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Elena garro:
la mujer desdichada
felipe sánchez reyes | maestro en letras, unam
Resumen
En este artículo abordaré a cuatro doncellas de tres obras (teatro, novela y cuento) de
Elena Garro, para demostrar qué es una mujer desgraciada en la década de los veinte.
Las cuatro chicas tienen entre doce y catorce años, excepto Isabel, que tiene veinte; son
vírgenes: unas pertenecen a la clase rural y otras a situación acomodada. Para demos-
trarlo, lo he dividido en dos fases, que reflejan las razones por las cuales la mujer resulta
desdichada, tal como lo manifiesta la cita de la Garro y como lo refleja el título de este
artículo. Unas, por la violación física y el deshonor familiar y social (Úrsula y Antonia); y
otras por su amor desdichado y no correspondido (Severina e Isabel).
Abstract
In this article I will address four maidens of three works (theater, novel and short story)
by Elena Garro, to demonstrate what a wretched woman is in the twenties. The four
girls are between twelve and fourteen years old, except Isabel, who is twenty; they are
virgins: some belong to the rural class and others to a comfortable situation. To prove it,
I have divided it into two phases, which reflect the reasons why women are miserable,
as stated by Garro’s appointment and as reflected in the title of this article. Some, for
physical rape and family and social dishonor (Úrsula and Antonia); and others for their
unhappy and unrequited love (Severina and Isabel).
Palabras clave: Elena Garro, Los recuerdos del porvenir, “Los perros”, “El anillo”, mu-
jer desdichada, amor no correspondido.
Para citar este artículo: Sánchez Reyes, Felipe, “Elena Garro: la mujer desdichada”,
en Tema y Variaciones de Literatura, núm. 52, semestre I, enero-junio de 2019, uam-
Azcapotzalco, pp. 187-204.
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A
unque sus sacerdotisas inician a novios y novias en los secretos del le-
cho, Deméter carece de esposo, pues tiene con su hermano Zeus a su
hija Coré, fuera del matrimonio. Coré-Perséfone, la niña virgen, juega
con sus amigas en la pradera, corta flores y ve un bello narciso. Mas cuan-
do corre a cortarlo, la tierra se abre, se traga a los animales que pacen y apa-
rece un carro tirado por caballos negros. El rostro del conductor adulto es
invisible, pero con el brazo derecho abraza fuertemente a Coré, que llora y
lanza un grito desgarrador, mientras el otro se hunde en la grieta y se la lleva
a su morada. Su madre Deméter, diosa de frutos y granos, oye su grito, deja el
Olimpo, desciende a buscarla, toda abatida
Durante nueve días y noches, la madre vaga llorando a su hija raptada, sin
comer ni beber. La llama inútilmente, sin encontrarla, ni al raptor. Hasta que, en
el décimo día, Helios le revela el nombre del ladrón: Hades, tío enamorado de
Coré-Perséfone, rey del Inframundo. Ella monta en cólera, rehúye volver con los
dioses hasta hallarla y, en castigo, vuelve a la tierra estéril, provoca hambruna
y epidemias a los mortales. Entonces, Zeus interviene ante su hermano Hades
para que la devuelva a su madre Deméter, mas éste se niega. Finalmente, como
la niña virgen se come siete granos de granada en el Hades, acuerdan: la niña
vivirá con su madre nueve meses del año, en primavera, y los restantes tres me-
ses con su esposo Hades, como Reina del Tártaro, en el invierno. Así lo narran
Grimal y Graves1.
Más tarde Helena de Esparta, conocida como Helena de Troya –con sus diez
años de edad danza en el santuario de Artemis Ortia de Esparta– también es
raptada por Teseo –de cincuenta años– y su amigo Pirítoo. Cuando ella tiene 14
años, su padre la casa con Menelao, porque las jóvenes contraen matrimonio
hacia los 13 y 14 años.
Estos secuestros de las doncellas por adultos, se repiten más tarde entre
los latinos, pero ahora por varios agresores en el famoso rapto de las Sabinas.
Cuenta Plutarco en sus Vidas paralelas2 que en agosto, cuarto mes de la fun-
dación de Roma, Rómulo, al ver que su ciudad, recién creada, se llena de co-
lonos varones y carece de mujeres, pone sus ojos en las hijas doncellas de los
sabinos que habitan la vecina colina del Quirinal. Piensa en raptarlas para con-
seguir esposas y fundir las familias de ambos pueblos.
Para secuestrarlas, finge el descubrimiento de un ara de Conso (dios del
buen consejo) o de Posidón, escondido bajo tierra. Invita a sabinos y albanos a
1
Pierre Grimal, Dictionnaire de la Mythologie Grecque et Romaine, pp. 119-121, y Robert Gra-
ves, Los mitos griegos, pp. 106-115.
2
Plutarco, Vidas paralelas, pp. 84-88.
la celebración, “se congregan en el Gran Circo, valle formado por una especie
de teatro natural entre el Palatino y el Aventino, que ofrece una pista apropiada
para las carreras de caballo”3. Organiza una gran fiesta con carreras de carros y
banquetes, que él preside vestido de púrpura: la señal para el ataque es que él
levante la capa, la abra y se cubra de nuevo con ella. Cuando Rómulo observa
que los sabinos se encuentran vencidos por el vino, da la señal. Sus legionarios
atacan con armas a guerreros y padres invitados, los expulsan de Roma y rap-
tan a 30 mujeres sabinas: 29 vírgenes y la casada, Hersilia.
Los romanos siempre pensaron en la historia de las Sabinas, como “una
conquista por medios violentos que acababa en amor”4 por la rutina. Aún hoy
se conserva, en el rito católico, la costumbre de que la novia no atraviese por
su propio pie el umbral de la casa del cónyuge, sino cargada entre los brazos
de él, para recordar que en su origen ellas fueron raptadas por la fuerza y no
entraron por su propio pie. Los romanos cultivan el matrimonio con mujeres-
niña de doce años y madres llorosas, afligidas.
Afirma Pierre Grimal que “la víspera de su boda, le cubren el rostro con una
túnica blanca (el velo la protege contra las miradas de envidia y celos) y con un
cinturón que ciñe la túnica, anudado a la cintura, y que sólo al día siguiente
el joven marido desataría”5. En la noche de bodas, la novia no abandona la
casa de sus padres, sino que finge desesperación, intenta encontrar refugio
en brazos de su madre. Pero tres invitados, amigos de ella, la arrancan de allí,
pese a su feroz resistencia, y la conducen en cortejo a casa del marido donde
la entregan al raptor.
Antes de ingresar la novia a la nueva casa, se detiene para ofrecer sus ple-
garias a las divinidades del umbral. Después, levantada por los brazos vigoro-
sos de los jóvenes del cortejo o por el esposo, franquea el umbral. Entre los
romanos existe el matrimonio per usum, “se estimaba que la unión de hombre
y mujer, si se había prolongado durante un año, se consideraba matrimonio
legítimo, era una manera de legalizar la unión”6.
La situación dolorosa de la madre Deméter y su niña de doce años, Coré-
Perséfone, la túnica blanca que cubre el rostro (aquí es el sarape “con que te
van a envolver!... Para atajarte los gritos.” […] “Jerónimo trae su desdicha adentro
de los sarapes, para que nunca más vuelvas a ser niña”7); y los “secuestradores
3
Pierre Grimal, El amor en la Roma antigua, p. 34.
4
Ibid., p. 35.
5
Ibid., p. 79.
6
Ibid., p. 84.
7
Elena Garro, “Los perros”, pp. 21-22.
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elena garro: la mujer desdichada
romanos”, amigos del cortejo de la novia (aquí son del novio y las raptan a
caballo o a pie) y los raptores que roban a pie a la niña de doce años de edad,
luego la entregan en obsequio a su esposo-raptor adulto y efectúan el matri-
monio per usum (aquí evitan el matrimonio), también se repite en la provincia
mexicana de la década de los veinte, durante la guerra cristera.
Así lo refleja la novela de Elena Garro (1916-1998), Los recuerdos del por-
venir, en la cual los militares del general Francisco Rosas raptan a su paso –de
noche o de día– a las doncellas de cualquier estrato social y las convierten en
sus queridas: las gemelas norteñas, Rosa y Rafaela; las citadinas Julia y Luisa; y
la rubia costeña Antonia. Estas raptadas viven con el temor a flor de piel, con
el miedo del sonido de una puerta que se abre y que les recuerda el momento
de su secuestro. Ellas no aman a sus secuestradores, los rechazan de sus lechos
y de su cuerpo, tampoco desean engendrar hijos de ellos.
Por esta razón, en este texto abordaré a cuatro doncellas de tres obras
(teatro, novela y cuento) de Elena Garro. Las cuatro chicas son vírgenes, unas
pertenecen a la clase rural y otras a situación acomodada, cuya edad oscila
entre los doce y catorce años, excepto Isabel que tiene veinte. Si de niñas son
mimadas en su seno familiar, inexpertas ante la vida y desconocen la maldad
de los hombres, luego llevan una vida desdichada. No porque ellas la hayan de-
seado o elegido su propio destino, sino porque los adultos las secuestraron en
su etapa púber, las poseyeron con violencia y las arrojaron desnudas a la calle.
Este texto lo he dividido en dos fases, que reflejan las razones por las cuales
la mujer de esa etapa histórica de nuestro país resulta desdichada, tal como lo
manifiesta la cita de la Garro y como lo refleja el título de este artículo. Unas,
por la violación física y el deshonor familiar y social (Úrsula y Antonia); y otras
por su amor desdichado y no correspondido (Severina e Isabel).
Ni la niña Úrsula ni los hombres de esta obra de Elena Garro que viven la
violencia de la guerra cristera, se expresan con cariño de sus madres. Como
Había hambre, había guerra y todo lo que hay en los pueblos chicos. Nosotros sólo
teníamos a mamá. […] vivíamos esperando que volviera Ella. Nos asomábamos a un
zaguán de lajas azules, muy lisas, para ver el puntito negro que formaba, de lejos, su
cuerpo. Se abría la gloria cuando lográbamos verla venir, volvía Mamá, estaba con no-
sotros, tornábamos a la vida. No nos hacía cariños, no nos besaba: con sus manos
nos acercaba a su corazón.
8
Nellie Campobello, Las manos de mamá, p. 174.
9
Elena Garro, “Los perros”, p. 20.
10
Ibid., p. 20.
11
Cooper, J. C., Diccionario de símbolos, p. 144.
variaciones ¶ 191
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Ahí estás, flaca y sin crecer, ¡escamoteando a la hermosura! mirando cómo el sol se
acuesta y se levanta, sin acordarse de ti ni de las gracias que te debe. […]. No es a
ti a quien mira Jerónimo. No estás en edad de merecer. ¿Quién ha de fijarse en ti
si todavía no has crecido? Ha de querer que le lleves recado a alguna de las mucha-
chas ¡Tantas que hay, todas frondosas!13
Jerónimo te va a robar esta noche. […] dijo: “me gusta la mujer tiernita, no me gustan
las macizas”. Te quiere para mujer […] para que te quite la inocencia. […] Es peor que
arrancarle la piel a un niño. […] Quiere dejarte en carne viva para que luego cualquier
brisa te lastime, para que dejes tu rastro de sangre por donde pases para que todos te
señalen como la sin piel, la desgraciada, la que no puede acercarse al agua, ni dormir
en paz con ningún hombre […] para que nunca más vuelvas a ser niña ni a gozar del
agua y de la fruta.14
¿Sabes lo que es la mujer desgraciada? […] La que tú vas a ser después de esta noche.
La mujer apartada, la que avergüenza al hombre, la que carga las piedras, la que
12
Elena Garro, “Los perros”, p. 20.
13
Ibid., p. 20.
14
Ibid., pp. 21-22.
apaga la lumbre en la cocina con sus lágrimas. […] Sí, tu mamá. ¡Bien fregada! no
le quedan más que las piedras y las hambres. Del gozo nada le toca y ningún hom-
bre la teme.15
15
Ibid., p. 22.
16
Ibid., p. 23.
17
Ibid.
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como sucede con la madre de Manuela. La niña Úrsula, como su madre Ma-
nuela y su abuela lo padecieron, también es violada por un adulto, lo cual
confirma la aseveración de Manuela: “¡Así será la suerte de la mujer por estas
tierras de Dios!”18
Su madre no sólo es raptada, golpeada y abandonada, sino también usada,
como la conciben los romanos, “su función esencial es la fecundidad”. Es decir,
fecundar hijos que ella no desea: “dos murieron recién pariditos, sólo Úrsula
vive, salió más recia y ojalá que dios le depare otra suerte que la mía19. A su
hija la mantiene con su propio trabajo, porque huyó del agresor. Madre e hija
reflejan el ciclo de vida de la mujer en el mundo rural, donde sólo disfrutan por
poco tiempo el seno materno, porque después, fuera de casa, las espera el
maltrato y sufrimiento.
¿Por qué los adultos roban a las púberes? Por cinco razones. Primera, por-
que los hijos repiten la historia de sus padres: ausencia de caricias e historia
de violaciones:
18
Ibid.
19
Ibid.
20
Gérard Leleu, Las caricias, p. 47.
21
Ibid., p. 82.
desprecia a la mujer, a la que considera un ser inferior, débil y frágil, que sólo sir-
ve para ser violada […], porque ha idolatrado a su madre el macho envilece a las
mujeres. El fundamento del machismo radica en el complejo de madre-puta. […] el
macho distinguirá dos clases de mujeres: la mujer puta, sexuada, deseable, que es
consumible; y la mujer-madre, asexuada, tabú que inhibe su sexualidad puesto que
es maternal, sensible y acariciadora.22
¿O quieres que Jerónimo te doble el espinazo con la carga de sus pecados? […]. –Tie-
ne los cabellos y las piernas manchadas de sangre. […] –Tengo la barriga acuchillada.
[…] –Sí niña, este hombre te pegó con su machete. […] Entonces se compró una
22
Ibid., p. 36.
23
Elena Garro, “Los perros”, p. 22.
24
Ibid., pp. 20-21.
25
Ibid., p. 22.
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La púber Antonia (12 años). El trauma psicológico del rapto en Los recuer-
dos (1963)
En esta novela la autora narra la vida del pueblo de Ixtepec, con sus habitantes
indígenas, campesinos y clase media, que ya están muertos al comenzar la
historia: el pueblo “Ixtepec es relatador sensible”27; y la divide en dos partes.
En la primera, relata el amorío del general Rosas y coroneles con sus queridas.
Destaca la pasión del atormentado Francisco Rosas por su querida Julia, rap-
tada en la ciudad, que no lo quiere, así como la llegada y asesinato de Felipe
Hurtado y su amada Julia.
Y en la segunda parte, el general Rosas, por un lado, combate la lucha
cristera (1926-1929) en la que participan los hermanos de Isabel, a quienes
asesina y convierte en los mártires de Ixtepec. Y por el otro, es amado obse-
sivamente por Isabel, a quien desprecia, la cual se convierte en piedra por su
amor enfermizo.
En el caso de Manuela, su secuestro y pasado le presagia a su hija Úrsula
una vida desdichada y deshonor para ella y su familia, como ella misma lo re-
conoce y lo narra su sobrino Javier. Y en el caso de la púber Antonia, costeña
rubia y melancólica que extraña la brisa del mar, “es una niña” y la más joven de
todas las queridas raptadas por los coroneles del general Rosas, la autora sólo
se concentra en el presente de ella: el trauma psicológico de temor y llanto,
como consecuencia del rapto, que también Úrsula vivirá más tarde. Antonia
lleva con el coronel Corona cinco meses de raptada, tiempo en que su padre, el
gachupín Paredes, como las madres de Manuela y de Coré, la busca y la llora.
Dentro del trauma psicológico de este personaje, la autora nos muestra dos
fases. La primera, el llanto de Antonia que “llegaba a la serenata, pálida y asus-
tada del brazo del coronel Corona”28, porque durante las noches le gustaba
llorar, se revolvía en la cama sudando y padecía terrores. Y la segunda, afloran
sus temores del rapto que revive en su mente cuando Luisa, la otra querida que
comparte su mismo destino con los coroneles, llama a su puerta y “se tapa la
boca para sofocar el grito”. Porque “así llamaron a la puerta de su casa aque-
lla noche, abrió la puerta, vio unos ojos fulgurantes que le echaron una cobija
26
Ibid., p. 22.
27
Martha Robles, Escritoras en la cultura nacional, p. 129.
28
Elena Garro, Los recuerdos del porvenir, p. 41.
En los dos casos anteriores, Úrsula y Antonia son envueltas en sarape y secues-
tradas por sus raptores: en la primera, los amigos del secuestrador huyen a pie,
la entregan al destinatario, él se la lleva al monte y la viola; y en la segunda,
los aliados de él también la secuestran a caballo, y se la entregan envuelta a su
coronel en sarape al violador. Mientras que en estos dos restantes relatos, no
existe rapto, sino consentimiento de las enamoradas, Severina e Isabel. Pero,
para su desgracia, no son correspondidas, padecen mal de amores, se pierden
a sí mismas y a sus familias por pasión a sus hombres amantes: Adrián y el
general Rosas.
Camila, la narradora, de modo retrospectivo, confiesa ante el juez y la ta-
quígrafa la causa de dar muerte a Adrián, el amante de su hija mayor, antes de
ser encarcelada. Camila es madre de Severina que acuchilla a Adrián, el amante
de su hija mayor, un domingo de julio por la tarde en la boda de éste con su
prima Inés.
Estas son las causas del asesinato. Según Camila, Adrián le roba el anillo que
ella encontró en la calle y se lo regaló a su hija Severina que ahora adelgaza
y está desconocida; la madre considera que por medio del anillo él –hechicero
de mujeres– embruja y causa maleficio a su hija. Entonces ésta aborta el hijo de
29
Ibid., p. 43.
30
Ibid., p. 45.
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elena garro: la mujer desdichada
él, razón por la cual él decide casarse con su prima Inés y abandona su amorío
con la otra. Sin embargo, al final, descubrimos junto con su prima Inés que él la
ama a través de su secreto. Pues cose en su camisa, cerca de su corazón, el ani-
llo que ella le regaló, con las palabras grabadas: “Adrián y Severina gloriosos”31.
En este relato, los causantes de la desgracia amorosa de la hija son su madre
y el anillo detonante de la tragedia, porque la alianza “simboliza la aceptación,
la eternidad y continuidad de su amor. Cuando se otorga un anillo se trans-
fiere poder y se unen las personalidades”32, mientras que “perderlo significa
desgracia”33. En el relato no existe rapto ni violación. La enamorada acepta con
agrado el amorío con él, se deja arrebatar el anillo y consiente tener relacio-
nes sexuales ocultas, durante tres meses, sin informarle a su madre. Pues sabe
que él no se casará con ella por la situación económica diferente de ambos.
Este desconocimiento de Camila, madre sobreprotectora, origina que asesine a
Adrián, el amante de su hija, que caiga la desgracia sobre ella, su familia, y que
su hija le recrimina su muerte.
La hija Severina, primero, recibe en obsequio el anillo, una serpientita dora-
da, que su madre Camila se encuentra durante la lluvia –“vi brillar mi desgracia
en medio del agua”34–, antes de que llegue Adrián al pueblo. Luego, el 7 de
mayo, ante el intenso calor, manda a su hija Severina a comprar unos refrescos,
pero regresa con sus ojos tristes, la mano hinchada y sin el anillo. Pronto mani-
fiesta su mal de amores y empieza a secarse: “tu hija no tiene cura. No cuentes
más con ella”35. Por lo cual considera que él la embrujó con el anillo y exhibe
las consecuencias del acto sexual: “su mano –vientre– estaba hinchada y el ani-
llo no lo llevaba” –sin himen, desvirgada–“36.
Enseguida aparecen los indicios de su embarazo, “echó por la boca un ani-
mal tan grande como mi mano. El animal traía entre sus patas pedacitos de
su corazón”37; y del aborto efectuado por la comadrona: “Fulgencia no po-
día sacarle el mal –hijo–, hasta que llegara a su cabal tamaño. […] Anoche
Fulgencia le sacó el segundo animal con pedazos muy grandes de su corazón
(aborto)”38 y ella queda como muerta.
31
Elena Garro, “El anillo”, p. 121.
32
Cooper, Diccionario de símbolos, p. 18.
33
Biedermann Hans, Diccionario de símbolos, p. 36.
34
Elena Garro, “El anillo”, p. 113.
35
Ibid., p. 119.
36
Ibid., p. 116.
37
Ibid., p. 118.
38
Ibid., p. 119.
Después de que ella aborta, él, por despecho, se casa con su prima Inés,
pero el día de su boda la madre acude a reclamar al novio el anillo, causante de
la desdicha de su hija y de la discordia entre ambas. Cuando ve que éste se di-
rige a casa de ella, le entierra el cuchillo en el corazón, para evitar que él acabe
con su hija y la libre de la muerte, según ella.
Finalmente, como en la tragedia griega, se cumple el destino o la desgracia
de la madre sobreprotectora, anunciado al encontrar el anillo de oro –“vi brillar
mi desgracia en medio del agua”39. Asesina al novio de su niña por causa del
anillo y de su sobreprotección, y origina la desgracia familiar, así como el enojo
y la recriminación de ésta por haber matado a su amado: “–¿Por qué lo ma-
tó, mamá? Yo le rogué que no se casara con su prima Inés. Ahora el día que
yo muera, me voy a topar con su enojo por haberlo separado de ella. […]
¡Mamá, me dejó usted el camino solo!”40 Así, ella la reprende porque ya nadie
la querrá y vivirá sola, pues “Las plantas se secan por mucho sol y falta de riego.
Y las muchachas por estar hechas para alguien y quedarse sin nadie.”41
Aquí nuevamente observamos dos temas que le interesan a la autora y
que se relacionan con la mujer violada y la sexualidad. Uno, descubrimos que
Camila, madre de Severina, también repite la historia de Manuela: es una joven
violada, golpeada y mal casada, cuyo esposo, “como es debido cuando una es
mal casada, bebe, y cuando me ausento se dedica a golpear a mis muchachos
–él no es padre de ellos. Con mis hijos ya no se mete, están grandes y podrían
devolverle el golpe. En cambio con las niñas se desquita”42.
Y dos, la autora disfraza los temas de la sexualidad, como la virginidad, acto
sexual, embarazo y aborto, por medio de imágenes y no del lenguaje directo.
Para referirse a la virginidad y acto sexual emplea estas imágenes: “Sólo su
mano seguía hinchada –acto sexual–, porque Adrián le hinchó la mano para
quitarle el anillo (virginidad, himen)”, “tres meses robó Adrián el anillo ‘dora-
do’–virginidad, himen y acto sexual– de Severina”43.
Del embarazo y aborto manifiesta: “Severina ya empezaba a secarse. Pasó
el tiempo y seguía secándose –efectos del embarazo–; “su mano –vientre– es-
taba hinchada y el anillo no lo llevaba –pérdida del himen o desvirgada–”44;
echó por la boca un animal tan grande como mi mano –efectos del embarazo–.
39
Ibid., p. 113.
40
Ibid., p. 121.
41
Ibid., p. 120.
42
Ibid., p. 113.
43
Ibid., p. 116.
44
Ibid., p. 116.
variaciones ¶ 199
elena garro: la mujer desdichada
Isabel (20 años): con mi amor a solas en Los recuerdos del porvenir (1963)
Isabel, la bella flor de tez blanca que pertenece a una de las mejores familias
decentes de Ixtepec, está enamorada de su hermano Nicolás. Mientras que
Francisco Rojas, de Julia Andrade, la bella prostituta de lujo de la capital, su
querida que lo rechaza y él se apasiona más por ella –le llora, le ruega, la com-
place en todo. Tanto que al final de la primera parte de la novela, la mata junto
a su pareja Felipe Hurtado, el artista citadino. Entonces, la bella joven, virgen,
busca un nuevo hombre, diferente a sus hermanos, más varonil y agresivo: el
general Rosas.
enamoramiento
Isabel, desde su nacimiento representa y denuncia las noches llenas de “lu-
juria [de su madre]”46. Al principio, siente conmiseración por la soledad y aban-
dono de Rosas, que camina solo por las noches, al perder a su querida Julia.
Después, cuando se aparece en el baile, queda impresionada por su altura,
“silencioso, su sombrero tejano, las botas brillantes, el pantalón y la camisola
militar. […] –Venía seguido de su Estado Mayor. […] Con ellos entró a la fiesta
un aire de frescura, un olor a crema de afeitar, a loción y tabaco dulce”47.
Enseguida, cuando baila vestida de seda rojo –simboliza atracción, deseo
y pasión– y rizos negros con el general, posa arrobada “la mirada de Isabel
muy cerca de su pecho y se quedó absorta cuando Rosas la llevó a su lugar
45
Ibid., p. 119.
46
Elena Garro, Los recuerdos del porvenir, p. 239.
47
Ibid., p. 197.
–¿Vienes? Con esa palabra había llamado a medianoche el general Rosas a Isabel
y se fue con él en la oscuridad de los portales a su cuarto de hotel. […] Ella espera
muda, y de pie en medio del cuarto. –Desvístete, ordenó sin mirarla. Isabel obedeció
sin replicar y Rosas en la cama se encontró con un cuerpo extraño que le obedecía.49
Ella está enamorada y, como su vestido rojo, llena de pasión por él. Pero él,
primero, no se la lleva por amor, pues “ni siquiera sabía cómo era la joven que
caminaba junto a él a medianoche”50, sino para satisfacer su capricho, porque
“un capricho es una rosa que crece en lo muladares, la más preciosa, la más
inesperada”51. Segundo, para satisfacer su hombría: “¿Cómo era posible que una
joven decente [convertida en su querida] estuviera en su cama después de lo
que había ocurrido en su familia –él general mata a sus dos hermanos–?”52.
Tercero, para vengar los ultrajes sufridos y el rechazo por la sociedad “de-
cente” de Ixtepec que fue cómplice de Felipe Hurtado y de los cristeros su-
blevados (1926-1929). Y cuarto, con Isabel, su nueva querida y nuevo escán-
dalo, “Quería hacer saber que en Ixtepec sólo contaba la voluntad del general
Francisco Rosas. […] Ahora van a saber que lleno mi cama con lo que más les
duele”53, con la chica hermosa, decente y bien vista por las buenas familias a
la que pertenece, y que participa con sus hermanos en la lucha cristera.
rechazo
Después de que el general se lleva a Isabel por su propia voluntad, el amo-
río de ella se complica. Pues él, molesto y hastiado de ella, piensa decirle:
“Vete, vete a tu casa”54, y deshacerse de ella, por haber resultado fácil su con-
quista: “¿Cuál es mi culpa? ¿Haberte llamado esa noche en los portales? ¿Cómo
me arrepiento de haberte llamado esa noche? Tú ya te habías ofrecido. No me
digas que eres inocente. Sabías lo que querías y me trajiste a tus infiernos.”55
48
Ibid.
49
Ibid., pp. 239 y 146.
50
Ibid., p. 245.
51
Ibid., p. 234.
52
Ibid., p.151.
53
Ibid., p. 247.
54
Ibid., p. 246.
55
Ibid., p. 273.
variaciones ¶ 201
elena garro: la mujer desdichada
convertida en piedra
Después de que los militares entierran a los fusilados y regresan al pueblo
de Ixtepec, la vieja Gregoria le anuncia:
56
Ibid., p. 247.
57
Ibid., p. 251.
58
Ibid., p. 17.
59
Ibid., p. 251.
60
Ibid., p. 291.
61
Ibid., pp. 291 y 193.
62
Ibid., p. 15.
abajo. “–¡Aunque Dios me condene quiero ver a Francisco Rosas otra vez!”63 En
su carrera para encontrar a su amante, Isabel se pierde,
Gregoria la halló tirada muy abajo, convertida en una piedra maldita, y aterrada se
santiguó. […] Toda la noche la pasó Gregoria –como Sísifo– empujando cuesta arriba
para dejarla a los pies de la Virgen, al lado de otros pecadores que aquí yacen; hasta
acá la subió como testimonio de que el hombre ama sus pecados.
63
Ibid., p. 293.
64
Ibid., p. 295.
65
Robert Graves, op. cit., pp. 320-323, y Pierre Grimal, Dictionnaire de la Mythologie, p. 317.
variaciones ¶ 203
elena garro: la mujer desdichada
Segunda, una llora varios días por la muerte de sus hijos y la otra por la falta de
amor del general Rosas. Tercera, en su dolor ambas huyen al monte de Sípilo e
Ixtepec. Cuarta, ambas acuden ante un ser superior: una a su padre Tántalo y la
otra ante la Virgen. Y quinta, ambas, en castigo, son transformadas en rocas y
admiradas –una en el monte y la otra a los pies de la Virgen– por la población,
“como testimonio de que el hombre ama sus pecados”. Ahora sí ya “¿sabes lo
que es la mujer desgraciada: por el rapto o por amor?”
Fuentes