Bolilla 3 Terminada
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I.- ADQUISICION DE LA HERENCIA: CONCEPTO. ANTECEDENTES DEL DERECHO ROMANO. SISTEMA DEL
CÓDIGO CIVIL. CASOS DE CONMORIENCIA Y DE MUERTE PRESUNTA. APERTURA; VOCACION SUCESORIA;
DELACIÓN.
La adquisición de la herencia es el momento de la sucesión por causa de muerte en el cual el sucesor
universal o particular acepta el llamado que se le ha hecho y se transforma asi en nuevo titular de la herencia
en cuestión.
En Roma era necesario distinguir dos situaciones distintas:
Por un lado, la de los herederos necesarios (como los hijos de familia), en cuyo caso la transmisión operaba
ipso jure en el momento de la muerte, aun sin su conocimiento y contra su voluntad; y la de los demás
herederos en cuyo caso la transmisión se operaba recién cuando ellos aceptaban la herencia; y es importante
destacar que, en esta última hipótesis, contrariamente a lo que ocurre en el derecho moderno, el heredero
del causante que fallecía antes de aceptar la herencia, no transmitía su derecho a los propios herederos. Más
tarde, sin embargo, las excepciones a este principio sobrevinieron en tales proporciones, que la regla quedó
prácticamente eliminada.
Durante el período que mediaba entre la apertura de la sucesión y su adquisición por el titular, la herencia
forma un conjunto de bienes sin dueño, la llamada herencia yacente. Desde los primeros tiempos se la
consideró como “res nullius”; de ahí que los extraños pudieran ocuparla y, por ese hecho, hacerse dueños de
ella mediante la usucapión. Más tarde, desde la época justinianea, fue considerada como una “persona
jurídica” con capacidad para adquirir derechos y contraer obligaciones.
En el código de velez: la transmisión hereditaria se produce en el instante mismo de la muerte del autor de la
sucesión, aunque el heredero sea incapaz o ignore que la herencia se le ha deferido. En la nota al artículo
3282, “La muerte, la apertura y la transmisión de la herencia, se causan en el mismo instante. No hay entre
ellas el menor intervalo de tiempo; son indivisibles”.
El artículo 3344, por ejemplo, dice que ésta queda fija en la persona del aceptante, desde el día de la
apertura de la sucesión, pero recién después de la aceptación. Ese acto retrotrae las cosas al estado en que
se hallaban al morir el causante. Como en nuestro sistema la ley no quiere que la herencia quede vacante,
estatuye que la transmisión se opera en el momento de la muerte; pero como tampoco impone la
aceptación, condiciona esa transmisión a que sea aceptada
- Casos de conmoriencia:
Este es el caso en el que la muerte de varias personas tiene lugar en momentos simultáneos y es necesario
para el derecho sucesorio encontrar una solución para este caso determinando que deceso se produjo
primero
El art 95 presume que en este caso todas las personas mueren al mismo tiempo. “se presume que mueren al
mismo tiempo las personas que perecen en un desastre comun o en cualquier otra circunstancia si no puede
determinarse lo contrario”.
- Muerte presunta:
Esta situación esta agregada en el nuevo código civil y comercial, puesto que era un instituto antes regulado
por una ley que complementaba el anterior código civil
La ausencia con presunción de fallecimiento puede ocasionarse por la ausencia de una persona de su
domicilio sin que se tengan noticias durante tres años ( art 85 ), o cuando se encontraba en un lugar de un
incendio, terremoto, acción de guerra u otro hecho semejante susceptible de ocasionar la muerte y no se
tiene noticias de el por el termino de dos años y si se encontraba en un buque o aeronave naufragado o
perdido y no se tuviera noticias de su existencia por el termino de seis meses (86 inc a y b )
Cumplidos los plazos señalados y realizado el correspondiente juicio se declara el fallecimiento presunto y se
fija como día presuntivo del fallecimiento en el caso ordinario, el ultimo día del primer año y medio de
ausencia; en el primer caso extraordinario, el día del suceso o el día del término medio de la época en que
ocurrió y en el segundo caso extraordinario, el ultimo día que se tuvo noticias de buque o aeronave perdidos
(art 90).
- Vocación sucesoria.
Es el llamamiento hecho por la ley o por la voluntad del causante a una persona para que reciba una herencia
determinada.
La diferencia que existe entre la capacidad para suceder y la vocación hereditaria es, que la primera es
general y la segunda es específica para una sucesión en particular.
Las fuentes de la vocación sucesoria son la voluntad del causante expresada en un testamento valido o el
llamamiento que hace la ley.
Para que la vocación sucesoria sea eficaz, deben cumplirse diversas condiciones. La persona debe existir al
tiempo del fallecimiento o tratarse de una fundación que se creara por la voluntad expresada en el
testamento. El llamamiento debe subsistir cuando la sucesión se abre porque la que existio con anterioridad
a la muerte no es eficaz si no se mantiene hasta ese momento. Por ultimo esa voluntad no debe estar
contrariada, ya sea por sentencia judicial, o por disposición legal, incluso por la voluntad del sucesible.
II.- ACEPTACION DE LA HERENCIA.
1. Concepto. Caracteres. Efectos.
La aceptación de la herencia es un acto por virtud del cual la persona llamada por la ley o la voluntad del
causante, asume los derechos y obligaciones inherentes a ella.
- Caracteres.
* Voluntaria: nadie esta obligado a aceptar una herencia, excepto el caso de aceptación forzada
* Indivisible: hay que aceptar la herencia íntegramente, no se puede aceptar solo una parte.
* Lisa y llana: no se puede aceptar bajo termino o condición.
* De efecto retroactivo: la aceptación tiene efectos retroactivos al momento de la apertura de la sucesión.
- Efectos.
La reforma se refiere tan solo a la aceptación sin efectuar diferenciaciones y se ha eliminado la mención de la
aceptación beneficiaria. Sin perjuicio de ello en el Titulo referido a responsabilidad de los herederos y los
legatarios y en el titulo del proceso sucesorio se han regulado estos casos de manera semejante, no igual, al
beneficio de inventario, es decir que los efectos de esa aceptación serian que: - no hay confusión de
patrimonios entre los herederos y el patrimonio del causante, - no hay responsabilidad ultra vires hereditatis,
es decir con los bienes de los herederos por deudas del causante que excedan el valor de los bienes objeto
de la sucesión.
7. Formas de aceptación: a) expresa, b) tacita; actos que no implican aceptación; c) aceptación forzada.
Art 2293 “ la aceptación de la herencia puede ser expresa o tacita. Es expresa cuando el heredero toma la
calidad de tal en un acto otorgado por instrumento público o privado; es tacita si otorga un acto que supone
necesariamente su intención de aceptar y que no puede haber realizado sino en calidad de heredero”.
La manifestación por escrito en la que se asume la calidad de heredero implica la aceptación expresa de la
herencia.
La aceptación tacita se infiere a la naturaleza del acto llevado a cabo por el sucesible y se supedita a que surja
de ese acto la intención de aceptar y a que solo lo podía haber efectuado en la condición de heredero.
Es posible que se produzca la aceptación tacita ante la realización de un simple acto lícito que no tenga el
carácter de acto jurídico. Conforme al 2294 “implican aceptación de la herencia:
La iniciación del juicio sucesorio del causante o la presentación en un juicio en el cual se pretende la calidad
de heredero o derechos derivados de tal calidad…”
Para promover el juicio sucesorio hay que invocar la calidad de heredero y por ello, aunque no se haya
manifestado en forma expresa acerca de esta condición, la iniciación provoca la aceptación.
“la disposición a titulo oneroso o gratuito de un bien o el ejercicio de actos posesorios sobre el …”
Para disponer de un bien es preciso ostentar la calidad de propietario y en este caso son los herederos del
causante.
Este acto cuando se trata de bienes registrables será de difícil concreción porque requiere tramitación del
juicio sucesorio y eventualmente la previa inscripción a su nombre.
“La ocupación o habitación de inmuebles de los que el causante era dueño o condómino después de
transcurrido un año del deceso”.
Esta causa de aceptación tacita es una novedad legislativa, ya que no era contemplada con anterioridad.
Pasado ese tiempo, si continua la ocupación se lo tiene como aceptante, ya que su derecho de uso emanara
ya de esa condición.
“El hecho de no oponer la falta de aceptación de la herencia en caso de haber sido demandado en calidad de
heredero”.
Si se promueve una demanda en su contra en su calidad de heredero y no manifiesta su falta de legitimación
pasiva porque es ajeno a tal condición, está asumiendo en los hechos el carácter de aceptante de la herencia.
Al no haber asumido esa defensa y admitido que el proceso siga adelante en su calidad de heredero implica
su aceptación de la herencia.
“La cesión de los derechos hereditarios, sea a titulo oneroso o gratuito”.
Para transmitir un derecho es necesario haberlo adquirido; por esa razón cuando se hace cesión de los
derechos hereditarios se está admitiendo que se goza de la calidad de heredero.
“La renuncia de la herencia en favor de alguno o algunos de sus herederos, aunque sea gratuita”.
En realidad no se está renunciando simplemente, sino que se está aceptando y cediendo los derechos
hereditarios.
Se ha tratado el caso de renuncia que no tiene ese efecto. “La renuncia de la herencia por un precio, aunque
sea en favor de todos sus coherederos”.
Al estar percibiendo un precio por la renuncia se está recibiendo una contraprestación y para tener derecho
a ella es necesario que previamente se esté gozando de los derechos hereditarios. De lo contrario, se trataría
de una liberalidad realizada a favor del renunciante por parte de quienes se van a beneficiar con ese acto.
En virtud de estas razones, se considera que ha habido una aceptación tacita de la herencia.
Y por último se han eliminado como actos de aceptación tacita los llamados actos de adición de la herencia
también denominados actos de administración definitiva, que se contemplaban en el Código de Velez.
“Art. 2298. Facultad de renunciar. El heredero puede renunciar a la herencia en tanto no haya mediado acto
de aceptación.”
“Art. 2299. Forma de la renuncia. La renuncia de la herencia debe ser expresada en escritura pública;
también puede ser hecha en acta judicial incorporada al expediente judicial, siempre que el sistema
informático asegure la inalterabilidad del instrumento.”
Conforme se desprende del artículo, la renuncia, es un acto jurídico revestido por determinados caracteres y
formalidades. En cuanto a los caracteres se suma la previsión de que la renuncia debe ser expresa y formal.
En lo referido a la forma, soluciona los conflictos suscitados por la anterior normativa con la posibilidad de
realización mediante instrumento público o privado,
que dividió a la doctrina en cuanto al alcance de uno y otro, estableciendo —en este caso— sólo dos
posibilidades de instrumentación.
1. Caracteres
Del artículo analizado se desprende que la renuncia, sin perjuicio de lo ya expresado, posee los siguientes
caracteres:
1.1. Expresa
Si bien deviene evidente, resulta práctico recordar que tal carácter conduce a sostener que los actos que se
orienten a probarla, deberán ser interpretados en forma restrictiva. Es decir, ya no sólo se requerirá una
atendible y categórica manifestación del heredero en tal sentido, sino que además, para su interpretación,
deberá ponderarse la circunstancia antes dicha.
Un supuesto de excepción está dado por el acaecimiento de la caducidad de su derecho a optar entre
aceptar o renunciar a la herencia. Nótese que pasados los diez (10) años desde la apertura de la sucesión, el
heredero que no se haya pronunciado por su aceptación, se considera como renunciante (conf. art. 2288).
1.2. Formal
Resulta de particular importancia la reducción de las formas de instrumentación de la renuncia, quedando
ahora sujeta a la posibilidad de realizarla por instrumento público o acta judicial incorporada al expediente,
siempre que el sistema informático asegure la inalterabilidad del instrumento.
En el sistema del anterior Código, la pluralidad de formas permitidas generó un sinfín de inconvenientes e
interpretaciones. Como se adelantó en el apartado pertinente, las formas de la renuncia, y su consideración
frente a quien se quiera hacer valer, generó discusiones doctrinarias que de modo escueto se orientaban a
resolver la cuestión en términos de "unidad o pluralidad de formalidades" y "Solemnidad o no de las formas".
Es importante destacar que convivían en el mismo cuerpo normativo disposiciones que resultaron confusas y
contradictorias; así por ejemplo, en consideración a los terceros —acreedores y legatarios— se exigía que la
renuncia del heredero se encuentre contenida en escritura pública realizada en el domicilio del renunciante
o del difunto, cuando la renuncia importaba una suma mayor a mil pesos (art. 3345 del Código de Vélez);
circunstancia que también se hallaba en el art. 1184, inc. 6º, pero en este caso, sin consideración de valores o
efectos del acto. En relación también con la renuncia, se estipulaba la posibilidad de realizarla en
instrumento privado, no obstante asignarle en este último supuesto, un alcance más reducido.
Sobre la particular situación de desconcierto que generaba la aparente discrepancia normativa, se han
esbozado diferentes teorías cuyo análisis pormenorizado excede el marco del presente comentario. Baste
decir que resultaba posible sostener que la renuncia —en los términos de la anterior codificación—, si bien
puede ser realizada en instrumento privado, a los efectos de su publicidad, debe ser presentada en el
expediente sucesorio, circunstancia que habilitaba a los terceros interesados a intimar al renunciante a que
otorgue la pertinente escritura pública, apoyados por la posibilidad que establecía el art. 1185 del Código de
Vélez.
2. Formalidades
Como ya se adelantó, resulta destacable la innovación normativa en relación con la forma de la renuncia, en
tanto se reducen las posibilidades arrojando mayor claridad interpretativa, sin perjuicio de las falencias que
oportunamente se comentarán.
El art. 2299 establece una doble opción frente a la voluntad de renunciar, instrumentarlo en escritura
pública, o en acta judicial incorporada al expediente, siempre que el sistema informático asegure la
inalterabilidad del documento. En consecuencia, ya no es posible la materialización de la renuncia en un
instrumento privado, al menos no en términos eficaces; lo cual no sólo brinda una mayor seguridad jurídica,
sino que también resulta superador de las contradicciones contenidas en la anterior codificación.
Sobre este punto es importante señalar la postura sostenida por Ferrer, Córdoba, Natale y Di Lella, en
cuanto agregan a las formas posibles de la renuncia la que se realice por escrito presentado al proceso
sucesorio con patrocinio letrado.
Nos permitimos discrepar con dicha posición, ya que si bien es imposible soslayar la practicidad contenida en
la alternativa y su funcionalidad, lo cierto es que todo en el artículo parece apuntar a un acto diferenciado de
lo cotidiano en la práctica forense, orientado a revestir de ciertas formalidades a un acto que —por otra
parte— debe ser interpretado en modo restrictivo.
“Art. 2301. Efectos de la renuncia. El heredero renunciante es considerado como si nunca hubiese sido
llamado a la herencia, sin perjuicio de la apertura del derecho de representación en los casos en que por este
Código tiene lugar.”
Como consecuencia de la renuncia del heredero, se activan legalmente una serie de efectos que a
continuación se detallan.
1. El heredero es considerado como si nunca hubiese sido llamado a la herencia
El primer y principal efecto de la renuncia se da en consideración de la persona del heredero del renunciante
y su posición frente a la herencia renunciada; en tal sentido se lo juzga como si nunca hubiese sido llamado a
la herencia. Esta circunstancia genera como corolario otras situaciones.
2. Retractación (art. 2300), revocación (arts. 338/342) y nulidad de la renuncia (arts. 386 y 388)
Art. 2300. Retractación de la renuncia. El heredero renunciante puede retractar su renuncia en tanto no
haya caducado su derecho de opción, si la herencia no ha sido aceptada por otros herederos ni se ha puesto
al Estado en posesión de los bienes. La retractación no afecta los derechos adquiridos por terceros sobre los
bienes de la herencia.
1. Requisitos de procedencia
Dos son los requisitos que se desprenden de la normativa para permitir la retractación de la herencia: que no
haya caducado el derecho de opción del heredero renunciante, y que la herencia no haya sido aceptada por
otros herederos ni puesto al Estado en posesión de los bienes.
“Art. 338. Declaración de inoponibilidad. Todo acreedor puede solicitar la declaración de inoponibilidad de los
actos celebrados por su deudor en fraude de sus derechos, y de las renuncias al ejercicio de derechos o
facultades con los que hubiese podido mejorar o evitado empeorar su estado de fortuna.”
3. Efectos
El acto otorgado en fraude a los acreedores es inoponible a quien ejerce la acción. La inoponibilidad está
tratada en los arts. 396 y 397.
“Art. 386. Criterio de distinción. Son de nulidad absoluta los actos que contravienen el orden público, la
moral o las buenas costumbres. Son de nulidad relativa los actos a los cuales la ley impone esta sanción sólo
en protección del interés de ciertas personas.”
“Art. 388. Nulidad relativa. Consecuencias. La nulidad relativa sólo puede declararse a instancia de las
personas en cuyo beneficio se establece. Excepcionalmente puede invocarla la otra parte, si es de buena fe y
ha experimentado un perjuicio importante. Puede sanearse por la confirmación del acto y por la prescripción
de la acción. La parte que obró con ausencia de capacidad de ejercicio para el acto, no puede alegarla si obró
con dolo.”
IV.- CESION DE HERENCIA.
1. Se denomina cesión de herencia o cesión de derecho hereditario al contrato en virtud del cual una
persona física llamada heredero transfiere a un tercero, todos los derechos y obligaciones de carácter
patrimonial, o una parte alícuota de ellos, que le corresponden en una sucesión. Cabe aclarar, que tal
contrato no importa la cesión del título o condición de heredero, que por su naturaleza es intransferible, sino
solamente de los derechos patrimoniales, y las consiguientes obligaciones derivadas de tal carácter.
“Art. 2308. Indivisión postcomunitaria. Las disposiciones de este título se aplican a la cesión de los derechos
que corresponden a un cónyuge en la indivisión poscomunitaria que acaece por muerte del otro cónyuge.”
Dentro de los fundamentos del proyecto del presente Código se estableció que "Se aclara que las previsiones
legales rigen también para el supuesto de que el cónyuge supérstite ceda su parte en la indivisión
poscomunitaria causada por la muerte, aunque en definitiva éste no sea heredero porque todos los bienes
son gananciales; en cambio, no rigen para el supuesto de que no se contrate sobre la indivisión, sino sobre
bienes determinados".
Como puede observarse, se ha recogido prácticamente de manera literal la regulación contenida en el
Código proyectado en 1998, con lo cual en el caso de que la disolución de la sociedad conyugal ocurra por el
fallecimiento de uno de los cónyuges, se produce en simultáneo la apertura del sucesorio, coexistiendo a
partir de dicho momento la indivisión poscomunitaria por la disolución del régimen de comunidad y la
indivisión hereditaria, en cuyo caso, por aplicación de lo dispuesto en el art. 481, al extinguirse el régimen
por muerte de uno de los cónyuges, o por la presunción de aquélla, subsistiendo la indivisión
poscomunitaria, se le aplican las reglas de la indivisión hereditaria.
Así, puede suceder que el cónyuge supérstite ceda sus derechos hereditarios, lo cual no implica
necesariamente la inclusión en dicha cesión de los derechos sobre los bienes gananciales, excepto que así se
lo indique expresamente o pueda deducirse de dicho modo en virtud de la interpretación de lo manifestado
por las partes al momento de operar dicha cesión. Pero lo dicho, no ha estado exento de conflictibilidad,
pudiendo apreciarse opiniones contradictorias al respecto. Por un lado se expresa que la cesión de derechos
hereditarios sólo comprende los gananciales del cedente resultantes de la disuelta sociedad con el causante,
cuando así lo exprese, y por el otro, se fundamenta que la cesión de gananciales está comprendida en la
cesión de herencia, cuando del texto del contrato pueda interpretarse inequívocamente de esa manera.
En virtud de ello pueden plantearse tres situaciones fácticas respecto del acervo hereditario:
a) que éste se componga sólo de bienes gananciales;
b) que éste esté integrado exclusivamente por bienes propios;
c) que contenga ambas clases de bienes.
Esto hará factible la posibilidad de que el cónyuge supérstite sólo tenga derechos como socio, o sólo como
heredero, o bien reuniendo ambas calidades. Ahora bien, en la práctica es habitual la celebración de
contratos de cesión de derechos hereditarios formalizados erróneamente como tales, pues la totalidad o una
parte de los bienes que conforman el álea son de origen ganancial, y como el derecho del cónyuge supérstite
a la porción de gananciales no deriva de la calidad de heredero sino de haber conformado la unión
matrimonial con el causante, lo propio sería hablar de cesión de derechos gananciales.
Sin embargo, la intención del transmitente puede ser la de transferir todos los derechos
“Art. 1618.- Forma. La cesión debe hacerse por escrito, sin perjuicio de los casos en que se admite la
transmisión del título por endoso o por entrega manual.
Deben otorgarse por escritura pública:
a) la cesión de derechos hereditarios;
b) la cesión de derechos litigiosos. Si no involucran derechos reales sobre inmuebles, también puede hacerse
por acta judicial, siempre que el sistema informático asegure la inalterabilidad del instrumento;
c) la cesión de derechos derivados de un acto instrumentado por escritura pública.”
“Art. 2309. Cesión de bienes determinados. La cesión de derechos sobre bienes determinados que forman
parte de una herencia no se rige por las reglas de este título, sino por las del contrato que corresponde, y su
eficacia está sujeta a que el bien sea atribuido al cedente en la partición.”
El artículo refiere a que en la celebración del contrato de cesión de derechos hereditarios, no se ceden bienes
determinados, sino derechos que surgen de la sucesión del causante en la persona del heredero, y que éste,
en su calidad de tal, decide ceder en cabeza de otro mediante la figura de este contrato. La cesión de una
herencia o de una parte alícuota de ella, se realiza en un solo acto, de forma global e indeterminada acerca
de los bienes que la componen. Es ésta una de las características diferenciales de esta figura contractual.
La redacción del artículo intenta dar respuesta a la pregunta que planteaba si la cesión de derechos
hereditarios podía estar referida a bienes concretos, sea ésta gratuita u onerosa y subsiguientemente a si, en
ese caso, se trataba de una cesión de derechos hereditarios o de una venta, donación, permuta, según el
supuesto del que se tratare.
Así, surge que no será viable la cesión de bienes determinados, ahora bien, cuál es la interpretación que
debemos hacer cuando nos dice que la eficacia está sujeta a que el bien sea atribuido al cedente en la
partición. Lo inmediato que nos surge pensar es que si el bien cedido finalmente es atribuido al cedente, la
cesión sería plenamente eficaz como cesión de derechos hereditarios.
Una forma de interpretar el artículo es la que sostiene Pérez Lasala, quien entiende al contrato de cesión de
objetos hereditarios como una particularidad del contrato de cesión de herencia, diferente de la venta, de la
donación o de la permuta, en la medida en que el cesionario está afectado por las deudas de la herencia, aún
no liquidada, en proporción al valor recibido.
2) Cuando el heredero cede una cuota sobre una cosa que pudiera corresponder en la herencia.
El contrato por sí, transmitirá la cuota, sin necesidad de tradición, dado su carácter ideal. La incertidumbre
sobre el destino final de la cuota cesará con la partición, que permitirá conocer si el bien cuya cuota se cedió
corresponderá o no al cedente.
En los términos anteriormente planteados, de corroborarse que el bien cedido finalmente ingresó al
patrimonio del cedente, el cesionario podría valerse del contrato de cesión celebrado, el cual entendemos
sería plenamente eficaz.
Finalmente, Pérez Lasala sostuvo también que resultaba imposible ceder bienes hereditarios concretos, una
vez aprobada la partición, pues desde ese momento el contrato que se realice teniendo por objeto una o
varias cosas, será calificado como venta, permuta o donación, según las circunstancias, pero no como cesión.
Tampoco cabrá la cesión de cuotas hereditarias, sino de partes alícuotas de condominio, que tomarán la
forma de venta, permuta o donación de partes indivisas, según los casos. En todos ellos, los objetos
transmitidos no estarán gravados con las deudas que sólo afectan la herencia antes del período de
liquidación.
“Art. 2302. Momento a partir del cual produce efectos. La cesión del derecho a una herencia ya deferida o a
una parte indivisa de ella tiene efectos:
a) entre los contratantes, desde su celebración;
b) respecto de otros herederos, legatarios y acreedores del cedente, desde que la escritura pública se
incorpora al expediente sucesorio;
c) respecto al deudor de un crédito de la herencia, desde que se le notifica la cesión.”
Resulta valioso que finalmente se haya regulado la cesión de derechos hereditarios. Para ello el legislador se
ha basado en el Proyecto de 1998, aunque la misma se ha encarado de manera diferente. Si bien se trata de
un contrato, se entendió por razones prácticas, que no resultaba metodológicamente incorrecto incluirlo
entre las normas que regulan el derecho de las sucesiones, apartándose del criterio sostenido en el año
1998, donde se lo reguló dentro del Título de los Contratos en Particular, como una subespecie de contratos
transmisivos, específicamente de transmisión de herencia.
No parece menor la observación acerca de la omisión del legislador en definir las cuestiones estructurales del
instituto, razón por la cual esbozaremos los aspectos de mayor relevancia.
1. Concepto
Siguiendo a Zannoni, podemos definir a la cesión de herencia como una especie dentro de la cesión de
derechos, tratándose de un contrato por el cual el titular de todo o una parte alícuota de la herencia,
transfiere a otro el contenido patrimonial de aquélla, sin consideración al contenido particular de los bienes
que la integran. Por su parte, Borda sostiene que se trata de un contrato en virtud del cual un heredero
transfiere a un tercero todos los derechos y obligaciones patrimoniales (o una parte alícuota de ellos) que le
corresponden en una sucesión. En concordancia, Maffía la describe como la estipulación mediante la cual el
heredero transfiere a otra persona los derechos y obligaciones que le corresponden en una sucesión que se
le ha deferida.
2. Caracteres
En cuanto a sus caracteres podemos decir que se trata de un contrato:
a) Consensual, en el cual los criterios o pautas generales ceden ante las cláusulas contractuales pactadas en
contrario.
b) Traslativo, pues una persona (cedente) puede transmitir el todo o una parte alícuota de la universalidad
jurídica de la cual es titular por su calidad de heredero a otra (cesionario).
c) Formal, pues requiere escritura pública.
d) Aleatorio, porque su contenido es variable e incierto hasta el momento de la partición.
3. Momento de celebración
La cesión de herencia sólo puede celebrarse luego de la apertura de la sucesión, es decir, del momento del
fallecimiento del causante y no antes, debido a la prohibición expresa de realizar contratos sobre herencias
futuras (art. 1010) y al hecho de que su celebración importa por sí misma la aceptación de la herencia (art.
2294 inc. e).
La esencia misma del contrato consiste en que no se transfiere un bien o bienes particularmente
determinados, pues desde la aceptación de la herencia hasta la partición de la misma, el heredero es titular
de una cuota o parte alícuota, que por encontrarse indivisa la herencia, no le atribuye bienes y derechos
concretos. Por otra parte, y si bien el artículo no lo dice expresamente, la calidad de heredero no puede ser
cedida, según la regla "semel heres Semper heres" del derecho romano, y esto se debe a que tal calidad es
personalísima y, por ende, no transmisible por cesión.
Ahora bien, las dudas han surgido al intentar determinar hasta qué momento puede efectuarse, lo que ha
generado un profundo debate al respecto, que parece zanjado al determinar, en principio, que puede
efectuarse hasta el momentode la partición, pues es allí donde cesa la indeterminación, independientemente
de la inscripción previa de la declaratoria de herederos o del testamento, la que sólo tiene fines de
publicidad a terceros.
Pérez Lasala sostiene que en el caso de heredero único, la partición no pone fin a la comunidad hereditaria,
ni cumple con la función distributiva del caudal hereditario, sino de "atribución judicial" de la herencia, la
cual sirve para determinar la porción liquida hereditaria, una vez pagadas las deudas. Por eso nada impediría
que en caso de heredero único éste ceda la herencia hasta el momento de esa adjudicación, porque hasta
tanto no llegue, el activo y el pasivo aparecen entremezclados, y tanto uno como otro pueden estar
indeterminados.
En consecuencia, una vez producida la adjudicación, deja de ser viable la posibilidad de efectuar una cesión
de derechos hereditarios, debiendo recurrirse a los contratos transmisivos de la propiedad (venta, donación,
permuta), a menos que se hubiese previsto en el contrato la posibilidad de la aparición de nuevos bienes.
“Art. 2306. Efectos sobre la confusión. La cesión no produce efecto alguno sobre la extinción de las
obligaciones causada por confusión.”
2. “Art. 2303. Extensión y exclusiones. La cesión de herencia comprende las ventajas que pueden resultar
ulteriormente por colación, por la renuncia a disposiciones particulares del testamento, o por la caducidad de
éstas. No comprende, excepto pacto en contrario:
a) lo acrecido con posterioridad en razón de una causa diversa de las expresadas, como la renuncia o la
exclusión de un coheredero;
b) lo acrecido anteriormente por una causa desconocida al tiempo de la cesión;
c) los derechos sobre los sepulcros, los documentos privados del causante, distinciones honoríficas, retratos y
recuerdos de familia.”
El contrato de cesión de herencia tiende a proporcionar al cesionario la misma posición que tendría si
hubiera sido heredero, razón por la cual el momento de regular la producción de los efectos del contrato es
el de la apertura de la sucesión.
Para realizar un abordaje más ordenado, analizaremos los supuestos más característicos:
3. Gastos y mejoras
Teniendo en cuenta que el patrimonio hereditario que adquiere el cesionario es el existente al momento de
la apertura de la sucesión, los gastos y mejoras que introduce el heredero son de su titularidad y no se
transfieren a la sucesión, en cuyo caso el cesionario los deberá al cedente, excepto que se realice pacto en
contrario entre las partes.
4. Deudas y cargas
Corresponde al cesionario el pago de las deudas hereditarias, aun aquellas que ya han sido satisfechas por el
cedente previamente a la celebración del contrato de cesión. De la misma manera responde por las cargas de
la herencia, dado que son gastos que repercutirán luego en su propio beneficio.
5. Pérdidas y deterioros
La pérdida de los bienes hereditarios singulares (como su consumición), y los deterioros que dichos bienes
hayan experimentado, los sufre el cedente por deber su valor al cesionario. Aun así, como en materia de
enajenaciones a título gratuito, resultará de importancia determinar si tal circunstancia era conocida por el
cesionario. En caso de que el cesionario los conozca, el cedente quedará liberado, y el cesionario recibirá las
cosas en el estado en que se hallen al tiempo de la cesión.
6. Frutos
Los frutos son parte de la cosa principal en tanto estén pendientes. Por eso el cedente debe entregarle al
cesionario los frutos pendientes que contengan los bienes hereditarios cedidos.
“Art. 2305. Garantía por evicción. Si la cesión es onerosa, el cedente garantiza al cesionario su calidad de
heredero y la parte indivisa que le corresponde en la herencia, excepto que sus derechos hayan sido cedidos
como litigiosos o dudosos, sin dolo de su parte. No responde por la evicción ni por los vicios de los bienes de la
herencia, excepto pacto en contrario. En lo demás, su responsabilidad se rige por las normas relativas a la
cesión de derechos.
Si la cesión es gratuita, el cedente sólo responde en los casos en que el donante es responsable. Su
responsabilidad se limita al daño causado de mala fe.”
La particularidad del contenido del contrato de cesión consiste en que el cedente debe garantizar su calidad
de heredero, lo que comprende dos circunstancias: por un lado, que se ha producido la apertura de la
sucesión, por otra parte, que el cedente reviste la calidad de heredero del causante de cuya sucesión se
trate, de lo contrario nada podría transmitir, es decir que garantiza el derecho hereditario y no un contenido
concreto compuesto de bienes determinados, siendo éste el principio general en materia de evicción. En
cambio, no existe responsabilidad por evicción de los bienes particularmente considerados, dada la
indeterminación de la universalidad que compone el acervo. En este sentido Borda agrega que el heredero
no garantiza al cesionario que los bienes que integran la cuotaparte cedida sean de propiedad del causante.
De allí que si un tercero reivindica uno de los bienes del haber relicto, no habrá garantía por evicción. Todo lo
referido al contenido patrimonial, tanto activo como pasivo, queda fuera de esta.
Es clara la redacción del artículo respecto del acuerdo que pudiera surgir sobre los derechos hereditarios
cedidos como dudosos o litigiosos, donde el cesionario toma sobre sí el riesgo no sólo del contenido de la
herencia, como es habitual, sino también sobre el carácter de heredero del cedente, salvo aquellos casos
donde este último obre con dolo, es decir conociendo positivamente que la herencia no le pertenecía, en
cuyo caso la exclusión de su calidad de heredero le obliga a devolver al cesionario lo que de él hubiese
recibido, y a indemnizarlo por todos los gastos y perjuicios que pudiera haberle ocasionado, ampliando por
su mala fe, la responsabilidad prevista en el artículo.
“Art. 2307. Obligaciones del cesionario. El cesionario debe reembolsar al cedente lo que éste pague por su
parte en las deudas y cargas de la sucesión hasta la concurrencia del valor de la porción de la herencia
recibida. Las cargas particulares del cedente y los tributos que gravan la transmisión hereditaria están a
cargo del cesionario si están impagos al tiempo de la cesión.”
El cesionario deberá contribuir al pago de las deudas y cargas hereditarias, y sólo podrá concurrir a la
partición sobre el activo líquido una vez deducidas aquéllas, estando obligado a satisfacer las deudas hasta el
equivalente al valor recibido, sin perjuicio de la responsabilidad subsistente en cabeza del cedente, siendo
ésta una obligación no dispensable ni limitable por acuerdo entre las partes.
Es por ello que los acreedores hereditarios conservan su acción contra el cedente, dada su calidad de
heredero, que subsiste a pesar de la cesión, pero también puede dirigirla contra el cesionario. Ahora bien, si
el cedente hubiese pagado con bienes propios la deuda reclamada, podrá luego repetir contra el cesionario,
y esto es así, pues de lo contrario habría un beneficio en favor del cesionario por la circunstancia de que esa
deuda no se impute al caudal relicto. Es por ello que el cedente se colocaría en lugar del acreedor
subrogándose la deuda abonada, pudiendo reclamarla al cesionario.
Respecto de las cargas particulares del cedente y los tributos que graven la transmisión hereditaria, son a
cargo del cesionario, pues las mismas hacen factible su derecho.