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va r i a c i o n e s

Elena garro:
la mujer desdichada
felipe sánchez reyes | maestro en letras, unam

Resumen
En este artículo abordaré a cuatro doncellas de tres obras (teatro, novela y cuento) de
Elena Garro, para demostrar qué es una mujer desgraciada en la década de los veinte.
Las cuatro chicas tienen entre doce y catorce años, excepto Isabel, que tiene veinte; son
vírgenes: unas pertenecen a la clase rural y otras a situación acomodada. Para demos-
trarlo, lo he dividido en dos fases, que reflejan las razones por las cuales la mujer resulta
desdichada, tal como lo manifiesta la cita de la Garro y como lo refleja el título de este
artículo. Unas, por la violación física y el deshonor familiar y social (Úrsula y Antonia); y
otras por su amor desdichado y no correspondido (Severina e Isabel).

Abstract
In this article I will address four maidens of three works (theater, novel and short story)
by Elena Garro, to demonstrate what a wretched woman is in the twenties. The four
girls are between twelve and fourteen years old, except Isabel, who is twenty; they are
virgins: some belong to the rural class and others to a comfortable situation. To prove it,
I have divided it into two phases, which reflect the reasons why women are miserable,
as stated by Garro’s appointment and as reflected in the title of this article. Some, for
physical rape and family and social dishonor (Úrsula and Antonia); and others for their
unhappy and unrequited love (Severina and Isabel).

Palabras clave: Elena Garro, Los recuerdos del porvenir, “Los perros”, “El anillo”, mu-
jer desdichada, amor no correspondido.

Key words: Elena Garro, unhappy woman, unrequited love.

Para citar este artículo: Sánchez Reyes, Felipe, “Elena Garro: la mujer desdichada”,
en Tema y Variaciones de Literatura, núm. 52, semestre I, enero-junio de 2019, uam-
Azcapotzalco, pp. 187-204.

187
elena garro: la mujer desdichada

A
unque sus sacerdotisas inician a novios y novias en los secretos del le-
cho, Deméter carece de esposo, pues tiene con su hermano Zeus a su
hija Coré, fuera del matrimonio. Coré-Perséfone, la niña virgen, juega
con sus amigas en la pradera, corta flores y ve un bello narciso. Mas cuan-
do corre a cortarlo, la tierra se abre, se traga a los animales que pacen y apa-
rece un carro tirado por caballos negros. El rostro del conductor adulto es
invisible, pero con el brazo derecho abraza fuertemente a Coré, que llora y
lanza un grito desgarrador, mientras el otro se hunde en la grieta y se la lleva
a su morada. Su madre Deméter, diosa de frutos y granos, oye su grito, deja el
Olimpo, desciende a buscarla, toda abatida
Durante nueve días y noches, la madre vaga llorando a su hija raptada, sin
comer ni beber. La llama inútilmente, sin encontrarla, ni al raptor. Hasta que, en
el décimo día, Helios le revela el nombre del ladrón: Hades, tío enamorado de
Coré-Perséfone, rey del Inframundo. Ella monta en cólera, rehúye volver con los
dioses hasta hallarla y, en castigo, vuelve a la tierra estéril, provoca hambruna
y epidemias a los mortales. Entonces, Zeus interviene ante su hermano Hades
para que la devuelva a su madre Deméter, mas éste se niega. Finalmente, como
la niña virgen se come siete granos de granada en el Hades, acuerdan: la niña
vivirá con su madre nueve meses del año, en primavera, y los restantes tres me-
ses con su esposo Hades, como Reina del Tártaro, en el invierno. Así lo narran
Grimal y Graves1.
Más tarde Helena de Esparta, conocida como Helena de Troya –con sus diez
años de edad danza en el santuario de Artemis Ortia de Esparta– también es
raptada por Teseo –de cincuenta años– y su amigo Pirítoo. Cuando ella tiene 14
años, su padre la casa con Menelao, porque las jóvenes contraen matrimonio
hacia los 13 y 14 años.
Estos secuestros de las doncellas por adultos, se repiten más tarde entre
los latinos, pero ahora por varios agresores en el famoso rapto de las Sabinas.
Cuenta Plutarco en sus Vidas paralelas2 que en agosto, cuarto mes de la fun-
dación de Roma, Rómulo, al ver que su ciudad, recién creada, se llena de co-
lonos varones y carece de mujeres, pone sus ojos en las hijas doncellas de los
sabinos que habitan la vecina colina del Quirinal. Piensa en raptarlas para con-
seguir esposas y fundir las familias de ambos pueblos.
Para secuestrarlas, finge el descubrimiento de un ara de Conso (dios del
buen consejo) o de Posidón, escondido bajo tierra. Invita a sabinos y albanos a

1
Pierre Grimal, Dictionnaire de la Mythologie Grecque et Romaine, pp. 119-121, y Robert Gra-
ves, Los mitos griegos, pp. 106-115.
2
Plutarco, Vidas paralelas, pp. 84-88.

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la celebración, “se congregan en el Gran Circo, valle formado por una especie
de teatro natural entre el Palatino y el Aventino, que ofrece una pista apropiada
para las carreras de caballo”3. Organiza una gran fiesta con carreras de carros y
banquetes, que él preside vestido de púrpura: la señal para el ataque es que él
levante la capa, la abra y se cubra de nuevo con ella. Cuando Rómulo observa
que los sabinos se encuentran vencidos por el vino, da la señal. Sus legionarios
atacan con armas a guerreros y padres invitados, los expulsan de Roma y rap-
tan a 30 mujeres sabinas: 29 vírgenes y la casada, Hersilia.
Los romanos siempre pensaron en la historia de las Sabinas, como “una
conquista por medios violentos que acababa en amor”4 por la rutina. Aún hoy
se conserva, en el rito católico, la costumbre de que la novia no atraviese por
su propio pie el umbral de la casa del cónyuge, sino cargada entre los brazos
de él, para recordar que en su origen ellas fueron raptadas por la fuerza y no
entraron por su propio pie. Los romanos cultivan el matrimonio con mujeres-
niña de doce años y madres llorosas, afligidas.
Afirma Pierre Grimal que “la víspera de su boda, le cubren el rostro con una
túnica blanca (el velo la protege contra las miradas de envidia y celos) y con un
cinturón que ciñe la túnica, anudado a la cintura, y que sólo al día siguiente
el joven marido desataría”5. En la noche de bodas, la novia no abandona la
casa de sus padres, sino que finge desesperación, intenta encontrar refugio
en brazos de su madre. Pero tres invitados, amigos de ella, la arrancan de allí,
pese a su feroz resistencia, y la conducen en cortejo a casa del marido donde
la entregan al raptor.
Antes de ingresar la novia a la nueva casa, se detiene para ofrecer sus ple-
garias a las divinidades del umbral. Después, levantada por los brazos vigoro-
sos de los jóvenes del cortejo o por el esposo, franquea el umbral. Entre los
romanos existe el matrimonio per usum, “se estimaba que la unión de hombre
y mujer, si se había prolongado durante un año, se consideraba matrimonio
legítimo, era una manera de legalizar la unión”6.
La situación dolorosa de la madre Deméter y su niña de doce años, Coré-
Perséfone, la túnica blanca que cubre el rostro (aquí es el sarape “con que te
van a envolver!... Para atajarte los gritos.” […] “Jerónimo trae su desdicha adentro
de los sarapes, para que nunca más vuelvas a ser niña”7); y los “secuestradores

3
Pierre Grimal, El amor en la Roma antigua, p. 34.
4
Ibid., p. 35.
5
Ibid., p. 79.
6
Ibid., p. 84.
7
Elena Garro, “Los perros”, pp. 21-22.

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elena garro: la mujer desdichada

romanos”, amigos del cortejo de la novia (aquí son del novio y las raptan a
caballo o a pie) y los raptores que roban a pie a la niña de doce años de edad,
luego la entregan en obsequio a su esposo-raptor adulto y efectúan el matri-
monio per usum (aquí evitan el matrimonio), también se repite en la provincia
mexicana de la década de los veinte, durante la guerra cristera.
Así lo refleja la novela de Elena Garro (1916-1998), Los recuerdos del por-
venir, en la cual los militares del general Francisco Rosas raptan a su paso –de
noche o de día– a las doncellas de cualquier estrato social y las convierten en
sus queridas: las gemelas norteñas, Rosa y Rafaela; las citadinas Julia y Luisa; y
la rubia costeña Antonia. Estas raptadas viven con el temor a flor de piel, con
el miedo del sonido de una puerta que se abre y que les recuerda el momento
de su secuestro. Ellas no aman a sus secuestradores, los rechazan de sus lechos
y de su cuerpo, tampoco desean engendrar hijos de ellos.
Por esta razón, en este texto abordaré a cuatro doncellas de tres obras
(teatro, novela y cuento) de Elena Garro. Las cuatro chicas son vírgenes, unas
pertenecen a la clase rural y otras a situación acomodada, cuya edad oscila
entre los doce y catorce años, excepto Isabel que tiene veinte. Si de niñas son
mimadas en su seno familiar, inexpertas ante la vida y desconocen la maldad
de los hombres, luego llevan una vida desdichada. No porque ellas la hayan de-
seado o elegido su propio destino, sino porque los adultos las secuestraron en
su etapa púber, las poseyeron con violencia y las arrojaron desnudas a la calle.
Este texto lo he dividido en dos fases, que reflejan las razones por las cuales
la mujer de esa etapa histórica de nuestro país resulta desdichada, tal como lo
manifiesta la cita de la Garro y como lo refleja el título de este artículo. Unas,
por la violación física y el deshonor familiar y social (Úrsula y Antonia); y otras
por su amor desdichado y no correspondido (Severina e Isabel).

Unas: las raptadas y violadas


“Te va a robar esta noche, para que nunca más vuelvas a ser niña ni a
gozar del agua y de la fruta.”

La púber Úrsula (12 años): el rapto y el deshonor en “Los perros” (1965)

Ni la niña Úrsula ni los hombres de esta obra de Elena Garro que viven la
violencia de la guerra cristera, se expresan con cariño de sus madres. Como

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sí lo realiza el personaje de Nellie Campobello8, durante la Revolución, en Las


manos de mamá:

Había hambre, había guerra y todo lo que hay en los pueblos chicos. Nosotros sólo
teníamos a mamá. […] vivíamos esperando que volviera Ella. Nos asomábamos a un
zaguán de lajas azules, muy lisas, para ver el puntito negro que formaba, de lejos, su
cuerpo. Se abría la gloria cuando lográbamos verla venir, volvía Mamá, estaba con no-
sotros, tornábamos a la vida. No nos hacía cariños, no nos besaba: con sus manos
nos acercaba a su corazón.

A diferencia de Nellie Campobello, que narra los recuerdos de su infancia


y de su madre en el pueblo de Durango, esta obra teatral de Elena Garro se
desarrolla en una cabaña pobre del campo (Iguala), durante la década de los
veinte. En la noche del 29 de septiembre, el pueblo se queda vacío, pues todos
los pobladores acuden al cerro, a la fiesta de San Miguel Arcángel. Las prota-
gonistas son Úrsula, hija secuestrada por el adulto Jerónimo, y Manuela, su
madre de cuarenta años. A través de ellas, la autora nos manifiesta la situación
o el ciclo de vida de la mujer en el campo, durante esa etapa funesta del país.
Después del resumen del cuento, pasemos al personaje.
Úrsula es una niña de doce años, que disfruta de los juegos infantiles y vive
bajo el ala protectora de su madre, Manuela, que así nos la describe: “¡Marima-
cha! […] Vienes descalza, desmechada, tus pies rajados […]. Trepada a los ár-
boles como un animal cualquiera; caminando corrales bien subidos; subiéndote
al guayabo; espantando perros y mirando cómo el sol se acuesta y se levanta.”9
Sin embargo, en la madre está presente la ambivalencia con respecto a su
hija. Pues quiere vestirla con la ropa que le regalaron, para que exalte las cur-
vas de su cuerpo de mujer: “un traje rosa de jovencita, unos zapatos negros
y unas medias negras”10, y convertir a su niña en una adolescente, exponiéndo-
la ante la mirada de los hombres. El traje rosa simboliza su infancia e inocencia,
lo femenino y las fantasías, el cariño y el amor, lo cursi y la protección, las falsas
ilusiones y la pérdida de contacto con la realidad. Las medias negras represen-
tan las zonas interiores y eróticas ocultas11, mientras que los zapatos negros
anticipan y exponen su dolor y mala suerte, su tristeza y soledad, sus lágrimas

8
Nellie Campobello, Las manos de mamá, p. 174.
9
Elena Garro, “Los perros”, p. 20.
10
Ibid., p. 20.
11
Cooper, J. C., Diccionario de símbolos, p. 144.

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elena garro: la mujer desdichada

y el duelo. Seguramente, por ello no acata la orden materna: planchar el traje,


colocarse las medias y los zapatos.
La madre está convencida de que su hija Úrsula posee el cuerpo de una ni-
ña. Por esa razón no le cree, como tampoco a ella de niña le creyó su madre,
cuando le informa las intenciones de Jerónimo: “Mamá, Jerónimo se me apa-
rece detrás de las piedras. Y si ahora en medio de la gente me pierdo de usted,
va a venir a decirme de cosas y mirarme con sus ojos borrachos.”12
Además considera que su hija no ha crecido lo suficiente, no es bella, ni
posee las curvas desarrolladas, para atraer las miradas de los hombres adultos:

Ahí estás, flaca y sin crecer, ¡escamoteando a la hermosura! mirando cómo el sol se
acuesta y se levanta, sin acordarse de ti ni de las gracias que te debe. […]. No es a
ti a quien mira Jerónimo. No estás en edad de merecer. ¿Quién ha de fijarse en ti
si todavía no has crecido? Ha de querer que le lleves recado a alguna de las mucha-
chas ¡Tantas que hay, todas frondosas!13

Ahora vayamos a la historia ancestral de las mujeres rurales mexicanas, al


círculo que se abre con su abuela, que padeció lo mismo que su hija, conti-
núa con su madre Manuela, con Úrsula y su progenie posterior. En ellas se
abre un círculo que no se cierra, sino que continúa abierto por la eternidad.
Mientras, por un lado, se efectúa el diálogo de Úrsula con su primo Javier, que
le anuncia las intenciones de Jerónimo para raptarla:

Jerónimo te va a robar esta noche. […] dijo: “me gusta la mujer tiernita, no me gustan
las macizas”. Te quiere para mujer […] para que te quite la inocencia. […] Es peor que
arrancarle la piel a un niño. […] Quiere dejarte en carne viva para que luego cualquier
brisa te lastime, para que dejes tu rastro de sangre por donde pases para que todos te
señalen como la sin piel, la desgraciada, la que no puede acercarse al agua, ni dormir
en paz con ningún hombre […] para que nunca más vuelvas a ser niña ni a gozar del
agua y de la fruta.14

Y cierra su primo Javier con la sentencia por la que atraviesan todas:

¿Sabes lo que es la mujer desgraciada? […] La que tú vas a ser después de esta noche.
La mujer apartada, la que avergüenza al hombre, la que carga las piedras, la que

12
Elena Garro, “Los perros”, p. 20.
13
Ibid., p. 20.
14
Ibid., pp. 21-22.

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apaga la lumbre en la cocina con sus lágrimas. […] Sí, tu mamá. ¡Bien fregada! no
le quedan más que las piedras y las hambres. Del gozo nada le toca y ningún hom-
bre la teme.15

Y por el otro, Manuela, su madre, como su hija Úrsula, se lo confirma cuan-


do le narra la historia de su vida en esa etapa. Es decir, nos anuncia las seis fa-
ses del rapto –similar a las del rapto-boda romano– que su hija va a padecer por
Jerónimo. Una, entran a su hogar, le envuelven la cabeza con sarape y la sacan
de su casa. Dos, saltan las cercas, la desatan y entregan a su raptor, “yo me fui,
subiendo el monte, con el hombre que me llevaba y al que nunca quise. […]
Rosales iba por delante, jalándome de la mano”16.
Tres, en el monte la golpea y viola en el suelo. Cuatro, su madre (como
Deméter a su hija Coré) la busca por siete años: “Cuando me halló estaba muy
vieja, con las ropas y los pies rajados de tanto andar. Ni lloramos, nada más nos
quedamos mirando, mientras tristes pensamientos se nos iban y venían ¡Así
será la suerte de la mujer, por estas tierras de Dios!”17 Cinco, la madre muere
ante la puerta de la casa de su hija. Y seis, ésta se queda sola.
Ésta es la historia de las mujeres en el campo –¿sólo de esa época?–, quie-
nes sufren a causa de la violencia de los adultos que, en lugar de seducir –no
secuestrar– a las adultas, raptan a las púberes. Madre e hija representan el ciclo
de la mujer violada: su cuerpo de púber es visto como recipiente del semen-
tal; sin placer sexual ni amor; maternidad frustrada porque ellas nunca lo de-
searon de sus violadores; y vejez, desdichada.
Úrsula, después de ser violada, tiene dos futuros: uno, repetir la vida de su
madre violada, golpeada y sin hogar, aborrecer a su violador y tener hijos
sin desearlos; y el otro, el de Camila, madre de Severina en El anillo, tener hi-
jos del violador, vivir con otro que no trabaja ni es el padre de los niños, tra-
bajar para alimentar a sus hijos y soportar que el otro, ante su vida desgraciada,
se emborrache, la insulte y la agreda.
A través de ambas nos muestra el peligro que corren las niñas, una vez que
cumplen los doce años y su cuerpo empieza a adquirir las formas curvilíneas,
aunque su mentalidad y juegos resulten infantiles. Nos expresa la desdicha e
historia ancestral de humillación que padecen las mujeres en todas las fases
de su vida: infancia llena de pobreza, pubertad violada, juventud abandonada,
maternidad desdichada y sin marido, vejez solitaria y muerte en la miseria,

15
Ibid., p. 22.
16
Ibid., p. 23.
17
Ibid.

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como sucede con la madre de Manuela. La niña Úrsula, como su madre Ma-
nuela y su abuela lo padecieron, también es violada por un adulto, lo cual
confirma la aseveración de Manuela: “¡Así será la suerte de la mujer por estas
tierras de Dios!”18
Su madre no sólo es raptada, golpeada y abandonada, sino también usada,
como la conciben los romanos, “su función esencial es la fecundidad”. Es decir,
fecundar hijos que ella no desea: “dos murieron recién pariditos, sólo Úrsula
vive, salió más recia y ojalá que dios le depare otra suerte que la mía19. A su
hija la mantiene con su propio trabajo, porque huyó del agresor. Madre e hija
reflejan el ciclo de vida de la mujer en el mundo rural, donde sólo disfrutan por
poco tiempo el seno materno, porque después, fuera de casa, las espera el
maltrato y sufrimiento.
¿Por qué los adultos roban a las púberes? Por cinco razones. Primera, por-
que los hijos repiten la historia de sus padres: ausencia de caricias e historia
de violaciones:

el niño lastimado es inseguro por la ausencia de caricias –físicas y espirituales–, signo


de afecto que confiere tanto seguridad, como un caparazón a fin de no sufrir dema-
siado. Ese tipo duro no soportará las caricias y será incapaz de mostrarse cariñoso
o de aceptar la ternura del otro. En sus relaciones con los demás son groseros; no
verbalizan sus emociones; taciturnos, rehúyen el diálogo; inhábiles y esforzados, se
hacen un lío con los más sencillos gestos de afecto.20

Segunda, porque carecieron de afecto y de imagen materna en su infancia:

la relación entre el niño y su madre constituye el prototipo de todas las relaciones


amorosas posteriores. De esas primeras experiencias placenteras vividas en el seno
de esta relación privilegiada dependen el equilibrio del carácter y el comportamien-
to sexual futuro. En su relación interpersonal con la madre el niño establece sus pri-
meras relaciones y sus primeras comunicaciones.21

Tercera, porque en la sociedad patriarcal domina el machismo,

18
Ibid.
19
Ibid.
20
Gérard Leleu, Las caricias, p. 47.
21
Ibid., p. 82.

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desprecia a la mujer, a la que considera un ser inferior, débil y frágil, que sólo sir-
ve para ser violada […], porque ha idolatrado a su madre el macho envilece a las
mujeres. El fundamento del machismo radica en el complejo de madre-puta. […] el
macho distinguirá dos clases de mujeres: la mujer puta, sexuada, deseable, que es
consumible; y la mujer-madre, asexuada, tabú que inhibe su sexualidad puesto que
es maternal, sensible y acariciadora.22

Cuarta, porque manifiestan su sentimiento de inferioridad ante las mujeres


y las temen, cual si fuesen sus Gorgonas castradoras, como lo demuestran
estas dos citas: “Para que nunca llegues a ser mujer lucida y temida de los hom-
bres. […] Te lo digo porque no has crecido y no sabes que el hombre que teme
a la mujer abunda, es malo, le quita la inocencia y la rompe desde antes de ser
mujer.”23 Como ellos temen a las mujeres, agreden y maltratan la inocencia de
las chicas.
Y quinta, porque la piel, cuerpo y vientre de las niñas son una página en
blanco en la que el hombre adulto no quiere saber del cariño ni placer, ni es-
cribir su poesía de la vida, sino ultrajar y sembrar su semilla en esa misteriosa
bóveda de profundidades insondables. Ahora revisemos la forma de excitación
del hombre en la obra y sus formas de violarla, pues Elena Garro disfraza los
temas de sexualidad a través de imágenes y no del lenguaje directo.
Su excitación la demuestra a través de los ojos o, por lo menos, así lo per-
cibe Úrsula: “Jerónimo va a venir a decirme de cosas y mirarme con sus ojos
borrachos.” “Jerónimo anda encaprichado, le salían vapores de los ojos, tiene
los ojos borrachos.”24 Y en sus formas de violar, emplea términos violentos,
agresivos de los hombres, para referirse a la violación. Recurre a elementos de
la naturaleza, árbol, rama, flor: “la rompe desde antes de ser mujer”25; le gusta
romper las ramas tiernas y escupir a las rosas. ¡Ora si te llevó la chingada, por
andar desflorando inocentes (latín, deflorere: perder, arrebatar la flor a alguien).
También recurre al uso de armas mortales que sustituyen al falo, para ame-
drentar y lograr sus fines sexuales:

¿O quieres que Jerónimo te doble el espinazo con la carga de sus pecados? […]. –Tie-
ne los cabellos y las piernas manchadas de sangre. […] –Tengo la barriga acuchillada.
[…] –Sí niña, este hombre te pegó con su machete. […] Entonces se compró una

22
Ibid., p. 36.
23
Elena Garro, “Los perros”, p. 22.
24
Ibid., pp. 20-21.
25
Ibid., p. 22.

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pistola y con ella me golpeaba, y bañada en sangre me ocupaba”. Además quiere


eliminar y matar a la chica: “busca cortarte del mundo”.26

La púber Antonia (12 años). El trauma psicológico del rapto en Los recuer-
dos (1963)

En esta novela la autora narra la vida del pueblo de Ixtepec, con sus habitantes
indígenas, campesinos y clase media, que ya están muertos al comenzar la
historia: el pueblo “Ixtepec es relatador sensible”27; y la divide en dos partes.
En la primera, relata el amorío del general Rosas y coroneles con sus queridas.
Destaca la pasión del atormentado Francisco Rosas por su querida Julia, rap-
tada en la ciudad, que no lo quiere, así como la llegada y asesinato de Felipe
Hurtado y su amada Julia.
Y en la segunda parte, el general Rosas, por un lado, combate la lucha
cristera (1926-1929) en la que participan los hermanos de Isabel, a quienes
asesina y convierte en los mártires de Ixtepec. Y por el otro, es amado obse-
sivamente por Isabel, a quien desprecia, la cual se convierte en piedra por su
amor enfermizo.
En el caso de Manuela, su secuestro y pasado le presagia a su hija Úrsula
una vida desdichada y deshonor para ella y su familia, como ella misma lo re-
conoce y lo narra su sobrino Javier. Y en el caso de la púber Antonia, costeña
rubia y melancólica que extraña la brisa del mar, “es una niña” y la más joven de
todas las queridas raptadas por los coroneles del general Rosas, la autora sólo
se concentra en el presente de ella: el trauma psicológico de temor y llanto,
como consecuencia del rapto, que también Úrsula vivirá más tarde. Antonia
lleva con el coronel Corona cinco meses de raptada, tiempo en que su padre, el
gachupín Paredes, como las madres de Manuela y de Coré, la busca y la llora.
Dentro del trauma psicológico de este personaje, la autora nos muestra dos
fases. La primera, el llanto de Antonia que “llegaba a la serenata, pálida y asus-
tada del brazo del coronel Corona”28, porque durante las noches le gustaba
llorar, se revolvía en la cama sudando y padecía terrores. Y la segunda, afloran
sus temores del rapto que revive en su mente cuando Luisa, la otra querida que
comparte su mismo destino con los coroneles, llama a su puerta y “se tapa la
boca para sofocar el grito”. Porque “así llamaron a la puerta de su casa aque-
lla noche, abrió la puerta, vio unos ojos fulgurantes que le echaron una cobija

26
Ibid., p. 22.
27
Martha Robles, Escritoras en la cultura nacional, p. 129.
28
Elena Garro, Los recuerdos del porvenir, p. 41.

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a la cabeza, la envolvieron, la levantaron en vilo y la arrancaron de su casa y de


su padre. Unos brazos la entregaron a otros, la subieron a un caballo y partie-
ron a toda carrera”29.
A partir de esta segunda fase se origina su temor. Cada vez que Luisa llama
a su puerta, ella se cubre la cabeza con las sábanas, porque el miedo la para-
liza y no hace algún movimiento que le procure aire: “nunca tuvo más miedo
hasta que se encontró a solas envuelta en la cobija frente a un desconocido, al
coronel Justo Corona”30. Éste le baja la manta, sus ojos oscuros, pequeños, se
acercan y le buscan los labios.

Otras: su amor desdichado


“Las plantas se secan por mucho sol y falta de riego. Y las muchachas
por estar hechas para alguien y quedarse sin nadie.”

La púber Severina (12-14 años): el amor no correspondido en “El anillo”


(1964)

En los dos casos anteriores, Úrsula y Antonia son envueltas en sarape y secues-
tradas por sus raptores: en la primera, los amigos del secuestrador huyen a pie,
la entregan al destinatario, él se la lleva al monte y la viola; y en la segunda,
los aliados de él también la secuestran a caballo, y se la entregan envuelta a su
coronel en sarape al violador. Mientras que en estos dos restantes relatos, no
existe rapto, sino consentimiento de las enamoradas, Severina e Isabel. Pero,
para su desgracia, no son correspondidas, padecen mal de amores, se pierden
a sí mismas y a sus familias por pasión a sus hombres amantes: Adrián y el
general Rosas.
Camila, la narradora, de modo retrospectivo, confiesa ante el juez y la ta-
quígrafa la causa de dar muerte a Adrián, el amante de su hija mayor, antes de
ser encarcelada. Camila es madre de Severina que acuchilla a Adrián, el amante
de su hija mayor, un domingo de julio por la tarde en la boda de éste con su
prima Inés.
Estas son las causas del asesinato. Según Camila, Adrián le roba el anillo que
ella encontró en la calle y se lo regaló a su hija Severina que ahora adelgaza
y está desconocida; la madre considera que por medio del anillo él –hechicero
de mujeres– embruja y causa maleficio a su hija. Entonces ésta aborta el hijo de

29
Ibid., p. 43.
30
Ibid., p. 45.

variaciones ¶ 197
elena garro: la mujer desdichada

él, razón por la cual él decide casarse con su prima Inés y abandona su amorío
con la otra. Sin embargo, al final, descubrimos junto con su prima Inés que él la
ama a través de su secreto. Pues cose en su camisa, cerca de su corazón, el ani-
llo que ella le regaló, con las palabras grabadas: “Adrián y Severina gloriosos”31.
En este relato, los causantes de la desgracia amorosa de la hija son su madre
y el anillo detonante de la tragedia, porque la alianza “simboliza la aceptación,
la eternidad y continuidad de su amor. Cuando se otorga un anillo se trans-
fiere poder y se unen las personalidades”32, mientras que “perderlo significa
desgracia”33. En el relato no existe rapto ni violación. La enamorada acepta con
agrado el amorío con él, se deja arrebatar el anillo y consiente tener relacio-
nes sexuales ocultas, durante tres meses, sin informarle a su madre. Pues sabe
que él no se casará con ella por la situación económica diferente de ambos.
Este desconocimiento de Camila, madre sobreprotectora, origina que asesine a
Adrián, el amante de su hija, que caiga la desgracia sobre ella, su familia, y que
su hija le recrimina su muerte.
La hija Severina, primero, recibe en obsequio el anillo, una serpientita dora-
da, que su madre Camila se encuentra durante la lluvia –“vi brillar mi desgracia
en medio del agua”34–, antes de que llegue Adrián al pueblo. Luego, el 7 de
mayo, ante el intenso calor, manda a su hija Severina a comprar unos refrescos,
pero regresa con sus ojos tristes, la mano hinchada y sin el anillo. Pronto mani-
fiesta su mal de amores y empieza a secarse: “tu hija no tiene cura. No cuentes
más con ella”35. Por lo cual considera que él la embrujó con el anillo y exhibe
las consecuencias del acto sexual: “su mano –vientre– estaba hinchada y el ani-
llo no lo llevaba” –sin himen, desvirgada–“36.
Enseguida aparecen los indicios de su embarazo, “echó por la boca un ani-
mal tan grande como mi mano. El animal traía entre sus patas pedacitos de
su corazón”37; y del aborto efectuado por la comadrona: “Fulgencia no po-
día sacarle el mal –hijo–, hasta que llegara a su cabal tamaño. […] Anoche
Fulgencia le sacó el segundo animal con pedazos muy grandes de su corazón
(aborto)”38 y ella queda como muerta.

31
Elena Garro, “El anillo”, p. 121.
32
Cooper, Diccionario de símbolos, p. 18.
33
Biedermann Hans, Diccionario de símbolos, p. 36.
34
Elena Garro, “El anillo”, p. 113.
35
Ibid., p. 119.
36
Ibid., p. 116.
37
Ibid., p. 118.
38
Ibid., p. 119.

198 ¶ tema y variaciones de literatura 52


felipe sánchez reyes

Después de que ella aborta, él, por despecho, se casa con su prima Inés,
pero el día de su boda la madre acude a reclamar al novio el anillo, causante de
la desdicha de su hija y de la discordia entre ambas. Cuando ve que éste se di-
rige a casa de ella, le entierra el cuchillo en el corazón, para evitar que él acabe
con su hija y la libre de la muerte, según ella.
Finalmente, como en la tragedia griega, se cumple el destino o la desgracia
de la madre sobreprotectora, anunciado al encontrar el anillo de oro –“vi brillar
mi desgracia en medio del agua”39. Asesina al novio de su niña por causa del
anillo y de su sobreprotección, y origina la desgracia familiar, así como el enojo
y la recriminación de ésta por haber matado a su amado: “–¿Por qué lo ma-
tó, mamá? Yo le rogué que no se casara con su prima Inés. Ahora el día que
yo muera, me voy a topar con su enojo por haberlo separado de ella. […]
¡Mamá, me dejó usted el camino solo!”40 Así, ella la reprende porque ya nadie
la querrá y vivirá sola, pues “Las plantas se secan por mucho sol y falta de riego.
Y las muchachas por estar hechas para alguien y quedarse sin nadie.”41
Aquí nuevamente observamos dos temas que le interesan a la autora y
que se relacionan con la mujer violada y la sexualidad. Uno, descubrimos que
Camila, madre de Severina, también repite la historia de Manuela: es una joven
violada, golpeada y mal casada, cuyo esposo, “como es debido cuando una es
mal casada, bebe, y cuando me ausento se dedica a golpear a mis muchachos
–él no es padre de ellos. Con mis hijos ya no se mete, están grandes y podrían
devolverle el golpe. En cambio con las niñas se desquita”42.
Y dos, la autora disfraza los temas de la sexualidad, como la virginidad, acto
sexual, embarazo y aborto, por medio de imágenes y no del lenguaje directo.
Para referirse a la virginidad y acto sexual emplea estas imágenes: “Sólo su
mano seguía hinchada –acto sexual–, porque Adrián le hinchó la mano para
quitarle el anillo (virginidad, himen)”, “tres meses robó Adrián el anillo ‘dora-
do’–virginidad, himen y acto sexual– de Severina”43.
Del embarazo y aborto manifiesta: “Severina ya empezaba a secarse. Pasó
el tiempo y seguía secándose –efectos del embarazo–; “su mano –vientre– es-
taba hinchada y el anillo no lo llevaba –pérdida del himen o desvirgada–”44;
echó por la boca un animal tan grande como mi mano –efectos del embarazo–.

39
Ibid., p. 113.
40
Ibid., p. 121.
41
Ibid., p. 120.
42
Ibid., p. 113.
43
Ibid., p. 116.
44
Ibid., p. 116.

variaciones ¶ 199
elena garro: la mujer desdichada

El animal traía entre sus patas pedacitos de su corazón; “Anoche Fulgencia le


sacó el segundo animal con pedazos muy grandes de su corazón –aborto–”45.
De este modo, la autora nos muestra que las hijas, no sólo no son dueñas
de su vida en ninguna etapa: durante la infancia acatan las órdenes de sus
padres sobreprotectores; y más tarde, las de su esposo o secuestrador. Sino
también, no les permiten ser felices con su hombre, como sucede en este caso.
Pues la intromisión de la madre altera el orden de la pareja, ocasiona el aleja-
miento del otro, la desgracia del novio y de su familia. Por ello, sería bueno re-
comendar a las mujeres que aplicaran la frase de la escritora rusa, Lou Andreas
Salomé: “Si de verdad quieres tener una vida, róbala.”

Isabel (20 años): con mi amor a solas en Los recuerdos del porvenir (1963)

Isabel, la bella flor de tez blanca que pertenece a una de las mejores familias
decentes de Ixtepec, está enamorada de su hermano Nicolás. Mientras que
Francisco Rojas, de Julia Andrade, la bella prostituta de lujo de la capital, su
querida que lo rechaza y él se apasiona más por ella –le llora, le ruega, la com-
place en todo. Tanto que al final de la primera parte de la novela, la mata junto
a su pareja Felipe Hurtado, el artista citadino. Entonces, la bella joven, virgen,
busca un nuevo hombre, diferente a sus hermanos, más varonil y agresivo: el
general Rosas.

enamoramiento
Isabel, desde su nacimiento representa y denuncia las noches llenas de “lu-
juria [de su madre]”46. Al principio, siente conmiseración por la soledad y aban-
dono de Rosas, que camina solo por las noches, al perder a su querida Julia.
Después, cuando se aparece en el baile, queda impresionada por su altura,
“silencioso, su sombrero tejano, las botas brillantes, el pantalón y la camisola
militar. […] –Venía seguido de su Estado Mayor. […] Con ellos entró a la fiesta
un aire de frescura, un olor a crema de afeitar, a loción y tabaco dulce”47.
Enseguida, cuando baila vestida de seda rojo –simboliza atracción, deseo
y pasión– y rizos negros con el general, posa arrobada “la mirada de Isabel
muy cerca de su pecho y se quedó absorta cuando Rosas la llevó a su lugar

45
Ibid., p. 119.
46
Elena Garro, Los recuerdos del porvenir, p. 239.
47
Ibid., p. 197.

200 ¶ tema y variaciones de literatura 52


felipe sánchez reyes

antes de alejarse le hizo una reverencia”48. Luego, al concluir la fiesta y detener


a los conspiradores cristeros, el general llama a la doncella enamorada:

–¿Vienes? Con esa palabra había llamado a medianoche el general Rosas a Isabel
y se fue con él en la oscuridad de los portales a su cuarto de hotel. […] Ella espera
muda, y de pie en medio del cuarto. –Desvístete, ordenó sin mirarla. Isabel obedeció
sin replicar y Rosas en la cama se encontró con un cuerpo extraño que le obedecía.49

Ella está enamorada y, como su vestido rojo, llena de pasión por él. Pero él,
primero, no se la lleva por amor, pues “ni siquiera sabía cómo era la joven que
caminaba junto a él a medianoche”50, sino para satisfacer su capricho, porque
“un capricho es una rosa que crece en lo muladares, la más preciosa, la más
inesperada”51. Segundo, para satisfacer su hombría: “¿Cómo era posible que una
joven decente [convertida en su querida] estuviera en su cama después de lo
que había ocurrido en su familia –él general mata a sus dos hermanos–?”52.
Tercero, para vengar los ultrajes sufridos y el rechazo por la sociedad “de-
cente” de Ixtepec que fue cómplice de Felipe Hurtado y de los cristeros su-
blevados (1926-1929). Y cuarto, con Isabel, su nueva querida y nuevo escán-
dalo, “Quería hacer saber que en Ixtepec sólo contaba la voluntad del general
Francisco Rosas. […] Ahora van a saber que lleno mi cama con lo que más les
duele”53, con la chica hermosa, decente y bien vista por las buenas familias a
la que pertenece, y que participa con sus hermanos en la lucha cristera.

rechazo
Después de que el general se lleva a Isabel por su propia voluntad, el amo-
río de ella se complica. Pues él, molesto y hastiado de ella, piensa decirle:
“Vete, vete a tu casa”54, y deshacerse de ella, por haber resultado fácil su con-
quista: “¿Cuál es mi culpa? ¿Haberte llamado esa noche en los portales? ¿Cómo
me arrepiento de haberte llamado esa noche? Tú ya te habías ofrecido. No me
digas que eres inocente. Sabías lo que querías y me trajiste a tus infiernos.”55

48
Ibid.
49
Ibid., pp. 239 y 146.
50
Ibid., p. 245.
51
Ibid., p. 234.
52
Ibid., p.151.
53
Ibid., p. 247.
54
Ibid., p. 246.
55
Ibid., p. 273.

variaciones ¶ 201
elena garro: la mujer desdichada

Él no la quiso ni la quiere, por esa razón, de modo frío y cortante, le ordena,


como a un subordinado más, desvestirse. La repudia porque lo intimida con sus
ojos obstinados y se siente desamparado. Le molesta el color rojo de su ves-
tido y quiere deshacerse de su incómoda carga: “Al volver le diré que se vaya,
y si se opone yo mismo la sacaré a la calle […] ¡Repudiada!”56 Sin embargo,
siente temor ante sus ojos sombríos.
Ella, como las queridas y trabajadores del hotel, conoce el desamor de él:
“Lo peor es que el general no la quiere”57, y confirma la premonición de su
destino: “No creo que yo me case”58. No acepta el desamor y se obsesiona con
el asesino de sus dos hermanos, quien todas las noches se promete: “Ahora
le digo que se vaya. Luego frente a ella, una especie de piedad avergonzada le
impedía echarla a la calle, enfurecido con ‘su debilidad’.”59 Por eso, la vieja
Gregoria, al ver que salen los militares del pueblo, le pregunta: “–¿Lo quiere
mucho niña? –preguntó asustada. Isabel no contestó […] –Es un pecado, niña.
Y Gregoria miró hacia el camposanto en donde estaban [enterrados] Juan y
Nicolás –hermanos de Isabel–”60.

convertida en piedra
Después de que los militares entierran a los fusilados y regresan al pueblo
de Ixtepec, la vieja Gregoria le anuncia:

–Niña, usted ya no tiene casa…–Tampoco puede volver al hotel. –Vamos al santuario,


niña; allí la Virgen le sacará el cuerpo de –el capitán– Rosas.[…] –No hay que pensar
ni una vez en Francisco Rosas, niña. Hay que ir con el pensamiento ocupado en la
Virgen, y se acordará de nosotros y al bajar la cuesta ese hombre se habrá ido para
siempre de sus pensamientos; allí lo sujetará la Virgen con sus propias manos.61

Entonces, ella recuerda aquel momento con sus hermanos: “¡Queremos


ver a la virgen desnuda! Gritaban Isabel y sus hermanos, al entrar a la iglesia
corriendo y por sorpresa.”62 Luego, vuelve a su realidad, tiene sangre en sus
rodillas, su traje rojo desgarrado y polvo gris en sus rizos: “Mató a Nicolás, me
engañó… Rosas me engañó.” Enseguida se pone de pie y echa a correr cuesta

56
Ibid., p. 247.
57
Ibid., p. 251.
58
Ibid., p. 17.
59
Ibid., p. 251.
60
Ibid., p. 291.
61
Ibid., pp. 291 y 193.
62
Ibid., p. 15.

202 ¶ tema y variaciones de literatura 52


felipe sánchez reyes

abajo. “–¡Aunque Dios me condene quiero ver a Francisco Rosas otra vez!”63 En
su carrera para encontrar a su amante, Isabel se pierde,

Gregoria la halló tirada muy abajo, convertida en una piedra maldita, y aterrada se
santiguó. […] Toda la noche la pasó Gregoria –como Sísifo– empujando cuesta arriba
para dejarla a los pies de la Virgen, al lado de otros pecadores que aquí yacen; hasta
acá la subió como testimonio de que el hombre ama sus pecados.

Aquí sigue la piedra y Gregoria le pone esta inscripción:

Soy Isabel Moncada, nacida de Martín Moncada y de Ana Cuétara, en el pueblo de


Ixtepec. […] En piedra me convertí delante de los ojos espantados de Gregoria Juárez.
Causé las desdichas de mis padres y la muerte de mis hermanos Juan y Nicolás –como
Níobe causa la muerte de sus hijas e hijos. Cuando venía a pedirle a la Virgen que me
curara del amor que tengo por el general Francisco Rosas, me arrepentí y preferí el
amor del hombre que me perdió y perdió a mi familia. Aquí estaré con mi amor a solas
como recuerdo del porvenir.64

La historia de Isabel reúne algunos elementos del mito griego de Níobe.


Níobe, hija de Tántalo y hermana de Pélops, se casa con Anfión, rey de Tebas,
y le prodiga siete hijos y siete hijas. Un día pregunta furiosa a las tebanas por
qué Leto había de ser preferida a ella, Níobe, nieta de Zeus y Atlante y reina de
la casa real de Cadmo, si era superior a la diosa Leto de ascendencia oscura,
con un hijo afeminado, Apolo, y una hija hombruna, Artemis.
Entonces Manto, la hija profetisa de Tiresias, oye su afirmación temeraria y
les aconseja quemar incienso para no ser castigadas por la diosa. Leto escucha
la ofensa y ordena a sus hijos Artemis y Apolo matar a flechazos a hijos e hijas
de Níobe, pero sólo se salvan un chico y una chica, porque le ofrecen plegarias.
Los infantes muertos permanecen insepultos nueve días y sus noches. Níobe los
llora y no halla quien los entierre, hasta que al décimo día los olímpicos dirigen
el funeral. En su dolor, huye a la residencia de su padre Tántalo en el monte
Sípilo, donde Zeus en castigo la transforma en roca que llora al comienzo
de verano, así lo manifiestan Robert Graves y Pierre Grimal 65.
Isabel y Leto reúnen algunas características similares. Primera, una es es-
cuchada por la profetisa Manto y la otra solicita el auxilio del sabio Enedino.

63
Ibid., p. 293.
64
Ibid., p. 295.
65
Robert Graves, op. cit., pp. 320-323, y Pierre Grimal, Dictionnaire de la Mythologie, p. 317.

variaciones ¶ 203
elena garro: la mujer desdichada

Segunda, una llora varios días por la muerte de sus hijos y la otra por la falta de
amor del general Rosas. Tercera, en su dolor ambas huyen al monte de Sípilo e
Ixtepec. Cuarta, ambas acuden ante un ser superior: una a su padre Tántalo y la
otra ante la Virgen. Y quinta, ambas, en castigo, son transformadas en rocas y
admiradas –una en el monte y la otra a los pies de la Virgen– por la población,
“como testimonio de que el hombre ama sus pecados”. Ahora sí ya “¿sabes lo
que es la mujer desgraciada: por el rapto o por amor?”

Fuentes

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Campobello, Nellie, Las manos de mamá, en Obra reunida, México, fce, 2007.
Carballo, Emmanuel, Protagonista de la literatura mexicana, México, Porrúa, 1994.
Cooper, J. C., Diccionario de símbolos, Barcelona, Gustavo Gili, 2002.
Galván, Delia, La ficción reciente de Elena Garro, México, Universidad Autónoma de
Querétaro, 1988.
Cordero, José Antonio, La cuarta casa. Un retrato de Elena Garro, México, 2001.
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, “El anillo”, en La culpa es de los tlaxcaltecas, México, Grijalbo, 1987.
, Los recuerdos del porvenir, México, Lecturas mexicanas, 1985.
Graves, Robert, Los mitos griegos, vol. 1, México, Alianza Editorial, 1996.
Grimal, Pierre, Dictionnaire de la Mythologie Grecque et Romaine, Paris, Presses Uni-
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, El amor en la Roma antigua, Barcelona, Paidós, 2000.
Historias de vida, Elena Garro, Canal 11, 15 de mayo 2017. Disponible en ‹https://
www.youtube.com/watch?v=3eJ1dILsnYg›, consultado 9 de marzo 2018.
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Miller, Beth y Alfonso González, 26 autores del México actual, México, Costa Amic,
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Plutarco, Vidas paralelas, tomo I, Madrid, Gredos, 2001.
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Simbología de colores, disponible en ‹https://simbologiadelmundo.com/colores/›, con-
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