Allí la
mano de obra, aunque insuficiente, era también indígena. Estas haciendas, más
“tradicionales” en comparación con las del valle, no parecen haber sido afectadas en la
misma medida.
44 Estas diferencias sugieren el debilitamiento de la hacienda esclavista que había surgido
como unidad productiva impulsada por la minería en el siglo anterior. Pero la
dependencia de las haciendas con respecto a las actividades mineras muestra también
que el proceso de decadencia no se inició con las guerras de independencia. Estas
debían acelerar y definir conflictos larvados con fuerzas sociales que venían gestándose
de manera lenta desde el siglo anterior. Ahora, los terratenientes se veían enfrentados
con esas nuevas fuerzas sociales que podían encontrar una expresión política, asi fuera
de manera ambigua y confusa. Debía buscarse entonces un nuevo equilibrio con
respecto a la sujeción del trabajo. Sin embargo, la precariedad de este equilibrio queda
demostrada por la pertinacia de los propietarios en aferrarse a la esclavitud.

3 CARACTERÍSTICAS SOCIALES DE LOS


POBLAMIENTOS EN EL VALLE DEL CAUCA
45 Una sociedad esclavista se presta demasiado a la interpretación esquemática, en la que
la polarización de los extremos sociales atrae toda la atención. Dualidad sin matices,
dominada por la soberbia de una clase de terratenientes, en la que todas las relaciones
sociales estarían impregnadas por los rasgos impuestos por la servidumbre. Esta sería
apenas una pintura parcial de la sociedad del valle del Cauca en la época de la
independencia. Ella se deriva de una cierta escala de nuestras observaciones que las
distorsiona forzosamente. Si en lugar de hacer énfasis sobre la relación esclavista
dominante acordamos seguir con más atención las sinuosidades del tejido social, el
cuadro adquiere matices insospechados, contrastes acusados aquí, zonas de claroscuro
más allá.
46 Aquí nos interesa sobre todo la vida rural de los partidos. Esta propone dos problemas
básicos. Uno se refiere a la estructura de la tenencia de la tierra, puesto que se trataba
de una estructura agraria. Otro, al de la estructura social basada en las “castas”, en la
capacidad económica y en los oficios.
47 A. El territorio del valle geográfico del Cauca se repartía en las jurisdicciones de las
ciudades de Cartago, Toro, Cali, Buga y Caloto. La jurisdicción de Toro, en la banda
izquierda del río, era insignificante. La de Cartago, sobre la banda derecha, tampoco era
muy importante. Cali dominaba la banda izquierda y sus partidos rurales tenían como
cabeceras los antiguos pueblos de indios de Jamundí, Yotoco y Yumbo. Tenía ademas
una jurisdicción teórica sobre las vertientes del Pacifico de la cordillera occidental y los
yacimientos mineros de el Raposo. Sus haciendas más importantes estaban ubicadas en
la margen derecha del río, en el partido de la Herradura, cuya jurisdicción había
pleiteado largamente con Buga. Loa términos de Caloto estaban dominados por grandes
77

propietarios de Popayán (los Arboledas, principalmente) y por algunos de Cali y Buga.


Así, la parte más extensa y rica del valle pertenecía a la jurisdicción de Buga. Según un
padrón de 1786 la ciudad y sus términos inmediatos (desde el río Guadalajara hasta la
quebrada del Asomadero) tenía 4,695 habitantes. El resto estaba constituido por unos
quince partidos rurales en los cuales se mantenía una población de diez mil habitantes.
De éstos, cerca de tres mil eran esclavos repartidos en las haciendas.
48 La importancia numérica de los pardos (o “libres”), que sumados a los montañeses o
blancos pobres constituían más del 60 % de la población total, debería alterar nuestra
visión convencional de esta sociedad esclavista. Al lado de los grandes propietarios,
cuyo estilo de vida y cuyas actividades económicas están mejor documentados, existía
una mayoría de personajes anónimos cuyos nexos con las haciendas eran ambiguos.
Aunque no estaban subordinados por el peonaje, sus medios de vida solían ser muy
precarios. La mayoría se aferraba a unas pocas cuadras (o aun varas) de terreno que en
algún momento se habían desprendido de los grandes latifundios. Este proceso,
forzosamente lento, debió cumplirse con el beneplácito de propietarios que accedían a
vender algunos derechos como parte de los acomodos sucesorales entre herederos. Con
respecto a esta población cada partido poseía un patrón peculiar. En la jurisdicción de
Buga estos patrones podrían esquematizarse así:
49 Primero, uno en el que las grandes haciendas de trapiche, atendidas por esclavos, o
grandes latifundios ganaderos se sucedían unos a otros sin sucesión de continuidad. En
ocasiones este patrón correpondía al predominio territorial de una familia o un
conjunto de familias ligadas por alianzas matrimoniales. Entre ellas se repartían
derechos de tierras al liquidar una sucesión o mantenían indivisa la masa sucesoral
pero con una participación proporcional sobre las tierras. Este patrón parece haber
sido dominante en el partido de el Cerrito en donde unas cuantas familias (Martínez,
Cabales, Borreros, Barandicas) poseían catorce grandes haciendas con más de
trescientos esclavos. Entre éstas se contaban la de Concepción, el Alisal y Pie de
Chinche. Otro tanto ocurría en el partido de la Herradura, en la jurisdicción de Cali. Allí,
quince grandes hacendados se repartían 340 esclavos en 1821. Este patrón no excluía la
presencia de un buen número de labradores, entre los cuales se contaban unos pocos
nobles, algunos montañeses o blancos pobres y una gran cantidad de pardos y
mulatos29.
50 Segundo, partidos en los que unas poquísimas grandes propiedades alternaban con
otras medianas y pequeñas, las cuales se habían originado en la fragmentación de una
gran propiedad o de una parte de ella. En los términos mas inmediatos a Buga (entre el
río Guadalajara y la quebrada de Chambimbal), dos haciendas avaluadas en más de diez
mil pesos (San Juanito y San José) confinaban con otras seis que valían entre dos mil y
cinco mil pesos y otras tantas de menos de mil30.
51 Tercero, partidos compuestos casi exclusivamente de propiedades menores. Esta
población figuraba en las goteras mismas de los centros urbanos, tornando muy
imprecisa la distinción entre lo rural y lo urbano, como lo ha señalado en su artículo
José Escorcia. En un padrón de 1825 de los barrios de Buga, la parroquia de San Pedro
aparece con once casas de teja y de paja ubicadas en la parroquia propiamente dicha y
con 164 “esparcidas en el campo”. Ademas, en este barrio como en el de San José y en el
más aristocrático del Señor de los Milagros se mantenía una buena cantidad de ganado
mayor y menor31.
78

52 ¿Quiénes eran y cómo vivían estos labradores? Al norte de la ciudad de Buga, entre la
quebrada de Chambimbal y el zanjón del Pantanillo vivían unas veinte familias cuyas
estancias se avaluaron en 1818 entre 50 y 2,300 pesos. El estilo de vida de los medianos
propietarios no debía diferir demasiado del de los más pobres si juzgamos por los
avalúos de las casas y de los enseres. Pero la diferencia en la extensión de las tierras
debía ser notoria: entre 10 y 20 pesos y entre 100 y 300. Los labradores medianos
todavía podían recurrir al trabajo de unos cuantos esclavos (no más de diez) y
mantener sembrados de caña y un pequeño trapiche. Los más pequeños debían
contentarse con algunos cerdos, una o dos reses y un sembrado de plátanos o de maíz.
53 Pese a su contiguidad, la gran hacienda esclavista no podía ejercer mucha influencia
sobre esta población dispersa. Aunque muchas haciendas se consolidaron como
unidades productivas desde finales del siglo XVII y en el curso del siglo XVIII, sólo unas
cuantas se convirtieron en residencia más o menos permanente de sus propietarios, ya
a finales del siglo XVIII. La mayoría de las casas de hacienda de alguna importancia
datan efectivamente de esa época o del siglo XIX.
54 B. José Escorcia se ha ocupado del análisis de la estructura social en un centro urbano y
administrativo de alguna importancia y en sus partidos, que eran antiguos
asentamientos. Aquí nos ocuparemos de un población nueva en el sur del valle
(Quilichao), de su rival (Caloto) y de una población nueva en el norte (Tuluá) 32. Estos
ejemplos sugieren que en el ámbito rural la definición colonial de una sociedad de
castas reposaba sobre convenciones que realidades económicas dispares podían
modificar profundamente. Allí la estimación social quedaba circunscrita por un
conjunto de circunstancias locales de tal naturaleza que la ubicación de cada uno de sus
miembros no podía ser determinada uniformemente por la adscripción institucional en
un estamento.
55 Las clasificaciones convencionales de noble, montañés o blanco, pardo o mulato, indio o
natural debían tener en la conciencia de las gentes de cada lugar un significado
diferente. Si es que las tomaban en cuenta para algo. En primer lugar, debido al hecho
de que las castas estaban distribuidas muy desigualmente en el espacio. Es evidente el
contraste entre las dos poblaciones rivales, Caloto y Quilichao. Caloto, una ciudad
fundada en el siglo XVI y vecina de parcialidades indígenas importantes había sido un
lugar de mestizaje y éste era el elemento predominante. En cambio en Quilichao, nacida
a favor de los vecinos reales de minas que concentraban una gran cantidad de
población esclava, los pardos y mulatos eran la mayoría. Al norte del valle, en una
región agrícola, las castas estaban en minoría.
56 Por otra parte, los oficios y los roles sociales, que en sectores rurales no tenían una
correspondencia precisa con los estamentos, debían modificar los alcances de una
definición legal de éstos. Si la definición legal de noble, montañés o pardo podía
conservar algo de su inflexibilidad en un centro urbano de alguna importancia, en
donde había acceso a profesiones o puestos que reforzaban la dignidad y el
reconocimiento sociales, en las comunidades semirurales que se iban conformando a lo
largo del valle perdían su sentido original.
57 El caso de los nobles es el más característico. En ninguna de las tres comunidades que
nos sirven de ejemplo podría identificarse a los nobles con hacendados. Aunque
gozaran de un reconocimiento legal de su nobleza (que se consignaba en los padrones y
en otros documentos oficiales aún en la época republicana), las circunstancias locales
79

limitaban obviamente la ecuación entre esta calidad y un oficio que la confirmara o la


reforzara. En Quilichao este estrato era practicamente inexistente. Aunque un padrón
de 1791 registraba la presencia de diez hombres y dos mujeres nobles, cuatro procedían
de Popayán, dos de Caloto, uno era español, otro de Quito y cuatro de Tunja. Como la
mayoría eran mercaderes, ni siquiera tenían casa poblada en el asiento y vivían donde
mestizos y blancos pobres que daban alojamiento a gentes de diversa condición. Una
noble que procedía de Caloto estaba casada con un mercader mestizo 33.
58 Pese a sus pretensiones, algo semejante ocurría en la vecina Caloto. Esta ciudad, en
franca decadencia, prácticamente repartía sus términos territoriales entre hacendados
de Cali y de Popayán, como se ha visto. De allí que ninguno de sus nobles fuera
hacendado. La mayoría eran simples labradores y ninguno ejercía un oficio prestigioso.
59 En Tuluá existía una situación muy peculiar, casi única en los poblamientos del valle.
Los vecinos de este asiento habían pretendido su erección en villa desde mediados del
siglo XVIII y la mayoría alegaba ser noble. En un padrón de 1821 la nobleza aparece
como el estrato más numeroso (constituía cerca de la cuarta parte de la población)
después de los pardos. Entre esta cantidad inusitada de nobles se contaban apenas
nueve hacendados. Un poco menos de la mitad eran simples “hortelanos”,
denominación que debía corresponder a la de labrador en otros padrones. Podría
pensarse, sin embargo, que esta categoría abarcaba a medianos y pequeños propietarios
de fundos y que la designación reductora de hortelano era apenas relativa con respecto
a la condición de los grandes terratenientes.
60 Esta nobleza exhibía algunas peculiaridades dignas de mención. Por ejemplo, casi todas
las mujeres nobles, incluidas las esposas y las hijas de los hacendados se decían
“costureras”. Naturalmente, tanto en la época republicana como a fines del siglo XVIII,
esta denominación es una mera convención de los padrones para designar labores
domésticas. Pero es una convención que no se utilizaba para el estrato noble. Por otra
parte, no puede descontarse el hecho de que, cuando el oficio se atribuye a una mujer
cabeza de familia, ésta se ganara la vida efectivamente cosiendo.
61 En el mismo partido parece haber existido alguna manufactura textil. Así parece
indicarlo la frecuencia con que mujeres nobles y montañesas se dedicaban a hilar y a
tejer. Entre las primeras había 22 hilanderas y 7 tejedoras. Finalmente, familias nobles
enteras ejercian oficios humildes. En una de ellas se contaba por ejemplo un sastre, un
músico y dos hilanderas. La cohesión social de este grupo está indicada por la
circunstancia de que a los hijos de nobles solteras se les siguiera reconociendo esta
calidad.
62 El estrato de blancos o montañeses era especialmente numeroso en Quilichao pues
constituían más de la tercera parte de la población. El auge del asiento debía haber
atraído a tratantes y pulperos y algunos artesanos (plateros, sastres) que procedían de
las ciudades vecinas y hasta de Tunja, Neiva e Ibagué. Como se verá más adelante, era
este sector el que debía inquietar a los grandes propietarios de minas de Popayán,
mucho más que el de los pardos, aunque éstos también ejercieran diversas formas de
comercio, especialmente la de pulperos.
63 No resulta fácil distinguir, en cuanto al oficio, a los pardos de los montañeses o blancos
pobres. En Tuluá, la mayoría de los pardos eran hortelanos, como los nobles y los
blancos pobres. Naturalmente, podría pensarse que las parcelas de los pardos eran
todavía más reducidas por cuanto si éstas se derivaban de antiguos latifundios, las leyes
80

sucesorales debían haber fragmentado más rápidamente los lotes de la población más
numerosa. En este partido una buena porción de las mujeres pardas se dedicaba
también a la hilandería o a la confección de sombreros.
64 En Quilichao y en Caloto los pardos eran peones, jornaleros, pulperos y sastres. La
diferencia entre peones y jornaleros no resulta facil de establecer. José Escorcia sugiere
que los jornaleros eran trabajadores que desempeñaban oficios tanto rurales como
urbanos de escasa calificación. Debería agregarse que su vinculación a un trabajo debía
ser esporádica, es decir, a jornal. El peón debía ser en cambio un trabajador rural más
permanente. Obsérvese, por ejemplo, que en Caloto —cuya jurisdicción contenía
grandes haciendas trabajadas por esclavos— no había peones aunque sí jornaleros.
65 Tampoco los mestizos se diferenciaban mucho de los blancos o montañeses. Como
éstos, muchos se dedicaban al comercio al por menor (tratantes). Una gama de oficios
artesanales tradicionales más o menos amplia era ejercida indistintamente por
montañeses, mulatos y mestizos. Aunque el oficio mas prestigioso, el de platero, estaba
reservado a los montañeses, había excepciones. De resto, cualquiera podía ser herrero,
carpintero, talabartero, etc. Finalmente, si dudáramos de la calidad de los nobles
rurales, el hecho de que casi ninguno ejerciera un oficio manual, pese a su evidente
pobreza, serviría al menos para confirmarnos sus pretensiones 34.

4 LAS POBLACIONES NUEVAS


66 El poblamiento y la diversificación social en el territorio de los antiguos latifundios y
haciendas coloniales del valle del Cauca es un proceso sui generis que comenzó en la
segunda mitad del siglo XVIII y se prolongó a todo lo largo del siglo XIX. Las capillas de
las haciendas, edificadas para el adoctrinamiento y el control de la población esclava,
sirvieron muchas veces como núcleo de concentración original para pobladores libres.
Estas concentraciones lograron un primer reconocimiento al ser erigidas en
viceparroquias o parroquias o al recibir un juez pedáneo que dependía de las justicias
de los antiguos centros urbanos. La nueva ramificación semiurbana mantuvo siempre
relaciones ambiguas con las haciendas que limitaban su espacio vital pero a las que
servía ocasionalmente con jornaleros. No se desembocó por ésto en la creación de un
sistema de peonaje sino más bien en uno de pequeños propietarios y, ocasionalmente,
de arrendatarios ligados a las haciendas mediante contratos verbales de derecho
consuetudinario.
67 Este desarrollo es anterior y difiere marcadamente del que experimentó el sur del valle
geográfico, asiento de minas (en Caloto) y de haciendas con una gran concentración de
mano de obra esclava. Los trabajos de Michael Taussig muestran cómo allí la abolición
de la esclavitud dio paso a economías campesinas de agricultores negros parcelarios.
Ante la imposibilidad de someterlos a un tipo más permanente de sujeción, los
propietarios optaron por cederles parcelas mediante el pago de terrajes. Estas
observaciones, que se refieren a propiedades esclavistas muy bien documentadas (en la
correspondencia de la familia Arboleda), no deben generalizarse sin embargo para todo
el valle. Hay diferencias sustanciales de poblamiento y de organización social entre esta
región y las del centro y el norte del valle35.
68 En estas últimas el desarrollo fue mucho más complejo. Hay un patrón básico (con
muchas variantes) de concentración en torno a una capilla o en tierras cedidas por los
81

terratenientes y el ulterior reconocimiento como parroquias que se repite en Tuluá,


Cerrito, Bolo, Florida, la Victoria, Naranjo, la Unión (o Hato de Lemos), etc. Todo esto
iba acompañado de tensiones sociales que inquietaban a los centros urbanos más
antiguos. Ya en 1756 el gobernador de Popayán decía estar
“... informado de los graves desórdenes que se cometen en los sitios de Llanogrande
y demás que comprenden las jurisdicciones de Caloto, Cali, Buga, por todas aquellas
personas que las habitan, siendo las más de ellas gentes de baja esfera, dada a todos
los vicios de latrocinios, amancebamientos y demás pecados públicos...” 36
69 Es sintomático que el delito más tangible y más frecuentemente castigado en la época
fuera el del amancebamiento. Para su control no sólo se contaba con la parte agraviada,
que podía introducir una querella, sino que los curas mantenían una mirada vigilante
sobre la conducta familiar y sexual de sus feligreses. En la época republicana este rigor
colonial cedió y magistrados más liberales mostraron tolerancia hacia los “pecados
públicos”.
70 ¿Cómo podríamos ilustrar el proceso que introdujo nuevas fuerzas sociales en el
esquema dualista terratenientes- esclavos y con ello crecientes dificultades de control
social?
71 El caso mejor documentado de una población nueva, surgida en las márgenes mismas
de las haciendas como un permanente desafío a los terratenientes y mineros de
Popayán, es el de Quilichao.
72 La ciudad vecina de Caloto era el centro urbano que servía a los grandes propietarios de
Popayán para controlar sus explotaciones mineras en los alrededores de Quilichao.
Estas explotaciones, que existían durante el siglo XVI, habían entrado en decadencia en
la centuria siguiente. La apertura de una nueva frontera minera en el Choco a partir de
c. 1680 no sólo impulsó la creación de haciendas sino que revivió el interés por los
yacimientos de Caloto a donde ahora podían introducirse esclavos en crecientes
cantidades. Inclusive desde mediados del siglo XVIII los propietarios prefirieron
trasladar cuadrillas enteras del Choco a la región de Caloto.
73 Estos traslados tenían una doble ventaja. Una, el control más inmediato de la población
esclava. Otra, la satisfacción de las necesidades de abastecimientos de las minas con la
producción de las haciendas. Este es el modelo que emplearon los jesuitas en su mina de
Jelima, abastecida con la producción de Japio y Llanogrande 37, y los Arboledas en sus
minas de Quinamayó con sus haciendas de Bolsa y Novirao. Tras la expulsión de los
jesuitas, los Arboledas reforzaron su propio sistema con la compra de Japio.
74 Casi desde el momento mismo en que se reactivaron las minas de Caloto, a finales del
siglo XVII, familias de mulatos, mestizos y blancos pobres se asentaron al pie de las
estribaciones de la meseta de Popayán, en el valle, muy cerca de las minas de los
vecinos de Popayán. Algunos de estos pobladores poseían un claro derecho hereditario
sobre su asiento. Pero los mineros de Popayán alegaban que las posesiones del asiento
eran insuficientes para la subsistencia de una población. Afirmaban que se trataba de
13.5 cuadras por 47 (unas 450 hectáreas) aun cuando más tarde, con ocasión de un
juicio de deslinde con los Arboledas, se encontró que eran en realidad 55 cuadras por 47
(unas 1.800 has.). Estas tierras estaban ahogadas en medio de las enormes posesiones de
los jesuitas y de los Arboledas y es posible que, según los patrones de la época, fueran
efectivamente escasas para procurar una autonomía agrícola a la población.
75 En 1721 los mineros más poderosos de Popayán se quejaban de nuevo de los pobladores
afirmando que se trataba de “distintas personas forasteras, vagamundos y gente baldía,
82

sin tener en dicho sitio más hacienda ni utilidad que el asiento de las casas donde
viven”38. Lo que chocaba particularmente a los mineros era la razón misma de ser del
asentamiento. En palabras de don Francisco Antonio de Arboleda,
“... se vió que en el llano de Quilichao se está formando una grande población de
gente sin oficios públicos ni hacienda propia y que los más viven con el oficio de
regatones para vender a los negros de las cuadrillas de esclavos de minas y los
víveres que allí introducen de otras partes, y al mismo tiempo rescatando de los
negros el oro que ellos sacan para sí en los días que les es permitido o el que hurtan
a sus dueños y... así mismo... dicha población se va formando ya con plaza, calles e
iglesia, sin tener para ello licencia de las justicias superiores, y... dicha población
está dentro de los reales de minas de Cerrogordo, Aguablanca, Cimarronas y San
Bernabé y a poca distancia de las de Santa María, Dominguillo, Ahumadas y
Convento... ”39.
76 Los mineros de Popayán sentían como una amenaza para la estabilidad del sistema
esclavista no sólo el comercio subrepticio con las cuadrillas sino la presencia misma de
una población libre, que tendía a organizarse como centro urbano, sin posibilidades de
control por parte de un estrato noble.
77 Hostilizada mediante procedimientos administrativos de todo tipo, Quilichao prolongó
la lucha por su existencia durante más de un siglo. En 1753, ante las reiteradas
acusaciones de los mineros, el gobernador de Popayán ordenó expulsar del asiento a
quienes no fueran labradores. Pese a que la casi totalidad de la población estaba
dedicada al comercio y a oficios artesanales, los vecinos lograron probar que tenían
títulos legítimos sobre las tierras que poblaban y el gobernador suspendió la
expulsión40. Frente a esta amenaza, los de Quilichao decidieron legalizar el
asentamiento y obtuvieron del virrey Solís el título de villa en 1755. Este privilegio, que
les otorgaba justicias propias para dirimir sus conflictos y los conflictos con los grandes
propietarios, los enfrentó con la ciudad de Caloto. La ciudad no sólo veía recortados sus
propios términos territoriales sino que perdía un control jurisdiccional que utilizaba en
favor de los mineros de Popayán. Pleitearon y obtuvieron que el virrey Messia de la
Zerda revocara el flamante título de villa a Quilichao en 1761.
78 Pese a las controversias con Caloto, animadas por las pretensiones de los mineros de
Popayán, Quilichao ocupaba una posición muy ventajosa, no sólo por su proximidad a
las minas sino por el tránsito de Popayán a Cali y al resto de las ciudades de la
gobernación. Mientras que en 1753 contaba apenas con doscientos habitantes, en 1791
ascendían a 831, población que casi duplicaba a la de Caloto (con 431 habitantes) y en
1803 había aumentado a 1,414 en el recinto del poblado (que tenía 204 casas) y 411 en el
contorno rural41.
79 La presencia de blancos pobres y aun de algunos nobles atraídos por las posibilidades
comerciales del asiento, además de evidente superioridad económica y demográfica,
debía inclinar finalmente la balanza en favor de Quilichao y garantizar su existencia, al
menos como asiento. Las autoridades virreinales llegaron inclusive a pensar en
suprimir más bien a Caloto pues habían comprobado que algunas ciudades como ésta,
en perfecta decadencia, ostentaban cabildos y justicias, puestos para los que ya ni
siquiera se encontraban candidatos idóneos.
80 En el caso de Quilichao, el conflicto con Popayán se originaba en un desafío por parte de
la nueva población a los privilegios patrimoniales de la antigua ciudad. Los Arboledas
disputaban al poblado no sólo el derecho a poseer términos, que hubieran recortado un
83

poco sus enormes posesiones territoriales y los hubieran sometido a la jurisdicción de


justicias extrañas, sino hasta el acceso de sus habitantes a recursos de leña y aguas.
81 Pero no todos los poblados nuevos en el valle del Cauca experimentaron este rechazo o
se vieron privados del agua y la sal por parte de intereses contradictorios con sus
cabeceras o con los grandes propietarios. Al contrario, algunos como Candelaria,
Florida o Llanogrande fueron el receptáculo de una mano de obra abundante y
bienvenida de cosecheros para las plantaciones de tabaco que fueron surgiendo en el
último cuarto del siglo XVIII.
82 El cultivo del tabaco debía haber sustentado un cierto número de cosecheros desde
mucho antes de su estanco en 1773 (posiblemente desde 1750) debido a que su consumo
se había extendido rápidamente entre los esclavos de los centros mineros. Dado que
este cultivo requería una mano de obra abundante y cuidadosa, los propietarios se
sintieron más inclinados a introducir formas de arrendamiento y de colonato en sus
tierras o inclusive a contar con los pequeños propietarios que a emplear sus propios
esclavos. Esto les aseguraba el fruto del trabajo de unidades familiares de cosecheros
del cual ellos se reservaban la comercialización.
83 Pese al contrabando generalizado y a las siembras clandestinas en sitios apartados de
latifundios que no podían controlarse, el estanco del producto como renta disminuía la
base amplia de población que se sustentaba con el cultivo. La supresión de la renta
(como ocurrió entre 1810 y 1817) o su desorganización (en los años de 1819 y 1820) traía
consigo la súbita ampliación en vastas áreas de siembra diseminadas por todo el valle 42.
Que los sembrados fueran sobre todo una iniciativa popular está indicado por las
concesiones de los realistas cuando quisieron restablecer la renta en 1817. Entonces no
sólo incrementaron el precio de compra sino que garantizaron a los cosecheros que el
canon de los arrendamientos de las tierras permanecería inalterado 43.
84 El tabaco significó así una alternativa para la utilización de porciones de latifundios con
una explotación intensiva y la generalización del arrendamiento a trabajadores libres.
El pago en efectivo que los cosecheros obtenían del monopolio, aun si los mantenía en
un nivel de mera subsistencia, los liberaba de coacciones extraeconómicas por parte de
los terratenientes, excluyendo el peonaje de esta zona.
85 La limitación del área de las siembras, primero a Candelaria (en 1778) y luego a
Llanogrande (en 1790) contribuyó al menos al fortalecimiento de dos núcleos urbanos.
No parece un azar que precisamente en 1773, año en el que comenzó a operar el
estanco, un cura terrateniente hubiera donado cien cuadras destinadas a asegurar la
permenencia de pobladores en Llanogrande. En 1797, gracias al tabaco, el lugar tenía ya
167 ranchos de paja y no pasarían muchos años para que el poblado llegara a rivalizar
con la antigua ciudad de Buga, de la que dependía.
86 Otros poblados surgieron en el curso del siglo XVIII en las márgenes mismas de las
haciendas. En el extremo norte del valle, el Hato de Lemos, por ejemplo, fue mandado
fundar expresamente por el virrey Espeleta en 1796 para dirimir un conflicto que
enfrentaba a dos linajes de terratenientes.
87 Veinticinco años antes de las solemnidades de la fundación, los alcaldes de la ciudad de
Toro habían informado que en este lugar vivían ya un poco más de 600 personas, “todos
pardos a excepción de ocho mestizos, toda gente pobre...”, que como los demás
habitantes de la jurisdicción de Toro vivían de sus platanares, maíz, frijoles, caña de
azúcar y tabaco. El tabaco y alguna producción de aguardiente que los habitantes de la
84

región introducían en los reales de minas del Choco dieron lugar a un levantamiento de
los pardos del Hato de Lemos cuando comenzaron a operar los estancos.
88 Es posible que este conflicto social, paralelo al de los comuneros del Socorro, haya
movido a una solución típicamente ilustrada del virrey Espeleta. Los dos linajes de
terratenientes que se disputaban la posesión de una franja entre sus haciendas cedieron
estas tierras para que se fundara la población. Esta, que ya tenía el carácter de
viceparroquia, fue fundada así sobre tierras comunales que debían distribuirse entre los
habitantes y sobre las cuales debían reconocer un arrendamiento 44.
89 El caso de Tuluá es también muy peculiar. La población existió originalmente como una
doctrina que atraía a indios forasteros desde el siglo XVII. En 1690 un vecino de Anserma
reclamaba como encomendero el tributo de algunos indios del pueblo. Esto hace pensar
que se trataba de refugiados que intentaban escapar de la mita para las minas de Supía
y Quiebralomo. Los indios forasteros fueron acogidos en sus tierras por un Diego Santa
Cruz (Diegote), un indio rico de Buga. En vista de que las tierras del poblado habían sido
enteramente ocupadas, su hijo las donó en 1741 a tres cofradías. Esto permitía la
permanencia de los pobladores y el mantenimiento, con la renta que debían pagar, de la
capilla doctrinera y de varios clérigos.
90 Desde antes de mediados del siglo también una buena cantidad de terratenientes y
labradores de las cercanías, vecinos de Buga, preferían asistir a los oficios religiosos de
la doctrina, en donde muchos debían haber fijado su asiento. El pueblo de indios, como
tal, no tenía entonces un resguardo sino que era más bien un apéndice adventicio de las
haciendas del lugar.
91 En 1759 ciento dos vecinos que exhibían el titulo de “Don” (ya hemos visto cuál era la
naturaleza de esta pretensión) y que tenían intereses en la zona, solicitaron que el
poblado fuera erigido en villa. Según un testimonio que acompañaba la petición, en la
jurisdicción de la doctrina no sólo residía esta inusitada cantidad de nobles sino
también vecinos de la plebe que cuadruplicaban su número, además de los cien indios
de la doctrina.
92 A pesar de que gozaban de influencia en Buga, pues algunos de ellos habían sido
alcaldes de la ciudad, los propietarios ubicados en Tuluá se obstinaban en tener su
propia jurisdicción. Según un informe del teniente de gobernador de Buga, estos
vecinos sólo pretendían escapar a su obligación de abastecer con sus ganados a la
ciudad. Por esta época, en efecto, las ciudades comenzaron a sufrir crisis periódicas de
abastecimientos porque los hacendados preferían comerciar sus ganados en los reales
de minas en auge, tanto en Antioquia como en el Choco.
93 Los vecinos aprovecharon de la rivalidad entre las ciudades vecinas de Buga y Cartago
para adelantar sus diligencias ante las autoridades de esta última. En Santa Fe, sin
embargo, sus pretensiones fueron rechazadas pese al concepto favorable del asesor del
virrey, el mismo que hacía cinco años había apoyado también la erección en villa de
Quilichao45.
94 Ni aun la presencia de un fuerte contingente de nobles parecía suficiente para disipar
los temores provocados por un vecindario pobre, compuesto por blancos pobres,
mulatos y mestizos sin tierras. En 1778 esta población fue invitada por los pardos de
Llanogrande a unírseles en una rebelion contra un reclutamiento que, por orden del
virrey, los destinaba a la apertura de un camino hacia el Choco. La rebelión fue
suprimida por un contingente de fuerzas de milicias solicitado urgentemente a Cali 46.
85

95 En 1803 los vecinos de Tuluá insistieron en la erección en villa de su poblado.


Conscientes de que uno de los obstáculos era la presencia de indígenas, pues éstos
gozaban de un privilegio institucional al no poder coexistir la villa con el pueblo de
indios, pretendían que los pocos indios fueran trasladados. Esta vez, aparentemente,
tampoco lograron su objetivo.
96 Otras poblaciones tuvieron una gestación mucho más lenta. Si quisiera tenerse algo
como un experimento in vitro, en el cual fuera posible observar paso a paso el proceso
de una formación social campesina, nada mejor podría pedirse que la historia del
indiviso de Guabas y de Ginebra, la población a que dio origen. Aquí se operaron
sucesivas fragmentaciones de una propiedad entre los descendientes de un gran
terrateniente. Con el curso del tiempo aquéllos lograron una diferenciación social entre
grandes, medianos y pequeños propietarios. Es posible seguir este desarrollo en su
integridad gracias a que la propiedad en cuestión se mantuvo como un indiviso desde
1651 hasta 1937. La indivisión se originó en un vínculo impuesto por la propietaria en el
siglo XVII para que sus tierras sirvieran una capellanía a perpetuidad.
97 Pese a la legislación republicana que abolió las vinculaciones de la tierra en 1824, y en
1851 y 1863 extinguió los bienes de manos muertas, esta propiedad se mantuvo casi
intacta en manos de los descendientes de la fundadora. En 1937 los que reclamaban una
posesión como descendientes sumaban 571 (es decir, una población de más de cuatro
mil personas) contra 120 de aquellos que habían comprado derechos a otros
descendientes. Aunque éste es un caso extremo y evidentemente excepcional, sirve
para ilustrar un mecanismo que pudo darse en menor medida en otras partes para
afianzar el desarrollo de algunos sectores campesinos a partir del latifundio colonial 47.
98 Como puede apreciarse, el patrón de los nuevos poblamientos a todo lo largo del valle
del Cauca presenta muchas variantes, a veces en conflicto, a veces favorecidas por las
haciendas y los antiguos latifundios. Pero estas variantes no ofrecen la nitidez en el
contraste social y racial que aparece en los poblamientos del Patía, la región profunda
que separa el valle de Popayán de las altas mesetas de Pasto. En esta región, en donde a
comienzos del siglo XVII había algunos latifundios ganaderos de propietarios de
Popayán, se fueron refugiando
“… levantados, hombres libres y esclavos fugitivos y fascinerosos, ladrones y otros
delitos criminales que se cometen en el valle del Patía y otros sitios para resistir y
no obedecer los preceptos de Nuestra Santa Madre Iglesia, ni los de la Real justicia,
como es notorio y se está experimentando”48.
99 Inclusive, en el extremo sur de esta zona y en las estribaciones de la cordillera
occidental, se estableció un palenque de esclavos cimarrones repartidos en dos
poblaciones, llamado el Castigo.
100 A mediados del siglo XVIII el gobernador de Popayán nombró un juez de desagravios
para el Patía. Esta persona, que debía salir del rango mismo de los pobladores, fue
acusada de abusos contra los vecinos y de “ser hombre de inferior esfera por su
nacimiento”49. Sólo hasta 1772 la población del Patía tuvo un alcalde pedáneo. Pero los
esfuerzos de Popayán para alargar el territorio de su jurisdicción fueron en vano. Desde
1809 el Patía proporcionó contingentes de milicias y de fuerzas guerrilleras cuya
existencia parece haber sido movida casi exclusivamente por aversión a los
propietarios esclavistas de Popayán. Más adelante, en el curso del siglo, la misma región
alimentó los ejércitos de varias guerras civiles.
86

5 EL RECONOCIMIENTO DE LAS POBLACIONES


NUEVAS
101 Visto desde una perspectiva de largo plazo, el período de las guerras de independencia
aparece como un catalizador de conflictos latentes. En algunos puntos neurálgicos del
Imperio español, de acuerdo con la tesis tradicional, los movimientos de independencia
tuvieron un alto grado de coherencia con viejos agravios económicos de los criollos.
Estos agravios tenian su raíz en el centralismo borbónico y en los intentos de la
monarquía, amenazada por el expansionismo capitalista de otras potencias europeas,
de remozar el monopolio comercial. En otra regiones, en cambio, los conflictos que
desató la independencia eran de carácter interno y por eso aparecen más bien como un
preámbulo a las guerras civiles del siglo XIX.
102 Desde el punto de vista político, la independencia puso en tela de juicio un orden
constitucional basado en privilegios de carácter local acordados a ciudades y villas. En
sus orígenes, estos privilegios habían emanado de las facultades de los cabildos para
distribuir los recursos contenidos en los términos territoriales asignados a un
poblamiento. Por una parte, la rígida estructura social que excluía de todo privilegio a
las castas quedaba reforzada por las atribuciones políticas de los cabildos, de
composición oligárquica. Por otra, la delimitación y el acaparamiento celosos de
recursos extraordinarios (como las minas), amparados por una jurisdicción política,
daban lugar a fenómenos de crecimiento económico que no se comunicaban a otros
centros urbanos y que por lo tanto acentuaban las disparidades regionales.
103 De una manera muy semejante a lo que iba a ocurrir durante las guerras civiles, la
independencia en la gobernación de Popayán tuvo el aspecto de sucesivos acomodos y
reacomodos del area de influencia de los centros urbanos coloniales. En 1810, Cali,
Caloto, Buga, Cartago, Anserma y Toro se rebelaron contra la cabeza de la gobernación
que se mantuvo realista. Desde el primer momento del conflicto las llamadas “ciudades
amigas y confederadas” buscaron conservar para sí las regiones mineras que ellas
mismas abastecían pero que estaban dominadas por propietarios de Popayán. No
obstante, aun la región minera de Raposo, sujeta a Cali, dio una respuesta ambigua. Los
vecinos del pueblo de la Cruz decidieron continuar sus relaciones con Cali,
“... sin que por esto se entienda que se separa de la provincia de la capital de
Popayán y a su gobierno que ha reconocido y reconoce, suplicando esta provincia a
la ciudad de Cali siga con el abastecimiento de víveres y demás ramos del comercio
con que ha contribuido a su conservación...”50
104 Desde el comienzo también el cabildo de Cali observaba que el territorio de la provincia
de Popayán era tan desmedido que podía inclinarla a tiranizar a las ciudades vecinas.
Este temor hipotético expresaba en realidad un viejo agravio. Por esta razón el cabildo
anunciaba que ni aun en el caso de que Popayán se conformara políticamente con el
plan de las “ciudades amigas”, éstas accederían a mantener la provincia en su
integridad original51.
105 Contra este desafío Popayán hacía valer sus intereses patrimoniales. Recordaba a
Caloto, por ejemplo, que
“... no ha debido olvidar que las propiedades de su territorio, sus haciendas, sus
minas, sus esclavos, pertenecen a los vecinos de Popayán; y que éstos deben tener
una parte considerable en sus deliberaciones si no quieren exponerlas a nulidad
manifiesta y a otras consecuencias perjudiciales...”52
87

106 El espíritu que dominaba a los cabildos de las viejas ciudades al rebelarse contra la
cabecera de la gobernación no era diferente al de Llanogrande y Tuluá, poblaciones
nuevas que aprovecharon la ocasión que se les ofrecía para romper con su propia
cabecera, la ciudad de Buga, y proclamarse como villas en 1813. Mientras que Cali, la
vieja rival de Buga se apresuraba a reconocer el nuevo status de Llanogrande, Buga
declaraba fuera de la ley a los que habían propiciado la declaración. Muchos de ellos se
retractaron, temerosos de las represalias de la ciudad. Además, algunos propietarios de
los partidos rurales contiguos, al verse segregados de Buga, reclamaban en 1815 sobre
“los modos extraños, desconocidos e ilegales con el que el ciudadano Simón Cárdenas y
sus colegas” habían procedido a la separación del cantón. El gobierno español de la
reconquista desconoció tambien el gesto insurgente de Llanogrande y de otras villas,
sujetándolas de nuevo a su antigua cabecera. Este era un castigo más que se sumaba a
otras formas de represión de la reconquista para restablecer el orden colonial 53.
107 La Ley de 25 de junio de 1824, por la cual se dispuso por primera vez la división de
Colombia en departamentos, provincias y cantones, abolió de un plumazo el antiguo
orden constitucional que jerarquizaba, sobre bases étnicas, fundaciones españolas de
ciudades y villas, pueblos de indios y parroquias y asientos mestizos.
108 Esta ley verificó una promoción automática para muchas poblaciones. En la antigua
gobernación de Popayán (ahora departamento republicano del Cauca) se crearon cuatro
provincias y dentro de éstas veintiún cantones. Según la ley, cada cabecera de cantón
debía poseer una municipalidad y por lo tanto lo que hasta ahora había sido una mera
parroquia quedaba convertida en villa, con su propio cabildo. A su vez, lugares y
asientos pasaron a ser parroquias. Mediante esta Ley, Llanogrande (Palmira), Tuluá y
Roldanillo (un antiguo pueblo de indios), degradados durante la reconquista, volvieron
a recuperar su rango como municipalidades y cabeceras de cantón. Llanogrande tuvo
en adelante dos parroquias sujetas (Candelaria y Pradera) y una viceparroquia (Yunde).
En 1835 se le agregó la viceparroquia de Perodías, rebautizada como Florida. En el curso
del siglo XIX estas dependencias, que habían tenido su origen como poblados más o
menos espontáneos en las márgenes de las haciendas, se convirtieron en municipios 54.
109 El resultado neto de estas reformas fue el de desintegrar las vastas areas de influencia
de las antiguas ciudades españolas. Los primitivos partidos rurales de Buga, por
ejemplo, se repartieron entre las dos nuevas villas, Llanogrande y Tuluá, quedando
reducida la ciudad a la sola parroquia anexa de Guacarí. Cali perdió sus partidos de
Roldanillo y la Herradura y Cartago su región minera de Supía. Otro resultado no menos
notorio consistió en romper la sujeción de los distritos mineros de las antiguas
ciudades. Así, las áreas sujetas a Cali y Pasto en el Pacífico se constituyeron en una
nueva provincia con los cantones de Iscuandé, Barbacoas, Tumaco, Micay y el Raposo.
110 El nuevo orden republicano no sólo estaba destinado a hacer más inmediatos los
recursos administrativos y judiciales sino también a promover la participación política
facilitando la reunión de asambleas electorales y la celebración de elecciones primarias.
Pero hubo también otros resultados políticos de más largo alcance. Si bien es cierto que
el reconocimiento de la igualdad teórica de los ciudadanos no alcanzaba a tener efectos
prácticos dentro de una sociedad tan rígidamente jerarquizada (menos aún en una
sociedad esclavista), en cambio el reconocimiento de la entidad jurídica de un
poblamiento sí era capaz de romper con las jerarquías urbanas coloniales. Esto ocurría
al menos allí donde el dinamismo de los poblamientos buscaba romper el molde de esas
jerarquías.
88

111 Por esta razón la actitud de los nuevos poblamientos del valle del Cauca contrasta
drásticamente con la de los más antiguos de los pueblos de indios. En tanto que en el
valle las concentraciones de mulatos, mestizos y españoles pobres buscaban una cierta
medida de autonomía frente al dominio patrimonial de las ciudades más antiguas y
lograban defenderse de la sujeción del peonaje, en los pueblos de indios de los
altiplanos del centro del país la autonomía parecía significar una forma de degradación.
Por ejemplo, cuando Cáqueza y Bogotá fueron erigidos en cantones, los pueblos que les
quedaban sujetos reclamaron para que se mantuviera su sujeción directamente a Santa
Fe, la capital.
112 Esta reacción obedecía a motivos complejos. Uno, la organización de los mercados.
Otro, la familiaridad de los pueblos de indios de la sabana con un sistema judicial y
administrativo que no estaban interesados en cambiar por otro que los sujetara a
intermediarios mestizos. Finalmente, los pueblos designados como cabeceras de cantón
estaban incapacitados para improvisar un cuerpo político-administrativo, demasiado
gravoso para pobres labradores y peones55.
113 Los privilegios patrimoniales de villas y ciudades de españoles (es decir, el control
político sobre recursos de bosques, tierras, aguas, minas y manos de obra) introdujeron
así una gradación de rivalidades que se extendía desde los poblamientos más humildes
hasta las mismas villas y ciudades.
114 La ideología republicana solía atribuir estos antagonismos a una acción deliberada de
los españoles, pero respecto al fondo del problema el régimen republicano no podía
innovar demasiado. Los frecuentes cambios en el ordenamiento jurídico-administrativo
de las regiones durante el siglo XIX revelan hasta qué punto persistían factores de
perplejidad en el equilibrio regional. Las guerras civiles, incluidas las de la
independencia, se alimentaron con estas rivalidades antes que con una ideología de
más vasto alcance.

6 CONCLUSION
115 Todo el sistema de prelaciones de los centros urbanos que había dominado durante la
colonia se vio alterado por las conmociones políticas. Antes que en los individuos, el
principio de soberanía popular vino a radicarse en los “pueblos” (casi en el sentido de
núcleos urbanos), de la misma manera que los privilegios patrimoniales se habían
asignado en el siglo XVI a la “república de los españoles”.
116 En el valle del Cauca, en donde hemos visto que proliferaron los pueblos nuevos con
una base social heteróclita después de la segunda mitad del siglo XVIII, el cambio
republicano les confirió una igualdad teórica con los antiguos centros que alimentaban
las estructuras sociales y políticas de la colonia. El sistema de haciendas, que
encontraba dificultades en transformar el sistema esclavista y adoptar otras formas de
sujeción del trabajo, se veía así permanentemente amenazado por la inestabilidad
social.
117 Durante las primeras décadas del siglo XIX, la región descendió de la incontrastable
preeminencia de la que había gozado durante el siglo anterior para volverse un
incómodo foco de conflictos. En el Cauca se incubaron casi todas las guerras civiles del
resto del siglo: conflicto armado de 1828, con epicentro en Popayán; guerra “de los
conventos” en Pasto en 1839 y pronunciamiento en Timbío, que generalizó el conflicto
89

como “guerra de los supremos” hasta 1842; guerra de 1851, iniciada por los propietarios
esclavistas del Cauca y guerra de 1860-63 que comenzó en el estado del Cauca contra la
Confederación Granadina.
118 La decadencia económica, que aquí parece ilustrar literalmente la tesis según la cual las
perturbaciones políticas y los conflictos civiles del siglo XIX nacían del estancamiento,
obedeció a la pérdida gradual de importancia del sector minero de la región entre 1800
y 1830. Con esto se rompió uno de los eslabones que habían asegurado el auge de las
haciendas en el siglo XVIII y que había nutrido el orden social de la colonia.
119 En comparación con otros países de América Latina, la incorporación de Colombia a un
mercado externo fue tardía. Dentro de la relación colonial, los vínculos económicos con
la metrópoli estaban asegurados con las exportaciones de oro. La balanza de pagos del
régimen republicano siguió saldándose con pagos en oro de las importaciones. En su
mayor parte este oro provenía ahora de las explotaciones antioqueñas que desde el
siglo XVIII habían reducido las grandes cuadrillas de esclavos y basaban la extracción en
el trabajo libre y muy móvil de pequeños empresarios (mazamorreros) en aluviones o
en el incremento tecnológico de las minas de veta56. Pero a mediados del siglo era ya
claro para muchos que una liquidación definitiva del régimen colonial sólo podía
lograrse con la comercialización de la agricultura y la incorporación de masas humanas
más vastas a las actividades productivas.
120 El proceso de integración a una economía exportadora no fue así uniforme para todas
las regiones colombianas. La comercialización de la agricultura no sólo dependía de
circunstancias geográficas favorables que facilitaran el transporte sino también de
adaptar estructuras sociales al nuevo tipo de economía57. Las diferencias en los ritmos
regionales hacia lo que podría verse como una modernización sugiere la originalidad
social irreductible de las regiones.
121 Este proceso debía ser infinitamente más arduo en una sociedad esclavista. Allí, el
temor de la insurrección de los esclavos y los frecuentes enfrentamientos civiles que
capitaneaban caudillos cuya popularidad estaba establecida entre masas de mulatos y
mestizos, creaba un clima enfermizo de inseguridad y de inestabilidad sociales. Por esto
no resulta extraño encontrar en la región a otros caudillos que, como Julio Arboleda, se
aferraban con obstinación fanática al antiguo orden y ostentaban sus pretensiones
aristocráticas como rasero supremo del orden moral y del orden político y social.
122 En el período comprendido entre 1850 y 1886, los clanes familiares, cohesionados en el
siglo anterior en la explotación de haciendas, minas y el comercio de esclavos y que
habían sobrevivido al rigor de varias guerras civiles, trataron de adaptarse a reformas
liberales58. Estas reformas, que atacaban hasta los últimos fundamentos del sistema
esclavista, estaban concebidas para apoyar un proceso general de comercialización de
agricultura. El valle del Cauca debía esperar, sin embargo, hasta el momento en que una
ruta hacia el Pacífico y la apertura del canal de Panamá incorporaran su agricultura al
mercado exportador.
123 Regionalismo político, fragmentación económica (o economía de islas, según la
expresión de Nieto Arteta): valdría la pena explorar las raíces de estas constantes del
siglo XIX colombiano en patrones muy diversos de poblamiento. El patrón mejor
conocido fue siempre el del altiplano central, mucho más densamente poblado en la
colonia, en donde las economías campesinas tempranas de los resguardos indígenas
fueron asediadas en el siglo XVIII por la presencia de un número creciente de mestizos
90

sin tierras. Esto sirvió de pretexto para la extinción de muchos resguardos entre 1755 y
1780 y a su remate, que verificaron no siempre mestizos desposeídos sino también
terratenientes que agrandaron aún más el ámbito de la hacienda tradicional. En cuanto
a los mestizos, a ellos se les dieron los poblados que habían sido de los indios,
promovidos ahora de simples doctrinas a parroquias59.
124 Pero este patrón de poblamiento en las zonas demográficamente más densas del país no
es un modelo único. Su representatividad obedece a una distorsión creada por la
importancia política del centro y por el hecho de que proporcionaba las imágenes
clásicas de la hacienda andina tradicional, atada a una producción de subsistencia y a
un mercado estrecho.
125 Pero si no es un modelo único, precisamente con respecto a él puede medirse la gran
variedad de patrones de poblamiento de otras regiones, particularmente de los valles
profundos. Estos patrones datan de fines de la colonia y del siglo XIX: en el alto, el bajo y
el Magdalena Medio, en las llanuras de la costa Atlántica, en muchos bolsillos de la
región andina y en nuestro ejemplo del valle del Cauca y del Patía.
126 Durante el siglo XIX Colombia debió operar así un enorme desplazamiento de ejes con
respecto a los antiguos centros vitales del sistema colonial. Podría decirse, en términos
generales, que los espacios que fueron el escenario privilegiado de la vida colonial no
fueron los mismos en los cuales se desarrolló el nuevo capítulo de la comercialización
de la agricultura. Estos desplazamientos crearon el fenómeno de un desarrollo regional
desigual que la teoría de la modernización, en boga hace algunos años, interpretaba
como un dualismo propio de estas sociedades. Pero tampoco ciertas implicaciones de la
teoría de la dependencia que la sustituyó, basadas en el mero análisis de las cifras de
exportación, arrojan demasiada luz sobre el proceso interno en el que jugaron factores
complejos y a veces sui generis.

PARTIDOS RURALES DE BUGA – 1821


91

LOS OFICIOS EN PARTIDOS SEMI-RURALES

LOS OFICIOS EN PARTIDOS SEMI-RURALES (Continuación)

Debate sobre la ponencia de:

Germán COLMENARES Castas, patrones de poblamiento y conflictos sociales en las


provincias del Cauca (1810-1830)

127 Jean Piel


128 Me encanta esa comunicación sobre un largo proceso de cambio social donde la
independencia tiene su impacto pero es sólo un momento dentro de un proceso mucho
más largo; tu comunicación nos ayuda a comprender el caso específico de Colombia que
parece ser entre las Repúblicas andinas la más movida al nivel de este modelo de
frontera social. Pienso que se puede aplicar este esquema también tentativamente a la
costa peruana en los primeros años después de la independencia puesto que también
92

hubo un fenómeno de bandolerismo mulato que alcanzó la misma incidencia que se ha


descrito para el caso colombiano conduciendo definitivamente hacia una crisis de la
esclavitud. Enfocando el caso peruano, ya a fines del siglo XVIII se percibe una
disminución cuantitativa de esclavos (por ejemplo en el valle de Ica), y más bien el
inicio de un progresivo aumento de las castas o cuerpos intermediarios. El concepto de
frontera en extensión parece ser que se circunscribe a la costa no percibiéndose en
otras zonas, y se caracteriza por ser a su vez social y económico al margen de la
hacienda esclavista y puede señalarse que este es el origen de la crisis en el esclavismo.
Tocando al problema planteado por Germán Colmenares acerca de los esclavos
enraizados en la tierra, hay que tener en cuenta que en realidad éstos no son los
esclavos tradicionales tal como se les entiende según el modelo colonial sino más bien
tienden a ser “squatters” o arrendatarios y parece ser que fueron numerosos ya en el
momento de la abolición de la esclavitud, siendo en el Perú un fenómeno
exclusivamente costeño.
129 Germán Colmenares
130 Lo estructural del caso colombiano es que el epicentro de todas las guerras civiles fue la
región esclavista. Estas guerras (desde el año 1830 hasta la guerra de 1860) están
lideradas por caudillos caucanos cuyas bases sociales no son peones de haciendas sino
tipos de personas que llamas “squatters”, que aparecen por el ostracismo racial y el
clientelismo. Hay también otro fenómeno en el sur del valle donde sociedades
campesinas muy estables después de la emancipación (y que inclusive tenían cultivos
comerciales como el cacao, y competían con las haciendas), se resisten a trabajar en las
haciendas; este conflicto ha conducido a crear un campesinado social fuerte de base
negra en dicha región.
131 Hermes Tovar
132 Me parece un poco contradictoria la afirmación según la cual la Independencia
destruye un orden económico pero conserva el orden social heredado cuando veo que
hay todo un proceso de renovación social. Me gustaría que aclares en qué sentido la
Independencia no renueva el orden social. Lo que conviene preguntarse es en qué
medida la guerra crea todo un derrumbamiento de una disciplina social. Otro problema
es que haces referencia no a una región sino a varias: valle del Pacífico Sur, valle del
Cauca, zona andina, regiones todas muy distintas.
133 Manuel Chiriboga
134 Lo que no queda muy claro son las reacciones y las adecuaciones de esta estructura
latifundiaria preexistente. ¿Cómo los latifundistas supieron generar nuevos
mecanismos de control?
135 Germán Colmenares
136 Estoy de acuerdo con lo que H. Tovar ha planteado porque no he dicho que no haya
habido una renovación social conjuntamente con la destrucción del orden económico.
El resultado más duradero en la destrucción del orden colonial fue la crisis en la
relación amo-esclavo. Esa relación particular que ha descrito Genovesse, impregnada de
elementos ideológicos: el cómo un elemento controlable en su pasividad de pronto se
vuelve incontrolable. Por eso considero que esta región se convierte en el epicentro de
las guerras civiles y les presta su dinámica social. Sobre el problema de la
regionalización y la subregionalización: la gobernación de Popayán incluía lo que eran
jurisdicciones de ciudades. La jurisdicción de Pasto, que grosso modo corresponde al
93

departamento de Nariño; la de Popayán, hoy departamento del Cauca. Lo mismo ocurre


con las provincias de Pichincha y Quito.
137 Es raro encontrar mencionadas haciendas fuera de estas jurisdicciones en los registros
notariales. La jurisdicción de Pasto tiene una abundante población indígena, sus
haciendas tienen similaridad con las de la sierra norte del Ecuador, con problemas de
endeudamiento, peonaje, etc... En el caso de Popayán el problema es un poco más
complicado. Si bien tuvo encomiendas, las comunidades indígenas no se sometieron.
138 Los payaneses preferían invertir en sus esclavos en el Choco que en las haciendas. En lo
que se llama el “norte” del Cauca (en relidad es el sur del valle geográfico), hay un
fenómeno curioso con la ciudad de Caloto cuyos recursos y haciendas se reparten entre
Cali, Popayán, Buga... El predominio de los payaneses le incorpora dentro del Cauca. La
conformación en departamentos tiene entonces un trasfondo histórico, y es similar en
muchos países de América Latina. El énfasis que he querido dar, en esas regiones, no se
refiere tanto a las haciendas de tipo tradicional, como las de Pasto, sino más bien a
señalar la articulación que existía entre la hacienda y la mina. Un tipo de hacienda que
desde el punto de vista económico constituye un verdadero hinterland agrícola para la
minería. La vieja producción de una hacienda más tradicional estaba imposibilitada
para generar recursos suficientes que mantuvieran este tipo de articulación. Por otra
parte hay una gran diversidad regional. Ello se refleja indudablemente en los conflictos
sociales. Es conocido el hecho de que Pasto con una población indígena numerosa, fue
furiosamente realista. Es también conocido que Popayán tenía una posición intermedia,
oportunista, como centro de poder.
139 Son las ciudades del valle profundo las enteramente republicanas y patriotas, por lo
menos la élite dirigente.
140 El cabildo de Cali nos permite ver esa diferencia con ocasión de la visita de Bolívar; éste
se queja de que los caleños no den sus esclavos como contigentes para sus ejércitos.
141 Los cabildantes de la ciudad argüirán que: “V.E. sabe muy bien que la clase que se
destina a tomar las armas en calidad de soldados es regularmente la de aquellos
hombres sin luces, ni educación, ni sentimientos, incapaces de conocer la importancia
de los objetos porque se pelea y a quienes en consecuencia es necesario mover por otros
resortes. ¿Por qué la parte notable e ilustrada de un vecindario que no ha rehusado
sacrificio alguno de cuanto se ha exigido para salvar la patria ha de responder a la
conducta de la plebe estúpida cuando no está en sus manos quitarle sus preocupaciones
y su barbarie?” Esta es por supuesto la posición de los terratenientes; habría necesidad
de contrastar estas actitudes aunque carecemos de estudios que nos permitan conocer
las actitudes realistas en Pasto. Lo que quería relevar es entonces esas formas de guerra
irregular que son una constante en el caso colombiano.
142 Sobre el problema de las adaptaciones del gran latifundio podemos señalar que el valle
estaba muy bien articulado con la empresa minera que ha entrado en decadencia; pero
el problema de adaptación es también social, del régimen de utilización de la fuerza de
trabajo. Sin embargo, quisiera hacer notar el hecho de que una región puede presentar
una depresión secular como el Cauca. Hacia 1830 Antioquia ha tomado ya el liderazgo
de las exportaciones de oro, no ya sobre la base de la utilización de mano de obra
esclava de grandes cuadrillas sino sobre el conocido modelo del “mazamorrero”, del
pequeño empresario móvil que a la larga va a posibilitar una colonización interna. En la
sociedad del Cauca al contrario, por sus carácter de jerarquización rígida la crisis va a
atizar las tensiones internas y, de algún modo, la pretensión de los propietarios de
94

subordinar de otras maneras a la mano de obra; es el caso por ejemplo de los esfuerzos
de la familia Arboleda para convertir a sus antiguos esclavos en terrajeros y, por otro
lado, para sustituir las economías complementarias en las haciendas por una economía
de cosecheros de tabaco integrándolos a la renta estatal. También hubo un proyecto de
la familia Arboleda, primero de monopolizar el aguardiente y, luego, la producción del
tabaco, pero finalmente fracasó ante las necesidades de estos recursos por parte de las
arcas estatales. Entonces no hubo realmente alternativa y el valle sufrió un proceso
secular de decadencia. Decadencia económica no significa cambio social. Es decir, los
propietarios se empobrecen pero siguen teniendo el primado social porque son
propietarios, aun si sus tierras están inactivas. Se ve por ejemplo cómo desde
comienzos del siglo XX lo que constituyeron viejos latifundios se van convirtiendo ahora
en empresas agro-industriales. Son las mismas personas las que las poseen; hay
entonces una extraña persistencia de estructuras sociales en el valle del Cauca que no
tiene, por ejemplo, Bogotá.
143 Thierry Saignes
144 ¿En qué medida puede decirse que hubo una participación general de los negros
cimarrones en la guerra de la Independencia colombiana?
145 Germán Colmenares
146 Sí, participaron pero a su modo, es decir no entrando sino por casualidad en los
ejércitos regulares. Su participación era libre y espontánea pudiendo aliarse tanto con
realistas como con patriotas, teniendo también la iniciativa de ir y “amarrar a algún
hacendado”: tienen imaginación política y no a causa de la patria sino a causa del
propio interés. Por ejemplo una buena vaca que iba pastando por allí.
147 René Arze
148 Resulta muy estimulante ver cómo en Colombia los estudios en torno a la participación
de las masas populares en el fenómeno de la Independencia permite vislumbrar hechos
tan relevantes e importantes como es el caso de la participación negra en el hecho, algo
que en Bolivia todavía no se ha realizado para el caso similar desde la perspectiva
campesina indígena, porque se consideraba que estos sectores jugaban un simple papel
periférico o pasivo y que su participación en la guerra de la Independencia se reduce a
su ausencia. En el caso boliviano hay un movimiento popular paralelo al movimiento
patriota; en el año 1809 en Santa Cruz de la Sierra se produce un levantamiento de
esclavos que es muy sintomático porque luego se va a repetir en otras regiones del país
pero a nivel indígena; es decir que en medio de la lucha entre el poder español y un
sector criollo surge una alternativa popular que de momento rebasa al propio proyecto
criollo. En plena guerra de la Independencia, surgen en Bolivia movimientos indígenas
muy importantes que recuerdan las irrupciones de Tupac Katari en el siglo XVIII y se ve
cómo la presencia indígena tiene una alianza con el sector criollo y mestizo
precisamente con el propósito de abolir y de quedar en libertad frente a instituciones
como la de la mita, el cacicazgo, etc. Es decir que la alternativa de la presencia masiva
se presenta muy claramente en la guerra de la Independencia, tema que merece ser más
estudiado para el caso de los países andinos porque es evidente que hay una
participación en la alianza entre criollos, mestizos e indígenas frente al poder español
en contraposición a esa tradicional imagen que señala que las masas jugaron
meramente un papel pasivo en ella.
149 Germán Colmenares
95

150 Lo que estamos discutiendo es a veces si las masas participaron o no participaron en un


proceso político que suponemos positivo, la creación de una nacionalidad, etc.. Creo
que es hora de liberar los estudios de historia social y hacer historia social per se. Saber
que esas masas no se incorporan a un “movimiento” de alguna manera sino que dentro
del movimiento se cuelan en los intersticios y persiguen sus propios objetivos. Creo que
es lo que a veces perdemos de vista: un negro esclavo no tiene la visión del padre de la
patria que dice que el negro esclavo tiene que pelear por su “libertad” cuando el negro
sabe que eso lo colocará como carne de cañón. Creo que los estudios de historia social
tendrán que dar un fundamento más sólido a toda reflexión política porque son formas
políticas no institucionalizadas y como tales no figuran en los manuales de las
“historias de la patria”.

NOTAS
2. Vicente Restrepo, Estudio sobre las minas de oro y plata en Colombia (Bogotá, 1952) p. 67.
3. J. Leon Helguera, “Coconuco: datos y documentos para la historia de una gran hacienda
caucana”, Anuario colombiano de historia social y de la cultura, 5 (1970), 189-203.
4. La uniformidad de este patrón puede apreciarse claramente en los datos dispersos de Gustavo
Arboleda, Historia de Cali, 3 vols. (Cali, 1956) y Tulio Enrique Tascón, Historia de Buga en la Colonia e
Historia de la conquista de Buga (Bogotá, 1938). Intentos de sistematización del material de
escribanías en Luis Francisco Lenis, “Historia económica de Buga, siglo XVIII” y Diego A. Carbajal
Peña, “El siglo XIX en la historia del cerrito”. Ambos trabajos en Historia y espacio 1:4 (enero-
marzo, 1980), 9-50 y 51-127. También G. Colmenares, Cali terratenientes, mineros y comerciantes. Siglo
XVIII (Bogotá, 1980) y Popayán: una sociedad esclavista (Medellín, 1979).
5. José Manuel Restrepo, Diario político y militar (Bogotá, 1954) I, 81, se mostraba aturdido por la
contribución del Socorro en 1819. Además de reclutas, muías, caballos, lanzas y vestuarios, había
aportado 108.000 pesos. En el mismo año el Cabildo de Cali calculaba la contribución de la ciudad
en 104.202 pesos. Archivo Municipal de Cali (en adelante ANC), Libros de Cabildo T. 42 f. 192 ss.
Cuando se trataba de repartimientos de ganado asignados a una ciudad, los notables podían
todavía hacer recaer casi todo el peso de la contribución en la masa de pequeños labradores. En
1820 un militar observaba en Buga que y“... el repartimiento que he visto hacer hasta de media
res a un pobre vecino es sumamente chocante y más cuando se manejan por un recuento hecho
entre compadres para conservarse unos (a) otros su propiedad y exigir al pobre una pensión a la
de los pudientes”. Archivo Municipal de Buga (en adelante, AMB), Libros de Cabildo T. 1820, f. 23.
Sobre los efectos económicos de la guerra en la provincia de Popayán, el trabajo más completo
hasta ahora es el de Zamira Díaz de Zuluaga, Guerra y economía en las haciendas. Popayán,
1780-1830. (Bogotá, 1983).
6. Para los años de 1814 y 1825 José Manuel Restrepo (Diario, I, 284) reportaba una plaga de
langosta que asolaba la provincia de Popayán períodicamente cada diez u ocho años.
7. Arboleda, Historia de Cali, III p. 252
8. Alfonso Zawadsky, Las ciudades confederadas del valle del Cauca en 1811 (Cali, 1943) pp. 125, 128 y
228.
9. AMB. Lib. Cap. 1820
10. Vicente Lecuna, Cartas del Libertador (Caracas, Nueva York, 1929-1941) II.
96

11. José Manuel Restrepo, Diario, I, pp. 52, 53, 57, 59.
12. Manuel Valdes a F. de P. Santander, Quilichao (?), Agosto de 1820. Archivo Histórico Nacional
de Bogotá, Secretaría de Guerra y Marina, T. 1 ff. 441 (En adelante, AHNB, Secr. Guerra y Marina.
O la sección correspondiente).
13. Citado por Mariano Sendoya, Caloto ante la historia (Cali, 1972) p. 118.
14. Diario de operaciones de Manuel Valdes, gobernador y comandante general del valle del
Cauca. AHNB. Secr. Guerra y Marina, T. 1 f. 297.
15. V. por ejemplo, Demetrio García Vásquez, Revaluaciones históricas (Cali, 1924) 3 vol.
Especialmente el V. II.
16. Manuel Valdés a un “querido compañero y amigo”. Popayán, 24 de diciembre de 1820. AHNB.
Secret. Guerra y Marina, T. 1 f. 494.
17. AHNB. Historia. República, T. 3 f. 117
18. Demetrio García Vásquez, Revaluaciones históricas, V. I Apéndice p. XLII.
19. Sobre Runnel, Ibid. XXXIX y José Manuel Restrepo, Historia de la revolución de la República de
Colombia (Bogotá, 1942) III, 79.
20. Manuel Valdés a F. de P. Santander, Popayán, 24 de julio de 1820. Citado por Demetrio García
V., Revaluaciones históricas. Apéndice, p. XLII.
21. AMB. Lib. Cap. 1820 f. 27. ANC. Lib. Cap. T. 42 (1820-23) f. 9 y f. 193.
22. J. M. Restrepo, Diario, I, 97.
23. AMC. Lib. Cap. T 42 f. 156.
24. Ibid. T. 48 f. 355.
25. Jorge Castellanos, La abolición de la esclavitud en Popayán, 18S2-1852 (Cali, 1980) 43.
26. Pablo Rodriguez J., “La manumisión en Popayán, 1800-1851”, Universidad Nacional de Colombia,
9-10 (Set. 1980-abril 1981), 84. G Colmenares, Popayán: una sociedad esclavista, p. 277. Sobre la venta
de esclavos fuera del país, Tomas C. de Mosquera a Manuel José Mosquera. Lima, 8 de mayo de
1830. Citado por Diego Cas-trillón Arboleda, Tomás Cipriano de Mosquera (Bogotá, 1979), 59 y J. León
Helguera y Alberto Lee López, “La exportación de esclavos de la Nueva Granada”, Archivos 1:2
(Julio- Dic. 1967) 447-459.
27. Richard Preston Hyland, Sociedad y economía en el valle del Cauca. El crédito y la economía
1851-1880. (Bogotá, 1983), 34.
28. Zamira Diaz, Guerra y economía en las haciendas.
29. AMB. Libro de Censo. N’. 129 y AMC. Lib. Cap. T. 42 ff. 222 ss.
30. AMB. Lib. Cap. T. 26 (Solicitudes), 1818.
31. AMB. Libro de Censo. N’ 129
32. Debo agradecer a Jacques Aprile G. por la información y las reflexiones que ha querido
compartir conmigo sobre Tuluá.
33. AHNB. Poblaciones del Cauca, T. 2 ff. 224, 541 y 709.
34. Véase el cuadro del apéndice al final.
35. Michael Taussig, “The evolution of rural wage labour in the Cauca Valley of Colombia,
1700-1890” en Land and Labour in Latin America, editado por K. Duncan e I. Rutledge (Cambridge,
Ingl.) 397-433.
36. AHNB. Poblaciones del Cauca, T. 3 f. 62.
37. G. Colmenares, Las haciendas de los Jesuitas en el Nuevo Reino de Granada (Bogotá, 1969) pp. 106 y
124.
38. AHNB. Poblaciones Cauca, T. 2 f. 652 v.
39. AHNB. Poblaciones Cauca, T. 2 f. 167.
40. AHNB. Poblaciones Cauca, T. 1 f. 183 v. 224.
41. AHNB. Poblaciones Cauca, T. 2 ff. 224, 541 y 709.
42. Algo parecido ocurría con la producción de aguardiente. Cuando la ciudad de Cartago, sin
esperar a una decisión de la junta de Santa Fe, siguió el ejemplo del gobernador realista de
97

Popayán y extinguió la renta del aguardiente el 20 de octubre de 1810, se encontró ante una
situación embarazosa. Santa Fe, el centro político al que quería sujetarse Cartago para oponerse a
Popayán, había desaprobado una extinción parecida en Chiquinquirá, pero “... ya estaba
introducido con increíble rapidez en esta ciudad (Cartago) el comercio de aguardiente”. A.
Zawadzky, Las ciudades confederadas, p. 268
43. Beatriz Patiño N, Economía del tabaco en la gobernación de Popayán (Mimeo, Cali, 1974).
44. Jesús Gonzalez R. Apuntes para la historia de la Unión, Valle (Cali, 1957), citado por Ranulfo A.
Posso, “La Unión, del hato ganadero a la industria vinícola”. Tesis inédita de la Licenciatura,
Universidad del Valle, 1980.
45. Guillermo E. Martínez y Joaquín E. Paredes Cruz, Tuluá, historia y geografía (Cali, 1946). El
expediente completo de erección en villa de Tuluá en AHNB, Poblaciones Cauca, T. 1 ff. 898-929.
46. G. Arboleda, Historia de Cali, III, 9.
47. Graciela Gutiérrez R. “Indiviso de Guabas, 1651-1937”. Tesis inédita de Licenciatura.
Universidad del Valle, 1981.
48. Archivo Central del Cauca, Libro de Cabildos N’ 11, 28 de mayo de 1732.
49. AHNB, Poblaciones Cauca, T. 3 f. 117
50. Zawadzky, Las ciudades confederadas, 257.
51. G. Arboleda, Historia de Cali, III, 277 y 279.
52. G. Arboleda, Historia de Cali, III, 288
53. AHNB. Varias providencias, 1818. Tulio Raffo, Palmira histórica (Cali, 1956).
54. L. Marulanda O., Diccionario histórico geográfico del departamento del Valle del Cauca. (Cali, 1934)
55. AHNB. Congreso, T. 9 f. 713.
56. James J. Parsons, Antioqueño Colonization in Western Colombia (Berkeley, 1968) p. 53 ss.
57. En el ejemplo del café, esta economía no resultó viable cuando trató de adaptar el molde de la
hacienda tradicional a las exigencias del nuevo producto. Para consolidarse, la economía cafetera
requirió una transformación radical, haciendo pesar en adelante las responsabilidades de la
producción sobre unidades familiares campesinas y la comercialización sobre un sector
financiero y comercial al que se replegaron con ventaja los antiguos empresarios de nuevas
roturaciones de tierra. Marcolm Deas, “A colombian coffee state: Santa Bárbara, Cundinamarca,
1870-1912” en Duncan y Rutledge, edita. Land, and Labour, 269-298. Marco Palacio, El café en
Colombia, 1850-1970 (Bogotá, 1979).
58. Richard P. Hyland, “A fragile Prosperity: Credit and Agrarian Structure in the Cauca Valley,
Colombia, 1851-87”, Hispanic American Historical Review 62 (3), 1982, 369- 406.
59. Testimonio de los autos de visita practicada por José Campuzano y Francisco Antonio Moreno
y Escandón. Archivo General de Indias, Santa Fe, Leg. 595.

RESÚMENES
La economía de la región había florecido en el curso del siglo XVIII mediante dos sectores
complementarios, haciendas y minas, que se sustentaban en el trabajo esclavo. A finales del siglo
hay numerosos indicios de que esta economía había entrado en crisis.
La respuesta regional al proceso de la Independencia se examina a la luz de la decadencia
económica y de las alternativas sociales a que daba paso la disolución gradual del esclavismo. Se
observa ante todo la aparición de pueblos nuevos que se afianzaban a expensas de la
98

desintegración parcial de antiguos latifundios. Estos nuevos poblamientos, a diferencia de los


antiguos pueblos de indios de los altiplanos, estaban compuestos por una población heteróclita
de mestizos, mulatos y de blancos pobres. Ellos iniciaban un proceso de expansión de la frontera
agrícola que iba a caracterizar el resto del siglo con la ocupación de tierras bajas y de ladera,
aptas para cultivos comerciales.

L’économie de la région avait fleuri au cours du XVIIIéme siècle grâce à deux secteurs
complémentaires: les haciendas (grands domaines agricoles) et les mines, qui tous deux
s’appuyaient sur le travail des esclaves. A la fin du siècle, de nombreux indices signalent que
cette économie était entrée en crise.
La réponse de la région au processus de l’Indépendance est étudiée à la lumière de la décadence
économique et des alternatives sociales permises par la dissolution graduelle de l’esclavage. On
observe avant tout l’apparition de villages nouveaux qui se consolident aux dépens de la
désintégration partielle d’anciens latifundia. Ces nouvelles populations, contrairement aux
anciens villages d’indiens des hauts plateaux, réunissaient de façon hétéroclite métis, mulâtres et
blancs pauvres. Ils entamaient un processsus d’expansion de la frontière agricole qui allait
caractériser le reste du siècle avec l’occupation de terres bases et de versants aptes aux cultures
commerciales.
99

¿Los campesinos contra el cambio


social? El caso de dos sublevaciones
en la provincia de Huanta (Perú) en
el siglo XIX
Les paysans contre le changement social ? Le cas de deux soulèvements
dans la province
de Huanta, Pérou, au XIXème siècle

Patrick Husson

1 El análisis de numerosas sublevaciones campesinas que constituyen parte de la historia


del “movimiento campesino en el Perú”, se argumenta muy generalmente en base de
las relaciones de dominación y de explotación existentes entre el campesinado indígena
y la sociedad que lo engloba.
2 Esta forma de explicación puede conducir a veces a interpretar estas luchas como
manifestaciones de un deseo positivo de transformación social, y es así que las grandes
sublevaciones indígenas del siglo XVIII llegan a ser vistas como movimientos
precursores de la emancipación, o que algunos movimientos campesinos de la época
contempóranea pueden ser presentados como manifestaciones en favor de una
transformación política radical de la sociedad. Cabe entonces preguntarnos, si estas
olas de violencia corresponden realmente a una voluntad objetiva de cambio social
propia del sector campesino, o no serían, más bien, el producto de presiones exteriores
que pueden llegar a impedir la simple reproducción del campesinado.
3 No entraremos aquí en el viejo debate sobre el problema de saber si el campesino es
potencialmente revolucionario o tradicionalmente conservador, y si la orientación
política del “movimiento campesino” es progresista o reaccionaria. Nos limitaremos a
exponer el caso de dos sublevaciones, calificadas como campesinas, cuyo a-tipismo
quizás puede inducir a plantear nuevas preguntas sobre este endémico fenómeno para,
eventualmente, llegar a formular nuevas respuestas.
100

4 El territorio de estas dos sublevaciones tiene la ventaja de ser el mismo en los dos casos,
y se ubica en las provincias de Huanta y La Mar que pertenecen al departamento andino
de Ayacucho. Si las dos sublevaciones se extendieron por momentos hasta la contigua
provincia de Huamanga, y también sobre el departamento vecino de Huancavelica, ellas
se limitaron principalmente a los 8500 kilometros cuadrados de las dos provincias antes
mencionadas.
5 El relieve de este territorio es muy diversificado y accidentado, comprende cordilleras
de hasta 5000 metros de altura, punas frías y desérticas, valles angostos y de difícil
acceso y comunicación, situados entre 2500 y 3500 metros, y por fin, en la parte oriental
de este territorio, un conjunto de valles tropicales, de vegetación exuberante,
difícilmente penetrables, que se van a perder progresivamente en la gran selva
amazónica.
6 Para los insurrectos, este relieve difícil y la cercanía aseguradora del eterno refugio
amazónico no constituían las únicas ventajas estratégicas de esta región, había que
añadir otra ventaja en esta época: su distancia del centro del poder, es decir la capital
de Lima. En el siglo XIX, se necesitaba varias semanas para desplazar a las tropas desde
Lima hasta Ayacucho, y este largo viaje dejaba tiempo a los insurrectos para deliberar y
escoger entre organizar la resistencia, huir o desaparecer.
7 Después de esta breve ubicación del territorio rebelde, podemos entonces pasar a
describir los acontecimientos.

I PRIMER CASO: UNA “CHOUANNERIE” ANDINA O LA


INSURRECCION DE LOS IQUICHANOS CONTRA LA
REPUBLICA (1826-1828)
8 El 9 de diciembre de 1824, en las pampas de Ayacucho, el general Sucre había
confirmado militarmente la victoria de la independencia del Perú. Tres años de guerra
venían de acabar con tres siglos de poder español.
9 Sin embargo, cuando la caída del régimen colonial parecía irreversible, una turba de
indígenas iquichanos, algunos militares españoles retirados, comerciantes y artesanos
de la ciudad de Huanta, se reunían en un páramo pérdido del Perú, alrededor del
pequeño pueblo de San Pedro de Iquicha, en la provincia de Huanta. Este “ejército”
heteróclito iba a afirmar entonces su voluntad de continuar la guerra para restablecer
la autoridad del rey de España, único poder legítimo para ellos, y para proteger la
religión católica que pensaban amenazadas por los “heréticos” partidarios de la
República.
10 ¿Cómo entender que los indígenas, víctimas de tres siglos de violencia y censura
españolas, podían tomar las armas y arriesgar sus vidas para defender a sus opresores
de ayer? ¿Podía ser únicamente el resultado de la manipulación de algunos
incorregibles realistas “blancos”? ¿Puede haber sido el producto del “pensamiento
salvaje”, capaz de transformar en edad de oro a los tres siglos de dominación? ¿O fue
una manifestación del instinto de conservación campesino que, intuitivamente, les
conduce a pensar que toda forma de cambio les lleva irremediablemente hacia su fín?
Antes de tratar de contestar, empezamos por describir brevemente los hechos.
101

Crónica de guerra

11 En marzo y diciembre de 1825, los indígenas de la punas de Huanta, empujados quizás


por algunos soldados españoles en derrota después de la batalla de Ayacucho, ya se
habían manifestado en dos ocasiones. Sin embargo, la presencia del ejército
republicano durante esta época no había permitido el desarrollo de esos primeros
signos de agitación.
12 En 1826, la vida de esta provincia parecía haber vuelto al curso normal de sus
actividades cuya principal, al nivel económico, era el cultivo y el comercio de la coca.
13 Pero, este mismo año, la agitación volvió a renacer en las punas de Huanta; los
indígenas comenzaron por negarse a pagar el diezmo y, poco después, se pusieron
incluso a cobrarlo ellos mismos, llegando hasta mandar sus propios diezmeros a la
pequeña ciudad de Huanta.
14 Una expedición punitiva, mandada entonces por el general Pardo de Zela, prefecto del
departamento, no pudo obtener otro resultado que reforzar a los indígenas en su
rebeldía, y éste no tuvo más que prohibir toda entrada en esta zona rebelde.
15 Para explicar este primer triunfo de los rebeldes y la impotencia de las autoridades
departamentales, hay que abrir un paréntesis sobre la situación política en la cual se
encontraba el Perú en el año 1826. En efecto, este año fue marcado por el proyecto, algo
bonapartista, de Bolívar, quien quería hacer adoptar una Constitución estableciendo
una federación entre los países andinos que hubiera tenido a su cabeza un presidente
vitalicio, Bolívar mismo.
16 Este proyecto suscitó entonces una oposición viva en todo el Perú, y el ejército fue
inmediatamente movilizado para vigilar el “buen” desarrollo de las elecciones en las
ciudades agitadas por la oposición anti-bolivariana. El ejército fue distribuido en todas
las grandes ciudades del país, favoreciendo así el desarrollo de la insurrección en las
lejanas provincias de Huanta y La Mar.
17 Efectivamente, en el mes de junio de 1826, los indios iquichanos, conducidos por un jefe
indio, Antonio Huachaca, y por un militar español retirado, Nicolas Zoregui, atacaron e
invadieron por primera vez a la ciudad de Huanta que sólo era defendida por una
pequeña guarnición militar.
18 Algunos días más tarde, el 6 de julio de 1826, dos escuadrones de los Húsares de Junín,
acantonados en la ciudad de Huancayo, rechazaron la orden de volver a Lima. Los
soldados se apropiaron de las armas y de los fondos públicos y fueron a refugiarse e
incorporarse a los insurrectos de Huanta que en este momento controlaban, ya, casi
toda la provincia. Este refuerzo imprevisto empujó entonces a los insurrectos a
adelantar la ejecución de su plan que consistía en tomar Ayacucho para apoderarse del
armamento que allí se encontraba, cortando también así todas las comunicaciones
entre Lima y Cusco y aislando todo el sur del Perú.
19 Pero, el ataque de la capital departamental concluyó con un fracaso. El prefecto ordenó
que la guarnición de la ciudad compuesta de un batallón y de dos escuadrones, cargara
contra los insurrectos al acercarse a la ciudad. El encuentro tuvo lugar en Ccorihuillca,
cerca de Ayacucho. Los insurrectos fueron fácilmente vencidos en esta batalla clásica, y
huyeron hacia sus pueblos.
20 Quizás, fue más la sedición de los militares de Huancayo que la sublevación de los
iquichanos la que alertó al poder central de Lima, y lo obligó a intervenir. El 17 de julio,
102

el general Andrés de Santa Cruz, entonces Presidente del Consejo de Gobierno, tomó él
mismo la cabeza de una expedición militar encargada de acabar con los rebeldes.
21 La expedición de Santa Cruz llegó a Ayacucho después de la derrota de los rebeldes
frente a Ayacucho; sin embargo Santa Cruz ejerció una temible represión sobre toda la
región. Los iquichanos y sobre todo los militares sediciosos fueron perseguidos sin
piedad, pasados por las armas sin más juicio; los pueblos de Iquicha, Carhuaurán y
Huallas fueron incendiados, el ganado fue confiscado, las mujeres y los niños de los
insurrectos llevados presos a Huanta. Los insurrectos se vieron entonces obligados a
huir y esconderse.
22 Fue probablemente la utilización de esta represión feroz por la oposición anti-
bolivariana la que condujó al general Santa Cruz a cambiar de estrategia. De la
represión ciega, Santa Cruz llegó a una política de clemencia, otorgando generosamente
su perdón a los insurrectos. Pese a ella, los iquichanos no olvidaron las masacres, los
incendios ni el pillaje, y apenas un año después, el furor renacía en la provincia de
Huanta.
23 El 11 de julio de 1827, cuando Bolívar venía de dejar definitivamente el Perú y había
sido reemplazado en el poder por el general La Mar, un relato del prefecto de Ayacucho
informaba a los miembros del Congreso sobre la permanencia de la agitación en la
provincia de Huanta.
24 En dicho relato, el prefecto señalaba que estos disturbios no provenían únicamente de
la acción de algunos soldados españoles derrotados, sino de buena parte de la población
de esta región que era enemiga del sistema patriótico. Indicaba también que, por eso,
todas las medidas de clemencia eran totalmente inútiles, y que no quedaba otro recurso
que el uso de la fuerza para callar a estos inconvencibles enemigos. No obstante, ni los
miembros del Congreso, ni el Presidente de la República siguieron esas indicaciones del
prefecto, y por el contrario, el jefe del estado otorgó de nuevo su perdón a los
insurrectos, mientras el Congreso adoptaba disposiciones para que la provincia vuelva a
encontrar su quietud y sus actividades.
25 Efectivamente, ni las medidas generosas, ni las exhortaciones tímidas de algunos
sacerdotes que predicaron volver a la paz, hicieron caer el espíritu belicoso de los
iquichanos; al contrario, los jefes rebeldes aprovecharon de esta calma para reunir
hombres y armas, y para intensificar su propaganda en toda la provincia e incluso por
algunos distritos vecinos del departamento de Huancavelica.
26 El 12 de noviembre de 1827, en la mañana, miles de iquichanos volvían a atacar una vez
más la pequeña ciudad de Huanta.
27 El combate parece haber sido más duro porque la ciudad se encontraba, entonces,
defendida por una guarnición de 175 hombres, bajo las órdenes del comandante Tudela.
28 La acción duró todo el día del 12 de noviembre, pero, al anochecer, los militares se
dieron a la fuga para no caer en manos de los insurrectos. La lucha dejó un saldo de
doce muertos del lado de los militares, y más o menos setenta del lado de los atacantes
que recuperaron cuarenta fusiles.
29 Los iquichanos ocuparon Huanta del 12 al 29 de noviembre. Una parte de la población
de la ciudad ya se había refugiado en Ayacucho antes del ataque, pero parece que la
mayoría se quedó en la ciudad sin haber sido particularmente molestada o atemorizada
por la presencia iquichana.
103

30 Mientras tanto, la tensión subía en la capital departamental de Ayacucho que,


seguramente, iba a tener que soportar el ataque de los insurrectos. Por ello, fortificaron
la ciudad y el prefecto recorrió la provincia de Cangallo para reclutar a los indios
morochucos.
31 Entre el doce y el 29 de noviembre, se establecieron negociaciones entre la prefectura y
el cuartel general de los insurrectos en Huanta sin que ningún acuerdo llegara a ser
concluido entre ambas partes. Para las autoridades republicanas de Ayacucho, los
insurrectos de Huanta habían sido manipulados y engañados por un grupúsculo de
extranjeros y facciosos que les inculcaron falsas y quiméricas ideas contra el régimen
republicano; pero los insurrectos siguieron considerando al nuevo poder republicano
como usurpador de la corona y de la religión, así como destructor de las riquezas del
reino.
32 El 29 de noviembre de 1827, los iquichanos se lanzaron una vez más al asalto de
Ayacucho. Los defensores de la ciudad, fuertemente apoyados por los indios
morochucos, rechazaron el ataque de los iquichanos quienes dejaron alrededor de 300
muertos en el campo de batalla. Los insurrectos huyeron otra vez hacia sus cerros,
perseguidos por las tropas de la República.
33 La ofensiva había fracasado, esta guerra campesina venía a morir contra las murallas de
la capital departamental.
34 El gobierno de Lima, estimando entonces que esta nueva derrota iba a convencer a los
iquichanos del buen propósito de la República, decidió una vez más optar por la
clemencia y el perdón. Por ello, mandó a Ayacucho directivas para llevar a bien la
pacificación de la provincia de Huanta. Sin embargo, en el terreno mismo, el conflicto
parecía lejos de ser arreglado; numerosos iquichanos continuaron con la decisión de su
jefe, Huachaca, de rechazar el perdón republicano.
35 La pacificación, organizada por el prefecto apoyado por cuatro militares especialistas
en contra-guerrillas, tomó en realidad la forma de una campaña de exterminio contra
los iquichanos. Duró siete largos meses, y fue marcada por algunos grandes combates
como el de Uchuraccay, el 15 de marzo de 1828, o el de Ccano, en mayo del mismo año,
además de graves conflictos entre poblaciones locales y tropas de represión.
36 En junio de 1828, la resistencia de los iquichanos contra el régimen republicano estaba
terminada; no se escuchaba en las punas ningún rumor de parte de los enemigos de la
República. No quedaba más que capturar a los últimos jefes rebeldes que todavía se
encontraban en libertad, y que se habían refugiado en el impenetrable “asilo” de la
selva,
37 Su captura final se realizó el 17 de junio de 1828. Sólo Antonio Huachaca, “general de la
división restauradora de la ley de los bravos y valientes iquichanos, defensor de la
causa justa”, como él mismo se había nombrado, nunca pudó ser capturado.

Epílogo judicial

38 La justicia republicana estimó, tal vez, que la población indígena de Huanta había sido
suficientemente castigada, o que era más prudente no llevar a sus líderes delante de la
justicia para evitar nuevos desórdenes, o quizás, consideraba todavía que la sociedad
indígena era siempre una sociedad “menor” e “inmadura”, que no podía presentarse
delante de la justicia. Ningún jefe indígena fue acusado ni sometido a la justicia.
104

39 Esta se encarnizó contra los líderes no-indígenas de la insurrección como Nicolás


Soreguí, coronel o general del ejército de los rebeldes, quien fue condenado a muerte, al
igual que los tenientes Juan Fernández, y Francisco Garay, “defensor de la fé”; Francisco
Pacheco, cura de Ayahuanco, quien fue además intendente y predicador de la
insurrección, Manuel Navarro, sacerdote, y Francisco Navarro su hijo, Antolín
Cárdenas, comerciante, José Urribaren, religioso, y algunos otros más, fueron
condenados a penas más ligeras como el exilio, el encarcelamiento, o a simples
condenaciones formales. La justicia republicana parecía seguir con una acción muy
selectiva, reprimiendo indígenas sin más forma de juicio, y condenando muy
estrictamente a los no-indios por su alianza escandalosa y peligrosa con los primeros.

II SEGUNDO CASO: LA “REBELION DE LA SAL” O UNA


FALSA REBELION ANTIFISCAL
40 En 1894, el Presidente de la República, Remigio Morales Bermúdez, muere antes de
acabar su mandato. Este fin prematuro iba entonces a abrir las puertas a una guerra
civil encarnizada entre partidarios del general Cáceres, héroe de la guerra del Pacífico,
anterior Presidente de la República y jefe del partido constitucionalista, y partidarios
de Nicolás de Piérola, jefe del partido demócrata. Esta guerra civil que, según el
historiador Jorge Basadre, iba a marcar el fin de una época y el comienzo de otra,
correspondía al enfrentamiento entre grupos conservadores y grupos liberales que
dividía el Perú desde medio siglo. Vencedor del general Cáceres, Nicolás de Piérola
subió a la presidencia del país el 8 de setiembre de 1895, y tomó entonces la cabeza de
un país económicamente arruinado y desorganizado. Para restablecer la situación,
impuso una serie de reformas y medidas, una de ellas parece haber sido el origen de
una sublevación campesina en la región de Huanta: el impuesto a la sal.
41 ¿Fue realmente esta medida al origen de la rebelión de los campesinos de Huanta en
1896, o fue solamente un pretexto disfrazando un problema mucho más grave y de otra
naturaleza? Antes de tratar de contestar, empezaremos por describir brevemente los
hechos.

Crónica de la rebelión

42 El 25 de setiembre de 1896, una delegación de campesinos provenientes de distintos


pueblos de la provincia de Huanta, se presentaba a la sub-prefectura de la ciudad,
anunciando al subprefecto, Julián Abad, que rechazaban someterse al nuevo impuesto
sobre la sal.
43 Frente a la actitud firme y algo amenazadora de la delegación campesina, y al
nerviosismo que desde algunos días parecía haber ganado varios pueblos de la región,
el subprefecto trató de ganar tiempo, y propuso someter el problema a su superior
jerárquico, el prefecto de Ayacucho.
44 Esta proposición, aceptada de mala voluntad por los campesinos, no les impidió
manifestar su descontento, ni acusar las nuevas autoridades locales que venían de subir
al poder local con la victoria del partido demócrata.
105

45 La contestación de la prefectura de Ayacucho llegó a Huanta en la mañana del 27. El


prefecto trataba también de ganar tiempo y anunciaba que transmitía el asunto al
gobierno nacional.
46 Los campesinos, entonces, se enfurecieron y acusaron directamente a las autoridades
locales de querer, personalmente, aplastarles con esta nueva carga fical.
47 El 27 de setiembre, a medio día, miles de campesinos bajaron de las alturas que
dominan la ciudad, y atacaron Huanta.
48 Esta, ya no era más defendida que por sólo unos veinte hombres, entre los cuales se
encontraban las nuevas autoridades locales, el subprefecto Julián Abad y el alcalde
Odilón Vega. El resto de la población se había refugiado en los días anteriores en la
capital Ayacucho.
49 Frente a los asaltos de enfurecidos campesinos los defensores de Huanta se replegaron
primero hacia el centro de la ciudad, y trataron de huir después del anochecer. Fue
precisamente en esta tentativa que el alcalde y el subprefecto fueron capturados y
matados por los rebeldes, sin otra forma de juicio. Huanta había caído en manos de los
campesinos después de una lucha de unas horas que dejó varios muertos y heridos, y
que acabó con el saqueo selectivo de algunas casas y edificios públicos.
50 La invasión de Huanta por los campesinos rebeldes trastornó entonces la tranquilidad
de la capital departamental. Informaciones trágicas traídas por los refugiados de
Huanta, y amplificadas por la prensa regional, pro-gubernamental, circularon entonces
por Ayacucho, acusando a los conocidos partidarios constitucionalistas de Cáceres de
haber fomentado la rebelión campesina.
51 Durante algunos días, las autoridades departamentales temieron que los rebeldes
pasaran al ataque de la capital, como ya lo habían hecho sesenta años atrás. Sin
embargo, los rebeldes no atacaron Ayacucho, y poco después de la toma de Huanta,
regresaron a sus pueblos donde retomaron sus actividades como si nada hubiera
pasado.
52 ¿Habían realmente tratado de escapar al nuevo impuesto sobre la sal, o habían querido
mostrar otra cosa? De todas maneras, la ciudad de Huanta quedó abandonada durante
un mes, hasta que el poder central hizo conocer su respuesta.
53 Esta llegó el 5 de octubre. Una división pacificadora, compuesta por 800 hombres bien
armados, caballería, e incluso provista de dos cañones, fue puesta bajo el mando del
coronel Parra, y se encaminó hacia Ayacucho para restablecer el orden público en la
provincia de Huanta.
54 La división militar llegó a Ayacucho el 25 de octubre y empezó su campaña de
“pacificación”. En realidad, esta campaña se transformó en una violenta acción de
represión contra los campesinos de Huanta y La Mar, quienes lucharon hasta el final del
mes de noviembre, y tomó la forma de una verdadera “dragonada” contra las familias
huantinas reputadas como caceristas y que eran también las familias más opulentas de
la provincia en esta época.
55 La represión masiva duró hasta el fin del mes de noviembre; numerosos jefes de la
rebelión fueron capturados y ejecutados, muchos campesinos fueron matados según el
famoso método del “quintado” que consistía en alinear la población de un pueblo,
fusilando una cada cinco personas. Esta terrible represión física, fue también
acompañada de una destrucción sistemática de la economía campesina indígena y de
106

las propiedades de los que habían sido considerados como partidarios del cacerismo.
Así, después de haber cumplido su función “pacificadora” con los campesinos rebeldes,
la división del coronel Parra se encargó de limpiar la región de la oposición política
cacerista. El episodio más significativo de esa fue sin duda la persecución de Miguel
Elias Lazón, miembro de la más antigua y poderosa familia de la región, ligada desde la
guerra del Pacífico con el cacerismo, quien fue acusado de haber sido el principal
responsable e instigador de la sublevación campesina. Pero, como en el caso de
Huachaca en 1827, Miguel Elias Lazón nunca pudo ser capturado, lo que parece
demostrar que contaba con el apoyo de la población local.
56 Oficialmente, la búsqueda de los responsables de la rebelión duró más de un año. ¿Era
realmente a los responsables de la sublevación de la sal a los que se perseguía todavía,
o, era más bien a los opositores caceristas siempre activos en la región?
57 Cuando se retrocede un poco en la historia de la región, se puede dar cuenta de que, de
hecho, los responsables de la sublevación habían sido o eran todavia, caceristas.
58 Comparando la lista de los líderes de la rebelión con la de los comandantes de guerrillas
organizadas por Cáceres en 1883 para luchar contra la penetración del ejército chileno
en la región de Ayacucho, es fácil darse cuenta de que la única diferencia tocaba el
nombre del líder máximo, y que Miguel Elias Lazón, comandante en jefe de las
guerrillas de Huanta en 1883, había sido reemplazado por su hijo en la lista de 1896...
59 Sería demasiado largo entrar aquí en los detalles de la convulsionada vida política de la
provincia de Huanta en la segunda mitad del siglo XIX; por eso, nos limitaremos a
señalar que los enfrentamientos entre “conservadores’’, representantes de la vieja
aristocracia campesina local y sus allegados, y “liberales” o “demócratas” que
representaban lo que se podría llamar las capas intermedias crecientes de la sociedad
regional, formada de pequeños comerciantes, artesanos, empleados, tinterillos, etc. y
cuya característica común era no tener ningún, o poco, acceso a la tierra, habían sido
crecientemente frecuentes y violentos.
60 Hasta 1895, los primeros se habían siempre mantenido en el poder político local gracias
a su representación económica en la región, y al apoyo que siempre habían recibido del
poder político limeño.
61 Estos enfrentamientos que se exasperaban sobre todo en las épocas electorales,
llegaron a un nivel tan violento que, en 1890, el jefe del clan “conservador”, Miguel
Elias Lazón, fue asesinado por el grupo “liberal” rival cuyos jefes eran Julián Abad y
Odilón Vega, futuros subprefecto y alcalde de Huanta en 1896. Estos fueron ejecutados
este mismo año por los campesinos rebeldes de Huanta, supuestamente dirigidos por el
hijo de la primera víctima, Miguel Elias Lazón.
62 Desde este aspecto, la “rebelión de la sal” aparece más como la prolongación del
conflicto entre “conservadores” y “liberales” para conquistar el poder político local y
las supuestas ventajas económicas que podía traer, que como una sublevación
campesina contra un nuevo impuesto.
63 Pero, en este caso, ¿cómo explicar el papel activo y principal de los campesinos
indígenas en este conflicto que, al final, no les concernía? ¿Recurriendo una vez más a
la vieja explicación de la manipulación de esas masas indígenas, incultas y “pre-
políticas”?
107

III ALGUNAS REFLEXIONES E HIPOTESIS DE


INTERPRETACION
64 Después de estas dos breves descripciones de movimientos calificados como
campesinos, quisiéramos emitir algunas reflexiones y sugestiones, de distintos niveles,
que resultan de su comparación y de la constatación de que, aunque separados por tres
cuartos de siglo, e incluidos en contextos histórico-sociales distintos, existen entre los
dos casos algunas semejanzas que podrían conducir a plantear algunas preguntas y a
cuestionar algunas generalidades.
65 La primera constatación que se puede destacar es que los dos movimientos se presentan
en una coyuntura nacional, algo semejante, de crisis económica y política.
66 Cuando se observa el Perú en los primeros años que siguen a su independencia, y el
Perú de la post-guerra civil del 94-95, se encuentra, en los dos casos, la visión de un país
económicamente arruinado, tratando de encontrar una prosperidad perdida, y la visión
de una sociedad desgarrada por luchas intestinas de mucha violencia, todavía inestable
fuera de las declaraciones y proclamaciones de victoria de algunos “patriotas” o
“demócratas”.
67 En este cuadro, es imposible dar cuenta, en detalle, de los procesos económicos y
políticos que llevaron al establecimiento de estas dos situaciones nacionales. Sin
embargo, éstas aparecen como dos épocas claves de la vida nacional para las cuales hay
que anotar que si la época de la independencia ha sido objeto de numerosos estudios, la
de la guerra civil del 94 queda todavía, a nuestro conocimiento, poco estudiada.
68 Los primeros años del siglo XIX fueron marcados por un cierto desmoronamiento
político de la cohesión de las capas dominantes de la sociedad colonial. El pacto
colonial, reafirmado por un tiempo después de la insurrección de Tupac Amaru, acabó
por romperse bajo la presión de múltiples factores.
69 Los primeros años de la segunda mitad del siglo XIX fueron marcados por la
intervención, cada vez más fuerte, de las potencias capitalistas del hemisferio norte. La
penetración y el desarrollo del sistema capitalista en algunos polos del país trajeron
igualmente la progresiva ruptura de la unidad política entre el sector terrateniente,
tradicional, heredero directo del pasado régimen colonial, y un sector naciente y
rapidamente creciente de comerciantes y financieros, urbano, y abierto al “progreso” y
al desarrollo capitalista.
70 Esta vez, fue la “paz de los militares” que se sucedieron en el poder la que permitió
mantener una cierta unidad política entre esos dos sectores de la sociedad non
indígena. Sin embargo esta paz castrense empezó a debilitarse bajo los efectos de la
presión continua del capitalismo en el país, y acabó por romperse con la guerra civil del
94.
71 Las guerras de la Independencia, y la guerra civil de 1894 actuaron entonces un poco
como reveladores de las rupturas internas en la sociedad dominante, y las dos
sublevaciones pueden aparecer entonces como dos prolongaciones locales, un poco
atrasadas, de dos épocas de violenta agitación política al nivel nacional.
72 Queda entonces por explicar cómo estos dos momentos de enfrenta-miento interno
entre los sectores dominantes, non indígenas, se propagaron a una región alejada,
108

provincial, y sobre todo al sector del campesinado indígena, teóricamente indiferente a


las peleas políticas de los “blancos”.
73 Llegamos entonces al segundo punto de semejanza, más visible, pero también más
problemático, el de las “alianzas” entre indígenas y blancos.
74 En el primer caso, nos encontramos frente a la unión, a veces conflictiva, pero
claramente establecida, entre el sector español y el sector indígena, los cuales suelen
ser considerados como antagónicos.
75 En el segundo caso, nos encontramos igualmente frente a otra alianza, quizás más
escondida pero sin embargo concreta, entre un sector de la “aristrocracia” campesina
blanca y el sector campesino indígena, siempre considerados también como
antagónicos.
76 Sin entrar en una descripción detallada de las coyunturas económico-sociales de la
región de Huanta en el siglo XIX, tenemos que recordar que el campo, fuente principal
de riqueza en esta época, era principalmente compartido entre esta “aristocracia”
blanca que podía ser española o cacerista, y el campesinado indígena. Sin negar que
entre esos dos principales ocupantes del campo existían conflictos, ni que esta
distribución desigual se haya realizado pacificamente, se puede decir, sin embargo, que
en el siglo XIX, y en esta región, parece haberse llegado a una cierta convivencia,
resultado de una relativa estabilidad de esta estructura agraria.
77 Podemos agregar también que esa “estabilidad” resultaba del dominio político que la
“aristocracia” campesina ejercía sobre el resto de la población regional, y en particular,
sobre todo el sector mestizo, encerrado en los límites de la pequeña ciudad de Huanta,
reducido a pequeñas actividades urbanas, y excluido del acceso a la fuente principal de
riqueza: la tierra.
78 La Independencia en el primer caso, la toma del poder por Nicolás de Piérola en el
segundo, fueron acompañadas por discursos liberales, proclamaciones de reformas,
proyectos de transformación de la sociedad. Pero, más grave, estas palabras fueron
acompañadas de medidas políticas como la de anular el poder de las autoridades en
ejercicio, reemplazándolas por autoridades de su grupo respectivo.
79 Al nivel regional de Huanta, se puede pensar que este cambio político representaba una
amenaza grave sobre la estabilidad de la estructura agraria regional. Las alianzas,
aparentemente contradictorias, entre sector “blanco” terrateniente, y sector indio
campesino, podrían entonces perfectamente interpretarse como uniones lógicas de un
interés común: la defensa para el mantenimiento de la estructura agraria regional.
Muchas veces se ha opuesto el sector indígena, campesino, minifundista, al sector de los
blancos, terratenientes, en la historia agraria del Perú. No pretendemos aquí negar los
antagonismos que existieron entre estos dos sectores, pero quisiéramos solamente
matizar esta visión dualista y algo maniqueísta. No pretendemos tampoco, a partir de
estos dos únicos casos, asimilar la sociedad rural peruana a una sociedad de tipo
“antiguo régimen” europeo; sin embargo, la comparación con este modelo social podría
ser de algún interés.
80 No quisiéramos concluir dejando pensar que todo fue igual en las dos sublevaciones que
venimos de presentar, que nada cambió durante los tres cuartos de siglo que las
separan. Si nos pareció que existían ciertas semejanzas en las dinámicas, formas y
modalidades de los dos movimientos, existían también varias diferencias. Así, por
ejemplo, la dimensión religiosa que constituía un factor importante en el primer
109

movimiento, desaparece casi totalmente del segundo. Se podría también señalar la


transformación en la naturaleza del liderazgo de los dos movimientos; en el primer
caso, nos encontramos frente a un movimiento encabezado por un líder indígena, en el
segundo, el líder es blanco. No pretendemos tampoco que estos índices sean suficientes
para demostrar una no-religiosidad y una no-identificación étnica del campesinado,
pero pueden representar los signos de una tendencia.
81 Para acabar esta exposición, quisiéramos añadir que, a veces, se ha caracterizado los
movimientos campesinos anteriores a una época contemporánea, como movimientos
“pre-políticos”. Nosotros pensamos lo contrario y afirmamos que los dos movimientos
presentados aquí fueron movimientos sumamente “políticos”, involucrados y
relacionados con transformaciones políticas. Calificar estos movimientos de pre-
políticos nos parece salir todavía de una concepción dualista, donde se niega al
indígena la capacidad de un pensamiento político sobre la sociedad donde vive.

RESÚMENES
Partiendo de la descripción y del análisis de dos sublevaciones que conmovieron la provincia de
Huanta del departamento de Ayacucho en el siglo XIX, la ponencia trata de mostrar cuál fue la
lógica interna común de parte de los indios campesinos en estos dos movimientos sociales.
La primera insurrección, entre 1826 y 1828, se presenta como una prolongación regional de las
guerras de independencia en el Perú, y ofrece la particularidad de asociar en una misma lucha
contra la nueva República, indios iquichanos y españoles.
La segunda, en 1896, aparece como un movimiento campesino antifiscal, pero manifiesta en
profundidad el rechazo de un nuevo poder político de parte de la aristocracia rural local y del
campesinado indígena.
El análisis comparativo de estos dos movimientos permite entonces destacar:
Primero, que las dos sublevaciones aparecen como movimientos de defensa del orden económico-
social preexistente, amenazado en los dos casos por la llegada al poder político regional de
representantes de un grupo mestizo, excluido del acceso a la tierra, y empujados al poder local
por un cambio político realizado al nivel nacional.
Segundo, que estas dos sublevaciones ilustran la capacidad de análisis político de parte del sector
campesino indio en esta época, y muestran lo equivocado de toda explicación por el solo papel de
la manipulación.

A partir de la description et de l’analyse de deux soulèvements qui ébranlèrent la province de


Huanta, du département d’Ayacucho, au XIXéme siècle, l’exposé tente de démontrer quelle a été
la logique interne commune aux indiens paysans dans ces deux mouvements sociaux.
La première insurrection se présente comme un prolongement régional des guerres
d’indépendance au Pérou et offre la particularité d’associer dans une lutte commune contre la
nouvelle république indiens iquichanos et espagnols.
La seconde, en 1896, prend la forme d’un mouvement paysan antifiscal, mais manifeste en
profondeur le rejet d’un nouveau pouvoir politique de la part de l’aristocratie rurale locale et du
paysannat indigène.
L’analyse comparative de ces deux mouvements permet alors de remarquer:
110

En premier lieu, que les deux soulèvements se présentent comme des mouvements de défense de
l’ordre économique et social préexistant, menacé dans les deux cas par l’arrivée au pouvoir d’un
groupe métis, exclu de l’accès à la terre et propulsé au pouvoir politique régional par un
changement politique effectué au niveau national.
En second lieu, que ces deux soulèvements illustrent la capacité d’analyse politique de la part du
secteur paysan indien et démontrent le caractère erroné de toute explication basée sur le seul
rôle de la manipulation.
111

Relaciones sociales y procesos


culturales; los fenómenos de
indianización en Huancavelica
durante los siglos XIX y XX
Rapports sociaux et processus culturels ; les phénomènes d’indianisation
à Huancavelica aux XIXe et XXe siècles

Henri Favre

1 El análisis de los censos revela un crecimiento de la población india en comparación


con la población no india en muchas provincias de la Sierra peruana entre 1795 y 1940.
Este fenómeno no se puede atribuir únicamente, y tal como lo sugiere Kubler, a una
definición censal más inclusive del Indio en los primeros años de la Independencia.
Resulta también del proceso de indianización cultural del cual participan muchos de los
“pequeños Blancos” incapacitados para conservar su estatuto social. Así es como, en el
noroeste del departamento de Huancavelica, la población blanca, oriunda de la
península muchas veces, que se asentara dentro de las comunidades asto de Moya,
Cuenca y Vilca a lo largo del siglo XVIII, encuentra cada vez más dificultades para
controlar la fuerza de trabajo india que huye de un modo continuo hacia las tierras
altas durante el siglo siguiente. Se va pauperizando y se indianiza al final, sin
identificarse por lo tanto con los Indios cuyos rasgos culturales, creencias religiosas
incluidas, comparte hoy sin embargo en totalidad.
2 El estudio de este caso subraya la autonomía de los fenómenos biológicos
(miscegenación), culturales (aculturación) y psicológicos (identificación) que se
desarrollan sobre planos distintos y entre los cuales sólo pueden existir correlaciones.
Cuando se trata de explicar la cultura india y su permanencia, este estudio lleva a
preferir el medio social y no el medio físico, y a poner en tela de juicio la pertinencia de
la teoría de “lo andino” que prevalece actualmente en las ciencias sociales en el Perú.
Dicha teoría no hace más que dar un oropel funcionalista y ecologizante al viejo
“telurismo” de los años 1920.
112

3 L’analyse des recensements fait apparaître un accroissement de la population indienne


par rapport à la population non indienne dans plusieurs provinces de la Sierra
péruvienne entre 1795 et 1940. Ce phénomène n’est pas seulement imputable à une
définition censale plus inclusive de l’Indien au lendemain de l’Indépendance, ainsi que
le suggère Kubler. Il est également la conséquence du processus d’indianisation
culturelle dans lequel entrent bien des “petits Blancs” qui sont dans l’incapacité de
maintenir leur statut social. Ainsi, dans le nord-ouest du département de Huancavelica,
la population blanche, souvent d’origine péninsulaire, qui s’était établie à l’intérieur
des communautés asto de Moya, Cuenca et Vilca tout au long du XVIIIe siècle, parvient
de plus en plus difficilement à contrôler la force de travail indienne qui ne cesse de fuir
en altitude au cours du siècle suivant. Elle se paupérise progressivement et finalement
s’indianise, sans pour autant s’identifier aux Indiens dont elle partage pourtant
aujourd’hui tous les traits culturels, y compris les croyances religieuses.
4 L’étude de ce cas rappelle l’autonomie des phénomènes biologiques (miscégénation),
culturels (acculturation) et psychologiques (identification) qui se déroulent sur des
plans distincts et entre lesquels ne peuvent exister que des corrélations. Dans
l’explication de la culture indienne et de sa permanence, elle conduit à privilégier
l’environnement social plutôt que le milieu physique, et à douter de la pertinence de la
théorie de “lo andino” qui prévaut actuellement dans les sciences sociales péruviennes.
Cette théorie n’est jamais qu’un habillage fonctionnaliste et écologisant du vieux
“telurismo” des années 1920.
113

VOLUMEN I

II. Hacia la formacion de sociedades nacionales

2. Las sociedades regionales


114

Las sociedades de los Andes


orientales frente al Estado
republicano: el caso chiriguano
(siglo XIX)
Les sociétés des Andes Orientales face à l’État Républicain

Thierry Saignes

“Tampoco dejaré en silencio una anomalía que presenta la República, con su estado
militar, y es que habiendo en ella tantas tropas; y siendo, a todas luces, valientes
nuestros hombres de armas, los Chirihuanos talan nuestros campos fronterizos,
roban las estancias de ganado y destruyen los pueblos; y en vez de extender
nuestros límites, para poner en contacto y seguridad las provincias dispersas del
Oriente; ellos se nos van introduciendo más y más todos los años...”
J.M. Dalence, Bosquejo estadístico de Bolivia, 1848
“¿En dónde está esa innumerable multitud de Chiriguanos que vivían en el
territorio tarijeño... ? Ha desaparecido. - ¿Qué se ha hecho de este hervidero de
Bárbaros que hormigueaban en el Departamento de Santa Cruz... ? - En menos de
veinte años se ha reducido a tan microscópica proporción, que justamente llama la
atención de cuantos han conocido estos lugares: unos pocos años más y de los
Chiriguanos quedará tan sólo la memoria.”
Fray A. Martarelli, El colegio franciscano de Potosí, 1889.
1 Hasta ahora no ha sido estudiado el impacto de las nuevas repúblicas andinas sobre las
sociedades indígenas esparcidas por las últimas estribaciones de la cordillera oriental.
Estas sociedades, llamadas “tribales” o “arcaicas” —incluso “salvajes”—, forman
numerosas culturas distintas que comparten una horticultura de tala y quema (yuca,
maíz) y un mismo repudio a formas separadas, centralizadas y coactivas del liderazgo.
Recordemos cómo, a pesar de obstinados esfuerzos, la corona española no logró
integrar al dominio colonial estas etnias independientes del piedemonte amazónico,
verdadera “frontera” interna, ecológica y política, entre las tierras altas y bajas del
continente sudamericano.
115

2 Conviene primero examinar si la periodización de la historiografía oficial sigue válida


para estos márgenes (borderiands) de la colonización europea; en caso contrario, si las
rupturas cronológicas intervinieron antes (o después) de la Independencia. Entre Quito
y el Chaco, la coyuntura de las presiones andinas sobre la vertiente oriental varía
mucho según las regiones.
3 En la Audiencia de Quito, después del extrañamiento jesuitico (1767), el conjunto
macro-tribal jíbaro conoce una larga calma de casi un siglo que permite a los grupos
locales ocupar nuevamente las orillas, abandonadas en el siglo XVI, de los principales
ríos.
4 En la Audiencia de Lima, el repliegue colonial había intervenido ya en pleno medio del
siglo XVIII, a causa del alzamiento de Juan Santos Atawallpa, y de la expulsión de los
agentes pioneros (misioneros, guarniciones) por los arawak pre-andinos (campa,
machiguenga).
5 En la Audiencia de Charcas, entre Cusco y Tucumán, la situación es diferente: los grupos
del piedemonte se encuentran entre el fuego de una doble expansión agresiva, blanca y
mestiza, generada desde los valles andinos internos y desde los llanos amazónicos. Río
abajo, a partir de las antiguas reducciones jesuiticas de Mojos y Chiquitos, asentadas
entre los ríos Beni y Guapore, y sometidas a un proceso intenso de penetración mestiza
y de diferenciación social (G.R. Moreno, 1888; A. Parejas, 1976), gobernadores y colonos
intentan conectar las colinas y las sabanas amazónicas con el hinterland del Collao y de
Charcas. Río arriba, los misioneros franciscanos, apoyándose en una colonización
mestiza parcelaria, logran reducir grupos del alto Beni (Takama, Leko, Mosetene), del
Chapare (Yurakare) y de la Cordillera chiriguana (entre Guapay y Bermejo).
6 Por otro lado, este temprano proceso integrador condiciona una historia republicana
dramática: a pesar de haber intervenido a favor de las insurrecciones patriotas, las
sociedades de los Andes orientales bolivianos no han sobrevivido al siglo 19 (es decir,
no se han reproducido como sociedades independientes, dueñas de su territorio étnico,
ecológico y simbólico). En la situación opuesta se encuentran los conjuntos macro-
tribales jíbaro o campa del Ecuador y del Perú, quienes no solamente lograron superar
los estragos debidos a los ciclos extractivos (zarzaparrilla, quinina, oro, caucho) sino
que conocen hoy una notable vitalidad.
7 Semejantes destinos, tan contrastados, requieren esclarecimientos. Los chunchos y
sobre todo los chiriguanos, sinónimos del mayor salvajismo, llaman la atención porque
se desintegraron a lo largo de los primeros cien años de la república boliviana.
8 La compresión de sus historias conduce a examinar primero las herencias hispánicas y
la intervención de los grupos andino orientales en las guerras civiles de Independencia.
Luego las interacciones entre los frentes pioneros y los grupos étnicos, y, por fin, la
pertinencia de los modelos socio-políticos desarrollados por estos últimos frente al
proyecto unitario de los estados republicanos.
9 Un grupo de trabajo, recientemente creado en París (1984, RGP Amazand N’ 080740,
CNRS), se ha dado como objeto el estudio de las colonizaciones y de los enfrentamientos
por una y otra parte de la frontera ecológica; se busca poner en evidencia las múltiples
formas socio-políticas, así como los modelos y las proyecciones simbólicas, elaborados
por los grupos del piedemonte a fin de mantener una identidad específica. Un primer
trabajo (bajo prensa) analiza estos antagonismos en la época inca y durante el primer
116

siglo de la conquista ibérica. Es necesario continuar estas evoluciones en los períodos


posteriores.
10 Pero en esta ponencia, el enfoque no será centrado en todas las etnias periféricas. Me
fundaré en un caso excepcional y poco conocido: el de la sociedad chiriguana —una de
las más temidas y originales de los Andes orientales— enfrentada a la colonización
criolla y mestiza. Los chiriguanos buscaron varias soluciones a fin de responder al
desafío de la expansión pionera y de la asimilación en la sociedad nacional, pero todos
sus recursos fracasaron.
11 Es este enigmático fracaso histórico el que merece nuestra atención.

(I) LAS HERENCIAS COLONIALES Y LA INTERVENCIÓN


DEL PIEDEMONTE EN EL PROCESO DE LA
INDEPENDENCIA
12 La presión republicana sobre la vertiente se inscribe en continuidad con las relaciones
entabladas en las épocas pre-hispánica y colonial: “entradas” esporádicas, fundaciones
provisorias de puestos militares o misioneros. Sin embargo, en el último cuarto del
siglo XVIII, los franciscanos logran reanudar en el Charcas oriental una política de
clientelismo del piedemonte que provoca nuevas olas de epidemias y de disensiones
internas. En contraste, estas etnias periféricas no vacilan en intervenir —con opciones
muy divergentes: a favor o en contra de la guerrilla de los españoles— en la “dramática
insurgencia de Bolivia”.

1. Demanda del piedemonte y tentativas de desenclavamiento

13 Durante milenios se mantuvieron los intercambios complementarios entre los


campesinos andinos y los grupos selváticos. El parcial fracaso inca y las expediciones
hispánicas sin futuro provocaron un efecto de ruptura en las márgenes orientales del
imperio peruano (la famosa “montaña” o ceja de selva de los cronistas andinos). Sin
embargo perduraron entre ambos mundos las relaciones directas (expediciones de
trueque) o indirectas (ver la importancia de los grupos intermedios como los
kallawayas, los yungas, los quiruas o ciertos mitimaes refugiados en el piedemonte). Los
jefes locales venían periódicamente a La Paz, Cochabamba, Potosí o la Plata (futuro
Sucre) a visitar a las autoridades coloniales; como lo habían hecho sus antecesores a la
corte cusqueña, afianzando una política de “alianza/clientelismo” con el soberano inca.
14 A fines de los siglos XVI y XVII, franciscanos y jesuitas no logran asentar misiones
permanentes en la vertiente oriental. La novedad es que los segundos, a partir del
puesto pionero de Santa Cruz, inician la evangelización de los llanos amazónicos entre
los grupos arawak (Mojos, Baures...) esparcidos en las sabanas inundables del Mamore y
los grupos chiquitanos situados más al oriente.
15 En la época de la expulsión de los jesuitas cerca de 50,000 moradores ocupaban dos
docenas de reduciones donde las nuevas pautas culturales (lenguas vehicularias,
producción artesanal colectiva, ritos cristianos) habían modificado radicalmente la
sociedad regional.
117

16 Por otra parte, en el último cuarto del siglo XVIII, la evangelización franciscana consigue
algunos resultados en la vertiente amazónica de los Andes. Realizada a partir de tres
colegios (La Paz —y durante un breve tiempo, Moquegua—-, Tarata y Tarija), esta
expansión misionera tardía parece corresponder cronológicamente a ciertas crisis
ecológicas y biológicas de la vertiente oriental (epidemias, sequías en la Cordillera
chiriguana entre 1785 y 1794, crisis general de 1804) y logra éxito en proporción al flujo
de “dádivas” (herramientas metálicas, comida —sobre todo, carne bovina en las
estancias misionales—, vestidos) que se reparten entre los habitantes del piedemonte.
Además, y al revés del caso jesuita, los neófitos del regimen franciscano no pagan
tributo a la Corona Hispánica (a excepción de la provincia de Caupolicán después de
1800). Se acentúan la dependencia hacia ciertos productos de los Andes coloniales y las
disensiones internas entre los grupos locales que han aceptado la reducción misionera
y los que la rechazan.
17 Los intendentes del último medio siglo hispánico y los gobernadores republicanos
persiguieron el mismo sueño de conectar el conjunto amazónico y platense al ámbito
andino. Al norte se trata de unir la cuenca del Titicaca (por Carabaya o los Yungas de La
Paz) al Beni/Madre de Dios y seguir estos ríos hasta su confluencia con el Mamore/
Madeira. En el centro, desde Cochabamba, se quiere abrir la antigua ruta inca del
Chapare o se busca una vía más directa hacia el río Sicuri. Al sur, la Cordillera
chiriguana debe ser cruzada en sus dos extremos: hay esfuerzos por alcanzar el
Paraguay desde Santa Cruz (por Chiquitos y el Chaco septentrional) o desde Tarija
(bajando los ríos Pilcomayo y Bermejo).
18 A fines de los siglos XVIII y XIX, estas múltiples tentativas de exploración, individuales —
con la cooperación de los viajeros extranjeros (Haenke, d’Orbigny, Weddel, Wiener,
Raimondi...)— o colectivas (misioneros y militares) no logran abrir los piedemontes
orientales y conectarlos durablemente con los conjuntos atlántico y pacífico del
continente. Aislamiento y repliegue marcan el fin de los ciclos extractivos. Por el
contrario, sobre el piedemonte mismo, la colonización ganadera amenaza los
territorios étnicos.

2. Divisiones locales frente al avance colonizador

19 El caso chiriguano revela bien la lógica especial de la presión colonizadora. Entre ciento
cincuenta y doscientos mil miembros de esta etnia de origen guaraní ocupan las últimas
estribaciones del Charcas oriental. Su territorio forma una especie de rombo de unos
400 kms. de largo (entre los rios Guapay al norte y Bermejo al sur) y 50 a 200 kms de
ancho. Unos doscientos grupos locales, sometidos a ciclos de escisión/reagrupamiento,
se esparcen por los valles, las quebradas y las serranías paralelas y longitudinales en
margen del Chaco; los más numerosos y potentes se ubican entre los dos ríos centrales,
Parapeti y Pilcomayo1.
20 Estos, migrantes, llegados en el siglo XVI, se mezclaron parcialmente con grupos locales
(los chanes de origen arawak) que empujaron hacia el margen semi-desértico del Chaco.
Gracias a los recursos del maíz y a una dinámica de guerras externas e internas, se
expandieron y chocaron con los conquistadores ibéricos. Sin embargo, mediante un
cinturón de “villas-fortalezas”, desde Tarija (1574) hasta Santa Cruz (sitio definitivo
1603-22), fueron contenidos detrás de esta “frontera de guerra” colonial. En el siglo
XVIII, las estancias criollas y mestizas alcanzaron las tierras de los pueblos chiriguanos
118

periféricos (principalmente en la zona norte y sur). Estos mismos pueblos, expuestos al


paso de las milicias represivas, fueron forzados a aceptar una convivencia pacífica que
se traducía en intercambios (llegada de comerciantes en pos de maíz, miel, cera) y
migraciones de trabajo en las haciendas fronterizas (cosecha de caña y algodón,
molienda de azúcar).
21 En cambio, la periferia oriental, alejada de esta vecindad colonial y expuesta a los
ataques de los enemigos chanes y chaqueños (tobas, matacos), tiene que recurrir a la
mediación misionera para acceder a los bienes de consumo y al amparo de la protección
española. Unas veinte reducciones que abrigan en 1810 unos 24,000 moradores, los 2/3
bautizados, han sido fundadas, así, entre los grupos más alejados del frente ganadero,
sin posibilidad de intercambiar directamente con los asentamientos fronterizos (o
saquearlos mediante asaltos organizados por las pandillas de los jóvenes guerreros
deseosos de probar su capacidad combativa y cumulativa de botín).
22 Frente a la expansión ganadera y a las represalias de las milicias pioneras, los grupos
locales chiriguanos se dividen y adoptan alianzas destinadas a asegurarles una mejor
autonomía y un mejor proveimiento de bienes: sea con ganaderos o autoridades
regionales (corregimientos, comandantes de milicias), sea con los misioneros. Estas
alianzas, a menudo circunstanciales, se complican por la fuerte competencia entre los
tres sectores pioneros regionales (Santa Cruz, Chiquisaca o la Plata y Tarija) así como
entre los poderes civiles y eclesiásticos. Los intendentes de Cochabamba y de Potosí, la
Audiencia de Charcas —a los cuales el Virrey de Buenos Aires sirve de arbitro lejano—,
el colegio franciscano de Tarija y el obispado de Santa Cruz se esfuerzan en ejercer una
autoridad hegemónica sobre la Cordillera chiriguana, feraces tierras para colonizar y
enriquecer a los futuros pioneros.
23 Las guerras internas, endémicas en la historia chiriguana, se multiplicaron entre
partidarios y adversarios de la convivencia pacifica en la frontera colonial,
favoreciendo así el debilitamiento de la sociedad chiriguana y la invasión de sus tierras.

3. Etnias periféricas y guerras civiles andinas

24 Semejante asedio de la colonización pionera podría explicar el pacto de ciertos líderes


periféricos con los caudillos patriotas para deshacerse del dominio hispánico. El aporte
de nuevos documentos y estudios ayudará a determinar las motivaciones profundas de
la intervención periférica en los conflictos civiles andinos.
25 En unos casos, la presión misionera es manifiesta y utiliza los odios seculares entre
etnias de vertiente y los pueblos andinos de lengua aymara o quechua. Es así que un
cuerpo de 200 flecheros chiriguanos, reclutados en las misiones del extremo norte,
acompaña las tropas españolas encargadas de reprimir los alzados tupakamaristas
(Oruro, 1782, AFTm 21). O también neófitos mosetenes (Alto Beni) deben combatir a los
patriotas paceños y sus aliados indígenas refugiados en los Yungas (Irupana, IX. 1809;
ACLP tomo 146).
26 En otros casos, al contrario, es sensible la postura de grandes líderes periféricos a favor
de la lucha emancipadora. En 1815, un líder takana (misión de Atén, región del Alto
Beni), Santos Pariamo, se une al cura-guerrillero Muñecas, fundador de la
“republiqueta de Larecaja” (1813-1816), y muere al año siguiente a manos de las tropas
españolas (Costa de la Torre, 1976). Subsiste únicamente un “palenque” fundado por
119

refugiados de la misión de Atén descubiertos en 1822 (Testimonio de D. Antonio Acosta


a A. d’Orbigny, 1832, en d’Orbigny, 1845).
27 La compleja situación de los chiriguanos ofrece de nuevo todas las facetas posibles
frente a las divisiones civiles y militares de la sociedad charqueña y del frente pionero:
sus tensiones internas tradicionales se conjugan con las que oponen patriotas y
realistas. Desgraciadamente, la evocación de algunas figuras salvajes que cruzan las
vicisitudes emancipadoras no permite comprender las motivaciones de sus posturas.
28 Lo que podemos deducir de una documentación parca y elusiva, es primero que la
Cordillera chiriguana no llegó a formar un territorio autónomo (“republiqueta”)
liberado de la tutela hipánica.
29 Grupos regionales indios (como los de la orilla derecha e izquierda del Parapeti) y
sectores pioneros (rivales como las provincias de Tomina y de Santa Cruz), combatieron
entre sí en una guerra general a sangre y fuego durante diez años (1799-1809), justo
antes que las ciudades de La Plata y La Paz se pronunciaran contra la metrópoli
napoleónica. Este último conflicto jurisdiccional explicaría el hecho de que los caudillos
emancipadores no logren unificar al conjunto de la frontera chiriguana aun si los
colonos parecen haber tomado partido por la independencia americana. Segundo, los
líderes indígenas aprovecharon de la confusión política para declararse a favor o en
contra de algún caudillo blanco en particular. En el sector norteño, los esposos Padilla
reciben la ayuda de Cumbay, gran líder regional de la zona entre el Pilcomayo y el río
Azero, mientras que el antiguo jefe de guarnición Vicente Umaña se instala en Sauces
(futuro Monteagudo). Padilla debe librarlo de la presión ejercida por el líder chiriguano
Caraypita, a quien vence en julio de 1814. En el mismo momento, las tropas de Arenales
ocupan las misiones de la Cordillera noreste y cautivan a sus responsables franciscanos.
Pedro Guariyu, líder de Mazavi, hace quemar los pueblos y sus moradores se dispersan.
Sin embargo, los antiguos rencores no disminuyen por lo tanto. Umaña después de
haber combatido a los grupos de la Cordillera centro-este (Cuevo,...) logra pactar con
ellos, y lanzarlos contra sus antiguos enemigos del noreste que han tomado partido a
favor del coronel Mercado, nuevo caudillo patriota de la Cordillera norte, cuya sede
político-militar está en Zaypuru. Podemos imaginar que esta contienda tiene por objeto
los derechos sobre la Cordillera entre los colonos de Tomina y los de Santa Cruz. Nos
enteramos entonces que Mercado fue a combatir a Yamanduare, líder de la orilla
derecha del Parapeti y enemigo de los colonos patriotas,
“a consecuencia de que se había perdido durante un año de su pueblo de Yaguacua,
que había reaparecido aseverando que por las márgenes del río Pilcomayo había
marchado hasta el Paraguay donde le habían concedido el título de dios de las
hordas chiruguaraníes que efectivamente le rendían culto”. (Testimonio de
Morequeya, Lagunillas 22.IV.1882, CTDSC).
30 Volveremos sobre este caso de profetismo en la última sección de este trabajo.
31 Mucho más fascinante es la sorprendente evolución de Cumbay, líder de los siete
pueblos que ocupan el valle del Ingre, el más cercano a la frontera occidental. Sus
relaciones con el mundo colonial sufren bruscos cambios: en 1799, se dirige
personalmente a la Audiencia de Charcas para denunciar la intromisión de unos
estancieros vecinos en sus tierras, denuncia que se revela sin fundamento en la
encuesta posterior. A fines del mismo año estalla la sublevación más importante que
implica a unos 30 grupos locales de la Cordillera norte y central, coalición a la cual
Cumbay se opone, predicando la paz con los españoles. Sin embargo en agosto de 1804,
120

año de una tremenda hambruna, empieza a asaltar las estancias y las estacadas
fronterizas, hostilidades que duran unos cinco años (excepto una tregua en 1806). No
tenemos elementos para explicar el cambio brutal de actitud del lider ingreño. Más
tarde presta socorro a Padilla y a su mujer, la famosa Juana Azurduy.
32 Reencontramos a Cumbay en agosto de 1813 cuando se dirige a Potosí para visitar al
general Belgrano, comandante del ejército libertador argentino, a quien ofrece dos mil
flecheros chiriguanos. Luego, a pesar de la retirada argentina, la participación de
Cumbay al lado de los montoneros sureños no se desmiente y el tesoro departamental
de Tarija le asigna, a él y a sus descendientes, un sueldo de. 300 pesos bolivianos
anuales (Saignes, 1981-84).
33 La postura de Cumbay plantea varios problemas de interpretación que se pueden
resumir en sus dos vertientes: en el plano interno, dirigía varios millares de guerreros,
y sólo el contexto de la guerra permanente con las milicias pioneras y luego con las
tropas realistas le confiere un mando absoluto; ¿cómo pudo Cumbay representar a
decenas de grupos locales, en una sociedad que repudia al mando separado y
centralizado? En el plan externo, ¿qué beneficio pensaba obtener Cumbay al aliarse con
la fracción criolla y mestiza hostil a la soberanía de la Corona hispánica?
34 Cumbay aparece como un líder regional que quiere aprovechar su prestigio y su
capacidad aglutinadora para negociar un nuevo acuerdo con el mundo blanco en
calidad de representante máximo de la sociedad chiriguana. Las milicias fronterizas, al
realizar batidas destructivas en el valle de Ingre (1780, 1805, 1807 y 1808), habrían roto
el “pacto de vecindad” entre indios y colonos. Dada la magnitud del conflicto civil en el
seno del mundo blanco, la intervención chiriguana a favor de la futura emancipación
charqueña le ponía en situación de exigir el respeto de la integridad territorial étnica.
¿Era realista semejante cálculo? Es difícil predecir si la reactualización de un modus
vivendi con los prefectos y el gobierno central bastaría para congelar el avance pionero
hacia los feraces valles de la Cordillera chiriguana.

II “NACIONALES” Y “BARBAROS”: COMPETENCIAS


PIONERAS Y FRAGMENTACIONES CHIRIGUANAS
35 En los albores de la República encontramos una situación fronteriza bastante semejante
al último medio siglo hispánico. El territorio chiriguano guarda su extensión
longitudinal entre los ríos Guapay y Bermejo, con los núcleos independientes de mayor
densidad en el área central en las orillas de los ríos Pilcomayo y Parapeti y en sus valles
transversales, desde el Ingre al Chaco. Los grupos periféricos (área norte y sur) han
pasado de una sujeción misionera a una convivencia forzada con los ganaderos a base
de “trueques-regalos”. La penetración pastoril se realiza ahora en el marco de las
nuevas provincias fronterizas: Cordillera englobada en 1826 en el departamento de
Santa Cruz, Azero (1840) y Cinti (1826) en el de Chuquisaca, Salinas (1832) en el de
Tarija. Los colonos de cada área entran en una competencia encarnizada por la
apropiación territorial (“conquista”) y el control político de la Cordillera central,
conflicto jurisdiccional, indicador de fuertes conciencias regionales, que va a perturbar
y endurecer todo el proceso colonizador en detrimento de los derechos chiriguanos.
36 ¿Cómo se realiza este proceso colonizador y cómo reaccionan los moradores
chiriguanos sobre quienes se ejerce esta presión?
121

1. Invasiones, matanzas y clientclismo

37 La intervención pionera en la Cordillera chiriguana cobra multiples formas a veces


insidiosas, cuyos motor y desarrollo no son evidentes en una documentación
manipulada y fragmentaria. La cronología del siglo 19 fronterizo es, además, confusa;
los testimonios recogidos en los años 1880, para probar los derechos departamentales al
territorio indio, no dan las fechas necesarias para establecer un acontecer
pormenorizado. Sin embargo, podemos resumir las interacciones pioneros - “salvajes”
a tres tipos principales: un ciclo local de provocaciones-represalias (ambas fases se
atribuyen tanto a los colonos como a los chiriguanos) ; una intervención indirecta por
medio de las hostilidades internas entre grupos (y líderes) chiriguanos; una
colonización directa y masiva acompañada de matanzas y otras exacciones.
38 El primer rubro, el menos documentado, toca a la vida local fronteriza: vigilancia de los
pasos, robos y saqueos de estancias, asesinatos de comerciantes (como el de Camargo en
1835 atribuido a un líder ingreño luego libre de toda sospecha), razzias de jóvenes indios
cuya venta servía para pagar el salario de los agentes municipales, como lo presenció el
viajero francés Weddel en Monteagudo durante la navidad de 1843 (1851: 70). Del lado
chiriguano, las “salidas” parecen provocadas por crisis alimenticias debidas a sequías y
carestías (así en 1824-25, 1830, 1836, 1844,...), o por la necesidad de proezas por parte de
los jóvenes guerreros (o los profesionales queremba) cuyo prestigio se mide, entre los
grupos periféricos, ya no tanto en el número de cabezas enemigas cortadas, sino en la
cantidad de botín robado.
39 Las alianzas entre las autoridades regionales y los “capitanes” chiriguanos implican la
ayuda mutua cuando un grupo es atacado por enemigos comunes. Así, cuando Viracota,
líder de Yuti/Carandaiti, es atacado por Caripe, capitán de Itacua, hacia 1835-40, recibe
el apoyo militar de su padrino, el coronel Montero, gobernador de Cordillera. Cuando
Aracua, líder ingreño “descendiente de Cumbay” es perseguido por otros líderes del
mismo valle —lo que enseña que la unidad de acción no sobrevivió a la muerte de
Cumbay—, le salva el corregidor de Pomabamba quien derrota a los 6,000 flecheros del
“general Cayutari”, muerto con 80 guerreros enemigos, después de dos días y una
noche de combates {El Restaurador, Sucre 27.V.1841). Estas cifras parecen exageradas.
40 Más famosa es la “guerra pasional” (1860-1864) que libraron los “capitanes grandes”,
Viracota, asentado en el Parapeti, y Yabeao, líder de Cuevo, quién recelaba la amistad
del primero con los blancos (el pretexto es la apertura de un camino), y sus amores con
una mujer de su pueblo. Viracota recibió la cooperación militar de las autoridades
cruceñas, quienes obligaron a Yaveao a separarse de sus aliados tobas, factores de
agitación en la región del Parapeti (Nino, 1812 : 159-160). El cálculo de favorecer
divisiones internas es explícito cuando el mando militar preconiza: “Se necesita
provocar la guerra de los Chiriguanos entre sí y colocar fuertes” (Tarija, I.II.1835, ANB
M.I.t.35)
41 Otra forma de intervención indirecta reside en las expediciones comunes, chiriguanos y
nacionales, contra las “tribus bárbaras” del Chaco como las de 1844 hacia el Isosog, y en
particular las del ejército tarijeño contra los tobas y los matacos (1844, 1859, 1862, 1863,
1867, 1868, 1882, 1884; ver a Giannechini en Paz, 1883 : 67-70). Estas expediciones
podían provocar nuevos resentimientos: asi los tobas del Pilco-mayo asaltaban las
misiones vecinas, en represalia.
122

42 Por fin, mucho más brutal y drámatica aparece la colonización directa de territorios
chiriguanos bajo el mando de las autoridades (civiles o militares) regionales. Esta
usurpación masiva, es acompañada por escarmientos ejemplares. Así, en 1840, los
colonos tarijeños, ayudados por los grupos aliados de Itau y Carapiri degüellan por
sorpresa a los chiriguanos de Chimeo en Caritati (Corrado, 1884 : 341-42). Tres años
después, para defender el fuerte de Chimeo, se realiza una nueva matanza. En 1875, son
los soldados de Tarija y de Monteagudo quienes asesinan en la quebrada de Yuqui a los
guerreros cautivos de la cordillera central. Dos años después, el subprefecto de Azero,
Pedro Zarate, reitera la hazaña sorprendiendo de noche al pueblo de Murucuyati y
degollando a sus habitantes (Martarelli, 1889 : 156-158). Con estas dos matanzas se
daban por concluidas la “conquista” de la Cordillera y la resistencia activa de sus
habitantes.
43 Los jefes aliados y “amigos” se veían reducidos al papel de proveedores de mano de
obra de los hacendados locales; se los incluía en los censos con sus “soldados”. Las
peleas entre ellos y otras autoridades mestizas (corregidores, alcaldes) se resolvían a
menudo con el encarcelamiento. Sus denuncias de abusos no tenían ningún efecto.
Algunos se propusieron ir hasta la sede del gobierno en La Paz —como el denunciante
del subprefecto Zárate- pero caían en las manos de los políticos regionales o nacionales
quienes manipulaban su protesta. Y si algunos líderes prófugos de las guerras internas
vagaban, “eran señalados como a los asesinos y ladrones” 2.
44 Todas estas acciones bélicas se acompañan con tratados de paz sobre todo en la primera
mitad del siglo 19 (1830, 1840, 1850) pero las promesas de respeto territorial no se
cumplen. Efervescencia guerrera, rivalidades entre líderes y codicias pioneras
predominan, dada la ausencia del Estado central como figura mediadora.

2. El recurso misionero

45 Los mejores representantes del Estado central, en cierta medida, hubieran podido ser
los misioneros. En nombre de una legitimidad exterior, hubieran arbitrado las disputas
regionales y defendido el interés superior de la Nación. Pero ya no disponen en el
contexto boliviano del apoyo brindado por la corona hispánica que les había delegado
parte de sus funciones directivas.
46 Otro rasgo distintivo de la época hispánica concierne al área de intervención misionera.
Antes, casi todas las misiones habían sido fundadas en la Cordillera norte. Abandonadas
desde la expulsión de 1814, han sido, treinta años después, el objeto de una
“reconquista” por el clérigo secular de la diócesis cruceña. Esto dio motivo a múltiples
abusos y disputas para explotar la mano de obra indígena 3. Esta vez la expansión
franciscana, a partir de los colegios de Tarija y de Potosí, concierne al área sureña (para
el primero) y central (para ambos, con cierta rivalidad). En el sur, se restaura la misión
en Itau (1845), se fundan Chimeo (1848) y Aguaitenda (1851) y luego con la ayuda de los
colonos salineros se cruza el Pilcomayo para iniciar la conquista de la Cordillera centro-
oriental: Tarairi (1854), Machareti (1869), dos sobre el Pilcomayo (S. Francisco, 1863; S.
Antonio, 1886) que conformaron el futuro Villa-montes. Los frailes de Potosí comienzan
por tomar a su cargo nuevos curatos fundados en la Cordillera central (Iguembe, 1870 ;
Boicovo, 1875; Ingre, 1882), y aceptar el de dos pueblos parapiteños (1870-1880) que se
devuelven al obispo de Santa Cruz en razón de los agudos conflictos llevados con los
colonos (Martarelli, 1889; 1918: cap. IX).
123

47 Los pueblos misioneros conservan su plan cuadrado clásico. Comprenden en el caso


chiriguano varios barrios, cada uno con sus calles y sus ranchos en torno a una plaza
central: así viven yuxtapuestos neófitos, “infieles” y a veces mestizos. La escuela, junto
a la iglesia, es el “centro” de la reducción. La organización del tiempo y de las
actividades es similar a la de otras partes (ver los reglamentos de 1871, 1876, 1901).
Disponemos de una excelente descripción general hecha por un franciscano español y
publicada en Barcelona, alejamiento que le confiere cierta imparcialidad. De ella,
podemos extractar un cuadro demográfico válido para los años 1880. (Ver el cuadro 1).
48 Los franciscanos no se hacían ilusión sobre las “conveniencias temporales” del pedido
hecho por los chiriguanos para que se instalaran: amparo de sus tierras contra la
codicia ganadera, distribución de bienes (principalmente comida y herramientas) y
refugio eventual donde recogerse cuando los enemigos amenazasen su integridad física.
De hecho la aceptación de la misión por un grupo (o la simple sospecha) despierta los
recelos y la oposición de sus vecinos (así las hostilidades de los grupos de Huacaya y de
Cuevo contra cualquier intento de reducción al norte y al sur del Pilcomayo). Por otra
parte, la protección misionera era más formal que real pues no impedía la presencia
mestiza en las reducciones ni el enganche de los hombres por reclutadores argentinos o
hacendados locales ni las codicias de estos últimos de las parcelas indígenas. Sin
embargo, por su sola presencia, el misionero servía de freno a los excesos de las
autoridades cantonales y podia denunciar a los prefectos y subprefectos, o a la opinión
pública nacional, los abusos más escandalosos.
49 Realistas, los franciscanos no buscaban la aculturación de la generación adulta que
aceptaba la misión. Trabajaban para reformar a la nueva generación. La imposición de
las normas occidentales por la escuela (lengua castellana, vestido, abandono del labrete
y del pelo largo) se convirtió en el gran tema conflictivo. En cirtas misiones la escuela
deviene un verdadero internado donde los niños viven permanentemente (como en
Tarairi, Boicobo o Cuevo). A fines del siglo, los resultados prueban el éxito de la
tenacidad franciscana: los muchachos saben leer y escribir en castellano; son hábiles
artesanos y las jóvenes reputadas tejedoras (encajes, bordados, alfombras).
50 Sin embargo, los buenos padres se sorprenden: apenas terminada la enseñanza escolar,
muchachos y muchachas rechazan trabajar para la misión o abandonan el pueblo para
vivir en los ranchos o las haciendas vecinos, o para marcharse a Santa Cruz y a la
Argentina. Los jóvenes desconocen las pautas socio-culturales de sus padres y buscan
fortuna en otras partes.
51 Otras misiones, como Machareti, mantienen cierta cohesión propia y sirven de relativo
resguardo de la identidad tribal. Quizás los habitantes de Cuevo e Ibo, sometidos a la
invasión de sus tierras por colonos cruceños en los años 1880, acogieron con
entusiasmo esta perspectiva. La larga pelea con las autoridades cantonales para
conseguir la solicitud formal dio resultados solamente en 1887 para los cueveños y en
1894 para los segundos (Martarelli, 1918, cap. 15-18).

3. El recurso profético

52 La convivencia forzada con los estancieros o con los misioneros provocaba la misma
fragmentación tribal. Las migraciones estacionales hacia las haciendas cruceñas —
generando así el campesinado mestizo “camba”— y argentinas —donde los chiriguanos
fueron conocidos bajo el nombre de “shahuancos”— contribuía a la pérdida de gran
124

parte de la clase joven, en busca del ideal tribal de “hombre sin dueño”. La única forma
de reconstituir un proyecto unitario, valido para el conjunto de la sociedad chiriguana,
fue de tornarse hacia líderes excepcionales que podían imponerlo por una
argumentación ya no tradicional (necesidad de unirnos) sino de tipo apocalíptico-
mágico (amenaza de la destrucción final).
53 La historia guaraní y chiriguana conoció, en varios momentos de “crisis” sociales o
políticas, la aparición de jóvenes chamanes de origen desconocido, que se pretendían “
Karai” o “Tumpa”, es decir “hombres-dioses” conocedores del camino salvador.
Antiguamente, éste consistía en llevar a la gente a la “Tierra sin Mal” o al Kandire y, en
un contexto colonial, a encabezar el partido de la lucha anti-cristianos frente a líderes
tradicionales inclinados a la temporización, incluso al atentismo (H. Clastres, 1975). En
el último cuarto del siglo XVIII, cuando ya el frente estanciero y misional arrollaba las
zonas norte y sur, los tumpas intervinieron para radicalizar coaliciones anti-españolas.
Ya se ha señalado el caso del jefe local Yamanduare (de la región de Ibo),
“desaparecido” durante un año en los conflictos de la Independencia y cuya pretensión
al liderazgo de los chiriguanos contra los blancos se basaba en una consagración divina
conferida en el Paraguay, tierra de los antepasados y nueva fuente de legitimidad. Es de
imaginar que en las guerras del siglo XIX fueron implicados otros tumpas que podían
presionar a los grupos dudosos. La documentación proporciona solamente los nombres
de dos chamanes, quienes encabezaron la gran sublevación general de 1874: Gorone
para los chiriguanos, Mbiriyuca para los tobas. El chaman Guirariyu, de Huacaya, “les
hacía oír por los aires una voz desconocida la cual los invitaba a pelear sin temor... las
balas de los cristianos caerían a sus pies sin herirlos...” (Corrado, 1884: 482)
54 No es, entonces, extraño que la última gran sublevación chiriguana cuente como
propagador con un joven desconocido instalado en los años 1890 en una cabaña cerca
de Ibo, pueblo que reclamaba vanamente desde hacía años la instalación de una misión.
Reputado por haber curado a un neófito de Cuevo, el joven chamán, llamado
Apiaguaiqui, recibe el apoyo del jefe de los guerreros profesionales. Encerrado en la
cabaña, empieza a predicar la guerra liberadora contra los blancos y garantiza a sus
seguidores la invulnerabilidad física mientras sus detractores estaban condenados al
fuego y a la petrificación. Varios jefes van a visitarlo y vacilan sobre la postura que
deben adoptar. La alianza más espectacular es la de Guiracota, capitán grande de Yuti,
“amigo de los cristianos” (había visitado incluso al Presidente de la República en 1870
por asuntos de tierras), quien se convierte en general en jefe de los alzados. Finalmente
unos 18 grupos locales del margen oriental (desde Charagua hasta Pilcomayo) se unen
en un alzamiento decidido para el Carnaval de 1892. A raíz de un asesinato, la
sublevación estalla de modo apresurado en enero y se traduce en la expulsión de los
colonos y el saqueo de las estancias locales. Pero fracasa el sitio de la reducción de
Cuevo.
55 Las autoridades regionales anuncian entonces el envío de varios destacamentos desde
Monteagudo y Santa Cruz. Del lado de los alzados, los pareceres se dividen entre dos
posturas: los jefes desean un hostigamiento difuso y continuo para convencer a las
autoridades a negociar con ellos (y lograr un nuevo modus vivendí); el tumpa se
pronuncia por un enfrentamiento directo y masivo, al cual adhieren los jóvenes
guerreros. Unos 6,000 van así a atrincherarse en la cumbre del cerro Cururuyuqui: los
fusiles blancos debían disparar solamente agua y los muertos resucitarían el tercer día
en el Paraguay.
125

56 La expedición punitiva (50 soldados, 140 milicianos rifleros y 1,500 flecheros


chiriguanos) acometió a los cercados el 21 de enero de 1892, “horrible carnicería” en la
cual murieron unos 800 alzados (así como las mujeres e hijos). En las operaciones
represivas de las semanas siguientes, unos dos mil guerreros fueron muertos, un millar
capturado además de un millar de mujeres y niños. Guiracota se entregó, el tumpa fue
traicionado por un líder local y ambos ejecutados inmediatamente frente a las tropas
chiriguanas aliadas de los colonos (Sanabria Fernández, 1972).

III ESTADO REPUBLICANO, COLONIZACION


FRONTERIZA, DERRUMBE ETNICO
57 La matanza de Cururuyuqui aceleró el fin de la independencia chiriguana. Parte de los
sobrevivientes se fueron a la Argentina; otros, errantes, se internaron en el Chaco y las
comunidades marginales acabaron por dispersarse con el impacto de la guerra
boliviano-paraguaya (1932-35). El aniquilamiento de la sociedad chiriguana sobreviene
entre la mitad del siglo XIX, cuando el jurista Dalence se muestra irritado por los asaltos
indios, y los años 1890 cuando el misionero se muestra sorprendido por la desaparición
tan rápida de esta “infeliz raza” (Dalence, 1975: 310-311; Martarelli, 1918: 177-178). Es
necesario dilucidar el destino republicano de una etnia que había vencido a los incas y
resistido a tres siglos de asedio hispánico. Para ello, contemplaré tres factores: la
impotencia del estado central en regular su trato con una etnia autónoma; crisis de la
identidad tribal dentro de una cultura fronteriza triunfadora; las contradicciones
estructurales propias al sistema político de la sociedad chiriguana.

1. Impotencia estatal y hegemonía pionera

58 Primero se debe subrayar que el ejercicio de la soberanía nacional en las regiones


periféricas del país es poco eficiente. Este contexto difiere del período ibérico, en la
medida que la Audiencia de Charcas hacía respetar los intereses de la Corona y cierto
statu-quo con los “Infieles de guerra”. Funcionarios, cabos militares y misioneros debían
dar cuenta de sus actos y, en el caso chiriguano, la sede de la Audiencia se encontraba a
3 ó 4 días solamente de los puestos fronterizos. Podían ocurrir abusos y exacciones
locales por parte de un sector, las quejas y las “conmociones” indígenas eran atendidas
por la Audiencia y por el Virrey4. Los propios chiriguanos estaban convencidos de esta
especie de tutela indirecta. Según el cura de Pomabamba, expresaban así este
sentimiento de amparo real:
“Si hacemos algún daño a los Españoles, el capitán chiquito (lo dicen por los
corregidores) no puede hacer nada sin dar primero cuenta al capitán mayor
(quieren decir a los señores presidentes), éste le da al capitán grande (lo dicen por
los señores virreyes) y éste le pone en noticia del capitán más grande (para ellos es
nuestro Soberano Monarcha), el qual nunca quiere que el Chiriguano muera ni que
se le haga daño”. (ANB E 1779-9).
59 De hecho tenemos aquí una versión fronteriza del “pacto colonial” similar al que rige
las relaciones entre los ayllus andinos y el Estado, con la diferencia de que la etnia
periférica no siente ninguna obligación para con el Soberano.
60 El estado republicano no propicia el exterminio de los grupos periféricos (“no permita
el cielo que en Bolivia se haga algun día lo que hay en los Estados Unidos”, El
126

Restaurador, Sucre, 18.VII.1844). En los proyectos de colonización del Chaco, ni siquiera


se piensa en recurrir a la mano de obra chiriguana (Cardús, 1886: 299). El estado central
se confronta a preocupaciones más inmediatas: inestabilidad político-militar
(pronunciamiento, caudillismo), conflictos con países vecinos (confederación Perú-
Bolivia, guerra del Pacifico, campaña del Acre). Por otra parte, sus agentes regionales
(en los planos departamental, provincial y cantonal) se enfrentan en una fuerte disputa
territorial para determinar las áreas de influencia respectivas. El conflicto es abierto
durante la “conquista” violenta de la Cordillera central (1874-84): las denuncias de
matanzas y usurpaciones de tierras sirven únicamente en desacreditar las iniciativas
del sector fronterizo vecino; no se castiga a los culpables, ni siquiera se lleva una
encuesta oficial. Las tensiones regionalistas, importantes en la historia del país,
paralizan el control estatal de la colonización fronteriza 5.
61 El único representante de la sociedad nacional capaz de frenar la invasión pionera y de
restablecer cierto pacto con los grupos periféricos era el sector misionero. Hacia 1890,
con una docena de reducciones abrigando a unos 15,000 chiriguanos, los franciscanos
podían reconstruir un territorio indígena bajo su tutela directa. Pero faltó el amparo
estatal: por las intrigas de los colonos y por el alejamiento de la capital política
(traslado a La Paz) se desconocieron los problemas del sur; además con el triunfo de los
liberales a fines del siglo empieza el desmantelamiento de la red misionera. 6
62 Por otra parte, los franciscanos del siglo XIX no disponen ni de la autoridad ni de los
recursos suficientes para llevar solos a cabo la empresa de reducción: precisan del
apoyo militar (piquetes, fortines) y pionero, apoyo ambiguo por cierto que se opone a la
extensión de un radio misionero.
63 La combinación de estos dos factores —impotencia estatal y cautela misionera— deja en
la frontera chiriguana campo abierto a las iniciativas pioneras. Desconocemos la
composición social y la importancia numérica de los colonos quienes aprovechan una
legislación laxista sobre las “tierras baldías”. Confiesan que:
“siempre con el fusil en la mano han sostenido cruda guerra con los chiriguanos
hasta conseguir unas veces por la fuerza y otras con dádivas, subyugar a los indios
hasta hacer de ellos buenos aliados...” (Cipriano Mendieta, vecino de Villa Rodrigo,
13.VII.1867, ANB, copiados de la comisión de 1935).
64 Protestas, quejas y denuncias de los chiriguanos, considerados aún como “amigos de los
cristianos”, en contra de despojos de tierras o de reclutamiento forzado de peones, no
tienen mayor efecto. Colonos y autoridades locales imponen un estricto control de la
zona, impiden la libre circulación y la alfabetización de los chiriguanos 7.

2. Crisis de la identidad tribal

65 Los chiriguanos —nombre que significaba originalmente “mestizos de diferentes


indios”, connotando la integración de los grupos locales con los invasores guaraníes—
fundaron su identidad colectiva en una valoración particularmente agresiva del ethos
tribal. Los informes coloniales recalcan su orgullo etnocéntrico: “llaman a todas las
naciones del nombre de esclavos exceptuando a los Españoles que reconocen por
parientes”. Estos últimos son tratados de karai (nombre de sus profetas) o más
prosaicamente de “cuñados”, aliados con los cuales van a atacar a sus enemigos
hereditarios del Chaco.
127

66 En el siglo XIX, el frente pionero manifiesta una agresividad más eficaz bajo el fuego
graneado de sus armas y la impunidad de sus exacciones. Las réplicas guerreras
provocan nuevas represalias y los colonos exigen la entrega de los autores de disturbios
o incluso la expulsión de los antiguos enemigos chaqueños (como los tobas instalados
en Cuevo en 1860 vueltos aliados, lo que revela la capacidad de los chiriguanos para
superar, en un contexto de emergencia, los odios inter-étnicos). La vulnerabilidad
indígena se manifiesta claramente en la retracción del territorio libre. Antes, bastaba
con evacuar provisionalmente un sector amenazado por una expedición de castigo. A
comienzos del siglo XIX, los moradores de ios valles centrales iban a refugiarse entre sus
vecinos, incluso entre los enemigos del Chaco, el peligro creaba un derecho de asilo.
Ahora los refugios desaparecen y las misiones, que se interponen en la periferia
oriental con los grupos chaqueños, son bien precarias.
67 Un relato de la tradición oral, cuya fecha de creación ignoramos, explica la inferioridad
tecnológica y, quizás, la ineluctabilidad de la decadencia indígena. Aguaratumpa (Dios-
Zorro), el héroe cultural, ofreció a los dos primeros hombres sus armas: el chiriguano
eligió el primero el arco y la flecha por su liviandad; el karai tomó lo que quedaba, la
espada y la escopeta lo que le confirió la supremacía (Nino, 1912: 233-35). Este
sentimiento de inferioridad bélica, debido a una “ligereza” de los antepasados, se
traduciría en la pérdida de la confianza en sí mismo. A la soberbia colonial sucedería la
fatalidad del infortunio étnico, tal cual la subraya la solicitud de Yacainda, capitán del
pueblo de Yucunday al subprefecto de Azero:
“no había habido peor desgracia en la vida que pertenecer a la raza indígena de que
emanamos pues ya sea por nuestra poca espresión o por la suma indigencia en que
vivimos, que nos hacen sufrir demasiado y como ya no tenemos más fuerzas para
tanto mal nos hemos resignado a implorar la protección de Ud. paxa que como la
primera autoridad local quiera prestarnos el amparo que nos franquea la ley...”
(Sauces, 28.VIII. 1874, ANB MI, t. 200 N° 26).
68 En las misiones, marco que posterga el despojo territorial, la presencia mestiza y la
deculturación de los jóvenes favorecían la formación de un campesinado neo-tribal,
contrario al ideal guerrero de la cultura chiriguana. Una antigua sociedad de
conquistadores no puede aceptar la sumisión: traicionada por sus antepasados o por sus
héroes elige el camino de la evasión. Evasión por migración hacia las haciendas
fronterizas (de Santa Cruz, del Bermejo o del norte argentino), evasión en el mestizaje
biológico, evasión mágica en el profetismo guerrero que marca el último sobresalto
colectivo para alejar lo que pareció una pesadilla: la agonía del universo ava 8.
69 Esta crisis psíquica de identidad remite a las profundas contradicciones de la
organización política y social, agudizadas por la presión colonizadora.

3. Las contradicciones estructurales de la sociedad chiriguana.

70 El multisecular desafío colonizador revela las limitaciones estructurales del sistema


chiriguano: incapacidad de una unificación estable, ambivalencia de los líderes.
71 El etnólogo A. Métraux reconocía todavía en 1929 que “hasta hoy en día las rivalidades
entre los pueblos chiriguanos han suplantado su odio para con su opresor común”. El
universo político chiriguano está basado en la coexistencia de grupos locales cuyas
autonomía y cohesión internas se mantienen gracias al conflicto esporádico entre ellos.
Una desconfianza y una susceptibilidad sistemáticas (toda muerte resulta de un
128

maleficio que exige reparación; en 1574, Polo Ondegardo inventa la feliz expresión de
“religión de la venganza”) generan una gran fluidez relacional en la cual el aliado de
hoy se vuelve el enemigo de mañana. Semejantes enemistades explican tanto la
presencia de chiriguanos “aliados” en las milicias represivas como su capacidad de
atraer (mediante regalos y promesas de botín) a sus peores enemigos (chaqueños,
colonos) en contra de un rival inmediato.
72 Por otra parte en cada grupo local, las decisiones se toman en asambleas colectivas y los
líderes (llamados desde el siglo XVIII “capitanes”) aparecen como meros representantes
que disponen de un mando absoluto únicamente en tiempo de guerra. El arte de los
líderes (función moderadora, generosidad, elocuencia) consiste en evitar escisiones de
las unidades domésticas y en entablar las alianzas adecuadas para asegurar la
independencia y la integridad territorial del grupo. Gracias a sus lazos matrimoniales
(derecho a la poliginia, exención matrilocalidad) con hijas o hermanas de otros líderes,
pueden formar especies de federaciones regionales más o menos estables bajo la
autoridad de un “capitán grande”, quien debe cuidar de no arremeter contra la libre
iniciativa de cada aliado.
73 El siglo XIX fronterizo conoció distintas trayectorias de líderes chiriguanos que ilustran
sus capacidades de defender la reproducción del grupo. Hemos visto cómo Cumbay,
líder ingreño, aprovechó las vicisitudes de la emancipación boliviana para representar
a los poderosos grupos de la Cordillera central. Sus descendientes recibieron hasta 1875
un sueldo de la Tesorería departamental de Tarija, consiguiendo uno de ellos incluso el
título de “teniente-coronel” en el ejército nacional. Pero, en su región, ya no gozaban
del consenso general y a menudo las milicias fronterizas tuvieron que defenderlos
contra los ataques de los líderes y guerreros locales.
74 Otra figura es la de Chituri, capitán grande de Capipendi durante treinta años, y “aliado
de los cristianos”: bautizado no quiere abandonar su tradición cultural y se muestra
reacio a la presencia misionera. A fines del siglo XIX, sobrevivían seis “capitanes
grandes” cuya jurisdicción abarcaba el sector central (entre el Pilcomayo al sur y
Gutiérrez al norte) del antiguo territorio étnico9.
75 En cuanto a los demás líderes locales, conviene distinguir dos figuras de autoridad
según el contexto local de ejercicio: misiones y cantones (del frente ganadero).
76 En las reducciones impera la tradición de líderes sin poder coactivo:
“Como el gobierno de los conversores es demasiado paternal, y como por otra parte,
los indios han estado tan acostumbrados a vivir con tanta libertad e independencia
bajo de capitanes, sí, pero sin hacer caso de ellos o cuando más en tiempo de guerra
solamente, es necesario ir poco a poco en ejercer la autoridad sobre ellos, y esperar
que con el tiempo se vayan acostumbrando a un poco más de sujeción” (Cardús,
1886: 38).
77 En el segundo caso se vuelven meros intermediarios aprovechadores:
“Los caciques o capitanes son, al presente, puramente nominales y simples
delegados de los subprefectos o corregidores, que con frecuencia los deponen o
castigan, si son remisos en cumplir las ordenes dadas o cometen algún delito. Los
capitanes se esfuerzan en tener contentos a sus súbditos, dejándoles toda la libertad
posible para que no se ahuyenten, la cual no les conviene; pues cuanto más subditos
tienen, reciben más propina de los cristianos propietarios y más regalos y servicios
de sus súbditos. En los lugares en donde los dueños de las haciendas son más
humanos, y los corregidores cantonales menos tiranos, los chiriguanos son más
numerosos” (Martarelli, 1889, 1918: 180).
129

78 Dado este deterioro del liderazgo tradicional ya insignificante, ya acomodaticio, la


alternativa consiste en recurrir a nuevos líderes de esencia religiosa y capaces de
imponer la unidad a toda costa. El siglo XIX fue atravesado por estos profetas que
convocaban a una guerra frontal y total contra el usurpador blanco. Yamanduare
intentó aprovechar las divisiones civiles en las guerrillas de la Independencia;
Guirariyu predicaba la invulnerabilidad a los guerreros de 1874, y Apiaiguaiqui tomó él
mismo la dirección de las tropas exaltadas. Pero un solo capitán grande se plegó a este
último, los demás se refugiaron en una prudente neutralidad, poniendo en duda los
poderes mágicos del tumpa o acompañando las milicias represivas. Los líderes
tradicionales presentían el grave peligro que encubría la aventura profética: la
negación de las pautas sociales y la imposición de un poder inédito y total, desconocido
hasta ese entonces: el poder despótico, legitimizado por la sola e irrefutable palabra
divina.

CONCLUSION
79 Las divisiones chiriguanas frente al “hombre-dios” de 1892 revelan cómo esta sociedad
periférica oscilaba entre una transformación en un campesinado estratificado neo-
tribal, integrado al mercado de trabajo local, y una reacción guerrera que se apoya en la
subversión profética para mantener la identidad colectiva en torno a los valores
fundamentales (independencia, guerra,...). En todo caso, trasluce un solo y mismo
rechazo por superar las disensiones inter-locales y regionales así como por entregar el
destino tribal en unas pocas manos (o a un solo líder), soluciones que hubieran sido
garantes de una resistencia mucho más eficaz a la agresión pionera. Este conservatismo
profundo (o este blocaje estructural) explicaría la elección por gran parte de los
chiriguanos del camino de la violencia o del exilio preferido al cambio social y a la
sujeción. Encuestas pormenorizadas deberán determinar las posturas, y sus
motivaciones, de los grupos locales que se plegaron a las milicias pioneras y de los que
optaron por la lucha a muerte.
80 Por su parte, el Estado republicano parece haber faltado a una de sus obligaciones
heredadas del “pacto colonial”, que consistía en defender los derechos de las etnias
minoritarias. Futuros estudios deberán analizar en qué medida el atentismo del estado
boliviano responde a una paralisis de los organismos centrales o a una doctrina
(implícita o proclamada) de integración forzada de los “bárbaros” orientales (ver un
ensayo sugestivo sobre la resistencia andina a la “civilización” criolla en Platt, 1984).
81 En resumidas cuentas, la última sublevación de los chiriguanos, exasperados por los
atropellos pioneros, y su desenlace radical, no constituían la única salida posible al
dilema tribal. Otras etnias periféricas lograron sobrevivir al etnocidio republicano. Es
cierto que, en los casos jíbaros o campas, no se trataba de despojarlos de sus tierras,
sino de hacer tráficos y enganche de mano de obra en los gamonales. La vastedad del
espacio amazónico permitió a los grupos locales huir y escapar al episodio más negro,
quizás, de la historia latinoamericana. De hecho, futuros estudios comparativos
deberán enjuiciar el papel de la guerra y el del liderazgo como ejes constitutivos de las
sociedades andino-orientales. Así se entenderán sus reacciones diferenciadas a las
presiones pioneras y su estado actual de mayor o menor autonomía.
130

SIGLAS DE LOS ARCHIVOS


82 ACLP Archivo de la Catedral de La Paz (y número del legajo)
83 AFT Archivo Franciscano de Tarija (M: serie misiones)
84 ANB Archivo Nacional de Bolivia (MI: Ministerio del Interior)
85 BC/UMSA Biblioteca Central de la Universidad Mayor San Andrés
86 CTDSC Copia testimoniada referente a los derechos de Santa
87 Cruz sobre los territorios de Cuevo e Ibo, 1882 (archivo personal de H. Sanabria
Fernández, Santa Cruz)

FUENTES
88 ARMENTIA, Nicolás
1903 Relación histórica de las misiones franciscanas de Apolo-bamba, La Paz.
89 CARDUS, José
1883-84 Las misiones franciscanas entre los infieles de Bolivia, Barcelona, 1886.
90 CORRADO, Alessandro M.
1884 El Colegio Franciscano de Tarija y sus misiones, Quaracchi.
91 COSTA DE LA TORRE, Arturo
1976 Ildefonso de las Muñecas y los mártires de la republiqueta de Larecaja, La Paz.
92 DALENCE, José M.
1848 Bosquejo estadístico de Bolivia, Sucre, 1851; nueva edición, La Paz, 1975.
93 D’ORBIGNY, Alcides
1845 Descripción geográfica, histórica y estadística de Bolivia, París.
94 HAENKE, Tadeo
1796-99 Su obra en los andes y la selva boliviana, La Paz - Cocha-bamba, 1974.
95 JOFFRE, Manuel
1893 Colonias y misiones, Tarija
96 MARTARELLI, Angélico Fr.
1889 El Colegio Franciscano de Potosí y sus misiones, 2da. edic. La Paz, 1918.
97 MORENO, René-Gabriel
1888 Catálogo del archivo de Moxos y Chiquitos, reedic. aumentada por H. Sanabria F., La
Paz, 1973 y 1983.
98 NINO, Bernardino
1912 Etnografía chiriguana, La Paz.
99 O’CONNOR, Burdett
1869-71 Recuerdos, Tarija, 1895; 2da. edic, La Paz, 1972
100 PAZ, Luis
1883 Tarija, sus límites con Chuquisaca y Santa Cruz, Tarija.
101 Weddel, H.A.
1851 Voyage dans le sud de la Bolivie, París.
131

ESTUDIOS
102 CLASTRES, Hélène
1975 La Terre Sans Mal. Le prophétisme tupiguarani, París.
103 PAREJAS, Alcides
1976 Historia de Moxos y de Chiquitos, La Paz.
104 PLATT, Tristan
1984 “Liberalism and Ethnocide in the Southern Andes”, History Workshop, issue 17,
London.
105 SAIGNES, Thierry
1982 “Guerres indiennes dans l’Amérique pionnière: le dilemme de la résistance
chiriguano à la colonisation européenne”, Histoire, Economie, Société, Paris, N° 1.
1981-84 Historia de Cumbay, manuscrito (50 pág.)
1984 “Jésuites et Franciscains face aux Chiriguano: les ambiguités de la réduction
missionnaire” en Eglise et Politique en Amérique Hispanique, Bordeaux, 1984.
1985 “Guerra e identidad entre los chiriguanos (siglos XVI-XIX)”, Revista del Museo
Nacional de Etnografía y Folklore, La Paz, N° 1.
106 SANABRIA FERNANDEZ, Hernando
1972 Apiaguaiqui-Tumpa, Santa Cruz.
107 SUSNIK, Branislava
1968 Chiriguanos I, Dimensiones etno-sociales, Asunción.

Cuadro N° 1: Número de habitantes en las misiones y parroquias de la Cordillera chiriguana a cargo


de los franciscanos de Tarija y de Potosí en 1884-85 (fuente: Cardús, 1886).

Note*
La fecha entre ( ) es aproximativa.

108 Se puede apreciar en este cuadro el contraste en las velocidades de evangelización: por
ejemplo, Machareti, después de 15 años de reducción, tiene sólo el 3% de su población
bautizada; mientras Boicobo al cabo de diez años de doctrina, se ha convertido al
cristianismo en sus dos terceras partes.
132

109 Un censo que evalúa la población ubicada al norte del Pilcomayo en 1878 da la
estimación siguiente: 8000 “Nacionales” (blancos y mestizos), 21000 chiriguanos
“aliados” y 18000 “independientes” (Visita del Delegado del Supremo Gobierno en la
provincia del Azero).

Fronteras pioneras y “provincias” chiriguanas siglos XVII-XIX

Debate sobre la ponencia de:

Thierry SAIGNES
Las sociedades de los Andes frente al Estado republicano

110 René Arze


111 Sería interesante comparar la posición de los chiriguanos con la de los grupos quechuas
y aymaras de la región andina que también tenían problemas con la tierra como el del
latifundio.
112 Thierry Saignes
113 Nunca fueron sometidos los chiriguanos ni por la colonización española, ni por el
Estado Inca. Estos conflictos entre sociedades orientales de tipo amazónico y sociedades
andinas se inscriben en un proceso de muy larga duración: la lucha de Estados
centralizados contra sociedades que rechazan completamente el modelo estatal. Me
refiero a los análisis del antropólogo francés Pierre Clastres que muestran que este
sistema de guerras internas, de conflicto permanente dentro de la propia sociedad
tiende a evitar esta evolución hacia un aparato estatal que dirigiría el conjunto de la
sociedad. Me parece pertinente en este caso.
114 René Arze
133

115 Resulta paradójico establecer cómo estos grupos que lograron sobrevivir tantos siglos
contra incas y españoles desaparezcan de pronto de una manera tan brutal e
inexplicable. ¿Se autoeliminaron?
116 Thierry Saignes
117 Se necesitarían muchos más elementos para explicarlo. Pero no me parece fortuito que
esta sociedad que ha valorizado tanto la guerra (aún más que los otros grupos
amazónicos) termine de esta forma. No logra adoptar otra solución para negociar un
nuevo modelo que le permita sobrevivir. Al lanzarse a esta última rebelión, a esta
matanza colectiva, debían sospechar su trágico desenlace final.
118 Rafael Quintero
119 Se plantea una no-continuidad en las políticas estatales, frente al problema de la
población. Podríamos encontrar diferencias muy sustanciales en relación a las
funciones económicas que tuvo el Estado colonial, su enorme intervención en el
problema de la repartición, conservación de la fuerza de trabajo. Hay después un nuevo
Estado frente al cual las poblaciones que están directamente integradas al ámbito de
interés, de dominio de las clases dominantes se encuentran “desamparadas”. Por eso se
ha hablado de la incapacidad del Estado, pero no creo que solamente es una
incapacidad, sino una voluntad del Estado concentrada en sentido diverso en alguna
parte del mismo. Yo pienso que este problema de la población revela justamente cómo
se cambian globalmente las leyes de la conservación y desarrollo de la población en
contextos regionales que no son necesariamente supraregionales, para no utilizar el
término nacional, es decir dentro de las fronteras de lo que se supone eran los Estados
que institucionalizaban como suya una cierta territorialidad donde supuestamente se
ejercía una soberanía. Yo pregunto si políticas distintas del gobierno boliviano, no se
podrían encontrar en otras regiones. En el Ecuador se podría encontrar una diversidad
de políticas estatales frente al problema poblacional. Me pregunto si es así en otros
países andinos.
120 Alberto Flores Galindo
121 Los estudios recientes tienden a mostrar una necesaria fragmentación social en el
mundo andino y me parece que lo mismo puede decirse que sucede al otro lado de la
cordillera, dada la colaboración de los chiriguanos con los conquistadores y sus peleas
entre ellos mismos. El término adecuado para caracterizar este conflicto intragrupal
puede ser bien el de anomia. Me pregunto si hubo por el contrario alguna relación
posible entre estos chiriguanos y los habitantes andinos, y si esos pioneros de que ha
hablado podrían considerarse mestizos o criollos, y si los profetas chiriguanos que
constituían un pequeño sector de aquellos implicaba una expresión mezclada de
chiriguanos con nombres andinos, como puede haber sido lo que sucedió en el Perú del
siglo XVIII con Juan Santos Atahualpa, que era una participación entre los habitantes de
la sierra central y los nativos de esta región oriental; podría verse esto desde la
perspectiva poco conocida de los intercambios mercantiles y culturales que hubo entre
estos habitantes de la zona andina, porque al fin de cuentas en el Perú también existe la
imagen de que son dos sectores contrapuestos y enfrentados y sin embargo vemos
cómo en el siglo XVIII lograron articular un movimiento común.
122 Thierry Saignes
123 Efectivamente, el caso de Juan Santos Atahualpa muestra muy bien la solución que
encontraron los arawak y andinos para aliviar la presión colonizadora; además Juan
134

Santos era un mestizo y logró que esta zona se liberara de la presión colonizadora por
lo menos durante un siglo constituyendo para ellos un canal de alivio y tranquilidad.
124 Los chiriguanos cultivan un odio étnico muy fuerte contra los hombres andinos,
especialmente con los de origen quechua y aymara; además de esta práctica
despreciativa los chiriguanos son conquistadores y eso constituye su herencia cultural
histórica; ellos son originariamente migrantes guaraníes que llegaron a la zona justo en
los momentos previos al desembarque ibérico, y por eso son casi tan advenedizos y
alógenos como los mismos españoles; al llegar y establecerse en esta zona tienen la
desventaja inicial de constituir grupos muy reducidos teniendo por ello que desarrollar
métodos guerreros y establecer una estrategia del terror ligada a una crueldad extrema
(los grupos colindantes de la zona, como los chichas, aprendieron a temerles y bastaba
con saber que se encontraban en posición de ataque para entregarse dócilmente a ellos
sin resistencia alguna, pero hay que tener en cuenta que esta no es una actitud
genocida sino más bien una guerra psicológica).
125 Por otra parte, se habló de que por el siglo XVI hubo una posible alianza ente ellos y el
Inca de Vilcabamba o con los grupos kalchaquies del sur; que esto responde más a la
imaginación y temor de los funcionarios de la Audiencia de Charcas, que eran los que
sostenían esta versión.
126 La perspectiva chiriguana no ofrece unanimidad para este tipo tan amplio de acciones;
es posible hablar de una alianza con los mestizos de Santa Cruz, un asentamiento
pionero hispano guaraní, o con ciertas etnias fronterizas (como los chuis de Misque).
127 Sobre las políticas estatales frente a este grupo, el fenómeno de la no intervención
etnocidiaria, que se complica mucho más en la República que en la Colonia, las
burguesías criollas los tratan peor que la Corona española. La prensa del siglo XIX,
tomando el tema de los chiriguanos, dice que son necesarios como mano de obra;
aparece entonces una especie de perspectiva poblacional dado que el gran problema de
Bolivia era encontrar la manera de colonizar la región del Chaco y por eso decían que el
único grupo disponible para ello lo constituían precisamente los chiriguanos, dada su
naturaleza física fuerte y resistente al sufrimiento, descontándose desde ya su servicio
eficaz; entonces la política estatal no propiciaba el aniquilamiento del grupo étnico
chiriguano, por lo menos en ese momento, pero su no intervención posibilitó la
agresión de los colonos locales de las tres jurisdicciones del frente pionero. Los colonos
comienzan a acaparar tierras chiriguanas y transforman a sus habitantes en mano de
obra adscritas a las haciendas: unos aceptaron esta nueva forma de explotación, pero
otros prefieren huir hacia las zonas norteñas de la Argentina. El proceso de mestizaje
general en el siglo XX definitivamente acabó con este grupo independiente hasta
entonces dueño de sus tierras; como sociedad libre los chiriguanos dejan de serlo a
fines del siglo XIX. Pese a ello el problema de la política estatal es un tema poco
trabajado por la falta de documentación que conduce a un desconocimiento de la
doctrina del Estado boliviano frente a sus fronteras internas y a sus grupos étnicos; sólo
tenemos la conocida versión que existe acerca de la autovisión criolla de los civilizados
racionales enfrentándose a los “bárbaros” y “salvajes” expresados en los grupos étnicos
periféricos, pero esto es nada más que un “cliché” ideológico de la época que no
conlleva al entendimiento del porqué del evidente exterminio sistemático
experimentado por estos grupos, máxime cuando también había artículos de los
liberales de la época señalando que había que mantener protegidas estas poblaciones, y
que ellas no debían correr la misma suerte que los indios norteamericanos.
135

128 Jean Paul Deler


129 Me pregunto si había cierta formalización de hecho, a nivel de la política del Estado o
de las clases dirigentes, de una visión sobre el control del espacio nacional, es decir de
la manera de apaciguar una frontera o de dejar de tener una zona de turbulencia en la
Bolivia del siglo XIX.
130 Thierry Saignes
131 Sí, pero el interés del Estado Central por esta zona tarda, a fines del siglo XIX, cuando ya
los colonos locales han “arreglado” la cuestión chiriguana, y más bien siguen con la
ocupación efectiva de la zona del Chaco; entonces empiezan a conformarse centros
colonizadores para pasar al Chaco y utilizar a los chiriguanos para la guerra contra los
grupos chaqueños (los matacos y los tobas especialmente), y esto constituye una
antigua alianza venida desde la colonia, que es la de una expedición blanco-mestiza al
Chaco donde siempre es necesario reclutar a los chiriguanos a combatir a los que de
otro lado constituyeron sus ancestrales enemigos tradicionales.
132 Hermes Tovar
133 Me parece que existe una continuidad política del Estado al nivel de la práctica, en las
relaciones que se establecen en este tipo de sistemas; existe una práctica porque
comparto la apreciación de que el Estado republicano tuvo una práctica feroz contra los
grupos étnicos y es precisamente en la ferocidad donde se encuentra la continuidad. Si
se consideran los modelos de colonización marginal, éstos han sido comunes desde la
sociedad colonial hasta hoy, como parte de la política estatal para resolver el problema
de la tierra.
134 Nos encontramos con el mismo fenómeno del problema de fronteras cerradas y
fronteras abiertas. En segundo lugar, me pregunto si la impotencia percibida a nivel del
Estado no es sino un modo de actuar, es decir el mostrarse impotente para justificar el
no querer hacer nada; en tercer lugar me pregunto si lo que se llama el Amparo
Misional no los coloca también ante la evidencia de considerar la labor de las misiones
como una función de servicio a los intereses del Estado pues al contribuir a cohibir la
rebelión están facilitando conscientemente la penetración blanca; en cuarto lugar,
considero necesario percibir los momentos en que ocurren estas sublevaciones; por
ejemplo cuando la producción prevista no satisface las demandas reales de consumo,
eso podría provocar una rebelión; pero se sabe que no es la hambruna lo que produce el
levantamiento sino el miedo, el temor al hambre, es decir la víspera a este hecho. El
problema de las sublevaciones no es sólo un fenómeno de fronteras, sino también de
tierra, de demanda y consumo. ¿Han estudiado el momento de la rebelión?
135 Mario Rabey
136 La idea que quiero plantear se remite a la identidad de los chiriguanos; ellos forman
parte de un gran grupo cultural que son los tupi-guaraníes; son una amplísima
congregación migratoria y también con participación brasileña. Aparentemente la
migración se produce dada la baja organización política de los tupi-guaraníes; existen
evidencias de estos grupos en el área del piedemonte oriental andino algunos años
antes de los españoles; me pregunto sí lo que se conoce como grupo chiriguano son más
bien grupos de alta organización política como los del área andina; ese podría ser el
caso del grupo chiriguano establecido en el piedemonte; ¿a su vez hay una continuidad
histórica, porque a partir de ese momento los chiriguanos son una. entidad con algún
tipo de unidad que se expresa de otra manera que una lengua común?, y en tercer
136

lugar, me pregunto si esa continuidad de la existencia de los chiriguanos es sólo una


imagen que se tiene de aquella, porque la evidencia aparentemente nos señala que no
hay ninguna identidad entre ellos, que más bien hay un conjunto de chiriguanos que se
asocian unos entre sí y otros con colonos pero que ello no conforma identidad alguna;
¿en qué medida no sería esta una imagen impuesta por los estados centralizados
andinos desde los pre-hispánicos, hispánicos y llegando a los republicanos?
137 Jean Piel
138 ¿Y que ocurre hoy con los chiriguanos?.
139 Thierry Saignes
140 La época colonial fue quizás la menos agresiva en la medida que sólo al comienzo las
autoridades coloniales, en el siglo XVI intentaron aplastar a los chiriguanos como
grupos recién llegados mediante una expedición mandada por el Virrey Toledo y que,
para después, la Audiencia de Charcas prohibió cualquier entrada militar a la cordillera
chiriguana, aunque siempre hubieron entradas clandestinas sobre todo por parte de los
colonos de las fronteras.
141 Entonces, la sociedad colonial se resignó a este modus vivendi. La política republicana no
aceptó esta cohabitación forzada.
142 Sobre el amparo misionero, se debe contrastar el caso de los franciscanos, quienes
aceptaron el sistema de reducciones mixtas (los hacendados vecinos y los colonos en
torno a las misiones podían prestarles auxilio en casos de ataques) con la actitud de los
jesuitas que siempre quisieron el monopolio exclusivo de las jurisdicciones
territoriales.
143 Sobre la fecha de las hostilidades abiertas, puede decirse que nacieron de la abundancia
y la prosperidad; los chiriguanos hacen la guerra solamente cuando sus trojes estan
llenos de maíz; estos grandes agricultores del maíz (que requiere poco trabajo) poseen
valles muy fértiles. La abundancia del maíz les permite hacer un stock para varios años
en previsión a las entradas de represalia.
144 En los interciclos de sequía nunca hacen la guerra y más bien piden misioneros para
conseguir abastecimiento.
145 En el siglo XIX, los levantamientos ocurren entonces por el abuso de los colonos. Por
ejemplo, cuando un mestizo mató a un gran cacique a la vez líder regional chiriguano
provocando la gran guerra de 1840; otro ejemplo se produce cuando un corregidor local
viola a una joven chiriguana siendo ese el motivo y la fecha del levantamiento del
último profeta.
146 En las razzias a las estancias se percibe muy bien cómo la ofensiva chiriguana degenera
en una especie de bandolerismo interno practicado por los jóvenes guerreros, ya que lo
hacen por su propia cuenta sin consultar a su pueblo; en una sociedad igualitaria como
era la chiriguana nadie tiene derecho de mantener a otro y esto les permite tales
acciones informales.
147 Sobre el tema de la identidad chiriguana puede decirse que está constituida desde el
exterior por guaraníes, pero que llegan ya mestizados en su trayecto migratorio; por
ello el término chiriguano que es de origen guaraní, significa “indio mestizo” (ellos
mismos se llaman ava, “los hombres”) y no es un término quechua como hasta hace
poco se pensaba.
137

148 Sobre el sistema de guerra interna en esta sociedad, parece difícil concebir sociedades
que se funden en el conflicto civil permanente, es decir la guerras internas entre
grupos locales; sino, estos grupos habrían estallado cada uno con su propio idioma, u
otros rasgos culturales. La guerra, reciprocidad negativa, mantiene a los grupos locales
en comunicación pero se opone a su fusión.
149 El mito chiriguano es un fenómeno que actualmente se está recreando. Los chiriguanos
se han dispersado por todas partes, sobre todo en Argentina. Unos grupos se refugiaron
adentro del Chaco (bañados del Isoso) donde son más bien ex-arawaks guaranizados. Se
están reorganizando, están negociando la recuperación de las tierras con el Estado
central, y aparecen como los descendientes de los chiriguanos. Pero, ya no son
guerreros, son campesinos, a los que calificaría de neo-tribales. Lo interesante es ver
cómo los cruzeños están creando el mito: acaban de instalar la estatua del guerrero
chiriguano a la entrada de la ciudad para indicar que los migrantes andinos “tengan
mucho cuidado, porque están en tierras ajenas y pueden provocar el resurgimiento de
la violencia chiriguana”.

NOTAS
1. Para mayor comodidad de exposición, dividí el territorio indígena (a menudo llamado:
“cordillera chiriguana”) en zonas según un eje longitudinal Santa Cruz/Tarija, Los ríos Guapay,
Parapeti y Pilcomayo forman otros ejes transversales y el área entre los dos primeros se llama
Noroeste y Noreste, entre los dos últimos, Centro-oeste y Centro-este, al sur del Pilcomayo,
Suroeste y Sureste.
2. Declaración de Ignacio Aireyu, 1882, CTDSC, f 177. Agradezco a don Hernando Sanabria
Fernández por dejarme consultar esta importante fuente que recoge declaraciones sobre las
guerras chiriguanas del siglo XIX.
3. Se llama “nueva reconquista” la instalación a partir de 1844 de curas en las antiguas misiones
del área norte (provincia Cordillera del departamento de Santa Cruz) por la diócesis cruceña. Los
expedientes parroquiales del Archivo del Obispado de Sania Cruz están llenos de quejas por parte de
las familias chiriguanas contra los curas: trabajos gratuitos, “estupros violentos”, discordia,...
4. Los fondos del virreinato de Buenos Aires (en el Archivo General de la Nación) están llenos de
reclamos y encuestas sobre el trato dado a los chiriguanos tanto por parte de los misioneros
como por parte de los colonos, lo que limitaba el arbitrio local (ver Saignes, 1984).
5. Los conflictos regionales para determinar los límites departamentales entre Santa Cruz,
Chuquisaca y Tarija en lo que toca al área chaqueña (y cordillera chiriguana) han envenenado
todo el siglo XIX. Centenares de folletos, interpelaciones al Parlamento, proyectos de ley se
encuentran en la BC/UMSA y en ANB/MI (el pleito se concentró en la jurisdicción de dos pueblos
chiriguanos: Cuevo e Ibo). Tres folletos resumen estos debates: “Chuquisaca, sus límites con el
departamento de Santa Cruz...por S. Oropeza”, La Paz, 25.1.1882 (44 p.); “Santa Cruz, sus límites
con el departamento de Chuquisaca, refutación al folleto del Sr. S. Oropeza por V. Pavero”, La
Paz, junio de 1882 (19 p.); “Tarija, sus límites con los departamentos de Chuquisaca y Santa Cruz
por D. Paz” Tarija, 1883 (85 p.). Incluyen documentos sobre los chiriguanos.
138

6. El conflicto entre el estado laico y la iglesia durante el siglo XIX necesita mayores estudios.
Repercutió en las polémicas entre colonos y misioneros. Ver los escritos polémicos del padre
Nino en el Archivo Franciica.no (Tarata, 1909-1922, XIV tomos).
7. El padre Martarelli cuenta bien el miedo que infundieron los colonos a los chiriguanos de
Cuevo para impedirles solicitar la creación de una misión (1918, cap. 15: “una misión frustrada”).
Los hacendados se oponían también al envío de los jóvenes chiriguanos a la escuela así como a los
viajes de los líderes a las ciudades del interior (temor de nuevas quejas).
8. El verdadero nombre de los chiriguanos es “ava”, los “hombres por excelencia” (se definen así
igualmente los guaraníes). El nombre antiguo de chiriguano enfatizaría su calidad de “guaraníes
mestizados”.
9. Los sueldos otorgados a los descendientes de Cumbay se contabilizan en la Tesorería de Tarija
(un testimonio en Paz, 1883) y sus conflictos con otros líderes ingreños aparecen en reportajes
del periódico El Restaurador (Sucre, 27.V.1841). La solicitud de Chituri (Lagunillas, 19.IX.1871) está
en ANB/MI, t. 198. El estado de las capitanías viene del capítulo de Nino sobre jefes (1912: 165-67).

NOTAS FINALES
*. Esta doble misión fundada en 1871-72 tuvo que ser remitida en 1880 al obispado de Santa Cruz

RESÚMENES
La historia contemporánea de las sociedades asentadas entre las Cordilleras andinas y los llanos
amazónicos queda por hacer. Se puede vislumbrar un destino republicano bien distinto según las
regiones: las sociedades de la zona central (Perú) y septentrional (Ecuador) lograron sobrevivir
mientras las de la zona meridional (Bolivia) fueron en su mayor parte aniquiladas o asimiladas
por la colonización criolla y mestiza. Para establecer un contraste tan brutal, se examinan las
herencias y la intervención de los grupos periféricos en las guerras civiles de la Independencia,
luego las interacciones entre los primeros y frentes pioneros; y, por fin, la pertinencia de los
modelos socio-políticos elaborados por aquellas sociedades andino-orientales frente al proyecto
político unitario de los Estados republicanos. El análisis se fundamenta en un caso excepcional, a
la vez que poco conocido, el de la sociedad chiriguana que intentó aplicar distintas soluciones
para responder al desafío de la expansión pionera y de la integración nacional y que acabó con un
trágico fracaso.

L’histoire contemporaine des sociétés établies entre les Cordilléres andines et les plalnes
amazoniennes est encore à faire. Nous pouvons entrevoir un destin républicain bien différent
selon les régions: les sociétés de la zone centrale (Pérou) et septentrionale (Equateur) réussirent à
survivre, tandis que celles de la zone méridionale (Bolivie) furent en grande partie anéanties et
assimilées par la colonisation créole et métisse. Pour établir un contraste aussi brutal, nous avons
examiné les héritages et l’intervention des groupes périphériques dans les guerres civiles de
l’Indépendance, puis les interactions entre les premiers et les fronts pionniers et enfin, la
pertinence des modeles socio-politiques élaborés par ces sociétés andines orientales face au
projet politique unitaire des Etats républicains. L’analyse est basée sur un cas tout à la fois
exceptionnel et peu connu, celui de la société chiriguana qui tenta d’appliquer diffèrentes
139

solutions en réponse au défi de l’expansion pionnière et de l’intégration nationale et qui termina


sur un échec tragique.
140

Agricultura y capitalismo en la
sierra sur del Perú (fines del siglo
XIX y comienzos del XX)
Agriculture et capitalisme dans le sud de la Cordillère au Pérou (fin du
XIXème et debut du XXème siècles)

Luis Miguel Glave

“Convénzase que usted nada sacará en política ni en artes: Para hombres como los
de aquí, hay que darles materia, odres y aguardiente. Déjese de desaguadero, y piense
solo en el jeve y en los odres. Si esta empresa sale buena, cuando lo vean a usted
desahogado le creerán... Déjese de ser artista para ser empresario”.
Ricardo Villa a Manuel Ugalde. Cusco, 19.VI.1880.
1 Así escribía un activo empresario del “jeve”, desde Cusco, a su atrevido explorador y
socio en Paucartambo, en la “Frontera” de la selva. Este, Manuel Ugalde, era
ecuatoriano, díscolo pero emprendedor. No sabemos cómo llegó a los andes del sur,
pero desde la época del presidente Balta estaba explorando, por contrato, los ríos del
sur que afluyen en el Madera. Luego, en Cusco, se puso en contacto con un compatriota
suyo, Ricardo Villa, y montaron una compañía destinada a fabricar odres y grandes
depósitos de alcohol con el “jeve” que obtendrían en las fronteras de la civilización. Las
rutas destruidas, la falta de brazos, las alteraciones y todos los efectos de la Guerra del
Pacífico, limitaban el acceso a los odres de cuero de chivato que los empresarios
cusqueños del alcohol recibían de Caravelí y Chuquibamba. La salida comercial interna
del “jeve” de Paucartambo fue una buena idea de Ugalde que contó con el apoyo de
Villa. Pero las cosas no funcionaron desde el primer momento. El “principal”, que
Ugalde puso en la Compañía, era un supuesto pago por un gran cuadro, Panorama de la
Hacienda Huyro, donde figuraba un retrato de su propietario, Mariano Vargas,
contemplando sus dominios. El cuadro, para el que Ugalde usó algunos dibujos y planos
de la zona, fue ordenado por la Sra. Escolástica Tejada para regalarlo al hombre más
rico de toda la región.
2 La pintura de Huyro, junto con otro retrato, no le fueron pagados a Ugalde, por lo que
Villa concertó un préstamo con el Banco Local, con nada menos que el mismo Mariano
141

Vargas. Además, Vargas era entre otras cosas, productor de aguardiente y, aunque con
reservas, creyó oportuna la idea. Sin embargo, a pesar del endeudamiento para cubrir
la carencia inicial, Ugalde no daba muestras de progreso sino que más bien añadió
nuevas y sorprendentes ideas respecto a las posibilidades de su exploración. La
agresividad de su empeño iba a ritmos inversamente proporcionales a las posibilidades
de hacerle llegar los recursos necesarios. Mientras, la fábrica de odres pasaba a ser sólo
una buena idea, pero impracticable. No quedó nada para Ugalde salvo un embargo y el
mérito de uno más de los tantos intentos quijotescos de muchos cusqueños por
conquistar los Yungas. “Ultimo recurso para subsanar la falta de los mares del Pacífico,
para atender los intereses comerciales del sur de la República” 1.
3 El enclaustramiento cusqueño respecto al mar era un fenómeno económico social más
que geográfico. Se trataba de una nueva ubicación regional dentro de la estructura
nacional, (Glave 1980). Frente a ello y el estancamiento económico, la sociedad
cusqueña buscó distintas alternativas, entre las que la aventura de la exploración
oriental fue una de las más importantes por los esfuerzos que se le dedicaron (Deustua
y Rénique 1984, 57-68; Tamayo 1978, 100-104). Pero el caso de Manuel Ugalde, peregrino
artista ecuatoriano, también nos habla de una de las “industrias”.(así se las llama en las
descripciones de la época), que más importancia adquirieron en la estructura
económica regional: la fabricación de aguardiente y su comercialización en todo el Sur
Andino.
4 A Ugalde, como a Robledo después, lo atraían la selva y la exploración, pero la empresa
debía ser financiada con una salida comercial; en este caso, la más importante de todas
para la región, el aguardiente.
5 Junto con el aguardiente, con el comercio regional y la conquista de los Yungas por los
Andes, el testimonio de Ugalde nos habla también de un personaje. Ese era Mariano
Vargas, arequipeño afincado en Cusco desde los primeros años republicanos; fue la
encarnación del capital usurero y comercial, el fundador de una de las grandes familias
de la oligarquía financiera de la región, final pero fundamentalmente terrateniente. De
ese hombre y su biografía, de su grupo social, el dominante y por tanto expresión de la
dinámica regional, trata este trabajo.

El escenario
6 Todas las evidencias nos presentan al Cusco republicano y a toda la región Sur Andina
como un espacio económico afectado por un claro estancamiento. De una u otra manera,
todos los autores que se acercan a la historia económica de la región, en el período
republicano inicial, coinciden en la imagen que esas evidencias presentan. Sin embargo,
conviene hacer dos salvedades para matizar esas afirmaciones.
7 La primera referente a los cambios. La afirmación más general, de la que parten
también distintos análisis parciales, es que las relaciones de producción y la estructura
del sector dominante de la región, el agropecuario, se mantienen intocadas entre
Colonia y República (Ta-mayo 1978, 56-57).
8 Nuestros estudios sobre empresas agropecuarias cusqueñas en la colonia nos muestran
un punto de ruptura hacia 1770 (Glave 1980, Glave y Remy 1983). Luego de una crisis de
realización, con caída de precios y saturación de mercados, las empresas agrícolas
quiebran una tras otra. Las haciendas orientadas fundamentalmente al mercado de
142

exportación extra regional se convierten en espacios productores de renta. Rentas


menguadas que permiten la aparición de las fórmulas de arrendamiento denominadas
enfiteusis. Dominios enteros o parte de ellos se arrendaban progresivamente, mientras
los dueños, familias o institutos eran concursados por sus acreedores. Pero los
arrendamientos, de nueve años como promedio, conducían a mayores depredaciones de
las instalaciones y capitales de las haciendas. Como medida de protección frente a la
rapiña de arrendatarios, reclutados entre la pequeña burguesía rural de arrieros-
agricultores-comerciantes mestizos, se procedió a vender el dominio útil (la conducción)
de los predios por “Tres vidas”.o, lo que es lo mismo, ciento cincuenta años (!). El grupo
de agentes de la aristocracia terrateniente y del mercado rural ascendió a la implícita
propiedad de la tierra. Las deudas eran impagables; prácticamente la mitad de todas las
haciendas estaba hipotecada a censos o capellanías. Como las rentas menguaron, las
deudas hacían deficitarias cualquiera de las alternativas por levantar las empresas de la
quiebra, los propios acreedores procedían a los arriendos por recibir algo de dinero
frente al abandono de muchos hacendados. Dentro del espacio de relaciones internas de
las empresas, por otro lado, aumentaron los terrenos destinados a los “arrendires”, y en
la composición de los ingresos esa renta era mayor a la proveniente de la
comercialización de los productos. Es la época en que la pequeña empresa campesina
recobra su papel de productora de alimentos. La coca, por ejemplo, pasa a ser empresa
de pequeños cultivadores campesinos; la crisis, pues, arrojó cambios en la estructura,
que se consolidó con la República.
9 Es cierto que la “Industria”.Textil de los Obrajes y Chorrillos sufrió una crisis que la
liquidó. Sin embargo, ello no ocurrió solamente por la competencia de productos
textiles importados, ni tampoco en los primeros años republicanos (Bonilla-Ortiz de
Zevallos-del Río 1979). Sufrió el mismo proceso que el sector agrario al que estaba
indisolublemente ligada, desde 1770, y dentro de una coyuntura de caída de precios y
saturación de mercado. En quiebra, concursados y con arrendatarios similares a los que
tomaron las haciendas, siguieron funcionando a una escala mucho menor 2.
10 La segunda respecto a las continuidades, en el contexto de la misma afirmación general
que tenemos aceptada como punto de partida, sostiene que fueron “Hombres nuevos en
la región”, (Tamayo 1978,57), los que accedieron a la tierra y predominaron como
terratenientes en el Cusco del XIX. El mercado de tierras, estudiado por Mórner (1984),
permite sugerir que servía, a comienzos de la época republicana, como mecanismo de
consolidación de una nueva capa terrateniente3. Finalmente, el “Centro de poder”.de la
ciudad del Cusco entre el período Colonial y el Republicano, es detectado por Gutiérrez
(1981,37) en una zona donde las antiguas familias de la aristocracia, que expresaban el
régimen colonial, se ven desplazadas por la nueva burguesía comerciante y profesional
que condujo el proceso independentista. Esos mismos serían luego grandes
terratenientes. Ese cambio en el comando, en la propiedad, parece también evidente.
Sin embargo, como vimos, no era sólo un cambio de personajes sino también de
modalidades de la estructura agraria finisecular del Cusco Colonial del XVIII. Aquí,
además, introduzcamos la segunda salvedad o matiz que sugerimos tomar en cuenta.
11 El propio caso de Mariano Vargas revelará los mecanismos de acceso de esa nueva
burguesía regional a la propiedad de la tierra. Junto con él, comerciante y prestamista,
otros, militares y funcionarios, arribados a la región junto con la República, serán los
nuevos propietarios. Pero ese cambio de mando iba acompañado de celosas
continuidades.
143

12 Los comerciantes y funcionarios buscaron volverse terratenientes. Prestigio era lo que


buscaban más que riqueza. Pero también, frente al estancamiento, la tierra, largamente
monopolizada en un proceso de expropiación y concentración en los siglos coloniales,
era uno de los pocos seguros o depósitos de riqueza a largo plazo. Sólo la plata y el oro,
acumulados familiar o piadosamente como la tierra, en forma de joyas o artesanías
preciosas, cumplían la función de depósito y expresión de riqueza.
13 Las propiedades se consiguieron como herencia, matrimonio de por medio, como el
caso de Juan José Olañeta que obtuvo algo de las riquezas del marquesado de
Vallehumbroso, y se dedicó, junto con la agricultura, al comercio 4. También, premios
militares como la gran hacienda Sillque que obtuvo el Mariscal Gamarra (Villanueva
1981, 252). Otros, los profesionales y políticos, usaron el crédito: monetario, por sus
sueldos oficiales como funcionarios; social, por la seguridad del desempeño público,
tradicional fuente de poder y fortuna. Es el caso de Francisco de Paula Artojana, primer
secretario de Gamarra en Cusco, abogado y conspicuo burgués arribado (Villanueva
1981). Obtuvo la hacienda Huatabamba de la poderosa familia de los Centeno,
concursada por los acreedores, primero como una suerte de depositario y luego como
“comprador real” en ventajoso contrato. Terminó siendo el gran latifundista de
Ollantaytambo al adquirir la enfiteusis de otra hacienda, contigua a Huatabamba,
llamada Chillca5. No dejó de abusar de su posición frente a los indígenas, usurpando
tierras y subordinando así trabajadores a sus territorios6. Registramos también el caso
del misterioso José Rueda, “actuario público” según Menéndez Rua (citado por
Fioravanti 1976, 47-50), que desde 1819 comenzó a adquirir tierras en Quillabamba y en
1829 cobraba sus dietas como parlamentario7 en tierras que extendían sus dominios en
el mismo lugar (Bowman 1980, 123). Pero, cuando no se transferían a los “nuevos” por
oportunos parentescos, las haciendas fueron las mismas, ni se concentraron ni se
dividieron, salvo en algunos distritos; en general, el mercado de tierras muestra a las
grandes haciendas objeto de transferencias (Mörner 1984). Esas continuidades ven
también cambios sucesivos, no sólo por los arribos a la propiedad de los primeros años,
sino por las constantes enajenaciones que permitieron la consolidación de una nueva
aristocracia financiera. Nueva, como veremos con Vargas, porque se sustentaba en un
nuevo proceso o dinámica que recreaba una vieja región.
14 Continuemos ahora analizando el escenario de la biografía de Mariano Vargas
señalando los rasgos dominantes de la estructura. Una estructura regional
agropecuaria como siempre, la del Cusco, fue también la expresión de un bolsón
mercantil, receptor y redistribuidor. “El comercio en sus amplísimas ramas de
importación y exportación trasciende a casi toda la ciudad” decía Ignacio de Castro casi
a fines del siglo XVIII (citado en Glave 1980,160). Ese dinamismo se mantuvo y acrecentó
en el inicio de la República. No como expresión de las grandes empresas exportadoras
(Glave y Remy 1983) sino como una pléyade de pequeños comerciantes que tenían en la
ciudad su punto de concentración. Una versión de los protocolos notariales cusqueños
nos muestra la proliferación de “cajones”, pequeñas tiendas de madera, desde fines del
siglo XVIII (Gutiérrez 1981,65). En 1826, vendedores, grandes y pequeños, de todo tipo,
cubrían la ciudad en número de 195, mientras 33 eran denominados “chifles volantes” y
121 “comerciantes viajeros de última clase”; en total 349 personas empadronadas que
capitaneaban un ululante mercado de menudencias, ropa vieja, bastimentos y
mercaderías importadas que hacían del Cusco una pequeña y activa feria.
144

15 El número de comerciantes, descartando “ropavejeros” abastecidos por los obrajes


supervivientes8, “vendedores de ají” y “tenderos de minestrales”, era en 1826 de 110
empadronados. El número no varió sustancialmente en el período siguiente; en 1830 se
contaron 116 (Villanueva 1981, 158-160) y en 1846 fueron 118. Mientras, un grupo de
vendedores urbanos se destacaban como categoría independiente en ascenso. Los
“licoreros” o “aguardienteros” pasaron de ser 16 en 1826 a 50 en 1830 y 90 en 1846.
Junto con los comerciantes, y la multitud de ambulantes, los vendedores de licor eran
parte de esa multiplicación de los pequeños tratos que abastecían la ciudad y
expresaban sus consumos.
16 Las referencias nos conducen a dos constataciones de suma importancia para la
calificación general del escenario. La primera es que detrás de las pequeñas ventas se
esconden los grandes tratantes. Los importadores de mercaderías externas y los
productores, no campesinos, de las mercaderías de la tierra. Entre éstas, la coca siguió
siendo un producto de gran importancia. Consolidado como producción campesina, era
manejado por los tratantes que formaban “Compañías de rescate” como la de Gamarra,
hijo del Mariscal y Juan Sanz de Santo Domingo9. Pero, ya que el maíz estaba en
situación comercial crítica, fue el aguardiente el producto de mayor circulación
interna, fuente de grandes riquezas. También, detrás de los pequeños vendedores se
agrupaban grandes abastecedores. En todos los casos, eran esos abastecedores
mercaderes, poseedores de liquidez monetaria, prestamistas e incipientes hacendados,
los que iban haciendo su consolidación como la pequeña pero fuerte oligarquía
financiera y terrateniente de la región. Mariano Vargas será figura principal.
17 Valcárcel (1981,85) señala, en su análisis de la oligarquía terrateniente cusqueña, que su
punto de partida deben ser los alcoholeros, terratenientes de haciendas y trapiches de
caña. Es el punto de partida de Tamayo también (1980,47), que recuerda a los míticos
Letona (Valcárcel 1981,85 -86). El alcohol y su consumo son todavía una pista básica en
las investigaciones del mercado interno regional y la estructura agraria republicana
(Glave 1978). Con el comercio del aguardiente de caña culmina un proceso de cambios
en el mercado interno que se basaba en el consumo indígena. Primero, los indios
consumían coca y chicha, productos cuyos volúmenes de circulación se incrementaron
desde la segunda mitad del siglo XVI. Luego, se introdujo entre ellos el vino nuevo o
“mosto”, las más de las veces de ínfima calidad. La coca, luego de un boom, disminuyó
en sus preferencias aunque sin dejar de ser fundamental. El elevado costo de los
transportes, y otros factores de la estructura del mercado, condujo a un cambio en el
producto de los hacendados de viñas en la costa sur: los vinos se redujeron a
aguardiente. Más rentable y de cómodo transporte. Finalmente, el aguardiente de uva
comenzó a sentir los efectos de un serio competidor, el aguardiente de caña, desde
principios del siglo XIX.
18 Los hacendados moqueguanos, principales productores de aguardiente de uva, sostén
de las rentas regionales de Arequipa desde finales del siglo XVIII, protestaron de manera
pintoresca frente a la competencia. Aducían que los indios tenían una contextura física
diferente a la de los habitantes de Centroamérica, consumidores de alcohol de caña. La
introducción de ese consumo entre ellos sería de consecuencias mortales si se toleraba.
Por ello, pedían que se prohibiera el consumo de alcohol de caña y se permitiera sólo el
de uva (Wibel 1975, 354-357). No lograron su objetivo, al punto que en 1841 se puso en
consulta un decreto que consideraba la decadencia de los viñedos por la competencia a
su aguardiente por el de caña y decretaba el pago de patentes a los productores que
145

tuviesen alambiques en sus haciendas10. Lo que se hizo al punto y desde entonces fue
principal ramo de las recaudaciones de la región del Cusco (Glave 1978).
19 Los valles costeños de Arequipa y Moquegua fueron desplazados por los cálidos valles
yungas de Abancay y Santa Ana. Desde entonces, las tierras de viejos cañaverales,
venidos a menos a fines del siglo XVIII con toda la agricultura regional, adquirieron un
nuevo valor y fueron objeto de las principales inversiones internas de la naciente
oligarquía financiera regional. Los cambios de propiedad y las inversiones en trapiches
y alambiques no estuvieron exentas de algunos reveses. El principal sin duda fue el
causado por los tratos comerciales con Bolivia luego del fracaso de la Confederación.
20 En Bolivia, como en el Sur Andino, la masa indígena campesina era el principal mercado
de aguardiente o coca. Todavía en 1846, la chicha y el aguardiente eran los principales
rubros industriales (Wittman 1980,280) de la Nación. En 1840, como artículos
adicionales al tratado de paz, se extrajeron del tratado comercial de 1832 los que
normaban las relaciones mercantiles entre ambas naciones. En ellos, cada país tenía
derecho a imponer tasas especiales para los productos de los yungas como aguardiente
y coca (Basadre 1968, II, 351-352). Así lo hizo Bolivia protegiendo sus aguardientes de la
competencia cusqueña, lo que motivó una “decadencia” en las nacientes empresas
alcoholeras11. Años después, las descripciones de los valles hablaban de las dificultades
que afrontaba el comercio de alcohol que “antes” se sacaba a Bolivia (Cabello 1860,198).
Así, al promediar la mitad del siglo, sumadas a las pestes grandes, las alteraciones en el
mercado dejaron a los valles en un estado de precariedad 12 que sólo podía ser afrontado
por aquellos que tenían acumulaciones de capital-dinero y acosaban financieramente a
los hacendados, esperando incorporar en la esfera de sus negocios a las haciendas de
los valles. Ese fue el papel que jugó Mariano Vargas, con sorprendentes resultados.
21 En 1899, el valioso informe de Karl Kaerger no trae ninguna referencia a la fabricación
del alcohol y al cultivo de la caña. Curiosa omisión, explicable si por propia confesión
(Kaerger 1979,49) el autor reconoce informar de oídas, pues no pudo ir personalmente a
los valles bajos. Su informe, sin embargo, es rico en detalles sobre la coca, el cacao y el
café: productos que hacían de las haciendas “del valle” las más rentables y dinámicas de
la historia agraria del Cusco republicano. Sin embargo, en 1911, Bowman sí destaca el
papel jugado por el alcohol de caña (Bowman 1980,117 y ss).
22 Para él, el hacendado de los valles orientales resolvió los problemas del aislamiento y
largas distancias así como la falta de mano de obra que debía importarse de la sierra,
recurriendo, “como el contrabandista de Kentucky”, a la fabricación de aguardiente,
“que puede soportar mayores gastos de transporte y, a igualdad de éstos, proporcionan
mayor utilidad. En un valle remoto en el que el azúcar no puede ser exportada a causa
de los elevados fletes, el aguardiente puede, todavía, dejar utilidad”. Si las plantaciones
son grandes y los productores controlan varias, como sucedió con Vargas, las ganancias
serían proporcionalmente mayores. Por cierto que no podemos reprochar a un
observador como Bowman el no percatarse de que dos siglos antes, con las mismas
dificultades, el azúcar se exportaba con grandes ganancias (Glave y Remy 1983): aun
para nosotros, eso es parte del reto por entender las formas cómo, el hombre andino y
sus colonizadores andinizados, lograron movilizar asombrosas capacidades de un
mercado interno retraído desde fines del siglo XVIII. Bowman continúa reprochando que
las ganancias de los hacendados se labren con el fomento del alcoholismo, pero,
también, narra admirado la suerte del propietario de Sahuayaco que por un equivalente
de 6,000 dólares compró “esa propiedad principesca de 10 millas por 40”. Luego de
146

mejoras e inversiones, en 1911, no la vendería, confesaba a Bowman, por 50,000 dólares


(Bowman 1980,123).
23 Finalmente, si bien fueron las haciendas de los valles orientales las más importantes, la
oligarquía financiera y comercial, que devino terrateniente, reprodujo los sistemas
agrícolas comerciales que se desarrollaron en la Colonia. Esto es, que siendo uno o
varios productos de exportación la fuente de sus ganancias, para lograr éstas eran
necesarios otros productos complementarios que permitieron el auto-abastecimiento
interno del complejo y un colchón de especulación y protección comercial en épocas de
subida de precios estacionales. También, al monopolizar tierras, obtener mano de obra
que no se encontraba libre en el mercado y era disputada por todos con sistemas
propios de un neo-colonialismo interno. Así las empresas familiares debían tener
tierras o haciendas en diversos lugares, que funcionaron como una sola compañía.
Veamos pues lo que sería la más grande de todas, pero antes remontémonos a sus
orígenes.

Las “grandes acumulaciones de Capital dinero”.


Mariano Vargas “del comercio de la ciudad”
“...Mariano Vargas, uno de los hombres más ricos que tuvo el Cusco, propietario de
Huadquiña entre otras haciendas. A don Mariano llegué a conocerlo siendo muy
niño, era cojo y ayudándose con un bastón solía pasar por la puerta de la tienda de
mi padre, cariñosamente me cogía la cabeza y me decía ’munaymunay’, que quiere
decir ’muy simpático’”. (Valcárcel 1981,157).
24 Evoquemos aquí la trayectoria de Mariano Vargas, no sólo porque tuvo un peso notable
en toda la vida económica, financiera, social y política de la región, sino porque él
también encarna o sintetiza, las características de esa burguesía comercial y
profesional que se convirtió en la aristocracia financiera y luego terrateniente que llevó
el sello de toda la dinámica regional13.
25 Cuando los estudios sobre la estructura agraria del valle de La Convención estuvieron a
la orden del día, fruto de intensos movimientos campesinos en esa región, las
referencias históricas, muchas veces orales o casi míticas, hacían referencia a “un
cierto” Mariano Vargas (Hobsbawn 1974,278), tronco y fundador del gran imperio
terrateniente que terminó trágicamente con esos movimientos campesinos (Fioravanti
1976, 52 y ss). Salvo el grupo familiar de Francisco Garmendia y los Nadal, sucesores del
Marquesado de Picoaga, embarcados en 1861 en la gran aventura industrial de Lucre
(Oliart 1961), vinculados al poder en el Estado Central como que Francisco ocupó la
segunda Viceprecidencia en 1872 (Basadre 1968, VI, 374); no hubo poder económico y
vinculación social más importante que la que labró Mariano Vargas desde su llegada al
Cusco.
26 Mariano Vargas nació en Arequipa, probablemente el año de 1821, con la República 14.
Familia acomodada, de la burguesía profesional, fue su padre don Marcos Vargas,
reconocido en la ciudad mistiana como vecino principal, ya que en el período
republicano ocupó accidentalmente la Prefectura del departamento, siendo alcalde de
segunda nominación en 1834 (Martínez 1943, 21). Su madre fue Josefa Hurtado y
Villafuerte, que contrajo matrimonio con Marcos Vargas en 1818, teniendo tres hijos:
Francisco, que llegó a ser coronel del ejército peruano, José Rafael, que se radicó en
Ayacucho y el mayor, personaje del Cusco económico del siglo XIX, Mariano
147

(Testamento). No era una fortuna los bienes de la familia Vargas, pero sí estaban
acomodados y vinculados tanto a la función pública como a las actividades comerciales
llegando a poner tiendas en tres inmuebles cuyos valores no eran inferiores a 15,000
pesos cada uno.
27 Mariano se traslada al Cusco, no sabemos en qué año, pero debió ser muy joven y en
asuntos vinculados al movimiento mercantil del que su padre era propietario. Conviene
señalar que en medio de las batallas y alteraciones de las guerras independentistas, las
compañías entre cusqueños y arequipeños con gente del comercio de La Paz y del
altiplano eran frecuentes. Por ejemplo, Juan Bautista Cernadas y Anselmo Centeno, que
fueron hombres fundamentales de la burguesía profesional cusqueña, como que
Centeno fue jefe de la Tesorería y la Casa de Moneda, mientras Cernadas fundador de la
Beneficencia (Blanco 1978, Villanueva 1981), también, eran activos comerciantes de
efectos importados por Arequipa, Tacna y Arica. En 1820 internaron, por Tacna y Arica,
efectos por 15,481 pesos, en 1821 por 45,426 y en 1822 desde Arequipa, Cernadas envió a
Centeno telas por 30,000. Las ventas se hacían en Cusco y en La Paz 15. En Arequipa, la
familia Goyeneche, criollos muy vinculados con el bando español, continuaron sus
actividades y dejaron honda huella en la consolidación de la nueva oligarquía
arequipeña a pesar de la zozobra por la que atravesaron con las guerras (Malamud
1982).
28 Junto con esas importaciones, que compartían en menor medida la circulación de
algunos productos de la tierra y abrieron las nuevas rutas de exportación de esos
productos (lana, coca, cacao), los comerciantes fueron también los únicos que
manejaban cantidades apreciables de capital-dinero y deudas que les permitían
controlar producciones o las partidas fiscales destinadas a esos departamentos. Juan
José Olañeta, propietario de haciendas y comerciante del Cusco, dejó en arrendamiento
su hacienda de los valles orientales a su sobrino, Juan Bautista Olañeta, uno de los
principales mineros de Puno que amonedaba plata en Cusco: hacendados, comerciantes,
mineros, los Olañeta son sólo otro ejemplo de ese nuevo grupo, aunque su suerte se
deteriora, durante la época de la Confederación16, y su sucesor beneficiario sería nada
menos que Mariano Vargas. Otros casos, como el de Anselmo Centeno, ya mencionado,
corroboran la afirmación. En esto, debemos tener muy presente la escasez de dinero,
producto de múltiples factores (Flores Galindo 1977, 47). Desde inicios del período, la
falta de circulante fue un mal endémico durante todo el siglo, aunque con coyunturas
de mayor impacto como a fines de la década de 1840. El año 1848 en todo el país se
registraba escasez de numerario, pero en el Cusco se sentía aquello con mayor agudeza,
hallándose su región en una “verdadera crisis monetaria...y... el agricultor... con las
manos cruzadas, viendo llenarse de maleza sus fértiles terrenos, sin poder
desmontarlos por falta de capitales “17. Pero, en esa penuria, los pocos que tenían
dinero, productos o créditos, obtenían altas ganancias al financiar la escasez con
intereses de hasta 10 y 12 % anual, si no más, como a fines del siglo en que el interés
llegó hasta 18 %. El crédito colonial, quebrado a fines del siglo XVIII, dejó pensiones
impagas para institutos religiosos o laicos (luego de la expropiación a su favor por las
medidas liberales del tiempo de Gamarra) que vieron degradados sus principales a
intereses del 2 % en el campo y 3 % en fincas urbanas (Mörner 1984, 51-61). Compárese
esos niveles con los que se registraban por la usura de los financistas-comerciantes y se
tendrá una idea más precisa de sus ventajas frente a la retracción.
148

29 Esa fue la actividad de Mariano Vargas, entre Arequipa y Cusco, hasta que se afirmó en
esta segunda ciudad. Ahí, contrajo matrimonio con Carolina Quintana. Ello no fue, como
podría suponerse, una alianza ventajosa del peregrino que se establecía en nuevos
parajes. La señora Quintana no llevó dote alguna al matrimonio y sólo recibió por
herencia de su madre, doña Mercedes Mendoza, unos 2,000 pesos cuando ya estaba
casada. Vargas no fue un cazador de nobleza, fue labrador práctico de riquezas, cuando
el dinero funcionaba en sus manos con el “poder de incrementar automáticamente su
valor” (Sereni 1980,198).
30 La primera gran operación comercial registrada por Vargas en Cusco fue la compra del
gran cañaveral de Huadquiña el año 185818. Decimos registrada pues antes, o en una
fecha cercana, ya se había apropiado de otro cañaveral, el de Chaullay en el mismo valle
llamado de Santa Ana. Con la hacienda cañaveral de Chaullay (o Chavillay) sucedió algo
importante a la vez que extraño. Desde el año 1898, un grupo de hacendados del valle
de La Convención, dirigidos por Mariano Ignacio Ferro, había intentado hacer mejoras
en los caminos y puentes de la ruta al valle, con dinero fiscal y aportes suyos, sobre
todo en mano de obra y algún material19. Un conflicto de intereses se suscitó entonces
respecto a qué destino correrían los fondos de la alcabala de coca con que se habían
adquirido cables. El “puerto” del valle, la Villa de Ollantaytambo, tenía entonces como
el más importante “vecino” a Mariano Vargas, que años antes había adquirido una
pequeña finca luego de ahogar de deudas a su propietaria, la hija de Francisco de Paula
Antayona20. Ahí, surgieron rivalidades entre Ferro y Vargas. Esas contradicciones se
agudizaron con los descendientes de Vargas, que heredaron “esa especie de control que
tenían los Vargas sobre el valle de La Convención”(Valcárcel 1981,86). Por eso, Ferro
estuvo a punto de lograr un triunfo para su causa cuando descubrió fallas en los
“instrumentos” legales de propiedad de Chaullay. Efectivamente, recién en 1921, la
nieta de Vargas, María Luisa Romainville, inscribió la hacienda en los Registros
Públicos, que se fundaron en Cusco a fines del siglo XIX21. Para ello, tuvo que arreglar
con los descendientes españoles de Olañeta, la cesión de todos sus derechos sobre la
hacienda, usufructuada por Vargas desde mediados del siglo XIX. Eso ocurrió recién en
1920, cuando aquellos no tenían la más remota idea de sus intereses peruanos luego de
migrar a España hacia 1833 cuando murió Juan José Olañeta. Ferro había descubierto
que no se había registrado ninguna venta de los Olañeta a Vargas y éste figuraba como
dueño de Chaullay sin haberla tampoco inscrito en los Registros Públicos. Olañeta dejó
en Cusco su testamento y parece que falleció cuando se aprestaba a dejar el Perú en
1833. Los descendientes migraron a España y liquidaron los negocios del padre. Pero, en
1841, se registraba todavía una causa de acreedores a la “Casa” de Juan José Olañeta 22.
La gran casa cusqueña que adquirió Olañeta en 1809, reconociendo un censo de 8,550
pesos a favor del monasterio de Santa Clara, llamada “Casas del Correo”, figuraba
ocupada por personas que no eran propietarias, hasta 1869 en que, sin escritura,
Mariano Vargas termina como propietario (Gutiérrez 1981, 151). No sabemos qué otros
intereses pasaron a Vargas, pero el cañaveral figura como el más importante. En su
testamento Vargas se denomina “apoderado” de los Olañeta y como tal “recogió” el
cañaveral. No era suficiente frente a la maniobra legal de Ferro que obligó a negociar
con los descendientes de Olañeta a María Luisa Romainville y, por cierto, pagar a Ferro
20,000 por sus “intereses”23.
31 El conflicto descubre dos cosas. Una, que corresponde a otro tema, la referida a las
contradicciones que aparecían en el seno de la oligarquía dominante en la región, y que
149

sazonaron la vida cusqueña por largo tiempo24. Otra, la forma directa en que Vargas se
hace de los bienes de los Olañeta. No hay otra explicación que la posible vinculación
comercial de Olañeta y Vargas o un oportuno golpe de mano de Vargas que llegado al
Cusco pudo ser depositario de los bienes concursados, por su habilidad comercial y
financiera, que podría subsanar alguno de los intereses de los acreedores. A mitad de
siglo, Vargas era ya prestamista y comerciante en Cusco.
32 Su posición mejoró todavía más a fines de la década de 1850. En 1858, José María Tejada,
prefecto del departamento, vendió a Mariano Vargas el inmenso cañaveral de
Guadquiña por 89,000 pesos25. Se trató sin ninguna duda, de la más grande operación de
enajenación de hacienda de todo el período republicano en el sur (Mörner 1984,49).
Para ello debió juntar 65,000 pesos en efectivo (una fortuna monetaria), y reconocer un
censo de 24,000 pesos al degradado interés del 2 %. El dinero lo obtuvo por préstamos
de José Valcárcel, Ramón Nadal, Francisco Garmendia y otros 26. Es indudable que esos
préstamos se hicieron con la garantía de tratos comerciales e incluso obligaciones del
mismo carácter, contraídos por los prestamistas con Vargas. Sólo en un caso, Vargas
hipoteca tierras que ya había comprado, en su inicio como terrateniente. De cualquier
manera, las deudas fueron satisfechas con puntualidad inusitada para la época e
incluso, en 1865, cancela el censo a favor del monasterio de Santa Clara acogiéndose a la
Ley de 1864 que permitía redimirlos satisfaciendo la sexta parte de los principales
reconocidos. Muestras de la solvencia monetaria de Vargas, garantía que había
exhibido para juntar semejante cantidad de dinero en un espacio en donde éste no
abundaba.
33 La historia del cañaveral de Huadquiña es también, paralelamente, muy indicativa. Fue
el más grande de cuantos ha conocido la historia de los famosos latifundios de La
Convención. A fines del siglo XVII, era apenas mencionado como un lugar de difícil
acceso. Fue parte de esos territorios que los Incas hicieron cultivar en grandes sistemas
estatales y luego pasaron a poder de la aristocracia indígena colonial y compartidos en
su usufructo por los colonizadores aventureros que buscaban grandes ganancias con la
coca o el azúcar. Luego, por un proceso que debe ser documentable como tantos otros
de la historia agraria colonial (Glave y Remy 1983), pasó a poder del monasterio de
Santa Clara. Quebró como casi todos al promediar el último cuarto del siglo XVIII. El
monasterio quedó como “acreedor censualista” y cedió la propiedad a uno de esos
medianos agricultores y comerciantes rurales que tomaron las haciendas quebradas. En
este caso se trató de Angel Vicente Za27, que llegó a un trato con el monasterio en 1793.
34 En Huadquiña se registraron 56 tributarios en 1826 y tan sólo 38 en 1830 (Kubler 1952,
26). En esa época, aproximadamente, fallece Za y deja como su albacea a José María
Tejada, que debió ser un bien colocado militar que llegó a desempeñar la prefectura del
Cusco. Debe haber sido este personaje el que iniciara la capitalización y
comercialización del cañaveral para la producción de aguardiente. Fue la época en que
los cañaverales aumentaron su valor rápidamente (Mörner 1984). Pero, pues, como
vimos, la mitad del siglo fue una coyuntura adversa para los alcoholeros y no resultaba
desdeñable la cantidad de dinero efectivo, una fortuna, que Vargas pagaba por
Huadquiña. Luego, Huadquiña será el ejemplo de las plantaciones de caña y su
aguardiente, el más cotizado en el mercado regional (Valcárcel 1981, Bowman 1980).
35 Poco más de una década después de adquirir Huadquiña, Vargas compró otra hacienda
cañaveral, la más antigua de la que tenemos registro en la historia colonial (Glave y
Remy 1983). Se trataba de Huyro y Umuto, en el valle de Amaybamba, o Huayopata en la
150

entrada al valle grande de Santa Ana o Quillabamba28. En junio de 1869, Vargas compró
la mitad de Huyro y la mitad de la acción de enfiteusis de Umuto, cuyo dominio directo
correspondió al Colegio de Ciencias hasta 192829. El vendedor fue Basilio Echegaray,
heredero de ese derecho luego de la muerte de su esposa Bernardina Miota, hija de
Pedro Mariano Miota, dueño de la otra mitad. Vargas pagó 25,113 pesos por Huyro, pero
nada recibió en efectivo Echegaray. Vargas pagó a cambio créditos hipotecarios y
deudas de Echegaray: 7,597 pesos por mandas incumplidas del testamento de
Bernardina, 1,666 por pagos atrasados de un censo a favor de La Merced y del canon
enfitéutico correspondiente al Colegio de Ciencias y, finalmente, 15,850 pesos en deudas
por créditos hipotecarios. Esas deudas tenían como acreedores a María Lorena,
principal entre ellos, a quien se debían 10,850 pesos, a Julio Obitas 2,000 y, por supuesto,
a Mariano Vargas que le tenía hecho un préstamo y había adquirido los derechos de
otro acreedor.
36 La composición del pago por la mitad de la hacienda revela las dificultades económicas,
ocasionadas por consumos suntuarios e inversiones en las haciendas, por las que
recurrían los terratenientes a la financiación usurera. Pero, Huyro era una hacienda
muy valiosa y Pedro Mariano Miota, subprefecto entonces de Anta, fundador del grupo
familiar de los Luna (Valcárcel 1981,90), estaba en proceso de consolidarse como
terrateniente. Por eso, aparte de penurias económicas y desacuerdos entre Miota y su
yerno, Vargas en esa compra hizo gala de una vocación por adquirir esa hacienda, de
grandes posibilidades, con la que quedaría como el principal productor de aguardientes
y un casi dueño de los valles subtropicales del oriente del Cusco. Por la operación de
compra-venta con Echegaray, Vargas quedó como “condueño”, con Miota, de lo que ya
ero una sola empresa. Lo que Echegaray vendió no fue una fracción física de la hacienda
sino una acción en los derechos sobre toda la propiedad. Fue en marzo de 1870 cuando
Vargas compró la otra mitad por 20,800 soles. También, Vargas se encargó de pagar
deudas y es a su vez acreedor por préstamos suyos o adquiridos, como uno que le
traspasó un boliviano comerciante llamado Zenón Zamora en setiembre de 1869 30. Sólo
en la zona de los valles, Vargas tenía un imperio económico.
37 Por esa época deben haberse casado sus hijas. Las dos únicas hijas de Mariano Vargas se
casaron con los dos únicos hijos de María Ana Centeno y Pedro Romainville (Matto
1954,194). Con eso, Vargas aseguraba para su descendencia un definitivo entronque
regional y una clara fisonomía de nueva burguesía. La vinculación con la sociedad
cusqueña estaba garantizada por el reconocimiento a doña María Ana Centeno. Ella era
hija del primer Director de la Casa de Moneda de Cusco, comerciante como vimos,
personaje político y social de primera línea en la nueva sociedad republicana, don
Anselmo Centeno. Centeno era además descendiente de la familia Centeno que formó
uno de los grupos familiares coloniales más importantes del sur (Glave y Remy 1983). La
suerte de Centeno sufrió un duro revés en 1839 cuando el general Torrico entró en
Cusco y, por los conocidos cupos que a los ricos demandaban las facciones militares y
por sus vinculaciones políticas en la época previa, sobre todo en la Confederación, tuvo
que dar una pequeña fortuna a los facciosos y luego fue desterrado 31. De regreso en
Cusco, María Ana contrajo matrimonio en 1842 con Pedro Romainville, comerciante
francés que llegó atraído por los negocios de importación y exportación que se abrían
en el sur andino. Su padre marchó a Lima dejando definitivamente el Cusco. Así,
Romainville y María Ana Centeno expresaban un grupo diferente que nacía; según
refiere Clorinda Matto, el enlace “chocó en exceso no sólo a la sociedad cusqueña, sino
también a los parientes de la señora, sabedores como eran de que la mano de María Ana
151

había sido solicitada por muchos hijos del Perú de distinguida posición y que más tarde
han ocupado elevados puestos en la política del país” (Matto 1954, 195). Ni la dama ni el
peregrino eran terratenientes ni tenían fortunas que unir, habiéndose lastimado el
patrimonio de los Centeno años antes.
38 El comerciante abría un oficio plebeyo si no estaba acompañado del señorío de la vieja
propiedad de la tierra. Pero, recordemos, Vargas no era muy diferente. Cuando los
Romainville se casan con las Vargas, ellos tenían ya una hacienda que María Ana
compró a un distinguido cusqueño, Juan Manuel Campero, el año de 1853 por 30,000
pesos que constituían su patrimonio familiar. Se trataba de Púcuto en Andahuaylillas,
provincia de Quispicanchis. Con esa hacienda, los Romainville unieron a la empresa de
Vargas el rubro de la producción de maíz. Si tenían el respaldo de la especulación
financiera y el negocio del aguardiente y los productos del valle, las ventas de maíz, en
un mercado fluctuante de antiguo régimen, podían resultar, bien manejadas, un buen
negocio también32. A diferencia de Vargas, los Romainville sí participaron en política,
dejando la dirección de la empresa al suegro. Ambos sin embargo, murieron jóvenes.
39 Mientras tanto, junto con su conversión en terrateniente, Vargas continuó en su ramo
comercial y financiero. En sus haciendas, hizo inversiones en los cañaverales pero sobre
todo en los trapiches, puso vaquerías, compró tierras o las arrendó en otras zonas
ecológicas para garantizar fuerza de trabajo. Aunque la documentación es parcial, con
la que hemos podido registrar podría hacerse un estudio de las relaciones laborales de
la empresa de Vargas con los campesinos y arrieros mestizos, pero no corresponde a
esta oportunidad. Ahora, concentraremos nuestra atención en la especulación
financiera y en el ramo comercial.
40 En un conjunto de papeles sueltos que pertenecieron a Vargas y a sus sucesores,
agrupados como “comprobantes de caja y recibos varios”33, encontramos documentos
de deudas vencidas de distintos comerciantes con Juan Manuel Garzón y Cía. entre
1868-1872. Figuran deudores de Santa Ana, Curahuasi, Urubamba y otras partes.
Normalmente se trata de “efectos de Europa”.cedidos a crédito a esos comerciantes con
compromisos de pago a plazo e interés del 1 % mensual por el tiempo que pase de lo
estipulado. Las variaciones son muchas: algunos establecen pagos semanales, otros son
de plazo perentorio, otros con intereses incluso más elevados. Esas letras o pagarés de
Garzón y Cía. terminaron en poder de Vargas. No figura ningún documento explicativo.
Otros documentos vendrán a explicarnos por qué.
41 En las cartas comerciales con Arequipa de un comerciante cusqueño que compraba a
crédito para vender en la región productos europeos34, entre 1879-1882, Mariano
Vargas aparece repentinamente. Las casas comerciales de Stafford, Braillard, Stamm y
Peterson y otras, principales vendedoras del comerciante cusqueño, trabajaban con
Vargas como agente. Vargas recibía mercadería y la vendía, siendo, a diferencia de
otros compradores a crédito, un agente comisionista que vendía los productos
obteniendo una ganancia del 3 % (Burga y Reátegui 1981, 25), para casas comerciales
como las de Sawers y Woodgate o Kaiser y Cía. También, era agente de otras más
grandes como Braillard, Forga, Stamm y Peterson y Zirold y Cía. Además de ello, Vargas
recibía dinero de mercaderes que pagaban deudas a esas casas comerciales. Eso
ahorraba el gasto en arrieros que llevaran el dinero a Arequipa o permitía cumplir con
plazos de pago y conservar el crédito con las casas comerciales. Por esas operaciones,
Vargas llevaba una “comisión de cobranza”.del 1 % pagado por los deudores. Otras
veces, “descontaba”.letras vencidas a las casas comerciales, haciéndoles efectivas las
152

deudas y encargándose él de la cobranza. También llevaba “cuentas corrientes” con las


casas arequipeñas.
42 En 1878, la caja fiscal de Cusco recibió del proveedor de contingentes del sur 6,000 soles
de plata con destino al Batallón Zepita. El dinero fue hecho efectivo por Mariano Vargas
ante una letra, girada por Braillard y Cía. y endosada a favor de la Caja Fiscal. El dinero
era parte del contingente que llevaba a Cusco el sargento mayor Daniel Betis, pero la
caja logró, por ese mecanismo establecido entre los capitales financieros del sur,
hacerlo efectivo antes del trámite físico del transporte35. Como Vargas, otros cumplían
las mismas funciones bancarias, uno de ellos era Garzón y Cía. Así no es extraño que las
operaciones de Garzón hayan pasado a poder de Vargas, por traspaso entre ellos, por
descuentos de letras o por una quiebra del financista en años difíciles como esos que se
sucedieron a la Guerra del Pacífico.
43 Según la historia bancaria de Campubri (1957,100) el Banco de Arequipa, con sede en
esa ciudad, quedó establecido en el año 1872. Su capital originario fue de 500,000 soles,
elevándose poco después, a comienzos de 1873 a 1’000.000 de soles dividido en 100
acciones de 10,000 soles cada una. Desarrolló importante actividad crediticia, puso en
circulación sus propios billetes y, entre los bancos de la época, fue el único que tuvo
dependencia especial para recibir ahorros. Además, estableció agencias en Puno y
Cusco. La “agencia”.de Arequipa no fue otra que la casa de Mariano Vargas. Vargas
tenía tres acciones del Banco y era el agente y apoderado del mismo. En su testamento
así lo confiesa. Pero también afirma que en la liquidación del Banco él no tenía
responsabilidad pues sólo era su agente y, más bien, el banco le debía por gastos que
realizó en las operaciones judiciales, cobranzas y otros menesteres 36.
44 Con el banco, las operaciones menudas que Vargas realizaba cambiaron a hipotecas y
créditos de mayor envergadura. Competía con los financiamientos que los hacendados
hacían con particulares como la propia casa de Vargas, y por intereses bastante
elevados. Incluso, cuando ya Vargas era agente del Banco 37, Eduardo Romainville prestó
3,000 soles, con interés del 10 %, al propietario de Echarati, Polo y La Borda 38. Como
vimos, los “créditos hipotecarios” eran usados continuamente por los hacendados para
subsidiar consumos, suntuarios sin duda, pero también para habilitar campañas
agrícolas e inversiones en sus propiedades. La usura no buscaba cubrir el proceso
productivo; a pesar que un gran capital como el de Vargas se destinó también a la
agricultura, la tierra era un depósito o garantía de riqueza. El banco, del que Vargas era
administrador local, serviría como un canal más orgánico para ese tipo de créditos,
incluso, como un recurso de efectivizar dinero transfiriendo esos créditos hipotecarios.
Pero, los tratos con la financiación informal, como el de Romainville y Polo y La Borda,
siguieron su cauce y el banco no progresó ni se registraron nuevos intentos bancarios
hasta el primer cuarto del siglo XX desde Lima. Su fugaz existencia fue, de todas
maneras, signo de nuevas formas financieras y cambios en las estructuras regionales.
También, fue una afirmación institucional de una actividad que los mercaderes, como
Vargas, venían realizando desde tiempo atrás39.
45 A fin del siglo la familia de Vargas se había emparentado con otros grupos importantes
de la oligarquía terrateniente y la burguesía regional. Sus nietos fueron otros tantos
vínculos de esa índole. Carolina Romainville casó con Maximiliano Zaldívar y disfrutó
de la propiedad de la gran estancia de Lauramarca (Valcárcel 1981,88). La hacienda que
fue de la familia Loaiza estaba hipotecada a favor de Mariano Vargas por un capital de
17,000 pesos desde casi la mitad del siglo XIX y en 1904, poco antes de su muerte, Vargas
153

la hizo hipotecar por 34,000 soles al 10 % anual, como arreglo a la deuda, por los
herederos de Melquiades Zaldívar40. El matrimonio, más allá de una alianza familiar, fue
también un arreglo financiero. Pero, el vínculo más importante de los descendientes de
Vargas fue el matrimonio de María Luisa Romainville con Benjamín de la Torre. Ambos
personajes, de indudable espíritu empresarial, formaron una empresa agrícola
comercial y manufacturera de la que ha quedado muy buena documentación. Mientras,
Carmen Vargas y sus hijos, la otra rama familiar, quedó con otros bienes y no
constituyeron como los La Torre Romainville, una sola empresa con características
modernas, como veremos a continuación.

Los sucesores: Una empresa agraria en las puertas del


capitalismo

GENEALOGIA PARCIAL DE LA FAMILIA DE MARIANO VARGAS

Note11
Note22
Note33

“Para concluir les diré que la fábrica ha costado 300,000 soles y que el Dr. La Torre
quiere aplastar a los demás fabricantes en el interior”. Carta de D.F. Navarro a G.
Ricketts, Cusco 18.X. 1912 (Burga y Reátegui 1981, 137).
46 A las tres de la tarde del 25 de noviembre de 1895, en la casa # 19 del Portal de
Botoneros, en la ciudad del Cusco, propia del Dr. José Gabriel Ochoa, se presentó un
hombre en perfecto estado de salud que dijo llamarse Mariano Vargas, ser de 74 años de
edad, natural de Arequipa y vecino del Cusco. Presentó entonces su testamento ante el
notario haciendo presente lo que siempre sería su última voluntad. Pero pasaron
todavía diez años, hasta que el 21 de junio de 1905, su hija Carmen Vargas y el Dr. Don
Benjamín de la Torre su yerno, pidieron se abra el testamento al poco de la muerte del
viejecito que conoció Valcárcel. La acumulación había terminado, los sucesores debían
poner en operación una empresa. Una gran parte de los bienes quedó en poder de
Carmen Vargas y sus hijos. Entre ellos, el gran cañaveral de Huadquiña. Pero María
Luisa Romainville, casada ya con Benjamín de la Torre, conservó la más preciada
hacienda de Vargas, su centro de operaciones en los valles, el cañaveral de Huyro.
Además a ellos les correspondió también la hacienda Púcuto que comprara María Ana
Centeno a mediados del siglo XIX. Junto con esas dos grandes propiedades agrícolas,
154

propiedades urbanas, pequeñas fincas, joyas y otros bienes fueron incorporados en el


patrimonio de los La Torre Romainville.
47 A diferencia de los sucesores de Carmen, que llevaron adelante sus haciendas como
fincas independientes, familiarmente administradas, “tradicionales”.en términos
simples, La Torre y María Luisa juntaron sus haciendas en una sola empresa o sociedad.
En ella estaban incorporadas las aludidas haciendas de Huyro y Púcuto, la hacienda
cocal y cañaveral de Maranura, el cañaveral de Chaullay que requirió ser saneado en su
propiedad al pretender Mariano I. Ferro denunciarlo como “mostrenco” 41, una hacienda
y estancia en Limatambo llamada Sinquillay y una finca en las afueras de la ciudad
llamada Zarzuela. Así se juntaron bienes acumulados por los La Torre a los que heredó
María Luisa Romainville.
48 La empresa agraria comercial funcionó como un todo discontinuo en el espacio, con
organización interna de cada una de las unidades, por medío de administradores, pero
con una organización global dirigida desde Cusco y Púcuto por La Torre y María Luisa.
Había complementariedad entre todas las haciendas y diversificaciones en la
producción comerciable, operación que, también, se realizaba concertadamente desde
el Cusco por la administración central. Merecería un estudio especial este sistema; sólo
mencionaremos un elemento, por tratarse del centro medular de la definición del
sistema. Una de las haciendas, Sinquillay cuyo valor no llegaba ni al 2 % del total de los
bienes raíces agropecuarios, era sin embargo fundamental: era la proveedora de trabajo
para Púcuto, el Cusco y eventualmente para Huyro. Así, esa y otras manifestaciones de
servidumbre, eran condición para la rentabilización comercial. Sistema que recuerda a
las empresas coloniales que formaron institutos religiosos como los bethlemitas o
familias como la de los Centeno Fernández de Heredia (Glave y Remy 1983). Más aún si
el maíz recuperó su importancia especulativa comercial dentro del conjunto de antiguo
régimen, siendo entonces Púcuto tan importante como Huyro o Maramura.
49 Pero lo que dio otro carácter a la empresa fue la formación, en terreno cercano a
Púcuto, de una fábrica de tejidos de lana, la que anunciaba el administrador,
pomposamente, como arrasadora en el mercado. Luego de la instalación en Lucre, por
los Garmendia, de una fábrica en 1861, se sucedieron otras en el Cusco, con las mismas
características de desafío burgués empresarial (Oliart 1961). Entre ellas, la inversión de
La Torre fue símbolo del intento por competir por el mercado con los grandes capitales
industriales limeños (Deustua y Rénique 1984, 67-68; Burga y Reátegui 1981, 136-137).
Incluso, con un comerciante de la Paz, tuvo el intento de formar otra fábrica en esa
ciudad, que no llegó a cristalizar, aunque Forno y Cía., el socio boliviano, llegó a ser un
productor textil en ese país.
50 Los intentos por desarrollar nuevas estructuras regionales, a tono con el siglo, que
acabaran con lo “arcaico”, tuvieron sus adalides empresariales, pero también una
copiosa gama de programas ideológicos (Glave 1978). Con todo, sus intentos chocaron
con sus propias trampas, con el lastre de esa sociedad mestiza que no dejaba la colonia
salvo en declaraciones y formas, pues no fueron ni son ellos los encargados de dar el
salto. Los encargados clamaron por el cambio en la década de 1920, fueron reprimidos
por sus propios profetas aristocráticos. De ahí resultó un proyecto frustrado, una
región estancada, un desafío para nuevos actores que hoy están hablando.
155

SIGLAS UTILIZADAS
EN LAS REFERENCIAS DOCUMENTALES
51 AFA Archivo del fuero privativo Agrario.
52 AGN Archivo General de la Nación.
53 AHC Archivo histórico del Cusco.
54 CACSA Compañía Agrícola Cusco S.A.
55 LEG Legajo.
56 PROT Protocolo
57 RPC Registros Públicos del Cusco.

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NOTAS
1. El testimonio de Manuel Ugalde figura en un folleto editado en Cusco en 1882, titulado
DEFENSA DE GRANDES INTERESES NACIONALES, LIGADOS AL HONOR DE UN INDUSTRIAL QUE NO
ES PERUANO. El cuadro de Huyro se conservaba todavía hace unos años en la Casa cusqueña que
fuera de los descendientes de Vargas y ahora propiedad de la Cooperativa formada en la ex-
hacienda Huyro.
2. Todas las afirmaciones están sustentadas en nuestros estudios de Historia Agraria Colonial
Cusqueña, que se pueden ver en Glave 1980 y Glave y Remy 1983, a que nos remitimos.
3. Así lo sugiere Nils Jacobsen comentando el aludido estudio de Mörner, (1984,65).
4. AHC. Prot. Juan Clemente Jordán 1822-23, ff.376-80, testamento de Juan José Olañeta. La dote
de su mujer, María Josefa de Ocampo fue de 46,324 pesos. El giro de Olañeta era el comercio. En
1841, sus intereses estaban concursados por acreedores; Ver: La Libertad Restaurada, T. 3, # 44,
22.IX.1841, P.182.
5. Toda la información proviene de los Registros Públicos (en adelante R.P.C.) del departamento
de Cusco.
6. Así lo denuncia una nota anónima aparecida en El Demócrata Americano, # 225, 16.VI.1849. Los
indígenas llegaron a denunciar a Artajona ante el propio Gamarra que ordenó se les amparase,
incluso habiendo sido Artajona allegado suyo y autor de una biografía del Mariscal (Villanueva
1981, 276). A pesar de ello, las argucias legales favorecieron al nuevo latifundista, calificado por la
nota del Demócrata como “antiguo usurpador”.
7. Rueda estaba bien ubicado en la función pública, al punto que era apoderado del Mariscal
Gamarra en 1829. Vid. AHC. PROT. Juan Clemente Jordán 1827-30, f.452-459.
8. En 1860 se contaban todavía los de Pomacanchis, de Patricia Enríquez y Francisco Luna,
equipados con “calderas”; el de Lucre, de los Nadal, que se convertiría en fábrica unos años
después; los de Quiquijana de María Lorena y Juan Riquelme, y el de Huaro, de Rudecindo Jara
que proveía junto al ejército a los “ropavejeros de la ciudad”. Ver: Cabello 1860, 219-222.
9. AHC Prot. Pablo del Mar y Tapia 1847. La Compañía tenía oficinas en Cusco, entre las que
destaca la que fuera casa de Garcilazo (Gutiérrez 1981,157). La quiebra fue estrepitosa, Sanz se
suicidó en Limatambo y Gamarra, agobiado por las deudas, tuvo que vender la hacienda Sillque,
ganada por su padre como premio por su participación en la Independencia.
10. La Libertad Restaurada, T. III, # 43, Cusco 18.IX. 1841. P.178.
11. “Recurso que hacen los hacendados del Valle de Santa Ana al Esmo. Supremo Gobierno, a
consecuencia de la decadencia experimentada por los tratados de comercio con la República
Boliviana”. Firma Juan José Larrea, propietario de la hacienda Santa Ana, Cusco 27.10.1848,
Imprenta Republicana.
12. “Que en la actual matrícula practicada en el presente año mil ochocientos cincuenta y dos, no
ha alcanzado a la suma de las cantidades que arrojó en la anterior revista a causa de que las
haciendas de cocales y cañaverales se han encontrado en un completo deterioro: Y los indígenas
contribuyentes no tienen residencia fija por ser forasteros sin tierras y la mortandad es frecuente
con la opilación que los devora; Y además los vecinos moradores de las doctrinas Chaco, Echarate
y las misiones, se hallan exceptuados de toda clase de contribuciones bajo el amparo de la ley
especial de veinticuatro de mayo de mil ochocientos cuarenta y cinco”. AGN, Real Hacienda,
Tributos, H-4, Leg.634, f.101V.
13. Véase, por comparación, las “grandes acumulaciones”. de las que habla Sereni (1980, 187 y ss)
en la Unidad Italiana, presentadas con el Duque de Galliera.
158

14. Los datos familiares y de sus vinculaciones figuran en su testamento, hecho en 1895 y
protocolizado en 1905, año de su muerte, ante J. Romualdo Vega Centeno. El expediente lo ubiqué
en la que fuera Notaría Pública del Dr. Osear Zambrano, bajo la catalogación: Legajo 10, Exp. 21,
1907-1908, tomo de testamentos. En adelante lo citamos como testamento.
15. Datos del Libro de Facturas, Remisiones y Cuentas Corrientes. Año 1821, de Juan Bautista
Cernadas, manuscrito.
16. ACH. Prot. Juan Clemente Jordán 1832-33, ff.376r-380V.
17. B Demócrata Americano # 172, Cusco, 16.VI.1848.
18. AHC. Prot. Juan Clemente Jordán 1858-59, f.545, también en testamento, f.6r.
19. El Comercio, Año II, # 108, 12.X.1898, p.3.
20. El Comercio, Año II, # 96, 9.V. 1898, P.4; la adquisición de Tarabamba fue legalizada en 1896, por
permuta de una deuda de la señora Rosa Artajona por 3,696 soles que Vargas conmutó por la
hacienda. Ver: AFA. CACSA, LEG. 160, y LEG. 272. Acá, conviene señalar que era Ollantaytambo y
Maras que tenían una vieja relación (Glave y Remy 1983), de donde se reclutaban peones y sobre
todo arrieros para sacar productos del valle. Ver ese tipo de contratos en AFA, CACSA, LEG. 272.
21. RPC. Tomo 65, f.35.
22. La Libertad Restaurada T.3 # 44, Cusco 22. IX 1841, P.182.
23. AFA, CACSA, LEG. 161.
24. Como el caso de los enfrentamientos entre Orihuela y La Torre por el paso del ferrocarril por
el Cusco (Varcálcel 1981, Tamayo 1978). Tras los cuales se agrupaban, respectivamente, Ferro y el
grupo de los Vargas al que pertenecía Benjamín La Torre, esposo de María Luisa Romainville.
Además, las disputas electorales, los libelos y otros, más bien, folklóricos enfrentamientos.
25. AHC, Prot. Juan Clemente Jordán 1858-59, F.545.
26. Así lo señala en su testamento. Ver también: AHC. Prot. Juan Clemente Jordán 1858-1859, f.580.
La deuda más grande fue con Francisco Garmendia, por cerca de 20,000 pesos al 10 % anual.
También, con José Valcárcel se endeudó por casi 5,000 pesos, hipotecando unas tierras en
Abancay que ya había comprado de Mariano Carrasco, como parte de su estrategia de usar !a
tierra como depósito o garantía para obtener prestigio y dinero. Por otro lado, el protocolo citado
muestra a Francisco Garmendia en su apogeo como terrateniente y financista.
27. Ver AHC. Notaría de Urubamba. Za figuraba como “cacique”. y “alcalde”. de españoles en
Vilcabamba y los valles.
28. AHC. Prot. Manuel A. Gamarra 1869-1870, f.407.
29. RPC. Tomo III f.125
30. AHC. Prot. Manuel Gamarra 1869-70, f.233.
31. Basadre (1968, II 175) señala que Torrico hizo dar azotes a Centeno por negarse a dar dinero.
El historiador de la República confirma los datos de Clorinda Matto (1954, 194-95) que seguimos
en nuestra exposición.
32. Los documentos en AFA, CACSA, LEG. 266 con instrumentos legales y, sobre todo, Leg. 1 y Leg.
2 con correspondencia comercial que muestra ese manejo empresarial y la unificación de la
empresa familiar.
33. AFA, CACSA, LEG. 272, años 1862-1933.
34. Utilizamos el Libro Copiador de cartas comerciales de José Vicente González. El documento y
otros de sus archivos pude consultarlos gracias a la generosidad de los señores Polo y la Borda
González, a quienes agradezco profundamente en esta oportunidad. Nuestras afirmaciones se
basan en estos documentos. Se puede ver correspondencia similar en documentos de AFA, como
los utilizados por Burga y Reátegui (1981).
35. AHC. Tesorería fiscal, libro copiador de correspondencia # 13, ff. 171-172. Ver también AFA,
CACSA, LEG. 1, 1886, donde Gibson figura también entre los relacionados financieramente con
Vargas.
36. Testamento, f. 5r.
159

37. La primera operación que he registrado de Vargas como agente es en 1883. Una hacendada
hipotecó su propiedad a la seguridad del pago de 5,080 pesos a José María Gayoso en 1876. Gayoso
vendió su derecho al Banco de Arequipa que por intermedio de su administrador, Mariano
Vargas, acepta el trato en 1883. RPC. Tomo 3, f. 126.
38. AFA, CACSA, LEG. 1.
39. Junto con Vargas, ejercieron esa función financiera otros comerciantes de origen extranjero,
como Abraham Teodoro Sumar (“natural de Palestina”), que podía hacer préstamos en efectivo
relativamente grandes. También Juan Bautista Lecaveratz, que en 1898 cobraba intereses del 18 %
y con la hacienda Urco en Calca, hizo un “cercamiento financiero”.que podía llegar al 24 % del
valor de la hacienda. Junto con ellos tenemos a las casas comerciales arequipeñas, que
prescindieron de la mediación de Vargas y buscaron más bien obtener de esa manera productos
agrícolas para la exportación, como Emmel y Gibson. Finalmente, algunos conventos, como el de
Santa Clara, volvieron a ser, en menor escala, los piadosos recursos financieros en que se
constituyeron a fines del siglo XVII.
40. RPC. Tom. 2, f.226.
41. La información que usamos proviene de un Libro Copiador de cartas entre María Luisa
Romainville viuda de La Torre y sus administradores hacia 1917, que logramos ubicar en
papelerías cusqueñas. Junto con otros de esa época, no llegó a incorporarse en los documentos de
esa empresa que se conservan en AFA bajo el fondo de lo que fue la Compañía Agrícola Cusco
(CACSA), formada en 1949. El fondo AFA, CACSA tiene documentación parcial de las operaciones
de Vargas y luego de La Torre y María Luisa Romainville, pero es muy importante para lo
referente a la Compañía que fundaron los hijos de ellos.

NOTAS FINALES
1. Hijo de Pedro Centeno, último corregidor de Calca.
2. Comerciante francés, afincado en el Cuzco.
3. Hijo de Benigno La Torre, nieto de Pablo del Mar y Tapia y Baltazar La Torre, une el patrimonio
de los La Torre al de los Romainville Vargas.

RESÚMENES
Se plantea, en primer lugar, que las “independencias relativas” de cada región dentro del gran
espacio del sur no pueden dejar de lado, para una adecuada comprensión de la dinámica espacial,
la imbricación histórica de estos espacios regionales, incluyendo la actual República de Bolivia.
En segundo lugar, se insiste en la necesidad de investigar sobre el desarrollo del mercado interno
del sur, en términos de proceso de formación, sin postular que se llega a una culminación
repetitiva de los modelos clásicos del capitalismo.
Finalmente, se afirma el papel central que jugó el capital comercial y la usura en la conformación
de una nueva estructura productiva y en el proceso de formación de un mercado interno por
“mercados regionales yuxtapuestos”, recalcando la hipótesis de que entre 1880 y 1930 se
presentaron condiciones de una acumulación primitiva de capital y el surgimiento de una burguesía
regional que, por trabas que están por estudiarse en mayor profundidad, no logró consolidar su
actuación.
160

On explique en premier lieu que les “indépendances relatives” de chaque région dans le cadre du
grand espace du Sud ne doivent pas faire oublier, afin de comprendre correctement la dynamique
spatiale, l’imbrication historique de ces espaces régionaux, l’actuelle république de Bolivie incluse.
En second lieu, nous insistons sur la nécessité de recherches sur le développement du marché
intérieur du Sud, en termes de processus de formation, sans supposer que l’on en arrive à une
répétition des modèles classiques du capitalisme.
Enfin, nous affirmons le role central joué par le capital commercial et l’usure dans la constitution
d’une nouvelle structure productive et dans le processus de formation du marché interne par
“juxtaposition de marches régionaux”, en reprenant l’hypothèse selon laquelle entre 1880 et
1930 se présentèrent les conditions d’une accumulation primitive de capital et l’apparition d’une
bourgeoisie régionale qui ne réussit pas à se consolider, en raison de difficultés qu’il reste à étudier
plus profondément.
161

Desarrollo del mercado interior y


cambios en la demarcación regional
en los andes centrales del Perú
(1820-1930)
Développement du marché intérieur et modifications de la délimitation
régionale dans les Andes Centrales péruviennes (1820-1930)

Nelson Manrique

1 La ponencia traza un paralelo entre los cambios en la demarcación territorial-político-


administrativa de la sierra central del Perú y aquellos producidos en los flujos
económicos que organizaron el espacio regional, durante el primer siglo de vida
republicana.
2 Como antecedentes, se analiza la decadencia de la minería del mercurio de
Huancavelica, que constituyó el eje de la región durante el período colonial, y la
emergencia de Cerro de Pasco, el principal centro minero argentífero del país durante
ese período, como el nuevo eje regional.
3 Se analiza, igualmente, cómo la quiebra de la economía regional provocada por la
guerra de la Independencia, abrió el camino a la emergencia de una nueva fracción
hegemónica regional, de carácter minero-comercial-terrateniente, que provocó
profundos cambios en la organización de la economía regional, impulsando la
organización de una próspera explotación ganadera en los alrededores del valle del
Mantaro que creó su propio circuito de acumulación, fundando la posibilidad de
impulsar un proceso de desarrollo capitalista autónomo.
4 Cuando esta fracción debía enfrentarse a las sólidas comunidades campesinas de la
región, cuya fortaleza provenía de basarse en una fuerte economía campesina, para
organizar un mercado de fuerza de trabajo “libre”, la guerra con Chile y la posterior
guerra civil, que entre 1881 y 1885 asolaron la región, frustraron sus objetivos.
Buscando reconstituir sus bases de acumulación esta fracción buscó la alianza con la
plutocracia limeña, pero esta iniciativa provocó su desplazamiento del control de la
162

ganadería regional. La penetración masiva del capital imperialista norteamericano, vía


la formación de la Cerro de Pasco Corporation, a inicios del siglo XX, abrió el camino a la
liquidación de la minería regional y a un proceso de desposesión territorial de
haciendas y comunidades. Estos procesos, unidos al control del Ferrocarril Central —
que llegó al valle del Mantaro en 1908— por el capital inglés, liquidaron las
posibilidades de desarrollo regional autónomo. Los mecanismos fundamentales de
control de la economía regional se trasladaron a Lima y las metrópolis imperialistas.
5 La culminación de este proceso fue la desarticulación de la región y la subordinación de
sus partes a Lima, en un tipo de articulación radial que fortaleció la centralización y
concentración de recursos materiales y humanos en la capital, en desmedro de los
espacios interiores a ella subordinados.
6 Se intenta aprehender, así, la lógica de la actual demarcación política administrativa
del territorio estudiado, para entender sus limitaciones y sus posibilidades.

I INTRODUCCION
7 En el Perú, la primera centuria de vida republicana estuvo profundamente marcada por
una fuerte fragmentación regional. La Independencia rompió la articulación antes
existente en torno al proyecto colonial, sin que la débil burguesía peruana pudiera
forjar un proyecto de integración nacional alternativo. Las distintas regiones se
cerraron sobre sí mismas, logrando articularse algunas de ellas en torno a la
explotación de algún producto de exportación (fibras y lanas en el sur andino, plata en
la sierra central y guano y cultivos de exportación en Lima y la costa norte), mientras
que otras zonas entraron en un largo período de estancamiento, caracterizado por el
predominio del latifundio feudalizante y la expansión del ámbito de la economía
natural y de la producción de autosubsistencia.
8 En la presente ponencia nos proponemos abordar el análisis del proceso de
conformación de una región socio-económica, constituida en la sierra central peruana a
partir de la crisis post-independentista. Si bien hemos delimitado un período temporal
que abarca un siglo, los procesos vividos en ese período sólo son inteligibles situándolos
en un ámbito temporal más amplio: el de la larga duración. De allí que no nos
circunscribamos al período señalado sino que, cuando el tema lo demande, nos
remitamos a una perspectiva temporal más amplia.
9 Una segunda advertencia es que al abordar nuestro tema no nos hemos circunscrito a
los fenómenos económicos. Si bien éstos cumplen la función decisiva en el proceso de
constitución de la región, la forma particular en que se desenvuelven está
profundamente marcada por circunstancias extraeconómicas, cuya caracterización es
necesaria. Hemos prestado particular atención por ejemplo, al factor homogeneidad-
heterogeneidad cultural, porque consideramos que en su presencia se encuentra una de
las claves fundamentales para situar correctamente el problema regional, tal cual se
plantea hoy día. Las regiones no emergen en un vacío histórico, como parecen considerarlo
determinados análisis que, al abordar el problema regional, limitan éste a la
problemática de la expansión del capital. Que a este último fenómeno le otorgamos la
debida importancia, queda consignado por el enfoque que hemos elegido, al asumir
como hilo conductor del análisis el desarrollo del mercado interior. La regionalización
contemporánea, sin embargo, se superpone sobre anteriores procesos de
163

regionalización que, en algunos casos cual es, por ejemplo, el del área huanca, tienen un
milenio de continuidad histórica. En otros casos, la nueva regionalización desarticula
aquella anteriormente existente. El desarrollo del capital fragmenta entonces espacios
antes integrados, creando nuevas articulaciones que no siempre pueden consolidarse
sin conflicto. Lo cual nos remite, nuevamente, al problema de las relaciones entre la
economía y la cultura en la constitución de las regiones.
10 La región constituye un punto de encuentro entre la historia y la geografía, lo cual
hubiera invitado a tratar más en detalle las relaciones entre las sociedades y la ecología,
tema que no abordamos, por haberlo tratado en publicaciones anteriores.
11 El grueso de la información sobre el proceso de articulación entre el valle del Mantaro y
la región minera de Cerro de Pasco y Huarochirí proviene de dos avances de
investigación que publicamos hace algunos años, como parte de una investigación
mayor que venimos trabajando: El desarrollo del mercado interior en la Sierra Central.
Primera Parte. La expansión terrateniente en ¡a preguerra (1830-1879). (Lima, 1978) y El
desarrollo del mercado interior en la sierra central. Segunda Parte: la guerra del Pacífico y la
crisis de la fracción terrateniente (1880-1887). (Lima, 1979). Sobre la significación de la
guerra con Chile para el proceso de la región central hemos publicado un libro
(Campesinado y nación: las guerrillas indígenas en ¡a guerra con Chile, Lima, 1981) y un
conjunto de artículos que se citan en la bibliografía general. La información sobre
Huancavelica proviene de una investigación que venimos desarrollando sobre el
proceso de las haciendas y comunidades en la región entre los siglos XVI y el XX.

II CAMBIOS EN LA DELIMITACION TERRITORIAL


POLITICO-ADMINISTRATIVA: 1784-1931
12 Cuando, al declinar la dominación colonial española, se procedió a organizar las
Intendencias, se sentaron las bases sobre las cuales, luego de la Independencia, la
administración republicana organizaría la división político-administrativa del
territorio nacional peruano. En este contexto, en la sierra central, fue creada en 1784 la
Intendencia de Tarma, cuya denominación fue tomada del nombre de la ciudad que fue
elegida como capital de la nueva Intendencia.
13 La Intendencia de Tarma abarcaba los siguientes partidos: Tarma, Jauja, Panatahuas,
Huamalíes, Conchucos, Huaylas y Cajatambo. Puede comprenderse la amplitud de esta
unidad político-administrativa si se considera que abarcaba el territorio de los actuales
departamentos de Junín, Cerro de Pasco, Huánuco y la mitad del de Ancash. Es un
indicador de la importancia que se concedía a las ciudades de Tarma y Jauja que se les
otorgara la categoría de villas, mientras que Cerro de Pasco y Huancayo, que durante el
siguiente siglo jugarían un rol capital, sólo obtuvieron la categoría de pueblos 1.
14 Al organizarse los departamentos como las unidades geográficas mayores político-
administrativas de la nueva República, la antigua Intendencia mudó de nombre,
asumiendo el de un pequeño pueblo sin mayor presencia histórica, donde se desarrolló
una de las batallas decisivas por la emancipación americana: Junín.
15 Para mediados del siglo XIX, el departamento de Junín estaba conformado por las
provincias de Huánuco, Pasco, Tarma y Jauja. Entonces, Pasco había desplazado ya a
Tarma en la función de capital departamental. En 1856 la región de Yauli,
anteriormente perteneciente al departamento de Lima, fue incorporada a la provincia
164

de Pasco, de la cual era complementaria por su minería. En 1864 surgió una quinta
provincia, al escindirse Jauja y crearse la provincia de Huancayo, que con sus ocho
distritos y 53 mil habitantes había adquirido una dinámica económica que hacía
insostenible su subordinación a una ciudad que, al contrario que Huancayo, venía
dando evidentes muestras de estancamiento2.
16 En 1869 Huánuco se autonomizó, pasando a conformar un nuevo departamento y,
finalmente, en 1931, una nueva escisión de la cual emergió el departamento de Cerro de
Pasco, permitió a Huancayo —originariamente una modesta llacta y aun un pequeño
pueblo a inicios de la República— acceder a la condición de capital del departamento de
Junín. No le faltaban títulos para ello; era en ese entonces una próspera ciudad que
atravesaba una acelerada expansión, que la llevaría finalmente a constituirse en una de
las ciudades más importantes de la sierra peruana e, indudablemente, la más
importante desde el punto de vista de su intensa actividad comercial.
17 ¿Fueron este conjunto de redefiniciones territoriales simplemente fruto de las
decisiones más o menos arbitrarias de las sucesivas burocracias republicanas, o es que
hay procesos socio-económicos más profundos como sustrato de las opciones
asumidas? Responder a esta interrogante obliga a abordar el análisis de los cambios
operados en la economía regional en el período y su impacto en la redefinición del
espacio regional.

III LOS ANTECEDENTES: LA REGION CENTRO ANDINA


DURANTE LA ETAPA COLONIAL
1. Huancavelica y la minería colonial

18 Si bien diversos testimonios arqueológicos demuestran una muy temprana ocupación


humana del territorio de la actual Huancavelica, éste no tuvo los perfiles definidos
como los alcanzados por la cultura wanka. Se conoce que hacia la época de la expansión
imperial inca, Huancavelica constituía el límite norte de los chancas, pero el perfil de
esta sociedad está por definirse. Las investigaciones recientes tienden a considerar el
conglomerado chanca, más que una nacionalidad, una confederación de pueblos “que no
era homogénea cultural ni lingüísticamente”, profundamente afectada por la conquista
al terminar el siglo XV3.
19 Como veremos, la organización colonial contribuiría en las décadas siguientes a
complejizar aún más el panorama descrito, incorporando nuevas adiciones al mosaico
étnico ya existente.
20 Inicialmente Huancavelica no tuvo ningún rol significativo en la economía colonial,
pero su hora llegó cuando la explotación de la plata producida en el Alto Perú, en el
cerro de Potosí, entró en crisis hacia mediados de la década del cincuenta del siglo XVI,
a apenas 13 años de su descubrimiento. Se agotaban los filones de más alta ley, y la
posibilidad de revertir la tendencia a la declinación de la producción argentífera pasaba
por la implementación de técnicas que permitieran explotar vetas de más baja ley. Bajo
la presión de esta demanda, se adoptó el método de amalgama en frío, que permitió
elevar geométricamente la producción de plata, planteando un problema mayor, cual
era contar con provisiones permanentes de mercurio; el insumo imprescindible para
realizar este proceso de depuración del metal fino.
165

21 Inicialmente, el mercurio se importaba desde España, pero los esfuerzos de la


burocracia colonial por lograr la independencia productiva se vieron coronados por
éxito cuando en el cerro denominado Huancavillca, bautizado después con el nombre de
Santa Bárbara, en la jurisdicción de Huamanga, se encontró en 1563 un gran yacimiento
de mercurio, o azogue, como se le denominaba durante la colonia. En torno al mineral
surgió un animado pueblo, que atrajo a numerosos mineros españoles y que ya tenía
una amplia actividad cuando fue fundado oficialmente en 1571, por Rodrigo Cantos de
Andrade con el nombre de Villa Rica de Oropesa.
22 La producción de azogue huancavelicano cumplió una función clave; Huancavelica tuvo
el virtual monopolio de la producción de mercurio de América, con el que proveyó
tanto al virreinato peruano como al de Nueva España (México) durante las dos
centurias siguientes. Figuró así entre los principales yacimientos de mercurio del
mundo, a la par con las explotaciones de China y España. Como sin mercurio no había
producción de plata, la producción de Potosí quedó atada definitivamente al destino de
Huancavelica, constituyendo los dos centros mineros así ligados “los exes donde andan
las ruedas de todo lo de este Reyno y la hacienda que vuestra magestad en él tiene”, al
decir del Virrey Francisco de Toledo.
23 La necesidad de asegurar una provisión siempre creciente de azogue, obligó a la
burocracia colonial a organizar una compleja red de intercambios, que proveyeran a la
mina real de fuerza de trabajo y medios de vida para sostener a los trabajadores, y de
los medios de producción necesarios para desarrollar esta explotación. Esto convirtió a
Huancavelica en el vértice de un gran circuito de intercambios mercantiles, que
aseguraban la provisión de fuerza de trabajo, inicialmente movilizada
compulsivamente mediante la mita minera, y después, crecientemente, a través de la
contratación de la fuerza de trabajo asentada en torno al mineral. Igualmente la
necesidad de asegurar la producción de medios de vida y medios de producción,
enlazaba Huancavelica con el valle del Mantaro (trigo, cereales), Acobamba (trigo,
maíz), Abancay (azúcar), Chincha y Nazca (vinos y frutas). Huancavelica se constituyó
pues en el eje de una región que rebasaba ampliamente el ámbito territorial de lo que
hoy constituye el departamento del mismo nombre.
24 Mención aparte merece el problema de la fuerza de trabajo. Como ya señaláramos, ésta
se obtuvo inicialmente mediante la mita; una institución prehispánica utilizada en su
beneficio por la burocracia colonial, que consistía en la obligación de los indios de las
distintas reducciones, de marchar a trabajar a la mina real compulsivamente, por
turnos. Hay pruebas de que este trabajo fue, sumado a las epidemias traídas por los
conquistadores, una de las causas fundamentales de la alta mortalidad indígena. A
medida que este régimen iba provocando la declinación de la población, se hacía
necesario traer indígenas de territorios crecientemente más alejados, los cuales tenían
que recorrer centenares de leguas para cumplir su obligación.
25 Hacia mediados del siglo XVII, se empezó a consolidar una tendencia a la sustitución de
los indios mitayos por los denominados alquilos, es decir trabajadores indígenas
asentados definitivamente en la región4. Esto produjo el asentamiento de nuevos
contingentes de indígenas, provenientes de las más diversas etnias, cuya incorporación
a la sociedad huancavelicana contribuyó decisivamente a hacer aún más heterogéneo el
mosaico cultural de la región. Nos encontramos pues con una población sumamente
fragmentada desde el punto de vista étnico-cultural, y cuyas raíces en la región son
166

relativamente recientes, evidentemente no contrastables con el milenio de continuidad


cultural que, como veremos, existe en el valle del Mantaro.
26 La prosperidad de Huancavelica duró lo que duró la explotación del azogue. A fines del
siglo XVIII, esta explotación entró en crisis y con ella declinó la economía
huancavelicana. Después de diversas vicisitudes, la producción de azogue
huancavelicano se interrumpió en 1817 y, luego de algunos intentos fallidos de
restaurar la mina de Santa Bárbara entre 1836 y 1839 esta producción se hundió. Con
ella se hundió Huancavelica. De acuerdo a la descripción del Prefecto Julián Montoya,
hacia 1841, “en todas las calles y plazas de esta predicha Ciudad, no se veía andar a
nadie por la escandalosa migración que entonces hubo”.
27 Existió una permanente demanda por la reapertura de Santa Bárbara, ahora en poder
del Estado peruano. El cierre definitivo de este ciclo debe asociarse al descubrimiento, a
fines del siglo XIX, de nuevos métodos de purificación del mineral de plata,
particularmente el de lixiviación que permitieron prescindir del mercurio para la
obtención del mineral fino5.

2. La emergencia del área wanka

28 La actual configuración de la sierra central peruana tiene un hito histórico importante


en el desarrollo de un complejo proceso de regionalización en torno al valle del
Mantaro cuyas raíces se remontan a un milenio antes del presente. Según lo han
demostrado los estudios glotocronológico-léxico-estadísticos de Alfredo Torero,
aproximadamente hacia el siglo IX de nuestra era se inició el proceso de definición de
una cultura regional altamente diferenciada en la sierra central, cuyo asiento fue el
valle del Mantaro: la nacionalidad wanka. Los wankas constituyeron un grupo humano
con una definida identidad cultural, no liquidada por los procesos de expansión
panandina sufridos hacia el Horizonte Medio (expansión wari), ni hacia el Tardío
(expansión Inca), ni con la conquista europea. Hasta la fecha, la región conserva su
identidad, con un idioma propio6, vestimenta tradicional diferenciada, música, danzas y
expresiones plásticas propias, en una praxis de recreación de su patrimonio cultural
signada por una flexible combinación de adaptación y resistencia.
29 La expansión incaica sojuzgó a los wankas, pero no logró integrarlos efectivamente. De
allí que, al producirse la invasión europea, éstos establecieran una alianza militar con
los españoles, participando en múltiples combates contra los cusqueños hasta lograr su
definitiva derrota7.
30 Consolidada la hegemonía hispana y organizado el virreinato, los wankas hicieron valer
su condición de aliados realizando un reclamo exitoso ante el rey de España.
31 Dentro de un conjunto de privilegios obtenidos en esa oportunidad, uno que habría de
tener un papel decisivo en la historia social de la región fue aquél que prohibió la
constitución de haciendas en las tierras bajas del valle, lo cual permitió que en adelante
estas tierras se mantuvieran en poder de las comunidades campesinas impidiendo la
constitución de latifundios en manos de españoles, evitándose así la secuela que la
presencia de éstos aparejó en otras regiones: la consolidación de relaciones de
servidumbre, que sujetaban al campesinado en una condición de virtual siervo feudal 8.
En resumen, la situación sui géneris descrita permitió al campesinado wanka gozar
durante la colonia de un status privilegiado, por cierto muy diferente de aquél
167

imperante en otros valles interandinos, donde la norma era la sujeción feudal de los
indios sometidos a la hacienda tradicional.
32 El otro elemento fundamental a resaltar es la generalización de los intercambios
mercantiles.
33 El valle del Mantaro tiene una larga tradición mercantil. La feria dominical de
Huancayo, la más importante de la sierra peruana, se fundó en 1572, conjuntamente
con el pueblo, y por la estratégica ubicación que tiene éste como centro de confluencia
de múltiples vías de comunicación, ha ido incrementando constantemente su
dimensión e influencia.
34 Es de señalar que son las comunidades campesinas las grandes animadoras históricas de
la feria. A su vez, el incremento de las relaciones mercantiles empuja hacia la especializ
ación productiva e incrementa la división social del trabajo. Surgieron así las especializ
aciones artesanales de las diferentes comunidades campesinas, ya registradas en el
siglo pasado. Así, Cajas, Hualhuas y Viloy, se dedicaban a la tintorería: Huancán
producía suelas; Huari pieles de vicuña; Paccha sombreros, manguitas y fajas de lana;
Chupaca, Sicaya y Ahuac se dedicaban a la arriería; Sapallanga a la textilería; San
Jerónimo producía silletas, etc.
35 En la época republicana, el valle del Mantaro ha preservado su identidad, pese a
incorporarse crecientemente a la economía mercantil. La evolución de la música
regional ofrece valiosas pistas para analizar este proceso. Instrumentos musicales
usados ampliamente hasta el siglo pasado como la chirimía, el huauco y el pinkullo han
desaparecido, y en su lugar hoy se utilizan instrumentos occidentales (arpa, clarinete,
saxofón, violín). Sin embargo, esta importación de instrumentos no ha sacrificado la
identidad cultural propia. Por el contrario, estos instrumentos han sido ganados a la
ejecución del huaylash, la chonguinada, el toril, la muliza. La presencia del capitalismo no
ha amenazado pues, la identidad de una economía campesina sólida.

IV EL DESARROLLO DEL MERCADO INTERIOR Y LA


POSIBILIDAD DE UN DESARROLLO REGIONAL
AUTONOMO. 1821-1902
36 Como hemos señalado, la decadencia de Huancavelica se produjo en las postrimerías de
la etapa colonial, entrando ésta en la etapa republicana en una crisis de la que hasta
ahora no ha podido recuperarse. El valle del Mantaro siguió el camino inverso, pues el
período de la declinación de la minería del mercurio huancavelicano coincidió con el de
la emergencia y expansión de la minería argentífera de Cerro de Pasco y Huarochirí con
la cual articularía aquél su economía.
37 Hacia 1680 fueron descubiertos yacimientos de plata en Cerro de Pasco, los cuales
inicialmente tuvieron una modesta participación en la economía minera colonial, pero
progresivamente fueron incrementando su importancia a medida que Potosí declinaba,
llegando a superar a la producción alto peruana a fines del siglo XVIII.
38 La tendencia ascendente de la producción de Cerro de Pasco se mantuvo con
oscilaciones, hasta mediados del siglo XIX, llegando a su punto más elevado en 18429. A
partir de este año se ingresa a un período de relativa declinación lo cual no impidió que
la minería de plata siguiera jugando un rol gravitante hasta fines del siglo XIX.
168

39 Durante este período, el valle del Mantaro se articuló fuertemente con el eje minero
Cerro de Pasco-Huarochirí. A ello contribuyó la crisis económica precipitada por la
campaña independentista. Conviene recordar que, ante la amenaza que las fuerzas
patrióticas representaban para el ejército realista, el Virrey La Serna abandonó la
capital en 1820, replegándose al valle del Mantaro, que se convirtió en el cuartel
general de las fuerzas españolas, durante los cuatro años siguientes. La sierra central
debió soportar en ese período seis campañas militares y las maniobras de dos ejércitos
y un número indeterminado de montoneros y de fuerzas guerrilleras que, a través de
sus cupos y represalias, provocaron el colapso de la agricultura, la minería y la
ganadería.
40 Terminada la guerra, la agricultura y la minería se recuperaron rápidamente, debido a
que eran actividades que se desarrollaban con una incipiente tecnología y que no
necesitaban de grandes inversiones para recuperarse. Otra era la situación de la
ganadería pues el capital pecuario, diezmado por las fuerzas contendientes que se
aprovisionaban sobre el terreno, no podía reponerse sino a través de grandes
inversiones. La fracción terrateniente golpeada por la guerra no contaba con recursos
para abordar esta tarea, por lo cual recurrió crecientemente al endeudamiento,
hipotecando sus tierras. Esto permitió a los mineros-comerciantes que actuaban en
torno a la minería regional, orientar crecientemente sus recursos hacia el
arrendamiento y luego hacia la adquisición de tierras en las zonas ganaderas aledañas
al valle del Mantaro. Se constituyó así, a lo largo del segundo tercio del siglo XIX, una
fracción minero-comercial-terrateniente muy dinámica que se benefició, además de su
relativa cercanía a Lima, el mercado urbano más importante del país 10.
41 Queremos relevar tres peculiaridades de este proceso. En primer lugar, la expansión
territorial terrateniente a lo largo del siglo XIX no afectó a las comunidades campesinas.
Los nuevos terratenientes emergieron de la ruina de los antiguos, pero no hubo una
ofensiva terrateniente contra las comunidades, como sí se vivió por el mismo período
en la sierra sur. Este hecho puede atribuirse a la fortaleza de la economía campesina
comunal, sobre la que ya hemos escrito, a la intrínseca debilidad de una fracción
terrateniente internamente dividida y a la existencia de tierras vacías, es decir reservas
de pastos al interior de las haciendas, que permitieron en esta etapa expandir la
producción sin tener que recurrir a la captura de nuevas tierras.
42 En segundo lugar, si bien la ganadería desarrollada en el período fue en sus inicios
tributaria de los capitales mineros, pronto fundó su propio circuito de acumulación. A
ello contribuyó la inflación provocada en Lima por el boom guanero y la carestía de
alimentos provocada por la expansión de los cultivos de exportación (azúcar y algodón)
en los alrededores de la capital. Hacia fines de la década del 60 se observa un
movimiento contrapuesto en las inversiones en minería y ganadería. A medida que
aquellas declinan, éstas se incrementan. Esto podría encontrar explicación en la gran
caída del precio de la plata en el mercado mundial, provocada por el incremento de la
producción argentífera californiana y las ventas masivas de plata realizadas por el
gobierno alemán11. Mientras la rentabilidad de las inversiones en minería declinan, las
de la ganadería se elevan, por las razones anotadas. Pero esta transferencia de capitales
no constituía simplemente una modificación en la dimensión de las ramas productivas
señaladas. Representaba, además, un traslado espacial del eje de la economía regional del
norte minero al sur ganadero, de Cerro de Pasco al valle del Mantaro.
169

43 En tercer lugar, la penuria sufrida en el abastecimiento de fuerza de trabajo obligó a la


modernización de las explotaciones pecuarias. Tanto las haciendas como las minas
tenían grandes dificultades para proveerse de fuerza de trabajo, puesto que la
existencia de comunidades campesinas fuertes representaba para los campesinos la
existencia de alternativas ocupacionales, en actividades agropecuarias, artesanales y
comerciales. Para retener la fuerza de trabajo, hubo que recurrir entonces a relaciones
de producción precapitalistas, como el endeudamiento y el huacchillaje y, para encarar
el problema en una perspectiva más de fondo, a la modernización de las explotaciones
pecuarias a través del mejoramiento genético del ganado, vía importación de razas
selectas y su cruza con los mejores especímenes regionales, el mejoramiento de los
pastos, la racionalización del empleo de la ecología, etc., que convirtieron a la
ganadería de la sierra central en la más tecnificada del país.
44 Estos procesos convirtieron a la Sierra Central en una región dinámica, donde
empezaba a desarrollarse una fracción burguesa modernizante, cuyo proceso empujaba
a la emergencia de relaciones de producción más definitivamente burguesas, pero que
tenía que enfrentarse con comunidades campesinas fuertes, cuya presencia era una
traba y fundamental para la expansión de un mercado interior.
45 Estos procesos fueron truncados por la guerra con Chile. A partir de 1881, luego de la
caída de la capital peruana, la guerra se trasladó a la sierra central, que debió soportar
las incursiones y la ocupación chilena, durante los tres años siguientes, e,
inmediatamente después, la guerra civil entre Cáceres e Iglesias, que se prolongó hasta
diciembre de 1885. Nuevamente la región fue asolada y su economía destruida por la
acción combinada de dos ejércitos contendientes y de múltiples partidas de guerrilleros
que se abastecían sobre el terreno.
46 La guerra con Chile liquidó los procesos anteriores. La fracción minero-comercial-
terrateniente regional fue quebrada y su ruina abrió el paso a la captura de los
principales resortes del poder económico regional por fuerzas exógenas. Al iniciarse el
siglo XX se formó la Cerro de Pasco Corporation con capitales norteamericanos en 1902,
que pronto controló la minería regional y se dio un proceso de centralización de las
haciendas, en las Negociaciones y Sociedades Ganaderas controladas por la plutocracia
limeña. La fracción terrateniente regional, quebrada durante la guerra e incapaz de
reconstituir su frente interno durante las dos décadas siguientes, que estuvieron
signadas por la lucha por desarmar a las guerrillas indígenas formadas durante la
guerra y que ocuparon militarmente las haciendas de la región, buscó a inicios del siglo
XX una solución a su carencia de capitales en la asociación con los capitalistas limeños.
Esto constituyó su perdición. En menos de una década fue definitivamente desplazada
de sus antiguas propiedades. Si a esto añadimos el control que el capitalismo inglés
tenía sobre el ferrocarril central (que llegó a Huancayo en 1908), vía la Peruvian
Corporation, se puede afirmar que a inicios del siglo XX los centros de decisión
económica fundamentales estaban fuera de la región. En adelante, el “desarrollo” de
ésta se haría en función a los requerimientos de centros foráneos de poder y no de los
propios.
47 El valle del Mantaro pasó, así, a constituirse en una especie de colonia interna
controlada por los capitales limeños y los de los imperialismos dominantes en la época,
el inglés y el norteamericano. La fracción dominante de la región quedó circunscrita a
las actividades comerciales, cuya expansión consolidó aún más la situación privilegiada
de Huancayo, que con la llegada del Ferrocarril Central en 1908 quedó conectada con la
170

capital en un día de viaje. Como elemento de comparación, podemos señalar que en el


siglo anterior el transporte del ganado en pie a la capital, incluyendo el engorde,
imprescindible para ponerlo en condiciones de venta luego de tal travesía, tomaba tres
meses e incrementaba los costos de producción en un 50%.
48 Estos procesos afectaron profundamente a la región. La presencia del Ferrocarril
Central alteró radicalmente los circuitos establecidos anteriormente, liquidando
algunos y redefiniendo otros; provocó fuertes modificaciones en la división regional del
trabajo, e insertó más inmediatamente a la región en el mercado internacional. La
Cerro de Pasco Corp., para garantizar la expansión de sus negocios, necesitaba asegurar
una provisión permanente de fuerza de trabajo, y la consiguió gracias al
envenenamiento de las aguas, tierras y pastos que provocaron los humos expelidos por
su fundición de La Oroya, instalada en 1923. Decenas de haciendas y comunidades
tuvieron que enajenar sus tierras, y luego, previa instalación de altas chimeneas y
cotrells para purificar los humos, la empresa norteamericana pudo organizar con las
tierras expropiadas uno de los latifundios más grandes de la sierra peruana, e
indudablemente el más tecnificado: la División Ganadera de la Cerro. El costo social del
proceso fue la desaparición de varias comunidades y la proletarización de los
campesinos despojados. Así, la empresa norteamericana se aseguró, adicionalmente, un
mercado de fuerza de trabajo potencialmente asalariable para las actividades mineras 12.

V LA REGION CENTRAL EN EL SIGLO XX


49 El proceso de la región central durante el siglo XIX tuvo efectos radicalmente diversos
para Huancavelica y Junín. En el caso de la primera, la depresión crónica, generada por
la caída de la minería en el siglo XIX, fue acompañada por un consecuente desarrollo de
las actividades agropecuarias (la producción de trigo en Acobamba era particularmente
importante. En menor grado, también tuvo importancia la producción de caña y su
transformación en chancaca y aguardiente en la provincia de Tayacaja), pero el
marcado carácter feudal del orden terrateniente huancavelicano, imposibilitó que las
actividades agropecuarias pudieran cumplir el rol articulador que, en su momento, jugó
la minería colonial. Con haciendas replegadas a la producción de autosubsistencia y
comunidades que volvieron al régimen de economía natural, los intercambios
mercantiles con zonas distantes se redujeron drásticamente 13. La ciudad de
Huancavelica entró en una fase de decadencia sólo recientemente revertida gracias a la
aparición de un nuevo ciclo minero a inicios de la década del 50 y la expansión del
aparato estatal; y los circuitos comerciales anteriormente existentes se desarticularon.
Donde primero se sintió esta tendencia fue en Castrovirreyna, que quedó aislada; sin
vías de comunicación idóneas que la unieran con la capital departamental 14.
50 Un reclamo reiterado de las autoridades provinciales solicitaba que Castrovirreyna
fuera incorporada a Ica. Luego se desarticuló Tayacaja, que ante la pérdida de
gravitación de la capital departamental, crecientemente fue ganada a la dinámica
impuesta por la vigorosa economía del valle del Mantaro. Las transacciones registradas
en las Notarías de Huancayo atestiguan que, desde mediados del siglo pasado, un
significativo número de terratenientes propietarios de tierras en Tayacaja radicaban ya
en Huancayo. Este proceso tuvo un decisivo refuerzo con la culminación de la carretera
que une Pampas y la capital de Tayacaja con Huancayo (1946), que puso a esta última
ciudad como el eslabón que la une con Huancavelica, su capital departamental.
171

51 Volviendo al valle del Mantaro, la liquidación de su independencia a inicios del siglo XX,
representó el final de un proceso que, creemos, se orientaba a la creación de las
condiciones para un desarrollo regional capitalista autónomo. La fracción hegemónica
regional liquidada representa un caso excepcional por su espíritu empresarial, que
rebate la supuesta “mentalidad rentista” y la “aversión al riesgo”, que serían elementos
dominantes de la herencia colonial. Su ruina se debió, más bien, a un exceso de audacia.
Buscando modernizar la explotación pecuaria y diversificar sus actividades económicas
se embarcó, antes de la guerra, en tal dinámica de inversiones que sus créditos
impagos, por la ruina provocada por la guerra con Chile, abrieron el camino a su
desposesión por la oligarquía limeña15. Aclaramos que no aseguramos que de no mediar
la guerra, tal proceso hubiera triunfado. El enfrentamiento con las comunidades
campesinas, imprescindible para crear un mercado de trabajo libre, hubiera requerido
una cohesión y fuerza de la fracción dominante regional, que estaba aún por crearse
cuando el proceso se frustró. Su derrota, sin embargo, no invalida su importancia.
También son parte de la historia —y es bueno recordarlo— las derrotas.
52 La última gran modificación del espacio regional centroandino fue provocada por el
desarrollo de la minería de la Cerro de Pasco Corporation. Esta, a diferencia de la
desarrollada por los mineros regionales durante el siglo XIX, tuvo como eje la
producción de un nuevo mineral, vuelto estratégico por la segunda revolución
industrial que acompañó a la emergencia del imperialismo: el cobre. El proceso de éste
representó toda una revolución tecnológica, con relación a la explotación en pequeña
escala anteriormente existente y actuó como un poderoso motor de la desintegración
de esta actividad con relación a la economía regional.
53 Con excepción de la fuerza de trabajo —y la elevación de la composición orgánica del
capital redujo su importancia relativa— los demás factores de producción provienen de
fuentes extrarregionales. Tal es el caso de la procedencia de los capitales, maquinaria,
insumos, tecnología, combustibles, patentes, etc16. La creación de su propio latifundio
ganadero redujo, asimismo, la demanda de alimentos, y la ausencia de una industria
regional que demandara sus productos (cobre, plomo, zinc, plata, etc.) impidió su
integración regional vía los flujos de salida.
54 La ubicación espacial dejó de jugar un rol determinante con la generación de la nueva
infraestructura ferrocarrilera, que articulaba los centros de producción con Callao, el
puerto de embarque. De allí que la explotación de una gran mina en Huancavelica, de
propiedad de la Cerro, la mina Cobriza, no creara ningún efecto integrador: el mineral
extraído atravesaba el valle del Mantaro, en tránsito, pero su destino final estaba en el
extranjero, revirtiendo, incluso, los fletes en una compañía extranjera, la Peruvian
Corporation.
55 Se entiende pues que la provincia de Cerro de Pasco se articulara directamente con
Lima (Callao), rompiéndose la articulación regional con el valle del Mantaro. No era ya
coherente la persistencia de la unidad político-administrativa existente desde el siglo
XIX y menos aún cuando la expansión del comercio en Huancayo generaba el desarrollo
de un poderoso eje económico en el valle del Mantaro, sin mayor relación con la zona
norte y Cerro, como la capital departamental. La escisión del departamento de Junín
con la creación del departamento de Cerro de Pasco y la elevación de Huancayo al
rango de capital de Junín, en 1931, sancionaron esta nueva situación.
172

CONCLUSIONES
56 El desarrollo de la nueva regionalización, impulsada por el capital en su fase
monopólica durante el siglo XX, ha terminado de desarticular definitivamente el espacio
regional produciendo un tipo de integración radial con Lima, fenómeno más o menos
similar al operado en otras regiones del país, cuya consecuencia más dramática es la
centralización y concentración de los recursos en la capital, en un extremo, y la
descapitalización en recursos y en hombres y la desarticulación de las regiones en el
otro.
57 La integración contemporánea de la provincia huancavelicana de Tayacaja al área de
influencia efectiva de la economía del valle del Mantaro plantea otro tipo de problemas:
estas dos zonas están separadas por más de un milenio de historia; la diversidad
cultural es muy profunda e incluso la sociedad indígena no tiene un vehículo lingüístico
común, pues los quechuas que se usan en una y otra zona son idiomas ininteligibles entre
sí. La desarticulación de Tayacaja de su matriz histórico-cultural originaria y su
integración a la de la cultura huanca plantea problemas cuya dimensión aún no
podemos caracterizar, pero cuya existencia es importante registrar.
58 Debate sobre las ponencias de:

Luis Miguel GLAVE Agricultura y capitalismo en la Sierra Sur del Perú (fines del
siglo XIX y comienzos del XX)
Nelson Desarrollo MANRIQUE del mercado interior y cambios en la demarcación
regional en los Andes Centrales del Perú (1820-1930)

59 Jean Piel
60 Le agradezco mucho a Nelson porque creo que con su comunicación estamos al centro
de nuestra problemática bajo la forma específica de lo regional. Nos has dado una
lección de historia: cómo se conforma históricamente una región, es claro, una
problemática que nos interesa a todos. ¿Cómo se conformó la región antioqueña en
Colombia? Se supone que posiblemente habían métodos similares para analizar una
realidad diferente: todo ese juego de intereses, de flujos mercantiles, de intereses
centrados en la región o fuera de la región. Sí, estamos realmente en el problema de las
consecuencias regionales de la formación nacional. Ojalá publiques pronto. Porque en
este debate de la región casi siempre no se analiza lo que es una región. Tú lo hiciste; el
conocimiento racional, real de lo que es la región.
61 Germán Colmenares
62 Quisiera retomar la exposición de Luis Miguel Glave. Con respecto a Arequipa, que tiene
un desarrollo capitalista que vincula regiones marginales mediante procesos complejos
por la exportación de lanas que tienen mercado en Inglaterra, el Cusco aparecería en la
región cusqueña con una cierta autonomía; pero se me ocurre (por los ejemplos que has
dado) que pura y simplemente el Cusco parecía obedecer a una lógica precapitalista. Es
decir, el hecho de que haya concentraciones de riqueza y no de capital, el hecho de que
una persona integre varias actividades mediante varios mecanismos … Entonces surge
el problema: mientras Arequipa, como centro exportador con casas comerciales
inglesas, logra “articulación” con formas precapitalistas, parece que el Cusco
173

permaneciera intocado y reprodujera la economía colonial y la racionalidad de esta


economía.
63 Luis Miguel Glave
64 Lo que me preocupó estudiar fue justamente las formas como Cusco —luego de un
período de estancamiento por las guerras de independencia, por la crisis colonial, por
la destrucción de los emporios y las familias que combinaban distintas empresas, que
hacían comercio, agricultura, manufactura— comienza a reconstruir la vieja
articulación de los siglos XVII-XVIII. Entre 1860 y principios del siglo XX, se reproducen
viejas lógicas de producción (especulación con el maíz y sus precios estacionales). El
caso más importante fue el de la Cía. Agrícola Cusco (familias Romainville y Vargas). No
me interesa tanto el asunto de la articulación sino las formas como regionalmente la
lógica vuelve a reproducirse con mecanismos básicamente precapitalistas. Y la
pregunta es, también, cómo fracasan los procesos. Además tengo la preocupación de
dar respuestas a problemas contemporáneos como el asunto de las banderas regionales
que se levantan en la zona. Hay zonas con mayores personalidades regionales, y una de
ellas es la zona del sur andino.
65 Germán Colmenares
66 En este proceso de la fijación de demarcaciones regionales ¿no hay guerras civiles?
67 Nelson Manrique
68 No en este caso.
69 Alberto Flores Galindo
70 Quisiera llamar la atención sobre una historia olvidada para el caso peruano en el siglo
XIX, es la historia de la comunidad campesina; tuvo un papel muy importante en la
producción para la exportación de lana de camélidos y se puede preguntar sobre las
transformaciones que el capitalismo provocó. Aparentemente la comunidad parece
poco permeable a la modernización, al desarrollo del capitalismo; pero algunos estudios
de casos demuestran cómo a mediados del siglo XIX se inician procesos de
especialización productivos, de modernización de su agricultura (ver los estudios que
se han hecho sobre las partes altas del valle de Chancay). Yo recuerdo que hay una
hipótesis que hace mucho tiempo planteó José María Arguedas, sobre cómo las
comunidades tenían más posibilidades de desarrollar una economía mercantil y de
transformarse exactamente en las propias haciendas. Esa hipótesis la lanzó Arguedas a
propósito de Puquio, de la construcción de una carretera que terminó arruinando a los
terratenientes de la zona, elevando y modificando en cambio el status de los
campesinos del lugar. Creo que esa hipótesis de Arguedas no ha sido retomada salvo un
poco en los propios trabajos de Nelson Manrique sobre la sierra central; pero quizás
existan allí algunas diferencias y algunas semejanzas entre el Sur y la sierra central en
el Perú.
71 Nelson Manrique
72 Quisiera hacer dos comentarios al respecto: uno con relación al valle del Mantaro y otro
con relación a Huancavelica. En el valle del Mantaro me parece una coyuntura
importante la llegada del ferrocarril central, particularmente para aquellas
comunidades colindantes, Sicaya y Chupaca que eran la puerta de comunicación con la
costa, y donde hay un intercambio muy activo que trae vinos de la costa y lleva
aguardiente de caña de la sierra. Ahora, con la llegada del ferrocarril central, era
174

mucho más económico el transporte vía ferrocarril a Lima y por cabotaje que el
trayecto de catorce días hasta Lunahuaná en acémilas. Ahora, esas comunidades no
tienen una tradición artesanal sobre la cual poder reorganizar su economía. Sicaya va a
empezar a producir a nivel semi-industrial ropa confeccionada y hasta ahora se
comprueba que el grueso de ropa confeccionada que se vende en la feria de Huancayo
proviene de Sicaya. Y Chupaca, eso es más interesante, se especializa en la producción
de servicios; se instala una Normal, Chupaca es un gran productor de maestros para la
sierra central, y lo otro, guardias civiles. Un poco en broma, en Chupaca dicen que no
hay puesto de Guardia Civil en el Perú donde no hay algún chupaquino. Pero me parece
una forma original de respuesta a una modificación estructural.
73 La otra cosa que quería señalar con relación a la hipótesis planteada por Arguedas y que
de alguna manera creo que nos llevaría a repensar la cuestión ésa de la relación entre
haciendas y comunidades es algo muy contemporáneo. A partir de la Reforma Agraria,
estoy hablando de la zona de Huancavelica, particularmente de la zona de la provincia
de Acobamba, se ha dado un fenómeno bastante curioso y que quería señalar
brevemente a partir del contrapunto de dos ciudades: Acobamba, que ha sido la capital
histórica y Paucará. Según el censo de 1972, Paucará tenía 1400 habitantes y Acobamba,
algo como 2400. La Reforma Agraria en Huancavelica comienza en 1972. Nueve años
después, en 1981, Acobamba ha crecido en 55 habitantes, mientras que Paucará ha dado
un salto de 1400 a algo así como 7000 habitantes y se ha convertido en la segunda
ciudad del departamento, porque la capital departamental tiene 21000 habitantes. ¿Qué
explicación tiene esto ? : Paucará tiene una feria dominical; los antiguos ex-feudatarios,
actualmente comuneros, tienen el excedente económico, que antes entregaban como
renta a los terratenientes y que en este momento se canaliza por la feria y gastos que se
hacen en la feria. Y lo más notable: hemos hecho una lista de las nuevas comunidades y
encontramos que hay un incremento aproximadamente de un 17% sobre las antiguas
comunidades que existen, que son ex-haciendas convertidas en comunidades. Es más,
tomando el caso de la comunidad de Huayanay, que he venido trabajando, pasa que en
1948 esta comunidad fue tomada durante un año con huelga de los trabajadores,
exigiendo ser convertida en comunidad. En 1964, aprovechando la primera ley de
Reforma Agraria de Belaunde, toman la hacienda, son obligados a abandonar las dos
terceras partes, pero la tercera parte queda en poder de los campesinos que se
organizan en comunidad. Y ya con el gobierno de Velasco y la Reforma Agraria, tienen
que enfrentar a la burocracia del SINAMOS que quiere imponer una organización
cooperativa, vencerla e imponer finalmente su comunidad y ser reconocida en 1976
como tal. Ahora, la pregunta que planteo es la siguiente y me parece otro tema
importante a discutir: ¿qué es lo que facilita este tránsito de hacienda tradicional,
durante trescientos años, a comunidad? Creo que hay aquí una cosa que revisar: nos
hemos estado guiando con un esquema, lo que se ha denominado el triángulo sin base,
según el cual se suponía que el hacendado aseguraba su poder sobre los campesinos
estableciendo un tipo de relación con cada campesino, que fragmentaba, es decir,
impedía la relación entre los distintos campesinos. Por lo tanto, el triángulo no tenía
base, y en su relación con el mundo exterior, llámese éste mercado, llámese justicia,
llámese crédito, etc., … el hacendado se convertía en el vértice, el intermediario
imprescindible entre los campesinos feudatarios. Creo que este esquema no funciona en
la vida real. Y por una razón muy simple: antes de entregar renta, estos campesinos
tienen que garantizar su propia subsistencia y garantizar su autosubsistencia supone
organizar la producción y la economía campesinas que no funcionan si es que no hay
175

relaciones de intercambio y de reciprocidad. La necesidad que tiene el comunero de


establecer relaciones de aymi o minka es decir, llamar a sus parientes y amigos para que
vengan a trabajar en los períodos de punta en la cosecha y siembra, y así conseguir 12
jornadas de trabajo, de ayuda, con obligación de devolver 12 jornadas en las parcelas de
los diferentes trabajadores, esa misma relación tiene que establecerse y necesariamente
se establece entre dos feudatarios siervos de hacienda. Y como ésta es una relación que
no se realiza una vez en la vida, sino que se repite en cada ciclo agrícola, no puede
funcionar sin un nivel de institucionalización. De ahí que coexistan dos estructuras en
el interior de la organización de los feudatarios en la antigua hacienda: una que
organiza directamente la extracción del excedente: en la cúspide (estoy hablando del
sector indígena propiamente de la hacienda), el Camachico o mandón, un par de
Ullaricoc, los que escuchan, digamos trasladando a la imagen moderna, los capataces, y
los Collanas, que son los que dirigen el trabajo en cuadrillas, los trabajadores que
marcan el ritmo de productividad, los mejores con la taclla por ejemplo. Pero
paralelamente a esta estructura existe otra estructura de tipo más bien comunitario, en
que hay alcaldes varas, hay alguaciles y campos. Ya el doctor Favre había llamado la
atención sobre la existencia de este tipo de organización en las comunidades de
Huancavelica, en su trabajo de 1967, pero esto resulta revalorizado en este momento
cuando desaparece la imagen del hacendado. La hipótesis que planteo es que
internamente en estas haciendas de tipo tradicional existe un tipo de organización
comunal que, roto el cascarón de la hacienda, emerge con mucha fuerza. Es más,
curiosamente, en el caso de Huayanay (Huayanay pertenece a una zona con una gran
singularidad cultural, la denominan la zona Chopcca), en este momento, nosotros
constatamos que las comunidades de la zona empiezan a imitar en una serie de cosas a
Huayanay, que ha tenido un mayor grado de tradicionalidad; en términos de eso, ha
conservado mucho mejor lo que era vestimenta y costumbres. Y nos encontramos con
el caso paradójico de comunidades que empiezan a aprender de las ex-haciendas en
cuanto a organización comunal. Relativizaría, por eso, el que las comunidades tengan
mayor potencialidad; pero que era válido en el momento en que lo planteaba José María
Arguedas, si se comparaba con la comunidad en ese momento. Pero en este momento,
cuando aparecen nuevas comunidades luego de la desaparición de las haciendas, creo
que esto se modifica.
74 Hermes Tovar
75 Quisiera pedir una aclaración: es decir, cuando tú dices que existe una tradición de
lucha agraria y que intentas mostrar que a ese proceso de formación regional y de
racionalidad de la división político-administrativa de la región le corresponde una
cierta identidad cultural, ¿planteas que para el Perú es necesaria una visión por lo
menos físico-espacial distinta, que no corresponda a la visión tradicional y que no
corresponda a la mera explicación del proceso de formación económica, a través de la
historia del espacio, objeto de análisis, sino que también hay que tener en cuenta que a
dicha formación espacial haya correspondido la formación de una actitud mental de sus
habitantes hacia la apropiación de esa región?
76 Nelson Manrique
77 Agradezco mucho la pregunta porque es otro tema fundamental. Habría que
preguntarse, y no lo toqué, por qué razón no se produce una integración entre el valle
del Mantaro y Huancavelica, por ejemplo. Y esto tiene su explicación en las
circunstancias en que se da la conquista. Estudios de Alfredo Torero, lingüista,
176

demuestran que la zona sur del valle del Mantaro es una frontera lingüística
fundamental; esto lo he comprobado directamente. Si uno toma un habitante quechua
de Pucará que está a la entrada del valle del Mantaro (es uno de los últimos pueblos), y
toma otro de Ñahuinpuquio, que está a 15 kilómetros, los quechuas que hablan son
ininteligibles entre sí. No son dos dialectos distintos, sino son dos idiomas diferentes.
Ñahuinpuquio ya pertenece a Huancavelica. Mientras tanto hemos podido comprobar,
como lo señalaba Torero, y lo hemos comprobado experimentalmente también, que el
quechua que se habla en el sur desde Huancavelica hasta Puno (estoy hablando de la
zona peruana, y no voy más allá por ignorancia), con variantes dialectales, es inteligible
entre sí; se trata de un mismo idioma con variantes dialectales. Según las Relaciones
Geográficas de Indias, se encuentra que la región al sur del valle del Mantaro, esto es, el
límite histórico de la confederación Chanca, es una confederación de pueblos
profundamente fragmentados, étnicamente hablando. Que es más, por la política de
conquista incaica fueron aún más fragmentados. Para dar un ejemplo: en la zona de
Acobamba, de la que hemos hablado hace un rato, que pertenecía a la nacionalidad
denominada Angaraes, los angaraes están divididos en astos y chacas, pero además el
estado colonial incaico les mete quispicanchis del Cusco, indios huaros de Huarochirí,
indios de Cajamarca, indios cañaris del Ecuador; son algo así como seis o siete etnias
distintas que fragmentan aún más el mosaico étnico existente. Adicional-mente, al
principio, la mina de Santa Bárbara de Huancavelica funciona principalmente a través
de la mita, es decir gente que va a trabajar por turnos. Pero —esto lo va a demostrar
Carlos Contreras en un trabajo editado recientemente— hacia mediados del siglo XVII se
va dando una gradual sustitución de los indios mitayos por indios alquilos, indios
alquilos que radican en la zona, indios que provienen de otra parte, que van a radicar a
Huancavelica y que van a complejizar mucho más el mosaico cultural. Lo que quiero
decir es que la identidad indígena en Huancavelica se ha constituido propiamente en
estos últimos cuatro siglos; lo cual marca una diferencia radical con el valle del
Mantaro, que ha sido el asiento tradicional de la nacionalidad huanca. ¿Cuándo se
puede datar el punto de origen de esta nacionalidad? De acuerdo a los estudios del
doctor Torero, aparentemente a partir del siglo nueve, que es el momento en que el
quechua huanca se diferencia del tronco del quechua originario. Para la época de la
conquista, los huancas conforman una sola nacionalidad dividida en tres señoríos: los
ananhuancas, los lurihuancas y los atunxauxas, pero pertenecen a una sola unidad
étnica. Entonces, a diferencia de la zona de Huancavelica y de Ayacucho, la zona del
valle del Mantaro va a tener homogeneidad étnica, que sumada a la fuerza de la
economía campesina va a producir una expresión cultural muy vigorosa. Dos ejemplos
que pueden ilustrar eso: uno que ha sido señalado por José María Arguedas: del siglo
pasado al siglo presente han desaparecido una serie de instrumentos tradicionales
como eran el huauco, el pinkullo, la chirimía (la chirimía, era tradicional pero no
autóctona). ¿Por qué han sido sustituidos actualmente en las orquestas típicas? Por el
saxofón, el clarinete, el violín, el arpa. Y, sin embargo, se han podido asimilar esos
instrumentos europeos a la expresión de las mulizas, los huaynos, el huaylarsh, la
chonguinada, es decir el conjunto de manifestaciones culturales regionales. Se asimila
la tecnología, pero no se pierde la identidad cultural. Y en segundo lugar, más o menos
si uno mapea culturalmente, la muliza la encuentra tanto en Cerro de Pasco, como
también en la sierra de Lima. La muliza ha entrado con fuerza. Y bromeando,
compañeros, colegas de Ayacucho, hablan del imperialismo huanca, en términos de la
pegada que tiene particularmente el huaylarsh que en este momento abarca un
177

territorio bastante mayor que el del valle del Mantaro. Entonces coincido, relacionemos
a esa fortaleza económica con una sólida base cultural, basada en esa homogeneidad
étnica de la que hablaba.
78 Ernesto Yepes
79 Yo hago una última pregunta, una pregunta sobre lo que estuvo hablando Jean Piel y lo
que ha planteado Nelson no es solamente la creación de un espacio regional, sino en
cierto modo su desequilibración. En eso quisiera insistir un poco: la creación y el fin del
valle. Porque en la exposición se plantea inicialmente, previos al desarrollo capitalista,
un desarrollo pre-capitalista de un cierto modo armónico, articulado pero sostienes
que, incluso previos a la irrupción del capital imperialista, hay también intentos
frustrados de desarrollo capitalista, es decir que pudo a partir de la estructura pre-
capitalista desarrollarse y no hace tanta falta que no se haya desarrollado. Por ello te
pregunto lo siguiente: ¿es el capital imperialista el que logra desarrollar esto? La
pregunta es si este desarrollo capitalista en el valle, desarrollado a partir de la
penetración imperialista, pudo haber sido diferente; es decir que el capitalismo no trae
este tipo de desarrollo en que se encontró la región. Salvo que implícitamente se esté
pensando, que de no haber mediado el capital imperialista allí quizá hubo la posibilidad
de desarrollo de capitales locales; en cuyo caso me permitiría sugerir entonces que
habría que cambiar la propuesta a que el desarrollo por capitales locales hubiese sido
articulado, a diferencia del desarrollo imperialista que desarticuló; o es solamente
desarrollo pre-capitalista que propone para esta región un desarrollo articulado.
80 Nelson Manrique
81 La pregunta se plantea en el terreno de la especulación histórica; obviamente. Un poco
es tratar de imaginar qué sucedería si no hubiese habido guerra del Pacífico, si no se
hubiese invadido la región y hubiese habido la posibilidad de esta confrontación, por la
creación de un mercado de fuerza de trabajo en la región. Obviamente, no pienso que
eso hubiese llegado a convertir el Perú en una potencia imperialista. Hubiera sido
avasallado antes o después, en todas y cada una de sus regiones. Pero creo que la
estructura social regional tendría una fisonomía diferente a la que tiene ahora. Por
ejemplo, el hecho de que se diese de esta manera ha condicionado que la élite local
actual tenga un carácter comercial. Lo que quedó como eje de desarrollo, el espacio que
le quedó a esa élite, fue el comercio, subordinado al capital minero, capital imperialista.
82 El siglo XX es el siglo del desarrollo del capital imperialista y el capital entra allí donde
hay condiciones de rentabilidad. Por eso entra en el valle del Mantaro y no entra, por
ejemplo, en la zona de Acobamba con la misma fuerza. El resultado final, en términos
de la subordinación a la lógica imperialista no se hubiese modificado. Pero
internamente para la región yo creo que sí hubiese planteado un panorama social
distinto. Qué características tendría éso, no lo puedo decir, no lo sé, no puedo
especular. Pero estoy seguro de que no sería el que existe en este momento.
178

BIBLIOGRAFÍA

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NOTAS
1. ESPINOZA SORIANO, Waldemar: Enciclopedia departamental de Junín. TI, Huancayo, 1973, p. 232.
2. MANRIQUE, Nelson: Campesinado y nación: las guerrillas indígenas en la guerra con Chile, Lima,
1981, pp. 15-16.
3. TORERO, Alfredo: “Lingüística e historia de la sociedad andina” en El reto del multilingüismo en el
Perú, Lima, 1972, p. 85.
4. CONTRERAS, Carlos: La ciudad del mercurio. Huancavelica 1570-1700, Lima, 1982, p. 62.
5. A inicios del siglo XX, la lixiviación se utilizaba incluso en las escasas minas argentíferas
huancavelicanas en producción, según lo consigna la “Memoria administrativa que presenta al
Supremo Gobierno el Sr. Prefecto del Departamento D. Ernesto Cárdenas”, Huancavelica 9 de
junio de 1902. Este informe es ratificado por el del Prefecto del departamento en 1907, D.
Guillermo Cacho, en una Memoria fechada el 31 de mayo de 1907.
6. TORERO, Alfredo: Op. cit. pp. 78-79. Veáse también El quechua y la historia andina, Lima, 1974, pp.
22-29
7. Es de subrayar la unidad étnica de la nacionalidad wanka. Las tres sayas, Hanan Wankas, Hurin
Wankas y Hatun Xauxas, formaban una unidad, a diferencia de lo que acontecía en Huancavelica,
180

donde, por ejemplo, en la zona de Acobamba, a más de los indios Angaraes (subdivididos en Astos y
Chacas), para el siglo XVI se encontraban mitimaes “guaros de Huarochirí” Qvispicanchis del Cusco,
Cañaris, Cajamarcas y Andahuaylas. En este caso, la heterogeneidad étnica rompía la cohesión
interna y era fuente de permanentes conflictos, que debilitaban a la sociedad indígena. (JIMENEZ
DE LA ESPADA: Relaciones geográficas de Indias. Vol. I, Madrid 1965)
8. Se constituyeron latidundios en poder de ios curacas locales en las zonas altas, ganaderas.
Estas haciendas fueron transferidas a criollos y españoles por vía matrimonial a lo largo del siglo
XVIII.
9. DEUSTUA, José, La minería peruana y la iniciación de la República 18S0-1840 (ms.) Lima, 1983 pp. 94
y ss.
10. Este movimiento de capitales hacia el valle del Mantaro constituyó un desplazamiento hacia
el sur de los flujos económicos que durante el siglo XVIII habían sido particularmente intensos con
la región norteña, la que en el último tercio del siglo XIX se autonomizaría al constituirse el
departamento de Huánuco (veáse CHOCANO, Magdalena: Comercio en Cerro de Pasco a fines de la
época colonial, Lima 1982).
11. MITRE, Antonio: Los patriarcas de la plata. Estructura socio-económica de la minería boliviana en el
siglo XIX. Lima 1981, p. 33.
12. CABALLERO, Víctor, Imperialismo y campesinado en la Sierra Central, Huancayo 1981, pp. 83-106.
El proceso de proletarización de los campesinos migrantes a las minas de la Cerro ha dado lugar a
un amplio debate, en el que han intervenido Alberto Flores Galindo (1974), Heraclio Bonilla
(1974), Adrián De Wind (1977), Julián Laite (1981) y, más recientemente Maritza Urteaga Castro
Pozo (1983). Un tema crucial abordado en la polémica es el de la caracterización social de la
condición de los mineros-campesinos de la sierra central.
13. Una excepción es la cría de camélidos andinos. En el informe del Prefecto Sebastián Llosa, de
1900, se calculaba que a inicios del siglo XX se exportaba a la costa 3,500 quintales de fibras de
alpaca. Por otra parte, las provincias de Huancavelica y Angaraes enviaban “llamas (...) al Cerro
de Pasco para el carguío de metales en(tre) 9 a 10 mil anualmente” . Este comercio fue casi
liquidado por la llegada del ferrocarril a Cerro de Pasco a inicios del siglo XX, según lo consigna la
Memoria del Prefecto de Huancavelica de 1912.
14. E1 trayecto de Huancavelica a Castrovirreyna, ida y vuelta, tomaba 25 días aún en 1900. El
correo se atendía por postillones. “Unos marchan a pie i otros a bestia”. Para superar las demoras
se sugería aumentar el pre de los postillones “obligándolos de ese modo a que conduscan las
valijas de correspondencia en bestias y no cargadas a la espalda como sucede hoy” (“Memoria
que eleva al Ministerio de Gobierno el Prefecto del Departamento de Huancavelica, Coronel Don
Sebastian Llosa” Huancavelica 1900).
15. E1 caso más interesante, pero no el único, es el de Juan Enrique Valladares, gran propietario
de tierras y minas que se graduó de ingeniero en Europa, introdujo por primera vez el ganado
vacuno suizo en la zona, inició la comercialización de mantequilla envasada, construyó un
camino de herradura al Perene, para explotar una variedad de caucho —shiringa— colocado en el
mercado inglés por Graham y Rowe, siendo, como minero, presuntamente el primero en explotar
molibdeno en América del Sur. Fue asimismo uno de los primeros presidentes de la Sociedad
Nacional Agraria, fundada a inicios del siglo XX. Finalmente fue uno de los fundadores de la
Sociedad Ganadera del Centro en 1910, decisión que provocó su ruina.
16. La única excepción fue el eucaliptus, árbol maderable cuya producción fue impulsada por la
Cerro y que se utilizaba para apuntalar los socavones.
181

RESÚMENES
La guerra de la Independencia quebró la economía de la región central del Perú. Esta se recuperó
gracias a la minería argentífera de Cerro de Pasco y Huarochirí y al comercio que ella dinamizó.
Sobre esta base se transfirieron significativos capitales a la ganadería de las tierras altas del valle
del Mantaro, emergiendo así una sólida fracción dominante regional minero-comercial-
terrateniente. La guerra con Chile (1879-1883) liquidó este proceso de desarrollo regional
autónomo y abrió el camino al control de la región por los capitalistas limeños e imperialistas, a
inicios del siglo XX.
La ponencia analiza la expresión espacial de estos procesos y encuentra una significativa
correlación entre éstos y los cambios producidos en la demarcación territorial de la región
durante este período.

La guerre d’Indépendance brisa l’économie de la région centrale du Pérou. Elle se releva gráce à
l’exploitation des mines d’argent de Cerro de Pasco et Huarochiri et au commerce qu’elles
contribuèrent à animer. Sur cette base, des capitaux significatifs furent transieres à l’élevage des
hautes terres de la vallée du Mantaro et ainsi se constitua une solide fraction dominante
régionale miniére, commerciale et propriétaire terrienne. La guerre avec le Chili (1879-1883) mit
fin á ce processus de développement regional autonome et rendit possible le controle de la région
par des capitalistes liméniens et impérialistes, au début du XXème siècle.
L’exposé analyse l’expression spatiale de ces processus et trouve une corrélation significative
entre ceux-ci et les changements advenus dans la délimitation territoriale de la région au cours
de cette période.
182

VOLUMEN I

II. Hacia la formacion de sociedades nacionales

3. Condiciones exteriores y
respuestas andinas
183

El funcionamiento de las economías


de exportación en la región andina
Le fonctionnement des économies d’exportation dans la Région andine

Heraclio Bonilla

Debate sobre la ponencia de:

Heraclio BONILLA El funcionamiento de la agricultura de exportación y los


eslabonamientos internos: Ecuador, Perú, Bolivia

1 Heraclio Bonilla
2 Quería llamar la atención respecto a un hecho muy corriente en la historiografía de
América Latina; es decir el hecho de que eran economías enteramente controladas por
el mercado y capital internacional. Por consiguiente, las bajas tasas de crecimiento le
eran directamente imputables, y hoy lo que estamos aprendiendo es que ésta fue una
metáfora probablemente útil en el pasado, pero no más cierta.
3 Hermes Tovar
4 Me pareció importante retomar todas estas economías en tránsito entre el tipo de
empresa colonial y la economía de exportación. Una simple pregunta: ¿por qué
consideras que los capitales que permiten el desarrollo de estas empresas provienen de
la renta de la tierra? En el siglo XVIII, en la historiografía latinoamericana también se ha
dicho que los capitales básicos del desarrollo de la agricultura provienen de la minería;
se ha demostrado que eso no es absolutamente válido y que la tierra está de la misma
manera sujeta al proceso de formación del capital. ¿Por qué sustentas la hipótesis de
que los capitales básicos provendrían de la tierra y no de otros sectores? ¿Cómo se
articulan esos primeros esfuerzos de desarrollar estas empresas de exportación con los
sectores coloniales confrontados a la crisis? ¿O se trata de sectores nuevos articulados
con los sectores viejos?
5 Heraclio Bonilla
184

6 En el caso del Perú, el guano era propiedad del Estado, los costos de producción no eran
demasiado altos, lo más importante eran los costos de transporte; las primeras
empresas que se dedican a exportar guano eran de capitales peruanos: el más
prominente fue el Sr. Quiroz, cuya fortuna estuvo vinculada inicialmente al sector
minero. Tenía numerosas haciendas, pero muy rápidamente tuvo que declinar la
entusiasta empresa. Al parecer su fortuna no era suficiente para la tarea de la
exportación del guano; de tal manera que esto explica el porqué del papel del capital
británico. En el caso del cacao, se ha encontrado en la lectura existente de todos los
trabajos una respuesta muy clara de cuáles son los orígenes del proceso de formación
de los capitales para el armazón de estas empresas agrarias: todas las intervenciones
apuntan al hecho de que, siendo el cacao una planta silvestre, adquiere rápidamente un
alto valor en el mercado internacional; al parecer fue un sector virtualmente endógeno,
es decir la propia inversión de esta renta cacaotera va constituyendo los capitales. En el
caso de Bolivia son el sector mercantil, el comercio y el sector agrario los que hacen las
bases, por lo menos en los inicios del proceso de reactivamiento de la minería; en un
segundo momento los capitales internacionales, y de manera mucho más clara en el
caso del estaño, no solamente en la producción sino en la exportación también.
7 Nelson Manrique
8 Debe introducirse un elemento de naturaleza eminentemente política como es la
guerra. Como dijo Clausewitz, la guerra no es más que la continuación de la política por
otros medios; en este caso me parece que directamente para dos de los países, e
indirectamente para el tercero, la guerra del Pacífico es determinante. ¿En qué
términos? Para la sierra central peruana, es la quiebra que provoca la guerra sobre la
estructura anterior, la que permite el proceso de monopolización y de penetración del
capital imperialista. Similar es el caso que se va a dar en el valle de Chicama, en la costa
norte peruana, donde la liquidación de la mediana propiedad agrícola va a dar origen a
la penetración de capitales imperialistas y directamente al control de la tierra; hay una
variante en el caso de Lambayeque que es la zona trabajada por Manuel Burga, pero
para el departamento tengo la impresión de que si bien no son capitales foráneos hay
también un proceso de monopolización en base a capitales de origen peruano. En el
caso de Bolivia también la relación es directa; el trabajo de Mitre es fundamental para
entender eso. ¿En qué términos? La alianza entre capital chileno e inglés es la que va a
permitir la construcción del ferrocarril hasta Uyuni, y su extensión hasta Oruro,
privilegiando al puerto de Antofagasta, incluso con tarifas arancelarias diferenciales
que van a castigar con el 30 % las importaciones que vienen vía Moliendo desde el Perú,
con lo cual a la vuelta de 20 años el grueso del comercio externo podía entrar por
Antofagasta y se va a romper la tradicional unidad entre Perú y Bolivia, que articulaba a
ambos, primero a través de la plata, y posteriormente a través de las lanas. Y veo la
relación indirecta en el caso del Ecuador, por la expatriación voluntaria en algunos
casos, forzada en otros, de familias peruanas. Particularmente para quienes están
laborando en el post-grado de historia de Quito es una idea sugerente trabajar este
tema; pensemos en cuáles fueron las actividades desarrolladas por el expresidente
peruano Mariano Ignacio Prado, quien después de salir del Perú y ser despojado de la
nacionalidad peruana se radica en Ecuador; tenía recursos y de alguna manera debe
haberlos empleado. Y parece que no fue la única familia peruana; habría que seguir la
pista.
185

9 Y la segunda cuestión que parece interesante consignar con relación al problema de la


fuerza de trabajo, por lo menos en el caso del Perú, es que parece que hay una
vinculación con la herencia colonial (no es nada nuevo con relación a lo investigado por
Heraclio Bonilla); pero partimos de que, ya desde la época colonial, el proceso de
despoblamiento de la población indígena de la costa peruana hace que la explotación
agrícola esté en manos de fuerza de trabajo importada. Si se empiezan a importar
culíes, primero polineses y luego chinos, es precisamente porque durante la etapa
colonial la explotación se monta en base a fuerza de trabajo esclava, africana, traída en
condiciones de esclavitud. Es la emancipación de los esclavos en el 54’ la que hace
determinante la necesidad de importar fuerza de trabajo china; obviamente está por
contestar por qué resultó más rentable traer chinos que tratar de provocar un sistema
de enganche que lograse atraer a la población serrana hacia la costa. Es importante
señalar esto; en el caso de Bolivia también el despoblamiento del litoral va a permitir
que sea en un 80 % población chilena la que está ocupando el litoral al iniciarse la
guerra. No me queda muy claro en el caso del Ecuador: una lectura del libro de Manuel
Chiriboga permitiría aclarar este aspecto.
10 Manuel Chiriboga
11 Es sugerente la propuesta de Heraclio Bonilla. Esta dimensión comparativa realmente
no sólo ayuda a resolver problemas históricos sobre las posibilidades de crecimiento y
desarrollo de nuestros países, sino creo que abre nuevos problemas para la
investigación en cada uno de nuestros países. Esta perspectiva permite analizar el
proceso de desandinización, entendido como ruptura de buena parte de las relaciones
coloniales en lo económico, como también en lo político y cultural.
12 Respecto a la cuestión de la disponibilidad de capital para las empresas cacaoteras es un
problema aún no enteramente resuelto: parecería que el débil crecimiento de la
producción y de las exportaciones cacaoteras durante el siglo XIX va generando los
capitales para la inversión que requiere la actividad cacaotera. Pero indudablemente
hay un corte significativo después de 1860. Cuando el consumo en Europa pasa de 1,7
onzas per cápita a 9, la demanda mundial de cacao es rápidamente respondida. De ahí,
creo que lo señalado por Manrique es una pista interesante. Por un lado hay cierto
aporte de capital originado en el Perú, particularmente en la banca (Banco del
Ecuador). Pero no solamente eso. El Ecuador durante el período de la guerra del Pacífico
conoce una prosperidad económica que se manifiesta en la mayor parte de los
indicadores económicos: exportaciones, disponibilidad de dinero en el sistema bancario
; y, lo que me parece importante, en un aumento de los préstamos de los bancos
hipotecarios para los cacaoteros y para el desarrollo de sus plantaciones.
13 En lo que hace referencia a la fuerza de trabajo, lo que es constatable es un crecimiento
importante de la población en las zonas cacaoteras (1870-1880). Hasta entonces, la costa
aparece estancada por falta de aporte serrano y por las enfermedades que afectan a la
población. Pero, a partir de este momento, fluye la población particularmente de la
sierra centro-sur que coincide con un flujo de migrantes originado en la costa no
cacaotera.
14 Heraclio Bonilla
15 Del mismo modo hay otro problema que requiere un examen adecuado, no solamente
de los mecanismos de alienación de la fuerza de trabajo, sino de los mecanismos de
retención de la misma; porque hasta aquí, la literatura más obvia y ciertamente
186

interesante sobre el enganche hay chascos de llantos, hay una literatura de lamentos, y
la dimensión analítica es virtualmente inexistente, porque no hay ciertamente las
evidencias contundentes como para colocar en otra dimensión el problema de
enganche, sino por lo menos para empezar a pensar el problema de manera distinta,
porque el enganche, lejos de ser un mecanismo de extensión y explotación de la fuerza
de trabajo puede ser un mecanismo que puede eventualmente enseñar al campesino a
vender su fuerza de trabajo, y muchas veces el enganche sobre todo cuando existe una
complementariedad con los ciclos agrícolas puede significar una fuente de ingresos
monetaria adicional para financiar proyectos potenciales, y creo que en el caso de las
plantaciones cacaoteras este problema visto desde otro ángulo merecería también
nuestra atención.
16 Ernesto Yepes
17 ¿Cuándo el capital extranjero tiene la fuerza o el interés para transformar las
relaciones internas? ¿Por qué en el siglo XIX no, y por qué en el siglo XX sí?
18 Heraclio Bonilla
19 Parece que hay dos preguntas centrales. La primera: ¿cuales fueron las barreras
institucionales que no permitieron un ingreso más temprano del capital extranjero?
Esto aproximadamente tiene un espacio andino un tanto diminuto y en última instancia
poco significativo para razonar; creo que habría que tomar América Latina en su
conjunto y sospecho que esto tiene que ver tanto con razones internas como con
razones externas; tal vez la experiencia peruana pudiera ayudar a comprender por qué
la penetración del capital extranjero en las plantaciones cacaoteras fue relativamente
débil: el hecho de que son empresas productivas desarticuladas internamente. En el
caso de las plantaciones algodoneras del Perú, la estructura de producción operaba en
base a terratenientes por una parte, yanaconas, por otra, una débil franja de asalariados
y eso evitó que este capital ingresara. La segunda tiene que ver con algo que
aparentemente podría ser una dimensión de las ciencias sociales. ¿Tuvieron o no
tuvieron las economías de los países latinos, andinos, en el siglo pasado una alternativa
distinta? ¿Cuál fue su nacionalidad histórica? Tengo la sospecha de que el Estado como
se lo llama tenía un espacio bastante diminuto para implementar políticas económicas
que hubieran sido distintas.
20 Jean Piel
21 Me gusta tu última observación porque está en el centro de nuestra problemática.
¿Tenía el Estado posibilidad de hacer otra cosa…? Creo que tu comunicación insiste bien
en lo que tú precisamente, Heraclio, empezaste hace años : una historia de la renta, sus
orígenes y también sudistribución, su vocación económica… sabemos que hay pocos
trabajos sobre el tema. También el problema de la redistribución de la renta estatal bajo
formas de indemnización, de bonos de la deuda, etc. Tú insististe muy bien en este
asunto. En la formación del capital original, por lo menos en el Perú, eso tuvo un papel
muy importante. Pero valdría la pena, empresa por empresa, ver precisamente cómo
funcionó. Nelson nos indicó el origen minero de unos capitales que se invirtieron en los
alrededores del valle del Mantaro, pero no tenemos todavía una visión exhaustiva.
22 Si nos referimos a los trabajos de la zona de Arequipa y de los Andes del sur, de esa
articulación de capital comercial con los hacendados, es cierto que durante este tiempo
el sistema de la habilitación mercantil capitalista no era propiamente una formación
endógena: la renta funcionaba casi en extraterritorialidad, en cierta forma a muy corto
187

plazo, como para un año, no más, comportándose realmente como una renta
extranjera, incluso manipulada por criollos (no importa) pero extranjera a la región y a
los empresarios agrícolas. Otro problema que yo me planteo particularmente para los
dos primeros tercios del siglo XIX es el siguiente: ¿cuál será el nivel de análisis
pertinente de decisiones económicas?, ¿empresas? Pero acabas de decirnos que en
muchos casos no son empresas de veras. ¿Entonces qué?, ¿agentes comerciales
extranjeros que tuvieron sus estrategias y tácticas de inversión y de renta?, ¿o serán
bolsas de comercio? Sin embargo, durante un largo tiempo no fueron grupos de presión
eficaces y hasta tenían un papel representativo muy limitado dentro del propio medio
social que era su base aparente. Más tarde, después de los años 65-70, se supone que
bancos peruanos tenían estrategias inversionistas y con una difusión limitada. Pero si
bien es cierto que ya tienen bastante capital, ¿cuál era el número de empresas que de
cierta forma podían inducir en ciertas estrategias económicas en relación con ellos?
23 Me pregunto, por otra parte, si las viejas instituciones tradicionales como parentelas,
clientelas, tenían una visión económica de su estrategia de reproducción social.
24 Ernesto Yepes
25 ¿Hasta dónde se puede transmitir el problema al Estado? Tenemos un Estado chileno
que había tenido un Estado fuerte, un Estado que atraviesa 1850 con una crisis en la
economía, tanto en el trigo como en el cobre, y es incapaz de modificar la estructura
productiva a pesar de que es un Estado fuerte. Es gracias a la guerra del Pacífico que se
revitaliza la estructura productiva de Chile; no es solamente problema del Estado, el
problema creo que es si realmente esos empresarios, esos capitalistas tenían la
posibilidad de transformar productivamente.
26 Heraclio Bonilla
27 Dos comentarios sobre el Estado. Primero, a nivel formal, la política económica del
Estado, por lo menos durante la primera mitad del siglo XIX, fue una política
particularmente adecuada para promover la diversificación de la economía y para
evitar su enfrentamiento en el mercado internacional; adoptó una política totalmente
proteccionista: los aranceles hubieran hecho empalidecer de envidia a los industriales
de nuestros países ahora, es decir aproximadamente el 80 % ó 90 %; en el caso del Perú
incluso en 1828, se llegó a prohibir totalmente las importaciones similares a lo que se
producía; en la práctica no servía para nada porque la comunidad mercantil tanto
peruana como británica no tardó mucho tiempo en convencer a sus gobernantes de que
siendo la renta de las aduanas uno de los recursos importantes con la “constitución” de
indígenas en la selva oriente, tal vez podría ser mucho más alto el volumen...
28 Segundo, a las observaciones de Nelson Manrique (muy pertinentes)
desafortunadamente no tengo ninguna respuesta; lo que he querido hacer en esta breve
comunicación es llamar la atención: frente a una historiografía que no veía más allá de
sus narices o de las fronteras nacionales, evidentemente el énfasis en el estudio de las
dimensiones internacionales fue importante. El énfasis en el papel de las fuerzas del
mercado y del capital internacional ha sido significativo pero al mismo tiempo este
sesgo introdujo varias desviaciones, varios errores y estamos empezando a verlos; y
creo que una inversión de las perspectivas podría ser pertinente no solamente, como se
anda diciendo por ahí, porque todo lo nuestro siempre es mejor, sino porque el
descubrimiento de una nacionalidad distinta hace necesario efectivamente ver también
188

la otra dimensión que es la dimensión más complicada, justamente con el problema de


fuentes.
29 Thierry Saignes
30 ¿O se puede hablar, en estas economías monoexportadoras, de formación de burguesías
nacionales?
31 Heraclio Bonilla
32 ¡Antes creía saber muchas cosas al respecto, pero ahora no sé nada! Debe haber algo si
se define la burguesía por las propiedades de ciertos recursos y la captación de la fuerza
de trabajo, es claro que sí.
33 Esas burguesías se caracterizan mejor por su modo de consumir que por su modo de
producir. Allí los cacaoteros ecuatorianos aparecen por ejemplo como personajes de
novela. El mercado internacional es el espacio realmente significativo, no solamente
para el éxito de estos sectores sino para la ampliación y reproducción de sus riquezas.
Desde este punto de vista el mercado nacional era diminuto; no está efectivamente en
disputa con otra burguesía. Por otra parte, si este sector, que si bien era relativamente
autónomo del capital extranjero en lo que concierne a la producción, sin embargo
requirió un apoyo estrecho a nivel de la comercialización. De tal manera que más que
por antagonismo, lo que creo que hay es complicidad —Patiño es seguramente un ultra
burgués, pero poco nacional—.
34 El problema es dónde surge, cómo se acumula el capital más que dónde está localizado.

RESÚMENES
En la región de los Andes durante la segunda mitad del siglo XIX y parte del siglo XX se observa el
reactivamiento del sector externo de su economía. Es el caso del Perú con el guano entre 1840 y
1879, de Bolivia con la plata entre 1860 y fines del siglo y, finalmente, del Ecuador con el cacao
entre 1890 y 1920. A través de la explotación de estos productos, en consecuencia, se pone
término a varias décadas de estancamiento de sus economías y de nuevo éstas reingresan con
fuerza en el mercado internacional. Al igual que durante la época colonial, la razón esencial de
este crecimiento se encuentra en las condiciones del mercado internacional europeo que requirió
de estas materias primas para elevar la productividad de su agricultura o para satisfacer nuevos
gustos derivados de los cambios en los patrones de consumo. Pero así como su renacer fue
fulgurante, no fue menos el estrépito de su caída y cuya explicación, de nuevo, se encuentra
igualmente en el mercado internacional cuya demanda o se satura o se satisface con el
abastecimiento del mismo tipo de materias primas pero ahora producidas en regiones diferentes
a la de los Andes.
Si bien ésta es una semejanza fundamental que compartieron las economías de los tres países
centrales de la región andina, es igualmente importante subrayar que las empresas establecidas
para producir y/o extraer estos productos para la exportación adoptaron modalidades de
operación diferentes, del mismo modo que fueron también distintos los eslabonamientos
generados por estas unidades productivas dentro del entorno regional. Esas diferencias fueron a
su vez el resultado de la trayectoria previa que tuvo la economía de esos países, así como de las
189

combinaciones diferentes que en cada caso adoptaron los factores de producción.


Por ejemplo, en el caso del Perú con el guano y dada la naturaleza de la extracción de este
fertilizante, sus mayores efectos fueron a nivel de las finanzas públicas y del tipo de transferencia
de la renta generada por el guano realizado por el Estado en favor de diversos actores
económicos.
En el caso del cacao ecuatoriano, en cambio, el desarrollo de su producción explica la
diversificación de la estructura productiva del Ecuador, la emergencia de un sector mercantil y
financiero ligado a las plantaciones cacaoteras y encargado tanto de la comercialización como del
financiamiento de la producción de la así llamada “pepa de oro”, para no mencionar el
establecimiento de empresas agrarias fundadas en la explotación no capitalista de la fuerza de
trabajo de peones y sembradores.
En el caso de la plata boliviana, finalmente, el establecimiento de conglomerados mineros en el
norte de Potosí permitió la articulación de estas empresas mineras con las unidades domésticas
familiares; a la vez que la búsqueda de una eficiente articulación de esta región con el mercado
internacional, a través del ferrocarril, impuso una brecha entre el sector minero y el resto de la
economía boliviana.
El análisis de estas situaciones dentro de una perspectiva comparada muestra los límites y las
posibilidades de las economías de exportación, a la vez que permite entender el proceso de
desarticulación de un circuito que durante el período colonial fue integrado y virtualmente
autosuficiente como consecuencia del peso que tuvo la minería argentífera de Potosí.

On observe au cours de la seconde moitié du XIXème siècle et une partie du XXème la réactivation
du secteur d’exportation de l’économie dans la région des Andes. C’est le cas du Pérou avec le
guano de 1840 à 1879, de la Bolivie avec l’argent entre 1860 et la fin du siècle, et enfin de
l’Equateur avec le cacao de 1890 à 1920. Avec l’exploitation de ces produits, il est donc mis fin à
plusieurs décennies de stagnation de ces économies, et celles-ci réintègrent avec force le marché
international. Comme l’époque coloniale, la cause essentielle de cette croissance réside dans les
conditions du marché international européen qui demande ces matières premières afin d’élever
la productivité de son agriculture ou de satisfaire de nouveaux goûts dérivés des changements
dans les modes de consommation. Mais la chute fut aussi spectaculaire que la reprise avait été
fulgurante; et les causes en sont à rechercher de nouveau du côté du marché international dont
la demande est, ou saturée, ou satisfaite par la fourniture du même type de matières premières
mais produites maintenant dans des régions autres que les Andes.
S’il s’agit là d’un caractère fondamental commun aux trois pays centraux de la région andine, il
est également important de souligner que les entreprises qui s’établirent pour produire et/ou
extraire ces produits pour l’exportation adoptèrent des modalités d’action différentes, de même
qu’elles créèrent des articulations productives distinctes dans le cadre régional. Ces différences
furent à leur tour un résultat de la trajectoire antérieure de l’économie de ces pays, ainsi que des
diverses combinaisons productives adoptées dans chaque cas par les facteurs de production.
Par exemple, dans le cas du guano péruvien, et en raison de la nature de l’extraction de ce
fertilisant, les effets les plus importants se situèrent au niveau des finances publiques et du mode
de transfert de la rente tirée du guano opéré par l’Etat en faveur de différents acteurs
économiques.
En revanche, dans le cas du cacao équatorien, le développement de cette production est à
l’origine de la diversification de la structure productive du pays et de l’apparition d’un secteur
marchand et financier lié aux plantations cacaotières et chargé aussi bien de la
commercialisation que du financement de la production de la “graine d’or”, sans oublier
l’établissement d’entreprises agricoles basées sur l’exploitation non capitaliste de la force de
travail, ouvriers agricoles (“peones”) et semeurs.
Enfin, pour ce qui est de l’argent bolivien, l’établissement de conglomérats miniers au nord de
190

Potosí permit l’articulation de ces entreprises minières aux unités domestiques familiales, tandis
que la recherche d’une liaison efficace entre la région et le marché international au moyen du
chemin de fer créa une brèche entre le secteur minier et le reste de l’économie bolivienne.
L’analyse de ces situations dans le cadre d’une perspective comparative montre les limites et les
possibilités des économies d’exportation, tout en permettant de comprendre le processus de
désarticulation d’un circuit intégré et virtuellement autosuffisant à l’époque coloniale à cause du
poids des mines d’argent de Potosí.
191

Auge cacaotero y economía


regional: la costa ecuatoriana a
inicios del siglo xx
Boom du cacao et économie régionale : la côte équatorienne au début du
XXème siècle

Manuel Chiriboga

INTRODUCCION
1 El presente ensayo tiene como objetivo central analizar las condiciones y características
del auge cacaotero ecuatoriano de inicios del siglo. La incorporación activa del sistema
productivo regional de la costa al mercado capitalista mundial actuará como verdadero
telón de fondo para una serie de transformaciones que se dieron en el mismo aparato
productivo, en las relaciones de producción e intercambio, en los conflictos sociales que
se ventilaron en la época y en la misma configuración del Estado.
2 Recuperado el capitalismo central de la crisis de acumulación que lo afectaría en el
período 1870-1890, se asistió a un rápido proceso de acumulación que se manifestó
entre otros en el surgimiento de los monopolios, el auge de exportación de capitales
hacia los países neo-coloniales y en lo que nos interesa a una dinamización del
comercio mundial de mercancías, tanto de origen central como neo-colonial 1. Sobre
este marco, la existencia de una serie de condiciones naturales —rentas diferenciales en
las planicies de la costa ecuatoriana— vehiculizaría un atropellado crecimiento de la
producción y exportación del cacao. La exportación del cacao que no había excedido los
300,000 quintales de 46 kg hasta 1880, superaría el millón de quintales hasta 1917.
3 Lógicamente que el auge de la pepa de oro, denominación conferida al cacao durante la
época, sobrevino como efecto no solamente de los impulsos del mercado exterior, sino
de los efectos que dichos impulsos generarían en el aparato productivo costeño, y las
contradicciones sociales que éstas generaron en el conjunto del espacio nacional. La
192

primera parte de este trabajo estará centrada justamente en el análisis de las


transformaciones que actuarán como condiciones previas del auge cacaotero.
4 La segunda parte de este ensayo tiene que ver con la característica del auge cacaotero
propiamente dicho. En esto, buscaremos diseñar la matriz de funcionamiento del
aparato productivo cacaotero tanto en lo referente a la esfera de producción del cacao
como a la esfera de circulación, buscando establecer los grupos y clases sociales que
operaban como resultante y los intereses y conflictos que generaban. Puntualizaremos
las condiciones del mercado mundial que movilizaron la matriz y los cambios que se
operaron a nivel del Estado.

LAS CONDICIONES DEL AUGE CACAOTERO


5 El cacao se asocia muy tempranamente con la historia económica y social de la costa.
Los almacigales naturales del THEOBROMA CACAO NACIONAL fueron sujetos a procesos
de recolección desde inicios de la colonia y enviados al puerto de Acapulco, donde
prontamente comenzó a competir con sus similares provenientes de Guatemala o
Venezuela. A pesar de la serie de prohibiciones que recaerían sobre este tipo de
comercio colonial, los comerciantes y hacendados guayaquileños encontrarían más de
una forma para que el cacao se introdujese subrepticiamente. Para fines del siglo XVIII
se trató ya de una actividad dinámica que en cierta manera organizó la vida del distrito
de Guayaquil.
6 Con cosechas anuales que fluctuarían entre 100,000 y 150,000 quintales de cacao que
representaban un número reducido de árboles, la práctica de cultivo era prácticamente
inexistente. De acuerdo a los censos de la época las plantaciones regulares no
reagrupaban más allá de diez o quince mil matas por fundo, proveniendo la mayor
parte de cacao de árboles silvestres. Si bien comenzaban a surgir grandes latifundios en
algunos distritos, el agro costeño era predominantemente compuesto por medianos
propietarios2. Concomitantemente, la frontera agrícola efectivamente incorporada a la
producción se restringía a los distritos de Baba, Puebloviejo, Babahoyo y Machala.
7 Los débiles impulsos del mercado mundial a inicios del siglo XIX como resultante tanto
de las prohibiciones del comercio intra-colonial como poco después las guerras
independentistas generarían apenas una dinámica restringida para un producto que
como el cacao no tendría una demanda industrial solvente en las economías centrales.
Esta dinámica restringida implicaría una secundarización del puerto de Guayaquil en el
espacio económico de entonces: dificultades de transporte, dificultades de
comunicación y, lo que es más, una esfera de la circulación indiferenciada en que poco
más de una casa comercial hacía las veces de Banco, casa de exportación e importación,
emisora de billetes, etc3. Más aún, la independencia poco afectaría los canales del
comercio inter-oceánico y España seguiría siendo el principal mercado para el cacao
ecuatoriano hasta bien entrado el siglo XIX.
8 En definitiva, la costa constituía un espacio poco ocupado, si bien se daría un
importante auge poblacional entre 1750 y 1840; para esta última fecha la población
total de la costa apenas rebasaba los 81,000 habitantes. La población serrana que había
comenzado a afluir a partir de la ruina obrajera, poco a poco había reducido su aporte,
tanto como efecto de la dinamización artesanal en la región andina como por las
devastadoras pestes que periódicamente asolaban a los distritos cacaoteros. Por lo
193

demás, la poca dinámica de la producción cacaotera generaba una demanda de fuerza


de trabajo limitada, que era llenada por los pequeños contingentes esclavos y los
jornaleros nativos.
9 Si bien la dinámica acumulativa no se alteraría fundamentalmente entre 1840 y las
décadas posteriores, en que por ejemplo en el año de 1876 se alcanzaría a exportar
224,739 quintales, la costa sería escenario de importantísimas transformaciones que
irían preparando el gran auge cacaotero iniciado en las dos últimas décadas del siglo
XIX. Paralelamente, las contradicciones del sistema agrario serrano irían
descomponiendo ciertos de sus elementos dinamizando un importante proceso
migratorio a partir de 1870. Analizaremos brevemente estos procesos.

Cambios en el régimen agrario costeño 1840-1900

10 Si pudiera resumirse en pocas palabras el proceso de transformaciones del régimen


agrario, no se vacilaría en describirlo como un violento proceso de surgimiento de la
gran propiedad, su acaparamiento en manos de un reducido núcleo y la expulsión de
una gran masa de pequeños, medianos e incluso grandes propietarios. Esto daría por
efecto una estructura productiva altamente concentrada, la habilitación de nuevas
áreas de la producción y la capacidad renovada de someter a importantes contingentes
laborales al proceso productivo.
11 Los mecanismos utilizados son múltiples y vale la pena señalar los más importantes
entre aquellos recensados. Seguramente uno de los mecanismos más utilizados fue
simplemente el de expansión de los linderos hacia zonas ocupadas por pequeños
propietarios sin títulos de tierra, los que simplemente eran desalojados. Igualmente la
compra o remate de las tierras comunales de las tribus indígenas del litoral, luego de lo
cual éstas debían abandonar sus tierras4. Se daba igualmente la apropiación fraudulenta
de las tierras públicas, de las tierras de la Iglesia, teniendo como efecto la expulsión de
los pequeños propietarios asentados ahí. Estos terminarían en buena parte siendo
reclutados como jornaleros y sembradores de los nuevos propietarios.
12 Existen, por otro lado, mecanismos utilizados en el despojo de la tierra a los medianos y
ciertos grandes propietarios, como los préstamos hipotecarios a interés usurero,
mediante los cuales los núcleos más dinámicos de la concentración y monopolización
de la tierra, fueron rematando numerosas propiedades cargadas de deudas 5. Por éste y
otros mecanismos, la vieja aristocracia terrateniente de origen colonial fue
desapareciendo, mientras surgía un nuevo núcleo dinámico portador de un nuevo
esquema acumulativo.
13 El caso de la hacienda-plantación Tenguel es velativo al respecto. Esta gigantesca
propiedad que contaba con aproximadamente 50,000 hectáreas en la zona de Balao, al
sur de Guayaquil, había pertenecido desde el siglo XVI a María Tomalá, quien la había
recibido en donación perpetua de parte del Rey de España. Para el año de 1767, la
propiedad, hipotecada por préstamos y censos, fue rematada y adquirida en su
totalidad por Jacinto Caamaño, migrante español de reciente data. De esta manera la
propiedad que se encontraba en vías de subdivisión fue nuevamente conformada 6.
14 Para fines del siglo XIX la costa era un espacio altamente concentrado y monopolizado.
Un pequeño pero poderoso núcleo de aproximadamente 30 familias con fuertes lazos
familiares entre ellos tenían en su poder más del 70 % de la tierra en los distritos
cacaoteros de entonces. Esta concentración era aún mayor en los distritos
194

exclusivamente cacaoteros. En las parroquias Balao y Naranjal 10 familias tenían en su


propiedad 30 haciendas que representaban el 89 % del avalúo global. Igual fenómeno se
daba en Babahoyo, Palenque, la Isla, etc.
15 ¿Quiénes eran los miembros de estos nuevos núcleos portadores de la transformación
del régimen agrario costeño? El denominador común es seguramente el de ser
migrantes recientes de variado origen (colombianos, peruanos, chilenos, italianos,
alemanes), y en la mayor parte relacionados o vinculados con casas comerciales
instaladas en el puerto de Guayaquil. Con seguridad el conocimiento previo del
comercio cacaotero los llevó a invertir sus capitales en el agro.
16 Del núcleo señalado tiene sentido mencionar a las principales familias. La familia
Aspiazu, originaria de España y radicada en el Ecuador hacia 1800, tendría en su poder
59 propiedades que representaban más de 100,000 hectáreas. La familia Seminario,
llamados los Reyes del Cacao, originaria del Perú, con 35 propiedades que en conjunto
representarían 120,000 hectáreas. La familia Moría, con 29 haciendas y plantaciones. La
familia Puga con 17 propiedades, la familia Burgos con 24, los Durán Bailén con 6, los
Madinya con 8, los Baquerizo Moreno con 8, etc. Buena parte de las propiedades
controladas por los núcleos familiares estaban concentradas geográficamente; así, por
ejemplo, los Aspiazu tenían 29 de sus propiedades en la parroquia Palenque del cantón
Vinces7.
17 El proceso de surgimiento de un nuevo régimen agrario en la costa durante el siglo XIX
significaría por otro lado la violenta expulsión de pequeños propietarios, labradores y
comuneros indígenas, su pauperización y el reclutamiento como jornaleros y
trabajadores de las extendidas plantaciones. De esta manera, el proceso debe ser
caracterizado en términos de acumulación primitiva, sin que por lo tanto ésta
desemboque inmediatamente en la proletarización de la fuerza de trabajo. En efecto,
los pequeños propietarios pauperizados eran atados a los fundos mediante el sistema de
concertaje o peonaje por deudas.
18 El lento pero sostenido crecimiento de la producción cacaotera, que se manifestó sobre
todo en la renovada capacidad de someter a nuevos contingentes de fuerza de trabajo,
significaría no solamente el aumento de los cacahuales (árboles de cacao), sino también
el crecimiento sostenido de las rentas apropiadas por los propietarios, los exportadores
y banqueros. Esto permitía tanto la habilitación e incorporación de nuevas zonas a la
producción, como la continua complicación del funcionamiento del capital comercial
en Guayaquil.

Reorganización en la esfera de la circulación

19 Hasta mediados de 1860 el cacao era transportado hasta Guayaquil, donde era puesto a
consignación en la única casa comercial existente para entonces: La casa de Manuel
Antonio de Luzurraga. La casa, como se le conocía entonces, entregaba letras al
vendedor de la pepa, y éste a su vez la negociaba con la misma casa, la que le
descontaba un fuerte interés. Luzurraga enviaba el cacao, en los barcos de las
compañías que él representaba, a sus agentes en España, quienes una vez vendido el
cacao enviaban el monto adeudado. Los diversos momentos de la esfera de la
circulación estaban pues concentrados y además fuertemente imbricados. El periódico
Los Andes describiría así la situación:
195

20 “Por más de 25 años, la casa como se decía vulgarmente, de la que era dueño y dirigía el
señor don Manuel Antonio de Luzurraga, había representado y resumido el comercio y
el crédito del país. El señor Luzurraga fue casi el único importador y más
terminantemente el único exportador; fue comerciante, negociante, armador y
banquero; la agricultura, el comercio y aun la hacienda pública se alimentaba de su
casa”8.
21 El carácter limitado del sobre-trabajo generado por la producción cacaotera, los
sombreros de paja toquilla y otros productos de “los indios del litoral”, hacía viable una
esfera de la circulación simple y poco compleja. Sin embargo, la monopolización de la
tierra y la concertación de un número creciente de campesinos pauperizados
permitiría, como lo hemos dicho, iniciar un lento pero sostenido aumento de la
producción cacaotera que, conjugándose con el aumento de los precios del cacao en el
mercado mundial, generaría una masa de renta importante que iría a parar en buena
parte a manos de los plantadores y exportadores9.
22 Como resultado casi inmediato se produciría una complejización en la organización de
la esfera de la circulación, que vendría dada sobre todo por una “división del trabajo al
interior del capital comercial”. La antigua casa de Luzurraga se iría debilitando
mientras que, a la par, surgían instituciones bancarias, de crédito agrícola, casas
comerciales de exportación e importación especializadas en sus funciones específicas.
Además, el cambio en los circuitos de comercio interoceánico, que se manifestaría en la
demanda creciente de cacao que harían los países del norte europeo, profundizaría aún
más esta complejización del capital comercial. Casas y bancos ligados a los nuevos
centros de poder surgirían.
23 En lo que concierne a los bancos de emisión y préstamos comerciales, algunos irían
abriendo sus puertas. El año de 1867, un comerciante y financista ecuatoriano-peruano
organizaría una sociedad tendiente a la formación de lo que sería el Banco del Ecuador.
En éste participarían, además de varios financistas franceses y peruanos, personajes
como Nicolás Moría, José María Caamaño, Miguel S. Seminario, Clemente Bailén,
Rosendo Avilés, P. P. García Moreno, todos grandes propietarios cacaoteros. Algunos
años más tarde, en 1885, abriría las puertas un segundo banco emisor: el Banco
Internacional, antecesor del tristemente célebre Banco Comercial y Agrícola,
denominación por la que cambiaría en 1894. En este nuevo banco nuevamente se
encuentra como núcleo accionista a los Seminario, Durán Bailen, Nicolás Moría y
Norberto Ossa, todos propietarios cacaoteros o exportadores.
24 No serían estos los únicos bancos en abrir sus puertas, igualmente lo harían los bancos
hipotecarios, cuyo objetivo principal eran los préstamos hipotecarios para el desarrollo
agrícola. El año de 1871 abriría sus puertas el Banco de Crédito Hipotecario, en el que
aparecerían viejos y nuevos personajes como: Miguel S. Seminario, N. Ossa, Idelfonso
Coronel (propietario cacaotero de Machala), etc. En el año de 1888 un segundo banco
hipotecario, el Banco Territorial sería organizado por Eduardo Madinya, Homero Morla,
M.S. Seminario, Lisímaco Guzmán, etc.
25 Por los mismos años múltiples casas de exportación abrirían sus puertas, éstas eran de
dos orígenes: unas serían organizadas por migrantes, como en el caso de Lisímaco
Guzmán (1880), Rohde y Co. (1874), Rayre Hnos. (1877), Poppe y Co. (1870), etc., y otras
por parte de los más grandes propietarios cacaoteros como Seminario Hnos. (1870),
Coello Hnos. (1883) y Aspiazu Hnos. (1880), etc. Entre éstas ocuparían papel
preponderante, por el volumen de cacao que manejaban, L. Guzmán, Seminario Hnos. y
196

Aspiazu Hnos., que juntos exportarían más del 60 % de cacao ecuatoriano. Los Aspiazu y
Seminario eran, vale recalcarlo, los más grandes propietarios cacaoteros, que
fácilmente podían cosechar entre 80,000 y 100,000 quintales de cacao. Muchas de estas
casas tenían, por otro lado, representaciones de las principales líneas marítimas, Cías,
aseguradoras y tenían agentes comerciales en los principales mercados europeos.
26 En los mismos años surgirían las grandes casas de importación, en la mayor parte en
manos de migrantes europeos como H. Moeller, Muller y Co., J. Krugger, Vignolo,
Segale, etc., que introducirían en el país mercancías originadas en las metrópolis
capitalistas para satisfacer los lujosos patrones de consumo de los millonarios de la
época, así como para abastecer buena parte de los componentes del fondo de consumo
popular.
27 Debe destacarse sin embargo el papel secundario que jugaría el capital extranjero en la
organización de estas nuevas instituciones, pues, incluso cuando invirtieron en su
organización, fueron paulatinamente remplazados por los potentados locales. Incluso,
usarían todas sus influencias para impedir que bancos extranjeros instalaran sucursales
en el puerto. Los nuevos potentados defenderían su espacio interno de acumulación, a
pesar de que estarían ligados al capital extranjero en la esfera del mercado mundial.

Contradicciones agrarias en la sierra y procesos migratorios

28 La ruina de la economía obrajera hacia fines del siglo XVII implicaría una profunda
reorganización del espacio económico serrano. No solamente muchos obrajes cerrarían
sus puertas, sino que muchos de ellos se inscribirían en el proceso de conformación de
las grandes haciendas. La fuerza de trabajo atada a los obrajes sería paulatinamente
empujada a concertarse, como único mecanismo de acceder a la tierra, fuertemente
monopolizada por los nuevos marqueses. Este primer auge terrateniente no tardaría,
sin embargo, en encontrar fuertes obstáculos a su consolidación. En primer lugar, la
propia posibilidad de adscribir de manera ampliada a la población campesina a sus
mecanismos particulares de extorsión del sobre-trabajo, encontraría un límite en la
dinamia de ciertos estratos campesinos, para los que la disolución del obraje había
significado una amplia difusión de una práctica agrícola artesanal. En segundo lugar,
las propias posibilidades de consolidación hacendaría chocarían con las dificultades de
la realización monetaria de la renta arrancada.
29 Para fines del siglo XVIII e inicios del XIX, la hacienda terrateniente se encuentra en seria
crisis que se manifestaría, entre otros, por el elevado monto de censos y deudas,
excepción hecha, claro está, de los grandes latifundios de los conventos religiosos,
beneficiarios de la crisis. La crisis de la hacienda significaría igualmente un importante
desarrollo de las unidades domésticas campesinas, en gran medida resultante del auge
de la producción doméstica artesanal. En cierto sentido, la producción artesanal
actuaría como un freno importante a la acción expoliadora, que por vía fiscal —la
contribución de indígenas— ejercerían los sectores terratenientes. La producción
artesanal se ligaría a nuevos polos de acumulación que emergerían en el viejo espacio
colonial, como el sur colombiano, los núcleos cacaoteros del litoral e incluso las
plantaciones azucareras de la costa norte peruana.
30 A partir de 1845, la dinamia del campesino artesano autónomo serrano, e incluso de
ciertos sectores de la costa norte10, se encuentra en plena expansión. Caravanas de
recueros atraviesan los valles andinos “colectado aquí artículos indígenas y
197

exportándolos, (e introduciendo) al país, en retorno, efectos de otros lugares” 11.


Bayetas, estopas de cabuyas, mantos, sacos, cucharas, sombreros, suelas, bateas, bancos,
constituían ejemplos de esta gran actividad artesanal. Esta producción permitiría por
ende la coexistencia de las haciendas con “infinidad de pequeñísimas porciones (de
tierra) en manos de los indios”12.
31 La persistencia de las unidades domésticas, campesino-artesanales, afectaría la
posibilidad de expansión de las haciendas por la importante retención de fuerza de
trabajo que implicarían. La reacción de la clase terrateniente comenzaría a darse
fundamentalmente a través de la acción estatal. Si bien la contribución de indígenas
sería abolida por los gobiernos marcistas, subsistirían un conjunto de otras medidas
que, como los diezmos y primicias, la contribución subsidiaria y la contribución
general, mantendrían intacto el aparato tributario. Aún más, luego del ascenso de
García Moreno, la rigidez en la aplicación de la legislación contra el campesino
comenzaría a repercutir fuertemente. Si bien los levantamientos se multiplicarían,
éstos serían sangrientamente reprimidos por el ejército. Paralelamente se crearían
nuevas medidas que profundizarían aún más la esquilmación del campesinado.
Merecen mención especial las leyes de cercamiento de propiedades y leyes de remate
de las tierras de resguardo que contribuirían al debilitamiento de las comunidades
campesinas.
32 A la embestida terrateniente contra el campesino artesano autónomo se acompañaría la
paulatina crisis de los mercados para la artesanía: La pérdida de dinamismo del eje
minero sur-colombiano, el cierre de la frontera peruana y aún más la dura competencia
que las manufacturas europeas comenzaría a realizar en los propios mercados locales.
Para el año de 1877 un parte oficial publicado hablaba de la caída constante de la
industria del interior. Si bien la crisis no implicaría la extinción de la producción
artesanal, a partir de entonces, ésta se limitaría a abastecer el propio mercado
doméstico de los campesinos. Esto lógicamente significaría la desocupación de muchas
unidades campesinas y su absorción por el sistema de hacienda o la migración hacia la
costa. Efectivamente imposibilitados de generar excedentes monetarios en la cantidad
requerida por la carga tributaria, muchos campesinos deberían comenzar a endeudarse
con los hacendados o realizar largos viajes a la costa para escapar del tributo.
33 A partir de 1870 la clase terrateniente serrana logra incorporar un numeroso
contingente de campesinos desenraizados en condiciones mucho más ventajosas. No
solamente que logra acceder a una masa de renta superior sino que la sobreexplotación
del trabajo aumentó en la hacienda como consecuencia de una oferta de trabajo
excedente13. Nos interesa relevar aquí que la crisis de ciertos componentes de la
estructura agraria serrana —el campesino artesano autónomo— contribuiría
significativamente a robustecer una corriente migratoria, que prontamente sería
adscrita y utilizada para el auge cacaotero. A partir de la crisis artesanal (1870-1880)
coincidentemente la población costeña comenzaría a crecer rápidamente. Entre 1867 y
1890 la población de las provincias de Guayas y los Ríos pasaría de 78,026 a 194,931
habitantes. A esto había que añadir una importante migración estacional que bajaría
desde la sierra, especialmente desde Baños y Azuay, a participar en las cosechas de
cacao14.
34 Si bien el crecimiento poblacional fue importantísimo, como resultado de la migración,
y alcanzaría a satisfacer los requerimientos de la producción cacaotera, no alcanzaría a
generar una sobre-población relativa capaz de presionar duramente sobre los salarios.
198

Esto lógicamente repercutiría en la capacidad de negociación que tenían los


trabajadores de cacao frente a los hacendados, lo que contrastaba con la sierra. La
imposibilidad de remplazar con facilidad un trabajador fugado, hacía que el plantador
cacaotero buscase mantenerles al interior, brindando mejores condiciones de trabajo. A
pesar de esto, las perspectivas atractivas del mercado mundial, la tendencia al alza del
precio del cacao y la poca inversión que exigiría su cultivo, hacía el negocio
fuertemente lucrativo, y así seguiría siéndolo durante todo el período de auge
cacaotero.

EL AUGE CACAOTERO
35 Para la última década del siglo XIX la costa estaría madura para afrontar el fuerte
impulso que vendría del mercado mundial. Grandes propiedades habían sido talladas, la
fuerza de trabajo había comenzado a fluir desde la sierra y desde los distritos
campesinos del litoral, la banca y el comercio se habían reorganizado y tenían
suficientes agentes en los países capitalistas centrales; en fin las condiciones serían
propicias para expandir considerablemente el nivel de acumulación.
36 El impulso definitivo provendría del mercado mundial, reflejándose en una tendencia
alcista en el nivel de los precios de la pepa de oro. Esto no hacía sino reflejar la
superación de la gran depresión que tuvo lugar entre 1870 y 1890, superación que se
caracterizaría por una readecuación del patrón de acumulación y la derrota del
movimiento obrero, particularmente activo durante la época de la crisis. En el caso de
la industria chocolatera se abriría paso a dos fenómenos: el proceso de monopolización
y los avances tecnológicos en la fabricación del chocolate. Esto impactaría muy pronto
en el crecimiento notable del consumo del cacao en Europa, lo que se reflejaría, entre
otros, en la disminución de los stocks almacenados.
37 Los propietarios cacaoteros responderían rápidamente expandiendo
considerablemente la producción, mediante la ampliación sustantiva de la frontera
agrícola, tal como se demuestra en el cuadro Nº 1.
38 La expansión de la producción cacaotera prefiguraría importantes cambios en el
funcionamiento de la matriz agro-exportadora del país y aún más, impactaría en la
transformación misma del Estado. Los poderosos núcleos cacaoteros se verían limitados
por su estrecha base regional de acumulación y comenzarían a dotarse de un proyecto
nacional de acumulación que les permitiese subordinar establemente al conjunto de
clases sociales y al mismo tiempo romper las trabas impuestas a la libre circulación de
las mercancías a nivel nacional; interesados en romper el poder del clero religioso,
núcleo importantísimo de acumulación en la sierra y sostén ideológico del sector
terrateniente serrano; en romper la legislación anti-campesina que limitaba la
migración de los indígenas de comunidades; imponer el patrón oro y robustecer la
moneda nacional, etc.
199

CUADRO Nº 1. VOLUMEN DE LA EXPORTACION CACAOTERA (1884-1912)

FUENTE: Informes Consulares Británicos años señalados, excepto 1895-1896 y 1911-1918, Luis
Alberto Carbo. Historia Monetaria y Cambiaria del Ecuador, desde la época colonial, Quito, 1978, p. 449.

39 Dicha transformación vendría con la revolución alfarista y sus montoneros, largamente


financiada y apoyada por los núcleos dominantes de la costa. Con el ascenso de Eloy
Alfaro al gobierno serían los nuevos millonarios como Lautaro Aspiazu, Miguel
Seminario, Homero Moría, Sixto Durán Bailen, etc. los que se entronarían en puestos
claves del ejecutivo y del legislativo, auspiciando las reformas deseadas.
40 Queda, sin embargo, por analizar los cambios que se operarían en el mismo proceso
agro-exportador, como resultado del auge. Comenzaremos analizando la base agraria
del proceso y luego la esfera de la circulación.

Haciendas y plantaciones en el auge cacaotero

41 Estudiar la extracción de plus-trabajo en las haciendas y plantaciones cacaoteras es el


objetivo de este acápite. Estudio problemático, sin embargo, en la medida que el auge
cacaotero y las condiciones internas sobre las que se dio deben ser descritos en
términos de transición desde una situación claramente pre-capitalista. En efecto, el
proceso de separación del productor directo de sus medios de producción desembocó
básicamente en su pauperización y en la venta de su fuerza de trabajo, como único
soporte para la reproducción de su energía vital. Sin embargo, la venta de su fuerza de
trabajo llevaba a su sujeción por los mecanismos del concertaje y de la deuda, por lo
que el trabajador no era formalmente libre para abandonar su trabajo. En la variante de
los senbradores, éstos recibían una extensión dada de terreno no cultivado donde
debían plantar un cierto número de árboles, cuidarlos y mantenerlos hasta su segunda
200

cosecha, momento en el cual el trabajador es redimido, es decir, pagado por cada mata
y liberado de sus obligaciones contractuales.
42 Las dos variantes de la relación de producción que operaban en las haciendas y
plantaciones cacaoteras implicaban, y esto es importante, el acceso por parte del
trabajador a una cierta masa de capital variable, sea ésta en forma de salarios para los
jornaleros o de adelantos y redención en el caso de los sembradores. Esto permitía al
trabajador presentarse en la esfera de la circulación —almacenes y tiendas de raya— y
adquirir una cierta cantidad de mercancías necesarias a su reproducción: arroz, carne,
fideos, harina, vestidos, etc.
43 Se debe señalar que la mayor parte de tiendas y pequeños comercios que operaban en
los distritos cacaoteros tenían una doble ligazón. Por un lado dependían de las
haciendas al operar exclusivamente en su esfera baja de circulación, aceptando las
fichas y monedas emitidas por los hacendados. Por otra parte, estaban ligadas a las
grandes casas de importación de Guayaquil, de donde recibían mercaderías importadas:
arroz de la China, lentejas alemanas, harina chilena y estadounidense, tocino de
California, etc. Los productos alimenticios de origen serrano no cumplirían sino un
papel secundario, al menos hasta 1914, en que se produjo una fuerte alza de los precios
en el mercado mundial y cuando existían medios de transporte que, como el ferrocarril,
permitían el envío rápido de productos desde la sierra.
44 La estrecha relación entre fondo de consumo para la reproducción de la fuerza de
trabajo y la esfera de circulación del sistema capitalista mundial no implicó,
necesariamente, un carácter capitalista de las relaciones de producción. Las coacciones
extra-económicas ejercidas sobre el trabajador en forma de deudas, fichas, etc.
operaban especificando una relación de producción no capitalista y la casi ausencia de
un mercado libre de fuerza de trabajo.
45 Ahora bien, la ausencia de una sobre-población relativa que presione hacia abajo el
nivel de salarios y las condiciones de concertación, implicaba, sin embargo, un límite a
las posibilidades de reducir las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo. El
trabajador podía siempre fugar de la hacienda y reclutarse en otra para lo que siempre
había una demanda. De ahí que las condiciones estructurales que relacionaban fuerza
de trabajo y propietarios de tierra imponían un límite de aplicabilidad a las coacciones
extra-económicas15.
46 El proceso de trabajo que operaba en las plantaciones era simple y poco desarrollado. El
propietario contrataba con un sembrador la siembra de cierta cantidad de árboles,
ampliando de esta manera la frontera agrícola. El sembrador desbrozaba y limpiaba el
terreno, sembraba el cacao y lo cuidaba por un período de aproximadamente cinco
años. Los cultivos complementarios al cacao, banano y yuca fundamentalmente, eran
utilizados como cultivos de subsistencia, que complementados con los avances que
solicitaba al propietario y los jornaleros que podían conseguir en la hacienda, cuando
las tareas de siembra lo permitían, conformaban su fondo de consumo. Pasados los
cinco años se redimía al sembrador, pagándose entre 0.20 y 0.40 de sucre por mata en
buen estado y deduciendo los avances entregados. El árbol en buen estado tendría
posteriormente un valor comercial de 1.00 ó 1.20 sucres.
47 Los árboles en estado de cultivo eran trabajados por los jornaleros regulares de la
hacienda. Estos debían realizar la limpieza de los cacahuales y participar en las
cosechas y rebuscas mesuales, para lo que se formaban cuadrillas de jornaleros que en
201

un proceso de cooperación simple, tumbaban, recogían, desvenaban, cargaban en muías


y transportaban el cacao a los tendales, donde otras cuadrillas se encargaban del secaje
y puesta en sacos del cacao para su evacuación hacia Guayaquil.
48 Las herramientas utilizadas en todo el proceso eran muy simples: machetes, podones,
palancas, canastas de mimbre y tendales formados de caña guadúa picada y arena.
Obviamente los costos monetarios de todo este proceso eran mínimos, pudiendo
establecerse en 7.29 por quintal, con un rendimiento de 10 quintales por mil matas. Este
mismo quintal sería vendido en el puerto de Guayaquil a un precio que fluctuaba entre
20 y 25 sucres, en promedio. La tasa de ganancias (incluyendo la renta) era pues del
orden de 325 %.
49 Lógicamente que esta tasa de ganacia sería muy superior en las plantaciones que
lograban rendimientos más altos o cuyo cacao era de mejor calidad. Así, por ejemplo,
las plantaciones de la zona de Balao eran famosas por llegar a rendimientos entre los 15
y 20 quintales por mata de cacao, sin que esto implique un aumento del costo de
producción por quintal. Existían igualmente plantaciones, muchas de ellas ligadas a
capital extranjero, que a través de inversiones en riego y maquinaria obtuvieron
rendimientos superiores a la media. Se debe mencionar que las plantaciones que
obtuvieron rentas diferenciales eran en su mayor parte propiedad de las familias gran
propietarias como los Aspiazu, Seminario, Moría, etc.
50 En base al extraordinario nivel de acumulación que lograron los gran propietarios y lo
extenso de sus propiedades se irían produciendo cambios significativos en los métodos
de cultivo. Así muchos de estos propietarios abandonarían el sistema de siembra por vía
de sembradores, encargando esto a las cuadrillas regulares de jornaleros. Si bien el
nuevo sistema de siembra —conocido como manguereo— requeriría una mayor
inversión en herramientas y aperos, resultando más onerosa, resultaría más rentable
en la medida que la expansión de la frontera agrícola y la habilitación de los cacahuales,
para la cosecha, requeriría un menor tiempo. Sólo de esta manera se justificaría un
crecimiento tan importante de las cosechas en poco más de 10 años.
51 Esta paulatina introducción de mejoras en el proceso de cultivo, en ciertas propiedades
cacaoteras, permitiría diferenciar en el agro costeño dos tipos de unidades productivas.
Aquéllas a las que hemos llamado plantaciones caracterizadas por una mayor división
interna del trabajo (introducción de innovaciones en el proceso técnico, abandono del
sistema de redención de cultivos, etc.) contrastaban con las haciendas cacaoteras que
seguían operándose a la usanza colonial.
52 Muchos de los plantadores, especialmente los más grandes como los Seminario, los
Aspiazu, los Puga, los Caamaño y los Durán Ballén, formarían compañías por acciones
en Hamburgo o Londres, recibiendo inversiones y préstamos de banqueros y financistas
europeos. Compañías como la Cacao Plantagen Geselschaft Puga o la Caamaño Tenguel
Es-tates Limited operarían con plantaciones de más de 3’000,000 de árboles, encargadas
a administradores extranjeros.
53 Este paulatino surgimiento de una pequeña fracción de grandes propietarios-
plantadores no dejaría de repercutir en la organización comercial y bancaria de
Guayaquil. El volumen de cacao que controlaban les llevaría muy pronto a organizar sus
propias casas comerciales, invertir en bancos, empresas de servicios y se ligarían
directamente a poderosos agentes comerciales en los principales mercados exteriores.
202

Casas comerciales y bancos durante el auge cacaotero

54 El cacao, previamente secado en los tendales de haciendas y plantaciones, era


transportado a la ciudad de Guayaquil en lanchas y canoas, que en su mayor parte
pertenecían a los mismos propietarios. Previamente se había enviado muestras a los
agentes comerciales del puerto y realizado la transacción mecantil. La transacción
asumiría diversas formas, dependiendo del tipo de agente comercial y la situación del
mercado. Podía ser la misma casa de exportación del propietario la que negociaba el
cacao cosechado; podía tratarse de compra en dinero de cacao; o su entrega en
consignación por lo que el hacendado recibía vales o letras descontables a tres o seis
meses, pero negociables en los bancos, previo descuento del interés.
55 El cacao receptado en Guayaquil permanecía pocos días allí, siendo prontamente
embarcado hacia los centros de consumo en Estados Unidos o Europa. Previamente
había sido resecado y puesto en sacos especiales para el transporte marítimo. Estas
labores corrían a cargo de estibadores que, bajo el nombre de cacahueros, formaban
cuadrillas al servicio de las casas de exportación. La rápida exportación de la pepa de
oro hacia el mercado mundial no exigía costosas instalaciones de acopio y bodegaje.
56 El cacao era comprado a un precio que dependía estrechamente del precio fijado en el
Mincing Lane Sale Room en Londres, donde fluctuaría entre 56 y 60 sucres el quintal
durante los años señalados. La diferencia entre los 20 y 24 sucres a los que se vendía el
caco en Guayaquil y el precio internacional era absorvida por los diversos agentes
comerciales que operaban en el mercado mundial. El cuadro Nº 2 da una idea de la
descomposición del precio final y la ganancia de los diversos agentes.

CUADRO Nº 2. DESCOMPOSICION DEL PRECIO FINAL DEL CACAO EN LONDRES SEGUN AGENTES
COMERCIALES, EN UN QUINTAL DE 100 LBS. (EN SUCRES)

57 Del precio final del cacao, el 38 % iba a parar en manos del plantador y de los
trabajadores, el 40 % se dividía entre los agentes comerciales, el 12 % estaba destinado a
impuestos fiscales y el 10 % lo absorbían costos de transporte y manipulación
internacional. La fuerte ganancia de las casas comerciales justificaría la inserción de
varios de los grandes plantadores en el negocio; su volumen de producción les
permitiría entrar a competir con ventaja e incluso apropiarse de utilidades sobre la
producción de hacendados de menor importancia.
58 Los grandes plantadores pretenderían incluso aumentar su participación en las
ganancias, organizando firmas de seguro e intentando organizar una firma naviera. Si
203

bien el éxito sería limitado en estas empresas, demostraría el interés de los grandes
plantadores en apropiarse de la mayor parte de la ganancia cacaotera. Los Aspiazu,
Seminario, Puga, Moría, etc. igualmente multiplicarían sus inversiones en el interior
del país. Lógicamente sería el sistema financiero el primero en atraer la atención de los
plantadores.
59 En efecto, los bancos jugaban un papel importantísimo en el funcionamiento de la
matriz de acumulación al interior del sistema comercial guayaquileño y nacional,
convirtiéndose en intermediarios obligados en toda transacción comercial: giros sobre
el exterior, descuento de letras, préstamos comerciales, etc. Dos bancos operaban para
entonces: el Banco del Ecuador, que “era el Banco de los importadores y descontaba
invariablemente al tipo de 7 % al año; y el Banco Comercial y Agrícola (que) era el Banco
de los exportadores y descontaba permanentemente al 9 %”16.
60 Además funcionaban los bancos hipotecarios, tres para la época, que adelantaban
cuantiosos préstamos a los propietarios cacaoteros, negociando cédulas hipotecarias
sobre el 60 % del avalúo de las propiedades, el préstamo devengaba hasta el 12 % de
interés anual acumulativo. Tanto los bancos comerciales como hipotecarios eran un
buen negocio para los accionistas, quienes percibían dividendos del orden del 15 y 16 %,
además de beneficiarse con mayores facilidades. Los grandes accionistas de los bancos
eran evidentemente los grandes propietarios cacaoteros, los exportadores y los
banqueros.
61 No serían los bancos los únicos centros de inversión, serían igualmente las empresas de
servicios, que como los de agua potable, luz eléctrica, transporte de carga y pasajeros,
teléfonos, etc., funcionaban en la ciudad de Guayaquil. Además invertirían en algunas
empresas industriales, como la de fósforos, calzado, curtiembres y astilleros; invertirían
en varias empresas mineras; en espectáculos públicos, etc. En definitiva, se
estructuraría un sistema económico altamente concentrado en manos de un núcleo
ligado a la actividad cacaotera.
62 Además de las inversiones, que asegurarían la rotación permanente de las rentas y
utilidades provenientes de la producción cacaotera, y el aumento de la masa del capital
en manos de la fracción agro-exportadora, éstos destinaban parte de sus utilidades al
mantenimiento de un sofisticado y lujoso nivel de vida. Esto se manifestaría, entre
otros, en la residencia permanente de varios miembros de las familias agro-
exportadoras en el exterior, y particularmente en Francia, donde buena parte de la
fortuna era dilapidada. Esto no implicaría, sin embargo, un carácter ausentista de los
propietarios y comerciantes, pues éstos siempre rotarían su residencia entre las
haciendas, Guayaquil y el exterior. En el exterior muchas veces formarían sucursales de
sus casas comerciales o realizarían inversiones en empresas especulativas. Los
Seminario, por ejemplo, formarían la Casa Seminario Freres en París, invertirían en
bancos turcos durante la guerra de los Balcanes e invertirían en empresas chocolateras
en Francia.

Debate sobre la ponencia de: Manuel Auge cacotero y economía


regional: la costa ecua-CHIRIBOGA toriana a inicios del siglo XX

63 Manuel Burga
204

64 Hemos investigado los mismos temas sobre las áreas de la historia agraria del norte, en
la cual encuentro una clara coincidencia de lo que pasa en Ecuador con lo que pasa en
Perú, con los productos de exportación. Es decir, la caña de azúcar, el algodón en la
costa-norte, y en el caso del Ecuador el cacao; se generan los mismos problemas. Este
paralelismo es muy notorio y se observa que el mercado internacional genera una serie
de transformaciones internas con algunas particularidades ecuatorianas.
65 Jean Piel
66 Se ha presentado un excelente estudio de historia económico-regional, pero quiero
hacer una observación para el conjunto de investigadores, planteando un problema
metodológico, y es que corremos el riesgo, otra vez, de hacer historia económico-social,
sin tener en cuenta que lo económico-social es un aspecto de lo político. No apareció el
estado-nación en la exposición, y no es una crítica, porque tú nos das, lo cual es
excelente dentro del curso de nuestras reflexiones, los fundamentos económicos
sociales del problema estado-nación, pero más allá planteo el problema de saber cómo
enfocamos lo político, a ese nivel muy particular de lo político que es la organización de
un espacio social y económico. No digo solamente que es el problema del estado central,
sea a nivel departamental, a nivel regional, etc. También es el problema de lo político-
privado; cuando una casa comercial, un grupo de comerciantes exportadores toman
decisiones fuera del Estado, son decisiones no solamente económicas, pero sí de política
económica. ¿Cómo se toman las decisiones? ¿A través de qué tipo de negociaciones, de
apreciaciones, de balance, de proyecto comercial, de proyecto económico? ¡Claro!, es
bien difícil tener acceso a las minutas de los directorios bancarios para saber cómo y
por qué se tomaron las decisiones, y eso no es solamente problema del Estado, pero a
nivel de lo privado, ¿quién toma una decisión?, ¿para qué y en función de qué criterios?
Entonces, el riesgo de la historia económico-social que había que desarrollar con mucha
fuerza hace 10 ó 15 años, en el ambiente andino (en Francia también porque se
ignoraba lo económico-social), yo me pregunto si ya no es tiempo de replantearlo
también a nivel de economía política; hay economías políticas estatales, hay economías
políticas privadas, y lo económico en nada es independiente de lo político. Entonces no
es solamente una pregunta, no es sólo una preocupación por establecer una relación de
las exposiciones con el tema general del Estado-Nación, sino, lo repito, es un problema
de definición de cuáles son las relaciones entre lo económico y lo político, entre lo
político y lo económico. ¿Es la economía un objeto de la política o no? ¿Se puede definir
la política fuera de toda referencia económica, no sólo la economía como no sé qué
“última instancia”, nada en ese sentido, pero la economía como uno de los objetos de la
política? Es una observación un poco metodológica; lo confieso: estoy un poco inquieto
de que la sesión sea solamente una concesión a una inevitable “historia económica”, de
por sí aislada artificialmente de sus implicaciones políticas.
67 Manuel Chiriboga
68 Efectivamente privilegié en mi exposición los problemas económico-sociales que se
dieron en la región centro-sur de la costa; obviamente me parece importante
complementarla con una reflexión no solamente de lo político, sino también de lo
estatal; me encargaré de hacer en ese sentido tres ampliaciones:
69 Una que hace referencia a la constitución misma del Estado ecuatoriano, durante el s.
XIX, aspecto que será largamente abordado por el colega Rafael Quintero, pero que hace
relación fundamentalmente al carácter regionalizado que tuvo la economía y sociedad,
que es una de las características básicas de la constitución del Estado en el s. XIX; eso se
205

ve reflejado, entre otros, en las dificultades del comercio interregional, el


funcionamiento en torno a diversos patrones económicos de estas regiones, que
dificultaron repetidamente el comercio ; creo que uno de los ejes importantes de la
revolución liberal de 1895 es intentar una resolución de este problema, decretando el
patrón oro al conjunto del espacio nacional para favorecer este intercambio inter-
regional, que sin embargo no generaría una dinámica mayor dadas las características
mismas del auge cacaotero. La sierra difícilmente funcionaría como hinterland de
abastecimiento de bienes de subsistencias para la costa, por el papel que jugaron las
importaciones, pero que sí tuvo efectos en cuanto a introducir la economía de
mercancías en la sierra misma.
70 Un segundo punto es la construcción del ferrocarril Quito-Guayaquil, ferrocarril muy
particular, en la medida que no se conectaron, en otras situaciones nacionales, áreas de
exportación con el puerto, sino al contrario áreas poco integradas al comercio exterior
con el puerto; esto generaría justamente una importante introducción de mercaderías
importadas en la sierra.
71 En tercer lugar, me parece importante señalar que a pesar de este y otros esfuerzos
durante la época, sin embargo, no podríamos dejar de describir a este Estado como un
estado particularmente débil, que funcionaba fundamentalmente con los recursos
generados por las aduanas, por exportación, y que el grueso de las decisiones
económicas siguieran estando en manos privadas.
72 Germán Colmenares
73 Sobre el caso del Ecuador y recabando un poco la sugerencia de Jean, tengo la
impresión de que es un lindo caso para mostrar cómo el peso demográfico y una masa
territorial tienen un peso político.
74 No es una democracia, una democracia formal, pero las masas humanas de la sierra
tienen un peso político, y pese a que la costa tiene un privilegio económico, la sierra
tiene un peso específico político, especial. Eso tiene, a mi modo de ver, unas
implicaciones en la forma de participación política, sea a través del caudillismo, el
clientelismo o lo que sea, e implica, si se quiere, que el peso demográfico, la población,
aun si no tiene formas de vinculación democrática es importante.
75 Ahora, esos desplazamientos de mano de obra que señalaste, ¿cómo asociarlos y
vincularlos con lo político, en cuanto van deteriorando el sistema cerrado de la sierra
ecuatoriana?
76 Manuel Chiriboga
77 Lo característico del caso ecuatoriano es que las transformaciones en el espacio
serrano, que dinamizaron la emigración, estuvieron aparejadas por un fortalecimiento
mucho mayor del sistema de hacienda en la sierra misma, es decir, el debilitamiento de
los artesanos autónomos, miembros o no de las comunidades; su incapacidad creciente
de sufragar las cargas fiscales llevó a que estos campesinos se vincularan al sistema de
hacienda o migraran. La migración, como señalo, siendo importante no es masiva
durante todo el auge cacaotero; el balance poblacional entre costa y sierra en términos
relativos se mantiene. La principal corriente migratoria hacia la costa provino
principalmente de la sierra centro-sur, con características económicas y sociales
bastante diversas de la sierra norte donde el control del sistema hacendario sobre la
fuerza de trabajo se mantuvo.
78 Rafael Quintero
206

79 El propio Manuel Chiriboga plantea, en su libro sobre grandes propietarios y jornaleros


en 135 años de exportación cacaotera, el problema de las relaciones económicas y
políticas para el período en cuestión. Pienso que en una sociedad tan regionalizada
como la ecuatoriana en el siglo pasado, y cuyo movimiento de regionalización continúa
en la medida en que no se resuelve el problema de la constitución de un estado-nación,
en una economía y en una sociedad de esta naturaleza, aparecen formas del quehacer
político, formas de la misma práctica política e instituciones políticas muy ancladas en
las economías regionales. Esto parece ser lo que sucedió en el Ecuador en el siglo
pasado. Desde la región se van incluso planteando nuevas formas de representación
política, Guayaquil durante todo el s. XIX hace demandas de que está sub-representada,
de que necesita ampliar y legitimar su importancia económica; las otras regiones le
contestan en dos sentidos:
80 1) Diciendo que el Ecuador se constituyó como un pacto de tres regiones; “nos
separamos de la Gran Colombia planteándonos la unidad de tres distritos-
departamentos, Cuenca, Guayaquil y Quito, y por lo tanto hay una legitimidad histórica
en la constitución misma de lo que ellos llamaban la Nación, el Estado, y la nación
ecuatoriana”; pero, 2) justamente quienes en el mismo s. XIX hacen reformas al sistema
de representación política para el Estado son justamente los sectores terratenientes de
la sierra, que aparentemente avanzan con argumentos democráticos y liberales,
diciendo que en verdad hay que ir a una representación según la población, y no según
los tres distritos; son aquéllos que tienen el control de la enorme mayoría de la
población ecuatoriana, es decir la clase terrateniente de la sierra de las dos regiones,
Cuenca y fundamentalmente Quito, y es García Moreno el que plantea esta medida
Junker; y un poco veo un corto circuito ideológico para los liberales, porque son los
conservadores los que retoman el argumento liberal, y dicen, bueno, la democracia es la
representación de la población, pero claro el 80 % de la población estaba en la sierra;
Guayaquil llega a tener como región 100,000 habitantes aproximadamente recién en
1900.
81 Entonces, brevísimamente, el aparato fiscal del Estado se va supeditando al auge
cacaotero y son los bancos guayaquileños los que supeditan al aparato fiscal del Estado;
la caja fiscal no funciona sino en base a una dependencia cada vez más creciente del
capital comercial; hay una lucha perpetua en torno a la legislación, no solamente en
torno a la representación, y creo que la mejor exposición que en el Ecuador ha habido
sobre esto es justamente la que se encuentra en todo aquel estudio de la legislación en
torno a la fuerza de trabajo y las haciendas que el propio Chiriboga ha hecho; hay
también aparatos locales de la región como la gobernación de Guayaquil y el
gobernador de Guayaquil, a quien Milk llama el vice-presidente del país. No nos
olvidamos que a José María Plácido Caamaño lo llamaban el Porfirio Díaz del Ecuador; el
presidente de la alianza oligárquica inter-regional era el Porfirio Díaz ecuatoriano; este
tipo de cosas indudablemente hace referencia a la necesidad de prestar atención, como
se le ha prestado en los últimos años en el Ecuador, a la relación economía-política,
porque evidentemente el carácter de las sociedades demanda que se estudie este
fenómeno económico, conjuntamente con lo que está ocurriendo en lo que podríamos
llamar ese campo de la política privada, en que justamente no existiendo un Estado que
tenga mediación con la sociedad, son actos que están dados al unísono. Entonces la
observación de Jean Piel es importante, y confirma lo que es una preocupación de los
ecuatorianos aquí presentes.
207

82 Jean-Paul Deler
83 Quería subrayar que el caso del Ecuador, específicamente el caso del auge cacaotero, me
parece ejemplar de lo ligados que van lo económico y lo político, en cuanto a la
interferencia del desarrollo regional, vinculado en este caso al mercado internacional, y
del desarrollo político del Estado; porque podemos estudiar la manera muy estrecha en
que una sociedad regional puede tomar el control del aparato de Estado y que llega a
niveles de la plutocracia bancaria guayaquileña, y se nota también cuando se pone en
referencia la curva de las exportaciones cacaoteras, por ejemplo con las dos
revoluciones importantes, políticamente hablando, la Revolución Liberal, justo antes de
un despegue fuerte de la producción y de la exportación cacaotera, y después de la
ruptura de las exportaciones debido a la crisis de los años 20 y 30 con la Revolución
Juliana; es casi un modelo donde se puede estudiar muy profundamente los vínculos
entre lo económico y lo político.

NOTAS
1. El mercado mundial del cacao
2. Hamerly Michael T., Historia Económica y Social de la Antigua Provincia de Guayaquil 1162-1840.
Publicaciones del Archivo Histórico del Guayas, Guayaquil, 1973.
3. Chiriboga, Manuel, “Jornaleros y Gran Propietarios en 135 años de Exportación Cacaotera
1790-1925”, publicaciones CIESE, Concejo Provincial de Pichincha, Quito, 1980.
4. Fue el caso de la Tribu de San Miguel de Ñausa, que luego de la independencia fue rematada
por un funcionario gubernamental y los comuneros fueron expulsados.
5. Ver por ejemplo Registro de los Préstamos Hipotecarios para el Cantón Vinces 1894-1895.
6. Otto Von Buchwald, Informe sobre Tenguel, Guayaquil, 1901.
7. Chiriboga, Manuel, idem.
8. Estrada, Julio, Loa Bancos en el Siglo XIX, Publicaciones del Archivo Histórico del Guayas,
Guayaquil, 1976.
9. Chiriboga, Manuel, idem.
10. Idem.
11. El Nacional del 7 de febrero de 1848.
12. El Nacional Nº 25 del 6 de marzo de 1871.
13. Bonifaz, Emilio, “Guachalá, Hacienda Histórica”, en Boletín de la Academia Nacional de Historia.
14. Otto Von Buchwald, idem.
15. Este estaba dado básicamente por las condiciones salariales y otras que podía percibir en
otras haciendas o en el ferrocarril.
16. Carbo, Luis A., Historia Monetaria y Cambiaria del Ecuador desde la Epoca Colonial, Reimpresión
Banco Central del Ecuador, Quito, 1979.
208

RESÚMENES
El ensayo tiene como objetivo analizar las condiciones y características del auge cacaotero
durante el período 1880-1915, que insertó al Ecuador, y particularmente a la región costera
centro-sur, dentro de la división internacional de trabajo, en calidad de proveedor de materias
primas.
La existencia de un conjunto de condiciones naturales, rentas diferenciales, en las planicies de la
costa centro-sur en torno a la ciudad puerto de Guayaquil, generaría para el período un
atropellado crecimiento de la producción y exportación cacaotera, que pasaría de 171,952
quintales de 46 kg. promedio en la década 1861-1870 a 817,707 en la década 1911-1920. El auge de
la pepa de oro, denominación conferida al cacao en la época, transformaría la región
reconstituyéndola tanto en lo que hace a la producción-circulación, a la estructura de clases
sociales, las modalidades del aparato estatal regional y nacional, así como en las relaciones con
las otras regiones del país.
El auge cacaotero y esta reconstitución regional sobrevendrían como resultado de una serie de
transformaciones que venían ocurriendo en la región y en otras zonas del país, las que
generarían las bases que sustentarían el auge agro-exportador. La primera parte del trabajo se
centró justamente en el análisis de las transformaciones ocurridas en la estructura agraria
costeña, en su esfera de la circulación, así como en las contradicciones sociales en la sierra
ecuatoriana, que aportarían contingentes poblacionales importantes en la costa.
La segunda parte del trabajo está dedicada al estudio de las características del auge cacaotero.
Partiremos de un análisis de la producción cacaotera ; de las relaciones sociales de producción
que se daban en las haciendas y plantaciones cacaoteras, distinción necesaria; proseguiremos con
un análisis de las formas de circulación de la renta y la constitución de agentes especializados en
la esfera de la circulación; para terminar con una reflexión sobre la lógica de inversión de los
grupos dominantes existentes a nivel regional. Ello nos permite enunciar ciertas hipótesis sobre
el tipo de clase dominante regional que se constituyó durante el período y los límites que ésta
tenía para emprender tareas que requerían el desarrollo económico nacional.

Nous tentons dans cet essai d’analyser les conditions et les caractéristiques du boom du cacao
qui, entre 1880 et 1915, inséra l’Equateur, et plus particulièrement la région côtière centre-sud,
dans la division internationale du travail comme fournisseur de matières premières.
L’existence d’un ensemble de conditions naturelles et rentes différentielles dans les plaines de la
zone centre-sud de la côte, autour de la ville-port de Guayaquil, a donné lieu au cours de la
période considérée à une croissance précipitée de la production et de l’exportation de cacao qui
passent de 171.952 quintaux (d’environ 46 kgs) de 1861 à 1870, à 817.707 entre 1911 et 1920. Le
boom de la graine d’or —c’est ainsi que l’on nommait le cacao à cette époque— allait transformer
la région en la réorganisant, aussi bien en ce qui concerne la production-circulation, la structure
des classes sociales, les caractéristiques de l’appareil d’Etat régional et national, que ses relations
avec les autres régions du pays.
Le boom du cacao ainsi que cette reconstitution régionale ont été le résultat d’une série de
transformations qui affectèrent la région et d’autres zones du pays, et qui établirent les bases sur
lesquelles allait reposer le boom agro-exportateur. La première partie du travail se consacre
précisément à l’analyse des transformations qui ont eu lieu dans la structure agraire de la côte, et
aux contradictions sociales dans la cordillère équatorienne qui ont amené d’importants
contingents de population sur la côte.
La seconde partie du travail s’applique à étudier les caractéristiques du boom du cacao. Nous
partirons d’une analyse de la production cacaotière; des relations sociales de production dans les
209

domaines ruraux (haciendas) et plantations cacaotières —cette distinction s’avère nécessaire—;


nous continuerons par une analyse des modes de circulation de la rente et de la constitution
d’agents spécialisés dans la sphère de la circulation pour terminer par une réflexion sur la
logique suivie par les groupes dominants existant au niveau régional en ce qui concerne
l’investissement. Ceci nous permettra d’effectuer certaines hypothèses sur le type de classe
dominante régionale qui se constitua au cours de la période considérée et les limites qu’elle
connaissait quand il s’agissait d’entreprendre les tâches requises par le développement
économique national.
210

Las articulaciones de la reserva


andina al Estado y al mercado desde
1820 hasta 1950
Les articulations de la réserve andine à l’État et au marché de 1820 à 1950

Jean Piel

I EL PROBLEMA EN SUS INICIOS, HACIA 1810-1825


1 Casi al terminar tres siglos de presencia imperial en los Andes, España había constituido
en esta región del mundo una forma muy original de colonialismo mercantil que había
llegado a articular, con modalidades regionales muy diferenciadas, esos gigantescos
territorios con su lejana metrópoli. Las modalidades económicas y administrativas de
dicha articulación habían variado mucho entre 1550 y 1820 pero, en definitva, esta
articulación nunca dejó de organizarse en torno a cinco ejes principales, constantes
desde el siglo XVI hasta el XIX.
• La ciudad colonial: centro de poder regional o transregional donde residían las élites
dirigentes hispano-criollas: militares, administrativas, eclesiásticas, terratenientes,
mercantiles.
• La hacienda: minera, agrícola, manufacturera, rural por definición, base de la reproducción
socio-económica de esas élites urbanas y sede de la explotación pre-capitalista de una mano
de obra de color poseída a título privado: esclavos negro-africanos, siervos, colonos y peones
indios y mestizos.
• La comunidad indígena: bajo la tutela directa de la Corona de España (reducción, resguardo), o
de la Iglesia (misión, doctrina), sometida a tributación en moneda (tributo, diezmos), en
especies (primicias), en cargas personales (mita, séptima, servicios personales), y a diversas
formas de gabela (reparticiones) y de comercio forzoso (ramas, rescate).
• El mercado de monopolio colonial: que irrigaba el conjunto, operando sobre los excedentes
producidos por las formaciones sociales anteriormente mencionadas, que se realizaba en
mercaderías y por consiguiente en capital monetario del cual una parte —cada vez más
211

importante en el transcurso de los siglos XVII, XVIII y XIX— era acumulada y redistribuida
internamente a favor de la aristocracia burocrático-terrateniente, o de los ricos negociantes-
armadores-financieros de los tribunales del Consulado de Lima, Cartagena y La Plata.
• El aparato de Estado colonial: Cuyo acceso era permitido a criollos y españoles metropolitanos,
pero de un modo muy desigual que favorecía a estos últimos. Aseguraba la integridad militar
y la unidad política del conjunto mediante élites que encontraban su identidad en el idioma
(el castellano), ideológica en la religión (el catolicismo heredero de la escolástica del Siglo de
Oro español) y sociológica en las costumbres (arraigadas en una visión señorial del mundo
donde la “honra” y el prestigio de la parentela —numerosa— estaban muy por encima de la
esperanza de promoción individual).
2 En este conjunto políticamente unificado pero socialmente muy diferenciado por
jerarquías distintas y a veces antagónicas —propias de una sociedad de Antiguo
Régimen pero de Antiguo Régimen colonial— tomaron forma, desde el siglo XVII,
configuraciones regionales que contribuyeron a diferenciar las sociedades coloniales de
los Andes de las que se habían constituido sobre las estribaciones amazónicas o
costeñas. Sobre estas últimas particularmente, la cercanía de los puertos, los
transportes terrestres (y por consiguiente la comercialización) más fáciles y el clima
tropical cálido, finalmente, favorecieron la expansión de la plantación esclavista
especulativa, a expensas de las poblaciones autóctonas, en retroceso o en vía de
mestizaje sociológico, cultural y biológico.
3 Al contrario, los Andes, si bien no quedan apartados de los flujos de intercambios
(realizados por recuas de muías o de llamas) son, sin embargo, económicamente
castigados por los costos comparativos de los transportes y por una circulación
monetaria más restringida que incita más bien a la autarquía regional. Son castigados
sobre todo por la tan secular resistencia de la población indígena, masiva y única en
estar adaptada al medio natural de altura que es suyo, a las iniciativas modernizantes
de las élites hispano-criollas andinas, que se realizan generalmente a expensas suyas.
Las élites reaccionan prorrogando, hasta los inicios del siglo XIX el comrpomiso
histórico que se estableció en los Andes a principios del siglo XVII entre la “República de
los Españoles” —minoritaria, enclavada en sus pocas ciudades y sus casas haciendas
aisladas— y la “República de los Indios”, de la que sólo pudieron adueñarse
parcialmente, permaneciendo el resto en reserva, en reducciones, resguardos y
doctrinas, bajo la tutela, en principio protectora, de la Corona y de la Iglesia.
4 Sin embargo, alejados del poder central y próximos a los hacendados andinos (a cuyas
parentelas o clientelas estaban de hecho integrados muchas veces), los agentes locales
del Estado colonial encargados de los “asuntos indígenas” (curas, doctrineros,
corregidores de Indios, gobernadores), trasladan ampliamente a favor del sector
privado local las obligaciones debidas por los indígenas a la Corona y a la Iglesia. Las
leyes de Indias se lo permiten puesto que mita, servicios personales y otras
prestaciones indígenas en trabajo obligatorio tienen por fin el abastecimiento en mano
de obra no sólo de las empresas estatales sino también, bajo ciertas condiciones, de las
empresas privadas: haciendas, obrajes, minas, transportes, obras de
acondicionamiento, servicios domésticos.
5 Tal como se presenta esta reserva andina india, recordémoslo, reúne, alrededor de
1810-1820, más del 30 % de la población de lo que sería Colombia, más del 80 % de las
poblaciones del Virreinato del Perú (Ecuador, Perú y Bolivia de hoy). Para el Estado
colonial es una reserva fiscal y laborable (“corvéable”); para los hacendados una
212

reserva de mano de obra, gratuita cuando se han apoderado de ella en sus haciendas y
obrajes, muy barata cuando la mita la lleva hasta sus campamentos mineros. Para los
comerciantes es una reserva mercantil obligada gracias al sistema del reparto. Para la
Iglesia es todo esto y, además, una reserva de almas nunca perfectamente evangelizadas
a la cual somete a un sinnúmero de rentas eclesiásticas: diezmos, primicias, dádivas,
contribuciones de cofradías, censos, capellanías, obras pías, etc… Para todos, en la
ausencia de verdaderas relaciones sociales capitalistas, es la única fuente de renta, de
acumulación y de valorización del difícil espacio andino cuya parte (suelo y subsuelo) es
retenida y usufructuada por las comunidades indígenas con exclusión de los no-Indios.
Es también, por consiguiente, una reserva natural: terrateniente y minera.
6 En estas condiciones se entiende por qué durante el período colonial el monopolio de
acceso local a esta reserva andina originó tantos conflictos entre el Estado, la Iglesia, los
hacendados representados en cabildos municipales y reunidos en grupos de presión
regionales (parentelas y clientelas), los negociantes y los pocos curacas indígenas cuyo
poder tradicional sobrevivió a la colonización. Por ejemplo en el siglo XVI: el dramático
conflicto entre la Corona y sus encomenderos. En el siglo XVIII: el conflicto entre Corona
y Jesuitas a propósito de la confiscación de sus haciendas y doctrinas en 1767, la guerra
de castas entre Indios y Españoles mezclada con una guerra civil entre grandes curacas
indios desde 1780 hasta 1783.
7 Habrá que preguntarse entonces si la Independencia política ganada aquí sobre España
entre 1810 y 1825 continúa y reactiva estas luchas en torno a la reserva andina, o si
lleva a eliminar dichas luchas mediante la disolución de su propósito, disolución
lograda sea por medio de la integración de la reserva andina a la nación, sea, al
contrario, por medio de la exclusión total de esta reserva, marginalizada en las
fronteras interiores de la nación. Bien podemos sospechar que, dentro de un universo
tan vasto y tan fragmentado geográfica y socialmente, la respuesta no será unívoca y
que, después de 1820, serán decisivas las diferentes formas de articulación no de la sino
de las reservas andinas con la vida nacional y con el mercado.

II 1825-1895: LA RESERVA ANDINA GLOBALMENTE


MANTENIDA EN SU “STATU QUO”
8 La Independencia de los países andinos, que se produce en difíciles condiciones, origina
una verdadera desarticulación no sólo de los Andes con el antiguo imperio español sino
también, entre sí, de las diversas formaciones sociales —regionales y/o privadas— que
lo constituían. En efecto, transregional, política y militarista a la vez, la interminable
guerra civil, conocida bajo el nombre de Guerra de la Independencia, que asoló los
Andes desde 1810 hasta 1825, lleva no sólo a la balcanización en cinco estados de los dos
antiguos Virreinatos (del Perú y de Nueva Granada), sino que perturba los flujos
comerciales interregionales e intensifica hasta la ruptura las tensiones entre civiles y
militares, élites dirigentes y grupos étnicos, estando todos desgarrados entre los dos
bandos opuestos; fidelista y anti-colonial. Frente a los disturbios, y so pena de
disolución social provocada por la disolución política, el poder se privatiza de nuevo, en
manos de los grupos dirigentes regionales: hacendados y notables. Finalmente los
independientes vencen e imponen, por la fuerza de las armas, la creación de nuevos
Estados. Lo más difícil queda por hacer: construir naciones dentro de fronteras nuevas,
muchas veces arbitrarias porque parten regiones tradicionalmente complementarias,
213

sea económicamente (Loja-Piura en la frontera peruano-ecuatoriana), sea étnicamente


(los aymaras de las orillas del Titicaca quedan separados entre Perú y Bolivia). Esta
construcción nacional a partir de regiones desarticuladas de su mercado exterior
(fundado hasta entonces sobre el monopolio colonial) y de su mercado interno (por
causa del derrumbe de la producción debido a la guerra y a la crisis social) toma un
cariz dramático especialmente en los Andes.
9 En efecto, en las regiones costeñas y a pesar de un estancamiento económico que dura
hasta los años 1850, la libertad de comercio marítimo junto con la institución de un
derecho liberal posibilitan la esperanza en una salida de la crisis económica y social al
menor signo de una reanudación de las exportaciones. Por el contrario, en los Andes,
desarticulados del mercado mundial libre cambista —ante todo marítimo—, si bien la
crisis de producción está menos acentuada, también son menores las oportunidades de
salir de ella, esencialmente porque allí el libre cambio bien podría significar la ruina de
las producciones manufactureras locales, al mismo tiempo que la alteración de
estructuras económicas poco competitivas y de estructuras sociales incompatibles con
la generalización de una economía contractual libre.
10 En fin, los nuevos Estados, gravemente endeudados con respecto a sus aliados y
acreedores auropeos o americanos, tienen que armar su aparato pieza por pieza:
ejército, administración, escuelas. La Iglesia preservó lo esencial de sus riquezas
terratenientes de origen colonial, pero esos Estados tienen que reconstruir sus finanzas
sobre la única base posible en período de crisis económica: la tributación,
esencialmente indígena. Por consiguiente, y en contra de sus propios principios
constitucionales que proclaman la igualdad de todos los ciudadanos, restablecen el
tributo indígena y lo refuerzan. Sobre las bases reglamentarias de 1786, el Ecuador, el
Perú o Bolivia sacan más del 80 % de sus ingresos fiscales de la “contribución de los
indígenas” entre 1840 y 1854.
11 Vale decir que desde 1825 hasta 1863, aproximadamente, la reserva andina está
restaurada en sus funciones coloniales por el mismo Estado. Las comunidades
indígenas, legalmente inexistentes, están de facto reconstituidas e incluso reforzadas
gracias a la reincorporación en el estatuto de tributarios indígenas —sometidos a la
responsabilidad colectiva delante del impuesto— de los blancos empobrecidos y
mestizos residentes, los cuales pagan así su derecho de acceso a las tierras comunales.
En cuanto a los hacendados andinos, cuyo poder local está ileso, ellos negocian con
recelo sus relaciones con el Estado y el mercado, preocupados ante todo de
monopolizar el poder regional y de conservar el control sobre las relaciones sociales —
que permanecen tradicionales— dentro de sus haciendas.
12 Los únicos sectores andinos capaces de acatar las reglas de la expansión del mercado y
de la colaboración abierta con el Estado son entonces aquéllos (hacendados y
comunidades campesinas) cuya producción es verdaderamente comercializable en un
mercado transregional o internacional: lanas de camélidos, quinina, cueros y pieles,
coca, alcoholes, metales). Hasta 1865 esos productos implementan un flujo de
exportaciones andinas o de comercio transandino. Pero en definitiva —con excepción
quizás de las provincias auríferas de Colombia— al finalizar cuarenta años de
Independencia, los Andes se encuentran más o menos tales como estaban en 1810. Más
que nunca la reserva andina —india o reindianizada por fuerza— permanece “en
reserva”, en los límites mercantiles y administrativos de la nación. En algunas regiones
214

de los Andes, e incluso en los resguardos del sur colombiano, esta situación no se
modificará hasta las reformas agrarias de los años 1960.
13 ¿Significa lo antes dicho el fracaso del capital mercantil y del Estado central en
penetrar y transformar la reserva andina, asentada en un estatuto neo-colonial?
Evidentemente no, como consta entre 1865 y 1873, durante el auge de la reactivación
económica iniciada en 1850. Así es como en el Perú, y desde 1854, Ramón Castilla,
especulando sobre los nuevos ingresos arancelarios del guano y del salitre, intenta
suprimir el “tributo indígena”; pero muy rápidamente —ya desde 1858— las juntas
provinciales y departamentales andinas lo restablecen. En los años 1865-71 las orillas
del lago Titicaca, en pleno boom de las exportaciones de lanas de ovino y de alpaca
conocen una verdadera revolución comercial dirigida desde Tacna y Arequipa. Las
comunidades indígenas productoras del lado peruano reivindican el acceso directo al
mercado, sin rescatistas, por lo cual se rebelan en 1867-1868. Pero son derrotadas y
reprimidas. Los hacendados del lado boliviano, apoyados en la dictadura de Melgarejo,
despojan a las comunidades aymara del Altiplano de sus pastos y ganado, lo que
provoca una rebelión general desde 1869 hasta 1871. Más o menos en la misma época se
acrecientan las tensiones en la —sin embargo- muy tradicional sierra ecuatoriana
donde hacendados obrajeros están preocupados de manera diferente por el avance
comercial de la burguesía exportadora terrateniente de Guayaquil. Alrededor de
Bogotá, en Colombia, se desencadena una ofensiva generalizada contra los resguardos
indios que van siendo absorbidos en los neolatifundios o en la economía de mercado.
14 La reserva andina no deja pues de reaccionar frente a la expansión del capital
mercantil, y trata de negociar, siquiera con la fuerza, su relación directa con el Estado y
el mercado cuando se da la oportunidad. Pero, salvo excepción, está derrotada y tiene
que regresar al statu quo ante, o dejarse absorber por el neolatifundismo. La expansión
del capital mercantil en los Andes termina por consolidar a los intermediarios, cuyo
poder sobre la reserva campesina se ve incrementado sea por la extensión de la
hacienda, sea por una toma de control reforzada de los segmentos locales del aparato
de Estado y del mercado (lo que en los Andes peruanos se llama el gamonalismo). La
reserva andina, incluso donde la evolución económica consigue transformarla, no se
nacionaliza, se privatiza.
15 Esta tendencia, que se afirma claramente entre 1865 y 1873, en pleno auge económico y
político, se aminora pero permanece igual durante un largo período de depresión
económica, desde 1873 hasta 1893 aproximadamente. Al parecer, sólo una ruptura
exterior podría romper esta inexorable lógica de la acumulación primitiva de capital,
sea imponiendo una nueva regla del juego económico, sea debilitando por breve tiempo
la coerción ejercida sobre la reserva andina por los agentes locales del aparato de
Estado encargados usualmente de conservarla bajo su propio control y el de los
hacendados. A fines del siglo XIX y a principios del siglo XX, esas rupturas transitorias o
acumuladas son fundamentalmente provocadas por la penetración, en los Andes, de un
nuevo tipo de capital —financiero— o por episodios bélicos, interiores o exteriores.
215

III 1895-1930: MOVILIZACION DIFERENCIAL DE LA


RESERVA ANDINA Y NUEVAS FORMAS LOCALES DE
ARTICULACION CON EL MERCADO Y LA NACION
16 Si fuera necesario resumir con una sola fórmula los anteriores análisis de la puesta en
reserva de la población andina durante los primeros setenta años de la Independencia,
se podría correr el riesgo de afirmar que ésta es el resultado de la destreza manifiesta
con la cual las élites criollas supieron inmovilizar esta reserva dentro de relaciones de
producción apartadas del acceso libre y directo al mercado y al Estado o, lo que da lo
mismo, de la incapacidad evidente de los agentes del Estado y del mercado para
movilizarla fuera de dichas relaciones. Lo que explica ampliamente, sin duda, la
ubicación marginal de los Andes dentro del mercado mundial: geográficamente
excéntricos —más allá de los términos de las líneas marítimas más extensas del mundo,
son realmente hasta la apertura del canal de Panamá en 1915 un finisterre— contribuyen
muy poco además a la acumulación de capital a escala mundial (su población, escasa y
poco productiva, implementa los intercambios sólo en un leve porcentaje). Hasta 1895
los Andes permanecen como uno de los puntos más endebles del capitalismo mundial,
que sólo podría interesarse en ellos si estuviese en condición de producir allí, y de un
modo masivo, beneficios rápidos y duraderos.
17 Es precisamente lo que ocurre después de esta fecha, primero en las estribaciones
andinas (boom del caucho en la Amazonia, petróleo en las regiones costeñas, nueva
expansión de las grandes plantaciones de algodón, caña, cacao, café, plátano, en las
zonas litorales), luego en la sierra misma después de 1900 (nueva expansión de la
minería y de la ganadería extensiva muy especulativa). Por consiguiente, el capital
financiero internacional, más potente que el capital mercantil, vuelve a interesarse en
la reserva andina como reserva natural y reserva de mano de obra para sus empresas
mineras y agro-industriales, pero también, secundariamente, como reserva
abastecedora de víveres para sus campamentos obreros y sus centros urbanos
modernizados y en plena expansión demográfica. Así es como los Andes son requeridos
para proveer migrantes temporales (contratados) o definitivos, los cuales a pesar de ser
indios se encuentran de golpe en la condición de proletarios asalariados, industriales
(mineros), o agro-industriales (en las plantaciones tropicales). Allí aprenden el
mutualismo, luego el sindicalismo y la politización y se desprenden de las relaciones de
dependencia personalizadas que hasta entonces los vinculaban con un notable o un
hacendado andino. Para los suyos, que se quedan en el campo, se presentan nuevas
oportunidades de transformar sus comunidades indígenas bajo tutela en comunidades
de pequeños productores parcelarios que abastecen el mercado con sus excedentes
agrícolas. En la sierra norte del Perú (La Libertad, Lambayeque, Piura), esto se da en
relación con las grandes plantaciones agro-industriales de algodón, arroz y caña de la
costa. En el valle central del Mantaro, otra vez en el Perú, el fenómeno resulta de los
avances del asalariado minero de la Cerro de Pasco Mining Corporation y de la cercanía del
mercado urbano de la capital, Lima. En Bolivia, alrededor de La Paz y en el valle de
Cochabamba, se producen fenómenos idénticos en relación con las necesidades en
mano de obra de las grandes minas de estaño del Altiplano. En todos esos casos, a nivel
regional, el capital financiero contribuye a nacionalizar importantes sectores de la
reserva andina, de un modo directo cuando la proletariza, o indirecto cuando la lleva a
convertirse en un campesino integrado al mercado.
216

18 Sin embargo, las necesidades de mano de obra adicional de este capital financiero lo
lleva a veces a adoptar actitudes mucho menos modernizantes, por ejemplo cuando
adquiere antiguas haciendas no para valorizarlas sino para conservarlas como
empresas ganaderas de mano de obra barata, o cuando rechaza a los indios en sus
reservas comunitarias después de haberlos despojado de sus reservas de pastos, para
lanzarse a la ganadería especulativa de altura. Tales procedimientos refuerzan entonces
la reserva de mano de obra indígena, a iniciativa de grandes sociedades anónimas por
acciones, extranjeras o criollas, incluso en las regiones sometidas por otra parte a la
acción transformadora del asalariado y del mercado libre. Vale decir que la asociación
neo-latifundismo/capital mercantil no es la única en rechazar o anexar a título privado
la reserva andina entre 1895 y 1930. Sin embargo, ésta, sometida a la competencia
económica de la gran empresa minera o agro-industrial, encuentra en la expansión del
neo-latifundismo (es decir en la progresión extensiva de la renta mercantil-
terrateniente) la única respuesta posible para conservar su lugar en la economía global.
Como consecuencia, a excepción de algunas áreas de mano de obra y agricultura
campesina de panllevar integradas a los mercados —industriales o urbanos—, la
comunidad campesina está en retroceso por todas partes a principios del siglo XX y más
aún, en algunas regiones (en Colombia, alrededor del lago Titicaca), está simple y
llanamente amenazada de extinguirse por causa de la privatización de sus reservas de
tierra y mano de obra a favor del neolatifundismo dominado por el capital comercial o
financiero según el caso.
19 En los Andes peruanos o bolivianos, donde la reserva andina es especialmente
importante, eso origina en respuesta un clima de rebeliones continuas desde 1895 hasta
1925, esencialmente a iniciativa de las comunidades indígenas agredidas o amenazadas.
Cuando esta rebelión social interfiere con luchas políticas criollas o mestizas, la
situación se vuelve explosiva. Es el caso de Bolivia, en 1899, donde la intervención
indígena ayuda a la victoria militar de los liberales de La Paz contra los conservadores
de Sucre. Igualmente está comprobado en los Andes peruanos donde los indígenas, al
principio movilizados en guerrillas de masas para terminar con las contiendas políticas
entre parentelas criollas, o con las luchas de facciones urbanas donde intervienen
liberales, conservadores, modernistas, tradicionalistas y algunos radicales y anarco-
sindicalistas, no tardan en luchar por su propia cuenta desbordando a sus aliados
urbanos. Económicas y terratenientes al principio, las luchas de la reserva andina pasan
entonces a ser políticas y exigen una nueva definición de sus relaciones con el Estado
antes que sea demasiado tarde; en claro: antes que en algunas regiones sometidas más
que otras a la acción del mercado y del latifundismo, la reserva andina constituida en
comunidades consuetudinarias está totalmente privatizada por el latifundio en
expansión, tradicional o modernizado. En el Perú, en 1920, el presidente Augusto B.
Leguía entiende el problema y, por primera vez después de un siglo de Independencia,
reconoce en la Constitución la existencia de las comunidades indígenas. Decisión de
provecho para el Estado peruano que así conserva su propia reserva andina, menos
para asegurarse del padrón fiscal que para sacar de ella los equipos de trabajadores
forzados que la administración moviliza entonces para abrir el espacio andino al
camión gracias a la conscripción vial, o para reclutar los soldados en nombre de la
conscripción militar. De parte del Estado esto no significa únicamente tomar medidas
de salvaguardia, sino asumir directamente la parte de la reserva andina que no está
todavía acaparada a título privado y que él pretende administrar directamente, de
ahora en adelante, prescindiendo de los intermediarios andinos tradicionales, que se
217

interponían entre él y la masa indígena. En Bolivia, en el Perú y, sin duda, también en


Ecuador, el Estado afirma una presencia más directa en el medio indígena (policía rural,
agentes municipales, conscripción militar o civil obligatoria, escuelas…); lo que no
origina ya la nacionalización de los sectores de la reserva andina afectados, pero sí a lo
menos, la creación de los canales de su futura integración, después de 1930, a la vida
política. Guardémonos, sin embargo, de creer que es universal esta tendencia, porque si
bien el Estado aplica esta política en los puntos calientes y bajo la presión
reivindicadora de los sectores indígenas económica y políticamente movilizados, en
otras partes sus propios agentes regionales se conforman con ponerse de acuerdo con
los notables locales que siguen manejando su reserva india tal como lo hacían en 1860
cuando no en 1810. En los años 1930 los Andes permanecen como el dominio de la
heterogeneidad económica y social, salvo quizás en Colombia, donde, con excepción de
los últimos resguardos rezagados del sur, la “cuestión india” está más o menos
liquidada por todas partes, a favor de un mestizaje generalizado del campesinado.

IV ESTABILIZACION APARENTE DEL “STATU QUO”


ANDINO
20 La gravedad de la crisis de 1930 disuade de un modo duradero —por lo menos hasta
1950— al capitalismo internacional de lanzarse a inversiones de importancia en los
Andes. El capitalismo nacional, que se adapta a la crisis logrando una industrialización
de substitución de importación, logra este objetivo mediante la reestructuración de los
sectores que ya poseía y no gracias a la apertura de nuevas fronteras en los sectores
todavía atrasados. Como consecuencia, desde 1930 hasta 1950, la geografía socio-
regional de los Andes no varía mucho y la reserva andina, lejos de progresar, retrocede.
Permanecen los sectores arcaicos. En las regiones drenadas por el capital mercantil
sigue vigente un precario statu quo entre neolatifundismo y comunidades indígenas que
se salvaron del período anterior, al precio de una coerción muy fuerte pero que, de
puro inmutable, se olvida. En las regiones anteriormente reestructuradas por el capital
financiero, la productividad local se intensifica, sobre todo durante la segunda guerra
mundial y después de ella, pero las relaciones entre grandes empresas capitalistas,
latifundios y comunidades campesinas mercantilizadas no cambian mucho a pesar de
los inevitables conflictos rutinarios.
21 Sin embargo, debajo de la aparente inercia global de las relaciones sociales andinas, ya
en los años 50 actúan factores de cambio discretos pero irreversibles. Se acelera la
expansión urbana e industrial de las ciudades importantes. Se consolida la economía de
mercado a iniciativa de los campesinados libres y bajo el impulso de empresarios que
buscan en el mercado interno una salida para sus producciones (alimenticias, textiles)
que no están cotizadas en el mercado exterior entre 1930 y 1940. El Estado central
intensifica su control sobre las sociedades regionales, difunde la escolarización y
medicina elementales, abre el “hinterland” andino al mercado gracias al camión y al
avión. Estos factores se juntan para acelerar la estratificación social interna en las
comunidades campesinas andinas y originan un imprevisto despertar demográfico; es
probable que entre 1890 y 1950 la población andina, propiamente dicha, se haya más
que duplicado.
22 Hacia 1950 no se miden todavía las consecuencias futuras de tal involución pero ya
algunos partidos políticos, de inspiración populista y/o indigenista, intentan
218

exitosamente, y a pesar de las represiones, implantarse en los Andes articulándose así,


y definitivamente, al entramado de la vida nacional. No por casualidad tienen más éxito
en las regiones que desde 1895 estuvieron entre las más sujetas a la penetración del
capital mercantil financiero de origen urbano o foráneo. En otras partes, la reserva
andina se manifiesta todavía bajo forma de motines rurales o duerme un sueño al que
sus señores locales le dan un origen biológico. Las convulsiones políticas y sociales de
los años 60 a 80 se encargarán de desmentirlos.

Debate sobre la ponencia de :

Jean PIEL
Las articulaciones de la reserva andina al Estado y al mercado desde 1820 hasta
1950.

23 Henri Favre
24 Quisiera presentar brevemente tres ejemplos que dan una idea del grado de desarrollo
del Estado en los Andes en la segunda mitad del siglo XIX, y que ilustran al mismo
tiempo el conflicto de interés que surge dentro del bloque de poder acerca del acceso a
la “reserva andina” considerada bajo el aspecto de reserva de fuerza de trabajo.
25 El primer ejemplo es el de la importación de culíes chinos por los plantadores
capitalistas de la costa peruana entre 1850 y 1874. La importación de mano de obra
asiática ha sido medida, cuantificada y ampliamente documentada. Sin embargo, nadie
se ha preguntado por qué los dueños de plantaciones fueron a buscar trabajadores a
8000 km cuando tenían dos millones de indios a menos de 200 km. Esta pregunta puede
ser contestada de dos maneras que no son mutuamente incompatibles. Primero, el
aparato estatal era demasiado débil en aquel entonces para hacerse el instrumento de
una movilización de la población indígena de la sierra. Segundo, el poder de las
aristocracias terratenientes del interior serrano era todavía demasiado fuerte para que
tal movilización a provecho de los intereses costeños pudiera tener lugar. Observo que,
en la misma época, la situación era bastante diferente en México, país que tenía un
Estado mucho más desarrollado dentro del cual la relación de poder entre los
capitalistas emergentes y los viejos terratenientes no era tan favorable a estos últimos.
La manera como el Estado mexicano arrancó indios a las serranías de Oaxaca para
colonizar Valle Nacional es muy reveladora al respecto.
26 A mi juicio, el conflicto de interés entre capitalistas y hacendados tradicionales sobre el
reparto de la fuerza de trabajo no ha recibido la atención que merece. Este conflicto
dominó el escenario político durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del
XX. Por un lado, los capitalistas intentaron atraer a la población serrana hacia los polos
de desarrollo costeños a través del sistema de enganche. Por otro lado, los hacendados
del interior trataron de mantener el control exclusivo que ejercían desde siempre sobre
“sus” indios. En 1896, el concejo municipal de Cajatambo, en el departamento de
Ancash, tomó un bando prohibiendo a la población ir a trabajar en las plantas de la
costa y proscribiendo el enganche. A pesar de su anulación por el prefecto de Ancash
que lo declaró ilegal, el bando siguió aplicado por la municipalidad hasta que el
Ministerio de Gobierno interviniera. Sería util estudiar los diferentes aspectos de la
lucha que las élites tradicionales serranas libraron contra los capitalistas del litoral que
pretendían abrirse un acceso a la reserva de fuerza de trabajo andina.
219

27 El mismo conflicto se dio en Ecuador, como lo sugieren las reacciones divergentes de la


prensa de Quito y la de Guayaquil frente a la insurrección indígena que ocurre en la
provincia de Chimborazo en 1893. Para la prensa de Quito, que reflejaba la opinión de
los terratenientes andinos, esta insurrección era un nuevo episodio de la vieja guerra
de castas, la guerra de la barbarie contra la civilización. El Diario de Avisos de Guayaquil
expresó una opinión muy diferente. El periódico hizo hincapié en las pésimas
condiciones en que vivían los indios dentro de las haciendas serranas, e interpretó la
insurrección como la consecuencia lamentable pero inevitable de la supervivencia del
feudalismo. Para acabar con las insurrecciones indígenas, no bastaba la represión. Se
necesitaba llevar masivamente los indios a la costa donde se convertirían en obreros
asalariados, adquirirían buenas costumbres y gozarían de las luces de la civilización. El
aparato estatal, particularmente el ejército, debería promover este traslado de
población que contribuiría al progreso y la prosperidad de la nación.
28 Jean Piel
29 A través de lo que está diciendo, se está planteando el problema Estadonación a otro
nivel, al proyecto de la nacionalización de la mano de obra, y valdría la pena revisar los
discursos ideológicos y políticos en cuanto a saber si las relaciones de producción
precapitalistas son toleradas por los elementos más conectados con el capital mercantil,
si es una inevitable condición que hay que aceptar, o al contrario, que hay que
suprimir. Hasta qué punto el Estado (o sus ideólogos) tienen la capacidad, a partir del
Estado, de nacionalizar la sociedad en forma liberal, es decir de la libertad de contrato,
lo cual es el elemento básico de todo liberalismo claramente entendido: ¿En qué medida
se forma una nación, entre otras cosas, a ese nivel de la formación de un mercado de
veras nacional?.
30 Thierry Saignes
31 Un caso concreto. En Bolivia, esta tentativa de organizar la fuerza de trabajo de una
manera independiente de la oligarquía latifundista se nota en una época muy tardía, la
de Villarroel, después de la Guerra del Chaco. Incita a organizar el sindicalismo rural y
llama a los diferentes grupos indígenas al primer congreso multiétnico campesino en La
Paz. Invita al fundador de la famosa escuela. Invita a multiplicar las iniciativas de crear
escuelas en el campo. (De aquí el gran conflicto entre hacendados y comunidades para
lograr la fundación de esas escuelas). Todo eso lo hizo para asentar el Estado hasta
ahora muy débil sobre una base indígena comunitaria frente a las oligarquías
regionales. El movimiento comunero se produce en los años 40 de este siglo.
32 Nelson Manrique
33 En el caso peruano es interesante como pauta de investigación una diferenciación entre
lo que sucede en la zona norte y la zona sur del país; se trata de la familia Aspíllaga
propietaria de una hacienda ganadera en el norte y de una hacienda algodonera en Ica;
lo curioso es que a fines del siglo XIX y a comienzos del XX, siendo los mismos
propietarios, el tipo de relaciones de producción que establecen en ambas haciendas
son totalmente diversas; mientras que en el norte, tienden al enganche en la
perspectiva de proletarización de la fuerza de trabajo, en el sur entran en forma directa
en relaciones de aparcería; y no siendo ésta una imposibilidad técnica habría que
pensar qué diferencias hay entre la sierra norte y la sierra sur, que permiten que en un
sitio sea exitoso y en otro no se implemente este tipo de producción. Parece que lo
central ahí es el problema de la presencia o no de comunidades campesinas; hay unas
220

cuantas líneas muy sugerentes en el trabajo de Manuel Burga que lamentablemente no


han sido retomadas por nadie, cuando hablando de la sierra norte él señala algunos
elementos significativos de la no existencia de comunidades durante la etapa colonial.
Entonces se puede plantear que la comunidad ha sido la principal traba al desarrollo del
latifundio. ¿Qué importancia tiene eso? Puede explicar una dificultad al acceso de la
fuerza de trabajo en la sierra, en primer lugar por hegemonía del poder terrateniente y
control efectivo de su fuerza de trabajo. Un segundo factor, que puede considerarse
también de tipo económico, tiene que ver con un problema de costos: el presidente
Manuel Pardo, cuando tenía 26 años y estaba en Jauja, llamaba la atención sobre que los
fletes de Jauja a Lima eran seis veces más costosos que los de la China a Lima. Tercera
hipótesis, en el mismo terreno económico tendría que ver con el hecho de que la fuerza
de trabajo enganchada es una fuerza que se puede controlar durante los 8 años que
dura el contrato, mientras que las migraciones serranas son estacionales. Y una cuarta
hipótesis de tipo ideológico tiene que ver con el racismo, que subyace al proyecto de
colonización en la costa. Porque el proyecto original no es importar culíes, sino
importar europeos que mejoren la raza. En estos términos, la primera importación es
de fuerza de trabajo blanca. Como lo explica Manuel Burga, la importación de colonos
de la península ibérica al fundo Talambo desencadena la guerra con España en 1866
porque ningún colono europeo vendría en las condiciones de empeorar su situación con
relación a su condición originaria. Vendrían como colonos y no como siervos.
34 Por último quisiera leer una ficha que abre otra pista. Es un informe: “generalmente
existen en cada provincia unos cuatro o seis individuos dedicados a la compra de la lana
de alpaca que tienen monopolizado el negocio: el indio, que es el productor, se ve
obligado a vender la lana casi a viva fuerza; el rescatador le entrega una cantidad cuyo
máximo es de S/. 16,000 por quintal, con un año de anticipación, y si el indígena,
vencido el plazo, no entrega la cantidad que se le señaló, es obligado a comprometerse a
entregar el doble al año siguiente: en esta forma sigue la progresión, siempre con un
recargo del 100 % que ya no se hace al precio recibido, sino al que tenga la lana en Ica,
lo que equivale a un recargo del 200 %, en esta forma llega la vez de que el rescatador es
acreedor del indígena por cantidades fabulosas, y entonces todo el ganado y los bienes
del desgraciado indio pasan a poder del negociante de lanas, quien convierte en
pordioseros a individuos que tuvieron una posición relativamente desahogada”.
35 Esta ficha podría aplicarse exactamente a lo que sucede en las zonas altas de Arequipa.
36 ¡Lo curioso es que viene de Huancavelica! ¿Y qué hay en común entre la situación de
Arequipa y la situación de Huancavelica?
37 La existencia de estructuras feudales.
38 Desde este punto de vista me parece clave para el entendimiento de este problema
analizar la relación haciendas-comunidades y la diferencia regional entre el norte y el
sur del Perú.
39 Jean Piel
40 Es evidente que en ese problema de la articulación al mercado de la fuerza de trabajo,
de la mercantilización de los productos, hay diversas estrategias según uno se dirija a
una comunidad o a una hacienda, son las instituciones costumbristas andinas; sin
embargo aparece también el problema del Estado, a nivel local: según el control que
ejercen los terratenientes sobre los representantes locales del aparato del Estado la
situación es muy diferente; el factor coerción estatal es muy importante para tener o no
221

acceso, y se nota bien el período de crisis donde a veces los representantes locales del
Estado central están muy metidos, y hesitan.
41 Un caso concreto: en 1926, en la hacienda Lauramarca, todavía poseída en forma
tradicional por grandes terratenientes aristocráticos y ausentistas, se produce una
crisis interna que desemboca en una verdadera huelga de las relaciones precapitalistas:
los colonos se niegan a pagar la renta producto, dinero y servicios gratuitos.
42 Pero entretanto, el representante local hesita porque por otra parte aparece otra
alternativa de articulación de la mano de obra de la hacienda Lauramarca a través de
los “subversivos rescatistas”, es decir los representantes locales de los intermediarios
de Sicuani. Dentro de la propia hacienda se está creando un circuito paralelo de
articulación al mercado y a lo político. Hay parálisis hasta 1930 y Sánchez Cerro. Se nota
bien que el problema central es el acceso a esta reserva de mano de obra andina de
Lauramarca.
43 Rafael Quintero
44 Se habla de que en Chile el Estado en el siglo XIX sí fue “fuerte”, y por el contrario en
Bolivia, Perú y Ecuador fue “débil”. En el caso ecuatoriano se mencionó la sublevación
de Fernando Daquilema (1872): para la prensa guayaquileña esa población
indudablemente tenía que haber sido llevada quizás por el ejército hacia las
plantaciones, y para la prensa quiteña se debió haber hecho lo que se hizo a través del
ejército que existía, que cercó directamente la zona y cometió una de las más grandes
masacres indígenas hechas por el Estado en el siglo XIX. El problema que se debe
plantear es que el Estado aparece muy débil para el hacendado guayaquileño, pero muy
fuerte para el hacendado quiteño. Debemos recordar por ejemplo el desarrollo de la
hacienda cacaotera que numéricamente significaba, en 1820, 1,000 ó 1,200 haciendas,
con aproximadamente 12 millones de árboles de cacao, al final del primer auge
cacaotero. Pero en los años 90 significa 60 millones de árboles de cacao, con 4.800
haciendas sólo cacaoteras, y la pregunta que uno se plantea es si esas haciendas se
constituyeron sin el auspicio del Estado. La respuesta es positiva: el Estado está
presente en la creación de bancos, en la legislación, y nunca hubo necesidad de que
emigrase más fuerza de trabajo de lo que efectivamente emigró, para que se desarrolle
de 12 millones a 60 millones de árboles de cacao a fines de 1895, porque ningún
terrateniente plantó jamás ningún árbol de cacao; lo hicieron los campesinos, en
número suficiente para que haya incluso sobreproducción de cacao, y el país empiece
en 1913 a tener ese problema. Estamos hablando de la supuesta “debilidad” del Estado,
en la medida que estamos pensando en un modelo de no sé qué tipo de Estado que se
supone había en el siglo XIX, que “posiblemente” podía haber existido. Cuando
hablamos de subdesarrollo económico y lo vinculamos al problema de la política de la
participación del Estado en la economía, se debe tener presente que uno de los niveles
que menos se van a desandinizar con las Repúblicas del siglo XIX es justamente el nivel de
la política. Pienso que en el siglo XIX se constituyen respuestas muy andinas a los
problemas políticos, y que en los eslabonamientos internos de los Andes, el Estado
juega un papel suficiente para que se desarrollen estas economías regionales; lo que no
existe indudablemente es un tipo de Estado que hoy algunos se plantean como
necesario; quizás estamos planteando preguntas que el siglo pasado no podía satisfacer.
45 Henri Favre
222

46 No se puede negar que el aparato estatal se desarrolla más lentamente en los países
andinos que en Chile o México. A mi juicio, el ritmo relativamente lento del proceso a
través del cual se construye el Estado en el Perú, Ecuador y Bolivia tiene algo que ver
con las dificultades que encuentran los grupos capitalistas emergentes en asentar sus
intereses frente a los de las aristocracias terratenientes tradicionales. Durante largos
años, los capitalistas tienen que compartir el poder con estos últimos que no necesitan
de un Estado desarrollado. En el Perú, sólo logran una posición de poder dominante a
fines de los años 1910, y sólo a partir de ese momento se establece en el país un Estado
verdaderamente moderno. Tampoco se puede negar que uno de los factores principales
que limitan la expansión del capitalismo tanto en los países andinos como en muchos
otros países latinoamericanos en la segunda mitad del siglo XIX y buena parte del XX es
la escasez de mano de obra. El capitalismo nace en regiones relativamente nuevas y
poco pobladas, al margen de las grandes concentraciones humanas que, por lo demás,
se encuentran inmovilizadas por los cuadros sociales heredados de la Colonia. A pesar
de ello, nos dice Rafael Quintero, los plantadores ecuatorianos llegan a hacer crecer 60
millones de árboles de cacao. Pero ¿cuántas decenas de millones más habrían hecho
crecer contando con el respaldo de un Estado capaz de proporcionarles un mayor
número de trabajadores o crear un mercado nacional de trabajo?
47 Repito lo que ya tuve la oportunidad de decir: existe un conflicto dentro del bloque de
poder entre el grupo capitalista y las viejas élites terratenientes. Creo que es difícil
entender el ritmo de crecimiento del Estado, el modo de expansión del capitalismo y la
manera como se articula la formación capitalista con la formación señorial y colonial,
sin tomar en consideración este conflicto que la historiografía andina subestima o
niega, en parte por razones ideológicas.
48 Hermes Tovar
49 Yo tengo la impresión de que estamos convirtiendo el Estado en la representación del
espacio donde se manifiestan los intereses de 1,200 haciendas y no el aparato donde se
organiza la política económica, social y cultural de múltiples intereses, sobre todo
pensando en términos de los Estados andinos. En un momento determinado, el Estado
puede entrar en contradicción con los intereses de un grupo de hacendados que
regionalmente están en lucha con los intereses de los hacendados que predominan en
esta región. Por ejemplo, es posible que en un Estado o en una región donde hay
relaciones esclavistas predomine una actitud racista de discriminación que se expresa a
través de las políticas del Estado que reprime y castiga toda rebelión material y
espiritual. El Estado tiene que oponerse a quienes promueven la liberación de los
esclavos, aunque sean hacendados que están interesados en romper las relaciones de
esclavitud. Lo que hay que entender entonces es, por ejemplo, cuál es el proyecto que el
grupo del guano tenía sobre el Perú, si el Perú era solamente Lima, y el resto del
territorio un mero apéndice. El problema del Estado se plantea en función de la
naturaleza de la economía que constituye el espacio del país o de la región. Eso es muy
importante para sistematizar y evitar la casuística y los casos aislados que impiden ver
el modo como regionalmente se expresan los intereses de los grupos que ejercen la
hegemonía a nivel local. El primer requerimiento de un Estado es el modo como los
poderes regionales se articulan, cómo crean sus propios gremios de expresión política y
cómo luego organizan el aparato de Estado nacional.
50 Jean Piel
223

51 Las intervenciones que se suceden, teniendo el riesgo de una casuística demasiado


fraccionada, nos plantean sin embargo problemas sobre el Estado. ¿Cuáles son los
criterios para estudiar la debilidad del Estado? Hay uno concreto, el número de
miembros del aparato del Estado, de asalariados por el Estado; es algo raro que en la
región del Cusco en ciertos períodos, por ejemplo en el valle de La Convención a
principios del siglo XX, haya menos de 10 gendarmes rurales para controlar esa zona
muy extensa. Existe el Estado a nivel departamental pero teniendo como recurso
coercitivo organizar milicias privadas bajo el mando de miembros del aparato del
Estado. Lo cual también explica que cuando el aparato del Estado quiere intervenir en la
vida social y económica de la región, sea para controlar los flujos comerciales
clandestinos, sea para reprimir una sublevación, una agitación, no tiene otro recurso
que negociar el acceso a la reserva andina de gente capaz de perseguir a los rebeldes. Y
explica también el extraordinario poder de negociación que conservan los grupos de
poder privado local hasta muy tarde en el S. XX. Esto cambia con Leguía cuando se
organiza, en el caso del Perú, en encuadramiento del territorio con una policía rural
mejor tecnificada, pero es tardío finalmente. En ciertas partes de los Andes del Perú hay
cierto criterio objetivo de medir la debilidad del aparato del Estado, de su capacidad de
intervención autónoma. Lo cual no implica que el aparato del Estado no sea, a pesar de
todo, eficaz, porque basta el mando de un buen cabo para organizar esas pandillas
privadas, claro que con el consenso de los potentados locales, lo que plantea también el
problema del regionalismo, social y político.
52 Wilma Derpich
53 En términos de reserva andina, podría encontrar otra dimensión, por ejemplo en el
caso específico que estudió Nelson Manrique en el norte peruano: Cayaltí. Tu
intervención me sugiere la reflexión siguiente. En la zona de Cayaltí, entre 1870 y 1880,
tenemos un promedio de 700 trabajadores chinos bajo contrato. Pero encontré que
junto a ellos había entre 120 y 150 indígenas y que estos indígenas hacían dos cosas:
unos eran carreteros, conducían los productos hasta el puerto, otros alimentaban las
haciendas. Pero cuando termina la migración oficial (1874) estos indios comienzan a ser
contratados por chinos que se convierten en agentes de contratación. Es una reserva
potencial para después.
54 Otra dimensión me parece importante: ¿qué pasa, en este mundo de la reserva andina,
con la resistencia? Porque los indios a veces querían, a veces no querían. ¿Qué pasa con
las rebeliones?
55 Jean Piel
56 Claro que se plantea un problema primordial. ¿Cómo reaccionaron al enganche? Las
huidas por supuesto; sin ellas no hubiera la profesión de “perseguidor”.
57 Wilma Derpich
58 Estos indios se encargan de perseguir a los chinos fugados.
59 Jean Piel
60 Hay reacción a otro nivel de la reserva andina: la reserva andina como reserva de
producción. Las rebeliones del sur andino durante la época de Bustamante son una
forma de reacción al comercio de trata que convierte a los productores indígenas como
reserva de producción. Pero al nivel de la mano de obra, confieso que sé poco.
61 Heraclio Bonilla
224

62 Estaba pensando de repente que toda sociedad tiene el Estado que se merece. Ahora
bien, pensemos en dos ciclos, en las dos décadas posteriores a la independencia, el Perú
llegó a los 40 gobiernos; era un gobierno de semestre aproximadamente, y por otro lado
en el caso de Bolivia, para una población de 2 a 2’500,000, en la primera mitad del siglo
XIX, el número de soldados era de 1,000 a 1,500; era extraordinario en estas situaciones
justamente el enorme consenso; el hecho es que con un aparato represivo
extraordinariamente reducido, la propensión a la rebelión haya sido tan débil, y creo en
este caso que el legado colonial tiene una gran importancia. A propósito de los chinos,
una de las razones por las cuales se prefirió viajes tan largos para abastecer de fuerza
de trabajo a las empresas, era la convicción de que siendo personas desarraigadas no
serían propensas a la rebelión.
63 Ernesto Yepes
64 En relación al tema de la fuerza del Estado, yo me pregunto lo que estamos entendiendo
por el Estado. Por ejemplo, Jean Piel nos dice que el Estado buscaba el consentimiento
de los grupos terratenientes. Pero uno podría legítimamente voltear la figura para el
siglo XIX en el Perú y decir que son los terratenientes los que utilizan el poder del
Estado, se lo apropian.
65 Jean Piel
66 Lo que se llamó la negociación, que es reversible.
67 Ernesto Yepes
68 Si planteamos, en términos modernos, que el Estado está más o menos ligado a la
reproducción del capital, de las relaciones de trabajo, y que en el siglo XIX no hay este
capital y estas relaciones, ¿de qué estamos hablando? Y esto nos lleva al problema que
señalaba Henri Favre, pero invertido; ni en el caso de México, o de Chile, que tenían un
Estado fuerte se logra cambiar las relaciones sociales; ni hay una transformación
productiva aparte de algunas zonas. La revolución mejicana es justamente una
explosión para modificar las relaciones sociales que ni el Porfiriato había logrado
modificar. Entonces hay formas privadas de ejercer el poder que utilizan vías estatales
pero que son de una textura diferente de un Estado capitalista.
69 Jean Piel
70 De acuerdo con la problemática, pero queda mucho por investigar.
71 (A una pregunta sobre lo que es la reserva andina, a qué nivel social y económico se encuentra)
72 Jean Piel
73 Un agente inglés trabajando en Arequipa o en un punto de la costa norte tiene la
tentación de clasificar dentro de la reserva andina hasta a los hacendados; para el
cónsul inglés en Arequipa, hasta los Romaña son gente “del interior”, son parte de la
reserva global andina. Veo a la “reserva andina”, muy esquemáticamente, como
conjuntos imbricados verticalmente: para el hacendado la reserva es la mano de obra de
su hacienda y comunidades colindantes, para el prefecto la población “popular” del
departamento, para el rescatista de Sicuani su clientela mercantil mestiza indígena etc.
La reserva es entonces un encajonamiento sucesivo según el punto donde está el
observador en la cabina de control: de ahí los diferentes niveles de resistencia. Puede
haber un frente común de grupos de indígenas campesinos contra los mistis, grupos
campesinos de haciendas, y hacendados a nivel regional contra el Estado central. Puede
haber también un conjunto de agentes del capital mercantil y campesinos de
225

comunidad contra hacendados y su clientela señorial de campesinos, también


indígenas, pero cautivos del sistema de producción precapitalista, en relaciones de
clientela verticales. A nivel horizontal, sería un conjunto de situaciones duales (sin caer
en el dualismo), y a nivel vertical un encajonamiento sucesivo de reservas y claro hasta
de los estados territoriales dentro de las evaluaciones imperiales extranjeras. Se
planteaban en cierta forma unas “evaluaciones de recursos” de los Andes en el siglo XIX
—se nota muy bien en la correspondencia de unos agentes del capital imperialista.
74 Todo eso necesitaría mucho más trabajo teórico y empírico para verificar la validez de
ese marco problemático.

RESÚMENES
Con la Independencia las repúblicas andinas sufren un doble proceso de desarticulación externa
(con el Imperio español, ya abolido) e interna (por reprivatización de la vida regional en manos
de grupos terratenientes). De ahí que los agentes de los nuevos Estados y del capital mercantil
tengan que negociar su acceso a la reserva andina de recursos materiales y humanos con esos
grupos terratenientes y regionalistas.
Desde 1820 hasta 1895, lo obtienen limitadamente, manteniendo y reforzando esos grupos en el
poder regional. De 1895 a 1930 el capital financiero logra quebrar esos mecanismos en regiones
determinadas, pero incompletamente, y teniendo que limitar su intervención no más allá de sus
propias necesidades. De 1930 hasta 1950 la situación andina, aparentemente se estabiliza
yuxtaponiendo tres tipos principales de articulación de la reserva andina al Estado y al mercado.

Avec l’Indépendance les républiques andines souffrent d’un double processus de désarticulation
externe (avec l’Empire espagnol, aboli) et interne (par reprivatisation de la vie régionale aux
mains de groupes de propriétaires terriens) Pour cette raison, les agents des nouveaux Etats et du
capital commercial doivent négocier leur accès à la réserve andine de ressources matérielles et
humaines avec ces groupes régionalistes de propriétaires terriens.
De 1820 à 1895, ils y parviennent de façon limitée, tout en maintenant et consolidant la présence
de ces groupes à la tête du pouvoir régional. Entre 1895 et 1930, le capital financier réussit à
briser ces mécanismes dans certaines régions, mais incomplétement et sans pousser son
intervention au-delà de ses propres besoins. De 1930 à 1950, la situation andine apparemment se
stabilise et juxtapose trois types principaux d’articulation de la réserve andine à l’Etat et au
marché.
226

VOLUMEN I

II. Hacia la formacion de sociedades nacionales

Conclusion
227

Informe de la comision n° 1*: ¿Hacia


la formación de sociedades
nacionales?
Thierry Saignes

Problemática
1 La comisión partió de la idea siguiente: si aceptamos la definición de la Nación como la
creación histórica de un espacio y de una sociedad cultural y económicamente
integrados u homogéneos, en esta perspectiva no hay nación en los Andes. El problema
consiste en saber por qué fracasó el proyecto nacional en las repúblicas andinas.
2 Las ponencias presentadas en las tres media-jornadas dedicadas a esta temática
enfocaron las rúbricas siguientes:
3 La primera tocó a la herencia ibérica o más bien la transición de la sociedad colonial a
la sociedad republicana. Se estudiaron los conflictos sociales en la región del Cauca en
el primer tercio del siglo XIX, luego las sublevaciones de los campesinos de Huanta
(Ayacucho) contra la república en el siglo XIX y por fin los fenómenos de indianización
de unos grupos blancos en la región de Huancavelica durante la época contemporánea.
4 La segunda rúbrica recalcó el papel de las dinámicas regionales en la expansión de los
mercados internos y de las fronteras agrícolas. Los empresarios del sur peruano o las
comunidades indígenas del Mantaro manifiestan así una pujante participación al
desarrollo económico. Más trágica es la expansión del frente pionero al este de los
Andes bolivianos que se traduce por la desintegración de las sociedades periféricas
mientras más al norte, las etnias amazónicas de los Andes orientales del Ecuador
(Jíbaro) o del Perú (Campa) logran sobrevivir a la economía de trata (caucho).
5 Por fin, se recordaron las condiciones externas para la formación de los mercados
nacionales, articulando las reorientaciones hacia la monoproducción (como el cacao
ecuatoriano, el guano peruano o la plata boliviana) con las transferencias de mano de
obra.
228

6 En cuanto a la problemática del desarrollo de los Estados nacionales, la comisión estima


que no se puede desvincular la formación de la nación del desarrollo económico y de la
emergencia de un grupo dominante capaz de llevar adelante el proceso de integración
nacional.
7 En particular se debe considerar las interrogantes siguientes;
8 1.- ¿Bajo qué condiciones emergen estos grupos dominantes? ¿Cuáles son sus
características socio-económicas? ¿Sus capacidades de ahorro y de inversión? ¿Sus
capacidades de llevar adelante el proyecto nacional?
9 En esta perspectiva, conviene subrayar que ciertas élites regionales tienen vocación
nacional (pensamos en los casos de Arequipa, Popayán, Guayaquil, Antioquía, entre
otros), que se revelan así más modernas que la propia clase dirigente central.
10 2.- Por otra parte, se debe examinar cómo se lleva el proyecto nacional: en función de
las necesidades (económicas, políticas) del grupo dominante, de su ideología (conflicto
civilización/barbarie) o de las peculiaridades (coherencia étnica...) de los cuerpos
sociales de cada país.
11 Por ejemplo, se puede contrastar la postura de los grupos terratenientes, volcados a
excluir a las mayorías indígenas de las actividades mercantiles o culturales
(alfabetización, ingreso a la Universidad) y la de una burguesía liberal deseosa de
escolarizar, promover e integrar éstas mismas en la sociedad nacional. Es así que las
políticas indigenistas de cada país constituyen un buen indicador de la voluntad por
parte de las élites dominantes de realizar o no el proyecto nacional.
12 3.- Otro tema consiste en detectar las correlaciones entre las coyunturas económicas y
las políticas de integración nacional. Se debe examinar si las épocas de auge económico
(plata o estaño bolivianos, petróleo actual) y de expansión del mercado favorecen la
promoción social interna y la integración en un mismo mercado. En cambio, se debe
preguntar si las épocas de crisis, de depresión económica, conllevan una política de
fragmentación, de repliegue sobre las unidades locales, de arcaización étnica. Extensión
o repliegue de los mercados internos podrían así provocar el arrastre o el
estancamiento del proyecto nacional.
13 4.- Frente a los proyectos integradores de las élites dominantes, surgen las limitaciones
de las capacidades nacionalizadoras del cuerpo social. Los países andinos conforman
sociedades multi-étnicas, altamente diferenciadas y estratificadas en el plano interno.
Aparentemente, las burguesías nacionales no lograron destruir las formaciones étnicas,
regionales y periféricas (comunidades indígenas o negras, sociedades amazónicas).
14 En cuanto a los estratos dominados o populares, ellos llevaban también sus propios
contra-proyectos de realización nacional, que podían cobrar la forma de retorno a
configuraciones históricas pre-hispánicas (comités del Tawantinsuyo o República del
Collasuyu) o formas de disenso (bandolerismo, separatismo). Estos contra-proyectos
quedan por analizar, buscando sus conexiones sociales, dentro y fuera del ámbito
nacional.
15 5.- El último punto concierne a la evaluación del proceso actual. Parece que hoy en día
no solamente no se puede hablar de nación sino que entramos en un proceso de
desnacionalización de los países andinos (con formas y velocidades distintas), es decir
de retroceso de las políticas de integración nacional. Convendría preguntarse si esta
nueva valoración de “lo étnico” y de lo regional, no corresponde más bien a una política
de confinamiento de los campesinos andinos en sus reservas serranas y altiplánicas, o
229

de los grupos amazónicos en su ecosistema, paralelamente a un debilitamiento de los


aparatos centrales frente a la transnacionalización del capital.

Pistas de investigación y fuentes


16 Dentro de estas formulaciones generales, se ha tratado de identificar líneas concretas
de investigación. Es decir, aquellos aspectos que, enfocados con metodologías que
podrían enriquecerse mutuamente, contribuyen a iluminar las conexiones de las
formulaciones más generales en el terreno de la comprobación empírica. La orientación
global de las propuestas tiende al examen de las condiciones sociales especificas que
hacen posible una acción política. Por esto se han sugerido los siguientes temas:
17 1.- Un análisis social que distingue clases dominantes y grupos dirigentes.
18 En el primer caso, se analizarán los sistemas de parentela, las estrategias matrimoniales
y los patrimonios (fuentes: testamentarias, genealógicas).
19 En el segundo, el reclutamiento de los agentes del Estado, la composición social o el
origen regional de los miembros del Ejecutivo, del Congreso, de la Magistratura, etc.
(fuentes: archivos del Congreso, de los cuerpos provinciales y municipales).
20 2.- En las formas de movilización social y política, se analizarán los procesos electorales
(limitación del voto o participación efectiva; fuentes: listas electorales y padrones de
contribuyentes), las guerras civiles como resolución de conflictos y de aspiraciones
regionales con sus motivos peculiares (fuentes: informes prefecturales, de autoridades
departamentales o provinciales). El bandolerismo o cuatrerismo, abigeato y otras
formas de disentimiento señalan unas aspiraciones a formas más abiertas y menos
jerarquizadas de la sociedad (fuentes: juicios criminales).
21 3.- El análisis de la difusión de las ideologías debe enfatizar las representaciones y las
imágenes colectivas tanto como la formación de las opiniones públicas (fuentes: textos
escolares, fuentes iconográficas, folklore, tradición oral).
22 4.- Las políticas republicanas frente a las sociedades periféricas (del Oriente amazónico)
deben merecer una atención especial en razón de la falta casi total de estudios (fuentes:
informes misioneros, militares...).
23 5.- Se debe propiciar el estudio comparado de los procesos regionales (por ejemplo, las
regiones de mayor dinámica mercantil) en los países andinos.
24 Por la comisión N° 1

NOTAS FINALES
*. Integraron la Comisión: M. BURGA, G. COLMENARES, M. CHIRIBOGA, H. FAVRE, A. FLORES
GALINDO, N. MANRIQUE, J. PIEL Y T. SAIGNES.
230

VOLUMEN II
231

VOLUMEN II

III. El estado nacion en los Andes


232

VOLUMEN II

III. El estado nacion en los Andes

1. Hacia una caracterización


233

Problemas de la transición del


Estado colonial al Estado nacional
(1810-1850)
Problèmes de la transition de l’État colonial à l’État national (1810-1850)

Hermes Tovar Pinzón

1 Es casi una pretensión hablar de los problemas del Estado en la primera mitad del siglo
XIX en Colombia cuando no existe una literatura histórica elaborada que contribuya a
dilucidar los problemas de la economía, de la política, de la sociedad y de la cultura
durante estos años1. Ha sido casi una tradición en la historiografía colombiana iniciar
cualquier análisis histórico contemporáneo a partir de los años posteriores a 1850. Pero
es necesario anotar que una abundante información de orden factual ha convertido en
un mar de caos el proceso mismo de la independencia, vista más como un fenómeno
político donde héroes y batallas definen los procesos económicos y sociales de estos
años2.
2 La independencia de la Nueva Granada como fenómeno político invadió toda la esfera
de la sociedad y se constituyó en expresión de múltiples sentimientos y reacciones que
minaron estructuras mentales de opresión y dependencia no sólo a nivel de las élites
cultas de la sociedad sino en el plano de los esclavos, de los grupos indígenas que vivían
bajo condiciones de servidumbre, y de las diversas categorías sociales que bajo la
denominación de castas se arremolinaban en los escalones más bajos de la pirámide 3.
3 Al quedar convertida en una guerra total cuyo objetivo primario era la destrucción del
aparato de dominación colonial, la independencia como fenómeno real tuvo que
enfrentar la creación de un estado capaz de sustituir las fuerzas de opresión y de
organización colonial. Nueve años de conflictos armados no sólo crearon un caos
económico sino múltiples expectativas entre las fuerzas sociales comprometidas directa
o indirectamente en las acciones bélicas4. Destruir las estructuras de la sociedad
colonial y modernizar sus relaciones económicas y políticas sería uno de los esfuerzos
prioritarios de quienes tuvieron bajo su responsabilidad la defensa de la naciente
República5. Mas no era tarea fácil dicho proceso de transformación ya que existían
234

múltiples intereses sociales que se expresaban políticamente mediante acciones de


poder militar y amenazas de conflictos internos si el Estado no respondía a sus propias
urgencias y a sus propias convicciones, profundamente ligadas a sus intereses
económicos6. A ello se unió en los años inmediatos a 1819 el esfuerzo de los rescoldos
realistas que no renunciaron fácilmente a la afrenta de la República 7. El control del
Estado se inscribió en esta lucha de intereses sociales y políticos y su tránsito de la
forma colonial a la forma republicana tuvo entre otras características la de validar los
resultados de la guerra como un esfuerzo nacional. Pero los grupos que detentaron el
poder y controlaron los diversos aparatos del Estado se creyeron legítimos
representantes de esa nación y su esfuerzo radicó en lograr consensos locales y
regionales que validaran las formas organizativas que se consideraban convenientes al
grupo hegemónico. Así, la nación como expresión consciente de las castas coloniales no
creó el Estado, sino que es éste el que surge como fundador de la nación.
4 El Estado colonial que ha sido articulador de poderes regionales y se ha fundamentado
sobre el desarrollo de múltiples espacios económicos, con diversidad de castas y de
poderes, ha sido también la expresión catalizadora de estructuras mentales divergentes
que, como producto de la naturaleza de una sociedad racista, se habían desarrollado a
la par de las formaciones económicas neo-granadinas8.
5 El Estado republicano debía pasar entonces por un largo proceso de depuración de
todas estas realidades espaciales afrontando las presiones surgidas de todas las fuerzas
sociales, espectantes de un cambio real entre el mundo colonial y la modernidad.
Vencer la diversidad regional, crear sistemas centralizados de gobierno, liquidar las
castas y, con ello, liquidar mentalidades racistas y sentimientos de dependencia entre
los sectores oprimidos no podía hacerse mediante una legislación rápida sino a lo largo
de un proceso de reordenamiento social y económico9. Los mecanismos de destrucción
de los vestigios materiales del sistema colonial pudieron ser más o menos rápidos, pero
la República demostró que fueron necesarios unos 30 años para lograr un clima
propicio a las grandes reformas que mostraran al Estado identificado con proyectos de
legitimación más universal.
6 No es nuestro interés mostrar en este ensayo todos los esfuerzos del Estado republicano
por superar las ataduras al régimen colonial, sino más bien llamar la atención sobre los
mecanismos empleados para promover procesos de participación colectiva.
7 El Estado, al ser la representación de un grupo, buscó, desde 1820, legitimarse
acudiendo al consenso mayoritario de la población. Legitimar la República nacida de la
guerra y de la Constitución de Cúcuta fue uno de los primeros derechos que invocaron
los que se creyeron fundadores de la nación colombiana. Así el Estado republicano se
convierte en un factor dinamizador de las luchas sociales y políticas de la nación desde
sus orígenes.
8 Estos aspectos pueden ser observados siguiendo los mecanismos que el Estado
colombiano empleó después de 1819 para legitimarse. Por ejemplo, los esfuerzos del
Estado republicano por crear imágenes ideológicas de resistencia a España, y los
mecanismos empleados por los grupos en el poder al crear un sistema de sociedades
orientadas a movilizar, organizar y defender principios y programas entre sectores
populares, en pueblos y aldeas, son ejemplos de ese esfuerzo de participación y
agitación que caracterizó la relación estado-nación en Colombia.
235

LA LEGITIMACION DE LA REPUBLICA
9 Una de las preocupaciones de los Miembros de las Juntas Republicanas y de quienes
asumieron el poder después de 1810 fue la de buscar mecanismos de legitimación de sus
actos revolucionarios. Las Juntas de 1810 encontraron en la soberanía popular, el
derecho a darse un legítimo gobierno10. Posteriormente fue el derecho de las armas y,
finalmente, el derecho de la voluntad popular expresado por medio de los electores de
los cantones y de las provincias los que fundamentaron el carácter universal del nuevo
Estado11. Sin embargo, los mecanismos de difusión entre los sectores populares que
legitimarían la Revolución primero, la República luego y el Estado liberal o conservador
después, merecen un estudio cuidadoso que nos conduzca al conocimiento de los reales
orígenes de nuestra singular Democracia12.
10 Podría parecer absurdo que entre un pueblo analfabeto y aislado se hubieran creado
sistemas de movilización y educación capaces de materializar sentimientos de ruptura
con el régimen colonial, o sentimientos de oposición a otros proyectos de gobierno
diferentes a los predicados por los propagandistas de turno.
11 Parecen haber sido dos los sistemas de difusión de las corrientes políticas que primaron
en la primera mitad del siglo XIX. De una parte, la prédica de los frailes y de los curas
que, desde los púlpitos de las iglesias, sirvió de poderoso instrumento de control social
e ideológico. En segundo lugar, el discurso educativo de las organizaciones políticas
oficiales, de las prefecturas y de las Sociedades Democráticas que actuaron como
representantes del partido en el gobierno. Mecanismos indirectos fueron el rumor, la
represión y el terror practicado por los ejércitos en contienda.

LA IGLESIA PREDICANTE
12 Fue básicamente durante los años de la guerra de independencia y en los que siguieron
a 1819, los que nos ofrecen una abierta vinculación política de la Iglesia con el Estado 13.
Al no existir partidos internos opuestos, la Iglesia jugó un papel fundamental en la
difusión de las ideas republicanas y, mucho más, en la adecuación a favor de la naciente
República de la conciencia fanatizada de los indígenas y mestizos de los campos de
Colombia. Los españoles que habían ejercido durante 300 años un proceso de
destrucción de visiones paganas y velado celosamente por la adopción de la religión
católica como instrumento de creación espiritual, se lanzaron, después de 1819, a
sostener el carácter hereje de la Independencia y la inadecuación de la República a la fe
de Jesucristo. En esta guerra espiritual, la República encargó a sus sacerdotes la misión
de demostrar que la Independencia lejos de oponerse a la Santa religión se conformaba
con ella y que el sistema americano era totalmente conforme a la doctrina de
Jesucristo14. Por esto en su sermón político-moral del 21 de diciembre de 1819, el cura
de Teuza predicaba a sus fieles sobre dos puntos que le fueron mandados a exhortar:
“...que el actual sistema de libertad no se opone a la fé de Jesucristo Nuestro Señor, y
que así no son herejes los que lo siguen”; y “que si estas providencias sucumben
nuevamente al gobierno Español, padecerán males, que los que hasta ahora han
padecido”15. El domingo 6 de agosto de 1820, el cura de Nuestra Señora de las Angustias
de Toledo afirmaba desde el púlpito que “nuestra causa no le contrae solamente a una
nación, sino que debe ser universal, y que como tan conforme a la Ley Divina y humana
podemos defenderla y decir que, en nada se opone a la religión católica...” 16. En el
236

mismo sentido los curas de Macanal, Chopo, Labateca, Bucaramanga y otros, afirmaban
lo justo de la causa republicana17. La libertad “en nada se opone a la religión que
profesáis, quiero decir que podéis ser perfectos cristianos ... y ser unos grandes y
excelentes republicanos ...” predicaba el cura de La Mesa 18, mientras que para el cura de
Concepción la obediencia a las autoridades constituidas en la República de Colombia
implicaba la obediencia de la doctrina “que anunciaron los profetas” 19. La
independencia por tanto se conformaba a la naturaleza, a la razón y a la justicia 20. El
derecho natural, decía el cura de Bucaramanga, y el “de gentes inspira en los corazones
de los hombres, defenderse de los enemigos que la inquietan o quieren perturbarla: de
los que procuran su ruina, y de los que de cualesquier modo intentan su destrucción...”
21
. Pero no se buscaba solamente aceptar pasivamente estos principios sino que era
necesario actuar para defenderlos de quienes habían renegado de ellos en la práctica de
la guerra recién concluida, en la cual los españoles irrespetaron sacerdotes, conventos,
iglesias y dieron muestras de blasfemia y ateísmo 22.
13 Estos principios fundamentaron los sermones que recorrieron domingo tras domingo
innumerables pueblos y aldeas de la Nueva Granada, entre 1819 y 1820. No sabemos
cuáles fueron las reacciones populares a estas manifestaciones que no se limitaron a su
mero enunciado sino que tuvieron como contenido general largas exposiciones sobre el
derecho de los pueblos a su libertad, desde los tiempos bíblicos, cuando el mismo Dios,
con su espada y sus ejércitos, fue capaz de aliarse a los pueblos que luchaban contra la
servidumbre y la esclavitud. De los mismos discursos se desprende un cierto
fustigamiento a la pasividad de los pueblos. Es decir que no todo era entusiasmo sino
también escepticismo y hasta conciliación y defensa del pasado. No sólo la idea de que
la Independencia era obra de Dios y la reconquista un castigo a los pecados de los
hombres se expuso junto a la descripción de los males dejados por la guerra anterior a
1819, sino que hubo curas que parecían no tolerar la indiferencia a su invitación a
defender la República. El cura de Topaipi pedía credulidad a sus palabras y reprochaba
al vecindario su indecisión y el que tanto caso hicieran a un gobierno como a otro. “No
os atengáis a que sois personas de poco influjo, que no han cooperado en la expulsión, e
impedido a su vuelta, por ser una gente egoísta” que huye a los montes como lo hacen 23;
y el cura de Bucaramanga nos deja testimonio de que dentro de la sociedad republicana
sobrevivían viejos partidarios del sistema colonial que esperaban su oportunidad,
angustiados en un horizonte indefinido de libertad:
“Hombres desnaturalizados: decidme cuál fue el premio que os dieron esos
aventureros por haber contribuido con vuestras acusaciones a la ruina total de
tantas familias? Con vosotros hablo los (que) os llamáis realistas... hombres débiles,
vosotros debéis sufrir el azote del español por la traición que haceis a vuestra
patria. Mujeres hipócritas, engañadas y seductoras: // vosotras que habéis dicho
que no habiendo rey, no hay religión, y que sólo los españoles son los sectarios del
cristianismo. Desengañaos en estos momentos, y si continuáis en vuestra
credulidad, abandonad este territorio que tan indignamente habitáis... Alistaos
todos // entre los guerreros de la patria. Vosotros oh ricos cuándo pensáis emplear
mejor vuestras riquezas que en la defensa de la patria? podéis dejar a vuestros hijos
herencia más apreciable que la libertad? Guardáis por ventura vuestros bienes para
sebar la codicia de los que tratan encadenarnos? Qué dolor será para vosotros ver
vuestros enemigos disfrutar vuestras haciendas, alhajas y caudales que pudisteis
haber empleado en resistirlos asegurando así vuestros derechos. Pues no dudéis,
porque hicieron en los 3 años pasados, inferir lo que os sucederá si por nuestros
pecados vuelven a ocupar nuestro territorio”24.
237

14 Buscando desenfundar historias perdidas y lejanas, desterradas por el sistema colonial,


la República iniciaba un proceso nuevo de concientización que pudiera movilizar a
estos hombres abandonados al silencio oculto de su pasado.
15 Pero durante siglos, la imagen bondadosa del Rey, legitimador de movimientos contra
la injusticia25, permanecía en el subconsciente de estas masas. Agrietar dichos
fundamentos, romper esos sentimientos de lealtad con la realeza sería una tarea
complementaria de la República. No es fe seguir al monarca era la advertencia del cura
de Tauza26. Desarrollar un sentimiento anti-español y anti-monárquico fue la tarea
complementaria de estas prédicas, que serían explotadas políticamente con el fin de
ganar adictos.
16 El Rey ya no era la potestad a obedecer sino que se mandaba seguir el legítimo gobierno
representado ahora en la República que aparecía como un sucedáneo. El cura de Sonsón
decía: “Obedeced con sumisión y respeto a todas las potestades constituidas por el
actual legítimo gobierno... ”27. A la sustitución mental de un Rey se oponía la imagen de
los libertadores pero entre ellos surgía Bolívar, enviado de Dios para que fuera el
Moisés de los nuevos tiempos, ya que él los había libertado de los faraones de España,
como bien lo dijo el cura de Chocontá28. Los efectos de dicho proceso de difusión y
propaganda no pueden ser explicados todavía en términos de sus reales efectos
políticos. Sería necesario oir testimonios de gentes comunes sobre reacciones en torno
a estas prédicas y sobre las razones de su movilización en los años posteriores a 1820,
especialmente cuando fueron reclutados para las guerras de Bolívar en el sur, o cuando
operaron contra los refugiados o guerrillas realistas29.

LOS SISTEMAS OFICIALES DE CONTROVERSIA


IDEOLOGICA
17 Uno podría muy bien simplificar afirmando que la independencia y el Estado
Republicano nada hicieron por difundir entre las masas sus propias convicciones y
ganar para sus partidos la voluntad de los pueblos. Es muy difícil tener información
cuantitativa sobre el fenómeno, pero sabemos muy bien que la declaratoria de
independencia como tal fue un factor muy importante de movilización de gentes que
asombradas y asustadas, o voluntariamente, acudieron a respaldar las declaraciones de
independencia. Se sabe, por ejemplo, que en las grandes ciudades de la época los
motines populares precedieron a las actas que dieron origen a las Juntas de Gobierno.
Pero en los años posteriores otros pueblos fueron repitiendo estos actos en forma
masiva, luego de que las primeras guerras civiles les habían envuelto en guerras de
opinión. Los pueblos de Turmequé, Atoviejo, Umbita, Boyacá y Tibaná juraron su
Independencia apenas en 181430. Lo curioso sin embargo es que dichos juramentos
están ratificados por la firma de centenares de ciudadanos, vecinos e indios, tal como se
desprende de dichos documentos (Ver cuadro N° 1).
18 También otros pueblos como Tota, Monguí, Nobsa, Tasco, Beteytiva, Gámeza y Mongua
hicieron en este año el juramento de absoluta independencia, acto que fue realizado
con entusiasmo por los feligreses firmantes. El comisionado expresa las “lisonjeras
sensaciones” vividas como consecuencia de la espontaneidad popular y señala la
necesidad de atender las peticiones de instrucción en el manejo de las armas pedidas
por dichos habitantes31.
238

19 Estos actos de presencia popular ocurrieron después de que el Colegio electoral pidió en
diciembre de 1813 hacer dicho juramento en forma asociada con los vecinos padres de
familia y ciudadanos de 14 años para arriba. Después de febrero de 1814 otros pueblos
se unieron a tal manifestación independentista y así, Caxicá jura su absoluta
independencia y “no reconocer la corona, ni los dominios de España” 32. Y, en junio de
dicho año, lo hacen los naturales de Siachoque33. En este pueblo 409 naturales y vecinos
blancos de todas las edades firmaron el acta respectiva 34.

CUADRO N° 1
PUEBLOS Y FELIGRESES QUE FIRMARON ACTAS DE INDEPENDENCIA, 1814

FUENTES : A.H.N.C. Historia 17, f.5r.v.: 18, f.20-47r.

20 Es indudable que estas adhesiones no implican necesariamente el desarrollo de una


conciencia positiva en torno a la independencia pero reflejan sí la capacidad de
movilizar, difundir y promover entre gentes de villas, ciudades y parroquias la
necesidad de asumir y promover acciones contra lo español. No fueron actos de
aceptación general y quien sabe si todos los firmantes no eran víctimas de lo
circunstancial. Evidentemente, sabemos que no todos juraron por hallarse muchos de
ellos “a la sazón fuera de sus distritos, entretenidos en sus particulares negociaciones”
35. Estos actos los realizaron comisionados especiales del gobierno que se dirigieron a

los párrocos y alcaldes para que reunieran al vecindario, le explicaran el contenido de


la Comisión y luego procedieran a firmar. No sabemos si los actos son realmente
espontáneos o surgen de la presión nacida de las circunstancias políticas. Pero uno no
puede despreciar estas manifestaciones populares de apoyo “democrático” pues, de
hecho, hubo otros individuos que también asumieron posiciones al no venir a firmar
movidos por “las preocupaciones, timidez y recelos de las gentes que frecuentemente
creen que cada una de estas diligencias se versa en su daño” 36.
21 Pero estos mecanismos de participación involucran a todos los aparatos del Estado. Las
mismas provincias unidas se vieron forzadas, en julio de 1815, a crear una comisión
patriótica con el fin de “conservar y elevar al mayor grado posible la fuerza moral de la
República”37. En ellas colaboraron no sólo los curas sino los mismos funcionarios
políticos del Estado como el mismo gobernador a quien se le previno que “salga a fixar
la opinión pública en calidad de Comisionado por los pueblos de Bogotá y demás de la
provincia por la parte de occidente”38. Pero, como bien sabemos, estos mismos pueblos
signatarios de la libertad pudieron rápidamente convertir su entusiasmo libertario en
un entusiasmo realista. Muchos de los que firmaron las actas de independencia
estuvieron prestos a firmar las actas de adhesión al Rey cuando entraron las fuerzas de
la reconquista39. Los habitantes de Piojó juraron y firmaron lealtad y sumisión a
239

Fernando VII, en octubre de 1815, y así decenas de pueblos que fueron cayendo en
manos de los ejércitos de Morillo40.
22 No sólo estos actos de apoyo a la causa republicana constituyen factores importantes de
educación política sino que la misma guerra civil con sus movilizaciones forzadas de
trabajadores rurales, con las amenazantes proclamas de los ejércitos en campaña,
sirvieron para crear, en el fondo, las bases de un comportamiento mental diferente
entre las castas que rápidamente se veían envueltas en campañas y guerras.
23 Después de 1819, como hemos visto, el Estado Republicano lucha por consolidar el
dominio del territorio neogranadino y por extirpar los focos de resistencia española.
Paralelamente surgen facciones que aspiran a orientar el estado bajo los parámetros de
la constitución de Cúcuta, mientras que otros aspiran a un gobierno más liberal. Un
gobierno que no “encadenara” la opinión sino que pudiera saber cual era la “opinión
nacional” con respecto a la forma de gobierno, proporcionando los medios que
permitieran a los pueblos expresarse voluntariamente, y, con ello, ilustrar al congreso
“sobre los deseos del pueblo Colombiano”41. El retorno a los partidos y a las facciones es
un rasgo importante de los años 20, donde no están ausentes los esfuerzos de
politización o manejo de las masas a fín de legitimar las políticas de turno 42. Dentro de
estos movimientos plebiscitarios hay que rescatar la importancia de la facción
bolivariana que, al contrario de lo que podría suponerse, invirtió los términos políticos
imperantes. La lucha política de los bolivarianos significa el primer gran esfuerzo de
consenso nacional previo a un sistema de gobierno. Es decir, no se creó un tipo de
Estado para luego legitimarlo sino que una gran movilización de consenso precedió a la
dictadura de Bolívar, constituyéndose esta forma de gobierno en una verdadera
expresión democrática. 95 ciudadanos de la ciudad y cantón de Barichara resumen el
sentimiento que movía a los pueblos en torno a la figura de Bolívar. No eran meros
impulsos sino la respuesta al caos que vivía la nación. Veamos lo que dicen estos
parroquianos en su acta del 11 de septiembre de 1827:
“Reunidos espontáneamente los miembros municipales, el párroco y vecinos notables
del cantón, al efecto de deliberar sobre nuestra futura suerte, atendidas las
vacilaciones que nos anuncian los papeles públicos de disociación, anarquía y
demás males que amenazan a la República; y teniendo en consideración que Su
Excelencia el Libertador ha pasado ya para la capital de Colombia, como presidente
de la Nación, sin duda a tomar posesión del gobierno como precintimos: Que su
tránsito ha sido con pública aclamación de júbilo, y contento de todos los pueblos
por donde ha pasado: Que él es el padre de la patria a quien debemos independencia
y libertad: Que es el principal agente que ha sostenido con energía estos derechos
sagrados. Que es el único que ha manifestado un amor grande y un desinterés
inimitable por la felicidad de los pueblos. Que posee una total confianza para con
todos ellos: que sólo él puede librarnos de la tempestad que amenaza la República:
Que de este mismo sentimiento son todos los pueblos de la Nación. Que por lo mismo han
depositado en sus manos su futura suerte; y en fin que // después de estar decretada
por el Supremo Congreso la Convención Nacional tan deseada por todos los
Colombianos, ya no debemos zozobrar, ni dudar de su protección y fidelidad
siempre acreditada. Hemos acordado el manifestar a Su Excelencia el vivo deseo de
los habitantes de esta Villa y su cantón, para que tornando la dirección del Supremo
Gobierno de la Nación, disipe todos los males que la amenazan. Haga se cumpla
inviolablemente la voluntad general de todos los pueblos que componen la República. La
defienda de los facciosos que transtornan el orden social y aspiran a su ruina. Y por
último que la asegure en el goce de su libertad e independencia. Al efecto la
municipalidad por sí y a nombre de todos los habitantes del cantón, cuyos votos ya
son bien notorios, consigna y deposita en su excelencia, su absoluta confianza, para que
240

obrando discrecionalmente, hasta ponerla libre de los tiros de los nuevos


pretorianos haga se pronuncie y cumpla dicha voluntad nacional. A este fin la
municipalidad que se suscribe, ha resuelto se eleve copia de esta acta a manos de su
excelencia el Libertador Presidente para que se digne admitir los votos de este
cantón y quede firmemente persuadido de la adhesión, gratitud y patriotismo de
sus habitantes...”43.
24 Es indudable que Bolívar había generado una gran movilización de gentes y de
sentimientos una vez que regresó del sur de América, luego de su fulgurante campaña
libertadora. Se podría argumentar que aquí están los notables y no las gentes del
común, pero si ello es cierto no es menos evidente, como se mostrará, que estas
expresiones se ampliarán hasta cobijar gentes de todo tipo, especialmente después de
abril de 1828. Lo importante de la renuncia en manos de Bolívar para que materialice la
voluntad de grupos de ciudadanos se hace con la llegada de Bolívar y su asunción al
poder. El plebiscito crecerá y se extenderá por toda la nación en un esfuerzo por
centralizar el poder que evitara la disolución de Colombia. Y los pueblos pensaron que
todo lo opuesto a la política intrigante e inmoral de Santander era la dictadura
bolivariana.
25 Así pues, uno de los rasgos de la llamada dictadura bolivariana es el de haber
constituido el primer esfuerzo de convocatoria nacional para legitimar la naturaleza de
un gobierno absoluto. Al contrario de lo que podría suponerse, la dictadura bolivariana
fue el resultado de un consenso voluntario o inducido, pero la consecuencia de una
lucha de facciones donde triunfaron los que pudieron sustentar y defender mejor sus
posiciones políticas.
26 La dictadura bolivariana es entonces el corolario de un plebiscito que recorrió pueblos
y aldeas en busca del consentimiento ciudadano. Aunque es muy difícil conocer uno a
uno los testimonios de quienes firmaron las cartas que delegaron en el Libertador el
ejercicio de la soberanía de Colombia, y se pronunciaron por concederle facultades
ilimitadas, debemos aceptar que una primera apreciación de carácter general nos
coloca frente a un gran movimiento de opinión que no se gestó de la noche a la mañana
sino que fue tomando cuerpo a lo largo del año de 1827, y que explotó después de los
primeros días de abril de 182844. Que tal expresión popular haya sido manipulada por
curas, funcionarios, comisionados o simples partidarios fanatizados, en nada desvirtúa
este fenómeno político que, como cualquier otro, fue capaz de sentar las bases de una
forma de gobierno popular. Veamos cómo en la provincia los problemas de la nación no
eran ajenos a la soledad de la parroquia. Poco después de haber asumido Bolívar la
presidencia de Colombia, en 1826, vecinos, intendentes y gobernadores iniciaron un
plebiscito de respaldo y apoyo a su gestión de gobernante. Así, el 30 de setiembre de
1827, al conocerse en el pueblo de Sátiva que el Libertador había llegado el 10 de dicho
mes para tomar posesión de la presidencia de Colombia, se llevó a cabo, al finalizar la
misa del domingo, ininterrumpidos vivas al padre de la patria y el cura participó del
festejo ofreciendo un refresco a sus feligreses. Por la noche se iluminaron las calles
“cantándose por ella un rosario solemne con luces a María Santísima” 45. Estos actos
festivos de la vida pueblerina exteriorizaban los sentimientos de quienes respaldaban el
regreso de Bolívar. En este mismo pueblo, el 28 de octubre, con misa solemne, Tedéum,
fuegos, voladores e iluminación de plaza se celebraba el santo del Libertador 46.
27 Pero estos acontecimientos que podrían ser vistos como simples formas inconscientes
de manifestación pública, producto de la vida local que buscaba en este tipo de
festividades formas de extroversión cultural más que políticas, parecen estar
241

contradichas por otros testimonios, de otros vecinos, de otros pueblos que también
celebraban cabildos abiertos para discutir problemas de la vida nacional y fenómenos
que con seguridad muy pocos entendían profundamente47. En otras palabras había en
los pueblos grupos de individuos que multiplicaban dentro de las gentes temas que,
traducidos a un lenguaje político, significaban esencialmente, la necesidad de una
actitud de aceptación de la política bolivariana en detrimento de las realizaciones
santanderistas48. Es muy significativo el testimonio de los vecinos de Soatá que, el 22 de
setiembre de 1827, se reunieron para discutir las dificultades fiscales de Colombia y
cómo
“... del empréstito de 30 millones que ha hecho la nación, 20 de los cuales han
quedado disponibles a beneficio del Estado, a pesar de los diversos impuestos y
exacciones con que se han gravado a los pueblos, y que se cré(e) han sido
religiosamente satisfechos, como lo han realizado quienes componen este cantón;
sin poder discutir en qué deban haber invertido estos caudales, cuando el
presupuesto de gastos designados por el secretario de hacienda no alcanza a la
mitad de lo que debe haber ingresado; teniendo además de esto una total y franca
confianza en el celo, desinterés y patriotismo, del (Excelentísimo) señor libertador
Simón Bolívar digno presidente de la República cuya decisión por el bien
procomunal se ha dejado conocer en todos tiempos, ha acordado por unanimidad, y
con respecto a esta porción aunque pequeña de la República, facultar como de
hecho faculta, al expresado señor libertador Presidente para que exija o haga exigir
cuentas de la inversión de las rentas nacionales ... si como es de esperar, se unen a
este voto los demás de la República lo que la nación hace por medio de diputados
puede por sí misma y // según las circunstancias ampliarlo, moderarlo o destruirlo,
mucho más cuando, si se dá asenso a los papeles públicos el Congreso actual no ha
obrado con entera libertad y se le ha sorprendido especialmente en materias
financieras. Puede ser que todo sea impostura; puede ser que las cuentas del
empréstito (sic) presentadas en la Gazeta Ministerial sean exactas; puede ser que a
los caudales con que ha concurrido la nación se le haya dado el mejor de los
destinos; sin embargo hay ciudadanos que hacen públicos reclamos, y a ellos se
adhiere esta corporación, bien sea para que se reintegre lo que se haya defraudado,
bien sea para que se ponga a cubierta el honor de aquel, o aquellos funcionarios a
quienes expresamente se acusa”49.
28 El pueblo de Soatá concluía facultando a Bolívar para que reorganizara la Hacienda
Nacional, redujera los gastos y los empleos públicos. A su vez lo facultaba para que
aumentara los ingresos que aliviaran la nación y tranquilizaran la república,
conservando su integridad, y para que convocara una Asamblea que diera el gobierno y
la constitución que creyera convenientes50. Parece inusitado que una aldea lejana de
Santa Fe estuviera abocada a los grandes problemas nacionales. Indudablemente éste es
un testimonio de cómo estos temas trascendían a la provincia y eran capaces de
conmoverla. De otro lado, está la convicción de estos parroquianos de que la soberanía
estaba en sus manos, que residía en ellos, y de que podían delegar en quién
consideraran oportuno los poderes necesarios para actuar en defensa de la nación.
Estas ideas están expresadas con claridad en estas cartas de respaldo a la dictadura. No
es extraño entonces que los pueblos de Socorro, San Gil y Barichara hubieran iniciado
movimientos populares de apoyo a Bolívar, en agosto de 1827 51. El efecto de la figura de
Bolívar y su carisma de Libertador, conforme lo entendían los pueblos, no puede ser
confundido con su transfiguración en el curso de los años por parte de grupos
interesados52. Bolívar había despertado entusiasmo y había sido comparado con
personajes bíblicos y aun con Jesucristo, lo cual legitimaba más la República. Por ello no
podemos reducir este fenómeno a la simple teoría de que se trataba de un culto al héroe
242

sino que parece que estamos frente a una imagen sustitutiva del Rey, capaz de
organizar el Estado y liberarlo de los males que siguieron a la República 53. Sus enemigos
lo opusieron a la constitución de Cúcuta, borrando de paso la posibilidad de
comprender el fenómeno bolivariano, como una expresión ideológica de los pueblos
que crearon no sólo la visión del individuo sino la del que es capaz de encarnar el
Estado y materializar esos conceptos borrosos de la soberanía popular. Hay que tener
en cuenta que el Rey había sido, hasta 1819, la figura legitimante de todo movimiento
contra la injusticia, la corrupción y la inmoralidad. La ruptura de tal imagen pasaría por
la persona de Bolívar que habría sustituido en los pueblos la materialidad imperiosa del
Rey. La dictadura bolivariana no es pues un invento de Bolívar ni producto de su
ambición personal. Es el resultado del proceso de transición del Estado Colonial al
Estado Republicano. Sustituir al Rey por una entidad abstracta, como la Constitución de
Cúcuta, era irreal en la práctica popular, pero sustituir al Rey por el Libertador era algo
posible y tangible.
29 El entusiasmo bolivariano en 1827, como decía el intendente de Tunja, había excitado
“de nuevo al amor de los pueblos” que convinieron en hacerlo “arbitro de sus derechos,
para que con su influjo restablezca la felicidad pública” 54. Esta imagen se acentuó
durante 1828, cuando hubo una verdadera manifestación nacional para que dirigiera
los destinos de Colombia.
30 Desde los primeros meses de 1828, comenzaron a llegar actas firmadas por los vecinos y
naturales de pueblos y parroquias invistiendo en el Libertador el ejercicio de la
soberanía. Esto fue lo que hicieron los padres de familia y demás autoridades públicas
de Cartagena55, y unos días después las municipalidades, padres de familia y
corporaciones de Mompox, Santa Marta, Villas de Soledad y Barranquilla y parroquia
de Barranca, las cuales se pronunciaron por las facultades ilimitadas y el mando
supremo de la República en el Libertador Simón Bolívar56.
31 Estas actas de apoyo se realizaban en cabildos abiertos y requerían un respaldo
mayoritario. El 17 de junio en el cantón de Chiquinquirá se proclamaba a Bolívar como
Jefe Supremo, pero el acta fue devuelta “para cubrir el número total de firmas del
Cantón”, habiéndose vuelto a remitir el 8 de julio de 1828 57. El acta de pronunciamiento
de Tunja del 21 de junio del dicho año expresaba,
“... los deseos que animan a esta capital para que el Libertador sea el que dirija los
destinos de la Nación, y en él se ve que los habitantes de Tunja han prometido no
obedecer más ninguno de los actos de la Convención, y que los miembros que por
esta Provincia estén en aquella corporación se retiren. Tunja en esta ocasión ha
dado una prueba nada equívoca de su adhesión al padre de la patria; este solemne
acto ha sido posteriormente celebrado con fiestas por 3 días” 58.
32 Estas expresiones, acentuadas luego de la Convención de Ocaña, se hicieron mucho más
numerosas después del 25 de setiembre de 1828 cuando los pueblos no sólo condenaron
el atentado sino que se adhirieron incondicionalmente a la dictadura, ratificando sus
manifestaciones de los meses anteriores. El gobernador de la provincia de Casanare
hizo declaraciones de sumisión, obediencia y disposición de todos los habitantes de
sostener a Bolívar59, y los pueblos de Chire y Macuco como los de Santiago dijeron que,
“con la mayor sinceridad y respeto, por el conducto regular, el terror y espanto que
nos ha causado el atroz atentado del 25 de septiembre por la noche último que los
conjurados desafectos del gobierno y de la tranquilidad pública, atentaron contra la
persona de su excelencia”,
243

33 se veían obligados a prometer el sacrificio de sus haberes y vidas para ”asegurar la de


vuestra excelencia y la inviolabilidad del gobierno”60. Muchos testimonios similares nos
dan una idea de la importancia que este fenómeno tuvo en los procesos de
transformación del Estado y de la sociedad colonial. Casi todos los pueblos y aldeas de la
república seguían con una cierta rapidez los acontecimientos políticos que tenían como
escenario a la capital u otras grandes ciudades. Unos acontecimientos andaban más
rápido que otros, pero todos contribuían a que los vecinos y naturales expresaran sus
opiniones a favor o en contra de los problemas del Estado.
34 Finalmente debemos tener en cuenta que después de 1830 los procesos de
transformación económica y social vividos por el país, y sus esfuerzos por reconstruir y
reordenar tanto la agricultura como la minería y el comercio, contribuyeron al
desarrollo de formas políticas de movilización popular que van a tener, en la década del
40, su consolidación. Los aparatos de difusión de las ideas liberales y conservadoras,
conocidos como Sociedades, constituyen los verdaderos gérmenes de los actuales
partidos políticos ya que ellas nacieron con fines de apoyo, defensa y difusión de las
ideas practicadas por el partido en el poder.
35 Hasta 1830 los esfuerzos de movilización popular habían estado en manos de
comisionados políticos, asesorados por curas, burócratas y gamonales. Después de
dicho año la oficialización de organismos políticos conocidos, por ejemplo dentro del
partido liberal como Sociedades Demócratas61, llenaría uno de los vacíos más importantes
de la política colombiana y se convertirían en difusores de la política nacional a nivel
local y en aparatos de difusión cultural e ideológica. Por medio de ellas los pueblos
comienzan a ser alimentados con los principios elementales de la doctrina liberal tales
como la defensa de la fraternidad, la igualdad y la seguridad. Pero estos principios
estuvieron articulados a prácticas políticas concretas como fueron las medidas
tendientes a libertar a los esclavos y a mantener la hegemonía del poder mediante la
fuerza, liquidando al conservatismo como alternativa de gobierno.
36 Un ejemplo temprano de Sociedad Liberal fue la de Cartagena, fundada en 1832 para
sostener al gobierno y las instituciones neogranadinas. Su reglamento buscaba “ilustrar
a los pueblos, defender sus derechos y ayudar el gobierno”. Para ello, la sociedad se
proponía fundar un seminario y consideraba necesario crear nuevas sociedades 62.
Indudablemente otras sociedades debieron fundarse con posterioridad, pues muchas de
ellas estaban constituidas en el 40 y, luego del triunfo de López, en 1849, se
incrementaron como plaga de propaganda política y como fanáticas defensoras del
liberalismo radical63. Aunque estas sociedades tuvieron diversos nombres, como la
Sociedad Patriótica de Salazar, o la Sociedad Lopista u Obandista, todas ellas se
caracterizaban por ser Democráticas64. Aunque sus propósitos como hemos anotado eran
comunes, algunas de ellas fueron mucho más expresivas sobre su misión fiscalizadora y
garantizadora del orden liberal. Así, la Sociedad Patriótica de Salazar, fundada en 1849,
se constituía en “Fiscal de todas las corporaciones, empleados y funcionarios públicos,
así como también de los particulares que violen las disposiciones legales” 65. Pero sobre
las expectativas vividas en provincia en torno a las políticas radicales es expresiva la
justificación que hicieron los vecinos de Almaguer, en noviembre de 1851, al fundar
dicha sociedad, cuyas miras serían:
“1°. Sostener y defender la religión del crucificado; sostener y defender la
constitución y leyes de la República, el gobierno democrático del 7 de marzo de
1749 que proclamó la libertad, igualdad y fraternidad. Proponer a la emancipación
244

de las masas populares reducidas a nulidad por las preocupaciones del ridículo y
miserable círculo oligárquico... 4°. Difundir en todos los habitantes de esta
parroquia los conocimientos útiles y necesarios para vivir en sociedad,
proporcionar los medios para la industria agrícola y demás objetos industriales y
vigilar por la educación primaria de ambos sexos. 5°. Proteger la seguridad
individual y la propiedad de cada uno de sus miembros en particular, Prestar mano
fuerte a las autoridades constitucionales para sostener el orden público, vigilar
sobre la conducta de los que intenten perturbarlo, denunciando ante las respectivas
autoridades los delitos que se cometan o intenten cometerse por los enemigos de la
libertad. 7°. Adoptar y hacer triunfar por los medios legales la candidatura para
presidente de la República en el período venidero en favor del defensor de la
democracia, ciudadano general José María Obando, lo mismo que por los candidatos
que proponga la mayoría liberal para senado // representantes y diputados a la
Cámara provincial siempre que estos sean sin aspiraciones particulares, 8°. No
reconocer ni sostener otra libertad que la que esté autorizada por la moral y por las
leyes por que todo lo que exceda y traspase de dichos límites es libertinaje y
atentatorio contra las disposiciones legales y por consiguiente jamás tendrá acogida
ni eco en esta sociedad. 9° En fin, el objeto de esta sociedad es el progreso moral,
industrial, civil, político y militar de sus miembros previa la aplicación práctica de
los principios de libertad, igualdad y fraternidad con todos sus pormenores y
circuns tancias”66.
37 Del mismo tono son los principios de la Sociedad Democrática de Santa Rosa
(Antioquía), instalada con la asistencia de 112 liberales “honrados y decididos
obandistas” quienes se comprometían a:
1°. “Mantener el orden continuamente amenazado en este Cantón por los enemigos
de las instituciones”.
2°. “Instruir al pueblo en el conocimiento de sus derechos, deberes y obligaciones
como ciudadanos y como hombres constituidos en Sociedad”.
3°. Inculcar la más sana moral, estimulando el patriotismo, el amor al trabajo, la
obediencia y sumisión a las leyes y respeto a las autoridades ya que se proclaman
hombres libres “y no un rebaño de viles esclavos, y que por lo mismo debemos
sostener y defender la constitución del Estado, haciendo el sacrificio de nuestra
vida si fuese necesario en defensa de la filantrópica y liberal administración
inaugurada el venturoso 7 de marzo”67.
38 No estamos aquí ante ciudadanos inconscientes ni ingenuos. Estamos frente a
organizaciones políticas orientadas a agrupar a los liberales en torno al estado para
ejercer funciones de proselitismo. Eran aparatos de difusión ideológica y máquinas
preparatorias de la guerra:
“La corporación a que pertenecemos... estará pronta a empuñar las armas y volar a
donde quiera que os sirvais ordenarle, a combatir por la independencia de la patria,
por las instituciones liberales y en defensa de la administración que tan de acuerdo
con ellas, y tan en provecho de los pueblos tiene actualmente en sus manos el timón
de la República”,
39 era lo que comunicaba la Sociedad Democrática del Retiro al gobernador de Córdoba,
Antioquía, en abril de 185268.
40 No eran ellas organizaciones dispuestas a convencer masas para defender un gobierno
circunstancial sino que estaban hechas para consolidar el poder mediante la educación
y la fuerza. Si políticamente eran aparatos ideológicos, y militarmente núcleos de
reclutamiento y movilización, socialmente fueron aparatos de gran resonancia, ya que
se constituyeron en voceros de las diferentes y específicas necesidades de los pueblos
que representaban. En febrero de 1852, la Sociedad Democrática de Antioquía pedía
indultar a los vecinos de San Gerónimo, “que tomaron las armas en defensa del
245

gobierno en la pasada rebelión”, para “librarlos de juicios y penas” “en que hubieran
podido incurrir por delitos comunes cometidos antes de dicha rebelión” 69. Es decir que
la guerra civil podía eximir al criminal que iba a defender la legalidad, representada en
este caso por el partido en el gobierno. A los habitantes de San Gerónimo se les ofreció
el indulto si abrazaban la causa de las leyes70. Esta misma sociedad pedía se declararan
absolutamente libres de todo gravamen los hijos de esclavos 71. Poco tiene que ver con la
política el que la Sociedad Republicana de Tuluá hubiera defendido la idea de no trasladar
la capital de la provincia a Cartago72, lo mismo que la sociedad democrática de Gigante
pedía llamar Cantón López al Cantón Gigante73. Con estas sociedades el Partido Liberal
pudo legitimar un proyecto de nación que excluyó a sus oponentes74 y abrió las puertas
a una agresiva participación popular que deliberaría a través del lenguaje de la
violencia su afán de materializar gran parte de sus expectativas 75. La abierta
participación política en los años posteriores a 1849 y, de modo especial, en 1851 y 1854
nos muestran la capacidad de acción que a nivel nacional alcanzó el partido liberal con
sus sociedades democráticas.
41 Podría argumentarse que ellas actuaban como aparatos de propaganda y que sus
comunicados y manifiestos eran más la expresión de pasiones individuales que
colectivas. Sin embargo debemos tener en cuenta que tanto las actas de fundación como
las peticiones o comunicados de respaldo al gobierno estaban ratificados por la firma de
un gran número de ciudadanos, indudablemente miembros de dichas sociedades. En el
Retiro, 22 ciudadanos respaldaron el acta de constitución pero más tarde había más de
160 individuos. En Amagá la sociedad se componía de 90 ciudadanos de los cuales 59 no
sabían firmar; en la de Medellín 17 ciudadanos conforman 2 de sus comisiones; en
Ramiriquí 33 vecinos notables firman el acta de constitución de su sociedad, al igual
que son 48 los vecinos notables de Fusagasugá los que firman el acta de constitución y,
en Río Negro, 70 los socios activos.
42 Las sociedades se reunían temporalmente para realizar actos públicos que incluían
discursos, procesiones y festividades. La sociedad de Amagá se reunió el 7 de marzo de
1852 para celebrar el aniversario de “nuestra redención política”, a cuyos actos
concurrieron más de 160 individuos que,
“salieron a la plaza y formados a dos de fondo pasearon las calles a son de caja.
Varias descargas de fusil y cohetes anunciaban el placer que el pueblo
experimentaba en este solemne día. Los repetidos vivas a la Libertad, al benemérito
general López y (al) Mártir de la libertad General José María Obando eran
interrumpidos sólo por uno que otro brindis a las sombras (de) Santander, Córdoba
y Girardot. No queda ya esperanza a los esclavos de la oligarquía, el 7 de marzo de
1853 quedará reducido a escombros sepultando en sus ruinas a los verdugos que
ostentaron su dominación desde 1840”76.
43 A través de estos mecanismos de agitación y propaganda, unidos a los procesos de
educación, los liberales lograron garantizar una organización a nivel nacional que se
identificaba bajo objetivos más o menos comunes. Como lo sostenía la sociedad
democrática de Medellín, sus manifestaciones no
“son fruto del entusiasmo pasajero de un momento: son el resultado de la
experiencia de la tiranía sufrida en la revolución pasada: son el resultado de la
íntima convicción de que el ciudadano que pide a la patria libertad y garantías debe
a la patria el sacrificio de su existencia cuando las instituciones vacilan, y cuando la
libertad y las garantías del pueblo están en peligro”77.
44 Estas sociedades, protegidas abiertamente por el Estado a través de los gobernadores,
actuaron en defensa no sólo del poder local y nacional, movilizando fuerzas para la
246

guerra sino también para las elecciones. Con motines políticos presionaron a los
funcionarios para que satisfacieran sus demandas y sobre todo mantuvieran el control
del poder78. Los funcionarios no sólo respaldaban dichas sociedades sino que asistían a
sus reuniones y, tácitamente, apoyaban sus actos de violencia. En su intervención ante
la sociedad democrática de Medellín, en diciembre de 1851, el gobernador Mosé M.
Lince, destacó
“el impulso que han recibido las ideas democráticas y el incremento que va
tomando en las masas, comprobando esta aserción con el alistamiento espontáneo
que un joven hizo ese mismo día en el ejército permanente, indicándoles, aunque
con rudeza, los nobles sentimientos que inspiran en el corazón del hombre honrado
los actos filantrópicos de un gobierno eminentemente democrático como el del ’7 de
marzo’”79.
45 Es indudable, entonces, que hacia 1850 se han superado los mecanismos de
movilización de masas que habían predominado en las décadas precedentes. Las
Democráticas abrieron un compás mayor de participación aunque aún no podemos
responder sobre los verdaderos efectos que tal politización tuvo sobre la mentalidad de
las castas y sobre el modo como resquebrajaron o modernizaron el poder de la adhesión
personal. No podemos aún sacar conclusiones sobre la forma como se articulan a ella
los detentadores del poder económico, ansiosos de salvar sus intereses innovando los
sistemas de participación política, modernizando los mecanismos de difusión ideológica
y los procesos de politización. Lo que sí queda claro es cómo estas sociedades fueron la
sustancia del Partido Liberal y las multiplicadoras de su fuerza política.
46 Finalmente hay que destacar la necesidad de conocer la evolución de estas sociedades
después de 185480. La importancia que regionalmente tienen, considerando en ello
tanto a las grandes ciudades como a las provincias. El modo como los comerciantes y
artesanos se articularon a ellas o la forma como ellos se expresaron a través de las
sociedades. Quiénes fueron sus dirigentes y cuál su composición social y racial. Habrá
que profundizar sobre los reales efectos de la ideologización que perduraría como
fundamento de la futura afiliación política.
47 Las anteriores consideraciones nos permiten, no obstante, concluir que con estas
sociedades el Estado pudo asegurar que su discurso tuviera una mayor cobertura y
resonancia nacional.

NOTAS
1. Para una guía bibliográfica sobre la Independencia cf. Javier Ocampo López, Historiografía y
Bibliografía de la emancipación del Nuevo Reino de Granada (Tunja 1969) y Mario Germán Romero,
Guillermo Hernández de Alba y Sergio Elias Ortiz, “Papeletas bibliográficas para el estudio de la
Historia de Colombia” (Separata Boletín Cultural Bibliográfico, Banco de la República, Bogotá 1961)
especialmente pp. 45-115. Balances críticos sobre dicha producción pueden verse en Jorge O.
Melo, “Los Estudios Históricos en Colombia” en Revista U.N. (Bogotá 1969, N- 2, pp. 15-41) y M.
Medina, “Sesquicentenario: Ideología e interpretación histórica” en Estudios Marxistas (Bogotá
1969, N- 2, pp. 74-94). Aunque la investigación histórica ha mantenido en los últimos años los
247

derroteros del pasado, hay que mencionar las recientes tendencias que ofrece la investigación
histórica sobre la época donde se destacan los trabajos de José Escorcia, Desarrollo político, social y
económico 1800-1854 (Bogotá 1983) y Zamira Díaz de Zuluaga, Guerra y Economía en las Haciendas -
Popayán, 1780-1830 (Bogotá 1983).
2. Curiosamente se ha renunciado a estudiar ésta época por considerarla patrimonio de
académicos y de aficionados de la historia actual. Es notoria la urgencia de estudios sobre la
historia económica del periodo comprendido entre 1810 y 1830.
3. Hermes Tovar Pinzón, “Guerras de opinión y represión en Colombia durante la Independencia
(1810-1820)” en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura (Universidad Nacional, Bogotá
1983, N- 11), pp. 187-234.
4. Zamira Díaz de Zuluaga, op. cit., pp. 61-79 y Hermes Tovar Pinzón, op. cit.
5. Escritos de dos Economistas Coloniales (Bogotá 1965); Proceso Histórico del 20 de Julio de 1810 -
Documentos (Bogotá 1960).
6. José Santiago Rodríguez, La Convención de Ocaña - Diario del Licenciado José Santiago Rodríguez
(Caracas 1934) “La insurrección de la tercera división del Perú; la Revolución de Guayaquil: el
Motín de Chuquisaca; los graves sucesos de insubordinación del voltígeros en combinación con
Unidades de Bogotá y Granaderos; el clamor de las Reformas a la constitución de Cúcuta, que
descendía desde los montes más altos del Departamento de Quito hasta las márgenes del
Magdalena y del Orinoco, denunciando, en medio de su inquietante vaguedad, porque
generalmente no se decía en qué debía consistir la Reforma, el profundo desasosiego que
aquejaba a los pueblos; los congresos del 26 y 27; los dolorosos episodios que registró el primero
de estos años en Venezuela; la reaparición de las ideas federalistas en la Nueva Granada y
Venezuela, y la formación del Santanderismo y del Paecismo, en ambos departamentos; la
convención de Ocaña; la dictadura del Libertador; el proyecto de Monarquía; el plan de la
Confederación de Colombia, Perú y Bolivia; la Constitución Boliviana; la noche del 25 de
septiembre; la tragedia de Berruecos, que todavía estremece de dolor...y por último, el
estruendoso derrumbamiento de la Gran Colombia: todos estos sucesos, todas estas vicisitudes,
no son hechos aislados e inconexos, sino los eslabones de una pesada cadena que iban saliendo,
uno a uno, de aquella fragua en que habían quedado convertidas las antiguas colonias hispánicas,
después de la emancipación...”
7. José M. Restrepo, Historia de la Revolución de Colombia (Medellín 1969), Tomo V, pp. 10-24, sobre
levantamientos realistas en Santa Marta y Río Hacha.
8. Hermes Tovar Pinzón, “El estado colonial frente al poder local y regional” en Nova Americana,
N° 5, 1982 (Torino, Italia), pp. 39-77.
9. Sobre la disputa en torno a la Esclavitud cf. Antonio J. Galvis, “La abolición de la esclavitud en
la Nueva Granada 1820-1852” en Boletín de Historia y Antigüedades (Bogotá, julio - septiembre 1980)
v. 67 N° 730 pp. 469-555. La obra de David Bushnell, El Régimen de Santander en la Gran Colombia
(Bogotá), nos ofrece una visión bastante completa de la multiplicidad de problemas que tenía que
resolver la República. Sobre los problemas regionales en la primera mitad cf. María Teresa Uribe
y Jesús María Alvarez, “Regiones, Economía y Espacio Nacional en Colombia, 1820-1850” en
Lecturas de Economía (Universidad de Antioquía).
10. Proceso histórico del 20 de julio de 1810 - Documentos (Bogotá 1960), p. 63. Es interesante ver cómo
las Juntas Provinciales eran concebidas como articuladoras de los diversos intereses de los
cabildos y un medio de evitar la atomización y la anarquía. Estas Juntas Provinciales nombrarían
delegados a una Junta Suprema. Ello era legítimo para Camilo Torres quien escribía que “Todo
poder, toda autoridad ha vuelto a su primitivo origen, que es el pueblo, y este es quien debe
convocar”.
11. Constitución de Cúcuta de 1821 (Bogotá).
12. No hay estudios sobre estos procesos que nos ayuden a determinar con cierta precisión el
alcance que tuvo la participación de las masas en los diversos procesos políticos de la época.
248

13. D. Bushnell, El Régimen ... op. cit.


14. A.H.N. (Bogotá) Ortega Ricaurte Caja 322-326, doc. 2, F 3 R y 6R; doc. 168, f. 8r.; caja 322, F. 310
R., sobre prédica del cura de Chíquiza.
15. A.H.N. (Bogotá) Ortega Ricaurte, doc 168, f. 23 v.
16. A.H.N. (Bogotá) Ortega Ricaurte, “Oratoria Sagrada”, Caja 322 (1820-50), F. 576 v.
17. A.H.N. (Bogotá) Ortega Ricaurte, “Oratoria Sagrada”, Caja 322, para Macanal, F. 543 R-545 R;
Chopo, 565 R. y ss.; Labateca, 572 R,; Bucaramanga, 579 r. a 584 v.
18. A.H.N. (Bogotá) Ortega Ricaurte, “Oratoria Sagrada”, Caja 322, F. 305 v. También F. 294 v. para
el cura de Sáchica “El actual gobierno no es contra la doctrina de nuestro Señor Jesucristo... ”
19. Ibid. F. 522 v.
20. A.H.N. (Bogotá) Ortega Ricaurte, doc. 168, f. 106 v.
21. A.H.N. (Bogotá) Ortega Ricaurte, “Oratoria Sagrada”, F. 581 v.
22. Hermes Tovar Pinzón, “Guerras de opinión”.
23. A.H.N. (Bogotá) Ortega Ricaurte, Caja 322, F. 67 R.
24. A.H.N. (Bogotá) Ortega Ricaurte, “Oratoria Sagrada”, 322 F. 583 v. a 584 v.
25. A. Mc. Farlane, “Civil Disorders and Popular Protest in Late Colonial New Granada” en
Hispanic American Historica! Review, 64 (1), 1984, pp. 17-54, Duke University Press.
26. A.H.N. (Bogotá)Mientras que el cura de Guaduas hacía una larga exposición bíblica
recordando que desde ¡os tiempos de Jacob hasta Samuel el pueblo de Israel se había gobernado
bajo la forma de una República pero se amotinaron para pedir un Rey y Dios se enojó con ellos
mandándoles un Rey para que los esclavizara. Luego los Reyes no son puestos por Dios y sería
malo separarse de ellos si ellos hubieran sido puestos por él. (A.H.N. (Bogotá) Ortega Ricaurte, 189,
F. 132 R. a 136 R.)
27. A.H.N. (Bogotá) Ortega Ricaurte, 322-6, 2, F. 5R.
28. A.H.N. (Bogotá) Ortega Ricaurte, 322-6, 168 F. 5v.
29. José M. Restrepo.
30. A.H.N. (Bogotá) Historia 18, F. 20R - 47R.
31. A.H.N. (Bogotá) Historia 17, f. 5r. v.
32. Ibid. f. 69r.
33. Ibid. f. 456 r.
34. Ibid f.f. 456 r. a 460 r.
35. Ibid. f. 5r. v.
36. Ibid. f. 53 r.
37. Ibid. f. 147 r.
38. Ibid. f. 164 r.
39. Hermes Tovar Pinzón, “Guerras de opinión”.
40. A.H.N. (Bogotá) Historia 18, F. 44 r.
41. A.H.N. (Bogotá) Congreso 8 f. 980 r.
42. Memorias del General Santander (Bogotá, 1973) pp. 159-287. Sobre las manipulaciones de
Santander en la Convención de Ocaña ver La Convención de Ocaña.. .op. cit. p. 17.
43. A.H.N. (Bogotá) Historia (R), 6 (2) F.f. 649R - 651R.
44. Ver nota 6.
45. A.H.N. (Bogotá) Historia (R), 1, f. 605 v.
46. Ibid. f. 606 r.
47. Malcolm Deas, “Los problemas fiscales en Colombia durante el siglo XIX” en Ensayos Sobre
Historia Económica Colombiana (Bogotá 1980), pp. 143-180.
48. Memorias del General Santander... cit., pp. 157-287. Aquí yace una versión santanderista del
conflicto que precede la dictadura.
49. A.H.N. (Bogotá) Historia (R), 1 f. 627 r. v.
50. Ibid. f. 627 v.
249

51. Ibid. f. 654


52. G. Carrera Damas, El culto a Bolívar (Caracas).
53. A.H.N. (Bogotá) Historia (R), 9 f. 460 r.
54. A.H.N. (Bogotá) Historia (R), 1 f. 642 R.
55. Ibid. f. 498 r.
56. Ibid. f. 563 r. v.
57. Ibid. f. 584 r.
58. Ibid. f. 698 r.
59. Ibid. f. 724 r.
60. Ibid. ff. 726 r. a 728 r. y 839 r.
61. J. Jaramillo Uribe. “Las sociedades democráticas de artesanos y la coyuntura política y social
colombiana de 1848” en Anuario Colombiano 8 (Bogotá 1976), pp. 5-18. José María Cordovez M.
Reminiscencias de Santa Fe y Bogotá (Madrid 1957), p. 423.
62. A.H.N. (Bogotá) Miscelánea General de la República 76, f. 196 r. 200 r.
63. Venancio Ortiz, Historia de la Revolución del 17 de abril de 1854, (Bogotá, 1972) M. Cordovez, op.
cit. p. 423 “Los estudiantes de derecho y los artesanos estaban afiliados: Los liberales, a la Escuela
Republicana y a la Sociedad Democrática, respectivamente; y los conservadores a las Sociedades
Filotémico y Popular. Las señoras conservadoras formaban la Sociedad del niño Dios”.
64. Venancio Ortiz, op. cit, pp. 22-3 “Pusiéronse, pues, varios de estos jóvenes de acuerdo con los
artesanos más notables y reunieron a los hombres del pueblo bajo en una Sociedad que
denominaron ’de artesanos y labradores progresistas’ y que más tarde apellidaron ’Democrática’,
y allí les predicaron con la Mayor Libertad doctrina esencialmente abolicionista y procuraron
convencerlos de que el partido Dominante, apoyado por el clero y por lo” ricos, tiranizaba el
país”.
65. A.H.N. (Bogotá) Miscelánea General de la República 76, f 301 R.
66. Ibid. f. 294 r.
67. Ibid. f. 208 r. v.
68. Ibid.
69. Ibid. f. 201 r. - 203 r.
70. Ibid. f. 205 r.
71. Ibid. f. 253 r.
72. Ibid.. f. 247 r.
73. Ibidd. f. 246 r.
74. Ibid. f. 342 r. La Sociedad Democrática de Ciénaga, el 27 de setiembre de 1851 felicita al
Presidente por haber sabido sostener la dignidad nacional “derrocando de un golpe a la fracción
goda conservadora que de mano armada se propuso mancillar el templo sacrosanto de la
libertad”. Añade su disposición de sacrificarse por defender los principios republicanos de
libertad, igualdad y fraternidad “siempre que la nación se encuentre amenazada por los
enemigos del pueblo que son los mismos de la Democracia”. (Miscelánea General de la República 76 f.
342 r.).
75. Venancio Ortiz, op. cit., pp. 13-77. Cordovez Moure, op. cit., p. 436. “No se podía transitar fuera
de las calles centrales de la ciudad sin exponerse a lances provocados por los obreros, y de las seis
de la tarde en adelante era peligrosísimo encontrarse fuera de casa”.
76. A.H.N. (Bogotá.) Miscelánea General de la República 76, f. 210 r.
77. Ibid. f. 217 r.
78. Ibid.
79. Ibid. f. 239 r.
80. Venancio Ortiz, op. cit.
250

RESÚMENES
El trabajo tiene como objetivo discutir los mecanismos utilizados por los sistemas de gobierno
surgidos en la Nueva Granada después de 1810 para difundir entre las castas sentimientos de
adhesión a diferentes causas políticas. Se hace especial énfasis en tres momentos singulares de
nuestra historia: en primer lugar los esfuerzos realizados por párrocos y sacerdotes de pueblos y
aldeas para difundir entre sus feligreses la idea de que la República no era opuesta a la fe de
Jesucristo y de que ella no se contraponía a los principios de la religión católica. En segundo lugar
se muestran los esfuerzos realizados por los partidarios de Bolívar para legitimar la dictadura. Se
rescata aquí como aspecto fundamental el hecho de que la dictadura bolivariana fue el resultado
de un plebiscito que solicitó a Bolívar la asunción de poderes absolutos. En tercer lugar se destaca
la importancia que adquieren las sociedades democráticas, aparatos de difusión ideológica que
sirvieron al partido liberal de escuelas de defensa y de choque. El trabajo rescata la acción de
grupos y de élites sobre las masas y deja abierta la necesidad de conocer de cerca las reacciones
de ellas frente a estos procesos de ideologización. Igualmente destaca cómo estos fenómenos de
difusión de ideas caracterizan el proceso de transición del Estado Colonial al Estado Nacional,
entre 1810 y 1850.

L’objectif de ce travail est d’étudier les mécanismes utilisés par les systèmes de gouvernement
apparus en Nouvelle-Grenade après 1810 pour susciter entre les castes des sentiments d’adhésion
envers différentes causes politiques. Nous insistons particulièrement sur trois moments
singuliers de notre histoire: en premier lieu, les efforts déployés par les prêtres et curés de
villages et hameaux pour diffuser entre leurs fidèles l’idée que la République ne s’opposait pas à
la foi de Jésus-Christ et qu’elle ne contrevenait pas aux principes de la religion catholique. En
second lieu, nous montrons les efforts des partisans de Bolivar pour légitimer la dictature. Nous
considérons fondamental le fait que la dictature bolivarienne ait été le résultat d’un plébiscite
qui pria Bolivar d’assumer le pouvoir absolu. En troisième lieu, nous soulignons l’importance des
sociétés démocratiques, appareils de diffusion idéologique qui ont servi au parti libéral d’écoles
de défense et d’attaque. Le travail fait ressortir l’action de groupes et d’élites sur les masses et
rend nécessaire une connaissance précise des réactions de celles-ci face à ces processus de
pénétration d’idéologies. Nous soulignons également comment ces phénomènes de diffusion
d’idées caractérisent le processus de transition de l’Etat colonial à l’Etat national de 1810 à 1850.
251

El Estado terrateniente del Ecuador


(1809-1895)
L’État propriétaire terrien d’Equateur (1809-1895)

Rafael Quintero López

I Introducción
1 “Desfile cirquense de caudillos militares”, “período de anarquía”, “aparecimiento
tardío de poderes públicos”, son caracterizaciones emitidas sobre largos momentos de
la historia de nuestros países andinos en el siglo XIX. El implícito en todas ellas es la
tesis o formulación que niega la existencia de Estados en el siglo pasado, global o
parcialmente.
2 El origen teórico (o ideológico) de esta posición es diversificado. Sin embargo, el
elemento común de estas postulaciones radica en una asimilación formalista de lo que
propiamente es el Gobierno de los funcionarios (que sólo es una de las formas de la vida
estatal) y el Estado, y la consideración errónea de que ese “poder real particular” 2 de
caudillos militares o civiles no es un fenómeno estatal. Por ello, perdida así la pista, las
diversas formas de dominación política a niveles locales y regionales —tan difundidas
en el siglo XIX, y propias de las estructuras económicas consolidadas o arraigadas
entonces—, son consideradas “ajenas”, a las “funciones” de las “instituciones del
Estado”, cuando en verdad esas formas de dominación políticas no pueden sino
atestiguar la vigorosa presencia de toda una superestructura política bien establecida, a
veces de origen colonial, y que configuraba en el siglo XIX una constelación de poderes
estatales.
3 El presente trabajo plantea una tesis radicalmente distinta. Creo que hay bases
suficientes para pensar que el siglo XIX se plasmó políticamente en la formación de un
tipo particular (histórico) de Estado, en el contexto ecuatoriano, y cuya naturaleza vale
conocer por dos razones fundamentales: 1) Porque su estudio nos beneficia en la mayor
comprensión del período de transición al capitalismo, que NO es sólo un proceso
económico, sino de ¡a recepción histórica de un nuevo modo de producción y, por lo tanto, se
252

nos escapa si no se le ubica en un contexto teórico integrador y totalizador; y 2) porque,


nos permite entender los elementos de continuidad y ruptura con los que está
impregnado la historia postcolonial (que es la del siglo XIX).
4 Si estas premisas son ciertas, resulta entonces que toda la historia del siglo XIX está
ligada a la historia del Estado, lo cual exige que revaloricemos las dimensiones y
categorías políticas en el estudio de ese pasado.

II La cuestión nacional en el Ecuador postcolonial


5 El dejar de ser colonia le planteó al Ecuador una tarea en la cual aún trabaja su historia
presente y cuyo incumplimiento en el siglo XIX se expresó en prolongado
desgarramiento: la constitución o formación de la nación. Algo viviente y cambiante,
cosa “no congelada”, la nación ecuatoriana de principios del siglo pasado era una
estructura no aprehensible aún. Tres siglos de colonialismo y de un Estado Colonial e
Ibérico en su contra la habían rezagado en su desarrollo, y la habían hecho soportar
múltiples transformaciones y modificaciones.
6 Claro está, aquí se diferencia entre aquella “nación moderna” que aparecería en el
capitalismo y se erigiría en el ancla del Estado burgués, y aquella nación en sentido
genérico, entendida como entidad o estructura3. Comprendemos a la nación como una
comunidad de carácter forjada en el trasfondo de una acumulación histórica común al
conjunto de sus miembros. Por ello es pertinente hablar de la existencia nacional, y por
ende de una cuestión nacional, antes del capitalismo, es decir, antes de 1895 en el caso
ecuatoriano.
7 Y la cuestión nacional hace relación, esencialmente, a la capacidad hegemónica incubada
o no históricamente en el Estado y en una clase sobre el conjunto de clases, fracciones y
sectores dominantes y sobre el conjunto de clases subalternas. Es a la capacidad
hegemónica de un Estado o una clase a la que se está apelando cuando se plantean
problemas como el de la unificación nacional, el de una conflictiva existencia nacional o
simplemente la ausencia de unificación nacional4.
8 Inserta en la teoría del Estado, la cuestión nacional se manifiesta a través de múltiples
FORMAS entendidas como conjuntos de un proceso en el cual las condiciones
constituyentes de lo nacional no pierden su carácter cualificante. Son esas formas las
que delatan los conflictos habidos entre las clases tanto dominantes como dominadas y
nos permiten analizar el grado de cohesión de una clase, de un sistema político, o del
Estado. Y esas formas en que se expresa la cuestión nacional como proceso histórico
varían en cada coyuntura de acuerdo a las transformaciones que se den en lo que
Althusser llama “el complejo contradictorio”, pero están permanentemente presentes en la
escena política “nacional” convertida en el lecho institucional del Estado.
9 En el Ecuador del siglo XIX tres fueron las formas que adoptó la cuestión nacional: 1) La
regionalización como forma que adoptó el conflicto entre las fracciones terratenientes
regionales; 2) el corte étnico-cultural, como forma que atravesó el conflicto entre las
clases antagónicas, y 3) la cuestión limítrofe como forma de expresión de la ausencia de
soberanía de ese Estado particular que se levantó sobre la formación social ecuatoriana
después de la Independencia.
253

1. La regionalización

10 Un rasgo distintivo de la Real Audiencia de Quito de fines de la Colonia fue la


diferenciación de tres regiones cuyos centros neurálgicos eran Quito, Cuenca y
Guayaquil. Cada una de esas regiones exhibía características estructurales distintas,
tenía una cierta estructura social propia, presentaba un complejo diferente de
relaciones interétnicas y mostraba vinculaciones diversas con el mundo exterior (ya sea
con otras regiones, o con el Perú y Colombia y el mercado mundial capitalista) 5.
11 En ese carácter desigual de la estructura productiva6 subyacía, sin embargo, una doble
tendencia: la constitución del latifundio como forma de producción dominante, y una
segunda, que es de carácter contradictorio, la disolución-conservación de la pequeña
propiedad agrícola y comunitaria, que otorgó a las regiones fundamentales (Quito,
Guayaquil y Cuenca) una gran autonomía —aunque no separación— unas de otras. La
regionalización entendida por nosotros COMO UN PROCESO ECONOMICO Y POLITICO DE
CREACION DE ESPACIOS AUTONOMOS DE EXPRESION DE LAS CLASES DOMINANTES
LOCALES QUE MANIFIESTA A LA PAR QUE REPRODUCE LA AUSENCIA DE UNIFICACION
TERRITORIAL, POBLACION, CULTURAL Y LA FRAGMENTACION DEL PODER ESTATAL EN
UNA FORMACION SOCIAL es un fenómeno que no desaparece con la vida independiente.
Por el contrario, durante todo el siglo XIX, la regionalización no sólo no desaparecía sino
que se profundizaba por la diseminación y atomización del poder político producido
luego de la separación de la Gran Colombia, poder que a su vez se concentró en los tres
ámbitos regionales.
12 Con la Independencia, los corregidores coloniales que tenían la función de entregar a la
clase terrateniente un determinado número de trabajadores cuyo jornal de cuentas
servía para pagar el tributo, fueron desplazados por los jefes políticos en cada cantón.
Mientras en el Estado Colonial el Corregimiento estuvo ligado al aparato estatal central
—la Audiencia Real—, después de 1830 se fue desplazando dicha ligazón hacia la
estructura hacendataria latifundista, convirtiéndose así las jefaturas políticas que lo
sustituyeron, en órganos estatales locales —regionales— de las clases terratenientes
regionales cuyos intereses se entrelazaban en algunos casos con un comercio en
desarrollo. Estos órganos estatales estuvieron íntimamente ligados a los centros del
poder regional (y provincial) en virtud del desplazamiento de funciones económicas y
fiscales importantes a favor de las Gobernaciones Provinciales y de los Concejos
Municipales o Cabildos, tal como se estableció en la reforma legal de 1843. Eran desde
entonces los jefes políticos los que cobraban la llamada Contribución Indígena cuyos
remates debían aprobar las Juntas de Haciendas en cada capital provincial, y ya no el
poder central, y ejercían, por otra parte, las funciones represivas para obligar a las
comunidades indígenas a entregar trabajadores a los latifundios, cuyos propietarios
pagaban el tributo indígena descontando del “jornal de cuentas” del trabajador directo.
Es decir, que a través de la prolongación de la recaudación del tributo indígena se
mantuvo por un lado, un mecanismo de realización monetaria del tributo que favorecía
el proceso de consolidación del régimen latifundista, y por otro lado, auspiciaba la
configuración de poderes netamente regionales que restringían el carácter de la escena
política “nacional” y restaban capacidad centralizadora al aparato estatal central.
13 Ese proceso de regionalización se manifestó desde el nacimiento del nuevo Estado en el
reconocimiento de la delimitación territorial y organización departamental fijado por
el Congreso Grancolombiano de 1824; en la constitución de un Consejo de Gobierno
254

formado por los Gobernadores de Cuenca, Guayaquil y el Presidente; en la mantención


de un sistema de representación política eminentemente regional. En el plano de los
símbolos la adopción de un nombre más ligado a la geografía que a la historia como
Ecuador, en lugar del histórico nombre de Quito, puso de manifiesto la débil
acumulación histórica del conjunto de fracciones terratenientes regionales.
14 La falta de unidad de la clase terrateniente se debió a su desarrollo desigual en relación
directa con las diversas vías de constitución de la hacienda en las distintas regiones, a la
existencia de intereses económicos contrapuestos en relación al control de la mano de
obra y a su vinculación al mercado mundial capitalista (caso de las contradicciones
entre los terratenientes cacaoteros del litoral y del altiplano andino) y a sus orígenes
sociales e históricos diversos como también a la diferencia de relaciones con otras
clases.
15 La regionalización fue el marcapasos de la vida política del siglo pasado y por lo tanto
un proceso fundamental que explica el permanente conflicto, inestabilidad y crisis del
Estado en constitución (particularmente para la fase 1830-1859), y desarrollo de sus
formas más acabadas (1860-1894). Este proceso impidió, por una parte, la unificación de
la clase e incapacitó, por otra parte, a las fracciones terratenientes regionales de
constituirse en representativas de intereses objetivos comunes al conjunto de la clase.
De ahí que el vacío de capacidad estatal del conjunto de fracciones terratenientes
incidiera en forma directa en la lucha por el control de la instancia potencialmente
hegemónica del Estado: el gobierno. Y las prácticas regionales se convertían así, en
prácticas sustitutivas de las prácticas nacionales (hegemónicas) para una clase
dominante fraccionada que carecía de vínculos nacionales con las masas explotadas.
16 La ruptura de los pactos como el de alternabilidad en el Gobierno que firmaron las
clases terratenientes regionales en 1835; los intentos de ciertas fracciones como la
quiteña en 1843 de erigirse en la dominante al interior del juego de fuerzas
terratenientes, intentos que terminaron en fracasos dada la ausencia de consenso, las
contínuas proclamaciones de jefaturas supremas que se reconocían como legítimas en
la región proclamada y pretendían ser nacionales, el tratamiento que se dio a esas
jefaturas supremas ya sea por parte de los gobiernos constitucionales como de otros
revoltosos proclamados jefes supremos, evidencia A LA REGION COMO FORTALEZA DE
PODER DE UNA CLASE DOMINANTE LOCAL Y NOS MUESTRA UN TIPO DE ESTADO QUE
MANTENIA Y REPRODUCIA LA REGIONALIZACION COMO PROCESO INHERENTE Y
CONSTITUTIVO.

2. El Corte Etnico Cultural de un Estado Neo-Ibérico.

17 Como segunda forma que adopta la cuestión nacional en este período está el corte
étnico cultural que atraviesa precisamente los conflictos entre las clases antagónicas y
tiñe las relaciones entre las clases dominantes y auxiliares, y que está referido a dos
aspectos: 1) el primero de orden material y el fundamental es el relativo a la división de
la sociedad en las dos famosas “repúblicas”: la “de los Indios” y la “de los Blancos”,
fenómeno colonial que no desaparece con la Independencia y que tiene su racionalidad
económica en la exacción del tributo indígena (no abolido en el Ecuador sino hasta 1857
pero que sobrevivió hasta 1895) y en otras modalidades de explotación semicolonial; 2)
el segundo está relacionado al orden ideológico, es decir, a las vertientes constitutivas
de la ideología y la cultura del siglo XIX: racismo, su correlato el elitismo y la concepción
255

tradicional de la autoridad, matriz que otorgaba coherencia y legitimaba socialmente,


en lo esencial, a la dominación terrateniente sobre las masas indígenas.
18 Tanto en el terreno de organización social como en el de la ideología y la cultura se
opera un divorcio perpetuo entre la clase terrateniente y las clases subalternas. Este
divorcio no puede ser entendido sólo desde el punto de vista clasista lo cual no
conferiría ninguna novedad a la historia, sino estudiado en el terreno de lo nacional lo
cual peculiariza precisamente la cuestión nacional andina de realidades nacionales
como la europea más tratadas en el terreno de la teoría.
19 En efecto, según la propuesta de algunos teóricos, en Europa la clase dominante ya sea
terrateniente o burguesía fue en la mayoría de los casos una clase nacional, es decir,
una clase portadora de una comunidad cultural unificadora del conjunto de clases,
capas y sectores sociales. El campesino era el depositario de la nación y la clase
terrateniente era la portadora de la misma mediante su proyecto político. En el caso
ecuatoriano y andino, el corte étnico cultural y las diversas formas de dominación y
explotación semicoloniales impidieron que los terratenientes primero, y luego los
burgueses vieran en la masa indígena a sus connacionales imposibilitando la
constitución de clases nacionales, y divorciando permanentemente a la clase y al Estado
de aquellas masas indígenas portadoras de valores nacionales.
20 Si los terratenientes expresaron sus pugnas internas mediante la regionalización; la
ideología y la cultura los identificó como clase. De ahí que la matriz ideológica que
gobernó los primeros 65 años de vida independiente no constituyó una ruptura con el
orden colonial sino más precisamente una prolongación de los elementos
coordinadores de un orden moral e intelectual colonial viabilizado mediante un eje
ideoógico esencial: el racismo y su correlato el elitismo. Por eso el Estado del siglo XIX es
Neo-Ibérico, en una de sus características importantes.
21 El racismo fijaba la desigualdad de los individuos estatuyendo por medio del sistema
político e ideológico la “superioridad” de “Blancos” sobre “los otros” (indios y
mestizos). El acceso hacia la acción y la comprensión de la política era para los
terratenientes deber y derecho privativos de quienes se pertenencia a la “Raza”. Esta
realidad se plasmó en múltiples maneras dentro del sistema jurídico, en el sistema
electoral, las formas de dominación política, la coerción ideológica, etc. Como correlato
del racismo, el elitismo, por su parte restringía el acceso a la acción y comprensión de
la política a quienes tuvieran “cultura”. ¿Y qué significaba ésta para los núcleos
terratenientes regionales? Significaba que no sólo era necesario pertenecer a la “raza”
para tener acceso a ciertos derechos, sino también ser partícipe de una misma
comunidad cultural que reconociera en España a su nación, en el castellano, su lengua, y
en la religión católica, las costumbres y hábitos, su tradición cultural.
22 Sobre la base del racismo-elitismo se levantó el segundo eje ideológico que se
constituyó en el fundamento del Estado del siglo XIX hasta la crisis de 1895: la
concepción tradicional de la autoridad. Los diversos núcleos terratenientes regionales,
sobre todo serranos, reclamaron su autoridad para gobernar el país reafirmando una
tradición inmemorial heredada de sus antepasados, de origen hispánico. Los
terratenientes criollos invocando una supuesta base trascendental y sobrenatural se
concebían a sí mismos como “casta escogida”. La aristocracia de “raza” no era sino la
representante del pueblo escogido, de la “raza superior”.
256

23 Racismo, elitismo, y concepción tradicional de la autoridad como fundamento


ideológico del Estado Terrateniente constituyeron el sistema nervioso de la cultura del
nuevo orden político, sistema que tenía su base económica en el tributo de indios, y su
fundamentación política en la multiplicidad de disposiciones que establecían como
elemento de discriminación abierta la condición de “ser indígena”.
24 De ahí que la cultura, vertebrada por un sistema disociador antes que unificador, por
tanto, cultura invertebrada, constituyó no el producto de una acumulación histórica de
experiencias de ese mosaico de hombres y culturas existentes, sino que creció
fragmentada, vertical pero artificiosamente “cosida” por la cultura conquistadora,
prolongándose su desgarramiento iniciado por la conquista y configurándose una
sociedad compleja, sin identidad propia.

3. La cuestión Limítrofe y la Cuestión Poblacional del Estado

25 La fragmentación de la clase dominante en fracciones regionales, y el perpetuo divorcio


del conjunto de fracciones terratenientes con respecto a las clases subalternas
configuró un Estado desmembrado que antes que órgano cohesionador del conjunto de
la clase se convirtió en apéndice de los poderes terratenientes locales. De ahí la
absoluta incompetencia de los sucesivos gobiernos centrales para resguardar las
condiciones de producción de la nación territorio, lengua, cultura, etc. Incapacidad que
se demuestra con particular agudeza en los conflictos limítrofes con Colombia y Perú
sobre todo. La imposibilidad del ejercicio de la soberanía por parte del Estado que se
inaugura en 1830 se puede explicar también por la ausencia de conciencia nacional por
parte de los núcleos terratenientes regionales los que con frecuencia recurrían a las
fuerzas militares de otros Estados para zanjar diferendos internos, o invocaban la
protección de países poderosos para enajenar el territorio del Ecuador.
26 Los aspectos arriba tratados, así como los mencionados antes, se revelaron con nitidez
en la crisis de 1859 en la que el Ecuador tuvo CINCO gobiernos regionales (cada cual
reclamándose “nacional”) y enfrentó una amenaza de invasión por parte del Perú,
manifestándose la fragmentación aguda de la clase y la ausencia de soberanía del
Estado y un conjunto de conflictos exacerbados en la segunda mitad del siglo XIX7.
27 Sobre la ausencia de soberanía del Estado Terrateniente cabe señalar que desde la
época colonial salta a la vista el hecho de que la estructura social relativa al Estado no
comprendía a toda la población de la Real Audiencia de Quito. Hubo en el Ecuador del
período colonial una población que permaneció aislada de las estructuras económicas y
que no tuvo parte en el desarrollo estatal de esa sociedad: es decir, que no toda la
población que vivía en lo que formalmente se consideraba como territorio de la Real
Audiencia de Quito estuvo integrada a la estructura social colonial. Esa población
estuvo compuesta por una variedad de grupos étnicos y pueblos tales como las
poblaciones zambas y negras de Esmeraldas, la gran mayoría de los habitantes del
Oriente Amazónico y otras agrupaciones indígenas aisladas que aunque fueron
afectadas limitadamente por el hecho colonial (la conquista), no lo fueron por la
naturaleza evolutiva de las estructuras sociales, económicas y políticas de la Colonia
como tampoco durante el siglo XIX en algunos casos. Estos agrupamientos humanos
constituyeron poblaciones no conquistadas pero que sí ocupaban (como huéspedes
fatales al Estado) un territorio supuestamente defendido por el Estado pero cuya
defensa era externa a esa población, es decir, plausiblemente militar solamente ya que
257

ellos no eran súbditos del Estado en cuestión. Esto plantea el problema de una
territorialidad sobre la cual la clase dominante ejerce una capacidad estatal y en
consecuencia establece una relación con aquellas agrupaciones humanas socialmente
diferenciadas que se encuentran en dicha territorialidad. Vale decir entonces que en
este estudio establecemos necesariamente un espacio-geográfico-estatal (entendido
como la órbita del alcance del sistema estatal), que se diferencia del corte geográfico
territorial formal. El corte territorial real es el de la dominación política, económica y
jurídica sobre lo que podríamos llamar la cuestión poblacional del Estado: quienes están
sujetos a una dominación política. Esto, dicho sea de paso, nos permitiría comprender
mejor por qué los límites territoriales formales no terminaron siendo siempre la base
de las fronteras de los Estados “nacionales” en América.
28 A pesar de esta realidad, fue, a nuestro entender, la amenaza de una condición de
producción fundamental: el territorio, lo que viabilizó un mayor entendimiento de las
fracciones terratenientes serranas (a partir de 1860), aunque dado el carácter de la
clase terrateniente, que no llegó a constituirse como una aristocracia, ésta defensa
territorial asumió su peculiaridad: los beneficiarios de una renta, los terratenientes
regionales ecuatorianos no vieron amenazada la condición de producción básica de la
nación: el territorio, sino su base de sustentación como clase, es decir, su poder
territorial, y ante esta amenaza se aprestaron a hacer causa común rebasando las
barreras regionales. Y las tres regiones —Quito, Guayaquil y Cuenca— que ayer se
habían unido por reclamos comunes a España, se unieron nuevamente en 1860 ante la
amenaza a su poder territorial, la fuente renovable de su poder político en el Estado. Y
a partir de 1860, cuando ya aparecen brotes más claros e importantes de relaciones
capitalistas en la región de Guayaquil, y se acentúa la presión por la desintegración de
las relaciones coloniales (abolición del tributo, abolición del diezmo, etc.) agudizándose
la lucha de clases que se revela en importantes sublevaciones indígenas (campesinado
siervo) y en las montoneras de los pequeños propietarios costeños, la clase
terrateniente a la cual García Moreno intentó unificar en torno al Estado, se vio
obligada a realizar ciertas modificaciones en el orden público. Cuando más pues los
diversos fenómenos mencionados se entrelazaron en esa dirección con la presión que la
burguesía comercial ejercía sobre el Estado.
29 Se tiende entonces a* consolidar el Estado Latifundista (1809-1859), burocrática y
militarmente, durante los regímenes de García Moreno y los Presidentes “Progresistas”
(1860-1894). Se concentra gran poder en el titular del Estado y se realiza una
centralización institucional en el Estado. En el derecho público aparece como
dominante el concepto teocrático (de origen medieval) de que el titular del poder
central lo es por derecho divino, y la Iglesia se convierte en el eje fundamental de la
represión ideológica del poder centralizado. En esos años (1860-1894) se cristalizan
formas diversas —dictatoriales y aristocrático-republicanas— del dominio político, se
introducen elementos absolutistas al Estado que tienden a reorganizar y potenciar la
dominación latifundista.
30 Poder territorial (latifundio), regionalización y corte étnico cultural son elementos
constitutivos de la problemática de lo nacional en el Ecuador del siglo XIX, a la vez que
otorgan a las formas aparentemente “feudales” de ese Estado un nuevo y más complejo
contenido histórico que puede ser aprehendido por medio de la categoría propuesta de
Estado Terrateniente.
258

31 La realidad del Ecuador en el siglo XIX —con una formación social no capitalista y una
estructura nacional rezagada pero fundamental en la vida social y en la cual el poder
territorial del latifundio, la regionalización, el corte étnico-cultural y el exiguo ejercicio
de la soberanía estatal fueron formas de expresión de su cuestión nacional— nos revela
la existencia de un proceso peculiar a través del cual se constituyó la forma
institucionalizada del dominio político. Por otra parte, esa realidad nos muestra las
formas específicas que adoptaron las relaciones de la base y la superestructura en el
período histórico anterior a la crisis nacional general de 1895.

III La Naturaleza del Estado Terrateniente


32 El Estado ecuatoriano que se va constituyendo a partir de esa “rebelión por etapas”
como acertadamente llamó Manuel Chiriboga a la Independencia 8, no se originó
totalmente en forma desordenada sin modelo o esquema alguno, sino que en algunos
aspectos fue la prolongación del mismo Estado Colonial, aunque después de la primera
fase (la de su constitución) que abarcaría los años 1809-1859, en mucho fue el fruto
único de las circunstancias históricas que habían dado lugar a un proceso de
regionalización, a un divorcio entre el poder y la nación, al bloqueo de la soberanía del
Estado al desarrollo de una economía de mercado, y a relaciones de dominación de
corte directo y despótico, que en el límite podría a algunos hacer pensar que el llamado
por nosotros Estado Latifundista, es sólo una variante o una forma del tipo de Estado
feudal, si se concibiera que en el siglo XIX se dio también una fase ascendiente de un
feudalismo bloqueado en el Ecuador.
33 Pero subsumir en una categoría política clásica del materialismo histórico, tal como
“Estado feudal” a toda esa realidad particular ya analizada, sería dejar de lado
realidades cualitativamente diversas al medioevo europeo con sus soberanías
piramidales, con sus sistemas aristocráticos de feudos, por sus estamentos, y privilegiar
acríticamente las semejanzas que se sustentan en la burda asimilación de que toda
servidumbre es equiparable a la existencia del feudalismo.
34 A diferencia del Estado feudal en el cual se daba una asociación muy íntima del
conjunto de franjas jerarquizadas de señores feudales que tenían una propiedad
“escalonada” o condicional, complementaria a su soberanía fragmentada, en cuyo
centro o cúspide política existía una instancia portadora de la soberanía territorial
sobre campesinos y señores afincada en una aristocracia con dominación nobiliaria 9, el
Estado Terrateniente se substancializa en la regionalización del poder, es decir, en la
fijación de espacios autónomos de expresión de las clases dominantes locales ligadas al
latifundio, que privatiza el carácter de la dominación política e impide cualquier
expresión soberana del Estado. A este propósito debemos entender el latifundio no
como una forma de producción simplemente sino como una gran propiedad territorial
en la cual pueden coexistir varias formas de producción, y lo que es más importante, es
que el latifundio es la base de sustentación de un poder político local (regional) en la
medida en que se erige EN UN EJE DE PODER REGIONAL QUE A SU VEZ PUEDE
SUPEDITAR A SU DOMINIO OTRAS FORMAS DE PRODUCCION que se encuentran
formalmente fuera de él tales como la comunidad indígena y la pequeña propiedad
campesina.
35 Por otra parte, al contrario de lo que ocurría en el Estado feudal donde el poder estatal
estaba limitado, ya sea por la ley divina y por los privilegios de los estados medievales
259

(en cuanto los vínculos feudales marcaban una jerarquía de poderes exclusivos de los
señores feudales sobre la tierra y los siervos redefinibles en los conflictos de suma nula
en los campos de batalla), en el Estado Terrateniente el titular del poder estatal (el
llamado “Jefe Supremo”, “Presidente” y “Encargado del Poder” o “Capitán General”)
concentraba un poder esencialmente controlable por el juego de los poderes regionales.
36 Examinemos a continuación las características de este Estado Latifundista, anticipando
que en ésta ponencia me limito al señalamiento de ciertas formas y funcionamiento que
hace pensar en la necesidad de análisis comparativos con otros países
latinoamericanos, particularmente del área andina. Trataremos aquí del sistema de
representación política, del aparato jurídico de dicho Estado y de las formas de
dominación política predominante.

a. La representación Política en el Estado Terrateniente.

37 El sistema de representación política organizado para ligar el latifundio al poder


político10 fue uno de los vehículos de la racionalización del conflicto de las fracciones
terratenientes regionales. Y varios fueron los mecanismos utilizados en esta
perspectiva fundamental. El sufragio censatario únicamente abolido en 1883 (que
marginaba a más del 95 % de la población); un agobiantemente restringido proceso de
sufragio indirecto; y las asambleas constituyentes suprarregionales reunidas
periódicamente, conferían todos ellos una enorme influencia a las clases terratenientes
regionales que en el siglo pasado no vieron modificados las distribuciones regionales de
representaciones parlamentarias, en lo substancial, ni el ejercicio de su poder
territorial emanado del latifundio11.
38 A diferencia del Estado feudal en el que la representación política como sistema
institucionalizado se acoplaba a la jerarquía feudal (los órganos representativos estaban
constituidos por diversas gradaciones de la nobleza reconocida por un soberano y sus
súbditos), el aparato de representación política en el Estado Terrateniente del siglo XIX
BLOQUEABA TODA TENDENCIA DE UNIFICACIÓN —constitución de una clase dominante
“nacional”. Es decir que en ese tipo de Estado, el sistema de representación política está
imposibilitado de “abrirse” a la manifestación de una tendencia a crear un Estado
Nacional en la medida en que las tendencias centralizadoras del poder —casos habidos
desde 1860 con las dictaduras de García Moreno y las formas republicanas que adopta el
Estado con los gobiernos autodenominados “Progresistas” (1884-1894)— no son a su vez
concentradoras de las tendencias y movimientos nacionales y en los cuales pueda
incluso expresarse la burguesía12. En verdad, toda la evidencia recogida revela que
hasta 1894-95 la burguesía ecuatoriana en constitución fue UNA CLASE SUBALTERNA,
aun cuando los elementos absolutistas que acoge el Estado en el último tercio del siglo
XIX le hayan beneficiado económicamente. Hasta 1895 el aparato de representación
siguió en manos de los terratenientes regionales y aunque la sociedad transitaba cada
vez más hacia el capitalismo, la supremacía social de los terratenientes no fue
desplazada.
39 En el Estado que se erige en el Ecuador del siglo XIX, el latifundio —como forma de
producción y eje de poder regional— al constituirse en la base material de la
representación viable, impedía toda expresión pública institucionalizada de la voluntad
de sectores subalternos (incluida la burguesía en ascenso) que eran los únicos
portadores de tendencias nacionales.
260

b. El aparato jurídico del Estado Terrateniente.

40 El aparato jurídico fue el que articuló de forma decisiva los intereses de las clases
terratenientes regionales, emitiendo leyes que favorecían el crecimiento-consolidación
de la hacienda, garantizaban la dominación directa sobre las masas explotadas, y
afianzaban la diseminación política inspirándose en la ideología racista y elitista 13. En
ese contexto, el ámbito de funcionamiento del aparato jurídico del Estado abarcaba
algunas funciones y áreas: a) leyes tendientes a asegurar la sujeción extraeconómica del
campesinado (leyes y decretos que “regulaban” el concertaje, leyes contra “la
vagancia”, leyes contra el libre tránsito); b) decretos dirigidos a empobrecer la pequeña
propiedad campesina e indígena para someterla al latifundio; y c) leyes encaminadas a
favorecer la monopolización de la tierra14.
41 El Estado se erigía como sancionador legal de los poderes terratenientes regionales. En
este sentido hay que entender que un conjunto de medidas legales adoptadas en el siglo
XIX, aunque progresivas desde un punto de vista histórico, desde la lógica terrateniente
significaron la ampliación y consolidación del latifundio antes que la destrucción del
orden terrateniente en aras del desarrollo capitalista, como algunos autores lo han
interpretado erróneamente. También fue este el caso de las leyes y decretos tendientes
a reformar el sistema de las protecturías, que en lugar de privar a los terratenientes de
varios mecanismos de explotación heredados de la Colonia, lo que hizo fue fortalecer su
poder de explotación del sobretrabajo indígena y campesino pues obliga a esa masa de
campesinos indios a concertarse, es decir, a insertarse en superestructuras políticas
bajo su control. Dentro del mismo marco deben entenderse las medidas tomadas sobre
la abolición de la esclavitud (1851), la abolición del tributo indígena (1857),
reemplazado por la llamada Contribución General que agravaba la situación de las
masas indígenas y de los pequeños propietarios15.
42 Lo particular en ese marco jurídico es que son los mismos órganos legislativos centrales
—Congresos, Asambleas Constituyentes, Consejos de Estado, etc.— los que sancionan
esta consolidación de los poderes regionales, cuyo eje es el latifundio. El aparato
jurídico actúa así como legitimador del dominio de las clases terratenientes
latifundistas que tenían el monopolio de los instrumentos de represión hasta 1895
sobre bases locales y poseían en los órganos centrales del Estado, las instituciones de
solidaridad de clase. El aparato jurídico actuaba así para frenar también todo ímpetu
renovador y desde un inicio fue instaurador de un orden político pre-capitalista 16.

c. Formas de dominación política

43 Cabe preguntarse ahora, cómo operaba la relación dominante-dominado en el contexto


de un Estado atravesado por ese hondo corte étnico cultural. Dichas relaciones se
caracterizaban por ser relaciones de poder con subordinación económica y social de los
productores directos y no relaciones sociales de individuos libres iguales ante la ley
pues la pertenencia del campesino indígena a la hacienda, obraje, comunidad indígena,
ingenio, plantación cacaotera hacía que las masas de trabajadores estuvieran
identificadas con su función económico-social en el contexto de un conjunto
corporativo regionalizado, y no estuvieron insertas en ninguna superestructura política
“nacional”. Esto supone también una limitación que esta forma de dominación directa
261

—llamada por nosotros caporalización— impone al desarrollo de los aparatos estatales


centrales ya que estos se encontraban limitados no sólo por una ideología tradicional
sino por los privilegios que suponía ese poder regional de la clase terrateniente.
44 Sobre estas relaciones de poder surgen formas de expresión políticas no democráticas
tales como el caciquismo, el gamonalismo y el caudillismo que se asientan en
desigualdades interétnicas y actúan para estorbar las tendencias de unificación
nacional de la misma burguesía en ascenso. Estas relaciones de poder se basan en una
configuración peculiar de la base económica con la superestructura. Configuración
peculiar de la base porque el caudillismo y el caciquismo son formas de poder político
que se asientan en determinadas relaciones de producción precapitalistas que aún no
están supeditadas al Modo de Producción Capitalista. Configuración peculiar de la
superestructura pues no son formas de expresión políticas regionales originadas por la
ausencia de unificación del Estado. Por consiguiente, se asientan en un conjunto de
órganos y centros de poder que, si bien ejercen una influencia en el territorio, no
poseen un carácter nacional, rasgo distintivo e inherente al Estado Terrateniente 17.
45 En síntesis, la esencia de este tipo de Estado, que no lo pensaríamos exclusivo del
Ecuador del siglo pasado, radica en dos elementos: 1) La instancia decisiva de ese Estado
es el aparato represivo de carácter disperso, sancionado legalmente por el aparato
jurídico y acorazado por la represión ideológica y cultural. 2) En el Estado
Terrateniente no se da una jerarquización del poder territorial desde el centro político
(sede institucional del dominio político) a la periferia, sino una fragmentación regional
del poder en base a la diseminación del poder territorial en el Latifundio. Este Estado se
da en un período de tránsito en el cual hay un no predominio del MPC: en él la
contradicción principal (que por ello modela la escena política) se sitúa entre las
diversas clases dominantes regionales entre sí, por lo cual el desarrollo de relaciones
capitalistas en una región (como en el caso de Guayaquil, particularmente desde 1860)
tiende a intensificar más los conflictos interregionales y a bloquear los intentos de
unificación nacional ya que dada la estructura del Estado, dicha tendencia no puede
tener expresión institucionalizada. Esto significa que tampoco se dan alianzas entre
terratenientes y burguesías de carácter estables, aunque este Estado haya surgido de la
necesidad de disponer de un instrumento político para disolver las relaciones de
producción comunales y de la pequeña producción campesina, y como tal creaba
también las condiciones de inserción de la economía dependiente al mercado mundial
capitalista. A este respecto sirvieron bien los elementos absolutistas que adoptó el
Estado Terrateniente en el último tercio del siglo XIX.

IV Elementos Absolutistas del Estado Terraniente


46 Perry Anderson, al definir al Estado Absolutista señala que este nunca fue “un árbitro
entre la aristocracia y la burguesía ni, mucho menos, un instrumento de la naciente
burguesía contra la aristocracia: fue —añade— el nuevo caparazón político de una
nobleza amenazada”18. Y más adelante dice que su estructura “estaba determinada
fundamentalmente por el reagrupamiento feudal contra el campesinado, tras la
disolución de la servidumbre; pero estaba sobredeterminada secundariamente por el
auge de una burguesía urbana que, tras una serie de avances técnicos y comerciales,
estaba desarrollando ya las manufacturas preindustriales en un volumen considerable.”
19
262

47 El Estado Terrateniente del siglo pasado tuvo elementos absolutistas y como tal jugó un
papel en la creación de los prerrequisitos para el ascenso de la burguesía y la expansión
del capitalismo en el país. Es así como se pasa de ese Estado fiscalmente atrasado de la
época del General José Flores en que se “cobraban impuestos fijados por los Congresos,
y se invertían impuestos mediante órdenes verbales del presidente” 20 a un régimen
fiscal que fue aceptando el procedimiento de ceder el cobro de impuestos a
instituciones bancarias, SUPEDITANDOSE ASI PROGRESIVAMENTE EL SISTEMA FISCAL
DEL ESTADO AL CAPITAL COMERCIAL-BANCARIO. Ya en 1890 hubo incluso el intento de
crear un Banco Nacional del Ecuador, proyecto de banco estatal en el cual se verifica ya
la concepción de “interés público” como una pauta que tienda a normar el papel del
Estado21.
48 La recaudación de impuestos mediante contratos con compañías de financistas y
banqueros privados que retenían parte de la recaudación como “ganancias” favoreció
indudablemente al proceso de constitución de la burguesía comercial-bancaria
ecuatoriana, siendo el mismo Estado pre-capitalista quien jugó un papel importante en
dicho proceso.
49 La absolución de la esclavitud, el tributo indígena y los diezmos fueron conducentes a la
disolución de relaciones precapitalistas de tipo colonial y arcaico, y se dieron apelando
al concepto de “interés público” y beneficiaron el avance del proceso de acumulación
originaria en el país, aun cuando no significaron el triunfo de las relaciones capitalistas.
50 La modernización de la infraestructura de comunicaciones que facilita la circulación de
mercancías22, el desarrollo de una política de apoyo, aunque conflictiva, a la naciente
banca, la entrega de terrenos baldíos, y las medidas modernizantes en la
administración pública y en la legislación, la ley de bancos y la creación de una Cámara
de Comercio23 y el establecimiento de la moneda nacional 24 son todas medidas que
revelan un adelanto cronológico en la política estatal al ser expresiones
institucionalizadas del “dominio público”. Este adelanto del Estado incidió en la
acumulación originaria del capital, y denota la existencia de RASGOS ABSOLUTISTAS.
51 Los procesos electorales por su parte, llegaron también a ser fenómenos en los cuales ya
se vislumbraba, para la época del progresismo, concepciones liberales sobre el
“dominio público” y la representación de los “intereses generales” 25. Todo esto revela
por cierto, la existencia de RASGOS ABSOLUTISTAS DEL ESTADO EN EL ULTIMO TERCIO
DEL SIGLO XIX, Y NO EL DOMINIO DE LA BURGUESIA COMO TANTAS VECES SE HA
SUPUESTO, ERRONEAMENTE.
52 En efecto, la burguesía era aún una clase subalterna en la sociedad (a pesar de que tenía
cierta influencia en algunos centros de poder regionales y podía presionar en otros) en
cuanto se veía obligada a hacerse representar en el poder por otra clase, los
terratenientes. No era todavía, para emplear un término usado por R. Zavaleta, una
“clase estatal”, es decir, que deje de “sentirse en la necesidad de entregar sus
direcciones a los delegados indirectos de la clase dominante (...) demostrando que no ha
llegado aún la hora de su liberación.”26
53 Esto sólo dejó de ser así cuando en 1895 la burguesía comenzó directamente a implantar
los órganos político-jurídicos e ideológicos de su propio poder. Es decir que para
nosotros el CORTE entre el Estado Terrateniente que adoptó formas aristocrático-
oligárquicas y el Estado de tipo capitalista, tuvo lugar con la guerra civil de 1895 que
selló el comienzo del dominio político de la burguesía. Descartamos así toda
263

interpretación que confunda la existencia de elementos absolutistas de un Estado con el


carácter esencial de dicho Estado. Es indudable que en el Ecuador, el Estado adoptó
crecientemente ciertos rasgos absolutistas desde mediados del siglo XIX que se
acentuaron en el “progresismo”, pero el contenido de la dominación política era
precapitalista en cuanto las clases terratenientes regionales ejercían el control sobre
los órganos y aparatos estatales neurálgicos27.

Debate sobre las ponencias de:

Hermes TOVAR
Problemas de la transición del Estado colonial al Estado nacional (1810-1850)
Rafael QUINTERO
El Estado terrateniente del Ecuador (1809-1895)

54 Thierry Saignes
55 Me parece que la ponencia asigna a las tareas de lo que debería ser un Estado Nacional
una serie de metas que me parecen muy idealizadoras, que en pocos Estados nacionales
las hemos visto cumplidas; aun en los Estados nacionales europeos que tienen varios
siglos de pasado se necesitaron dos guerras mundiales para acabar con estas metas. No
conozco la historia interna de Ecuador, pero a pesar de tantas presiones en contra
durante 170 años de independencia, a pesar de las condiciones de sus vecinos Lima,
Bogotá y Brasil, Ecuador se mantuvo al fin y al cabo, cualquiera sea la etiqueta que le
demos: Estado patrimonial, feudal, latifundista, etc. Lo mismo sería para Bolivia con sus
80 años de historia de guerras civiles; sin conocer el caso, el hecho de que el Ecuador se
haya mantenido implica que hay algo más por debajo que hace que la población
ecuatoriana aceptase vivir junta bajo el mismo territorio. Una pregunta: ¿cómo los
comunarios campesinos participaron en las guerras de la Independencia?
56 Rafael Quintero
57 Yo quisiera decir tres cosas sobre la inquietud del compañero; en primer lugar, los
Estados nacionales que se constituyen en Europa se van formando practicando una
cierta comunión cultural aunque sea limitada entre las clases dominantes y las clases
subalternas, como en Irlanda y el caso francés...
58 Thierry Saignes
59 La última guerra civil en Francia con el fin del gobierno de Vichy fue en 1945, es decir
hace cuarenta años apenas. ..
60 Rafael Quintero
61 Estamos hablando de la transición del Estado feudal al Estado capitalista. Lo que
planteo es que en el mundo andino no existe la posibilidad de tender un puente entre
estos grupos dominantes y regionales y las masas indígenas.
62 Los terratenientes irlandeses tenían la comunidad cultural con los campesinos
irlandeses y además había intereses de defensa de esas comunidades frente a otras
comunidades ideológica o políticamente diferentes, pero en el caso de nuestros países
andinos la comunidad cultural es absolutamente negada; en ese sentido nos
encontramos como en una especie de continuidad con la colonia y hay una
imposibilidad histórica de dirección cultural por parte de la clase terrateniente que
264

veía exclusivamente al castellano como su lengua, seguían viendo a España como la


“Madre Patria” y a la religión católica como la exclusiva en el Estado. Por eso es posible
hablar de un divorcio entre ese poder institucionalizado en el Estado y la mayoría de la
población . Ahí está la diferencia con Francia. Por otro lado, existe el problema del
concomitante desarrollo nacional y el desarrollo capitalista: es decir las
transformaciones burguesas, que en Europa plantearon la unificación de los espacios
nacionales, realizan tareas que se resuelven simultáneamente, indudablemente con
problemas y límites. Pero las burguesías europeas son portadoras de proyectos de
unificación nacional y de comunicación nacional. En el caso de los países andinos las
transformaciones que abren los procesos de consolidación del capitalismo no se
plantean esta tarea y esto es una gran diferencia con el caso europeo y las posibilidades
de la realización de esta naturaleza de proyectos en nuestros países.
63 Hermes Tovar
64 Yo quisiera hacer una observación a Rafael. A mí me parece que uno no puede partir de
patrones ideales a los cuales debe llegar; uno debe despojarse de ciertas categorías
prefabricadas y buscar más bien si lo que uno investiga se acomoda a tales categorías.
No podemos llegar a entender lo que es el Estado nacional en los siglos XIX y XX, ni el
colonial, si estamos tentados en encontrar una forma de Estado pre-fabricado, pero si
tratamos de buscar a través de la información concreta cómo se manifiesta el poder de
las clases, cómo se organiza económica y políticamente, nosotros podremos llegar a
caracterizar nuestro Estado. Pienso que lo otro, como decía Heraclio Bonilla, es un poco
de poesía. Bueno, sobre el sistema de participación indígena y de resguardo en el siglo
XVIII: el resguardo había sido disuelto en su gran mayoría, hay una zona de resguardo
muy pequeña en el sur y en la costa y la participación se daba a través de los procesos
de reclutamiento. No existe una investigación seria sobre la participación de estos
grupos que sobrevivieron en Colombia. Como somos un país muy mestizo, su
importancia es totalmente diferente a los países andinos como Perú, Ecuador y Bolivia.
Es útil saber sin embargo que hubo movilización de los grupos indígenas durante las
campañas libertadoras, y durante las guerras civiles de la independencia y, después de
1819, sobre todo en la costa, donde los indígenas fueron movilizados por diversos
grupos locales.
65 Germán Colmenares
66 Bueno, para sintetizar la observación de Hermes Tovar: Europa siempre nos confunde,
Europa siempre nos ha confundido...
67 Jean-Paul Deler
68 Quiero intervenir sobre la exposición de Rafael Quintero. Bueno, como hiciste
referencia a Europa, vale subrayar que cuando se están formando los Estados
nacionales a principios del siglo XIX, son pocos en el mundo, inclusive en Europa, estos
estados nacionales y todavía más para las repúblicas con base ideológica católica. Pero
quisiera discrepar contigo sobre la temática territorial que abordaste en dos formas, en
términos de regionalización y de reproducción del territorio. Hiciste referencia a la
ponencia de Nelson Manrique y hablaste de regionalización del Estado nacional, pero
cuando éste se conforma, a principios del siglo XIX, dijiste que existían tres regiones,
tres esferas económicas: la del norte, asociada al sur de Colombia, la del sur con Cuenca
y Loja asociada al norte del Perú, e inclusive a Lima y, la última con Guayaquil asociada
con Lima y el resto del mundo. Eran espacios económicos de tamaño regional bastante
265

amplio. La conformación del Estado ecuatoriano se hizo cortando estos espacios


económicos de tipo colonial; se rompen entonces unidades económicas para hacer un
conjunto que corresponde al Estado nacional ecuatoriano. A partir del siglo XIX, e
inclusive desde ya finales del XVIII, lo importante se está jugando en el eje central Quito-
Guayaquil, con el desplazamiento de la mano de obra, el despegue y el surgimiento
económico de la costa dentro del mercado internacional. Entonces cuando hablas de no
reproducción del Estado nacional en términos de territorio, supongo que te refieres a
las amputaciones sucesivas del Ecuador pero he tratado de demostrar que tales
amputaciones se hicieron en zonas periféricas donde la competencia entre fuerzas
desiguales estaba muy marcada.
69 Marie Danielle Démelas
70 Quiero completar un poco lo que decía Jean Paul. Rafael Quintero habla de asociación
de tres departamentos que forman el Estado ecuatoriano. Teóricamente es cierto, pero
en realidad lo que funciona es una dualidad Quito-Guayaquil; Cuenca es importante,
pero juega más el papel de arbitro, no es igual a los otros dos departamentos.
71 Jean Piel
72 Entiendo bien la intervención de Rafael Quintero, el esfuerzo por intentar la teorización
del Estado en los Andes. Inclusive para países como Estados Unidos y Europa, la teoría
del Estado tiene mucho que desear. Ahora bien, para mí hay un problema de
construcción y en eso todos los Estados Naciones en términos tradicionales tuvieron
también en otras épocas problemas similares. Creo que tú tienes una idea inexacta de la
formación del Estado Nación francés. Fue todo un conflicto con los pueblos
minoritarios, por ejemplo la extensión del idioma francés no fue evidente. Hubo en eso
un elemento de voluntarismo desde arriba. Y si hablamos de las recientes experiencias
en el Africa, donde la construcción nacional no es nada una evidencia, donde se
cortaron grupos étnicos con fronteras artificiales de origen colonial y donde se intenta
crear relaciones internacionales entre grupos muy diferentes con el problema del
idioma, francofonía, anglofonía, etc., etc. Por eso nuestro seminario va más allá de lo
andino, planteándonos por qué estos países experimentaron con 150 años de adelanto
lo que unos están intentando y experimentando hoy. ¿Entonces, cómo se construye un
espacio nacional? ¿Cómo las formas de organización institucionales consuetudinarias se
polarizan con la aparición del fenómeno del Estado Nación? Claro que sobreviven las
parentelas, las clientelas. ¿Pero sobreviven iguales, o transformadas, polarizadas en
función de la relación con el Estado?
73 Cuando Rafael insiste en lo regional, tiene toda la razón, pero hasta la región: ¿por qué
se integra dentro de un Estado nacional y no dentro de un Estado neo-colonialista y/o
imperial? También queda por hacer una historia de las parentelas. ¿Quién tiene el
poder dentro de una parentela en 1825, en 1925? ¿Por debajo de una apariencia intacta,
se ha transformado la parentela?. Aquí el capitalismo por una parte, la relación con el
Estado por otra, a nivel de las clases dirigentes, probablemente operan una nueva
repartición, nuevas reglas del juego dentro de la apariencia del estatuquo parentelista.
74 Para terminar me parece que el problema planteado por Hermes Tovar sobre las
movilizaciones es muy importante, movilización de segmentos de la población sobre el
ideal nacional, y esto nos lleva a una pregunta que sería ¿cuáles podrían ser los
indicadores?, ¿las elecciones, las sociedades democráticas? etc.; ¿cómo funcionan esos
procesos de movilización que nacionalizan las relaciones sociales? ¿Hasta qué punto
266

nacionalizan? ¿Qué parte de la población? ¿Dentro de un gremio, qué parte de los


artesanos se encuentran asociados? etc., etc.
75 Hasta dentro del propio indigenato es evidente que en ciertos lugares hay indígenas
que fueron más asociados al mercado o a la vida política que en otros. ¿Por qué? Otra
observación general para terminar: esos problemas no son solamente para países o
épocas precapitalistas. Se sabe bien que la movilización de la clase obrera durante el
siglo XIX en los países desarrollados no era nada evidente. Hasta excluirla del voto por
sistemas censitarios. Como indígenas andinos, los obreros tampoco tenían patria en la
primera mitad del siglo XIX.
76 Manuel Ghiriboga
77 Las dos ponencias buscan contribuir a una perspectiva de la historia política en los años
iniciales de las repúblicas; sin embargo, me da la impresión que a pesar de las
características del Estado republicano inicial en lo que se refiere a su fragmentación,
cortes étnicos y regionales, existieron ciertas modalidades de consenso, ciertos canales,
contratos implícitos entre las comunidades indígenas y el Estado central que permiten
de una u otra manera funcionar a este Estado.
78 Si comprendemos cómo funcionan estas esferas casi locales del sistema institucional,
nos ayudaría a comprender el funcionamiento de estos Estados. En el caso de Colombia,
la pregunta me parece evidente en la medida que da la sensación de que estas formas de
movilización inicial republicana convocan a ciertos estratos de la sociedad colombiana,
a los padres de familias de los pueblos pero no queda evidente si estas formas de
movilización incorporan a los trabajadores, a los asalariados y a los campesinos. Parece
ser más un movimiento de pequeños pueblos; en este caso es importante ver qué forma
de relación de clientelaje se daba en esta periferia no integrada a formas de
movilización política.
79 Rafael Quintero
80 Bueno, mi intención era hacer un mapeo de algunos problemas de los cuales había que
pensar cuando se trata justamente del siglo XIX desde el punto de vista de las categorías
políticas. Cuando hablemos del “Estado” entendamos la misma cosa y no estemos
hablando “del Estado” y en realidad pensando en un pedazo de este Estado. Una teoría
del Estado surge de la confrontación de los avances y de las ideas iniciales que se tengan
acerca de una realidad por investigar. Por esto yo le preguntaría a J.P. Deler, qué es lo
que él entiende por Estado Nacional, porque aquí no estamos entendiendo él y yo la
misma cosa; yo he dicho que un Estado nacional es aquél en el cual existe una clase
nacional entendida como hegemónica, cuando yo me refiero a la no soberanía de este
Estado, me refiero a que esta clase dominante regionalizada, fragmentada, que algunos
en el Ecuador la denominan fracción terrateniente o fracción burguesa, liberal o
conservadora, no es una clase dominante unificada, sino grupos terratenientes
regionales que son incapaces de defender lo que se definiría como un espacio y un
territorio nacional. Frente al problema fronterizo, existieron a lo largo del siglo XIX una
serie de incapacidades de los poderes públicos para dar cuenta de la defensa del
territorio. No existió una política de poblamiento de defensa efectiva, de ocupación
territorial por parte de estos grupos terratenientes; me refiero entonces a ese
problema, al problema de las fronteras, estaba pensando en la crisis nacional de 1859,
de la guerra con Colombia en el 60, 61, 63...
81 Germán Colmenares
267

82 Perdona, quiero aclarar, nunca hubo guerras con Colombia, había guerras civiles en
Ecuador, guerras civiles en Colombia y todo el mundo pasaba de un lado a otro de la
frontera como Pedro por su casa...
83 Rafael Quintero
84 Me estoy refiriendo al problema de la conservación del territorio; lo que me importa es
qué tipo de soberanía se ejercía sobre ese territorio; vemos pues una debilidad de la
precautelación de una condición tan fundamental como es el territorio por parte de
este Estado ecuatoriano del siglo XIX, un Estado regionalizado de los grupos
terratenientes que se unen, eso sí, bajo la condición de amenaza por parte de la
población indígena, pero que el resto del tiempo se la pasan en un juego de fuerzas
interregionales: por otra parte estoy de acuerdo con J.P. Deler, y esto no hay que
extremarlo, en el sentido de que este Estado no cumplió ninguna tarea frente al
problema del territorio. No tengo las evidencias que has recogido en tu libro sobre este
tipo de funciones que evidentemente se cumplen, pero yo me estaba refiriendo al
problema muy específico de las fronteras. Sobre la función de Cuenca hay toda una
discusión. Cuenca cumple como región efectivamente un papel de arbitro en el siglo
XIX, el caso Borrero lo evidencia claramente; se escoge a un candidato de esa región en
un compromiso entre Quito y Guayaquil; entonces es interesante ver que el poder de
cada una de estas regiones tiene que ser considerado, cada una de las regiones tiene, a
su vez, un papel de arbitro. Sin embargo esta realidad de tres regiones se va a perder a
finales del siglo XIX, y se da una alianza de dos regiones serranas en contra de una
región ampliada que es la costa; entonces se da un juego político nuevo de unidad
política entre los grupos terratenientes del sur de la sierra y los del centro y norte
también de la sierra y es la revolución liberal la que marca esa nueva dicotomía
regional que hace que efectivamente haya una identidad de lo regional diferente a lo
que había sido en el siglo XIX; entonces, el “papel arbitral” de Cuenca se va a modificar
sustancialmente; Cuenca quiere salir y se declara la “República del Pacífico” de 1895,
frente al empuje liberal y se une después con Quito. Hay otro punto que me interesa
discutir.
85 Es la cuestión nacional europea: no podemos plantearnos que lo andino tiene que ser un
empuje hacia una evolución concomitante que se puede comparar con lo europeo;
indudablemente no es el pensamiento que nosotros podríamos reproducir ni estoy
pensando que ustedes proponen eso. Pero hay tareas que en Europa sí se cumplieron
con una comunicación entre clases dominantes y dominadas, que en el caso del Ecuador
las veo efectivamente bloqueadas. Se puede decir que en Francia a fines del siglo XIX
sólo un 30 % de la población hablaba tal idioma, o pueden exhibir muchas otras
evidencias, pero indudablemente existieron muchos vasos comunicantes entre esa
burguesía francesa, entre ese sistema escolar difundido por la revolución, entre la
centralización que se efectivizó en Francia y el resto del pueblo que apoya la Revolución
francesa. Había una hegemonía en constitución como proyecto: lo que pasa es que las
clases no se constituyen como tales en un momento: lo que ocurre es que hay una lucha
prolongada por parte de esas clases dominantes en que hay una participación y
movilización bajo la dirección conjunta de esas clases dominantes que a su vez son
hegemónicas y esto no se da en nuestros países; hay un divorcio; no hay ni posibilidad
de un proyecto en el siglo XIX de que estas clases terratenientes regionales dirigieran,
cultural, ética o moralmente a las masas indígenas en un proyecto en el cual las
conviertan a ellas en participatorias y en franjas que decidan de igual a igual. La
268

capacidad asociativa entre las clases en Europa era inmensamente mayor que lo que se
podía dar aquí. Estoy en mi ponencia abriendo una discusión sobre este aspecto.
86 Hermes Tovar
87 Lo que he querido hacer es responder un poco a una de las falacias de la historiografía
tradicional cual es la de que los partidos han movilizado a los campesinos y a los
sectores rurales y artesanos bajo banderas de un clientelismo nunca definido; entonces
se afirma que las masas han sido arrastradas en los procesos políticos de las guerras
civiles y llevadas de las narices por los jefes de las haciendas; lo que a mí me interesa es
no tanto reconocer qué es la nación, sino cómo se define la nación, digamos, eso que los
liberales del siglo pasado llamaron la nación, eso que los artesanos llamaron nación, eso
que los campesinos llamaban la nación. Yo quiero ver el rostro de esos nacionales y
tratar de comprender qué era su nación. Por otra parte, existe un proceso de
movilización no solamente de parte de los sectores altos rurales y urbanos, sino que
hay todo un proceso extensivo de participación popular en las decisiones de los grupos
que acceden al poder. Yo parto del acceso del partido liberal al poder y luego de los
procesos de decisión y legitimación de sus decisiones. Tomando dos textos podemos ver
el modo como en las aldeas, en las comunidades se difundían ideas que nos dan una
visión de cómo lo nacional, tal como era concebido por estos grupos hegemónicos, tenía
una repercusión provincial.
88 Se buscaba legitimarlo. Porque si no lo hacían habían otros caudillos que movilizaban
esos grupos para insurreccionarlos. Me parece que el nivel de participación popular, o
por lo menos de información a las masas, era bastante importante. Hubo ideologización
de los sectores populares. Por ejemplo, los vecinos de Almaguer se reunieron para: “1)
sostener y defender la religión del crucificado; 2) sostener y defender la constitución y
leyes de la república, del gobierno democrático del 7 de Marzo de 1849 que proclamó la
libertad, la igualdad y la fraternidad; 3) proponer la emancipación de las masas
populares reducidas a nulidad por las preocupaciones del ridículo y miserable círculo
oligárquico; 4) difundir en todos los habitantes de esta parroquia todos los
conocimientos útiles y necesarios para vivir en sociedad, proporcionar los medios para
la industria agrícola y demás objetos industriales y vigilar por la educación primaria de
ambos sexos; 5) proteger la seguridad individual y la propiedad de cada uno de sus
miembros en particular. 6) Prestar mano fuerte a las autoridades constitucionales para
sostener el orden público, vigilar sobre la conducta de los que intentan pertubar,
denunciar ante las respectivas autoridades los delitos que se cometen o intentan
cometerse por los enemigos de la libertad. 7) Adoptar y hacer triunfar por los medios
legales la candidatura para presidente de la República en favor del defensor de la
democracia, ciudadano Gnral. José María Obando lo mismo que por los candidatos que
proponga la mayoría liberal para senado, representantes y diputados a la cámara
provincial, siempre que estos sean sin aspiraciones particulares. 8) No reconocer ni
sostener otra libertad que la que esté autorizada por la moral y por las leyes porque
todo lo que excede y traspase estos límites es libertinaje y atentatorio contra las
disposiciones legales y por consiguiente jamás tendrá acogida ni eco en esta sociedad.
9) El objeto de esta sociedad es el progreso moral, industrial, civil, político y militar de
sus miembros previa la aplicación práctica de los principios de ’libertad, igualdad,
fraternidad con todos sus pormenores y circunstancias”. Se reunían para discutir ésto y
se comprometían a ir a la guerra.
269

89 El hecho es que ésto no se daba en las grandes ciudades sino en los villorrios y aldeas.
Se comprometen con las guerras civiles. Se reunían todos los miembros de estas
sociedades y discutían hasta políticas económicas, por ejemplo, las proteccionistas;
estas reuniones eran actos públicos e incluían discursos, procesiones y diversas
festividades. Por ejemplo, la sociedad de Amaga se reunió el 7 de marzo de 1852 para
celebrar el aniversario de lo que llamaron “nuestra redención política”.
90 “Salieron a la plaza y formados a dos de fondo pasaron las calles a son de cajas; varias
descargas de fusil, cohetes, anunciaban el placer que el pueblo experimentaba; los
repetidos vivas a la libertad, al benemérito Gnral. López y al mártir de la libertad, el
Gnral. José María Obando eran interrumpidos sólo por uno que otro brindis a las
sombras de Santander, Córdoba... No queda ya esperanza a los esclavos de la oligarquía.
El 7 de marzo quedaron reducidos a escombros, sepultando en sus ruinas a los verdugos
que ostentaron su dominación desde 1840.”
91 Vemos pues que hay muchos pueblos que a través de estas sociedades estaban siendo
objeto de politización y sobre todo las llamadas políticas nacionales.
92 Henri Favre
93 Para Rafael Quintero, la presencia de la cultura andina, cuya reproducción no puede ser
impedida por los grupos dominantes, explica la imposibilidad de un proyecto cultural
nacional viable. Pienso que el problema se plantea, quizá, de una manera un poco
diferente. La cultura andina no se reproduce sólo en virtud de su propio dinamismo
interno. Es reproducida por factores externos que la condicionan. Los hacendados
tradicionales de la Sierra necesitan mantener a los indios en su indianidad para
mantenerse a sí mismos como grupo dominante. La estrategia de los hacendados
siempre ha consistido en monopolizar la cultura occidental y prohibir a las masas
indígenas el acceso a los elementos culturales estratégicos, es decir, los elementos
altamente cargados de poder tales como el alfabeto, la lengua española, la tecnología
moderna, etc. Esta política de exclusión cultural seguirá vigente hasta que los
capitalistas costeños desplacen a los hacendados y promuevan una política
integracionista y asimilacionista con miras a ampliar y homogeneizar el mercado de
trabajo, bienes y servicios. En el siglo XIX no hay ni puede haber un proyecto de cultura
nacional puesto que la reproducción del grupo dominante implica la división cultural
de la sociedad en indios y no indios. La supuesta “resistencia” que se atribuye a la
llamada cultura andina no explica nada.
94 Aprovecho la oportunidad para hacer un breve comentario acerca del Estado y la
nación. Jean Piel lamenta que no tengamos todavía una teoría del Estado para guiarnos
en nuestros estudios. Yo agregaría que tampoco tenemos una idea clara de lo que es la
nación, a pesar de los trabajos teóricos no despreciables del mariscal José Visarionovich
Djuglashvili. Podemos prescindir de una teoría del Estado y analizar el desarrollo del
aparato estatal con la ayuda de un conjunto de parámetros tales como el volumen del
presupuesto, el número de empleados públicos, de ministerios y agencias
gubernamentales, etc. Pero es mucho más difícil definir parámetros para estudiar la
nacionalización del cuerpo social. Desarrollo estatal y nacionalización del cuerpo social
no son procesos paralelos ni interdependientes. Lo han sido, pero parece que no lo son
más. Si consideramos lo que pasa en estas últimas décadas, vemos que el aparato estatal
sigue creciendo mientras que el proceso de nacionalización del cuerpo social se detiene
y tiende aun a retroceder. Después de todo, la nación es un tipo de formación social que
nace en la Europa decimonónica, en condiciones históricas bastante diferentes de las de
270

América Latina en la segunda mitad del siglo XX. De tal manera que se puede
legítimamente preguntar si las sociedades latinoamericanas lograrán un día
constituirse plenamente en Estados nacionales, y si es todavía atinado centrar
estrategias políticas sobre la nación —lo que hacen todas las izquierdas del
subcontinente— en un mundo más y más transnacionalizado.
95 Nelson Manrique
96 Bueno, quería plantear que de alguna manera la independencia podía permitirnos
tratar la cuestión considerando los países como regiones, dentro de lo que es el
proyecto original de Bolívar y, creo que un problema central, que ha sido tocado por
Hermes, tiene su antecedente en el Perú. La dictadura se instala primero en el Perú y
después en Colombia, pero entre estos dos países existe una diferencia significativa,
sintomática: por ejemplo, Bolívar, demócrata sincero que está contra el proyecto
monárquico de San Martín, termina aprobando en el Perú una constitución con un
gobierno de tipo vitalicio y hereditario. ¿Cómo entender esta contradicción? Yo creo
que hay un problema de fondo de toda revolución desde la Revolución Francesa; ésta
representa de alguna manera una anticipación histórica en término de plantear otro
tipo de organización social integral, y de alguna manera esto condiciona, bajo
determinadas circunstancias, un problema con relación a lo que es la dirigencia de esa
revolución y su base social: en el momento que la base social de la revolución resulta
insuficiente, la revolución tiene que recurrir a la violencia y no hay más. Bolívar con
todo el credo liberal y democrático con el que parte, si es que no recurre a la coacción,
fracasa sencillamente en su proyecto y creo que eso explica en buena medida el
carácter autoritario que asume su proyecto finalmente en el Perú, y en eso creo que hay
una diferencia en relación al proyecto dictatorial en
97 Colombia. Otra cuestión es que una diferencia central entre Ecuador y Perú estaría
planteada en términos en que las regiones en el caso ecuatoriano son regiones que las
veo mucho más consistentes precisamente por ser continuidad de las regiones
coloniales. En el caso peruano, incluso cuando podríamos decir que la región sur es
continuidad de la anterior, es evidente que la lógica es distinta, no es la lógica minera,
sino la lanera. Supone una ruptura. Por otro lado, comparando al Perú con el Ecuador,
me parece más consistente como posibilidad de nación a ese nivel el Ecuador
paradójicamente. El Perú en cambio tiene una serie de amenazas separatistas con el sur
andino a lo largo de las primeras décadas de vida independiente. No es accidental que
Jorge Basadre se pronuncie contra la confederación peruano-boliviana. El argumento
que da es la amenaza de la ruptura en tres estados; en esos términos no veo negativa la
existencia de la región para la existencia de la nación, en primer lugar por lo señalado
y, en segundo lugar, porque la experiencia histórica demuestra que las naciones están
constituidas de regiones. Otra cosa, por lo menos en el caso peruano, es que mucho más
decisivo que la guerra de la Independencia fue la guerra con Chile en términos de vivir
una conciencia nacional.
98 Germán Colmenares
99 Para Alemania también... hubo un fenómeno parecido.
100 Nelson Manrique
101 Y por último quiero hacer una pregunta de carácter metodológico a Hermes Tovar,
sobre el material que ha ido desarrollando; tengo la impresión de que las fuentes
fundamentales son pronunciamientos de cabildos; ahora mi experiencia con ese
271

material me demostró que hay momentos en que los cabildos se pronuncian


masivamente y el diario oficial publica listas y listas de firmantes de cabildos a favor de
caudillos y héroes de una serie del pueblo, y que al día siguiente estos están
combatiendo en contra; esto sería lógico en términos de si nos preguntamos si los
cabildos representan una voluntad unitaria o si presentan intereses de una sola clase o
hay intereses diferenciados al interior de estas manifestaciones.
102 Yves Saint-Geours
103 A mí me parece que nada se puede hacer con una comparación entre los países andinos
y los países europeos; con M.D. Démelas desarrollamos para el Ecuador una idea que es
la siguiente: con el modelo europeo se piensa que el Estado se funda en el consenso
pero para Ecuador y, en esto estoy de acuerdo con Rafael, sobre precisamente el disenso
y también el reconocimiento del conflicto entre las regiones; entonces es interesante
ver un Estado no sé si nacional, pero creándose sobre un conflicto que se reconoce
como tal en términos de conflicto entre las regiones. Por otro lado, durante el siglo XIX
hay tentativas de integrar al país antes de 1895 y del siglo XX; por ejemplo, que la
conciencia nacional conozca a Rocafuerte, García Moreno y Eloy Alfaro, significa que
estos tres personajes son fundadores de algo, y que durante su administración tuvieron
una visión integradora y trataron de crear no sé si una formación nacional, yo no diría
ésto, no me atrevería a decir ésto, pero una conciencia de algo que se debe organizar en
un espacio y en un conjunto de lo que unos dirán de clases y de fracciones de clase, de
parentelas, etc. Por fin me interesa el asunto de identificarse con un régimen. El
régimen republicano define la Nación. Inclusive la Iglesia, como dice muy bien Rafael,
acepta y trasmite esta visión, esto es algo importante para comprender el proceso;
parte del conjunto social se reconoce en algo (no sé si es la nación otra vez) pero se
reconoce, inclusive como los franceses lo hicieron en 1793-4, en un régimen político.
104 Hermes Tovar
105 Yo quiero responder solamente a la pregunta de Manrique sobre la depuración de las
fuentes. No he usado los testimonios de cabildos porque eso sería demasiado riesgoso;
lo que he usado como fuente para las sociedades democráticas han sido las mismas
actas de las mismas sociedades sobre sus actividades y me he centrado en las sociedades
provincianas, las que estaban lejos de las grandes ciudades, para ver si se discutía a lo
largo de todo el país, si había una generalización de los proyectos liberales; el peligro
que yo veo en el uso de tales fuentes es que parecen como si el lenguaje fuera muy
guiado, como si hubieran más bien leguleyos y tinterillos que estuvieran hablando para
los pueblos, reproduciendo los sentimientos del Estado; pero de ninguna manera
invalida a este tipo de información que muestra los intereses de quienes desean
prospectar sobre las provincias problemas nacionales. Se quiere nacionalizar problemas
que están en la cabeza de una clase dirigente. Además, en la proclamación de la llamada
“dictadura” bolivariana no se usaron los cabildos, aunque encontremos curas y
funcionarios locales; hay convocatorias, especie de cabildos abiertos con el ejército, con
indios, etc...
106 Thierry Saignes
107 Yo veo Rafael que tu conclusión es demasiado cultural sobre la formación del Estado
nacional y creo que nos olvidamos un poco de la dimensión económica: no hay que
olvidar que a fines de la Edad Media, las monarquías se restablecen sobre las ruinas de
la feudalidad, y es el momento también en que las formas de producción de las
272

manufacturas se vuelven formas de producción intensivas y necesitan de un espacio


económico integrado y en este momento lo mejor es el espacio nacional. No es por nada
que los tres espacios económicos donde se crea el Estado nacional son Inglaterra,
Francia y España a medias; son los que definen y profundizan estas formas de control
hacia adentro, con un aparato estatal centralizado que, de paso, aplastó las culturas
regionales. (Hubo un aplastamiento de las culturas regionales que duró siglos; a finales
del siglo XIX no había homogeneidad cultural en Francia como tú planteas; un
historiador norteamericano acaba de publicar su tesis sobre la campiña francesa del
siglo XIX y muestra, que el estado cultural era algo muy atrasado; que vivían en
condiciones sociales deplorables; que los campesinos hablaban sus dialectos; que el 5 %
de la población era la que manejaba el idioma del poder y los instrumentos de clases y,
el resto de la población no cabía en este esquema de homogeneidad cultural). Entonces,
la genealogía del Estado Nacional se debe conectar con un espacio económico
integrado. Sobre lo anterior, no me parece gratuito que justamente es cuando se está
armando esta forma de control social hacia adentro que Europa empieza la aventura
colonial, que viene justamente de España. Empieza la aventura colonial como una forma
de desahogo, principalmente para los marginales y los que rechazan esta fórmula de
control. Me parece ligada la apertura al pillaje de los otros continentes con el cierre de
los primeros Estados nacionales en Europa. Por fin, la fórmula nacional sigue teniendo
éxito en la actualidad, por ejemplo en los países socialistas donde espacio nacional y
nacionalismo tienen un éxito total; no hay países más nacionalistas que los del Este de
Europa.
108 Rafael Quintero
109 Yo creo efectivamente que algunos puntos de vista muestran la influencia con una
corriente “terrigenista” para definir esta problemática sobre el Estado y esto nos lleva a
plantear el problema del Estado en el siglo XIX en término de las imposibilidades, en
lugar de ver los proyectos; y por eso hay que diferenciar entre lo que sería un proyecto
nacional en desarrollo y lo que habría que reconocer como la realización de tareas
nacionales a lo largo del siglo XIX por parte de aquellas clases terratenientes; por
ejemplo, la independencia de España fue una tarea nacional realizada bajo la
conducción de esas clases terratenientes regionales y nosotros no podemos desconocer
eso; pero a lo que me refiero es al límite que hay que sobrepasar para hacer que un
proyecto nacional de unificación de una comunidad cultural (no para perder la
diversidad, sino justamente para conservar la riqueza de esa heterogeneidad) tenga
asidero en el siglo XIX. Los límites que hay que sobrepasar son definidos por la política
en la medida en que los campesinos indios puedan institucionalizar públicamente su
participación en las decisiones políticas. Eso es lo que veo, pues este tipo de Estado
bloquea de manera permanente esa participación. La participación política de las masas
montubias indígenas y negras, fue de dos tipos: o hay una insersión violenta en la
escena política con levantamientos, luchas, sublevaciones, etc. que quieren decir que
están desbordando al Estado porque se hace de manera violenta y no institucionalizada,
o es una participación bajo la tutela de los funcionarios del Estado: las procesiones de
los artesanos que se vinculan a la participación en las restringidas elecciones... Vemos
pues que no encontramos instituciones que unlversalicen las posibilidades de ejercer la
política como un derecho para todos, no hay instancias universales del poder público,
no hay partidos políticos donde las gentes se puedan ir a inscribir (los partidos políticos
no existen en Ecuador en el siglo XIX); pero esto no lleva a desconocer que
273

efectivamente hay tareas nacionales que se cumplen. Por eso a Alfaro lo llaman el
“indio Alfaro” porque quiso cumplir una tarea nacional importante que sería la de
consolidar una conciencia de carácter nacional.
110 Sobre la cuestión de Nelson yo estoy de acuerdo. Es más, yo pienso que la cuestión
regional es muy importante hoy para nuestros países, vinculada al problema de la
democracia; yo creo que la unificación nacional puede ser vista como únicamente
posible dentro de un proceso democrático, es decir, en la medida en que hay la
participación consensual de los de abajo para diferenciarla teóricamente de lo que en
ese caso llamaríamos simple y llanamente centralización estatal, frente a una verdadera
unificación nacional, que requiere de un proceso democrático; en ese sentido las
regiones pueden ser fortalezas democráticas muy importantes frente al avasallamiento
dictatorial y en la medida en que haya un manejo equilibrado de la región, como en el
caso ecuatoriano. La regionalización puede tener un ingrediente democrático muy
importante desde el cual se vaya definiendo tareas que todos deben acometer después
de haber sido discutidas. Eso ocurrió en el siglo XIX: la constitución de otra región bajo
condiciones democráticas, en lo que a democracia es posible hablar en el siglo XIX, es
decir el ingrediente importante de participación campesina que está presente en la
constitución de un proyecto liberal, en los ejércitos de Alfaro y de Víctor Emilio Estrada
y de otros terratenientes y burguesía comercial que abren un espacio de gran
participación política; entonces vemos que estos hechos siembran una conciencia
democrática como en el caso de Guayaquil, aunque después fue instrumentalizada por
la plutocracia.

NOTAS
2. Al decir de Iván Fernández, Patricio Moncayo y Lautaro Ojeda, “Grupos Sociales Hegemónicos y
Formas de dominación política en una zona de la Costa ecuatoriana, 1830-1972”. Ponencia
presentada al IX Congreso Latinoamericano de Sociología. S. José de Costa Rica, Julio 8-13, 1974
(mimeo).
3. Otto Bauer, La cuestión de ¡as nacionalidades y la Social-democracia (México: Siglo XXI, 1979).
4. Ver a este respecto el desarrollo que se hace de la problemática en Erika Silva, Nación, Clase y
Cultura: Un Debate Clásico (Quito: FLACSO, 1984).
5. Existe una creciente literatura sobre esta realidad. Véase Michael T. Hammerly, Historia Social y
Económica de la antigua Provincia de Guayaquil 1763-1842 (Guayaquil: Publicaciones del Archivo
Histórico del Guayas, 1973); Leonardo Espinosa, “Política fiscal de la provincia de Cuenca: Reseña
Histórica Presupuestaria 1779-1861” y Silvia Palomeque, “Historia Económica de Cuenca y sus
relaciones regionales” en Segundo Encuentro de Historia, Vol. 1, págs. 61-168, editado por el IDIS,
Cuenca, abril, 1978; y Nick D. Mills Jr. y Gonzalo Ortíz C., “Economía y sociedad en el Ecuador
post-colonial 1759-1859” en Cultura, Vol. II, número 6, enero-abril, 1980. Yo mismo lo he tratado
en “La Nación, las Regiones y el Estado en el Ecuador: la Crisis Nacional de 1895” en Marco
Palacios (Compilador), La Unidad Nacional en América Latina (México: Colegio de México, 1983)
págs. 99-129.
274

6. Hemos observado este fenómeno en algunos trabajos. Véase Rafael Quintero y Erika Silva,
capítulos I y II, libro inédito. Proyecto FLACSO-IEP, a publicarse a fines del presente año; y en
Rafael Quintero, El Mito del Populismo en el Ecuador (Quito: FLACSO, 1980), Capítulos II y IV.
7. Véase por ejemplo Juan León Mera, La Dictadura y la Restauración en la República del Ecuador
(Quito: C.E.N. 1982).
8. Ver Manuel Chiriboga “Las fuerzas del Poder en 1830” en Cultura, Vol. II, N° 6, enero-abril,
1980.
9. A este respecto vale citar lo que Perry Anderson ha planteado sobre la aristocracia feudal: “La
clase dominante feudal era, pues, esencialmente móvil en un sentido en que la clase dominante
capitalista nunca pudo serlo después, porque el mismo capital es par excellence
internacionalmente móvil y permite que sus propietarios estén fijos nacionalmente; pero la
tierra es nacionalmente inmóvil y los nobles tienen que viajar para tomar posesión de ella.
Cualquier baronía o dinastía podía, así, transferir su residencia de un confín a otro del continente
sin sufrir por ello ninguna dislocación. Los linajes angevinos podían gobernar indiferentemente
en Hungría, Inglaterra o Nápoles los normandos en Antioquía, Sicilia o Inglaterra; los borgoñeses
en Portugal o Zelanda; los luxemburgueses en las tierras del Rin o en Bohemia; los flamencos en
Artois o Bizancio; los Habsburgos en Austria, los Países Bajos o España.” El Estado Absolutista,
México, Siglo XXI, 1980, 2da. edición en español, págs. 26-27.
10. Tesis que hemos demostrado ampliamente en nuestro estudio sobre “El carácter de la
Estructura institucional de Representación Política en el Estado Ecuatoriano del Siglo XIX” en
revista Ciencias Sociales, Volumen II, N- 7-8, 1978, págs. 70-109.
11. Ver al respecto de la distribución de la representación parlamentaria regional, la discusión
que trae el artículo de Alberto Wray, “El derecho y la Fundación del Estado: Notas para una
interpretación histórica de la constitución de 1830”, en revista Cultura, N° 6, 1980, pág. 17.
12. Ver R. Quintero, “Eloy Alfaro y las Elecciones olvidadas de 1888 y 1892: para una
interpretación”, en Ruptura, PUCE A.E.D., N° 24, 1980, págs. 91-104.
13. Véase Rafael Quintero, “La Cultura Tradicional y la Iglesia en la Sociedad ecuatoriana del siglo
XIX”, en Cultura, Volumen II, N° 4, 1979, págs. 65-94.
14. Véase R. Quintero y Erika Silva, “El divorcio entre el Poder y la Nación”, Ponencia presentada
al Congreso Latinoamericano de Sociología, Puerto Rico, octubre 1981.
15. Ibid.
16. Alberto Wray, op. cit., pág. 46.
17. Ver Andrés Guerrero y Rafael Quintero, “La Formación y Rol del Estado Colonial en la Real
Audiencia de Quito: algunos elementos para su análisis en Revista Mexicana de Sociología, Año
XXXIX, Vol. XXXIX, N- 2 abril-junio de 1977, págs. 611-674.
18. Perry Anderson, op. cit., pág.12.
19. Ibid., pág. 17.
20. “La Reacción: cómo surgió el primer partido ecuatoriano”, “El Telégrafo,” 14 de agosto, 1930,
pág. 2.
21. Véase el “Proyecto de creación del Banco Nacional”, reproducido en Banco Central, Ponencia
presentada al II Encuentro de Historia y Realidad Económica y Social del Ecuador, Cuenca, 1977.
22. García Moreno comienza el ferrocarril del sur. En las administraciones “PROGRESISTAS”
avanza ya hasta la cordillera habiendo servido a los hacendados cacaoteros. Durante el gobierno
de Caamaño (1884-1888) se introdujo el telégrafo al Ecuador. En 1884 habían ya 270 millas de
líneas en operación. En 1889 se extendió la línea a la Costa conectando la región con Quito. En
1980 se añadieron 200 millas más conectando el país con Colombia.
23. Véase Banco del Ecuador, Historia de Medio Siglo, pág. 133.
24. En el siglo XIX se usaba la moneda de varios países, Colombia, Perú, Bolivia, Chile, etc. En 1885
se estableció el sucre como moneda nacional.
25. R. Quintero, 1978, op. cit.
275

26. René Zavaleta, ALAI, Boletín, N° 24, Canadá, pág. 121.


27. Esta interpretación se aleja de aquellas que se inspiran en Nicos Poulantzas. Según ese autor
el corte entre el Estado feudal y el Estado capitalista no tiene lugar en el Estado cuyo dominio lo
tenga la burguesía sino en el momento en que aparece el Estado absolutista. Véase su libro Poder
Político y Clases Sociales en el Estado Capitalista.

RESÚMENES
La ponencia plantea la necesidad de revalorizar las categorías políticas en el análisis histórico del
siglo XIX, al desarrollar la tesis de la existencia de un tipo específico de Estado surgido en el
contexto andino ecuatoriano del siglo XIX: El Estado terrateniente o latifundista.
La perspectiva de análisis de este Estado es la cuestión nacional, y las diversas “formas” que
adopta en el Ecuador. A saber: (1) la Regionalización, entendida como un proceso económico y
político de creación de espacios autónomos de expresión de las clases dominantes locales, que
manifiesta a la par que reproduce la ausencia de unificación territorial, poblacional, cultural y la
fragmentación del poder estatal en una formación social; (2) el Corte Etnico Cultural de un país
cuyo Estado es caracrterizado como “Neo-Ibérico”, y (3) la cuestión limítrofe y la cuestión
poblacional de un Estado incapaz de ejercer la soberanía nacional.
En una segunda parte, la ponencia analiza la naturaleza de este Estado, (la estructura y contenido
de la dominación de clase) mirando de cerca el funcionamiento del aparato de representación
política, y del aparato jurídico, y las formas de dominación política directa.
Por último, el autor analiza los rasgos absolutistas que el Estado latifundista/terrateniente exhibe
hacia fines del siglo XIX, en el contexto de una economía en tránsito al capitalismo.

L’exposé pose la nécessité de revaloriser les catégories politiques dans l’analyse historique du XIX
ème siècle et développe la thèse de l’existence d’un type d’Etat spécifique apparu dans le
contexte andin équatorien du XIXème siècle: l’Etat propriétaire terrien ou latifundiste.
L’analyse de cet Etat est réalisée dans la perspective de la question nationale et des formes
diverses que celle-ci a prise en Equateur. Il s’agit (1) de la Régionalisation, comprise comme un
processus économique et politique de création d’espaces autonomes d’expression des classes
dominantes locales, qui manifeste et reproduit tout à la fois l’absence d’unité territoriale,
populationnelle et culturelle, et la fragmentation du pouvoir de l’Etat dans une formation sociale;
(2) du Profil ethnique et culturel d’un pays dont l’Etat est qualifié de “Néo-ibérique” et (3) de la
question des frontières et de la question de la population pour un Etat incapable d’exercer la
souveraineté nationale.
Dans une seconde partie, l’exposé analyse la nature de cet Etat (la structure et le contenu de la
domination de classe) et étudie de près le fonctionnement de l’appareil de représentation
politique et de l’appareil judiciaire, ainsi que les formes de domination politique directe.
Enfin, l’auteur analyse les traits absolutistes que présente l’Etat propriétaire terrien-latifundiste
vers la fin du XIXème siècle, dans le cadre d’une économie en transition vers le capitalisme.
276

AUTOR
RAFAEL QUINTERO LÓPEZ
A Luis Nieto
277

VOLUMEN II

III. El estado nacion en los Andes

2. Ideología y representaciones
políticas
278

Una revolución conservadora de


fundamento religioso: el Ecuador
(1809-1875)1
Une révolution conservatrice à fondement religieux : l’Equator
(1809-1875)

Yves Saint-Geours

1 La independencia hispano americana fue interpretada como una ruptura con la


metrópoli. También hubiera podido ser entendida como la abolición del antiguo
régimen, el caminar caótico hacia un universo sin estamentos, laico, “desencantado”.
Siguiendo esta segunda perspectiva, nos interrogamos sobre las resistencias de
sociedades estamentales impregnadas de religiosidad, y sobre la modernización de sus
élites. Nos hemos preguntado cómo se secularizaba su visión del mundo. Para tratar
estas cuestiones escogimos como hilo conductor la importancia de los factores
religiosos en las representaciones políticas en Ecuador, siguiendo sus consecuencias y
metamorfosis desde los inicios de la Independencia hasta el régimen supuestamente
teocrático de García Moreno.
2 Mientras en Europa, e incluso en España, al pensar el mundo la mayor parte de las
clases dirigentes relegaban la religión en los ámbitos de la vida privada o del más allá,
en Quito, las élites usaban siempre el modelo de San Agustín que presentaba la vida
social como la imbricación de dos ciudades: Jerusalén y Babilonia, la ciudad de Dios y la
ciudad terrenal. Durante el período considerado, sin embargo, un gobernante se apartó
de dicha representación, adoptando el muy laico pensamiento de Maquiavelo. Por
consiguiente, se opondrá la guerra religiosa dirigida por el obispo de Quito desde 1810
hasta 1812 con el intento de Vicente Rocafuerte (1835—1843) y su fracaso en
modernizar la sociedad de un modo autoritario. Luego, y suponiendo conocida la acción
política de García Moreno (1859-1875), prestaremos especial atención al tipo de Estado
que creó, por haber querido conciliar, mediante una dictadura, catolicismo y progreso.
279

Quito 1809-1812: ¿INDEPENDENCIA O GUERRA


RELIGIOSA?
3 Una noche de agosto de 1809, en Quito, unos conjurados, respaldados por los altos
linajes de la ciudad, derrocan las autoridades coloniales por incapaces y abusivas; dos
meses después, resultándoles imposible superar sus disenciones, restauran, cabizbajos,
el antiguo orden. Sin embargo, la insurrección brota de nuevo el año siguiente, después
que la masacre de una parte de los insurgentes encarcelados proporcionó mártires a la
causa. La primera república de Quito se estableció y permaneció dos años antes de ser
derrotada por las tropas lealistas.
4 En base a este episodio la historiografía republicana edificó un relato en el cual la
insurrección de Quito se integra a la historia de la libertad, al igual que los movimientos
emancipadores del Río de la Plata o de Venezuela. Ahora bien, la insurgencia de Quito
aparece, antes que todo, como un fenómeno religioso, tanto por el estado eclesiástico
de sus líderes cuanto por su contenido y objetivos.
5 Según la investigación que siguió el fracaso, un tercio de los insurgentes eran clérigos, y
casi cerca de la mitad de la iglesia de la ciudad estaba comprometida 1. Encabezando la
junta y presidiendo la República, el obispo había infundido valor a las tropas,
excomulgado a los recalcitrantes y condenado a los curas tibios. Había absuelto los
pecados de quienes habían muerto luchando: la guerra era santa.
6 Dirigiendo el nuevo Estado, respaldó a su clero durante la aventura bélica: desde los
alrededores de Pasto hasta el sur de Riobamba, disponía de 114 clérigos insurgentes
entre los cuales 18 capitanes de tropas y 13 encargados del abastecimiento en víveres,
armas y reclutas. Su sobrino, miembro del capítulo, levanta un batallón de Indios del
cual se nombra a sí mismo coronel, y marcha sobre Pasto para liberar a su hermano.
Otros, menos conocidos, “montados a caballo con lanza en mano salían por los pueblos
a mandar a los feligreses que salgan a la guerra”. Llamaban a la lucha desde el pulpito o
en las plazas, conducían las tropas por caminos poco conocidos suministrando
sacramentos e indulgencias, tomaban parte en los combates más aguerridos. En
diciembre de 1812 fueron los últimos en rendir las armas; 17 fueron entonces
encarcelados, 23 vieron su beneficio suspendido, 19 lograron huir: 5 habían sido
tribunos de la plebe, 10 habían llamado la atención por “feroces y sanguinarios” : el
compromiso del clero había sido proporcionalmente muy superior al de los laicos.
7 Con excepción de los Dominicos que se habían abstenido, las órdenes religiosas habían
desempeñado un papel muy específico. Para ser sacerdote, era necesario asegurarse de
un beneficio y disponer de ingresos propios, cuando se recibía a cualquiera de religioso:
las órdenes reclutaban en capas más humildes. Así es como Mercedarios, Agustinos y
sobre todo Franciscanos se encontraban encabezando los batallones populares; de
origen mediocre, pero miembros de órdenes de cuantiosa riqueza, proporcionaban los
recursos y los jefes naturales de la insurrección. El clero de Quito entendía, mejor que
nadie, la sociedad que tenía que dirigir. Las autoridades coloniales no conseguían
establecer un censo, pero él, sí, disponía de la relación más exacta posible o sea de las
listas de confesión establecidas cada año, y sabía de las preocupaciones e intrigas de sus
parroquianos. Por recorrer la Audiencia, según los beneficios que se les atribuía, los
clérigos, llegada la hora de actuar, eran los únicos que conocían el terreno y sus
accidentes. La Iglesia al mismo tiempo proveía a la junta de los subsidios necesarios y a
280

la insurrección de los pensadores: el traductor de los Derechos del Hombre y el autor de


la constitución republicana de 1812 eran ambos miembros del clero.
8 Doctrinaria, proveedora de fondos, gestionaria de las almas y de la causa justa, la Iglesia
de Quito al estructurar la insurgencia le había infundido gallardía. En noviembre de
1812, cuando el presidente Montes entró en la ciudad encontró un desierto: el obispo
había pronunciado el entredicho, atribuyendo la derrota a Satanás.
9 En 1809 los conjurados habían querido librarse de administradores ineptos con el fin de
gobernarse a sí mismos; en cambio desde 1810 los objetivos del movimiento se hacían
integristas: las colonias tenían el deber de dar una lección de catolicidad a una Europa
corrupta, y el desquite de la gente de Quito representaba una cruzada, una reconquista.
Veinte años antes, el escritor Eugenio Espejo había anunciado que América se convertía
en “el centro de la religión católica”. En 1812, el obispo mismo hablaba de “este vasto
territorio en el que por la divina misericordia se profesa pura la verdadera religión
católica”2. Los enemigos a los cuales había que combatir eran movidos por un “furor
anticristiana”. Según él mismo, el obispo era “medianero entre Dios y los hombres” y
sólo tenía que dar cuentas a la Divinidad cuyo ministro era “El sagrado Ministerio
Pastoral que la Divina Providencia nos ha encomendado junto con el Gobierno
Temporal...”3 Lejos de buscar la separación entre lo espiritual y lo temporal, tendía a
poner, de un modo más firme aún, el Estado en manos de la Iglesia.
10 ¿Cómo se explica el predominio de factores religiosos tratándose de un movimiento
que, con excepción de Méjico, fue, en toda la América española, estrictamente político?
el activismo de los prelados no era excepcional; desde 1780 hasta 1820, varios fueron
investigados por haber respaldado a rebeldes, campesinos indios, plebe mestiza,
criollos aristócratas. Se dio el caso en Cusco y más tarde en Chuquisaca. Aun cuando no
les atraía apartarse de la norma, demostraban ambición: en 1791 fray José Antonio San
Alberto arzobispo de Plata se atrevía a aconsejar a Pio VI sobre el modo de actuar frente
a la Revolución francesa. Además, el obispo de Quito, oriundo de Cali disponía de un
asiento sólido en la región, cuando ocurría al revés para los presidentes que se
sucedieron desde 1806.
11 Pero estas anotaciones no explican por qué una insurrección en contra de autoridades
abusivas se transformó en una guerra religiosa. Comparar con la diócesis de Cuenca
complica más aún el problema: allí también el obispo hacía la guerra (contra el de
Quito) pero no la dirigía, conformándose con respaldar un ejército llegado de Lima y
Guayaquil, mandado por oficiales. La guerra religiosa se manifiesta como un fenómeno
específicamente ubicado en la sierra, de norte a sur, entre Pasto y Rio-bamba.
12 Hay que buscar las respuestas tanto en las particularidades del clero local como en la
mente de sus feligreses. El acercamiento de ambos elementos bien puede llevar a
conclusiones singulares: hay que admitir que al desenfreno del clero, vuelto famoso por
las Noticias secretas de Jorge Juan y Antonio de Ulloa, se contraponía una religiosidad
laica especialmente intensa. Pero es probable que la influencia ejercida por cierto
cuerpo no depende estrictamente del respeto que infunde, y las preocupaciones
cristianas seguían imbuyendo las representaciones políticas. “El religiosísimo, piadoso,
humilde y fiel vasallo Marqués de Miraflores, murió el 30 de abril con fama de traidor...
y los públicos amancebados: ladrones: irreligiosos y medio ateistas con fama de jueces
íntegros ... assi jusga el Mundo...”4 Pesimista y conmovedora, la religiosidad criolla se
construía sobre la certidumbre del desorden y la injusticia del siglo. ¿Daba por lo tanto
ésta motivo para combatir al servicio de la cristiandad? El marqués de Selva Alegre, jefe
281

de un alto linaje lo sugería cuando se dirigía al obispo viendo en él “un pastor


encargado de conducirnos a la Patria que ha tanta costa nos conquistó el hijo de Dios” 5
¿Podría entonces considerarse el movimiento de Quito como una llamarada de
integrismo cuya violencia encontraría una explicación en sus tendencias milenaristas?
13 Lejos de balancear las fuerzas y de bajar las tensiones, la iglesia daba a la insurgencia
una determinación, un tono radical que vedaba cualquier retroceso: quien piensa tener
a Dios a su lado no transige fácilmente y ensalza las virtudes purificatorias de las sangre
derramada.
14 Pero, al mismo tiempo que combatía contra el resto de la Audiencia, la república de
Quito se encontraba desgarrada por luchas internas que llevaron, en marzo de 1812, al
enfrentamiento de los dos linajes principales y de sus partidarios. Contradiciendo la
sentencia de Tocqueville: “en el mundo sólo el patriotismo o la religión pueden
encaminar durablemente hacia una meta única a la totalidad de los ciudadanos” 6, en
Quito, la causa religiosa no conseguía dominar las luchas de facciones, al revés de lo que
lograba antes el arbitraje del poder central. La ciudad acumulaba las paradojas: una
guerra religiosa en lugar de un movimiento independentista, y la discordia en lugar de
la unión en torno al estandarte y a la cruz.
15 Al llegar a este punto, tenemos que admitir los límites de nuestro estudio: los
documentos disponibles carecen de información en cuanto a los factores de desunión
de la sociedad quiteña. Nos contentaremos con delinear los rasgos religiosos de la
insurgencia, dejando para otros el estudio de las parentelas de Quito y sus conflictos.

LA PRESIDENCIA DE ROCAFUERTE (1835-1839): LA


MODERNIZACION DE LAS VIRTUDES CRISTIANAS
16 Después de largos años transcurridos en recorrer Europa y en servir a México como
diplomático y publicista, Vicente Rocafuerte fue presidente de Ecuador desde 1835
hasta 1839; luego co-dirigió el país hasta 1843. Representaba el tipo de las élites de
países recién independientes, educadas lejos y resueltas a modernizar rápidamente sus
sociedades. Había viajado, y la religiosidad quiteña sólo era para él entonces una
“superstición” que sujetaba la república al antiguo régimen.
17 Desarrollando el paralelo entre España y los países reformados, Rocafuerte sacaba la
conclusión que la primera debía su decadencia al “fanatismo” y que los otros habían
ganado su riqueza gracias al libre examen. Con tales razonamientos, anunciaba a los
hombres de Estado mejicanos de fines del siglo XIX, fascinados por la cultura
anglosajona hasta tal punto que se enfrentaron con su pueblo católico en una guerra
civil. Según Rocafuerte el “fanatismo” se confundía con la xenofobia, el cierre de las
fronteras y los monopolios comerciales que llevaban al estancamiento y luego a la
probreza. Mezclaba así los componentes de “la triple unidad de libertad política,
religiosa y mercantil (que) es el dogma de las sociedades modernas”.
18 Se proclamaba, pues, liberal, pero su liberalismo, estrictamente económico, no debía
nada a las tesis de Benjamín Constant que tocaban a lo político. Rocafuerte hubiera
admitido más bien, con Rousseau, “formar la nación para el gobierno” 7, porque quería
armar un Estado en una sociedad derrotada donde, a su parecer, los poderes
intermediarios sea habían zozobrado, sea, cuando existían, — aristocracia de la Sierra—
282

no merecían ser recibidos como naturales. Al Estado le tocaba la tarea de romper los
lazos antiguos, creadores de disturbios, para establecer nuevos nexos y convicciones.
19 Con este fin se empeñó en organizar la educación: a república nueva, nueva humanidad.
Así es como el colegio militar que fundó tenía que transformar en casta nobiliaria un
ejército que había facilitado la promoción popular: “Yo soy de opinión que sólo deben
admitirse jóvenes de buenas familias y ricos, con el objeto de establecer una
aristocracia, no de pergaminos, de ignorancia, y miseria; sino una aristocracia fundada
en la independencia pecuniaria del individuo, acompañada de moral, de talentos y de
verdadera instrucción, como existe en los Estados Unidos una aristocracia calculada a
moderar la acción del principio democrático, que es muy activa, demasiado precipitada
y con una constante tendencia a la anarquía”8. Mientras el proyecto lograra éxito,
pensaba excluir del sufragio a los militares y a los empleados, vil apoyo de aquellos
políticos “que tienen la patria en el estómago”9: la libertad que proporciona el dinero
hace el patriota.
20 Sin embargo era preferible no llamar a votar demasiadas veces a ese pueblo legal ya
reducido. ¿Quién sabe cómo pueden terminar las elecciones? Rocafuerte ponía todo su
esfuerzo en sofocar la vida política y postergaba la necesidad de “sacar de su letargo el
espíritu de asociación”.
21 A pesar de todo era demócrata y su actitud se relacionaba con la corriente de
pensamiento analizado por J.G.A. Pocock (“atlantic republican tradition”) 10 que se
apoyaba sobre la obra de Maquiavelo y se preocupaba por las formas políticas de las
sociedades cambiadas. La aristocracia, hacía poco mediadora entre el poder central y el
pueblo, ya no existía; ¿podían entonces los dirigentes de las nuevas repúblicas gobernar
sin recurrir a la fuerza o a la corrupción? Esta, considerada como responsable de todas
las degeneraciones, le inspiraba a Rocafuerte más temor que el abuso de poder. Es por
eso que, instituyendo la propiedad como fundamento del sufragio, a la par que
presentaba la obediencia (a las autoridades más que a la ley) como la virtud cívica,
buscaba precaverse contra la profesionalización de la vida política. El periodista
Antonio José de Irisarri, su propagandista, sustentaba por consiguiente esta paradoja
que el Inglés no era tan libre como el Español puesto que sus deberes de ciudadano lo
ocupaban más. Irisarri y Rocafuerte tendían a compartimentar con fuerza las esferas
privada, pública y sagrada, con el fin de posibilitar la existencia de un poder de
entonces en adelante apartado de la religión y de la sociedad 11.
22 Rocafuerte se enfrentó necesariamente con la Iglesia; el clero llevaba al conocimiento
de este campeón de la tolerancia que él, sí, se preciaba de ser intolerante, y que no tenía
la intención de librar de trabas a unos políticos que buscaban vender su alma “por unas
piezas de Bretaña o por unas manufacturas inglesas”. Dichas amenazas no carecían de
cuerpo; durante la guerra civil de 1845, una vez más el departamento de Quito
recobraba su soberanía y se pronunciaba:
“artículo primero: la condición irrevocable para la conservación del Estado y la base
irreformable de sus instituciones fué y será siempre la exclusión perpetua de toda
religión fuera de la católica, apostólica y romana”.
23 Los Quiteños fundamentaban su Estado sobre la intolerancia, mientras el clero pensaba
en competir con el poder laico. En 1812 el obispo había realizado el sueño dorado de un
gobierno subordinado a la iglesia, y en 1841 el encargado de asuntos exteriores francés
notaba que arrostrar a las autoridades le merecía siempre a uno gran prestigio:
“muchos eclesiásticos han especulado sobre su negativa a jurar para adquirir la fama de
283

santidad que, en Ecuador, es la única en dar la popularidad”. Rocafuerte presidía una


comarca donde se ganaba santidad mofando al Estado.
24 Sin embargo persistió y, rápidamente aislado, terminó su vida en el exilio. Habiéndose
negado a entender cómo un Estado muy católico podía ser sensible a la modernidad.
Con todo, había esbozado otras manera de pensar la política, sustituyendo a Jerusalén
contra Babilonia, el progreso y los tiempos modernos contra la superstición y el
fanatismo.

EL REGIMEN DE GARCIA MORENO (1859-1875): EL


AUTORITARISMO CATOLICO12
25 García Moreno intentó institucionalizar la visión del mundo organizada en función a las
dos ciudades; admiraba sin embargo a Rocafuerte por su estilo voluntarista y su
proyecto de “civilizar” un país atrasado. Por eso quiso edificar autoritariamente un
Estado Nación sobre las bases de la catolicidad. Para entender tal síntesis entre
integrismo religioso y modernismo laico, cabe interrogarse acerca de la naturaleza del
Estado instaurado por este dictador místico.

Los fundamentos del régimen:

26 El pensamiento político de García Moreno proviene de la tradición escolástica, una


tradición reformulada y transformada por la Contra Reforma católica y los Jesuitas
españoles de los siglos XVI y XVII. Sobre esas bases la soberanía popular era posible
dentro del apremio del sistema republicano establecido desde hacía treinta años en
Ecuador. Fue un error mirar esta soberanía como si hubiera sido definida según los
criterios modernos nacidos de la Revolución francesa. En efecto, Francisco Suárez
(1548-1616) había explicado que, tal como lo decía san Pablo, si bien procedía de Dios,
todo poder estaba de algún modo depositado en manos del pueblo quién, por contrato,
lo delegaba al soberano. Poreso la unión entre el pueblo y su mandatario es del todo
esencial para la búsqueda muy aristotélica del Bien Común. Pero ¿de qué pueblo se
trata? Del “pueblo cristiano” excluyendo cualquier otro: por eso el voto, el proceso
electivo, resulta del sentido moral, un sentido moral católico, o sea de esta
participación humana en el pensamiento divino. Eso explica la ampliación del voto a
todos los ciudadanos alfabetizados e útiles en la primera Constitución garciana, y su
prohibición a los no católicos en la segunda. Eso aclara también la actitud del dictador
frente a los Indios tradicionalmente excluidos. Si bien no vaciló en reprimir sus
revueltas, cubre sin embargo todo el país con escuelas dirigidas por clérigos con el fin
de civilizarlos masivamente según los principios. Asimismo manda misioneros a la selva
para, gracias a ellos, suplir las autoridades civiles puesto que, según él, no hay “cuerpo
político”13.
27 Sin embargo, el pueblo cristiano ya no está organizado, como antes, en una sociedad
estamental. Prevalece el individuo libre y, según García Moreno, hay que integrarlo en
un conjunto que se puede calificar de nacional. La tarea no es fácil puesto que
corresponde a poner directamente en tela de juicio la estructura social tradicional.
Aunque el presidente es la expresión de sus intereses, los hacendados no ven con muy
buenos ojos que “sus” Indios sean mandados a la escuela o que se les emplee para
284

construir las carreteras del país (mediante una perversión de lo que se llamaba trabajo
subsidiario). La Iglesia ecuatoriana misma se encuentra maltratada precisamente
porque se requiere de ella que desempeñe un papel esencial y nuevo. Hasta entonces
estaba bastante cerca de la población, se encuentra reformada de un modo algo brutal;
tiene que ser el instrumento de mando y administración del Estado, pero se ve
claramente que el proyecto ya no es el mismo. Por fin, mediante la lucha contra las
cofradías, que juntando a los poderosos con los artesanos de las ciudades y los cleros,
realizaban una “movilización social” original, García Moreno unifica al pueblo en un
sistema integrador, arcaico por sus raíces clericales a la par que moderno por la
supresión de las órdenes y los cuerpos intermediarios. La Iglesia, por cierto, es el agente
de este proyecto pero se trata de una Iglesia muy distinta de la Iglesia ecuatoriana de
antes; además de reformar los conventos, se ha establecido un concordato y se ha
mandado traer clérigos de Europa (Jesuitas, alemanes o españoles, religiosas francesas,
etc.).
28 De este modo, acatando los principios divinos, el país tiene alguna esperanza de
sobrevivir. Pero hay más. En este siglo XIX, la lucha entre Jerusalén y Babilonia se ha
vuelto planetaria: por eso García piensa en cierto momento poner el Ecuador bajo el
protectorado de Francia, por ser ésta una potencia latina y católica. Por eso, caso único
en América, apoyó la expedición francesa a Méjico. Por eso, en fin, sus país cierra filas
detrás de las posiciones de Pio IX, papa-rey destronado en 1870; según él, ¿cuántas
veces no lo repite? se trata de un combate entre los “adoradores del verdadero Dios y
los de Satanás”.
29 Aunque toma acta de los cambios sociales acaecidos desde la Independencia, el régimen
de García Moreno es, pues, tradicional — según la etimología del término — puesto que,
transmitida de una vez por todas, la verdad permanece eterna, inmóvil, intocable.
“Aunque la razón es capaz de conocer la verdad, no lo es por su propio natural sino
porque aquellas verdades fundamentales (...) se fundan en la fé, revelación primitiva,
transmitida por las instituciones (...). En semejante contexto cualquier ’pluralismo’
debía aparecer como un completo contra sentido”14. Asimismo, el tipo de régimen,
aunque afirme el carácter determinante de los factores morales sobre el transcurso de
la historia, puede pretender “situarse por sobre los intereses económicos, pudiendo ser
pragmático”15. Así es como García Moreno moderniza su país.

La naturaleza del régimen:

30 Desde Aristóteles el pensamiento político se ha interrogado gustosamente sobre el


poder absoluto. Hoy en día la reflexión sobre el nazismo y el estalinismo ha producido
el concepto de “sistema totalitario” tal como lo describió Hannah Arendt 16. Pero
vincular el régimen de García Moreno con este sistema como se hizo hace poco 17 parece
ser parte de un debate algo vano. En efecto, si bien la Iglesia pudo actuar como base
ideológica oficial, y servir de “partido único”, si bien existían un monopolio estatal de
la difusión de las opiniones, un control policial terrorista, un dominio del Estado sobre
las fuerzas armadas, no parece por lo tanto congruente asemejar estructuras y
coyunturas tan diferentes. Se puede admitir que, al igual que en los sistemas
totalitarios, la política de García llevaba a la atomización de la sociedad 18. Es bien cierto
que muchas veces él se declaró en contra de la vieja sociedad, sociedad estamental con
sus cofradías, sus instancias representativas de Indios, sus comunidades, sus entidades
regionales o locales, pensadas como otras tantas fuerzas centrífugas; a todo esto quería
285

sustituir un juramento único: el de fidelidad al Estado. Pero es evidente que se trataba


de un proyecto liberal en el cual el individuo constituiría la base del cuerpo político. Y
¡un individuo cristiano! Es bien cierto, por otra parte, que el régimen no tuvo sucesor
formado ni previsto. Inmediatamente después de su retiro, en 1865, el ex-presidente
dio con epígonos que no le convenían; después de su retorno, en 1869, no se habló más
de sucesión y en 1875, como su hermano trataba de disuadirlo de presentarse de nuevo,
le contestó: “debo gobernar veinticinco años para asegurar mi sistema”. Individuo y
régimen se encontraban estrechamente ligados sin más destino que la suerte del
dictador. Pero, sin hablar del Reich que supuestamente duraría mil años, ¿no es esto lo
propio de regímenes autoritarios que no por lo tanto son totalitarios? Por otra parte
esta indentificación del dirigente con el régimen, así como la ausencia de un verdadero
partido contrarrevolucionario, nacían de la carencia casi completa de miras comunes
entre quienes, por las buenas o por las malas, lo apoyaban. Desaparecido el jefe, la
alianza se deshilachó rápidamente antes de derrumbarse en 1878. A pesar de ciertas
apariencias, la comparación no lleva muy lejos dado la importacia de las diferencias de
naturaleza y de tipo de movilización política: la construcción de un Estado totalitario
necesita la existencia previa del Estado en su forma democrática.
31 Entonces, ¿García Moreno: dictador, tirano? Aristóteles retrataba al tirano como un
hombre que no puede tolerar en sus sujetos la libertad de pensar por sí mismo, ni la
posibilidad de vivir en un clima de confianza recíproca. En este sentido García fue un
tirano; pero tampoco basta con afirmarlo. Parece más fecundo, en cambio, asimilar su
régimen con el “despotismo ilustrado” que también dimanaba de la sociedad antigua
pero que tendía a abolir las distinciones y los cuerpos para el mayor poder del Estado.
Modernizador, García fue el artífice de todos los cambios. La renovación necesaria tenía
que promoverse desde arriba y todas las reformas tenían que llevarse a cabo al mismo
tiempo19. En el caso ecuatoriano, la soberanía popular no impidió la forma absolutista
de un estado no dinástico pero que reservaba un papel eminente al déspota demiurgo.
Sin embargo, al igual que las demás asimilaciones ésta tiene sus límites. Prescinde a la
ligera de la cuestión religiosa sin embargo esencial: los déspotas ilustrados no eran muy
clericales.
32 Esto nos lleva a notar que ni el pasado remoto ni los debates pendientes sobre el
autoritarismo — que buscan en vano una explicación única para caracterizar Turquía,
Chile o ciertos regímenes africanos— sirven para aclarar nuestro objeto 20. Se puede
intentar otra definición teórica que se aplique esta vez únicamente a la América Latina
del siglo XIX, la del “caudillo”: el caudillo suramericano fue el producto del vacío
político nacido de la Independencia, de la transferencia de poder de la ciudad al campo,
de la ineficiencia de instituciones políticas artificialmente incorporadas y del hecho que
las fuerzas armadas eran entonces la única fuerza social más o menos organizada 21.
Pero el régimen de García no podría definirse únicamente a partir de su relación con las
fuerzas armadas en cuya reforma puso todo su empeño precisamente para
despolitizarlas.
33 ¿Cómo salir, pues, del trance? Tomando necesariamente en cuenta que la originalidad
del régimen de García nace de su relación particular con la Iglesia católica. Este
autoritarismo demuestra, entonces, ser muy parecido a otra dictadura del mundo
hispánico: el franquismo.
286

El “caudillaje”: un paralelo dentro del mundo hispánico y católico22

34 Comparemos, pues, a Gabriel García Moreno con Francisco Franco, apoyándonos sobre
las obras de politólogos españoles de los cuales algunos fueron muy cercanos al
franquismo como Javier Conde23.
35 García Moreno y Franco comparten:
1. El modo de instalarse en el poder mediante un golpe de Estado militar en una situación de
debilidad extrema del poder legítimo y de intensas tensiones sociales y regionales. En ambos
casos, la conquista del Estado era una Cruzada (Franco fue Caudillo de España y de la
Cruzada).
2. Los mismos rechazos: establecían su poder para luchar contra la demagogia de la democracia
mal entendida, la licencia confundida con la libertad, el orden satánico, la disolución de los
vínculos sociales, la gangrena de la sociedad.
3. El mismo tipo de legitimación y los mismos principios de acción para asentar la forma
política de una sociedad cristiana en vía de secularización a la que se trata de resacralizar.
Ambas actitudes remiten a los principios agustinianos y García Moreno hubiera juzgado
digna de él esta declaración de Maetzu, uno de los inspiradores de la reacción franquista
(1934): “La patria terrenal con su unidad de conciencia y de materia, de historia y de
sociedad, de tradición y de esperanza, viene después de la religión que es nuestra patria
espiritual”24.

36 Llegados a este punto del paralelo tenemos que introducir la pertinente anotación de
Juan Ferrando Badía25 quién distingue el “caudillaje” de la dictadura, siendo esta última
“un régimen transitorio para volver a la normalidad”, que en el derecho romano
corresponde a una “legalidad extraordinaria”. En cambio, instaurado para perdurar el
“caudillaje” tiene como problema esencial el de la sucesión: “se sabe quién gobierna,
pero se ignora quién tiene el derecho de gobernar”. Mientras Franco pudo “restaurar”
el régimen monárquico en España, García Moreno, republicano decidido, no pudo
encontrar otra solución que la de ofrecerse como víctima propiciatora para asegurar
algún porvenir a su causa.
37 Las divergencias aparecen sin embargo en cuanto se enfoca en perspectiva el
funcionamiento de ambos regímenes:
• Las relaciones fuerzas armadas/Estado: no se puede en absoluto comparar las escasas tropas
no profesionalizadas de García Moreno con el cuerpo poderoso sobre el cual se apoyaba el
Generalísmo.
• La vigilancia del cuerpo social: el Ecuador no tenía ni policía ni censura verdaderamente
eficaz (¿para qué en un país mayoritariamente analfabeto?). García Moreno había atribuido
el control social a la Iglesia, una iglesia que carecía de recursos para portarse de un modo
inquisitorial.
• El modo de gobernar del caudillo: el Ecuador no conoció ninguna polisinodía comparable con
la de España donde el caudillo se rodeaba con el Consejo del Reino, el Consejo Nacional del
Movimiento, las Cortes ... La parentela de García Moreno y la camarilla que lo rodeaban
quizás desempeñarían este papel, pero su presencia no tenía ninguna institucionalidad.
• Las relaciones parlamento/caudillo: en España, el caudillo es el único detentador de toda la
soberanía nacional, cuando las Cortes “no participan del imperium que sirve de
manifestación a la soberanía” y se ven por consiguiente tachadas de “arrepresentatividad
nacional o, lo que es lo mismo, representación de sectores parciales” 26, lo que Franco
confirmaba en su discurso del 22 de noviembre de 1966. Así es como, antes de la Constitución
287

de 1978, se podía mirar las Cortes como un órgano del Estado y no de la representación
nacional.
38 Pero, cuando Franco, responsable únicamente delante de Dios y de la historia, ejercía
un poder absoluto, García Moreno admitía la sanción del voto. De tal modo que, aunque
el parlamento ecuatoriano se halló reducido a ser un aparato registrador, la legitimidad
de García Moreno era la de un hombre elegido por el pueblo, y no la de un hombre
providencial. Sin embargo Franco y García Moreno preconizaron el referendum y, a la
par que el jefe de Estado ecuatoriano no disimulaba su admiración para Napoleón los
teóricos del franquismo no ocultaron su deuda acerca del “cesarismo plebiscitario”
39 – como ocurre siempre en el caso de un poder personal las convicciones del caudillo
tienen un papel de primer orden; cabe entonces señalar que Franco, a pesar de sus
declaraciones a posteriori, era un católico algo tibio, “político” y “conformista”, no tiene
nada que ver con García Moreno, místico convencido. Aunque jefe de la Cruzada,
Franco no intentó presentar la muerte del almirante Carrero Blanco como un martirio,
obra del partido satánico. En los años 1970 España había avanzado mucho más que el
Ecuador de 1875 en la vía de la secularización.
40 Así, a pesar de sus límites, la comparación ubica el régimen de García Moreno en su
sitio exacto, en la recta de la tradición hispánica, y en su marco católico.
41 Esta ponencia —este boceto— deja muchos puntos que aclarar: no se intentó explicar la
localización del integrismo religioso, estrictamente contenido en la sierra, entre Pasto y
Riobamba. Nada se sabe, tampoco, de la competencia que opusieron los grandes linajes
de Quito y que no se resumía la rivalidad para apoderarse de las temporalidades (los
bienes de los Jesuítas expulsados). Por otra parte, ¿por qué eran devotas las élites de la
Audiencia de Quito, cuando no las de Charcas o del Río de la Plata? La lista de preguntas
está lejos de estar clausurada.
42 No nos propusimos agotar el tema sino sugerir que la historia republicana de las
sociedades andinas bien podría ser enfocada no sólo según el ángulo de una difícil
conquista de la independencia, sino, también, según el del paso hacia la modernidad.

Debate sobre la ponencia de:

Marie Danielle DEMELAS


Yves SAINT-GEOURS
Una revolución conservadora con fundamentos religiosos en el Ecuador (1809 -
1875)

43 Germán Colmenares
44 Es estimulante la reflexión hecha sobre el problema religioso, cuestión que se ha
enfocado en el sentido de que los estudios de las controversias religiosas se han
confinado generalmente en las Academias; pero no se ha estudiado por ejemplo, como
en los estudios de Cristopher Hill de la Revolución Inglesa del siglo XVII, el significado
movilizador de una convicción, de un lema, inclusive de lo que esto quiere decir en la
vida concreta de las personas. El problema se ha desviado en parte por la obsesión de la
Ilustración, concretamente la Ilustración en América. Tú hablas de Cuero y Caicedo,
nosotros tenemos a Caballero y Góngora, Obispo ilustrado que representa la idea
288

modernizadora ilustrada frente a la Revolución de los Comuneros, que es una rebelión


que podría asociarse con esta economía moral de la multitud de que habla Thompson,
esta regresión hacia atrás.
45 – En el caso de Quito, ciudad que tiene en cada esquina un convento (en el de San
Francisco en el s. XVII habitaban 200 clérigos regulares), parecería que esta enorme
cantidad de gente vinculada a la Iglesia crearía una ciudad permeada por valores
religiosos. ¿Qué hace que en Quito se dé el problema de la religiosidad casi en estado
puro? Cerca, en Cali, los franciscanos intervienen en la revolución de 1809 pero son
criticados.
46 Hay una contraposición de mentalidad. Se podría pensar en otras cosas: por ejemplo el
hecho de que todas las grandes familias habían rematado haciendas jesuitas que
representaban bastante, cuantitativamente, con respecto a la extensión de Quito.
47 Hay una serie de elementos que hacen de Quito una ciudad excepcional.
48 – Gonzáles Suárez es uno de los historiadores que introduce este tipo de
preocupaciones en una historia social que nos habla del clero relajado, escándalos de
convento etc...
49 Estamos frente a una idea tipo de Weber encarnada.
50 Marte Danielle Démelas
51 Este “integrismo” católico se da desde Riobamba hasta Popayán. Sobre el
encuadramiento religoso: aquí se dio un clero relajado por supuesto, pero no ausentista
como en el caso del Perú o de Charcas, La Paz y La Plata. Tendríamos que estudiar las
relaciones de este clero con la población.
52 Jean Piel Dos reflexiones
53 1) Yo anoté esa lucha para el acceso a los sectores populares.
54 El proyecto clerical o la situación de la iglesia frente al aparato estatal, la concepción
clerical de lo republicano, en fin, todo exige redefinir la posición de la Iglesia dentro de
la jerarquía de la” funciones estatales.
55 2) Sobre los vacíos de historiografía de la historia del siglo XIX: hasta qué punto nos falta
un buen conocimiento de la historia urbana. ¿Cuál era la organización de las ciudades?
Hay un enfoque importante sobre las estructuras rurales del siglo XIX, pero, ¿qué pasa
en lo urbano en los andes? Al respecto, hay un inmenso campo de investigación sobre
cofradías, barrios, organización de conventos, parroquias, etc. Bernard Lavallé lo hace
para Lima en la época colonial. Podría parecer que hay un riesgo de historia idealista,
de hacer ese tipo de historia, pero la religiosidad tiene que desarrollarse dentro del
campo político y con implicaciones sociales y económicas.
56 Yves Saint-Geours
57 La red administrativa clerical, la reorganización de parroquias, las escuelas (casi todas
también compuestas con gente del clero), así como la reorganización de los mercados,
la introducción de gente del clero en el ejército, todas estas fueron formas distintas de
acceso a la gente para dominarla ideológicamente. Eso iba en contra de las antiguas
formas de estructuración de la Sociedad.
58 Henri Favre
59 Ambas ponencias nos llevan al problema de las fuentes ideológicas del movimiento de
emancipación. La historiografía francesa hace generalmente hincapié en todo lo que el
289

pensamiento de los libertadores debe a la Ilustración y la Revolución de 1789, mientras


que la historiografía española pone de manifiesto las ideas derivadas de la filosofía
escolástica que manejan los patriotas. No hay que olvidarse que estas ideas a veces se
recompusieron de manera original, como lo mostró Jacques Lafaye en su estudio sobre
la incidencia de los mitos de Quetzalcoatl y Guadalupe en la formación de la conciencia
nacional mexicana. Al respecto, ¿que influencia tuvo la obra de Juan de Velasco en la
formación de la ideología de la primera república quiteña? ¿Puede compararse esta
influencia con la que tuvieron los escritos de Teresa Servando de Mier en México?
60 Lo curioso en el caso del Ecuador es que la filosofía política derivada del pensamiento
escolástico se mantiene vigente mucho tiempo después de la independencia. En México,
deja muy rápidamente de ser una fuente de inspiración para las élites. Cuando cae el
imperio de Iturbide, muchos clérigos se adhieren al liberalismo, mientras que el partido
conservador busca referencias ideológicas en el conservadurismo radical europeo, bajo
el impulso renovador de Lucas Alamán.
61 Germán Colmenares
62 Hay una idea interesante sobre el concepto de monismo democrático que fue
introducido en un trabajo que aparece en el “Journal of the History of Ideas” 2; es la
contraposición de la democracia monista a la dualista, que sí acepta la alteridad y la
participación.
63 Nuestra democracia es monista. El Libertador y los proceres encarnaban la democracia
sin oposición. La idea europea de que sin oposición no puede haber democracia no se da
para Latinoamérica en donde para que haya democracia no puede haber oposición.
64 Nelson Manrique
65 La ponencia me sugiere dos reflexiones. En primer lugar, ¿cuan diferente puede ser la
concepción religiosa popular del discurso oficial católico? ¿cuan externo resulta el
discurso oficial católico con relación a la persistencia de toda la religiosidad andina?
Debe diferenciarse siempre lo que es religiosidad de las élites de lo que es religiosidad
popular. Para el caso ecuatoriano habría que partir de la composición étnica de Quito.
66 En segundo lugar hay que tratar de ver la cuestión más allá del discurso ideológico;
preguntarse si la Iglesia es un aparato de Estado o si constituye un poder particular. La
respuesta debe ser matizada. Por una parte cumple funciones estatales. Se ha
comprobado por ejemplo que la Iglesia participó en campañas de salud, apoyó
logísticamente el cobro de los tributos, gracias a su control de los Registros
Parroquiales.
67 Pero al mismo tiempo la Iglesia reserva sus juegos; como en el caso del nombramiento
como Arzobispo de Lima a un conservador, en 1872: hubo un escándalo diplomático,
por la oposición de los liberales en el gobierno.
68 También cuando el gobierno trata de organizar la Estadística Nacional, exigiendo a los
párrocos la entrega de sus libros parroquiales, hay 10 años de lucha, y finalmente el
Estado tiene que realizar su propio censo nacional para romper el monopolio
eclesiástico de la información demográfica.
69 Mario Rabey
70 Un comentario sobre la relación entre la conciencia religiosa y la participación del clero
en la etapa de formación de nacionalidades; en el caso de Río de la Plata compruebo la
presencia de lo hispánico pre-revolucionario; hay presencia del clero en Río de la Plata
290

en la época de estas luchas por la confirmación de la idea y de la realidad de nación. En


la época revolucionaria en sí, en la etapa de la emancipación, la presencia del clero es
notable, especialmente en los llamados ejércitos libertadores, en las tropas que van
desde Buenos Aires hasta Alto Perú. Hay una actitud casi inquisitorial En la época
inmediatamente posterior aparecen luchas civiles, llamadas Guerras Civiles en
Argentina, la época de las montoneras, muchos de estos jefes eran clérigos.
71 Posteriormente, en la época de Rosas 1825-1850 el lema fundamental era: ¡Viva la Santa
Federación! La confederación rosista tuvo una fuerte composición clericalista.
72 – Sobre la idea de pueblo-democracia-consenso político y la idea de una “verdad
absoluta”. El caso del último gobierno militar en Argentina ultra católico, ultra
occidentalista; en la época de la guerra de las Malvinas propuso a Argentina como el
baluarte del occidente cristiano, en lucha contra las formas decadentes e
inmoralizadoras; resaltaron valores occidentales, católicos y militares.
73 Jean Piel
74 Respecto a lo de pueblo cristiano, surge un conflicto entre el católico laico y el poder de
la Iglesia, en cuanto a la definición de este pueblo. Para el caso expuesto de Ecuador,
García Moreno quiere acceder a este pueblo cristiano sin intermediarios, a un pueblo
cristiano atomizado, como lo quieren también los liberales, de un pueblo sin mayor
precisión de fé. He aquí parte del conflicto religión-poder político.
75 Yves Saint-Geours
76 Sí, no hay más sociedad “estamental”. El pueblo cristiano queda re-definido.
77 Thierry Saignes
78 ¿Sería válida una comparación del proyecto de García Moreno para el Ecuador, con un
personaje de la historia boliviana llamado Melgarejo, quien fue un tirano de larga
duración? ¿Se conoce algo de las bases ideológicas del proyecto melgarejista de
modernización en Bolivia?.
79 Manuel Chiriboga
80 Creo que hemos tendido a estudiar las sociedades andinas desde las trabas que éstas
presentan al desarrollo capitalista que surge de áreas determinadas, generalmente en la
costa. Pero no se ha estudiado el funcionamiento de las sociedades andinas en período
de debilidad de relaciones con el mundo capitalista externo.
81 Este desarrollo particular de una ideología religiosa se da en un marco de crisis
económica muy fuerte en la sierra durante todo el siglo XIV; no es una ideología que
surge en momentos de auge económico, surge de una crisis prolongada en que la iglesia
cumple varias funciones; ya ha sido destacado el papel organizador de lo estatal, es
también importante considerar que la iglesia, ella misma, era parte integrante de la
clase terrateniente.
82 Otro papel importante de la iglesia fue el de intermediación con los indígenas; desde la
primera constitución de 1830, se encargó a los curas velar por los indígenas, este
aspecto refleja el ámbito rural de la religiosidad que no solamente es urbano.
83 Marie Danielle Demélas
84 En contestación a Nelson Marique sobre la composición étnica y presencia de las élites
en Quito. El estudio ha sido básicamente de representaciones políticas durante la
Primera República, es un antiguo régimen. Es un mundo estamental sobre todo en la
291

ciudad; no hay una partición entre los indígenas y los blancos, sino grupos
estamentales, por ejemplo las corporaciones de carniceros indios que controlaban toda
la carne de la ciudad, desempeñaban un papel importante económicamente hablando
en Quito y durante la Revolución se acentuó dicha importancia.
85 – Hubo líderes de grandes linajes como Nicolás de la Peña que pertenecía a la
aristocracia de la ciudad y tenía lazos muy estrechos con los indígenas, no solamente
con los de Quito, sino también con curacas de Lima. Es algo difícil entender estas
relaciones de aristócratas y terratenientes con el mundo indígena cuando al mismo
tiempo se ahogaba en sangre las rebeliones indígenas.
86 – Respecto a la observación de Mario Rabey sobre el vocabulario religioso del Río de la
Plata con semejanzas al vocabulario político, tendríamos que hacer un estudio para
toda América Latina. La revolución casi siempre ha tenido matices religiosos hasta
ahora, el estudio de este tema debe hacerse para entender el vocabulario y las
representaciones políticas de toda América del Sur.
87 Otro punto: hemos hecho una comparación con España. Hasta su muerte Franco fue
“Caudillo de España y de la Cruzada”. Consideramos que este tema de la cruzada es
fundamental para entender el vocabulario y las representaciones políticas.
88 – A propósito de Melgarejo, el suyo fue un proyecto liberal laico y no se puede
comparar con García Moreno.
89 Yves Saint-Geours
90 El poder económico de la iglesia era muy fuerte en la época de García Moreno en la
sierra centro norte. Lo analicé rápidamente con los catastros. El régimen es de la sierra
centro norte pero García Moreno en Guayaquil supo muy bien utilizar las alianzas,
parentelas, etc. Sin embargo, es una sierra centro norte atravesando una crisis que
proyecta su poder tradicional hacia todo el país. Hay por otro lado grupos católicos
muy fuertes que actúan en la sierra sur y se dan peleas entre los del norte y católicos
liberales.
91 – En cuanto a la relación Estado - Iglesia, García Moreno pretendió hacer de la Iglesia un
aparato funcional del Estado. Creó un Concordato 1861-1862, a partir del cual se le
otorgaba poder para nombrar Obispos; en el mismo Concordato se estructura una red
fiscal para el problema de los diezmos que son compartidos 50% para el Estado y 50%
para la Iglesia. El clero ecuatoriano reaccionó en contra de las reformas. En cierta
medida Roma hizo suyos los releamos de este clero. Hubo una pelea muy fuerte entre
García Moreno y la Iglesia, y eso me parece muy significativo.
92 Manuel Burga
93 Ha sido interesante la forma de abordar el problema de un intento que vertebra la
mentalidad del grupo dominante del Ecuador, y del elemento que moviliza a este grupo
dominante en función del gobierno ecuatoriano.
94 Se podría interpretar muy bien la historia del Ecuador y la historia del Perú a partir de
grandes concepciones como la presencia muy intensa del elemento religioso en la
mentalidad gobernante; o por otro lado la corriente opuesta del proceso de
secularización de la sociedad civil que parece inaugurarse en 1821 en el caso peruano.
95 ¿Qué es más importante como elemento de explicación, si la presencia de este factor
eclesiástico que conduciría a un gobierno casi religioso del Estado ecuatoriano, o lo
292

contrario, ese proceso de secularización que tiende hacia el fortalecimiento del grupo
dominante, como ocurrió en Perú después de la Independencia?.
96 Entre 1821 y la llegada de Bolívar hay un período de confusión, pero no de cambios
importantes. Con la llegada de Bolívar se aclaran las cosas, se afectan las estructuras
que venían vigentes desde el siglo XVII como el sistema de hacienda; y entre 1827-1828
se dan una serie de leyes importantes, leyes agrarias y otras que tienen que ver con la
secularización y organización del clero, las parroquias como conventos y monasterios.
En esta época se dio ley por la cual los conventos con menos de 8 miembros se cerraban,
dándose inicio a la supresión de monasterios, y a la secularización de sus bienes. Estas
propiedades pasan a manos de aquellos que habían conducido las luchas de
Independencia. Para estudiar esta forma de secularización de la sociedad civil se puede
encontrar la documentación en el Archivo General del Perú, en la sección que
corresponde a “Bienes de Secuestro”, que son los bienes confiscados a españoles, curas,
cofradías y demás instituciones religiosas.
97 Henri Favre
98 ¿Conoce el catolicismo social en Ecuador el mismo auge que en varios otros países de
América Latina a fines del siglo XIX? ¿Cuáles son las peculiaridades del catolicismo
social ecuatoriano? y ¿hay una relación entre la filosofía escolástica del tiempo de la
emancipación y la ideología del catolicismo social finisecular?
99 Rene Arze
100 Sobre la presencia de la Iglesia en Bolivia y específicamente sobre la expulsión de los
jesuítas, en la misma época coincidieron sublevaciones de los indígenas de Moxos y
Chiquitos del oriente andino boliviano, quienes se sublevaron contra la administración
española siendo una protesta por dicha expulsión. Por otro lado, en la región
típicamente andina de quechuas y aymarás se encontraban también en conflicto con el
poder español pero por razones económicas y sociales.
101 Yves Saint-Geours
102 Sería mejor hablar de presencia y no de auge del catolicismo social, esta presencia se
dio en la sierra sur ecuatoriana, pero no fue como en México; pero en general
mantienen la versión arcaica hasta entrado el siglo XX.
103 Marie Danielle Démelas
104 Un pequeño detalle. Lo de la supresión de conventos por no contar con un mínimo de
ocho miembros es una vieja orden borbónica, es una continuación de la obra de los
intendentes y de los borbones.

NOTAS
1. Archivo del Banco Central del Ecuador (ABCE), fondo Jijón y Caamaño, “Informe general de los
empleados...”, (1813) vol. 10, f* 243-276.
2. Carta circular del obispo a su clero, citado en Gabriel NAVARRO, la revolución de Quito, del 10 de
agosto de 1809, p. 449. Quito, 1962.
293

3. Archivo Municipal de Quito, “revolución de Quito, proceso de 1810”, vol. IX, tomo I, n* 1194, f*
70.
4. ABCE, vol. 27, f* 256, borrador de la correspondencia de Don Tadeo Garibay.
5. ABCE, “Oficio del marqués de Selva Alegre al obispo”, 1812, vol. 13, f* 293.
6. Alexis de TOCQUEVILLE. De la démocratie en Amérique, Livre 1, chp. 5
7. J.J. ROUSSEAU, Projet de constitution pour la Corse, in the Political Writings of Jean-Jaques
Rousseau, C. E. WAUGHAN (edit), Cambridge University Press, 1915, tomo III.
8. Jaime E. RODRIGUEZ, Estudios tobre Rocafuerte, Guayaquil, 1975, lettre du 16.V.1838.
9. J. A. IRISARRI, La verdad desnuda, Guayaquil, n* 3, 1841.
10. J.G.A. POCOCK, The machiavelian Moment. Florentine political thougth and the atlantic repuclican
tradition, Princeton, 1975, pp. 506-552.
11. J.A. IRISARRI, La verdad desnuda, n* 4.
12. Breve resumen de algunas ideas desarrolladas en un libro por publicar.
13. Decreto citado en R. P. BERTHE, Garcia Moreno, président de l’Equateur, vengeur et martyr du droit
chrétien, Paris, 1888, vol. 2 p. 217.
14. A. de RAMON, “García Moreno, Tres etapas para un fracaso histórico”, en Etcritos de teoría, III-
IV, dec. 1978-jan 1979, p. 93.
15. Id, p. 92.
16. Hannah ARENDT: Le système totalitaire, París, 1972.
17. Enrique AYALA en Crítica y utopía, n° 5, “Dictadura y dictadores” p. 159.
18. Hannah ARENDT: op. cit, p.39. Este análisis está cuestionado hoy. Véase Pierre Birnbaum:
“Mobilisation, structures sociales et types d’Etat”, en Revue française de sociologie, XXIV, 1983, p.
435. En el nazismo, la atomización resultaría del sistema y no el sistema de la atomización.
19. Sacamos esas “definiciones” de la obra de Robert MANDROU: L’Europe “absolutiste”, París,
1977, p. 25-26.
20. Fue Juan LINZ quien propuso este tema, a propósito de España: “An authoritarian regime:
Spain”, en ALLARDT E. et al. Cleavages, idéologies and party Systems, constribution to comparative
political sociology, 1964 pp. 291-341. En este artículo, define así el autoritarismo (p.197):
“Authoritarian regimes are political Systems with limited, not responsible, political pluralism:
without elaborate and guiding ideology (but with distinctive mentalities); without intensive nor
extensive political mobilization (except some points in their development); and in witch a leader
(or ocasionally a small group) exercises power within formally ill-defined limits but actually
quite predictable ones.” Tantas excepciones y restriciones dan a esta definición un valor
heurístico cuestionable. Bien podrían parecer poco acertadas algunas afirmaciones: ¿se puede
sacar la conclusión que la ideología fascista estaba más “elaborada” que la doctrina franquista?
¿Qué valor reconocerle a una noción que apela a “cierto tipo (¿cuál?) de mentalidades”, que
evoca una movilización que se revela a veces intensiva a veces extensiva, que lleva a definir el
poder autoritario como algo que carece de límites pero cuyos términos pueden sin embargo
preverse?
21. Seguimos aquí los análisis de Ignacio SOTELO, “Modèles d’explication du militarisme latino-
américain, une interprétation historique” en Critique, n° 363-364, août-septembre 1977, p. 729.
22. No hay, por consiguiente, que confundir el “caudillismo” con el “caudillaje”, término que
usaremos para caracterizar el régimen de Francisco Franco.
23. Francisco Javier CONDE, Representación política y régimen español, Madrid, 1945. Así que:
Contribución a la doctrina del caudillaje, Madrid, 1941.
24. Citado por Guy HERMET, Les catholiques dans l’Espagne franquiste, París. 1980, tomo 1, p. 96.
25. Juan FERRANDO BADIA, Teoría de la instauración monárquica en España, Madrid, 1975, p. 36.
26. Miguel HERRERA de MIÑÓN, El principio monárquico, Madrid, 1972, pp. 36-37.
294

NOTAS FINALES
1. Los textos citados figuran con su ortografía original
2. Glen C. DEALY: “The tradition of Monistic Democracy in Latin America” en Journal of the History
of Ideas, 35 (1974), 625-646.

RESÚMENES
Entre 1809 y 1810, brota la insurgencia de Quito contra España. Era el primer grito de la
independencia, como se dijo más tarde. Sin embargo esta primera república tenía al obispo como
presidente, a los cleros como capitanes de las tropas, y la lucha se daba en nombre de la fe.
Entre 1835 y 1843, el presidente Vicente Rocafuerte intenta modernizar el Ecuador, fracasa
después de haber gastado tiempo en luchar contra los rebeldes y la Iglesia.
Entre 1859 y 1875, Gabriel García Moreno, tratando de encontrar una síntesis, fundamenta su
dictadura en la prosecución del progreso y catolicidad obligatoria.
A través de tres momentos de la historia del Ecuador, los autores se proponen interpretar el
pasado republicano de Hispano América ya no únicamente como la difícil conquista de la
independencia sino también como el paso hacia la modernidad de sociedades cuyas
representaciones políticas quedaron, durante largo tiempo, entreveradas con las creencias
religiosas.

Entre 1809 et 1810, Quito s’insurge contre l’Espagne. C’était le premier cri de l’indépendance,
dira-t-on plus tard. Toutefois, cette première république était présidée par l’évêque, les clercs
étaient capitaines des troupes, et l’on se battait au nom de la foi. Entre 1835 et 1840, le président
Vicente Rocafuerte cherche à moderniser l’Equateur; il échoue après avoir passé son temps à
lutter contre les factieux et l’Eglise. Entre 1859 et 1875, Gabriel Garcia Moreno tente une synthèse
et fonde sa dictature sur la poursuite du progrès, et la catholicité obligatoire.
A travers trois moments de l’histoire de l’Equateur, les auteurs proposent d’interpréter le passé
républicain de l’Amérique hispanique non plus seulement comme une conquête difficile de
l’indépendance, mais aussi comme le passage à la modernité de sociétés dont les représentations
politiques sont longtemps restées mêlées aux croyances religieuses.
295

Los profetas de la Rebelión


(1919-1923)
Les prophètes de la Rébellion (1919-1923)

Manuel Burga

LOS PROFETAS DE LA REBELION, 1920-1923.


(Imaginación y realidad en una sublevación andina)
1 El 4 de julio de 1919, apoyado por la gendarmería y en medio de crecientes expectativas
populares, se produce el acceso al poder de Augusto B. Leguía. Con él terminará un
largo período de control casi permanente del poder por el Partido Civilista: la República
Aristocrática llegaría a su fin por un audaz “golpe” de gendarmería que elevó de nuevo
al poder a un antiguo socio del civilismo que encarnaba, en este momento, a una
decidida oposición. Para el historiador Jorge Basadre, que nunca mostró simpatía por el
leguiísmo, el inicio de la “Patria Nueva” significó la ansiada oportunidad para las
nuevas fuerzas sociales que pugnaban por llegar a controlar el Estado: “Fue la iniciación
de la marea ascendente de las clases medias y populares que desbordaba las vallas
oligárquicas para caer, por efecto de la ignorancia política en el caudillaje” (1983; tomo
IX: 222).
2 Pero no eran solamente clases medias limeñas o costeñas, sino también aquellas que
provenían de las regiones serranas con inquietudes sociales avanzadas para la época y
con una conciencia muy clara de lo que significaba el tan discutido “problema
indígena”. Jóvenes profesionales, como José Antonio Encinas, Hidelbrando Castro Pozo
o Erasmo Roca, lo apoyaron en su campaña política desde el periódico universitario
Germinal, con artículos donde exponían ideas que no tendrían mayor repercusión en las
discusiones limeñas, pero que en muchos casos correspondían a tesis universitarias
bien elaboradas y pensadas a partir de un conocimiento adecuado de las provincias del
sur.
3 En Arequipa se recibe con alborozo y manifestaciones populares este acontecimiento.
Leguía, visto desde las provincias, significaba la esperanza de modernidad,
296

industrialización, descentralismo y progreso, en el Cusco y Puno se produjeron, los días


5 y 6 de julio, una suerte de asonadas populares para terminar violentamente con los
prefectos y sub-prefectos civilistas. En el Cusco el “coronel Leoncio Lanfranco, obligado
por el pueblo tuvo que entregar la prefectura al comandante Juan B. Zubiaga”. En Puno,
el prefecto Cortez y el subprefecto Carcelén fueron apresados y conducidos al cuartel N °
11: “En todo el departamento (...) ha causado entusiasmo delirante el nuevo orden de
cosas”, dice El Deber de Arequipa el 14 de julio. El cambio de gobernantes ha debido
tener una violencia mayor de lo que se puede suponer: comerciantes y terratenientes
progresistas reemplazaron por todas partes a los tradicionales señores de provincias.
4 Mientras esto sucedía en las provincias, en Lima se iniciaban violentos ataques contra
la administración anterior. Las noticias se propalaban rápidamente y el conservador El
Deber de Arequipa se encargaba de transcribirlas literalmente: por ejemplo un escritor
bajo el seudónimo de Abate Faria se preguntaba: “¿La familia Pardo no es traidora?”.
Luego hace un listado de las supuestas traiciones a la patria para terminar recordando a
Manuel Pardo y el desastre del guano para finalmente preguntarse “¿Quiénes fueron
responsables del desastre? ¿Quiénes dieron el traidor grito ¡Primero los chilenos que
Piérola!?” (El Deber, 30/ene/1920).
5 La Nueva Constitución se promulgó el 18 de enero. Era una constitución con numerosas
ideas liberales, tomadas de avanzadas constituciones europeas. Expresaba también una
declarada protección a las poblaciones indígenas y un reconocimiento legal de las
comunidades. En el artículo 58 decía: “El Estado protegerá a la raza indígena y dictará
leyes especiales para su desarrollo y cultura en armonía con sus necesidades”. En el art.
41 se declaraba que los bienes de las comunidades eran imprescriptibles (Basadre, 1983,
t. IX: 247). En Lima, de nuevo, estas medidas constitucionales podían pasar
desapercibidas, no así indígena. Estas nuevas medidas se adoptaban dentro de una rica
discusión sobre el “alma nacional” y sus raíces en el mundo andino. Se buscaba
reivindicar lo indio mientras Daniel Alomías Robles dejaba escuchar El Cóndor Pasa,
Leandro Alvina rescataba el acervo musical cusqueño y en Arequipa se cantaba Melgar
de Benigno Bailón Farfán. Era un mundo en ebullición y mientras los periódicos
informaban en las ciudades, en las regiones campesinas los rumores transportaban y
exageraban los nuevos acontecimientos.
6 Es difícil acercarse a las mentalidades colectivas del interior en este año inical del
leguiísmo. No nos interesa saber, por el momento, las adhesiones o rechazos al nuevo
gobierno, sino más bien las expectativas que despertaba en los campesinos indígenas y
las angustias e inseguridades que mostraban los antiguos poderes locales. Esto último lo
podemos encontrar claramente reflejado en una información que envía a Lima el
prefecto de Huancavelica sobre la aparición, el 30 de enero de 1920, del periódico La
Aurora que se presentaba como órgano del centro estudiantil huancavelicano. En la nota
editorial de este periódico se decía: “Los fundadores de la denominada Patria Nueva, se
lanzaron por caminos extraviados, empuñando la saeta del terror y revistiéndose de
odiosidades y rencores cruentos”. Luego agrega que para el “remate de males” la ley de
“confiscación de bienes se había promulgado” (APMI, Huancavelica, oficio del Prefecto
al Director de Gobierno, 2 de feb. de 1920). Este es un ejemplo del lenguaje terrateniente
usual en la época: terror, odiosidades y rencores cruentos son aun palabras no tan
duras como las que utilizan los hacendados de Puno para atacarse entre ellos (Burga y
Flores-Galindo: 1984: 103-104). Estos rumores, difundidos quizá por las nuevas élites
que se habían apoderado del gobierno, tendrán efectos incalculables dentro de las
297

poblaciones campesinas: lo que La Aurora llamaba “ley de confiscación de bienes”,


pronto se convertirá de manera más clara y específica en “reparto de tierras a las
comunidades”1.
7 En Huancavelica la reacción ante este tipo de rumores adquiere, muy pronto, la forma
de lucha abierta: los hermanos Arturo, Santiago y Pedro Lume, junto con Feliciano
Fruccios, forman una banda armada y cometen atropellos contra los pueblos dando
vivas a Solar, Aspíllaga y Pardo y mueras a Leguía y Celestino Manchego Muñoz. Los
vecinos de Chupamarca los acusan de ser simples agentes de de Manuel Alarco quién,
según ellos, preparaba una “revolución civilista” (APMI, Huancavelica, oficio del
Prefecto al Director de Gobierno, 22 de marzo de 1920). Manchego Muñoz, cuando fue
alcalde de Huancavelica (1915-1916), había dado un decreto municipal, el 29 de enero
de 1916, donde prohibía los servicios gratuitos y las prestaciones a la autoridades,
indicando que los agraviados podían quejarse ante la Municipalidad. El prefecto de
entonces, civilista por supuesto, lo cinsideró un abierto desafío a su autoridad (APMI,
Oficio del Prefecto al Director de Gobierno, 8-feb-1916). Estos precedentes, que son una
muestra de la radical oposición entre conservadores y modernizantes en las regiones
del interior, entre viejos hacendados y nuevos ricos, nos puede dar una idea de lo que
significó este cambio de élites en el control del gobierno.
8 En mayo, de este mismo año, en la carta pastoral del Obispo del Cusco se advierten los
peligros y se pide la rehabilitación del indígena y su conversión en ciudadano del país.
El Obispo se refiere a la explotación de “algunos hacendados”; advierte el peligro de la
penetración de ideas socialistas revolucionarias que pueden encender la rebelión y
menciona el odio entre “indios” y “blancos” (El Deber, 28-mayo-1920). En setiembre se
publican las primeras noticias, en Arequipa, de la construcción de la futura Granja
Modelo Chuquibambilla para promocionar la renovación de las actividades
agropecuarias en Puno. Así, a diversos niveles, los hacendados más tradicionales
comienzan a ver cuestionadas sus atávicas costumbres: en el trato con los campesinos
indígenas como en el manejo empresarial de sus haciendas.
9 No es nuestro objetivo analizar las repercusiones que trajo consigo el acceso de Augusto
B. Leguía al poder, pero era necesario mostrar —aunque muy rápidamente— cómo la
imaginación exagera la realidad cuando los viejos civilistas ven el ocaso de su gobierno
y se acercan a su extinción como grupo político. Pero además es necesario tener en
cuenta que estas oposiciones políticas estaban mezcladas con rencillas y odios
familiares que afectaban profundamente a las aristocracias terratenientes del interior.
Las afiliaciones políticas a los grupos gobernantes eran cambiantes y muy
frecuentemente obedecían a estrategias locales de los clanes de hacendados andinos.

1 Comuneros en rebeldía, 1920-1921


10 El Pueblo de Arequipa, del 30 de enero de 1920, publica una columna, de un corresponsal
del interior, dando cuenta que el subprefecto de Huancané, Julio Gamarra, había
prohibido los servicios gratuitos, el rescate de víveres y el borreage (compra a precios
irrisorios del ganado de los indígenas) y luego incluye un comentario optimista: “Estas
medidas han dado resultados inmediatos; hoy la venta de víveres ha aumentado en el
mercado y los corderos se obtienen por su justo precio”. Una simple ordenanza
subprefectural, que ya había sido intentada en 1904 por T. Gutiérrez Cuevas, ponía
punto final a viejas servidumbres que los indígenas debían prestar como señal de
298

respeto al grupo de los “mistis” o blancos. Los vecinos notables de todos los pueblos
“mistis” de las regiones altoandinas del sur gozaban de una serie de privilegios —
servidumbres para los indígenas— que les permitía controlar mejor a las poblaciones
campesinas. Estas servidumbres no nacían solamente como consecuencia de vivir
dentro de una hacienda, de recibir tierras o usar los pastos del gran propietario, sino
también por el hecho de convivir con el misti, de estar sujetos a las autoridades
políticas y municipales; o simplemente por el hecho de ser indio.
11 A inicios del siglo XX, aunque parezca paradógica y anacrónica, se observa una situación
similar a la que podemos encontrar en el siglo XVII: era más seguro para las poblaciones
indias vivir dentro de las haciendas. Fuera de ellas estaban expuestos a la labor
concentradora de tierras de los hacendados, a la rapiña de los “rescatistas” por la
intensificación del comercio de lanas y a los abusos de las autoridades políticas y
municipales, de los vecinos notables en general y también del cura de la parroquia.
Dentro de la hacienda se tenía la protección del hacendado: su influencia sobre las
autoridades locales era importante y aún tenía la posibilidad de convertirse en un
pequeño “mandoncillo’’, como collana de la hacienda o al formar parte de las bandas
armadas de los terratenientes.
12 Esta variedad de formas feudales de explotación hay que pensarlas dentro de una
situación donde el indígena como individuo no tenía ninguna importancia: las élites
dominantes del siglo XIX quisieron liquidar al indio y construir un Perú criollo, o en
todo caso mestizo y occidental. Este es un tema que no ha sido bien estudiado y que es
muy difícil de comprender cuando se le mira desde la actualidad. Se requiere ingresar a
la situación y a las mentalidades colectivas de la época para entender este fenómeno de
explotación, de negación de sus derechos más elementales e incluso la culpabilización
del indio como causa de todos nuestros males.
13 Es muy probable que hasta existiera una especie de terrorismo de los mistis o de los
blancos que vivían en las ciudades, grandes o pequeñas. Presentaré solamente el caso
de Víctor Manuel Belón quién, según Pedro Villena, fue el más dinámico usurpador de
tierras en el distrito de Nicasio, provincia de Lampa, durante los primeros quince años
del siglo XX. También fue, como es de suponer, representante por Lampa durante 18
años. Por lo que es fácil imaginarlo como un decidido civilista de la época: “No perdió el
tiempo para especular a la sombra de la posición que ocupaba, ya haciendo colocar
como primeras autoridades de la provincia a personas que cumplieran su voluntad
incondicional, ya logrando que se nombraran de gobernadores y jueces de Paz a los
empleados de sus fincas, ya haciendo consentir que la intención del Supremo Gobierno
era extinguir a la raza indígena y de que sus bienes pasarán a poder de las personas
civilizadas; datos que han sido sumistrados por centenares de personas que residen en
el distrito de Nicasio, y también en la capital de Lampa (1913: 26-27)”. Esta visita se
produce en el segundo año del gobierno de Guillermo Billinghurst, en la breve
interrupción del ejercicio del poder ejercido por el civilismo desde fines del siglo XIX.
Por eso fue posible que Villena, con potestad “para indagar las quejas de los indígenas
del departamento de Puno, con el fin de hacer todos los esclarecimientos necesarios y
poder dar al Supremo Gobierno un informe minucioso y detallado de todos los motivos
de sus quejas”, visitase esta provincia; así como antes ya habían venido Alejandrino
Maguiña (1902) y Teodomiro Gutiérrez Cuevas (1904). Víctor Manuel Belón era
diputado en Lima, gamonal —en el sentido más amplio de la expresión— en Lampa y
propalador de nefastos rumores como el que afirmaba que el gobierno quería aniquilar
299

a los indígenas: era el portavoz de una suerte de contrautopía andina, que reclamaba un
Perú criollo, blanco y sin los indios.
14 No era solamente un postulado ideológico, sino también una praxis corriente que se
manifestaba de diversas maneras: el indígena de comunidades era un hombre sin una
tipificación jurídica, como un ilota en Esparta o un meteco en Grecia antigua, casi
huérfano de derechos por su pobreza y su condición racial. Peor situación que un
esclavo en Roma, cuyos códigos son impensables sin las categorías esclavo o esclavitud
(Finley: 1973: 82). Aquí, como irónicaimente decía Javier Prado en la Asamblea Nacional
de 1919, “Raza fuerte, raza trabajadora, raza sufrida y calumniada, ha sido tratada por
su país con dura crueldad; y como las cosntituciones extranjeras no tienen ese
problema de la raza indígena, tampoco había sido considerado en la constitución del
Perú. Nosotros debemos hacer la rehabilitación de la raza originaria del Perú: raza de
grandes virtudes, raza de grandes energías y merece ser defendida y elevada ante el
sentimiento del país” (Cit. por Lynch, 1979: 43). Las opiniones contrapuestas, a pesar de
que no fueran coetáneas en el tiempo de Víctor Manuel Belón y de Javier Prado,
constituyen un indicador del desarrollo de nuevas actitudes frante al problema
indígena. En los meses finales de 1919, en la Asamblea Nacional, se discutió
ardorosamente el articulado pro-indígena que se incorporaría en la Constitución. Las
nuevas actitudes eran defendidas por Javier Prado, antes figura prominente del
civilismo, Pedro José Rada y Gamio, José Antonio Encinas, quienes se enfrentaban a J.M.
Rodríguez y a la solapada defensa de las ideas racistas del siglo anterior.
15 Paralelamente a estos hechos que expectaba la opinión pública limeña, comenzaba a
desenvolverse —a un nivel casi imperceptible— un capítulo importante de la historia
campesina en la capital peruana: el 16 de junio de 1920 se fundaba el Comité Central
Pro-Derecho Indígena “Tahuantinsuyo”. Desconocemos los pormenores de este
acontecimiento, pero no es difícil advertir la presencia de políticos importantes detrás
de esta fundación. El Comité fue reconocido por un decreto expedido el 21 de junio de
1920 y firmado por Hildebrando Castro Pozo, jefe de la sección Trabajo del Ministrio de
Gobierno. Este Comité Central será el organismo que permitirá la institucionalización
de viejas formas de lucha campesina en los andes: los mensajeros indígenas, los
anunciadores de las injusticias, se convertirán en los delegados de los subcomités del
interior y la Rama comenzará a funcionar, como lo hacía desde el siglo XVII, para apoyar
los viajes y reclamos de los subdelegados del Comité Central 2. Esta combinación de lo
nuevo con lo viejo, de la política con la utopía, del obrero indio con el campesino indio,
es un acontecimiento de gran importancia y le dedicaremos un espacio mayor en el
capítulo siguiente.
16 Las discusiones en la Asamblea Nacional, las declaraciones del Obispo del Cusco, los
rumores en las regiones campesinas, los temores de ciertos periodistas del sur no
pasaban de ser simples actos de palabra escrita o palabra oral. Pero desde la
promulgación de la constitución, conciliábulos secretos, habían puesto en marcha una
serie de acciones: por ejemplo, a propuesta del diputado José Antonio Encinas, se
aprobó la designación de una Comisión Oficial Pro-Indígena para visitar a Puno,
estudiar el problema indígena y luego proponer una legislación tutelar. Esta comisión la
conformaron cuatro personas: Enrique Rubín (Presidente), Umberto Luna, Erasmo Roca
y Manuel E. Rubín (Secretario). Llegó a Puno el 30 de julio y permaneció hasta el 16 de
agosto en esta ciudad recibiendo y escuchando las quejas de los indígenas. Por estos
días, cuando la Comisión trabajaba intensamente, Ezequiel Urviola, quién tendrá una
300

interesante participación en los sucesos posteriores, fue señalado como agitador


(Rengifo, 1969: 29) y puesto en prisión: “El juez del Crimen Doctor Félix Ramos ha
ordenado la prisión preventiva de don Ezequiel Urviola y del pastor evangélico don
Fernando A. Sthal como encabezadores de los últimos movimientos indígenas en esta
ciudad [El Deber, 17-ago-1920)”.
17 Luego la Comisión Oficial se divide para desplazarse a diversas provincias: Enrique
Rubín y Umberto Luna pasan seis días en Azángaro (del 16 al 22 de agosto); donde
fueron recibidos con enorme expectativa por los indígenas. Los mistis de Azángaro
creyeron ver 15,000 indios rodeando el pueblo y la inminencia de una masacre de
blancos. Sin embargo Rubín no llamó al Prefecto, como lo solicitaban los vecinos,
porque consideraba que sus ofrecimientos habían convencido a los “cabecillas” de los
indígenas. La situación tomó un giro muy raro al final de esta visita: Rubín pidió
protección a los cabecillas indígenas al salir del pueblo y evitar así cualquier acción
osada de algún gamonal desesperado. Lo que nos podría indicar que las relaciones de la
comisión eran más cordiales con los indígenas que con los vecinos notables. Luego
pasaron a Ayaviri y de allí viajaron al Cusco, donde se encontraron con Erasmo Roca
que había visitado las provincias de Chuicuito, Hauncané y Lampa.
18 En la prensa de Arequipa no hay mayores reacciones mientras la Comisión se desplaza
por las provincias de Puno, salvo una extensa carta firmada con el seudónimo de Juan
Pura, donde se acusa a la comisión de progamonal y amenazan levantarse contra las
injusticias. Juan Pura decía: “Si esta vez no llegamos a alcanzar justicia debida, creemos
y lo tenemos por seguro, que nosotros nos la haremos, haciendo pesar sobre la cabeza
de nuestros viles usurpadores gamonales, el peso de nuestras justas iras (El Pueblo, 21-
ago-1921)”. Todo parece indicar que se trata de una carta fraguada por los hacendados
para exagerar el radicalismo de los indígenas y presionar a la Comisión. La última parte
de esta carta, donde se habla del enfrentamiento ciego entre indios y blancos, es el
discurso clásico de los hacendados que nunca lo hemos encontrado en los testimonios
donde se expresan los indígenas o sus instituciones. Por eso suponemos que se trata de
una provocación terrateniente en el conocido estilo de convertir cualquier protesta
indígena en un asalto contra el blanco, la propiedad y finalmente toda la nación.
19 Pero las preocupaciones de los hacendados del sur, durante este mes de setiembre de
1920, no fueron apremiantes. De otra manera no se explica cómo El Pueblo del día 15,
cuando la Comisión Oficial pasaba por Arequipa a su regreso del Cusco, publique una
larga entrevista —en primera plana— al presidente de la Comisión Oficial. Las
declaraciones de Rubín no llamarán mayormente la atención, pero serán duramente
criticadas recién en el Memorial de la Sociedad de Ganaderos de Puno en febrero de
1921 cuando ya la situación se había tornado muy delicada; se consideró, en este
momento, que la Comisión había provocado la rebeldía de los indígenas.
20 El Pueblo del 15 de setiembre de 1920 decía: “El señor doctor Rubín nos dice que en Puno
conferenció con numerosos indígenas, que le expresaron los abusos de que era víctima
la raza por parte de los gamonales, la mayor parte de los cuales les habían usurpado sus
propiedades para formar los grandes latifundios que existen ahora; que sus
reclamaciones no eran escuchadas por los poderes públicos y que cada vez que ellos
hacían algún reclamo colectivo se les calumniaba como rebeldes, se les castigaba
severamente, se les perseguía y oprimía. Como ellos son pobres, ignoran el castellano y
carecen de influencia, los subprefectos, jueces y demás autoridades no los atienden y
más bien por ser hechura generalmente de los gamonales apoyan a estos en sus
301

depredaciones. De ahí el rencor de los indios contra los blancos, rencor que puede
traducirse en una lucha de fatales consecuencias”. Luego agregó que los indios eran
inteligentes, se daban cuenta de las sinceras intenciones de la Comisión, del
compromiso del gobierno y que lo único que les había pedido es no recurrir a la
violencia.
21 Las tensiones se ponen en evidencia en esta entrevista: “Nos dice el doctor Rubín que es
de urgencia el atender las reclamaciones de los indígenas y restablecer en esa región el
orden social y la justicia, haciendo desaparecer el estado de antagonismo entre
gamonales e indígenas y que para ello es indispensable la dación de una legislación
especial, con tribunales arbitrales y procedimientos sumarios que sean una eficaz
garantía. Se ocupará la Comisión de preparar esa legislación para someterla al
Congreso, pues el Presidente señor Leguía está muy interesado en solucionar en forma
equitativa el problema indígena que es uno de nuestros más graves y trascendentales
problemas”. No hay ninguna diferencia entre las expresiones, denuncias y promesas de
Enrique Rubín en 1920 y las críticas que, quince años atrás, Teodomiro Gutiérrez Cuevas
había hecho, primero como subprefecto de Chucuito y luego como enviado especial del
gobierno de G. Billinghurst. El fin del civilismo permitía que el radicalismo verbal de
Gutiérrez Cuevas se convierta en lenguaje oficial del gobierno. Esto indudablemente
tendrá efectos importantes en la actitud y acciones de los miembros del Comité Central
Pro-Derecho Indígena “Tahuantinsuyo”.
22 Mientras la Comisión sesionaba en Lima y elaboraba, dentro de una relativa
tranquilidad, propuestas para solucionar el problema indígena en el sur; en Arequipa
las tensiones parecían alcanzar un punto culminante. Un artículo del periodista J. G.
Murillo, que transmitía las opiniones terratenientes, publicado en El Pueblo del 30 de
setiembre de este año, es muy revelador del estado de ánimo colectivo. Comienza
indicando que “en Lima y en general en la costa del país se ignora el verdadero estado
de las cosas”. El se pregunta “¿Es un problema agrario? o ¿es una querella de razas, la
una dominadora, la otra dominada?”. Luego indica que “nadie aún olvida a Juan
Bustamante, el aventurero; ni tampoco al Divino Rumimaqui, el Sr. Gutiérrez Cuevas,
que deja consagrada por la popularidad y uso la palabra RAMA”. Los indígenas, dice,
por su pobreza, ignorancia y amor a la tierra son víctimas “... de falsos apóstoles y
humanitarios, que les aseguran volverlos a las épocas felices de holganzas y de
comunismo limpio de blancos que se llamó Tahuantinsuyo”. Murillo, que
evidentemente utiliza el discurso terrateniente de la región, hace una relación de una
sociedad indígena, sin los blancos, y los dirigentes de la Rama.
23 Las intenciones de este autor se pueden descubrir en las dos preguntas que se formula
al final: “¿Qué pretenden en la hora actual, los pseudo apóstoles del aborigen agitando
sus masas? ¿A qué se da el nombre de Rama?”. La respuesta que se puede deducir es
dramática: los indígenas pretenden restaurar una utopia sociedad andina. Hasta este
momento, 30 de setiembre de 1920, este artículo es la mejor prueba de la intranquilidad
y tensiones que recorrían las zonas rurales del sur. Ya aparece como una idea colectiva
la asociación entre Rama, ramalistas, guerra de castas, restauración del imperio del
Tahuantinsuyo y atentado contra la nación peruana. La realidad y la imaginación se
mezclan, en las mentes terratenientes, en un esfuerzo por dar coherencia a una ficción
que ellos querían convertir en un programa político de los indígenas: la restauración
del Tahuantinsuyo. Mientras la Rama pertenecía a la realidad, la restauración nativista
era más bien un producto de la imaginación: los terratenientes lo sabían muy bien, pero
302

¿acaso los campesinos podían hacer estas mismas distinciones con una precisión
semejante? Para un campesino, marginado de los derechos ciudadanos, apegado a sus
costumbres, tradiciones y lengua, que escuchaba rumores como los que Víctor Manuel
Belón propagaba en Lampa, la ficción terrateniente les podría parecer lógica, necesaria
y hasta un bello propósito.
24 Los meses finales de 1920 no fueron de tranquilidad para los hacendados; los rumores
de revueltas campesinas circulaban profusamente. En algunos casos éstas se dieron en
la realidad, pero sin revestir gran importancia. Por ejemplo el 1 de octubre se produjo
una revuelta en Orcopunco (Ayaviri): “Indiada Orcopunco sublevóse hiriendo
gravemente empleados y sábese hay confabulación con indígenas de fincas vecinas”.
Bernardino Arias Echenique, quién envió a El Pueblo la copia del telegrama que había
recibido, sostenía que los “indios se quejan y parece que en muchos casos con plena
razón”. Luego agrega “la verdad es que se hallan en lucha y que todos los propietarios
cargan las responsabilidades y peligros de los que han oprimido y despojado al
indígena; de donde resulta un verdadero conflicto que puede traer serios
transtornos...”.
25 Las expresiones de este hacendado de Azángaro no nos dejan dudas sobre las tensas
relaciones en el departamento de Puno. Ante estas revueltas frecuentemente se
producen violentas reacciones de los hacendados: como por ejemplo la que produjo la
masacre de Llallahua en Santiago de Pupuja. El 7 de octubre, Rómulo Díaz, con su padre
Saturnino Díaz, su tío Melchor Díaz, su hermano Arturo Díaz, su cufiado Abelino
Fernández y los hermanos Juan y Maximiliano Dianderas, todos ellos vecinos de
Santiago de Pupuja, arremeten —siguiendo la costumbre del escarmiento— contra un
grupo indígena que se había refugiado en la casa de la Misión Evangélica Protestante. El
pretexto era que los indígenas se negaban a pagar un arbitrio municipal. La
consecuencia fue la muerte de doce indígenas, cuatro heridos, otros fugados y ataques
contra las habitaciones de los campesinos. Era en realidad un escarmiento por las
quejas presentadas a la Comisión Oficial que visitó Puno (El Pueblo, 19-oct-1920). Una
parentela extensa, que congregaba a autoridades, hacendados y mistis en general,
arremetió brutalmente contra una indefensa muchedumbre en momentos de profundas
tensiones sociales.
26 Al mes siguiente, en noviembre, se produce la destrucción y saqueo de la casa de
Alejandro Cano, Presidente de la Sociedad Ganadera de Puno, en Arapa, y el pillaje de la
hacienda Calachaca, muy cerca de Azángaro, de propiedad de María Manuela Vda. de
Camacho (APMI, Huancavelica, Paquete 213, oficio del Prefecto al Director de Gobierno,
11-dic.-1921). Estos acontecimientos parecen ser las crestas visibles de fuertes
corrientes de profundidad que estaban a putno de estallar y que fueron apaciguadas
primero por la llegada de la Comisión Oficial y luego con el inicio de las lluvias,
comienzo de los trabajos agrícolas, el carnaval de febrero y la trasquila de marzo.
Durante estos tres años que estudiaremos, de 1920 a 1923, la época de lluvias es más
bien un período de tranquilidad, sin revueltas, de trabajos, de renovación de cargos y
de conversaciones en las abrigadas cocinas campesinas del sur.
27 Pero no todo había sido tranquilidad en estos meses del invierno serrano, ya que el 28
de enero se produjo el asalto a la finca Huaypará de la familia Frisancho. Hemos
localizado tres cartas que nos permiten llegar a los reveladores detalles de estos
acontecimientos, pero advirtamos que son informaciones del Subprefecto de Lampa y
del Prefecto de Puno. Los hechos son semejantes a los de Orcopunco: un número
303

considerable de indígenas había atacado la finca. El subprefecto Mariano V. Cuentas


realiza las investigaciones y el 2 de febrero informa al Prefecto: “Pudo conseguirse la
reunión de algunos indígenas de las parcialidades a quienes les indiqué si tenían algún
motivo de queja contra el mencionado doctor Frisancho o los vecinos de esta localidad
(Pucará), asegurando que no tenían quejas y que los hechos realizados tuvieron por
origen la reunión de los indígenas en la casa del mensajero Inocencio Condori, quién sin
duda les dio instrucciones reservadas. Como la indiada continuaba movida y que habían
reuniones entre las fincas Capoyo y Hauyani, marché a dichos lugares el día lunes 31 y
recorriendo toda esa región no encontré nada que turbara el orden público y a pesar de
que en la noche se oían bocinas, no le di importancia...” (APMI, Puno, paquete 220).
28 Destaquemos algunos hechos: el asalto a una finca cuyo propietario no tenía problemas
especiales con los indígenas, la presencia de un mensajero como organizador y el
estado de intranquilidad de los campesinos del distrito de Pucará. Luego el subprefecto
Cuentas agrega más detalles interesantes: “Es indiscutible que el autor que ha originado
estos sucesos es el mensajero Inocencio Condori, quién levantó a los indígenas
manifestando o engañándolos que debían desaparecer las propiedades de los vecinos”.
Termina indicando: “juzgo indispensable tener una guarnición en la hacienda
Huaypará... En esta misma carta, Cuentas informa que trataba de ganar la confianza de
los indígenas y decirles que Condori los engañaba y además les cobraba 0.50 centavos:
“El citado Condori no fue hallado porque desde el momento del ataque a Huaypará
había fugado, también no se le encontró arma ninguna y sólo vimos los papeles que le
adjunto3, teniendo de estos impresos en gran cantidad, con el sello del Tahuantinsuyo
del que había hecho propaganda manifestando que hiba a cambiar la forma de
gobierno, lo que manifiesta que hay un plan bien acordado en los que dirigen estos
asuntos en la capital de la República. Es casi general en estos lugares y aún en el resto
de la provincia la idea que se tiene de un levantamiento general de la indiada que puede
tener muchas proyecciones y esto se explica por las reuniones parciales que tienen en
diversos lugares” (APMI, idem).
29 Frente a esta situación el prefecto de Puno se ve obligado a destacar una sección de la
compañía del regimiento 15 de línea a Pucará y así el 13 de febrero puede informar a
Lima: “... la situación se ha normalizado, por el momento, debido a las medidas tomadas
con toda oportunidad, pero que la actitud de los indígenas obedece a un plan trazado y
dirigido desde la capital, donde con el nombre de Comité Central Pro-Derecho Indígena
Tahuantinsuyo, funciona una especie de sociedad, cuyos fines, bajo el pretexto de
defender los derechos de la raza indígena, no son otros que explotar la ignorancia de
nuestros aborígenes y fomentar un estado de cosas que es un verdadero peligro para el
orden público” (APMI, Puno, paquete 220). Le adjunta los impresos que había requisado
Mariano Cuentas en la casa de Inocencio Condori y con esa prueba se siente respaldado
para sugerir . .que por conducto de las autoridades de esa capital se tomen las medidas
convenientes para evitar se siga adelante el desatinado plan de explotación que quieren
llevar a la práctica el llamado ’Comité Central Pro-Derecho indígena’”.
30 No parece existir ninguna duda, para el prefecto de Puno, de la estrecha relación
existente entre el mensajero I. Condori, los 0.50 centavos que este recaba de los
indígenas de las parcialidades, las reuniones de estos mensajeros con los indígenas para
anunciarles el próximo reparto de las tierras de los mistis y la función organizadora
que cumplía el Comité Central Indígena Tahuantinsuyo. El subprefecto Cuentas, como
el prefecto de Puno, están convencidos que se trata de un engaño peligroso, porque
304

sabían que el gobierno no tenía intenciones de repartir las tierras de los vecinos mistis,
pero también se daban cuenta que esta ilusión elaborada por los mensajeros o
ramalistas, podría levantar a todos los campesinos del departamento.
31 La agitación parecía marchar desde Puno hacia Huancavelica. Por todos los
departamentos del sur parece producirse la conversión masiva de los antiguos
mensajeros indígenas en los nuevos delegados de los sub-comités distritales del Comité
Central Pro-derecho Indígena Tahuantinsuyo. Detrás de cada reclamo encontramos por
lo menos a un subdelegado; y estas gestiones comienzan a tener éxito. En marzo de
1921 indígenas envarados de Yanaoca (Cusco) presentan un memorial acusando de
atropellos al subprefecto Demetrio Pareja; la solicitud fue atendida por el prefecto y se
produce el nombramiento de Ricardo Cabrera Herencia como reemplazo (APMI, Cusco,
Pqte. 227; oficio del Prefecto al Director de Gobierno, 10-marzo-1921).
32 Paralelamente, y como acto defensivo de los vecinos mistis de estos departamentos, se
producirá la conformación de comités leguiístas de vecinos: el 17 e abril en Pucará, el 12
de mayo en Santiago de Pupuja, donde solicitan ayuda al gobierno, reclaman a la fuerza
pública y dan poderes a Jaime Dianderas. Algo similar hacen los vecinos de Chucuito. en
Huancavelica también se había producido una curiosa concentración de hacendados en
la capital del departamento. Así lo informa el prefecto Nicanor Mongrut: “Este
departamento se halla completamente dividido, y por razón natural, todos esos
elementos ajenos o enemigos del actual régimen, se han concentrado en esta capital; la
mira que tengo desde que arribé a ésta, es la de unificarlos (sic), o cuando menos no
perderlos de vista, tenerlos siempre a mi lado, conocer o adivinar sus pensamientos,
porque debo manifestarle, que lo mejor de esta localidad, en lo social y pecuniario,
pertenece al nefasto gobierno caído el 4 de julio...” (APMI, Huancavelica, paquete 219,
oficio del Prefecto al director de Gobierno, 9-abril-1921). Mudablemente un buen
prefecto leguiísta; “la vista y los oídos” del gobierno central.
33 Puno era considerada como la zona de mayores tensiones, como un foco de irradiación
hacia las zonas vecinas. Así lo escriben los vecinos de Maranganí y Sicuani en sus
memoriales del 10 y 12 de abril respectivamente. En ellos se dice que los indígenas del
Collao habían distribuido volantes en las estaciones del ferrocarril (Aguas Calientes, La
Raya, Araranca) “...incitando a todos los indígenas de este distrito, como a toda la
provincia de Canchis, a que se levanten en masa a matarnos en la creencia de recuperar
sus tierras destruyendo a los blancos y arrebatando sus ganados”. Decían que “...el
asalto era inminente”.
34 El 2 de mayo se producen graves desórdenes en Yauri, capital de la provincia de
Espinar, encabezados por Domingo Huarca. El subprefecto de esta provincia hace una
patética descripción de los dramáticos acontecimientos que se producen con el ingreso
de 2000 indígenas a Yauri: “En vista de este hecho, que manifestaba claramente la
intención del elemento indígena, organizamos, en forma correcta y rápida, un completo
plan de defensa, habiendo marchado la mayoría de los vecinos a sus puestos de
combate, en caso de ataque”. El subprefecto Alvarez Valer continúa su relato: “En estas
circunstancias se destacaron por los indios dos delegados, los cuales vinieron a mí, y
solicitaronme una orden para una para una manifestación pública, con el objeto de dar
a conocer algunos acuerdos del Comité Central Pro-Derecho Indígena y órdenes
particulares que dijeron tañían de comunicar (...) Otorgada la licencia que pidieron la
formación se dirigió a la plaza, donde el indígena Domingo Huarca, comunero de la
parcialidad grande, y garante de la manifestación, les dirigió la palabra...(...) Yo, a mi
305

vez, y como medio de tranquilizar la efervescencia que acrecía por momentos, les hablé
también, recomendándoles cordura en todos sus actos; díjeles también el deseo y sentir
del gobierno con respecto al problema indígena y por último les garantiza la
manifestación, siempre que ellos procediesen en forma arreglada y culta (APMI, Cusco,
paquete 219, oficio del prefecto al Director de Gobierno, 12 de mayo de 1921)”. La
reunión terminó pacificamente, pero la cita anterior, de alguna manera, nos transmite
la sensación que los campesinos eran los dueños de las circunstancias y que el
subprefecto Alvarez Valer actuaba bajo el peso de la presión de las masas campesinas
dirigidas por Domingo Huarca. Era el 2 de mayo de 1921; estamos en los momentos
iniciales, los preparativos de una gran sublevación, pero ya se ve la presencia del
Comité Central y de los líderes locales, como en este caso, los principales protagonistas
de lo que el historiador francés Jean Piel llamaría la sublevación de Tocroyoc.
35 Esta situación de rebelión “latente”, como decía el Memorial de los hacendados
redactado en febrero de 1921, obligó a que el prefecto Ruiz del Cusco realizara a fines de
mayo una extensa visita por las provincias de Canas, Chumbivilcas, Espinar y Canchis,
para terminar informando que los indígenas son sojuzgados y explotados ”.. .por la
gente de color o misti, quienes en connivencia con los abogados, escribanos, jueces y
algunas veces con las autoridades políticas les arrebataban sus tierras, ganados,
productos agrícolas”. Señala esto como la causa de la intranquilidad campesina, luego
precisa que es el Comité Central Pro-derecho indígena la institución que apoya y
fomenta la rebelión. La gravedad de la situación lo lleva a proponer medidas radicales
al gobierno: 1. que los indígenas puedan recuperar sus tierras; 2. prohibir de manera
absoluta los servicios gratuitos; 3. que cada parcialidad nombre a sus tenientes
gobernadores; 4. nombrar una comisión para el deslinde de las propiedades y el
levantamiento de catastros; 5. formación del estanco de la lana; 6. establecer una
comisaría, con 20 hombres cada una, en Canchis y Espinar (APMI, Cusco, paquete 219,
oficio del prefecto al director de gobierno, 9-junio-1921). Esta posición del prefecto no
estaba lejos de las declamaciones de la Comisión Oficial, del discurso de José A. Encinas
y de las actitudes de otros diputados del sur. Estas posturas conducirán a la renuncia
del subprefecto de Canchis el 29 de junio y a la del subprefecto de Espinar el 15 de
octubre: la causa explícita era que el gobierno daba mayor credibilidad a las quejas de
los indígenas que a los informes de los subprefectos.
36 El Pueblo de Arequipa, el 15 de enero de 1921, transcribe una extensa carta del diputado
por la provincia de Grau (Apurímac), Miguel J. Gutiérrez, aparecida en El Tiempo de Lima
donde, con patetismo, se denuncian las injusticias a que estaba sometido el indígena de
los departamentos del sur y de todo el Perú en general. Decía este diputado: “Señor
Presidente: La condición de la raza indígena no variará si es que un mandatario a toda
prueba, de carácter, patriotismo y sacrificio, no le tiende su mano redentora para
salvarlo. El indio que carece de escuela. El indio que no sabe leer. Ya sea en el tiempo de
Pizarro, de Almagro, o de Luque, o en tiempo de Castilla, de Piérola, o de Leguía: ignora
lo que es libertad, igualdad y justicia”. Una dramática carta que tendrá mucho eco en
los periódicos de provincias y que constituye un alegato importante contra la
explotación del indígena.
37 El 9 de abril de 1921, El Pueblo de Arequipa publica el extenso Memorial presentado al
gobierno central por la Sociedad Ganadera del departamento de Puno, cuyo presidente
era Alejandro Cano. El memorial ocupa toda la página 4 de la edición de este día.
306

Considero útil un breve análisis de este importante documento. Los puntos más
destacables podrían ser los siguientes:
1. Un Memorial que pretendía ser la defensa de los propietarios legalmente constituidos y
expuestos a “una rebelión latente y aún estallada y mal reprimida”. Era en realidad un
extenso pedido de protección, al gobierno central, de parte de los hacendados del sur que no
tendrían ningún inconveniente en mostrar sus títulos legales de propiedad.
2. Encontramos el discurso terrateniente sin censuras: denuncian a Teodomiro Gutiérrez
Cuevas, Rumimaqui, quién habría pretendido “desmembrar el Perú”; a la vez que califican a
las rebeliones campesinas como luchas raciales y contra la nacionalidad.
3. Defienden la propiedad privada de la tierra, la conformación de las haciendas en zonas
campesinas haciendo mención a las leyes bolivarianas y a otras del siglo XIX.
4. Hacen una defensa del colono de las haciendas: “Aquellos tienen allí sus cabanas, pastos para
sus ganados, terrenos para sus sembríos, medicinas para sus enfermedades y víveres en
tiempo de hambruna”. En resumen viven bien dentro de las haciendas “y esto por ser
nuestros socios industriales tiene por enemigos a los indígenas de las comunidades”.
5. Contrariamente culpan a los indígenas de comunidades de todas las rebeliones: “Los indios
de las comunidades son los únicos que forman las filas de la rebelión (...) Nuestros pastores y
nosotros somos víctimas de los robos y ataques de los indios de las comunidades, pero éstos
ponen en juego toda clase de recursos con falsas promesas, para desmoralizarlos y que se
unan a la rebelión, imbuyéndoles odio y rencor en contra nuestra”. Esto último contradecía
que el objetivo de los campesinos rebeldes fuera la guerra de castas, ya que al parecer
ocasionaban daños también a los rebaños de los pastores colonos. La presencia de huestes
terratenientes armadas, compuestas por colonos indígenas, podría ser el lado opuesto y la
otra prueba de que no se podría hablar de una ciega guerra de castas.
6. Hacen una extensa crítica a la labor de la Comisión Oficial y en especial a las declaraciones
de su presidente Enrique Rubín del 15 de setiembre de 1920: “El reportaje tuvo más
trascendencia de lo que se cree. Los tinterillos y logreros lo han repartido impreso entre los
indígenas haciéndoles creer que lo que está en letras de molde tiene el valor de un veredicto
gubernativo”.
7. Denuncian que los que preparan y organizan la rebelión son los ramalistas: “Esta es la
bandera de la rebelión indígena (el reparto de todas las tierras), batida para que todos
acudan con el sabido sol de contribución para la llamada RAMA”.
8. Denuncian la existencia de bandas armadas de indígenas que asaltan a las haciendas y crean
zozobra e intranquilidad; a esto agregan la insubordinación de las poblaciones campesinas y
la impotencia de las autoridades del interior.

38 Este es el más profundo análisis terrateniente de la situación del sur en este momento.
No proponen niguna solución y casi con prepotencia —como en los buenos tiempos del
civilismo— piden que se desapruebe la labor de la Comisión Oficial, que se prohiba la
Rama, que se aumenten las fuerzas militares en Puno y que se abran juicios militares a
las “bandas indígenas”. Era aún la dureza verbal del gamonalismo del sur y la
incompresión para entender los primeros momentos del leguiísmo.
39 Los meses siguientes son de relativa tranquilidad. El problema indígena vuelve a los
titulares de los periódicos sólo de manera esporádica: el 30 de abril cuando se discute la
propuesta de Manuel A. Quiroga, dipuetado por Chucuito, de una legislación indígena
presentada al Congreso Regional del sur en 1920. Luego en mayo se publican denuncias
de campesinos de Lampa contra las persecuciones despiadadas del gamonal José
Antonio Torres a los indígenas que lo habían denunciado en un memorial enviado a
Lima.
307

40 Sigue luego un largo silencio periodístico sobre cuestiones campesinas, hasta que el 26
de setiembre de 1921 aparece en El Pueblo la noticia de la creación de la Sección Asuntos
Indígenas en el Ministerio de Gobierno. En ese preciso momento la rebelión ya había
estallado en Lampa, pero las noticias aún no llegaban a las ciudades importantes. Estas
revueltas de Lampa serán el punto culminante de los acontecimientos del año 1921.
Utilizaremos, para la reconstrucción de estos hechos, las diferentes versiones que se
publican en El Pueblo de Arequipa; versiones que en casi su totalidad eran controladas
por los terratenientes, pero también agregaré reflexiones que se inspiran en otras
fuentes.
41 El primer Congreso Indígena, donde se aprueba la declaración de principios del Comité
Central Tahuantinsuyo, se había celebrado en Lima entre el 24 de junio y el 2 de julio de
este año cuando la capital se entregaba con euforia a la celebración del centenario de la
Independencia. Este Congreso fortaleció indudablemente al Comité Central; más aún lo
legalizó, acercó a sus componentes y se enteraron —con detalle— de los retrasos y
dilaciones para analizar el informe de la Comisión Oficial del año 1920. Los
subdelegados que participaron en este congreso regresaron a sus lugares de origen y se
inició la larga espera.
42 El 5 de agosto se produjo el pronunciamiento militar del capitán Guillermo Cervantes
en Iquitos que no sería debelado hasta enero del año siguiente. Dentro de estas
circunstancias, los subdelegados del Comité Central comienzan a desarrollar un
programa clandestino que comprende reuniones distritales y acciones concretas. La
paciencia se estaba terminando; setiembre y octubre son los meses, como lo demuestra
nuestras estadísticas de las noticias en El Pueblo, en que la intranquilidad campesina
parece agudizarse. Setiembre es también el mes en que los campesinos migrantes a
otras regiones regresan a sus lugares de origen para iniciar la siembra; es el momento
de los reencuentros, de congregación y de trabajos colectivos en el sur andino. Es
también el mes del Coyaraimi Quilla, de épocas prehispánicas, en que se celebraba el
ritual de la purificación denominada Citua que precedía el inicio de un nuevo ciclo de
vida y que se hacía para alejar a los males y a las enfermedades. Setiembre, el mes de las
primeras lluvias, desde esta perspectiva y como ritualizando el ritmo del ciclo agrario,
estaría vinculado no sólo con la siembra de las plantas sino también con la
regeneración del tiempo. Todos estos hechos nos ayudan a comprender que no es
casual que tanto en 1921, como en 1922, las sublevaciones comienzan en setiembre (ver
gráfico). Este hecho, además, podría ser otra prueba de la presencia del mito y ritual
andinos en estos movimientos campesinos del siglo XX4.
43 En Puno circulaban rumores de la sublevación desde el mes de julio en que los
mensajeros indígenas regresaron de Lima. Ellos se dirigieron a las provincias de Lampa,
Azángaro, Huancané y Chucuito para convocar a reuniones informativas. Todos
esperaban que la rebelión estalle en esta última provincia: “Por allí esperábase el
estallido siendo grande la sorpresa de todos al saber que el vandalismo prendió la tea
en la región opuesta y tan cercana a las líneas férreas de Puno (El Pueblo, 6-
octubre-1921)”. Unos días antes del estallido de la sublevación se había producido una
reunión importante en la parcialidad de Huayta, convocada y presidida por Ezequiel
Urviola “... muy conocido en este departamento por sus tendencias anarquistas (ídem)”.
308

Noticias sobre rebeliones indígenas en El Pueblo de Arequipa

FUENTE: Coleccion de la Biblioteca Municipal de Arequipa

44 Los acontecimientos de Lampa: Sábado 24, 500 campesinos toman la hacienda Pinaya,
de propiedad de Arturo Romaña, dan muerte al mayordomo Reyes, saquean e incendian
habitaciones; domingo 25, por la noche, se dirigen a Culini, de Juan García Calderón,
dan muerte al mayordomo Melchor Vega y a su familia; el lunes 26, en la madrugada,
atacan Ichocollo de Manuel A. Marín, dan muerte al hijo del dueño, el mayordomo y a
sus acompañantes, pasaron luego a Atacate, de la familia Agramonte, robando e
incendiando como en todos los casos anteriores. El martes 27, intentaron atacar los
fundos Quimsachata, Cayachira, Andamarca, al sur y del otro lado de la línea del
ferrocarril, pero fueron detenidos. Cuatro días de intensa actividad: “Los indios están
en continuo movimiento, viajan día y noche, celebran reuniones en toda la comarca y
todas las noches se ven señales con luces y fogatas y se oyen cornetas (El Pueblo, 4-
oct-192l)”. Se señalaban como cabecillas a Anacleto Suyo, José Peñaloza, Pedro Puima y
Ambrosio Ayque. Al final se calculaban en 1,800 los sublevados; se decía que venían de
Achaya, Nicasio, Samán, Huancané, Lampa y de la provincia de Caylloma. La rebelión
termina al quinto día con los grupos de “cabecillas” instalados en los cerros Silapaca
(Lampa), Colquerana (Cabana) y Sillicachi.
45 El 30 de setiembre los terratenientes reaccionan formando la Liga de Hacendados de
Puno en cuyo comité directivo encontramos a Pedro J. Noriega, Alberto Rey de Castro,
Manuel Guillermo de Castresana, Salustiano Olivares y Andrés Agramonte. Ellos piden a
los propietarios de Puno, Cusco y Arequipa adherirse a la Liga: el objetivo era la
autodefensa. Son ellos los que denuncian la existencia de un vasto plan “... el
movimiento de Lampa es el albor de una sorda y antinacionalizadora labor de los
proindigenistas (...) Sin más principio ni ideal que un poderoso sentimiento de odio al
misti...” (El Pueblo, 5-oct. 1921).
309

46 El día 7 de octubre, vinculan a esta sublevación con los acontecimientos que se


producían en Canas y Espinar. Señalan a los ramalistas como los principales
responsables “... los crímenes perpetrados, obedecen a un vasto plan combinado por los
explotadores de los indios que como remuneración perciben una contribución llamada
Rama”. Llegan al extremo de hacer circular rumores que habían evangelistas chilenos
que estaban instigando a los campesinos. Es difícil creer en esas noticias; los
hacendados incluso inventaban noticias de antropofagia indígena. El periodista Manuel
Hernani examinó los Estatutos de La Liga y criticó a los hacendados para quienes había
un solo culpable: los ramalistas. Con el mismo simplismo, decía Hernani, con que éstos
señalaban la causa de todos los males: los gamonales. Recomendaba buscar, por debajo
de las apariencias, las causas de fondo que habían producido la sublevación “...yo creo
que con no abusar del indio, con apreciar su trabajo y, sobre todo, con instruirlo
tendrían los señores hacendados conjurada la situación (El Pueblo, 29-oct-1921)”.
47 A fines de octubre, grupos armados organizados por algunos dirigentes de la Liga de
Hacendados parecen terminar violentamente con esta sublevación de Lampa: “... hemos
frustrado sus planes de devastación y contenido la avalancha que tubiera descendido
hasta las fincas de Cabanilla, si no hubiéramos llevado inmediatamente fuerzas a las
alturas para dominarla...”, dice Alberto Rey de Castro en una carta publicada en El
Pueblo del 3 de noviembre. Por esta intervención los indígenas hacen circular pasquines
en la ciudad de Puno acusando a la Liga de numerosos crímenes. A fines de este mes la
Liga envió una carta al presidende Augusto B. Leguía donde le decían que la nueva
legislación indígena no contemplaba los intereses de los propietarios, que se procedería
al reparto del “territorio nacional, reconstituyendo el caduco Imperio del
Tahuantinsuyo”. Le advertían al Presidente que con esta falsa promesa los ramalistas
estaban levantando a los campesinos. El 15 de noviembre, cuando los acontecimientos
ya eran bastante conocidos, se publica una carta de José A. Encinas (El Pueblo) donde
afirma que los problemas centrales son la falta de educación del indígena y la
explotación de los gamonales. Critica a los propietarios ausentistas que permiten que
los mayordomos se conviertan en terribles gamonales. Esta carta motivó una durísima
crítica de Modesto Málaga. La posición de José A. Encinas, morigerada y en definitiva
pro-terrateniente, es un buen indicador de los cambios de actitud del gobierno central.
48 La medida concreta del leguiísmo sería la resolución del 24 de noviembre que prohibió
la Rama. El Deber de Arequipa publicó la noticia casi como en señal de triunfo: “Se pone
en conocimiento de los propietarios y de todos los indígenas en general, que el supremo
gobierno, según telegramas de Lima publicados por los diarios de esta ciudad, ha
prohibido terminantemente la contribución de la Rama. Los inspiradores de la
sublevación indígena, que ha culminado con crímenes nefandos, no han tenido ni
pueden tener derecho para imponer y percibir cantidad alguna por razón de aquella
contribución (29-nov. 1921)”. Era un rudo golpe para el funcionamiento de una vieja
organización campesina de autodefensa y una resolución que puso al margen de la ley
al sustento económico del Comité Central. De ahora en adelante la Rama era ilegal y
solo se podía practicar en la clandestinidad.
49 Las zonas más afectadas por la sublevación campesina, durante los meses de setiembre
y octubre de 1921, habían sido —sin lugar a dudas— las provincias de Lampa (Puno) y
Espinar (Cusco). Pero esta sublevación se manifestó de múltiples maneras en las zonas
aledañas a estas provincias. En Caylloma, hacia octubre, se multiplican las quejas del
subprefecto contra las bandas de bandoleros dirigidas por Lucas Condori. El primer
310

informe del subprefecto Vidal es del 4 de octubre y hasta el 2 de noviembre seguía


sosteniendo, en sus comunicaciones con el prefecto de Arequipa, que el principal
problema de su provincia era la presencia de bandoleros “... más bien manifiesto a Ud.
que mi despacho recibe continuamente quejas de indios, pero todas relacionadas con
robos de ganados y varios otros delitos que cometen bandas de ladrones establecidos en
las punas de las provincias limítrofes de Espinar y Chumbivilcas...” (ADA-P, cartas del
subprefecto José A. Vidal al Prefecto, 1921).
50 Paralelamente a estas comunicaciones, y como un ejemplo de una percepción de la
realidad a otro nivel, Mariano Apaza, propietario de la hacienda Tarucamarca, en esta
misma provincia, había denunciado, el 31 de octubre, a varios indígenas de Tisco. Los
acusados eran Hilario Sotomayor, gobernador; Ladislao Ramos, vecino de Callalli;
Pantaleón Ampuero, vecino de Pulpera; Simón Ayerbe, juez de paz de segunda
nominación de Chivay; Factor Yucra, mayordomo de Anselmo Suarez, propietario de un
terreno colindante a Tarucamarca; Ysidro Murguía, teniente gobernador de las punas
de Caylloma; Lázaro Mercado, “tinterillo que se ha puesto de acuerdo con todos los
anteriores para redimir a los indios”; y Doroteo Zenteno a quién acusa además de haber
tomado parte como cabecilla en el levantamiento de los indios de Espinar. De Sebastián
A. Ccaclla dice “... se ha permitido influir en los vecinos de Caylloma y ha conseguido
establecer la contribución llamada Rama, con el propósito de conseguir dinero y ejercer
violencia en mi contra (ADA-CS, causas penales, Leg. VIII, 1921)”. Mariano Apaza, de 61
años, el típico gamonal de las alturas de Caylloma, decía que el 26 de octubre asaltaron
su hacienda; el 1 de noviembre intentaron matarlo y que finalmente el 3 se produjo un
motín. La finalidad de estos desórdenes era “... devolver a los indígenas las tierras que
hoy constituyen fincas de propiedad particular”.
51 El prefecto, como consecuencia de estas y otras quejas, se ve obligado a enviar a esta
provincia un cuerpo del regimiento de artillería N° 3 al mando del capitán Elias Rosas
Moran, aunque el subprefecto José A. Vidal sigue insistiendo que no hay sublevación y
que el problema principal era el bandolerismo. Por otro lado es notorio el
enfrentamiento entre el párroco de Caylloma, Manuel Jesús Valdez, y los vecinos
notables que controlaban el poder municipal. El párroco dice, en una carta del 20 de
enero de 1921, dirigida al prefecto: “Efectivamente jamás he visto un Concejo más
plagado de nepotismo; el actual Concejo más parece un Consejo de familia, que concejo
municipal: Jacinto R. Tapia (Alcalde) y Manuel Tapia, son hermanos; Mariano Apaza tío
carnal de Luis Apaza; Juan José Fuentes y Moisés Valdivia, son cuñados de Mariano
Apaza; Tobías Vaca es tío carnal de L. Ancocallo; L. Espinoza es ahijado de Mariano
Apaza; Claudio Urquizo, dos veces compadre espiritual de Jacinto R. Tapia. Además
Moisés Valdivia es delegado de Minas; Luis Apaza gobernador de Caylloma; Tobías Vaca
teniente gobernador; Melitón Mendoza vive y es vecino de otro ditrito que está a la
distancia de 20 leguas de esta capital (ADAP, 1921)”. El párroco denuncia de ilegal a este
concejo y pide al prefecto terminar con esta situación que está contra los principios de
la administración del presidente Leguía. Evidentemente el párroco denunciaba el
tradicionalismo, la norma consuetudinaria en la organización del poder político, con la
esperanza que esto sea considerado como ilegal por el gobierno de la Patria Nueva.
52 En resumen podríamos decir que durante este año de 1921 las revueltas campesinas, en
forma de ataques a haciendas por parte de los indígenas de comunidades, se inician en
setiembre, adquiriendo mayor violencia en las partes altas de la provincia de Lampa.
Aquí logran mantener, durante casi un mes, el control de varias haciendas capturadas,
311

hasta que son obligados a retirarse a las alturas y finalmente derrotados por la
intervención de las bandas terratenientes. Este año parecería, por la indiferencia del
estado, que se intentó terminar con la resistencia civilista del interior alentando los
reclamos de los indígenas y aun permitiéndoles una cierta libertad en el asalto a las
haciendas de los gamonales.

Colonos en rebeldía, 1922


53 La zona sur se había pacificado, pero la lucha judicial, o lesgislativa, por la conquista de
mejoras para los indígenas seguía su marcha. A inicios de 1922 se buscaba la supresión
del cabildo indígena por implicar servicios obligatorios y gratuitos para los campesinos.
La liquidación de esta institución significaría la desaparición de los cargos de
envarados: el segunda, el alcalde y los hilacatas serían reemplazados por comisarios
rurales, con lo que se alteraría profundamente la vida de las poblaciones indígenas.
54 Esto explica la oposición de muchas poblaciones a estas nuevas medidas. Así los
habitantes del distrito de Chuschi, pueblos de Canchacancha, Quispillacta y Chacolla,
dicen en un memorial: “Que nuestras costumbres inveteradas en nuestra condición de
indígenas, han sido elevarnos a la categoría de ciudadanos útiles, mediante cargos de
varayoc mayor, regidores y alguaciles, en toda la etapa de nuestra vida que se remonta
desde la época del coloniaje; cargos que nos han dignificado y honrado en alta manera
(...) pues en nosotros, es sabido que un individuo que desempeña uno de esos cargos es
bien respetado y éstos gozan de toda estimación y auspicio en la esfera social, o que
otros llaman comunidad (APMI, Ayacucho, paquete 227, Memorial de los vecinos de
Chuschi al Prefecto, 20-enero-1922)”.
55 Los indígenas de Chuschi afirman que el desempeño de los diversos cargos les permite
seguir una carrera de ascenso social, al mismo tiempo que cumplían una indispensable
función administrativa de apoyo a las autoridades políticas. Doble función, hacia
adentro y hacia afuera, que los miembros del Comité Central Tahuantinsuyo no
alcanzaron a comprender en su totalidad u olvidaron las diferencias regionales. En
Ayacucho se multiplican las protestas durante este mes: el gobernador de Tambillo dice
que sus tenientes gobernadores han renunciado porque no podrán cumplir sin los
envarados; el subprefecto del Cercado afirma que no hay peones en los trabajos
públicos porque no hay envarados para que los envíen. El gobernador de Chucas dice
que cuando los envarados de 1921 entregaron sus cargos los indígenas se amotinaron
para que se continuara con la costumbre.
56 El gobernador de Oyolo es aún más preciso “... los varayocs han sido brazos auxiliares
de las autoridades”. También informa que ellos continúan espontáneamente. Todo lo
cual le permite decir al prefecto: “En concepto del suscrito, por ahora no es posible
suprimir de hecho los servicios que prestan los indígenas envarados (...)...especialmente
en los pueblos de la sierra y mucho más si estos están lejanos de las capitales de
provincias y de departamento, ya sea como cívicos custodiantes de conscriptos;
postillones o correos conductores de comunicaciones oficiales a las autoridades
subalternas; como cívicos guardianes de las cárceles y en fin como custodios también
del orden público (...) ¿Cómo pues, subsanar los servicios antes mencionados si no
existen los indígenas varayocs? Sobre todo si no hay fuerza pública suficiente para
distribuirse entre todos los pueblos de un territorio (APMI, Ayacucho, Paquete 227,
oficio del prefecto al director de gobierno, 21-enero-1922; y expediente que acompaña
312

al oficio)”. Hay que imaginar los trastornos que debieron producirse el mes de enero en
los departamentos del sur cuando no se produce la transmisión de las varas o
nombramientos de nuevas autoridades: en las provincias en rebeldía éste será un nuevo
elemento más para acentuar la impotencia de las autoridades estatales y liberar aún
más las fuerzas de la rebelión.
57 Esto lo encontramos patentizado en el caso del levantamiento de los comuneros de
Acobamba (Huancavelica) el 24 de marzo: los indígenas desconocen a las autoridades
estatales, y se “... hallan movidas por mal entendidos derechos a raíz de la labor
impremeditada que emana de los principios proclamados por la asociación ’El
Tahuantinsuyo’... (APMI, Huancavelica, Paquete 227. El subprefecto de Angaraes al
prefecto, Lircay, 24-marzo-1922)”. El subprefecto de Angaraes sólo contaba con 9
gendarmes para sofocar la revuelta y consideró que “... serían insuficientes para
contener un desborde de miles de indios (...)”. El levantamiento se había producido
como consecuencia de un deslinde de tierras entre la comunidad de Parcostambo y el
propietario Lurquin Zambrano. El subprefecto pide ayuda “... siquiera para devolverles
la tranquilidad a los vecinos de la capital del distrito, que se encuentra en estado de
alarma... como Ud. sabe, Señor Prefecto, hoy no tienen ningún auxilio por la supresión
de los ’varayocs’, haciéndose, desde luego, imposible los mandatos judiciales y los
impartidos por este despacho (Idem)”.
58 En el departamento de Puno, el centro de la rebelión el año 1921, se mantuvo
relativamente tranquilo durante el invierno serrano. Aunque los pedidos de protección
de parte de los vecinos se hacían escuchar constantemente; los más expuestos eran los
pequeños afincados, medianos propietarios y duros gamonales del interior. Los grandes
hacendados tenían sus Ligas pero los anteriores se encontraban indefensos con el fin
abrupto de las autoridades indígenas. Muchos pueblos de mistis lanzaron demagógicas
proclamas de apoyo al gobierno, como compitiendo con el “leguiísmo” de los
subdelegados del Comité Central Tahuantinsuyo. Pero antes que las lluvias terminasen
se iniciaron también los movimientos en este departamento.
59 Primero una breve cronología de los acontecimientos en Azángaro. El 4 de marzo, los
indígenas toman el fundo Inquillane. X de marzo: zozobra en la población de Putina. 12
de marzo: los indígenas posesionados del fundo Inquillane rechazan las fuerzas del
subprefecto, primera victoria indígena e inician el reparto de las tierras de la finca. El
dueño del fundo, Máximo Manrique Astorga, acusa como cabecillas a los mensajeros
Luis Ccari, Blas Calsina y Justo Arpita de conducir a los mil indígenas a tomar su fundo.
Los indígenas provenían de Chucuito, Arapa y lugares vecinos a Azángaro.
60 En Huancané desde los primeros días de marzo la situación era particularmente tensa
cuando numerosos campesinos sitian la ciudad, pero luego 30 gendarmes los logran
rechazar con relativa facilidad. 10 de marzo: invasión de la hacienda Llocolloco; roban
el ganado. 11 por la noche: salen 30 hombres de línea y numerosos vecinos de
Huancané. 12 de marzo: sitian a los rebeldes en las haciendas capturadas, llegan
refuerzos de tropas y luego — según la versión oficial — capturan a los indígenas sin
disparar. El dirigente indígena más destacado de la toma de estas haciendas fue Carlos
Condori o Carlos Condorena. De acuerdo a la versión no oficial, aquella que se desliza en
los periódicos como pequeñas noticias, esta toma de haciendas termina en una masacre.
En ella participan los terratenientes Amenón Cornejo, Manuel Cordero y Darío L.
Carpio. El primero era dueño de Llocolloco, Canco, Lligllini y La Libertad (El Pueblo, 4-
abril-1922). Ramón Aleman Cornejo, un periodista puneño, acusa abiertamente al
313

Comité Central Tahuantinsuyo de dirigir todas las sublevaciones en el sur, indicando


además que lo que buscaba el Comité Central no era comprendido por los ramalistas, ni
por los campesinos: “Ninguno de los puntos que he visto en los programas está en la
mente de quienes explotan al indio y menos en la de éstos (Idem)”. Señala que el
objetivo fundamental es engañar al indígena con el designio de “… matar al blanco...
apoderarse de todas sus propiedades... repartirse todas las tierras del altiplano y
desollar a todo misti”. Luego indica que desconocen a las autoridades estatales y que
han procedido a elegir a sus propias autoridades: “Vemos en Huancané que el referido
Condori, engañando a los pobres indígenas, hace de Jefe Supremo”.
61 Todos lo tipos de fuentes consultadas nos permiten afirmar que hasta mayo de 1922 los
ataques a las haciendas vienen de fuera, de las estancias, parcialidades y comunidades
que las ciarcundan. La rebelión, hasta este momento, parece generarse al exterior de las
haciendas. La modalidad, en todos los casos, es el ataque sorpresivo, la muerte de los
mayordomos mistis, la destrucción, saqueo y frecuentemente incendio de las
instalaciones de las haciendas. La novedad más interesante es que la sublevación llega
hasta cerca de las capitales provinciales como Huancané (asalto de Llocolloco) y
Azángaro (toma de Inquillane). La presencia de los ramalistas y de los subdelegados del
Comité central es más bien lo clásico. Todas estas revueltas o tomas de haciendas, hasta
este momento, mayo de 1922, terminan casi siempre en masacre campesina por la
intervención combinada de fuerzas estatales y bandas armadas por los terratenientes
afectados.
62 En este momento las actividades agropecuarias del sur pasaban por un período de
grandes dificultades (El Pueblo, 27-mayo-1922). Su presidente, Alejandro Cano, hace una
breve reseña de la pésima situación de la ganadería local originada por una increíble
baja de los precios de las lanas y por una subida del 300 % de costos del transporte por
tren hasta Arequipa. Todavía subraya las buenas relaciones con la gente de la hacienda.
“... las relaciones de solidaridad que conservamos con nuestros yanaconas, la necesidad
de distinguir a éstos, con quienes ejercitamos la defensa de nuestras propiedades, de los
indígenas de comunidades que son los soliviantados... ”. Finalmente, indica que el
gobierno central había atendido a dos de sus reclamos planteados en un memorial del
15 de febrero de 1921: el acantonamiento de fuerzas en Puno y la prohibición de la
Rama. Sin embargo denuncia su existencia en la clandestinidad “... sigilosamente se
continúa recaudando (...) como es fácil colegir por los gastos que se imponene los
comités y subcomités del Comité Central Pro-derecho Indígena Tahuantinsuyo,
establecido en Lima”.
63 Si bien se afirma que en Puno se veía un período de relativa tranquilidad, en las punas
apartadas, como Caylloma por ejemplo, la zozobra y temores seguían asediando a los
propietarios. Venancio Mamani, quién tendrá un destacado papel en la lucha contra los
gamonales de Caylloma durante todo este año “... de acuerdo a la versión de los
notables de este distrito (Achoma), se ha dedicado a denigrar, insultar y crear la
expectativa de que las tierras serían repartidas a los indígenas (El Pueblo, 31-
mayo-1922)”’. Venancio Mamani era, sin lugar a dudas un miembro del Comité Central
Tahuantinsuyo; sabía como publicar avisos y denuncias en los periódicos de Arequipa;
viajaba constantemente a esta ciudad y tenía juicios pendientes, abiertos por los
hacendados de esta provincia, en la Corte Superior de esta ciudad. Sin ningún respeto
por los tradicionales amos de la provincia los llamaba gamonales, ladrones de tierras,
hasta de alhajas de la parroquia y los acusa de asaltar haciendas.
314

64 En Asillo, paralelamente a la labor de prédica, crítica y desacralización del gamonal que


relizaba Venancio Mamani en Achoma, podemos encontrar un ejemplo patético de la
fuerza de movilización que tenían los rumores en las regiones campesinas. El rumor
que con más insistencia circulaba era el de reparto de las tierras y fin del dominio de
los mistis. Ninguno de estos dos puntos estaban dentro de la declaración de principios
del Comité Central Tahuantinsuyo, pero probablemente formaban parte de los
principios orales distribuidos por sus miembros en los alejados distritos de estos
departamentos del sur. Ese era el rumor que excitaba a las masas campesinas y creaba
zozobra en las poblaciones mistis. Así, antes que el prefecto de Puno visitara Azángaro,
el 10 de mayo, los ramalistas hicieron circular rumores: “Los indios en su ignorancia —
dice el corresponsal de Asillo — creyeron que el Prefecto iba a hacerles la repartición de
las tierras y fincas o, por lo menos así les hicieron creer sus eternos explotadores, por
eso es que de todas las provincias de Puno, iban millares de indios a esperar la venida
del señor Prefecto, quién llegó el 10 a Azángaro, en compañía del Nuncio Apostólico
Pretelli...” (El Pueblo, 14-junio-1922).
65 Las críticas al Comité Central Tahuantinsuyo arreciaron durante todo el mes de junio y
se acentuaron en la primera quincena de julio. Lo acusaban de atentar contra la nación,
por eso fue necesario mostrar el sentimiento patriótico de los indígenas: podemos
intuir por la información consultada que por todas partes —bajo las directivas del
Comité Central— se comenzó a organizar la participación de los indígenas durante los
desfiles del 28 de julio de 1922. Los subdelegados de los comités distritales hicieron que
los indígenas practiquen marchas militares. Pero nuevamente los terratenientes
entienden al revés: creen ver ejercicios militares preparatorios para la subversión.
66 Tenemos un ejemplo interesante de esta participación de los indígenas en las fiestas
patrias de este año. En la ciudad del Cusco, la información la proporciona un periodista
pro-terrateniente y por eso hay que tomarla con ciertas reservas: “Para las fiestas
patrias quisieron concentrar aquí el mayor número de indígenas de todas las
provincias, no por estimular sus sentimientos cívicos, que no los tienen, por mucho que
eso hayan creído ingenuamente algunas autoridades, sino para lograr mayor cosecha de
soles, como la tuvieron. (...) De algunas piezas de tela blanca y roja mandaron
confeccionar como dos mil banderolas y las vendieron a un sol cincuenta y a dos soles,
según el pecador y según el tamaño del trapo fuese de un pañuelo, de una servilleta o
de un periódico. ¿Quién no vio a los indios con sus banderitas gritando
desesperademente? ¡VIVA INCA! ¡MUERE MESTES! [El Pueblo, 30-setiembre-1922)”. El
acto de participar masivamente en las celebraciones de la fiesta nacional, desfilar con
banderas rojo y blanco, tenía como propósito desmentir la versión terrateniente de que
los delegados del Comité Central buscaban destruir la nacionalidad y restaurar el
Tahuantinsuyo. Pero, ¿cómo creer toda la versión de este periodista? ¿Cómo creer los
gritos que desmienten el nacionalismo indígena? De ser ciertos estaríamos ante la
presencia de dos programas políticos. Por un lado los propósitos del Comité Central
Tahuantinsuyo, que como veremos en el siguiente capítulo se expresaba perfectamente
a través de Gregorio Zaravia, que combinaban la redención del indígena con un sincero
nacionalismo; por otro ¡VIVA INCA! ¡MUERE MESTES! podría ser la expresión de una
voluntad colectiva indígena, una ideología popular milenarista que trataba de terminar
con los blancos. Pero los terratenientes, sus tinterillos y sus defensores, nunca
admitieron la diferencia entre el programa del Comité Central, con el cual el gobierno
315

simpatizaba en un primer momento, y la interpretación campesina de los propósitos de


este Comité.
67 Analicemos otro ejemplo para acercarnos más a este problema. Ahora una fuente más
confiable, por ser el punto de vista opuesto: los recuerdos orales recogidos por los
antropólogos Ricardo Valderrama y Carmen Escalante en Haquira. Aquí, en este pueblo
de Apurímac, siguiendo las directivas del Comité Central, se celebró el 28 de julio, pero
dudamos muchísimo si los campesinos interpretaron esta participación como lo quería
el Comité Central. Los campesinos de Haquira aprovechan la ocasión para reconocer a
sus propias autoridades indígenas: “Estas autoridades son aclamadas y victoriadas por
la masa indígena el 28 de julio en la plaza de Haquira, para lo que los indios la ocuparon
días antes retirándose a los tres días, luego de que cada representante de los dichos
ayllus dicursara ante los indios dando vivas al Tahuantinsuyo y muerte para los blancos
(1981; 21)”. Los informantes en ningún caso hablan de gritos a la patria o vivas al Perú;
en este caso estamos ante una información que no tiene por qué falsear la realidad. Por
lo tanto podemos afirmar que existieron dos programas paralelos: uno político,
elaborado por los dirigentes del Comité Central y otro utópico, surgido del imaginario
indígena popular (reparto de tierras y muerte al misti) que a la postre conduciría al
fracaso del programa más racional dirigido desde Lima.
68 El mes de agosto parece haber sido de preparativos y espera de la aprobación de la
Legislación Tutelar Indígena que el gobierno postergaba continuamente. Todo parecía
indicar que las conquistas indígenas, que parecían tan cercanas en 1920 con la visita de
la Comisión Oficial, se desvanecían por las dilaciones del gobierno y por la nueva
actitud expresada en la supresión de la Rama en noviembre de 1921. Sin embargo
algunas conquistas se vuelven realidades casi definitivas: el 1 de julio de 1922 el
Congreso Regional del Sur prohibió los servicios gratuitos y obligatorios: “... que se
conocen con las denominaciones de alcaldes de vara, agentes y celadores municipales,
guardias de cárcel, pongos semaneros, mitayos, alguaciles, palmeros, fiscales, etc. en las
provincias de la región del sur”. Luego el artículo segundo decía que las autoridades
que contravengan esta disposición serán “destituidas inmediatamente”. En Lima se
encarpetó esta ley y fue necesario las intensas movilizaciones campesinas del mes de
setiembre para que el gobierno central la promulgue el 6 de octubre. El Comité Central
Tahuantinsuyo mandó imprimir esta ley en forma de circular y la distribuyó
profusamente en todas las provincias del sur andino. En la parte final, antes de la firma
del secretario general Samuel Núñez, se decía “El Comité central Pro-derecho indígena,
anticipa su profundo reconocimiento si Ud. se digna colocarla en lugar visible y
preferente a fin de que sea cumplida en todas sus partes”.
69 En setiembre la situación parece agravarse por todas partes. En Caylloma, por ejemplo,
provincia de punas altas siempre expuestas a los bandidos que provenían de Ocoruro
(Espinar), el subprefecto desespera ante el incremento del bandolerismo y la aparente
indiferencia de los subprefectos de Chumbivilcas y Espinar. Incluso llega a señalar al
gobernador de Ccoruro como jefe de los grupos armados que habían robado el ganado
de los indígenas de la Capilla de Marcalla (ADA-P, 1922). Antes, en julio, este mismo
subprefecto tenía que afrontar la lucha contra el bandolerismo y la intranquilidad del
campesinado local, pero se lamenta de contar con muy pocos gendarmes para controlar
la provincia “... no es posible, que con el fin de perseguir a los ladrones, deje
desamparada a la población, y con mucha mayor razón ahora que los indígenas se
316

encuentran en plena efervescencia en contra de los Gamonales (ADA-P, oficio del 1 de


julio de 1922)”.
70 Habría que indicar que el bandolerismo de Espinar, que provenía de las frías punas
donde Domingo Huarca protagonizó importantes acontecimientos en 1921, atacaba
fundamentalmente a las pequeñas fincas de los vecinos notables del distrito de Tisco.
Ante esta situación fue necesario que el alférez Pedro Gárate visite las parcialidades de
Chuca, Pillones, Charhuanca y Pasma, entre el 30 de julio y el 1 de agosto. En la primera
constata .. que era cierta la reunión de indígenas en casa del teniente gobernador y
preguntamos el motivo, me contestaron que tan solo era para defenderse de las
amenazas de los gamonales y que no tenían móviles de subversión, ni promover
desórdenes ...” (ADA-P, Actas enviadas por el alférez P.R. Gárate, 1-ag. 1922). En todas
las parcialidades encontró reuniones para defenderse de los gamonales e hizo que los
tenientes gobernadores y los delegados del Comité Central Tahuantinsuyo firmaran
actas para conservar la tranquilidad.
71 En la última semana de agosto corre el rumor, por Yanque, Achoma y Callalli, que una
sublevación general indígena iba a estallar el 30 de ese mes: “Abrigo la esperanza, que
desplegando cierto tino y sagacidad, y amparados por la fuerza, podamos calmar los
animos y conseguir alguna clase de reconciliación, pero en el caso de no poder lograr
esto, tomaremos las medidas que sean necesarias en vista de la gravedad del caso, para
que el orden no sea alterado (ADA-P, oficio del subprefecto de Caylloma al prefecto, 26-
agosto-1922).” Con toda claridad afirma que el conflicto entre blancos e indios era
sumamente peligroso y habla de necesidad de buscar una reconciliación. Pero ¿cómo
lograrla? Esa era la pregunta que se planteaban todos los subprefectos del suy. La Rama
estaba prohibida, pero seguía funcionando en la clandestinidad; las demandas de los
campesinos cada vez se volvían más agresivas y abiertamente antiterratenientes.
72 En el mes de setiembre estallan las revueltas en diversos distritos de Caylloma. El 5 se
produce la sublevación en Achoma: los indígenas desconocen a las autoridades políticas
y proceden a la elección de sus propios representantes. En Huancané también
circulaban rumores semejantes: los ramalistas decían que los indígenas tenían derecho
a apropiarse de las fincas de los mistis y se hablaba de un levantamiento general (El
Pueblo, 4-set.-1922). El 8 los indígenas de Vilquechico atacan la hacienda Totorani, la
saquean y luego suben a las alturas: el clásico estilo de 1921.
73 Pero a fines de este mes las noticias más importantes vienen del departamento del
Cusco, no ya de las altas punas de Espinar, sino de Quispicanchis, provincia de extensas
haciendas. Se produce un paro general en las haciendas Lauramarca, Torka, Palka y
otras. El indígena abandona sus trabajos, asaltan las “propiedades de sus amos”,
desconocen a las autoridades y se alejan incluso de las prácticas católicas. Además “...
amenazan saquear, incendiar muchas capitales de distrito, so pretexto de que sirven de
guarida a sus enemigos, los blancos (El Pueblo, 22-setiembre-1922)”. Los periodistas que
escribían en El Comercio del Cusco interpretaban las revueltas de las comunidades y el
asalto a las haciendas por los colonos como una “guerra de castas”: el indio contra el
blanco. ¿Constatación de hechos o adulteración? Esta noción de “guerra de Castas” era
también un instrumento ideológico que los terrateniente consideraban necesario para
justificar las violentas represiones. Así querían, por otro lado, colocar a su favor el
nacionalismo del gobierno leguiísta.
74 A un año exactamente de las tomas de haciendas iniciadas por los campesinos de
Lampa, en el mismo mes de setiembre, al comenzar el nuevo año agrícola, ahora la
317

sublevación parece alcanzar una dimensión que los prefectos, subprefectos y


hacendados no podían menospreciar. Los periodistas lanzaban, en el más puro estilo
gamonal, arteros ataques contra los dirigentes indígenas, los ramalistas: “Quienes viven
de mantener esta situación anormal, hacen consentir a los aborígenes que está próximo
el día en que los blancos pasarán a servir a los indios, que los aillus se repartirán las
haciendas, en que desde el presidente de la República hasta la última autoridad serán
indios, con exclusión absoluta de todo misti. Y todos estos absurdos, creen a pie
juntillas los pobres indios, engañados por sus ruines explotadores y acariciando en su
alma las más irrealizables esperanzas (El Pueblo, idem)”. ¿Verdad o ficción maliciosa
para despertar la fuerza represiva del estado? Podríamos responder, ambas cosas:
verdad porque era la ambición latente de un sector del campesinado indígena;
invención si contrastamos el texto periodístico con el programa de la dirigencia del
Comité Central Tahuantinsuyo. Este desencuentro, entre la imaginación y la realidad, es
lo que haría que los dirigentes o subdelegados del Comité Central perdieran la
capacidad de conducción de este vasto movimiento.
75 En setiembre de este año la sublevación afectaba las partes altas de las provincias de
Espinar, Ayaviri, Azángaro, Lampa, Canas, Canchis y Chumbivilcas. A fines de este mes
ya se había producido la toma de las importantes haciendas de Lauramarca, Torka,
Palca, Ayuni, Laurayani, y otras cercanas, como Ccapana, vivían en la intranquilidad. En
todos los casos se trata de colonos en rebeldía que toman las haciendas pero que no
interrumpen los trabajos productivos. Esto lo podemos ver con toda claridad en el caso
de Lauramarca capturada por sus colonos desde abril de este año 1922. Luis E.
Arredondo, experimentado agente de la casa comercial Ricketts, al referirse a Max
Saldívar, dueño de esta hacienda, informa a la oficina de Arequipa: “No tiene ningún
apuro por dinero, pues repetidas veces se lo hemos ofrecido. Aún en mayor cantidd de
lo que más o menos le debemos y no lo ha aceptado. Tampoco piensa ir a la finca, pues
no puede ir a ese lugar porque los indios están sublevados por lo mucho que los oprime
y los explota. Figúrense, en tiempo normal y durante la guerra, cuando la alpaca valía
tan alto, él les compraba la lana de alpaca a S/. 5.00 la arroba, o sea S/. 16 quintal y
ahora quiere obligarles a que le entreguen por 3.00 la arroba, o sea S/. 9.60 quintal, de
lo que ha protestado todo Lauramarca declarándose dueños exclusivos de toda aquella
región y desconociendo los derechos de la familia Saldívar. Por nuestra parte creemos
firmemente que la indiada tiene razón” (AFA, Fondo Ricketts, Co. interior-recibida, L.E.
Arredondo a Ricketts, Cusco, 27-abril-1922). En este informe de un experto agente
comercial, que trabaja con la casa Ricketts desde 1909, podemos encontrar una de las
razones importantes que explican la revuelta de los colonos: las compras compulsivas
que realizaban los hacendados dentro de sus propiedades, a precios caprichosos y
notoriamente injustos.
76 La situación de Lauramarca es un ejemplo extremo para mostrar la sublevación de los
colonos. En agosto del mismo año, Max Saldívar, el duro gamonal, confiesa al mismo
agente Arredondo que había perdido toda su cosecha (Idem, carta del 17 de agosto de
1922). La misma situación continúa hasta el año siguiente. En febrero de 1923, el mismo
agente informaba a la central de Arequipa: “Le repetimos lo que en varias veces le
hemos dicho, que no tiene cosechas de lanas, ni la tendrá por muchos años, pues la
indiada de Lauramarca es la dueña de las alpacas y los Saldívar no pueden rescatar
lanas por las razones que Uds. ya conocen (AFA, carta de L.E. Arredondo a Ricketts,
Cusco 16 de febrero de 1923, vol, 396)”.
318

77 En 1923 los hacendados intentaron —con el apoyo de 25 soldados— recuperar las lanas
en Lauramarca, pero no lograron su objetivo: “Todas las lanas (...) las llevan a vender
los indios a Checacupe y Sicuani. Pascuali es uno de los que está aprovechando de la
situación y por consiguiente debe tener muy buenas partidas de lanas (AFA, carta del 19
de enero de 1923, vol. 396)”. Es desconcertante la actitud del agente de Ricketts en el
Cusco: esta casa hacía gozado del monopolio de la producción de Lauramarca, ahora lo
pierde y a pesar de eso encuentran justificable la sublevación de los colonos de esta
hacienda. La verdad quizá la podamos encontrar en el poco respeto que Max Saldívar
siempre mostró por contratos de venta suscritos con Ricketts y sus amenazas
frecuentes de vender a otros comerciantes. Ahora los Saldívar ya no podían vender sus
lanas, Ricketts había perdido un socio importante y los principales beneficiados eran
los medianos comerciantes, los rescatistas, aquellos que actuaban entre Checacupe y
Sicuani burlando todos los acuerdos con los mayoristas y buscando únicamente
modestos beneficios. En este ejemplo podemos encontrar, a través del lenguaje directo
de un agente de Ricketts, el papel que le tocó jugar al comercio de lanas en esta
sublevación: como factor desencadenante por la caída de los precios y como mercado
abierto para los colonos rebeldes. La presencia de este mercado de lanas en el sur
facilitará un éxito mayor de la sublevación, la derrota del duro hacendado Max Saldívar
y el fin del clásico “rescate” de lanas al interior de numerosas haciendas. Ahora los
campesinos colonos podían salir a las estaciones del ferrocarril y buscar compradores:
esta era la nueva situación que en su forma ideal debería manifestarse como una
ampliación del mercado libre de lanas. En este nivel, el único que interesaba al agente
de Ricketts, la conquista de los indígenas era concreta: era una forma muy original de
romper las trabas precapitalistas que imponía el sistema de haciendas en el sur. El gran
programa de restauración del Tahuantinsuyo se desvanecerá muy pronto, el reparto de
la tierra no tuvo efecto, los mistis continuarán en el poder, pero los éxitos menudos,
aquellos que formaban parte de la vida cotidiana, como la libertad de vender y
comprar, se incorporaban a la corriente del campesinado de la región.
78 Ante esta situación, con un persistente asedio externo de las comunidades y un
novísimo asedio interno que cuestionaban las normas del funcionamiento de la
hacienda andina, se produce —como iniciativa de los hacendados— la convocatoria de
un Congreso Regional de Propietarios como respuesta al segundo Congreso indígena de
Lima organizado por el Comité Central Tahuantinsuyo5. Con ironía decían los
propietarios: “En poblaciones como Lima, donde sólo hay indios refinados que son los
peores enemigos de sus semejantes, o negroides de mil matices siempre honestos,
incapaces por incapacidad racial de comprender cuanto se relaciona con estos asuntos,
amplia y rotundamente serranos, y más que serranos cusqueños, un congreso
indigenista es un anacronismo, una mentira más de nuestra falsa vida social y
administrativa (El Pueblo, 26-setiembre-1922)”. No entendían lo que podía significar un
“indígena obrero” en Lima, ni las intenciones políticas del Comité Central; ellos de
acuerdo a sus criterios tradicionales, atacaban con rudeza y falsedad para despertar al
estado y provocar un escarmiento sanguinario. Pero ante la indiferencia del gobierno se
ven obligados a convocar un Congreso para analizar “...el problema indígena y los
medios de resolverlos”. Considerar que existe el problema indígena era ya una novedad,
y declarar públicamente que había que solucionarlo era realmente una concesión,
explicable quizá por los demagógicos inicios del leguiísmo. Pero aún así, casi
derrotados, los hacendados no dejaban de pensar el problema como un enfrentamiento
319

racial; ni se podían deshacer de su radicalismo verbal que los llevaba a acusar de


abandonar la iglesia católica y atentar contra la nación peruana.
79 Es difícil seguir el desarrollo de una sublevación no centralizada, sino más bien dispersa
y con una gran variedad de dirigentes. Pero podemos afirmar que los meses de
setiembre y octubre fueron los de mayor efervescencia campesina. El Pueblo del 27 de
octubre publica un Memorial de la Liga de Hacendados del sur presidida por Pedro J.
Noriega; Memorial que había sido, como aquel de febrero de 1921, enviado al gobierno
para denunciar la situación y para exculpar a los gamonales: “El malestar que afecta al
aborigen, se debe, pues, principalmente a la estagnación que había padecido en su
proceso y no, a los atropellos esporádicos de gamonales sobre los que recaerá la sanción
de la justicia”. Indican que el “peligro indígena” podría conducir al Perú, “País sin alma
nacional”, a un despeñadero y “arrastraría al país a la revolución social y a su
inmediata disolución”. Proponen restablecer el orden social, formar una policía rural,
crear funcionarios especiales para los indígenas, reglamentar el trabajo de los colonos,
crear escuelas y otras medidas menores. También los hacendados arequipeños
proponen medidas concretas y además solicitan terminar con los “gamonales” que
cometen atropellos; pero defienden la propiedad privada respaldada en papeles y no en
“derechos históricos”.
80 Frente a esta situación el gobierno toma una importante medida: suspender el
funcionamiento del Comité Central Pro-derecho indígena Tahuantinsuyo. El 3 de
octubre la dirección de Gobierno comunica al prefecto de Arequipa: “... en vista del voto
producido en la cámara de diputados, acerca de la sociedad indígena título del
’Tahuantinsuyo’ el gobierno ha resuelto suspender su autorización para el
funcionamiento de esa sociedad, no sólo de su Comité Central, sino también de sus
comités provinciales y distritales, mientras se hagan las investigaciones acerca de su
organización y las tendencias que persiguen (ADA-P, Leg. 3, 3 -nov.-1922)”. A un año de
la prohibición de la Rama, ahora se daba el golpe definitivo al suspender el
funcionamiento del Comité Central.
81 Previamente, y como una forma de disfrazar sus intenciones, el gobierno había creado
el Patronato de la Raza Indígena, el 29 de mayo de 1922 y su reglamento orgánico recién
se haría conocer a fines del mes de octubre. Su presidente sería el Arzobispo Lissón de
Lima y funcionaría mediante juntas departamentales, provinciales y delegaciones
distritales. Era evidente la intención del gobierno de construir una alternativa al
Comité Central, casi un organismo de gobierno que cumpliera las mismas funciones:
hacer desde el gobierno lo que los campesinos habían hecho desde las provincias.
82 En una comunicación del ministro de fomento Lauro A. Curletti a la cámara de
diputados se dice que el problema indígena es fundamentalmente un problema agrario
donde no hay que olvidar el abuso y la explotación de algunos gamonales, pero
defiende abiertamente a la gran propiedad como una forma de creación de riqueza y de
progreso. Luego agrega que hay que educar al indígena: “Esta triste condición del
aborigen que lo hace presa de la voracidad de los unos y del vampirismo de los otros,
depende indudablemente de que está colocado al margen de la civilización, de que se le
ha dejado en el analfabetismo, quizá muchas veces intencionalmente; y sólo tiene un
remedio: la instrucción, que le haga conocer sus derechos y le dé los medios de
defenderse (El Pueblo, 8-nov.-1922)”. Lauro Curletti dice que para eso se ha fundado el
Patronato; para instruirlo, defenderlo, acabar con el alcoholismo y terminar con el
“tinterillo”. Quizá se refiera a lo que comunmente los hacendados del sur llamaban
320

apóstoles, redentores o ramalistas. Y agrega finalmente: “Pero el Patronato no podrá


destruir los derechos de los grandes latifundios, adquiridos, en conformidad con la ley,
a expensas de la propiedad indígena. Es necesario respetar esos derechos que emanan
de las instituciones jurídicas existentes; pero es necesario también innovar para el
porvenir”. En otras palabras, el mandato de la nueva constitución: darle protección a
las comunidades existentes pero respetar los derechos adquiridos por los hacendados.
83 Estamos en las fronteras del gobierno leguiísta. Un reparto de tierras estaba lejos de
todas sus posibilidades. Lo cierto es que esta vez, a través del ministro Curletti, se ven
obligados a decirlo con toda claridad para evitar ambigüedades y para que los
campesinos lo comprendan bien. Así terminan los aparentes desacuerdos entre el
gobierno y los hacendados del sur. Ahora ambos coincidían abiertamente y lo que
restaba era un problema de pacificación; que para los hacendados era sinónimo de
respresalias y escarmiento.

Las represalias, 1923


84 A inicios del mes de diciembre de 1922 El Comercio del Cusco recurre a la burla y la
ironía con los derrotados, en una entrevista con Miguel Quispe, conocido dirigente
indígena de Paucartambo, quién se presenta como católico, bautizado y alejado de los
ritos indígenas, encontramos el siguiente diálogo:
“El Comercio: Ahora, avísame, dónde te coronaron Inca.
M. Quispe: En ninguna parte, señor. Yo no soy Inca, ni pretendo serlo...
El Comercio: Cuentan, Miguel, que has ordenado que en las comarcas de tus subditos
se mate y se destruya todo lo que tenga color blanco. Los puercos, los cuyes, las
palomas, los buitres de golilla blanca, todo lo que es blanco...
M. Quispe: Fábulas, hermano mío. Nunca los indios hacemos daño a nadie... Dijeron
también que me había comprado un caballo blanco para mis andanzas...” (El
Comercio, l-dic.-1922)
85 En cambio El Sol lo trata de una manera opuesta: “Miguel Quispe, a quien sus enemigos
le han titulado ’El Inca’, se refiere especialmente a Paucartambo, donde, por defender
las tierras comunitarias que pretenden despojar a los indígenas, entró en lucha (El Sol, l-
dic.-1922)”. Aquí encontramos de nuevo una confrontación de la realidad y la
imaginación; la primera representada por las declaraciones de M. Quispe y la segunda
en las preguntas maliciosas del periodista.
86 Paralelamente hay noticias de una descomposición del Comité Central Tahuantinsuyo.
El 14 de noviembre, Carlos Condorena, prosecretario de este Comité, denuncia a otros
miembros por el mal uso hecho con los fondos destinados a los viajes de las
delegaciones a la capital (El Pueblo, 2-dic.-1922). A este proceso habría que agregar el
cambio de actitud de muchos indígenas frente al Comité Central. Por ejemplo en
Acobamba, en octubre de este año, muchos indígenas acusan a los rama-listas de
instigadores a la violencia y señalan a los principales cabecillas (APMI, Huancavelica,
paquete 227, Declaraciones que acompañan al oficio del prefecto al Director de
Gobierno, 31-oct.-1922).
87 En las represalias, al igual que en la sublevación, no encontramos una organización
sistemática, un programa militar dirigido, ni una voluntad central y visible. Más bien
hallamos una serie de ambigüedades y contradicciones entre quienes conducen las
represalias. Esto lo observamos cuando los campesinos de Canas denuncian al
321

subprefecto Facundo Puente de la Vega por querer obligar a que los indígenas
continúen prestando servicios como “envarados”, pero bajo el nombre de comisarios
rurales. Lo que motiva que Antonio Lorena, a nombre del Patronato de la Raza indígena,
pida la destitución de este subprefecto (APMI, Cusco, oficio del prefecto al director de
gobierno, 10-ene.-1923). Estas mismas contradicciones las observamos entre el
subprefecto de La Mar y el prefecto de Ayacucho en el mes de julio. Todo lo cual nos
estaría indicando que las represalias se dejaron a la espontaneidad de las aurtoridades
provinciales y a las urgencias de cada situación.
88 En enero de este año encontramos la primera referencia concreta a un caso de
represalia: en Yanaoca (Cusco) el indígena Nicolás Huallpa acusa al misti Jacinto Vargas
de haberlo ultrajado y puesto en prisión “... diciéndome que yo era uno de los cabecillas
de los indios que había ido a Lima a quejarse contra los mistis y demás era brujo y que
siempre me victimaría si continuaba quejándome contra los mistis (APMI, Cusco,
Denuncia de Nicolás Hualpa contra Jacinto Vargas dirigida al prefecto del
departamento, 25-ene.-1923)”. Los abusos continúan: varios indígenas de la parcialidad
de Qquechaqquecha acusan al gobernador, a los tenientes gobernadores y a los
gendarmes de Yanaoca de cometer robos, saqueos y violaciones de domicilios y de
mujeres (APMI, Cusco, denuncia del 28-ene.-1923; paq. 237). El conflicto entre los
mayordomos de la hacienda Sullupuquio, propiedad de Ezequiel Luna, y los indígenas
de las comunidades vecinas llegó a su punto más delicado a fines de febrero, lo que
motivó la intervención del subprefecto de Anta, Luis Granadino, y el consecuente
enfentamiento que dejó como saldo la muerte de 9 campesinos y numerosos heridos.
Las fuerzas del subprefecto no sufrieron mayores daños, solamente quedaron dos
gendarmes heridos. Este desigual resultado bautizó a este acontecimiento con el
nombre de la “masacre de Chinchaypuquio” que llegó a ser criticada incluso por El
Comercio cusqueño y por intelectuales moderados como Roberto Garmendia (Deustua-
Rénique, 1980: 80).
89 En algunos casos las represalias nos llegan como noticias breves de la muerte de un
campesino dirigente. Es el caso de la muerte del indígena Nemesio Quispe por
intervención de Jesús Romero a quién El Deber de Arequipa lo llama gamonal “belicoso y
sanguinario (16-mayo-1923)”. En setiembre la represión en la provincia de Canas era
insoportable e incomprensible. El campesino Santiago Suni, de la parcialidad Hanan
Saya-Ccochapata, del distrito de Pampamarca, así lo indica: “Estas denuncias, Señor
Prefecto, son concretas y sólo un pálido bosquejo de todos los inicuos abusos que
vienen perpetrando los gamonales de Canas, en sus distintos distritos, con el apoyo de
la fuerza pública, es decir de los soldados. ¡Qué vergüenza causa el decirlo! Son los que
en sus correrías y teniendo por jefes a los gobernadores y tenientes, no respetan las
viviendas, ni las propiedades de los desgraciados indígenas (APMI, Cusco, paq. 237,
denuncia de Santiado Suni dirigida al prefecto, 25-set.-1923)”. Esta vez no había
masacre, sino represalias en el sentido más corriente: atropellos, incendios de casas,
muerte de ganado y violaciones de mujeres. Pero los indígenas no soportaban con
resignación y pasividad, sino que viajaban presurosos a la ciudad del Cusco y
deambulaban en busca de justicia: “Hay muchos indígenas de Canas que nos
encontramos en esta ciudad dando vueltas a las puertas de la prefectura, implorando
garantías (Ídem)”.
90 Estos indígenas buscando refugio en las ciudades nos puede dar una imagen dramática
del triunfo de los terratenientes y la falta de seguridad para los campesinos que habían
322

sido dirigentes locales del Comité Central Tahuantinsuyo en los años anteriores. En los
distritos de Haquira (Apurímac) y Quiñota (Cusco) se observa una situación similar. Los
días 14, 15 y 16 de noviembre de 1923, los gamonales de estos distritos, acompañados
por algunos vecinos y los colonos de la hacienda Cconccacca, realizan violentas
incursiones dentro de las poblaciones campesinas con resultados lamentables
(Valderrama-Escalante, 1981: 25). Ante esta situación muchos campesinos abandonan
sus cabanas. Unos se refugian en las alturas, otros viajan al Cusco en busca de justicia.
El 27 de diciembre el campesino Faustino Mendoza, en representación de los demás
comuneros de Haquira, solicitaba saber si se iba a nombrar un juez comisionado para
estudiar los hechos ocurridos “... a fin de que nosotros también sepamos si debemos
aún esperar el amparo de la justicia o renegar de nuestra suerte y de la desgracia de ser
indígenas par ser invariablemente menospreciados y desatendidos hasta por nuestras
instituciones tutelares (ídem: 29)”. Sensación de impotencia, marginalidad e injusticia.
Para un campesino de estos años su identidad la descubría por oposición: era indio y los
terratenientes, grandes o pequeños gamonales, los blancos, los cristianos occidentales.
Donde la solidaridad indígena surgía, como en la declaración de principios del Comité
Central Tahuantinsuyo y en las sublevaciones, los terratenientes las calificaban como
un atentado a la nacionalidad peruana.
91 Las represalias también se dan en Caylloma. El 12 de abril se produce un tumulto
indígena en Yanque como consecuencia del apresiamiento del representante del Comité
Central Tahuantinsuyo de este distrito. Varias indígenas denuncian el hecho ante el
prefecto de Arequipa justificando el tumulto, el asalto de la cárcel y la liberación del
subdelegado del Comité Central por tratarse de un apresamiento injustificado. Varios
campesinos viajaron a Chivay para presentar sus quejas al Subprefecto, pero la gestión
fue totalmente negativa. Así lo indica el mismo subprefecto: “...pues tanto a éstos como
a todos los indígenas que hice reunir en la plaza de Chivay les hablé personalmente y
por medio de intérpretes les hice ver lo mal que hacían continuando en formar parte
del ’Tahuantinsuyo’ porque el gobierno ya no reconocía dicha institución de la cual
hasta la fecha no había sacado provecho alguno, sino perjuicios...” (ADA-P, Memorial
dirigido al prefecto de Arequipa, 14-abril-1924).
92 En mayo de este mismo año encontramos las huestes terratenientes de Caylloma en
pleno dinamismo y actuando casi libremente. Así lo indican los indígenas Venancio
Mamani, Luciano Supo y Julián Malcoaccha: “Una partida de foragidos, encabezada por
los gamonales de Caylloma y acompañada de los administradores, mayordomos y
empleados de las haciendas, nos ha asaltado a mano armada, en plena noche, robando y
saqueando y cometiendo todo género de tropelías, ante la indolente espectación (sic)
del subprefecto, señor Fernández de Córdova y con la colaboración efectiva de algunos
de los gobernadores de los distritos” (ADA-P, 23-mayo-1923).
93 El 30 de mayo un grupo de indígenas de varios distritos de Caylloma envía un memorial
de quejas al prefecto. En él denuncian los atropellos que ha realizado el 5 de caballería,
junto con los vecinos propietarios, los curas (Urízar, Aragón, Bernal y Salinas), los
gobernadores y “sesenta gamonales”. Luego agregan “Y esto no es raro, porque,
precisamente, los nombramientos de gobernadores de los distritos de Caylloma han
recaído en conocidos gamonales; de manera que éstos, dado su odio inveterado al
indígena, aprovechan de su cargo para cometer toda clase de atentados, por más graves
que estos sean, los que siempre o casi siempre quedan del todo impunes” (ADA-P, 30-
mayo-1923). A continuación de este Memorial se transcribe un informe del Gobernador
323

de Achoma, Leandro Espinoza, del 19 de junio, donde niega todas las acusaciones de V.
Mamani, lo señala como presidente de los “Tahuantinsuyos” y lo acusa de prestar
apoyo a los candidatos noleguiístas. Termina su informe indicando “... que la causa del
pauperismo del indio no somos nosotros, sino sus costumbres religiosas y costumbres
idólatras que poseen por herencia incaica, en cuyos actos beben alcohol hasta por los
codos y sus pequeños ahorros los invierten en puro alcohol. Esa es la causa del
pauperismo del indio” (ADA-P, idem). En los meses de noviembre y diciembre, en esta
misma provincia, como en otra del sur andino, se produjo un cambio de gobernadores,
subprefectos e incluso prefectos que condujo, muy probablemente, a un
apaciguamiento de las represalias terratenientes.
94 En la provincia de La Mar (Ayacucho), a partir del 24 de junio, se producen una serie de
asonadas campesinas contra el elevado precio de la sal y contra la prohibición de
elaborar chancaca. Los distritos de Anco y Chungui eran las zonas más conmovidas; se
calculaba en 3,000 los campesinos rebeldes. El día 28 el subprefecto de esta provincia,
acompañado por el recaudador de impuesto Aurelio Girón, viajó a la zona en conflicto,
pero al llegar a Sacharaccay fueron interceptados por los indígenas y dieron muerte
violenta al empleado de la Recaudadora y el subprefecto terminó capturado. El 30 de
junio informaba el prefecto sobre estos acontecimientos (APMI, Ayacucho, paquete 236,
oficios del 30 de junio y del 9 de julio-1923). Luego, en San Miguel, prepara las
represalias: el 4 se traslada a la quebrada de Ninabamba y el 5 se produce un cruento
enfrentamiento en la hacienda Patibamba, propiedad de Albino Añaños (diputado
nacional) y de Artemio Añaños (diputado regional). Mueren 4 vecinos notables, 2
gendarmes y un número indeterminado de indígenas: “Con respecto al número de
indígenas muesrtos, el suscrito no puede determinar número por cuanto de que han
estado dentro del monte” (APMI, idem).
95 Por otros documentos nos informamos que la “pacificación” completa, en Ayacucho,
recién se logró en noviembre y por la intervención del ejército. Así lo indica claramente
el prefecto: “En todas partes los indígenas, vencidas las resistencias que pretendieron
poner a la marcha de la tropa, se están sometiendo incondicionalmente y entregando y
ofreciendo entregar a sus cabecillas, esto augura para una fecha muy próxima el fin de
la intervención militar, permitiendo por consiguiente, la nueva situación, al Supremo
Gobierno, el empleo del regimiento 7 en otra parte. Juzga el suscrito que en tal caso
bastaría para mantener el orden en el departamento la presencia de una sola compañía
con su respectiva sección de ametralladoras, pues la impresión producida entre los
indígenas por la acción militar es tan profunda que puede asegurarse que durante
algún tiempo el orden no volverá a alterarse” (APMI, Ayacucho, paq. 236, oficio del
prefecto al director de gobierno, 10-nov.-1923). Esta cita deja poco a la imaginación;
pero parece ser que en esta provincia de La Mar la intensidad de la rebeldía hizo
necesario la intervención del regimiento 7 del ejército y que la represión fue tan
violenta que hizo necesario desaparecer los informes del archivo del Ministerio del
interior.
96 En Huancavelica ocurren una serie de incidentes. En Tayacaja, el 9 de marzo, se produce
un enfrentamiento entre los campesinos y la gendarmería. El resultado: un indígena
muerto y varios heridos. El subprefecto explica las razones de estos hechos: “La forma
única de evitar que se repitan estos sucesos en lo posterior, cree mi despacho, sería el
de impedir la organización de instituciones indígenas mientras no estén siquiera
medianamente civilizados, pues los delegados y demás miembros de estas instituciones
324

son los verdaderos gamonales; los que aprovechando la ignorancia del indio los
explotan con el consabido sistema de la RAMA, al extremo de ser hostilizados y
perseguidos por los cabecillas” (APMI, Prefectura de Huancavelica, paq. 237, oficio del
Prefecto de Tayacaja al prefecto, 9-abril-1923).
97 En agosto se producen serio enfrentamientos entre las comunidades de Tongos y
Mullaca, en este departamento. El prefecto nombra a Gregorio H. Saravia, años antes
vinculado al Comité Central Tahuantinsuyo y ahora ferviente leguiísta, para lograr la
conciliación. A fines del mes de setiembre el prefecto informa a Lima que se ha logrado
la pacificación. “Para concluir, tengo el verdadero agrado de poder asegurar a Ud. que
todas las comunidades en donde he podido llevarles la seguridad de que en nuestras
épocas actuales hay justicia para el desvalido y que el señor Presidente de la República
guarda para ellos, como autóctonos, el más acendrado cariño; han quedado pacificados
y en todas ellas han tornado a la vida tranquila de sus labores agrícolas. También me
han ofrecido no prestar oídos a instigadores maliciosos que llegan de otros lugares
insunuándoles teorías comunistas...” (APMI, Huancavelica, paq. 237, oficio del prefecto
al director de gobierno, 28-set.-1923).
98 Los acontecimientos ocurridos en Huancané, en diciembre de 1923, han sido bastante
estudiados pero frecuentemente mal comprendidos: el error más común ha sido
considerarlos como movimientos campesinos o sublevación. No conocemos los detalles
de los acontecimientos, todas las fuentes —en este caso — son incompletas y subjetivas.
La primera descripción interesante la hizo Díaz Bedregal (1950) y la última que aporta
nuevos datos es la de Tamayo Herrera (1982). Los problemas parecen iniciarse a fines de
noviembre con el nombramiento de Arturo Carpio como subprefecto y los atropellos
que comete junto con un grupo de mistis, sus parientes y amigos, atacando a diversas
poblaciones campesinas. La respuesta no se hizo esperar: los indígenas de numerosas
parcialidades de Azangarillo, Vilquechico y Rosaspata sitiaron Huancané. Esta situación
se mantuvo durante casi toda la primera quincena de diciembre, hasta que llegaron los
refuezos enviados por el prefecto Eduardo Arenas de Puno: el batallón N° 15 llegó por el
lago y otros destacamentos militares llegaron por tierra. Estas fuerzas militares, junto
con las que ya existían en Huancané (principalmente mistis armados), rompieron el
sitio e hicieron retroceder a los indígenas a sus distritos de origen. Luego las fuerzas
militares se acantonan en Huancané y serán más bien las bandas armadas de los mistis
las que inician tenaces represalias en las diferentes parcialidades campesinas.
99 El 15 de diciembre Darío Lucas Carpió, hermano del subprefecto, dirigirá una violenta
incursión en el pueblo de Wancho-Lima, incendiando las casas y robando el ganado. El
19 Francisco Moran, gobernador de Vilquechico, realiza una incursión similar en varias
parcialidades de este distrito. Estas incursiones de escarmiento, que siempre
terminaban con el incendio de las casas, indígenas fugados o muertos y con el robo del
ganado campesino, continuarán hasta fines de este mes de diciembre. La cifras de
ganado robado son realmente sorprendentes y suficientes para afirmar que las
represalias fueron feroces y devastadoras. El sitio de Huancané, probablemente un
hecho real, sirvió para que los mistis elaboraran la farsa de una sublevación campesina;
hicieran venir destacamentos del ejército y luego procedieran al ajuste de cuentas con
las parcialidades más identificadas con el Comité Central Tahuantinsuyo.
100 De otra manera no es posible explicar porque los líderes más importantes del Comité
Central en esta provincia, Antonio F. Luque y Carlos Condorena, se encontraran más
bien en Lima y no en el lugar de los acontecimientos. Cuando este último fue
325

interrogado el 10 de octubre de 1925, en el momento de las actuaciones judiciales en


Huancané, pudo decir que durante el mes de diciembre del año 1923 estaba “empleado
en la baja policía de Lima y que a su regreso a esta provincia, efectuado en el mes de
agosto de 1924, fue informado de todos los crímenes que tiene relacionados...”. Todo
parece indicar que los mistis primero provocaron el asedio de los campesinos, luego
inventaron la sublevación para así justificar las represalias posteriores. La
combatividad de la parcialidad Wancho-Lima, incluidos el viaje de sus dirigentes a
entrevistarse con el presidente Leguía, su identificación con el Comité Central
Tahuantinsuyo y la eficacia de sus denuncias en Lima, hace explicable que en este
pueblo las represalias hayan adquirido la forma de masacre y que nos haga recordar a
Patibamba en La Mar y a Chinchaypuquio en Anta.
101 En las actuaciones judiciales que se realizan en Huancané, en octubre de 1925, como
respuesta del Patronato de la Raza indígena a varios recursos de los campesinos de esta
región, numerosos testigos afirman que las muertes y abusos se habían originado por
enviar a sus hijos a las escuelas. Todo parecería girar en torno a las escuelas que los
hacendados las consideraban como centros de subversión. Por eso, según testimonio de
Juan de Dios Chuquiso, los hermanos Ramón y José Alemán Cornejo, desde 1919, ya
habían comenzado a incendiar estas escuelas para impedir que el indio despierte
(Actuaciones, p. 70). Todos los testigos principales coinciden, a pesar de los
ocultamientos y falsos testimonios, en que las escuelas son el detonante de la ruptura
en la convivencia entre indios y mistis.
102 De todas maneras podríamos constatar que en estas actuaciones de 1925 se recuerda
más a las escuelas que a la acción del Comité Central como causa de los
acontecimientos; casi no se habla de la Rama y solamente un testigo misti menciona la
restauración del Tahuantinsuyo. A dos años de los acontecimientos parece que las
actividades del Comité Central casi se habían extinguido en esta provincia y Carlos
Condorema nunca se presenta como delegado de este Comité. Las excitaciones y la
euforia de los años 1920-1923 habían pasado, ahora ya nadie encontraba cuerdo y
racional hacer mención a estas ideas exageradas de guerra de castas, restauración del
Tahuantinsuyo; se había regresado a una reflexión más racionalista y a actitudes más
congruentes con la realidad.

EPILOGO
103 He intentado hacer, de manera tanto narrativa como analítica, una presentación
general de los numerosos movimientos campesinos organizados y dirigidos por los
miembros del Comité Central Tahuantinsuyo en los años 1920-1923. La periodificación
que ofrecemos se desprende de los acontecimientos mismos y ayudará a entender, en el
futuro, la abundante información referida a las revueltas rurales de este período.
104 Los diarios del sur, especialmente El Pueblo y El Deber de Arequipa, La Verdad de Sicuani,
El Siglo de Puno y El Comercio del Cusco, buscando informar y difundir las ideas
colectivas, denominan a los dirigentes del Comité Central con diversos y expresivos
nombres. Los más frecuentes: apóstoles, redentores, ramalistas, mensajeros,
Tahuantinsuyos y profetas de la rebelión. Considero que los dirigentes campesinos de
estos años, muchos de ellos viejos mensajeros y experimentados ramalistas, eran todo
eso a la vez. Pretendían redimir a la raza indígena y tomaban su obra como un
326

apostolado; a la vez eran activos recaudadores de la Rama, subdelegados


Tahuantinsuyos y anunciadores de tiempos mejores.
105 Es necesario indicar que el Perú de este período, 1919-1923, vive una situación anómala,
de crisis estructural. Es el fin del gobierno de la vieja oligarquía civilista y el inicio del
ascenso de nuevas clases sociales al control del gobierno. En esta anomalía, comparable
a un alumbramiento, las mentalidades colectivas, por la agudización de las luchas
sociales, caen en la exhaltación y las ideas exageradas. Los terratenientes, y sus
intelectuales de provincias, desentierran las nociones de “Guerra de Castas” y
restauración del Tahuantinsuyo con la finalidad de defenderse de la protesta campesina
y para convertir a los profetas de la rebelión en los anunciadores de la destrucción de la
nación peruana. Los dirigentes campesinos nunca asumieron estos programas; siempre
los encontramos consignados como acusaciones de los representantes de los grupos
dominantes. Pero también creemos que los campesinos del interior hicieron su propia
interpretación de los rumores, de las noticias periodísticas, y muchos de ellos —en el
fragor de los acontecimientos— siguieron el camino de la Guerra de Castas y rescataron
la idea Tahuantinsuyo como un símbolo histórico que despertaba la solidaridad y el
orgullo de los indígenas.
106 Este enfrentamiento entre un Perú criollo-mestizo y un Perú andino-indígena, adquiere
rasgos de dramatismo, locura y exageración cuando se produce en un período de
ruptura estructural y de crisis mercantil internacional. Por eso el mensaje de los
dirigentes ramalistas fue interpretado por los campesinos desde la imaginación y la
utopía; los grupos dominantes —a su vez— querían una nación que excluyera a los
indígenas y por eso interpretaron la lucha de clases como una lucha de castas. Ambos
grupos, dominantes y dominados, tenían una idea anacrónica de nación. Casi una
categoría étnica. El Perú criollo y la utopía andina llegan así a las fronteras de su
existencia.

***

107 Mi agradecimiento al Social Science Research Council que me permitió trabajar en los
archivos y bibliotecas del sur entre agosto de 1981 y abril de 1982. Los Profetas de la
rebelión fue el proyecto original que me permitió, a través de múltiples caminos,
acercarme a la antropología y a la etnohistoria andinas. Muchas son las personas,
amigos y profesores, que me han brindado su ayuda, su estímulo y sus comentarios. Me
limito a expresar mi agradecimiento a Alberto Flores Galindo, con quién compartí el
proyecto Utopía Andina y muchas ideas sobre el tema. □

A. Fuentes Manuscritas

108 He intentado un ejercicio heurístico riguroso de confrontación de fuentes con la


finalidad de hacer una reconstrucción objetiva de los acontecimientos que conforman
lo que he denominado desde 1979, La Gran Sublevación del Sur. El Archivo de
Prefecturas del Ministerio del Interior me ha servido como eje central para seguir el
curso de los acontecimientos y conocer las opiniones de las autoridades políticas
leguiístas al dirigirse al gobierno central. Luego en el Archivo Departamental de
Arequipa, las secciones Prefecturas y Corte Superior me permitieron acceder al
testimonio directo de los grupos sociales en conflicto. En el Archivo Agrario de Lima, el
327

fondo Ricketts, me ofreció una información adicional desde una perspectiva diferente.
Las siglas que he usado son las siguientes:
109 APMI Archivo de Prefecturas del Ministerio del Interior.
110 ADA-P Archivo departamental de Arequipa – Prefecturas
111 ADA-CS Archivo departamental de Arequipa – Corte Superior.
112 AFA Archivo del Fuero Agrario. Fondo Ricketts.

B. Periódicos

113 He trabajado fundamentalmente tres periódicos del Sur. El Pueblo y El Deber de


Arequipa. El primero de tendencia liberal, pro-comerciante y el segundo, católico
tradicional y proterrateniente. Luego he utilizado La Verdad de Sicuani y El Comercio del
Cusco, que representaban, para la época estudiada, dos alternativas semejantes a las
anteriores. Estos periódicos, diarios o semanales, se han consultado en las bibliotecas
municipales de las ciudades del sur.

BIBLIOGRAFÍA

C. Bibliografía consultada
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Instituto de Estudios Aymarás.

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(1922-1924)/(Apurímac-Cuzco), Lima, 1981.

NOTAS
1. 1En realidad se trataba del proyecto de ley para confiscar bienes de todos aquellos que se
levantasen en rebelión contra el gobierno establecido. Se temía una reacción armada civilista y
329

este proyecto tenía una intención disuasiva, pero Leguía nunca llegó a promulgar esta ley y el
Congreso lo declaró sin efecto en 1920 (J. Basadre, 1983; t. IX: 251). Los leguiístas de provincias,
aquellos que habían sufrido el ejercicio del poder por los civilistas, probablemente hicieron
circular rumores que este proyecto pretendía confiscar las tierras ¡legalmente adquiridas.
Evidentemente que así creaban zozobra en numerosos hacendados y medianos propietarios, pero
no calculaban las consecuencias en las mayorías campesinas.
2. En adelante lo llamaremos solamente Comité Central Tahuantinsuyo.
3. E1 subprefecto de Lampa encontró en la modesta vivienda de Inocencio Condori el manifiesto a
los indígenas del Perú del 29 de agosto de 1920 emitido por el Comité Central Tahuantinsuyo y la
declaración de principios de este Comité de 1921. Además numerosos recibos de la Rama.
4. Anne-Marie Hocqueghem, arqueóloga francesa, me llamó la atención sobre esta coincidencia.
Ella ha estudiado, a partir de la iconografía moche (1979) principalmente, la importancia de los
rituales de setiembre en el mundo andino: “Pendant ce mois, l’Inca faisait chasser les maladies
des villages et les pestes de son royaume (1979: 221)”. Estos rituales del mes de setiembre o del fin
de la estación seca, se dirigían a reestablecer el orden primordial. Esta coincidencia nos parece
demasiado importante para analizarla, sin una casuística mayor, dentro del texto de nuestro
estudio. La he mencionado en esta nota para no salirme del tipo de análisis que he realizado.
5. EI segundo Congreso indígena nacional se llevó a cabo del 29 de agosto al 5 de setiembre y se
discutieron 16 puntos vinculados a la situación campesina (W. Kapsoli, 1984: 229). El tercer
Congreso indígena se realizó en agosto de 1923. Hay una interesante correspondencia entre el fin
de cada congreso y el inicio de las movilizaciones campesinas en el sur. Este Comité, entre 1921 y
1925, organizó un congreso indígena anual.

RESÚMENES
En el sur del Perú (Huancavelica, Ayacucho, Apurímac, Cusco y Puno), se desencadenan una serie
de motines y rebeliones que tiene como escenario a las haciendas y comunidades de la región. En
el trasfondo de estos acontecimientos se advierten los efectos de una crisis mercantil (caída en
los precios de la lana), la recomposición de la estructura social (pequeños comerciantes y clases
medias) y los cambios políticos originados por el paso de la llamada “república aristocrática” al
régimen dirigido por Augusto B. Leguía. Estas rebeliones han sido estudiadas como
acontecimientos aislados, espontáneos y sin conexión alguna. Pero si las ubicamos en la historia
de las luchas campesinas en los Andes, podemos descubrir que en esos años, junto a habituales
rebeldes como eran los indios de comunidades, aparecen los yanaconas y colonos de haciendas.
Este cambio en la composición social de las rebeliones no responde sólo a los efectos de una
conyuntura. Hay algunos factores conscientes que enumeramos brevemente.
1) Una ideología que enfrenta a los campesinos con los mistis y parece reivindicar una vuelta al
Tahuantinsuyo. Esta ideología se sustenta en la Rama: vieja institución de origen colonial que
permite recabar el dinero necesario para entablar litigios o solventar viajes a Lima de los
dirigentes campesinos.
2) La Rama genera un liderazgo de procedencia campesina, compuesto por jóvenes comuneros,
con conocimiento del español, algunos exconscriptos y otros que ofician como “tinterillos”
(abogados improvisados) en los pueblos. Encontraron apoyo entre los intelectuales (periodistas
por ejemplo), establecidos en las ciudades del sur, como Sicuani, y agrupados primero en “El
Deber Pro Indígena” y después en “La Asociación Pro Derecho Indígena Tahuantinsuyo”. Todos
330

ellos fueron calificados como “falsos apóstoles” por los terratenientes. Estos intelectuales
compartían actitudes nativistas: reivindicación del pasado andino, esperanzas mesiánicas. Este
indigenismo respondió a influencias procedentes de los medios rurales, pero también los
intercambios fueron en la otra dirección.
Las rebeliones de los años 1919-1923 terminaron derrotadas. Un factor importante para entender
el desenlace está dado por los conflictos y rivalidades entre los propios campesinos. Antes que la
acción de la gendarmería y el ejército, la represión fue ejecutada por esas “huestes” improvisadas
por los terratenientes. Conviene desechar esas imágenes demasiado simples que imaginan los
conflictos sociales como si los campesinos formaran un bloque monolítico. Los profetas de la
rebelión y la utopía andina, dirigieron e influyeron sólo sobre un sector de ese heterogéneo
mundo campesino.

Dans le Sud du Pérou (Huancavelica, Ayacucho, Apurfmac, Cusco et Puno) se déchaînent une série
de soulèvements et rébellions qui ont pour cadre les grands domaines et les communautés de la
région. A l’arrière-plan de ces événements, on distingue les effets d’une crise commerciale (chute
des prix de la laine), la recomposition de la structure sociale (petits commerçants et classe
moyennes) et les transformations politiques dues au passage de la “république aristocratique” au
régime dirigé par Augusto B. Leguîa. Ces rébellions ont été étudiées comme des événements
isolés, spontanés et sans aucun lien entre eux. Cependant, si nous les situons dans le cadre de
l’histoire des luttes paysannes dans les Andes, nous découvrons que, pendant ces années-là,
auprès des rebelles habituels qu’étaient les indiens des communautés, apparaissent les yanaconas
et colons des grands domaines. Ce changement dans la composition sociale des rébellions ne
répond pas uniquement à des facteurs conjoncturels. Il existe quelques éléments conscients que
nous énumérons brièvement:
I) Une idéologie qui dresse les paysans contre les mistis et parait revendiquer un retour au
Tahuantinsuyo. Cette idéologie se base sur la Rama, vieille institution d’origine coloniale qui
permet d’obtenir les fonds nécessaires pour entamer des litiges ou financer le voyage à Lima des
dirigeants paysans.
La “Rama” engendre l’apparition d’un ensemble de dirigeants d’extraction paysanne, composé de
jeunes membres de communautés connaissant l’espagnol, de quelques anciens conscrits et
d’autres faisant office de “tinterillo” (“avocassier”, avocat improvisé) dans les villages. Ils
trouvent appui chez les intellectuels (journalistes par exemple) installés dans les villes du Sud
comme Sicuani et regroupés tout d’abord dans “El Deber Pro-Indígena” et ensuite dans “La
Asociación Pro-Indígena Tahuantinsuyo”. Ils furent tous qualifiés de “faux-apôtres” par les
propriétaires terriens. Ces intellectuels partageaient des attitudes “indigénistes”: revendication
du passé andin, espérances messianiques. Cet indigénisme répondait à des influences originaires
de milieux ruraux, mais les échanges se produisirent également en sens contraire.
Les rébellions des années 1919-23 furent vaincues. Les conflits et rivalités entre les paysans eux-
mêmes constituent un facteur important pour comprendre un tel dénouement. Avant même
l’intervention de la gendarmerie et de l’armée, la répression fut exécutée par les “armées”
improvisées par les grands propriétaires. Il convient de rejeter représentations trop simplistes
qui imaginent les conflits sociaux comme si les paysans formaient un bloc monolithique. Les
prophètes de la rébellion et de l’utopie andine ne dirigèrent et n’influencèrent qu’un secteur de
ce monde paysan hétérogène.
331

El Horizonte Utopico*
Alberto Flores Galindo

1 Durante el decenio de 1920 surgen en el Perú las corrientes que vertebrarán, en lo


sucesivo, la vida intelectual del país: el indigenismo, el Apra, el socialismo de
Mariátegui. Todas ellas, al margen de discrepancias y contraposiciones, fueron
tributarias de la utopía andina. Resquebrajaron un orden ideológico hasta entonces
hegemonizado de manera excluyente por la oligarquía. ¿Cómo se produjo este cambio?
La respuesta no hay que buscarla sólo en la historia de las ideas o en los cambios en las
mentalidades colectivas; la crisis del sistema oligárquico, antes que discurso, fue
práctica. Empezó en el sur peruano y adquirió la forma de nuevos motines y
sublevaciones rurales. Para unos era el esperado renacer del mundo andino; para otros,
la temida “guerra de castas”.

1 El poder local
2 En 1912, un joven limeño de apellido aristocrático y autor de una brillante tesis de
historia, emprende un viaje por la sierra sur. José de la Riva Agüero, pertrechado de
libros y mapas, se embarca del Callao a Moliendo, allí toma el ferrocarril a Puno y desde
el altiplano, acompañado por un amigo limeño, arrieros y varios sirvientes, recorrerá
durante tres meses Cusco, Apurímac, Ayacucho hasta el valle del Mantaro. El hecho era
tan insólito —un intelectual de 27 años que prefiere viajar por el Perú y no por Europa
—, que reclamaba la escritura: cinco años después redactó un libro al que daría el título
de Paisajes peruanos.
3 En Riva Agüero el paisaje evoca al pasado: Jaquijahuana, la pampa de Ayacucho, las
ruinas de Vilcas, el santuario de Cocharcas, que aun sin llegar a visitarlo es una ocasión
para citar a Montesinos y Concolorcorvo. La erudición no le permite descubrir a los
hombres que habitan esos territorios. La sierra sin indios. El paisaje vacío. Mejor dicho,
una especie de cementerio. Aunque considera que el Cusco es “el corazón y el símbolo
del Perú”, esa ciudad desde la que inicia su relato lo envuelve en la melancolía y el
desaliento. A partir del siglo XVI, la historia del Cusco podría resumirse como una “lenta
agonía”: poco a poco se fue despoblando hasta semejar una regia sepultura. Se pregunta
332

Riva Agüero: “¿Consistirá acaso la esencia de nuestra ciudad representativa en la


tiránica pesadumbre, la tragedia horrenda y el irremediable abatimiento?” 2.
4 Por esos mismos años, otro escritor limeño pero de origen chino, Pedro Zulen,
conmovido por la situación de los indígenas, proyectó un libro —no de añoranza
histórica sino de agitación presente— que recopilara sus encendidos artículos, bajo el
título de “Gamonalismo y centralismo”3. Nunca llegaría a editar tal libro pero las dos
palabras que escogió, eran a su vez temas centrales en los debates de la intelectualidad
peruana de esos años. En cierta manera el libro sería publicado por José Carlos
Mariátegui trece años después. En los 7 ensayos, algunas de sus páginas más logradas
son precisamente una arremetida contra el gamonalismo y un voto en contra del
asfixiante centralismo.
5 ¿Qué es el gamonalismo? El término “gamonal” es un peruanismo, acuñado en el
transcurso del siglo pasado, buscando establecer un símil entre una planta parásita y
los terratenientes. En otra versión, “gamonal” es “el gusano que corroe al árbol de la
nación”4. Tenía, como es evidente, una connotación crítica y despectiva. Pero más allá
de las pasiones, el término designaba la existencia del poder local: la privatización de la
política, la fragmentación del dominio y su ejercicio a escala de un pueblo o de una
provincia. En el interior —para las clases medias o los campesinos de los andes— los
poderosos recibían el apelativo de “mistis” es decir, señores. En teoría eran blancos, o
por lo menos se consideraban como tales; lo más frecuente es que en términos
socioeconómicos se tratara de propietarios o terratenientes, dueños de un fundo, una
hacienda o un complejo de propiedades. En otros casos, podrían ser comerciantes o
autoridades políticas. Desde luego, podían combinar todas estas situaciones.
6 Los mistis —para referirnos a los casos más frecuentes—, ejercían su poder en dos
espacios complementarios: dentro de la hacienda, sustentados en las relaciones de
dependencia personal, en una suerte de reciprocidad asimétrica; fuera de ella, en un
territorio variable que en ocasiones podía comprender, como los Trelles en Abancay, la
capital de un departamento, a partir de la tolerancia del poder central. El Estado
requería de los gamonales para poder controlar a esas masas indígenas excluidas del
voto y de los rituales de la democracia liberal, que además tenían costumbres y
utilizaban una lengua que las diferenciaban demasiado de los hábitos urbanos. Entre la
clase alta, la oligarquía de comerciantes, banqueros y modernos terratenientes
establecida en ciudades de la costa como Lima, Trujillo o a medio camino de la sierra
como Arequipa, y los campesinos, no existía una ideología o una cultura que
posibilitara cualquier tipo de comunicación. La búsqueda de un consenso nacional era
imposible. Esta circunstancia se veía agravada por la combinación entre la siempre
difícil geografía peruana y la deficiente red vial. Desde 1821, con la independencia, se
acrecentó la separación entre costa y sierra hasta el punto extremo de resultar más
rentable traer peones desde la lejana China que desde el interior o importar trigo de
Chile o California, antes que de Huancavelica. Sin los gamonales resultaba imposible
controlar un país con estas características. La urbanización era incipiente. Sobre
4'000,000 de habitantes que tendría el Perú en 1900, se calcula que más de 3'000,000
vivirían en pueblos de menos de 2,000 habitantes.
7 El gamonalismo emergió con el derrumbe del Estado colonial. En el siglo XVIII el poder,
en las áreas rurales, era compartido entre el corregidor, encargado de administrar
justicia y dirigir una jurisdicción equivalente a una provincia republicana, el curaca
responsable directamente del sector indígena de la población y el sacerdote, que no
333

sólo velaba por las almas, sino que también respondía a intereses económicos muy
precisos a través de los curatos. Las reformas borbónicas llevaron a sustituir
corregidores por intendentes y subdelegados, pero las nuevas autoridades no
alcanzaron a tener la misma eficacia que éstos y desaparecieron con la llegada de la
república. Paralelamente, después de la revolución de Túpac Amaru, fueron suprimidos
los curacazgos y los títulos nobiliarios de la aristocracia indígena: la medida no fue
acatada enseguida pero en los años posteriores se terminaron disgregando estas
autoridades, perdiendo sus prerrogativas, bienes y estatus. En cuanto a los curas, vieron
mermado su poder como consecuencia del retroceso de la iglesia en el campo:
desaparición de los diezmos, disminución de rentas y propiedades de las órdenes o de
los obispados. El clero se fue concentrando en los centros urbanos y en el campo se
volvieron frecuentes las iglesias abandonadas, quedando como rezago de otras épocas
el artesanado, las pinturas y la platería de los templos. El poder que antes estaba
repartido entre el corregidor, el curaca y el cura fue heredado por los gamonales. En
algunos lugares muy tempranamente, en otros, como Caylloma, en fechas más bien
tardías, recién a inicios de este siglo5.
8 Luis Aguilar, un coetáneo de Zulen, decía que ningún gamonal dejaba de tener
aspiraciones políticas: “el gamonal es diputado, subprefecto, juez o alcalde municipal...”
6
, pero este acceso a los cargos públicos se hacía posible, en la mayoría de los casos,
desde la propiedad de la tierra. El dominio privado en la hacienda era fundamental. El
gamonal no era un propietario ausentista; conocía a los campesinos y hasta compartía
hábitos y costumbres con ellos. No podía sorprender que como los Quiñones de
Azángaro o los Luna de Acomayo, conociera el quechua. Todo esto resultaba lógico si
consideramos que en el interior de la hacienda las tierras se dividían entre el
propietario y los campesinos poseedores: por ese usufructo el runa, colono o yanocona
debía trabajar las tierras del misti. Este a su vez le otorgaba protección frente al Estado,
es decir, frente a las cargas fiscales o las levas del ejército; le proporcionaba productos
imprescindibles pero escasos como el aguardiente (o alcohol) y la coca, además de
algunos medicamentos y eventualmente aparejos de labranza (rejones). Los
campesinos, en retribución por todo lo anterior, realizaban servicios personales en la
casa del señor o tareas especiales como el transporte de lana. Estos intercambios se
imbricaban con relaciones de parentesco y con un marcado paternalismo: el misti era,
según los casos, el papá o el niño, dicho siempre en diminutivo; el campesino: un ser
desvalido que requería de protección. Venía aquí en auxilio la prédica religiosa: unos
mandaban y otros obedecían. La autoridad era personal: el señor tenía un nombre y un
apellido y se relacionaba de manera particular con cada uno de sus campesinos. Estos, a
su vez, cada año rotaban las tierras en usufructo. Aceptaban una inmovilidad que
garantizaba la posesión y que los obligaba a contraer alianzas matrimoniales entre
ellos. Las prácticas endogámicas, unidas al compadrazgo (el señor o el mayordomo de la
hacienda eran casi obligatoriamente padrinos en el bautismo), aseguraban la sujeción
de la fuerza de trabajo. La riqueza de una hacienda no reposaba tanto en sus cultivos o
sus cabezas de ganado; ante todo se medía por el número de hombres que el misti tenía
tras suyo.
9 Se fueron constituyendo linajes de hacendados: el sistema transmitía una sensación de
permanencia e inmovilismo. En efecto, los mistis eran renuentes a cualquier
innovación. Parecían impermeables a todo lo que viniera de fuera y todavía más, a los
cambios que podrían suceder dentro de sus propiedades. Quienes como José Carlos
Mariátegui (1894-1930) habían nacido casi al comenzar el siglo, experimentaron
334

llegados a la adolescencia esa extraña sensación de vivir en un país distante del agitado
ritmo que el progreso imprimía a Europa: la reiteración y el tedio eran los rasgos
cotidianos de la sociedad oligárquica. El tedio nacía de unas estructuras sociales
demasiado rígidas, intolerables a cualquier movilidad social. Esto a su vez era
consecuencia de la articulación entre clase y etnia. Los señores eran blancos, los indios
eran campesinos y ninguno de estos roles era intercambiable. Sin embargo, si se
observaba con más detenimiento a esa sociedad, se podían advertir algunos síntomas de
inestabilidad.
10 Los gamonales no constituían un grupo homogéneo. Todo lo contrario. Las disputas
entre ellos eran demasiado frecuentes. El poder local de reciente aparición no estaba
garantizado ni por la ley, ni por la costumbre, por lo tanto no se conocía cuál debía ser
su marco, cuáles eran sus límites y en qué consistían exactamente sus atribuciones. En
Canchis (Cusco) se enfrentan los Cisneros contra los Fernández 7. En el distrito de
Talavera, hacia 1886, las familias Tello y Alarcón estaban enfrascadas en una áspera
lucha que, según el prefecto de Abancay, no obedecía a motivos políticos o electorales
sino a un ”...odio implacable entre ambas familias” 8, que había traído una vasta secuela
de heridos. Justo Alarcón terminaría muerto y en represalia las casas de los Tello fueron
saqueadas. En estas empresas los terratenientes recurrían a movilizar a los colonos de
sus haciendas, conformando verdaderas huestes. Ningún hacendado colonial tuvo un
poder similar. En parte fue consecuencia de la desestructuración del Estado después de
la guerra del Pacífico. (1879-1883). Para enfrentar al ejército chileno, que llegaría hasta
Cajamarca por el norte y Ayacucho por el sur, se formaron partidas de guerrillas
algunas de las cuales fueron dirigidas por hacendados. Los grupos armados se
mantuvieron y el Prefecto de Huanta se lamentará en 1886 de que su autoridad quede
sujeta a “la voluntad caprichosa de los comandantes de guerrilleros” 9. En esta misma
localidad de Huanta toda su historia política podría reunirse en el enfrentamiento
persistente entre dos familias: los Lazo y los Urbina 10.
11 No sorprendía que unos hacendados atacasen a otros. Años después, en 1920, en el valle
de La Convención, los hermanos Oré, propietarios de la hacienda Lairochaca, atacaron
el fundo Paucarbamba llegando casi a victimar al propietario, Joaquín Tió 11. Los
atacantes fueron acompañados por la “peonada” de su hacienda. Entre estos
acontecimientos y el bandolerismo, no existía una delimitación muy precisa. De hecho
el transfondo será el mismo: la debilidad del Estado. Los prefectos se quejan de no tener
armas suficientes, del escaso número de la gendarmería, de un sistema carcelario
deplorable. El bandido es un personaje típico de esos años. Junto a Luis Pardo, el más
conocido, perennizado en canciones y relatos, que actuaba en las inmediaciones de
Chiquián, tenemos a Morón con sus bandas recorriendo los valles de Ica, a Lino Ureta
en Cañete o Adolfo Rondón, durante más de treinta años perseguido por los gendarmes
de Moquegua, Puno y Cusco y llegando hasta La Paz en sus correrías 12.
12 El bandido social —aquel que robaba a los ricos para ayudar a los pobres— era una
excepción. Estamos más bien ante hechos que se ubican dentro de la historia de la pura
criminalidad. Incluso resultó proverbial referirse a la crueldad de los bandidos andinos:
este rasgo llamó la atención del historiador británico Eric Hobsbawn. Se les atribuía
ensañarse con sus víctimas e incluso algunos actos de antropofagia 13. El bandido, en
realidad, tiene características que lo vinculan a la figura del pistaco: esa suerte de
vampiro serrano, en cabalgadura, con arma de fuego y al acecho de cualquier víctima
para extraerle la grasa. Esto era así en el terreno imaginario; en lo cotidiano, a veces los
335

bandidos eran terratenientes en expediciones punitivas o implantando su dominio a


costa del terror. En otras ocasiones el bandidaje se reclutaba entre los forasteros, los
migrantes, los mestizos de la localidad como esos cinco “famosos bandoleros” que
asaltaban las estancias de Sicuani14 o ese Ramón Flores, un chacarero, de más de 25
años, soltero, acusado de robar ganado en la provincia de Paucartambo 15. En las cárceles
cuzqueñas la acusación más frecuente era el abigeato; así, por ejemplo, en el mes de
marzo de 1916 de once procesados, siete eran abigeos. Hay localidades, en las
provincias altas, en los alrededores de Espinar, donde el fenómeno parece endémico. La
Corte Suprema preocupada por la propalación del bandolerismo, envió una
comunicación al Cusco en la que se mostraba “...alarmada por el simultáneo y creciente
desarrollo del salteamiento en distintas zonas de la República, que despierta y agita los
malos instintos de los espíritus depravados y siembra en las ciudades y en los campos la
intranquilidad y la desconfianza”16. La conclusión era acertada. El gamonalismo no
había establecido en los espacios rurales un orden tan estable como la impresión que se
podía tener en Lima. Por el contrario, imperaba la inseguridad. En ocasiones las
autoridades, jueces o prefectos, sólo pueden constatar el delito, el hecho de violencia,
sin determinar los autores y menos el móvil. En julio de 1919, en Paruro, otra provincia
cusqueña, en un recurso se denuncia ”...que turbas desbandadas y sedientas de
venganza han cometido los mayores excesos....”17.
13 Otro factor de inestabilidad fue la presencia de los adventistas: llegaron a fines del siglo
pasado, se instalaron en Puno y a diferencia de los curas católicos que día a día se
confinaban más en las ciudades, salieron al campo, establecieron escuelas en particular
en las provincias altas, entre pastores a quienes pretendían iniciar en la lectura de la
Biblia18. A indios antes sólo menospreciados por los mistis, les dijeron que eran
ciudadanos, que como tales tenían derechos y para poder exigirlos debían salir de la
“ignorancia”. Demasiado pronto se enfrentaron con la iglesia oficial, sobre todo cuando
instaban a los campesinos a no ocuparse del arreglo de los templos y a no pagar
tributos al cura19. Las escuelas adventistas en Puno llegaron a tener 3,500 estudiantes:
44 % de la población escolar de ese departamento. El fenómeno guardaba
correspondencia con ese significativo ascenso, en el Perú novencentista, en la curva de
escolaridad: una especie de revolución educativa que hizo retroceder
significativamente al analfabetismo. El maestro comenzaba a ser un personaje habitual
en los medios rurales.
14 La presencia del maestro se relaciona, a su vez, con la presencia de las capas medias.
Entre los gamonales y los indios aparecieron grupos intermedios que no siempre
actuaron como mediadores. En el sur peruano el hecho se explica, parcialmente, por el
desarrollo del comercio. Al lado del gran comerciante mayorista, articulado a alguna
casa comercial como Ricketts, Forga, Grace, aparecieron los pequeños comerciantes
itinerantes, minoristas, muchos de origen árabe por lo que eran llamados, aunque
erróneamente, “turcos”. Algunos se establecieron de manera permanente. Todavía en
la plaza de armas de Sicuani quedan las amplias tiendas de mercaderes que a fines de
siglo arribaron a esa región. Las ciudades del sur —aparte de Sicuani, Ayaviri, Puno,
Juliaca y otras— vieron incrementar su población. Los hijos de estos comerciantes serán
los abogados, médicos o periodistas que reclaman los nuevos grupos urbanos 20. Una
referencia obligatoria para todos ellos es la Universidad de San Antonio de Abad en el
Cusco, reorganizada por un progresista Rector de origen norteamericano, Albert
Giesecke, que no encuentra mayores dificultades para iniciar a sus alumnos en el
estudio de la realidad social inmediata: en 1912 realiza un censo de la ciudad 21. Ese año
336

la universidad tenía 170 alumnos. A ella acude, desde Moquegua, Luis Valcárcel y es en
sus claustros que realiza una tesis sobre la propiedad agraria en el Cusco. Surge un
pensamiento crítico que encontrará un inesperado respaldo en el propio Obispo
cusqueño: Monseñor Farfán de los Godos, quizá en competencia con los adventistas,
manifiesta en sus cartas pastorales una preocupación por la condición del indio y
establece distancias con un clero que antes sólo estaba dispuesto a secundar a los
gamonales.
15 Pero los riesgos que estos cambios implicaban para la estabilidad de los mistis, no eran
fácilmente advertidos, demasiado acostumbrados a la imagen del indio como un ser
sumiso y resignado. El año 1920 un abogado cusqueño se referirá a ”...esa desgraciada
raza aborigen, hoy tan esquilmada, ignorante y sin un rasgo de la más pequeña altivez”
22
. Ocurre que el racismo era un componente indispensable en la mentalidad de
cualquier gamonal: existían razas, unas eran superiores a otras, de alli que el colono de
una hacienda debiera mirar desde abajo al misti, tratarlo con veneración, hablarle
como si estuviera siempre suplicando, mientras que el gamonal debía mantener el tono
estentóreo y de mando en la voz. Hombres de a pie y hombres de a caballo; hombres
descalzos y hombres con altas botas. Algunos gamonales se encariñaban con esos hijos
desvalidos que eran los indios, se emborrachaban con ellos, participaban de sus fiestas;
otros por el contrario estaban dispuestos para cualquier violencia: abusos sexuales,
marcas con hierros candentes por ejemplo23. Pero la combinación de racismo con
paternalismo hacía que las relaciones entre mistis e indios fueran siempre
ambivalentes. Se podía pasar fácilmente de una situación a otra teniendo la garantía de
la impunidad. Estos rasgos del mundo rural no quedaban confinados a las haciendas; a
través de la servidumbre urbana llegaban a las casas de las ciudades. Un diputado
limeño comparó a los indios del Perú con los pieles rojas exigiendo un destino similar
para ellos: el exterminio. Con el ocaso de la aristocracia indígena colonial, indio y
campesino fueron sinónimos; posteriormente ambos términos serían equivalentes a
salvajes, todo lo opuesto a civilización y mundo occidental. “El salvajismo se halla
retratado —escribía en 1909 Manuel Beingolea refiriéndose a la mujer india— en su
fisonomía, en su actitud recelosa y huraña. No revela inteligencia, ni imaginación, ni
razón, ni siquiera sentido común...”24. Una reflexión similar podemos encontrar en un
libro célebre. Si se abren las páginas de Le Pérou Contemporain, (1907), advertiremos que
su autor, Francisco García Calderón, consideraba que el Perú era un país latino y, por lo
tanto, podía prescindir de su historia prehispánica. Conocía a los Incas pero quedaban
sumidos en el misterio y la ignorancia todas las civilizaciones anteriores: “La
antigüedad de esta raza se desconoce”, escribía al comienzo de su obra y, en las páginas
finales, cuando inevitablemente debía referirse a los indios vivos, aquellos que entonces
eran la mayoría del país, los calificaba de “...nación dominada por un atavismo triste y
profundo”25. Sin tener historia parecían antiguos: la contradicción fue resuelta con una
fórmula: “pueblo de niños envejecidos”. Este acendrado racismo fue una propuesta
ideológica paralela al gamonalismo. Al promediar el siglo anterior, cuando en la sierra
se iban conformando los poderes locales y en Lima se producía la fugaz expansión del
comercio guanero, el pintor Luis Montero condensó el aparente ocaso de la utopía
andina en un cuadro titulado “Los funerales de Atahualpa” (1861-1868). Aparecen allí
dos mundos separados: a la derecha, los españoles, con sus armaduras, de pie, bizarros,
todos hombres; a la izquierda, los indios, en posiciones horizontales y sólo mujeres. El
único indio hombre es Atahualpa quien yace muerto pero a diferencia del relato mítico,
con la cabeza unida al cuerpo26. Desde la ribera opuesta por esos mismos años, un
337

intelectual puneño llamado Juan Bustamante, “amigo de los indios”, los imaginaba
tristes y abatidos, huyendo de las ciudades reservadas a los mistis y buscando refugio
en los valles más profundos o las cordilleras más escarpadas: “allí abandonados de la
sociedad, con la frente humillada, casi desnudos; ahí nacen sus hijos, y mueren sin más
idea de nación y de leyes”27.
16 El indio era el otro, condenado al silencio, inexpresivo como las piedras y de ese cúmulo
indiferenciado que eran los campesinos, apenas se advertía la mirada pero vacía y sin
contenido. Estos temas —que integraban el utillaje mental de los mistis—, aparecen
recogidos en ese cuento magistral de Ventura García Calderón, “La venganza del
cóndor” (1919). El narrador, refiriéndose a los indios, admite con desaliento, “nunca he
sabido si nos miran bajo el castigo, con ira o con acatamiento”. El castigo, nos informa
luego, es ese difícil arte de despertar a un indio a puntapies. Camino a Huaraz, un indio
que había soportado el látigo de un capitán se venga arrojándole unas galgas desde las
alturas: es el mismo indio que parecía sólo dispuesto al llanto y la conmiseración pero
que “espiaba con su mirada indescifrable”. Exactamente el mismo temor de los
generales realistas en sus expediciones por la sierra: que las piedras se mueven y se
convierten en armas. El blanco, al principio demasiado orgulloso y seguro, con su
revólver, botas y cabalgadura, termina impresionado primero por lo inmarcesible de la
cordillera y después por el indio que se convierte en plural: “tal vez entre ellos y los
cóndores existe un pacto oscuro para vengarse de los intrusos, que somos nosotros” 28.
Extranjero en su propio país, Ventura como su hermano, vivirá alejado del Perú, en un
exilio voluntario. Ese sentido de culpa y obscuro temor que envuelve sus ficciones, lo
encontramos antes en los documentos administrativos de las autoridades provincianas.
Casi al azar tomemos un año, 1887, y dos localidades bastante distanciadas entre sí,
Andahuylas y Huaraz. En la primera, el subprefecto alerta sobre la situación subversiva
de los indios que podrían unirse con los de otras provincias como Huanta y Cangallo; en
la segunda, otro subprefecto comenta que de estallar una sublevación, los indios
rebeldes no bajarían de 10,000 “siendo incalculable la cifra de los que después se
unirían”29. Para las autoridades, los indios tenían a su favor la unión y su
incomprensible idioma. En cualquier momento podían dar inicio a una “guerra de
razas”30, que sería inevitablemente sangrienta y desgarradora y en la que los blancos,
por ser minoría, llevarían la peor parte. Así como los mistis fluctuaban entre la
violencia y el paternalismo, el indio que habían construido en su imaginación era el ser
resignado y pasivo o el personaje vengativo y sanguinario. En cualquiera de las dos
versiones era un mundo aparte, excluido de la nación, más allá de las fronteras de lo
civilizado.

2 Una onda sísmica.


17 El racismo no era unánime: en el terreno ideológico también existían fisuras. Una
opinión divergente en el periodismo de la época aparece en uno de los primeros
artículos de José Carlos Mariátegui, firmado con el seudónimo de Juan Croniqueur. El
motivo del texto es la llegada a Lima de unos visitantes imprevistos: unos campa
cristianizados que llaman la atención del cronista y éste acude a entrevistarlos. Días
después redacta unas reflexiones en las que argumenta un inusual relativismo cultural:
“Para los salvajes los civilizados deben ser tan exóticos, como para los civilizados los
salvajes. Esto es indudable. A ellos nuestros sombreros y nuestros afeites, tan ridículos
338

y extravagantes como a nosotros se nos antojan sus técnicas” 31. Quien escribe estas
líneas, es el mismo joven que se siente distante y confrontado con una sociedad rígida,
acartonada, inamovible y que se entusiasma, por el contrario, con el progreso
representado en la velocidad del auto o en las acrobacias de un aeroplano. Buscar
alternativas a este mundo. Una temprana dolencia infantil había predispuesto a
Mariátegui para la observación. Su mirada se dirige a la vida cotidiana, a las costumbres
pretendidamente aristocráticas de Lima, y a la vida política, expresada en los tediosos
debates parlamentarios. En sus crónicas periodísticas, día a día, traza la imagen de una
sociedad alejada de lo imprevisible, donde todo parece regulado y queda poco espacio a
la imaginación. Un horizonte estrecho en el que nada puede ocurrir fuera del libreto.
Los versos de Juan Croniqueur transmiten esta sensación: “Una abulia indolente que me
veda luchar/y me sume en la estéril lasitud de soñar”32. El tedio.
18 Pero casi de improviso aparece en las páginas del periodismo limeño un personaje
inusual: el “general Rumi Maqui” a quien se atribuye haber organizado a fines de 1915
el ataque a una hacienda puneña, como inicio de una larga lucha que debería llevar a la
restauración del imperio incaico. Es apresado en abril del año siguiente y sometido a la
zona militar, acusado de traición a la patria. El caso mostraría como los indios no sólo
estaban al margen sino que incluso se enfrentaban a la nación peruana. Pero algunos
periodistas, como un redactor de Variedades, consideran que el “general Rumi Maqui”
no merece ese trato: no están de acuerdo con él y menos lo defienden; piensan que
hablar del Tahuantinsuyo en el siglo XX es una grotesca bellaquería que no debe ser
tomada en serio. No es un personaje temible sino una imagen caricaturesca 33.
19 El supuesto Rumi Maqui es trasladado a Arequipa donde se le inicia un juicio, pero el
“destronado restaurador del imperio de los Incas”, como dice burlonamente El Tiempo,
se fuga, desaparece sin dejar, el menor rastro y no hay mayores referencias suyas —
salvo una carta de la que nos ocuparemos posteriormente—, hasta meses después, en
mayo de 1917, cuando se informa que estaría residiendo en Bolivia. Pero su fantasma
ronda una y otra vez por los Andes. Tendría seguidores en Nazca que amenazaron
“matar a todos los ricos”. Se dice que los indios de la parcialidad de Ailla habrían
solicitado su ayuda para atacar una hacienda en Sandia. Se sospecha su presencia en
una sublevación que estalla en Huancané. Aparece un artículo sobre la biografía de este
personaje titulado “Un interesante reportaje al nuevo Inca del Perú” (abril de 1917). Las
burlas van quedando postergadas. Ese mismo mes un cronista que informa sobre un
motín puneño se pregunta acerca de la presencia de Rumi Maqui. El temor se contagia:
se envían a Puno las tropas del 9no. de infantería y del N° 25 de Moquegua. “Entrando
ahora a ocuparnos de la persona del ya célebre general Rumi Maqui, debemos decir que
su presencia al frente de la agitación indígena, no está confirmada: pero que no sería
raro que así sucediera porque son harto conocidas sus ideas a favor del imperialismo
incaico y su odio profundo al gamonalismo”34.
20 El personaje comienza a ser tomado en serio. Aunque no se lo volverá a encontrar, la
imaginación colectiva no cesa de acrecentar sus hechos. Años después se habla de un
sello y una bandera como emblemas de la restauración del Tahuantinsuyo. Circulará la
supuesta foto de un estado mayor y la tradición oral dirá que Rumi Maqui había
convocado en diciembre de 1915 a indios de todo el sur, desde Abancay hasta La Paz,
para realizar una gran rebelión contra el gamonalismo. En nuestros días la Federación
de Campesinos de Puno asume el nombre de Rumi Maqui. Sus proyectos han sido
comparados con los de Emiliano Zapata en México e incluso, un investigador tan
339

cuidadoso como Robert Paris, se referirá con absoluta seguridad a un ejército de “varias
decenas de miles de indios sublevados” que durante tres años deambulaba por el
altiplano puneño35. Del asalto a una hacienda a una prolongada lucha guerrillera: es el
itinerario que Rumi Maqui sigue en el recuerdo.
21 Pero regresemos al año 1917. Uno de los primeros en tomar en serio a Rumi Maqui fue
Juan Croniqueur. El contraste con los políticos de la época era notable: no es un
personaje de salón y de remilgos sino un hombre de acción, que por otra parte no se
asemeja a los típicos caudillos de la política criolla. Siente una natural simpatía por este
hombre, buscado infructuosamente en las serranías de Arequipa, Puno y Cusco, que
parece haberse mimetizado con el terreno, dejando día tras día en ridículo al gobierno
de Pardo. Pero en ese personaje se observa el contraste entre salvajes y civilizados: “El
general Rumi Maqui, que entre nosotros era sólo el mayor Teodomiro Gutiérrez, entre
los indios es el inca, el restaurador y otras cosas tremendas y trascendentales” 36.
Conviene insistir que estamos en 1917. A fines de ese año, el entusiasmo por Rumi
Maqui se encuentra con el entusiasmo que Juan Croniqueur comienza a sentir por los
“bolcheviquis”, sinónimos de revolución y socialismo. El cambio que en Europa
proviene de Rusia, en el Perú ha partido de Puno. El tedio ha sido roto, se ha producido
una grieta, una fisura en el orden oligárquico y la “onda sísmica” procede de donde
menos se la espera: las áreas más alejadas de Lima, los territorios más atrasados del
país. Este hecho abre en Mariátegui la posibilidad de una reflexión: lo antiguo puede ser
lo nuevo. Sin haberlo premeditado, el acontecimiento le permite descubrir un sentido
diferente de la tradición. Mientras que para los intelectuales oligárquicos, como los
García Calderón, lo tradicional era sinónimo de lo colonial, para Rumi Maqui el pasado
que se debe conservar o rescatar es ese mundo pre-hispánico que en Lima se ignora o,
en todo caso, se considera definitivamente cancelado. Los incas adquieren de improviso
forma y cuerpo. A través de Rumi Maqui, Mariátegui —que de Lima salió apenas para un
breve viaje a Huancayo—, comienza a descubrir todo un lado oculto e ignorado del país:
el mundo andino que no había sido destruido por la invasión europea y que gravitaba
todavía sobre el presente.
22 Para los mistis Rumi Maqui era la encarnación de esa temida guerra de castas, pero
durante esa misma época, algunos escritores indigenistas trataron de recusar lo que
consideraban como una patraña o invención de terratenientes. Dora Mayer acusó al
gamonal de Azángaro, Lizares Quiñones, de haber fraguado la rebelión de Samán para
“arruinar a un pueblo”37. Luis Felipe Luna considera que “la utopía ridicula de un
conflicto de razas, de una restauración del imperio incaico” fue propalada por los
hacendados para encerrar en una cárcel al mayor Gutiérrez, cuyo único delito era haber
abogado por los indios38. Luna, según el historiador Tamayo Herrera, en su larga
carrera parlamentaria fue un portavoz de los terratenientes azangarinos. Esto le
permite esbozar una hipótesis: la rebelión de Rumi Maqui obedecería a conflictos entre
terratenientes y la restauración del Tahuantinsuyo sería una leyenda inventada por
ellos.39. Estos argumentos de Tamayo no son aceptados por Augusto Ramos Zambrano,
un historiador puneño a quien se debe el estudio mas completo sobre la rebelión.
¿Personaje real o personaje imaginario?
23 Rumi Maqui (Mano de Piedra en quechua) sería el seudónimo que asumió Teodomiro
Gutiérrez Cuevas. Sobre Gutiérrez disponemos de más de una fotografía en la que
vemos a un personaje de acicalados bigotes, vistiendo el uniforme de oficial de
caballería. Sabemos que su preocupación por los campesinos se remonta a una primera
340

estadía en Puno, a comienzos de siglo, y que en 1913 fue nombrado “Comisionado


especial” del gobierno para elaborar un informe sobre las poblaciones quechua
hablantes del altiplano. Circuló un manifiesto impreso en setiembre. El informe,
entregado en Palacio de Gobierno al presidente Guillermo Billinghurst en diciembre de
ese mismo año, no fue recibido con simpatías por los terratenientes 40. Al contrario: lo
criticaron y vilipendiaron, en particular Lizares Quiñones, pero no sabemos si la alarma
era justificada, por cuanto el texto sólo se conoce por referencias; terminó perdiendose
con los avatares que siguieron al golpe contra el gobierno de Billinghurst. Esto hace que
los únicos testimonios directos de Gutiérrez Cuevas sean, aparte del manifiesto citado,
una entrevista concedida estando en prisión y una carta, firmada por él y dirigida al
diario El Pueblo, después de su fuga, el 29 de enero de 1917. En ella se confiesa enemigo
del gamonalismo, partidario de la unión entre Perú y Bolivia, pacifista, y desmiente que
hubiera pretendido restaurar el Tahuantinsuyo: “Yo jamás he tomado parte en ninguna
revolución; mis manos no están manchadas con sangre hermana; jamás he cometido un
crimen, ni el más leve delito. Dios lo sabe. El lee en el fondo de mi corazón” 41. Como
prueba indica que fue apresado en su domicilio. De haber intervenido en la rebelión de
San José es lógico pensar que se hubiera escondido, para lo que no le faltaba habilidad,
como lo demuestra al huir de la cárcel en Arequipa, mandar una carta días después y no
volver a aparecer jamás.
24 Frente a este testimonio, están los documentos firmados por Rumi Maqui. Uno fechado
el 1 de noviembre de 1915 nombrando a Santiago Cauquimia cabecilla de Phara,
publicado por el historiador Mauro Paredes; otro, fechado días después, el 8,
nombrando a otro cabecilla como “restaurador de Samán”, encontrado por Augusto
Ramos y, finalmente, el nombramiento del restaurador de Ccalla Buenaventura Itusaca,
encontrado en manos de campesinos de Azángaro por Manuel Vassallo: la fecha
supuesta es mayo de 1914 pero si se revisa la reproducción facsimilar del documento, se
observará que en realidad es 1917, cuando se supone que Teodomiro Gutiérrez Cuevas
estaba en Bolivia42. Pero ¿por qué tendría que tratarse de un solo personaje? ¿Por qué
Gutiérrez y Rumi Maqui tendrían que ser la misma persona?
25 Ramos Zambrano dice: “es incuestionable que entre agosto y setiembre de 1915, en una
de las parcialidades de Samán, con la presencia de numerosos dirigentes, Gutiérrez
Cuevas se proclama restaurador del imperio del Tahuantinsuyo, adoptando el sonoro y
significativo nombre de General Rumi Maqui”43, pero no ofrece ninguna prueba que no
sea el testimonio oral de descendientes de dos supuestos lugartenientes de Rumi Maqui.
Aunque no indica la fecha de la entrevista, es de suponer que fue realizada cuando ya
existía la fama del general Rumi Maqui. Ramos, en cambio, proporciona evidencias de
otros personajes que usaron este mismo apelativo. En noviembre de 1915 un indígena
se proclama “descendiente del famoso Rumi Maqui”; otro (o quizá el mismo) se bautiza
con ese “mote guerrero” y lanza manifiestos. En una crónica periodística firmada en
Juliaca y fechada en noviembre de 1915 se habla de un Inca loco que habita en
Vilcabamba y que habría formado un ejército de 3,000 hombres en Puno y que iría a
castigar a un inca espúreo llamado Rumi Maqui44. Vimos, páginas atrás, como la “tea
incendiaria” de Rumi Maqui siguió recorriendo el altiplano en los primeros meses de
1917. Pareciera, por todo esto que estamos ante una especie de seudónimo colectivo.
Otro de esos Incas imaginarios que aparecen reiteradamente en la historia andina.
26 No ha sido fácil separar a Rumi Maqui de Gutiérrez Cuevas. Ocurre que casi desde el
inicio, desde 1916 y de manera evidente desde 1917, ambos personajes estaban
341

fusionados como resultado de la imaginación colectiva. El personaje inventado


respondió a intereses y expectativas contrapuestos. Para algunos terratenientes era la
confirmación de esa temida “guerra de castas” y del temple vengativo de los indígenas;
para otros hacendados, era el pretexto que necesitaban para justificar sus exacciones y
el crecimiento de sus propiedades a costa de las comunidades campesinas, sin faltar
aquellos para quienes la pasividad indígena sólo podía ser interrumpida por alguien
llegado de fuera. Se sumarían, por último, los que tenían cuentas pendientes con
Gutiérrez Cuevas por el Célebre informe de 1913. Desde el lado opuesto, los campesinos
de Azángaro andaban en frecuentes reuniones y pareciera que una cierta esperanza
mesiánica volvía a recorrer esos parajes. Pero a la leyenda también contribuyeron los
intelectuales limeños que, como Mariátegui, sentían un rechazo romántico a la
sociedad oligárquica, sin llegar a visualizar ninguna alternativa posible. No aceptaban
las “reglas de juego” pero no parecía posible sustituirlas. La “dinastía” civilista —como
ironizaba Juan Croniqueur— parecía eterna hasta que la sucesión fue quebrada por
Rumi Maqui.
27 A través de Rumi Maqui parecía realizarse una fórmula de Marx: “encontrar en lo que
existe de más antiguo las cosas más nuevas”. El pasado inspiraba una revolución que no
era precisamente el alzamiento pasajero de un caudillo ni menos una montonera fugaz.
Si el personaje no existía, era necesario inventarlo. Entonces a Mariátegui no le
preocuparían estas disquisiciones entre eruditas e inútiles. ¿Rumi Maqui o Gutiérrez
Cuevas? Importaba únicamente aquello que encarnaba: la posibilidad del cambio social,
la insurrección. Años después escribirá: “El pasado incaico ha entrado en nueva
historia, reivindicado no por los tradicionalistas sino por los revolucionarios. En esto
consiste la derrota del colonialismo (...) La revolución ha reivindicado nuestra más
antigua tradición”45.

3 Los mensajeros
28 Estos temores y estas esperanzas, la guerra de castas y la revolución social, recién
parecieron realizarse años después. Entre 1919 y 1923, en los andes del sur del Perú
llegan a producirse cerca de cincuenta rebeliones. El epicentro parece encontrarse en
las alturas de Puno y Cusco. La onda expansiva de este verdadero sismo social llega
hasta Cochabamba y Ayacucho, como lo ha mostrado Rosalin Gow mediante un mapa de
Perú y Bolivia46, pero las informaciones disponibles exigen incluir entre las zonas
convulsionadas a las alturas de Tacna y Moquegua, algunas provincias de Huancavelica
y, al este del Cusco, el valle de La Convención. En suma, del lado peruano seis
departamentos debieron soportar una inusual agitación campesina, para algunos
comparable con los años de la independencia, pero durante la revolución de 1780,
Ayacucho y Apurimac fueron territorios en los que se asentaron los realistas; la
insurgencia de ese entonces tampoco tuvo éxito en reclutar campesinos de Caylloma o
Espinar. El mapa de 1920-1923 recuerda a la revolución de 1814: entonces, los hermanos
Angulo organizaron tres ejércitos que desde el Cusco marcharon en dirección de
Ayacucho, Arequipa y La Paz. Un siglo después, aunque el escenario es similar, la
rebelión no se inicia en un centro urbano, sino en varias localidades rurales: Santiago
de Pupuja, Zepita, Taraco, Acora, Huallpán, Pinaya, Azángaro, Carango, Espinar, Canas,
Sullupa, Ayamaraes, Lauramarca, Haquira y Quiñota47. Las haciendas son atacadas, no se
respetan los linderos, se producen invasiones y ocupaciones de tierras. En otros casos,
342

los motivos aparentes para las sublevaciones se atribuyen a la existencia de cargas


fiscales agobiantes o inescrupulosas, reclamos contra demarcaciones políticas
arbitrarias, presiones para que se cambie la capital de una provincia o de un distrito y,
desde luego, no faltan las protestas contra el agio de los comerciantes o el
incumplimiento de las autoridades políticas. Aunque en las informaciones periodísticas
se escribe sobre “terribles masacres”, en realidad los enfrentamientos no costaron
tantas vidas: en Taraco se menciona a 30 muertos, pero en Pinaya son 12, en Acora 4 y
en Azángaro 1. Dos casos excepcionales fueron Huancané y Jesús de Machaca (Bolivia).
En Huancané, un expediente reporta 150 muertos: en este caso, como en los anteriores,
la inmensa mayoría de las bajas fueron campesinos 48, al parecer fusilados —sin que
mediara procedimiento judicial alguno—, por soldados o gendarmes. En Jesús de
Machaca, historiadores como Hebert Klein se refieren a un “levantamiento masivo”,
que habría sido sofocado a costa de la masacre de “varios centenares de aldeanos”. Se
produjo en marzo de 1921 y fue, como todas las que acaecieron durante esos años,
breve: un estallido que se presume sin norte49: ¿Podemos convalidar esta afirmación?
29 En un primer momento las rebeliones tienen como protagonistas a los campesinos de
comunidades pero luego, en haciendas como Laura-marca o Ccapana, se suman también
los colonos. Fue quizá el cambio más importante y sin embargo pasó inadvertido en su
momento. Incluso un conocedor tan profundo de la vida campesina, como fue José
María Arguedas, se lamentará todavía en 1958, fecha de publicación de Los Ríos
Profundos, de la condición sumisa y resignada de los colonos. Esa situación comenzó a
cambiar, en algunas haciendas del sur, por lo menos desde los años 20. Los colonos se
organizan, en algunos casos hasta forman sindicatos, redactan (o piden que les
redacten) memoriales que envían a Lima; pero casi inmediatamente pasan a la acción
directa, ocupan sus parcelas, se resisten a las cargas y servicios personales. El conflicto
no gira exclusivamente alrededor de la tierra. La rebelión de los colonos cuestiona el
sustento mismo del gamonalismo: la servidumbre campesina. El sistema no era tan
sólido como aparentaba visto desde afuera. La erosión aparecía en sus mismos
cimientos.
30 Para explicar estos hechos se ha mencionado la acción de una coyuntura
particularmente crítica en los Andes del sur peruano. Desde fines del siglo XIX, en las
alturas de Puno y Cusco el capital comercial establecido en Arequipa y dedicado
prioritariamente a la exportación de lana de ovino y de camélidos, reorganiza el
espacio regional a través del establecimiento de una red de sucursales y el sistema de
rescatistas de lana, que llegan aún a las haciendas y comunidades más alejadas de los
centros urbanos. El crecimiento de las exportaciones laneras fue acompañado por un
proceso de formación de nuevas haciendas, adquisición de otras y expansión de las
áreas que, dentro o fuera de ellas, estaban bajo la conducción directa de los
terratenientes. Se trata de aumentar la producción en las condiciones de una economía
agraria poco tecnificada: la contradicción se resuelve recurriendo a la explotación
extensiva, que en este caso significa disponer de más tierras y tener más cabezas de
ganado. Pero hay otro problema: la calidad de la lana. El ganado campesino, llamado
huaccha, produce una lana manchada y esas ovejas chuscas son también portadoras de
parásitos que propician epizootias en las haciendas y llevan al traste cualquier proyecto
de mejorar los rebaños. Los terratenientes, mayordomos y administradores de los
latifundios vinculados al capital mercantil inician, desde principios de siglo, una
verdadera ofensiva contra el ganado huaccha. Para los campesinos no es fácil
343

despojarse de ese ganado. Primero porque quieren seguir siendo campesinos y no


reducirse a la condición de asalariados y, segundo, porque la lana de sus ovejas chuscas
es la más adecuada para sus telares, e incluso permite prescindir de la utilización de
tintes. Estos fueron los términos de un silencioso conflicto que antecedió a la gran
rebelión: la lucha entre la economía terrateniente y la economía campesina. La
hostilidad partió de los mistis. No todos evidentemente; pensamos en aquellos cuyas
propiedades estaban articuladas al mercado regional y que se preciaban de modernistas
y emprendedores. Introducir el capitalismo, para ellos, implicaba centralizar las tierras
de sus haciendas y aumentarlas, pero para los campesinos todo esto era sinónimo de
despojo, aparte que implicaba un incremento en el trabajo y un menor tiempo
disponible para sus propias parcelas y rebaños. En Picotani (Azángaro), entre 1909 y
1924, los pastores se reducen de 69 a 57 y mientras ellos disminuyen, la extensión de la
hacienda pasa de 23,000 hectáreas a 54,000; el ganado ovino de 26,000 a 32,000 cabezas y
el auquénido de 214 a más de 1,000, de manera tal que si en 1909 existían 376 cabezas
por pastor, quince años después el promedio aumentó a 562 50.
31 La reciprocidad y los intercambios mutuos que normaban tradicional-mente las
relaciones entre hacendados y campesinos, exigían que sus reglas fuesen tan respetadas
como inalterables. Algunos mistis, acariciando la perspectiva de no seguir siendo
señores para convertirse en modernos terratenientes, rompieron el trato implícito,
comenzaron a reclamar más trabajo a sus runas e incluso pretendieron apropiarse de
tierras y pastos de los colonos. La hacienda desarrolló una ofensiva en dos frentes: en su
interior y fuera, contra las tierras de comunidades. La respuesta campesina no fue
automática. Aunque casi desde siempre se teme una rebelión, ésta recién eclosiona en
1919 cuando en Lima se ha posesionado del poder un régimen que se enfrenta a los
gobiernos oligárquicos anteriores y anuncia algunas reformas. En realidad se trata más
de promesas y discursos pero algunos hechos hacen que los campesinos adviertan
conflictos en el aparato estatal. El presidente Leguía, por gestión de un intelectual
puneño, José Antonio Encinas, auspicia una comisión parlamentaria integrada por
Ernesto Roca, Humberto Luna y Alejandro Franco, que debe viajar a ese departamento y
entregar un informe —viene a la memoria Gutiérrez Cuevas— sobre la situación de los
campesinos. En la capital se establecerá una oficina de asuntos indígenas adjunta al
Ministerio de Fomento. Las comunidades son reconocidas legalmente a condición de
presentar sus títulos. Aparecen, de esta manera, instancias en las que se escucha al
campesino. En mayo de 1922, presidido por el Arzobispo de Lima, se establece el
Patronato de la Raza Indígena. Todo esto alentará a los campesinos de una hacienda tan
alejada como Ccapana (Cusco) para organizarse, enviar una comisión a Lima y presentar
sus reclamos ante el mismo Leguía: todavía conservan la foto que testimonia la
presencia de colonos en Palacio de Gobierno. Leguía, por entonces, acostumbraba
hablar de la sufrida “raza de Manco”, inaugura un monumento al mítico fundador del
imperio, utiliza el quechua en sus discursos (aunque en realidad no conocía esta lengua)
y convierte al 24 de junio en día del Indio y festividad cívica nacional. Demagogia,
podría decirse, pero no fue del agrado de algunos hacendados, sobre todo en un
ambiente tan cargadamente racista como el que existía en el Perú de entonces.
32 El ascenso de Leguía coincide con los efectos que tuvo en toda la economía regional del
sur peruano la caída en los precios de las exportaciones laneras: consecuencia de la
postguerra. En la ciudad de Arequipa, la crisis se soportó silenciosamente; en pueblos
cercanos, como Aplao, ocurrieron tumultos, pero en las localidades productoras de
lana, “la rebelión se difundió tan rápido como la crisis” 51. A partir de setiembre de 1919
344

se propala, como ya dijimos, en las comunidades y estancias campesinas; desde


setiembre de 1921 llega a las haciendas. Lauramarca —más de 60,000 hectáreas
propiedad de la familia Saldívar—, es ocupada por los campesinos hasta 1928. En
algunas localidades de Azángaro, los mistis jamás recuperarán sus tierras. En todo el
sur, una consecuencia evidente será que el proceso de expansión de haciendas a costa
de comunidades, se detuvo. Los gamonales no son arrasados, pero su dominio queda
severamente cuestionado. Esto ha sido posible porque, además de los factores
señalados, un sector de las capas medias de la región secundó a los campesinos: ven en
ellos a eventuales aliados en su disputa con los gamonales. A este grupo pertenecen
esos pequeños comerciantes que prosiguieron adquiriendo lana en Lauramarca cuando
estaba ocupada por los campesinos.
33 Pero no sería correcto presentar a la rebelión de los colonos únicamente como una
respuesta a una coyuntura de crisis política y económica. Años antes, aunque de
manera aislada y dispersa, encontramos algunos síntomas como, por ejemplo, cuando
los campesinos de Chuyugual (en Huamachuco), “desobedecen completamente las
órdenes y disposiciones del patrón y sus empleados. Se niegan rotundamente a pagar
los subarriendos por los terrenos que ocupan —como es de costumbre— sin querer
celebrar ningún contrato con el actual conductor del fundo, Sr. Sedano” 52.
34 La rebelión de los colonos no reposa únicamente en cambios provenientes del exterior,
como el desarrollo del capitalismo o la radicalidad de las capas medias: hace falta
estudiar con más detenimiento las transformaciones producidas en las concepciones de
esos campesinos antes sumisos y siempre alineados con los terratenientes. Sin ánimo de
querer reemplazar esta tarea con unas pocas líneas, podemos sugerir que el punto de
partida se encuentra en la Guerra del Pacífico (1879-1883), cuando ese conflicto
internacional llegó a la sierra central del país y frente al ejército invasor se forman dos
ejércitos campesinos: uno, espontáneo, que se recluta en las comunidades indígenas y
otro a partir de las movilizaciones que los hacendados, empezando por el mariscal
Andrés Avelino Cáceres, hacen desde sus haciendas. Se interrumpe la inmovilidad de
los colonos de Junín, Huancavelica, Ayacucho, obligados a recorrer hasta en cuatro
campañas los parajes de la sierra. A la postre ambos ejércitos acaban confundiéndose 53.
Paralelamente, los objetivos campesinos terminan desplazando a los móviles
nacionalistas: las haciendas son ocupadas y la lucha por la tierra en la región central se
prolonga después de terminada la guerra. A los pocos años, el enfrentamiento entre el
caudillo popular Nicolás de Piérola y el gobierno de Cáceres, entre 1894 y 1895, lleva a
la formación de partidas de montoneros y grupos de guerrillas, compuestas por
hacendados y sus colonos que, desde lugares tan distantes como Huánuco o Piura,
confluyen en la capital para enfrentar al ejército y terminan derrotándolo luego de tres
días de combate: fue una verdadera movilización del país rural y provinciano contra la
capital. Es así como haciendas y colonato —a través de las montoneras, y las guerras
civiles—, iniciaron una vinculación con la vida política nacional. Los colonos no estaban
sumidos en un aislamiento total. Cuando años después se quiebren las relaciones de
reciprocidad y la crisis económica afecte a sus economías, los campesinos estarán
atentos a los cambios en el escenario político hasta encontrar una ocasión propicia.
Creyeron verla en 1919.
35 Desde ese año, en el bando terrateniente, el miedo aumentó. En el Cusco se conforma
una Liga de Hacendados del Sur, que convoca a un Congreso Regional de propietarios
para discutir qué se proponen los campesinos y cómo hacer frente a sus embates.
345

Sienten que desde las punas se abalanzan contra las ciudades. En algunos lugares
parece corroborarse esta impresión: Sicuani está llena de mistis temerosos, en 1921,
que han abandonado sus propiedades. “Lo que ahora pretenden —los indios según ellos
— es saquear las haciendas, quemar las poblaciones, exterminar a los mistis, repartirse
la propiedad territorial y los capitales semovientes de las ganaderías, destruirlo todo y
restaurar el Imperio del Tahuantinsuyo y el culto del Sol”54. Ese mismo año, en
Tocroyoc, mientras en Lima se celebra el centenario de la proclamación de la
independencia, los campesinos atacan el pueblo dando gritos contra los gamonales y
aparentemente vivando a los Incas55. En Arequipa, todos estos acontecimientos son
seguidos atentamente por el períodico El Pueblo. En El Heraldo, de esa misma ciudad, se
hacen pronósticos alarmantes: “Existen serios problemas de que se produjera una
sublevación de las parcialidades indígenas instigadas por elementos extraños para
establecer el comunismo; las noticias que a diario llegan hacen suponer que
efectivamente se está preparando un movimiento de índole comunista, de
consecuencias espantosas para los que tienen terrenos en esa región” 56. De esta manera
se construye la imagen de una sublevación masiva en la que el pavor, convierte tres
palabras en sinónimos: destrucción, comunismo y sociedad incaica. ¿Era cierto?
36 Es evidente que en Tocroyoc hubo una rebelión campesina, dirigida por Domingo
Huarca y estudiada por Jean Piel, pero en otros lugares, como en Huancané el año 1923,
parece tratarse de terratenientes. Los gamonales utilizan la supuesta vuelta al
Tahuantinsuyo, para argumentar que los indios no quieren ser peruanos y justificar así
la expansión de haciendas y apropiación de tierras. Deustua y Rénique 57, dos
historiadores peruanos, han llamado la atención sobre la dimensión imaginaria que
rodea a estas rebeliones. Los periodistas, desde luego, también pusieron su cuota, sin
omitir a algunos intelectuales indigenistas. Desde principios de siglo, en libros, tesis y
artículos se argumentaba el carácter comunista del imperio incaico: cualquier rebelión
campesina inspirada en el pasado remitía a la restauración de ese orden supuestamente
igualitario y campesino. Todas estas inquietudes se encontrarían formuladas años
después, en 1927, en el libro de Luis Varcárcel Tempestad en los Andes, plagado de frases
tan definitivas como “de los Andes irradiará otra vez la cultura” o “el proletariado
indígena espera un Lenin”. Sin embargo, si emplazamos el libro en relación a las
rebeliones de 1919-1922, las frases no eran retóricas. Lo que fue motivo de miedo entre
los mistis, para intelectuales como Valcárcel era sustento de una esperanza: los indios
descenderían desde las alturas a las ciudades para crear, como diría Mariátegui, “un
Perú nuevo”. Pero ¿las rebeliones podían realmente sustentar este aliento mesiánico?
¿qué correspondencia había entre deseos, temores y realidad?
37 Estas preguntas nos remiten a una vieja cuestión: las fuentes. Carecemos de testimonios
en que los mismos campesinos sean quienes se expresen directamente. Siempre aparece
de por medio el terrateniente, el periodista, el juez, el prefecto o cualquier otra
autoridad. Nuestras referencias proceden de periódicos nacionales o locales, de
informes prefecturales o de procesos judiciales. La explicación, más que en las
persistentes diferencias étnicas, debe buscarse en ese silencio que recubre la vida
campesina a lo largo de toda la república: una cultura a la defensiva que se refugia en la
mentira o el mutismo. El estereotipo racista del “indio mentiroso” tenía cierto asidero
en la realidad. Hablar, decir la verdad, proporcionar cualquier información era
entregar eventuales cargos y acusaciones a los dominadores. Para los indios, los mistis
son extranjeros y si en público se muestran respetuosos o sumisos, en privado, cuando
están sólo entre colonos y hablando quechua, los motejan, se burlan de ellos o los
346

desprecian. Contrastan los testigos procesados en 1920 con los que, ante instancias
similares, desfilaban durante la colonia. Resulta comprensible si admitimos que los
liberales habían despojado a las comunidades de protección jurídica. Ante un juez —
algunas patéticas fotografías del cusqueño Martín Chambi han conservado la imagen—,
era poco o nada lo que esperaba un campesino. Cualquier declaración podría
incriminarlo. No era un ciudadano. Saben que los mistis los perciben como seres
inferiores y simulan torpeza, falta de comprensión, recurren a coartadas demasiado
tontas58.
38 Una de las primeras sublevaciones fue la que se produjo en Vilcabamba, provincia de La
Convención, donde un grupo de indígenas ataca la hacienda de Manuel Condori,
destruyen cercos, arrasan sementeras y lo amenazan de muerte. Condori entabla un
juicio a la comunidad acusando a los campesinos de haber perpetrado una asonada. Los
acusados niegan el delito y recuerdan que ellos estaban en juicio, años atrás, contra ese
mismo hacendado, por tierras que les pertenecían y de las que habrían sido despojados.
Pasan los meses entre nuevas acusaciones y más recursos que se interponen ante la
Corte Superior de Justicia del Cusco, hasta que el año 1922 el agente fiscal concluye que
han transcurrido tres años “sin que en ese tiempo se haya esclarecido el hecho, ni la
culpabilidad de los imputados”59. No se trata únicamente de la posible ineficacia en la
administración de justicia. Ocurre que las rebeliones se confunden con conflictos más
antiguos y además, con el bandolerismo y la criminalidad rural, como en Ccollpa, Santo
Tomás, en las alturas de Espinar, donde los comuneros se quejan de ataque y violación
de dos mujeres perpetrados por los colonos de la hacienda Cuatro Esquinas. Pero estos
hechos se superponen con el proyecto que tenía el administrador de esa finca, que
pretendía entregar ganado a los comuneros de Ccollpa y obligarlos a pastar por la
fuerza para volverlos colonos60. En Colquepata (Paucartambo) se sublevan los indios de
la finca Viscochoni; el propietario, Wenceslao Díaz, se queja de que los indios “no le
reconocen como a dueño” y añade que algunos lo rodearon y se le acercó una india
blandiendo un inmenso cuchillo “pretendiendo cojerlo, para victimarlo y beber chicha
en su cráneo”61. No sucedió tal cosa y Díaz pudo interponer un litigio criminal por
“homicidio frustrado” ante la Corte Superior, pero amenazas similares fueron
frecuentes durante esos meses. Remiten a una antigua canción guerrera supuestamente
incaica: “Beberemos en el cráneo del traidor/ usaremos sus dientes como un collar,/ de
sus huesos haremos flautas,/ de su piel haremos un tambor;/ después bailaremos” 62.
Aunque como señalamos antes, no se producirían grandes masacres, sí ocurrieron
algunos actos particulares de violencia que acrecentaron el temor de los mistis. El 30 de
junio de 1921, el misti Leopoldo Alencastre se dirigía acompañado por dos muchachos a
su finca en Checca, provincias altas del Cusco, pero se detuvo en la hacienda Moroccoyo
a dormir, recelando un ataque de los indios“que en partidas de centenares coronaron
los cerros desde el día 24 de junio”. Esa noche, los indios rodearon la casa hacienda,
Alencastre no pudo fugar a tiempo siendo apresado y victimado, después de recibir
golpes y heridas propinados por garrotes, un sable roto y una ranckana (lampa para
escarbar papas). Al día siguiente llegaron tropas al lugar y después de varias horas de
lucha, quedaron en el campo los cadáveres de 24 indios muertos. Las armas de los
campesinos eran aparte de dos carabinas, únicamente hondas, garrotes y zurriagos. Es
evidente que con ellas no podían organizarse esas masacres que temían los mistis.
Entonces nos sentiríamos tentados a pensar que la muerte de Alencastre obedeció a una
venganza casual e imprevista, pero no parece ser así: desde días antes, los indios ya
estaban posesionados de las alturas y en la inspección que después realizaron las
347

autoridades, se encontraron “convenientemente distribuidos montones de piedras


trasladadas desde el río y aparentes para ser lanzadas por hondas y atrincheramientos
hechos de piedras grandes, y en los sitios lejanos a donde ya no era posible que
trasladasen las piedras del río, han fracturado a golpes los piñones, y trasladado a las
trincheras de segunda y tercera línea, en latas de alcohol; la inspección de esos lugares
revela que los indígenas han estado vivaqueando desde días anteriores, en todas partes
se han encontrado los fogones en que cocinan el rancho, botellas vacías de alcohol y
víveres...”63. El juez que redacta el texto que acabamos de citar, añade la existencia de
abundantes casquillos de bala (aunque la gran mayoría de lesionados por los indígenas
son heridos de honda) y menciona documentos que probarían una vinculación con los
indios de Puno. Compulsando los testimonios, no se trata de un estallido espontáneo de
violencia, pero tampoco parece verosímil la existencia de una gigantesca conspiración.
Por los sucesos de Checca terminarían detenidos 83 campesinos: el mutismo privó de
pruebas al juez. Esto y quizá la posible amenaza de una rebelión mayor, hicieron que
luego de una reprimenda los dejara en libertad. Los campesinos de Checca no
intervinieron en las agitaciones posteriores que tuvieron lugar en las provincias de
Langui y Espinar.
39 Pero esta rebelión tuvo un epílogo inesperado. Un hijo del terrateniente muerto
llamado Andrés Alencastre se dedicaría al estudio de la cultura andina llegando a
publicar, entre otros textos, un artículo escrito en colaboración con Dumezil sobre
peleas rituales, poemas en quechua que algún crítico equipararía con los de José María
Arguedas y una monografía sobre la organización social en las “provincias altas”. Se
refiere allí a la sublevación: “El 1 de julio del año en mención perdió la vida mi señor
padre en manos de los nativos, siendo el hecho trágico para mí un poderoso acicate
para estudiar y comprender los hondos problemas socio económicos que pendientes de
solución se encuentran en el Perú...”64. Otro mes de julio pero de 1984, Andrés
Alencastre encontraría la muerte en un paraje cercano al lugar donde murió su padre y
de manera similar. Su casa fue incendiada y terminó carbonizado. Los presuntos
culpables fueron conducidos al Cusco y justamente cuando me encontraba revisando
los expedientes judiciales en el Archivo Departamental, pude asistir a la entrevista que
el equipo periodístico del Centro Bartolomé de Las Casas hizo a esos campesinos para
un programa radial: el mismo mutismo de los años 20. Todos repetían la misma
inverosímil coartada: de improviso había salido fuego de la casa y nadie pudo apagarlo.
No les importaba convencer. Meses después, en las alturas de Canas circularon algunos
relatos sobre el acontecimiento: “seguro lo han tomado como un símbolo, como a un
“hombre principal”, y por su propia voluntad habría pedido que dejen su corazón en su
tierra, como un pago a la santa madre de la vida”. Pago es el nombre que recibe el ritual
de homenaje a la tierra. En la localidad consiste en sacrificar un cordero, extraerle el
corazón y depositarlo sobre la “pachamama”65.
40 Las sublevaciones de los años 20 no suceden en cualquier momento; empiezan, la
mayoría, en setiembre y se prolongan durante octubre y noviembre, cuando termina la
estación seca y se inician las lluvias en los andes. Setiembre, en el calendario andino, es
el mes de la regeneración: cuando se arrojan de los pueblos los males y las pestes 66. Hay
un ritual que enmarca a los rebeldes y que eventualmente, leyendo entre líneas, se
advierte en los documentos. Los comuneros o colonos son convocados por dirigentes
mediante pututos y cornetas. Se organizan asambleas y reuniones en lugares apartados,
como las que sucedieron antes que llegara Alencastre a Checca. Pero la observación más
348

importante hecha por Manuel Burga, es advertir la presencia subterránea y efectiva de


una organización de origen colonial: la rama.
41 Los ataques a las haciendas fueron precedidos de litigios judiciales que las comunidades
entablaron a los mistis. Así sucedió, por ejemplo, en la hacienda “Totora”, en las alturas
de Tacna. Estos litigios requerían de dinero para solventar los trámites, los viajes de los
dirigentes a las ciudades y el sueldo del abogado. Las invasiones tampoco se
improvisaban y sus preparativos exigían nuevos gastos. Por estas razones causaba
preocupación ver a los indios “ocupados en hacer su colecta de fondos”.
42 La colecta, según algunos testigos, era voluntaria pero otros, quizá para disculpar su
participación, decían que era forzosa. Pocos admitían que tras ella existía una
institución, llamada rama, alrededor de la cual se conformaban los núcleos dirigentes
de la rebelión. ¿Quiénes eran? En el caso de los levantamientos de Haquira y Quiñota
(1922), Ricardo Valderrama y Carmen Escalante distinguen tres tipos de dirigentes:
líderes ancianos monolingües, quechuas, formados en la estructura tradicional de la
comunidad; líderes alfabetos que además son jóvenes y que han tenido experiencias
fuera de la comunidad; finalmente, líderes de grupos armados, organizadores de los
ataques, provistos de carabinas y hondas67. En una comunidad cerca de San Pablo
(Sicuani), hemos observado que los organizadores de la rama, los ramalistas,
combinaban también a viejos dirigentes con jóvenes. Veamos las fichas de algunos:
Buenaventura Sicos, soltero, sin hijos, 25 años, carpintero, alfabeto. José Ccuro, casado,
28 años, agricultor, alfabeto. Vicente Puma, casado, un hijo, agricultor, 45 años,
analfabeto. Mariano Mamani, casado, 4 hijos, 70 años, analfabeto 68. Puede resultar
reveladora la biografía de uno de los principales líderes de Haquira: Esteban Hillca
Pacco, apodado Wamancha (halcón jóven), aprendió español porque sus padres lo
entregaron como sirviente en casa de un leguleyo de Tambobamba, donde se ejercitó
repasando los artículos de la Constitución. Será él quien redacte el petitorio que luego
firmarían todos los comuneros.
43 Pero estos líderes, que provienen del interior mismo del movimiento campesino, se
encuentran con otros que llegan de las ciudades. Personajes como José Carmona, que
actúa entre los ayllus de Vilcabamba y a quien se conoce como “gestor y defensor de
pleitos”. Era un tinterillo, es decir, alguien que ejercía la abogacía sin haberse titulado.
Un improvisado conocedor de códigos y leyes y que es capaz de redactar. Los tinterillos
a veces cobran en exceso por sus servicios —toda una abundante literatura indigenista
se ha encargado de desprestigiarlos—, pero en otras ocasiones, cuando proceden de la
comunidad o tienen allí parientes, se fusionan con los líderes campesinos. De la ciudad
proceden también los miembros del Comité Pro Derecho Indígena Tahuantinsuyo: son
jóvenes abogados, maestros, periodistas que asesoran a los campesinos, a la par que
propalan a veces un impreciso anarquismo y otras, lo que podríamos llamar un
socialismo romántico. En cualquiera de los casos, están convencidos que el pasado
andino —comunista y campesino— es todavía una alternativa válida frente al dominio
de los gamonales. Leguía terminó prohibiendo al Comité (1924). Antes, como ya dijimos,
formó un organismo rival en el Patronato de la Raza Indígena. Pero este hecho no fue
saludado por los mistis, para quienes, una y otra institución sólo servían para otorgar
respaldo ilimitado a los campesinos y deteriorar de esa manera el principio de
autoridad. En enero de 1923 se denuncia ante el Prefecto de Cusco que los indios atacan
a las comisiones encargadas de cobrar contribuciones y que tienen, “por toda arma
349

para cometer sus atrevidos asaltos el apoyo incondicional del 'Patronato indígena', el
que no conoce la alevosía de los indios”69.
44 La relación entre intelectuales y campesinos tenía un antecedente inmediato en la
Asociación Pro Indígena, fundada en la Universidad de San Marcos, por un joven
estudiante de 20 años llamado Pedro Zulen. Los estatutos de la instalación señalaban
como sus fines apoyar las quejas y reivindicaciones de los indígenas, designar abogados
para defenderlos gratuitamente, conformar comisiones investigadoras, se planteaban la
necesidad de elaborar un informe sobre la condición del indio en cada provincia y una
amplia encuesta nacional. Un Comité Central —ese era el nombre— establecido en Lima
organizaba un conjunto de informantes, corresponsales y delegados —mensajeros es la
palabra que ellos mismos usan— repartidos por las diversas ciudades de la sierra, en
particular las del sur, como Puno, Azángaro, Cotahuasi, Acomayo, Cora Cora. Uno de los
miembros fue Juan José del Pino, un abogado, corresponsal en Huarochirí, después en
Ayacucho. De paso por Huanta, en 1914, trata de vincular a los redactores de un período
local, El Estandarte Católico, con la Pro Indígena. Muchos se inscriben en la asociación
conmovidos por la situación de los indios. Los delegados viajan constantemente por
todo el país. Uno de ellos, Arturo Delgado, manda a Lima una carta firmada en Oyón en
la que refiere: “en los últimos días del mes ppdo., hice un viaje especial a la capital de la
provincia; donde realicé algunas gestiones, conseguí más adherentes; pude intervenir
respecto a acusaciones que recibí, en forma que revela el ascendiente que va
alcanzando la Asociación”70. Pero también sucedía el movimiento inverso. Algunos
campesinos acudían a Lima a presentar directamente sus quejas. En la misma capital,
los clubes que formaban los migrantes provincianos eran otro nexo entre la Asociación
y las áreas del interior del país. Se conformó una verdadera red nacional. Como ejemplo
veamos una sesión escogida casi al azar. El viernes 22 de agosto de 1913 se lee un
recurso enviado por el delegado de Paucartambo, llega un expediente de los indios de
Huancrachuco, de Huánuco se mandan declaraciones de campesinos sometidos a
trabajos gratuitos, se informa sobre la cárcel de Cabana, la comunidad de Barranca
denuncia despojos, los indios de Huaylas se quejan de trabajos gratuitos, se revisa un
expediente sobre abusos en Puno y un recurso contra el gobernador de Chongos 71. Todo
el país. La Asociación Pro Indígena era la antesala de una organización política 72. En
todo caso, sus mensajeros testimoniaban los esfuerzos de una joven generación por
marchar al encuentro del mundo campesino. Organizar la indignación moral contra el
gamonalismo.

4 La fuerza del mito


45 ¿La restauración del imperio incaico fue una alternativa real en 1920? No existen las
evidencias necesarias para afirmar que los campesinos llegasen a formular un
programa de ese estilo, pero es indudable que los terratenientes estuvieron
convencidos que se trataba de una “verdadera guerra de castas” y para algunos
intelectuales, de Lima o provincias, esos acontecimientos podían estar anunciando el
esperado renacimiento andino.
46 Mariátegui partió a Europa cuando apenas comenzaba la gran rebelión. El 8 de octubre
de 1919 se embarcó en el Callao, con destino a la Rochelle, haciendo una escala en New
York. Partía convencido que el Perú requería de un nuevo lenguaje político. Las
palabras estaban vacías: conservador o liberal no quería decir nada porque los viejos
350

partidos habían terminado su ciclo y hacía falta crear “nuevas agrupaciones capaces de
adquirir efectiva fuerza popular”73. Permanece tres años y siete meses. En París conoce
a Barbusse. Pasa a Genova, Roma, Florencia, Venecia, Roma nuevamente: lee pero sobre
todo observa la escena europea, atento a los fenómenos nuevos como las tomas de
fábricas en Turín, la irradiación de la influencia soviética y la fundación del Partido
Comunista Italiano. Después sigue a Berlín, recorre Alemania y en febrero de 1923 se
embarca en Amberes con destino al Perú. Ha compartido el mismo ambiente intelectual
de esos jóvenes que como Gramsci, Korsch, Lukacs, Bloch, optan por un marxismo
crítico. Todos ellos —al igual que Mariátegui— encontraban una referencia obligada en
los libros de Georges Sorel: un prematuro crítico del progreso, entusiasmado con la
organización sindical y el papel transformador de la violencia. No se había dejado
encandilar por Europa, como ocurrió con los García Calderón, quizá porque desde la
partida estuvo convencido de las diferencias entre ellos y nosotros. Fue a observarlos,
como los salvajes a los civilizados, recordando su encuentro con los campa en Lima.
Después diría que en los caminos de Europa fue encontrando al Perú. La distancia era,
por otra parte, necesaria para dilucidar cuál sería ese nuevo lenguaje y cuáles esas
fuerzas populares que reclamaba el país.
47 Mariátegui regresa al Perú cuando están llegando a su fin las rebeliones del sur. Pero
termina informandose con bastante detenimiento no sólo por intermedio de Valcárcel,
Romero, Churata y otros intelectuales indigenistas, sino especialmente por su
vinculación con personajes surgidos de esas luchas. En Lima se realiza un Congreso
indígena ese mismo año, 1923, donde aunque tardíamente, se elabora un programa que
resume la prédica de los miembros del Comité Pro Derecho Indígena Tahuantinsuyo:
defensa de la comunidad, abolición de servicios gratuitos, reclamo de la escuela,
garantías para la asociación y libertad de cultos74. Se descubre sin mucha dificultad la
influencia de los adventistas, pero el aspecto que más resalta es el contenido antifeudal
del programa. En este evento Mariátegui conoció a Ezequiel Urviola.
48 Urviola es un personaje excepcional porque intentó llevar hasta sus límites los
enunciados de los intelectuales indigenistas: abandonó el terno y la corbata para
vestirse con poncho y ojotas. Se confundió con los campesinos del altiplano entre
quienes fue motivo de una cierta veneración ese hombrecillo jorobado y maltrecho, que
sin embargo reclamaba pólvora y dinamita para terminar con las haciendas. En el
congreso indígena argumentó sobre la continuidad que existía entre Domingo Huarca,
Juan Bustamante, Túpac Amaru y Atahualpa. Mariátegui, por su lado, advertiría
semejanzas entre las rebeliones de Azángaro y Huancané, el levantamiento de
Atusparia en Ancash (1885) y la revolución tupamarista: confirma de esta manera una
intuición juvenil cuando a través de Rumi Maqui constataba la existencia de otra
tradición nacional. Los indios no eran esos personajes sumisos y cobardes que
retrataban algunos intelectuales oligárquicos; por el contrario, en la república y la
colonia, no habían cesado en ningún momento de rebelarse contra la feudalidad.
49 Ezequiel Urviola podía encarnar un nuevo indio que compenetrado en su propia
tradición —hablando en quechua—, conociera también la cultura occidental: se había
vinculado con Zulen, tuvo quizá alguna proximidad con el anarquismo, pero desde 1923
se termina proclamando socialista. No superó la utopía andina como dice erróneamente
Kapsoli. En realidad trató de amalgamarla con el socialismo. En esto radicaba su
originalidad. Fallece en enero de 1925. Mariátegui dirá que “Urviola representaba la
primera chispa de un incendio por venir”75.
351

50 Insertar a las rebeliones de los años 20 en el interior de una historia prolongada, no fue
únicamente la elaboración de intelectuales demasiado esperanzados en el fuego y la
dinamita. En Bolivia, durante esos mismos años, algunos campesinos se propusieron
rescatar los restos de Túpac Catari, el dirigente aymara de 1781, sepultados en los
terrenos que una hacienda había arrebatado a las comunidades 76. Actualmente, entre
los campesinos de Tocroyoc, Domingo Huarca es un personaje tan viviente como Rumi
Maqui para los puneños, sobre el que circulan relatos e incluso se ha compuesto una
representación teatral: en ella Huarca termina arrastrado por los caballos de los mistis,
que le dan muerte y le cortan la cabeza77. El desenlace fusiona en un mismo personaje
rasgos que recuerdan al descuartizamiento de Túpac Amaru II en 1781 y a la
decapitación de Túpac Amaru I en 1572. El sincretismo de la memoria popular revela la
persistencia de una tradición.
51 El mito vivía en los andes. Las luchas campesinas tenían un sustento en el recuerdo
pero también en la misma vida material de las comunidades, que en pleno siglo XX
mantenían esas relaciones colectivistas que fueron el entramado mismo de la sociedad
incaica. De manera tal que el socialismo, asimilado por intelectuales y obreros de las
ciudades y las minas, podía encontrar adeptos entre esas masas campesinas que eran la
mayoría del país. Idea importada de Europa pero capaz de fusionarse con las
tradiciones andinas: por eso Urviola anunciaba al país futuro. El socialismo antes que
un discurso ideológico, era la forma que adquiría en nuestro tiempo el mito. “La fuerza
de los revolucionarios —escribía Mariátegui en 1925— no está en su ciencia, está en su
fe, en su pasión, en su voluntad. Es una fuerza religiosa, mística, espiritual. Es la fuerza
del Mito”78. Esa fuerza podía remover el Perú desde sus cimientos.
52 Aunque Mariátegui no dedicó demasiadas páginas a la sociedad incaica, en el conjunto
de su obra ocupa un lugar vertebral su argumentación alrededor del comunismo
agrario: los incas no habían sido esclavistas, menos feudales, el término socialista sería
un increíble anacronismo. Esa sociedad combinaba la apropiación colectiva de bienes y
productos con la existencia de un Estado. El término adecuado para denominarla debía
implicar además a una agricultura desarrollada. No era el comunismo primitivo: era el
comunismo agrario. Una etapa histórica peculiar porque mientras Europa marchaba del
esclavismo al feudalismo, en los andes persistía el colectivismo. La llegada de los
españoles corta esta historia, pero el derrumbe del Estado incaico no arrastra a los
ayllus que consiguen persistir, en una lucha silenciosa y prolongada, a través de las
comunidades campesinas. El Perú de este siglo sería una sociedad incomprensible para
los europeos. El capitalismo surgía en las ciudades, algunos centros mineros y en las
plantaciones de la costa, mientras el feudalismo colonial se mantenía irreductible en las
haciendas serranas y en las comunidades se reproducían ancestrales formas de
apropiación de la naturaleza. Todas las etapas de la evolución histórica: desde el
hombre primitivo encarnado en los habitantes de la amazonia, hasta el proletariado
moderno. Para cambiar un mundo así el proyecto debía combinar necesariamente lo
nuevo con lo viejo. Esto no significaba, desde luego, que el comunismo de los soviets
fuera igual al comunismo incaico. Discutiendo con el escritor Aguirre Morales,
Mariátegui abordó el tema: “Aguirre parte de la idea de que autocracia y comunismo
son dos términos irreconciliables. El régimen incaico —constata— fue despótico y
teocrático, luego —afirma— no fue comunista. Mas el comunismo no supone,
históricamente, libertad individual ni sufragio popular. La autocracia y el comunismo
son incompatibles en nuestra época; pero no lo fueron en sociedades primitivas. Hoy un
352

orden nuevo no puede renunciar a ninguno de los progresos morales de la sociedad


moderna”79. El socialismo era la superación de la idea liberal; la democracia que
advierte en los soviets contrapuestos al parlamentarismo burgués. Entonces no se
trataba simplemente de prolongar una tradición andina —la del comunismo agrario—
sino de uncirla a la construcción de una sociedad nueva. Proyectarse hacia el futuro. La
vuelta al incario sería romántica pero ineficaz para cambiar la sociedad. Es como si
alguien quiere enfrentar a la república con hondas y rejones: hace falta también un
producto europeo, esa pólvora importada que en el campo de las ideas era el marxismo.
53 El pensamiento de Mariátegui —al igual que gran parte de la cultura peruana de los
años 20—, fue tributario de la utopía andina. Aquí radicó su aspecto irreductible; toda la
peculiaridad de su marxismo. ¿Qué hizo posible esto? Entre Mariátegui y el mundo
andino existía un terreno común, un lugar de encuentro privilegiado: la religión. El año
1923 tienen lugar en Lima manifestaciones en contra de la advocación del Perú al
Sagrado Corazón, de las que surgirá el liderazgo de Haya de la Torre. Mariátegui se
negó a participar en esta especie de bautismo de la nueva generación. No era
anticlerical. Aunque pone reparos a la actuación de la jerarquía eclesiástica mexicana,
nunca dejó de valorar el sentimiento religioso, cuando escribe sobre Unamuno y sobre
Gandhi por ejemplo. La religión era un hecho personal: su alma —admitía escribiendo
sobre el poeta Spelucín— había partido en busca de Dios desde tiempos juveniles,
tentado por el infinito y la aventura. Era también un hecho colectivo: la pasión que
movía a multitudes, que les otorgaba fuerza y convencimiento, como a esos cargadores
del Señor de los Milagros que lo había conmovido tanto en su etapa como Juan
Croniqueur. Pero así como en los andes había que recrear el socialismo, la religión era
otra palabra que hacía falta volver a definir. “El comunismo es esencialmente religioso.
Lo que motiva aún equívocos es la vieja acepción del vocablo” 80. Hubiera coincidido
plenamente con el filósofo Mariano Iberico quien en su libro El nuevo absoluto señalaba:
“el significado fundamental del socialismo consiste en el sentimiento de que el hombre
necesita ser salvado, redimido”81, haciendo la salvedad que para Mariátegui en realidad
se trataba de una salvación no en el campo de las abstracciones, sino terrenal y
colectiva. El socialismo era el milenio. La utopía. “El ejército innumerable de los
humildes, de los pobres, de los miserables, se ha puesto resueltamente en marcha hacia
la Utopía que la Inteligencia, en sus horas generosas, fecundas y videntes, ha
concebido”82.
54 El cristianismo, en el Perú de Mariátegui, no era la misma religión introducida durante
la colonia. Primero, la iglesia como institución había tenido una merma considerable en
sus efectivos. Segundo, su poder terrenal —como indicamos páginas atrás— también
había decrecido: la propiedad religiosa cede frente a los terratenientes laicos. Tercero,
dejó de monopolizar la ideología y la cultura. Cuarto, aparecieron variantes del
cristianismo como los adventistas, los evangelistas o los presbiterianos: grupos
minoritarios pero que se las ingeniaron para conseguir una presencia significativa. En
los años 20 el pastor John Mackay introdujo a Haya de la Torre en la lectura de la Biblia.
Mariátegui —que inscribió a su hijo mayor en el colegio que éste dirigía—, también lo
frecuentó. El cristianismo que lo atraía no era equivalente a esa ortodoxia
supuestamente racional del tomismo, sino los arranques pasionales de los místicos,
alejados de las jerarquías y en cambio confundidos con las multitudes. Hubiera podido
asumir esa definición según la cual lo religioso nace de un sentimiento oceánico. La
búsqueda de un horizonte sin límites.
353

55 En un país con los contrastes culturales que tenía el Perú, era difícil, por no decir
imposible, que un intelectual establecido en Lima llegara por sus propios medios al
campesino. Era indispensable un puente, una mediación. Los indigenistas ofrecieron la
posibilidad de vincular al marxismo con el mundo andino. Aquí radicaba la importancia
de este movimiento para Mariátegui. Una corriente heterogénea, es cierto, en la que se
inscribían autores con calidades y propósitos a veces demasiado disímiles, pero que
traducían “un estado de ánimo, casi un estado
56 de conciencia del Perú nuevo”83. Estas consideraciones llevaron a que Mariátegui saliera
en su defensa, cuando Luis Alberto Sánchez arremetió contra ellos: “porque hay
excesiva improvisación y alarde retórico entre no pocos de los defensores del indio”.
Estamos en febrero de 1927. Sánchez no era todavía aprista. Un periodista ágil, que
ejercía cotidianamente la crítica literaria y tenía tras suyo varios libros que le daban el
halo de la precocidad. Sin ser hispanista, se mantenía distante de los apóstoles y
redentores: una independencia que algunos veían turbada por ciertas veleidades
favorables al régimen de Leguía. Lo cierto es que entonces no podría haber sido
definido como un hombre de derecha. Mariátegui no afirmará lo contrario durante la
polémica, que a lo largo de dos meses, se desplegó con intensidad en las páginas de la
revista Mundial84.
57 Mariátegui replica a Sánchez sosteniendo que la carencia de un programa y de una
voluntad unificada, no son necesariamente deficiencias de un movimiento que como el
indigenismo, apenas estaba en sus inicios. No creía en la fecundidad de lo unánime; por
el contrario, voces diversas, polémicas y debates permitirían elaborar un programa que
no podía ser el punto de partida sino el resultado de una empresa colectiva. Y para ello
no contaban sólo las elaboraciones intelectuales. Debía rescatarse el lugar
correspondiente a la pasión: era necesario, por ejemplo, el misticismo y el mesianismo,
son sus palabras, de “la generación post bélica”, encarnados en Valcárcel. En su artículo
de respuesta al “batiburrillo indigenista” de Sánchez, enunciaba con toda claridad el
proyecto político que había estado madurando desde su regreso de Europa: “Lo que
afirmo, por mi cuenta, es que de la confluencia o aleación de 'indigenismo' y socialismo,
nadie que mire al contenido y a la esencia de las cosas puede sorprenderse. El
socialismo ordena y define las reivindicaciones de las masas, de la clase trabajadora. Y
en el Perú las masas —la clase trabajadora— son en sus cuatro quintas partes indígenas.
Nuestro socialismo no sería, pues, peruano, —ni sería siquiera socialismo— si no se
solidarizase, primeramente, con las reivindicaciones indígenas” 85. Se trata de una
confesión de parte. No todos los indigenistas eran socialistas pero Mariátegui creía que
su proyecto interpretaba las tendencias de la realidad. En su prólogo a Tempestad en los
Andes había sostenido que “el socialismo aparece en nuestra historia no por razón de
azar, de imitación o de moda, como espíritus superficiales suponen, sino como una
fatalidad histórica”. Era el sino del Perú. Mediante el socialismo el país podría
realizarse como nación, fusionando lo nuevo con lo viejo, las ideas traídas de Europa —
lo mejor de Occidente— con su tradición histórica.
58 En el número siguiente de Mundial sale la esperada respuesta de Luis Alberto Sánchez.
Este admite carecer de una filiación, no ser un militante pero arremete contra la
inconsistencia retórica del indigenismo, para terminar formulando una serie de
preguntas a su oponente: “Dígame, ¿usted cree que en la oposición de costa y sierra, y
en la comunidad indígena está el camino de la solución, y que la comunidad es una
organización autóctona? ¿Usted no ve en ella el rastro colonialista que tanto vitupera
354

usted? ¿No involucra en el movimiento al cholo? ¿No podría acordar un movimiento de


reivindicación total y no exclusivista?”. Mariátegui responderá insistiendo en la
necesidad de un “socialismo peruano”, subrayando el origen y el impulso
revolucionario del nacionalismo en los pueblos coloniales y concluyendo que cuando se
refería a las clases trabajadoras, no hacía distinción entre indio y cholo o entre costa y
sierra, pero en el Perú de 1927 primero debía afrontarse el problema del indio, para
liquidar la feudalidad y la servidumbre. Aquí no termina el debate. Sánchez regresa a la
carga e insiste en sus preguntas sobre la comunidad, que Mariátegui había pasado por
alto en su respuesta anterior: cuestiona la eficacia de esta institución a la que llama
“remota parodia de una organización autóctona”. Para entonces los ánimos de ambos
polemistas estaban bastante exasperados. Se filtra más de una alusión indirecta en un
debate que parece volverse reiterativo: Mariátegui titula a su siguiente artículo
“Polémica finita” y Sánchez “Más sobre lo mismo”. En este último repite sus preguntas
sobre la comunidad. Se trata de un hábil recurso polémico. No arriesga juicios y coloca
al adversario a su merced, a la espera de cualquier respuesta. Mariátegui evita colocarse
en una situación difícil pero a costa de omitir las preguntas. Dejemos al margen los
mecanismos de una discusión. ¿Podía la comunidad constituir un sustento para el
socialismo peruano?
59 Era muy poco lo que entonces se sabía sobre las comunidades campesinas. Los
indigenistas suponían el colectivismo de sus relaciones sociales y estaban convencidos
de su filiación prehispánica. Pero en 1927 apenas existían un centenar de comunidades
reconocidas en todo el país. Abelardo Solís calculaba que en total existirían 1,562
comunidades, cifra bastante alejada de la realidad. Actualmente son más de 3,000 las
comunidades reconocidas (1980). Carentes de información empírica, observando a los
campesinos desde fuera y en polémica con la intelectualidad oligárquica, los
indigenistas terminaron, a pesar de ellos, conducidos sólo por sus deseos y esperanzas.
Ignoraban, desde luego, que las rebeliones de los años 20 habían sido derrotadas
mediante el recurso a otros campesinos. En 1923 reaperecieron las tropas de los
gamonales. En Haquira, el subprefecto, el gobernador, el alcalde y los vecinos notables,
mistis todos, formaron una partida con ocho gendarmes y 300 indígenas, para
enfrentarse a los indios rebeldes, empleando un armamento muy similar (hondas y
piedras) pero sembrando el terror mediante saqueo de propiedades, violaciones y
masacres86. En Yanaoca, era frecuente observar a grupos similares compuestos por
gendarmes y campesinos, dispuestos a escarmentar a los sublevados. La represalia
tampoco tiene un centro o un comando central. Se organizan en un pueblo para atacar
a los de una comunidad, pero en el camino pueden ser interceptados por rivales
imprevistos: la sorpresa y la emboscada son las principales armas. Estos hechos nos
indican que la rebelión de los colonos tuvo sus límites. Todavía muchos runas
mantenían su fidelidad a los mistis y eran capaces de arriesgar la vida por ellos. A la
postre parecieron repetirse viejas escenas de la historia andina: indios luchando contra
indios.
60 Las huestes de los gamonales adquieren vida propia por algunos meses. Los campesinos
dejan sus parcelas y viven de lo que se pueden apropiar. Algo parecido sucede con los
rebeldes perseguidos. ¿Guerrilla o bandolerismo? Todo acontece en medio de la
confusión y la impunidad, en punas y quebradas solitarias, donde el dominio de unos
sobre otros queda supeditado a la violencia. ¿Cuáles son los bandos? Resulta muy difícil
demarcarlos. Los ataques a las haciendas que habían tenido lugar en 1921, fueron en
ocasiones también ataques a las parcelas de colonos. En Santo Tomás, el misti
355

Washington Ugarte en un recurso presentado ante el Juez de Primera Instancia,


describía la siguiente situación: “Adrián Lanllaya, José López y otros indígenas de la
parcialidad de Ppisacphuyo, conocidos y renombrados cabecillas de hordas de
indígenas amotinados y rebeldes hace tiempo que vienen cometiendo todo género de
crímenes y atropellos en las parcialidades de Incuta, Picutani, Allhuacchuyo y otras,
talando, debastando e incendiando propiedades particulares como las que tengo
compradas de Ceferino Enriquez en Incuta; usurpando otras como las que en semanas
pasadas acaban de amonojar y deslindar, por si y ante si, sin mandato de ninguna
autoridad, en los terrenos entre Picutani y Allhuacchuyo, denominados Sura, en una
extensión de sus cuatro lenguas cuadradas, anexionándolas de hecho a Cootacca, donde
existe otra pandilla de amotinados, robando y asaltando ganados, como los que acaban
de arrebatarme de poder del pastor Mariano Alferes, dos vacas con sus crías, 5 bestias
caballares de poder del pastor Bernabé Hanampa, del pastor Mariano Aphaya otra vaca,
y casi cotidianamente ganado llamar, ovejuno, etc. En los caminos públicos son
asaltados mis empleados y dependientes, a quienes se les arrebata cuanto llevan
consigo; nada menos que a Juan Carrillo trataron de estrangularlo, cuando traía un
cóndor a esta población; en todas las apachetas o abras de los cerros permanecen en
acecho para ultrajar y robar a cuanto dependiente mío pasa por cerca de ellos” 87.
Mientras los indios de Picutani se rebelan contra los mistis de Santo Tomás, los de
Pisacpuyo, salen en su defensa y en cambio insultan a los comuneros dispuestos a
atacarlos. No le costó trabajo a Ugarte reunir un grupo de “muchachos” para incendiar
y destruir las chozas de los campesinos de Picutani.
61 Vista de cerca, la imagen de una “guerra de castas” parece esfumarse. No es una lucha,
en sentido estricto, de mistis contra indios. Se enfrentan los mistis contra los
sublevados, pero en ambos bandos hay indios. A veces pelean una comunidad contra
otra; en ocasiones son colonos contra comuneros, sin que falten los conflictos en el
interior mismo de las comunidades. A las antiguas tensiones, se han sumado los efectos
que trae consigo la introducción del capitalismo. La diferenciación social en los pueblos
indios estaba más avanzada de lo que habían supuesto los indigenistas. El mercado
interno penetraba dentro de las propias comunidades disgregandolas e iniciando
procesos de diferenciación social. En las provincias altas del sur, las exportaciones de
lana no reposaban únicamente en las haciendas; año a año era más importante la
producción que venía de las comunidades. Incluso pareciera que como empresas
resultaron más eficaces y rentables que los latifundios. Fue un factor que
silenciosamente minó el poder de los mistis y que explica la mercantilización de las
poblaciones que rodean al lago Titicaca o el desarrollo de un gran centro urbano
comercial en la ciudad de Juliaca, rival de la tradicional Puno. Las ferias dejan de ser
anuales, para convertirse en semanales. Los flujos comerciales y monetarios serán
conductos que articularán a los espacios andinos entre sí y que además propiciarán las
migraciones. Otro factor que contribuyó a quebrar la inmovilidad campesina. Desde
luego todo esto exigió la expansión de la red vial. No fue un caso excepcional el de esos
campesinos de Puquio (Ayacucho) que en 1925 rompieron los cerros en veinte días para
unir mediante carretera a su pueblo con Nazca y el mar: la distancia que antes requería
de cuatro días a caballo, desde entonces podía hacerse en seis horas. Ellos
aprovecharían mejor que los mistis la llegada del camión para sacar sus productos al
mercado. Pero el desarrollo de una agricultura comercial trajo consigo también una
especialización productiva y pareció obligar, en las comunidades de Chancay o
Huarochirí, a un proceso temprano, desde los años 1890, de privatización de tierras. En
356

las actas de cabildo de esas comunidades se trascribe el acuerdo de suprimir los


usufructos colectivos y repartirse las parcelas. El proceso no fue tan rápido en el Cusco
pero en 1920, en la comunidad de Pucamachay, Sicuani, se genera un conflicto entre
algunas familias campesinas que quieren cultivar de manera privada sus parcelas y las
autoridades comunales que defienden la periódica redistribución y rotación de tierras
atendiendo a criterios colectivos: “a cada comunitario, según sus méritos y fojas de
servicios, por ejemplo llevan la preferencia los que pagan mayor contribución, los que
desempeñan cargos civiles y religiosos, los que puntualmente asisten a las faenas
públicas y otros méritos que más o menos se conocen fácilmente por la autoridad” 88.
Este mundo igualitario y campesino es el que algunos vislumbraban como alternativa
ante los males del país, pero más que descender aluviónicamente hacia la costa, estaba
amenazado por ese mismo capitalismo que había hecho posible a las ciudades, los
periódicos y las universidades. Se producía un nuevo encuentro entre los andes y
occidente, sin los rasgos patéticos que tuvo el choque de civilizaciones en el siglo XVI
pero quizá de manera más avasalladora.
62 El capitalismo tiende a uniformar. Edificar un mercado interno implica abolir los
localismos, las tradiciones, los hábitos particulares sacrificados en beneficio de una
lengua común. La escuela, ese factor de movilización campesina que veíamos páginas
atrás, fue también un instrumento en la propalación de nuevos valores. La presencia de
los adventistas tenía implicancias terrenales. Alfabetismo era sinónimo de retroceso del
quechua y el aymara. Toda la cultura andina quedó colocada a la defensiva.
63 Regresemos a Lima. ¿Tenía razón Sánchez en su interrogatorio a Mariátegui? El
intelectual frente al político, la realidad frente a la ideología. Pero no se trata de
proponer una respuesta anacrónica. Ideas equivocadas pueden originar resultados
diferentes. La historia se organiza pocas veces a partir de los aciertos. En 1927 el
indigenismo, como decía Sánchez y admitía Mariátegui, no era un movimiento
cohesionado, sino una actitud, una intención que invitaba a encontrar la clave del país
en el mundo andino. Distanciarse de Europa, mirar hacia el interior, recobrar el
término tradición, arrebatárselo a los conservadores y asignarle un nuevo contenido.
Para ello era imprescindible confluir indigenismo y política.
64 El socialismo —verdad de perogrullo— no era originario del Perú. Idea importada de
Europa, como la caña de azúcar, para emplear una metáfora de Mariátegui, pero igual
que esa planta, era necesario adaptarla y fructificaría. Un terreno privilegiado serían
esas multitudes indígenas y las tradiciones culturales andinas. Al margen de cualquier
inconsistencia o error, Mariátegui había intuido algo que sólo años después sería
demasiado evidente para Jorge Basadre: “el fenómeno más importante en la cultura
peruana del siglo XX es el aumento de la toma de conciencia acerca del indio entre
escritores, artistas, hombres de ciencia y políticos”89. ¿Sin rebeliones —reales o
imaginarias— hubiera sido posible esta toma de conciencia?
65 Lo que Mariátegui piensa en el terreno de la política, lo intenta coetáneamente César
Vallejo en la imaginación: fundar una nueva escritura que resultara también de la
confluencia entre dos vertientes de la literatura peruana, pocas veces entrecruzadas,
como eran el cosmopolitismo y el nacionalismo, componiendo un texto como Trilce
(1922), que inscrito dentro del indigenismo era también vanguardista. El título tenía
que ser precisamente una nueva palabra. Para Mariátegui la poesía vallejiana
representa el “orto” de la literatura nacional. Así debería ser el socialismo: juntar en
una sola obra las influencias externas con los impulsos populares, lo andino con lo
357

universal, lo cosmopolita con el “afincamiento en la tierra, en la provincia, en lo más


familiar e inmediato”90.
66 Mariátegui no fue el único que pensó al indigenismo desde la política. Para algunos, ese
encuentro tendrá el nombre de regionalismo y para otros, desde 1928, de aprismo.
Manuel Seoane, que años después sería uno de los principales dirigentes del Apra,
compartía el entusiasmo por el grupo Resurgimiento fundado en el Cusco (1925) y le
parecía natural que su sede estuviera allí: “...la vieja ciudad imperial, tenía que ser la
cuna de un movimiento reivindicacionista”91, y haciendose eco de Valcárcel se refería al
rol “proletario” de las provincias frente al “centralismo de la capital”. Combatir al
gamonal implicaba enfrentar a Lima: el dominio de la capital sobre el interior reposaba
en el poder local. La articulación que denunciaba Zulen entre gamonalismo y
centralismo. Frente a Lima surge el recuerdo del Cusco. En esa ciudad se inició en
realidad la reforma universitaria, antes que en Córdoba (Argentina), en las
movilizaciones de los estudiantes de San Antonio Abad el año 1915. Por eso, cuando la
reforma eclosiona en San Marcos y los estudiantes se organizan en una Federación
nacional, convocarán a su primer congreso en el Cusco (marzo de 1920). Allá irán, entre
otros, Seoane y Haya de la Torre. Estuvieron en el sur justamente en los años de las
rebeliones. En una carta dirigida a la revista La Sierra, Haya admitirá que “el Cusco
transformó a la juventud nacional como me había transformado a mí dos años antes.
Por eso yo soy ciudadano del Cusco, porque creo que el hombre nuevo que llevo en mí,
apareció en los principios de mi juventud, durante mis largos años de permanencia en
el Cusco”92. Aunque no fueron tan largos —se desempeñó como secretario del prefecto
desde agosto de 1917 hasta abril de 1918—, lo cierto es que esa emoción lo condujo a
ocuparse de Túpac Amaru II y las rebeliones andinas en Por la emancipación de América
Latina. Creyó descubrir un indio trágico y rebelde, que sabía mantener en secreto una
luminosa intuición de su propio destino: “¿Y qué prueba más inequívoca de los
centenares de ellos que mueren con silencioso heroísmo en esas masacres sombrías que
en los últimos años se realizan casi cada tres meses?” No sorprende que Mariátegui se
refiera elogiosamente a este libro y diga que partiendo ambos, él y Haya, de los mismos
supuestos, era lógico que arribaran a las mismas conclusiones.
67 Este acuerdo no duró mucho. El año 1928, estando en México pero supuestamente desde
Abancay, Haya lanza su candidatura a la presidencia de la república auspiciada por un
inexistente Partido Nacionalista Libertador. Antes que la oposición a los afanes
releccionistas de Leguía, aspiraba a conformar una suerte de grupo armado que tomara
el poder. El parecido con el primer capítulo de la revolución mexicana es obvio. Rumi
Maqui viene nuevamente a la memoria. Mariátegui no objetó la vía armada como forma
de tomar el poder. Influido por los bolcheviques, estaba convencido que asaltar el
Estado era un imperativo ineludible. El problema era la ocasión, los actores y la forma.
Querer dirigir desde el exterior un movimiento revolucionario, inventar un partido y
un ejército donde no había nada, le parecía a Mariátegui la repetición de los vicios más
repudiables de la politiquería criolla: la mentira y el caudillismo no podían llevar a una
efectiva transformación del país.
68 Para Haya la política era ante todo acción. La práctica revolucionaria no requería de
discusiones o debates como el que habían entablado Mariátegui y Sánchez. Haya
imagina al aprismo como una especie de “ejército rojo”, disciplinado y jerarquizado, en
cuyo comando estaría una inteligencia lúcida, capaz de indicar el camino. Lo esencial
era contar con este grupo selecto de conspiradores. “No hay que desanimarse —
358

escribía en una carta dirigida a Eudocio Ravines el año 1926—: cinco rusos han
removido el mundo. Nosotros somos veinte que podemos remover la América Latina” 93.
Aunque escribió esta frase pensando en Lenin, evoca en realidad el arrojo de Salaverry,
las campañas de Castilla, las montoneras de Piérola... En pocas palabras: el caudillismo.
En otra carta, dirigida a Esteban Pavletich, dirá con mayor claridad que “los pueblos
siguen siempre hombres representativos”94. Se siente encarnando el destino del país.
Un personaje providencial llamado a ser un conductor.
69 Haya recurrirá en su retórica a tópicos inspirados en el pasado andino. El cóndor de
Chavín será el símbolo del partido; desde 1930 en las manifestaciones apristas se
desplegará una supuesta bandera del Tahuantinsuyo, hecha en base a todos los colores
del arco iris; después, durante los años de clandestinidad, Haya usará el seudónimo de
Pachacutec y su refugio recibe el nombre de Incahuasi. Pero en el Aprismo lo andino se
convierte únicamente en lo mesiánico: la llegada del mesías, el hombre, para emplear
una terminología usada por el mismo Haya, destinado a salvar al país. De sus seguidores
reclamaba antes que la comprensión de una doctrina, la adopción de una fe ciega, capaz
de “remover montañas” y de sacudir al Perú oligárquico. El culto al jefe sería llevado al
extremo por muchos, como ese poeta Roberto Souza Martínez que se dirigió a Haya
diciéndole: “Luz eres que iluminas el sendero/ antes obscuro de este país tan
explotado”95.
70 En Mariátegui, en cambio, el marxismo entendido como el mito de nuestro tiempo,
equivalía a una apuesta por la revolución como acto colectivo, como creación de las
masas, como traducción de sus impulsos y pasiones. Al referirse al núcleo dirigente, a la
inteligencia que proponía el proyecto utópico, precisaba que “elite” viene de “electa”.
Recusaba la idea de que alguien pudiera autodesignarse como jefe o líder. Pensaba en la
nefasta experiencia del fascismo italiano. Para evitar el riesgo de una dictadura similar,
los trabajadores estaban llamados desde el inicio a ser los verdaderos protagonistas. La
revolución debía nacer realmente en el interior del país. Para ello era imprescindible
que el marxismo se expresara en quechua. La utopía expandía su horizonte hacia el
futuro. Quedaban, sin embargo, contrapuestos lo utópico y lo mesiánico. Dos estilos de
enfrentar los problemas nacionales, dos proyectos para encontrar la clave oculta del
Perú y para conseguir su transformación. Uno confiaba en la capacidad creativa de las
multitudes: el derrotero se iría construyendo desde abajo, a partir de las comunidades y
los pueblos. El otro esperaba al hombre providencial: el camino sería iluminado desde
lo alto. No hacía falta, por lo tanto, discutir o imaginar. El mesianismo requiere
únicamente de adeptos fieles: su entramado es autoritario. En compensación los
partidarios de esta alternativa, podían reclamar los atributos del realismo, la
efectividad y el encuentro con el estilo político del país. Los otros pensaban que existía
una tradición diferente en la que podrían ampararse: el colectivismo andino. El debate
remitía al interrogante pospuesto. ¿Qué era la comunidad? ¿El reservorio de una
democracia popular o un organismo corporativo y jerárquico? Los campesinos:
¿protagonistas de su historia o sólo seguidores de quien encarne al mesianismo?
71 La discrepancia entre Haya y Mariátegui tenía otro aspecto. Aunque el aprismo
recogiera elementos de la cultura andina, su proyecto implicaba la modernización del
país, impulsar el avance del capitalismo y remover al mundo rutinario de los
campesinos. Mariátegui, en cambio, buscaba un punto de encuentro entre socialismo y
comunidad indígena: no creía que fuera una institución obsoleta, condenada por algún
designio histórico. Debatían sobre el porvenir de la cultura andina. El mesianismo
359

aprista arrastraría al país hasta la modernidad. El utopismo de Mariátegui confiaba en


que podía existir otro futuro. ¿La utopía se tornaba sinónimo de imposible?
¿Divagaciones de un intelectual inválido y alejado de la práctica como le enrostraba
Haya?
72 Mientras que según una versión el Estado formaba la nación, para otros la sociedad civil
había mantenido su independencia, alentada por las sublevaciones populares. No
interesa aquí reseñar el desenlace, la polémica. Montar el tinglado de una suerte de
tribunal histórico para sancionar quién fue el vencedor. Hace falta dejarla como
verdaderamente quedó en la historia: como una discusión inacabada.
73 Comenzamos este ensayo con el viaje que hizo Riva Agüero en 1912 por la sierra
peruana. El libro que resultó, Paisajes peruanos, se publicaría recién en 1955, como obra
póstuma. Tres años después se publicó otro libro, Los ríos profundos, donde el viaje era
también un camino de iniciación pero el relato tenía como protagonista a un muchacho
mestizo, Ernesto, cuya imaginación estaba envuelta en lo mágico. En José María
Arguedas el paisaje adquiere una dimensión insólita: cargado de vida se convierte en un
medio para expresar sentimientos. A medida que se avanza en sus páginas, los indios,
como esas chicheras que asaltan Abancay, se van apropiando del texto. Más allá de las
diferencias obvias que puedan existir entre un libro de viajes y una novela, entre el
ensayo y la ficción, estamos ante dos sensibilidades contrapuestas. Una viene desde el
interior mismo de los andes, desde Andahuaylas donde Arguedas nació en 1911. La otra
se ha formado en Lima y, cuando llega a la sierra, se siente en un medio extraño e
incomprensible. Pero entre Riva Agüero y Arguedas están de por medio no sólo las
clases, las diferencias culturales, las tensiones étnicas sino además el tiempo
transcurrido entre 1912 y 1958: a mitad de camino se ubican las rebeliones de los años
1920-1923, las polémicas de Mariátegui, el surgimiento del aprismo y el comunismo.
Todos estos hechos transformaron a la intelectualidad peruana. Volvieron obsoleta la
prosa sonora y elegante del novecientos. Los lectores reclamaron otra escritura. Se
diseñaron otras maneras de entender al Perú.
74 Una imagen frecuente en la literatura peruana ha sido identificar al indio con la piedra.
Imagen ambivalente. De un lado se alude a su persistencia, a la tenacidad, a ese saber
durar... De otro lado se sugiere el silencio, la carencia de expresión, incluso la
imposibilidad de entender cualquier mensaje. La piedra evoca a las construcciones
prehispánicas. La imagen lítica remite a los mitos andinos: seres convertidos en piedras
o dioses que pueden mover gigantescas piedras. A los temores de los blancos: las galgas
descolgadas que amenazan a los realistas o la roca que sella la venganza de un indio. En
Paisajes peruanos las piedras del Cusco no transmiten más que “el encanto fúnebre de
sus monumentos caducos”. En Los ríos profundos, en cambio, adquieren movimiento y
vida, como los propios incas, amenazando a los invasores que han edificado sus casas
sobre ellas, los mistis del Cusco herederos —reales o ficticios— de Pizarro 96. Anuncian
un río diferente: una corriente subterránea que en cualquier momento puede
convertirse en un cataclismo.
75 En las primeras páginas de Los ríos profundos, Ernesto y su padre, colocados frente a las
edificaciones cusqueñas entablan un diálogo:
• “Papá —le dije—, cada piedra habla. Esperemos un instante.
• No oiremos nada. No es que hablan. Estás confundido. Se trasladan a tu mente y desde allí te
inquietan.
• Cada piedra es diferente. No están cortadas. Se están moviendo. Me tomó del brazo.
360

• Dan la impresión de moverse porque son desiguales, más que las piedras de los campos. Es
que los incas convertían en barro la piedra. Te lo dije muchas veces.
• Papá, parece que caminan, que se revuelven, y están quietas. Abracé a mi padre.
Apoyándome en su pecho contemplé nuevamente el muro.
• ¿Viven adentro del palacio? —volví a preguntarle.
• Una familia noble.
• ¿Como el viejo?
• No. Son nobles, pero también avaros, aunque no como el Viejo. ¡Como el Viejo no! Todos los
señores del Cusco son avaros.
• ¿Lo permite el Inca?
• Los incas están muertos.
• Pero no este muro. ¿Por qué no lo devora, si el dueño es avaro? Este muro puede caminar;
podría elevarse a los cielos o avanzar hacia el fin del mundo y volver. ¿No temen quienes
viven adentro?”97.
76 En el diálogo se contraponen el Inca (en singular y con mayúscula), como principio
organizador del mundo, con los incas (en plural y minúsculas), seres históricos
definitivamente muertos. Queda una esperanza: que los cercados, los hombres de abajo
simbolizados en las piedras sobre las que se levantan muros españoles, se muevan,
marchen hasta el “fin del mundo” y se conviertan en sitiadores.

AGRADECIMIENTOS
77 Este ensayo pudo ser elaborado gracias a la contribución financiera de la UNESCO al
proyecto N° 2277: “La utopía andina”, organizado por el autor y Manuel Burga D. Para
reunir materiales debí viajar en dos ocasiones al Cusco: encontré siempre la
hospitalidad cordial de Guido Delran y todos los miembros (bibliotecarias incluidas) del
361

Centro Bartolomé de Las Casas. En Lima, fui acogido por el Instituto de Apoyo Agrario,
un centro de investigaciones destinado a labores de promoción en el campo pero que, a
diferencia de otros, advierte la utilidad de la tarea intelectual. Para el mecanografiado
contamos con el desempeño tan inteligente como entusiasta de Sofía Jiménez.
78 Estas páginas han sido escritas en medio de conversaciones y discusiones con muchas
personas: Manuel Burga, Cecilia Rivera, los esposos Chu. Aproveché, aunque no siempre
pude responder, los comentarios de quienes asistieron al coloquio del IFEA, como H.
Favre, J. Piel, M.D. Demélas. A ellos y a todos los que omito, muchas gracias.

Debate sobre las ponencias de:

Manuel BURGA
Los profetas de la rebelión: Estado, ideología y movilización campesina
(1920-1923).
ALberto FLORES GALINDO
Cultura popular y conciencia nacional: evolución de la imagen del Incario en la
mentalidad colectiva (siglos XIX y XX).

79 René Arze
80 Fue muy interesante la ponencia. Lo que Burga y Flores han expuesto no se circunscribe
sólo al Perú, en algo coincide con mi investigación en el caso boliviano; tiene un ámbito
andino enorme. Encuentro para los mismos años la existencia de un Comité Central
llamado República del Collasuyo; es la organización de un comité pro-indígena dirigido
por Eduardo Nina Quispe, quien reside en La Paz.
81 Se difunden los documentos de la llamada República del Collasuyo mediante la
circulación de volantes, en eso hay una estructura similar con lo expuesto por Burga y
Flores. Hay diferencias respecto a la organización de la República del Collasuyo con la
organización del Tahuantinsuyo. El desenlace de la República del Collasuyo fue más
violento, porque la proyección de esta organización se revela en plena Guerra del
Chaco; el dirigente Nina Quispe tomado preso y acusado de pretender rebasar el poder
estatal y de contradecir al gobierno de entonces que era el de Salamanca. Esta
organización aprovechó la coyuntura de la guerra para establecer una lucha similar a la
planteada para el caso peruano.
82 Henri Favre
83 En un libro importante que publicaron hace poco, Alberto Flores Galindo y Manuel
Burga han calificado de “gran insurrección” la agitación rural que ocurre en el Sur
peruano entre 1920 y 1923. Hoy nos presentan una interpretación un poco diferente y
más matizada de este fenómeno de violencia que se descompone en una multitud de
pequeñas sublevaciones locales sin claras conexiones entre sí y con metas bastante
limitadas. La Asociación Pro-Derecho Indígena desempeña un papel notable en la
movilización del campesinado, pero no dirige el movimiento ni parece aún controlarlo.
La violencia descentralizada se extiende por contagio, aprovechando la inercia del
gobierno de Lima que sabe utilizar la situación para avasallar las aristocracias
terratenientes de la región sureña. La represión empezará sólo despues de la rendición
sin condición de estas viejas élites regionales al poder leguiísta.
362

84 No sé si el contenido “incaizante” de la propaganda difundida por la Asociación Pro-


Derecho Indígena puede explicar el éxito que los agentes de esta institución tuvieron en
su tarea de movilización de las masas campesinas del Sur. Dudo que la evocación del
pasado inca haya encontrado mucho eco entre los indios, y que el proyecto de
restauración del Tawantinsuyu haya tenido sentido sentido para estos últimos. Largos
siglos de opresión colonial y neo-colonial habían considerablemente reducido la
conciencia histórica del campesinado indígena que iba a descubrir sólo más tarde la
existencia de una historia prehispánica en los bancos de la escuela. Las comunidades de
Huancavelica, por ejemplo, se mostraron totalmente impermeables a la propaganda
incaizante de la Asociación Pro-Derecho Indígena. Fueron los artesanos de la ciudad
quienes se adhirieron con entusiasmo al incaísmo y propusieron la construcción de un
Templo del Sol en un barrio urbano. En el Perú de los años 1910 y 1920, el incaísmo
expresa el malestar de todos los sectores sociales decadentes en la Sierra: artesanos
cuya producción no puede competir con los bienes manufacturados; terratenientes
marginados por el auge del capitalismo; élites regionales desplazadas por el poder
centralizador del Estado. En 1911, con miras a garantizar la autonomía de las regiones
serranas y los intereses de los grupos que las dominan, un gran hacendado del Sur,
Angelino Lizares Quiñones, presenta en el Congreso un proyecto de reorganización del
país -que tomaría el nombre de Tawantinsuyu- conforme al supuesto modelo del Estado
inca.
85 Pero, como se sabe, el incaísmo no nace con el siglo XX. Ya en el siglo XVIII, los kuarakas,
cuyo status social y económico decaía, se identificaron con los incas. Y en el siglo XVI,
Gonzalo Pizarro que intentaba defender lo suyo contra las ambiciones de la Corona
española proyectó restaurar el Tawantinsuyu. El mito inca atraviesa toda la historia del
Perú vehiculando siempre una protesta que pocas veces fue la de los campesinos
indígenas.
86 Luis Miguel Glave
87 Quisiera más información sobre dos puntos:
1. Sobre las fuentes que anuncian la posible coordinación de los movimientos por el Comité
Central Pro-Derecho Indígena del Tahuantinsuyo. Supongo que hay que criticar estas
fuentes.
2. Sobre la rama y su vinculación con la Asociación Pro-Derecho Indígena. En la zona de
Yanaoca, en Canas, efectivamente antes de los movimientos de 1921, hay la presencia de
ramalistas. Sin embargo, los testimonios nos indican que se trataría de la gente que viene de
Huancané, gente que había sido desplazada después de la derrota. Los testimonios hablan
siempre de gente anónima. ¿Qué significa esto? ¿Cuánto hay de cierto en esto? Este grupo
propone el nombramiento de un dirigente, un alfabeto que sabe usar armas, hijo de un
cacique; sin embargo, los viejos se oponen al nombramiento de este hombre porque está
vinculado a los mistis. Se ve aquí una contradicción entre los ramalistas y la posición de los
ancianos sobre no admitir alfabetos: esto fue en Canas, Espinar y Chumbivilcas. Finalmente
son contradicciones que nos hacen ver que no se puede asumir a la sociedad andina como
una sociedad homogénea.

88 Gracias a Alberto y Manuel por esta excelente comunicación.


89 Rafael Quintero
90 Quisiera comunicarle que hace algunos meses en el barrio de Pampachupa, en la ciudad
de Quito, descendientes de los caciques de la comunidad indígena de Sta. Clara
363

Sanmillán me mostraban cartas de una organización del Tahuantinsuyo con dirección


en Lima, dirigidas a uno de los antepasados de estos dirigentes barriales de hoy en día.
91 Casi toda la documentación es en quechua, pero una comunicación es en español, que
reclama respuesta en quechua, pues esta fue y debía ser la lengua del Tahuantinsuyo.
92 Se mencionan algunas conexiones con Guayaquil, y si es que se trata del mismo Comité
Central, éste tuvo redes y ramificaciones.
93 Thierry Saignes
94 En cuanto a la coyuntura económica de este período de sublevaciones del sur andino,
convendría recordar que ya el sur andino en el siglo XVII conoció una muy grande
mercantilización de las comunidades campesinas, para el abastecimiento del mercado
minero de Potosí. Esto podría plantear el problema de la conexión de las sublevaciones
de esta región con la otra orilla del lago Titicaca, es decir con la zona boliviana. Tengo
finalmente una pregunta sobre el origen social de los propagandistas de los comités.
¿Da la documentación para identificar al estrato campesino preciso de los impulsores
de la subversión?
95 Wilfredo Kapsoli
96 Frente a esta sublevación debe de haber habido una resistencia indígena; dado que la
región del sur es quechua aymara hablante que está ubicada dentro de lo que es el
mundo indígena; estas sublevaciones debieron haber tenido una victoria fácil y rápida.
¿Por qué no tuvo una vistoria fácil? ¿Ustedes han tratado de entender el gobierno de
Leguía dentro de aquella coyuntura económico-política? En el norte del país la crisis de
producción azucarera motivaba acciones violentas de la clase obrera y críticas radicales
de la intelectualidad pequeño-burguesa. ¿Las sublevaciones del sur andino tenían
conexiones con estos movimientos costeños?
97 Jean Piel
98 Primera observación.- Sobre la fiscalidad ilegal, fue un problema del mundo andino.
Hay un estudio de Tristan Platt para el norte de Potosí, que sostiene que sobrevivían
formas de pago de tributo clandestinas, en manos de caciques, donde el Estado no
tomaba parte.
99 Segunda observación.- ¿Existe o no un movimiento propiamente andino? ¿Cuáles serían
las implicaciones políticas y sociales de este movimiento?
100 El movimiento comité Pro-Indígena Tahuantinsuyo es un esfuerzo criollo para acceder
políticamente a la reserva política andina. Pero, por debajo de esta institución, ¿cuáles
son los cuadros locales? ¿son descendientes de caciques o son hombres nuevos en el
ámbito social andino? ¿Hay promoción de un nuevo tipo de cuadro andino o hay una
cierta filiación con una cierta legitimidad indígena de más largo plazo?
101 Mario Rabey
102 Algo sobre las organizaciones que reivindican identidad indígena con sedes en varias
ciudades. En Buenos Aires hay dos centros con énfasis político y social, llamados
centros Collas, mientras que en el campo, de donde se supone son originarios los collas
son desconocidos. Cerca de Jujuy, en una zona industrial hubo un representante de los
collas que llegó a fundar una filial, y se hizo una ceremonia donde se bailó y veneró a la
Pachamama.
103 Wilfredo Kapsoli
364

104 En 1969, cuando hicimos la tesis sobre “La situación del campesinado peruano”, junto
con Wilson Reátegui, quedamos sorprendidos por la abundancia de expedientes acerca
del Patronato de la Raza Indígena y del Comité Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo.
En 1977 al escribir el ensayo sobre “Los movimientos campesinos en el Perú”
afirmábamos el carácter milenarista de aquellas protestas, consideración que fue
duramente criticada. Hoy en día, tengo en prensa un libro titulado Los Ayllus del Sol:
anarquismo y utopia andina, donde retomo el tema y en el que la preocupación central es
hacer la “biografía” del movimiento Tahuantinsuyo.
105 Aunque, lamentablemente, la documentación del Archivo del Ministerio de Trabajo y
Comunidades (que aludíamos) ha desaparecido, hemos tenido acceso a una profusa
literatura de prensa (periódico Tahuantinsuyo, revista Pututo), actas de sesiones y
congresos, folletos y documentos de divulgación ideológica con los cuales hemos
llegado a la conclusión de que el Comité Tahuantinsuyo fue alimentado
ideologicamente por el anarquismo y, junto con él, retomando ideas milenaristas,
vieron la posibilidad de restaurar el antiguo imperio de los Incas para lo cual
capturaron ideologicamente a los líderes andinos y alentaron una sólida organización
nacional. El ejemplo que señala Henri Favre es un indicador más de la naturaleza
libertaria del movimiento cuyas ideas llegaron al país vía Italia-España-Argentina-
Bolivia y se enraizaron en Arequipa-Puno-Cusco y ubicaron su centro nuclear en Lima.
106 El movimiento de Tahuantinsuyo fue al encuentro de la gran ideología andina a través
de la memoria de los Incas y su imperio con cuya fusión protagonizaron grandes
acciones de salvación y de reforma del mundo al estilo de un verdadero Pachacutec.
Todo este fermento ideológico y político terminó siendo absorbido por el APRA de Haya
de la Torre y por el comunismo de Mariátegui.
107 Alberto Flores Galindo
108 El término utopía andina, es un intento de dibujar la biografía de esta idea, cuyas raíces
uno las puede encontrar desde el siglo XVI hasta ahora. Con esto no quiero decir que
exista una sola línea de pensamiento o una sola versión de la utopía andina; en realidad
es una historia plural con fases, períodos y abarca en su desarrollo a diversos tipos de
personajes como criollos, mestizos y, en pocos casos, campesinos.
109 No hay una sola utopía: la versión terrateniente de la vuelta al Tahuantinsuyo, muchas
veces servía para esconder sus afanes federalistas, sus prerrogativas de poderes locales
y en otras ocasiones son los terratenientes los que inventan reuniones y atribuyen
afanes separatistas a los indios para reprimirlos.
110 Son diversas las fuentes, diversas las versiones, a veces contrapuestas entre sí, pero hay
veces que la idea parece aglutinar a diversos sectores sociales; el ejemplo del sur parece
juntar a mestizos con indios; hay personajes que son percibibles en algunos de los
expedientes judiciales y uno descubre que son personas que hablan español. Junto con
estos ramalistas uno acaba encontrando a estos personajes que muchas veces fueron
denigrados por los indigenistas: abogados, buscapleitos, tinterillos, que son los que
relatan estos expedientes, que aprendieron el español. Luego vinieron a Lima y jugaron
un papel importante en el liderazgo. Al lado de los grandes intelectuales del sur
aparecen estos pequeños intelectuales, profesores de colegio, que ayudan a hacer estos
juicios, que llevan la idea de la vuelta al Tahuantinsuyo y que alientan la protesta.
Muchos de estos movimientos comienzan primero por ser litigios juciciales.
365

111 Esta no es una pelea de indios contra terratenientes o de indios contra comerciantes, es
también una pelea de indios contra indios, no sólo porque la policía reprime con indios
o porque los terratenientes utilizan indios que salen a defender a los hacendados en el
momento de las invasiones; sino que existió lucha de una comunidad contra otra, o de
miembros de una familia contra otra. Muchos de los juicios que uno encuentra acaban
siendo más este tipo de problema que lucha contra el terrateniente; tengo la vaga
impresión de que, cuantitativamente, es mayor este tipo de problemas.
112 Una de las explicaciones de por qué esto fracasó es la colaboración que tuvieron
terratenientes, comerciantes de parte del lado indígena. ¿Qué solidaridad se movía allí?
Tampoco se vislumbra con claridad cuáles son las fronteras que separan a los que se
rebelan de los que respetan el orden en estos años.
113 No lo tengo claro tampoco para el siglo XVIII, pero el inconveniente en el siglo XX, es que
cotejando con expedientes, uno les encuentra mucho más herméticos, mucho más que
en el siglo XVIII.
114 Es cierto que así como esta vuelta al Tahuantinsuyo aparece y reaparece en la
estructura del sur, también sufre modificaciones; el sur es una región terriblemente
mercantilizada con un fuerte desarrollo artesanal en el siglo XVIII. Esta mercantilización
abre rutas desde el sur hasta el Alto Perú. En el siglo XIX esta situación cambia y en el
siglo XX esta mercantilización abre rutas hacia la costa, sin embargo, no quiere decir
que los vínculos con Bolivia desaparecen.
115 Otro tema para trabajar más es la conexión que ha existido entre los rebeldes con el
otro lado de la frontera y las cosas en común que han podido estar manifestando.
116 Manuel Burga
117 Cuando Henri Favre dice que los campesinos no recuerdan al Tahuantinsuyo o que lo
recuerdan porque las noticias vienen desde fuera, puede ser cierto en algunos casos,
pero no en todos. Un camino que estamos recorriendo y que nos permite ver que hay
mecanismos orales campesinos que les permiten conservar recuerdos que son
importantes dentro de su historia como grupo étnico. Es el caso de la representación de
la muerte de Atahualpa que se escenifica en gran parte de los pueblos del Perú, durante
las fiestas patronales; en la actualidad se sigue haciendo en todo el departamento de
Ancash como una manera de reinterpretar lo que fue una tragedia colectiva para ellos.
Por lo tanto no creo que esté fuera del recuerdo algo tan traumático como la conquista.
Esta representación con sus variantes, se celebra en Bolivia, parte de Perú, México y
Centroamérica.
118 A Luis-Miguel Glave, diría que sí nos interesó la crítica de las fuentes. Es muy probable
que las noticias de los periódicos sean a veces inventadas y que, incluso, los
documentos de los subprefectos sean exagerados.
119 Respondiendo a la pregunta de por qué no fue fácil la victoria se podría decir que en
esta sublevación se observa el comportamiento andino clásico: las divisiones internas.
120 Estos comuneros del Tongo que se sublevan son derrotados por los comuneros de
Mullaca dirigidos por la gendarmería local. Conducta típicamente andina desde el siglo
XVI en que las divisiones y/o enfrentamientos facilitan las acciones españolas, o las
acciones del gobierno central para el caso expuesto.
366

NOTAS
*. La ponencia aquí editada, aunque abarca los mismos temas, es distinta de la que fue
pronunciada en el encuentro. Por eso los debates pueden alejarse a veces del texto.
2. Riva Agüero, José de la. Paisajes peruanos, Lima, Universidad Católica, 1969, p. 17.
3. Archivo Zulen. Correspondencia. Carta de Zulen a Blanco Fombona.
4. La Crítica, año I, N° 25, 24 de febrero de 1918, p.5. Biblioteca Nacional (en adelante B.N.)
“Memoria administrativa”, Apurímac, 1890-92 (Prefectos).
5. Manrique, Nelson. Colonialismo y pobreza campesina, Lima, Desco, 1985.
6. Aguilar, Luis. Cuestiones indígenas, Cusco, Tip. El Comercio 1922, p. 112.
7. El Tiempo, año III, N° 641, 13 de abril de 1918, p.3.
8. Archivo del Ministerio del Interior (en adelante A.M.I.), Prefecturas, Abancay, 30 de marzo de 1886.
9. A.M.I., Prefecturas, Ayacucho, 22 de noviembre de 1886.
10. Coronel, José. “Don Manuel Jesús Urbina: creación del colegio de instrucción media González
Vigil y las pugnas por el poder local de Huanta”, pp. 217-237. José Coronel se encuentra
preparando una tesis para el Magister en Sociología de la Universidad Católica, sobre el poder
local en Huanta.
11. Archivo Departamental del Cusco (en adelante A.D.C.), Corte Superior de Justicia, leg. 87, 1920.
12. El Tiempo, año II, 454, 5 de octubre de 1917, p. 4. Basadre, Jorge. Historia de la República del Perú,
Lima, editorial Universitaria, 1984, T. IX, p. 208.
13. Varallanos, José. Bandoleros en el Perú, Lima 1932. Hobsbawm, Eric. Bandidos, Barcelona, Ariel,
1978.
14. A.D.C., Corte Superior de Justicia, leg. 80, 1919.
15. -A.D.C., Corte Superior de Justicia, leg. 78, 1919.
16. A.D.C., Corte Superior de Justicia, leg. 82, 1919, Lima 13 de abril de 1918.
17. Idem, Paruro, 8 de julio de 1919.
18. Hurtado, Laura. “Cusco, Iglesia y sociedad: el obispo Pedro Pascual Farfán de los Godos
(1919-1933) en el debate indigenista”, Lima, Universidad Católica, tesis de Br. en Historia 1982, p.
32. Ver también la tesis de Dan Hazen, citada más adelante.
19. Sivirichi, Atilio. “Diez horas con Francisco Mostajo” en La Sierra, año I. N° 5, mayo 1927, pp.
38-39.
20. Deustua, José y Rénique, José Luis. Intelectuales, indigenismo y descentralismo en el Perú 1897-1931,
Cusco, Centro Bartolomé de Las Casas, 1984.
21. Giesecke, Alberto. “Censo del Cusco” en Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima, T. XXIX, trim.
3-4. pp. 142-167.
22. A.D.C., Corte Superior de Justicia, leg. 83, 1920.
23. A.D.C., Corte Superior de Justicia, leg. 90, 1921.
24. Beingolea, Manuel. “Psicología de la mujer india” en Contemporáneos, año I, N° 8, 28 de julio de
1909, p. 345.
25. García Calderón, Francisco. Le Pérou Contemporain, Paris, Dujarrie et Cie., 1907, p. 357.
26. Miró Quesada, Roberto. “Los funerales de Atahualpa” en El Caballo Rojo, Lima, N- 183, 13 de
noviembre de 1983, pp. 10-11. Actualmente, en el departamento de Cajamarca, el Inca le
identifica con lo femenino, mientras Pizarro con el sexo opuesto. Información de Javier Champa
(setiembre de 1985).
27. Bustamante, Juan. Los indios del Perú, Lima, 1867, p. 36.
28. García Calderón, Ventura. Cuentos peruanos, Madrid, Aguilar, 1961, pp. 62-68.
29. A.M.I., Prefecturas, Ayacucho abril de 1887 y Huaráz, mayo de 1887.
30. A.M.I., Prefecturas, Apurímac, 13 de mayo de 1886.
367

31. Croniqueur, Juan. “Entre salvajes” en La Prensa, año XI, N° 6005, 19 de julio de 1914, p.2.
32. Lulú, año I, N° 3, 28 de julio de 1915, p. 26.
33. Variedades, año XII, N- 428, 13 de mayo de 1916, p. 624.
34. El Tiempo, 287, 24 de abril de 1917, p.1 y N° 298, 6 de mayo de 1917, p.7.
35. París, Robert. “Para una lectura de los 7 ensayos...” en Mariátegui y los orígenes del marxismo
latinoamericano, México, Siglo XXI, 1978, p. 317.
36. El Tiempo, año II, N° 187, 17 de enero de 1917, p.1.
37. Mayer, Dora, “La historia de las sublevaciones indígenas en Puno” en El Deber Pro Indígena, año
IV, N° 48, sep. 1917 y N° 49, oct. 1917.
38. Basadre, Jorge, Op. cit., T. IX, p. 206.
39. Tamayo Herrera, José. Historia social e indigenismo en el altiplano, Lima, ediciones Treintaitres,
1982, pp. 214-215.
40. Basadre, Jorge. Introducción a las bases documentales para la historia de la República del Perú con
algunas reflexiones, Lima, P.L. Villanueva, 1971. En la Universidad Católica, Luis Bustamante
prepara una investigación sobre Rumi Maqui. (Br. en Historia).
41. El Pueblo, reproducido en El Tiempo, año II, N- 182, 12 de enero de 1917, pp. 3-4.
42. Vassallo, Manuel. “Rumi Maqui y la nacionalidad quechua” en Allpanchis, vol. XI, N° 11-12, pp.
123-127.
43. Ramos Zambrano, Augusto. Rumi Maqui, Puno, 1985. pp. 52. Es el trabajo más importante y
cuidadoso escrito sobre este tema.
44. Idem. pp. 53-54.
45. Mariátegui, José Carlos. Peruanicemos al Perú, Lima, Amauta, 1970, p. 121.
46. Gow, Rosalind. “Yawar Mayu: revolution in the southern Andes 1860-1980”, Tesis, University
of Wisconsin, 1981.
47. Sobre este tema aparte de los textos citados de Rosalind Gow y José Tamayo Herrera, podrían
mencionarse, con muchas omisiones, estos otros títulos: Kapsoli, Wilfredo y Reátegui, Wilson.
Situación económico-social del campesinado peruano: 1919-1930. Lima, 1969.
Reátegui, Wilson. Explotación agropecuaria y las movilizaciones campesinas de Lauramarca, Cusco
19S0-1960, Lima, 1974.
Maltby, Laura. “Indian revolts in the altiplano 1895-1925”, Tesis de Bachelor of Arts, Howard
College, 1972.
Flores Ochoa, Jorge y Valencia, Abrahan. Rebeliones indígenas quechuas y aymaras, Cusco, Centro de
Estudios Andinos, s.f.
Hazen, Dan “The awaking of Puno, Gobernment policy and the Indian problem in Southern Perú,
1900-1955”, Tesis, Yale University.
Burga, Manuel y Flores Galindo, Alberto. Apogeo y crisis de la República aristocrática, Lima, Rikchay
Perú, 1980. Este ensayo quiere ser una respuesta a las acertadas críticas formuladas por Dan
Hazen a mi libro Arequipa y el sur andino: ensayo de historia regional (siglos XVIII-XX), Lima, Horizonte,
1977. Me criticaba carecer de “un modelo explicativo de la movilización campesina” (p. 1210).
“Comptes rendus” en Annales, París, N° 5-6, Sep. dec. 1978.
48. Instituto de Estudios Aymaras, Chucuito, Biblioteca, “Sublevación de Huancané” (mss). Debo a
Diego Irrarazabal el conocimiento de este testimonio.
49. Klein, Herbert. Historia general de Bolivia, La Paz, editorial Juventud, 1982, pp. 214-215.
50. Datos de una investigación realizada por Clemencia Aramburú. Sus fuentes proceden del
Archivo del Fuero Agrario.
51. Burga, Manuel y Reátegui, Wilson. Lanas y capital mercantil en el sur, Lima, Instituto de Estudios
Peruanos, 1981, p. 49.
52. Archivo Zulen, Correspondencia, Rodríguez a Joaquín Capelo, 27 de enero de 1915.
53. Manrique, Nelson. Las guerrillas indígenas en la Guerra con Chile, Lima, 1981.
54. Burga, Manuel y Flores Galindo, Alberto, Op. cit., p. 124.
368

55. Piel, Jean “Un soulevement rural péruvien: Tocroyoc (1921)” en Revue d'histoire Moderne et
Contemporain, T. XIV, oct. dic. 1967, Paris. Ver también Capitalisme agraire au Pérou, Paris.
Anthropos, 1975.
56. El Heraldo, 7 de abril de 1920.
57. Deustua, José y Rénique, José Luis. Intelectuales, indigenismo y descentralismo en el Perú, 1897-19S1,
Cusco, Centro Bartolomé de Las Casas, 1984, p. 75 y 83.
58. Montoya, Rodrigo “El factor étnico y el desarrollo” en Seminario Nacional hacia una estrategia de
desarrollo para la sierra del Perú, Cusco, 2-5 de julio de 1985 (texto mecanografiado).
59. A.D.C., Corte Superior de Justicia, leg. 79, 1919.
60. A.D.C., Corte Superior de Justicia, leg. 84, 1920.
61. A.D.C., Corte Superior de Justicia, leg. 83, 1920.
62. Poesía quechua, México, Universidad Autónoma, 1964, p. 35
63. A.D.C., Corte Superior de Justicia, leg. 90, 1921.
64. Alencastre, Andrés. KUNTURKANKI. Un pueblo del Ande, Cusco, editorial Garcilaso, s.f. El mismo
Andrés Alencastre, con el seudónimo de Kilku Warak'a publicó un poemario en quechua titulado
Yawar Para, Cusco, Garcilaso, s.f. y una colección de Dramas y comedias del Ande, Cusco, 1955. En
esta última obra figura una pieza en la que una hacienda se convierte en granja colectiva despues
del enfrentamiento entre un hijo y su padre: ”... yo no quiero ser terrateniente”, p. 71.
65. “Razas, clases sociales y violencia en los Andes” en Sur, Cusco, Boletín del Centro Las Casas,
1985. Testimonio recogido por Sonia Salazar en Yauri 27-28 de septiembre de 1984. Referencia de
Luis Miguel Glave.
66. Burga, Manuel. “Los profetas de la rebelión” (texto mecanografiado). Hocquenghem, Anne
Marie. “L'iconographie mochica et les rites de purificación” en Baessler-Archiv, T. XXVII, Berlín,
1979, p. 211 y ss.
67. Valderrama, Ricardo y Escalante, Carmen. Levantamientos de los indígenas de Haquira y Quiñota,
Lima, Seminario de Historia Rural Andina. 1981, pp. 14-15.
68. A.D.C., Corte Superior de Justicia, leg. 93, 1921.
69. A.D.C., Corte Superior de Justicia, leg. 98, 1923.
70. Archivo Zulen. Correspondencia, Arturo Delgado a la Asociación Pro-Indígena, 22 de agosto de
1913.
71. Archivo Zulen. Sesión de la Asociación Pro-Indígena, 22 de Agosto de 1913.
72. Kapsoli, Wilfredo. El pensamiento de la Asociación Pro-Indígena. Cusco, Centro de Estudios
Bartolomé de Las Casas, 1980.
73. Mariátegui, José Carlos. “La reorganización de los grupos políticos” en Nuestra Epoca, año I, N-
2, 6 de julio de 1918, p.2.
74. Barcelli, Agustín. Historia del sindicalismo peruano, Lima, 1972, T.I, p. 178.
75. Sobre el tema ver Kapsoli, Wilfredo. Ayllus del sol, Lima, Tarea, 1984.
76. Rivera, Silvia. “Luchas campesinas contemporáneas en Bolivia: el movimiento 'Katarista' “ :
1970-1980 en Bolivia hoy, México, Siglo XXI, 1983, pp. 129-168.
77. Centro Bartolomé de Las Casas, Cusco, entrevista a campesinos de Tocroyoc. Programa radial,
cassette N° 13, Chumbivilcas, lado A.
78. Mariátegui, José Carlos. El alma matinal. Lima, Amauta, 1960, p. 22.
79. Mariátegui, José Carlos. Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, Lima, Amauta,
1978, p. 79-80.
80. Idem; p. 264.
81. Iberico, Mariano. El nuevo Absoluto, Lima, Minerva, 1926, pp. 222-223.
82. Mariátegui, José Carlos. La escena contemporánea, Lima, Amauta, 1960, p. 158.
83. Mariátegui, José Carlos. “El indigenismo en la literatura nacional” en Mundial, N° 345, Lima 21
de enero de 1927.
369

84. No comparto la apreciación de Luis Enrique Tord que atribuye “iguales intenciones
reformistas” a Mariátegui y Sánchez. El indio en los ensayistas peruanos 1848-1940, Lima, Editoriales
Unidas, 1978, p. 88.
85. La polémica del indigenismo, Lima, Mosca Azul editores, 1976, p. 75.
86. Valderrama, Ricardo y Escalante, Carmen, Op. cit.
87. A.D.C., Corte Superior de Justicia, leg. 82, 1920.
88. A . D . C . , Corte Superior de Justicia, leg. 84, 1920.
89. Basadre, Jorge. Perú: problema y posibilidad, Lima, 1980.
90. Delgado, Washinton. Historia de la literatura republicana, Lima Rikchay Perú, 1980, p. 118.
91. Seoane, Manuel. “Carta al grupo Resurgimiento” en Amauta, Lima, N° 9, mayo de 1927, p. 37.
92. Haya de la Torre, Víctor Raúl. “Carta de Haya de la Torre a La Sierra” en La Sierra, año II, N°
18, junio de 1928, p. 6.
93. Archivo Mariátegui. Haya de la Torre a Eudocio Ravines, Londres, 17 de octubre de 1926. Para
un mayor desarrollo de éstos cfr. Flores Galindo, Alberto. “Un viejo debate; el poder” en
Socialismo y Participación, Lima N- 20, 1983.
94. Haya de la Torre a Esteban Pavletich, Londres, 26 de abril de 1926.
95. Burga, Manuel y Flores Galindo, Alberto. Apogeo y crisis de la República Aristocrática, Lima,
Rikchay Perú, 1980, p. 201.
96. Chocano, Magdalena. “La palabra en la piedra: una lectura de Martín Adán” (texto
mecanografiado).
97. Arguedas, José María. Los ríos profundos, Buenos Aires, Losada, 1972, p. 12.
370

VOLUMEN II

III. El estado nacion en los Andes

3. Violencia y Conflictos
371

La Guerra de los mil días


(1899-1902). Sus jefes, su estructura
y sus componentes
La Guerre des mille jours (1899-1902). Ses chefs, sa structure et ses
composantes

Carlos Jaramillo

INTRODUCCION
1 El presente trabajo tiene por objeto mirar al interior de algunos elementos
constitutivos de la organización guerrillera, con la cual el partido liberal enfrentó las
fuerzas gubernamentales durante el conflicto civil en que se vio envuelta la república
de Colombia durante el período que va de 1899 a 1902, y conocido históricamente como:
“LA GUERRA DE LOS MIL DIAS”.
2 El esfuerzo que éste implica, no es más que el inicio de uno mayor, con miras a elaborar
los componentes que permitan análisis estructurales de los conflictos internos que ha
venido padeciendo el país desde su misma independencia. Consciente de que al trabajo
presente escapan importantes elementos constitutivos de la guerra irregular,
considero, sin embargo, que los tomados como objeto de análisis conforman, en su
conjunto, una unidad coherente que bien puede ser presentada como un primer avance
de este proceso investigativo.

LA GUERRA DE GUERRILLAS EN LA GUERRA DE LOS


MIL DIAS
3 Desde el inicio mismo de la guerra, ingentes fueron los esfuerzos realizados por el ala
guerrerista de la Dirección del liberalismo por desarrollar el conflicto civil en forma de
372

una guerra convencional; esto no fue posible realizarlo sino en sus inicios, y en muy
escasa medida ya avanzado el conflicto.
4 En los comienzos, el liberalismo centró todo su esfuerzo en el ejército formado en
Santander, hasta que fue derrotado en el combate de “Palonegro”; después de esto, la
guerra convencional quedó relegada a los esfuerzos que en este sentido hizo Uribe en la
costa y Cundinamarca, y en especial a los realizados por Benjamín Herrera en la Costa
Pacífica y Panamá.
5 La derrota de los ejércitos liberales, unida a la decisión gubernamental de no aceptar
sino la rendición incondicional de las fuerzas liberales, condujo a que este partido se
decidiera a apoyar la guerra de guerrillas, que fue la forma de lucha desarrollada en los
departamentos del Tolima, Cundinamarca, Santander, Boyacá y el Cauca, existiendo
también focos importantes de ellas en Magadalena, Bolívar y Panamá; con lo que queda
dicho que la guerra de guerrillas fue la forma fundamental asumida por el partido
liberal en la guerra civil, llamada de los MIL DIAS o de los TRES AÑOS, en Colombia.

EL PAPEL GENERAL DE LAS GUERRILLAS


6 La formación de fuerzas guerrilleras surgió con los inicios mismos del conflicto, debido
principalmente a circunstancias tales como:
7 a. En la historia bélica nacional las guerrillas siempre han jugado un importante papel,
por lo que para algunos sectores políticos el inicio de hostilidades no implicó cosa
diferente de la de combatir como tales. A lo anterior se unió el hecho de que cuando el
conflicto se desata existían en el país muchos grupos de irregulares que habían quedado
intactos, en su estructura y armamento, desde la guerra de 1895, la que, por haber sido
tan efímera, no permitió su entrada en operaciones.
8 b. La contradicción existente al interior del liberalismo 1 entre el grupo guerrerista 2 y
pacifista, cuyos miembros expidieron órdenes y contraordenes hasta ya avanzado el
conflicto, no sólo dividieron y desconcertaron a los liberales, sino que impidieron la
preparación de acciones conjuntas3.
9 Salvo unas pocas excepciones, al grueso del partido liberal, la declaratoria de guerra lo
tomó por sorpresa, con lo que, aislados, los jefes locales a lo máximo que pudieron
aspirar, en un principio, fue a la formación de pequeños grupos de combatientes.
10 c. El escaso desarrollo de las vías y medios de comunicación de la república en ese
período, no sólo le restaron eficacia a la transmisión de informaciones, para la
coordinación del levantamiento, sino que una vez conocido éste, limitaron el
desplazamiento de los liberales, aun dentro de sus mismas regiones, obligandolos a
organizarse localmente.
11 La escasez de hombres y la precariedad del armamento disponible determinaron que
estas organizaciones tomaran siempre el carácter de guerrillas.
12 d. Reciente aún estaba la implantación de las reformas contenidas en la Constitución de
1886, con las que se fortaleció el poder central, terminando con los Estados Soberanos, a
cuyo amparo habían crecido y hechose más independientes los poderes locales.
Declarada la guerra, el cacicazgo, enraizado profundamente en la estructura de poder,
floreció incentivado por el ruido de las armas y despertó celos en los políticos que,
queriendo ser cada uno general de su propio ejército, no facilitaron la formación de
373

grandes concentraciones de hombres, sino la de infinidad de pequeños grupos sin


orden ni concierto, y muchas veces rivalizando entre sí. Estos grupos, por la fuerza de
las circunstancias que les impedían enfrentarse de manera regular al ejército
conservador, hizo que muchos de ellos, a regañadientes, tuvieran que operar como
guerrillas.
13 Así es como, sumadas muchas de las condiciones anteriores, van apareciendo en casi
todo el país grupos armados que combaten como guerrillas, estos grupos significaron
un gran estorbo para los directores liberales de la guerra, ya que no sólo les restaban
poder y unidad de mando, sino que también, al dividir la fuerza liberal en multitud de
grupúsculos, estos se veían imposibilitados para atender correctamente sus
requerimientos militares.
14 Era indiscutible entonces, para los estrategas del conflicto, la necesidad de un ejército
regular, y por ello lucharon abiertamente hasta que los hechos fueron imponiéndoles
una realidad diferente.
15 Fue así como, después de la derrota de “Palonegro” y de algunas otras en las que
fracasaron intentos por constituir fuerzas convencionales, las guerrillas liberales se
tornaron en la única esperanza del partido, si no para ganar la guerra, sí al menos para
salvar su honor.
16 Después de destruido el ejército liberal en Santander y las fuerzas de Belisario Porras en
Panamá, el partido no volvió a tener un gran ejército constituido como tal 4. De ahí en
adelante, el peso fundamental de la resistencia liberal recayó sobre la organización
guerrillera, aunque es necesario anotar que muchos jefes continuaron empeñados en la
formación de ejércitos regulares, basándose para ello en la adición de grupos
guerrilleros. Recurso éste que condujo a no pocos fracasos, ya que la unidad operativa y
de mando así conformada era extraordinariamente precaria y frágil A pesar de ello,
esta fue la forma como operaron los “ejércitos” del Tolima y Cundinamarca. Las
contradicciones internas, surgidas entre los grupos con los que por adición se pretendía
constituir ejércitos, fueron can persistentes y agudas que jefes voluntariosos y
decididos, como Aristóbulo Ibáñez, declarándose incapaces de superarlas, abandonaron
la lucha5.
17 Así es como las guerrillas, en una permanente dialéctica entre las grandes agrupaciones
operativas y las pequeñas fuerzas tácticas, van sosteniendo el peso fundamental del
conflicto y permitiendo que éste se alargue en el tiempo.
18 En resumen, los grupos guerrilleros, cuando las circunstancias lo permitían, se
adicionaban para realizar operaciones de envergadura. Sin embargo, a éstos llamados
no concurrían todos los grupos requeridos, ya por resquemores entre caudillos, por
voluntad de independencia o simplemente porque no estimaban conveniente
abandonar sus áreas tradicionales de operaciones.
19 Con referencia a la participación de las guerrillas en el conflicto de los mil días, es de
advertir que, aunque estas constituyeron el pilar básico de la actividad guerrillera
liberal, no fueron éstas un monopolio de dicho partido, ya que el conservatismo
también las tuvo.
374

ZONAS DE OPERACION
20 Si bien tenemos constancia del aparecimiento de grupos guerrilleros en casi todo el
territorio nacional, exceptuando la parte sur y oriental de los Llanos Orientales y la
selva amazónica, éstos tuvieron sus centros de mayor persistencia y actividad en los
departamentos del Tolima, Santander, Cundinamarca y Cauca, aunque también los
encontramos desarrollando alguna actividad importante en los departamentos de
Boyacá, Bolívar, Magdalena y Panamá. Pero de todos éstos lugares fue en el
departamento del Tolima6 y en las regiones de Sumapaz y El Salto, en Cundinamarca,
donde las guerrillas de los mil días escribieron unas de sus páginas más destacadas.
21 Dentro del territorio del Tolima la lucha guerrillera se centralizó a todo lo largo del
valle del Magadalena y en la parte central y sur de la zona cordillerana.

SUS JEFES Y SU ESTRUCTURA


22 Haciendo un intento por establecer una tipología de los jefes de guerrilla, en lo que a su
elección se refiere, podemos agruparlos de la manera siguiente:

a. El jefe por designación de la dirección del partido o de sus


órganos representativos

23 Estos son normalmente los grandes jefes de operaciones, hombres de prestancia dentro
del partido, ya sea por sus orígenes sociales, por sus recursos económicos o por su
importancia política o militar. Muchos de éstos, por fuerza de las circunstancias,
debieron hacerse jefes de guerrilla, aunque su designación inicial lo fuera para serlo de
ejércitos regulares. Tal es el caso de Cenón Figueredo, de Antonio Samper Uribe, de
Antonio Suárez Lacroix y de José J. Caicedo R. Otros llegaron a estos lugares de
comando adquiriendo prestigio a través de la lucha, imponiéndose a la jerarquía liberal,
la que, dadas las circunstancias, les otorga título y les reconoce mando; acción que en
muchos casos no era más que la convalidación de unos títulos adquiridos en los campos
de batalla y ya reconocidos por los combatientes. Ejemplo de esta última modalidad es
el del General de División Ramón Marín Toro, quien llega a ser comandante de las
fuerzas del Tolima cuando Aristóbulo Ibañéz deja este departamento.

b. El jefe por auto-designación

24 Fue este un tipo de jefatura muy común dentro del conflicto y fue la utilizada por
terratenientes y gamonales que, poseedores de bienes de fortuna y de un número
considerable de servidores, arrendatarios o terrazgueros, los organizaron y armaron,
auto-proclamándose ellos sus generales. Fue tan frecuente este tipo de jefatura que el
general Avelino Rosas, recién llegado de Cuba por Venezuela, y yá en tierras del Tolima,
decidió reorganizar las escasas fuerzas liberales, encontrándose para ello con tal
proliferación de oficiales, que su proporción era de uno a uno con la tropa, por lo que
éste optó por conformar dos batallones: uno compuesto por la soldadesca y otro por la
oficialidad. Como medida paliativa contra la reacción adversa de los oficiales dio a este
último batallón un rimbombante nombre; como era de esperarse, los autodenominados
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oficiales se resistieron a la medida, emprendiendo una campaña de insidias y calumnias


contra Rosas, hasta que consiguieron hacerlo abandonar el centro de la república. Al
interior del mecanismo de la auto-proclamación encontramos dos variantes: una, la de
aquellas personas que tenían poder (económico, político, social, etc.) y que con base en
él se auto proclamaban; y otra, la de aquellos que lo hacían a expensas de la estructura
organizativa de las fuerzas, en las que al ingresar, tanto voluntarios como conscriptos,
se les preguntaba: ¿qué era usted antes? (refiriéndose al grado militar alcanzado por la
persona en anteriores conflictos civiles), quedando la respuesta a voluntad de las
ambiciones de los inqueridos7, con lo que muchos, sin haber jamás tomado un fusil, se
hicieron de inesperadas jefaturas de tropa.

c. El jefe por aclamación

25 Es el clásico jefe de guerrillas. Está conformado este tipo por dos modalidades que
podemos sintetizar así: una primera, compuesta ya sea por hombres de carisma o por
antiguos combatientes de conflictos civiles a los que, apenas declarada la guerra, sus
copartidarios de la región proclaman como jefes constituyéndose ellos en sus
seguidores; y una segunda conformada por aquellos combatientes que ingresan a la
guerra como simples soldados o con grados inferiores en la milicia y que, actuando con
valor inusual, se ganan el respeto de las gentes y se hacen jefes de guerrilla. Como
ejemplos de la primera modalidad podemos citar a Ramón Marín, a Tulio Varón y a
Aristóbulo Ibáñez; como ejemplos de la segunda encontramos a Ramón Chávez, a
Sandalio Delgado y a Nicolás Cantor.
26 El grupo de los jefes por aclamación estaba constituido generalmente por
arrendatarios, trabajadores independientes, mayordomos y propietarios de tierras en
escasa extensión8, y, en menor medida, por simples campesinos y hombres de “pata al
suelo”. Todos ellos ligados a las arduas labores del campo o a la minería, y por tanto,
acostumbrados a los rigores del clima y conocedores expertos de la geografía y la
naturaleza de sus regiones. Hombres que Gonzalo París Lozano, en su libro Guerrilleros
del Tolima, describe así:
“Eran hombres de temple recio, acostumbrados a una vida dura, hechos a mirar la
escasez y el infortunio frente a frente. Había en ellos algo de innata gravedad
estoica, con ribetes de cierto buen humor que destellaba aun en las más apuradas
peripecias. Con el mismo ánimo entero en el que participaban en un baile
campesino y lograban la moza preferida, ponían su vida en aventura sin alardes ni
mohines.
… si no faltaba en ellos alguno que otro mozo bravío, pródigo de su vida y poco
cuidadoso de la ajena; si cuando el vértigo de la guerra los hacía parecer criados a
los pechos de la locura, llegaban en ocasiones a cometer crueldades, jamás podrían
motejarles de delincuentes habituales, ni tenerlos por viles ni desalmados”. (París,
1937:53)
27 Como se desprende de la descripción hecha por París Lozano, la vida ardua del
guerrillero exigía condiciones muy especiales en los hombres, ya que por su dureza sólo
era medianamente soportable por aquellos cuya vida transcurría en el campo, por esa
vida para la que los peones y arrendatarios, mayordomos y pequeños propietarios,
vaqueros y caporales, estaban mejor dispuestos que nadie. Fue de allí que surgieron los
más connotados jefes de guerrilla, tales como: Victoriano Lorenzo, Ramón Marín,
Cesareo Pulido, Tulio Varón, Ramón Chaves y Aristóbulo Ibáñez, para no citar sino unos
cuantos.
376

28 Al interior de la organización guerrillera, los letrados y los poseedores de medios de


fortuna contaron con ventajas dentro del escalafón militar, ya que siempre fueron
ubicados dentro de los Estados Mayores o dentro de la oficialidad de más alta
graduación. Su ascenso, por lo demás, fue mucho más fácil que para los hombres
elementales del campo, asi hicieran gala, estos últimos, de un valor inaudito.
29 La estructura militar de las fuerzas guerrilleras fue un remedo formal de la establecida
para los ejércitos regulares. Los grados eran los mismos y se otorgaban indistintamente
de dos formas: directamente por el jefe del grupo, quien por su voluntad, y de acuerdo
con las necesidades, realizaba los ascensos que estimara conveniente; o por medio de
un aparato específico, como lo eran los Estados Mayores, cuando la complejidad de las
fuerzas requerían su existencia.
30 La tropa era organizada según el criterio de sus jefes, guiándose para esto más por su
voluntad y deseo, que por una referencia estricta a normas establecidas. Así era como
se constituían ejércitos que podían estar compuestos por 300 hombres, como fue el caso
del efímero “Ejército del Norte”, creado en las cercanías del Líbano por el general
Vicente Carrera; o por 2,500 hombres que en un momento dado constituyeron el
“Ejército del Tolima”, comandado por Aristóbulo Ibáñez o Ramón Marín. La
organización interna de las guerrillas y de las fuerzas que se generaron por su adición,
si bien tomaron nombres utilizados universalmente por los ejércitos para este fin, estos
tampoco tuvieron como factor determinante el número de sus componentes, puesto
que tales divisiones respondían más a necesidades tácticas o de auto-estima, que a una
ortodoxia militar.
31 Los momentos en que la organización militar estuvo más cerca de la de los ejércitos
regulares fueron aquellos en los que las fuerzas irregulares se encontraban victoriosas
o en un reposo triunfal, momentos en los que no sólo afluían a ellas voluntarios, sino
que los triunfos hacian soñar a sus jefes en las posibilidades de comandar un verdadero
ejército. En estas oportunidades no solo había esmero por los uniformes, las
charreteras, las cintas y los oropeles, sino también por las cajas, las cornetas y las
banderas, con lo que la preocupación por ceñirse a las normas de la tradición militar
eran buscadas con más obsecuencia.
32 Los combates y los reveses permanentes, sufridos por los cuerpos regulares del ejército
liberal, convirtieron en letra muerta el sentido de estas reorganizaciones, con lo que al
poco tiempo de ellas no era raro encontrar, por ejemplo, "batallones" compuestos por
apenas 30 hombres, y que seguían existiendo como tales.

SUS COMPONENTES
a. La tropa guerrillera

33 Las fuerzas guerrilleras estuvieron constituidas de manera fundamental por hombres


sin tierra o por pequeños propietarios y colonos, casi en su mayoría iletrados, los cuales
llegaron a los campamentos movidos, ya por la voluntad del patrón o del caudillo local,
o por la fuerza de las circunstancias y el ciego sectarismo político, ya que el ideario de
la dirigencia restauradora era ignorado por el combatiente raso. A este respecto ha
pasado a la historia el relato del médico conservador que recogiendo heridos después
de la espantosa batalla de “Palonegro”, y encontrando a un agonizante soldado liberal
le preguntaba por la razón de su lucha, a lo que éste respondió que actuaba en defensa
377

de las ideas restauradoras, ideas que el médico le solicitó explicara, teniendo por
respuesta del moribundo, la de que éste nunca se había puesto a pensar en cuáles eran y
que de verdad no las conocía9.
34 En resumen, fue de los sectores más humildes y llanos de la sociedad, tanto del campo
como de la ciudad, de donde se nutrió el grueso de las fuerzas enfrentadas durante el
conflicto de los tres años.
35 Hacia la guerrilla salieron de la ciudad un sin número de artesanos, de desocupados y
de servidores sociales en los oficios y menesteres más humildes, así como también unos
pocos estudiantes, comerciantes y empleados de oficina. De los campos, que fueron
venero inagotable de luchadores guerrilleros, salieron los campesinos sin tierra; los
olvidados colonos y trabajadores independientes; los negros, que repartieron su
servicio entre los batallones del gobierno y las fuerzas irregulares del Cauca y Panamá,
el Alto Magdalena y las regiones de la Costa Atlántica; y en fin, los desposeídos
indígenas del sur del Tolima, del Cauca y de Panamá.
36 Joaquín Tamayo caracteriza así a este combatiente de las guerrillas:
“El guerrillero fue la representación viva del sentimiento individualista y atrevido
del Colombiano, hijo de la tierra adquirió esa destreza peculiar del campesino para
solucionar peripecias y contratiempos, que no es maliciosa picardía sino
conocimiento de los recursos de la naturaleza. Desconfiado por necesidad, hablador
de sus hazañas, guapo y enamorado sempiterno, inculto por lo alto, dejó en la
mente popular fama legendaria, que confundida en el escenario de sus andanzas de
boca en boca enredada en reminiscencias mentirosas o verídicas, pero siempre
acogidas con agrado.
El arrojo del guerrillero, distintivo de su carácter díscolo, lo empujó a la contienda
al igual que a una fiesta azarosa, y en la innegable maestría que demostró para
andar y desandar caminos, sufrir penalidades y acometer al enemigo, se sobrepuso
a si mismo con alardes de hombría, que no ocultaron su crueldad. Sujetos de índole
apacible en la paz de los campos no lograron ni intentaron sofrenar impulsos de
machos, al escuchar los disparos y cruzar por sus ojos el resplandor de los machetes
; voluntariosos y agresivos salieron del rancho sin mirar a la compañera de su
pasado … cabalgaron sobre el jamelgo que era su tesoro y razón de vivir, y a galope
tendido, con sus trapos prestados, la divisa roja prendida en la corrosca mugrosa y
el machete afilado como navaja de barba, incendiaron el llano y arrasaron los
montes. Hechos a correr jornadas de muchas leguas por en medio de barbechos y
pajonales, sin recurso a la sed y el cansancio, caminadores por senderos y trochas
empinadas sin abrigo contra la lluvia, el hambre, el sol, seducidos por el toque
destemplado de las cornetas alistándose en pos de los caudillos, con el ánimo de
gritar, herir, beber de jolgorio en jolgorio, de pelea en pelea, burlando a las
hembras con desenfado, en persecución de los hombres con entusiasmo viril, no
exento de alarde aventurero.
En el horizonte natural que forman los llanos de Amabalema y la región quebrada
de Cundinamarca, el guerrillero campesino o peón de vaquería acostumbrado a
soportar sin queja las fatigas y sobresaltos de una existencia infeliz, buscó ocasión
propicia para lucir sus habilidades de jinete, su fortaleza, y sobre ella su rebeldía a
toda ley, que no fuera hechura de su capricho y demostración de poder.” (Tamayo,
1957:135).
37 Como era de esperarse, el estallido de la guerra condujo a los campamentos,
arrastrando indistintamente tras las banderas de la restauración o de la legitimidad, a
las clases sociales y a los grupos étnicos sobre cuya explotación se había realizado el
escaso desarrollo nacional. Fue así como los negros de Panamá, del bajo Magadalena y
de las costas de los departamentos de Bolívar y el Cauca, prestaron prontamente su
378

concurso para engrosar las fuerzas gubernamentales con temibles batallones, como
aquellos de macheteros provenientes del Cauca, o las de la guerrilla, que en manos de
sufridos capataces, o peones de hacienda, no pocas veces asumieron el carácter de una
lucha de clases, donde los explotados, tomando la justicia de su mano, la aplicaron con
sevicia a sus antiguos patronos.

b. Los indígenas

38 Los indígenas conformaron otro gran núcleo cultural y étnico conque de manera
significativa se nutrieron las fuerzas contendientes, especialmente en la forma de
guerrillas, hacia la que por tradición estaban dispuestos y de la que manejaban con
maestría sus tácticas.
39 La participación indígena podemos ordenarla de la manera siguiente:

1. Como grupo social, con dos modalidades:

• Como unidades combativas, formando sus propias guerrillas; con la característica de que
éstas actuaron como grupos de auto-defensa, ya que operaron exclusivamente en sus áreas
culturales y económicas10.
• Como unidades de apoyo, facilitando sustento logístico y colaborando como informadores y
mensajeros.

2. Como combatientes independientes.

40 Este papel fue desempeñado por indígenas que de manera individual se ligaron a las
fuerzas contendientes, presentando, como una de sus características homogenizadoras,
la de hallarse profundamente desarraigados de su pueblo.
41 Las fuerzas liberales fueron las que en una proporción mayor captaron las simpatías de
los indígenas, las más de las veces a cambio de promesas sobre modificaciones en las
cargas impositivas, en el reconocimiento de tierras usurpadas a sus resguardos o en la
restitución de poderes y dignidades perdidas; fue así cómo estas fuerzas lograron la
colaboración de los indígenas de Coyaima, Natagaina, Chaparral, Ortega, Aipe y
Organos, quienes dieron a los liberales apoyo logístico. Algunas agrupaciones indígenas
de las mismas regiones hicieron lo propio con los conservadores. Su participación se
limitó a la de establecer una eficiente red de espionaje en la que colaboraban todos los
miembros de la comunidad, sin distingo alguno de edad o sexo.
42 Los indígenas del Cauca, especialmente los de la región de Tierradentro y la zona
andina, fueron más beligerantes y formaron combativas fuerzas guerrilleras que
operaron mayoritariamente al lado de las banderas liberales, dentro de ellas se
destacaron personas tales como: Narciso Valencia, Manuel María Camacho
“camachito”, Salvador Hoyos, Ismael Erazo, Lázaro Angulo, Ismael Ayerve, Manuel José
Chicanganá.
43 La fuerza de indígenas más considerable lograda por los liberales en el Cauca fue la que
operó al mando del general Leonidas Ayerve, que sumó unos 500 hombres.
44 El concurso de los indígenas al lado de los conservadores tuvo sus más destacados
exponentes en el capitán Chango, en el comandante Mateo Acué, en el comandante
Manuel Mañozca y en el general Francisco Gueinás.
379

45 En Panamá tenemos el ejemplo de los indígenas Cholos, quienes dirigidos por su


gobernador: Victoriano Lorenzo, condicionaron su participación, al lado de las fuerzas
liberales, al cumplimiento de las promesas hechas por Belisario Porras, de que una vez
concluida la guerra, y victorioso el liberalismo, se les rebajarían los impuestos a que
estaban sujetos, así como también se les mejorarían las condiciones generales de vida.
(De la Rosa, 1939:104./ Porras, 1922:204).
46 Las fuerzas de Lorenzo se organizaron como guerrillas y, con su jefe convertido en
general, acosaron a los ejércitos del gobierno y permanecieron invencibles hasta el fin
de la contienda. De Panamá, hasta el presente, no poseemos información alguna de que
fuerzas indígenas, como tales, pelearan al lado de los conservadores.

c. Las mujeres

47 Un solo autor, dentro de la innumerable cantidad de memorias, estudios y documentos


conque contamos sobre la guerra de los mil días, ha tratado de hacer justicia a las
mujeres, dedicándoles algunas páginas y anotando algunos nombres. El resto, desde los
contemporáneos del conflicto, hasta los modernos investigadores, han pasado por
encima de su memoria, haciendo de la guerra una actividad de hombres, en la que, a
juzgar por sus escritos, estas no tuvieron mayor participación.
48 El estudio detenido de la documentación existente, combinado con el método de la
entrevista, nos ha mostrado que la realidad es otra, y que en ella las mujeres jugaron un
papel casi tan importante como el de los hombres.
49 La única actividad desempeñada por la mujer en la guerra que ha recibido algún
reconomiento es la de compañera sentimental de los combatientes. Las “juanas” o
“cholas”, como popularmente se les conocía, eran mujeres que compartían las
vicisitudes de la guerra marchando en pos del hombre de su cariño hasta los propios
campos de batalla. En el común de los casos el carácter de las relaciones que con estos
sostenían era efímero, ya que la aureola mítica, que como una sombra se adhería a la
figura del guerrilero, así como su misma actitud hacia la vida y el amor, los hacía
cambiar fácilmente de compañera. Muchas fueron las mujeres que de manera fugaz
pasaron por la vida de Ramón Marín, de Tulio Varón, de Vidal Acosta o de Nicolás
Cantor.
50 A manera de síntesis de la información analizada podemos decir que la mujer participó
activamente en el conflicto, destacándose en el desempeño de las siguientes funciones:

1. Como elemento de apoyo.

51 Como mensajeras e informadoras. El respeto un poco caballeresco que en la época


existía por la mujer, les permitió una mayor movilidad, facilitando su desplazamiento
por campos y ciudades, convirtiéndolas así, de manera inmediata, en hábiles
instrumentos para el espionaje, la conducción de mensajes e informaciones militares y
políticas, y el transporte de armas y drogas. Estas actividades fueron tan difundidas
entre las mujeres, que en varias oportunidades las fuerzas gubernamentales decidieron
hacer redadas indiscriminadas, donde eran conducidas a prisión todas las mujeres
encontradas durante la operación. Un claro ejemplo de esta lucha contra la actividad
femenina fue la gran redada que hizo el general Aguilar en la que, en vísperas del
combate de “La Rusia” y para acosar a las fuerzas de Tulio Varón, tomó prisioneras a
380

todas aquellas encontradas en las zonas de las haciendas de “Colombia”, “El Paraíso”,
“El Verdal”, y el llano de “El Limonar” (París, 1982:86).
52 Como suministradoras de productos alimenticios y de materiales bélicos y de sanidad.
La consecución de la sal, elemento fundamental para la conservación de carnes, para la
preparación de caldos, para la lucha contra la deshidratación y para fines medicinales y
terapeúticos, pudieramos decir que fue una labor desarrollada básicamente por las
mujeres. En cuanto hace al suministro de armas y bestias algunas pudientes matronas y
prósperas hacendadas, sacrificaron gran parte de sus fortunas en hacerlo. En esta
actividad ganó puesto de honor la rica señora Adriana Camargo de Albarracín, quien no
sólo puso a uno de sus hijos al servicio de la revolución, sino que desarrolló una
fructífera actividad comprando armas y municiones a los desafectos del gobierno.
53 Ejemplo de este esfuerzo desarrollado por las mujeres, para contribuir en el acopio de
material bélico o en la fabricación del mismo, es el realizado por las damas liberales de
Neiva, quienes impusieron la moda de nitrar las carnes, como único medio para
conseguir, sin sospechas, el preciado químico que tanto requerían los liberales para
fabricar su pólvora. Este nitro, en manos de Florencio Duarte se convirtió, en las
montañas cercanas a Natagaima, en un remedo de pólvora, que si bien en la práctica no
sirvió para matar, sí fue útil para sostener la moral combativa de los guerrilleros,
quienes a pesar de la ineficacia de sus cartuchos, con ellos en la cintura, se sentían
armados y con capacidad ofensiva (Pérez, 1904:19-20). Haciendo llegar balas y pólvora a
los liberales fue que una mujer, llamada Estela, se ganó el honorífico remoquete de “La
Providencia Revolucionaria de Purificación” (Pérez, 1904:21).
54 Fue espectáculo frecuente durante el conflicto el de ver a madres e hijos, confundidos
en los lugares en donde se habían librado recientes combates, haciendo acopio de
vainillas para su posterior recalce. En el oficio de organizar las mujeres para recolectar
municiones se destacó en Ibagué Ascensión Guzmán, esposa de general Ramón Chaves,
quien no pocas veces recibió sus envíos acompañados de notas en las que su esposa le
decía: “Ahí le mando estas pildoritas para que se mejore”. (Chavez Rebeca: entrevista).
55 Otra actividad en que se destacaron las mujeres fue en la de la consecución y suministro
de drogas y materiales de sanidad, práctica en la que llegaron a hacer escasear en los
hogares las sabanas y la ropa blanca de algodón, cuando estas fueron deshilachadas
para convertirlas en gasa que salía inmediatamente para las zonas de combate. La
actividad de las mujeres no se limitó en el área sanitaria, a la consecución de drogas e
implementos afines, sino que les correspondió, así mismo, apelar a sus conocimientos
de botánica, de medicina popular, y a los secretos de la alquimia hogareña, con el fin, ya
de sanar heridos y enfermos o simplemente de mantener la esperanza de los
moribundos. La abundancia de las heridas con destrozo y de los cortes con arma blanca,
las obligó a hacerse maestras en el cuidado de cortadas, de infecciones, en el manejo de
los torniquetes y en la aplicación de emplastros de hojas de “Santamaría” para
contener las hemorragias. Con frecuencia las mujeres convertían sus ranchos en
lugares de convalecencia, en donde a su cuidado quedaban tanto los heridos de guerra
como los delirantes hombres atacados por el paludismo, la cuartana y la fiebre amarilla.
56 Estas mujeres, a más de acompañar al guerrillero en sus noches, eran quienes les
preparaban la comida, les lavaban la ropa, atendían sus necesidades cotidianas, curaban
sus heridas y les velaban en su agonía.
381

2. Como combatientes.

57 Aunque no fue lo corriente, ni tampoco la razón más generalizada de su participación


en la guerra, las mujeres no estuvieron ausentes de las líneas de fuego. Allí, armadas
como cualquier guerrillero, y mostrando más valor y decisión que muchos de ellos, se
jugaron la vida y no pocas veces la perdieron.
58 Aún hoy los viejos de Ambalema recuerdan con orgullo a la compañera de Nicolás
Cantor, Ester Quintero, capitana de las fuerzas restauradoras. De ella se cuenta que
viendo que fracasaba la toma de Honda por los grupos combinados de Marín y Varón, se
pone a la cabeza de un escuadrón con el que trata de copar las posiciones enemigas,
intento en el que muere en el “Alto del Rosario”. Se dice que el dolor de su pérdida fue
el que decidió a Marín a ordenar, pasando por encima de sus convicciones religiosas, el
incendio de la iglesia de Santo Domingo, donde se hallaban atrincherados los
conservadores, con lo que se consuma una victoria hasta ese momento indecisa.
59 Luchando con el mismo valor y tezón de Ester Quintero fue como se ganaron el aprecio
y el respeto de los contendientes, mujeres como: Candelaria Pachón, combatiente del
Batallón Gaitán, muerta en la batalla de Terán; Carmen Santana, quien por su grado de
capitán fue conocida como “La Capitana” ; Ana María Valencia, abanderada del Batallón
Pamplona, muerta en “Palonegro” ; Blancina Ramírez, combatiente del Batallón Vigías
de Gualanday.
60 Ahora, como simples guerrilleras que se jugaron la vida con valor en múltiples
combates, encontramos los nombres de: Natalia Galindo, Ercilia Zorrillo, Luisa Guzmán,
Rosa Vera, María Luisa, Mónica y Saturnina Higuera, Eulogia Chaparro, Carmen
Galindo, Virginia Alonso y “la seca Lucinda”, entre cientos de otros nombres que nadie
se preocupó por conservar.
61 Como ya dijimos, fue Carlos Chaparro, en sus memorias de la guerra tituladas: Un
soldado en campaña, el único que ha tratado de hacer un poco de justicia para con las
mujeres en la guerra que aquí nos ocupa. De él extractamos los párrafos siguientes, que
son clara muestra de cómo eran y se comportaban las hoy anónimas mujeres
combatientes:
“Observé que el capitán de la compañía, en la cual me incorporé, era un joven de
veintidós años, mas o menos de aspecto interesante, de estatura regular y de mucho
coraje: a su lado marchaba una linda joven de cuerpo esbelto y mirada franca,
escrutadora; parecía insensible a la permanente amenaza de las balas y cuando
sentía el silvido de los proyectiles muy cerca de sí, aparecía en sus labios una
graciosa sonrisa y su semblante se cubría de grana... En una de esas retiradas por
entre la mancha (hace referencia a las manchas constituidas por las matas de monte
en los antes áridos llanos del hoy departamento de Huila) notamos que el capitán
nos había abandonado, no supimos si involuntariamente; pero la joven allí venía,
aunque se comprendía fácilmente en su semblante, alguna contrariedad. Las balas
silvaban y ya Íbamos a llegar al otro extremo de la mancha para tomar la pampa,
cuando al brincar la cerca de piedra para salir de la mancha se presenta a nuestros
ojos el cuadro más desgarrador ¡el cadáver del capitán yacía en tierra, despedazado
a lanzasos: lo grave era la llegada de la joven! pero esta sorpresa no se hizo esperar;
ella, animando el hermoso caballo que montaba, brincó la cerca y en el acto estuvo
al lado del capitán, pero no como esperábamos todos, que estallaría en gritos y
llantos, no; ella se desmontó y fue donde se hallaba el cadáver del capitán; lo
contempló por un momento y luego le tomó la cartera y la guardó; le tomó el
revólver, se lo cintó; el machete se lo terció; luego tomó la carabina y también se la
terció; dio un beso al cadáver, y, volando sobre su caballo nos gritó: muchachos,
382

¡ayúdenme a vengar la muerte del capitán!, carguemos por aquí, y nos señalaba la
mancha de monte de donde nos acababa de desalojar el enemigo; a su voz, todos
esos soldados intrépidos, adueñados de la situación, cargaron con tal furor, que allí
no hubo poder humano, se obligó al enemigo a abandonar la mancha. Ese grupo de
valientes capitaneados por una heroína, se lanzaron a la pampa en persecución de
los soldados de la traición, los cuales se fueron replegando hasta que llegaron a la
otra mancha y allí se atrincheraron en la cerca de piedra; los soldados liberales en
la pampa y los esbirros atrincherados, nuestra heroína hacia fuego al enemigo, ya
con el revólver, ya con la carabina, y nos gritaba a todo pecho : ¡Muchachos, sobre
la trinchera! Todos a una vez, y como un solo hombre, volamos sobre las trincheras
y allí fue la lucha cuerpo a cuerpo… Nuestra heroína animaba a los combatientes,
hasta que los esbirros del gobierno no estuvieron fuera de la mancha. Como ya era
aventurado salir de ella en persecución del enemigo… entonces con tono militar
nuestra heroína gritó: Muchachos, ya está vengada la sangre del capitán, fuego en
retirada, hacia Campoalegre. Nuestra heroína se quedó en Campoalegre, y por
informaciones que allí recibimos, supimos que era de nombre Elisa y natural de
aquel lugar.” (Chaparro, 1936:19).
62 También dentro del campo militar algunas mujeres fueron objeto de encargos o
misiones especiales, como aquella, cuyo nombre hoy ya nadie conserva, que fue enviada
por el gobierno a fin de que con sus encantos sedujera el ardiente corazón de Ramón
Marín, y posteriormente lo matara; la misión de esta moderna “Judith” fracasó cuando
Marín, enterado de sus propósitos, la tomó prisionera para luego hacerla fusilar en la
ciudad de Ambalema.
63 El carácter de clase fue muy notorio en lo que a la participación de las mujeres se
refiere. Sin excepción todas las combatientes y las compañeras de los guerrilleros
fueron mujeres campesinas o pueblerinas de baja extracción social, y casi ninguno de
ellos fue acompañado en sus operaciones por su esposa legítima o por aquella con quien
vivía en los tiempos de paz, para ellas quedó la responsabilidad de los hogares
abandonados. Las mujeres humildes fueron las que pusieron carne y sangre en el
conflicto; para las señoras de alcurnia, ubicadas en las poblaciones, quedó la militancia
como elementos de apoyo en la consecución de drogas, en algunos casos de armas e
informaciones, así como los medios para transmitirlas a los combatientes.

d. Los niños

64 En casi todos los conflictos civiles de nuestra historia los niños y los jóvenes se han
visto envueltos por los acontecimientos que, como un torbellino, los arrastra
conduciéndolos a la lucha. En este aspecto la guerra de los mil días no fue una
excepción.
65 Llevados por el deseo de servir a su partido —o mejor dicho, el de sus mayores— casi
todo un curso escolar de niños se escapa de sus hogares y marcha a pie desde Bogotá
hasta Honda, para unirse a las fuerzas liberales en la guerra de 1895; de igual manera, al
declararse el conflicto, el fenómeno se repite y a los campamentos afluyen infinidad de
infantes. La participación de éstos se incrementó por los mismos estragos de la guerra,
empujándolos al conflicto sea por deseos de venganza, sea por ardentía juvenil, o por la
obsesión de estar cerca de sus ídolos o por la proliferación de huérfanos y abandonados.
66 La participación de los niños en las actividades bélicas fue práctica igualmente
socorrida por liberales y conservadores. Una prueba gráfica de ello fue la fotografía
publicada en Europa por un periódico francés en la que aparecen dos niños
383

uniformados y pertrechados con gigantescos fusiles Grass, pertenecientes al ejército


conservador. (Dicha foto ha sido recientemente reproducida en el libro Historia de la
fotografía en Colombia.
67 Dentro de las fuerzas contendientes los niños eran presa codiciada, ya que los oficiales
se los peleaban para emplearlos como ordenanzas por lo fáciles de manejar y lo
diligentes que eran, a más de que en la hora de los combates se constituían en
apreciados mensajeros y hábiles luchadores, exhibiendo en ellos un coraje y un
inaudito desprecio por la vida. Cumplían así mismo con eficiencia las misiones más
peligrosas, y no era raro verlos, impávidos, pasearse en pleno combate por el área más
mortífera de la línea de fuego, repartiendo municiones.
68 La importancia de los servicios prestados por los niños fue tan destacada que, en
términos generales, los contendientes hicieron abstracción de la filiación política de la
que provenían, reclutándolos o recibiéndolos en sus filas de manera indiscriminada. A
este respecto tenemos el testimonio de quien siendo de reconocida familia liberal, y
teniendo escasos 12 años, es reclutado por fuerzas conservadoras que lo hacen
ordenanza de su comandante.
69 De acuerdo a lo testimoniado y leído, podemos afirmar que los niños tomaron su
participación en la guerra como parte de un nuevo juego al cual buscaban sacarle todas
las ventajas. Era para ellos motivo de júbilo y diversión salir en avanzadas, porque lo
hacían a caballo y podían gozar montados en ellos correte ándolos por los desolados
potreros; así mismo las salidas a buscar alimentos, que muchas veces implicaba la
cacería de gallinas, pavos y cerdos, constituía de por sí un verdadero carnaval.
70 El cargo de ordenanza de los comandantes era una de las máximas ambiciones de los
infantes, ya que a más de ser un trabajo descansado, su título les confería respetabilidad
y poder que ellos utilizaban a sus anchas para cometer pilatunas dentro y fuera de los
campamentos.

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NOTAS
1. Notables pacifistas liberales eran los doctores: Aquileo Parra, Salvador Camacho, Nicolás
Esguerra, Colunge y Camargo.
2. Notables guerreristas liberales eran: Rafael Uribe Uribe, Ramón Neira, Justo L. Durán, Pablo E.
Villar, Cenón Figueredo y Eduardo Padilla.
3. “E1 16 de octubre de 1899 llegó de Bogotá, al Guamo, el doctor Deogracias Medina, con el
encargo de manifestar a los liberales que en Santander se preparaba para el 18 un levantamiento
armado que el liberalismo no debía secundar y que el directorio había mandado agentes para
impedirlo, &c.&c, y que aún cuando se estaba en vísperas de una revolución general era preciso
abstenerse de todo levantamiento mientras no diera la orden el señor doctor Parra. Estas
instrucciones fueron transmitidas a todos los pueblos del centro”. (Pérez, 1904:XVI). “El
miércoles 24 recibió el doctor Iriarte el famoso telegrama de Directorio Liberal y se retiró
inmediatamente de su actitud bélica.” (Vesga y Avila, 1914:185).
4. Aunque se hicieron muchos intentos en este sentido por parte especialmente de Vargas, Soto,
Herrera y Uribe, muy pocos llegaron a tener el carácter de tales, tal vez el más afortunado y
persistence fue el conformado por Benjamín Herrera. El resto, los llamados “Ejércitos” con que
contó el liberalismo, no pasaron de ser agrupaciones, algunas veces numerosas, de fuerzas
guerrilleras.
5. Dentro de este panorama fueron famosas las persecuciones entre las tropas liberales para
quitarse sus hombres, tal fue el caso, por ejemplo, de las protagonizadas por las guerrillas de
Benito Ulloa y de Cesareo Pulido. (Pérez, 104:207). La desobediencia tampoco fue escasa entre los
jefes guerrilleros, destacándose entre ellos Ramón Marín, a quien entre los varios hechos que se
le imputan podemos citar: a) Su incumplimiento a órdenes impartidas ayudaron grandemente a
la derrota de Soacha (2.11.1902). b) Por no seguir las instrucciones de Ibáñez, pierde Marín en
Piedras el valioso botín de guerra conseguido en Honda, c) El 26 de noviembre de 1900, Marín se
une a Pulido para efectuar un desautorizado ataque a Girardot, que no sólo conduce a su derrota,
sino que impide la realización de un plan para tomar al cuantioso armamento que el gobierno
transportaba de Honda a Bogotá. Finalmente bástenos citar el ejemplo de José Joaquín Caicedo,
consentido de Ibáñez, a quien después del magnífico triunfo de Sibaté, éste le encarga copar los
pasos de “El Rucio”, el “Boquerón de Aguas Claras” y el “Paso de Fusagasugá”, orden que éste no
cumplió y cuya falta condujo al desastre de “Tibacuy”.
6. Es de advertir que, para la época de que nos ocupamos, el departamento del Tolima
comprendía también los territorios que hoy constituyen el departamento del Huila.
7. Sobre la aplicación de esta fórmula encontramos la siguiente anécdota: “Recuerdo que al
organizar Herrera nuestros cuadros en Burica, había en el grupo de invasores tantos oficiales que
ello dio lugar a picante ocurrencia del célebre antioqueño La Puerta.
Preguntábale Herrera a cada uno de los del grupo: ¿Ha militado usted, que grado tiene? y cada
uno iba contestando según el caso:
– ¿Yo? … ¡Yo soy coronel … !
– ¿Yo? … ¡Yo soy mayor … !
– ¿Yo? … ¡Yo soy teniente coronel … !
Ninguno resultaba ser alférez, ni teniente, pero ni siquiera capitán, y al llegar a nuestro
antioqueño: Y usted, ¿qué es usted? preguntó Herrera y con la mayor seriedad contestó:
– ¿Yo? … ¡Yo soy mariscal … !" (Porras, 1922:154)
8. O sea, después de los patronos y de los grandes propietarios, los hombres de mayor nivel
dentro de la escala social de la ruralía Colombiana.
9. Dentro del campo conservador es más frecuente encontrar expresas las razones de la lucha,
aun entre los guerrilleros y soldados rasos, quienes fueron movidos por argumentos tales como
387

los de que la lucha era necesaria para combatir el ateísmo, la masonería, el librepensamiento, y
en fin, que la guerra era una cruzada en defensa de la sociedad cristiana y de su fé.
10. Comportamiento similar asumió la población negra de la costa norte del país, a la que era
imposible hacer salir a combatir fuera de sus áreas socio-culturales. Quienes más se quejan de
esta actitud son los generales Uribe Uribe y Víctor M. Salazar.

RESÚMENES
Con miras a efectuar un análisis estructural del último conflicto del siglo XIX en Colombia —
llamado de los Mil Días—, se presentan algunos elementos centrados en torno a la organización
guerrillera con que el partido liberal enfrentó a las fuerzas regulares del gobierno, como única
alternativa bélica después de la derrota de “Palonegro” en la que sucumbieron sus propias
fuerzas regulares.
Después de dar algunas explicaciones sobre las necesidades militares que condujeron a la
formación de grupos guerrilleros, en especial por parte del liberalismo y aunque la lucha se
extendía a todo lo largo del país, se destacan las regiones donde las guerrillas se conviertieron en
la fuerza fundamental de la restauración.
Luego se presenta un álisis de la estructura de dirección de las fuerzas guerrilleras, haciendo un
intento de tipologización de los jefes. Se hace también un análisis de las gentes que conformaron
los cuerpos de guerrilla, con especial atención a los hombres humildes procedentes del campo
principalmente, que ni siquiera sabían por quien entregaban sus vidas. Así mismo se estudia el
papel jugado por los indígenas que fueron arrastrados al torbellino de la guerra, especialmente
los del Cauca, del Tolima y Panamá. Finalmente se trata del papel desempeñado por las mujeres,
tradicionalmente olvidadas por la historiografía bélica nacional, y los niños.
La temática estudiada permite una comprensión cabal de lo que fue el núcleo guerrillero.

Dans le but de réaliser une analyse structurelle du dernier conflit du XIXème siècle en Colombie —
dit des mille jours—, nous présentons quelques éléments ordonnés autour de l'organisation de
guerilla sur laquelle comptait le parti libéral pour affronter les forces régulières
gouvernementales et qui constituait son unique possibilité militaire aprés la disparition de ses
propres forces régulières lors de la défaite de “Palonegro”.
Aprés quelques explications sur les facteurs militaires qui amenèrent à la formation de groupes
de guerilla, particulièrement du côté libéral, et bien que la lutte s'étendît à tout le pays, nous
soulignerons les régions où les guerillas se transformèrent en la principale force restauratrice.
Nous présentons ensuite une analyse de la structure dirigeante des forces de guerilla et tentons
une typologie des chefs. Il est fait également une étude des individus qui formaient les corps de
guerillas, et tout spécialement des humbles qui provenaient principalement de la campagne et
ignoraient pour qui ils donnaient leur vie. De la même façon, nous étudions le rôle joué par les
indigènes entraînés dans le tourbillon de la guerre, et plus particulièrement ceux du Cauca, du
Tolima et de Panama. Enfin, nous traitons le rôle joué par les femmes, traditionnellement
oubliées par l'historiographie militaire nationale, et les enfants.
Le thème étudié permet une compréhension exacte de ce que représenta le noyau de guerilla.
388

Guerra y conflictos sociales. El caso


rural de Bolivia en la campaña del
Chaco (1932-1935)
Guerre et conflits sociaux. Le cas rural de la Bolivie dans la campagne du
Chaco (1932-1935)

René Arze Aguirre

LAS IMPLICACIONES SOCIALES DE LA GUERRA DEL CHACO*

1 (Un borrador de trabajo sobre el caso rural boliviano)


2 La guerra del Chaco ha dado lugar a una producción bibliográfica abundante por parte
de los dos países (Bolivía y Paraguay) que se disputaron el territorio del Chaco entre los
años 1932-1935. Con encomiable prolijidad de consideraciones —las más de las veces de
carácter diplomático y militar1— la historiografía boliviana parece haber prestado, sin
embargo, escasa o relativa atención a la interpretación de los conflictos sociales
internos por los que Bolivia atravesó durante los años de la guerra, proceso que sacudió
la estructura social de la población boliviana en todos sus niveles y que marca
indudablemente un hito dentro del desarrollo histórico boliviano, pero sobre el que se
ha generalizado quizá demasiado en los postulados formulados a partir de 1935 para
explicar los procesos ulteriores a la post-guerra, incluyendo al momento actual.
3 El presente trabajo constituye un primer intento de aproximación a los hechos que, por
impacto inmediato de la guerra, alteraron y convulsionaron las relaciones sociales en
las áreas rurales de la sociedad boliviana, las que se desestabilizaron con efectos
insospechados sobre la conducción, desarrollo y desenlace de la guerra.
4 A diferencia de lo que aconteció en las áreas urbanas, las áreas rurales sufrieron en
Bolivia más perturbaciones de las que comúnmente se cree. La contienda bélica con el
Paraguay, que desató en la campiña un considerable malestar social terminó por
agudizar, de una parte, no pocos de los problemas sociales que Bolivia venía
389

arrastrando desde tempranas épocas republicanas, y por provocar, de otra, nuevos e


inesperados conflictos.
5 Entre los principales problemas que la guerra reactualizó figura el fenómeno de la
expansión territorial latifundista, secular y postergado problema que, para los fines de
nuestro estudio, ha merecido de nuestra parte el análisis desde sus antecedentes
inmediatos.

EL CONFLICTO POR LA TIERRA Y LAS SUBLEVACIONES AGRARIAS


EN LAS POSTRIMERIAS DE LA GUERRA

6 En 1927, ciento cuarenta y siete años después de los levantamientos protagonizados por
los Katari en Potosí, resurgieron en la misma zona (Chayanta) los seculares conflictos
sociales que, como en ningún país latinoamericano, caracterizan patéticamente el
pasado rural boliviano.
7 Iniciado en Ocurí el 25 de julio de 1927, el movimiento campesino de Chayanta sacudió
en proporciones hasta ahora desconocidas —quizá como ninguno de sus análogos que le
precedieron en el siglo XX— numerosas áreas rurales de los departamentos de Potosí,
Chuquisaca y La Paz2 , y aun Oruro y Cochabamba3.
8 El origen principal del estallido se encuentra en el problema de la tenencia de la tierra:
en la expansión territorial ejercida por los hacendados sobre las tierras de origen
comunario. Los servicios personales ejercidos contra colonos y comunarios por parte de
los hacendados y autoridades cantonales (corregidores), así como el reclamo por cobros
indebidos de contribución territorial fueron, junto con la demanda por el
establecimiento de escuelas rurales, las otras causas económicas y sociales de este
conflicto surgido luego de un persistente y pacífico reclamo por parte de colonos y
comunarios, cuyas demandas de amparo a sus títulos coloniales de ninguna manera
fueron desconocidas por las propias autoridades del gobierno de entonces 4.
9 Comunarios y comerciantes “Hameros”, además de colonos de haciendas descontentos
con el monopolio de la tierra y las expoliaciones en los servicios personales,
conformaron la alianza rebelde que buscó reivindicar sus derechos por la vía de los
hechos. A ellos se sumaron las voces de apoyo de intelectuales y agrupaciones obreras
de la capital de la república (Sucre), partidarias de llevar adelante en Bolivia un
sustancial cambio agrario y social5.
10 Patrones de haciendas, autoridades de pueblos, así como otros encubiertos personajes
partidarios de abolir el régimen comunal de las tierras de origen en beneficio de los
terratenientes, conformaron por su parte —junto con la ayuda del ejército— el grupo
que enfrentó la rebelión6.
11 Desde la zona montañosa de Chayanta (epicentro del levantamiento) hasta los confines
del departamento aledaño de Chuquisaca, masas de campesinos (cuyo número resulta
difícil establecer), armados de hondas y lazos, sembraron el pánico en las provincias
Chayanta, Cornelio Saavedra y Linares, de Potosí7, y Oropeza, Yamparaez, Zudañez, de
Chuquisaca8, puntos desde donde sus atemorizados vecinos “veían indios en todas
partes, confundiéndolos hasta con los arbustos situados en las cimas de los cerros” 9.
“El 2 de agosto, a las dos de la mañana —reveló un importante hacendado de
Pitantora (Potosí)—, fuimos sorprendidos por la avalancha salvaje, es decir dos días
antes del día fijado por ellos, quienes habían mandado sus emisarios para que los
esperaran con rancho. Mis colonos habían estado de acuerdo y enterados de todo.
390

Fue una confusión indescriptible aquello; gritos desesperados de las criaturas y de


sus madres, a lo que hay que añadir los gritos desesperados de los indios
sublevados, el pututu ensordecedor y el sonar de las puertas que rompían. Todo era
una confusión presentándose un aspecto aterrador … Cuando me disponía para
salvar algunas cosas, noté que mis colonos hacían mandatos de mala voluntad” 10.
12 Los ataques recíprocos de los colonos y comunarios desataron el pánico en las
provincias. Familias íntegras de las zonas afectadas se sabe que huyeron despavoridas a
la ciudad de Sucre en busca de refugio y protección11. Al mismo tiempo, las autoridades
provinciales no cesaron en solicitar fuerzas de auxilio de la capital de la república,
ciudad donde sus alarmados pobladores formaron piquetes de defensa en los barrios
ante los constantes rumores del avance campesino12.
13 “Todo lo más saliente, social y político, se puso al lado del gobierno, de las autoridades
y del vecindario para defender un posible ataque de los indios” 13. Ante la zozobra no
faltó incluso el rumor de que “la cholada” se preparaba a apoyar a los sublevados 14. Al
pánico se sumó la escasez de víveres15.
14 Amenazados en sus intereses y con el ánimo de debelar con prontitud el alzamiento, los
hacendados de Chuquisaca, agrupados en “La Liga de Defensa Social” (organizada el 13
de agosto de 1927), solicitaron al gobierno una fuerza pública a la que ellos
manifestaron su disposición de mantenerla. En La Defensa, dieron a conocer a la opinión
pública16:
15 “Los hechos actuales demuestran hasta la evidencia, que la civilización del indio, sin
haber antes modificado sus costumbres, hábitos y cambiado su idiosincracia, sería uno
de los peligros más grandes para el país. ¿Cuál sería su resultado? Nadie que reflexione
un poco dudará de él, teniendo en cuenta que la raza indígena representa algo así como
el 80población actual; sería para que a los pocos años, se apodere no sólo de tierras, sino
de todo, y las civilizaciones pasen a mejor vida, quedando Bolivia convertida en país
salvaje y en estado de conquista…”17.
16 La movilización del ejército, que desplegó sus acciones desde La Paz 18, Chuquisaca19 y
Oruro20 hizo posible que para fines del mes de agosto de 1927 fueran los rebeldes
controlados, aniquilados o recluidos en las cárceles de la capital de la república 21.
17 Las comunidades no sublevadas miraron con terror a las fuerzas oficiales que exigieron
de ellos su participación en la represión, o a sus compañeros rebeldes que bajo
amenazas les exigieron simultáneamente participar en las filas de la rebelión.
18 En la acción represiva los destacamentos militares acataron órdenes terminantes para
obrar “con prontitud y energía con los sublevados, debiendo hacer uso de las armas,
capturar ganado y, si fuese necesario, incendiar sus casas” 22.
19 Auxiliado no pocas veces por campesinos contrarios a la rebelión, el ejército logró
capturar a más de 150 implicados en el alzamiento, entre los que figuraban caciques de
varias comunidades que fueron trasladados a Sucre para guardar prisión en los sótanos
del Palacio de Gobierno y en el Cuartel del Regimiento Sucre 23. Cumplidas estas medidas
de precaución, los colonos sospechosos de haber participado en los alzamientos fueron,
acto seguido, despedidos de sus fuentes de trabajo agrícola. Por su parte, los
comunarios se vieron forzados a desalojar sus ranchos cuando no a contribuir con
víveres a las tropas militares. Como efecto de esta situación, se sabe que llegaron en
masa a Sucre los familiares de los detenidos para pedir libertad por sus esposos, hijos o
padres, y para reclamar por los constantes atropellos, pues los propietarios de tierras,
con el pretexto de indemnizar sus pérdidas, realizaron nuevos despojos de tierras por
391

lo que la persecución de campesinos fue cotidiana. “Ahora la sublevación es de los


patrones contra los indios; los están aniquilando vengándose”, escribió el periodista
José Prudencio Bustillos al Presidente Hernando Siles24.
20 Calificado como un movimiento “comunista”25 o como “una lucha de razas” 26 el
estallido agrario de 1927 fue también interpretado —en otra versión extrema, esta vez
desde el Paraguay— como un estallido simulado por el gobierno de Bolivia para
vulnerar la soberanía del país vecino, como “un bluff, un camuflaje, un pretexto urdido
por Bolivia para llamar bajo banderas a soldados y más soldados” 27. Dentro de este
marco de opiniones también se manifestaron sobre el conflicto la prensa nacional e
internacional; intervino a su turno la Iglesia, el Parlamento, los intelectuales,
universitarios y obreros y, en un orden más directo, el propio Presidente de la
República, Dr. Hernando Siles quien, luego de las averiguaciones del caso y de los
respectivos procesos judiciales que se siguieron a los campesinos rebeldes e incluso a
algunos hacendados implicados, fue finalmente informado que “… dichas rebeldías
traducidas en actos salvajes y con marcada solidaridad, tienen su origen en la
explotación de los servicios personales y en la expansión territorial de las propiedades
aborígenes”28.
21 El desenlace de estos acontecimientos tuvo por fin un cariz nada acostumbrado en las
prácticas de gobierno. Por decreto de 15 de octubre de 1927, el régimen del Presidente
Siles amnistió a los implicados en la sublevación que en esos instantes estaban
sometidos a procesos judiciales tanto en Sucre como en Potosí, “en atención a que ella
fue originada por la explotación de que son víctimas por parte de propietarios,
corregidores y curas y que por su inferior condición social merecen el amparo y
protección de los poderes del Estado”29. Tal medida mereció, sin embargo, la total
reprobación de los propietarios particulares de tierras.

EL CONFLICTO POR LA TIERRA DURANTE LOS AÑOS DE LA


GUERRA DEL CHACO

22 El problema de la propiedad de la tierra que caracterizó a los años precedentes a la


guerra, cobró durante el curso de ella, situaciones peculiares y acaso insólitas si se tiene
en cuenta el conflicto internacional por el que atravesaba Bolivia frente al Paraguay.
23 La fundación de la “Sociedad República del Kollasuyo” (La Paz, 8 de agosto de 1930)
constituye el hecho más sobresaliente que marca en Bolivia la continuación de la lucha
campesina por la tierra y por otras reivindicaciones sociales 30. Esta agrupación
indígena, que planteó la “Renovación de Bolivia” y mejor trato social para los
comunarios, salió a la luz pública bajo el liderazgo de Eduardo L. Nina Quispe,
comunario del ayllo “Chivo” del cantón Santa Rosa de Taraco (La Paz), quien aparece en
los documentos de la época como “Director de Escuelas Indígenas”, “Presidente del
Centro América” y fundador de la “Sociedad República del Kollasuyo” 31. Desde 1930
hasta la fecha de su apresamiento, en 1933, Nina Quispe abogó fundamentalmente —
aun ante el propio Presidente de la República— por una reforma agraria que legitimara
los primitivos títulos de propiedad comunal, títulos que habían sido desconocidos o
desvirtuados “por los propietarios particulares y los poseedores /hacendados/ de
tierras que en la actualidad han alterado los límites cantonales y provinciales”, hasta
un grado tal —reiteraba— “que ya casi la totalidad de esas tierras han sido expropiadas
violentamente a sus poseedores”32.
392

24 Junto a los reclamos de Nina Quispe surgieron otras solicitudes de amparo de diversas
comunidades (solicitudes remitidas tanto al Congreso como al poder ejecutivo), las que
reclamaron por las frecuentes y casi siempre violentas invasiones de tierras 33. Estos
reclamos pacíficos no siempre fueron, sin embargo, correctamente interpretados por
las autoridades de gobierno. Para principios de diciembre de 1931, por ejemplo, algunos
dirigentes comunarios de La Paz y Oruro (Martín Choque, Feliciano Maraza y Santos
Marco Tola, entre otros) fueron apresados en Sucre por haber reclamado, ante el Fiscal
de Gobierno, por escuelas y fundamentalmente por “los avances constantes de los
patrones”. A estos comunarios se los acusó de estar “en convención con el lejano
Paraguay y de estar vinculados con agrupaciones comunistas” 34.
25 La guerra con el Paraguay no detuvo la expansión latifundista; por el contrario, el
fenómeno se generalizó aún más, pues la expropiación de tierras se produjo
principalmente con las tierras de los comunarios que fueron movilizados a la zona de
operaciones del Chaco. Esta extrema situación se sabe que motivó la protección teórica
de las tierras comunarias por parte de las mismas autoridades del gobierno de
entonces35.
26 La movilización impuesta a colonos y comunarios y el consecuente alejamiento de éstos
de sus fuentes de trabajo (fincas y tierras de comunidad, respectivamente) ocasionó, de
una parte, el resurgimiento del anhelo expansionista de los patrones de haciendas
particulares y, de otra, que los comunarios ejercieran, a su vez, acciones de hecho para
reivindicar sus tierras usurpadas36. Dentro de este contexto no fue tampoco raro que
incluso algunas comunidades realizaran despojos de tierras de los comunarios de otras
circunscripciones que se hallaban en el teatro de operaciones del Chaco 37.
27 Bajo el argumento consabido de que las comunidades estaban pobladas por seres
rústicos e incapaces de producir un mejor rendimiento agrícola de sus tierras
comunales, o porque en su calidad de indígenas mostraban una conducta adversa a los
intereses de la patria: “contra la sociedad y el gobierno, oponiéndose al cumplimiento
del servicio militar”38, la expansión latifundista se presentó durante los años de la
guerra, tanto en acciones de posesión violenta como a través de compras ilícitas de
terrenos de origen mediante las cuales los comunarios terminaban, casi siempre,
absorbidos como colonos39.
28 El reclamo más explícito que se formuló por parte de los comunarios, tuvo lugar el 20
de agosto de 193440, fecha posterior a los levantamientos que registraremos más
adelante. En aquella oportunidad, los comunarios de Jesús de Machaca, representados
por el indio José Manuel Ajacopa, reclamaron ante el Ministerio de Gobierno y Justicia
—a tiempo de pedir libertad por sus compañeros presos— por sus tierras de origen que
se hallaban “en codicia perpetua de los hacendados y latifundistas”. Ajacopa formuló en
el reclamo que con motivo de la guerra las comunidades habían quedado en su mayor
parte tan sólo con mujeres y niños y que, por este motivo, los hacendados acrecentaban
sus parcelas, “aprovechando que sus dueños y hombres, que harían respetar sus
derechos, se encuentran ausentes haciendo respetar la soberanía patria enseñando a
los detentadores a observar el derecho justo y legítimo a la heredad nacional”. Estre
otros argumentos Ajacopa añadió que los hacendados:
“… no perdiendo oportunidad para apoderarse de nuestras tierras, bajo cualquier
pretexto y expandir sus latifundios que con desgracia colindan con las nuestras,
nada significa para estos /… el retirar mojones para fijar los suyos donde les
conviene a sus ambiciones de expansionismo; son pues los dignos imitadores de los
393

paraguayos, que quieren aprovecharse de lo que no les pertenece, tan sólo prevalidos por la
fuerza, sin que les asista derecho ni razón alguna”41.
29 En el documento aludido de Jesús de Machaca —pieza documental de particular valor
para la comprensión de los fenómenos sociales derivados del problema de la tierra
durante la guerra—, los comunarios demandaron del gobierno “la libertad consagrada
en la Carta Política de la Nación, sobre la necesidad que ahora más que nunca,
respetando el dolor de miles de madres de familia que lloran la pérdida o ausencia de
sus hijos, sean los derechos de propiedad respetados como la herencia de padres e hijos,
en los momentos más críticos de la nación y sean pues las horas de calma y sosiego
cuando la nación descanse de la pesadilla de la guerra” 42.

LA GUERRA Y LA AGUDIZACION DE LOS CONFLICTOS

30 Al impulso de las rebeliones de 1927 y de las demandas sociales que la siguieron hasta
1932, se sumó la crisis del conflicto internacional con el Paraguay, crisis que lejos de
detener la continuidad histórica de las tensiones sociales rurales, desató y acentuó aún
más las luchas campesinas, las mismas que hoy pueden ser explicadas desde la
perspectiva de una pluralidad de causas que simultáneamente obraron y reaccionaron
unas sobre otras.
31 A los problemas engendrados por la tenencia de la tierra se sumaron y combinaron
otros conflictos, derivados esta vez casi en su totalidad por las circunstancias que
impuso la guerra. Entre ellos mencionamos con particular interés, por ejemplo, las
actitudes contrapuestas que asumieron a raíz del reclutamiento militar campesino, el
Estado Mayor General, los hacendados y comunarios, sectores estos que protagonizaron
durante todo el curso de la guerra —con actitudes que tienen en verdad pocos
antecedentes en la historia de Bolivia— una sostenida pugna en torno al acaparamiento
del concurso campesino, al que cada uno de estos sectores creía tener derecho de
requerirlo en la zona de operaciones del Chaco o en las faenas agrícolas. Merecen
especial mención, asimismo, las exigencias desmedidas —sin duda más severas que en
épocas de paz— que se impusieron a los comunarios y colonos con motivo de la guerra,
exigencias que lejos de favorecer a la conducción del ejército, contribuyeron más bien a
aumentar el malestar social que se tradujo en la proliferación intermitente de
disturbios agrarios en momentos en que una contienda internacional absorbía casi la
totalidad de los esfuerzos del gobierno y del ejército de entonces. Las prácticas forzadas
e indiscriminadas del reclutamiento militar campesino, el recargo a los impuestos de
contribución territorial, los trabajos forzados en obras camineras (prestación vial), las
devastadoras contribuciones y requisiciones, las desenfrenadas exacciones y cargas
opresivas practicadas por las autoridades locales, así como la experiencia dramática de
los comunarios y colonos en la zona de operaciones del Chaco fueron, entre otros, los
factores que en este estudio destacamos para el respectivo análisis causal de los
levantamientos agrarios que estallaron durante la guerra con el Paraguay.

LOS EFECTOS INMEDIATOS DE LA GUERRA

32 El conjunto de los conflictos mencionados que desencadenó la guerra provocó a su vez,


como es de suponer, efectos incalculables que repercutieron sobre la vida del campo,
las ciudades e incluso sobre la conducción, desarrollo y desenlace de la guerra. Entre los
efectos más importantes mencionamos principalmente las tres formas de protesta
394

social que estallaron simultáneamente en Bolivia durante 1932 y 1935: 1) Las


sublevaciones agrarias de la región andina, protagonizadas por quechuas y aymaras, 2)
Las perturbaciones ocasionadas por los cuatreros y bandidos que amenazaron
principalmente el territorio colindante a la zona de operaciones del Chaco (Sudeste), y
3) Los disturbios ocasionados por las poblaciones marginadas o sociedades tribales del
Oriente boliviano. Los efectos de la guerra fueron asimismo notables respecto al
dislocamiento y el cambio en las relaciones sociales rurales, el despoblamiento y la
desarticulación de la familia campesina, el deterioro y estancamiento del comercio
rural, la escasez alarmante de mano de obra (la misma que motivó una crisis todavía no
estudiada en el sistema agrario, minero e industrial), el colapso en los problemas
relativos a la salubridad y educación rural… Por razones de tiempo resumiremos aquí
uno de estos casos

LAS SUBLEVACIONES AGRARIAS DE LA REGION ANDINA

33 La expansión más patética del azote interno que enfrentó Bolivia durante el período de
la guerra fue el levantamiento campesino acaecido dentro de un considerable ámbito
geográfico andino, el mismo que revela el estado de exasperación y malestar
generalizado al que habían llegado las poblaciones campesinas por efecto de los
factores que hemos mencionado. El gobierno del Presidente Salamanca que junto a
otras fuerzas del ejército había logrado rechazar con relativa facilidad el peligro de las
incipientes agrupaciones políticas de izquierda (las mismas que durante el conflicto con
el Paraguay salieron al exilio o fueron dispersadas en el interior de Bolivia), debió
enfrentarse inesperadamente al peligro campesino. El poder civil y militar de entonces,
turbado como estaba por los acontecimientos bélicos internacionales, acusó a los
rebeldes sin mayores averiguaciones —tal como ocurriera con los alzamientos de 1927—
de ser instrumento de las agrupaciones “comunistas” y de estar en combinaciones con
los campesinos paraguayos para llevar a cabo un gran complot sedicioso. En una
segunda versión se acusó al Paraguay de alentar y encubrir estos conflictos. Entre otras
versiones se sostuvo incluso que los sublevados estaban encauzados contra “los
blancos” y aun contra el propio Presidente de la República 43.
34 Esta suerte de guerra interna que se desarrolló en Bolivia en uno de los momentos más
dramáticos de su historia, significó un desafío por demás insólito para un país
debilitado por sus propios conflictos internos, y para el gobierno y el ejército de
entonces los cuales —en medio de sus desavenencias internas— debieron duplicar
esfuerzos para atender simultáneamente dos frentes de lucha: el externo, con el
Paraguay, en la línea de fuego, y el interno, con los sectores campesinos que
protagonizaron hechos violentos en las áreas rurales de La Paz, Chuquisaca, Potosí,
Oruro…
35 ¿Quiénes fueron los inspiradores y protagonistas de estas revueltas campesinas?
36 La organización “Sociedad República del Kollasuyo” liderada por el comunario de
Taraco, Eduardo L. Nina Quispe es, sin duda, la agrupación que más sospechas despierta
a este respecto44. Este movimiento comunario fue, según se deduce de los documentos
consultados, el que terminó por excitar y arrastrar en su lucha a los colonos de
haciendas. Estos dos sectores, aliados nuevamente por causas comunes, conformaron
una fuerza autónoma, cuyos planteamientos reformistas (y pre-políticos como sus
precedentes) no derivaron en manejos políticos urbanos de ninguna naturaleza.
395

Comunarios y colonos tenían suficientes motivos para imprimir personalidad autónoma


a su causa. Caracterizados básicamente por el reclamo de nuevas demandas sociales y
económicas, las mismas que se sumaron al secular conflicto matriz de la propiedad de
la tierra, los levantamientos campesinos de la guerra del Chaco conforman un ciclo
intermedio de transición entre los levantamientos que les precedieron en la pre-guerra
y entre los que le siguieron en la post-guerra.
37 No es posible afirmar dónde y en qué momento se encendió la semilla de la rebelión.
Los documentos apenas revelan casos aislados. Se sabe, sin embargo, que a escasos días
del estallido de la guerra guardaban prisión en La Paz 30 indígenas campesinos
sindicados por delitos de asalto, incendio y destrucción de una casa de hacienda de este
departamento45. Pocos meses después se conoció asimismo la noticia de un estallido
indígena en La Paz, cuyo foco principal se aseguró estaba en la localidad de Calamarca
(provincia Ingavi). De este móvil se dijo que tenía amplias proyecciones en una vasta
zona: Guaqui, Viacha, Tiawanacu, Caquiaviri, Jesús de Machaca, Anta, Calamarca y
Puerto Acosta, puntos en los cuales los vecinos improvisaron guardias civiles de
seguridad ante la imposibilidad de ser socorridos por la fuerza policial o el ejército
(ocupado en la campaña). Como resultado de estos aprestos se sabe que fueron
apresados varios cabecillas indígenas46. Meses más tarde, la prensa local recogió
también información acerca de los asaltos y saqueos producidos por los indígenas de
Guaqui (en la región norte del Estrecho de Tiquina) sobre las embarcaciones de los
comerciantes que por allí transitaban47. Para febrero del año siguiente los propietarios
de las fincas Cumaná, Yayes, Huayla, Jahuira y Palca, de La Paz, presentaron una queja
ante la prefectura de este Departamento arguyendo que los indios colonos de estas
haciendas, armados con rifles, se hallaban insubordinados y que por ello “no solamente
desobedecen los mandatos del patrón sino que hasta atentan contra sus vidas, al
extremo de que en los últimos años se sublevaron en masa” 48. En marzo de 1933, las
autoridades de Mocomoco dieron a conocer, por su parte, la existencia de un
levantamiento de los comunarios de llave, en la provincia Camacho (amenazada
también en 1927), y otras comunidades vecinas de esta provincia, lugares desde donde
sus atemorizados habitantes solicitaron permanente auxilio 49. El 26 de abril de aquel
año de 1933 se denunció en La Paz, asimismo, que “36 indígenas armados con fusiles del
Estado, atacaron la propiedad de Niñiguati de la jurisdicción de Quiabaya /La Paz/,
quienes, después de asesinar a Ruperto Kallisaya, saquearon varias casas y atropellaron
a una serie de personas”. Con el fin de precautelar vidas y haciendas se conoce que los
vecinos de esta región —organizados entre sí— lograron aprehender a siete rebeldes y
perseguir a docenas de ellos que, con ganado hurtado, terminaron por internarse en las
serranías vecinas. Para este ataque se dijo que los sublevados habían atravesado tres
cantones aledaños50.
38 Otro foco de perturbaciones, además de La Paz, se concentró en las áreas rurales del
Departamento de Chuquisaca, zona desde donde el subprefecto de Yamparaez hizo
conocer a la sede prefectural de Sucre (abril de 1933) el violento rechazo al trabajo
caminero por parte de los indígenas de esta provincia, quienes —añadió— “propenden a
sublevarse en algunas regiones”. Con sobrados motivos y con el fin de contener estas
amenazas, pidió por ello fuerza pública51. En agosto de ese mismo año el subprefecto de
la provincia Azurduy comunicó, por su parte, a Chuquisaca, la urgencia de contar con
fuerzas policiales para rechazar las amenazas subversivas en esta provincia 52. Desde
Cinti se dijo, asimismo, (diciembre de 1933), que sus pobladores proferían “juramentos
diciendo que prefieren ser muertos antes que ser vueltos al Chaco, amenazando a las
396

autoridades o encargados de su captura, con blanquearlos…”53. Desde Monteagudo,


lugar próximo a la zona de operaciones del Chaco, se supo también que en la región San
Juan del Piray existía hasta un “mistificador” que hacía propaganda adversa a los
enrolamientos militares y a los trabajos camineros54.
39 En el departamento de Potosí las denuncias oficiales fueron aún más alarmantes. En
abril de 1933 el prefecto de esta región minera dio a conocer telegráficamente al
Ministerio de Gobierno que “indios en general dirigen cabecillas y sus iguales
proclamando unánime levantamiento contra Presidente, República y blancos” 55.
40 Similares acusaciones circularon también por esta misma fecha en Oruro. El diario La
Razón hizo conocer, en efecto, la noticia de que algunas comunidades de Oruro se
encontraban empeñadas en impedir la siembra con destino a la defensa nacional, y que
por esta razón las comunidades habían entablado bruscos combates entre sí 56. Ese
mismo año el prefecto de Oruro denunció “que los colonos de las fincas hacen correr el
rumor de que concluido el conflicto con el Paraguay, no habrá ya fincas porque ellas se
distribuirían entre los indios colonos para su explotación” 57.
41 La amenaza campesina engendrada en las áreas rurales por efecto de la guerra con el
Paraguay tuvo un desarrollo aún más violento durante fines de 1933 y principios de
1934. Los levantamientos de la guerra del Chaco llegaron, en efecto, a su punto álgico
cuando Nina Quispe y otros dirigentes fueron aprehendidos, en diciembre de 1933, por
las fuerzas policiales del gobierno de Salamanca58.
42 El 16 de marzo de 1933, meses antes del apresamiento de este líder campesino, un
comandante de la Legión Cívica, el teniente coronel Zerrejudo, había sindicado de
“comunista” a la agrupación “Sociedad República del Kollasuyo”. Zerrajudo sostuvo que
el comunismo se estaba propalando en plena guerra y que este hecho no podía ser
aceptado por los bolivianos59. Para fines de 1933 Nina Quispe fue en efecto apresado y
sentenciado a seis años de prisión, junto a Manuel Colque, Julián Cruz y otros. Nina
Quispe fue acusado también de pretender “suplantar al gobierno del Dr. Salamanca, con
su propia presidencia, reestableciendo la República del Kollasuyo” 60.
43 El apresamiento del comunario de Taraco, Nina Quispe, sin duda el caudillo indígena de
mayor ascendiente en su época, fue el hecho que desencadenó el levantamiento de la
provincia Los Andes, el estallido campesino más violento e intenso registrado durante
todo el curso de la guerra. Bajo amenazas de extenderse por todo el país 61 este
alzamiento principió en Jesús de Machaca, lugar desde donde se extendió luego por
Guaqui, Tiawanacu y Pucarani62, puntos en donde los insurgentes asaltaron diversos
predios rústicos cometiendo a su paso sangrientos atentados 63. A pesar de la resistencia
armada de los vecinos de Guaqui, los sublevados, armados de fusiles, se sabe que
lograron destruir en esta región el muelle y cerrar la línea telegráfica, además de
asaltar haciendas y victimar a algunos vecinos64. Según The Times de Londres (5 de
enero de 1934), en Guaqui los campesinos “asaltaron tanto el pueblo como la estación
de ferrocarril, destruyendo un locomotivo”65. Algunos hacendados fueron también
víctimas de estos atentados. Entre las noticias que llegaron a La Paz se anunció, entre
otros informes de los levantamientos, la muerte del hacendado Carlos Pereira, cuyo
cadáver fue encontrado en la capilla de “Catavi”66. Para contrarrestar estas acciones se
dijo que habría intervenido por primera vez hasta la aviación militar 67.
44 Con el interés del caso, el gobierno y el ejército de entonces, siguieron la pista de estos
levantamientos generalizados para entonces en muchas provincias de la república, los
mismos que, como es de suponer, amenazaban momentos más conflictivos para Bolivia
397

en las ya aciagas circunstancias de la guerra. Para evitar mayores complicaciones y


hechos desfavorables a la defensa nacional, el gobierno promulgó (11 de enero de 1934),
la siguiente Resolución Suprema:
“Vistos en Consejo de Ministros; y considerando: que la sublevación indigenal toma
caracteres alarmantes y amenaza extenderse a todo el país, que los contingentes de
reservistas movilizados son necesarios para ir al frente y prepararse para la defensa
nacional en el Chaco, circunstancia que impide emplear ese elemento en las labores
de debelar el alzamiento indigenal… se resuelve: autorizase el reclutamiento de
carabineros voluntarios que no estén comprendidos dentro de los llamamientos,
hasta el N° de ochocientas plazas con el objeto de reforzar la fuerza actual de
carabineros y atender a las necesidades impuestas por el movimiento indigenal” 68.
45 Los temores oficiales relativos a que el movimiento se había extendido por otras
regiones del territorio boliviano no eran infundados, pues los levantamientos lograron
repercusión en un vasto ámbito geográfico. La onda expansiva de la sublevación había
rebasado el ámbito meramente paceño.
46 En conexión evidente con los movimientos de La Paz y aprovechando la situación de la
guerra, los comunarios de Potosí amenazaron en enero de 1934, es decir en la misma
fecha de los levantamientos de La Paz, los pueblos de Toraca, Huaicoma, Antora,
Tomoyo y Ravelo, zonas imposibilitadas de ser socorridas desde Chuquisaca y Potosí
por falta de armas y efectivos69.
47 El estado de alerta que cundió hasta Chuquisaca y otros departamentos motivó a las
autoridades a ejercer un sistema de represión extremo, el cual hizo posible que todo
indígena sospechoso que deambulaba por la ciudad de Sucre, fuera detenido y
conducido en esa condición hasta La Paz70. A raíz de estas acciones se sabe que fueron
capturados en Chuquisaca diez caciques comprometidos al parecer con los alzamientos.
Por orden del Ministerio de Gobierno, estos caciques quedaron en Sucre “estrictamente
incomunicados y sometidos /a/ procesos”71.
48 Para mediados de abril de 1934, el subprefecto de la provincia de Yamparaez dio a
conocer noticias cada vez más alarmantes. “Se sabe —dijo— que los indios se preparan
alzamiento, dicen matar autoridades y hacer lo /que/ quieran, creen ser suficientes 500
esperan se capture algunos indios, para dar golpe es preciso mandar armas sino se
manda gente armada”72. Todavía para enero de 1935 se denunció que en la conflictiva
provincia de Yamparaez existía “un alzamiento de indios que toma grandes
proporciones y puede tener graves consecuencias”. De este levantamiento se aseguró
que tenía “ramificación en más de cuarenta comunidades”. Sus cabecillas fueron
detectados con los nombres de Doroteo Escapa y Manuel Condori 73.
49 Además de las acciones violentas que protagonizaron los insurgentes, los documentos
de la época revelan formas también pasivas de resistencia campesina. Algunos colonos
de haciendas se sabe, en efecto, que presionaron a sus compañeros para que
manifestaran su animadversión contra el ejército a fin de que esta institución dejara de
percibir las contribuciones que, en calidad de requisiciones y donativos, estaban
destinados al ejército en campaña. De la parte de los comunarios se conoce también
cómo algunos de ellos exigieron —a cambio de servir como reclutas en el ejército e ir a
la guerra— la abolición del pago de la contribución territorial para los soldados
movilizados al Chaco; liberación de impuestos aduaneros para los artículos de primera
necesidad, o asistencia económica por parte del gobierno para las familias de los
movilizados, o la implantación inmediata de escuelas rurales; mayor atención por parte
de la justicia, libertad para elegir a sus propias autoridades comunales, y aun cierto tipo
398

específico de infraestructura, como prolongación de líneas telegráficas, construcción de


puentes…74.
50 La fuerza pública boliviana sorteó demasiados obstáculos para reprimir las crecientes
perturbaciones campesinas. El 11 de enero de 1934, ante el impedimento de contar con
armamento y tropas regulares del ejército (los cuales eran “necesarios para ir al frente
y prepararse para la defensa nacional en el Chaco”), el gobierno dispuso el
enrolamiento de carabineros voluntarios no comprendidos en los llamamientos
militares75. La represión fue por ello, en principio, débil y poco acelerada, circunstancia
que condicionó a que se organizaran entre sí los vecinos y hacendados de las zonas
amenazadas, a quienes se sumaron los colonos y comunarios ajenos a la rebelión.
51 En medio de la interpelación al Ministro de Gobierno y de las discusiones que sobre el
levantamiento se ventilaron en el Congreso —donde se exigieron informes detallados
acerca de las causas de estas convulsiones, y en donde el senador Jaime Mendoza se
contó entre los pocos que pidieron amnistía para los sublevados encarcelados y
perseguidos por “comunistas”76—, el ejecutivo pudo finalmente organizar una
considerable fuerza. Desde entonces la represión fue implacable.
52 La fuerza de la prefectura de La Paz destinadas a controlar a los rebeldes de la provincia
Los Andes eliminaron y apresaron en el lugar de los hechos a los principales cabecillas,
los cuales fueron luego conducidos al Panóptico de La Paz 77 y al Cuerpo de Carabineros
de esta misma ciudad78. En los pueblos donde estallaron los incidentes quedó, por
razones de seguridad, un piquete permanente de carabineros79. La prensa informó la
captura de 150 indígenas rebeldes, 33 de ellos sindicados como cabecillas 80, incluyendo
a “mujeres agitadoras”81. Algunos de estos rebeldes se supo que fueron aprehendidos en
la región de los Yungas lugar donde, se aseguró, habían personajes ocultos que
incitaban a la rebelión82. Todos los implicados pasaron finalmente a la justicia militar,
donde fueron acusados “por tentativa de rebelión comunista” y por “restar elementos
para la defensa nacional”83.
53 El aparato policial logró también aprehender y conducir a La Paz a los vecinos y
hacendados (principalmente de Pucarani) que durante la rebelión habían cometido
desmanes contra los indios rebeldes y aun contra aquellos que no intervinieron en el
alzamiento. Los hacendados y vecinos habían utilizado contra unos y otros armas de
fuego para victimarlos, expropiar sus tierras, quemar sus ranchos, hurtar ganado,
amedrentarlos y acusarlos de “emboscados” y desertores…84. Hacendados y vecinos
fueron empero liberados al poco tiempo85.
54 Ante las constantes represiones ejercidas de propia cuenta por los vecinos y
hacendados de los pueblos afectados por la rebelión campesina, los comuneros ajenos al
levantamiento, se sabe que protestaron por la rebelión ante el propio Presidente de la
República86. Otros comunarios (por ejemplo de la provincia Ingavi de La Paz) solicitaron
en cambio garantías del gobierno para frenar las expropiaciones de sus tierras y
cosechas cometidas por no pocos hacendados y vecinos que, ante las circunstancias,
sacaron provecho evidente de la situación. “Mal podríamos secundar un movimiento de
indígenas del otro extremo del Departamento”, alegaron en enero de 1934 los indios de
las comunidades de Anchallari de la provincia Ingavi 87. No faltaron patrones de
haciendas que también pidieron amparo del gobierno en favor de sus propiedades y de
sus colonos no implicados con los alzamientos, pero sobre quienes proliferaron las
acusaciones por los desmanes que —como se dijo— cometieron en las áreas rurales del
Altiplano con el pretexto de sofocar los levantamientos88.
399

55 Sin embargo de la debilidad que demostró la fuerza pública boliviana para reprimir y
detener estas perturbaciones el resultado fue, en todo caso, desfavorable para los
rebeldes indígenas, quienes sufrieron, con la misma violencia que habían administrado,
la imposición de las fuerzas del gobierno las cuales quedarían poco tiempo después, a su
vez, derrotadas por las fuerzas militares paraguayas.

CONCLUSIONES

56 La más evidente de las conclusiones que podemos adelantar, está en estrecha relación
con las consecuencias que ocasionaron los conflictos sociales que en este artículo
hemos presentado de una manera sucinta. Las convulsiones sociales protagonizadas
particularmente por los sectores campesinos bolivianos durante los años de la guerra y
que se presentaron como una consecuencia de las sucesivas políticas estatales de
discriminación de las sociedades rurales secularmente marginadas, tuvieron una
significativa gravitación en el desenlace de la guerra y contribuyeron, sin duda, a
debilitar las energías de un Estado consumido por no pocas tensiones sociales y
políticas y las acciones de un ejército que arrastró penosamente hasta los alejados
arenales del Chaco la carga de las contradicciones internas de una sociedad
heterogénea azotada, por si fuera poco, por la Gran Depresión Económica. La ausencia
de una unidad nacional y de un esfuerzo común para la defensa del Chaco significaron,
así, una importante ventaja para el vecino país paraguayo.
57 A simple vista pudiera parecer que estas protestas sociales —acentuadas a fines de 1933,
luego de uno de los mayores desastres sufridos por el ejército boliviano en los fortines
de Alihuatá y Campo Vía— fueron inspiradas y encauzadas por las organizaciones
políticas opositoras del gobierno de Salamanca, principalmente por la línea de
Saavedra, y, aún más, por los cuadros radicales de la izquierda de entonces que, aunque
incipientes, extendieron desde el exilio una insistente propaganda antibélica sobre las
ciudades, el campo y la propia línea de fuego. ¿Hasta qué punto fueron, sin embargo, los
habitantes del campo receptivos y abiertos a las influencias políticas urbanas? ¿Hasta
qué punto tuvieron, asimismo, éstas la suficiente ascendencia social para provocar los
estallidos agrarios? De momento todo parece indicar que tanto los comunarios como los
colonos tenían suficientes motivos para imprimir personalidad autónoma a sus
movimientos.
58 Significó la guerra del Chaco verdaderamente un hito a partir del cual se gestaron
cambios sustanciales para la sociedad boliviana? Respecto a la cuestión agraria parece
razonable concluir que sus raíces inmediatas —más allá de estar ubicadas dentro de
cualquier patrimonio ideológico urbano— fueron planteadas implícita y explícitamente
por las propias acciones campesinas en la Bolivia de la pre-guerra. Existen suficientes
argumentos para afirmar, por consiguiente, que la guerra aceleró los procesos agrarios
generados en períodos anteriores al conflicto internacional del Chaco.
59 La importancia que este factor socio-rural tuvo en la conducción, desarrollo y desenlace
de la guerra —tema más relevante sin duda, que el de la discusión tradicional que busca
encontrar culpables individuales de la pérdida de la guerra o que busca explicarla
considerando los factores meramente externos— permite, a su vez, establecer un
equilibrio con los análisis solventes que hasta ahora se han realizado en Bolivia desde la
perspectiva militar-logística, diplomática y política. No para subestimar estos análisis,
sino para ubicarlos en su justa dimensión es que reiteramos aquí la necesidad de
400

atención que también merecen, junto con aquellos, los aspectos socio-rurales, que en
Bolivia adquieren aún mayor sentido dada la importancia cuantitativa de sus
poblaciones rurales, con las cuales se nutrió sustancialmente el ejército boliviano en el
Chaco para no pocas de las imperiosas necesidades de la retaguardia y de la línea de
fuego.
60 Para un balance global del fenómeno de la guerra queda en pie, por consiguiente, el
desafío de realizar en adelante estudios que llenen estos y otros vacíos. □

SIGLAS QUE SE UTILIZARON EN LAS NOTAS

61 CBDH-USFX – Centro Bibliográfico Documental de la Universidad de San Francisco


Xavier (Sucre).
62 ALP-UMSA (P) – Archivo La Paz. Universidad Mayor de San Andres. Prefectura.
63 APJM – Archivo Privado de Jaime Mendoza.

NOTAS
1. Las mejores obras dentro de este género son: la del boliviano Roberto Querejazu C.:
Masamaclay. Historia política, diplomática y militar de la Guerra del Chaco. Ed. Los Amigos del Libro,
3ra. Ed. La Paz, 1975, y la del norteamericano David H. Zook. La conducción de la Guerra del Chaco.
Biblioteca Oficial, Buenos Aires, 1962.
2. El movimiento campesino de La Paz estalló también en 1927 en el cantón Italaque de la
provincia Camacho. La prefectura de este departamento evidenció que este levantamiento se
originó por despojos de tierras y ganados cometidos por los propietarios de tierras particulares
contra los comunarios de Vilasi, Tijani y Pacaures (en Tintinani-Pampa). Cornelio Tejada, el
comisionado de la prefectura encargado de averiguar estos hechos informó que cuando llegó a
Italaque (provincia Camacho), “se agolparon los indios a su alrededor y señalando a Sócrates Rea
/hacendado/, manifestaron que les arrebataba frecuentemente su ganado, quitando sus tierras,
mandando cosechar lo que no había sembrado y les amenazaba con juicios criminales, para
amedrentarlos”, y que para ello organizaba grupos de choque con sus propios colonos. Sócrates
Rea fue sindicado por la prefectura de La Paz como un hacendado que “desde ahora muchos años,
viene apropiándose sin título auténtico alguno que demuestre su derecho de propiedad, muchas
sayañas pertenecientes a indígenas comunarios u originarios del referido cantón, mediante actos
de fuerza, como invasión, asalto, destrucción de casas y robo de ganado, en complot con sus
colonos de Chaj-chachi y Chaulluna incorporando como parte integrante a sus propiedades”
(Véase Informe del Comisionado de la Prefectura de La Paz, Sr. Cornelio Tejada, al Prefecto de La
Paz. La Paz, 7 de diciembre de 1927. Memoria del Ministerio de Gobierno y Justicia (1927-1928). Lit. e
Imp. “Unidas”, La Paz, 1929, p. 317 a 319.
3. Según los hacendados de Chuquisaca afectados por la rebelión de 1927 existía en el
departamento de Oruro una “visible agitación y temores de estallar una próxima sublevación
dentro del elemento indígena” (Véase La Defensa. Sucre, 6 de setiembre de 1927, p. 4). La versión
de que el movimiento campesino amenazaba extenderse también por Cochabamba la difundió el
diario El Tiempo de la ciudad de Sucre (Véase El Tiempo. Sucre, 13 de setiembre de 1927, p. 5).
401

4. Antes de esta sublevación fueron numerosos los reclamos y solicitudes de amparo


administrativo presentadas por colonos, comunarios y aun autoridades oficiales al poder
ejecutivo, al Congreso, a las autoridades prefecturales y provinciales. Para este año (1927) el
Ministerio de Gobierno y Justicia reconoció que fueron numerosas las solicitudes de amparo y
garantías presentadas por los comunarios al ejecutivo (Memoria del Ministerio de Gobierno y Justicia,
op. cit. p. 278). Del departamento de Chuquisaca se sabe que hasta el mismo Rector de la
Universidad de San Francisco Xavier presentó reclamos ante la prefectura por las
extralimitaciones que cometían las autoridades cantonales (Carta del Rector de la Universidad de
San Francisco Xavier, al Prefecto de Chuquisaca. Sucre, 20 de junio de 1927. CBDH-USFX). Por
cobros indebidos de contribución territorial, véase: Oficio del Ministerio de Hacienda, al Prefecto
de Chuquisaca. La Paz, 17 de agosto de 1927. CBDH-USFX. Para otros reclamos, véase: Oficio del
Ministerio de Instrucción Pública, al Prefecto de Chuquisaca. La Paz, 22 de enero de 1927. CBDH-
USFX.; Carta de Manuel Curcuy, Subprefecto de la Provincia Zudañez, al Prefecto de Chuquisaca.
Zudañez, 13 de abril de 1927. CBDH-USFX. Véase también El País de Sucre en los números de este
año. Para el caso de La Paz véase el rico fondo documental que conserva para éste y otros años el
ALP-UMSA (P).
Estos numerosos trámites recibían generalmente como respuesta un “remítase a la autoridad
competente” o, “no ha lugar”.
5. José Prudencio Bustillos, director del diario El País escribió en el momento del conflicto:
“Haremos campaña hasta conseguir que hayan tribunales en cada Departamento —que se ocupen
de la revisión de los títulos de propiedades rurales— en los que se haga justicia al indio” (El País,
Sucre, 1 de setiembre de 1927, p. 2).
6. Dentro del ámbito de las repercusiones que suscitaron las sublevaciones campesinas de 1927
resalta incuestionablemente el debate llevado a cabo en torno a este conflicto, entre El País y La
Defensa de Sucre. El primero liderizado por José Prudencio Bustillos y el segundo por los
hacendados de Chuquisaca. La Defensa argumentó su existencia sosteniendo que aparecía ante el
consenso público “para defender la vida, honra y propiedad de todos los habitantes, al frente de
todas las doctrinas disocia-doras del comunismo y las sublevaciones indigenales” (Véase La
Defensa, Sucre 2 de setiembre de 1927, p. 2)
7. Informe de Demetrio Ramos, Comandante del Regimiento “Loa” 4 de Infantería, al prefecto y
Comandante de Potosí (Memoria del Ministerio de Gobierno y Justicia, op. cit., p. 303. Véase también:
Causa criminal contra los sublevados de 1927, 2do. cuerpo. Archivo de la Corte Superior de
Justicia del Distrito de Chuquisaca. Sucre, 1927, y documentos del CBDH-USFX, y El País, Sucre 19
de octubre de 1927, p. 2.
8. Telegrama del corregidor Iván Caballero, al prefecto de Chuquisaca. Puente Arce, 9 de agosto
de 1927. CBDH-USFX. Carta del corregidor Gregorio Dorado y otros ciudadanos de Uruhuayo,
Copavillque, Orka, Quitarje y Lapsa, al prefecto de Chuquisaca, 10 de agosto de 1927. CBDH-USFX;
El Tiempo. Sucre, 12 de agosto de 1927, p. 4; El País. Sucre, 19 de octubre de 1927, p. 2.
9. Informe del coronel Julio Díaz Arguedas. Memoria del Ministerio de Gobierno y Justicia, op. cit., p.
299.
Según la versión de los hacendados las siguientes fincas de Potosí y Chuquisaca fueron asaltadas
por los sublevados: Potosí: Guadalupe, Peaña, Murifaya, Janina, Collpa, Antora, Yerbabuenani,
Chapi-Chapi, Saucyara, Quimza Cruz, Huillas, Saucie Palca, Cuturi, Ittapalluni, Tomoyo, Luki,
Sakalala. Chuquisaca: Collpa, Huañoma, Kellu Kellu, Mollopampa, Huañomalta, Mojocoya,
Duraznillo, Tocorhuata, Pleitopampa, Viru-Viru, Viru, Higueranituero, Jatupampa, Challguani,
Era Kasa, Tuero, Mariquilla Tuero, Zapatero, Zapatero Tuero, Caserío Tuero, Pucuyuni, Cusi-Cusi,
Cusi, Huaichapampa, Catariri, Molle Pampa y Challcha (Véase: Informe del coronel Julio Díaz
Arguedas, Sucre, 1 de setiembre de 1927. Memoria del Ministerio de Gobierno y Justicia, op. cit., pp.
296-299, y El Tiempo, Sucre, 14 de agosto de 1927, p. 5.
10. La Defensa. Sucre, 9 de setiembre de 1927, p. 3.
402

11. Telegrama del corregidor accidental de Ravelo, al prefecto de Chuquisaca. Ravelo, 5 de agosto
de 1927. CBDH-USFX; La Defensa, Sucre, 22 de setiembre de 1927, año 1, N° 6.
12. Ostria Reyes, Eulogio. Informe Prefectural del Departamento de Chuquisaca (Informe del Jefe de
Policía de Seguridad), Gestión 1928. Imp. “Bolivar”, Sucre, 1928, p. 7.
13. Id. ibid, p. 16.
14. Id. ibid, p. 17.
15. El País, Sucre, 23 de octubre de 1927, p. 3.
16. La Defensa, Sucre, 2 de setiembre de 1927, p. 3.
17. La Defensa, Sucre, 6 de setiembre de 1927, p. 2.
18. Informe del general Raimundo Gonzalez Flor, Comandante de la Primera División del Ejército,
al Excelentísimo Señor Presidente de la República, Dr. Hernando Siles. Oruro, 27 de setiembre de
1929. Memoria del Ministerio de Gobierno y Justicia, op. cit., pp. 287-288.
19. Informe del teniente coronel Julio Díaz Arguedas, Jefe del Primer Batallón del Regimiento
Sucre, 2do. de Infantería. Memoria del Ministerio de Gobierno y Justicia, op. cit., pp. 296-299.
20. Id. ibid, p. 287, y La Defensa. Sucre, 6 de setiembre de 1927, p. 4.
21. Memoria del Ministerio de Gobierno y Justicia, op. cit., p. 288.
22. Id. Ibid, p. 288.
23. El País, Sucre, 28 de agosto de 1927, p. 4.
24. El País, Sucre, 25 de noviembre de 1927, p. 3.
25. Los militares Raimundo González Flor, Julio Díaz Arguedas y Ministros de Estado y los medios
de información, como La Defensa, calificaron de “comunista” a este movimiento. Los campesinos
sublevados de Potosí —según González Flor— conservaban en sus domicilios el periódico
subversivo llamado Bandera Roja de La Paz (El País, Sucre, 4 de setiembre de 1927, p. 4). Similares
declaraciones formuló el militar Julio Díaz Arguedas (El Tiempo. Sucre, 30 de agosto de 1927, p. 4).
Véase también La Defensa. Sucre, 6 de setiembre de 1927, p. 2, y El Tiempo. Sucre, 4 de agosto de
1927, p. 4.
Gustavo Navarro (Tristán Marof) fue acusado de estar implicado en el levantamiento de 1927. De
este dirigente político se dijo incluso que estuvo presente en la sublevación de Tomoyo (1927) de
Potosí (El Tiempo. Sucre, 10 de agosto de 1927, p. 5). Manuel Michel fue también sindicado como
otro de los cabecillas, entre otros (acusados de estar en la línea de Tristán Marof). Véase: Causa
criminal contra los sublevados de 1927, 2do. Cuerpo. Archivo de la Corte Superior de Justicia del
Distrito de Chuquisaca. Sucre, 1927; y El Tiempo. Sucre, 4 de agosto de 1927, N° 64.
Del cabecilla Manuel Michel se dijo que había asistido al Congreso de Oruro de 1927 donde, a la
cabeza de Marof, se reunieron obreros y campesinos para tratar sobre: 1) la nacionalización de
las minas, 2) el problema de la tierra, 3) escuelas rurales, 4) organización campesina (Véase:
Causa criminal contra los sublevados de 1927, doc. cit.)
26. La Defensa. Sucre, 2 de setiembre de 1927, p. 2.
27. Actuaciones de la Comisión de Investigación y Conciliación Boliviana-Paraguayo, 13 de marzo de 1929
a 13 de setiembre de 1929. Washington, 1929, p. 117.
28. Informe del Fiscal Octavio Corral, al Presidente Dr. Hernando Siles, 11 de setiembre de 1927,
pp. 308-309. Memoria del Ministerio de Gobierno y Justicia, op. cit. p. 308-309.
29. Memoria del Ministerio de Gobierno y Justicia, op. cit., p. 328 y Causa criminal contra los
sublevados de 1927, doc. cit.
30. Entre 1927 y 1932 hubo en el área rural boliviana un roce violento entre propietarios de
tierras particulares y comunarios. En setiembre de 1931, en el canto Patacamaya (comunidad
Iquiaca de Umala de la provincia Sicasica de La Paz) se produjeron hechos sangrientos entre
carabineros y comunarios por problemas de tierras. En marzo de ese mismo año, la fuerza policial
enviada a esta región desde La Paz, ordenó el fusilamiento de 3 indios rebeldes y la captura de
otros 50 más (véase Petición de Informe del H. Diputado Fernández, al Ministro de Gobierno. CXII.
Legislatura Extraordinaria. Diario de Debates. H. Cámara de Diputados. Tomo VI, febrero-marzo de
403

1932. La Paz, 1 de marzo de 1932, p. 274). Ese mismo año el prefecto de Oruro hizo conocer al
ejecutivo la urgencia de contar con un cuerpo de línea en Caracollo con el fin de “amenguar algo
el carácter levantisco de los indígenas de esa jurisdicción que con verdadera frecuencia cometen
atropellos” (Véase: Informe del Prefecto de Oruro, Dr. Francisco Fajardo (gestión 1931). Oruro, 1931,
p. 28. El sub-prefecto de Yamparaez (Chuquisaca) comunicó, asimismo, al prefecto de Chuquisaca
(mayo de 1932) que en Tarabuco existían elementos que “pretenden soliviantar comunidades
indígenas” y que éstos, para satisfacer sus propósitos subversivos habían incluso destacado
comisiones a otras zonas (Véase: Telegrama del Subprefecto de Tarabuco, Trigo Arce, al Prefecto
de Chuquisaca. Tarabuco, 26 de mayo de 1932. CBDH-USFX.). Para junio de 1932, el prefecto de
Chuquisaca hizo conocer también la existencia de propaganda que circulaba en Tinguipaña “para
insurrección entre /la/ indiada”, decía (véase: Telegrama del prefecto de Chuquisaca, al prefecto
de Potosí. Sucre, 9 de junio de 1932. CBDH-USFX.).
31. Nina Quispe, Eduardo L. De los títulos de composición de la Corona de España. Composición a título de
usufructo como se entiende la excensión revisitaria. Venta y composición de tierras de origen con la Corona
de España. Títulos de las comunidades de la República. Renovación de Bolivia. Años 1536, 1617, 1825 y 1925
(sin pie de imprenta ni año de publicación).
32. Nina Quispe, E.L. De los títulos de composición, op. cit.
33. Informe de la Comisión de Protección de Indígenas a solicitud de Mariano Acapari. CXVI.
Legislatura Extraordinaria. Diario de Debates. H. Cámara de Diputados. La Paz, 16 de marzo de 1932,
p. 496.
34. Este asunto motivó el reclamo y el recurso de habeas corpus que solicitaron al gobierno la
Federación Obrera de Trabajadores (FOT) y la Universidad de San Francisco Xavier de Sucre.
(Véase: Información del Ministerio de Gobierno, Carlos Calvo, a solicitud del Sr. Dr. Jaime
Mendoza. Legislatura Ordinaria, 1931. -71a. Sesión Extraordinaria del 29 de mayo de 1931.
Redactor del H. Senado Nacional. Imprenta Artística “Ayacucho”. La Paz, 1931, pp. 901 a 911. Véase
también: Carta (copia) de varios caciques y alcaldes de Chuquisaca, al Presidente de la República,
Dr. Daniel Salamanca. Firman Agustín Saavedra, cacique General del Departamento de
Chuquisaca (esta carta fue enviada por el Presidente Salamanca al prefecto de Chuquisaca, el 13
de febrero de 1932. CBDH-USFX).
Jaime Mendoza escribió, por su parte, lo siguiente sobre este respecto: “El indio sigue siendo hoy,
como antaño, la eterna víctima; con qué facilidad se le abren las puertas de las cárceles por faltas
mínimas, por hurtos ridículos, por meras sospechas, mientras los delincuentes de verdad, los
ladrones de levita, los genuinos perversos, ambulan libres por las calles y hasta ocupan las más
altas situaciones, llegando a ser conductores de la sociedad” (EH País “Los parias”. Sucre, 26 de
setiembre de 1931, p. 2). Véase también de Jaime Mendoza “Por los Indios” (manuscrito en
borrador, s/f. APJM, y El País “Comunista en libertad”. Sucre, 9 de marzo de 1932, p. 2.
35. E1 11 de octubre de 1932 el Ministro de Gobierno H. Hertzog ordenó a las prefecturas
departamentales la protección de tierras de los campesinos movilizados al Chaco (Telegrama de
Enrique Hertzog, Ministro de Gobierno, al Prefecto de Chuquisaca. La Paz, 11 de octubre de 1932.
CBDH-USFH).
Sin embargo de las órdenes impartidas a las autoridades cantonales (principalmente
corregidores) para que castigaran a los usurpadores de tierras (Circular-Telegrama del prefecto
de Chuquisaca, a los subprefectos de Chuquisaca. Sucre, 14 de octubre de 1932. CBDH-USFX),
Ninguna autoridad parecía empero capacitada para poner coto a este problema. Ante la debilidad
estatal, los comunarios apelaron incluso a la protección del escritor y senador, Dr. Jaime
Mendoza (Véase: Carta de C. Montellano al Dr. Jaime Mendoza, en representación de los
comunarios de Tolapalca, del cantón Pari-Oruro, 7 de abril de 1933-APJM. Sucre).
A pesar de estos infructuosos esfuerzos, Nina Quispe y otros representantes indígenas de La Paz
continuaron persistiendo en sus afanes legales para frenar las incursiones y hurtos de tierras; por
ello, constituyeron en Calamarca - La Paz (16 de diciembre de 1933) una “Sociedad Filial del
404

Centro Educativo Kollasuyo”, o “Sociedad República del Kollasuyo”, nombre con el que también
figuró esta organización en los documentos de la época (Véase Acta en la ciudad de Calamarca, de
16 de diciembre de 1933, con el objeto de constituir una Sociedad Filial al “Centro Educativo
Kollasuyo”. Sebastian Cose. Calamarca (La Paz), 16 de diciembre de 1933), ALP-UMSA (P).
36. Una explicación de estas acciones se encuentra en los constantes levantamientos campesinos
sucedidos en territorio boliviano durante la guerra del Chaco, tema que estudiamos en esta
investigación.
37. Dentro del conflicto por la tierra no puede obviarse el roce constante y violento existente
entre los comunarios, tanto en vísperas de la guerra como durante el curso de eela. En estos casos
se advierte también la movilización y represión de la fuerza pública para frenar estos conflictos
originados casi siempre por confusas demarcaciones de tierras (Véase: Informe del prefecto del
departamento de Oruro, Adolfo Navarro (Gestión administrativa 1927-1928). Imprenta “Eléctrica”,
Oruro, 1928, p. 9. Véase también: Informe del prefecto del departamento de Oruro, general Raimundo
González Flor (Gestión administrativa 1928-1929). Imprenta “Eléctrica”, Oruro, 1929, p. 14. Véase
también: Informe del prefecto del departamento de Oruro, Dr. Francisco Fajardo (Gestión 1931). Oruro,
1931, p. 28. Véase también: Informe N° 80 de la Comisión de Protección de Indígenas a solicitud
de Mariano Acapari. CXVI. Legislatura Extraordinaria. Diario de Debates. H. Cámarade Diputados. La
Paz, 16 de marzo de 1932, p. 496. Véase también: Telegrama del prefecto de Oruro al prefecto de
Chuquisaca. Oruro, 23 de diciembre de 1933. CBDH-USFX. Véase también: Carta de Miguel
Choquitarqui, al prefecto y comandante genera! del departamento de La Paz. La Paz, 21 de
noviembre de 1933. ALP-UMSA (P).
38. Entre otros expedientes que conserva el CBDH-USFX y ALP-UMSA, véase la solicitud de
amparo de C. Montellano (indio de la comunidad Cara-Petaca) el Fiscal del Distrito. La Paz, 30 de
marzo de 1933. ALP-UMSA (P).
39. Eduardo L. Nina Quispe, al Presidente de la República, Dr. Daniel Salamanca. La Paz, 14 de
diciembre de 1931 (en: Nina Quispe. De los títulos de propiedad… , op. cit, p. 5. Véase también
Eduardo L. Nina Quispe, al Ministro de Gobierno y Justicia. La Paz, 13 de marzo de 1933. ALP-
UMSA (P). Véase también intervención del H. Saavedra en el Senado Nacional. Proyectos e Informes.
Legislatura Ordinaria, 1934. Lit. e Imp. “Unidas”. La Paz. 30 de agosto de 1934, p. 108.
40. Carta de José Manuel Ajacopa, representante de las comunidades de Jesús de Machaca (de las
provincias de aranzaya y urinzaya), al Ministro de Gobierno y Justicia. La Paz, 20 de agosto de
1934. ALP-UMSA (P).
41. Carta de José Manuel Ajacopa, doc. cit.
42. Carta de José Manuel Ajacopa, doc. cit.
43. Telegrama del ciudadano G. Barrón, Prefecto accidental de Potosí, al Ministro de Gobierno
(urgente). Potosí, 5 de abril de 1933. CBDH-USFX.
44. Datos sobre esta organización hemos dado en la pág.8 de este trabajo.
45. El Diario. La Paz, 20 de julio de 1932, p. 8.
46. La Razón. La Paz, 1 de noviembre de 1932, p. 4.
47. La Razón. La Paz, 16 de diciembre de 1932, p. 3.
48. Carta de Rosa V. de Clavijo, propietaria de las fincas Cumaná, Yayes, Huila, Jauira, Tahua y
Palca, de La Paz, al Administrador del Tesoro Departamental en observaciones a las
catastraciones de sus fincas. La Paz, 20 de febrero de 1933. ALP-UMSA (P).
49. La Razón. La Paz, 16 de marzo de 1933, p. 5.
50. La Razón. La Paz, 26 de abril de 1933, p. 5.
51. Telegrama del subprefecto de Yamparaez, R. Medinaceli, al prefecto de Chuquisaca. Tarabuco,
4 de abril de 1933. CBDH-USFX.
52. Oficio del subprefecto de Azurduy, Melgarejo, al prefecto de Chuquisaca. Azurduy, 4 de agosto
de 1933. CBDH-USFX.
405

53. Carta de Julio Gutiérrez, Intendente de la Policía de Seguridad de la Provincia Cinti, al


prefecto de Chuquisaca. Camataqui, 17 de diciembre de 1933. CBDH-USFX.
54. Telegrama del prefecto de Chuquisaca, al subprefecto de la provincia Azero (Monteagudo).
Sucre, 28 de marzo de 1934. CBDH-USFX.
55. Telegrama del Ciudadano G. Barrón, prefecto accidental de Potosí, al Ministro de Gobierno
(urgente). Potosí, 5 de abril de 1933. CBDH-UNSX.
56. La Razón. La Paz, 5 de abril de 1933, p. 3.
57. Informe del prefecto de Oruro, Dr. Abel Ascarrunz Pelaez. Gestión 1933. Imp. “Minerva” Oruro,
1934, p. 4.
58. Por esta misma fecha el ejército boliviano (fines de diciembre de 1933) era derrotado en las
acciones de Campo Vía, uno de los mayores “desastres” bélicos sufridos en la guerra con el
Paraguay.
59. El Diario, La Paz, 16 de marzo de 1933, p. 8.
60. Véase la intervención del H. Senador Saavedra en el H. Senado Nacional; 11a. Sesión Ordinaria
del 20 de agosto de 1934. Redactor del H. Senado Nacional. Legislatura Ordinaria de 1934. Lit. e Imp.
“Unidas”. La Paz, 1935, pp. 71-72.
61. Resolución Suprema de enero 11 de 1934. Anuario Administrativo, pp. 97-98.
62. Jaime Mendoza en el Senado Nacional. La Paz, 20 de agosto de 1934. Proyectos e Informes del H.
Senado Nacional. Legislatura Ordinaria de 1934, p. 93 a 104. Véase también El Diario, La Paz, 11 de
enero de 1934, p. 4.
63. Jaime Mendoza en el Senado Nacional, doc. cit., p. 93 a 104.
64. La Defensa. La Paz, 15 de enero de 1934, p. 5.
65. Este dato ha sido gentilmente proporcionado por J. Dankerley, historiador inglés.
66. El Diario. La Paz, 18 de enero de 1934, p. 7.
67. Barnadas, Josep. Apunta para una historia aymara. CIPCA, 1975. La Paz, p. 64.
68. Resolución Suprema de enero 11 de 1934. Anuario Administrativo, pp. 97-99.
69. Telegrama del Teniente Coronel Florian Montán, Jefe del Estado Mayor Departamental del
Ejército Nacional, al prefecto de Chuquisaca. Sucre, 17 de enero de 1934. CBDH-USFX; y
Telegrama del prefecto accidental del departamento de Chuquisaca, al prefecto de Potosí
(urgente). Sucre, 17 de enero de 1934. CBDH-USFX.
70. El País, Sucre, 31 de marzo de 1934, s/p.
71. Telegrama Fernández, del Ministerio de Gobierno, al prefecto de Chuquisaca. La Paz, 28 de
marzo de 1934. CBDH-USFX. La misma comunicación hizo la Prefectura de Chuquisaca al Jefe de
la Policía de Seguridad de Sucre, el 3 de abril de 1934. CBDH-USFX.
72. Telegrama del subprefecto de Yamparaez, R. Medinaceli, al prefecto de Chuquisaca. Tarabuco,
14 de abril de 1934. CBDH-USFX.
73. Este alzamiento se produjo en Tipavillque con motivo de los trabajos camineros que se
impusieron a los indios en Chuquichuqui. Al corregidor de Chuquichuqui se sabe que los indios
“lo apresaron, amarraron, arrastraron, pegaron y trataban de victimarlo habiendo salvado la vida
casi providencialmente”. (Véase la carta del subprefecto de la Provincia de Yamparaez, Francisco
Cors, al prefecto de Chuquisaca. Tarabuco, 16 de enero de 1935). CBDH-USFX.
74. El Diario. La Paz, 1 de noviembre de 1932; véase también Carta de Miguel Condo, cacique de
Condo y caciques de Andamarca y ayllu Yanaky, al Senador Jaime Mendoza. Sucre, 26 de octubre
de 1932. APJM. Sucre y solicitud de las comunidades de Carabuco (La Paz), al prefecto del
Departamento de La Paz. Carabuco, 16 de diciembre de 1934. ALP-UMSA (P).
75. Resolución Suprema de enero 11 de 1934, doc. cit., pp. 97-98.
76. Jaime Mendoza sostuvo en el Senado: “Tratándose en general de comunismo, ya se sabe que
ese es un vocablo acomodaticio que en Bolivia solemos emplearlo con cualquier motivo. Así, por
ejemplo, a los hambrientos los llamamos comunistas porque piden pan” (J. Mendoza en el H.
Senado Nacional, doc. cit. p, 93 a 104).
406

77. Jaime Mendoza en el Senado Nacional, 20 de agosto, doc. cit.


78. Resolución Suprema de mayo 18 de 1934. Anuario Administrativo, p. 935.
79. El Diario. La Paz, 7 de enero de 1934, p. 8.
80. El Diario. La Paz, 2 de febrero de 1934, p. 4.
81. El Diario. La Paz, 7 de enero de 1934, p. 8.
82. El Diario. La Paz, 14 de enero de 1934, p. 4.
83. El Diario. La Paz, 7 de enero de 1934 s/p., y El Diario. La Paz, 12 de enero de 1934, p. 2.
84. El Diario. La Paz, 11 de enero de 1934, p. 7.
85. El Diario. La Paz, 14 de enero de 1934, p. 11.
86. El Diario. La Paz, 16 de enero de 1934, p. 2.
87. El Diario. La Paz, 30 de enero de 1934, p. 2.
88. Aurora Zárate, propietaria de Arapata (cantón Tambillo), provincia Los Andes, al prefecto de
La Paz, solicitando amparo en favor de su hacienda y de sus colonos de Sequeri. La Paz, 17 de
enero de 1934. ALP-UMSA (hoja suelta) (P).

NOTAS FINALES
*. Esta investigación así como el libro que estamos preparando sobre este tema, han sido posibles
gracias al auspicio y al financiamiento de The Interamerican Fundation, institución a la que hago
público mi agradecimiento.

RESÚMENES
Se trata de un proyecto de investigación en curso que se detiene a estudiar los conflictos sociales
internos por los que Bolivia atravesó durante los años de la guerra, proceso que alteró y
convulsionó las relaciones sociales en las áreas rurales, las mismas que, por efecto de la guerra, se
desestabilizaron con efectos insospechados sobre la vida del campo y las ciudades e incluso sobre
la conducción de la misma guerra.

Il s’agit d’un projet de recherche en cours qui se propose d’étudier les conflits sociaux internes
par lesquels passa la Bolivie pendant les années de guerre; ce processus altéra et convulsionna les
relations sociales dans les zones rurales; celles-ci se trouvèrent déstabilisées en raison de la
guerre, amenant ainsi des conséquences insoupçonnées pour la vie de la campagne et des villes,
et pour la conduite de la guerre elle-même.
407

La inestabilidad política en Bolivia


(1952-82)
L’instabilité politique en Bolivie (1952-82)*

Jean-Pierre Lavaud

HACIA UNA INTERPRETACION DE LA INESTABILIDAD


POLITICA EN BOLIVIA. (1952-1980)
1 Otro golpe de estado en Bolivia, hubieron tantos en tantos años de independencia
nacional. Ese es el modo más difundido de relatar en la prensa, con una precisión entre
irónica y trágica, los estrepitosos sucesos de la vida política boliviana. Sin embargo, tal
precariedad no ha sido permanente desde la fundación del país, y los regímenes que
gobernaron entre 1880 y 1930 gozaron de cierta continuidad. Fenómeno más reciente
de lo que se piensa, la inestabilidad contemporánea se manifiesta tanto por cambios
rápidos de gobierno como por la rotación acelerada de los cargos administrativos y
políticos, ministeriales o subalternos. Se caracteriza también por la violación
permanente de las normas constitucionales o, más bien, por la transgresión de las
reglas que norman las transferencias de poder.
2 Sin embargo, rara vez se estudió este problema por él mismo, como fenómeno político
central para entender la vida del país, pero más bien como variable dependiente,
susceptible de explicar ciertos comportamientos sociales o económicos —el poco
interés hacia la inversión, la fuga de capitales, la pobre gestión financiera del país… —.
3 En este trabajo intentaremos entonces esbozar un modelo de interpretación de la
inestabilidad en el período que empieza con las jornadas revolucionarias de abril 1952 y
llega hasta hoy. Obviamente dicho modelo es abstracto; deja de lado numerosos
aspectos de una realidad frondosa, movediza y fugaz. La inestabilidad puede deducirse
como consecuencia de este modelo, conjunto de variables vinculadas entre sí y que
describe de modo pertinente ciertos rasgos de la vida social y política boliviana.
Interpretar solamente una secuencia temporal precisa no significa que el modelo este
válido únicamente para este período; algunas de sus proposiciones parecen tener
408

vigencia en secuencias anteriores. Pero nuestro análisis subraya también en primer


lugar, que la inestabilidad política del país no es una fatalidad histórica y en segundo
lugar, que períodos anteriores de inestabilidad pueden requerir de otras explicaciones.

LA PRESA
4 En el transcurso de los años 50, Merle Kling elaboró una interpretación de la
inestabilidad política latinoamericana que se puede resumir de la siguiente manera: en
un contexto en el cual las fuentes de riqueza se hallan controladas de manera eficiente
por oligarquías locales vinculadas en mayor o menor grado a mercados extranjeros,
adueñarse del gobierno y del conjunto de altos cargos administrativos y políticos
constituye el único medio de adquirir poder y riquezas. De allí la fuerte competición
por el acceso a esos “bienes escasos” y la instabilidad política resultante 1.
5 En el año 1952, los revolucionarios bolivianos nacionalizan los bienes de la Rosca 2 y
reparten las tierras de los latifundistas. Las condiciones económicas centrales en la
tesis de Kling se encuentran por consiguiente transformadas: la economía boliviana no
es más “basically colonial”. Tanto más que el sector estatal comprende también las
empresas de la Corporación Boliviana de Fomento, bancos, el transporte aéreo, el
petróleo… Mientras tanto, el aparato de gobierno se ensanchó con la creación del
Ministerio de Asuntos Campesinos encargado de tratar todas las cuestiones relativas al
mundo indígena, y con el fortalecimiento de los ministerios sociales de Educación,
Salud y Trabajo. L. Whitehead lo recalca precisamente: “en comparación con cualquier otra
organización operando en el país, el Estado boliviano debe ser considerado como formidable, lo
mismo si se utiliza el criterio del número de empleados, disposición de recursos, poderes formales
o aun el registro de realizaciones (…) respondiendo también por 2/3 de la inversión nacional y
por más del 60 % de las exportaciones, figurando como la principal fuente, de empleo en el país” 3.
6 Por otra parte, las empresas del sector privado, sobre todo industriales, pero también
comerciales, dependen de modo estrecho de las políticas implementadas por el
gobierno —o a menudo de las decisiones de los funcionarios— para conseguir las
medidas que requiere su funcionamiento idóneo.
7 El modelo del Estado boliviano se acerca así al del Estado español de principios de siglo
tal como lo describe G. Brenan: todos los empleados públicos, hasta los porteros, deben
su cargo a algún político influyente; su número es pletórico; la oposición no puede
quedarse mucho en la oposición, la situación de sectores enteros de la población se
volvería dramática …4.
8 En realidad, la importancia que toma el aparato de Estado boliviano después de 1952
hace de él una presa más codiciada que nunca antes y no es necesario describir en
detalles sus características para entender la lucha permanente, áspera, a veces violenta
librada para su conquista; un Estado totalmente penetrado por los intereses de grupos
exteriores que intentan disponer de él en su favor, “aparentemente incapaz de liberarse de
ellos para implementar políticas de interés general”5. Un “monstruo caliente”, hirviente de
pasiones y agitación, opuesto al modelo del Estado prusiano, este “monstruo frío”
descrito por Max Weber y Nietzsche.
409

LA MOVILIZACION POLITICA
9 Bolivia se encuentra pues agitada por rivalidades permanentes entre grupos de
intereses movilizados políticamente, sin que ninguno de ellos, o una coalición de ellos
logre imponerse de manera duradera y sin que reglas de convivencia y de transferencia
de poder puedan establecerse.
10 No se entiende acá el término movilización en el sentido de K. Deutsch 6, es decir como
un conjunto de cambios que se generan cuando se pasa de un modo de vida tradicional
a comportamientos, aspiraciones e ideologías modernas, sino más bien como “el
proceso por el cual un grupo deja de ser un conjunto de individuos pasivos y se
convierte en un elemento activo de la vida pública”7. La movilización se traduce en
confrontaciones permanentes y procesos de reubicación entre partidos, sindicatos,
comités, asociaciones y las Fuerzas Armadas, o entre fracciones de esas diferentes
organizaciones. Todas buscan influenciar el poder estatal, sea por presiones
persistentes ejercidas sobre sus instancias, sea por ubicación directa de sus
representantes dentro del gobierno o de la alta administración. Algunas buscan
apropiarse directamente del poder: los partidos por supuesto, pero tambien las FF.AA. y
la Central Obrera Boliviana (COB). Bolivia cabe entonces en el cuadro de las sociedades
pretorianas estudiadas por S. Huntington quien caracteriza así a países en los cuales el
conjunto de las fuerzas sociales organizadas se encuentra politizado, de las
universidades a las FF.AA., sin olvidar el empresariado, los sindicatos, el clero… La
diferenciación clásica entre partidos, cuya función es agregar la demanda política para
ejercer el poder, y grupos de presión, que articulan los intereses para tener una
influencia sobre la política, no es muy pertinente en el caso boliviano; por esa razón se
utiliza en este trabajo la expresión “grupo de interés” como concepto genérico aplicado
al conjunto de grupos que apuntan o bien a pesar sobre las decisiones políticas o bien a
ejercer el poder o bien a ambos tipos de intervención juntos.

a. La movilización sectorial

11 La movilización política boliviana presenta algunos rasgos específicos. Siguiendo en eso


a C. Mitchell, se la definirá en primera instancia como una movilización sectorial. Según
Mitchell, el sector es “una organización social en la cual la pertenencia es directa,
exclusiva y única. En este ’ideal-type’, los individuos dependen directamente de un
sector (por lo general en función de su posición económica) al cual pertenecen de igual
manera todos aquellos que ocupan una posición similar. Numerosos sectores estan
dotados de un cuadro nacional (las federaciones del trabajo por ejemplo) mientras que
otros pueden ser exclusivamente locales (como los sindicatos campesinos)” 8. Cabe
recordar que el “ideal-type” weberiano no es sino “un concepto límite, puramente
ideal, al cual se confronta la realidad con el fin de hacer más claro el contenido
empírico de algunos de sus elementos importantes y con el cual se la compara” 9.
12 Antes de matizar la proposición de Mitchell sometiéndola a la prueba de lo real, veamos
qué significa para nuestro tema: si los individuos miembros de sectores organizados
pertenecen a otras organizaciones más amplias exclusivamente en base a sus primeros
compromisos, entonces el individuo, miembro del sector organizado a, se unirá a la
agrupación A sólo en el caso de que lo haga también su organización.
410

13 Mitchell elaboró este “ideal-type” con el fin de analizar las relaciones entre los
sindicatos pertenecientes a la Central Obrera Boliviana (COB) y al Movimiento
Nacionalista Revolucionario (MNR). Permite demostrar que la adhesión obrera al
Movimiento se hace a través del sindicato. Después de las medidas monetarias de 1956,
cuando los sindicatos empiezan a alejarse de él, el partido pierde sus tropas obreras.
Por el contrario, el sector campesino le sigue fiel, siempre mediante su confederación
sindical.
14 El MNR incluye también otros sectores organizados que, como tales, conforman los
comandos del partido: profesionales, comerciantes, universitarios, militares… Pero, en
esos casos se trata solamente de fracciones más o menos representativas del sector que
entran a formar parte del partido.
15 Ciertos miembros de las capas medias urbanas, intelectuales, profesionales, artesanos,
comerciantes, empleados del sector privado y sobre todo público, se encuentran
afiliados directamente sobre una base territorial sea porque se hallan más libres
respecto de organizaciones sectoriales eventuales, sea porque aquellas no existen.
16 En breve, el partido sólo tiene afiliados directos dentro de esas mismas capas medias
urbanas a las cuales pertenecen también los dirigentes del partido cuando no provienen
de las clases dominantes. Pero esta observación no es válida solamente en el caso del
MNR, se la puede aplicar a todos los partidos bolivianos. En su búsqueda de adherentes
en el mundo obrero, los de la izquierda pro-marxista tienen que contar con la presencia
de los sindicatos, cuyo predominio sigue evidente. En cuanto a los otros, deben
arreglárselas con las diferentes organizaciones empresariales. De tal modo que la base
de adhesión directa pero relativamente estrecha de todos los partidos sigue siendo la de
las capas medias urbanas, en las cuales los sectores se hallan menos organizados. Allí se
encuentran militantes realmente partidarios, cuya meta primera es favorecer la llegada
al poder de su partido, con el fin de gozar de los beneficios relacionados con tal
posición: empleos, ayudas, prebendas … Esos datos explican que la agrupación política
es de naturaleza coyuntural y frágil mientras que la organización sectorial goza de
cierta continuidad.
17 Engancharse al buen carro, en el momento adecuado, representa lo fundamental para
el militante; ideologías y programas quedan rezagados respecto de las estrategias
complejas y movedizas de las alianzas. Por esa razón, se pueden observar coaliciones
anómalas: así, en 1964, la alianza “bola de nieve” entre la C.O.B., las FF.AA., el Partido
Comunista, Siles Suazo, la fracción del MNR que le sigue fiel, Juan Lechín y finalmente
Paz Estenssoro; o más reciente, en 1978-79 y 1980, el frente electoral conducido por Paz
Estenssoro y que integraban sus seguidores (quienes gobernaron junto con los miütares
de 1971 a 1974) y el Partido Comunista maoísta, comprometido en una guerrilla rural en
el año 1970, en la región de Santa Cruz. No se trata de ejemplos excepcionales, sino por
el contrario de alianzas comunes. Como lo señala Oscar Barbery Justiniano: “algunos
sectores nacen ultra-izquierdistas, y otros debido a que este puesto ya está ocupado (…) deben
encontrar otro, jugando el rol que esté disponible. No es de mayor consecuencia cual rol es
jugado; lo que es importante es participar de la comedia. Alguien me dijo una vez, en confianza,
que era marxista; pero ya que otro compañero le había ganado a esa posición, tenía que asumir el
rol de un derechista para no desempeñar un papel secundario” 10.
411

b. La movilización clientelista

18 La relación de clientela se define generalmente como un intercambio de favores entre


dos personas, patrón y cliente, quienes controlan recursos desiguales. Se trata pues de
una relación personalizada y vertical, que implica un grado variable de dependencia del
cliente.
19 Cabe insistir sobre el carácter discrecional de la relación clientelista. Que la entable el
patrón o el cliente, proporciona a ambas partes un beneficio adicional que no hubiesen
realizado en otro caso; o por lo menos se da por cierto tal resultado al iniciar la
relación. Así ocurre con la protección política: el patrón gana un voto adicional, un
apoyo partidario, y el cliente un empleo, una pensión, un servicio, a veces sólo un
obsequio, mientras clientes y patrones potenciales que no concretizaron su relación no
participan de dichos beneficios.
20 Los partidos se constituyen bajo ese modelo. Muy a menudo, el grupo se organiza bajo
la tutela de un líder y se agrega en la medida en la cual el líder-patrón logra distribuir
favores, a menos que éste represente promesas de favores. Si éste cambia afiliación —
según una lógica de venta al mayor postor, por ejemplo— la “tropa” sigue. Como ya lo
notamos, este mecanismo funciona sobre todo dentro de las capas medias urbanas; pero
permite también la articulación de los sectores al líder político: el interés del político
está en ganarse a los sectores para triunfar; lo intenta cuando entabla una relación de
clientela con el dirigente sindical o gremial. Este procedimiento “barato” —en el
sentido de que basta con ganarse al dirigente para conseguir el apoyo del conjunto de
sus seguidores— ha sido utilizado de manera muy hábil por el MNR antes y después de
1952. El partido suministraba fondos, recursos, ayudas que eran redistribuidas en forma
parcial por el dirigente del sector. La repartición de favores se hacía rebotando de la
cumbre hacia la base. No hay pues porqué sorprenderse de la multiplicación de
dirigentes sindicales; al final de la primera presidencia de Paz Estenssoro, existían en la
proporción de uno por cada diez asalariados. En virtud de tal sistema, se atribuía a tal
sindicato minero la redistribución exclusiva de las máquinas de coser en todo el
territorio nacional11.
21 Una construcción de este tipo es frágil: que falten los recursos en la cumbre, y se
desmorona; los clientes, desvinculados de su patrón, buscarán a otro.
22 Aunque se movilice sobre una base corporatista, el sector es muy a menudo alcanzado
por prácticas clientelistas. June Nash12 demostró muy bien que dos lógicas de acción
rivales obraban entre los mineros: por una parte, una lógica de clase que les lleva a
unirse frente al empresariado, y por otra parte una lógica de la dependencia que les
induce, como medida de seguridad, a consolidar relaciones paternalistas. Lazos de
dependencia se organizan de esa manera en el seno mismo del sindicato, o en relación
con poderes exteriores a éste: autoridades mineras, personalidades locales, policías…
En función de la coyuntura, variadas estrategias pueden sucederse, complementarias o
contradictorias.
23 Lo que es válido en el caso de los mineros, quienes constituyen el sector más
impregnado de una esquema “clasista” inspirado al marxismo, lo es o fortiori en los
otros sectores obreros. Y si el MNR presenta un alto grado de relaciones clientelistas
entre partido y sindicatos, no tiene
412

24 la exclusividad de tales prácticas: impregnan también hondamente las relaciones de los


otros partidos con los sindicatos y las de las FF.AA. cuando ejercen el poder con esos
mismos sindicatos.
25 Los ejemplos más conocidos de relaciones de clientela asocian el MNR o las FF.AA. y los
sindicatos campesinos. Con el fin de demostrar cómo funcionan, se utilizará el esquema
que elaboró J. Dandler a propósito del sindicalismo campesino en el valle de
Cochabamba13.

26 El líder más importante, (A), reúne alrededor suyo a varios tenientes… Cada uno de
ellos, y (A) mismo, dirige una red de clientes y encabeza uno o varios sindicatos. (A)
debe cuidar de la conservación de la coalición porque su clientela es inestable y puede
hacer alianza con un competidor. Para alejar dicho riesgo, procura ofrecer a sus
clientes servicios variados. Tiene pues que vincularse a líderes políticos más poderosos
y que disponen de más recursos, y dedicar una parte de su tiempo a visitar a sus
“patrocinadores” en la capital departamental o nacional. Pero deja entonces su feudo, y
queda expuesto a las maniobras de sus competidores.
27 La combinación de movilización sectorial y movilización clientelista presenta aspectos
diversos. En primera instancia, son fracciones enteras de un sector las que se trasladan
de un campo a otro a merced de los acontecimientos políticos. Por ejemplo, el caso de
los campesinos del alto valle de Cochabamba14. Al final de los años 50, existe una
rivalidad brutal entre dos poblados, Cliza y Ucureña, que se disputan la dominación en
el valle. Ambos poblados cuentan con un líder campesino de renombre: José Rojas en
Ucureña y Miguel Veizaga en Cliza. Esos dos hombres se encuentran a su vez vinculados
a personalidades políticas del MNR quienes se disputan la presidencia de la República:
Rojas es aliado de Paz Estenssoro y Veizaga de Guevara Arze. Pero tanto Rojas como
Veizaga estan lejos de ser simples títeres que manipulan sus “patrones” ; desarrollan
estrategias propias, sutiles y complejas.
28 Con la ayuda de Siles Suazo, quien manda las FF.AA. a restablecer el orden en el valle,
Paz Estenssoro gana las elecciones de 1960. Vencido Guevara Arze, Veizaga y sus tropas
413

se acercan entonces al nuevo vicepresidente de la República y ya aspirante a la


Presidencia, Juan Lechín. Se consideraba a Guevara Arze como ubicado políticamente a
la derecha de Paz Estenssoro, mientras Lechín se sitúa más a su izquierda. Sin embargo,
el movimiento pendular que representa el cambio de “patrón” no parece afectar mucho
a Veizaga y sus compañeros. La lucha entre Cliza y Ucureña sigue. Finalmente, molesto
por la competencia que le hace Lechín en el valle, Paz Estenssoro utiliza a su vez a las
FF.AA. para aniquilar a Veizaga. Este ejemplo nos enseña cómo patrones con necesidad
de clientes y clientes con necesidad de patrón pueden juntar sus fuerzas en función de
la coyuntura.
29 Existe una segunda figura que no es opuesta sino complementaria de la primera. En vez
de enfrentarse en un combate destructor o por lo menos de buscar la exclusividad del
lazo con el sector, los líderes políticos pueden buscar la convivencia dentro de éste. Se
ven obligados a ello cuando ninguno logra ganarse durablemente la dirección del
sector. Es esa la imagen que presentan la Federación Minera (FSTMB) y la Central
Obrera desde 1957, con, es cierto, períodos de fuertes tensiones, pero sin que ningún
partido haya podido dividir por mucho tiempo la organización sindical. La estrategia de
los enlaces partidarios consiste entonces en conquistar posiciones sin cesar, para ubicar
el mayor número de representantes en la dirección; ésta refleja en cada uno de sus
niveles la correlación interna de fuerzas.
30 Existe a menudo una imbricación especial entre el clientelismo y los lazos familiares o
casi-familiares. Cabe considerar dos casos: por un lado, las alianzas de co-parentesco
por compadrazgo y por otro lado las alianzas por matrimonio. Los líderes sindicales y
políticos son con frecuencia solicitados por sus clientes como padrinos de sus hijos. De
esa manera, dirigentes locales estrechan sus lazos con dirigentes nacionales o
autoridades del gobierno: así José Rojas solicitó al prefecto del departamento de
Cochabamba como padrino de un bautizo en su familia con el fín de asegurarse su
apoyo y alejar a sus rivales.
31 Las alianzas por matrimonio se realizan entre familias de nivel social cercano o
equivalente. Tienden pues más bien a reforzar los núcleos de poder nacionales o
locales. Sin embargo se trata de hecho de una táctica difícil de implementar : no se
puede casar a sus hijos a su antojo. Se pueden observar entonces alianzas políticas que
se amoldan a situaciones familiares, en vez de estrategias matrimoniales establecidas
con fines políticos. La asociación, la cooperación de familiares consanguíneos o
políticos es muy común —y no solamente en el ámbito político—. Así es que las pugnas
por la hegemonía dentro del MNR en Santa Cruz de 1952 a 1954 pueden leerse como
oposiciones de clanes familiares : de los Morón, Julio, Barbery, Roca … y otros que les
eran subordinados en grado variable. La figura más clásica es la de una forma de clan
apoyado por clientes (entre los cuales algunos, más cercanos, son co-familiares) : es
decir que, alrededor del líder se ubican sus allegados, casi sus pares, sus compadres, sus
clientes.
414

consanguíneos, aliados y co-parientes

32 Se trata en este caso también de un “ideal-type”. La realidad se acerca más o menos al


modelo, sin confundirse nunca con él. Las organizaciones de profesionales o de
empresarios quedan parcialmente afuera del modelo. En parte solamente porque muy
pocas logran evitar un estilo de dirección paternalista. Por otra parte, como
organizaciones se sitúan en su relación con el partido de gobierno en el mismo esquema
clientelista, para conseguir alianzas, servicios, favores … Pero, tanto dentro de sus
organizaciones sectoriales como en sus relaciones con los gobernantes, los miembros de
esos sectores aplican estrategias individualizadas y gozan de un margen de libertad
mayor.

c. La movilización miliciana

33 Tercera característica de la movilización socio-política, la propensión de cada grupo a


crear su propias milicias aparece como fundamental. No solamente están armadas las
FF.AA. y la Policía, las cuales representan, según la definición adoptada en este texto,
tanto grupos de intereses como sectores organizados, sino también los sindicatos, los
partidos, las organizaciones estudiantiles.
34 De 1952 a 1954, las milicias obreras y campesinas, controladas en mayor o menor grado,
según los casos, por la Central Obrera, el MNR o una fracción de éste, congregaban a la
mayoría de hombres armados de Bolivia. Las minas se convirtieron en enclaves de
poder, en “territorios libres”. En 1952, los mineros alzados en armas obligaron al MNR a
nacionalizar las minas y, en 1969, intentaron oponerse a la fuerza a la reorganización
decidida por Paz Estenssoro. El caso de las milicias campesinas es similar: en el valle de
Cochabamba, al fin de los años 50, condujo a una verdadera guerra entre los poblados
de Cliza y Ucureña, convertidos en guarniciones de facciones enemigas. A las milicias
415

del MNR y de la COB se oponían entonces las organizaciones armadas de la Falange,


como la Unión Juvenil Gruzeñista, integrada por estudiantes. Entre 1957 y 1959, en Santa
Cruz, este grupo de choque fue también puesto al servicio de los intereses de la
oligarquía local, la cual logró adueñarse por un tiempo de las diversas instancias del
poder regional.
35 Aunque se encuentren a veces bajo la autoridad de instancias superiores, todas esas
milicias tienden a constituirse en poderes autónomos que administran a su manera un
territorio dado. Ese ha sido el caso tanto de las milicias mineras como de las campesinas
de Cochabamba o de Achacachi, y de la falange de Santa Cruz.
36 Cuando los militares retoman el poder, en 1964, se disuelven las milicias. Pero la
tendencia miliciana se mantiene evidente en los partidos opositores extremistas, como
el ELN (Ejército de Liberación Nacional) o el partido Comunista pro-chino, así como en
los grupos para-militares de la extrema derecha, más o menos vinculados con el tráfico
de cocaina. Simultáneamente, la COB o ciertos de sus sectores, intentan mal que bien
conservar una organización armada.
37 Fundamentalmente, esta tendencia miliciana no es sino la expresión más evidente de la
imposibilidad para el poder político de asegurar el orden interno. Durante el período
del MNR, se delegó de alguna manera esta función a las milicias. Pero éstas se vuelven
peligrosas para el gobierno. Por esta razón se revaloriza a las FF.AA., debilitadas y
humilladas desde la revolución y se les utiliza para aniquilar a los enclaves: Santa Cruz
en 1959 y luego el alto valle de Cochabamba en 1960, que fueron declarados zonas
militarizadas. Sin embargo, aunque dispongan de la fuerza, las FF.AA. no son aceptadas
y no logran legitimarse a los ojos de la población; se levantan nuevas oposiciones
armadas en el país.
38 La tendencia miliciana constituye, por otra parte, la manifestación más extrema y
espectacular de un modo de expresarse muy difundido y común a todos los grupos
organizados de alguna importancia. Dada la inexistencia de normas de negociación
concertadas, se utiliza la violencia para obtener concesiones de parte del gobierno. Y
éste, con frecuencia débil y llevado a defenderse, la desata él mismo sin
consideraciones, o cuando responde a las agresiones de las cuales se siente víctima, o
cuando intenta prevenirlas. Estas “respuestas” pueden traer masacres como la de los
mineros de Siglo XX en la noche de San Juan de 1967, o la de los campesinos de
Cochabamba en enero de 1974. A largo plazo, la movilización miliciana favorece a las
FF.AA., mejor entrenadas y mejor armadas. Les proporciona incluso justificaciones para
la toma del poder y pretenden ser la única fuerza con capacidad para restablecer el
orden en medio del caos generado por las milicias. Y de hecho, desde que recuperaron
su poderío militar y sobre todo cuando ejercieron el poder, las FF.AA. siempre
terminaron vencedoras en sus confrontaciones, abiertas o encubiertas, con las milicias.

EL JUEGO DE BASCULA ENTRE LA FEDERACION


SINDICAL DE TRABAJADORES MINEROS Y LAS FF.AA.
39 Cuando las FF.AA. ocupan el poder, los sindicatos mineros se encuentran al borde de la
destrucción, y por el contrario, cuando los mineros adquieren influencia a nivel
nacional, las FF.AA. se exponen a ser quebradas. Alrededor de ambos polos se agrupan
los otros sectores organizados. En realidad, como ni las FF.AA. ni los sindicatos pueden
416

pretender ejercer solos el gobierno del país, y en función de la coyuntura, requieren


pues el apoyo de un número variable de otras organizaciones. Como lo señala Mercier
Vega: “La búsqueda de un socio adicional se impone a todo poder militar, cuyo aparato no ha
sido diseñado para la gestión general y la del conjunto de servicios públicos, la administración de
las empresas y de las propiedades del Estado, el control de la sociedad civil. Necesita un
complemento civil que no haga peligrar tanto en seguida como en el futuro, el poder de las FF.AA.
”15. En cuanto a los sindicatos, frente a la disyuntiva de gobernar o representar,
intentaron asumir ambas funciones a la vez, con su participación al co-gobierno con el
MNR desde 1952, luego con la creación de la asamblea popular, una forma de
parlamento obrero, en 1971 y desde 1983, con la cogestión de la COMIBOL.
40 Los dos casos más característicos, y que subrayan la capacidad convocatoria de ambos
polos así como su mutua incompatibilidad, corresponden a los gobiernos del MNR de
1952 a 1956, y del general Banzer de 1971 a 1978. Bajo el régimen del MNR, la COB, cuyo
sector más influyente está constituido por los mineros, participa del co-gobierno;
algunos dirigentes sindicales ocupan carteras de ministros (minas, trabajo). El bloque
MNR-COB, aunque no esté muy homogéneo y lo conformen socios rivales, logra captar
hasta a los marxistas trotskistas y estalinianos. El polo opuesto, constituido por el
partido falangista, asociaciones empresariales independientes, diferentes
organizaciones profesionales y oficiales dados de baja se ve muy afectado.
41 Por el contrario, el gobierno de Banzer asocia a las FF.AA., la empresa privada, la
Falange y varias otras fracciones de partidos, incluida una parte del MNR seguidora de
Paz Estenssoro. La COB queda prohibida en 1974. Se reprime duramente a los sindicatos
mineros en 1976 y ciertos dirigentes son exiliados.
42 El predominio del sector respecto del partido constituye el elemento fundamental de
este juego de báscula. Tanto la FSTMB como las FF.AA. son organizaciones duraderas,
mientras que el MNR, el cual incorpora por un tiempo ambos sectores —uno predomina
dentro del partido mientras el otro declina y viceversa— estalla rápidamente. Los
reciclajes de varios líderes del Movimiento y sus clientelas se dirigen luego hacia uno u
otro polo del eje dominante: el PRIN de Lechín se situa en el lado de los mineros, el PRA
de Guevara Arze cerca de los militares. Sin embargo no quedan excluidas asociaciones
anómalas y coyunturales.
43 Obviamente, la alternancia de sectores organizados y en el segundo plano, la actuación
de partidos que no se hallan animados ni por una ética de responsabilidad, ni por una
ética de convicción, más bien tácticos de la toma de poder, obran escasamente a favor
de la democracia.
44 Esta oposición mineros-militares parece llevar a un esquema clásico: el de la lucha
entre la clase obrera y el empresariado. En realidad, si la FSTMB constituye un ejemplo
bastante pertinente de organización del proletariado, cabe recordar que desde 1952 las
luchas se dan dentro de una empresa estatal. Conservar este esquema significa que el
Estado debería representar los intereses de una clase empresarial dominante. Eso es
posible en ciertos períodos, de 1971 a 1978 por ejemplo, cuando empresarios mineros y
banqueros encabezan ministerios. Pero no es cierto en otros momentos, como bajo la
primera presidencia del MNR. Por otra parte, no carece de argumentos la hipótesis
según la cual la empresa privada se mantendría merced a las facilidades (ventajas
fiscales, arancelarias, préstamos) que le otorga el Estado.
417

EL EJE SANTA-CRUZ - LA PAZ


45 En Bolivia, discutir el poder capitalino no es ninguna novedad. En realidad, es la
capacidad del centro de gobernar la periferia que se cuestiona, o por el contrario la
capacidad de ésta de influir sobre el centro e instituirse eventualmente en nuevo centro
nacional. El historiador boliviano José Luis Roca llegó a escribir: “La historia de Bolivia no
es la historia de la lucha de clases. Es más bien la historia de sus luchas regionales” 16.
46 Desde 1952, se puede observar el fortalecimiento del poder de Santa Cruz, por su peso
sobre las políticas nacionales y su capacidad de provocar cambios de gobierno.
47 El asunto de las regalías petroleras constituye un primer indicio de dicho poder. Una
ley de 1938 asignaba el 11 % de la producción bruta de petróleo al departamento de
extracción. Pero en 1955, se promulga un nuevo código que sólo se refiere a la
obligación del contratista de pagar al Estado el “11 % de la producción en boca de
pozo”, sin más precisiones. Santa Cruz se rebela entonces contra esta nueva
formulación que hace peligrar sus intereses.
48 Es el Comité Cívico Pro-Santa Cruz que conduce la batalla. Creado en 1950, por
iniciativa de la Federación Universitaria local, con el fin de contribuir a la resolución de
varios problemas ediles, y desactivado durante los años que siguen la revolución, éste
empieza a funcionar de nuevo en 1957. Lo integra entonces un conjunto de
instituciones locales: cámaras de comercio, de industria, de agricultura, asociaciones
profesionales, culturales, deportivas; los sindicatos no participan. En realidad, su
dirección está en manos de la oligarquía local en formación y de la Falange, y su brazo
armado, la Unión Juvenil Cruceñista, fundada en 1957.
49 Toda la oposición local al gobierno se concentra alrededor del comité pro-Santa Cruz. A
fines de octubre de 1957, la ciudad se encuentra paralizada por una huelga general. Las
negociaciones con el gobierno fracasan. Sin embargo, Santa Cruz sale vencedor: el 12 de
diciembre de 1957, el presidente Siles ratifica la afectación al departamento del 11 % de
las regalías.
50 Por otra parte, el comité echa a las milicias del MNR, las cuales detenían el poder local,
y se adueña de todos los cargos importantes hasta julio de 1959, cuando Siles Suazo
encarga a las FF.AA. someter el enclave de Santa Cruz.
51 Lo que resulta interesante para nuestro tema, es el apoyo prestado a la actuación del
Comité por el ala izquierda del MNR, en ese entonces caída en desgracia 17. Este nuevo
ejemplo de alianza política anómala ahonda la brecha dentro del partido de gobierno.
52 En 1971, el golpe de Estado que pone fin al proyecto populista del general Torres tiene
su origen en Santa Cruz. Permite la victoria conjunta de tres fuerzas políticas: la
Falange, una fracción del MNR aglutinada alrededor de Paz Estenssoro y el ala derecha
de las FF.AA. El coronel Banzer, oriundo de Santa Cruz, se impone a sus rivales y
obtiene la presidencia. La oligarquía del Oriente, molesta por las trabas puestas a su
acción por el régimen anterior (límites a la libre comercialización del azúcar entre
otras) y por las amenazas a la propiedad privada que significa la aparición de un foco
guerrillero de inspiración maoísta en las inmediaciones de Santa Cruz, inspira el golpe
y lo financia. Se verá retribuida con varios cargos ministeriales y numerosos créditos,
destinados a desarrollar la agricultura algodonera y la ganadería. De esa manera, la
ciudad se acerca a la meta proclamada en 1924 por el diputado Mariano Saucedo Villa al
418

contestar las acusaciones de separatismo formuladas en contra de la región: “Santa Cruz


aspira a ser la capital de Bolivia, y no la cola de país vecino” 18.
53 El golpe de Banzer propicia una especie de acercamiento de ambos ejes, FSTMB-FF.AA. y
Santa Cruz-La Paz.

54 En realidad, el Oriente, la empresa privada, el ala derecha del MNR, la falange y las
FF.AA; se encuentran juntas frente al centro paceño, la Central Obrera, los partidos de
izquierda y algunas fracciones de regimientos.
55 En 1971, ambos ejes parecen confundirse; sin embargo, diferenciarlos sigue siendo útil,
porque, diez años después, se apartan de nuevo. En 1981, nace en Santa Cruz una
conspiración que, por sus consecuencias, trae la caída de la dictadura del general García
Meza y pone punto final —por lo menos hasta ahora— a los regímenes militares.
56 Una controversia sirve entonces de detonante: el proyecto de construcción de un
complejo agro-industrial azucarero en el norte del departamento de La Paz, en San
Buenaventura. Dado a conocer desde 1974, el proyecto había sido detenido con éxito
por el lobby azucarero con sede en Santa Cruz. En 1979, el asunto había generado un
debate acalorado en el Congreso durante el cual el conjunto de los partidos (incluso el
Partido Comunista y el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria, el MIR) se partieron
según una división regional. Ahora bien, el 14 de julio de 1981, el general García Meza
firma el decreto de adjudicación del ingenio azucarero y destilería de San
Buenaventura. El 22 de julio, el departamento entero está en huelga, paralizado por una
población unánime que vincula estrechamente lucha por los intereses departamentales
y lucha por la democracia. El 3 de agosto se produce un pronunciamiento militar en
Santa Cruz y encuentra allí el apoyo popular y también un apoyo político que va del
MIR a la Falange. Durante algunos días, el país se encuentra dividido en dos bandos
militares. El golpe de Estado fracasa, pero García Meza se ve obligado a renunciar 19.
57 El eje región-centro está pues dotado de dinámica propia. Esta vez, una especie de
reagrupación se produce en contra de las FF.AA., siguiendo un criterio regional. El
esquema de 1971 está entonces parcialmente invertido:

58 Sin embargo, el eje FSTMB-FF.AA. sigue siendo el más importante, por su capacidad de
convocar y estructurar otras fuerzas.

CONCLUSION
59 La triple figura de una movilización política sectorial, clientelista y miliciana concurre a
mantener una pugna permanente entre coaliciones movedizas de grupos de intereses,
419

sin que ninguna de ellas logre ocupar el poder de modo durable, y tampoco instaurar
un conjunto de normas de gobierno y de transferencia del poder. L. Whitehead describe
este proceso de una manera muy similar a la nuestra: “Toda organización importante es
propensa a experimentar expansiones y contracciones drásticas de su apoyo, recursos y
funciones, ya que el marco institucional permanente es demasiado débil para limitar rivalidades
de grupos de intereses a ciertas reglas del juego, y todavía no se ha formado una alianza estable
de intereses capaz de dominar el Estado en forma duradera” 20.
60 El modelo que acabamos de esbozar se ubica, como se puede ver, entre descripción e
interpretación. Pretende ser heurístico y permite en este sentido dar cuenta de los
cambios políticos acelerados que experimenta Bolivia desde hace treinta años. Sin
embargo, no pretende obviamente describir y mucho menos explicar el conjunto de la
vida política.
61 Este modelo se aleja del encadenamiento causal clásico. Se atribuye a menudo los
padecimientos de Bolivia —incluso la larga lista de sus impasses políticos— a un primum
mobile, el imperialismo norteamericano, que juega el papel de acusado principal 21. Al
rechazar estas explicaciones demasiado simples, no pretendemos que los EE.UU no
juegan un rol en la vida política boliviana y por eso no representan un causante de
inestabilidad. Su influencia llega de varias maneras o económicamente o en el plano
político, a veces de modo contradictorio. Es obvio además que las caídas de Torres y
García Meza fueron favorecidas por ciertas agencias norteamericanas. Sin embargo,
cabe subrayar en primera instancia que una estabilidad mayor —por supuesto con la
condición de que Bolivia se quede en el campo del “mundo libre”— serviría mejor a
EE.UU que continuos cambios de gobierno. En segunda instancia, es necesario
determinar en cada caso de intervención norteamericana cuál(es) agencia(s) actúa(n)
(Departamento de Estado, Pentágono, CIA, grupos de intereses privados), acerca de qué
grupo de interés boliviano y cómo dicha alianza logra triunfar. Eso es válido para todas
las intervenciones exteriores: no solamente los EE.UU pesan sobre los cambios políticos
en el país. Potencias vecinas como Brasil o Argentina pueden desempeñar un rol
determinante: la Argentina favoreció el golpe de García Meza; de igual manera, Cuba y
los países del Este gravitan sobre la vida política local al apoyar guerrillas o cuando
ayudan a ciertos partidos.
62 A pesar de estas rectificaciones, el modelo propuesto sigue válido, y cabe solamente
añadir que cada grupo de interés que participa de la vida política boliviana puede
eventualmente gozar de recursos y apoyos exteriores al país, de más o menos peso
según las coyunturas, a fin de llevar a cambios de gobierno. □
420

LA SUCESION DE LOS GOBIERNOS BOLIVIANOS DESDE 1952

SIGLAS
63 COB Central Obrera Boliviana
64 FSB Falange Socialista Boliviana
65 FSTMB Federación Sindical de los Trabajadores Mineros de Bolivia
66 MIR Movimiento de Izquierda Revolucionaria
67 MNR Movimiento Nacionalista Revolucionario
68 PRA Partido Revolucionario Auténtico
69 PIR Partido de Izquierda Revolucionaria
70 PSD Partido Social Democrático
71 UDP Unión Democrática Popular

Debate sobre las ponencias de:

René ARZE Guerra y conflictos sociales. El caso rural de Bolivia en la campaña del
Chaco (1932-1935).
Jean-Pierre LAVAUD
La inestabilidad política en Bolivia (1952-82).
Presentada por Marie Danielle Demélas.

72 Henri Favre
421

73 Estoy perplejo. Según Jean-Pierre Lavaud, la inestabilidad política de Bolivia se


explicaría por la combinación de varios factores. Ahora bien, estos mismos factores han
sido utilizados por politólogos norteamericanos, en particular por Scott, para explicar
la estabilidad política de México.
74 Marie Danielle Demélas
75 Como no está Lavaud, no puede contestar. Lo que me interesa es entender por qué ese
Estado boliviano es a la vez tan poderoso y tan débil.
76 Thierry Saignes
77 Se trata de una inestabilidad estructural, es decir una especie de balanceo entre dos
fuerzas antagónicas y al mismo tiempo complementarias. Cuando uno “está en el
árbol”, como se dice en Bolivia, otro está por debajo y viceversa.
78 Jean Piel
79 Me pregunto hasta qué medida cada una de las fuerzas ahí aisladas se encargan de
mucho más de lo que son socialmente. El sindicato minero tiene que encargarse de
reivindicaciones que no son suyas. Casi juega un papel de partido político. Las clases
medias están aparentemente afuera del sistema político pero sí pertenecen
directamente a la filiación partidaria. Ahora bien, siempre se dice que durante esos
últimos años, las fuerzas armadas serían la representación de esos sectores.
80 Manuel Chiriboga
81 Quisiera una aclaración primero sobre el movimiento campesino. Hubo durante la
guerra del Chaco una reacción generalizada contra este conjunto de abusos y la
ofensiva terrateniente por recuperar tierras y fortalecer su posición aprovechando la
ausencia de los hombres en las comunidades, o si la movilización campesina tuvo raíces
anteriores a los conflictos del 27, ¿Se trata del mismo movimiento o realmente hay una
ruptura, una diferencia?
82 Otra pregunta: ¿Cómo este tipo de conflictos como la guerra del Chaco actúa sobre los
dos tipos de comunidades: aymaras y quechuas?; si es que existen puntos en común o
hay diferencias teniendo en cuenta sus características históricas.
83 Hermes Tovar
84 ¿Estos movimientos campesinos pueden estar articulados o desarticulados del
fenómeno de expansión económica, como el que se dio en los años 20 y en la crisis de
los 30? ¿Existe algún tipo de articulación entre expansión y depresión de la economía
boliviana o fue un fenómeno meramente político?
85 Yves Saint-Geours
86 ¿A nivel de historia oral, pudiste comprobar algo sobre la relación entre guerra y
guerra civil?
87 René Arze
88 Estos movimientos son en algunos casos producto del problema de la tierra, y en otros
de las extralimitaciones que produjo el ejército en el reclutamiento. Principalmente en
zonas del Altiplano, el problema de los levantamientos se deriva del problema de la
tenencia de la tierra, pero en algunos casos, a este problema se añade el del
reclutamiento forzado para llevar a los campesinos a la zona de operaciones, o se
combina con el problema de los impuestos que son recargados. Cuando las tropas del
ejército se veían desabastecidas, ingresaban a las zonas rurales y no sólo pedían la
422

acción de los hombres, sino víveres y una cantidad de exigencias, desde elevarles el
impuesto territorial hasta requisarles ganado.
89 En cuanto a la reacción de los sectores quechuas, aymaras y el sector guaraní, casi
podemos generalizar y decir que el problema del sector quechua y aymara tiene
muchos puntos comunes y no tanto en lo que corresponde a la población chaqueña del
sector oriental, a la población que estuvo afectada por la misma guerra en el territorio
del Chaco. En el momento de la guerra existían muchos grupos étnicos chaqueños que
fueron afectados seriamente, entre ellos los descendientes de los guaraníes que
prefirieron fugar hacia la región argentina; pero otros grupos étnicos como los tobas y
los matacos fueron indistintamente incorporados o al ejército paraguayo, o al ejército
boliviano. En la región suroeste, región de Potosí, se advierte que el problema deriva
fundamentalmente del problema de la tierra; también en el altiplano paceño hay una
cantidad de levantamientos por el problema de la tierra. Esto nos motiva a generalizar
que el sector quechua y el sector aymara tuvieron puntos comunes en sus luchas de
reivindicación. No hay que olvidar tampoco a los pobladores de la región Oriental que
asolaron constantemente a los poblados urbanos, porque la fuerza represora, en este
caso el ejército, estaba ausente. También vemos una inducción de movimiento de indios
de regiones orientales sobre sectores urbanos.
90 Sobre si estos movimientos son o no repercusión directa de la crisis del 29, puedo
adelantar aquí que no parece haber una influencia directa de la crisis del 29 sobre los
movimientos campesinos: yo me inclino a creer que fue muy débil esta influencia. Pero
habrá que seguir investigando…
91 Todo parece indicar que estos movimientos obedecen a empujes de tipo político; tanto
en vísperas de la guerra, como durante ella, se da en Bolivia una movilización política
de la izquierda incipiente de esa época, la misma que ejerce al parecer cierta influencia
sobre las masas campesinas. Pero esto habrá que analizarlo con mayor cuidado. Yo me
inclino a pensar que los movimientos campesinos de la guerra fueron autónomos.
92 En cuanto a la pregunta sobre el papel jugado por la historia oral, sobre la experiencia
en la zona de guerra, yo no pude conseguir informantes que me transmitan sus
experiencias como rebeldes durante el conflicto. No es fácil; muchos de ellos tienen un
temor muy grande y no desean presentarse como ex-sublevados por una cantidad de
problemas muy sobreentendidos que se viven en Bolivia, tienen el temor de ser luego
reprendidos de alguna manera, prefiriendo quedarse callados.
93 En algunos casos me han relatado, los que han asistido a la zona de operaciones, que los
hacendados solían seleccionar al elemento revoltoso (con lo del problema de la tierra),
entregarlo al ejército y luego llevarlo a la zona de operaciones del Chaco. Pero hay un
fenómeno todavía más interesante: algunos colonos que vivían bajo el régimen de
pongueaje, prefirieron ir como combatientes al Chaco, con la opción de caer
prisioneros, para así ir a vivir al Paraguay, para así desponguearse. No fue algo muy
común, pero se dio. Fue una respuesta de los colonos a los hacendados, que en muchas
oportunidades prefirieron ocultar a sus pongos para que no asistiesen a la guerra. Ya he
leído el testimonio de un campesino que relata cómo su hacendado le aconsejaba que
no debía aprender a leer porque si no lo mandarían a la guerra.
94 Jean Piel
95 ¿Se sabe algo del movimiento de deserción y si fue o no una forma de resistencia a la
incorporación militar?
423

96 Nelson Manrique
97 Quisiera hacer una comparación con el trabajo que realicé en la sierra central peruana,
que fue escenario de guerra, mientras que en el caso de Bolivia, los campesinos son
enviados fuera de la zona. Algunas cosas que observé y que me parecen importantes:
1. El tipo de enrolamiento, si este supone llevar a los campesinos tres años fuera o como en el
caso de Cáceres, que enrola a la gente respetando los ciclos agrícolas, en lugar de que
deserten los licencia. Si uno hace el seguimiento de las campañas de guerra que hace Cáceres
están sincronizadas con ese calendario.
2. Sería importante rastrear la cuestión de la estacionalidad climática que influye en la
respuesta guerrillera. En abril de 1882, cuando el ejército chileno llega a la región, hay
sequía; luego viene la época de cosecha, y ya habían habido dos años anteriores de sequía.
Eso agudiza la miseria y va provocar una respuesta mucho mayor.

98 Heraclio Bonilla
99 Sin duda la guerra del Chaco representa para Bolivia lo que la guerra con Chile en el
caso de Perú. Ha habido en los últimos años debates muy intersantes sobre la
participación del campesinado en ese conflicto. Es difícil analizar las guerras nacionales
en un contexto multiétnico. Bolivia no fue invadida por Chile en 1879, la carencia del 79
está compensada por la guerra del Chaco. ¿Qué significa el enrolamiento nacional para
estos campesinos quechuas y aymaras, cuáles son las reacciones de este campesinado
en una guerra nacional?
100 Thierry Saignes
101 Tengo información de una investigación que realicé en valles orientales de la zona
fronteriza Perú-Bolivia. Los campesinos de la orilla oriental del lago Titicaca, del lado
boliviano o peruano, tenían casi todos tierras en los cocales de los Yungas, tenían un
sistema de doble domicilio que se remontaba a la época pre-hispánica. Tanto los
campesinos peruanos como los bolivianos iban a estos cocales que se encontraban por
La Paz, y pasaban la frontera con doble nacionalidad; luego cuando comenzó la guerra
del Chaco, los campesinos peruanos renunciaron a sus derechos en los cocales de La
Paz, para no ser agarrados por el ejército boliviano, perdiendo su acceso directo a los
cocales de los yungas.
102 René Arze
103 En cuanto a la pregunta de las deserciones, sí las hubo. Ha habido casos de desertores
que fugaron con el armamento que les había repartido el ejército a otros lugares de
conflicto con hacendados. Muchos de estos desertores aprovecharon el armamento que
les dieron para amenazar o tomar violentamente algunas haciendas. Hubo otro tipo de
desertores que se dedicó al bandidaje, sobre todo en la región de Chuquisaca. Se dio un
pánico muy parecido al que vivió Francia en la Revolución Francesa con los campesinos,
pánico porque se organizan cuadrillas de desertores que irrumpieron contra todo tipo
de propiedades, tanto propiedades campesinas como propiedades de haciendas,
constituyendo una amenaza muy seria sobre todo en la región de Chuquisaca.
Finalmente hay otro tipo de desertores a los que se conoció como a los “izquierdistas”,
pues muchos de los soldados en el momento del combate preferían dispararse en la
mano o pie izquierdos para ser evacuados. A muchos de estos “izquierdistas” eso le
costó la vida, pues fueron inmediatamente fusilados. Podría hacerse una variedad de
especulaciones con respecto al tema de las deserciones.
424

104 Sobre el tipo de enrolamiento, lo que sucedió fue que el ejército boliviano subestimó al
ejército paraguayo de una manera equivocada porque luego el ejército boliviano sufrió
un revés. La unidad del ejército paraguayo siempre fue más coherente que la del
ejército boliviano. Hasta 1934 no hubo enrolamiento ordenado, ni se enrolaron de
acuerdo a la época de cosecha; se les llevó de una manera indiscriminada, se sabe que al
campo de operaciones se mandaron campesinos de 50 años o más, y también niños de
13 y 12 años. Cuando el propio ejército advierte como un boomerang que no puede
abastecerse porque la mano de obra, o ha fugado, o está en la zona de operaciones;
cuando advierte que hay una crisis agrícola y no hay víveres para el abastecimiento, en
el año 34, se establece un cupo en que sólo el 30 % del sector comunal y el 30 % de los
pongos, podía asistir a la guerra, el 70 % restante debía quedarse para las labores
agrícolas; ésta fue una medida que se implantó tardíamente.
105 Respecto del clima el reclutamiento tuvo características muy parecidas al sistema de los
mitayos, cuando se transportaban enormes contingentes a las minas de Potosí, de
regiones de climas adversos. Por ejemplo el sector aymara que vive en una zona a 3000
metros sobre el nivel del mar, fue trasladado de esa zona al camión y del camión al
campo de batalla. Por parte del soldado andino boliviano la hostilidad del medio
constituyó una seria adversidad, y hasta se podría decir que para el soldado andino el
enemigo no fue tanto el paraguayo sino la distancia, porque había que recorrer por lo
menos 2000 km. hasta la zona de operaciones (recorrido que se hacía a pie muchas
veces), la falta de agua y el clima inhóspito. Todo esto condicionó a que el soldado andino
se enfermara no sólo de tuberculosis, sino tambien por avitaminosis, lo que hizo que los
soldados murieran no tanto por las balas del enemigo sino por los factores arriba
mencionados. Se ve el papel preponderante que jugó el clima.
106 Respecto a la pregunta que formuló H. Bonilla sobre lo que significó el enrolamiento a
nivel nacional para los campesinos bolivianos puedo decir, de una manera general, que
en ningún caso fue homogéneo. La guerra no significó lo mismo para los colonos de
haciendas y para los comunarios. Uno y otro sector recibió, sin embargo, la fuerte
presión del ejército y del gobierno de entonces. La participación de ambos sectores en
la guerra fue masiva. Ninguna de las guerras internacionales en las que Bolivia
intervino (Pacífico 1879 y Acre 1903-4) movilizó a tan cuantioso número de tropas
bolivianas: por fuerza de gravitación numérica, los campesinos fueron sin embargo los
que nutrieron las filas del ejército boliviano. No todos los campesinos aceptaron este
enrolamiento, ya hemos visto cómo se sublevaron muchos de ellos.
107 En las entrevistas que les hice a los ex-combatientes se advierte fácilmente que muchos
de ellos han tomado conciencia del momento importante que han vivido; otros también
tienen conciencia de haber sido utilizados como carne de cañón. Hoy hay también en
Bolivia una visión un poco forzada de lo que significó la participación campesina en la
guerra. El tema de la guerra del Chaco y los indios bolivianos ha sido en todo caso
bastante ignorado en Bolivia, tal como lo fue durante mucho tiempo el tema de la
participación indígena durante la guerra de la independencia.
108 Durante la guerra del Chaco la población boliviana se desmembró al parecer aún más:
las crisis que Bolivia venía enfrentando desde la preguerra parece que agudizaron
durante el momento de la guerra y tuvieron una expresión violenta en todas las
poblaciones marginales, pues se producen fenómenos sociales que convulsionan al país
y dejan un impacto grande que se traduce, a la larga, en las medidas de la Revolución de
1952.
425

109 Hermes Tovar


110 ¿Por qué la formación de una identidad nacional boliviana en torno a la guerra del
Pacífico, siendo más lejana y no en torno a la guerra del Chaco?
111 René Arze
112 Yo no me atrevería a afirmar que hubo efectivamente una formación de una identidad
nacional boliviana durante la guerra del Pacífico. Esto está poco estudiado en Bolivia. El
problema del enclaustramiento parece hoy generar un acuerdo nacional. La
importancia de una salida al mar ha sido y es más importante que la pérdida del
territorio del Chaco, territorio por el que Bolivia, sin embargo, buscó salir al Atlántico a
través del río Paraguay durante la guerra del Chaco. Bolivia parece sentir más la
pérdida del Pacífico en la guerra con Chile que la pérdida de un acceso al río Paraguay-
Asunción-Atlántico. □

NOTAS
1. Varios autores bolivianos describieron muy bien esta búsqueda desenfrenada de cargos
públicos. Cf. Alcides ARGUEDAS, Pueblo enfermo y Carlos ROMERO, Las taras de nuestra democracia …
2. Se denomina así a la oligarquía conformada por los tres “barones” del estaño, Patino, Hoschild,
Aramayo y sus allegados.
3. L. WHITEHEAD, “El Estado y los intereses seccionales: el caso boliviano”, Estudios Andinos, № 10,
vol. IV, 1974-75.
4. G. BRENAN, Le labyrinthe espagnol, Ruedo Ibérico, París 1962.
5. L. WHITEHEAD, op. cit.
6. K.W. DEUTSCH, “Social Mobilization and political Development” in American Political Science
Review, 55, sept. 1961.
7. Charles TILLY, citado por Pierre BIRNBAUM, “Mobilisations sociales et types d’Etats”, Revue
Francaise de Sociologie, XXIV, 3, julio-sept. 1983.
8. Christopher MITCHELL, Reformers as Revolutionaries: The tragedy of Bolivia’s Movimiento
Nacionalista Revolucionario, (1952-1964), Ph.D Political science, Harvard University, Cambridge,
Massachussets, enero, 1971.
9. Max WEBER, Essai sur la théorie de la science, Plon Paris, 1965.
10. Citado por Ch. MITCHELL, op. cit.
11. Cf. el artículo de Antonio GARCIA, “Los sindicatos en el esquema de la Revolución nacional: el
sindicalismo en la experiencia boliviana de nacionalización y desarrollo”, El Trimestre Económico,
33 (132), oct-dic. 1960.
12. June NASH, Dependency and the failure of feed-back: the case of Bolivian Mining Comunities, Atti del
XL congresso internacionale degli americanisti, 3-10 sept. 1972.
13. Jorge DANDLER, Disgreción política del campesinado y el proceso de una revolución inconcluida en
Bolivia: el conflicto Cliza-Ucureña, trabajo preliminar, mimeo, 1976.
14. Ibid.
15. L. MERCIER VEGA, La révolution par l’Etat: une nouvelle classe dirigeante en Amérique Latine, Payot,
1978.
16. José Luis ROCA, Fisionomía del regionalismo boliviano, La Paz, Los amigos del libro, 1980.
426

17. La integraban entre otros, Lechín, Ñuflo Chávez Ortíz, vicepresidente renunciante, y Ernesto
Ayala Mercado, ex-trotskista.
18. José Luis ROCA, op. cit.
19. El 10 de julio de 1982, el Comité pro-Santa Cruz emite un ultimátum exigiendo al gobierno del
general Torrelio la puesta en marcha inmediata del proceso electoral. Cinco días después, el
general Torrelio deja el poder a otro militar cuya labor principal será la de garantizar la
transición hacia un gobierno civil.
20. L. WHITEHEAD, op. cit.
21. Son muy variados: puede ser el traumatismo de la conquista, el problema indígena, la
ausencia de acceso al mar

NOTAS FINALES
*. Publicado en francés en Caravelle N° 44, Université de Toulouse-Le Mirail, 1985, pp. 39-58.

RESÚMENES
Desde hace muchos años, Bolivia sufre una crónica inestabilidad política. En lo que se refiere al
período 1952-82, el autor esboza un modelo de interpretación que subraya dos características de
esta inestabilidad: la imposibilidad para cualquier grupo de interés de lograr imponerse de modo
duradero y la incapacidad de establecer reglas de convivencia y de sucesión, dándose ésta en el
marco de una movilización política permanente de triple carácter clientelista, miliciano y
sectorial.
Dos sectores polarizan y aglutinan las oposiciones: la Fuerza Armada y la Federación Sindical de
los Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB). Sin embargo, las luchas se rigen también de
acuerdo a la problemática regionalista que opone Santa Cruz a La Paz. En ciertas coyunturas
pueden combinarse ambos elementos sectorial y regionalista.

Depuis de nombreuses années, la Bolivie souffre d’une instabilité politique chronique. Pour ce qui
concerne la période 1952-82, l’auteur ébauche un modèle d’interprétation qui souligne deux
caractéristiques de cette instabilité: l’impossibilité pour un groupe d’intérêt quelconque de
s’imposer durablement et l’incapacité à établir des règles de cohabitation et de succession, cette
dernière s’effectuant dans le cadre d’une mobilisation politique permanente au triple caractère
clientéliste, milicien et sectoriel.
Deux secteurs polarisent et agglutinent les oppositions: les Forces armées et la Fédération
Syndicale des Travailleurs miniers de Bolivie (FSTMB). Cependant, les luttes s’organisent aussi
autour de la question régionale qui oppose Santa-Cruz à La Paz. Dans certaines conjonctures
peuvent se combiner les deux éléments sectoriel et régional.
427

VOLUMEN II

III. El estado nacion en los Andes

Conclusion
428

Informe de la comision n° 2* : El
Estado Nación en los Andes
Marie-Danielle Demélas

1 Haber conocido una temática que favoreció una aproximación interdisciplinaria es,
según la comisión, un éxito. Por otra parte, el diálogo, que se mantuvo siempre abierto
y espontáneo, entre sociólogos e historiadores, tal vez da fe de la conquista por la
historia andina de su autonomía. De ahí pues que no se trató tanto de marcos teóricos
sino más bien de estudios concretos que posibilitarán la elaboración de modelos
adecuados.
2 Gracias al encuentro de investigadores de cinco países (Bolivia, Perú, Ecuador,
Colombia, Francia), se pudo sacar provecho de las diferencias de enfoques entre los que
viven la historia andina y los que la examinan. Así es como se pudo notar el tratamiento
desigual de algunos temas, tales como la historia regional, especialmente bien
estudiada en el Perú, y comprobar que los investigadores andinos parecían preferir el
estudio de las causas estructurantes de sus sociedades, cuando los franceses se
dedicaban más a las resistencias opuestas a dichas causas.
3 Las ponencias, muchas veces, dieron muestra de eclectismo en cuanto a la elección de
las fuentes: al estudio exhaustivo de fondos oficiales ya conocidos, se sumó el de fondos
privados provinciales y locales, así como el uso de fuentes orales, siendo cuentionadas
estas últimas con la misma preocupación crítica que la que se aplica a los textos
escritos.
4 Se evocaron con bastante frecuencia la primera mitad del siglo XIX y los años 20 de
nuestro siglo, aclarándose así dos períodos especialmente mal conocidos.
5 La ausencia de ciertos invitados originó una carencia importante: la del papel de las
fuerzas armadas en la formación de los Estados andinos. Se presentaron los siguientes
trabajos: un ensayo para caracterizar el Estado ecuatoriano del siglo XIX como Estado
terrateniente (R. Quintero) ; estudios sobre las formas de movilización política “desde
arriba” (H. Tovar examinó el papel de la Iglesia en la adopción del régime republicano
en Colombia), y las representaciones políticas de las élites (M.D. Demélas e Y. Saint-
Geours, acerca del integrismo en Ecuador) ; informes sobre las formas de movilización
429

política “desde abajo” (R. Arze habló de la doble guerra -fronteriza e interna- del Chaco;
M. Burga y A. Flores Galindo relataron la historia de los comités Tahuantinsuyo en el
sur andino).

Problemática
6 Como conclusión a los debates que siguieron a estas ponencias, la comisión cree que el
concepto de Estado-nación no permite, por ahora, establecer un acuerdo entre los
investigadores, ni delinear la realidad observada. Prefirió entonces hacer el inventario
de los puntos de convergencia:
7 1) Si bien es imposible hablar de Estado-nación, queda sin embargo claro que el Estado
territorial existe, y eso a pesar de la imprecisión y permeabilidad de sus fronteras; y
que el Estado, a veces, llevó a cabo tareas nacionales (construcción de carreteras, de
ferrocarriles…) cuando las clases dirigentes mostraron preocupaciones colectivas
variables.
8 Este Estado territorial engendró nuevas unidades regionales y deshizo, en algunos
decenios, los conjuntos más vastos del imperio colonial (tales como Cusco-La Paz, Loja-
Piura…). Estas regiones más reducidas pudieron a su vez, y según la coyuntura,
desempeñar un papel nacional.
9 2) La Independencia se tradujo por la transición de un Estado del antiguo régimen
(formado de reinos con fueros y representación) a un Estado liberal exclusivo,
quedando la mayor parte de los habitantes apartada del estatuto ciudadano. Muchas de
las élites, entonces, idearon su Estado según los términos heredados de la ciudad
antigua.
10 Pero es evidente que esta exclusión no fue nunca estática: las estrategias de los
diferentes agentes -clase política y excluidos- se tradujeron por intentos de integración,
negociaciones repetidas y permanentes resistencias. En esta situación de exclusión, la
Iglesia, a veces, favoreció la trabazón de la sociedad civil, tanto por su estructura y su
capacidad de dirección como por la visión del mundo que preservaba; esta observación,
sin embargo, vale más para el Ecuador y Colombia que para el Perú o Bolivia.
11 3) La trabajosa construcción del Estado andino se entiende en parte por la confusión
entre esfera estatal y esfera privada cuya traducción fue la formación de los poderes
locales y regionales que competían con el Estado central, haciendo constar así la
potencia de las clientelas y la debilidad del aparato del Estado (especialmente del
aparato represivo). Tal embrollo da cuenta de la doble cara de las élites, a veces
hombres de Estado prosiguiendo un proyecto nacional, a veces propietarios
acumulando para su propio provecho los recursos públicos.

Perspectiva y Recomendaciones
1) Las fuentes

12 Los participantes recordaron a menudo el estado crítico de ciertos fondos de archivos;


los disturbios del período republicano que sucedieron a la burocracia colonial han sido
pagados con creces. Pero en vez de deplorar lo irremediable, la comisión quisiera lanzar
un grito de alarma acerca de los archivos del siglo XX que parecen peligrar y proponer a
430

todos los participantes en el encuentro que se mande una moción a los organismos -o
personas- oficiales y particulares capacitados para intervenir.
13 Instaría la organización de centros de archivos orales, fotográficos y cinematográficos.
Para terminar, la comisión aconseja emprender una política de concentración de los
archivos, bajo forma de microfilms para que todos los países puedan recoger sendos
archivos dispersos fuera de sus fronteras; todos saben que los investigadores andinos
no disponen de muchos recursos para trabajar en Sevilla, Washington o Roma, o
siquiera en Buenos Aires.

2) Direcciones de investigación

14 Con excepción de uno, todos los trabajos presentados se habían limitado a uno u otro de
los Estados andinos; por lo tanto la comisión quisiera sugerir que se emprenda en
adelante un mayor número de investigaciones comparativas. Esta parece ser una
exigencia evidente si se quiere llevar a cabo estudios de regiones fronterizas, u otros
proyectos tales como encuestas sobre la evolución del tributo en la Sierra o el
desarrollo de las guerras civiles.
15 Sin embargo, y somos conscientes del hecho, esta recomendación no será más que un
voto benigno mientras no se tome en consideración al mismo tiempo los medios
concretos necesarios para dichas investigaciones. Luego hay que resolver los problemas
de circulación de las obras, de los datos bibliográficos, a la par que el de los
investigadores, todo esto con el fin de romper con una separación que perjudica el
desarrollo de los trabajos.
16 Dos direcciones de investigación, hasta hoy dejadas de lado, o mencionadas por
logógrafos más que por historiadores, han parecido posibilitar más que otras la
comprensión de la formación nacional:
• la historia de la Iglesia, considerada en sus relaciones con la sociedad civil, así como el
estudio de la religiosidad popular y la de las élites, con el fin de entender como se
“desencantó” (o no) la visión del mundo de las sociedades andinas.
• en el área de la historia política, estudios sobre la adopción de las formas y prácticas
democráticas (las reglas del juego electoral, los electorados cautivos, los ritos
parlamentarios, el personal político…), así como sobre las formas y las prácticas del Estado
de hecho (utilización del ostracismo, del estado de sitio, el “golpismo”…)
17 Por la Comisión № 2

NOTAS FINALES
*. Integraron la Comisión: R. ARZE, J.P. DELER, M.D. DEMELAS, R. QUINTERO, H. TOVAR, Y. SAINT-
GEOURS.

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