Estados y Naciones en Los Andes, V1 y 2
Estados y Naciones en Los Andes, V1 y 2
Estados y Naciones en Los Andes, V1 y 2
DOI: 10.4000/books.ifea.1685
Editor: Institut français d’études andines, Instituto de Estudios Peruanos
Año de edición: 1986
Publicación en OpenEdition Books: 2 junio 2014
Colección: Travaux de l'IFEA
ISBN electrónico: 9782821845657
http://books.openedition.org
Edición impresa
Número de páginas: 2 volumes ; 668
Referencia electrónica
DELER, Jean-Paul ; SAINT-GEOURS, Yves. Estados y naciones en los Andes: Hacia una historia
comparativa: Bolivia - Colombia - Ecuador - Perú. Nueva edición [en línea]. Lima: Institut français d’études
andines, 1986 (generado el 20 novembre 2019). Disponible en Internet: <http://books.openedition.org/
ifea/1685>. ISBN: 9782821845657. DOI: 10.4000/books.ifea.1685.
Este documento fue generado automáticamente el 20 noviembre 2019. Está derivado de una
digitalización por un reconocimiento óptico de caracteres.
Este libro reúne un conjunto de estudios que enfocan, desde distintas perspectivas y de manera
renovadora, los problemas que atañen a la formación de los Estados-Naciones en los andes.
Colaboran en el volumen destacados investigadores que desarrollan estudios antropológicos,
sociológicos e históricos en los países andinos.
Partiendo de perspectivas regionales, que privilegian las dinámicas de corta duración, las
tensiones coyunturales, los movimientos sociales y sus actores; bolivianos, colombianos,
ecuatorianos, peruanos y franceses se reunieron para debatir, desde esa base rica de
reconstrucciones regionales y coyunturales, sobre un eje de reflexión: La formación de Estados-
Naciones en sociedades pluriétnicas a lo largo del siglo y medio de historia post-colonial. Los
textos aquí presentados, así como la síntesis de los debates, permitirán a los estudiosos de una é-
poca poco conocida acercarse a una base referencial que ofrece, además, una impostergable
perspectiva comparativa.
En la formación de nuestras sociedades nacionales se estudian: permanencias y cambios sociales,
el desarrollo de nuevos tipos de regionalidades y las respuestas a diferentes condiciones
exteriores en el surgimiento del imperialismo moderno. En la cristalización de nuestros Estados-
Naciones, los trabajos se detienen en un esfuerzo de caracterización y en el análisis de las
ideologías y representaciones políticas. La combinación de perspectivas y el debate comparativo
hacen de este volumen un aporte de consulta necesaria.
2
Presentación
Yves Saint-Geours
1 Esta no es una mera recopilación de las ponencias presentadas en el coloquio de Historia Andina,
organizado por el Instituto Francés de Estudios Andinos y que tuvo lugar en Lima en agosto de
1984. En efecto, las Actas de un congreso parecen a menudo tener poca coherencia y carecer de
un verdadero hilo conductor. Por el contrario, estos textos representan un verdadero esfuerzo
por alcanzar una unidad temática, a pesar de las distintas épocas y regiones estudiadas así como
de las diversas perspectivas utilizadas. Básicamente, cuando Jean-Paul Deler organizó la reunión,
teníamos tres propósitos:
• Permitir el encuentro y la confrontación de historiadores de Francia y de cuatro países andinos
(Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú), ya que este tipo de contacto es escaso por razones fínancieras y
porque, casi siempre, los estudios históricos han permanecido un poco encerrados dentro de las
fronteras nacionales. No consideramos que los Andes constituyen necesariamente una unidad de
análisis pero pensamos que había llegado el tiempo de avanzar hacia una historia comparativa.
• Poner a disposición de los investigadores de cada país andino los recursos bibliográficos y archivísticos
para el desarrollo de sus trabajos. Sin archivos no hay historia: quisimos un estudio de las fuentes del
siglo XIX, de su conservación y utilización hasta la fecha. Por eso este libro puede ser considerado
también como un “banco de datos”.
• Plantear de una manera en lo posible renovada el problema de la formación de los Estados-Naciones en
los Andes. En torno a esta problemática se desarrolló un rico debate que quizás permitió hacer avanzar
la reflexión de los participantes.
2 El presente volumen se ha organizado alrededor de los grandes temas del coloquio y sigue el
orden de presentación de las ponencias, un orden ligado a la problemática: a partir de las fuentes
y de la “producción” misma de la historia en los Andes, se desarrolla el tema de la formación de
las Sociedades Nacionales, para terminar con una reflexión sobre el Estado-Nación.
3 Aparte de las ponencias de Heraclio Bonilla y Henri Favre que no llegaron a tiempo para ser
publicadas, constan todas las intervenciones, seguidas de los respectivos debates. A pesar de
dificultades técnicas, nos pareció imprescindible rescatar las discusiones porque en ellas se
hicieron comparaciones entre los distintos países, intercambiando ideas. Al proceder siempre el
historiador por medio de ejemplos, asociaciones de datos, referencias bibliográficas, se abrieron
así nuevas pistas de investigación y posibilidades de trabajo comparativo.
3
4 Los debates fueron transcritos por estudiantes del Departamento de Historia de la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos (Jorge Bracamonte, Nicole Garreaud, Henry Mitrani, Víctor
Peralta, Eduardo Toche), cuidadosamente corregidos por el que escribe y finalmente revisados
por los propios participantes.
5 Ninguna institución mejor que el IEP, a la vez centro de investigación y casa editorial con una
red de amistades y de difusión, en los diversos países andinos, para acoger este texto. Su actitud
corresponde plenamente a la vocación de un Instituto siempre deseoso de abrir nuevas
perspectivas y de sostener el debate en el campo de las ciencias sociales.
AUTOR
YVES SAINT-GEOURS
Director del IFEA
4
INVITADOS PRESENTES
5
OBSERVADORES
6
trabajos sobre el período republicano. Además, la Historia tiende a ser una disciplina de
pleno reconocimiento y no el puro apéndice de las demás ciencias sociales. Dejó de ser
una “canción de gesta” entre los pueblos sudamericanos. Desde hace unos veinte años,
se han analizado realmente las sociedades andinas. Desde el punto de vista más general,
consta en los países del Tercer Mundo una toma de conciencia e iniciativa para mirarse
como sujetos y no objetos en la Historia. Este es pues el momento de cuestionarse sobre
la Historia de los Estados-Naciones en los Andes, en base a los trabajos ya realizados y
también a las carencias de la historiografía.
20 Son muy escasos los estudios comparativos; los trabajos, limitados a uno —u otro— de
los países andinos, pierden de vista por consecuencia el sentido de la continentalidad y
el de las diferencias. La voluntad o la necesidad de identificarse en oposición con los
vecinos obstaculizó una visión sintética comparativa.
21 [C] Los vacíos de las aproximaciones globalizantes
22 Muchas veces, la consecuencia de tales aproximaciones es en cuanto a las repúblicas y a
los pueblos andinos, la negación de una capacidad de iniciativa histórica propia. La
Historia se vuelve entonces más reacción que acción. Es una serie de dependencias.
• La oposición, en el marxismo, entre “explotador” y “explotado” no toma muy en cuenta las
especificidades andinas. Rosa Luxemburg hablaba de modos de producción “híbridos”. ¿Es
conveniente este análisis? ¿No existe otra cosa?
• En el indigenismo, la oposición entre Indio y Criollo que, en el mejor de los casos, ve en este
último un inglés o un francés “periféricos”, impide que se tome en consideración el
mestizaje con toda su riqueza inventiva y lleva a ahorrarse el análisis de las influencias
negras sobre los comportamientos, las costumbres, la cultura de los pueblos andinos.
• Por último, en la sociología de la dependencia, la oposición entre centro y periferia induce,
en realidad, la permanencia de sociedades coloniales, sin cambios endógenos.
NOTAS FINALES
*. Preparado por: Marie-Danielle DEMELAS, Jean PIEL, Thierry SAIGNES, Yves SAINT-GEOURS.
11
1 Hermes Tovar
2 Estamos asombrados por la osadía en los temas propuestos; iniciar un debate ahora
implicaría tomar el conjunto de las problemáticas de este encuentro. Tal vez Ud. pueda
defender sus ideas cuando se discutan las temáticas referidas.
3 Thierry Saignes
4 Las discusiones a lo largo de la jornada darán oportunidad para ello e incluso para
incorporar nuevos temas como el de las sectas religiosas, que es fundamental para
comprender la Historia Contemporánea, al que hemos tenido que renunciar porque los
dos especialistas invitados no han podido estar aquí; sería una pena sacrificar este tema
tan importante.
5 Germán Colmenares
6 No quisiera iniciar un debate, pero su ponencia me llamó la atención particularmente
sobre los vacíos. Ud. nos invita a hacer una “histoire des mentalités”, a convertirnos en
“Analistas”. (Referencia a la escuela histórica francesa des Annales). Eso lo hemos
probado en parte.
7 Creemos que en todo esto hay un problema de prioridades. Por ejemplo, no hay en la
Historia Social Latinoamericana una historia de la criminalidad y para privilegiar una
visión política del siglo XIX tiene que pasarse primero por una Historia Social. En lo
referente a las fuentes, yo creo que las fuentes son las mismas pero que no planteamos
adecuadamente los problemas: usted puede utilizar las notarías o los libros
parroquiales en la Colonia y en la Epoca Republicana. Lo que realmente falta son los
problemas y no las fuentes, ya que ellas están allí.
8 Yves Saint-Geours
9 Hay muchas fuentes, por supuesto; pero a nivel de fuentes estatales y no de fuentes que
permitan conocer una realidad que no sea del Estado. El Estado Republicano no es el
Estado Colonial y esto plantea un problema de fuentes.
12
10 Hermes Tovar
11 Yo preguntaría si el privilegio excesivo dado a los problemas políticos en el estudio de
la realidad latinoamericana no se ha convertido en un obstáculo epistemológico a la
comprensión del problema, que tiene que ver con las formaciones económicas
regionales y el desarrollo de las relaciones de producción. Pienso, en términos
ortodoxos, que en lugar de partir de la política se debería partir de los modos de
producción y de allí llegar a conocer el problema de la política en el sentido de cómo el
Estado articula las diferentes realidades regionales. Veo, entonces, que uno de los
grandes problemas de la Historiografía Latinoamericana es haber convertido el hecho
de la independencia en un fenómeno eminentemente político, con todos los vicios que
esta visión tiene.
12 Yves Saint-Geours
13 Yo estoy completamente de acuerdo. Quizás no me haya expresado adecuadamente,
porque el motivo del encuentro es precisamente entender los cambios económicos y
sociales regionales para llegar después a la instancia política.
14 Thierry Saignes
15 Yo creo que no se puede separar ambas cosas en el análisis, debido a que la base
material también tiene un funcionamiento a partir del Estado, de los mecanismos de
control que provienen “desde arriba”. Yo propondría que elaboremos vías de trabajo
que permitan a la vez que multiplicar los estudios regionales socio-económicos, no
olvidar la superestructura, que muchas veces se ha confundido con las hazañas en los
combates, los debates de ideas, etc.
16 Henri Favre
17 Los temas de investigación sugeridos por el informe me parecen un poco
francocentristas. Algunos de ellos no son ni pueden ser temas prioritarios para los
historiadores andinos o latinoamericanos. Tal es el caso, quizá, del tema de las
mentalidades. Hace unos años, ciertos historiadores franceses intentaron, sin éxito,
interesar a los mexicanos en la historia de las mentalidades. Sin éxito, porque los
historiadores mexicanos tienen otras prioridades que corresponden mejor a las
preocupaciones de su propia sociedad...
18 Germán Colmenares
19 Sí, la violencia.
20 Henri Favre
21 La violencia, pero tambien la modernización porfirista, lo que les permite reinterpretar
la Revolución y entender mejor los problemas de hoy. Un científico social, por
independiente que sea, no trabaja en el vacío. Es miembro de una sociedad que orienta
indirectamente tanto la elección de los temas de investigación como la definición de las
problemáticas. Por lo tanto, me parece difícil, y por lo demás totalmente inútil, buscar
un consenso entre historiadores andinos y franceses sobre lo que hay que investigar en
los Andes y cómo.
22 Manuel Burga
23 Yo encuentro la exposición muy esquemática, además de estar planteada en los
términos de un dualismo al parecer antagónico que no se puede percibir con claridad
en la Historiografía Peruana. Creo que nadie en el Perú propondría que la
Independencia fue una ruptura total o una mera continuación.
13
VOLUMEN I
16
VOLUMEN I
Gunnar Mendoza
1. COLONIAJE
13 Medio de accesibilización:
“Libros de acuerdos de la Audiencia de Charcas. Lista preliminar de los volúmenes
existentes, 1561-1822”. Por Gunnar Mendoza L. En páginas, mecanografiado.
14 a3. Correspondencia (C): Años 1561-1782. Despachos recibidos y expedidos entre la ACh y
la Corona de España, el Consejo de Indias, los virreyes del Perú (hasta 1776) y de Buenos
Aires (de 1776 a 1810). Años 1561-1822. Originales y copiadores. Sobre toda clase de
asuntos.
15 Medio de accesibilización:
“Correspondencia de la Audiencia de Charcas. Catálogo, 1561-1762”. Ordenación
cronológica. Impreso, Boletín y catálogo del Archivo General de la Nación, t.2, N° 83 y ss.
16 a4. Expedientes (EC): Años 1561-1824. Los recursos documentales resultantes de todos los
procesos tramitados por el tribunal. Sobre toda clase de asuntos.
17 Debe señalarse la amplitud informativa de este tipo documental que de suyo representa
un miniarchivo de cada asunto en particular en todo su procesamiento, pudiendo
comprender toda la gama de otros tipos documentales: cédulas reales, provisiones
vicerreales y audienciales, informes, correspondencia, pruebas testificales, dictámenes
fiscales, sentencias.
18 Medio de accesibilización:
“Audiencia de Charcas. Expedientes. Catálogo, 1561-1824”. Ordenación cronológica.
Publicado en el Boletín y catálogo del Archivo General de la Nación (Sucre, años
1913-1943) la parte correspondiente a 1561-1780; inédito, en páginas
mecanografiadas, la parte correspondiente a 1780-1824.
19 a5. Caja General de Censos de Indios (CI): Años 1682-1760. Registros de los censos, o
préstamos, impuestos por los particulares con garantía hipotecaria rústica o urbana
sobre los capitales acumulados en las Cajas de Comunidades de Indios del distrito de la
Audiencia.
20 Medio de accesibilización:
Lista preliminar cronológica. En curso actual.
21 a6. Misiones de Mojos y Chiquitos (MCh): Años 1776-1824. A partir de la expulsión de los
jesuitas de los dominios de España en 1776, las misiones establecidas entre los indios de
esos territorios orientales tropicales por la Compañía de Jesús, quedaron a cargo de
otros eclesiásticos y bajo el control directo de la ACh. Es así como se acumularon en la
ACh estos recursos documentales que son de primera importancia para el estudio del
desenvolvimiento de dichas misiones.
22 Medio de accesibilización:
Catálogo del Archivo de Mojos y Chiquitos. Por Gabriel René Moreno. Publicado.
Santiago de Chile, Imprenta Gutenberg, 1888, 625 p. Introducciones, catálogo y
notas. Una segunda edición, Librería Editorial Juventud, La Paz, 1973. Introducción,
notas adicionales e índice alfabético de Hernando Sanabria Fernández.
23 El catálogo publicado corresponde a 40 volúmenes de recursos documentales. Otros 40
volúmenes adicionales tienen un catálogo en curso actual.
24 a7. Expedientes de abogados (EA): Años 1684-1825. Para recabar sus títulos profesionales,
los estudiantes, procedentes de todo el distrito de la ACh, que habían seguido los
estudios teóricos en la Facultad de Cánones de la Universidad de San Francisco Xavier, y
los estudios prácticos en la Academia Carolina de Practicantes Juristas de la ACh, debían
seguir el trámite respectivo ante la Audiencia. De ahí la acumulación de esta serie, que
20
tiene especial valor biográfico e ilustrativo sobre la formación de los abogados, uno de
los soportes profesionales del régimen colonial.
25 Medio de accesibilización:
“Expedientes de abogados, 1684-1825. Catálogo”. Por Gunnar Mendoza L.
Ordenación cronológica, con índice onomástico. En páginas. Mecanografiado.
26 a8. Guerra de vicuñas y vascongados (VV): Años 1622-1645. Correspondencia de la ACh con
autoridades de Potosí y expedientes criminales relativos a la guerra desatada en la Villa
Imperial contra la nación vascongada por las demás naciones de españoles y criollos
por motivos de predominio económico, social y político.
27 Medio de accesibilización:
“Guerra civil de vicuñas y vascongados en Potosí, 1621-1645. Catálogo”. Por Gunnar
Mendoza L. Ordenación cronológica, con índice onomástico. Impreso, Editorial
Potosí, 1954.
28 a9. Conocimiento de la Escribanía de Cámara de la Audiencia (ACh.LC): Años 1723-1822. Libros
registradores de la entrega y devolución, a las partes interesadas, de los documentos en
trámite ante la Audiencia. Como contienen resúmenes de los expedientes sirven
virtualmente como un catálogo de los documentos respectivos.
29 Medio de accesibilización:
Lista cronológica, en curso.
30 a10. Provincia de Misque (AM): Años 1565-1824. Expedientes de los trámites
administrativos, civiles y criminales seguidos ante los alcaldes ordinarios de la ciudad
de Misque en el distrito de la ACh. Toda clase de temas, con gran incidencia de asuntos
relativos a la población india.
31 Medio de accesibilización:
“Archivo de Misque. Catálogo cronológico de expedientes. Años 1565-1824”.
Publicado en el Boletín y catálogo del Archivo General de la Nación, Sucre, 1923.
32 a11. Sublevación General de Indios en el Distrito de la ACh (SGI): Años 1780-1805.
Expedientes, acuerdos y alguna correspondencia de la ACh sobre la represión de los
indios sublevados en todo el distrito de la Audiencia, desde el movimiento inicial de los
hermanos Catari en la provincia de Chayanta (1780, agosto) anterior al alzamiento de
Túpaj Amaru en el Perú (1780, noviembre), hasta los procesos tardíos contra indios y
criollos implicados.
33 Medio de accesibilización:
“Archivo Nacional de Bolivia. Sublevación general de indios en el distrito de la
Audiencia de Charcas, 1780-1795. Guía preliminar”. Por Gunnar Mendoza L.
Ordenación cronológica, con un índice general de lugares y personas. Inédita, en
páginas mecanografiadas.
35 Medio de accesibilización:
“Escrituras públicas de la ciudad de La Plata. Lista preliminar. Años 1549-1825”. Por
Gunnar Mendoza L. Ordenación por ubicación, cronológica y alfabética de
escribanos. En páginas, mecanografiada.
38 Años 1580-1817. Actas (acuerdos) de las sesiones del ayuntamiento de la Villa Imperial
para conferir y resolver los problemas de la vida comunal (aprovisionamiento, obras
públicas, enseñanza, trabajo, servicios públicos, oficios administrativos de regidores,
procuradores, alcaldes ordinarios, alcaldes de la Santa hermandad, corregidores, oficios
de la Casa de la Moneda).
39 Medio de accesibilización:
“Cabildo de Potosí. Libros de acuerdos: Guía sumaria preliminar, 1580-1817”. Por
Gunnar Mendoza L. Ordenación cronológica. Inédita, en páginas mecanografiadas.
g. MINERIA (ACh. M)
h. CHIRIGUANOS (Chr)
i. NEGROS (N)
2. REPUBLICA
85 Siglo XVI a la fecha. Publicaciones con más de dos páginas, no estatales (no oficiales), no
periódicas. Sobre toda clase de temas. Medios de accesibiliz ación:
86 Catálogo diccionario de la BNB. En fichas. Con entradas (clasificación Dewey) por autor,
materia, título.
87 Bibliografía general de Bolivia. Catálogo por años de publicación. En fichas.
98 Años 1825 a la fecha. Publicaciones de los tres poderes del Estado: legislativo, ejecutivo,
judicial. Proyectos, informes y actas de sesiones de las cámaras legislativas; mensajes
presidenciales, informes y memorias de los ministerios y demás entidades del poder
ejecutivo; jurisprudencia, informes de la Corte Suprema y de las Cortes de Distrito.
99 Medio de accesibilización:
“Publicaciones oficiales de la República de Bolivia. Guía preliminar, 1825 a la fecha”.
Por Gunnar Mendoza L. Ordenación alfabética por entidades de los tres poderes del
Estado. Inédita. En páginas mecanografiadas.
100 Años 1493 a la fecha. Publicaciones de valor especial por alguna o todas las calidades
expresadas en el título de la colección. Sobre toda clase de asuntos.
101 Medio de accesibilización:
“Biblioteca Nacional de Bolivia. Libros antiguos, raros y curiosos. Catálogo selectivo,
1493 a la fecha”. Por Gunnar Mendoza L. Ordenación cronológica con índice
alfabético de autores. En páginas mecanografiadas.
7. MATERIALES DE APOYO
RESÚMENES
El Archivo Nacional de Bolivia (ANB) y la Biblioteca Nacional de Bolivia (BNB) se encuentran en la
ciudad de Sucre, en un mismo edificio y bajo una sola dirección pero con separación de sus
recursos documentales que son recíprocamente complementarios. Su dirección es:
Archivo Nacional de Bolivia / Biblioteca Nacional de Bolivia
Casilla 338 SUCRE – BOLIVIA
En este relato se resume el contenido y la accesibilidad de los recursos documentales de ambos
repositorios, su relación con los estudios relativos al área andina, y los requisitos básicos para los
investigadores.
Se presenta el contenido y la accesibilidad de los recursos documentales del ANB y la BNB. Sigue
una evaluación del valor de los recursos documentales de los mismos para los estudios andinos.
Luego se precisan los requisitos reglamentarios para el investigador en el Archivo y Biblioteca
Nacionales de Bolivia.
Archivo Nacional de Bolivia / Biblioteca Nacional de Bolivia Casilla 338 SUCRE – BOLIVIA
Se trouvent résumés dans le rapport suivant le contenu des sources documentaires des deux
fonds, ainsi que les conditions d’accès à ceux-ci, leur relation avec les études concernant l’espace
andin et les formalités de base à remplir par les chercheurs.
Il est fait une présentation du contenu et de l’accessibilité des sources documentaires des ANB et
de la BNB. Celle-ci est suivie d’une évaluation des ces dernières en ce qui concerne les études
andines. Enfin, on précise les formalités réglementaires pour le chercheur aux Archives
Nationales et à la Bibliothèque Nationale Bolivienne.
31
Augusto Gómez
Introduccion
1 La presente guía es el resultado del trabajo realizado por el personal que a lo largo de la
existencia de la Institución ha contribuido en la restauración, clasificación y
catalogación de las fuentes primarias que constituyen el acervo documental de las
distintas secciones y fondos del Archivo Nacional. Merecen especial mención aquí, el
doctor Enrique Ortega Ricaurte, la señora Nohemí de Degreiff y las señoritas Carlota
Bustos y Delia Palomino.
2 La organización de la documentación para su consulta, tradicionalmente ha consistido
en Secciones (seis) constituidas cada una de éstas por Fondos. En virtud de las
necesidades de los investigadores interesados en procesos económicos, políticos y
sociales enmarcados dentro de los años 1800 - 1940, hemos estimado pertinente incluir
como Sección, el conjunto de índices notariales mecanografiados y levantados por la
Empresa Richmond Petroleum Company y que hoy hacen parte del Patrimonio
Documental del Archivo Nacional. De la misma manera, el vasto volumen de
documentación, aún no clasificada (5.000 paquetes aproximadamente), la hemos
designado aquí como Sección Paquetes.
3 La Sección Colonia, con sus fondos, fechas extremas y números de tomos, no la hemos
excluido de esta guía por cuanto la consideramos útil para aquellos investigadores que
se ocupan de los antecedentes (Coloniales y de la Independencia) históricos de los
procesos, fenómenos o “acontecimientos” elegidos como tema de investigación.
32
4 El Archivo Nacional es una entidad pública que ofrece sus servicios (fotocopias,
microfilmación, fotografía y consulta) a investigadores nacionales y extranjeros
durante los doce meses del año.
5 Entendemos que esta guía contiene sólo una información preliminar. El personal del
Archivo está dispuesto a ofrecer a los investigadores una reseña más detallada de las
fuentes existentes en relación a los temas específicos de análisis, siempre y cuando el
interesado escriba (Calle 24 N° 5-60, Piso 4’, Bogotá) una síntesis de su materia de
estudio, que exprese el espacio (sitio, región, etc.) y la temporalidad (períodos, años,
etc.) en que se circunscribe su investigación.
Seccion I. Colonia
Note2
33
Note3
Note4
Note5
34
35
Grupo 26
36
Grupo 37
A.- Protocolos
Seccion V. Colecciones
39
40
40 COLONIA MILITAR
41 COMERCIO
42 COMUNICACIONES
43 CONTADURIA
44 CONTRABANDO
45 CORREGIMIENTOS
46 CORREOS
47 CUARTELES
48 CUENTAS DE REAL HACIENDA
49 CURATOS
50 DIRECCION GENERAL DE RENTAS
51 DISTRITOS
52 DIVISION POLITICA
53 DOCTRINAS
54 EDIFICIOS CIVILES
55 EJIDOS
56 EMBARCACIONES
57 ESCUDOS
58 ESTADOS
59 ESTANCIAS
60 EXPEDICIONES
61 FABRICA DE AGUARDIENTES
62 FERROCARRIL
63 FORTIFICACIONES
64 FUERTES
65 GENEALOGIA
66 GOBIERNO
67 HACIENDAS
68 HERALDICA
69 HERRAMIENTAS
70 HISTORIA UNIVERSAL
71 HOSPITALES
72 IGLESIAS
73 INDIOS
74 INUNDACIONES
75 JURISDICCION
76 LAZARETOS
77 LIMITES
43
78 LUCHAS
79 MAPAMUNDIS
80 MAQUINARIA
81 MERIDIANOS
82 MINAS
83 MISIONES
84 MOLINOS
85 MONTAÑAS
86 MONUMENTO
87 MOVIMIENTO MARITIMO
88 OBRAS, particularidades o comunales
89 PANTANOS
90 PARROQUIAS
91 PARTIDOS
92 PASOS DE RIOS
93 POBLACION, centros de
94 POLGONOS
95 PROFUNDIDADES LITORALES Y FLUVIALES
96 PROVINCIAS
97 PUEBLOS
98 PUEBLOS DE INDIOS
99 PUENTES
100 PUERTOS
101 RECURSOS NATURALES
102 REDUCTOS
103 RESGUARDOS
104 RETRATOS
105 REVISTAS MILITARES
106 SALINAS
107 SALITRE
108 SITIOS
109 SOLARES
110 TABACOS
111 TENENCIA
112 TERMINOS
113 TIERRAS REALENGAS
114 TORRES
115 TRIBUS INDIAS
44
116 VECINDARIO
117 VIAJES
118 VIENTOS
119 VILLAS
120 VISITAS
121 VOLCANES
NOTAS
2. * indica índice publicado; ** en borrador o mecanografiado; *** sin índice.
3. El índice analítico elaborado en 1970 demostró la variedad documental de este fondo.
4. Fusionados en 1967 para hacer el Catálogo e índice de “Miscelánea” que dio 60 nominaciones.
5. * indica: con índice manuscrito; ** índice mecanografiado; *** sin índice.
6. Se consulta por medio de las fichas del inventario.
7. Tiene catálogo temático y geográfico
RESÚMENES
Por contener esta guía del Archivo Nacional sólo una información preliminar, el personal del
Archivo está dispuesto a ofrecer a los investigadores una reseña más detallada de las fuentes
existentes en relación a los temas específicos de análisis, siempre y cuando el interesado escriba
(Calle 24 N° 5-60, Piso 4’, Bogotá) una síntesis de su materia de estudio, que exprese el espacio
(sitio, región, etc.) y la temporalidad (períodos, años, etc.) en que se circunscribe su
investigación.
La organización de la documentación para su consulta, tradicionalmente ha consistido en
Secciones (seis) constituidas cada una de éstas por Fondos. En virtud de las necesidades de los
investigadores interesados en procesos económicos, políticos y sociales enmarcados dentro de los
años 1800-1940, se ha estimado pertinente incluir como Sección, el conjunto de índices notariales
mecanografiados y levantados por la Empresa Richmond Petroleum Company y que hoy hacen
parte del Patrimonio Documental del Archivo Nacional. De la misma manera, el vasto volumen de
documentación, aún no clasificada (5.000 paquetes aproximadamente), ha sido designado aquí
como Sección Paquetes.
Ce guide des Archives Nationales ne contenant que des informations préliminaires, le personnel
des Archives est disposé à offrir aux chercheurs un compte-rendu plus détaillé des sources
existantes en fonction des thèmes d’étude spécifiques et à condition que l’intéressé fasse
parvenir (Calle 24 N° 5-60, Piso 4’, BOGOTA) une synthèse de son matériel d’étude, précisant
l’espace (lieu, région, etc) et le temps (période, année, etc,) auxquels se circonscrit sa recherche.
L’organisation de la documentation pour la consultation s’effectue traditionnellement en Sections
(au nombre de six) composées à leur tour de Fonds. Pour répondre aux besoins des chercheurs
intéressés par les processus économiques politiques et sociaux de la période 1800-1940, on a cru
bon d’inclure en tant que section l’ensemble des actes notariaux mécanographies dressés par
l’entreprise Richmond Petroleum Company et qui appartiennent aujourd’hui au Patrimoine
Documentaire des Archives Nationales. De la même façon, le vaste volume de documentation non
encore classée (environ 5000 paquets) a été nommé Section Paquets.
46
René Arze
mencionar sino a los más importantes entre los repositorios europeos y, en nuestro
continente, en el caso boliviano, los que a su vez custodian los archivos del Perú y la
Argentina, países que durante el poder español fueron erigidos en América como sedes
virreinales y que, como tales, controlaron y utilizaron una información de primera
mano para la administración colonial.
5 Entre las fuentes conservadas fuera de los países andinos relativas al período
republicano, baste referirse a la importancia de los fondos públicos (en especial del
siglo XX) que asimismo conserva el Archivo Nacional de los Estados Unidos en
Washington, hoy homologado con razón con el Archivo de Indias 2.
6 Sin embargo de la implantación tardía de archivos nacionales en América Latina y de
los grandes destrozos documentales que ocasionó esta demora (en algunos países las
documentaciones sólo empezaron a ser organizadas 50 años o un siglo después del
surgimiento como repúblicas), los repositorios latinoamericanos conservan, por su
parte, como es el caso de Bolivia, una rica documentación oficial colonial y republicana,
la misma que está concentrada fundamentalmente (en especial la referida a la colonia)
en el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia (Sucre), repositorio que permite el
acceso a más de tres mil metros lineales de manuscritos correspondientes a los siglos
XVI al XIX. Los restantes archivos organizados en los departamentos de Potosí, La Paz y
Cochabamba proporcionan, asimismo, múltiples y sugerentes fuentes oficiales textuales
para estudios histórico regionales.
7 Casi lo mismo cabe decir de los archivos nacionales o generales, provinciales y
eclesiásticos del Perú, Colombia y Ecuador, los cuales conservan importantes fondos de
los virreinatos, audiencias, cabildos, etc.3 Por el valor cuantitativo y cualitativo de estas
documentaciones es que los historiadores han otorgado mayor atención a los estudios
coloniales y no así a los referidos a los siglos XIX y XX.
8 En el caso concreto de las documentaciones relativas al estudio de los procesos
contemporáneos — tema estrechamente ligado a las consideraciones que sobre la
historia oral plantearemos enseguida —, cabe destacar que, a pesar de la profusa
producción de fuentes oficiales (las mismas que paradójicamente suelen ser pobres en
su contenido informativo para el estudio de ciertos problemas específicos), éstas
presentan un indudable cuadro crónico debido a la dispersión y destrucción de ingentes
masas documentales, circunstancia que condiciona y limita el trabajo de los
historiadores, quienes las más de la veces deben realizar sus investigaciones en medio
de repositorios inaccesibles o, lo que es peor, con documentaciones inexistentes.
9 La destrucción circunstancial o deliberada de las documentaciones públicas — mal
generalizado en todo el ámbito latinoamericano— ha afectado y afecta aún
perniciosamente, en diversas proporciones, a las documentaciones textuales, gráficas y
orales; activas, inactivas y de valor permanente de las entidades prehispánicas,
coloniales y, en magnitud aún más considerable, de las republicanas (particularmente
del siglo XX), período en el que se desestimaron, quizá no sólo en Bolivia, las
documentaciones públicas, producidas en proporciones cuantiosas por los poderes
ejecutivo, legislativo y judicial, y por el uso cada vez más frecuente de los medios
mecanizados de comunicación escrita, gráfica y oral.
10 El desastre primigenio que por obra deliberada de los españoles impidió la
conservación de los quipus prehispánicos que utilizaron los incas como sistema de
comunicación para su administración, data del siglo XVI de una orden del Primer
48
Concilio de Lima que en 1543 autorizó la total destrucción de los quipus del imperio
andino conservados en el Cusco4. Este antecedente, que sugiere la magnitud de lo que
en general debió ocurrir con otros testimonios prehispánicos (de los mayas y los
aztecas, por ejemplo), no significa sin embargo sino un hecho más de lo que con el
tiempo ocurriría dentro de la misma administración española y republicana.
11 Iniciadores en América del uso del papel, del pergamino y de la tinta, los españoles
fueron al parecer menos impecables de lo que se piensa en el cuidado de sus papeles. La
Villa de Potosí del siglo XVII patentiza, por ejemplo, un caso de devastación documental
pública al revelarnos la venta de documentos de las escribanías que sus funcionarios
solían realizar constantemente en las confiterías locales para sacar provecho de la
ganancia. La guerra de la independencia, que a raíz de la escasez del papel condicionó
una forma de escritura que se plasmó hasta en las camisas de los guerrilleros (en la
Biblioteca Central de la Universidad Mayor de San Andrés se conserva, por ejemplo, un
manuscrito de esta época con las características que señalamos), o en los muros de las
calles, causó también, por otra parte, verdaderos estragos con los papeles públicos de
los bandos en pugna.
12 Antes de la creación del Archivo Nacional de Bolivia en 1883, se sabe que la práctica
devastadora del ancucu (caramelo de miel con maní envuelto en documentos) esquilmó
durante medio siglo en la capital de la República (Sucre) invalorables fuentes
procedentes de archivos considerables como el de la Audiencia de Charcas 5. No toda la
obra destructora de las documentaciones públicas puede inculparse, sin embargo, a los
an-cucus o, si se quiere, al olvido, a las polillas, al moho y a los incendios. Entre las
causas de la masiva destrucción documental no puede dejar de mencionarse el influjo
negativo que en gran medida ocasionó, a lo largo de toda la República, la acción
depredadora de las mismas entidades estatales en cuya permanente inestabilidad no
fue raro que los documentos “ueran usados para taquear fusiles así como para formar
parapetos en las ventanas de los edificios atacados por las facciones contrarias” 6.
13 No siempre predominó empero la desidia o la indiferencia. Por acción directa de
Gabriel René Merino, quien en la segunda mitad del siglo XIX denunció el sublime desdén
boliviano por los papeles públicos olvidados en humedecidos recintos y covachas
oscuras7, se conocen las circunstancias de un primer intento serio de salvataje realizado
por el citado bibliógrafo e historiador cuando “en mantas”trasladó a la Biblioteca
Nacional de Bolivia el importante legado documental de la Audiencia de Charcas, sobre
cuya base se crearía el Archivo Nacional de Bolivia, entidad que en la actualidad
conserva — con ejemplar esfuerzo — lo que ha quedado de las documentaciones
coloniales y republicanas producidas en la primera sede de gobierno (Sucre) hasta fines
del siglo XIX, período en el que, según recientes cálculos del Dr. Gunnar Mendoza,
Director del Archivo Nacional de Bolivia, se ha destruido aproximadamente un 85% de
la documentación colonial y hasta un 60% de la documentación pública producida por
el Estado desde 1825 hasta fines del siglo XIX8.
14 Demasiado poco duró en Sucre la normal transferencia al Archivo Nacional de Bolivia
de las documentaciones del poder central porque con la instalación en La Paz de la
nueva sede de gobierno en 1899 la documentación pública boliviana ingresó a una crisis
parecida o peor a la que denunciara Moreno para el período 1825-1883. Desde
principios del siglo XX hasta el presente, los documentos públicos yacen olvidados (en el
mejor de los casos) en galpones y garajes de las oficinas de origen en el más lamentable
proceso de deterioro, dispersión y destrucción.
49
15 Los ejemplos citados sobre el caso boliviano pueden quizá motivarnos a una reflexión
en torno a la situación documental de los países del área andina.
16 Al referirse al estado actual y a la evolución futura de los archivos latinoamericanos ha
expresado Lewis Hanke con razón que “ocos /de estos repositorios /cuentan con
edificios adecuados para proteger sus riquezas históricas, y /que /la mayoría de ellos
ocupan estructuras que fueron originalmente designadas para otros propósitos, con la
consiguiente falta de protección y eficiencia. Si uno examinara los importantes edificios
construidos —dice Hanke-— para la ópera y el teatro y los comparara con los
improvisados inmuebles en los que tantos archivos se ven forzados a desenvolver sus
actividades, uno podría suponer que los países de la América Hispana son amantes de la
música y el drama pero no de su propia historia”9.
17 ¿Cuántas entidades públicas de Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia han realizado desde
sus respectivas creaciones — a lo largo de los siglos XIX y XX— transferencias
programadas de sus documentaciones a los archivos nacionales? ¿Cuántas entidades
públicas conservan sus documentaciones inactivas y de valor permanente desde la
creación de sus estructuras administrativas? ¿Cuántas entidades públicas, en cambio,
han incinerado y esquilmado sus recursos documentales? ¿Qué ocurre y ocurrirá con
las documentaciones activas (o archivos históricos del futuro) que hoy se producen en
las principales instituciones de los países mencionados?
18 Una respuesta preliminar a algunas de estas interrogantes nos conduce de momento a
afirmar, luego del más superficial análisis de la situación documental de hoy, la forma
anárquica y destructiva en que se producen las documentaciones activas en las oficinas
de origen, y la preterición y desprecio que en ellas se tiene, a su vez, por los papeles
inactivos y de valor permanente.
19 Los documentos de carácter departamental y provincial experimentan en líneas
generales la misma o peor suerte que la que atraviesan los papeles públicos estatales. El
problema es, en consecuencia, análogo al que hemos presentado para el caso de las
documentaciones de carácter nacional.
20 Si los porcentajes para las documentaciones públicas son bajos, mucho más lo son aún
los que corresponden al sector privado y particular. Prueba el hecho el número escaso
de archivos que hoy se conservan del período colonial y republicano, en especial del
primero, donde la pérdida alcanza prácticamente al 100%.
21 ¿Esto supone decir que la actitud del sector privado frente a sus documentaciones ha
sido peor que la que se ejerció sobre las documentaciones? Por los pocos casos
examinados hasta hoy hay que concluir al parecer que sí. Entre las causas —similares en
muchos aspectos a las ya señaladas para el sector público— debe mencionarse el hecho
de que las compañías de seguros, los bancos, las industrias, las empresas mineras y
petroleras, las asociaciones de empresarios y en general la mayoría de las empresas
privadas, suelen asignar una esmerada importancia a sus documentaciones activas,
dejando de lado —al igual que en la administración pública— a sus papeles inactivos y
de valor permanente.
22 A estas consideraciones hay que añadir que las documentaciones privadas, por el
contenido de su información, se constituyen en ocasiones en “eservadas”para las
entidades empresariales; su eliminación inmediata es, por tanto, algo que se practica
con frecuencia. A ello debe sumarse el hecho de que las empresas privadas carecen por
50
en ningún caso excluyente de la historia escrita— de los estudios históricos que hoy
buscan poner énfasis justificado en el estudio de las amplias mayorías.
35 La alternativa metodológica de rescatar fuentes orales de primera mano —que
complementaran o, en su caso, contrapesaran a las fuentes escritas— me permitió
recoger la visión del hombre sencillo, del hombre común andino, de aquel que por
diversas circunstancias (principalmente derivadas del analfabetismo) no deja
testimonios escritos. Gracias a este recurso logré establecer contactos directos con los
protagonistas anónimos y desconocidos (los labradores analfabetos) que en gran
número concurrieron a la contienda con el Paraguay como soldados y zapadores; de
quienes he recogido —en alrededor de un centenar de cassettes grabados— información
reveladora sobre aspectos casi siempre ausentes en la documentación y la bibliografía
existente en los repositorios tradicionales.
36 Estas informaciones verbales han merecido obviamente los reparos del caso ya que en
el medio siglo que ha transcurrido desde la finalización de la guerra, la memoria de
estos protagonistas de la historia ha sufrido no sólo un desgaste natural sino algunas
deformaciones. De ahí por qué no resulte extraño comprobar que ciertos informes
magnifiquen o, en su caso, minimicen algunos hechos aceptando incluso leyendas o aun
hechos tergiversados, fenómenos que no son sin embargo desechables para el estudio
de la memoria colectiva, memoria que más que revelarnos cómo sucedieron los hechos
nos informa fundamentalmente cómo se recuerda lo que sucedió: “o que la gente
pensaba — o pensaba que pensaba— también constituye un hecho histórico”ha escrito
con razón Ronald Fraser en su estudio de historia oral de la guerra civil española 13.
37 La tarea de acopio de información oral que realicé en la ciudad de Sucre y en algunas
provincias de Chuquisaca — lugares en donde mantuve contacto directo con
campesinos quechuas (y en menor proporción con artesanos, viudas, sacerdotes,
médicos, enfermeras...) —, ha dado lugar a la acumulación de un material oral útil y
significativo para valorar el conflicto del Chaco desde una perspectiva histórica más,
aunque no suficiente debido a que de momento hemos concentrado nuestro esfuerzo en
el acopio de materiales de la región quechua del departamento de Chuquisaca. Creemos
que esta misma labor de rescate de información oral se impone en las regiones aymara
y guaraní del Altiplano y del Oriente boliviano respectivamente 14. Para una visión más
completa de lo que significó la guerra dentro del contexto internacional, ser presenta
también como imperativo realizar similares entrevistas a los excombatientes
paraguayos (principalmente campesinos) que, como en el caso boliviano, conformaron
el grueso de su ejército.
38 La oportunidad de participar en la historia viva a través de la versión oral de los ex-
combatientes que hoy están en el final de sus días (la mayoría de ellos se aproxima a los
70 años de edad con serias limitaciones de salud) se presenta en Bolivia y en los países
que acusan elevados índices de analfabetismo, como una alternativa invalorable para la
comprensión global de su sociedad.
39 “Cada anciano que muere es igual a una biblioteca que arde”, dice sabiamente un
proverbio africano. En Bolivia podríamos quizá decir lo mismo a propósito de los ex-
combatientes de la guerra del Chaco que día a día fallecen llevando consigo una
información que, reiteramos, las más de las veces no está contenida en los repositorios
tradicionales.
40 El hecho histórico es obviamente algo más que lo que nos dicen o sugieren las fuentes
escritas u orales. No todos los hechos históricos dejan necesariamente, por lo demás,
53
NOTAS
1. Ciro F. S. Cardoso y Héctor Pérez Brignoli. “Dependencia y metodología de la Historia en
América Latina”. En: Los estudios históricos en América Latina ADHILAC, Quito, 1984, p. 37.
2. Para una aproximación al conocimiento de las fuentes documentales que conserva el Archivo
Nacional de los Estados Unidos en Washington, véase, de George S. Ulibarri y John P. Harriso.
Guide to materials on Latin America in the National Archives of the United States. National Archives and
records service. General services administration, Washington, 1974, 489 p.
3. Para un conocimiento de los documentos que conservan los archivos latinoamericanos, véase:
Lewis Hanke. Guía de las fuentes en Hispanoamérica para el estudio de la administración virreinal
española en México y en el Perú. OEA, Washington, 1980, 523 p.
4. Mendoza L., Gunnar. Informe General. Segunda Reunión de Consulta sobre archivos bolivianos.
Centro Pedagógico y Cultural “Portales”. Cochabamba, 1982, p. 32.
5. Moreno Gabriel René. “Los archivos históricos en la capital de Bolivia”. Revista Chilena, vol. 6.
Santiago de Chile, 1876, p. 116.
6. Mendoza L., Gunnar. Informe General de la Dirección Técnica del Programa de Desarrollo del Servicio
de Archivos y Documentos Públicos de la República de Bolivia. UMSA-OEA, 1976-1979 (inédito)
7. Moreno, Gabriel René, op. cit. p. 126.
8. Mendoza L., Gunnar. Informe General. Segunda Reunión de Consulta op. cit. p. 70-71.
9. Hanke, Lewis, op. cit. p.3.
10. Febvre, Lucien. Combates por ¡a historia. Ed. “Ariel”, Barcelona, 1970, p. 232 - 233.
11. E1 trabajo de historia oral que llevo a cabo como una parte de la investigación Implicaciones
Sociales de la Guerra del Chaco, ha sido financiado por The Interamerican Fundation y ha recibido
asimismo la colaboración de las Dras. Eugenia Mayer, Concepción Ruiz Funes, Martha Rocha y
Graciela García, del Museo Antropológico de México, a quienes hago público mi agradecimiento.
12. Moreno, Gabriel Rene. “Informaciones verbales sobre los sucesos de 1809 en Chuquisaca”.
Nota preliminar de Gunnar Mendoza, en el diario Pretenda, La Paz, 25 de mayo de 1984, p. 3. Al
parecer el primer historiador que en la república utilizó informes verbales para su Diario (Siglo
XXI, México, 1982), fue José Santos Vargas. Véase Gunnar Mendoza, nota preliminar anterior, p. 3.
13. Fraser, Ronald. Recuérdalo tú y recuérdalo a otros. Historia Oral de la Guerra civil española, 2 tomos,
traducción de Jordi Beltrán. Editorial Grijalbo, Barcelona, 1979, p. 29 - 30.
14. En torno al tema de la historia oral de la Guerra del Chaco —tema que por su magnitud
requiere la participación de un equipo de investigadores— han trabajado hasta la fecha Florencia
Ballivián de Romero, de Bolivia (con el tema de los prisioneros de la guerra), Olivia Harris, de
Inglaterra (con entrevistas en la comunidad de Laymi, Provincia Bustillos de Potosí) y B.
Selvichard, de Alemania (con “A Guarani’s version of the Chaco War”, Latín American Indian
Literatures. Pittsburgh, 1982).
Es de esperar que con el tiempo aumente progresivamente el número de los investigadores que
54
incrementen los estudios de la historia oral de la Guerra del Chaco tanto en Bolivia como en el
Paraguay y, por supuesto, de otros temas capitales para la comprensión de la Historia de Bolivia
contemporánea. Con esta finalidad ofrezco a quienes deseen el material oral que hasta ahora he
recopilado.
15. Carr, Edward, ¿Qué es la Historia?, Seix Barrai, Barcelona, 1979, p. 113.
RESÚMENES
Un proyecto complementario que incluye, en la primera parte, un análisis sobre la
inaccesibilidad de las fuentes escritas contemporáneas de Bolivia y, en la segunda, una
justificación sobre la aplicación metodológica de la Historia Oral para el esclarecimiento del
conflicto del Chaco desde una nueva perspectiva histórica.
Il s’agit d’un projet complémentaire qui inclut, en premier lieu, une analyse de l’inaccessibilité
des sources écrites contemporaines boliviennes et en second lieu une justification de
l’application méthodologique de l’Histoire Orale afin de comprendre le conflit du Chaco sous une
nouvelle perspective historique.
55
EL TALLER
1 La organización del Taller de Historia Oral Andina partió de la iniciativa de un grupo de
profesionales aymaras que, a través del espacio universitario, buscaban realizar una
“relectura” de la historia aymara contemporánea utilizando el testimonio oral como
recurso metodológico fundamental. El trabajo comenzó a mediados de 1983, con una
discusión del proyecto inicial de trabajo ante un equipo conformado por estudiantes de
último año de Sociología, todos ellos de origen y habla aymara. De inmediato, se inició
un sondeo documental en hemeroteca y archivo, así como una discusión de bibliografía
básica de apoyo para homogeneizar conceptos y metodología. A partir de este trabajo
preparatorio, se detectaron varios temas, áreas geográficas y redes de liderazgo en el
Altiplano andino y valles intercordilleranos, buscando situar en un contexto más
amplio los estallidos focalizados y violentos que se conocen con el nombre de
rebeliones, y de cuya historia sólo conocemos su carácter “irracional” y sangriento.
2 Con todos estos elementos, el proyecto fue reformulado para incluir una periodización
más precisa, así como una definición de áreas-períodos-personajes que constituirían el
eje de la elaboración de resultados. Asimismo, se definieron con mayor rigor un
conjunto de hipótesis generales que exponemos a continuación.
3 Actualmente, el Taller tiene 10 miembros de los cuales 7 son oriundos de comunidades
aymarás y 1 de un pueblo qhechwa, siendo los restantes de origen urbano. Sin bien
56
EL PROYECTO
4 Las hipótesis generales que orientan la investigación pueden resumirse de la siguiente
manera:
1. Lo que se conoce como “rebelión andina” no es un estallido aislado e “irracional” de
violencia comunaria, sino uno de los momentos de un ciclo más amplio de resistencia que
implica un proceso de acumulación ideológica y organizativa, la formulación de propuestas y
reivindicaciones hacia la sociedad, así como el uso de una variada gama de métodos de lucha
y resistencia.
2. En la primera mitad de este siglo se estructuró en el Altiplano y valles adyacentes una red de
dirigentes comunales (mallkus, caciques, apoderados, jilaqatas, etc), que constituyó el motor
ideológico y organizativo de la resistencia comunaria frente al Estado, a los latifundistas y a
las élites de los pueblos rurales locales.
3. Esta red de dirigentes y estas propuestas programáticas constituyen el esbozo de un
“proyecto comunario” que está presente en las rebeliones de todo el período, aunque cada
una de ellas se presenta matizada por condicionamientos y causas más específicas.
4. El “proyecto comunario” tuvo muchas caras. En su cara ”interna” está animado por una
percepción cíclica del devenir histórico que propone la reconstrucción autónoma de la
historia andina truncada por la invasión española. Todo ello se combina con propuestas de
reforma social formuladas en un lenguaje comprensible para la sociedad criolla: lucha por la
escuela, por un acceso autónomo al mercado, etc. Finalmente, la propuesta comunaria tuvo
varios ecos en las corrientes de pensamiento criollo contestatario de la época: indigenismo,
socialismo, anarquismo, nacionalismo.
5. En el largo ciclo de 1900 a 1950, pueden detectarse dos fases en el devenir del proyecto
comunario: una fase de ascenso (1900-1932) y una de reflujo, dependencia y atomización. En
la primera fase, su característica fundamental es la autonomía. Es un proyecto de
“reconstrucción andina” autónoma, que de alguna manera prolonga el separatismo de las
“dos repúblicas” heredadas de la colonia. A partir de la guerra del Chaco, en cambio, esta
propuesta se ve crecientemente incorporada en los discursos ideológicos
contrahegemónicos y reformistas que surgen en la sociedad criolla. Esto conlleva un proceso
de dependencia, pérdida de identidad y desarticulación interna.
6. No obstante, la subsunción de la propuesta comunaria en el discurso criollo nunca fue
completa. Llegó a su punto culminante durante el gobierno de Villarroel (1943-1946), pero el
propio nacionalismo dio marcha atrás hacia un proyecto “civilizatorio” tradicional, sobre
todo a partir de la rebelión de 1947. De entonces en adelante, el MNR se concentró en la
organización del campesinado parcelario y de la población de colonos de hacienda,
escamoteando la propuesta comunaria. Por esta razón, el reflujo en el ciclo de luchas
comunarias implicó la continuidad de su propuesta pero de un modo atomizado y
fragmentado. Mediante mecanismos de transmisión oral que llegan hasta nuestros días, ese
proyecto se transmitió hacia las nuevas generaciones aymarás, constituyendo, hoy en día, el
núcleo de la propuesta ideológica de los nuevos organismos sindicales y políticos de corte
“katarista” e “indianista”.
57
10 En segundo lugar, es evidente que hay otra forma de percibir e interpretar la historia
por parte de los comunarios andinos. Existe, por así decirlo, otra tradición
historiográfica que discurre en forma oculta, a veces fragmentada, a veces más
coherente, y que constituye la fuente de afirmación de un proyecto contrahegemónico
de sociedad. Así, Marka T'ula se reclama heredero de los mallkus aymarás del siglo XVI,
para lo cual viaja constantemente a los archivos de Lima, Cusco, Sucre, a obtener
documentos confirmatorios. Jenaro Flores se reclama descendiente de Marka T'ula y es
depositario de documentos que así lo atestiguan. Francisco Tanqara es apresado en
1918 con un lote de documentos coloniales que son calificados como “subversivos”.
Buena parte de los litigios y reclamos elevados a las autoridades constituyen una
disputa sobre la pertenencia y legalidad de papeles antiguos, que en cada apresamiento son
expropiados a los rebeldes por el Estado criollo. Es pues una historia cuyo registro,
interpretación y pertenencia están sujetos a profunda y violenta controversia. Puede
decirse que la batalla entre estas dos tradiciones historiográficas no ha concluido. Una
continúa su misión “pacificadora” y neutralizadora, en tanto que la otra continúa
intranquilizando y subvirtiendo la ideología oficial del Estado criollo y la estructura de
poder de la sociedad. Nuestro trabajo se inscribe en esta segunda corriente, y ello
deriva en parte del hecho de que la historia oral nos ha obligado a desplazarnos de la
“lógica de las estructuras” a la “lógica del actor”.
11 Evidentemente, esta toma de posición en los “combates por la historia” tiene una serie
de implicaciones concretas en el desarrollo del trabajo de investigación. De hecho, es
también un compromiso con una comunidad concreta que reconstruye su propia
historia. Ello nos obliga a replantear nuestros métodos tradicionales de trabajo, nuestro
lenguaje y la misma forma final que adoptarán los resultados.
12 En el curso del trabajo han surgido también una serie de pistas sugerentes sobre la
relación mito-historia, que aún estamos sistematizando. Ellas nos obligan a considerar
la historia de los “hechos pertinentes” en el contexto más amplio de la cultura y la
tradición oral andina, y a no descuidar los aspectos simbólicos y el lenguaje cultural de
las propias rebeliones.
13 La Paz, agosto de 1984
14 Jean Piel
15 Rene Arze plantea un conjunto de problemas válidos para Bolivia y habría que ver si
éstos se enmarcan como caso general o se diferencian. De su propia comunicación, más
los informes de Silvia Rivera, es paradójico que el proveedor principal de las fuentes
escritas, es decir, la administración estatal haya despilfarrado terriblemente la
información, apareciendo con ello que el problema de la tradición oral vaya más allá del
problema del método. Es el problema que planteábamos en la introducción: ¿Hasta qué
punto existe el Estado que no mantiene su propia memoria?, ¿cuál es ése tipo de
59
de la escuela salvo que una vez estando allí los patrones le dijeron que todo aquel que
supiera leer iría a la guerra donde moriría y por ello decían a sus padres que no los
pongan a la escuela porque les daba miedo. Señaló luego lo siguiente: “Los del pueblo
nomás aprendían a leer y a los del campo nos tenían como a burros en el trabajo
cuidando ovejas, cuidando vacas. No querían que pisemos la escuela. De este modo no
hemos salido de aquí, los patrones no nos dejaban, nos decían, a todos los que saben
leer lejos los están llevando a matar, con eso les daban miedo a nuestros papás. Por esa
razón no hemos salido a escuela. Todos los que saben leer a la guerra van a morir, con
eso les acobardaban y entonces por hacerse servir los patrones, de ese modo no hemos
sabido leer”.
37 Yo les pregunto acerca de su vida desde que fueron niños, colonos, soldados, cómo
regresaron de la guerra y qué situación habían encontrado en su hogar, en su ganado,
etc. De modo que en ningún momento he pretendido contradecir a Germán.
38 Germán Colmenares
39 Yo creo que su aclaración muestra toda la riqueza de esta discusión.
40 Jean Piel
41 Hasta la forma del discurso del campesino.
42 Rene Arze
43 Evidentemente el tema de la Guerra del Chaco merece un tratamiento muy particular, y
les pongo el caso del ejército de Bolivia que debió tener prácticamente dos frentes de
lucha: la lucha con el sector paraguayo, la guerra externa y la guerra interna que se
plasmó en Bolivia durante todo el proceso a tal punto que podría decirse que dentro de
una guerra hubo otra pero de carácter social; ¿por qué? porque el problema de la tierra
generó una violencia social sin precedentes que aún no ha sido estudiada.
44 Manuel Chiriboga
45 Quiero hacer referencia a un trabajo de investigación en que se está utilizando bastante
la Historia Oral; se trata de un trabajo sobre las relaciones del campesinado y la
hacienda en una zona especializada en el mercado para la exportación, desde 1850
hasta la actualidad. Hemos empleado básicamente tres tipos de fuentes: 1/ Las fuentes
documentales que pudimos conseguir entre otras las de las haciendas de la zona, las
fuentes de las organizaciones campesinas que tienen, por lo menos en el caso
ecuatoriano, alguna base documental sobre todo en lo que toca a las relaciones con el
Estado. 2/ Una reunión de viejos de la zona. 3/ Entrevistas sistemáticas. Obviamente, la
información documental ayuda mucho a planificar y concretizar el tipo de demandas
que se presentan a la Historia Oral, pero es obvio también que la Historia Oral tiene sus
particularidades. Resultó mucho más fácil conseguir información de muy buena calidad
sobre los momentos en que los campesinos, o sus organizaciones, o sus dirigentes,
tuvieron una participación activa en conflictos, asuntos que recuerdan con mayor
precisión y claridad que la vida cotidiana en momentos posteriores. En cambio, resultó
bastante difícil conseguir información sobre el funcionamiento “macro” que pesaba
sobre la situación de esos campesinos.
46 Además, el tipo de visión que los campesinos tienen sobre su historia, obviamente no
está divorciado de su propio universo cultural.
47 Rafael Quintero
63
llamado mucho la atención y es que una vez que los informantes me decían
absolutamente todo, algunos de ellos comenzaban a hacer ademanes, “disparaban” y
vivían el hecho nuevamente, hablando sobre todo del problema del hambre y de la sed.
También he podido ver cómo ellos se sienten, a veces, traidores a su propia
personalidad quizás, como dice Octavio Paz en El laberinto de la soledad cuando habla de
las dos máscaras del mexicano para no revelar su subjetividad, porque el mexicano no
se va, es decir el dolor queda. Entonces, he advertido que cuando ellos dan su
información se sienten un poco mal, al haber revelado una riqueza subjetiva, un dolor
de haber hablado. En algunas entrevistas muchos de ellos han llorado y seguramente se
presentan escenas típicas para un estudio de tipo psicológico. Habría que combinar un
trabajo de Historia Oral con uno de Psicología Social y superar el gran obstáculo
boliviano que impone la formación heterogénea de su sociedad en nosotros: nos
condiciona a hablar el quechua, el aymara y el guaraní. He quedado sorprendido de
cómo la guerra permitió que algunos excombatientes quechuas aprendieran a hablar el
español y aun el aymara.
61 Luis Miguel Glave
62 En el caso de Silvia Rivera es interesante decir que no es simplemente recoger
información sino procesarla de una manera diferente. Hubiera sido interesante enfocar
el caso de cómo ella ha logrado aprender esa lógica diferente. Otra cosa es hasta qué
punto es posible hacer conciliables estos mundos y cómo el profesional tiene que tratar
esto.
63 Thierry Saignes
64 Se podría decir que a partir del informe de Silvia sabemos que la Historia Oral plantea
un desafío a la Historia, porque como lo dice ella misma, es otra historia.
65 Germán Colmenares
66 Su pregunta remite a la relación de la fuente oral con las experiencias de la etnografía.
Es un problema muy similar por ejemplo con la traducción, problema que se plantean
siempre los etnógrafos. Dudo que lo hayan resuelto. Tengo la impresión de que la
traducción de la señorita se basa en que ella quiere hacer una historia exaltante. No
creo mucho en ello.
67 Yves Saint-Geours
68 Quisiera hablar sobre los archivos a nivel de región en diálogo con el Estado en el siglo
XIX. Cuando estuve trabajando en la región de Loja en el Ecuador, encontré numerosos
documentos ante los cuales adopté una actitud muy racional. Encontré censos de
población, algunos agropecuarios y me interesaron mucho no por los datos que daban
sino por lo falsos que eran éstos y, en donde se ve muy bien las estrategias regionales
frente al Estado, el diálogo entre estas dos instancias establecido a nivel de archivo.
VOLUMEN I
VOLUMEN I
Germán Colmenares
1 CONTRASTES REGIONALES
1 Durante el siglo XVIII la gobernación de Popayán integraba administrativamente varias
subregiones que poseían rasgos perfectamente diferenciados. En el centro, la meseta de
Popayán prolongada hacia el norte por el amplio valle del Cauca. En el sur, separada de
las anteriores por la depresión del Patia, la alta meseta de Pasto. En el occidente, sobre
las costas del Pacífico, dependencias mineras de las ciudades del interior. Sin
comunicación una con otra, estas dependencias estaban ubicadas transversalmente a
los centros agrícolas que las abastecían. Se trataba de un territorio de frontera, de
difícil acceso y cuyo único interés residía en las explotaciones auríferas: Barbacoas en el
sur, ligada a Pasto; el Raposo, con su puerto de Buenaventura, sujeta a Cali y, todavía
más al norte, la provincia de Nóvita, poblada con cuadrillas de esclavos de propietarios
payaneses.
2 Un cálculo grosero estima que a finales del período colonial estos distritos mineros,
junto con el área de Caloto (más próxima a Popayán) y otros reales de minas dispersos
en la provincia, producían más de la mitad del oro que se sacaba de la Nueva Granada 2.
3 Uno de los rasgos distintivos de las regiones, suficiente para introducir modificaciones
fundamentales en los patrones de la tenencia de la tierra, en sus formas de explotación
y en las relaciones sociales consiguientes, era la presencia o la ausencia de mano de
obra indígena. Abundante en Pasto, allí las haciendas alternaban con comunidades
indígenas y habían dado lugar a la estructura peculiar y a la evolución propia del
69
“pueblo bajo” y con esclavos fugitivos. Después de la batalla de San Juanito se apoderó
de Cali y allí impuso un régimen de terror entre las gentes bien pensantes. La desazón
era evidente aun en el ejército regular. Según el general Valdes,
“...hay varias partidas de fascinerosos en los caminos robando y asesinando, y si
Dios no lo remedia, todo este país parará en tales partidas, pues a eso han enseñado
al pueblo los señores Runel, Alonso y otros fascinerosos que sólo han hecho sus
reuniones para saquear...”20
28 Para alivio de los notables de Cali, Runel fue expulsado de la ciudad por el ejército
realista al cabo de cinco meses. Según los miembros del Cabildo, durante los tres
primeros meses de 1820 Cali había sufrido “… todos los males de la anarquía y del pillaje
más desenfrenado”. Un año más tarde, al dar cuenta de las contribuciones económicas
de la ciudad a la causa de la independencia, se expresaban con horror y desprecio sobre
las actuaciones de Runel:
“Son incalculables las pensiones que sufrió este vecindario al principio del año de
1820, principalmente en los ramos de ganado y caballerías que destruyó el inglés
Juan Runel, imponiéndole otras contribuciones en auxilio de los destacamentos que
mantuvo en varios sitios del cantón. El Cabildo se abstiene de hablar de ellas en
particular como inoficiosas y de poco o ningún mérito para el sostenimiento de la
justa causa de independencia”21
29 Aunque entre marzo y junio de 1820 la provincia de Antioquia completó
trabajosamente su cuota de mil esclavos incluyendo casados, en la del Cauca, mucho
más solidamente esclavista, todo parece indicar que se experimentó un enorme fracaso.
El general Valdes vio disolverse su ejército por las deserciones, lo que obligó al
gobernador de la provincia a indultar a los desertores y amenazar con la pena de
muerte a esclavos y libertos que no se presentaran en quince días, a partir del primero
de septiembre de 1820. A comienzos del año siguiente, furioso por las deserciones, el
Libertador trataba de esclavos a los caucanos22. Para defenderse de la ira de Bolívar el
cabildo se justificaba así:
“...V.E. sabe muy bien que la clase que se destina a tomar las armas en calidad de
soldados es regularmente de aquellos hombres sin luces, sin educación ni
sentimientos, incapaces de conocer la importancia de los objetos porque se pelea y
a quienes por consecuencia es necesario mover por otros resortes. ¿Y por qué la
parte notable e ilustrada de un vecindario, que no ha rehusado sacrificio alguno de
cuantos se le han exigido para salvar la patria, ha de responder de la conducta de la
plebe estúpida, a quien no está en su mano quitarle sus preocupaciones ni su
barbarie?”23
30 Sin embargo, el general Valdes tenía razón en cuanto a la complicidad de los amos para
librar a sus esclavos del servicio. La totalidad de los padrones levantados en las
jurisdicciones de Buga y Cali a comienzos de 1821 muestra claramente la defección y el
ocultamiento de esclavos solteros mayores de 16 años como también la de pardos y
montañeses libres. Tal vez por esto a su paso por Cali, a comienzos de 1822, el
Libertador se contentó con asignarle una cuota de cincuenta esclavos, gran parte de los
cuales se sacaron del partido de la Herradura en donde trabajaban más de
cuatrocientos. Sobre cada propietario no debía pesar más que la carga de entregar uno
o dos esclavos como lo revelan las solicitudes de indemnización que se elevaron más
tarde24.
31 De haberse ejecutado la orden original de Bolívar de reclutar en las provincias del
Cauca más de dos mil esclavos se habría llegado al umbral de la extinción de la
esclavitud. Pues una cosa era la fuga esporádica de esclavos que se sumaban a las
74
XVIII con mano de obra esclava excedente en las minas y en donde predominaban los
trapiches y la ganadería, percibe un impacto mayor. La vulnerabilidad de estas
haciendas residía precisamente en su dependencia de la esclavitud y por esta razón los
terratenientes tuvieron que acudir en adelante a formas de arriendo y de colonato.
43 En contraste, las haciendas de la meseta de Popayán se habían desarrollado, desde una
época anterior al auge de las haciendas del valle, sobre lineamientos diferentes. Allí la
mano de obra, aunque insuficiente, era también indígena. Estas haciendas, más
“tradicionales” en comparación con las del valle, no parecen haber sido afectadas en la
misma medida.
44 Estas diferencias sugieren el debilitamiento de la hacienda esclavista que había surgido
como unidad productiva impulsada por la minería en el siglo anterior. Pero la
dependencia de las haciendas con respecto a las actividades mineras muestra también
que el proceso de decadencia no se inició con las guerras de independencia. Estas
debían acelerar y definir conflictos larvados con fuerzas sociales que venían gestándose
de manera lenta desde el siglo anterior. Ahora, los terratenientes se veían enfrentados
con esas nuevas fuerzas sociales que podían encontrar una expresión política, asi fuera
de manera ambigua y confusa. Debía buscarse entonces un nuevo equilibrio con
respecto a la sujeción del trabajo. Sin embargo, la precariedad de este equilibrio queda
demostrada por la pertinacia de los propietarios en aferrarse a la esclavitud.
52 ¿Quiénes eran y cómo vivían estos labradores? Al norte de la ciudad de Buga, entre la
quebrada de Chambimbal y el zanjón del Pantanillo vivían unas veinte familias cuyas
estancias se avaluaron en 1818 entre 50 y 2,300 pesos. El estilo de vida de los medianos
propietarios no debía diferir demasiado del de los más pobres si juzgamos por los
avalúos de las casas y de los enseres. Pero la diferencia en la extensión de las tierras
debía ser notoria: entre 10 y 20 pesos y entre 100 y 300. Los labradores medianos
todavía podían recurrir al trabajo de unos cuantos esclavos (no más de diez) y
mantener sembrados de caña y un pequeño trapiche. Los más pequeños debían
contentarse con algunos cerdos, una o dos reses y un sembrado de plátanos o de maíz.
53 Pese a su contiguidad, la gran hacienda esclavista no podía ejercer mucha influencia
sobre esta población dispersa. Aunque muchas haciendas se consolidaron como
unidades productivas desde finales del siglo XVII y en el curso del siglo XVIII, sólo unas
cuantas se convirtieron en residencia más o menos permanente de sus propietarios, ya
a finales del siglo XVIII. La mayoría de las casas de hacienda de alguna importancia
datan efectivamente de esa época o del siglo XIX.
54 B. José Escorcia se ha ocupado del análisis de la estructura social en un centro urbano y
administrativo de alguna importancia y en sus partidos, que eran antiguos
asentamientos. Aquí nos ocuparemos de un población nueva en el sur del valle
(Quilichao), de su rival (Caloto) y de una población nueva en el norte (Tuluá) 32. Estos
ejemplos sugieren que en el ámbito rural la definición colonial de una sociedad de
castas reposaba sobre convenciones que realidades económicas dispares podían
modificar profundamente. Allí la estimación social quedaba circunscrita por un
conjunto de circunstancias locales de tal naturaleza que la ubicación de cada uno de sus
miembros no podía ser determinada uniformemente por la adscripción institucional en
un estamento.
55 Las clasificaciones convencionales de noble, montañés o blanco, pardo o mulato, indio o
natural debían tener en la conciencia de las gentes de cada lugar un significado
diferente. Si es que las tomaban en cuenta para algo. En primer lugar, debido al hecho
de que las castas estaban distribuidas muy desigualmente en el espacio. Es evidente el
contraste entre las dos poblaciones rivales, Caloto y Quilichao. Caloto, una ciudad
fundada en el siglo XVI y vecina de parcialidades indígenas importantes había sido un
lugar de mestizaje y éste era el elemento predominante. En cambio en Quilichao, nacida
a favor de los vecinos reales de minas que concentraban una gran cantidad de
población esclava, los pardos y mulatos eran la mayoría. Al norte del valle, en una
región agrícola, las castas estaban en minoría.
56 Por otra parte, los oficios y los roles sociales, que en sectores rurales no tenían una
correspondencia precisa con los estamentos, debían modificar los alcances de una
definición legal de éstos. Si la definición legal de noble, montañés o pardo podía
conservar algo de su inflexibilidad en un centro urbano de alguna importancia, en
donde había acceso a profesiones o puestos que reforzaban la dignidad y el
reconocimiento sociales, en las comunidades semirurales que se iban conformando a lo
largo del valle perdían su sentido original.
57 El caso de los nobles es el más característico. En ninguna de las tres comunidades que
nos sirven de ejemplo podría identificarse a los nobles con hacendados. Aunque
gozaran de un reconocimiento legal de su nobleza (que se consignaba en los padrones y
en otros documentos oficiales aún en la época republicana), las circunstancias locales
79
sucesorales debían haber fragmentado más rápidamente los lotes de la población más
numerosa. En este partido una buena porción de las mujeres pardas se dedicaba
también a la hilandería o a la confección de sombreros.
64 En Quilichao y en Caloto los pardos eran peones, jornaleros, pulperos y sastres. La
diferencia entre peones y jornaleros no resulta facil de establecer. José Escorcia sugiere
que los jornaleros eran trabajadores que desempeñaban oficios tanto rurales como
urbanos de escasa calificación. Debería agregarse que su vinculación a un trabajo debía
ser esporádica, es decir, a jornal. El peón debía ser en cambio un trabajador rural más
permanente. Obsérvese, por ejemplo, que en Caloto —cuya jurisdicción contenía
grandes haciendas trabajadas por esclavos— no había peones aunque sí jornaleros.
65 Tampoco los mestizos se diferenciaban mucho de los blancos o montañeses. Como
éstos, muchos se dedicaban al comercio al por menor (tratantes). Una gama de oficios
artesanales tradicionales más o menos amplia era ejercida indistintamente por
montañeses, mulatos y mestizos. Aunque el oficio mas prestigioso, el de platero, estaba
reservado a los montañeses, había excepciones. De resto, cualquiera podía ser herrero,
carpintero, talabartero, etc. Finalmente, si dudáramos de la calidad de los nobles
rurales, el hecho de que casi ninguno ejerciera un oficio manual, pese a su evidente
pobreza, serviría al menos para confirmarnos sus pretensiones 34.
sin tener en dicho sitio más hacienda ni utilidad que el asiento de las casas donde
viven”38. Lo que chocaba particularmente a los mineros era la razón misma de ser del
asentamiento. En palabras de don Francisco Antonio de Arboleda,
“... se vió que en el llano de Quilichao se está formando una grande población de
gente sin oficios públicos ni hacienda propia y que los más viven con el oficio de
regatones para vender a los negros de las cuadrillas de esclavos de minas y los
víveres que allí introducen de otras partes, y al mismo tiempo rescatando de los
negros el oro que ellos sacan para sí en los días que les es permitido o el que hurtan
a sus dueños y... así mismo... dicha población se va formando ya con plaza, calles e
iglesia, sin tener para ello licencia de las justicias superiores, y... dicha población
está dentro de los reales de minas de Cerrogordo, Aguablanca, Cimarronas y San
Bernabé y a poca distancia de las de Santa María, Dominguillo, Ahumadas y
Convento... ”39.
76 Los mineros de Popayán sentían como una amenaza para la estabilidad del sistema
esclavista no sólo el comercio subrepticio con las cuadrillas sino la presencia misma de
una población libre, que tendía a organizarse como centro urbano, sin posibilidades de
control por parte de un estrato noble.
77 Hostilizada mediante procedimientos administrativos de todo tipo, Quilichao prolongó
la lucha por su existencia durante más de un siglo. En 1753, ante las reiteradas
acusaciones de los mineros, el gobernador de Popayán ordenó expulsar del asiento a
quienes no fueran labradores. Pese a que la casi totalidad de la población estaba
dedicada al comercio y a oficios artesanales, los vecinos lograron probar que tenían
títulos legítimos sobre las tierras que poblaban y el gobernador suspendió la
expulsión40. Frente a esta amenaza, los de Quilichao decidieron legalizar el
asentamiento y obtuvieron del virrey Solís el título de villa en 1755. Este privilegio, que
les otorgaba justicias propias para dirimir sus conflictos y los conflictos con los grandes
propietarios, los enfrentó con la ciudad de Caloto. La ciudad no sólo veía recortados sus
propios términos territoriales sino que perdía un control jurisdiccional que utilizaba en
favor de los mineros de Popayán. Pleitearon y obtuvieron que el virrey Messia de la
Zerda revocara el flamante título de villa a Quilichao en 1761.
78 Pese a las controversias con Caloto, animadas por las pretensiones de los mineros de
Popayán, Quilichao ocupaba una posición muy ventajosa, no sólo por su proximidad a
las minas sino por el tránsito de Popayán a Cali y al resto de las ciudades de la
gobernación. Mientras que en 1753 contaba apenas con doscientos habitantes, en 1791
ascendían a 831, población que casi duplicaba a la de Caloto (con 431 habitantes) y en
1803 había aumentado a 1,414 en el recinto del poblado (que tenía 204 casas) y 411 en el
contorno rural41.
79 La presencia de blancos pobres y aun de algunos nobles atraídos por las posibilidades
comerciales del asiento, además de evidente superioridad económica y demográfica,
debía inclinar finalmente la balanza en favor de Quilichao y garantizar su existencia, al
menos como asiento. Las autoridades virreinales llegaron inclusive a pensar en
suprimir más bien a Caloto pues habían comprobado que algunas ciudades como ésta,
en perfecta decadencia, ostentaban cabildos y justicias, puestos para los que ya ni
siquiera se encontraban candidatos idóneos.
80 En el caso de Quilichao, el conflicto con Popayán se originaba en un desafío por parte de
la nueva población a los privilegios patrimoniales de la antigua ciudad. Los Arboledas
disputaban al poblado no sólo el derecho a poseer términos, que hubieran recortado un
83
región introducían en los reales de minas del Choco dieron lugar a un levantamiento de
los pardos del Hato de Lemos cuando comenzaron a operar los estancos.
88 Es posible que este conflicto social, paralelo al de los comuneros del Socorro, haya
movido a una solución típicamente ilustrada del virrey Espeleta. Los dos linajes de
terratenientes que se disputaban la posesión de una franja entre sus haciendas cedieron
estas tierras para que se fundara la población. Esta, que ya tenía el carácter de
viceparroquia, fue fundada así sobre tierras comunales que debían distribuirse entre los
habitantes y sobre las cuales debían reconocer un arrendamiento 44.
89 El caso de Tuluá es también muy peculiar. La población existió originalmente como una
doctrina que atraía a indios forasteros desde el siglo XVII. En 1690 un vecino de Anserma
reclamaba como encomendero el tributo de algunos indios del pueblo. Esto hace pensar
que se trataba de refugiados que intentaban escapar de la mita para las minas de Supía
y Quiebralomo. Los indios forasteros fueron acogidos en sus tierras por un Diego Santa
Cruz (Diegote), un indio rico de Buga. En vista de que las tierras del poblado habían sido
enteramente ocupadas, su hijo las donó en 1741 a tres cofradías. Esto permitía la
permanencia de los pobladores y el mantenimiento, con la renta que debían pagar, de la
capilla doctrinera y de varios clérigos.
90 Desde antes de mediados del siglo también una buena cantidad de terratenientes y
labradores de las cercanías, vecinos de Buga, preferían asistir a los oficios religiosos de
la doctrina, en donde muchos debían haber fijado su asiento. El pueblo de indios, como
tal, no tenía entonces un resguardo sino que era más bien un apéndice adventicio de las
haciendas del lugar.
91 En 1759 ciento dos vecinos que exhibían el titulo de “Don” (ya hemos visto cuál era la
naturaleza de esta pretensión) y que tenían intereses en la zona, solicitaron que el
poblado fuera erigido en villa. Según un testimonio que acompañaba la petición, en la
jurisdicción de la doctrina no sólo residía esta inusitada cantidad de nobles sino
también vecinos de la plebe que cuadruplicaban su número, además de los cien indios
de la doctrina.
92 A pesar de que gozaban de influencia en Buga, pues algunos de ellos habían sido
alcaldes de la ciudad, los propietarios ubicados en Tuluá se obstinaban en tener su
propia jurisdicción. Según un informe del teniente de gobernador de Buga, estos
vecinos sólo pretendían escapar a su obligación de abastecer con sus ganados a la
ciudad. Por esta época, en efecto, las ciudades comenzaron a sufrir crisis periódicas de
abastecimientos porque los hacendados preferían comerciar sus ganados en los reales
de minas en auge, tanto en Antioquia como en el Choco.
93 Los vecinos aprovecharon de la rivalidad entre las ciudades vecinas de Buga y Cartago
para adelantar sus diligencias ante las autoridades de esta última. En Santa Fe, sin
embargo, sus pretensiones fueron rechazadas pese al concepto favorable del asesor del
virrey, el mismo que hacía cinco años había apoyado también la erección en villa de
Quilichao45.
94 Ni aun la presencia de un fuerte contingente de nobles parecía suficiente para disipar
los temores provocados por un vecindario pobre, compuesto por blancos pobres,
mulatos y mestizos sin tierras. En 1778 esta población fue invitada por los pardos de
Llanogrande a unírseles en una rebelion contra un reclutamiento que, por orden del
virrey, los destinaba a la apertura de un camino hacia el Choco. La rebelión fue
suprimida por un contingente de fuerzas de milicias solicitado urgentemente a Cali 46.
85
106 El espíritu que dominaba a los cabildos de las viejas ciudades al rebelarse contra la
cabecera de la gobernación no era diferente al de Llanogrande y Tuluá, poblaciones
nuevas que aprovecharon la ocasión que se les ofrecía para romper con su propia
cabecera, la ciudad de Buga, y proclamarse como villas en 1813. Mientras que Cali, la
vieja rival de Buga se apresuraba a reconocer el nuevo status de Llanogrande, Buga
declaraba fuera de la ley a los que habían propiciado la declaración. Muchos de ellos se
retractaron, temerosos de las represalias de la ciudad. Además, algunos propietarios de
los partidos rurales contiguos, al verse segregados de Buga, reclamaban en 1815 sobre
“los modos extraños, desconocidos e ilegales con el que el ciudadano Simón Cárdenas y
sus colegas” habían procedido a la separación del cantón. El gobierno español de la
reconquista desconoció tambien el gesto insurgente de Llanogrande y de otras villas,
sujetándolas de nuevo a su antigua cabecera. Este era un castigo más que se sumaba a
otras formas de represión de la reconquista para restablecer el orden colonial 53.
107 La Ley de 25 de junio de 1824, por la cual se dispuso por primera vez la división de
Colombia en departamentos, provincias y cantones, abolió de un plumazo el antiguo
orden constitucional que jerarquizaba, sobre bases étnicas, fundaciones españolas de
ciudades y villas, pueblos de indios y parroquias y asientos mestizos.
108 Esta ley verificó una promoción automática para muchas poblaciones. En la antigua
gobernación de Popayán (ahora departamento republicano del Cauca) se crearon cuatro
provincias y dentro de éstas veintiún cantones. Según la ley, cada cabecera de cantón
debía poseer una municipalidad y por lo tanto lo que hasta ahora había sido una mera
parroquia quedaba convertida en villa, con su propio cabildo. A su vez, lugares y
asientos pasaron a ser parroquias. Mediante esta Ley, Llanogrande (Palmira), Tuluá y
Roldanillo (un antiguo pueblo de indios), degradados durante la reconquista, volvieron
a recuperar su rango como municipalidades y cabeceras de cantón. Llanogrande tuvo
en adelante dos parroquias sujetas (Candelaria y Pradera) y una viceparroquia (Yunde).
En 1835 se le agregó la viceparroquia de Perodías, rebautizada como Florida. En el curso
del siglo XIX estas dependencias, que habían tenido su origen como poblados más o
menos espontáneos en las márgenes de las haciendas, se convirtieron en municipios 54.
109 El resultado neto de estas reformas fue el de desintegrar las vastas areas de influencia
de las antiguas ciudades españolas. Los primitivos partidos rurales de Buga, por
ejemplo, se repartieron entre las dos nuevas villas, Llanogrande y Tuluá, quedando
reducida la ciudad a la sola parroquia anexa de Guacarí. Cali perdió sus partidos de
Roldanillo y la Herradura y Cartago su región minera de Supía. Otro resultado no menos
notorio consistió en romper la sujeción de los distritos mineros de las antiguas
ciudades. Así, las áreas sujetas a Cali y Pasto en el Pacífico se constituyeron en una
nueva provincia con los cantones de Iscuandé, Barbacoas, Tumaco, Micay y el Raposo.
110 El nuevo orden republicano no sólo estaba destinado a hacer más inmediatos los
recursos administrativos y judiciales sino también a promover la participación política
facilitando la reunión de asambleas electorales y la celebración de elecciones primarias.
Pero hubo también otros resultados políticos de más largo alcance. Si bien es cierto que
el reconocimiento de la igualdad teórica de los ciudadanos no alcanzaba a tener efectos
prácticos dentro de una sociedad tan rígidamente jerarquizada (menos aún en una
sociedad esclavista), en cambio el reconocimiento de la entidad jurídica de un
poblamiento sí era capaz de romper con las jerarquías urbanas coloniales. Esto ocurría
al menos allí donde el dinamismo de los poblamientos buscaba romper el molde de esas
jerarquías.
88
111 Por esta razón la actitud de los nuevos poblamientos del valle del Cauca contrasta
drásticamente con la de los más antiguos de los pueblos de indios. En tanto que en el
valle las concentraciones de mulatos, mestizos y españoles pobres buscaban una cierta
medida de autonomía frente al dominio patrimonial de las ciudades más antiguas y
lograban defenderse de la sujeción del peonaje, en los pueblos de indios de los
altiplanos del centro del país la autonomía parecía significar una forma de degradación.
Por ejemplo, cuando Cáqueza y Bogotá fueron erigidos en cantones, los pueblos que les
quedaban sujetos reclamaron para que se mantuviera su sujeción directamente a Santa
Fe, la capital.
112 Esta reacción obedecía a motivos complejos. Uno, la organización de los mercados.
Otro, la familiaridad de los pueblos de indios de la sabana con un sistema judicial y
administrativo que no estaban interesados en cambiar por otro que los sujetara a
intermediarios mestizos. Finalmente, los pueblos designados como cabeceras de cantón
estaban incapacitados para improvisar un cuerpo político-administrativo, demasiado
gravoso para pobres labradores y peones55.
113 Los privilegios patrimoniales de villas y ciudades de españoles (es decir, el control
político sobre recursos de bosques, tierras, aguas, minas y manos de obra) introdujeron
así una gradación de rivalidades que se extendía desde los poblamientos más humildes
hasta las mismas villas y ciudades.
114 La ideología republicana solía atribuir estos antagonismos a una acción deliberada de
los españoles, pero respecto al fondo del problema el régimen republicano no podía
innovar demasiado. Los frecuentes cambios en el ordenamiento jurídico-administrativo
de las regiones durante el siglo XIX revelan hasta qué punto persistían factores de
perplejidad en el equilibrio regional. Las guerras civiles, incluidas las de la
independencia, se alimentaron con estas rivalidades antes que con una ideología de
más vasto alcance.
6 CONCLUSION
115 Todo el sistema de prelaciones de los centros urbanos que había dominado durante la
colonia se vio alterado por las conmociones políticas. Antes que en los individuos, el
principio de soberanía popular vino a radicarse en los “pueblos” (casi en el sentido de
núcleos urbanos), de la misma manera que los privilegios patrimoniales se habían
asignado en el siglo XVI a la “república de los españoles”.
116 En el valle del Cauca, en donde hemos visto que proliferaron los pueblos nuevos con
una base social heteróclita después de la segunda mitad del siglo XVIII, el cambio
republicano les confirió una igualdad teórica con los antiguos centros que alimentaban
las estructuras sociales y políticas de la colonia. El sistema de haciendas, que
encontraba dificultades en transformar el sistema esclavista y adoptar otras formas de
sujeción del trabajo, se veía así permanentemente amenazado por la inestabilidad
social.
117 Durante las primeras décadas del siglo XIX, la región descendió de la incontrastable
preeminencia de la que había gozado durante el siglo anterior para volverse un
incómodo foco de conflictos. En el Cauca se incubaron casi todas las guerras civiles del
resto del siglo: conflicto armado de 1828, con epicentro en Popayán; guerra “de los
conventos” en Pasto en 1839 y pronunciamiento en Timbío, que generalizó el conflicto
89
como “guerra de los supremos” hasta 1842; guerra de 1851, iniciada por los propietarios
esclavistas del Cauca y guerra de 1860-63 que comenzó en el estado del Cauca contra la
Confederación Granadina.
118 La decadencia económica, que aquí parece ilustrar literalmente la tesis según la cual las
perturbaciones políticas y los conflictos civiles del siglo XIX nacían del estancamiento,
obedeció a la pérdida gradual de importancia del sector minero de la región entre 1800
y 1830. Con esto se rompió uno de los eslabones que habían asegurado el auge de las
haciendas en el siglo XVIII y que había nutrido el orden social de la colonia.
119 En comparación con otros países de América Latina, la incorporación de Colombia a un
mercado externo fue tardía. Dentro de la relación colonial, los vínculos económicos con
la metrópoli estaban asegurados con las exportaciones de oro. La balanza de pagos del
régimen republicano siguió saldándose con pagos en oro de las importaciones. En su
mayor parte este oro provenía ahora de las explotaciones antioqueñas que desde el
siglo XVIII habían reducido las grandes cuadrillas de esclavos y basaban la extracción en
el trabajo libre y muy móvil de pequeños empresarios (mazamorreros) en aluviones o
en el incremento tecnológico de las minas de veta56. Pero a mediados del siglo era ya
claro para muchos que una liquidación definitiva del régimen colonial sólo podía
lograrse con la comercialización de la agricultura y la incorporación de masas humanas
más vastas a las actividades productivas.
120 El proceso de integración a una economía exportadora no fue así uniforme para todas
las regiones colombianas. La comercialización de la agricultura no sólo dependía de
circunstancias geográficas favorables que facilitaran el transporte sino también de
adaptar estructuras sociales al nuevo tipo de economía57. Las diferencias en los ritmos
regionales hacia lo que podría verse como una modernización sugiere la originalidad
social irreductible de las regiones.
121 Este proceso debía ser infinitamente más arduo en una sociedad esclavista. Allí, el
temor de la insurrección de los esclavos y los frecuentes enfrentamientos civiles que
capitaneaban caudillos cuya popularidad estaba establecida entre masas de mulatos y
mestizos, creaba un clima enfermizo de inseguridad y de inestabilidad sociales. Por esto
no resulta extraño encontrar en la región a otros caudillos que, como Julio Arboleda, se
aferraban con obstinación fanática al antiguo orden y ostentaban sus pretensiones
aristocráticas como rasero supremo del orden moral y del orden político y social.
122 En el período comprendido entre 1850 y 1886, los clanes familiares, cohesionados en el
siglo anterior en la explotación de haciendas, minas y el comercio de esclavos y que
habían sobrevivido al rigor de varias guerras civiles, trataron de adaptarse a reformas
liberales58. Estas reformas, que atacaban hasta los últimos fundamentos del sistema
esclavista, estaban concebidas para apoyar un proceso general de comercialización de
agricultura. El valle del Cauca debía esperar, sin embargo, hasta el momento en que una
ruta hacia el Pacífico y la apertura del canal de Panamá incorporaran su agricultura al
mercado exportador.
123 Regionalismo político, fragmentación económica (o economía de islas, según la
expresión de Nieto Arteta): valdría la pena explorar las raíces de estas constantes del
siglo XIX colombiano en patrones muy diversos de poblamiento. El patrón mejor
conocido fue siempre el del altiplano central, mucho más densamente poblado en la
colonia, en donde las economías campesinas tempranas de los resguardos indígenas
fueron asediadas en el siglo XVIII por la presencia de un número creciente de mestizos
90
sin tierras. Esto sirvió de pretexto para la extinción de muchos resguardos entre 1755 y
1780 y a su remate, que verificaron no siempre mestizos desposeídos sino también
terratenientes que agrandaron aún más el ámbito de la hacienda tradicional. En cuanto
a los mestizos, a ellos se les dieron los poblados que habían sido de los indios,
promovidos ahora de simples doctrinas a parroquias59.
124 Pero este patrón de poblamiento en las zonas demográficamente más densas del país no
es un modelo único. Su representatividad obedece a una distorsión creada por la
importancia política del centro y por el hecho de que proporcionaba las imágenes
clásicas de la hacienda andina tradicional, atada a una producción de subsistencia y a
un mercado estrecho.
125 Pero si no es un modelo único, precisamente con respecto a él puede medirse la gran
variedad de patrones de poblamiento de otras regiones, particularmente de los valles
profundos. Estos patrones datan de fines de la colonia y del siglo XIX: en el alto, el bajo y
el Magdalena Medio, en las llanuras de la costa Atlántica, en muchos bolsillos de la
región andina y en nuestro ejemplo del valle del Cauca y del Patía.
126 Durante el siglo XIX Colombia debió operar así un enorme desplazamiento de ejes con
respecto a los antiguos centros vitales del sistema colonial. Podría decirse, en términos
generales, que los espacios que fueron el escenario privilegiado de la vida colonial no
fueron los mismos en los cuales se desarrolló el nuevo capítulo de la comercialización
de la agricultura. Estos desplazamientos crearon el fenómeno de un desarrollo regional
desigual que la teoría de la modernización, en boga hace algunos años, interpretaba
como un dualismo propio de estas sociedades. Pero tampoco ciertas implicaciones de la
teoría de la dependencia que la sustituyó, basadas en el mero análisis de las cifras de
exportación, arrojan demasiada luz sobre el proceso interno en el que jugaron factores
complejos y a veces sui generis.
subordinar de otras maneras a la mano de obra; es el caso por ejemplo de los esfuerzos
de la familia Arboleda para convertir a sus antiguos esclavos en terrajeros y, por otro
lado, para sustituir las economías complementarias en las haciendas por una economía
de cosecheros de tabaco integrándolos a la renta estatal. También hubo un proyecto de
la familia Arboleda, primero de monopolizar el aguardiente y, luego, la producción del
tabaco, pero finalmente fracasó ante las necesidades de estos recursos por parte de las
arcas estatales. Entonces no hubo realmente alternativa y el valle sufrió un proceso
secular de decadencia. Decadencia económica no significa cambio social. Es decir, los
propietarios se empobrecen pero siguen teniendo el primado social porque son
propietarios, aun si sus tierras están inactivas. Se ve por ejemplo cómo desde
comienzos del siglo XX lo que constituyeron viejos latifundios se van convirtiendo ahora
en empresas agro-industriales. Son las mismas personas las que las poseen; hay
entonces una extraña persistencia de estructuras sociales en el valle del Cauca que no
tiene, por ejemplo, Bogotá.
143 Thierry Saignes
144 ¿En qué medida puede decirse que hubo una participación general de los negros
cimarrones en la guerra de la Independencia colombiana?
145 Germán Colmenares
146 Sí, participaron pero a su modo, es decir no entrando sino por casualidad en los
ejércitos regulares. Su participación era libre y espontánea pudiendo aliarse tanto con
realistas como con patriotas, teniendo también la iniciativa de ir y “amarrar a algún
hacendado”: tienen imaginación política y no a causa de la patria sino a causa del
propio interés. Por ejemplo una buena vaca que iba pastando por allí.
147 René Arze
148 Resulta muy estimulante ver cómo en Colombia los estudios en torno a la participación
de las masas populares en el fenómeno de la Independencia permite vislumbrar hechos
tan relevantes e importantes como es el caso de la participación negra en el hecho, algo
que en Bolivia todavía no se ha realizado para el caso similar desde la perspectiva
campesina indígena, porque se consideraba que estos sectores jugaban un simple papel
periférico o pasivo y que su participación en la guerra de la Independencia se reduce a
su ausencia. En el caso boliviano hay un movimiento popular paralelo al movimiento
patriota; en el año 1809 en Santa Cruz de la Sierra se produce un levantamiento de
esclavos que es muy sintomático porque luego se va a repetir en otras regiones del país
pero a nivel indígena; es decir que en medio de la lucha entre el poder español y un
sector criollo surge una alternativa popular que de momento rebasa al propio proyecto
criollo. En plena guerra de la Independencia, surgen en Bolivia movimientos indígenas
muy importantes que recuerdan las irrupciones de Tupac Katari en el siglo XVIII y se ve
cómo la presencia indígena tiene una alianza con el sector criollo y mestizo
precisamente con el propósito de abolir y de quedar en libertad frente a instituciones
como la de la mita, el cacicazgo, etc. Es decir que la alternativa de la presencia masiva
se presenta muy claramente en la guerra de la Independencia, tema que merece ser más
estudiado para el caso de los países andinos porque es evidente que hay una
participación en la alianza entre criollos, mestizos e indígenas frente al poder español
en contraposición a esa tradicional imagen que señala que las masas jugaron
meramente un papel pasivo en ella.
149 Germán Colmenares
95
NOTAS
2. Vicente Restrepo, Estudio sobre las minas de oro y plata en Colombia (Bogotá, 1952) p. 67.
3. J. Leon Helguera, “Coconuco: datos y documentos para la historia de una gran hacienda
caucana”, Anuario colombiano de historia social y de la cultura, 5 (1970), 189-203.
4. La uniformidad de este patrón puede apreciarse claramente en los datos dispersos de Gustavo
Arboleda, Historia de Cali, 3 vols. (Cali, 1956) y Tulio Enrique Tascón, Historia de Buga en la Colonia e
Historia de la conquista de Buga (Bogotá, 1938). Intentos de sistematización del material de
escribanías en Luis Francisco Lenis, “Historia económica de Buga, siglo XVIII” y Diego A. Carbajal
Peña, “El siglo XIX en la historia del cerrito”. Ambos trabajos en Historia y espacio 1:4 (enero-
marzo, 1980), 9-50 y 51-127. También G. Colmenares, Cali terratenientes, mineros y comerciantes. Siglo
XVIII (Bogotá, 1980) y Popayán: una sociedad esclavista (Medellín, 1979).
5. José Manuel Restrepo, Diario político y militar (Bogotá, 1954) I, 81, se mostraba aturdido por la
contribución del Socorro en 1819. Además de reclutas, muías, caballos, lanzas y vestuarios, había
aportado 108.000 pesos. En el mismo año el Cabildo de Cali calculaba la contribución de la ciudad
en 104.202 pesos. Archivo Municipal de Cali (en adelante ANC), Libros de Cabildo T. 42 f. 192 ss.
Cuando se trataba de repartimientos de ganado asignados a una ciudad, los notables podían
todavía hacer recaer casi todo el peso de la contribución en la masa de pequeños labradores. En
1820 un militar observaba en Buga que y“... el repartimiento que he visto hacer hasta de media
res a un pobre vecino es sumamente chocante y más cuando se manejan por un recuento hecho
entre compadres para conservarse unos (a) otros su propiedad y exigir al pobre una pensión a la
de los pudientes”. Archivo Municipal de Buga (en adelante, AMB), Libros de Cabildo T. 1820, f. 23.
Sobre los efectos económicos de la guerra en la provincia de Popayán, el trabajo más completo
hasta ahora es el de Zamira Díaz de Zuluaga, Guerra y economía en las haciendas. Popayán,
1780-1830. (Bogotá, 1983).
6. Para los años de 1814 y 1825 José Manuel Restrepo (Diario, I, 284) reportaba una plaga de
langosta que asolaba la provincia de Popayán períodicamente cada diez u ocho años.
7. Arboleda, Historia de Cali, III p. 252
8. Alfonso Zawadsky, Las ciudades confederadas del valle del Cauca en 1811 (Cali, 1943) pp. 125, 128 y
228.
9. AMB. Lib. Cap. 1820
10. Vicente Lecuna, Cartas del Libertador (Caracas, Nueva York, 1929-1941) II.
96
11. José Manuel Restrepo, Diario, I, pp. 52, 53, 57, 59.
12. Manuel Valdes a F. de P. Santander, Quilichao (?), Agosto de 1820. Archivo Histórico Nacional
de Bogotá, Secretaría de Guerra y Marina, T. 1 ff. 441 (En adelante, AHNB, Secr. Guerra y Marina.
O la sección correspondiente).
13. Citado por Mariano Sendoya, Caloto ante la historia (Cali, 1972) p. 118.
14. Diario de operaciones de Manuel Valdes, gobernador y comandante general del valle del
Cauca. AHNB. Secr. Guerra y Marina, T. 1 f. 297.
15. V. por ejemplo, Demetrio García Vásquez, Revaluaciones históricas (Cali, 1924) 3 vol.
Especialmente el V. II.
16. Manuel Valdés a un “querido compañero y amigo”. Popayán, 24 de diciembre de 1820. AHNB.
Secret. Guerra y Marina, T. 1 f. 494.
17. AHNB. Historia. República, T. 3 f. 117
18. Demetrio García Vásquez, Revaluaciones históricas, V. I Apéndice p. XLII.
19. Sobre Runnel, Ibid. XXXIX y José Manuel Restrepo, Historia de la revolución de la República de
Colombia (Bogotá, 1942) III, 79.
20. Manuel Valdés a F. de P. Santander, Popayán, 24 de julio de 1820. Citado por Demetrio García
V., Revaluaciones históricas. Apéndice, p. XLII.
21. AMB. Lib. Cap. 1820 f. 27. ANC. Lib. Cap. T. 42 (1820-23) f. 9 y f. 193.
22. J. M. Restrepo, Diario, I, 97.
23. AMC. Lib. Cap. T 42 f. 156.
24. Ibid. T. 48 f. 355.
25. Jorge Castellanos, La abolición de la esclavitud en Popayán, 18S2-1852 (Cali, 1980) 43.
26. Pablo Rodriguez J., “La manumisión en Popayán, 1800-1851”, Universidad Nacional de Colombia,
9-10 (Set. 1980-abril 1981), 84. G Colmenares, Popayán: una sociedad esclavista, p. 277. Sobre la venta
de esclavos fuera del país, Tomas C. de Mosquera a Manuel José Mosquera. Lima, 8 de mayo de
1830. Citado por Diego Cas-trillón Arboleda, Tomás Cipriano de Mosquera (Bogotá, 1979), 59 y J. León
Helguera y Alberto Lee López, “La exportación de esclavos de la Nueva Granada”, Archivos 1:2
(Julio- Dic. 1967) 447-459.
27. Richard Preston Hyland, Sociedad y economía en el valle del Cauca. El crédito y la economía
1851-1880. (Bogotá, 1983), 34.
28. Zamira Diaz, Guerra y economía en las haciendas.
29. AMB. Libro de Censo. N’. 129 y AMC. Lib. Cap. T. 42 ff. 222 ss.
30. AMB. Lib. Cap. T. 26 (Solicitudes), 1818.
31. AMB. Libro de Censo. N’ 129
32. Debo agradecer a Jacques Aprile G. por la información y las reflexiones que ha querido
compartir conmigo sobre Tuluá.
33. AHNB. Poblaciones del Cauca, T. 2 ff. 224, 541 y 709.
34. Véase el cuadro del apéndice al final.
35. Michael Taussig, “The evolution of rural wage labour in the Cauca Valley of Colombia,
1700-1890” en Land and Labour in Latin America, editado por K. Duncan e I. Rutledge (Cambridge,
Ingl.) 397-433.
36. AHNB. Poblaciones del Cauca, T. 3 f. 62.
37. G. Colmenares, Las haciendas de los Jesuitas en el Nuevo Reino de Granada (Bogotá, 1969) pp. 106 y
124.
38. AHNB. Poblaciones Cauca, T. 2 f. 652 v.
39. AHNB. Poblaciones Cauca, T. 2 f. 167.
40. AHNB. Poblaciones Cauca, T. 1 f. 183 v. 224.
41. AHNB. Poblaciones Cauca, T. 2 ff. 224, 541 y 709.
42. Algo parecido ocurría con la producción de aguardiente. Cuando la ciudad de Cartago, sin
esperar a una decisión de la junta de Santa Fe, siguió el ejemplo del gobernador realista de
97
Popayán y extinguió la renta del aguardiente el 20 de octubre de 1810, se encontró ante una
situación embarazosa. Santa Fe, el centro político al que quería sujetarse Cartago para oponerse a
Popayán, había desaprobado una extinción parecida en Chiquinquirá, pero “... ya estaba
introducido con increíble rapidez en esta ciudad (Cartago) el comercio de aguardiente”. A.
Zawadzky, Las ciudades confederadas, p. 268
43. Beatriz Patiño N, Economía del tabaco en la gobernación de Popayán (Mimeo, Cali, 1974).
44. Jesús Gonzalez R. Apuntes para la historia de la Unión, Valle (Cali, 1957), citado por Ranulfo A.
Posso, “La Unión, del hato ganadero a la industria vinícola”. Tesis inédita de la Licenciatura,
Universidad del Valle, 1980.
45. Guillermo E. Martínez y Joaquín E. Paredes Cruz, Tuluá, historia y geografía (Cali, 1946). El
expediente completo de erección en villa de Tuluá en AHNB, Poblaciones Cauca, T. 1 ff. 898-929.
46. G. Arboleda, Historia de Cali, III, 9.
47. Graciela Gutiérrez R. “Indiviso de Guabas, 1651-1937”. Tesis inédita de Licenciatura.
Universidad del Valle, 1981.
48. Archivo Central del Cauca, Libro de Cabildos N’ 11, 28 de mayo de 1732.
49. AHNB, Poblaciones Cauca, T. 3 f. 117
50. Zawadzky, Las ciudades confederadas, 257.
51. G. Arboleda, Historia de Cali, III, 277 y 279.
52. G. Arboleda, Historia de Cali, III, 288
53. AHNB. Varias providencias, 1818. Tulio Raffo, Palmira histórica (Cali, 1956).
54. L. Marulanda O., Diccionario histórico geográfico del departamento del Valle del Cauca. (Cali, 1934)
55. AHNB. Congreso, T. 9 f. 713.
56. James J. Parsons, Antioqueño Colonization in Western Colombia (Berkeley, 1968) p. 53 ss.
57. En el ejemplo del café, esta economía no resultó viable cuando trató de adaptar el molde de la
hacienda tradicional a las exigencias del nuevo producto. Para consolidarse, la economía cafetera
requirió una transformación radical, haciendo pesar en adelante las responsabilidades de la
producción sobre unidades familiares campesinas y la comercialización sobre un sector
financiero y comercial al que se replegaron con ventaja los antiguos empresarios de nuevas
roturaciones de tierra. Marcolm Deas, “A colombian coffee state: Santa Bárbara, Cundinamarca,
1870-1912” en Duncan y Rutledge, edita. Land, and Labour, 269-298. Marco Palacio, El café en
Colombia, 1850-1970 (Bogotá, 1979).
58. Richard P. Hyland, “A fragile Prosperity: Credit and Agrarian Structure in the Cauca Valley,
Colombia, 1851-87”, Hispanic American Historical Review 62 (3), 1982, 369- 406.
59. Testimonio de los autos de visita practicada por José Campuzano y Francisco Antonio Moreno
y Escandón. Archivo General de Indias, Santa Fe, Leg. 595.
RESÚMENES
La economía de la región había florecido en el curso del siglo XVIII mediante dos sectores
complementarios, haciendas y minas, que se sustentaban en el trabajo esclavo. A finales del siglo
hay numerosos indicios de que esta economía había entrado en crisis.
La respuesta regional al proceso de la Independencia se examina a la luz de la decadencia
económica y de las alternativas sociales a que daba paso la disolución gradual del esclavismo. Se
observa ante todo la aparición de pueblos nuevos que se afianzaban a expensas de la
98
L’économie de la région avait fleuri au cours du XVIIIéme siècle grâce à deux secteurs
complémentaires: les haciendas (grands domaines agricoles) et les mines, qui tous deux
s’appuyaient sur le travail des esclaves. A la fin du siècle, de nombreux indices signalent que
cette économie était entrée en crise.
La réponse de la région au processus de l’Indépendance est étudiée à la lumière de la décadence
économique et des alternatives sociales permises par la dissolution graduelle de l’esclavage. On
observe avant tout l’apparition de villages nouveaux qui se consolident aux dépens de la
désintégration partielle d’anciens latifundia. Ces nouvelles populations, contrairement aux
anciens villages d’indiens des hauts plateaux, réunissaient de façon hétéroclite métis, mulâtres et
blancs pauvres. Ils entamaient un processsus d’expansion de la frontière agricole qui allait
caractériser le reste du siècle avec l’occupation de terres bases et de versants aptes aux cultures
commerciales.
99
Patrick Husson
4 El territorio de estas dos sublevaciones tiene la ventaja de ser el mismo en los dos casos,
y se ubica en las provincias de Huanta y La Mar que pertenecen al departamento andino
de Ayacucho. Si las dos sublevaciones se extendieron por momentos hasta la contigua
provincia de Huamanga, y también sobre el departamento vecino de Huancavelica, ellas
se limitaron principalmente a los 8500 kilometros cuadrados de las dos provincias antes
mencionadas.
5 El relieve de este territorio es muy diversificado y accidentado, comprende cordilleras
de hasta 5000 metros de altura, punas frías y desérticas, valles angostos y de difícil
acceso y comunicación, situados entre 2500 y 3500 metros, y por fin, en la parte oriental
de este territorio, un conjunto de valles tropicales, de vegetación exuberante,
difícilmente penetrables, que se van a perder progresivamente en la gran selva
amazónica.
6 Para los insurrectos, este relieve difícil y la cercanía aseguradora del eterno refugio
amazónico no constituían las únicas ventajas estratégicas de esta región, había que
añadir otra ventaja en esta época: su distancia del centro del poder, es decir la capital
de Lima. En el siglo XIX, se necesitaba varias semanas para desplazar a las tropas desde
Lima hasta Ayacucho, y este largo viaje dejaba tiempo a los insurrectos para deliberar y
escoger entre organizar la resistencia, huir o desaparecer.
7 Después de esta breve ubicación del territorio rebelde, podemos entonces pasar a
describir los acontecimientos.
Crónica de guerra
el general Andrés de Santa Cruz, entonces Presidente del Consejo de Gobierno, tomó él
mismo la cabeza de una expedición militar encargada de acabar con los rebeldes.
21 La expedición de Santa Cruz llegó a Ayacucho después de la derrota de los rebeldes
frente a Ayacucho; sin embargo Santa Cruz ejerció una temible represión sobre toda la
región. Los iquichanos y sobre todo los militares sediciosos fueron perseguidos sin
piedad, pasados por las armas sin más juicio; los pueblos de Iquicha, Carhuaurán y
Huallas fueron incendiados, el ganado fue confiscado, las mujeres y los niños de los
insurrectos llevados presos a Huanta. Los insurrectos se vieron entonces obligados a
huir y esconderse.
22 Fue probablemente la utilización de esta represión feroz por la oposición anti-
bolivariana la que condujó al general Santa Cruz a cambiar de estrategia. De la
represión ciega, Santa Cruz llegó a una política de clemencia, otorgando generosamente
su perdón a los insurrectos. Pese a ella, los iquichanos no olvidaron las masacres, los
incendios ni el pillaje, y apenas un año después, el furor renacía en la provincia de
Huanta.
23 El 11 de julio de 1827, cuando Bolívar venía de dejar definitivamente el Perú y había
sido reemplazado en el poder por el general La Mar, un relato del prefecto de Ayacucho
informaba a los miembros del Congreso sobre la permanencia de la agitación en la
provincia de Huanta.
24 En dicho relato, el prefecto señalaba que estos disturbios no provenían únicamente de
la acción de algunos soldados españoles derrotados, sino de buena parte de la población
de esta región que era enemiga del sistema patriótico. Indicaba también que, por eso,
todas las medidas de clemencia eran totalmente inútiles, y que no quedaba otro recurso
que el uso de la fuerza para callar a estos inconvencibles enemigos. No obstante, ni los
miembros del Congreso, ni el Presidente de la República siguieron esas indicaciones del
prefecto, y por el contrario, el jefe del estado otorgó de nuevo su perdón a los
insurrectos, mientras el Congreso adoptaba disposiciones para que la provincia vuelva a
encontrar su quietud y sus actividades.
25 Efectivamente, ni las medidas generosas, ni las exhortaciones tímidas de algunos
sacerdotes que predicaron volver a la paz, hicieron caer el espíritu belicoso de los
iquichanos; al contrario, los jefes rebeldes aprovecharon de esta calma para reunir
hombres y armas, y para intensificar su propaganda en toda la provincia e incluso por
algunos distritos vecinos del departamento de Huancavelica.
26 El 12 de noviembre de 1827, en la mañana, miles de iquichanos volvían a atacar una vez
más la pequeña ciudad de Huanta.
27 El combate parece haber sido más duro porque la ciudad se encontraba, entonces,
defendida por una guarnición de 175 hombres, bajo las órdenes del comandante Tudela.
28 La acción duró todo el día del 12 de noviembre, pero, al anochecer, los militares se
dieron a la fuga para no caer en manos de los insurrectos. La lucha dejó un saldo de
doce muertos del lado de los militares, y más o menos setenta del lado de los atacantes
que recuperaron cuarenta fusiles.
29 Los iquichanos ocuparon Huanta del 12 al 29 de noviembre. Una parte de la población
de la ciudad ya se había refugiado en Ayacucho antes del ataque, pero parece que la
mayoría se quedó en la ciudad sin haber sido particularmente molestada o atemorizada
por la presencia iquichana.
103
Epílogo judicial
38 La justicia republicana estimó, tal vez, que la población indígena de Huanta había sido
suficientemente castigada, o que era más prudente no llevar a sus líderes delante de la
justicia para evitar nuevos desórdenes, o quizás, consideraba todavía que la sociedad
indígena era siempre una sociedad “menor” e “inmadura”, que no podía presentarse
delante de la justicia. Ningún jefe indígena fue acusado ni sometido a la justicia.
104
Crónica de la rebelión
las propiedades de los que habían sido considerados como partidarios del cacerismo.
Así, después de haber cumplido su función “pacificadora” con los campesinos rebeldes,
la división del coronel Parra se encargó de limpiar la región de la oposición política
cacerista. El episodio más significativo de esa fue sin duda la persecución de Miguel
Elias Lazón, miembro de la más antigua y poderosa familia de la región, ligada desde la
guerra del Pacífico con el cacerismo, quien fue acusado de haber sido el principal
responsable e instigador de la sublevación campesina. Pero, como en el caso de
Huachaca en 1827, Miguel Elias Lazón nunca pudo ser capturado, lo que parece
demostrar que contaba con el apoyo de la población local.
56 Oficialmente, la búsqueda de los responsables de la rebelión duró más de un año. ¿Era
realmente a los responsables de la sublevación de la sal a los que se perseguía todavía,
o, era más bien a los opositores caceristas siempre activos en la región?
57 Cuando se retrocede un poco en la historia de la región, se puede dar cuenta de que, de
hecho, los responsables de la sublevación habían sido o eran todavia, caceristas.
58 Comparando la lista de los líderes de la rebelión con la de los comandantes de guerrillas
organizadas por Cáceres en 1883 para luchar contra la penetración del ejército chileno
en la región de Ayacucho, es fácil darse cuenta de que la única diferencia tocaba el
nombre del líder máximo, y que Miguel Elias Lazón, comandante en jefe de las
guerrillas de Huanta en 1883, había sido reemplazado por su hijo en la lista de 1896...
59 Sería demasiado largo entrar aquí en los detalles de la convulsionada vida política de la
provincia de Huanta en la segunda mitad del siglo XIX; por eso, nos limitaremos a
señalar que los enfrentamientos entre “conservadores’’, representantes de la vieja
aristocracia campesina local y sus allegados, y “liberales” o “demócratas” que
representaban lo que se podría llamar las capas intermedias crecientes de la sociedad
regional, formada de pequeños comerciantes, artesanos, empleados, tinterillos, etc. y
cuya característica común era no tener ningún, o poco, acceso a la tierra, habían sido
crecientemente frecuentes y violentos.
60 Hasta 1895, los primeros se habían siempre mantenido en el poder político local gracias
a su representación económica en la región, y al apoyo que siempre habían recibido del
poder político limeño.
61 Estos enfrentamientos que se exasperaban sobre todo en las épocas electorales,
llegaron a un nivel tan violento que, en 1890, el jefe del clan “conservador”, Miguel
Elias Lazón, fue asesinado por el grupo “liberal” rival cuyos jefes eran Julián Abad y
Odilón Vega, futuros subprefecto y alcalde de Huanta en 1896. Estos fueron ejecutados
este mismo año por los campesinos rebeldes de Huanta, supuestamente dirigidos por el
hijo de la primera víctima, Miguel Elias Lazón.
62 Desde este aspecto, la “rebelión de la sal” aparece más como la prolongación del
conflicto entre “conservadores” y “liberales” para conquistar el poder político local y
las supuestas ventajas económicas que podía traer, que como una sublevación
campesina contra un nuevo impuesto.
63 Pero, en este caso, ¿cómo explicar el papel activo y principal de los campesinos
indígenas en este conflicto que, al final, no les concernía? ¿Recurriendo una vez más a
la vieja explicación de la manipulación de esas masas indígenas, incultas y “pre-
políticas”?
107
RESÚMENES
Partiendo de la descripción y del análisis de dos sublevaciones que conmovieron la provincia de
Huanta del departamento de Ayacucho en el siglo XIX, la ponencia trata de mostrar cuál fue la
lógica interna común de parte de los indios campesinos en estos dos movimientos sociales.
La primera insurrección, entre 1826 y 1828, se presenta como una prolongación regional de las
guerras de independencia en el Perú, y ofrece la particularidad de asociar en una misma lucha
contra la nueva República, indios iquichanos y españoles.
La segunda, en 1896, aparece como un movimiento campesino antifiscal, pero manifiesta en
profundidad el rechazo de un nuevo poder político de parte de la aristocracia rural local y del
campesinado indígena.
El análisis comparativo de estos dos movimientos permite entonces destacar:
Primero, que las dos sublevaciones aparecen como movimientos de defensa del orden económico-
social preexistente, amenazado en los dos casos por la llegada al poder político regional de
representantes de un grupo mestizo, excluido del acceso a la tierra, y empujados al poder local
por un cambio político realizado al nivel nacional.
Segundo, que estas dos sublevaciones ilustran la capacidad de análisis político de parte del sector
campesino indio en esta época, y muestran lo equivocado de toda explicación por el solo papel de
la manipulación.
En premier lieu, que les deux soulèvements se présentent comme des mouvements de défense de
l’ordre économique et social préexistant, menacé dans les deux cas par l’arrivée au pouvoir d’un
groupe métis, exclu de l’accès à la terre et propulsé au pouvoir politique régional par un
changement politique effectué au niveau national.
En second lieu, que ces deux soulèvements illustrent la capacité d’analyse politique de la part du
secteur paysan indien et démontrent le caractère erroné de toute explication basée sur le seul
rôle de la manipulation.
111
Henri Favre
VOLUMEN I
Thierry Saignes
“Tampoco dejaré en silencio una anomalía que presenta la República, con su estado
militar, y es que habiendo en ella tantas tropas; y siendo, a todas luces, valientes
nuestros hombres de armas, los Chirihuanos talan nuestros campos fronterizos,
roban las estancias de ganado y destruyen los pueblos; y en vez de extender
nuestros límites, para poner en contacto y seguridad las provincias dispersas del
Oriente; ellos se nos van introduciendo más y más todos los años...”
J.M. Dalence, Bosquejo estadístico de Bolivia, 1848
“¿En dónde está esa innumerable multitud de Chiriguanos que vivían en el
territorio tarijeño... ? Ha desaparecido. - ¿Qué se ha hecho de este hervidero de
Bárbaros que hormigueaban en el Departamento de Santa Cruz... ? - En menos de
veinte años se ha reducido a tan microscópica proporción, que justamente llama la
atención de cuantos han conocido estos lugares: unos pocos años más y de los
Chiriguanos quedará tan sólo la memoria.”
Fray A. Martarelli, El colegio franciscano de Potosí, 1889.
1 Hasta ahora no ha sido estudiado el impacto de las nuevas repúblicas andinas sobre las
sociedades indígenas esparcidas por las últimas estribaciones de la cordillera oriental.
Estas sociedades, llamadas “tribales” o “arcaicas” —incluso “salvajes”—, forman
numerosas culturas distintas que comparten una horticultura de tala y quema (yuca,
maíz) y un mismo repudio a formas separadas, centralizadas y coactivas del liderazgo.
Recordemos cómo, a pesar de obstinados esfuerzos, la corona española no logró
integrar al dominio colonial estas etnias independientes del piedemonte amazónico,
verdadera “frontera” interna, ecológica y política, entre las tierras altas y bajas del
continente sudamericano.
115
16 Por otra parte, en el último cuarto del siglo XVIII, la evangelización franciscana consigue
algunos resultados en la vertiente amazónica de los Andes. Realizada a partir de tres
colegios (La Paz —y durante un breve tiempo, Moquegua—-, Tarata y Tarija), esta
expansión misionera tardía parece corresponder cronológicamente a ciertas crisis
ecológicas y biológicas de la vertiente oriental (epidemias, sequías en la Cordillera
chiriguana entre 1785 y 1794, crisis general de 1804) y logra éxito en proporción al flujo
de “dádivas” (herramientas metálicas, comida —sobre todo, carne bovina en las
estancias misionales—, vestidos) que se reparten entre los habitantes del piedemonte.
Además, y al revés del caso jesuita, los neófitos del regimen franciscano no pagan
tributo a la Corona Hispánica (a excepción de la provincia de Caupolicán después de
1800). Se acentúan la dependencia hacia ciertos productos de los Andes coloniales y las
disensiones internas entre los grupos locales que han aceptado la reducción misionera
y los que la rechazan.
17 Los intendentes del último medio siglo hispánico y los gobernadores republicanos
persiguieron el mismo sueño de conectar el conjunto amazónico y platense al ámbito
andino. Al norte se trata de unir la cuenca del Titicaca (por Carabaya o los Yungas de La
Paz) al Beni/Madre de Dios y seguir estos ríos hasta su confluencia con el Mamore/
Madeira. En el centro, desde Cochabamba, se quiere abrir la antigua ruta inca del
Chapare o se busca una vía más directa hacia el río Sicuri. Al sur, la Cordillera
chiriguana debe ser cruzada en sus dos extremos: hay esfuerzos por alcanzar el
Paraguay desde Santa Cruz (por Chiquitos y el Chaco septentrional) o desde Tarija
(bajando los ríos Pilcomayo y Bermejo).
18 A fines de los siglos XVIII y XIX, estas múltiples tentativas de exploración, individuales —
con la cooperación de los viajeros extranjeros (Haenke, d’Orbigny, Weddel, Wiener,
Raimondi...)— o colectivas (misioneros y militares) no logran abrir los piedemontes
orientales y conectarlos durablemente con los conjuntos atlántico y pacífico del
continente. Aislamiento y repliegue marcan el fin de los ciclos extractivos. Por el
contrario, sobre el piedemonte mismo, la colonización ganadera amenaza los
territorios étnicos.
19 El caso chiriguano revela bien la lógica especial de la presión colonizadora. Entre ciento
cincuenta y doscientos mil miembros de esta etnia de origen guaraní ocupan las últimas
estribaciones del Charcas oriental. Su territorio forma una especie de rombo de unos
400 kms. de largo (entre los rios Guapay al norte y Bermejo al sur) y 50 a 200 kms de
ancho. Unos doscientos grupos locales, sometidos a ciclos de escisión/reagrupamiento,
se esparcen por los valles, las quebradas y las serranías paralelas y longitudinales en
margen del Chaco; los más numerosos y potentes se ubican entre los dos ríos centrales,
Parapeti y Pilcomayo1.
20 Estos, migrantes, llegados en el siglo XVI, se mezclaron parcialmente con grupos locales
(los chanes de origen arawak) que empujaron hacia el margen semi-desértico del Chaco.
Gracias a los recursos del maíz y a una dinámica de guerras externas e internas, se
expandieron y chocaron con los conquistadores ibéricos. Sin embargo, mediante un
cinturón de “villas-fortalezas”, desde Tarija (1574) hasta Santa Cruz (sitio definitivo
1603-22), fueron contenidos detrás de esta “frontera de guerra” colonial. En el siglo
XVIII, las estancias criollas y mestizas alcanzaron las tierras de los pueblos chiriguanos
118
año de una tremenda hambruna, empieza a asaltar las estancias y las estacadas
fronterizas, hostilidades que duran unos cinco años (excepto una tregua en 1806). No
tenemos elementos para explicar el cambio brutal de actitud del lider ingreño. Más
tarde presta socorro a Padilla y a su mujer, la famosa Juana Azurduy.
32 Reencontramos a Cumbay en agosto de 1813 cuando se dirige a Potosí para visitar al
general Belgrano, comandante del ejército libertador argentino, a quien ofrece dos mil
flecheros chiriguanos. Luego, a pesar de la retirada argentina, la participación de
Cumbay al lado de los montoneros sureños no se desmiente y el tesoro departamental
de Tarija le asigna, a él y a sus descendientes, un sueldo de. 300 pesos bolivianos
anuales (Saignes, 1981-84).
33 La postura de Cumbay plantea varios problemas de interpretación que se pueden
resumir en sus dos vertientes: en el plano interno, dirigía varios millares de guerreros,
y sólo el contexto de la guerra permanente con las milicias pioneras y luego con las
tropas realistas le confiere un mando absoluto; ¿cómo pudo Cumbay representar a
decenas de grupos locales, en una sociedad que repudia al mando separado y
centralizado? En el plan externo, ¿qué beneficio pensaba obtener Cumbay al aliarse con
la fracción criolla y mestiza hostil a la soberanía de la Corona hispánica?
34 Cumbay aparece como un líder regional que quiere aprovechar su prestigio y su
capacidad aglutinadora para negociar un nuevo acuerdo con el mundo blanco en
calidad de representante máximo de la sociedad chiriguana. Las milicias fronterizas, al
realizar batidas destructivas en el valle de Ingre (1780, 1805, 1807 y 1808), habrían roto
el “pacto de vecindad” entre indios y colonos. Dada la magnitud del conflicto civil en el
seno del mundo blanco, la intervención chiriguana a favor de la futura emancipación
charqueña le ponía en situación de exigir el respeto de la integridad territorial étnica.
¿Era realista semejante cálculo? Es difícil predecir si la reactualización de un modus
vivendi con los prefectos y el gobierno central bastaría para congelar el avance pionero
hacia los feraces valles de la Cordillera chiriguana.
42 Por fin, mucho más brutal y drámatica aparece la colonización directa de territorios
chiriguanos bajo el mando de las autoridades (civiles o militares) regionales. Esta
usurpación masiva, es acompañada por escarmientos ejemplares. Así, en 1840, los
colonos tarijeños, ayudados por los grupos aliados de Itau y Carapiri degüellan por
sorpresa a los chiriguanos de Chimeo en Caritati (Corrado, 1884 : 341-42). Tres años
después, para defender el fuerte de Chimeo, se realiza una nueva matanza. En 1875, son
los soldados de Tarija y de Monteagudo quienes asesinan en la quebrada de Yuqui a los
guerreros cautivos de la cordillera central. Dos años después, el subprefecto de Azero,
Pedro Zarate, reitera la hazaña sorprendiendo de noche al pueblo de Murucuyati y
degollando a sus habitantes (Martarelli, 1889 : 156-158). Con estas dos matanzas se
daban por concluidas la “conquista” de la Cordillera y la resistencia activa de sus
habitantes.
43 Los jefes aliados y “amigos” se veían reducidos al papel de proveedores de mano de
obra de los hacendados locales; se los incluía en los censos con sus “soldados”. Las
peleas entre ellos y otras autoridades mestizas (corregidores, alcaldes) se resolvían a
menudo con el encarcelamiento. Sus denuncias de abusos no tenían ningún efecto.
Algunos se propusieron ir hasta la sede del gobierno en La Paz —como el denunciante
del subprefecto Zárate- pero caían en las manos de los políticos regionales o nacionales
quienes manipulaban su protesta. Y si algunos líderes prófugos de las guerras internas
vagaban, “eran señalados como a los asesinos y ladrones” 2.
44 Todas estas acciones bélicas se acompañan con tratados de paz sobre todo en la primera
mitad del siglo 19 (1830, 1840, 1850) pero las promesas de respeto territorial no se
cumplen. Efervescencia guerrera, rivalidades entre líderes y codicias pioneras
predominan, dada la ausencia del Estado central como figura mediadora.
2. El recurso misionero
45 Los mejores representantes del Estado central, en cierta medida, hubieran podido ser
los misioneros. En nombre de una legitimidad exterior, hubieran arbitrado las disputas
regionales y defendido el interés superior de la Nación. Pero ya no disponen en el
contexto boliviano del apoyo brindado por la corona hispánica que les había delegado
parte de sus funciones directivas.
46 Otro rasgo distintivo de la época hispánica concierne al área de intervención misionera.
Antes, casi todas las misiones habían sido fundadas en la Cordillera norte. Abandonadas
desde la expulsión de 1814, han sido, treinta años después, el objeto de una
“reconquista” por el clérigo secular de la diócesis cruceña. Esto dio motivo a múltiples
abusos y disputas para explotar la mano de obra indígena 3. Esta vez la expansión
franciscana, a partir de los colegios de Tarija y de Potosí, concierne al área sureña (para
el primero) y central (para ambos, con cierta rivalidad). En el sur, se restaura la misión
en Itau (1845), se fundan Chimeo (1848) y Aguaitenda (1851) y luego con la ayuda de los
colonos salineros se cruza el Pilcomayo para iniciar la conquista de la Cordillera centro-
oriental: Tarairi (1854), Machareti (1869), dos sobre el Pilcomayo (S. Francisco, 1863; S.
Antonio, 1886) que conformaron el futuro Villa-montes. Los frailes de Potosí comienzan
por tomar a su cargo nuevos curatos fundados en la Cordillera central (Iguembe, 1870 ;
Boicovo, 1875; Ingre, 1882), y aceptar el de dos pueblos parapiteños (1870-1880) que se
devuelven al obispo de Santa Cruz en razón de los agudos conflictos llevados con los
colonos (Martarelli, 1889; 1918: cap. IX).
123
3. El recurso profético
52 La convivencia forzada con los estancieros o con los misioneros provocaba la misma
fragmentación tribal. Las migraciones estacionales hacia las haciendas cruceñas —
generando así el campesinado mestizo “camba”— y argentinas —donde los chiriguanos
fueron conocidos bajo el nombre de “shahuancos”— contribuía a la pérdida de gran
124
parte de la clase joven, en busca del ideal tribal de “hombre sin dueño”. La única forma
de reconstituir un proyecto unitario, valido para el conjunto de la sociedad chiriguana,
fue de tornarse hacia líderes excepcionales que podían imponerlo por una
argumentación ya no tradicional (necesidad de unirnos) sino de tipo apocalíptico-
mágico (amenaza de la destrucción final).
53 La historia guaraní y chiriguana conoció, en varios momentos de “crisis” sociales o
políticas, la aparición de jóvenes chamanes de origen desconocido, que se pretendían “
Karai” o “Tumpa”, es decir “hombres-dioses” conocedores del camino salvador.
Antiguamente, éste consistía en llevar a la gente a la “Tierra sin Mal” o al Kandire y, en
un contexto colonial, a encabezar el partido de la lucha anti-cristianos frente a líderes
tradicionales inclinados a la temporización, incluso al atentismo (H. Clastres, 1975). En
el último cuarto del siglo XVIII, cuando ya el frente estanciero y misional arrollaba las
zonas norte y sur, los tumpas intervinieron para radicalizar coaliciones anti-españolas.
Ya se ha señalado el caso del jefe local Yamanduare (de la región de Ibo),
“desaparecido” durante un año en los conflictos de la Independencia y cuya pretensión
al liderazgo de los chiriguanos contra los blancos se basaba en una consagración divina
conferida en el Paraguay, tierra de los antepasados y nueva fuente de legitimidad. Es de
imaginar que en las guerras del siglo XIX fueron implicados otros tumpas que podían
presionar a los grupos dudosos. La documentación proporciona solamente los nombres
de dos chamanes, quienes encabezaron la gran sublevación general de 1874: Gorone
para los chiriguanos, Mbiriyuca para los tobas. El chaman Guirariyu, de Huacaya, “les
hacía oír por los aires una voz desconocida la cual los invitaba a pelear sin temor... las
balas de los cristianos caerían a sus pies sin herirlos...” (Corrado, 1884: 482)
54 No es, entonces, extraño que la última gran sublevación chiriguana cuente como
propagador con un joven desconocido instalado en los años 1890 en una cabaña cerca
de Ibo, pueblo que reclamaba vanamente desde hacía años la instalación de una misión.
Reputado por haber curado a un neófito de Cuevo, el joven chamán, llamado
Apiaguaiqui, recibe el apoyo del jefe de los guerreros profesionales. Encerrado en la
cabaña, empieza a predicar la guerra liberadora contra los blancos y garantiza a sus
seguidores la invulnerabilidad física mientras sus detractores estaban condenados al
fuego y a la petrificación. Varios jefes van a visitarlo y vacilan sobre la postura que
deben adoptar. La alianza más espectacular es la de Guiracota, capitán grande de Yuti,
“amigo de los cristianos” (había visitado incluso al Presidente de la República en 1870
por asuntos de tierras), quien se convierte en general en jefe de los alzados. Finalmente
unos 18 grupos locales del margen oriental (desde Charagua hasta Pilcomayo) se unen
en un alzamiento decidido para el Carnaval de 1892. A raíz de un asesinato, la
sublevación estalla de modo apresurado en enero y se traduce en la expulsión de los
colonos y el saqueo de las estancias locales. Pero fracasa el sitio de la reducción de
Cuevo.
55 Las autoridades regionales anuncian entonces el envío de varios destacamentos desde
Monteagudo y Santa Cruz. Del lado de los alzados, los pareceres se dividen entre dos
posturas: los jefes desean un hostigamiento difuso y continuo para convencer a las
autoridades a negociar con ellos (y lograr un nuevo modus vivendí); el tumpa se
pronuncia por un enfrentamiento directo y masivo, al cual adhieren los jóvenes
guerreros. Unos 6,000 van así a atrincherarse en la cumbre del cerro Cururuyuqui: los
fusiles blancos debían disparar solamente agua y los muertos resucitarían el tercer día
en el Paraguay.
125
66 En el siglo XIX, el frente pionero manifiesta una agresividad más eficaz bajo el fuego
graneado de sus armas y la impunidad de sus exacciones. Las réplicas guerreras
provocan nuevas represalias y los colonos exigen la entrega de los autores de disturbios
o incluso la expulsión de los antiguos enemigos chaqueños (como los tobas instalados
en Cuevo en 1860 vueltos aliados, lo que revela la capacidad de los chiriguanos para
superar, en un contexto de emergencia, los odios inter-étnicos). La vulnerabilidad
indígena se manifiesta claramente en la retracción del territorio libre. Antes, bastaba
con evacuar provisionalmente un sector amenazado por una expedición de castigo. A
comienzos del siglo XIX, los moradores de ios valles centrales iban a refugiarse entre sus
vecinos, incluso entre los enemigos del Chaco, el peligro creaba un derecho de asilo.
Ahora los refugios desaparecen y las misiones, que se interponen en la periferia
oriental con los grupos chaqueños, son bien precarias.
67 Un relato de la tradición oral, cuya fecha de creación ignoramos, explica la inferioridad
tecnológica y, quizás, la ineluctabilidad de la decadencia indígena. Aguaratumpa (Dios-
Zorro), el héroe cultural, ofreció a los dos primeros hombres sus armas: el chiriguano
eligió el primero el arco y la flecha por su liviandad; el karai tomó lo que quedaba, la
espada y la escopeta lo que le confirió la supremacía (Nino, 1912: 233-35). Este
sentimiento de inferioridad bélica, debido a una “ligereza” de los antepasados, se
traduciría en la pérdida de la confianza en sí mismo. A la soberbia colonial sucedería la
fatalidad del infortunio étnico, tal cual la subraya la solicitud de Yacainda, capitán del
pueblo de Yucunday al subprefecto de Azero:
“no había habido peor desgracia en la vida que pertenecer a la raza indígena de que
emanamos pues ya sea por nuestra poca espresión o por la suma indigencia en que
vivimos, que nos hacen sufrir demasiado y como ya no tenemos más fuerzas para
tanto mal nos hemos resignado a implorar la protección de Ud. paxa que como la
primera autoridad local quiera prestarnos el amparo que nos franquea la ley...”
(Sauces, 28.VIII. 1874, ANB MI, t. 200 N° 26).
68 En las misiones, marco que posterga el despojo territorial, la presencia mestiza y la
deculturación de los jóvenes favorecían la formación de un campesinado neo-tribal,
contrario al ideal guerrero de la cultura chiriguana. Una antigua sociedad de
conquistadores no puede aceptar la sumisión: traicionada por sus antepasados o por sus
héroes elige el camino de la evasión. Evasión por migración hacia las haciendas
fronterizas (de Santa Cruz, del Bermejo o del norte argentino), evasión en el mestizaje
biológico, evasión mágica en el profetismo guerrero que marca el último sobresalto
colectivo para alejar lo que pareció una pesadilla: la agonía del universo ava 8.
69 Esta crisis psíquica de identidad remite a las profundas contradicciones de la
organización política y social, agudizadas por la presión colonizadora.
maleficio que exige reparación; en 1574, Polo Ondegardo inventa la feliz expresión de
“religión de la venganza”) generan una gran fluidez relacional en la cual el aliado de
hoy se vuelve el enemigo de mañana. Semejantes enemistades explican tanto la
presencia de chiriguanos “aliados” en las milicias represivas como su capacidad de
atraer (mediante regalos y promesas de botín) a sus peores enemigos (chaqueños,
colonos) en contra de un rival inmediato.
72 Por otra parte en cada grupo local, las decisiones se toman en asambleas colectivas y los
líderes (llamados desde el siglo XVIII “capitanes”) aparecen como meros representantes
que disponen de un mando absoluto únicamente en tiempo de guerra. El arte de los
líderes (función moderadora, generosidad, elocuencia) consiste en evitar escisiones de
las unidades domésticas y en entablar las alianzas adecuadas para asegurar la
independencia y la integridad territorial del grupo. Gracias a sus lazos matrimoniales
(derecho a la poliginia, exención matrilocalidad) con hijas o hermanas de otros líderes,
pueden formar especies de federaciones regionales más o menos estables bajo la
autoridad de un “capitán grande”, quien debe cuidar de no arremeter contra la libre
iniciativa de cada aliado.
73 El siglo XIX fronterizo conoció distintas trayectorias de líderes chiriguanos que ilustran
sus capacidades de defender la reproducción del grupo. Hemos visto cómo Cumbay,
líder ingreño, aprovechó las vicisitudes de la emancipación boliviana para representar
a los poderosos grupos de la Cordillera central. Sus descendientes recibieron hasta 1875
un sueldo de la Tesorería departamental de Tarija, consiguiendo uno de ellos incluso el
título de “teniente-coronel” en el ejército nacional. Pero, en su región, ya no gozaban
del consenso general y a menudo las milicias fronterizas tuvieron que defenderlos
contra los ataques de los líderes y guerreros locales.
74 Otra figura es la de Chituri, capitán grande de Capipendi durante treinta años, y “aliado
de los cristianos”: bautizado no quiere abandonar su tradición cultural y se muestra
reacio a la presencia misionera. A fines del siglo XIX, sobrevivían seis “capitanes
grandes” cuya jurisdicción abarcaba el sector central (entre el Pilcomayo al sur y
Gutiérrez al norte) del antiguo territorio étnico9.
75 En cuanto a los demás líderes locales, conviene distinguir dos figuras de autoridad
según el contexto local de ejercicio: misiones y cantones (del frente ganadero).
76 En las reducciones impera la tradición de líderes sin poder coactivo:
“Como el gobierno de los conversores es demasiado paternal, y como por otra parte,
los indios han estado tan acostumbrados a vivir con tanta libertad e independencia
bajo de capitanes, sí, pero sin hacer caso de ellos o cuando más en tiempo de guerra
solamente, es necesario ir poco a poco en ejercer la autoridad sobre ellos, y esperar
que con el tiempo se vayan acostumbrando a un poco más de sujeción” (Cardús,
1886: 38).
77 En el segundo caso se vuelven meros intermediarios aprovechadores:
“Los caciques o capitanes son, al presente, puramente nominales y simples
delegados de los subprefectos o corregidores, que con frecuencia los deponen o
castigan, si son remisos en cumplir las ordenes dadas o cometen algún delito. Los
capitanes se esfuerzan en tener contentos a sus súbditos, dejándoles toda la libertad
posible para que no se ahuyenten, la cual no les conviene; pues cuanto más subditos
tienen, reciben más propina de los cristianos propietarios y más regalos y servicios
de sus súbditos. En los lugares en donde los dueños de las haciendas son más
humanos, y los corregidores cantonales menos tiranos, los chiriguanos son más
numerosos” (Martarelli, 1889, 1918: 180).
129
CONCLUSION
79 Las divisiones chiriguanas frente al “hombre-dios” de 1892 revelan cómo esta sociedad
periférica oscilaba entre una transformación en un campesinado estratificado neo-
tribal, integrado al mercado de trabajo local, y una reacción guerrera que se apoya en la
subversión profética para mantener la identidad colectiva en torno a los valores
fundamentales (independencia, guerra,...). En todo caso, trasluce un solo y mismo
rechazo por superar las disensiones inter-locales y regionales así como por entregar el
destino tribal en unas pocas manos (o a un solo líder), soluciones que hubieran sido
garantes de una resistencia mucho más eficaz a la agresión pionera. Este conservatismo
profundo (o este blocaje estructural) explicaría la elección por gran parte de los
chiriguanos del camino de la violencia o del exilio preferido al cambio social y a la
sujeción. Encuestas pormenorizadas deberán determinar las posturas, y sus
motivaciones, de los grupos locales que se plegaron a las milicias pioneras y de los que
optaron por la lucha a muerte.
80 Por su parte, el Estado republicano parece haber faltado a una de sus obligaciones
heredadas del “pacto colonial”, que consistía en defender los derechos de las etnias
minoritarias. Futuros estudios deberán analizar en qué medida el atentismo del estado
boliviano responde a una paralisis de los organismos centrales o a una doctrina
(implícita o proclamada) de integración forzada de los “bárbaros” orientales (ver un
ensayo sugestivo sobre la resistencia andina a la “civilización” criolla en Platt, 1984).
81 En resumidas cuentas, la última sublevación de los chiriguanos, exasperados por los
atropellos pioneros, y su desenlace radical, no constituían la única salida posible al
dilema tribal. Otras etnias periféricas lograron sobrevivir al etnocidio republicano. Es
cierto que, en los casos jíbaros o campas, no se trataba de despojarlos de sus tierras,
sino de hacer tráficos y enganche de mano de obra en los gamonales. La vastedad del
espacio amazónico permitió a los grupos locales huir y escapar al episodio más negro,
quizás, de la historia latinoamericana. De hecho, futuros estudios comparativos
deberán enjuiciar el papel de la guerra y el del liderazgo como ejes constitutivos de las
sociedades andino-orientales. Así se entenderán sus reacciones diferenciadas a las
presiones pioneras y su estado actual de mayor o menor autonomía.
130
FUENTES
88 ARMENTIA, Nicolás
1903 Relación histórica de las misiones franciscanas de Apolo-bamba, La Paz.
89 CARDUS, José
1883-84 Las misiones franciscanas entre los infieles de Bolivia, Barcelona, 1886.
90 CORRADO, Alessandro M.
1884 El Colegio Franciscano de Tarija y sus misiones, Quaracchi.
91 COSTA DE LA TORRE, Arturo
1976 Ildefonso de las Muñecas y los mártires de la republiqueta de Larecaja, La Paz.
92 DALENCE, José M.
1848 Bosquejo estadístico de Bolivia, Sucre, 1851; nueva edición, La Paz, 1975.
93 D’ORBIGNY, Alcides
1845 Descripción geográfica, histórica y estadística de Bolivia, París.
94 HAENKE, Tadeo
1796-99 Su obra en los andes y la selva boliviana, La Paz - Cocha-bamba, 1974.
95 JOFFRE, Manuel
1893 Colonias y misiones, Tarija
96 MARTARELLI, Angélico Fr.
1889 El Colegio Franciscano de Potosí y sus misiones, 2da. edic. La Paz, 1918.
97 MORENO, René-Gabriel
1888 Catálogo del archivo de Moxos y Chiquitos, reedic. aumentada por H. Sanabria F., La
Paz, 1973 y 1983.
98 NINO, Bernardino
1912 Etnografía chiriguana, La Paz.
99 O’CONNOR, Burdett
1869-71 Recuerdos, Tarija, 1895; 2da. edic, La Paz, 1972
100 PAZ, Luis
1883 Tarija, sus límites con Chuquisaca y Santa Cruz, Tarija.
101 Weddel, H.A.
1851 Voyage dans le sud de la Bolivie, París.
131
ESTUDIOS
102 CLASTRES, Hélène
1975 La Terre Sans Mal. Le prophétisme tupiguarani, París.
103 PAREJAS, Alcides
1976 Historia de Moxos y de Chiquitos, La Paz.
104 PLATT, Tristan
1984 “Liberalism and Ethnocide in the Southern Andes”, History Workshop, issue 17,
London.
105 SAIGNES, Thierry
1982 “Guerres indiennes dans l’Amérique pionnière: le dilemme de la résistance
chiriguano à la colonisation européenne”, Histoire, Economie, Société, Paris, N° 1.
1981-84 Historia de Cumbay, manuscrito (50 pág.)
1984 “Jésuites et Franciscains face aux Chiriguano: les ambiguités de la réduction
missionnaire” en Eglise et Politique en Amérique Hispanique, Bordeaux, 1984.
1985 “Guerra e identidad entre los chiriguanos (siglos XVI-XIX)”, Revista del Museo
Nacional de Etnografía y Folklore, La Paz, N° 1.
106 SANABRIA FERNANDEZ, Hernando
1972 Apiaguaiqui-Tumpa, Santa Cruz.
107 SUSNIK, Branislava
1968 Chiriguanos I, Dimensiones etno-sociales, Asunción.
Note*
La fecha entre ( ) es aproximativa.
108 Se puede apreciar en este cuadro el contraste en las velocidades de evangelización: por
ejemplo, Machareti, después de 15 años de reducción, tiene sólo el 3% de su población
bautizada; mientras Boicobo al cabo de diez años de doctrina, se ha convertido al
cristianismo en sus dos terceras partes.
132
109 Un censo que evalúa la población ubicada al norte del Pilcomayo en 1878 da la
estimación siguiente: 8000 “Nacionales” (blancos y mestizos), 21000 chiriguanos
“aliados” y 18000 “independientes” (Visita del Delegado del Supremo Gobierno en la
provincia del Azero).
Thierry SAIGNES
Las sociedades de los Andes frente al Estado republicano
115 Resulta paradójico establecer cómo estos grupos que lograron sobrevivir tantos siglos
contra incas y españoles desaparezcan de pronto de una manera tan brutal e
inexplicable. ¿Se autoeliminaron?
116 Thierry Saignes
117 Se necesitarían muchos más elementos para explicarlo. Pero no me parece fortuito que
esta sociedad que ha valorizado tanto la guerra (aún más que los otros grupos
amazónicos) termine de esta forma. No logra adoptar otra solución para negociar un
nuevo modelo que le permita sobrevivir. Al lanzarse a esta última rebelión, a esta
matanza colectiva, debían sospechar su trágico desenlace final.
118 Rafael Quintero
119 Se plantea una no-continuidad en las políticas estatales, frente al problema de la
población. Podríamos encontrar diferencias muy sustanciales en relación a las
funciones económicas que tuvo el Estado colonial, su enorme intervención en el
problema de la repartición, conservación de la fuerza de trabajo. Hay después un nuevo
Estado frente al cual las poblaciones que están directamente integradas al ámbito de
interés, de dominio de las clases dominantes se encuentran “desamparadas”. Por eso se
ha hablado de la incapacidad del Estado, pero no creo que solamente es una
incapacidad, sino una voluntad del Estado concentrada en sentido diverso en alguna
parte del mismo. Yo pienso que este problema de la población revela justamente cómo
se cambian globalmente las leyes de la conservación y desarrollo de la población en
contextos regionales que no son necesariamente supraregionales, para no utilizar el
término nacional, es decir dentro de las fronteras de lo que se supone eran los Estados
que institucionalizaban como suya una cierta territorialidad donde supuestamente se
ejercía una soberanía. Yo pregunto si políticas distintas del gobierno boliviano, no se
podrían encontrar en otras regiones. En el Ecuador se podría encontrar una diversidad
de políticas estatales frente al problema poblacional. Me pregunto si es así en otros
países andinos.
120 Alberto Flores Galindo
121 Los estudios recientes tienden a mostrar una necesaria fragmentación social en el
mundo andino y me parece que lo mismo puede decirse que sucede al otro lado de la
cordillera, dada la colaboración de los chiriguanos con los conquistadores y sus peleas
entre ellos mismos. El término adecuado para caracterizar este conflicto intragrupal
puede ser bien el de anomia. Me pregunto si hubo por el contrario alguna relación
posible entre estos chiriguanos y los habitantes andinos, y si esos pioneros de que ha
hablado podrían considerarse mestizos o criollos, y si los profetas chiriguanos que
constituían un pequeño sector de aquellos implicaba una expresión mezclada de
chiriguanos con nombres andinos, como puede haber sido lo que sucedió en el Perú del
siglo XVIII con Juan Santos Atahualpa, que era una participación entre los habitantes de
la sierra central y los nativos de esta región oriental; podría verse esto desde la
perspectiva poco conocida de los intercambios mercantiles y culturales que hubo entre
estos habitantes de la zona andina, porque al fin de cuentas en el Perú también existe la
imagen de que son dos sectores contrapuestos y enfrentados y sin embargo vemos
cómo en el siglo XVIII lograron articular un movimiento común.
122 Thierry Saignes
123 Efectivamente, el caso de Juan Santos Atahualpa muestra muy bien la solución que
encontraron los arawak y andinos para aliviar la presión colonizadora; además Juan
134
Santos era un mestizo y logró que esta zona se liberara de la presión colonizadora por
lo menos durante un siglo constituyendo para ellos un canal de alivio y tranquilidad.
124 Los chiriguanos cultivan un odio étnico muy fuerte contra los hombres andinos,
especialmente con los de origen quechua y aymara; además de esta práctica
despreciativa los chiriguanos son conquistadores y eso constituye su herencia cultural
histórica; ellos son originariamente migrantes guaraníes que llegaron a la zona justo en
los momentos previos al desembarque ibérico, y por eso son casi tan advenedizos y
alógenos como los mismos españoles; al llegar y establecerse en esta zona tienen la
desventaja inicial de constituir grupos muy reducidos teniendo por ello que desarrollar
métodos guerreros y establecer una estrategia del terror ligada a una crueldad extrema
(los grupos colindantes de la zona, como los chichas, aprendieron a temerles y bastaba
con saber que se encontraban en posición de ataque para entregarse dócilmente a ellos
sin resistencia alguna, pero hay que tener en cuenta que esta no es una actitud
genocida sino más bien una guerra psicológica).
125 Por otra parte, se habló de que por el siglo XVI hubo una posible alianza ente ellos y el
Inca de Vilcabamba o con los grupos kalchaquies del sur; que esto responde más a la
imaginación y temor de los funcionarios de la Audiencia de Charcas, que eran los que
sostenían esta versión.
126 La perspectiva chiriguana no ofrece unanimidad para este tipo tan amplio de acciones;
es posible hablar de una alianza con los mestizos de Santa Cruz, un asentamiento
pionero hispano guaraní, o con ciertas etnias fronterizas (como los chuis de Misque).
127 Sobre las políticas estatales frente a este grupo, el fenómeno de la no intervención
etnocidiaria, que se complica mucho más en la República que en la Colonia, las
burguesías criollas los tratan peor que la Corona española. La prensa del siglo XIX,
tomando el tema de los chiriguanos, dice que son necesarios como mano de obra;
aparece entonces una especie de perspectiva poblacional dado que el gran problema de
Bolivia era encontrar la manera de colonizar la región del Chaco y por eso decían que el
único grupo disponible para ello lo constituían precisamente los chiriguanos, dada su
naturaleza física fuerte y resistente al sufrimiento, descontándose desde ya su servicio
eficaz; entonces la política estatal no propiciaba el aniquilamiento del grupo étnico
chiriguano, por lo menos en ese momento, pero su no intervención posibilitó la
agresión de los colonos locales de las tres jurisdicciones del frente pionero. Los colonos
comienzan a acaparar tierras chiriguanas y transforman a sus habitantes en mano de
obra adscritas a las haciendas: unos aceptaron esta nueva forma de explotación, pero
otros prefieren huir hacia las zonas norteñas de la Argentina. El proceso de mestizaje
general en el siglo XX definitivamente acabó con este grupo independiente hasta
entonces dueño de sus tierras; como sociedad libre los chiriguanos dejan de serlo a
fines del siglo XIX. Pese a ello el problema de la política estatal es un tema poco
trabajado por la falta de documentación que conduce a un desconocimiento de la
doctrina del Estado boliviano frente a sus fronteras internas y a sus grupos étnicos; sólo
tenemos la conocida versión que existe acerca de la autovisión criolla de los civilizados
racionales enfrentándose a los “bárbaros” y “salvajes” expresados en los grupos étnicos
periféricos, pero esto es nada más que un “cliché” ideológico de la época que no
conlleva al entendimiento del porqué del evidente exterminio sistemático
experimentado por estos grupos, máxime cuando también había artículos de los
liberales de la época señalando que había que mantener protegidas estas poblaciones, y
que ellas no debían correr la misma suerte que los indios norteamericanos.
135
148 Sobre el sistema de guerra interna en esta sociedad, parece difícil concebir sociedades
que se funden en el conflicto civil permanente, es decir la guerras internas entre
grupos locales; sino, estos grupos habrían estallado cada uno con su propio idioma, u
otros rasgos culturales. La guerra, reciprocidad negativa, mantiene a los grupos locales
en comunicación pero se opone a su fusión.
149 El mito chiriguano es un fenómeno que actualmente se está recreando. Los chiriguanos
se han dispersado por todas partes, sobre todo en Argentina. Unos grupos se refugiaron
adentro del Chaco (bañados del Isoso) donde son más bien ex-arawaks guaranizados. Se
están reorganizando, están negociando la recuperación de las tierras con el Estado
central, y aparecen como los descendientes de los chiriguanos. Pero, ya no son
guerreros, son campesinos, a los que calificaría de neo-tribales. Lo interesante es ver
cómo los cruzeños están creando el mito: acaban de instalar la estatua del guerrero
chiriguano a la entrada de la ciudad para indicar que los migrantes andinos “tengan
mucho cuidado, porque están en tierras ajenas y pueden provocar el resurgimiento de
la violencia chiriguana”.
NOTAS
1. Para mayor comodidad de exposición, dividí el territorio indígena (a menudo llamado:
“cordillera chiriguana”) en zonas según un eje longitudinal Santa Cruz/Tarija, Los ríos Guapay,
Parapeti y Pilcomayo forman otros ejes transversales y el área entre los dos primeros se llama
Noroeste y Noreste, entre los dos últimos, Centro-oeste y Centro-este, al sur del Pilcomayo,
Suroeste y Sureste.
2. Declaración de Ignacio Aireyu, 1882, CTDSC, f 177. Agradezco a don Hernando Sanabria
Fernández por dejarme consultar esta importante fuente que recoge declaraciones sobre las
guerras chiriguanas del siglo XIX.
3. Se llama “nueva reconquista” la instalación a partir de 1844 de curas en las antiguas misiones
del área norte (provincia Cordillera del departamento de Santa Cruz) por la diócesis cruceña. Los
expedientes parroquiales del Archivo del Obispado de Sania Cruz están llenos de quejas por parte de
las familias chiriguanas contra los curas: trabajos gratuitos, “estupros violentos”, discordia,...
4. Los fondos del virreinato de Buenos Aires (en el Archivo General de la Nación) están llenos de
reclamos y encuestas sobre el trato dado a los chiriguanos tanto por parte de los misioneros
como por parte de los colonos, lo que limitaba el arbitrio local (ver Saignes, 1984).
5. Los conflictos regionales para determinar los límites departamentales entre Santa Cruz,
Chuquisaca y Tarija en lo que toca al área chaqueña (y cordillera chiriguana) han envenenado
todo el siglo XIX. Centenares de folletos, interpelaciones al Parlamento, proyectos de ley se
encuentran en la BC/UMSA y en ANB/MI (el pleito se concentró en la jurisdicción de dos pueblos
chiriguanos: Cuevo e Ibo). Tres folletos resumen estos debates: “Chuquisaca, sus límites con el
departamento de Santa Cruz...por S. Oropeza”, La Paz, 25.1.1882 (44 p.); “Santa Cruz, sus límites
con el departamento de Chuquisaca, refutación al folleto del Sr. S. Oropeza por V. Pavero”, La
Paz, junio de 1882 (19 p.); “Tarija, sus límites con los departamentos de Chuquisaca y Santa Cruz
por D. Paz” Tarija, 1883 (85 p.). Incluyen documentos sobre los chiriguanos.
138
6. El conflicto entre el estado laico y la iglesia durante el siglo XIX necesita mayores estudios.
Repercutió en las polémicas entre colonos y misioneros. Ver los escritos polémicos del padre
Nino en el Archivo Franciica.no (Tarata, 1909-1922, XIV tomos).
7. El padre Martarelli cuenta bien el miedo que infundieron los colonos a los chiriguanos de
Cuevo para impedirles solicitar la creación de una misión (1918, cap. 15: “una misión frustrada”).
Los hacendados se oponían también al envío de los jóvenes chiriguanos a la escuela así como a los
viajes de los líderes a las ciudades del interior (temor de nuevas quejas).
8. El verdadero nombre de los chiriguanos es “ava”, los “hombres por excelencia” (se definen así
igualmente los guaraníes). El nombre antiguo de chiriguano enfatizaría su calidad de “guaraníes
mestizados”.
9. Los sueldos otorgados a los descendientes de Cumbay se contabilizan en la Tesorería de Tarija
(un testimonio en Paz, 1883) y sus conflictos con otros líderes ingreños aparecen en reportajes
del periódico El Restaurador (Sucre, 27.V.1841). La solicitud de Chituri (Lagunillas, 19.IX.1871) está
en ANB/MI, t. 198. El estado de las capitanías viene del capítulo de Nino sobre jefes (1912: 165-67).
NOTAS FINALES
*. Esta doble misión fundada en 1871-72 tuvo que ser remitida en 1880 al obispado de Santa Cruz
RESÚMENES
La historia contemporánea de las sociedades asentadas entre las Cordilleras andinas y los llanos
amazónicos queda por hacer. Se puede vislumbrar un destino republicano bien distinto según las
regiones: las sociedades de la zona central (Perú) y septentrional (Ecuador) lograron sobrevivir
mientras las de la zona meridional (Bolivia) fueron en su mayor parte aniquiladas o asimiladas
por la colonización criolla y mestiza. Para establecer un contraste tan brutal, se examinan las
herencias y la intervención de los grupos periféricos en las guerras civiles de la Independencia,
luego las interacciones entre los primeros y frentes pioneros; y, por fin, la pertinencia de los
modelos socio-políticos elaborados por aquellas sociedades andino-orientales frente al proyecto
político unitario de los Estados republicanos. El análisis se fundamenta en un caso excepcional, a
la vez que poco conocido, el de la sociedad chiriguana que intentó aplicar distintas soluciones
para responder al desafío de la expansión pionera y de la integración nacional y que acabó con un
trágico fracaso.
L’histoire contemporaine des sociétés établies entre les Cordilléres andines et les plalnes
amazoniennes est encore à faire. Nous pouvons entrevoir un destin républicain bien différent
selon les régions: les sociétés de la zone centrale (Pérou) et septentrionale (Equateur) réussirent à
survivre, tandis que celles de la zone méridionale (Bolivie) furent en grande partie anéanties et
assimilées par la colonisation créole et métisse. Pour établir un contraste aussi brutal, nous avons
examiné les héritages et l’intervention des groupes périphériques dans les guerres civiles de
l’Indépendance, puis les interactions entre les premiers et les fronts pionniers et enfin, la
pertinence des modeles socio-politiques élaborés par ces sociétés andines orientales face au
projet politique unitaire des Etats républicains. L’analyse est basée sur un cas tout à la fois
exceptionnel et peu connu, celui de la société chiriguana qui tenta d’appliquer diffèrentes
139
Agricultura y capitalismo en la
sierra sur del Perú (fines del siglo
XIX y comienzos del XX)
Agriculture et capitalisme dans le sud de la Cordillère au Pérou (fin du
XIXème et debut du XXème siècles)
“Convénzase que usted nada sacará en política ni en artes: Para hombres como los
de aquí, hay que darles materia, odres y aguardiente. Déjese de desaguadero, y piense
solo en el jeve y en los odres. Si esta empresa sale buena, cuando lo vean a usted
desahogado le creerán... Déjese de ser artista para ser empresario”.
Ricardo Villa a Manuel Ugalde. Cusco, 19.VI.1880.
1 Así escribía un activo empresario del “jeve”, desde Cusco, a su atrevido explorador y
socio en Paucartambo, en la “Frontera” de la selva. Este, Manuel Ugalde, era
ecuatoriano, díscolo pero emprendedor. No sabemos cómo llegó a los andes del sur,
pero desde la época del presidente Balta estaba explorando, por contrato, los ríos del
sur que afluyen en el Madera. Luego, en Cusco, se puso en contacto con un compatriota
suyo, Ricardo Villa, y montaron una compañía destinada a fabricar odres y grandes
depósitos de alcohol con el “jeve” que obtendrían en las fronteras de la civilización. Las
rutas destruidas, la falta de brazos, las alteraciones y todos los efectos de la Guerra del
Pacífico, limitaban el acceso a los odres de cuero de chivato que los empresarios
cusqueños del alcohol recibían de Caravelí y Chuquibamba. La salida comercial interna
del “jeve” de Paucartambo fue una buena idea de Ugalde que contó con el apoyo de
Villa. Pero las cosas no funcionaron desde el primer momento. El “principal”, que
Ugalde puso en la Compañía, era un supuesto pago por un gran cuadro, Panorama de la
Hacienda Huyro, donde figuraba un retrato de su propietario, Mariano Vargas,
contemplando sus dominios. El cuadro, para el que Ugalde usó algunos dibujos y planos
de la zona, fue ordenado por la Sra. Escolástica Tejada para regalarlo al hombre más
rico de toda la región.
2 La pintura de Huyro, junto con otro retrato, no le fueron pagados a Ugalde, por lo que
Villa concertó un préstamo con el Banco Local, con nada menos que el mismo Mariano
141
Vargas. Además, Vargas era entre otras cosas, productor de aguardiente y, aunque con
reservas, creyó oportuna la idea. Sin embargo, a pesar del endeudamiento para cubrir
la carencia inicial, Ugalde no daba muestras de progreso sino que más bien añadió
nuevas y sorprendentes ideas respecto a las posibilidades de su exploración. La
agresividad de su empeño iba a ritmos inversamente proporcionales a las posibilidades
de hacerle llegar los recursos necesarios. Mientras, la fábrica de odres pasaba a ser sólo
una buena idea, pero impracticable. No quedó nada para Ugalde salvo un embargo y el
mérito de uno más de los tantos intentos quijotescos de muchos cusqueños por
conquistar los Yungas. “Ultimo recurso para subsanar la falta de los mares del Pacífico,
para atender los intereses comerciales del sur de la República” 1.
3 El enclaustramiento cusqueño respecto al mar era un fenómeno económico social más
que geográfico. Se trataba de una nueva ubicación regional dentro de la estructura
nacional, (Glave 1980). Frente a ello y el estancamiento económico, la sociedad
cusqueña buscó distintas alternativas, entre las que la aventura de la exploración
oriental fue una de las más importantes por los esfuerzos que se le dedicaron (Deustua
y Rénique 1984, 57-68; Tamayo 1978, 100-104). Pero el caso de Manuel Ugalde, peregrino
artista ecuatoriano, también nos habla de una de las “industrias”.(así se las llama en las
descripciones de la época), que más importancia adquirieron en la estructura
económica regional: la fabricación de aguardiente y su comercialización en todo el Sur
Andino.
4 A Ugalde, como a Robledo después, lo atraían la selva y la exploración, pero la empresa
debía ser financiada con una salida comercial; en este caso, la más importante de todas
para la región, el aguardiente.
5 Junto con el aguardiente, con el comercio regional y la conquista de los Yungas por los
Andes, el testimonio de Ugalde nos habla también de un personaje. Ese era Mariano
Vargas, arequipeño afincado en Cusco desde los primeros años republicanos; fue la
encarnación del capital usurero y comercial, el fundador de una de las grandes familias
de la oligarquía financiera de la región, final pero fundamentalmente terrateniente. De
ese hombre y su biografía, de su grupo social, el dominante y por tanto expresión de la
dinámica regional, trata este trabajo.
El escenario
6 Todas las evidencias nos presentan al Cusco republicano y a toda la región Sur Andina
como un espacio económico afectado por un claro estancamiento. De una u otra manera,
todos los autores que se acercan a la historia económica de la región, en el período
republicano inicial, coinciden en la imagen que esas evidencias presentan. Sin embargo,
conviene hacer dos salvedades para matizar esas afirmaciones.
7 La primera referente a los cambios. La afirmación más general, de la que parten
también distintos análisis parciales, es que las relaciones de producción y la estructura
del sector dominante de la región, el agropecuario, se mantienen intocadas entre
Colonia y República (Ta-mayo 1978, 56-57).
8 Nuestros estudios sobre empresas agropecuarias cusqueñas en la colonia nos muestran
un punto de ruptura hacia 1770 (Glave 1980, Glave y Remy 1983). Luego de una crisis de
realización, con caída de precios y saturación de mercados, las empresas agrícolas
quiebran una tras otra. Las haciendas orientadas fundamentalmente al mercado de
142
tuviesen alambiques en sus haciendas10. Lo que se hizo al punto y desde entonces fue
principal ramo de las recaudaciones de la región del Cusco (Glave 1978).
19 Los valles costeños de Arequipa y Moquegua fueron desplazados por los cálidos valles
yungas de Abancay y Santa Ana. Desde entonces, las tierras de viejos cañaverales,
venidos a menos a fines del siglo XVIII con toda la agricultura regional, adquirieron un
nuevo valor y fueron objeto de las principales inversiones internas de la naciente
oligarquía financiera regional. Los cambios de propiedad y las inversiones en trapiches
y alambiques no estuvieron exentas de algunos reveses. El principal sin duda fue el
causado por los tratos comerciales con Bolivia luego del fracaso de la Confederación.
20 En Bolivia, como en el Sur Andino, la masa indígena campesina era el principal mercado
de aguardiente o coca. Todavía en 1846, la chicha y el aguardiente eran los principales
rubros industriales (Wittman 1980,280) de la Nación. En 1840, como artículos
adicionales al tratado de paz, se extrajeron del tratado comercial de 1832 los que
normaban las relaciones mercantiles entre ambas naciones. En ellos, cada país tenía
derecho a imponer tasas especiales para los productos de los yungas como aguardiente
y coca (Basadre 1968, II, 351-352). Así lo hizo Bolivia protegiendo sus aguardientes de la
competencia cusqueña, lo que motivó una “decadencia” en las nacientes empresas
alcoholeras11. Años después, las descripciones de los valles hablaban de las dificultades
que afrontaba el comercio de alcohol que “antes” se sacaba a Bolivia (Cabello 1860,198).
Así, al promediar la mitad del siglo, sumadas a las pestes grandes, las alteraciones en el
mercado dejaron a los valles en un estado de precariedad 12 que sólo podía ser afrontado
por aquellos que tenían acumulaciones de capital-dinero y acosaban financieramente a
los hacendados, esperando incorporar en la esfera de sus negocios a las haciendas de
los valles. Ese fue el papel que jugó Mariano Vargas, con sorprendentes resultados.
21 En 1899, el valioso informe de Karl Kaerger no trae ninguna referencia a la fabricación
del alcohol y al cultivo de la caña. Curiosa omisión, explicable si por propia confesión
(Kaerger 1979,49) el autor reconoce informar de oídas, pues no pudo ir personalmente a
los valles bajos. Su informe, sin embargo, es rico en detalles sobre la coca, el cacao y el
café: productos que hacían de las haciendas “del valle” las más rentables y dinámicas de
la historia agraria del Cusco republicano. Sin embargo, en 1911, Bowman sí destaca el
papel jugado por el alcohol de caña (Bowman 1980,117 y ss).
22 Para él, el hacendado de los valles orientales resolvió los problemas del aislamiento y
largas distancias así como la falta de mano de obra que debía importarse de la sierra,
recurriendo, “como el contrabandista de Kentucky”, a la fabricación de aguardiente,
“que puede soportar mayores gastos de transporte y, a igualdad de éstos, proporcionan
mayor utilidad. En un valle remoto en el que el azúcar no puede ser exportada a causa
de los elevados fletes, el aguardiente puede, todavía, dejar utilidad”. Si las plantaciones
son grandes y los productores controlan varias, como sucedió con Vargas, las ganancias
serían proporcionalmente mayores. Por cierto que no podemos reprochar a un
observador como Bowman el no percatarse de que dos siglos antes, con las mismas
dificultades, el azúcar se exportaba con grandes ganancias (Glave y Remy 1983): aun
para nosotros, eso es parte del reto por entender las formas cómo, el hombre andino y
sus colonizadores andinizados, lograron movilizar asombrosas capacidades de un
mercado interno retraído desde fines del siglo XVIII. Bowman continúa reprochando que
las ganancias de los hacendados se labren con el fomento del alcoholismo, pero,
también, narra admirado la suerte del propietario de Sahuayaco que por un equivalente
de 6,000 dólares compró “esa propiedad principesca de 10 millas por 40”. Luego de
146
(Testamento). No era una fortuna los bienes de la familia Vargas, pero sí estaban
acomodados y vinculados tanto a la función pública como a las actividades comerciales
llegando a poner tiendas en tres inmuebles cuyos valores no eran inferiores a 15,000
pesos cada uno.
27 Mariano se traslada al Cusco, no sabemos en qué año, pero debió ser muy joven y en
asuntos vinculados al movimiento mercantil del que su padre era propietario. Conviene
señalar que en medio de las batallas y alteraciones de las guerras independentistas, las
compañías entre cusqueños y arequipeños con gente del comercio de La Paz y del
altiplano eran frecuentes. Por ejemplo, Juan Bautista Cernadas y Anselmo Centeno, que
fueron hombres fundamentales de la burguesía profesional cusqueña, como que
Centeno fue jefe de la Tesorería y la Casa de Moneda, mientras Cernadas fundador de la
Beneficencia (Blanco 1978, Villanueva 1981), también, eran activos comerciantes de
efectos importados por Arequipa, Tacna y Arica. En 1820 internaron, por Tacna y Arica,
efectos por 15,481 pesos, en 1821 por 45,426 y en 1822 desde Arequipa, Cernadas envió a
Centeno telas por 30,000. Las ventas se hacían en Cusco y en La Paz 15. En Arequipa, la
familia Goyeneche, criollos muy vinculados con el bando español, continuaron sus
actividades y dejaron honda huella en la consolidación de la nueva oligarquía
arequipeña a pesar de la zozobra por la que atravesaron con las guerras (Malamud
1982).
28 Junto con esas importaciones, que compartían en menor medida la circulación de
algunos productos de la tierra y abrieron las nuevas rutas de exportación de esos
productos (lana, coca, cacao), los comerciantes fueron también los únicos que
manejaban cantidades apreciables de capital-dinero y deudas que les permitían
controlar producciones o las partidas fiscales destinadas a esos departamentos. Juan
José Olañeta, propietario de haciendas y comerciante del Cusco, dejó en arrendamiento
su hacienda de los valles orientales a su sobrino, Juan Bautista Olañeta, uno de los
principales mineros de Puno que amonedaba plata en Cusco: hacendados, comerciantes,
mineros, los Olañeta son sólo otro ejemplo de ese nuevo grupo, aunque su suerte se
deteriora, durante la época de la Confederación16, y su sucesor beneficiario sería nada
menos que Mariano Vargas. Otros casos, como el de Anselmo Centeno, ya mencionado,
corroboran la afirmación. En esto, debemos tener muy presente la escasez de dinero,
producto de múltiples factores (Flores Galindo 1977, 47). Desde inicios del período, la
falta de circulante fue un mal endémico durante todo el siglo, aunque con coyunturas
de mayor impacto como a fines de la década de 1840. El año 1848 en todo el país se
registraba escasez de numerario, pero en el Cusco se sentía aquello con mayor agudeza,
hallándose su región en una “verdadera crisis monetaria...y... el agricultor... con las
manos cruzadas, viendo llenarse de maleza sus fértiles terrenos, sin poder
desmontarlos por falta de capitales “17. Pero, en esa penuria, los pocos que tenían
dinero, productos o créditos, obtenían altas ganancias al financiar la escasez con
intereses de hasta 10 y 12 % anual, si no más, como a fines del siglo en que el interés
llegó hasta 18 %. El crédito colonial, quebrado a fines del siglo XVIII, dejó pensiones
impagas para institutos religiosos o laicos (luego de la expropiación a su favor por las
medidas liberales del tiempo de Gamarra) que vieron degradados sus principales a
intereses del 2 % en el campo y 3 % en fincas urbanas (Mörner 1984, 51-61). Compárese
esos niveles con los que se registraban por la usura de los financistas-comerciantes y se
tendrá una idea más precisa de sus ventajas frente a la retracción.
148
29 Esa fue la actividad de Mariano Vargas, entre Arequipa y Cusco, hasta que se afirmó en
esta segunda ciudad. Ahí, contrajo matrimonio con Carolina Quintana. Ello no fue, como
podría suponerse, una alianza ventajosa del peregrino que se establecía en nuevos
parajes. La señora Quintana no llevó dote alguna al matrimonio y sólo recibió por
herencia de su madre, doña Mercedes Mendoza, unos 2,000 pesos cuando ya estaba
casada. Vargas no fue un cazador de nobleza, fue labrador práctico de riquezas, cuando
el dinero funcionaba en sus manos con el “poder de incrementar automáticamente su
valor” (Sereni 1980,198).
30 La primera gran operación comercial registrada por Vargas en Cusco fue la compra del
gran cañaveral de Huadquiña el año 185818. Decimos registrada pues antes, o en una
fecha cercana, ya se había apropiado de otro cañaveral, el de Chaullay en el mismo valle
llamado de Santa Ana. Con la hacienda cañaveral de Chaullay (o Chavillay) sucedió algo
importante a la vez que extraño. Desde el año 1898, un grupo de hacendados del valle
de La Convención, dirigidos por Mariano Ignacio Ferro, había intentado hacer mejoras
en los caminos y puentes de la ruta al valle, con dinero fiscal y aportes suyos, sobre
todo en mano de obra y algún material19. Un conflicto de intereses se suscitó entonces
respecto a qué destino correrían los fondos de la alcabala de coca con que se habían
adquirido cables. El “puerto” del valle, la Villa de Ollantaytambo, tenía entonces como
el más importante “vecino” a Mariano Vargas, que años antes había adquirido una
pequeña finca luego de ahogar de deudas a su propietaria, la hija de Francisco de Paula
Antayona20. Ahí, surgieron rivalidades entre Ferro y Vargas. Esas contradicciones se
agudizaron con los descendientes de Vargas, que heredaron “esa especie de control que
tenían los Vargas sobre el valle de La Convención”(Valcárcel 1981,86). Por eso, Ferro
estuvo a punto de lograr un triunfo para su causa cuando descubrió fallas en los
“instrumentos” legales de propiedad de Chaullay. Efectivamente, recién en 1921, la
nieta de Vargas, María Luisa Romainville, inscribió la hacienda en los Registros
Públicos, que se fundaron en Cusco a fines del siglo XIX21. Para ello, tuvo que arreglar
con los descendientes españoles de Olañeta, la cesión de todos sus derechos sobre la
hacienda, usufructuada por Vargas desde mediados del siglo XIX. Eso ocurrió recién en
1920, cuando aquellos no tenían la más remota idea de sus intereses peruanos luego de
migrar a España hacia 1833 cuando murió Juan José Olañeta. Ferro había descubierto
que no se había registrado ninguna venta de los Olañeta a Vargas y éste figuraba como
dueño de Chaullay sin haberla tampoco inscrito en los Registros Públicos. Olañeta dejó
en Cusco su testamento y parece que falleció cuando se aprestaba a dejar el Perú en
1833. Los descendientes migraron a España y liquidaron los negocios del padre. Pero, en
1841, se registraba todavía una causa de acreedores a la “Casa” de Juan José Olañeta 22.
La gran casa cusqueña que adquirió Olañeta en 1809, reconociendo un censo de 8,550
pesos a favor del monasterio de Santa Clara, llamada “Casas del Correo”, figuraba
ocupada por personas que no eran propietarias, hasta 1869 en que, sin escritura,
Mariano Vargas termina como propietario (Gutiérrez 1981, 151). No sabemos qué otros
intereses pasaron a Vargas, pero el cañaveral figura como el más importante. En su
testamento Vargas se denomina “apoderado” de los Olañeta y como tal “recogió” el
cañaveral. No era suficiente frente a la maniobra legal de Ferro que obligó a negociar
con los descendientes de Olañeta a María Luisa Romainville y, por cierto, pagar a Ferro
20,000 por sus “intereses”23.
31 El conflicto descubre dos cosas. Una, que corresponde a otro tema, la referida a las
contradicciones que aparecían en el seno de la oligarquía dominante en la región, y que
149
sazonaron la vida cusqueña por largo tiempo24. Otra, la forma directa en que Vargas se
hace de los bienes de los Olañeta. No hay otra explicación que la posible vinculación
comercial de Olañeta y Vargas o un oportuno golpe de mano de Vargas que llegado al
Cusco pudo ser depositario de los bienes concursados, por su habilidad comercial y
financiera, que podría subsanar alguno de los intereses de los acreedores. A mitad de
siglo, Vargas era ya prestamista y comerciante en Cusco.
32 Su posición mejoró todavía más a fines de la década de 1850. En 1858, José María Tejada,
prefecto del departamento, vendió a Mariano Vargas el inmenso cañaveral de
Guadquiña por 89,000 pesos25. Se trató sin ninguna duda, de la más grande operación de
enajenación de hacienda de todo el período republicano en el sur (Mörner 1984,49).
Para ello debió juntar 65,000 pesos en efectivo (una fortuna monetaria), y reconocer un
censo de 24,000 pesos al degradado interés del 2 %. El dinero lo obtuvo por préstamos
de José Valcárcel, Ramón Nadal, Francisco Garmendia y otros 26. Es indudable que esos
préstamos se hicieron con la garantía de tratos comerciales e incluso obligaciones del
mismo carácter, contraídos por los prestamistas con Vargas. Sólo en un caso, Vargas
hipoteca tierras que ya había comprado, en su inicio como terrateniente. De cualquier
manera, las deudas fueron satisfechas con puntualidad inusitada para la época e
incluso, en 1865, cancela el censo a favor del monasterio de Santa Clara acogiéndose a la
Ley de 1864 que permitía redimirlos satisfaciendo la sexta parte de los principales
reconocidos. Muestras de la solvencia monetaria de Vargas, garantía que había
exhibido para juntar semejante cantidad de dinero en un espacio en donde éste no
abundaba.
33 La historia del cañaveral de Huadquiña es también, paralelamente, muy indicativa. Fue
el más grande de cuantos ha conocido la historia de los famosos latifundios de La
Convención. A fines del siglo XVII, era apenas mencionado como un lugar de difícil
acceso. Fue parte de esos territorios que los Incas hicieron cultivar en grandes sistemas
estatales y luego pasaron a poder de la aristocracia indígena colonial y compartidos en
su usufructo por los colonizadores aventureros que buscaban grandes ganancias con la
coca o el azúcar. Luego, por un proceso que debe ser documentable como tantos otros
de la historia agraria colonial (Glave y Remy 1983), pasó a poder del monasterio de
Santa Clara. Quebró como casi todos al promediar el último cuarto del siglo XVIII. El
monasterio quedó como “acreedor censualista” y cedió la propiedad a uno de esos
medianos agricultores y comerciantes rurales que tomaron las haciendas quebradas. En
este caso se trató de Angel Vicente Za27, que llegó a un trato con el monasterio en 1793.
34 En Huadquiña se registraron 56 tributarios en 1826 y tan sólo 38 en 1830 (Kubler 1952,
26). En esa época, aproximadamente, fallece Za y deja como su albacea a José María
Tejada, que debió ser un bien colocado militar que llegó a desempeñar la prefectura del
Cusco. Debe haber sido este personaje el que iniciara la capitalización y
comercialización del cañaveral para la producción de aguardiente. Fue la época en que
los cañaverales aumentaron su valor rápidamente (Mörner 1984). Pero, pues, como
vimos, la mitad del siglo fue una coyuntura adversa para los alcoholeros y no resultaba
desdeñable la cantidad de dinero efectivo, una fortuna, que Vargas pagaba por
Huadquiña. Luego, Huadquiña será el ejemplo de las plantaciones de caña y su
aguardiente, el más cotizado en el mercado regional (Valcárcel 1981, Bowman 1980).
35 Poco más de una década después de adquirir Huadquiña, Vargas compró otra hacienda
cañaveral, la más antigua de la que tenemos registro en la historia colonial (Glave y
Remy 1983). Se trataba de Huyro y Umuto, en el valle de Amaybamba, o Huayopata en la
150
entrada al valle grande de Santa Ana o Quillabamba28. En junio de 1869, Vargas compró
la mitad de Huyro y la mitad de la acción de enfiteusis de Umuto, cuyo dominio directo
correspondió al Colegio de Ciencias hasta 192829. El vendedor fue Basilio Echegaray,
heredero de ese derecho luego de la muerte de su esposa Bernardina Miota, hija de
Pedro Mariano Miota, dueño de la otra mitad. Vargas pagó 25,113 pesos por Huyro, pero
nada recibió en efectivo Echegaray. Vargas pagó a cambio créditos hipotecarios y
deudas de Echegaray: 7,597 pesos por mandas incumplidas del testamento de
Bernardina, 1,666 por pagos atrasados de un censo a favor de La Merced y del canon
enfitéutico correspondiente al Colegio de Ciencias y, finalmente, 15,850 pesos en deudas
por créditos hipotecarios. Esas deudas tenían como acreedores a María Lorena,
principal entre ellos, a quien se debían 10,850 pesos, a Julio Obitas 2,000 y, por supuesto,
a Mariano Vargas que le tenía hecho un préstamo y había adquirido los derechos de
otro acreedor.
36 La composición del pago por la mitad de la hacienda revela las dificultades económicas,
ocasionadas por consumos suntuarios e inversiones en las haciendas, por las que
recurrían los terratenientes a la financiación usurera. Pero, Huyro era una hacienda
muy valiosa y Pedro Mariano Miota, subprefecto entonces de Anta, fundador del grupo
familiar de los Luna (Valcárcel 1981,90), estaba en proceso de consolidarse como
terrateniente. Por eso, aparte de penurias económicas y desacuerdos entre Miota y su
yerno, Vargas en esa compra hizo gala de una vocación por adquirir esa hacienda, de
grandes posibilidades, con la que quedaría como el principal productor de aguardientes
y un casi dueño de los valles subtropicales del oriente del Cusco. Por la operación de
compra-venta con Echegaray, Vargas quedó como “condueño”, con Miota, de lo que ya
ero una sola empresa. Lo que Echegaray vendió no fue una fracción física de la hacienda
sino una acción en los derechos sobre toda la propiedad. Fue en marzo de 1870 cuando
Vargas compró la otra mitad por 20,800 soles. También, Vargas se encargó de pagar
deudas y es a su vez acreedor por préstamos suyos o adquiridos, como uno que le
traspasó un boliviano comerciante llamado Zenón Zamora en setiembre de 1869 30. Sólo
en la zona de los valles, Vargas tenía un imperio económico.
37 Por esa época deben haberse casado sus hijas. Las dos únicas hijas de Mariano Vargas se
casaron con los dos únicos hijos de María Ana Centeno y Pedro Romainville (Matto
1954,194). Con eso, Vargas aseguraba para su descendencia un definitivo entronque
regional y una clara fisonomía de nueva burguesía. La vinculación con la sociedad
cusqueña estaba garantizada por el reconocimiento a doña María Ana Centeno. Ella era
hija del primer Director de la Casa de Moneda de Cusco, comerciante como vimos,
personaje político y social de primera línea en la nueva sociedad republicana, don
Anselmo Centeno. Centeno era además descendiente de la familia Centeno que formó
uno de los grupos familiares coloniales más importantes del sur (Glave y Remy 1983). La
suerte de Centeno sufrió un duro revés en 1839 cuando el general Torrico entró en
Cusco y, por los conocidos cupos que a los ricos demandaban las facciones militares y
por sus vinculaciones políticas en la época previa, sobre todo en la Confederación, tuvo
que dar una pequeña fortuna a los facciosos y luego fue desterrado 31. De regreso en
Cusco, María Ana contrajo matrimonio en 1842 con Pedro Romainville, comerciante
francés que llegó atraído por los negocios de importación y exportación que se abrían
en el sur andino. Su padre marchó a Lima dejando definitivamente el Cusco. Así,
Romainville y María Ana Centeno expresaban un grupo diferente que nacía; según
refiere Clorinda Matto, el enlace “chocó en exceso no sólo a la sociedad cusqueña, sino
también a los parientes de la señora, sabedores como eran de que la mano de María Ana
151
había sido solicitada por muchos hijos del Perú de distinguida posición y que más tarde
han ocupado elevados puestos en la política del país” (Matto 1954, 195). Ni la dama ni el
peregrino eran terratenientes ni tenían fortunas que unir, habiéndose lastimado el
patrimonio de los Centeno años antes.
38 El comerciante abría un oficio plebeyo si no estaba acompañado del señorío de la vieja
propiedad de la tierra. Pero, recordemos, Vargas no era muy diferente. Cuando los
Romainville se casan con las Vargas, ellos tenían ya una hacienda que María Ana
compró a un distinguido cusqueño, Juan Manuel Campero, el año de 1853 por 30,000
pesos que constituían su patrimonio familiar. Se trataba de Púcuto en Andahuaylillas,
provincia de Quispicanchis. Con esa hacienda, los Romainville unieron a la empresa de
Vargas el rubro de la producción de maíz. Si tenían el respaldo de la especulación
financiera y el negocio del aguardiente y los productos del valle, las ventas de maíz, en
un mercado fluctuante de antiguo régimen, podían resultar, bien manejadas, un buen
negocio también32. A diferencia de Vargas, los Romainville sí participaron en política,
dejando la dirección de la empresa al suegro. Ambos sin embargo, murieron jóvenes.
39 Mientras tanto, junto con su conversión en terrateniente, Vargas continuó en su ramo
comercial y financiero. En sus haciendas, hizo inversiones en los cañaverales pero sobre
todo en los trapiches, puso vaquerías, compró tierras o las arrendó en otras zonas
ecológicas para garantizar fuerza de trabajo. Aunque la documentación es parcial, con
la que hemos podido registrar podría hacerse un estudio de las relaciones laborales de
la empresa de Vargas con los campesinos y arrieros mestizos, pero no corresponde a
esta oportunidad. Ahora, concentraremos nuestra atención en la especulación
financiera y en el ramo comercial.
40 En un conjunto de papeles sueltos que pertenecieron a Vargas y a sus sucesores,
agrupados como “comprobantes de caja y recibos varios”33, encontramos documentos
de deudas vencidas de distintos comerciantes con Juan Manuel Garzón y Cía. entre
1868-1872. Figuran deudores de Santa Ana, Curahuasi, Urubamba y otras partes.
Normalmente se trata de “efectos de Europa”.cedidos a crédito a esos comerciantes con
compromisos de pago a plazo e interés del 1 % mensual por el tiempo que pase de lo
estipulado. Las variaciones son muchas: algunos establecen pagos semanales, otros son
de plazo perentorio, otros con intereses incluso más elevados. Esas letras o pagarés de
Garzón y Cía. terminaron en poder de Vargas. No figura ningún documento explicativo.
Otros documentos vendrán a explicarnos por qué.
41 En las cartas comerciales con Arequipa de un comerciante cusqueño que compraba a
crédito para vender en la región productos europeos34, entre 1879-1882, Mariano
Vargas aparece repentinamente. Las casas comerciales de Stafford, Braillard, Stamm y
Peterson y otras, principales vendedoras del comerciante cusqueño, trabajaban con
Vargas como agente. Vargas recibía mercadería y la vendía, siendo, a diferencia de
otros compradores a crédito, un agente comisionista que vendía los productos
obteniendo una ganancia del 3 % (Burga y Reátegui 1981, 25), para casas comerciales
como las de Sawers y Woodgate o Kaiser y Cía. También, era agente de otras más
grandes como Braillard, Forga, Stamm y Peterson y Zirold y Cía. Además de ello, Vargas
recibía dinero de mercaderes que pagaban deudas a esas casas comerciales. Eso
ahorraba el gasto en arrieros que llevaran el dinero a Arequipa o permitía cumplir con
plazos de pago y conservar el crédito con las casas comerciales. Por esas operaciones,
Vargas llevaba una “comisión de cobranza”.del 1 % pagado por los deudores. Otras
veces, “descontaba”.letras vencidas a las casas comerciales, haciéndoles efectivas las
152
la hizo hipotecar por 34,000 soles al 10 % anual, como arreglo a la deuda, por los
herederos de Melquiades Zaldívar40. El matrimonio, más allá de una alianza familiar, fue
también un arreglo financiero. Pero, el vínculo más importante de los descendientes de
Vargas fue el matrimonio de María Luisa Romainville con Benjamín de la Torre. Ambos
personajes, de indudable espíritu empresarial, formaron una empresa agrícola
comercial y manufacturera de la que ha quedado muy buena documentación. Mientras,
Carmen Vargas y sus hijos, la otra rama familiar, quedó con otros bienes y no
constituyeron como los La Torre Romainville, una sola empresa con características
modernas, como veremos a continuación.
Note11
Note22
Note33
“Para concluir les diré que la fábrica ha costado 300,000 soles y que el Dr. La Torre
quiere aplastar a los demás fabricantes en el interior”. Carta de D.F. Navarro a G.
Ricketts, Cusco 18.X. 1912 (Burga y Reátegui 1981, 137).
46 A las tres de la tarde del 25 de noviembre de 1895, en la casa # 19 del Portal de
Botoneros, en la ciudad del Cusco, propia del Dr. José Gabriel Ochoa, se presentó un
hombre en perfecto estado de salud que dijo llamarse Mariano Vargas, ser de 74 años de
edad, natural de Arequipa y vecino del Cusco. Presentó entonces su testamento ante el
notario haciendo presente lo que siempre sería su última voluntad. Pero pasaron
todavía diez años, hasta que el 21 de junio de 1905, su hija Carmen Vargas y el Dr. Don
Benjamín de la Torre su yerno, pidieron se abra el testamento al poco de la muerte del
viejecito que conoció Valcárcel. La acumulación había terminado, los sucesores debían
poner en operación una empresa. Una gran parte de los bienes quedó en poder de
Carmen Vargas y sus hijos. Entre ellos, el gran cañaveral de Huadquiña. Pero María
Luisa Romainville, casada ya con Benjamín de la Torre, conservó la más preciada
hacienda de Vargas, su centro de operaciones en los valles, el cañaveral de Huyro.
Además a ellos les correspondió también la hacienda Púcuto que comprara María Ana
Centeno a mediados del siglo XIX. Junto con esas dos grandes propiedades agrícolas,
154
SIGLAS UTILIZADAS
EN LAS REFERENCIAS DOCUMENTALES
51 AFA Archivo del fuero privativo Agrario.
52 AGN Archivo General de la Nación.
53 AHC Archivo histórico del Cusco.
54 CACSA Compañía Agrícola Cusco S.A.
55 LEG Legajo.
56 PROT Protocolo
57 RPC Registros Públicos del Cusco.
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NOTAS
1. El testimonio de Manuel Ugalde figura en un folleto editado en Cusco en 1882, titulado
DEFENSA DE GRANDES INTERESES NACIONALES, LIGADOS AL HONOR DE UN INDUSTRIAL QUE NO
ES PERUANO. El cuadro de Huyro se conservaba todavía hace unos años en la Casa cusqueña que
fuera de los descendientes de Vargas y ahora propiedad de la Cooperativa formada en la ex-
hacienda Huyro.
2. Todas las afirmaciones están sustentadas en nuestros estudios de Historia Agraria Colonial
Cusqueña, que se pueden ver en Glave 1980 y Glave y Remy 1983, a que nos remitimos.
3. Así lo sugiere Nils Jacobsen comentando el aludido estudio de Mörner, (1984,65).
4. AHC. Prot. Juan Clemente Jordán 1822-23, ff.376-80, testamento de Juan José Olañeta. La dote
de su mujer, María Josefa de Ocampo fue de 46,324 pesos. El giro de Olañeta era el comercio. En
1841, sus intereses estaban concursados por acreedores; Ver: La Libertad Restaurada, T. 3, # 44,
22.IX.1841, P.182.
5. Toda la información proviene de los Registros Públicos (en adelante R.P.C.) del departamento
de Cusco.
6. Así lo denuncia una nota anónima aparecida en El Demócrata Americano, # 225, 16.VI.1849. Los
indígenas llegaron a denunciar a Artajona ante el propio Gamarra que ordenó se les amparase,
incluso habiendo sido Artajona allegado suyo y autor de una biografía del Mariscal (Villanueva
1981, 276). A pesar de ello, las argucias legales favorecieron al nuevo latifundista, calificado por la
nota del Demócrata como “antiguo usurpador”.
7. Rueda estaba bien ubicado en la función pública, al punto que era apoderado del Mariscal
Gamarra en 1829. Vid. AHC. PROT. Juan Clemente Jordán 1827-30, f.452-459.
8. En 1860 se contaban todavía los de Pomacanchis, de Patricia Enríquez y Francisco Luna,
equipados con “calderas”; el de Lucre, de los Nadal, que se convertiría en fábrica unos años
después; los de Quiquijana de María Lorena y Juan Riquelme, y el de Huaro, de Rudecindo Jara
que proveía junto al ejército a los “ropavejeros de la ciudad”. Ver: Cabello 1860, 219-222.
9. AHC Prot. Pablo del Mar y Tapia 1847. La Compañía tenía oficinas en Cusco, entre las que
destaca la que fuera casa de Garcilazo (Gutiérrez 1981,157). La quiebra fue estrepitosa, Sanz se
suicidó en Limatambo y Gamarra, agobiado por las deudas, tuvo que vender la hacienda Sillque,
ganada por su padre como premio por su participación en la Independencia.
10. La Libertad Restaurada, T. III, # 43, Cusco 18.IX. 1841. P.178.
11. “Recurso que hacen los hacendados del Valle de Santa Ana al Esmo. Supremo Gobierno, a
consecuencia de la decadencia experimentada por los tratados de comercio con la República
Boliviana”. Firma Juan José Larrea, propietario de la hacienda Santa Ana, Cusco 27.10.1848,
Imprenta Republicana.
12. “Que en la actual matrícula practicada en el presente año mil ochocientos cincuenta y dos, no
ha alcanzado a la suma de las cantidades que arrojó en la anterior revista a causa de que las
haciendas de cocales y cañaverales se han encontrado en un completo deterioro: Y los indígenas
contribuyentes no tienen residencia fija por ser forasteros sin tierras y la mortandad es frecuente
con la opilación que los devora; Y además los vecinos moradores de las doctrinas Chaco, Echarate
y las misiones, se hallan exceptuados de toda clase de contribuciones bajo el amparo de la ley
especial de veinticuatro de mayo de mil ochocientos cuarenta y cinco”. AGN, Real Hacienda,
Tributos, H-4, Leg.634, f.101V.
13. Véase, por comparación, las “grandes acumulaciones”. de las que habla Sereni (1980, 187 y ss)
en la Unidad Italiana, presentadas con el Duque de Galliera.
158
14. Los datos familiares y de sus vinculaciones figuran en su testamento, hecho en 1895 y
protocolizado en 1905, año de su muerte, ante J. Romualdo Vega Centeno. El expediente lo ubiqué
en la que fuera Notaría Pública del Dr. Osear Zambrano, bajo la catalogación: Legajo 10, Exp. 21,
1907-1908, tomo de testamentos. En adelante lo citamos como testamento.
15. Datos del Libro de Facturas, Remisiones y Cuentas Corrientes. Año 1821, de Juan Bautista
Cernadas, manuscrito.
16. ACH. Prot. Juan Clemente Jordán 1832-33, ff.376r-380V.
17. B Demócrata Americano # 172, Cusco, 16.VI.1848.
18. AHC. Prot. Juan Clemente Jordán 1858-59, f.545, también en testamento, f.6r.
19. El Comercio, Año II, # 108, 12.X.1898, p.3.
20. El Comercio, Año II, # 96, 9.V. 1898, P.4; la adquisición de Tarabamba fue legalizada en 1896, por
permuta de una deuda de la señora Rosa Artajona por 3,696 soles que Vargas conmutó por la
hacienda. Ver: AFA. CACSA, LEG. 160, y LEG. 272. Acá, conviene señalar que era Ollantaytambo y
Maras que tenían una vieja relación (Glave y Remy 1983), de donde se reclutaban peones y sobre
todo arrieros para sacar productos del valle. Ver ese tipo de contratos en AFA, CACSA, LEG. 272.
21. RPC. Tomo 65, f.35.
22. La Libertad Restaurada T.3 # 44, Cusco 22. IX 1841, P.182.
23. AFA, CACSA, LEG. 161.
24. Como el caso de los enfrentamientos entre Orihuela y La Torre por el paso del ferrocarril por
el Cusco (Varcálcel 1981, Tamayo 1978). Tras los cuales se agrupaban, respectivamente, Ferro y el
grupo de los Vargas al que pertenecía Benjamín La Torre, esposo de María Luisa Romainville.
Además, las disputas electorales, los libelos y otros, más bien, folklóricos enfrentamientos.
25. AHC, Prot. Juan Clemente Jordán 1858-59, F.545.
26. Así lo señala en su testamento. Ver también: AHC. Prot. Juan Clemente Jordán 1858-1859, f.580.
La deuda más grande fue con Francisco Garmendia, por cerca de 20,000 pesos al 10 % anual.
También, con José Valcárcel se endeudó por casi 5,000 pesos, hipotecando unas tierras en
Abancay que ya había comprado de Mariano Carrasco, como parte de su estrategia de usar !a
tierra como depósito o garantía para obtener prestigio y dinero. Por otro lado, el protocolo citado
muestra a Francisco Garmendia en su apogeo como terrateniente y financista.
27. Ver AHC. Notaría de Urubamba. Za figuraba como “cacique”. y “alcalde”. de españoles en
Vilcabamba y los valles.
28. AHC. Prot. Manuel A. Gamarra 1869-1870, f.407.
29. RPC. Tomo III f.125
30. AHC. Prot. Manuel Gamarra 1869-70, f.233.
31. Basadre (1968, II 175) señala que Torrico hizo dar azotes a Centeno por negarse a dar dinero.
El historiador de la República confirma los datos de Clorinda Matto (1954, 194-95) que seguimos
en nuestra exposición.
32. Los documentos en AFA, CACSA, LEG. 266 con instrumentos legales y, sobre todo, Leg. 1 y Leg.
2 con correspondencia comercial que muestra ese manejo empresarial y la unificación de la
empresa familiar.
33. AFA, CACSA, LEG. 272, años 1862-1933.
34. Utilizamos el Libro Copiador de cartas comerciales de José Vicente González. El documento y
otros de sus archivos pude consultarlos gracias a la generosidad de los señores Polo y la Borda
González, a quienes agradezco profundamente en esta oportunidad. Nuestras afirmaciones se
basan en estos documentos. Se puede ver correspondencia similar en documentos de AFA, como
los utilizados por Burga y Reátegui (1981).
35. AHC. Tesorería fiscal, libro copiador de correspondencia # 13, ff. 171-172. Ver también AFA,
CACSA, LEG. 1, 1886, donde Gibson figura también entre los relacionados financieramente con
Vargas.
36. Testamento, f. 5r.
159
37. La primera operación que he registrado de Vargas como agente es en 1883. Una hacendada
hipotecó su propiedad a la seguridad del pago de 5,080 pesos a José María Gayoso en 1876. Gayoso
vendió su derecho al Banco de Arequipa que por intermedio de su administrador, Mariano
Vargas, acepta el trato en 1883. RPC. Tomo 3, f. 126.
38. AFA, CACSA, LEG. 1.
39. Junto con Vargas, ejercieron esa función financiera otros comerciantes de origen extranjero,
como Abraham Teodoro Sumar (“natural de Palestina”), que podía hacer préstamos en efectivo
relativamente grandes. También Juan Bautista Lecaveratz, que en 1898 cobraba intereses del 18 %
y con la hacienda Urco en Calca, hizo un “cercamiento financiero”.que podía llegar al 24 % del
valor de la hacienda. Junto con ellos tenemos a las casas comerciales arequipeñas, que
prescindieron de la mediación de Vargas y buscaron más bien obtener de esa manera productos
agrícolas para la exportación, como Emmel y Gibson. Finalmente, algunos conventos, como el de
Santa Clara, volvieron a ser, en menor escala, los piadosos recursos financieros en que se
constituyeron a fines del siglo XVII.
40. RPC. Tom. 2, f.226.
41. La información que usamos proviene de un Libro Copiador de cartas entre María Luisa
Romainville viuda de La Torre y sus administradores hacia 1917, que logramos ubicar en
papelerías cusqueñas. Junto con otros de esa época, no llegó a incorporarse en los documentos de
esa empresa que se conservan en AFA bajo el fondo de lo que fue la Compañía Agrícola Cusco
(CACSA), formada en 1949. El fondo AFA, CACSA tiene documentación parcial de las operaciones
de Vargas y luego de La Torre y María Luisa Romainville, pero es muy importante para lo
referente a la Compañía que fundaron los hijos de ellos.
NOTAS FINALES
1. Hijo de Pedro Centeno, último corregidor de Calca.
2. Comerciante francés, afincado en el Cuzco.
3. Hijo de Benigno La Torre, nieto de Pablo del Mar y Tapia y Baltazar La Torre, une el patrimonio
de los La Torre al de los Romainville Vargas.
RESÚMENES
Se plantea, en primer lugar, que las “independencias relativas” de cada región dentro del gran
espacio del sur no pueden dejar de lado, para una adecuada comprensión de la dinámica espacial,
la imbricación histórica de estos espacios regionales, incluyendo la actual República de Bolivia.
En segundo lugar, se insiste en la necesidad de investigar sobre el desarrollo del mercado interno
del sur, en términos de proceso de formación, sin postular que se llega a una culminación
repetitiva de los modelos clásicos del capitalismo.
Finalmente, se afirma el papel central que jugó el capital comercial y la usura en la conformación
de una nueva estructura productiva y en el proceso de formación de un mercado interno por
“mercados regionales yuxtapuestos”, recalcando la hipótesis de que entre 1880 y 1930 se
presentaron condiciones de una acumulación primitiva de capital y el surgimiento de una burguesía
regional que, por trabas que están por estudiarse en mayor profundidad, no logró consolidar su
actuación.
160
On explique en premier lieu que les “indépendances relatives” de chaque région dans le cadre du
grand espace du Sud ne doivent pas faire oublier, afin de comprendre correctement la dynamique
spatiale, l’imbrication historique de ces espaces régionaux, l’actuelle république de Bolivie incluse.
En second lieu, nous insistons sur la nécessité de recherches sur le développement du marché
intérieur du Sud, en termes de processus de formation, sans supposer que l’on en arrive à une
répétition des modèles classiques du capitalisme.
Enfin, nous affirmons le role central joué par le capital commercial et l’usure dans la constitution
d’une nouvelle structure productive et dans le processus de formation du marché interne par
“juxtaposition de marches régionaux”, en reprenant l’hypothèse selon laquelle entre 1880 et
1930 se présentèrent les conditions d’une accumulation primitive de capital et l’apparition d’une
bourgeoisie régionale qui ne réussit pas à se consolider, en raison de difficultés qu’il reste à étudier
plus profondément.
161
Nelson Manrique
I INTRODUCCION
7 En el Perú, la primera centuria de vida republicana estuvo profundamente marcada por
una fuerte fragmentación regional. La Independencia rompió la articulación antes
existente en torno al proyecto colonial, sin que la débil burguesía peruana pudiera
forjar un proyecto de integración nacional alternativo. Las distintas regiones se
cerraron sobre sí mismas, logrando articularse algunas de ellas en torno a la
explotación de algún producto de exportación (fibras y lanas en el sur andino, plata en
la sierra central y guano y cultivos de exportación en Lima y la costa norte), mientras
que otras zonas entraron en un largo período de estancamiento, caracterizado por el
predominio del latifundio feudalizante y la expansión del ámbito de la economía
natural y de la producción de autosubsistencia.
8 En la presente ponencia nos proponemos abordar el análisis del proceso de
conformación de una región socio-económica, constituida en la sierra central peruana a
partir de la crisis post-independentista. Si bien hemos delimitado un período temporal
que abarca un siglo, los procesos vividos en ese período sólo son inteligibles situándolos
en un ámbito temporal más amplio: el de la larga duración. De allí que no nos
circunscribamos al período señalado sino que, cuando el tema lo demande, nos
remitamos a una perspectiva temporal más amplia.
9 Una segunda advertencia es que al abordar nuestro tema no nos hemos circunscrito a
los fenómenos económicos. Si bien éstos cumplen la función decisiva en el proceso de
constitución de la región, la forma particular en que se desenvuelven está
profundamente marcada por circunstancias extraeconómicas, cuya caracterización es
necesaria. Hemos prestado particular atención por ejemplo, al factor homogeneidad-
heterogeneidad cultural, porque consideramos que en su presencia se encuentra una de
las claves fundamentales para situar correctamente el problema regional, tal cual se
plantea hoy día. Las regiones no emergen en un vacío histórico, como parecen considerarlo
determinados análisis que, al abordar el problema regional, limitan éste a la
problemática de la expansión del capital. Que a este último fenómeno le otorgamos la
debida importancia, queda consignado por el enfoque que hemos elegido, al asumir
como hilo conductor del análisis el desarrollo del mercado interior. La regionalización
contemporánea, sin embargo, se superpone sobre anteriores procesos de
163
regionalización que, en algunos casos cual es, por ejemplo, el del área huanca, tienen un
milenio de continuidad histórica. En otros casos, la nueva regionalización desarticula
aquella anteriormente existente. El desarrollo del capital fragmenta entonces espacios
antes integrados, creando nuevas articulaciones que no siempre pueden consolidarse
sin conflicto. Lo cual nos remite, nuevamente, al problema de las relaciones entre la
economía y la cultura en la constitución de las regiones.
10 La región constituye un punto de encuentro entre la historia y la geografía, lo cual
hubiera invitado a tratar más en detalle las relaciones entre las sociedades y la ecología,
tema que no abordamos, por haberlo tratado en publicaciones anteriores.
11 El grueso de la información sobre el proceso de articulación entre el valle del Mantaro y
la región minera de Cerro de Pasco y Huarochirí proviene de dos avances de
investigación que publicamos hace algunos años, como parte de una investigación
mayor que venimos trabajando: El desarrollo del mercado interior en la Sierra Central.
Primera Parte. La expansión terrateniente en ¡a preguerra (1830-1879). (Lima, 1978) y El
desarrollo del mercado interior en la sierra central. Segunda Parte: la guerra del Pacífico y la
crisis de la fracción terrateniente (1880-1887). (Lima, 1979). Sobre la significación de la
guerra con Chile para el proceso de la región central hemos publicado un libro
(Campesinado y nación: las guerrillas indígenas en ¡a guerra con Chile, Lima, 1981) y un
conjunto de artículos que se citan en la bibliografía general. La información sobre
Huancavelica proviene de una investigación que venimos desarrollando sobre el
proceso de las haciendas y comunidades en la región entre los siglos XVI y el XX.
de Pasco, de la cual era complementaria por su minería. En 1864 surgió una quinta
provincia, al escindirse Jauja y crearse la provincia de Huancayo, que con sus ocho
distritos y 53 mil habitantes había adquirido una dinámica económica que hacía
insostenible su subordinación a una ciudad que, al contrario que Huancayo, venía
dando evidentes muestras de estancamiento2.
16 En 1869 Huánuco se autonomizó, pasando a conformar un nuevo departamento y,
finalmente, en 1931, una nueva escisión de la cual emergió el departamento de Cerro de
Pasco, permitió a Huancayo —originariamente una modesta llacta y aun un pequeño
pueblo a inicios de la República— acceder a la condición de capital del departamento de
Junín. No le faltaban títulos para ello; era en ese entonces una próspera ciudad que
atravesaba una acelerada expansión, que la llevaría finalmente a constituirse en una de
las ciudades más importantes de la sierra peruana e, indudablemente, la más
importante desde el punto de vista de su intensa actividad comercial.
17 ¿Fueron este conjunto de redefiniciones territoriales simplemente fruto de las
decisiones más o menos arbitrarias de las sucesivas burocracias republicanas, o es que
hay procesos socio-económicos más profundos como sustrato de las opciones
asumidas? Responder a esta interrogante obliga a abordar el análisis de los cambios
operados en la economía regional en el período y su impacto en la redefinición del
espacio regional.
imperante en otros valles interandinos, donde la norma era la sujeción feudal de los
indios sometidos a la hacienda tradicional.
32 El otro elemento fundamental a resaltar es la generalización de los intercambios
mercantiles.
33 El valle del Mantaro tiene una larga tradición mercantil. La feria dominical de
Huancayo, la más importante de la sierra peruana, se fundó en 1572, conjuntamente
con el pueblo, y por la estratégica ubicación que tiene éste como centro de confluencia
de múltiples vías de comunicación, ha ido incrementando constantemente su
dimensión e influencia.
34 Es de señalar que son las comunidades campesinas las grandes animadoras históricas de
la feria. A su vez, el incremento de las relaciones mercantiles empuja hacia la especializ
ación productiva e incrementa la división social del trabajo. Surgieron así las especializ
aciones artesanales de las diferentes comunidades campesinas, ya registradas en el
siglo pasado. Así, Cajas, Hualhuas y Viloy, se dedicaban a la tintorería: Huancán
producía suelas; Huari pieles de vicuña; Paccha sombreros, manguitas y fajas de lana;
Chupaca, Sicaya y Ahuac se dedicaban a la arriería; Sapallanga a la textilería; San
Jerónimo producía silletas, etc.
35 En la época republicana, el valle del Mantaro ha preservado su identidad, pese a
incorporarse crecientemente a la economía mercantil. La evolución de la música
regional ofrece valiosas pistas para analizar este proceso. Instrumentos musicales
usados ampliamente hasta el siglo pasado como la chirimía, el huauco y el pinkullo han
desaparecido, y en su lugar hoy se utilizan instrumentos occidentales (arpa, clarinete,
saxofón, violín). Sin embargo, esta importación de instrumentos no ha sacrificado la
identidad cultural propia. Por el contrario, estos instrumentos han sido ganados a la
ejecución del huaylash, la chonguinada, el toril, la muliza. La presencia del capitalismo no
ha amenazado pues, la identidad de una economía campesina sólida.
39 Durante este período, el valle del Mantaro se articuló fuertemente con el eje minero
Cerro de Pasco-Huarochirí. A ello contribuyó la crisis económica precipitada por la
campaña independentista. Conviene recordar que, ante la amenaza que las fuerzas
patrióticas representaban para el ejército realista, el Virrey La Serna abandonó la
capital en 1820, replegándose al valle del Mantaro, que se convirtió en el cuartel
general de las fuerzas españolas, durante los cuatro años siguientes. La sierra central
debió soportar en ese período seis campañas militares y las maniobras de dos ejércitos
y un número indeterminado de montoneros y de fuerzas guerrilleras que, a través de
sus cupos y represalias, provocaron el colapso de la agricultura, la minería y la
ganadería.
40 Terminada la guerra, la agricultura y la minería se recuperaron rápidamente, debido a
que eran actividades que se desarrollaban con una incipiente tecnología y que no
necesitaban de grandes inversiones para recuperarse. Otra era la situación de la
ganadería pues el capital pecuario, diezmado por las fuerzas contendientes que se
aprovisionaban sobre el terreno, no podía reponerse sino a través de grandes
inversiones. La fracción terrateniente golpeada por la guerra no contaba con recursos
para abordar esta tarea, por lo cual recurrió crecientemente al endeudamiento,
hipotecando sus tierras. Esto permitió a los mineros-comerciantes que actuaban en
torno a la minería regional, orientar crecientemente sus recursos hacia el
arrendamiento y luego hacia la adquisición de tierras en las zonas ganaderas aledañas
al valle del Mantaro. Se constituyó así, a lo largo del segundo tercio del siglo XIX, una
fracción minero-comercial-terrateniente muy dinámica que se benefició, además de su
relativa cercanía a Lima, el mercado urbano más importante del país 10.
41 Queremos relevar tres peculiaridades de este proceso. En primer lugar, la expansión
territorial terrateniente a lo largo del siglo XIX no afectó a las comunidades campesinas.
Los nuevos terratenientes emergieron de la ruina de los antiguos, pero no hubo una
ofensiva terrateniente contra las comunidades, como sí se vivió por el mismo período
en la sierra sur. Este hecho puede atribuirse a la fortaleza de la economía campesina
comunal, sobre la que ya hemos escrito, a la intrínseca debilidad de una fracción
terrateniente internamente dividida y a la existencia de tierras vacías, es decir reservas
de pastos al interior de las haciendas, que permitieron en esta etapa expandir la
producción sin tener que recurrir a la captura de nuevas tierras.
42 En segundo lugar, si bien la ganadería desarrollada en el período fue en sus inicios
tributaria de los capitales mineros, pronto fundó su propio circuito de acumulación. A
ello contribuyó la inflación provocada en Lima por el boom guanero y la carestía de
alimentos provocada por la expansión de los cultivos de exportación (azúcar y algodón)
en los alrededores de la capital. Hacia fines de la década del 60 se observa un
movimiento contrapuesto en las inversiones en minería y ganadería. A medida que
aquellas declinan, éstas se incrementan. Esto podría encontrar explicación en la gran
caída del precio de la plata en el mercado mundial, provocada por el incremento de la
producción argentífera californiana y las ventas masivas de plata realizadas por el
gobierno alemán11. Mientras la rentabilidad de las inversiones en minería declinan, las
de la ganadería se elevan, por las razones anotadas. Pero esta transferencia de capitales
no constituía simplemente una modificación en la dimensión de las ramas productivas
señaladas. Representaba, además, un traslado espacial del eje de la economía regional del
norte minero al sur ganadero, de Cerro de Pasco al valle del Mantaro.
169
51 Volviendo al valle del Mantaro, la liquidación de su independencia a inicios del siglo XX,
representó el final de un proceso que, creemos, se orientaba a la creación de las
condiciones para un desarrollo regional capitalista autónomo. La fracción hegemónica
regional liquidada representa un caso excepcional por su espíritu empresarial, que
rebate la supuesta “mentalidad rentista” y la “aversión al riesgo”, que serían elementos
dominantes de la herencia colonial. Su ruina se debió, más bien, a un exceso de audacia.
Buscando modernizar la explotación pecuaria y diversificar sus actividades económicas
se embarcó, antes de la guerra, en tal dinámica de inversiones que sus créditos
impagos, por la ruina provocada por la guerra con Chile, abrieron el camino a su
desposesión por la oligarquía limeña15. Aclaramos que no aseguramos que de no mediar
la guerra, tal proceso hubiera triunfado. El enfrentamiento con las comunidades
campesinas, imprescindible para crear un mercado de trabajo libre, hubiera requerido
una cohesión y fuerza de la fracción dominante regional, que estaba aún por crearse
cuando el proceso se frustró. Su derrota, sin embargo, no invalida su importancia.
También son parte de la historia —y es bueno recordarlo— las derrotas.
52 La última gran modificación del espacio regional centroandino fue provocada por el
desarrollo de la minería de la Cerro de Pasco Corporation. Esta, a diferencia de la
desarrollada por los mineros regionales durante el siglo XIX, tuvo como eje la
producción de un nuevo mineral, vuelto estratégico por la segunda revolución
industrial que acompañó a la emergencia del imperialismo: el cobre. El proceso de éste
representó toda una revolución tecnológica, con relación a la explotación en pequeña
escala anteriormente existente y actuó como un poderoso motor de la desintegración
de esta actividad con relación a la economía regional.
53 Con excepción de la fuerza de trabajo —y la elevación de la composición orgánica del
capital redujo su importancia relativa— los demás factores de producción provienen de
fuentes extrarregionales. Tal es el caso de la procedencia de los capitales, maquinaria,
insumos, tecnología, combustibles, patentes, etc16. La creación de su propio latifundio
ganadero redujo, asimismo, la demanda de alimentos, y la ausencia de una industria
regional que demandara sus productos (cobre, plomo, zinc, plata, etc.) impidió su
integración regional vía los flujos de salida.
54 La ubicación espacial dejó de jugar un rol determinante con la generación de la nueva
infraestructura ferrocarrilera, que articulaba los centros de producción con Callao, el
puerto de embarque. De allí que la explotación de una gran mina en Huancavelica, de
propiedad de la Cerro, la mina Cobriza, no creara ningún efecto integrador: el mineral
extraído atravesaba el valle del Mantaro, en tránsito, pero su destino final estaba en el
extranjero, revirtiendo, incluso, los fletes en una compañía extranjera, la Peruvian
Corporation.
55 Se entiende pues que la provincia de Cerro de Pasco se articulara directamente con
Lima (Callao), rompiéndose la articulación regional con el valle del Mantaro. No era ya
coherente la persistencia de la unidad político-administrativa existente desde el siglo
XIX y menos aún cuando la expansión del comercio en Huancayo generaba el desarrollo
de un poderoso eje económico en el valle del Mantaro, sin mayor relación con la zona
norte y Cerro, como la capital departamental. La escisión del departamento de Junín
con la creación del departamento de Cerro de Pasco y la elevación de Huancayo al
rango de capital de Junín, en 1931, sancionaron esta nueva situación.
172
CONCLUSIONES
56 El desarrollo de la nueva regionalización, impulsada por el capital en su fase
monopólica durante el siglo XX, ha terminado de desarticular definitivamente el espacio
regional produciendo un tipo de integración radial con Lima, fenómeno más o menos
similar al operado en otras regiones del país, cuya consecuencia más dramática es la
centralización y concentración de los recursos en la capital, en un extremo, y la
descapitalización en recursos y en hombres y la desarticulación de las regiones en el
otro.
57 La integración contemporánea de la provincia huancavelicana de Tayacaja al área de
influencia efectiva de la economía del valle del Mantaro plantea otro tipo de problemas:
estas dos zonas están separadas por más de un milenio de historia; la diversidad
cultural es muy profunda e incluso la sociedad indígena no tiene un vehículo lingüístico
común, pues los quechuas que se usan en una y otra zona son idiomas ininteligibles entre
sí. La desarticulación de Tayacaja de su matriz histórico-cultural originaria y su
integración a la de la cultura huanca plantea problemas cuya dimensión aún no
podemos caracterizar, pero cuya existencia es importante registrar.
58 Debate sobre las ponencias de:
Luis Miguel GLAVE Agricultura y capitalismo en la Sierra Sur del Perú (fines del
siglo XIX y comienzos del XX)
Nelson Desarrollo MANRIQUE del mercado interior y cambios en la demarcación
regional en los Andes Centrales del Perú (1820-1930)
59 Jean Piel
60 Le agradezco mucho a Nelson porque creo que con su comunicación estamos al centro
de nuestra problemática bajo la forma específica de lo regional. Nos has dado una
lección de historia: cómo se conforma históricamente una región, es claro, una
problemática que nos interesa a todos. ¿Cómo se conformó la región antioqueña en
Colombia? Se supone que posiblemente habían métodos similares para analizar una
realidad diferente: todo ese juego de intereses, de flujos mercantiles, de intereses
centrados en la región o fuera de la región. Sí, estamos realmente en el problema de las
consecuencias regionales de la formación nacional. Ojalá publiques pronto. Porque en
este debate de la región casi siempre no se analiza lo que es una región. Tú lo hiciste; el
conocimiento racional, real de lo que es la región.
61 Germán Colmenares
62 Quisiera retomar la exposición de Luis Miguel Glave. Con respecto a Arequipa, que tiene
un desarrollo capitalista que vincula regiones marginales mediante procesos complejos
por la exportación de lanas que tienen mercado en Inglaterra, el Cusco aparecería en la
región cusqueña con una cierta autonomía; pero se me ocurre (por los ejemplos que has
dado) que pura y simplemente el Cusco parecía obedecer a una lógica precapitalista. Es
decir, el hecho de que haya concentraciones de riqueza y no de capital, el hecho de que
una persona integre varias actividades mediante varios mecanismos … Entonces surge
el problema: mientras Arequipa, como centro exportador con casas comerciales
inglesas, logra “articulación” con formas precapitalistas, parece que el Cusco
173
mucho más económico el transporte vía ferrocarril a Lima y por cabotaje que el
trayecto de catorce días hasta Lunahuaná en acémilas. Ahora, esas comunidades no
tienen una tradición artesanal sobre la cual poder reorganizar su economía. Sicaya va a
empezar a producir a nivel semi-industrial ropa confeccionada y hasta ahora se
comprueba que el grueso de ropa confeccionada que se vende en la feria de Huancayo
proviene de Sicaya. Y Chupaca, eso es más interesante, se especializa en la producción
de servicios; se instala una Normal, Chupaca es un gran productor de maestros para la
sierra central, y lo otro, guardias civiles. Un poco en broma, en Chupaca dicen que no
hay puesto de Guardia Civil en el Perú donde no hay algún chupaquino. Pero me parece
una forma original de respuesta a una modificación estructural.
73 La otra cosa que quería señalar con relación a la hipótesis planteada por Arguedas y que
de alguna manera creo que nos llevaría a repensar la cuestión ésa de la relación entre
haciendas y comunidades es algo muy contemporáneo. A partir de la Reforma Agraria,
estoy hablando de la zona de Huancavelica, particularmente de la zona de la provincia
de Acobamba, se ha dado un fenómeno bastante curioso y que quería señalar
brevemente a partir del contrapunto de dos ciudades: Acobamba, que ha sido la capital
histórica y Paucará. Según el censo de 1972, Paucará tenía 1400 habitantes y Acobamba,
algo como 2400. La Reforma Agraria en Huancavelica comienza en 1972. Nueve años
después, en 1981, Acobamba ha crecido en 55 habitantes, mientras que Paucará ha dado
un salto de 1400 a algo así como 7000 habitantes y se ha convertido en la segunda
ciudad del departamento, porque la capital departamental tiene 21000 habitantes. ¿Qué
explicación tiene esto ? : Paucará tiene una feria dominical; los antiguos ex-feudatarios,
actualmente comuneros, tienen el excedente económico, que antes entregaban como
renta a los terratenientes y que en este momento se canaliza por la feria y gastos que se
hacen en la feria. Y lo más notable: hemos hecho una lista de las nuevas comunidades y
encontramos que hay un incremento aproximadamente de un 17% sobre las antiguas
comunidades que existen, que son ex-haciendas convertidas en comunidades. Es más,
tomando el caso de la comunidad de Huayanay, que he venido trabajando, pasa que en
1948 esta comunidad fue tomada durante un año con huelga de los trabajadores,
exigiendo ser convertida en comunidad. En 1964, aprovechando la primera ley de
Reforma Agraria de Belaunde, toman la hacienda, son obligados a abandonar las dos
terceras partes, pero la tercera parte queda en poder de los campesinos que se
organizan en comunidad. Y ya con el gobierno de Velasco y la Reforma Agraria, tienen
que enfrentar a la burocracia del SINAMOS que quiere imponer una organización
cooperativa, vencerla e imponer finalmente su comunidad y ser reconocida en 1976
como tal. Ahora, la pregunta que planteo es la siguiente y me parece otro tema
importante a discutir: ¿qué es lo que facilita este tránsito de hacienda tradicional,
durante trescientos años, a comunidad? Creo que hay aquí una cosa que revisar: nos
hemos estado guiando con un esquema, lo que se ha denominado el triángulo sin base,
según el cual se suponía que el hacendado aseguraba su poder sobre los campesinos
estableciendo un tipo de relación con cada campesino, que fragmentaba, es decir,
impedía la relación entre los distintos campesinos. Por lo tanto, el triángulo no tenía
base, y en su relación con el mundo exterior, llámese éste mercado, llámese justicia,
llámese crédito, etc., … el hacendado se convertía en el vértice, el intermediario
imprescindible entre los campesinos feudatarios. Creo que este esquema no funciona en
la vida real. Y por una razón muy simple: antes de entregar renta, estos campesinos
tienen que garantizar su propia subsistencia y garantizar su autosubsistencia supone
organizar la producción y la economía campesinas que no funcionan si es que no hay
175
demuestran que la zona sur del valle del Mantaro es una frontera lingüística
fundamental; esto lo he comprobado directamente. Si uno toma un habitante quechua
de Pucará que está a la entrada del valle del Mantaro (es uno de los últimos pueblos), y
toma otro de Ñahuinpuquio, que está a 15 kilómetros, los quechuas que hablan son
ininteligibles entre sí. No son dos dialectos distintos, sino son dos idiomas diferentes.
Ñahuinpuquio ya pertenece a Huancavelica. Mientras tanto hemos podido comprobar,
como lo señalaba Torero, y lo hemos comprobado experimentalmente también, que el
quechua que se habla en el sur desde Huancavelica hasta Puno (estoy hablando de la
zona peruana, y no voy más allá por ignorancia), con variantes dialectales, es inteligible
entre sí; se trata de un mismo idioma con variantes dialectales. Según las Relaciones
Geográficas de Indias, se encuentra que la región al sur del valle del Mantaro, esto es, el
límite histórico de la confederación Chanca, es una confederación de pueblos
profundamente fragmentados, étnicamente hablando. Que es más, por la política de
conquista incaica fueron aún más fragmentados. Para dar un ejemplo: en la zona de
Acobamba, de la que hemos hablado hace un rato, que pertenecía a la nacionalidad
denominada Angaraes, los angaraes están divididos en astos y chacas, pero además el
estado colonial incaico les mete quispicanchis del Cusco, indios huaros de Huarochirí,
indios de Cajamarca, indios cañaris del Ecuador; son algo así como seis o siete etnias
distintas que fragmentan aún más el mosaico étnico existente. Adicional-mente, al
principio, la mina de Santa Bárbara de Huancavelica funciona principalmente a través
de la mita, es decir gente que va a trabajar por turnos. Pero —esto lo va a demostrar
Carlos Contreras en un trabajo editado recientemente— hacia mediados del siglo XVII se
va dando una gradual sustitución de los indios mitayos por indios alquilos, indios
alquilos que radican en la zona, indios que provienen de otra parte, que van a radicar a
Huancavelica y que van a complejizar mucho más el mosaico cultural. Lo que quiero
decir es que la identidad indígena en Huancavelica se ha constituido propiamente en
estos últimos cuatro siglos; lo cual marca una diferencia radical con el valle del
Mantaro, que ha sido el asiento tradicional de la nacionalidad huanca. ¿Cuándo se
puede datar el punto de origen de esta nacionalidad? De acuerdo a los estudios del
doctor Torero, aparentemente a partir del siglo nueve, que es el momento en que el
quechua huanca se diferencia del tronco del quechua originario. Para la época de la
conquista, los huancas conforman una sola nacionalidad dividida en tres señoríos: los
ananhuancas, los lurihuancas y los atunxauxas, pero pertenecen a una sola unidad
étnica. Entonces, a diferencia de la zona de Huancavelica y de Ayacucho, la zona del
valle del Mantaro va a tener homogeneidad étnica, que sumada a la fuerza de la
economía campesina va a producir una expresión cultural muy vigorosa. Dos ejemplos
que pueden ilustrar eso: uno que ha sido señalado por José María Arguedas: del siglo
pasado al siglo presente han desaparecido una serie de instrumentos tradicionales
como eran el huauco, el pinkullo, la chirimía (la chirimía, era tradicional pero no
autóctona). ¿Por qué han sido sustituidos actualmente en las orquestas típicas? Por el
saxofón, el clarinete, el violín, el arpa. Y, sin embargo, se han podido asimilar esos
instrumentos europeos a la expresión de las mulizas, los huaynos, el huaylarsh, la
chonguinada, es decir el conjunto de manifestaciones culturales regionales. Se asimila
la tecnología, pero no se pierde la identidad cultural. Y en segundo lugar, más o menos
si uno mapea culturalmente, la muliza la encuentra tanto en Cerro de Pasco, como
también en la sierra de Lima. La muliza ha entrado con fuerza. Y bromeando,
compañeros, colegas de Ayacucho, hablan del imperialismo huanca, en términos de la
pegada que tiene particularmente el huaylarsh que en este momento abarca un
177
territorio bastante mayor que el del valle del Mantaro. Entonces coincido, relacionemos
a esa fortaleza económica con una sólida base cultural, basada en esa homogeneidad
étnica de la que hablaba.
78 Ernesto Yepes
79 Yo hago una última pregunta, una pregunta sobre lo que estuvo hablando Jean Piel y lo
que ha planteado Nelson no es solamente la creación de un espacio regional, sino en
cierto modo su desequilibración. En eso quisiera insistir un poco: la creación y el fin del
valle. Porque en la exposición se plantea inicialmente, previos al desarrollo capitalista,
un desarrollo pre-capitalista de un cierto modo armónico, articulado pero sostienes
que, incluso previos a la irrupción del capital imperialista, hay también intentos
frustrados de desarrollo capitalista, es decir que pudo a partir de la estructura pre-
capitalista desarrollarse y no hace tanta falta que no se haya desarrollado. Por ello te
pregunto lo siguiente: ¿es el capital imperialista el que logra desarrollar esto? La
pregunta es si este desarrollo capitalista en el valle, desarrollado a partir de la
penetración imperialista, pudo haber sido diferente; es decir que el capitalismo no trae
este tipo de desarrollo en que se encontró la región. Salvo que implícitamente se esté
pensando, que de no haber mediado el capital imperialista allí quizá hubo la posibilidad
de desarrollo de capitales locales; en cuyo caso me permitiría sugerir entonces que
habría que cambiar la propuesta a que el desarrollo por capitales locales hubiese sido
articulado, a diferencia del desarrollo imperialista que desarticuló; o es solamente
desarrollo pre-capitalista que propone para esta región un desarrollo articulado.
80 Nelson Manrique
81 La pregunta se plantea en el terreno de la especulación histórica; obviamente. Un poco
es tratar de imaginar qué sucedería si no hubiese habido guerra del Pacífico, si no se
hubiese invadido la región y hubiese habido la posibilidad de esta confrontación, por la
creación de un mercado de fuerza de trabajo en la región. Obviamente, no pienso que
eso hubiese llegado a convertir el Perú en una potencia imperialista. Hubiera sido
avasallado antes o después, en todas y cada una de sus regiones. Pero creo que la
estructura social regional tendría una fisonomía diferente a la que tiene ahora. Por
ejemplo, el hecho de que se diese de esta manera ha condicionado que la élite local
actual tenga un carácter comercial. Lo que quedó como eje de desarrollo, el espacio que
le quedó a esa élite, fue el comercio, subordinado al capital minero, capital imperialista.
82 El siglo XX es el siglo del desarrollo del capital imperialista y el capital entra allí donde
hay condiciones de rentabilidad. Por eso entra en el valle del Mantaro y no entra, por
ejemplo, en la zona de Acobamba con la misma fuerza. El resultado final, en términos
de la subordinación a la lógica imperialista no se hubiese modificado. Pero
internamente para la región yo creo que sí hubiese planteado un panorama social
distinto. Qué características tendría éso, no lo puedo decir, no lo sé, no puedo
especular. Pero estoy seguro de que no sería el que existe en este momento.
178
BIBLIOGRAFÍA
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Investigación, Lima.
NOTAS
1. ESPINOZA SORIANO, Waldemar: Enciclopedia departamental de Junín. TI, Huancayo, 1973, p. 232.
2. MANRIQUE, Nelson: Campesinado y nación: las guerrillas indígenas en la guerra con Chile, Lima,
1981, pp. 15-16.
3. TORERO, Alfredo: “Lingüística e historia de la sociedad andina” en El reto del multilingüismo en el
Perú, Lima, 1972, p. 85.
4. CONTRERAS, Carlos: La ciudad del mercurio. Huancavelica 1570-1700, Lima, 1982, p. 62.
5. A inicios del siglo XX, la lixiviación se utilizaba incluso en las escasas minas argentíferas
huancavelicanas en producción, según lo consigna la “Memoria administrativa que presenta al
Supremo Gobierno el Sr. Prefecto del Departamento D. Ernesto Cárdenas”, Huancavelica 9 de
junio de 1902. Este informe es ratificado por el del Prefecto del departamento en 1907, D.
Guillermo Cacho, en una Memoria fechada el 31 de mayo de 1907.
6. TORERO, Alfredo: Op. cit. pp. 78-79. Veáse también El quechua y la historia andina, Lima, 1974, pp.
22-29
7. Es de subrayar la unidad étnica de la nacionalidad wanka. Las tres sayas, Hanan Wankas, Hurin
Wankas y Hatun Xauxas, formaban una unidad, a diferencia de lo que acontecía en Huancavelica,
180
donde, por ejemplo, en la zona de Acobamba, a más de los indios Angaraes (subdivididos en Astos y
Chacas), para el siglo XVI se encontraban mitimaes “guaros de Huarochirí” Qvispicanchis del Cusco,
Cañaris, Cajamarcas y Andahuaylas. En este caso, la heterogeneidad étnica rompía la cohesión
interna y era fuente de permanentes conflictos, que debilitaban a la sociedad indígena. (JIMENEZ
DE LA ESPADA: Relaciones geográficas de Indias. Vol. I, Madrid 1965)
8. Se constituyeron latidundios en poder de ios curacas locales en las zonas altas, ganaderas.
Estas haciendas fueron transferidas a criollos y españoles por vía matrimonial a lo largo del siglo
XVIII.
9. DEUSTUA, José, La minería peruana y la iniciación de la República 18S0-1840 (ms.) Lima, 1983 pp. 94
y ss.
10. Este movimiento de capitales hacia el valle del Mantaro constituyó un desplazamiento hacia
el sur de los flujos económicos que durante el siglo XVIII habían sido particularmente intensos con
la región norteña, la que en el último tercio del siglo XIX se autonomizaría al constituirse el
departamento de Huánuco (veáse CHOCANO, Magdalena: Comercio en Cerro de Pasco a fines de la
época colonial, Lima 1982).
11. MITRE, Antonio: Los patriarcas de la plata. Estructura socio-económica de la minería boliviana en el
siglo XIX. Lima 1981, p. 33.
12. CABALLERO, Víctor, Imperialismo y campesinado en la Sierra Central, Huancayo 1981, pp. 83-106.
El proceso de proletarización de los campesinos migrantes a las minas de la Cerro ha dado lugar a
un amplio debate, en el que han intervenido Alberto Flores Galindo (1974), Heraclio Bonilla
(1974), Adrián De Wind (1977), Julián Laite (1981) y, más recientemente Maritza Urteaga Castro
Pozo (1983). Un tema crucial abordado en la polémica es el de la caracterización social de la
condición de los mineros-campesinos de la sierra central.
13. Una excepción es la cría de camélidos andinos. En el informe del Prefecto Sebastián Llosa, de
1900, se calculaba que a inicios del siglo XX se exportaba a la costa 3,500 quintales de fibras de
alpaca. Por otra parte, las provincias de Huancavelica y Angaraes enviaban “llamas (...) al Cerro
de Pasco para el carguío de metales en(tre) 9 a 10 mil anualmente” . Este comercio fue casi
liquidado por la llegada del ferrocarril a Cerro de Pasco a inicios del siglo XX, según lo consigna la
Memoria del Prefecto de Huancavelica de 1912.
14. E1 trayecto de Huancavelica a Castrovirreyna, ida y vuelta, tomaba 25 días aún en 1900. El
correo se atendía por postillones. “Unos marchan a pie i otros a bestia”. Para superar las demoras
se sugería aumentar el pre de los postillones “obligándolos de ese modo a que conduscan las
valijas de correspondencia en bestias y no cargadas a la espalda como sucede hoy” (“Memoria
que eleva al Ministerio de Gobierno el Prefecto del Departamento de Huancavelica, Coronel Don
Sebastian Llosa” Huancavelica 1900).
15. E1 caso más interesante, pero no el único, es el de Juan Enrique Valladares, gran propietario
de tierras y minas que se graduó de ingeniero en Europa, introdujo por primera vez el ganado
vacuno suizo en la zona, inició la comercialización de mantequilla envasada, construyó un
camino de herradura al Perene, para explotar una variedad de caucho —shiringa— colocado en el
mercado inglés por Graham y Rowe, siendo, como minero, presuntamente el primero en explotar
molibdeno en América del Sur. Fue asimismo uno de los primeros presidentes de la Sociedad
Nacional Agraria, fundada a inicios del siglo XX. Finalmente fue uno de los fundadores de la
Sociedad Ganadera del Centro en 1910, decisión que provocó su ruina.
16. La única excepción fue el eucaliptus, árbol maderable cuya producción fue impulsada por la
Cerro y que se utilizaba para apuntalar los socavones.
181
RESÚMENES
La guerra de la Independencia quebró la economía de la región central del Perú. Esta se recuperó
gracias a la minería argentífera de Cerro de Pasco y Huarochirí y al comercio que ella dinamizó.
Sobre esta base se transfirieron significativos capitales a la ganadería de las tierras altas del valle
del Mantaro, emergiendo así una sólida fracción dominante regional minero-comercial-
terrateniente. La guerra con Chile (1879-1883) liquidó este proceso de desarrollo regional
autónomo y abrió el camino al control de la región por los capitalistas limeños e imperialistas, a
inicios del siglo XX.
La ponencia analiza la expresión espacial de estos procesos y encuentra una significativa
correlación entre éstos y los cambios producidos en la demarcación territorial de la región
durante este período.
La guerre d’Indépendance brisa l’économie de la région centrale du Pérou. Elle se releva gráce à
l’exploitation des mines d’argent de Cerro de Pasco et Huarochiri et au commerce qu’elles
contribuèrent à animer. Sur cette base, des capitaux significatifs furent transieres à l’élevage des
hautes terres de la vallée du Mantaro et ainsi se constitua une solide fraction dominante
régionale miniére, commerciale et propriétaire terrienne. La guerre avec le Chili (1879-1883) mit
fin á ce processus de développement regional autonome et rendit possible le controle de la région
par des capitalistes liméniens et impérialistes, au début du XXème siècle.
L’exposé analyse l’expression spatiale de ces processus et trouve une corrélation significative
entre ceux-ci et les changements advenus dans la délimitation territoriale de la région au cours
de cette période.
182
VOLUMEN I
3. Condiciones exteriores y
respuestas andinas
183
Heraclio Bonilla
1 Heraclio Bonilla
2 Quería llamar la atención respecto a un hecho muy corriente en la historiografía de
América Latina; es decir el hecho de que eran economías enteramente controladas por
el mercado y capital internacional. Por consiguiente, las bajas tasas de crecimiento le
eran directamente imputables, y hoy lo que estamos aprendiendo es que ésta fue una
metáfora probablemente útil en el pasado, pero no más cierta.
3 Hermes Tovar
4 Me pareció importante retomar todas estas economías en tránsito entre el tipo de
empresa colonial y la economía de exportación. Una simple pregunta: ¿por qué
consideras que los capitales que permiten el desarrollo de estas empresas provienen de
la renta de la tierra? En el siglo XVIII, en la historiografía latinoamericana también se ha
dicho que los capitales básicos del desarrollo de la agricultura provienen de la minería;
se ha demostrado que eso no es absolutamente válido y que la tierra está de la misma
manera sujeta al proceso de formación del capital. ¿Por qué sustentas la hipótesis de
que los capitales básicos provendrían de la tierra y no de otros sectores? ¿Cómo se
articulan esos primeros esfuerzos de desarrollar estas empresas de exportación con los
sectores coloniales confrontados a la crisis? ¿O se trata de sectores nuevos articulados
con los sectores viejos?
5 Heraclio Bonilla
184
6 En el caso del Perú, el guano era propiedad del Estado, los costos de producción no eran
demasiado altos, lo más importante eran los costos de transporte; las primeras
empresas que se dedican a exportar guano eran de capitales peruanos: el más
prominente fue el Sr. Quiroz, cuya fortuna estuvo vinculada inicialmente al sector
minero. Tenía numerosas haciendas, pero muy rápidamente tuvo que declinar la
entusiasta empresa. Al parecer su fortuna no era suficiente para la tarea de la
exportación del guano; de tal manera que esto explica el porqué del papel del capital
británico. En el caso del cacao, se ha encontrado en la lectura existente de todos los
trabajos una respuesta muy clara de cuáles son los orígenes del proceso de formación
de los capitales para el armazón de estas empresas agrarias: todas las intervenciones
apuntan al hecho de que, siendo el cacao una planta silvestre, adquiere rápidamente un
alto valor en el mercado internacional; al parecer fue un sector virtualmente endógeno,
es decir la propia inversión de esta renta cacaotera va constituyendo los capitales. En el
caso de Bolivia son el sector mercantil, el comercio y el sector agrario los que hacen las
bases, por lo menos en los inicios del proceso de reactivamiento de la minería; en un
segundo momento los capitales internacionales, y de manera mucho más clara en el
caso del estaño, no solamente en la producción sino en la exportación también.
7 Nelson Manrique
8 Debe introducirse un elemento de naturaleza eminentemente política como es la
guerra. Como dijo Clausewitz, la guerra no es más que la continuación de la política por
otros medios; en este caso me parece que directamente para dos de los países, e
indirectamente para el tercero, la guerra del Pacífico es determinante. ¿En qué
términos? Para la sierra central peruana, es la quiebra que provoca la guerra sobre la
estructura anterior, la que permite el proceso de monopolización y de penetración del
capital imperialista. Similar es el caso que se va a dar en el valle de Chicama, en la costa
norte peruana, donde la liquidación de la mediana propiedad agrícola va a dar origen a
la penetración de capitales imperialistas y directamente al control de la tierra; hay una
variante en el caso de Lambayeque que es la zona trabajada por Manuel Burga, pero
para el departamento tengo la impresión de que si bien no son capitales foráneos hay
también un proceso de monopolización en base a capitales de origen peruano. En el
caso de Bolivia también la relación es directa; el trabajo de Mitre es fundamental para
entender eso. ¿En qué términos? La alianza entre capital chileno e inglés es la que va a
permitir la construcción del ferrocarril hasta Uyuni, y su extensión hasta Oruro,
privilegiando al puerto de Antofagasta, incluso con tarifas arancelarias diferenciales
que van a castigar con el 30 % las importaciones que vienen vía Moliendo desde el Perú,
con lo cual a la vuelta de 20 años el grueso del comercio externo podía entrar por
Antofagasta y se va a romper la tradicional unidad entre Perú y Bolivia, que articulaba a
ambos, primero a través de la plata, y posteriormente a través de las lanas. Y veo la
relación indirecta en el caso del Ecuador, por la expatriación voluntaria en algunos
casos, forzada en otros, de familias peruanas. Particularmente para quienes están
laborando en el post-grado de historia de Quito es una idea sugerente trabajar este
tema; pensemos en cuáles fueron las actividades desarrolladas por el expresidente
peruano Mariano Ignacio Prado, quien después de salir del Perú y ser despojado de la
nacionalidad peruana se radica en Ecuador; tenía recursos y de alguna manera debe
haberlos empleado. Y parece que no fue la única familia peruana; habría que seguir la
pista.
185
interesante sobre el enganche hay chascos de llantos, hay una literatura de lamentos, y
la dimensión analítica es virtualmente inexistente, porque no hay ciertamente las
evidencias contundentes como para colocar en otra dimensión el problema de
enganche, sino por lo menos para empezar a pensar el problema de manera distinta,
porque el enganche, lejos de ser un mecanismo de extensión y explotación de la fuerza
de trabajo puede ser un mecanismo que puede eventualmente enseñar al campesino a
vender su fuerza de trabajo, y muchas veces el enganche sobre todo cuando existe una
complementariedad con los ciclos agrícolas puede significar una fuente de ingresos
monetaria adicional para financiar proyectos potenciales, y creo que en el caso de las
plantaciones cacaoteras este problema visto desde otro ángulo merecería también
nuestra atención.
16 Ernesto Yepes
17 ¿Cuándo el capital extranjero tiene la fuerza o el interés para transformar las
relaciones internas? ¿Por qué en el siglo XIX no, y por qué en el siglo XX sí?
18 Heraclio Bonilla
19 Parece que hay dos preguntas centrales. La primera: ¿cuales fueron las barreras
institucionales que no permitieron un ingreso más temprano del capital extranjero?
Esto aproximadamente tiene un espacio andino un tanto diminuto y en última instancia
poco significativo para razonar; creo que habría que tomar América Latina en su
conjunto y sospecho que esto tiene que ver tanto con razones internas como con
razones externas; tal vez la experiencia peruana pudiera ayudar a comprender por qué
la penetración del capital extranjero en las plantaciones cacaoteras fue relativamente
débil: el hecho de que son empresas productivas desarticuladas internamente. En el
caso de las plantaciones algodoneras del Perú, la estructura de producción operaba en
base a terratenientes por una parte, yanaconas, por otra, una débil franja de asalariados
y eso evitó que este capital ingresara. La segunda tiene que ver con algo que
aparentemente podría ser una dimensión de las ciencias sociales. ¿Tuvieron o no
tuvieron las economías de los países latinos, andinos, en el siglo pasado una alternativa
distinta? ¿Cuál fue su nacionalidad histórica? Tengo la sospecha de que el Estado como
se lo llama tenía un espacio bastante diminuto para implementar políticas económicas
que hubieran sido distintas.
20 Jean Piel
21 Me gusta tu última observación porque está en el centro de nuestra problemática.
¿Tenía el Estado posibilidad de hacer otra cosa…? Creo que tu comunicación insiste bien
en lo que tú precisamente, Heraclio, empezaste hace años : una historia de la renta, sus
orígenes y también sudistribución, su vocación económica… sabemos que hay pocos
trabajos sobre el tema. También el problema de la redistribución de la renta estatal bajo
formas de indemnización, de bonos de la deuda, etc. Tú insististe muy bien en este
asunto. En la formación del capital original, por lo menos en el Perú, eso tuvo un papel
muy importante. Pero valdría la pena, empresa por empresa, ver precisamente cómo
funcionó. Nelson nos indicó el origen minero de unos capitales que se invirtieron en los
alrededores del valle del Mantaro, pero no tenemos todavía una visión exhaustiva.
22 Si nos referimos a los trabajos de la zona de Arequipa y de los Andes del sur, de esa
articulación de capital comercial con los hacendados, es cierto que durante este tiempo
el sistema de la habilitación mercantil capitalista no era propiamente una formación
endógena: la renta funcionaba casi en extraterritorialidad, en cierta forma a muy corto
187
plazo, como para un año, no más, comportándose realmente como una renta
extranjera, incluso manipulada por criollos (no importa) pero extranjera a la región y a
los empresarios agrícolas. Otro problema que yo me planteo particularmente para los
dos primeros tercios del siglo XIX es el siguiente: ¿cuál será el nivel de análisis
pertinente de decisiones económicas?, ¿empresas? Pero acabas de decirnos que en
muchos casos no son empresas de veras. ¿Entonces qué?, ¿agentes comerciales
extranjeros que tuvieron sus estrategias y tácticas de inversión y de renta?, ¿o serán
bolsas de comercio? Sin embargo, durante un largo tiempo no fueron grupos de presión
eficaces y hasta tenían un papel representativo muy limitado dentro del propio medio
social que era su base aparente. Más tarde, después de los años 65-70, se supone que
bancos peruanos tenían estrategias inversionistas y con una difusión limitada. Pero si
bien es cierto que ya tienen bastante capital, ¿cuál era el número de empresas que de
cierta forma podían inducir en ciertas estrategias económicas en relación con ellos?
23 Me pregunto, por otra parte, si las viejas instituciones tradicionales como parentelas,
clientelas, tenían una visión económica de su estrategia de reproducción social.
24 Ernesto Yepes
25 ¿Hasta dónde se puede transmitir el problema al Estado? Tenemos un Estado chileno
que había tenido un Estado fuerte, un Estado que atraviesa 1850 con una crisis en la
economía, tanto en el trigo como en el cobre, y es incapaz de modificar la estructura
productiva a pesar de que es un Estado fuerte. Es gracias a la guerra del Pacífico que se
revitaliza la estructura productiva de Chile; no es solamente problema del Estado, el
problema creo que es si realmente esos empresarios, esos capitalistas tenían la
posibilidad de transformar productivamente.
26 Heraclio Bonilla
27 Dos comentarios sobre el Estado. Primero, a nivel formal, la política económica del
Estado, por lo menos durante la primera mitad del siglo XIX, fue una política
particularmente adecuada para promover la diversificación de la economía y para
evitar su enfrentamiento en el mercado internacional; adoptó una política totalmente
proteccionista: los aranceles hubieran hecho empalidecer de envidia a los industriales
de nuestros países ahora, es decir aproximadamente el 80 % ó 90 %; en el caso del Perú
incluso en 1828, se llegó a prohibir totalmente las importaciones similares a lo que se
producía; en la práctica no servía para nada porque la comunidad mercantil tanto
peruana como británica no tardó mucho tiempo en convencer a sus gobernantes de que
siendo la renta de las aduanas uno de los recursos importantes con la “constitución” de
indígenas en la selva oriente, tal vez podría ser mucho más alto el volumen...
28 Segundo, a las observaciones de Nelson Manrique (muy pertinentes)
desafortunadamente no tengo ninguna respuesta; lo que he querido hacer en esta breve
comunicación es llamar la atención: frente a una historiografía que no veía más allá de
sus narices o de las fronteras nacionales, evidentemente el énfasis en el estudio de las
dimensiones internacionales fue importante. El énfasis en el papel de las fuerzas del
mercado y del capital internacional ha sido significativo pero al mismo tiempo este
sesgo introdujo varias desviaciones, varios errores y estamos empezando a verlos; y
creo que una inversión de las perspectivas podría ser pertinente no solamente, como se
anda diciendo por ahí, porque todo lo nuestro siempre es mejor, sino porque el
descubrimiento de una nacionalidad distinta hace necesario efectivamente ver también
188
RESÚMENES
En la región de los Andes durante la segunda mitad del siglo XIX y parte del siglo XX se observa el
reactivamiento del sector externo de su economía. Es el caso del Perú con el guano entre 1840 y
1879, de Bolivia con la plata entre 1860 y fines del siglo y, finalmente, del Ecuador con el cacao
entre 1890 y 1920. A través de la explotación de estos productos, en consecuencia, se pone
término a varias décadas de estancamiento de sus economías y de nuevo éstas reingresan con
fuerza en el mercado internacional. Al igual que durante la época colonial, la razón esencial de
este crecimiento se encuentra en las condiciones del mercado internacional europeo que requirió
de estas materias primas para elevar la productividad de su agricultura o para satisfacer nuevos
gustos derivados de los cambios en los patrones de consumo. Pero así como su renacer fue
fulgurante, no fue menos el estrépito de su caída y cuya explicación, de nuevo, se encuentra
igualmente en el mercado internacional cuya demanda o se satura o se satisface con el
abastecimiento del mismo tipo de materias primas pero ahora producidas en regiones diferentes
a la de los Andes.
Si bien ésta es una semejanza fundamental que compartieron las economías de los tres países
centrales de la región andina, es igualmente importante subrayar que las empresas establecidas
para producir y/o extraer estos productos para la exportación adoptaron modalidades de
operación diferentes, del mismo modo que fueron también distintos los eslabonamientos
generados por estas unidades productivas dentro del entorno regional. Esas diferencias fueron a
su vez el resultado de la trayectoria previa que tuvo la economía de esos países, así como de las
189
On observe au cours de la seconde moitié du XIXème siècle et une partie du XXème la réactivation
du secteur d’exportation de l’économie dans la région des Andes. C’est le cas du Pérou avec le
guano de 1840 à 1879, de la Bolivie avec l’argent entre 1860 et la fin du siècle, et enfin de
l’Equateur avec le cacao de 1890 à 1920. Avec l’exploitation de ces produits, il est donc mis fin à
plusieurs décennies de stagnation de ces économies, et celles-ci réintègrent avec force le marché
international. Comme l’époque coloniale, la cause essentielle de cette croissance réside dans les
conditions du marché international européen qui demande ces matières premières afin d’élever
la productivité de son agriculture ou de satisfaire de nouveaux goûts dérivés des changements
dans les modes de consommation. Mais la chute fut aussi spectaculaire que la reprise avait été
fulgurante; et les causes en sont à rechercher de nouveau du côté du marché international dont
la demande est, ou saturée, ou satisfaite par la fourniture du même type de matières premières
mais produites maintenant dans des régions autres que les Andes.
S’il s’agit là d’un caractère fondamental commun aux trois pays centraux de la région andine, il
est également important de souligner que les entreprises qui s’établirent pour produire et/ou
extraire ces produits pour l’exportation adoptèrent des modalités d’action différentes, de même
qu’elles créèrent des articulations productives distinctes dans le cadre régional. Ces différences
furent à leur tour un résultat de la trajectoire antérieure de l’économie de ces pays, ainsi que des
diverses combinaisons productives adoptées dans chaque cas par les facteurs de production.
Par exemple, dans le cas du guano péruvien, et en raison de la nature de l’extraction de ce
fertilisant, les effets les plus importants se situèrent au niveau des finances publiques et du mode
de transfert de la rente tirée du guano opéré par l’Etat en faveur de différents acteurs
économiques.
En revanche, dans le cas du cacao équatorien, le développement de cette production est à
l’origine de la diversification de la structure productive du pays et de l’apparition d’un secteur
marchand et financier lié aux plantations cacaotières et chargé aussi bien de la
commercialisation que du financement de la production de la “graine d’or”, sans oublier
l’établissement d’entreprises agricoles basées sur l’exploitation non capitaliste de la force de
travail, ouvriers agricoles (“peones”) et semeurs.
Enfin, pour ce qui est de l’argent bolivien, l’établissement de conglomérats miniers au nord de
190
Potosí permit l’articulation de ces entreprises minières aux unités domestiques familiales, tandis
que la recherche d’une liaison efficace entre la région et le marché international au moyen du
chemin de fer créa une brèche entre le secteur minier et le reste de l’économie bolivienne.
L’analyse de ces situations dans le cadre d’une perspective comparative montre les limites et les
possibilités des économies d’exportation, tout en permettant de comprendre le processus de
désarticulation d’un circuit intégré et virtuellement autosuffisant à l’époque coloniale à cause du
poids des mines d’argent de Potosí.
191
Manuel Chiriboga
INTRODUCCION
1 El presente ensayo tiene como objetivo central analizar las condiciones y características
del auge cacaotero ecuatoriano de inicios del siglo. La incorporación activa del sistema
productivo regional de la costa al mercado capitalista mundial actuará como verdadero
telón de fondo para una serie de transformaciones que se dieron en el mismo aparato
productivo, en las relaciones de producción e intercambio, en los conflictos sociales que
se ventilaron en la época y en la misma configuración del Estado.
2 Recuperado el capitalismo central de la crisis de acumulación que lo afectaría en el
período 1870-1890, se asistió a un rápido proceso de acumulación que se manifestó
entre otros en el surgimiento de los monopolios, el auge de exportación de capitales
hacia los países neo-coloniales y en lo que nos interesa a una dinamización del
comercio mundial de mercancías, tanto de origen central como neo-colonial 1. Sobre
este marco, la existencia de una serie de condiciones naturales —rentas diferenciales en
las planicies de la costa ecuatoriana— vehiculizaría un atropellado crecimiento de la
producción y exportación del cacao. La exportación del cacao que no había excedido los
300,000 quintales de 46 kg hasta 1880, superaría el millón de quintales hasta 1917.
3 Lógicamente que el auge de la pepa de oro, denominación conferida al cacao durante la
época, sobrevino como efecto no solamente de los impulsos del mercado exterior, sino
de los efectos que dichos impulsos generarían en el aparato productivo costeño, y las
contradicciones sociales que éstas generaron en el conjunto del espacio nacional. La
192
19 Hasta mediados de 1860 el cacao era transportado hasta Guayaquil, donde era puesto a
consignación en la única casa comercial existente para entonces: La casa de Manuel
Antonio de Luzurraga. La casa, como se le conocía entonces, entregaba letras al
vendedor de la pepa, y éste a su vez la negociaba con la misma casa, la que le
descontaba un fuerte interés. Luzurraga enviaba el cacao, en los barcos de las
compañías que él representaba, a sus agentes en España, quienes una vez vendido el
cacao enviaban el monto adeudado. Los diversos momentos de la esfera de la
circulación estaban pues concentrados y además fuertemente imbricados. El periódico
Los Andes describiría así la situación:
195
20 “Por más de 25 años, la casa como se decía vulgarmente, de la que era dueño y dirigía el
señor don Manuel Antonio de Luzurraga, había representado y resumido el comercio y
el crédito del país. El señor Luzurraga fue casi el único importador y más
terminantemente el único exportador; fue comerciante, negociante, armador y
banquero; la agricultura, el comercio y aun la hacienda pública se alimentaba de su
casa”8.
21 El carácter limitado del sobre-trabajo generado por la producción cacaotera, los
sombreros de paja toquilla y otros productos de “los indios del litoral”, hacía viable una
esfera de la circulación simple y poco compleja. Sin embargo, la monopolización de la
tierra y la concertación de un número creciente de campesinos pauperizados
permitiría, como lo hemos dicho, iniciar un lento pero sostenido aumento de la
producción cacaotera que, conjugándose con el aumento de los precios del cacao en el
mercado mundial, generaría una masa de renta importante que iría a parar en buena
parte a manos de los plantadores y exportadores9.
22 Como resultado casi inmediato se produciría una complejización en la organización de
la esfera de la circulación, que vendría dada sobre todo por una “división del trabajo al
interior del capital comercial”. La antigua casa de Luzurraga se iría debilitando
mientras que, a la par, surgían instituciones bancarias, de crédito agrícola, casas
comerciales de exportación e importación especializadas en sus funciones específicas.
Además, el cambio en los circuitos de comercio interoceánico, que se manifestaría en la
demanda creciente de cacao que harían los países del norte europeo, profundizaría aún
más esta complejización del capital comercial. Casas y bancos ligados a los nuevos
centros de poder surgirían.
23 En lo que concierne a los bancos de emisión y préstamos comerciales, algunos irían
abriendo sus puertas. El año de 1867, un comerciante y financista ecuatoriano-peruano
organizaría una sociedad tendiente a la formación de lo que sería el Banco del Ecuador.
En éste participarían, además de varios financistas franceses y peruanos, personajes
como Nicolás Moría, José María Caamaño, Miguel S. Seminario, Clemente Bailén,
Rosendo Avilés, P. P. García Moreno, todos grandes propietarios cacaoteros. Algunos
años más tarde, en 1885, abriría las puertas un segundo banco emisor: el Banco
Internacional, antecesor del tristemente célebre Banco Comercial y Agrícola,
denominación por la que cambiaría en 1894. En este nuevo banco nuevamente se
encuentra como núcleo accionista a los Seminario, Durán Bailen, Nicolás Moría y
Norberto Ossa, todos propietarios cacaoteros o exportadores.
24 No serían estos los únicos bancos en abrir sus puertas, igualmente lo harían los bancos
hipotecarios, cuyo objetivo principal eran los préstamos hipotecarios para el desarrollo
agrícola. El año de 1871 abriría sus puertas el Banco de Crédito Hipotecario, en el que
aparecerían viejos y nuevos personajes como: Miguel S. Seminario, N. Ossa, Idelfonso
Coronel (propietario cacaotero de Machala), etc. En el año de 1888 un segundo banco
hipotecario, el Banco Territorial sería organizado por Eduardo Madinya, Homero Morla,
M.S. Seminario, Lisímaco Guzmán, etc.
25 Por los mismos años múltiples casas de exportación abrirían sus puertas, éstas eran de
dos orígenes: unas serían organizadas por migrantes, como en el caso de Lisímaco
Guzmán (1880), Rohde y Co. (1874), Rayre Hnos. (1877), Poppe y Co. (1870), etc., y otras
por parte de los más grandes propietarios cacaoteros como Seminario Hnos. (1870),
Coello Hnos. (1883) y Aspiazu Hnos. (1880), etc. Entre éstas ocuparían papel
preponderante, por el volumen de cacao que manejaban, L. Guzmán, Seminario Hnos. y
196
Aspiazu Hnos., que juntos exportarían más del 60 % de cacao ecuatoriano. Los Aspiazu y
Seminario eran, vale recalcarlo, los más grandes propietarios cacaoteros, que
fácilmente podían cosechar entre 80,000 y 100,000 quintales de cacao. Muchas de estas
casas tenían, por otro lado, representaciones de las principales líneas marítimas, Cías,
aseguradoras y tenían agentes comerciales en los principales mercados europeos.
26 En los mismos años surgirían las grandes casas de importación, en la mayor parte en
manos de migrantes europeos como H. Moeller, Muller y Co., J. Krugger, Vignolo,
Segale, etc., que introducirían en el país mercancías originadas en las metrópolis
capitalistas para satisfacer los lujosos patrones de consumo de los millonarios de la
época, así como para abastecer buena parte de los componentes del fondo de consumo
popular.
27 Debe destacarse sin embargo el papel secundario que jugaría el capital extranjero en la
organización de estas nuevas instituciones, pues, incluso cuando invirtieron en su
organización, fueron paulatinamente remplazados por los potentados locales. Incluso,
usarían todas sus influencias para impedir que bancos extranjeros instalaran sucursales
en el puerto. Los nuevos potentados defenderían su espacio interno de acumulación, a
pesar de que estarían ligados al capital extranjero en la esfera del mercado mundial.
28 La ruina de la economía obrajera hacia fines del siglo XVII implicaría una profunda
reorganización del espacio económico serrano. No solamente muchos obrajes cerrarían
sus puertas, sino que muchos de ellos se inscribirían en el proceso de conformación de
las grandes haciendas. La fuerza de trabajo atada a los obrajes sería paulatinamente
empujada a concertarse, como único mecanismo de acceder a la tierra, fuertemente
monopolizada por los nuevos marqueses. Este primer auge terrateniente no tardaría,
sin embargo, en encontrar fuertes obstáculos a su consolidación. En primer lugar, la
propia posibilidad de adscribir de manera ampliada a la población campesina a sus
mecanismos particulares de extorsión del sobre-trabajo, encontraría un límite en la
dinamia de ciertos estratos campesinos, para los que la disolución del obraje había
significado una amplia difusión de una práctica agrícola artesanal. En segundo lugar,
las propias posibilidades de consolidación hacendaría chocarían con las dificultades de
la realización monetaria de la renta arrancada.
29 Para fines del siglo XVIII e inicios del XIX, la hacienda terrateniente se encuentra en seria
crisis que se manifestaría, entre otros, por el elevado monto de censos y deudas,
excepción hecha, claro está, de los grandes latifundios de los conventos religiosos,
beneficiarios de la crisis. La crisis de la hacienda significaría igualmente un importante
desarrollo de las unidades domésticas campesinas, en gran medida resultante del auge
de la producción doméstica artesanal. En cierto sentido, la producción artesanal
actuaría como un freno importante a la acción expoliadora, que por vía fiscal —la
contribución de indígenas— ejercerían los sectores terratenientes. La producción
artesanal se ligaría a nuevos polos de acumulación que emergerían en el viejo espacio
colonial, como el sur colombiano, los núcleos cacaoteros del litoral e incluso las
plantaciones azucareras de la costa norte peruana.
30 A partir de 1845, la dinamia del campesino artesano autónomo serrano, e incluso de
ciertos sectores de la costa norte10, se encuentra en plena expansión. Caravanas de
recueros atraviesan los valles andinos “colectado aquí artículos indígenas y
197
EL AUGE CACAOTERO
35 Para la última década del siglo XIX la costa estaría madura para afrontar el fuerte
impulso que vendría del mercado mundial. Grandes propiedades habían sido talladas, la
fuerza de trabajo había comenzado a fluir desde la sierra y desde los distritos
campesinos del litoral, la banca y el comercio se habían reorganizado y tenían
suficientes agentes en los países capitalistas centrales; en fin las condiciones serían
propicias para expandir considerablemente el nivel de acumulación.
36 El impulso definitivo provendría del mercado mundial, reflejándose en una tendencia
alcista en el nivel de los precios de la pepa de oro. Esto no hacía sino reflejar la
superación de la gran depresión que tuvo lugar entre 1870 y 1890, superación que se
caracterizaría por una readecuación del patrón de acumulación y la derrota del
movimiento obrero, particularmente activo durante la época de la crisis. En el caso de
la industria chocolatera se abriría paso a dos fenómenos: el proceso de monopolización
y los avances tecnológicos en la fabricación del chocolate. Esto impactaría muy pronto
en el crecimiento notable del consumo del cacao en Europa, lo que se reflejaría, entre
otros, en la disminución de los stocks almacenados.
37 Los propietarios cacaoteros responderían rápidamente expandiendo
considerablemente la producción, mediante la ampliación sustantiva de la frontera
agrícola, tal como se demuestra en el cuadro Nº 1.
38 La expansión de la producción cacaotera prefiguraría importantes cambios en el
funcionamiento de la matriz agro-exportadora del país y aún más, impactaría en la
transformación misma del Estado. Los poderosos núcleos cacaoteros se verían limitados
por su estrecha base regional de acumulación y comenzarían a dotarse de un proyecto
nacional de acumulación que les permitiese subordinar establemente al conjunto de
clases sociales y al mismo tiempo romper las trabas impuestas a la libre circulación de
las mercancías a nivel nacional; interesados en romper el poder del clero religioso,
núcleo importantísimo de acumulación en la sierra y sostén ideológico del sector
terrateniente serrano; en romper la legislación anti-campesina que limitaba la
migración de los indígenas de comunidades; imponer el patrón oro y robustecer la
moneda nacional, etc.
199
FUENTE: Informes Consulares Británicos años señalados, excepto 1895-1896 y 1911-1918, Luis
Alberto Carbo. Historia Monetaria y Cambiaria del Ecuador, desde la época colonial, Quito, 1978, p. 449.
cosecha, momento en el cual el trabajador es redimido, es decir, pagado por cada mata
y liberado de sus obligaciones contractuales.
42 Las dos variantes de la relación de producción que operaban en las haciendas y
plantaciones cacaoteras implicaban, y esto es importante, el acceso por parte del
trabajador a una cierta masa de capital variable, sea ésta en forma de salarios para los
jornaleros o de adelantos y redención en el caso de los sembradores. Esto permitía al
trabajador presentarse en la esfera de la circulación —almacenes y tiendas de raya— y
adquirir una cierta cantidad de mercancías necesarias a su reproducción: arroz, carne,
fideos, harina, vestidos, etc.
43 Se debe señalar que la mayor parte de tiendas y pequeños comercios que operaban en
los distritos cacaoteros tenían una doble ligazón. Por un lado dependían de las
haciendas al operar exclusivamente en su esfera baja de circulación, aceptando las
fichas y monedas emitidas por los hacendados. Por otra parte, estaban ligadas a las
grandes casas de importación de Guayaquil, de donde recibían mercaderías importadas:
arroz de la China, lentejas alemanas, harina chilena y estadounidense, tocino de
California, etc. Los productos alimenticios de origen serrano no cumplirían sino un
papel secundario, al menos hasta 1914, en que se produjo una fuerte alza de los precios
en el mercado mundial y cuando existían medios de transporte que, como el ferrocarril,
permitían el envío rápido de productos desde la sierra.
44 La estrecha relación entre fondo de consumo para la reproducción de la fuerza de
trabajo y la esfera de circulación del sistema capitalista mundial no implicó,
necesariamente, un carácter capitalista de las relaciones de producción. Las coacciones
extra-económicas ejercidas sobre el trabajador en forma de deudas, fichas, etc.
operaban especificando una relación de producción no capitalista y la casi ausencia de
un mercado libre de fuerza de trabajo.
45 Ahora bien, la ausencia de una sobre-población relativa que presione hacia abajo el
nivel de salarios y las condiciones de concertación, implicaba, sin embargo, un límite a
las posibilidades de reducir las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo. El
trabajador podía siempre fugar de la hacienda y reclutarse en otra para lo que siempre
había una demanda. De ahí que las condiciones estructurales que relacionaban fuerza
de trabajo y propietarios de tierra imponían un límite de aplicabilidad a las coacciones
extra-económicas15.
46 El proceso de trabajo que operaba en las plantaciones era simple y poco desarrollado. El
propietario contrataba con un sembrador la siembra de cierta cantidad de árboles,
ampliando de esta manera la frontera agrícola. El sembrador desbrozaba y limpiaba el
terreno, sembraba el cacao y lo cuidaba por un período de aproximadamente cinco
años. Los cultivos complementarios al cacao, banano y yuca fundamentalmente, eran
utilizados como cultivos de subsistencia, que complementados con los avances que
solicitaba al propietario y los jornaleros que podían conseguir en la hacienda, cuando
las tareas de siembra lo permitían, conformaban su fondo de consumo. Pasados los
cinco años se redimía al sembrador, pagándose entre 0.20 y 0.40 de sucre por mata en
buen estado y deduciendo los avances entregados. El árbol en buen estado tendría
posteriormente un valor comercial de 1.00 ó 1.20 sucres.
47 Los árboles en estado de cultivo eran trabajados por los jornaleros regulares de la
hacienda. Estos debían realizar la limpieza de los cacahuales y participar en las
cosechas y rebuscas mesuales, para lo que se formaban cuadrillas de jornaleros que en
201
CUADRO Nº 2. DESCOMPOSICION DEL PRECIO FINAL DEL CACAO EN LONDRES SEGUN AGENTES
COMERCIALES, EN UN QUINTAL DE 100 LBS. (EN SUCRES)
57 Del precio final del cacao, el 38 % iba a parar en manos del plantador y de los
trabajadores, el 40 % se dividía entre los agentes comerciales, el 12 % estaba destinado a
impuestos fiscales y el 10 % lo absorbían costos de transporte y manipulación
internacional. La fuerte ganancia de las casas comerciales justificaría la inserción de
varios de los grandes plantadores en el negocio; su volumen de producción les
permitiría entrar a competir con ventaja e incluso apropiarse de utilidades sobre la
producción de hacendados de menor importancia.
58 Los grandes plantadores pretenderían incluso aumentar su participación en las
ganancias, organizando firmas de seguro e intentando organizar una firma naviera. Si
203
bien el éxito sería limitado en estas empresas, demostraría el interés de los grandes
plantadores en apropiarse de la mayor parte de la ganancia cacaotera. Los Aspiazu,
Seminario, Puga, Moría, etc. igualmente multiplicarían sus inversiones en el interior
del país. Lógicamente sería el sistema financiero el primero en atraer la atención de los
plantadores.
59 En efecto, los bancos jugaban un papel importantísimo en el funcionamiento de la
matriz de acumulación al interior del sistema comercial guayaquileño y nacional,
convirtiéndose en intermediarios obligados en toda transacción comercial: giros sobre
el exterior, descuento de letras, préstamos comerciales, etc. Dos bancos operaban para
entonces: el Banco del Ecuador, que “era el Banco de los importadores y descontaba
invariablemente al tipo de 7 % al año; y el Banco Comercial y Agrícola (que) era el Banco
de los exportadores y descontaba permanentemente al 9 %”16.
60 Además funcionaban los bancos hipotecarios, tres para la época, que adelantaban
cuantiosos préstamos a los propietarios cacaoteros, negociando cédulas hipotecarias
sobre el 60 % del avalúo de las propiedades, el préstamo devengaba hasta el 12 % de
interés anual acumulativo. Tanto los bancos comerciales como hipotecarios eran un
buen negocio para los accionistas, quienes percibían dividendos del orden del 15 y 16 %,
además de beneficiarse con mayores facilidades. Los grandes accionistas de los bancos
eran evidentemente los grandes propietarios cacaoteros, los exportadores y los
banqueros.
61 No serían los bancos los únicos centros de inversión, serían igualmente las empresas de
servicios, que como los de agua potable, luz eléctrica, transporte de carga y pasajeros,
teléfonos, etc., funcionaban en la ciudad de Guayaquil. Además invertirían en algunas
empresas industriales, como la de fósforos, calzado, curtiembres y astilleros; invertirían
en varias empresas mineras; en espectáculos públicos, etc. En definitiva, se
estructuraría un sistema económico altamente concentrado en manos de un núcleo
ligado a la actividad cacaotera.
62 Además de las inversiones, que asegurarían la rotación permanente de las rentas y
utilidades provenientes de la producción cacaotera, y el aumento de la masa del capital
en manos de la fracción agro-exportadora, éstos destinaban parte de sus utilidades al
mantenimiento de un sofisticado y lujoso nivel de vida. Esto se manifestaría, entre
otros, en la residencia permanente de varios miembros de las familias agro-
exportadoras en el exterior, y particularmente en Francia, donde buena parte de la
fortuna era dilapidada. Esto no implicaría, sin embargo, un carácter ausentista de los
propietarios y comerciantes, pues éstos siempre rotarían su residencia entre las
haciendas, Guayaquil y el exterior. En el exterior muchas veces formarían sucursales de
sus casas comerciales o realizarían inversiones en empresas especulativas. Los
Seminario, por ejemplo, formarían la Casa Seminario Freres en París, invertirían en
bancos turcos durante la guerra de los Balcanes e invertirían en empresas chocolateras
en Francia.
63 Manuel Burga
204
64 Hemos investigado los mismos temas sobre las áreas de la historia agraria del norte, en
la cual encuentro una clara coincidencia de lo que pasa en Ecuador con lo que pasa en
Perú, con los productos de exportación. Es decir, la caña de azúcar, el algodón en la
costa-norte, y en el caso del Ecuador el cacao; se generan los mismos problemas. Este
paralelismo es muy notorio y se observa que el mercado internacional genera una serie
de transformaciones internas con algunas particularidades ecuatorianas.
65 Jean Piel
66 Se ha presentado un excelente estudio de historia económico-regional, pero quiero
hacer una observación para el conjunto de investigadores, planteando un problema
metodológico, y es que corremos el riesgo, otra vez, de hacer historia económico-social,
sin tener en cuenta que lo económico-social es un aspecto de lo político. No apareció el
estado-nación en la exposición, y no es una crítica, porque tú nos das, lo cual es
excelente dentro del curso de nuestras reflexiones, los fundamentos económicos
sociales del problema estado-nación, pero más allá planteo el problema de saber cómo
enfocamos lo político, a ese nivel muy particular de lo político que es la organización de
un espacio social y económico. No digo solamente que es el problema del estado central,
sea a nivel departamental, a nivel regional, etc. También es el problema de lo político-
privado; cuando una casa comercial, un grupo de comerciantes exportadores toman
decisiones fuera del Estado, son decisiones no solamente económicas, pero sí de política
económica. ¿Cómo se toman las decisiones? ¿A través de qué tipo de negociaciones, de
apreciaciones, de balance, de proyecto comercial, de proyecto económico? ¡Claro!, es
bien difícil tener acceso a las minutas de los directorios bancarios para saber cómo y
por qué se tomaron las decisiones, y eso no es solamente problema del Estado, pero a
nivel de lo privado, ¿quién toma una decisión?, ¿para qué y en función de qué criterios?
Entonces, el riesgo de la historia económico-social que había que desarrollar con mucha
fuerza hace 10 ó 15 años, en el ambiente andino (en Francia también porque se
ignoraba lo económico-social), yo me pregunto si ya no es tiempo de replantearlo
también a nivel de economía política; hay economías políticas estatales, hay economías
políticas privadas, y lo económico en nada es independiente de lo político. Entonces no
es solamente una pregunta, no es sólo una preocupación por establecer una relación de
las exposiciones con el tema general del Estado-Nación, sino, lo repito, es un problema
de definición de cuáles son las relaciones entre lo económico y lo político, entre lo
político y lo económico. ¿Es la economía un objeto de la política o no? ¿Se puede definir
la política fuera de toda referencia económica, no sólo la economía como no sé qué
“última instancia”, nada en ese sentido, pero la economía como uno de los objetos de la
política? Es una observación un poco metodológica; lo confieso: estoy un poco inquieto
de que la sesión sea solamente una concesión a una inevitable “historia económica”, de
por sí aislada artificialmente de sus implicaciones políticas.
67 Manuel Chiriboga
68 Efectivamente privilegié en mi exposición los problemas económico-sociales que se
dieron en la región centro-sur de la costa; obviamente me parece importante
complementarla con una reflexión no solamente de lo político, sino también de lo
estatal; me encargaré de hacer en ese sentido tres ampliaciones:
69 Una que hace referencia a la constitución misma del Estado ecuatoriano, durante el s.
XIX, aspecto que será largamente abordado por el colega Rafael Quintero, pero que hace
relación fundamentalmente al carácter regionalizado que tuvo la economía y sociedad,
que es una de las características básicas de la constitución del Estado en el s. XIX; eso se
205
82 Jean-Paul Deler
83 Quería subrayar que el caso del Ecuador, específicamente el caso del auge cacaotero, me
parece ejemplar de lo ligados que van lo económico y lo político, en cuanto a la
interferencia del desarrollo regional, vinculado en este caso al mercado internacional, y
del desarrollo político del Estado; porque podemos estudiar la manera muy estrecha en
que una sociedad regional puede tomar el control del aparato de Estado y que llega a
niveles de la plutocracia bancaria guayaquileña, y se nota también cuando se pone en
referencia la curva de las exportaciones cacaoteras, por ejemplo con las dos
revoluciones importantes, políticamente hablando, la Revolución Liberal, justo antes de
un despegue fuerte de la producción y de la exportación cacaotera, y después de la
ruptura de las exportaciones debido a la crisis de los años 20 y 30 con la Revolución
Juliana; es casi un modelo donde se puede estudiar muy profundamente los vínculos
entre lo económico y lo político.
NOTAS
1. El mercado mundial del cacao
2. Hamerly Michael T., Historia Económica y Social de la Antigua Provincia de Guayaquil 1162-1840.
Publicaciones del Archivo Histórico del Guayas, Guayaquil, 1973.
3. Chiriboga, Manuel, “Jornaleros y Gran Propietarios en 135 años de Exportación Cacaotera
1790-1925”, publicaciones CIESE, Concejo Provincial de Pichincha, Quito, 1980.
4. Fue el caso de la Tribu de San Miguel de Ñausa, que luego de la independencia fue rematada
por un funcionario gubernamental y los comuneros fueron expulsados.
5. Ver por ejemplo Registro de los Préstamos Hipotecarios para el Cantón Vinces 1894-1895.
6. Otto Von Buchwald, Informe sobre Tenguel, Guayaquil, 1901.
7. Chiriboga, Manuel, idem.
8. Estrada, Julio, Loa Bancos en el Siglo XIX, Publicaciones del Archivo Histórico del Guayas,
Guayaquil, 1976.
9. Chiriboga, Manuel, idem.
10. Idem.
11. El Nacional del 7 de febrero de 1848.
12. El Nacional Nº 25 del 6 de marzo de 1871.
13. Bonifaz, Emilio, “Guachalá, Hacienda Histórica”, en Boletín de la Academia Nacional de Historia.
14. Otto Von Buchwald, idem.
15. Este estaba dado básicamente por las condiciones salariales y otras que podía percibir en
otras haciendas o en el ferrocarril.
16. Carbo, Luis A., Historia Monetaria y Cambiaria del Ecuador desde la Epoca Colonial, Reimpresión
Banco Central del Ecuador, Quito, 1979.
208
RESÚMENES
El ensayo tiene como objetivo analizar las condiciones y características del auge cacaotero
durante el período 1880-1915, que insertó al Ecuador, y particularmente a la región costera
centro-sur, dentro de la división internacional de trabajo, en calidad de proveedor de materias
primas.
La existencia de un conjunto de condiciones naturales, rentas diferenciales, en las planicies de la
costa centro-sur en torno a la ciudad puerto de Guayaquil, generaría para el período un
atropellado crecimiento de la producción y exportación cacaotera, que pasaría de 171,952
quintales de 46 kg. promedio en la década 1861-1870 a 817,707 en la década 1911-1920. El auge de
la pepa de oro, denominación conferida al cacao en la época, transformaría la región
reconstituyéndola tanto en lo que hace a la producción-circulación, a la estructura de clases
sociales, las modalidades del aparato estatal regional y nacional, así como en las relaciones con
las otras regiones del país.
El auge cacaotero y esta reconstitución regional sobrevendrían como resultado de una serie de
transformaciones que venían ocurriendo en la región y en otras zonas del país, las que
generarían las bases que sustentarían el auge agro-exportador. La primera parte del trabajo se
centró justamente en el análisis de las transformaciones ocurridas en la estructura agraria
costeña, en su esfera de la circulación, así como en las contradicciones sociales en la sierra
ecuatoriana, que aportarían contingentes poblacionales importantes en la costa.
La segunda parte del trabajo está dedicada al estudio de las características del auge cacaotero.
Partiremos de un análisis de la producción cacaotera ; de las relaciones sociales de producción
que se daban en las haciendas y plantaciones cacaoteras, distinción necesaria; proseguiremos con
un análisis de las formas de circulación de la renta y la constitución de agentes especializados en
la esfera de la circulación; para terminar con una reflexión sobre la lógica de inversión de los
grupos dominantes existentes a nivel regional. Ello nos permite enunciar ciertas hipótesis sobre
el tipo de clase dominante regional que se constituyó durante el período y los límites que ésta
tenía para emprender tareas que requerían el desarrollo económico nacional.
Nous tentons dans cet essai d’analyser les conditions et les caractéristiques du boom du cacao
qui, entre 1880 et 1915, inséra l’Equateur, et plus particulièrement la région côtière centre-sud,
dans la division internationale du travail comme fournisseur de matières premières.
L’existence d’un ensemble de conditions naturelles et rentes différentielles dans les plaines de la
zone centre-sud de la côte, autour de la ville-port de Guayaquil, a donné lieu au cours de la
période considérée à une croissance précipitée de la production et de l’exportation de cacao qui
passent de 171.952 quintaux (d’environ 46 kgs) de 1861 à 1870, à 817.707 entre 1911 et 1920. Le
boom de la graine d’or —c’est ainsi que l’on nommait le cacao à cette époque— allait transformer
la région en la réorganisant, aussi bien en ce qui concerne la production-circulation, la structure
des classes sociales, les caractéristiques de l’appareil d’Etat régional et national, que ses relations
avec les autres régions du pays.
Le boom du cacao ainsi que cette reconstitution régionale ont été le résultat d’une série de
transformations qui affectèrent la région et d’autres zones du pays, et qui établirent les bases sur
lesquelles allait reposer le boom agro-exportateur. La première partie du travail se consacre
précisément à l’analyse des transformations qui ont eu lieu dans la structure agraire de la côte, et
aux contradictions sociales dans la cordillère équatorienne qui ont amené d’importants
contingents de population sur la côte.
La seconde partie du travail s’applique à étudier les caractéristiques du boom du cacao. Nous
partirons d’une analyse de la production cacaotière; des relations sociales de production dans les
209
Jean Piel
importante en el transcurso de los siglos XVII, XVIII y XIX— era acumulada y redistribuida
internamente a favor de la aristocracia burocrático-terrateniente, o de los ricos negociantes-
armadores-financieros de los tribunales del Consulado de Lima, Cartagena y La Plata.
• El aparato de Estado colonial: Cuyo acceso era permitido a criollos y españoles metropolitanos,
pero de un modo muy desigual que favorecía a estos últimos. Aseguraba la integridad militar
y la unidad política del conjunto mediante élites que encontraban su identidad en el idioma
(el castellano), ideológica en la religión (el catolicismo heredero de la escolástica del Siglo de
Oro español) y sociológica en las costumbres (arraigadas en una visión señorial del mundo
donde la “honra” y el prestigio de la parentela —numerosa— estaban muy por encima de la
esperanza de promoción individual).
2 En este conjunto políticamente unificado pero socialmente muy diferenciado por
jerarquías distintas y a veces antagónicas —propias de una sociedad de Antiguo
Régimen pero de Antiguo Régimen colonial— tomaron forma, desde el siglo XVII,
configuraciones regionales que contribuyeron a diferenciar las sociedades coloniales de
los Andes de las que se habían constituido sobre las estribaciones amazónicas o
costeñas. Sobre estas últimas particularmente, la cercanía de los puertos, los
transportes terrestres (y por consiguiente la comercialización) más fáciles y el clima
tropical cálido, finalmente, favorecieron la expansión de la plantación esclavista
especulativa, a expensas de las poblaciones autóctonas, en retroceso o en vía de
mestizaje sociológico, cultural y biológico.
3 Al contrario, los Andes, si bien no quedan apartados de los flujos de intercambios
(realizados por recuas de muías o de llamas) son, sin embargo, económicamente
castigados por los costos comparativos de los transportes y por una circulación
monetaria más restringida que incita más bien a la autarquía regional. Son castigados
sobre todo por la tan secular resistencia de la población indígena, masiva y única en
estar adaptada al medio natural de altura que es suyo, a las iniciativas modernizantes
de las élites hispano-criollas andinas, que se realizan generalmente a expensas suyas.
Las élites reaccionan prorrogando, hasta los inicios del siglo XIX el comrpomiso
histórico que se estableció en los Andes a principios del siglo XVII entre la “República de
los Españoles” —minoritaria, enclavada en sus pocas ciudades y sus casas haciendas
aisladas— y la “República de los Indios”, de la que sólo pudieron adueñarse
parcialmente, permaneciendo el resto en reserva, en reducciones, resguardos y
doctrinas, bajo la tutela, en principio protectora, de la Corona y de la Iglesia.
4 Sin embargo, alejados del poder central y próximos a los hacendados andinos (a cuyas
parentelas o clientelas estaban de hecho integrados muchas veces), los agentes locales
del Estado colonial encargados de los “asuntos indígenas” (curas, doctrineros,
corregidores de Indios, gobernadores), trasladan ampliamente a favor del sector
privado local las obligaciones debidas por los indígenas a la Corona y a la Iglesia. Las
leyes de Indias se lo permiten puesto que mita, servicios personales y otras
prestaciones indígenas en trabajo obligatorio tienen por fin el abastecimiento en mano
de obra no sólo de las empresas estatales sino también, bajo ciertas condiciones, de las
empresas privadas: haciendas, obrajes, minas, transportes, obras de
acondicionamiento, servicios domésticos.
5 Tal como se presenta esta reserva andina india, recordémoslo, reúne, alrededor de
1810-1820, más del 30 % de la población de lo que sería Colombia, más del 80 % de las
poblaciones del Virreinato del Perú (Ecuador, Perú y Bolivia de hoy). Para el Estado
colonial es una reserva fiscal y laborable (“corvéable”); para los hacendados una
212
reserva de mano de obra, gratuita cuando se han apoderado de ella en sus haciendas y
obrajes, muy barata cuando la mita la lleva hasta sus campamentos mineros. Para los
comerciantes es una reserva mercantil obligada gracias al sistema del reparto. Para la
Iglesia es todo esto y, además, una reserva de almas nunca perfectamente evangelizadas
a la cual somete a un sinnúmero de rentas eclesiásticas: diezmos, primicias, dádivas,
contribuciones de cofradías, censos, capellanías, obras pías, etc… Para todos, en la
ausencia de verdaderas relaciones sociales capitalistas, es la única fuente de renta, de
acumulación y de valorización del difícil espacio andino cuya parte (suelo y subsuelo) es
retenida y usufructuada por las comunidades indígenas con exclusión de los no-Indios.
Es también, por consiguiente, una reserva natural: terrateniente y minera.
6 En estas condiciones se entiende por qué durante el período colonial el monopolio de
acceso local a esta reserva andina originó tantos conflictos entre el Estado, la Iglesia, los
hacendados representados en cabildos municipales y reunidos en grupos de presión
regionales (parentelas y clientelas), los negociantes y los pocos curacas indígenas cuyo
poder tradicional sobrevivió a la colonización. Por ejemplo en el siglo XVI: el dramático
conflicto entre la Corona y sus encomenderos. En el siglo XVIII: el conflicto entre Corona
y Jesuitas a propósito de la confiscación de sus haciendas y doctrinas en 1767, la guerra
de castas entre Indios y Españoles mezclada con una guerra civil entre grandes curacas
indios desde 1780 hasta 1783.
7 Habrá que preguntarse entonces si la Independencia política ganada aquí sobre España
entre 1810 y 1825 continúa y reactiva estas luchas en torno a la reserva andina, o si
lleva a eliminar dichas luchas mediante la disolución de su propósito, disolución
lograda sea por medio de la integración de la reserva andina a la nación, sea, al
contrario, por medio de la exclusión total de esta reserva, marginalizada en las
fronteras interiores de la nación. Bien podemos sospechar que, dentro de un universo
tan vasto y tan fragmentado geográfica y socialmente, la respuesta no será unívoca y
que, después de 1820, serán decisivas las diferentes formas de articulación no de la sino
de las reservas andinas con la vida nacional y con el mercado.
de los Andes, e incluso en los resguardos del sur colombiano, esta situación no se
modificará hasta las reformas agrarias de los años 1960.
13 ¿Significa lo antes dicho el fracaso del capital mercantil y del Estado central en
penetrar y transformar la reserva andina, asentada en un estatuto neo-colonial?
Evidentemente no, como consta entre 1865 y 1873, durante el auge de la reactivación
económica iniciada en 1850. Así es como en el Perú, y desde 1854, Ramón Castilla,
especulando sobre los nuevos ingresos arancelarios del guano y del salitre, intenta
suprimir el “tributo indígena”; pero muy rápidamente —ya desde 1858— las juntas
provinciales y departamentales andinas lo restablecen. En los años 1865-71 las orillas
del lago Titicaca, en pleno boom de las exportaciones de lanas de ovino y de alpaca
conocen una verdadera revolución comercial dirigida desde Tacna y Arequipa. Las
comunidades indígenas productoras del lado peruano reivindican el acceso directo al
mercado, sin rescatistas, por lo cual se rebelan en 1867-1868. Pero son derrotadas y
reprimidas. Los hacendados del lado boliviano, apoyados en la dictadura de Melgarejo,
despojan a las comunidades aymara del Altiplano de sus pastos y ganado, lo que
provoca una rebelión general desde 1869 hasta 1871. Más o menos en la misma época se
acrecientan las tensiones en la —sin embargo- muy tradicional sierra ecuatoriana
donde hacendados obrajeros están preocupados de manera diferente por el avance
comercial de la burguesía exportadora terrateniente de Guayaquil. Alrededor de
Bogotá, en Colombia, se desencadena una ofensiva generalizada contra los resguardos
indios que van siendo absorbidos en los neolatifundios o en la economía de mercado.
14 La reserva andina no deja pues de reaccionar frente a la expansión del capital
mercantil, y trata de negociar, siquiera con la fuerza, su relación directa con el Estado y
el mercado cuando se da la oportunidad. Pero, salvo excepción, está derrotada y tiene
que regresar al statu quo ante, o dejarse absorber por el neolatifundismo. La expansión
del capital mercantil en los Andes termina por consolidar a los intermediarios, cuyo
poder sobre la reserva campesina se ve incrementado sea por la extensión de la
hacienda, sea por una toma de control reforzada de los segmentos locales del aparato
de Estado y del mercado (lo que en los Andes peruanos se llama el gamonalismo). La
reserva andina, incluso donde la evolución económica consigue transformarla, no se
nacionaliza, se privatiza.
15 Esta tendencia, que se afirma claramente entre 1865 y 1873, en pleno auge económico y
político, se aminora pero permanece igual durante un largo período de depresión
económica, desde 1873 hasta 1893 aproximadamente. Al parecer, sólo una ruptura
exterior podría romper esta inexorable lógica de la acumulación primitiva de capital,
sea imponiendo una nueva regla del juego económico, sea debilitando por breve tiempo
la coerción ejercida sobre la reserva andina por los agentes locales del aparato de
Estado encargados usualmente de conservarla bajo su propio control y el de los
hacendados. A fines del siglo XIX y a principios del siglo XX, esas rupturas transitorias o
acumuladas son fundamentalmente provocadas por la penetración, en los Andes, de un
nuevo tipo de capital —financiero— o por episodios bélicos, interiores o exteriores.
215
18 Sin embargo, las necesidades de mano de obra adicional de este capital financiero lo
lleva a veces a adoptar actitudes mucho menos modernizantes, por ejemplo cuando
adquiere antiguas haciendas no para valorizarlas sino para conservarlas como
empresas ganaderas de mano de obra barata, o cuando rechaza a los indios en sus
reservas comunitarias después de haberlos despojado de sus reservas de pastos, para
lanzarse a la ganadería especulativa de altura. Tales procedimientos refuerzan entonces
la reserva de mano de obra indígena, a iniciativa de grandes sociedades anónimas por
acciones, extranjeras o criollas, incluso en las regiones sometidas por otra parte a la
acción transformadora del asalariado y del mercado libre. Vale decir que la asociación
neo-latifundismo/capital mercantil no es la única en rechazar o anexar a título privado
la reserva andina entre 1895 y 1930. Sin embargo, ésta, sometida a la competencia
económica de la gran empresa minera o agro-industrial, encuentra en la expansión del
neo-latifundismo (es decir en la progresión extensiva de la renta mercantil-
terrateniente) la única respuesta posible para conservar su lugar en la economía global.
Como consecuencia, a excepción de algunas áreas de mano de obra y agricultura
campesina de panllevar integradas a los mercados —industriales o urbanos—, la
comunidad campesina está en retroceso por todas partes a principios del siglo XX y más
aún, en algunas regiones (en Colombia, alrededor del lago Titicaca), está simple y
llanamente amenazada de extinguirse por causa de la privatización de sus reservas de
tierra y mano de obra a favor del neolatifundismo dominado por el capital comercial o
financiero según el caso.
19 En los Andes peruanos o bolivianos, donde la reserva andina es especialmente
importante, eso origina en respuesta un clima de rebeliones continuas desde 1895 hasta
1925, esencialmente a iniciativa de las comunidades indígenas agredidas o amenazadas.
Cuando esta rebelión social interfiere con luchas políticas criollas o mestizas, la
situación se vuelve explosiva. Es el caso de Bolivia, en 1899, donde la intervención
indígena ayuda a la victoria militar de los liberales de La Paz contra los conservadores
de Sucre. Igualmente está comprobado en los Andes peruanos donde los indígenas, al
principio movilizados en guerrillas de masas para terminar con las contiendas políticas
entre parentelas criollas, o con las luchas de facciones urbanas donde intervienen
liberales, conservadores, modernistas, tradicionalistas y algunos radicales y anarco-
sindicalistas, no tardan en luchar por su propia cuenta desbordando a sus aliados
urbanos. Económicas y terratenientes al principio, las luchas de la reserva andina pasan
entonces a ser políticas y exigen una nueva definición de sus relaciones con el Estado
antes que sea demasiado tarde; en claro: antes que en algunas regiones sometidas más
que otras a la acción del mercado y del latifundismo, la reserva andina constituida en
comunidades consuetudinarias está totalmente privatizada por el latifundio en
expansión, tradicional o modernizado. En el Perú, en 1920, el presidente Augusto B.
Leguía entiende el problema y, por primera vez después de un siglo de Independencia,
reconoce en la Constitución la existencia de las comunidades indígenas. Decisión de
provecho para el Estado peruano que así conserva su propia reserva andina, menos
para asegurarse del padrón fiscal que para sacar de ella los equipos de trabajadores
forzados que la administración moviliza entonces para abrir el espacio andino al
camión gracias a la conscripción vial, o para reclutar los soldados en nombre de la
conscripción militar. De parte del Estado esto no significa únicamente tomar medidas
de salvaguardia, sino asumir directamente la parte de la reserva andina que no está
todavía acaparada a título privado y que él pretende administrar directamente, de
ahora en adelante, prescindiendo de los intermediarios andinos tradicionales, que se
217
Jean PIEL
Las articulaciones de la reserva andina al Estado y al mercado desde 1820 hasta
1950.
23 Henri Favre
24 Quisiera presentar brevemente tres ejemplos que dan una idea del grado de desarrollo
del Estado en los Andes en la segunda mitad del siglo XIX, y que ilustran al mismo
tiempo el conflicto de interés que surge dentro del bloque de poder acerca del acceso a
la “reserva andina” considerada bajo el aspecto de reserva de fuerza de trabajo.
25 El primer ejemplo es el de la importación de culíes chinos por los plantadores
capitalistas de la costa peruana entre 1850 y 1874. La importación de mano de obra
asiática ha sido medida, cuantificada y ampliamente documentada. Sin embargo, nadie
se ha preguntado por qué los dueños de plantaciones fueron a buscar trabajadores a
8000 km cuando tenían dos millones de indios a menos de 200 km. Esta pregunta puede
ser contestada de dos maneras que no son mutuamente incompatibles. Primero, el
aparato estatal era demasiado débil en aquel entonces para hacerse el instrumento de
una movilización de la población indígena de la sierra. Segundo, el poder de las
aristocracias terratenientes del interior serrano era todavía demasiado fuerte para que
tal movilización a provecho de los intereses costeños pudiera tener lugar. Observo que,
en la misma época, la situación era bastante diferente en México, país que tenía un
Estado mucho más desarrollado dentro del cual la relación de poder entre los
capitalistas emergentes y los viejos terratenientes no era tan favorable a estos últimos.
La manera como el Estado mexicano arrancó indios a las serranías de Oaxaca para
colonizar Valle Nacional es muy reveladora al respecto.
26 A mi juicio, el conflicto de interés entre capitalistas y hacendados tradicionales sobre el
reparto de la fuerza de trabajo no ha recibido la atención que merece. Este conflicto
dominó el escenario político durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del
XX. Por un lado, los capitalistas intentaron atraer a la población serrana hacia los polos
de desarrollo costeños a través del sistema de enganche. Por otro lado, los hacendados
del interior trataron de mantener el control exclusivo que ejercían desde siempre sobre
“sus” indios. En 1896, el concejo municipal de Cajatambo, en el departamento de
Ancash, tomó un bando prohibiendo a la población ir a trabajar en las plantas de la
costa y proscribiendo el enganche. A pesar de su anulación por el prefecto de Ancash
que lo declaró ilegal, el bando siguió aplicado por la municipalidad hasta que el
Ministerio de Gobierno interviniera. Sería util estudiar los diferentes aspectos de la
lucha que las élites tradicionales serranas libraron contra los capitalistas del litoral que
pretendían abrirse un acceso a la reserva de fuerza de trabajo andina.
219
acceso, y se nota bien el período de crisis donde a veces los representantes locales del
Estado central están muy metidos, y hesitan.
41 Un caso concreto: en 1926, en la hacienda Lauramarca, todavía poseída en forma
tradicional por grandes terratenientes aristocráticos y ausentistas, se produce una
crisis interna que desemboca en una verdadera huelga de las relaciones precapitalistas:
los colonos se niegan a pagar la renta producto, dinero y servicios gratuitos.
42 Pero entretanto, el representante local hesita porque por otra parte aparece otra
alternativa de articulación de la mano de obra de la hacienda Lauramarca a través de
los “subversivos rescatistas”, es decir los representantes locales de los intermediarios
de Sicuani. Dentro de la propia hacienda se está creando un circuito paralelo de
articulación al mercado y a lo político. Hay parálisis hasta 1930 y Sánchez Cerro. Se nota
bien que el problema central es el acceso a esta reserva de mano de obra andina de
Lauramarca.
43 Rafael Quintero
44 Se habla de que en Chile el Estado en el siglo XIX sí fue “fuerte”, y por el contrario en
Bolivia, Perú y Ecuador fue “débil”. En el caso ecuatoriano se mencionó la sublevación
de Fernando Daquilema (1872): para la prensa guayaquileña esa población
indudablemente tenía que haber sido llevada quizás por el ejército hacia las
plantaciones, y para la prensa quiteña se debió haber hecho lo que se hizo a través del
ejército que existía, que cercó directamente la zona y cometió una de las más grandes
masacres indígenas hechas por el Estado en el siglo XIX. El problema que se debe
plantear es que el Estado aparece muy débil para el hacendado guayaquileño, pero muy
fuerte para el hacendado quiteño. Debemos recordar por ejemplo el desarrollo de la
hacienda cacaotera que numéricamente significaba, en 1820, 1,000 ó 1,200 haciendas,
con aproximadamente 12 millones de árboles de cacao, al final del primer auge
cacaotero. Pero en los años 90 significa 60 millones de árboles de cacao, con 4.800
haciendas sólo cacaoteras, y la pregunta que uno se plantea es si esas haciendas se
constituyeron sin el auspicio del Estado. La respuesta es positiva: el Estado está
presente en la creación de bancos, en la legislación, y nunca hubo necesidad de que
emigrase más fuerza de trabajo de lo que efectivamente emigró, para que se desarrolle
de 12 millones a 60 millones de árboles de cacao a fines de 1895, porque ningún
terrateniente plantó jamás ningún árbol de cacao; lo hicieron los campesinos, en
número suficiente para que haya incluso sobreproducción de cacao, y el país empiece
en 1913 a tener ese problema. Estamos hablando de la supuesta “debilidad” del Estado,
en la medida que estamos pensando en un modelo de no sé qué tipo de Estado que se
supone había en el siglo XIX, que “posiblemente” podía haber existido. Cuando
hablamos de subdesarrollo económico y lo vinculamos al problema de la política de la
participación del Estado en la economía, se debe tener presente que uno de los niveles
que menos se van a desandinizar con las Repúblicas del siglo XIX es justamente el nivel de
la política. Pienso que en el siglo XIX se constituyen respuestas muy andinas a los
problemas políticos, y que en los eslabonamientos internos de los Andes, el Estado
juega un papel suficiente para que se desarrollen estas economías regionales; lo que no
existe indudablemente es un tipo de Estado que hoy algunos se plantean como
necesario; quizás estamos planteando preguntas que el siglo pasado no podía satisfacer.
45 Henri Favre
222
46 No se puede negar que el aparato estatal se desarrolla más lentamente en los países
andinos que en Chile o México. A mi juicio, el ritmo relativamente lento del proceso a
través del cual se construye el Estado en el Perú, Ecuador y Bolivia tiene algo que ver
con las dificultades que encuentran los grupos capitalistas emergentes en asentar sus
intereses frente a los de las aristocracias terratenientes tradicionales. Durante largos
años, los capitalistas tienen que compartir el poder con estos últimos que no necesitan
de un Estado desarrollado. En el Perú, sólo logran una posición de poder dominante a
fines de los años 1910, y sólo a partir de ese momento se establece en el país un Estado
verdaderamente moderno. Tampoco se puede negar que uno de los factores principales
que limitan la expansión del capitalismo tanto en los países andinos como en muchos
otros países latinoamericanos en la segunda mitad del siglo XIX y buena parte del XX es
la escasez de mano de obra. El capitalismo nace en regiones relativamente nuevas y
poco pobladas, al margen de las grandes concentraciones humanas que, por lo demás,
se encuentran inmovilizadas por los cuadros sociales heredados de la Colonia. A pesar
de ello, nos dice Rafael Quintero, los plantadores ecuatorianos llegan a hacer crecer 60
millones de árboles de cacao. Pero ¿cuántas decenas de millones más habrían hecho
crecer contando con el respaldo de un Estado capaz de proporcionarles un mayor
número de trabajadores o crear un mercado nacional de trabajo?
47 Repito lo que ya tuve la oportunidad de decir: existe un conflicto dentro del bloque de
poder entre el grupo capitalista y las viejas élites terratenientes. Creo que es difícil
entender el ritmo de crecimiento del Estado, el modo de expansión del capitalismo y la
manera como se articula la formación capitalista con la formación señorial y colonial,
sin tomar en consideración este conflicto que la historiografía andina subestima o
niega, en parte por razones ideológicas.
48 Hermes Tovar
49 Yo tengo la impresión de que estamos convirtiendo el Estado en la representación del
espacio donde se manifiestan los intereses de 1,200 haciendas y no el aparato donde se
organiza la política económica, social y cultural de múltiples intereses, sobre todo
pensando en términos de los Estados andinos. En un momento determinado, el Estado
puede entrar en contradicción con los intereses de un grupo de hacendados que
regionalmente están en lucha con los intereses de los hacendados que predominan en
esta región. Por ejemplo, es posible que en un Estado o en una región donde hay
relaciones esclavistas predomine una actitud racista de discriminación que se expresa a
través de las políticas del Estado que reprime y castiga toda rebelión material y
espiritual. El Estado tiene que oponerse a quienes promueven la liberación de los
esclavos, aunque sean hacendados que están interesados en romper las relaciones de
esclavitud. Lo que hay que entender entonces es, por ejemplo, cuál es el proyecto que el
grupo del guano tenía sobre el Perú, si el Perú era solamente Lima, y el resto del
territorio un mero apéndice. El problema del Estado se plantea en función de la
naturaleza de la economía que constituye el espacio del país o de la región. Eso es muy
importante para sistematizar y evitar la casuística y los casos aislados que impiden ver
el modo como regionalmente se expresan los intereses de los grupos que ejercen la
hegemonía a nivel local. El primer requerimiento de un Estado es el modo como los
poderes regionales se articulan, cómo crean sus propios gremios de expresión política y
cómo luego organizan el aparato de Estado nacional.
50 Jean Piel
223
62 Estaba pensando de repente que toda sociedad tiene el Estado que se merece. Ahora
bien, pensemos en dos ciclos, en las dos décadas posteriores a la independencia, el Perú
llegó a los 40 gobiernos; era un gobierno de semestre aproximadamente, y por otro lado
en el caso de Bolivia, para una población de 2 a 2’500,000, en la primera mitad del siglo
XIX, el número de soldados era de 1,000 a 1,500; era extraordinario en estas situaciones
justamente el enorme consenso; el hecho es que con un aparato represivo
extraordinariamente reducido, la propensión a la rebelión haya sido tan débil, y creo en
este caso que el legado colonial tiene una gran importancia. A propósito de los chinos,
una de las razones por las cuales se prefirió viajes tan largos para abastecer de fuerza
de trabajo a las empresas, era la convicción de que siendo personas desarraigadas no
serían propensas a la rebelión.
63 Ernesto Yepes
64 En relación al tema de la fuerza del Estado, yo me pregunto lo que estamos entendiendo
por el Estado. Por ejemplo, Jean Piel nos dice que el Estado buscaba el consentimiento
de los grupos terratenientes. Pero uno podría legítimamente voltear la figura para el
siglo XIX en el Perú y decir que son los terratenientes los que utilizan el poder del
Estado, se lo apropian.
65 Jean Piel
66 Lo que se llamó la negociación, que es reversible.
67 Ernesto Yepes
68 Si planteamos, en términos modernos, que el Estado está más o menos ligado a la
reproducción del capital, de las relaciones de trabajo, y que en el siglo XIX no hay este
capital y estas relaciones, ¿de qué estamos hablando? Y esto nos lleva al problema que
señalaba Henri Favre, pero invertido; ni en el caso de México, o de Chile, que tenían un
Estado fuerte se logra cambiar las relaciones sociales; ni hay una transformación
productiva aparte de algunas zonas. La revolución mejicana es justamente una
explosión para modificar las relaciones sociales que ni el Porfiriato había logrado
modificar. Entonces hay formas privadas de ejercer el poder que utilizan vías estatales
pero que son de una textura diferente de un Estado capitalista.
69 Jean Piel
70 De acuerdo con la problemática, pero queda mucho por investigar.
71 (A una pregunta sobre lo que es la reserva andina, a qué nivel social y económico se encuentra)
72 Jean Piel
73 Un agente inglés trabajando en Arequipa o en un punto de la costa norte tiene la
tentación de clasificar dentro de la reserva andina hasta a los hacendados; para el
cónsul inglés en Arequipa, hasta los Romaña son gente “del interior”, son parte de la
reserva global andina. Veo a la “reserva andina”, muy esquemáticamente, como
conjuntos imbricados verticalmente: para el hacendado la reserva es la mano de obra de
su hacienda y comunidades colindantes, para el prefecto la población “popular” del
departamento, para el rescatista de Sicuani su clientela mercantil mestiza indígena etc.
La reserva es entonces un encajonamiento sucesivo según el punto donde está el
observador en la cabina de control: de ahí los diferentes niveles de resistencia. Puede
haber un frente común de grupos de indígenas campesinos contra los mistis, grupos
campesinos de haciendas, y hacendados a nivel regional contra el Estado central. Puede
haber también un conjunto de agentes del capital mercantil y campesinos de
225
RESÚMENES
Con la Independencia las repúblicas andinas sufren un doble proceso de desarticulación externa
(con el Imperio español, ya abolido) e interna (por reprivatización de la vida regional en manos
de grupos terratenientes). De ahí que los agentes de los nuevos Estados y del capital mercantil
tengan que negociar su acceso a la reserva andina de recursos materiales y humanos con esos
grupos terratenientes y regionalistas.
Desde 1820 hasta 1895, lo obtienen limitadamente, manteniendo y reforzando esos grupos en el
poder regional. De 1895 a 1930 el capital financiero logra quebrar esos mecanismos en regiones
determinadas, pero incompletamente, y teniendo que limitar su intervención no más allá de sus
propias necesidades. De 1930 hasta 1950 la situación andina, aparentemente se estabiliza
yuxtaponiendo tres tipos principales de articulación de la reserva andina al Estado y al mercado.
Avec l’Indépendance les républiques andines souffrent d’un double processus de désarticulation
externe (avec l’Empire espagnol, aboli) et interne (par reprivatisation de la vie régionale aux
mains de groupes de propriétaires terriens) Pour cette raison, les agents des nouveaux Etats et du
capital commercial doivent négocier leur accès à la réserve andine de ressources matérielles et
humaines avec ces groupes régionalistes de propriétaires terriens.
De 1820 à 1895, ils y parviennent de façon limitée, tout en maintenant et consolidant la présence
de ces groupes à la tête du pouvoir régional. Entre 1895 et 1930, le capital financier réussit à
briser ces mécanismes dans certaines régions, mais incomplétement et sans pousser son
intervention au-delà de ses propres besoins. De 1930 à 1950, la situation andine apparemment se
stabilise et juxtapose trois types principaux d’articulation de la réserve andine à l’Etat et au
marché.
226
VOLUMEN I
Conclusion
227
Problemática
1 La comisión partió de la idea siguiente: si aceptamos la definición de la Nación como la
creación histórica de un espacio y de una sociedad cultural y económicamente
integrados u homogéneos, en esta perspectiva no hay nación en los Andes. El problema
consiste en saber por qué fracasó el proyecto nacional en las repúblicas andinas.
2 Las ponencias presentadas en las tres media-jornadas dedicadas a esta temática
enfocaron las rúbricas siguientes:
3 La primera tocó a la herencia ibérica o más bien la transición de la sociedad colonial a
la sociedad republicana. Se estudiaron los conflictos sociales en la región del Cauca en
el primer tercio del siglo XIX, luego las sublevaciones de los campesinos de Huanta
(Ayacucho) contra la república en el siglo XIX y por fin los fenómenos de indianización
de unos grupos blancos en la región de Huancavelica durante la época contemporánea.
4 La segunda rúbrica recalcó el papel de las dinámicas regionales en la expansión de los
mercados internos y de las fronteras agrícolas. Los empresarios del sur peruano o las
comunidades indígenas del Mantaro manifiestan así una pujante participación al
desarrollo económico. Más trágica es la expansión del frente pionero al este de los
Andes bolivianos que se traduce por la desintegración de las sociedades periféricas
mientras más al norte, las etnias amazónicas de los Andes orientales del Ecuador
(Jíbaro) o del Perú (Campa) logran sobrevivir a la economía de trata (caucho).
5 Por fin, se recordaron las condiciones externas para la formación de los mercados
nacionales, articulando las reorientaciones hacia la monoproducción (como el cacao
ecuatoriano, el guano peruano o la plata boliviana) con las transferencias de mano de
obra.
228
NOTAS FINALES
*. Integraron la Comisión: M. BURGA, G. COLMENARES, M. CHIRIBOGA, H. FAVRE, A. FLORES
GALINDO, N. MANRIQUE, J. PIEL Y T. SAIGNES.
230
VOLUMEN II
231
VOLUMEN II
VOLUMEN II
1 Es casi una pretensión hablar de los problemas del Estado en la primera mitad del siglo
XIX en Colombia cuando no existe una literatura histórica elaborada que contribuya a
dilucidar los problemas de la economía, de la política, de la sociedad y de la cultura
durante estos años1. Ha sido casi una tradición en la historiografía colombiana iniciar
cualquier análisis histórico contemporáneo a partir de los años posteriores a 1850. Pero
es necesario anotar que una abundante información de orden factual ha convertido en
un mar de caos el proceso mismo de la independencia, vista más como un fenómeno
político donde héroes y batallas definen los procesos económicos y sociales de estos
años2.
2 La independencia de la Nueva Granada como fenómeno político invadió toda la esfera
de la sociedad y se constituyó en expresión de múltiples sentimientos y reacciones que
minaron estructuras mentales de opresión y dependencia no sólo a nivel de las élites
cultas de la sociedad sino en el plano de los esclavos, de los grupos indígenas que vivían
bajo condiciones de servidumbre, y de las diversas categorías sociales que bajo la
denominación de castas se arremolinaban en los escalones más bajos de la pirámide 3.
3 Al quedar convertida en una guerra total cuyo objetivo primario era la destrucción del
aparato de dominación colonial, la independencia como fenómeno real tuvo que
enfrentar la creación de un estado capaz de sustituir las fuerzas de opresión y de
organización colonial. Nueve años de conflictos armados no sólo crearon un caos
económico sino múltiples expectativas entre las fuerzas sociales comprometidas directa
o indirectamente en las acciones bélicas4. Destruir las estructuras de la sociedad
colonial y modernizar sus relaciones económicas y políticas sería uno de los esfuerzos
prioritarios de quienes tuvieron bajo su responsabilidad la defensa de la naciente
República5. Mas no era tarea fácil dicho proceso de transformación ya que existían
234
LA LEGITIMACION DE LA REPUBLICA
9 Una de las preocupaciones de los Miembros de las Juntas Republicanas y de quienes
asumieron el poder después de 1810 fue la de buscar mecanismos de legitimación de sus
actos revolucionarios. Las Juntas de 1810 encontraron en la soberanía popular, el
derecho a darse un legítimo gobierno10. Posteriormente fue el derecho de las armas y,
finalmente, el derecho de la voluntad popular expresado por medio de los electores de
los cantones y de las provincias los que fundamentaron el carácter universal del nuevo
Estado11. Sin embargo, los mecanismos de difusión entre los sectores populares que
legitimarían la Revolución primero, la República luego y el Estado liberal o conservador
después, merecen un estudio cuidadoso que nos conduzca al conocimiento de los reales
orígenes de nuestra singular Democracia12.
10 Podría parecer absurdo que entre un pueblo analfabeto y aislado se hubieran creado
sistemas de movilización y educación capaces de materializar sentimientos de ruptura
con el régimen colonial, o sentimientos de oposición a otros proyectos de gobierno
diferentes a los predicados por los propagandistas de turno.
11 Parecen haber sido dos los sistemas de difusión de las corrientes políticas que primaron
en la primera mitad del siglo XIX. De una parte, la prédica de los frailes y de los curas
que, desde los púlpitos de las iglesias, sirvió de poderoso instrumento de control social
e ideológico. En segundo lugar, el discurso educativo de las organizaciones políticas
oficiales, de las prefecturas y de las Sociedades Democráticas que actuaron como
representantes del partido en el gobierno. Mecanismos indirectos fueron el rumor, la
represión y el terror practicado por los ejércitos en contienda.
LA IGLESIA PREDICANTE
12 Fue básicamente durante los años de la guerra de independencia y en los que siguieron
a 1819, los que nos ofrecen una abierta vinculación política de la Iglesia con el Estado 13.
Al no existir partidos internos opuestos, la Iglesia jugó un papel fundamental en la
difusión de las ideas republicanas y, mucho más, en la adecuación a favor de la naciente
República de la conciencia fanatizada de los indígenas y mestizos de los campos de
Colombia. Los españoles que habían ejercido durante 300 años un proceso de
destrucción de visiones paganas y velado celosamente por la adopción de la religión
católica como instrumento de creación espiritual, se lanzaron, después de 1819, a
sostener el carácter hereje de la Independencia y la inadecuación de la República a la fe
de Jesucristo. En esta guerra espiritual, la República encargó a sus sacerdotes la misión
de demostrar que la Independencia lejos de oponerse a la Santa religión se conformaba
con ella y que el sistema americano era totalmente conforme a la doctrina de
Jesucristo14. Por esto en su sermón político-moral del 21 de diciembre de 1819, el cura
de Teuza predicaba a sus fieles sobre dos puntos que le fueron mandados a exhortar:
“...que el actual sistema de libertad no se opone a la fé de Jesucristo Nuestro Señor, y
que así no son herejes los que lo siguen”; y “que si estas providencias sucumben
nuevamente al gobierno Español, padecerán males, que los que hasta ahora han
padecido”15. El domingo 6 de agosto de 1820, el cura de Nuestra Señora de las Angustias
de Toledo afirmaba desde el púlpito que “nuestra causa no le contrae solamente a una
nación, sino que debe ser universal, y que como tan conforme a la Ley Divina y humana
podemos defenderla y decir que, en nada se opone a la religión católica...” 16. En el
236
mismo sentido los curas de Macanal, Chopo, Labateca, Bucaramanga y otros, afirmaban
lo justo de la causa republicana17. La libertad “en nada se opone a la religión que
profesáis, quiero decir que podéis ser perfectos cristianos ... y ser unos grandes y
excelentes republicanos ...” predicaba el cura de La Mesa 18, mientras que para el cura de
Concepción la obediencia a las autoridades constituidas en la República de Colombia
implicaba la obediencia de la doctrina “que anunciaron los profetas” 19. La
independencia por tanto se conformaba a la naturaleza, a la razón y a la justicia 20. El
derecho natural, decía el cura de Bucaramanga, y el “de gentes inspira en los corazones
de los hombres, defenderse de los enemigos que la inquietan o quieren perturbarla: de
los que procuran su ruina, y de los que de cualesquier modo intentan su destrucción...”
21
. Pero no se buscaba solamente aceptar pasivamente estos principios sino que era
necesario actuar para defenderlos de quienes habían renegado de ellos en la práctica de
la guerra recién concluida, en la cual los españoles irrespetaron sacerdotes, conventos,
iglesias y dieron muestras de blasfemia y ateísmo 22.
13 Estos principios fundamentaron los sermones que recorrieron domingo tras domingo
innumerables pueblos y aldeas de la Nueva Granada, entre 1819 y 1820. No sabemos
cuáles fueron las reacciones populares a estas manifestaciones que no se limitaron a su
mero enunciado sino que tuvieron como contenido general largas exposiciones sobre el
derecho de los pueblos a su libertad, desde los tiempos bíblicos, cuando el mismo Dios,
con su espada y sus ejércitos, fue capaz de aliarse a los pueblos que luchaban contra la
servidumbre y la esclavitud. De los mismos discursos se desprende un cierto
fustigamiento a la pasividad de los pueblos. Es decir que no todo era entusiasmo sino
también escepticismo y hasta conciliación y defensa del pasado. No sólo la idea de que
la Independencia era obra de Dios y la reconquista un castigo a los pecados de los
hombres se expuso junto a la descripción de los males dejados por la guerra anterior a
1819, sino que hubo curas que parecían no tolerar la indiferencia a su invitación a
defender la República. El cura de Topaipi pedía credulidad a sus palabras y reprochaba
al vecindario su indecisión y el que tanto caso hicieran a un gobierno como a otro. “No
os atengáis a que sois personas de poco influjo, que no han cooperado en la expulsión, e
impedido a su vuelta, por ser una gente egoísta” que huye a los montes como lo hacen 23;
y el cura de Bucaramanga nos deja testimonio de que dentro de la sociedad republicana
sobrevivían viejos partidarios del sistema colonial que esperaban su oportunidad,
angustiados en un horizonte indefinido de libertad:
“Hombres desnaturalizados: decidme cuál fue el premio que os dieron esos
aventureros por haber contribuido con vuestras acusaciones a la ruina total de
tantas familias? Con vosotros hablo los (que) os llamáis realistas... hombres débiles,
vosotros debéis sufrir el azote del español por la traición que haceis a vuestra
patria. Mujeres hipócritas, engañadas y seductoras: // vosotras que habéis dicho
que no habiendo rey, no hay religión, y que sólo los españoles son los sectarios del
cristianismo. Desengañaos en estos momentos, y si continuáis en vuestra
credulidad, abandonad este territorio que tan indignamente habitáis... Alistaos
todos // entre los guerreros de la patria. Vosotros oh ricos cuándo pensáis emplear
mejor vuestras riquezas que en la defensa de la patria? podéis dejar a vuestros hijos
herencia más apreciable que la libertad? Guardáis por ventura vuestros bienes para
sebar la codicia de los que tratan encadenarnos? Qué dolor será para vosotros ver
vuestros enemigos disfrutar vuestras haciendas, alhajas y caudales que pudisteis
haber empleado en resistirlos asegurando así vuestros derechos. Pues no dudéis,
porque hicieron en los 3 años pasados, inferir lo que os sucederá si por nuestros
pecados vuelven a ocupar nuestro territorio”24.
237
19 Estos actos de presencia popular ocurrieron después de que el Colegio electoral pidió en
diciembre de 1813 hacer dicho juramento en forma asociada con los vecinos padres de
familia y ciudadanos de 14 años para arriba. Después de febrero de 1814 otros pueblos
se unieron a tal manifestación independentista y así, Caxicá jura su absoluta
independencia y “no reconocer la corona, ni los dominios de España” 32. Y, en junio de
dicho año, lo hacen los naturales de Siachoque33. En este pueblo 409 naturales y vecinos
blancos de todas las edades firmaron el acta respectiva 34.
CUADRO N° 1
PUEBLOS Y FELIGRESES QUE FIRMARON ACTAS DE INDEPENDENCIA, 1814
Fernando VII, en octubre de 1815, y así decenas de pueblos que fueron cayendo en
manos de los ejércitos de Morillo40.
22 No sólo estos actos de apoyo a la causa republicana constituyen factores importantes de
educación política sino que la misma guerra civil con sus movilizaciones forzadas de
trabajadores rurales, con las amenazantes proclamas de los ejércitos en campaña,
sirvieron para crear, en el fondo, las bases de un comportamiento mental diferente
entre las castas que rápidamente se veían envueltas en campañas y guerras.
23 Después de 1819, como hemos visto, el Estado Republicano lucha por consolidar el
dominio del territorio neogranadino y por extirpar los focos de resistencia española.
Paralelamente surgen facciones que aspiran a orientar el estado bajo los parámetros de
la constitución de Cúcuta, mientras que otros aspiran a un gobierno más liberal. Un
gobierno que no “encadenara” la opinión sino que pudiera saber cual era la “opinión
nacional” con respecto a la forma de gobierno, proporcionando los medios que
permitieran a los pueblos expresarse voluntariamente, y, con ello, ilustrar al congreso
“sobre los deseos del pueblo Colombiano”41. El retorno a los partidos y a las facciones es
un rasgo importante de los años 20, donde no están ausentes los esfuerzos de
politización o manejo de las masas a fín de legitimar las políticas de turno 42. Dentro de
estos movimientos plebiscitarios hay que rescatar la importancia de la facción
bolivariana que, al contrario de lo que podría suponerse, invirtió los términos políticos
imperantes. La lucha política de los bolivarianos significa el primer gran esfuerzo de
consenso nacional previo a un sistema de gobierno. Es decir, no se creó un tipo de
Estado para luego legitimarlo sino que una gran movilización de consenso precedió a la
dictadura de Bolívar, constituyéndose esta forma de gobierno en una verdadera
expresión democrática. 95 ciudadanos de la ciudad y cantón de Barichara resumen el
sentimiento que movía a los pueblos en torno a la figura de Bolívar. No eran meros
impulsos sino la respuesta al caos que vivía la nación. Veamos lo que dicen estos
parroquianos en su acta del 11 de septiembre de 1827:
“Reunidos espontáneamente los miembros municipales, el párroco y vecinos notables
del cantón, al efecto de deliberar sobre nuestra futura suerte, atendidas las
vacilaciones que nos anuncian los papeles públicos de disociación, anarquía y
demás males que amenazan a la República; y teniendo en consideración que Su
Excelencia el Libertador ha pasado ya para la capital de Colombia, como presidente
de la Nación, sin duda a tomar posesión del gobierno como precintimos: Que su
tránsito ha sido con pública aclamación de júbilo, y contento de todos los pueblos
por donde ha pasado: Que él es el padre de la patria a quien debemos independencia
y libertad: Que es el principal agente que ha sostenido con energía estos derechos
sagrados. Que es el único que ha manifestado un amor grande y un desinterés
inimitable por la felicidad de los pueblos. Que posee una total confianza para con
todos ellos: que sólo él puede librarnos de la tempestad que amenaza la República:
Que de este mismo sentimiento son todos los pueblos de la Nación. Que por lo mismo han
depositado en sus manos su futura suerte; y en fin que // después de estar decretada
por el Supremo Congreso la Convención Nacional tan deseada por todos los
Colombianos, ya no debemos zozobrar, ni dudar de su protección y fidelidad
siempre acreditada. Hemos acordado el manifestar a Su Excelencia el vivo deseo de
los habitantes de esta Villa y su cantón, para que tornando la dirección del Supremo
Gobierno de la Nación, disipe todos los males que la amenazan. Haga se cumpla
inviolablemente la voluntad general de todos los pueblos que componen la República. La
defienda de los facciosos que transtornan el orden social y aspiran a su ruina. Y por
último que la asegure en el goce de su libertad e independencia. Al efecto la
municipalidad por sí y a nombre de todos los habitantes del cantón, cuyos votos ya
son bien notorios, consigna y deposita en su excelencia, su absoluta confianza, para que
240
contradichas por otros testimonios, de otros vecinos, de otros pueblos que también
celebraban cabildos abiertos para discutir problemas de la vida nacional y fenómenos
que con seguridad muy pocos entendían profundamente47. En otras palabras había en
los pueblos grupos de individuos que multiplicaban dentro de las gentes temas que,
traducidos a un lenguaje político, significaban esencialmente, la necesidad de una
actitud de aceptación de la política bolivariana en detrimento de las realizaciones
santanderistas48. Es muy significativo el testimonio de los vecinos de Soatá que, el 22 de
setiembre de 1827, se reunieron para discutir las dificultades fiscales de Colombia y
cómo
“... del empréstito de 30 millones que ha hecho la nación, 20 de los cuales han
quedado disponibles a beneficio del Estado, a pesar de los diversos impuestos y
exacciones con que se han gravado a los pueblos, y que se cré(e) han sido
religiosamente satisfechos, como lo han realizado quienes componen este cantón;
sin poder discutir en qué deban haber invertido estos caudales, cuando el
presupuesto de gastos designados por el secretario de hacienda no alcanza a la
mitad de lo que debe haber ingresado; teniendo además de esto una total y franca
confianza en el celo, desinterés y patriotismo, del (Excelentísimo) señor libertador
Simón Bolívar digno presidente de la República cuya decisión por el bien
procomunal se ha dejado conocer en todos tiempos, ha acordado por unanimidad, y
con respecto a esta porción aunque pequeña de la República, facultar como de
hecho faculta, al expresado señor libertador Presidente para que exija o haga exigir
cuentas de la inversión de las rentas nacionales ... si como es de esperar, se unen a
este voto los demás de la República lo que la nación hace por medio de diputados
puede por sí misma y // según las circunstancias ampliarlo, moderarlo o destruirlo,
mucho más cuando, si se dá asenso a los papeles públicos el Congreso actual no ha
obrado con entera libertad y se le ha sorprendido especialmente en materias
financieras. Puede ser que todo sea impostura; puede ser que las cuentas del
empréstito (sic) presentadas en la Gazeta Ministerial sean exactas; puede ser que a
los caudales con que ha concurrido la nación se le haya dado el mejor de los
destinos; sin embargo hay ciudadanos que hacen públicos reclamos, y a ellos se
adhiere esta corporación, bien sea para que se reintegre lo que se haya defraudado,
bien sea para que se ponga a cubierta el honor de aquel, o aquellos funcionarios a
quienes expresamente se acusa”49.
28 El pueblo de Soatá concluía facultando a Bolívar para que reorganizara la Hacienda
Nacional, redujera los gastos y los empleos públicos. A su vez lo facultaba para que
aumentara los ingresos que aliviaran la nación y tranquilizaran la república,
conservando su integridad, y para que convocara una Asamblea que diera el gobierno y
la constitución que creyera convenientes50. Parece inusitado que una aldea lejana de
Santa Fe estuviera abocada a los grandes problemas nacionales. Indudablemente éste es
un testimonio de cómo estos temas trascendían a la provincia y eran capaces de
conmoverla. De otro lado, está la convicción de estos parroquianos de que la soberanía
estaba en sus manos, que residía en ellos, y de que podían delegar en quién
consideraran oportuno los poderes necesarios para actuar en defensa de la nación.
Estas ideas están expresadas con claridad en estas cartas de respaldo a la dictadura. No
es extraño entonces que los pueblos de Socorro, San Gil y Barichara hubieran iniciado
movimientos populares de apoyo a Bolívar, en agosto de 1827 51. El efecto de la figura de
Bolívar y su carisma de Libertador, conforme lo entendían los pueblos, no puede ser
confundido con su transfiguración en el curso de los años por parte de grupos
interesados52. Bolívar había despertado entusiasmo y había sido comparado con
personajes bíblicos y aun con Jesucristo, lo cual legitimaba más la República. Por ello no
podemos reducir este fenómeno a la simple teoría de que se trataba de un culto al héroe
242
sino que parece que estamos frente a una imagen sustitutiva del Rey, capaz de
organizar el Estado y liberarlo de los males que siguieron a la República 53. Sus enemigos
lo opusieron a la constitución de Cúcuta, borrando de paso la posibilidad de
comprender el fenómeno bolivariano, como una expresión ideológica de los pueblos
que crearon no sólo la visión del individuo sino la del que es capaz de encarnar el
Estado y materializar esos conceptos borrosos de la soberanía popular. Hay que tener
en cuenta que el Rey había sido, hasta 1819, la figura legitimante de todo movimiento
contra la injusticia, la corrupción y la inmoralidad. La ruptura de tal imagen pasaría por
la persona de Bolívar que habría sustituido en los pueblos la materialidad imperiosa del
Rey. La dictadura bolivariana no es pues un invento de Bolívar ni producto de su
ambición personal. Es el resultado del proceso de transición del Estado Colonial al
Estado Republicano. Sustituir al Rey por una entidad abstracta, como la Constitución de
Cúcuta, era irreal en la práctica popular, pero sustituir al Rey por el Libertador era algo
posible y tangible.
29 El entusiasmo bolivariano en 1827, como decía el intendente de Tunja, había excitado
“de nuevo al amor de los pueblos” que convinieron en hacerlo “arbitro de sus derechos,
para que con su influjo restablezca la felicidad pública” 54. Esta imagen se acentuó
durante 1828, cuando hubo una verdadera manifestación nacional para que dirigiera
los destinos de Colombia.
30 Desde los primeros meses de 1828, comenzaron a llegar actas firmadas por los vecinos y
naturales de pueblos y parroquias invistiendo en el Libertador el ejercicio de la
soberanía. Esto fue lo que hicieron los padres de familia y demás autoridades públicas
de Cartagena55, y unos días después las municipalidades, padres de familia y
corporaciones de Mompox, Santa Marta, Villas de Soledad y Barranquilla y parroquia
de Barranca, las cuales se pronunciaron por las facultades ilimitadas y el mando
supremo de la República en el Libertador Simón Bolívar56.
31 Estas actas de apoyo se realizaban en cabildos abiertos y requerían un respaldo
mayoritario. El 17 de junio en el cantón de Chiquinquirá se proclamaba a Bolívar como
Jefe Supremo, pero el acta fue devuelta “para cubrir el número total de firmas del
Cantón”, habiéndose vuelto a remitir el 8 de julio de 1828 57. El acta de pronunciamiento
de Tunja del 21 de junio del dicho año expresaba,
“... los deseos que animan a esta capital para que el Libertador sea el que dirija los
destinos de la Nación, y en él se ve que los habitantes de Tunja han prometido no
obedecer más ninguno de los actos de la Convención, y que los miembros que por
esta Provincia estén en aquella corporación se retiren. Tunja en esta ocasión ha
dado una prueba nada equívoca de su adhesión al padre de la patria; este solemne
acto ha sido posteriormente celebrado con fiestas por 3 días” 58.
32 Estas expresiones, acentuadas luego de la Convención de Ocaña, se hicieron mucho más
numerosas después del 25 de setiembre de 1828 cuando los pueblos no sólo condenaron
el atentado sino que se adhirieron incondicionalmente a la dictadura, ratificando sus
manifestaciones de los meses anteriores. El gobernador de la provincia de Casanare
hizo declaraciones de sumisión, obediencia y disposición de todos los habitantes de
sostener a Bolívar59, y los pueblos de Chire y Macuco como los de Santiago dijeron que,
“con la mayor sinceridad y respeto, por el conducto regular, el terror y espanto que
nos ha causado el atroz atentado del 25 de septiembre por la noche último que los
conjurados desafectos del gobierno y de la tranquilidad pública, atentaron contra la
persona de su excelencia”,
243
de las masas populares reducidas a nulidad por las preocupaciones del ridículo y
miserable círculo oligárquico... 4°. Difundir en todos los habitantes de esta
parroquia los conocimientos útiles y necesarios para vivir en sociedad,
proporcionar los medios para la industria agrícola y demás objetos industriales y
vigilar por la educación primaria de ambos sexos. 5°. Proteger la seguridad
individual y la propiedad de cada uno de sus miembros en particular, Prestar mano
fuerte a las autoridades constitucionales para sostener el orden público, vigilar
sobre la conducta de los que intenten perturbarlo, denunciando ante las respectivas
autoridades los delitos que se cometan o intenten cometerse por los enemigos de la
libertad. 7°. Adoptar y hacer triunfar por los medios legales la candidatura para
presidente de la República en el período venidero en favor del defensor de la
democracia, ciudadano general José María Obando, lo mismo que por los candidatos
que proponga la mayoría liberal para senado // representantes y diputados a la
Cámara provincial siempre que estos sean sin aspiraciones particulares, 8°. No
reconocer ni sostener otra libertad que la que esté autorizada por la moral y por las
leyes por que todo lo que exceda y traspase de dichos límites es libertinaje y
atentatorio contra las disposiciones legales y por consiguiente jamás tendrá acogida
ni eco en esta sociedad. 9° En fin, el objeto de esta sociedad es el progreso moral,
industrial, civil, político y militar de sus miembros previa la aplicación práctica de
los principios de libertad, igualdad y fraternidad con todos sus pormenores y
circuns tancias”66.
37 Del mismo tono son los principios de la Sociedad Democrática de Santa Rosa
(Antioquía), instalada con la asistencia de 112 liberales “honrados y decididos
obandistas” quienes se comprometían a:
1°. “Mantener el orden continuamente amenazado en este Cantón por los enemigos
de las instituciones”.
2°. “Instruir al pueblo en el conocimiento de sus derechos, deberes y obligaciones
como ciudadanos y como hombres constituidos en Sociedad”.
3°. Inculcar la más sana moral, estimulando el patriotismo, el amor al trabajo, la
obediencia y sumisión a las leyes y respeto a las autoridades ya que se proclaman
hombres libres “y no un rebaño de viles esclavos, y que por lo mismo debemos
sostener y defender la constitución del Estado, haciendo el sacrificio de nuestra
vida si fuese necesario en defensa de la filantrópica y liberal administración
inaugurada el venturoso 7 de marzo”67.
38 No estamos aquí ante ciudadanos inconscientes ni ingenuos. Estamos frente a
organizaciones políticas orientadas a agrupar a los liberales en torno al estado para
ejercer funciones de proselitismo. Eran aparatos de difusión ideológica y máquinas
preparatorias de la guerra:
“La corporación a que pertenecemos... estará pronta a empuñar las armas y volar a
donde quiera que os sirvais ordenarle, a combatir por la independencia de la patria,
por las instituciones liberales y en defensa de la administración que tan de acuerdo
con ellas, y tan en provecho de los pueblos tiene actualmente en sus manos el timón
de la República”,
39 era lo que comunicaba la Sociedad Democrática del Retiro al gobernador de Córdoba,
Antioquía, en abril de 185268.
40 No eran ellas organizaciones dispuestas a convencer masas para defender un gobierno
circunstancial sino que estaban hechas para consolidar el poder mediante la educación
y la fuerza. Si políticamente eran aparatos ideológicos, y militarmente núcleos de
reclutamiento y movilización, socialmente fueron aparatos de gran resonancia, ya que
se constituyeron en voceros de las diferentes y específicas necesidades de los pueblos
que representaban. En febrero de 1852, la Sociedad Democrática de Antioquía pedía
indultar a los vecinos de San Gerónimo, “que tomaron las armas en defensa del
245
gobierno en la pasada rebelión”, para “librarlos de juicios y penas” “en que hubieran
podido incurrir por delitos comunes cometidos antes de dicha rebelión” 69. Es decir que
la guerra civil podía eximir al criminal que iba a defender la legalidad, representada en
este caso por el partido en el gobierno. A los habitantes de San Gerónimo se les ofreció
el indulto si abrazaban la causa de las leyes70. Esta misma sociedad pedía se declararan
absolutamente libres de todo gravamen los hijos de esclavos 71. Poco tiene que ver con la
política el que la Sociedad Republicana de Tuluá hubiera defendido la idea de no trasladar
la capital de la provincia a Cartago72, lo mismo que la sociedad democrática de Gigante
pedía llamar Cantón López al Cantón Gigante73. Con estas sociedades el Partido Liberal
pudo legitimar un proyecto de nación que excluyó a sus oponentes74 y abrió las puertas
a una agresiva participación popular que deliberaría a través del lenguaje de la
violencia su afán de materializar gran parte de sus expectativas 75. La abierta
participación política en los años posteriores a 1849 y, de modo especial, en 1851 y 1854
nos muestran la capacidad de acción que a nivel nacional alcanzó el partido liberal con
sus sociedades democráticas.
41 Podría argumentarse que ellas actuaban como aparatos de propaganda y que sus
comunicados y manifiestos eran más la expresión de pasiones individuales que
colectivas. Sin embargo debemos tener en cuenta que tanto las actas de fundación como
las peticiones o comunicados de respaldo al gobierno estaban ratificados por la firma de
un gran número de ciudadanos, indudablemente miembros de dichas sociedades. En el
Retiro, 22 ciudadanos respaldaron el acta de constitución pero más tarde había más de
160 individuos. En Amagá la sociedad se componía de 90 ciudadanos de los cuales 59 no
sabían firmar; en la de Medellín 17 ciudadanos conforman 2 de sus comisiones; en
Ramiriquí 33 vecinos notables firman el acta de constitución de su sociedad, al igual
que son 48 los vecinos notables de Fusagasugá los que firman el acta de constitución y,
en Río Negro, 70 los socios activos.
42 Las sociedades se reunían temporalmente para realizar actos públicos que incluían
discursos, procesiones y festividades. La sociedad de Amagá se reunió el 7 de marzo de
1852 para celebrar el aniversario de “nuestra redención política”, a cuyos actos
concurrieron más de 160 individuos que,
“salieron a la plaza y formados a dos de fondo pasearon las calles a son de caja.
Varias descargas de fusil y cohetes anunciaban el placer que el pueblo
experimentaba en este solemne día. Los repetidos vivas a la Libertad, al benemérito
general López y (al) Mártir de la libertad General José María Obando eran
interrumpidos sólo por uno que otro brindis a las sombras (de) Santander, Córdoba
y Girardot. No queda ya esperanza a los esclavos de la oligarquía, el 7 de marzo de
1853 quedará reducido a escombros sepultando en sus ruinas a los verdugos que
ostentaron su dominación desde 1840”76.
43 A través de estos mecanismos de agitación y propaganda, unidos a los procesos de
educación, los liberales lograron garantizar una organización a nivel nacional que se
identificaba bajo objetivos más o menos comunes. Como lo sostenía la sociedad
democrática de Medellín, sus manifestaciones no
“son fruto del entusiasmo pasajero de un momento: son el resultado de la
experiencia de la tiranía sufrida en la revolución pasada: son el resultado de la
íntima convicción de que el ciudadano que pide a la patria libertad y garantías debe
a la patria el sacrificio de su existencia cuando las instituciones vacilan, y cuando la
libertad y las garantías del pueblo están en peligro”77.
44 Estas sociedades, protegidas abiertamente por el Estado a través de los gobernadores,
actuaron en defensa no sólo del poder local y nacional, movilizando fuerzas para la
246
guerra sino también para las elecciones. Con motines políticos presionaron a los
funcionarios para que satisfacieran sus demandas y sobre todo mantuvieran el control
del poder78. Los funcionarios no sólo respaldaban dichas sociedades sino que asistían a
sus reuniones y, tácitamente, apoyaban sus actos de violencia. En su intervención ante
la sociedad democrática de Medellín, en diciembre de 1851, el gobernador Mosé M.
Lince, destacó
“el impulso que han recibido las ideas democráticas y el incremento que va
tomando en las masas, comprobando esta aserción con el alistamiento espontáneo
que un joven hizo ese mismo día en el ejército permanente, indicándoles, aunque
con rudeza, los nobles sentimientos que inspiran en el corazón del hombre honrado
los actos filantrópicos de un gobierno eminentemente democrático como el del ’7 de
marzo’”79.
45 Es indudable, entonces, que hacia 1850 se han superado los mecanismos de
movilización de masas que habían predominado en las décadas precedentes. Las
Democráticas abrieron un compás mayor de participación aunque aún no podemos
responder sobre los verdaderos efectos que tal politización tuvo sobre la mentalidad de
las castas y sobre el modo como resquebrajaron o modernizaron el poder de la adhesión
personal. No podemos aún sacar conclusiones sobre la forma como se articulan a ella
los detentadores del poder económico, ansiosos de salvar sus intereses innovando los
sistemas de participación política, modernizando los mecanismos de difusión ideológica
y los procesos de politización. Lo que sí queda claro es cómo estas sociedades fueron la
sustancia del Partido Liberal y las multiplicadoras de su fuerza política.
46 Finalmente hay que destacar la necesidad de conocer la evolución de estas sociedades
después de 185480. La importancia que regionalmente tienen, considerando en ello
tanto a las grandes ciudades como a las provincias. El modo como los comerciantes y
artesanos se articularon a ellas o la forma como ellos se expresaron a través de las
sociedades. Quiénes fueron sus dirigentes y cuál su composición social y racial. Habrá
que profundizar sobre los reales efectos de la ideologización que perduraría como
fundamento de la futura afiliación política.
47 Las anteriores consideraciones nos permiten, no obstante, concluir que con estas
sociedades el Estado pudo asegurar que su discurso tuviera una mayor cobertura y
resonancia nacional.
NOTAS
1. Para una guía bibliográfica sobre la Independencia cf. Javier Ocampo López, Historiografía y
Bibliografía de la emancipación del Nuevo Reino de Granada (Tunja 1969) y Mario Germán Romero,
Guillermo Hernández de Alba y Sergio Elias Ortiz, “Papeletas bibliográficas para el estudio de la
Historia de Colombia” (Separata Boletín Cultural Bibliográfico, Banco de la República, Bogotá 1961)
especialmente pp. 45-115. Balances críticos sobre dicha producción pueden verse en Jorge O.
Melo, “Los Estudios Históricos en Colombia” en Revista U.N. (Bogotá 1969, N- 2, pp. 15-41) y M.
Medina, “Sesquicentenario: Ideología e interpretación histórica” en Estudios Marxistas (Bogotá
1969, N- 2, pp. 74-94). Aunque la investigación histórica ha mantenido en los últimos años los
247
derroteros del pasado, hay que mencionar las recientes tendencias que ofrece la investigación
histórica sobre la época donde se destacan los trabajos de José Escorcia, Desarrollo político, social y
económico 1800-1854 (Bogotá 1983) y Zamira Díaz de Zuluaga, Guerra y Economía en las Haciendas -
Popayán, 1780-1830 (Bogotá 1983).
2. Curiosamente se ha renunciado a estudiar ésta época por considerarla patrimonio de
académicos y de aficionados de la historia actual. Es notoria la urgencia de estudios sobre la
historia económica del periodo comprendido entre 1810 y 1830.
3. Hermes Tovar Pinzón, “Guerras de opinión y represión en Colombia durante la Independencia
(1810-1820)” en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura (Universidad Nacional, Bogotá
1983, N- 11), pp. 187-234.
4. Zamira Díaz de Zuluaga, op. cit., pp. 61-79 y Hermes Tovar Pinzón, op. cit.
5. Escritos de dos Economistas Coloniales (Bogotá 1965); Proceso Histórico del 20 de Julio de 1810 -
Documentos (Bogotá 1960).
6. José Santiago Rodríguez, La Convención de Ocaña - Diario del Licenciado José Santiago Rodríguez
(Caracas 1934) “La insurrección de la tercera división del Perú; la Revolución de Guayaquil: el
Motín de Chuquisaca; los graves sucesos de insubordinación del voltígeros en combinación con
Unidades de Bogotá y Granaderos; el clamor de las Reformas a la constitución de Cúcuta, que
descendía desde los montes más altos del Departamento de Quito hasta las márgenes del
Magdalena y del Orinoco, denunciando, en medio de su inquietante vaguedad, porque
generalmente no se decía en qué debía consistir la Reforma, el profundo desasosiego que
aquejaba a los pueblos; los congresos del 26 y 27; los dolorosos episodios que registró el primero
de estos años en Venezuela; la reaparición de las ideas federalistas en la Nueva Granada y
Venezuela, y la formación del Santanderismo y del Paecismo, en ambos departamentos; la
convención de Ocaña; la dictadura del Libertador; el proyecto de Monarquía; el plan de la
Confederación de Colombia, Perú y Bolivia; la Constitución Boliviana; la noche del 25 de
septiembre; la tragedia de Berruecos, que todavía estremece de dolor...y por último, el
estruendoso derrumbamiento de la Gran Colombia: todos estos sucesos, todas estas vicisitudes,
no son hechos aislados e inconexos, sino los eslabones de una pesada cadena que iban saliendo,
uno a uno, de aquella fragua en que habían quedado convertidas las antiguas colonias hispánicas,
después de la emancipación...”
7. José M. Restrepo, Historia de la Revolución de Colombia (Medellín 1969), Tomo V, pp. 10-24, sobre
levantamientos realistas en Santa Marta y Río Hacha.
8. Hermes Tovar Pinzón, “El estado colonial frente al poder local y regional” en Nova Americana,
N° 5, 1982 (Torino, Italia), pp. 39-77.
9. Sobre la disputa en torno a la Esclavitud cf. Antonio J. Galvis, “La abolición de la esclavitud en
la Nueva Granada 1820-1852” en Boletín de Historia y Antigüedades (Bogotá, julio - septiembre 1980)
v. 67 N° 730 pp. 469-555. La obra de David Bushnell, El Régimen de Santander en la Gran Colombia
(Bogotá), nos ofrece una visión bastante completa de la multiplicidad de problemas que tenía que
resolver la República. Sobre los problemas regionales en la primera mitad cf. María Teresa Uribe
y Jesús María Alvarez, “Regiones, Economía y Espacio Nacional en Colombia, 1820-1850” en
Lecturas de Economía (Universidad de Antioquía).
10. Proceso histórico del 20 de julio de 1810 - Documentos (Bogotá 1960), p. 63. Es interesante ver cómo
las Juntas Provinciales eran concebidas como articuladoras de los diversos intereses de los
cabildos y un medio de evitar la atomización y la anarquía. Estas Juntas Provinciales nombrarían
delegados a una Junta Suprema. Ello era legítimo para Camilo Torres quien escribía que “Todo
poder, toda autoridad ha vuelto a su primitivo origen, que es el pueblo, y este es quien debe
convocar”.
11. Constitución de Cúcuta de 1821 (Bogotá).
12. No hay estudios sobre estos procesos que nos ayuden a determinar con cierta precisión el
alcance que tuvo la participación de las masas en los diversos procesos políticos de la época.
248
RESÚMENES
El trabajo tiene como objetivo discutir los mecanismos utilizados por los sistemas de gobierno
surgidos en la Nueva Granada después de 1810 para difundir entre las castas sentimientos de
adhesión a diferentes causas políticas. Se hace especial énfasis en tres momentos singulares de
nuestra historia: en primer lugar los esfuerzos realizados por párrocos y sacerdotes de pueblos y
aldeas para difundir entre sus feligreses la idea de que la República no era opuesta a la fe de
Jesucristo y de que ella no se contraponía a los principios de la religión católica. En segundo lugar
se muestran los esfuerzos realizados por los partidarios de Bolívar para legitimar la dictadura. Se
rescata aquí como aspecto fundamental el hecho de que la dictadura bolivariana fue el resultado
de un plebiscito que solicitó a Bolívar la asunción de poderes absolutos. En tercer lugar se destaca
la importancia que adquieren las sociedades democráticas, aparatos de difusión ideológica que
sirvieron al partido liberal de escuelas de defensa y de choque. El trabajo rescata la acción de
grupos y de élites sobre las masas y deja abierta la necesidad de conocer de cerca las reacciones
de ellas frente a estos procesos de ideologización. Igualmente destaca cómo estos fenómenos de
difusión de ideas caracterizan el proceso de transición del Estado Colonial al Estado Nacional,
entre 1810 y 1850.
L’objectif de ce travail est d’étudier les mécanismes utilisés par les systèmes de gouvernement
apparus en Nouvelle-Grenade après 1810 pour susciter entre les castes des sentiments d’adhésion
envers différentes causes politiques. Nous insistons particulièrement sur trois moments
singuliers de notre histoire: en premier lieu, les efforts déployés par les prêtres et curés de
villages et hameaux pour diffuser entre leurs fidèles l’idée que la République ne s’opposait pas à
la foi de Jésus-Christ et qu’elle ne contrevenait pas aux principes de la religion catholique. En
second lieu, nous montrons les efforts des partisans de Bolivar pour légitimer la dictature. Nous
considérons fondamental le fait que la dictature bolivarienne ait été le résultat d’un plébiscite
qui pria Bolivar d’assumer le pouvoir absolu. En troisième lieu, nous soulignons l’importance des
sociétés démocratiques, appareils de diffusion idéologique qui ont servi au parti libéral d’écoles
de défense et d’attaque. Le travail fait ressortir l’action de groupes et d’élites sur les masses et
rend nécessaire une connaissance précise des réactions de celles-ci face à ces processus de
pénétration d’idéologies. Nous soulignons également comment ces phénomènes de diffusion
d’idées caractérisent le processus de transition de l’Etat colonial à l’Etat national de 1810 à 1850.
251
I Introducción
1 “Desfile cirquense de caudillos militares”, “período de anarquía”, “aparecimiento
tardío de poderes públicos”, son caracterizaciones emitidas sobre largos momentos de
la historia de nuestros países andinos en el siglo XIX. El implícito en todas ellas es la
tesis o formulación que niega la existencia de Estados en el siglo pasado, global o
parcialmente.
2 El origen teórico (o ideológico) de esta posición es diversificado. Sin embargo, el
elemento común de estas postulaciones radica en una asimilación formalista de lo que
propiamente es el Gobierno de los funcionarios (que sólo es una de las formas de la vida
estatal) y el Estado, y la consideración errónea de que ese “poder real particular” 2 de
caudillos militares o civiles no es un fenómeno estatal. Por ello, perdida así la pista, las
diversas formas de dominación política a niveles locales y regionales —tan difundidas
en el siglo XIX, y propias de las estructuras económicas consolidadas o arraigadas
entonces—, son consideradas “ajenas”, a las “funciones” de las “instituciones del
Estado”, cuando en verdad esas formas de dominación políticas no pueden sino
atestiguar la vigorosa presencia de toda una superestructura política bien establecida, a
veces de origen colonial, y que configuraba en el siglo XIX una constelación de poderes
estatales.
3 El presente trabajo plantea una tesis radicalmente distinta. Creo que hay bases
suficientes para pensar que el siglo XIX se plasmó políticamente en la formación de un
tipo particular (histórico) de Estado, en el contexto ecuatoriano, y cuya naturaleza vale
conocer por dos razones fundamentales: 1) Porque su estudio nos beneficia en la mayor
comprensión del período de transición al capitalismo, que NO es sólo un proceso
económico, sino de ¡a recepción histórica de un nuevo modo de producción y, por lo tanto, se
252
1. La regionalización
17 Como segunda forma que adopta la cuestión nacional en este período está el corte
étnico cultural que atraviesa precisamente los conflictos entre las clases antagónicas y
tiñe las relaciones entre las clases dominantes y auxiliares, y que está referido a dos
aspectos: 1) el primero de orden material y el fundamental es el relativo a la división de
la sociedad en las dos famosas “repúblicas”: la “de los Indios” y la “de los Blancos”,
fenómeno colonial que no desaparece con la Independencia y que tiene su racionalidad
económica en la exacción del tributo indígena (no abolido en el Ecuador sino hasta 1857
pero que sobrevivió hasta 1895) y en otras modalidades de explotación semicolonial; 2)
el segundo está relacionado al orden ideológico, es decir, a las vertientes constitutivas
de la ideología y la cultura del siglo XIX: racismo, su correlato el elitismo y la concepción
255
ellos no eran súbditos del Estado en cuestión. Esto plantea el problema de una
territorialidad sobre la cual la clase dominante ejerce una capacidad estatal y en
consecuencia establece una relación con aquellas agrupaciones humanas socialmente
diferenciadas que se encuentran en dicha territorialidad. Vale decir entonces que en
este estudio establecemos necesariamente un espacio-geográfico-estatal (entendido
como la órbita del alcance del sistema estatal), que se diferencia del corte geográfico
territorial formal. El corte territorial real es el de la dominación política, económica y
jurídica sobre lo que podríamos llamar la cuestión poblacional del Estado: quienes están
sujetos a una dominación política. Esto, dicho sea de paso, nos permitiría comprender
mejor por qué los límites territoriales formales no terminaron siendo siempre la base
de las fronteras de los Estados “nacionales” en América.
28 A pesar de esta realidad, fue, a nuestro entender, la amenaza de una condición de
producción fundamental: el territorio, lo que viabilizó un mayor entendimiento de las
fracciones terratenientes serranas (a partir de 1860), aunque dado el carácter de la
clase terrateniente, que no llegó a constituirse como una aristocracia, ésta defensa
territorial asumió su peculiaridad: los beneficiarios de una renta, los terratenientes
regionales ecuatorianos no vieron amenazada la condición de producción básica de la
nación: el territorio, sino su base de sustentación como clase, es decir, su poder
territorial, y ante esta amenaza se aprestaron a hacer causa común rebasando las
barreras regionales. Y las tres regiones —Quito, Guayaquil y Cuenca— que ayer se
habían unido por reclamos comunes a España, se unieron nuevamente en 1860 ante la
amenaza a su poder territorial, la fuente renovable de su poder político en el Estado. Y
a partir de 1860, cuando ya aparecen brotes más claros e importantes de relaciones
capitalistas en la región de Guayaquil, y se acentúa la presión por la desintegración de
las relaciones coloniales (abolición del tributo, abolición del diezmo, etc.) agudizándose
la lucha de clases que se revela en importantes sublevaciones indígenas (campesinado
siervo) y en las montoneras de los pequeños propietarios costeños, la clase
terrateniente a la cual García Moreno intentó unificar en torno al Estado, se vio
obligada a realizar ciertas modificaciones en el orden público. Cuando más pues los
diversos fenómenos mencionados se entrelazaron en esa dirección con la presión que la
burguesía comercial ejercía sobre el Estado.
29 Se tiende entonces a* consolidar el Estado Latifundista (1809-1859), burocrática y
militarmente, durante los regímenes de García Moreno y los Presidentes “Progresistas”
(1860-1894). Se concentra gran poder en el titular del Estado y se realiza una
centralización institucional en el Estado. En el derecho público aparece como
dominante el concepto teocrático (de origen medieval) de que el titular del poder
central lo es por derecho divino, y la Iglesia se convierte en el eje fundamental de la
represión ideológica del poder centralizado. En esos años (1860-1894) se cristalizan
formas diversas —dictatoriales y aristocrático-republicanas— del dominio político, se
introducen elementos absolutistas al Estado que tienden a reorganizar y potenciar la
dominación latifundista.
30 Poder territorial (latifundio), regionalización y corte étnico cultural son elementos
constitutivos de la problemática de lo nacional en el Ecuador del siglo XIX, a la vez que
otorgan a las formas aparentemente “feudales” de ese Estado un nuevo y más complejo
contenido histórico que puede ser aprehendido por medio de la categoría propuesta de
Estado Terrateniente.
258
31 La realidad del Ecuador en el siglo XIX —con una formación social no capitalista y una
estructura nacional rezagada pero fundamental en la vida social y en la cual el poder
territorial del latifundio, la regionalización, el corte étnico-cultural y el exiguo ejercicio
de la soberanía estatal fueron formas de expresión de su cuestión nacional— nos revela
la existencia de un proceso peculiar a través del cual se constituyó la forma
institucionalizada del dominio político. Por otra parte, esa realidad nos muestra las
formas específicas que adoptaron las relaciones de la base y la superestructura en el
período histórico anterior a la crisis nacional general de 1895.
(en cuanto los vínculos feudales marcaban una jerarquía de poderes exclusivos de los
señores feudales sobre la tierra y los siervos redefinibles en los conflictos de suma nula
en los campos de batalla), en el Estado Terrateniente el titular del poder estatal (el
llamado “Jefe Supremo”, “Presidente” y “Encargado del Poder” o “Capitán General”)
concentraba un poder esencialmente controlable por el juego de los poderes regionales.
36 Examinemos a continuación las características de este Estado Latifundista, anticipando
que en ésta ponencia me limito al señalamiento de ciertas formas y funcionamiento que
hace pensar en la necesidad de análisis comparativos con otros países
latinoamericanos, particularmente del área andina. Trataremos aquí del sistema de
representación política, del aparato jurídico de dicho Estado y de las formas de
dominación política predominante.
40 El aparato jurídico fue el que articuló de forma decisiva los intereses de las clases
terratenientes regionales, emitiendo leyes que favorecían el crecimiento-consolidación
de la hacienda, garantizaban la dominación directa sobre las masas explotadas, y
afianzaban la diseminación política inspirándose en la ideología racista y elitista 13. En
ese contexto, el ámbito de funcionamiento del aparato jurídico del Estado abarcaba
algunas funciones y áreas: a) leyes tendientes a asegurar la sujeción extraeconómica del
campesinado (leyes y decretos que “regulaban” el concertaje, leyes contra “la
vagancia”, leyes contra el libre tránsito); b) decretos dirigidos a empobrecer la pequeña
propiedad campesina e indígena para someterla al latifundio; y c) leyes encaminadas a
favorecer la monopolización de la tierra14.
41 El Estado se erigía como sancionador legal de los poderes terratenientes regionales. En
este sentido hay que entender que un conjunto de medidas legales adoptadas en el siglo
XIX, aunque progresivas desde un punto de vista histórico, desde la lógica terrateniente
significaron la ampliación y consolidación del latifundio antes que la destrucción del
orden terrateniente en aras del desarrollo capitalista, como algunos autores lo han
interpretado erróneamente. También fue este el caso de las leyes y decretos tendientes
a reformar el sistema de las protecturías, que en lugar de privar a los terratenientes de
varios mecanismos de explotación heredados de la Colonia, lo que hizo fue fortalecer su
poder de explotación del sobretrabajo indígena y campesino pues obliga a esa masa de
campesinos indios a concertarse, es decir, a insertarse en superestructuras políticas
bajo su control. Dentro del mismo marco deben entenderse las medidas tomadas sobre
la abolición de la esclavitud (1851), la abolición del tributo indígena (1857),
reemplazado por la llamada Contribución General que agravaba la situación de las
masas indígenas y de los pequeños propietarios15.
42 Lo particular en ese marco jurídico es que son los mismos órganos legislativos centrales
—Congresos, Asambleas Constituyentes, Consejos de Estado, etc.— los que sancionan
esta consolidación de los poderes regionales, cuyo eje es el latifundio. El aparato
jurídico actúa así como legitimador del dominio de las clases terratenientes
latifundistas que tenían el monopolio de los instrumentos de represión hasta 1895
sobre bases locales y poseían en los órganos centrales del Estado, las instituciones de
solidaridad de clase. El aparato jurídico actuaba así para frenar también todo ímpetu
renovador y desde un inicio fue instaurador de un orden político pre-capitalista 16.
47 El Estado Terrateniente del siglo pasado tuvo elementos absolutistas y como tal jugó un
papel en la creación de los prerrequisitos para el ascenso de la burguesía y la expansión
del capitalismo en el país. Es así como se pasa de ese Estado fiscalmente atrasado de la
época del General José Flores en que se “cobraban impuestos fijados por los Congresos,
y se invertían impuestos mediante órdenes verbales del presidente” 20 a un régimen
fiscal que fue aceptando el procedimiento de ceder el cobro de impuestos a
instituciones bancarias, SUPEDITANDOSE ASI PROGRESIVAMENTE EL SISTEMA FISCAL
DEL ESTADO AL CAPITAL COMERCIAL-BANCARIO. Ya en 1890 hubo incluso el intento de
crear un Banco Nacional del Ecuador, proyecto de banco estatal en el cual se verifica ya
la concepción de “interés público” como una pauta que tienda a normar el papel del
Estado21.
48 La recaudación de impuestos mediante contratos con compañías de financistas y
banqueros privados que retenían parte de la recaudación como “ganancias” favoreció
indudablemente al proceso de constitución de la burguesía comercial-bancaria
ecuatoriana, siendo el mismo Estado pre-capitalista quien jugó un papel importante en
dicho proceso.
49 La absolución de la esclavitud, el tributo indígena y los diezmos fueron conducentes a la
disolución de relaciones precapitalistas de tipo colonial y arcaico, y se dieron apelando
al concepto de “interés público” y beneficiaron el avance del proceso de acumulación
originaria en el país, aun cuando no significaron el triunfo de las relaciones capitalistas.
50 La modernización de la infraestructura de comunicaciones que facilita la circulación de
mercancías22, el desarrollo de una política de apoyo, aunque conflictiva, a la naciente
banca, la entrega de terrenos baldíos, y las medidas modernizantes en la
administración pública y en la legislación, la ley de bancos y la creación de una Cámara
de Comercio23 y el establecimiento de la moneda nacional 24 son todas medidas que
revelan un adelanto cronológico en la política estatal al ser expresiones
institucionalizadas del “dominio público”. Este adelanto del Estado incidió en la
acumulación originaria del capital, y denota la existencia de RASGOS ABSOLUTISTAS.
51 Los procesos electorales por su parte, llegaron también a ser fenómenos en los cuales ya
se vislumbraba, para la época del progresismo, concepciones liberales sobre el
“dominio público” y la representación de los “intereses generales” 25. Todo esto revela
por cierto, la existencia de RASGOS ABSOLUTISTAS DEL ESTADO EN EL ULTIMO TERCIO
DEL SIGLO XIX, Y NO EL DOMINIO DE LA BURGUESIA COMO TANTAS VECES SE HA
SUPUESTO, ERRONEAMENTE.
52 En efecto, la burguesía era aún una clase subalterna en la sociedad (a pesar de que tenía
cierta influencia en algunos centros de poder regionales y podía presionar en otros) en
cuanto se veía obligada a hacerse representar en el poder por otra clase, los
terratenientes. No era todavía, para emplear un término usado por R. Zavaleta, una
“clase estatal”, es decir, que deje de “sentirse en la necesidad de entregar sus
direcciones a los delegados indirectos de la clase dominante (...) demostrando que no ha
llegado aún la hora de su liberación.”26
53 Esto sólo dejó de ser así cuando en 1895 la burguesía comenzó directamente a implantar
los órganos político-jurídicos e ideológicos de su propio poder. Es decir que para
nosotros el CORTE entre el Estado Terrateniente que adoptó formas aristocrático-
oligárquicas y el Estado de tipo capitalista, tuvo lugar con la guerra civil de 1895 que
selló el comienzo del dominio político de la burguesía. Descartamos así toda
263
Hermes TOVAR
Problemas de la transición del Estado colonial al Estado nacional (1810-1850)
Rafael QUINTERO
El Estado terrateniente del Ecuador (1809-1895)
54 Thierry Saignes
55 Me parece que la ponencia asigna a las tareas de lo que debería ser un Estado Nacional
una serie de metas que me parecen muy idealizadoras, que en pocos Estados nacionales
las hemos visto cumplidas; aun en los Estados nacionales europeos que tienen varios
siglos de pasado se necesitaron dos guerras mundiales para acabar con estas metas. No
conozco la historia interna de Ecuador, pero a pesar de tantas presiones en contra
durante 170 años de independencia, a pesar de las condiciones de sus vecinos Lima,
Bogotá y Brasil, Ecuador se mantuvo al fin y al cabo, cualquiera sea la etiqueta que le
demos: Estado patrimonial, feudal, latifundista, etc. Lo mismo sería para Bolivia con sus
80 años de historia de guerras civiles; sin conocer el caso, el hecho de que el Ecuador se
haya mantenido implica que hay algo más por debajo que hace que la población
ecuatoriana aceptase vivir junta bajo el mismo territorio. Una pregunta: ¿cómo los
comunarios campesinos participaron en las guerras de la Independencia?
56 Rafael Quintero
57 Yo quisiera decir tres cosas sobre la inquietud del compañero; en primer lugar, los
Estados nacionales que se constituyen en Europa se van formando practicando una
cierta comunión cultural aunque sea limitada entre las clases dominantes y las clases
subalternas, como en Irlanda y el caso francés...
58 Thierry Saignes
59 La última guerra civil en Francia con el fin del gobierno de Vichy fue en 1945, es decir
hace cuarenta años apenas. ..
60 Rafael Quintero
61 Estamos hablando de la transición del Estado feudal al Estado capitalista. Lo que
planteo es que en el mundo andino no existe la posibilidad de tender un puente entre
estos grupos dominantes y regionales y las masas indígenas.
62 Los terratenientes irlandeses tenían la comunidad cultural con los campesinos
irlandeses y además había intereses de defensa de esas comunidades frente a otras
comunidades ideológica o políticamente diferentes, pero en el caso de nuestros países
andinos la comunidad cultural es absolutamente negada; en ese sentido nos
encontramos como en una especie de continuidad con la colonia y hay una
imposibilidad histórica de dirección cultural por parte de la clase terrateniente que
264
82 Perdona, quiero aclarar, nunca hubo guerras con Colombia, había guerras civiles en
Ecuador, guerras civiles en Colombia y todo el mundo pasaba de un lado a otro de la
frontera como Pedro por su casa...
83 Rafael Quintero
84 Me estoy refiriendo al problema de la conservación del territorio; lo que me importa es
qué tipo de soberanía se ejercía sobre ese territorio; vemos pues una debilidad de la
precautelación de una condición tan fundamental como es el territorio por parte de
este Estado ecuatoriano del siglo XIX, un Estado regionalizado de los grupos
terratenientes que se unen, eso sí, bajo la condición de amenaza por parte de la
población indígena, pero que el resto del tiempo se la pasan en un juego de fuerzas
interregionales: por otra parte estoy de acuerdo con J.P. Deler, y esto no hay que
extremarlo, en el sentido de que este Estado no cumplió ninguna tarea frente al
problema del territorio. No tengo las evidencias que has recogido en tu libro sobre este
tipo de funciones que evidentemente se cumplen, pero yo me estaba refiriendo al
problema muy específico de las fronteras. Sobre la función de Cuenca hay toda una
discusión. Cuenca cumple como región efectivamente un papel de arbitro en el siglo
XIX, el caso Borrero lo evidencia claramente; se escoge a un candidato de esa región en
un compromiso entre Quito y Guayaquil; entonces es interesante ver que el poder de
cada una de estas regiones tiene que ser considerado, cada una de las regiones tiene, a
su vez, un papel de arbitro. Sin embargo esta realidad de tres regiones se va a perder a
finales del siglo XIX, y se da una alianza de dos regiones serranas en contra de una
región ampliada que es la costa; entonces se da un juego político nuevo de unidad
política entre los grupos terratenientes del sur de la sierra y los del centro y norte
también de la sierra y es la revolución liberal la que marca esa nueva dicotomía
regional que hace que efectivamente haya una identidad de lo regional diferente a lo
que había sido en el siglo XIX; entonces, el “papel arbitral” de Cuenca se va a modificar
sustancialmente; Cuenca quiere salir y se declara la “República del Pacífico” de 1895,
frente al empuje liberal y se une después con Quito. Hay otro punto que me interesa
discutir.
85 Es la cuestión nacional europea: no podemos plantearnos que lo andino tiene que ser un
empuje hacia una evolución concomitante que se puede comparar con lo europeo;
indudablemente no es el pensamiento que nosotros podríamos reproducir ni estoy
pensando que ustedes proponen eso. Pero hay tareas que en Europa sí se cumplieron
con una comunicación entre clases dominantes y dominadas, que en el caso del Ecuador
las veo efectivamente bloqueadas. Se puede decir que en Francia a fines del siglo XIX
sólo un 30 % de la población hablaba tal idioma, o pueden exhibir muchas otras
evidencias, pero indudablemente existieron muchos vasos comunicantes entre esa
burguesía francesa, entre ese sistema escolar difundido por la revolución, entre la
centralización que se efectivizó en Francia y el resto del pueblo que apoya la Revolución
francesa. Había una hegemonía en constitución como proyecto: lo que pasa es que las
clases no se constituyen como tales en un momento: lo que ocurre es que hay una lucha
prolongada por parte de esas clases dominantes en que hay una participación y
movilización bajo la dirección conjunta de esas clases dominantes que a su vez son
hegemónicas y esto no se da en nuestros países; hay un divorcio; no hay ni posibilidad
de un proyecto en el siglo XIX de que estas clases terratenientes regionales dirigieran,
cultural, ética o moralmente a las masas indígenas en un proyecto en el cual las
conviertan a ellas en participatorias y en franjas que decidan de igual a igual. La
268
capacidad asociativa entre las clases en Europa era inmensamente mayor que lo que se
podía dar aquí. Estoy en mi ponencia abriendo una discusión sobre este aspecto.
86 Hermes Tovar
87 Lo que he querido hacer es responder un poco a una de las falacias de la historiografía
tradicional cual es la de que los partidos han movilizado a los campesinos y a los
sectores rurales y artesanos bajo banderas de un clientelismo nunca definido; entonces
se afirma que las masas han sido arrastradas en los procesos políticos de las guerras
civiles y llevadas de las narices por los jefes de las haciendas; lo que a mí me interesa es
no tanto reconocer qué es la nación, sino cómo se define la nación, digamos, eso que los
liberales del siglo pasado llamaron la nación, eso que los artesanos llamaron nación, eso
que los campesinos llamaban la nación. Yo quiero ver el rostro de esos nacionales y
tratar de comprender qué era su nación. Por otra parte, existe un proceso de
movilización no solamente de parte de los sectores altos rurales y urbanos, sino que
hay todo un proceso extensivo de participación popular en las decisiones de los grupos
que acceden al poder. Yo parto del acceso del partido liberal al poder y luego de los
procesos de decisión y legitimación de sus decisiones. Tomando dos textos podemos ver
el modo como en las aldeas, en las comunidades se difundían ideas que nos dan una
visión de cómo lo nacional, tal como era concebido por estos grupos hegemónicos, tenía
una repercusión provincial.
88 Se buscaba legitimarlo. Porque si no lo hacían habían otros caudillos que movilizaban
esos grupos para insurreccionarlos. Me parece que el nivel de participación popular, o
por lo menos de información a las masas, era bastante importante. Hubo ideologización
de los sectores populares. Por ejemplo, los vecinos de Almaguer se reunieron para: “1)
sostener y defender la religión del crucificado; 2) sostener y defender la constitución y
leyes de la república, del gobierno democrático del 7 de Marzo de 1849 que proclamó la
libertad, la igualdad y la fraternidad; 3) proponer la emancipación de las masas
populares reducidas a nulidad por las preocupaciones del ridículo y miserable círculo
oligárquico; 4) difundir en todos los habitantes de esta parroquia todos los
conocimientos útiles y necesarios para vivir en sociedad, proporcionar los medios para
la industria agrícola y demás objetos industriales y vigilar por la educación primaria de
ambos sexos; 5) proteger la seguridad individual y la propiedad de cada uno de sus
miembros en particular. 6) Prestar mano fuerte a las autoridades constitucionales para
sostener el orden público, vigilar sobre la conducta de los que intentan pertubar,
denunciar ante las respectivas autoridades los delitos que se cometen o intentan
cometerse por los enemigos de la libertad. 7) Adoptar y hacer triunfar por los medios
legales la candidatura para presidente de la República en favor del defensor de la
democracia, ciudadano Gnral. José María Obando lo mismo que por los candidatos que
proponga la mayoría liberal para senado, representantes y diputados a la cámara
provincial, siempre que estos sean sin aspiraciones particulares. 8) No reconocer ni
sostener otra libertad que la que esté autorizada por la moral y por las leyes porque
todo lo que excede y traspase estos límites es libertinaje y atentatorio contra las
disposiciones legales y por consiguiente jamás tendrá acogida ni eco en esta sociedad.
9) El objeto de esta sociedad es el progreso moral, industrial, civil, político y militar de
sus miembros previa la aplicación práctica de los principios de ’libertad, igualdad,
fraternidad con todos sus pormenores y circunstancias”. Se reunían para discutir ésto y
se comprometían a ir a la guerra.
269
89 El hecho es que ésto no se daba en las grandes ciudades sino en los villorrios y aldeas.
Se comprometen con las guerras civiles. Se reunían todos los miembros de estas
sociedades y discutían hasta políticas económicas, por ejemplo, las proteccionistas;
estas reuniones eran actos públicos e incluían discursos, procesiones y diversas
festividades. Por ejemplo, la sociedad de Amaga se reunió el 7 de marzo de 1852 para
celebrar el aniversario de lo que llamaron “nuestra redención política”.
90 “Salieron a la plaza y formados a dos de fondo pasaron las calles a son de cajas; varias
descargas de fusil, cohetes, anunciaban el placer que el pueblo experimentaba; los
repetidos vivas a la libertad, al benemérito Gnral. López y al mártir de la libertad, el
Gnral. José María Obando eran interrumpidos sólo por uno que otro brindis a las
sombras de Santander, Córdoba... No queda ya esperanza a los esclavos de la oligarquía.
El 7 de marzo quedaron reducidos a escombros, sepultando en sus ruinas a los verdugos
que ostentaron su dominación desde 1840.”
91 Vemos pues que hay muchos pueblos que a través de estas sociedades estaban siendo
objeto de politización y sobre todo las llamadas políticas nacionales.
92 Henri Favre
93 Para Rafael Quintero, la presencia de la cultura andina, cuya reproducción no puede ser
impedida por los grupos dominantes, explica la imposibilidad de un proyecto cultural
nacional viable. Pienso que el problema se plantea, quizá, de una manera un poco
diferente. La cultura andina no se reproduce sólo en virtud de su propio dinamismo
interno. Es reproducida por factores externos que la condicionan. Los hacendados
tradicionales de la Sierra necesitan mantener a los indios en su indianidad para
mantenerse a sí mismos como grupo dominante. La estrategia de los hacendados
siempre ha consistido en monopolizar la cultura occidental y prohibir a las masas
indígenas el acceso a los elementos culturales estratégicos, es decir, los elementos
altamente cargados de poder tales como el alfabeto, la lengua española, la tecnología
moderna, etc. Esta política de exclusión cultural seguirá vigente hasta que los
capitalistas costeños desplacen a los hacendados y promuevan una política
integracionista y asimilacionista con miras a ampliar y homogeneizar el mercado de
trabajo, bienes y servicios. En el siglo XIX no hay ni puede haber un proyecto de cultura
nacional puesto que la reproducción del grupo dominante implica la división cultural
de la sociedad en indios y no indios. La supuesta “resistencia” que se atribuye a la
llamada cultura andina no explica nada.
94 Aprovecho la oportunidad para hacer un breve comentario acerca del Estado y la
nación. Jean Piel lamenta que no tengamos todavía una teoría del Estado para guiarnos
en nuestros estudios. Yo agregaría que tampoco tenemos una idea clara de lo que es la
nación, a pesar de los trabajos teóricos no despreciables del mariscal José Visarionovich
Djuglashvili. Podemos prescindir de una teoría del Estado y analizar el desarrollo del
aparato estatal con la ayuda de un conjunto de parámetros tales como el volumen del
presupuesto, el número de empleados públicos, de ministerios y agencias
gubernamentales, etc. Pero es mucho más difícil definir parámetros para estudiar la
nacionalización del cuerpo social. Desarrollo estatal y nacionalización del cuerpo social
no son procesos paralelos ni interdependientes. Lo han sido, pero parece que no lo son
más. Si consideramos lo que pasa en estas últimas décadas, vemos que el aparato estatal
sigue creciendo mientras que el proceso de nacionalización del cuerpo social se detiene
y tiende aun a retroceder. Después de todo, la nación es un tipo de formación social que
nace en la Europa decimonónica, en condiciones históricas bastante diferentes de las de
270
América Latina en la segunda mitad del siglo XX. De tal manera que se puede
legítimamente preguntar si las sociedades latinoamericanas lograrán un día
constituirse plenamente en Estados nacionales, y si es todavía atinado centrar
estrategias políticas sobre la nación —lo que hacen todas las izquierdas del
subcontinente— en un mundo más y más transnacionalizado.
95 Nelson Manrique
96 Bueno, quería plantear que de alguna manera la independencia podía permitirnos
tratar la cuestión considerando los países como regiones, dentro de lo que es el
proyecto original de Bolívar y, creo que un problema central, que ha sido tocado por
Hermes, tiene su antecedente en el Perú. La dictadura se instala primero en el Perú y
después en Colombia, pero entre estos dos países existe una diferencia significativa,
sintomática: por ejemplo, Bolívar, demócrata sincero que está contra el proyecto
monárquico de San Martín, termina aprobando en el Perú una constitución con un
gobierno de tipo vitalicio y hereditario. ¿Cómo entender esta contradicción? Yo creo
que hay un problema de fondo de toda revolución desde la Revolución Francesa; ésta
representa de alguna manera una anticipación histórica en término de plantear otro
tipo de organización social integral, y de alguna manera esto condiciona, bajo
determinadas circunstancias, un problema con relación a lo que es la dirigencia de esa
revolución y su base social: en el momento que la base social de la revolución resulta
insuficiente, la revolución tiene que recurrir a la violencia y no hay más. Bolívar con
todo el credo liberal y democrático con el que parte, si es que no recurre a la coacción,
fracasa sencillamente en su proyecto y creo que eso explica en buena medida el
carácter autoritario que asume su proyecto finalmente en el Perú, y en eso creo que hay
una diferencia en relación al proyecto dictatorial en
97 Colombia. Otra cuestión es que una diferencia central entre Ecuador y Perú estaría
planteada en términos en que las regiones en el caso ecuatoriano son regiones que las
veo mucho más consistentes precisamente por ser continuidad de las regiones
coloniales. En el caso peruano, incluso cuando podríamos decir que la región sur es
continuidad de la anterior, es evidente que la lógica es distinta, no es la lógica minera,
sino la lanera. Supone una ruptura. Por otro lado, comparando al Perú con el Ecuador,
me parece más consistente como posibilidad de nación a ese nivel el Ecuador
paradójicamente. El Perú en cambio tiene una serie de amenazas separatistas con el sur
andino a lo largo de las primeras décadas de vida independiente. No es accidental que
Jorge Basadre se pronuncie contra la confederación peruano-boliviana. El argumento
que da es la amenaza de la ruptura en tres estados; en esos términos no veo negativa la
existencia de la región para la existencia de la nación, en primer lugar por lo señalado
y, en segundo lugar, porque la experiencia histórica demuestra que las naciones están
constituidas de regiones. Otra cosa, por lo menos en el caso peruano, es que mucho más
decisivo que la guerra de la Independencia fue la guerra con Chile en términos de vivir
una conciencia nacional.
98 Germán Colmenares
99 Para Alemania también... hubo un fenómeno parecido.
100 Nelson Manrique
101 Y por último quiero hacer una pregunta de carácter metodológico a Hermes Tovar,
sobre el material que ha ido desarrollando; tengo la impresión de que las fuentes
fundamentales son pronunciamientos de cabildos; ahora mi experiencia con ese
271
efectivamente hay tareas nacionales que se cumplen. Por eso a Alfaro lo llaman el
“indio Alfaro” porque quiso cumplir una tarea nacional importante que sería la de
consolidar una conciencia de carácter nacional.
110 Sobre la cuestión de Nelson yo estoy de acuerdo. Es más, yo pienso que la cuestión
regional es muy importante hoy para nuestros países, vinculada al problema de la
democracia; yo creo que la unificación nacional puede ser vista como únicamente
posible dentro de un proceso democrático, es decir, en la medida en que hay la
participación consensual de los de abajo para diferenciarla teóricamente de lo que en
ese caso llamaríamos simple y llanamente centralización estatal, frente a una verdadera
unificación nacional, que requiere de un proceso democrático; en ese sentido las
regiones pueden ser fortalezas democráticas muy importantes frente al avasallamiento
dictatorial y en la medida en que haya un manejo equilibrado de la región, como en el
caso ecuatoriano. La regionalización puede tener un ingrediente democrático muy
importante desde el cual se vaya definiendo tareas que todos deben acometer después
de haber sido discutidas. Eso ocurrió en el siglo XIX: la constitución de otra región bajo
condiciones democráticas, en lo que a democracia es posible hablar en el siglo XIX, es
decir el ingrediente importante de participación campesina que está presente en la
constitución de un proyecto liberal, en los ejércitos de Alfaro y de Víctor Emilio Estrada
y de otros terratenientes y burguesía comercial que abren un espacio de gran
participación política; entonces vemos que estos hechos siembran una conciencia
democrática como en el caso de Guayaquil, aunque después fue instrumentalizada por
la plutocracia.
NOTAS
2. Al decir de Iván Fernández, Patricio Moncayo y Lautaro Ojeda, “Grupos Sociales Hegemónicos y
Formas de dominación política en una zona de la Costa ecuatoriana, 1830-1972”. Ponencia
presentada al IX Congreso Latinoamericano de Sociología. S. José de Costa Rica, Julio 8-13, 1974
(mimeo).
3. Otto Bauer, La cuestión de ¡as nacionalidades y la Social-democracia (México: Siglo XXI, 1979).
4. Ver a este respecto el desarrollo que se hace de la problemática en Erika Silva, Nación, Clase y
Cultura: Un Debate Clásico (Quito: FLACSO, 1984).
5. Existe una creciente literatura sobre esta realidad. Véase Michael T. Hammerly, Historia Social y
Económica de la antigua Provincia de Guayaquil 1763-1842 (Guayaquil: Publicaciones del Archivo
Histórico del Guayas, 1973); Leonardo Espinosa, “Política fiscal de la provincia de Cuenca: Reseña
Histórica Presupuestaria 1779-1861” y Silvia Palomeque, “Historia Económica de Cuenca y sus
relaciones regionales” en Segundo Encuentro de Historia, Vol. 1, págs. 61-168, editado por el IDIS,
Cuenca, abril, 1978; y Nick D. Mills Jr. y Gonzalo Ortíz C., “Economía y sociedad en el Ecuador
post-colonial 1759-1859” en Cultura, Vol. II, número 6, enero-abril, 1980. Yo mismo lo he tratado
en “La Nación, las Regiones y el Estado en el Ecuador: la Crisis Nacional de 1895” en Marco
Palacios (Compilador), La Unidad Nacional en América Latina (México: Colegio de México, 1983)
págs. 99-129.
274
6. Hemos observado este fenómeno en algunos trabajos. Véase Rafael Quintero y Erika Silva,
capítulos I y II, libro inédito. Proyecto FLACSO-IEP, a publicarse a fines del presente año; y en
Rafael Quintero, El Mito del Populismo en el Ecuador (Quito: FLACSO, 1980), Capítulos II y IV.
7. Véase por ejemplo Juan León Mera, La Dictadura y la Restauración en la República del Ecuador
(Quito: C.E.N. 1982).
8. Ver Manuel Chiriboga “Las fuerzas del Poder en 1830” en Cultura, Vol. II, N° 6, enero-abril,
1980.
9. A este respecto vale citar lo que Perry Anderson ha planteado sobre la aristocracia feudal: “La
clase dominante feudal era, pues, esencialmente móvil en un sentido en que la clase dominante
capitalista nunca pudo serlo después, porque el mismo capital es par excellence
internacionalmente móvil y permite que sus propietarios estén fijos nacionalmente; pero la
tierra es nacionalmente inmóvil y los nobles tienen que viajar para tomar posesión de ella.
Cualquier baronía o dinastía podía, así, transferir su residencia de un confín a otro del continente
sin sufrir por ello ninguna dislocación. Los linajes angevinos podían gobernar indiferentemente
en Hungría, Inglaterra o Nápoles los normandos en Antioquía, Sicilia o Inglaterra; los borgoñeses
en Portugal o Zelanda; los luxemburgueses en las tierras del Rin o en Bohemia; los flamencos en
Artois o Bizancio; los Habsburgos en Austria, los Países Bajos o España.” El Estado Absolutista,
México, Siglo XXI, 1980, 2da. edición en español, págs. 26-27.
10. Tesis que hemos demostrado ampliamente en nuestro estudio sobre “El carácter de la
Estructura institucional de Representación Política en el Estado Ecuatoriano del Siglo XIX” en
revista Ciencias Sociales, Volumen II, N- 7-8, 1978, págs. 70-109.
11. Ver al respecto de la distribución de la representación parlamentaria regional, la discusión
que trae el artículo de Alberto Wray, “El derecho y la Fundación del Estado: Notas para una
interpretación histórica de la constitución de 1830”, en revista Cultura, N° 6, 1980, pág. 17.
12. Ver R. Quintero, “Eloy Alfaro y las Elecciones olvidadas de 1888 y 1892: para una
interpretación”, en Ruptura, PUCE A.E.D., N° 24, 1980, págs. 91-104.
13. Véase Rafael Quintero, “La Cultura Tradicional y la Iglesia en la Sociedad ecuatoriana del siglo
XIX”, en Cultura, Volumen II, N° 4, 1979, págs. 65-94.
14. Véase R. Quintero y Erika Silva, “El divorcio entre el Poder y la Nación”, Ponencia presentada
al Congreso Latinoamericano de Sociología, Puerto Rico, octubre 1981.
15. Ibid.
16. Alberto Wray, op. cit., pág. 46.
17. Ver Andrés Guerrero y Rafael Quintero, “La Formación y Rol del Estado Colonial en la Real
Audiencia de Quito: algunos elementos para su análisis en Revista Mexicana de Sociología, Año
XXXIX, Vol. XXXIX, N- 2 abril-junio de 1977, págs. 611-674.
18. Perry Anderson, op. cit., pág.12.
19. Ibid., pág. 17.
20. “La Reacción: cómo surgió el primer partido ecuatoriano”, “El Telégrafo,” 14 de agosto, 1930,
pág. 2.
21. Véase el “Proyecto de creación del Banco Nacional”, reproducido en Banco Central, Ponencia
presentada al II Encuentro de Historia y Realidad Económica y Social del Ecuador, Cuenca, 1977.
22. García Moreno comienza el ferrocarril del sur. En las administraciones “PROGRESISTAS”
avanza ya hasta la cordillera habiendo servido a los hacendados cacaoteros. Durante el gobierno
de Caamaño (1884-1888) se introdujo el telégrafo al Ecuador. En 1884 habían ya 270 millas de
líneas en operación. En 1889 se extendió la línea a la Costa conectando la región con Quito. En
1980 se añadieron 200 millas más conectando el país con Colombia.
23. Véase Banco del Ecuador, Historia de Medio Siglo, pág. 133.
24. En el siglo XIX se usaba la moneda de varios países, Colombia, Perú, Bolivia, Chile, etc. En 1885
se estableció el sucre como moneda nacional.
25. R. Quintero, 1978, op. cit.
275
RESÚMENES
La ponencia plantea la necesidad de revalorizar las categorías políticas en el análisis histórico del
siglo XIX, al desarrollar la tesis de la existencia de un tipo específico de Estado surgido en el
contexto andino ecuatoriano del siglo XIX: El Estado terrateniente o latifundista.
La perspectiva de análisis de este Estado es la cuestión nacional, y las diversas “formas” que
adopta en el Ecuador. A saber: (1) la Regionalización, entendida como un proceso económico y
político de creación de espacios autónomos de expresión de las clases dominantes locales, que
manifiesta a la par que reproduce la ausencia de unificación territorial, poblacional, cultural y la
fragmentación del poder estatal en una formación social; (2) el Corte Etnico Cultural de un país
cuyo Estado es caracrterizado como “Neo-Ibérico”, y (3) la cuestión limítrofe y la cuestión
poblacional de un Estado incapaz de ejercer la soberanía nacional.
En una segunda parte, la ponencia analiza la naturaleza de este Estado, (la estructura y contenido
de la dominación de clase) mirando de cerca el funcionamiento del aparato de representación
política, y del aparato jurídico, y las formas de dominación política directa.
Por último, el autor analiza los rasgos absolutistas que el Estado latifundista/terrateniente exhibe
hacia fines del siglo XIX, en el contexto de una economía en tránsito al capitalismo.
L’exposé pose la nécessité de revaloriser les catégories politiques dans l’analyse historique du XIX
ème siècle et développe la thèse de l’existence d’un type d’Etat spécifique apparu dans le
contexte andin équatorien du XIXème siècle: l’Etat propriétaire terrien ou latifundiste.
L’analyse de cet Etat est réalisée dans la perspective de la question nationale et des formes
diverses que celle-ci a prise en Equateur. Il s’agit (1) de la Régionalisation, comprise comme un
processus économique et politique de création d’espaces autonomes d’expression des classes
dominantes locales, qui manifeste et reproduit tout à la fois l’absence d’unité territoriale,
populationnelle et culturelle, et la fragmentation du pouvoir de l’Etat dans une formation sociale;
(2) du Profil ethnique et culturel d’un pays dont l’Etat est qualifié de “Néo-ibérique” et (3) de la
question des frontières et de la question de la population pour un Etat incapable d’exercer la
souveraineté nationale.
Dans une seconde partie, l’exposé analyse la nature de cet Etat (la structure et le contenu de la
domination de classe) et étudie de près le fonctionnement de l’appareil de représentation
politique et de l’appareil judiciaire, ainsi que les formes de domination politique directe.
Enfin, l’auteur analyse les traits absolutistes que présente l’Etat propriétaire terrien-latifundiste
vers la fin du XIXème siècle, dans le cadre d’une économie en transition vers le capitalisme.
276
AUTOR
RAFAEL QUINTERO LÓPEZ
A Luis Nieto
277
VOLUMEN II
2. Ideología y representaciones
políticas
278
Yves Saint-Geours
no merecían ser recibidos como naturales. Al Estado le tocaba la tarea de romper los
lazos antiguos, creadores de disturbios, para establecer nuevos nexos y convicciones.
19 Con este fin se empeñó en organizar la educación: a república nueva, nueva humanidad.
Así es como el colegio militar que fundó tenía que transformar en casta nobiliaria un
ejército que había facilitado la promoción popular: “Yo soy de opinión que sólo deben
admitirse jóvenes de buenas familias y ricos, con el objeto de establecer una
aristocracia, no de pergaminos, de ignorancia, y miseria; sino una aristocracia fundada
en la independencia pecuniaria del individuo, acompañada de moral, de talentos y de
verdadera instrucción, como existe en los Estados Unidos una aristocracia calculada a
moderar la acción del principio democrático, que es muy activa, demasiado precipitada
y con una constante tendencia a la anarquía”8. Mientras el proyecto lograra éxito,
pensaba excluir del sufragio a los militares y a los empleados, vil apoyo de aquellos
políticos “que tienen la patria en el estómago”9: la libertad que proporciona el dinero
hace el patriota.
20 Sin embargo era preferible no llamar a votar demasiadas veces a ese pueblo legal ya
reducido. ¿Quién sabe cómo pueden terminar las elecciones? Rocafuerte ponía todo su
esfuerzo en sofocar la vida política y postergaba la necesidad de “sacar de su letargo el
espíritu de asociación”.
21 A pesar de todo era demócrata y su actitud se relacionaba con la corriente de
pensamiento analizado por J.G.A. Pocock (“atlantic republican tradition”) 10 que se
apoyaba sobre la obra de Maquiavelo y se preocupaba por las formas políticas de las
sociedades cambiadas. La aristocracia, hacía poco mediadora entre el poder central y el
pueblo, ya no existía; ¿podían entonces los dirigentes de las nuevas repúblicas gobernar
sin recurrir a la fuerza o a la corrupción? Esta, considerada como responsable de todas
las degeneraciones, le inspiraba a Rocafuerte más temor que el abuso de poder. Es por
eso que, instituyendo la propiedad como fundamento del sufragio, a la par que
presentaba la obediencia (a las autoridades más que a la ley) como la virtud cívica,
buscaba precaverse contra la profesionalización de la vida política. El periodista
Antonio José de Irisarri, su propagandista, sustentaba por consiguiente esta paradoja
que el Inglés no era tan libre como el Español puesto que sus deberes de ciudadano lo
ocupaban más. Irisarri y Rocafuerte tendían a compartimentar con fuerza las esferas
privada, pública y sagrada, con el fin de posibilitar la existencia de un poder de
entonces en adelante apartado de la religión y de la sociedad 11.
22 Rocafuerte se enfrentó necesariamente con la Iglesia; el clero llevaba al conocimiento
de este campeón de la tolerancia que él, sí, se preciaba de ser intolerante, y que no tenía
la intención de librar de trabas a unos políticos que buscaban vender su alma “por unas
piezas de Bretaña o por unas manufacturas inglesas”. Dichas amenazas no carecían de
cuerpo; durante la guerra civil de 1845, una vez más el departamento de Quito
recobraba su soberanía y se pronunciaba:
“artículo primero: la condición irrevocable para la conservación del Estado y la base
irreformable de sus instituciones fué y será siempre la exclusión perpetua de toda
religión fuera de la católica, apostólica y romana”.
23 Los Quiteños fundamentaban su Estado sobre la intolerancia, mientras el clero pensaba
en competir con el poder laico. En 1812 el obispo había realizado el sueño dorado de un
gobierno subordinado a la iglesia, y en 1841 el encargado de asuntos exteriores francés
notaba que arrostrar a las autoridades le merecía siempre a uno gran prestigio:
“muchos eclesiásticos han especulado sobre su negativa a jurar para adquirir la fama de
283
construir las carreteras del país (mediante una perversión de lo que se llamaba trabajo
subsidiario). La Iglesia ecuatoriana misma se encuentra maltratada precisamente
porque se requiere de ella que desempeñe un papel esencial y nuevo. Hasta entonces
estaba bastante cerca de la población, se encuentra reformada de un modo algo brutal;
tiene que ser el instrumento de mando y administración del Estado, pero se ve
claramente que el proyecto ya no es el mismo. Por fin, mediante la lucha contra las
cofradías, que juntando a los poderosos con los artesanos de las ciudades y los cleros,
realizaban una “movilización social” original, García Moreno unifica al pueblo en un
sistema integrador, arcaico por sus raíces clericales a la par que moderno por la
supresión de las órdenes y los cuerpos intermediarios. La Iglesia, por cierto, es el agente
de este proyecto pero se trata de una Iglesia muy distinta de la Iglesia ecuatoriana de
antes; además de reformar los conventos, se ha establecido un concordato y se ha
mandado traer clérigos de Europa (Jesuitas, alemanes o españoles, religiosas francesas,
etc.).
28 De este modo, acatando los principios divinos, el país tiene alguna esperanza de
sobrevivir. Pero hay más. En este siglo XIX, la lucha entre Jerusalén y Babilonia se ha
vuelto planetaria: por eso García piensa en cierto momento poner el Ecuador bajo el
protectorado de Francia, por ser ésta una potencia latina y católica. Por eso, caso único
en América, apoyó la expedición francesa a Méjico. Por eso, en fin, sus país cierra filas
detrás de las posiciones de Pio IX, papa-rey destronado en 1870; según él, ¿cuántas
veces no lo repite? se trata de un combate entre los “adoradores del verdadero Dios y
los de Satanás”.
29 Aunque toma acta de los cambios sociales acaecidos desde la Independencia, el régimen
de García Moreno es, pues, tradicional — según la etimología del término — puesto que,
transmitida de una vez por todas, la verdad permanece eterna, inmóvil, intocable.
“Aunque la razón es capaz de conocer la verdad, no lo es por su propio natural sino
porque aquellas verdades fundamentales (...) se fundan en la fé, revelación primitiva,
transmitida por las instituciones (...). En semejante contexto cualquier ’pluralismo’
debía aparecer como un completo contra sentido”14. Asimismo, el tipo de régimen,
aunque afirme el carácter determinante de los factores morales sobre el transcurso de
la historia, puede pretender “situarse por sobre los intereses económicos, pudiendo ser
pragmático”15. Así es como García Moreno moderniza su país.
34 Comparemos, pues, a Gabriel García Moreno con Francisco Franco, apoyándonos sobre
las obras de politólogos españoles de los cuales algunos fueron muy cercanos al
franquismo como Javier Conde23.
35 García Moreno y Franco comparten:
1. El modo de instalarse en el poder mediante un golpe de Estado militar en una situación de
debilidad extrema del poder legítimo y de intensas tensiones sociales y regionales. En ambos
casos, la conquista del Estado era una Cruzada (Franco fue Caudillo de España y de la
Cruzada).
2. Los mismos rechazos: establecían su poder para luchar contra la demagogia de la democracia
mal entendida, la licencia confundida con la libertad, el orden satánico, la disolución de los
vínculos sociales, la gangrena de la sociedad.
3. El mismo tipo de legitimación y los mismos principios de acción para asentar la forma
política de una sociedad cristiana en vía de secularización a la que se trata de resacralizar.
Ambas actitudes remiten a los principios agustinianos y García Moreno hubiera juzgado
digna de él esta declaración de Maetzu, uno de los inspiradores de la reacción franquista
(1934): “La patria terrenal con su unidad de conciencia y de materia, de historia y de
sociedad, de tradición y de esperanza, viene después de la religión que es nuestra patria
espiritual”24.
36 Llegados a este punto del paralelo tenemos que introducir la pertinente anotación de
Juan Ferrando Badía25 quién distingue el “caudillaje” de la dictadura, siendo esta última
“un régimen transitorio para volver a la normalidad”, que en el derecho romano
corresponde a una “legalidad extraordinaria”. En cambio, instaurado para perdurar el
“caudillaje” tiene como problema esencial el de la sucesión: “se sabe quién gobierna,
pero se ignora quién tiene el derecho de gobernar”. Mientras Franco pudo “restaurar”
el régimen monárquico en España, García Moreno, republicano decidido, no pudo
encontrar otra solución que la de ofrecerse como víctima propiciatora para asegurar
algún porvenir a su causa.
37 Las divergencias aparecen sin embargo en cuanto se enfoca en perspectiva el
funcionamiento de ambos regímenes:
• Las relaciones fuerzas armadas/Estado: no se puede en absoluto comparar las escasas tropas
no profesionalizadas de García Moreno con el cuerpo poderoso sobre el cual se apoyaba el
Generalísmo.
• La vigilancia del cuerpo social: el Ecuador no tenía ni policía ni censura verdaderamente
eficaz (¿para qué en un país mayoritariamente analfabeto?). García Moreno había atribuido
el control social a la Iglesia, una iglesia que carecía de recursos para portarse de un modo
inquisitorial.
• El modo de gobernar del caudillo: el Ecuador no conoció ninguna polisinodía comparable con
la de España donde el caudillo se rodeaba con el Consejo del Reino, el Consejo Nacional del
Movimiento, las Cortes ... La parentela de García Moreno y la camarilla que lo rodeaban
quizás desempeñarían este papel, pero su presencia no tenía ninguna institucionalidad.
• Las relaciones parlamento/caudillo: en España, el caudillo es el único detentador de toda la
soberanía nacional, cuando las Cortes “no participan del imperium que sirve de
manifestación a la soberanía” y se ven por consiguiente tachadas de “arrepresentatividad
nacional o, lo que es lo mismo, representación de sectores parciales” 26, lo que Franco
confirmaba en su discurso del 22 de noviembre de 1966. Así es como, antes de la Constitución
287
de 1978, se podía mirar las Cortes como un órgano del Estado y no de la representación
nacional.
38 Pero, cuando Franco, responsable únicamente delante de Dios y de la historia, ejercía
un poder absoluto, García Moreno admitía la sanción del voto. De tal modo que, aunque
el parlamento ecuatoriano se halló reducido a ser un aparato registrador, la legitimidad
de García Moreno era la de un hombre elegido por el pueblo, y no la de un hombre
providencial. Sin embargo Franco y García Moreno preconizaron el referendum y, a la
par que el jefe de Estado ecuatoriano no disimulaba su admiración para Napoleón los
teóricos del franquismo no ocultaron su deuda acerca del “cesarismo plebiscitario”
39 – como ocurre siempre en el caso de un poder personal las convicciones del caudillo
tienen un papel de primer orden; cabe entonces señalar que Franco, a pesar de sus
declaraciones a posteriori, era un católico algo tibio, “político” y “conformista”, no tiene
nada que ver con García Moreno, místico convencido. Aunque jefe de la Cruzada,
Franco no intentó presentar la muerte del almirante Carrero Blanco como un martirio,
obra del partido satánico. En los años 1970 España había avanzado mucho más que el
Ecuador de 1875 en la vía de la secularización.
40 Así, a pesar de sus límites, la comparación ubica el régimen de García Moreno en su
sitio exacto, en la recta de la tradición hispánica, y en su marco católico.
41 Esta ponencia —este boceto— deja muchos puntos que aclarar: no se intentó explicar la
localización del integrismo religioso, estrictamente contenido en la sierra, entre Pasto y
Riobamba. Nada se sabe, tampoco, de la competencia que opusieron los grandes linajes
de Quito y que no se resumía la rivalidad para apoderarse de las temporalidades (los
bienes de los Jesuítas expulsados). Por otra parte, ¿por qué eran devotas las élites de la
Audiencia de Quito, cuando no las de Charcas o del Río de la Plata? La lista de preguntas
está lejos de estar clausurada.
42 No nos propusimos agotar el tema sino sugerir que la historia republicana de las
sociedades andinas bien podría ser enfocada no sólo según el ángulo de una difícil
conquista de la independencia, sino, también, según el del paso hacia la modernidad.
43 Germán Colmenares
44 Es estimulante la reflexión hecha sobre el problema religioso, cuestión que se ha
enfocado en el sentido de que los estudios de las controversias religiosas se han
confinado generalmente en las Academias; pero no se ha estudiado por ejemplo, como
en los estudios de Cristopher Hill de la Revolución Inglesa del siglo XVII, el significado
movilizador de una convicción, de un lema, inclusive de lo que esto quiere decir en la
vida concreta de las personas. El problema se ha desviado en parte por la obsesión de la
Ilustración, concretamente la Ilustración en América. Tú hablas de Cuero y Caicedo,
nosotros tenemos a Caballero y Góngora, Obispo ilustrado que representa la idea
288
ciudad; no hay una partición entre los indígenas y los blancos, sino grupos
estamentales, por ejemplo las corporaciones de carniceros indios que controlaban toda
la carne de la ciudad, desempeñaban un papel importante económicamente hablando
en Quito y durante la Revolución se acentuó dicha importancia.
85 – Hubo líderes de grandes linajes como Nicolás de la Peña que pertenecía a la
aristocracia de la ciudad y tenía lazos muy estrechos con los indígenas, no solamente
con los de Quito, sino también con curacas de Lima. Es algo difícil entender estas
relaciones de aristócratas y terratenientes con el mundo indígena cuando al mismo
tiempo se ahogaba en sangre las rebeliones indígenas.
86 – Respecto a la observación de Mario Rabey sobre el vocabulario religioso del Río de la
Plata con semejanzas al vocabulario político, tendríamos que hacer un estudio para
toda América Latina. La revolución casi siempre ha tenido matices religiosos hasta
ahora, el estudio de este tema debe hacerse para entender el vocabulario y las
representaciones políticas de toda América del Sur.
87 Otro punto: hemos hecho una comparación con España. Hasta su muerte Franco fue
“Caudillo de España y de la Cruzada”. Consideramos que este tema de la cruzada es
fundamental para entender el vocabulario y las representaciones políticas.
88 – A propósito de Melgarejo, el suyo fue un proyecto liberal laico y no se puede
comparar con García Moreno.
89 Yves Saint-Geours
90 El poder económico de la iglesia era muy fuerte en la época de García Moreno en la
sierra centro norte. Lo analicé rápidamente con los catastros. El régimen es de la sierra
centro norte pero García Moreno en Guayaquil supo muy bien utilizar las alianzas,
parentelas, etc. Sin embargo, es una sierra centro norte atravesando una crisis que
proyecta su poder tradicional hacia todo el país. Hay por otro lado grupos católicos
muy fuertes que actúan en la sierra sur y se dan peleas entre los del norte y católicos
liberales.
91 – En cuanto a la relación Estado - Iglesia, García Moreno pretendió hacer de la Iglesia un
aparato funcional del Estado. Creó un Concordato 1861-1862, a partir del cual se le
otorgaba poder para nombrar Obispos; en el mismo Concordato se estructura una red
fiscal para el problema de los diezmos que son compartidos 50% para el Estado y 50%
para la Iglesia. El clero ecuatoriano reaccionó en contra de las reformas. En cierta
medida Roma hizo suyos los releamos de este clero. Hubo una pelea muy fuerte entre
García Moreno y la Iglesia, y eso me parece muy significativo.
92 Manuel Burga
93 Ha sido interesante la forma de abordar el problema de un intento que vertebra la
mentalidad del grupo dominante del Ecuador, y del elemento que moviliza a este grupo
dominante en función del gobierno ecuatoriano.
94 Se podría interpretar muy bien la historia del Ecuador y la historia del Perú a partir de
grandes concepciones como la presencia muy intensa del elemento religioso en la
mentalidad gobernante; o por otro lado la corriente opuesta del proceso de
secularización de la sociedad civil que parece inaugurarse en 1821 en el caso peruano.
95 ¿Qué es más importante como elemento de explicación, si la presencia de este factor
eclesiástico que conduciría a un gobierno casi religioso del Estado ecuatoriano, o lo
292
contrario, ese proceso de secularización que tiende hacia el fortalecimiento del grupo
dominante, como ocurrió en Perú después de la Independencia?.
96 Entre 1821 y la llegada de Bolívar hay un período de confusión, pero no de cambios
importantes. Con la llegada de Bolívar se aclaran las cosas, se afectan las estructuras
que venían vigentes desde el siglo XVII como el sistema de hacienda; y entre 1827-1828
se dan una serie de leyes importantes, leyes agrarias y otras que tienen que ver con la
secularización y organización del clero, las parroquias como conventos y monasterios.
En esta época se dio ley por la cual los conventos con menos de 8 miembros se cerraban,
dándose inicio a la supresión de monasterios, y a la secularización de sus bienes. Estas
propiedades pasan a manos de aquellos que habían conducido las luchas de
Independencia. Para estudiar esta forma de secularización de la sociedad civil se puede
encontrar la documentación en el Archivo General del Perú, en la sección que
corresponde a “Bienes de Secuestro”, que son los bienes confiscados a españoles, curas,
cofradías y demás instituciones religiosas.
97 Henri Favre
98 ¿Conoce el catolicismo social en Ecuador el mismo auge que en varios otros países de
América Latina a fines del siglo XIX? ¿Cuáles son las peculiaridades del catolicismo
social ecuatoriano? y ¿hay una relación entre la filosofía escolástica del tiempo de la
emancipación y la ideología del catolicismo social finisecular?
99 Rene Arze
100 Sobre la presencia de la Iglesia en Bolivia y específicamente sobre la expulsión de los
jesuítas, en la misma época coincidieron sublevaciones de los indígenas de Moxos y
Chiquitos del oriente andino boliviano, quienes se sublevaron contra la administración
española siendo una protesta por dicha expulsión. Por otro lado, en la región
típicamente andina de quechuas y aymarás se encontraban también en conflicto con el
poder español pero por razones económicas y sociales.
101 Yves Saint-Geours
102 Sería mejor hablar de presencia y no de auge del catolicismo social, esta presencia se
dio en la sierra sur ecuatoriana, pero no fue como en México; pero en general
mantienen la versión arcaica hasta entrado el siglo XX.
103 Marie Danielle Démelas
104 Un pequeño detalle. Lo de la supresión de conventos por no contar con un mínimo de
ocho miembros es una vieja orden borbónica, es una continuación de la obra de los
intendentes y de los borbones.
NOTAS
1. Archivo del Banco Central del Ecuador (ABCE), fondo Jijón y Caamaño, “Informe general de los
empleados...”, (1813) vol. 10, f* 243-276.
2. Carta circular del obispo a su clero, citado en Gabriel NAVARRO, la revolución de Quito, del 10 de
agosto de 1809, p. 449. Quito, 1962.
293
3. Archivo Municipal de Quito, “revolución de Quito, proceso de 1810”, vol. IX, tomo I, n* 1194, f*
70.
4. ABCE, vol. 27, f* 256, borrador de la correspondencia de Don Tadeo Garibay.
5. ABCE, “Oficio del marqués de Selva Alegre al obispo”, 1812, vol. 13, f* 293.
6. Alexis de TOCQUEVILLE. De la démocratie en Amérique, Livre 1, chp. 5
7. J.J. ROUSSEAU, Projet de constitution pour la Corse, in the Political Writings of Jean-Jaques
Rousseau, C. E. WAUGHAN (edit), Cambridge University Press, 1915, tomo III.
8. Jaime E. RODRIGUEZ, Estudios tobre Rocafuerte, Guayaquil, 1975, lettre du 16.V.1838.
9. J. A. IRISARRI, La verdad desnuda, Guayaquil, n* 3, 1841.
10. J.G.A. POCOCK, The machiavelian Moment. Florentine political thougth and the atlantic repuclican
tradition, Princeton, 1975, pp. 506-552.
11. J.A. IRISARRI, La verdad desnuda, n* 4.
12. Breve resumen de algunas ideas desarrolladas en un libro por publicar.
13. Decreto citado en R. P. BERTHE, Garcia Moreno, président de l’Equateur, vengeur et martyr du droit
chrétien, Paris, 1888, vol. 2 p. 217.
14. A. de RAMON, “García Moreno, Tres etapas para un fracaso histórico”, en Etcritos de teoría, III-
IV, dec. 1978-jan 1979, p. 93.
15. Id, p. 92.
16. Hannah ARENDT: Le système totalitaire, París, 1972.
17. Enrique AYALA en Crítica y utopía, n° 5, “Dictadura y dictadores” p. 159.
18. Hannah ARENDT: op. cit, p.39. Este análisis está cuestionado hoy. Véase Pierre Birnbaum:
“Mobilisation, structures sociales et types d’Etat”, en Revue française de sociologie, XXIV, 1983, p.
435. En el nazismo, la atomización resultaría del sistema y no el sistema de la atomización.
19. Sacamos esas “definiciones” de la obra de Robert MANDROU: L’Europe “absolutiste”, París,
1977, p. 25-26.
20. Fue Juan LINZ quien propuso este tema, a propósito de España: “An authoritarian regime:
Spain”, en ALLARDT E. et al. Cleavages, idéologies and party Systems, constribution to comparative
political sociology, 1964 pp. 291-341. En este artículo, define así el autoritarismo (p.197):
“Authoritarian regimes are political Systems with limited, not responsible, political pluralism:
without elaborate and guiding ideology (but with distinctive mentalities); without intensive nor
extensive political mobilization (except some points in their development); and in witch a leader
(or ocasionally a small group) exercises power within formally ill-defined limits but actually
quite predictable ones.” Tantas excepciones y restriciones dan a esta definición un valor
heurístico cuestionable. Bien podrían parecer poco acertadas algunas afirmaciones: ¿se puede
sacar la conclusión que la ideología fascista estaba más “elaborada” que la doctrina franquista?
¿Qué valor reconocerle a una noción que apela a “cierto tipo (¿cuál?) de mentalidades”, que
evoca una movilización que se revela a veces intensiva a veces extensiva, que lleva a definir el
poder autoritario como algo que carece de límites pero cuyos términos pueden sin embargo
preverse?
21. Seguimos aquí los análisis de Ignacio SOTELO, “Modèles d’explication du militarisme latino-
américain, une interprétation historique” en Critique, n° 363-364, août-septembre 1977, p. 729.
22. No hay, por consiguiente, que confundir el “caudillismo” con el “caudillaje”, término que
usaremos para caracterizar el régimen de Francisco Franco.
23. Francisco Javier CONDE, Representación política y régimen español, Madrid, 1945. Así que:
Contribución a la doctrina del caudillaje, Madrid, 1941.
24. Citado por Guy HERMET, Les catholiques dans l’Espagne franquiste, París. 1980, tomo 1, p. 96.
25. Juan FERRANDO BADIA, Teoría de la instauración monárquica en España, Madrid, 1975, p. 36.
26. Miguel HERRERA de MIÑÓN, El principio monárquico, Madrid, 1972, pp. 36-37.
294
NOTAS FINALES
1. Los textos citados figuran con su ortografía original
2. Glen C. DEALY: “The tradition of Monistic Democracy in Latin America” en Journal of the History
of Ideas, 35 (1974), 625-646.
RESÚMENES
Entre 1809 y 1810, brota la insurgencia de Quito contra España. Era el primer grito de la
independencia, como se dijo más tarde. Sin embargo esta primera república tenía al obispo como
presidente, a los cleros como capitanes de las tropas, y la lucha se daba en nombre de la fe.
Entre 1835 y 1843, el presidente Vicente Rocafuerte intenta modernizar el Ecuador, fracasa
después de haber gastado tiempo en luchar contra los rebeldes y la Iglesia.
Entre 1859 y 1875, Gabriel García Moreno, tratando de encontrar una síntesis, fundamenta su
dictadura en la prosecución del progreso y catolicidad obligatoria.
A través de tres momentos de la historia del Ecuador, los autores se proponen interpretar el
pasado republicano de Hispano América ya no únicamente como la difícil conquista de la
independencia sino también como el paso hacia la modernidad de sociedades cuyas
representaciones políticas quedaron, durante largo tiempo, entreveradas con las creencias
religiosas.
Entre 1809 et 1810, Quito s’insurge contre l’Espagne. C’était le premier cri de l’indépendance,
dira-t-on plus tard. Toutefois, cette première république était présidée par l’évêque, les clercs
étaient capitaines des troupes, et l’on se battait au nom de la foi. Entre 1835 et 1840, le président
Vicente Rocafuerte cherche à moderniser l’Equateur; il échoue après avoir passé son temps à
lutter contre les factieux et l’Eglise. Entre 1859 et 1875, Gabriel Garcia Moreno tente une synthèse
et fonde sa dictature sur la poursuite du progrès, et la catholicité obligatoire.
A travers trois moments de l’histoire de l’Equateur, les auteurs proposent d’interpréter le passé
républicain de l’Amérique hispanique non plus seulement comme une conquête difficile de
l’indépendance, mais aussi comme le passage à la modernité de sociétés dont les représentations
politiques sont longtemps restées mêlées aux croyances religieuses.
295
Manuel Burga
respeto al grupo de los “mistis” o blancos. Los vecinos notables de todos los pueblos
“mistis” de las regiones altoandinas del sur gozaban de una serie de privilegios —
servidumbres para los indígenas— que les permitía controlar mejor a las poblaciones
campesinas. Estas servidumbres no nacían solamente como consecuencia de vivir
dentro de una hacienda, de recibir tierras o usar los pastos del gran propietario, sino
también por el hecho de convivir con el misti, de estar sujetos a las autoridades
políticas y municipales; o simplemente por el hecho de ser indio.
11 A inicios del siglo XX, aunque parezca paradógica y anacrónica, se observa una situación
similar a la que podemos encontrar en el siglo XVII: era más seguro para las poblaciones
indias vivir dentro de las haciendas. Fuera de ellas estaban expuestos a la labor
concentradora de tierras de los hacendados, a la rapiña de los “rescatistas” por la
intensificación del comercio de lanas y a los abusos de las autoridades políticas y
municipales, de los vecinos notables en general y también del cura de la parroquia.
Dentro de la hacienda se tenía la protección del hacendado: su influencia sobre las
autoridades locales era importante y aún tenía la posibilidad de convertirse en un
pequeño “mandoncillo’’, como collana de la hacienda o al formar parte de las bandas
armadas de los terratenientes.
12 Esta variedad de formas feudales de explotación hay que pensarlas dentro de una
situación donde el indígena como individuo no tenía ninguna importancia: las élites
dominantes del siglo XIX quisieron liquidar al indio y construir un Perú criollo, o en
todo caso mestizo y occidental. Este es un tema que no ha sido bien estudiado y que es
muy difícil de comprender cuando se le mira desde la actualidad. Se requiere ingresar a
la situación y a las mentalidades colectivas de la época para entender este fenómeno de
explotación, de negación de sus derechos más elementales e incluso la culpabilización
del indio como causa de todos nuestros males.
13 Es muy probable que hasta existiera una especie de terrorismo de los mistis o de los
blancos que vivían en las ciudades, grandes o pequeñas. Presentaré solamente el caso
de Víctor Manuel Belón quién, según Pedro Villena, fue el más dinámico usurpador de
tierras en el distrito de Nicasio, provincia de Lampa, durante los primeros quince años
del siglo XX. También fue, como es de suponer, representante por Lampa durante 18
años. Por lo que es fácil imaginarlo como un decidido civilista de la época: “No perdió el
tiempo para especular a la sombra de la posición que ocupaba, ya haciendo colocar
como primeras autoridades de la provincia a personas que cumplieran su voluntad
incondicional, ya logrando que se nombraran de gobernadores y jueces de Paz a los
empleados de sus fincas, ya haciendo consentir que la intención del Supremo Gobierno
era extinguir a la raza indígena y de que sus bienes pasarán a poder de las personas
civilizadas; datos que han sido sumistrados por centenares de personas que residen en
el distrito de Nicasio, y también en la capital de Lampa (1913: 26-27)”. Esta visita se
produce en el segundo año del gobierno de Guillermo Billinghurst, en la breve
interrupción del ejercicio del poder ejercido por el civilismo desde fines del siglo XIX.
Por eso fue posible que Villena, con potestad “para indagar las quejas de los indígenas
del departamento de Puno, con el fin de hacer todos los esclarecimientos necesarios y
poder dar al Supremo Gobierno un informe minucioso y detallado de todos los motivos
de sus quejas”, visitase esta provincia; así como antes ya habían venido Alejandrino
Maguiña (1902) y Teodomiro Gutiérrez Cuevas (1904). Víctor Manuel Belón era
diputado en Lima, gamonal —en el sentido más amplio de la expresión— en Lampa y
propalador de nefastos rumores como el que afirmaba que el gobierno quería aniquilar
299
a los indígenas: era el portavoz de una suerte de contrautopía andina, que reclamaba un
Perú criollo, blanco y sin los indios.
14 No era solamente un postulado ideológico, sino también una praxis corriente que se
manifestaba de diversas maneras: el indígena de comunidades era un hombre sin una
tipificación jurídica, como un ilota en Esparta o un meteco en Grecia antigua, casi
huérfano de derechos por su pobreza y su condición racial. Peor situación que un
esclavo en Roma, cuyos códigos son impensables sin las categorías esclavo o esclavitud
(Finley: 1973: 82). Aquí, como irónicaimente decía Javier Prado en la Asamblea Nacional
de 1919, “Raza fuerte, raza trabajadora, raza sufrida y calumniada, ha sido tratada por
su país con dura crueldad; y como las cosntituciones extranjeras no tienen ese
problema de la raza indígena, tampoco había sido considerado en la constitución del
Perú. Nosotros debemos hacer la rehabilitación de la raza originaria del Perú: raza de
grandes virtudes, raza de grandes energías y merece ser defendida y elevada ante el
sentimiento del país” (Cit. por Lynch, 1979: 43). Las opiniones contrapuestas, a pesar de
que no fueran coetáneas en el tiempo de Víctor Manuel Belón y de Javier Prado,
constituyen un indicador del desarrollo de nuevas actitudes frante al problema
indígena. En los meses finales de 1919, en la Asamblea Nacional, se discutió
ardorosamente el articulado pro-indígena que se incorporaría en la Constitución. Las
nuevas actitudes eran defendidas por Javier Prado, antes figura prominente del
civilismo, Pedro José Rada y Gamio, José Antonio Encinas, quienes se enfrentaban a J.M.
Rodríguez y a la solapada defensa de las ideas racistas del siglo anterior.
15 Paralelamente a estos hechos que expectaba la opinión pública limeña, comenzaba a
desenvolverse —a un nivel casi imperceptible— un capítulo importante de la historia
campesina en la capital peruana: el 16 de junio de 1920 se fundaba el Comité Central
Pro-Derecho Indígena “Tahuantinsuyo”. Desconocemos los pormenores de este
acontecimiento, pero no es difícil advertir la presencia de políticos importantes detrás
de esta fundación. El Comité fue reconocido por un decreto expedido el 21 de junio de
1920 y firmado por Hildebrando Castro Pozo, jefe de la sección Trabajo del Ministrio de
Gobierno. Este Comité Central será el organismo que permitirá la institucionalización
de viejas formas de lucha campesina en los andes: los mensajeros indígenas, los
anunciadores de las injusticias, se convertirán en los delegados de los subcomités del
interior y la Rama comenzará a funcionar, como lo hacía desde el siglo XVII, para apoyar
los viajes y reclamos de los subdelegados del Comité Central 2. Esta combinación de lo
nuevo con lo viejo, de la política con la utopía, del obrero indio con el campesino indio,
es un acontecimiento de gran importancia y le dedicaremos un espacio mayor en el
capítulo siguiente.
16 Las discusiones en la Asamblea Nacional, las declaraciones del Obispo del Cusco, los
rumores en las regiones campesinas, los temores de ciertos periodistas del sur no
pasaban de ser simples actos de palabra escrita o palabra oral. Pero desde la
promulgación de la constitución, conciliábulos secretos, habían puesto en marcha una
serie de acciones: por ejemplo, a propuesta del diputado José Antonio Encinas, se
aprobó la designación de una Comisión Oficial Pro-Indígena para visitar a Puno,
estudiar el problema indígena y luego proponer una legislación tutelar. Esta comisión la
conformaron cuatro personas: Enrique Rubín (Presidente), Umberto Luna, Erasmo Roca
y Manuel E. Rubín (Secretario). Llegó a Puno el 30 de julio y permaneció hasta el 16 de
agosto en esta ciudad recibiendo y escuchando las quejas de los indígenas. Por estos
días, cuando la Comisión trabajaba intensamente, Ezequiel Urviola, quién tendrá una
300
depredaciones. De ahí el rencor de los indios contra los blancos, rencor que puede
traducirse en una lucha de fatales consecuencias”. Luego agregó que los indios eran
inteligentes, se daban cuenta de las sinceras intenciones de la Comisión, del
compromiso del gobierno y que lo único que les había pedido es no recurrir a la
violencia.
21 Las tensiones se ponen en evidencia en esta entrevista: “Nos dice el doctor Rubín que es
de urgencia el atender las reclamaciones de los indígenas y restablecer en esa región el
orden social y la justicia, haciendo desaparecer el estado de antagonismo entre
gamonales e indígenas y que para ello es indispensable la dación de una legislación
especial, con tribunales arbitrales y procedimientos sumarios que sean una eficaz
garantía. Se ocupará la Comisión de preparar esa legislación para someterla al
Congreso, pues el Presidente señor Leguía está muy interesado en solucionar en forma
equitativa el problema indígena que es uno de nuestros más graves y trascendentales
problemas”. No hay ninguna diferencia entre las expresiones, denuncias y promesas de
Enrique Rubín en 1920 y las críticas que, quince años atrás, Teodomiro Gutiérrez Cuevas
había hecho, primero como subprefecto de Chucuito y luego como enviado especial del
gobierno de G. Billinghurst. El fin del civilismo permitía que el radicalismo verbal de
Gutiérrez Cuevas se convierta en lenguaje oficial del gobierno. Esto indudablemente
tendrá efectos importantes en la actitud y acciones de los miembros del Comité Central
Pro-Derecho Indígena “Tahuantinsuyo”.
22 Mientras la Comisión sesionaba en Lima y elaboraba, dentro de una relativa
tranquilidad, propuestas para solucionar el problema indígena en el sur; en Arequipa
las tensiones parecían alcanzar un punto culminante. Un artículo del periodista J. G.
Murillo, que transmitía las opiniones terratenientes, publicado en El Pueblo del 30 de
setiembre de este año, es muy revelador del estado de ánimo colectivo. Comienza
indicando que “en Lima y en general en la costa del país se ignora el verdadero estado
de las cosas”. El se pregunta “¿Es un problema agrario? o ¿es una querella de razas, la
una dominadora, la otra dominada?”. Luego indica que “nadie aún olvida a Juan
Bustamante, el aventurero; ni tampoco al Divino Rumimaqui, el Sr. Gutiérrez Cuevas,
que deja consagrada por la popularidad y uso la palabra RAMA”. Los indígenas, dice,
por su pobreza, ignorancia y amor a la tierra son víctimas “... de falsos apóstoles y
humanitarios, que les aseguran volverlos a las épocas felices de holganzas y de
comunismo limpio de blancos que se llamó Tahuantinsuyo”. Murillo, que
evidentemente utiliza el discurso terrateniente de la región, hace una relación de una
sociedad indígena, sin los blancos, y los dirigentes de la Rama.
23 Las intenciones de este autor se pueden descubrir en las dos preguntas que se formula
al final: “¿Qué pretenden en la hora actual, los pseudo apóstoles del aborigen agitando
sus masas? ¿A qué se da el nombre de Rama?”. La respuesta que se puede deducir es
dramática: los indígenas pretenden restaurar una utopia sociedad andina. Hasta este
momento, 30 de setiembre de 1920, este artículo es la mejor prueba de la intranquilidad
y tensiones que recorrían las zonas rurales del sur. Ya aparece como una idea colectiva
la asociación entre Rama, ramalistas, guerra de castas, restauración del imperio del
Tahuantinsuyo y atentado contra la nación peruana. La realidad y la imaginación se
mezclan, en las mentes terratenientes, en un esfuerzo por dar coherencia a una ficción
que ellos querían convertir en un programa político de los indígenas: la restauración
del Tahuantinsuyo. Mientras la Rama pertenecía a la realidad, la restauración nativista
era más bien un producto de la imaginación: los terratenientes lo sabían muy bien, pero
302
¿acaso los campesinos podían hacer estas mismas distinciones con una precisión
semejante? Para un campesino, marginado de los derechos ciudadanos, apegado a sus
costumbres, tradiciones y lengua, que escuchaba rumores como los que Víctor Manuel
Belón propagaba en Lampa, la ficción terrateniente les podría parecer lógica, necesaria
y hasta un bello propósito.
24 Los meses finales de 1920 no fueron de tranquilidad para los hacendados; los rumores
de revueltas campesinas circulaban profusamente. En algunos casos éstas se dieron en
la realidad, pero sin revestir gran importancia. Por ejemplo el 1 de octubre se produjo
una revuelta en Orcopunco (Ayaviri): “Indiada Orcopunco sublevóse hiriendo
gravemente empleados y sábese hay confabulación con indígenas de fincas vecinas”.
Bernardino Arias Echenique, quién envió a El Pueblo la copia del telegrama que había
recibido, sostenía que los “indios se quejan y parece que en muchos casos con plena
razón”. Luego agrega “la verdad es que se hallan en lucha y que todos los propietarios
cargan las responsabilidades y peligros de los que han oprimido y despojado al
indígena; de donde resulta un verdadero conflicto que puede traer serios
transtornos...”.
25 Las expresiones de este hacendado de Azángaro no nos dejan dudas sobre las tensas
relaciones en el departamento de Puno. Ante estas revueltas frecuentemente se
producen violentas reacciones de los hacendados: como por ejemplo la que produjo la
masacre de Llallahua en Santiago de Pupuja. El 7 de octubre, Rómulo Díaz, con su padre
Saturnino Díaz, su tío Melchor Díaz, su hermano Arturo Díaz, su cufiado Abelino
Fernández y los hermanos Juan y Maximiliano Dianderas, todos ellos vecinos de
Santiago de Pupuja, arremeten —siguiendo la costumbre del escarmiento— contra un
grupo indígena que se había refugiado en la casa de la Misión Evangélica Protestante. El
pretexto era que los indígenas se negaban a pagar un arbitrio municipal. La
consecuencia fue la muerte de doce indígenas, cuatro heridos, otros fugados y ataques
contra las habitaciones de los campesinos. Era en realidad un escarmiento por las
quejas presentadas a la Comisión Oficial que visitó Puno (El Pueblo, 19-oct-1920). Una
parentela extensa, que congregaba a autoridades, hacendados y mistis en general,
arremetió brutalmente contra una indefensa muchedumbre en momentos de profundas
tensiones sociales.
26 Al mes siguiente, en noviembre, se produce la destrucción y saqueo de la casa de
Alejandro Cano, Presidente de la Sociedad Ganadera de Puno, en Arapa, y el pillaje de la
hacienda Calachaca, muy cerca de Azángaro, de propiedad de María Manuela Vda. de
Camacho (APMI, Huancavelica, Paquete 213, oficio del Prefecto al Director de Gobierno,
11-dic.-1921). Estos acontecimientos parecen ser las crestas visibles de fuertes
corrientes de profundidad que estaban a putno de estallar y que fueron apaciguadas
primero por la llegada de la Comisión Oficial y luego con el inicio de las lluvias,
comienzo de los trabajos agrícolas, el carnaval de febrero y la trasquila de marzo.
Durante estos tres años que estudiaremos, de 1920 a 1923, la época de lluvias es más
bien un período de tranquilidad, sin revueltas, de trabajos, de renovación de cargos y
de conversaciones en las abrigadas cocinas campesinas del sur.
27 Pero no todo había sido tranquilidad en estos meses del invierno serrano, ya que el 28
de enero se produjo el asalto a la finca Huaypará de la familia Frisancho. Hemos
localizado tres cartas que nos permiten llegar a los reveladores detalles de estos
acontecimientos, pero advirtamos que son informaciones del Subprefecto de Lampa y
del Prefecto de Puno. Los hechos son semejantes a los de Orcopunco: un número
303
sabían que el gobierno no tenía intenciones de repartir las tierras de los vecinos mistis,
pero también se daban cuenta que esta ilusión elaborada por los mensajeros o
ramalistas, podría levantar a todos los campesinos del departamento.
31 La agitación parecía marchar desde Puno hacia Huancavelica. Por todos los
departamentos del sur parece producirse la conversión masiva de los antiguos
mensajeros indígenas en los nuevos delegados de los sub-comités distritales del Comité
Central Pro-derecho Indígena Tahuantinsuyo. Detrás de cada reclamo encontramos por
lo menos a un subdelegado; y estas gestiones comienzan a tener éxito. En marzo de
1921 indígenas envarados de Yanaoca (Cusco) presentan un memorial acusando de
atropellos al subprefecto Demetrio Pareja; la solicitud fue atendida por el prefecto y se
produce el nombramiento de Ricardo Cabrera Herencia como reemplazo (APMI, Cusco,
Pqte. 227; oficio del Prefecto al Director de Gobierno, 10-marzo-1921).
32 Paralelamente, y como acto defensivo de los vecinos mistis de estos departamentos, se
producirá la conformación de comités leguiístas de vecinos: el 17 e abril en Pucará, el 12
de mayo en Santiago de Pupuja, donde solicitan ayuda al gobierno, reclaman a la fuerza
pública y dan poderes a Jaime Dianderas. Algo similar hacen los vecinos de Chucuito. en
Huancavelica también se había producido una curiosa concentración de hacendados en
la capital del departamento. Así lo informa el prefecto Nicanor Mongrut: “Este
departamento se halla completamente dividido, y por razón natural, todos esos
elementos ajenos o enemigos del actual régimen, se han concentrado en esta capital; la
mira que tengo desde que arribé a ésta, es la de unificarlos (sic), o cuando menos no
perderlos de vista, tenerlos siempre a mi lado, conocer o adivinar sus pensamientos,
porque debo manifestarle, que lo mejor de esta localidad, en lo social y pecuniario,
pertenece al nefasto gobierno caído el 4 de julio...” (APMI, Huancavelica, paquete 219,
oficio del Prefecto al director de Gobierno, 9-abril-1921). Mudablemente un buen
prefecto leguiísta; “la vista y los oídos” del gobierno central.
33 Puno era considerada como la zona de mayores tensiones, como un foco de irradiación
hacia las zonas vecinas. Así lo escriben los vecinos de Maranganí y Sicuani en sus
memoriales del 10 y 12 de abril respectivamente. En ellos se dice que los indígenas del
Collao habían distribuido volantes en las estaciones del ferrocarril (Aguas Calientes, La
Raya, Araranca) “...incitando a todos los indígenas de este distrito, como a toda la
provincia de Canchis, a que se levanten en masa a matarnos en la creencia de recuperar
sus tierras destruyendo a los blancos y arrebatando sus ganados”. Decían que “...el
asalto era inminente”.
34 El 2 de mayo se producen graves desórdenes en Yauri, capital de la provincia de
Espinar, encabezados por Domingo Huarca. El subprefecto de esta provincia hace una
patética descripción de los dramáticos acontecimientos que se producen con el ingreso
de 2000 indígenas a Yauri: “En vista de este hecho, que manifestaba claramente la
intención del elemento indígena, organizamos, en forma correcta y rápida, un completo
plan de defensa, habiendo marchado la mayoría de los vecinos a sus puestos de
combate, en caso de ataque”. El subprefecto Alvarez Valer continúa su relato: “En estas
circunstancias se destacaron por los indios dos delegados, los cuales vinieron a mí, y
solicitaronme una orden para una para una manifestación pública, con el objeto de dar
a conocer algunos acuerdos del Comité Central Pro-Derecho Indígena y órdenes
particulares que dijeron tañían de comunicar (...) Otorgada la licencia que pidieron la
formación se dirigió a la plaza, donde el indígena Domingo Huarca, comunero de la
parcialidad grande, y garante de la manifestación, les dirigió la palabra...(...) Yo, a mi
305
vez, y como medio de tranquilizar la efervescencia que acrecía por momentos, les hablé
también, recomendándoles cordura en todos sus actos; díjeles también el deseo y sentir
del gobierno con respecto al problema indígena y por último les garantiza la
manifestación, siempre que ellos procediesen en forma arreglada y culta (APMI, Cusco,
paquete 219, oficio del prefecto al Director de Gobierno, 12 de mayo de 1921)”. La
reunión terminó pacificamente, pero la cita anterior, de alguna manera, nos transmite
la sensación que los campesinos eran los dueños de las circunstancias y que el
subprefecto Alvarez Valer actuaba bajo el peso de la presión de las masas campesinas
dirigidas por Domingo Huarca. Era el 2 de mayo de 1921; estamos en los momentos
iniciales, los preparativos de una gran sublevación, pero ya se ve la presencia del
Comité Central y de los líderes locales, como en este caso, los principales protagonistas
de lo que el historiador francés Jean Piel llamaría la sublevación de Tocroyoc.
35 Esta situación de rebelión “latente”, como decía el Memorial de los hacendados
redactado en febrero de 1921, obligó a que el prefecto Ruiz del Cusco realizara a fines de
mayo una extensa visita por las provincias de Canas, Chumbivilcas, Espinar y Canchis,
para terminar informando que los indígenas son sojuzgados y explotados ”.. .por la
gente de color o misti, quienes en connivencia con los abogados, escribanos, jueces y
algunas veces con las autoridades políticas les arrebataban sus tierras, ganados,
productos agrícolas”. Señala esto como la causa de la intranquilidad campesina, luego
precisa que es el Comité Central Pro-derecho indígena la institución que apoya y
fomenta la rebelión. La gravedad de la situación lo lleva a proponer medidas radicales
al gobierno: 1. que los indígenas puedan recuperar sus tierras; 2. prohibir de manera
absoluta los servicios gratuitos; 3. que cada parcialidad nombre a sus tenientes
gobernadores; 4. nombrar una comisión para el deslinde de las propiedades y el
levantamiento de catastros; 5. formación del estanco de la lana; 6. establecer una
comisaría, con 20 hombres cada una, en Canchis y Espinar (APMI, Cusco, paquete 219,
oficio del prefecto al director de gobierno, 9-junio-1921). Esta posición del prefecto no
estaba lejos de las declamaciones de la Comisión Oficial, del discurso de José A. Encinas
y de las actitudes de otros diputados del sur. Estas posturas conducirán a la renuncia
del subprefecto de Canchis el 29 de junio y a la del subprefecto de Espinar el 15 de
octubre: la causa explícita era que el gobierno daba mayor credibilidad a las quejas de
los indígenas que a los informes de los subprefectos.
36 El Pueblo de Arequipa, el 15 de enero de 1921, transcribe una extensa carta del diputado
por la provincia de Grau (Apurímac), Miguel J. Gutiérrez, aparecida en El Tiempo de Lima
donde, con patetismo, se denuncian las injusticias a que estaba sometido el indígena de
los departamentos del sur y de todo el Perú en general. Decía este diputado: “Señor
Presidente: La condición de la raza indígena no variará si es que un mandatario a toda
prueba, de carácter, patriotismo y sacrificio, no le tiende su mano redentora para
salvarlo. El indio que carece de escuela. El indio que no sabe leer. Ya sea en el tiempo de
Pizarro, de Almagro, o de Luque, o en tiempo de Castilla, de Piérola, o de Leguía: ignora
lo que es libertad, igualdad y justicia”. Una dramática carta que tendrá mucho eco en
los periódicos de provincias y que constituye un alegato importante contra la
explotación del indígena.
37 El 9 de abril de 1921, El Pueblo de Arequipa publica el extenso Memorial presentado al
gobierno central por la Sociedad Ganadera del departamento de Puno, cuyo presidente
era Alejandro Cano. El memorial ocupa toda la página 4 de la edición de este día.
306
Considero útil un breve análisis de este importante documento. Los puntos más
destacables podrían ser los siguientes:
1. Un Memorial que pretendía ser la defensa de los propietarios legalmente constituidos y
expuestos a “una rebelión latente y aún estallada y mal reprimida”. Era en realidad un
extenso pedido de protección, al gobierno central, de parte de los hacendados del sur que no
tendrían ningún inconveniente en mostrar sus títulos legales de propiedad.
2. Encontramos el discurso terrateniente sin censuras: denuncian a Teodomiro Gutiérrez
Cuevas, Rumimaqui, quién habría pretendido “desmembrar el Perú”; a la vez que califican a
las rebeliones campesinas como luchas raciales y contra la nacionalidad.
3. Defienden la propiedad privada de la tierra, la conformación de las haciendas en zonas
campesinas haciendo mención a las leyes bolivarianas y a otras del siglo XIX.
4. Hacen una defensa del colono de las haciendas: “Aquellos tienen allí sus cabanas, pastos para
sus ganados, terrenos para sus sembríos, medicinas para sus enfermedades y víveres en
tiempo de hambruna”. En resumen viven bien dentro de las haciendas “y esto por ser
nuestros socios industriales tiene por enemigos a los indígenas de las comunidades”.
5. Contrariamente culpan a los indígenas de comunidades de todas las rebeliones: “Los indios
de las comunidades son los únicos que forman las filas de la rebelión (...) Nuestros pastores y
nosotros somos víctimas de los robos y ataques de los indios de las comunidades, pero éstos
ponen en juego toda clase de recursos con falsas promesas, para desmoralizarlos y que se
unan a la rebelión, imbuyéndoles odio y rencor en contra nuestra”. Esto último contradecía
que el objetivo de los campesinos rebeldes fuera la guerra de castas, ya que al parecer
ocasionaban daños también a los rebaños de los pastores colonos. La presencia de huestes
terratenientes armadas, compuestas por colonos indígenas, podría ser el lado opuesto y la
otra prueba de que no se podría hablar de una ciega guerra de castas.
6. Hacen una extensa crítica a la labor de la Comisión Oficial y en especial a las declaraciones
de su presidente Enrique Rubín del 15 de setiembre de 1920: “El reportaje tuvo más
trascendencia de lo que se cree. Los tinterillos y logreros lo han repartido impreso entre los
indígenas haciéndoles creer que lo que está en letras de molde tiene el valor de un veredicto
gubernativo”.
7. Denuncian que los que preparan y organizan la rebelión son los ramalistas: “Esta es la
bandera de la rebelión indígena (el reparto de todas las tierras), batida para que todos
acudan con el sabido sol de contribución para la llamada RAMA”.
8. Denuncian la existencia de bandas armadas de indígenas que asaltan a las haciendas y crean
zozobra e intranquilidad; a esto agregan la insubordinación de las poblaciones campesinas y
la impotencia de las autoridades del interior.
38 Este es el más profundo análisis terrateniente de la situación del sur en este momento.
No proponen niguna solución y casi con prepotencia —como en los buenos tiempos del
civilismo— piden que se desapruebe la labor de la Comisión Oficial, que se prohiba la
Rama, que se aumenten las fuerzas militares en Puno y que se abran juicios militares a
las “bandas indígenas”. Era aún la dureza verbal del gamonalismo del sur y la
incompresión para entender los primeros momentos del leguiísmo.
39 Los meses siguientes son de relativa tranquilidad. El problema indígena vuelve a los
titulares de los periódicos sólo de manera esporádica: el 30 de abril cuando se discute la
propuesta de Manuel A. Quiroga, dipuetado por Chucuito, de una legislación indígena
presentada al Congreso Regional del sur en 1920. Luego en mayo se publican denuncias
de campesinos de Lampa contra las persecuciones despiadadas del gamonal José
Antonio Torres a los indígenas que lo habían denunciado en un memorial enviado a
Lima.
307
40 Sigue luego un largo silencio periodístico sobre cuestiones campesinas, hasta que el 26
de setiembre de 1921 aparece en El Pueblo la noticia de la creación de la Sección Asuntos
Indígenas en el Ministerio de Gobierno. En ese preciso momento la rebelión ya había
estallado en Lampa, pero las noticias aún no llegaban a las ciudades importantes. Estas
revueltas de Lampa serán el punto culminante de los acontecimientos del año 1921.
Utilizaremos, para la reconstrucción de estos hechos, las diferentes versiones que se
publican en El Pueblo de Arequipa; versiones que en casi su totalidad eran controladas
por los terratenientes, pero también agregaré reflexiones que se inspiran en otras
fuentes.
41 El primer Congreso Indígena, donde se aprueba la declaración de principios del Comité
Central Tahuantinsuyo, se había celebrado en Lima entre el 24 de junio y el 2 de julio de
este año cuando la capital se entregaba con euforia a la celebración del centenario de la
Independencia. Este Congreso fortaleció indudablemente al Comité Central; más aún lo
legalizó, acercó a sus componentes y se enteraron —con detalle— de los retrasos y
dilaciones para analizar el informe de la Comisión Oficial del año 1920. Los
subdelegados que participaron en este congreso regresaron a sus lugares de origen y se
inició la larga espera.
42 El 5 de agosto se produjo el pronunciamiento militar del capitán Guillermo Cervantes
en Iquitos que no sería debelado hasta enero del año siguiente. Dentro de estas
circunstancias, los subdelegados del Comité Central comienzan a desarrollar un
programa clandestino que comprende reuniones distritales y acciones concretas. La
paciencia se estaba terminando; setiembre y octubre son los meses, como lo demuestra
nuestras estadísticas de las noticias en El Pueblo, en que la intranquilidad campesina
parece agudizarse. Setiembre es también el mes en que los campesinos migrantes a
otras regiones regresan a sus lugares de origen para iniciar la siembra; es el momento
de los reencuentros, de congregación y de trabajos colectivos en el sur andino. Es
también el mes del Coyaraimi Quilla, de épocas prehispánicas, en que se celebraba el
ritual de la purificación denominada Citua que precedía el inicio de un nuevo ciclo de
vida y que se hacía para alejar a los males y a las enfermedades. Setiembre, el mes de las
primeras lluvias, desde esta perspectiva y como ritualizando el ritmo del ciclo agrario,
estaría vinculado no sólo con la siembra de las plantas sino también con la
regeneración del tiempo. Todos estos hechos nos ayudan a comprender que no es
casual que tanto en 1921, como en 1922, las sublevaciones comienzan en setiembre (ver
gráfico). Este hecho, además, podría ser otra prueba de la presencia del mito y ritual
andinos en estos movimientos campesinos del siglo XX4.
43 En Puno circulaban rumores de la sublevación desde el mes de julio en que los
mensajeros indígenas regresaron de Lima. Ellos se dirigieron a las provincias de Lampa,
Azángaro, Huancané y Chucuito para convocar a reuniones informativas. Todos
esperaban que la rebelión estalle en esta última provincia: “Por allí esperábase el
estallido siendo grande la sorpresa de todos al saber que el vandalismo prendió la tea
en la región opuesta y tan cercana a las líneas férreas de Puno (El Pueblo, 6-
octubre-1921)”. Unos días antes del estallido de la sublevación se había producido una
reunión importante en la parcialidad de Huayta, convocada y presidida por Ezequiel
Urviola “... muy conocido en este departamento por sus tendencias anarquistas (ídem)”.
308
44 Los acontecimientos de Lampa: Sábado 24, 500 campesinos toman la hacienda Pinaya,
de propiedad de Arturo Romaña, dan muerte al mayordomo Reyes, saquean e incendian
habitaciones; domingo 25, por la noche, se dirigen a Culini, de Juan García Calderón,
dan muerte al mayordomo Melchor Vega y a su familia; el lunes 26, en la madrugada,
atacan Ichocollo de Manuel A. Marín, dan muerte al hijo del dueño, el mayordomo y a
sus acompañantes, pasaron luego a Atacate, de la familia Agramonte, robando e
incendiando como en todos los casos anteriores. El martes 27, intentaron atacar los
fundos Quimsachata, Cayachira, Andamarca, al sur y del otro lado de la línea del
ferrocarril, pero fueron detenidos. Cuatro días de intensa actividad: “Los indios están
en continuo movimiento, viajan día y noche, celebran reuniones en toda la comarca y
todas las noches se ven señales con luces y fogatas y se oyen cornetas (El Pueblo, 4-
oct-192l)”. Se señalaban como cabecillas a Anacleto Suyo, José Peñaloza, Pedro Puima y
Ambrosio Ayque. Al final se calculaban en 1,800 los sublevados; se decía que venían de
Achaya, Nicasio, Samán, Huancané, Lampa y de la provincia de Caylloma. La rebelión
termina al quinto día con los grupos de “cabecillas” instalados en los cerros Silapaca
(Lampa), Colquerana (Cabana) y Sillicachi.
45 El 30 de setiembre los terratenientes reaccionan formando la Liga de Hacendados de
Puno en cuyo comité directivo encontramos a Pedro J. Noriega, Alberto Rey de Castro,
Manuel Guillermo de Castresana, Salustiano Olivares y Andrés Agramonte. Ellos piden a
los propietarios de Puno, Cusco y Arequipa adherirse a la Liga: el objetivo era la
autodefensa. Son ellos los que denuncian la existencia de un vasto plan “... el
movimiento de Lampa es el albor de una sorda y antinacionalizadora labor de los
proindigenistas (...) Sin más principio ni ideal que un poderoso sentimiento de odio al
misti...” (El Pueblo, 5-oct. 1921).
309
hasta que son obligados a retirarse a las alturas y finalmente derrotados por la
intervención de las bandas terratenientes. Este año parecería, por la indiferencia del
estado, que se intentó terminar con la resistencia civilista del interior alentando los
reclamos de los indígenas y aun permitiéndoles una cierta libertad en el asalto a las
haciendas de los gamonales.
al oficio)”. Hay que imaginar los trastornos que debieron producirse el mes de enero en
los departamentos del sur cuando no se produce la transmisión de las varas o
nombramientos de nuevas autoridades: en las provincias en rebeldía éste será un nuevo
elemento más para acentuar la impotencia de las autoridades estatales y liberar aún
más las fuerzas de la rebelión.
57 Esto lo encontramos patentizado en el caso del levantamiento de los comuneros de
Acobamba (Huancavelica) el 24 de marzo: los indígenas desconocen a las autoridades
estatales, y se “... hallan movidas por mal entendidos derechos a raíz de la labor
impremeditada que emana de los principios proclamados por la asociación ’El
Tahuantinsuyo’... (APMI, Huancavelica, Paquete 227. El subprefecto de Angaraes al
prefecto, Lircay, 24-marzo-1922)”. El subprefecto de Angaraes sólo contaba con 9
gendarmes para sofocar la revuelta y consideró que “... serían insuficientes para
contener un desborde de miles de indios (...)”. El levantamiento se había producido
como consecuencia de un deslinde de tierras entre la comunidad de Parcostambo y el
propietario Lurquin Zambrano. El subprefecto pide ayuda “... siquiera para devolverles
la tranquilidad a los vecinos de la capital del distrito, que se encuentra en estado de
alarma... como Ud. sabe, Señor Prefecto, hoy no tienen ningún auxilio por la supresión
de los ’varayocs’, haciéndose, desde luego, imposible los mandatos judiciales y los
impartidos por este despacho (Idem)”.
58 En el departamento de Puno, el centro de la rebelión el año 1921, se mantuvo
relativamente tranquilo durante el invierno serrano. Aunque los pedidos de protección
de parte de los vecinos se hacían escuchar constantemente; los más expuestos eran los
pequeños afincados, medianos propietarios y duros gamonales del interior. Los grandes
hacendados tenían sus Ligas pero los anteriores se encontraban indefensos con el fin
abrupto de las autoridades indígenas. Muchos pueblos de mistis lanzaron demagógicas
proclamas de apoyo al gobierno, como compitiendo con el “leguiísmo” de los
subdelegados del Comité Central Tahuantinsuyo. Pero antes que las lluvias terminasen
se iniciaron también los movimientos en este departamento.
59 Primero una breve cronología de los acontecimientos en Azángaro. El 4 de marzo, los
indígenas toman el fundo Inquillane. X de marzo: zozobra en la población de Putina. 12
de marzo: los indígenas posesionados del fundo Inquillane rechazan las fuerzas del
subprefecto, primera victoria indígena e inician el reparto de las tierras de la finca. El
dueño del fundo, Máximo Manrique Astorga, acusa como cabecillas a los mensajeros
Luis Ccari, Blas Calsina y Justo Arpita de conducir a los mil indígenas a tomar su fundo.
Los indígenas provenían de Chucuito, Arapa y lugares vecinos a Azángaro.
60 En Huancané desde los primeros días de marzo la situación era particularmente tensa
cuando numerosos campesinos sitian la ciudad, pero luego 30 gendarmes los logran
rechazar con relativa facilidad. 10 de marzo: invasión de la hacienda Llocolloco; roban
el ganado. 11 por la noche: salen 30 hombres de línea y numerosos vecinos de
Huancané. 12 de marzo: sitian a los rebeldes en las haciendas capturadas, llegan
refuerzos de tropas y luego — según la versión oficial — capturan a los indígenas sin
disparar. El dirigente indígena más destacado de la toma de estas haciendas fue Carlos
Condori o Carlos Condorena. De acuerdo a la versión no oficial, aquella que se desliza en
los periódicos como pequeñas noticias, esta toma de haciendas termina en una masacre.
En ella participan los terratenientes Amenón Cornejo, Manuel Cordero y Darío L.
Carpio. El primero era dueño de Llocolloco, Canco, Lligllini y La Libertad (El Pueblo, 4-
abril-1922). Ramón Aleman Cornejo, un periodista puneño, acusa abiertamente al
313
77 En 1923 los hacendados intentaron —con el apoyo de 25 soldados— recuperar las lanas
en Lauramarca, pero no lograron su objetivo: “Todas las lanas (...) las llevan a vender
los indios a Checacupe y Sicuani. Pascuali es uno de los que está aprovechando de la
situación y por consiguiente debe tener muy buenas partidas de lanas (AFA, carta del 19
de enero de 1923, vol. 396)”. Es desconcertante la actitud del agente de Ricketts en el
Cusco: esta casa hacía gozado del monopolio de la producción de Lauramarca, ahora lo
pierde y a pesar de eso encuentran justificable la sublevación de los colonos de esta
hacienda. La verdad quizá la podamos encontrar en el poco respeto que Max Saldívar
siempre mostró por contratos de venta suscritos con Ricketts y sus amenazas
frecuentes de vender a otros comerciantes. Ahora los Saldívar ya no podían vender sus
lanas, Ricketts había perdido un socio importante y los principales beneficiados eran
los medianos comerciantes, los rescatistas, aquellos que actuaban entre Checacupe y
Sicuani burlando todos los acuerdos con los mayoristas y buscando únicamente
modestos beneficios. En este ejemplo podemos encontrar, a través del lenguaje directo
de un agente de Ricketts, el papel que le tocó jugar al comercio de lanas en esta
sublevación: como factor desencadenante por la caída de los precios y como mercado
abierto para los colonos rebeldes. La presencia de este mercado de lanas en el sur
facilitará un éxito mayor de la sublevación, la derrota del duro hacendado Max Saldívar
y el fin del clásico “rescate” de lanas al interior de numerosas haciendas. Ahora los
campesinos colonos podían salir a las estaciones del ferrocarril y buscar compradores:
esta era la nueva situación que en su forma ideal debería manifestarse como una
ampliación del mercado libre de lanas. En este nivel, el único que interesaba al agente
de Ricketts, la conquista de los indígenas era concreta: era una forma muy original de
romper las trabas precapitalistas que imponía el sistema de haciendas en el sur. El gran
programa de restauración del Tahuantinsuyo se desvanecerá muy pronto, el reparto de
la tierra no tuvo efecto, los mistis continuarán en el poder, pero los éxitos menudos,
aquellos que formaban parte de la vida cotidiana, como la libertad de vender y
comprar, se incorporaban a la corriente del campesinado de la región.
78 Ante esta situación, con un persistente asedio externo de las comunidades y un
novísimo asedio interno que cuestionaban las normas del funcionamiento de la
hacienda andina, se produce —como iniciativa de los hacendados— la convocatoria de
un Congreso Regional de Propietarios como respuesta al segundo Congreso indígena de
Lima organizado por el Comité Central Tahuantinsuyo5. Con ironía decían los
propietarios: “En poblaciones como Lima, donde sólo hay indios refinados que son los
peores enemigos de sus semejantes, o negroides de mil matices siempre honestos,
incapaces por incapacidad racial de comprender cuanto se relaciona con estos asuntos,
amplia y rotundamente serranos, y más que serranos cusqueños, un congreso
indigenista es un anacronismo, una mentira más de nuestra falsa vida social y
administrativa (El Pueblo, 26-setiembre-1922)”. No entendían lo que podía significar un
“indígena obrero” en Lima, ni las intenciones políticas del Comité Central; ellos de
acuerdo a sus criterios tradicionales, atacaban con rudeza y falsedad para despertar al
estado y provocar un escarmiento sanguinario. Pero ante la indiferencia del gobierno se
ven obligados a convocar un Congreso para analizar “...el problema indígena y los
medios de resolverlos”. Considerar que existe el problema indígena era ya una novedad,
y declarar públicamente que había que solucionarlo era realmente una concesión,
explicable quizá por los demagógicos inicios del leguiísmo. Pero aún así, casi
derrotados, los hacendados no dejaban de pensar el problema como un enfrentamiento
319
subprefecto Facundo Puente de la Vega por querer obligar a que los indígenas
continúen prestando servicios como “envarados”, pero bajo el nombre de comisarios
rurales. Lo que motiva que Antonio Lorena, a nombre del Patronato de la Raza indígena,
pida la destitución de este subprefecto (APMI, Cusco, oficio del prefecto al director de
gobierno, 10-ene.-1923). Estas mismas contradicciones las observamos entre el
subprefecto de La Mar y el prefecto de Ayacucho en el mes de julio. Todo lo cual nos
estaría indicando que las represalias se dejaron a la espontaneidad de las aurtoridades
provinciales y a las urgencias de cada situación.
88 En enero de este año encontramos la primera referencia concreta a un caso de
represalia: en Yanaoca (Cusco) el indígena Nicolás Huallpa acusa al misti Jacinto Vargas
de haberlo ultrajado y puesto en prisión “... diciéndome que yo era uno de los cabecillas
de los indios que había ido a Lima a quejarse contra los mistis y demás era brujo y que
siempre me victimaría si continuaba quejándome contra los mistis (APMI, Cusco,
Denuncia de Nicolás Hualpa contra Jacinto Vargas dirigida al prefecto del
departamento, 25-ene.-1923)”. Los abusos continúan: varios indígenas de la parcialidad
de Qquechaqquecha acusan al gobernador, a los tenientes gobernadores y a los
gendarmes de Yanaoca de cometer robos, saqueos y violaciones de domicilios y de
mujeres (APMI, Cusco, denuncia del 28-ene.-1923; paq. 237). El conflicto entre los
mayordomos de la hacienda Sullupuquio, propiedad de Ezequiel Luna, y los indígenas
de las comunidades vecinas llegó a su punto más delicado a fines de febrero, lo que
motivó la intervención del subprefecto de Anta, Luis Granadino, y el consecuente
enfentamiento que dejó como saldo la muerte de 9 campesinos y numerosos heridos.
Las fuerzas del subprefecto no sufrieron mayores daños, solamente quedaron dos
gendarmes heridos. Este desigual resultado bautizó a este acontecimiento con el
nombre de la “masacre de Chinchaypuquio” que llegó a ser criticada incluso por El
Comercio cusqueño y por intelectuales moderados como Roberto Garmendia (Deustua-
Rénique, 1980: 80).
89 En algunos casos las represalias nos llegan como noticias breves de la muerte de un
campesino dirigente. Es el caso de la muerte del indígena Nemesio Quispe por
intervención de Jesús Romero a quién El Deber de Arequipa lo llama gamonal “belicoso y
sanguinario (16-mayo-1923)”. En setiembre la represión en la provincia de Canas era
insoportable e incomprensible. El campesino Santiago Suni, de la parcialidad Hanan
Saya-Ccochapata, del distrito de Pampamarca, así lo indica: “Estas denuncias, Señor
Prefecto, son concretas y sólo un pálido bosquejo de todos los inicuos abusos que
vienen perpetrando los gamonales de Canas, en sus distintos distritos, con el apoyo de
la fuerza pública, es decir de los soldados. ¡Qué vergüenza causa el decirlo! Son los que
en sus correrías y teniendo por jefes a los gobernadores y tenientes, no respetan las
viviendas, ni las propiedades de los desgraciados indígenas (APMI, Cusco, paq. 237,
denuncia de Santiado Suni dirigida al prefecto, 25-set.-1923)”. Esta vez no había
masacre, sino represalias en el sentido más corriente: atropellos, incendios de casas,
muerte de ganado y violaciones de mujeres. Pero los indígenas no soportaban con
resignación y pasividad, sino que viajaban presurosos a la ciudad del Cusco y
deambulaban en busca de justicia: “Hay muchos indígenas de Canas que nos
encontramos en esta ciudad dando vueltas a las puertas de la prefectura, implorando
garantías (Ídem)”.
90 Estos indígenas buscando refugio en las ciudades nos puede dar una imagen dramática
del triunfo de los terratenientes y la falta de seguridad para los campesinos que habían
322
sido dirigentes locales del Comité Central Tahuantinsuyo en los años anteriores. En los
distritos de Haquira (Apurímac) y Quiñota (Cusco) se observa una situación similar. Los
días 14, 15 y 16 de noviembre de 1923, los gamonales de estos distritos, acompañados
por algunos vecinos y los colonos de la hacienda Cconccacca, realizan violentas
incursiones dentro de las poblaciones campesinas con resultados lamentables
(Valderrama-Escalante, 1981: 25). Ante esta situación muchos campesinos abandonan
sus cabanas. Unos se refugian en las alturas, otros viajan al Cusco en busca de justicia.
El 27 de diciembre el campesino Faustino Mendoza, en representación de los demás
comuneros de Haquira, solicitaba saber si se iba a nombrar un juez comisionado para
estudiar los hechos ocurridos “... a fin de que nosotros también sepamos si debemos
aún esperar el amparo de la justicia o renegar de nuestra suerte y de la desgracia de ser
indígenas par ser invariablemente menospreciados y desatendidos hasta por nuestras
instituciones tutelares (ídem: 29)”. Sensación de impotencia, marginalidad e injusticia.
Para un campesino de estos años su identidad la descubría por oposición: era indio y los
terratenientes, grandes o pequeños gamonales, los blancos, los cristianos occidentales.
Donde la solidaridad indígena surgía, como en la declaración de principios del Comité
Central Tahuantinsuyo y en las sublevaciones, los terratenientes las calificaban como
un atentado a la nacionalidad peruana.
91 Las represalias también se dan en Caylloma. El 12 de abril se produce un tumulto
indígena en Yanque como consecuencia del apresiamiento del representante del Comité
Central Tahuantinsuyo de este distrito. Varias indígenas denuncian el hecho ante el
prefecto de Arequipa justificando el tumulto, el asalto de la cárcel y la liberación del
subdelegado del Comité Central por tratarse de un apresamiento injustificado. Varios
campesinos viajaron a Chivay para presentar sus quejas al Subprefecto, pero la gestión
fue totalmente negativa. Así lo indica el mismo subprefecto: “...pues tanto a éstos como
a todos los indígenas que hice reunir en la plaza de Chivay les hablé personalmente y
por medio de intérpretes les hice ver lo mal que hacían continuando en formar parte
del ’Tahuantinsuyo’ porque el gobierno ya no reconocía dicha institución de la cual
hasta la fecha no había sacado provecho alguno, sino perjuicios...” (ADA-P, Memorial
dirigido al prefecto de Arequipa, 14-abril-1924).
92 En mayo de este mismo año encontramos las huestes terratenientes de Caylloma en
pleno dinamismo y actuando casi libremente. Así lo indican los indígenas Venancio
Mamani, Luciano Supo y Julián Malcoaccha: “Una partida de foragidos, encabezada por
los gamonales de Caylloma y acompañada de los administradores, mayordomos y
empleados de las haciendas, nos ha asaltado a mano armada, en plena noche, robando y
saqueando y cometiendo todo género de tropelías, ante la indolente espectación (sic)
del subprefecto, señor Fernández de Córdova y con la colaboración efectiva de algunos
de los gobernadores de los distritos” (ADA-P, 23-mayo-1923).
93 El 30 de mayo un grupo de indígenas de varios distritos de Caylloma envía un memorial
de quejas al prefecto. En él denuncian los atropellos que ha realizado el 5 de caballería,
junto con los vecinos propietarios, los curas (Urízar, Aragón, Bernal y Salinas), los
gobernadores y “sesenta gamonales”. Luego agregan “Y esto no es raro, porque,
precisamente, los nombramientos de gobernadores de los distritos de Caylloma han
recaído en conocidos gamonales; de manera que éstos, dado su odio inveterado al
indígena, aprovechan de su cargo para cometer toda clase de atentados, por más graves
que estos sean, los que siempre o casi siempre quedan del todo impunes” (ADA-P, 30-
mayo-1923). A continuación de este Memorial se transcribe un informe del Gobernador
323
de Achoma, Leandro Espinoza, del 19 de junio, donde niega todas las acusaciones de V.
Mamani, lo señala como presidente de los “Tahuantinsuyos” y lo acusa de prestar
apoyo a los candidatos noleguiístas. Termina su informe indicando “... que la causa del
pauperismo del indio no somos nosotros, sino sus costumbres religiosas y costumbres
idólatras que poseen por herencia incaica, en cuyos actos beben alcohol hasta por los
codos y sus pequeños ahorros los invierten en puro alcohol. Esa es la causa del
pauperismo del indio” (ADA-P, idem). En los meses de noviembre y diciembre, en esta
misma provincia, como en otra del sur andino, se produjo un cambio de gobernadores,
subprefectos e incluso prefectos que condujo, muy probablemente, a un
apaciguamiento de las represalias terratenientes.
94 En la provincia de La Mar (Ayacucho), a partir del 24 de junio, se producen una serie de
asonadas campesinas contra el elevado precio de la sal y contra la prohibición de
elaborar chancaca. Los distritos de Anco y Chungui eran las zonas más conmovidas; se
calculaba en 3,000 los campesinos rebeldes. El día 28 el subprefecto de esta provincia,
acompañado por el recaudador de impuesto Aurelio Girón, viajó a la zona en conflicto,
pero al llegar a Sacharaccay fueron interceptados por los indígenas y dieron muerte
violenta al empleado de la Recaudadora y el subprefecto terminó capturado. El 30 de
junio informaba el prefecto sobre estos acontecimientos (APMI, Ayacucho, paquete 236,
oficios del 30 de junio y del 9 de julio-1923). Luego, en San Miguel, prepara las
represalias: el 4 se traslada a la quebrada de Ninabamba y el 5 se produce un cruento
enfrentamiento en la hacienda Patibamba, propiedad de Albino Añaños (diputado
nacional) y de Artemio Añaños (diputado regional). Mueren 4 vecinos notables, 2
gendarmes y un número indeterminado de indígenas: “Con respecto al número de
indígenas muesrtos, el suscrito no puede determinar número por cuanto de que han
estado dentro del monte” (APMI, idem).
95 Por otros documentos nos informamos que la “pacificación” completa, en Ayacucho,
recién se logró en noviembre y por la intervención del ejército. Así lo indica claramente
el prefecto: “En todas partes los indígenas, vencidas las resistencias que pretendieron
poner a la marcha de la tropa, se están sometiendo incondicionalmente y entregando y
ofreciendo entregar a sus cabecillas, esto augura para una fecha muy próxima el fin de
la intervención militar, permitiendo por consiguiente, la nueva situación, al Supremo
Gobierno, el empleo del regimiento 7 en otra parte. Juzga el suscrito que en tal caso
bastaría para mantener el orden en el departamento la presencia de una sola compañía
con su respectiva sección de ametralladoras, pues la impresión producida entre los
indígenas por la acción militar es tan profunda que puede asegurarse que durante
algún tiempo el orden no volverá a alterarse” (APMI, Ayacucho, paq. 236, oficio del
prefecto al director de gobierno, 10-nov.-1923). Esta cita deja poco a la imaginación;
pero parece ser que en esta provincia de La Mar la intensidad de la rebeldía hizo
necesario la intervención del regimiento 7 del ejército y que la represión fue tan
violenta que hizo necesario desaparecer los informes del archivo del Ministerio del
interior.
96 En Huancavelica ocurren una serie de incidentes. En Tayacaja, el 9 de marzo, se produce
un enfrentamiento entre los campesinos y la gendarmería. El resultado: un indígena
muerto y varios heridos. El subprefecto explica las razones de estos hechos: “La forma
única de evitar que se repitan estos sucesos en lo posterior, cree mi despacho, sería el
de impedir la organización de instituciones indígenas mientras no estén siquiera
medianamente civilizados, pues los delegados y demás miembros de estas instituciones
324
son los verdaderos gamonales; los que aprovechando la ignorancia del indio los
explotan con el consabido sistema de la RAMA, al extremo de ser hostilizados y
perseguidos por los cabecillas” (APMI, Prefectura de Huancavelica, paq. 237, oficio del
Prefecto de Tayacaja al prefecto, 9-abril-1923).
97 En agosto se producen serio enfrentamientos entre las comunidades de Tongos y
Mullaca, en este departamento. El prefecto nombra a Gregorio H. Saravia, años antes
vinculado al Comité Central Tahuantinsuyo y ahora ferviente leguiísta, para lograr la
conciliación. A fines del mes de setiembre el prefecto informa a Lima que se ha logrado
la pacificación. “Para concluir, tengo el verdadero agrado de poder asegurar a Ud. que
todas las comunidades en donde he podido llevarles la seguridad de que en nuestras
épocas actuales hay justicia para el desvalido y que el señor Presidente de la República
guarda para ellos, como autóctonos, el más acendrado cariño; han quedado pacificados
y en todas ellas han tornado a la vida tranquila de sus labores agrícolas. También me
han ofrecido no prestar oídos a instigadores maliciosos que llegan de otros lugares
insunuándoles teorías comunistas...” (APMI, Huancavelica, paq. 237, oficio del prefecto
al director de gobierno, 28-set.-1923).
98 Los acontecimientos ocurridos en Huancané, en diciembre de 1923, han sido bastante
estudiados pero frecuentemente mal comprendidos: el error más común ha sido
considerarlos como movimientos campesinos o sublevación. No conocemos los detalles
de los acontecimientos, todas las fuentes —en este caso — son incompletas y subjetivas.
La primera descripción interesante la hizo Díaz Bedregal (1950) y la última que aporta
nuevos datos es la de Tamayo Herrera (1982). Los problemas parecen iniciarse a fines de
noviembre con el nombramiento de Arturo Carpio como subprefecto y los atropellos
que comete junto con un grupo de mistis, sus parientes y amigos, atacando a diversas
poblaciones campesinas. La respuesta no se hizo esperar: los indígenas de numerosas
parcialidades de Azangarillo, Vilquechico y Rosaspata sitiaron Huancané. Esta situación
se mantuvo durante casi toda la primera quincena de diciembre, hasta que llegaron los
refuezos enviados por el prefecto Eduardo Arenas de Puno: el batallón N° 15 llegó por el
lago y otros destacamentos militares llegaron por tierra. Estas fuerzas militares, junto
con las que ya existían en Huancané (principalmente mistis armados), rompieron el
sitio e hicieron retroceder a los indígenas a sus distritos de origen. Luego las fuerzas
militares se acantonan en Huancané y serán más bien las bandas armadas de los mistis
las que inician tenaces represalias en las diferentes parcialidades campesinas.
99 El 15 de diciembre Darío Lucas Carpió, hermano del subprefecto, dirigirá una violenta
incursión en el pueblo de Wancho-Lima, incendiando las casas y robando el ganado. El
19 Francisco Moran, gobernador de Vilquechico, realiza una incursión similar en varias
parcialidades de este distrito. Estas incursiones de escarmiento, que siempre
terminaban con el incendio de las casas, indígenas fugados o muertos y con el robo del
ganado campesino, continuarán hasta fines de este mes de diciembre. La cifras de
ganado robado son realmente sorprendentes y suficientes para afirmar que las
represalias fueron feroces y devastadoras. El sitio de Huancané, probablemente un
hecho real, sirvió para que los mistis elaboraran la farsa de una sublevación campesina;
hicieran venir destacamentos del ejército y luego procedieran al ajuste de cuentas con
las parcialidades más identificadas con el Comité Central Tahuantinsuyo.
100 De otra manera no es posible explicar porque los líderes más importantes del Comité
Central en esta provincia, Antonio F. Luque y Carlos Condorena, se encontraran más
bien en Lima y no en el lugar de los acontecimientos. Cuando este último fue
325
EPILOGO
103 He intentado hacer, de manera tanto narrativa como analítica, una presentación
general de los numerosos movimientos campesinos organizados y dirigidos por los
miembros del Comité Central Tahuantinsuyo en los años 1920-1923. La periodificación
que ofrecemos se desprende de los acontecimientos mismos y ayudará a entender, en el
futuro, la abundante información referida a las revueltas rurales de este período.
104 Los diarios del sur, especialmente El Pueblo y El Deber de Arequipa, La Verdad de Sicuani,
El Siglo de Puno y El Comercio del Cusco, buscando informar y difundir las ideas
colectivas, denominan a los dirigentes del Comité Central con diversos y expresivos
nombres. Los más frecuentes: apóstoles, redentores, ramalistas, mensajeros,
Tahuantinsuyos y profetas de la rebelión. Considero que los dirigentes campesinos de
estos años, muchos de ellos viejos mensajeros y experimentados ramalistas, eran todo
eso a la vez. Pretendían redimir a la raza indígena y tomaban su obra como un
326
***
107 Mi agradecimiento al Social Science Research Council que me permitió trabajar en los
archivos y bibliotecas del sur entre agosto de 1981 y abril de 1982. Los Profetas de la
rebelión fue el proyecto original que me permitió, a través de múltiples caminos,
acercarme a la antropología y a la etnohistoria andinas. Muchas son las personas,
amigos y profesores, que me han brindado su ayuda, su estímulo y sus comentarios. Me
limito a expresar mi agradecimiento a Alberto Flores Galindo, con quién compartí el
proyecto Utopía Andina y muchas ideas sobre el tema. □
A. Fuentes Manuscritas
fondo Ricketts, me ofreció una información adicional desde una perspectiva diferente.
Las siglas que he usado son las siguientes:
109 APMI Archivo de Prefecturas del Ministerio del Interior.
110 ADA-P Archivo departamental de Arequipa – Prefecturas
111 ADA-CS Archivo departamental de Arequipa – Corte Superior.
112 AFA Archivo del Fuero Agrario. Fondo Ricketts.
B. Periódicos
BIBLIOGRAFÍA
C. Bibliografía consultada
– Actuaciones judiciales en Huancané del 8 al 22 de octubre de 1925. Copia manuscrita del
Instituto de Estudios Aymarás.
– Basadre, Jorge, Historia de la República del Perú, 1822-1933, ed. Universitaria, Lima, 1983.
– Burga, Manuel y Flores Galindo, Alberto, Apogeo y crisis de la República aristocrática, ed. Rickchay-
Perú, Lima 1980.
– Burga, Manuel y Reátegui, Wilson, Lanas y Capital mercantil en el sur, ed. IEP, Lima, 1980
– Burga, Manuel y Flores Galindo, Alberto, “La Utopía Andina”, en Allpanchis, vol. XVII, N° 20,
1982. PP. 85-101.
– Cosío, Félix, “La Universidad del Cuzco ante el problema indígena”, en El Pueblo, Arequipa 28-
julio-1923.
– Dávila Peña, J., “El quechuismo y el criollismo en el arte”, en La Sierra, tomo II, N° 6, 2da. época,
Cuzco, 1921.
328
– Deustua, José y Rénique, José Luis, Intelectuales, indigenismo y descentralismo en el Perú, 1897-1931,
ed. Centro Bartolomé de Las Casas, Cuzco, 1984.
– Díaz Bedregal, Florencio, Los levantamientos de indígenas en la provincia de Huancané, Tesis, Cuzco,
1950.
– Encinas, J.A., Contribución a una legislación tutelar indígena, Lima, 1920 (escrita en 1918).
– Flores Galindo, Alberto, Arequipa y el sur andino (ss. XVIII-XX), ed. Horizonte, Lima, 1977.
– Kapsoli, Wilfredo, Ayllus del Sol. Anarquismo y utopía andina, Lima, 1984.
– Jacobsen, Nils, “Algunos aspectos de la historia agraria de la provincia de Azángaro entre el fin
del período colonial y 1930”, en Revista Makaya, N° 6, Azángaro, 1976, pp. 7-13.
– Lynch, Nicolás, El pensamiento social sobre la comunidad indígena a principios del siglo XX, ed. Centro
Las Casas, Lima, 1979.
– Maguiña, Alejandrino, Informe, en Memoria que el ministro de Gobierno y Policía, Sr. Leónidas
Cárdenas, presenta al Congreso Ordinario de 1902, Lima, 1902.
– Métraux, Alfred, “La estructura social y económica de las comunidades indias de la región
andina”, en La Reforma Agraria en el Perú, Lima, 1962, pp. 35-56.
– Piel, Jean, “A propósito de una sublevación rural peruana en los inicios del siglo XX: Tocroyoc
(1921)”, en Dependencia, año I, N° 3, Lima, 1969, pp. 3-28 (ed. original de 1967).
– Rengifo, Antonio, “Esbozo biográfico de Ezequiel Urviola y Rivero (Contribución al estudio del
liderazgo campesino)”, en Campesino, año I, N° 1, Lima, 1969, pp. 17-36.
– Rengifo, Antonio, “Semblanza del Mayor de Caballería Teodomiro Gutiérrez Cuevas, defensor
calificado de los indios y enemigos de los gamonales”, en Campesino, N° 7, Lima.
– Tamayo Herrera, José, Historia social e indigenismo en el Altiplano, ed. Treintatres, Lima, 1982.
NOTAS
1. 1En realidad se trataba del proyecto de ley para confiscar bienes de todos aquellos que se
levantasen en rebelión contra el gobierno establecido. Se temía una reacción armada civilista y
329
este proyecto tenía una intención disuasiva, pero Leguía nunca llegó a promulgar esta ley y el
Congreso lo declaró sin efecto en 1920 (J. Basadre, 1983; t. IX: 251). Los leguiístas de provincias,
aquellos que habían sufrido el ejercicio del poder por los civilistas, probablemente hicieron
circular rumores que este proyecto pretendía confiscar las tierras ¡legalmente adquiridas.
Evidentemente que así creaban zozobra en numerosos hacendados y medianos propietarios, pero
no calculaban las consecuencias en las mayorías campesinas.
2. En adelante lo llamaremos solamente Comité Central Tahuantinsuyo.
3. E1 subprefecto de Lampa encontró en la modesta vivienda de Inocencio Condori el manifiesto a
los indígenas del Perú del 29 de agosto de 1920 emitido por el Comité Central Tahuantinsuyo y la
declaración de principios de este Comité de 1921. Además numerosos recibos de la Rama.
4. Anne-Marie Hocqueghem, arqueóloga francesa, me llamó la atención sobre esta coincidencia.
Ella ha estudiado, a partir de la iconografía moche (1979) principalmente, la importancia de los
rituales de setiembre en el mundo andino: “Pendant ce mois, l’Inca faisait chasser les maladies
des villages et les pestes de son royaume (1979: 221)”. Estos rituales del mes de setiembre o del fin
de la estación seca, se dirigían a reestablecer el orden primordial. Esta coincidencia nos parece
demasiado importante para analizarla, sin una casuística mayor, dentro del texto de nuestro
estudio. La he mencionado en esta nota para no salirme del tipo de análisis que he realizado.
5. EI segundo Congreso indígena nacional se llevó a cabo del 29 de agosto al 5 de setiembre y se
discutieron 16 puntos vinculados a la situación campesina (W. Kapsoli, 1984: 229). El tercer
Congreso indígena se realizó en agosto de 1923. Hay una interesante correspondencia entre el fin
de cada congreso y el inicio de las movilizaciones campesinas en el sur. Este Comité, entre 1921 y
1925, organizó un congreso indígena anual.
RESÚMENES
En el sur del Perú (Huancavelica, Ayacucho, Apurímac, Cusco y Puno), se desencadenan una serie
de motines y rebeliones que tiene como escenario a las haciendas y comunidades de la región. En
el trasfondo de estos acontecimientos se advierten los efectos de una crisis mercantil (caída en
los precios de la lana), la recomposición de la estructura social (pequeños comerciantes y clases
medias) y los cambios políticos originados por el paso de la llamada “república aristocrática” al
régimen dirigido por Augusto B. Leguía. Estas rebeliones han sido estudiadas como
acontecimientos aislados, espontáneos y sin conexión alguna. Pero si las ubicamos en la historia
de las luchas campesinas en los Andes, podemos descubrir que en esos años, junto a habituales
rebeldes como eran los indios de comunidades, aparecen los yanaconas y colonos de haciendas.
Este cambio en la composición social de las rebeliones no responde sólo a los efectos de una
conyuntura. Hay algunos factores conscientes que enumeramos brevemente.
1) Una ideología que enfrenta a los campesinos con los mistis y parece reivindicar una vuelta al
Tahuantinsuyo. Esta ideología se sustenta en la Rama: vieja institución de origen colonial que
permite recabar el dinero necesario para entablar litigios o solventar viajes a Lima de los
dirigentes campesinos.
2) La Rama genera un liderazgo de procedencia campesina, compuesto por jóvenes comuneros,
con conocimiento del español, algunos exconscriptos y otros que ofician como “tinterillos”
(abogados improvisados) en los pueblos. Encontraron apoyo entre los intelectuales (periodistas
por ejemplo), establecidos en las ciudades del sur, como Sicuani, y agrupados primero en “El
Deber Pro Indígena” y después en “La Asociación Pro Derecho Indígena Tahuantinsuyo”. Todos
330
ellos fueron calificados como “falsos apóstoles” por los terratenientes. Estos intelectuales
compartían actitudes nativistas: reivindicación del pasado andino, esperanzas mesiánicas. Este
indigenismo respondió a influencias procedentes de los medios rurales, pero también los
intercambios fueron en la otra dirección.
Las rebeliones de los años 1919-1923 terminaron derrotadas. Un factor importante para entender
el desenlace está dado por los conflictos y rivalidades entre los propios campesinos. Antes que la
acción de la gendarmería y el ejército, la represión fue ejecutada por esas “huestes” improvisadas
por los terratenientes. Conviene desechar esas imágenes demasiado simples que imaginan los
conflictos sociales como si los campesinos formaran un bloque monolítico. Los profetas de la
rebelión y la utopía andina, dirigieron e influyeron sólo sobre un sector de ese heterogéneo
mundo campesino.
Dans le Sud du Pérou (Huancavelica, Ayacucho, Apurfmac, Cusco et Puno) se déchaînent une série
de soulèvements et rébellions qui ont pour cadre les grands domaines et les communautés de la
région. A l’arrière-plan de ces événements, on distingue les effets d’une crise commerciale (chute
des prix de la laine), la recomposition de la structure sociale (petits commerçants et classe
moyennes) et les transformations politiques dues au passage de la “république aristocratique” au
régime dirigé par Augusto B. Leguîa. Ces rébellions ont été étudiées comme des événements
isolés, spontanés et sans aucun lien entre eux. Cependant, si nous les situons dans le cadre de
l’histoire des luttes paysannes dans les Andes, nous découvrons que, pendant ces années-là,
auprès des rebelles habituels qu’étaient les indiens des communautés, apparaissent les yanaconas
et colons des grands domaines. Ce changement dans la composition sociale des rébellions ne
répond pas uniquement à des facteurs conjoncturels. Il existe quelques éléments conscients que
nous énumérons brièvement:
I) Une idéologie qui dresse les paysans contre les mistis et parait revendiquer un retour au
Tahuantinsuyo. Cette idéologie se base sur la Rama, vieille institution d’origine coloniale qui
permet d’obtenir les fonds nécessaires pour entamer des litiges ou financer le voyage à Lima des
dirigeants paysans.
La “Rama” engendre l’apparition d’un ensemble de dirigeants d’extraction paysanne, composé de
jeunes membres de communautés connaissant l’espagnol, de quelques anciens conscrits et
d’autres faisant office de “tinterillo” (“avocassier”, avocat improvisé) dans les villages. Ils
trouvent appui chez les intellectuels (journalistes par exemple) installés dans les villes du Sud
comme Sicuani et regroupés tout d’abord dans “El Deber Pro-Indígena” et ensuite dans “La
Asociación Pro-Indígena Tahuantinsuyo”. Ils furent tous qualifiés de “faux-apôtres” par les
propriétaires terriens. Ces intellectuels partageaient des attitudes “indigénistes”: revendication
du passé andin, espérances messianiques. Cet indigénisme répondait à des influences originaires
de milieux ruraux, mais les échanges se produisirent également en sens contraire.
Les rébellions des années 1919-23 furent vaincues. Les conflits et rivalités entre les paysans eux-
mêmes constituent un facteur important pour comprendre un tel dénouement. Avant même
l’intervention de la gendarmerie et de l’armée, la répression fut exécutée par les “armées”
improvisées par les grands propriétaires. Il convient de rejeter représentations trop simplistes
qui imaginent les conflits sociaux comme si les paysans formaient un bloc monolithique. Les
prophètes de la rébellion et de l’utopie andine ne dirigèrent et n’influencèrent qu’un secteur de
ce monde paysan hétérogène.
331
El Horizonte Utopico*
Alberto Flores Galindo
1 El poder local
2 En 1912, un joven limeño de apellido aristocrático y autor de una brillante tesis de
historia, emprende un viaje por la sierra sur. José de la Riva Agüero, pertrechado de
libros y mapas, se embarca del Callao a Moliendo, allí toma el ferrocarril a Puno y desde
el altiplano, acompañado por un amigo limeño, arrieros y varios sirvientes, recorrerá
durante tres meses Cusco, Apurímac, Ayacucho hasta el valle del Mantaro. El hecho era
tan insólito —un intelectual de 27 años que prefiere viajar por el Perú y no por Europa
—, que reclamaba la escritura: cinco años después redactó un libro al que daría el título
de Paisajes peruanos.
3 En Riva Agüero el paisaje evoca al pasado: Jaquijahuana, la pampa de Ayacucho, las
ruinas de Vilcas, el santuario de Cocharcas, que aun sin llegar a visitarlo es una ocasión
para citar a Montesinos y Concolorcorvo. La erudición no le permite descubrir a los
hombres que habitan esos territorios. La sierra sin indios. El paisaje vacío. Mejor dicho,
una especie de cementerio. Aunque considera que el Cusco es “el corazón y el símbolo
del Perú”, esa ciudad desde la que inicia su relato lo envuelve en la melancolía y el
desaliento. A partir del siglo XVI, la historia del Cusco podría resumirse como una “lenta
agonía”: poco a poco se fue despoblando hasta semejar una regia sepultura. Se pregunta
332
sólo velaba por las almas, sino que también respondía a intereses económicos muy
precisos a través de los curatos. Las reformas borbónicas llevaron a sustituir
corregidores por intendentes y subdelegados, pero las nuevas autoridades no
alcanzaron a tener la misma eficacia que éstos y desaparecieron con la llegada de la
república. Paralelamente, después de la revolución de Túpac Amaru, fueron suprimidos
los curacazgos y los títulos nobiliarios de la aristocracia indígena: la medida no fue
acatada enseguida pero en los años posteriores se terminaron disgregando estas
autoridades, perdiendo sus prerrogativas, bienes y estatus. En cuanto a los curas, vieron
mermado su poder como consecuencia del retroceso de la iglesia en el campo:
desaparición de los diezmos, disminución de rentas y propiedades de las órdenes o de
los obispados. El clero se fue concentrando en los centros urbanos y en el campo se
volvieron frecuentes las iglesias abandonadas, quedando como rezago de otras épocas
el artesanado, las pinturas y la platería de los templos. El poder que antes estaba
repartido entre el corregidor, el curaca y el cura fue heredado por los gamonales. En
algunos lugares muy tempranamente, en otros, como Caylloma, en fechas más bien
tardías, recién a inicios de este siglo5.
8 Luis Aguilar, un coetáneo de Zulen, decía que ningún gamonal dejaba de tener
aspiraciones políticas: “el gamonal es diputado, subprefecto, juez o alcalde municipal...”
6
, pero este acceso a los cargos públicos se hacía posible, en la mayoría de los casos,
desde la propiedad de la tierra. El dominio privado en la hacienda era fundamental. El
gamonal no era un propietario ausentista; conocía a los campesinos y hasta compartía
hábitos y costumbres con ellos. No podía sorprender que como los Quiñones de
Azángaro o los Luna de Acomayo, conociera el quechua. Todo esto resultaba lógico si
consideramos que en el interior de la hacienda las tierras se dividían entre el
propietario y los campesinos poseedores: por ese usufructo el runa, colono o yanocona
debía trabajar las tierras del misti. Este a su vez le otorgaba protección frente al Estado,
es decir, frente a las cargas fiscales o las levas del ejército; le proporcionaba productos
imprescindibles pero escasos como el aguardiente (o alcohol) y la coca, además de
algunos medicamentos y eventualmente aparejos de labranza (rejones). Los
campesinos, en retribución por todo lo anterior, realizaban servicios personales en la
casa del señor o tareas especiales como el transporte de lana. Estos intercambios se
imbricaban con relaciones de parentesco y con un marcado paternalismo: el misti era,
según los casos, el papá o el niño, dicho siempre en diminutivo; el campesino: un ser
desvalido que requería de protección. Venía aquí en auxilio la prédica religiosa: unos
mandaban y otros obedecían. La autoridad era personal: el señor tenía un nombre y un
apellido y se relacionaba de manera particular con cada uno de sus campesinos. Estos, a
su vez, cada año rotaban las tierras en usufructo. Aceptaban una inmovilidad que
garantizaba la posesión y que los obligaba a contraer alianzas matrimoniales entre
ellos. Las prácticas endogámicas, unidas al compadrazgo (el señor o el mayordomo de la
hacienda eran casi obligatoriamente padrinos en el bautismo), aseguraban la sujeción
de la fuerza de trabajo. La riqueza de una hacienda no reposaba tanto en sus cultivos o
sus cabezas de ganado; ante todo se medía por el número de hombres que el misti tenía
tras suyo.
9 Se fueron constituyendo linajes de hacendados: el sistema transmitía una sensación de
permanencia e inmovilismo. En efecto, los mistis eran renuentes a cualquier
innovación. Parecían impermeables a todo lo que viniera de fuera y todavía más, a los
cambios que podrían suceder dentro de sus propiedades. Quienes como José Carlos
Mariátegui (1894-1930) habían nacido casi al comenzar el siglo, experimentaron
334
llegados a la adolescencia esa extraña sensación de vivir en un país distante del agitado
ritmo que el progreso imprimía a Europa: la reiteración y el tedio eran los rasgos
cotidianos de la sociedad oligárquica. El tedio nacía de unas estructuras sociales
demasiado rígidas, intolerables a cualquier movilidad social. Esto a su vez era
consecuencia de la articulación entre clase y etnia. Los señores eran blancos, los indios
eran campesinos y ninguno de estos roles era intercambiable. Sin embargo, si se
observaba con más detenimiento a esa sociedad, se podían advertir algunos síntomas de
inestabilidad.
10 Los gamonales no constituían un grupo homogéneo. Todo lo contrario. Las disputas
entre ellos eran demasiado frecuentes. El poder local de reciente aparición no estaba
garantizado ni por la ley, ni por la costumbre, por lo tanto no se conocía cuál debía ser
su marco, cuáles eran sus límites y en qué consistían exactamente sus atribuciones. En
Canchis (Cusco) se enfrentan los Cisneros contra los Fernández 7. En el distrito de
Talavera, hacia 1886, las familias Tello y Alarcón estaban enfrascadas en una áspera
lucha que, según el prefecto de Abancay, no obedecía a motivos políticos o electorales
sino a un ”...odio implacable entre ambas familias” 8, que había traído una vasta secuela
de heridos. Justo Alarcón terminaría muerto y en represalia las casas de los Tello fueron
saqueadas. En estas empresas los terratenientes recurrían a movilizar a los colonos de
sus haciendas, conformando verdaderas huestes. Ningún hacendado colonial tuvo un
poder similar. En parte fue consecuencia de la desestructuración del Estado después de
la guerra del Pacífico. (1879-1883). Para enfrentar al ejército chileno, que llegaría hasta
Cajamarca por el norte y Ayacucho por el sur, se formaron partidas de guerrillas
algunas de las cuales fueron dirigidas por hacendados. Los grupos armados se
mantuvieron y el Prefecto de Huanta se lamentará en 1886 de que su autoridad quede
sujeta a “la voluntad caprichosa de los comandantes de guerrilleros” 9. En esta misma
localidad de Huanta toda su historia política podría reunirse en el enfrentamiento
persistente entre dos familias: los Lazo y los Urbina 10.
11 No sorprendía que unos hacendados atacasen a otros. Años después, en 1920, en el valle
de La Convención, los hermanos Oré, propietarios de la hacienda Lairochaca, atacaron
el fundo Paucarbamba llegando casi a victimar al propietario, Joaquín Tió 11. Los
atacantes fueron acompañados por la “peonada” de su hacienda. Entre estos
acontecimientos y el bandolerismo, no existía una delimitación muy precisa. De hecho
el transfondo será el mismo: la debilidad del Estado. Los prefectos se quejan de no tener
armas suficientes, del escaso número de la gendarmería, de un sistema carcelario
deplorable. El bandido es un personaje típico de esos años. Junto a Luis Pardo, el más
conocido, perennizado en canciones y relatos, que actuaba en las inmediaciones de
Chiquián, tenemos a Morón con sus bandas recorriendo los valles de Ica, a Lino Ureta
en Cañete o Adolfo Rondón, durante más de treinta años perseguido por los gendarmes
de Moquegua, Puno y Cusco y llegando hasta La Paz en sus correrías 12.
12 El bandido social —aquel que robaba a los ricos para ayudar a los pobres— era una
excepción. Estamos más bien ante hechos que se ubican dentro de la historia de la pura
criminalidad. Incluso resultó proverbial referirse a la crueldad de los bandidos andinos:
este rasgo llamó la atención del historiador británico Eric Hobsbawn. Se les atribuía
ensañarse con sus víctimas e incluso algunos actos de antropofagia 13. El bandido, en
realidad, tiene características que lo vinculan a la figura del pistaco: esa suerte de
vampiro serrano, en cabalgadura, con arma de fuego y al acecho de cualquier víctima
para extraerle la grasa. Esto era así en el terreno imaginario; en lo cotidiano, a veces los
335
la universidad tenía 170 alumnos. A ella acude, desde Moquegua, Luis Valcárcel y es en
sus claustros que realiza una tesis sobre la propiedad agraria en el Cusco. Surge un
pensamiento crítico que encontrará un inesperado respaldo en el propio Obispo
cusqueño: Monseñor Farfán de los Godos, quizá en competencia con los adventistas,
manifiesta en sus cartas pastorales una preocupación por la condición del indio y
establece distancias con un clero que antes sólo estaba dispuesto a secundar a los
gamonales.
15 Pero los riesgos que estos cambios implicaban para la estabilidad de los mistis, no eran
fácilmente advertidos, demasiado acostumbrados a la imagen del indio como un ser
sumiso y resignado. El año 1920 un abogado cusqueño se referirá a ”...esa desgraciada
raza aborigen, hoy tan esquilmada, ignorante y sin un rasgo de la más pequeña altivez”
22
. Ocurre que el racismo era un componente indispensable en la mentalidad de
cualquier gamonal: existían razas, unas eran superiores a otras, de alli que el colono de
una hacienda debiera mirar desde abajo al misti, tratarlo con veneración, hablarle
como si estuviera siempre suplicando, mientras que el gamonal debía mantener el tono
estentóreo y de mando en la voz. Hombres de a pie y hombres de a caballo; hombres
descalzos y hombres con altas botas. Algunos gamonales se encariñaban con esos hijos
desvalidos que eran los indios, se emborrachaban con ellos, participaban de sus fiestas;
otros por el contrario estaban dispuestos para cualquier violencia: abusos sexuales,
marcas con hierros candentes por ejemplo23. Pero la combinación de racismo con
paternalismo hacía que las relaciones entre mistis e indios fueran siempre
ambivalentes. Se podía pasar fácilmente de una situación a otra teniendo la garantía de
la impunidad. Estos rasgos del mundo rural no quedaban confinados a las haciendas; a
través de la servidumbre urbana llegaban a las casas de las ciudades. Un diputado
limeño comparó a los indios del Perú con los pieles rojas exigiendo un destino similar
para ellos: el exterminio. Con el ocaso de la aristocracia indígena colonial, indio y
campesino fueron sinónimos; posteriormente ambos términos serían equivalentes a
salvajes, todo lo opuesto a civilización y mundo occidental. “El salvajismo se halla
retratado —escribía en 1909 Manuel Beingolea refiriéndose a la mujer india— en su
fisonomía, en su actitud recelosa y huraña. No revela inteligencia, ni imaginación, ni
razón, ni siquiera sentido común...”24. Una reflexión similar podemos encontrar en un
libro célebre. Si se abren las páginas de Le Pérou Contemporain, (1907), advertiremos que
su autor, Francisco García Calderón, consideraba que el Perú era un país latino y, por lo
tanto, podía prescindir de su historia prehispánica. Conocía a los Incas pero quedaban
sumidos en el misterio y la ignorancia todas las civilizaciones anteriores: “La
antigüedad de esta raza se desconoce”, escribía al comienzo de su obra y, en las páginas
finales, cuando inevitablemente debía referirse a los indios vivos, aquellos que entonces
eran la mayoría del país, los calificaba de “...nación dominada por un atavismo triste y
profundo”25. Sin tener historia parecían antiguos: la contradicción fue resuelta con una
fórmula: “pueblo de niños envejecidos”. Este acendrado racismo fue una propuesta
ideológica paralela al gamonalismo. Al promediar el siglo anterior, cuando en la sierra
se iban conformando los poderes locales y en Lima se producía la fugaz expansión del
comercio guanero, el pintor Luis Montero condensó el aparente ocaso de la utopía
andina en un cuadro titulado “Los funerales de Atahualpa” (1861-1868). Aparecen allí
dos mundos separados: a la derecha, los españoles, con sus armaduras, de pie, bizarros,
todos hombres; a la izquierda, los indios, en posiciones horizontales y sólo mujeres. El
único indio hombre es Atahualpa quien yace muerto pero a diferencia del relato mítico,
con la cabeza unida al cuerpo26. Desde la ribera opuesta por esos mismos años, un
337
intelectual puneño llamado Juan Bustamante, “amigo de los indios”, los imaginaba
tristes y abatidos, huyendo de las ciudades reservadas a los mistis y buscando refugio
en los valles más profundos o las cordilleras más escarpadas: “allí abandonados de la
sociedad, con la frente humillada, casi desnudos; ahí nacen sus hijos, y mueren sin más
idea de nación y de leyes”27.
16 El indio era el otro, condenado al silencio, inexpresivo como las piedras y de ese cúmulo
indiferenciado que eran los campesinos, apenas se advertía la mirada pero vacía y sin
contenido. Estos temas —que integraban el utillaje mental de los mistis—, aparecen
recogidos en ese cuento magistral de Ventura García Calderón, “La venganza del
cóndor” (1919). El narrador, refiriéndose a los indios, admite con desaliento, “nunca he
sabido si nos miran bajo el castigo, con ira o con acatamiento”. El castigo, nos informa
luego, es ese difícil arte de despertar a un indio a puntapies. Camino a Huaraz, un indio
que había soportado el látigo de un capitán se venga arrojándole unas galgas desde las
alturas: es el mismo indio que parecía sólo dispuesto al llanto y la conmiseración pero
que “espiaba con su mirada indescifrable”. Exactamente el mismo temor de los
generales realistas en sus expediciones por la sierra: que las piedras se mueven y se
convierten en armas. El blanco, al principio demasiado orgulloso y seguro, con su
revólver, botas y cabalgadura, termina impresionado primero por lo inmarcesible de la
cordillera y después por el indio que se convierte en plural: “tal vez entre ellos y los
cóndores existe un pacto oscuro para vengarse de los intrusos, que somos nosotros” 28.
Extranjero en su propio país, Ventura como su hermano, vivirá alejado del Perú, en un
exilio voluntario. Ese sentido de culpa y obscuro temor que envuelve sus ficciones, lo
encontramos antes en los documentos administrativos de las autoridades provincianas.
Casi al azar tomemos un año, 1887, y dos localidades bastante distanciadas entre sí,
Andahuylas y Huaraz. En la primera, el subprefecto alerta sobre la situación subversiva
de los indios que podrían unirse con los de otras provincias como Huanta y Cangallo; en
la segunda, otro subprefecto comenta que de estallar una sublevación, los indios
rebeldes no bajarían de 10,000 “siendo incalculable la cifra de los que después se
unirían”29. Para las autoridades, los indios tenían a su favor la unión y su
incomprensible idioma. En cualquier momento podían dar inicio a una “guerra de
razas”30, que sería inevitablemente sangrienta y desgarradora y en la que los blancos,
por ser minoría, llevarían la peor parte. Así como los mistis fluctuaban entre la
violencia y el paternalismo, el indio que habían construido en su imaginación era el ser
resignado y pasivo o el personaje vengativo y sanguinario. En cualquiera de las dos
versiones era un mundo aparte, excluido de la nación, más allá de las fronteras de lo
civilizado.
y extravagantes como a nosotros se nos antojan sus técnicas” 31. Quien escribe estas
líneas, es el mismo joven que se siente distante y confrontado con una sociedad rígida,
acartonada, inamovible y que se entusiasma, por el contrario, con el progreso
representado en la velocidad del auto o en las acrobacias de un aeroplano. Buscar
alternativas a este mundo. Una temprana dolencia infantil había predispuesto a
Mariátegui para la observación. Su mirada se dirige a la vida cotidiana, a las costumbres
pretendidamente aristocráticas de Lima, y a la vida política, expresada en los tediosos
debates parlamentarios. En sus crónicas periodísticas, día a día, traza la imagen de una
sociedad alejada de lo imprevisible, donde todo parece regulado y queda poco espacio a
la imaginación. Un horizonte estrecho en el que nada puede ocurrir fuera del libreto.
Los versos de Juan Croniqueur transmiten esta sensación: “Una abulia indolente que me
veda luchar/y me sume en la estéril lasitud de soñar”32. El tedio.
18 Pero casi de improviso aparece en las páginas del periodismo limeño un personaje
inusual: el “general Rumi Maqui” a quien se atribuye haber organizado a fines de 1915
el ataque a una hacienda puneña, como inicio de una larga lucha que debería llevar a la
restauración del imperio incaico. Es apresado en abril del año siguiente y sometido a la
zona militar, acusado de traición a la patria. El caso mostraría como los indios no sólo
estaban al margen sino que incluso se enfrentaban a la nación peruana. Pero algunos
periodistas, como un redactor de Variedades, consideran que el “general Rumi Maqui”
no merece ese trato: no están de acuerdo con él y menos lo defienden; piensan que
hablar del Tahuantinsuyo en el siglo XX es una grotesca bellaquería que no debe ser
tomada en serio. No es un personaje temible sino una imagen caricaturesca 33.
19 El supuesto Rumi Maqui es trasladado a Arequipa donde se le inicia un juicio, pero el
“destronado restaurador del imperio de los Incas”, como dice burlonamente El Tiempo,
se fuga, desaparece sin dejar, el menor rastro y no hay mayores referencias suyas —
salvo una carta de la que nos ocuparemos posteriormente—, hasta meses después, en
mayo de 1917, cuando se informa que estaría residiendo en Bolivia. Pero su fantasma
ronda una y otra vez por los Andes. Tendría seguidores en Nazca que amenazaron
“matar a todos los ricos”. Se dice que los indios de la parcialidad de Ailla habrían
solicitado su ayuda para atacar una hacienda en Sandia. Se sospecha su presencia en
una sublevación que estalla en Huancané. Aparece un artículo sobre la biografía de este
personaje titulado “Un interesante reportaje al nuevo Inca del Perú” (abril de 1917). Las
burlas van quedando postergadas. Ese mismo mes un cronista que informa sobre un
motín puneño se pregunta acerca de la presencia de Rumi Maqui. El temor se contagia:
se envían a Puno las tropas del 9no. de infantería y del N° 25 de Moquegua. “Entrando
ahora a ocuparnos de la persona del ya célebre general Rumi Maqui, debemos decir que
su presencia al frente de la agitación indígena, no está confirmada: pero que no sería
raro que así sucediera porque son harto conocidas sus ideas a favor del imperialismo
incaico y su odio profundo al gamonalismo”34.
20 El personaje comienza a ser tomado en serio. Aunque no se lo volverá a encontrar, la
imaginación colectiva no cesa de acrecentar sus hechos. Años después se habla de un
sello y una bandera como emblemas de la restauración del Tahuantinsuyo. Circulará la
supuesta foto de un estado mayor y la tradición oral dirá que Rumi Maqui había
convocado en diciembre de 1915 a indios de todo el sur, desde Abancay hasta La Paz,
para realizar una gran rebelión contra el gamonalismo. En nuestros días la Federación
de Campesinos de Puno asume el nombre de Rumi Maqui. Sus proyectos han sido
comparados con los de Emiliano Zapata en México e incluso, un investigador tan
339
cuidadoso como Robert Paris, se referirá con absoluta seguridad a un ejército de “varias
decenas de miles de indios sublevados” que durante tres años deambulaba por el
altiplano puneño35. Del asalto a una hacienda a una prolongada lucha guerrillera: es el
itinerario que Rumi Maqui sigue en el recuerdo.
21 Pero regresemos al año 1917. Uno de los primeros en tomar en serio a Rumi Maqui fue
Juan Croniqueur. El contraste con los políticos de la época era notable: no es un
personaje de salón y de remilgos sino un hombre de acción, que por otra parte no se
asemeja a los típicos caudillos de la política criolla. Siente una natural simpatía por este
hombre, buscado infructuosamente en las serranías de Arequipa, Puno y Cusco, que
parece haberse mimetizado con el terreno, dejando día tras día en ridículo al gobierno
de Pardo. Pero en ese personaje se observa el contraste entre salvajes y civilizados: “El
general Rumi Maqui, que entre nosotros era sólo el mayor Teodomiro Gutiérrez, entre
los indios es el inca, el restaurador y otras cosas tremendas y trascendentales” 36.
Conviene insistir que estamos en 1917. A fines de ese año, el entusiasmo por Rumi
Maqui se encuentra con el entusiasmo que Juan Croniqueur comienza a sentir por los
“bolcheviquis”, sinónimos de revolución y socialismo. El cambio que en Europa
proviene de Rusia, en el Perú ha partido de Puno. El tedio ha sido roto, se ha producido
una grieta, una fisura en el orden oligárquico y la “onda sísmica” procede de donde
menos se la espera: las áreas más alejadas de Lima, los territorios más atrasados del
país. Este hecho abre en Mariátegui la posibilidad de una reflexión: lo antiguo puede ser
lo nuevo. Sin haberlo premeditado, el acontecimiento le permite descubrir un sentido
diferente de la tradición. Mientras que para los intelectuales oligárquicos, como los
García Calderón, lo tradicional era sinónimo de lo colonial, para Rumi Maqui el pasado
que se debe conservar o rescatar es ese mundo pre-hispánico que en Lima se ignora o,
en todo caso, se considera definitivamente cancelado. Los incas adquieren de improviso
forma y cuerpo. A través de Rumi Maqui, Mariátegui —que de Lima salió apenas para un
breve viaje a Huancayo—, comienza a descubrir todo un lado oculto e ignorado del país:
el mundo andino que no había sido destruido por la invasión europea y que gravitaba
todavía sobre el presente.
22 Para los mistis Rumi Maqui era la encarnación de esa temida guerra de castas, pero
durante esa misma época, algunos escritores indigenistas trataron de recusar lo que
consideraban como una patraña o invención de terratenientes. Dora Mayer acusó al
gamonal de Azángaro, Lizares Quiñones, de haber fraguado la rebelión de Samán para
“arruinar a un pueblo”37. Luis Felipe Luna considera que “la utopía ridicula de un
conflicto de razas, de una restauración del imperio incaico” fue propalada por los
hacendados para encerrar en una cárcel al mayor Gutiérrez, cuyo único delito era haber
abogado por los indios38. Luna, según el historiador Tamayo Herrera, en su larga
carrera parlamentaria fue un portavoz de los terratenientes azangarinos. Esto le
permite esbozar una hipótesis: la rebelión de Rumi Maqui obedecería a conflictos entre
terratenientes y la restauración del Tahuantinsuyo sería una leyenda inventada por
ellos.39. Estos argumentos de Tamayo no son aceptados por Augusto Ramos Zambrano,
un historiador puneño a quien se debe el estudio mas completo sobre la rebelión.
¿Personaje real o personaje imaginario?
23 Rumi Maqui (Mano de Piedra en quechua) sería el seudónimo que asumió Teodomiro
Gutiérrez Cuevas. Sobre Gutiérrez disponemos de más de una fotografía en la que
vemos a un personaje de acicalados bigotes, vistiendo el uniforme de oficial de
caballería. Sabemos que su preocupación por los campesinos se remonta a una primera
340
3 Los mensajeros
28 Estos temores y estas esperanzas, la guerra de castas y la revolución social, recién
parecieron realizarse años después. Entre 1919 y 1923, en los andes del sur del Perú
llegan a producirse cerca de cincuenta rebeliones. El epicentro parece encontrarse en
las alturas de Puno y Cusco. La onda expansiva de este verdadero sismo social llega
hasta Cochabamba y Ayacucho, como lo ha mostrado Rosalin Gow mediante un mapa de
Perú y Bolivia46, pero las informaciones disponibles exigen incluir entre las zonas
convulsionadas a las alturas de Tacna y Moquegua, algunas provincias de Huancavelica
y, al este del Cusco, el valle de La Convención. En suma, del lado peruano seis
departamentos debieron soportar una inusual agitación campesina, para algunos
comparable con los años de la independencia, pero durante la revolución de 1780,
Ayacucho y Apurimac fueron territorios en los que se asentaron los realistas; la
insurgencia de ese entonces tampoco tuvo éxito en reclutar campesinos de Caylloma o
Espinar. El mapa de 1920-1923 recuerda a la revolución de 1814: entonces, los hermanos
Angulo organizaron tres ejércitos que desde el Cusco marcharon en dirección de
Ayacucho, Arequipa y La Paz. Un siglo después, aunque el escenario es similar, la
rebelión no se inicia en un centro urbano, sino en varias localidades rurales: Santiago
de Pupuja, Zepita, Taraco, Acora, Huallpán, Pinaya, Azángaro, Carango, Espinar, Canas,
Sullupa, Ayamaraes, Lauramarca, Haquira y Quiñota47. Las haciendas son atacadas, no se
respetan los linderos, se producen invasiones y ocupaciones de tierras. En otros casos,
342
Sienten que desde las punas se abalanzan contra las ciudades. En algunos lugares
parece corroborarse esta impresión: Sicuani está llena de mistis temerosos, en 1921,
que han abandonado sus propiedades. “Lo que ahora pretenden —los indios según ellos
— es saquear las haciendas, quemar las poblaciones, exterminar a los mistis, repartirse
la propiedad territorial y los capitales semovientes de las ganaderías, destruirlo todo y
restaurar el Imperio del Tahuantinsuyo y el culto del Sol”54. Ese mismo año, en
Tocroyoc, mientras en Lima se celebra el centenario de la proclamación de la
independencia, los campesinos atacan el pueblo dando gritos contra los gamonales y
aparentemente vivando a los Incas55. En Arequipa, todos estos acontecimientos son
seguidos atentamente por el períodico El Pueblo. En El Heraldo, de esa misma ciudad, se
hacen pronósticos alarmantes: “Existen serios problemas de que se produjera una
sublevación de las parcialidades indígenas instigadas por elementos extraños para
establecer el comunismo; las noticias que a diario llegan hacen suponer que
efectivamente se está preparando un movimiento de índole comunista, de
consecuencias espantosas para los que tienen terrenos en esa región” 56. De esta manera
se construye la imagen de una sublevación masiva en la que el pavor, convierte tres
palabras en sinónimos: destrucción, comunismo y sociedad incaica. ¿Era cierto?
36 Es evidente que en Tocroyoc hubo una rebelión campesina, dirigida por Domingo
Huarca y estudiada por Jean Piel, pero en otros lugares, como en Huancané el año 1923,
parece tratarse de terratenientes. Los gamonales utilizan la supuesta vuelta al
Tahuantinsuyo, para argumentar que los indios no quieren ser peruanos y justificar así
la expansión de haciendas y apropiación de tierras. Deustua y Rénique 57, dos
historiadores peruanos, han llamado la atención sobre la dimensión imaginaria que
rodea a estas rebeliones. Los periodistas, desde luego, también pusieron su cuota, sin
omitir a algunos intelectuales indigenistas. Desde principios de siglo, en libros, tesis y
artículos se argumentaba el carácter comunista del imperio incaico: cualquier rebelión
campesina inspirada en el pasado remitía a la restauración de ese orden supuestamente
igualitario y campesino. Todas estas inquietudes se encontrarían formuladas años
después, en 1927, en el libro de Luis Varcárcel Tempestad en los Andes, plagado de frases
tan definitivas como “de los Andes irradiará otra vez la cultura” o “el proletariado
indígena espera un Lenin”. Sin embargo, si emplazamos el libro en relación a las
rebeliones de 1919-1922, las frases no eran retóricas. Lo que fue motivo de miedo entre
los mistis, para intelectuales como Valcárcel era sustento de una esperanza: los indios
descenderían desde las alturas a las ciudades para crear, como diría Mariátegui, “un
Perú nuevo”. Pero ¿las rebeliones podían realmente sustentar este aliento mesiánico?
¿qué correspondencia había entre deseos, temores y realidad?
37 Estas preguntas nos remiten a una vieja cuestión: las fuentes. Carecemos de testimonios
en que los mismos campesinos sean quienes se expresen directamente. Siempre aparece
de por medio el terrateniente, el periodista, el juez, el prefecto o cualquier otra
autoridad. Nuestras referencias proceden de periódicos nacionales o locales, de
informes prefecturales o de procesos judiciales. La explicación, más que en las
persistentes diferencias étnicas, debe buscarse en ese silencio que recubre la vida
campesina a lo largo de toda la república: una cultura a la defensiva que se refugia en la
mentira o el mutismo. El estereotipo racista del “indio mentiroso” tenía cierto asidero
en la realidad. Hablar, decir la verdad, proporcionar cualquier información era
entregar eventuales cargos y acusaciones a los dominadores. Para los indios, los mistis
son extranjeros y si en público se muestran respetuosos o sumisos, en privado, cuando
están sólo entre colonos y hablando quechua, los motejan, se burlan de ellos o los
346
desprecian. Contrastan los testigos procesados en 1920 con los que, ante instancias
similares, desfilaban durante la colonia. Resulta comprensible si admitimos que los
liberales habían despojado a las comunidades de protección jurídica. Ante un juez —
algunas patéticas fotografías del cusqueño Martín Chambi han conservado la imagen—,
era poco o nada lo que esperaba un campesino. Cualquier declaración podría
incriminarlo. No era un ciudadano. Saben que los mistis los perciben como seres
inferiores y simulan torpeza, falta de comprensión, recurren a coartadas demasiado
tontas58.
38 Una de las primeras sublevaciones fue la que se produjo en Vilcabamba, provincia de La
Convención, donde un grupo de indígenas ataca la hacienda de Manuel Condori,
destruyen cercos, arrasan sementeras y lo amenazan de muerte. Condori entabla un
juicio a la comunidad acusando a los campesinos de haber perpetrado una asonada. Los
acusados niegan el delito y recuerdan que ellos estaban en juicio, años atrás, contra ese
mismo hacendado, por tierras que les pertenecían y de las que habrían sido despojados.
Pasan los meses entre nuevas acusaciones y más recursos que se interponen ante la
Corte Superior de Justicia del Cusco, hasta que el año 1922 el agente fiscal concluye que
han transcurrido tres años “sin que en ese tiempo se haya esclarecido el hecho, ni la
culpabilidad de los imputados”59. No se trata únicamente de la posible ineficacia en la
administración de justicia. Ocurre que las rebeliones se confunden con conflictos más
antiguos y además, con el bandolerismo y la criminalidad rural, como en Ccollpa, Santo
Tomás, en las alturas de Espinar, donde los comuneros se quejan de ataque y violación
de dos mujeres perpetrados por los colonos de la hacienda Cuatro Esquinas. Pero estos
hechos se superponen con el proyecto que tenía el administrador de esa finca, que
pretendía entregar ganado a los comuneros de Ccollpa y obligarlos a pastar por la
fuerza para volverlos colonos60. En Colquepata (Paucartambo) se sublevan los indios de
la finca Viscochoni; el propietario, Wenceslao Díaz, se queja de que los indios “no le
reconocen como a dueño” y añade que algunos lo rodearon y se le acercó una india
blandiendo un inmenso cuchillo “pretendiendo cojerlo, para victimarlo y beber chicha
en su cráneo”61. No sucedió tal cosa y Díaz pudo interponer un litigio criminal por
“homicidio frustrado” ante la Corte Superior, pero amenazas similares fueron
frecuentes durante esos meses. Remiten a una antigua canción guerrera supuestamente
incaica: “Beberemos en el cráneo del traidor/ usaremos sus dientes como un collar,/ de
sus huesos haremos flautas,/ de su piel haremos un tambor;/ después bailaremos” 62.
Aunque como señalamos antes, no se producirían grandes masacres, sí ocurrieron
algunos actos particulares de violencia que acrecentaron el temor de los mistis. El 30 de
junio de 1921, el misti Leopoldo Alencastre se dirigía acompañado por dos muchachos a
su finca en Checca, provincias altas del Cusco, pero se detuvo en la hacienda Moroccoyo
a dormir, recelando un ataque de los indios“que en partidas de centenares coronaron
los cerros desde el día 24 de junio”. Esa noche, los indios rodearon la casa hacienda,
Alencastre no pudo fugar a tiempo siendo apresado y victimado, después de recibir
golpes y heridas propinados por garrotes, un sable roto y una ranckana (lampa para
escarbar papas). Al día siguiente llegaron tropas al lugar y después de varias horas de
lucha, quedaron en el campo los cadáveres de 24 indios muertos. Las armas de los
campesinos eran aparte de dos carabinas, únicamente hondas, garrotes y zurriagos. Es
evidente que con ellas no podían organizarse esas masacres que temían los mistis.
Entonces nos sentiríamos tentados a pensar que la muerte de Alencastre obedeció a una
venganza casual e imprevista, pero no parece ser así: desde días antes, los indios ya
estaban posesionados de las alturas y en la inspección que después realizaron las
347
para cometer sus atrevidos asaltos el apoyo incondicional del 'Patronato indígena', el
que no conoce la alevosía de los indios”69.
44 La relación entre intelectuales y campesinos tenía un antecedente inmediato en la
Asociación Pro Indígena, fundada en la Universidad de San Marcos, por un joven
estudiante de 20 años llamado Pedro Zulen. Los estatutos de la instalación señalaban
como sus fines apoyar las quejas y reivindicaciones de los indígenas, designar abogados
para defenderlos gratuitamente, conformar comisiones investigadoras, se planteaban la
necesidad de elaborar un informe sobre la condición del indio en cada provincia y una
amplia encuesta nacional. Un Comité Central —ese era el nombre— establecido en Lima
organizaba un conjunto de informantes, corresponsales y delegados —mensajeros es la
palabra que ellos mismos usan— repartidos por las diversas ciudades de la sierra, en
particular las del sur, como Puno, Azángaro, Cotahuasi, Acomayo, Cora Cora. Uno de los
miembros fue Juan José del Pino, un abogado, corresponsal en Huarochirí, después en
Ayacucho. De paso por Huanta, en 1914, trata de vincular a los redactores de un período
local, El Estandarte Católico, con la Pro Indígena. Muchos se inscriben en la asociación
conmovidos por la situación de los indios. Los delegados viajan constantemente por
todo el país. Uno de ellos, Arturo Delgado, manda a Lima una carta firmada en Oyón en
la que refiere: “en los últimos días del mes ppdo., hice un viaje especial a la capital de la
provincia; donde realicé algunas gestiones, conseguí más adherentes; pude intervenir
respecto a acusaciones que recibí, en forma que revela el ascendiente que va
alcanzando la Asociación”70. Pero también sucedía el movimiento inverso. Algunos
campesinos acudían a Lima a presentar directamente sus quejas. En la misma capital,
los clubes que formaban los migrantes provincianos eran otro nexo entre la Asociación
y las áreas del interior del país. Se conformó una verdadera red nacional. Como ejemplo
veamos una sesión escogida casi al azar. El viernes 22 de agosto de 1913 se lee un
recurso enviado por el delegado de Paucartambo, llega un expediente de los indios de
Huancrachuco, de Huánuco se mandan declaraciones de campesinos sometidos a
trabajos gratuitos, se informa sobre la cárcel de Cabana, la comunidad de Barranca
denuncia despojos, los indios de Huaylas se quejan de trabajos gratuitos, se revisa un
expediente sobre abusos en Puno y un recurso contra el gobernador de Chongos 71. Todo
el país. La Asociación Pro Indígena era la antesala de una organización política 72. En
todo caso, sus mensajeros testimoniaban los esfuerzos de una joven generación por
marchar al encuentro del mundo campesino. Organizar la indignación moral contra el
gamonalismo.
partidos habían terminado su ciclo y hacía falta crear “nuevas agrupaciones capaces de
adquirir efectiva fuerza popular”73. Permanece tres años y siete meses. En París conoce
a Barbusse. Pasa a Genova, Roma, Florencia, Venecia, Roma nuevamente: lee pero sobre
todo observa la escena europea, atento a los fenómenos nuevos como las tomas de
fábricas en Turín, la irradiación de la influencia soviética y la fundación del Partido
Comunista Italiano. Después sigue a Berlín, recorre Alemania y en febrero de 1923 se
embarca en Amberes con destino al Perú. Ha compartido el mismo ambiente intelectual
de esos jóvenes que como Gramsci, Korsch, Lukacs, Bloch, optan por un marxismo
crítico. Todos ellos —al igual que Mariátegui— encontraban una referencia obligada en
los libros de Georges Sorel: un prematuro crítico del progreso, entusiasmado con la
organización sindical y el papel transformador de la violencia. No se había dejado
encandilar por Europa, como ocurrió con los García Calderón, quizá porque desde la
partida estuvo convencido de las diferencias entre ellos y nosotros. Fue a observarlos,
como los salvajes a los civilizados, recordando su encuentro con los campa en Lima.
Después diría que en los caminos de Europa fue encontrando al Perú. La distancia era,
por otra parte, necesaria para dilucidar cuál sería ese nuevo lenguaje y cuáles esas
fuerzas populares que reclamaba el país.
47 Mariátegui regresa al Perú cuando están llegando a su fin las rebeliones del sur. Pero
termina informandose con bastante detenimiento no sólo por intermedio de Valcárcel,
Romero, Churata y otros intelectuales indigenistas, sino especialmente por su
vinculación con personajes surgidos de esas luchas. En Lima se realiza un Congreso
indígena ese mismo año, 1923, donde aunque tardíamente, se elabora un programa que
resume la prédica de los miembros del Comité Pro Derecho Indígena Tahuantinsuyo:
defensa de la comunidad, abolición de servicios gratuitos, reclamo de la escuela,
garantías para la asociación y libertad de cultos74. Se descubre sin mucha dificultad la
influencia de los adventistas, pero el aspecto que más resalta es el contenido antifeudal
del programa. En este evento Mariátegui conoció a Ezequiel Urviola.
48 Urviola es un personaje excepcional porque intentó llevar hasta sus límites los
enunciados de los intelectuales indigenistas: abandonó el terno y la corbata para
vestirse con poncho y ojotas. Se confundió con los campesinos del altiplano entre
quienes fue motivo de una cierta veneración ese hombrecillo jorobado y maltrecho, que
sin embargo reclamaba pólvora y dinamita para terminar con las haciendas. En el
congreso indígena argumentó sobre la continuidad que existía entre Domingo Huarca,
Juan Bustamante, Túpac Amaru y Atahualpa. Mariátegui, por su lado, advertiría
semejanzas entre las rebeliones de Azángaro y Huancané, el levantamiento de
Atusparia en Ancash (1885) y la revolución tupamarista: confirma de esta manera una
intuición juvenil cuando a través de Rumi Maqui constataba la existencia de otra
tradición nacional. Los indios no eran esos personajes sumisos y cobardes que
retrataban algunos intelectuales oligárquicos; por el contrario, en la república y la
colonia, no habían cesado en ningún momento de rebelarse contra la feudalidad.
49 Ezequiel Urviola podía encarnar un nuevo indio que compenetrado en su propia
tradición —hablando en quechua—, conociera también la cultura occidental: se había
vinculado con Zulen, tuvo quizá alguna proximidad con el anarquismo, pero desde 1923
se termina proclamando socialista. No superó la utopía andina como dice erróneamente
Kapsoli. En realidad trató de amalgamarla con el socialismo. En esto radicaba su
originalidad. Fallece en enero de 1925. Mariátegui dirá que “Urviola representaba la
primera chispa de un incendio por venir”75.
351
50 Insertar a las rebeliones de los años 20 en el interior de una historia prolongada, no fue
únicamente la elaboración de intelectuales demasiado esperanzados en el fuego y la
dinamita. En Bolivia, durante esos mismos años, algunos campesinos se propusieron
rescatar los restos de Túpac Catari, el dirigente aymara de 1781, sepultados en los
terrenos que una hacienda había arrebatado a las comunidades 76. Actualmente, entre
los campesinos de Tocroyoc, Domingo Huarca es un personaje tan viviente como Rumi
Maqui para los puneños, sobre el que circulan relatos e incluso se ha compuesto una
representación teatral: en ella Huarca termina arrastrado por los caballos de los mistis,
que le dan muerte y le cortan la cabeza77. El desenlace fusiona en un mismo personaje
rasgos que recuerdan al descuartizamiento de Túpac Amaru II en 1781 y a la
decapitación de Túpac Amaru I en 1572. El sincretismo de la memoria popular revela la
persistencia de una tradición.
51 El mito vivía en los andes. Las luchas campesinas tenían un sustento en el recuerdo
pero también en la misma vida material de las comunidades, que en pleno siglo XX
mantenían esas relaciones colectivistas que fueron el entramado mismo de la sociedad
incaica. De manera tal que el socialismo, asimilado por intelectuales y obreros de las
ciudades y las minas, podía encontrar adeptos entre esas masas campesinas que eran la
mayoría del país. Idea importada de Europa pero capaz de fusionarse con las
tradiciones andinas: por eso Urviola anunciaba al país futuro. El socialismo antes que
un discurso ideológico, era la forma que adquiría en nuestro tiempo el mito. “La fuerza
de los revolucionarios —escribía Mariátegui en 1925— no está en su ciencia, está en su
fe, en su pasión, en su voluntad. Es una fuerza religiosa, mística, espiritual. Es la fuerza
del Mito”78. Esa fuerza podía remover el Perú desde sus cimientos.
52 Aunque Mariátegui no dedicó demasiadas páginas a la sociedad incaica, en el conjunto
de su obra ocupa un lugar vertebral su argumentación alrededor del comunismo
agrario: los incas no habían sido esclavistas, menos feudales, el término socialista sería
un increíble anacronismo. Esa sociedad combinaba la apropiación colectiva de bienes y
productos con la existencia de un Estado. El término adecuado para denominarla debía
implicar además a una agricultura desarrollada. No era el comunismo primitivo: era el
comunismo agrario. Una etapa histórica peculiar porque mientras Europa marchaba del
esclavismo al feudalismo, en los andes persistía el colectivismo. La llegada de los
españoles corta esta historia, pero el derrumbe del Estado incaico no arrastra a los
ayllus que consiguen persistir, en una lucha silenciosa y prolongada, a través de las
comunidades campesinas. El Perú de este siglo sería una sociedad incomprensible para
los europeos. El capitalismo surgía en las ciudades, algunos centros mineros y en las
plantaciones de la costa, mientras el feudalismo colonial se mantenía irreductible en las
haciendas serranas y en las comunidades se reproducían ancestrales formas de
apropiación de la naturaleza. Todas las etapas de la evolución histórica: desde el
hombre primitivo encarnado en los habitantes de la amazonia, hasta el proletariado
moderno. Para cambiar un mundo así el proyecto debía combinar necesariamente lo
nuevo con lo viejo. Esto no significaba, desde luego, que el comunismo de los soviets
fuera igual al comunismo incaico. Discutiendo con el escritor Aguirre Morales,
Mariátegui abordó el tema: “Aguirre parte de la idea de que autocracia y comunismo
son dos términos irreconciliables. El régimen incaico —constata— fue despótico y
teocrático, luego —afirma— no fue comunista. Mas el comunismo no supone,
históricamente, libertad individual ni sufragio popular. La autocracia y el comunismo
son incompatibles en nuestra época; pero no lo fueron en sociedades primitivas. Hoy un
352
55 En un país con los contrastes culturales que tenía el Perú, era difícil, por no decir
imposible, que un intelectual establecido en Lima llegara por sus propios medios al
campesino. Era indispensable un puente, una mediación. Los indigenistas ofrecieron la
posibilidad de vincular al marxismo con el mundo andino. Aquí radicaba la importancia
de este movimiento para Mariátegui. Una corriente heterogénea, es cierto, en la que se
inscribían autores con calidades y propósitos a veces demasiado disímiles, pero que
traducían “un estado de ánimo, casi un estado
56 de conciencia del Perú nuevo”83. Estas consideraciones llevaron a que Mariátegui saliera
en su defensa, cuando Luis Alberto Sánchez arremetió contra ellos: “porque hay
excesiva improvisación y alarde retórico entre no pocos de los defensores del indio”.
Estamos en febrero de 1927. Sánchez no era todavía aprista. Un periodista ágil, que
ejercía cotidianamente la crítica literaria y tenía tras suyo varios libros que le daban el
halo de la precocidad. Sin ser hispanista, se mantenía distante de los apóstoles y
redentores: una independencia que algunos veían turbada por ciertas veleidades
favorables al régimen de Leguía. Lo cierto es que entonces no podría haber sido
definido como un hombre de derecha. Mariátegui no afirmará lo contrario durante la
polémica, que a lo largo de dos meses, se desplegó con intensidad en las páginas de la
revista Mundial84.
57 Mariátegui replica a Sánchez sosteniendo que la carencia de un programa y de una
voluntad unificada, no son necesariamente deficiencias de un movimiento que como el
indigenismo, apenas estaba en sus inicios. No creía en la fecundidad de lo unánime; por
el contrario, voces diversas, polémicas y debates permitirían elaborar un programa que
no podía ser el punto de partida sino el resultado de una empresa colectiva. Y para ello
no contaban sólo las elaboraciones intelectuales. Debía rescatarse el lugar
correspondiente a la pasión: era necesario, por ejemplo, el misticismo y el mesianismo,
son sus palabras, de “la generación post bélica”, encarnados en Valcárcel. En su artículo
de respuesta al “batiburrillo indigenista” de Sánchez, enunciaba con toda claridad el
proyecto político que había estado madurando desde su regreso de Europa: “Lo que
afirmo, por mi cuenta, es que de la confluencia o aleación de 'indigenismo' y socialismo,
nadie que mire al contenido y a la esencia de las cosas puede sorprenderse. El
socialismo ordena y define las reivindicaciones de las masas, de la clase trabajadora. Y
en el Perú las masas —la clase trabajadora— son en sus cuatro quintas partes indígenas.
Nuestro socialismo no sería, pues, peruano, —ni sería siquiera socialismo— si no se
solidarizase, primeramente, con las reivindicaciones indígenas” 85. Se trata de una
confesión de parte. No todos los indigenistas eran socialistas pero Mariátegui creía que
su proyecto interpretaba las tendencias de la realidad. En su prólogo a Tempestad en los
Andes había sostenido que “el socialismo aparece en nuestra historia no por razón de
azar, de imitación o de moda, como espíritus superficiales suponen, sino como una
fatalidad histórica”. Era el sino del Perú. Mediante el socialismo el país podría
realizarse como nación, fusionando lo nuevo con lo viejo, las ideas traídas de Europa —
lo mejor de Occidente— con su tradición histórica.
58 En el número siguiente de Mundial sale la esperada respuesta de Luis Alberto Sánchez.
Este admite carecer de una filiación, no ser un militante pero arremete contra la
inconsistencia retórica del indigenismo, para terminar formulando una serie de
preguntas a su oponente: “Dígame, ¿usted cree que en la oposición de costa y sierra, y
en la comunidad indígena está el camino de la solución, y que la comunidad es una
organización autóctona? ¿Usted no ve en ella el rastro colonialista que tanto vitupera
354
escribía en una carta dirigida a Eudocio Ravines el año 1926—: cinco rusos han
removido el mundo. Nosotros somos veinte que podemos remover la América Latina” 93.
Aunque escribió esta frase pensando en Lenin, evoca en realidad el arrojo de Salaverry,
las campañas de Castilla, las montoneras de Piérola... En pocas palabras: el caudillismo.
En otra carta, dirigida a Esteban Pavletich, dirá con mayor claridad que “los pueblos
siguen siempre hombres representativos”94. Se siente encarnando el destino del país.
Un personaje providencial llamado a ser un conductor.
69 Haya recurrirá en su retórica a tópicos inspirados en el pasado andino. El cóndor de
Chavín será el símbolo del partido; desde 1930 en las manifestaciones apristas se
desplegará una supuesta bandera del Tahuantinsuyo, hecha en base a todos los colores
del arco iris; después, durante los años de clandestinidad, Haya usará el seudónimo de
Pachacutec y su refugio recibe el nombre de Incahuasi. Pero en el Aprismo lo andino se
convierte únicamente en lo mesiánico: la llegada del mesías, el hombre, para emplear
una terminología usada por el mismo Haya, destinado a salvar al país. De sus seguidores
reclamaba antes que la comprensión de una doctrina, la adopción de una fe ciega, capaz
de “remover montañas” y de sacudir al Perú oligárquico. El culto al jefe sería llevado al
extremo por muchos, como ese poeta Roberto Souza Martínez que se dirigió a Haya
diciéndole: “Luz eres que iluminas el sendero/ antes obscuro de este país tan
explotado”95.
70 En Mariátegui, en cambio, el marxismo entendido como el mito de nuestro tiempo,
equivalía a una apuesta por la revolución como acto colectivo, como creación de las
masas, como traducción de sus impulsos y pasiones. Al referirse al núcleo dirigente, a la
inteligencia que proponía el proyecto utópico, precisaba que “elite” viene de “electa”.
Recusaba la idea de que alguien pudiera autodesignarse como jefe o líder. Pensaba en la
nefasta experiencia del fascismo italiano. Para evitar el riesgo de una dictadura similar,
los trabajadores estaban llamados desde el inicio a ser los verdaderos protagonistas. La
revolución debía nacer realmente en el interior del país. Para ello era imprescindible
que el marxismo se expresara en quechua. La utopía expandía su horizonte hacia el
futuro. Quedaban, sin embargo, contrapuestos lo utópico y lo mesiánico. Dos estilos de
enfrentar los problemas nacionales, dos proyectos para encontrar la clave oculta del
Perú y para conseguir su transformación. Uno confiaba en la capacidad creativa de las
multitudes: el derrotero se iría construyendo desde abajo, a partir de las comunidades y
los pueblos. El otro esperaba al hombre providencial: el camino sería iluminado desde
lo alto. No hacía falta, por lo tanto, discutir o imaginar. El mesianismo requiere
únicamente de adeptos fieles: su entramado es autoritario. En compensación los
partidarios de esta alternativa, podían reclamar los atributos del realismo, la
efectividad y el encuentro con el estilo político del país. Los otros pensaban que existía
una tradición diferente en la que podrían ampararse: el colectivismo andino. El debate
remitía al interrogante pospuesto. ¿Qué era la comunidad? ¿El reservorio de una
democracia popular o un organismo corporativo y jerárquico? Los campesinos:
¿protagonistas de su historia o sólo seguidores de quien encarne al mesianismo?
71 La discrepancia entre Haya y Mariátegui tenía otro aspecto. Aunque el aprismo
recogiera elementos de la cultura andina, su proyecto implicaba la modernización del
país, impulsar el avance del capitalismo y remover al mundo rutinario de los
campesinos. Mariátegui, en cambio, buscaba un punto de encuentro entre socialismo y
comunidad indígena: no creía que fuera una institución obsoleta, condenada por algún
designio histórico. Debatían sobre el porvenir de la cultura andina. El mesianismo
359
• Dan la impresión de moverse porque son desiguales, más que las piedras de los campos. Es
que los incas convertían en barro la piedra. Te lo dije muchas veces.
• Papá, parece que caminan, que se revuelven, y están quietas. Abracé a mi padre.
Apoyándome en su pecho contemplé nuevamente el muro.
• ¿Viven adentro del palacio? —volví a preguntarle.
• Una familia noble.
• ¿Como el viejo?
• No. Son nobles, pero también avaros, aunque no como el Viejo. ¡Como el Viejo no! Todos los
señores del Cusco son avaros.
• ¿Lo permite el Inca?
• Los incas están muertos.
• Pero no este muro. ¿Por qué no lo devora, si el dueño es avaro? Este muro puede caminar;
podría elevarse a los cielos o avanzar hacia el fin del mundo y volver. ¿No temen quienes
viven adentro?”97.
76 En el diálogo se contraponen el Inca (en singular y con mayúscula), como principio
organizador del mundo, con los incas (en plural y minúsculas), seres históricos
definitivamente muertos. Queda una esperanza: que los cercados, los hombres de abajo
simbolizados en las piedras sobre las que se levantan muros españoles, se muevan,
marchen hasta el “fin del mundo” y se conviertan en sitiadores.
AGRADECIMIENTOS
77 Este ensayo pudo ser elaborado gracias a la contribución financiera de la UNESCO al
proyecto N° 2277: “La utopía andina”, organizado por el autor y Manuel Burga D. Para
reunir materiales debí viajar en dos ocasiones al Cusco: encontré siempre la
hospitalidad cordial de Guido Delran y todos los miembros (bibliotecarias incluidas) del
361
Centro Bartolomé de Las Casas. En Lima, fui acogido por el Instituto de Apoyo Agrario,
un centro de investigaciones destinado a labores de promoción en el campo pero que, a
diferencia de otros, advierte la utilidad de la tarea intelectual. Para el mecanografiado
contamos con el desempeño tan inteligente como entusiasta de Sofía Jiménez.
78 Estas páginas han sido escritas en medio de conversaciones y discusiones con muchas
personas: Manuel Burga, Cecilia Rivera, los esposos Chu. Aproveché, aunque no siempre
pude responder, los comentarios de quienes asistieron al coloquio del IFEA, como H.
Favre, J. Piel, M.D. Demélas. A ellos y a todos los que omito, muchas gracias.
Manuel BURGA
Los profetas de la rebelión: Estado, ideología y movilización campesina
(1920-1923).
ALberto FLORES GALINDO
Cultura popular y conciencia nacional: evolución de la imagen del Incario en la
mentalidad colectiva (siglos XIX y XX).
79 René Arze
80 Fue muy interesante la ponencia. Lo que Burga y Flores han expuesto no se circunscribe
sólo al Perú, en algo coincide con mi investigación en el caso boliviano; tiene un ámbito
andino enorme. Encuentro para los mismos años la existencia de un Comité Central
llamado República del Collasuyo; es la organización de un comité pro-indígena dirigido
por Eduardo Nina Quispe, quien reside en La Paz.
81 Se difunden los documentos de la llamada República del Collasuyo mediante la
circulación de volantes, en eso hay una estructura similar con lo expuesto por Burga y
Flores. Hay diferencias respecto a la organización de la República del Collasuyo con la
organización del Tahuantinsuyo. El desenlace de la República del Collasuyo fue más
violento, porque la proyección de esta organización se revela en plena Guerra del
Chaco; el dirigente Nina Quispe tomado preso y acusado de pretender rebasar el poder
estatal y de contradecir al gobierno de entonces que era el de Salamanca. Esta
organización aprovechó la coyuntura de la guerra para establecer una lucha similar a la
planteada para el caso peruano.
82 Henri Favre
83 En un libro importante que publicaron hace poco, Alberto Flores Galindo y Manuel
Burga han calificado de “gran insurrección” la agitación rural que ocurre en el Sur
peruano entre 1920 y 1923. Hoy nos presentan una interpretación un poco diferente y
más matizada de este fenómeno de violencia que se descompone en una multitud de
pequeñas sublevaciones locales sin claras conexiones entre sí y con metas bastante
limitadas. La Asociación Pro-Derecho Indígena desempeña un papel notable en la
movilización del campesinado, pero no dirige el movimiento ni parece aún controlarlo.
La violencia descentralizada se extiende por contagio, aprovechando la inercia del
gobierno de Lima que sabe utilizar la situación para avasallar las aristocracias
terratenientes de la región sureña. La represión empezará sólo despues de la rendición
sin condición de estas viejas élites regionales al poder leguiísta.
362
104 En 1969, cuando hicimos la tesis sobre “La situación del campesinado peruano”, junto
con Wilson Reátegui, quedamos sorprendidos por la abundancia de expedientes acerca
del Patronato de la Raza Indígena y del Comité Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo.
En 1977 al escribir el ensayo sobre “Los movimientos campesinos en el Perú”
afirmábamos el carácter milenarista de aquellas protestas, consideración que fue
duramente criticada. Hoy en día, tengo en prensa un libro titulado Los Ayllus del Sol:
anarquismo y utopia andina, donde retomo el tema y en el que la preocupación central es
hacer la “biografía” del movimiento Tahuantinsuyo.
105 Aunque, lamentablemente, la documentación del Archivo del Ministerio de Trabajo y
Comunidades (que aludíamos) ha desaparecido, hemos tenido acceso a una profusa
literatura de prensa (periódico Tahuantinsuyo, revista Pututo), actas de sesiones y
congresos, folletos y documentos de divulgación ideológica con los cuales hemos
llegado a la conclusión de que el Comité Tahuantinsuyo fue alimentado
ideologicamente por el anarquismo y, junto con él, retomando ideas milenaristas,
vieron la posibilidad de restaurar el antiguo imperio de los Incas para lo cual
capturaron ideologicamente a los líderes andinos y alentaron una sólida organización
nacional. El ejemplo que señala Henri Favre es un indicador más de la naturaleza
libertaria del movimiento cuyas ideas llegaron al país vía Italia-España-Argentina-
Bolivia y se enraizaron en Arequipa-Puno-Cusco y ubicaron su centro nuclear en Lima.
106 El movimiento de Tahuantinsuyo fue al encuentro de la gran ideología andina a través
de la memoria de los Incas y su imperio con cuya fusión protagonizaron grandes
acciones de salvación y de reforma del mundo al estilo de un verdadero Pachacutec.
Todo este fermento ideológico y político terminó siendo absorbido por el APRA de Haya
de la Torre y por el comunismo de Mariátegui.
107 Alberto Flores Galindo
108 El término utopía andina, es un intento de dibujar la biografía de esta idea, cuyas raíces
uno las puede encontrar desde el siglo XVI hasta ahora. Con esto no quiero decir que
exista una sola línea de pensamiento o una sola versión de la utopía andina; en realidad
es una historia plural con fases, períodos y abarca en su desarrollo a diversos tipos de
personajes como criollos, mestizos y, en pocos casos, campesinos.
109 No hay una sola utopía: la versión terrateniente de la vuelta al Tahuantinsuyo, muchas
veces servía para esconder sus afanes federalistas, sus prerrogativas de poderes locales
y en otras ocasiones son los terratenientes los que inventan reuniones y atribuyen
afanes separatistas a los indios para reprimirlos.
110 Son diversas las fuentes, diversas las versiones, a veces contrapuestas entre sí, pero hay
veces que la idea parece aglutinar a diversos sectores sociales; el ejemplo del sur parece
juntar a mestizos con indios; hay personajes que son percibibles en algunos de los
expedientes judiciales y uno descubre que son personas que hablan español. Junto con
estos ramalistas uno acaba encontrando a estos personajes que muchas veces fueron
denigrados por los indigenistas: abogados, buscapleitos, tinterillos, que son los que
relatan estos expedientes, que aprendieron el español. Luego vinieron a Lima y jugaron
un papel importante en el liderazgo. Al lado de los grandes intelectuales del sur
aparecen estos pequeños intelectuales, profesores de colegio, que ayudan a hacer estos
juicios, que llevan la idea de la vuelta al Tahuantinsuyo y que alientan la protesta.
Muchos de estos movimientos comienzan primero por ser litigios juciciales.
365
111 Esta no es una pelea de indios contra terratenientes o de indios contra comerciantes, es
también una pelea de indios contra indios, no sólo porque la policía reprime con indios
o porque los terratenientes utilizan indios que salen a defender a los hacendados en el
momento de las invasiones; sino que existió lucha de una comunidad contra otra, o de
miembros de una familia contra otra. Muchos de los juicios que uno encuentra acaban
siendo más este tipo de problema que lucha contra el terrateniente; tengo la vaga
impresión de que, cuantitativamente, es mayor este tipo de problemas.
112 Una de las explicaciones de por qué esto fracasó es la colaboración que tuvieron
terratenientes, comerciantes de parte del lado indígena. ¿Qué solidaridad se movía allí?
Tampoco se vislumbra con claridad cuáles son las fronteras que separan a los que se
rebelan de los que respetan el orden en estos años.
113 No lo tengo claro tampoco para el siglo XVIII, pero el inconveniente en el siglo XX, es que
cotejando con expedientes, uno les encuentra mucho más herméticos, mucho más que
en el siglo XVIII.
114 Es cierto que así como esta vuelta al Tahuantinsuyo aparece y reaparece en la
estructura del sur, también sufre modificaciones; el sur es una región terriblemente
mercantilizada con un fuerte desarrollo artesanal en el siglo XVIII. Esta mercantilización
abre rutas desde el sur hasta el Alto Perú. En el siglo XIX esta situación cambia y en el
siglo XX esta mercantilización abre rutas hacia la costa, sin embargo, no quiere decir
que los vínculos con Bolivia desaparecen.
115 Otro tema para trabajar más es la conexión que ha existido entre los rebeldes con el
otro lado de la frontera y las cosas en común que han podido estar manifestando.
116 Manuel Burga
117 Cuando Henri Favre dice que los campesinos no recuerdan al Tahuantinsuyo o que lo
recuerdan porque las noticias vienen desde fuera, puede ser cierto en algunos casos,
pero no en todos. Un camino que estamos recorriendo y que nos permite ver que hay
mecanismos orales campesinos que les permiten conservar recuerdos que son
importantes dentro de su historia como grupo étnico. Es el caso de la representación de
la muerte de Atahualpa que se escenifica en gran parte de los pueblos del Perú, durante
las fiestas patronales; en la actualidad se sigue haciendo en todo el departamento de
Ancash como una manera de reinterpretar lo que fue una tragedia colectiva para ellos.
Por lo tanto no creo que esté fuera del recuerdo algo tan traumático como la conquista.
Esta representación con sus variantes, se celebra en Bolivia, parte de Perú, México y
Centroamérica.
118 A Luis-Miguel Glave, diría que sí nos interesó la crítica de las fuentes. Es muy probable
que las noticias de los periódicos sean a veces inventadas y que, incluso, los
documentos de los subprefectos sean exagerados.
119 Respondiendo a la pregunta de por qué no fue fácil la victoria se podría decir que en
esta sublevación se observa el comportamiento andino clásico: las divisiones internas.
120 Estos comuneros del Tongo que se sublevan son derrotados por los comuneros de
Mullaca dirigidos por la gendarmería local. Conducta típicamente andina desde el siglo
XVI en que las divisiones y/o enfrentamientos facilitan las acciones españolas, o las
acciones del gobierno central para el caso expuesto.
366
NOTAS
*. La ponencia aquí editada, aunque abarca los mismos temas, es distinta de la que fue
pronunciada en el encuentro. Por eso los debates pueden alejarse a veces del texto.
2. Riva Agüero, José de la. Paisajes peruanos, Lima, Universidad Católica, 1969, p. 17.
3. Archivo Zulen. Correspondencia. Carta de Zulen a Blanco Fombona.
4. La Crítica, año I, N° 25, 24 de febrero de 1918, p.5. Biblioteca Nacional (en adelante B.N.)
“Memoria administrativa”, Apurímac, 1890-92 (Prefectos).
5. Manrique, Nelson. Colonialismo y pobreza campesina, Lima, Desco, 1985.
6. Aguilar, Luis. Cuestiones indígenas, Cusco, Tip. El Comercio 1922, p. 112.
7. El Tiempo, año III, N° 641, 13 de abril de 1918, p.3.
8. Archivo del Ministerio del Interior (en adelante A.M.I.), Prefecturas, Abancay, 30 de marzo de 1886.
9. A.M.I., Prefecturas, Ayacucho, 22 de noviembre de 1886.
10. Coronel, José. “Don Manuel Jesús Urbina: creación del colegio de instrucción media González
Vigil y las pugnas por el poder local de Huanta”, pp. 217-237. José Coronel se encuentra
preparando una tesis para el Magister en Sociología de la Universidad Católica, sobre el poder
local en Huanta.
11. Archivo Departamental del Cusco (en adelante A.D.C.), Corte Superior de Justicia, leg. 87, 1920.
12. El Tiempo, año II, 454, 5 de octubre de 1917, p. 4. Basadre, Jorge. Historia de la República del Perú,
Lima, editorial Universitaria, 1984, T. IX, p. 208.
13. Varallanos, José. Bandoleros en el Perú, Lima 1932. Hobsbawm, Eric. Bandidos, Barcelona, Ariel,
1978.
14. A.D.C., Corte Superior de Justicia, leg. 80, 1919.
15. -A.D.C., Corte Superior de Justicia, leg. 78, 1919.
16. A.D.C., Corte Superior de Justicia, leg. 82, 1919, Lima 13 de abril de 1918.
17. Idem, Paruro, 8 de julio de 1919.
18. Hurtado, Laura. “Cusco, Iglesia y sociedad: el obispo Pedro Pascual Farfán de los Godos
(1919-1933) en el debate indigenista”, Lima, Universidad Católica, tesis de Br. en Historia 1982, p.
32. Ver también la tesis de Dan Hazen, citada más adelante.
19. Sivirichi, Atilio. “Diez horas con Francisco Mostajo” en La Sierra, año I. N° 5, mayo 1927, pp.
38-39.
20. Deustua, José y Rénique, José Luis. Intelectuales, indigenismo y descentralismo en el Perú 1897-1931,
Cusco, Centro Bartolomé de Las Casas, 1984.
21. Giesecke, Alberto. “Censo del Cusco” en Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima, T. XXIX, trim.
3-4. pp. 142-167.
22. A.D.C., Corte Superior de Justicia, leg. 83, 1920.
23. A.D.C., Corte Superior de Justicia, leg. 90, 1921.
24. Beingolea, Manuel. “Psicología de la mujer india” en Contemporáneos, año I, N° 8, 28 de julio de
1909, p. 345.
25. García Calderón, Francisco. Le Pérou Contemporain, Paris, Dujarrie et Cie., 1907, p. 357.
26. Miró Quesada, Roberto. “Los funerales de Atahualpa” en El Caballo Rojo, Lima, N- 183, 13 de
noviembre de 1983, pp. 10-11. Actualmente, en el departamento de Cajamarca, el Inca le
identifica con lo femenino, mientras Pizarro con el sexo opuesto. Información de Javier Champa
(setiembre de 1985).
27. Bustamante, Juan. Los indios del Perú, Lima, 1867, p. 36.
28. García Calderón, Ventura. Cuentos peruanos, Madrid, Aguilar, 1961, pp. 62-68.
29. A.M.I., Prefecturas, Ayacucho abril de 1887 y Huaráz, mayo de 1887.
30. A.M.I., Prefecturas, Apurímac, 13 de mayo de 1886.
367
31. Croniqueur, Juan. “Entre salvajes” en La Prensa, año XI, N° 6005, 19 de julio de 1914, p.2.
32. Lulú, año I, N° 3, 28 de julio de 1915, p. 26.
33. Variedades, año XII, N- 428, 13 de mayo de 1916, p. 624.
34. El Tiempo, 287, 24 de abril de 1917, p.1 y N° 298, 6 de mayo de 1917, p.7.
35. París, Robert. “Para una lectura de los 7 ensayos...” en Mariátegui y los orígenes del marxismo
latinoamericano, México, Siglo XXI, 1978, p. 317.
36. El Tiempo, año II, N° 187, 17 de enero de 1917, p.1.
37. Mayer, Dora, “La historia de las sublevaciones indígenas en Puno” en El Deber Pro Indígena, año
IV, N° 48, sep. 1917 y N° 49, oct. 1917.
38. Basadre, Jorge, Op. cit., T. IX, p. 206.
39. Tamayo Herrera, José. Historia social e indigenismo en el altiplano, Lima, ediciones Treintaitres,
1982, pp. 214-215.
40. Basadre, Jorge. Introducción a las bases documentales para la historia de la República del Perú con
algunas reflexiones, Lima, P.L. Villanueva, 1971. En la Universidad Católica, Luis Bustamante
prepara una investigación sobre Rumi Maqui. (Br. en Historia).
41. El Pueblo, reproducido en El Tiempo, año II, N- 182, 12 de enero de 1917, pp. 3-4.
42. Vassallo, Manuel. “Rumi Maqui y la nacionalidad quechua” en Allpanchis, vol. XI, N° 11-12, pp.
123-127.
43. Ramos Zambrano, Augusto. Rumi Maqui, Puno, 1985. pp. 52. Es el trabajo más importante y
cuidadoso escrito sobre este tema.
44. Idem. pp. 53-54.
45. Mariátegui, José Carlos. Peruanicemos al Perú, Lima, Amauta, 1970, p. 121.
46. Gow, Rosalind. “Yawar Mayu: revolution in the southern Andes 1860-1980”, Tesis, University
of Wisconsin, 1981.
47. Sobre este tema aparte de los textos citados de Rosalind Gow y José Tamayo Herrera, podrían
mencionarse, con muchas omisiones, estos otros títulos: Kapsoli, Wilfredo y Reátegui, Wilson.
Situación económico-social del campesinado peruano: 1919-1930. Lima, 1969.
Reátegui, Wilson. Explotación agropecuaria y las movilizaciones campesinas de Lauramarca, Cusco
19S0-1960, Lima, 1974.
Maltby, Laura. “Indian revolts in the altiplano 1895-1925”, Tesis de Bachelor of Arts, Howard
College, 1972.
Flores Ochoa, Jorge y Valencia, Abrahan. Rebeliones indígenas quechuas y aymaras, Cusco, Centro de
Estudios Andinos, s.f.
Hazen, Dan “The awaking of Puno, Gobernment policy and the Indian problem in Southern Perú,
1900-1955”, Tesis, Yale University.
Burga, Manuel y Flores Galindo, Alberto. Apogeo y crisis de la República aristocrática, Lima, Rikchay
Perú, 1980. Este ensayo quiere ser una respuesta a las acertadas críticas formuladas por Dan
Hazen a mi libro Arequipa y el sur andino: ensayo de historia regional (siglos XVIII-XX), Lima, Horizonte,
1977. Me criticaba carecer de “un modelo explicativo de la movilización campesina” (p. 1210).
“Comptes rendus” en Annales, París, N° 5-6, Sep. dec. 1978.
48. Instituto de Estudios Aymaras, Chucuito, Biblioteca, “Sublevación de Huancané” (mss). Debo a
Diego Irrarazabal el conocimiento de este testimonio.
49. Klein, Herbert. Historia general de Bolivia, La Paz, editorial Juventud, 1982, pp. 214-215.
50. Datos de una investigación realizada por Clemencia Aramburú. Sus fuentes proceden del
Archivo del Fuero Agrario.
51. Burga, Manuel y Reátegui, Wilson. Lanas y capital mercantil en el sur, Lima, Instituto de Estudios
Peruanos, 1981, p. 49.
52. Archivo Zulen, Correspondencia, Rodríguez a Joaquín Capelo, 27 de enero de 1915.
53. Manrique, Nelson. Las guerrillas indígenas en la Guerra con Chile, Lima, 1981.
54. Burga, Manuel y Flores Galindo, Alberto, Op. cit., p. 124.
368
55. Piel, Jean “Un soulevement rural péruvien: Tocroyoc (1921)” en Revue d'histoire Moderne et
Contemporain, T. XIV, oct. dic. 1967, Paris. Ver también Capitalisme agraire au Pérou, Paris.
Anthropos, 1975.
56. El Heraldo, 7 de abril de 1920.
57. Deustua, José y Rénique, José Luis. Intelectuales, indigenismo y descentralismo en el Perú, 1897-19S1,
Cusco, Centro Bartolomé de Las Casas, 1984, p. 75 y 83.
58. Montoya, Rodrigo “El factor étnico y el desarrollo” en Seminario Nacional hacia una estrategia de
desarrollo para la sierra del Perú, Cusco, 2-5 de julio de 1985 (texto mecanografiado).
59. A.D.C., Corte Superior de Justicia, leg. 79, 1919.
60. A.D.C., Corte Superior de Justicia, leg. 84, 1920.
61. A.D.C., Corte Superior de Justicia, leg. 83, 1920.
62. Poesía quechua, México, Universidad Autónoma, 1964, p. 35
63. A.D.C., Corte Superior de Justicia, leg. 90, 1921.
64. Alencastre, Andrés. KUNTURKANKI. Un pueblo del Ande, Cusco, editorial Garcilaso, s.f. El mismo
Andrés Alencastre, con el seudónimo de Kilku Warak'a publicó un poemario en quechua titulado
Yawar Para, Cusco, Garcilaso, s.f. y una colección de Dramas y comedias del Ande, Cusco, 1955. En
esta última obra figura una pieza en la que una hacienda se convierte en granja colectiva despues
del enfrentamiento entre un hijo y su padre: ”... yo no quiero ser terrateniente”, p. 71.
65. “Razas, clases sociales y violencia en los Andes” en Sur, Cusco, Boletín del Centro Las Casas,
1985. Testimonio recogido por Sonia Salazar en Yauri 27-28 de septiembre de 1984. Referencia de
Luis Miguel Glave.
66. Burga, Manuel. “Los profetas de la rebelión” (texto mecanografiado). Hocquenghem, Anne
Marie. “L'iconographie mochica et les rites de purificación” en Baessler-Archiv, T. XXVII, Berlín,
1979, p. 211 y ss.
67. Valderrama, Ricardo y Escalante, Carmen. Levantamientos de los indígenas de Haquira y Quiñota,
Lima, Seminario de Historia Rural Andina. 1981, pp. 14-15.
68. A.D.C., Corte Superior de Justicia, leg. 93, 1921.
69. A.D.C., Corte Superior de Justicia, leg. 98, 1923.
70. Archivo Zulen. Correspondencia, Arturo Delgado a la Asociación Pro-Indígena, 22 de agosto de
1913.
71. Archivo Zulen. Sesión de la Asociación Pro-Indígena, 22 de Agosto de 1913.
72. Kapsoli, Wilfredo. El pensamiento de la Asociación Pro-Indígena. Cusco, Centro de Estudios
Bartolomé de Las Casas, 1980.
73. Mariátegui, José Carlos. “La reorganización de los grupos políticos” en Nuestra Epoca, año I, N-
2, 6 de julio de 1918, p.2.
74. Barcelli, Agustín. Historia del sindicalismo peruano, Lima, 1972, T.I, p. 178.
75. Sobre el tema ver Kapsoli, Wilfredo. Ayllus del sol, Lima, Tarea, 1984.
76. Rivera, Silvia. “Luchas campesinas contemporáneas en Bolivia: el movimiento 'Katarista' “ :
1970-1980 en Bolivia hoy, México, Siglo XXI, 1983, pp. 129-168.
77. Centro Bartolomé de Las Casas, Cusco, entrevista a campesinos de Tocroyoc. Programa radial,
cassette N° 13, Chumbivilcas, lado A.
78. Mariátegui, José Carlos. El alma matinal. Lima, Amauta, 1960, p. 22.
79. Mariátegui, José Carlos. Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, Lima, Amauta,
1978, p. 79-80.
80. Idem; p. 264.
81. Iberico, Mariano. El nuevo Absoluto, Lima, Minerva, 1926, pp. 222-223.
82. Mariátegui, José Carlos. La escena contemporánea, Lima, Amauta, 1960, p. 158.
83. Mariátegui, José Carlos. “El indigenismo en la literatura nacional” en Mundial, N° 345, Lima 21
de enero de 1927.
369
84. No comparto la apreciación de Luis Enrique Tord que atribuye “iguales intenciones
reformistas” a Mariátegui y Sánchez. El indio en los ensayistas peruanos 1848-1940, Lima, Editoriales
Unidas, 1978, p. 88.
85. La polémica del indigenismo, Lima, Mosca Azul editores, 1976, p. 75.
86. Valderrama, Ricardo y Escalante, Carmen, Op. cit.
87. A.D.C., Corte Superior de Justicia, leg. 82, 1920.
88. A . D . C . , Corte Superior de Justicia, leg. 84, 1920.
89. Basadre, Jorge. Perú: problema y posibilidad, Lima, 1980.
90. Delgado, Washinton. Historia de la literatura republicana, Lima Rikchay Perú, 1980, p. 118.
91. Seoane, Manuel. “Carta al grupo Resurgimiento” en Amauta, Lima, N° 9, mayo de 1927, p. 37.
92. Haya de la Torre, Víctor Raúl. “Carta de Haya de la Torre a La Sierra” en La Sierra, año II, N°
18, junio de 1928, p. 6.
93. Archivo Mariátegui. Haya de la Torre a Eudocio Ravines, Londres, 17 de octubre de 1926. Para
un mayor desarrollo de éstos cfr. Flores Galindo, Alberto. “Un viejo debate; el poder” en
Socialismo y Participación, Lima N- 20, 1983.
94. Haya de la Torre a Esteban Pavletich, Londres, 26 de abril de 1926.
95. Burga, Manuel y Flores Galindo, Alberto. Apogeo y crisis de la República Aristocrática, Lima,
Rikchay Perú, 1980, p. 201.
96. Chocano, Magdalena. “La palabra en la piedra: una lectura de Martín Adán” (texto
mecanografiado).
97. Arguedas, José María. Los ríos profundos, Buenos Aires, Losada, 1972, p. 12.
370
VOLUMEN II
3. Violencia y Conflictos
371
Carlos Jaramillo
INTRODUCCION
1 El presente trabajo tiene por objeto mirar al interior de algunos elementos
constitutivos de la organización guerrillera, con la cual el partido liberal enfrentó las
fuerzas gubernamentales durante el conflicto civil en que se vio envuelta la república
de Colombia durante el período que va de 1899 a 1902, y conocido históricamente como:
“LA GUERRA DE LOS MIL DIAS”.
2 El esfuerzo que éste implica, no es más que el inicio de uno mayor, con miras a elaborar
los componentes que permitan análisis estructurales de los conflictos internos que ha
venido padeciendo el país desde su misma independencia. Consciente de que al trabajo
presente escapan importantes elementos constitutivos de la guerra irregular,
considero, sin embargo, que los tomados como objeto de análisis conforman, en su
conjunto, una unidad coherente que bien puede ser presentada como un primer avance
de este proceso investigativo.
una guerra convencional; esto no fue posible realizarlo sino en sus inicios, y en muy
escasa medida ya avanzado el conflicto.
4 En los comienzos, el liberalismo centró todo su esfuerzo en el ejército formado en
Santander, hasta que fue derrotado en el combate de “Palonegro”; después de esto, la
guerra convencional quedó relegada a los esfuerzos que en este sentido hizo Uribe en la
costa y Cundinamarca, y en especial a los realizados por Benjamín Herrera en la Costa
Pacífica y Panamá.
5 La derrota de los ejércitos liberales, unida a la decisión gubernamental de no aceptar
sino la rendición incondicional de las fuerzas liberales, condujo a que este partido se
decidiera a apoyar la guerra de guerrillas, que fue la forma de lucha desarrollada en los
departamentos del Tolima, Cundinamarca, Santander, Boyacá y el Cauca, existiendo
también focos importantes de ellas en Magadalena, Bolívar y Panamá; con lo que queda
dicho que la guerra de guerrillas fue la forma fundamental asumida por el partido
liberal en la guerra civil, llamada de los MIL DIAS o de los TRES AÑOS, en Colombia.
ZONAS DE OPERACION
20 Si bien tenemos constancia del aparecimiento de grupos guerrilleros en casi todo el
territorio nacional, exceptuando la parte sur y oriental de los Llanos Orientales y la
selva amazónica, éstos tuvieron sus centros de mayor persistencia y actividad en los
departamentos del Tolima, Santander, Cundinamarca y Cauca, aunque también los
encontramos desarrollando alguna actividad importante en los departamentos de
Boyacá, Bolívar, Magdalena y Panamá. Pero de todos éstos lugares fue en el
departamento del Tolima6 y en las regiones de Sumapaz y El Salto, en Cundinamarca,
donde las guerrillas de los mil días escribieron unas de sus páginas más destacadas.
21 Dentro del territorio del Tolima la lucha guerrillera se centralizó a todo lo largo del
valle del Magadalena y en la parte central y sur de la zona cordillerana.
23 Estos son normalmente los grandes jefes de operaciones, hombres de prestancia dentro
del partido, ya sea por sus orígenes sociales, por sus recursos económicos o por su
importancia política o militar. Muchos de éstos, por fuerza de las circunstancias,
debieron hacerse jefes de guerrilla, aunque su designación inicial lo fuera para serlo de
ejércitos regulares. Tal es el caso de Cenón Figueredo, de Antonio Samper Uribe, de
Antonio Suárez Lacroix y de José J. Caicedo R. Otros llegaron a estos lugares de
comando adquiriendo prestigio a través de la lucha, imponiéndose a la jerarquía liberal,
la que, dadas las circunstancias, les otorga título y les reconoce mando; acción que en
muchos casos no era más que la convalidación de unos títulos adquiridos en los campos
de batalla y ya reconocidos por los combatientes. Ejemplo de esta última modalidad es
el del General de División Ramón Marín Toro, quien llega a ser comandante de las
fuerzas del Tolima cuando Aristóbulo Ibañéz deja este departamento.
24 Fue este un tipo de jefatura muy común dentro del conflicto y fue la utilizada por
terratenientes y gamonales que, poseedores de bienes de fortuna y de un número
considerable de servidores, arrendatarios o terrazgueros, los organizaron y armaron,
auto-proclamándose ellos sus generales. Fue tan frecuente este tipo de jefatura que el
general Avelino Rosas, recién llegado de Cuba por Venezuela, y yá en tierras del Tolima,
decidió reorganizar las escasas fuerzas liberales, encontrándose para ello con tal
proliferación de oficiales, que su proporción era de uno a uno con la tropa, por lo que
éste optó por conformar dos batallones: uno compuesto por la soldadesca y otro por la
oficialidad. Como medida paliativa contra la reacción adversa de los oficiales dio a este
último batallón un rimbombante nombre; como era de esperarse, los autodenominados
375
25 Es el clásico jefe de guerrillas. Está conformado este tipo por dos modalidades que
podemos sintetizar así: una primera, compuesta ya sea por hombres de carisma o por
antiguos combatientes de conflictos civiles a los que, apenas declarada la guerra, sus
copartidarios de la región proclaman como jefes constituyéndose ellos en sus
seguidores; y una segunda conformada por aquellos combatientes que ingresan a la
guerra como simples soldados o con grados inferiores en la milicia y que, actuando con
valor inusual, se ganan el respeto de las gentes y se hacen jefes de guerrilla. Como
ejemplos de la primera modalidad podemos citar a Ramón Marín, a Tulio Varón y a
Aristóbulo Ibáñez; como ejemplos de la segunda encontramos a Ramón Chávez, a
Sandalio Delgado y a Nicolás Cantor.
26 El grupo de los jefes por aclamación estaba constituido generalmente por
arrendatarios, trabajadores independientes, mayordomos y propietarios de tierras en
escasa extensión8, y, en menor medida, por simples campesinos y hombres de “pata al
suelo”. Todos ellos ligados a las arduas labores del campo o a la minería, y por tanto,
acostumbrados a los rigores del clima y conocedores expertos de la geografía y la
naturaleza de sus regiones. Hombres que Gonzalo París Lozano, en su libro Guerrilleros
del Tolima, describe así:
“Eran hombres de temple recio, acostumbrados a una vida dura, hechos a mirar la
escasez y el infortunio frente a frente. Había en ellos algo de innata gravedad
estoica, con ribetes de cierto buen humor que destellaba aun en las más apuradas
peripecias. Con el mismo ánimo entero en el que participaban en un baile
campesino y lograban la moza preferida, ponían su vida en aventura sin alardes ni
mohines.
… si no faltaba en ellos alguno que otro mozo bravío, pródigo de su vida y poco
cuidadoso de la ajena; si cuando el vértigo de la guerra los hacía parecer criados a
los pechos de la locura, llegaban en ocasiones a cometer crueldades, jamás podrían
motejarles de delincuentes habituales, ni tenerlos por viles ni desalmados”. (París,
1937:53)
27 Como se desprende de la descripción hecha por París Lozano, la vida ardua del
guerrillero exigía condiciones muy especiales en los hombres, ya que por su dureza sólo
era medianamente soportable por aquellos cuya vida transcurría en el campo, por esa
vida para la que los peones y arrendatarios, mayordomos y pequeños propietarios,
vaqueros y caporales, estaban mejor dispuestos que nadie. Fue de allí que surgieron los
más connotados jefes de guerrilla, tales como: Victoriano Lorenzo, Ramón Marín,
Cesareo Pulido, Tulio Varón, Ramón Chaves y Aristóbulo Ibáñez, para no citar sino unos
cuantos.
376
SUS COMPONENTES
a. La tropa guerrillera
de las ideas restauradoras, ideas que el médico le solicitó explicara, teniendo por
respuesta del moribundo, la de que éste nunca se había puesto a pensar en cuáles eran y
que de verdad no las conocía9.
34 En resumen, fue de los sectores más humildes y llanos de la sociedad, tanto del campo
como de la ciudad, de donde se nutrió el grueso de las fuerzas enfrentadas durante el
conflicto de los tres años.
35 Hacia la guerrilla salieron de la ciudad un sin número de artesanos, de desocupados y
de servidores sociales en los oficios y menesteres más humildes, así como también unos
pocos estudiantes, comerciantes y empleados de oficina. De los campos, que fueron
venero inagotable de luchadores guerrilleros, salieron los campesinos sin tierra; los
olvidados colonos y trabajadores independientes; los negros, que repartieron su
servicio entre los batallones del gobierno y las fuerzas irregulares del Cauca y Panamá,
el Alto Magdalena y las regiones de la Costa Atlántica; y en fin, los desposeídos
indígenas del sur del Tolima, del Cauca y de Panamá.
36 Joaquín Tamayo caracteriza así a este combatiente de las guerrillas:
“El guerrillero fue la representación viva del sentimiento individualista y atrevido
del Colombiano, hijo de la tierra adquirió esa destreza peculiar del campesino para
solucionar peripecias y contratiempos, que no es maliciosa picardía sino
conocimiento de los recursos de la naturaleza. Desconfiado por necesidad, hablador
de sus hazañas, guapo y enamorado sempiterno, inculto por lo alto, dejó en la
mente popular fama legendaria, que confundida en el escenario de sus andanzas de
boca en boca enredada en reminiscencias mentirosas o verídicas, pero siempre
acogidas con agrado.
El arrojo del guerrillero, distintivo de su carácter díscolo, lo empujó a la contienda
al igual que a una fiesta azarosa, y en la innegable maestría que demostró para
andar y desandar caminos, sufrir penalidades y acometer al enemigo, se sobrepuso
a si mismo con alardes de hombría, que no ocultaron su crueldad. Sujetos de índole
apacible en la paz de los campos no lograron ni intentaron sofrenar impulsos de
machos, al escuchar los disparos y cruzar por sus ojos el resplandor de los machetes
; voluntariosos y agresivos salieron del rancho sin mirar a la compañera de su
pasado … cabalgaron sobre el jamelgo que era su tesoro y razón de vivir, y a galope
tendido, con sus trapos prestados, la divisa roja prendida en la corrosca mugrosa y
el machete afilado como navaja de barba, incendiaron el llano y arrasaron los
montes. Hechos a correr jornadas de muchas leguas por en medio de barbechos y
pajonales, sin recurso a la sed y el cansancio, caminadores por senderos y trochas
empinadas sin abrigo contra la lluvia, el hambre, el sol, seducidos por el toque
destemplado de las cornetas alistándose en pos de los caudillos, con el ánimo de
gritar, herir, beber de jolgorio en jolgorio, de pelea en pelea, burlando a las
hembras con desenfado, en persecución de los hombres con entusiasmo viril, no
exento de alarde aventurero.
En el horizonte natural que forman los llanos de Amabalema y la región quebrada
de Cundinamarca, el guerrillero campesino o peón de vaquería acostumbrado a
soportar sin queja las fatigas y sobresaltos de una existencia infeliz, buscó ocasión
propicia para lucir sus habilidades de jinete, su fortaleza, y sobre ella su rebeldía a
toda ley, que no fuera hechura de su capricho y demostración de poder.” (Tamayo,
1957:135).
37 Como era de esperarse, el estallido de la guerra condujo a los campamentos,
arrastrando indistintamente tras las banderas de la restauración o de la legitimidad, a
las clases sociales y a los grupos étnicos sobre cuya explotación se había realizado el
escaso desarrollo nacional. Fue así como los negros de Panamá, del bajo Magadalena y
de las costas de los departamentos de Bolívar y el Cauca, prestaron prontamente su
378
concurso para engrosar las fuerzas gubernamentales con temibles batallones, como
aquellos de macheteros provenientes del Cauca, o las de la guerrilla, que en manos de
sufridos capataces, o peones de hacienda, no pocas veces asumieron el carácter de una
lucha de clases, donde los explotados, tomando la justicia de su mano, la aplicaron con
sevicia a sus antiguos patronos.
b. Los indígenas
38 Los indígenas conformaron otro gran núcleo cultural y étnico conque de manera
significativa se nutrieron las fuerzas contendientes, especialmente en la forma de
guerrillas, hacia la que por tradición estaban dispuestos y de la que manejaban con
maestría sus tácticas.
39 La participación indígena podemos ordenarla de la manera siguiente:
• Como unidades combativas, formando sus propias guerrillas; con la característica de que
éstas actuaron como grupos de auto-defensa, ya que operaron exclusivamente en sus áreas
culturales y económicas10.
• Como unidades de apoyo, facilitando sustento logístico y colaborando como informadores y
mensajeros.
40 Este papel fue desempeñado por indígenas que de manera individual se ligaron a las
fuerzas contendientes, presentando, como una de sus características homogenizadoras,
la de hallarse profundamente desarraigados de su pueblo.
41 Las fuerzas liberales fueron las que en una proporción mayor captaron las simpatías de
los indígenas, las más de las veces a cambio de promesas sobre modificaciones en las
cargas impositivas, en el reconocimiento de tierras usurpadas a sus resguardos o en la
restitución de poderes y dignidades perdidas; fue así cómo estas fuerzas lograron la
colaboración de los indígenas de Coyaima, Natagaina, Chaparral, Ortega, Aipe y
Organos, quienes dieron a los liberales apoyo logístico. Algunas agrupaciones indígenas
de las mismas regiones hicieron lo propio con los conservadores. Su participación se
limitó a la de establecer una eficiente red de espionaje en la que colaboraban todos los
miembros de la comunidad, sin distingo alguno de edad o sexo.
42 Los indígenas del Cauca, especialmente los de la región de Tierradentro y la zona
andina, fueron más beligerantes y formaron combativas fuerzas guerrilleras que
operaron mayoritariamente al lado de las banderas liberales, dentro de ellas se
destacaron personas tales como: Narciso Valencia, Manuel María Camacho
“camachito”, Salvador Hoyos, Ismael Erazo, Lázaro Angulo, Ismael Ayerve, Manuel José
Chicanganá.
43 La fuerza de indígenas más considerable lograda por los liberales en el Cauca fue la que
operó al mando del general Leonidas Ayerve, que sumó unos 500 hombres.
44 El concurso de los indígenas al lado de los conservadores tuvo sus más destacados
exponentes en el capitán Chango, en el comandante Mateo Acué, en el comandante
Manuel Mañozca y en el general Francisco Gueinás.
379
c. Las mujeres
todas aquellas encontradas en las zonas de las haciendas de “Colombia”, “El Paraíso”,
“El Verdal”, y el llano de “El Limonar” (París, 1982:86).
52 Como suministradoras de productos alimenticios y de materiales bélicos y de sanidad.
La consecución de la sal, elemento fundamental para la conservación de carnes, para la
preparación de caldos, para la lucha contra la deshidratación y para fines medicinales y
terapeúticos, pudieramos decir que fue una labor desarrollada básicamente por las
mujeres. En cuanto hace al suministro de armas y bestias algunas pudientes matronas y
prósperas hacendadas, sacrificaron gran parte de sus fortunas en hacerlo. En esta
actividad ganó puesto de honor la rica señora Adriana Camargo de Albarracín, quien no
sólo puso a uno de sus hijos al servicio de la revolución, sino que desarrolló una
fructífera actividad comprando armas y municiones a los desafectos del gobierno.
53 Ejemplo de este esfuerzo desarrollado por las mujeres, para contribuir en el acopio de
material bélico o en la fabricación del mismo, es el realizado por las damas liberales de
Neiva, quienes impusieron la moda de nitrar las carnes, como único medio para
conseguir, sin sospechas, el preciado químico que tanto requerían los liberales para
fabricar su pólvora. Este nitro, en manos de Florencio Duarte se convirtió, en las
montañas cercanas a Natagaima, en un remedo de pólvora, que si bien en la práctica no
sirvió para matar, sí fue útil para sostener la moral combativa de los guerrilleros,
quienes a pesar de la ineficacia de sus cartuchos, con ellos en la cintura, se sentían
armados y con capacidad ofensiva (Pérez, 1904:19-20). Haciendo llegar balas y pólvora a
los liberales fue que una mujer, llamada Estela, se ganó el honorífico remoquete de “La
Providencia Revolucionaria de Purificación” (Pérez, 1904:21).
54 Fue espectáculo frecuente durante el conflicto el de ver a madres e hijos, confundidos
en los lugares en donde se habían librado recientes combates, haciendo acopio de
vainillas para su posterior recalce. En el oficio de organizar las mujeres para recolectar
municiones se destacó en Ibagué Ascensión Guzmán, esposa de general Ramón Chaves,
quien no pocas veces recibió sus envíos acompañados de notas en las que su esposa le
decía: “Ahí le mando estas pildoritas para que se mejore”. (Chavez Rebeca: entrevista).
55 Otra actividad en que se destacaron las mujeres fue en la de la consecución y suministro
de drogas y materiales de sanidad, práctica en la que llegaron a hacer escasear en los
hogares las sabanas y la ropa blanca de algodón, cuando estas fueron deshilachadas
para convertirlas en gasa que salía inmediatamente para las zonas de combate. La
actividad de las mujeres no se limitó en el área sanitaria, a la consecución de drogas e
implementos afines, sino que les correspondió, así mismo, apelar a sus conocimientos
de botánica, de medicina popular, y a los secretos de la alquimia hogareña, con el fin, ya
de sanar heridos y enfermos o simplemente de mantener la esperanza de los
moribundos. La abundancia de las heridas con destrozo y de los cortes con arma blanca,
las obligó a hacerse maestras en el cuidado de cortadas, de infecciones, en el manejo de
los torniquetes y en la aplicación de emplastros de hojas de “Santamaría” para
contener las hemorragias. Con frecuencia las mujeres convertían sus ranchos en
lugares de convalecencia, en donde a su cuidado quedaban tanto los heridos de guerra
como los delirantes hombres atacados por el paludismo, la cuartana y la fiebre amarilla.
56 Estas mujeres, a más de acompañar al guerrillero en sus noches, eran quienes les
preparaban la comida, les lavaban la ropa, atendían sus necesidades cotidianas, curaban
sus heridas y les velaban en su agonía.
381
2. Como combatientes.
¡ayúdenme a vengar la muerte del capitán!, carguemos por aquí, y nos señalaba la
mancha de monte de donde nos acababa de desalojar el enemigo; a su voz, todos
esos soldados intrépidos, adueñados de la situación, cargaron con tal furor, que allí
no hubo poder humano, se obligó al enemigo a abandonar la mancha. Ese grupo de
valientes capitaneados por una heroína, se lanzaron a la pampa en persecución de
los soldados de la traición, los cuales se fueron replegando hasta que llegaron a la
otra mancha y allí se atrincheraron en la cerca de piedra; los soldados liberales en
la pampa y los esbirros atrincherados, nuestra heroína hacia fuego al enemigo, ya
con el revólver, ya con la carabina, y nos gritaba a todo pecho : ¡Muchachos, sobre
la trinchera! Todos a una vez, y como un solo hombre, volamos sobre las trincheras
y allí fue la lucha cuerpo a cuerpo… Nuestra heroína animaba a los combatientes,
hasta que los esbirros del gobierno no estuvieron fuera de la mancha. Como ya era
aventurado salir de ella en persecución del enemigo… entonces con tono militar
nuestra heroína gritó: Muchachos, ya está vengada la sangre del capitán, fuego en
retirada, hacia Campoalegre. Nuestra heroína se quedó en Campoalegre, y por
informaciones que allí recibimos, supimos que era de nombre Elisa y natural de
aquel lugar.” (Chaparro, 1936:19).
62 También dentro del campo militar algunas mujeres fueron objeto de encargos o
misiones especiales, como aquella, cuyo nombre hoy ya nadie conserva, que fue enviada
por el gobierno a fin de que con sus encantos sedujera el ardiente corazón de Ramón
Marín, y posteriormente lo matara; la misión de esta moderna “Judith” fracasó cuando
Marín, enterado de sus propósitos, la tomó prisionera para luego hacerla fusilar en la
ciudad de Ambalema.
63 El carácter de clase fue muy notorio en lo que a la participación de las mujeres se
refiere. Sin excepción todas las combatientes y las compañeras de los guerrilleros
fueron mujeres campesinas o pueblerinas de baja extracción social, y casi ninguno de
ellos fue acompañado en sus operaciones por su esposa legítima o por aquella con quien
vivía en los tiempos de paz, para ellas quedó la responsabilidad de los hogares
abandonados. Las mujeres humildes fueron las que pusieron carne y sangre en el
conflicto; para las señoras de alcurnia, ubicadas en las poblaciones, quedó la militancia
como elementos de apoyo en la consecución de drogas, en algunos casos de armas e
informaciones, así como los medios para transmitirlas a los combatientes.
d. Los niños
64 En casi todos los conflictos civiles de nuestra historia los niños y los jóvenes se han
visto envueltos por los acontecimientos que, como un torbellino, los arrastra
conduciéndolos a la lucha. En este aspecto la guerra de los mil días no fue una
excepción.
65 Llevados por el deseo de servir a su partido —o mejor dicho, el de sus mayores— casi
todo un curso escolar de niños se escapa de sus hogares y marcha a pie desde Bogotá
hasta Honda, para unirse a las fuerzas liberales en la guerra de 1895; de igual manera, al
declararse el conflicto, el fenómeno se repite y a los campamentos afluyen infinidad de
infantes. La participación de éstos se incrementó por los mismos estragos de la guerra,
empujándolos al conflicto sea por deseos de venganza, sea por ardentía juvenil, o por la
obsesión de estar cerca de sus ídolos o por la proliferación de huérfanos y abandonados.
66 La participación de los niños en las actividades bélicas fue práctica igualmente
socorrida por liberales y conservadores. Una prueba gráfica de ello fue la fotografía
publicada en Europa por un periódico francés en la que aparecen dos niños
383
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NOTAS
1. Notables pacifistas liberales eran los doctores: Aquileo Parra, Salvador Camacho, Nicolás
Esguerra, Colunge y Camargo.
2. Notables guerreristas liberales eran: Rafael Uribe Uribe, Ramón Neira, Justo L. Durán, Pablo E.
Villar, Cenón Figueredo y Eduardo Padilla.
3. “E1 16 de octubre de 1899 llegó de Bogotá, al Guamo, el doctor Deogracias Medina, con el
encargo de manifestar a los liberales que en Santander se preparaba para el 18 un levantamiento
armado que el liberalismo no debía secundar y que el directorio había mandado agentes para
impedirlo, &c.&c, y que aún cuando se estaba en vísperas de una revolución general era preciso
abstenerse de todo levantamiento mientras no diera la orden el señor doctor Parra. Estas
instrucciones fueron transmitidas a todos los pueblos del centro”. (Pérez, 1904:XVI). “El
miércoles 24 recibió el doctor Iriarte el famoso telegrama de Directorio Liberal y se retiró
inmediatamente de su actitud bélica.” (Vesga y Avila, 1914:185).
4. Aunque se hicieron muchos intentos en este sentido por parte especialmente de Vargas, Soto,
Herrera y Uribe, muy pocos llegaron a tener el carácter de tales, tal vez el más afortunado y
persistence fue el conformado por Benjamín Herrera. El resto, los llamados “Ejércitos” con que
contó el liberalismo, no pasaron de ser agrupaciones, algunas veces numerosas, de fuerzas
guerrilleras.
5. Dentro de este panorama fueron famosas las persecuciones entre las tropas liberales para
quitarse sus hombres, tal fue el caso, por ejemplo, de las protagonizadas por las guerrillas de
Benito Ulloa y de Cesareo Pulido. (Pérez, 104:207). La desobediencia tampoco fue escasa entre los
jefes guerrilleros, destacándose entre ellos Ramón Marín, a quien entre los varios hechos que se
le imputan podemos citar: a) Su incumplimiento a órdenes impartidas ayudaron grandemente a
la derrota de Soacha (2.11.1902). b) Por no seguir las instrucciones de Ibáñez, pierde Marín en
Piedras el valioso botín de guerra conseguido en Honda, c) El 26 de noviembre de 1900, Marín se
une a Pulido para efectuar un desautorizado ataque a Girardot, que no sólo conduce a su derrota,
sino que impide la realización de un plan para tomar al cuantioso armamento que el gobierno
transportaba de Honda a Bogotá. Finalmente bástenos citar el ejemplo de José Joaquín Caicedo,
consentido de Ibáñez, a quien después del magnífico triunfo de Sibaté, éste le encarga copar los
pasos de “El Rucio”, el “Boquerón de Aguas Claras” y el “Paso de Fusagasugá”, orden que éste no
cumplió y cuya falta condujo al desastre de “Tibacuy”.
6. Es de advertir que, para la época de que nos ocupamos, el departamento del Tolima
comprendía también los territorios que hoy constituyen el departamento del Huila.
7. Sobre la aplicación de esta fórmula encontramos la siguiente anécdota: “Recuerdo que al
organizar Herrera nuestros cuadros en Burica, había en el grupo de invasores tantos oficiales que
ello dio lugar a picante ocurrencia del célebre antioqueño La Puerta.
Preguntábale Herrera a cada uno de los del grupo: ¿Ha militado usted, que grado tiene? y cada
uno iba contestando según el caso:
– ¿Yo? … ¡Yo soy coronel … !
– ¿Yo? … ¡Yo soy mayor … !
– ¿Yo? … ¡Yo soy teniente coronel … !
Ninguno resultaba ser alférez, ni teniente, pero ni siquiera capitán, y al llegar a nuestro
antioqueño: Y usted, ¿qué es usted? preguntó Herrera y con la mayor seriedad contestó:
– ¿Yo? … ¡Yo soy mariscal … !" (Porras, 1922:154)
8. O sea, después de los patronos y de los grandes propietarios, los hombres de mayor nivel
dentro de la escala social de la ruralía Colombiana.
9. Dentro del campo conservador es más frecuente encontrar expresas las razones de la lucha,
aun entre los guerrilleros y soldados rasos, quienes fueron movidos por argumentos tales como
387
los de que la lucha era necesaria para combatir el ateísmo, la masonería, el librepensamiento, y
en fin, que la guerra era una cruzada en defensa de la sociedad cristiana y de su fé.
10. Comportamiento similar asumió la población negra de la costa norte del país, a la que era
imposible hacer salir a combatir fuera de sus áreas socio-culturales. Quienes más se quejan de
esta actitud son los generales Uribe Uribe y Víctor M. Salazar.
RESÚMENES
Con miras a efectuar un análisis estructural del último conflicto del siglo XIX en Colombia —
llamado de los Mil Días—, se presentan algunos elementos centrados en torno a la organización
guerrillera con que el partido liberal enfrentó a las fuerzas regulares del gobierno, como única
alternativa bélica después de la derrota de “Palonegro” en la que sucumbieron sus propias
fuerzas regulares.
Después de dar algunas explicaciones sobre las necesidades militares que condujeron a la
formación de grupos guerrilleros, en especial por parte del liberalismo y aunque la lucha se
extendía a todo lo largo del país, se destacan las regiones donde las guerrillas se conviertieron en
la fuerza fundamental de la restauración.
Luego se presenta un álisis de la estructura de dirección de las fuerzas guerrilleras, haciendo un
intento de tipologización de los jefes. Se hace también un análisis de las gentes que conformaron
los cuerpos de guerrilla, con especial atención a los hombres humildes procedentes del campo
principalmente, que ni siquiera sabían por quien entregaban sus vidas. Así mismo se estudia el
papel jugado por los indígenas que fueron arrastrados al torbellino de la guerra, especialmente
los del Cauca, del Tolima y Panamá. Finalmente se trata del papel desempeñado por las mujeres,
tradicionalmente olvidadas por la historiografía bélica nacional, y los niños.
La temática estudiada permite una comprensión cabal de lo que fue el núcleo guerrillero.
Dans le but de réaliser une analyse structurelle du dernier conflit du XIXème siècle en Colombie —
dit des mille jours—, nous présentons quelques éléments ordonnés autour de l'organisation de
guerilla sur laquelle comptait le parti libéral pour affronter les forces régulières
gouvernementales et qui constituait son unique possibilité militaire aprés la disparition de ses
propres forces régulières lors de la défaite de “Palonegro”.
Aprés quelques explications sur les facteurs militaires qui amenèrent à la formation de groupes
de guerilla, particulièrement du côté libéral, et bien que la lutte s'étendît à tout le pays, nous
soulignerons les régions où les guerillas se transformèrent en la principale force restauratrice.
Nous présentons ensuite une analyse de la structure dirigeante des forces de guerilla et tentons
une typologie des chefs. Il est fait également une étude des individus qui formaient les corps de
guerillas, et tout spécialement des humbles qui provenaient principalement de la campagne et
ignoraient pour qui ils donnaient leur vie. De la même façon, nous étudions le rôle joué par les
indigènes entraînés dans le tourbillon de la guerre, et plus particulièrement ceux du Cauca, du
Tolima et de Panama. Enfin, nous traitons le rôle joué par les femmes, traditionnellement
oubliées par l'historiographie militaire nationale, et les enfants.
Le thème étudié permet une compréhension exacte de ce que représenta le noyau de guerilla.
388
6 En 1927, ciento cuarenta y siete años después de los levantamientos protagonizados por
los Katari en Potosí, resurgieron en la misma zona (Chayanta) los seculares conflictos
sociales que, como en ningún país latinoamericano, caracterizan patéticamente el
pasado rural boliviano.
7 Iniciado en Ocurí el 25 de julio de 1927, el movimiento campesino de Chayanta sacudió
en proporciones hasta ahora desconocidas —quizá como ninguno de sus análogos que le
precedieron en el siglo XX— numerosas áreas rurales de los departamentos de Potosí,
Chuquisaca y La Paz2 , y aun Oruro y Cochabamba3.
8 El origen principal del estallido se encuentra en el problema de la tenencia de la tierra:
en la expansión territorial ejercida por los hacendados sobre las tierras de origen
comunario. Los servicios personales ejercidos contra colonos y comunarios por parte de
los hacendados y autoridades cantonales (corregidores), así como el reclamo por cobros
indebidos de contribución territorial fueron, junto con la demanda por el
establecimiento de escuelas rurales, las otras causas económicas y sociales de este
conflicto surgido luego de un persistente y pacífico reclamo por parte de colonos y
comunarios, cuyas demandas de amparo a sus títulos coloniales de ninguna manera
fueron desconocidas por las propias autoridades del gobierno de entonces 4.
9 Comunarios y comerciantes “Hameros”, además de colonos de haciendas descontentos
con el monopolio de la tierra y las expoliaciones en los servicios personales,
conformaron la alianza rebelde que buscó reivindicar sus derechos por la vía de los
hechos. A ellos se sumaron las voces de apoyo de intelectuales y agrupaciones obreras
de la capital de la república (Sucre), partidarias de llevar adelante en Bolivia un
sustancial cambio agrario y social5.
10 Patrones de haciendas, autoridades de pueblos, así como otros encubiertos personajes
partidarios de abolir el régimen comunal de las tierras de origen en beneficio de los
terratenientes, conformaron por su parte —junto con la ayuda del ejército— el grupo
que enfrentó la rebelión6.
11 Desde la zona montañosa de Chayanta (epicentro del levantamiento) hasta los confines
del departamento aledaño de Chuquisaca, masas de campesinos (cuyo número resulta
difícil establecer), armados de hondas y lazos, sembraron el pánico en las provincias
Chayanta, Cornelio Saavedra y Linares, de Potosí7, y Oropeza, Yamparaez, Zudañez, de
Chuquisaca8, puntos desde donde sus atemorizados vecinos “veían indios en todas
partes, confundiéndolos hasta con los arbustos situados en las cimas de los cerros” 9.
“El 2 de agosto, a las dos de la mañana —reveló un importante hacendado de
Pitantora (Potosí)—, fuimos sorprendidos por la avalancha salvaje, es decir dos días
antes del día fijado por ellos, quienes habían mandado sus emisarios para que los
esperaran con rancho. Mis colonos habían estado de acuerdo y enterados de todo.
390
24 Junto a los reclamos de Nina Quispe surgieron otras solicitudes de amparo de diversas
comunidades (solicitudes remitidas tanto al Congreso como al poder ejecutivo), las que
reclamaron por las frecuentes y casi siempre violentas invasiones de tierras 33. Estos
reclamos pacíficos no siempre fueron, sin embargo, correctamente interpretados por
las autoridades de gobierno. Para principios de diciembre de 1931, por ejemplo, algunos
dirigentes comunarios de La Paz y Oruro (Martín Choque, Feliciano Maraza y Santos
Marco Tola, entre otros) fueron apresados en Sucre por haber reclamado, ante el Fiscal
de Gobierno, por escuelas y fundamentalmente por “los avances constantes de los
patrones”. A estos comunarios se los acusó de estar “en convención con el lejano
Paraguay y de estar vinculados con agrupaciones comunistas” 34.
25 La guerra con el Paraguay no detuvo la expansión latifundista; por el contrario, el
fenómeno se generalizó aún más, pues la expropiación de tierras se produjo
principalmente con las tierras de los comunarios que fueron movilizados a la zona de
operaciones del Chaco. Esta extrema situación se sabe que motivó la protección teórica
de las tierras comunarias por parte de las mismas autoridades del gobierno de
entonces35.
26 La movilización impuesta a colonos y comunarios y el consecuente alejamiento de éstos
de sus fuentes de trabajo (fincas y tierras de comunidad, respectivamente) ocasionó, de
una parte, el resurgimiento del anhelo expansionista de los patrones de haciendas
particulares y, de otra, que los comunarios ejercieran, a su vez, acciones de hecho para
reivindicar sus tierras usurpadas36. Dentro de este contexto no fue tampoco raro que
incluso algunas comunidades realizaran despojos de tierras de los comunarios de otras
circunscripciones que se hallaban en el teatro de operaciones del Chaco 37.
27 Bajo el argumento consabido de que las comunidades estaban pobladas por seres
rústicos e incapaces de producir un mejor rendimiento agrícola de sus tierras
comunales, o porque en su calidad de indígenas mostraban una conducta adversa a los
intereses de la patria: “contra la sociedad y el gobierno, oponiéndose al cumplimiento
del servicio militar”38, la expansión latifundista se presentó durante los años de la
guerra, tanto en acciones de posesión violenta como a través de compras ilícitas de
terrenos de origen mediante las cuales los comunarios terminaban, casi siempre,
absorbidos como colonos39.
28 El reclamo más explícito que se formuló por parte de los comunarios, tuvo lugar el 20
de agosto de 193440, fecha posterior a los levantamientos que registraremos más
adelante. En aquella oportunidad, los comunarios de Jesús de Machaca, representados
por el indio José Manuel Ajacopa, reclamaron ante el Ministerio de Gobierno y Justicia
—a tiempo de pedir libertad por sus compañeros presos— por sus tierras de origen que
se hallaban “en codicia perpetua de los hacendados y latifundistas”. Ajacopa formuló en
el reclamo que con motivo de la guerra las comunidades habían quedado en su mayor
parte tan sólo con mujeres y niños y que, por este motivo, los hacendados acrecentaban
sus parcelas, “aprovechando que sus dueños y hombres, que harían respetar sus
derechos, se encuentran ausentes haciendo respetar la soberanía patria enseñando a
los detentadores a observar el derecho justo y legítimo a la heredad nacional”. Estre
otros argumentos Ajacopa añadió que los hacendados:
“… no perdiendo oportunidad para apoderarse de nuestras tierras, bajo cualquier
pretexto y expandir sus latifundios que con desgracia colindan con las nuestras,
nada significa para estos /… el retirar mojones para fijar los suyos donde les
conviene a sus ambiciones de expansionismo; son pues los dignos imitadores de los
393
paraguayos, que quieren aprovecharse de lo que no les pertenece, tan sólo prevalidos por la
fuerza, sin que les asista derecho ni razón alguna”41.
29 En el documento aludido de Jesús de Machaca —pieza documental de particular valor
para la comprensión de los fenómenos sociales derivados del problema de la tierra
durante la guerra—, los comunarios demandaron del gobierno “la libertad consagrada
en la Carta Política de la Nación, sobre la necesidad que ahora más que nunca,
respetando el dolor de miles de madres de familia que lloran la pérdida o ausencia de
sus hijos, sean los derechos de propiedad respetados como la herencia de padres e hijos,
en los momentos más críticos de la nación y sean pues las horas de calma y sosiego
cuando la nación descanse de la pesadilla de la guerra” 42.
30 Al impulso de las rebeliones de 1927 y de las demandas sociales que la siguieron hasta
1932, se sumó la crisis del conflicto internacional con el Paraguay, crisis que lejos de
detener la continuidad histórica de las tensiones sociales rurales, desató y acentuó aún
más las luchas campesinas, las mismas que hoy pueden ser explicadas desde la
perspectiva de una pluralidad de causas que simultáneamente obraron y reaccionaron
unas sobre otras.
31 A los problemas engendrados por la tenencia de la tierra se sumaron y combinaron
otros conflictos, derivados esta vez casi en su totalidad por las circunstancias que
impuso la guerra. Entre ellos mencionamos con particular interés, por ejemplo, las
actitudes contrapuestas que asumieron a raíz del reclutamiento militar campesino, el
Estado Mayor General, los hacendados y comunarios, sectores estos que protagonizaron
durante todo el curso de la guerra —con actitudes que tienen en verdad pocos
antecedentes en la historia de Bolivia— una sostenida pugna en torno al acaparamiento
del concurso campesino, al que cada uno de estos sectores creía tener derecho de
requerirlo en la zona de operaciones del Chaco o en las faenas agrícolas. Merecen
especial mención, asimismo, las exigencias desmedidas —sin duda más severas que en
épocas de paz— que se impusieron a los comunarios y colonos con motivo de la guerra,
exigencias que lejos de favorecer a la conducción del ejército, contribuyeron más bien a
aumentar el malestar social que se tradujo en la proliferación intermitente de
disturbios agrarios en momentos en que una contienda internacional absorbía casi la
totalidad de los esfuerzos del gobierno y del ejército de entonces. Las prácticas forzadas
e indiscriminadas del reclutamiento militar campesino, el recargo a los impuestos de
contribución territorial, los trabajos forzados en obras camineras (prestación vial), las
devastadoras contribuciones y requisiciones, las desenfrenadas exacciones y cargas
opresivas practicadas por las autoridades locales, así como la experiencia dramática de
los comunarios y colonos en la zona de operaciones del Chaco fueron, entre otros, los
factores que en este estudio destacamos para el respectivo análisis causal de los
levantamientos agrarios que estallaron durante la guerra con el Paraguay.
33 La expansión más patética del azote interno que enfrentó Bolivia durante el período de
la guerra fue el levantamiento campesino acaecido dentro de un considerable ámbito
geográfico andino, el mismo que revela el estado de exasperación y malestar
generalizado al que habían llegado las poblaciones campesinas por efecto de los
factores que hemos mencionado. El gobierno del Presidente Salamanca que junto a
otras fuerzas del ejército había logrado rechazar con relativa facilidad el peligro de las
incipientes agrupaciones políticas de izquierda (las mismas que durante el conflicto con
el Paraguay salieron al exilio o fueron dispersadas en el interior de Bolivia), debió
enfrentarse inesperadamente al peligro campesino. El poder civil y militar de entonces,
turbado como estaba por los acontecimientos bélicos internacionales, acusó a los
rebeldes sin mayores averiguaciones —tal como ocurriera con los alzamientos de 1927—
de ser instrumento de las agrupaciones “comunistas” y de estar en combinaciones con
los campesinos paraguayos para llevar a cabo un gran complot sedicioso. En una
segunda versión se acusó al Paraguay de alentar y encubrir estos conflictos. Entre otras
versiones se sostuvo incluso que los sublevados estaban encauzados contra “los
blancos” y aun contra el propio Presidente de la República 43.
34 Esta suerte de guerra interna que se desarrolló en Bolivia en uno de los momentos más
dramáticos de su historia, significó un desafío por demás insólito para un país
debilitado por sus propios conflictos internos, y para el gobierno y el ejército de
entonces los cuales —en medio de sus desavenencias internas— debieron duplicar
esfuerzos para atender simultáneamente dos frentes de lucha: el externo, con el
Paraguay, en la línea de fuego, y el interno, con los sectores campesinos que
protagonizaron hechos violentos en las áreas rurales de La Paz, Chuquisaca, Potosí,
Oruro…
35 ¿Quiénes fueron los inspiradores y protagonistas de estas revueltas campesinas?
36 La organización “Sociedad República del Kollasuyo” liderada por el comunario de
Taraco, Eduardo L. Nina Quispe es, sin duda, la agrupación que más sospechas despierta
a este respecto44. Este movimiento comunario fue, según se deduce de los documentos
consultados, el que terminó por excitar y arrastrar en su lucha a los colonos de
haciendas. Estos dos sectores, aliados nuevamente por causas comunes, conformaron
una fuerza autónoma, cuyos planteamientos reformistas (y pre-políticos como sus
precedentes) no derivaron en manejos políticos urbanos de ninguna naturaleza.
395
55 Sin embargo de la debilidad que demostró la fuerza pública boliviana para reprimir y
detener estas perturbaciones el resultado fue, en todo caso, desfavorable para los
rebeldes indígenas, quienes sufrieron, con la misma violencia que habían administrado,
la imposición de las fuerzas del gobierno las cuales quedarían poco tiempo después, a su
vez, derrotadas por las fuerzas militares paraguayas.
CONCLUSIONES
56 La más evidente de las conclusiones que podemos adelantar, está en estrecha relación
con las consecuencias que ocasionaron los conflictos sociales que en este artículo
hemos presentado de una manera sucinta. Las convulsiones sociales protagonizadas
particularmente por los sectores campesinos bolivianos durante los años de la guerra y
que se presentaron como una consecuencia de las sucesivas políticas estatales de
discriminación de las sociedades rurales secularmente marginadas, tuvieron una
significativa gravitación en el desenlace de la guerra y contribuyeron, sin duda, a
debilitar las energías de un Estado consumido por no pocas tensiones sociales y
políticas y las acciones de un ejército que arrastró penosamente hasta los alejados
arenales del Chaco la carga de las contradicciones internas de una sociedad
heterogénea azotada, por si fuera poco, por la Gran Depresión Económica. La ausencia
de una unidad nacional y de un esfuerzo común para la defensa del Chaco significaron,
así, una importante ventaja para el vecino país paraguayo.
57 A simple vista pudiera parecer que estas protestas sociales —acentuadas a fines de 1933,
luego de uno de los mayores desastres sufridos por el ejército boliviano en los fortines
de Alihuatá y Campo Vía— fueron inspiradas y encauzadas por las organizaciones
políticas opositoras del gobierno de Salamanca, principalmente por la línea de
Saavedra, y, aún más, por los cuadros radicales de la izquierda de entonces que, aunque
incipientes, extendieron desde el exilio una insistente propaganda antibélica sobre las
ciudades, el campo y la propia línea de fuego. ¿Hasta qué punto fueron, sin embargo, los
habitantes del campo receptivos y abiertos a las influencias políticas urbanas? ¿Hasta
qué punto tuvieron, asimismo, éstas la suficiente ascendencia social para provocar los
estallidos agrarios? De momento todo parece indicar que tanto los comunarios como los
colonos tenían suficientes motivos para imprimir personalidad autónoma a sus
movimientos.
58 Significó la guerra del Chaco verdaderamente un hito a partir del cual se gestaron
cambios sustanciales para la sociedad boliviana? Respecto a la cuestión agraria parece
razonable concluir que sus raíces inmediatas —más allá de estar ubicadas dentro de
cualquier patrimonio ideológico urbano— fueron planteadas implícita y explícitamente
por las propias acciones campesinas en la Bolivia de la pre-guerra. Existen suficientes
argumentos para afirmar, por consiguiente, que la guerra aceleró los procesos agrarios
generados en períodos anteriores al conflicto internacional del Chaco.
59 La importancia que este factor socio-rural tuvo en la conducción, desarrollo y desenlace
de la guerra —tema más relevante sin duda, que el de la discusión tradicional que busca
encontrar culpables individuales de la pérdida de la guerra o que busca explicarla
considerando los factores meramente externos— permite, a su vez, establecer un
equilibrio con los análisis solventes que hasta ahora se han realizado en Bolivia desde la
perspectiva militar-logística, diplomática y política. No para subestimar estos análisis,
sino para ubicarlos en su justa dimensión es que reiteramos aquí la necesidad de
400
atención que también merecen, junto con aquellos, los aspectos socio-rurales, que en
Bolivia adquieren aún mayor sentido dada la importancia cuantitativa de sus
poblaciones rurales, con las cuales se nutrió sustancialmente el ejército boliviano en el
Chaco para no pocas de las imperiosas necesidades de la retaguardia y de la línea de
fuego.
60 Para un balance global del fenómeno de la guerra queda en pie, por consiguiente, el
desafío de realizar en adelante estudios que llenen estos y otros vacíos. □
NOTAS
1. Las mejores obras dentro de este género son: la del boliviano Roberto Querejazu C.:
Masamaclay. Historia política, diplomática y militar de la Guerra del Chaco. Ed. Los Amigos del Libro,
3ra. Ed. La Paz, 1975, y la del norteamericano David H. Zook. La conducción de la Guerra del Chaco.
Biblioteca Oficial, Buenos Aires, 1962.
2. El movimiento campesino de La Paz estalló también en 1927 en el cantón Italaque de la
provincia Camacho. La prefectura de este departamento evidenció que este levantamiento se
originó por despojos de tierras y ganados cometidos por los propietarios de tierras particulares
contra los comunarios de Vilasi, Tijani y Pacaures (en Tintinani-Pampa). Cornelio Tejada, el
comisionado de la prefectura encargado de averiguar estos hechos informó que cuando llegó a
Italaque (provincia Camacho), “se agolparon los indios a su alrededor y señalando a Sócrates Rea
/hacendado/, manifestaron que les arrebataba frecuentemente su ganado, quitando sus tierras,
mandando cosechar lo que no había sembrado y les amenazaba con juicios criminales, para
amedrentarlos”, y que para ello organizaba grupos de choque con sus propios colonos. Sócrates
Rea fue sindicado por la prefectura de La Paz como un hacendado que “desde ahora muchos años,
viene apropiándose sin título auténtico alguno que demuestre su derecho de propiedad, muchas
sayañas pertenecientes a indígenas comunarios u originarios del referido cantón, mediante actos
de fuerza, como invasión, asalto, destrucción de casas y robo de ganado, en complot con sus
colonos de Chaj-chachi y Chaulluna incorporando como parte integrante a sus propiedades”
(Véase Informe del Comisionado de la Prefectura de La Paz, Sr. Cornelio Tejada, al Prefecto de La
Paz. La Paz, 7 de diciembre de 1927. Memoria del Ministerio de Gobierno y Justicia (1927-1928). Lit. e
Imp. “Unidas”, La Paz, 1929, p. 317 a 319.
3. Según los hacendados de Chuquisaca afectados por la rebelión de 1927 existía en el
departamento de Oruro una “visible agitación y temores de estallar una próxima sublevación
dentro del elemento indígena” (Véase La Defensa. Sucre, 6 de setiembre de 1927, p. 4). La versión
de que el movimiento campesino amenazaba extenderse también por Cochabamba la difundió el
diario El Tiempo de la ciudad de Sucre (Véase El Tiempo. Sucre, 13 de setiembre de 1927, p. 5).
401
11. Telegrama del corregidor accidental de Ravelo, al prefecto de Chuquisaca. Ravelo, 5 de agosto
de 1927. CBDH-USFX; La Defensa, Sucre, 22 de setiembre de 1927, año 1, N° 6.
12. Ostria Reyes, Eulogio. Informe Prefectural del Departamento de Chuquisaca (Informe del Jefe de
Policía de Seguridad), Gestión 1928. Imp. “Bolivar”, Sucre, 1928, p. 7.
13. Id. ibid, p. 16.
14. Id. ibid, p. 17.
15. El País, Sucre, 23 de octubre de 1927, p. 3.
16. La Defensa, Sucre, 2 de setiembre de 1927, p. 3.
17. La Defensa, Sucre, 6 de setiembre de 1927, p. 2.
18. Informe del general Raimundo Gonzalez Flor, Comandante de la Primera División del Ejército,
al Excelentísimo Señor Presidente de la República, Dr. Hernando Siles. Oruro, 27 de setiembre de
1929. Memoria del Ministerio de Gobierno y Justicia, op. cit., pp. 287-288.
19. Informe del teniente coronel Julio Díaz Arguedas, Jefe del Primer Batallón del Regimiento
Sucre, 2do. de Infantería. Memoria del Ministerio de Gobierno y Justicia, op. cit., pp. 296-299.
20. Id. ibid, p. 287, y La Defensa. Sucre, 6 de setiembre de 1927, p. 4.
21. Memoria del Ministerio de Gobierno y Justicia, op. cit., p. 288.
22. Id. Ibid, p. 288.
23. El País, Sucre, 28 de agosto de 1927, p. 4.
24. El País, Sucre, 25 de noviembre de 1927, p. 3.
25. Los militares Raimundo González Flor, Julio Díaz Arguedas y Ministros de Estado y los medios
de información, como La Defensa, calificaron de “comunista” a este movimiento. Los campesinos
sublevados de Potosí —según González Flor— conservaban en sus domicilios el periódico
subversivo llamado Bandera Roja de La Paz (El País, Sucre, 4 de setiembre de 1927, p. 4). Similares
declaraciones formuló el militar Julio Díaz Arguedas (El Tiempo. Sucre, 30 de agosto de 1927, p. 4).
Véase también La Defensa. Sucre, 6 de setiembre de 1927, p. 2, y El Tiempo. Sucre, 4 de agosto de
1927, p. 4.
Gustavo Navarro (Tristán Marof) fue acusado de estar implicado en el levantamiento de 1927. De
este dirigente político se dijo incluso que estuvo presente en la sublevación de Tomoyo (1927) de
Potosí (El Tiempo. Sucre, 10 de agosto de 1927, p. 5). Manuel Michel fue también sindicado como
otro de los cabecillas, entre otros (acusados de estar en la línea de Tristán Marof). Véase: Causa
criminal contra los sublevados de 1927, 2do. Cuerpo. Archivo de la Corte Superior de Justicia del
Distrito de Chuquisaca. Sucre, 1927; y El Tiempo. Sucre, 4 de agosto de 1927, N° 64.
Del cabecilla Manuel Michel se dijo que había asistido al Congreso de Oruro de 1927 donde, a la
cabeza de Marof, se reunieron obreros y campesinos para tratar sobre: 1) la nacionalización de
las minas, 2) el problema de la tierra, 3) escuelas rurales, 4) organización campesina (Véase:
Causa criminal contra los sublevados de 1927, doc. cit.)
26. La Defensa. Sucre, 2 de setiembre de 1927, p. 2.
27. Actuaciones de la Comisión de Investigación y Conciliación Boliviana-Paraguayo, 13 de marzo de 1929
a 13 de setiembre de 1929. Washington, 1929, p. 117.
28. Informe del Fiscal Octavio Corral, al Presidente Dr. Hernando Siles, 11 de setiembre de 1927,
pp. 308-309. Memoria del Ministerio de Gobierno y Justicia, op. cit. p. 308-309.
29. Memoria del Ministerio de Gobierno y Justicia, op. cit., p. 328 y Causa criminal contra los
sublevados de 1927, doc. cit.
30. Entre 1927 y 1932 hubo en el área rural boliviana un roce violento entre propietarios de
tierras particulares y comunarios. En setiembre de 1931, en el canto Patacamaya (comunidad
Iquiaca de Umala de la provincia Sicasica de La Paz) se produjeron hechos sangrientos entre
carabineros y comunarios por problemas de tierras. En marzo de ese mismo año, la fuerza policial
enviada a esta región desde La Paz, ordenó el fusilamiento de 3 indios rebeldes y la captura de
otros 50 más (véase Petición de Informe del H. Diputado Fernández, al Ministro de Gobierno. CXII.
Legislatura Extraordinaria. Diario de Debates. H. Cámara de Diputados. Tomo VI, febrero-marzo de
403
1932. La Paz, 1 de marzo de 1932, p. 274). Ese mismo año el prefecto de Oruro hizo conocer al
ejecutivo la urgencia de contar con un cuerpo de línea en Caracollo con el fin de “amenguar algo
el carácter levantisco de los indígenas de esa jurisdicción que con verdadera frecuencia cometen
atropellos” (Véase: Informe del Prefecto de Oruro, Dr. Francisco Fajardo (gestión 1931). Oruro, 1931,
p. 28. El sub-prefecto de Yamparaez (Chuquisaca) comunicó, asimismo, al prefecto de Chuquisaca
(mayo de 1932) que en Tarabuco existían elementos que “pretenden soliviantar comunidades
indígenas” y que éstos, para satisfacer sus propósitos subversivos habían incluso destacado
comisiones a otras zonas (Véase: Telegrama del Subprefecto de Tarabuco, Trigo Arce, al Prefecto
de Chuquisaca. Tarabuco, 26 de mayo de 1932. CBDH-USFX.). Para junio de 1932, el prefecto de
Chuquisaca hizo conocer también la existencia de propaganda que circulaba en Tinguipaña “para
insurrección entre /la/ indiada”, decía (véase: Telegrama del prefecto de Chuquisaca, al prefecto
de Potosí. Sucre, 9 de junio de 1932. CBDH-USFX.).
31. Nina Quispe, Eduardo L. De los títulos de composición de la Corona de España. Composición a título de
usufructo como se entiende la excensión revisitaria. Venta y composición de tierras de origen con la Corona
de España. Títulos de las comunidades de la República. Renovación de Bolivia. Años 1536, 1617, 1825 y 1925
(sin pie de imprenta ni año de publicación).
32. Nina Quispe, E.L. De los títulos de composición, op. cit.
33. Informe de la Comisión de Protección de Indígenas a solicitud de Mariano Acapari. CXVI.
Legislatura Extraordinaria. Diario de Debates. H. Cámara de Diputados. La Paz, 16 de marzo de 1932,
p. 496.
34. Este asunto motivó el reclamo y el recurso de habeas corpus que solicitaron al gobierno la
Federación Obrera de Trabajadores (FOT) y la Universidad de San Francisco Xavier de Sucre.
(Véase: Información del Ministerio de Gobierno, Carlos Calvo, a solicitud del Sr. Dr. Jaime
Mendoza. Legislatura Ordinaria, 1931. -71a. Sesión Extraordinaria del 29 de mayo de 1931.
Redactor del H. Senado Nacional. Imprenta Artística “Ayacucho”. La Paz, 1931, pp. 901 a 911. Véase
también: Carta (copia) de varios caciques y alcaldes de Chuquisaca, al Presidente de la República,
Dr. Daniel Salamanca. Firman Agustín Saavedra, cacique General del Departamento de
Chuquisaca (esta carta fue enviada por el Presidente Salamanca al prefecto de Chuquisaca, el 13
de febrero de 1932. CBDH-USFX).
Jaime Mendoza escribió, por su parte, lo siguiente sobre este respecto: “El indio sigue siendo hoy,
como antaño, la eterna víctima; con qué facilidad se le abren las puertas de las cárceles por faltas
mínimas, por hurtos ridículos, por meras sospechas, mientras los delincuentes de verdad, los
ladrones de levita, los genuinos perversos, ambulan libres por las calles y hasta ocupan las más
altas situaciones, llegando a ser conductores de la sociedad” (EH País “Los parias”. Sucre, 26 de
setiembre de 1931, p. 2). Véase también de Jaime Mendoza “Por los Indios” (manuscrito en
borrador, s/f. APJM, y El País “Comunista en libertad”. Sucre, 9 de marzo de 1932, p. 2.
35. E1 11 de octubre de 1932 el Ministro de Gobierno H. Hertzog ordenó a las prefecturas
departamentales la protección de tierras de los campesinos movilizados al Chaco (Telegrama de
Enrique Hertzog, Ministro de Gobierno, al Prefecto de Chuquisaca. La Paz, 11 de octubre de 1932.
CBDH-USFH).
Sin embargo de las órdenes impartidas a las autoridades cantonales (principalmente
corregidores) para que castigaran a los usurpadores de tierras (Circular-Telegrama del prefecto
de Chuquisaca, a los subprefectos de Chuquisaca. Sucre, 14 de octubre de 1932. CBDH-USFX),
Ninguna autoridad parecía empero capacitada para poner coto a este problema. Ante la debilidad
estatal, los comunarios apelaron incluso a la protección del escritor y senador, Dr. Jaime
Mendoza (Véase: Carta de C. Montellano al Dr. Jaime Mendoza, en representación de los
comunarios de Tolapalca, del cantón Pari-Oruro, 7 de abril de 1933-APJM. Sucre).
A pesar de estos infructuosos esfuerzos, Nina Quispe y otros representantes indígenas de La Paz
continuaron persistiendo en sus afanes legales para frenar las incursiones y hurtos de tierras; por
ello, constituyeron en Calamarca - La Paz (16 de diciembre de 1933) una “Sociedad Filial del
404
Centro Educativo Kollasuyo”, o “Sociedad República del Kollasuyo”, nombre con el que también
figuró esta organización en los documentos de la época (Véase Acta en la ciudad de Calamarca, de
16 de diciembre de 1933, con el objeto de constituir una Sociedad Filial al “Centro Educativo
Kollasuyo”. Sebastian Cose. Calamarca (La Paz), 16 de diciembre de 1933), ALP-UMSA (P).
36. Una explicación de estas acciones se encuentra en los constantes levantamientos campesinos
sucedidos en territorio boliviano durante la guerra del Chaco, tema que estudiamos en esta
investigación.
37. Dentro del conflicto por la tierra no puede obviarse el roce constante y violento existente
entre los comunarios, tanto en vísperas de la guerra como durante el curso de eela. En estos casos
se advierte también la movilización y represión de la fuerza pública para frenar estos conflictos
originados casi siempre por confusas demarcaciones de tierras (Véase: Informe del prefecto del
departamento de Oruro, Adolfo Navarro (Gestión administrativa 1927-1928). Imprenta “Eléctrica”,
Oruro, 1928, p. 9. Véase también: Informe del prefecto del departamento de Oruro, general Raimundo
González Flor (Gestión administrativa 1928-1929). Imprenta “Eléctrica”, Oruro, 1929, p. 14. Véase
también: Informe del prefecto del departamento de Oruro, Dr. Francisco Fajardo (Gestión 1931). Oruro,
1931, p. 28. Véase también: Informe N° 80 de la Comisión de Protección de Indígenas a solicitud
de Mariano Acapari. CXVI. Legislatura Extraordinaria. Diario de Debates. H. Cámarade Diputados. La
Paz, 16 de marzo de 1932, p. 496. Véase también: Telegrama del prefecto de Oruro al prefecto de
Chuquisaca. Oruro, 23 de diciembre de 1933. CBDH-USFX. Véase también: Carta de Miguel
Choquitarqui, al prefecto y comandante genera! del departamento de La Paz. La Paz, 21 de
noviembre de 1933. ALP-UMSA (P).
38. Entre otros expedientes que conserva el CBDH-USFX y ALP-UMSA, véase la solicitud de
amparo de C. Montellano (indio de la comunidad Cara-Petaca) el Fiscal del Distrito. La Paz, 30 de
marzo de 1933. ALP-UMSA (P).
39. Eduardo L. Nina Quispe, al Presidente de la República, Dr. Daniel Salamanca. La Paz, 14 de
diciembre de 1931 (en: Nina Quispe. De los títulos de propiedad… , op. cit, p. 5. Véase también
Eduardo L. Nina Quispe, al Ministro de Gobierno y Justicia. La Paz, 13 de marzo de 1933. ALP-
UMSA (P). Véase también intervención del H. Saavedra en el Senado Nacional. Proyectos e Informes.
Legislatura Ordinaria, 1934. Lit. e Imp. “Unidas”. La Paz. 30 de agosto de 1934, p. 108.
40. Carta de José Manuel Ajacopa, representante de las comunidades de Jesús de Machaca (de las
provincias de aranzaya y urinzaya), al Ministro de Gobierno y Justicia. La Paz, 20 de agosto de
1934. ALP-UMSA (P).
41. Carta de José Manuel Ajacopa, doc. cit.
42. Carta de José Manuel Ajacopa, doc. cit.
43. Telegrama del ciudadano G. Barrón, Prefecto accidental de Potosí, al Ministro de Gobierno
(urgente). Potosí, 5 de abril de 1933. CBDH-USFX.
44. Datos sobre esta organización hemos dado en la pág.8 de este trabajo.
45. El Diario. La Paz, 20 de julio de 1932, p. 8.
46. La Razón. La Paz, 1 de noviembre de 1932, p. 4.
47. La Razón. La Paz, 16 de diciembre de 1932, p. 3.
48. Carta de Rosa V. de Clavijo, propietaria de las fincas Cumaná, Yayes, Huila, Jauira, Tahua y
Palca, de La Paz, al Administrador del Tesoro Departamental en observaciones a las
catastraciones de sus fincas. La Paz, 20 de febrero de 1933. ALP-UMSA (P).
49. La Razón. La Paz, 16 de marzo de 1933, p. 5.
50. La Razón. La Paz, 26 de abril de 1933, p. 5.
51. Telegrama del subprefecto de Yamparaez, R. Medinaceli, al prefecto de Chuquisaca. Tarabuco,
4 de abril de 1933. CBDH-USFX.
52. Oficio del subprefecto de Azurduy, Melgarejo, al prefecto de Chuquisaca. Azurduy, 4 de agosto
de 1933. CBDH-USFX.
405
NOTAS FINALES
*. Esta investigación así como el libro que estamos preparando sobre este tema, han sido posibles
gracias al auspicio y al financiamiento de The Interamerican Fundation, institución a la que hago
público mi agradecimiento.
RESÚMENES
Se trata de un proyecto de investigación en curso que se detiene a estudiar los conflictos sociales
internos por los que Bolivia atravesó durante los años de la guerra, proceso que alteró y
convulsionó las relaciones sociales en las áreas rurales, las mismas que, por efecto de la guerra, se
desestabilizaron con efectos insospechados sobre la vida del campo y las ciudades e incluso sobre
la conducción de la misma guerra.
Il s’agit d’un projet de recherche en cours qui se propose d’étudier les conflits sociaux internes
par lesquels passa la Bolivie pendant les années de guerre; ce processus altéra et convulsionna les
relations sociales dans les zones rurales; celles-ci se trouvèrent déstabilisées en raison de la
guerre, amenant ainsi des conséquences insoupçonnées pour la vie de la campagne et des villes,
et pour la conduite de la guerre elle-même.
407
Jean-Pierre Lavaud
LA PRESA
4 En el transcurso de los años 50, Merle Kling elaboró una interpretación de la
inestabilidad política latinoamericana que se puede resumir de la siguiente manera: en
un contexto en el cual las fuentes de riqueza se hallan controladas de manera eficiente
por oligarquías locales vinculadas en mayor o menor grado a mercados extranjeros,
adueñarse del gobierno y del conjunto de altos cargos administrativos y políticos
constituye el único medio de adquirir poder y riquezas. De allí la fuerte competición
por el acceso a esos “bienes escasos” y la instabilidad política resultante 1.
5 En el año 1952, los revolucionarios bolivianos nacionalizan los bienes de la Rosca 2 y
reparten las tierras de los latifundistas. Las condiciones económicas centrales en la
tesis de Kling se encuentran por consiguiente transformadas: la economía boliviana no
es más “basically colonial”. Tanto más que el sector estatal comprende también las
empresas de la Corporación Boliviana de Fomento, bancos, el transporte aéreo, el
petróleo… Mientras tanto, el aparato de gobierno se ensanchó con la creación del
Ministerio de Asuntos Campesinos encargado de tratar todas las cuestiones relativas al
mundo indígena, y con el fortalecimiento de los ministerios sociales de Educación,
Salud y Trabajo. L. Whitehead lo recalca precisamente: “en comparación con cualquier otra
organización operando en el país, el Estado boliviano debe ser considerado como formidable, lo
mismo si se utiliza el criterio del número de empleados, disposición de recursos, poderes formales
o aun el registro de realizaciones (…) respondiendo también por 2/3 de la inversión nacional y
por más del 60 % de las exportaciones, figurando como la principal fuente, de empleo en el país” 3.
6 Por otra parte, las empresas del sector privado, sobre todo industriales, pero también
comerciales, dependen de modo estrecho de las políticas implementadas por el
gobierno —o a menudo de las decisiones de los funcionarios— para conseguir las
medidas que requiere su funcionamiento idóneo.
7 El modelo del Estado boliviano se acerca así al del Estado español de principios de siglo
tal como lo describe G. Brenan: todos los empleados públicos, hasta los porteros, deben
su cargo a algún político influyente; su número es pletórico; la oposición no puede
quedarse mucho en la oposición, la situación de sectores enteros de la población se
volvería dramática …4.
8 En realidad, la importancia que toma el aparato de Estado boliviano después de 1952
hace de él una presa más codiciada que nunca antes y no es necesario describir en
detalles sus características para entender la lucha permanente, áspera, a veces violenta
librada para su conquista; un Estado totalmente penetrado por los intereses de grupos
exteriores que intentan disponer de él en su favor, “aparentemente incapaz de liberarse de
ellos para implementar políticas de interés general”5. Un “monstruo caliente”, hirviente de
pasiones y agitación, opuesto al modelo del Estado prusiano, este “monstruo frío”
descrito por Max Weber y Nietzsche.
409
LA MOVILIZACION POLITICA
9 Bolivia se encuentra pues agitada por rivalidades permanentes entre grupos de
intereses movilizados políticamente, sin que ninguno de ellos, o una coalición de ellos
logre imponerse de manera duradera y sin que reglas de convivencia y de transferencia
de poder puedan establecerse.
10 No se entiende acá el término movilización en el sentido de K. Deutsch 6, es decir como
un conjunto de cambios que se generan cuando se pasa de un modo de vida tradicional
a comportamientos, aspiraciones e ideologías modernas, sino más bien como “el
proceso por el cual un grupo deja de ser un conjunto de individuos pasivos y se
convierte en un elemento activo de la vida pública”7. La movilización se traduce en
confrontaciones permanentes y procesos de reubicación entre partidos, sindicatos,
comités, asociaciones y las Fuerzas Armadas, o entre fracciones de esas diferentes
organizaciones. Todas buscan influenciar el poder estatal, sea por presiones
persistentes ejercidas sobre sus instancias, sea por ubicación directa de sus
representantes dentro del gobierno o de la alta administración. Algunas buscan
apropiarse directamente del poder: los partidos por supuesto, pero tambien las FF.AA. y
la Central Obrera Boliviana (COB). Bolivia cabe entonces en el cuadro de las sociedades
pretorianas estudiadas por S. Huntington quien caracteriza así a países en los cuales el
conjunto de las fuerzas sociales organizadas se encuentra politizado, de las
universidades a las FF.AA., sin olvidar el empresariado, los sindicatos, el clero… La
diferenciación clásica entre partidos, cuya función es agregar la demanda política para
ejercer el poder, y grupos de presión, que articulan los intereses para tener una
influencia sobre la política, no es muy pertinente en el caso boliviano; por esa razón se
utiliza en este trabajo la expresión “grupo de interés” como concepto genérico aplicado
al conjunto de grupos que apuntan o bien a pesar sobre las decisiones políticas o bien a
ejercer el poder o bien a ambos tipos de intervención juntos.
a. La movilización sectorial
13 Mitchell elaboró este “ideal-type” con el fin de analizar las relaciones entre los
sindicatos pertenecientes a la Central Obrera Boliviana (COB) y al Movimiento
Nacionalista Revolucionario (MNR). Permite demostrar que la adhesión obrera al
Movimiento se hace a través del sindicato. Después de las medidas monetarias de 1956,
cuando los sindicatos empiezan a alejarse de él, el partido pierde sus tropas obreras.
Por el contrario, el sector campesino le sigue fiel, siempre mediante su confederación
sindical.
14 El MNR incluye también otros sectores organizados que, como tales, conforman los
comandos del partido: profesionales, comerciantes, universitarios, militares… Pero, en
esos casos se trata solamente de fracciones más o menos representativas del sector que
entran a formar parte del partido.
15 Ciertos miembros de las capas medias urbanas, intelectuales, profesionales, artesanos,
comerciantes, empleados del sector privado y sobre todo público, se encuentran
afiliados directamente sobre una base territorial sea porque se hallan más libres
respecto de organizaciones sectoriales eventuales, sea porque aquellas no existen.
16 En breve, el partido sólo tiene afiliados directos dentro de esas mismas capas medias
urbanas a las cuales pertenecen también los dirigentes del partido cuando no provienen
de las clases dominantes. Pero esta observación no es válida solamente en el caso del
MNR, se la puede aplicar a todos los partidos bolivianos. En su búsqueda de adherentes
en el mundo obrero, los de la izquierda pro-marxista tienen que contar con la presencia
de los sindicatos, cuyo predominio sigue evidente. En cuanto a los otros, deben
arreglárselas con las diferentes organizaciones empresariales. De tal modo que la base
de adhesión directa pero relativamente estrecha de todos los partidos sigue siendo la de
las capas medias urbanas, en las cuales los sectores se hallan menos organizados. Allí se
encuentran militantes realmente partidarios, cuya meta primera es favorecer la llegada
al poder de su partido, con el fin de gozar de los beneficios relacionados con tal
posición: empleos, ayudas, prebendas … Esos datos explican que la agrupación política
es de naturaleza coyuntural y frágil mientras que la organización sectorial goza de
cierta continuidad.
17 Engancharse al buen carro, en el momento adecuado, representa lo fundamental para
el militante; ideologías y programas quedan rezagados respecto de las estrategias
complejas y movedizas de las alianzas. Por esa razón, se pueden observar coaliciones
anómalas: así, en 1964, la alianza “bola de nieve” entre la C.O.B., las FF.AA., el Partido
Comunista, Siles Suazo, la fracción del MNR que le sigue fiel, Juan Lechín y finalmente
Paz Estenssoro; o más reciente, en 1978-79 y 1980, el frente electoral conducido por Paz
Estenssoro y que integraban sus seguidores (quienes gobernaron junto con los miütares
de 1971 a 1974) y el Partido Comunista maoísta, comprometido en una guerrilla rural en
el año 1970, en la región de Santa Cruz. No se trata de ejemplos excepcionales, sino por
el contrario de alianzas comunes. Como lo señala Oscar Barbery Justiniano: “algunos
sectores nacen ultra-izquierdistas, y otros debido a que este puesto ya está ocupado (…) deben
encontrar otro, jugando el rol que esté disponible. No es de mayor consecuencia cual rol es
jugado; lo que es importante es participar de la comedia. Alguien me dijo una vez, en confianza,
que era marxista; pero ya que otro compañero le había ganado a esa posición, tenía que asumir el
rol de un derechista para no desempeñar un papel secundario” 10.
411
b. La movilización clientelista
26 El líder más importante, (A), reúne alrededor suyo a varios tenientes… Cada uno de
ellos, y (A) mismo, dirige una red de clientes y encabeza uno o varios sindicatos. (A)
debe cuidar de la conservación de la coalición porque su clientela es inestable y puede
hacer alianza con un competidor. Para alejar dicho riesgo, procura ofrecer a sus
clientes servicios variados. Tiene pues que vincularse a líderes políticos más poderosos
y que disponen de más recursos, y dedicar una parte de su tiempo a visitar a sus
“patrocinadores” en la capital departamental o nacional. Pero deja entonces su feudo, y
queda expuesto a las maniobras de sus competidores.
27 La combinación de movilización sectorial y movilización clientelista presenta aspectos
diversos. En primera instancia, son fracciones enteras de un sector las que se trasladan
de un campo a otro a merced de los acontecimientos políticos. Por ejemplo, el caso de
los campesinos del alto valle de Cochabamba14. Al final de los años 50, existe una
rivalidad brutal entre dos poblados, Cliza y Ucureña, que se disputan la dominación en
el valle. Ambos poblados cuentan con un líder campesino de renombre: José Rojas en
Ucureña y Miguel Veizaga en Cliza. Esos dos hombres se encuentran a su vez vinculados
a personalidades políticas del MNR quienes se disputan la presidencia de la República:
Rojas es aliado de Paz Estenssoro y Veizaga de Guevara Arze. Pero tanto Rojas como
Veizaga estan lejos de ser simples títeres que manipulan sus “patrones” ; desarrollan
estrategias propias, sutiles y complejas.
28 Con la ayuda de Siles Suazo, quien manda las FF.AA. a restablecer el orden en el valle,
Paz Estenssoro gana las elecciones de 1960. Vencido Guevara Arze, Veizaga y sus tropas
413
c. La movilización miliciana
54 En realidad, el Oriente, la empresa privada, el ala derecha del MNR, la falange y las
FF.AA; se encuentran juntas frente al centro paceño, la Central Obrera, los partidos de
izquierda y algunas fracciones de regimientos.
55 En 1971, ambos ejes parecen confundirse; sin embargo, diferenciarlos sigue siendo útil,
porque, diez años después, se apartan de nuevo. En 1981, nace en Santa Cruz una
conspiración que, por sus consecuencias, trae la caída de la dictadura del general García
Meza y pone punto final —por lo menos hasta ahora— a los regímenes militares.
56 Una controversia sirve entonces de detonante: el proyecto de construcción de un
complejo agro-industrial azucarero en el norte del departamento de La Paz, en San
Buenaventura. Dado a conocer desde 1974, el proyecto había sido detenido con éxito
por el lobby azucarero con sede en Santa Cruz. En 1979, el asunto había generado un
debate acalorado en el Congreso durante el cual el conjunto de los partidos (incluso el
Partido Comunista y el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria, el MIR) se partieron
según una división regional. Ahora bien, el 14 de julio de 1981, el general García Meza
firma el decreto de adjudicación del ingenio azucarero y destilería de San
Buenaventura. El 22 de julio, el departamento entero está en huelga, paralizado por una
población unánime que vincula estrechamente lucha por los intereses departamentales
y lucha por la democracia. El 3 de agosto se produce un pronunciamiento militar en
Santa Cruz y encuentra allí el apoyo popular y también un apoyo político que va del
MIR a la Falange. Durante algunos días, el país se encuentra dividido en dos bandos
militares. El golpe de Estado fracasa, pero García Meza se ve obligado a renunciar 19.
57 El eje región-centro está pues dotado de dinámica propia. Esta vez, una especie de
reagrupación se produce en contra de las FF.AA., siguiendo un criterio regional. El
esquema de 1971 está entonces parcialmente invertido:
58 Sin embargo, el eje FSTMB-FF.AA. sigue siendo el más importante, por su capacidad de
convocar y estructurar otras fuerzas.
CONCLUSION
59 La triple figura de una movilización política sectorial, clientelista y miliciana concurre a
mantener una pugna permanente entre coaliciones movedizas de grupos de intereses,
419
sin que ninguna de ellas logre ocupar el poder de modo durable, y tampoco instaurar
un conjunto de normas de gobierno y de transferencia del poder. L. Whitehead describe
este proceso de una manera muy similar a la nuestra: “Toda organización importante es
propensa a experimentar expansiones y contracciones drásticas de su apoyo, recursos y
funciones, ya que el marco institucional permanente es demasiado débil para limitar rivalidades
de grupos de intereses a ciertas reglas del juego, y todavía no se ha formado una alianza estable
de intereses capaz de dominar el Estado en forma duradera” 20.
60 El modelo que acabamos de esbozar se ubica, como se puede ver, entre descripción e
interpretación. Pretende ser heurístico y permite en este sentido dar cuenta de los
cambios políticos acelerados que experimenta Bolivia desde hace treinta años. Sin
embargo, no pretende obviamente describir y mucho menos explicar el conjunto de la
vida política.
61 Este modelo se aleja del encadenamiento causal clásico. Se atribuye a menudo los
padecimientos de Bolivia —incluso la larga lista de sus impasses políticos— a un primum
mobile, el imperialismo norteamericano, que juega el papel de acusado principal 21. Al
rechazar estas explicaciones demasiado simples, no pretendemos que los EE.UU no
juegan un rol en la vida política boliviana y por eso no representan un causante de
inestabilidad. Su influencia llega de varias maneras o económicamente o en el plano
político, a veces de modo contradictorio. Es obvio además que las caídas de Torres y
García Meza fueron favorecidas por ciertas agencias norteamericanas. Sin embargo,
cabe subrayar en primera instancia que una estabilidad mayor —por supuesto con la
condición de que Bolivia se quede en el campo del “mundo libre”— serviría mejor a
EE.UU que continuos cambios de gobierno. En segunda instancia, es necesario
determinar en cada caso de intervención norteamericana cuál(es) agencia(s) actúa(n)
(Departamento de Estado, Pentágono, CIA, grupos de intereses privados), acerca de qué
grupo de interés boliviano y cómo dicha alianza logra triunfar. Eso es válido para todas
las intervenciones exteriores: no solamente los EE.UU pesan sobre los cambios políticos
en el país. Potencias vecinas como Brasil o Argentina pueden desempeñar un rol
determinante: la Argentina favoreció el golpe de García Meza; de igual manera, Cuba y
los países del Este gravitan sobre la vida política local al apoyar guerrillas o cuando
ayudan a ciertos partidos.
62 A pesar de estas rectificaciones, el modelo propuesto sigue válido, y cabe solamente
añadir que cada grupo de interés que participa de la vida política boliviana puede
eventualmente gozar de recursos y apoyos exteriores al país, de más o menos peso
según las coyunturas, a fin de llevar a cambios de gobierno. □
420
SIGLAS
63 COB Central Obrera Boliviana
64 FSB Falange Socialista Boliviana
65 FSTMB Federación Sindical de los Trabajadores Mineros de Bolivia
66 MIR Movimiento de Izquierda Revolucionaria
67 MNR Movimiento Nacionalista Revolucionario
68 PRA Partido Revolucionario Auténtico
69 PIR Partido de Izquierda Revolucionaria
70 PSD Partido Social Democrático
71 UDP Unión Democrática Popular
René ARZE Guerra y conflictos sociales. El caso rural de Bolivia en la campaña del
Chaco (1932-1935).
Jean-Pierre LAVAUD
La inestabilidad política en Bolivia (1952-82).
Presentada por Marie Danielle Demélas.
72 Henri Favre
421
acción de los hombres, sino víveres y una cantidad de exigencias, desde elevarles el
impuesto territorial hasta requisarles ganado.
89 En cuanto a la reacción de los sectores quechuas, aymaras y el sector guaraní, casi
podemos generalizar y decir que el problema del sector quechua y aymara tiene
muchos puntos comunes y no tanto en lo que corresponde a la población chaqueña del
sector oriental, a la población que estuvo afectada por la misma guerra en el territorio
del Chaco. En el momento de la guerra existían muchos grupos étnicos chaqueños que
fueron afectados seriamente, entre ellos los descendientes de los guaraníes que
prefirieron fugar hacia la región argentina; pero otros grupos étnicos como los tobas y
los matacos fueron indistintamente incorporados o al ejército paraguayo, o al ejército
boliviano. En la región suroeste, región de Potosí, se advierte que el problema deriva
fundamentalmente del problema de la tierra; también en el altiplano paceño hay una
cantidad de levantamientos por el problema de la tierra. Esto nos motiva a generalizar
que el sector quechua y el sector aymara tuvieron puntos comunes en sus luchas de
reivindicación. No hay que olvidar tampoco a los pobladores de la región Oriental que
asolaron constantemente a los poblados urbanos, porque la fuerza represora, en este
caso el ejército, estaba ausente. También vemos una inducción de movimiento de indios
de regiones orientales sobre sectores urbanos.
90 Sobre si estos movimientos son o no repercusión directa de la crisis del 29, puedo
adelantar aquí que no parece haber una influencia directa de la crisis del 29 sobre los
movimientos campesinos: yo me inclino a creer que fue muy débil esta influencia. Pero
habrá que seguir investigando…
91 Todo parece indicar que estos movimientos obedecen a empujes de tipo político; tanto
en vísperas de la guerra, como durante ella, se da en Bolivia una movilización política
de la izquierda incipiente de esa época, la misma que ejerce al parecer cierta influencia
sobre las masas campesinas. Pero esto habrá que analizarlo con mayor cuidado. Yo me
inclino a pensar que los movimientos campesinos de la guerra fueron autónomos.
92 En cuanto a la pregunta sobre el papel jugado por la historia oral, sobre la experiencia
en la zona de guerra, yo no pude conseguir informantes que me transmitan sus
experiencias como rebeldes durante el conflicto. No es fácil; muchos de ellos tienen un
temor muy grande y no desean presentarse como ex-sublevados por una cantidad de
problemas muy sobreentendidos que se viven en Bolivia, tienen el temor de ser luego
reprendidos de alguna manera, prefiriendo quedarse callados.
93 En algunos casos me han relatado, los que han asistido a la zona de operaciones, que los
hacendados solían seleccionar al elemento revoltoso (con lo del problema de la tierra),
entregarlo al ejército y luego llevarlo a la zona de operaciones del Chaco. Pero hay un
fenómeno todavía más interesante: algunos colonos que vivían bajo el régimen de
pongueaje, prefirieron ir como combatientes al Chaco, con la opción de caer
prisioneros, para así ir a vivir al Paraguay, para así desponguearse. No fue algo muy
común, pero se dio. Fue una respuesta de los colonos a los hacendados, que en muchas
oportunidades prefirieron ocultar a sus pongos para que no asistiesen a la guerra. Ya he
leído el testimonio de un campesino que relata cómo su hacendado le aconsejaba que
no debía aprender a leer porque si no lo mandarían a la guerra.
94 Jean Piel
95 ¿Se sabe algo del movimiento de deserción y si fue o no una forma de resistencia a la
incorporación militar?
423
96 Nelson Manrique
97 Quisiera hacer una comparación con el trabajo que realicé en la sierra central peruana,
que fue escenario de guerra, mientras que en el caso de Bolivia, los campesinos son
enviados fuera de la zona. Algunas cosas que observé y que me parecen importantes:
1. El tipo de enrolamiento, si este supone llevar a los campesinos tres años fuera o como en el
caso de Cáceres, que enrola a la gente respetando los ciclos agrícolas, en lugar de que
deserten los licencia. Si uno hace el seguimiento de las campañas de guerra que hace Cáceres
están sincronizadas con ese calendario.
2. Sería importante rastrear la cuestión de la estacionalidad climática que influye en la
respuesta guerrillera. En abril de 1882, cuando el ejército chileno llega a la región, hay
sequía; luego viene la época de cosecha, y ya habían habido dos años anteriores de sequía.
Eso agudiza la miseria y va provocar una respuesta mucho mayor.
98 Heraclio Bonilla
99 Sin duda la guerra del Chaco representa para Bolivia lo que la guerra con Chile en el
caso de Perú. Ha habido en los últimos años debates muy intersantes sobre la
participación del campesinado en ese conflicto. Es difícil analizar las guerras nacionales
en un contexto multiétnico. Bolivia no fue invadida por Chile en 1879, la carencia del 79
está compensada por la guerra del Chaco. ¿Qué significa el enrolamiento nacional para
estos campesinos quechuas y aymaras, cuáles son las reacciones de este campesinado
en una guerra nacional?
100 Thierry Saignes
101 Tengo información de una investigación que realicé en valles orientales de la zona
fronteriza Perú-Bolivia. Los campesinos de la orilla oriental del lago Titicaca, del lado
boliviano o peruano, tenían casi todos tierras en los cocales de los Yungas, tenían un
sistema de doble domicilio que se remontaba a la época pre-hispánica. Tanto los
campesinos peruanos como los bolivianos iban a estos cocales que se encontraban por
La Paz, y pasaban la frontera con doble nacionalidad; luego cuando comenzó la guerra
del Chaco, los campesinos peruanos renunciaron a sus derechos en los cocales de La
Paz, para no ser agarrados por el ejército boliviano, perdiendo su acceso directo a los
cocales de los yungas.
102 René Arze
103 En cuanto a la pregunta de las deserciones, sí las hubo. Ha habido casos de desertores
que fugaron con el armamento que les había repartido el ejército a otros lugares de
conflicto con hacendados. Muchos de estos desertores aprovecharon el armamento que
les dieron para amenazar o tomar violentamente algunas haciendas. Hubo otro tipo de
desertores que se dedicó al bandidaje, sobre todo en la región de Chuquisaca. Se dio un
pánico muy parecido al que vivió Francia en la Revolución Francesa con los campesinos,
pánico porque se organizan cuadrillas de desertores que irrumpieron contra todo tipo
de propiedades, tanto propiedades campesinas como propiedades de haciendas,
constituyendo una amenaza muy seria sobre todo en la región de Chuquisaca.
Finalmente hay otro tipo de desertores a los que se conoció como a los “izquierdistas”,
pues muchos de los soldados en el momento del combate preferían dispararse en la
mano o pie izquierdos para ser evacuados. A muchos de estos “izquierdistas” eso le
costó la vida, pues fueron inmediatamente fusilados. Podría hacerse una variedad de
especulaciones con respecto al tema de las deserciones.
424
104 Sobre el tipo de enrolamiento, lo que sucedió fue que el ejército boliviano subestimó al
ejército paraguayo de una manera equivocada porque luego el ejército boliviano sufrió
un revés. La unidad del ejército paraguayo siempre fue más coherente que la del
ejército boliviano. Hasta 1934 no hubo enrolamiento ordenado, ni se enrolaron de
acuerdo a la época de cosecha; se les llevó de una manera indiscriminada, se sabe que al
campo de operaciones se mandaron campesinos de 50 años o más, y también niños de
13 y 12 años. Cuando el propio ejército advierte como un boomerang que no puede
abastecerse porque la mano de obra, o ha fugado, o está en la zona de operaciones;
cuando advierte que hay una crisis agrícola y no hay víveres para el abastecimiento, en
el año 34, se establece un cupo en que sólo el 30 % del sector comunal y el 30 % de los
pongos, podía asistir a la guerra, el 70 % restante debía quedarse para las labores
agrícolas; ésta fue una medida que se implantó tardíamente.
105 Respecto del clima el reclutamiento tuvo características muy parecidas al sistema de los
mitayos, cuando se transportaban enormes contingentes a las minas de Potosí, de
regiones de climas adversos. Por ejemplo el sector aymara que vive en una zona a 3000
metros sobre el nivel del mar, fue trasladado de esa zona al camión y del camión al
campo de batalla. Por parte del soldado andino boliviano la hostilidad del medio
constituyó una seria adversidad, y hasta se podría decir que para el soldado andino el
enemigo no fue tanto el paraguayo sino la distancia, porque había que recorrer por lo
menos 2000 km. hasta la zona de operaciones (recorrido que se hacía a pie muchas
veces), la falta de agua y el clima inhóspito. Todo esto condicionó a que el soldado andino
se enfermara no sólo de tuberculosis, sino tambien por avitaminosis, lo que hizo que los
soldados murieran no tanto por las balas del enemigo sino por los factores arriba
mencionados. Se ve el papel preponderante que jugó el clima.
106 Respecto a la pregunta que formuló H. Bonilla sobre lo que significó el enrolamiento a
nivel nacional para los campesinos bolivianos puedo decir, de una manera general, que
en ningún caso fue homogéneo. La guerra no significó lo mismo para los colonos de
haciendas y para los comunarios. Uno y otro sector recibió, sin embargo, la fuerte
presión del ejército y del gobierno de entonces. La participación de ambos sectores en
la guerra fue masiva. Ninguna de las guerras internacionales en las que Bolivia
intervino (Pacífico 1879 y Acre 1903-4) movilizó a tan cuantioso número de tropas
bolivianas: por fuerza de gravitación numérica, los campesinos fueron sin embargo los
que nutrieron las filas del ejército boliviano. No todos los campesinos aceptaron este
enrolamiento, ya hemos visto cómo se sublevaron muchos de ellos.
107 En las entrevistas que les hice a los ex-combatientes se advierte fácilmente que muchos
de ellos han tomado conciencia del momento importante que han vivido; otros también
tienen conciencia de haber sido utilizados como carne de cañón. Hoy hay también en
Bolivia una visión un poco forzada de lo que significó la participación campesina en la
guerra. El tema de la guerra del Chaco y los indios bolivianos ha sido en todo caso
bastante ignorado en Bolivia, tal como lo fue durante mucho tiempo el tema de la
participación indígena durante la guerra de la independencia.
108 Durante la guerra del Chaco la población boliviana se desmembró al parecer aún más:
las crisis que Bolivia venía enfrentando desde la preguerra parece que agudizaron
durante el momento de la guerra y tuvieron una expresión violenta en todas las
poblaciones marginales, pues se producen fenómenos sociales que convulsionan al país
y dejan un impacto grande que se traduce, a la larga, en las medidas de la Revolución de
1952.
425
NOTAS
1. Varios autores bolivianos describieron muy bien esta búsqueda desenfrenada de cargos
públicos. Cf. Alcides ARGUEDAS, Pueblo enfermo y Carlos ROMERO, Las taras de nuestra democracia …
2. Se denomina así a la oligarquía conformada por los tres “barones” del estaño, Patino, Hoschild,
Aramayo y sus allegados.
3. L. WHITEHEAD, “El Estado y los intereses seccionales: el caso boliviano”, Estudios Andinos, № 10,
vol. IV, 1974-75.
4. G. BRENAN, Le labyrinthe espagnol, Ruedo Ibérico, París 1962.
5. L. WHITEHEAD, op. cit.
6. K.W. DEUTSCH, “Social Mobilization and political Development” in American Political Science
Review, 55, sept. 1961.
7. Charles TILLY, citado por Pierre BIRNBAUM, “Mobilisations sociales et types d’Etats”, Revue
Francaise de Sociologie, XXIV, 3, julio-sept. 1983.
8. Christopher MITCHELL, Reformers as Revolutionaries: The tragedy of Bolivia’s Movimiento
Nacionalista Revolucionario, (1952-1964), Ph.D Political science, Harvard University, Cambridge,
Massachussets, enero, 1971.
9. Max WEBER, Essai sur la théorie de la science, Plon Paris, 1965.
10. Citado por Ch. MITCHELL, op. cit.
11. Cf. el artículo de Antonio GARCIA, “Los sindicatos en el esquema de la Revolución nacional: el
sindicalismo en la experiencia boliviana de nacionalización y desarrollo”, El Trimestre Económico,
33 (132), oct-dic. 1960.
12. June NASH, Dependency and the failure of feed-back: the case of Bolivian Mining Comunities, Atti del
XL congresso internacionale degli americanisti, 3-10 sept. 1972.
13. Jorge DANDLER, Disgreción política del campesinado y el proceso de una revolución inconcluida en
Bolivia: el conflicto Cliza-Ucureña, trabajo preliminar, mimeo, 1976.
14. Ibid.
15. L. MERCIER VEGA, La révolution par l’Etat: une nouvelle classe dirigeante en Amérique Latine, Payot,
1978.
16. José Luis ROCA, Fisionomía del regionalismo boliviano, La Paz, Los amigos del libro, 1980.
426
17. La integraban entre otros, Lechín, Ñuflo Chávez Ortíz, vicepresidente renunciante, y Ernesto
Ayala Mercado, ex-trotskista.
18. José Luis ROCA, op. cit.
19. El 10 de julio de 1982, el Comité pro-Santa Cruz emite un ultimátum exigiendo al gobierno del
general Torrelio la puesta en marcha inmediata del proceso electoral. Cinco días después, el
general Torrelio deja el poder a otro militar cuya labor principal será la de garantizar la
transición hacia un gobierno civil.
20. L. WHITEHEAD, op. cit.
21. Son muy variados: puede ser el traumatismo de la conquista, el problema indígena, la
ausencia de acceso al mar
NOTAS FINALES
*. Publicado en francés en Caravelle N° 44, Université de Toulouse-Le Mirail, 1985, pp. 39-58.
RESÚMENES
Desde hace muchos años, Bolivia sufre una crónica inestabilidad política. En lo que se refiere al
período 1952-82, el autor esboza un modelo de interpretación que subraya dos características de
esta inestabilidad: la imposibilidad para cualquier grupo de interés de lograr imponerse de modo
duradero y la incapacidad de establecer reglas de convivencia y de sucesión, dándose ésta en el
marco de una movilización política permanente de triple carácter clientelista, miliciano y
sectorial.
Dos sectores polarizan y aglutinan las oposiciones: la Fuerza Armada y la Federación Sindical de
los Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB). Sin embargo, las luchas se rigen también de
acuerdo a la problemática regionalista que opone Santa Cruz a La Paz. En ciertas coyunturas
pueden combinarse ambos elementos sectorial y regionalista.
Depuis de nombreuses années, la Bolivie souffre d’une instabilité politique chronique. Pour ce qui
concerne la période 1952-82, l’auteur ébauche un modèle d’interprétation qui souligne deux
caractéristiques de cette instabilité: l’impossibilité pour un groupe d’intérêt quelconque de
s’imposer durablement et l’incapacité à établir des règles de cohabitation et de succession, cette
dernière s’effectuant dans le cadre d’une mobilisation politique permanente au triple caractère
clientéliste, milicien et sectoriel.
Deux secteurs polarisent et agglutinent les oppositions: les Forces armées et la Fédération
Syndicale des Travailleurs miniers de Bolivie (FSTMB). Cependant, les luttes s’organisent aussi
autour de la question régionale qui oppose Santa-Cruz à La Paz. Dans certaines conjonctures
peuvent se combiner les deux éléments sectoriel et régional.
427
VOLUMEN II
Conclusion
428
Informe de la comision n° 2* : El
Estado Nación en los Andes
Marie-Danielle Demélas
1 Haber conocido una temática que favoreció una aproximación interdisciplinaria es,
según la comisión, un éxito. Por otra parte, el diálogo, que se mantuvo siempre abierto
y espontáneo, entre sociólogos e historiadores, tal vez da fe de la conquista por la
historia andina de su autonomía. De ahí pues que no se trató tanto de marcos teóricos
sino más bien de estudios concretos que posibilitarán la elaboración de modelos
adecuados.
2 Gracias al encuentro de investigadores de cinco países (Bolivia, Perú, Ecuador,
Colombia, Francia), se pudo sacar provecho de las diferencias de enfoques entre los que
viven la historia andina y los que la examinan. Así es como se pudo notar el tratamiento
desigual de algunos temas, tales como la historia regional, especialmente bien
estudiada en el Perú, y comprobar que los investigadores andinos parecían preferir el
estudio de las causas estructurantes de sus sociedades, cuando los franceses se
dedicaban más a las resistencias opuestas a dichas causas.
3 Las ponencias, muchas veces, dieron muestra de eclectismo en cuanto a la elección de
las fuentes: al estudio exhaustivo de fondos oficiales ya conocidos, se sumó el de fondos
privados provinciales y locales, así como el uso de fuentes orales, siendo cuentionadas
estas últimas con la misma preocupación crítica que la que se aplica a los textos
escritos.
4 Se evocaron con bastante frecuencia la primera mitad del siglo XIX y los años 20 de
nuestro siglo, aclarándose así dos períodos especialmente mal conocidos.
5 La ausencia de ciertos invitados originó una carencia importante: la del papel de las
fuerzas armadas en la formación de los Estados andinos. Se presentaron los siguientes
trabajos: un ensayo para caracterizar el Estado ecuatoriano del siglo XIX como Estado
terrateniente (R. Quintero) ; estudios sobre las formas de movilización política “desde
arriba” (H. Tovar examinó el papel de la Iglesia en la adopción del régime republicano
en Colombia), y las representaciones políticas de las élites (M.D. Demélas e Y. Saint-
Geours, acerca del integrismo en Ecuador) ; informes sobre las formas de movilización
429
política “desde abajo” (R. Arze habló de la doble guerra -fronteriza e interna- del Chaco;
M. Burga y A. Flores Galindo relataron la historia de los comités Tahuantinsuyo en el
sur andino).
Problemática
6 Como conclusión a los debates que siguieron a estas ponencias, la comisión cree que el
concepto de Estado-nación no permite, por ahora, establecer un acuerdo entre los
investigadores, ni delinear la realidad observada. Prefirió entonces hacer el inventario
de los puntos de convergencia:
7 1) Si bien es imposible hablar de Estado-nación, queda sin embargo claro que el Estado
territorial existe, y eso a pesar de la imprecisión y permeabilidad de sus fronteras; y
que el Estado, a veces, llevó a cabo tareas nacionales (construcción de carreteras, de
ferrocarriles…) cuando las clases dirigentes mostraron preocupaciones colectivas
variables.
8 Este Estado territorial engendró nuevas unidades regionales y deshizo, en algunos
decenios, los conjuntos más vastos del imperio colonial (tales como Cusco-La Paz, Loja-
Piura…). Estas regiones más reducidas pudieron a su vez, y según la coyuntura,
desempeñar un papel nacional.
9 2) La Independencia se tradujo por la transición de un Estado del antiguo régimen
(formado de reinos con fueros y representación) a un Estado liberal exclusivo,
quedando la mayor parte de los habitantes apartada del estatuto ciudadano. Muchas de
las élites, entonces, idearon su Estado según los términos heredados de la ciudad
antigua.
10 Pero es evidente que esta exclusión no fue nunca estática: las estrategias de los
diferentes agentes -clase política y excluidos- se tradujeron por intentos de integración,
negociaciones repetidas y permanentes resistencias. En esta situación de exclusión, la
Iglesia, a veces, favoreció la trabazón de la sociedad civil, tanto por su estructura y su
capacidad de dirección como por la visión del mundo que preservaba; esta observación,
sin embargo, vale más para el Ecuador y Colombia que para el Perú o Bolivia.
11 3) La trabajosa construcción del Estado andino se entiende en parte por la confusión
entre esfera estatal y esfera privada cuya traducción fue la formación de los poderes
locales y regionales que competían con el Estado central, haciendo constar así la
potencia de las clientelas y la debilidad del aparato del Estado (especialmente del
aparato represivo). Tal embrollo da cuenta de la doble cara de las élites, a veces
hombres de Estado prosiguiendo un proyecto nacional, a veces propietarios
acumulando para su propio provecho los recursos públicos.
Perspectiva y Recomendaciones
1) Las fuentes
todos los participantes en el encuentro que se mande una moción a los organismos -o
personas- oficiales y particulares capacitados para intervenir.
13 Instaría la organización de centros de archivos orales, fotográficos y cinematográficos.
Para terminar, la comisión aconseja emprender una política de concentración de los
archivos, bajo forma de microfilms para que todos los países puedan recoger sendos
archivos dispersos fuera de sus fronteras; todos saben que los investigadores andinos
no disponen de muchos recursos para trabajar en Sevilla, Washington o Roma, o
siquiera en Buenos Aires.
2) Direcciones de investigación
14 Con excepción de uno, todos los trabajos presentados se habían limitado a uno u otro de
los Estados andinos; por lo tanto la comisión quisiera sugerir que se emprenda en
adelante un mayor número de investigaciones comparativas. Esta parece ser una
exigencia evidente si se quiere llevar a cabo estudios de regiones fronterizas, u otros
proyectos tales como encuestas sobre la evolución del tributo en la Sierra o el
desarrollo de las guerras civiles.
15 Sin embargo, y somos conscientes del hecho, esta recomendación no será más que un
voto benigno mientras no se tome en consideración al mismo tiempo los medios
concretos necesarios para dichas investigaciones. Luego hay que resolver los problemas
de circulación de las obras, de los datos bibliográficos, a la par que el de los
investigadores, todo esto con el fin de romper con una separación que perjudica el
desarrollo de los trabajos.
16 Dos direcciones de investigación, hasta hoy dejadas de lado, o mencionadas por
logógrafos más que por historiadores, han parecido posibilitar más que otras la
comprensión de la formación nacional:
• la historia de la Iglesia, considerada en sus relaciones con la sociedad civil, así como el
estudio de la religiosidad popular y la de las élites, con el fin de entender como se
“desencantó” (o no) la visión del mundo de las sociedades andinas.
• en el área de la historia política, estudios sobre la adopción de las formas y prácticas
democráticas (las reglas del juego electoral, los electorados cautivos, los ritos
parlamentarios, el personal político…), así como sobre las formas y las prácticas del Estado
de hecho (utilización del ostracismo, del estado de sitio, el “golpismo”…)
17 Por la Comisión № 2
NOTAS FINALES
*. Integraron la Comisión: R. ARZE, J.P. DELER, M.D. DEMELAS, R. QUINTERO, H. TOVAR, Y. SAINT-
GEOURS.