Doctor Papi Los Millonarios Machos Alfa - Ava Gray

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DOCTOR PAPI

AVA GRAY
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TA M B I É N P O R AVA G R AY

Los Millonarios Machos Alfa

Un Bebé Secreto con el Mejor Amigo de Mi Hermano || Simplemente


Fingiendo || Amando al hombre que debería odiar || El Millonario y la
Barista || Regresando a Casa
ÍNDICE

Blurb

1. Mark
2. Brooke
3. Mark
4. Brooke
5. Mark
6. Brooke
7. Mark
8. Brooke
9. Mark
10. Brooke
11. Mark
12. Brooke
13. Mark
14. Brooke
15. Mark
16. Brooke
17. Mark
18. Brooke
19. Mark
20. Brooke
21. Mark
22. Brooke
23. Mark
24. Brooke
25. Mark
26. Brooke
27. Mark
28. Brooke
29. Mark
30. Brooke
31. Mark
32. Brooke
33. Mark
34. Brooke
35. Mark
36. Brooke
37. Mark
38. Epílogo
BLURB

Debería ponerme el nombre de metepatas....


Después de acabar accidentalmente en la cama con un doctor muy
atractivo, descubro algo desconcertante.

Ese mismo guapo doctor estaba a punto de asistirme en el parto de mis


gemelos... ¡nuestros gemelos!

Mark es el mejor obstétrico... quizá de todo el País.


Eso significa que no tiene tiempo para jueguecitos.
Ni siquiera tiene tiempo para el amor.
Y ciertamente no tiene tiempo para un gran secreto... el que le estoy
ocultando.

La lista de los problemas no termina aquí.


Trabajo como recepcionista en el mismo hospital.
Y para empeorar las cosas, Mark es el mejor amigo de mi padre.
Así que imagínate mi sorpresa cuando me entero de que voy a tener
gemelos, ¡sus hijos!

Ocultar este secreto es probablemente lo peor que nunca he hecho.


Pero, ¿qué otra opción tengo si quiero preservar intactos mi corazón y mi
trabajo?

Apenas puedo imaginarme la reacción de Mark cuando se entere de que no


solo soy su paciente... ¡sino también su futura mami!
1
MARK

"P or favor, entra, Mark, hace frío ahí fuera".


Me alegré mucho de que Karen DeBoise no me hubiera hecho estar
esperando mucho tiempo en la entrada después de llamar al timbre.
Entré. La casa era cálida y ya se respiraba la atmósfera navideña.
"Parece una buena cosecha", dijo cuando le entregué la botella de vino que
había traído. Me quité el abrigo y, conociendo bien la casa DeBoise, lo
coloqué en el armario del vestíbulo. Me saque el gorro de punto de la
cabeza y lo metí en el bolsillo del abrigo.
Me cepillé el pelo con las manos para arreglármelo. Verme desarreglado,
por culpa de un gorro, era algo que no soportaba, pero hacía demasiado frío
como para no llevarlo.
"Pasa, los chicos están jugando a los videojuegos en la habitación de
arriba".
La seguí al interior de la casa. Un alto árbol de Navidad cubría la ventana
en toda su altura. Brillantes guirnaldas rojas y adornos decoraban el resto.
Karen adoraba decorar el hogar durante cualquier festividad, y mucho más
en Navidad.
La seguí hasta la cocina. El intenso olor a carne asada y nuez moscada se
hacía más fuerte a cada paso. Supuso que Karen había pasado la mayor
parte del día preparando la cena de aquella noche, aunque su cocina estaba
impecable. Toda su casa lo estaba siempre, tan perfecta como una sala de
exposición.
"¿Es un vino que debe beberse frío o caliente?", preguntó ella, levantando la
botella.
"A temperatura ambiente es más que perfecto". Yo sabía muy bien que ella
ya conocía la respuesta y que solo preguntaba para ponerme a prueba.
"Peyton preparó los cócteles, si quieres, sírvete". Señaló con un gesto de la
mano la gran sala al otro lado de la cocina.
"Tomaré una cerveza, gracias", dije, abriendo la nevera.
"Ya sabes dónde encontrarla", replicó, dándome la espalda y haciendo algo
en la cocina.
Cuando cerré la puerta de la nevera, me quedé sorprendido al ver una
hermosa cara sonriente. Normalmente, ninguna mujer hermosa me causaba
tal efecto, pero había algo familiar en ella.
Tuve la sensación de conocerla, pero ella me sonrió como si no fuera así.
"Buenas tardes, Dr. Mark, ¿cómo está?"
Jadeé. "Bien".
Pasó junto a mí y abrió la nevera. Cuando volvió a cerrarla, tenía dos
cervezas. Me miró de nuevo, se encogió un poco de hombros, se dio la
vuelta y se fue. Subió las escaleras hasta la habitación de arriba. Observé su
trasero bien formado en unos pantalones de yoga ajustados que deberían
haber sido ilegales por los pensamientos que se arremolinaban en mi
cabeza.
Miré a Karen por encima del hombro para asegurarme de que no me había
visto mirando como un universitario a su invitada.
"Cuando dijiste que los chicos estaban arriba, te referías a que también
Peyton estaba allí, ¿no?".
"Sí, sube", dijo despidiéndome.
"¿Quién más está ahí?"
"Solo los chicos. La cena estará lista en quince o veinte minutos como
mucho".
¿Solo los chicos? Los hijos de Karen y Peyton eran pequeños, o más bien
adolescentes la última vez que los había visto. Si esa mujer no era una
invitada, tenía que ser...
"¿Era Brooke la de antes?"
"Sí, ¿por qué?"
"¿Ahora la dejas beber cerveza?"
"¿Todo bien?", rio Karen. Se giró y apoyó su cadera en la barra. "Tiene
veinticuatro años. Ya no puedo decirle nada".
La cerveza casi se me fue por la garganta al oír esas palabras.
"¿Veinticuatro años? ¿Cuándo demonios ha pasado eso? ¿No acababa de
graduarse en el instituto?".
"Un parpadeo y crecen, sobre todo cuando no estás prestando atención. No
te atrevas a decir que nos hacemos viejos. Ya lo sé, cada vez que pasa un
año, nos encontramos con uno más sobre nuestros hombros."
"Tú no eres vieja, sobre todo porque eso significaría que yo también lo
sería, y en cambio aún estoy en la flor de la vida".
"Mientras tú te crees un soltero con todo el tiempo del mundo para formar
una familia, Peyton está arriba contemplando su crisis de los cuarenta.
¿Sabes que le pillé mirando coches deportivos en internet? Yo aún no estoy
preparada para renunciar a mi monovolumen, y él ya está pensando en
comprarse coches descapotables rojos'.
Me froté la mandíbula, rascándome los pelos desgreñados que no me había
molestado en afeitar aquella mañana.
"Bueno, quizá él sea viejo. Tú y yo desde luego no lo somos. Yo apenas
tengo cuarenta y cinco, y tú, ¿qué, treinta y nueve?". Me burlé de ella. Sabía
que teníamos la misma edad.
Ella sacudió la cabeza. "Ya había decidido que cuando cumpliera cuarenta
dejaría de celebrar mi cumpleaños y empezaría a contar los años hacia atrás.
Ahora tengo treinta...", arrugó la boca y miró hacia arriba. "Cinco... Creo...
O quizá tenga treinta y cuatro. Ya no lo sé, lo deje cuando llegue a los
veinticinco. Será más fácil que tener que pensar en ello todo el tiempo".
"O podrías envejecer como el resto de nosotros, ¿no?".
"¿Y cuál sería la diversión en eso?" Algo empezó a zumbar. "¿Puedes subir
y decir que la cena está lista?"
"¿Traigo un andador para el viejo?".
"Cállate", dijo riendo y sacudiendo la cabeza. "Aunque tienes razón, él es
viejo. Cincuenta y dos años el próximo año".
"Oh, no me extraña que mire coches descapotables. Es una obligación,
prácticamente".
Subí los escalones de dos en dos y me detuve cuando el descansillo se
adentró en la sala de invitados.
Después de tantos años viniendo a casa de los DeBoise, había visto esta
escena repetirse innumerables veces. Peyton estaba en el sofá con un mando
de videojuegos en la mano y los dos niños sentados frente a él en el suelo
con sus joysticks. Joder, cuántas veces había estado en ese sofá con él. Esta
vez, sin embargo, ya no eran niños: habían crecido.
Brooke, la chica que no había reconocido, era preciosa. Y el chico que
estaba a su lado, bueno, tenía que ser su hermano, Rhys. Si Karen no
hubiera dicho nada, sinceramente habría pensado que eran una pareja joven
que Karen y Peyton habían invitado a cenar.
Miré el juego durante un minuto.
"¿Eres tú el que va perdiendo?", pregunté.
Peyton me lanzó una mirada y volvió a concentrarse en el videojuego.
"Oye, ¿cuándo has llegado? Pasa".
"Soy yo la que va perdiendo", Brooke no apartó la atención del juego,
movió todo el cuerpo mientras jugaba como si lo utilizara para controlar su
avatar en la pantalla.
Rhys permaneció quieto, con los ojos concentrados en el televisor y los
dedos volando sobre los controles. "Siempre así. No entiendo por qué
insistes en jugar".
"Porque, tarde o temprano, conseguiré vencerte. Triunfaré".
"Bueno, puede que esta vez tengas que perder un poco más rápido, Karen
me dijo que viniera a recogerlos, ya que la cena está lista".
Peyton tiró el mando del juego a un lado con un gemido. "Me retiro."
"Dame un minuto para ganar y bajamos enseguida", dijo Rhys con toda la
confianza de alguien que sabe que va a ganar.
Volví a bajar las escaleras.
"Hace años que no veo a los chicos. Rhys hasta tiene barba, ¿no es raro?",
dije.
Peyton me dio una palmada en el hombro. "Es bueno que hayan vuelto a
casa. Pero sí, han crecido. Karen sigue hablando de convertir la habitación
de Rhys en un laboratorio de bricolaje, pero yo no estoy tan seguro. Quiero
decir, por ejemplo Brooke ha vuelto a quedarse con nosotros por un tiempo,
hasta que decida qué hacer".
"Lavaros las manos", llamó Karen desde el comedor.
Hice una pausa en el baño de invitados antes de unirme a los demás en el
comedor.
"Brooke", empecé mientras ella se sentaba frente a mí. "Tu padre me ha
dicho que estás intentando averiguar qué hacer... ¿Qué has estudiado?"
Brooke respiró hondo, dejando que se le despeinara el pelo del rostro. "Me
licencié y ya no podía quedarme en Escocia, porque mi visado de estudiante
había caducado. Ahora estaba pensando en buscarme un trabajo, que espero
que no sea de camarera ni de comida rápida, pues ya he hecho las dos
cosas."
Asentí, sin saber qué decir. "Y tú Rhys, ¿qué has estudiado?".
"Rhys tiene una chica", dijo Brooke muy desafiante, lo suficiente como
para molestar a su hermano.
"No es mi chica, sino mi novia. Voy a pasar las Navidades con su familia,
aunque a mamá no le haga mucha gracia".
"Eres demasiado joven", dijo Karen. "Tienes toda la vida por delante. Mira
a Mark, tiene la edad perfecta para casarse. ¿Por qué no te has casado aún,
Mark?" Ella desvió la conversación.
"Mamá, soy mayor de lo que tú eras cuando te casaste con papá", dijo Rhys.
"Y de todos modos, no nos casaremos hasta que termine la Facultad de
Derecho".
"¿Facultad de Derecho? Vaya".
"¿Quizá yo también debería estudiar derecho?", reflexionó Brooke.
Karen se acercó y le dio unas palmaditas en el hombro a Brooke. "Creo que
la facultad de Derecho requiere más concentración de la que tú nunca
tendrás".
"La facultad de Derecho te comería viva", añadió Rhys.
Brooke arrugó la nariz ante su hermano, igual que su madre. Me miró y se
encogió de hombros.
En ese momento, yo también me pregunté qué demonios se suponía que
debía hacer.
2
BROOKE

"P órtate bien", me amonestó mamá mientras salíamos del coche.


"Sí, claro".
"No quiero que bebas demasiado. Vendrán colegas de tu padre y vas a
trabajar junto a esa gente. Tu padre hizo todo lo que pudo para conseguirte
ese trabajo, así que no le avergüences".
"No le avergonzaré ni a él ni a ti." No sabía qué había hecho para que mamá
se pusiera tan nerviosa.
Nos apresuramos a entrar; el frío del invierno ya había llegado y, aun con
las carreteras heladas, la fundación había organizado su velada de gala.
¿Alguno de ellos formaba parte del comité organizador? Seguro que alguien
había señalado que nevaría el segundo fin de semana de enero, ya que
siempre ocurría en la misma época del año. El hecho es que Atlanta, sin
embargo, nunca tuvo la infraestructura necesaria para hacer frente a la nieve
y el hielo y las salidas nocturnas siempre resultaban un poco peligrosas.
Condiciones desfavorables aparte, todo el mundo esperaba ver a papá en el
evento de aquella noche. Pasamos por el guardarropa, que estaba lleno de
pesados abrigos y gruesos jerseys pasados de moda, de los que solo se
llevaban en días de nieve y que no coordinaban con el atuendo formal de
nadie.
Además, no entendía por qué se había organizado este acto tan poco tiempo
después de empezar el año. ¿No se habían dado cuenta de que todo el
mundo estaba cansado de hacer fiesta y que era hora de acurrucarse frente a
una chimenea, bien calentitos?
Me quité el abrigo y se lo di a papá. Mamá hizo una mueca.
Miré hacia ella y la vi riéndose de mi vestido.
"¿Qué pasa?" La reté a que dijera algo sobre lo que llevaba puesto.
Ella negó con la cabeza. "No es nada. Es solo que, bueno, no creo que ese
vestido te quede bien".
"Es el único vestido que tengo lo suficientemente elegante". Estábamos en
una velada de gala y yo me había puesto lo mejor que tenía.
Mamá no me había avisado de que tenía que estar allí, así que no había ido
de compras para la ocasión. No es que lo hubiera hecho. El vestido me
gustaba, me quedaba bien y yo me veía guapa. Era rojo oscuro, con encaje
negro sobre un forro perforado en el corpiño y a los lados. La falda se
completaba con volantes de terciopelo por delante y por detrás. No era
especialmente escotado, pero no hacía falta, ya que mis pechos siempre
daban el efecto de escote, incluso con camisas normales. El resto del
vestido perfilaba mis curvas. Me sentí glamurosa y pensé que estaba sexy.
"¿Qué pasa con mi vestido?".
"Quizá estaba bien cuando vivías en Escocia, pero no creo que aquí estemos
preparados para ese tipo de cosas".
"¡Pero si me lo compré en Nueva York!".
Continuamos hacia el salón principal del evento. Mientras la gente miraba a
su alrededor para ver quién entraba, mamá se acercó y empezó a hablarme
en un susurro. "La gente se nos queda mirando. No creo que ese vestido sea
apropiado para la situación. Es demasiado escotado".
Estiré los brazos, con las palmas hacia arriba, y me miré. Tenía encaje desde
las muñecas hasta los hombros. Era la genética de papá la que me había
conseguido tetas. Si le molestaban, tenía que culpar a mi abuela paterna.
"Mamá, aquí nadie piensa que estoy desnuda bajo el encaje".
"Todo el mundo piensa eso", dijo papá con una risita.
"¡Peyton!"
"¡Papá!"
Le gritamos al mismo tiempo.
"Estás en una sala llena de médicos profesionales. Todos somos conscientes
de que estamos desnudos bajo la ropa. Oh, ahí está el Dr. Peterson; tengo
que ir a hablar con él. Ve a buscar a Mark, debería estar por aquí".
Dicho esto, papá nos dejó.
"Entonces, ¿no te gusta el encaje? ¿O qué es exactamente lo que no te
gusta, mamá?"
"No debería haber dicho nada."
"Tienes razón, pero lo hiciste. Así que dilo de una vez por todas. ¿No te
gusta mi vestido o no te gusto yo con este vestido?".
"Simplemente creo que podrías haber elegido algo menos llamativo.
Podrías haber tomado algo de mi armario".
Me eché a reír. Fue un movimiento muy poco femenino, pero mamá estaba
siendo una auténtica comediante.
"¡Brooke!"
"Eres graciosísima", dije. "No tenemos la misma talla, ni de lejos".
"Ya lo sé. Tal vez si prestaras un poco más de atención a lo que comes..."
"Mamá."
Empezaba a entender. Por llamativo no se refería a que enseñara demasiada
piel, se refería a que mostraba demasiado de mí.
La tela de mi hombro empezó a hormiguear.
"Los hombres quieren un poco de misterio en una mujer."
"¿Por qué de repente hablas de lo que quieren los hombres? No me importa
en absoluto".
"Me preocupa que no salgas con nadie. Y luego te vistes así, y..." dejó
escapar un pesado suspiro. "Tienes una cara tan bonita. Solo pienso en ropa
mejor y una dieta más sana".
"Buenas tardes, señoras", dijo el Dr. Mark al acercarse a nosotros. "¿Qué tal
las vacaciones, Brooke?" me hizo un pequeño gesto con la cabeza antes de
volver su atención a mamá.
"Oh, fueron mucho más tranquilas sin Rhys alrededor".
"Siento no haber estado lo suficientemente animada para ti". Cambié mi
peso a la pierna opuesta y crucé los brazos. Me esperaba una larga
conversación sobre lo difícil que era para mamá ver a sus hijos irse de casa
al colegio. Por su forma de hablar, parecía una persona mayor que nunca
había vivido con su familia.
"Voy a ver dónde están los canapés", dije señalando un punto a lo lejos.
Mamá me agarró de la muñeca. "No, cariño, recuerda lo que estábamos
hablando. La cena estará servida muy pronto".
"Hola, Mark, me alegro de verte", dijo papá, que acababa de volver con
nosotros, estrechando la mano del doctor Mark como si no acabara de
comer con él al menos dos veces en la última semana.
"Peyton."
"Karen, ¿te gustaría acompañarme? Al Dr. Peterson le gustaría presentarles
a su esposa".
"Enseguida voy". Mamá le palmeó la mano, casi dándole una bofetada.
"Mark, dile lo que los hombres quieren ver en una mujer. Ella no me hace
caso".
Recorrió mi cuerpo con la mirada. Entendí la forma en que me miraba,
mientras que mamá no. "No creo que sea la persona adecuada para decírselo
a Brooke".
"Tonterías, claro que sí, eres médico".
Mamá se movía ansiosa. No dejaba de mirar a papá por encima del hombro.
Todo en su lenguaje corporal decía que le estaba arruinando la noche y
estaba segura de que aún no había dejado claro su punto de vista. Yo, sin
embargo, no iba a rendirme porque, para mí, ella estaba equivocada.
Asintió decepcionada y agitó las manos delante de mi cara. "Necesito que la
aclares. No tengo tiempo para esto".
Hice un movimiento de alejamiento con la mano. "El Dr. Mark se asegurará
de que vea los errores que he cometido".
"¿Yo?", se rio entre dientes.
"Solo di que sí para que deje de flipar y vaya a codearse con mi padre".
Se rio un poco más. Estaba feliz de ser el entretenimiento de la noche.
"Creo que quieres decir que se presente".
Me encogí de hombros: "Da igual, ve a relacionarte con la élite".
"Vaya Karen, ella estará bien conmigo". Le dio una palmada en el brazo a
mamá, que finalmente se marchó asintiendo avergonzada.
El Dr. Mark se cruzó de brazos y me miró.
Puse las manos en las caderas y le devolví la mirada. Era increíblemente
sexy. Siempre había sabido que era un hombre guapo, pero creo que nunca
me había dado cuenta de lo atractivo que era. Con los brazos así cruzados,
sus hombros parecían kilométricos. La ligera canicie en las sienes era el
único indicio de que era mucho mayor que su edad.
Le miré. "¿Entonces?"
"¿Qué?"
Le tendí la mano. "No tengo bebida y voy a necesitarla antes de poder
explicarte el motivo de todo ese asunto con mi madre".
Me gustó cómo me sonreía. Con una inclinación de cabeza, se excusó sin
hablar y se interpuso entre un camarero que llevaba una bandeja con copas
de vino. Cuando regresó, me tendió una de las copas.
Bebí un sorbo sin dejar de mirarle.
La forma en que se lamía y luego se mordía el labio inferior me decía que
estaba pensando en cosas en las que no debería estar pensando. Aun así, me
pareció bien, porque yo también estaba pensando en cosas que
probablemente no debería haber estado pensando sobre él.
"Entonces, ¿puedes explicarme de qué iba todo eso?", preguntó finalmente.
"Mamá no aprueba mis elecciones".
Arqueó una sola ceja y algo dentro de mí se volvió loco.
"¿Y cuáles serían esas elecciones?"
"Lo que como, lo que me pongo, en fin, todo".
"¿Y qué tiene esto que ver exactamente con lo que quiere un hombre?".
Emití una risa amarga seguida de un suspiro profundo y molesto.
"Dr. Mark", empecé.
Levantó una mano para detenerme. "Llámame simplemente Mark".
"Bueno, Mark, para simplificar, a mi madre no le gusta la forma de mi
cuerpo y cree que debo ocultarla. Ya sabes, por si alguien descubre que soy
una chica de talla extra".
"¿Y no cree Karen que los hombres quieren mujeres de talla extra con
amplios pechos y caderas que morder?".
"Dr. Mark, ¿por casualidad está coqueteando conmigo?"
3
MARK

P ensar así de una de las hijas de mi mejor amigo era algo que nunca
pensé que haría. Y desde luego no había imaginado que me quedaría
sin aliento al verla entrar en el salón de baile. Apenas me di cuenta de
que Karen y Peyton estaban a su lado.
Estaba claro que Brooke había crecido mucho desde la última vez que había
estado en su casa... nunca había estado así. Era todo curvas, en todos los
sitios adecuados. Mi cuerpo se puso rígido ante la repentina oleada de deseo
que el vestido despertó en mí.
"Creí haberte dicho que dejaras el apelativo de doctor. Ya no tienes doce
años, eres adulta. No pasa nada si me llamas por mi nombre", dije. Mi voz
era un tono más bajo de lo habitual y se me ocurrió pensar que también
quería que me llamara Mark en otras situaciones... quería que gritara mi
nombre.
Me miró a través de sus largas pestañas. Se lamió aquellos maravillosos
labios de besadora y dijo: "Muy bien, Mark, pero no has respondido a mi
pregunta. ¿Estás coqueteando conmigo?".
Tragué saliva y negué con la cabeza. "No, Brooke".
"¿No? Qué decepción. Supongo que mi madre tenía razón entonces, a los
hombres no les gusta eso..."
Le rodeé la muñeca con una mano y tiré de ella hacia atrás. Brooke no dijo
nada, de hecho se rio mientras me seguía a través de una serie de puertas,
terminando en un pasillo vacío.
Sin soltarla, la empujé contra la pared y levanté sus manos por encima de la
cabeza.
"No intentes decirme lo que les gusta a los hombres o lo que quiero".
Se estremeció en mi agarre. Sus ojos miraron mis labios. No necesitaba
hablar para hacerme saber que quería que la besara. Su boca estaba ávida y
necesitada cuando posé mis labios sobre los suyos. Respondió al beso con
el mismo entusiasmo y ardor con que yo le metía la lengua.
"Mi madre me dijo que me portara bien", susurró con un cálido aliento
contra mis labios.
"Me parece que lo estás haciendo". Me acerqué aún más, abriendo sus
piernas con las mías.
"Aprecio lo que intentas hacer, pero esta falda no está hecha para esto".
Hizo un gesto con la muñeca hasta que la solté. Empezó a coger la falda
con una mano, levantando el dobladillo hasta que pudo deslizar la rodilla
por mi muslo.
"Aquí no", me esforcé por hablar y con cada respiración luchaba por
mantener cierta apariencia de control. No sé qué magia me había echado,
pero me estaba lanzando, en cuerpo y alma, hacia una muy mala decisión.
O tal vez una muy, muy... buena.
Le rocé la pierna antes de agarrarla de la mano y arrastrarla conmigo por el
pasillo. Intenté abrir varias puertas hasta que una se desbloqueó. Pulsé el
interruptor y vi que estábamos en el armario del conserje.
"Ave César", dije mientras cerraba la puerta tras nosotros.
Brooke ya lo sabía todo y no perdió tiempo. Se levantó la falda, mostrando
su ropa interior: un sexy conjunto de encaje rojo oscuro que hacía juego con
su vestido.
Con un gruñido, le pasé las manos por los muslos gruesos y le manoseé el
trasero. "Este culo tuyo es...", empecé.
"¿Se merece un mordisco?".
Se giró bruscamente y se apoyó en uno de los estantes de suministros,
inclinando las caderas hacia atrás.
Reconocí una invitación cuando se presentó. Me incliné y raspé con los
dientes aquella hermosa obra de arte.
"Dr. Mark", dijo en tono burlón. "Me vas a dejar marcas".
Mordí con más fuerza y me dediqué a chupar su piel. Quería dejarle marcas
y ella empezó a gemir.
No podía quitarme los pantalones lo bastante rápido. Saqué del bolsillo
trasero el preservativo que guardaba en la cartera, antes de desabrocharme
el cinturón y bajarme los pantalones.
Brooke movió el trasero hacia mí, como impaciente.
Desenrollé el condón sobre mi polla y me deslicé dentro de su húmedo
coño. Gemí, me sentía tan bien.
Ella soltó un gemido y se apretó contra mí.
Me retiré antes de volver a empujar con fuerza hacia delante, penetrando su
húmedo calor.
Bajé la mano y le desabroché el vestido, deslizándolo por los tirantes. Besé
la piel de su espalda. Era tan suave. Su aroma penetró en mi cerebro y ya no
pude concentrarme.
Brooke movió las caderas hacia atrás. Se agarró a una caja de la estantería y
empezó a golpearla. Con cada empujón emitía pequeños gemidos sensuales.
Deslicé la mano bajo su vestido, sobre su cadera. La sensación de sentirla
bajo mis dedos y alrededor de mi polla no debió de ser tan agradable.
Agarró mi mano y la puso sobre sus pechos, de modo que empecé a
masajearlos y acariciarlos. Estaba tan jodidamente caliente. No podía
pensar con claridad, y mucho menos recordar la última vez que había estado
tan colado por una mujer que quería tirármela incluso antes de que la cena
estuviera servida.
"Oh… oooh", sus gritos estaban perfectamente sincronizados con sus
músculos internos, cada vez que apretaba mi polla.
Sentía como si no quisiera soltarme. Se sentía tan jodidamente increíble.
"Oh, Dr. Mark."
"Mierda." No iba a durar mucho más.
Ella estaba cerca del orgasmo, pero yo estaba aún más cerca y no quería
terminar con ella todavía. Me salí de ella, rápidamente.
Ella gimió. Yo también tenía ganas de hacerlo.
Así que la hice darse la vuelta. Tenía los ojos grandes y brillantes, la boca
abierta, húmeda y necesitada de mis besos.
Le bajé la parte delantera del vestido y descubrí su sujetador. Me
decepcionó un poco que no fuera rojo, sino de color carne.
Brooke levantó la mano y liberó uno de sus pechos. Mi boca se posó
inmediatamente en ella, chupándole el pezón hasta que lo tuve duro en la
boca. Recorrimos unas cuantas cajas y estanterías hasta que la levanté y
apoyé su trasero contra una de ellas. Hice que sus piernas se apretaran a mi
alrededor y volví a hundir mi polla en ella.
La penetré con fuerza mientras succionaba su pezón en mi boca.
Tiró de mi cabeza contra ella. Su respiración se hizo más rápida, junto con
esos putos ruidos de excitación.
"¡Dr. Mark!" Joder, estaba caliente, especialmente con su voz ahogada a
punto de correrse. Creo que me mordió mientras su cuerpo se apretaba y
retorcía en el orgasmo.
Me corrí hasta la última gota. "Joder, Brooke, oh joder".
No me había corrido tan intensamente en años, probablemente. No creía
que pudiera volver a hacerlo. Me retuvo dentro de ella, sus paredes internas
seguían apretando y yo presionaba con fuerza contra ella, incapaz de salir.
Le solté el pecho de mala gana. Su pezón era pura ambrosía. Metí la mano
entre los dos para sujetar el condón y me separé de su cuerpo. Algo que no
quería hacer. Lo que quería era abandonar el resto de la velada de gala y
arrastrarla hasta mi cama, y repetirlo todo, pero con menos ropa entre
nosotros.
"Supongo que esto significa que mi madre estaba equivocada. A los
hombres les gustan las chicas extras". Se lamió el dedo y luego se mordió la
punta.
Yo no podía hablar. Me había quitado la razón y la capacidad de
expresarme. Gruñí. Me gustaba mucho su cuerpo.
"Deberíamos volver". Tiré el condón a la basura y empecé a meterme la
cola de la camisa dentro de los pantalones. Al ver sus bragas en el suelo, las
recogí y las guardé en el bolsillo interior de mi chaqueta. Iba a quedármelas.
Ella se deslizó el vestido por las caderas. La forma de aquel vestido la hacía
parecer semidesnuda y mi polla, exhausta, palpitaba, dispuesta a tener otro
polvo con ella. Se dio la vuelta y se apartó el pelo oscuro del cuello.
Le di un beso en aquella fina tira de piel.
Soltó una risita: "Arréglame la cremallera".
La ayudé y, cuando se volvió hacia mí, se agachó para ajustarme la pajarita
y me pasó el pulgar por los labios.
"Llevas demasiado pintalabios. ¿Tienes un pañuelo?".
Saqué uno del bolsillo y se lo entregué. Me lo pasó por la boca.
"¿Y qué tal mi lápiz de labios? No me habrá manchado toda la cara,
¿verdad?".
Me pasé los dedos por su suave pelo. "No, estás perfecta. Como si aún no te
hubiera besado".
Me acarició el pecho. "Bueno, no tentemos a la suerte, ¿vale?".
La apreté contra mí. "A la mierda la suerte", y volví a besarla.
De vuelta en el salón de baile, fue una lucha no tocarla.
"Ahí estáis", dijo Karen no más de tres minutos después de nuestro regreso.
"¿Se portó bien Brooke contigo?".
Intenté contenerme y me limité a asentir.
"Gracias por no meterla en líos", dijo Peyton.
Me habría castrado si hubiera sabido exactamente en cuántos líos había
metido a Brooke.
"El Dr. Mark se cuidó de mí". Ella seguía jugando peligrosamente conmigo.
Nos miramos y sonreímos. Nos habíamos cuidado mutuamente. Metí la
mano en mi chaqueta y saqué lo justo de sus bragas para que pudiera ver la
tela roja. Podríamos jugar a este juego... a estas alturas estaba seguro de
ello.
4
BROOKE

A parentemente, nadie se quejó de mí al departamento de Recursos


Humanos, porque cuando me presenté el primer día, todavía tenía un
trabajo asignado. No se habían enviado notas embarazosas
insistiendo en que aún no había completado la formación, ni en que me
había acostado con uno de los médicos en el armario del conserje.
No es que mamá estuviera informada de lo último, pero por la forma en que
continuó durante todo el fin de semana con la historia de la gala, parecía
como si realmente me hubiera emborrachado y bailado sobre las mesas, en
lugar de simplemente llevar un vestido sexy, segura de mi tamaño y de mi
figura. Si ella hubiera sabido que salí del evento sin las bragas que llevaba
cuando llegamos, le habría dado un infarto.
Dediqué los primeros días a ver vídeos y hacer cuestionarios en línea a
modo de formación. Los vídeos eran aburridos. Aunque entendía que eran
importantes en el contexto general, como la formación sobre acoso sexual y
los protocolos de seguridad para utilizar el compactador de residuos, no
tenían ninguna repercusión directa en mi trabajo.
Fue el jueves cuando empecé la formación específica para mi trabajo.
"Bueno, veo que alguien te ha dicho que te pongas una bata de laboratorio",
dijo Terry, mi tutor. Hizo un extraño movimiento con la mano de un lado a
otro. "¿Te han dicho también que en nuestro departamento hay ciertos
colores que hay que llevar?".
Asintió: "Sí, me lo dijeron ayer. Fui a buscar la bata en cuanto salí de aquí.
Um..." Descubrí el top. "¿Sabes lo difícil que es encontrar batas de mi talla?
En la tienda especializada en la que acabé me dijeron que tendría que
pedirlos por encargo. Pensé que cualquier bata sería mejor que ninguna".
Asintió encogiéndose de hombros. "Deberíamos llevar colores pastel con
pantalones grises y puedes llevar los estampados divertidos los viernes. Eso
tendrá que bastar hasta que puedas conseguir algo".
"Bueno, ¿dónde consigues el tuyo?".
"Hay un Scrub Hub en el centro comercial, y algunas señoras se hacen los
suyos. ¿Tú coses?".
Negué con la cabeza. No se me daba bien coser. La economía doméstica, en
la escuela, había sido una experiencia formativa especialmente traumática.
"Cuando hace frío puedes llevar debajo camisas sencillas de manga larga.
El departamento de Recursos Humanos no se opone a que llevemos
chaquetas de punto de colores adecuados, pero no sudaderas con capucha ni
chaquetas de chándal".
Los pantalones de peto no favorecían en absoluto mi figura, y no podía
imaginarme lo mal que me quedarían en colores pastel. Los negros que
llevaba entonces, al menos, ocultaban multitud de defectos.
Mientras hablábamos de los uniformes, Terry me condujo al escritorio
redondo que sería mi puesto de trabajo.
"Bueno, aquí es donde trabajarás".
El escritorio era circular y estaba situado en el centro del vestíbulo, entre las
puertas de cristal del edificio médico, el mostrador del ascensor que
conducía a las suites médicas y el largo pasillo que conectaba el edificio
médico con el hospital principal. Había mapas plastificados pegados al
mostrador y una lista de todas las consultas médicas y sus números de
contacto. Había un teléfono con más botones de los que jamás había visto,
un ordenador y dos monitores conectados a cámaras que apuntaban a las
puertas de entrada y los ascensores.
"Parece el centro de mando de una nave espacial", dije mientras me sentaba
en la silla y le daba vueltas.
"Tiene todas las campanas y silbatos, pero por desgracia no tiene propulsión
de curvatura", se rio Terry.
"Aquí puedes ver a la gente entrar y salir. No tienes que llevar la cuenta de
ellos. Tu trabajo consistirá en ayudar a la gente que entre por la puerta
principal a llegar a la planta correcta. La gente siempre olvida dónde está la
oficina que tiene que visitar. La mitad de las veces no recuerdan el nombre
de sus médicos. Por eso esto es útil".
Se inclinó sobre mí y movió el ratón del ordenador. El escritorio despertó
del remolino del salvapantallas y ella tecleó una contraseña. Luego giró el
ratón. Había una palabra escrita en un trozo de cinta adhesiva.
"Esta es la contraseña. Los informáticos nos obligan a cambiarla cada
noventa días y ninguno de nosotros consigue recordarla cuando cambia.
Además, solo somos unos pocos los que manejamos este escritorio. No la
compartas con nadie".
Asentí. Era un secreto bien conocido, pero solo para los que trabajábamos
en el mostrador.
Hizo clic en un programa y apareció una base de datos. "Es fácil, si no
recuerdas el médico o la planta, puedes hacer una búsqueda por apellidos y
te devolverá la información de la cita. Por supuesto, esto solo funciona si la
información se introduce correctamente". Señaló hacia arriba, mostrándome
las consultas encargadas, situadas en la planta superior a la nuestra.
"¿Brooke?"
Me temblaron los nervios al oír aquella voz profunda y familiar. Me preparé
y me di la vuelta. Maldita sea, aquel hombre era guapo.
"Dr. Mark". Hice una mueca, recordando después de saludarlo que podía
llamarlo Mark.
"Entonces, ¿tu nuevo trabajo es aquí en la recepción?".
Asentí con la cabeza. "¿Y tu qué haces aquí?"
"Mi despacho está arriba. Sabías que ejerzo aquí".
"Supongo que no había sumado dos más dos", admití.
"Será agradable ver tu cara sonriente todos los días. Hasta luego". Me guiñó
un ojo y siguió hacia los ascensores.
Le vi alejarse. Otra especie de escalofrío recorrió mi cuerpo. Aún recordaba
exactamente las sensaciones que me provocaban sus hábiles manos.
"¿Conoce al Dr. Bryant?"
No pude leer bien el tono de Terry. ¿Estaba sorprendida o preocupada?
"Es un muy bueno amigo de mis padres". No me pareció buena idea decirle
exactamente de qué lo conocía, porque no estaba segura de que ella supiera
que el Dr. DeBoise era mi padre. Ser la hija del cirujano jefe podría no ser
aceptado fácilmente. Sobre todo porque había conseguido el trabajo más
por su influencia que por mis propios méritos.
"Oh." Arrugó los labios y levantó las cejas.
"¿Por qué? ¿Qué pasa?" Sentí curiosidad.
"Es que aquí los médicos casi nunca nos prestan atención al personal de
apoyo. Además, el Dr. Bryant es... Mmm..."
"Es sexy", terminé por ella.
"Exacto", dijo ella, riéndose.
Pasamos el resto de mis pocas horas allí repasando el funcionamiento del
sistema telefónico. Tuve un caso real de alguien que se olvidó del médico al
que había acudido y tuve la oportunidad de utilizar la base de datos para
encontrar su cita.
"Lo has hecho muy bien. Mañana, cuando vuelvas, haré un poco menos y tú
podrás hacer un poco más".
Por primera vez desde que había empezado a trabajar, me fui contenta.
Podría haber visto a Mark. Solo de pensarlo, se me erizó la piel.
Tendría que haber metido en la mochila una muda de ropa para quedar con
Angela para comer. Al entrar en la tienda de burritos, destaqué como un
adefesio. Esperaba que alguien corriera hacia mí en cualquier momento y
pidiera atención médica. Yo no era profesional de la medicina. Simplemente
solía decirle a la gente en qué planta estaba la consulta de su médico y, por
alguna razón, tenía que hacerlo con una bata puesta.
Hice cola y pedí mi burrito. Estaba comiendo patatas fritas y salsa cuando
Angela por fin se unió a mí.
"Qué elegante y profesional estás", me dijo mientras se sentaba.
"No son los colores adecuados. Quieren que lleve colores pastel".
"Qué asco, ¿colores pastel? ¿Lo dejaste al instante?".
"No, pero estuve tentada, sobre todo después de la gala, además los colores
pastel no me sientan bien".
Angela me lanzó una de sus miradas sucias. "¿Qué tiene que ver la gala con
llevar colores pastel?".
"Conocí a un chico en el evento".
Se acercó a mí. Cogió con fuerza su burrito y lo miró antes de soltarlo y
limpiarse las manos en unas servilletas. "¿Has conocido a un chico?"
"Bueno, yo no diría que lo conocí. Diría que me lo tiré en un armario
mientras mis padres tomaban cócteles y hacían presentaciones".
"No me lo creo... o puede que sí, de hecho, seguro que sí. Dime que estaba
sexy".
Negué con la cabeza. Mark era más que sexy. "Está buenísimo. Pero hay
algo mejor. Es médico".
Angela se echó hacia atrás, riendo con confianza. "Esperaba que me dijeras
que era uno de esos fideicomisarios superricos y que te habías buscado un
papi guapo por derecho propio. Ya sabes de qué tipo, nadie es feo con
tantos ceros en su cuenta bancaria".
"De hecho es un papi. Y también es médico. Un Doctor Papi."
"¿Y no lo sabías? Es uno de esos zorros plateados, elegantes y de buen
gusto?".
Me reí de su última afirmación. "Mira que no es tan viejo".
"Por favor, dime que tiene tantos...". Se frotó el pulgar contra los dedos
señalando el dinero.
"Es médico, seguro que tiene una buena cuenta bancaria".
"¿Y qué tienen que ver con los colores pastel?".
"Sabes que los colores claros me chocan y me hacen parecer enferma".
Ella asintió.
"Me verá con esos horribles colores. Trabaja en mi edificio".
"¡No!"
Asentí y sacudí la cabeza, pensando en la vergüenza que sentiría cuando
Mark me viera con ese aspecto horrible en esos colores claros.
5
MARK

L as puertas del ascensor se cerraron, haciendo que la figura de Brooke


desapareciera de delante de mí. Sonreía y se recogía el pelo oscuro
detrás de una oreja. Un ligero rubor coloreó sus mejillas. Aquella
hermosa visión fue sustituida por el reflejo distorsionado de mi rostro. Hice
una mueca. Hubiera preferido fijarme en ella.
Estaba de buen humor gracias a su sonrisa. Aquella mañana transcurrió
muy lentamente. No estaba acostumbrado a correr por los pasillos, pero
aquel día estaba deseando que llegara mi hora de comer para volver a ver a
Brooke. Me decepcioné cuando se abrieron los ascensores de la planta baja
y vi a otra mujer en su escritorio. ¿Dónde estaba Brooke?
Debería haberlo sabido. Las posibilidades de que ella trabajara en mi
edificio eran demasiado escasas. El resto del día transcurrió como cualquier
otro día normal. Hice la ronda de mis citas, pero nada excepcional. La
señora Riley llegó arrastrándose, tan encantadora e irritable como siempre.
"Esperaba una llamada suya o de su marido este fin de semana, señora
Riley", le dije al entrar en la sala de visitas.
"Si hubiera podido elegir, la habría llamado hace una semana".
Sonreí, impresionado por sus modales habituales. Me divertía su forma de
comportarse al final del embarazo. Sabía que no debía, estaba incómoda, no
dormía mucho, pero con dos hijos anteriores, nada de esto debería haber
sido una sorpresa.
"Definitivamente, estoy preparada para dar a luz a este bebé". Se tumbó y
apoyó los pies en el soporte de la cuna mientras yo la invitaba a que se
colocara correctamente para el examen.
Me puse un par de guantes de exploración y empecé a comprobar el estado
del bebé.
Le puse una mano en el vientre y comprobé si había empezado a dilatar.
"El bebé está en buena posición. La cabeza ha descendido". Me tomé un
momento para comprobar la medida. "Ya mide unos dos o tres centímetros.
¿Ha tenido ya contracciones?"
Di un paso atrás y me quité los guantes de exploración. Le tendí la mano
para ayudarla a sentarse.
Se levantó con dificultad y se pasó las manos por la cara.
"Nada regular. Caminé mucho y bebí un montón de agua fría".
Estaba cansada y no debí divertirme con ella. Era su tercer hijo conmigo.
No me esperaba nada muy diferente de los dos anteriores. Todos sus hijos
habían venido al mundo a su propio ritmo. Ni ella ni yo podíamos hacer
otra cosa que esperar.
"Este bebé nacerá cuando esté listo. Ya conoces el procedimiento".
"Ah, sí. Los niños ya están en casa de mis suegros y mi maleta ya está
hecha".
"Hasta pronto", le dije, dejándola terminar de vestirse.
Aquella semana no tuve más pacientes. Enero siempre fue un mes poco
interesante en cuanto a nacimientos.
A la mañana siguiente no esperaba ver a Brooke. Había pensado que estaba
haciendo algún tipo de entrenamiento para ocupar distintos puestos y que
no volvería a verla. Al contrario, en cuanto entré en el edificio nuestras
miradas se cruzaron y ella se sonrojó. Asentí con la cabeza en señal de
saludo, le guiñé un ojo y continué hacia el ascensor.
No estuvo sola en su puesto hasta la semana siguiente. Tenía cosas que
decir y no quería que nadie más me oyera.
"Srta. DeBoise", dije al acercarme a su mesa.
"Dr. Mark."
Se me puso dura la polla, pero no sabía si era por su sonrisa o por cómo
había pronunciado mi nombre.
"¿Qué le parece su nueva posición?"
"Hay tantas otras posiciones en las que me gustaría estar que serían mucho
mejores". Me dedicó la más inocente de las sonrisas, en total contradicción
con el significado de aquellas palabras.
La miré. Incluso con una bata insultante, era un bombón. Aún tenía sus
bragas rojas de encaje en el cajón junto a la cama. ¿Qué llevaba hoy debajo
del uniforme?
"No sabía que tu bufete estaba en este edificio", admitió.
"¿No? Pero sabes que trabajo con tu padre".
"Sí, lo sabía en teoría, pero conocer los detalles prácticos son cosas muy
distintas. Como saber que soy hija de un amigo tuyo, pero también saber
que soy una mujer adulta".
Sabía exactamente lo que estaba haciendo.
"Definitivamente eres una mujer adulta", estuve de acuerdo.
"Deberías saberlo".
"Lo sé muy bien. Entonces, ¿puedo esperar verte aquí todas las mañanas?".
Asintió. "Cada día laborable, de siete a una".
"Los últimos días no te vi cuando salí a comer".
Se encogió de hombros. "He estado en un curso de formación. La última
semana ha sido un poco ajetreada".
Sonó mi teléfono. "Disculpe". Me alejé del escritorio para atender la
llamada.
"Habla Bryant."
Escuché a la operadora al otro lado de la línea dándome la información.
"Gracias." Volví al escritorio de Brooke. "Nos vemos. Tengo que atender un
parto".
La señora Riley y su marido se dirigían al hospital. Tuve tiempo de subir a
mi despacho para comprobar mis citas. En la maternidad me avisaron de su
llegada y la alojaron en una habitación. Terminé mi primera cita de la
mañana y pasé mi segunda cita a una colega mientras comprobaba cómo
estaba la señora Riley.
Estaba sufriendo contracciones cuando llegué a su habitación. Su marido la
llevaba de la mano y la guiaba en el proceso de respiración. Le habían
preparado una clase prenatal. Esperé a que terminaran las contracciones
antes de examinarla.
"Todo parece estar bien. Me mantendré en contacto con su enfermera, que
me avisará si hay algún cambio. Volveré dentro de unas horas para
examinarla. Y si el bebé decide apretar el calendario, estoy en la torre
médica y vendré en unos minutos".
Como era de esperar, el parto de la Sra. Riley duró varias horas más de lo
previsto. Me quedé en la oficina haciendo papeleo mientras esperaba a que
el bebé de Riley estuviera listo. Tras catorce horas de trabajo de parto
activo, la señora Riley dio a luz a su tercer hijo.
Aquella noche estaba realmente agotado. De camino a casa, mientras
paraba a comer algo en un autoservicio, pensé en la idea de tener mujer e
hijos. ¿Realmente quería hacer pasar por todo eso a la mujer que amaba?
Pensé que no tenía que ser yo el que tomara la decisión. Sin embargo, no
había mejor nombre para describirlo que trabajo de parto.
Cuando llegué a casa, sentí un vacío en mi alrededor. No había comida
casera, ni cuentos antes de ir a dormir. Los Riley estaban llenos la casa de
niños, ruido y confusión. Ese ruido y esa vida no existían en mi casa. Tal
vez Karen DeBoise tenía razón: necesitaba encontrar una esposa y empezar
a tener hijos.
Odiaba las citas, eran agotadoras y estaban llenas de engaños.
Me serví una copa y me senté en la oscuridad. No podía dejar de pensar en
Brooke. Era una mujer que me gustaba por su forma de jugar. Sabía lo que
quería, no esperaba que yo fuera una especie de vidente para averiguarlo.
Brooke, al mismo tiempo, sin embargo, era hija de Peyton y parecía una
muy mala idea. Aunque ya me la había follado durante la gala. Aquella
mala idea ya se había convertido en algo mucho peor. Diablos, ni siquiera
había intentado contenerme la noche que estuvimos solos en aquella gala.
Mi instinto me decía simplemente "fóllatela" y nada se había interpuesto en
mi camino.
Cuanto más pensaba en el asunto, más me daba cuenta de que quería volver
a disfrutar mi tiempo con ella. Quería oír sus gemidos de necesidad. Tenía
que aceptar el hecho de que mi cuerpo estaba obsesionado con ella. Tenía
que hacérselo, follármela sin pensar y luego seguir con mi vida.
Terminé mi bebida y me fui a la cama.
Por la mañana, todo lo que había decidido la noche anterior, lo deseché
como una mala idea. La noche anterior no había reflexionado bastante.
Había sido un pensamiento insensible y malhumorado, típico de una crisis
de mediana edad. Lo que tenía que hacer era ignorar mi obsesión por
Brooke. Que me hubiera pasado de la raya no significaba que no pudiera
dar marcha atrás y corregir el rumbo. Era la hija de Peyton, ni siquiera
debería haberla mirado.
Entonces continué hundiéndome en la miseria. En un intento fallido de
ignorar a Brooke cada mañana, llegaba a la oficina demasiado pronto o
llegaba tarde a mi primera cita. A menos que llegara por la parte de atrás, lo
cual era un coñazo que implicaba aparcar en el lado opuesto del hospital y
tener que cruzar todo el campus. Parecía excesivo solo para evitar aquella
bonita sonrisa.
6
BROOKE

"¿H as visto a tu médico últimamente? Ya no me hablas de él."


Asentí con la cabeza, incapaz de contestar con la boca, que estaba
llena de burrito. Terminé de masticar antes de contestar a Angela.
"Le he visto y no le he visto".
"¿Y eso qué significa?".
Dejé escapar un gran suspiro, di un sorbo a mi bebida y pensé exactamente
cómo responder.
"Quiero decir, lo veo prácticamente todos los días. Pero eso no significa que
él haga lo mismo, ¿me entiendes?"
"Oh, cariño, eso es horrible. Parece que el Dr. Hervor te está rechazando".
Negué con la cabeza. "Yo no diría eso... es como si se hubiera olvidado de
que existo".
Me di la vuelta en el taburete alto en el que estaba. Levanté mi vaso hacia
Angela. "¿Quieres más?"
Ella me entregó el suyo y yo crucé al pequeño comedor de la famosa tienda
de burritos para llenarlos ambos con nuestras bebidas.
La decoración de madera clara y acero inoxidable del local estaba de moda
y el aire era un poco frío. De hecho, estaba muy frío, como si hubiera aire
acondicionado. En un caluroso día de verano, este lugar habría sido el
paraíso. Hoy, lo único que me daba ganas de quedarme era la comida y
Angela. Odiaba comer con el abrigo puesto.
"¿Qué vas a hacer?", me preguntó cuando volví con las bebidas.
"Nada", me encogí de hombros, "quizá se arrepintió de la decisión que
tomó en caliente la noche de la gala. Quizá esté avergonzado."
"¿Avergonzado? ¿Cómo? No creerás que está casado y que lo tuyo fue solo
un polvo rápido, y ahora que trabajas donde él, quieres acosarlo, ¿verdad?".
Me gustó la idea descabellada de Angela, pero sabía que no era así. Mark
no estaba casado. Ni siquiera salía con nadie. De ser así, lo habría sabido
porque mi madre habría hablado de ello. Y la única vez que hablaba de
Mark era cuando le venía a la mente alguna de sus amigas solteras.
Mamá hablaba de Nancy o Michelle y de cómo sus exmaridos las trataban
fatal, y entonces se le iluminaba un brillo en los ojos; empezaba a planear
una cena para presentarles a Mark. Era como si mamá tuviera la misión de
casarlo.
Si ya estuviera casado, yo no estaría en esta situación, habiéndomelo tirado
y sintiendo un terrible flechazo no correspondido por él. Si estuviera
casado, supongo que el polvo no habría ocurrido aquella noche. Bueno, al
menos no con él.
¿A quién quería engañar? No me habría tirado a nadie más aquella noche.
"No lo sé y estoy tratando de no preocuparme. Ese hombre ya me ha
confundido bastante con su actitud... primero coquetea conmigo y luego
nada".
"¿Me estás diciendo que no tienes intención de flirtear con él? ¿No dijiste
que estaba lo bastante bien?".
"Lo está, pero no debería ir detrás de un chico que no tiene ningún interés.
Si quiere estar conmigo, que se ponga las pilas y haga un movimiento".
"¿Desde cuándo te has vuelto a la antigua y esperas que sea el hombre el
que dé el primer paso?"
"Desde que dejé que me arrastrara al armario del conserje y me quitara las
bragas. Estoy bastante segura de que eso cuenta como su turno de hacer
algo".
"¿Así que me estás diciendo que estás dispuesta a dejar ir ese buen culo?"
"¿Quién dijo que su culo es bonito?" Quiero decir, lo era. Pero si Mark
había cambiado de opinión, no iba a hacerme desgraciada por ello.
Angela dio un gran bocado a su almuerzo. Hizo varias expresiones con los
ojos y esperó hasta que estuvo lista para hablar.
"Sabes, estoy pensando en inscribirme en una escuela de posgrado",
anunció.
"¿Ah, sí? ¿Qué piensas estudiar?".
"Estaba pensando en hacer un máster en economía. Parece que no hay
muchas oportunidades ahí fuera con solo una licenciatura".
"Oye, no digas eso, sobre todo ahora que por fin tengo un trabajo".
Se encogió de hombros. "A lo mejor tú tienes más suerte que yo".
Me eché a reír. "¿No recuerdas de quién soy hija? Entonces ¿dónde te
inscribiste? ¿En la Emory?".
Hizo una mueca. No era buena señal.
"Estaba pensando en dejar Atlanta".
"No, no puedes dejarme", me quejé.
"¿Dejarte? Hablas tú, que te fuiste un año a Escocia, dejándome aquí sola".
"Sí, pero sabías que volvería. Si cambias de ciudad para hacer un máster,
seguro que encuentras un trabajo y te quedarás allí mientras yo me atascaré
aquí.
"Y tendrás a tu doctor Hervor".
Eché la cabeza hacia atrás y solté una carcajada amarga. "No tengo al Dr.
Hervor, y te recuerdo que me está ignorando".
"Razón de más para insistir".
"Sí, claro. Yo creo que no. Creo que es hora de considerarlo un error,
aunque no tenga que arrepentirme".
"Espera, ¿no te arrepentirás? ¿No deberías arrepentirte de los errores?".
Cerré los ojos y negué con la cabeza. "Tienes razón; error, sí...
arrepentimiento, desde luego que no."
Angela se sentó en su taburete y se cruzó de brazos. Me miró como si fuera
idiota.
"Entonces ven conmigo".
"¿Qué? ¿Yo participando en un máster en economía? No soy la mejor
cuando se trata de estudiar".
"No eres estúpida, Brooke. Quizá simplemente te tomaste tu tiempo para
averiguar en qué área de estudio querías especializarte. La mayoría de la
gente acaba cambiando de carrera dos o tres veces en su vida".
Resoplé. "En mi familia no. Rhys será abogado por los siglos de los siglos,
y mi padre es cirujano".
Suspiró. "Que tu familia siempre haya tenido una puntería certera no
significa que tú, también, la tengas".
"¿Qué haría con un máster en administración de empresas?".
Se encogió de hombros. "Lo averiguaremos. Y luego le daremos la vuelta
para que no sea una debilidad sino una ventaja. Vamos, será divertido".
"Viva la universidad", dije con sarcasmo sarcástico. "Deberíamos trabajar
en tu concepto de diversión".
"¿Tú crees?" Saltó del taburete. "Y, como una auténtica aguafiestas, tengo
que volver al trabajo".
La seguí hasta el aparcamiento y me despedí.
Ella se fue a la oficina y yo crucé la ciudad en busca de otra tienda de
uniformes médicos para ver si tenían algo de mi talla. Tenía exactamente
tres conjuntos de bata para el trabajo, necesitaba al menos dos camisetas
más antes de sentirme adecuadamente equipada.
Mis pensamientos oscilaban entre ir a la escuela de posgrado con Angela o
quedarme en casa y ser ignorada por Mark durante el resto de mi inminente
futuro. La tienda estaba llena de tejidos divertidos y colores pastel más
apropiados para la oficina. Me fui con tres tops y otros dos pares de
pantalones de color topo.
A la mañana siguiente, cuando me preparaba para ir a trabajar, no tenía
dónde elegir. Podía llevar un top blanco con pantalones grises o un top rosa
con pantalones grises oscuros. Al final me puse el otro top rosa, que era
más salmón que el rosa suave del primero.
No importaba lo que llevara puesto. No estaba allí para impresionar a nadie,
o por lo menos ya no. Estaba allí para parecer limpia, presentable y
profesional. Cumplía los requisitos más básicos del código de vestimenta.
Por muy tentada que estuviera de ahorrarme algo de tiempo por la mañana y
renunciar al maquillaje, no iba a hacerlo. El maquillaje era para mí y para
mi autoestima. Lo necesitaba absolutamente.
Le había confesado a Angela la mayor parte de mi frustración por lo que no
ocurría entre Mark y yo, pero desde luego no se lo había confesado todo.
Me sentía increíblemente insegura. Me había lanzado a los brazos de Mark
y él me había correspondido, o eso creía yo.
Había empezado a flirtear conmigo en el trabajo y de repente, como si se
hubiera encendido un interruptor, la nada absoluta: ni sonrisas, ni saludos.
Así que había dejado de hacer lo mismo todas las mañanas que llegaba al
trabajo.
Ya no me alegraba el día; solo era alguien que trabajaba en el mismo
edificio y con quien tendría que tratar tarde o temprano cuando viniera a
cenar a casa de mis padres.
Había terminado de dirigir a una anciana a la sexta planta para su cita
cuando sonó el teléfono.
"Oficina de Información, Torre Médica, soy Brooke".
"Brooke, justo la persona con la que quería hablar".
Me quedé helada. No tenía intención de entrar en pánico, pero ¿por qué
Mark estaba llamando al mostrador de información?
"Sí, ¿en qué puedo ayudarle?". Intenté ser lo más profesional posible.
"He estado pensando en ti últimamente y...".
"Deberías saber que esta línea está monitorizada, así que...".
"Así que tengo que tener cuidado con lo que digo y no mencionar...". Hizo
una pausa tan larga que no supe con qué me estaba torturando. "¿Ya te has
ido a comer?".
"No, mi turno termina a la una. Comeré más tarde. ¿Por qué?"
"Esta conversación sería mejor no hacerla en una línea grabada o vigilada.
Mañana, ¿estarías dispuesta a quedar conmigo cuando acabe tu turno?".
Había algo en la forma en que Mark había dicho "quedar conmigo" que me
hizo pensar en lo que me había hecho en aquel ropero. No sabía si era el
tono de su voz, la forma en que bajaba y se volvía un poco ronca, o si era
solo mi deseo.
"Claro, veámonos".
7
MARK

M e apoyé en el parachoques de mi Maserati, esperando. ¿Qué estaba


haciendo? Había cancelado todas mis citas de primera hora de la
tarde de ese día, dándome una hora y media extra, y todo por esta
chica. No, por esta mujer.
Brooke ya no tenía nada de infantil. Ni en su aspecto ni en su manera de
moverse. Tenía un cuerpo curvilíneo y florido, con todas las curvas en todos
los sitios adecuados, y sabía cómo hacer que resaltaran.
Hacía demasiado frío y humedad como para esperar mucho tiempo fuera.
Me subí el cuello de la chaqueta, cubriéndome la nuca, y esperé. No es que
estuviera impaciente…
Sin duda estaba esperando algo. Empezaba a pensar que había hecho el
ridículo, pero no podía quitármela de la cabeza. Definitivamente era por la
forma sexy en que me había provocado la noche de la gala. El vestido que
llevaba era algo… diferente.
A la mierda. Si se trataba simplemente de una atracción por una mujer
preciosa con un vestido sexy, entonces ¿por qué me comportaba como una
especie de colegial enamorado cuando la vi por la mañana? No estaba
vestida para seducir con aquella bata, y sin embargo mi libido reaccionó
como si lo estuviera.
"Perdona, ¿has esperado mucho?", preguntó Brooke al salir, acercándose a
mí. Estaba envuelta en un grueso abrigo de lana y llevaba una bufanda
alrededor del cuello. "¿No tienes frío? ¿O solo intentas ser guay?". Se
acercó y tiró del cuello de mi abrigo.
"Entra en el coche", le ordené. Me levanté, me acerqué a la puerta del
copiloto y la abrí.
"No lo creo, doctor Mark".
"Te dije que me llamaras Mark. No soy tu médico".
La miré fijamente y le pedí que subiera al coche.
"Dije que estaría bien verte después del trabajo, no que iba a ir a ningún
sitio contigo".
"Pensé que podría invitarte a comer...".
Ella se cruzó de brazos y negó con la cabeza. "No. Acabas de pedirme que
nos veamos después del trabajo, y ayer no me propusiste que saliéramos, así
que ¿por qué tendría que ir a algún sitio contigo?". Me miró fijamente.
"Venga Brooke, sabes que puedes confiar en mí". Me seguía el juego. ¿Por
qué estaba jugando con una mujer más joven? Volví a mirarla. Tenía una
cara perfecta en forma de corazón, con una barbilla pequeña y una boca
hecha para besar.
"Al principio eras todo amabilidad conmigo, luego de repente te convertiste
en un bloque de hielo y me ignoraste durante casi un mes entero. ¿Por qué
iba a suponer todo eso? Es sabido que la mayoría de los acosadores
pertenecen a un círculo familiar cercano".
"Vamos, qué estás diciendo... no soy un acosador, Brooke". Cerré la puerta
del coche. Me estaba volviendo loco.
"Sé que no lo eres. Solo señalaba la contradicción de afirmar que puedo
confiar en ti cuando no me has demostrado exactamente que seas digno de
confianza."
"¿Y cómo voy a hacerlo exactamente si no quieres reconocer como prueba
la historia que tuvimos juntos?".
"¿Qué harías con alguien a quien no has visto en años? La invitarías a salir
y aún no lo has intentado conmigo". Extendió la mano como si me estuviera
revelando un gran secreto.
Imité su movimiento. "Brooke, ¿te gustaría salir conmigo?".
Arrugó la cara, exactamente igual que su madre, solo que en ella era
increíblemente adorable.
"Me lo pensaré". Giró sobre sus talones y se alejó.
Me quedé boquiabierta al verla salir. "¡Brooke!"
Se despidió con la mano y siguió andando. Me desplomé contra el lateral de
mi coche y la miré.
Horas más tarde me encontré quejándome a mi hermano David.
"No sé qué hacer con esta mujer".
Habíamos reservado la cancha de baloncesto del centro comunitario de su
parroquia. Probó algunos balones, siempre había uno o dos planos que
nunca parecían mantener la presión del aire.
Me lanzó el balón y empecé a regatear. No estaba haciendo mucho más que
calentarme las manos cuando, desde la izquierda, Peyton DeBoise se acercó
y me quitó el balón.
"¿Estamos jugando o nos quedamos aquí quejándonos?", se rio mientras
corría por la cancha y lanzaba a canasta.
Me sentí vengado cuando falló y el balón rebotó en el borde de la canasta,
haciéndole correr.
"Estoy jugando, Mark por otro lado está lloriqueando como una niña
pequeña".
"Eso no es verdad." No debería haber dicho eso, y definitivamente me
equivoqué en la forma de decirlo. Realmente sonaba como una niña
pequeña.
"¿Y por qué lloriquea Mark esta vez?", dijo tendiéndole la mano a Jeff, que
conocía a David de sus tiempos en la iglesia y jugaba con nosotros
habitualmente.
"Problemas de mujeres", dijo David. Le quitó el balón de las manos a
Peyton y corrió con él por la cancha.
Le seguimos, Peyton y Jeff en el equipo, mientras yo quedaba relegado al
lado de David. Me coloqué entre David y Jeff en un intento de dar a mi
hermano la oportunidad de encestar.
Saltó en el aire y encestó el balón.
"¿Qué estamos, en el instituto? Sal con ella, hazle pasar un buen rato, fin".
Peyton volvió a poner el balón en juego.
La intercepté y volví a hacer un tiro. "Hice algunas putadas con ella".
"Lenguaje", me amonestó Jeff. También consiguió que fallara mi tiro.
Rodé con la espalda contra su brazo e intenté recuperar el balón.
"Vale, estamos en la iglesia, lo siento, colega".
"Pues, has metido la pata. Si vale la pena, discúlpate y vuelve a intentarlo".
Era un poco surrealista que Peyton me estuviera dando consejos sobre citas,
sin darse cuenta de que estaba hablando de su hija.
"¿La conozco?"
Hice un gruñido indistinguible. Podría haber sido sí, podría haber sido no.
Desde luego, no fue "estoy hablando de tu hija".
Peyton recibió un pase de Jeff y volvió al campo. Corrí tras él. Ya se había
preparado para un tiro antes de que yo llegara a mi posición.
"Chocolate y flores", dijo Jeff entre jadeos. "A las mujeres les encanta el
chocolate y las flores".
"Eso no es posible. Mi mujer siempre está a dieta. Se enfada cada vez que
le llevo chocolate. Una vez le llevé una tarta para sorprenderla y se enfadó
conmigo durante una semana", dijo David.
"Esa es la diferencia entre las esposas y las novias. Las esposas esperan que
les prestes atención y sepas estas cosas. ¿Cómo te atreves a sabotear sus
dietas? Pero las mujeres a las que cortejas aprecian todos esos pequeños
gestos de atención".
Le quité la pelota de las narices a Jeff. Se puso de pie con las manos en las
rodillas y gritó con la respiración contenida. "¿Te doy consejos de calidad
sobre citas y así es como me lo pagas?".
"Tiene razón. Flores, regalos, ese tipo de cosas hasta que sepas lo que le
gusta. Y entonces toma nota de qué flores harán que sus ojos se iluminen.
Esas serán las que tendrás que seguir comprando", añadió Peyton.
"¿Tú le compras flores a tu mujer?", preguntó David.
"Sí, porque también se enfada conmigo si le compro chocolate. Deberías
probarlo. ¿Cuáles son sus flores favoritas?", preguntó Peyton.
David se encogió de hombros. "No lo sé. Le gusta el morado".
"¿Cómo es posible que te hayas casado con la chica de tus sueños y tengas
cuatro hijos sin saber siquiera qué tipo de flores le gustan?". Mi hermano
me asombró.
"No se casó conmigo por mi habilidad para comprar flores. Se casó
conmigo por...". Lanzó una mirada por encima del hombro antes de
agarrarse la ingle y encogerse de hombros. "¿Ves lo que quiero decir?"
"¡Lenguaje!", volvió a decir Jeff.
David levantó las manos en señal de rendición. "No he dicho nada".
"Pero en serio, ¿cómo sigues cortejando a tu mujer?".
"Sinceramente, nunca he pensado en ello".
Tienes que pensártelo si no quieres acabar pagando su pensión alimenticia
dentro de cinco años. La separación solo durará un tiempo, y entonces
querrás que alguien te ayude a lidiar con tus problemas. No se puede
esperar que ella lo haga todo sin algún tipo de gratitud por tu parte".
David cogió la pelota y empezó a lanzarla de una mano a la otra.
"Entonces, ¿crees que debería empezar con flores? ¿Como hacer que las
entreguen?"
"Venden flores en el supermercado. Recoge algunas de camino a casa. Lava
los platos después de cenar. Masajéale los pies mientras ves la tele.
Pequeños gestos como estos ayudan mucho".
"¿Cómo es que acabamos hablando de tu vida de casado cuando
empezamos a hablar de cómo convencer a la mujer a la que cabreé para que
salga conmigo?".
"Deja de ser egoísta, Mark. No se trata solo de ti. No me había dado cuenta
de que mi matrimonio estaba en juego hasta ahora". Me lanzó la pelota y se
rio.
"Deja de ser tan dramático". Cogí la pelota y se la devolví.
"¿Ya ha terminado tu pequeña sesión de terapia? ¿Podemos volver al
partido?"
La conversación pasó de los consejos sobre citas a las quejas sobre la actual
temporada de hockey. No pude volver a centrarme en el partido, ni en el que
habíamos hablado.
¿Qué tipo de flores le habrían gustado a Brooke?
8
BROOKE

S acudí la cabeza y sonreí. Aquella mañana seguían llegando flores al


centro de información. Mi mesa estaba llena de bouquets de todo tipo
y tarde o temprano alguien vendría y me obligaría a llevármelos a
casa. O tal vez debería haber pedido a alguien que las moviera de allí.
"Parece que un admirador secreto ataca de nuevo", dijo Terry mientras
caminaba conmigo.
"Al menos tienen buen aspecto y huelen bien", dije. "Deberías llevarte
algunas a casa".
"Bueno, tú también deberías".
Me encogí de hombros. "No sé, me gustan aquí para que todo el mundo
pueda verlos. Además, si las llevo a casa mi madre me preguntará si tengo
pretendiente". Hice un gesto para simular el jadeo exagerado que habría
hecho mi madre.
Terry soltó una risita y luego dijo: "Quizá no sean todas para ti... quién
sabe".
Asentí con la cabeza. "De hecho, Lisa cree que podrían ser para ella. Está
saliendo con un chico que, al parecer, está intentando compensar una
pequeña pelea que tuvieron. Él hizo algo malo la noche de San Valentín y
ella cree que las flores son su forma de hacer las paces".
Lisa tenía el mismo trabajo que yo, solo que ella cubría el turno de tarde.
Nuestros horarios a veces se solapaban media hora más o menos, así que
podíamos intercambiar algunas palabras.
"Podría ser, pero suelen estar ahí desde por la mañana. No se entregan
específicamente para ella".
"¿Sabes lo que creo que está pasando? Un repartidor sigue perdiendo las
instrucciones de entrega a los pacientes y, en lugar de admitir que se
equivocó en el trabajo, las deja aquí para poder alegar que las entregó en el
hospital".
Era una teoría tan buena como cualquier otra, pero yo sabía exactamente
qué eran y de quién venían. Y sabía que eran para mí. Pero nadie más lo
sabía, porque nunca había una tarjeta. Y la mitad de las veces las flores
simplemente fueron dejadas, no entregadas.
Le había dicho a Mark que si quería invitarme a salir, tenía que hacerlo
explícitamente y pensé que las flores eran su intento de cortejarme. No
estaba haciendo nada bien. Además de decirle las cosas claras, ¿qué podía
hacer yo?
Aquella misma mañana admiré las nuevas flores. Lirios morados y rosas.
Olían divinamente. Me senté en la silla giratoria. Terry apoyó el trasero en
el escritorio. No tenía ganas de llegar a su puesto de trabajo; no me
importaba la compañía ni la charla. La mayor parte del tiempo, durante mi
jornada laboral, solo dirigía unas palabras a alguien. Mi trabajo no
implicaba conversaciones.
"Bueno, tengo que irme. Hoy estoy en la entrada trasera".
"¿Quieres coger algunos de estos?" Levanté un jarrón de flores amarillas y
se las entregué. "La entrada trasera es muy triste".
Aceptó mi oferta. "Estarán bien ahí detrás. Gracias".
Sonreí y asentí cuando varios miembros del personal entraron en la torre
médica. Siempre distinguía a los empleados de los pacientes, sobre todo
cuando sus ropas estaban cubiertas por batas. Tenían un aspecto distinguido
cuando caminaban por la mañana. Además, siempre llevaban un bolso o
una lonchera.
Esperaba con impaciencia una sonrisa o un guiño matutino de Mark. Antes
de que empezara la oleada de flores, había empezado a pararse para darme
los buenos días y a veces incluso coqueteaba. Después de las flores, su
coqueteo aumentó. Comentaba las nuevas flores del día. A veces incluso
llegaba a olerlas e intentaba que le dijera cuáles me gustaban más.
Ese día, mi turno parecía no tener fin. Había sido un día muy largo y no
había visto a Mark ni una sola vez. Lisa me felicitó por la nueva
disposición. Cogí mi jersey y volví a los vestuarios. Era hora de fichar e
irme.
Muy cansada, me sentía como si caminara medio dormida.
"¿Qué tal el día?" Levanté la vista y vi a Mark esperándome en la puerta.
"Hola... ha sido interminable. ¿Acabas de llegar?"
Sacudió la cabeza. "¿Hubo otra entrega de flores esta mañana?"
Él sabía que lo había habido y yo sabía que él lo sabía.
Asentí: "Sí, más flores".
"¿Te gustaron?"
"Son bonitas. Nadie parece saber lo que pasa. Un par de chicas se llevan
algunas a casa cuando terminan sus turnos. Empieza a ser demasiado".
Me hizo un lento gesto de asentimiento. Intenté leer sus movimientos. No lo
conseguí.
"Puedes llevarte algunas a tu despacho. Seguro que a tu personal le
gustarían unas flores para embellecer el ambiente".
"Mi personal se preguntaría por qué me regalas flores".
Sonreí. "Entonces tu personal tendría que preguntarse por qué regalo flores
a cualquiera que las acepte. De todas formas, no te has quedado aquí solo
para hablar de flores conmigo, ¿verdad?".
"No, te estaba esperando. Iba a salir y pensé en ver si querías comer
conmigo".
Mi estómago dio una voltereta, solo que estaba demasiado cansada para ir a
comer a algún sitio. Y si iba a salir con él, quería que Mark me viera en mi
mejor momento.
"No hoy. "
"Creo que es la primera vez que no me estás rechazando por completo."
Le lancé una mirada. Parecía haberse olvidado de la gala. No le había
rechazado en absoluto aquella noche.
"Bueno, si no puedo comer contigo...".
Levanté la mano y le detuve.
"Anoche me quedé hasta tarde. Estoy muy cansada y me voy a casa a echar
una siesta. A ver si otro día".
Insinuó una sonrisa. "¿Cuántas veces me vas a obligar a invitarte a salir
antes de que me digas que sí?".
Le miré. Me gustó cómo su sonrisa llegaba hasta sus ojos, que se arrugaban
en las comisuras. No parecía tener la misma edad que mis padres. Parecía
como mucho diez años mayor que yo. La edad no era un factor importante
para mí... era tan guapo e interesante.
"Las veces que haga falta, supongo", dije encogiéndome de hombros.
"Entonces, tarde o temprano llegará un sí que vale".
Me alejé de él. Era tan fácil estar a su lado. Era sensual y sexy que quería
volver a tocarlo. También quería que me tocara, pero sobre todo quería que
sufriera como me había hecho sufrir a mí durante el último mes,
ignorándome.
Debería haber evitado sentir algo por él y haber seguido adelante con mi
vida, pero él me atraía. Incluso de pie en el aparcamiento, envuelta en la
humedad, mi cuerpo reaccionaba mientras mi boca intentaba ocultarlo.
"Nos vemos, Mark".
"Eso seguro".
Admiraba su confianza; después de todo, yo era presa fácil para él. Ya se lo
había demostrado.
De camino a casa me pregunté si tal vez debería haber aceptado su
invitación a comer. Cuando llegué a casa, me dormí al instante. En mis
sueños no podía quitarme de la nariz el aroma de las flores. Cuando me
desperté de la siesta, me decepcionó haberme dejado todas las flores en el
trabajo y que el aroma de los sueños se hubiera convertido solo en un vago
recuerdo.
Por la mañana, en el trabajo, las flores habían disminuido
considerablemente. No sabía si Lisa y Terry se habían llevado algunas a
casa o si Mark había accedido a llevarse algunas a su oficina. Ya no estaba
trabajando en medio de un escaparate de flores. Si tenía dudas de que Mark
estuviera detrás de las flores, ahora estaba segura. Al día siguiente de
decirle que era excesivo, de repente había menos flores y no llegó ninguna
entrega por la mañana.
"Buenos días". Me gustó su voz matutina, grave y retumbante. "¿Dormiste
ayer una buena siesta?".
"Sí. Soñé con flores".
"¿Quieres saber lo que soñé en cambio?"
Tuve que tragar saliva por el repentino nudo en la garganta. Se me secó la
boca y el calor y la humedad subieron entre mis muslos. Realmente quería
saber qué había soñado, pero sobre todo que siguiera hablándome con esa
voz tan sexy.
"Soñé que salías conmigo. Pero cuando me desperté, me di cuenta de que
solo había sido un sueño, y fue una forma triste de empezar la mañana".
No pude evitar sonreír.
"Ríete de mi dolor".
Sacudí la cabeza. "No es así en absoluto. Me río porque creo que podría
hacer realidad tus sueños".
"Eso estaría bien, en cambio lo único que haces es jugar conmigo".
Me encogí de hombros. "Qué puedo decir, me gusta tanto jugar contigo".
Ella cerró los ojos y sacudió la cabeza. "Maldita sea, Brooke. Tú... Dijiste
que tarde o temprano me dirías que sí. Así que voy a por ello... ¿Puedo
llevarte a cenar?".
"Sí, por supuesto. Sería estupendo".
9
MARK

M e ajusté la corbata ante el espejo. Tenía que acordarme de hablar


con Brooke sobre nuestra situación: ¿íbamos a tener una cita o iba a
ser una situación de follamigos? En cualquier caso... También tenía
que darse cuenta de que teníamos que mantener todo esto bajo control.
Me pasé los dedos por el pelo. No quería que pareciera demasiado
desgreñado, para resaltar las canas de las sienes. Sabía que quedaban
elegantes, pero a mí solo me recordaban que me estaba haciendo mayor. No
estaba ni cerca de ser viejo, ya que eso, para mí, no era más que una forma
de ser. La edad era un número, así que empecé a enumerar todas las
trivialidades que se me ocurrían y que me servirían si Peyton se hubiera
enterado alguna vez de lo nuestro.
Su padre me habría reventado las pelotas si hubiera sabido que teníamos
relaciones sexuales. Esa era una de las claves, así que mantenerlo en secreto
habría sido lo ideal, también por el aspecto laboral. Mi puesto no se habría
visto afectado si alguien se hubiera enterado, pero el de ella sí.
Independientemente de lo que pasara y del tiempo que estuviéramos juntos,
no quería que Brooke sufriera las consecuencias de nuestros actos.
Mi coche atravesó el tráfico como un cuchillo caliente la mantequilla. No
había tráfico, a pesar de ser sábado por la noche, aunque eso no podía
ralentizarme. No tenía intención de llegar tarde. Quería estar allí, esperando
a que Brooke hiciera su aparición. Me encantaba ver cómo se movía aquella
mujer; me hacía sentir como si fuera un menor ante un espectáculo de luces
rojas.
Mientras aparcaba el coche en el garaje que había al final de la calle del
restaurante, me reprendí a mí mismo por no haberle sugerido que
quedáramos con ella en una zona más cómoda del aparcamiento y fuéramos
juntos al restaurante. Podría haber venido a mi casa y habríamos salido
desde allí. Diablos, podríamos haber tenido sexo antes, para descargar toda
esa tensión erótica. Mis pocas dotes de caballero se resentían cuando se
trataba de ella.
Cuando estaba con Brooke me importaban una mierda los modales: solo
quería estar dentro de ella, crudo y primitivo. Aquel vestuario, en la gala,
había sido la perfección a muchos niveles, y ansiaba revivirlo de nuevo. La
anhelaba.
Aquella noche, tras la farsa de una cita sin sentido, iba a llevarla a casa y
hacerla gritar. Sabía que me iba a destrozar, dejándome exhausto y hecho
polvo, y suplicando por mí.
Cuando llegué al restaurante, Brooke ya estaba allí. Estaba sentada
serenamente, como una diosa esperando a que la adoraran. Llevaba el pelo
suelto y le caía en suaves ondas alrededor de la cara. Llevaba demasiado
maquillaje para mi gusto, pero estaba impresionante. Sus labios brillaban,
suplicando mi atención, tentándome dulcemente. Su vestido era rojo y
revelaba suficiente piel para que mi polla palpitara, suplicando ver más.
La sonrisa que me dedicó cuando nuestras miradas se cruzaron me dejó sin
aliento.
Me incliné para besar su mejilla cuando llegué a la mesa. No podía apartar
los ojos de sus pechos. Eran perfectos y estaban artísticamente enmarcados
para ser apreciados.
"Mark", dijo, llamando mi atención hacia su cara.
"Estás deslumbrante". Mi voz se había vuelto grave y ronca. Joder, tengo
que concentrarme.
"Creo que hay algo en lo que tenemos que ponernos de acuerdo antes de
continuar", solté. Decidí hablar de ello enseguida, para que aún me quedara
algo de autocontrol.
Sus ojos parecían grandes e inocentes. "¿Qué?"
"Nadie en el hospital sabe nada de esto. Lo nuestro".
"No voy a decírselo a mis padres, si es eso lo que te preocupa".
"Tus padres son una cosa. El jefe de cirugía es otra cosa. El hecho de que tu
padre sea ambos lo hace más complicado".
Complicado era decir poco.
"El hospital no ve con buenos ojos que los médicos se involucren con el
personal. Eso crea una dinámica de poder desequilibrada".
Ella asintió: "Lo entiendo, nada de confraternización entre empleados. Y,
desde luego, mi padre no debe enterarse. Puedo guardar un secreto. ¿Y tú?
Este sitio es bonito. ¿Ya has comido aquí?"
Asentí. "Una o dos veces".
"¿Qué hay de bueno aquí? Me muero de hambre". Me miró directamente a
los ojos y se lamió el labio inferior. Estaba jugando a la tentadora, y
funcionaba a la perfección.
"Dijiste que tenías hambre. ¿Compartimos un aperitivo o un taxi a casa?", le
pregunté. No me habría importado saltarme la cena por actividades mucho
más apetitosas.
"Los aperitivos tienen buena pinta". Estudió el menú. "¿Qué te gusta?".
"Me gusta...", hice una pausa. Levanté la vista y ella estaba tan deliciosa
que fue un trabajo mantener mi mente en la comida. "Las ostras son buenas
aquí".
Sacudió la cabeza y frunció el ceño. "Nada de ostras para mí".
"Bueno, nunca he probado nada que no me gustara aquí. Seguro que lo que
te sirvan estará bueno".
Brooke degustó tímidamente los entremeses. Sonrió mientras comía. Dejó
de actuar durante el resto de la comida. No le hizo falta, ya me había
conquistado.
Hablamos de todo: de viajes, películas y libros. Me contaba las cosas más
extrañas y yo intentaba comparar sus conocimientos con los míos.
Compartimos platos de nuestras respectivas cenas y cuando la camarera nos
preguntó si queríamos postre, dijimos que sí.
Tras terminar un trozo de tarta de terciopelo rojo, dejé el tenedor. Quería
algo más sustancioso para terminar la velada. Quería a Brooke.
"He pasado una velada encantadora contigo, Brooke. ¿Te gustaría tomar
una copa conmigo en mi casa?". Carraspeé un par de veces. Ella sabía lo
que quería decir. No había razón para ser grosero.
"¿Por qué, Dr. Mark, me hace esta propuesta?".
La forma en que dijo "Dr. Mark" hizo que mi polla se estremeciera. Llevaba
años llamándome así... ¿Cuándo se había puesto tan jodidamente sexy?
Con un grito ahogado, puso una mano en el escote impidiéndome ver.
"¿Qué clase de mujer crees que soy?".
Nadie acusaría jamás a Brooke de saber fingir para salir airosa de cualquier
situación. Su actuación era horrible. Estaba jugando conmigo. Empecé a
reírme y obedecí.
"Creo que eres el tipo de mujer que busca exactamente lo que quiere". Dejé
que mi mirada se detuviera en sus labios.
"Bueno, eso es cierto, pero no soy el tipo de mujer de la que te puedes
aprovechar en una primera cita". Me miró, parpadeando.
Tuve que aclararme la garganta de nuevo. Estaba jugando conmigo y
ganando. "¿Hablas en serio? ¿Y cómo llamarías a lo que pasó en la gala?".
"Eso no fue una cita". Se sentó erguida con una postura perfecta. Esto hizo
que sus pechos resaltaran. Mis ojos fueron directamente allí. Debía de saber
lo que hacía, mostrando así sus activos. "Ciertamente no había sido una
cita."
Lo pensé un momento. Dejé la servilleta sobre la mesa y me levanté.
Habíamos terminado por aquella noche. Le tendí la mano para ayudarla a
levantarse.
"Entonces debería acompañarte a tu coche".
"¿No vas a pedirme una segunda cita?".
"Me lo estoy pensando. ¿Algún incentivo para endulzar el asunto?". Le pasé
un dedo por el hombro, acariciando la piel. Quería ponerle las manos
encima. Si no era ahora, ¿cuándo?
"Pensé que podríamos hacer algo más privado. Quedarnos en casa, ver una
película en la tele. Ya sabes, ese tipo de cosas".
"Suena como una noche tranquila".
Ella hizo un puchero. "Oh, no. No estaba pensando en una noche tranquila
en absoluto. Supongo que si tu casa tiene paredes finas o algo así, podría
gritarle a una almohada o algo".
Ahogué un jadeo. No había dicho lo que yo creía haber oído. ¿O acaso no lo
había dicho?
"Brooke", mi voz era ronca y profunda. Me estaba torturando. Se suponía
que esto era una venganza por haber intentado ignorarla. "¿Cuánto falta
para que pueda volver a verte?" Era demasiado viejo para sentir tanta
desesperación.
"Supongo que tendrás que invitarme a salir más adelante. ¿Verdad?" Cogió
su abrigo, se lo echó sobre los hombros y salió del restaurante. No podía
apartar la mirada. Su trasero se balanceaba de un lado a otro de un modo
que me daban ganas de perseguirla... pero ella no miró atrás.
10
BROOKE

C uando llegué a casa el corazón me palpitaba con fuerza. No podía


creer que lo hubiera conseguido. Lo había hecho lo mejor que había
podido y, por la expresión de la cara de Mark, había funcionado.
También podría haber tenido las bolas azules... No me importaba.
"Llegas pronto a casa", dijo mamá. No apartó la vista de su película, lo cual
fue bueno porque mi cara aún estaba maquillada y mi abrigo abierto.
Me cerré el cinturón, por si acaso.
"Sí, no había nada por lo que quisiéramos trasnochar. Ha sido una semana
muy pesada".
"Bienvenida al mundo de los adultos y de los trabajadores. Estaréis
demasiado cansadas para ir de fiesta. Es hora de acostumbrarse".
Me pareció una exageración viniendo de alguien que apenas se había
graduado por mi culpa y que nunca había tenido que trabajar a jornada
completa. Gruñí y me dirigí a las escaleras.
Tenía que desmaquillarme y ver si podía calmar mis nervios lo suficiente
como para dormir.
Tras horas de agitación, por fin me adormecí. Menos mal que al día
siguiente no tenía que ir a trabajar. No habría podido levantarme a la hora
del despertador, así que lo apagué y me volví a dormir.
Fue la mejor decisión de mi vida. O quizá la peor. Tuve sueños
súperexcitantes con Mark, tan reales que juraría que aún podía sentir su
tacto en mi piel cuando me desperté.
Me pasé el día con una niebla cerebral causada por la falta de sueño y
demasiado deseo. La noche anterior le pedí que me llamara o me mandara
un mensaje. Sabía lo que tenía que hacer. ¿Cuánto tiempo iba a alargarlo?
Básicamente le había dicho que en la segunda cita estaría desnuda para él, y
eso era lo que quería. Que era lo que yo también quería.
En realidad, estaba deseando ir a trabajar el lunes por la mañana, ya que
podría ver a Mark. Me decepcionó un poco que no hubiera un ramo de
flores esperándome. Nunca me había confirmado que él me las hubiera
enviado, pero después de nuestra cita habría esperado algo.
Cuando atravesó aquellas puertas de cristal y sonrió, estuve a punto de
perder el control. El sábado había demostrado mis malas dotes de actriz,
pero aquella mañana él pudo ver mi auténtica capacidad interpretativa.
Me limité a asentir en respuesta a su gesto, actuando con la misma
despreocupación que él. Claro que mi pulso se había acelerado y tenía que
intentar respirar, a pesar del nudo que tenía en la garganta, pero
aparentemente estaba tranquila.
Le miré a los ojos cuando entró en el ascensor y me guiñó un ojo mientras
las puertas empezaban a cerrarse. En ese momento ya no pude mantener la
sangre fría, así que, afortunadamente con las puertas cerradas, no pudo ver
que me derretía como un helado al sol.
Pasé la mañana dirigiendo a los pacientes a sus respectivas consultas. Los
teléfonos no paraban de sonar. Me sentía como un artista de circo, un
equilibrista. Si hubiera seguido, habría perdido el control y me habría caído.
Estaba ayudando a una mujer a buscar el nombre de su médico cuando sonó
el teléfono.
"Oficina de Información, por favor espere". No les di la oportunidad de
decir nada antes de pulsar el botón de espera y volver a centrarme en la
mujer que tenía delante.
La saludé mientras subía nerviosa por los ascensores. No creo que me
creyera cuando le dije que tenía una cita con el Dr. Spears en la cuarta
planta. Me senté y suspiré. Era el primer momento de paz desde el
comienzo de mi mañana.
"¡Oh, mierda!" Vi la luz roja parpadeante. Tenía a alguien esperándome.
"Lo siento mucho, gracias por esperar. ¿En qué puedo ayudarle?"
"¿Está Brooke ahí?" Cerré los ojos y sentí que toda la fuerza se derretía de
mis miembros. Mark tenía una voz de loco. Aunque me hubiera leído la
guía telefónica, lo habría encontrado sexualmente placentero.
"Soy yo. ¿En qué puedo ayudarle?"
"Llamo de la oficina del Dr. Bryant."
"Debo recordarle que estas llamadas a menudo son monitoreadas para
control de calidad. El Dr. Bryant debería saberlo".
"Lo recordaré. Llamaba para confirmar una cita que me prometió la señorita
Brooke". Hizo una pausa y le oí reír entre dientes. "Para un examen
completo. Pidió una cita fuera de horario, si no me equivoco".
Estaba usando esa voz baja y ronca que literalmente me dejó boquiabierta.
No necesitaba calentarme mientras estaba en el trabajo y, sin embargo,
estaba sucediendo de verdad.
"Sí, exactamente. Después de las horas de trabajo". Sacudí la cabeza.
"¿Podrías mandarme un mensaje al móvil?". Le di mi número. "Tengo una
paciente que necesita mi atención".
"Vale, le enviaré un mensaje".
Tragué saliva y colgué el teléfono. No había nadie en mi mesa, no podía
pensar con claridad para hacer las cosas bien. Diría algo incorrecto y, con
mi suerte, sería la cinta que mis jefes sacarían para ver si estaba haciendo
bien mi trabajo.
Mi teléfono recibió un mensaje. Lo miré. Tener el teléfono fuera y apoyado
en el escritorio estaba mal visto, pero aun así estaba permitido consultarlo.
Sonreí cuando vi que era Mark.
Confirmación de cita. Marque Y para aceptar. También indicaba el
miércoles por la noche para cenar y la dirección de su casa como lugar.
Acerqué los codos al escritorio y me incliné hacia delante. Me bajé el cuello
y saqué una foto rápida de mi escote. La envié como respuesta.
Gracias por señalar las zonas de interés que recibirán más atención
durante la cita. Mark escribió.
Y, escribí como respuesta, sonreí y guardé el teléfono. Estuve tentada de
enviarle más fotos, pero no podía hacer nada demasiado indecoroso
mientras estaba en el trabajo. Sin embargo, cuando salí del trabajo, podía
haber pasado cualquier cosa.
El trabajo me distrajo de mi plan sexy de tomar partes del cuerpo al azar y
enviárselas a Mark durante los dos días siguientes a nuestra cita. Linda me
instaba a levantarme de la silla, diciéndome que era hora de fichar antes de
que me diera cuenta.
Quería esquivar la situación por si Mark salía a comer tarde.
Mi teléfono recibió otro mensaje. Me mordí el labio y esperé que fuera algo
sucio de Mark.
¿Dónde estás?
Mierda, era Angela. Habíamos quedado para comer y he llegado tarde.
Orden para mí. Me limité a escribir.
Cuando llegué a la tienda de burritos parecía molesta.
"¿Por qué has tardado tanto?"
"Lo siento. Salí tarde. Hubo un poco de desorden en el trabajo".
¿"Desorden"? ¿Como si todo el mundo a la vez necesitara información
tuya?".
Tragué saliva y puse cara de culpabilidad. "Desorden como que me distraje
flirteando con mi doctor".
Las cejas de Angela se alzaron. "¿Tu doctor? Quieres decir con el que
estuviste inapropiada en la fiesta, no con el que eres paciente de verdad".
"Así es, con el que me enrollé más de la cuenta en la gala. Tuvimos una cita
el sábado".
"Entonces, supongo que fue bien, ¿no?". Ella frunció el ceño.
"Sí, y lo hice genial. Le dejé babeando en el restaurante. Luego me fui a
casa y me di una larga ducha fría, ya me entiendes".
Ella jadeó: "¡No puede ser!".
"Te digo que sí. Pero tenemos una cita el miércoles, y esta vez pienso
entregarme a él, como aquella famosa noche. Serán unos días largos hasta
entonces". Suspiré. "Le envié una foto de mis tetas".
"Nooo. No te contestó con una foto de su polla, ¿verdad?".
"Qué asco. Es más sofisticado que eso".
"¿Pero no fuiste tú quien le envió tus tetas?".
Me bajé el escote de la camisa, exponiéndole tanta piel como a Mark. "Me
mostré más o menos así. Lo justo para ser coqueta, sin ser traviesa".
"Pero vas a ser traviesa, ¿no?", preguntó.
Me mordí la lengua y tal vez enrojecí.
"¿O vas a ir más allá y ser traviesa? ¿Cuál es el plan?
Me rasqué la cabeza e intenté sonar despreocupada. "Estaba pensando en
dejar escapar un pezón. O dejar el teléfono y hacer una foto de espaldas en
tanga. Nada de desnudos frontales. Siempre guardo eso para las
apreciaciones en persona".
Los matices más sutiles de estar desnudo se perdían en las fotos. Quería
tomarle el pelo y volverle loco. Al fin y al cabo, aún no me había visto
completamente desnuda y sabía que yo también estaba deseando disfrutarlo
en persona. Tenía curiosidad por saber cómo era, pero no era algo que
quisiera tener en mi teléfono.
"Esta es la verdad. No pongas todo ahí fuera. Especialmente cuando todavía
no sabes si realmente puedes confiar en él... Dios no quiera que pueda
difundir esas fotos".
"Claro... pero un pezón no me identificará".
11
MARK

P ensé que tendría una tarde tranquila para ocuparme de nuestra cita de
la noche. Y justo entonces, recibí una llamada de emergencia del
hospital. El bebé de Stephanie Ross había decidido que era el
momento. Aunque el fin de semana estaba de parto, sabía que no había
ninguna paciente pendiente de dar a luz. Salí pronto de la consulta haciendo
grandes planes, pero ya que el bebé de Ross estaba a punto de nacer, antes
de tiempo o no, tenía que volver. Me preparé rápidamente y regresé al
hospital.
Cuando llegué, el equipo de paritorio ya estaba atendiendo a la Sra. Ross.
Estaba dilatada y lista para empujar. El parto de su bebé no duró mucho, de
hecho volví al coche al poco rato para conducir a casa y terminar de
prepararme para Brooke. Por desgracia, pero, me quedé atrapado en un
atasco.
Golpeé el volante con las manos. "Joder".
No debería haber tráfico así ni siquiera en hora punta. Estábamos todos
completamente parados. Esperaba tener tiempo suficiente para montar la
parrilla, poner los filetes a temperatura ambiente y preparar el resto de la
cena que había planeado.
Atascado en el tráfico. Esta es la peor hora punta. Puede que llegue tarde.
Le envié un mensaje a Brooke. Hice una foto rápida de la ruta 285 y se la
envié. Parecía más un aparcamiento que una autopista. Por suerte, le había
dicho antes de salir para el hospital que me habían llamado para un parto
urgente y que le enviaría un mensaje cuando saliera.
No había recorrido más que unos metros cuando sonó el teléfono con una
respuesta.
NP. No problema.
Bueno, quizá no para Brooke, pero para mí... definitivamente.
Después de unos cuarenta y cinco minutos, probablemente me había
movido unos tres kilómetros. Cambié de la radio por satélite a una emisora
local, tal vez pudieran decirme qué estaba pasando. La aplicación de tráfico
de mi teléfono solo mostraba atascos y un accidente en la zona.
Comprobé el indicador de combustible. Al menos estaba en buen estado y
no me quedaría sin gasolina. ¿A cuántos pobres idiotas atascados aquí les
ocurría esto en cambio, quién sabe, empeorando el problema del tráfico?
La música terminó y el locutor empezó a hablar.
"Dígame la información que necesito saber", le pedí como si pudiera oírme.
"El tiempo y las condiciones del tráfico serán la siguiente información",
dijo finalmente, e inmediatamente después empezó el anuncio.
"Uff", dije emitiendo un grito de frustración. No quería estar sentado en mi
coche.
La alarma de mi teléfono sonó como una campana. Era el aviso de que
alguien estaba llamando a mi puerta. Alguien me estaba esperando.
La aplicación me permitió ver lo que encuadraba la cámara de la entrada y
vi a Brooke, de pie frente a mi puerta.
"¡Hola, Brooke!"
Ella miró a su alrededor como si tratara de encontrar el origen de mi voz.
"¿Mark?"
"Ahora mismo no estoy en casa".
Levantó la vista y agitó las manos con exasperación. "¿Es una grabación?
Qué estupidez".
Me reí.
"¿Dónde estás? Las grabaciones no se ríen".
"Estoy en el coche", dije.
"Pero me estás hablando".
"Sí, a través de cámara de seguridad", dije.
Su cara se acercó mientras miraba el timbre. "Es un juguete divertido.
¿Dónde estás?"
"Sigo atrapado en el tráfico. Espera un momento". El locutor de radio
empezó a hablar.
Fue un accidente grave en el que se vieron implicados un camión grande y
varios vehículos. Se habían cerrado varios carriles y había una víctima
mortal no confirmada. Solté un fuerte suspiro.
"Parece que me voy a quedar aquí un rato. Un accidente grave. ¿Quieres
posponerlo? No sé cuánto tardará".
"No, no quiero posponerlo. Voy a la biblioteca, mándame un mensaje
cuando estés cerca".
"Sí, pero no tendré tiempo de encender la parrilla…"
"Entonces vamos a por comida para llevar y ya mostrarás tus dotes de
maestro parrillero otro día".
"No vas a dejar que me salga con la mía, ¿verdad?".
Miró por encima del hombro y se acercó a la cámara del circuito. Se bajó la
blusa, dejando al descubierto el borde de encaje de su sujetador y gran parte
de sus pechos.
"Joder", dije paralizado. Menos mal que no estaba conduciendo. Un destello
burlón como aquel podría haber provocado otro grave accidente.
"¿Aún quieres dejarlo para otra noche?", me preguntó. Era una tentadora.
"¿No te importa esperar?", le pregunté.
"Llevas haciéndome esperar desde el lunes. ¿Para qué quieres una o dos
horas más?".
"No tienes que ir a la biblioteca". Pulsé el botón de desbloqueo.
Ella se sobresaltó y se quedó mirando la manilla. "¿Acabas de hacer algo o
tu casa está embrujada?".
"He abierto la puerta. ¿Por qué no entras y te pones cómoda?".
"Oh, tienes juguetes muy bonitos. En serio, ¿acabas de desbloquear la casa
a distancia?".
"Pruébalo", le sugerí.
Abrió la puerta y desapareció de mi vista. La oí emitir un chillido de alegría
y excitación, luego volvió corriendo y miró a la cámara. "¡Qué guay,
Mark!"
"Ponte cómoda. Estaré allí en cuanto pueda".
"Espera, Mark".
Hice una pausa justo antes de desconectar. "¿Sí?"
"¿Todavía puedes verme?"
"Sí."
Volvió a mirar por encima del hombro y esta vez, bajándose el escote de la
camisa, dejó aún más al descubierto el sujetador. Luego sacó el pecho de la
copa y dejó al descubierto el pezón.
No pude decir nada. Me quedé de piedra.
"¿Mark? ¿Sigues ahí?"
Tragué saliva. "Sí, sigo aquí".
"Vale, solo quería recordarte lo que te está esperando. Adiós".
Lo último que vi de ella fueron sus labios perfectamente separados besando
la cámara. Cerré la conexión y empecé a maldecir seriamente el tráfico.
Tenía que salir de aquella maldita autopista y llegar a las calles de la
ciudad.
Pasó otra hora larga y frustrante antes de que pudiera sobrepasar el choque
y llegar a la entrada de mi casa.
Cuando abrí la puerta, podía oler algo cocinándose. No distinguía más
olores que los del ajo, la cebolla y el pimiento. Dejé las llaves y la cartera
en la mesa de la entrada y entré en la cocina.
Brooke tenía música pop a todo volumen en su teléfono. Estaba bailando y
preparando algún tipo de comida. Había ollas y sartenes en la cocina.
"Brooke".
Jadeó con un grito de sorpresa. "Me has asustado".
Se acercó a mí y me rodeó el cuello con los brazos como si lo hubiéramos
hecho siempre.
Sin dudarlo, bajé hasta sus labios y la besé largamente y con profundidad.
Era néctar fresco después de una tarde calurosa.
"Creí que me enviarías un mensaje cuando estuvieras cerca".
"Lo siento". No había pensado en mantenerla al tanto de mi progreso una
vez que supe que estaba dentro y esperando.
"Espero que no te importe. Revisé tu refrigerador y saqué algunas cosas. No
toqué los filetes si aún querías asarlos".
Suspiré. Encender las brasas habría llevado demasiado tiempo. Sacudí la
cabeza. "Nada de asar, esta noche no. Lo haré un poco a la sartén y lo
calentaré en el horno, si te parece bien".
Asintió.
"Voy a cambiarme. Enseguida vuelvo". Me puse en marcha hacia la cocina.
Me volví para mirarla mientras se afanaba en preparar la cena. Llevaba
atado uno de mis delantales de parrilla. Era adorable. Parecía que pertenecía
a ese lugar. "Estás muy guapa esta noche".
Sonrió y se mordió el labio inferior.
Ya estaba luchando contra el impulso de echármela al hombro y llevarla al
dormitorio como una especie de troglodita. La cena iba a ser una prueba de
fuerza de voluntad.
Me puse unos vaqueros limpios y una camiseta. Parecía inútil arreglarse.
Brooke ya estaba aquí y era ella la que se exhibía en mi cocina, no yo.
Cuando volví a la cocina, Brooke ya no estaba delante de los fogones.
Probé la salsa que estaba haciendo y pensé que podríamos usarla más tarde.
Cogí una sartén de hierro fundido; la cocina en sartén no era mi favorita,
pero ayudaría a cocinar rápidamente. Prefería los filetes un poco más
hechos que crudos. Y el acabado se hacía en el horno.
Puse un poco de mantequilla y ajo en la sartén y encendí el fuego.
Los filetes habían pasado la tarde marinándose, así que ya estaban
sazonados cuando empecé a dorar los bordes y cada lado hasta que
estuvieran bien dorados.
"¿Mark?" La voz de Brooke era grave, entrecortada e insegura.
"¿Sí?" No levanté la vista; mi atención estaba puesta en la carne. No quería
distraerme con su coqueteo.
"Dr. Mark". La forma en que me llamó hizo que la sangre fuera directa a mi
polla. Ya estaba bastante excitado por su anterior flash a mis pezones. Oír
mi nombre con esa voz hizo que mis hormonas se desbocaran.
Apreté con fuerza las pinzas que tenía en la mano y me obligué a no
levantar la vista.
"Dame un segundo. Y entonces tendrás toda mi atención".
"¿Me lo prometes?"
Levanté la vista. No debería haberlo hecho.
Estaba allí, con ese delantal, mirándome con ojos grandes y una boca que
necesitaba un beso.
Solo llevaba... el delantal de cocina.
Dejé caer el filete y cuando lo recogí me ardía la mano. Me había robado
toda mi capacidad cerebral funcional.
"¡Joder!" Recuperé el filete, lo volví a echar en la sartén y me pasé agua fría
por la mano. "¿Intentas matarme?"
"¿Por qué iba a hacerlo?"
Se dio la vuelta y se alejó. Su precioso culo desnudo y sus caderas se
movían de un lado a otro en la más tentadora muestra de atractivo sexual.
Con un guante, eché la sartén con los filetes al horno. Me aseguré de que la
cocina estaba apagada y di dos pasos para seguirla. Retrocedí y comprobé
que los fogones estaban apagados. Con toda la sangre acudiendo a mi polla,
supe que mi capacidad de razonamiento había terminado.
12
BROOKE

M ark parecía muy cansado cuando entró. Sexy, pero cansado. Cuando
fue a cambiarse, decidí que si había que elegir entre él y la cena,
querría a Mark.
Pasé demasiado tiempo convenciéndome a mí misma en el baño. No
esperaba que estuviera ya en la cocina. Desde luego, no quería que la
comida se quemara.
Me agarró antes de que llegara a su habitación.
Me empujó contra la pared, apretando su cuerpo musculoso contra el mío.
No dijo mucho, solo gruñó por lo bajo y me besó como nadie lo había
hecho antes. Supuse que el deseo entre nosotros era mutuo. Tras unos días
de flirteo, había dejado de jugar: le deseaba y sabía que él también me
deseaba. ¿Para qué seguir dándole vueltas al asunto?
Su pierna se detuvo entre las mías y mientras seguía devorando mi boca,
pasé mis manos por su pelo y sus hombros.
Me agarró las muñecas y, sujetándolas con una mano, tiró de mis brazos por
encima de la cabeza. Con la otra me agarró uno de los pechos, con fuerza,
retorciéndome el pezón entre el dedo y el pulgar.
Moví las caderas contra su fuerte muslo, la áspera tela de sus vaqueros
contrastaba excitantemente con mi piel sensible.
"¿Qué me estás haciendo?", dijo.
Era él quien hacía esas cosas, esas maravillosas cosas sensuales en mi
cuerpo. No entendía de qué me acusaba.
"Hazme el amor", le supliqué. Ansiaba que me tocara más.
Podía cogerme allí, de pie en el pasillo, me daba igual, con tal de que me
hiciera suya.
Parecía luchar contra sí mismo: me soltó para dar unos pasos más hacia su
dormitorio, sin dejar de hacer lo que estaba haciendo.
Luego, con un gruñido, se separó de mí. Todavía me tenía agarrada por las
muñecas mientras me arrastraba hasta su dormitorio y poco después me
encontré en la cama, con Mark encima. Tenía las manos por todas partes y
el delantal me rodeaba el cuello, así que intenté quitármelo.
"No", me detuvo, quitándome el cordón del cuello. Se arrodilló sobre mí y
desató las correas él mismo. No entendía lo que estaba pensando, tenía las
cejas fruncidas en señal de concentración. Bajó la parte superior del
delantal, exponiendo completamente mis pechos a su vista.
Suspiró y se relamió. Arqueé la caja torácica, empujando mis pechos hacia
arriba, poniéndolos a la vista, suplicando con mi cuerpo que los cogiera,
que los tocara. Quería su boca sobre mí, chupándome los pezones. Quería la
emoción de sus dedos pellizcándome con tal fuerza que el dolor me
extasiara.
Se echó hacia atrás y giró el delantal para terminar de desatarlo. Lo arrojó al
otro lado de la habitación y quedé desnuda ante sus ojos.
"Joder, Brooke, estás preciosa".
Sí, me siento preciosa por la forma en que me miras. Sus ojos estaban
llenos de lujuria y aprecio. Yo era lo que él quería. Yo, con mis grandes
pechos, mis abundantes caderas y mi suave centro. Su mirada era como una
caricia, y sus manos la seguían, dejando un tacto real. Me tocó, sintió mi
piel y captó mi suavidad.
Se quitó la camisa y luego bajó sobre mí y me envolvió en su abrazo,
apretándome contra su pecho. Piel contra piel, estaba muy caliente. Su
pecho era duro y musculoso y su piel se sentía como seda suave mientras
los pelos de su pecho se burlaban de mis pezones a la perfección.
Cuando me besó en el cuello, solo podía pensar en lo increíble que era y en
lo bien que me hacía sentir. No había pensamientos más allá del contacto de
nuestros cuerpos, su boca en mi cuello y sus dientes rozándome la piel.
Sujetó uno de mis pechos para que tuviera perfecto acceso al pezón que
había chupado, dejándolo turgente. Con la otra mano me masajeaba el
muslo, la cadera. Acarició mi bajo vientre entre nuestros cuerpos.
"Estás tan mojada".
Gemí mientras masajeaba mi sexo.
Lo necesitaba. Tenía ganas de que me tocara como lo estaba haciendo en
aquel momento.
Sus dedos se deslizaron entre mis pliegues y apuntaron directamente a mi
clítoris.
Me retorcí contra su mágica mano. Olas de conmoción que contenían
nuevas promesas excitantes se extendieron por todo mi cuerpo.
Se entretuvo conmigo, acariciándome, haciendo girar su mano,
sumergiéndose en mis profundidades. Su boca abandonó mis pechos y
recorrió mi cuerpo. Lo estaba deseando.
"Dr. Mark", le supliqué. Lo necesitaba dentro de mí. Quería que me liberara
de aquella exquisita tortura.
Su lengua en mi clítoris era pura electricidad. Mis caderas se levantaron de
la cama y, mientras hundía sus dedos en mi interior, empezó a chuparme el
clítoris. Nunca había sentido algo tan increíblemente perfecto.
Gemí. No podía formular pensamientos, ni siquiera palabras. No podía
respirar ni soportar lo que le estaba haciendo a mi cuerpo.
No quería que terminara nunca. Incluso mientras sacudía las caderas contra
su lengua burlona y pedía más, deseando que me penetrara con fuerza para
hacerme correr en su cara, no quería que terminara. Era la psicología del
deseo sexual. Ansiaba la liberación a la que me empujaba, aunque
sinceramente nunca llegaría a ese punto, porque entonces todo habría
terminado.
Me soltó con un jadeo, como si fuera algo que nunca quisiera dejar de
hacer. "¿Quieres llegar al orgasmo con mi lengua o con mi polla?".
Mirar mi cuerpo en sus ojos era pura felicidad. Su pulgar seguía rodeando
mi clítoris mientras metía y sacaba los dedos. Oh, Jesús, estaba caliente,
muy caliente.
"Los dos", jadeé. "Ya casi estoy".
"Ya lo veo."
Su actitud orgullosa y su despreocupación eran demasiado para mí. Ya
estaba temblando. Sentía cómo mis paredes internas palpitaban al ritmo de
sus dedos y él empezó a lamerme de nuevo.
Grité. Empujó con más fuerza y me dejé llevar por todas las sensaciones.
Golpeé el colchón con los puños mientras el orgasmo recorría mi cuerpo.
Me lo succionó, dejándome débil e inmóvil.
No quería que terminara. Una última lamida y se apartó. Le miré mientras
se quitaba los vaqueros. Estaba hecho como una estatua griega. Perfecto,
esculpido... espléndido.
Recordé cuando había sentido su polla, y era tan buena de ver como lo
había sido de tomar. Se acercó a la mesita y sacó un preservativo.
Dejé que mis rodillas se abrieran mientras él volvía a subirse a la cama.
Estaba lista y aún con ganas: podía hacer lo que quisiera conmigo.
Se colocó entre mis piernas y levantó una hasta mi hombro. Arrodillado así,
se movió hasta que mi trasero quedó apoyado contra sus muslos. Tuve que
apretarme contra el colchón con un pie aún sobre la cama. Me agarró de las
caderas con tal fuerza que dejó marcas y me penetró.
Jadeé. No sé si fue el shock de tenerlo dentro de mí, el ángulo o ambas
cosas. Me llenó con fuerza y de repente. Podía sentir su calor y era perfecto.
Tiró de mis caderas y volvió a penetrarme.
La cama se golpeó contra la pared y no pude contener los agudos sonidos
que escapaban de mi garganta con cada embestida. Mark gruñía y gruñía
mientras me levantaba el culo con los muslos en cada embestida. Chocamos
el uno contra el otro, cada vez más fuerte y más rápido.
Otro orgasmo me recorrió. Tuve que esforzarme por mantener la
concentración suficiente para acompañar el rítmico encuentro de nuestros
cuerpos, pero no pude, porque estaba abrumada por la emoción. Mis gritos
se fundieron con otro gemido agudo, así que me aferré a los músculos de
sus brazos y aguanté mientras él seguía empujando con fuerza dentro de mí
en busca de su liberación.
Rugió como una fiera y golpeó con más fuerza y rapidez hasta que sus
movimientos se volvieron erráticos y espasmódicos.
Me soltó las caderas, pero no pudo moverse más.
Se oyó un chirrido continuo que no procedía ni de nosotros ni del
traumatizado armazón de la cama.
"¿Qué coño es ese ruido?". Estaba demasiado agotada para moverme y
hacer algo más que taparme los oídos.
"Oh, mierda, la alarma de incendios".
Mark saltó de la cama y salió por la puerta.
Me puse su camiseta, que me quedaba ajustada sobre las tetas pero lo
bastante larga para cubrirme las regiones inferiores, y le seguí.
La cocina estaba llena de humo.
Cogió el teléfono. "Sí, la cena se ha quemado. Bueno".
Se volvió hacia mí. "Ve a vestirte; los bomberos ya están en camino".
Abrí la puerta trasera de la cocina y me dirigí a su dormitorio.
Mi ropa estaba en el baño de abajo. No quería vestirme todavía. Mi piel
seguía sensible a sus caricias. Mi coño aún se retorcía por los restos del
placer del orgasmo.
Cuando volví a la cocina, Mark estaba cerrando la puerta principal. Me
había perdido la breve visita de los bomberos que se acercaron para
asegurarse de que todo estaba bien.
"Creía que solo era tu detector de humos, ¿quién ha llamado a los
bomberos?".
"Tengo una compañía de alarmas".
"Espera, ellos no ven lo que hay en tu cámara, ¿verdad?". Entré en pánico
pensando que, con la intención de sorprender a Mark, había enseñado mi
pezón a algún empleado de la compañía de alarmas.
Se rio entre dientes: "No, solo sale en mi teléfono o en mi sistema de
grabación. Gracias por recordármelo. No quiero borrar la cinta de hoy. Por
cierto... hemos quemado la cena".
13
MARK

N os rodeaba un fuerte olor a coche nuevo. Los carroceros debían de


haber rociado el interior con un desodorante especial antes de poner
el coche usado a la venta. David jugueteaba con los mandos de los
asientos, mientras yo echaba un vistazo a todos los accesorios del
salpicadero. Se abrió una guantera, lo bastante grande para un par de gafas
de sol.
"¿Pero no habías dicho que habías dejado los monovolúmenes?", pregunté.
"Sí, pero Shelly odia el todoterreno. Dice que es cien veces más grande por
fuera que por dentro".
"Ya no necesitas el espacio para el cochecito. ¿O sí?" Subrayé la última
parte de la pregunta.
David y Shelly habían dicho que habían dejado de tener hijos después de
que llegara el número dos. Y ahora tenían cuatro hijos. Todos eran ya lo
bastante mayores para ir al colegio, pero no me habría sorprendido de que
Shelly hubiera decidido tener otro bebé cerca. Era algo que veía a menudo
en mi estudio.
David soltó una risita nerviosa. "Dios, no. Ya me he ocupado de eso. Ya
sabes, snip snip".
Asentí. La vasectomía había sido lo más inteligente que David había hecho.
"Los únicos niños extra que tendremos serán los del equipo de hockey de
Bryce. Shelly necesita espacio para todos los niños más los extras y todo el
equipo".
Salí del asiento del copiloto e intenté abrir la puerta lateral.
"Espera, tengo que pulsar uno de estos botones". David jugueteó con el
panel de control que yo había toqueteado antes.
La puerta empezó a chirriar antes de separarse de la carrocería y deslizarse
hacia atrás.
Subí al asiento trasero. "Esto es potencialmente peligroso. ¿Cómo van a
entrar los niños en el coche si alguien tiene que pulsar un botón cada vez?".
"Lo sé, es incómodo. Tiene las mismas características que la última
furgoneta que tuvimos. Y sigo odiándola". Salí del asiento del conductor y
me uní a él fuera.
En el aparcamiento había una gran variedad de marcas y modelos para
elegir. Hasta ahora todos me habían parecido bastante similares, pero David
sabía lo que buscaba y, lo que es más importante, sabía lo que querría su
mujer.
Le seguí hasta otro modelo; este tenía un tono de gris diferente al anterior.
Todos parecían varios tonos de gris, o blanco.
Abrí la puerta del acompañante y me senté: no estaba mal y, sinceramente,
no esperaba encajar en un monovolumen. Era alto, medía más de metro
ochenta, y estaba demasiado acostumbrado a tener que agacharme para
entrar en los coches. Incluso mi Maserati requería cierta flexibilidad. La
furgoneta o monovolumen era más parecida a un todoterreno, con asientos
más erguidos y mucho espacio para la cabeza.
Tenía mandos similares a los de su predecesor, pero situados cerca del techo
del coche. Había botones para las puertas y el portón trasero. Pulsé este
último y la parte trasera se abrió.
"Este tiene una gran guantera delante. Siempre puede ser útil", anunció
David.
"¿Cómo soléis ordenar las cosas?".
"Solíamos salir y poner el asiento extra en el garaje cuando necesitábamos
espacio para el transporte. A Shelly le gusta poder abrir y cerrar los asientos
extra".
Caminó rodeando el coche y se deslizó en el asiento del conductor. Se dio
cuenta de que le gustaba por la forma en que movía la cabeza.
"¿Quieres salir con ella?" Me refería a probar el coche.
"Hablando de salir... ya sabes, Shelly quiere que conozcas a una chica
nueva que trabaja con ella".
"No perdiste tiempo diciéndome eso, ¿verdad?"
"Aproveché la oportunidad. Ves, esa es una habilidad que tú también
deberías aprender a explotar". Me lanzó una de esas miradas de "idiota" que
me lanzaba desde que éramos niños.
"Sé cuándo aprovechar una oportunidad".
"¿Seguro? Perdimos la semana pasada y el partido aún estaba abierto".
Aunque técnicamente no llevábamos la cuenta de los resultados durante
nuestros partidos de baloncesto, principalmente amistosos e informales,
David siempre llevaba el marcador para recordármelo. Si perdíamos,
siempre era culpa mía. Si ganábamos, era gracias a él.
"¿Estamos discutiendo por el partido o intentas tenderme una trampa? Estoy
saliendo con alguien".
"Creía que la habías jodido".
Me encogí de hombros. "Lo habíamos arreglado." Sí, habíamos hecho las
paces arriba, abajo y a los lados. Brooke me había sorprendido con creces
con su entusiasmo y su empuje.
La atención de David se centró en la columna de dirección. Miró a su
alrededor y movió las palancas. "¿Qué hace eso?", murmuró.
Sus ojos estaban fijos en el coche, pero su conversación volvió a centrarse
en mí. "Bueno, puedes salir con más de una mujer a la vez.
Podría, lo había hecho en el pasado. Pero había algo en Brooke que exigía
toda mi atención. No necesitaba a nadie más reclamando mi concentración.
"Eh, podría, pero preferiría no hacerlo".
David se incorporó y dirigió su mirada hacia mí. "¿Qué?"
"Prefiero no hacerlo. Las citas son agotadoras. Es como si necesitara una
hoja de cálculo solo para llevar la cuenta de nombres y gustos. A Jennifer le
gusta el sushi y está disponible los lunes, jueves y fines de semana. Pero no
los sábados por la mañana, ella tiene su propio ritual de fin de semana:
correr y hacerse las uñas. Siguiente columna: Lisa, está disponible para los
partidos, sobre todo le gusta ir al estadio a comer perritos calientes y beber
cerveza. Pero no tocaría comida así en ninguna otra situación. A Rachael le
gusta el sushi y dormir hasta tarde los sábados. Entonces tienes que cotejar
a Jennifer y a Rachael, porque si las confundes es cosa tuya".
"¿Llevas la cuenta de tus citas en una hoja de cálculo?". David me miró con
expresión confusa y preocupada.
"No... quiero decir sí, pero solo en mi cabeza. Para salir con varias mujeres
a la vez hay que conocer el arte de la coordinación y la memoria. Y yo no
soy capaz de ocuparme de eso ahora mismo. Necesito concentrarme en una
mujer cada vez".
Arqueó una ceja e inclinó la cabeza. "Al menos estás saliendo con alguien.
No es nada serio, ¿verdad? Quiero decir, me pediste consejo sobre cómo
cortejar a esta mujer, y ahora estás saliendo con ella exclusivamente..."
"Yo no diría exclusivamente. Simplemente no estoy de humor para salir con
más de una a la vez".
Reanudamos la marcha hacia la oficina de ventas. David se volvió y señaló
las diferentes furgonetas que habíamos mirado antes de continuar.
"Entonces, ¿cuándo vamos a conocerla? ¿Por qué no la llevas a cenar? Si
Shelly sabe que allí hay una mujer de verdad, quizá se relaje en lo de
intentar buscarte a alguien".
Me encogí de hombros. ¿Qué había pasado con las mujeres de mi vida,
como mi cuñada y Karen? Las que tenían relaciones sanas y estables solo
pensaban en tenderme una trampa. Incluso la señora Cranbrook, una de mis
pacientes a la que solo veía una vez al año, intentaba emparejarme con una
de sus hijas.
Yo estaba bien solo, no necesitaba que nadie me emparejara. Tal vez no
podían soportar la idea de un hombre heterosexual elegible con prisa por
casarse. La mayoría de las mujeres que Shelly y Karen intentaban
presentarme eran siempre divorciadas recientes, y yo francamente no quería
ser el segundo marido de nadie.
Además, ya había salido con algunas; las que estaban de rebote y querían
divertirse, eran graciosas, pero no querían nada serio. Las que buscaban a su
próximo marido para que las cuidara, no me gustaban. No dependía de si
iban acompañadas de hijos o no, sobre todo porque yo no iba a salir con sus
hijos y no iba a quedarme el tiempo suficiente para conocerlos.
Negué con la cabeza. "Lo sé, pero no estoy seguro".
Brooke era muy divertida y no tenía ningún interés en comprometerse.
Además, era más joven que yo.
No, no iba a presentarle a mi hermano a corto plazo, de hecho
probablemente nunca lo haría.
"¿Por qué?"
"Citando un tópico, es complicado", dije con una risita.
Era muy complicado. Me estaba tirando a la hija sexy de mi amigo y colega.
Algo increíblemente estúpido, ya que podría poner en peligro una amistad a
largo plazo. Sin embargo, Brooke merecía el riesgo.
El aire caliente nos golpeó al entrar en la sala de exposición.
"¿Has encontrado algo que te guste?"
"Me gustaría hacer unas cuantas pruebas de conducción".
Me reí para mis adentros. Comprar un coche se parecía mucho a una cita.
Uno se iba conociendo antes de decidir si quería comprometerse. Tenía
relaciones más largas con mis coches que con las mujeres, y los mejoraba y
cambiaba cada cuatro o cinco años. Además, no compraba de segunda
mano. Sabía lo que quería y estaba dispuesto a pagarlo.
Sacudí la cabeza. Las mujeres no se parecían en nada a los coches. Los
coches eran mucho más sencillos.
14
BROOKE

D aba saltitos de un lado a otro, esperando ansiosa a Mark. Salir en


secreto con él siempre me ponía nerviosa hasta que estábamos
juntos. En cuanto él estaba cerca, me calmaba y me sentía segura. En
algún momento de las últimas semanas, habíamos hecho algo más que
acabar en su casa practicando sexo a lo grande. Estábamos saliendo,
haciendo cosas.
Y, para mi decepción, no siempre acabábamos en su cama. A veces no era
posible.
La fría lluvia no ayudaba a calmarme. Me rodeé con los brazos mientras
permanecía de pie en el porche del museo. Debería haber entrado, Mark me
habría encontrado de todos modos. Habíamos acordado encontrarnos aquí y
él entendería que me moviera para esperar dentro, resguardada de aquel frío
inusual.
Mi corazón se aceleró cuando le vi correr hacia la entrada.
"¿Llevas mucho tiempo esperando?" Llegó hasta mí y me estrechó a su
lado.
"Siempre que te espero me parece una larga espera", bromeé.
Me dio un ligero beso en los labios y enseguida me dio ganas de continuar,
pero no era ni el lugar ni el momento para hacerlo.
Abrió las puertas y el calor del museo nos recibió soplando una brisa. Una
vez dentro, Mark compró nuestras entradas y cogió mi abrigo, dejándolo
junto al suyo en el guardarropa.
Nunca me consideré una persona de museos. Me gustaba la cultura
acompañada de palomitas con mantequilla y los libros con hombres sin
camiseta y damiselas con vestidos largos y ondulantes en las portadas. Los
museos siempre me parecieron muy sofisticados, y yo no era así. Pero si ese
era Mark, entonces aprendería a ser de esa manera.
"¿Qué exposición querías ver?", le pregunté.
Se encogió de hombros. "Ninguna en particular, en realidad. Hace
demasiado frío para pasear por el parque y no me gustan los centros
comerciales. En el cine no podemos hablar. Pensé que esto nos daría la
oportunidad de hablar, sin estrés".
Atravesamos grandes salas con paredes blancas y cuadros. Mark enlazó su
brazo con el mío mientras mirábamos y caminábamos.
"Cuando haga más calor, ¿quizá podamos ir a ver algún partido?". Sugerí.
"Me gusta el béisbol". No quería que pensara que teníamos que hacer cosas
como ir de compras o visitar museos porque yo era una mujer.
Negó con la cabeza. "Es más probable que conozca a gente en un partido
que aquí".
Me eché a reír. "Y yo que pensaba que eras el señor 'eventos de gala
elegantes y museos' y me preguntaba cómo iba a encajar".
"Mira quién habla, creo que te he encontrado ya en una gala".
"Oh, ¿así es como lo llamamos ahora, un encuentro?"
"¿Cómo lo llamarías tú? Hagas lo que hagas, no lo llames un error".
Pensé que me estaba sonrojando. Me mordí el labio y miré fijamente el
cuadro que teníamos delante. No podía mirarlo. "Seguro que no fue un
error".
Doblamos una esquina y la naturaleza de los pintores cambió de pálidos
elementos vaporosos a atrevidos carteles que reconocí como del final del
siglo XIX francés. De niña me encantaba la película Moulin Rouge y
también era la favorita de mi madre, que siempre la veía. Personalmente,
creía que tenía debilidad por los preciosos ojos azules de Ewan McGregor.
A mí, en cambio, me gustaba la música, el baile y esa loca habitación de
elefantes. El argumento, en aquel momento, se me escapaba por completo.
Cuando fui un poco mayor, decidí que el hombre del reloj era mi personaje
favorito y, cuando descubrí que era una persona real y que también lo era el
Moulin Rouge, me obsesioné un poco. Lo aprendí todo sobre Toulouse-
Lautrec, tanto que hice mi trabajo biográfico de quinto curso sobre él.
Probablemente era el único artista que conocía por su nombre. Incluso tenía
una reproducción de su póster "Chat Noir" en la pared. Todavía lo conservo.
Dejé escapar un pequeño jadeo mientras soltaba el brazo de Mark para
acercarme. "No sabía que aquí se encontrara algo de Toulouse-Lautrec".
"No creía que te interesara el arte", dijo Mark, sonriendo.
"¿Sabes de quién hablo?". La mayoría de mis amigos a lo largo de los años
no tenían ni idea. Creo que yo solo enseñé quién era a mi clase de quinto
curso.
"Sé quién es. Tuve que hacer un curso de historia del arte en la universidad.
¿Tú no?"
Negué con la cabeza. "Fui dando tantísimos tumbos entre diferentes
facultades que, de algún modo, debí de perdérmelo".
Miré cada una de las obras expuestas.
Después empecé a prestar más atención al arte expuesto. Nuestro recorrido
por el museo se ralentizó drásticamente. Mark, sin embargo, no se quejó de
que tardara demasiado en leer todos los carteles. Subimos a la siguiente
planta y la exposición cambió. Había de todo, desde muebles antiguos hasta
finas piezas de plata, pasando por los retratos más hermosos.
"Es casi como ir de compras. Me gustaría mucho probar ese sillón. ¿No
crees que quedaría bien en tu salón?".
Mark se aclaró la garganta. "No puedo decir que no lo haya pensado,
¿sabes? A mí también me parece una hermosa silla. Pero creo que nos
echarían, si no nos arrestarían, si intentáramos sentarnos ahí".
"Cierto. Al menos así no tendremos que preocuparnos por encontrar un
vendedor o fingir sorpresa por lo caro que es".
"¿Has ido alguna vez a comprar muebles?"
"Varias veces, con mamá. Lo peor siempre es meter la nueva compra en el
coche. Juro que no tiene ningún sentido de las medidas". Me quedé
pensando un momento. "O quizá es una loca inteligente y manipuladora. El
vendedor casi siempre acababa regalándonos la entrega después de intentar
meter las cosas en el maletero".
"Conozco a tu madre y creo que en realidad es lo segundo que has dicho".
Ambos nos reímos y continuamos visitando las salas del museo durante una
hora más o menos.
"Ha sido sorprendentemente divertido. ¿Adónde vamos ahora?", le
pregunté.
"¿Quieres tomar un café?".
"Claro". Necesitaba un poco de cafeína. "¿Te importa si volvemos para no
quedarnos atrapados en el tráfico?".
"¿Tienes planes para más tarde?", preguntó Mark, aunque ya sabía cuáles
eran.
"Mamá me esperará en algún momento", confesé.
Nos decidimos por una cafetería más cercana a mi casa. Tomé asiento en los
grandes sillones acolchados mientras Mark pedía nuestras bebidas.
Estaba más cansada de lo que pensaba después de nuestra estancia en el
museo. Estiré el brazo sobre el sillón. Enganché los dedos de Mark con el
meñique. Permanecimos sentados, sin hablar, con los dedos entrelazados,
disfrutando de las últimas gotas de nuestras bebidas, viviendo simplemente
el estar juntos.
"Tendré que irme pronto. Tengo que hacer algo con mi familia. Viene un
viejo amigo y esperan que esté allí".
Mark sonrió.
"Sí, yo también tengo que salir pronto. He quedado para cenar con unos
amigos, aunque no me gustaría irme", insinuó, guiñándome un ojo.
Los dos sabíamos que iba a venir a mi casa dentro de unas horas. Yo sabía
cómo se sentía. La fuerza que siempre nos unía era muy fuerte, y aunque las
sillas no eran especialmente cómodas, la compañía era de las mejores. Aquí
podíamos ser nosotros mismos. Más tarde, en casa, tendríamos que fingir
que no salíamos juntos. Me gustaba más estar aquí, tanto que mis piernas no
querían hacer el trabajo necesario para levantarse.
Con un gruñido, Mark se levantó. Cogió mi vaso de café vacío y se dirigió a
la cesta.
Me moví en la silla y recogí mi bolso. Seguía sentada mirándole cuando
volvió a ponerse delante de mí y me tendió la mano para ayudarme a
levantarme.
"Vamos, no querrás llegar tarde".
Su mano era tan cálida y reconfortante que me levanté. No se apartó, así
que nos encontramos muy cerca. Bajó la cabeza y me besó sin importarle lo
que hubiera a nuestro alrededor. Al principio me gustó y me incliné hacia
él, luego cundió el pánico; no nos besábamos en público, no hacíamos nada
que pudiera considerarse una cita cuando estábamos rodeados de gente. Me
pasó el brazo por los hombros y me acompañó hasta el coche. Volvió a
besarme, esta vez con más pasión y deseo.
Era difícil no ceder ante él, pero no debíamos dejar que nadie supiera que
estábamos saliendo. Puse las manos en su pecho y le aparté. ¿Y si lo veía
alguien en el coche? ¿Y si alguien nos espiaba y nos descubría?
Trabajábamos en un hospital bastante grande y, desde luego, yo no conocía
a todos los que trabajaban allí. Por ejemplo, la señora que se bajó del coche
junto a nosotros podría trabajar allí y reconocernos.
"¿Cree que podría venir más tarde, cuando acabe lo de tu familia?".
Continuaba el juego según el cual, una vez que salíamos de la cafetería,
teníamos que actuar como si no nos cayéramos bien.
Me encogí de hombros. "Tal vez... ¿Cuánto te durará la cena?".
Hizo una mueca, enseñó los dientes. "Ahora mismo no puedo decirlo, pero
será mejor que nos vayamos o se hará muy tarde".
"¿Qué tal si me mandas un mensaje cuando decidas irte a casa y, si puedo,
también voy?".
"Me parece un buen plan. Hasta luego". Se inclinó para besarme de nuevo.
Me aparté y besé las yemas de mis dedos y las apreté contra su boca.
"Estamos en público", le recordé.
Suspiró y se alejó hacia el aparcamiento de su coche. Me quedé mirándole
todo el rato. Debería haberle besado. Ahora casi estaba preocupada que
estuviera enfadado conmigo.
15
MARK

B rooke me alejó. Ese rechazo hizo que emociones inesperadas


corrieran por mis venas. Sabía que era para bien. En realidad, no era
un rechazo, sino un suave recordatorio por su parte de que, en nuestra
relación, habíamos acordado ser discretos. Sin embargo, el principal
problema era que cuanto más estaba con ella, menos me apetecía ser
discreto.
Me gustaba estar cerca de ella, tocarla. Juro que la sentía sonreír más
cuando nos cogíamos de la mano. Besarla en público era un acto de poder,
porque nadie más podía hacerlo.
Yo podía hacerlo, pero se suponía que no.
Ella tenía razón. Había exagerado un poco. Podrían habernos visto.
¿Qué habría pasado con su padre, con su trabajo?
Me aparté de ella, con la esperanza de que algún día pudiéramos cenar
juntos en algún lugar libremente, haciendo alarde de nuestra relación. En
lugar de eso, de camino a casa me detuve en una licorería y compré una
botella de vino.
Una vez en casa, me metí en la ducha para quitarme el olor del museo y de
Brooke. Mientras me pasaba la mano por la barba, pensé en afeitarme. A
Brooke le gustaba jugar con mi barbita, pero demasiados años de llevarla
afeitada pesaban más que sus preferencias, al menos por aquella noche.
Afeitado, vestido y con la botella en la mano, me dirigí a casa de los
DeBoise para cenar. Después de llamar al timbre no me hicieron esperar
mucho. Esperaba que Karen abriera la puerta y me informara de quién
estaba ya allí y quién me esperaba.
Cuando Brooke abrió la puerta me quedé sin aliento. "Dr. Mark, pase, por
favor".
Maldita sea, me estaba llamando por ese viejo nombre, el que usaba cuando
se hacía la graciosa, el que cuando lo oía ponía mi polla en alerta. Solo que
esta vez no estaba jugando. Dio un paso atrás y me dejó entrar.
Puse la botella de vino sobre la mesa y empecé a quitarme el abrigo. "¿Y
quién está aquí?", pregunté en voz baja.
"Un médico que papá insiste en que recuerde, pero yo no. Se llama Franks".
"¿Howard Franks?", pregunté.
Asintió con la cabeza.
"Es cardiólogo, recién divorciado. ¿Quién más hay?"
"Nadie más", respondió.
Eso no sonaba normal. Después de todo, Karen nunca organizaría una cena
con dos solteros elegibles sin invitar a una de sus amigas. Ella siempre lo
llamaba "equilibrar los sexos", pero yo sabía de qué se trataba en realidad.
Era su versión del juego de las citas. Por alguna razón, le molestaba mucho
ver a un hombre soltero.
"¿Tu madre está esperando a alguien más?"
"Se enfadó un poco antes cuando una de sus amigas canceló su cita".
Había adivinado.
Brooke miró por encima del hombro. En el pasillo no había nadie en las
otras habitaciones que pudiera vernos. Besó sus dedos y me los puso en los
labios. La agarré de la muñeca y mantuve su mano sobre mi boca un
momento más. Tener que contenerme así era algo que odiaba
profundamente.
La seguí hacia el resto de la casa. Continuó en dirección de la cocina con
una botella de vino en la mano y yo me detuve en el salón para reunirme
con Howard y Peyton. Interrumpieron momentáneamente su conversación
para percatarse de mi llegada, pero rápidamente volvieron a hablar de los
detalles de la lancha, o tal vez eran muelles flotantes, ya que ambos tenían
una casa en el lago Lanier. Me serví una copa y me senté en una de las sillas
vacías.
La culpa me atormentaba el cerebro. No podía evitar pensar que en
cualquier momento Peyton se volvería contra mí y me exigiría una
explicación de por qué estaba dejando a su hija en un segundo plano cuando
ella merecía ser el centro de atención. Lo era, solo que ninguno de los dos
pensábamos que Peyton aceptaría de inmediato nuestros sentimientos
mutuos.
Incapaz de participar activamente en una conversación sobre las casas del
lago y los muelles para barcos, me alegré cuando hablamos de deportes y de
cómo nuestro equipo local de béisbol se preparaba para la temporada en
curso.
"Bueno, chicos, hora de cenar".
Creo que a Karen le gustaba fingir que éramos un puñado de críos a los que
había que sujetar.
Había cenado allí tantas veces que tenía un asiento fijo. Cuando me
apretujé, olvidé que normalmente me sentaba justo enfrente de Brooke.
Había imaginado que estaríamos cerca, pero también había olvidado que
durante toda la velada la estaría mirando directamente a los ojos.
No me importaba mirarla, al contrario. Era preciosa.
Tenía unos ojos grandes y oscuros con unas pestañas igual de oscuras y
largas. Tenía las mejillas redondas y siempre teñidas de rosa. Su nariz tenía
una forma delicada y lineal, que sobresalía del perfecto arco de cupido de
su boca. Sus labios eran perfectos para besar.
El problema de sentarme frente a ella aquella noche era que no podía dejar
de mirarla.
Karen era una buena cocinera, una de las razones por las que nunca había
dicho que no a una invitación suya a cenar, aunque sabía que a menudo era
un intento de tenderme una trampa. También había ido porque Peyton era
amigo mío y, como adultos siempre ocupados, nunca parecía haber tiempo
suficiente para estar juntos.
Durante la cena hablamos del tiempo inusualmente fresco, del deseo de la
hija de Howard de montar un jardín y de cómo yo había pasado la tarde
mirando tiendas de muebles. Este último tema le provocó a Brooke un
ataque de tos. No iba a decirles a todos que, en realidad, había pasado el día
en el museo; no sabía qué les había contado Brooke a sus padres y nunca se
me había ocurrido que en situaciones así debíamos tener una excusa válida.
Siempre que tenía ocasión, cuando pensaba que los demás no me prestaban
atención, miraba a Brooke y le guiñaba un ojo. Sabía que era un juego
peligroso, pero no podía resistirme. Tenía cara de aburrida. Nunca tenía
nada que añadir a la conversación. Sin embargo, estaba allí porque su madre
había insistido en que estuviera.
De repente, Brooke miró subrepticiamente su teléfono. Una punzada de
celos me golpeó el pecho. ¿A quién enviaba mensajes? Desde luego, no era
a mí.
"Gracias por la cena, mamá. Voy a salir", anunció mientras se levantaba.
"¿Adónde crees que vas?", preguntó Karen.
"He quedado con Angela en el cine".
"Es un poco tarde, ¿no crees?", preguntó su padre.
"Lo es. Vamos a la última proyección. Angela tiene muchas ganas de ver el
nuevo remake de Jane Austen, pero tu quería que viniera a cenar". Se
encogió de hombros. "Así que no podía hacer las dos cosas. Ya no me
necesitas aquí".
"Bueno, diviértete. ¿Vas a llegar tarde?"
"Voy a pasar la noche en su casa, así no estarás despierta intentando oír el
traqueteo de la puerta principal".
"De acuerdo. Siempre que a Angela le parezca bien que te quedes en su
casa. Que te diviertas".
"Buenas noches, Dr. Franks, ha sido un placer volver a verle". Brooke hizo
una pausa. Tal vez era solo yo, pero parecía fría y distante con él. "Nos
vemos, Dr. Mark", añadió mirándome.
Mi polla se encendió. Su voz era más grave, seductora y burlona. Todos en
la mesa debieron de oír el cambio en su tono de voz.
"Sí, nos vemos", dije con mil carcajadas. De hecho, me sentí francamente
culpable.
"Brooke trabaja en el edificio del Centro Médico. Ve a Mark todo el tiempo.
¿Verdad, cariño?", dijo su madre.
"Yo no diría que todo el tiempo, pero sí, lo veo. Ya me voy". Brooke se
inclinó y besó a su madre en la mejilla.
Menos de diez minutos después vibró mi teléfono. Lo saqué del bolsillo y
leí el mensaje. No pude evitar sonreír. Era Brooke.
No me hagas esperar demasiado. Fuera hace un frío que pela.
Escribí un mensaje rápido diciéndole que me mandara un mensaje cuando
llegara a mi casa y que la dejaría entrar. No hacía falta esperar fuera.
"No es un mensaje de trabajo, ¿verdad? ¿Alguien va a tener un bebé?",
preguntó Karen.
"No, esta noche no estoy de servicio".
La conversación volvió al tiempo y al deporte. Mientras Karen empezaba a
recoger la mesa, vislumbré una posibilidad. Llevé los platos a la cocina por
ella y ayudé a recoger la mesa.
"Mark, ¿qué haces?"
"Me diste de comer, es lo menos que puedo hacer para ayudar a limpiar".
"Tonterías, eres nuestro invitado".
Como Karen insistió en que no ayudara a limpiar, lo tomé como una
obviedad. Después de dar las buenas noches a todos, cogí mi abrigo y me
fui a casa.
Comprobé mi teléfono móvil. Brooke aún no me había avisado de que había
llegado.
Al entrar en mi casa, los faros del coche la iluminaron mientras estaba
sentada, acurrucada en mi porche.
"¿Por qué no me has enviado un mensajito?", le pregunté al salir del coche.
Se encogió de hombros. "No pensé que me harías esperar tanto. Tengo
frío".
Metió los brazos en mi abrigo y me rodeó la cintura con ellos.
Caminamos hacia el interior. Empecé a quitarme el abrigo cuando ella me
agarró de la muñeca, arrastrándome escaleras arriba.
"¿Qué haces?", pregunté riendo.
"Tengo frío, Dr. Mark, y usted tiene la obligación de calentarme", dijo ella.
No necesitaba que la calentara, ya tenía demasiado calor. Sin embargo, la
cuidé de varias maneras durante horas. Y por primera vez me dormí con
Brooke en brazos. Era algo a lo que no debería haberme acostumbrado,
pero lo hice… y mucho.
16
BROOKE

U nas semanas después...


Mark era cariñoso y tranquilizador. Me encantaba sentir su piel
contra la mía. Me hubiera gustado quedarme en su cama, pero no podía. Me
di la vuelta, ajustando las mantas para no tensarlas.
Me rodeó con un brazo, estrechándome contra su pecho con fuerza de
acero, mientras yo permanecía acurrucada contra él. Sus labios recorrieron
mi nuca.
Suspiré y me relajé contra él. Habría sido tan fácil quedarme, pero me
esperaban en casa. Me retorcí contra él, luchando contra mi deseo de
quedarme, contra la atracción gravitatoria de él y su cama.
"¿Te vas tan pronto?", me preguntó. Su voz era un gruñido profundo, lleno
de sueño.
"Sí, es tarde".
"¿No puedes decirle a tu madre que vas a pasar la noche en casa de
Ángela?".
"Mamá ya estará en la cama. Si la llamo o le mando un mensaje ahora, la
volvería loca. Y de todas formas encontraría la manera de castigarme".
"Ya eres mayorcita", dijo Mark soltándose y rodando sobre su espalda.
"Soy una niña grande que aún vive con sus padres. Sigo dependiendo de
ellos y estoy bastante segura de que también dependo técnicamente de ellos
a efectos fiscales. Así que necesito ir a casa y actuar como si no hubiera
pasado las últimas horas siendo follada en cuerpo y alma por uno de sus
mejores amigos."
"Sí, probablemente tengas razón. Conduce con cuidado y cuando llegues a
casa mándame un mensaje".
Le habría enviado un SMS, pero no lo habría visto hasta la mañana
siguiente, ya que se durmió en cuanto me fui.
Cuando llegué a casa era más la una de la madrugada que medianoche. Me
aseguré de cerrar la puerta lo suficientemente fuerte como para que me
oyeran mis padres. Luego volví a mi habitación en silencio.
No me molesté en cambiarme, me metí en la cama y me dormí. Pronto se
haría de día y tenía que estar lúcida y operativa.
Cuando sonó el despertador, me levanté, pero mi operatividad estaba por los
suelos.
Entré a trompicones en la cocina, todavía con la ropa de la noche anterior.
Necesitaba un café antes de darme una ducha.
"Has salido tarde", me dijo mamá.
Gruñí. Era demasiado pronto para entablar conversación.
"No quiero que te canses. Sabes que esas ojeras no serían tan oscuras si
descansaras un poco y bebieras más agua".
Sabía que solo intentaba ser útil, pero sus comentarios me parecieron
sentenciosos y autoritarios.
Estaba cansada y agotada. Era una mierda, pero el único momento en que
podía estar con Mark era después del trabajo y casi siempre después de
cenar. Además, siempre tenía que madrugar para ir a trabajar. Una vez
levantada, eso era todo. No me echaba siestas. Eran para niños, no para
adultos. No había tiempo para el equilibrio y el descanso.
Cuando Mark entró por la puerta principal del trabajo, parecía duchado,
fresco y descansado.
"Te has olvidado de mandarme un mensaje", me dijo, apoyándose en mi
mesa.
Gemí y cerré los ojos.
"Lo siento. Cuando llegué a casa estaba tan cansada que me quedé dormida
con la ropa puesta".
"¿Quieres que no nos veamos por la noche?", preguntó.
"No", respondí. Necesitaba verle. Tenía que entender que solo lo rechazaba
porque estaba cansada. Parpadeé con fuerza y levanté la vista en un intento
de sofocar aquellas emociones repentinas.
"Oye, esta noche haremos algo más tranquilo. Quizá algunos episodios de
esa serie que te gusta y luego a casa a dormir", añadió.
Ir a casa a dormir parecía la mejor parte del plan.
Nos rozamos las manos, ya que no había otra forma de tocarse en el trabajo,
y él se dirigió a los ascensores y a su estudio. Echaba de menos su tacto, sus
brazos, su comodidad.
También echaba de menos mi cama y el sueño.
El día se me hizo interminable, más largo de lo normal. Cometí errores
estúpidos, como colgar el teléfono a gente a la que debería haber puesto en
espera. Incluso envié accidentalmente a un paciente a la planta equivocada.
Me hicieron saber su decepción en términos inequívocos, y en voz alta, en
presencia de todo el mundo.
No pude hacer otra cosa que asentir y disculparme, mientras mis superiores
insultaban mi inteligencia y amenazaban mi puesto. Había sido un simple
error.
Cuando volví a casa, lo único que quería era acobardarme y esconderme.
Me sentía completamente derrotada. Me arrastré escaleras arriba hasta mi
habitación y me desplomé sobre la cama. Solo me moví para sacar el móvil.
Envié un mensaje de texto a Angela.
Odio ser adulta. Es agotador.
A mí también me cuesta, me contestó. ¿Quieres ir al cine este fin de
semana?
No podía soportar la idea de ir al cine con ella y luego ir a casa de Mark.
Pero quería hacer las dos cosas. Quería ver a mi amiga y quería ver a mi
hombre secreto. La pelea fue muy sentida.
¿Crees que podríamos hacerlo por la tarde?, le pregunté.
¿En qué clase de viejecita te has convertido... quieres ver una película a
media tarde? Solo mi abuela hace eso.
Me siento como una vieja. Muy vieja, respondí.
Al final acordamos ver la película el sábado por la tarde. Funcionaría
porque podría cenar y pasar la noche con Mark.
Entonces le envié otro mensaje.
Estoy en la cama y me quedaré aquí hasta mañana por la mañana. Estoy
hecha polvo.
No te preocupes, lo entiendo, nos vemos el sábado.
Parece que hoy todo el mundo está enfadado conmigo, añadí.
En realidad no era todo el mundo, pero aquel paciente me había arruinado
todo el día y parecía que cualquiera me estaba juzgando.
Me dormí poco después y no había cita con Mark. Conseguí levantarme y
ponerme la ropa de trabajo, pero solo después de haber dormido unas horas.
La mañana siguiente fue muy parecida a la anterior. El despertador sonó
demasiado pronto, mi madre parloteó todo el tiempo mientras me tomaba el
café y cometí algunos errores estúpidos en el trabajo. Al menos era viernes.
Me esperaba el fin de semana. Cine con Angela y una noche en brazos de
Mark.
Volví a acostarme temprano. Era una costumbre que empezaba a gustarme
especialmente.
"¿Cuándo fue la última vez que dormiste?", me preguntó Angela cuando me
reuní con ella en el cine.
"Qué bonito saludo".
"No, en serio Brooke, con esas ojeras parece que estés trasnochando".
Me toqué la cara y me burlé.
"No son tan malas. Esto es lo que pasa si no me maquillo", respondí.
"Este tipo, este hombre con el que andas a escondidas, ¿por casualidad no te
obliga a hacer nada, como consumir drogas?".
Me eché a reír. "No, él no se droga y yo tampoco. No tienes por qué
preocuparte. Solo intento sobrellevar todo y estoy aprendiendo que no es
tan simple. No lo entiendo... solo tengo veinticuatro años. En la universidad
podía quedarme despierta toda la noche y al día siguiente no tenía
problemas".
"¿En serio? ¿O podrías simplemente llevar tu cuerpo a clases? Hay una
diferencia entre tener el cuerpo presente en una clase y trabajar de verdad.
Te juro que trabajar es mucho más duro de lo que era en la escuela".
"Te escucho alto y claro. Tienes razón".
Pedí unas palomitas gigantes en el mostrador de bebidas y nos dirigimos a
la sala de cine.
Mientras estaba sentada en la oscuridad, metiéndome puñados de palomitas
en la boca, pensé en lo que acababa de decirme. Sentarse en el cine no era
difícil. No necesitaba estar alerta. Y, desde luego, no tenía que ir vestida de
una determinada manera ni llevar maquillaje. No era diferente de sentarse
en una sala de conferencias. Y ambos eran muy diferentes del trabajo,
donde tenía que estar alerta y funcional. Y mis citas con Mark, bueno,
quería asegurarme de que me veía de una determinada manera, así que
siempre estaba perfecta y maquillada.
Cuanto más pensaba en ello, más me daba cuenta de que ya no tenía
momentos en los que no hacía nada. Siempre tenía que estar alerta y activa.
Esto era agotador y no me extrañaba sentirme exhausta.
Al final de la película me rugió el estómago. Dejé el cubo de las palomitas
y paré de llenarme la boca frenéticamente.
"Ha sido divertido. ¿Quieres ir a comer algo?".
La película había sido divertida, pero ante la mención de la comida se me
revolvió aún más el estómago.
Apenas tuve tiempo de mirar a Angela, que me estaba observando confusa,
antes de tener que correr al baño. Evité pasar vergüenza en público
consiguiendo no vomitar en una papelera, sino en el baño.
"Brooke, ¿estás bien?", me preguntó mientras se quedaba fuera de la puerta
del aseo y yo seguía regurgitando todas las palomitas que me había comido.
Me sonrojé y me limpié la boca.
"No creo que ir a comer sea una buena idea", exclamé, saliendo de la
puerta.
Me lavé la cara y me enjuagué la boca en el lavabo.
Angela me puso la mano en la frente y luego en la mejilla.
"No me parece que estés caliente. ¿Crees que puedes conducir hasta casa o
quieres que te lleve yo?".
Me sentí un poco tambaleante.
"Quizá deberías llevarme a casa", respondí.
De camino a casa le envié un mensaje de texto a Mark cancelando nuestra
cita de esa noche.
Solo quería irme a la cama.
17
MARK

C uando me detuve junto a su escritorio, Brooke no tenía su sonrisa


habitual. Por culpa de mis pacientes y de su indisposición, llevaba
una semana sin poder estar solo con ella. Su tristeza hizo que me
apretara el pecho en señal de empatía.
Me detuve ante su escritorio y miré por encima del hombro. Nos quedamos
solos un momento.
"¿Puedo verte esta noche?", le pregunté.
Se lo pensó, frunció el ceño y torció la boca. Esa expresión era adorable en
ella. Luego se encogió de hombros y negó con la cabeza.
"No lo sé, Mark. Todavía me siento muy cansada".
No me gustó cómo sonaron esas palabras. La semana anterior se había
sentido cansada y enferma, y seguía agotada. No tenía gripe, pero algo la
estaba afectando.
Di unos golpecitos con la mano en su escritorio y reflexioné. Tenía que
conocer a alguien a quien remitirla. Una vez de vuelta en mi consulta,
tendría que encontrarle un buen médico.
"Tengo que dar el alta a cinco pacientes la semana que viene. Además,
tengo que sustituir a un colega. No tendré ocasión de verte antes del fin de
semana. Y tendremos que fingir que no nos conocemos todo el tiempo que
estemos en la casa del lago de tus padres".
Peyton y Karen habían invitado a unos amigos a pasar el fin de semana. A
Karen le encantaba recibir invitados y presumir de su casa del lago. Disfruté
de la comida y de la compañía, incluso cuando me pasé el tiempo
esquivando todas las citas potenciales que Karen quería organizarme. Hacía
años que Brooke no iba al lago a pasar uno de esos fines de semana, desde
que se había ido a la universidad.
"Le prometí a Angela que la ayudaría con sus ensayos para la escuela de
posgrado. Está pensando en hacer un MBA".
"Esto es aún peor. ¿No podéis hacerlo en otra ocasión? Soy un hombre
adulto, no querrás que tenga que suplicar, ¿verdad?".
"Yo no he dicho eso", señaló ella.
Había echado de menos su ausencia como nunca. Era la primera vez que me
relacionaba en secreto.
Ella sonrió y sentí que un calor me recorría el pecho. Se estaba convirtiendo
en alguien cada vez más importante para mi bienestar mental y físico.
Necesitaba su presencia, aunque tuviera que fingir que no dormíamos
juntos.
"Mira, no tenemos que hacer nada, pero te echo de menos. Podemos hacer
lo que planeamos la semana pasada", insistí.
"No planeamos gran cosa", señaló.
"Exacto. Podemos ver la tele o una película y pedir una pizza. Y cuando
estés cansada puedes irte a casa. Sin presiones".
"Eso lo dices ahora, pero ¿y si te apetece hacer otra cosa?".
"Sé cómo controlarme contigo. Quiero decir, mírame ahora, no estoy aquí
poniéndote a noventa grados sobre este escritorio como siempre fantaseé
hacer en el trabajo. Estoy aquí actuando como un hombre pensante".
Ella se sonrojó y soltó una risita.
"Eres horrible. Un hombre pensante normal no me habría contado sus
depravadas fantasías sexuales. Podría denunciarte por acoso sexual".
"Pero no lo harás", repliqué.
"Claro que no, porque sería...", hizo una pausa cuando un paciente se acercó
al mostrador.
"¿Puede ayudarme? He olvidado en qué planta está mi médico", preguntó el
hombre.
"Por supuesto, ¿quién es?"
"Vengo a ver al Dr. White".
"El Dr. White está en la tercera planta. Los ascensores están allí".
El paciente le dio las gracias. Permanecí en silencio hasta que se marchó.
"¿Qué decías?"
Se ruborizó y parecía avergonzada.
"Sería una hipócrita porque siempre pienso en empujarte bajo este escritorio
y abrir las piernas".
"Señorita DeBoise, estoy impresionado. Mañana podemos negociar más
asuntos para hacer en privado... Ahora tengo que volver al trabajo y debería
dejarte hacer el tuyo".
"Hasta luego", me dijo despidiéndose mientras me iba.
No creo que se diera cuenta de que aún podía verla desde los ascensores.
Cuando me alejé, su actitud cambió de inmediato. Había bajado la postura y
la sonrisa. Estaba cansada y hacía todo lo posible por ocultármelo.
Le envié un mensajito después de comprobar que estaba de camino a casa.
Ven a mi casa, tranquila, sin presiones. Te echo de menos.
Yo también te echo de menos. Me gusta la piña en la pizza. Ella respondió.
Pedí la comida al salir del edificio y le envié a Brooke un mensaje para
avisarle de que estaba de camino a casa.
Solo llevaba unos minutos en casa cuando sonó el timbre. Cabía la
posibilidad de que fuera Brooke o de que hubiera llegado la pizza.
No esperaba las dos cosas a la vez.
Cuando abrí la puerta, ella estaba pagando al repartidor de pizza.
"¿Habéis llegado a la vez?".
"Sí", contestó mientras entraba.
El repartidor se dirigió en dirección contraria.
"¿La has pagado tú?", le pregunté.
"Puedo permitirme pagar una pizza, Mark".
"¿Le has dado propina?".
"Claro, se la he dado".
Deslizó las cajas de pizza sobre el banco de la cocina. Se quitó la bolsa del
hombro y colgó la sudadera en el respaldo de una silla. "¿Quieres platos y
cubiertos o comes con las manos y algunas servilletas?".
Empecé a coger un par de cervezas de la nevera. Luego las volví a dejar
donde estaban y en su lugar cogí una Coca-Cola. Si estaba cansada, lo
último que necesitaba era un par de cervezas en su organismo antes de tener
que irse a casa.
"Platos, sí, y llévate también el rollo de papel de cocina", le dije.
Con las bebidas en la mano, cogí las cajas de pizza y me dirigí a mi sala de
televisión.
Brooke me siguió con los platos y cogió una bolsa de patatas fritas.
Coloqué las pizzas y las bebidas en la mesita de café frente al sofá. "¿Qué
quieres ver? ¿Una película o nuestra serie favorita?", le pregunté.
Aquella serie tenía un par de años, pero ninguno de los dos habíamos
conseguido verla cuando salió. Estaba llena de batallas e intrigas en la
corte. Hermanos apuñalándose por la espalda, literalmente pero también en
sentido figurado. Los personajes eran gente horrible. Pero a la gente le
encantaba esa serie, y yo entendía por qué. Era como los deportes: acababas
animando a un equipo y esperabas que el rival perdiera. Los actores eran
todos guapos y se veía mucha piel al descubierto...
"Vamos a ver la serie", dijo bostezando. "Tengo energía suficiente para dos
episodios, después creo que me desplomaré", añadió. Luego se sentó en el
sofá y acercó las cajas de pizza hacia ella. "¿Qué tipo de pizza has pedido?",
preguntó.
"Tocino canadiense y piña.
"Qué ricas. Huelen bien".
Deslizó un trozo de pizza en un plato. Antes de terminar el primer episodio,
y después de comer, se puso a mi lado, abrazándome.
Fue una buena sensación. Tenía a mi novia pegada a mí, el estómago lleno y
los pies levantados y apoyados en una silla mientras veíamos la tele. Era la
manera perfecta de terminar una semana intensa.
Cuando el episodio acabó, ella se estiró y bostezó.
"Ahora vuelvo", dijo levantándose para ir al baño.
Comí otro trozo de pizza y contemplé los detalles de no seducirla, al menos
por aquella noche. Había prometido que no lo haría y, efectivamente, no lo
iba a hacer. Me gustaba cómo se acurrucaba a mi lado. Era agradable poder
vivirla sin tener expectativas.
Luego volvió y empecé el siguiente episodio. Se quedó dormida antes de
que terminara la mitad. Decidí dejarla dormir. Necesitaba descansar y una
siestecita después de cenar no le vendría mal. Comí otro trozo de pizza y
terminé el episodio solo.
"Brooke", dije en voz baja. "Te has quedado dormida, cariño".
Murmuró algo antes de clavarse en mis costillas como si buscara refugio en
mi cadera.
Intenté levantarme, dejándola apoyada en el sofá, y luego intenté ponerla en
pie. Estaba prácticamente inconsciente. No había manera de levantarla.
Pensé que no necesitaba conducir si estaba tan cansada. Recogí la manta
que cubría sus piernas y arreglé el desorden de la cena.
Todavía no se había despertado cuando, un poco más tarde, intenté llamarla
de nuevo.
"Vale, guapa. Hora de irse a la cama".
La abracé y la levanté del sofá. Se apoyó pesadamente en mí. La llevé a mi
habitación y la acosté. Le quité los vaqueros y la arropé. No tenía intención
de despertarla con una cabezada y hacer que se fuera a casa.
Miré las noticias deportivas y pensé en ella durmiendo en mi cama. Solo la
había dejado dormir en mi cama una vez. Despertarme a su lado había sido
acogedor y maravilloso. Apagué la televisión y me acosté.
Cuando me acurruqué junto a Brooke, ella hice lo mismo. Me buscaba
incluso mientras dormía. La rodeé con mis brazos, estrechándola contra mí.
Se sentía tan bien, demasiado perfecto.
Este era su lugar cuando estaba demasiado cansada para hacer nada.
Necesitaba estar en mis brazos, donde yo pudiera protegerla.
Con las palabras y las acciones adecuadas, nuestra historia podría haber
acabado así. Solo que no entendía cuál sería la combinación mágica. No
sabía qué pasaría. No mientras ella siguiera viviendo en casa de sus padres.
No hasta que le contara a mi gran amigo que estaba saliendo con su hija...
18
BROOKE

M e levanté de la cama y me apresuré a ir al baño. A pesar de las


náuseas, conseguí arreglármelas sola, sin tener que despertar a
Mark. Tardé unos minutos en darme cuenta de que estaba en su casa
y durmiendo en su cama.
Mierda. Me iba a meter en un buen lío.
Lo último que recuerdo es que estábamos viendo un episodio de nuestra
serie favorita. Debí de quedarme dormida en el sofá. Estaba tan cansada que
no me sorprendió tanto.
Sin embargo, una cosa me dejó perpleja: ¿Por qué me había metido en la
cama en vez de mandarme a casa?
Sin despertarle, busqué mis pantalones y mis zapatos y me fui. Quizá si
hubiera podido colarme, mamá no se habría enterado de que había llegado
tarde a casa. Sabía que había muchos "quizás", pero quería tener
esperanzas. Había pasado la noche fuera de casa sin decírselo a mis padres.
Papá estaría decepcionado, pero sería mi madre quien me haría la vida
imposible. En un par de horas amanecería.
Cuando entré en el salón, mamá estaba sentada a oscuras. En cuanto entré y
cerré la puerta, me dijo: "Por fin estás en casa". Se levantó y subió las
escaleras sin decir nada más.
Pensé en irme a mi habitación a dormir, pero ya estaba despierta y
preparada para el día. Preparé el café, pero no pude tomármelo. El olor me
revolvía el estómago.
Una hora después de llegar a casa, Mark me envió un mensaje de texto.
Te has ido sin despertarme.
Le contesté: Se suponía que eras tú quien tenía que despertarme y
mandarme a casa. ¿Por qué no me despertaste?, pregunté.
Lo intenté, pero no te despertaste. ¿Va todo bien en casa?
Mamá está enfadada, pero se ha ido a la cama. Solo más tarde sabré lo
grave que es la situación.
Avísame si necesitas algo, añadió.
Me vendría bien una máquina del tiempo, le contesté.
Ya sin ganas de café y sintiéndome mal por volver a dormir con la ropa
puesta, subí las escaleras y me di una ducha. Limpia y cambiada, cogí un
libro y salí a la terraza. No me atrevía a volver a salir de casa, no antes de
saber la "compensación" que exigiría mi madre.
Envié un mensaje a Angela
Si mis padres te preguntan, me quedé dormida en tu sofá.
Ah, ¿así que te has divertido demasiado esta noche?
Casi nada. Me quedé dormida en su sofá y al parecer no pudo despertarme.
Accidentalmente pasé la noche allí.
¡Oh, mierda!
No me digas. Creo que es hora de intensificar mi búsqueda de un nuevo
trabajo para poder permitirme un piso. ¿Quieres ser mi compañero de
piso?
¿Has visto lo que cuestan los pisos? Deberías hacer el máster conmigo
para poder permitirnos vivir juntas.
Me lo pensaré.
No era la primera vez que Angela hablaba de hacer un máster. Así que
empecé a investigar sobre todo tipo de empresas que exigían un máster y
los salarios medios. Las cifras eran muy superiores a lo que habría ganado
si mi trabajo actual hubiera sido a tiempo completo. En cualquier caso, el
hospital nunca convertiría mi puesto en uno a tiempo completo, no cuando
podían contratar a trabajadores a tiempo parcial.
Quizá asistir a un curso de posgrado no fuera la peor idea
No sé cuánto tiempo llevaba en la terraza buscando cosas al azar en el
móvil, entre programas de máster y anuncios de trabajo, cuando salió papá.
"Tu madre está bastante enfadada. Quiere hablar contigo".
Más bien quería regañarme.
La expresión de la cara de mi madre lo decía todo. Ni siquiera necesitó abrir
la boca. Podía predecir exactamente cómo acabaría. Empezaría con la
mirada fija.
Las arrugas que enmarcaban su rostro bajaban aún más las comisuras de sus
labios, haciéndola parecer más vieja.
Me obligué a fruncir menos el ceño y a sonreír más. Maldita sea, incluso
una cara de zorra inexpresiva habría sido mejor que la de ella. Debí de
decepcionarla mucho.
Como era habitual en ocasiones como aquella, solo me di cuenta de algo
después.
"Se suponía que tu padre y yo iríamos al lago y pondríamos la casa en
orden. Pero ahora no hay tiempo suficiente. Tendremos que ir mañana y
hacer todo un acarreo".
Había tiempo de sobra. El lago Lanier no estaba tan lejos.
No les impedía ir al lago. Todavía podían ir por unas horas y hacer algo.
"Se me ha estropeado toda la mañana desde que no pude cerrar los ojos para
esperarte", añadió melodramáticamente.
Y ahora se suponía que yo tenía que entender cómo mis acciones habían
desempeñado un papel tan profundo en la exagerada angustia que ella
estaba experimentando.
Intenté no suspirar. Me sentía como si estuviera interpretando un papel en
una comedia de errores, o más realistamente en un melodrama
ingeniosamente creado. Mi madre era la víctima y yo el malvado inútil que
quería frustrar sus planes. Si al menos hubiera tenido un bigote que retorcer
entre los dedos y una risa malvada, habría sido perfecto.
"Todavía puedes ir al lago", señalé. Decidí aceptar mi parte en aquella farsa.
"No", suspiró. "No hay tiempo suficiente para llegar, averiguar todo lo que
hay que hacer y...".
Miré fijamente a mi padre, que había estado allí de pie, suplicándole con los
ojos que se detuviera.
"Karen, podemos ir allí y evaluar lo que hay que hacer. No hace falta que lo
hagas todo en un solo viaje. Sé que tienes que correr hasta allí durante toda
la semana".
"Pero me vendría muy bien la ayuda de Brooke. Y si ella está demasiado
cansada de estar fuera toda la noche, ¿cómo se puede hacer?", le dijo.
Y ahí había vuelto a ocurrir. Todo era culpa mía, y ella nunca me lo había
pedido ni me había dicho que necesitaría mi ayuda.
"No estuve de fiesta toda la noche. Me quedé dormida en el sofá de Angela
viendo la tele. Podrías haberme avisado de que hoy necesitabas mi ayuda
con la casa del lago".
"Sabes que tu padre ha invitado a algunos de sus compañeros de trabajo el
próximo fin de semana".
Lo sabía, pero solo porque Mark me lo había dicho, no porque hubiera
recibido mensajes extrasensoriales de mi madre.
Ella, en cambio, lo sabía porque lo había organizado... como todos los años.
Yo no le había prestado atención porque no había estado mucho en los
últimos seis años, y antes de eso era una niña pequeña que no prestaba
atención a esas cosas.
"Pues podías haberme llamado y avisado para que no me hubiera pasado la
noche en vela preocupada por ti".
"Te lo repito, me quedé dormida. Si hubiera estado lo suficientemente
despierta como para llamar, habría vuelto a casa. No lo hice a propósito.
Siento que te preocuparas".
Mamá se secó los ojos. Odiaba cuando lloraba. Especialmente cuando se
trataba de cosas como esa.
"Brooke, ¿por qué no vas a cambiarte? Podemos comprar comida por el
camino. Karen, si haces la maleta, podríamos parar allí directamente y
empezar temprano por la mañana, ya que pronto amanecerá. ¿Qué te
parece?", sugirió papá.
"¿En serio? Allí no tendremos comida para cenar", pregunté.
"Podemos salir a cenar fuera".
A papá se le daba bien hacer que mamá viera las cosas con más lógica.
Era como si nos dirigiéramos a una casa abandonada, en cambio él ya tenía
las camas hechas y preparadas.
Mi madre nunca dejaba la casa del lago sin que estuviera impecable y lista
para ser habitada.
"Me parece un buen plan", respondí por ella.
Me puse en marcha y me dirigí a la cocina. Desastre evitado. Mi madre no
había mencionado la posibilidad de restringir mis actividades después de las
horas de trabajo. Por supuesto, iba a estar segregada en la casa del lago con
ella durante dos días y tendría tiempo de sobra para ello.
Mamá me siguió hasta la cocina. Al principio permaneció inmóvil mientras
sacaba los filtros de café y el molinillo. Los coloqué sobre la encimera junto
a la bolsa de café tostado oscuro. El olor me hizo estremecer la nariz. Por
un momento sentí náuseas, pero hice lo posible por ocultárselo.
"Estaba pensando que podrías invitar a tu amiga al lago este fin de semana",
me dijo.
"¿De verdad? Veré si Angela está libre. Seguro que le encantaría".
"Dile que es bienvenida".
Por un momento miré a mamá de reojo. ¿Estaba intentando averiguar si
tenía un novio secreto? Es decir, tenía uno, pero no iba a decírselo. Además,
habría estado allí incluso sin su invitación.
"Dile que vamos el miércoles por la noche", añadió.
"¿El miércoles? Iremos el viernes después del trabajo".
"Tonterías. No tendrás tiempo suficiente el viernes. Quizá quieras unos días
más de relax".
"Mamá, pero tengo trabajo y estoy de guardia", le dije. Abrí la nevera y
empecé a sacar huevos y queso para llevar a la casa del lago. Encontré un
paquete de beicon sin abrir y lo añadí al montón de cosas que había en la
encimera.
Ella hizo un gesto con la mano. "Diles a tus jefes que te tomas un descanso.
Seguro que no habrá problemas".
"Todavía no he acumulado vacaciones. Y no voy a usar mis vacaciones para
ir a la casa del lago". Especialmente no para ir a la casa del lago con ella.
"Además, no tengo ni idea de si Angela tiene tiempo", añadí.
Mi madre fingió no oír.
"No te olvides de meter en la maleta una cebolla y un poco de pimiento,
podemos hacer tortillas para desayunar".
Me quedé mirándola mientras salía de la cocina. Ir a la casa del lago el
próximo fin de semana era claramente una orden, y no una opción.
19
MARK

B rooke estaba tumbada en el jardín trasero y llevaba unos pantalones


cortos tan ajustados que casi me desmayé. Mostraban tanta carne que
me resultaba difícil permanecer indiferente. Quería sentarme a su
lado y recorrer con la mano aquellos muslos tan exquisitos.
"¿En qué estáis trabajando?", pregunté.
Brooke y su amiga estaban inmersas en sus portátiles.
Recordé que ella había hablado de matricularse en un programa de
posgrado o máster. Me senté en una silla de jardín vacía para estar cerca de
ellas.
" Tengo que preparar documentos, como escribir una redacción, para
presentarlos junto a la solicitud", digo Brooke, sin levantar la vista.
Me hubiera gustado que me mirara. Aunque solo fuera una vez. No me
había mirado a los ojos desde que llegó el viernes por la tarde.
¿No entendía lo difícil que era para mí? Lo difícil que era estar allí de pie
sabiendo que no podía mirarla sin sentir que todos a nuestro alrededor
entendían exactamente lo que estaba pasando.
"¿Otra vez? Ayer mismo estabas escribiendo redacciones".
"Una buena redacción requiere múltiples reescrituras", replicó su amiga
Angela.
Estaban tan concentradas en escribir que ni siquiera pude darle las gracias a
Angela por habernos cubierto el culo todas aquellas veces.
Brooke balanceó las piernas y se levantó. Cuando dejó el portátil en el
suelo, tuve una deliciosa vista de su culo. "Voy a por algo de beber.
¿Quieres algo?"
"¿Es demasiado pronto para una cerveza?", preguntó Angela.
"Son las cinco de la tarde", contestó Brooke.
La seguí hasta la cocina.
"¿Qué pensabas hacer cuando te sentaste a nuestro lado?", me dijo Brooke
en un susurro. "Angela no sabe quién eres. No sé si me entiendes".
"¿Lo dices en serio? ¿La usaste como tapadera y ni siquiera lo sabe?".
"Sabe lo suficiente, pero no los detalles".
"¿Nos vemos esta noche?", alargué la mano para tocarla, pero ella me evitó.
"Es una mala idea y lo sabes". Sus palabras fueron tajantes y decisivas.
"¿Podemos salir un momento?", le pregunté.
"Aquí estás, Mark. Te he estado buscando por todas partes". La voz chillona
de Mimi, la amiga de Karen, resonó en la cocina.
Brooke hizo una mueca de dolor. "Parece que la respuesta que estabas
buscando es un no".
Mimi se acercó y me puso una mano en el hombro. "No, ¿qué? Oh, pásame
una de esas Diet Cokes, ¿quieres, cariño?".
"Ese no, se refería al tiempo. No creo que vaya a llover, eso es lo que quería
decir", dijo Brooke con la voz más plana y sorda que jamás había oído.
El tiempo había sido perfecto y, por supuesto, no iba a llover. Pero ¿qué otra
cosa podía haber dicho cuando Mimi se había entrometido?
Brooke le tendió una lata. Sin decir una palabra más, se llevó la bebida al
porche. Quise seguirla, pero Mimi me tenía agarrado.
"Nos vamos en el barco. Tienes que darte prisa. No me hagas esperar".
Me dirigió una mirada inquisitiva, seguida de lo que supuse que era una
sonrisa cómplice. Desde luego, era una mujer muy atractiva. Y era posible
que hasta un año antes incluso la hubiera considerado mi tipo. Mimi estaba
divorciada y tenía la custodia compartida de dos adolescentes. Estas cosas
no eran un punto en su contra, pero no era Brooke. No tenía sus suaves
curvas ni una sonrisa capaz de encender mi polla.
"Sí, ahora voy".
Miré anhelante el pecho de Brooke mientras atravesaba la casa hacia el
muelle.
"Qué bien, pensábamos que te habíamos perdido, Mark", dijo Karen
mientras subía a la barca.
Encontré un sitio para sentarme en la borda. Mimi se acercó y se sentó a mi
lado. Mientras soltábamos las amarras y Peyton dirigía la barca hacia el
agua, Mimi se apoyó en mí con una risita más fuerte de lo necesario.
Por dentro me estremecí. ¿Brooke nos había estado observando?
Tenía que disimular delante de mis amigos, pero tampoco quería que Mimi
pensara que estaba haciendo algo más que ser cortés. Howard estaba allí
para ella, disponible. Los Miller también estaban allí para pasar el fin de
semana, pero eran otra pareja felizmente casada, igual que Peyton y Karen.
La tarde en el barco se alargó.
Cuando regresamos, todos estaban cansados e intratables, pero fingían
seguir disfrutando.
"Mark, ¿quieres ayudarme a encender la barbacoa?", preguntó Peyton.
"Claro, voy a por unas cervezas".
"Tráeme una a mí también", dijo Howard.
Karen y Mimi ya se habían dirigido a la cocina. Supuse que estaban
planeando la cena mientras los hombres encendíamos el fuego.
Me desvié hacia la casa. Esperaba encontrarme con Brooke, aunque solo
fuera para intercambiar una mirada o rozarle las manos subrepticiamente.
Hasta entonces, aquel fin de semana no había sido más que una tortura.
Al no ver a Brooke, me dirigí al cuarto de baño y me enjuagué la cara con
agua fría antes de ir a la cocina a por las cervezas.
En cuanto oí la voz de Brooke, me detuve en el pasillo para escuchar.
"¿Cómo que te vas? Es muy temprano. Acabas de llegar", dijo Karen.
"La conexión a Internet aquí es muy débil. Y sentimos que estorbamos.
Sabes, realmente no pensé que nos tenías aquí para que fuéramos
camareras".
"No sé de qué estás hablando. Nadie espera que seas camareras".
"Pero eso es exactamente lo que está pasando. Tú y Mimi entrasteis y
exigisteis que Angela y yo empezáramos a sacar cosas del garaje para
prepararos la cena. Estuvisteis fuera en el barco toda la tarde, y cuando
volvisteis estabais enfadados porque no habíamos hecho la cena, y
empezasteis a darnos órdenes."
"Pues deberías haberte hecho cargo de preparar la cena, ya que habíamos
salido tarde".
"Mamá, estás cambiando las tornas. Espero que no nos hayas invitado para
esto".
"Me estás avergonzando delante de mis amigos", replicó su madre sin
razón.
"¿Y qué crees que hiciste conmigo delante de Angela? Dijiste que podía
invitarla aquí y luego actúas como si tuviéramos que trabajar para ti. Está
muy enfadada por cómo nos habéis tratado tú y Mimi. Ahora mismo está
haciendo las maletas. Y como vinimos juntas en mi coche, me la llevo a
casa y no vuelvo por aquí".
Mierda, se iba. Ciertamente no tenía oportunidad de escabullirme con ella.
No en aquel momento.
Howard bajó por el pasillo y se dirigió a la cocina. Le agarré del brazo e
incliné la cabeza en aquella dirección antes de detenerlo. No quería que
entrara allí en medio de aquella discusión. Luego continuaron.
"Creo que estás exagerando. Creo que tu amiga también está exagerando y
que deberías hablar con ella".
"Mamá, no es así. Y si alguien debería hablar con su amiga, eres tú. Mimi
estaba siendo una auténtica zorra hace un momento".
"¡Brooke!", exclamó su madre.
Peyton apareció poco después de Howard.
"¿Qué está pasando? ¿Dónde están las cervezas?", preguntó.
"Parece una discusión familiar", dije.
Dio un largo suspiro y sacudió la cabeza. "Yo me encargo".
Peyton dobló la esquina de la cocina.
"Probablemente deberíamos..." Asentí en dirección al porche.
"Claro que no. Quiero oír lo que pasa", dijo Howard.
Seguimos escuchando, pero esta vez Peyton también había intervenido.
"Es una irresponsable, Peyton. Dile algo, eres su padre", dijo Karen.
"Es una adulta, Karen, y está defendiendo a su amiga", replicó Peyton.
"¿Y qué crees que hago yo?", dijo Karen.
"Será más fácil para todos si Angela y yo nos vamos. Así tú y Mimi podréis
jugar a ser la abeja reina de todo. Angela y yo tenemos que centrarnos en
nuestras aplicaciones".
¿Qué quería decir Brooke con "aplicaciones "? Creía que solo Angela se
había apuntado a cursos de posgrado.
"Además, las dos tenemos que volver a trabajar el lunes. No tenemos días
de vacaciones. Y eso no es relajante", añadió Brooke.
Se precipitó al pasillo por delante de Howard y de mí. La mirada que nos
dirigió, que me dirigió a mí en particular, podría haber cortado el acero.
Estaba enfadada, además la habían tratado injustamente. No me había
sorprendido en absoluto que Mimi hubiera sido una zorra. Parecía el tipo de
persona amistosa que actuaba como si fuera tu mejor amiga, pero solo si lo
hacías a su manera.
Me hubiera gustado seguir a Brooke. Había querido calmar su ira. Había
querido defenderla en aquella pelea. Pero, por desgracia, estaba allí como
invitado de sus padres.
"Los niños pueden ser muy desagradecidos. ¿Tengo razón?", preguntó
Howard.
Parecía mucho más adecuado para Mimi que yo. ¿Por qué no lo adoraba
como a mí?
"No lo sé", respondí.
Seguí a Brooke hasta el pasillo. Llamé a su puerta.
Dentro, ella y Angela estaban metiendo ropa en sus maletas.
"¿Estás bien?", pregunté.
"Nos vamos", respondió.
"¿Qué ha pasado?" Lo había oído casi todo, pero quería que Brooke
comprendiera de verdad que me preocupaba por ella.
Saliendo de la habitación, pasó junto a mí y lo mismo hizo Angela.
"Estoy segura de que mi madre te lo contará todo desde su punto de vista",
añadió Brooke.
Ni siquiera me dio la oportunidad de decirle adiós.
20
BROOKE

M e senté en la cama, mirando una pila de batas que había que mandar
a la lavandería. No quería ir a trabajar y no quería ver a Mark.
No sabía si vendría a trabajar ese día o si se tomaría unos días extra para
quedarse en la casa del lago. Mis padres no regresarían hasta mediados de
semana.
El fin de semana que acababa de pasar había sido un infierno. Me había
quedado mirando cómo Mark flirteaba con Mimi, mordiéndome la lengua.
Ni siquiera había sido capaz de decirle a Mark que me dejara en paz o que
dejara de fingir que le gustaba. Se suponía que estaba conmigo, pero era
algo que no podíamos compartir desde el principio.
Todo era una mierda.
Y luego, para colmo, mi madre llevaba días dándome la lata para que
llegara a tiempo al lago. Al principio, sinceramente, había pensado que solo
quería que me diera prisa y me relajara un poco. Pero no era así en absoluto.
Me quería allí para trabajar para ellos.
Angela y yo habíamos llegado a tiempo para "ayudar con la cena". Era la
forma perfecta de que mi madre no hiciera nada con los invitados, para que
pudiera tomarse unos cócteles con Mimi mientras Angela y yo nos
ocupábamos del resto.
Mis sentimientos hacia Mimi, sin embargo, eran completamente diferentes
a los de ella. Yo no era su hija y me molestaba que me tratara como a una
niña. Cuando no me trataba como tal, yo solo era alguien a quien ella daba
órdenes.
No podía salir de allí lo bastante rápido. Afortunadamente, Angela me
cubría las espaldas y estaba dispuesta a marcharse conmigo.
Pero ya era lunes y tenía que prepararme. No tenía ganas. Quería darme la
vuelta y volver a la cama. Me sentía perezosa y derrotada.
Con un suspiro de resignación, me levanté, me puse una bata limpia y me
preparé para ir a trabajar. Pensé en la bendición de no haber visto a Mark en
todo el día.
Luego todo acabó en un instante.
"Perdone, ¿podría decirme en qué planta está el Dr. Mark Bryant? Oh,
Brooke, eres tú. No te reconocí como profesional con ese pelo hacia atrás.
¿No te dejan maquillarte?".
Cada palabra que decía Mimi me producía un dolor de estómago. Era una
auténtica serpiente. Me había maquillado, pero no mucho. Diablos, tampoco
me había maquillado en el lago, e incluso entonces ella había aprovechado
para señalármelo. No me gustaba esa mujer. Estuve tentada de mandarla al
piso equivocado.
"¿No eres un poco mayor para una cita con el Dr. Mark?".
Quería decirle algo mucho más inapropiado de lo que ya era. Quería decirle
algo como: aunque te tumbaras con las piernas abiertas, enseñando el
coño, nunca llamarías su atención.
Se sacudió el pelo y sonrió. "Qué graciosa eres. Esto no es una visita ni una
revisión".
Le indiqué el piso y le sonreí falsamente. Intenté no volver a mirarla
mientras esperaba los ascensores.
Mientras hablaba con una amable anciana, vi a Mimi saliendo por la puerta
con Mark. Ella le rozó el brazo con la mano. No se detuvieron a hablar
conmigo, ni siquiera a saludarme, y Mark no había intentado llamar mi
atención en absoluto.
Me sentí incómoda. ¿Le había caído un rayo o me ocultaba algo malo? De
repente me sentí mareada. Llegué a tiempo de alcanzar una papelera. Debía
de estar sufriendo un ataque de náuseas.
"Hola, Terry", dije. "Creo que tengo que irme a casa. Acabo de vomitar".
Tenía que irme pronto. No había ninguna posibilidad de ver a Mark a la
vuelta de su cita para comer.
A la mañana siguiente avisé que estaba enferma y me quedé en la cama.
Mamá y papá aún no habían llegado, así que tuve que prepararme mi propia
sopa de pollo. Decidí preguntar por mis síntomas. No paraba de vomitar.
Aparte de eso, no me sentía tan mal. ¿Tenía una úlcera o algo peor?
Según Internet, o tenía cáncer y moriría cualquier día, o... estaba
embarazada.
No podía estar embarazada.
Habíamos tenido cuidado. Mark usaba preservativos. Tenía más
probabilidades de morir de un raro cáncer de estómago que de estar
embarazada.
Cuando se trataba de vigilar mi ciclo menstrual, era pésima. Esperaba a que
llegara y luego pasaba. O venía en unos días, o venía antes de que me diera
cuenta. Nunca había pensado en ello.
¿Quizá había llegado el momento de utilizar una de esas aplicaciones de
seguimiento del ciclo que tenía en el móvil?
Disfruté de mi sopa de pollo mientras seguía buscando información. Era
imposible que estuviera embarazada. Sin embargo, los condones estaban
fallando a un ritmo alarmante y yo estaba mostrando varios signos.
"Joder".
Tiré el plato de sopa que aún me quedaba por terminar al fregadero y volví
a subir a vestirme. No podía comer nada más hasta estar segura.
Llegué a la farmacia y regresé en un tiempo récord. Tardé más en esperar
los resultados que en comprar la prueba.
No podía creer el resultado de la primera prueba. No podía ser cierto. No
podía estar embarazada. Me negué a estarlo. Entonces me hice la segunda
prueba. Quería que ese también estuviera equivocado. No quería creerme
esas dos estúpidas rayitas azules.
Al final, me senté en la cama y lloré.
No quería estar embarazada.
Desde luego, no quería estar embarazada del hijo de Mark. Después de
aquel fin de semana, ya no me sentía capaz de confiar en él.
¿Cómo podía confiar en él para tener un hijo?
Intenté llamar a Angela. "¿Estás libre para almorzar?"
"Sí. ¿Un burrito?", respondió.
"Me parece bien. ¿A qué hora?"
Le confirmé que estaría allí cuando me propuso quedar a las dos.
Me alegré mucho de que Angela hubiera aceptado quedar conmigo para
comer. Quedamos en nuestro sitio habitual de burritos.
Tenía una extraña sensación de hambre, pero también tuve la impresión de
que no iba a poder comer nada. Tenía el estómago revuelto. Solo había
comido unas cucharadas de sopa. Una parte de mí quería pedir el burrito
más grande que hubiera, pero no quería tener que vomitarlo después, así
que me conformé con uno normal con todos los ingredientes.
"Últimamente no me has dicho nada de tu médico secreto".
Intenté poner una excusa.
"Bueno, supongo que ese tren ya ha pasado. Parecía demasiado ansioso por
mantener las cosas en secreto y de repente, el otro día, lo vi saliendo con
otra mujer".
No dije nada sobre la atención que le había prestado a Mimi mientras
estábamos en el lago.
Angela no sabía que Mark era mi médico secreto y yo no iba a revelar quién
era en aquel momento.
"Oh, Brooke, eso es horrible."
"Sí. Y también me pregunto, ¿con cuántas otras mujeres estaba saliendo?"
"Mierda, no creerás que está casado, ¿verdad?".
Negué con la cabeza. "Por lo menos sé a ciencia cierta que no está casado.
Pero no sé con cuántas chicas hacía juegos malabares. Y yo no acepté ser
una chica de rebote, aunque parece que lo he sido todo este tiempo".
Angela parecía muy triste por mí.
Ciertamente lo estaba.
Respiré hondo, preparándome para darle la noticia.
"Vale, no quiero que te enfades conmigo, pero...", se anticipó antes de que
pudiera añadir nada. "Me han aceptado en el máster. Empiezo en agosto.
Me mudo a Chicago".
Ese día, por segunda vez, mi mundo se detuvo.
Siempre había contado con Angela como apoyo y respaldo.
Parpadeé un par de veces mientras seguía mirándola estupefacta.
"Pero si acabamos de enviar tu solicitud", señalé.
"Sí, acerca de eso". Se volvió hacia un lado con expresión avergonzada.
"Llevo tiempo enviando solicitudes. Podría ayudarte a presentar la solicitud
para mi máster. Apuesto a que te admitirían".
"¿En Chicago?", le pregunté.
No quería quedarme sola. Me habría quedado completamente sin apoyo.
Mis padres nunca habrían aceptado la situación en la que me encontraba.
Además, no quería volver a ver a Mark.
"¿Y si no me admitieran?".
"Podrías todavía venir a trabajar a Chicago. Siempre intentas salir de aquí.
Demonios, fuiste a la universidad en el extranjero solo para poder salir de
esta ciudad".
Me eché a reír. "Sí, he estado en dos países diferentes".
Angela también se rio.
"Me había olvidado por completo de aquel semestre en Francia. Mira,
Brooke, vamos a terminar de comer, iré a casa contigo y te enseñaré la
página web del curso. Puedes presentar tu solicitud esta misma noche".
"¿Y las referencias?", pregunté.
"Usa la redacción en la que acabamos de trabajar. Y además no me pedían
referencias. Eso estaría muy bien. Podríamos conseguir un piso juntas. Por
fin podríamos ser compañeras de estudio".
Sonreí y me sentí esperanzada por primera vez desde que había visto la
doble raya azul en mi test de embarazo.
Angela nunca se enfadaría conmigo por haberme quedado embarazada. Lo
habría entendido y me habría ayudado a resolver la situación. Pero primero
tendría que mudarme a Chicago.
21
MARK

"B uenos días", dije entrando en el edificio y acercándome al mostrador


de información. Intenté establecer contacto visual con Brooke, que
inmediatamente apartó la mirada.
Había una persona delante de su mostrador, así que no me detuve. Durante
el trayecto en ascensor hasta mi estudio, no pude evitar preguntarme qué
significaría aquella mirada. Desde aquel fin de semana en el lago, no había
contestado a mis mensajes. Ni una sola vez me había sonreído cuando la
había visto por la mañana.
No estaba seguro de lo que había dicho o hecho, y ella no había sido sincera
al decirme por qué me ignoraba.
Acudí a mis citas de la mañana, nada inusual, y aproveché la cancelación de
una de ellas para ir a su mostrador antes de la hora de comer.
Esperaba tener un minuto de su atención entre los últimos pacientes de la
mañana y el éxodo de médicos que se iban a comer. Mientras ella atendía a
algunos pacientes, yo permanecía en silencio.
No pude evitar darme cuenta de que parecía cansada. Llevaba el pelo
recogido en una coleta que apenas se había cepillado. Incluso su maquillaje
era mínimo. Algo en lo que siempre destacaba. Aquel día no. Pensándolo
bien, no se había maquillado en toda la semana. Tenía ojeras y no mostraba
a los pacientes su sonrisa habitual.
En cuanto no hubo nadie más esperando su atención, esperé que volviera su
rostro sonriente hacia mí. En lugar de eso me ignoró por completo, cogió el
teléfono y empezó a hablar con alguien, sonaba como su gerente, pero no
estaba seguro.
"Tengo que irme antes", dijo. "No me encuentro bien. Vale, gracias", dijo al
teléfono y colgó.
"¿No te encuentras bien?", le pregunté. "¿Todo va bien? ¿Qué te pasa?".
No me miró. Se agachó, sacó algo de un cajón, cogió una botellita de agua
y pegó un cartelito en el mostrador de la mesa. El cartel decía: Volveré en
breve, escrito a mano en letras mayúsculas con un rotulador negro. Y se
marchó.
"¡Brooke, adónde vas!", grité y luego la seguí.
Ella me ignoró por completo y empezó a caminar más deprisa. Con dos
zancadas rápidas llegué a su lado. Le pasé una mano por el brazo y tiré de
ella, haciendo que se volviera hacia mí.
"Brooke, ¿me concedes un minuto?".
Cerró los ojos y apretó los labios. Respiró hondo antes de empezar a hablar.
"Quítame la mano del brazo o llamaré a seguridad y les diré que me estás
acosando".
Me miró larga y fríamente. Solté mi mano de su brazo, inseguro de lo que
acababa de pasar. No la estaba acosando en absoluto, sino todo lo contrario.
Estaba intentando hablar con ella y me ignoraba.
Ella no era así.
En el momento en que mi mano se separó de su brazo, se dio la vuelta y
empezó a alejarse. Di un paso para seguirla.
Giró sobre sus talones y me señaló con el dedo como si me hubiera pillado
haciendo algo malo. Había mucha indignación en ese dedo.
"Un paso más y llamo a seguridad", volvió a decir.
Dejé de moverme y levanté las manos en señal de derrota. "Vale, vale".
Empecé a retroceder lentamente. Todavía no sabía qué estaba pasando
exactamente, ni por qué Brooke estaba tan enfadada.
Independientemente de lo que le estuviese pasando, pensé que necesitaba
algo de tiempo para calmarse.
Unos días después, pasé por su mesa. "Señorita DeBoise", empecé.
Ella cerró los ojos y parecía que el hecho de que yo le hablara le causaba
dolor físico. Se volvió lentamente y me miró.
"¿En qué puedo ayudarla, Dr. Bryant?".
Odiaba ese tono de voz. Odiaba que me llamara Dr. Bryant. Nunca me
había llamado así. Siempre había sido al menos Dr. Mark, y luego solo
Mark. Percibí un cambio en la forma en que acogía mi presencia, como si
yo le resultara indigesto, lo que me hizo sentir muy incómodo.
"¿Podría concederme un momento de su tiempo para hablar de esta
situación?", le pregunté, dando un distraído golpecito en el escritorio.
Me miró sin comprender, como si no supiera de qué le estaba hablando. No
había ningún juego de emociones en su rostro. Era una mujer
completamente distinta de la Brooke con la que me había llevado tan bien.
"No creo que haya nada que discutir. Ya has tomado tus decisiones".
"¡¿Qué decisiones?!" No tenía ningún sentido.
En aquel momento sonó el teléfono y ella se volvió para contestar. Me
quedé junto a su mesa esperando a que colgara. De repente se vio
desbordada por una oleada de pacientes. No quería quedarme allí con cara
de desesperación. Decidí volver a intentarlo más tarde.
Eso significaba reprogramar mis citas para poder estar allí según su horario.
Significaba apoyarme en su coche mientras esperaba a que saliera del
trabajo a media tarde.
Horas más tarde, me vio apoyado en su Toyota. Encogiéndose de hombros,
se dio la vuelta y empezó a caminar en dirección contraria.
"¡Vete!", me gritó.
"¡Brooke!" Corrí tras ella. "Por favor, dame un minuto".
Se detuvo, dio un profundo suspiro y luego me miró.
"Gracias", le hice una leve reverencia con la mano en el pecho, que fue más
bien una simple inclinación de cabeza.
"Tienes mi atención durante sesenta segundos", respondió.
No podía creer lo que estaba diciendo. ¿Acaso había puesto un cronómetro?
"¿Qué está pasando?", le pregunté.
"Creo que está claro lo que pasa. Sigues intentando hablar conmigo
mientras yo no quiero hablar contigo", afirmó en tono muy cortante.
"¿Por qué estás tan enfadada conmigo?".
Suspiró y se quedó mirando al suelo. Se cruzó de brazos. No me miró.
"Mimi", dijo.
"¿Mimi, la amiga de tu madre?". No entendí.
"Sí. Creo que fuiste demasiado amistoso con ella en la casa del lago".
Cuando levantó la mirada hacia mí, sus ojos estaban llenos de ira.
"¿De qué estás hablando, Brooke? Solo estaba entablando una normal
amistad. Lo único que hice fue participar en conversaciones e intentar
dirigir su atención hacia Howard. Era él quien estaba interesado, no yo".
Ella hizo una mueca y sacudió la cabeza.
"Eso no es lo que parecía, y mucho menos lo que sentí".
"¿Qué te hizo pensar que intentaba pasarme de listo con ella, sabiendo
además que tú estabas cerca? ¿O que estaba prestando demasiada atención a
Mimi? Yo estaba allí como invitado de tus padres. Tenía que participar en
sus actividades. Las pocas veces que intenté hablar contigo, me alejaste. Si
alguien tiene derecho a estar molesto por cómo ha ido el fin de semana, soy
yo", exclamé.
"No, Mark. Te comportaste con ella con demasiada condescendencia.
Además, no sé qué os dijisteis cuando estuvisteis solos".
Fue mi turno de mirarla fijamente. Estábamos en la misma casa del lago y
al mismo tiempo. Esto salía de la nada, sin motivo. Luego continuó: "Tú y
Mimi erais demasiado amistosos. No podía saber que no estabas interesado
en ella, especialmente cuando apareció aquí para una cita contigo. Se
aseguró de pasar por mi escritorio y recalcar que estaba aquí para verte.
¿No va eso en contra de algunas normas éticas? Ya sabes, ¿salir con un
paciente? Es un poco vulgar, ¿no crees?".
¿Estaba cuestionando mi comportamiento ético? Se estaba tomando
demasiado en serio lo que tuviera arraigado en su actitud.
"Eso no es lo que pasó. Sí, almorcé con ella. Tu madre me obligó", dije.
"Ahora entiendo por qué querías mantener nuestra relación en secreto. Y no
quiero seguir jugando a ese juego. Me merezco algo mejor, ¿no crees?".
"No sé de qué estás hablando". Eso no tenía ningún sentido. "¿Me estás
escuchando siquiera?" La miré estupefacto.
"No, porque no crees que me merezca algo mejor. Y piensas que me has
tratado bien. En realidad, querías mantener esta relación oculta y guardar
todo en secreto para poder hacer lo que quisieras. Mantenerme buena solo
para usarme en la cama. Porque yo solo servía para eso. Ahora, ¿te importa
alejarte de mi coche para que pueda irme?".
Levanté las manos y me alejé lentamente de su coche. No sabía de dónde
venía tanta rabia.
Realmente tenía que ordenar mi cabeza antes de poder hacer frente a su
equivocado sentimiento de indignación hacia mí.
Mientras la veía entrar en su coche y alejarse, sacudí la cabeza. Esa era una
de las razones por las que no le había dicho a nadie con quien salía. Para no
tener que decirle al mundo que lo nuestro había terminado y que yo no
sabía por qué.
Tal vez salir con una mujer más joven no había sido la mejor decisión que
podría haber tomado.
22
BROOKE

M e quedé mirando el armario abierto sin saber qué hacer con mi ropa.
Dentro de unos meses, nada de lo que tenga delante me cabrá,
pensé. Cuando llegara a Chicago, necesitaría un vestuario
superprofesional mientras buscaba trabajo.
Empecé a sacar ropa que parecía requerir más espacio que un vestido
ajustado. Me llevé la percha de un vestido al pecho y le di vueltas frente al
espejo. Normalmente me lo habría puesto con cinturón, pero también podría
haberlo llevado sin él y habría tenido más espacio. Podría haberlo llevado
más tiempo durante el embarazo.
Mientras miraba mi reflejo, llamaron suavemente a la puerta.
"Sí", contesté.
Mi madre abrió ligeramente la puerta y entró con la cabeza.
"¿Puedo pasar?"
"Claro".
Tiré el vestido sobre la cama y empecé a ordenar las demás prendas del
armario. Tenía demasiada ropa que hacía años que no me quedaba bien.
Empecé a sacarlas, a quitarlas de las perchas y a dejarlas caer al suelo. Ya
encontraría una bolsa o algo para meterlas más tarde.
"¿Qué haces?", me preguntó mi madre mientras apartaba un montón de ropa
para sentarse en mi cama.
"Estoy ordenando mi armario para decidir qué llevar y qué tirar".
"Parece una forma muy eficaz de limpiar tu armario".
Me encogí de hombros. "Probablemente debería haberlo hecho hace años".
"¿Tuviste que mudarte a Chicago para ordenar tu armario? Es un lugar muy
lejano".
"No está tan lejos. Angela y yo ya habíamos comprobado cuánto costaría un
vuelo a casa, si fuera necesario. Además, son unas once horas de viaje. Así
que o es un día largo o una tarde por la 285", dije.
"¿No hay ningún curso de postgrado en Atlanta que te pueda interesar?"
"Tal vez. Pero también sabes que siempre he querido visitar otros lugares.
Esta es mi oportunidad".
"Es como si acabaras de llegar a casa... y ahora te vas a vagar por Estados
Unidos otra vez".
Odiaba la forma en que trataba de manipularme. Nunca había intentado
hacer sentir culpable a Rhys para que se quedara en casa.
"No estaré vagando por los Estados Unidos. Me han aceptado para un
máster. Pensé que estarías feliz por eso".
Angela tenía razón. Me habían aceptado una semana después de presentar
la solicitud. Teníamos que movernos rápido. Las clases empezarían en
menos de dos meses. Debíamos encontrar un lugar donde vivir y las dos
teníamos que encontrar un nuevo trabajo.
Mamá jugueteaba con los dedos mientras yo seguía ordenando mi armario.
Se me cayó algo rojo y brillante al suelo.
"¿Qué es?", me preguntó.
Lo recogí y se lo enseñé. Era el vestido rojo y brillante que me había puesto
en aquella gala... solo habían pasado seis meses. Parecía una eternidad...
"Oh, aquel vestido." No le gustaba. Y no podía imaginar ponérmelo otra
vez. "Sabes, probablemente podrías revenderlo en Internet y ganar algo de
dinero. Tienes ropa bonita", dijo con voz esperanzada.
"Llevaría mucho tiempo. Estaba pensando en donarlo todo", le dije.
Mi madre se levantó de la cama y me quitó el vestido de las manos. Lo
sacudió, lo levantó y se miró a sí misma.
"Definitivamente, esto vale mucho más que darlo gratis, aunque no me
imagino a nadie que quiera ponérselo".
"Yo me lo puse", repliqué.
"Sí... y ahora creo que es bueno librarse de ello".
La persona que conocía de toda la vida volvía a las andadas.
"Mamá, si quieres venderlo, adelante. Ya no lo necesito. Ya he acabado con
la mitad de las cosas de mi armario".
Sonaba como una mocosa, pero la verdad era que estaba a punto de
pasarme de curvas, no es que pudiera decírselo.
"Estoy segura de que todavía podrías ponerte algunas de esas prendas".
"La mayoría de estas cosas no me quedan bien desde antes de irme a
Escocia", dije. "Y la mayoría están pasadas de moda de todos modos".
Dejé caer al suelo más ropa que ya no me cabía.
"Todavía puedes ponértelas; los clásicos lo son por algo".
Me detuve y la miré. Cuando le convenía, mi madre ignoraba mi talla y la
señalaba cuando pensaba que la iba a avergonzar. La mayoría de la ropa de
mi armario no me quedaba bien porque la compraron para una talla que yo
nunca tuve. Para ella era más fácil pensar que yo era caprichosa y vanidosa
que obligarla a enfrentarse a la verdad sobre cómo consideraba mi talla.
"No voy a llevar ropa que no está de moda y que no me queda bien solo
porque es clásica. Si me quedaran bien, sería una cosa completamente
diferente". No me quedaban bien en aquel momento y no me quedarían bien
ni siquiera después de haber crecido como una ballena. Sin embargo, no
podía revelárselo.
"Bien, entonces los pondremos en una caja y los seleccionaré más tarde",
dijo.
Me encogí de hombros. Sabía que no había acudido a mí para hablar de la
ropa que estaba empaquetando. Una vez terminada la discusión inicial, supe
que la verdadera razón por la que había acudido a mí estaba a punto de
revelarse.
"Estoy nerviosa porque te vas", confesó finalmente.
"¿Por qué?", le pregunté. "No me voy a ir sola".
"¿Cómo que por qué? Chicago", replicó mi madre en un tono que sugería
que se creía todas las cosas horribles que había oído sobre esa ciudad.
"¿Has estado alguna vez allí?", le pregunté.
Ella negó con la cabeza. "Oh, no. No creo que encajara en un lugar así".
Un lugar así significaba inviernos fríos y una mala reputación en términos
de delincuencia. Atlanta también tenía su buena reputación.
"Por primera vez estarás sola".
"Estaré con Angela", respondí. "No es que nunca me haya ido sin ti antes.
Pasé un año en Escocia, ¿recuerdas?".
"Eso es diferente. Ese era para estudiar".
"Es más o menos lo mismo, excepto que voy a hacer un máster y también
tendré que conseguir un trabajo".
"Bueno, quizá tu padre pueda ayudarte".
Me volví y la miré: "¿Cómo puede papá, que está aquí en Atlanta,
ayudarme en Chicago? Allí no dirige ningún hospital".
"Puede que no", empezó mamá. "Pero tiene amigos por todas partes. Seguro
que tiene algún colega o algún contacto que podría ayudarte a conseguir
trabajo en un hospital de la zona. Hay hospitales en Chicago, ¿verdad?".
Me eché a reír.
"Sí, mamá. Hay hospitales en Chicago".
No es que me apeteciera volver a trabajar en un hospital. Aunque la idea de
no tener que buscar trabajo estando embarazada tenía cierto encanto.
Todavía tenía el vestido rojo en las manos y lo dobló en su regazo mientras
volvía a sentarse en mi cama. "Entonces, ¿cuál es tu plan?".
Le expliqué que Angela viajaría a Chicago la semana siguiente con la tarea
de encontrar un piso. Dependiendo de su éxito, prepararíamos una furgoneta
y estaríamos allí en dos semanas.
"¡¿Dos semanas?!"
Mi madre se lo pensó un momento. "¿Has avisado en el trabajo?".
"Sí, ya se lo he hecho saber. El próximo viernes es mi último día. Así que
tendré una semana más para empaquetarlo todo y terminar de preparar mis
cosas".
"¿Necesitas algún mueble para irte?".
Nunca habíamos hablado de muebles. Miré a mamá sentada en la cama y
luego a mi habitación. Era toda rosa con flores azules. Tenía muchos
recuerdos en esa habitación.
"Creo que tendremos que buscar tiendas de segunda mano allí. Podemos
conseguir un sofá y una mesa con sillas. No queremos cargar con
demasiadas cosas", respondí.
Me puse las manos en las caderas y miré alrededor de mi habitación.
Recuerdo que había recibido un juego de dormitorio cuando tenía nueve
años y estábamos decorando mi habitación por primera vez. Estaba tan
emocionada por elegirlo todo. Recuerdo que me asusté en el aparcamiento
de Ethan Allen porque mamá quería comprarme un juego de dormitorio
blanco con flores amarillas. Yo había insistido en el rosa con flores azules.
Y de alguna manera conseguí ganar esa batalla. Sin embargo, no quería
quitarle nada a aquel lugar.
Todos aquellos muebles tenían que quedarse allí.
Mi madre sollozaba. Me senté a su lado y apoyé la cabeza en su hombro.
"Estaré bien, mamá".
"Sé que estarás bien. Es solo que eres mi niña pequeña y odio admitir que
ya eres adulta".
"Ya soy mayor, mamá." Había crecido tanto que ya estaba embarazada.
"No puedo quedarme aquí. Chicago me dará la oportunidad de darme
cuenta de en quién me he convertido realmente. Me dará la posibilidad de
desplegar mis alas e intentar volar. Además, papá no veía la hora de que
saliera de casa. Bueno, esta es mi manera de salir de casa. Nunca hice nada
por mi cuenta. Como dijiste, Escocia era diferente".
"Esto sí que es diferente", suspiró.
"Se trata de quién soy realmente", añadí.
"Yo sé exactamente quién eres. Y tienes razón. Todo irá bien. Te echaré de
menos", dijo.
"Mamá, es Chicago. Podéis venir de visita".
"Incluso podrías simplemente volver para las vacaciones, si quisieras".
"Tal vez", respondí.
Sabía que no había tal vez. Si las matemáticas no me fallaban, no viajaría
durante las vacaciones. Se suponía que iba a tener el bebé durante aquel
tiempo.
23
MARK

E l sudor me corría por la espalda. Eran las siete y media de la mañana y


fuera ya hacía más de treinta grados. Era otro caluroso día de verano
en el que la temperatura llegaría a superar los cuarenta grados.
El corto trayecto desde el coche hasta el estudio me recordó que aquel día
tendría que asistir a un parto tras otro.
Nubes de tormenta se cernían sobre el horizonte y la humedad no dejaba de
aumentar. Teniendo en cuenta el calor y la humedad, el parto y el
nacimiento de todos esos bebés, aquel día iba a ser muy duro.
Atravesé la puerta giratoria de cristal del edificio y dejé que mi mirada se
posara en el mostrador de información. Brooke llevaba varios días sin pasar
por allí. Había pasado casi una semana desde la última vez que la vi.
Había decidido dejarla en paz y ver cuánto tiempo pasaba antes de que se
decidiera a comportarse como una adulta y me dijera exactamente qué
estaba pasando. Hacía una semana que no la veía y no sabía si había dejado
de trabajar allí o no.
Una vez dentro, el aire acondicionado me refrescó drásticamente. Sentí
cómo cada gota de sudor se iba enfriando rápidamente por efecto de la
temperatura del edificio.
Mis citas matutinas transcurrieron sin contratiempos. La tormenta empezó a
llegar justo después de comer. Y las mujeres embarazadas empezaron a
llegar poco después. En la sala de partos había tres pacientes a la vez. Todas
iban a dar a luz en pocos días, así que no era algo inesperado. Fue una larga
espera y mucho trabajo.
Llegué a casa después de medianoche. Apagué el despertador y me metí en
la cama. Antes de darme la vuelta, empezó a sonar el teléfono.
"Hola", intenté decir al teléfono.
No tenía energía, así que murmuré.
"Hola, hermano, ¿dónde estás? Creía que ibas a venir a mi casa hoy".
La voz de mi hermano no era relajante e interrumpió mi sueño.
"Es la una de la mañana. Mañana iré a tu casa", respondí queriendo colgar
el teléfono.
"Mark, imbécil, ya son las once y media".
"¿De qué estás hablando?", exclamé.
Me senté en la cama y miré a mi alrededor.
Tenía razón, la luz del sol entraba por la ventana de mi habitación. Había
dormido toda la noche, aunque me parecía que llevaba unos minutos
durmiendo.
"Debía de estar más cansado de lo que pensaba", confesé. Con un
estiramiento y un bostezo, le dije a mi hermano que iría a su casa en cuanto
me vistiera. "¿Necesitas que recoja algo por el camino?", le pregunté.
"Sí, necesito que traigas más carbón".
"Claro, claro. ¿De verdad quieres hacer una barbacoa hoy?". Iba a ser otro
día caluroso.
"Shelly quiere una parrillada para cenar. Trae tu culo aquí. Me he quedado
sin carbón y ella cree que se tarda todo el día en asar un trozo de carne".
"Eso es porque le mientes a tu mujer", refunfuñé.
"No, es porque tengo que limpiar la parrilla antes de poder usarla todas las
veces. Te juro que un día de estos me compraré una parrilla de gas. Necesito
carbón y líquido para encendedores".
"Vale, entendido".
Me levanté e hice mi rutina matutina, sin prisa por ir a sentarme en el
porche de David y verle trastear con la parrilla. No me molesté en afeitarme
y pagué dos bolsas de carbón en la tienda.
Cuando llegué a casa de David ya era por la tarde. Nada más llegar, arrastré
los sacos de carbón a la parte de atrás. Teníamos tiempo de sobra. La cena
no estaría lista hasta dentro de unas horas.
"Ya has tardado bastante", señaló David.
Shelly asomó la cabeza por la puerta trasera.
"Hola, Mark. Qué bien que hayas venido. ¿Ya está lista la parrilla?", le
preguntó a mi hermano.
"No, cariño". David le hizo un gesto con la cabeza. "Te avisaré en cuanto
esté lista".
Ella negó con la cabeza y cerró la puerta.
"¿Estás seguro de que realmente quieres hacer esto?".
Afuera ya hacía mucho calor.
"Cuando esa mujer tiene planes, nosotros los respetamos. Si estuvieras
casado sabrías estas cosas", dijo.
Solté una risita.
"Entonces menos mal que no estoy casado, ¿no?".
"¿Y esa chica misteriosa con la que sales? ¿Tiene potencial para ir en
serio?".
Me encogí de hombros. No tenía ni idea de lo que le había pasado a Brooke
y no iba a admitir ante mi hermano que la echaba de menos.
"Parece haber desaparecido en el aire".
"Oh, ¿habéis roto?".
"Sinceramente, me veo obligado a pensarlo".
"¿Qué se supone que significa eso? O habéis roto o los dos estáis jugando".
Levanté la mano con un giro de muñeca.
"Significa que no sé exactamente qué ha pasado. Un día estábamos bien y a
la semana siguiente ya no. Pero no me explicó qué estaba haciendo mal. Y
ahora parece haber desaparecido".
"Así que te dejó como un fantasma".
Asentí: "Eso parece".
David sacudió la cabeza y se rio. "En realidad no pensaba que estuvierais
saliendo. Pensaba que solo se lo decías a la gente para que dejaran de
intentar tenderte citas".
"¿Y?"
"Sé que algunos de tus amigas te tendieron trampas con la esperanza de que
te comprometieras. La única forma de evitarlo era fingir que tenías novia.
Pensé que esta chica era tu novia imaginaria y que su existencia, aunque
fuera falsa, te daría libertad para hacer lo que quisieras."
"¿Así que pensabas que era una chica imaginaria?"
"Sí. Y ahora, por la forma en que me dices que te dejó, sigo pensando eso.
Sí, solo tú podrías perder a una chica imaginaria. Entonces, ¿qué hiciste? O,
siendo más realistas, ¿qué se te olvidó hacer? Es decir, si ella existía de
verdad.
Me encogí de hombros. "Sinceramente, no lo sé. Le envié flores; seguí
todos tus consejos".
"Pero entonces, ¿dejaste de enviarle flores? Quizá desapareció por falta de
atención". David volvió a prestar atención a la parrilla. "¿Me pasas ese
recipiente?"
Mientras se lo entregaba, lo pensé un momento.
¿Había dejado de cortejar a Brooke una vez que me la había llevado a la
cama? No. Siempre había intentado encontrar cosas que le gustaran, había
salido con ella para que no pensara que solo la utilizaba para el sexo. Tal
vez esa había sido mi suposición. ¿Quizás ella solo me utilizaba para el
sexo y yo le estaba mostrando demasiado interés?
David empezó a recoger las cenizas de la barbacoa anterior en el
contenedor.
"Entra y tráeme una cerveza".
"Primero necesito comer algo", dije.
"Pues coge comida y una cerveza y vuelve aquí fuera".
Cuando entré en la cocina, la casa estaba fría y oscura en comparación con
el calor abrasador del exterior.
"¿Ya está David listo con la parrilla?", preguntó Shelly. Esa mujer estaba
fija.
"Ya casi está. ¿Tienes algo de comer?", le pregunté, abriendo la nevera.
Saqué dos cervezas. "Me he saltado el desayuno".
"Puedo hacerte un sándwich de mantequilla de cacahuete muy rápido.
Acabo de hacer uno para los chicos".
"Está bien".
Nunca se me había ocurrido que la mantequilla de cacahuete pudiera
combinarse con cerveza, pero era mejor que nada. No necesitaba empezar a
beber con el estómago vacío. Observé cómo untaba con rapidez y precisión
un trozo de pan blanco con una espesa llovizna de mantequilla de cacahuete
y repetía los movimientos con mermelada de fresa en el otro trozo.
Envolvió el sándwich como un regalo en una toalla de papel y me lo
entregó.
"Avisa a David de que todo está adobado y listo para él. ¿Puedes conectar el
aspersor de agua para que las niñas puedan usarlo? Llevan toda la mañana
dándome la lata".
Asentí con la boca llena. No me apetecía hacerlo, pero tenía que hacerlo.
Cuando salí, el bocadillo estaba a medio terminar. Le pasé la cerveza a
David y aparqué el culo en una de las tumbonas.
"Shelly me dijo que conectara la manguera y el aspersor para las chicas".
David me miró por encima del hombro. "Bueno, ¿entonces por qué estás
sentado?".
Me metí el último trozo de bocadillo en la boca y me dirigí al jardín.
Arrastré el aspersor, ya conectado a la manguera, hasta la hierba. Unas
cuantas vueltas del grifo y el sonido del agua pasando por el aspersor se
hizo oír.
Como si hubieran estado esperando impacientemente esa señal, mis dos
sobrinas gritaron de alegría y salieron corriendo por la puerta trasera,
cruzaron el jardín y se metieron directamente en el agua. Se rieron y
bailaron bajo el chorro.
La tarde transcurrió entre conversaciones, con Shelly preguntando de vez en
cuando si todo estaba listo. En un momento dado, salió para decirle a David
que las niñas tenían que dejar de malgastar el agua.
Cuando el sol de la tarde se dirigía hacia el horizonte, David por fin
consiguió encender la parrilla. Me levanté y crucé el patio hasta la parrilla
para ver si las brasas estaban listas.
"A mí me parece que está listo".
David se encogió de hombros. "Dale cinco minutos más y estará perfecta".
No habían pasado ni cinco minutos cuando uno de los niños salió con una
sartén grande en la mano.
"Mamá me ha dicho que será mejor que estés listo. Está cansada de esperar.
Hola, tío Mark".
"Hola, Brian." Llevaba una especie de medio uniforme deportivo.
"¿Jugaste?", le pregunté.
Asintió: "Unos minutos y el resto he estado calentando el banquillo".
"Tu entrenador te pondrá desde el principio tarde o temprano", le dije,
tratando de animarle.
"¿Quién ha ganado?", preguntó David.
"El otro equipo". Brian negó con la cabeza mientras sujetaba la sartén, al
tiempo que David cogía la carne y la colocaba en la parrilla. "Me lastimé la
rodilla la semana pasada, así que no puedo jugar mucho. Tenemos que tener
un mínimo de doce jugadores para clasificarnos. Solo tenemos once más yo.
Así que iré para completar los números".
"¿Aunque no te dejen jugar?", pregunté.
"Brian es el duodécimo hombre del equipo, pero cuenta", dijo David.
"Debería poder jugar antes de que acabe la temporada. Vale, vete y dile a tu
madre que he empezado a dar la brasa".
David observó cómo su hijo mayor volvía a entrar en casa. Tomó un sorbo
de cerveza y parecía contento.
Un hombre feliz con su familia.
24
BROOKE

L levé otra caja a nuestro piso y la coloqué en el pequeño salón. Miré a


mi alrededor, incapaz de creer que estuviéramos allí. El piso era
pequeño, pero cada una de nosotras tenía su propia habitación. El
salón era bastante espacioso, con una gran ventana en un extremo.
Un largo mostrador separaba el salón de la pequeña cocina, equipada con
un horno y una nevera grande.
Respirando hondo, volví a salir y bajé las escaleras.
Para ir de la puerta principal al exterior solo había escaleras y no ascensor.
Pero era nuestro primer piso, así que era maravilloso. Mientras bajaba las
escaleras, Angela subía otra caja. Hacía calor, pero no tanta humedad como
en Atlanta. Tendríamos que conseguir un pequeño aparato de aire
acondicionado para engancharlo a la ventana, pero por lo demás iba a ser
estupendo.
La emoción de vivir sola con Angela como compañera de piso alimentó mi
energía para subir todas aquellas escaleras una y otra vez.
Después de varias horas cargando cajas, ambas nos desplomamos,
utilizándolas como lugares para sentarnos. El único mueble grande que
teníamos eran las camas, pero, en aquel momento solo había colchones en
el suelo.
Angela refunfuñó: "Ha sido mucho trabajo. Ahora entiendo por qué la gente
contrata mudanzas".
"Por la mañana me dolerá todo", dije frotándome la cara. "¿Quieres parar a
comer pizza después de devolver la furgoneta?", le pregunté.
"Creo que nuestra primera comida oficial en Chicago debería ser realmente
pizza", exclamó Angela con repentina y renovada energía.
"Deberíamos terminar de trasladar estas cosas a nuestras habitaciones", dije
con un lento gemido.
No tenía ganas de moverme. Después de subir y bajar cajas por las
escaleras toda la tarde, tenía las piernas hechas polvo.
"Sí, quizá deberíamos hacer algo útil, como ordenar nuestras camas o algo
así". Ella tampoco parecía dispuesta a moverse de inmediato.
"Tienes razón, eso parece algo importante que hacer. ¿A qué hora cierra el
alquiler de furgonetas?"
Miró su smartwatch y contestó: "En unos veinte minutos".
Levanté los pies y me froté la espalda. Iba a sentir un dolor insoportable.
Angela levantó el brazo y me hizo una seña con la mano. "No deberías
hacer eso, Brooke. Te hace parecer embarazada".
Me detuve y la miré fijamente. "¿Hacer qué?"
"Mantener la espalda recta y sacar la barriga así".
Bajé la mirada hacia mi vientre. No quité las manos de la espalda. Para ser
sincera, la estaba empujando hacia fuera. ¿Este era el aspecto que iba a
tener en un par de meses?
"Bueno", empecé, ampliando la conversación con más palabras. "Ahora que
lo has mencionado...".
"¿Mencionar qué?", preguntó bruscamente. Angela era una persona
inteligente. Por la expresión de su cara, ya lo había entendido todo antes de
que yo consiguiera añadir nada. "¡Dios mío! Por eso has estado enferma!".
Dejé que una sonrisa cruzara mi rostro.
"No estaba exactamente enferma", dije. "Estoy embarazada."
Me pasé las manos por el vientre hinchado, acunando el bulto que aún no
tenía.
Inspiró largamente y su boca adoptó la forma de una O perfecta.
"¿Se trata de tu médico secreto?
Me mordí el labio y arrugué la nariz.
"Por eso querías salir tan rápido de Atlanta, ¿verdad?", añadió.
Asentí con la cabeza. "Por las dos cosas", confesé.
"Dios mío, Brooke, ¿lo sabe tu madre? No importa, claro que no lo sabe.
Ella nunca te habría permitido mudarte si supiera que ibas a tener un bebé.
Dios mío, ¿de verdad vas a tener un bebé?"
Asentí.
"¿Qué impacto tendrá en tus estudios?".
"Pues...", empecé, "he comprobado el calendario y el último día de
exámenes del semestre es a principios de diciembre. No debería tener
problemas".
"¿En qué sentido no deberías tener problemas? ¿Cuándo es la fecha
límite?".
Hice otra mueca. "No lo sé exactamente. Aún no he ido al médico".
"¡Cómo que todavía no has ido al médico! Trabajabas en un hospital lleno
de médicos. ¿Qué embarazo tienes?".
Me encogí de hombros. "La verdad es que no lo sé".
"Me estás matando. ¿Cómo que no lo sabes? ¿No llevas la cuenta de estas
cosas?".
Negué con la cabeza.
"Brooke, deberías tomar nota de estas cosas. Si no, como ha pasado,
acabarás sin saber lo embarazada que estás. ¡Dios mío!"
Su indignación no era muy seria, ya que se estaba riendo todo el rato.
"Supongo que cuando vayamos a comprar muebles, también tendremos que
buscar una cuna".
Volví a asentir.
"Me parece una medida drástica, pero está bien, puedes quedarte con el
mayor de los dos dormitorios".
Volví a sentarme en la caja y me reí hasta las lágrimas. Los dos dormitorios
tenían exactamente el mismo tamaño minúsculo. En cada uno apenas cabía
una cama individual y una cómoda. Supongo que en mi caso habría sido
una cama individual y una cuna. Después tendría que pensar dónde poner
mi ropa.
"Esto va a ser...", empezó con mil expresiones en la cara.
Se me hizo un nudo en el estómago de nerviosismo. ¿Qué iba a ser? Me
mordí el labio y temblé mientras esperaba a que terminara la frase.
Una amplia sonrisa iluminó su rostro. Parecía tan feliz. Por fin dijo:
"Increíble. Voy a ser tía. Cuando nazca el niño, podré ayudarte.
Amamantaré al niño mientras tú vas a clase. Podemos compaginar nuestros
horarios y hacer que funcione. No tendrás que hacerlo sola".
"¿En serio, me ayudarás?".
"Oye, soy tu mejor amiga y la tía del bebé, claro que te ayudaré".
Se me llenaron los ojos de lágrimas. Crucé la habitación y la abracé. Ella
me devolvió el abrazo.
"Ya he empezado a pensar en algunos nombres para el niño o la niña", dijo.
"¡Hace menos de cinco minutos que te lo dije!".
Se rio y yo empecé a reírme junto con ella.
"Tenemos trabajo que hacer y hay una pizza esperándonos en alguna parte".
Me limpié los ojos. "Tienes razón".
"Siempre tengo razón. ¿Aún no te has dado cuenta?", dijo.
"Lo siento. No te lo he dicho antes".
"Oh, no te preocupes por eso. ¿Cómo vas a mantenerlo en secreto ante tus
padres?".
"Eso es fácil", dije. "Mi madre tiene miedo de salir de Atlanta. Incluso se
pone nerviosa cuando va a lugares cercanos. Desde luego, no tiene
intención de venir a Chicago. Así que creo que no me esperan en casa de
visita hasta dentro de unos meses. Además, con el trabajo que tendré,
probablemente no tendré tiempo libre para volver a casa ni en Thanksgiving
ni en Navidad. Y para entonces..."
"Y para entonces tendrás tu bebé". Angela concluyó mi reflexión.
"Sí", acepté.
"¿Ya has empezado a comprar cositas?"
"¿Para qué?"
"Ropa de bebé y pañales".
"Angela, apenas estoy embarazada".
"Sí, pero necesitarás muchas cosas para empezar. Si empiezas a comprar
cosas ahora, no solo tendrás un suministro listo, sino que no tendrás que
hacer un gasto enorme de golpe. Es algo que hizo mi primo y me pareció
brillante".
"Es una buena idea."
Ni siquiera había pensado en los gastos que tendría que hacer. Habría tenido
que poner pañales y ropa. La lavandería estaba en el tercer piso.
"No se lo dirás al padre, ¿verdad?".
Negué con la cabeza. "Fue un error. Prefiero que no se entere, no quiero
aceptar un solo céntimo de su ayuda. Es el tipo de persona que cree que si
paga, puede decirme lo que puedo o no puedo hacer. No voy a hacer eso".
"Eso me parece justo. ¿Y cuándo crees que podrás decírselo a tus padres?".
Me llevé la mano al estómago. No iba a poder ocultárselo para siempre.
"¿Cuándo cumplirá diez años?".
"¿Crees que es niña o niño? Estaba pensando en nombres de chico, como
Duke o Danger".
"¿Danger DeBoise? Eso suena como el nombre de un personaje de acción o
aventuras, no de un niño de verdad".
"Creo que es un nombre épico. Podría convertirse en actor con un nombre
así".
"Si mi hijo quiere ser actor, cuando llegue el momento, puede cambiarse el
nombre".
Me pregunté si debía admitir que pensaba en nombres casi todas las noches
antes de dormirme. Los nombres que se me habían ocurrido eran tontos, no
épicos. De pequeña quería una niña que se llamara Strawberry.
"Estaba pensando que me gustaba mucho el nombre Strawberry".
Angela levantó las manos al cielo. "¿Qué? Ese es un nombre que se le pone
a un poni o a un gatito. Definitivamente tendremos que trabajar sobre los
nombres".
Me levanté y me giré para coger una caja y llevarla a mi habitación.
"¡No, déjame a mí!" Angela se levantó bruscamente.
"Ángela", la regañé. "Soy perfectamente capaz de mover cajas. Llevo
haciéndolo toda la tarde. Soy capaz de llevar una caja de aquí a mi
dormitorio".
"¿Segura que estás bien?".
"Estoy bien. Solo estoy cansada. En cuanto coma algo de pizza, recuperaré
fuerzas y podremos empezar a deshacer mi equipaje."
25
MARK

M ás o menos un mes después...


Con un gruñido, me lancé hacia la pelota de baloncesto y se la
arrebaté de las manos a Peyton. Me di la vuelta y corrí por la cancha
driblando. Estaba completamente libre. Hice el tiro.
"Perdedor", me dijo David cuando el balón rebotó en el tablero y volvió a la
cancha.
Había sido un mal tiro. Últimamente lo hacía fatal. Cogí el balón en el
rebote e intenté lanzar de nuevo.
"¡Es falta!" Jeff dijo que mi jugada era irregular.
Le lancé el balón. Le golpeó fuertemente en el pecho.
Se estremeció. "¿Qué te pasa?".
"¿Qué demonios te pasa a ti?", le grité.
David se acercó y me agarró del hombro.
"Tranquilízate. Esto es un partido amistoso, recuérdalo".
Le lancé una mirada. Nos colocamos en nuestras posiciones. Esperé a que
Jeff volviera a lanzar la pelota. Terminó el primer lanzamiento y luego la
lanzó hacia Peyton.
Salté delante de él y bloqueé la pelota justo cuando estaba a punto de
atraparla. Me abalancé sobre Peyton y lo derribé.
Se sentó de culo en medio del campo.
"¿Qué coño te pasa, Mark?".
"Cuida tu lenguaje", nos regañó Jeff como si fuéramos colegiales y no
adultos.
"Me habéis tocado los cojones", exclamé.
Luego recogí la pelota y la dejé caer sobre el parqué junto a Peyton, antes
de marcharme enfadado. No tenía paciencia con los adultos que no
soportaban una palabrota. No éramos jugadores profesionales; esto era un
partido de baloncesto para divertirnos.
Se suponía que el baloncesto debía aliviar mi tensión y ayudar a mi cuerpo
y a mi mente a relajarse del estrés. En lugar de eso, solo aumentaba la
tensión del trabajo, que ahora era toda mi vida.
Atravesé las puertas de los vestuarios dando un portazo. Saqué una toalla y
me sequé el sudor de la cara con un gruñido. Rompí el tapón de mi botella
de agua y derramé el agua en mi boca. Una parte me corrió por la garganta
y otra por los lados de la cara, empapándome la camiseta.
"Mark, ¿qué está pasando?".
Cuando oí la voz de Peyton, no me volví.
"¿Qué te pasa últimamente? Pareces muy nervioso. ¿Hay algo que necesites
contarme? Ya sabes que siempre estoy dispuesto a escucharte".
Me froté la frente y negué con la cabeza.
"No, de verdad, no". Respiré hondo. Me volví para mirarle. Quería decirle
que estaba bastante seguro de que su hija había causado daños irreparables
en mi bienestar mental y físico, pero entonces tendría que admitir que había
salido con ella. Entonces pensé que, de algún modo, sería aún más duro
afrontar aquel sufrimiento en silencio.
"Rompí con la mujer con la que salía. Supongo que me lo tomé más mal de
lo que esperaba".
"Siento oír eso. Karen quiere que vengas a cenar. Me encargó que te avisara
de que te espera mañana".
Gruñí. No sabía si aún me apetecía ir a una de las cenas de Karen.
Inmediatamente después me di cuenta de que cenar con Peyton y Karen
significaba que probablemente había muchas probabilidades de que Brooke
estuviera allí.
La tensión que se había ido acumulando en mi pecho se alivió al pensar en
volver a verla. Inmediatamente, esa tensión se me enroscó alrededor de las
costillas y se tensó.
Si la hubiera visto en casa de sus padres, ¿habría sido capaz de no rogarle
que hablara conmigo?
Hasta aquel momento ni siquiera había conseguido hablar con ella para ver
qué dudas tenía sobre mí. Durante las últimas semanas había bloqueado mi
número. Ojalá hubiera estado dispuesta a sentarse y arreglar las cosas entre
nosotros. ¿Cómo podría reparar el daño que ya se había hecho sin poder
hablar con ella?
Por un momento me planteé decirle que no, que no estaría disponible. Eso
significaría que tendría que inventarme algunas mentiras. Una vez que
hubiera empezado a mentir a mis amigos, habría tenido que seguir
haciéndolo una y otra vez para ocultar mi secreto. Y luego habría olvidado
las mentiras que había dicho. Era mejor no empezar a mentir. ¿Qué clase de
amigo habría sido?
Me senté en el banco con pesadez y solté un quejido.
"La verdad es que me parece una buena idea. Necesito salir de mi rutina.
Dile a Karen que me encantaría ir a cenar", dije.
Peyton me puso la mano en el hombro y me la apretó. "Le haré saber que
estarás en nuestra casa mañana por la noche".
Asentí: "Mañana por la noche está bien".
Luego me dejó solo.
Me senté y me quedé mirando el vestuario vacío intentando averiguar qué
estaba haciendo con mi vida. Todavía estaba cavilando cuando David
irrumpió por las puertas.
"¿Qué coño ha pasado?", preguntó.
Negué con la cabeza. "Yo tampoco lo sé".
"Bueno, has cabreado a Jeff. No sé si seguirás siendo bienvenido aquí".
Me encogí de hombros. No tenía tiempo para esas cosas. Tampoco tenía
tiempo para hombres con egos frágiles. Los ánimos siempre se caldeaban
en medio de los partidos. ¿Qué esperaba de mí?
Me puse la toalla al cuello y me levanté. "Voy a disculparme".
La noche siguiente me encontré en las escaleras de la casa DeBoise. No me
atrevía a llamar al timbre. ¿Quizás porque quería que Brooke abriera la
puerta? ¿Qué decepción me habría llevado si hubiera sido Karen quien
hubiera abierto en su lugar? ¿Qué decepción me habría llevado si Karen
hubiera tenido otra mujer soltera con la que emparejarme?
Pensé en darme la vuelta y marcharme como un cobarde. Realmente estaba
pensando como un pobre hombre.
Finalmente llamé al timbre. Para mi sorpresa, Peyton abrió la puerta.
Normalmente estaba jugando a la videoconsola o hablando con otro
invitado a cenar, nunca estaba pendiente de la puerta.
"Hola, pasa".
Entré y le entregué la botella de vino que siempre traía en esos casos.
La aceptó encantado. "Este vino es muy bueno. Vamos a dárselo a Karen."
No me fijé en ningún otro coche en la entrada. No vi a nadie más, ni
siquiera a Brooke...
"¿A quién más esperan?", pregunté.
Peyton se encogió de hombros. "Que yo sepa, solo estás tú".
"¿Karen no tiene ningún plan escondido? ¿Ningún juego secreto de citas?",
pregunté.
Mi tono era más agudo que el sarcasmo que pretendía expresar.
"Llegas tarde", dijo Karen cuando entramos en la cocina. "Empezaba a
preguntarme si ibas a aparecer esta noche o no".
"Lo siento". Me sentí regañado. "Tuve que parar a por vino".
"Bueno, entonces en ese caso estás perdonado", dijo sonriendo. "Todo está
listo y estamos todos aquí. Podemos empezar a comer. Peyton, cariño, ¿por
qué no coges la ensalada?".
"¿Puedo ayudar?", me ofrecí.
"No, nosotros nos encargamos", respondió Karen.
Desde la cocina, me dirigí hacia el comedor. Tres sitios ya estaban puestos.
Me quedé mirando la silla vacía donde normalmente se sentaba Brooke.
Sentí una sensación de angustia en el pecho. No debería haber preguntado,
pero quería saberlo.
"No he visto a Brooke por aquí últimamente. ¿Ha encontrado un nuevo
trabajo?", pregunté.
"¿Recuerdas que solicitó un máster la primavera pasada?", dijo Karen.
Asentí, recordando vagamente aquella historia que ella había utilizado
como tapadera.
La utilizaba como una de sus excusas para salir conmigo. Les decía a sus
padres que estaba investigando para un máster o escribiendo redacciones de
solicitud con su amiga, pero en realidad estaba conmigo. En cambio,
parecía haber hecho las dos cosas, matricularse en el máster y salir
conmigo.
"Ella y su amiga fueron aceptadas en un programa de posgrado y se
mudaron a Chicago".
Por un momento me quedé petrificado. No estaba seguro de haber oído
bien.
"¡¿Brooke estudiará un máster en Chicago?!".
Ella no me había mencionado ninguna de esas cosas. ¿Por eso se había
enfadado tanto? ¿Se me había pasado por alto un objetivo tan importante
para ella?
"¿Qué va a estudiar?", le pregunté.
Karen se encogió de hombros. "Es un máster en Economía, supongo. No sé
mucho más que eso".
"No sabía que le interesara la gestión empresarial", comenté con
indiferencia.
Quería saber más, pero no sabía exactamente cómo abordar la cuestión sin
parecer demasiado insistente.
"Bueno, tampoco nosotros sabíamos que estaba interesada en eso", dijo
Peyton. "Esa chica siempre tuvo problemas para concentrarse cuando se
trataba de estudiar. ¿Quién puede saber si habrá éxito? Pensé que la
graduación pondría fin a su educación".
"No sabíamos que tenía metas tan ambiciosas hasta que anunció que se
mudaría a Chicago con su amiga y que ambas cursarían ese máster".
Karen parecía ligeramente amargada por todo aquello.
"¿Le gusta?", pregunté.
"Por lo que sabemos", dijo Karen, "parece que le gusta. Encaja con su
horario".
"¿Así que ya tiene trabajo?", volví a preguntar.
Conseguí contenerme para no hacer más preguntas. Necesitaba toda la
información posible sobre Brooke.
Era como una esponja absorbiendo toda la información que encontraba.
"Peyton tiene una colega en el Chicago Memorial y pudo ayudarla a
conseguir allí un trabajo similar al que tenía en vuestro hospital".
Asentí con la cabeza y presté atención a todo lo que pudieran contarme
sobre Brooke. Apenas presté atención a lo que estaba comiendo.
Había salido con Brooke, pero era evidente que no sabía nada de ella y no
me extrañaba que estuviera tan enfadada conmigo.
26
BROOKE

P or mucho que empezara a odiar tener un piso en la tercera planta, tenía


que admitir que estaba teniendo un efecto positivo en mi trasero y mis
piernas. No necesitaba apuntarme a un gimnasio; era como tener mi
propia cinta de correr personal justo entre la entrada del edificio y la puerta
de mi piso.
Con una sensación de alivio por haber llegado arriba, metí la llave y abrí la
puerta. Estaba en casa. Tras las primeras semanas allí, ya empezaba a
encajar con nuestras personalidades. No era un lugar lujoso, pero era
nuestro. Colgué la correa del bolso en el perchero y arrojé las llaves sobre la
mesita que había junto a la puerta.
"Pareces agotada", me dijo Angela, levantando la vista de su portátil
mientras se sentaba a estudiar en la pequeña mesa que teníamos junto a la
ventana.
La mesa y las sillas eran una compra nueva, mientras que el sofá en el que
me apoyé era usado. Tenía un diseño floral marrón viejo muy poco
atractivo. Lo habíamos cubierto con una funda azul brillante que había
cambiado por completo su aspecto, además de alegrar el ambiente de la
habitación.
Uno de los inquilinos que se iba a mudar nos había pedido que le
ayudáramos a llevarlo a la basura. En lugar de eso, le habíamos preguntado
si le importaría ayudarnos a llevarlo a nuestro piso, cosa que hizo con
mucho gusto.
Coloqué mi comida sobre un taburete tapizado, encontrado en una tienda de
segunda mano que utilizamos como mesa de centro, y eché un vistazo a
nuestro salón. Entre compras de segunda mano y un viaje a Ikea, habíamos
conseguido amueblar el piso. Parecía una casa de verdad y no un dormitorio
anónimo.
Habíamos utilizado algunos viejos trucos que se usaban para amueblar
pisos pequeños, en particular el uso de bloques de piedra y tablas de pino
para crear una larga estantería baja en la que habíamos colocado el televisor
de pantalla grande de Angela. Yo había subido una de las viejas X-Box de
Rhys para poder ver canales de Internet y reproducir DVD.
Las paredes blancas, antes vacías, estaban tapizadas de láminas de obras de
arte y una planta colgaba de un gancho del techo en el rincón junto a la
ventana.
"Estoy agotada, pero tengo buenas noticias", anuncié.
Me sentí bien al tener un lugar en el que realmente me sentía como en casa
y no como en el hogar de otra persona. Aquel lugar era mío, con nombre y
apellidos en el contrato de alquiler. Tenía que admitir que me sentía
satisfecha casi todos los días que volvía allí. Ya era adulta y tenía mi propia
casa.
Puede que fuera adulta, pero la mayor parte del tiempo estaba cansada y
lloriqueaba.
"¿Ah, sí? Cuéntame". Angela se movió en su silla para mirarme.
"¡Dejé mi trabajo!"
La verdad es que había buscado otro trabajo en cuanto nos habíamos
arreglado un poco. No me gustaba la idea de que mi padre tuviera contactos
en el hospital y que me hubiera encontrado el trabajo. Me sentía vigilada y
controlada. Era una reacción paranoica a mi sentimiento de culpa. Me había
escapado de casa porque estaba embarazada. Por supuesto, también quería
saber cómo iba a ser mi vida viviendo sola. Ya no podía soportar la
decepción constante de mi madre. Y, desde luego, sabía que nunca podría
soportar sus constantes intentos de hacerme confesar quién era el padre del
bebé.
Irme había sido lo mejor que podía hacer.
Mark, tarde o temprano, se daría cuenta de que el bebé era suyo. Aunque
consiguiera mantener el secreto, no podía estar segura de que no se
presentara como el padre. En cualquier caso, necesitaba otro trabajo, lejos
del hospital. Era la única manera de sentir que me había librado por
completo del control de mis padres.
"Brooke, ¿en qué demonios estás pensando? ¿Tienes otro trabajo
preparado?".
Negué con la cabeza. "No necesito un trabajo", anuncié.
"Perdona, ¿qué? ¿De repente te ha tocado la lotería o algo así?".
"Me han aceptado en el programa de hostelería", dije emocionada. Incluso
bailé un poco antes de sentarme. Cuando recibí el correo electrónico que
anunciaba mi aceptación en el programa, me puse a bailar de verdad.
"¿Hablas en serio?"
"Las clases del máster ya habían empezado cuando me enteré de que la
escuela también ofrecía un programa de formación en hostelería. Ese
programa no solo proporciona trabajo remunerado, sino que también ofrece
experiencia práctica en todos los niveles de gestión de grandes hoteles y
complejos turísticos."
"Eso es genial", exclamó. "Recuerdo que te fastidiaba que solo tuvieras que
solicitar ese programa de formación cuando estábamos considerando los
cursos. No sabía que también habías solicitado eso".
"Envié un correo electrónico al director para hacerle algunas preguntas. Me
sugirieron que me planteara un traslado de curso porque aún estaba a
tiempo. Se presentó la oportunidad, así que pensé, por qué no, y ahora estoy
dentro".
No quería seguir trabajando en un hospital. Los hospitales eran algo que le
gustaba a mi padre y me recordaban demasiado a Mark.
Me puse la mano en el vientre. Ya tengo suficientes recuerdos de él.
Trabajar en un hotel o resort parecía divertido y desafiante. Ese programa
era una buena estrategia profesional. Me proporcionaría el tipo de
experiencia laboral y habilidades que podría llevar a cualquier parte. En
cualquier sitio donde hubiera hoteles, podría encontrar trabajo.
Era un curso de formación para la gestión de grandes hoteles de lujo.
Habría empezado haciendo el trabajo sucio, en el servicio de limpieza y de
camarero. Tras unas semanas en cada departamento, pasaría a otra área de
gestión hotelera. Después de rotar por los distintos departamentos, volvería
a pasar por todos ellos, pero desde un nivel de empleo distinto.
En mi primer trabajo en el servicio de limpieza, limpiaba los baños y hacía
las camas durante quince días. La siguiente vez habría vuelto al servicio de
limpieza para aprender la organización, la programación, los pedidos y
todos los demás aspectos del funcionamiento de aquel departamento. Lo
mismo habría hecho con los servicios de atención al cliente, alimentación y
catering. Al final del programa, habría adquirido experiencia en todos los
ámbitos de la gestión de un gran hotel, incluido el mantenimiento de
jardines y edificios.
Habría podido elegir entre muchas opciones, todas bajo el mismo hotel.
Habría podido dirigir al personal sin tener que tratar nunca directamente
con los clientes, o habría podido dirigir a los clientes yo misma. Podría
haber dirigido el establecimiento sin problemas, o podría haber organizado
fiestas y eventos.
"Bien por ti. Sueles tardar mucho en tomar decisiones. Piensa en lo que
habías tardado, por ejemplo, en decidir tu especialidad... y mírate ahora".
"Lo sé, es verdad. Ahora tomo decisiones importantes en tiempo récord".
Nunca había sido el tipo de persona capaz de tomar decisiones instantáneas.
Una de las razones por las que había tardado tanto en terminar mis estudios
universitarios era que no era capaz de comprometerme. Más de una vez
había tomado una decisión cuando ya era demasiado tarde y había tenido
que esperar uno o dos semestres antes de que la misma oportunidad
volviera a estar disponible. Ahora, en cambio, había solicitado un máster en
una ciudad lejana, me había mudado, había cambiado de horario y de
trabajo, todo en un corto plazo de tiempo.
"¿Se lo has dicho ya a los del máster?", dijo Angela, señalándome la barriga
con el dedo.
Estaba empezando a mostrar mi barriguita y, francamente, estaba deseando
dejar de llevar la bata que me hacía parecer más embarazada de lo que en
realidad estaba.
"Lo hice, y con el semestre de primavera podré tomarme un descanso de las
cosas prácticas. Pasaré el semestre centrada en las tareas de clase y
retomaré el próximo verano. Puede que incluso me tome un semestre libre
para no poner en peligro mi puesto. Realmente quieren que siga en el
programa".
"Brooke, eso es genial. ¿Y cómo se lo han tomado tus colegas del trabajo
cuando lo has dejado?".
"Te juro que se alegraron por mí".
Angela echó la cabeza hacia atrás y arrugó la cara, sorprendida.
"Esas mujeres están obsesionadas con las magdalenas y las fiestas. Solo he
estado allí dos meses y cuando les dije que lo dejaba y que estaba
embarazada estaban encantadas. Les di la excusa perfecta para hacer una
fiestecita y comer magdalenas".
"¿Saben que no necesitan una excusa para comer magdalenas? Pueden
hacerlo cuando quieran".
Solté una carcajada.
"La forma en que nos habían formado en el trabajo, como no permitirnos
comer ciertos alimentos a menos que fuera una ocasión especial, siempre
había sido una norma demasiado asfixiante para nuestro grupo. De todos
modos, ya están organizando una pequeña fiesta de bebés para decorar las
magdalenas con un tema. Será hacia la hora de comer y me han dicho que te
invite a ti también".
"Muy amable, pero solo tengo treinta minutos para comer. Nunca podría
hacerlo y luego volver al trabajo a tiempo. Pero puedes guardarme una
magdalena. ¿Cuándo es tu último día?"
"El miércoles de la semana que viene. Me siento agotada solo de pensar en
empezar mi otro trabajo en el hotel el lunes. Apenas tendré tiempo de salir
del hospital después del trabajo y llegar a tiempo al hotel. Serán tres días
infernales con dos trabajos a la vez".
"¿Los primeros días en el hotel no serán solo clases y esas cosas?".
"Eso me dijeron, pero nunca se sabe. Ya veremos. En cualquier caso, tendré
que estar preparada".
27
MARK

E l tiempo en Chicago era igual de incómodo y caluroso que en Atlanta.


Esperaba que el hecho de ir hacia el norte y tener una brisa
refrescante procedente del lago ayudara a aliviar un poco mi estado de
ánimo. Estaba cada vez más irritable a medida que las temperaturas se
mantenían en torno a los cuarenta grados, y ni mi mal humor ni el tiempo
parecían dispuestos a ceder.
La llegada a Chicago se había producido sin mucha planificación. En un
momento estaba cenando con Peyton y Karen, y me había enterado de que
Brooke cursaba el máster y trabajaba en Chicago. Al minuto siguiente ya
estaba despejando mi agenda y reservando un billete de avión. Había tenido
que reorganizar algunas de mis citas, pero todos mis colegas habían sido
serviciales y comprensivos.
Incluso me había puesto en contacto con un antiguo colega de Chicago que
tenía consulta en las cirugías del Chicago Memorial. Me había llamado
meses antes para participar en una mesa redonda en una conferencia anual
de obstetricia para sondear mi interés en asistir a un seminario sobre salud
femenina. Hasta entonces, mi interés había sido escaso o nulo. La situación
no había cambiado, pero me pareció una buena forma de justificar mi
repentina necesidad de viajar.
En realidad no necesitaba una excusa. Si quería ir a Chicago, podía ir y
punto. Pero algo, dentro de mí, necesitaba una razón para estar en la misma
ciudad que Brooke. Aunque sabía que no era una razón plausible.
Esta vez iba a encontrar a Brooke y enfrentarme a ella. Aún necesitaba
respuestas.
No entendía por qué había sentido la imperiosa necesidad de huir a
Chicago.
Estaba convencido de que huía de mí, pero ¿por qué razón?
En realidad, siempre había intentado escapar de Atlanta.
Al menos eso era lo que Karen había dicho siempre que se había hablado de
Brooke y la universidad. Eso era lo que me habían contado de la estancia de
Brooke en Escocia.
Si alguna vez me hubiera mencionado el deseo de continuar sus estudios, la
habría animado y apoyado. Ella nunca me había dado esa oportunidad. Yo
no era como sus padres, que intentaban encerrarla en casa.
¿Había asumido que yo no estaba interesado en que ella quisiera seguir
estudiando, en averiguar qué quería hacer con su vida? ¿Por eso se había
enfadado tanto conmigo? ¿Cuáles eran las historias que repetía en su
cabeza?
Estaba allí para aclarar las cosas.
Pagué al conductor, dándole una buena propina, y golpeé el techo del taxi
para hacerle saber que estaba fuera. Con un chasquido, me colgué del
hombro la correa de la bolsa con el portátil. Hice una breve pausa para
mirar las puertas del hospital. Parecían las puertas de todos los demás
hospitales en los que había estado, casi idénticas a las del edificio donde
trabajaba en Atlanta. Solo que esta vez no estaba seguro de encontrar a
Brooke al otro lado.
¿Qué esperaba que pasara en cuanto cruzara aquellas puertas? ¿Iba a ver a
Brooke y tener que explicarle que estaba allí para comer con algún colega?
Ahora que estaba frente al edificio, esa excusa sonaba aún más ridícula.
Fingí estar interesado en unirme al comité de salud de la mujer. Había
venido a tantear el terreno para ver qué implicaba.
Sinceramente, era algo que podía haber hecho por teléfono o por correo
electrónico. No era necesario que estuviera presente en persona.
Sin embargo, ¿cómo iba a encontrar a Brooke y convencerla de que hablara
conmigo?
Entré en el vestíbulo climatizado del hospital. Busqué el mostrador de
información. Al principio me lo perdí por completo y pasé por delante de lo
que parecía una fiesta de cumpleaños.
Cuando me acerqué al mostrador, me di cuenta de que no era un
cumpleaños, sino una fiesta por la maternidad de una empleada.
Los globos decían felicidades y una pancarta anunciaba que se trataba de un
"baby shower".
No parecía apropiado celebrarla en el vestíbulo, donde todos los pacientes
podían verla. Si hubiera sido mi hospital, sin duda habría hablado con sus
superiores. Pero no era mi hospital y aquellas no eran mis empleadas.
En medio del grupo había una chica a la que había imaginado cada segundo
de las semanas anteriores. La veía sonreír cada vez que cerraba los ojos. Era
tan guapa que me dolía. Verla en persona me dolía tanto como recordarla.
Tal vez más. Su pelo caía en largas cascadas alrededor de sus hombros.
Parecían tan suaves al tacto. Sabía que seguramente olían a lavanda y rosas.
Cuando sonreía y bromeaba con sus colegas, que llevaban batas de un color
parecido al suyo, le brillaban los ojos. Era el uniforme equivalente al de los
hospitales: todos los trabajadores auxiliares llevaban una serie de colores,
mientras que las enfermeras y los médicos llevaban otros.
Ella no me había visto. Me coloqué junto a una columna de mármol y un
gran helecho en el vestíbulo, que parecía más la elegante entrada de un
hotel de lujo que la entrada de un hospital.
Lo que estaba haciendo me parecía, cuando menos, cuestionable. ¿Quién
era yo para ir detrás de una mujer solo porque había dejado de hablarme?
Yo quería respuestas precisas, pero eso no significaba que ella quisiera
dármelas.
Mientras la miraba fijamente, una opresión en el pecho me recordó que la
echaba de menos a un nivel tan visceral, que mis músculos se tensaron a lo
largo de mis hombros y sentí el impulso de enfurecerme y gritar al mismo
tiempo. Lo único que quería era abrazarla, besarla en la cabeza, en la cara y
en el cuello y decirle cuánto me dolía que se hubiera ido.
Ella faltaba en mi vida como un abismo en mi propia existencia que nunca
se cerraba. Un tajo que no cicatrizaba, sino que se convertía en una herida
dolorosa y supurante.
Me debatía entre tragarme el sapo y cauterizar la herida, impidiendo
cualquier posibilidad de curación, o caer de rodillas ante ella y suplicarle
perdón. No importaba que no supiera por qué debía perdonarme.
Cerré los ojos y me di cuenta de que estaba siendo un estúpido. Si hubiera
ido allí y exigido respuestas en aquel momento, solo habría quedado como
un patético idiota.
Brooke no me quería. Tenía que aceptarlo.
Resignándome a mi suerte, me reajusté la bandolera y me volví hacia los
ascensores para llegar al despacho de mi colega, cuando me fijé en la
postura que tenía Brooke.
Al ser médico especialista en obstetricia, conocía demasiado bien esa
postura. Sobre todo cuando se llevó la mano a la parte superior del vientre,
rodeando la curva del vientre, antes de llevarse la otra mano para acunarse
el abdomen como si estuviera embarazada.
¿De verdad?
"Joder", exclamé en voz baja.
El baby shower era para ella y no para otra de las chicas presentes. La
confusión de emociones en mi interior se convirtió en un granítico y duro
sentimiento de indignación.
Karen había dicho que Brooke se había ido a Chicago con una prisa que
parecía exagerada. Que se apresuraba a asistir a un curso de posgrado para
poder vivir con una amiga.
Todo el tiempo había pensado que la amiga a la que se refería Karen era
Angela y no que se trataba de un hombre.
Por la forma en que estaba de pie, y según mi mejor suposición desde
aquella distancia, Brooke parecía estar empujando el estómago hacia fuera.
Tenía la espalda demasiado arqueada y empecé a dudar de que estuviera tan
embarazada como parecía.
¿Con cuántos hombres había salido Brooke mientras estaba conmigo a
escondidas?
¿Quién era el tipo al que había seguido hasta Chicago?
¿La había dejado embarazada antes o después de llegar allí?
No sabía si eso explicaría o no su extraño comportamiento. Se había puesto
furiosa conmigo sin ninguna razón plausible, y ahora estaba embarazada en
una ciudad lejana con otro novio. No me sorprendió que hubiera accedido a
escabullirse conmigo. Probablemente yo solo había sido un acompañante
con el que tocar.
No podía ver ni pensar con claridad.
Nunca pude mantener una conversación civilizada con nadie. En aquel
momento no me interesaba nada más que alejarme lo más posible de la vista
de Brooke. Me di la vuelta, salí del edificio y me subí al primer taxi que
pasó.
De vuelta en el aeropuerto, conseguí calmarme un poco. Envié un mensaje
a mis compañeros para informarles de que volvería antes de lo previsto.
Después de todo lo que había visto, la situación se había convertido en una
pesadilla. Me sentí burlado y engañado sin culpa alguna.
A estas alturas ya no hacía falta que nadie supiera que había volado hasta
allí, ya que no iba a ver a nadie más.
28
BROOKE

E l papel que cubría la camilla se deslizó bajo mis piernas. Al menos ya


no tendría que llevar bata para las pruebas que me iban a hacer. Me
tumbé mientras la enfermera Bea medía los signos vitales.
"¿Cómo van las náuseas matutinas?
"No he tenido muchas en las últimas dos semanas, lo cual es bueno porque
me estaba cansando mucho de vomitar", respondí con una media sonrisa.
Seguro que no era la primera vez que oía eso. "No sé por qué lo llaman
náuseas matutinas cuando estás mal todo el tiempo", añadí.
"Ahora que has entrado en el segundo trimestre suelen disminuir".
"Si acaba de empezar el segundo trimestre, ¿por qué tengo una barriga tan
grande?".
No solo tenía barriga, era más bien como una réplica del monte Everest. Las
otras embarazadas me miraban como si fuera la mujer más embarazada que
hubieran visto nunca, y ni siquiera estaba de seis meses.
"El bebé está creciendo y ocupando todo el espacio que puede", me dijo la
enfermera Bea.
"Haces que parezca fácil".
Me levanté la camiseta por encima del vientre y ella me ajustó el
pulsómetro a la cintura. Una vez que percibió el sonido constante de los
latidos del bebé, se alejó de mí unos minutos mientras el monitor registraba
lo que se suponía que debía registrar. Me relajé y escuché los latidos de mi
bebé.
Cuando la enfermera Bea regresó, llevaba un carrito lleno de material.
"La historia clínica dice que es el momento de la ecografía de la semana
20".
Me levanté sobre los codos y vi cómo colocaba el equipo y empezaba a
prepararlo. La última vez que me habían hecho una ecografía me habían
enviado a otro departamento donde habían obtenido las primeras imágenes.
Me habían asegurado que las imágenes grises y borrosas eran las primeras
etapas de la vida de mi bebé.
"¿Es esta la ecografía en la que sabremos si finalmente voy a tener un niño
o una niña?", pregunté impaciente.
La enfermera Bea desconectó el monitor cardíaco. "Tienes que subirte un
poco más la camiseta y bajarte un poco los pantalones. ¿Quieres saber si es
niño o niña? A ver".
Me subí la camisa y me bajé la cintura del pantalón hasta las caderas.
Cogió lo que parecía una botellita de ketchup y me echó un chorro de gel
transparente en el vientre. Luego empezó a frotar la sonda sobre mi piel,
empujando con fastidio de tanto en tanto.
Mientras ella apretaba y se movía, haciendo todo el trabajo de ordenador,
yo miraba el monitor. Sin embargo, no podía ver con claridad ni la forma ni
la cara de mi bebé. De repente, la imagen se hizo más nítida.
"Oh, vaya".
Sentí una oleada de amor y euforia. Era mi bebé.
"¿Puede decirme si es niño o niña?".
"Veamos".
Empezó a empujar y a mover más la sonda de ultrasonidos sobre mi vientre.
Veía a mi bebé moverse en el monitor mientras al mismo tiempo lo sentía
moverse dentro de mi vientre.
La enfermera Bea dejó de mover la sonda. Lanzó un pequeño suspiro
seguido de un sonido de preocupación.
"¿Le pasa algo?", le pregunté.
Volvió a mover la sonda y empujó.
Respiré hondo varias veces. No era necesario que cundiera el pánico. O al
menos eso me repetí.
"Vuelvo enseguida", dijo, volviéndose hacia mí y acariciándome el brazo.
"No pasa nada. Ya voy".
Me dejó en la camilla, con el vientre aún cubierto de gel, mirando fijamente
la última imagen en el monitor del ordenador.
Nada de qué preocuparse, me dije, repitiendo las palabras de la enfermera.
Pero se había marchado, dejándome, en mitad de una ecografía.
Eso no podía ser bueno, ¿verdad?
Cuando volvió, estaba el médico con ella.
Oh no, eso va a ser algo bueno. Los médicos nunca se metían en medio de
las ecografías para nada que no fuera un problema.
El doctor Herbert cogió el ecógrafo y lo pasó sobre mi vientre.
"Oh, sí. Ya lo veo. Así es", dijo sin perder de vista el monitor.
"Entonces, ¿hay algún problema?"
Intenté no gritar mientras el pánico me oprimía el pecho.
"No hay ningún problema, pero ahora tenemos una explicación de por qué
te sientes tan tremendamente embarazada", dijo el médico.
"¿Estoy más avanzada de lo que pensábamos?".
"Oh, no, está justo en la línea que pensábamos. Está tan hinchada porque
espera dos bebés", anunció el doctor Herbert.
"¡¿Qué?!" No pude haber oído bien. "Repítelo, por favor".
"Hay dos bebés", reiteró.
"Pero solo hay un latido", le recordé.
"Sí, pero es muy fuerte. Y pasa eso porque los dos están perfectamente
sincronizados. Te felicito. ¿Hay gemelos en tu familia?".
No supe qué responder.
"Veamos si podemos conseguir una foto del segundo niño. Parece estar bien
escondido."
El Dr. Herbert tomó el relevo y siguió moviendo la sonda sobre mi vientre,
pero no pudieron obtener otra imagen. El segundo bebé estaba cubierto por
el primero.
"¿Son niños o niñas?"
"No puedo sacar una buena foto. Quizá la próxima vez. A estas alturas
tendremos que hacer ecografías con más regularidad".
Salí de la clínica en estado de shock e incredulidad. Tenía dos niños sanos
en camino. O quizá dos niñas.
Tenía en la mano la pequeña imagen impresa que me habían dado del
primer bebé. Y la segunda imagen en la que había una pequeña flecha que
señalaba dónde se escondía el segundo bebé detrás del primero.
Era tan irreal como la primera vez que me enteré de que estaba embarazada.
Vaya, ¿qué iba a hacer ahora? Ya tenía bastante trabajo con un solo niño en
camino y ahora tenía dos.
No me extrañaba que ya no me entrara nada de ropa.
Volví a casa en transporte público y subí las escaleras, que, a medida que
aumentaba mi circunferencia, parecían ser cada vez más altas.
Tenía que escribir un informe para el programa de formación, pero solo
podía pensar en mis gemelos...
Era abrumador, así que me senté en el sofá, dejé el bolso en el suelo y me
quedé mirando el vacío. Parecía estar mirando distraídamente un televisor
apagado, y eso fue lo que vio Angela cuando entró por la puerta unos treinta
minutos después.
"Brooke, ¿estás bien?"
Parpadeé. Abrí la boca, pero no supe qué decir.
"Brooke, ¿va todo bien con el bebé?".
Empecé a negar con la cabeza, pero luego tuve que cambiar a un
asentimiento positivo.
"El bebé, o más bien los bebés, están bien. Son dos", logré decir incómoda.
"¿Qué has dicho?" Se quitó el bolso y lo colgó en el perchero, seguido de su
abrigo. Se volvió hacia mí y puso las manos en las caderas. "¿Acabas de
decir niños, en plural?".
Asentí con la cabeza: "Gemelos, van a ser mellizos o mellizas".
"Oh Señor." Se sentó de golpe en el sofá a mi lado. "Vas a necesitar más
pañales", exclamó.
"Ya lo sé. Voy a necesitar de todo. Dios mío".
Parecía tan sorprendida como yo, con la mandíbula abierta. Era la reacción
que esperaba la primera vez que le dije que estaba embarazada.
No sabía qué esperar. Me acababan de decir que iba a tener gemelos y no
tenía ni idea de lo que pasaría a partir de aquel momento. Ya no podía hacer
conjeturas. Ni siquiera sabía lo que estaba haciendo en aquel instante.
¿Por qué iba a tener gemelos? ¿Por qué no se lo había dicho a Mark?
¿Debía decírselo a Mark a partir de ahora?
"Dios mío. Angela, ¿debería decírselo? Quiero decir, ¡gemelos!" Necesitaba
que alguien me dijera qué hacer.
Me puso la mano en la muñeca y me la apretó.
"Nunca le dijiste que estabas embarazada. ¿Estás segura de que quieres
decírselo ahora que hay dos bebés en camino? No digo que no lo hagas,
pero sí que tenías tus razones hasta hoy. ¿Las sigues teniendo?".
Gemí, apoyando la cabeza en el respaldo del sofá. Tenía razón.
No se lo había dicho a Mark por una razón. Porque ya no confiaba en él.
¿Por qué iba a confiar en él de repente ahora que había dos niños?
Parpadeé y traté de despejar la vista y el cerebro al mismo tiempo. Me
levanté y miré a Angela.
"¿Se lo digo a mi madre? Dios mío, ¿cómo voy a decírselo?".
Esta vez Angela se echó hacia atrás con un fuerte suspiro.
"Creo que tu plan de no decírselo a tu madre hasta después de que naciera el
bebé sigue siendo una buena idea. Quizá sea incluso mejor idea ahora que
serán dos".
"Angela, ¿qué debo hacer?". Me sentía abrumada y perdida.
"Harás lo mismo que hacías cuando solo había un bebé. Yo seguiré estando
aquí para ayudarte. Pero ahora, ¿seré la tía de qué? ¿Son niños o niñas? ¿Lo
sabéis o no?"
"No. Aún no sabemos el sexo", contesté.
Ella se encogió de hombros. "Así que ahora solo tenemos que duplicar las
cosas para conseguirlo pero sin saber el sexo. Podemos hacerlo", declaró.
Asentí con la cabeza.
"Tienes razón. Podemos hacerlo".
29
MARK

C uatro meses después...


En el breve espacio de tiempo entre mis pacientes matutinos y mi
pausa para comer, me senté y abrí mi correo electrónico. Mi colega de
Chicago seguía queriendo que trabajara en aquel comité de salud de la
mujer y me recordaba la conferencia de matronas que iba a celebrarse en
breve.
"Joder", dije al leer el correo electrónico. Había olvidado por completo que
había aceptado asistir y ser uno de los oradores.
Iba a ser un fin de semana largo en Chicago.
Un lugar al que pensé que no tendría que viajar nunca más. Un lugar que
pensé que evitaría simplemente porque Brooke estaba allí.
Mientras leía el correo electrónico y comprobaba los detalles, me di cuenta
de que no podía haberme encontrado accidentalmente con Brooke en el
hospital. La conferencia iba a tener lugar en el centro de conferencias de un
hotel. Escribí rápidamente una respuesta y envié un correo electrónico a mi
directora de oficina con una nota adjunta en la que le pedía que organizara
las cosas adecuadamente.
Terminado el almuerzo, hice la ronda de pacientes de la maternidad. El
resto de la tarde lo pasé prácticamente libre. No esperaba que llegara ningún
paciente durante el día, y los compañeros a los que cubría me dijeron que
potencialmente solo habría uno o dos.
Como no había recibido ninguna llamada a la hora de cenar, llamé a Peyton
para saber si seguía en pie la invitación para la cena. No me apetecía comer
solo y Karen era buena cocinera.
Cuando llegué a la entrada de su casa, me di cuenta de que ya había otro
coche aparcado allí. Karen contestó al timbre y me regañó por no tener mi
habitual botella de vino.
"Siempre cuento con que tengas un buen vino para la cena", me dijo.
"Puede que tenga que trasnochar y no pueda beber", le expliqué.
"Eso nunca te ha impedido traernos algo de beber".
"¿Quieres que me dé la vuelta y vaya a comprar una botella de vino antes de
dejarme entrar? ¿Es ese mi precio de entrada? ¿Es la única razón por la que
me invitas a cenar?", me burlé de ella.
"Ahora estás exagerando. Howard y Peyton están arriba. Te avisaré cuando
todo está listo".
Subí las escaleras hasta la sala de recreo, donde Howard y Peyton sostenían
mandos de videojuegos y gritaban al televisor. Me senté a ver cómo los
avatares de los personajillos que habían elegido intentaban empujarse unos
a otros fuera de un ring de lucha.
"Creía que los videojuegos eran para niños", dije sarcásticamente mientras
me unía a ellos.
"Los videojuegos son para cualquiera que quiera jugarlos". Howard hizo
una pausa mientras movía todo el cuerpo junto con su mando. "No me digas
que no los jugabas cuando eras más joven".
"Sí, antes jugaba a videojuegos todo el tiempo. Ahora, sin embargo, ya no
tengo tiempo para hacerlo".
"Eso es porque no dispones de videoconsola", dijo Peyton. "Pagué mucho
dinero por esta cosa. Más te vale usarla".
"¿Qué haces en tu tiempo libre si no estás sentado jugando?", preguntó
Howard.
Me encogí de hombros. "Nunca tengo tiempo libre".
"Eso es mentira y lo sabes", replicó Howard.
"Entre el trabajo y la renovación de mi casa, tengo suerte si encuentro
tiempo para leer un libro o si puedo estar al día de los últimos artículos de
obstetricia".
"Ya está, eso es una elección de vida", dijo Howard. Luego soltó un gritito.
El videojuego emitió un sonido wah wah wah mientras su personaje moría.
"Ahora te toca a ti", dijo entregándome el mando.
Cogí el joystick y me desplacé rápidamente por las opciones de avatar.
Solía jugar mucho a ese videojuego, pero no lo tenía en casa. Elegí un
odioso hombre lagarto verde y me subí al ring contra la niña de pelo azul
que tenía Peyton.
"Tienes un hobby, por eso no juegas a videojuegos". Howard continuó la
conversación.
"¿Qué hobby?", pregunté. Mi atención seguía puesta en el juego.
"Ocuparte de las reformas de la casa, por supuesto".
Yo no consideraba eso un hobby y lo hacía sobre todo los fines de semana,
pero quizá tenía razón. Tal vez era un hobby.
"Las aficiones están bien", dijo Peyton. "Pero Mark no lo sabe". Sus
palabras eran confusas porque estaba más concentrado en el juego que en la
conversación. "Mark no sabe cómo encontrar un buen equilibrio entre
trabajo y vida privada. Es el señor todo o nada".
"Yo no diría eso", gruñí cambiándome de sitio.
Mi hombre lagarto verde se lanzó y se deslizó detrás de la niña de pelo azul.
Con un giro de muñeca, hice una combinación de pulgar y dedo que hizo
que mi hombre lagarto la levantara del suelo y la volviera a golpear.
"Oh, estás jugando sucio", se quejó Peyton.
"Estoy jugando como si recordara cómo se usan los controles", repliqué.
"¿Seguro que no estás jugando también en casa?", preguntó Howard. "Esos
son movimientos que solo un experto sabría usar".
"No quiero tener tiempo para videojuegos. Me estoy preparando para una
conferencia".
"Ves, te dije que no tiene un equilibrio entre vida y trabajo. ¿Qué
conferencia es esta vez?"
"Es una actividad sobre la salud de la mujer en el campo de la obstetricia".
"No pareces entusiasmado de ir", dijo Peyton.
"Me he olvidado bastante de que ya he asegurado mi asistencia y he
recibido una confirmación por correo electrónico esta mañana. No tengo
muchas ganas de ir. Preferiría... ahh!", gruñí mientras mi personaje era
empujado hacia el borde del ring y un dedo del pie acababa fuera del
cuadrilátero.
Había perdido. Dejé caer el mando del juego sobre la mesita que teníamos
delante.
"Estuvo cerca de ganar", comenté.
"¿Y qué pasa con la conferencia?", preguntó Howard, cogiendo el mando
del juego.
"Tendré que ir, ya que había dado mi disponibilidad a estas alturas. Me voy
un fin de semana largo".
"¿Adónde vas?"
"Estaré en Chicago".
Howard se calló. "Brrr. Chicago en invierno. No te envidio".
"Brooke sigue en Chicago", añadió Peyton. "Tal vez deberías buscarla.
Karen está molesta porque no vendrá a casa para Thanksgiving. Dijo algo
de que no tenía tiempo libre en el trabajo o algo así".
Hice una mueca de decepción. Desde luego, no iba a buscar a Brooke, por
mucho que sus padres quisieran que lo hiciera.
Karen llamó desde las escaleras y dijo que la cena estaba lista. Peyton fue el
primero en salir de la habitación.
"Oye, antes de que se me olvide", me detuvo Howard. "Te acuerdas de
Mimi, ¿verdad?".
"Sí", respondí.
"Solo quería que supieras que hemos estado saliendo".
"Bien por ti", respondí dándole una palmada en la espalda.
"Quería que te enteraras por mí y no por Karen, o de alguna otra forma
inesperada. Ya sabes, para asegurarme de que no estaba pisando a nadie. Sé
que Mimi pensó que podría haber surgido algo entre los dos durante el
verano".
Nunca había habido nada entre nosotros, pero si esa había sido su
impresión...
"Howard, me alegro de que os estéis viendo. Siempre pensé que tú eras
mucho más adecuado para ella que yo. Nunca podría haberla hecho tan feliz
como se merece. En este caso, creo que ganó el mejor".
Debería haber entregado a Mimi y sus atenciones directamente a Howard
antes de que las cosas entre Brooke y yo se torcieran.
Quizá si hubiera sido más sincero con mis amigos, si me hubiera dado
cuenta de que mi interés estaba activamente en otra parte, Mimi nunca
habría intentado clavar sus garras en mí. Ella y Howard podrían haber
estado juntos meses antes.
"Me alegra oírlo de ti", respondió mientras bajaba las escaleras.
Me detuve a mirar la foto de familia que había junto al sofá. Había sido
tomada en los últimos cinco años, más o menos. Brooke parecía joven, pero
era fácil ver en su rostro sonriente la hermosa mujer en que se convertiría.
Tenía que hacer algo para exorcizarla de mi memoria. No quería olvidarla
necesariamente, pero no me importaría olvidar lo que había sentido por ella.
Cuando llegué con todos al comedor, Howard estaba sentado en el antiguo
asiento donde Brooke solía sentarse. Sentí una punzada en el corazón. No
me había dado cuenta de lo difícil que era olvidar a alguien; nunca me había
costado hacerlo. Por otra parte, nunca me había confesado hasta qué punto
sentía algo por Brooke.
Si hubiera sido sincero conmigo mismo en el pasado sobre lo que sentía por
ella y si le hubiera dicho algo desafiante en algún momento mientras
estuvimos juntos, tal vez no me habría sentido así todavía.
Pensar en Brooke me entristecía, me alegraba y me enfadaba al mismo
tiempo.
No entendía cuándo me había enamorado de ella, pero para entonces ya era
demasiado tarde para cambiarlo.
30
BROOKE

C onté filas y filas de botellas y latas y las comparé con el portapapeles


que llevaba en la mano mientras me movía entre las estanterías de
material, haciendo inventario.
Luego me encontré en la zona de limpieza, en un túnel de pasillos que
conducían a las habitaciones y los almacenes. El hotel no había bombeado
aire caliente a los pasillos traseros. No necesitaban calefacción; todo se
calentaba con las lavadoras y secadoras que funcionaban constantemente.
Hacía calor y había humedad allí detrás.
Aunque el trabajo no era tan agotador como limpiar aseos, hacer camas o
poner orden después de huéspedes terriblemente desagradables, seguía
sudando.
Estaba en mi segundo turno y me alegraba de no tener que llevar un carrito
por los pasillos hasta las habitaciones. Ya no tenía que llamar a las puertas,
ya no tenía que exponerme a cosas que no tendría que volver a ver en el
resto de mi vida.
Mi primer turno me había abierto los ojos sobre lo horrible que era la gente
en los hoteles. Parecía que cuanto más pagaban por una habitación, más la
estropeaban y ensuciaban, y mayor era la probabilidad de que fueran unos
auténticos gilipollas.
Esta vez, sin embargo, estaba aprendiendo de primera mano cómo hacer
inventario y gestionar las reservas. Tal vez en enero y febrero, cuando
hubiera hecho mucho frío fuera, hubiera querido venir a refugiarme allí
abajo. Por el momento, sin embargo, el calor corporal era más que
suficiente, dados mis dos huéspedes permanentes que ocupaban espacio en
mi cuerpo.
"Oh, ahí estás, Brooke", dijo la profesora Patrick, mi jefa de programa.
Era una combinación de tutora, profesora y directora del centro. También
era la coordinadora del programa y la lista de los departamentos a los que
estábamos asignados. Y era ella quien nos entregaba los informes escritos
después de cada rotación de turno.
"Hola, profesor Patrick", le dije. "¿Qué tal?"
"Estoy controlando a todo el mundo y quería saber cómo te había ido hoy".
"Genial, estoy haciendo inventario". Señalé con la cabeza los estantes de
materiales a mi lado.
"¿Te está gustando trabajar en el hotel?".
Sonreí y solté una risita. "No me gusta", confesé.
"Sé que esperabas volver al catering, pero hemos tenido que mover nuestros
horarios y, como estás embarazada, he pensado que podrías encargarte de la
organización de eventos. ¿Te parece bien?"
Esbozo una enorme sonrisa. Mis ojos debieron de hacer un millón de
estrellas. Me encantaba organizar eventos.
"Pareces contenta", dijo.
"Lo estoy. Me encantaba organizar eventos y esperaba volver a hacerlo".
"Me alegra oírlo".
"Espero poder elegir la organización de eventos como especialidad para mi
último semestre".
Sabía que me quedaba un semestre de clases y dos semestres más de turnos
antes de poder elegir mi especialización definitiva. Pero si hubiera
expresado mi interés y mis intenciones ahora, quizá la profesora Patrick lo
habría tenido en cuenta a la hora de decidir los horarios en el futuro.
"La mayoría de la gente, después de pasar un par de semanas montando
sillas y mesas, considera que los eventos son uno de los aspectos menos
interesantes de este programa", añadió.
"¿De verdad? A mí, en cambio, me parece estupendo. Organizar sillas no es
tan divertido, pero prefiero organizar sillas para la presentación de un
evento o coordinarme con el técnico audiovisual que encargarme del
servicio de habitaciones", admití.
"Pareces tener un talento natural para la coordinación y la ejecución que
requiere dirigir un hotel. Al menos eso me dijo tu gerente".
"¿En serio?" Me alegraba saber que era buena en mi trabajo. Y, de todos
modos, no tenía que gustarme algo para ser buena en ello. Me encogí de
hombros. "Eso me hace muy feliz. Supongo que siempre podría volver a
dirigir el hotel si los eventos se complicaran".
Sabía que no quería estar en primera línea con el servicio de atención al
cliente. Y definitivamente no quería dedicarme a la hostelería. Me parecía
un trabajo muy poco valorado.
Los bebés que llevaba dentro se retorcían y pataleaban y me puse la mano
en la barriga con un gruñido. Era realmente molesto.
La profesora Patrick asintió, mirándome la barriga. "¿Cómo te va?",
preguntó.
"Estoy haciendo crecer mi equipo de fútbol y ahora mismo está
ejercitándose contra mis costillas", gemí. "Gracias por sacarme del servicio
de comidas. No creo que servir mesas o manejar las entregas del servicio de
habitaciones hubiera sido muy bienvenido en este momento. Cuando
termine mi rotación de eventos, ¿cuál es el plan? No creo que el servicio de
comidas me necesite después de esa fecha".
"Te asignaremos un trabajo de oficina, lo que te permitirá estar sin
problemas el resto del semestre. Sé que has dicho que te parece bien estar
de pie, pero no me gustaría que te esforzaras demasiado".
Realmente aprecié su preocupación.
El tamaño de mi barriga se estaba convirtiendo en algo intermedio entre el
de un pequeño yate y el de una gran embarcación. Aquellos bebés ocupaban
todo el espacio que podían. No podía creer que estuvieran en posición fetal.
A mí me parecía que estaban lo más estirados posible.
"¿Puedo hacerme una idea de cómo será el trabajo de oficina? ¿Tendré un
escritorio para sentarme o tendré que llevar un walkie-talkie enganchado al
cinturón y caminar con él?".
"No te preocupes, no tendrás que andar de un lado para otro".
Sabía que lo había dicho hipotéticamente. "Espera un momento. ¿Es posible
que me trasladen a otro sitio?".
"¿Ya sabes que no estarás aquí el próximo semestre?", me preguntó.
Negué con la cabeza. "En el siguiente semestre me encargaré de las clases.
Pero volveré durante el verano".
Ella asintió: "Vale, es bueno saberlo. Tenemos varias sedes y puedes
cambiar de hotel de un semestre a otro. Te encontraré un hotel adecuado si
prometes volver el próximo verano".
Sonreí. "Sí, por favor. Suena muy interesante".
"Bueno, pues ahora te dejo con tu trabajo. Ha sido una buena
conversación".
Entusiasmada con la idea de poder cambiar varias ubicaciones, volví a mi
inventario. Tenía al menos dos unidades más de estanterías que revisar antes
de tener que comprobar los suministros de lavandería. Un hotel de aquel
tamaño utilizaba una cantidad industrial de detergente y suavizante.
Cuando terminé de hacer inventario, me dirigí a la lavandería.
Entrar allí fue como recibir un golpe en la cara con un paño caliente y
húmedo. Si el almacén me había parecido incómodamente húmedo, aquel
lugar era aún peor.
Saludé con la cabeza a los pocos trabajadores que sacaban ropa de las
lavadoras, doblaban y clasificaban toallas en un montón y colocaban
sábanas y fundas nórdicas en otro. Comprobé los niveles de jabón y
suavizante que utilizaban.
Anoté todo en mi portapapeles antes de volver al despacho del director para
entregar mis notas.
"Siéntate antes de que te caigas", me dijo Antoine, el encargado de la
limpieza.
Le entregué mis notas y me senté en el lado opuesto de su escritorio.
Miró todas mis notas, asintió y meneó la cabeza. "Todo parece estar bien.
Mañana veremos cómo introducir todo esto en el sistema para que puedas
hacer el pedido de los suministros. De todos modos, está bien".
Asentí satisfecha. Me quedé sin aliento solo de caminar por la lavandería.
"Mañana seguirás embarazada y todavía estarás aquí. No tendrás esos bebés
de un día para otro, ¿verdad?".
Me reí y negué con la cabeza. "No, nada de bebés de un día para otro. Estoy
en buena forma. Solo estoy agotada. Hace calor aquí abajo".
"Sí que lo hace. Me recuerda a mi tierra", dijo.
"Entonces debes de ser del sur. No tienes acento", le dije.
"Yo no, pero tú sí. ¿Alabama?", preguntó.
Negué con la cabeza. "No. Atlanta", respondí riendo.
"Pero es mejor que Florida", dijo. "La tierra del clima húmedo y los
caimanes".
"¿Aquí en Chicago la gente no se muere de frío? Juro que fuera de este
departamento he pasado frío desde principios de octubre".
"No, trabajar aquí abajo me mantiene lo suficientemente caliente. Lo que
tienes que hacer es comprar un par de buenas chaquetas y abrigos. Los
necesitarás para enero y febrero, cuando hace mucho frío. Ha venido tu jefe
y me ha dicho que a finales de la semana que viene te cambiarán los turnos.
¿Vas a volver?".
Me encogí de hombros. "Eso depende de cuál sea mi próximo destino. No
sé dónde me destinarán el próximo verano".
"Para que lo sepa, aunque no termine el programa, siempre tendrá un puesto
de trabajo en mi departamento. ¿Me entiendes?"
Sonreí. Era un alivio saber que estaba haciendo un trabajo tan bueno que
alguien quería tenerme en su equipo.
31
MARK

N o podía creer que estuviera de vuelta en Chicago. No me gustaba la


idea de que Brooke estuviera allí con el bebé de otra persona. Pensar
en ello me enfurecía y me hacía hervir la sangre. Podría haber sido
nuestro hijo si hubiera sido sincera conmigo desde el principio, pero estaba
claro que no era su intención en aquel momento.
Era demasiado mayor para esta mierda. Tenía que superar mi obsesión por
ella; estaba actuando como un adolescente enamorado y no como un adulto.
No tenía que preocuparme por verla, sobre todo porque ¿qué iba a pasar?
No era como si tuviera que caer de rodillas y pedir perdón por alguna
situación; al contrario, aún no tenía claro qué había pasado.
Tuve que recordarme a mí mismo que Brooke trabajaba en un hospital y
que no iba a poder verla. Como estaría todo el tiempo en el hotel de la
conferencia, las posibilidades de encontrarme con ella eran escasas.
Salí del taxi y llevé las maletas al mostrador de servicio.
"Buenos días. ¿Tiene ya una reserva?", me dijo la joven sonriente que había
detrás del mostrador.
"Sí, Dr. Mark Bryant".
"Veo que ha venido para la conferencia de obstetricia. Bienvenido".
Con un rápido movimiento de sus dedos sobre el teclado del ordenador, la
mujer buscó mis datos.
Casi pude oír el crujido de la impresora y, poco después, colocó una de las
páginas delante de mí con un bolígrafo.
"Necesito su firma, por favor. ¿Quiere pagar con la tarjeta de crédito que
tenemos registrada?".
Asentí con un murmullo.
Mientras firmaba y dejaba el bolígrafo, antes de que pudiera entregarme la
llave, un compañero, con el mismo uniforme y aspecto agotado, se estrelló
contra el pupitre de al lado.
"Llama al 911. Está pariendo ahora mismo".
"¿Estás de broma, Jason?" La empleada parecía conmocionada.
"No, ha roto aguas y todo. Estamos en el salón de baile. Date prisa. No sé
qué hacer".
Me volví hacia el acosado joven. "Soy obstetra. ¿Ha dicho que hay una
mujer embarazada? Puedo ayudarla".
"Sí. Por aquí".
Me volví hacia la joven del mostrador. "Llame a una ambulancia y explique
que hay un obstetra en el lugar. De todos modos, necesitaríamos un equipo
de socorro. ¿Puede guardarme la maleta aquí atrás?"
La subí al mostrador.
"Por supuesto."
Se acercó y la guardó detrás del mostrador. Me di la vuelta y corrí tras el
joven, que atravesó una puerta doble y entró en un salón de baile. Todo
estaba preparado para nuestra reunión: había sillas alineadas frente a un
escenario con un podio y una gran pantalla al fondo. Se ignoraban los
carros de sillas apiladas mientras unas cuantas personas rodeaban a una
mujer gravemente embarazada que gemía y jadeaba en una de las sillas.
Tenía el pelo oscuro, pero no le vi la cara hasta que me arrodillé frente a
ella.
"Me llamo Dr. Mark Bry...".
Los ojos de Brooke se abrieron de par en par. "Dios mío, Doctor Mark. ¿Por
qué está aquí?", jadeó entre palabras.
"¿Qué demonios está pasando? Brooke", le pregunté.
Gimió y se agachó cuando sintió una contracción: "¿Qué crees que está
pasando? Estoy a punto de dar a luz."
"Vale", dije con toda la calma que pude. Sabía que era la última persona que
esperaba ver. "Necesito que no empujes. ¿Puedes hacer eso Brooke? No
empujes".
"No me digas lo que tengo que hacer, Mark", me espetó.
Sí, eso iba a ser fácil. "Estoy aquí para ayudarte a dar a luz a tu bebé y estás
adelantada. Te diré lo que tienes que hacer".
"¿Tú qué sabes? No es un embarazo precoz.". Aaaaah."
Le puse la mano en el vientre. Estaba dura mientras sus músculos se
contraían de nuevo. La última vez que la había visto, no podía tener más de
tres meses.
"Tendré que echar un vistazo. ¿Estás dispuesta a dejarme? ¿Puede alguien
traernos unas mantas?", pregunté, mirando a mi alrededor. "Y quizá algunas
almohadas. Tenemos que ponerla cómoda", grité con tono autoritario.
"Brooke, tenemos que sacarte de esta silla. Quiero que te tumbes en el suelo
porque no quiero que te caigas".
Ella gruñó e intentó ponerse en pie.
Alguien entró corriendo con mantas en los brazos. "Aquí tengo mantas."
Les dije que extendieran las mantas en el suelo delante de ella y la ayudé a
tumbarse en el suelo.
"Perfecto, vamos a colocarnos boca arriba". La guíe hacia atrás y coloqué
algunas almohadas detrás de ella. "Eso es. Rodillas arriba". Volví mi
atención a la persona con las mantas. "¿Me das otra manta?". Me pasaron
una manta y la cubrí de cintura para abajo.
Me quité la chaqueta y me remangué.
"¡Necesito desinfectante de manos!", grité. No había tenido ocasión de
lavarme las manos desde que el joven se había estrellado contra el
mostrador. Unos guantes médicos habrían sido ideales, pero unas manos
limpias era lo mejor que podía hacer en ese momento. No creí que Brooke
tuviera tiempo de levantarme y buscar un baño para lavarme las manos.
"Brooke, tenemos que quitarte los pantalones".
"De acuerdo, no es como si no lo hubieras visto antes".
A pesar de su evidente animosidad, tuve que reírme. La última vez que
había hecho esto ella había estado tan ansiosa por quitarse la ropa como yo
por quitársela a ella. Definitivamente, las cosas habían cambiado.
La examiné rápidamente. Estaba dilatada y en fase de coronación. "Está
totalmente dilatada y la cabeza está en coronación. Por lo tanto, te diré
cuándo es el momento de empujar".
Señalé con la cabeza al mismo joven que me había traído al salón de baile.
"¿Cómo te llamas?", le pregunté.
"Jason", me dijo.
"Vale Jason, vas a ser el ayudante de parto de Brooke. Tienes que sujetarle
la pierna aquí arriba. Cuando le diga a Brooke que empuje, tienes que
sujetarle la pierna para que pueda empujar contra ella. Tienes que recordarle
que respire. ¿Entendido?"
Aquel chico parecía completamente aterrorizado, pálido y asustado, con
gotas de sudor en el labio superior, pero asintió con la cabeza.
"Brooke, cuando te diga que empujes, tienes que agarrarte las rodillas y
empujar de verdad. El bebé está casi fuera".
Le puse la mano encima para poder medir la siguiente contracción.
"Puja ahora". Le dije.
Gritó mientras se acurrucaba sobre el vientre y empujaba. Comprobé su
evolución. Todo parecía ir bien. Con un grito ahogado, soltó las rodillas y
cayó hacia atrás.
"No puedo. No puedo. No puedo". Su cabeza cayó hacia atrás mientras
jadeaba.
"Sí que puedes. Lo estás haciendo muy bien. Necesito que empujes otra
vez".
Brooke volvió a gritar de agonía. Se acurrucó como se le había ordenado.
Era difícil ver que sufría tanto: el sudor le chorreaba por la cara y tenía el
pelo pegado a la frente. Jason levantó la mano y le apartó el pelo de la cara.
Le lancé una mirada.
¿Quién era él para ella?
Cerré los ojos y me sacudí los celos repentinos e injustificados. Era su
colega y la estaba ayudando con el parto. El resto no me importaba.
"Lo estás haciendo bien, lo estás haciendo bien", le repetí. "¿Quieres que
alguien llame al padre?".
Ella estaba en medio de los pujos y consiguió abrir los ojos y mirarme
furiosamente.
Se tumbó con un sollozo. Comprobé su evolución: estaba bien, pero le dolía
mucho.
"¿Quieres que alguien llame al padre?", le repetí.
"No hay padre", jadeó.
"Brooke. No te has puesto así por concepción inmaculada".
Apretó los dientes, sufrió otra contracción y, cuando terminó, jadeó
ruidosamente. "No he llegado hasta aquí gracias a ti", dijo apretando los
dientes.
Tenía razón, yo no había estado allí durante su embarazo, pero ahora sí, y
tenía que superarlo.
Se echó hacia atrás, exhausta, jadeando ruidosamente.
"En la próxima contracción, quiero que intentes respirar a través de ella, en
lugar de agacharte".
"¿Qué quieres decir con respirar a través de ella? ¿No es eso lo que he
estado haciendo hasta ahora?"
"No has tomado clases de preparación para el parto, ¿verdad?"
"¿Qué demonios es un curso de preparación al parto?"
"¿Te refieres a cuando te dicen que respires así?", preguntó Jason, y luego
hizo una demostración de respiración rápida con los labios apretados.
"¿Cómo hacen siempre en la televisión?".
Asentí: "Sí, así. Pero no tan rápido".
Volví a ponerle la mano en el vientre. Sentí que los músculos se endurecían.
"Brooke, mírame, respira". Dejé escapar una respiración larga y lenta.
Exageré mis movimientos, inhalando y luego exhalando otro aliento.
Ella mantuvo sus ojos fijos en los míos mientras imitaba mi respiración.
"Bien, así".
Se echó hacia atrás y miró hacia arriba. Era un trabajo duro y ella lo estaba
dando todo.
"¿Ha llegado ya el equipo de socorro?", pregunté.
Los miembros del personal a los que miré se quedaron negando con la
cabeza. Probablemente no sabían qué hacer en una situación de emergencia.
Necesitaba respuestas.
"Pues alguien vaya a averiguarlo", grité. Volví a dirigir mi atención a
Brooke. "¿Estás preparada para hacerlo otra vez? Esta vez tienes que
empujar de verdad".
32
BROOKE

H abía roto aguas de la forma más épica posible, mientras nos


preparábamos para una conferencia de obstetricia. En un momento
estaba bien y al siguiente, en pleno trabajo de parto. El hotel debía de
estar lleno de pediatras, así que ¿por qué Jason tuvo que volver acompañado
de Mark?
El dolor se apoderó de todo mi cuerpo. Gritaba de dolor.
"Empuja", volvió a decirme Mark.
Como si no fuera lo que mi cuerpo hacía de forma natural. Estaba
demasiado agotada: luchaba solo para soportar el dolor, tenía los dientes
apretados y respirar se estaba convirtiendo en una verdadera lucha.
No sabía si sería capaz de concentrarme en otro empujón. Me dolía todo y
no sabía que tenía músculos en los dedos de los pies que podían
acalambrarse tanto.
"Empuja, puedes hacerlo", me dijo Mark entre las rodillas.
"No me digas lo que tengo que hacer", conseguí jadear.
No podía soportar el hecho de haberme puesto de parto en mitad de mi
turno. Me molestaba haberme convertido en un espectáculo de frikis,
rodeada de personal de hotel confuso que hacía lo que podía, pero que no
eran enfermeras de parto. Me molestaba que mis gemelos nacieran en el
suelo de este salón de baile y que el padre los diera a luz sin saber que eran
suyos.
Grité y me acobardé, aferrándome a las rodillas como me decían. Jason
hacía todo lo posible por ser un buen ayudante en el trabajo, pero se le iba
de las manos. No era más que un empleado a tiempo parcial que trabajaba
para mantenerse en sus estudios. Le estreché la mano con tanta fuerza que
probablemente me rompí varios huesos.
"Dios mío Brooke, esto es increíble. Lo estás haciendo muy bien", dijo,
aunque parecía asustado.
Mientras que Mark, por otro lado, parecía saber exactamente lo que estaba
haciendo. Claro que lo sabía. Era obstetra.
"Bien, Brooke, ya casi estamos. Ahora necesito que empujes con todas tus
fuerzas. Mientras lo haces, voy a rotar al bebé para que salgan los hombros.
De acuerdo. Esto va a pasar rápido. Solo necesito que..."
Ya no podía sentirlo mientras las contracciones se apoderaban de mi cuerpo.
Hice lo que me dijo, empujando con todas mis fuerzas. Solté un grito y de
repente, con un suspiro, me di cuenta de que el bebé había salido. Miré
fijamente a Mark, que tenía toda su atención puesta en el sucio bebé que
sostenía en sus manos.
Y entonces oí el sonido más increíble. Mi bebé, o mejor dicho, mi niña
estaba llorando. Mark la sostuvo entre sus manos, mirándola durante largo
rato.
Luego me miró a mí. "Se parece tanto a ti".
Me pasó a la niña y me la puso sobre el pecho. Hubo un breve momento
entre nosotros y pensé que lo sabía, que se había dado cuenta de que aquella
era su hija. El momento terminó tan rápido como había empezado. Desvió
su atención de mí y empezó a gritar órdenes a otras personas que aún no
sabían qué hacer ni adónde ir.
"¿Ha llegado ya la ambulancia? Diles que el bebé ha nacido", dijo.
Estaba perfecta. No sé si se parecía a mí, pero su cara tenía una expresión
seria que se parecía a la de Mark.
"Se parece a su padre", dije antes de empezar a gemir mientras continuaban
las contracciones. "Ya viene el segundo", logré decir.
Mark me miró con una combinación de sorpresa y confusión en el rostro.
"¿Qué quieres decir?
"Solo era la primera. Son gemelos", logré jadear.
"¡Necesito fundas de almohada limpias!", gritó. "¿Por qué tardan tanto?
¿Dónde está el equipo de socorro?"
Todavía tenía que empujar. Me costaba acunar a mi bebé en brazos mientras
me abrumaba el dolor.
"Necesito que dejes de pujar ahora mismo. ¿Me oyes, Brooke? No pujes,
deja que las contracciones pongan al segundo bebé en posición".
"No, no, necesito empujar", gimoteé.
Mark me puso la mano en el vientre. "Deja de empujar. Mírame, respira
conmigo. Respira conmigo".
Se llevó la mano al pecho mientras inspiraba.
Intenté imitarle e inspiré por la nariz. Cuando exhalaba por la boca, yo
hacía lo mismo. Sus ojos no se apartaban de los míos y en un momento
dado su mano rodeó una de las mías.
"Bueno, eso está bien. Comprobaré la posición del bebé... puede que sea un
poco molesto".
Jadeé al comprobar cómo sus manos invadían mi ya blando y dolorido
cuerpo. Me dolía mucho. Me gustaba pensar que era plenamente consciente
de lo que ocurría en todo momento, pero sabía que no era así. La gente
empezaba a moverse, ¿había llegado otro obstetra para ayudarme? Se
llevaron a mi bebé y lo envolvieron en una sábana.
Jason ya no me sujetaba la rodilla. Ahora era una mujer la que hacía ese
trabajo. No sabía quién era. Iba vestida de manera informal, pero parecía
tan competente como Mark y no tenía pánico como Jason.
¿Dónde está Jason? Por alguna razón, se había convertido en mi salvavidas
durante este calvario.
Jason tenía a mi bebé cerca de él para que yo pudiera alcanzarla y tocarla.
"Es hermosa, Brooke".
Mi bebé, Strawberry. No podía recordar ninguno de los miles de nombres
que Angela y yo habíamos pensado en los últimos meses. Strawberry y
Summer eran los únicos que se me ocurrían.
El tiempo se movía en extrañas pausas, en las que todo iba muy deprisa, y
luego en largos momentos que duraban una eternidad. O sentía un gran
dolor o estaba flotando. Necesitaba acariciar a mi pequeña o que alguien me
cogiera de la mano para saber cómo mantenerme anclada en la realidad.
"Brooke, tienes que empujar". Las palabras rompieron aquella niebla,
resultado de una mezcla de aleteo y dolor.
"Aguanta conmigo Brooke, tienes que empujar cariño, empuja". Mark
quería que empujara. Yo misma lo quería, pero algo dentro de mí me
recordó que estaba cabreada con él: cómo se atrevía a decirme lo que tenía
que hacer. No iba a hacer nada de lo que me dijera.
Otra voz atravesó la niebla de mi cerebro. "Necesitamos que empujes,
Brooke".
Me gustaba esa voz, esa voz tenía sentido. Sí, empuja, era hora de empujar
y empujar fuerte.
Grité de dolor.
En algún momento nació un segundo bebé, otra niña, y entonces la cogí
contra mi pecho. No recuerdo que me la quitaran, pero sí recuerdo que, en
aquel momento, me pusieron en los brazos a dos bebés envueltos en
pañales. La expresión de asombro en el rostro de Mark fue sustituida de
repente por una ausencia de emoción.
Alguien dijo algo sobre la llegada del equipo de rescate.
Levanté la vista y vi a unos bomberos con pesadas botas que corrían hacia
mí. No quería que se llevaran a mis hijas, pero la mujer, que luego supe que
era otra doctora, me aseguró que era para que las examinaran. Estaban a
salvo y cuidadas y yo me sentía agotada. El dolor constante que se había
apoderado de mi cuerpo me había dejado débil y dolorida.
Mark hablaba con seguridad y competencia, pero yo no estaba segura de lo
que decía de mí. Recordé vagamente que me habían tomado la temperatura
y la tensión. Observé cómo me clavaban una aguja en el brazo con total
ausencia, como si los estuviera viendo desde fuera mientras se lo hacían a
otra persona.
Me conectaron a una vía de fluidos antes de colocarme en una camilla.
"¿Dónde están mis bebés?"
"Están aquí", dijo alguien.
Seguí con la mirada hacia donde señalaban y vi que estaban en cestas de
plástico transparente.
"Quiero cogerlas".
"Estarán a salvo en las cestas durante el viaje en ambulancia. Ahora no
puedes cogerlas".
Tenía sentido. Claro que estarían a salvo. Mark estaba con ellas ahora.
¿Sabía que eran suyas? Sentí la necesidad de decirle la verdad.
Los recuerdos de por qué no se lo había dicho siguieron en la confusión en
la que seguía inmersa. No se lo había dicho porque no sabía si podía confiar
en él. No sabía si yo había sido la única mujer con la que había salido.
¿Cuántos hijos tenía por ahí? ¿Cuántos conocía? ¿Cuántos desconocía?
"¿Cómo está tu nivel de dolor?" Una cara gigante me bloqueó la vista.
"¿Qué?" Nadie se había molestado en preguntar por el dolor antes, ¿por qué
ahora?
"¿Tu nivel de dolor?"
"Sí, nivel de dolor", logré decir. "Dolor".
Todo era tan confuso. Estaba muy cansada. Solo quería darme una ducha e
irme a dormir. Tal vez dormir primero, pero no podía; tenía que asegurarme
de que mis hijas estaban bien y no quería perderlas de vista. Extendí una
mano hacia ellas.
"Mis pequeñas", dije.
"No te preocupes, van contigo".
Estaba muy cansada.
"Mark", le llamé y llegó a mi lado más rápido de lo que esperaba.
"¿Cómo te sientes Brooke?"
"Hagas lo que hagas", quería decirle... no se lo digas a mis padres...
quédate con las chicas. Quería decirle tantas cosas, pero tenía la boca tan
seca y sentía la lengua quieta y deshidratada. Tal vez solo logré decir su
nombre una vez más... antes de desmayarme.
33
MARK

O bservé cómo la unidad de rescate se llevó a Brooke, con sus dos hijas
pequeñas. Estaba tan agotada que se había desmayado a media frase.
"¿Usted viene con nosotros?", preguntó uno de los miembros de la
tripulación.
Negué con la cabeza. "No, no".
"Dr. Whitmore", dije, extendiendo mi mano. "Gracias por venir".
"Alguien en el vestíbulo me mencionó que una mujer estaba teniendo
gemelos aquí. Pensé que se necesitaba ayuda. Era paciente suya, ¿la
conoce?"
"No, no era mi paciente". No me sentí cómodo respondiendo al resto de sus
preguntas. Estaba cansado y agotado emocionalmente. No quería ni
necesitaba explicárselo todo a aquella mujer que acababa de conocer;
Brooke era sin duda la que se había marchado, y nunca había sido tan
consciente de ello hasta aquel día en que había asistido el parto de los niños
de otro hombre.
Ahora tenía claro que seguía sintiendo algo por Brooke, y verla tan dolorida
me había golpeado en las entrañas. Fui en busca de Jason para distraerme.
"Jason."
"Oh, hola Dr. Bryant, ¿verdad?"
"Sí. Ha sido usted muy animador con Brooke. ¿Hace mucho que la
conoce?"
"En realidad no. Se unió al equipo de eventos hace una semana".
"¿Así que solo intervino porque ella necesitaba ayuda?"
"No lo sé. Quiero decir, sí, claro. Alguien tenía que hacerlo".
Le di una palmada en la espalda y le agradecí su ayuda. Necesitaba ir a mi
habitación. Tenía que ducharme y cambiarme.
La recepcionista se quedó boquiabierta al ver el estado de mi ropa. El parto
puede ser algo desastroso y yo no me había protegido mientras ayudaba a
Brooke.
Soltó un pequeño sollozo. "¿Va todo bien? ¿Ha ido todo bien?".
Miré la parte delantera de mi camisa. Era bastante espeluznante para los
profanos.
"Todo ha ido bien. Aún no he recibido la llave de mi habitación y ya puedo
recoger mi maleta, que está detrás de su escritorio."
"Claro, por supuesto Dr. Bryant".
En cuanto tuve la llave de mi habitación y la maleta, ignoré las miradas de
horror y preocupación por mi ropa y crucé el vestíbulo hasta los ascensores.
Una vez en mi habitación, me quité la ropa sucia y la tiré en un montón.
Habría preguntado si había una lavandería en el lugar para que me ayudaran
con los pantalones, pero para la camisa no había esperanza, así que la tiré
directamente a la papelera.
La ducha tenía una de esas alcachofas eléctricas. La giré y dejé que el agua
caliente me masajease los hombros. Me dolía el cuello de tanto tiempo en
cuclillas. Sin embargo, sabía que no estaba tan dolorido y cansado como
debía de estarlo Brooke.
Apoyé las manos en la pared y dejé que el agua corriera sobre mí. Ella
había sufrido mucho y yo no podía hacer nada. Sabía que el parto dolía...
mucho, pero nunca había sentido una conexión real con el dolor. Los padres
solían desmayarse durante el parto, incapaces de soportar la cantidad de
dolor que sufrían sus mujeres, así como el exceso de fluidos corporales que
conllevaba. El parto no era un proceso... limpio.
Creía entender aquellas situaciones, pero, en aquel momento, comprendí
plenamente lo que sentían: no eran débiles, al contrario, se sentían
abrumados por su propio dolor al darse cuenta de lo que estaban pasando
sus esposas. Brooke no era mi mujer, aquellas no eran mis hijas, pero una
vez la había amado. De algún modo, aún la amaba y le habría quitado ese
dolor si hubiera podido.
Gemelas.
Y muy grandes, mucho más de lo que imaginaba. Brooke, sin embargo, no
parecía muy sorprendida de estar de parto.
Cerré los ojos e intenté recordar la última vez que la había visto. Pensé que
había exagerado, que se había hinchado la barriga para parecer más grande
de lo que era. Pero con gemelos, podría haber sido fácilmente así de grande
ya a los tres o cuatro meses. Sin embargo, solo llevaba un par de meses en
Chicago. Y si se hubiera quedado embarazada...
Tuve que detener esa línea de pensamiento. No tenía ni idea de cuándo se
había quedado embarazada. Diablos, esos bebés parecían listos para dar a
luz, y eso significaba que se había quedado embarazada cuando estábamos
juntos.
"Joder".
Cerré los grifos y salí de la ducha. ¿Qué había dicho?
Yo había dicho que la primera se parecía a ella y ella había contestado que
el bebé se parecía al padre, y luego me había mirado mal.
Me envolví las caderas con una toalla y entré en la habitación principal.
Saqué el portátil del bolso y abrí el calendario. Odiaba recordar
exactamente cuándo se había desmoronado todo entre nosotros.
"Que demonios…".
El momento había sido perfecto. Se había puesto furiosa conmigo por
haberla dejado embarazada, por mucho cuidado que hubiéramos tenido. Los
condones no siempre funcionaban.
Me senté en la cama, reflexionando. Me pasé una mano por la cara y apreté
la mandíbula.
¿Esas niñas eran mías?
Miré a mi alrededor, buscando el reloj que tenían todas las habitaciones de
hotel. Era demasiado tarde para ir al hospital y hacerle preguntas.
Necesitaba descansar, sobre todo después del día que había tenido. Podría
habérselo preguntado a la mañana siguiente.
Maldita sea, ¿a qué hora era la conferencia?
Abrí el programa: el discurso de apertura, seguido del brunch y luego la
reunión. Iba a ser una larga mañana antes de poder llegar a Brooke. Si me
perdía la reunión, mi reputación se resentiría.
Me dormí con sus gritos de dolor en los oídos.
Por la mañana, el hotel había organizado un desayuno gratuito. Eso
significaba café gratis, y lo necesitaba. Pasé una noche inquieta: cada vez
que conseguía conciliar el sueño, imaginaba a Brooke, solo que en lugar de
que todo saliera bien, todo salía mal. Me desperté más de una vez cubierto
de sudor.
Me bebí la primera taza de café como si fuera una inyección, tragándomelo
y abriendo la garganta para que me llegara directamente al estómago.
Estaba sirviéndome la segunda taza cuando se me acercó un hombre
corpulento con un poco de barriga. Llevaba los colores distintivos del hotel
y una insignia negra de plástico.
"¿Es usted el Dr. Bryant?", me preguntó.
"Sí, ¿puedo ayudarle?" Al principio pensé que se dirigía a mí por algo
relacionado con la conferencia. No me apetecía precisamente pasar el
tiempo escuchando a mis colegas hacer de promotores los unos de los otros.
"Me llamo Antoine, quería darle la mano". Extendió su carnoso puño.
"Gracias por cuidar de la pequeña Brooke y sus hijas. Es una joven
especial".
¿Este tipo era el padre de las niñas? No, no estaba usando las palabras
correctas.
"Lo es, como en..."
"Soy el gerente de limpieza. Teníamos una apuesta sobre cuándo tendría a
esos bebés", dijo.
"Por alguna razón, pensé que era pronto. Sin embargo, los bebés parecían a
término y sanos, nada de prematuros."
Antoine sacudió la cabeza. "Iban a nacer en cualquier momento. Si era
prematuro, era cuestión de días. Pensé que era una de esas mujeres que van
más allá, ¿sabes?".
No entendí exactamente su última afirmación, así que me limité a
preguntar: "¿Así que Brooke trabajaba para usted?".
"Dejó mi departamento hace poco más de una semana", dijo.
"El joven que me ayudó con la entrega me dijo algo parecido, ¿a qué te
refieres exactamente? No es que Brooke y yo pudiéramos tener una
conversación real durante la entrega".
"Oh, claro. Forma parte de un programa que proporciona experiencia
práctica sobre todos los aspectos de la gestión de un hotel. Hacen turnos
cada dos o tres semanas. Es una chica muy lista. Esta mañana nos han dicho
que ella y las niñas están bien".
Volví a estrecharle la mano. "Gracias por hablarme un poco de Brooke. Me
alegro de que estén bien. Siempre me alegro cuando puedo ayudar".
Antoine se había ido hacía unos momentos cuando el Dr. Whitmore, cuyo
nombre de pila no recordaba, y otro obstetra se acercaron a mí.
"Eres la comidilla de la ciudad esta mañana", dijo. "Brock, este es Mark
Bryant. Ayer atendió el parto de los gemelos de aquella chica".
"Lo he oído... qué pesadilla. Lo último que te esperas cuando vienes a una
de estas conferencias es traer al mundo a alguien, ¿verdad?", dijo Brock.
El doctor Whitmore se rio y apoyó una mano en el brazo de Brock. Tenía la
clara sensación de que se trataba del típico caso de "lo que pasa en una
conferencia médica se queda en la conferencia médica".
"He oído que tuvieron que pasarse toda la noche limpiando las alfombras y
terminando el montaje porque se puso de parto justo en el salón de baile".
"Sí. Estaba registrándome cuando ocurrió todo. Nos las arreglamos con lo
que teníamos. El hecho de que fuera a tener gemelos fue una sorpresa... al
menos para mí".
"¿Cómo están la madre y las niñas?", preguntó el Dr. Whitmore.
"Acabo de hablar con uno de sus gerentes. Dijo que acababan de enterarse
de que les iba bien".
"Qué bueno oír eso. Un parto gemelar puede ser más complicado de lo
normal. Nos vemos".
Cuando vi a los dos marcharse, me di cuenta de que no quería que me
vieran. Lo que quería era comprobar, con mis propios ojos, cómo estaba
Brooke. Crucé el vestíbulo y reconocí que la empleada del mostrador de
recepción era la misma del día anterior.
"¿Por casualidad no sabrá a qué hospital llevaron ayer a Brooke?".
"No, pero, espere un momento y lo averiguaré".
Esperé mientras ella hacía una rápida llamada. Me miró al colgar.
"Me han dicho que está bien y que está en el St. Mary".
"Gracias." Salí por la puerta para pedir un taxi antes de que pudiera cambiar
de idea.
34
BROOKE

M e quedé mirando a mis pequeñas. Dos... perfectas y maravillosas


niñas. Esto de la lactancia, sin embargo, no era nada fácil y no sabía
si lo estaba haciendo bien.
Angela se sentó a mi lado. "¿En serio estás pensando en llamarla
Strawberry?".
"No lo sé", admití. "Quiero decir, pensaba que un nombre ya era difícil de
inventar, pero ahora dos. Los nombres son muy importantes; ayudarán a
definir quiénes son. ¿Serán fuertes y queridos, o se burlarán de ellos y les
harán mofa?".
"Oh, nadie acosará a nuestras niñas. La tía Angela siempre estará vigilante
y atenta".
Solté una carcajada; me gustaba mucho su ferocidad protectora.
"¿Cuánto falta para que tengáis que decidir los nombres?".
La bebé A se apartó de mi pezón, totalmente dormida.
"Ayuda", dije.
Angela se levantó y me quitó la pequeña. La bebé B también estaba
dormida. Me ajusté la bata mientras la cogía en brazos.
"Tengo que rellenar los datos del certificado de nacimiento dentro de uno o
dos días. Sigo pensando en distintos nombres, para encontrar el que me
convenga". Levanté a la niña en brazos. "La llamo Summer prácticamente
desde que nació. Le queda como un guante".
"Espera, ¿ella es el bebé número uno o dos?".
Bajé la mirada hacia mi pequeña Summer. "Ella nació como segunda".
"Así que necesitamos un nombre que encaje con Summer y que no sea
necesariamente Strawberry".
Levanté la vista cuando oí que llamaban a la puerta.
"¿Puedo pasar?"
Mark.
Creo que contuve la respiración y solo la solté cuando Strawberry empezó a
revolverse; no podía evitarlo, era el nombre que se me había quedado
grabado en la cabeza.
"Um, sí, pasa. Mark, te acuerdas de mi amiga Angela".
La saludó con la cabeza. "¿Así que tú eres la amiga con la que Brooke se
mudó a Chicago?".
Parecía desconcertado. Yo también. ¿Cómo lo sabía? Angela me devolvió
la niña y yo acuné a las dos, que dormían.
"Tus padres me dijeron que te mudaste aquí para asistir a un curso de
graduación con una amiga. ¿Tú también estás en el hotel?", le preguntó.
Ella negó con la cabeza. "Administración de empresas. ¿Cómo sabes lo del
programa del hotel?".
Se miraron durante un largo rato.
"Ah, claro, tú estabas allí. Trajiste al mundo a los bebés. Lo siento, tuve un
momento de confusión. Me tengo que ir. Os dejo solos para que os pongáis
al día".
Angela me dio un apretón en el pie mientras se iba. "¿Estarás bien?"
Asentí. Podía hacerlo.
Mark la vio marcharse y volvió a sentarse en la silla.
"¿Cómo estás? ¿Qué ha dicho el médico?"
"¿No leíste mi historial antes de venir?".
Sacudió la cabeza. "Yo no soy tu médico. Puede que me hagan el favor, ya
que yo los atendí, pero lo dudo".
Suspiró. "Tuvieron que darme puntos y me administraron buenos
analgésicos. Anoche fue duro y bastante difícil, pero en general me dijeron
que era normal. Mi médico me dijo que el parto tuvo lugar una semana
antes de lo previsto y que el hecho de que estuviera en el trabajo no entraba
en mi plan de parto".
"¿Cuál era tu plan de parto?"
"Venir al hospital y ponerme la epidural. Se suponía que Angela iba a ser
mi ayudante en el parto, no Jason. Pobre chico. Le habré traumatizado con
algo horrible", me reí. Mark estaba allí sentado y yo no estaba furiosa.
Quizá los analgésicos que me habían dado también estaban suavizando mi
temperamento.
"¿Ya les has puesto nombre?".
Negué con la cabeza. "Estoy atascada. Los que me gustan no son nombres
reales".
"¿Me permites?" Me tendió la mano: quería verlas.
Dudé solo un segundo. No necesitaba saber que eran sus hijas para mostrar
interés. Las había parido él.
Asentí con la cabeza. Se levantó y me quitó a Summer de los brazos.
"La enfermera ha dicho que pesan lo correcto y son perfectamente
idénticas".
"¿Idénticas?" Bajó la mirada hacia su hija, apartándole suavemente la manta
de la cara.
"Tengo que preguntarte algo, Brooke".
Sentí un ruido sordo en el estómago: sabía que esto iba a ocurrir. Tragué
saliva presa del pánico; tenía que decidir ya qué iba a hacer. Podía mentir, él
nunca tendría que enterarse y entonces me odiaría para siempre.
Me dolía verle mirar a nuestra niña con esa expresión en la cara. Me daba
cuenta de que quería enamorarse de ella, pero se estaba conteniendo. Lo
sabía porque era la misma expresión con la que yo le miraba. Yo aún lo
amaba, quería...
"Anoche estuve pensando", exclamó Mark. "Durante los últimos meses he
estado bastante enfadado... contigo, conmigo mismo. Para que quede claro,
creo que también entendí por qué tú estabas tan enfadada conmigo".
"¿En serio?" No me lo esperaba.
"No salía con nadie más cuando estábamos juntos".
"Pero vi cómo te comportabas con la amiga de mamá. Salisteis juntos
después del lago. Ella me lo contó".
"No sé qué te dijo Mimi, pero yo no tenía ningún interés en ella. Todo el
tiempo en el lago estuve hablando de Howard y ella era como una garrapata
que no me dejaba en paz".
"¿No estabais saliendo?".
Sacudió la cabeza y cerró los ojos. "¿Por qué iba a salir con otra persona
cuando te tenía a ti?".
"Porque insististe en que lo mantuviéramos en secreto. Pensé que me
estabas tomando el pelo". Me enjugué los ojos mientras empezaban a
formarse lágrimas. Las hormonas del embarazo seguían apoderándose de
mi cuerpo y hacían que empezara a llorar a lágrima viva.
"¿Se lo has contado a tus padres?". Levantó ligeramente a la niña,
enfatizando lo que quería decir.
Resoplé. "¿Hablas en serio? Me repudiarían. Una simple decepción mía y
se acabaría todo".
"¿Cómo crees que se lo tomarían si salieras con un hombre mayor?".
"Una decepción más", me reí amargamente.
"¿Y cómo crees que se lo tomaría tu padre sabiendo que ese hombre mayor
soy yo?".
"¡Te cortaría las pelotas!".
Mark subió las cejas mirándome. Cierto, habíamos estado saliendo a
escondidas porque mis padres encontrarían de alguna manera la forma de
hacernos la vida imposible con solo mirarnos de forma inapropiada.
"¿Y cómo se lo tomarán cuando se enteren de que hemos tenido hijas
juntos?".
Lo tenía todo pensado aunque por su expresión me di cuenta de que no
estaba seguro al cien por cien. Esta era mi oportunidad. Podía arreglar lo
que había entre nosotros y tener la oportunidad de vivir con él, o podía
decirle que no sabía quién era el padre y que no era él, convirtiéndome en
cómplice de una vida de madre soltera.
Cerré los ojos y respiré hondo. "Mi madre estaría destrozada; primero se
enfadaría conmigo por ocultarle todo esto. Por no hablar de tener nietos.
¿Cuándo te diste cuenta?".
Parecía más sorprendido de lo que esperaba. Bajó los hombros y acunó a
Summer con más fuerza.
"Anoche. Hice cuentas. Pensé que estabas enfadada porque fue más o
menos cuando te enteraste de que estabas embarazada y pensaste que me
veía con otras mujeres. Tienes razón, yo también me habría enfadado.
Siento lo que haya pasado entre nosotros. Siento que sintieras la necesidad
de huir y ocultarme esto...".
Levantó la vista hacia mí. Vi sus ojos enrojecer.
"Creo que nunca he dejado de quererte, y ahora, dos gemelas".
"¿Me quieres?" No podía creer lo que estaba oyendo.
"Te amo", dijo. "Ya estaba tan enamorado de ti que quería encontrar la
manera de decírselo a tus padres, pero, bueno, las cosas han cambiado,
¿no?".
"Mark", apenas podía hablar por el nudo que se me había formado en la
garganta. "Quiero que conozcas a tus hijas. Esta es Summer. Creo. Quiero
decir, sé que ella es a la que quiero llamar Summer. La bebé B."
"Summer es un bonito nombre. Hola, pequeña Summer".
Su mirada era tan dulce mientras la observaba. Cuando levantó la vista
hacia mí, tenía la misma expresión y me hizo palpitar el corazón. ¿Podía
recordar la última vez que me había mirado así? ¿Me había dado cuenta de
que esa mirada era amor?
"Y la bebé A, ¿cómo se llama?".
Me mordí el labio. "La llamo Strawberry, pero no es un nombre". Me
encogí de hombros.
"Strawberry es un nombre precioso".
"Qué, tienes que estar de broma".
Sacudió la cabeza. "¿Qué diferencia hay entre Strawberry y Lily, o Zinnia, o
Peach? No es tan común, pero sigue siendo un nombre".
Tragué saliva. "Vale, ¿cómo te gustaría llamarla?".
"Quedémonos con Strawberry. Ese y Summer suenan como los nombres de
dos espíritus felices y libres, y me gustaría que nuestras niñas fueran felices.
Creo que son nombres perfectos".
Nuestras niñas. Tuve que parpadear con fuerza para evitar más lágrimas.
"Ven aquí". Mark se sentó en el borde de la cama; en un brazo sostenía a
Summer, mientras que con el otro me abrazaba, apretándome contra su
pecho.
"Siento no habértelo dicho", resoplé. "Estaba asustada y enfadada".
Su mano me acarició la espalda. "Lo sé, pero ahora estoy aquí. Podemos
resolver el resto juntos".
Me separé de su abrazo. "¿Hablas en serio? ¿Juntos?"
Levanté mi cara hacia la suya.
"Lo digo en serio. Sus labios eran suaves cuando se apretaron contra los
míos. Había echado de menos sus besos con toda mi alma.
"Te quiero, Mark."
35
MARK

A ntes de salir del hospital, sabía lo que tenía que hacer. Quería a
Brooke, ella me quería a mí y teníamos dos hijas preciosas. No
podíamos seguir escondiéndonos.
"Puede que no vuelva hasta tarde", le dije".
"¿Vendrás a vernos?" El miedo en sus ojos me partió por la mitad.
Le puse una mano en la mejilla. "Claro que vendré. Si duermes no te
molestaré. Necesitas descansar todo lo que puedas".
"Te quiero", susurró, pero yo la oí alto y claro.
Me incliné y la besé. La había echado de menos. Me habría gustado verla
embarazada y saber que eran mis bebés los que crecían dentro de ella. De
hecho, había sido así: la había visto embarazada. Como me había
convencido a mí mismo de que había sido otro hombre quien se lo había
hecho, me había perdido su increíble belleza. Estaba cansada, pero seguía
siendo tan hermosa.
Besé suavemente las cabezas de mis pequeñas: Strawberry y Summer eran
perfectas.
No me molesté en dejar el hotel antes de ir al aeropuerto, ya que volvería.
Lo que tenía que hacer debía hacerse en persona. De hombre a hombre, cara
a cara.
No se lo dije a Brooke; sabía que me lo impediría, pero había que hacerlo y
sería mejor que lo hiciera yo. No es que quisiera la ira de Peyton, pero era
mejor que él y Karen dirigieran su decepción y desconfianza hacia mí que
hacia Brooke. Ella necesitaba el apoyo cariñoso de su familia, sobre todo
ahora que tenía gemelas.
Envié un mensaje de disculpa a uno de mis colegas; había surgido algo y
tenía que volver a Atlanta inmediatamente.
Usted es la comidilla de la conferencia. ¿De verdad diste a luz a gemelos en
el salón de baile?, escribió.
Sí, los parí. El Dr. Whitmore fue testigo del segundo parto. Si quiere hablar
con el verdadero héroe, busque a un joven llamado Jason. Estaba lo
suficientemente lúcido como para buscar ayuda mientras todos los demás
miraban horrorizados a la mujer embarazada, le contesté.
Me acomodé en el asiento del avión y cerré los ojos. Solo podía esperar
descansar un poco en el vuelo de vuelta a casa.
Desde el aeropuerto cogí un coche hasta mi casa. Ni siquiera entré en ella
antes de subir al coche y dirigirme a casa de los DeBoise.
Karen me abrió la puerta. "Mark, me sorprende verte aquí. ¿Va todo bien?"
"Necesito hablar contigo y con Peyton. ¿Está en casa?"
"Sí, está arriba. ¿Por qué no vas a buscarle?".
Entré en el salón y sacudí la cabeza. "Mejor que lo hagas tú".
Karen se tapó la boca. Sabía que algo grave estaba a punto de ocurrir.
"¿Mark? ¿Va todo bien?", preguntó Peyton. Karen se quedó detrás de él con
los ojos bien abiertos.
"Quizá quieras sentarte. Tú también, Karen".
Se sentaron, uno al lado del otro, en el sofá.
"No sé muy bien cómo deciros esto", empecé. Era difícil y no paraba de
respirar hondo. Tenía tantas cosas que confesar que no sabía cuál mencionar
primero. ¿Cuál era el orden de importancia?
"Ayer encontré a Brooke en Chicago", dejé escapar una sonrisa. El término
"encontré" no era el más adecuado.
"¿Está bien?" Karen se acomodó en su asiento, acercándose al borde del
sofá.
"Está bien. Según los médicos, se está recuperando muy bien".
Tanto Peyton como Karen palidecieron. Karen agarró el brazo de Peyton y
él le cubrió la mano con la suya. "Ayer tuvo dos gemelas", solté.
Karen se incorporó y se llevó la mano al pecho. "¿Qué?"
Peyton hizo una mueca de dolor y sacudió la cabeza.
"Me la encontré cuando me registraba en el hotel. Estaba de parto. He traído
al mundo a dos niñas y las dos están muy bien".
Peyton respiró aliviado.
Karen tenía lágrimas en los ojos. "No me extraña que no quisiera venir a
casa por el Thanksgiving. ¿Por qué nos lo ocultó? Me alegro tanto de que
fueras tú quien la ayudara".
"Necesito que recuerdes ese pensamiento un momento más".
"No nos dijiste que estaba embarazada. ¿El padre estaba allí?" Podía oír la
ira creciendo en la voz de Peyton.
Di un paso atrás. "El padre también estaba allí. Solo que en ese momento...
no lo sabía".
Karen seguía conmocionada y no se había dado cuenta de lo que había
dicho. Ninguno de los dos lo había hecho.
"Peyton, Karen." Hice una pausa para tragar saliva. "Brooke y yo salimos la
primavera pasada. Las niñas son mías..."
"Creo que no te he oído bien", gruñó Peyton. "No acabas de decir que has
toqueteado a mi niña, ¿verdad?".
"Tu niña es una mujer adulta. No te lo dijo porque temía que te lo tomaras a
mal. Mira, me casaré con ella".
Peyton se levantó.
"Exactamente por eso no te lo dijimos, Peyton. Tú asustas a tu hija".
"Ella no tiene nada de que temer. Eres tú quien debería preocuparse".
No había visto venir el golpe, debería haber estado preparado. En un
momento estaba mirando la ira en la cara de Peyton, al siguiente... las
estrellas.
Puse mi mano sobre mi ojo.
"Peyton, detente. Es nuestro amigo".
"¡Nunca te casarás con mi hija!"
"No necesito tu bendición para casarme con ella. Solo pensé que querrías
saberlo".
"Mark", dijo Karen. "Creo que tienes que irte."
No necesitaba que me lo dijeran dos veces. Salí de su casa dando un
portazo.
Subí al coche y bajé la visera para mirarme en el espejo. No tenía mal
aspecto. No sangraba, pero sin duda tendría un moratón y tal vez un ojo
morado de verdad. Me toqué la piel alrededor del ojo e hice una mueca de
dolor. No podía decir que no me lo mereciera y, ahora que tenía dos hijas,
entendía perfectamente por qué Peyton lo había hecho. Probablemente yo
habría hecho lo mismo.
Envié un mensaje a mi hermano.
¿Dónde estás?, escribí rápidamente.
En casa, ¿por qué? ¿No deberías estar en Chicago, en esa conferencia?,
respondió David.
Las cosas han cambiado. Necesito hablar contigo. Voy para allá.
Pasa cuando llegues.
Tiré el teléfono en el asiento del copiloto y cerré la visera. David no vivía
muy lejos. Solo tardé unos minutos en llegar a su casa.
"¿Estás aquí?", grité al entrar por la puerta principal.
"Mark, ¿qué haces aquí? ¡Oh, Dios mío! ¿Qué te ha pasado en el ojo?".
Shelly me miró horrorizada.
"David me dijo...", empecé.
"Está en su cueva de hombre, en el garaje. Déjame darte algo para ponerte
en el ojo. ¿De quién cogiste el puño?"
"¿Quién dijo que no era una puerta?" Le contesté.
La mirada que me dirigió cuando me entregó una bolsa de guisantes
congelados me hizo comprender que no bromeaba.
"No acepto tonterías de nadie. ¿Acaso te merecías eso?". Se cruzó de brazos
y me miró fijamente: "No querrás traer problemas a esta familia, ¿verdad?".
Negué con la cabeza. "No, Shelly, era completamente merecido y no, no
voy a traer problemas a tu familia".
Sostuve la bolsa de guisantes bajo los ojos mientras atravesaba la cocina y
salía por la puerta lateral hacia el garaje. No era realmente una cueva de
hombre; David simplemente había puesto un banco de trabajo donde podía
trabajar y reparar cosas.
"Veo que has encontrado a Shelly", me dijo al entrar.
Levanté la bolsa de verduras. "Sí, y funciona sorprendentemente bien".
"Entonces, ¿quién fue el que te golpeó y qué tiene que ver conmigo? Soy
demasiado viejo para meterme en una pelea, además creo que Shelly me
patearía el culo primero".
Me eché a reír, aunque sabía que hablaba en serio.
"Han pasado muchas cosas en las últimas veinticuatro horas", empecé.
"¿Qué coño significa eso?".
"He descubierto que soy padre".
"¡Joder! ¿En serio? ¿Me he convertido en tío? ¿Es algo bueno o no? ¿Quién
es la madre del bebé?"
Solté un suspiro pesado.
"Suena complicado", dijo David.
"Complicado es decir poco". Solté otro suspiro. De repente parecía más
difícil que decirle a Peyton que había dejado embarazada a su hija.
Me señalé el ojo. "Peyton DeBoise tiene un gancho de derecha asesino".
"¿Por qué coño Peyton te pegaría? ¿Te has tirado a su mujer?"
"Peor, a su hija."
"Oh mierda, ¿qué hiciste?"
"¿Recuerdas la mujer secreta con la que salía?"
"Sí, tu novia imaginaria."
"Ella no era imaginaria. Brooke DeBoise, la hija de Peyton. De todos
modos, mantuvimos lo que había entre nosotros en secreto porque sabíamos
que Peyton no se lo tomaría bien."
"No creo que yo me tomara muy bien que uno de mis amigos saliera con
una de mis hijas. Quiero decir, ella solo tiene veintidós, veintitrés como
mucho. No me extraña que te pegara".
"Sí, tiene veinticuatro y... lo entiendo. Ahora tengo dos niñas pequeñas. Lo
entiendo perfectamente".
"¿Dos? Creía que habías dicho..."
"Gemelas", le interrumpí. "Tuvo gemelas ayer".
David abrió la boca y soltó una risita. "Entonces, ¿Peyton te pilló y te dejó
inconsciente?".
Negué con la cabeza. "Entré en su salón y le di la noticia".
"Tuviste cojones de hacer eso. La verdad es que pensaba que habíais
acabado, pero ahora me explico por qué has estado tan gilipollas
últimamente. ¿Estás mejor ahora, a pesar de que tu suegro te odia?".
"Bueno, sí. Habíamos acabado y ella se había escapado. Ni siquiera sabía
que estaba embarazada. He sido un auténtico gilipollas. Mira, quería que
supieras que Peyton y yo estamos muy mal. Pero, por otro lado, eres tío y
me voy a casar".
"¿Te vas a casar?"
"Sí. La amo. Tenemos hijos, claro que me voy a casar con ella".
"Todavía no se lo has pedido, ¿verdad?"
"Es una cuestión de detalles por el momento."
"Detalles importantes, Mark. Será mejor que tengas un anillo en el bolsillo
la próxima vez que la veas. No la cagues, o no volverás a ver a tus chicas".
36
BROOKE

T odavía no había conseguido conciliar el sueño cuando me pareció oír


la voz de mi madre.
"¿Brooke?"
Abrí los ojos. Tardé un minuto en despertarme lo suficiente para darme
cuenta de lo que estaba viendo. Mis padres estaban a los pies de mi cama de
hospital con una expresión de preocupación en el rostro.
"¿Qué hacéis aquí?", pregunté.
Todavía estaba aturdida y molesta, quería dormir. No estaba descansando.
La enfermera había insistido en que se llevaran a las niñas a la guardería
para que yo pudiera dormir.
"No serás útil a nadie si no eres capaz de entender que tienes que dormir",
me había regañado justo antes de llevarse a las bebés de mi habitación.
"¿Cómo voy a dormir, si en cuanto una se alimenta y duerme, la otra coge
una rabieta y necesita que le cambien los pañales?" Sabía que era una
paciente quejica.
Estaba muy cansada y estresada. Mark no había vuelto cuando yo esperaba.
Me había pasado la noche en vela preocupada por él y por las niñas. Y
ahora no podía dormir, no con mis padres mirándome como si fuera un pez
rojo en una pecera.
Mamá se sentó en el borde de la cama del hospital y me cogió una mano.
Pulsé el botón de control para levantar la barandilla de la cama y poder
sentarme con más facilidad. Seguía sin poder sentarme; mi cuerpo estaba
demasiado destrozado para hacerlo.
"¿Qué quieres decir, qué hacemos aquí? Somos tus padres, estás en el
hospital, ¿dónde íbamos a estar si no?". Mamá estaba aterrorizada y su voz
era chillona.
Papá se limitó a mirarme. Estaba con los brazos cruzados y el ceño
profundamente fruncido. Era la personificación de la decepción.
"No entiendo por qué no nos lo dijiste. A mí especialmente... después de
todo, soy tu madre". Se enjugó unas lágrimas que yo no pude ver.
Papá gruñó. Él no iba a ayudar en esta situación.
No estaba preparada para enfrentarme a esto sola. No estaba mentalmente
lista y no sabía si tenía la fortaleza para seguir adelante. Lágrimas de
cansancio brotaron de mis ojos.
"Llorar no te ayudará a salir de esta", dijo papá.
Le lancé una mirada. ¿Cómo se atrevía? Estaba agobiada y ahora me
obligaba a enfrentarme.
"Bueno, ¿dónde están?"
¿En serio? Mis chicas no estaban disponibles para su inspección.
"¿Qué ha pasado con las niñas? Nos dijeron que tenías gemelas", la voz de
mamá empezó a aumentar el pánico.
"Se las llevaron a la guardería para que yo pudiera dormir", dije con un
pesado suspiro. "¿Cómo te has enterado?".
Estaba demasiado cansada para intentar comprender. No creía que Angela
le hubiera dicho nada... Mark debía de habérselo dicho. No habíamos
hablado de que no quería decírselo a mis padres de inmediato, pero sabía
que, tarde o temprano, tendría que enfrentarme a esa situación. Me sentía
como si me estuvieran investigando.
"Mark vino a nuestra casa y nos lo contó. ¿Es verdad?" Mamá enderezó la
espalda, la indignación visible en su postura.
Retiré mi mano de ella y me froté la cara. "No sé lo que os ha contado, así
que no puedo...". Me encogí de hombros. "Tuve gemelas, sí. Fue el médico
que me dio a luz en el suelo del salón de baile del hotel. Ah..."
"¿Qué? Nunca dijo que estuvieras en el suelo de un hotel". Miró de mí a
papá y viceversa. "Pensamos que de alguna manera habías acabado en una
habitación de hotel".
"¿Qué hacías en un hotel?". Mi madre dejó que fuera papá quien hiciera que
todo sonara como una acusación.
"Trabajo allí".
"¿Realmente viniste a Chicago para ir a la escuela, o solo lo hiciste para
ocultarnos tu embarazo?".
Cerré los ojos y me apoyé en el respaldo de la cama. Estaba demasiado
cansada para lidiar con esto, no estaba dispuesta a hacer el esfuerzo de
ponerme derecha ante mis padres.
"Me mudé a Chicago con Angela para estudiar un máster. Estoy cursando
un programa de gestión hotelera. Estaba trabajando en ese hotel y estaba
organizando a un evento. ¿Mejor?"
"¿Y las chicas? No me las estabas ocultando, ¿verdad?".
Decidí mentir para hacerme la vida más fácil. "Solo me di cuenta de que
estaba embarazada después de llegar aquí".
"Pero no dijiste nada... Ni siquiera te molestaste en llamar".
"Mamá", gemí. Solo quería dormir.
"¿Eso es todo lo que tienes que decirnos?".
No tuve fuerzas para mirar a papá.
"¿Qué tal si, en vez de ver si confieso todo lo que tengo que decir, no me
decís directamente qué es lo que ya sabéis?".
"¿Por qué no nos dices quién es el padre, Brooke?".
"¿Qué? Si Mark voló hasta Atlanta para deciros que tenía hijos, entonces os
lo dijo. Mark es el padre, ¿vale?"
"No, no está bien."
"Peyton, te va a subir la tensión si sigues así", dijo mamá.
La miré y asentí a papá. "Esto es exactamente por lo que nunca te dije que
estaba saliendo con Mark. Siempre intentabas emparejarlo con mujeres.
¿Por qué os molesta tanto que sea yo con quien ha acabado?".
"Porque eres mi hija", dijo mi padre.
"Y tú eres mi padre". Si él quería señalar lo obvio, yo también.
"¡Mark tiene casi mi edad! No sé si podré volver a confiar en él".
Suspiré. "Soy adulta, y dentro de otros diez años, la diferencia de edad no
parecerá tan extrema. Es tu amigo. Si no puedes confiar en él conmigo, ¿por
qué se le permitió entrar en nuestra casa?".
"Brooke, no deberías hablarle así a tu padre".
"Bien, entonces hablaré así contigo. Si Mark es tan poco fiable, ¿por qué
intentaste emparejarlo con una amiga tuya?".
"Porque es una buena persona. Tu padre está exagerando... solo queremos
lo mejor para ti".
"Eso es, eso es, mamá. Es un buen hombre y es el mejor para mí. Siempre
dices que es el mejor en lo que hace. ¿Por qué entonces no es el mejor para
mí? ¿Por qué no puedes entenderlo? ¿Crees que no soy lo suficientemente
buena para él? ¿Lo crees? Porque él ciertamente pensó que yo era lo
suficientemente buena".
"Te dejó vivir aquí sin ayudarte en nada durante el embarazo", refunfuñó
papá.
"Mark no lo sabía. Rompimos antes de que me mudara aquí".
"Oh, lo siento, no me había dado cuenta de que tenías visitas". Una
enfermera entró en la habitación.
"Mis padres están aquí".
"Solo necesito comprobar rápidamente tus parámetros".
Asentí. Nuestra conversación se detuvo mientras me tomaba la tensión y me
colocaba un sensor de oxígeno en el dedo. Todavía tenía líquidos y
antibióticos goteando en mi brazo a través de una vía intravenosa.
"¿Quieres que traiga a las niñas, ya que estás despierta?".
Mamá dio una palmada y una gran sonrisa de sorpresa se dibujó en su cara.
"Oh, sí, por favor, trae a las pequeñas. Todavía no he conocido a mis
sobrinas".
Quería decir que no. Quería que la enfermera echara a mis padres para
poder dormir un poco.
Permanecieron incómodamente callados mientras esperábamos a que
trajeran a las niñas.
Mi madre se enamoró inmediatamente en cuanto llegaron, dos pequeños
paquetes en la misma cuna. Mi madre respiró hondo y se acercó, cogiendo a
una de ellas en brazos.
La abrazó como si supiera exactamente qué hacer.
"Hola, cariño". Me quedé prácticamente prendada de ella. No sabía si todo
estaba perdonado, pero no creía que siguiera tan decepcionada conmigo
como al principio. O, simplemente, estaba momentáneamente distraída.
"Peyton, mira a tu nieta".
Papá miró y gruñó, luego miró al otro.
"No quiere aceptar ser abuelo y ya lo ha demostrado dándole un puñetazo a
Mark. Creo que le ha puesto un ojo morado".
"¡Papá, no!"
"¿No debería defender el honor de mi hija?"
"No deberías ir por ahí pegando a la gente. Ni siquiera sabías si había que
defender mi honor".
Estiré la mano para quitarle la niña a mi madre y que pudiera coger la
segunda.
"No nos habías dicho nada, ¿qué iba a pensar?".
"Entonces, golpear a tu amigo y arruinar una amistad, ¿fue la decisión
correcta?", le pregunté.
"Lo volvería a hacer. No me digas que no harías lo mismo por estas dos".
Vale, quizá tenía razón.
"¿Cómo se llaman?"
Moví la manta alrededor de la cara de la niña para poder verla bien. La
nariz de Summer todavía estaba un poco pellizcada. Tendría que encontrar
otras maneras de distinguirlas una vez que su nariz volviera a estar en
forma.
"Ella es Summer. Y tú tienes a Strawberry en brazos".
Papá se burló. "Dudo que Mark te deje mantener esos nombres".
"Mark fue la única persona que me apoyó en esta elección en su lugar".
"Summer es un nombre precioso", exclamó mamá.
"Y también lo es Strawberry. Es dulce y rosa, y así se llama".
Papá se asomó por encima del hombro de mamá y miró a Strawberry. Vi un
atisbo de sonrisa mientras su rostro se relajaba.
"Son preciosas. Son idénticas a ti cuando acababas de nacer".
Por primera vez en toda mi vida, vi una sonrisa genuina en el rostro de mi
padre.
37
MARK

O í la voz de Peyton antes de darme cuenta de que él y Karen estaban


en la habitación de Brooke. Me detuve a pensar qué iba a hacer:
podía entrar y montar una escena, con la que Brooke no tenía por qué
lidiar, o podía esperar a que se marcharan.
Peyton tendría que lidiar con eso, tarde o temprano. No estaba seguro de si
hacerlo delante de Brooke, mientras aún se estaba recuperando y estaba
emocionalmente conmocionada.
Cerré los ojos y me pasé una mano por la cara. Hice una mueca de dolor,
tocándome el moratón que tenía alrededor del ojo. Si las cosas entre Peyton
y yo volvían a ponerse feas, no quería hacerlo delante de mis hijas.
Con la respiración agitada, me di la vuelta para marcharme. Volvería más
tarde.
"¿Mark? ¿Qué haces ahí fuera? Ven aquí". Karen se escabulló por la puerta
y me ordenó que entrara en la habitación.
Supuse que no tenía elección sobre lo que iba a ocurrir.
Peyton, que llevaba en brazos a una de las niñas, entregó rápidamente la
bebé a Brooke y se puso de pie. Se puso rígido y se metió entre mis mujeres
y yo.
"Relájate, Peyton", le reprendió Karen. "Ninguno de los dos va a hacer nada
aquí dentro, que quede claro".
Me miró fijamente, entrecerrando los ojos. O me estaba tratando como una
amenaza, o estaba a punto de llevar a cabo su venganza personal.
"Peyton, ¿me oyes? No harás nada". La voz de Karen se volvió muy aguda
y autoritaria.
Él pareció recuperar el aliento mientras la miraba. Su postura se relajó solo
ligeramente. "Sí, te he oído".
Con un gruñido se desplazó hasta el alféizar frente a la ventana, alejándose
lo más posible de mí. Hizo sitio para que yo pudiera ponerme al lado de
Brooke.
"¿Cómo estás?", le pregunté.
"Bien, podría haber prescindido de todo esto". Me miró con ojos cansados.
Le pasé una mano por el pelo. "Tenían que saberlo y yo tenía que tomar mi
responsabilidad".
Sacudió la cabeza, claramente insatisfecha con la situación. Yo había
acudido a ellos para responsabilizarme de mis actos, de nuestros resultados,
y ella, en aquel momento, era la que estaba bajo escrutinio y se sentía
juzgada por sus propios padres.
"¿Has podido descansar?"
Me miró mal.
"Supongo que eso significa: ¿no? ¿Puedo?" Me agaché y cogí a una de mis
hijas. Dormía plácidamente, con la boca haciendo pequeños movimientos.
"Son unas niñas preciosas", dijo Karen en voz baja.
"Claro que lo son. Se parecen a Brooke". No podía apartar los ojos de la
niña que tenía en brazos.
"Mira, Peyton", empecé.
"Quizá sea mejor que no me hables".
"Cállate Peyton, ahora vas a hacerle caso por el bien de tu hija, de tus nietas
y por mí".
Desvió la mirada hacia Karen, que acababa de hablar. Después de mirarla
fijamente durante un largo momento, finalmente cerró los ojos y asintió.
"No tienes que contestarme. Ni siquiera tienes que escucharme, pero
hablaré de todos modos. Cuando fui a tu casa a darte la noticia, lo hice
sabiendo que probablemente reaccionarías como lo hiciste. Pero tienes que
saber que quiero a Brooke". Le sonreí y ella me devolvió la sonrisa más
dulce. Mi pecho se llenó de emoción, era casi doloroso lo que sentía al verla
con nuestra hija y la otra gemela en brazos. Era una sensación increíble.
"Y si dice que sí, me casaré con ella. Ahora me gustaría hacerlo con tu
bendición, aunque no sea necesario".
Karen jadeó y se llevó una mano al pecho. Su dramatismo era el contraste
perfecto con la mirada hosca de Peyton.
"Te da su bendición", dijo ella con entusiasmo.
"Karen", dijo Peyton.
"Has estado actuando como una niña herida desde que vino a nuestra casa y
te contó, de hombre a hombre, cara a cara, lo que había pasado. Yo también
estaba disgustada, pero mira a las niñas, Peyton. Son tan perfectas y ella lo
ama. ¿Qué más podrías querer? Brooke siempre ha sido nuestra niña
rebelde, nada de esto debería haber sido una sorpresa".
"¿En serio?", preguntó Brooke con voz aturdida. "¿Niña rebelde?".
"Siempre has hecho las cosas a tu manera, cariño, ya lo sabes. Siempre he
intentado que te calmaras y mantuvieras los pies en el suelo, pero cuanto
más lo intentaba, más terca te volvías. Eso no significa que te queramos
menos, al contrario, significa que tenemos que ser más flexibles con
nuestras expectativas. Normalmente, el primogénito es el que es serio y
responsable. Al menos eso es lo que me dijeron, durante años, cada vez que
alguien se enteraba de que Rhys era el hermano pequeño."
Brooke alargó la mano y me agarró la tela de la camisa. Me acerqué más a
ella. No podía cogerla de la mano, mis brazos estaban ocupados por las
pequeñas.
"Mark y tú tendréis que solucionar esto por el bien de vuestra amistad y de
nuestra familia", terminó de decir Karen, y luego se volvió hacia Brooke.
"Dirás que sí, ¿verdad?".
"¿Sí a qué?"
"Por el amor de Dios. Mark, dame ese bebé. Por favor, dime que no has
venido aquí a decir estas cosas sin estar preparado".
Le entregué a las niñas. "¿Hablaste con mi hermano?", dije, sonriendo.
Metí la mano en el bolsillo y saqué un anillo de plata de aspecto bastante
clásico. Me arrodillé.
"Si estás haciendo lo que creo que estás haciendo, debería decirte que no
puedo verte por encima del borde de la cama", dijo Brooke con rotundidad.
Parecía estar intentando no contenerse para no tener una reacción
emocional. "Siéntate en la cama, Mark".
"Por favor, recuerda que quería arrodillarme". Me senté en el borde de la
cama y cogí suavemente la mano con la que no sujetaba a una de nuestras
chicas. Deslicé entonces el anillo en su dedo anular. "Lo sé, es la mano
equivocada. Siempre puedes moverlo más tarde y saber que es una de esas
bandas elásticas para que no tengas que preocuparte por la hinchazón."
Brooke me miró expectante. "¿Te has convertido en el Sr. Pienso en Todo?".
"Solo para ti. No es como esperaba que ocurriera, pero ¿no es siempre así?
Brooke, cásate conmigo. Hagamos oficial nuestra familia".
"Oh, eso es tan romántico", su tono estaba cargado de sarcasmo.
"Lo siento", me encogí de hombros. "No había planeado un público. Es un
poco intimidante y, además, creo que tu padre me dará otro puñetazo si
dices que no".
"Peyton no volverá a pegarte", intervino Karen.
"Mamá, este es un poco mi momento", dijo Brooke exasperada.
"No es el momento de nadie, en mi opinión", refunfuñó Peyton.
Tanto Brooke como yo miramos a Peyton. Su comentario no fue de mucha
ayuda.
"Intentando ser amable mientras tu futuro suegro espera", me quejé.
"Bueno, ¿vas a decir que sí o que no?", preguntó Karen.
Me incliné más hacia ella y acerqué mis labios a su oído. "Brooke", susurré
solo para ella. "Te lo compensaré. Te lo juro. Nos comprometeremos como
es debido. Compraré un anillo de diamantes y lo dejaré caer en tu copa de
champán mientras me arrodillo ante ti en un restaurante lleno de
desconocidos, si eso es lo que quieres".
Se dio la vuelta, me rodeó la cabeza con la mano que tenía libre y me besó.
Fui consciente brevemente de los aplausos de Karen y los gruñidos de
Peyton, antes de dejar que todo se desvaneciera y concentrarme en aquellos
hermosos labios.
"Sí, Mark, me casaré contigo. No necesito que te arrodilles en un
restaurante elegante o delante de la Torre Eiffel. Es un cliché. Esta será una
historia mucho mejor, ¿no crees?".
Miré a Karen, que lloraba y se agarraba a la mano de Peyton mientras
intentaba seguir mirándome. "Comprometerse bajo coacción siempre es una
historia mejor que contar".
"Es como un maravilloso regalo de Navidad adelantado, primero las
gemelas y ahora Brooke está prometida. Nuestra pequeña ha crecido".
"No te preocupes mamá, ahora tienes dos niñas a las que mimar", dijo
Brooke.
Me eché a reír.
"¿Qué?"
"Estaba pensando", dirigí mi atención a Karen. "¿Debo llamarte mamá o
puedo seguir llamándote Karen?".
"Ni se te ocurra". Me golpeó el brazo mientras una sonrisa se dibujaba en su
rostro.
Por un momento todos, incluido Peyton, se relajaron.
"Supongo que cuando lleguemos a casa tendré que preparar tu habitación
para las pequeñas. ¿O te vas a mudar con Mark?".
"Me quedo aquí", dijo Brooke.
Sentí sus palabras como un puñetazo en el estómago.
"Estoy a mitad de una carrera y quiero terminarla".
"Puedes terminarla más adelante", dijo Peyton.
"¿No eres tú el que siempre estaba refunfuñando y poniendo los ojos para
arriba sobre cómo nunca podía comprometerme o terminar algo?", le
preguntó a su padre. "Pues yo quiero terminarlo. Ya he decidido que el
próximo semestre haré las clases presenciales. Por ahora puedo tomarlo en
línea para estar con las niñas. La escuela tiene guardería y ya he hecho la
solicitud para que entren cuando sean más grandes. Quiero casarme
contigo, Mark, pero quiero terminar. Nadie me ha preguntado nunca qué
quiero. Siempre se asumió que me escapé porque estaba embarazada".
"Está bien", dije. "Arreglaremos algo. Si quieres terminar los estudios, te
apoyaré. Puedo estar aquí los fines de semana si no estoy de servicio.
Podemos hacer que funcione".
"¿En serio? ¿Lo harías por mí?"
"Claro que lo haría por ti. Te quiero".
38
EPÍLOGO
BROOKE

Un año después...

A ngela se ajustó el vestido rojo de dama de honor. "Parezco Mamá


Noel, aunque estoy muy a la moda. ¿Lo has pensado bien, Brooke?
¿Terciopelo rojo, pelo blanco?"
"Ya tuviste ocasión de quejarte de los vestidos de dama de honor cuando los
encargamos. Creo que dijiste que iba a ser una boda invernal".
Ella suspiró, riendo. "Me encanta la aliteración".
"El caballero de atrás podría moverse unos quince centímetros a la
izquierda. No, al otro lado. Así. vale, todo el mundo, los ojos en mí". El
fotógrafo había pasado los últimos treinta minutos dándonos órdenes.
Supongo que por eso mamá y papá les pagaban tanto.
Estaba casada. Me sentía como si estuviera jugando a disfrazarme y a
desvestirme al mismo tiempo. Casi inmediatamente después de la
ceremonia, nos llevaron para hacernos fotos.
"No puedo creer que tu padre lleve cuadros escoceses."
"Es un tartán navideño y no quería que le confundieran con el papel del
novio". Nos susurramos mientras mantenemos una sonrisa en nuestros
rostros.
"Bueno, ¿podemos traer al padre de la novia?".
"Nos vemos", le dije mientras se regocijaba de su nueva libertad. "Barra
libre, allá voy".
"¿Cómo estás?", preguntó papá, colocándose a mi lado.
"Más o menos como esperaba: anoche no dormí, porque nos están saliendo
los dientes y estamos muy irritables". Yo ya no era una entidad singular.
Hablaba en plural y muy rara vez me refería a mí misma para algo. Todo se
refería a las niñas.
"Los he visto, dientes nuevos. Tu madre se lo está pasando bien. Los nietos,
la gran boda".
"Rhys no. Supongo que Emily lo está presionando para planear la boda",
dije.
"Si quiere casarse con esa chica, Rhys tiene que darse cuenta de que no
podrá siempre ser el único centro de atención".
"Sí, bueno, me ha gruñido".
Papá me miró, con las cejas levantadas en una pregunta silenciosa.
"A mí, por favor, gracias", interrumpió el fotógrafo.
"Dijo que debería escaparme para casarme, ya que siempre me escapo para
hacer cualquier cosa".
Papá me sorprendió cuando me besó en la frente. Le miré consternada.
"Qué bonito", oí exclamar al fotógrafo.
"Me alegro de que no te hayas escapado para casarte. Tu madre organizó
una fiesta estupenda. Venga, vamos a terminar con estas fotos para luego
empezar con la parte divertida".
Tenía razón, mamá había organizado una fiesta estupenda. Después de que
el fotógrafo hiciera todas las fotos oficiales de grupo, pude unirme a la
recepción. La fiesta había empezado sin nosotros, pero eso estaba bien,
significaba que íbamos a divertirnos.
Y así todo el día pasó rápido y borroso.
No estaba dispuesta a marcharme cuando llegó el momento. Abracé a
Strawberry, reacia a entregársela a Shelly. Summer ya estaba dormida en su
cochecito.
"Estarán bien. Mis hijas ya han decidido echar una mano y los chicos se han
ofrecido a ir a casa de unos amigos para no tener que oír llorar a los bebés".
"Shelly ya lo ha hecho cuatro veces. Todo irá bien, Brooke".
"Lo sé." Respiré entrecortadamente.
"Solo estaremos fuera una semana y luego volveremos para Navidad",
intentó tranquilizarme Mark.
"Te enviaré actualizaciones y fotos todos los días. Será molesto porque no
querrás saber nada de mí mientras estés de luna de miel".
"Pero quiero actualizaciones. ¿Y si empiezan a andar mientras no
estamos?".
"Nadie va a empezar a caminar mientras no estamos. Apenas tienen
dientes".
Con un último beso en cada una de sus cabecitas, dejé que Mark me guiara
hasta la limusina que me esperaba. Una vez dentro, me dejé hundir en los
asientos. Estaba agotada.
"Lo primero que quiero hacer cuando lleguemos al hotel", empecé.
"¿Sí?" Mark deslizó un brazo por detrás de mí y se paseó por el asiento de
cuero, tirando de mí hacia su regazo. "¿De qué se trata exactamente y cómo
puedo ayudarte?". Empezó a mordisquearme el cuello.
Me retorcí, apartándome de él y apretándome contra su pecho.
"No es lo que piensas. Quiero dormir. ¿Por qué has tenido que sacar billetes
para un paraíso tropical? Será un desperdicio para mí. Solo voy a dormir
esta semana. Tengo un año que recuperar".
"¿Eso es todo lo que vas a hacer?".
Sus besos me hacen cosquillas y hacen saltar los nervios de mi corazón.
"Vale, dormir y otras cosas que siempre implican estar en una cama".
"Me gusta cómo piensas".
Cuando llegamos al hotel, el servicio de conserjería ya nos había entregado
las maletas en la habitación antes de que llegáramos. Esto le hizo ganar
puntos conmigo. Tenía que recordar que estaba aquí como huésped y no
como estudiante de hostelería preparando un informe de evaluación.
La puerta se cerró tras Mark con un chasquido firme y me lanzó la llave de
latón.
"Con lo guapa que estás ahora con este vestido, la verdad es que preferiría
verte sin ropa".
"Pues yo creo que estás muy guapo con tu smoking". Todos los hombres
llevaban abrigos de terciopelo negro con accesorios rojos. Parecía una
estrella de cine en la alfombra roja de la noche del estreno. Me acerqué y
pasé las manos por la tela de sus hombros. Me gustó la sensación que me
produjo.
Con la siguiente pasada de mis manos, enganché mis pulgares en su cuello
y le quité el abrigo. Por mucho que le admirara con aquel traje, yo también
habría preferido verle y sentirle desnudo.
Se rio y empezó a ayudarme a quitarle el traje. Cuando se quedó con los
pantalones y la camisa desabrochados, me dio la vuelta y declaró que era mi
turno.
"Mierda, ¿por qué esta cosa tiene tantos botones?".
El vestido tenía algo así como cien botoncitos de perlas en la espalda.
Levanté el brazo y me señalé las costillas. "Entrada lateral secreta. Hay una
cremallera".
"Oh, diseñador inteligente", proclamó.
Con una rápida apertura, el vestido se aflojó lo suficiente para que yo
pudiera iniciar el proceso de huida. Y la verdad es que fue complicado; me
reí al verme inmovilizada con los brazos por encima de la cabeza mientras
Mark intentaba subirme la falda.
"Sigues ahí abajo, ¿verdad?".
"Quien dijo que quitarse la ropa de boda para empezar la luna de miel era
sexy y romántico se equivocó", me quejé.
"¿Quién dijo eso?"
"Libros, películas".
"Bienvenida a la realidad, querida. Aquí tienes", sonrió cuando por fin me
liberé del montón de tul y capas de encaje.
"Esta es la primera capa. ¿Estás lista para la segunda?" Aún me quedaba por
quitar el andamiaje del corsé.
"Empiezo a pensar que ya no está mi mujer debajo de todo esto".
"¿Estás diciendo que hay otra persona haciéndose pasar por mí?"
"Algo así... ¡Te pillé!"
Tiró de mí hacia él mientras el corsé que llevaba volaba por la habitación.
Sus besos eran diferentes. No sabía si era la magia de estar casada o si era
por echarle de menos durante tanto tiempo.
Me acarició la espalda antes de agarrarme de las caderas. "Todavía no estás
desnuda", gruñó.
"Tú tampoco. Hagamos un trato; ambos terminaremos de quitarnos todo y
te veré en la cama".
"Eso sí. El primero que entre, caliente las sábanas. Me apunto".
Tenía mucho menos que quitarme ahora que me había sacado el vestido y el
corsé. Tiré el resto de mi ropa interior por la habitación y me metí en la
cama. Solté una risita mientras me retorcía en las sábanas frescas.
Suspiré aliviada cuando Mark acercó su cálido cuerpo al mío en la cama.
"Hmmm".
Pasé una pierna por encima de sus caderas y me acurruqué contra él, piel
con piel.
Hacía menos de unas horas que estaba demasiado cansada para pensar
siquiera en hacer el amor con mi marido, pero ahora que lo tenía en una
cama y no había las niñas despertándose e interrumpiéndonos, no podía
saciarme de él.
Su boca en mi piel, en mis pechos, era pura felicidad. Grité, sin importarme
que la gente de la habitación de al lado oyera nada, cuando deslizó sus
dedos entre mis piernas y encontró mi clítoris.
"Brooke, quiero hacer esto contigo el resto de mi vida".
"Te quiero mucho". Apreté mi boca contra la suya y acerqué mis caderas a
las suyas. Mi cuerpo buscaba el suyo.
Con un gemido, se separó de mí. "Condón. Joder, ¿dónde están?"
"Mira en la mesa". Junto a un gran ramo de flores había un cuenco de
caramelos de cristal, pero en lugar de caramelos estaba lleno de condones.
"A alguien se le ocurrió asegurarse de que no volviéramos a casa de este
viaje con más sorpresas".
Cogió un puñado y volvió a la cama. Los lanzó como confeti. "Mira
cuántos".
"¿Estás seguro?" Cogí uno, lo abrí y se lo di.
Si sus besos me parecían diferentes, lo de él dentro de mí era aún mejor.
Nuestros cuerpos se mecían juntos con absoluta perfección. El sexo marital
era mejor que el clandestino, aunque siempre había sido fenomenal.
"Aaah, Mark", exclamé mientras llevaba mi cuerpo al límite y más allá,
hacia la beatitud orgásmica.
Mark gritó al correrse y caímos enredados el uno en el otro.
"Está magnífica, Sra. Bryant".
"Oh, me encanta", solté una risita satisfecha. "Repítelo".
"¿Qué parte? ¿Está magnífica?"
"No, la otra."
"¿Sra. Bryant?"
"Sí, me gusta cómo suena". Me acurruqué contra su pecho.
Sus brazos se apretaron a mi alrededor. "A mí también, Sra. Bryant. A mí
también".

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