Apuntes Bachto.
Apuntes Bachto.
Apuntes Bachto.
Taoísmo
Platón
Aristóteles
1
Aristó teles sí valora el arte como mímesis porque aporta placer estético y
conocimiento.
En la Poética, analiza la tragedia desde el punto de vista del espectador. La
tragedia nos purifica (catarsis) de las emociones penosas desde la posició n
segura de ser espectadores. La tragedia imita la acció n humana y produce una
“purificació n” o “catarsis” provocando compasió n y temor en el espectador;
sumergir al espectador en los estados emocionales que son propios de la existencia
humana.
La tragedia
Plotino
Edad Media
2
del esplendor (catedral) Todas las cosas muestran las huellas en las que se refleja
lo espiritual.
En la civilizació n bizantina se desarrolló el problema del poder de las
imágenes: polémica iconoclasta, que planteó el problema entre el poder del
Estado y el de la Iglesia.
Las vidrieras en la catedral son ejemplo de la identificació n de Dios con la
Luz o con la Verdad.
Renacimiento
Hume, Shaftesbury
Kant
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“finalidad” puede salvar este abismo; contemplar la naturaleza “como si” tuviese
una finalidad. Segú n Kant, Belleza, Bien, Verdad son diferentes tipos de razón. La
belleza es un sentimiento subjetivo.
Los organismos vivos han de ser pensados como si hubieran sido concebidos
por un fin, ya que, no pueden ser explicados por la causalidad mecá nica. Así, el
juicio teleológico postula fines en la naturaleza como si fuera una obra de arte
concebida por un entendimiento superior: naturaleza como un todo, un sistema y
no como un agregado de elementos. Así, el “juicio reflexionante” piensa la
naturaleza como si estuviera guiada por una finalidad (placer de lo ordenado,no
caó tico o ininteligible)
Kant se plantea cuá l es la concordancia del sujeto humano con la naturaleza
indagando la finalidad como una forma de unificació n: el ser humano sería el “fin
final” en la naturaleza. La apelació n a la belleza sugiere un reino de concordancia
que está por encima del conocimiento. El “gusto” implica una comunicabilidad
universal que pertenece al mundo de la cultura (valor de las sensaciones como
civilizació n) Ademá s, segú n Kant, quien se interesa por la naturaleza tiene
indicios de tener una alma buena; só lo puede sentir lo bello en la naturaleza
quien, previamente, ha fundado su interés en la moralmente bueno.
El juicio estético no es “determinante” (conocimiento) sino “reflexionante” y,
aunque es subjetivo, pretende una aceptación universal. El placer estético no es
el de un deleite inmediato ni es el placer moral, sino totalmente desinteresado.
Cuando decimos que un objeto de la naturaleza es bello nos referimos a nuestra
forma de sentirnos y no a la manera de ser del objeto en sí mismo. También nos
hace pensar que la naturaleza está hecha de tal manera que está destinada a
concordar con nosotros. La belleza artística comparte con la belleza natural la
comunicabilidad universal como un placer de reflexió n y no só lo de sensació n.
Aunque no hay un vínculo entre el juicio moral y estético, ambos comparten la
necesidad de “pensar siempre en el lugar de cualquier otro”.
Schiller
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La armonía en el hombre vendría dada por una concepción de la vida
como juego, creatividad. La creación artística, por tanto, es un factor de
transformación social. Schiller denuncia el utilitarismo y el frío mecanicismo
de la organizació n social que só lo valora el rendimiento económico. El egoísmo
en la má s avanzada civilizació n ha fragmentado y atomizado la vida humana.
Pero hay en el ser humano un impulso sensible y formal que puede introducir
armonía en la diversidad de apariencias. La Belleza enlaza los opuestos de sentir y
pensar y produce la felicidad como espíritu de juego o libertad de lo humano, ya
que, la Belleza está relacionada con la identidad del individuo y su cará cter social.
La belleza se muestra por sí misma, sin imposició n de la razó n. En el mundo
estético, todas las cosas son fines en sí mismas y, así mismo, en el juicio estético
nuestros sentimientos se engrandecen.
Hegel
Hölderlin
La poesía de Hö lderlin integra la Belleza como una propiedad del Ser, tal como
ocurrió en la cultura griega. Ademá s, ve la presencia de un dios en los momentos
de plenitud, amor, amistad.. Lo sagrado de la poesía ha de unirse con el acontecer
cotidiano de la vida.
Má s allá de la separación que expresa el juicio, la poesía realiza el esfuerzo por
integrar al ser humano en la naturaleza como un todo infinito: “intuició n” de
la unidad de la naturaleza en sus fenó menos. De esta forma, la Belleza es el
absoluto que regresa a través de lo finito, del aparecer y sus contradicciones. En
este contexto, aunque el hombre genial está destinado a experimentar la desdicha,
la vida nunca pierde la unidad a pesar de sus desgarros. La meta es “unirnos con
la naturaleza como un todo infinito” y esta unificación existe como Belleza.
Hö lderlin plantea en su novela Hiperió n la escisió n que se produce entre la
contemplación de la belleza y la acción política.
5
Schelling
Schelling concibe el universo como una totalidad viviente. Para que la vida
alcance verdaderos momentos de integridad y plenitud ha de haber un fondo de
eternidad, una Unidad que acoge lo subjetivo y lo objetivo. Desde la materia
inconsciente se van constituyendo los estratos o potencias hasta la conciencia de
sí del ser humano. Segú n Schelling, el arte es el punto de encuentro entre la
emergencia de la naturaleza inconsciente y la acció n consciente del ser humano.
Las artes transmiten al espíritu más intensidad que las leyes o la ciencia, como
si abrieran el secreto escondido en cada individualidad. El arte presenta las cosas
tal como son en el absoluto, de tal forma, que el arte no es mímesis, sino
expresió n de la creatividad originaria.
Schopenhauer
Nietzsche
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aceptando la vida como un juego destructor y creador. A pesar de su primera
influencia, Nietzsche criticará a Wagner por su antisemitismo y una mú sica
dirigida a las masas por su efectismo. El conocimiento de la realidad es bello por sí
mismo y, por tanto, el arte no puede suponer un narcótico, un escapismo de la
realidad o la mera teatralidad. Si el arte ha de embellecer y perfeccionar la vida, no
cabe el pesimismo y el narcisismo romá nticos.
Vida y mundo, como devenir, pluralidad, creació n, son una obra de arte.
No puede haber un fundamento inmutable del ser o de la moral (“Dios ha
muerto”) Sujetos y objetos son ficciones provisionales de fuerzas má s
profundas en un proceso de auto-creació n. Por tanto, el arte hace má s soportable
la vida que la ciencia o la religió n y debemos hacer de nuestra vida una obra de
arte como algo ú nico e irrepetible. Ética y estética son lo mismo, en la necesidad
de formar nuestra vida y tener “gusto” para hacerlo dando forma a nuestros
“instintos”. Todo es interpretació n y creació n de valores donde el mundo carece de
valor: la existencia es estética. Nietzsche percibe la dimensió n artística desde el
genio creador porque realidad y vida son creatividad.
Kierkegaard
Baudelaire
Marx
El cuerpo para Marx significa trabajo, para Nietzsche poder, para Freud
deseo.
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Segú n Marx, la percepció n sensible no es contemplativa, sino práctica, pero el
capitalismo convierte al cuerpo en miseria por el ascetismo brutal al que
somete al ser humano. Para superar esta situació n, segú n Marx, hemos de
actualizar las potencialidades humanas: el arte se contrapone al trabajo forzado
de la clase obrera. Frente a la instrumentalizació n, fetichismo, alienació n, el ser
humano ha de lograr un equilibrio también con la naturaleza.
La realizació n de lo estético ha de pasar por lo político para hacer posible el
cuerpo productivo y creativo, ya que, el capitalismo condena al ser humano a una
vida de trabajo inú til y miserable que atrofia las capacidades humanas.
Freud
Algunas Vanguardias
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Escuela de Frankfurt (Benjamín, Adorno)
Heidegger
Posmodernidad
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los procesos de valoració n y conocimiento ha supuesto un desarrollo de la
dimensió n estética.
El colapso de los grandes relatos (Cristianismo, marxismo…)ha supuesto que
el sentido só lo depende del sujeto y su interpretación del pluralismo,
individualidad, tecnología… Esta valoració n del sujeto implica una conciencia de la
pluralidad de lenguajes, la perspectiva de género…., de tal forma, que no hay
categorías universales o trascendentales.
No hay progreso, nada es perdurable.
A. C. Danto
Segú n Danto, no hay un fin del arte, sino de la historia del arte como un
metarrelato: se derrumban las fronteras entre alta y baja cultura, tal como
aparece en la obra de Duchamp o Warhol. La obra de estos artistas no plantea qué
es el arte, sino có mo se diferencia de los otros objetos. Segú n Danto, esta diferencia
está en el significado que da el artista y la interpretación del espectador.
El arte ha estado sometido al principio plató nico de “mímesis” hasta que el
artista y la obra se vuelven reflexivos. Esta crítica a la “mímesis” abre la pregunta
sobre la realidad del arte y el “fin del arte” , ya que, no hay una narrativa o
interpretació n ú nica para comprenderlo.
El mundo del consumo implica que cualquier objeto puede ser obra de
arte. Esta valoració n depende del contexto. Así, el status de la obra de arte viene
dado por las instituciones, la crítica.
Nihilismo, absurdo
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La filosofía del Renacimiento (G.Bruno) ya había concebido un universo infinito y
vivo, pero que también dio lugar a la melancolía de la finitud humana (Durero) y a los
efímero de la vida humana (Montaigne)
El hombre romántico también mantendrá una relación orgánica con la naturaleza a
diferencia de concepciones del yo modernas (Locke) que eran más cercanas a los datos
científicos en su concepción de la subjetividad.
Verdad, Belleza, Naturaleza constituyen un todo orgánico, al que accede el hombre
como héroe y dios. Sólo desde esta concepción, puede ser rescatado el yo de la
“angustia de la razón” (Novalis) El “anima mundi” platónica sustituye al mecanicismo
newtoniano en la concepción de la naturaleza. De esta forma, el Romanticismo supone
una mitificación y biologización de la naturaleza y la imaginación es la facultad
intermediadota entre el Universo y el ser humano (Keats)
El genio artístico es otro de los pilares fundamentales del movimiento romántico.
Frente al gregarismo social e intelectual, el genio extrae su energía creadora del
desencanto y busca, por la imaginación y el sueño, el camino a la plenitud y lo
ilimitado (Hölderlin)
El amor diviniza al hombre, pero el dolor de amar le devuelve a su condición
mortal. Así, en el pensamiento romántico se da una correspondencia entre el amor y la
muerte. La melancolía es el rostro doloroso de la pasión, de tal forma, que en el yo se
dan fuerzas contradictorias que se elevan y aniquilan.
Para Leopardi, el hombre es soledad y caducidad en una conciencia de la soledad y
lo efímero. No hay ningún refugio entre el yo y el vértigo de la nada. El hombre debe
afrontar el reto de la inmensidad: dolor cósmico y belleza esencial.
En su recuperación de la cultura griega, el Romanticismo ve en el dios Dioniso el
símbolo de la liberación incondicional de las emociones innatas, el impulso poético,
la existencia en el hombre de un impulso transracional y transindiviual que vincula al yo
a las fuerzas de la naturaleza. Pero el impulso creador tiene su parte oscura en el
dominio tecnológico de la naturaleza, que se traduce en la angustia ante la ecuación
saber-poder (M. Shelley)
El conocimiento supone destrucción y disgregación en su dimensión científica y la
inutilidad del héroe desde la visión romántica. Las ruinas, la noche, el “viaje a los
infiernos” simbolizan el periplo cósmico-anímico hacia el encuentro del yo.
Modernidad y vanguardia
El arte moderno significa un momento crucial de renovación. El artista se concibe
como genio enfrentado al positivismo o a las fuerzas de la tecnología, en contacto con
las fuerzas de la naturaleza. Se valora la imaginación, la sensibilidad, la intuición…
frente al mecanicismo cartesiano.
Según Kant, lo bello significa armonía y lo sublime sería lo infinito, salvaje, terrible
que produce un sentimiento de paradoja y complejidad existencial, tal como aparece en
la obra pictórica de Friedrich. Así mismo, para Schiller, no hay reglas más allá de la
capacidad creadora del individuo.
Según Nietzsche, la forma apolínea, debe ser armonizada por los dionisíaco o el caos,
el juego, la embriaguez…Lo sublime moderno es la estética de lo terrible, peligroso,
sobrecogedor, lo subjetivo e irracional, lo informe y oscuro. El sujeto se enfrenta a las
fuerzas de la naturaleza, a través de un sentimiento de vértigo ante el vacío.
Por otra parte, el arte también se hace eco de la energía tecnológica y de los
movimientos de masas en vanguardias como el Futurismo (exaltación de la guerra
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tecnológica) y el Constructivismo. La 1ª Guerra Mundial dejó un sentimiento de
angustia y sinrazón ante el mundo del que se hará eco el expresionismo. La teoría
freudiana dio lugar a la crisis de la representación de la realidad y a su consciencia, tal
como manifiesta el movimiento surrealista.
Según Foucault, frente a la indiferencia, estancamiento, repetición, el arte se ofrece
como una resistencia con alternativas a la realidad psíquica, social, política…
Filosofía y Poesía
Arte y sociedad
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Adorno
Benjamin
Según Benjamin, vivimos en un doloroso avance hacia una totalidad psíquica que
la situación histórica amenaza con destruir a cada momento. El creciente número de
conmociones de la sociedad moderna no logran asimilarse en una experiencia personal.
La melancolía de Hamlet hace alusión al giro de la rueda Fortuna en su sucesión de
poderes en el escenario del mundo. Los seres humanos son entregados al poder de las
cosas y las cosas son apartadas de sus significados. Así, el capitalismo recrea su propia
estructura: culto a la moda o a la novedad del regreso de lo mismo. La “alegoría”
regresa como mercancía o nuevos modos de la ruina.
El símbolo es lírico, instantáneo, momento único en el tiempo y representa el
momento histórico donde es imposible su reconciliación con el mundo, tal como expone
en sus estudios sobre el drama barroco alemán o en la poesía de Baudelaire. Así, la
alegoría es el mundo-cosa de fuerzas destructivas que ahogan la subjetividad humana
frente al presente utópico del “aura” o la plenitud de la existencia en el mundo de las
cosas.
Los periódicos absorben la novedad para insensibilizar la experiencia y, en la
propaganda, el artista vive su actividad como un técnico, frente al reto “memorable” de
la experiencia singular, en la que el lenguaje no es instrumental, sino expresivo.
En su investigación sobre la obra de Baudelaire, Benjamin contrapone el “Flaneur” a
la masa, el cuerpo fusionado con la tecnología, la mercancía…
La reproducción técnica de la obra de arte ha tenido como consecuencia que pierda el
“aura” de ser única, pero también abre un potencial de emancipación. El peligro es la
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estetización de la política: la masa aparece representada en los regímenes totalitarios,
aunque, realmente, no decide nada.
Schiller-Marcuse
E..Bloch
Arte y resistencia
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Las vanguardias también expresaron la conciencia de la pérdida del paraíso. La
posmodernidad, a su vez, expone un mundo dominado por la frivolidad, la vacuidad, los
medios de comunicación, la superficie de las imágenes (Debord)
Actualmente, el arte se ofrece más como un producto que ha de ser consumido bajo
la tiranía de lo inmediato. Los fenómenos humanos se reducen a una dinámica de
flujos mecánicos y objetivos: mercancía, tecnología, medios… Así, una vez que se ha
negado el tiempo cósmico, divino, histórico, aparece el problema de cómo liberarnos
del absurdo. Acaso, vivimos en una época de amnesia represiva y de zonas ciegas,
donde la tecnología se revela como un poder sin límites. Así, nuestra vida transcurre
entre la promesa imaginaria del paraíso y la amenaza presente y constante del
Apocalipsis.
En este contexto, la cultura tiende a mostrarse como un cementerio de la historia; el
arte se registra, archiva y encierra en los museos y exposiciones. Mientras, los nuevos
cánones de belleza aparecen como velocidad, fugacidad, culto a la sensación, tal como
se mostraron en el Futurismo y en los modelos estéticos del nazismo. Desde la caída del
muro de Berlín, el capitalismo sin límites ha forjado el deseo y la percepción, de tal
forma, que los espacios del arte son los de la publicidad, las redes sociales o el diseño
comercial porque el arte ha de integrarse en la sociedad de consumo.
La obra de C.Sherman es una denuncia contra este mundo en su exposición de
muñecas compuestas por prótesis, así como, en las imágenes de B.Viola o D.Canogar, el
artista pretende convertirse en testigo de la ruina, la pérdida de los espacios, el
desarraigo de los objetos… Estos artistas simbolizan la lucha del arte contra el
fetichismo.
Hoy, el anhelo del nazismo de una belleza perfecta, se expresa en la violencia,
miseria, barbarie… enfriadas con la eficacia de los medios tecnológicos. El arte
como resistencia significaría, por tanto, marcar la finitud del poder tecno-económico, tal
como aparece en las imágenes contrapublicitarias de R.López Cuenca. Si
contemplamos el mundo a través de una fábrica de imágenes, el reto es salir de la
vulgaridad y mantenernos en el esfuerzo de ser individuos.
Estados y grandes empresas se constituyen como gigantescas máquinas de
información, recogida de datos, de tal forma, que cada acontecimiento ha de ser
registrado, regulado, juzgado y guardado, en una obsesión económica y burocrática por
el control. Quizá, el arte deba servir para mostrar todas las realidades que pueden
escapar a este control.
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Canogar elabora montajes fotográficos en los que cuerpos humanos ya forman parte de
los vertederos.
Un sector del arte se ha centrado en producir un fuerte impacto en el espectador. Así,
el fotógrafo brasileño S.Salgado califica su trabajo como “documentación de lo
siniestro”: sus fotografías abordan el cuerpo del sufrimiento desde una perspectiva
social, económica y política; los cuerpos aparecen como esculturas vivientes del
sufrimiento que produce la explotación. La marca Benetton utilizó el SIDA o la
anorexia para sus campañas publicitarias.
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POLÍTICA
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Hobbes
Spinoza
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necesitaría al Estado como coacción. Pero Spinoza critica las utopías porque no
reflexiona sobre có mo deberían ser los seres humanos, sino como son de hecho.
Critica la ambició n o el deseo de gloria porque só lo genera conflictividad
(queremos que todos amen u odien lo mismo que nosotros)
El conato tiene su manifestació n política en el derecho natural, de tal manera,
que no hay finalidad, sino causalidad eficiente. El derecho natural lleva a la
necesidad de utilidad o concordancia y, con esta necesidad, la ley natural se hace
social. La libertad só lo puede darse dentro del Estado. Desde la concepció n
republicana, Spinoza concibe el bien absoluto de la libertad que concibe como lo
opuesto a la servidumbre: el individuo o la comunidad deben gobernarse a sí
mismo a diferencia de lo que sostuvo Hobbes. Las libertades no se dan frente al
poder político, sino que emanan del propio poder político como primacía del
bien pú blico. Así, la democracia es el má s natural de los regímenes. La democracia
permite el pensamiento libre, no aliena el poder en un individuo o una élite y el
reino de la violencia se sustituye por el de la razón o utilidad. Ademá s, fomenta la
tolerancia porque su falta provoca desmotivació n y fomenta la ira, inseguridad,
ya que, los individuos tendrían que hacer cosas distintas de las que piensan.
Los partidarios de la monarquía presentan el falso dilema entre libertad o
seguridad (Hobbes) La monarquía disfraza la libertad con la seguridad del
miedo. Por el contrario, la democracia funda la seguridad en el ejercicio libre de la
razó n. La sociedad política debe organizar el poder desde la racionalidad de las
normas comunes en la necesidad de mantener la libertad de conciencia y de
expresió n. Así, el ser humano es libre en la medida en que puede conservar su
ser y gobernar racionalmente su vida. Individuo y ciudad son má s autó nomos
cuanto má s se guían por la razó n. Por tanto, la política no puede convertir al ser
humano en una bestia o un autó mata.
El horizonte de la vida política no puede ser la guerra, sino la paz como acuerdo
superando la discordia que fomentan las “pasiones”. Así, la seguridad no puede
estar basada en el temor porque una “multitud” libre vive para sí misma: el
fundamento del poder es democrá tico. La paz o la seguridad no pueden
fundarse en virtudes privadas del los dirigentes (Maquiavelo) sino en la
racionalidad de las instituciones. La democracia implica que la soberanía no está
dividida, sino compartida desde el deseo natural de poder, seguridad y libertad
porque la seguridad depende de la razón como concordia.
El sujeto político es la unión de cuerpos y mentes que constituyen un
individuo colectivo (“Multitudo”) cuyo derecho natural es el derecho civil. El
deseo de vivir en sociedad es un “afecto” activo que desarrolla el amor como fuerza
expansiva frente al egoísmo de la soledad. Spinoza denomina “pietas” a la virtud
cívica como utilidad propia y comú n que se realiza en un Estado democrá tico o
racional: práctica de la solidaridad racional y organizada. El fin del Estado es la
libertad y seguridad que debe respetar la libertad de pensamiento y en el que
cuentan todos y cada uno de los individuos: el referente de la vida política y del
Estado es la amistad y no el contrato.
ROUSSEAU
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Rousseau parte de la separación tajante que se ha producido entre el
progreso material y el progreso social. Desde un aná lisis antropológico y
sociológico, es el primer pensador que trata de explicar el extrañamiento de sí y
el malestar de una sociedad avanzada.
Segú n Rousseau, los hombres son libres por naturaleza, pero los
gobiernos, los mantienen esclavizados. Para encubrir esta situació n, las artes y
las ciencias ahogan el “sentimiento de libertad originaria” y les hacen amar la
esclavitud, formando los “pueblos civilizados”.
20
El abandono de este estado se debió a la “perfectibilidad” del ser humano,
que puede ser positiva o negativa (“¿Por qué el hombre es susceptible de
convertirse en un imbécil?” Discurso).
Para poner fin a esta “guerra de todos contra todos” se recurrió al pacto
social. Pero dicho pacto es viciado porque fue impuesto por los ricos, añ adiendo a
la opresión econó mica la política. Ademá s, las artes y ciencias contribuyeron a
reforzar este pacto. La piedad se transforma en rivalidad, poder y esclavitud
social. En el contrato surgido por el derecho del má s fuerte, los hombres,
ignorantes, sellaban un pacto de servidumbre, de tal manera, que las anteriores
polaridades se resuelven en la de amo-esclavo.
El origen del mal viene determinado por una organizació n de la sociedad.
Frente al derecho fá ctico, existe un derecho ideal que pone de relieve que
todos los seres humanos son libres e iguales. La sociedad injusta y opresora dará
paso a este nuevo derecho.
El Contrato Social
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Esta obra de Rousseau comienza donde termina la obra anterior, es decir,
en la necesidad de superar las injusticias sociales. Rechaza que el poder político
pueda fundamentarse en la fuerza, en el derecho divino de los reyes o en el del
amo sobre el esclavo.
22
libres y autó nomos se erige como educadora. No se trata de igualdad jurídica sino
de reciprocidad, ya que, la base del pacto social, su contenido, es la libertad.
Ortega
Para estudiar las variaciones histó ricas, Ortega jerarquiza los fenómenos;
unos dependen de otros má s profundos. Así, las transformaciones de orden
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industrial y político dependen de las de orden moral y estético y éstas
dependen, a su vez, de determinada sensibilidad vital. Esta “sensibilidad vital”
está constituida por los valores e ideas que debe crear la minoría y ser aceptada
por la masa.
W.Benjamin
Experiencia
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técnica, que no son neutras. Así, la guerra es cuestión de eficiencia industrial y
estrategia comercial para conquistar mercados. La tecnología del s.XX tiene tal poder
que el hombre ya no puede abarcar la totalidad de sus consecuencias. Un hecho
fundamental en la pérdida de la experiencia es la conversión del ser humano en
trabajador como un autómata que ha de adaptar su cuerpo a la máquina, de tal
forma, que no hay tiempo para metabolizar la vivencia en experiencia.
Cuanto más desarrollo tecnológico y económico, más pobreza en experiencia, menos
acciones con sentido, más anonimato y ruptura con la tradición. El tiempo se vive
como aceleración y sometimiento de todos los ámbitos de la vida al dinero. De esta
forma, el sujeto se ve reducido a la mera reproducción del capital en una vida arruinada
y sin autonomía. El capital aparece como un nuevo dios que exige un sacrificio
continuo: masas de personas, cosas, acontecimientos, bajo el único valor de
cambio.
Historia
Benjamin toma del marxismo la concepción de la verdad como justicia. Así,
habla de los oprimidos y no de la clase trabajadora. El conocimiento ha de ser redentor
porque debe reconocer a las víctimas la felicidad que no lograron, de aquí, la
importancia de la memoria. El conocimiento que persigue la memoria no es un objeto,
sino una semilla de posibilidades. Así, la memoria está en contra del historicismo en
su planteamiento de que la historia tiene una lógica:”la historia no es sólo una ciencia,
sino una forma de rememoración”.
La felicidad ha de darse en el presente. La historia se realiza en tanto el presente
actúa como redención del pasado. El reconocimiento de las muertes en generaciones
anteriores es necesario para ser conscientes de lo que ahora disfrutamos. Así, la
responsabilidad no sólo se da ante el otro, sino ante la conciencia histórica. Conocer el
pasado es recordar en un momento de peligro: ser reducido a instrumento de la clase
dominante. El pasado es como una astilla que corroe la seguridad del presente.
25
borrada o salvada: revelar las fuerzas de la historia que están adormecidas en el tiempo
vacío, homogéneo de la narración histórica lineal. El pasado vencedor sobrevive al
tiempo, mientras que el pasado vencido desaparece en la historia. Se banaliza la vida
cuando se la considera un precio para alcanzar fines políticos y la muerte cuando es
moneda de cambio para la paz. El olvido tiene un componente político.
Benjamin toma una pintura de P.Klee (Angelus Novus) como metáfora de la crítica al
progreso. El Ángel, empujado por el viento del progreso, va viendo las ruinas y
escombros de la historia. El progreso, en su apariencia de novedad, repite lo mismo y
sus costes son las víctimas olvidadas en su nombre. Por tanto, es un error concebir al
totalitarismo como contrario al progreso. Fascismo y progreso tienen en común el
desprecio del ser humano como precio para un bienestar colectivo. No se puede
amputar la catástrofe como si la historia continuase con su lógica o devenir. Hay lugares
en los que el pasado yace dormido, pero laten sueños de felicidad que debemos recordar
y por los que actuar.
La fuerza del ahora está en prefigurar el tiempo mesiánico en el que desaparezcan las
víctimas y los oprimidos. El orden mesiánico, más allá del profano, extiende la
felicidad a las víctimas, revelando una política que ha de plantear el derecho a la
felicidad de cada individuo. En este anhelo, el Arte juega el papel de ser un vehículo
de emancipación.
La melancolía moderna no está en la genialidad (Aristóteles) ni en la “acedía”
medieval, sino en la conciencia de la explotación y de la fugacidad. Anhelamos la
unidad perdida consigo y con el mundo porque el hombre moderno es extraño de sí
mismo y del mundo.
La idea ilustrada de Humanidad se ha construido sobre la inhumanidad, la
desigualdad, la opresión.., desde la violencia escondida en el desprecio a lo concreto. La
visión progresista de la historia y de la política no considera importante las “bajas”, ya
que, las víctimas sólo serían un accidente del progreso. Para los vencidos el estado
de excepción es la regla. La violencia crea el derecho y lo mantiene violentamente,
de tal forma, que el derecho es la institucionalización de la política. Según Benjamin, la
decisión, más allá de todo derecho, debe ser la de hacerse cargo de la injusticia o
sufrimiento del otro como una decisión excepcional que pone fin al decisionismo del
estado de excepción (Schmitt) Para el vencedor y sus herederos lo negativo sólo es una
contingencia, mientras que para las oprimidos significa la permanente suspensión del
derecho.
La “tradición de los oprimidos” nos enseña que el estado de excepción es la
regla, a diferencia del punto de vista del vencedor. Los oprimidos sólo conocen la
suspensión del Derecho. Si los muertos no cuentan, la felicidad no pertenece al ser
humano, sino al superviviente.
Benjamin toma de la teología aspectos que no aparecen en la filosofía moderna: la
muerte y su redención. El olvido de estas realidades se traduce en la política de los
vivos contra los muertos porque el conocimiento verdadero ha de reconocer a las
víctimas la felicidad que no tuvieron: mirar la miseria del presente no como un hecho,
sino desde la frustración. Lo olvidado o dado por perdido es el deseo de salvación
que es lo más importante de una existencia. A diferencia de la concepción de Hegel,
para Benjamin, ningún futuro justifica a las víctimas. La memoria puede abrir
expedientes que para la historia están archivados (Horkheimer) Sólo cabe la
universalidad de una política para todos los seres humanos porque el ser humano nace
para realizarse y ser feliz.
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Según Benjamin, el Mal tiene una capacidad infinita para enmascararse
como progreso, donde sólo hay barbarie en su mito.
La industria de la cultura ha logrado que las imágenes de marginalidad, opresión…
sean mercancías que sirven para una catarsis y, de esta forma, el dolor queda diluido en
una imagen estética. El mal se revela en el extraño lenguaje de la comunicación
objetiva e instrumental, como una lengua sin espíritu, sólo hecha para el dominio y la
usurpación. Las cosas y los seres humanos se vuelven meros objetos de representación.
Si Hegel había afirmado que la razón debe asumir la devastación en las grandes
destrucciones y construcciones de la historia, para Benjamin, ninguna salvación hay en
la idea de progreso. Así, defiende una contrahistoria hecha de la memoria de los
vencidos, en la que, rememorar el sufrimiento. Catástrofe y cultura, en la ideología del
progreso, sólo son transmitidas por los vencedores.
Debemos pensar la libertad en relación con el mal y buscar el núcleo del mal en
la racionalidad moderna. Esta racionalidad puede convertir todo lo existente en
objetos y, por tanto, reducirlo a la nada. El judío, el proletario… nacieron bajo la
precariedad, el desamparo y, en ellos, como en el resto de las víctimas, está la fuerza del
instante mesiánico de una redención en la historia. Para Benjamin, la historia es el
escenario del mal, pero también, el único lugar donde combatir en nombre de los
vencidos de ayer porque la esperanza está en los vencidos. Lo mesiánico como
potencialidad de la historia está en los testimonios de las víctimas y, sobre todo, en su
resistencia.
La apariencia de novedad del capitalismo es engañosa. La mercancía es el infierno
de la eterna repetición; los sueños alucinados de progreso que sólo significan
alienación. Benjamin recuerda que, para los primeros románticos, el reino de la razón
sólo perpetúa el dolor y la corrupción a través del cálculo, racionalización de la
sociedad burguesa. El mal es también el vaciamiento de la memoria individual y
colectiva en la maquinaria destructiva del capitalismo. El individuo atrapado en el
engranaje de la producción y el consumo carece de alma porque sólo es un obediente
seguidor de impulsos que proceden de la mercancía. De esta forma, todas las
relaciones sociales permanecen cosificadas.
El espíritu faústico del hombre lanzado a la técnica acaba devorándolo: la
modernidad liberó las fuerzas del fascismo. El “shock” es la experiencia del soldado en
las trincheras, del tiempo homogéneo de la producción y el consumo y, por tanto, de la
pérdida de la biografía y de la memoria.
La infancia es amenazada por una sociedad dominada por el pragmatismo de los
adultos, su sacrificio del tiempo a la utilidad.
H. Arendt
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El totalitarismo supuso formas absolutamente nuevas de organización socio-política y
de dominio que no se pueden comprender desde la tradición. Supuso la destrucción del
terreno público de la política a través de una realidad ajena que sobrepasa al hombre.
La naturaleza (nazismo) o la historia (bolchevismo) se convierten en movimientos
absolutos y la ley es producto de este movimiento. Según Arendt, las causas
fundamentales del Totalitarismo son el antisemitismo, la decadencia del Estado-
nación, el imperialismo..
La sociedad del Uno implica que la existencia es pura negatividad. La lealtad de
individuos atomizados (sociedad de masas) implica el desprecio por el valor de la vida
humana. Dominar, fabricar una humanidad como un cuerpo en el que se expresa la
naturaleza o la historia. En este espacio, la ley es, a la vez, esencia y mecanismo y, de
aquí, la banalidad del mal (Eichmann) La ideología totalitaria prepara al ser humano
para que pierda la facultad de juzgar y se convierta en verdugo o en víctima
propiciatoria porque la finalidad fundamental de este movimiento es transformar la
naturaleza humana.
28
El régimen nazi fue apoyado por la masa. Como hemos señalado, la culpa de
Eichmann procedía de la obediencia. Se aceptó irreflexivamente el deber de asesinar y
torturar para el bien de la “nación” o de la “raza”. Pero el crimen no es sólo la acción,
sino el dejar hacer, dejar ser.
El totalitarismo todo lo presenta como política (ciencia, derecho, cultura..) que remite
a la ley absoluta de la historia o naturaleza. Así mismo, la acción (movilización)
aparece como el valor dominante y revolucionario, que ha de borrar el pasado. La
política se reduce a la visibilidad de un espacio público, que da acceso a un mundo
común. La “vita activa” del hombre se compone, según Arendt, de esfuerzo
(supervivencia biológica), trabajo y acción. La acción es la vida política o la vida
pública, que no es sometible a la técnica, la economía.., es decir, no es un medio para
otro fin (dominación, riqueza, bienestar…) Para Arendt, la violencia no es política sino
instrumental. La violencia nunca crea libertad política positiva y, además, los derechos
son el requisito para la libertad política no su consecuencia.
Frente al Totalitarismo, la filósofa valora la necesidad de la espontaneidad, el
espacio público, el juicio crítico, la libertad, pluralidad… como condiciones de la
vida política o “activa”. El mundo sólo es habitable cuando trasciende la funcionalidad
de los bienes, la utilidad y se convierte en el espacio, más allá de lo biológico, de la
acción y la palabra, es decir, más allá de la “labor” y el “trabajo”. El poder, por tanto,
no se define como dominio, soberanía o violencia, sino como un actuar juntos para
crear algo nuevo en el mundo.
Si el Totalitarismo es la anulación de lo político, las revoluciones del s. XVIII
supusieron la apertura de lo político. A partir del análisis de estas revoluciones, Arendt
considera que hoy vivimos en una época donde el “homo faber” está por encima de la
libertad política. Desde esta perspectiva, frente a la revolución norteamericana, Arendt
es más crítica con la revolución francesa porque se desarrolló más desde el objetivo de
satisfacer las necesidades materiales de la población. Critica la utilización política de
los sentimientos (compasión, piedad…) porque no tienen límites y no puede darse en
su ámbito la negociación, persuasión…; sólo conllevan la “acción directa”. La
compasión sustituye la pluralidad del pueblo por los padecimientos del pueblo.
Contrapone a esta utilización política de los sentimientos, la solidaridad porque sí abre
la posibilidad de unos límites racionales. Estos análisis llevan a Arendt a plantear la
incompatibilidad entre la política y lo económico. Si la “vita activa” se convierte en
actividad técnica y económica, la consecuencia es la pérdida del juicio reflexivo y, por
tanto, del espacio de lo político. Reducir la política a la “labor” animaliza al ser
humano porque lo reduce a la vida biológica, instintiva, con la consiguiente pérdida de
libertad. La acción política ha de traer novedad y libertad. Arendt denomina
“natalidad” al hecho de que llegamos nuevos al mundo para comenzar algo nuevo. La
política ha de ser el medio donde los seres humanos desarrollan su singularidad
Según Arendt, Eichmann no era estúpido pero carecía de ideas porque la capacidad
para la moral es independiente de la instrucción. Así, el juicio a Eichmann planteó las
relaciones entre moral y política. Arendt se sintió impresionada por la banalidad del mal
capaz de las “fábrica de cadáveres” y “fosas del olvido”, para hacer que los seres
humanos sean superfluos como seres humanos.
Después del totalitarismo no se puede creer en una naturaleza humana ni en una
resistencia innata el mal. El caso de Eichmann planteó el problema de cómo explicar las
acciones monstruosas cometidas por personas que, en otras circunstancias, parecen tan
normales y ordinarias.
29
Arendt mantiene que si la banalidad es el problema de una sociedad de
masas, debemos recuperar la autonomía como base de la moralidad. El valor del ser
humano no está en lo que sabe, sino en lo que hace. Arendt escribe una serie de
conferencias sobre Kant a raíz del juicio a Eichmann.
La razón moral nos introduce en un mundo de “espíritus” (Kant) o de seres libres. El
deber de tratar al otro como un fin es constitutivo de mi libertad y, este principio moral,
es válido para todos los seres racionales. El ser humano no pude dejar de concebirse
como inteligencia. Si no mejora la responsabilidad de cada uno, poderes
incontrolados acabarán dirigiendo una sociedad infantil, dependiente, caprichosa.. En
este contexto, también toma de Kant la capacidad del juicio del gusto para ser
discutidos, comunicables, plurales..No hay humanidad en abstracto, sino en su
capacidad de pensamiento y de emitir juicios en el ámbito público.
Estos planteamientos llevan al pacifismo de la sociedad europea en libertad.
Los ejércitos no son motor de desarrollo, sino de esclavitud y pobreza. Arendt resalta de
Kant la idea de la Ilustración, no como acumulación de información, sino del
atrevimiento a pensar por uno mismo, frente a la implantación de un reino perverso
basado en el temor y el egoísmo. El escritor y superviviente J. Semprún mantiene que,
en el campo, muchas veces, decidir vivir es obedecer el mal radical y, por tanto, su
triunfo. Las acciones no emanan del deber, sino de la supervivencia y, por tanto, toda
ley moral desaparece . Según Kant, lo diabólico es que desaparezca la posibilidad de la
ética; el mal triunfa cuando el amor a sí mismo está por encima de cualquier otro
amor.
Arendt identifica el mal radical con la sociedad totalitaria. En la sociedad totalitaria
se elimina la acción política y moral y, sobre todo, toda individualidad. Aceptar una
ideología que va a solucionar todos los problemas sólo es posible con la dominación del
individuo. Así, todo lo que se oponga al movimiento de “mejora” debe ser eliminado y,
para ello, han de eliminarse sentimientos como la compasión y la solidaridad.
Toda individualidad, espontaneidad, se somete a un Organismo o a una
Máquina. Las víctimas de los campos sentían que vivían en un universo que no puede
ser posible porque sólo hay sufrimiento físico, humillación, asesinato, degradación…
No se utilizó a las víctimas para ningún fin económico y tampoco pagaban por ningún
delito. Si un mundo es concebido en términos utilitarios, grandes masas de personas
pueden resultar supérfluas.
La masa en la sociedad totalitaria se define por la incapacidad para pensar: el
individuo se somete a los intereses del grupo y no distingue lo que es verdad o mentira.
La masa, que conoce los crímenes, sólo obedece. En este contexto, Arendt se pregunta
cómo se comprende a una persona cuyos crímenes no le llevan a ningún tipo de
reflexión (la banalidad del mal es la otra cara del mal radical) El criminal no siente
culpa, responsabilidad, ni arrepentimiento; sólo hay una obediencia sin
pensamiento. No importa a lo que se dedique la “ Empresa”, sólo hay que obedecer y
medrar.
Repitiendo frases hechas, diseñadas, los criminales delegaban la responsabilidad en la
burocracia, las instituciones… La superfluidad del individuo está en el planteamiento de
que si no lo hago yo otro lo hará (muy pocos se negaron al asesinato en los
Einsatzgruppen) Según Arendt, la irreflexividad produce más daño que los “instintos
malignos”. Arendt está de acuerdo con Sócrates en el planteamiento de que el
pensamiento es una necesidad humana.
El diálogo socrático genera perplejidad más allá de las costumbres o clases sociales.
No sólo somos seres racionales que hablan, sino seres pensantes que pueden dialogar
con su alma. Este diálogo del alma es el examen en el que nos damos cuenta de las
30
condiciones en que vivimos. Sócrates y Arendt mantienen que debe haber una
propiedad del pensamiento que impide a los hombres hacen el mal. Sócrates prefirió
perder la vida a ser un hombre injusto o caer en vergüenza ante sus propios ojos (el
cuidado del alma es el más importante en la vida humana) Así mismo, la mayéutica
socrática nos hace caer en la cuenta de que pertenecemos a una comunidad, antes de ser
seguidores de una ideología.
“No me condena un individuo, sino la calumnia y envidia de muchos. Esto es lo que
ha condenado a muchos hombres buenos.” (Platón. Apología de Sócrates)
Según Arendt, la actitud socrática es la que deberíamos mantener en situaciones de
crisis social, cuando la mayoría se deja llevar irreflexivamente. La armonía con uno
mismo está en evitar hacer algo con lo que no sea capaz de vivir. No se puede ser
indiferente ante el mal. Aquí, Arendt toma el ejemplo de la resistencia de Thoreau ante
las leyes que legitimaban la esclavitud. Por tanto, critica al “pensador” que aislado
en su mundo pierde toda capacidad de juicio ante la vida política (Heidegger) El
“pensamiento puro” puede ser ausencia de pensamiento frente a la razón compartida,
plural, libre…
Resulta necesario promover un pensamiento crítico porque el mal radical destruye
la capacidad de juicio e impide compartir un mundo común. El problema ante el juicio
de Eichmann es el de si los seres humanos tienen la capacidad de valorar sin apelar a
una ley.
M. Foucault
Para Foucault, la filosofía debe ser un diagnóstico del presente. Si, para
Aristóteles, el hombre era un “animal político”, para Foucault, el hombre moderno es
un animal cuya vida está en entredicho por el poder político
Continuando las preguntas kantianas, Foucault se pregunta qué somos hoy. Foucault
da una respuesta “genealógica” (Nietzsche) a esta pregunta kantiana: el individuo como
producto uniforme en la relación entre el cuerpo y la historia: pensamiento
científico, técnica, relación con el poder. Según Foucault, hay tres dominios
genealógicos del sujeto: conocimiento, relación con el poder, ética (deseo) . A lo largo
de la historia, la salud, la locura.. no han sido “objetos”, sino que surgen de prácticas
sociales e históricas. Continuando la tradición de los “maestros de la sospecha”, no hay
una visión única o canónica de la realidad. No hay una naturaleza esencial del
hombre soberana sobre la verdad, ni hay un progreso ni una lógica que las unifique
en la historia. Al igual que un arqueólogo, habrá que analizar los sedimentos del poder
porque no hay una continuidad o lógica en su acontecer. Además, Foucault vinculó la
racionalidad ilustrada con los abusos del poder político en el surgimiento de la cárcel, la
fábrica, la escuela, el psiquiátrico..
Cada época tiene su sistema de conocimiento y los límites de la experiencia posible.
Pensamos y percibimos desde clasificaciones ya impuestas: implicación de saber
(“episteme”) y poder (“dispositivo”) De manera similar a Nietzsche, Foucault sostiene
que el orígen de los valores no es una razón sino un acto de fuerza: los que
dominan fijan el significado de los actos. El vacío dejado por la “muerte de Dios” y
del sujeto ha sido llenado por ciencias humanas que extienden su saber a las
condiciones de posibilidad de la vida humana. Si la “episteme” define a la ciencia de
una época, el “dispositivo” hace referencia a las prácticas discursivas y no discursivas
31
(instituciones coercitivas) que definen la relación saber-poder. De esta forma, la verdad
no está fuera del poder y, cada sociedad, tiene una particular “política general de la
verdad” como técnicas para inculcar comportamientos. La sociedad está imbricada
con manifestaciones concretas de “saber poder” (“microfísica del poder”)
La fábrica sujetó a los individuos al aparato de producción, el psiquiátrico o la prisión
al aparato de corrección, la escuela al aparato de transformación del saber. De esta
forma, las instituciones ocupan todo el tiempo de la vida. La sociedad está imbricada
por el saber-poder, la vigilancia y el control. El panóptico sería la versión laica de la
omnipotencia divina. Así mismo, la disciplina sobre el cuerpo (trabajo, higiene,
sexualidad…) encubre la ilusión de una cohesión social. .. No hay leyes que emanen de
un soberano, sino que todos somos actores en los múltiples efectos del poder. La
“gubernamentalidad” ha pasado del “poder pastoral” a la “diplomacia político-
militar” para culminar en la biopolítica en la sociedad contemporánea.
32
M. Zambrano
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y comunión con el resto de los seres (“eclipse de la Piedad”) No se trata de la historia de
los hechos, sino de la de la esperanza y desesperanza.
ÉTICA
Platón
Virtud como Justicia. Plató n sostiene que a cada funció n del alma debe
corresponderle su virtud o areté particular, para que se dé la justicia o armonía en
el alma. Así, al alma racional le corresponde la prudencia o sabiduría, a la
irascible la fortaleza y a la concupiscible la templanza. El alma racional debe
gobernar a la irascible y concupiscible, que pertenecen má s al á mbito de lo
sensible.
34
La forma de vida filosófica es la má s placentera porque conoce y supera a
la vida dedicada al placer material y al honor. Los placeres de la mente son los
mejores y má s estables. Ademá s, si el placer es un vacío que ha de ser llenado
con una realidad, má s realidad hay en las Formas que en la realidad material. En
este contexto, segú n Plató n, el hombre que no cuida su alma es fuente del mal.
S.Agustín
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El amor cristiano parte de lo superior y se dirige a lo inferior, a
diferencia de la concepció n del amor plató nica y aristotélica.
Spinoza
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Los “afectos”, cuanto mejor son conocidos están más bajo nuestro control
frente a la servidumbre o impotencia para moderar su influencia. La pasividad que
generan las “pasiones” tiene como consecuencia la fluctuación entre el miedo
(perder la riqueza, la fama…) y la esperanza o esclavitud por conseguirlos. El
hombre pasional es zarandeado, supersticioso, sin contento de á nimo en una vida
azarosa. La liberació n consiste en salir de esa fluctuació n a partir del conocimiento
interno de que el amor siempre es mejor que el odio. Cuanto má s conocimiento
de los “afectos” menos dependencia de las “pasiones”. Por tanto, no hay una
voluntad pura y absoluta como facultad de querer o no querer, ya que, los “afectos”
ya implican conocimiento. La virtud no depende de una voluntad, sino de la
potencia liberadora del entendimiento. Eliminar el finalismo y la superstició n que
está n en la imaginació n y que desconoce el orden necesario de la Naturaleza,
tendría como consecuencia gozar con otros hombres de una naturaleza
humana más fuerte o solidaria mediante “el conocimiento de la unió n con toda la
Naturaleza”.
Spinoza critica la pretensión de controlar el deseo porque es ineficaz y só lo se
asienta en la ignorancia y el desprecio hacia la vida humana. Por tanto, la ética no
puede significar un sometimiento a normas, sino promover el afecto de la
“alegría” o incrementar el conato. Desde esta perspectiva, la ilusió n del libre
albedrío se diluye en el conocimiento de la relació n necesaria entre las cosas
singulares porque la liberació n radica en el conocimiento de las causas. La libertad
no se relaciona con una “voluntad”, sino con la potencia o esencia del individuo y
las fuerzas que lo constituyen.
Levinas
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de rebeldía anárquico contra lo establecido, pero, este movimiento, es el “reino del
Bien”.
El “infierno de los males” temido por Kant ha ocurrido y las personas cultas no lo
refrenaron. Hemos vivido en una cultura que no impide pactar con la barbarie.
Levinas mantiene que la voz de la conciencia está más allá de principios y conceptos.
La indigencia, dolor, del otro sacude mi mundo más allá de todas las máximas y me
lleva a la infinita trascendencia de la prohibición de matar. Sólo encontrarnos con la
fragilidad del otro puede abolir el egoísmo. En este sentido, Levinas coincide con el
pensamiento kantiano de una anterioridad del Bien en el ser humano, pero difiere de
Kant porque el sujeto no se haría por la autonomía racional, sino por la elección. La
debilidad, desnudez de ser víctima ha de despertar la bondad y no un principio racional.
Además, la ética se vive en plural como justicia, de tal manera, que el ser humano
ha de salir del anonimato de la miseria, la barbarie…No puede haber una felicidad ciega
al dolor del mundo.
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Benjamin y Levinas, a la seducción del historicismo o la reconciliación de las masacres
con la lógica del progreso.
Levinas critica la filosofía de Heidegger, quien sí fue afín al nazismo, porque se
mantiene en la obediencia a lo anónimo, conduciendo a la justificación de la tiranía
como arraigo al “suelo” o veneración al amo. En la filosofía de Heidegger, no hay
responsabilidad sino relación con el ser. La única relación del Dasein con el tiempo es la
de la angustia ante la muerte, pero no el dolor del otro. El pensamiento del “Rostro”
reitera la prioridad de lo humano sobre las cosas, oponiéndose a la tradición de la
filosofía occidental. Desde esta perspectiva, Levinas también critica el sometimiento del
hombre por las “ciencias humanas”.
Según Levinas, occidente diseña desde el saber y la política la subsunción de lo
particular a un Todo abstracto, ya sea el concepto o el Estado. Por el contrario, su
filosofìa propone una universalidad surgida del orden ético, que se fundamenta en la
particularidad de la responsabilidad: cuando falta el soporte institucional ha de quedar la
humanidad del hombre.
La guerra deviene como una situación impersonal que disuelve la autoconciencia
en un mero transmisor de ideas y acciones de potencias anónimas. Confrontación
hobbesiana o totalidad hegeliana, que sacrifica al individuo desde una concepción de la
realidad que identifica ser y violencia. Después de Auschwitz, se puede pensar lo
humano pero hay que hacerlo de otra manera. Según Levinas, desde la reivindicación de
la relación con el otro, entendido como experiencia originaria de sentido, sin que por
ello, el yo quede cosificado, tal como mantenía la filosofía de Sartre. No existe una
historia unitaria, ni el sentido se halla prefigurado de antemano. Lo humano se abre al
infinito de una relación abierta, en la que se va constituyendo el sentido.
Si, para Sartre el otro me cosifica, para Levinas es quien hace surgir en el yo la
conciencia moral. Así, lo humano no consiste en el “cuidado” de sí mismo, ni en la
angustia ante la muerte (Heidegger), sino en la obligación o compromiso con el otro,
que despierta la conciencia moral en el yo. La situación comprometida en la que se
encuentra la ética adquiere su primacía gracias a la responsabilidad por el otro. Una
relación de sentido se da, únicamente, cuando entre el yo y el otro se ha superado la
fase de indiferencia o de reducción mutuas.
El comienzo es el otro, que está ya como inquietud en el fondo de la conciencia de la
justicia y que se hace explícito en la responsabilidad como constituyente de la
subjetividad, antes que cualquier otra máscara o identidad. De esta forma, el mal no es
la limitación de ser, sino la falta de sentido en el ser. Para Levinas, toda existencia
requiere una orientación que le permita salir de la soledad de ser. Este rodeo es el del
encuentro con la alteridad. El mal significa egoidad o indiferencia ante el sufrimiento de
los demás. La cuestión, para Levinas, es la no-indiferencia frente al diferente; intentar
dar fin a la clausura de lo inhumano mediante el encuentro con el otro.
Como existir monádico, el sujeto sólo se refiere a sí mismo, viéndose condenado a
ocuparse sin tregua de sí. La consecuencia es que el sujeto se convierte en un lastre para
sí mismo. El existir se sufre como aprisionamiento, sujeción, encadenamiento.
Experimentado como sufrimiento, el ser es una invitación a escapar. Pero la relación
con el otro no es la de sujeto-objeto, ni la relación dialéctica. Esto significa postular la
primacía de la relación ética, en la que el yo no puede tener poder sobre el otro y, en
la que el otro, es siempre presentado como la infinitud de un “Rostro”.
Esta relación ética no es un sistema autoclausurado, ni un “principio supremo” del
que se deduzca una moral. Se trata de descubrir el sentido de lo humano donde el yo
se fractura y se expone como responsabilidad. Sólo en esta apertura puede
reinterpretarse la temática de la verdad, del bien, de la justicia… como cuestiones que
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vertebran el sentido de lo humano. Así, frente a las filosofías de la “Totalidad”, Levinas
afirma la imposibilidad de pensar al otro como excusa para reducirlo (Totalidad e
Infinito) Soy los otros porque soy obligado más allá de todos mis poderes, posibilidades
o elecciones. Si Adorno mantenía que mientras hay mendigos sólo habrá mitos,
para Levinas la imposibilidad de indiferencia ante el sufrimiento es también la
imposibilidad de decir “yo”.
En virtud de su monismo, la razón despersonalizada devasta el espacio interhumano
del diálogo. Además, el encuentro con el otro es singular y no cabe en una temporalidad
del reloj. Una vida deja una impresión en la nuestra, pero la huella permanece fuera de
nuestro alcance.
Si Kant partía de la dificultad para la Ilustración, Levinas parte de la relación
entre cultura y barbarie. El quién se elimina en las modernas ciencias humanas, de tal
manera, que el determinismo sustituye a la autoafirmación del sujeto y pierden todo
sentido la libertad y responsabilidad. El derecho a la vida no puede yacer en la guerra.
Mientras haya miseria no puede ser la principal urgencia la salvación personal; el valor
de la libertad se cuestiona cuando está falto de justicia. El Bien vuelve al hombre
vulnerable al sufrimiento, “rehén” de un prójimo. Frente a la cosificación sartreana, el
amor es ese vínculo paradójico que despoja al otro de sus determinaciones hasta hacerlo
impenetrable. El “Rostro” es expresión y no desvelamiento, así como tampoco, sujeción
a un concepto o sistema.
Si el otro es expresión, esto explica, como en el Fedro platónico, la prioridad de la
expresión oral sobre la escritura: la franqueza del encuentro cara a cara sobre la
“verdad”. De esta forma, la ética se convierte en el suelo del lenguaje.
El “Rostro” es la absoluta desnudez o vulnerabilidad, desde la que se ordena “no
matarás” y suscita en su interlocutor una responsabilidad infinita y singular. La
violencia comienza con el sometimiento de la individualidad. Sin la ética, la política
degenera en una mera técnica de dominio.
Según Levinas, Auschwitz no supuso sólo el asesinato de millones de personas, sino
poner fin al ser humano singular que es radicalmente otro; supuso la destrucción de la
identidad que se ve obligada a fundarse en la alteridad. Ser nosotros no es competir en
una tarea común, sino entrar en un lenguaje que es justicia “ante toda la humanidad que
nos mira”. El hitlerismo, por el contrario, ha supuesto la reducción del ser humano a
cuerpo inmerso en el mundo del “hay” disfrazado de utopía. La barbarie se convierte
en el fundamento de una civilización que sólo tiene al cuerpo como base de la vida.
Levinas denuncia el riesgo de que la violencia del discurso histórico acabe con la
individualidad, que sólo se convertiría en un “objeto histórico”. Esta violencia
supondría un regreso a la prehistoria, en la que el ser humano, era dominado por
fuerzas anónimas. El lenguaje, según Levinas, es un factor esencial para resistir a esta
violencia. El lenguaje surge en el encuentro con el rostro del otro hombre que “dice” su
fragilidad y su mortalidad; cuestiona toda representación del poder. La guerra no está
en los altares,sino que los altares son su condición de posibilidad, ya que son los seres
humanos los responsables de la paz o de la guerra.
El reino de la historia es el reino de “objetividades mudas”, un conjunto de
voluntades muertas porque ya no son dueñas del sentido de sus obras. Son los
vencedores quienes escriben el destino que explica los hechos históricos. Por tanto,
resulta preciso que lo que está antes de la Historia no sea sepultado por la Historia. La
“epifanía del rostro” aparece cuando las víctimas u olvidados de la Historia expresan
el agravio al que les ha sometido la Historia
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El juicio en el que se juzga la interioridad más profunda de la persona no se deja
guiar por la impersonalidad histórica: no dejar que las estructuras e instituciones
históricas reduzcan la subjetividad a un mero dato.
Ser humano
S. Agustín
Descartes
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pienso existo. Descartes, a diferencia de Montaigne (nunca acabamos el retrato
de nuestra vida), concibe la subjetividad como una sustancia
A partir de esta primera evidencia, Descartes concibe al hombre desde un
dualismo, en el que el alma o mente, es inextensa, inmortal, libre, racional.
Ademá s, podemos encontrar en nuestra mente ideas innatas claras y distintas, a
partir de las cuales, deducir el conocimiento. Voluntad y razón pueden llevar al
hombre a conocer y dominar la naturaleza, que es concebida como un mecanismo.
Spinoza
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vida humana como si fueran líneas, superficies, cuerpos, excluyendo un ideal
de perfecció n o una culpabilidad innata al ser humano.
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contra las pasiones en un esfuerzo en el que está implicado el individuo
entero.
El conocimiento del alma es el del deseo, pero también el de la inteligencia que
podemos tener sobre el deseo. Se trata de conocer al ser humano, no de juzgarle o
satirizarle porque su existencia no corresponde a ninguna finalidad o arquetipo.
Ademá s, frente al temor que generan las supersticiones, el hombre libre no
piensa en la muerte sino en la vida, só lo se obedece a sí mismo y vive bajo la
guía de la razó n. El valor del pensamiento se mide por sus resultados. La
interacció n entre los seres humanos generan fuerzas que pueden perfeccionar o no
la capacidad perceptiva y cognoscitiva: los encuentros gozosos son los que generan
un aumento de potencia. Así, la liberació n del ser humano pasa por transformar la
pasividad en actividad, el sufrimiento en acció n y conocimiento. Má s fuerte que las
“pasiones” es el conocimiento y su poder transformador porque todo lo que siente
un cuerpo puede ser conocido y, de esta forma, se pueden transmutar los afectos
pasivos o “pasiones” en afectos activos. El ignorante y el sabio no son dos tipos
distintos de seres humanos, sino grados en la evolución del ser humano en el
paso de la servidumbre a la liberación.
A diferencia de Hobbes, Spinoza no tiene una concepció n pesimista del ser
humano, ya que, buscamos la utilidad para poder vivir y perfeccionarnos y nada
hay má s ú til a un ser humano que otro ser humano: el hombre no es un lobo, sino
un dios, para el hombre. El individuo no es la negació n del otro, sino el “encuentro”
que debe conducir a la ecuació n entre vida y alegría.
Kierkegaard.
44
todos los instantes sin encontrar sosiego: desespera ante la imposibilidad de
encontrar la eternidad en el instante porque no puede recuperar el pasado.
Por el contrario, la resignació n, la renuncia, el desapego del mundo, son la
condició n de posibilidad de la fe. El “problema de Lessing” no es racional sino
existencial. En este contexto, el esteta só lo llega a fines relativos y el hombre ético
lo relativiza todo. Ademá s, Kierkegaard critica la sustitució n de Dios por la ciencia,
el Estado, el nacionalismo, el bienestar…
En el estadio ético, se parte de la elecció n de dar sentido y elegir lo que se
quiere ser. El criterio es el bien que mira a una realizació n superior. Así, es el
sentimiento del deber lo que nos lleva a moldearnos; el hombre a quien no se le
ha revelado la importancia del deber só lo llega a la mediocridad. Si el esteta goza
del instante sin importarle nada, cuando obramos contra el deber está el
arrepentimiento. La belleza de la ética radica en ser fin en sí misma. En el
matrimonio se sublima la vida estética en un plano superior porque no hay una
separació n de pasió n y amor. El matrimonio supone una decisió n tomada a partir
de una idea de vida y de las dificultades que deben superarse y, de esta forma,
exige el esfuerzo de la interioridad. El matrimonio educa en la responsabilidad y su
prueba es el tiempo: envejecer en la belleza.
El alma religiosa ama el mundo y su belleza, pero no le satisfacen. Mientras
que la infinitud del hombre es negativa porque siempre busca, la de Dios es
positiva. La religiosidad es interioridad como relación del individuo consigo
mismo ante Dios. Ademá s, el hombre religioso se encuentra entre el cielo y el
abismo porque se ve nada ante Dios de manera existencial. Kierkegaard encarna
al hombre religioso en la figura de Abraham y Job o en el sacrificio absoluto. Só lo
la fe puede volver el sacrificio en el instante eterno donde todo nos será devuelto.
Como hemos mencionado, el hombre es má s real cuanto má s individual. La
mayoría de los hombres desesperarían sin fueran conscientes de la riqueza infinita
de su individualidad. Partiendo de la individualidad, se ha de vivir como si la
muerte pudiera ocurrirme en cualquier momento. La seriedad de la interioridad
proviene de tomarnos las cosas de la vida ordinaria jugá ndonos la eternidad en
ellas. La angustia es esta elecció n en la que nos jugamos la vida.
45
realidad que no es él mismo. Desde esta perspectiva, Dios no enseñ a como ocasió n
para el recuerdo (Plató n) sino que engendra en el alma del discípulo la verdad y lo
salva mediante el nuevo nacimiento de la fe (El Concepto de Angustia)
J.P.Sartre
46
relaciones con los otros. Sentirse mirado es dejar de ser dueñ o de la situació n (“el
infierno son los demá s”)
Sartre mantiene que el cuerpo es la individuació n y también las relaciones
significativas con el mundo. Así, estamos en el lenguaje como en nuestro cuerpo
porque el lenguaje es acció n. El escritor, el intelectual debe mantener un
compromiso con la sociedad.
M.Zambrano
M.Zambrano pone la vivencia del exilio como relació n con nuestra existencia
en cuanto seres humanos o el reflejo de la condició n esencial del ser humano en el
mundo presente. Antígona simboliza la condició n de la humanidad que no
encuentra un lugar propio. Por tanto, la Historia no puede ser el fundamento
del yo; el exiliado no vive en la “circunstancia”, sino que es devorado por la
Historia. La filó sofa afronta el desarraigo desde una “razón poética” que conecta
al ser humano con el amor y lo irracional, así como, con las diferentes
dimensiones del tiempo: sueñ os, tiempo sucesivo y el tiempo propiamente
humano o supratemporal, en cuanto que no divide pasado y futuro en el instante
en el que se vive. Ademá s, el exilio permite ver lo fundamental al ser humano
dejando de lado lo superfluo: no vivir encerrado sino abierto a la realidad. Así, el
ser humano se sitú a ante la importancia absoluta del asombro en un aprendizaje
que surge del alma. La purificación, desposesión del exilio descubren que la
esperanza es unión. Si el ser humano no es consciente del desprendimiento-la
filosofía es una preparación para la vida y hay momentos en los que se puede
perder todo- no sabrá vivir la inmensidad de la vida en lo que tiene de dolor y
esperanza (“el hombre padece su propia trascendencia”)
Zambrano recupera del Orfismo la idea de alma y de su salvación y un
sentido holístico de la vida, de tal forma, que la salvación del alma del ser
humano contemporá neo ha de ser la tarea fundamental de la filosofía. Así, califica
la vida espiritual del ser humano como “delirio” o la experiencia de una
pasividad dolorosa que no puede asumirse y que ha de hacerse cargo del
sufrimiento de las víctimas. La “metafísica de la experiencia” de la que parte la
filó sofa, desemboca en una “razó n piadosa”, “poética” o mediadora que descubre la
hermandad y la responsabilidad: la ética es primaria y originaria, hacerse cargo
de todas las dimensiones de la vida, también de los humillados, los
olvidados…
La libertad ha de disminuir el desarraigo y el exilio existencial tomando como
fundamento el amor que vincula con lo sagrado de lo Otro má s allá de la razó n
instrumental. La raíz de lo humano se encuentra, por tanto, en su “sentir
originario” donde la razó n no se abandona pero se transforma en razó n poética. Si
“conocer es trascenderse”, el ser humano no puede vivir sin el encuentro con su
interior. El “sentir originario” llega al “fondo sagrado” de la realidad porque el
ser humano no es só lo naturaleza, sino misterio y trascendencia. Verdad,
esperanza y amor son estructuras constitutivas del ser humano, de tal forma, que
el amor es el centro que trasciende la condició n humana finita porque si la persona
se cierra se convierte en un personaje. Filosofía, mística y razó n poética pueden
lograr la trascendencia sin alejarse de la experiencia vital y concreta. La
trascendencia implica una unidad de pensar y sentir.
47
La religiosidad y la actitud mística ante la existencia que se desarrollan en
la “razón poética” pueden superar la desesperanza, la angustia vital o el
nihilismo de una época en crisis. En este contexto, Zambrano comparte con
Unamuno la necesidad de trascender la facticidad: revelar la verdadera realidad
tras la vida superficial cotidiana como un proceso de “desnacer” o re-encuentro
con el sí mismo a lo largo de toda la vida. La filó sofa define al ser humano como un
“heterodoxo cósmico” porque siempre anhela otra realidad que ha de
desarrollarse en el trato con lo otro, lo diferente en una razó n “piadosa” o
“poética”. Las “entrañas” son estos sentimientos que comportan la piedad o el
trato con lo otro como una forma de vivir. Critica la división de la mente
freudiana porque el dolor humano va má s allá de su deseo libidinal.
Conocimiento y realidad
Spinoza
48
Spinoza critica el dualismo alma-cuerpo cartesiano porque conoce el ser humano
en su totalidad y en el conocimiento radica la felicidad. No se puede reducir el
pensamiento a materia ni tampoco al contrario: cada región de ser es eterna,
infinita, ló gicamente autónoma. Para evitar los efectos de la superstició n, la
imaginació n… la educació n del ser humano en su integridad es fundamental:
debemos reformar nuestro entendimiento. Las ideas no son “pinturas”
(Descartes) sino modos de la realidad, de tal manera, que el orden y conexión de
las ideas es el mismo que el orden y conexión de las cosas. El objeto de la idea
es un cuerpo, de tal manera, que todo lo que suceda en el cuerpo es percibido por
la mente. Por tanto, “cuanto má s apto es un cuerpo para obrar o padecer muchas
cosas a la vez, tanto má s apta es su mente”. La mente puede formar muchas ideas
porque su cuerpo es afectado de diferentes maneras por cuerpos exteriores. El
error está en dejarnos llevar por la imaginació n porque concibe imá genes
desconectadas como si fueran toda la realidad generando en los seres humanos
temor y superstició n. La mayor parte de las veces, los seres humanos se relacionan
con las cosas en el orden fortuito que se les presentan y, de esta forma, viven en la
servidumbre que también se produce en el lenguaje como signos arbitrarios y
contingentes, adaptados al nivel del “vulgo”. Por el contrario, lo verdadero es la
idea adecuada o completa, ya que, la idea verdadera es su propio criterio:
pensar es afirmar. Las ideas inadecuadas miran las causas exteriores como
aisladas, mientras que las ideas adecuadas integran al ser humano en la necesidad
de las causas.
No hay en nuestra mente facultades, como había sostenido la filosofía
anterior, sino ideas actuales porque la mente humana son pensamientos
singulares. El conocimiento se vincula a la acción y no al ensimismamiento o a
una meditació n aislada del mundo.
49
El conocimiento de “nociones comunes” corresponde al de la ciencia. La razó n
conecta las ideas y, por tanto, la mente deja de ser pasiva.
La “ciencia intuitiva” es el modo pleno de conocimiento, ya que, nos permite ver
cada ser singular desde la perspectiva de lo eterno, es decir, como expresió n de la
potencia y productividad de la Naturaleza.
Dios
Kant
Por tanto, sólo cabe una teología moral. Los postulados (libertad, inmortalidad, Dios)
son indemostrables en el uso teórico porque están más allá de los fenómenos, pero
adquieren realidad en el uso práctico (“tuve que suprimir el conocimiento para dejar
sitio a la fe”) La razón también sirve para orientarnos en el pensamiento, tanto en el uso
teórico, como en el práctico: la fe racional se funda en el uso práctico de la razón, a
diferencia de la fe del fanatismo.
Dios como “Sumo Bien” no es el fundamento de la ley moral, sino la unión de virtud
y felicidad que es requerida por el deber. En el horizonte de la moral, se necesita
postular la existencia de Dios para dar coherencia al deber: la moral es condición de la
religión. La acción moral postula la inmortalidad como su tiempo infinito y la existencia
de Dios porque, si no, la acción virtuosa quedaría en una naturaleza que nada tiene que
50
ver con la moral. Así, Dios aparece como esperanza que surge de la fe racional como el
deseo de justicia que ha de completar la acción moral.
Wittgenstein
M.Zambrano
51
La filó sofa critica el racionalismo (Descartes) porque cosifica a Dios alejando al
ser humano del “sentir originario” que descubre el fondo sagrado de lo real. Así, la
mística abre la conjunción entre lo subjetivo y lo Absoluto. Si el ser humano no
vive esta experiencia se cosifica y degrada (El Hombre y lo divino)
“Lo sagrado” es el fondo de la realidad que está antes de toda conciencia,
una irradiació n de la vida que emana de un fondo de misterio. Má s allá del dios
filosó fico, Zambrano sigue al Dios cristiano porque es un Dios del amor,
encarnado y misericordioso, lejos del Dios creador que ha llevado al ser humano
a ser su imagen como dominio racional y técnico del mundo y de la vida y que, por
tanto, no puede llevar al ser humano a ninguna transformació n de su espíritu. Por
tanto, la “piedad” significa en la filosofía de Zambrano la forma de lo sagrado
que se abre al otro. Desde su “metafísica de la vivencia”, mantiene que Dios no
puede tratarse desde el concepto, sino desde la experiencia vital: la revelació n
tiene supremacía sobre la razó n discursiva. El Dios cristiano es, para Zambrano, el
paradigma del sufrimiento como esencia humana y del sacrificio de la vida
como redención frente a la soberbia autodeificadora del ser humano como
conquista del Dios só lo creador.
Zambrano distingue entre “lo sagrado” y “lo divino”. “Lo sagrado” es el fondo
último de la realidad que expresa lo divino: el fondo del misterio de la vida, la
unió n de sujeto-objeto previa a toda razó n. Se eclipsa la manifestació n de lo
divino, pero no el fondo de lo sagrado. Por tanto, bú squeda de Dios no es racional,
sino agó nica y trá gica. La filó sofa, siguiendo a S.Agustín, mantiene que el amor es
“una fuerza anterior al mundo que vemos” que une al ser humano con lo
sagrado. En este contexto, toma del pitagorismo el valor de la revelació n
originaria que da cuenta del origen y destino del alma humana como padecer y
expiació n; la verdadera conciencia encuentra a Dios en su interior. Así, la “muerte
de Dios” es la muerte del hombre en cuanto que sigue creando ídolos en el
paroxismo de su poder. La destrucción de las máscaras de lo divino se da en la
relació n primordial que tiene el ser humano con el á mbito de lo sagrado.
La relació n del ser humano con Dios se da a través del “delirio” (sentirse mirado
antes de poder mirar) y la esperanza, de tal forma, que el pensamiento místico es
superior al racionalismo.
52
FELICIDAD Y CULTIVO DE SÍ
Sócrates
Su filosofía tiene como centro de atención el alma humana y no la naturaleza
porque es expresión de lo más divino o real. Para conocer el alma humana y practicar la
virtud hemos de partir de la ignorancia, fundamentar el acceso a la verdad en la amistad
que, además, exige una transformación ética, utilizar la razón, ser constantes e
interesarnos por el bien.
El carácter “bello” y “bueno” está comprometido con la verdad y, por lo tanto, hemos
de hacer todo lo necesario para tener una vida buena desde la excelencia, la autarquía y
el cuidado de uno mismo. La conciencia ha de situarse por encima de las convenciones
sociales porque las cosas de mucho valor no pueden comprarse. De la misma forma que
mantendrán los cínicos, según Sócrates, la pasión por el dinero es la ciudad de todos los
males.
Sócrates parte de que el filósofo no sabe nada, pero es consciente de su ignorancia
(oráculo) Así, la misión de Sócrates es hacer tomar a los hombres consciencia de su
propia ignorancia. El saber, para Sócrates, no es un objeto fabricado que pueda venderse
(sofistas) Por tanto, Sócrates no transmite un saber sino un interrogar, partiendo de su
propia ignorancia (“sólo sé que no sé nada”)
Partiendo de la propia ignorancia (ironía), Sócrates pretende que el saber y la verdad
sean engendrados por la propia interioridad del individuo (mayéutica) En el diálogo
socrático lo importante no es aquello de lo que se habla, sino el que habla, ya que,
Sócrates lleva al interlocutor a examinarse a sí mismo, a tomar conciencia de sí.
Sócrates lleva al interlocutor a examinarse a sí mismo, porque el verdadero problema no
es saber una cosa u otra, sino ser de una manera.
La filosofía no es adquirir un saber o un saber hacer (sofistas), sino cuestionarse a sí
mismo porque se tiene el sentimiento de no ser lo que se debería ser. Es la existencia y
la vida del hombre justo lo que determina lo que es la justicia, que no depende de un
técnica. Por tanto, no puede desvincularse el saber del saber vivir y , este saber vivir,
procede del interior del individuo.
Sócrates presupone que hay en todos un impulso innato hacia el bien y, por tanto,
actuamos mal por ignorancia. El papel del filósofo será hacer percatarse al individuo de
cuál es el verdadero bien. “Una vida sin examen no tiene objeto de ser vivida”.
La riqueza, el poder, la fama.. no son nada en comparación con el bienestar de la
propia alma. La bondad o salud del alma dependen del conocimiento. Sócrates trató de
hacer de la ética y de la política un campo de investigación científica, frente al
relativismo y escepticismo de los sofistas (método inductivo aplicado a la moral) Para
obtener un recto modo de vida es necesario evitar los malentendidos, imponiendo una
objetividad en la comunicación. La finalidad de estas definiciones objetivas no es
teórica sino práctica.
El hombre sin control de sus pasiones es tan estúpido como una bestia. Sólo el
autocontrol permite investigar las cosas importantes. De esta forma, han de conciliarse
autocontrol moral y conocimiento (sophrosyne) El bien o la “areté” es lo útil como un
arte de la medida respecto a los placeres, para lograr la paz o bienestar del alma. Para
tener éxito en la vida hay que cuidar el alma. Pero, en la vida , no podemos conseguir un
arte o mejora de nosotros mismos si no sabemos lo que somos (“conócete a ti mismo”)
Para Sócrates, el cuerpo es el instrumento del alma. Por tanto, conocerse a sí mismo
es conocer moral e intelectualmente el alma. Conocer lo que es algo es conocer para qué
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sirve y esta función del alma es gobernar. Así, que la virtud es conocimiento, es cierto
en la escala de las ocupaciones del hombre. Desde este planteamiento, Sócrates socava
la moral de la conformidad y de la obediencia.
Con la democracia, el hombre se ve desamparado de los dioses o de la autoridad de
las explicaciones mitolótogicas. La democracia trajo consigo la necesidad de que el
hombre sea dueño de sí mismo para poder vivir. Gran parte de la filosofía griega fue
esta búsqueda del conocimiento o técnica por el que la vida común fuese posible,
superando el dolor, la injusticia, la barbarie..
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Epicuro
Atraído desde muy joven por la filosofía, no la concibe como erudición, ya que,
todo el mundo puede practicarla como forma de vida. El fin de la filosofía es la vida
feliz o placentera lo que conlleva la emancipación de los principales temores.
Según Epicuro, hemos de dar razón de las cosas del mundo para formar juicios
correctos que nos permitan la serenidad. Desde una concepción del mundo y del ser
humano atomista, mantiene que el ser humano es mortal.
La rectitud de nuestro juicio ha de estar en conexión con el placer o dolor que
producen los objetos; no hay ciencia éticamente neutra y, por tanto, la ciencia ha de
servir para liberarnos de las creencias míticas y del miedo a la muerte.
La vida feliz o filosófica requiere curar el temor a los dioses, el dolor y el temor a la
muerte. Vivir en la virtud es vivir en la serenidad y felicidad. No hay ninguna finalidad
en la naturaleza y, por tanto, hemos de aceptar la fortuna porque no es un bien ni un mal
en sí. Pertenecemos al universo porque somos cuerpo entre otros cuerpos, así, no
importa la cantidad de tiempo, sino la intensidad y profundidad de su ahora.
Placer significa ausencia de dolor, es decir, equilibrio entre cuerpo y alma. Hemos de
liberarnos, sobre todo, de las aflicciones, preocupaciones, obsesiones porque, en su
mayor parte, son irracionales. El placer es una meta fácil de conseguir si se controlan
los deseos y, de esta manera, nos conformamos con los placeres naturales y necesarios
porque son fáciles de conseguir.
Además, no hemos de temer a la muerte porque lo temible es el dolor y donde está la
muerte ya no hay dolor.
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Estoicismo
El fundador de esta corriente filosófica fue Zenón de Citio, aunque tendrá otros
representantes destacados, como Séneca, Epicteto o Marco Aurelio.
Según el estoicismo, vivimos en un Cosmos cuyos planes se identifican con un lógos
inmanente y divino. La “Tyché” o fortuna es un fantasma de la ignorancia. Por tanto, la
conducta apropiada es someterse a los designios del Destino. La realidad es una
totalidad racional en la que el ser humano ocupa un lugar de privilegio. Materia y
racionalidad se integran en la totalidad animadora del devenir universal: causas y
efectos asumen el papel del Destino y hay que acomodarse al Destino, amando lo que
sucede.
Frente al atomismo epicúreo, hay una mezcla y simpatía total en el Cosmos, como
un ser vivo, en el que todos colaboran.
La razón es la guía más segura en la acción moral. El primer impulso no es el placer
sino la autoconservación. La virtud es la meta de toda actividad gobernada por nuestro
guía interior y proporciona una felicidad autárquica. Así, el bien y el mal sólo se sitúan
en lo que dependen de nosotros y el resto es indiferente. Sólo importa la buena
voluntad, no el resultado de las acciones. De esta forma, sólo el sabio es inalterable en
medio de los sufrimientos. Esclavitud y libertad son condiciones del alma humana. El
sabio no evalúa las cosas indiferentes, pero ha de estar preparado porque la fortuna es
variable y hemos de elevarnos por encima del azar de la vida.
“El sabio no domina ni es dominado”. El sabio es rey porque domina su interior ante
los acontecimientos del mundo y, de esta forma, la filosofía es un entrenamiento para
enfrentarnos a los males: meditatio del mal como si fuera presente.
El estoicismo destaca la amistad entre los sabios como colaboradores en el orden
racional del Cosmos. La dicha no es el placer individual, sino la exigencia del bien,
dictada por la razón y que trasciende al individuo. Los hombres sufren porque intentan
con pasión obtener bienes que no pueden obtener y huir de los males que son
inevitables. Depende de nosotros la voluntad de hacer el bien y actuar conforme a la
razón. Esta voluntad ha de ser una ciudadela inexpugnable de libertad, coherencia,
invulnerabilidad..
Vivir conforme a la razón es vivir conforme a la naturaleza: ley universal que impulsa
desde el interior la evolución del mundo. En un universo racional y material, la dicha
está al alcance de todos, ya que, no está en un supramundo. Así, los estoicos
defendieron la existencia de un derecho natural y del cosmopolitismo. Hay un solo
Cosmos racional, coherente, necesario, que se repite infinidad de veces.
Según el estoicismo, sólo depende de nosotros el sentido que damos a los
acontecimientos. La felicidad no es resistirse al Destino, sino aceptarlo. Por tanto,
debemos ver el acontecimiento con la mayor objetividad, sin agregar a la realidad
juicios de valor basados en prejuicios, pasiones… Se trata de reconocerse como parte
del Todo, elevarse a la conciencia cósmica, sumergirse en la totalidad del Cosmos y de
la Razón universal. El estoicismo interpreta la muerte desde la valoración del instante y
la elevación a la contemplación de la totalidad para liberarnos de la ilusión de la
individualidad. Según Epícteto, hemos sido traídos al mundo para contemplar la “obra
divina” porque “el mundo es el más sagrado de los templos” (Plutarco)
Esta visión de la metamorfosis universal, trae consigo un meditación sobre la
muerte, imaginando todos los modos en que nos podría suceder. Esta forma de pensar
la muerte provoca la conciencia del valor infinito de cada instante y la restauración de
la serenidad.
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Marco Aurelio
No debemos ser una marioneta de nuestros deseos, sino vivir plenamente en el
presente en la libertad que delimita la esfera de lo que depende de nosotros. No son
las cosas las que deben preocuparnos, sino nuestros juicios sobre las cosas.
La cuestión importante no es la vida y la muerte, sino la injusticia y la justicia, ya que,
no se trata de vivir, sino de vivir de la forma más digna posible. Así, el estoicismo es
una filosofía de la coherencia con uno mismo porque son desgraciados los que viven
en la incoherencia. No importa el resultado, sino la intención que se orienta hacia el
bien. Así mismo, el dolor procede de desear cosa que consideramos bienes y del temor
a perderlas, así como de rehuir las circunstancias que son inevitables. En este
contexto, la disciplina del deseo pasa por tomar conciencia de ser parte del Todo
cósmico para abandonar la visión parcial y egoísta de la realidad: querer intensamente
el bien común del universo y de la sociedad. Toda la realidad se percibe desde la
perspectiva cósmica de la eterna metamorfosis, en la que, sólo somos una obra ínfima.
Esta perspectiva también implica una transformación de nuestra consciencia y a amar
a todos los hombres porque somos miembros de un mismo cuerpo. El ser humano no
es sólo fuerza de crecimiento, sino de sentido purificando la intención de egoísmo.
La “meditatio mortis” ha de llevarnos a liberarnos de las pasiones y de lo supérfluo y
a valorar el instante en su plenitud porque la mayoría de los hombres viven empujados
hacia el pasado o el futuro.
Séneca
Séneca nació en Córdoba, aunque se estableció en Roma y fue, durante unos años,
preceptor de Nerón.
Séneca no discute el poder, pero se resiste a su influencia. Al igual que los
estoicos, mantiene una sumisión a la Naturaleza, de tal manera, que debemos acatar
la ley suprema del Destino, ya que, la conciencia es una manifestación del “logos”
cósmico.
No se trata de creer en un Dios, sino de manifestarlo haciendo el bien. Las
pasiones son locura, nos enajenan, hacen al hombre esclavo de sí mismo. Así, sólo la
virtud es lo fundamental y el resto es indiferente. La filosofía se convierte en una
ascética o autoformación de aprendizaje continuo; el sabio es un artesano del yo y la
filosofía un repliegue sobre sí mismo.
Séneca también defendió el cosmopolitismo. Aquellos que usan su razón
integran una comunidad mundial abierta siempre al “logos” cósmico.
La filosofía es un asombro permanente ante el mundo, que es hermoso y
bueno. Además, la filosofía, según Séneca, es la única cosa digna de la vida. Se
requiere grandeza de ánimo para filosofar y la consciencia de que somos dueños de
nuestra vida para no enajenarla. Cada día debemos ser nuestro dios y maestro.
Para Séneca, la libertad significa poner el alma por encima del dolor. Además
del sufrimiento que trae la vida, morimos día a día, de tal manera, que la muerte no es
algo futuro, sino que debe obligarnos a mirar con atención al ahora y no aplazar
nuestra vida. Además, la muerte es la perspectiva de que ningún mal resulta grande.
La muerte voluntaria representa la libertad porque no somos esclavos ni siquiera del
vivir: el miedo a la muerte es lo que distingue al amo del esclavo.
Séneca concibe la vida social desde la perspectiva de que el hombre es sagrado
para el hombre. Considera que el mundo es una unidad y que somos parte de un gran
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cuerpo. En este contexto, los ingratos no tienen que disuadirnos de nuestro afán de
ayudar. Por otra parte, la ira no es natural: el pacto y la ayuda son preferibles al
miedo.
Respecto a lo divino, Séneca sostiene que la razón siempre ha sospechado que
hay algo más grande que nosotros. La grandeza de Dios nos hace comprender la
pequeñez de las cosas. Para Séneca, Dios es la mente del universo. Por tanto, no es
necesario ir a los templos, sino vivir entre los hombres como si Dios nos viera y hablar
con Dios como si los hombres nos oyeran.
Budismo
“Dharma” significa doctrina, ley del proceso y los elementos últimos de la
realidad (Hinayana) El dolor es la identificación con los estados físicos y psíquicos, que
se fundamentan en los elementos últimos. Así, se denomina “skandhas” a los agregados
o conjuntos de elementos ordenados jerárquicamente, que dan lugar a la forma corporal,
la sensación, la síntesis y la conciencia. No hay alma permanente porque no hay un
soporte permanente de estos estados: nada transitorio es real y el alma está compuesta
por estados transitorios.
Buda mantiene que hay que suprimir la eficacia de estos elementos causales. Las
facultades mentales son fuerzas que se relacionan y llamamos alma o sí mismo a la
corriente de elementos que se mantienen. No hay sustancia espiritual más allá de los
elementos mentales o de las facultades. El Budismo no es una magia, sino un método
para parar para siempre la conmoción creada por las fuerzas activas en el proceso de la
naturaleza (el mundo es un espejismo)
El conocimiento empírico no se corresponde con la realidad, sino, únicamente, la
“vacuidad”, que trasciende las cosas mundanas, puede darnos una visión de lo real.
Todos los fenómenos son dependientes (“Orígen dependiente”) y, por tanto, vacíos de
realidad sustancial. Así, el Budismo propone meditar sobre el “sunyata” o la ausencia de
mismidad, la vacuidad o insustancialidad de lo incondicionado.
Buda no respondió a cuestiones metafísicas como la eternidad o finitud del mundo, la
vida tras la muerte, el dualismo alma-cuerpo… Además, la causalidad es una mera
construcción mental sobreimpuesta al orden objetivo de la existencia.
Si “sunyata” significa insustancialidad, condicionalidad, relatividad.., la frustración
del hombre procede al confundir lo relativo con lo absoluto. El “Orígen dependiente” es
la ley causal del Universo y de la vida de los individuos como impermanencia y
condicionalidad de todo fenómeno. Así en el “Nirvana” o extinción de toda sed, el sí
mismo personal cesa para la paz.
El filósofo budista Nagarjuna mantiene que todo es relativo, pero este nihilismo se
transforma en una terapéutica. El fin del hombre es escapar del devenir en la serenidad.
La vida fenoménica es dolor, donde hechos y mente aparecen en un infinito proceso de
elementos evanescentes. Por el contrario, el “Nirvana” es la condición sin cambio, sin
vida ni muerte.
Lo fundamental del Budismo es la liberación del dolor a través de las “Cuatro Nobles
Verdades”: todo es dolor, el orígen del dolor es la sed del deseo que es sed de
existencia, cese del dolor, sed e ignorancia en la extinción de las tres raíces del mal
(concupiscencia, odio, error), romper las cadenas que nos atan a esta rueda o “samsara”.
Al igual que en la medicina, la terapia del Budismo no exige una fe ciega sino la
necesidad de la experiencia. En esta experiencia, el renacimiento o transmigración es la
condición inherente a la existencia del Cosmos o impermanencia de todo ser. Pero no
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puede haber un “yo” que renace, sino instantes que se crean y aniquilan en un flujo de
fenómenos. El “Nirvana” es la extinción del impulso que se manifiesta en el deseo, el
odio, la ignorancia. La reencarnación plantea la necesidad de morir a la vida perecedera
a través de reglas de purificación psicosomática y el cultivo de la meditación mental.
La realidad mundanal es un juego de imágenes, sombras, impermanencia, a la que
nos aferramos por ignorancia. Así, hemos de abstenernos de los juicios porque todos
son relativos y contradictorios para preocuparnos por la liberación del dolor. El sabio no
rechaza el mundo cotidiano, pero no se queda en sus dualidades, ya que, sujeto y objeto
son experimentados como realidades interdependientes. Hay que ver las cosas en su
“talidad” y en su recíproca dependencia evitando la tendencia de la mente a reificar la
experiencia en “cosas”, “nombres”, “sujeto”, “objeto”.. Es necesario apreciar la
naturaleza interdependiente de las apariencias para prevenir el sufrimiento. De esta
forma, la “vacuidad” se entiende mejor como una forma de ver y actuar con completa
libertad de apego (armonía con la totalidad del universo) Hemos de abandonar las falsas
nociones de “yo” y “mío”. También ha de cultivarse la virtud moral, para la total
comprensión de la vacuidad y la profunda paz interior: superar el dolor del nacimiento,
decaimiento, muerte y del apego de lo que amamos y odiamos.
Al pasar de los conceptos a la experiencia, descubrimos que todo es flujo,
impermanencia, por tanto, no merece la pena identificarnos con nada porque todo está
vacío y no hay un “yo”. No hay que evitar el dolor, sino comprenderlo. Todas las
escuelas budistas promueven el esfuerzo sobre la certeza de la muerte y la
incertidumbre de la existencia. Cuerpo y mente se experimentan como una pulsación
energética contínua, en la que cada elemento de la existencia aparece y se desvanece al
instante. La identificación con el yo supone gratificarlo y protegerlo de contínuo.
Hemos de aceptar la vida con todos sus cambios y etapas para evitar la frustración,
superar los miedos y rechazos porque es el ego el que construye el mundo y da lugar el
miedo, al rechazo.. Abandonarnos al flujo abierto de la experiencia, ya que, “samsara” y
“nirvana” están vacíos: no albergan dolor ni esperanza
El magnetismo del yo surge de la falsa seguridad que aporta como producto de una
insatisfacción que no acepta la impermanencia. Cada sujeto está casualmente enlazado
con otros, de tal forma, que sus propiedades no son eternas ni absolutas: “anicca”
(impermanencia)- “anatta” (no yo, no sustancia permanente) El proceso vital
(“samsara”) se seguirá dando, pero la propensión a aferrarse positiva o negativamente
(odio, deseo, ignorancia) puede desaparecer (“nirvana”)
La liberación es el desapego- no aferramiento, ni aversión- en la dependencia causal
de todas las cosas. El apego, no conseguir lo que uno desea, produce sufrimiento, por
tanto, la liberación consiste en erradicar la insatisfacción interior: todo apego a la
transitoriedad de lo real provoca sufrimiento y el origen de la enfermedad está en el
apego.
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No-dualidad (Vedanta-advaita)
El yo superficial se identifica con objetos, personas, situaciones… como una
autoimagen que formamos en la identificación (“lo que creemos ser”) Así, sufrimiento y
placer se dan en función de imágenes.
Según el Vedanta (Sankara) más allá del yo superficial hay un “testigo puro” que no
puede objetivarse porque no se puede conocer al conocedor. Aunque puedo conocer mis
pensamientos o sentimientos no soy la identificación con ellos; puedo sentir, conocer,
pero sin identificarme (puedo tener ansiedad sin ser ansioso) Así, podemos hallar en
nosotros un foco de conciencia libre, lúcida e incondicional: ser conscientes más allá de
la identificación y el rechazo, lo que implica no buscar nada en la total aceptación del
presente. Sólo hay una realidad (“Brahman”) y, por tanto, es posible una dualidad entre
el alma(“Atman”) y el auténtico ser.
Atman o conciencia pura es la esencia de toda realidad subjetiva y objetiva. Cuando
preguntamos quiénes somos asoma la ex centricidad de nuestra conciencia ordinaria,
pero se puede reorientar la atención al experimentador, ya que, no somos ningún reflejo
o atribución objetiva, que pertenecen al yo superficial o la ignorancia producto de las
“envolturas” como lo mío, lo ajeno… No debemos olvidar que el ego no es Atman, sino
un constructo imaginario con el que nos identificamos en los logros, creencias, ideas,
apegos, ideales… El ego nunca se cuestiona aunque es la causa del sufrimiento: deseo y
temor sustentan al ego y lo acrecientan. El ego no es lo que somos, sino lo que creemos
ser y se experimenta como creencia, imagen, objeto generando el dolor que implica la
identificación con limitado. La autoidentificación con lo limitado es el origen del
sufrimiento.
La conciencia-testigo más allá del ego, por el contrario, supone la aceptación de la
totalidad de la vida. Llegar donde la alegría de ser es incondicionada.
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Montaigne
Aunque este filósofo pertenece al s.XVI fue un crítico de la autoridad antes de la
Ilustración, un frío observador de la sexualidad antes del Psicoanálisis (Freud ), un
estudioso de otras culturas antes de la Antropología.. Todos estos temas aparecen
recogidos en los Ensayos.
Montaigne vendió su cargo de magistrado, con todas las ventajas sociales y
económicas que suponía, y se retiró de la vida pública.
Fue un gran admirador de Sócrates, con quien comparte la conciencia de la propia
ignorancia (“¿Qué se yo?”) y la insistencia en el conocimiento de uno mismo. La
filosofía de Montaigne también tiene elementos del Escepticismo: suspensión del juicio,
relatividad de los sentidos, prejuicios e interpretaciones, no dogmatismo… Desde esta
perspectiva, criticará la pretensión de la razón humana de ser capaz de la verdad
absoluta, ya que, es presa de los prejuicios, interpretaciones..
Según Montaigne, “ la sociedad no tiene por qué intervenir en nuestros
pensamientos” y, por tanto, debemos retirarnos para juzgar libremente acerca de todo.
Considera necesarios el retiro, la soledad, la intimidad..ante el poder y la vida pública.
Montaigne prefiere la biografía a la historia y seguir la voz interior a la voz pública y
política. El abandono del mundo y la soledad han de servir para conocernos cabalmente
y reconciliarnos con nuestra identidad. Los Ensayos constituyen este proceso.
Desde la tendencia escéptica y negativa del Renacimiento, Montaigne plantea que el
conocimiento objetivo es imposible, ya que, el yo vive inmerso en un mundo inseguro e
incierto. Así, también critica la existencia de cánones universales de belleza- depende de
las costumbres- y el etnocentrismo.
También es problemático reconocer el sujeto de la acción porque nunca está
totalmente claro cuándo somos nosotros los que hacemos las cosas y cuándo ocurren
por sí mismas, como si fuéramos títeres. La acción puede llegar a independizarse del
sujeto, adquiriendo autonomía propia, de tal manera, que acabamos esclavizados de
nuestros actos. El agente pierde el control cuando elige como opción vital la dedicación
al cuidado del mundo y lo antepone al cuidado de sí mismo.
Siguiendo a la moral clásica, Montaigne hace una crítica al hombre atareado: el
comercio con el mundo implica una pérdida por parte del yo; la moral personal queda
supeditada a la necesidad pública. Si la acción no recae sobre nosotros, nos profesamos
una falsa amistad y la vida se vuelve insustancial. Así, el hombre de acción adquiere un
carácter pasivo porque sus acciones son sufridas. Si el sujeto quiere reapropiarse sus
acciones, habrá de tomarse a sí mismo como materia prima y producto de sus actos. De
esta forma, el objeto del retiro es el auto-conocimiento y alcanzar la plenitud del
instante bien vivido.
Hemos de asumir la finitud como rasgo definitorio de nuestra naturaleza y no como
castigo o deficiencia, tal como plantean las religiones. Además, no hay forma de
domesticar a la Fortuna: sólo podemos mantener una actitud estoica como resistencia a
los malos acontecimientos. En este sentido, el valor moral de una acción reside en la
intención y no en los resultados porque dependen de circunstancias externas.
Según Montaigne, el único conocimiento es el de lo individual y concreto, no el de lo
abstracto.
En lo que se refiere a la identidad personal, Montaigne mantiene que, en el espacio
y el tiempo, nuestra imagen se desfigura, haciéndonos distintos de nosotros mismos. El
sujeto no es una imagen constante y uniforme. Sólo el sabio puede mantener la
coherencia, aunque esta permanencia es más un ideal. Así, para conocer a una persona,
no basta hacerlo a priori, sino que hay que prestar atención a cada momento, situación..
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A Montaigne le fascina que vivamos a medio camino entre la realidad y la ficción, es
decir, entre un mundo que nos es dado y otro gobernado por nosotros. Cercano al
filósofo estoico romano Epicteto, Montaigne mantiene que lo que nos afecta no es la
realidad, sino nuestra representación de ella. Así, debemos controlar nuestras
representaciones de la realidad para evitar el sufrimiento. En este contexto,
desarrollamos nuestra imagen en función de otros, siempre pendientes de su apariencia.
Intentando que sobreviva, la inflamos para que su grandeza deslumbre, sin percatarnos
de que no corresponde a nuestros rasgos. Montaigne denuncia la vacuidad de las
imágenes, a la que contrapone la vida auténtica, que se fundamenta en la relación con
uno mismo.
En la amistad, no hay engaño ni artificio, sino el reflejo de lo que somos y de lo que
queremos ser.
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Spinoza
Spinoza se planta construir una “filosofía de la salvación” en el conocimiento y el
amor intelectual de Dios que identifica con la Naturaleza. El objetivo de la ética es la
plena realización y autonomía del individuo en el establecimiento de un “bien
verdadero”
La vida dedicada al placer absorbe al alma, pero esa sensación es engañosa porque va
seguida de tristeza. Así mismo, las riquezas y honores agotan sin término. Los bienes
ordinarios no son auténticos bienes porque nos privan de lucidez y libertad y sólo traen
consigo la tristeza del fracaso porque son perecederos.
Para encontrar un bien verdadero, hemos de confiar en nosotros mismos, sobre todo,
en la capacidad de analizar y valorar las pasiones para encontrar una nueva concepción
de la vida: el poder de la razón sobre las pasiones termina siendo eficaz. Así, hemos de
contrastar las ventajas de las buenas acciones, que producen alegría y dan fuerza, con
aquellas que sólo producen tristeza e impotencia.
El ser humano se encuentra perdido y agobiado en el mundo de las cosas, de tal
manera, que pierde la perspectiva del orden necesario del Universo como camino para la
plena realización. Somo individuos o “modos finitos” de una realidad o “Sustancia”
única e infinita. La perfección implica la unión con otros seres humanos y con toda la
Naturaleza o Dios.
Las ideas de nuestra imaginación sólo reflejan hechos aislados y la razón sólo llega a
“nociones comunes” o abstracciones. Por tanto, se trata de conocer la individualidad
desde la perspectiva de la Naturaleza o Dios. El ser humano es un ser activo y complejo
situado en el mundo mediante múltiples relaciones. Así, la perfección cuerpo y mente se
aumentan mutuamente. Creemos en la libertad porque ignoramos las causas y
motivaciones que nos mueven a actuar y pensar. En este contexto, los afectos del ánimo
activos aumentan nuestro “conato” o tendencia que compartimos con todos los seres a
existir y perfeccionar nuestra existencia. Sentimos “alegría” si nuestras ideas y afectos
aumentan el conato y “tristeza” en el caso contrario. Los afectos se orientan más hacia
la alegría y el amor porque son más poderosos que la “tristeza” y el odio.
No se trata de erradicar los afectos, sino de racionalizarlos porque un afecto sólo
puede ser superado por otro de signo contrario y más fuerte. Sólo superamos un afecto
negativo en la medida en que llegamos a conocerlo, lo que implica una liberación y
disminución de los conflictos internos. Según Spinoza, las virtudes fundamentales
serían la firmeza de ánimo y la generosidad; “obrar bien y alegrarse”. Además, el
hombre liberado no piensa en la muerte, sino en la vida.
Nietzsche
La filosofía de Nietzsche tiene como fondo una crítica a toda moral que desprecia
la terrenalidad de la vida, el cuerpo, los sentidos, el devenir… La vida implica
sufrimiento, pero podemos superar el sufrimiento sin despreciar la vida.
El cuerpo contiene un Universo y, por tanto, hemos de cultivarlo como un jardín
eligiendo la dieta, las compañías, el clima… determinando cuáles son nuestras pasiones
dominantes, qué incrementa o disminuye nuestras fuerzas, qué nos hace enfermar o nos
cura. Desde una imbricación de lo sensorial, afectivo y racional, debemos dar forma a
nuestra vida, de la misma manera, que el artista da forma a una materia.
Nietzsche utiliza metáforas de tipo digestivo para referirse a la relación entre cuerpo
y cultura. La vida implica la necesidad de metabolizar el dolor, el riesgo, la vejez, la
muerte… El hombre moderno, por el contrario, devora todo con avidez, no deja huella,
no es capaz de digerir el dolor para transformarlo.
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El cuerpo también es memoria de vivencias, hábitos, enfermedades, dietas… Aquí
radica la importancia de embellecer nuestras pasiones porque somos una armonía tensa
y plural de fuerzas y realidades y hemos de hacernos cargo de esta riqueza, a diferencia
del hombre unilateral, especializado, incapaz de jerarquizar. Más allá del triunfo o el
fracaso hemos de buscar el sentido en una vida bella, en la que predomine, la lucidez y
la alegría sin temor.
Ante el sufrimiento, hemos de ser capaces de reinventar la vida para no sucumbir a la
tentación del sufrimiento. Lo valioso no es el sufrimiento, sino cómo se reacciona ante
él. Para Nietzsche, la enfermedad es valorar la vida como una carga valorando el placer
sólo como una huida del dolor. Así, hemos de tener cuidado con los “narcóticos” porque
pueden sacrificar la dimensión afirmativa de la alegría: el hombre moderno se ha
convertido en un neurótico del bienestar lo que conlleva empequeñecimiento o
mediocridad y una obsesión por la hiperactividad porque la fatiga es una droga, al igual
que la diversión constante. La aceptación realista del sufrimiento sólo se lleva a cabo
por creatividad y riqueza y no por el adormecimiento. La vida puede ser lo más
insoportable si el dolor no se asimila. La vida es lo sufriente, pero también lo que no se
acobarda ante el sufrimiento.
El fin de toda trascendencia o la “muerte de Dios” tiene como consecuencia que
nuestra vida ha de ser única, irrepetible. El sentido de la vida está en su terrenalidad
porque el ser humano es un “animal no fijado”. Por amor a la vida no se debe elegir
cualquier vida, ya que, hay quienes se suicidan en la inercia, la monotonía…
La madurez de “bendecir” el hecho de haber vivido está en saber despedirnos.
Superar el miedo a la muerte, según Nietzsche, es una invitación a la vida: no aplazar
cómo queremos vivir para no sentirnos malogrados o fracasados. Hemos de ser
conscientes del presente para no valorarlo como una huida. Así, necesitamos una
“soledad elegida” para “alejarnos del mercado” y no ser absorbidos o entretenidos como
títeres de la impersonalidad.
La doctrina del “eterno retorno” en la filosofía de Nietzsche es el criterio para la
afirmación o negación de la vida: el deseo de volver a vivir la vida tal como ha sido.
Aunque hemos de enfrentarnos a la ausencia de una finalidad última de la vida, hemos
de formarla, esculpirla. Así, la valoración o la virtud como “gusto” no es independiente
de una forma de vida, ya que, valorar es jerarquizar incluso en las “pequeñas cosas”.
Según Niezsche, la vida no es una propiedad, sino un experimento, un juego, en el
que hemos de aceptar, el azar, la derrota, la plenitud de una alegría trágica que impide el
odio contra nosotros mismos. Somos lo extraordinario, lo lujoso, no lo ordinario y
repetitivo.
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V. Frankl
El ser humano puede distanciarse del mundo y de sí mismo. Mientras que el animal
es instintos, el ser humano ha de identificarse con el instinto, produciéndose una tensión
entre el ser y el deber ser. En este contexto, la autotrascendencia está más allá del
placer. Según Frankl, en las situaciones de vacío existencial se busca poder y placeres
inmediatos (nihilismo, sociedad de consumo…) El postulado fundamental de la
logoterapia es que la vida tiene sentido en cualquier circunstancia. Hay una
“noodinámica” en la que los valores o sentidos atraen al ser humano, que debe ser
consciente de la jerarquía de los valores. Al igual que mantuvo Nietzsche, Frankl
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sostiene que la desesperación surge cuando nos enfrentamos al sufrimiento sin ningún
sentido
Mientras que el homo faber sólo se mueve entre el éxito o el fracaso, el homo patiens
se mueve en la desesperación y la plenitud. Todos debemos enfrentarnos al dolor
ineludible, a la culpa imborrable y a la muerte. Viviríamos una etapa de “madurez”
cuando se logra una mayor libertad interior frente al sufrimiento. Ser humano significa
la autotrascendencia más allá del ego y obedecer a la conciencia en cada situación. La
“voluntad de sentido” significa llegar a ser lo que individualmente se puede y debe ser.
Esta voluntad, según Frankl, se da incluso en las circunstancias más negativas. La vida
del ser humano que sufre no deja de tener sentido.
Más allá de la mera búsqueda de placer, la felicidad implica tener motivos para ser
felices: cuando encontramos sentido a la vida somos capaces de soportar el sufrimiento.
El sufrimiento por la falta de sentido no tiene que ser algo patológico porque puede
deberse al exceso de información, la competitividad, la productividad, la felicidad
obligada… No se trata de vivir sin tensiones, sino de luchar por una meta que merezca
la pena.
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M. Heidegger
Heidegger contrapone el “espíritu viviente” a los esquemas conceptualaes
dominantes en el pensamiento occidental. Así, no podemos hablar del “hombre” como
abstracción sino del existente o Dasein. El Dasein no se puede comprender con
esquemas metafísicos porque es el único que se plantea el sentido de las cosas (Ser y
Tiempo)
Para comprender al Dasein no empleamos conceptos, sino maneras de ser o
“existenciarios”.
El Dasein, como ser-en-el-mundo, es estar referido a cosas, personas.. donde la
existencia ya es trascendencia situada en el mundo. Estos objetos no son lo que
contempla cualquier teoría, sino útiles o herramientas, aunque cosas se dan ya
provistas de significados. El sentirse en el mundo es una primera comprensión; el
Dasein no es un espectador desinteresado.
Heidegger concibe al Dasein como un proyecto que no puede resolver porque es
finitud. La apertura al mundo no nos pertenece, estamos “arrojados” a ella, por tanto,
no la elegimos. La precomprensión del mundo se da a través de las creencias,
prejuicios…, que pueden marcar una existencia inauténtica. La existencia inauténtica
es caer en el “Se” o las opiniones comunes que se comparten sólo porque son
comunes. Para Heidegger, la existencia es siempre, originariamente, inauténtica y el
Dasein es posibilidad que puede elegirse o perderse.
El Dasein inauténtico es incapaz de abrirse verdaderamente a las cosas. La
autenticidad es apropiación desde la finitud, frente a la inautenticidad del “Se”, que
nunca es verdadero proyecto porque nunca es elegido. La muerte, según Heidegger, es
la posibilidad más propia del Dasein porque afecta a su esencia como proyecto. Así, la
muerte debe ser asumida de un modo auténtico y reconocida como la posibilidad más
propia. Heidegger denomina “voz de la conciencia” a la anticipación de la muerte en la
existencia auténtica.
Frente a la “culpa” de la existencia cotidiana, la “voz de la conciencia” nos hace salir
del anonimato del “Se” para decidir y abrir un futuro propio más allá de la
inautenticidad.
Según Heidegger, la ciencia sólo se ocupa del ente, pero la nada no se da a nivel del
conocimiento racional, sino del “emocional” en la angustia. La angustia no es miedo,
sino una “disposición” fundamental del Dasein: extrañeza porque sentimos que no
somos entes. Así, la angustia nos sitúa frente a la existencia y ante nuestra
trascendencia. En este sentido, el Dasein no tiene propiedades porque es apertura
histórica.
En su historia, la metafísica, sobre todo desde Descartes como objetividad del ente
desde el sujeto, ha culminado en la organización total realizada por la técnica. Por
tanto, ya no queda nada de la pregunta por el ser, en un mundo, donde sólo se dan los
entes. El ser del ente es, exclusivamente, el ser impuesto por la voluntad del hombre
productor y organizador que acaba cosificándose y trivializándose. En el sistema de la
organización total, realizada por el sujeto, todo ocupa un lugar definido que coincide
con la función instrumental. De esta forma, la mentalidad del “Se” se convierte en el
único conocimiento adecuado. Si, para Nietzsche, el sujeto estaba formado por
estratos, pulsiones, fuerzas inconscientes, para Heidegger, es la pertenencia al mundo
histórico-social.
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Ante el mundo tecnológico, Heidegger mantiene la necesidad de desasirnos de las
cosas en una actitud de serenidad y apertura al misterio. El mundo tecnológico pone al
ser humano bajo el dominio de la disponibilidad calculadora, desviándolo hacia las
cosas y haciéndolo incapaz de encontrarse a sí mismo. La serenidad implica la
comprensión de la vida humana desde su finitud e historicidad donde la tecnología
moldea la vida humana. La sensación de vacío, hastío, viene dada por el estar imbuidos
en el mundo técnico, por ejemplo, en el afán de novedades, cuando lo importante es el
tiempo vivido, no cronológico, que no puede ser absorbido por las cosas: vivir el tiempo
como búsqued de autenticidad.
Heidegger califica como “caída” vivir en el anonimato, las novedades, las
habladurías, irresponsables ante un destino que nunca se asume como propio (“ ser
perdidos en la publicidad del Se”) Ante esta “hybris” en la que el ser humano ha
quedado reducido a ente, nos queda pensar poéticamente la realidad porque nunca está
resuelta o acabada; reconocernos en lo indisponible o lo infundado.
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