Economía Ensayo
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Economía Ensayo
Derecho Constitucional
Índice
Portada institucional……………………………………………………………………1
Índice ……………………………………………………………………………………2
Introducción …………………………………………………………………………….3
Soberanía ……………………………………………………………………………….4
La historicidad como método de análisis de la soberanía………………………….4
Origen…………………………………………………………………………………….8
Dónde reside…………………………………………………………………………….9
Como surgió el concepto ……………………………………………………………..10
Definición de soberanía ……………………………………………………………….11
Aspectos de la soberanía ……………………………………………………………..12
Tipos de soberanía ……………………………………………………………………..12
Función moderna de la soberanía …………………………………………………….13
Titular de la soberanía ………………………………………………………………….13
Mexico un país soberano
……………………………………………………………….17
Necesidad del estudio histórico de la soberanía y periodizacion del mismo………
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Elementos de la constitución histórica de la soberanía: caras interna y externa …
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Introducción
Soberanía
De hecho, en una observación primeriza lo único que puede verse con nitidez es
que se trata de un concepto controvertido, quizá el más controvertido entre los
muchos conceptos controvertidos que pueblan el ordenamiento internacional
contemporáneo. ¿A qué se debe esta indefinición? Como herramienta social, la
soberanía está condicionada por su uso, y éste, tal y como se desprende del
contenido de un amplio abanico de documentos, declaraciones y conductas, suele
ser errático y difuso.
Ello ocurre, fundamentalmente, porque la soberanía es utilizada para defender
intereses particulares y concretos. No hay que olvidar que quienes la detentan, los
Estados, siguen haciendo de ella un instrumento directo de poder, un recurso que,
más allá del reconocimiento general de su naturaleza y funciones normativas, se
ejecuta, en demasiadas ocasiones, con la intención exclusivista de evitar críticas o
justificar violaciones del orden internacional. La soberanía, recuerda Koskenniemi,
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Previéndolas, los actores jurídicos adulteran los significados de las palabras, les
dan sentido a conveniencia, aviniéndose a admitir, por lo general, un único límite
para semejante proceder: la obligatoria juridicidad de la norma. Este
comportamiento tiene especial incidencia en el Derecho internacional, parcela en
la que la palabra soberanía nunca ha sido un vocablo inocente. No lo ha sido
porque, como antes he señalado, los Estados se valen de ella, de la plena
independencia a la que hace directa referencia, para generar y vivir conductas y
modelos normativos apegados a sus intereses políticos concretos. Y es que, por
encima de cualquier otro significado, la soberanía tiene para los Estados una
equivalencia esencial: el reconocimiento de esa tan absoluta independencia y su
justificación.
Agarrados a él, los Estados suelen deslizar la palabra soberanía en discursos
ambivalentes o esquivos, condiciones que terminan tiñendo con su condición
maleable a la propia soberanía. Fernández de Casadevante alude a esta relación
de impregnación cuando señala que el lenguaje es un instrumento de la
soberanía, una herramienta a través de la cual los Estados plasman su voluntad.'
Y la práctica lo confirma: revela que los Estados sienten apego por las
interpretaciones divergentes, y muestra, asimismo, que, aunque los términos de
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un tratado hayan sido redactados con la claridad de un sol sahariano, los Estados
suelen apurar la semántica con el fin de conservar en sus manos el máximo grado
de discrecionalidad posible. Esta hermenéutica sesgada se convierte en un
verdadero peligro cuando la interpretación entra en colisión directa con normas
internacionales. El Estado, observa Fernández de Casadevante, llega a utilizar el
lenguaje como herramienta para construir formulaciones y categorías destinadas a
brindar cobertura jurídica a conductas contrarias al derecho internacional.
La soberanía busca justificar el poder estatal. En buena lógica, debería alcanzar
este objetivo adecuándose a los mandatos del ordenamiento que la reconoce.
Empero, los Estados tienden a hacer de ella un faustrecht, esgrimiendo antes su
fuerza como legitimidad que la legitimidad como su fuerza. Así velada, la
soberanía vela, no pocas veces, aspectos básicos del orden internacional. Los
ejemplos son muchos y conocidos, pese a lo cual no está de más recordar
algunos: desde el fin de la Guerra Fría, Estados Unidos ha blandido su derecho a
la legítima defensa casi a conveniencia, alterando peligrosamente la identidad de
lo que no es norma sino excepción; Chile esgrimió una interpretación
tradicionalista de sus derechos soberanos cuando, en 1998, reclamó una
jurisdicción que nunca antes había ejercido para conseguir el retorno del senador
Pinochet y asegurarle una impunidad que, según convinieron los distintos
tribunales europeos que trataron el caso, dicho senador ya no tenía bajo el
derecho internacional; y lo hizo, también, la junta militar argentina presidida por el
general Videla, al declarar, en el año 1978, insanablemente nulo el laudo de Su
Majestad Británica sobre el Canal Beagle.
Con igual apoyo en el aserto de Popper, lo segundo que hay que tener en cuenta
al analizar la soberanía es que ésta se desenvuelve sobre un sustrato material
determinado.
Las líneas de puntos que marcan los perfiles del Estado y de la soberanía siguen
coordenadas históricas, cuyas mutaciones alteran el esquema del concepto al
punto de difuminar muchos de los trazos de los que depende su capacidad
explicativa. Como observa Koskennieme, la soberanía no regula bien ni articula
correctamente las distintas interdependencias que se dibujan en el mundo actual,
sean económicas, medioambientales, ideológicas o tecnológicas, puesto que
contiene una descripción errónea de lo que son las relaciones humanas en el
mundo; ni tampoco logra dar respuesta, arguye este autor, a cuestiones que el
momento torna esenciales, como el cambio climático, los problemas que trae el
libre comercio o los derechos humanos." Pese que, con el denuedo que siempre
han puesto en el empeño, los Estados siguen intentando que la soberanía
mantenga un valor constante y cercano a lo absoluto, su funcionalidad normativa y
material no hace más que debilitarse. De esta manera, se pierden, como subraya
Koskennieme, muchos de los significados normativos y descriptivos que
acompañan a la palabra.
Origen
¿Donde reside?
Definición de soberanía
El autor Heller lo define como algo que está en la capacidad, tanto jurídica como
real, De poder decidir de manera definitiva y eficaz en todos los conflictos que ser
en la unidad de la cooperación social-territorial, incluso en caso de ser requerido
Contra el derecho positivo, y además de imponer la decisión a todos, no sólo los
miembros del Estado, sino en principio a todos los habitantes del territorio.
Por lo estipulado en el artículo 133, se considera que el Estado mexicano es
soberano; Así desde el momento en que gracias ese precepto, existe una primacía
del derecho nacional sobre el internacional.
Las personas que apenas están comenzando a estudiar la ciencia del derecho, De
todas las opiniones que en relación con la palabra soberanía existe, si lograr
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entender y adoptar de manera provisional dos o tres ideas que pudieran ser
calificadas de elementales, estaríamos entregadas posibilidades de entenderlo
para los efectos de nuestra constitución mexicana; son las siguientes: un
Soberano, no importa si es el pueblo, un monarca, una fracción revolucionaria,
una asamblea constituyente o una carta fundamental, es todo aquel que conforme
al derecho es supremo en lo interior e independiente en lo exterior. Desde el punto
de vista teórico, esto es el concepto.
Aspectos de la soberanía
Tipos de soberanía
Existen diversos tipos de soberanía, dependiendo del aspecto del poder político
que se trate, por ejemplo:
Titular de la soberanía
Luego, el mismo autor nos dice que: “ el pueblo, a su vez, titular, originario de la
soberanía, subsumió en la Constitución su propio poder soberano”.
En el caso de México, desde el punto de vista histórico, no ha sido otorgado ese
presupuesto estadounidense, en relación con el titular temporal de la soberanía;
los hechos demuestran que el fenómeno se dio de otra manera; en el sistema
político mexicano la soberanía forma y material ha sido asumida, usurpada y
ejercido de manera ordinaria por una facción armada, triunfante, la cual ha
impuesto a un constituyente, un criterio de organización que previamente ella ha
fijado; las cúpulas de las facciones vencedoras han sido las que han determinado
las formas de Estado y gobierno que deben adoptar e instrumentar sus asambleas
constituyentes que eufemísticamente se han denominado soberanas. Para poder
sostener que nuestro pueblo ha depositado en forma transitoria su soberanía en
las asambleas, sería pasar por alto nuestra realidad?. Es admisible la idea, sólo en
el sentido de qué se tomó los revolucionarios o facciones triunfantes como
intérpretes auténticos del sentir popular o representantes de aquellos quienes han
dominado por las armas.
Antes de analizar la soberanía desde una óptica sincrónica, de echar una mirada a
las influencias y factores determinantes que explican su conformación actual, es
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necesario estudiar las principales influencias y los factores determinantes que han
incidido en ella a lo largo de la historia, las constantes y cambios que la han
impulsado, junto a las racionalidades y doctrinas que la han ido nutriendo. ¿Por
qué es importante recurrir al pasado?, Georg Sorensen nos brinda una buena
justificación: “La Historia es importante por una razón sencilla: tenemos que tener
alguna noción de lo que existió antes con el fin de evaluar con exactitud el cambio
que ha tenido lugar”. Conocer el pasado es la mejor forma de entender el
presente. Además, hay otra razón importante: la Historia no sólo sirve para
explicar el Derecho, se confunde con él. Enseñar Historia, dijo Foucault, es
enseñar Derecho. Aquélla forma parte de lo normativo como precursora,
componente y discurso. Las causas históricas de una génesis normativa, las
costumbres que se van convirtiendo en jurídicas o el relato historiográfico que
transporta y es, al mismo tiempo, una realidad prescriptiva, reflejan esta íntima e
insoslayable conexión.
Esas dos razones avalan un mínimo estudio de la etapa preestatal. Tras llevarlo a
cabo, deberemos abrir la segunda etapa de esta diacronía, aquella que empieza
en el año 1648, fecha en la que la soberanía, como reflejo de la conformación de
un poder único dentro de un territorio específico y en cuanto extensión de la
independencia e igualdad de los Estados de Europa Occidental, va a convertirse
en la base de un nuevo modelo de relaciones interestatales. En la etapa
soberanista se dibujan las líneas evolutivas que llevarán a la soberanía a una
difusión y universalización raras veces alcanzadas a lo largo de la
Historia.
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La aparición del Estado, precisa Hinsley, no obstante ser una condición necesaria
para el surgimiento de la soberanía, no debe ser considerada como una condición
suficiente. A ella, reflejo de un poder organizado de forma muy concreta, debe
añadírsele, subraya este autor, la existencia de una comunidad determinada,
unida e integrada, con la que el poder estatal debe mantener una íntima y
recíproca conexión.
Estos dos requisitos constitutivos se conformaron en el estadio inicial de la
soberanía, cuando ésta comenzó a actuar como factor unificador, ad intra,
utilizada por un poder que se fue tornando en el dominador exclusivo de un
territorio específico. Georg
Serensen sintetiza los dos requisitos de Hinsley en una primera condición objetiva:
la existencia de Estados dotados de un territorio delimitado, una población estable
y un gobierno. Habiendo Estados, entes en inherente posesión de estos tres
elementos, existe soberanía. Pero, desde el punto de vista internacionalista, con
esta primera condición no es suficiente. Desde dicha óptica resulta imprescindible
tener en cuenta, además, otro requisito, marcado por Georg Sorensen como
segunda condición objetiva de la existencia de la soberanía. Dicha condición,
argumenta este autor, es la independencia, entendida como la garantía de una
igual condición para todos los Estados verificable más allá de cualquier diferencia
material. Soberanía, ad extra, significa independencia e implica igualdad. Sin el
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Bibliografía