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ALEGATO DE BIEN PROBADO

Sr. Juez Civ. Y Com. Nº 1:

WALTER LUIS MARTINEZ, Abogado Apoderado


en los autos caratulados ESTEVECORENA WALTER ANTONIO c/
AMARILLO BRUNO DARIO ESTEBAN Y OTRO s/ ORDINARIO DAÑOS Y
PERJUICIOS Expte. Nº 9253, ante VS me presento y como
mejor proceda en derecho MANIFIESTO:

Alegatos: Vengo a Alegar de bien probado


en autos, solicitando que se haga lugar a la demanda y se
condene a la demandada y su aseguradora al pago de lo
reclamado, con más lo que establece el CPCC en sus interés
y el art. 770 inc. b) CCC, conforme ha sido pedido en la
demanda.

Se encuentra probado en autos no solo el


accidente, sino los daños, y el daño material y moral
causado por el mismo, lo que apoyaremos en ésta versión
que está en el expte. de marras.

Comenzare diciendo, un tema que ya fuera


explicado en el momento de dar inicio, y se trata de la
actualización de los créditos y la aplicación del
anatocismo judicial,
judicial, así requerido por la ley Civil, en el
caso, CCC.

En nuestro caso, si bien hablare infra


del resto de los medios que acreditan el siniestro y la
responsabilidad, éste primer ítems es el que está
determinado en la acción misma, y solo requiere una somera
explicación por ser aplicable al extremo en lo que es el
CCC, como Ley Suprema de la Nación, aplicable al caso, por
haber sido el accidente con posterioridad a agosto de
2015, fecha de entrada en vigencia de dicho cuerpo
normativo.

En efecto, dejo ello pedido en su


aplicación estricta, con los montos demandados y/o lo que
en más determine VS, debiendo actualizarse conforme el
Fallo aplicable del STJ Devetac, más el art. 770 inc. b)
CCC, que es en esencia a partir de la notificación de la
demanda,
demanda, y su aplicación es estricta, este o no pedido
dicho rubro, por ser Ley ya establecida por el Congreso y
estar operativa su aplicación, no pudiendo ser ignorada
por los Jueces, salvo planteo de Inconstitucionalidad
receptado favorablemente, o de oficio por los Magistrados,
dato éste que no se encuentra en autos discriminado ni
planteado en forma alguna. (Kemelmajer de Carlucci).

En la Argentina se ha venido siguiendo


el principio nominalista de las deudas de dinero, previsto
en las leyes 23.928 y 25.561. Consecuentemente, el interés
es la única forma de compensar la imposibilidad del uso
del dinero durante el tiempo transcurrido desde la mora en
la obligación y su efectivo pago. En este orden de ideas,
el sistema previsto por la legislación, a la vez de
nominalista como ya dijéramos, también postula como regla
el interés simple, lo que se desprende de lo dispuesto por
el artículo 622 del Cód. Civil vigente hasta el 31 de
julio de 2015 y las disposiciones en particular de los
artículos 768 y 770 del Cód. Civil y Comercial, que
establecen el régimen a partir del cual el magistrado fija
la tasa moratoria en una sentencia. Los arts. 622 y 623
del Cód. Civil, y hoy con variantes los arts. 768 y 770
del Cód. Civil y Comercial delinean las bases del interés
simple que ha de aplicarse, donde se calcula sobre el
monto de capital y por el tiempo de utilización y donde la
tasa y el plazo deben estar expresados en la misma unidad
de tiempo.
Así las cosas, y en relación a la
capitalización de intereses al capital (anatocismo), el Cód.
Civil y Comercial regula concretamente el supuesto en el
artículo 770 modificando en parte lo dispuesto por su
antecedente -art. 623 del Cód. Civil-. El tema central es que como el
crédito no se va capitalizado ocurre que, con el paso del
tiempo de los procesos, el crédito se va licuando si estos
intereses no se trasladan al capital para que, a su vez,
generen nuevos intereses. Es decir, no se calculan los
intereses como compuestos sino como simples. La
modificación que introduce el artículo 770 es que
establece en el inc. b, cuando la obligación se demande
judicialmente, la acumulación opera desde la fecha de
notificación de la demanda, por un principio legal de
aplicación del CCC, en todo tiempo y momento. Esta para
aplicarse y así debe hacerse.
Como corolario de lo expuesto, el
decisorio debe receptar la acumulación de capital e
intereses desde la fecha de notificación de la demanda,
utilizado una tasa de corte bancario formal, y debe
además, establecer pautas de potenciación de tasas y doble
capitalización, lo cual luce ajustado a derecho con la
legislación del CCC.
No habiendo convención expresa que se
halla pactado ello, disponiendo la norma solo un plazo
mínimo para ello, que sería el primer inciso a) CCC; el
segundo inciso, el b),
b), establece la acumulación de los
intereses devengados desde la mora, al momento de la
notificación de la demanda, y está referido a los procesos
de conocimiento; la tercera excepción, contemplada en el
inciso c), está referida a los procesos de ejecución de
sentencia, donde, en caso de mora en el cumplimiento de la
sentencia, se capitalizan los intereses desde la fecha de
su dictado; y el cuarto inciso está dirigido a cualquier
otra situación que por una ley especial así se disponga.
Esta interpretación que comparto, se
encuentra claramente expresada en un artículo del
Dr. Emilio Romualdi, de fecha 26/12/17, titulado
"Intereses en el Proceso Laboral" y fue publicado
electrónicamente por MicroJuris, dirección MJ-DOC-12342-AR
/ MJD12342, que determina el momento de la aplicación y su
tiempo, y por ser una norma de orden público,
público, se aplica
sin necesidad de pedido, como en el caso de autos
En razón de lo pre expresado entiendo que
corresponde hacer lugar al presente pedido, y
consecuentemente disponer que se practique liquidación de
los rubros a condenarse, acumulando los intereses
devengados en cada rubro que ha sido condenado, al momento
de la notificación de la demanda.
Incontestación demanda Aseguradora
Responsabilidad: Si bien es citada en garantía la misma
puede contestar demanda y originar pruebas en todo el
escenario del proceso, y aducir comportamientos contra el
demandante y su asegurado, dato este que al no estar en
autos, se conforma con lo dicho por el actor,
actor, y no puede
aducir cuestiones que puedan haber nacido del Contrato de
Seguro, debido que, al no oponerlas no existen en el
expte., y por lo tanto, no es posible conocerlas, por una
parte, pero por la otra, se conforma un cuadro de
situación que, determina que no existe óbice para aunar en
la sentencia la responsabilidad de la Citada en Garantía.
Ello así, al no haber cuestiones que
nazcan del contrato de seguro, y se hayan puesto, es
proclive a tener que, la Aseguradora es responsable de su
Asegurado, de mantenerlo indemne, y a su vez, debe la
indemnización, en los límites del contrato de seguro.
La citación coactiva al tercero
realizada por el demandado, si bien no constituye una
parte -estricto sensu- la interposición de una demanda en su
contra, importa una manera técnico procesal de
convocatoria para que el citado asuma las actitudes que
hagan a su derecho, frente al conflicto a cuya
intervención se lo llama.
llama. Por tanto, si el tercero asume
una posición típicamente
contradictoria, contestando la demanda y oponiéndose al
progreso de la pretensión y ello es consentido por el
actor, puede entenderse que aquél se habrá convertido de
“hecho” en parte.
Ahora bien, si lo hizo pero quedo
fuera por defectos en su presentación, técnicamente esta
como parte en autos, pero sin contestar la acción,
acción, lo que
hace cargar con las consecuencias disvaliosas de tal
proceder, y por ende, se afirman los dichos del actor, sin
contraposición por parte de la demandada citada. Quedo la
misma huérfana en su derecho de contrarrestar respecto de
lo dicho por la actora, sobre la responsabilidad de
garantía de la aseguradora.
Téngase en cuenta VS, que se trata de un
contrato con cláusulas predispuestas, en que el contenido
contractual, ha sido determinado anteriormente por uno
solo de los contratantes,
contratantes, debiendo el otro adherir y
aceptar las condiciones previamente estipuladas si desea
formalizar la relación jurídica.
Las nuevas normas se toman como punto de
partida de una nueva evolución, fundada en un acentuado
criterio de función social del seguro (Isaac Halperín, "Seguros
(exposición crítica de las Leyes 17.418 y 20.091)", cit. por Waldo Sobrino, "Consumidores de
Seguros", Ed. La Ley, Cdad. de Bs. As., 2009, pág. 50), que es lo que debe
tenerse presente, en el momento de resolver.
Además, se debe tener en cuenta la
diferencia entre el seguro "obligatorio" y el seguro
"voluntario" de responsabilidad civil, resultando esencial
para la resolución del caso, ya que en el primero,
obligatorio,
obligatorio, se establece en estos casos coberturas de
vigencia anual (art. 68, párrafo tercero, ley 24.449) , pero en el
segundo "voluntario" se presume que el período del seguro
es de un año salvo que se pacte por un período de tiempo
distinto.
En este orden de ideas, el seguro
obligatorio, ampara el siniestro de marras.
Hecho acaecido: Debemos admitir, que el
hecho está probado con creces, sea por las partes en el
sumario penal arrimado, sea por lo que el Perito de
Accidentología Vial nos informa, siendo contestes que el
accidente se produce por culpa exclusiva del accionado
Amarillo, y en éste caso, es responsable el mismo, y la
Aseguradora en los límites de su cobertura, que fuera
admitida por la Compañía, al estar de su citación y nada
decir en su contestación dejada sin efecto. (Confr. Res. 3/10/19 y
Sentencia Cámara fecha 13/3/20 firmes y consentidas).

De allí que, la forma de acaecimiento


del accidente, hacen ver de la responsabilidad del
demandado, en el lugar y forma demandada, visualizada por
dos Peritos, uno Acosta, en el expte. de marras, y el otro
en la UFI, en que también se detallan los pormenores y
circunstancias, por lo que la velocidad excesiva, y
montículos de tierra, hicieron que el automotor embista al
actor y se generó la pesadilla que luego viviera.
Está probado en éste punto la
responsabilidad como embistente del accionado Amarillo, lo
que hace sin dudas, a que se tenga por resuelto este punto
en análisis, por no haber otra prueba que sea más
concluyente que la analizada en dos exptes. distintos con
igual material probatorio y exacta coincidencia en ambos.
Sobre Ebriedad del demandado, si
si bien no
existe dato positivo de ello, ni que se haya indicado por
la aseguradora tal evento, el Asegurador queda liberado,
si el Asegurado o el conductor, provocan por acción u
omisión, el siniestro dolosamente o con “culpa grave”.
Si bien, se reproduce, con algunas
diferencias, lo prescripto en la ley 17.418, en su Art. 70
y 114, la ebriedad sería un subtipo de culpa
grave que, por sí sola,
sola, no resulta suficiente para
determinar que se configura la causal establecida en las
cláusulas del contrato y en el art. 70 y 114 de la ley
17.418, es decir, que hubo o pudo haber habido culpa
grave en la producción del siniestro.
Es necesario examinar, si la falta
cometida posee entidad suficiente y si influye en la
probabilidad siniestral, para establecer la razonabilidad
de la exclusión de cobertura. En el caso concreto de
autos, no hay prueba que demuestre el nexo causal entre la
conducta del Sr. Amarillo y el siniestro ocurrido y
por ende, no corresponde eximir a la aseguradora de
indemnizar a la víctima del siniestro por dicha causa, más
allá que la misma no hizo el planteo en la contestación de
demanda, por lo que, todo lo que pueda alegarse en tal
sentido, no está contradicho en la contestación, y está
firme el planteo de mi parte.
Si bien se encuentra acreditado que el
demandado circulaba a velocidad más allá de la permitida,
son conductas que resultan negligentes e imprudentes,
imprudentes, pero
que no pueden calificarse como culpa grave,
grave, más allá de no
estar indicada en la contestación por la Aseguradora,
exoneraría de la obligación de la misma, de mantener
indemne el patrimonio del asegurado y de la víctima en
éste caso.
La “culpa grave” que exige la ley de
fondo para liberar a la aseguradora, no se asimila a una
imprudencia o negligencia ordinaria,
ordinaria, sino que requiere de
una conducta groseramente negligente, o un accionar
intensamente imprudente por parte del asegurado, que haya
incrementado considerablemente las posibilidades que se
produzca el accidente.
accidente. No hay prueba de ello, ni se ha
indicado en su presentación originaria, lo que evita
mayores comentarios que se pudieran pensar en autos.
Se ha sostenido que la culpa grave,
excede la regular graduación de negligencia -que se encuentra
amparada en los contratos de seguro- y por su magnitud, resulta cercana
a la intencionalidad en la producción del evento dañoso,
dañoso, o
por lo menos, traduce una actitud de grave despreocupación
ante el eventual resultado perjudicial, aunque éste no
haya sido deliberadamente buscado por el sujeto, además
que, la configuración de culpa grave, debe ser analizada
de conformidad con las circunstancias particulares de
tiempo, persona y lugar que se relacionan con el hecho,
hecho,
pues el fundamento de la exoneración de responsabilidad de
la aseguradora, radica esencialmente en que la conducta
del asegurado, supera la previsiones de riesgo propias del
contrato, e incursiona en un margen de participación en la
producción del siniestro, que desarticula sus bases
convencionales. (CS.JN, Fallos, 314:1897, Disidencia de los Dres. Mariano Augusto
Cavagna Martínez y Eduardo Moline O’Connor).

Si bien la Ley de Tránsito Nº 24.449


establece que conducir un automotor en estado de
intoxicación alcohólica es una "falta grave" (art. 77), ello
no resulta asimilable a la "culpa grave" desde el punto de
vista del ordenamiento civil o del plexo específico
relativo a los seguros.
Es por ello que esta causal de
exclusión, debe ser apreciada con criterio restrictivo,
restrictivo,
con el objeto de evitar que la garantía debida se torne
ilusoria.
ilusoria. Más aún, teniendo en cuenta que aquí se trata de
un seguro obligatorio como lo es el de responsabilidad
civil.
Considero el estado de embriaguez, no
probado en autos ni en el sumario Penal, porque existen
divergencia del mismo día y horas, (fs. 15 IPP 229/17, fs. 15 examinado
por Médico Legista Policial, estando detenido), por sí solo, no resulta
suficiente para probar la culpa grave que permitiría
dispensar a la aseguradora de su obligación frente a la
víctima. No basta que el asegurado se haya subido ebrio al
auto o la constatación del incumplimiento formal a las
normas de tránsito.
tránsito. En efecto, a los fines de resistir el
pago de la indemnización,
indemnización, resulta necesario probar que
además del estado de embriaguez,
embriaguez, dicho estado tuvo
incidencia total, o al menos parcial, en el siniestro,
dato éste que no está en el responde ni en prueba alguna
de dicha naturaleza.
Sabido es, que no todas las personas
poseen la misma susceptibilidad alcohólica,
alcohólica, sino que en
ello influyen numerosos factores como ser la edad, el
peso, contextura física o incluso la habitualidad en la
ingesta de alcohol.
Es por ello que no resulta suficiente
probar el estado de embriaguez del asegurado, sino que
además es necesario demostrar que la ingesta de alcohol
produjo una modificación tal en la conducta del mismo que
lo llevó a provocar el accidente.
En el caso de autos, ha quedado
demostrado que el Sr. Amarillo, tomador del seguro, al
momento del accidente circulaba con algún exceso de
velocidad, y en partes dice alcohol, y en otras del mismo
sumario de UFI, dice que no tiene aliente etílico o con
proceso de alcoholización, ya que el examen de alcoholemia
no sabemos cómo ha sido practicado después del accidente.
Ciertamente la conducta descripta podría resultar
negligente e imprudente. Sin embargo, la experiencia nos
demuestra que este tipo de accidentes en nuestra sociedad,
resultan habituales aún en personas que no han ingerido
alcohol. El manejar a velocidad más allá de la permitida o
incluso en contramano, no son conductas que de por sí,
puedan calificarse como “culpa grave”, ya que resultan
corrientes y previsibles. Por ello, el simple hecho de
haber incurrido en una conducta imprudente,
imprudente, no resulta
suficiente para demostrar que dicha conducta haya sido
consecuencia del estado de embriaguez por parte del Sr.
Amarillo,
Amarillo, más aun, que un testigo fue claro que no estaba
en estado de embriaguez el accionado.
No escapa de mi conocimiento que en el
caso de autos, las partes habían pactado expresamente que
el asegurador quedaría liberado de su obligación, si el
vehículo asegurado fuera conducido por una persona en
estado de ebriedad. Dicha cláusula resulta en principio
válida, pero de ello no se sigue que en todos los casos en
que se dé un estado de ebriedad del conductor, se
configure automáticamente la “culpa grave” que exige la
norma de fondo, sino que, como he afirmado, se requiere la
demostración de la relación de causalidad entre la
embriaguez del conductor y el siniestro ocurrido,
ocurrido, prueba
ésta que no está, no solo no dicha en el responde, ni ha
sido causal de interposición de dicho elemento de defensa,
sino en todo el expte de marras, no existe pronunciamiento
o pedido de una aplicación en éste sentido, para un
rechazo de la acción.
El hecho de pactar esta cláusula entre
partes, no lleva a objetivar el estado de ebriedad de tal
forma que se constituya una figura autónoma distinta de la
culpa grave.
grave. Más bien, el estado de ebriedad constituye
una especie dentro del género “culpa grave”. Considerarla
una figura autónoma llevaría a entender que, una vez
probado el estado objetivo de ebriedad, ello sería
suficiente para excluir a la aseguradora, prescindiendo
del análisis de la relación de causalidad, lo cual, a su
vez, resultaría violatorio de lo dispuesto por el art. 114
de la Ley Nº 17.418 que al referirse al dolo o culpa
grave establece: “El asegurado no tiene derecho a ser
indemnizado cuando provoque dolosamente o por culpa
grave el hecho del que nace su responsabilidad”. Como
puede apreciarse, la norma requiere que el
asegurado "provoque” el hecho dañoso, es decir, requiere
que el siniestro sea consecuencia -que exista relación causal- del
accionar con “dolo” o “culpa grave” del asegurado, dato
éste que ni en materia penal se lo vio, produciéndose el
archivo de la causa.
Siendo así las cosas, teniendo en cuenta
las constancias probatorias de la causa, considero que en
el caso de autos no se ha demostrado suficientemente que
el estado de ebriedad del Sr. Amarillo, haya producido una
alteración tal en su conducta, que haya constituido la
causa determinante del accidente, es decir, no se ha
demostrado la relación causal entre el estado de
embriaguez del demandado, y el siniestro ocurrido y,
por lo tanto, no resulta posible dispensar a la
aseguradora de su deber de indemnizar a la víctima del
siniestro.
No es por sí mismo suficiente para
encontrarlo incurso en la figura de la culpa grave al
demandado, en el peor de los casos, y mucho menos lo es
para hallarlo comprendido en la causal de exclusión de
cobertura que las partes incorporaron al contrato, pues
“estas cláusulas suelen establecer con gran minuciosidad
cuando debe considerase alcoholizada a la persona”, y en
este caso la fórmula empleada refiere cuando el vehículo
asegurado sea conducido por persona con signos de
alteración psíquica o trastornos de coordinación motora
derivados de la ingestión de alcohol, drogas o
estupefacientes.
estupefacientes.
Por ello, insisto, “no basta con la
admisión de que se encontraba alcoholizado, sino que,
estaba a cargo de la aseguradora probar que la ingestión
de alcohol le había provocado ‘alteración psíquica o
trastornos de coordinación motora’,
motora’, y que “lo actuado en
este proceso es la más cabal demostración de que la acción
relatada en la demanda, no dispensaba a la aseguradora de
producir prueba en abono de su postura,
postura, dato este
inexistente.
Por último, la
la doctrina judicial tiene
establecido que el rechazo extemporáneo del siniestro,
siniestro, o
el no rechazo,
rechazo, dato éste que no se prueba en autos de
forma alguna, autoriza a sostener que la aseguradora
incumplió el deber de fijar su posición dentro del plazo
legal, lo que de suyo comporta aceptación del siniestro (CN
Com. Sala C, 5/7/85, "Sarrier c/Plan Ovalo S.A." en LL 1986-B-612-37203-S; CN Com. Sala D,
2/12/87 "Caccuri c/Cosmos Cía de Seguros", LL 1989-A-654); y esta aceptación
del derecho del asegurado conforme al artículo 56 de la
Ley 17.418, impide al asegurador alegar defensa.
defensa. Esto es,
desconocer el derecho del asegurado a ser indemnizado. (Cf.
CN Com. Sala B, 18/12/86, "Bandell c/Unión de Com. Cía. de Seg.", LL 1989-A-51.Brandan,
Cosme Publio y otro vs. Pergamino Cooperativa de Seguros Limitada s. Cumplimiento de
contrato - Daños y perjuicios /// Cámara Civil y Comercial Común Sala III, San Miguel de
Tucumán, Tucumán; 30-10-1992; Dirección de Informática Jurídica del Poder Judicial de
Tucumán; RC J 8819/10).
Rige en toda su amplitud el contrato de
seguro, en el supuesto de culpa grave del asegurado, pues
se está en presencia de un contrato vigente y no
suspendido. El silencio de la compañía de seguros no
acreditado en autos, ni producir pruebas en tal sentido,
juega su rol, porque hay obligación legal de expedirse,
expedirse, y
se traduce en la aceptación del derecho del asegurado,
asegurado, por
ende la indemnización a mi parte, en todos sus conceptos y
montos.
El accidente entre Auto y Moto,
Moto, desde
antaño, se ha sostenido que, el acto de que en causa penal
no exista condena, o aun sobreseimiento, o bien archivo,
no impide juzgar sobre la responsabilidad civil del
imputado, hoy demandado, dirigida exclusivamente al
resarcimiento económico del afectado, creando una
presunción en contra del primero que debe ser evaluada
junto con las demás pruebas, conforme lo resuelto por el
S.T.J.E.R. Sala Civil en la causa "Ferreras de Roggero
Sebastiana c/ Zanuttini, Raúl y otro s/ Indemnización de
daños y perjuicios";
perjuicios"; y los precedentes "Carrere de Butus
c/ Yoshida", L.A.S. 17/3/1992; "Cañete c/ Giapponi y
otros", L.A.S. 3/7/1996.
3/7/1996.
Asimismo, traigo a colación la
jurisprudencia sentada por el Tribunal en autos "Colorama
c/ Rodriguez" en fallo del 11/5/1993, según la cual,
producida una colisión entre dos cosas riesgosas -automóvil y
motocicleta- resulta plenamente operativa la responsabilidad
objetiva por el hecho de las cosas, prevista en el art.
1113 del C. Civil, 2do. apartado, 2da. parte, creando
presunciones concurrentes que pesan sobre el dueño o
guardián, quien debe afrontar los daños causados a otro,
salvo que pruebe la existencia de circunstancias
eximentes. La aplicación de tal interpretación
jurisprudencial importa, en el supuesto de daños
reclamados por solo uno de los partícipes en la colisión,
que quien acciona no está obligado a probar la culpa del
dueño o guardián del automotor que los causó, ni éste
puede eximirse de responsabilidad demostrando que de su
parte no hubo culpa; sino que corresponde sólo desgravarlo
de la parte de daño atribuible a la dosis de causalidad
inherente a la culpa del damnificado, quedando el
remanente del perjuicio a cargo del dueño o guardián cuya
responsabilidad no fue enteramente eliminada.
Con esta mirada, del análisis de las
copias del expediente penal apiolado, UFI, valoro que los
testimonios allí aportados, la pericial confeccionada por
la Policía de la Provincia de Entre Ríos sobre la
velocidad mínima presunta desarrollada por el automotor,
ya mencionada, y el resto de las pruebas, se concluye, que
el conductor aquí demandado, fue el responsable del
accidente, no solo por su velocidad, sino por la propia
pericial que da el lugar de impacto y las consecuencias
del mismo, siendo responsable de conformidad al art. 48 de
la Ley Nacional de Tránsito N° 24.449.
Razono asimismo que era el accionado
quien debía demostrar y la Aseguradora, -y no lo hicieron- la
dosis de causalidad de la parte actora, a fin de
desgravarse de la responsabilidad objetiva establecida en
la norma aplicable antes citada, por lo que entiendo que
corresponde atribuir la culpa total del accidente a la
parte demandada embistente, quien evidentemente, no tuvo
el dominio absoluto del rodado, impactando con la parte
delantera del automotor al motovehículo conducido por el
acto que represento.
Ingresando con estas prevenciones en el
examen del planteo sobre la aseguradora,
aseguradora, en primer lugar y
en lo sustancial e importante,
importante, que la misma, admitió la
responsabilidad,
responsabilidad, debido que, no solo no contestó la acción
para eximirse de dicha responsabilidad, no probó las
circunstancias que hicieran a su desvinculación
contractual, ni siquiera en una sustancial síntesis, un
embate a la admisión de la declinación de responsabilidad
efectuada por la aseguradora de la demandada, en cuanto
que, emanando su vinculación del contrato de seguro
obligatorio regulado por el art. 68 de la Ley 24.449 y
reglamentado por la Ley 26.363 que creó la Agencia
Nacional de Seguridad Vial, Decreto 1716/2008 y Disp.
70/2009 de dicho organismo, en cuyos considerandos se
afirma que este seguro es un elemento indispensable que
provee cobertura para neutralizar los efectos dañosos de
los accidentes de tránsito, el mismo cumple una ineludible
función social de protección de la víctima, frente a la
cual la aseguradora no puede esgrimir ninguna causal que
la exima de responder.
En el presente caso, lo que procede es
respetar el monto máximo hasta el cual se obligó la
aseguradora, porque en función de ello cobró su prima, que
está cuantificada para cubrir el riesgo originado
inclusive en la culpabilidad agravada del conductor del
vehículo, por ser esto un hecho previsible y
cuantificable; lo que no puede, es invocar cláusulas de
exoneración de su responsabilidad, pero sí en cambio su
limitación cuantitativa, pues se trata de una
indemnización tarifada. Esto sí, está presente, y a ello
debemos atenernos. Destaco, que el tema es entre
aseguradora y víctima,
víctima, y no entre aseguradora y asegurado.
asegurado.
El art. 42 de la C.N., establece el
verdadero propósito del seguro obligatorio, es que está
instituido en interés de la comunidad y excede a las
partes en función del orden público, cuya primordial
función social es de protección a las víctimas,
correspondiendo la obligación de las aseguradoras de
responder, en atención a la normativa consumerista y al
art. 1º del nuevo Código Civil y Comercial, que establecen
una interpretación jurídica, social y económica del
precepto, referida a que el incumplimiento del asegurado
no faculta a la aseguradora a desprenderse de la
obligación de afrontar el siniestro respecto a la víctima
inculpable del mismo, más allá de su facultad de repetir
contra el asegurado en los casos que corresponda; no
obstante lo cual se debía confirmar la exclusión por
existir doctrina vinculante conforme art. 285 del CPCC (cfr.
Sala Civil STJ in re "LARROSA VANINA VERONICA y O. c/ LUCA JORGE MARIO s/
ORDINARIO DAÑOS Y PERJUICIOS", Nº 9344, 12/11/2015).

La sala Civil del STJ, declaró


improcedente el recurso de inaplicabilidad de ley de un
juicio, al confirmar la sentencia de la Sala Civil y
Comercial de la Cámara de Gualeguaychú-, señalando que es
doctrina reiterada de la Sala, la validez y oponibilidad
al tercero damnificado -y por cierto al asegurado- de cláusulas
limitativas o de exclusión de cobertura, estableciendo que
"la función social que debe cumplir el seguro no implica
que deban repararse todos los daños producidos al tercero -
víctima- sin consideración de las pautas del contrato entre
el asegurado y la aseguradora, a cuyos términos deben
circunscribirse los terceros si pretenden invocarlo" y que
ello es acorde además con el criterio de la Corte Nacional
(cfr. S.T.J.E.R. Sala Civ. y Com. in re "RAMOS HECTOR DAMIAN c/ GERMANO ELIZABETH
Y/U OTRA s/ ORDINARIO", Expte. Nº 7584, 28/12/2017, con cita de las causas: "Maldonado
Vda. de Pretz Marta Beatriz c/ Abasto Tolentino Francisco Amado y Otros s/ Sumario" (Nº
6597, 7/5/2014); "Irigoyen María de los Angeles c/ Aguiar Juan Carlos y Otros s/ Ordinario
Daños y Perjuicios" (Nº 6468, 9/12/2014); "Cuello, Patricia Dorotea c/ Lucena Pedro Antonio"
(CSJN 7/08/2007, Fallos: 330:3483) y "Flores Lorena Romina c/ Gimenez Marcelino Osvaldo y
otro s/ daños y perjuicios (acc. trán. c/ les. o muerte)" (CSJN 6/6/2017, Fallos: 340:765) ,

siempre y cuando así se haya hecho en el transcurso del


proceso,
proceso, y acreditado en el mismo. Todo ello es lo que no
está en la contestación de la seguradora, ni mucho menos
en el demandado, lo que hace sin dudas, a la aplicación
estricto sensu,
sensu, de la responsabilidad de la aseguradora
ante la posible exclusión de cobertura que se pretenda al
alegar.
En definitiva, no está probado lo que
sería tal vez, merecedor de atención, que es el rechazo de
cobertura y contestación acción por aseguradora donde
amerite las circunstancia que hoy, podría introducir por
alegatos, siendo inoportuno y sin elementos que sean
merecedores de atención, al ser tardíos.
tardíos.
Sobre el Daño Material Psicológico Moral
Monto de la acción: Probado el accidente y la
responsabilidad de la aseguradora, queda por determinar la
procedencia de los rubros indemnizatorios,
indemnizatorios, los que
claramente son no solo aceptables, si aplicables al
extremo, con las disquisiciones establecidas al comienzo
sobre los intereses, y el anatocismo judicial permitido
hoy, de aplicación estricta del CCC en su art. 770 inc. b)
CCC.
Ello así, tenemos la Pericia
Psicológica,
Psicológica, y sin dudas la Pericia Médica.
Médica. Ambas
determinan lo que se está solicitando respecto del daño
moral causado, en su cuantía, por una parte, pero en su
esencia, como está el actor en autos, al momento de la
pericia, 29/10/21,
29/10/21, que es importante remarcar la fecha,
debido al paso del tiempo del accidente narrado en la
acción.
La misma no fue debidamente impugnada
con elementos de importancia, ni siquiera se adujo la
realización de una nueva, frente a lo que la misma expone,
o se le pidiera explicaciones al perito, ni siquiera lo
citaron, la demandada, tampoco la citada en garantía, por
lo que la misma hace y produce efectos erga omnes para las
partes.
En ella se dice claramente el estado de
depresión la mayor parte del día,
día, y todo lo demás que no
se deja esperar, que son efectos adversos del accidente, y
se prueba acabadamente que el daño moral es susceptible de
ser reparado en más de lo pedido, por lo que conlleva
conforme la pericia en éste acto expuesta. Es determinante
la misma en su aceptación, evaluación, y firmeza que la
misma ha adquirido.
No resulta indemnizable cualquier
molestia o inconveniente que naturalmente acompaña a
ciertos hechos ilícitos como a determinados
incumplimientos contractuales, sino el "daño moral". En
este sentido, la pérdida de tiempo, la internación, las
operaciones sufridas, el estado actual, lo que se pierde
en estudio, trabajo, la forma de trabajar hoy, por algunas
horas, por imposibilidad de estar de pie mucho tiempo, no
poder hacer deportes, tener que estar siempre acompañado,
no desarrollar su vida normal, correr, andar, caminar
lento o rápido sin intermitencia como lo hacía, constituye
un daño cierto y no conjetural que se desenvuelve
indudablemente fuera de la órbita de los daños económicos
o patrimoniales, en consecuencia, es daño moral puro e
indemnizable,
indemnizable, por lo que es apreciable en dinero, y así lo
dejo pedido.
A los fines de mensurar
el daño ocasionado, debo recordar que, desde una
perspectiva estrictamente resarcitoria, el daño no puede
convertirse en una fuente de lucro indebido para el
damnificado y en un motivo de expoliación para el dañador,
lo que ocurre cuando este último es obligado a
reparar daños morales inexistentes, no es el caso de
autos, o que no guardan relación causal adecuada con el
hecho generador (conf. Ramón Daniel Pizarro, "Daño Moral", pág. 285, Ed.
Hammurabi).

El daño moral, en su
cuantificación expresado por mi parte, resulta procedente,
siendo así porque, habiendo quedado fehacientemente
acreditadas las lesiones sufridas por el Sr. Estevecorena
con motivo del accidente que nos ocupa (que fueron transcriptas en el
Informe Médico Psicológico y Médico Legal o Legista, que me remito en honor a la brevedad) ;

y determinado que el último nombrado presenta una


disminución de su capacidad laboral por las secuelas de
esas lesiones que equivalen al 43,45 % de la total; la
edad de quien ha sido damnificado por el accidente
demandado, las proyecciones de vida a futuro, como se ha
cortado el hecho de una vida plena hasta su jubilación y
deceso, en un promedio superior a los 50 años, sumado al
hecho de que los testigos declararon la forma en que se
maneja, como se desarrolla su vida en la casa donde vive,
en el lugar de trabajo, la falta de posibilidades de hacer
deportes, por como ha quedado el mismo, como se modificó
la conducta del actor como consecuencia
del accidente de tránsito en cuestión, estando peor a la
fecha y luego de cinco años vista y seis con la sentencia
a dictarse, quedó trastornado después del golpe, el
sufrimiento de quebraduras, de Kinesiólogo, Tratamientos
largos, tratamientos Psicoterapéuticos a futuro sin
dudarlo, las necesarias implicancias del infortunio y la
perturbación emocional adicional que tuvo que soportar a
raíz del estado de su cuerpo, el no saber cómo quedaría y
las consecuencias a futuro, permiten inferir que el actor
sufrió, en gran medida, padecimientos en su tranquilidad
anímica que merecen ser resarcidos, además de que la
quebradura, hizo perder el eje de su pierna/cuerpo, dejó
suturas que se ven a simple vista en su cuerpo, y
demuestran de que el importe pedido debe ser adjudicado o
en más en su caso por VS, por el rubro bajo análisis
resultando insuficiente lo pedido a la fecha, salvo lo sea
con todos los aditamentos de Interés y anatocismo
judicial, según se solicitara supra, desde la promoción de
la acción deducida.
No puedo omitir señalar, que la
argumentación recursiva en contra del actor, en su caso,
resultará reñida con elementales valores humanos, al punto
que, como ha quedado con discapacidad en el grado
informado, la Organización de las Naciones Unidas ha
celebrado una Convención sobre derechos de personas con
discapacidad Nueva York,
York, 14-24 agosto 2006, en la que se
les reconoce el disfrute inherente a la vida en un pie de
igualdad con otras personas (art. 10) y si bien la República
Argentina no ha ratificado esa convención, muestra la
tendencia de la comunidad en la materia. De tal modo, por
el camino defensivo expuesto por el demandado, podrían
llegar a justificarse conclusiones aberrantes, lo que en
modo alguno corresponde admitir a la luz de los principios
de la Constitución Nacional,
Nacional, en su arts. 14, 16 y 28. Por
último, corresponde también, tener concepciones y valores
religiosos arraigados en nuestra comunidad nacional, que
si bien resultan privativos de cada habitante, son también
amparados por nuestra Ley Fundamental, y que el actor su
familia si profesan (art. 14CN).
La Corte Suprema de Justicia de la
Nación, ha reconocido que la lesión estética no es
un daño autónomo respecto del daño material o moral, sino
que integra uno u otro, o ambos según el caso (fallos 305:2098),
y en nuestro caso, el Psicológico, integra y aumenta el
daño moral y material a resarcir, que explico infra.
Reconocida la existencia del daño moral
indemnizable,
indemnizable, admitida la dificultad que supone
cuantificar un rubro de tan especial naturaleza, pero a la
luz de lo que nos permite conocer del expediente, y la
influencia del hecho en la espiritualidad del accionante,
teniendo en cuenta la gravedad de las lesiones, los
precedentes judiciales y la necesidad de garantir una
indemnización que le permita a la víctima, acceder a un
mejor estándar de vida mediante la adquisición de
bienes materiales que les faciliten y les hagan más
placentera su vida cotidiana, entiendo que resulta justo y
razonable conceder al monto demandado y sus acreencias
como están solicitadas en éste Alegato de Bien Probado, en
concepto de daño moral, desde la fecha del hecho el monto,
y desde la notificación de la demanda el anatocismo
judicial, y hasta su efectivo pago.
pago. De los demás rubros de
igual manera dejo así pedido.
Respecto del daño por incapacidad,
incapacidad,
debemos determinar que la Pericia Médica ha sido clara, y
extendió una incapacidad resultante que hace pívot en el
daño material,
material, que se hubo estipulado en la demanda y su
forma de llegar a dicho rubro, que aquí se deja planteado
en su aceptación, conforme dicho acto pericial que se
invoca. Es de aplicación el art. 1746 CCC, conforme
Doctrina de Kemelmajer de Carlucci, Aída, “La aplicació n del
Có digo Civil y Comercial a las relaciones y situaciones jurídicas existentes”,
existentes”,
Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2015, p. 158.
En el caso, a momento del accidente era
un chico que estudiaba y hacia deportes, y luego de ello,
truncado, debió ganarse la vida como Peluquero, que lo
hace pocas horas por día, y de allí, que nace el rubro a
través de lo que explico, como forma de llegar a
determinar el mismo, en toda su extensión e intensidad.
Debe dejarse en claro que el daño, en
sentido jurídico, no se identifica con la lesión a un bien
(las cosas, el cuerpo, la salud, etc.), sino, en todo caso, con la lesión
a un interés lícito, patrimonial o extrapatrimonial, que
produce consecuencias patrimoniales o extrapatrimoniales
(Calvo Costa, Carlos A., Daño resarcible, Hammurabi, Buenos Aires, 2005, p. 97). En
puridad, son estas consecuencias las que deben ser objeto
de reparación (Pizarro, Ramón D. – Vallespinos, Carlos G., Obligaciones, Hammurabi,
Buenos Aires, 1999, t. 2, p. 640), lo que lleva a concluir en la falta
de autonomía de todo supuesto perjuicio que pretenda
identificarse en función del bien sobre el que recae la
lesión (la psiquis, la estética, la vida de relación, el cuerpo, la salud, etc.). En todos
estos casos, habrá que atender a las consecuencias que
esas lesiones provocan en la esfera patrimonial o
extrapatrimonial de la víctima, que serán, por lo tanto,
subsumibles dentro de alguna de las dos amplias categorías
de perjuicios previstas en nuestro derecho: el daño
patrimonial y el moral.
moral.
Para valorar
la incapacidad sobreviniente, resulta aconsejable el
empleo de criterios matemáticos que, partiendo de los
ingresos acreditados por la víctima -o de la valuación de las tareas no
remuneradas que ella llevaba a cabo y se vio total o parcialmente imposibilitada de continuar

desarrollando en el futuro, cortes por día horas trabajadas mínimo el SMVM- , y computando
asimismo sus posibilidades de incrementos futuros, lleguen
a una suma tal que, invertida en alguna actividad
productiva, permita a la víctima obtener mensualmente -entre
ese margen de beneficios y el retiro de una porción del capital, seria mínimo un salario SMVM,
multiplicado por 12, éste por los años que resta de Jubilación y daría el monto en mínimo para
que pueda ser resarcido el actor- una cantidad equivalente a aquellos
ingresos frustrados por el hecho ilícito, de modo tal que
ese capital se agote al término del período de vida
económicamente activa que restaba al damnificado.
Los perjuicios físicos y psíquicos deben
ser valorados en forma conjunta, porque los porcentajes de
incapacidad padecidos por el damnificado repercuten
unitariamente, lo cual aconseja que se fije una partida
indemnizatoria que abarque ambos aspectos ya que, en
rigor, si bien conformarían dos índoles diversas de
lesiones, se traducen en el mismo daño, que consiste, en
definitiva, en la merma patrimonial que sufre la víctima
por la disminución de sus aptitudes y para el desempeño de
cualquier trabajo o actividad productora de beneficios
materiales,
materiales, no corresponde otorgar una suma específica por
“daño psíquico”, sin perjuicio de que sus repercusiones
sean tenidas en cuenta al tratar la incapacidad
sobreviniente y el daño moral.
Desde un punto de vista genérico, la
incapacidad puede definirse como “la inhabilidad o
impedimento, o bien, la dificultad apreciable en algún
grado para el ejercicio de funciones vitales” (Zavala de

González, Matilde, Resarcimiento de daños, Hammurabi, Buenos Aires, 1996, t. 2a, p. 343).

Ahora bien, es evidente que esa


disminución puede, como todo el resto de los daños
considerados desde el punto de vista “naturalístico” (esto es,
desde el punto de vista del bien sobre el que recae la lesión; vid. Bueres, Alberto J., "El daño
moral y su conexión con las lesiones a la estética, a la psique, a la vida de relación y a la
persona en general", Revista de Derecho Privado y Comunitario, Daños a la persona, n° 1,
Santa Fe, 1992, p. 237 y ss.), tener repercusiones tanto en la esfera
patrimonial como en la extrapatrimonial de la víctima.
Este último aspecto no puede, a mi juicio, subsumirse en
la incapacidad sobreviniente, sino que sería daño moral.
Este es el criterio que ahora sigue
expresamente el art. 1746 del flamante Código Civil y
Comercial de la Nación,
Nación, cuya redacción sin ninguna duda
conduce necesariamente al empleo de fórmulas matemáticas
para evaluar la cuantía del resarcimiento por incapacidad -
y, por analogía, también por muerte-, pues únicamente por medio de ese
instrumento puede mensurarse el capital al que alude la
norma.
A diferencia de lo que sucede con el
grueso de las disposiciones referidas a la responsabilidad
civil, el mencionado art. 1746 del nuevo código, sí
resulta directamente aplicable a estos casos,
casos, en tanto no
se refiere a la constitución de la relación jurídica -
obligación de reparar-, sino solo a las consecuencias de ella -art. 7,
Código Civil y Comercial de la Nación- . En efecto, la regla no varía la
naturaleza ni la extensión de la indemnización que tiene
derecho a percibir la víctima; únicamente sienta una pauta
para su liquidación. Por lo demás, el empleo de fórmulas
matemáticas para cuantificar la reparación era ya el
método más adecuado bajo la vigencia del Código Civil
derogado, aunque -a diferencia de lo que sucede actualmente- la ley no
empleo.
estableciese expresamente la necesidad de su empleo.
En modo alguno debemos contraponernos
con la doctrina que sigue actualmente la Corte Suprema de
Justicia de la Nación,
Nación, a cuyo tenor “cuando la víctima resulta
disminuida en sus aptitudes físicas o psíquicas de manera permanente, esta
incapacidad debe ser objeto de reparación al margen de que desempeñe o no una
actividad productiva pues la integridad física tiene en sí misma un valor indemnizable
y su lesión afecta diversos aspectos de la personalidad que hacen al ámbito
doméstico, social, cultural, y deportivo, con la consiguiente frustración del desarrollo
pleno de la vida” (CSJN, 27/11/2012, “Rodríguez Pereyra, Jorge Luis y otra c/ Ejército
Argentino s/ daños y perjuicios”; ídem, Fallos, 308:1109; 312:752 y 2412; 315:2834; 327:3753;
329:2688 y 334:376, entre otros). En efecto, entiendo que el eje de la
argumentación del alto tribunal estriba en los siguientes
parámetros: a) por imperio constitucional, la reparación
debe ser integral; b) ello importa que deben resarcirse
todas las consecuencias de la incapacidad, y no únicamente
las patrimoniales, y c) a los efectos de evaluar la
indemnización del daño patrimonial es insuficiente tener
en cuenta únicamente los ingresos de la víctima, pues la
lesión de su integridad física afecta también sus
posibilidades de realizar otras actividades que, aunque no
resulten remuneradas, son económicamente mensurables. Es
en este último sentido, a mi juicio, que cabe interpretar
la referencia de la corte a que la integridad física “tiene
en sí misma valor indemnizable”,
indemnizable”, pues la alternativa (esto es, afirmar que
debe asignarse a la integridad física un valor en sí, independientemente de lo que produzca o
pueda producir) conduciría al sinsentido de patrimonializar un
derecho personalísimo, y asignar artificialmente (¿sobre la base
de qué parámetros?) un valor económico al cuerpo de la persona.
Sobre las Costas,
Costas, la imposición de
costas en los procesos de daños, tienen normas y
principios específicos que la sujetan a la ponderación de
circunstancias tanto objetivas (el resultado final del pleito) cuanto
subjetivas (la conducta observada por los litigantes durante la sustanciación)

inherentes al propio trámite y que, si bien el principio


sustancial de reparación integral o plena es abarcativo de
los gastos que a la víctima le insume obtener el
reconocimiento judicial de su derecho a la reparación,
ello es así sólo en la medida del daño reconocido. Por
otra parte, se aclara, que la alternativa de cargar a uno
u otro de los litigantes con un porcentaje de las costas
no necesariamente implica que ello sea en la proporción en
la que prospera la demanda, es decir, que no se agota en
una ecuación aritmética, sino que obedece a un juicio
especial en función de ciertos criterios razonables.
Dentro de estos criterios, se hace
referencia a que deben ponderarse algunas situaciones
como, la dificultosa valuación del rubro que se trata
cuando su justipreciación depende de aspectos técnicos
cuya fijación requiere la intervención de expertos, el
carácter provisional de la estimación inicial cuando se
deja supeditada su determinación definitiva a lo que
resulte de la prueba rendirse, y también, cuando la
cuantificación quede librada al prudente arbitrio
judicial, lo que normalmente acontece con el daño moral. A
la vez, cabe destacar que las consideraciones efectuadas
por el máximo tribunal provincial son coincidentes con el
criterio seguido por este tribunal y sus Cámaras
respectivas Cámara en anteriores pronunciamientos, y en
base a dichos lineamientos, no se puede soslayar que el
actor, resultara triunfante en lo que respecta a la
existencia del hecho, la atribución de responsabilidad a
los demandados, como así también conforme a lo resuelto en
esta instancia en lo relativo a la existencia y relación
de causalidad de las lesiones y
la procedencia del daño moral, y sus daños patrimoniales,
por lo que considero que la distribución de costas, deben
serlo en un cien por ciento en contra del demandado, y
extensivas a la citada en garantía Rivadavia Seguros
conforme los arts. 66 aplicables y conc. del CPCC.
SERA JUSTICIA

DR. WALTER LUIS MARTÍNEZ


ABOGADO
MAT. 3043 T° 1 F° 85
C.S.J.N. T° 79 F°458

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