Fundamentos Sentencia
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AUTOS Y VISTOS:
Se reúnen los señores jueces de este
Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 5, Fernando
Canero, Daniel Horacio Obligado y Adriana Palliotti,
presidido por el primero de los nombrados, asistidos
por el secretario Javier Alejandro Falcioni, con el
objeto de rubricar y dar lectura a los fundamentos de
la sentencia cuyo veredicto se dio lectura el pasado
21 de diciembre de 2022, que se dictó con motivo del
debate oral y público llevado a cabo en la causa N°
2791 caratulada “Sandoval, Mario Alfredo s/inf. art.
144bis inc. 1°, último párrafo, en función del art.
142 y 144ter, párrafos 1° y 2° del Código Penal”.
Seguida contra el acusado MARIO ALFREDO
SANDOVAL, argentino, nacido el 31 de agosto de 1953 en
Avellaneda, Pcia. Bs.As., hijo de Juan Pedro y de
María Anselma Álvarez, L.E. n° 10.829.087, jubilado,
actualmente detenido en la Unidad nro. 34 el Servicio
Penitenciario Federal.
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Sandoval, los señores Defensores Públicos Oficiales,
Germán Carlevaro, Gerardo Miño y Cyntia Dettano.
Y RESULTANDO:
I. REQUERIMIENTOS DE ELEVACION A JUICIO.
1. Requerimiento de elevación a juicio del
representante del Ministerio Público Fiscal.
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Abriata. La querella sostuvo que se tuvo por probado
que, por un lado, aquel 30 de octubre de 1976, Mario
Alfredo Sandoval fue una de las personas que participó
en el operativo que se llevó a cabo en la casa de la
familia Abriata y en el domicilio de Hernán, mientras
que por otro, el nombrado en su calidad de miembro de
la Policía Federal Argentina, colaboró activamente con
el grupo de tareas que, con base operativa en la
Escuela de Mecánica de la Armada, ejercía su
actividad, siguiendo así la orden de exterminio al
elemento subversivo, conforme la organización de los
altos mandos de las Fuerzas Armadas, en ese entonces a
cargo del Gobierno Nacional; ello al menos hasta el 19
de septiembre de 1979, fecha ésta última en la que se
desvinculó del destino en el que se tiene por
acreditado que prestó funciones (Superintendencia de
Seguridad Federal de la Policíaa Federal Argentina,
más precisamente el Departamento de Asuntos
Políticos).
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a juicio de la presente causa seguida contra el
imputado Mario Alfredo Sandoval, sostuvo que Hernán
Abriata -caso 115- fue privado ilegítimamente de su
libertad el día 30 de octubre de 1976, a las 3 horas,
en su domicilio sito en la Avenida Elcano N° 3235,
depto. 39, de esta Ciudad, por un grupo de personas
armadas vestidas de civil que aparentemente eran de
Coordinación Federal. Luego fue conducido a la ESMA,
donde permaneció clandestinamente detenido bajo
condiciones inhumanas de vida. Y que aún permanece
desaparecido.
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Advertido formalmente sobre sus derechos y
finalizadas las preguntas de identificación el
imputado, el 14 de septiembre de 2022, hizo uso de su
derecho de declarar en el marco de la audiencia de
debate manifestando que deseaba “contextualizarla” y
lo hizo del siguiente modo: “…Como este juicio es
virtual, no sólo me dirijo a las personas que estamos
presentes aquí, sino a las que están observando por
Internet, tanto en Francia como en Argentina o en el
mundo entero. Quiero agradecer también la presencia de
cada uno de vosotros…soy de nacionalidad francesa y
argentina…la nacionalidad argentina la mantengo por
obligación ante la imposibilidad de renunciar…Es
decir, en ese hecho, la nacionalidad argentina está en
una situación muy particular porque yo opté
particularmente por la nacionalidad francesa….Si hoy
estoy aquí…es por decisión del Gobierno francés, que
autorizó mi extradición. Pese al pedido de 596 casos,
se limitó a un solo caso, el caso del señor Barita.
Esta decisión se hizo en el marco de lo que se llama
la cooperación judicial, pero también al respecto de
la garantía del artículo 2°, inciso 7), de la Carta de
Naciones Unidas sobre la soberanía jurídica y
política…. y por eso dio la extradición de un solo
caso y no de los 595 otros restantes al considerar que
no había ningún elemento. Al dar la extradición, la
República francesa…permanecí durante los siete años en
libertad bajo control judicial; iba a firmar una vez
por mes a la comisaría de la región y podía
desplazarme con autorización del tribunal…”
Más adelante en otro pasaje de su
declaración, refirió que: “…resulta que las
prerrogativas procesales que podía tener en Francia…al
llegar a Argentina…no eran considerados, sino al menos
válidos, en la práctica no eran reconocidos. No eran
reconocidos ¿por qué? Porque se consideraba que yo
estaba prófugo, cuando yo soy ciudadano francés, vivía
en Francia….Y si la Justicia francesa me detuvo…fue a
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pero por qué si hubo tanta urgencia en solicitar la
extradición, como vino diciendo un señor de la
querella, que el señor Loza hizo todo lo posible para
que me extraditen, se debe pensar que un delito que
comenzó en el 76, algunas declaraciones en el 84, se
reinició en el 2008, se pidió la extradición en 2012,
se ejecutó la extradición en 2019. Lógicamente toda la
investigación estaba realizada, quedaba que venga y
para que me juzguen en el término o que pasara en
juicio en el término inmediato. No ocurrió. El hecho
de encontrarme en detención arbitraria, es lo que yo
considero….Estaba previsto que traigan un transporte y
me trajeron en otro, que no está de acorde ni que con
mi edad, con mi patología y está en contrario a lo que
ustedes dispusieron…Pero si hay algo que yo quiero
dejar bien en claro es que, durante los 35 años que
estuve en forma permanente y regular en Francia,
mantuve contacto con el Ministerio de Seguridad
argentino, la Caja de Retiro, Jubilaciones y
Pensiones, la Policía Federal y las instituciones que
querían comunicarse conmigo….”
Indicó que“…Usted me decía para
contextualizar y aquí voy al hecho mío en los años 70.
En los años 70 yo fui agente del Estado, agente del
Estado en la Policía Federal Argentina estando
destinado para el momento del hecho investigado en el
Departamento de Asuntos Políticos de la
Superintendencia de Seguridad Federal….Salvo la
aparición del holograma hoy en día, en ese momento uno
no puede estar en dos lados. Y lo prueban los
documentos, los legajos. Mi destino fue ese y no otro.
Ejercí mis funciones respetando los principios
legislativos y convencionales del momento. Siempre fui
considerado un empleado para muchos indisciplinado. En
realidad, impregnado de racionalidad administrativa
jurídica y del mundo inteligible que interpela, que
cuestiona, no aceptando la autoridad que por el cargo
o por la fuerza impone una supuesta verdad o decisión
arbitraria. Esa fue mi conducta….me pasaron a retiro
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Humanos, en el Pacto Internacional de Derechos
Económicos Sociales y Culturales, Pacto Internacional
de Derechos Civiles, Políticos y su protocolo
facultativo….Escuché recién la palabra "genocidio".
Por eso solicito que se garantice y respete en los
debates el principio contradictorio como pilar de la
Justicia y en las declaraciones la legalidad
conceptual, es decir, no utilizar palabras, conceptos
que son no solamente ilegales e inexactas sino que
producen tratos inhumanos y degradantes, violencia
moral, artículo 7, influyen en la detención
arbitraria, artículo 9, violan al principio de
inocencia, artículo 14.2, violan la dignidad del ser
humano, artículo 10, no hay reconocimiento de la
persona jurídica, artículo 16, afecta mi honra,
reputación, artículo 17.1, todos del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos…”
Expresó “…Por otra parte, recuerdo que la
señora Palliotti y el señor Obligado, miembros de este
tribunal, ya trataron el caso Abriata en ESMA
unificada, habiendo juzgado y condenado a numerosas
personas como responsables de este hecho, es decir,
hay cosa juzgada….Es decir que voy de lo general a lo
particular, primero, es porque tanto ustedes como en
el caso mío estamos en la búsqueda de la verdad
jurídica, y no otra. La historia, las ideologías, las
rivalidades subjetivas tienen otros estrados y
lugares, metodologías que aquí no es el lugar para
tratarlos. Estamos únicamente en la búsqueda de la
verdad…La mentira consiste en decir falsedad con
intención de engañar. La mentira constituye una
violencia en particular para mí, porque están
mintiendo sobre mí. Cómo no me voy a sentir afectado
en esa mentira…La única verdad jurídica que va a salir
de aquí será la expedición responsable de lo
inteligible como reflexión del pensamiento en acto. Es
así que los numerosos testimonios realizados donde se
me acusa y en los que estaba ausente, como estaban
ausentes mis abogados para defenderme o defenderme, no
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condena…Es decir que objetivamente si se cometieron
ilícitos, cada uno cometió un ilícito, son delitos
políticos y en ese contexto los autores deben ser
tratados como corresponde. A ello se agrega que
ninguno de los actores de los años 70 que integraban
grupos armados se los llevó a justicia…Pero yo quiero
ir más lejos y en mi indagatoria -que es esta-, yo,
Mario Sandoval, en mi condición de ex agente del
Estado, perteneciente a una institución de seguridad
republicana integrada por hombres y mujeres al
servicio de la sociedad, respetuoso de la legislación
y convenciones imperantes, pese a no haber cometido
ningún crimen y delito por los que políticamente se
pretende juzgar frente a esta justicia federal, que
desde mi análisis no se respetan los principios del
derecho de Estado, se busca que yo asuma una
responsabilidad política de la violencia de los años
76 y 83, recordando que en esa época carecía, como
actualmente es la situación, de autoridad decisional
de gobierno o de instituciones pilares del Estado. La
Justicia me trata de juzgar por un período sabiendo
que no cometí ningún ilícito jurídicamente
reprensible…por no haber cometido crimen o delito
penalmente reprensible ni haber integrado una
organización terrorista…”.
En este contexto solicitó que se reconozca
que estaba siendo juzgado por un tribunal especial en
un juicio político y que era un preso de excepción y
agregó: “…Señores miembros del Poder Judicial,
autoridades del gobierno argentino…Permaneceré aquí
todas las veces necesarias y ejerceré mis derechos
ante personas que desde el punto de vista no los
respetan….Saben que tengo un sitio en internet, saben
que tengo publicaciones y que lógicamente que no
compartimos la misma ideología. Pero en esa ideología,
en este momento y de una forma muy respetuosa, yo no
acepto la legitimidad de las leyes que se aplican en
este proceso…Yo continúo en detención preventiva,
señor. Es en este paradigma donde yo me reconozco como
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supuestamente pude haber realizado. Y hoy en día,
señor, pienso que verdaderamente me están juzgando por
lo que fui, agente del Estado, y por lo que hoy soy,
cómo me expreso, cómo lo digo, a quién lo digo o de
qué se considera lo que digo…”
“…Es un discurso que está dentro del derecho
a la defensa en un juicio contradictorio, oral y
público. Es el derecho personal de expresar libremente
mis ideas, mis opiniones. Pueden no estar de acuerdo
terceras personas, y yo lo acepto. Pero la justicia
penal no puede regirse y funcionar por el rumor,
comentarios infundados o los rencores o los odios. Yo
no lo siento. Yo siento verdaderamente que estoy en
toda libertad de expresión ante usted y que me puedo
explayar tranquilamente en mis opiniones.En esta
búsqueda de la verdad y de los derechos humanos,
porque estamos por un caso particular, no puedo más
que asociarme sinceramente al dolor de la familia
Abriata y a la grave y lamentable tragedia que pasa su
familia, su mamá, su esposa, su hermana. Pero eso no
tiene que llevar a una acción irracional buscando a
todo precio un culpable, sabiendo que no lo soy. Cada
uno de ellos, lógicamente que los acompaño en el
dolor, no puedo hacer otra cosa, y que son víctimas
nadie lo puede discutir….”
Seguidamente agregó que: “… Pero yo no soy
el productor de esa víctima, no soy el actor que
ocasionó esa situación. Y yo lo repito una vez más,
como lo dije la vez anterior, yo no soy la persona que
fue a la casa de la familia Abriata ni la del señor
Héctor Abriata. Eso lo voy a repetir en todas las
ocasiones que usted me dé la ocasión de la palabra
para que quede claro. ¿Por qué? Porque la familia
Abriata sabe en su fuero interno que yo no fui. Y
usted podría decir "Pero ¿cómo puede ser alguien que
no se conoce en el fuero interno?", porque uno de
ellos -yo lo dije la otra vez-, de la familia, estuvo
presente cuando el juez en noviembre del 76 me
interrogó en el término del artículo 236, segunda
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inspector, ni el comisario Sandoval, que fue a la casa
de la familia Abriata; luego se trasladó al domicilio
del señor Hernán Abriata; ni lo detuvo. Yo no soy el
alias "Churrasco" o "Churrasquito", que la mayoría
quieren endilgarme. Yo no integré ni pertenece, ni
estuve, en la ESMA. Y por consecuencia, quiero aclarar
esta situación, porque durante las declaraciones
diversas de los testimonios de la familia Abriata y de
los testimonios del señor Buzzalino o del señor Muñoz,
se vislumbra o se deja entender, o se puede
comprender, que eso sería así. Como no puedo
contradecir sus dichos, porque en ese momento era
imposible -además, no tengo el derecho de
interrogarlos, no tengo el derecho de contra formular
oposiciones a sus afirmaciones- es que deseo aclarar
en detalle cada una de estas declaraciones que hacen,
no solo a mi defensa, sino que hacen al hecho que se
me está acusando por algo que verdaderamente no soy. Y
¿por qué no soy? Porque la mayoría quiere identificar
una persona para coincidir conmigo. Y ¿cómo comienza
esta situación? De morrudo pasé a ser pequeño; de
grande, bajo; de morocho, a morochito o blanco; del
inspector Sandoval únicamente, pasé a ser inspector
Mario Alfredo Sandoval; de tener 35 años en esa época
-en el año 76- pasé a tener 23 años o 24 años, salvo
para un testigo, por ejemplo, el señor Buzzalino, que
dice que en ese momento tenía 35 años, es decir que
para algunos hay una verdadera confusión en la
descripción del inspector Sandoval que estuvo en la
casa del señor Abriata y de la familia Abriata. Es
decir, todos esos elementos dan orientación a que
tengo que aclararlo, señor Canero, porque si no, se va
a escuchar simplemente una versión y no la mía….”.
Siguió su alocución efectuando unas
preguntas: “…¿Por qué dicen que soy el inspector
Sandoval que estuvo en la casa de la familia Abriata y
del señor Abriata? ¿Es que hubo alguna investigación
previa desde 1976 a 2008? ¿Es que la Justicia tenía mi
nombre como imputado en alguna causa? ¿Cómo comienza
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-no fue así-, pero de altura es imposible, y de muy
morrudo o de morochón a morochito, tampoco….”
Se refirió a las declaraciones de los
testigos y las supuestas contradicciones esgrimidas
por estos, diciendo que: “...El hecho ocurre el 30 de
octubre de 1976. El primero que se presenta a
denunciar es el papá del señor Hernán Abriata. Él
realiza tres declaraciones en el año 76: el 1° de
noviembre de 1976, el 15 de noviembre de 1976 y el 17
de diciembre de 1976. Y es importante esta
contextualización, porque cuando vemos hasta el día de
hoy cómo las cosas cambiaron. En el 76 y 84 son un
modelo de declaración; a partir del 2012, 2014, 2022,
es otro modelo de declaración de las mismas personas.
Es decir que lo que vieron en el 76, que era más
inmediato, la memoria, la constatación, el reflejo que
uno puede llegar a tener en 24, 48, 10 días, no puede
cambiar radicalmente en el año 2012 o 2022. El 1° de
noviembre de 1976, el señor Carlos Alberto Abriata, el
padre de Hernán, dice que uno de los hombres le dijo a
su nuera que se trataba el motivo del procedimiento
por una denuncia de la Facultad de Arquitectura,
identificándose con una credencial a nombre del
inspector Sandoval, de Coordinación Federal. Primer
punto, la credencial se la muestran a la nuera. El 15
de noviembre de 1976, el señor Abriata dice que "estas
personas, todas de civil", no vio a ninguno de
uniforme, "que a la nuera del dicente, Mónica Dittmar,
uno de los integrantes le exhibió una credencial
perteneciente a Coordinación Federal a nombre del
inspector Sandoval, insistiendo esta persona que se
fijara bien quién era; que a esta persona también la
puede reconocer el dicente, ya que también tuvo trato
con el dicente, pudiendo asegurar que no estaba su
hijo implicado en ningún tipo de actividad política y
gremial”. Perdón, señor Canero, esto que leo no es mi
interpretación, son los testimonios que están -creo-
en el Legajo 48, de cada uno de ellos. Es textual lo
que leo. No hago ninguna interpretación. Yo lo que
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una mujer, que no podría saber quiénes serían, que les
preguntó si era la persona que había estado en su
domicilio. Como le dijeron que no, directamente me
tomó esa declaración 236, segunda parte, nunca más me
convocó y dictó un sobreseimiento sin procesar persona
alguna…”.
Siguió ampliando estas ideas que consideró
centrales para su declaración: “…En ese momento, la
instrucción me hace conocer los motivos por los cuales
debo ampliar mi declaración, glosada en la foja 8 -es
decir, 17 de noviembre de 1976- del primer cuerpo del
anexo 25 al expediente principal. Y le aclaro que no
tengo ningún impedimento de hacerlo. Me pregunta que
manifieste la diferencia de mi contextura física en
1976 y la actual, es decir, 1986, 10 años después.
Manifesté "Prácticamente ninguna. Mantengo mi
contextura en igualdad de condiciones, solamente con
una diferencia de más de 2 kilos". Es decir que en ese
momento tendría 63 kilos y medio. "Mi cabello se
mantiene igual, y mi forma de la cara, lo mismo". "La
apariencia de fotografía de 10 años atrás es igual a
la actual. Comprueba lo anterior con Pasaporte N°
7325422 de fecha 17712/75, cuya fotografía coincide
con la apariencia física actual". Eso es en cuanto a
mí y la relación... Tiene la relación directa, porque
dice que el inspector Sandoval es tal persona, la
Justicia y el juez que me interrogó en ese momento, a
lo mejor consideró de otra forma…Más tarde, el 23 de
abril de 1984, hace nuevamente la descripción del
inspector Sandoval y dice: "Quiero aclarar que
reconocería a quien dijo ser el inspector Sandoval.
Que es petiso, algo gordo, pelo y tez oscuras, cara
alargada grande, alrededor de los 35 años". Y aclara:
"Los otros eran todos jóvenes, de aproximadamente la
edad que tenía la declarante en aquella época,
vestidos no uniformemente”. Es decir que ahí deja...
describe aún más. Es decir, lo que comenzó... la
descripción del señor Abriata con el oficial Busquet,
diciendo que tenía este inspector 35 años, la
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instrucción en ese momento o de la Fiscalía. ¿Y por
qué yo digo que a lo mejor el equilibrio de igualdad
de armas no están dadas? Porque la debida garantía
incluye la garantía de una audiencia pública e
imparcial. Y lamentablemente usted tuvo que llamar la
atención...El tratamiento no fue lo mismo con unos y
otros…No hay una igualdad de medios lógicamente en ese
hecho, porque yo no pude interrogar a los testigos, no
puedo contrainterrogar a los testigos. Estoy haciendo
ahora un razonamiento que lleva a reflexiones que a lo
mejor eso se podrían haber dialogado en ese momento. Y
esas particularidades que la interpelación que
hicieron con testigos cuando vinieron dos testigos
particulares fue muy fuerte, señor Canero. Fue muy
fuerte en este sentido de que las preguntas eran más
de índole de conocimiento político que de verdad
jurídica. Era querer saber qué pasó en los años 70, y
que le digan qué pasó….Yo puedo tener una visión sin
hacer revisionismo político de la historia, pero acá
no estamos juzgando qué visión usted tiene o que yo
tengo de los años 70. Están juzgando mi libertad,
están juzgando si yo estuve en ese hecho o no. Y no
estuve. No soy la persona. No soy el inspector
Sandoval que estuvo ahí, el comisario Sandoval, no
estuve en la ESMA, no tengo el alias que todo el
mundo... no es todo el mundo, es una o dos personas
que dicen que podría ser, porque los otros ninguno
describe en particular nada de ello…”
Argumentó luego que: “…Yo puedo compartir,
como dije el primer día, comparto el dolor de la
familia Abriata, no me canso de explicarlo. Pero no
soy la persona, el culpable de la gravedad o la
consecuencia de ese acto que ocurrió. Y en el caso del
señor Loza, todo... explicó su situación, pero llegó
un momento que comenzó a expresarse en referencia a mi
caso, que no tenía ninguna relación, no era...”
Previo a finalizar, por presidencia se le
formularon las siguientes preguntas dado que el
imputado refirió en más de una oportunidad que sólo
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PRESIDENTE.- En el 76. IMPUTADO (Sandoval).- No me
acuerdo, señor. No me acuerdo. Pero sé que había
varios. Yo podría darle la lista: Durán, Cuatromanos,
Robles... Varios. PRESIDENTE.- Está bien. ¿Y dentro de
esa estructura, usted, qué lugar ocupaba? IMPUTADO
(Sandoval).- Mi jerarquía en ese momento era la
tercera. La tercera jerarquía saliendo de la Escuela
de Cadetes. Yo digo en ese momento, porque después
hubo una modificación y ahora es la segunda.
PRESIDENTE.- ¿Cuál era la tercera jerarquía? IMPUTADO
(Sandoval).- Subinspector. Antes había sub ayudante,
ayudante, subinspector. Ahora hay ayudante,
subinspector. No hay más después de... En ese período
ya estaba así. PRESIDENTE.- ¿Y en qué consistía su
tarea? IMPUTADO (Sandoval).- Mi tarea era... Yo estaba
afectado a la sala de situación, donde se hacen las
redacciones de los informes que van a ser enviados a
las autoridades institucionales o nacionales, pero que
esa es otra función. En la sala de situación... Un
ejemplo, le voy a dar la tarea cotidiana, cómo era en
ese momento. No sé ahora lo que sería. A la mañana iba
una señora a comprar los… PRESIDENTE.- ¿Usted cumplía
horario? IMPUTADO (Sandoval).- Sí, sí, sí.
PRESIDENTE.- ¿Qué horario cumplía? IMPUTADO
(Sandoval).- A la tarde. PRESIDENTE.- ¿Qué horario?
IMPUTADO (Sandoval).- A la tarde. Yo creo que era de
14... Espere que me acuerde. 14 a 21 creo. Algo así.
No me acuerdo, pero sé que era a partir de las 14 o
algo así. Eran dos turnos nada más. La persona esta,
una señora, iba y compraba los diarios, las revistas,
y se seleccionaban de acuerdo a la información o a la
noticia política. Luego venían los partes de los
oficiales que eran nexos con los actores políticos.
Porque mismos en ese año dejaron de funcionar
constitucionalmente o políticamente los partidos
políticos, la actividad continuaba de los partidos
políticos y se veían y dialogaban con cada uno.
Entonces, cada uno de ellos venía, traía un parte, se
escribía para (...) escribir. Hay que tener en cuenta
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¿Recuerda a algún compañero de trabajo con el que
compartía todos los días? IMPUTADO (Sandoval).- Y, ahí
estaba... Espere que me acuerde, no hay ningún
problema. Uno de los que estaba en nexo con el partido
político era Soler, Jorge Soler. Otro, en
Administración, estaba Turón. Ahí en la sala de
situación estaba Ferreyra, el subcomisario Robles...
No es tan fácil acordarme, señor. PRESIDENTE.- No,
está bien, yo le pregunto cuál era su entorno
inmediato en el año 76, con el que usted compartía el
día a día. IMPUTADO (Sandoval).- Sí, eran... Porque en
la sala de situación había… PRESIDENTE.- Soler,
Ferreyra y Robles. IMPUTADO (Sandoval).- Soler, Soler.
Él era el que estaba a cargo de la relación con el
Partido Peronista. Y después había otro, que me
olvidé, que estaba con el Partido Intransigente. Pero
bueno...PRESIDENTE.- ¿Y usted con qué partido?
IMPUTADO (Sandoval).- Con ninguno. PRESIDENTE.- Con
ninguno. IMPUTADO (Sandoval).- No, ninguno. Yo me
encargaba... Ellos traían la novedad, yo la escribía,
y así era como se comunicaba. PRESIDENTE.- Bien. En
esta suerte de usina de información que había, ¿usted
estaba al tanto de la denominada lucha antisubversiva
que había encarado las Fuerzas Armadas y las Fuerzas
de Seguridad? IMPUTADO (Sandoval).- Sí, sí, sí.
PRESIDENTE.- ¿Usted estaba al tanto si personal de la
Policía Federal de Seguridad Federal participaba en
esta denominada lucha antisubversiva? IMPUTADO
(Sandoval).- No, no. PRESIDENTE.- ¿No estaba al tanto?
IMPUTADO (Sandoval).- Yo voy a explicar por qué.
Porque uno podría pensar que todo el mundo trabaja ahí
y no se pueden saber cosas que a lo mejor uno dice
"Usted no estaba al tanto". Lo que sucedía a nivel
nacional, lógicamente que el hecho de estar leyendo
los periódicos o las revistas, o las noticias, sabía
que hubo unas disposiciones especiales del gobierno en
la suspensión de las garantías individuales, de los
partidos políticos… PRESIDENTE.- Más allá de eso. Yo
voy a lo concreto, porque tiene que ver con... Lo que
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diciembre de 1976. Orden del Día Int. Nº 264 del 1 de
diciembre de 1977; 5) Expediente 104.864/83 y
Expediente 131.840 ambos de CRJPPF; 6) Organigrama de
la SSF obrante a fojas 598/60 de la causa Nº 16.441/03
caratulada “Gallone Carlos Enrique y otros s/inf. Art.
80, incs. 2°, 4° y 6° del C.P…”; 7) Orden del Día Nº
13 del 20 de marzo de 1975 –Reservada- obrante a fs.
604 de la causa Nº 16.441/03 caratulada “Gallone
Carlos Enrique y otros s/inf. Art. 80, incs. 2°, 4° y
6° del C.P…”; 8) Declaraciones testimoniales de Juan
Jorge Rodríguez obrante a fs. 710/12; Declaración
testimonial de Luis Alberto Hernández a fs. 793/5;
Declaración indagatoria de Carlos Vicente Marcote a
fs. 974/977; Declaración indagatoria de Juan Carlos
Lapuyole a fs. 985/89, Declaración testimonial de
Jorge Oscar Soler a fs. 1521/22; Declaración
testimonial de José Luis Turón a fs. 1523; todas ellas
de la causa Nº 16.441/03 caratulada “Gallone Carlos
Enrique y otros s/inf. Art. 80, incs. 2°, 4° y 6° del
C.P…”; 9) Informes de dominio de los inmuebles de la
calle Agüero 754, Unidades Funcionales de la Planta
Baja y Superí 2260, ambos de esta ciudad; 10) Causa
16.660/2009 del registro del Juzgado Nacional en lo
Criminal y Correccional nº 1, Secretaría nº 105
(recibida en formato papel en el Tribunal el
03/08/2022); 11) Legajo CONADEP 8066; 12) Legajo
personal de la PFA de Mario Alfredo Sandoval 14.504
(número 345), original, junto con toda la
documentación anexa; 13) Copias certificadas de la
causa Nº 7.988, caratulada “Sandoval, Mario Alfredo
s/sustracción de menor y ocultación, denunciante:
Cordero Mercedes”, del Juzgado Nacional de Primera
Instancia en lo Criminal de Instrucción Nº 9,
Secretaría Nº 126; 14) Causa 13/84: Sentencia, actas
mecanografiadas de los testimonios y exhortos en la
causa Nº 13/84 caratulada “Causa originariamente
instruida por el Consejo Supremo de las Fuerzas
Armadas en cumplimiento del Decreto 158/83 del Poder
Ejecutivo Nacional”; 15) Informe “Nunca Más”. Informe
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Internacional Humanitario del Ministerio de Defensa de
la Nación, incorporados a las causas 1270, ESMA
unificada y 1891; 38) Legajos personales de Ernesto
Frimón Weber; Juan Carlos Fotea, Claudio Orlando
Pitana y Raúl Armando Cabral, incorporados en las
causas 1270 (Weber y Fotea), ESMA unificada y 1891;
39) Directiva del Consejo de Defensa Nº 1/75 ‘Lucha
contra la subversión’”, “Directiva Antisubversiva Nº
1/75 ‘S’” y Plan de Capacidades (PLACINTARA) C.O.N.
Nº. 1/75; 40) Reglamento Orgánico de la Armada, RG 1—
007 Edición Provisoria, 1975; 41) RA 9—004 “C”
Reglamento Orgánico del Comando de Operaciones Navales
(proyecto), Edición 1972; 42) RA 9—004 Reglamento
Orgánico del Estado Mayor del Comando Naval, Edición
1968; 43) Reglamento Orgánico del Comando Naval,
Primera Edición; 44) RG 1—055 “R” Reglamento General
del Estado Mayor Naval; Reglamento General de Personal
Naval, Tomo 1, del Servicio en General; 45) RG 1—003
Reglamento del Servicio Naval, 4 tomos; 46) RA 9—111
"P" "Reglamento Orgánico de la Escuela de Mecánica de
la Armada" (ROEMA) Ed. 1966 y Ed. 1982; 47) R.A 6—004
"P" "Reglamento para la administración del personal de
la Armada (RAPA); R.G.-1-704 "C" "Reglamento de
Inteligencia Naval- Contrainteligencia-Censura Naval
Ed. 1955, -R.G.-1-701 "C" "Reglamento de
Contrainteligencia Naval" Ed. 1975; 48) Manual de
organización, equipo y roles de combate de infantería
de marina (MOERCIM), 1980; 49) Directiva del
Comandante General del Ejército Nº 404/75 (Lucha
contra la subversión) del 28 de octubre de 1975; 50)
Instrucciones Nº 335 (Continuación de las operaciones
en Tucumán) del 5 de abril de 1976; 51) Orden Parcial
Nº 405/76 (Reestructuración de jurisdicciones y
adecuación orgánica para intensificar las operaciones
contra la subversión) del 21 de mayo de 1976; 52)
Orden Especial Nº 336 (Continuación de la "Operación
Independencia") del 25 de octubre de 1976; 53)
Directiva del Comandante en Jefe del Ejército Nº
504/77 (Continuación de la ofensiva contra la
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del 13 de junio de 2011. Hace saber que Mario Alfredo
Sandoval ingresó a la escuela de cadetes en 1972, por
lo que no obran registros en esa institución (agregado
a fs. 82.806 de la causa Nº14.217/03); 64) Informe del
Ministerio de Seguridad con relación al legajo de
Mario Alfredo Sandoval, en el cual obra un detalle de
los expedientes internos y actuaciones que lo componen
(fs. 89.265/89287 de la causa Nº 14.217/03), 65)
Informe del Ministerio del Interior, Dirección
Nacional de Migraciones del donde constan los
movimientos migratorios del imputado, registrados por
Registro Nacional de Ingreso y Egreso de Personas al
Territorio Nacional, obrante a fs. 90.041/90.044; 66)
Informe producido por el Departamento Interpol,
Oficina Central Nacional Buenos Aires, de la Policía
Federal Argentina, donde remite información relativa a
Mario Alfredo Sandoval y acompaña una foto y huellas
dactilares, obrante a fs. 92.498/92.504 de la causa Nº
14.217/03; 67) Documentación relativa a Sandoval
aportada a la causa por Carlos Loza (fs. 92.689/92.698
de la causa Nº 14.217/03); 68) Informe producido por
el Departamento Interpol, Oficina Central Nacional
Buenos Aires, de la Policía Federal Argentina, con
relación a Mario Alfredo Sandoval obrante a fs.
92.986; 69) Copia del legajo de prueba 700 que
contiene al legajo Nº 4139 de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) del que
surge la denuncia efectuada por Beatriz Rosa Gertrudis
Cantarini por la desaparición forzada de Hernán
Abriata. El legajo de prueba 700 está reservado en la
secretaría del Juzgado Nacional en lo Criminal y
Correccional Federal 12, Secretaría 23; 70) Informe
del Archivo Nacional de la Memoria (ANM) dando cuenta
del estudio pericial arqueológico sobre distintas
marcas y escrituras halladas en las paredes del ex
Casino de Oficiales de la ex ESMA. Según este informe,
unas marcas en una de las paredes del sector Capuchita
podrían pertenecer al arquitecto Hernán Abriata (fs.
128040/46); 71) Fotografías remitidas por el ANM de
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registro del Juzgado Nacional de Primera Instancia en
lo Criminal y Correccional Federal Nº3, B) causa Nº
3.777, caratulada “Abriata, Hernán s/ Privación Ilegal
de la Libertad en su perjuicio” del registro del
Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Criminal
de Instrucción Nº31, Secretaría 119, C) causa Nº 511,
caratulado “Abriata, Hernán s/ Habeas Corpus” del
registro del Juzgado Nacional de Primera Instancia en
lo Criminal y Correccional Federal Nº3; Secretaría 7,
D) causa Nº 13.280 caratulada “Cantarini de Abriata,
Beatríz Rosa G interpone recurso de Habeas corpus en
favor de Abriata, Hernán” del registro del Juzgado
Nacional de Primera Instancia en lo Criminal de
Instrucción Nº19, Secretaría 157, E) Expte. Nº
11.564/76, caratulada “Habeas corpus interpuesto a
favor de Abriata, Hernán, por Cantarini de Abriata,
Beatríz Rosa Gertrúdis”, del registro del Juzgado
Nacional de Primera Instancia en lo Criminal de
Instrucción Nº 13, Secretaría 135, F) Causa Nº
4976/84, caratulado “Cantarini de AbriataBeatríz Rosa
Gertrudis s/querella” que tramitó ante Juzgado
Nacional de Primera Instancia en lo Criminal y
Correccional Federal Nº6, Secretaría 16; 80) Ficha de
la víctima que remite al Legajo nº 14225 donde se
informa la búsqueda de su paradero y otra ficha que
reza “DS varios17560” de la ex DIPPBA (Dirección de
Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos
Aires); 81) Copias certificadas de la causa N° 761,
caratulada “Hechos Denunciados como ocurridos en el
ámbito de la Escuela de Mecánica de la Armada” del
registro de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Criminal y Correccional Federal de la Capital Federal;
82) Copias certificadas de las causas “ESMA II” N°
1270 caratulada “Donda, Adolfo Miguel s/Infracción al
art. 144 ter, párrafo 1° del Código Penal -Ley
14.616-” y acumuladas, “ESMA III –UNIFICADA-” N° 1.282
y acumuladas, y “ESMA IV” N° 1891 caratulada “Cabral,
Raúl Armando s/ Delito de Acción Pública” y
acumuladas, todas ellas del registro de este Tribunal
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operaciones de seguridad”; 103) RV 200-10 Reglamento
del Ejército Argentino de 1968; 104) RV 200-4 “Sistema
de comunicaciones fijo del Ejercito”, del Ejército
Argentino, de 1977; 105) Legajo de Mario Alfredo
Sandoval, remitido por el Ministerio de Seguridad,
obrante a fs. 89.265/287; 106) Legajo original
personal de Mario Alfredo Sandoval N° 14.504 (N° 345);
107) Expediente N° 871-57-035307 de la Dirección
General de Personal División Retiros y Jubilaciones;
108) Carpeta que reza “Sandoval Mario Alfredo, Otros
antecedentes”, que lleva el N° 14.504; 109) Carpeta
que reza “Sandoval Mario Alfredo, Licencia” que lleva
el N° 14.504; 110) Carpeta amarilla del año 1993, N°
14.504, iniciado por el Inspector Mario Alfredo
Sandoval, letra 871-57-001183/93; 111) Carpeta
amarilla de la P.F.A. Dirección General de Personal,
División Retiros y Jubilaciones, año 1990 de Mario
Alfredo Sandoval -reconstrucción Sumario
Administrativo N° 871-24-04392-83-; 112) Informes
superiores de Mario Alfredo Sandoval N° 14.504; 113)
Actuaciones N° 14.504 que reza “Archivo Legajo,
03/11/18”; 114) Actuaciones relativas a la designación
de Mario Alfredo Sandoval como asesor externo, ad hoc
y ad honorem de la Secretaría de Derechos Humanos en
asuntos nacionales e internacionales en materia de
seguridad interior del año 2001; 115) Actuaciones
administrativas N° original 871-24-061504/2011 del
organismo Justicia, de fecha 11 de julio de 2011; 116)
Carpeta amarilla expediente 006-01-000603/96, iniciado
por Sandoval solicitando prórroga para asentarse al
exterior del país por diez años; 117) Actuaciones
relativas al llamado a declarar como testigo en la
causa N° 16.441/03; 118) Autorización de prórroga para
vivir en el extranjero diez años, y de reitera
solicitud de antecedentes; 119) Carpeta del expediente
462-06-000185/85 del año 1985; 120) Actuaciones del
expediente 180936/74; 121) Acta de accidente de fecha
enero de 1969, N° 20.324; 122) Carpeta rosa N° 871-57-
075859-60 del año 1990; 123) Actuaciones iniciadas por
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Secretaría nº 20 (agregada al sistema Lex 100 el
04/02/2022); 139) Respuesta del Juzgado Nacional en lo
Criminal y Correccional Federal nº 12, Secretaría nº
23, que incluye el Legajo de prueba 700 que contiene
el legajo nº 4139 de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos del que surge la denuncia efectuada
por Beatriz Rosa Gertrudis Cantarini por la
desaparición forzada de Hernán Abriata (agregada al
sistema Lex 100 el 03/02/2022 y el 04/02/2022); 140)
Respuesta del RENAPER (agregada al sistema Lex 100 el
09/02/2022); 141) Respuestas de INTERPOL (agregadas al
sistema Lex 100 el 11/02/2022, 17/03/2022); 142)
Respuesta de la Comisión Provincial por la Memoria
(agregada al Lex 100 el 04/04/2022); 143) Respuestas
del Ministerio de Seguridad de la Nación (agregadas al
Lex 100 el 16/02/2022, 02/03/2022, 18/03/2022,
16/05/2022, 17/05/2022); 144) Respuestas del
Ministerio del Interior de la Nación (agregadas al Lex
100 el 01/02/2022, 04/03/2022 y 16/05/2022); 145)
Respuesta de la Cárcel de Bouwer (agregada al sistema
Lex 100 el 16/03/2022); 146) Respuesta de la
Secretaría de Derechos Humanos de la Nación (agregada
al Lex el 29/06/2022); 147) Respuesta del Juzgado
Nacional en lo Criminal y Correccional Federal 12
(agregada al Lex 100 el 03/02/2022); 148) Respuestas
del Ministerio de Defensa (agregadas al Lex 100 el
02/03/2022, 13/06/2022, 11/07/2022, 12/09/2022); 149)
Respuestas del Ministerio de Relaciones Exteriores,
Comercio Internacional y Culto –incluida la
documentación traducida por perito intérprete-
(agregadas al sistema Lx 100 el 13/06/2022,
29/06/2022, 15/09/2022, 18/10/2022); 150) Respuestas
Policía Federal Argentina (agregadas al sistema Lex
100 el 27/06/2022, 19/08/2022, 22/08/2022, 25/08/2022,
26/09/2022, 30/09/2022, 06/10/2022, 17/10/2022); 151)
Respuesta del Ministerio de Justicia y Derechos
Humanos de la Nación (agregada al sistema Lex 100 el
29/06/2022); 152) Respuesta del Juzgado Nacional en lo
Criminal y Correccional Federal n° 7, Secretaría n°
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obrante a fs. 1997/2004 de la causa Nº 14.217/03; 4)
Declaración sin juramento de Manuel Jacinto García
Tallada del 04 de abril de 1986, ante el Juzgado de
Instrucción Militar Nº 4, agregada a fs. 2050/2057 de
la causa Nº 14.217/03; 5) Declaración sin juramento de
Leopoldo Suárez del Cerro del 15 de abril de 1986 ante
el Juzgado de Instrucción Militar Nº 4, agregada a fs.
2096/2101 (o fs. 1714/19) de la causa Nº 14.217/03 y
declaración indagatoria ante el CONSUFA el 15/12/86
obrante a fs. 2930/2932; 6) testimonial de Oscar
Antonio Montes del 23 de abril de 1985 en la causa
13/84. Montes se desempeñó como Jefe de Operaciones
del EMGA y fue condenado en la causa 1270; 7)
indagatoria Rubén Jacinto Chamorro del 29 de febrero
de 1984 agregada a fs. 357/77 y su ampliación agregada
a fs. 2.140/2.174 de la causa Nº 14.217/03; 8)
Declaración sin juramento de José Antonio Supicich del
24 de abril de 1986 agregada a fs. 2.177/2.195 de la
causa Nº 14.217/03; declaración indagatoria del 16 de
diciembre de 1986 agregada a fs. 2.943/2.946 (o
2527/30) de la causa Nº 14.217/03 y declaración
indagatoria del 27 de febrero de 1987 agregada a fs.
4.085/4.090 de la causa Nº 14.217/03; 9) Declaración
sin juramento de Jorge Eduardo Acosta del 16 de julio
de 1985 ante el Juzgado de Instrucción Militar Nº 4,
agregada a fs. 41/48 del sumario militar, anexo XXII y
declaración sin juramento del 21 de junio de 1986 ante
el Juzgado de Instrucción Militar Nº 4, agregada a fs.
2293/308 y su ampliación de fecha 1 de julio de 1986
obrante a fs. 2355/7 de la causa Nº 14.217/03; 10)
Escrito espontáneamente presentado por Jorge Enrique
Perrén a fs. 2.051/2.052 de la causa Nº 1.286 del
registro del Tribunal que fuera ratificado en su
declaración indagatoria del 2 de junio de 2005,
agregada a fs. 8.198/8.218 de la causa Nº 14.217/03;
declaración sin juramento del 23 de junio de 1986 ante
el Juzgado de Instrucción Militar Nº 4, agregada a fs.
2320/2340 y declaración sin juramento ante el CONSUFA
el 13 de enero de 1987 obrante a fs. 3120/3123 de la
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declaración de fs.6vta de la causa 11.564, todas ellas
agregadas al Apéndice 1 del Legajo 48, y ante el TOF
N° 5 de esta ciudad, Causa ESMA Unificada, el día
13/5/2013; 23) indagatoria prestada por Carlos
Capdevilla el 18 de mayo de 2009 en la causa n°
14.217, junto con la lista que aportara; 24)
Declaraciones de Carlos Alberto Abriata de fs. 1/ 2,
6/7 y 12 del legajo 48 de la Cámara en lo Criminal y
Correccional Federal; 25) Declaraciones de Enrique
Mario Fukman obrantes fs. 8477/8, fs. 41.414, fs.
92.664/669, fs. 96.383/96.447, fs. 96.781/96.814, fs.
110.327/329 y a fs. 125.456/458, del 13 de febrero de
1987 agregada a fs. 31/6 del Legajo 69 “Fukman,
Enrique Mario”, del 22 de julio de 1985 en la cusa 13
a fs 7.700/7.761 de la causa Nº 14.217, del 8 de
noviembre de 2007, del 23 de abril de 2010 y del 3 de
julio de 2014 en los debates orales y públicos de las
causas Nº 1238 “Febres”, Nº 1270 y ESMA unificada,
respectivamente; 26) Declaración de Mario Salvatierra
en el marco de la causa ESMA unificada, de fecha 28 de
agosto de 2014; 27) Declaración de Marta Remedio
Álvarez a fs. 92.540/92.542, del 6 de agosto de 2010
en la causa 1270 y del 25 de abril de 2013 en la causa
ESMA unificada; 28) Declaración de Andrea Marcela
Bello a fs. 92.517/92.519; 29) Declaración de Arturo
Osvaldo Barros a fs. 92.555/92.557; 30) Declaración de
Miguel Ángel Lauletta a fs. 92.548/92.552 y a fs.
59.695, del 5 de noviembre de 2010 en la causa 1270 y
del 9 de mayo de 2013 en el debate de ESMA Unificada;
31) Declaración de Carlos Gregorio Lordkipanidse a
fs. 92.561/92.563; 32) Declaración de Adriana Marcus a
fs. 35.614/35.619; 33) Declaración de Martín Tomás
Gras brindada por exhorto en la causa 13/84, agregada
a fs. 8735/48 de los autos principales; 34)
Declaración de Norma Susana Burgos de fs. 16379 de la
causa 18.918/03 del registro del Juzgado Federal nro.
12 “Walsh” (Testimonios C) parte de la causa 1270; 35)
Declaración de María Alicia Milia de Pirles del
05/08/1985, por exhorto en el marco de la causa nº
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del 30 de octubre de 2007 en el marco de la causa Nº
1238,del 15 de abril de 2010 en el marco del debate de
la causa Nº 1270 y del 13 de febrero de 2014 prestada
en el marco de la causa Esma Unificada; 49)
Declaraciones de Silvia Labayru del 9 de junio de 2010
en el marco del debate de la causa Nº 1270 y 18 de
noviembre de 2013 prestada en el marco de la causa
Esma Unificada; 50) Declaraciones de Eva Bernst del 13
de mayo de 2010 en el marco del debate de la causa Nº
1270 y del 12 de mayo de 2014 en el marco del debate
de la causa Esma Unificada; 51) Declaraciones de
Graciela Beatriz García del 6 de agosto de 2010 en la
causa 1270 y del 29 de mayo de 2013 en el debate de
ESMA unificada; 52) Declaraciones de Pilar Calveiro
del 17 de junio de 2010 en la causa 1270 y del 3 de
abril de 2014 en el debate de la causa ESMA unificada;
53) Declaración de Maria Cecilia Ravignani del febrero
de 2015 en ESMA unificada; 54) Declaración de Horacio
Peralta del 21 de mayo de 2010 en la causa 1270; 55)
Declaraciones de Lidia Cristina Vieyra del 8 de
noviembre de 2010 en la causa 1270, del 15 de
septiembre de 2010 en el debate de la causa 1270 y del
20 de febrero de 2014 en ESMA unificada; 56)
Declaración de Carlos Benito Pajariño de fs. 244/245
del sumario militar instruido por la desaparición de
Hernán Abriata agregado al Legajo 48; 57)
Declaraciones de Beatriz Elisa Tokar del 23 de abril
de 2010 en la causa 1270 y del 12 de diciembre de 2013
en la causa ESMA unificada; 58) Declaraciones de Sara
Solarz de Ozatinzki por exhorto diplomático del 14 de
octubre de 1985 en la causa 13/84 a fs. 124/126 y fs.
127/129, ambas obrantes en el legajo 71 de “Gras
Martín Tomás”, de fs. 12.300/22 y 27.260/27267 de la
causa Nº 14.217, y del 11 de junio de 2010 en el marco
del debate de la causa Nº 1270; 59) Declaraciones de
Víctor Melchor Basterra. en la causa 18.206 “Basterra,
Víctor Melchor su querella” de fs. 101/104, aquellas
obrantes a fs. 61/87, 407 y 429/431 del legajo de
Cámara Nº 13 de Basterra,del 22 de julio de 1985 en
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IV. ALEGATOS
1.- Alegato de los representantes del
Ministerio Público Fiscal
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elevación a juicio. Estructuró su exposición en tres
segmentos, los elementos que durante la audiencia
habían corroborado-según su criterio- el hecho
respecto del imputado, el aspecto de la calificación
legal -esto es, el concurso real entre la privación de
la libertad ilegítima calificada y el tormento-, y
finalmente, el pedido de imposición de la pena de 20
años de prisión e inhabilitación absoluta.
Enmarcó los hechos del caso en la operatoria
del circuito represivo de lo que se conoce como la
ESMA. Repasó el tema brevemente, puesto que consideró
que no se trata de un hecho controvertido, sino de
dominio público y ya acreditado en dos sentencias
pasadas en autoridad de cosa juzgada -causas 13 y
1270-, entre otras que no tienen firmeza.
Destacó las normativas que indicaban la
posibilidad de un accionar conjunto con fuerzas de
seguridad, y, en particular, de la Policía Federal,
tal la condición del acusado, como punto de partida
para enmarcar el hecho que se discute en la actuación
represiva, a su juicio sobradamente acreditada, en las
cuales una nota distintiva era que las Fuerzas Armadas
y las de Seguridad se integraban a efectos de
desarrollar y cumplir con los objetivos de esos
procedimientos; que este accionar tuvo distintas
manifestaciones, una de las cuales es que esto implicó
en varias ocasiones la presencia de personal de la
Policía Federal Argentina en el centro clandestino de
detención ESMA, además de los distintos operativos
asociados en el marco de ese circuito represivo.
Luego, rememoró el hecho concreto en los
siguientes términos: “Hernán era estudiante de
arquitectura, estudiaba en la UBA, militaba en la
Juventud Universitaria Peronista. Tenía 24 años cuando
fue detenido, secuestrado, y se había casado
recientemente antes de su detención con Mónica
Dittmar, que declaró aquí. Lo que está acreditado es
que el 30 octubre del 76, en la madrugada, alrededor
de las 2:30, un grupo, el GT 3.3.2, con un grupo de
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A continuación, el Fiscal se refirió al
testimonio de Mónica Dittmar, “que declaró que ella
también tenía 24 años, que estaba con Hernán durmiendo
cuando sintieron que golpean la puerta. Ella refiere
que estaba en el domicilio de Elcano, de la calle
Elcano. Esto yo lo contaba: "Soy papá", Tito, Carlos
Abriata. Abren, entonces, entran estas personas, lo
llevan a Hernán -cuenta Mónica- a otra habitación.
Tito estaba vendado y esposado en esta circunstancia,
atrás de estas personas. Todos de civil entraron
armados. La situación la describió, por supuesto, como
muy amenazante, que se sentía totalmente vulnerada en
ese contexto, en camisón, descalza, temblando de
miedo. Le taparon el rostro a ella en algún momento
con una prenda para vestir y la ubicaron en una
esquina junto a su suegro. De lo que puede escuchar, y
en ese momento, ve que hay una persona. Indicó que uno
de los integrantes del operativo”.
Al respecto, el Fiscal destacó que el hecho
tal como fue relatado en el requerimiento, se
encuentra respaldado, entre otras pruebas, de modo
contundente por el testimonio de Mónica Dittmar.
Resaltó otros pasajes de su testimonio:
“Quizás en este punto, cuando ella es corrida con el
padre acostado, escucha que en la otra habitación le
dicen a Hernán, a su esposo, "Sabemos que estás en la
joda". "Ya nos dijeron en Arquitectura...". Esta,
palabras más, palabras menos, era la forma en la que
era increpado. Y que ella ve... Entonces, lo llevan a
Hernán, lo lleva la persona que ella después
identifica como el acusado; y una vez que ya Hernán no
está en el lugar, esta persona vuelve, se presenta del
modo en que lo había dicho, identificándose como
entendemos quien aquí está acusado, y le dijo, al
devolverle un reloj que le habían sacado a Hernán o
que tenían, "Tome, tenga esto, para que después no
digan que robamos cosas". Eso lo contó aquí. Cuando
pudo reaccionar, bueno, fue a Superí, volvió a la casa
donde estaba el resto de la familia, y un poco
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entrar" y demás”. De ello, resaltó que en algún
momento ella escuchó la expresión "Aquí ESMA" y
escuchó también el apodo "Serpico" -esto lo contó
Juliana- entre los participantes de este operativo.
Dijo que ella estuvo un tiempo fuera de la casa
durante el operativo y que luego los hicieron pasar.
Que ahí vio que su papá, Carlos Abriata, estaba
esposado, que los tenía relativamente enfrente, y ve
que una persona se identificó con una credencial que
le exhibió como el subinspector Mario Sandoval, de
Coordinación Federal. Esto antes de que llevaran luego
a Carlos Abriata a conducirlos al lugar, al domicilio
de Elcano. Con posterioridad al hecho, un poco porque
ella refirió, al igual que otros familiares, que
Carlos Abriata tenía contacto con elementos de las
fuerzas de seguridad y armadas, y que intentó hacer
algunas gestiones, un poco en esos idas y vueltas le
fue sugerido fuertemente que escapara, que también
podía correr ella misma peligro, y contó entonces cómo
Juliana casi inmediatamente se fue a Brasil, y que lo
que supo de las indagaciones posteriores de su grupo
familiar lo supo siempre a través de su mamá, mantuvo
el contacto, pero básicamente intentó preservar su
propia vida. Declaró también la hermana de Mónica,
Claudia Dittmar. También fundamentalmente en torno al
operativo de Superí, que es donde estaba. Ella tenía
entonces 17 años. Contó bastantes detalles del
operativo, que lo recordaba con un poco más de
minuciosidad. Lo mismo, recordó que Tito estaba
franqueado por policías, que le preguntaban
insistentemente por Hernán, y que vio a uno de ellos
exhibir una credencial. Ella pudo ver ese momento de
la exhibición de la credencial. Esto lo dice también
Claudia Dittmar. Luego a Tito lo llevan a domicilio de
Hernán y luego se quedan en la casa. Describió a
algunas personas en el operativo y demás, pero más
allá las descripciones creo que es bastante
contundente alguno de los apodos que recordó de cómo
estas personas se trataban entre sí, de los agresores.
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también cuáles eran los objetos que se habían robado
de la casa y, en forma coincidente con los otros
relatos, la mención al acusado Sandoval, de
Coordinación Federal, como la persona que se presentó
en el operativo y que lo interrogaba respecto de su
hijo. También recalcó, por último, los esfuerzos que
intentó canalizar a través de las conexiones que
tenía, de conocidos, familiares y demás, y el modo en
que esto fue infructuoso”.
En cuanto a que Hernán fue llevado a la ESMA,
el Fiscal sostuvo que se encontraba acreditado, además
de la inscripción a la que se refirió su esposa y
otros elementos, por el testimonio de personas que
compartieron cautiverio con él: “En particular, por
ejemplo, Carlos Loza compartió cautiverio con Hernán
Abriata desde el 22 de diciembre del 76 hasta el 1° de
enero del 77. Loza dijo que fue privado de la libertad
el 16 de diciembre del 76 junto con otras personas,
llevado a la ESMA, y permanecieron cautivos en
distintos sectores hasta que el 22 de diciembre fue
llevado a Capuchita, donde compartió cautiverio con
"un joven" -dijo- que luego supo era Hernán Abriata.
Explicó que en el altillo de la ESMA -esto también un
poco es conocido en cuanto a la dinámica del lugar-
había ocasiones en las que podían hablar. Contó un
poco la crueldad del momento. Dijo que eran siete al
momento que conoció a Hernán y que a uno lo habían
molido a golpes y a patadas al lado de ellos. En estos
ideas y vueltas con Hernán, Loza dice que en algún
punto Hernán le había dicho que en algún pasaje había
estado en una quinta, en cautiverio en una quinta. Lo
que está claro es que, sin perjuicio de ese pasaje,
Loza lo ve en la ESMA, en una situación indudablemente
asociada al conocido sector de Capuchita. Es evidente
que allí se encuentran. También recordó que un par de
veces lo llevaban a Hernán a interrogarlo, que le
pegaban, y en general las condiciones de detención,
sobre las que no me voy a detener porque son conocidas
en torno a la mala alimentación, la falta de higiene,
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testimonios que dan cuenta del mismo pasaje de Hernán
por la ESMA. Los menciono sucintamente: Rodolfo Luis
Picheni*... “.
El Fiscal se remitió a ellos, porque en
general, en lo sustancial, es lo mismo que venía
diciendo, solo mencionó los testimonios de Dante
Barcos, Luis María Salvatierra, Mónica Laffitte de
Moyano, Graciela Palacio de Lois, porque de un modo u
otro todas estas personas, en cautiverio en la ESMA,
supieron o coincidieron en algún momento con Hernán en
Capuchita y daban cuenta de que esa afirmación del
requerimiento de elevación a juicio está sobradamente
acreditada.
En cuanto a la privación de la libertad y el
cautiverio en la ESMA de Hernán, así como los
tormentos, el Fiscal afirmó que fueron ventilados en
otros juicios orales que no tienen sentencia firme
igual. En las causas que son conocidas como "ESMA
Unificada" y "ESMA IV", que a veces se la conoce como
"Cabral".
Expresó respecto de este tramo fáctico de la
reconstrucción, que existían una serie de documentos
que lo avalaban, como así también respaldaban los
dichos de los testigos y algunas de las cuestiones que
ellos fueron relatando en sus testimonios, de los
cuales, solo hizo un repaso conciso, a saber: el
Legajo CONADEP 1.163, que es el que corresponde a
Hernán Abriata; el Legajo de Prueba 48 de la Cámara
Federal, con todos los anexos y agregados, que dan
cuenta también de la búsqueda de la familia, etcétera,
etcétera; el Legajo de Prueba 700, que contiene a su
vez al Legajo 4.139 de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos; el informe de Arqueología y
Conservación de la Dirección Nacional de Sitios de
Memoria, de julio de 2017, relativo a la inscripción a
la que aludió Mónica Dittmar en el interior de la
ESMA; fotografías que remitió el Archivo Nacional de
la Memoria respecto a las mismas inscripciones; y la
documentación del archivo de la ex DIPPBA, la
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Armadas y de Seguridad se desarrollaron bajo la
premisa de accionar conjunto y dentro de ese marco, la
Superintendencia de Seguridad Federal fue el organismo
encargado de proveer personal al Grupo de Tareas
3.3.2.
En esta dirección la Dra. Obetko expresó:
“estas circunstancias las tenemos acreditadas, en
primer lugar, por la propia misión que tenía la
Superintendencia de Seguridad Federal; esto es,
realizar por sí o en coordinación con otros organismos
nacionales, tareas conducentes a contrarrestar la
acción de los grupos subversivos de potencias
extranjeras o personas que constituyan una amenaza
para la seguridad del Estado. Esto es el artículo 744
del Decreto 6.582 del año 1956. Por su parte, el
informe "Nunca más" de la CONADEP, en el año 74,
concluyó que la Superintendencia de Seguridad Federal
tuvo una labor preponderante en lo que fue la lucha
contra la subversión y a su vez también concluyó que
aportaba personal a otros grupos de tareas
intervinientes en la represión, y específicamente cita
el operante en las dependencias de la Escuela Mecánica
de la Armada, el Grupo 332. En similar sentido, en
causa 13, luego en causa 1223 del registro de este
Tribunal, conocida como "Masacre de Fátima", y luego
en la causa 2108, conocida como "Coordinación
Federal", de registro del TOCF 6, también se tuvo por
probado que la Superintendencia de Seguridad Federal
tuvo una labor preponderante en lo que fue la lucha
contra la subversión. También sabemos que la
Superintendencia de Seguridad Federal constituyó uno
de los servicios de inteligencia del Comando General
del Ejército, esto fue dispuesto por la directiva 175,
anexo 1°, y dentro de la estructura de Coordinación
Federal o Superintendencia de Seguridad Federal, las
direcciones de operaciones de inteligencia tuvieron un
rol protagónico en lo que fue la llamada lucha contra
la subversión. Además también está probado que dentro
de las instalaciones de la Superintendencia de
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Superintendencia de Seguridad Federal, a partir de los
años 75 y 76, también se encuentra prófugo y aún no se
ha logrado dar con su paradero. Todos estos legajos
por supuesto han sido incorporados por lectura, sus
copias se encuentran agregadas a la causa 1271, que es
conexa a la causa 1270. En definitiva, concluimos que
personal de la Superintendencia de Seguridad Federal
integró el Grupo de Tareas 332 de la ESMA, que la
Superintendencia de Seguridad Federal fue un organismo
sustancialmente vinculado con la represión y allí se
desempeñaba el acusado. Por su parte -como dijimos-,
el destino formal del acusado era el Departamento de
Asuntos Políticos de la Superintendencia de Seguridad
Federal. Este Departamento, al igual que los otros que
componían la Superintendencia, era una entidad con
importantes funciones en el marco de la llamada lucha
contra la subversión. Su función reglamentaria era
realizar tareas de búsqueda de información sobre
actividades de personas o de grupos en el campo
político nacional a fin de prevenir toda circunstancia
o conducta que atentara contra la seguridad del
Estado, la seguridad pública o el orden público,
adoptando incluso las medidas de represión cuando
legalmente correspondiere. Artículo 754 del Decreto
6580. Por su parte, el Departamento de Asuntos
Políticos en el año 76 dependía orgánicamente de la
Dirección de Operaciones e Informaciones, a cargo de
Carlos Vicente Marcote, alias "El Lobo", y a partir
del año 1977 dependió de la Dirección de Inteligencia,
a cargo de Juan Carlos Lapuyole. Ambas direcciones y
ambas personas que estuvieron a cargo de estas
direcciones tuvieron una labor protagónica en la
llamada lucha contra la subversión. Lapuyole fue
condenado a cadena perpetua en la causa conocida como
"Masacre de Fátima" -que acabamos de citar- y Carlos
Vicente Marcote fue imputado por el Juzgado Federal 3,
Secretaría 6, pero falleció sin ser juzgado. Ahí
estamos viendo la orden reservada N° 13 del año 75,
marzo del 75, que crea la Dirección de Operaciones e
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elemento de valía para el Departamento. Esta foja de
conceptos está suscripta por Carlos Vicente Marcote.
Pero más allá de estas calificaciones, existen otros
elementos, otras pruebas muy concretas en su legajo
acerca de las reales tareas que realizaba el acusado.
En primer lugar, en la foja 36 de su legajo se puede
observar que existe una recomendación por operativos
antisubversivos. Esta recomendación es del 17 de
noviembre de 1976. La fecha es casi contemporánea al
secuestro de Hernán Abriata, que recordemos había sido
el 30 de octubre de ese mismo año. Lamentablemente se
desconocen los motivos por los cuales se otorgó está
recomendación, ya que el expediente que dio origen a
esta recomendación, el expediente letra P-266526, pese
a los pedidos de las distintas instancias judiciales,
no pudo ser hallado. Esto se acredita con la nota de
fecha 13 de junio del 2011, dirigida al Juzgado
Federal 12, a cargo en ese momento del juez Torres, y
con fecha 28 de febrero a este Tribunal, donde el
Ministerio de Seguridad informa que no obran
constancias del expediente mencionado. Sin perjuicio
de que no se conocen los motivos de esta
recomendación, sí podemos concluir que se trató de un
operativo de importancia, toda vez que se otorgó por
actos de arrojo, abnegación, valor u otras
calificaciones semejantes realizadas con riesgo
personal real y evidente, esto es el artículo 253,
inciso 1°, del Decreto 6580, por medio del cual se
otorga la recomendación. Otros integrantes del Grupo
de Tareas que se desempeñaban en Superintendencia de
Seguridad Federal y que formaban parte del GT
recibieron recomendaciones similares, por ejemplo,
Salvia, Cabral y Fotea. Por su parte, también en el
año 76, el acusado realizó un curso antisubversivo en
el mes de agosto y en el mes de septiembre un curso de
informaciones. Eso surge de las fojas de concepto del
acusado correspondiente al año 76-77. Otro elemento de
prueba relevante que aparece también en una carpeta
anexa a su legajo es el trámite de una sanción que le
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tener otro significado claramente que aquellas
relativas a la represión ilegal. Luego advertimos
ciertas desprolijidades y omisiones en su legajo. Por
ejemplo, en la foja de calificaciones del año 1980,
que fue recibida en el Tribunal y se encuentra
agregada al LEX, se consignó en el anverso de la foja
una condena a 5 años de prisión y 10 años de
inhabilitación por el delito de apremios ilegales. Por
sentencia que en esa oportunidad estaba apelada. No
obstante este registro, no consta entre sus
antecedentes ni en su legajo, tampoco se dejó
constancia del número de causa ni la carátula, ni el
juzgado interviniente. La única mención que observamos
a esta condena es la obrante en esta foja de
calificación. Otra cuestión relevante es que de su
legajo se han arrancado las fotos correspondientes a
enero y septiembre del año 76 y julio del 77, que
darían cuenta del aspecto físico del imputado o del
acusado ya en esta instancia al momento de los hechos.
Finalmente queremos hacer mención a dos cuestiones
más. Ya dijimos que en el año 85 el señor Sandoval
solicitó autorización para residir en el extranjero al
jefe de la Policía Federal por un año. En esta
solicitud, el acusado refirió que no podía dar lugar
de residencia ya que realizaría cursos de estudio en
Estados Unidos y en Europa. Al año siguiente, y con
motivo del pedido de prórroga de esa autorización para
residir en el extranjero, el acusado aportaría un
domicilio falso en Estados Unidos. Y esto lo tenemos
acreditado a través de una nota que se agregó en el
expediente 7.988, que se instruyó con motivo de la
denuncia de Mercedes Cordero, donde Interpol usa... A
raíz de los pedidos de búsqueda que estaba realizando
el juez en ese momento con respecto al acusado,
Interpol informa que el domicilio aportado por el
acusado en su momento a la Policía Federal no existía.
Esta constancia obra a fojas 110 de esa causa. Y luego
informa que el acusado tampoco había ingresado de
manera legal a ese país. Finalmente a través de un
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pruebas que lo vinculaban más directamente, por si
ello no bastara.
Entendió que han aparecido más elementos,
incluso en este juicio, que permitían afirmar la
acusación respecto del vínculo que tenía el acusado
con el Grupo de Tareas y, en particular, la amistad
que tenía el acusado con Juan Carlos Linares que, como
incluso durante una testimonial tocó recordar en plena
audiencia, se encuentra prófugo, a quien conoció
porque ambos revistieron formalmente en el
Departamento de Asuntos Políticos de Superintendencia
desde el 75, incluso el señor Sandoval tenía un cargo
superior, era subinspector, Linares agente. Resaltó lo
de la membresía formal en esa Superintendencia por lo
que su colega demostró respecto de otros integrantes
en los que ya está acreditado en plurales procesos
judiciales que la membresía formal en una dependencia
no implicaba la ausencia de responsabilidad por la
participación de acciones represivas y que en
particular la misma dependencia de la que se habla acá
es la que proveía en este accionar conjunto de agentes
y elementos para la llamada lucha contra la
subversión. Agregó que Linares era un activo miembro
del GT3.3.2, individualizado desde las primeras
denuncias de los sobrevivientes de ese centro
clandestino de detención. Ya en 1984 estos apodos de
"Gordo", "Juan Carlos", así se lo conocía en la ESMA,
habían sido señalados por varias víctimas.
A su vez, señaló los testimonios de Norma
Susana Burgos, cuando declaró en la Embajada Argentina
en Madrid el 27 de marzo del 84, Víctor Basterra en la
CONADEP el 30 de mayo del 84, Andrés Castillo ante la
CADU en febrero del 82, Martín Tomás Gras en Madrid en
el 80, incorporados por lectura daban sobrada cuenta
del lugar de Linares en la actuación represiva: “La
acción de Linares en el Grupo de Tareas comenzó a
principios del 76, por ejemplo, con el secuestro del
testigo Buzzalino, entre otras actividades. Buzzalino
uno de los testigos que declaró aquí, lo narró él
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entablando una amistad, cito textual, "de tal grado
que Linares terminó prestándole su departamento en
forma gratuita y sin contrato desde fines del 82".
Entonces, ¿qué es lo que revela la causa Holmberg? Que
Linares, que es esta persona que detallamos aquí, hoy
prófugo, por la amistad... o tenía una amistad de
grado tal con el acusado aquí que llevó a que le
prestara su departamento a título gratuito al acusado
aquí. ¿De dónde surgía esta amistad o parte de ella,
dónde se había fomentado? Bueno, donde ambos
trabajaban. Era una amistad laboral o nacido al abrigo
del trabajo. Es decir, en esa membresía formal que
ambos tenían en Coordinación. En este punto, le toca a
esta parte también llamar la atención sobre un pasaje
de la indagatoria, cuando fue interrogado el señor
Sandoval acerca de las personas que conformaban su
cotidianeidad laboral nombró a algunas que ya
referimos en tramos anteriores de este alegato y
ostensiblemente no nombró nunca a Linares. Por cierto,
tampoco aportó, ni entonces en la causa Holmberg ni lo
ha hecho ante el pedido de captura vigente respecto de
Linares, ningún dato, ni del paradero, ni manifestado
ningún elemento que lo asocie o que permita dar cuenta
de esta relación que, repetimos, para esta parte está
probada. En su momento dijo que no tenía comunicación
y que los contactos se daban -y esta es la
explicación, y que también se ventiló en esta
audiencia- a través de los pagos que hacía a manera de
una suerte de obligación natural, en concepto de
agradecimiento, a favor de Linares en el estudio del
también testigo aquí doctor Marcelo Gottifredi. Por
cierto, un detalle -después volveré sobre esto-,
cuando le preguntamos al doctor Gottifredi, aclaró
sobre el final de su mención -después volveremos sobre
esto- que los pagos los recibía él. En ausencia de
Linares, que efectivamente la persona que recibía
estos pagos era el propio Gottifredi. Adelanto esto
porque -ya sabemos, lo recuerdo nada más- Gottifredi
luego participa en la compra de la casa de la familia
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reconociendo que conocía a ambos, que los pagos los
recibía de Sandoval y que Linares era su cliente. Y
reconoció también que fue él quien compró la casa a la
familia Dittmar y que conocía la situación -vamos a
ponerlo en sus palabras, al menos- de ausencia de
Hernán Abriata al momento de la compra, esta era una
circunstancia conocida”.
Agregó el señor Fiscal que:“(…) otro conjunto
de elementos probatorios que aparecieron en la
audiencia y que ubican al señor Sandoval durante el
operativo de secuestro, son los reconocimientos que
hubo de todo el grupo familiar. En esto, nuevamente,
para decirlo brevemente, el papá de Hernán, la mamá,
su pareja, su cuñada, su hermana, todos recordaron
consistentemente desde el minuto cero del operativo
que, al menos en dos tramos de la interacción violenta
del grupo que agredió a la familia con el señor Carlos
Abriata, hubo una exhibición de una credencial
policial, hubo una presentación con nombre del señor
Sandoval. Y así lo sostuvo consistentemente la familia
todo el tiempo, más allá de algún detalle que no es
significativo acerca de qué tan cerca o no pueden
haber visto la credencial, o en qué momento exacto de
toda esa situación ocurrió tal o cual cosa. Todos,
todos, fueron contestes -esto creo que es importante
recalcarlo también- desde el primer momento en que
existió esa identificación por parte de quien dijo ser
Sandoval, como policía de Coordinación. Incluso en
algunas idas y vueltas. Por ejemplo, Mónica Dittmar,
en uno de los comentarios que recibió, fue "Bueno,
esta es una cuestión de rutina. Mañana van a tener
información. Mañana al mediodía en Moreno”. Hay datos
que recuerdan los testigos desde el primer momento,
que siempre los tuvieron presentes y que aparecen
además documentados en las denuncias, en los hábeas
corpus, en el legajo de CONADEP, donde hay una
consistencia global de todos estos testimonios.
Juliana, en particular, destacó esto de su testimonio.
Recuerda el momento y describe también -un poco esto
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noviembre. Ahí ya Carlos Abriata menciona que el
acusado se presentó a la familia el día del secuestro
con una credencial y manifestando que pertenecía a
Coordinación Federal. Lo mismo la mamá, Beatriz Rosa
Gertrudis Cantarini, a fojas 7.882 del legajo también
menciona a Sandoval, a Halcón, a Serpico, y todas las
circunstancias que ya reconocemos. En todos los hábeas
corpus presentado por la familia siempre nombran al
acusado en términos similares. Es lo mismo, el mismo
obrar de la familia al momento de los hechos o en los
momentos inmediatamente posteriores. Lo mismo en el
Legajo CONADEP 1163. Ya lo mencionamos. Volvemos sobre
el legajo, ahora, para resaltar esta circunstancia.
Siempre hablaron de esta persona. Y esto que
mencionaban, ¿no? Los datos: Serpico, Halcón y Gordo
son Cavallo, Savio y Linares. Esto un poco al punto de
la fidelidad o no del recuerdo de estas personas, de
la calidad de la información que hayan podido retener.
Lo cierto es que la información que proveyeron a donde
pudieron en aquellos primeros momentos se ha revelado
siempre consistente con las demás pruebas, se ha
mantenido incólume en el tiempo, y en varios casos,
como este de los apodos. Serpico, Halcón y Gordo
fueron efectivamente, a partir de tanta prueba que
existió, las personas que identificó la familia, el
grupo familiar Abriata-Dittmar, y son efectivamente
personas sindicadas eficazmente por la Fiscalía, en
unos casos con fallos firmes por la Justicia también,
como integrantes del Grupo de Tareas y como
participantes de estas cuestiones”.
Agregó el acusador público que: “También hay
algún dato de contexto que respalda todo esto que es
que efectivamente esta idea de cierto conocimiento de
Tito, del señor Abriata, y las gestiones que tuvo que
hacer para poder presentar la denuncia y cómo fue un
poco manejándose en esa circunstancia, efectivamente
también encuentra respaldo en la denuncia de Pajariño
del 9 de septiembre del 85, que da cuenta de las
gestiones que realizó el papá de Hernán a través del
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En la causa que se conoce como "Coordinación General"
del TOCF 6, por ejemplo, donde hubo condenas, se
acreditaron que en los procedimientos fraguados los
policías se identificaron con nombre y apellido que
efectivamente detentaban, con los reales. Y lo mismo
ocurrió -un caso muy emblemático, solo como dato de
contexto- con el policía Gallone, que era jefe de una
de las brigadas de Superintendencia y que es muy
conocido, porque es una imagen de dominio público,
donde estaba abrazando a una de las Madres de Plaza de
Mayo. Esto un poco para poner en contexto la palabra
de Carlos Abriata, lo que toda la familia relata, lo
que fue el testimonio consistente de ellos durante
todos esos años, lo que significa esa certificación en
la limitadísima investigación que se llevó adelante,
en la que se indica que la única persona con ese
apellido es Sandoval. (…) Con lo cual, también hay una
cierta continuidad en esta misma práctica de
participar en algún tipo de operativo ilegal con
algunos elementos que le aportaran visos de legalidad,
entre los cuales señalé algunos ejemplos concretos -la
Fiscalía entiende que esta es otra de esas
situaciones- el personal de Superintendencia, o
algunos de ellos, operaban como cara visible, o por lo
menos se sentían con la capacidad de actuar así, sin
temor a sufrir represalias o a ser investigados. Un
poco respecto de todo esto creo que ayuda entonces
también a entender el reconocimiento que es el que
hicieron. Digo, más allá de la mención concreta al
momento de los hechos, creo que esto también es lo que
en definitiva ayuda a entender también cuál es el
valor o de qué manera se ha expresado el grupo
familiar cuando, por ejemplo, Mónica al ver la nota
publicada en un periódico mucho después, dice "Sí, sí,
este es el hombre" y demás. Digo esto un poco para
tratar de decir claramente que, en la perspectiva de
esta Fiscalía, entendemos que existe prueba
contundente de esta identificación con base en el
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extremadamente alta o con características físicas
groseramente distintas a las que tiene el imputado”.
En esa dirección, agregó que: “Hay un detalle
en la causa judicial, por cierto también interesante,
que es que de todas maneras Sandoval, incluso en ese
contexto, fue llamado a prestar declaración. Con lo
cual, si se apersonó al juzgado, uno podría inferir
que su aspecto no distaba diametralmente de aquel que
las personas denunciantes habían establecido. Digo, si
hubiera una discordancia evidente entre lo que en el
76 las personas describían como el aspecto de uno de
los agresores y el aspecto que el señor Sandoval tenía
cuando se presentó en el juzgado, hubiera habido algún
tipo de conclusión de otro tipo de la causa. Lo cierto
es que la causa tramitó -lo voy a decir
eufemísticamente- normalmente para los estándares de
la época. Porque lo cierto es que en ningún momento
hay una desvinculación del proceso por la asimetría
entre las características de las descripciones que
hacían las víctimas y de la persona que se terminó
presentando en el juzgado, sino que tramitó
normalmente porque evidentemente entraba en los
cánones generales de similitud que podía haber y los
que manejaba cualquier autoridad judicial para
entonces. Luego sí sabemos que la causa, por consejos
que le hacen llegar al padre de Abriata, se va
desmantelando, y que por eso en su momento las chicas
dijeron que no lo podrían reconocer de volver a ver.
Eso está evidentemente permeado por el terror, en su
momento esas declaraciones posteriores en la causa -un
poco lo contaron así- y ese es el contexto evidente.
"¿Lo volvería a reconocer?", "No, estoy a punto de
exiliarme". Eso era lo que pasaba por la cabeza de los
testigos. Esto a años luz sería realmente temerario
avanzar en esta indagación cuando está en riesgo no
solo el curso de la investigación sino la propia
supervivencia. Ese es el contexto y también ese es el
valor que hay que darle a las palabras de un grupo
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lugar, en todo caso es un testimonio de ratificar con
el valor final que tenga. No es determinante tal vez
por sí mismo, por estas carencias que tiene a través
del paso del tiempo y de la cuestión de estar mediado
por una publicación periodística, pero en definitiva
es algo que al testigo le pasó así, lo vio, es lo que
declara, es el recuerdo que tiene. Y la operatoria de
su propio secuestro coincide en definitiva con los
datos, con la membresía institucional de Sandoval,
etcétera, etcétera, etcétera. Buzzalino por su lado
estuvo en cautiverio en la ESMA y dice que vio ahí en
centro clandestino... Alfredo Manuel Buzzalino, antes
se me había... un pequeño olvido del nombre de pila.
Recordaba que había una persona a la que nombraban
como "Churrasco" en la ESMA, dijo que no la había
visto en demasiadas oportunidades, pero que alguna vez
la vio allí y que le había sido presentada bajo ese
apodo por otro policía, que es el de apellido González
-a quien nos habíamos referido ya es otro de los
policías-, Roberto Óscar González. Ya lo habíamos
mencionado cuando hablábamos de personal policial
formalmente asignado a Superintendencia, pero que
tenía participación en los grupos de tarea. Bueno,
este González al que se refiere Buzzalino es Roberto
Óscar González. Es uno de los ejemplos de esta
práctica. Bueno, este señor González, este policía
González es quien le presenta a Buzzalino, dice el
testigo, a "Churrasco" en la cárcel. Está prófugo
González. Y relató que un poco a instancias de este
nexo que tenía con González, si bien no recordaba que
haya sido el propio González quien lo llevara, lo
condujeron en una ocasión a la confitería Richmond a
tener un encuentro con esta persona a la que le habían
dicho se la conocía como "Churrasco". Dijo que en su
momento con anterioridad a su declaración aquí y hasta
hace unos años no asociaba el apellido con ese apodo
ni con esa charla en la confitería, pero que también
al ver la foto en alguna publicación, no recuerdo bien
si era Le Monde o en Página/12 -en alguna de estas-,
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confronte. En algún momento dijo que creía que era de
la misma camada o promoción que González, y eso
efectivamente es así. Ahí estamos exhibiendo una
imagen que corrobora que esa percepción que tenía el
testigo, más allá de que no la presentó como exacta,
pero que dijo "creer que", bueno, efectivamente es
así. Y recordó también que... Esto ocurrió aquí en la
audiencia también, cuando era preguntado "Bueno, de
qué temas versaba, de qué habían hablado en la
confitería Richmond, y demás", bueno, un poco lo
caracterizaba como política internacional o cosas por
el estilo, y que le había parecido que su interlocutor
era una persona con algún conocimiento sobre el tema.
Aquí también nos toca a nuestra parte resaltar que
cuando describió el señor Sandoval sus tareas como, de
alguna manera, presentadas como de menor relevancia o
de escaso conocimiento o especificidad en la materia
acerca de la cual supuestamente había transcurrido esa
conversación, surge del legajo de la carpeta de
licencias que en el año 75 el acusado viajó a Panamá,
a Venezuela, a Guyana y a Perú, y que el año anterior
de este encuentro que Buzzalino ubica en 1979, esto es
en 1978, había viajado a Europa. Ya luego en 1979
comenzaría la carrera de Ciencias Políticas, que eso
también surge en el expediente 104.864”.
Así las cosa, el Dr. Fillipini sostuvo que
todo lo mencionado hasta allí, eran elementos que la
Fiscalía debía iluminar, que hacían a la ponderación
global del testimonio que dio el testigo y del
descargo. Para cerrar este capítulo, se preguntó por
el porqué de ese encuentro, cuál sería el sentido
último. “Bueno, lo cierto es que en algunos pasajes es
difícil ser concluyente acerca de cuál era el sentido
concreto o último que podía tener tal o cual
actividad. Basta la propia situación de Buzzalino, que
era llevado a vivir en una casa de la calle Zapiola
que era de los papás de Jorge Radice. Entonces, a
veces las dinámicas de aquellos años en el trato a las
personas cautivas, a los prisioneros, podía presentar
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mismo sentido, sólo destacaré una de la Sala IV en el
caso "Grosso, Juan Manuel y otros", donde en
particular se trató bajo este mismo prisma la cuestión
acerca de cómo ponderar aquellos testimonios que
parten o que refieren a imágenes conocidas muchos años
después de los hechos, esto -como mencionábamos antes-
quizás no para considerarla dirimente en sí misma,
pero entendiendo que la propia dinámica de los hechos
y de las dificultades que el Estado argentino tuvo
para reactivar una eficaz investigación al respecto
exigen considerar”.
En punto a la calificación legal, mantuvo la
que sostuvo la Fiscalía en el requerimiento de
elevación a juicio. Indicó que el acusado deberá
responder como coautor de los delitos de privación
ilegítima de la libertad, triplemente agravada por su
condición de funcionario público, por haberse cometido
con violencia y por haber durado más de un mes, en
concurso real con la imposición de tormentos con el
propósito de obtener información o quebrantar su
voluntad, agravado por haber sido cometido en
perjuicio de perseguidos políticos. Esto así en
función de los artículos 245-55, 144 bis, inciso 1°, y
último párrafo, en función del artículo 142, incisos
1° y 5°, y 144 ter, párrafos primero y segundo, todos
del Código Penal de la Nación según la redacción de la
Ley 14.616.
Revisó la posibilidad de esta subsunción a la
luz de lo que fue la cooperación brindada por el
Estado francés en el procedimiento de extradición, y
entendió que no hay ninguna aclaración que hacer y que
el Estado argentino está perfectamente en condiciones
de aplicar esta normativa.
No se extendió en la descripción de cómo se
subsume lo ocurrido en cada uno de estos tipos
penales, por existir al respecto jurisprudencia
consolidada y consistente acerca del alcance que
corresponde a estos tipos penales.
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daño causado. Agregó que resulta una pauta concreta
del artículo 41, que además en este contexto
particular, es un crimen contra la humanidad. Es
decir, una vulneración de un derecho fundamental o de
varios derechos fundamentales de especial envergadura
que forman parte de un ataque generalizado y
sistemático contra una parte de la población civil,
cometidos por agentes estatales y en un clima además
de asegurada impunidad en aquel entonces.
Finalmente, también se refirió a la actitud
del imputado respecto del daño causado o de las
personas afectadas por el delito, y en ese sentid,
sostuvo que si bien era cierto que Sandoval expresó
solidarizarse con el dolor de la familia, más allá de
esa manifestación, no hubo ninguna aportación concreta
a elementos que pudieran colaborar a morigerar al
menos algo de ese dolor.
Para concluir, el Dr. Fillipini aludió al
padecimiento de la familia, el temor, la ausencia de
respuesta judicial, la casi obligación de tener que
cesar en los esfuerzos de búsqueda de un ser querido
por el temor a sufrir represalias, la concreción del
exilio, del abandono del hogar, todos elementos que
permitían dimensionar la situación padecida, por
supuesto por Hernán, pero por todas las personas que
fueron afectadas en este procedimiento, con la
magnitud que tuvo y con todas las consecuencias, como
por ejemplo incluso al punto de tener algún rebote en
la venta de la casa muchos años después, donde el
hecho dramático de la desaparición de un ser querido
parece que reaparece incluso en un acto civil que
debería ser inocuo, como un padecimiento que se
extiende mucho más allá. Y en este tipo de
criminalidad se habla siempre, no solo de las víctimas
inmediatamente ligadas, sino que se trata de un tipo
de lesividad que va más allá. De ahí la calificación
de crímenes contra la humanidad.
En definitiva, mantuvo la requisitoria, y en
orden a ubicar en la escala penal del concurso real
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Aspectos estos referidos a los procedimientos
acaecidos en las viviendas de la calle Superí y
Elcano, el secuestro que sufriera Hernán Abriata y su
alojamiento durante parte de su cautiverio en la
Escuela de Mecánica de la Armada, y en tercer y último
lugar, la participación de una persona que durante el
procedimiento se identificó como Mario Alfredo
Sandoval, de Coordinación Federal.
Consideró necesario establecer un breve
señalamiento respecto a la valoración de la prueba, en
especial en los juicios de esta naturaleza y en
general cuando se abordan delitos complejos o macro
criminalidad. En ese sentido, recordó que nuestra
Corte Suprema de Justicia ha sostenido como pauta
general que resulta arbitraria la sentencia
absolutoria que valoró la prueba en forma fragmentaria
y aislada, incurriendo en omisiones, falencias,
respecto de la verificación de hechos conducentes para
la decisión del litigio. En especial, cuando por falta
de adecuación al objeto constitutivo del cuerpo del
delito prescindió de una visión de conjunto y de la
necesaria correlación entre peritaje, prueba
informativa y testifical. Esto surge del fallo
341:336, “Videla". En el mismo sentido, la Sala I de
la Cámara Federal de Casación Penal ha expresado que
el resultado de aplicar el método consistente en
criticar los indicios y presunciones individualmente,
de modo de ir invalidándolos uno a uno y evitando su
valoración articular y contextual dentro del plexo
probatorio, conduce obviamente a resultados absurdos
desde el punto de vista de la verdad material, real e
histórica, cuya reconstrucción es objeto y fin del
proceso penal.
Señaló que se ha constituido en doctrina que
la valoración de la prueba en este tipo de procesos
debe cumplir determinadas pautas, parámetros, que a lo
largo del tiempo - en el sentido de los procesos que
pudieron efectivamente comenzar a realizarse a partir
de la derogación de las leyes de impunidad, las leyes
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reúne los requisitos de no refutación y mayor
confirmación que sus concurrentes".
En relación con la prueba que se ha producido
a lo largo del debate, entendió que el Ministerio
Público Fiscal, ha producido una valoración minuciosa,
específica, apuntando a la valoración de cada uno de
los testimonios que se han prestado en el debate, y
también con referencias a algunos que fundamentalmente
en razón del fallecimiento de los testigos, se han
incorporado por lectura.
Hizo particular hincapié respecto de las
declaraciones del imputado Mario Alfredo Sandoval, de
alguna manera, para intentar despejar, analizar o
valorar esas declaraciones a la luz de la doctrina
sentada por la Corte en "Carrera".
Analizó que en sus extensas declaraciones
prestadas en tres oportunidades, Sandoval, no ha
formulado descargo alguno, se limitó a decir “yo no
fui”, no mucho más que eso, "yo no soy la persona que
secuestró a Hernán Abriata” y se dijo también víctima
de una conspiración urdida por la doctora Sophie Tonon
el señor Carlos Loza, y que luego, en buena parte de
su tercera deposición, se dedicó a atacar los
testimonios de las víctimas que se rindieron en el
debate.
Citó parte de la declaración de Sandoval en
la cual se atribuyó la responsabilidad política y dijo
estar convencido que se encontraba imputado por haber
sido un agente del Estado, y que la justicia buscaba
asociar y catalogar las instituciones de 1970 con
instituciones parecidas a una actividad ilegal.
Disintió con sus palabras, porque ya de antiguo se ha
tenido por probado un plan sistemático, integral, que
operaba bajo la tutela del aparato estatal y todas sus
instituciones, teniendo como objetivo general al
conjunto de la población argentina y, como objetivo
particular, la eliminación de las personas que dicha
organización criminal caracterizaran como opositores a
la dictadura militar.
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conoce en Inteligencia como explotación de prensa. Ya
sea de medios propios, informes que recibían de
diversos agentes que participaban de reuniones
políticas, o bien de medios de circulación masiva".
Recordó que frente a la insistencia del
presidente del Tribunal respecto de si había
desarrollado alguna otra actividad, el imputado fue
categórico al negar cualquier otra actividad fuera de
la que había descripto, pero el legajo de Sandoval
expresaba una cosa diversa, dado que ya en un oficio
dirigido al jefe de la división Tribunales de la
Policía Federal, fechado el 24 de septiembre de 1975,
respecto de los autos caratulados "Castro, Rubén s/
infracción a la Ley 20.840", indicaba que "Se deberá
notificar a los ciudadanos Mario Sandoval, oficial
ayudante de la Policía Federal, y Héctor Ibáñez, cabo
de la Policía, domiciliados en Moreno 1417 piso 7° de
Capital Federal, quienes deberán comparecer ante este
Tribunal en audiencias de los días 2 y 3 de octubre
del corriente año", lo que da una idea de la
participación en algún tipo de procedimiento que
habría culminado con la detención de Rubén Castro en
infracción a la Ley 20.840, aquella reforma del Código
Penal que penaba ciertas actividades considerándose
actividades subversivas.
Por otra parte, sostuvo que la hoja del
legajo de Sandoval respecto de actos destacados del
servicio era muy escueta, en toda su carrera en la
Policía Federal -la cual, mayormente se desarrolló en
la Superintendencia de Seguridad Federal- constaban
tres actos destacados en servicio: 1) uno, fechado el
30 agosto del 73, una recomendación por desarrollar
las tareas con especial dedicación e ímpetu, invocando
el inciso 3) del artículo 153 del Reglamento de la Ley
Orgánica de la Policía Federal. El inciso 3) arroja
que esta mención tendrá lugar por acciones realizadas
en el desempeño del servicio que acusen habilidad
profesional o una mayor dedicación que la común a sus
deberes. En definitiva, esta recomendación era la
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luego de algunas insistencias, se mantuvo en su
negativa.
Recordó en este punto que Sandoval permaneció
durante tres años como numerario de la
Superintendencia de Seguridad Federal en el mismo
destino, esto es, el Departamento de Asuntos Políticos
que se encontraba en el séptimo piso del edificio de
Moreno 1417.
Memoró que cuando se hablaba de Coordinación
Federal, ya en la Causa 13 y en el informe de la
Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas se
daba cuenta de que -aquí citó-: ”Ex Coordinación
Federal de la Policía Federal Argentina a fines del
1975 se constituyó en sede del Grupo de Tareas 2, que
funcionó en el tercer y cuarto piso de su edificio de
la calle Moreno 1417, bajo supervisión operacional del
Comando del Cuerpo de Ejército 1. A su vez, aportaba
personal a otros grupos de tareas intervinientes en la
represión, como por ejemplo el operante en
dependencias de la Escuela de Mecánica de la Armada”.
Y añadió que, más recientemente, en el año 2020,
cuando el Tribunal Oral Federal N° 6, en Causa 2108,
caratulada "Gallone, Carlos Enrique y otros s/
privación ilegal de la libertad y otros", ha sostenido
que ha quedado demostrado que el centro clandestino
que funcionó en la Superintendencia de Seguridad
Federal operó al menos entre los meses de abril de
1976 a enero de 1977.
Por otra parte, si bien no quiso realizar
largas citas, pero si mencionó que en aquella
sentencia se tuvo por probado que estos episodios han
sido confirmados por Nora Todaro durante el debate,
quien relató haber escuchado a De Paoli gritar y
llorar cuando fue violada por quien identificó como
Mario Alfredo Sandoval, uno de los jefes de Guardia.
Citó otro tramo de la sentencia en el cual
Nora Todaro, en el marco de la causa referida relató
que cuando Mario Alfredo Sandoval abusó de Nora De
Paoli, ella lo denunció ante uno de los del siguiente
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cumplido funciones en el Grupo de Tareas 3.3.2 con
asiento en la Escuela de Mecánica de la Armada, luego
fue imputado en el contrabando ilegal de armas a
Croacia y luego apareció en un extraño episodio de
suicidio con un disparo que ingresara por su nuca.
Pero Licinio Scelzi no solo fue el representante de
Estrada, sino que defendió en otros tramos de esta
misma causa al capitán de corbeta Ricardo Cavallo.
Defendió también a Jorge Olivera Rovere, a Juan Ramón
Mabragaña, en la causa encabezada por Pascual
Guerrieri. También asistió a Jorge Juárez Nelson en la
causa encabezada por Galtieri. Y fue también defensor
del general Balza en aquella causa en donde se lo
imputó también por su responsabilidad en el
contrabando de armas a Croacia.
Expresó que lo trajo a colación, porque esa
querella le preguntó en su oportunidad al doctor
Gottifredi a dónde pescaban a sus clientes en el
comienzo de su ejercicio profesional, y estaba claro
que en una pecera, esa pecera que estaba integrada por
conspicuos integrantes de la Armada.
Afirmó que el imputado nada dijo en su
descargo, por lo tanto, esa parte no tenia hipótesis
alternativa más que abrazarse al “yo no fui” de
Sandoval, y que, sin embargo, aplicando el principio
de identidad de la lógica, “Sandoval es igual
Sandoval”, pero en ese caso no habría debate. En
cambio, suponer que el Sandoval que arribó a la casa
de la familia Abriata no es el Sandoval que está
siendo imputado en estos autos, implicaba preguntarse
cómo podría haber sucedido.
Al respecto, citó el testimonio del testigo
Muñoz, quien fuera obligado durante su cautiverio a
participar en la falsificación de documentos, fue
conteste al decir que en la Escuela de Mecánica de la
Armada se falsificaban documentos de toda la
naturaleza -entre ellos, documentación que acreditaba
la pertenencia a fuerzas de seguridad, también de
Policía Federal y, en particular, de Coordinación
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la credencial o documentación para echar por tierra la
maniobra. Con lo cual, el Mario Alfredo Sandoval que
apareció en la credencial exhibida a la familia
Abriata al momento del procedimiento la calle Superí,
no podía ser un sosías.
Evaluó como alternativa la hipótesis de que
algún miembro del Grupo de Tareas de la ESMA hubiera
pretendido expresamente provocarle un daño a Mario
Alfredo Sandoval fabricando una credencial a su nombre
para hacerlo aparecer en un procedimiento en donde se
iba a privar ilegalmente de la libertad a una persona,
se le iba a trasladar a un centro de exterminio y,
finalmente, se le iba a hacer desaparecer. Concluyó
que sería descabellado en cabeza de un miembro del
Grupo de Tareas de la ESMA, dado que, la pregunta
sería bastante sencilla: ¿Por qué el grupo de tareas
de la ESMA se tomaría el trabajo de falsificar una
credencial a los efectos de que el hoy imputado Mario
Alfredo Sandoval, 46 años después, tenga que responder
por un secuestro, cuando al Grupo de Tareas de las
ESMA le resultaba mucho más práctico, sencillo y
ejecutivo ir a donde se encontraba su enemigo y
colocarle prolijamente una bala en la cabeza? ¿Por qué
no hubiera hecho lo segundo?
Invitó a suponer, además, “que alguno de los
miembros del Grupo de Tareas tenía esa paciencia
oriental y estaba dispuesto a esperar que nuestro país
restañara alguna herida; que superara el oprobio de
las leyes de impunidad; que un gobierno popular
tuviera la decisión y la fuerza política para impulsar
la derogación de las leyes de impunidad de los
indultos; que la Corte, en su oportunidad, hiciera un
malabar para encontrar la manera -hablando de
"Arancibia Clavel" fundamentalmente- de caracterizar
como "crímenes de lesa humanidad" los delitos
cometidos en ese período; para luego que finalmente su
enemigo, el hoy enmascarado Sandoval que vemos ahí en
un cuadrito del Zoom, tuviera que rendir cuentas por
un hecho que no cometió”. La querella encontró esta
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robusta, el análisis efectuado por el Ministerio
Público Fiscal no ha dejado dudas, y la prueba
documental indicó con claridad que Mario Alfredo
Sandoval participaba de actividades operativas, que
fue recomendado el 17 de noviembre de 1976, fecha que
no resultaba difícil vincularla al operativo llevado
adelante el 30 de octubre de ese mismo año en los
domicilios de Superí y de Avenida Elcano.
Por esta razón, al analizar el grado de
participación en los delitos atribuidos a Mario
Alfredo Sandoval, consideró que el mismo formó parte
de la organización de un plan sistemático, integral,
que operaba bajo la tutela del aparato estatal y todas
sus instituciones, teniendo como objetivo general al
conjunto de la población argentina y, como objetivo
particular, la eliminación de las personas que dicha
organización criminal caracterizaban como opositores a
la dictadura militar.
Finalmente, concluyó que el imputado debía
ser condenado por el delito de genocidio, en calidad
de coautor, conforme la Convención para la Prevención
y la Sanción del Delito de Genocidio, aprobado por la
Asamblea General de las Naciones Unidas por Resolución
260, del 9 diciembre del 48, y ratificado por nuestro
país por Decreto-Ley 6286 del año 1956, por su
participación en la privación ilegal de la libertad
agravada por haberse cometido con violencia y
amenazas, en concurso real con imposición de tormentos
agravados por haber sido cometidos en la persona de un
perseguido político, en perjuicio de Hernán Abriata.
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Previamente, señaló que en fallos anteriores,
por voto de mayoría se rechazó su planteo en cuanto a
la calificación legal y el voto de la minoría, en
ambos casos, tanto en "ESMA Unificada" como en "ESMA
IV", fue el del doctor Obligado quien hizo lugar
parcialmente a la figura de genocidio, pero ambas
posiciones, tanto la de mayoría como minoría,
coincidieron en la diferenciación entre delitos de
lesa humanidad y genocidio, al señalar que "la
diferencia entre crímenes contra la humanidad y el
genocidio es que los crímenes de lesa humanidad
caracterizan un ataque puntual a las libertades
individuales. Por el contrario, al delito de genocidio
lo que lo define es la instalación de la maquinaria de
aniquilamiento de personas de manera masiva,
sistemática y científicamente organizada”. “Mientras
que en los crímenes de lesa humanidad el Estado es
responsable por los casos individuales, en el
genocidio el Estado es responsable por haber puesto en
marcha un plan sistemático masivo y científicamente
organizado de eliminación de personas".
Establecida la diferencia, señaló por qué era
innecesaria la escala penal específica para calificar
la conducta o los hechos acaecidos en el marco de este
proceso como “genocidio”, dado que ya desde 1853
nuestra Constitución Nacional reconoce el principio
ancestral del Derecho de gentes contemplado en el art.
18, acerca del cual ha establecido: “Sostenemos que el
Derecho de gentes, receptado por nuestro ordenamiento
interno, por la previsión normativa del artículo 118,
debemos aplicarlo en todos aquellos casos en los que
nos encontramos frente a crímenes internacionales, de
manera de no suponer que la remisión al Derecho de
gentes que hace la Constitución ha sido inútilmente
usada o agregada y debe rechazarse como su superflua o
sin sentido". Fallo 92:334. Calificación de
“genocidio" que la Corte ha ratificado en el fallo
“Priebke" (318:21248).
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defensivo, y en el plan defensivo se cuadriculaba el
territorio, se visualizaba un territorio y población
casi como lo mismo, como el elemento a abordar y a
ganar. Y la primera vez que se implementa se
implementa lo que se llama el "Plan CONINTES", que
después fue recetado en los distintos reglamentos del
Ejército. Y por razones de tiempo, luego solo mencionó
reglamentos del Ejército del 64, el RC21, el
Reglamento del Ejército Argentino de 1969, el de 1970,
que empezaron a contemplar esta doctrina de
contrainsurgencia francesa, que después se fue
amalgamando y modificando por la Doctrina de Seguridad
Nacional.
Más allá de los reglamentos, expresó que
existía una exposición clara y concisa respecto de qué
era lo que ellos consideraban el enemigo, en
entrevistas producidas con el general Acdel Vilas
-primer encargado del Operativo Independencia-, quien
textualmente dijo en una entrevista periodística:
"Tuve que aplicar un edema, al grano, directo, sin
vueltas, poco planeamiento y mucha acción. Si me
decían que en Río Colorado había sospechosos, había un
método convencional para aplicar: infiltrar gente allí
y averiguar. Eso demandaba un mes de trabajo. Yo
prefería el método directo. ¿Cuánta gente hay en Río
Colorado? ¿700 habitantes? Bien, toda la población en
cuarentena inmediatamente. Después averiguaremos quien
es el guerrillero y quien no”. El enemigo era la
población, el objeto del plan, que se distinguía por
estar a juicio de quienes detentaban la maquinaria
contra determinados valores subjetivamente
considerados superiores. Ese plan sistemático,
indudablemente, sobrepasó lo que puede considerarse
estricto sensu "crímenes de lesa humanidad”.
A su ve, el letrado refirió que era necesario
distinguir lo que verdaderamente ocurrió, como forma
de superar lo ocurrido, en términos históricos, y
claramente lo que aconteció excede la figura del
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lo acontecido, porque no hay discusión sobre la
existencia del plan sistemático, ni sobre la
maquinaria, ni tampoco sobre los hechos acaecidos en
la República Argentina, ya dicho por sentencias firmes
y pasadas en autoridad de cosa juzgada, por lo tanto,
excede el delito de lesa humanidad. Por ello acusó por
genocidio y solicitó que al momento de dictar
sentencia, el Tribunal lo considerara en la
calificación legal. Y para el caso de que no lo
hiciera, formuló la reserva de casación, de concurrir
ante la Corte Suprema en caso federal, en los términos
del artículo 14 de la Ley 48.
En cuanto al petitorio, solicitó al Tribunal:
1) se condene al acusado por el delito de genocidio a
la pena de prisión perpetua, inhabilitación absoluta y
perpetua, más accesorias legales y costas; 2) que al
tiempo de dictar sentencia, se proceda en el futuro a
dar amplia publicidad de los eventuales e hipotéticos
beneficios que, eventualmente, solicite el condenado,
a los efectos previstos en el artículo 12 de la Ley
27.372, y ordene señalizar inequívocamente los lugares
de residencia del genocida en el caso de conceder
algún beneficio peticionado; 3) se tomen las medidas
necesarias para que en la casa quinta que utilizó la
Marina, ubicada en General Ricchieri 1.325, esquina
Camacuá, Don Torcuato, de la provincia de Buenos
Aires, extensión del centro clandestino de detención
de la ESMA, se preserve, ya que es un lugar que
seguirá siendo parte de la prueba de los hechos que se
instruyen en las causas residuales y que podría ser,
conforme a los testimonios escuchados en este debate,
el lugar donde también estuvo detenido Hernán Abriata;
4) se solicite la aplicación de la suspensión del goce
de toda jubilación, pensión y/o retiro de la que goce
el imputado actualmente, de conformidad con lo
dispuesto por el artículo 19, inciso 4), del Código
Penal. Se ponga en conocimiento al Poder Ejecutivo
Nacional de la condena a la que se arribe para que se
dé cumplimiento al procedimiento de baja por
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brevemente a cómo sucedieron los hechos que
damnificaron a Hernán Abriata -en coincidencia con el
Ministerio Público Fiscal-, para luego expresar que
los hechos se encontraban probados tanto en la causa
"ESMA unificada" como en la causa conocida como "ESMA
IV".
Luego, abordó las pruebas puntuales
producidas durante el debate, las incorporaciones por
lectura de todas las documentaciones y declaraciones
prestadas por Beatriz, "Betty", Cantarini de Abriata,
madre de Hernán, cuyo relato coincidió sustancialmente
con lo declarado en el debate por Juliana Abriatta y
de Mónica y Claudia Dittmar. Asimismo, valoró las
declaraciones testimoniales de Carlos Abriatta
-incorporada por art. 391 CPP-, padre de Hernán, y
quien denunciara los hechos, de Mónica Dittmar -esposa
de Hernán-, quien también declaro en el debate, como
así mismo el de Juliana Abriatta -hermana de Hernán-,
quien declaró en audiencia, y Claudia Dittmar, como
así también el de otros sobrevivientes que vieron a
Hernán Abriatta en la ESMA, a saber, Carlos Loza y
Oscar Alberto Repossi, entre otras incorporadas por
lectura, como las de Rodolfo Picheni, Dante Barcos,
Luis Salvatierra, Mónica Laffitte de Moyano y Graciela
Palacio de Lois, para concluir que todos han sido muy
certeros, contestes, dado que una y otra vez
declaración ante la justicia en plena dictadura que no
investigó adecuadamente, que tenían ahí un nombre, que
esa persona fue citada, pero nunca le exhibieron esa
persona a la familia para tratar de hacer algún tipo
de identificación de responsabilidades.
En cuanto a la calificación legal del hecho,
mantuvo en un todo la especificada al momento de
requerir la elevación de la causa a juicio a la cual
se remitió.
Refirió que quedaba claro que Hernán Abriata
era un perseguido político, tenía militancia, venía
justamente de una persecución que se hacía a
militantes que habían estado en la Facultad de
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integró el Grupo de Tareas que operó en la ESMA y fue
uno de los que lideró el secuestro de Hernán Abriata y
que testimonios incorporados al debate o producidos
durante el debate indicarían que Sandoval era el que
utilizaba el alias "Churrasco" o “Churrasquito”. En
cuanto al momento de los hechos, en octubre del 76, no
se encontró en su legajo ningún tipo de licencia que
pudiera hacer pensar que no estaba presente al momento
de los hechos.
Seguidamente, tomó la palabra la Dra.
Fernández Brozzi, quien resumió algunos de los puntos
de las declaraciones indagatorias de Sandoval en
cuanto a su defensa material, para afirmar que nada de
lo declarado lograba poner en crisis toda la prueba
recolectada y producida en este debate que da cuenta
de la responsabilidad en los hechos que se le imputan.
Que en ese sentido, las declaraciones y los
testimonios y descripciones efectuadas por las y los
familiares de las familias Abriata y Dittmar eran
contestes y daban cuenta de los rasgos fisonómicos del
imputado. Señaló que resultaba contundente la
descripción física que realizó Claudia Dittmar. Que
tanto Mónica como Claudia fueron contestes al relatar
que al ver la foto en la nota de Página/12 del 16 de
marzo del 2008 reconocieron inmediatamente al imputado
Sandoval como aquel que había participado del
operativo.
En cuanto al apodo "Churrasco" o
"Churrasquito" y su identificación con el aquí
imputado Mario Alfredo Sandoval, afirmó que el apodo
aparecía ya mencionado como integrante del Grupo de
Tareas que operó en la ESMA en los llamados
testimonios históricos. Así como también en otros
testimonios incorporados por lectura en el presente
debate. En este sentido, citó los testimonios
prestados por Graciela Daleo, Andrés Castillo, Alicia
Milia, Ana María Martí y Sara Solarz, Enrique Mario
Fukman, “Cachito" y dos sobrevivientes que
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conformidad con la 21.338, que si bien era una ley de
facto y fue derogada cuando se instauró la democracia,
de todas formas, el artículo 55 fue mantenido por la
Ley de Defensa de la Democracia, que era la 23.077.
Entonces, por la privación ilegal agravada de
la libertad de Hernán Abriata y los tormentos
agravados que sufrió, esa parte sostuvo que debía
aplicarse la pena máxima de la suma aritmética de
ambos tipos por la gravedad de los hechos cometidos,
delitos calificados como de lesa humanidad, por una
desaparición que se sigue cometiendo hasta nuestros
días y por todo el dolor que verificamos que sigue
sufriendo la familia Abriata-Dittmar, que busca saber
qué pasó con Hernán hace más de 46 años.
Así las cosas, con invocación de los pactos
internacionales de derechos humanos, y la
jurisprudencia de la Corte Suprema de la Nación
respecto a los delitos de lesa humanidad y su adecuada
sanción, solicitó se condenara a Mario Alfredo
Sandoval a la pena de 21 años de prisión,
inhabilitación absoluta por el mismo tiempo de la
condena, demás accesorias legales y costas por
resultar coautor penalmente responsable del delito de
privación ilegal de la libertad agravada por mediar
violencia o amenazas y por haber durado más de un mes
en concurso real con el delito de imposición de
tormentos agravado por haber sido cometido en
perjuicio de un perseguido político; todos cometidos
en perjuicio de Hernán Abriata, de conformidad con los
artículos 12, 19, 45, 55, 144 bis, inciso 1° y último
párrafo de la Ley 14.616, en función del artículo 142,
inciso 1° y 5°, según Ley 20.642, y el artículo 144
ter, primer y segundo párrafo, de acuerdo a la Ley
14.616 del Código Penal.
Finalmente, la Dra. Fernández Brozzi,
requirió que ante la eventual condena se solicitara al
Poder Ejecutivo Nacional la exoneración de Sandoval,
dado que se pudo verificar en su legajo que solamente
obtuvo el retiro, pero debía informarse de la misma al
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Inclusive, aunque hubiese contradicciones entre estos.
Agregó que, lo definitorio para su persecución,
búsqueda y aniquilamiento era que fuesen opositores a
su modelo político y económico, a quienes englobaba
bajo la mentirosa estigmatización de subversivos.
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plastificada con su foto y sello de la Policía
Federal. Posteriormente la víctima -como todos
sabemos- fue conducida a la ESMA, donde permaneció
clandestinamente bajo condiciones inhumanas de vida,
quien se encuentra desaparecida hasta la fecha.
En cuanto a su participación concreta,
sostuvo que, de las constancias de la causa se
desprendía que encontrándose destinado a la
Superintendencia de Seguridad Federal de la Policía
Federal Argentina, más precisamente al Departamento de
Asuntos Políticos, colaboraba activamente con el Grupo
de Tareas 3.3.2, con base operativa en la ESMA.
Ejerció su actividad siguiendo la orden de exterminio
al elemento subversivo, conforme la organización de
los altos mandos de las Fuerzas Armadas, en ese
entonces a cargo del gobierno nacional. Ello, al
menos, hasta el 19 de septiembre del 79’, fecha esta
última en la que se desvinculó de la fuerza.
A fin de evitar recurrir a extensas
reproducciones de los dichos de los testigos en el
juicio, se centró en los aspectos fácticos que
concluyen y hacen a la materialidad ilícita y a la
prueba que lo acredite en cada caso recurriendo sólo
una sintética reproducción de los dichos o contenidos.
En este sentido, solicitó al Tribunal que los
testimonios de las víctimas y familiares o allegados a
las víctimas fueran valorados prestando atención
especial a la carga dramática puesta de manifiesto en
cada caso, la consistencia de los hechos, su
congruencia interna y su apuntalamiento por elementos
documentales objetivos incorporados como prueba,
capaces de generar una indudable convicción de
veracidad sobre lo que han expuesto, todo ello
conforme al criterio sustentado por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos en el caso "Vázquez
Rodríguez”.
Luego, manifestó que fue el propio Sandoval
quien indicó a Mónica Dittmar, esposa de Hernán, que
pertenecía a la Superintendencia de Seguridad Federal
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responsabilidades en la comisión de los injustos,
entendidos éstos como reproducción de los tipos
penales más ausencia de causal alguna de
justificación. Enmarcó su responsabilidad en los
postulados de Claus Roxin, sobre la responsabilidad
funcional. Ello así, por haber formado parte de
aparatos organizados de poder en el marco de cuyas
acciones se cometieron las acciones típicas y
antijurídicas que afectaron a la víctima: la privación
ilegal de la libertad y los tormentos. Afirmó que se
dan claramente las características que hacen a la
responsabilidad por dominio funcional de los hechos
como parte del aparato organizado de poder que
caracterizó a la última dictadura, en tanto que el
procesado en esta causa cumplía una función necesaria
en la ejecución del plan global, participando de la
común resolución delictiva. Sostuvo que eso
exactamente, es formar parte del dominio funcional de
los hechos.
Refirió que Sandoval tuvo ciertamente una
relación interna de conocimiento y voluntad con el
hecho, cumpliendo algunas funciones desde el marco
ilícito general, lo que Roxin llama "dominio conjunto
del curso del acontecer". Que el nombrado, tuvo la
aptitud o posibilidad concreta y real, tanto de
ejecutar las acciones como de continuarlas o de
impedirlas. En ese sentido, señaló que bastaba con que
Sandoval diese una orden en contrario para que algo no
se hiciese o se interrumpiese el curso causal natural
de los hechos, ello en cuanto a las conductas activas
como las omisivas capaces de reproducir un tipo penal.
De forma tal, que ese algo no se hubiere consumado,
con total seguridad. Por tal motivo, consideró que él
fue el responsable, que así se presentó ante la esposa
de la víctima. Agregó que sin duda, si Sandoval
hubiera decidido no seguir adelante con el plan de
secuestrar a Hernán, en tal caso a él nada le hubiese
sucedido.
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libertad, los tormentos; no advirtiendo la existencia
de atenuantes de ninguna especie para las conductas
llevadas a cabo por el procesado. Que su condición de
funcionario público de alta jerarquía, instrucción,
preparación profesional, hacía especialmente exigible
que obrara conforme a Derecho y no cometiendo o
formando parte de un plan que incluía la comisión de
hechos aberrantes o atroces como el que sufrió Hernán
Abriata. Que todo ello, conllevaba una situación de
máxima reprochabilidad por los delitos antes
calificados, dar directivas generales o
retransmitirlas, de obrar de semejante manera y de
formar parte funcional o de colaborar como autor en su
comisión, según se entienda. Y al mismo tiempo de
haber contado con la posibilidad de impedir ese
resultado sin riesgos personales, resulta demostrativo
de un desprecio total por el adecuado cumplimiento de
la ley y la protección del prójimo, como también un
total desprecio de la condición humana. En relación no
sólo de la víctima directa sino también por el
desentendimiento del dolor que esos daños ocasionan a
los respectivos familiares y allegados. Y en todos los
casos, como agravante el no arrepentimiento por los
graves hechos cometidos.
Concedida la palabra a la Dra. Frías,
finalizó el alegato remitiéndose a la petición, en
atención al hecho descripto y la responsabilidad
probada, solicitó se condenara a Mario Alfredo
Sandoval, de los demás antecedentes personales
obrantes en la causa, a la pena de 20 años de prisión,
con las accesorias legales y costas, de cumplimiento
efectivo y en unidad penitenciaría común del Servicio
Penitenciario Federal.
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pues no habían valorado los dichos de los familiares
de Abriata.Puntualizó que estos testigos presenciales
describieron a una persona en el procedimiento del 30
de octubre de 1976 como inspector Sandoval de
Seguridad Federal, de una manera que no respondía en
absoluto a la fisonomía de su representado en esa
época, ni ahora, ni antes.
Luego de aclarar que los hechos narrados por
los testigos eran concordantes en la descripción de
los aspectos generales de lo que ocurrió el día del
secuestro, señaló que los problemas aparecían a la
hora de los detalles, especialmente a la hora de la
descripción del represor que se identificara como
inspector Sandoval en los domicilios de las calles
Superí y Elcano. Esa circunstancia era de suma
importancia porque la única prueba de la participación
de su representado en los hechos de esta causa, fueron
justamente esos testigos presenciales, no había otra
prueba, ni siquiera indicios, de su participación en
aquel procedimiento. Si se suprimieran esos
testimonios no habría forma de condenar a Sandoval por
estos hechos.
Advirtió una clara variación, aunque no en
todos los casos, entre las primeras caracterizaciones
realizadas por los testigos y las posteriores. Eso se
advertía sobre todo a partir de la aparición de la
publicación en el diario Página/12 de sendas notas,
una del año 2008 y otra del año 2012. A partir de
allí, los testigos concluyeron que el Sandoval que se
hiciera presente el día de secuestro de Hernán Abriata
era su defendido Mario Alfredo Sandoval, y ello se
evidenciaba en las ulteriores declaraciones de la
mayoría de los testigos presenciales, puesto que se
fueron amoldando a los rasgos fisonómicos de su
defendido quien, al momento de los hechos tenía 23
años y media -y mide- 1,63 y pesaba-y siempre pesó-
alrededor de 60 kilos.
Indicó que antes de la aparición de las notas
en Página/12, el Inspector Sandoval era presentado por
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citar a Mazzonipara referir que, en todos los procesos
de la memoria y por ende de los testimonios en sí,
influían tanto los conocimientos precedentes como las
informaciones y conocimientos adquiridos con
posterioridad. Una información recibida después de
acontecido el hecho creaba expectativas que
distorsionaban el recuerdo. Lo que hoy conocíamos de
un determinado suceso del pasado tenía la capacidad de
modificar lo que recordábamos del hecho. Además
sucedía que cuando un individuo no conseguía tener
acceso directo a un recuerdo utilizaba la información
relativa a lo que probablemente debió haber sucedido,
basándose en los conocimientos que hoy posee en
relación a aquel conocimiento. La memoria era muy
maleable, los contenidos de la memoria eran fácilmente
modificables mediante una intervención exterior, los
errores en el recuerdo dependían ampliamente de la
intervención exterior y en particular de la
información que personas respetables daban a los
sujetos. Había información que podía entrar a formar
parte del bagaje de la memoria y las personas
recordaran más adelante como si fueran parte del
evento original. Todo elloeran procesos inconscientes,
inevitables, pero inconscientes.
En definitiva, sostuvo que la psicología
explicaba perfectamente y justificaba además las
evoluciones que a través del tiempo habían
experimentado los dichos de las víctimas
sobrevivientes. De todos modos, sostuvo que aun en las
últimas versiones de los testigos presenciales seguían
describiendo al “inspector Sandoval” de una manera que
no guardaba coincidencia con la fisonomía que tenía su
asistido al momento del hecho y que todavía tenía.
Se propuso analizar los dichos de esos
testigos presenciales, específicamente en cuanto a la
manera en que habían descrito a esa persona que,
exhibiendo a su vez una credencial, se presentara ante
los familiares de la víctima como “inspector Sandoval
de Seguridad Federal”. Comenzó con el testimonio de
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estabandescribiendo a la misma persona y la persona
que describieron no tenía nada que ver con la persona
de Mario Alfredo Sandoval. Agregó que cuando Cantarini
declaró en el juicio oral de la causa “ESMA
unificada”, manifestó que la persona que se presentó
como Sandoval tenía 23 años, que era exactamente la
edad que tenía su defendido al momento de los hechos
del procedimiento, por lo que esa declaración ya
estaba contaminada por la aparición de la nota de
Página/12 y todo lo que surgió después. Sino, sostuvo
el Dr. Carlevaro, no se explicaba cómo había pasado de
considerar que esta persona debía tener 35 años o
incluso más a tener sólo 23, que era justo es la edad
exacta de Sandoval en aquella época.
Luego mencionó que el 23 de abril de 1984
Mónica Dittmar declaró en esa misma causa y relató que
el “inspector Sandoval” era petiso, algo gordo, pelo y
tez oscura, cara alargada grande, de alrededor de 35
años. Cuando la convocaron en 1976 había dicho que no
podía reconocer a esa persona pero en esa otra
oportunidad sí lo hizo, y explicó que si no lo hizo en
1976 era porque la embargaba un más que entendible
temor. Dijo el Sr. Defensor Oficial que era cierto
quesu asistido es una persona de baja estatura. Sin
embargo, agregó que el resto de los rasgos que
suministró indicaban que se estaba refiriendo a otra
persona, dado que su asistido nunca estuvo gordo,
siempre fue una persona muy flaca, su cara no era una
cara grande,sino todo lo contrario, nadie lo tildaría
de cabezón o de “carón” o de que tiene una cara
grande, ni tampoco tenía ni aparentaba 35 años de
edad. En la época de los hechos, Mónica Dittmar tenía
la misma edad que Sandoval, por lo que resultaba
imposible que una persona de la misma edad percibiera
como de 35 años a una persona de su misma edad, es
decir, que le sume un 35 o 40 por ciento más a la edad
que tenía. Agregó que la testigo no tuvo problemas en
advertir, simultáneamente, que el resto de los
asaltantes contaban aproximadamente con la misma edad
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tenía 23 años, sino que ante la realidad de que esa
era la edad que tiene quien ahora ella creía que era
el responsable, intentó amalgamar sus dichos
anteriores con esa “nueva realidad” para que esa
descripción no aparezca tan incompatible. Por eso fue
que a partir de allí, para adaptar su versión al
supuesto hallazgo del responsable que faltaba, declaró
en el juicio de la causa “ESMA unificada” que esa
persona no se había presentado como “inspector
Sandoval”, como había dicho hasta ahora, sino que en
el año 2014 afirmó que esa persona la miró a la cara y
le dijo “soy el subinspector Mario Alfredo Sandoval”.
Lo mismo dijo en este debate. Insistió el Dr.
Carlevaro que hasta la aparición de la nota de
Página/12, la persona se había presentado siempre como
“inspector Sandoval” y después pasó a presentarse como
lo acababa de referir.
En este debate volvió a declarar que esa
persona le pareció mayor, que tendría por lo menos 10
años más que la testigo, y que le pareció que era más
robusto, que tenía la cara más redonda. El Sr.
Defensor Oficial sostuvo que Sandoval no era robusto,
no tenía la cara redonda y tenía la misma edad que
Mónica Dittmar. Sostuvo que las explicaciones que dio
no fueron satisfactorias, y que por alguna razón se
convenció, o la convencieron, de que su defendido fue
el responsable de los hechos, y dio las explicaciones
que pudo, las que resultaron insuficientes porque la
morfología de su asistido no encuadraban con la
descripción que siempre había dado hasta entonces.
También se refirió a Juliana Abriata, hermana
de la víctima de estos hechos, cuando declaró en el
año 2012, donde describió a Sandoval como de estatura
mediana, pelo castaño, tez blanca y contextura
robusta, y agregó que no sabía si podría reconocerlo.
Cuando declaró en la causa “ESMA unificada” lo
describió como una persona fuerte, altura media, tez
blanca, cabello castaño.Finalmente, en este debate
volvió a describirlo como de estatura media, robusto,
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persona y nunca pudo ver una foto de él de joven.Al
Dr. Carlevaro le pareció raro que a partir de
esarealidad que manifestó, no se le haya mostrado
durante la etapa anterior una foto de Sandoval de
joven, pese a que había en la causa. En definitiva,
sostuvo que Juliana Abriata no reconoció a su
defendido como aquella persona que irrumpiera en el
año 1976 en su domicilio, y se diera a conocer como
“inspector Sandoval”, además de que lo describió de
una manera diferente.
Posteriormente, la defensa de Sandoval se
refirió a las declaraciones de la testigo Claudia
Dittmar. Recordó el Dr. Carlevaro que la testigo
sostuvo en primer término -y ese tramo se le leyó
además en el debate-, que entre los asaltantes había
uno que se hacía llamar “Halcón”, que esa persona
“Halcón” fue la que se presentó ante el matrimonio
Abriata como el “comisario Sandoval”, a la vez que le
mostraba un documento tipo cédula. Como era
sabido,“Halcón” resultaba ser Néstor Omar Savio, tal
como lo determinó una sentencia,que aunque no firme,
dictada por este Tribunal. Es decir, para Claudia
Dittmar quien se presentó el 30 de octubre de 1976
como el “inspector Sandoval”, era el marino Néstor
Omar Savio. La testigo refirió que esa persona que
llevaba el alias de “Halcón” y se presentó como
Sandoval, tenía pelo castaño, oscuro, lacio, bien
parecido, ojos marrones tamaño almendrado, nariz fina,
cara ovalada, robusto, altura media, peinado para
atrás. Advirtió el Sr. Defensor Oficial una notable
distancia entre la descripción del “comisario
Sandoval” a la que ella se refirió y las
características físicas de su defendido. En cuanto al
tema del peinado,se dijo indistintamente que se
peinaba para atrás, que usaba gomina o fijador, y ese
no era el caso de su asistido, y en ninguna de las
fotos que obraban en su legajo se advertía esa manera
de peinarse o de arreglarse.
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porque tenía la ropa inflada y ahora planteaba esa
alternativa. Explicó que las idas y vueltas no tenían
mayor lógica, mayor explicación y tenían que ver con
que la persona que ahora le presentaban como
responsable de los sucesos era una persona que
impresionaba por su pequeña contextura y que no tenía
nada que ver con la persona que venían describiendo.
En este juicio, Claudia Dittmar comentó que
Sophie Tonon le había exhibido fotografías de Sandoval
y que había visto fotos de Página/12, y leresultó muy
parecido. Dijo no poder describir a las personas que
se identificaron durante el procedimiento con los
apodos de “Halcón”, “Sérpico”, “Luis” y “Gordo”, algo
que sí había realizado hasta entonces sin dificultad,
y volvió a referirse la defensa a los autores de la
psicología del testimonio. Agregó el Dr. Carlevaro que
Claudia Dittmar había señalado a Alfredo Astiz como
uno de los participantes del hecho, y eso fue una
novedad, y dijoen el debate que quien se presentara
como Sandoval tenía pelo castaño, ojos almendrados, de
nariz larga y recta, peinado para el costado, estatura
mediana. Calificó el testimonio de errático, plagado
de variaciones, que las entendía, pero no eran útiles
a los fines perseguidos por las partes acusadoras.
Refirió el Sr. Defensor Oficial que esos eran
todos los testigos presenciales del hecho materia de
juzgamiento que habían prestado declaración o bien que
su dichos habían sido incorporados al debate. Sostuvo
que en forma unánime y desde los mismos orígenes de la
investigación, siempre describieron a esa persona que
se presentara el día del secuestro de Hernán Abriata
como “inspector Sandoval” de una manera que no era
compatible con la fisonomía de su representado. Afirmó
que las declaraciones de Abriata, de Cantarini y de su
hija Juliana eran abiertamente desincriminantes para
su asistido, lo mismo respecto de las hermanas
Dittmar, ya que si bien en las últimas declaraciones
de alguna manera trataron de que la descripción se
acercara a la imagen real que tenía y tiene Sandoval,
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identificarlo porque nunca había visto a esa persona
en la E.S.M.A.Dijo que hacía un tiempo había visto en
Página/12 la foto de Sandoval y pudo reconocerlo como
la cuarta persona que había participado de su
secuestro. Le preguntaron nuevamente y en forma
directa por Sandoval, y respondió “Mario Alfredo
Sandoval me remite quizá, creo, a la persona que
faltaba identificar dentro de los integrantes del
grupo de tareas que fueron a mi casa”. Destacó el Dr.
Carlevaro que el “creo” no imponía certeza.Se le
preguntó si tenía algún alias y respondió que a esa
persona la había visto solo en su casa, en noviembre
de 1978, y nunca más la había vuelto a ver. Al momento
de describirlo dijo que era de altura aproximadamente
1,75 o 1,76, corpulento, de bigotes, morocho y tez
blanca.
Destacó el Sr. Defensor Oficial que por la
alternativa que planteó el testigo, al decir que medía
1,75 o 1,76, era obvio que Muñoz no tenía duda de que
esa persona medía alrededor del 1,75 y su asistido
medía 1,63, de modo que resultaba imposible una
confusión en este punto. Agregó que Sandoval no era
corpulento, y que nunca tuvo bigotes. Refirió que
existían fotos de Sandoval de diferentes épocas y en
ninguna tenía bigotes, y fue quizá por eso que Muñoz,
al declarar en este juicio, ya no mencionó con bigotes
a esa cuarta persona que ingresara su domicilio. En
efecto, aquí dijo que era joven -algo que nunca había
dicho-, de tez blanca, cabello corto, sin bigotes. No
refirió si era corpulento o no, aunque a instancias de
la defensa y atento a las contradicciones, se le leyó
su declaración anterior en donde sí lo había
manifestado. Ante la pregunta de si podía explicar
esas variaciones en su testimonio respecto de la
descripción fisonómica de esa persona, el testigo
afirmó “no, evidentemente, no, yo asumo que
evidentemente me equivoqué. Yo en la cabeza lo que
tengo hoy es un tipo sin bigotes les pido... no sé...
pero es una clara contradicción”. El tema del bigote,
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Radice.Durante esa reunión, según comentó Buzzalino,
se habría hablado de geopolítica. Indicó el Dr.
Carlevaro que sus dichos no agregaban a los hechos
concretos que se estaban debatiendo en este juicio.
Sin perjuicio de ello, alegó que Buzzalino declaró
muchísimas veces durante años, y nunca mencionó ni
aludió a su asistido Mario Alfredo Sandoval, nunca
habló ni aludió al apodo de “Churrasco” o
“Churrasquito” y nunca hizo referencia durante años,
entre esas tantísimas declaraciones, a la mentada
reunión en esa confitería céntrica, reunión que las
partes acusadoras, salvo una pequeña mención, casi la
pasaron por alto.
Señaló que a lo largo de los años, tanto en
el Juzgado como en su exposición ante la Secretaría de
Derechos Humanos, en el año 2004, Buzzalino brindó
detalladas exposiciones en las cuales mencionó y
mínimamente caracterizó a más de 50 a 60 represores de
la E.S.M.A., y nunca, en ninguna de ellas, mencionó ni
aludió a su representado y a su supuesto apodo, pese a
que con mucha posterioridad manifestó, respecto de
Sandoval,que era una persona muy jodida, que si te
podía “boletear” te “boleteaba”, que no había “tu tía”
con ese hombre, que era alguien que te quedaba fijo,
que no lo olvidabas, era algo distinto dentro de la
E.S.M.A.A pesar de todo eso, y de nombrar personas que
se desempeñaban en la E.S.M.A., se olvidó de nombrar a
su defendido. Ello fue así hasta el año 2012, otra vez
casualmente con posterioridad a las notas de
Página/12.
Refirió el Sr. Defensor Oficial que en el
debate se le preguntó por qué no lo había mencionado
hasta entonces, siendo que era tan inolvidable, y el
testigo dijo que no tenía una explicación, que no se
lo habrán preguntado o se le escapó. Puntualizó la
defensa que el hecho de que no le hayan preguntado
puntualmente no podía constituir un óbice porque en
sus declaraciones mencionó a varios represores y
varios episodios, ello sin que nadie le haya
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temática que se habría tocado en esa reunión llamaba
la atención, porque los estudios en los que incursionó
su asistido, vinculados a esta temática, fueron
posteriores, siendo que las primeras materias las
aprobó recién en el año 1980.
La defensa manifestó que Buzzalino refrendó
en esta audiencia haber comentado ese extraño episodio
a Lauletta, otro detenido en la E.S.M.A. Sin embargo,
Lauletta nunca refirió nada vinculado con eso, y el
testigo no pudo recordar en la audiencia ni quién lo
llevó a la confitería ni quién más estuvo en ese
encuentro. Aunque no pudo precisar de forma exacta la
fecha, ubicó ese episodio después de 1979, es decir,
dio a entender que fue cuando ya estaba en la casa de
los padres de Radice, privado de su libertad, en la
calle Zapiola. El Dr. Carlevaro advirtió que esa
reunión no pudo haber ocurrido nunca después de 1979,
porque a mediados de septiembre de ese año Sandoval
fue destinado a la delegación Resistencia y después
entró en un derrotero que terminó con su baja, y nunca
más volvió a prestar funciones en Seguridad Federal.
Además, si se analizaban los partes de enfermo que
figuraban en su Legajo, se advertía que durante 1979 y
durante 1980 se la pasó de licencia. Explicó que en
esos años cursó una depresión reactiva aguda con
tratamiento, y padeció de diferentes enfermedades. Su
carrera entró en una suerte de tobogán, que terminó
con su baja.
Agregó que si bien Buzzalino no preció la
fecha de esa reunión, tuvo que haber sido después de
enero de 1979, que fue cuando desde la E.S.M.A. lo
mandaron a Buzzalino al domicilio de la calle Zapiola,
el propio testigo así lo manifestó. Durante el año
1979 Sandoval gozó de muchísimos días de licencia, al
igual que en el año 1980, conforme surgía de su
legajo. En esos años también fue sancionado muchísimas
veces y por muchos días, de modo que durante la época
durante la cual Buzzalino contó que se habría
desarrollado esa supuesta reunión, Sandoval estaba
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A partir de esa información que aportó Abriata, la
instrucción no se quedó de brazos cruzados, sino que
realizó la diligencia que el caso reclamaba.Los
investigadores realizaron lo obvio, se comunicaron con
la Superintendencia de Seguridad Federal para
preguntar respecto de si había algún Sandoval entre el
personal de la Superintendencia, y pudieron determinar
que allí se desempeñaba un subinspector, no un
inspector, de apellido Sandoval, destinado en el
Departamento de Asuntos Políticos de dicha
Superintendencia. Se comunicaron con el jefe de dicho
Departamento y pudieron verificar que el Sandoval que
allí se desempeñaba no tenía parecido con la persona
que describiera Carlos Abriata. A raíz de ello
labraron una constancia, la que daba cuenta de esas
discordancias.
Los investigadores podrían haberse quedado
con esa información y nada les hubiera sido
reprochable, si el subinspector Mario Alfredo Sandoval
de Asuntos Políticos indudablemente no era la persona
que se presentó como el inspector Sandoval de
Seguridad Federal en el domicilio de la calle Superí.
No obstante ello, citaron a Carlos Abriata para que
amplíe su testimonio, lo que sucedió el 15 de
noviembre de 1976. En esa oportunidad, Abriata comentó
que las personas que irrumpieron en su casa
evidentemente pertenecían a alguna fuerza, y agregó
que perfectamente podría reconocer a alguna de esas
personas.Ese mismo día, pese a las diferencias físicas
evidentes de las que se dejó expresa constancia en la
causa entre su defendido y quien se identificara como
Sandoval en el domicilio de la calle Superí, el juez
citó a su representado en los términos del artículo
236 in fine del Código de Procedimiento en Materia
Penal. Respecto de la diligencia a la que hizo
referencia antes, se determinó que la filiación
morfológica del mencionado no coincidía en lo absoluto
con la persona descripta en autos. Eso lo mencionó el
Dr. Carlevaro por lo que había postulado el Sr.Fiscal,
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noviembre de 1976. Advirtió que Mario Sandoval
acreditó su identidad en aquella oportunidad con su
credencial número 345 que exhibió en ese acto y se la
devolvieron. Si él hubiera sido quien se presentó como
el inspector Sandoval de Seguridad Federal con una
credencial en los domicilios de la calle Superí y de
la calle Elcano, no iba a ser tan desatentode
concurrir a una declaración como imputado con esa
misma credencial, pues se expondría obviamente a que
la misma fuera secuestrada y luego reconocida por los
familiares.
Consideró que era computable en cero la
posibilidad de que los familiares de Abriata, todos
ellos testigos del hecho, no tomaran conocimiento de
que esa declaración de su defendido se había
concretado y se encontraba agregada en el expediente,
no podían no saber que una persona de apellido
Sandoval, policía de Seguridad Federal, había prestado
declaración en la causa, no había forma de que no se
enteraran.Las actuaciones siguieron a la declaración
de su defendido.De hecho, Sandoval dijo en este juicio
que durante su declaración en esa causa, además del
juez y algún otro funcionario del juzgado, estaban
presentes dos personas que si bien no estaba seguro,
entendía que podían ser familiares de la víctima. Era
evidente que la familia se convenció en esos primeros
momentos posteriores al hecho de que su defendido no
era la persona que ellos buscaban, si no, no se
explicaba que no se hubieran hecho presentaciones, que
no se hubieran quejado del sobreseimiento, que no
hubieran sugerido alguna medida, que no hubiera alguna
referencia a todo esto en algunos de los hábeas corpus
posteriores.
Señaló la defensa que luego del
sobreseimiento la familia siguió mostrándose muy
activa en la búsqueda de Abriata, tuvieron que
presentar numerosos hábeas corpus, todos rechazados
por un Poder Judicial cómplice y lamentable. Pero
remarcó que la familia siempre se mostró muy activa y
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que de haber sido de otra manera, hubieran solicitado
reconocimientos en rueda, por foto, o cualquier medida
tendiente a descartar definitivamente que su defendido
fuera o no aquella persona, pero nada de eso ocurrió y
siguieron buscando al responsable o a los responsables
por otro lado.
Manifestó que la causa siguió su trámite en
democracia, con la intervención de esos abogados, y
ordenaron y se recibieron varias testimoniales. Por
ejemplo la señora Cantarini declaró en la causa, y no
había ninguna referencia o alusión a su defendido
Sandoval que había declarado a fojas 8. Recordó que la
señora dijo en esa oportunidad que estaba en
condiciones de reconocer a los atacantes. Era obvio,
para la defensa, que sabía de esa declaración y que
había descartado a su asistido como uno de los
asaltantes, puesto que sino esas manifestaciones no
tenían explicación.
Agregó el Dr. Carlevaro que Claudia Dittmar
también fue citada a declarar en esa causa, cuando
recordó que uno de los perpetradores se hacía llamar
"Halcón" y que "Halcón" fue la persona que se presentó
como Sandoval exhibiendo la credencial. Ese mismo día
declaró Mónica Dittmar, ya en democracia, y afirmó que
podía reconocer a quien dijo ser el inspector
Sandoval. Es decir, tanto Claudia como Mónica
refirieron estar en condiciones de reconocer a quien
se presentara como inspector Sandoval de Seguridad
Federal. Ambas además describieron a esa persona y sin
embargo no se ordenó ni la querella solicitó ningún
reconocimiento ni ninguna medida respecto de su
representado, quien había declarado en la causa y
estaba perfectamente ubicable y disponible, y su
declaración obraba unas fojas antes.La causa continuó
activa, se ordenaron diversas medidas probatorias, y
en septiembre de 1984 el juez la remitió al Consejo
Supremo por incompetencia. Los instructores militares,
entre muchas diligencias, ordenaron recibirle
testimonial a su representado, a fin de que manifieste
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después, alguien convenció a algunos integrantes de la
familia de desempolvar a su asistido Sandoval y
volverlo a colocar en el sitial de sospechoso al que
había dejado ya en los prolegómenos de la
investigación en el año 1976.
Refirió que otra de las circunstancias
verificadas en la causa que tornaba inverosímil que su
representado pudiera ser aquella persona que se
presentara como inspector Sandoval de Seguridad
Federal, tanto en el domicilio de la calle Superí como
en el de la calle Elcano, tenía que ver con el rol
protagónico, preponderante, de jefe del operativo con
el que se había mostrado ese inspector, según
relataron los testigos a lo largo del tiempo. En eso
fueron contestes todos los testigos. Mónica Dittmar
dijo que la persona que se presentó como inspector
Sandoval dio a entender que era quien comandaba el
operativo. Juliána Abriata dijo que esa persona
actuaba como si fuera el responsable del operativo.
Claudia Dittmar refirió que el que parecía ser el jefe
de todo le decían "Halcón" y que esta persona fue la
que luego de identificó como Sandoval. La señora
Beatriz Cantarini refirió que otro de los que mandaba
fue quien luego mostró la credencial como Sandoval.Los
testimonios parecían ser contestes en ese punto. Quien
comandaba el operativo fue la persona que se
presentaba como inspector Sandoval.
Para la defensa resultaba inverosímil que su
asistido pudiera desempeñar ese rol, toda vez que era
solamente un subinspector de la Policía Federal
Argentina y contaba con apenas 23 años de edad. Como
se sabía, y como la contraparte lo había demostrado a
partir de la incorporación de diversas directivas,
reglamentos y decretos, la Policía Federal Argentina
estaba subordinada a las Fuerzas Armadas.De hecho,
Seguridad Federal ni siquiera estaba al mando de un
policía, sino que era conducida por un coronel del
Ejército, lo que demostraba la poca confianza que los
militares le tenían a la policía. Teniendo en cuenta
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que alguien que iba a cometer un hecho delictivo como
un secuestro, se presentara ante los familiares de la
víctima con su verdadero nombre y apellido, no había
registro de que haya sucedido algo parecido y tan
extraño en alguna de las decenas de miles de
detenciones producidas durante la dictadura militar.El
Sr.Fiscal, en su alegato, consideró que no había nada
inédito en ello y que era común que la gente que
participaba en esos procedimientos furtivos les
revelara su verdadera identidad a las víctimas,y puso
como ejemplo un solocaso, conocido como “el secuestro
de los judiciales”, que fue materia de discusión en un
caso del Tribunal Oral Federal N° 6. Refirió que en
ese caso los victimarios eran personal que actuaba en
el ámbito del Departamento de Sumarios de la
Superintendencia de Seguridad Federal, y a su
asistido, por el contrario, se le reprochaba haber
integrado una patota que actuaba bajo el ámbito de la
E.S.M.A., no de la Superintendencia de Seguridad
Federal. En consecuencia, la contraparte no había
encontrado un solo caso donde haya actuado gente de la
E.S.M.A. y en el que alguno de los captores se haya
presentado con su nombre y apellido real. Y no lo pudo
encontrar porque no existe.
Por otro lado, sostuvo, más allá de las
irregularidades que se consignaban en la sentencia
respecto de ese procedimiento de detención, lo cierto
era que Julio Piumato, Dalío y otros, eran empleados
judiciales que estaban siendo investigados en el marco
de un sumario que tramitaba por escrito y con sus
formalidades en el ámbito del Departamento de Sumarios
de Seguridad Federal. Para sus detenciones se dio
intervención a un juez federal que les tomó
indagatorias a quienes se sindicaba como imputados en
el sumario, por lo que entendió el Dr. Carlevaro que
ese caso y el que aquí se investigaba, no guardaban
vinculación. A mayor abundamiento, puntualizó que de
esa sentencia surgía expresamente que durante el
procedimiento de detención no se exhibió orden de
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supuestos y falsos. Dijo la defensa quede ello sí
había prueba abundante.
A partir de ello, el Dr. Carlevaro cuestionó
la hipótesis de una de las querellas en cuanto a que
el nombre “Mario Alfredo Sandoval” nunca pudo haber
sido uno de esos sosías porque lejos de encubrir,
descubriría la maniobra apócrifa. Explicó que el
razonamiento de la querella partía de un error, puesto
que los testigos siempre refirieron que esa persona se
presentó como “inspector Sandoval”, a secas. El nombre
“Mario Alfredo”fue una incorporación que surgióluego
de la aparición de la nota de Página/12, de modo que
no se sabía cuál era el nombre que figuraba en la
credencial. Agregó que todos los testigos fueron muy
concretos y dijeron siempre “inspector Sandoval”,salvo
algún testigo que habló de comisario, pero nunca
dieron ni el primer nombre ni el segundo nombre, eso
fue una incorporación posterior.Lo mismo sucedía, dijo
el Dr. Carlevaro, con el resto de las hipótesis
planteadas por esa querella.También descartó la
idiocia como explicación de por qué su defendido pudo
haberse identificado con nombre y apellido, puesto que
de ser así, se deberían haber encontrado otros
ejemplos ya que, a entendimiento de la defensa, la
idiocia no se curaba.
Agregó que en su último descargo en este
debate, Sandoval reseñó una serie de procedimientos
que fueron ordenados y ejecutados desde la E.S.M.A.,
en los que el personal se anunció como perteneciente a
Coordinación Federal. El Dr. Carlevaro se remitió a
ese listado como otro elemento que sustentaba su
postura, lo que además resultó una constante en muchos
de esos procedimientos ordenados en la E.S.M.A. Es
decir, los asaltantes solían presentarse como
pertenecientes a una fuerza distinta a la que
pertenecían, y la Policía Federal muchas veces era la
elegida para esa distracción.
Por otro lado, indicó la defensa que la
Fiscalía había considerado de relevancia, como un
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1976. Se trataba de una foto tomada 45 días antes de
los hechos. Dijo que la apariencia de Sandoval en esa
fotografía de septiembre de 1976, salvo en un cambio
muy sutil, imperceptible, era muy similar a su
apariencia en fotografías anteriores. En esa foto,
sostuvo,su asistido no tenía entradas y no aparentaba
tener más años de los que en realidad tenía. En
definitiva, postuló que no tenía la apariencia del
inspector Sandoval que participara del secuestro de
Hernán Abriata.
El Dr. Carlevaro manifestó que era un hecho
de la realidad que la Superintendencia de Seguridad
Federal, entre otras dependencias de la policía,
proporcionó algún personal al grupo de tareas 3.3.2
que operaba en la E.S.M.A.Algunos suboficiales que
prestaban funciones en distintas dependencias de
Seguridad Federal, en el marco de la normativa vigente
de la época, fueron destinados en comisión a la
E.S.M.A. En el marco de la normativa vigente, personal
de toda la Policía Federal, no solo de Seguridad
Federal, fue destinado a colaborar en la E.S.M.A. La
Fiscalía mencionó los ejemplos de Juan Carlos Fotea,
Ernesto Weber, Raúl Cabral, Roberto González, Pedro
Osvaldo Salvia, Juan Carlos Linares, y alguna querella
completó el listado con el ejemplo de Pitana. Entendió
que el razonamiento de la contraparte era algo así
como que si hubo policías que, prestando funciones en
Seguridad Federal, fueron comisionados a la E.S.M.A.,
no resultaría extraño que Sandoval también hubiera
sido destinado en comisión a dicho centro clandestino
de detención. Todo ello a pesar de que en su legajo,
agregó al defensa, no había ninguna referencia a la
E.S.M.A. Explicó que los policías mencionados eran
prácticamente todos los que estuvieron desempeñándose
en la E.S.M.A., tal como lo certificaban los
testimonios de las víctimas, quienes cuando hablan de
los policías que operaban allí, siempre mencionaron a
ellos. De esos, los que pertenecían a Seguridad
Federal, eran Fotea, Salvia, Cabral y Linares, o sea
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verdadera cantera de la E.S.M.A. parecería que no era
la Superintendencia de Seguridad Federal sino la
Comisaría 2ª. Entendía como otro indicio respecto de
la ajenidad de su asistido con los hechos aquí
acaecidos y respecto de su pertenencia también al
staff de represores dela E.S.M.A., que Sandoval
transitó toda la dictadura militar sin haber sido
jamás ascendido, sino que incluso fue sancionado por
las autoridades militares y policiales a cargo de la
Seguridad Federal, que lo destinaron en el año 1979 a
la Delegación Resistencia de la provincia de Chaco.
Explicó que el caso de los suboficiales y
oficiales de la Policía Federal Argentina de
comprobada participación en la E.S.M.A. era distinto,
pues todos ellos, en su enorme mayoría, fueron
ascendidos durante esa época, lo que evidenciaba que
el no ascenso de su representado a lo largo de toda la
dictadura militar, también constituía un indicio de su
ajenidad con los hechos y con todo cuanto sucedía en
la E.S.M.A.La regla general para los que colaboraron
en la autodenominada “lucha contra la subversión” eran
los ascensos, los galardones, y si en el caso de
Sandoval no hubo ascensos, siguiendo las reglas de la
lógica, es que no hubo colaboración de su parte ni en
la E.S.M.A. ni en ningún centro clandestino de
detención.Agregó que Sandoval tampoco fue condecorado
durante el transcurso de toda la dictadura cívico-
militar y, por el contrario, los policías que sí
participaron de la represión ilegal integrando los
grupos de tareas de la E.S.M.A., recibieron sus
respectivas condecoraciones por parte de la Armada. El
12 de septiembre de 1978, el jefe de la Armada dictó
la resolución COAR 745 mediante la cual dispuso
distinguir por el heroico valor en combate a diversos
integrantes que habían revestido o que seguían
revistiendo en el grupo de tareas 3.3.2, como Weber,
González, Pérez, Linares, Fotea, Salvia, a todos menos
a Sandoval. Concluyó que a Mario Alfredo Sandoval no
se lo condecoró porque nunca se desempeñó en la
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qué tenía que ver la recomendación del jefe de Asuntos
Políticos a Sandoval si el procedimiento era de la
E.S.M.A.
En esa misma línea, agregó el Sr. Defensor
Oficial, aun en la hipótesis de que esa recomendación
haya tenido que ver con la detención de Abriata, y que
igualmente el jefe de Asuntos Políticos decidiera
felicitar a Sandoval, debiera haber una
recomendaciónidéntica en el legajo de Juan Carlos
Linares, quien era suboficial de la Policía Federal,
numerario de Seguridad Federal, comisionado en la
E.S.M.A. según surgía de su legajo, premiado por
Massera y a quienes los testigos señalaron como
presente el día del procedimiento de detención de
Abriata. Sin embargo, del legajo de Linares no surgía
una recomendación como la de Sandoval ese día. En
consecuencia, esa recomendación no tenía nada que ver
con lo de Abriata, no había ningún elemento para
sospechar que el procedimiento motivo de esa
recomendación formara parte del plan sistemático, y ni
siquiera había razones para considerar que dicho
procedimiento del que no se sabía nada, fuera ilegal o
antirreglamentario.
El Dr. Carlevaro señaló también que del
legajo personal de Sandoval surgía que lejos estaba de
ser un elemento de valía para la Policía Federal, que
se destacara por su arrojo, su empeño o su dedicación.
Incluso su historia en la policía y particularmente
durante el proceso militar estaba plagada de
sanciones, licencias y de reprimendas. El legajo de
Sandoval, dijo su defensa, estaba muy completo,
contaba con más fotografías que ningún otro, lleno de
información, en todas y cada una de las páginas y
planillas había un montón de información, a diferencia
de los legajos de Linares, Fotea, Salvia y Weber,
cuyos legajos prácticamente no contenían información,
la mayoría de sus fojas estaban vacías, era muy
difícil extraer información que permitiera reconstruir
la historia laboral de cada uno de ellos.
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en hacer recortes de diarios del tema que interesaba y
de allí si surgía información relevante, se pasaba eso
mediante un memorándum y se consignaba en un boletín
diario.
Además, dijo que las partes acusadoras se
detuvieron en la existencia de detenidos ilegales en
la Superintendencia de Seguridad Federal, pese a que
la sentencia mencionada también daba cuenta de que en
la Superintendencia de Seguridad Federal coexistían
dos clases de detenidos diferentes, reforzando eso la
idea de que había dos tipos de actividades que tenían
lugar en el edificio,las propias y legales de la
dependencia policial por un lado, y las clandestina e
ilegal, propia del centro clandestino de detención que
funcionaba allí. Podía haber detenidos ilegales pero
también los había legales, no era un lugar escondido
al público, no era como la E.S.M.A. u otro centro
clandestino. Los que realizaban las actividades por
fuera de la norma eran solo algunos. Concluyó entonces
que no todos los que allí se desempeñaban y tampoco
todas las áreas estaban dedicadas a una actividad
clandestina.
En cuanto a los dichos de Nora Todaro, que
surgían de esa sentencia, de que una mujer de apellido
De Paoli, que estaría fallecida aparentemente al
momento que declaróTodaro, había sido abusada
sexualmente por Sandoval, jefe de guardia, la defensa
la apreció incompatible con la hipótesis acusatoria en
este debate, pues su asistido o pertenecería al grupo
de tareas de la E.S.M.A. o bien se desempeñaba como
guarda en las celdas del séptimo piso de Seguridad
Federal, o bien no era ninguna de las dos cosas, que
es lo que la defensa sostenía. Agregó que había muchos
otros “Sandoval” identificados en la causa E.S.M.A.,
no solo el que participó del procedimiento en lo de
Abriata y ese que aparecía en Seguridad Federal, sino
también el mencionado por Basterra, un Sandoval alias
"Doc" al que se hizo alusión a que ese Sandoval era un
médico, un Diego Sandoval que procedió a la atención
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Destacó el Sr. Defensor Oficial que lo que
desligaba definitivamente a su defendido y que
demostraba que la declaración que debía descartarse
era la segunda, era que Cordero dijo que no sabía
dónde quedaba la E.S.M.A., y lo hizo para demostrar
que nunca había dicho nada de lo que se le leyó
vinculado con la E.S.M.A. Agregó que la testigo dijo
textualmente"Aparte él no sabía manejar. Nunca lo vi
manejar un auto. No sabía manejar". Si Sandoval no
manejaba ni tenía auto, mal pudo haber ido junto a
Cordero a cargar nafta a la E.S.M.A. en auto. Además,
otros inconvenientes que presentaban los testimonios
de Cordero eran, por ejemplo, si estaba determinado si
había surtidores en la E.S.M.A., si es así, dónde
estaban, si cualquiera podía cargar nafta allí, si
quienes prestaban funciones en la E.S.M.A. podían
ingresar con acompañantes en sus autos, si era posible
que el subinspector de la Policía Federal, si hubiese
prestado funciones en la E.S.M.A., entrara con una
acompañante, que ni siquiera era su mujer.
Por todas las razones expuestas hasta ahora,
el Dr. Carlevaro solicitó la absolución de Mario
Alfredo Sandoval por el hecho por el cual fuera
acusado.
A continuación, el Dr. Miño, también por la
defensa de Sandoval,consideró la total ajenidad de
Sandoval en los hechos de la causa, a partir del
minucioso análisis de la prueba presentada en este
debate. Sin perjuicio de ello, iba a hacer ciertos
planteos subsidiarios, que eran necesarios para
mitigar la reacción penal que podría llegar a recaer
sobre Sandoval. Dijo que Sandoval no podía responder
por los tormentos, tanto por cuestiones de fondo como
por cuestiones de forma. En el peor de los casos,
agregó, el rol o función de Sandoval debía limitarse
al día del procedimiento, el que tuvo como
consecuencia el secuestro de Hernán Abriata. El
destino de la víctima, como así también su posterior
alojamiento, eran hechos que no podían ser adjudicados
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enero del 2020 y lo ubicaron también como partícipe
necesario.
Sostuvo que los tormentos representaban otro
hecho y que incluso los acusadores lo admitían porque
eligieron el concurso real como regla concursal, por
lo que nose trataba solo de una subsunción legal sino
que se trataba de ampliar hechos por los cuales su
asistido no tuvo la instrucción correspondiente.
Agregó que el auto de elevación a juiciodaba razón a
la defensa en cuanto a la calificación legal acordada
y también con relación al nivel de participación que
le correspondíaa Sandoval. Explicó que ese límite
formal tambiénimponía límites de fondo, porque los
acusadores ubicaron a Sandoval como coautor de los
tormentos, como así también lo ubicaron como coautor
de la privación ilegal de la libertad deAbriata.
Argumentó que la imputación de estos crímenes
se basaba en una estructura organizada de poder, donde
los agentes o eslabones de más abajo eran elementos
fungibles, y aun incluso cuando ejecutaban los actos,
no podían ser coautores, sino solo partícipes, tal
como se había sostenido en la Causa 13, en la causa
1270, o en la causa 1282. Tanto la autoría como la
coautoría implicaban el dominio del hecho, que era la
postura dominante con relación a cuándo uno podía ser
autor del hecho, como lo sostuvo Hans Welzel en 1950.
Para que haya un co-dominio del hecho, debía haber un
plan común, donde cada uno de los coautores tenía un
plan común y división de tareas. Dijo que un policía
de 23 años de edad no fue parte de ese plan común y
mucho menos tuvo un co-dominio del hecho, porque el
co-dominio siempre se refería a todas las etapas del
camino del delito, y acá el co-dominio del hecho tenía
que ser referido a todas las etapas del circuito
represivo. El sistema represivo que habíamos vivimos
contaba con ciertas fases, de detención, de
interrogatorios, de logística, de inteligencia, de
operaciones, y otros aspectos mucho más amplios. Había
censura, opresión cultural-ideológica, control
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se estaba tratando de hacer era extender la
culpabilidad por hechos posteriores donde el imputado
ni siquiera estuvo, donde no tuvo el dominio del hecho
ni mucho menos fue parte del plan, y por lo tanto se
violaba de forma palmaria todo el principio de
culpabilidad. Pretender introducir otro hecho no solo
implicaba burlar todo el control judicial de la
acusación en la instrucción, también implicaba violar
el principio de culpabilidad y violar los principios
básicos de la dogmática penal en cuanto a
participación criminal. A ello sumó que no había
ningún sustento probatorio de que su asistido haya
sido ejecutor de los tormentos, haya participado en
los tormentos, haya sabido cuándo fueron o qué habría
sufrido Abriata durante su cautiverio en la E.S.M.A.
Agregó que tampoco valía el argumento de que
el solo hecho de estar detenido en un centro
clandestino de detención en condiciones inhumanas
implique que Sandoval deba responder por tormentos,
puesto que como subinspector de la Policía Federal de
23 años de edad, él no era quien garantizaba las
condiciones de detención de ese centro. Los
responsables de ese centro clandestino de detención ya
habían sido condenados en la causa 1270, en la causa
1282, y en otras causas de este mismo Tribunal, que
eran mandos superiores y que respondían a otras
fuerzas. Por ello, entendió el Dr. Miño,fue muy
razonable que el juez de instrucción excluyó los
tormentos. Era algo que respondía a la razonabilidad y
al trato correcto de la dogmática penal dentro del
análisis de un delito. Sostuvo que demostrar que
Sandoval había participado de un solo hecho no podía
permitir que ese solo hecho se extendiera a toda la
responsabilidad de lo que sucedió en la E.S.M.A. Por
ello la Justicia francesa dejó afuera 595 hechos de
extradición, puesto que consideró que se lo estaba
imputando a título de responsabilidad colectiva.
Explicó que el primer requisito para la
extradición era que el país requirente tenga el
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procesamientos que puedan ser diligenciados contra el
señor Sandoval". Explicó que allí se reflejaba otro
principio, el de la buena fe, en el sentido de que
Francia tenía la obligación de tener buena fe a los
compromisos que asume el Poder Ejecutivo ante ese
Estado, tal como lo ordenaba la Convención de Viena
sobre el Derecho de los Tratados. Por ello, Francia
consideró que si Argentina se comprometía, había que
creerle, y por lo tanto no se podía,en un proceso
judicial, burlar esa regla haciendo interpretaciones
que solo implicaban alterar la base fáctica por la
cual fue procesado su asistido o vulnerando ciertos
principios que también Francia, en aras de respetar y
proteger las garantías de sus ciudadanos, también las
tuvo en cuenta a la hora de extraditar. Consideró que
si se cambiaban los hechos durante el proceso o si se
violaban todas las condiciones, se le estaba sacando
la oportunidad a lajusticia francesa de controlar esa
situación, lo que implicaba ir en contra de la
soberanía de Francia. Por eso, era muy importante
determinar cuál era el límite que tenía la imputación
de Sandoval en este proceso, porque era un límite que
marcaba la extradición.
Señaló que dicho límite obraba en tres
resoluciones. La primera era del 19 de octubre de
2017, de la 10ª Cámara del Tribunal de Apelaciones de
Versalles, donde se concedía parcialmente la
extradición de Mario Alfredo Sandoval por el hecho del
que fuera víctima Hernán Abriata. La segunda eradel 24
de mayo del 2018, emitida por la Sala Criminal de la
Corte de Casación, que rechazó el recurso de la
defensa letrada de Mario Alfredo Sandoval. Y la
tercera era la decisión del Consejo de Estado, que
ejecutaba y que resolvía algunas cuestiones planteadas
por la defensa letrada de Sandoval, y que ejecutaba y
que mandaba a ordenar la extradición del nombrado.
Citó al Tribunal de Apelaciones de Versalles,
donde se dijo: "Que debe constatarse que a pesar de la
multiplicidad de documentos producidos en apoyo de la
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acompañada de torturas, es decir, agregó el delito de
torturas.
Refirió que Francia no podía hacer un examen
tan exhaustivo de los hechos porqueno correspondía en
la extradición. Pero si se atendía a cómo fue el
procedimiento de la detención de Abriata se observaba
que no fue precedida o acompañada de torturas. Los
tormentos se produjeron luego, durante su estadía en
la E.S.M.A., tramo por el cual su asistido no podía
responder y su participación debía limitarse al
procedimiento, porque así también lo dijo Francia.
Agregó que los tormentos sufridos por Hernán Abriata
solo podían ser adjudicados a los verdaderos
responsables del centro clandestino de detención que
ya fueron condenados incluso por el hecho de Hernán
Abriata en la sentencia de la causa 1282.
Reiteró que Sandoval no tenía poder de mando
en la E.S.M.A., no decidió la entrada en
funcionamiento de ese centro clandestino, tampoco
decidía el desarrollo de las actividades, ni quién las
integraba. Era un subinspector de la Policía Federal
con 23 años de edad y no tenía nada que ver con el
funcionamiento o con lo que sucedía en ese centro.
Consideró que imputar los tormentos que Hernán Abriata
habría sufrido en la E.S.M.A era violar la regla que
tuvo en cuenta Francia, el principio de culpabilidad.
Por eso, Francia fue muy clara y limitó los hechos de
la causa al día 30 de septiembre de 1976 y a la
posible participación de Sandoval en esos hechos, y
solo porque se invocaba que supuestamente hubo una
persona que se hizo pasar o mencionó que era el
inspector Sandoval o el comisario Sandoval de Policía
Federal.
Agregó que tanto el convenio entre Francia y
Argentina, como el mismo Código Procesal de Francia
que rigió la extradición, impedían que los hechos por
los cuales una persona fuera extraditada estuvieran
prescriptos en el país requerido o en el país
requirente o en ambos países. Argentina presentó su
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Por otro lado, indicó que el delito de
tormentos -infligir un dolor respecto del otro- era
instantáneo, una vez consumada la acción típica,
cesaba. En consecuencia, el Sr. Defensor entendió que
en caso de que se tenga que juzgar a Sandoval por
tormentos, estaban prescriptos, puesto que una vez
sufridos por Abriata, más allá de que no sabíamos en
qué momento y en qué condiciones, ya había cesado la
conducta típica, y no podían ser considerados delitos
permanentes. Desde que ocurrieron hasta la actualidad,
o incluso hasta que se inició esta causa o la causa
19.300, había pasado holgadamente el plazo de
prescripción de la acción penal conforme a nuestro
Código Penal.
Con relación al delito de la privación ilegal
de la libertad, señaló que Francia había considerado
que era es un delito permanente, porque los delitos
permanentes eran aquellos que no cesaban en el tiempo
y solo cesaban por voluntad del autor. Pero lo que no
tuvo Francia en cuenta, dijo el Dr. Miño, era que la
participación tuvo un carácter accesorio. Si ese
tribunal abonaba la postura de la defensa en cuanto a
que Sandoval sólo podía ser partícipe necesario de los
hechos, había que entender que los delitos permanentes
eran así porque no cesaban por voluntad del autor,
pero no así respecto del participe. El partícipe
prestaba una colaboración o un aporte que podía
resultar imprescindible, pero era diferente a la
conducta del autor. Ese aporte sí culminaba cuando se
lograba el objetivo o fin principal, que en este caso
sería la privación ilegal de la libertad de Hernán
Abriata el 30 de octubre de 1976, pero una vez
cumplido ese fin, el aporte culminaba. Dijo que si se
afirmaba que la conducta antijurídica continuaba
porque Hernán Abriata no había aparecido, ello no
ocurría por obra del partícipe, sino por obra del
autor del hecho, quienes ya fueron condenados. El
partícipe jamás podía cometer delitos de carácter
permanente porque su mismo aporte siempre tenía un
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20.642. En ese caso, nos encontrábamos ante una escala
penal muy diferente a la propuesta por las partes
acusadoras, con un mínimo de 2 años de prisión y un
máximo de 6 años prisión.
Asimismo, destacó que si el Tribunal no
acogía lo relativo al delito de tormentos, señaló que
no era viable la aplicación del concurso real entre la
privación ilegal de la libertad y los tormentos.
Explicó que las partes acusadores postularon que la
privación ilegal de la libertad y los tormentos eran
parte de un mismo plan del autor, y que en dogmática
penal, en la teoría de los delitos, se trataba el gran
dilema que era definir cuándo había una única
conducta. La postura dominante era que la única
conducta no existe, que era una ficción jurídica.
Entonces, a través del plan del autor de podía
determinar la unidad de acción y aplicar las reglas
del concurso ideal. Si todo era parte de un mismo
circuito represivo, la privación ilegal de la libertad
y los tormentos eran parte de una misma conducta,
porque eran parte de un mismo plan, por lo que la
regla concursal a imponer era la del artículo 54 del
Código Penal, que implicaba el concurso ideal. Así las
cosas, debía prevalecer el delito más grave, por lo
que su asistido tendría que responder por los delitos
de tormentos, a título de concurso ideal, y la pena
máxima según la ley al momento de los hechos era de 15
años.
A continuación, se refirió a la petición
efectuada por una de las querellas para que Sandoval
sea condenado por el delito de genocidio. El Dr. Miño
argumentó que si Francia no quiso que el imputado
responda por delitos de lesa humanidad porque no
estaban tipificados al momento del hecho, mucho menos
hubiera permitido que se lo juzgue por genocidio. Si
el Tribunal decidiera condenarlo por el delito de
genocidio, estaría incumpliendo con la regla de la
extradición y podría generar una responsabilidad con
respecto al Estado francés. También sostuvo que era
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comprender, lo que se llamaba imputabilidad, sino
también tenía que haber o determinarse cuál era el
ámbito de autodeterminación del individuo con el fin
de ver si esa comprensión de la norma y esa
motivación, según su ámbito de determinación, le
permitía o no elegir estar o no su conducta conforme a
derecho. El plan ideado desde las más altas esferas
del poder militar del Estado argentino a través de
normas o decretos, obviamente limitó el ámbito de
autodeterminación de Mario Alfredo Sandoval, quien era
un subinspector de la Policía Federal, con 23 años de
edad al momento de los hechos, que fue sancionado, que
lo mandaron a Resistencia, y que le dieron de baja. El
ámbito de autodeterminación de su asistido para
decidir cumplir o no cumplir con las normas estaba
extremadamente limitado. Toda la ingeniería normativa
pergeñada por quienes detentaban el poder daba una
apariencia de legitimidad al sistema represivo que, si
bien no justificaba ni eximía de culpabilidad, sí
debía influir como pauta mensurativa de la pena. Sobre
todo en una persona que debía cumplir con las
disposiciones de sus mandos superiores quien, incluso,
podía incurrir en un error de prohibición, quizás
evitable, pero que influía en la capacidad de
comprender laantijuricidad de su conducta.
Agregó que Sandoval no decidió el golpe, no
creó la ingeniería jurídica atrás de ese golpe o las
órdenes clandestinas, ni el funcionamiento de los
centros clandestinos. Todas esas personas ya fueron
juzgadas. Consideró que se estaba haciendo responder a
Sandoval por hechos que excedían su culpabilidad, su
capacidad de reproche. La mensura de la pena
solicitada por las partes era totalmente
desproporcionada, y señaló que, en el hipotético caso
de que Sandoval sea condenado, tenía que ser el mínimo
de pena o cerca del mínimo de pena. Su juventud al
momento de los hechos, su limitado ámbito de
autodeterminación y el hecho de haber sido utilizado o
cosificado, eran circunstancias que no podían ser
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mismo Estado lo obligó. Dijo que no hacía falta
declarar la inconstitucionalidad de esas dos normas.
Aclaró que no desconocía la doctrina del fallo
Menéndez, donde se ratificó que se podía aplicar la
accesoria del artículo 19, inciso 4°, pero dijo que
Sandoval era una persona fungible, una cosa para el
sistema, y así fue tratado y ahora se lo iba a
destratar sacándole los haberes, que tenían carácter
alimentario y una cuestión de propiedad, y atentaba
contra el artículo 5.6 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos y contra el artículo 10.3 del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
Si la pena era para resocializar, todas esas medidas
lo único que hacían era generar una situación de
vulnerabilidad en el interno. En consecuencia,
solicitó que, en el caso en concreto, si Sandovalera
condenado, no se le aplicaran las accesorias previstas
en el artículo 19, inciso 2 y 4° del Código Penal.
Por todo lo dicho, la defensa de Sandoval
solicitó la absolución total por ser ajeno a los
hechos de la causa y, subsidiariamente, solicitó que
solo responda por los delitos de privación ilegal de
la libertad en calidad de partícipe necesario, y,
conforme a eso, que se declare prescripto el hecho y
consecuentemente se decrete la absolución por
prescripción. Agregó que en caso de que tenga que
responder por los tormentos, si no se acogían los
argumentos dados por la defensa, en virtud de que eran
delitos instantáneos y estaban prescriptos,solicitó la
absolución por prescripción de la acción penal también
por los delitos de tormentos, teniendo en cuenta los
límites que impuso la extradición en cuanto al
juzgamiento de estos hechos.
Asimismo, solicitó que, en caso de no
prosperar la prescripción de la acción penal, se lo
condene solo por el delito de privación ilegal de la
libertad, en carácter de partícipe necesario y se le
imponga el mínimo de pena de la escala penal efectiva.
Y si tuviera que responder conforme a lo solicitado
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sería así el delito de tormentos, al que definió como
un delito instantáneo. Agregó la Fiscalía que, según
la defensa, la forma en que le fueron imputados los
hechos a Sandoval, no podía sostenerse una coautoría
material por división de funciones, sino que tenía que
sostenerse al menos una participación necesaria. En
función de ese criterio jurídico que se pretendía
aplicar, se sostuvo que, más allá de que la privación
ilegal de la libertad era un delito de carácter
permanente, el aporte a esa participación cesó con ese
mismo aporte y, por ende, no le podía ser atribuido al
día de hoy y, en consecuencia, estaba prescripto.
A criterio de la Dra. Ramos, no correspondía
revisar la decisión de la justicia francesa que
habilitó la extradición, pues no era ese el objeto del
debate. La extradición ya estaba habilitada, y
habilitó el juzgamiento de Sandoval por crímenes que
se categorizan hoy, en la Argentina, como crímenes de
lesa humanidad, pero subsumidos en figuras típicas de
la legislación penal argentina vinculadas con
privación ilegal de la libertad y tormentos. Esa era
la habilitación de la extradición. Dijo que no había
un error interpretativo ni una afectación al principio
de congruencia sobre el alcance de la posibilidad de
juzgamiento ni el alcance de la “atribuibilidad”
jurídica de esos hechos en este juicio.
Agregó que tampoco había un error acerca de
cuáles eran los delitos por los estaba rindiendo
cuentas Sandoval ante la justicia argentina. Dijo que
no se lo estaba acusando por un delito de lesa
humanidad, sino por uno o más delitos tipificados con
el Código de 1921, es decir, “delitos comunes", que
además tenían una caracterización especial que era la
categoría de crimen de lesa humanidad en función de lo
que surgía del Estatuto de Roma, pero aclaró que no
era un delito de lesa humanidad lo que buscaban con
sus acusaciones.
Manifestó que el problema de la prescripción
estaba dado por la interpretación de si esos delitos
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era sostener que un partícipe necesario podía hacer un
aporte en la faz ejecutiva del hecho. Cuando se
iniciaba un hecho criminal y empezaba la fase
ejecutiva, los aportes no eran los de la
participación, sino que eran aportes de una coautoría,
por división de funciones. Y regían las reglas del
artículo 45, de manera tal que no podía interpretarse
jurídicamente que quien estuvo en el lugar de los
hechos, intervino en el hecho, secuestró a la víctima,
le propinó golpes, la llevó a una habitación para
interrogarla de forma violenta, se hablede tortura y
de ese pretendido delito instantáneo, como si la
tortura hubiese sido solo en la E.S.M.A., porque no
fue acompañada gentilmente en limusina al centro
clandestino. Consideró que los golpes, los
interrogatorios violentos, el estar encapuchado y
esposado era tortura, en el marco de la privación
ilegal de la libertad. Y agregó que en toda esa fase
ejecutiva, el aporte no era el de un partícipe
necesario, no era que tenía abierta la puerta del
auto, no era quienmanejó, no era quien le puso nafta
al auto. Intervino en esa parte de la faz ejecutiva,
no había participación necesaria alguna y, por lo
tanto, no podía admitirse de ninguna manera una
prescripción en función de ese limitado aporte.
Consideró que era un yerro jurídico grave que
convalidaría una nulidad de la sentencia. Por ello,
solicitó que el Tribunal rechace el planteo de
prescripción por esa doble vía.
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Réplica dela querella representada por el Dr.
Noli
A su turno, el Dr. Noli adhirió a los
planteos previos realizados tanto por el Ministerio
Público Fiscal como por la otra querella. Aclaró que
hacía ello sin perjuicio y sin obstar a la
calificación legal distinta que habían propugnado en
su momento, porque en definitiva, en cuanto a lo que
implicaba la imprescriptibilidad del delito de lesa
humanidad o de genocidio, daba exactamente lo mismo.
Leyó el artículo 16 del tratado de
extradición entre Argentina y Francia para señalar que
cuando se hablaba de si era un delito común, si era un
delito de lesa humanidad, o si es era genocidio, se
estaba hablando de calificación legal. De ninguna
manera esa calificación legal estaba limitada por el
tratado de extradición o subordinada a una legislación
extranjera. Agregó que en nuestro país sí existía ese
tipo de legislación, que era la 26.200, que la
contemplaba de alguna manera.
Por esas razones entendió que el planteo de
prescripción no solo no se adecuaba a derecho ni a la
realidad de la causa, sino que además implicaba un
debate en retroceso histórico que le parecía un
desatino a esta altura de estos juicios.
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Y CONSIDERANDO:
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expedirá en forma conjunta; en tanto que en aquellos
casos donde se den disidencias, los votos –sean
individuales o conjuntos de la mayoría ocasional-,
serán iniciados y terminados en el mismo punto o tema
que los suscitó.
2. Supremacía constitucional.
Independencia de los jueces. Derecho penal del
enemigo.
Los Jueces, Adriana Palliotti y Daniel
Horacio Obligado, dijeron:
A) En los párrafos que siguen
pretendemos mostrar por un lado una serie de
afirmaciones que son necesarias y por otro, algunas
refutaciones que –no sólo en este acápite sino a lo
largo de toda la resolución- destacarán la vigencia
del derecho respetuoso del Estado de derecho bien
entendido con intención cierta de contagiar auto-
contención a otros tribunales (internos y/o
internacional) involucrados en la tarea tan esforzada
y a la vez deseosa de llevar adelante estos juicios de
lesa humanidad que hacen a nuestra historia nacional.
Sin embargo, tenemos que precisar
claramente que el objeto de nuestras explicaciones,
acuña la fuerza vinculante y el respaldo para los
órganos internos del Estado argentino de los
precedentes internacionales en la materia como pueden
ser el Tribual Europeo de Derechos Humanos, la Corte
Penal Internacional (tratándose así del primer
organismo judicial internacional de carácter
permanente encargado de perseguir y condenar los más
graves crímenes, cometidos por individuos, en contra
del Derecho Internacional), o bien, es del caso las
sentencias de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos que ya han condenado al Estado argentino, lo
cual lleva a considerar –y, por ende, a jamás ignorar-
el valor de las normas de fuente internacional en el
plano interno argentino.
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hay que adoptar medidas en el plano nacional e
intensificar la cooperación internacional para
asegurar que sean efectivamente sometidos a la acción
de la justicia...]
Es que la elemental exigencia
constitucional y republicana, de poseer una recta
administración de justicia, basada en la
independencia, honestidad, capacidad y eficacia de los
juzgadores, constituye un pilar insustituible para el
bienestar de los integrantes de la sociedad, los
cuales tienen a favor el saldo del Debido Proceso por
parte del Estado.
Este es el quinto debate desarrollado en
el marco de los hechos acontecidos en la Escuela de
Mecánica de la Armada lo cual implica transitar
terrenos ya conocidos que antes hicieron –y vuelven a
hacer hoy- al campo jurídico y judicial, un ámbito en
el cual habrán de articularse instituciones, prácticas
y técnicas a través de las cuales se produce,
interpreta e incorpora el derecho al proceso de la
toma de decisiones. Por ello, de aquí en más, nos
aferraremos a conceptos ya esgrimidos en las
sentencias anteriores y aunque no está de más –dado
que ello no es más de lo mismo- habremos de empuñar
nuevas nociones y significados esenciales que harán
más perceptible aún el camino que desandaremos para
explicar “otra vez” el lugar en la historia nacional
que tendrá este fallo.
B) Para comprender la dimensión del
punto, cabría iniciar con una obviedad conceptual de
innegable importancia en materia jurídica, tan
incuestionable que por esa razón, además; no resulta
ser una propiedad exclusiva del ámbito jurídico penal
aunque sí en materia de derechos humanos universales.
Ese axioma, tiene que ver con la idea “rígida” de que
la tesis de la Supremacía Constitucional reina no sólo
sobre todo el sistema federal -como es nuestro caso-
sino también, respecto de las realidades cotidianas e
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impone, tienen idéntico rango…] (Teoría de la pena…ob.
cit. pág. 63, nota 42).
Estos principios son útiles para
decodificar estas ideas provenientes del iluminismo
del Siglo XVIII, era en la cual se rescata el concepto
de dignidad humana, y resultan explicaciones puras,
versátiles y adaptables a las realidades a las que nos
venimos refiriendo, y aún más, al ámbito jurídico
penal: no son caprichosas dado que nos son útiles para
afirmar, como es de esperar, que al omitir el
cumplimiento del deber u obligación impuesto por la
interpretación de la carta federal en la que subyace
la idea de dar al caso la solución más justa, o se
resuelve o decide sobre un marco constitucionalmente
prohibido; se estará violando el texto reglamentario
que ella impone y con todo, su supremacía.
Ahora bien, captando las líneas que
preceden en punto al nivel de adaptación y acatamiento
de las normas a las realidades que les tocan vivir –lo
cual se ve reflejado en su producción dogmática casi
sin retroceso hoy en día-, justamente nos muestra que
ellas no permanecen encerradas e inalterables en el
tiempo. Su retroalimentación es sociológica -rasgo que
es preexistente a la disciplina en sí misma
considerada-, puesto que los fenómenos colectivos
producidos por la actividad social de nuestros
conciudadanos y que cohabitan dentro del contexto
histórico-cultural en el que se encuentran inmersos,
es de suma importancia para que las normas sean
programáticas y estén de algún modo destinadas a
cobrar vigencia y actualización sociológica; y no
permanecer negadas a la evolución que sin dudas
demanda la garantía -ya mencionada- del Debido Proceso
Penal.
Por eso, dar la espalda a la actividad
propia tendiente a operativizar los derechos humanos a
partir de la intervención de los poderes públicos, y
negar además la actividad tendente a no reconocer la
inercia de los propios mandatos constitucionales en la
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que emana de la Corte Interamericana de DDHH y la
tradición legislativa que se impone a partir del texto
del art. 75 inc. 22 de la CN. Todos los alcances,
oportunidades, vigencias y campos posibles de
actuación receptados en estas normas y a partir de la
interpretación más ajustada que propone el principio
pro homine; dieron luz verde a la razón constitucional
que cubre hasta no sólo la garantía de defensa en
juicio (18 y 75 inc. 22) sino, también, el derecho a
la tutela judicial efectiva conforme las previsiones
contenidas en el texto de la ley número 27.372.
En ese sentido se sostuvo que […C]aso
Trabajadores Cesados del Congreso (Aguado Alfaro y
otros) Vs. Perú. Excepciones Preliminares, Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 24 de Noviembre de
2006: “Cuando un Estado ha ratificado un tratado
internacional como la Convención Americana, sus jueces
también están sometidos a ella, lo que les obliga a
velar porque el efecto útil de la Convención no se vea
mermado o anulado por la aplicación de leyes
contrarias a sus disposiciones, objeto y fin. En otras
palabras, los órganos del Poder Judicial deben ejercer
no sólo un control de constitucionalidad, sino también
“de convencionalidad”…entre las normas internas y la
Convención Americana…” En el mismo sentido: Caso
Heliodoro Portugal Vs. Panamá. Excepciones
Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia
de 12 de agosto de 2008, párr.1806; Caso Radilla
Pacheco Vs. México. Excepciones Preliminares, Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 23 de noviembre de
2009, párr. 3397; Caso Fernández Ortega y otros. Vs.
México. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 30 de agosto de 2010, párr. 2368;
Caso Rosendo Cantú y otra Vs. México. Excepción
Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de
31 de agosto de 2010, párr.2199; Caso LiakatAliAlibux
Vs. Surinam. Excepciones Preliminares, Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 30 de enero de
201410, párr. 15…] (en Cuadernillo de Jurisprudencia
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esté en condiciones de identificar el conflicto
originario y en efecto resolverlo o descomprimirlo.
Por lo tanto, el énfasis no estará colocado en la
corrección o insuficiencia de la regulación legal,
sino en la capacidad y rol de los jueces para
intervenir en el conflicto que se trate a través del
litigio y la oralidad.
C) La independencia de los jueces debe
evidenciarse en su actuación general en el proceso y
en el equilibrio de sus fallos, de modo que resulten
impotentes las solicitudes de los amigos, los
requerimientos de los antiguos compañeros de la vida y
las amenazas de quienes procuran ser enemigos.
Debe decirse que ante aquel improcedente
planteamiento del acusado y que, por cierto, ha
motivado este capítulo preliminar, los jueces no deben
dudar cuando las pruebas así lo demuestran, en juzgar
a los funcionarios del gobierno de turno o de
gestiones pasadas (con independencia de su rango
funcional) o de importantes empresas u organismos, ni
tampoco en darles la razón por temor a la calumnia,
cuando ello así lo amerita.
Esos propósitos son los que nos hemos
comprometido a cumplir al acceder a la magistratura,
prestando el debido juramento.
Por ello el Tribunal rechaza cualquier
cuestionamiento que intenta poner en tela de juicio
esos aspectos. En resumen, quizás, esas críticas,
parecen enrolarse en las filas de un discurso
tendiente a demostrar la existencia de un derecho
penal del enemigo.
Pues bien; frente a la gravedad de esas
aseveraciones, el Tribunal se vio obligado a memorar
su postura en la aplicación del derecho en lo que
concierne a cualquier causa en general y, en
particular, a procesos en los que se investigan
delitos de lesa humanidad; todo ello de conformidad
con los puntos precedentes.
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esenciales del hombre no nacen del hecho de ser
nacional de determinado Estado, sino que tienen como
fundamento los atributos de la persona humana
(Preámbulos de la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre, Declaración Universal
de los Derechos Humanos, Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales, Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos,
Convención Internacional sobre la Eliminación de todas
las Formas de Discriminación Racial y Convención
contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles,
Inhumanos o Degradantes).
Como se aprecia, el Tribunal descansa en
la independencia que la Constitución Nacional asegura
a los magistrados del Poder Judicial y el Control de
Convencionalidad bien entendido.
A modo de colofón, habremos de decir que
no existe un derecho penal del enemigo más que como la
internacionalización de un concepto proveniente de
garantismo penal bien entendido, sino que existe un
único derecho penal como respuesta estatal para
incluir al aquí imputado dentro del sistema legal, de
forma tal, que goce de todas las garantías que la
Constitución Nacional le otorga a quien, sospechado de
haber infringido la norma, tenga que transitar por la
garantía del Debido Proceso (art. 18 CN) que hemos
desarrollado aquí, tan necesaria para definir su
situación ante la ley y la sociedad.
El Juez Fernando Canero, dijo:
Que adhiere en lo sustancial a lo expuesto en
el voto de los distinguidos colegas.
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Ministerio Público Fiscal, las defensas del o de los
imputados, -Públicas o bien particulares-, y las
querellas, si las hubiere, todo con la finalidad de
aportarle al Juez el conocimiento sobre la existencia,
o no, de los acontecimientos que integran el objeto
procesal y sobre los cuales deberá decidir.
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vivieron desaparece sólo por la influencia que genera
el paso de los años; años con los que muchos de ellos
debieron convivir rodeados de los recuerdos, hasta
mucho tiempo después de los hechos de los que fueron
víctimas. Además, muchos de ellos continuaron siendo
vigilados y controlados, en algunos casos debiendo
reportarse diariamente a sus victimarios. Extremos de
los que no resultan ajenos los familiares de las
víctimas que fueron testigos del secuestro de uno o
varios integrantes del seno familiar; que también
vieron interrumpidas sus vidas de forma intempestiva y
violenta, que también sufrieron la incertidumbre de no
saber a dónde se los/las llevaban, si los volverían a
ver con vida o si el día de mañana, podrían ser ellos
mismos quienes estuvieran en ese mismo lugar, u otro
de sus hijos o hijas, otros hermanos o hermanas, sus
padres o madres, su mujer o su esposo.
En ese sentido, compartimos lo expresado
por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 2, de
esta ciudad, en las causas números 1.668 y 1.673 del
22 de marzo de 2.011, al referirse a la valoración de
la prueba en relación al transcurso del tiempo: […L]a
primera cuestión a tener en cuenta es que los hechos
objeto del proceso tuvieron lugar hace más de treinta
años. Esta circunstancia, por sí sola, es un factor
capaz de perjudicar la posibilidad de conocer la
verdad real, pretensión a la que los operadores
judiciales no renunciamos, pese a que no ignoramos que
la verdad del juicio puede no identificarse con la
realidad -con todo lo que ésta pueda tener de
relativa- aunque sea el correlato lógico de la prueba
rendida…].
Así, no es difícil de internalizar que
el testigo llamado a declarar en estas condiciones y
mucho tiempo después del suceso traumatizante, pueda
combinar la observación real con las creaciones de la
imaginación, extremo éste que se deberá sortear
echando mano de todos los medios que nos permitan
lograr una reconstrucción conceptual de los hechos
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los testigos también son damnificados de acciones que,
por la intensidad inusitada de lo vivido y gravedad
del daño que provocaron, tienen que haber generado
huellas imborrables en la memoria. Esto no significa
que no hubiera diferencias en los relatos de testigos
que refieren haber sufrido los mismos padecimientos, o
presenciado un determinado episodio. Se debe aclarar
que estas diferencias no son sustanciales y que
generalmente se corresponden a diferentes capacidades
de apreciación, como por ejemplo el despliegue
corporal del testigo, sus conocimientos, su edad, el
tiempo que llevaba en cautiverio, etc…].
Siguiendo esa línea de argumentación
jurisprudencial, también hay que admitir que la
percepción de la realidad por parte de varios sujetos
no siempre es homogénea, sin que esto sirva para
descalificar al testimonio como medio de prueba, ya
que en efecto resulta normal que varios testigos no
vean desarrollarse exactamente de igual manera el
mismo acontecimiento. Por poco complejo que sea; cada
cual observa y retiene una circunstancia y las
diferencias de detalles, no impide admitir los
testimonios sobre lo esencial en que concuerden.
Parece aconsejable también referirnos a
un argumento que generalmente se pone de relieve en
este tipo de juicios por parte de las defensas en
general, esto es, la supuesta “contaminación” de los
testimonios prestados por las víctimas o sus
familiares directos, sea por el paso del tiempo, sea
por la lectura de bibliografía sobre el tema, sea por
el contacto con otras víctimas y sus propios relatos;
concluyendo en términos defensistas en la contrariedad
que significa valorar estos testimonios poniendo así
“en tela de juicio” la veracidad de sus contenidos.
En este sentido resulta imperioso
destacar, que las circunstancias apuntadas de manera
genéricas por las defensas en su conjunto, en modo
alguno invalidan la credibilidad de los testimonios a
los cuales se ha hecho referencia.
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erróneas que pudo haber tenido. Es prudente aclarar
que tenemos en cuenta que ningún testigo puede
percibir todos y cada uno de los aspectos que componen
un suceso -a modo de ejemplo destacamos que hay un
límite visual impuesto por la naturaleza de la visión
humana-, pese a ello, el testigo conforma en su
recuerdo un cuadro integral, que completa con sus
conocimientos de las costumbres, o las leyes físicas,
etc. los que lo llevan a conclusiones, generalmente
acertadas, que ya no distingue del recuerdo. Además,
hemos tenido en cuenta que, justamente porque hubo
otros expedientes judiciales y administrativos en las
que fueron convocaron, los testigos han sido
repetidamente interrogados sobre estos mismos asuntos,
circunstancia que también podría haber contribuido a
modificar la percepción original. También se suma que,
según ellos mismos explicaron, al momento de prestar
declaración en la audiencia, estaban en mejor
condición que en la época de los sucesos, gracias al
proceso de reconstrucción al que hicieron referencia.
Es decir, aquellas reuniones en las que se fueron
conociendo y reconociendo, contando sus experiencias y
elaborando una verdadera recuperación colectiva del
recuerdo. Más aún, cuando se les pregunto
específicamente, los testigos explicaron que habían
conocido a través de su percepción, y que por vía de
la reconstrucción aludida…].
Debemos mencionar que al igual que
ocurriera en el debate cuya sentencia se trascribió,
en los similares llevados a cabo por este Tribunal
(Esma 1, Unificada y Esma 4) y, como es lógico en la
presente causa también, hubo varios testigos que
hicieron una distinción no menor entre los datos
percibidos directamente por sus sentidos y los
conocidos por otros medios en los que el transcurso
del tiempo tuvo que ver, al igual que por diferentes y
variadas influencias, algunas ya mencionadas más
arriba.
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para resignificarlo. También es del caso tener en
cuenta que el transcurso del tiempo hace que se
concentre el recuerdo sobre lo que causó más
impresión. En el mismo sentido, el mayor o menor
aporte de detalles se corresponde con las
modificaciones de la memoria en razón del transcurso
de tiempo, y de las diferentes situaciones en las que
se prestó la declaración[...]Fueron justamente estas
divergencias las que llevaron a otorgar diferente
valor probatorio a cada declaración del mismo testigo.
En ese camino la prueba que se erigió como el
parámetro más útil para describir la realidad fue la
que los testigos prestaron en la audiencia. Esta
decisión se vincula al hecho de que estos testimonios,
en razón de la inmediación probatoria, pudieron ser
evaluados personalmente por los jueces, y por tanto
permitieron apreciar los énfasis, las inseguridades,
es decir todas las vicisitudes que rodean al
testimonio y que sirven para darle credibilidad.
Asimismo hubo otra razón para, en caso de
discordancias, hacer prevalecer esas declaraciones
sobre las otras del mismo testigo, y es que estos
dichos pudieron ser cotejados por las partes,
permitiendo el pleno ejercicio de la garantía de
cotejar los testigos, que consagran los tratados
internacionales sobre derechos humanos (C.A.D.H.art.8,
2.f; P.I.D.C.P.art.14.e) y ratifica la doctrina de
nuestro más alto Tribunal (B. 1147. XL. “Benítez,
Aníbal Leonel s/ lesiones graves”, causa N°1524C).
Además de revisar lo expresado por el testigo en las
diversas declaraciones que rindiera, se procedió a
verificar lo declarado por otros damnificados sobre el
hecho ajeno. Este cotejo fue útil para sostener cada
uno de los relatos, formando un entramado de recuerdos
que se fortalece con cada nuevo aporte. Las
diferencias entre estas declaraciones sirven para
evidenciar que pese a la reconstrucción colectiva del
recuerdo, los declarantes no armaron un discurso
único, lo que podría llevar a indicar una finalidad
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el carácter continuado o permanente de aquel fenómeno,
sus efectos prolongados en el tiempo, sus principales
consecuencias y la imprescindible necesidad de que
cada valoración sea realizada teniendo en cuenta el
verdadero contexto en el que ocurrieron.
En definitiva, será bajo este marco de
visión general en torno a la valoración de la prueba
testimonial a través de los estándares enunciados, que
el Tribunal examinará los testimonios producidos en el
debate.
II.-CUESTIONES PREVIAS
1. Calificación de los hechos como crímenes
de lesa humanidad.
El representante del Ministerio Público
Fiscal y los querellantes acusaron al imputado
Sandoval por el delito de privación ilegal de la
libertad agravada e imposición de tormentos agravados.
En cuanto a la materialidad de esos hechos y su
atribución al aquí imputado, nos remitiremos a lo
manifestado en el apartado pertinente.
Ello así, corresponde señalar de modo
liminar que los hechos objeto de investigación en esta
causa sucedieron durante la última dictadura cívico-
militar que gobernó de facto nuestro país entre 1976 y
1983. Este Tribunal –con distinta integración-, en las
causas n° 1270 y sus acumuladas, n° 1282 y sus
acumuladas, y n° 1891 y sus acumuladas, calificó los
hechos allí juzgados –contemporáneos a los aquí
investigados- como crímenes de lesa humanidad, por
haber ocurrido en el contexto de un ataque sistemático
y generalizado contra la población civil.
Esta circunstancia fue confirmada por la
Sala II de la Cámara Federal de Casación Penal, al
pronunciarse en los recursos de casación interpuestos
respecto de la primera de las causas citadas (causa n°
15496, “Acosta, Jorge Eduardo y otros s/recurso de
casación”, rta. el 23 de abril de 2014), resolución
que quedara firme, el 12/5/2015, fecha en que la Corte
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ver con la estrategia planteada por la defensa en su
alegato, si bien se encuentra orientado con el
objetivo último de lograr la absolución de aquél, lo
cierto es que sus argumentaciones con relación al
planteo de prescripción estuvo vinculado y ligado
desde lo que es el origen de la habilitación de la
extradición del imputado de autos a este proceso.
En ese sentido, el señor defensor sostuvo que
existe un supuesto de insubsistencia de la acción
penal por prescripción derivado de cómo se ha
sustanciado el proceso de extradición del señor
Sandoval, ya que la extradición fue habilitada para
que su asistido sea juzgado por delitos comunes y no
por un delito de lesa humanidad.
Desde tal visión, consideró que si bien
la privación ilegal de la libertad es un delito de
carácter permanente o continuado, no ocurre lo mismo
con el delito de tormentos, pues al tratarse de un
delito instantáneo "Una vez que se produjo, cesó",
motivo por el cual, se encontraría prescripto.
Agregó en forma subsidiaria que, en el
caso de no compartirse su postura, debía interpretarse
que entre ambas figuras penales existiría un concurso
ideal, y que, como consecuencia de ello, como es un
delito de categoría instantánea y cesó luego de que se
cometió, se trata de un delito común y se encuentra
prescripto.
Por otra parte, señaló que -de acuerdo a
la forma en que le son imputados los hechos al señor
Sandoval- no podía sostenerse una coautoría material
por división de funciones, sino -eventualmente- una
participación necesaria. En función de ese criterio
jurídico de participación necesaria, sostuvo que más
allá de que la privación ilegal de la libertad es un
delito de carácter permanente, la participación cesó
con ese mismo aporte y, por ende, no podía serle
atribuido a Sandoval al día de hoy y, en consecuencia,
el hecho estaría prescripto.
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tenemos que seguir reafirmando por qué estos delitos
comunes del Código Penal argentino tienen que ser
caracterizados como crímenes de lesa humanidad en
función de lo que surge del Estatuto de Roma. Y lo
tenemos que decir, aunque ya es pacífica la
jurisprudencia a lo largo -como digo- de todas las
sentencias. En la Procuraduría estamos por publicar
hoy o mañana el último informe y tenemos más de 1.100
condenados. Es decir, ya el trabajo de estudio de esta
materia es profuso. Sin embargo, hay que reafirmarlo.
Los crímenes de lesa humanidad están contemplados como
tales por el Derecho Penal Internacional
consuetudinario, ¿no?, por el ius cogens, y también
por el convencional, los tratados, las convenciones,
los pactos, etcétera. Y estos constituyen delitos del
Derecho Penal Internacional, que ya sabemos que por su
gravedad repugnan -por eso son catalogados así- a toda
la humanidad en su conjunto. ¿Por qué? Porque ponen en
peligro y porque lesionan bienes que son
indispensables para la preservación de toda la
comunidad. Por eso son tan graves y por eso es uno de
los motivos por los cuales no se puede aceptar de
ninguna manera la prescripción.”
Agregó que, además, de acuerdo al
Derecho Penal Internacional, el consuetudinario o el
convencional, se configura un delito de lesa humanidad
cuando se ejecutan hechos delictivos comunes
-privaciones ilegales de la libertad, violaciones,
torturas, homicidios, etcétera, etcétera, etcétera- en
el contexto de un ataque generalizado o sistemático
contra la población civil. En consecuencia, refirió
que es esa parte la que hoy tiene sujeto a Sandoval a
este proceso, porque sostuvo que “no es solamente el
aporte, la contribución... no es solamente la comisión
del delito, de una tortura. Es la comisión del delito
de tortura en este contexto, en este marco, lo que
categoriza al crimen de lesa humanidad”.
De esta forma concluyó en que, perpetrar
un solo comportamiento tipificado por el derecho común
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puso nafta al auto. No. Afirmó que si intervino en esa
parte de la faz ejecutiva, no hay participación
necesaria alguna. Por lo tanto, no puede admitirse, de
ninguna manera, una prescripción en función de ese
limitado aporte. Concluyó en que una interpretación
contraria constituiría un yerro jurídico grave que
convalidaría una nulidad de la sentencia.
En función de ello, solicitó que el
Tribunal rechace el planteo de prescripción.
c.- Por su parte, al hacer uso de la
palabra la querella unificada en cabeza del CELS y de
Carlos García, refirieron que al momento de alegar
sostuvieron los motivos que los lleva a considerar que
los hechos materia de este juicio debían considerarse
delitos de lesa humanidad. Y recordó también que en su
alegato sostuvieron que la calificación que habían
asignado a los hechos de ninguna forma contravenían la
sentencia de extradición que dictó la República
Francesa.
En ese sentido, refirió que
justamentetrayendo la lectura de una parte específica
de la normativa aplicable que se utilizó en el trámite
de extradición, solamente volviendo a esa sentencia,
podemos cotejar que las instancias intervinientes en
la República Francesa lo que hacen es justamente
chequear que los requisitos para conceder la
extradición están cumplidos. Recordó que fue la misma
defensa quien citó el artículo 696, que dice que no se
concede la extradición cuando, de acuerdo a la ley del
Estado requirente o de la ley francesa, la
prescripción de la acción haya operado antes de la
solicitud de la extradición.
En consecuencia, concluyó que de la sola
lectura resulta claro que para el Estado requirente,
que es el argentino, para nada estaba prescripta esta
acción penal. Y que lo mismo se interpretó, bajo los
estándares de la ley francesa, cuando el primer
tribunal trata la extradición, pues también estipuló
que no hay prescripción. Entonces, tanto por el lado
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e.- En último término, el representante
por la querella en cabeza de la Secretaría de Derechos
Humanos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos
de la Nación, adhirió a las manifestaciones de la
señora representante del Ministerio Público Fiscal y
las restantes partes querellantes.
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como pasibles de integrar un ataque generalizado o
sistemático contra la población civil”. En tercer
lugar, que la conducta individual haya ocurrido
“espacio-temporalmente en forma concomitante al ataque
respecto del cual se evalúa su pertenencia”. En cuarto
lugar, el agente que la cometió “integró o contó con
la aquiescencia del aparato organizado de poder al que
se le atribuye colectivamente la responsabilidad por
la perpetración del ataque”. En quinto lugar, “El
agente llevó adelante la conducta, entre otras cosas,
motivado por el manto de impunidad que el hecho de
formar parte (o contar con la aquiescencia) del
aparato de poder responsable del ataque le
garantizaba”. Finalmente, “La víctima (o víctimas) de
la conducta endilgada integraba el conjunto de
víctimas frente a las cuales el ataque estuvo
dirigido” (CFCP, “Molina”, cit., páginas 75/76).
Todas esas circunstancias se han
acreditado a lo largo del juicio, como se verá
seguidamente en los acápites respectivos.
Las conductas que se le reprochan a
Mario Alfredo Sandoval, y que fueron denunciadas en
esta causa, ocurrieron mientras se desarrollaba el
ataque sistemático y generalizado contra la población
civil, es decir, en forma concomitante.
Adicionalmente, Sandoval formaba parte
de la Policía Federal Argentina al momento de
ocurrencia de los hechos que se les imputan. Se
encuentra fuera de toda duda que el plan represivo
implementado a partir del 24 de marzo de 1976 fue
llevado a cabo, por lo menos, por las tres fuerzas
armadas y las fuerzas de seguridad y que el manto de
impunidad, por el hecho de formar parte del aparato de
poder responsable del ataque, estaba garantizado.
Sobre esto también habremos de recordar
que la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y
Correccional Federal, en la causa 13/84, afirmó que
“los comandantes establecieron secretamente un modo
criminal de lucha contra el terrorismo. Se otorgó a
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que con ello, tampoco daremos favorable acogida a su
pretensión.
Al respecto, no podemos soslayar, por su
determinación sobre el tópico que, según surge del
decreto de extradición fechado el 21 de agosto de 2018
–Nor: JUSD1821351U del Ministerio de Justicia de la
República Francesa– en su artículo 1ero se establece:
“Se concede a las autoridades argentinas la
extradición de Mario Alfredo SANDOVAL, nacido el 31 de
agosto de 1953 en Avellaneda (Argentina), de
nacionalidad argentina y naturalizado francés por
decreto del 21 de febrero de 1997. Dicha extradición
se concede únicamente en relación a los hechos
calificados en la legislación argentina como delitos
de imposición de torturas, privación ilegal de la
libertad agravada y delitos de lesa humanidad
cometidos contra el Sr. Hernán ABRIATA” (ver
traducción oficial incorporada a los autos principales
mediante el sistema Lex 100 el 18 de octubre de 2022).
Ergo, ninguna duda cabe sobre el alcance
jurisdiccional para juzgar a Mario Alfredo Sandoval
respecto de los hechos que damnificaran a Hernán
Abriata; tanto desde el punto de vista de los tipos
penales en juego, como de su caracterización como
delitos de lesa humanidad.
Ello así, se torna innecesaria cualquier
otra discusión y tratamiento de los restantes
argumentos ensayados por la defensa. Motivo por el
cual, también por esta vía se rechazará el pedido de
prescripción planteado por la asistencia técnica del
aquí imputado.
3. Planteo de inaplicabilidad de lo
dispuesto en los incisos 2 y 4 del art. 19 del Código
Penal de la Nación.
a.- Sobre este tópico, la defensa planeó
que cuando una persona es condenada y se le aplica la
inhabilitación absoluta, inmediatamente se lo lleva a
que se le apliquen las accesorias que vulneran ciertos
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En ese orden de ideas, consideró que
sería un acto de total hipocresía que ahora ese mismo
Estado -que es una persona jurídica indivisible- hoy
considere eso como una falta grave y decida aplicarle
la accesoria del 19, inciso 4°, e incluso que -como
solicitaron las partes acusadoras- se lo exonere por
algo que el mismo Estado lo obligó hacer.
Enfatizó, que “el mismo cuerpo policial
lo obligó al señor Sandoval a cumplir esas órdenes, ¿y
ahora le está diciendo que es una falta grave? Es
totalmente hipócrita. Es totalmente improcedente. No
hace falta declarar la inconstitucionalidad de la
norma, de estas dos normas. ¿Por qué? Porque yo sé que
la inconstitucionalidad de una norma es un acto grave,
es excepcional, pero sí se puede explicar -como lo
acabo de hacer- por qué son totalmente improcedentes
en el caso del señor Sandoval. En este tipo de
delitos, cuando la persona es... Yo no desconozco la
doctrina del fallo Menéndez, donde sí se ratifica que
se puede aplicar la accesoria del 19, inciso 4°, pero
el señor Sandoval era lamentablemente una persona
fungible. Era una cosa para el sistema. Así fue
tratado y ahora se lo va a destratar sacándole los
haberes, que tienen carácter alimentario, que tienen
una cuestión de propiedad, se vulnera el derecho de
propiedad. Y aparte también, lo mismo, atenta contra
el 5.6 de la Convención y contra el 10.3 del Pacto.
¿Por qué? Porque si la pena es para resocializar,
todas estas medidas lo único que hacen es generar una
situación de vulnerabilidad en el interno, que lo
único que atenta es contra la resocialización de la
persona”.
En función de todo ello, solicitó que,
en el caso concreto, si el señor Sandoval es
condenado, no se le apliquen las accesorias previstas
en el artículo 19, inciso 2° y 4° del Código Penal.
b.- Frente a las argumentaciones
efectuadas por la defensa del imputado Sandoval
respecto de las normativa señalada, tal como se dejó
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legislador sin aportar una justificación convincente
con relación a su incompatibilidad con la Constitución
Nacional. En este sentido, corresponde recordar que la
ley 24.660, de "Ejecución de la pena privativa de la
libertad", tuvo como uno de sus objetivos primordiales
adecuar la legislación penitenciaria a los nuevos
estándares en materia de derechos de los penados, tal
como lo señaló este Tribunal entre otros, en Fallos:
327:388 (conf. esp. considerando 17 del voto
mayoritario). Dentro de este esquema, a partir de
dicha ley, no solo no surge objeción alguna con
relación al articulo 12 del Código Penal, sino que en
ella explícitamente se reglamentó cómo debía proveerse
a la representación del condenado en los términos de
dicha regla (conf. loc. cit. artículo 170)”.
Asimismo, y con el claro objetivo de
evitar que la consecuencia examinada pudiera
obstaculizar de algún modo el reingreso a la vida
social del penado, la ley referida ordena que las
inhabilitaciones del artículo 12 del Código Penal
queden "suspendidas cuando el condenado se reintegrare
a la vida libre mediante la libertad condicional o la
libertad asistida…".
“Que en consonancia con lo señalado por
el señor Procurador Fiscal ante esta Corte en su
dictamen, aun cuando al momento del dictado de la
sentencia sub examine el Código Civil y Comercial de
la Nación todavía no había entrado en vigencia,
resulta oportuno destacar que el texto del nuevo
ordenamiento civil revela la subsistencia de la
decisión legislativa a favor de asignar efectos a la
regla del artículo 12 del Código Penal. Así, al
regular las restricciones al ejercicio de los derechos
y deberes del progenitor condenado, la nueva normativa
sustituye el artículo 309 del código civil derogado, y
establece, en análogo sentido, que "El ejercicio de la
responsabilidad parental queda suspendido mientras
dure (...) b) el plazo de la condena a reclusión o
prisión por más de tres años (…)" (conf. Artículo 702
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En el mismo sentido, así se pronunció la
Sala IV de la Cámara Federal de Casación Penal, en el
marco de la causa nº 14.535 caratulada “Menéndez,
Luciano Benjamín; Bussi, Antonio Domingo s/recurso de
casación” (reg. 15.958, del 21/11/11).
Del mismo modo el Tribunal Casatorio ha
señalado que “Debe rechazar el planteo de
inconstitucionalidad del art. 19 inciso 4º del CP
atendiendo a la sustancial analogía con la norma
contenida en el art. 80 de la ley 19.101 que fuera
validada por el Alto Tribunal y aplicada en el caso de
autos”. “El voto concurrente agregó que la pena
prevista en el art. 19 inc. 4º del CP no es
confiscatoria, toda vez que lo único de lo que se
priva al condenado es de su haber jubilatorio o del
disfrute de su pensión …” (CFCP, Sala III, causa N°
1681/2013 “CERVERA, Rubén Osvaldo; MADERNA, Horacio
Hugo y RODRÍGUEZ, Pedro Alberto s/recurso de
casación”, Rta. el: 11/07/2014, Registro nº
1353.14.3.).
En consecuencia, será rechazado el
planteo de inaplicabilidad de lo dispuesto en los
incisos 2 y 4 del art. 19 del Código Penal de la
Nación realizado por la defensa oficial.
III.- EXORDIO
1. Introducción.
a.- Que aquí se encuentra fuera de toda
discusión que el objeto de este proceso está
constituido por el juzgamiento de crímenes cometidos
por miembros del aparato estatal, durante la dictadura
que corre desde 1976 a 1983. No obstante, para que la
decisión esté inspirada en una correcta administración
de justicia, el examen de esos sucesos, alcanzará el
marco de referencia general en el que ocurrieron y, en
particular, el breve período democrático que precedió
al golpe de Estado.
En este sentido, los Dres. Obligado y
Palliotti reiteran –como ya han señalado en
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feroz dictadura (1976-1983), sus decisiones rectoras,
que aquí se examinarán, gozarán para el Tribunal, de
la presunción de legitimidad que otorga el poder
derivado por el voto del pueblo; más allá, claro está,
del modo en que los destinatarios de las órdenes la
llevaron a cabo, y de la porción de violencia que
también emanaba del propio Estado Democrático.
Desde que concluyó la dictadura (1983),
han transcurrido casi cuarenta años; mientras que
desde el pronunciamiento de la Cámara Federal en su
histórica sentencia en la causa 13/84 (1985),
transcurrieron 37 años.
Las desventajas que puedan eventualmente
derivarse del específico juzgamiento de hechos
criminosos ocurridos hace ya tanto tiempo, pueden no
ser tales, cuando de lo que se trata es de efectuar un
adecuado enfoque histórico sobre el marco en que ellos
acaecieron; sobre todo cuando desde aquellos sucesos,
se ha incorporado al ordenamiento interno un plexo
normativo internacional que reconoce la competencia de
organismos, cuya función específica es la de
resguardar los derechos humanos (Convención Americana
sobre los Derechos Humanos, aprobada por ley 23.054 de
1984).
b.- Para poder comprender cabalmente
estos sucesos debemos recordar preliminarmente que,
desde finales de la década del sesenta, en la
Argentina –al igual que en otros países del Cono Sur
de América Latina y en el resto del mundo– se vivía
una situación de violencia política extrema, generada
por el enfrentamiento de facciones ideológicas de
izquierda y de derecha.
Podríamos identificar dicha situación
con el antagonismo de la denominada “Guerra Fría”, en
la cual sus máximos exponentes eran el bloque
“capitalista” –representado principalmente por los
Estados Unidos de Norte América– y el bloque que
denominaremos “marxista” –identificado con la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas–.
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La obra de Trinquier –Biblia de la
“lucha antisubversiva” (Robin, Marie-Monique en
“Escuadrones de la muerte. La escuela francesa”, Ed.
Sudamericana, Buenos Aires, 2.005, pág. 73)– se
estructura sobre la base de una premisa absoluta: el
arma que permite a sus enemigos luchar efectivamente
con pocos recursos e incluso llegar a derrotar a un
ejército tradicional es el terrorismo, que sirve a una
organización clandestina dedicada a manipular a la
población (Trinquier, op. cit., pág. 16).
También aparecen tratadas en la obra del
militar francés la necesidad de utilizar un sistema de
zonificación territorial; la importancia de contar un
efectivo servicio de inteligencia; de explotar la
información con celeridad; de utilizar técnicas de
infiltración, chantaje y corrupción del enemigo; de
realizar las operaciones al amparo de la nocturnidad;
de la utilización de prisioneros como “marcadores”; de
la explotación psicológica de las operaciones; etc.
Pero hay dos cuestiones que nos interesa
destacar: Trinquier pone de resalto que, como se lucha
por la población –esto es, que “es la población la que
está en juego”– el combate asume dos aspectos, uno
político, que se traduce en la acción directa sobre la
población, y otro militar, luchar contra las fuerzas
armadas “del agresor” (Trinquier, op. cit., pág. 40).
La segunda cuestión que nos parece relevante es cómo
se identifica al “enemigo”. Partiendo de la base que
se combate contra el terrorismo y que sus miembros se
esconden en el seno de la sociedad civil, los
interrogatorios adquieren una relevancia especial.
Así, el supuesto terrorista capturado,
pierde todos los derechos que lo amparan en un sistema
constitucional, no se lo tratará como un criminal
ordinario, ni como un prisionero de guerra apresado en
el campo de batalla, no será juzgado por acciones por
las que sea personalmente responsable –salvo que las
mismas sean de importancia inmediata–, lo que interesa
es obtener información sobre la organización a la que
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relataron en la audiencia, sino que se explicitó en
las directivas emitidas”.
Para detectar un enemigo concebido en
términos tan amplios que se consideraba oculto entre
la población, se decidió activar el plan criminal, una
de cuyas fases más aberrantes fue la masiva aplicación
de tormentos como el modo más rápido y eficaz de
obtener la preciada información.
Dijo hace tiempo y con indudable
acierto, en esa misma oportunidad, la Excma. Cámara
Federal, que “tal necesidad de lograr información,
valorada por quienes incluso para alcanzar el poder,
menospreciaron la ley como medio para regular la
conducta humana, fue condición suficiente para que el
uso del tormento, el trato inhumano, la imposición de
trabajos y el convencimiento creado a los secuestrados
de que nadie podría auxiliarlos, aparecieron como los
medios más eficaces y simples para lograr aquél
propósito” (Cfr.: Capítulo XX, apartado 2 de su
sentencia dictada en la Causa Nro. 13/84).
Volviendo al repaso histórico del cuadro
de situación, ya desde fines de la década de 1.950 las
Fuerzas Armadas argentinas se formaron en la doctrina
de la “guerra contrarrevolucionaria” elaborada por los
franceses luego de las experiencias vividas por sus
cuadros militares en las guerras de la Independencia
de Indochina y Argelia.
Un oficial argentino, que había cursado
la Escuela Superior de Guerra en París desde 1.956
hasta 1.958, escribía en agosto de 2011: “Conviene
estudiar la guerra revolucionaria comunista para
conocer a nuestro enemigo y su manera de operar. Esto
nos permitirá inferir nuestros modos de acción propios
para poder oponernos a eventuales enemigos similares,
y preparar y conducir una guerra anticomunista en una
Argentina parcial o totalmente influida por el
comunismo” (citado por Robin, op. cit., pág. 279 –a
todo evento, cfr. todo el Capítulo 14 de dicha obra
titulado “El injerto francés en la Argentina”–).
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Teniendo en cuenta, por añadidura, que
el texto original fue escrito dos años antes (a raíz
del golpe militar que derribó al Presidente Arturo
Frondizi en 1962), está claro que estos conceptos,
expresados en la época en que fueron escritos y
publicados –absolutamente contra corriente de la
obsesiva ideología predominante en aquellas fechas y
en aquel Ejército–, suponían una prueba de
racionalidad y entereza democrática poco común”
(García, Prudencio “El drama de la autonomía militar.
Argentina bajo las Juntas Militares”, Ed. Alianza,
Madrid, 1.995, págs. 377 y 378).
Las dictaduras procuraron imprimir una
dimensión internacional a la “lucha antisubversiva” y
fomentar la colaboración entre las existentes del Cono
Sur, a través de lo que se denominó “Plan Cóndor”. En
tanto que las organizaciones guerrilleras tenían
idéntico propósito (Robin, Marie-Monque, ob. cit., ps.
484 y ss.).
En la Argentina y tras la violencia de
los bombardeos de 1955, que anticiparan su próximo
derrocamiento a través de un golpe militar, el General
Juan Domingo Perón, hace los aprestos para regresar al
país y al poder, tras 18 años de proscripción. La
extensa dictadura iniciada en 1966, levantó la medida
para 1972.
Y la expectativa y optimismo, de todos
quienes se beneficiaron con sus políticas sociales, de
quienes coadyuvaron a su regreso, incluso mediante el
uso de la violencia contra el régimen, como de
quienes, simplemente procuraban, a través del voto,
darle la oportunidad al anciano pero experimentado
líder, como árbitro indiscutible de un país en crisis
(Robin, Marie-Monique, ob. cit. p. 396).
El 15 de agosto de 1972, Cámpora declaró
en Madrid, que Perón rechazaba el plazo del 25 de
agosto para estar en el país, que había impuesto el
Presidente de facto, Lanusse, para todos los
candidatos que procuraban la presidencia.
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cuarteles, ataques a objetivos militares, asesinatos
selectivos, secuestros y robos para lograr, a su vez,
recursos económicos; como también a través de la lucha
en territorio distinto al urbano, como lo fue la selva
tucumana.
A continuación, haremos una breve reseña
de una serie de acontecimientos acaecidos en el
período comprendido entre los años 1.973 y 1.979, los
que dan muestra de la actividad belicosa llevada a
cabo por la guerrilla en dicho lapso. En este sentido,
utilizaremos algunos argumentos destacados por la
Cámara Federal y otros mencionados en bibliografía
representativa de esta coyuntura.
En la causa 13/84 se describieron,
algunos, de los siguientes antecedentes (v. t. 309,
ps. 73/7):
- El 9 de abril de 1.973, se produjo un
asalto al Comando de Sanidad del Ejército Argentino,
en la Capital Federal.
- El 19 de enero de 1.974, el asalto de
la Guarnición Militar de Azul, en la Provincia de
Buenos Aires.
- El 12 agosto de ese mismo año, se
atacó en forma simultánea la Fábrica Militar de
Pólvora y Explosivos de la localidad de Villa María,
Provincia de Córdoba.
- El 19 de abril de 1.975 se produjo el
copamiento y robo de un importante armamento al
Batallón Depósito de Arsenales 121, “Fray Luis
Beltrán”, en la ciudad de Rosario, Provincia de Santa
Fe.
- El 27 de agosto de 1.975 se produjo el
atentado con poderoso explosivo en la Fragata
misilística "Santísima Trinidad", en Río Santiago,
Provincia de Buenos Aires.
- El 28 agosto de 1.975 ocurrió el
atentado, con poderoso explosivo, contra un avión
Hércules C130, de la Fuerza Aérea Argentina, en el
Aeropuerto B. Matienzo de la Provincia de Tucumán.
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A su vez, no podemos dejar de reseñar
los acontecimientos relativos a la selva tucumana,
protagonizados por el ejército irregular guerrillero
(E.R.P.) y que ameritó, en el año 1.975 y a modo de
contrarrestar esta ofensiva, la intervención del
gobierno constitucional mediante el dictado de
diversos decretos oportunamente mencionados –ello con
independencia al método que los destinatarios de las
órdenes optaron por aplicar-.
Con relación a este período, Pilar
Calveiro señaló: “Por su parte, durante 1974 y 1975,
la guerrilla multiplicó las acciones armadas, aunque
nunca alcanzó el número ni la brutalidad del accionar
paramilitar –por ejemplo, jamás practicó la tortura,
que fue moneda corriente en las acciones de la AAA. Se
desató entonces una verdadera escalada de violencia
entre la derecha y la izquierda, dentro y fuera del
peronismo” (Poder y Desaparición. Los campos de
concentración en Argentina. Ed. Colihue. 1° edición.
Buenos Aires, 2006, p. 18).
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la conformación de escuadras, batallones, etc.
Especial importancia se asignó, en la organización
militar, a la estructuración celular de los cuadros”.
En relación a esta cuestión se observó: "...la célula
es la base fundamental donde se materializan las
directivas del partido, donde se hacen realidad...",
"...se componen de tres a seis compañeros y su
constitución, responde a las necesidades de coordinar
y organizar el trabajo cotidiano de los
militantes...".
De igual modo, en referencia a la
organización militar y al arsenal utilizado la Cámara
sostuvo (t. 309, ps. 88/9): “dictaron sus propias
normas disciplinarias y punitivas y constituyeron
organismos propios con la finalidad de sancionar
determinadas conductas que consideraban delictuosas”,
y “el arsenal utilizado por estas organizaciones
provenía básicamente del robo a unidades militares, a
funcionarios policiales e, incluso, a comercios
dedicados a tal actividad”.
Por otro lado y para enmarcar el
conflicto armado de ese entonces, resulta dable
destacar que también en la causa n° 13/84, la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional
Federal de esta ciudad puso de resalto el actuar de la
organización conocida como “Alianza Anticomunista
Argentina” (Triple A), oportunidad en la que se
destacaron varias actividades de tipo terroristas,
cuyo objetivo aparente fue el de combatir a aquellas
bandas subversivas. A continuación se exponen algunas
de ellas: “la siguiente es la nómina de atentados
perpetrados por esa organización: 1) Atentado con
explosivos en perjuicio del entonces Senador Nacional
Hipólito Solari Irigoyen, en octubre de 1973. 2)
Asesinato del Sacerdote Carlos Mugica el 7 de mayo de
1974. 3) Asesinato del Diputado Nacional Rodolfo
Ortega Peña, ocurrido el 31 de julio 1974. 4)
Secuestro y asesinato de Luis Norberto Macor, el 7 de
agosto de 1974. 5) Secuestro y asesinato de Horacio
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el 18 de enero de 1975. 26) Homicidio del Doctor Juan
Mario Magdalena, el 23 de enero de 1975. 27) Homicidio
de Alberto Banarasky, el 24 de febrero de 1975. 28)
Secuestro y homicidio de los Dirigentes Sindicales
Héctor Noriega y Carlos Leva y homicidio del
periodista Luciano Jaime, el 14 de febrero de 1975.
29) Hallazgo de tres cadáveres dentro de un automóvil,
el 4 de marzo de 1975. 30) Hallazgo de los cadáveres
de Roberto Moisés y Mirtha Aguilar, el 13 de marzo de
1975. 31) Homicidio de Juan Stefani y hallazgo de
cuatro cadáveres no identificados, el 19 de marzo de
l975. 32) Hallazgo de los cadáveres de Rubén Reinaldo
Rodríguez, de María Isabel de Ponce y de cuatro
personas no identificadas; asesinato del Concejal
Héctor Lencinas, de Pablo Gómez, de Pedro Baguna, de
Elena Santa Cruz, de Héctor Flores, de Caferata
Martínez, de Rubén Alfredo Díaz, de Carlos Borniak y
del estudiante Fernando Aldubino, y secuestro y muerte
de Lorenzo Ferreira y Pedro Rodríguez, ocurridos el 21
de marzo de 1975. 33) Hallazgo de los cadáveres de
Mariano Acosta, Margarito Mario Méndez y una persona
no identificada, el 24 de marzo de 1975. 34) Asesinato
de Próspero Allende y hallazgo del cadáver de Adrián
Roca, el 28 de marzo de 1975. 35) Hallazgo del cadáver
carbonizado de José Vargas, el 29 de marzo de 1975.
36) Asesinato del estudiante David Norberto
Cilieruelo, el 4 de abril de 1975. 37) Hallazgo de los
cadáveres de Julio Horacio Urtubey, Nélida Ofelia
Villarino, Ernesto Raúl Valverde, Luisa Marta Corita y
de siete personas no identificadas, el 8 de abril de
1975. 38) Hallazgo de un cadáver no identificado y
homicidio de Juan Estiguart, Pizarro Luis, Juan Luis
Rivero Saavedra, Nino Aguirre Huguera, Juan Hugo Aldo
Eifuentes y Enzo Gregorio Franchini”.
Pues bien, la extrema gravedad de la
situación que se registraba en el año 1.975, generada
por la actividad “terrorista” –tanto de izquierda como
de derecha–, motivó que se dictara una legislación
especial para la prevención y represión de este
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considerandos 3, 4 y 10 del voto del Dr. Fayt;
309:1762)”.
El análisis que se pretende podría
abarcar numerosas aristas, pero la que nos interesa,
en primer término, es la relativa al marco normativo
impuesto por la Junta Militar y aquellas que hacen a
la operatoria de la denominada “lucha contra la
subversión”, desplegada desde las Fuerzas Armadas, con
la activa participación de las respectivas Fuerzas de
Seguridad.
A ello puede sumarse, como nota
distintiva del sistema represivo, el manejo de la
opinión pública –a través de una constante “acción
psicológica” sobre la población- de la mano del
carácter clandestino de las operaciones.
En dicha proyección el primer plano de
análisis corresponde al sistema jurídico normativo
impuesto desde el preciso momento en que los militares
tomaron el poder. La medida de administración inicial
adoptada por la Junta Militar fue la de suspender la
vigencia parcial de la Constitución Nacional e imponer
un nuevo orden legal en el país en el que nuestra
Carta Magna fue relegada a la categoría de texto
supletorio.
Los más altos mandos militares
consideraron necesario instaurar el “Estatuto para el
Proceso de la Reorganización Nacional”, en ejercicio
del poder constituyente que se habían arrogado.
Fue así que se modificó la ley suprema
del ordenamiento jurídico del país sustituyéndola por
el “Estatuto”, aunque se mantuvo parcialmente la
vigencia del texto de aquélla.
Dicho instrumento disponía que los
Comandantes Generales de las Fuerzas Armadas de la
Nación constituirían la Junta Militar, la que se
erigía en el órgano supremo de la Nación; a su vez,
ejercerían el Comando en Jefe de las Fuerzas Armadas y
designarían al ciudadano que, con el título de
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Se advierte de lo expuesto cómo la Junta
Militar y el Presidente de la Nación concentraron
poderes, que en el sistema constitucional vigente
hasta ese momento, estaban divididos con basamento en
la más absoluta lógica republicana: división de
poderes y control recíproco entre ellos.
Podemos afirmar que se instituyó un
nuevo sistema normativo a través de la modificación de
la ley suprema, con preeminencia del “Estatuto”, pero
de ningún modo puede sostenerse que no existía un
régimen jurídico dirigido a la protección de los
individuos –y de la sociedad civil– durante el
autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”.
Debe dejarse en claro que nunca fueron
derogadas las disposiciones de la primera parte de la
Constitución Nacional que versa sobre “Declaraciones,
derechos y garantías”, como así tampoco las del Código
Penal de la Nación, ni dejaron de tener vigencia los
respectivos ordenamientos procesales; tampoco se
previeron o dispusieron en el plano legal excepciones
de ningún tipo para la aplicación de estas normas.
Lo que se pretende reafirmar en este
punto es que, incluso, bajo el régimen militar existió
un sistema de normas que preveía y establecía
sanciones para quienes secuestraran, torturaran o
mataran.
Coincidiendo con lo hasta aquí señalado,
con acierto se ha sostenido que: “El llamado Proceso
de Reorganización Nacional supuso la coexistencia de
un Estado terrorista clandestino, encargado de la
represión, y otro visible, sujeto a normas,
establecidas por las propias autoridades
revolucionarias pero que sometían sus acciones a una
cierta juridicidad” (Romero, Luis Alberto “Breve
Historia Contemporánea de la Argentina”, Ed. Fondo de
Cultura Económica, Buenos Aires, –2ª edición– 2.001,
pág. 222).
En ese mismo sentido se expidió la
Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas al
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En el mes de enero de 1974 se sancionó
la ley 20.642, que introdujo distintas reformas al
Código Penal, creándose nuevas figuras y agravando las
escalas penales en otras ya existentes, con relación a
delitos de connotación subversiva.
En el mes de septiembre del mismo año se
sancionó la ley 20.840 denominada “Ley
Antisubversiva”.
En el mes de noviembre también de ese
año, a través del Decreto del Poder Ejecutivo Nacional
nro. 1.368, se instauró el Estado de Sitio en todo el
territorio nacional por tiempo indeterminado.
Mientras que los Decretos del P.E.N.
nros. 807, de abril de 1975; 642, de febrero de 1976 y
1.078, de marzo de 1976, reglamentaron el trámite de
la opción para salir del país durante el estado de
sitio.
Desde principios del año 1.975 el
tratamiento dado por el Gobierno Constitucional al
conflicto había variado en un aspecto sustancial: la
convocatoria del Ejército Argentino para intervenir en
las operaciones de seguridad interna que se pretendían
desarrollar.
Concretamente se lo invitó a participar
de la represión de las organizaciones-político
militares que actuaban en la Provincia de Tucumán. Así
lo dispuso el Decreto del P.E.N. nro. 261, del día 5
de febrero de 1975, que establecía en el artículo 1°
lo siguiente: “El Comando General del Ejército
procederá a ejecutar las operaciones militares que
sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar
el accionar de los elementos subversivos que actúan en
la Provincia de Tucumán”.
En el mismo sentido, pero dentro del
ámbito administrativo del Ejército Argentino, se
redactó e implementó la “Directiva del Comandante
General del Ejército nro. 333” -Para las operaciones
contra la subversión en Tucumán-, que data del 23 de
enero de 1.975 y que, con apoyo legal en la
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Fuerzas Armadas, y su competencia radicaba,
principalmente, en la: “dirección de los esfuerzos
nacionales para la lucha contra la subversión [...] y
toda otra tarea que para ello el Presidente de la
Nación imponga”.
En la segunda norma citada se disponía
que el Consejo de Defensa, a través del Ministro del
Interior, suscribiera con los Gobiernos de las
Provincias: “convenios que coloquen bajo su control
operacional al personal y los medios policiales y
penitenciarios provinciales que les sean requeridos
por el citado Consejo para su empleo inmediato en la
lucha contra la subversión”.
Finalmente, el Decreto nro. 2.772
ordenaba que: “Las Fuerzas Armadas bajo el Comando
Superior del Presidente de la Nación que será ejercido
a través del Consejo de Defensa, procederán a ejecutar
las operaciones militares y de seguridad necesarias a
efectos de aniquilar el accionar de los elementos
subversivos en todo el territorio del país”.
El 15 de octubre de 1.975 se firmó la
“Directiva del Consejo de Defensa N° 1/75 (Lucha
contra la subversión)” que reglamentaba los decretos
citados, y que tenía por finalidad instrumentar el
empleo de las Fuerzas Armadas, Fuerzas de Seguridad,
Fuerzas Policiales y otros organismos puestos a
disposición del Consejo de Defensa para la lucha
contra la subversión, de acuerdo a lo impuesto por los
Decretos nros. 2.770, 2.771 y 2.772.
Dicha directiva, a su vez, disponía la
forma de “Organización” de los elementos a participar
en la lucha contra la subversión; se dispuso que el
Ejército tendría: “La responsabilidad primaria en la
dirección de las operaciones contra la subversión en
todo el ámbito nacional”.
Finalmente, se mantuvo la división del
país en un sistema de Zonas, Subzonas y Áreas de
seguridad –que había sido decidido mediante una
directiva militar del año 1.972–, en las que se
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contribuyente a la directiva precedentemente analizada
la Directiva del Comandante General del Ejército n°
404/75, del 28 de octubre de ese año, que: “Fijó las
zonas prioritarias de lucha, dividió la maniobra
estratégica en fases y mantuvo la organización
territorial –conformada por cuatro zonas de defensa:
nros. 1, 2, 3 y 5–, subzonas, áreas y subáreas –
preexistentes de acuerdo al Plan de Capacidades para
el año 1972–PFE –PC MI72–, tal como ordenaba el punto
8 de la directiva 1/75 del Consejo de Defensa,
alterando sólo lo relativo al Comando de Institutos
Militares, al que se asignó como jurisdicción
territorial correspondiente a la guarnición militar
Campo de Mayo, pasando el resto del espacio que le
correspondía, de acuerdo a dicho Plan de Capacidades,
al ámbito de la Zona 1. En esta directiva se
estableció que los detenidos debían ser puestos a
disposición de autoridad judicial o del Poder
Ejecutivo, y todo lo relacionado con las reglas de
procedimientos para detenciones y allanamientos, se
difirió al dictado de una reglamentación identificada
como Procedimiento Operativo Normal, que finalmente
fue sancionada el 16 de diciembre siguiente (PON
212/75)” (Fallos 309:102/103).
La Armada hizo lo propio y emitió la
“Directiva Antisubversiva 1/75 “S” COAR” y, el 21 de
noviembre de 1975, dictó el “Plan de Capacidades
-PLACINTARA 75-” (volveremos sobre este punto más
adelante).
Por su parte la Fuerza Aérea dictó, en
los meses de marzo y abril de 1975, directivas
internas concernientes a las operaciones que se
desarrollaban en Tucumán y en lo relativo a la
“Directiva del Consejo de Defensa 1/75”, expidió su
complementaria “Orientación-Actualización del Plan de
Capacidades Marco Interno 1975”.
El terreno estaba preparado. El marco
normativo que hemos presentado rigió hasta que llegó
el golpe de estado el 24 de marzo de 1.976, y téngase
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una unidad carcelaria o militar, e inmediatamente
disponer su libertad, o su puesta a disposición de la
justicia civil o militar, o bien del Poder Ejecutivo
[...]. Sin embargo, del análisis efectuado [...], se
desprende que lo acontecido fue radicalmente distinto.
Si bien la estructura operativa siguió funcionando
igual, el personal subordinado a los procesados detuvo
a gran cantidad de personas, las alojó
clandestinamente en unidades militares o en lugares
bajo dependencia de las fuerzas armadas, las interrogó
con torturas, las mantuvo en cautiverio sufriendo
condiciones inhumanas de vida y alojamiento y,
finalmente, o se las legalizó poniéndolas a
disposición de la justicia o del Poder Ejecutivo
Nacional, se las puso en libertad, o bien se las
eliminó físicamente” (Fallos 309:289).
En el fallo de la causa 13/84,
confirmado por la Corte Suprema de Justicia de la
Nación, se tuvo por demás demostrado, fundado en un
cuadro presuncional grave, preciso y concordante, el
importante aumento en el número de personas privadas
clandestinamente de su libertad, en todo el país, a
partir del 24 de marzo de 1976.
En suma, la Cámara Federal afirmó que:
“con el advenimiento del gobierno militar se produjo
en forma generalizada en el territorio de la Nación,
un aumento significativo en el número de
desapariciones de personas” (fallos: 309:111y 116).
La Cámara Federal destacó que esos
hechos presentaban una serie de características
comunes, que resultan las siguientes:
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determinar la suerte del aprehendido, que podía ser
luego liberado, puesto a disposición del Poder
Ejecutivo nacional, sometido a proceso militar o
civil, o eliminado físicamente. Esos hechos debían ser
realizados en el marco de las disposiciones legales
existentes sobre la lucha contra la subversión, pero
dejando sin cumplir las reglas que se opusieran a lo
expuesto. Asimismo, se garantizaba la impunidad de los
ejecutores mediante la no interferencia en sus
procedimientos, el ocultamiento de la realidad ante
los pedidos de informes, y la utilización del poder
estatal para persuadir a la opinión pública local y
extranjera de que las denuncias realizadas eran falsas
y respondían a una campaña orquestada tendiente a
desprestigiar al gobierno” (Fallos 309:1689; el
subrayado nos pertenece).
Corresponde en este punto señalar, que
el país fue subdividido geográficamente en zonas, a
cuyo frente estuvieron los comandantes de los Cuerpos
de Ejército entonces existentes, resultando de ello
que los hechos objeto del este juicio ocurrieron en el
ámbito de la Zona 1, que se encontraba al mando del
Comandante del Primer Cuerpo de Ejército.
A su vez, la Zona 1 contaba con siete
Subzonas y 31 Áreas precisamente delimitadas.
De acuerdo con la Directiva del
Comandante General del Ejército n° 404/75, de octubre
de ese año, titulada “Lucha Contra la Subversión” –la
cual es reflejo de las disposiciones de la Directiva
n° 1/75 del Consejo de Defensa–, tanto la Policía
Federal Argentina como la Gendarmería Nacional y la
Prefectura Naval debían actuar bajo “control
operacional” del Ejército (cfr. Directiva n° 404/75,
Anexo 2 “Orden de Batalla del Ejército”), el que a su
vez, como ya indicamos, tenía: “la responsabilidad
primaria en la dirección de las operaciones contra la
subversión en todo el ámbito nacional”.
Sin perjuicio de que más adelante
haremos un tratamiento pormenorizado de la Escuela de
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hechos como los que nos ocupan –entre las que se
destaca la sentencia dictada en la causa n° 44
“Camps”, por el pleno de la Excma. Cámara del fuero–,
que la “desaparición” comenzaba con el secuestro de
una persona y su ingreso a un centro clandestino de
detención mediante la supresión de todo nexo con el
exterior; el secuestrado llegaba al centro encapuchado
o “tabicado” situación en la que generalmente padecía
todo el tiempo que estuviera alojado en el centro de
que se tratara, así la víctima podía ser agredida en
cualquier momento sin posibilidad alguna de
defenderse; se utilizaron números de identificación
que eran asignados a cada prisionero al ingreso al
campo.
A su vez, se les ordenaba, ni bien
ingresaban, que recordasen esa numeración porque con
ella serían llamados de ahí en adelante, sea para
hacer uso del baño, para ser torturados o para
trasladarlos; la alimentación que se les daba era,
además de escasa y de mala calidad, provista en forma
irregular, lo que provocaba un creciente
desmejoramiento físico en ellos; la precariedad e
indigencia sanitaria contribuían también a que la
salud de los detenidos se deteriorase aún más, lo cual
debe ser considerado junto a la falta de higiene
existente en los centros y la imposibilidad de asearse
adecuadamente.
La tortura merece un análisis por
separado, partiendo de la constatación histórica de
este tipo de práctica incluso desde el período
colonial anterior a la fundación de la República, para
no caer en “la interpretación superficial de no pocos
autores”.
Diremos –citando al historiador Ricardo
Rodríguez Molas– que: “La represión sangrienta, las
muertes y torturas, de ninguna manera pueden
atribuirse […] al sadismo de los menos; son la
resultante de un política y también de una tradición
hondamente arraigada en las fuerzas armadas y en la
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Pues bien, en el esquema del aparato
represivo la tortura se aplicaba con un doble
objetivo. Los detenidos eran sometidos a tormentos en
el primer momento de su ingreso al centro de detención
con el fin primordial de extraerles información
respecto de las personas con las que compartían su
actividad política, domicilios, contactos, citas,
etc.; es decir, como objetivo de inteligencia. Así, a
través de las informaciones que se extraían a cada uno
de los detenidos, el sistema de represión se
actualizaba y reproducía.
El segundo fin de la tortura era el
sometimiento de los detenidos, quitarles toda voluntad
y quebrarlos en su espíritu para facilitar su
tratamiento hasta el momento en que se decidía su
liberación o su “traslado”.
Según la CONADEP, los centros de
detención: “fueron ante todo centros de tortura,
contando para ello con personal “especializado” y
ámbitos acondicionados a tal fin, llamados
eufemísticamente “quirófanos”, y toda una gama de
implementos utilizados en las distintas técnicas de
tormento. [...] Las primeras sesiones de tortura
tenían por objeto el “ablande” del recién llegado y
estaban a cargo de personal indistinto. Una vez
establecido que el detenido podía proporcionar alguna
información de interés, comenzaban las sesiones a
cargo de interrogadores especiales. Es decir, que ni
siquiera se efectuaba una previa evaluación tendiente
a merituar si la persona a secuestrarse poseía
realmente elementos de alguna significación para sus
captores. A causa de esta metodología indiscriminada,
fueron aprehendidos y torturados tanto miembros de los
grupos armados, como sus familiares, amigos o
compañeros de estudio o trabajo, militantes de
partidos políticos, sacerdotes, laicos comprometidos
con los problemas de los más humildes, activistas
estudiantiles, sindicalistas, dirigentes barriales y –
en un, insólitamente, elevado número de casos–
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requisitos mínimos para la subsistencia, como ser la
higiene personal y comida apropiada y suficiente.
Corresponde ahora explicar el último
eslabón de la secuencia que se iniciaba con el
secuestro de las personas, seguía con su alojamiento
en los respectivos centros clandestinos de detención
por un período de tiempo indeterminado, y finalizaba
con la liberación del detenido, su entrega en
detención a disposición del Poder Ejecutivo Nacional
o, como en la mayoría de los casos, su “traslado”.
Los “traslados” constituían un
procedimiento a través de cual se engañaba a los
cautivos haciéndoles creer que serían enviados a
supuestos campos de recuperación en el sur, cuando en
realidad el destino indiscutible era la muerte, dado
que se los cargaba al avión destinado al efecto,
adormecidos, y se los arrojaba desde gran altura al
vacío, impactando así los cuerpos en pleno mar u
océano (ver Capítulo “Vuelos de la Muerte”).
Se ha dicho que: “El más característico
–y también el más dramático– de los fenómenos
registrados en la Argentina a partir del golpe militar
del 24 de marzo de 1976 fue, como es bien sabido, la
desaparición masiva de personas, secuestradas por
grupos fuertemente armados pertenecientes a los
llamados “Grupos de Tareas” del Ejército, la Armada o
la Aviación, o por fuerzas policiales bajo control
militar. Personas cuyo encarcelamiento era
sistemáticamente negado por toda clase de autoridades
policiales, judiciales y militares, y que, de hecho,
en la mayor parte de los casos, no volvían a ser vista
jamás” (García, op. cit., pág. 134).
La técnica de la desaparición total del
enemigo no nació con las dictaduras del Cono Sur de
América Latina en los años sesenta y setenta del siglo
pasado.
Para fines del año 1.941 el Jefe del
Ejército Alemán –Wehrmacht– dictó una serie de órdenes
y directivas donde se sostenía que: “Una intimidación
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En el “Informe sobre la situación de los
derechos humanos en Argentina” –elaborado a partir de
la visita “in loco” realizada por la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, entre el 6 y el 20
de septiembre de 1.979–, los autores dedicaron un
capítulo completo al “problema de los desaparecidos”.
Allí la Comisión sostenía que: “en los
tres últimos años ha recibido un número apreciable de
denuncias que afectan a un grupo considerable de
personas en la República Argentina, en las cuales se
alega que dichas personas han sido objeto de
aprehensiones en sus domicilios, lugares de trabajo, o
en la vía pública, por personal armado, en ocasiones
uniformado, en operativos que por las condiciones en
que se llevaron a cabo y por sus características,
hacen presumir la participación en los mismos de las
fuerzas públicas. Con posterioridad a los hechos
descritos, las personas aprehendidas desaparecieron
sin que se tenga noticia alguna de su paradero”
(Capítulo III, Apartado A. “Consideraciones
Generales”).
En sus conclusiones sobre el punto,
expresaba que: “El origen del fenómeno de los
desaparecidos, la forma en que se produjeron las
desapariciones y el impresionante número de víctimas
alcanzadas están íntimamente ligados al proceso
histórico vivido por la Argentina en los últimos años,
en especial a la lucha organizada en contra de la
subversión. La violencia ejercida por los grupos
terroristas encontró una similar y aún más enérgica
respuesta por parte de los aparatos de seguridad del
Estado que ocasionó graves abusos al intentarse
suprimir la subversión prescindiendo de toda
consideración moral y legal”.
“Según los muchos testimonios e
informaciones que la Comisión ha recibido pareciera
existir una amplia coincidencia de que en la lucha
contra la subversión se crearon estructuras
especiales, de carácter celular, con participación a
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además de las Provincias de Formosa, Chaco y Santa
Fe-.
Harguindeguy señaló: “Sin duda que los
desaparecidos fueron un error, porque si usted los
compara con los desaparecidos de Argelia, es muy
diferente: ¡eran finalmente los desaparecidos de otra
nación, los franceses volvieron a su país y pasaron a
otra cosa! Mientras que aquí cada desaparecido tenía
un padre, un hermano, un tío, un abuelo, que siguen
teniendo resentimiento contra nosotros, y esto es
natural… Creo que uno de los grandes errores que hemos
cometido es no haber retomado la legislación de
excepción que había sido anulada por el gobierno de
Cámpora, el 25 de mayo de 1973. Esto nos habría
permitido someter a juicio a todos los subversivos y
nos habría dado más flexibilidad en la dirección de la
guerra” (entrevista publicada en Robin, Marie-Monique
“Escuadrones de la muerte. La escuela francesa”, Ed.
Sudamericana, Buenos Aires, 2.005, pág. 447).
Díaz Bessone, asimismo, dijo: “Por otra
parte, a propósito de los desaparecidos, digamos que
hubo 7.000, no creo que haya habido 7.000, pero bueno,
¿qué quería que hiciéramos? ¿Usted cree que se pueden
fusilar 7.000 personas? Si hubiésemos fusilado tres,
el Papa nos habría caído encima como lo hizo con
Franco. ¡El mundo entero nos habría caído encima! ¿Qué
podíamos hacer? ¿Meterlos en la cárcel? Y después de
que llegara el gobierno constitucional, serían
liberados y recomenzarían… Era una guerra interna, no
contra un enemigo del otro lado de la frontera. ¡Ellos
están listos para retomar las armas para matar en la
primera ocasión!” (entrevista publicada en Robin, op.
cit., págs. 440 y 441).
El éxito de la cruzada emprendida contra
la subversión –que a los ojos de los represores
abarcaba todas las áreas sociales sin excepción y no
se limitaba a los integrantes de las organizaciones
político militares (de izquierda)–, requería de una
intensa y compleja preparación: “los militares
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producidas por la represión de la Triple A. Sin
embargo, tanto ERP como Montoneros se consideraban a
sí mismas indestructibles y concebían el triunfo final
como parte de un destino histórico prefijado. A
partir del 24 de marzo, la política de desapariciones
de la A.A.A. tomó carácter de modalidad represiva
oficial, abriendo una nueva época en la lucha
contrainsurgente. En pocos meses, las Fuerzas Armadas
destruyeron casi totalmente al ERP y las regionales
Montoneros que operaban en Tucumán y Córdoba. Los
promedios de violencia de ese año indicaban un
asesinato político cada cinco horas, una bomba cada
tres y 15 secuestros por día, en el último trimestre
del año. La inmensa mayoría de las bajas correspondía
a los grupos militantes; sólo Montoneros, perdió, en
el lapso de un año, 2 mil activistas, mientras el ERP
desapareció. Además, existían en el país entre 5 y 6
mil presos políticos, de acuerdo con los informes de
Amnistía Internacional.
“Roberto Santucho, el máximo dirigente
del ERP, comprendió demasiado tarde. En julio de 1976,
pocos días antes de su muerte y de la virtual
desaparición de su organización, habría afirmado: “nos
equivocamos en la política, y en subestimar la
capacidad de las Fuerzas Armadas al momento del golpe.
Nuestro principal error fue no haber previsto el
reflujo del movimiento de masas, y no habernos
replegado”. La conducción montonera, lejos de tal
reflexión, realizó sus “cálculos de guerra”,
considerando que si se salvaba un escaso porcentaje de
guerrilleros en el país (Gasparini calculó unos cien)
y otros tantos en el exterior, quedaría garantizada la
regeneración de la organización una vez liquidado el
Proceso de Reorganización Nacional. Así, por no
abandonar sus territorios, entregó virtualmente a
buena parte de sus militantes, que serían los
pobladores principales de los campos de
concentración”. (op. cit., ps. 18/9).
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colchón de su cama; la segunda, el 2 de julio, cuando
nueve kilos del mismo explosivo volaron el techo del
comedor del cuartel general de la sección de seguridad
de la Policía Federal (Coordinación Federal), matando
de veinticinco a treinta personas e hiriendo a otras
sesenta” (Gillespie, Richard, ob. cit., pág. 359).
Asimismo refirió respecto a la actividad
de la agrupación Montoneros: “La actividad urbana
siguió siendo su principal norma de actuación, y a
finales de 1976 y durante su primer mitad de 1977
dieron golpes selectivos, de carácter similar a sus
ataques a la policía, contra objetivos estratégicos
militares. A principios de octubre, durante una
revista militar en Campo de Mayo, un artefacto
explosivo colocado debajo de la tribuna abrió un
boquete de un metro de diámetro en el sitio exacto
donde el presidente Videla, situado ya a cincuenta y
cinco metros de distancia, había permanecido hasta
poco antes. Dos semanas después, en la víspera del
aniversario peronista del 17 de octubre, una bomba
destruyó un cine del Círculo Militar e hirió a sesenta
oficiales retirados y a sus familiares. También hubo
asesinatos individuales, tales como la muerte, el 1°
de diciembre, del Coronel Leonardo d´Amico, Director
de Estudios de la Escuela Superior de Guerra; era el
decimoséptimo militar de alta graduación asesinado por
los guerrilleros desde el golpe. Pero sólo los ataques
contra la fuerza de seguridad y las explosiones
destructivas ofrecían la garantía de aparecer en los
titulares de la prensa. El Pelotón de Combate Norma
Arrostito era perfectamente consciente de ello cuando,
a mediados de diciembre, colocó una bomba de
fragmentación de seis kilos en una sala del Ministerio
de Defensa durante una conferencia antisubversiva:
murieron en la explosión catorce militares de alto
rango y oficiales del servicio de información, y otros
treinta resultaron heridos.
“En 1976, los Montoneros llevaron a cabo
un total de 400 operaciones y manifestaron haber
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debate; encuentra su primordial sustento, en el
pormenorizado análisis de la prueba incorporada al
debate por lectura y del meticuloso detalle de las
importantes sentencias dictadas por la Cámara Nacional
en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital
Federal en las causas n° 13/84 y 44/86; el informe
producido por la Comisión Nacional sobre la
Desaparición de Personas (“Nunca Más”); y el “Informe
sobre la situación de derechos humanos en la
Argentina”, realizado por la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos de la Organización de los Estados
Americanos en el año 1.980; entre otros; como también
se ha tenido en cuenta que muchos de los sucesos
descriptos son públicos y notorios.
Del mismo modo, es un dato
suficientemente conocido que el gobierno
constitucional que asumió el 10 de diciembre de 1983,
dictó el día 13 de ese mismo mes y año el Decreto Nro.
158/83 para impulsar el juzgamiento de los Comandantes
de las tres Fuerzas Armadas que integraron las
cúpulas de todas las juntas militares que, durante esa
última dictadura, ejercieron el poder en el país.
La exposición de motivos de este Decreto
Nro. 158/83 del Poder Ejecutivo Nacional consignó que
“la Junta Militar que usurpó el gobierno de la Nación
el 24 de marzo de 1976 y los mandos orgánicos de las
fuerzas armadas que se encontraban en funciones a esa
fecha concibieron e instrumentaron un plan de
operaciones contra la actividad subversiva y
terrorista, basado en métodos y procedimientos
manifiestamente ilegales […] Que entre los años 1976 y
1979 aproximadamente, miles de personas fueron
privadas ilegalmente de su libertad, torturadas y
muertas como resultado de la aplicación de esos
procedimientos de lucha inspirados en la totalitaria
doctrina de la seguridad nacional”.
El Decreto Nro. 158/83, entre otras
consideraciones, ya señalaba como un hecho que, entre
los años 1976 y 1979 aproximadamente, se había
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elementos de convicción de distinta naturaleza, pero
de fundamental gravitación para este decisorio.
A lo largo del juicio, hemos escuchado
otros testimonios víctimas que estuvieron alojadas en
la ESMA respecto de los hechos que damnificaron a
Hernán Abriata y los producidos por sus familiares,
quienes, en distintos contextos de la vida, pudieron
observar, o de un modo u otro tomaron conocimiento, de
determinados sucesos pertinentes y conducentes para
el esclarecimiento del objeto procesal ventilado en
autos.
Pero además, se ha dado en el caso una
situación bastante particular en torno al origen de
determinados elementos de prueba que se han podido
colectar en otros procesos y han sido en su
oportunidad debidamente incorporados al juicio que
hemos sustanciado, los cuales merecen ser destacados.
Es evidente -tal como habrá de
señalarse a lo largo de este pronunciamiento- que las
concretas conductas atribuidas al encausado fueron
perpetradas desde un aparato organizado desde las más
altas estructuras de poder de la dictadura militar,
para la ejecución en todo el territorio nacional de un
feroz plan sistemático de represión que afectó a
innumerables víctimas.
Este aparato de represión y su plan
criminal, como se verá más adelante, pretendió ser
mantenido en la más absoluta clandestinidad para
procurar la impunidad de todos sus operadores en
cualquier nivel y hasta donde pudiese ser posible.
El testimonio de los sobrevivientes y la
lucha inclaudicable en la que se involucraron junto
con familiares de las víctimas, organizándose como
podían, comenzó -poco a poco- a mostrar los rasgos de
la barbarie clandestina. Su vital relevancia en esta
causa, claramente se verá a partir de que comencemos a
desarrollar los capítulos correspondientes a los
hechos acreditados.
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creada con el objeto de cumplir una tarea particular
que normalmente implica la ejecución de las
operaciones”.
Ese mismo reglamento establece las
nociones de los conceptos de “mando”, “comando”,
“dependencia administrativa”, “relación funcional” y
“dependencia operativa”. Las cuales, necesariamente,
deben ser tenidas en cuenta para el análisis del
funcionamiento de este tipo de organizaciones. El
mando “Es la autoridad de que se inviste a un militar
para el cumplimiento de sus tareas” (artículo
11.101.006). El comando “Es el Mando que se impone a
un militar para la conducción de Unidades o Fuerzas
Navales, Aeronavales o de Infantería de Marina”
(artículo 11.101.007). La dependencia administrativa
“Es la relación de subordinación que existe entre
componentes de la Armada, establecida por la
organización administrativa” (artículo 11.101.008). La
relación funcional “Es la relación que existe entre
componentes de la Armada que no están en línea de
dependencia directa, a fin de cumplir tareas
pertenecientes a un mismo campo de actividad o
conocimiento” (artículo 11.101.009). Por último, el
concepto de dependencia operativa: “Es la relación de
subordinación que existe entre componentes de la
Armada, establecida por la organización operativa”
(artículo 11.101.010).
Como veremos, el análisis que a nosotros
nos interesa se encuentra dirigido a dilucidar cuál
fue la organización operativa de la Armada para su
intervención en la “lucha contra la subversión” y, más
precisamente, cuál era la dependencia operacional de
la Escuela de Mecánica de la Armada en dicha
estructura. Sin embargo, es imposible comprender cómo
funcionó dicha organización sin antes describir, al
menos brevemente, cuál es la organización
administrativa de la fuerza.
Sabemos que por disposición del 14 de
enero de 1.975 se puso en vigencia la publicación R.G-
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primordialmente –aunque, entre otras tareas– “la
dirección, organización, preparación, empleo y
administración de la Armada” (Anexo 2 “Funciones del
Comando en Jefe de la Armada”, punto 1, agregado al
Reglamento Orgánico de la Armada R.G-1-007/1).
La Dirección General de Personal Naval
(N-1) estaba a cargo de los asuntos de logística de
personal, con excepción de la previsión y asignación
de los recursos económicos y, también, debía asistir
al Comando General de la Armada en los asuntos de su
competencia (art. 302 1).
La Jefatura de Inteligencia (N-2) tenía,
con carácter general, el cumplimiento de las tareas
del Estado Mayor General en asuntos de inteligencia
estratégica y relaciones navales internacionales y
asistir al Comando General de la Armada dentro del
marco de su competencia (cfr. art. 303 1). Y como
tareas particulares, participaba –en el área de su
competencia– en la formulación de las políticas del
Comandante en Jefe de la Armada; en el planeamiento
nacional, militar conjunto y naval; desarrollo de los
medios de la Armada; administración de personal,
puntualmente en lo que hace a la formación del
personal de inteligencia y asesorar a la Dirección de
Personal Naval en su selección y distribución, al
mismo tiempo, le correspondía intervenir en todo lo
relacionado con la instrucción de inteligencia de la
Armada; participaba en la formulación de la doctrina
estratégica naval y operacional; promulgaba la
doctrina y procedimientos operativos y formulaba la
doctrina, procedimientos y normas de inteligencia
(art. 303 4 y siguientes).
También le correspondía a la Jefatura de
Inteligencia (N-2), en tanto tareas específicas de
inteligencia, las siguientes: 1) Entender en la
formulación y aplicación de las políticas propias de
su área, que resulten de las generales
institucionales, y en particular las correspondientes
al área inteligencia estratégica y estratégica
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General de la Armada como lo demuestra claramente la
Estructura General de la Armada, agregada como anexo
en el Reglamento Orgánico de la Armada R.G-1-007/1.
Continuando con el análisis, la Jefatura
de Operaciones (N-3), debía cumplir las tareas del
Estado Mayor General de la Armada en asuntos de
políticas del Comandante en Jefe, planeamiento
nacional, militar conjunto y naval, doctrina
estratégica naval y estratégica operacional,
desarrollo de los medios de la Armada y Prefectura
Naval Argentina, operaciones y asistir al Comando
General de la Armada en los asuntos de su competencia
(cfr. art. 304 1). En cuanto a las tareas particulares
del ámbito operacional –que es lo que aquí interesa–,
esta jefatura debía entender en los aspectos
operativos que se le asignen y en aquellos en que el
Comandante en Jefe de la Armada retenga o asuma su
conducción; asimismo, debía planear y/o supervisar y/o
conducir las citadas tareas operativas y dirigir el
funcionamiento de la Central de Operaciones del
Comandante en Jefe de la Armada (art. 304 4.4).
Finalmente, era responsabilidad de la
Jefatura de Logística (N-4), cumplir con las tareas
del Estado Mayor General de la Armada en asuntos de
logística, limitada en el área de personal a la
previsión y asignación de recursos económicos y
asistir al Comando General de la Armada en los temas
de su competencia (cfr. art. 305 1). Concretamente,
tenía a su cargo el desarrollo de los medios de la
Armada, determinación de los requerimientos logísticos
resultando del desarrollo de aquellos y en la
proyección de dichos requerimientos (art. 305 4.3).
Las funciones de la Jefatura de Aviación
Naval serán tratadas, en detalle, en el capítulo
“Vuelos de la Muerte”.
Y las de la Jefatura de Infantería de
Marina no revisten mayor importancia a los efectos de
este análisis, por lo cual no se profundizará en
ellas.
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Todo lo antedicho se corresponde con la
estructura administrativa de la Armada Argentina (“en
tiempos de paz”), seguidamente pasaremos a exponer
cómo se conformó a los fines de la “lucha contra la
subversión” la estructura operacional de la fuerza.
En primer lugar, debemos recordar que
para mediados de octubre de 1.975 se dictó la
Directiva n° 1/75 del Consejo de Defensa, en función
de esa disposición el Comandante en Jefe de la Armada
dictó la Directiva COAR n° 1/75.
Por su parte y, a su nivel, en la
estructura de comando, en el mes de noviembre de
1.975, el Comandante de Operaciones Navales dictó el
Plan de Capacidades (PLACINTARA) C.O.N. n° 1 “S”/75
contribuyente a la Directiva Antisubversiva COAR n°
1“S”/75 –ya citada–.
Dicho plan es el principal elemento de
prueba de carácter documental que nos permite
reconstruir cómo estaba conformada la cadena de
comando de la Armada a los fines del desarrollo de las
operaciones concretadas en el marco del plan de “lucha
contra la subversión”.
Bajo el título “Organización” se expone
cómo estaban conformadas las 11 Fuerzas de Tareas que
se pusieron en funcionamiento en el ámbito de la
Armada Argentina (pág. 2/6-20).
En lo que a este proceso interesa la
Escuela de Mecánica de la Armada integraba la Fuerza
de Tareas 3 (FUERTAR 3) “Agrupación Buenos Aires” cuyo
comandante era el Jefe de Operaciones (N-3) del Estado
Mayor General de la Armada (pág. 3-20).
A todo evento, integraban la FUERTAR 3 –
además de la ESMA– el Batallón de Seguridad de la Sede
del Comando General de la Armada; la Base Aeronaval de
Ezeiza; el Arsenal de Artillería de Marina Zárate; el
Apostadero Naval Buenos Aires; el Apostadero Naval San
Fernando; los Organismos y Dependencias con Asiento en
la Capital Federal y Gran Buenos Aires; la Escuela
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gremial y educacional, sin descartar “cualquier otro
ámbito” (cfr. Anexo A “Inteligencia”, págs. 1 de 9, 5
de 9 y 7 de 9).
El PLACINTARA 75 establecía como
“Misión” la siguiente: “Operar ofensivamente contra la
subversión en el ámbito de la propia jurisdicción y
fuera de ella en apoyo de otras FF.AA., detectando y
aniquilando las organizaciones subversivas a fin de
contribuir a preservar el orden y la seguridad de los
bienes, de las personas y del Estado” (pág. 8-20). En
otro orden, para la “Ejecución” del plan se decía que
la Armada “ejecutará operaciones ofensivas,
preventivas y/o especiales contra el oponente
subversivo en zonas de responsabilidad naval o en
aquellas donde se ordene” (ibídem).
En términos de concepto de la operación,
se disponía, con precisión, cada una de las acciones
que debían desarrollar las 11 Fuerzas de Tareas (cfr.
pág. 8/13-20).
La FUERTAR 3 tenía ordenado la
realización de las siguientes: 3.1.1. Movilización.
3.1.2. Administración y control del Personal detenido.
3.1.3. Organización de la justicia Especial para las
Operaciones. (…) 3.2.1. Adoctrinamiento del personal
propio. 3.2.2. Captación de opinión pública externa.
3.2.3. Inteligencia sobre el oponente interno. 3.2.4.
Empleo de la propaganda y el rumor. 3.2.5.
Contrainfiltración. 3.2.6. Contrainformación. 3.2.7.
Contraespionaje. 3.2.8. Contrasabotaje. 3.2.9.
Contrasubversión. 3.2.10. Acciones secretas ofensivas.
3.3.1 Seguridad, Control y rechazo en instalaciones y
personal propios. 3.3.2. Protección de objetivos.
3.3.3. Apoyo al mantenimiento de los Servicios
Públicos esenciales. 3.3.4. Control de la población.
3.3.6. Bloqueo de puertos en zonas de interés. 3.3.7.
Vigilancia y seguridad de fronteras. 3.3.8. Apoyo
naval y aeronaval a operaciones terrestres. 3.3.10.
Respuestas a acciones sorpresivas del oponente
subversivo. 3.3.11. Represión. 3.3.12. Conquista y
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de acuerdo con el párrafo ORGANIZACIÓN tengan una
dependencia operativa distinta de la administrativa,
serán reguladas por coordinación directa entre la
autoridad administrativa de quien dependa la unidad o
el organismo y el Comandante de Fuerza de Tarea al que
este Plan le confiere la subordinación operativa”
(pág. 15-20).
Este sería el caso de la ESMA que, si
bien era una institución de formación –y, como tal,
dependía administrativamente de la Dirección de
Instrucción Naval, dependiente de la Dirección General
de Personal Naval (N-1)–, fue integrada a la FUERTAR 3
que, a su vez, se encontraba bajo las órdenes del
Comandante de Operaciones Navales.
También sobre este punto particular, se
había dispuesto que: “Las Escuelas y Centros de
incorporación continuarán dependiendo administrativa y
funcionalmente de sus organismos naturales hasta que
el Comando de la FUERTAR correspondiente, considere
necesario su empleo”.
“Se deberá tener presente que las
Escuelas continuarán con su actividad de formación,
utilizándose el personal de alumnos en caso de extrema
necesidad. Los liceos Navales no serán utilizados en
ningún caso” (pág. 16-20).
Un punto que se tornará relevante al
momento de analizar la responsabilidad de los acusados
es que los Comandantes de las Fuerzas de Tareas
estaban obligados a informar las novedades ocurridas
en las operaciones realizadas y los resultados
obtenidos (pág. 17-20).
Al finalizar el cuerpo central del
PLACINTARA se encuentra agregado el distribuidor, es
decir, la constancia de los órganos a los que sería
comunicada la directiva.
De allí pueden extraerse algunos datos:
hacia niveles superiores del Comando de Operaciones
Navales –que elaboró el plan–, se notificó al Estado
Mayor General de la Armada y al Comando en Jefe de la
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actualizando los indicios obtenidos sobre los
Elementos Esenciales de Inteligencia, con su copia
informativa a la Jefatura de Inteligencia (N-2) del
Estado Mayor General de la Armada. Los informes debían
abarcar, en el orden indicado, los siguientes
factores: 1) Político; 2) Socioeconómico; 3)
Psicosocial; 4) Gremial; 5) Educacional; 6) Religioso;
7) Insurreccional; y 8) Minorías chilenas.
También debía informarse cuando en
cualquiera de los factores ocurriera un hecho de
índole insurreccional. A su vez, la Jefatura de
Inteligencia (N-2) produciría y distribuiría los
informes periódicos de inteligencia sobre el marco
interno –nivel nacional– (Anexo A, págs. 7/8 de 9).
Como “Instrucciones Suplementarias”, se
establecía bajo el título “Comunidades Informativas”
que estarían “integradas por elementos de Inteligencia
de las FF. AA., Gendarmería Nacional, Prefectura Naval
Argentina, Policía Federal, Secretaría de Inteligencia
del Estado, Policías Provinciales, en los lugares que
establezca el Ejército o la Fuerza Armada que por
designación tendrán asignada la responsabilidad”
(Anexo A, pág. 8 de 9). Y en el mismo apartado, bajo
el título “Asesores de la Inteligencia” se disponía
que: “La Jefatura de Inteligencia Naval, sin perjuicio
del asesoramiento que debe al Señor Comandante en Jefe
de la Armada, acumulará la función de constituir el
órgano de inteligencia de la Fuerza de Tareas n° 3”
(ibídem).
En el Anexo B “Concepto de la operación”
se proyectaba que las acciones debían tender a:
“1.6.1. Obtener una clara información sobre los
elementos que integran el aparato político-
administrativo y sus elementos subversivos
clandestinos y abiertos. 1.6.2. Crear una situación de
inestabilidad permanente en las organizaciones
subversivas que permita restringir significativamente
su libertad de acción. 1.6.3. Aniquilar los elementos
constitutivos de las organizaciones subversivas a
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fuerzas propias, hasta las eventualmente necesarias en
una “zona caliente” en la propia jurisdicción y/o en
apoyo de la Fuerza de Ejército en jurisdicción de
esta” (Anexo B, pág. 4 de 10).
También se preveían las “Condiciones de
apresto de las Fuerzas”, con fundamento en que ellas
se encontraban en operaciones contra la subversión y
su apresto, parcial o total, debía ser considerado una
actitud permanente (Anexo B, pág. 6 de 10 y
siguientes).
Finalmente el anexo operacional preveía
la subordinación de la Prefectura Naval Argentina al
control operacional del Comando Militar de cada
jurisdicción; colocando bajo las órdenes del Comando
de la Fuerza Ejército vecino a aquellas unidades de la
Prefectura que no integrasen alguna de las Fuerzas de
Tareas establecidas en el PLACINTARA (cfr. Anexo B,
pág. 8 de 10). En este mismo apartado se reglamentaba
la subordinación de las Fuerzas Policiales y
Penitenciarias del siguiente modo: “La Fuerzas
Policiales y Penitenciarias que están dentro de la
jurisdicción territorial propia que surja de acuerdos
inter Fuerzas Armadas. 7.1. Las Policías Federal y
Provinciales quedarán bajo control operacional del
respectivo COFUERTAR, desde la puesta en vigor del
presente Plan. 7.2. La Autoridad Naval, con el
asesoramiento policial, formulará los requerimientos
de medios necesarios para la ejecución de cada
operación, los que deberán ser satisfechos con
carácter prioritario por la Autoridad Policial
pertinente. 7.3. (…) 7.4. Las fuerzas Policiales
afectadas a una operación permanecerán bajo control
directo de la Autoridad Naval durante el tiempo que
demande el cumplimiento de la misión, a cuyo término
se reintegrarán a su autoridad natural. (…)” (Anexo B,
págs. 9/10 de 10).
El Anexo C “Concepto de cada acción
prevista del área operaciones”, las definía
detalladamente. Las más relevantes a los fines de este
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se lo ejecutará tomando los recaudos necesarios para
evitar sospechas. [Y se agregaba:] Este aspecto
resulta esencial para que no se malogre la operación y
evitará que se produzcan efectos negativos en la
población” (Anexo C, Apéndice 3, pág. 2 de 8).
Debía regularse la hora de ejecución de
acuerdo con las circunstancias de cada caso, ya que
“la experiencia ha indicado como muy conveniente
iniciar la operación con las primeras luces y
finalizarla en el más breve lapso” (ibídem).
Se establecía al detalle cómo planear la
distribución de efectivos, sin perjuicio de que la
directiva sobre el punto era a título ilustrativo y no
limitativa. Así, la composición de las patrullas de
allanamiento dependería del tipo de objetivos
(extensión, configuración, peligrosidad de sus
habitantes). En situaciones normales se preveía su
integración con un Jefe de Patrulla: 1 Oficial; un 2°
Jefe de Patrulla: 1 hombre; una Fracción de Choque: 4
hombres; una Fracción de Seguridad: 8 hombres; y
Personal Policial o de Seguridad: 2 hombres (Anexo C,
Apéndice 3, págs. 2/3 de 8).
El transporte de los grupos operativos
debía realizarse en vehículos rápidos. Estaba reglada
la utilización de un megáfono y equipos
radioeléctricos de comunicaciones y, en otro orden,
hasta se establecía el armamento (por ej. granadas de
gases lacrimógenos y granadas de guerra). Y se
encontraba previsto que los efectivos para el cerco
del área a investigar: “Se ubicarán en los sitios
adecuados, patrullas para bloqueo de rutas. Bloqueo de
calles, control de vehículos y registro de documentos
de identidad” (Anexo C, Apéndice 3, pág. 3 de 8).
Incluso se encontraba prevista la
utilización de medios aéreos para exploración,
transporte de patrullas y seguimiento, siendo
conveniente la utilización de helicópteros, aviones
lentos y aptos para aterrizar en todo terreno (cfr.
ibídem).
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“En caso de que el agresor conteste con
armas de fuego se asaltará la vivienda utilizando los
procedimientos del combate en localidades.
“2.6.2. En la medida que se pueda se
interrogará a los vecinos para recoger y/o confirmar
la información.
“2.6.3. Se impedirán las aglomeraciones.
“2.6.4. Se impedirá, sin llegar a
emplear la fuerza, la presencia del periodismo y que
se tomen fotos, películas o TV.
“2.6.5. Se registrarán los datos de
otras personas que eventualmente se encuentren en el
domicilio, y si son sospechosas se las detendrá.
“2.6.6. Las mujeres serán separadas de
los hombres y se observará con las mismas las
consideraciones que impone su sexo.
“2.6.7. Se tomará debida nota de la
reacción psicológica del detenido al llegar la
Patrulla así como las proposiciones que le haya hecho
al Jefe de ésta.
“2.6.8. No se interrogará al detenido en
presencia de vecinos.
“2.6.9 Se asegurará la incomunicación
del detenido desde el mismo momento de su detención.
“2.6.10. LUGARES Y OBJETOS
PREFERENCIALES A REGISTRAR SIN QUE SE EXCLUYAN OTROS.
“-SE TENDRÁ EN CUENTA EL POSIBLE TENDIDO
DE TRAMPAS (BOMBAS CAZA-BOBOS).
“Sótanos. Detrás de cuadros. Debajo de
las alfombras. En los entretechos. Tapas de cloacas.
Desagües. Debajo de sillones y almohadones. Tarros en
la cocina con o sin contenido. Tachos de basura.
Dentro de tocadiscos y radios (pueden estar
simulados). Roperos. Bolsillos de ropas. Carteras.
Valijas. Bolsos.
“-Baldosas flojas en habitaciones,
pasillos como así también en patios, jardines y en los
alrededores de la vivienda.
“-Elementos de tocador de damas.
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“-Mapas, cartas, gráficos, esquicios,
planos con y sin anotaciones.
“2.6.12. (…)
“2.6.13. Se labrará en lugar el Acta de
Detención y Material Secuestrado que se especifica en
el Agregado 1 al Apéndice 1 al Anexo F.
“Toda vez que sea factible se
confeccionará también en el momento de la detención el
Informe Médico, según Agregado 2 al Apéndice 1 al
Anexo F., para lo cual se preverá la presencia de un
médico al efectuar el allanamiento.
“De no ser factible, dicho informe se
producirá en la primera oportunidad, en el lugar de
internación.
“2.6.14. (…)” (Anexo C, Apéndice 3,
págs. 4/7 de 8).
Para finalizar con las previsiones del
plan en orden a las “operaciones de hostigamiento”, se
determinaba bajo el título “Operaciones psicológicas”
que: “Para el éxito de la operación, es necesario
lograr el apoyo y no el rechazo de la población. A tal
efecto es importante emitir al iniciarse la misma,
comunicados por los medios disponibles explicando el
propósito y requiriendo comprensión por las molestias
que se puedan ocasionar. Asimismo al finalizar la
operación, se dará normalmente un nuevo comunicado
dando los resultados, personas detenidas, situación
procesal, y de ser conveniente, material secuestrado y
antecedentes de los inculpados” (Anexo C, Apéndice 3,
pág. 7 de 8).
En el Anexo D del PLACINTARA, titulado
“Jurisdicciones y Acuerdos”, se establecieron las
jurisdicciones de las tres Fuerzas Armadas y las de
las Fuerzas de Tareas. En lo que a nosotros nos
interesa, el Ejército tenía jurisdicción en todo el
territorio nacional, “excluidas las áreas asignadas a
la Armada y a la Fuerza Aérea” (Anexo D, pág. 1 de 5).
Al momento del dictado del PLACINTARA, a la Fuerza de
Tareas 3 se le otorgaba jurisdicción en los
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principio, los detenidos quedarían sometidos a las
normas legales vigentes y su administración y control
se efectuaría de acuerdo con las normas del Apéndice 1
(cfr. Anexo F, pág. 3 de 4).
El Apéndice que comentaremos aquí se
titulaba “Administración y Control del Personal
Detenido”, para lo cual debían tenerse en vistas los
siguientes objetivos:
“1.1.1. Controlarlo con la mayor
seguridad.
“1.1.2. Obtener del mismo la mayor
información.
“1.1.3. Reunir rápidamente las pruebas y
demás elementos de juicio que permitan o promuevan su
juzgamiento por tribunal competente” (Anexo F,
Apéndice 1, pág. 1 de 11).
Luego se aclaraba que, si bien las
actividades de inteligencia no estaban incluidas en el
área de responsabilidad de PERSONAL, los
procedimientos que se realizaban en la administración
del personal detenido debían facilitar dichas
actividades y cooperar con ellas propiciando la
intervención de personal idóneo para que las tomase a
su cargo. Y se aclaraba que, debía tenerse presente
que la investigación de personas imputadas y/o
sospechosas se limitaba a la necesidad de obtener
inteligencia (cfr. ibídem).
El procedimiento a seguir con los
detenidos preveía seis etapas: 1) detención; 2)
Traslado del o los detenidos al lugar que se utilice
para su guarda transitoria y para efectuar la
investigación militar hasta la entrega a disposición
del Tribunal Militar o Penal correspondiente; 3)
Internación y guarda; 4) Investigación militar; 5)
Clasificación de los detenidos y resolución sobre el
destino a darles; 6) Libertad de los detenidos y
remisión a la autoridad a disposición de la cual deben
quedar (cfr. Anexo F, Apéndice 1, pág. 2 de 11). Es
manifiesta la similitud de las etapas del
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detenidos y la comisión por éstos de actos que puedan
afectar la investigación. También estaba dispuesto que
se impediría en todo momento, “sin llegar a emplear la
fuerza”, la presencia del periodismo y que se tomen
fotografías, películas o TV.
Una vez practicado el traslado, la
internación y guarda de los detenidos se cumpliría en
el lugar fijado para su guarda, debiéndose observar
los siguientes recaudos:
“2.4.1. Permanecerán en jurisdicción
militar el tiempo mínimo necesario para la obtención
de inteligencia. Cumplido este propósito serán
transferidos a la autoridad encargada de su
juzgamiento.
“2.4.2. Los detenidos permanecerán
incomunicados mientras dure su internación. En el caso
en que esta se prolongue por alguna razón de fuerza
mayor y durante la misma intervenga juez competente,
se levantará la incomunicación cuando este lo
disponga.
“2.4.3. Cuando la operación sea
conducida por el EJÉRCITO, los detenidos serán
internados donde determine la autoridad
correspondiente a esta Fuerza. Cuando lo haga la
ARMADA el lugar será dispuesto por el comandante de la
FUERTAR que conduzca la operación.
“2.4.4. Si la situación aconseja no
concentrar a los detenidos en las comisarías ni en
jurisdicción militar de la zona urbana, para evitar
las aglomeraciones, se habilitarán locales en lugares
retirados que permitan el cumplimiento de la Etapa de
Investigación Militar.
“2.4.5. Se efectuará un examen médico de
los detenidos por intermedio del médico militar,
policial, municipal o particular más próximo, a fin de
dejar identificado el estado psicofísico los mismos,
certificación que deberá hacerse por escrito y bajo
firma según el modelo del Agregado n° 2 al presente
Apéndice. Se aprovechará este examen para efectuar un
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datos y copias que sean de interés para inteligencia.
En caso de necesidad el material capturado para
proseguir las tareas de inteligencia con posterioridad
a su entrega al juez competente, se le requerirá a
este por oficio.
“2.5.3. Completamiento de la
identificación de los detenidos a través de sus
manifestaciones y de los documentos que se hubieren
encontrado en su poder.
“2.5.4. Registro dactiloscópico de ambas
manos por personal policial.
“2.5.5. Obtención de fotografías del detenido en
forma individual (medio cuerpo de frente y ambos
perfiles y cuerpo entero de frente) y con otros
integrantes detenidos del grupo actuante, como
consecuencia del mismo suceso.
“2.5.6. Registro y obtención de
fotografías de los elementos secuestrados al
efectuarse la detención (armas, explosivos, munición,
etc.)” (Anexo F, Apéndice 1, págs. 4/5 de 11).
De la investigación militar, surgiría la
clasificación de los detenidos y resolución sobre su
destino que podría ser:
“2.6.1. Cuando el delito o presunto
delito sea de competencia de la Justicia Penal se lo
pondrá a disposición de ésta.
“2.6.2. Cuando el delito o presunto
delito sea de competencia de la justicia militar, se
lo pondrá a disposición del Tribunal Militar
correspondiente. [Aquí se definen los únicos dos casos
en los que podía considerarse competencia de la
justicia militar].
“2.6.3. Cuando no existan pruebas pero
por antecedentes e inteligencia resultare conveniente
se requerirá sean puestos a disposición del Poder
Ejecutivo Nacional.
“2.6.4. Cuando resulte que no existió
causa que justifique su detención se los pondrá en
libertad” (Anexo F, Apéndice 1, pág. 6 de 11).
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También estaban previstos procedimientos
en casos especiales, de detenidos que debieran seguir
tratamiento médico o padecieran alguna enfermedad;
cuando hubiera que “internar” a personas detenidas de
sexo femenino (las revisaciones serían realizadas por
personal femenino de confianza); o cuando el detenido
fuera menor de edad (debía darse aviso a los padres,
tutores o guardadores, quienes podrían ver al detenido
pero no comunicarse con él).
Bajo el mismo título se trataban los
casos de procedimientos realizados en los que
resultare la muerte de alguna persona no integrante de
la unidad naval interviniente, frente a lo cual se
procedería de la siguiente manera:
“3.4.1. Se fotografiará el cadáver y el
lugar del hecho con el mayor detalle posible.
“3.4.2. Se solicitará al COMANDO DE
OPERACIONES NAVALES la designación de un juez militar
a fin de deslindar las responsabilidades que pudiera
caber al personal militar actuante.
“3.4.3. Se pondrá el cadáver y las
fotografías a disposición del Juez Militar.
“3.3.4. De igual modo, en caso de que en
los procedimientos realizados resultare lesionada
alguna persona no integrante de la unidad naval, se
solicitará la designación de un Juez Militar a fin de
deslindar las responsabilidades que pudieran caber al
personal militar actuante […]” (Anexo F, Apéndice 1,
págs. 9/10 de 11).
Finalmente, de nuevo, se dedicaba un
apartado específico a las “Operaciones Psicológicas”,
que quedaría a criterio de los Comandantes de las
Fuerzas de Tareas según los hechos en cuestión y la
conveniencia de cada circunstancia, asimismo, la
difusión de esos hechos respondería a la planificación
de las operaciones psicológicas de apoyo. Por otra
parte, de acuerdo a la repercusión sobre la opinión
pública, los Comandantes de las Fuerzas de Tareas
propondrían las comunicaciones a efectuar por
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que sólo se explican racionalmente como la
consecuencia de una actuación coordinada de un
considerable número de sujetos, con distribuciones de
poder diagramadas e impartidas por los altos mandos
del aparato ilegal.
Una empresa criminal como ésta parece
exigir toda una serie de recursos materiales y
necesita contar con una infraestructura suficiente
para asegurar la eficacia del plan, su clandestinidad
y la consecuente impunidad de sus operadores.
Formar parte de un aparato de represión
ilegal como el que la dictadura militar, enquistó y
activó desde la estructura misma de las fuerzas
armadas de un estado cuyo poder usurpó, no parece que
se pueda concebir sin que sus operadores conozcan
efectivamente sus engranajes más salientes y
fundamentales.
Ese conocimiento debe tener la extensión
necesaria para abarcar a los objetivos más básicos del
plan criminal, y al rol asumido con mayor o menor
injerencia en los ámbitos decisorios o ejecutivos del
aparato, o en ambos según el caso.
El conocimiento sobre el plan y el fin
propuesto por quienes actúan mancomunadamente, y la
cohesión que exige participar de una actividad
planificada de esta magnitud, son ingredientes propios
de toda organización criminal con mayor o menor
vocación de permanencia.
En el caso de autos, esta cohesión se
vislumbra de un modo más nítido por la incidencia de
ciertos factores que no se pueden soslayar.
El aparato de represión ilegal se
estructuró dentro de las fuerzas armadas del estado y
se operó por responsables que ya detentaban funciones
militares en el gobierno constitucional derrocado.
Al pertenecer sus operadores a una
institución jerárquica y piramidal propia de toda
fuerza armada o de seguridad, caracterizadas por
firmes relaciones de mando y obediencia entre
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decisión expresa de los comandantes en jefe. (Cfr.: el
Capítulo XX, apartados de esa sentencia).
Bien podría entonces sostenerse que la
operatividad o función del Casino de Oficiales de la
E.S.M.A. fue el resultado del actuar mancomunado y
coordinado de quienes, de una u otra manera,
ejercieron capacidad operacional y de mando sobre la
Escuela de Mecánica de la Armada.
Esto sin desmedro de cuanto se diga al
momento de analizar la responsabilidad del aquí
encausado.
Pero por más esfuerzos dirigidos por los
operadores de la represión dirigidos a eludir sus
responsabilidades inherentes al rol desplegado en el
aparato de represión ilegal, cabe una única
conclusión.
Que los hechos ya probados en la
órbita de la causa Nro. 13/84, y los acontecimientos
comprobados en este juicio, revelan sin duda alguna
que estos “lugares de reunión de detenidos” no fueron
otra cosa que los denominados, con toda propiedad,
Centros Clandestinos de Detención y Tortura, entre
ellos el que ha motivado la formación de la presente
causa.
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“Esta distribución fue modificada en
octubre de 1977. La segunda versión duró hasta
diciembre de 1978, fecha en la cual fue nuevamente
modificada como preparación a la visita de la Comisión
de Derechos Humanos de la Organización de Estados
Americanos”.
“‘Dorado’: En la planta baja se
encontraban las dependencias donde funcionaban el
servicio de “Inteligencia” donde se realizaba la
planificación de las operaciones, el comedor de
oficiales, salón de conferencias y sala de reuniones.
“Primer y segundo piso: los dormitorios
de los oficiales, lugar al cual los detenidos no
tenían ningún acceso.
“‘Capucha’: Ocupaba el ala derecha de la
mansarda recubierta de pizarras grises del edificio.
Era un recinto en forma de ‘ele’, interrumpido de a
tramos por vigas de hierro pintadas de gris, que son
el esqueleto de la mansarda exterior. No tenía
ventanas, sólo pequeños ventiluces que deban a celdas
pequeñas denominadas ‘camarotes’. Construidas con
tabiques de mampostería cerradas con paneles de madera
aglomerada de 2 m de altura y una puerta con una
mirilla. Entre el fin de la madera y el techo había
tejido metálico. A mano derecha frente a las celdas de
60 ó 70 cm, tabiques de madera aglomerada en cada
espacio, un prisionero acostado sobre una colchoneta.
“No había luz natural, era escasa, se
utilizaban dos extractores de aire que producían mucho
ruido. El piso, de alisado de cemento, fue pintado
constantemente.
“Se accedía por una escalera y en el
último rellano del lado de la puerta de entrada se
encontraba un guardia armado con una mesa y un libro
donde anotaba todos los movimientos y comandaba la
apertura de la puerta.
“Los baños estaban ubicados entre la
‘Capucha’ y el ‘Pañol’ que ocupaba la mitad norte del
altillo. En ese lugar se encontraban también tres
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Trabajo como anexo, cuando la Capucha se encontraba
abarrotada” (“Nunca Más” –citado–, págs. 81 y 83/84).
En el Informe de la Comisión Nacional
sobre la Desaparición de Personas –que venimos
citando– pueden consultarse imágenes del centro (pág.
79); el croquis del nivel tercer nivel (pág. 88); el
croquis de ubicación y planta baja del edificio (pág.
91) y los croquis de la planta sótano, último nivel y
tercer nivel (pág. 94). Por su parte, en una
publicación conjunta de diferentes organizaciones de
derechos humanos, elaborada sobre el testimonio de
tres mujeres liberadas de la ESMA, se pueden consultar
los planos del Casino de Oficiales, del “Dorado”, del
“Sótano” a octubre de 1.977 y del “Sótano” a diciembre
de 1.978 (“ESMA ‘Trasladados’ Testimonios de tres
liberadas”, Ed. Abuelas de Plaza de Mayo, Familiares
de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, y
Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Buenos Aires,
1.995, págs. 25, 29, 31 y 33, respectivamente).
En otro orden, sin perjuicio de que en
investigaciones posteriores se pueda haber llegado a
otras conclusiones, de acuerdo al fallo de la Cámara
Federal en la causa 13/84, en el ámbito de la Armada
funcionaron dos centros clandestinos de detención: la
Escuela de Mecánica de la Armada y la Base Naval Mar
del Plata (Fallos 309:192/196). Con
relación específica a la ESMA, el citado tribunal tuvo
por probado: “que dicho lugar funcionaba como centro
clandestino de detención y que las personas allí
alojadas eran custodiadas por personal de la Armada
Argentina” (ibídem).
Lo antedicho encuentra corroboración en
los testimonios de los sobrevivientes –que prestaron
declaración en el debate, y en los juicios anteriores,
a través de los registros fílmicos introducidos, o
cuyas deposiciones fueron incorporadas por lectura– y
que estuvieron privadas de su libertad en la ESMA.
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Mendía en su carácter de Comandante de Operaciones
Navales, podemos afirmar que la cadena de comando de
la Armada a la que se encontraba subordinada la ESMA,
en términos operativos, estaba conformada, de mayor a
menor, por: 1) el Comandante en Jefe de la Armada; 2)
el Comandante de Operaciones Navales; 3) el Comandante
de la Fuerza de Tareas 3; que era, a su vez, el Jefe
de Operaciones (N-3) del Estado Mayor General de la
Armada; y 4) el Comandante del Grupo de Tareas 3.3,
que era ejercido por el Director de la Escuela de
Mecánica de la Armada.
Ahora bien, el Tribunal no cuenta con
documentación precisa sobre la forma en que estaba
compuesto el G.T. 3.3. al momento de los hechos, pero
podemos suponer que esto es así porque no se ha tenido
acceso a los planes operativos elaborados por el
Comandante del Grupo de Tareas y Director de la ESMA
en los cuales, de existir, presumimos, que se habría
detallado la organización interna del grupo de tareas
y su misión. Además, debe tenerse en cuenta que esta
organización, de tipo operativo, era inorgánica y, por
lo tanto, en las reglamentaciones genéricas
(administrativas) de la Armada no hay ninguna
información al respecto.
Sin embargo, con los reparos del caso,
es posible acercarse a una reconstrucción de su
estructura a través de las manifestaciones de otros
imputados sometidos a juzgamiento por esta judicatura
y de los que dan cuentan los pronunciamientos dictados
en su consecuencia y que fueran agregados por lectura
al debate, confrontando las normas generales de
organización de la Armada Argentina y, en contraste
con ello, lo dicho por los testigos que resultaron
víctimas y depusieron en la presente causa, como así
también, aquellos declararon en los procesos a los que
se hizo referencia, que permanecieron privados de su
libertad en el ámbito de la ESMA. En la consideración
de estos elementos se ha podido interpretar la
organización del G.T. 3.3. con un grado de convicción
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Patrulla; (x) Cabos de Vigilancia; (xi) Cabos de
Cuarto; (xii) Cabos de Patrulla; (xiii) Suboficiales y
Cabos de Guardia de COC; (xiv) Centinelas y (xv)
Rondines. También integran esta base, los Oficiales y
Suboficiales responsables de las finanzas, de sanidad,
de proveer los materiales y elementos necesarios para
ejecutar las operaciones (equipos de comunicaciones,
armas, munición, vehículos, equipos especiales), los
Oficiales, Suboficiales y Civiles que realizaban las
reparaciones y el mantenimiento del material y el
personal que proporcionaba los servicios internos de
alojamiento y comida. (…) [L]a magnitud del enemigo
fue tan grande, que la capacidad de la ESMA se vio
superada debiéndose recurrir a refuerzos con personal
de la Armada y ajeno a la misma, como por ejemplo, el
personal rotativo del COOP proveniente del “Centro de
Instrucción y Adiestramiento de la Lucha Contra la
Subversión” (CIACS) montado en Puerto Belgrano al
efecto. Según creo recordar durante los primeros meses
de mi gestión como Comandante de Operaciones Navales
de la Armada Argentina, se adiestraron en ese lugar,
gran cantidad de oficiales y suboficiales que luego
fueron distribuidos por períodos de aproximadamente
dos meses, en los diferentes Grupos de Tareas que
poseía la Armada. En cuanto a la ESMA, aproximadamente
una vez cada dos meses, arriban oficiales y
suboficiales rotativos. También y dada su importancia,
la ESMA fue utilizada como base de apoyo por todas las
demás Fuerzas y Grupos de Tareas de la Armada y otras
Fuerzas, que operaban en la zona y oportunamente así
lo requirieron” (escrito de ampliación de indagatoria
presentado por el Vicealmirante (R) Luis María Mendía,
agregado a fs. 25.121/25.127 de la causa n°
14.217/03).
Por su parte, Manuel Jacinto García
Tallada, quien ejerció el Comando de la Fuerza de
Tareas 3, refirió que la ESMA era un instituto de
formación de personal subalterno, y que, con parte de
sus efectivos y estructura orgánica existente, se
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de noviembre de 1.976 y se titulaba “Historia de la
guerra sucia en la Argentina”, el autor ponía de
resalto esta distinción entre las operaciones que
desarrollaba el G.T. 3.3., que aquí hemos diferenciado
entre ofensivas y defensivas (sin perjuicio de que el
nombrado incluía entre las ofensivas todas las tareas
que se realizaban fuera del predio de la Escuela).
Así, luego de describir cómo funcionaban
las guardias internas de la ESMA, expresaba lo
siguiente: “La Escuela de Mecánica realiza también
operaciones ofensivas, fuera de su asentamiento.
Algunas de ellas de uniforme, otras de civil, en
móviles no identificables con apoyo de las seccionales
39 y 45 de la Policía Federal.
“Por su ubicación en el límite entre la
Capital Federal y el Gran Buenos Aires, la Escuela
puede operar indistintamente a ambos lados de la
avenida General Paz, que divide ambas jurisdicciones.
“Esta división del territorio es
respetada por las patrullas uniformadas y los
controles de documentación y de vehículos en calles y
lugares públicos, pero no rige para las operaciones
especiales, enmascaradas.
“Las patrullas de uniforme se realizan
en camionetas verdes, sin inscripciones exteriores,
precedidas por un patrullero de la Policía Federal. Se
realizan dos o tres por día y su duración media es de
tres horas” (citado por Anguita, Eduardo y Caparrós,
Martín “La voluntad. Una historia de la militancia
revolucionaria en la Argentina”, Tomo 5 / 1976-1978,
Ed. Booket, Buenos Aires, –2ª edición– de julio de
2.007, págs. 284 y 285).
El 8 de julio de 1987, cuando la Cámara
Federal porteña tuvo que resolver sobre la eventual
aplicación de la ley de “obediencia debida” (Ley
23.521) en la causa n° 761 de su registro, reconoció
la referida distinción entre las tareas que
desarrollaban las unidades que componían el Grupo de
Tareas 3.3. Allí se dijo que: “corresponde hacer
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Afirmó que la Unidad de Tareas 3.3.2. de
la cual él era el Jefe de Operaciones, estaba al mando
del Capitán de Navío Jorge Vildoza, recién debajo de
éste se ubicaba Perren en el año 1976 con la jerarquía
de Teniente de Navío y a partir del 31 de diciembre de
ese año como Capitán de Corbeta (cfr. Copia de la
declaración indagatoria del nombrado ante el Juzgado
Nacional en lo Criminal y Correccional Federal n° 12,
agregada a fs. 8.198/8.218 de la causa n° 14.217/03, y
declaración indagatoria del nombrado que obra a fs.
18.965/87 de la misma causa).
Lo antedicho, encuentra corroboración –
al menos parcialmente– en los testimonios de una gran
cantidad de testigos que afirmaron en el debate y en
los antecedentes del Tribunal incorporados que la
grupo que actuaba en la ESMA (refiriéndose a la U.T.
3.3.2) estaba conformado por tres sectores:
inteligencia, operaciones y logística (cfr.
declaraciones de Miguel Ángel Lauletta; Mercedes
Carazo; Silvia Labayrú; Martín Tomás Gras; Ricardo
Héctor Coquet; Lidia Vieyra; Ana María Martí; Alberto
Girondo; Miriam Lewin; Andrés Ramón Castillo; María
Alicia Milia de Pirles; Graciela Beatriz Daleo; Carlos
Muñoz; Enrique Mario Fukman; Lázaro Jaime Gladstein y
Víctor Melchor Basterra; Lilia Victoria Pastoriza
confirma lo dicho sin referirlo expresamente; Alfredo
Buzzalino y Marta Remedios Álvarez ratifican la
actividad de dos departamentos –inteligencia y
operaciones–-entre otros-; finalmente, Carlos Alberto
García, Alfredo Ayala y Jaime Feliciano Dri –entre
otros-, confirman la existencia de un departamento de
logística).
A partir de esto se advierte que los
testigos, incluso en su situación de cautiverio,
pudieron dilucidar que había por lo menos tres tipos
de tareas diferenciadas en la actividad mancomunada
que desarrollaban los integrantes del grupo que
participó de su aprehensión y del procesamiento de sus
casos.
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operación, los miembros de “Montoneros” a capturar,
sus descripciones personales y otros datos de interés,
y la forma en que se ejecutaría el procedimiento. Esas
reuniones eran presididas por el Comandante del Grupo
de Tareas 3.3. junto con el Jefe de Operaciones o el
oficial a cargo en su eventual ausencia, agregó que el
Director de la Escuela hacía preguntas, eventualmente
sugería modificaciones y, finalmente, autorizaba su
ejecución; dijo que en casos de extrema premura esto
se hacía en forma expeditiva, pero lo descrito era lo
normal (cfr. declaración indagatoria del nombrado ante
el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional
Federal n° 12 en la causa n° 7.694/99, cuya copia fue
agregada a fs. 8.198/8.218 de la causa n° 14.217/03).
En otra oportunidad, Perrén afirmó que
su realidad cotidiana en el año 1976, como oficiales
que salían a combatir normalmente, sólo sabían que
iban a capturar a un “terrorista” de determinado
nombre de guerra y determinado grado de posible
peligrosidad, expuso que en algunas circunstancias el
objetivo era marcado en la calle, en citas callejeras,
por otro compañero de la organización detenido que,
normalmente, tampoco conocía sus datos filiatorios, ni
siquiera su domicilio particular (cfr. declaración
indagatoria del nombrado ante el Juzgado Nacional en
lo Criminal y Correccional Federal n° 12, obrante a
fs. 19.522/19.545 de la causa n° 14.217/03).
Néstor Omar Savio en el juicio de la
causa nro. 1270, que sus tareas dentro de la ESMA
estuvieron relacionadas con la logística y la
seguridad. Explicó que la primera está vinculada a la
provisión, almacenamiento y suministro de víveres,
combustibles, munición, materiales, mantenimiento y
provisión de equipo a las tropas durante las
operaciones, y que también incluye todos los aspectos
relacionados con la infraestructura (declaración
indagatoria del nombrado en ese debate, cuyo registro
fílmico fuera incorporado).
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IV.- EL HECHO
El Tribunal dijo:
1. Hechos que tuvieron como víctima a
Hernán Abriata (caso 115).
Hernán Abriata, de 24 años de edad, en
pareja con Mónica Dittmar, estudiante de arquitectura
en la UBA y militante de la Juventud Universitaria
Peronista, fue violentamente privado de su libertad
sin que se le exhiba orden judicial, aproximadamente a
las 3 de la madrugada del día 30 de octubre de 1976,
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en su domicilio ubicado en la Avenida Elcano 3235,
piso 3, departamento 39, de esta ciudad. Dicho
procedimiento fue llevado a cabo por un grupo de
personas armadas, vestidas de civil, pertenecientes al
Grupo de Tareas 3.3.2.
Luego, fue trasladado a una quinta y, a
fines del mes de noviembre –aproximadamente- de ese
mismo año, fue conducido a la ESMA. Allí estuvo
cautivo, encapuchado y engrillado, atormentado por las
pésimas condiciones de alimentación, higiene y
alojamiento. Además, fue torturado mediante aplicación
de picana eléctrica sobre su cuerpo. Al arribar al
centro clandestino se le asignó el número “002” por el
cual fue identificado durante su cautiverio.
Al día de la fecha, Hernán Abriata sigue
desaparecido.
2. Elementos probatorios.
En primer lugar, tendremos en cuenta que
el caso de Hernán Abriata ya ha sido tratado y tenido
por probado en la causa nº 1282, conocida como “Esma
Unificada”, y en la causa nº 1891, conocida como “ESMA
IV – Cabral”, ambas del registro de este Tribunal,
aunque con sentencia no firme aún, en ambos casos,
pero que han sido incorporadas a este juicio como
prueba documental.
En este juicio se han valorado
testimonios que acreditan las circunstancias de
tiempo, modo y lugar en que ocurrió su secuestro y los
tormentos padecidos. Así, contamos con el testimonio
de Mónica Dittmar -prestado en esta audiencia de
debate-, quien fuera su esposa al momento de los
hechos. Relató que en ese momento vivía con Hernán en
un departamento en Belgrano o Colegiales, en la calle
Elcano al 3200. Se habían casado en febrero y
alquilaban ese departamento. Dijo que era un
departamento chiquito, de dos ambientes, en un tercer
piso, y que tenía una entrada por un patio.
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joda, sabemos que vos estás en la joda. Ya nos dijeron
en Arquitectura que vos estás en la joda". Dijo que
eso duró minutos, que no fue mucho. En ese momento
sacan a Hernán y la testigo lo ve pasar con este
hombre y le dice a Mónica "Bueno, esto es una cuestión
de rutina. Mañana van a tener información, mañana al
mediodía en Moreno...", y le mostró una credencial
plastificada donde había una foto de él y le dijo "Yo
soy inspector, inspector Mario Alfredo Sandoval, de
Coordinación Federal. Esto es una cuestión de rutina.
Mañana van a tener información" y que no se mueva. Le
devolvieron el reloj de Hernán y el encendedor que
tenía y le dijo "Para que después no digan que nos
llevamos las cosas, que nos roban". Le dijo que se
quede ahí por lo menos 20 minutos.
Contó que estaba paralizada, en una
sensación amenazante, de horror, de terror, totalmente
desorientada. También se lo llevaron a Tito. Luego de
esperar unos momentos, se fue a la casa donde vivían
los padres de Hernán, en la calle Superí, cerca de su
casa. Cuando llegó, se enteró que a Hernán lo habían
ido a buscar primero a esa casa. Allí estaba su
hermana, las hermanas de Hernán, Betty -la mamá de
Hernán- y Tito. Luego de preguntarse qué hacer, Tito
dijo que era todo una confusión y que al día siguiente
se iba a arreglar todo.
Mencionó que al día siguiente Tito fue
para la comisaría, que estaba a tres cuadras de la
casa, a ver qué había pasado con la comisaría porque
habían dicho que estaba cortada la calle y que había
patrulleros. Su hermana le contó que había unas
camionetas de la marina, que ella vio la sigla de la
Escuela de Mecánica de la Armada. Relató que en la
comisaría no querían tomar la declaración, e hicieron
un pedido de informes. Dijo que el 27 de noviembre de
1976 los citaron en Tribunales a Tito, Betty y la
testigo, y que Tito llevó el gamulán de Hernán porque
estaba esperanzado. Pensaron que iban a saber algo de
Hernán, que les iban a devolver a Hernán. Les tomaron
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tranquilizantes, unas pastillas de Valium celestes,
que después en algún momento dos chicas fueron a
buscar a Hernán a la farmacia y una de ellas dijo
"Hernán nos dio unas pastillas que nos tranquilizaron,
que eran unas celestes". Recordó que Hernán le dijo
que tenga suerte en una entrega de la Facultad, porque
eran estudiantes de arquitectura y era la entrega de
Diseño V, la última. También manifestó que en esos
días de fines de noviembre o diciembre Hernán los
llamó por teléfono a la farmacia, un sábado al
mediodía, y ella atendió, y después habló con la mamá
en otro llamado, donde dijo que estaba todo bien con
él y que tengan cuidado.
Agregó que estaban muy esperanzados, y
creyeron que para las fiestas de ese año 1976, iba a
salir. Inclusive, contó que el tío de Hernán decía que
"No, esto se va a solucionar", que generalmente pasaba
por una cuestión de averiguaciones, que esta era una
cuestión interna, un error, una confusión; después,
que lo habían trasladado; después de que fuera
trasladado, lo habían mandado al sur; del sur lo
mandaban a otro lugar, y así fue sucesivamente varios
años que seguían con esperanza de que en algún momento
iban a saber algo más.
Agregó que en febrero de 1977 fueron dos
jóvenes a la farmacia, pasado el mediodía, y estaban
ella y Betty. Entraron y preguntaron por Hernán en la
caja, y Betty les dijo "No, Hernán está de viaje, está
en Córdoba con el papá", de manera de no decir
absolutamente nada que complicara la situación. Y ahí
fue cuando se presentaron Carlos Loza y Rodolfo
Picheni, quienes habían estado con Hernán. Ella se
quedó del lado del mostrador y Betty se fue con ellos
dos a conversar. Ahí tomaron noción de que Hernán
podría estar en la ESMA, pero tampoco tenían certeza.
Nunca tuvieron mucha certeza hasta la época de la
democracia, cuando empezaron a salir todos los cuerpos
y toda esa situación de que no iban a volver, de que
realmente esa situación había sido así. Dijo que el
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En cuanto al reconocimiento de Sandoval,
recordó que, al mes más o menos del secuestro, cuando
los citan en Tribunales y le preguntaron "¿Usted lo
reconocería?", la testigo y Tito dijeron "No, no
tenemos que decir nada. Absolutamente nada, de
reconocerlo o no reconocerlo". Explicó que estaban muy
amenazados, de que era una confusión, que iba a salir,
y no tenían que decir absolutamente nada. Repitió que
lo tuvo enfrente y lo vio. Expuso que en la situación
en la que estaba, de tanta amenaza y de tanto miedo,
pensó que era una persona autoritaria, pero mayor.
Dijo que lo veía en una situación muy amenazante y
siempre pensó que era una persona grande, que tendría
por lo menos diez años más que ella. Presentaron
varios hábeas corpus y dijo que era una persona mayor.
Después, explicó, el hecho de que lo haya visto con un
camperón, que era verde, le pareció una campera de
tipo militar, infladas, le pareció que era más
robusto, esa fue su sensación. La testigo explicó que
estaba descalza, que era más chica, y lo veía en esa
situación como más robusto, cabello muy corto, tipo
militar, hacia atrás, ya tenía como una entrada.
Agregó que no era más alto que ella, estando descalza,
y tenía las botas, botines tipo militar.
Manifestó la testigo que en las
declaraciones que hicieron siempre lo nombraron a
Sandoval porque, de hecho, se presentó también en la
casa de Superí con Tito, quien también lo declaró. Ahí
le mostró la credencial, que la vieron también su
hermana, y la hermana de Hernán. El nombre lo tenían,
y al mismo tiempo había otras personas que tenían
alias. Su hermana recordaba también otros alias de
otros que habían estado ahí presentes. Pero a lo largo
de los años supieron, por una nota periodística de
Página/12, que había un tal Sandoval, Mario Alfredo
Sandoval, que se había presentado en una situación
así, que era profesor en Francia. Pasado ya el año
2008 o 2010, Carlos Loza se puso en contacto con la
testigo –siempre tuvo contacto con Betty-. En marzo
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comprador fue un señor llamado Marcelo Gottifredi, un
abogado de Bahía Blanca. Hicieron un acuerdo y le
pidió que le dejara unos meses para poder sacar sus
cosas, no tenía dónde ir. Refirió que Gottifredi una
vez la llamó y le dijo "Bueno, quisiera saber que esta
es una casa que no tiene problemas, si no hay muertos
enterrados en el fondo". La testigo le dijo "¿Qué me
estás diciendo?". "Yo sé muy bien esta historia".
"Usted está comprando una casa, no está comprando una
historia", le dijo Mónica. Concluyó que Gottifredi
estaba al tanto de la situación.
Especificó la testigo que la credencial
que le exhibieron estaba plastificada, tenía una foto
y un sello. Era de color “beigecita” o “verdecita”.
Dittmar mencionó que al momento de los
hechos tenía 24 años de edad. A preguntas de una de
las querellas, la testigo detalló que el día del
operativo también se llevaron de su casa una campera,
una cartera y dos bolsos de cuero.
Mencionó que a su casa entraron, por lo
menos, cuatro personas. Uno era Sandoval, quien entró
y se fue a la otra habitación con Hernán; otro que
entró detrás, que era el más alto, que estaba con la
peluca, la boina roja, el chaleco, los cartuchos en la
cintura, como una resta de cintura con cartuchos y el
arma que se movía, como jugueteando; otro que estaba
vestido de jean, “rubiecito”, delgadito, con cara de
ángel, que estaba vestido de pantalón jean y camperita
de jean, que también revoloteaba alrededor; y
finalmente otro señor que se fue con los dos bolsos,
que era más grande, que estaba con el ambo celeste.
Agregó que había alguien que estaba afuera, porque la
entrada era por un patio, pero no la logró ver. Dijo
que después supo que al portero lo habían parado abajo
y estaba con otras personas que lo estaban teniendo en
el hall central de entrada al edificio. Y afuera había
alguna camioneta o algo.
Aclaró que no alcanzó a ver que Sandoval
haya estado armado.
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algo de Hernán. Pero era una amenaza constante. Además
la presencia de un auto en la esquina y la presencia
de que la pararan en la calle. Dijo que cuando volvía
de la facultad daba una vuelta por las dudas antes de
entrar. Esa situación amenazante la vivieron mucho
tiempo.
A preguntas de la defensa, la testigo
relató que las dos chicas que se presentaron en la
farmacia le habían dicho que el lugar donde habían
estado con Hernán era un lugar donde había sol, donde
se podían duchar y donde escuchaban pajaritos. Dijo
que Hernán siempre daba la referencia de la farmacia
Firpo, en Salguero y Cerviño, "Vayan a avisarle a mi
familia". Por eso ellos tomaron la farmacia como un
lugar de encuentro, de saber algo. Estaban ahí como
atrincheradas prácticamente, con la mamá, las
hermanas, por si en algún momento tenían una noticia o
alguien se acercaba para decirles algo en la farmacia.
Pero no habían dado referencia de nada, y ellas
tampoco preguntaron mucho más.
Recordaba que le habían dicho que el
lugar donde estaba Hernán era en la provincia, pero no
sabían. Tampoco recordaba que le hayan dicho
directamente que habían estado en una "quinta". Sí
recordaba que le habían dicho que era un lugar donde
había sol, había pajaritos. Una sensación de que
tenían como movilidad para estar al sol, descansar.
Era una fantasía de que habían estado en un lugar de
vacaciones.
Manifestó que un sábado al mediodía fue
ella quien atendió el teléfono de la farmacia cuando
llamó Hernán. Explicó que cerraban al mediodía, que el
llamado habría sido a la una. No escuchó ruido
ambiente del lugar desde donde Hernán llamó, este solo
le dijo "Yo estoy bien. Estoy al aire libre", le
comentó eso del sol, que toma el sol, una sensación de
que no estaba encerrado. Dijo que hablaba
tranquilamente, como si estuviera en una situación
bien, porque ellas no tenían esa fantasía o sensación
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registros a veces se amplían, aparecen otras
referencias, otros datos, porque además se habían
documentado en función de saber quién era, cómo se
movía. Dijo que la memoria era bastante dinámica.
En cuanto a si la descripción fisonómica
de Sandoval coincidía entre los miembros de su
familia, la testigo expresó que a su hermana Claudia
le había dicho que Sandoval era robusto, pero su
hermana le decía "pero tenía una campera, un camperón,
de esos camperones inflados". Aclaró que ella lo vio
más. La testigo lo vio como que tenía puesto algo
encima más tipo militar. Su hermana le decía que en
general estaban todos de civil, que se movían de
civil, disfrazados.
Declaró que las otras personas que
fueron a su domicilio eran un joven que estaba de
jean, más joven que ellos por lo menos, de unos 21 o
22 años. Y había otro muchacho, el más alto, de más o
menos también “veintitantos”. El otro era mayor,
porque lo vio más canoso, era un hombre más grande, lo
daba como mucho más mayor que ellos, no era un joven.
Otros más no había.
Luego de que el Sr. Presidente le leyera
a la testigo un pasaje de su declaración prestada el
23 de abril de 1984, vinculado al lugar donde estaba
Hernán según le dijeron las dos chicas que fueron a la
farmacia, Dittmar manifestó que recordaba que le
habían dicho que Hernán estaba al aire libre, con sol,
en un lugar en contacto con la naturaleza, donde había
pajaritos. Dijo que podía ser que ellas hayan dicho
"quinta", y que ella haya dicho "Olivos". Supuso que
tampoco tendrían mucha noción de dónde estuvieron.
Aclaró que primero fueron Carlos Loza y Rodolfo, y
después fueron ellas, en febrero de 1977, en esa
época. Volvió a mencionar que estaban muy
atemorizadas, porque no tenían mucha noción tampoco de
qué les había pasado, eran muy jovencitas, creía que
eran más chicas que ella.
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gestión ni trámite en función del tema de seguridad.
Inclusive Bettyiba a la plaza, iba a otras
instituciones, se presentaba en solicitadas. Decía que
"Con las madres no se van a meter". Y a ellas las
cuidó. Estaban como cuidadas y silenciadas.
A preguntas de la defensa, refirió que
le habían dicho que Sandoval escribía en un blog, que
estaba relacionado con temas de seguridad o de
economía, que asesoraba, que trabajaba con empresas,
entonces fue a ver si aparecía algo en las redes.
Recordó que se metió en esa época en Facebook para ver
si estaba el nombre de él, y vio un Sandoval con otras
mujeres, en otra relación. Pero eran fotos totalmente
diferentes.
No recordaba que personal policial se
haya presentado en su domicilio o en el de la calle
Superí luego del procedimiento, a fin de realizar
tareas investigativas. Le sonaba el apellido Busquet,
pero no recordaba a qué lo vinculaba, tal vez lo leyó
en alguna oportunidad.
A preguntas de la Dra. Palliotti,
Dittmar aclaró que querían tener presente a Sandoval
en el juicio. Que por "nosotros" se refería a la
familia Abriata. Fue una lucha de muchos años, ya 46
años. Los últimos 10 años de todo este proceso largo
de procedimientos judiciales, toda esta situación de
la extradición, había sido una constante. Constante en
el sentido de presentaciones, de cartas, embajadas,
cancillerías, allá, acá, tribunales, seguimientos, y
fue una constante. Y esta posibilidad de que sea
extraditado para ellos era un logro, un logro de la
justicia argentina y también de familiares,
organismos, cantidades de compañeros que estuvieron
luchando para que esto sea así. La mamá sobre todo
tenía esa esperanza de que sea juzgado en la
Argentina. La idea de verlo en un juzgado acá en la
Argentina. Porque en un momento había que viajar.
Ellos querían que sea juzgado acá en la Argentina, y
la mamá sobre todo. Inclusive para Betty verlo bajar
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y la persona que manejaba todo el operativo estaban
frente a ella, que se encontraba sentada en la punta
del sillón. Enfrente de ella, en dos escalones más
alto, su padre esposado y una persona que hablaba con
él, que se identificó, era el responsable decía, que
eso era un operativo de la Policía Federal. Él se
identificó como subinspector Mario Sandoval. Aclaró
que pudo recordar el dato del nombre porque a partir
de ese momento y hasta que falleció su padre, el
nombre Mario Sandoval, "subinspector Mario Sandoval",
fue algo que siempre estuvo presente. Manifestó que no
fue que después de cinco años apareció el nombre. Esa
noche todos los que estaban alrededor sentados lo
vieron presentarse con una credencial y hablando con
su padre como el encargado del operativo.
Después de eso se llevaron a su papá a
la casa de Hernán, porque lo buscaban a él. Hernán no
vivía con ellos, sino en su domicilio con su esposa.
Ellos quedaron ahí en la casa, donde revolvieron todo,
les preguntaban dónde estaban los verdes, se llevaron
armas de caza que había. Dijo que demoraron una o dos
horas, no recordaba, hasta que volvieron con su padre.
Cuando estaban en la puerta esperando para entrar de
vuelta, en un momento uno dijo "Aquí Halcón, operativo
calle Superí. Negativo". Así es que salieron a la casa
de su hermano en la calle Elcano, con su padre. Cuando
volvieron con su padre, habrían estado una hora más
adentro de casa, le sacaron los micrófonos a los
teléfonos, les dijeron que no se movieran de la casa,
que no salieran por un par de horas más, que eso se
iba a aclarar, para el mediodía ya iban a tener
noticias de dónde estaba su hermano, de qué había
pasado. Ese mismo día su padre y Mónica, su cuñada,
fueron a hacer la denuncia en la comisaría, pero no se
la recibieron. A partir de ahí empezó todo el periplo
de su padre, principalmente su padre y su madre porque
tenían muchas relaciones amistosas con militares,
marinos y policías. Fueron a ver a cada uno. Su mamá
cursó la primaria con Roberto Rualdes, entonces fue
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No les dijeron dónde debían realizar
consultas, solamente les indicaron que para el
mediodía iban a tener noticias.
Manifestó que la persona que se presentó
como Sandoval estaba delante de su padre, que era una
persona de estatura media, medio robusto, con cabello
con gomina, como se usaba en esa época, entonces los
pelos no eran naturales como ahora. Refirió que luego
del hecho solamente vio la foto de Sandoval en
Página/12. Dijo que en esa foto estaba muy cambiado,
porque era una persona más robusta, y verlo ahí
pelado, ya más envejecido, era diferente, habían
pasado más de 40 años, cambiaba mucho una persona.
Agregó que nunca pudo ver una foto de él de joven.
También dijo que de la casa de la calle
Superí, el día del operativo se llevaron armas,
dinero. Las armas estaban declaradas, y se denunció
que se las habían llevado, porque eran armas que
tenían legalmente, sabía que había una denuncia de
todas las armas que se llevaron. No pudieron recuperar
esas cosas.
Al momento del operativo, en su casa
estaban la testigo, su padre, su madre y los tres
hermanos de Mónica Dittmar.
En cuanto a las gestiones realizadas
para averiguar el paradero de Hernán, explicó que todo
lo que sabía se lo había relatado su madre, porque
ella se fue de casa ese día y después se fue a vivir a
Brasil. No participó de todos los trámites que se
hicieron. Sí supo por el relato de su madre cada uno
de los pasos que iban dando, cada trámite, los hábeas
corpus, de ir a hablar con la iglesia, de ir a hablar
con un militar. Todo lo que se hacía en ese momento
que no había democracia todavía y lo que se podía
hacer era muy poco. Era muy difícil encontrar algo.
Dijo que su tío, Óscar Abriata, lo
recordaba como capitán de navío, supo que después fue
ascendido. Era primo hermano de su padre. Ni bien pasó
todo eso, su padre lo llamó para ver si él podía hacer
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otros nombres además de "Aquí Halcón" y "Sérpico". La
mayoría de ellos eran jóvenes.
Por otro lado, contamos con la
declaración testimonial brindada en este juicio por
Claudia Mariana Dittmar. Contó que el 30 de octubre,
alrededor de las 2 de la mañana, se escuchó una
explosión. Inmediatamente después, por un altoparlante
una voz exhortaba a los habitantes de la casa a salir
con las manos en alto. Juliana y la testigo fueron
las últimas en salir, y cuando lo estaban haciendo,
pudieron escuchar voces en la terraza. Se asomaron por
el vidrio que daba a la terraza y pudieron ver
soldados apostados en la escalera que iban hacia la
terraza. Bajaron y por las ventanas que daban al
jardín, vieron dos conos de luz barriendo el fondo.
Cuando lo hacían, se podían ver figuras de soldados
apostados a todo el perímetro de la medianera.
Volvieron a decir por el altoparlante que salieran
y así lo hicieron. Claudia estaba descalza, así que
Juliana la alzó,y al salir por el portón, donde
estaban todos los vidrios en el suelo, las apuntaron
con una pistola en la cabeza. Juliana la soltó y las
llevaron hasta la puerta, hasta la pared del vecino, y
les dijeron que se apoyen de manos y piernas abiertas.
Mientras estaban en esa situación, sus
hermanos estaban junto a ellas, Betty Abriata -la mamá
de Hernán- también, y Tito estaba flanqueado por dos
hombres. A ellas las apuntaban con armas largas, uno
que era bastante joven, tendría 20 años, rubio, y otro
un poco mayor. El resto entró a la casa y entonces
pudo ver que la calle Superí estaba cortada por varios
patrulleros y desviaban el tránsito por la calle
Mendoza. Del otro lado del puente también había otros
varios patrulleros cortando la calle Olazábal. Sobre
la vereda de enfrente había dos camionetas grandes
blancas con toldilla beige y una sigla en la puerta
que decía "ESMA". Una de las camionetas tenía la
ventanilla baja y se escuchaba por la radio que
estaban haciendo un procedimiento en la avenida Maipú.
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qué se dedicaban. Luego volvieron, y Sandoval, que
dijo que estaba a cargo del operativo, dijo que no se
preocuparan, que Hernán iba a volver muy pronto porque
era una cuestión de rutina y que ya al día siguiente
iban a tener noticias. Posteriormente se fueron.
A los pocos días del secuestro, a través
de Tito, recibieron amenazas de su primo para que
Liliana y la testigo se fueran del país. Así lo
hicieron con Juliana, la enviaron a Brasil, y ellase
fue de su casa. Estuvo fuera de su casa desde los
primeros días de noviembre de 1976 hasta julio de
1977.
Contó que cuando se reunieron con Sophie
Tonon para hacer los trámites de extradición, les
mostró todos los archivos que había recopilado, y en
uno de ellos había como un contrato donde decía que
Sandoval le alquilaba a Juan Carlos Linares un
departamento,y el contrato estaba hecho por una
persona que se llamaba Marcelo Gottifredi. Al escuchar
ese apellido, Mónica y la testigo se sorprendieron
mucho, porque esa persona fue la que compró su casa.
En el momento que la vendieron, después de un año de
estar a la venta y no aparecer ningún comprador,
apareció esta persona. Mónica ya había sufrido varios
ataques de robo y el último fue con un hacha. Entonces
se vieron apresuradas a vender la casa como sea. Así
que este hombre apareció, compró la casa, y días
posteriores, cuando estaban haciendo la mudanza, este
hombre le dijo a Mónica si se iba a encontrar con
algún guerrillero enterrado en el jardín. Les llamó
mucho la atención, porque parecía estar relacionado.
Después, entre los documentos que tenía Sophie Tonon,
había fotos, de los cuales ahí pudo reconocer a Juan
Carlos Linares como el otro policía que flanqueaba al
papá de Hernán, y a Sandoval, que también estaba la
foto que les mostró Sophie Tonon y en donde lo pudo
reconocer. A todo esto, en el 2008 ya había visto la
noticia que había hecho Nora Veiras, donde hablaba
sobre "Churrasco" -Mario Alfredo Sandoval-, en el cual
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vestido de azul o de ropa oscura, probablemente
tuvieran chalecos también antibalas, pero de color
oscuro, porque parecían bien rellenitos, de pelo lacio
y peinado al costado, con raya al costado; Sandoval
tenía ropa oscura, probablemente también llevara
chaleco antibalas, pelo castaño, ojos almendrados,
nariz larga recta, y también peinado al costado. Había
también un señor que era un poco mayor, semi pelado,
con el pelo que tenía peinado hacia atrás. Y después
ese que se quedó con ellos, que tenía el pelo largo,
ondeado, y también peinado hacia atrás, de ojos
saltones, nariz grande y cara ovalada. Agregó que el
que tenía la boina roja era alto y de contextura
fuerte, lo mismo que el de pelo largo ondeado. Los que
flanqueaban a Tito eran más bajos, y Astiz parecía un
adolescente en esa época, era delgado y parecía muy
joven.
Mencionó que las personas que
flanqueaban a Tito eran Linares y Sandoval.
También dijo que tuvieron una reunión
con su hermana y Sophie Tonon en Argentina en el año
2012 para ponerlas en conocimiento para hacer los
trámites de extradición. Ella les mostró todo lo que
había recopilado sobre Sandoval y les mostró, entre
todas las cosas que había recopilado, el contrato de
alquiler que él había tenido con Linares, firmado por
Gottifredi. Les mostró varias fotos, no solamente de
Linares y de Sandoval, también les mostró fotos de
muchos de los genocidas que ahora estaban presos.
Aclaró que ella tuvo una sola reunión con Tonon.
Explicó que los hábeas corpus y todo ese
tipo de cosas las hicieron sobre todo los padres de
Hernán con Mónica, que era su esposa. La testigo era
muy chica, tenía 17 años, y por la amenaza que habían
recibido se fue de su casa, así que no participó de
ese tipo de cuestiones. Su hermana le contó que en la
denuncia del secuestro del Hernán habían aportado el
dato de Sandoval, porque fue el dato más claro que
tenían. Era una credencial con su foto, con su nombre,
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Dijo que ella iba bajando la escalera y en ese momento
quien se presentó como Sandoval dijo que pertenecía a
la Policía Federal y dijo el cargo, no recordaba si
era inspector o subinspector, o algo por el estilo.
Agregó que las fotos que le mostró Tonon en el año
2012 eran fotos de esa época, tipo carnet o de
credencial. También dijo que vio la foto de Página/12,
donde estaba Sandoval detrás de un escritorio con las
manos apoyadas, como dando cátedra; por supuesto, más
viejo.
Declaró también que a Sandoval no lo
llamaban por ningún apodo el día del operativo,que él
siempre se autotituló Sandoval. Los demás sí se
llamaban entre ellos con apodos, pero él no. Él se
presentó con nombre y apellido. A Linares lo apodaban
“Gordo”. Agregó que Sandoval se presentó ante Tito
como quien dirigía el operativo.
Tras la lectura de un pasaje de su
declaración prestada en el marco de la causa nro.
19.300, la testigo dijo que tenía entendido que esa
declaración era una transcripción. Explicó que allí
había dos descripciones, que no era la misma persona
de la que se estaba hablando. Una era la que tenía
pelo castaño y peinado con raya al costado, y otra era
medio pelado y estaba peinado para atrás. Eran dos
personas distintas. Refirió que Sandoval no necesitaba
alias porque él siempre se presentó con su apellido.
"Halcón" era otra persona. Dijo que a la persona que
se identificaba como “Halcón” no la volvió a ver.
Luego de la lectura de otro pasaje de
esa declaración, la testigo dijo que a ella le pareció
que la persona mayor era la que estaba a cargo, y
creyó que era “Halcón”. Pero el que legalizó con su
apellido fue Sandoval. Eran dos personas diferentes,
una era Halcón, otra era Sandoval, el que legalizó.
Finalmente, a partir de otra lectura de
un nuevo pasaje de esa declaración solicitado por la
defensa para marcar una contradicción, la testigo
manifestó que estaba muy en duda en cuanto a la
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recordaba vestido también de civil, sin bigotes, al
cual no lo vio nunca más que en esa circunstancia, y
que mucho tiempo después, cuando se hizo público lo de
Sandoval, lo reconoció como esa cuarta persona que
ingresó al departamento, a su casa.
Explicó que el 11 de febrero del año
1979, comenzó a desarrollar tareas como mano de obra
esclava en el sótano de la ESMA. Era fotocromista, ese
era su oficio, y lo que se le pidió ese día fue hacer
los fotocromos para falsificar un pasaporte uruguayo.
Le dieron una hoja del pasaporte uruguayo y se le
pidió que haga los fotocromos en el sótano. Quien se
lo pidió fue Héctor Febres, al cual le decían "Selva",
y que era el responsable, por llamarlo de alguna
manera, de su caso, dentro de lo que era su secuestro.
Refirió en ese sentido que cada secuestrado en la ESMA
tenía un responsable, un responsable que era un
oficial de Inteligencia. En su caso era Héctor Febres,
al que le decían "Gordo Daniel" o "Selva", y él fue el
que le encomendó esa tarea.
Continuó diciendo que a partir de ahí
comenzó a trabajar como una mano de obra esclava en el
sótano de la ESMA, en el laboratorio fotomecánico,
haciendo documentos, documentos falsos para los
integrantes del Grupo de Tareas. En ese contexto, en
algún momento, sin lograr recordar si dos días o tres
días después, hablando específicamente de su secuestro
con Febres, el testigo le preguntó por esa cuarta
persona, qué pasó. A los otros tres, a Febres, a Fafá
y a Astiz los vio bastante, reiteradamente, en ese
tiempo en el sótano. Y Febres le dijo que ese era un
policía al cual tuvieron que dar de baja por los malos
tratos que les daba a los prisioneros. Se lo decía a
él la persona que le había picaneado durante casi 12
horas el primer día que llegó a la ESMA.
A preguntas de la Fiscalía, refirió que
el recuerdo que tenía de esa cuarta persona era que
había cumplido un rol absolutamente operativo. La casa
la dieron vuelta, revisaron todos los placares,
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los suben a un auto, les vendan los ojos y los llevan
a la Superintendencia de Seguridad, donde los torturan
y están 12 días. El testigo salió vivo de ese lugar
porque en ese momento el primo de su papá era el
quinto de la jerarquía de la Policía Federal, un
comisario mayor. Lo citó apenas nos agarraron y los
llevaron a la Comisaría 20. Lo primero que dijo fue
"Yo soy sobrino del comisario mayor Cavani", que en
realidad era primo de su papá. Ahí le pegaron
muchísimo, le dijeron "Hay muchos comisarios". Después
lo llevaron a la Superintendencia y supo por las
gestiones que después hizo su tío y que le contó, que
entre otras cosas estuvo reunido, junto con su padre,
con el que en ese momento era el jefe de la
Superintendencia de Seguridad Federal, que le dijo que
el testigo no estaba ahí pero que él iba a hacer todo
lo posible para que saliera en libertad, casi como
contradictoriamente, y así fue. Por otra parte,
refirió que a Carlos Enrique Fidale lo mataron a la
semana aproximadamente de estar secuestrados ahí.
A preguntas de la defensa, refirió que
estuvo en la ESMA desde el 21 de noviembre de 1978
hasta el 15 de febrero de 1980. Explicó que el 1° de
febrero de 1980, el que en ese momento era el jefe del
Grupo de Tareas, Abdala, el capitán de fragata de
Imperio, le dijo que se vaya a su casa. El testigo se
fue a la casa de su padre y le dio dos números de
teléfono para que llame a la ESMA durante una semana
seguida. Llamó tres días, y no llamó más, y a la
semana lo van a buscar de nuevo. Vuelve a la ESMA,
conoce al nuevo jefe del Grupo de Tareas, se llamaba
Lanzón y era un capitán de fragata. Eso fue un 15 de
febrero. Ese día, teóricamente, quedó definitivamente
en libertad. Mientras tanto, de ahí hasta 1983, tuvo
una libertad vigilada cada tanto. Se cruzó con algún
represor en algún lugar, o tal vez salía de su trabajo
y abajo en la puerta se encontraba con Donda o con
alguno de los represores.
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tenía, y circulaban como una doble identidad de
alguien que existía.La única cosa que fallaba en todo
eso era que cuando los represores le hacían una multa
por pasar algún semáforo en rojo o por violar alguna
norma de tránsito, le llegaba al verdadero titular de
esa identidad. Dijo que se usaban porque además
existía el Centro Piloto París, que era un área dentro
de la Embajada Argentina en Francia, que lo que hacía
fundamentalmente era elaborar informes de inteligencia
sobre las denuncias que había por violaciones a los
derechos humanos en el exterior y además la
persecución de los exiliados. Para ese tipo de viajes,
para la gente que viajaba, se hacían los pasaportes y
los pasaportes diplomáticos. Por supuesto, con nombres
falsos.
Refirió que el golpe que recibió al
momento de su secuestro lo dejó mal. En un momento,
cuando cayó, perdió la conciencia, y después
restableció la conciencia, una conciencia medio
perdida pero con situaciones claras. Tenía imágenes
muy claras de su secuestro pese al golpe. Tenía la
imagen clara de, por ejemplo Astiz abriendo la
heladera de su casa, viniendo con una botella de
champagne y diciendo "Mirá, estos tipos tenían
champagne" y tomando un sorbo del pico. El testigo
estaba tirado en el piso y decían "Brindo porque este
hijo de puta no me mató". Esas cosas recordaba.
Agregó que quienes fueron a su casa se
mencionaban con el seudónimo. Que al que le decían
“Gordo Tomás”, con posterioridad cuando hacía los
documentos, pudo asociarlo con su nombre real. Y
además también lo asoció gracias a un compañero,
Víctor Basterra, quien, llegó a sacar las fotos de los
represores de adentro de la ESMA, y gracias a él,
muchos de los sobrevivientes que compartieron incluso
cautiverio con él, pudieron asociar nombres con caras.
Señaló que las personas que ingresaron a su domicilio
se presentaron como Policía Federal, pero no le
exhibieron ninguna credencial.
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hoy. Dijo que ahora estaba hablando un montón de años
después de haber quedado en libertad, y que sería muy
audaz si ratificara lo que dijo, pero lo más lógico y
lo más certero es que lo que recordaba cinco años
después de haber estado secuestrado era mucho más
justo que lo que podía recordar hoy. Sobre todo, en un
tema tan finito.
Posteriormente, el Sr. Presidente dio
lectura a un pasaje de la declaración que el testigo
prestó en el debate de la causa “ESMA Unificada”, y el
testigo manifestó que no podía explicar porqué en
aquella oportunidad había referido que esa cuarta
persona que ingresó a su domicilio tenía bigotes y en
esta declaración no había hecho esa referencia. Asumió
que en aquella declaración se había equivocado y que
lo que hoy tenía en su cabeza, era un tipo sin
bigotes. En este momento lo planteó así porque
evidentemente lo vio así. Dijo que podría incluso, si
había una foto de la época, reconocerlo.
A preguntas de una de las querellas, el
testigo explicó que la documentación que falsificaban
adentro del Grupo de Tareas era fundamentalmente para
enmascarar operativos de secuestro. Que en su caso en
particular, quienes fueron a secuestrarlo a él, a su
esposa y a su hijo a casa, no les exhibieron
credenciales. Creyó importante destacar que a su hijo,
que tenía 3 meses y medio en ese momento, se lo
entregaron a un mayor del Ejército que vivía frente a
su domicilio. Él vivía en el piso 11, departamento
"A", y el Mayor del Ejército vivía en el piso 11,
departamento "C", se llamaba César Smirnoff. De ahí se
abrió una causa judicial por el tema del secuestro de
su hijo y el mayor tuvo que ir a declarar. Refirió que
en esa causa, donde este mayor del Ejército declaró,
dijo que quien se presentó, era el teniente de fragata
Astiz, y que, por la descripción y aparte porque era
el jefe del grupo operativo que lo secuestró, se
presentó como oficial de la Policía. Para eso exhibió
seguramente, frente a este mayor del Ejército,
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años 1973 o 1974, pero no recordaba bien. Dijo que
Sandoval era más grande que ella, que se enamoró, que
quedó embarazada de él y no lo vio más. No convivían
en la misma casa. Dijo que creía que Sandoval
trabajaba en la Policía, pero no hablaban mucho, no
era una pareja muy formal, iba y venía, era una
persona excelente y nunca vio nada malo de él, no era
agresivo. Refirió que nunca lo acompañó a actividades
laborales porque ella también trabajaba. No recordaba
en qué área de la Policía trabajaba Sandoval porque
habían pasado ya muchos años.
A preguntas de la defensa, la testigo
manifestó que al momento de conocer a Sandoval, ella
trabajaba en un consultorio dentista. Dijo que su hija
nació en el año 1979. Y que durante la relación con
Sandoval se veían cada tanto.
A partir de la lectura que el Sr.
Presidente efectuó de un pasaje de una declaración
brindada por la testigo en la causa nro. 7988, quien
previamente aclaró que sufrió un ACV y que había cosas
que se acordaba y otras que no, pero iba a hacer todo
lo posible, porque estaba tranquila; Cordero dijo que
nunca se prestó a acompañarlo al trabajo, que no sabía
lo que hacía o no hacía Sandoval. Refirió que hoy
estaba diciendo la verdad, que nunca lo había visto
manejar un auto a Sandoval, que no sabía manejar.
A preguntas de la Fiscalía nuevamente,
la testigo dijo que alguna vez tuvo un pleito judicial
con Sandoval por su hija, porque Sandoval se la quería
llevar a estudiar a otro país, y un juez autorizaba la
salida del país de su hija. No recordaba haber
declarado ante el juez que autorizaba las salidas del
país de su hija. Agregó que Sandoval había sido una
excelente persona, y en parte la hizo recapacitar en
muchas cosas que ella no sabía, y no sabía cómo
explicar. Refirió que se enamoró mucho de ese hombre.
Luego la testigo reconoció como propia
una firma insertada en la declaración que se le leyó
previamente.
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Loza. Relató que fue privado de la libertad con otros
tres compañeros, Héctor Güelfi, Rodolfo Picheni y
Oscar Repossi, el día 16 de diciembre de 1976, primero
trasladados a la comisaría 30 y luego a la ESMA, donde
sufrieron tormentos y estuvieron encapuchados, con
grilletes y con esposas, incapacitados de moverse o de
ver nada en los lugares que estuvieron primeramente,
que era en el sótano y luego en el sector conocido
como "Capucha". Luego los pasaron al altillo de la
ESMA, a "Capuchita", donde estuvieron hasta el 6 de
enero de 1977, cuando los sueltan.
A preguntas de la Fiscalía, manifestó
que cuando los pasaron al altillo, estaban ahí Hernán
Abriata, Claudio Adur y Bibiana Martini, que eran
pareja, y unos días después estuvo Jorge Mendé, que
fue asesinado el 28 de diciembre a golpes al lado
suyo. Aproximadamente alrededor del 22 o 23 de
diciembre, ellos fueron llevados a "Capuchita" y ahí
es donde vieron a Hernán, al matrimonio y a Jorge
Mendé. Hernán esa noche que los subieron les dijo "Yo
soy un preso como ustedes y ustedes van a salir en
libertad porque tienen capucha blanca". Efectivamente
ellos tenían capucha gris y cuando los subieron les
pusieron una capucha blanca que con un fibrón le
habían escrito "posible franco". Dijo que eso fue una
voz de aliento porque era lo único que tenían, la
única certeza que tenían era lo que les había dicho
Hernán, sin dimensionar si era creíble o no. Pero
igualmente, fuera o no creíble, era lo único que
tenían, la palabra de él.
Contó que Hernán Abriata fue
interrogado, lo bajaban y lo interrogaban, lo volvían
a subir. Él preguntaba a quienes lo interrogaban qué
iba a pasar con ellos. Y muy solidariamente les volvió
a confirmar que a ellos los iban a largar. Quienes
vivieron ahí estaban en esas condiciones y podían
hablar en el altillo cuando no había guardias, porque
la mayor parte de los detenidos desaparecidos estaban
en "Capucha" y en ese lugar, en ese momento, eran
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El testigo explicó que fue soltado el
día 6 de enero. Previamente, el día 1° de enero de
1977, un guardia que subió por la escalera los
encontró hablando a Rodolfo Picheni y a él, y les
pegaron, les dieron una paliza bárbara, inclusive con
una botella de vidrio en el estómago, y lostenían ahí,
los mandaban a aislamiento total. El aislamiento total
era volver a "Capucha", donde había tabiques
aglomerados. En el Altillo lo único que había era la
colchoneta donde estaban. A partir de ese momento,
dejaron de ver a los compañeros que quedaron arriba y
en la madrugada del 6 de enero los llamaron por
número, los llevaron a "Capuchita" nuevamente y ahí
pudieron saber que estaban Héctor Guelfi y Oscar
Repossi. Ni Hernán Abriata, ni el matrimonio Bibiana y
Claudio, estaban ahí. Supieron también que él fue
golpeado brutalmente, por dichos de Oscar Repossi, en
esos días, y cuando los liberaron en diferentes
lugares, después se volvieron a encontrar. Aclaró que
Hernán les dio la dirección como para ubicar a su
familia, que era en la Farmacia Firpo en Palermo, y
con todo el temor que tenían de acercarnos a ese
lugar, en el mes de febrero de 1977 se acercaron él y
Rodolfo y, le dijeron a la familia que habían estado
con Hernán y desde ese momento quedó un vínculo que
dura hasta hoy en día y que iba a durar por siempre.
Refirió que el apellido de Hernán lo
supo después, no cuando estuvo en cautiverio.
A preguntas de una de las querellas, el
testigo contó que el régimen alimenticio en
“Capuchita” consistía en un mate cocido con un pan y
al mediodía un pedazo de carne muy dura, también con
un pan. Así fue que llegaron a bajar de peso en tres
semanas, de 7 a 10 kilos. Refirió que con relación a
la forma de aseo, prácticamente no tenían. Las
necesidades las hacían en un balde que se pasaba de
detenido en detenido. No les daban agua, que era
terrible la sed y el desequilibrio que producía la
sed. Prácticamente era un lugar en donde se orinaban
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lugar muy importante donde pasaron compañeras y
compañeros, que algunos son sobrevivientes y otros no.
Explicó que creía que Hernán pudo haber
estado en esa quinta porque para esa fecha, 1976, los
que se referían a esa quinta y daban las
características son de esa época. Después hubo otros
lugares más, que también fueron identificados con
posterioridad, en Pacheco.
En similar sentido declaró Oscar Alberto
Repossi, quien manifestó que el 16 de diciembre de
1976 fue al local del Partido Comunista con Picheni,
Loza y Güelfi a hacer una limpieza y arreglar los
libros en el local. Y en un momento, a las 18:30 o 19
horas, cayó personal policial y luego personal de
civil. Los sacaron a un pasillo y les tomaron los
datos, les hicieron varias preguntas, les pegaron. A
las once de la noche los llevaron a la Comisaría 30 y,
a la madrugada, los sacaron. En un viaje de media hora
más o menos los llevaron a un lugar, que después se
dieron cuenta que era la ESMA. En ese lugar estuvieron
uno o dos días en una zona, después los trasladaron a
un piso más arriba, en ascensor, donde los golpearon
muchas veces, los torturaron con golpes, al testigo le
pegaron con un palo atrás de la rodilla, se desmayó.
Agregó que el 21 o el 22 de diciembre aproximadamente,
los trasladan a otro piso superior, como un altillo,
donde se escuchaba una caída de agua. Después se
dieron cuenta que era un tanque de agua grande que
había allí, sobre cuatro pilotes, y que por abajo del
tanque, del otro lado, cuando se levantaron la capucha
se dieron cuenta había otra gente.
Contó que cuando llegaron ahí,
escucharon una voz que decía "Compañeros, compañeros,
me llamo Hernán, me llamo Hernán Abriata. Yo estoy
detenido, secuestrado igual que ustedes. Levántense la
capucha". El testigo no se la quiso levantar en ese
momento, pero sus compañeros sí, y conversaron con
Hernán. Él estaba secuestrado ahí, y el testigo creía
que lo habían secuestrado el 31, lo habían llevado a
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arrodillado, y vio que estaba la General Paz. Es
decir, se veían las rejas de la Escuela, los techos de
teja, y ahí certificó que estaban en la Escuela.
Cuando estuvo en libertad, fue a los alrededores y vio
que era el lugar donde había estado.
Contó que en un momento les habían
cambiado la capucha, tenían una capucha oscura, y
cuando los llevaron arriba tenían una capucha clara, y
Hernán les dijo "Muchachos, ustedes se van. Su capucha
dice 'Posible franco'". Eso fue un aire de libertad
para todos. Agregó que Hernán dijo que su apellido era
Abriata, y que con quien más conversó fue con Carlos
Loza, le dio la dirección de su casa y todo.
Dijo que Hernán le contó a Carlos Loza
sobre su familia, la dirección, que estudiaba
arquitectura, que militaba en la Juventud Peronista,
que lo único que hacía en la facultad era política. El
testigo charló con Hernán pero solamente muy poquitas
cosas, y que escuchaba algo de lo que charlaba con
Carlos.
Relató que luego de ser liberados, el
testigo no tuvo contacto con la familia de Hernán,
pero Carlos Loza y Picheni sí. Fueron inmediatamente a
la casa de Hernán, donde tenían una farmacia, y
hablaron con la madre, con la hermana, con la familia,
con la mujer de Hernán. Ellos le comentaban al testigo
todo eso, pero como él tenía un trabajo que no podía
ir, estaba al margen de ese tema. Pero sabía lo que
pasaba por los comentarios que le hacían Loza y
Picheni.
En cuanto a las condiciones de detención
y las golpizas, manifestó que las condiciones eran
pésimas. No tenían ni colchoneta, estaban en el piso,
orinaban en un balde, y a veces les pegaban unos
golpes que no podían ni siquiera orinar. La comida era
una porquería, un mate cocido, un pedazo de pan duro
con un pedazo de carne al mediodía. Calculaban el
mediodía porque venía el mate cocido y después un
pedazo de carne con pan duro. Después, nuevamente mate
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Libertad. Estuvo ahí casi hasta 1981. Luego le
permitieron ir a su casa, pero no podía salir de la
misma salvo con algún tipo de autorización. En ese
tiempo estuvo hasta casi 1983, donde aparecían en su
casa, lo venían a buscar, o tenía que atender el
teléfono en distintos horarios,incluso de madrugada.
A preguntas de la Fiscalía, explicó que
la fuerza que intervino en su secuestro era la Marina,
a excepción de González, Linares y Fotea, y no
recordaba si estuvo un comisario, llamado Weber, todos
ellos de la Policía Federal. Dijo que durante su
cautiverio escuchó el sobrenombre “Churrasco”, y que
lo había visto dos o tres veces en la ESMA. Sabía bien
que le decían "Churrasco" porque a él se lo presentó
así González, y éste utilizaba el nombre de
"Federico". Especificó que lo había visto en el Salón
Dorado y también en los lugares de interrogatorio.
Relató que una vez tuvo una charla con
Churrasco, que luego se enteró que era Sandoval. Se
puso a charlar y finalmente lo que él hablaba era
haciendo un análisis político de cómo se había llegado
a eso y la situación nacional. Pero lo que más
mostraba interés, cosa que a al testigo en ese momento
lo sorprendía, era su análisis geopolítico. Sandoval
entraba mucho a lo que era la política internacional,
sobre lo cual tenía bastante conocimiento. Supo que
pertenecía a la Policía Federal porque se lo había
dicho González.
Explicó que supo que esa persona se
llamaba Sandoval por los medios gráficos, donde
dijeron que Sandoval era "Churrasquito". No recordaba
si fue un periodista o alguien cercano a Página/12 que
le preguntó si él lo conocía a "Churrasquito", y dijo
"Sí, a Churrasquito, sí", pero no sabía que
Churrasquito era Sandoval. Aclaró que la nota
periodística fue posterior a esa pregunta.
Indicó que estando detenido fue que le
presentaron a esa persona, porque quería charlar con
el testigo, y la charla se produjo otro día. Contó que
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Era tirando a flaco, no era gordo, y creía que estaba
vestido de traje. No tenía precisión, pero creía que
esta era la primera vez que relataba ese encuentro,
salvo que lo haya pasado por escrito en alguna
oportunidad, pero no recordaba haber hablado de esta
persona. A Lauletta le mencionó el episodio de la
confitería. Dijo que cuando González le presentó a
“Churrasquito” le hizo saber que era de la Federal,
creía que era de Inteligencia y de la misma camada de
González.
Le dio la impresión de que el encuentro
en la confitería tuvo lugar después de 1979, y dijo
que González no estaba allí.
A preguntas del Sr. Presidente, el
testigo dijo que estuvo secuestrado en el edificio de
la ESMA desde el 25 de junio hasta el verano de 1979.
Estuvo al principio en la sala de interrogatorio,
después en lo que se llamó “Capuchita”, y después en
un camarote. Durante su cautiverio no escuchó que
Abriata haya estado detenido, supo que figuraba como
desaparecido porque colaboró con el Equipo Argentino
de Antropología. Dijo también que González hablaba con
los detenidos, no solo en los interrogatorios sino que
iba a preguntar algo, cómo era uno, si conocía a tal o
no conocía a tal, o esto o lo otro. Tenía cercanía con
varios detenidos. El testigo lo mencionó ahí porque
fue él que le dijo "Este es 'Churrasquito'". No puedo
justificar por qué González le presentó a
“Churrasquito”, fue a hablar con el testigo y se lo
presentó, no es que fue especialmente a decirle "Este
es Churrasquito", sino que fue a preguntarle cosas a
Buzzalino y al lado estaba esta persona que la
identificó como "Churrasquito". Dijo que esta persona
no le habló, solo lo observó. El testigo generalmente
hablaba bastante de política o de política
internacional, de lo que tenía entendido o leía, o se
informaba, yle pareció que Sandoval ahí había
encontrado como para tener una charla. También supuso
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vida de este hombre. No recordaba por qué había
mencionado a “Churrasquito” en la declaración a la que
se le dio lectura.
En cuanto al aspecto físico de Sandoval,
dijo que era más bien de estatura mediana, “petisito”,
flaquito, medio de tez morocha. Ese era el recuerdo
que tenía. Estaba siempre prolijo y bien peinado y con
traje.
Tras la lectura de otro pasaje de esa
declaración, el testigo manifestó que no sabía por qué
no lo había mencionado anteriormente, en otras
declaraciones, tal vez no le habían preguntado. Señaló
que cuando habló de “morochón” se refería al color de
la piel.
Por último, contamos con la declaración
del testigo Marcelo Alfredo Gottifredi. A preguntas de
la Fiscalía, indicó que estaba casi seguro que no
conocía a Sandoval, a Abriata ni a Linares. Tampoco
recordaba haber tenido actividad profesional por una
vivienda en la calle Agüero de esta ciudad, y dijo que
era posible que le hayan consultado respecto del
paradero de alguna persona que la justicia pretendía
interrogar o citar.
Contó que en la década de 1980 compró un
inmueble en la calle Superí y Mendoza. Al respecto,
dijo que lo recordaba porque había nacido uno de sus
hijos justo en esa oportunidad, y además porque tenía
algunas cuestiones interesantes. Manifestó que la
debió haber comprado en noviembre o diciembre de 1988
y se mudó en enero de 1989. Eso lo recordó con certeza
porque es el día que nació uno de sus hijos. Esa
propiedad estaba en ese transcurso, que creo que
fue... Sí, el 88. Estaba publicada en Oppel, que era
una inmobiliaria de Belgrano. Fue dos o tres veces,
hizo una contraoferta, no la pasaron, hasta que al
final se pudo concretar la operación. Refirió que es
su casa actual. Del otro lado había una señora,
arquitecta muy distinguida, creía que de apellido
Dittmar oDirmar, no recordaba. Conoció de la otra
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lo decía en ese contexto. Aclaró que eso no supuso un
impedimento a la hora de avanzar con la escritura
definitiva. No recordaba que esa circunstancia haya
generado un diálogo en particular con la parte
vendedora. Conoció esa circunstancia a través de la
parte vendedora. Llegó por Oppel y por el diario
Clarín.
A preguntas de una de las querellas,
informó que ejercía como abogado desde 1982, y nunca
había trabajado para un estudio jurídico. Su primer
estudio jurídico estuvo en la calle Suipacha al 200.
A preguntas de otra de las querellas,
indicó que nació en Bahía Blancaen el año 1956 y vino
a estudiar a los 17 años, a la Facultad de Derecho de
la Universidad de Belgrano. No trabajó y su padre hizo
un gran esfuerzo para que él se recibiera de abogado.
Su siguiente estudio jurídico quedaba en la calle
Uruguay al 400. También dijo que desde 1989 vivió en
la casa de la calle Superí.
A preguntas del Sr. Presidente,
manifestó que cuando se enteró de esa circunstancia,
seguramente le debió haber preguntado a Dittmar por el
tema, pero aclaró que no era curioso. Un vecino le
contó que en su domicilio de la calle Superí hubo un
procedimiento policial, pero no recordaba si Dittmar
se lo había comentado previamente. Agregó que Mónica
Dittmar sí le contó que le habían robado un pequeño
auto en la puerta y por eso vendía la propiedad,
porque se había asustado.
Al inicio de su actividad profesional
dijo que hacía lo que podía. No recordaba haber tenido
personal policial como cliente.
Recordó haber declarado en un expediente
judicial caratulado como “Holmberg”, dijo estaba justo
yéndose al exterior y lo llamaron para declarar en un
juzgado federal, porque alguien le había consultado, y
creía que era posible que sea un policía. Creía que lo
habían citado para saber si conocía o había
representado a un señor cuyo apellido no recordaba.
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Luego de que se le exhibiera una nueva
foto de Linares, el testigo dijo que lo reconocía,
porque no tenía bigotes. A preguntas de la Fiscalía,
manifestó que entendía que les había consultado, que
le había consultado, los temas no los recordaba.
Aclaró que lo consultó a él, que se equivocó cuando
habló en plural, y que no tenía empleados, pero sí
trabajaba con colegas. No recordaba si Linares le
había comentado cómo o por qué había llegado a
contratar sus servicios profesionales.
A una pregunta del Sr. Presidente, el
testigo dijo no recordar que Lineras haya dejado de ir
a efectuar pagos a su estudio y que en su lugar haya
ido otra persona.
A una nueva pregunta de la Fiscalía,
explicó que los pagos los recibía exclusivamente el
testigo.
Por otra parte, contamos con distintos
testimonios incorporados por lectura al debate, que
también dan cuenta de la materialidad de los hechos
antes mencionados. A saber:
Contamos con la declaración de Beatriz
Rosa Cantarini, madre de Hernán, quien contó que el 30
de octubre de1976 estaban descansando en su casa toda
su familia, con excepción de su hijo, Hernán Abriata.
Que en dicha oportunidad, se encontraban su esposo,
Carlos Alberto Abriata, su hija Juliana Abriata y los
hermanos de su nuera que vivían con ellos, Ricardo
Dittmar y Claudia Dittmar. Que en esas circunstancias,
siendo las 02:30 de la mañana, escucharon un estruendo
terrible e inmediatamente desde la calle, mediante
megáfonos les gritaban que tenían que salir de la
vivienda en 30 segundos, pues, de no hacerlo, los iban
a ametrallar. Dijo que llevaban puestos “blue jeans” y
boinas. Salieron corriendo y los restantes miembros de
la familia hicieron lo mismo. Agregó que ella salió en
camisón. Los vidrios de la casa estallaron y relató
que los pusieron contra una pared con grandes armas,
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denuncia. No obstante ello, su marido, por la tarde,
comenzó a hacer averiguaciones entre familiares y
conocidos que eran militares. Mencionó que también
había otra persona de nombre Roberto Rualdes, que era
del barrio y había sido compañero de estudios de ella,
quien al preguntársele por Hernán, le contestó "ah,
ese era tu sobrino?".
Respecto de las gestiones y
averiguaciones que hicieron para dar con el paradero
de su hijo, señaló que un primo hermano de su marido
era el Capitán Oscar Abriata y otro militar o que
trabajaba en una Superintendencia, de nombre Pajarito,
quien al parecer tenía bastante influencia, pues llamó
al Ministerio del Interior para que la comisaría 37a
le dijese quién había hecho el allanamiento en la
calle Superí, a lo que le contestaron que había sido
la ESMA y que podía concurrir nuevamente a la
comisaría, pues le iban a tomar la denuncia, cosa que
efectivamente hizo y al poco tiempo los citaron del
Palacio de Justicia al solo efecto de decirles que
estaba formulada la denuncia. Añadió que, en el
interín, a su marido le dio un infarto y a ella la
operaron de cáncer, que eso también se lo debían a
este caso.
Manifestó haber presentado cinco Habeas
Corpus, el último lo hizo el Dr. Sardi en el año 1983.
Con relación al primo hermano de su esposo de apellido
Abriata, refirió que en aquel entonces era el
comandante de la Armada en Río Gallegos, que era
Contra Almirante, que a la semana o dos, es decir, a
mediados de noviembre de 1976, los fue a ver y les
contó que había estado en la habitación de al lado de
la de Hernán, les dijo que no tenía nada, que estaba
limpio, pero que no lo esperásemos ni ese día, ni al
día siguiente.
Continuó diciendo que ellos tenían una
farmacia, la farmacia"Firpo" en Salguero y Cerviño y
que otras personas que estuvieron detenidas junto a su
hijo y que fueron liberados los fueron a ver allí y le
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ellos preguntaron cómo estaba vestido su hijo, y
conforme la descripción que les hicieron, pese al
tiempo transcurrido, tenía puesta la misma ropa con la
que se lo habían llevado.
En otra oportunidad llegó su nuera en su
auto "Ami 8" colorado a la farmacia y la interceptó
una persona, quien le preguntó si ella era Mónica,
ella respondió que sí, y entonces le dijo que le traía
una carta de Hernán y le pidió algún sedante y
accesorios de la farmacia, por ejemplo jabón, pues en
la carta él dijo que no había dormido los primeros
quince días. Esta persona le pidió que no comentara
nada porque corría riesgo su vida. Esa misma persona
volvió ese mismo día y la llevó hasta su auto donde
estaba su mujer y sus dos hijitas, para que las viera
y le dijo “mire que si usted habla lo que le puede
pasar a mi esposa”. En ese mismo momento Mónica
aprovechó para escribirle una carta a Hernán, este
hombre la leyó para ver que no dijera nada que lo
comprometiera y se la llevó. Agregó que la letra de la
carta efectivamente era la de su hijo y que estaba mal
fechada, entre 6, 8 o 10 días antes de su detención.
Refirió que Hernán estudiaba en la
Facultad de Arquitectura, mientras que Mónica era
Arquitecta y docente de Facultad. Supo que de esa
facultad faltaron muchos chicos pero no recordó sus
nombres. Manifestó que su si hijo militaba en alguna
agrupación política, ella no lo sabía.
Continuó diciendo que, con relación a
las personas que fueron a la farmacia y dijeron haber
visto a Hernán en la ESMA, se trató de un matrimonio,
que había estado en una quinta y allí vieron a su
hijo; dos chicas -que habían sido detenidas después
que su hijo y estuvieron poquitos días-, Carlos Loza,
Oscar, Héctor y Rodolfo, quien había muerto hacía
poco, siendo que Oscar también se encontraba
fallecido. Se enteró por las personas que la fueron a
ver ala farmacia, que a su hijo lo identificaban con
el número "002".
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primero que salía debía avisar a la familia del otro.
Así fue que, una vez liberada, se acercó al comercio
mencionado y habló con la madre de Hernán. Lo
describió como un joven “bajito, regordete, pelirrojo
o rubio, con bigotitos”.
Asimismo, Graciela Palacio de Lois cuya
declaración también fue incorporada a esta causa,
refirió que Hernán Abriata era amigo y compañero suyo
y de su marido Ricardo Lois, de la Facultad de
Arquitectura. Supo que fue secuestrado en su casa y
que estuvo en la ESMA.
En similar sentido, la testigo Frida
Szwargerg de Espulgas indicó que su suegra le mencionó
a Hernán Abriata como uno de los chicos que conocía a
su compañero desaparecido Enrique Esplugas del grupo
de Scouts de San Martín, y supo que él había estado en
la ESMA.
Por otro lado, el Tribunal cuenta con
prueba documental que también sustenta la materialidad
del hecho. En primero lugar, contamos con el legajo
CONADEP de la víctima, nro.1.163, donde obra la
denuncia y testimonio de su madre, Beatriz Cantarini
de Abriata, cuyo relato es conteste.
El Legajo nro. 48 de la Cámara Federal:
- Declaración de Carlos Alberto Abriata,
obrante a fs. 1/2 y 6/7 de la Causa 19.300 del Juzgado
de Instrucción n° 18 por la privación ilegal de la
libertad de Hernán Abriata.
- La carta manuscrita por Hernán
Abriata, agregada a fs. 36/39 de la Causa n° 19.300
del Juzgado de Instrucción n° 18, Secretaria 156,
entregada por un hombre -anónimo- a Mónica Dittmar.
Los siguientes habeas corpus:
-Expediente 40.664/79, caratulado
"Abriata, Hernán s/rec. habeas corpus" del registro
del Juzgado Federal n°3;
-Expediente 511/83, caratulado "Abriata,
Hernán s/habeas corpus" del registro del Juzgado
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V.- AUTORIA Y CRITERIOS DE ASIGNACIÓN DE
ROLES DIFERENCIADOS (AUTORES Y PARTICIPES)-
RESPONSABILIDAD.
1.- Consideraciones generales.
El abordaje de este capítulo, tendrá por
fin desentrañar la idea central que hace a una de las
grandes preguntas que la dogmática jurídicopenal
formulada a nivel de la categoría dogmática de la
tipicidad, la “autoría”.
Esta pregunta, al igual que en todas las
sentencias anteriores dictadas en este Tribunal –con
distintas integraciones-, incluso muchas por
juzgamiento de delitos que no revestían el carácter de
lesa humanidad, genera hoy –tanto como lo hizo ayer-
inquietudes conceptuales que son legítimas no sólo
para desentrañar el paradigma de la asignación del rol
puntual del imputado a juzgar en este juicio, sino
que, producto del análisis que ello conllevará al
valernos de la jurisprudencia en la materia emanada de
este Tribunal habremos de abordar una vez más el
paradigma que significa la definición y asignación del
rol.
Dicho ello, cabría decir que a la hora
de examinar la responsabilidad del imputado, por el
puntual hecho que se le atribuye, y que fuera cometido
en la Escuela Mecánica de la Armada, el Tribunal
entiende necesario, por un lado, memorar,
sintéticamente, las características distintivas de la
metodología empleada por la dictadura, para combatir,
en general, la “subversión”.
En efecto, si bien en el capítulo
relativo al “Exordio”, se encuentra contenida la
citada información, lo cierto es que una breve
referencia a ella en este apartado, teniendo en cuenta
la extensión de la sentencia, facilitará, a nuestro
juicio, aún más, la comprensión del esquema combinado
de imputación con el que se asignará responsabilidad
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genéricamente como pertenecientes a alguna de
dichas fuerzas, normalmente adaptaban
precauciones para no ser identificados,
apareciendo en algunos casos disfrazados con
burdas indumentarias o pelucas”.
g) Intervenía un número considerable de personas
fuertemente armadas.
h) Las “operaciones ilegales contaban
frecuentemente con un aviso previo a la
autoridad de la zona donde se producían,
advirtiéndose incluso, en algunos casos, el
apoyo de tales autoridades al accionar de esos
grupos armados”.
i) Los secuestros “ocurrían durante la noche, en
los domicilios de las víctimas y siendo
acompañado en muchos casos por el saqueo de los
bienes de la vivienda”.
j) Las víctimas “eran introducidas en vehículos
impidiéndosele ver o comunicarse, y adoptándose
medidas para ocultarlas a la vista del
público”.
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finales para la atribución del rol de autor o
partícipe según sea el caso.
Aclarado esto, no podemos desconocer los
criterios sostenidos en las sentencias anteriores y en
los que se tuvo en consideración el tratamiento de
esta problemática, en las que se analizaron –para
apreciar la dimensión del punto- los argumentos para
hacer posible el reproche por los hechos delictivos
acontecidos en la ESMA en la última dictadura militar.
El hilo conductor de lo que definimos
como problemática tuvo que ver, allá por el mes de
diciembre de 2011 una vez concluido el primer juicio
(causa 1270 y acumuladas), con reconocer que la
categoría dogmática de la autoría y participación se
encuentra unida de manera inseparable a la categoría
de la imputación; lo cual colocaba todo el asunto en
uno de los dilemas aún no resueltos del todo por la
dogmática ocupada del tema.
Oportunamente (28/12/2011) se dijo que:
[…L]os capítulos de los tratados y manuales que tratan
el tema de la parte general del derecho penal, siempre
expusieron –desde su misma argumentación y conforme
los criterios individuales de la doctrina- problemas
de índole dogmático; tanto que esto nos permite
reflexionar conjuntamente con algunos sectores de la
doctrina en que: el problema de la autoría y la
participación es uno de los problemas más complejos
que tiene el derecho penal y casi sin esperanza de
solución, sin esperanza de que en el futuro se
resuelva….No obstante esa breve reflexión, debe
recogerse en su magnitud que –en perspectiva
histórica- hubo literatura jurídica que, ocupada del
tema, mostró cierta desazón y se mantuvo preocupada
sobre el tratamiento sistemático y del fondo dogmático
del asunto (entre muchos otros, Edgardo Alberto Donna,
“Revista de Derecho Penal”, Autoría y Participación I;
Kart Heinz Gössel, “Coautoría sucesiva y teorías de la
autoría”, Ed. Rubinzal – Culzoni, Santa Fé, 2005- 1,
p. 57; Eugenio Raúl Zaffaroni, Manual de derecho
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objetiva. Efecto visual que también permitirá –en el
ámbito de las formulaciones efectuadas hasta aquí y de
las que sigan- que la tesis del dominio del hecho
tiene mucho por dar a la expectativa dogmática…].
Y justamente, de una breve ojeada de la
jurisprudencia, se pudo afrontar así -como cuestión
principal- que la teoría de la imputación objetiva y
la tesis de la autoría son comunicables y se influían
entre sí[…A]sí se sostuvo en la provincia de Tucumán,
(“Jefatura de Policía de Tucumán s/ secuestros y
desapariciones”, Expte. J - 29/09.-): “…8.3 IMPUTACION
OBJETIVA: Si bien es cierto que la conexión causal de
las conductas imputadas a los procesados en estos
autos se ha efectuado acabadamente a la luz de la
llamada ‘teoría del dominio’ del hecho mediante la
utilización de aparatos organizados de poder" es dable
observar que la herramienta dogmática utilizada no
obsta a la implementación -sino que se complementa en
forma armónica- de otra construcción de naturaleza
imputativa: la teoría de la imputación objetiva del
hecho. Es conocido en la doctrina jurídico penal que
esta teoría se presenta fundamentada en dos requisitos
esenciales, a saber: a) la creación de un peligro no
permitido para el bien jurídico y b) la realización o
concreción en el resultado de ese peligro
jurídicamente desaprobado. Es decir que autor (o
coautor) del hecho será quien despliegue una conducta
(o varias) que provoquen un peligro no permitido para
el bien objeto de tutela penal y ese peligro luego se
transforme en el resultado típico…La actividad de
estos individuos se dirigió sistemáticamente a
organizar una estructura que puso en peligro la vida y
la libertad de los individuos y que se transformaron
posteriormente en resultados típicos de muerte,
lesiones, torturas, violaciones de domicilio y
privación de libertad, entre otros…(Tribunal Oral en
lo Criminal Federal de Tucumán, integrado por los
doctores Gabriel Eduardo Casas, Carlos Enrique Ignacio
Jiménez Montilla y Josefina Curi y, en carácter de
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criminalidad no pueden ser abarcadas dentro de los
límites marcados por la teoría del dominio del hecho o
del dominio de la voluntad, por lo que correspondía la
búsqueda de nuevos criterios fundamentadores que -bajo
el marco del dominio del hecho expresaran las reales y
concretas circunstancias en las que dichos
acontecimientos (crímenes del nazismo y del comunismo
soviético) habían sido cometidos. Tales criterios,
considera Roxin, se justificarían en dos razones a) en
la necesidad de fundamentar la autoría del hombre de
atrás, cuando no ha existido error o coacción en el
ejecutor directo, existiendo plena responsabilidad de
este sujeto, y b) en la necesidad de diferenciar la
autoría mediata de la inducción” (Tribunal Oral
Criminal Federal de Santiago del Estero, integrado por
los doctores Josefina Curi, Marina Cossio De Mercau Y
Graciela Nair Fernández Vecino en la causa n° 836/09
caratulada “S/ Homicidio, tormentos, privación
ilegítima de la libertad, etc. E.p. de Cecilio José
Kamenetzky”, seguida contra Musa Azar y otros. 9 de
noviembre de 2.010.)…]
De los acápites respectivos de aquél
punto de partida (sentencia 28/12/2011-causa n° 1270 y
acumuladas-): se esgrimieron distintas -y muy variadas
por cierto- opiniones de jurisprudencia y doctrina
autorizadas en la materia, que desechaban y proponían
–para el tratamiento correcto de la categoría
dogmática de la autoría- una relación constante con el
concepto de imputación atravesada por las aristas
históricas del asunto, para lo cual de modo muy
enérgico se sostuvo: […E]n este sentido, casi por
genética y por oficio, la moderna ciencia penal en su
totalidad, entiende entonces que la imputación de
autoría ya no depende de la cercanía o no de la lesión
al bien jurídico para direccionar y atribuir ese rol.
El contenido de la postura analítica que se evoca a
partir del citado autor (Roxin), nos enseña que de lo
que se trata es de puntualizar conceptualmente las
pautas normativas por las cuales se carga a la cuenta
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excomandantes de la Junta Militar. Así se sostuvo que:
“La primera alternativa es aplicable al caso de los
gobiernos de facto impuestos en toda Latinoamérica en
la década del 70, como el sucedido en nuestro país.
Así, la teoría del dominio del hecho por dominio de la
voluntad en virtud de un aparato organizado de poder
fue utilizada en el juicio a las Juntas Militares
(Causa N° 13/84) a efectos de fundar la
responsabilidad por autoría mediata de los acusados
"... los procesados tuvieron el dominio de los hechos
porque controlaban la organización que los produjo.
Los sucesos juzgados en esta causa no son el producto
de la errática y solitaria decisión individual de
quienes los ejecutaron, sino que constituyeron el modo
de lucha que los comandantes en jefe de las fuerzas
armadas impartieron a sus hombres…Es decir que los
hechos fueron llevados a cabo a través de la compleja
gama de factores (hombres, órdenes, lugares, armas,
vehículos, alimentos, etc.) que supone toda
organización...En este contexto el ejecutor concreto
pierde relevancia. El dominio de quienes controlan el
sistema sobre la consumación de los hechos que han
ordenado es total, pues aunque hubiera algún
subordinado que se resistiera a cumplir, sería
automáticamente reemplazado por otro que sí lo haría,
de lo que se deriva que el plan trazado no puede ser
frustrado por la voluntad del ejecutor, quien sólo
desempeña el rol de mero engranaje de una gigantesca
maquinaria."(Juicio a las Juntas Militares. Causa
13/84. Fallos. N 309:1601/2)” (Tribunal Oral Criminal
Federal de Santiago del Estero, integrado por los
doctores Josefina Curi, Marina Cossio De Mercau Y
Graciela Nair Fernández Vecino en la causa n° 836/09
caratulada “S/ Homicidio, tormentos, privación
ilegítima de la libertad, etc. E.p. de Cecilio José
Kamenetzky”, seguida contra Musa Azar y otros. 9 de
noviembre de 2.010.)…]
Justamente, y casi como apartando un
miembro contaminado, la Cámara Federal supo encontrar
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la mejor de las técnicas para definir el reproche y
concretar la imputación de autoría…]
Como se ve y se verá más adelante, de lo
que se trató es de determinar que la dogmática agudizó
el ingenio a la hora de abandonar el sistema clásico,
permitiéndonos comprender que, ahora –incluso
revalidada esta aseveración profunda con argumentos
brindados por la CSJN más recientemente, al confirmar,
en forma indirecta, la sentencia en causa n° 1270 y
acumuladas, ya no es necesario que el sujeto tenga que
estar físicamente cerca de la lesión ilegítima de
cualquier bien jurídico. Idea central dirigida en
primerísimo lugar por el modelo de imputación
propuesto, casi como principio absoluto, por la Cámara
Federal al referirse a los distintos modelos que
historiaron la discusión (en particular conforme lo
dicho en el acápite correspondiente en la sentencia de
la causa Esma 1, que en las fojas citadas acuña la
imagen tan gráfica de que: […R]esulta inconfundible,
que de las líneas vertidas arriba, no hay en modo
alguno, desencuentros que permitan flexiones
argumentativas ni escalafonar otras prioridades; más
bien de ellas, surge oportunamente la tesis
predominante: cuanto más distancia se guarde del
escenario en el que tenga su desenlace el curso
lesivo, esto puede significar mayor poder de dominio y
conducción del curso lesivo. Sin dudosas
argumentaciones, esta idea fue siempre por delante, e
incluso con la hipótesis fáctica de que el campo
visual del escenario permitiera por momentos afirmar
también que, en ocasiones, cuanto más lejos, mayor
poder de conducción por ejemplo de un aparato de poder
organizado. Es decir, un binomio que con sumo tacto,
permita la indiscutible afirmación de que “cuanto más
lejos, más autoría”…]).
En resumen, como se dijo en la referida
resolución: […En] prieta síntesis solo reflexionar
que, la proposición exacta de los razonamientos a los
que aspira la postura integradora de la tesis
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físico con el bien jurídico; confiados en la
indiscutible potestad a la que confieren las posturas
actuales, sólo es comprensible a través de la idea del
dominio del hecho. Incluso, y permaneciendo atentos a
las formulaciones esgrimidas ya desde el inicio del
acápite hasta estas reflexiones finales, obedeciendo
al instinto mecánico con el que la gruesa lente de la
dogmática más actual relaciona sin entredichos la
teoría de la imputación y autoría –y viceversa-
provocan una base suficientemente consistente y que no
es novedosa en cuanto a la vinculación de ambas:
deberá imputarse al sujeto, en tanto autor de la obra
delictiva, toda vez que en él inexorablemente
encontramos el dato del dominio y, sobrada de lógica y
transparencia la regla funcionará también en sentido
inverso; es decir, abandonar la adjudicación de
dominio cada vez que ese sujeto deje o aborte las
chances de dominio.
Incluso ello tuvo impacto directo en las
reflexiones que merecieron párrafos significativos y
propios del análisis que se lleva ahora adelante, al
decir que llagaba […l]a hora de pronunciarse y razonar
en términos de coautoría, las dosis en las que se ha
desmenuzado el concepto de autoría e imputación, nos
permiten concluir en que coautoría y dominio del hecho
siguen siendo el mismo asunto, tanto que en la
realidad práctica y en su modo de manifestación ello
puede asumirse bajo el economizado formulismo de
codominio del hecho. Y serán coautores con dominio,
aquellos sujetos activos que se desenvuelven y operan
en el marco de un plan común, efectuando y dirigiendo
la ejecución del acto sobre la base de una
distribución previa de funciones, sin que sea
necesario el consentimiento puntual con respecto a
cada acto. Para alcanzar ese fin, no es necesario
alcanzar una dinámica distinta de la del dominio del
hecho, por eso, tejida la tela de ese acontecimiento
proyectado por los sujetos en el que se define el plan
común, imperiosas razones dogmáticas nos permitirán
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consulta, Kai Ambos, Dominio por organización. Estado
de la discusión, en Derecho penal contemporáneo,
revista internacional, número 19 año 2007, Bogota,
Colombia, Ed. Legis, págs. 5/44. En igual sentido Kai
Ambos, Malarino Ezequiel, “Jurisprudencia
Latinoamericana sobre derecho penal internacional”,
bogotá Colombia, Ed. Temis, año 2008). Entonces, lo
que permite construir este sistema de autoría mediata
no tradicional es, un sistema de responsabilidad
paralelo por la conducción institucional del aparato
de poder y además, por el rol asumido, más allá de la
responsabilidad de los propios ejecutores de la cual
no se duda…].
Y estas expresiones, que denotan un
profundo conocimiento sobre la infinidad de tornillos
que sostiene –hasta evolutivamente- la postura del
dominio del hecho o autoría mediata por el dominio
subjetivo de los aparatos de poder organizados, ha
sido compartida, como se vio, por una importante
cantidad de tribunales de nuestro país que sostienen –
incluso aceptando que se trata hoy de nuevas
reformulaciones- la tesis ofrecida por Roxin. No
obstante, cabe agregar el siguiente argumento que
volvemos a hacer propio: […E]n la causa Menéndez y
otro correspondiente al Tribunal Oral en lo Criminal
Federal de la provincia de Tucumán, se dijo respecto
al funcionamiento de la autoría y participación dentro
del paradigma los aparatos organizados de poder, que:
“Era este tipo de organización y estructura la que en
la práctica permitía a sus miembros, no solo la
realización de los injustos penales imputados, sino el
éxito de los emprendimientos criminosos […]. La
circunstancia de que [los imputados], Albornoz y Luis
Armando De Cándido, integraran ese acuerdo previo,
hayan sabido y querido integrarlo, exhibe el dolo
requerido para el tipo subjetivo […]. Por otra parte,
la norma prevé que la sanción se agrave respecto a los
jefes y/u organizadores, atento a que por su condición
dentro de la estructura de la organización, tienen una
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“ruedecillas intercambiables en el engranaje del
aparato de poder” (Kai Ambos, “I.-Dominio… ob. cit.,
págs. 5/44). Concebir de esta manera la idea, y
entenderla desde el sitial ofrecido por la doctrina
más actual, permitirá alcanzar a entender con
suficiente claridad el fenómeno de atribución de
“cualquier” resultado que esté vinculado causalmente
al rol ocupado por los imputados…].
Y la verdad, es que la forma de
participación en que puede enmarcarse el
comportamiento del imputado Sandoval, por su puesto
delimitado apropiadamente en el contexto fáctico
“situacional”, puede ser atribuido a ese conocimiento
de la situación fáctica que, sin que sea necesario un
conocimiento cierto de la situación; por el contrario,
sea suficiente y alcance con un conocimiento mínimo de
ella. Es decir […e]l marco de la propia eficiencia del
aparato de poder organizado le garantiza al sujeto
activo algunas circunstancias eminentemente relativas
al conocimiento y también como parte integrante del
elemento volitivo: “para que pueda afirmarse que
alguien ha creado dolosamente un riesgo de producción
de un resultado es imprescindible que se cumplan tres
requisitos: en primer lugar, que se conozca que una
conducta, bajo determinadas circunstancias resulta
apta para producir un resultado (correcto conocimiento
de la aptitud abstracta); en segundo lugar, que el
sujeto sea consciente de que en la situación concreta
en la que lleva a cabo tal conducta concurren las
circunstancias objetivas que le hacen apta para
producir un resultado (correcto “conocimiento
situacional”); finalmente, que el sujeto integre los
dos anteriores conocimientos en un juicio de concreta
aptitud lesiva, es decir, que se represente que si
lleva a cabo su conducta bajo las circunstancias dadas
es perfectamente posible que el resultado acaezca
(nota n°3: la jurisprudencia del Tribunal Supremo
suele distinguir entre conocimiento de la peligrosidad
en abstracto de una conducta –que sólo da pie a la
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Sancinetti, Teoría del delito y disvalor de acción,
Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 2005, p. 146/147).De
todos modos, y aun cuando reconozcamos junto con
Stratenwerth, que la teoría aquí adoptada puede
presentar cuestiones dudosas en la resolución de
algunos casos (cfr. “Derecho Penal-Parte General I”,
Ed. Edersa, Madrid, 1982, Pág.: 243), en lo que a este
expediente concierne, y conforme se verá, no los
presenta, en atención a la evidencia acumulada en el
debate…].
También es dable destacar que, en la
sentencia recaída en la causas denominadas Esma
Unificada y Esma 4 (5/03/2018 y 19/04/2021,
respectivamente), se plantearon en esencia los mismos
interrogantes y conclusiones, lo cual deja en alza los
criterios primigenios sostenidos en la resolución
dictada el 28 de diciembre de 2011 (confirmada por la
Corte Federal).
También fue abordada con prudencia la
tesis de Roxin del año 1963 […S]egún el autor, al
estar implicada en los sucesos una empresa criminal de
esta magnitud, la consolidación de los ilícitos de
ninguna manera se encuentra determinada por el
comportamiento de los ejecutores inferiores, ya que
éstos sólo poseen una actividad subordinada, son
prescindibles, y no pueden impedir que el hombre de
atrás -quien conserva en todo instante la facultad de
decidir-, concrete el resultado lesivo pretendido a
través del aparato de poder…Afirma Roxin que: “Somos
conscientes de que crímenes de guerra, de Estado y de
organizaciones como las que aquí se analizan no pueden
aprehenderse adecuadamente con los solos baremos del
delito individual. De donde se deduce que las figuras
jurídicas de autoría, inducción y complicidad, que
están concebidas en la medida de los hechos
individuales, no pueden dar debida cuenta de tales
sucesos colectivos, contemplados como fenómeno global.
Pero ello no exime de la obligación de considerar los
comportamientos de los intervinientes a título
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medios a su alcance (propaganda, distracción, negación
a brindar información, montajes, etc.)…].
Ahora bien, también del voto mayoritario
de la resolución dictada en el mes de marzo de 2018
(Esma Unificada), con base a la primigenia opinión que
le sirviera de plataforma dogmática sobre todo en
materia de co-dominio del hecho, se hizo referencia al
concepto de coautoría funcional y sucesiva aplicable a
ciertos casos en los que […d]entro de su esfera de
actuación, poseían (los acusados) el dominio final de
los hechos; sintéticamente tenían poder de decisión
sobre éstos y los concretaron de propia mano…señala
Bacigalupo que: “el elemento esencial de la coautoría
es el co-dominio del hecho. Este elemento ha sido
caracterizado por Roxin como un dominio funcional del
hecho, en el sentido de que cada uno de los coautores
tiene en sus manos el dominio del hecho a través de la
parte que le corresponde en la división del trabajo”
(Bacigalupo, Enrique. Derecho Penal, Parte General.
2da, edición renovada y ampliada, Hammurabi, Buenos
Aires, p. 501). Agrega que: “el co-dominio del hecho
requiere una decisión conjunta al hecho. Mediante esta
decisión conjunta o común se vinculan funcionalmente
los distintos aportes al mismo…Asimismo, el autor
expone que: “se designa como coautoría sucesiva el
caso consistente en que alguien participa co-dominando
el hecho en un delito que ya ha comenzado a
ejecutarse” (Op. cit., p. 504)…].
El análisis conclusivo de esas ideas,
tuvo que ver con el tratamiento particular –modelo y
técnica de resolución que aquí debe adoptarse
finalmente- en lo que se refiere a la imputación del
delito de privación ilegítima de la libertad,
considerando que el imputado ha[…e]jecutado
directamente las conductas típicas que componen este
ilícito, bajo el co-dominio funcional y sucesivo de
cada hecho, al mantener a las personas que previamente
eran secuestradas, en custodia en el centro
clandestino de detención, impidiendo que se escaparan
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momento vendados o encapuchados, atados, y
especialmente en el momento de ser sometidos a
interrogatorios bajo tormentos, siempre se buscó la
impunidad…diluir el conocimiento de la identidad de
quienes eran los que los sometían a esos malos tratos.
Permanentemente el grupo de tareas se afanó por lograr
sus objetivos sin que se pudiera individualizar a los
autores. No obstante ello justamente esto hacía que el
grupo de tareas se esmerara en participar siempre y en
todos y cada uno de los hechos, con la cooperación de
sus miembros, en las detenciones, en la obtención de
información, en los tormentos, en las vejaciones, en
los interrogatorios, muchas veces como método de
imponerse y exhibir superioridad a quienes eran
considerados enemigos, y otras veces beneficiándose de
esa situación de minusvalía dando rienda suelta a sus
instintos…se concluyó que debía aplicarse el régimen
de “coautoría en todos los hechos traídos a juicio,
cada uno desde el lugar que le tocó, pero haciendo un
aporte sin el cual el hecho no hubiera podido
efectivizarse…poseyendo el codominio sobre los hechos
descriptos y mediante un acuerdo de voluntades, los
imputados consintieron e intervinieron en las
conductas tendientes a efectivizar las detenciones en
clandestinidad, manteniendo encapuchadas a las
víctimas, reteniéndolas en lugares alejados de sus
familias y sin brindarles información respecto de su
paradero, aplicando tormentos para obtener información
y por ser personas de cierta ideología, religión u
organización con la que los imputados no comulgaban,
para luego decidir si se los liberaba manteniéndolos
en libertad vigilada…sin avisar en ningún momento a
sus familiares…o directamente se los desaparecía…].
Finalmente, al ser la privación
ilegítima de la libertad y la aplicación de tormentos
(en las circunstancias señaladas en el exordio
respecto del modo de funcionamiento del CCD ESMA),
delitos permantes, no quedan dudas de que el imputado,
desplegó actividades comunes y acordes al plan general
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primigenio de la causalidad podría no tener ninguna
trascendencia en términos de imputación de autoría […
i]ntentaremos poner de relieve que el argumento de la
ausencia de causalidad no puede ser utilizado de forma
generalizada en toda hipótesis imaginable de coautoría
sucesiva, sino que limita su operatividad a un grupo
muy limitado de delitos, cuales son los delitos
permanentes, las hipótesis de delito continuado y los
delitos de resultado de un solo acto….].
Del mismo modo, aborda la dimensión
subjetiva de esa categoría de coautoría sucesiva al
decir que […s]e parte de la idea de que el dolo supone
no sólo el mero conocimiento, sino también la voluntad
de realización. Al respecto, Stratenwerth, entre otros
autores, sostiene que en estos casos, si se trata al
coautor sucesivo como auténtico autor, habría que
hablar de la presencia en él de un dolussubsequens: el
elemento volitivo se proyectaría sobre hechos ya
acaecidos en el momento en que esa necesaria volición
tiene lugar. Para Samson, la perspectiva descrita
parece ser reconocida por defensores de la idea de la
coautoría sucesiva como Maurach y Busch que junto con
el conocimiento requieren tan sólo la «aprobación» de
las circunstancias previas…].
Hemos justificado a los largo de los
distintos precedentes de este tribunal, toda la
argumentación jurídica que da cuenta del lugar ganado
que tiene la tesis del dominio del hecho como
paradigma definitorio en la asignación de roles e
injerencias participativas. Y esto también es
ampliamente reconocido por esta doctrina que hemos
preferido seguir. Incluso esa posibilidad se examina
casi como una postura dogmática superadora a la propia
tesis de la coautoría sucesiva […E]n definitiva, con
independencia de los puntos de partida teóricos en
materia de codelincuencia parece existir en la
actualidad un amplio consenso que pone en duda la
construcción que tradicionalmente se efectuaba del
concepto de «coautoría sucesiva». Los argumentos al
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típico, sino que, partiendo de la respuesta positiva a
ese interrogante; definir el grado de intervención en
la consecución de aquél.
Todo este problema en el que se incrusta
la idea de diferencias valorativas, es decir,
diferentes participaciones punibles; claramente se
traslada a la categoría en la cual se adjudicación de
penas puntuales previo acudir a un criterio
restrictivo material y objetivo.
Es decir, si todo el problema de la
autoría fue reconducido a poner sobre el tapete el rol
de aquél que puede o tiene la potestad de definir la
continuación o el avance del curso lesivo, y ese
sujeto termina siendo el autor del hecho dado que
sobre él recae la conducción de ese curso con dominio
del verbo típico; esto, si tomamos como vaso
comunicante a la tesis formal objetiva o de dominio
del hecho, significaría “necesariamente” una baja en
la responsabilidad de quien carecía de ese nivel de
injerencia sobre el hecho principal.
En efecto, y para abreviar más de una
década de criterios asumidos incluso con las distintas
jueces colegas que han integrado este Tribunal Oral
Criminal federal n° 5, nos remitimos al análisis
general del acápite: si un sujeto no solo queda fuera
de los elementos definidores como el de naturaleza y
momento del aporte bases de cualquiera de las formas
de autoría, pero además, queda exceptuado del plan
común e incluso de las propias bases en la que se
asentaría hasta la hipótesis del codominio del hecho;
al no tener individualmente ni tampoco compartir el
señorío de la cosa conjunta o riendas del suceso, cabe
inclinarse por la evaluación del dominio ya no de una
autoría pero si de una participación -eventualmente
necesaria o no necesaria- con la consecuente reacción
punitiva que considere el menor nivel de intervención
realizado en comparación con aquél que quiso y supo
cómo definir que el hecho acaeciera tal como lo
planificó desde una evaluación ex ante.
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objetiva de su aporte al delito, ya que sin éste el
hecho no habría podido cometerse de la forma en que se
lo hizo…] (Edgardo Alberto Donna Catedrático de
Derecho Penal de la Facultad de Derecho de la
Universidad de Buenos Aires, Antiguo becario de la
Alexander von Humboldt Stlftung, PARTICIPACION
CRIMINAL, Segunda edición ampliada y profundizada, Ed.
RUBINZAL CULZONI EDITORES, año 2002, página 130)
Y fuera del comportamiento prohibido y
exteriorizado, también se refiere a la dimensión
interna […L]a cooperación debe ser dolosa. El cómplice
debe saber que presta un aporte a la ejecución de un
hecho punible331. El dolo del cómplice debe referirse
tanto a la ejecución del hecho principal como a su
favorecimiento. También el dolo del cómplice tiene que
dirigirse a un hecho principal individualmente
determinado, pero tratándose de acciones de
favorecimiento en la fase previa, no se precisa que
conste definitivamente la persona del autor…] (Donna,
ob. cit. pág. 110).
Pero, por debajo de estas exigencias
típicas (del art. 45 del CP), tanto objetivas como
subjetivas, es decir, fuera de las dimensiones en las
que quedan comprendidos esos comportamientos
prohibidos, el art. 46 del mismo cuerpo normativo,
conecta con la idea de que el cómplice secundario es
el que realiza un aporte para la ejecución que no
tenga la naturaleza del que caracteriza a la
intervención del primario (o necesario) y contribuye
con su obrar a la ejecución del delito sin el cual no
habría podido cometerse tal como se cometió en sus
formas, modalidades, etc., es decir, que el aporte del
secundario no debe haber sido determinante de la
configuración de la acción típica tal como ella se
realizó en la forma, modo o mecánica del concreto
delito.
Así lo dice Donna[…p]odemos afirmar que
cómplice secundario es quien ha prestado una
colaboración que no es indispensable para la comisión
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debían en una segunda instancia ser abarcadas por la
norma, al ilimitado y trabajador normativismo que hace
creer a unos y otros que la construcción prejuiciosa
de ciertos deberes, aquí y allá, se encuentra todo lo
necesario para definir cuánto de la vida real debe
abarcar una norma. Este vía crucis que va desde el
ontologicismo radical al normativismo más puro, se
advierte con claridad tanto la teoría de la imputación
al tipo como en la teoría de la autoría...] (Autoría,
infracción del deber y delitos de lesa humanidad
Maximiliano Rusconi, y otros Editorial Ad Hoc, año
2011, pág. 21).
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primeras aportaciones de conjunto de Hans Welzel puede
leerse, claro que desde la óptica naciente finalismo,
en los comienzos de la década del 50, una descripción
de la trascendencia del concierto de dominio hecho:
"No es autor de una acción dolosa quien solamente
causa un resultado, sino quien tiene el dominio
consciente del hecho dirigido hacia el fin. Aquí se
eleva -decía Welzel- el autor, por la característica
del dominio finalista del hecho, por encima de toda
otra participación. Así mismo puede ser recogida en el
concepto de dominio del hecho una característica de
ser un elemento general de lo injusto personal de los
tipos dolosos...] (Maximiliano Rusconi, ob. cit. "El
concepto de dominio del hecho como puente entre
imputación al tipo y construcción de las bases de
imputación de autoría, pág. 22). Y más adelante que:
[...¿]Cómo imputar autoría de hechos jurídicamente
definidos a quienes ostentaban responsabilidades
visibles en el desarrollo del camino ilícito de la
institución pero que no habían ejecutado en forma
directa al curso lesivo de sus actos? La teoría del
dominio del hecho, configurada modernamente en sus
detalles en esa época y llevar a sus últimas
consecuencias por Claus Roxin, ofreció rápidamente una
respuesta político criminalmente eficiente y
científicamente sólida...] (Maximiliano Rusconi, ob.
cit. “El escenario de la criminalidad de lesa
humanidad”, pág. 24), y además -lo cual sienta
nuestras bases cuando sostenemos la relación entre
autoría e imputación y a la inversa- que: [...L]a idea
del dominio del hecho brinda, en cambio, bases
normativas ricas y eventualmente estables, para
construir un sistema de atribución que puede hacerse
cargo del significativo plantel de dilemas que la
teoría de la imputación del tipo objetivo ha planteado
en las últimas tres décadas. El autor responde por el
segmento que domina y deja de responder por aquello
que ya no domina cuando ese dominio es extraviado...]
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en el tipo penal que se trate. Toda disposición penal
contiene elementos referidos al hecho y al autor y la
[…c]concurrencia constituye un requisito de la
punibilidad del comportamiento…]
(Wessels/Beulke/Satzger, Derecho Penal parte general,
el delito y su estructura, 46 a. edición alemana,
Traducción Raúl Pariona Arana, año 2018, pág. 74) .
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En lo que respecta a Claudia Dittmar, señaló
que la testigo al momento de declarar en el marco de
la causa nro. 1282 (ESMA unificada) del registro de
este Tribunal, refirió que aquella persona se
identificó como “Comisario Sandoval” y que, con
posterioridad a la nota periodística de Página 12,
dijo “Subinspector”.
En lo referente a Carlos Muñoz, indicó que el
testigo en su anterior declaración también en el marco
de la causa nro. 1282 (ESMA unificada), aludió a una
persona de aproximadamente 1,75 metro de altura y con
bigote; mientras que, en este juicio dijo que no tenía
bigote. Sobre el punto, la defensa aludió a que su
asistido medía 1,63 metros.
Por último, con relación al testigo
Alfredo Buzzalino, directamente sostuvo que el relato
del testigo vinculado al encuentro que habría tenido
con Sandoval en la confitería “Richmond”, era
totalmente inverosímil.
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También manifestó que Sandoval fue el que
entró directamente con Tito. Cuando golpeó la puerta
Tito y le dijo "Papá" a Hernán, entró él y a Tito lo
ubicó al costado, justo en la esquina de la
habitación, y siguió de largo, lo llevó a Hernán a la
otra habitación. Y en esa habitación estaba este
Sandoval con Hernán, quien le dijo "Sabemos que estás
en la joda". Lo interrogó, lo golpeó, se escucharon
ruidos, se escucharon ruidos de la cama, ruidos cuando
sacaron los libros, tiraron todo. Fue totalmente
amenazante y bestial.
Agregó que el que era amenazante, en ese
sentido, era Sandoval. Y Sandoval fue el que salió con
Hernán, y es quien volvió y le mostró a la testigo la
credencial y le dijo que era una cuestión de rutina.
Él estaba como al mando de la situación.
Dijo que Sandoval, cuando le mostró la
credencial, le dijo "Inspector Sandoval, de
Coordinación Federal" y le dio la dirección inclusive.
Le dijo "Mañana van a tener información. Esto es en
Moreno mil cuatro". La testigo dijo que vio la
credencial.
En cuanto al reconocimiento de Sandoval,
recordó que al mes más o menos del secuestro, cuando
los citaron en Tribunales le preguntaron "¿Usted lo
reconocería?", la testigo y Tito dijeron "No, no
tenemos que decir nada. Absolutamente nada, de
reconocerlo o no reconocerlo". Explicó que estaban muy
amenazados, de que era una confusión, que iba a salir,
y no tenían que decir absolutamente nada. Repitió que
lo tuvo enfrente y lo vio. Expuso que en la situación
en la que estaba, de tanta amenaza y de tanto miedo,
pensó que era una persona autoritaria, pero mayor.
Dijo que lo veía en una situación muy amenazante y
siempre pensó que era una persona grande, que tendría
por lo menos diez años más que ella. Presentaron
varios hábeas corpus y dijo que era una persona mayor.
Después, explicó, el hecho de que lo haya visto con un
camperón, que era verde, le pareció una campera de
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la testigo expresó que a su hermana Claudia le había
dicho que Sandoval era robusto, pero su hermana le
decía "pero tenía una campera, un camperón, de esos
camperones inflados". Aclaró que ella lo vio más. La
testigo lo vio como que tenía puesto algo encima más
tipo militar. Su hermana le decía que en general
estaban todos de civil, que se movían de civil,
disfrazados.
También explicó que no escuchó apodos u otro
nombre distinto al de Sandoval. También le contaron
que en la otra casa le presentaron la credencial a
Tito, quien la pudo ver, e incluso lo declaró. Su
hermana también la vio, Juliana también la vio. Eso se
lo comentaron después, cuando ella dijo "No, fue de
Coordinación Federal. Fue alguien que mañana hay que
ir ahí", y tenía la dirección.
A preguntas de la presidencia del Tribunal,
la testigo manifestó que en ninguna de sus
declaraciones le preguntaron si la persona que
estuviera allí era Sandoval. Tenía entendido que a su
familia tampoco le hicieron esa pregunta. Agregó que
el tema de verlo en la sala y que este juicio sea
presencial era una necesidad de la familia y de verlo
presente, porque corroboraba que estuvo en su casa, y
ese era Sandoval.
A su vez, la testigo rememoró que durante el
trámite de extradición de Sandoval, Sophie Tonon les
comentó que tenía algunas fotografías de la época de
Sandoval. Eso fue 2019, 2018, cuando fue la última
parte del pedido de extradición, que vieron una foto
carnet de esa época, serían de 1973, como foto carnet
de esa época. Dijo que la foto era de la Policía
Federal, y recordó que estaba peinado al costado como
un cadete, ella lo recordaba con el pelo hacia atrás,
en otra circunstancia, pero tenía el aspecto muy de
cadete de Policía Federal. También dijo que recordaba
el tema de los ojos, la frente. Pero que el pelo era
distinto. Agregó que le había dado la sensación de que
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que llenó toda la casa de humo y rompió los vidrios de
casi toda la casa. Escucharon por un megáfono o algún
aparato así que les decían que salieran de la casa
porque si no iban a abrir fuego. Indicó que dormía en
el mismo dormitorio que Claudia Dittmar y que fueron
las últimas casi en bajar. Explicó que ni bien
salieronles pusieron armas en la cabeza porque era
confusa su salida. Los mantuvieron en la vereda contra
la pared de la casa, más o menos alrededor de una
hora. Les tiraron abrigos en un momento por las
ventanas, porque era octubre y hacía frío de
madrugada. Después los hicieron entrar, sentarse en
los sillones del living y a partir de ahí todo sucede
a sus espaldas. Subían las escaleras, bajaban,
hablaban, iban y veían, y su padre y la persona que
manejaba todo el operativo estaban frente a ella, que
se encontraba sentada en la punta del sillón. Enfrente
de ella, en dos escalones más alto, su padre esposado
y una persona que hablaba con él, que se identificó,
era el responsable, decía que eso era un operativo de
la Policía Federal. Él se identificó como subinspector
Mario Sandoval. Aclaró que pudo recordar el dato del
nombre porque a partir de ese momento y hasta que
falleció su padre, el nombre Mario Sandoval,
"subinspector Mario Sandoval", fue algo que siempre
estuvo presente.
Manifestó que nadie le explicó el motivo
del operativo ni le exhibieron ninguna orden. Sandoval
exhibió la credencial, se identificó con una
credencial. Se la mostró a su padre. Ella estaba a
pocos metros y escuchó que dijo "Mario Sandoval,
inspector de Coordinación Federal". Sabía que tenía
otro nombre esa oficina, pero a ella le quedó
"Coordinación Federal", no sabía si se llamaba
diferente antes.
Manifestó que la persona que se presentó como
Sandoval estaba delante de su padre, que era una
persona de estatura media, medio robusto, con cabello
con gomina, como se usaba en esa época, entonces los
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general con la que se llevó a cabo (recordemos que la
testigo, además, refirió ver cómo le apuntaban con un
arma en la cabeza a su padre), y la utilización de lo
que describió como chalecos inflados,acaso pudo haber
impactado en la percepción de ciertos detalles y
explican plausiblemente las diferencias morfológicas
apuntadas por la defensa respecto de su ahijado
procesal.
Pero ello de ningún modo debilita el expreso
reconocimiento que realizó del imputado como aquella
persona que se presentó en el operativo exhibiendo la
credencial a su nombre y haciendo saber a viva voz que
pertenecía a la institución policial. Ese dato,
además, coincide con precisión con la repartición
policial en la cual Sandoval prestaba funciones en ese
momento, de modo que -a más de dar verosimilitud a su
declaración- exhibe que quien estuvo presente en el
procedimiento que aquí se trata es efectivamente el
imputado Mario Alfredo Sandoval. Ello es así, sin
hesitación alguna, pues la testigo dijo que reconoció
en la nota de Página 12 a la persona que se presentó
en el operativo como Mario Alfredo Sandoval, y nadie
ha cuestionado aquí que aquella fotografía que integra
la nota periodística mencionada no pertenezca al aquí
acusado.
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dato más claro que tenían. Era una credencial con su
foto, con su nombre, de la Policía Federal, así que
eso estaba bien claro. Recordó que la credencial tenía
fondo claro con letras oscuras, y en la foto Sandoval
tenía pelo oscuro, peinado al costado, ojos
almendrados, nariz larga y recta. Agregó que Sandoval
tenía estatura mediana, al igual que Lineras, y los
otros eran más altos.
Reiteró que la foto de la credencial que
exhibió quien se presentó como Sandoval era una foto
en blanco y negro, el pelo oscuro, la nariz larga y
recta, los ojos almendrados, bastante delgado, pero no
recordaba si estaba vestido de civil o con otra ropa.
Dijo que ella iba bajando la escalera y en ese momento
quien se presentó como Sandoval dijo que pertenecía a
la Policía Federal y dijo el cargo, no recordaba si
era inspector o subinspector, o algo por el estilo.
También dijo que vio la foto de Página/12, donde
estaba Sandoval detrás de un escritorio con las manos
apoyadas, como dando cátedra; por supuesto, más viejo.
Por último, tras la lectura de un pasaje de
su declaración prestada en el marco de la causa nro.
19.300, la testigo dijo que tenía entendido que esa
declaración era una transcripción. Explicó que allí
había dos descripciones, que no era la misma persona
de la que se estaba hablando. Una era la que tenía
pelo castaño y peinado con raya al costado, y otra era
medio pelado y estaba peinado para atrás. Eran dos
personas distintas. Refirió que Sandoval no necesitaba
alias porque él siempre se presentó con su apellido.
"Halcón" era otra persona. Dijo que a la persona que
se identificaba como “Halcón” no la volvió a ver.
Luego de la lectura de otro pasaje de esa
declaración, la testigo dijo que a ella le pareció que
la persona mayor era la que estaba a cargo, y creyó
que era “Halcón”. Pero el que legalizó con su apellido
fue Sandoval. De esta forma concluyó que eran dos
personas diferentes, una era Halcón, otra era
Sandoval, el que legalizó.
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que él tenía como imagen era de una persona joven,
relativamente joven, no mucho más grande que él, que
en ese momento tenía 21 años.La sensación que tuvo fue
que esta era una persona no mucho más grande que él. Y
cuando vi la foto, automáticamente asoció esa foto a
la cara que tenía en la cabeza de esta persona.
Continuó diciendo que a partir de ahí comenzó
a trabajar como una mano de obra esclava en el sótano
de la ESMA, en el laboratorio fotomecánico, haciendo
documentos, documentos falsos para los integrantes del
Grupo de Tareas. En ese contexto, en algún momento,
sin lograr recordar si dos días o tres días después,
hablando específicamente de su secuestro con Febres,
el testigo le preguntó por esa cuarta persona, qué
pasó. A los otros tres, a Febres, a Fafá y a Astiz los
vio bastante, reiteradamente, en ese tiempo en el
sótano. Y Febres le dijoque ese era un policía al cual
tuvieron que dar de baja por los malos tratos que les
daba a los prisioneros.
Dijo que asoció el nombre de Sandoval con el
apodo de “Churrasco” a partir de la foto en Página/12
y su recuerdo del día del operativo en su domicilio.
Posteriormente, el Sr. Presidente dio lectura
a un pasaje de la declaración que el testigo prestó en
el debate de la causa “ESMA Unificada”, y el testigo
manifestó que no podía explicar porqué en aquella
oportunidad había referido que esa cuarta persona que
ingresó a su domicilio tenía bigotes y en esta
declaración no había hecho esa referencia. Asumió que
en aquella declaración se había equivocado y que lo
que hoy tenía en su cabeza, era un tipo sin bigotes.
En este momento lo planteó así porque evidentemente lo
vio así. Dijo que podría incluso, si había una foto de
la época, reconocerlo.
Con relación al testimonio de Carlos Muñoz,
una vez más nos encontramos ante un declarante que a
partir de la publicación periodística de Página 12
reconoció al aquí imputado como integrante del Grupo
de Tareas 3.3.2 que operaba en la ESMA. En este caso,
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Sandoval era "Churrasquito". No recordaba si fue un
periodista o alguien cercano a Página/12 que le
preguntó si él lo conocía a "Churrasquito", y dijo
"Sí, a Churrasquito, sí", pero no sabía que
Churrasquito era Sandoval.
En cuanto al aspecto físico de Sandoval, dijo
que era más bien de estatura mediana, “petisito”,
flaquito, medio de tez morocha. Ese era el recuerdo
que tenía. Estaba siempre prolijo y bien peinado y con
traje.
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“Sin perjuicio de que no se conocen los
motivos de esta recomendación, sí podemos concluir que
se trató de un operativo de importancia, toda vez que
se otorgó por actos de arrojo, abnegación, valor u
otras calificaciones semejantes realizadas con riesgo
personal real y evidente, esto es el artículo 253,
inciso 1°, del Decreto 6580, por medio del cual se
otorga la recomendación. Otros integrantes del Grupo
de Tareas que se desempeñaban en Superintendencia de
Seguridad Federal y que formaban parte del GT
recibieron recomendaciones similares, por ejemplo,
Salvia, Cabral y Fotea.
“Por su parte, también en el año 76, el
acusado realizó un curso antisubversivo en el mes de
agosto y en el mes de septiembre un curso de
informaciones. Eso surge de las fojas de concepto del
acusado correspondiente al año 76-77.
“Otro elemento de prueba relevante que
aparece también en una carpeta anexa a su legajo es el
trámite de una sanción que le fue impuesta al acusado
de 20 días de arresto por el jefe del Departamento de
Asuntos Políticos, elevada a 25 días por el jefe de la
Dirección de Inteligencia y confirmada por el entonces
jefe de la Superintendencia de Seguridad Federal,
coronel Alejandro Agustín Arias Duval. En este
expediente obra un recurso formulado por el acusado
para que la Superioridad revise la sanción y la deje
sin efecto. Allí se manifiesta que el acusado no
participó, salvo los casos autorizados, de operaciones
con personal de las Fuerzas Armadas y que había
cumplido todas las directivas de tipo reservado con la
voluntad de alcanzar el fin que esas órdenes se
proponían. En este expediente tampoco obran los
motivos por los cuales se impuso la sanción, pero se
explicó sin eufemismos que estas no se consignaban en
razón de la especificidad de las tareas desarrolladas
por el Departamento de Asuntos Políticos, amparadas
por el libro "Quinto Secreto" del Decreto Ley 6580, y
que Sandoval tuvo conocimiento de las órdenes verbales
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procedimiento llevado en octubre de 1976 en el
domicilio de Abriata. Le quiero preguntar, desde marzo
de 1976 hasta el año 1982, ¿dónde prestó servicios y
con qué grados?...”, frente a lo cual el imputado
Sandoval contestó: “…En marzo del 76 estaba destinado
en el Departamento de Asuntos Políticos de Seguridad
Federal. Ahí estuve hasta el año... septiembre del 79,
que fui sancionado y transferido a la delegación
Resistencia”
“...En esta División Asuntos Políticos de
Seguridad Federal, exactamente en la estructura,
¿quiénes la conformaban y dónde estaba ubicado
usted?...” contestando el imputado que “…El
Departamento de Asuntos Políticos estaba constituido,
en los 70’ y hasta que yo me fui en el 79’, por
alrededor de 200 personas. 150, 200 personas, por dar
esos nombres. Estaba en el séptimo piso de Seguridad
Federal y estaba a cargo de un jefe de departamento,
que es un comisario inspector…”
Seguidamente veremos de modo simple y sobre
todo secuencial un extracto sobre la forma y modo en
que se desarrolló este tramo de la declaración: “…
PRESIDENTE.- ¿Recuerda el nombre? IMPUTADO
(Sandoval).- Había varios. El primero fue Durán…
PRESIDENTE.- En el 76’. IMPUTADO (Sandoval).- No me
acuerdo, señor. No me acuerdo. Pero sé que había
varios. Yo podría darle la lista: Durán, Cuatromanos,
Robles... Varios. PRESIDENTE.- Está bien. ¿Y dentro de
esa estructura, usted, qué lugar ocupaba? IMPUTADO
(Sandoval).- Mi jerarquía en ese momento era la
tercera. La tercera jerarquía saliendo de la Escuela
de Cadetes. Yo digo en ese momento, porque después
hubo una modificación y ahora es la segunda.
PRESIDENTE.- ¿Cuál era la tercera jerarquía? IMPUTADO
(Sandoval).- Subinspector. Antes había subayudante,
ayudante, subinspector. Ahora hay ayudante,
subinspector. No hay más después de... En ese período
ya estaba así. PRESIDENTE.- ¿Y en qué consistía su
tarea? IMPUTADO (Sandoval).-Mi tarea era... Yo estaba
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reunión o un acuerdo que iban a hacer. No me acuerdo
precisamente, pero me acuerdo quizás el Partido
Peronista, el Partido Radical, el Partido
Intransigente, había grupos políticos individuales,
que eran a la vez interlocutores, porque ellos venían
al Departamento. Estas personas venían. Yo me acuerdo
haber visto al señor de la Rúa. ¿Quién otro venía...?
No me acuerdo. De otra persona no me acuerdo.
PRESIDENTE.- Bien. Entonces, su tarea consistía en
recopilar información y, a su vez, confeccionar sus
propios informes, que eran derivados a distintas
entidades o dependencias. IMPUTADO (Sandoval).- Sí, el
trámite institucional. Pero perdón, una precisión,
señor Canero. Usted dice "recopilar la información".
Ya venía. A mí ya me daban la revista, el artículo ya
cortado… PRESIDENTE.- Claro, extraer la información
del material que le daban. Perfecto. ¿Y esto lo hizo
desde marzo del 76 hasta septiembre del 79? IMPUTADO
(Sandoval).- Sí, sí, sí. PRESIDENTE.- ¿Esta fue su
tarea específica durante estos años? IMPUTADO
(Sandoval).- Sí, sí.PRESIDENTE.- ¿Y su entorno laboral
quiénes eran en ese momento? Durante el año 76
particularmente. IMPUTADO (Sandoval).- Bueno, ya en el
76 yo calculo eran unos 150, 200… PRESIDENTE.-
¿Recuerda a algún compañero de trabajo con el que
compartía todos los días? IMPUTADO (Sandoval).- Y, ahí
estaba... Espere que me acuerde, no hay ningún
problema. Uno de los que estaba en nexo con el partido
político era Soler, Jorge Soler. Otro, en
Administración, estaba Turón. Ahí en la sala de
situación estaba Ferreyra, el subcomisario Robles...
No es tan fácil acordarme, señor. PRESIDENTE.- No,
está bien, yo le pregunto cuál era su entorno
inmediato en el año 76, con el que usted compartía el
día a día. IMPUTADO (Sandoval).- Sí, eran... Porque en
la sala de situación había… PRESIDENTE.- Soler,
Ferreyra y Robles. IMPUTADO (Sandoval).- Soler, Soler.
Él era el que estaba a cargo de la relación con el
Partido Peronista. Y después había otro, que me
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contacto o conoció a personal de la Armada? IMPUTADO
(Sandoval).- No, no. PRESIDENTE.- ¿En alguna
oportunidad usted estuvo en la ESMA? IMPUTADO
(Sandoval).- No, señor. No. PRESIDENTE.- ¿Nunca?
IMPUTADO (Sandoval).- Nunca. PRESIDENTE.- ¿Sabe dónde
queda la ESMA? IMPUTADO (Sandoval).- Sí, sí, ahora
sí.PRESIDENTE.- ¿En aquel momento no? IMPUTADO
(Sandoval).- No…”
La ajenidad, no solo de su participación en
la actividad desplegada por el Estado durante el
gobierno de facto, sino hasta el desconocimiento
alegado en torno a la participación de personal
policial -más precisamente de los numerarios de la
Superintendencia de Seguridad Federal de la Policía
Federal Argentina- en los operativos llevados a cabo
por las Fuerzas Armadas en ese período, se ve
palmariamente desvirtuada con la recomendación por
operativos antisubversivos que obra en la fs. 36 de su
legajo personal. Esa recomendación es del 17 de
noviembre de 1976, es decir pocos días después del
secuestro de Hernán Abriata (30 de octubre de ese
mismo año) y se funda en actos de arrojo, abnegación,
valor u otras calificaciones semejantes realizadas con
riesgo personal real y evidente, esto es el artículo
253, inciso 1°, del Decreto 6580. También otros
integrantes del Grupo de Tareas que se desempeñaban en
Superintendencia de Seguridad Federal y que formaban
parte del GT recibieron recomendaciones similares, tal
el caso de Salvia, Cabral y Fotea.
También encuentra corroboración en el recurso
formulado por el acusado para que la Superioridad
revise una sanción y la deje sin efecto (carpeta anexa
a su legajo personal). Allí se manifiesta que el
acusado no participó, salvo los casos autorizados, de
operaciones con personal de las Fuerzas Armadas y que
había cumplido todas las directivas de tipo reservado
con la voluntad de alcanzar el fin que esas órdenes se
proponían. La negación -como se advierte- contiene una
afirmación, cual es que Sandoval participó de
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damnificaran a la víctima, como se verá, importan una
coautoría que le resulta penalmente reprochable.
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1561 seguida a Javier Almonte S/ infracción al art.
145 bis, ap. 2 y 3 del CP, de fecha 2 de noviembre de
2012).
B) Entendemos que esa composición de
elementos diversos que hacen al producto
jurisdiccional a elaborar, es decir, examinación del
núcleo de los conflictos penales; solo puede
entenderse desde la perspectiva de […u]n sistema de
interpretaciones normativas con base explícita en los
dispositivos legales existentes, pero con sentidos y
orientaciones fundadas en los puntos de partida
axiológicos propios del intérprete…] (Mariano H.
Silvestroni, Teoría constitucional del delito, 2º
edición actualizada, Editores del Puerto, Bs. As.,
2007, prólogo de Julio E. S. Virgolini, pág. I).-
De suerte que, con exceso y como en el
caso a juzgar, en el seno del derecho penal han de
ubicarse el análisis y comparación de distintas
investigaciones que, a la luz de otros existentes o
posibles; pretenden satisfacer los reclamos sociales
más actuales y más profundos de los conciudadanos
encontrados en relación -o en interacción- con el
Estado y sus instituciones, y/o -como es del caso- el
rol que asumen sus funcionarios que a su vez dependen
de aquél. En cualquier caso, conciudadanos que
comparten un espacio colectivo para la construcción de
sus derechos y los recuerdos todavía vividos luego de
ser atravesados por crimnes contra la humanidad, tan
ampliamente reconocido –en general- en la
jurisprudencia nacional y –en especial-; en el
juzgamiento de los tramos anteriores por los delitos
cometidos en la ESMA en los que intervino parte de
esta integración.
Pero volviendo al puro normativismo –que
además tiene que ver en mucho con las refelxiones
anteriorers- a la ciudadanía se le deben respuestas
cada vez más jurídicas y cada vez más posicionadas de
manera irrestricta sobre el ángulo de valor que
propone el normativismo-experimental, en suma;
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modelos que han servido para desarrollos posteriores,
hoy se traducen en el deseo y la motivación efectivos
que impulsaron la revisión de los más que
trascendentales elementos del ilícito penal como
fenómeno de atribución jurídicopenal; […p]ero la labor
del jurista penal no consiste, desde luego, en
interpretar o explicar los fenómenos del mundo de la
naturaleza, sino en formular (o no) enunciados de
adscripción de responsabilidad; esto es, juicios
imputativos o juicios valorativos de atribución, donde
el componente normativo, la reflexión nomológica,
deviene esencial…] (Enrique Gimbernat Ordeig, “Delitos
cualificados por el resultado y causalidad”, Ed. D F,
Montevideo-Buenos Aires, 2007, pág. XVII).
En ese sentido, la tarea tan afanosa
denota una extensión que va desde el trabajo
hermenéutico por excelencia, del cual se desprende la
subsunción penal, en base a las propiedades objetivas
y subjetivas del ilícito, hasta, la atribución de
responsabilidad –ya fuera del carácter global que
surge de la tipicidad y antijuricidad-, y son hoy el
portavoz y fundamento principal para contrarrestar –
con suficiente efecto inmunológico- las ilógicas
sistematizaciones en las que pudiera enmarcarse el uso
clasificatorio de un eventual castigo irracional. Sin
olvidar en ella, claro está, lo relativo al
condicionamiento de ciertas circunstancias personales
y las consecuencias dogmáticas a las que pueda
acarrear la averiguación de si el sujeto físico,
“pudo” […a]ctuar de un modo distinto] (Claus Roxin,
Política criminal y sistema del derecho penal, 2°
edición, Colección claves del derecho penal, volumen,
2, Ed. Hammurabi, Bs. As., Traducción de Francisco
Muñoz Conde, pág. 59) al hecho antijurídico.
C) Vayan por delante entonces, éstas primeras
reflexiones en las que a modo de ejemplo, no huelga
decir, nuevamente en perspectiva histórica, que: […
L]as cuestiones que interesan a los juristas giran en
rededor de problemas mucho más puntuales y que definen
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General, Tomo I, Fundamentos. La estructura de la
teoría del delito, Ed. Cívitas, pág. 184 y ss., en IV
Derecho penal de hecho y Derecho penal de autor en el
Derecho vigente; y pág. 196 y ss., en III Sobre la
evolución histórica de la moderna teoría del delito; y
pág. 200 ss., en Bases histórico-intelectuales y
filosóficas de la evolución del sistema clásico al
finalista. Y en Mirentxu Corcoy Bidasolo, El delito
imprudente, criterios de imputación de resultado, Ed.
BF Ltda. Montevideo – Buenos Aires, 2º edición, pág.
196, e) Conclusiones: [...E]n la evolución de la
teoría del delito, la imprudencia ha jugado un papel
determinante. Su progresiva importancia, debida al
aumento de esa clase de criminalidad, ha hecho que
pasase de ser el “hijastro” del derecho penal a motivo
de que diferentes concepciones de la teoría del delito
quedarán en entredicho…]).
D) En síntesis, la metodología
estructural sobre la que abordaremos la imputación
penal que concretará el caso, tendrá que ver con el
tratamiento sistemático que, en definitiva, ofrece la
estructura analítica de la Teoría del Delito,
resultados contrastantes que nos permitirán, también,
tratar de individualizar las acostumbradas
problemáticas que impone la categoría de la
imputación, y que nos obligará a enfrentarnos a una
coyuntura muy actual y que hay que reconocer en ese
eslabón sistemático, es decir: […n]adie puede negar
que hay serios problemas de imputación que son
problemas de tipicidad objetiva […] Pero reconocer la
existencia de los problemas de imputación objetiva no
significa plegarse a ninguna teoría de la imputación
objetiva, si por tal se entiende el ensayo de hallar
un criterio único que aspira a resolverlos todos y en
todas las formas típicas (dolosas y culposas, activas
y omisivas)…] (Eugenio Raúl Zaffaroni, Moderna
dogmática del tipo penal, Ed. Ara Editores, Bs. As.,
2009, págs. 44 y 45).
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a partir de las diferentes prescripciones legales…]
(Mariano H. Silvestroni, Teoría constitucional del
delito, 2º edición actualizada, Editores del Puerto,
Bs. As., de 2007, pág. 216).
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sentido común que indica: imputación es explicación
del resultado.
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doctrinarias actuales, a la vez que reconocen el
concepto de “imputación” […] también reconocen en él
un verdadero problema. La imputación […] no es un
concepto tomado al azar y luego relacionado con un
sistema dado; la imputación o modo de atribución o
endilgamiento de un resultado al tipo, o bien, al
comportamiento disvalioso (conforme la postura que se
adopte dentro del abanico abarcativo de la doctrina
actual) dando lugar a la consecuente responsabilidad
penal, es el leitmotiv del sistema jurídico-penal […].
Lo cierto es que la doctrina en la actualidad tiende a
inclinarse por un concepto de imputación de neto corte
normativo, tal como se observa en los funcionalismos
de moda. Admitiendo Wolgfang Frisch que “la adopción
de las nuevas teorías de la imputación del resultado
también contribuyó a un cierto renacimiento de la idea
y del concepto de imputación en Derecho penal,
especialmente en la explicación del delito como un
suceso imputable a una persona, bajo determinadas
circunstancias, del que ésta debe responder. Por
consiguiente, si el delito se define en general como
un problema de la imputación de un determinado suceso,
se debe calificar obviamente también como problema de
imputación aquella parte del delito de la que trata la
Teoría de la imputación objetiva del resultado”(Rubén
Omar Carrizo, “El problema de la imputación en materia
penal”, Ed. Nova Tesis, año 2009, pág. 15 y 16).
En este marco de interpretación, es
decir, en el de concatenación del comportamiento
antinormativo y el resultado final, habrá una relación
o paradigma unidireccional que culmina, sin dudas, en
la adecuación típica -también final- de las pautas
objetivas provistas por la conducta -que analizaremos
seguidamente- y que se encontraba descripta en base a
paradigmas normativos que acuñan las figuras penales
en cuestión.
El juez Fernando Canero, dijo:
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A.1) Introducción:
Las conductas dirigidas a la aprehensión de
las víctimas, su inmediato traslado al centro
clandestino de detención para su ulterior retención y
ocultamiento en dicho lugar, situación que únicamente
cesa con su egreso de aquel espacio de detención, son
sucesos que deben ser analizados para definir su
contenido de ilicitud, bajo las previsiones del
Título V, Capítulo I del Código Penal de la Nación,
que describe los denominados “delitos contra la
libertad individual”.
La modalidad básica de este atentado contra
la libertad ambulatoria, está prevista en el artículo
141 del Código Penal, pues reúne los elementos o
requisitos mínimos para definir el injusto culpable.
Sin embargo, dada la condición de Oficial de
la Policía Federal Argentina que ostentaba el
imputado, es sabido que se agrava la modalidad
delictiva, por tratarse de un funcionario público.
Los medios con que se perpetró este atentado
contra la libertad ambulatoria de la víctima, y la
especial condición que ella revestía, lejos de ser
extremos indiferentes para la ley penal, han sido
computados también como motivo de agravación de las
penas.
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Finalmente, en la mayoría de los casos, el
tiempo que duraron las privaciones de la libertad, son
extremos que, como se verá, permiten tornar operativas
otras agravantes.
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funcionario público, acorde a la naturaleza y fines
propios del derecho penal sustancial.
En este sentido, sostiene Donna que: “El
concepto de funcionario es jurídico, y eso lo
convierte, sin duda alguna, en un concepto normativo.
Si se pudieran dar los requisitos que debe tener un
funcionario, se podría afirmar que es aquella persona
que: 1) Está adscripta a la administración pública; 2)
tiene una relación de profesionalidad, en el sentido
que cubre un hueco dentro de la administración. Esto
es que no colabora desde afuera; 3) tiene una
remuneración por parte de la administración pública;
4) tiene un régimen jurídico administrativo propio”
(cf. Derecho Penal. Parte Especial. Tomo III.
RubinzalCulzoni Editores. Bs. As. 2001. pag. 27).
Por lo tanto, es indiferente que el agente se
encuentre explícitamente designado como funcionario
público o empleado público, sino que, por el
contrario, lo relevante es que el autor se encuentre
en el ejercicio real de funciones públicas, como es en
el caso bajo análisis.
Al respecto, comenta Donna que: “El
funcionario público, visto así, es un individuo
titular de funciones orgánicas de servicio estatal,
caracterizado, como se dijo, por las notas de
remuneración y profesionalidad pública. Desde esta
concepción, el concepto de funcionario se convierte en
un concepto material real, o si se quiere, funcional-
sustantivo” (cf. Ob. Cit., p. 28).
Asimismo, en similar sentido, se han
pronunciado diversas Salas de la Cámara Federal de
Casación Penal (v. causa "BARREIRO, Leonardo",
Registro N° 1677.1, Sala I, resuelta el 16 de julio
de 1997; causa "FENDRICH, Mario César”, Registro n°
335.97.3, Sala III, resuelta el 20 de agosto de 1997;
causa “VILA, Julio Eduardo”, Registro N° 6988.1, Sala
I, resuelta el 6 de septiembre de 2004; y causa
“NÚÑEZ GONZÁLEZ, Germán y otros”, Registro n° 8651.2,
Sala II, resuelta el 26 de mayo de 2006).
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ningún juez competente; la negativa a brindar
información a los familiares que reclamaban el
paradero de la víctima; la derivación del detenido al
centro clandestino de detención; el empleo de apodos
y el ocultamiento del cautivo, son todas
circunstancias que dan cuenta que la privación de la
libertad aquí tratada era ilegal y/o arbitraria,
mediando, por parte de los funcionarios públicos que
la efectuaron y perpetuaron –entre los que se
encuentra el aquí imputado-, abuso funcional y sin
respetar las formalidades dispuestas en la ley.
En relación al aspecto subjetivo, se trata de
un delito doloso, que no admite culpa. Por lo tanto,
el sujeto activo debe intervenir conociendo su
accionar ilegal o arbitrario, y con la intención de
menoscabar o restringir la privación del sujeto pasivo
a través de ese medio. Es decir, que se necesita que
el agente actúe en forma consciente del carácter
abusivo de la privación por defecto de competencia,
exceso funcional en el caso particular, falta de
presupuesto sustancial para proceder o ausencia de
requisitos formales.
Así las cosas, se ha corroborado en autos que
el aquí imputado, de acuerdo a su grado de
intervención en los hechos, tenían pleno conocimiento
de que las detención realizada era ilegal y actuó
voluntariamente en la afectación de la libertad
personal de Hernán Abriata.
Ya se destacó, en más de una oportunidad, que
conforme a las características del aparato organizado
de poder, quienes ejercieron los distintos roles
asignados de acuerdo a las distribuciones de poder y
capacidades operacionales otorgadas, debieron tener
conocimiento efectivo de los engranajes más básicos
del plan sistemático de represión ilegal finalmente
ejecutado en los hechos.
Dentro de la estructura trazada por los
operadores del aparato organizado, los operativos
practicados para seleccionar blancos para su inmediato
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En este sentido, conforme se acreditó al
tratar su responsabilidad individual, en el período
establecido, Sandoval estuvo en la ESMA, en su calidad
de miembro de la Policía Federal Argentina, cooperando
activamente y en forma completamente voluntaria, a
efectos de concretar los designios de la Armada,
específicamente, de la Unidad de Tareas 3.3.2.
Resta señalar que la privación ilegítima de
la libertad se encuentra consumada, ya que este tipo
penal se agota en forma instantánea al producirse el
acto ilícito. A su vez, consideramos que, al tratarse
de un delito de carácter permanente que comienza en un
lapso determinado y se prolonga en el tiempo hasta que
cesa la privación ambulatoria, todas las
intervenciones posteriores son siempre imputables al
mismo título que el momento inicial.
En este caso particular, los acontecimientos
aquí evaluados, comenzaron con la detención ilegal de
Hernán Abriata y se extendió con su traslado y
permanencia en el Centro Clandestino de Detención.
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supone un empeoramiento en la situación de privación
ilegítima de la libertad del sujeto pasivo y se
configura con el simple transcurso del tiempo, el cual
debe superar el mes.
Por lo tanto, la única pauta objetiva para
que se verifique esta disposición es la mera
confrontación del tiempo transcurrido en detención por
parte de la víctima.
Teniendo en cuenta que esta agravante se
sustenta en un mero elemento descriptivo, aquél se
encuentra corroborado al momento de tratar la
materialidad fáctica del suceso traído a juzgamiento,
habilitándose la agravante, basada en la mayor
intensidad que el legislador le atribuye a la
privación ilegítima de la libertad que excede de tal
término.
B) Tormentos agravados.
B.1) Ley aplicable:
Entendemos que respecto del artículo 144 ter
del C.P., que reprime la imposición de tormentos por
parte de un funcionario público a los presos que
guarda, corresponde aplicar la redacción incorporada
por la ley 14.616 –vigente al tiempo de los hechos-,
la cual resulta ser más benigna que el texto actual,
modificado por la ley 23.097, en tanto la primera
reprime este delito con pena de reclusión o prisión
de 3 a 15 años, mientras que la segunda elevó tal
mínimo legal a 8 años y su máximo a 25 años.
Así las cosas, corresponde en primer lugar,
señalar en cuanto a la condición de perseguido
político de la víctima -segundo párrafo del artículo-,
el cual no fuera tenido en cuenta por el legislador en
la norma ya citada, consideramos que también resulta
de aplicación a este caso, toda vez que el concepto
de ley penal más benigna del artículo 2 del C.P.
considera la aplicación “in totum” o en bloque de un
solo texto legal, quedando vedada la composición de la
partes más favorables de las distintas normas.
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dolor corporal que se causaba al reo para obligarle a
confesar o declarar”.
Teniendo en cuenta lo expuesto, “tortura” y
“tormento” son sinónimos, aunque imperfectos, en tanto
que la tortura se plantea en el campo físico, como en
el espiritual o moral, mientras el tormento sólo es
aplicable al maltrato físico o corporal, aunque
también, desde el punto de vista teleológico de su
propósito, puede extenderse al maltrato psicológico.
En este sentido, destaca FontánBalestra que:
“el empleo de la palabra tormento aparece en el
artículo 18 de la Constitución Nacional, que declara
abolidos para siempre la pena de muerte por causas
políticas, todo especie de tormento y los azotes. La
ley se refiere, en el primer párrafo a los tormentos y
el tercero a las torturas a que la víctima ha sido
sometida. La necesidad de distinguir estos casos de
las vejaciones y apremios ilegales se hace tanto
necesaria cuanto lo impone la marcada diferencia de
gravedad de la pena amenazada. La distinción no
resulta, sin embargo, sencilla, porque torturar
significa tormento, suplicio, padecimiento, lo que
también se causa con las vejaciones y apremios.
Pareciera que la diferencia está dada por la
intensidad, y a lo que se entiende comúnmente por
tormento, por la causación de dolor físico…Habrá, sin
duda, casos típicos de tormentos cuando se haga uso de
los llamados genéricamente instrumentos de tortura,
entre los que hoy desempeña papel preponderante, por
su eficacia y ausencia de rastros, la “picana
eléctrica” (v. Fontán Palestra, Carlos, Tratado de
Derecho Penal, t. V, 2da. actualizada, Abeledo-Perrot,
Buenos Aires, 1992, pag. 317/8).
A su vez, Soler señala que: “al hacer
referencia la ley simplemente al acto de imponer
cualquier especie de tormento, admite la posible
comisión de este delito con independencia de todo
propósito probatorio o procesal. En este caso, será
necesario distinguir la que es nada más que una
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relatos, conjugados con el resto de las versiones
brindadas y, en definitiva, integrando todos ellos un
sólido plexo probatorio, han permitido formar plena
convicción sobre el tema que nos ocupa.
Los tormentos aplicados sistemáticamente,
fueron el medio utilizado para los interrogatorios de
los cautivos, esto es, para obtener información
rentable que permitiese impulsar el plan criminal en
el tiempo, y así proyectar nuevos operativos de
secuestro.
La decisión adoptada por el aparato
organizado para la represión ilegal, dirigida a
impartir este aberrante régimen de tormentos para su
aplicación en forma masiva e indiscriminada a las
víctimas alojadas en el centro clandestino de
detención erigido en la ESMA, importó la ejecución de
una de las fases decisivas del plan sistemático
activado desde el 24 de marzo de 1976 por la dictadura
militar.
Ya se dijo reiteradamente a lo largo de este
pronunciamiento, que las pretendidas actividades de
inteligencia del aparato organizado de poder,
desplegadas para obtener información útil de todos
cuantos eran considerados “oponentes” al régimen, se
canalizaron a través de esta feroz práctica de
sometimiento de las víctimas a interrogatorios bajo
tormentos.
Queda entonces establecido que se entiende
por “tormentos”, no sólo aquellos maltratos físicos
impartidos a los damnificados, sino también todas
aquellas situaciones en las que se les infligieran
maltratos psicológicos, más específicamente, las
vinculadas a los tratos inhumanos y degradantes de
cautiverio que les fueron impuestos.
Por su parte, está probado con plena
certeza, que las víctimas que estuvieron alojadas en
la ESMA, como HeránAbriata, estuvieron sometidas a las
siguientes condiciones de encerramiento: tabicamiento
o vendaje de ojos destinado a impedirles la visión;
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impunemente, debe también generar una particular
situación de desamparo y hasta perplejidad.
Pero cuando los perpetradores del mal más
radical, son quienes se escudan en las instituciones
del Estado cuyo poder usurparon, e invocan tener sobre
sus semejantes el derecho de vida o muerte, tan
repugnante situación es apta para generar fuertes
sentimientos que trastocan la dignidad humana; aunque
también esto es difícil de medir o imaginar, si no se
lo ha vivido.
No sólo los efectivos padecimientos vividos
en la cautividad y su acumulación, importaron graves
tormentos desde el punto de vista jurídico penal.
La mera expectativa o temor de padecer en
cualquier momento golpes, humillaciones, malos tratos
y perversos desatinos de cualquier índole, que ya
habían también injustamente sufrido otros compañeros
de cautiverio, habrá generado una fuerte dosis de
tensión, ansiedad y estrés, que también importa un
tormento adicional.
Los pensamientos recurrentes no sólo por la
propia suerte, sino además por la angustia,
situaciones de peligro o incertidumbre que podrían
estar padeciendo los familiares y allegados que en
muchos casos presenciaron o fueron víctimas también de
la violencia del propio grupo operativo, esto también
es un tormento en el sentido que se le ha asignado.
La incertidumbre sobre lo que podía ocurrir
en cualquier momento, imaginar el peor desenlace
propio o ajeno, haber visto u oído las torturas o
tormentos padecidos por otros, haber conocido por
comentarios los vejámenes sufridos indiscriminadamente
por otros cautivos, conocidos o compañeros de
militancia, ni qué decir cuando los otros eran
parientes o allegados; esto también configura el
delito de tormento.
En este último sentido, se debe recordar que
está igualmente acreditado que las torturas no sólo se
impartían directamente sobre la víctima, sino que
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estableciendo un criterio que también es obviamente
aplicable al caso de autos.
Ha señalado allí que“las víctimas eran
presos en la terminología legal, toda vez que fueron
aprehendidas y encerradas por funcionario público que,
de acuerdo a las leyes vigentes, tenían facultades
para hacerlo. La circunstancia de que esas detenciones
no hubiesen sido llevadas a cabo de acuerdo con las
prescripciones legales –lo que también es motivo de
reproche- no cambia la categoría de presos” (La
Sentencia, Tomo II, Imprenta del Congreso de la
Nación, Buenos Aires, 1987, págs. 725/726).
Respecto del tipo subjetivo, destacamos que,
por las particulares características indicadas, en su
aspecto volitivo, admiten necesariamente la atribución
de dolo por parte del imputado, ya sea directo o bien
de consecuencias necesarias.
A su vez, en el aspecto cognoscitivo, el
autor debe conocer que la persona a la cual se tortura
está privada de su libertad y que el accionar
desarrollado respecto de ésta, le causa padecimiento e
intenso dolor.
En este sentido, no caben dudas de que
Sandoval no tan solo obró con discernimiento y
voluntad en la ejecución de la aprehensión ilegal de
Abriata, sino que también le eran conocidas las
circunstancias que rodearían su cautiverio dentro del
C.C.D. ESMA, y por ende, los tormentos a los que sería
sometido y que ya fueran descriptos anteriormente; sin
perjuicio de ello, contribuyó con su aporte a la
consecución de ambas circunstancias.
En efecto, cada uno de los acusados, desde su
rol desempeñado en el aparato organizado de poder,
también conocía exactamente esta parte del plan
sistemático. Sabían con precisión cuál era la real
funcionalidad del centro clandestino, y el modo en que
se implementaban para los cautivos las condiciones
inhumanas de alojamiento, no desconociendo de ninguna
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sino también el individuo arrestado o detenido por
motivo político, como es el de ser opositor al régimen
establecido o a las personas que ejercen el gobierno…”
(v. Núñez, Ricardo C. Tratado de Derecho Penal. Tomo
IV. Parte Especial. Delitos contra la libertad. 2da.
reimpresión. Marcos Lerner Editora. Córdoba, 1989. p.
57).
Es decir, que esta agravante del tormento
debe ser evaluada desde la posición asumida y
desplegada por el sujeto activo, ya que el sujeto
pasivo puede resultar perseguido políticamente y no
registrar estrictamente actividad política.
En este orden de ideas, se ha entendido: “…
Es significativo que la ley utilice la expresión
perseguido político, como queriendo denotar una
situación de injusticia o por lo menos de apreciación
singular. Un perseguido político es toda persona de
cualquier sexo, edad y condición que por diferencias
fácticas o teóricas con el equipo gobernante, recibe
un tratamiento dispar con respecto a los demás
habitantes o ciudadanos…” (cf. Vázquez Iruzubieta,
Carlos. Código Penal comentado. Tomo III. Ed. Plus
Ultra. Buenos Aires, 1970, p. 82)
El autor agrega: “…El sujeto pasivo de este
delito puede serlo el propio político (varón o mujer)
o algún miembro de su familia; porque lo que califica
el tormento no es la perfecta individualización del
sujeto activo en el sentido de que deba ser una
persona dedicada a la actividad política, sino que la
motivación del tormento es una causa política. De modo
que en este caso, la figura exige un dolo
especializado…” (ob. Cit, p. 82).
Por esta razón, en miras del plan de la
Armada para la lucha contra la subversión elaborado
por el régimen de facto que imperó en nuestro país
desde marzo de 1976 y a partir de la definición de
“oponente subversivo” (El PLACINTARA 75 establecía
como “Misión” la siguiente: “Operar ofensivamente
contra la subversión en el ámbito de la propia
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definía e identificaba al enemigo, señalándolo como
“organizaciones subversivas en la República Argentina,
a las organizaciones político militares PRT-ERP y
Montoneros”, como aquéllas que en aquel entonces
ejercían el liderazgo de la agresión en el país.
Sobradamente queda demostrado que el
plan pergeñado por las fuerzas de seguridad que
asaltaron el poder en marzo de 1976, tenía como
objetivo la persecución y posterior aniquilamiento de
los grupos considerados “subversivos”.
Manigot explica en relación a esta agravante,
lo siguiente: “…No será necesario que medie contra el
sujeto o contra su ideología una persecución. Bastará
que esa idea política constituya el motivo de los
tormentos…” (cf. Manigot, Marcelo. Código Penal
anotado y comentado. Tomo I. arts. 1 a 185. 4ta.
edición. Ed. Abeledo Perrot. Buenos Aires, 1978, p.
465)
Por lo tanto, toda vez que el adjetivo
“perseguido político” para definir la condición del
sujeto pasivo es una concepción establecida
arbitrariamente por el sujeto activo, y teniendo en
cuenta, que toda actividad política supone en su
núcleo una faz agonal y otra de lucha, más allá de la
intensidad con la cual se dirija, resulta indudable
que todas las víctimas que fueran conducidas al centro
clandestino de detención, revestían la cualidad de
perseguidos políticos -incluidos en el concepto de
oponente del documento referenciado-, en los extremos
que pretende la norma del artículo 144 ter, segundo
párrafo del C.P., según ley 14.616.
Para concluir, entendemos que en las
sociedades modernas, los hechos políticos se ubican en
el contexto de los fenómenos sociales, siendo el
derecho un instrumento de poder para resguardar las
instituciones democráticas y ciertos bienes jurídicos
que las respaldan, como ser: la seguridad nacional y
el orden constitucional.
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La privación ilegal de la libertad
resguarda la libertad física de la persona, es decir,
que su criterio rector se orienta a verificar el
origen y el porqué de una detención ilegal y las
restricciones al desplazamiento que se desprendan de
ésta.
Por otro lado, la norma que prevé la
imposición de tormentos está dirigida a evaluar los
extremos bajo los cuales se sucede la detención de un
individuo, sin importar que sea legal o ilegal.
En este orden de ideas, Mario Alfredo
Sandoval, en el mismo segmento temporo espacial, no
solo privó ilegítimamente de la libertad a Hernán
Abriata mediante la modalidad agravada ya explicitada
en el acápite respectivo, sino que además, renovó su
voluntad delictiva al conducirlo a la ESMA a sabiendas
de las condiciones a las que sería expuesto.
En consecuencia, destacamos que las
esferas de intervención jurídica de estos delitos, no
se superponen entre sí y son independientes, motivo
por el cual resultan de aplicación, para todas ellas y
en cada caso en particular, los parámetros del
concurso real –artículo 55 del C.P.-
Por último, no podemos soslayar que ni
los tipos penales en juego, ni la forma en que
concursan, resultan violatorios del principio de
congruencia; toda vez que la plataforma fáctica
materia de imputación y por la que fuera indagado y
extraditado Sandoval se mantuvo inalterable a lo largo
de todo este proceso.
En tal sentido, las circunstancias de
tiempo, modo y lugar de los sucesos por los que
resultara víctima Hernán Abriata en la forma descripta
en el acápite correspondiente al hecho objeto de
acusación no ha sufrido modificación alguna de la que
se pudiere inferir mínimamente alguna afectación a la
garantía señalada (art. 18 CN).
5.- GENOCIDIO.
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consideración de las aquí víctimas como grupo
nacional.
Previamente, señaló que en fallos anteriores,
por voto de mayoría se rechazó su planteo en cuanto a
la calificación legal y el voto de la minoría, en
ambos casos, tanto en "ESMA Unificada" como en "ESMA
IV", fue el del doctor Obligado quien hizo lugar
parcialmente a la figura de genocidio, pero ambas
posiciones, tanto la de mayoría como minoría,
coincidieron en la diferenciación entre delitos de
lesa humanidad y genocidio, al señalar que "la
diferencia entre crímenes contra la humanidad y el
genocidio es que los crímenes de lesa humanidad
caracterizan un ataque puntual a las libertades
individuales. Por el contrario, al delito de genocidio
lo que lo define es la instalación de la maquinaria de
aniquilamiento de personas de manera masiva,
sistemática y científicamente organizada”. “Mientras
que en los crímenes de lesa humanidad el Estado es
responsable por los casos individuales, en el
genocidio el Estado es responsable por haber puesto en
marcha un plan sistemático masivo y científicamente
organizado de eliminación de personas".
Establecida la diferencia, señaló por qué era
innecesaria la escala penal específica para calificar
la conducta o los hechos acaecidos en el marco de este
proceso como “genocidio”, dado que ya desde 1853
nuestra Constitución Nacional reconoce el principio
ancestral del Derecho de gentes contemplado en el art.
18, acerca del cual ha establecido: “Sostenemos que el
Derecho de gentes, receptado por nuestro ordenamiento
interno, por la previsión normativa del artículo 118,
debemos aplicarlo en todos aquellos casos en los que
nos encontramos frente a crímenes internacionales, de
manera de no suponer que la remisión al Derecho de
gentes que hace la Constitución ha sido inútilmente
usada o agregada y debe rechazarse como su superflua o
sin sentido". Fallo 92:334. Calificación de
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aspectos de la lucha contra ese enemigo interno era el
control de la población. Eso implicaba un plan
defensivo, y en el plan defensivo se cuadriculaba el
territorio, se visualizaba un territorio y población
casi como lo mismo, como el elemento a abordar y a
ganar. Y la primera vez que se implementa se
implementa lo que se llama el "Plan CONINTES", que
después fue recetado en los distintos reglamentos del
Ejército. Y por razones de tiempo, luego solo mencionó
reglamentos del Ejército del 64, el RC21, el
Reglamento del Ejército Argentino de 1969, el de 1970,
que empezaron a contemplar esta doctrina de
contrainsurgencia francesa, que después se fue
amalgamando y modificando por la Doctrina de Seguridad
Nacional.
Más allá de los reglamentos, expresó que
existía una exposición clara y concisa respecto de qué
era lo que ellos consideraban el enemigo, en
entrevistas producidas con el general Acdel Vilas
-primer encargado del Operativo Independencia-, quien
textualmente dijo en una entrevista periodística:
"Tuve que aplicar un edema, al grano, directo, sin
vueltas, poco planeamiento y mucha acción. Si me
decían que en Río Colorado había sospechosos, había un
método convencional para aplicar: infiltrar gente allí
y averiguar. Eso demandaba un mes de trabajo. Yo
prefería el método directo. ¿Cuánta gente hay en Río
Colorado? ¿700 habitantes? Bien, toda la población en
cuarentena inmediatamente. Después averiguaremos quien
es el guerrillero y quien no”. El enemigo era la
población, el objeto del plan, que se distinguía por
estar a juicio de quienes detentaban la maquinaria
contra determinados valores subjetivamente
considerados superiores. Ese plan sistemático,
indudablemente, sobrepasó lo que puede considerarse
estricto sensu "crímenes de lesa humanidad”.
A su vez, el letrado refirió que era
necesario distinguir lo que verdaderamente ocurrió,
como forma de superar lo ocurrido, en términos
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En consecuencia, consideró que la figura del
genocidio es lo que permitirá ponderar el alcance de
lo acontecido, porque no hay discusión sobre la
existencia del plan sistemático, ni sobre la
maquinaria, ni tampoco sobre los hechos acaecidos en
la República Argentina, ya dicho por sentencias firmes
y pasadas en autoridad de cosa juzgada, por lo tanto,
excede el delito de lesa humanidad. Por ello acusó por
genocidio y solicitó que al momento de dictar
sentencia, el Tribunal lo considerara en la
calificación legal. Y para el caso de que no lo
hiciera, formuló la reserva de casación, de concurrir
ante la Corte Suprema en caso federal, en los términos
del artículo 14 de la Ley 48.
Por todos estos argumentos, al momento de
efectuar su petitorio, solicitó que se condene al
acusado por el delito de genocidio a la pena de
prisión perpetua, inhabilitación absoluta y perpetua,
más accesorias legales y costas.
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acciones que arrastra son llevadas a cabo contra
individuos, no en razón de sus cualidades
individuales, sino porque pertenecen al grupo
nacional…].
También debo resaltar que son diversos
los autores que destacan las diferencias entre
genocidio y los crímenes contra la humanidad. Entre
ellos, Graven sostiene que el genocidio constituye el
más grave y más típico de los crímenes contra la
humanidad, pero no el único.
Refiere que existe entre ambos una
relación de género a especie, pero no de identidad,
dado que es factible la comisión de crímenes contra la
humanidad que no podrían ser considerados como
genocidio. Los trabajos aludidos de Lemkin al igual
que los de otros juristas en el mismo sentido,
marcaron el camino para la firma de una convención
internacional acerca del tema.
Fue por ello, que el día 11 de
septiembre de 1946, la Asamblea General de las
Naciones Unidas aprobó la resolución 95(I) que
confirmó los principios elaborados en los juicios de
Nüremberg y en la resolución n° 96(I) se dispuso: […
E]l genocidio es el repudio del derecho a la
existencia de grupos humanos enteros, del mismo modo
que el homicidio es el repudio del derecho a la
existencia de un individuo; tal rechazo perturba la
conciencia humana, inflige grandes pérdidas a una
humanidad que se halla así privada de las aportaciones
culturales u otras de esos grupos; y es contrario a la
ley, así como al espíritu y a los fines de las
Naciones Unidas…]
[…L]a represión del crimen de genocidio es
un asunto de interés internacional. La Asamblea
General, en consecuencia, afirma que el genocidio es
un crimen del derecho de gentes que el mundo
civilizado condena y por el cual los autores
principales o sus cómplices, ya sean personas
particulares, funcionarios u hombres de Estado, deben
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grado de tentativa.
Desde el punto de vista subjetivo, reclama
que el hecho debe haber sido llevado a cabo con la
intención de destruir total o parcialmente un grupo
nacional, étnico, racial o religioso. Este elemento,
incluso, es el que también sirve para diferenciar al
genocidio del crimen contra la humanidad.
Ahora bien, una vez destacados aquellos
elementos básicos que integran el tipo del delito de
genocidio, corresponde que nosocupemos en analizar si
dichos extremos han podido acreditarse en los hechos
materia de juzgamiento en este proceso.
Así cabe afirmar que el principal obstáculo
lo constituye entonces la caracterización que debe
otorgársele en el tipo a los diferentes grupos, dado
que como ya lo señaláramos no puede tomarse en
consideración a cualquier grupo sino solamente
aquellos descriptos en el convenio internacional.
Más allá de las argumentaciones de la
querella, entre cuyos fundamentos han peticionado la
aplicación de la figura prevista por la Convención, e
incluso, para sostener su acusación, que los hechos
investigados se calificaron como lesivos para la
humanidad, denominados también crímenes contra el
derecho de gentes; tal postura no es ajena al universo
que integran las diversas críticas -que por cierto
compartimos- realizadas por diversos juristas y
doctrinarios del derecho internacional, en torno a la
definición por la que optó la Convención Internacional
para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio.
No obstante ello, debemos recordar que el
artículo 2 de la Convención define las conductas que
considera comprendidas por el concepto de genocidio
señalando: […E]n la presente Convención se entiende
por genocidio cualquiera de los actos mencionados a
continuación, perpetrados con la intención de destruir
total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico,
racial o religioso, como tal: a)matanza de miembros
del grupo; b) lesión grave a la integridad física o
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barrera infranqueable a los efectos de considerar a
los hechos ventilados en el juicio como constitutivos
del delito de genocidio, ya que de contrario
constituirá una clara afectación al principio de
legalidad y de las garantías del debido proceso legal
y de la defensa en juicio previstas por el artículo 18
de la Constitución Nacional.
En efecto, entendemos que dada la
significación actual que el derecho internacional le
otorga a la expresión “grupo nacional”, resulta
incompatible con los extremos expresamente previstos
en la Convención incluir en sus previsiones las
acciones desplegadas por el imputado de autos, aunque
aquellas sí constituyan crímenes de lesa humanidad e
incluso de su comisión puedan advertirse, aquellas
particularidades y características que comúnmente se
presentan al llevarse a cabo la conducta del delito de
genocidio.
Tal conclusión deriva del análisis de la
abundante prueba colectada durante este juicio, que a
la luz de la actual significación que de manera
internacional se le otorga a la expresión “grupo
nacional” y a la clara exclusión del concepto de
“grupo político” de las previsiones de la convención,
no se ha podido establecer que aquellaspersonas que
resultaran víctimas y fueran conducidos a la ESMA para
ser allí alojados, constituyan un grupo homogéneo
desde distintos puntos de vista –edad, sexo, clase
social, ocupación, participación política o sindical,
religión, nacionalidad, etc- que pueda tildarse de
“grupo nacional”, sino que muy por el contrario
resultan integrantes de un universo notablemente
heterogéneo que en definitiva no se encuentran dentro
de la actual concepción del concepto analizado y, en
consecuencia, no deben ubicarse dentro de los
preceptos de la Convención a la que vengo aludiendo.
Incluso, corresponde destacar, que el
concepto de genocidio no ha variado en absoluto
respecto de su definición en la Convención, y no es
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cuanto hubiera afectado el principio de congruencia y
la otra, en atención a las exigencias del principio de
legalidad en tanto al tiempo de los hechos no se
encontraba legislado este delito para su aplicación en
el ámbito nacional.
Luego, ya en la primer mega causa del Centro
Clandestino de Detención ESMA (causa Nro. 1270, “ESMA”
(ESMA II), TOF Nro. 5, Cap. Fed., rta.: 28/12/11),
arribé a la conclusión que la situación debía
considerarse un politicidio, es decir que se había
exterminado un grupo humano por causas políticas, pero
que la ausencia de una tipicidad específica en la
normativa de la Convención, impedía su recepción. Por
lo cual, propicié que las autoridades gubernamentales
del país encararan las gestiones necesarias para
reformular los términos de aquel instrumento y, de tal
modo, se aceptara dicha categoría conceptual.
Mas adelante, me pronuncié en la causa Nro.
2261, “Automotores Orletti”, TOF Nro. 1, Cap. Fed.,
rta.: 03/11/17, en la cual se decidió que la situación
criminosa había acontecido en el “marco de un
genocidio”.
Para decidir así se tuvo en cuenta el
alcance de las acusaciones que se limitaban a esa
descripción, por lo cual variarla hubiera implicado
contradecir el principio de congruencia.
Sin embargo, tal decisión, implicó, sin duda,
un avance respecto de mi anterior criterio plasmado en
la ya mencionada causa Nro. 1270 “ESMA II” del TOF 5,
en tanto amplió los alcances aplicativos del concepto
de genocidio.
Luego, ya en la causa Nro. 1282 “ESMA
Unificada” del TOF 5, rta: 29/11/17, modifiqué mi
propuesta, considerando entonces que, en efecto, al
caso argentino le corresponde la categoría de
genocidio, en los propios términos de la Convención.
De todas formas, previamente, conviene
repasar las diferentes categorías sobre esta
problemática.
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(derecho a hacer la guerra o derecho a impedir la
guerra); también llamado derecho a la guerra.
El término crímenes contra la humanidad fue
extrapolado de la llamada Cláusula Martens contenida
en la IV Convención de La Haya de 1907, referente a
las leyes y costumbres de la guerra en campos de
batalla. Esta cláusula, que será analizada más
adelante, prevé que para lo que no fuera tratado de
forma expresa en la Convención, los habitantes y
beligerantes, quedarían bajo la protección y sujetos
al principio de gentes, tal y como resulta de los usos
establecidos entre las naciones civilizadas, de las
leyes de humanidad y de las exigencias de la
conciencia pública (cfr.: Alicia Gil Gil, Derecho
Penal Internacional. El Delito de Genocidio, Ed.
Tecnos, Madrid, 1999, p. 106).
Las referencias al concepto de humanidad que
aparecen en la Convención de la Haya y otros
documentos de aquella época fueron utilizados en un
sentido no técnico, pues en realidad no pretendían
indicar un conjunto de normas diferentes de las leyes
y costumbres de la guerra.
En 1919, la Comisión sobre la responsabilidad
de los autores de los delitos de guerra y sobre la
aplicación de las penas por violaciones a las leyes de
guerra, propusieron en su informe el enjuiciamiento de
las ofensas contra las leyes de guerra y también
contra los principios de humanidad. Establecieron para
ello la necesidad de instituir un Alto Tribunal que
debería aplicar en estos casos el derecho de gentes,
así como también las leyes de humanidad. Y es así que
la comisión asumía competencia, por una parte, para
juzgar las violaciones de las leyes de guerra y por
otra, las violaciones de leyes de humanidad, lo que
después se conocería con el nombre de crímenes contra
la humanidad, pero debido a las objeciones realizadas
por los Estados Unidos para la adopción de estos, el
Tratado de Versalles no los pudo incorporar.
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antes había recibido su origen, el nombre y el
fundamento legal.
Esta exigencia de conexión, limitó
ampliamente la competencia del Tribunal en lo
referente a los crímenes contra la humanidad. Por otra
parte el Tribunal no aclara en sus sentencias el
concepto de crimen contra la humanidad, ni llega a
establecer un deslinde entre esta categoría y los
crímenes de guerra, la utiliza de modo subsidiario
para cubrir los casos en que el delito cometido no es
subsumible en el Derecho de La Haya sobre la guerra
terrestre (cfr.: Antonio Quintano Ripollés,
“Criminalidad de Guerra”, en Nueva Enciclopedia
Jurídica, Tomo VI, Barcelona, 1971, p. 10).
El crimen contra la humanidad es, por ende,
tanto en la Carta, como en la jurisprudencia del
Tribunal Militar Internacional, una extensión de los
crímenes de guerra, una categoría subsidiaria de los
mismos, que sirvió fundamentalmente para castigar los
delitos cometidos por los alemanes contra la población
de los territorios ocupados o contra sus propios
nacionales (cfr.: Gil Gil, Derecho Penal
Internacional, ob. cit., p. 120).
Es importante recalcar, como lo indica
Folgueiro, que el artículo 6 apartado “c” del Estatuto
que rigió el funcionamiento del Tribunal, distinguía
tres categorías de delitos: 1) los crímenes contra la
paz; 2) los crímenes de guerra; y 3) los crímenes
contra la humanidad. En el último apartado que es
relativo a los crímenes contra la humanidad, estos son
descriptos como: asesinatos, exterminio, sometimiento
a esclavitud, deportación y otros actos inhumanos
cometidos contra cualquier población civil antes o
durante la guerra; o persecuciones por motivos
políticos, raciales o religiosos, en ejecución o en
conexión con cualquier crimen de la jurisdicción del
Tribunal, sean o no, una violación a la legislación
interna del país donde hubieran sido perpetrados
(cfr.: Daniel Feirestein, Guillermo Levy, Hasta que la
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al profesor Julio B. J. Maier, Ed. del Puerto, Bs.As.,
2005, Volumen: I, p. 318).
Este nuevo enfoque que se le dio al concepto
de crímenes contra la humanidad, desvinculado de los
crímenes de guerra por el cual se le otorgaba una
autonomía propia, se puede evidenciar en la definición
de estos crímenes que aparece tanto en los Estatutos
de los Tribunales Penales Internacionales para la Ex
Yugoslavia y Ruanda, como también en el artículo 7 del
Estatuto de la Corte Penal Internacional. Instrumentos
que a su tiempo, serán abordados en profundidad por
este tribunal.
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delito de genocidio” (en adelante: la Convención de
1948) aprobada el 9 de diciembre de 1948 por la III
Asamblea General de las Naciones Unidas, obtuvo fuerza
de ley a partir de aquel plan sistemático que
significó el régimen nacional socialista de la
Alemania Nazi (desde septiembre del año 1933 hasta el
fin de la Segunda Guerra Mundial en el año 1945) que
administró muertes y otros delitos bajo el formato
símil de “empresa exterminadora de judíos, gitanos,
eslavos, homosexuales, disminuidos física o
mentalmente y opositores políticos”.
Para comprender aún con mayor minuciosidad el
origen de la Convención de 1948 y percibir su eficacia
jurídica, deberíamos examinar en segundo término,
antecedentes aún más lejanos que no deberían dejar de
mencionarse con mayor profundidad y con matices
distintos a los considerados en párrafos anteriores.
No obstante hacemos una advertencia
preliminar. Creemos que tanto el concepto “genocidio”
como “crimen contra la humanidad” son conceptos
autónomos que no pueden ser reunidos bajo la noción de
uno solo, ya que si ocurriera sería una definición que
muy poco delimitaría el problema, justamente porque
“El genocidio, según el uso actualmente en vigencia,
es considerado como una “especie” (o como una “forma”)
de crimen contra la humanidad. Uso discutible, si –
como lo creo- es verdad que el genocidio, por su
monstruosidad, escapa a todo intento de hacer de él la
especie de un “género”. En suma, de reducirlo a una
“variedad” de crimen entre otros. Como sea, las dos
nociones tienen una historia en común. Ambas surgieron
en un mismo momento; hacia fines de la Segunda Guerra
Mundial […]. Pero, si bien la fecha de su aparición
(1942 para el concepto de “crimen contra la
humanidad”, 1944 para el de “genocidio”) está
evidentemente relacionada con los acontecimientos de
la guerra, la posibilidad de estos dos conceptos en un
plano teórico se relaciona con una historia mucho más
antigua…” Como se ha reflexionado acerca de la
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La expresión “actos atroces contra la
humanidad” fue utilizada el 23 de noviembre de 1794,
en la tribuna de la Convención, al referirse a los
“ahogamientos” (homicidios cometidos por Jean-Baptiste
Carrier) en Nantes. La acusación formulada por ese
entonces, sirve para recordar que, por encima del
Estado, se encuentran las “leyes no escritas” que
nadie debería dejar de respetar.
En 1625, un jurista de nombre Hugo Grocio,
publicó su obra más importante: Sobre el derecho de la
guerra y la paz. Según el autor, por primera vez se
sientan las bases de un “derecho internacional” o
“derecho de gentes”, un derecho que habrá de regir las
relaciones entre los Estados en tiempos de guerra y en
tiempos de paz. Se opone así a la idea de que un
Estado sea soberano. Incluso asimila el derecho
internacional a principios de una “moral” universal
(idea de moralizar), independiente de todas las
estrategias políticas y más fundamental que ellas.
Siguieron en el derrotero, Rousseau, Emmanuel
Kant y sus publicaciones de 1784 y 1795, segundo
trabajo al que tituló “Hacia una paz perpetua”.
Todos coincidentes –de alguna manera- en un
progreso que luego se vislumbra en Europa hacia fines
del siglo diecinueve cuando se decide estudiar la
posibilidad de que los grandes Estados sometan sus
discrepancias ante los tribunales internacionales. En
el caso, “La Conferencia de la Haya” reunida en 1899
en la que se firmaron varios convenios sobre litigios
internacionales y sobre derechos de guerra.
La ya nombrada Cláusula Martens, de
figuración en el preámbulo del Reglamento de la Haya
(1899 y 1907) que estipulaba, para los Estados en
conflicto; el sometimiento a “los usos establecidos
entre naciones civilizadas, de las leyes de la
humanidad y de las exigencias de la conciencia
pública”.
En sintonía con la anterior, las
“Convenciones de Ginebra” (1864 y 1906) que trazaban
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“arrasamiento de Troya por los griegos […] campañas
asirias o en la destrucción total de Cartago por los
romanos…” y agrega que “el concepto de genocidio, sin
embargo, es un término moderno, surgido de la
discusión teórica a comienzos del siglo XX con motivo
del aniquilamiento de la población armenia llevada a
cabo por el Estado Ittihadista turco, y creado y
difundido […] por el nazismo: el aniquilamiento
sistemático de las poblaciones judías y gitanas de
Europa […]. Entre ellos, las personas con necesidades
especiales, aquellas con identidades sexuales no
hegemónicas, grupos eslavos como polacos y rusos,
religiosos…” (cfr.: Daniel Feierstein, “El Genocidio
como…, ob. cit., págs. 31 y 32).
Así las cosas, el término genocidio resulta
ser creación del jurista polaco Raphael Lemkin, quien
en 1944 publicó la obra titulada “Axis Rule in
Occupied Europe” (Carnegie Endowment for International
Peace, Washington, 1944), donde presentaba un análisis
pormenorizado de las acciones, leyes y modos de
ocupación desplegados por Alemania sobre la mayoría
del continente europeo en los años de la guerra. En el
Capítulo 9 de dicha obra (págs. 79/84), se desarrolla,
bajo el título de “Genocidio”, la primera aproximación
hacia lo que ahora es conocido como “el crimen de
crímenes” (cfr. William A. Schabas “Genocide in
International Law. The Crime of Crimes”, University
Press, Cambridge, 2002).
Estas consideraciones entonces, lo llevaron a
acuñar un nuevo término para éste concepto particular:
genocidio. Vocablo formado por “la antigua palabra
griega genos (raza, clan) y el sufijo latino cidio
(matar)” (cfr.: Raphael Lemkin, “El dominio del Eje en
la Europa Ocupada: Leyes de ocupación, análisis de la
administración gubernamental propuestas de
reparaciones”, 1ª ed., Ed. Prometeos Libros, Bs.As.,
2009).
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de paz o en tiempo de guerra, es un delito de derecho
internacional que ellas se comprometen a prevenir y
sancionar”.
Artículo 2°: reza del siguiente modo: “En la
presente Convención, se entiende por genocidio
cualquiera de los actos mencionados a continuación,
perpetrados con la intención de destruir, total o
parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o
religioso, como tal: a) Matanza de miembros del grupo;
b) Lesión grave a la integridad física o mental de los
miembros del grupo; c) Sometimiento intencional del
grupo a condiciones de existencia que hayan de
acarrear su destrucción física, total o parcial; d)
Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el
seno del grupo; e) Traslado por la fuerza de niños del
grupo a otro grupo”.
Artículo 3°: determina los actos que serán
castigados, a saber: “a) El genocidio; b) La
asociación para cometer genocidio; c) La instigación
directa y pública a cometer genocidio; d) La tentativa
de genocidio; e) La complicidad en el genocidio”.
Artículo 4°: establece que las personas que
cometan las acciones y/o los actos que determinan los
artículos 2° y 3° de la Convención deberán ser
castigados “ya se trate de gobernantes, funcionarios o
particulares”.
Artículo 5°: consagra el compromiso de los
Estados parte de la Convención para adoptar las
medidas legislativas que sean consecuentes con los
términos de la misma.
Artículo 6°: determina que el juzgamiento de
los hechos que puedan ser encuadrados en los términos
de la Convención serán juzgados por un tribunal
competente del Estado en cuyo territorio tuvieron
lugar, o en su caso, subsidiariamente, por una corte
penal internacional competente y reconocida. (A mayor
abundamiento, ver, Nahuel Martín Perlinger, “El delito
de genocidio y el caso argentino, prestación de una
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Editora Jurídica Grijley, 1° edición, septiembre de
2007, págs. 59 y 60).
A propósito de las formas típicas de
homicidio, fíjese como la interpretación sociológica
de estos conductas sociales, colaboran para ampliar la
dimensión conceptual del concepto genocidio que
nosotros necesitamos: “ante la ley la tipificación
diferenciada de un delito según las características de
la víctima que lo sufre, ello no resuelve aún una
discusión de fondo, que remite al análisis histórico
sociológico de las practicas sociales. Para el
derecho, un homicidio debe ser siempre, en primera
instancia, un homicidio. Para las ciencias sociales,
sin embargo, algunos homicidios pueden ser tan
peculiares, tan específicos, como para justificar un
término que los explique por diferencia a los más
generales…” (cfr.: Daniel Feierstein, “El Genocidio
como…”, ob. cit. pág. 57).
Ahora, fuera de la cuestión sociológica
y enfocándonos a los aspectos de la técnica jurídica,
deberán revisarse las exigencias típicas subjetivas de
la figura de genocidio. Elección analítica que, por
otro lado, surge con conocimiento de que la Convención
de 1948 establece parámetros “específicos” que son
verificables a partir del cumplimiento de requisitos
relativos solo a la dimensión subjetiva. (A mayor
abundamiento, ver Nahuel Martín Perlinger, ob. cit.
pág. 236).
Que ellos no sean objetivos tiene una
explicación que será abordada luego de revisar lo
referido al ámbito de la prohibición tradicional (el
tipo objetivo), propiciando de esa manera, después,
los razonamientos útiles y necesarios para comprender
que la figura de genocidio se aparta del estandard
tradicional de subsunción genérica.
Que “el tipo objetivo sea el objeto del tipo
subjetivo” (cfr.: Günter Jakobs, “Derecho Penal Parte
General, Fundamentos y teoría de la imputación”, Ed.
Marcial Pons, Ediciones Jurídicas, Madrid,1995, pág.
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autor individual- el objeto de reproche jurídico-
penal. En esta medida, la teoría de la imputación
objetiva persigue el objetivo de demarcar el injusto
comprendido por el tipo objetivo del delito. El
injusto de resultado sólo sería realizado de modo
jurídico-penalmente relevante si…” (cfr.: Urs
Kindhäuser, ob. cit., pág. 88) se presenta como
“creación de la base del juicio de imputación” (en
sentido similar ver, Enrique Bacigalupo, ob. cit.,
págs. 272 a 275; Günter Jakobs, “La Imputación
Objetiva en el Derecho Penal”, Ed. Ad-Hoc, Bs.As.,
1996, págs. 51 a 54; Günter Stratenwerth, “Derecho
Penal. Parte General: El hecho punible”, Ed.
Hammurabi, Bs.As., 2005, págs. 152 y ss.); es decir,
“para que una conducta sea objetivamente contraria a
la norma jurídica y resulte culpable […] tienen que
estar cumplidos, además de los presupuestos de su
contrariedad objetiva a la norma jurídica,
determinados presupuestos en el sujeto concreto de la
conducta a juzgar; especialmente, a la relación que se
deriva desde el punto de vista de una prognosis
objetiva con el resultado, que configura el
presupuesto antes definido de la contrariedad objetiva
a la norma jurídica, tiene que corresponderle una
subjetiva equivalente…” (cfr.: Marcelo A. Sancinetti,
compilador, “Causalidad, riesgo e imputación, 100 años
de contribuciones críticas sobre imputación objetiva y
subjetiva”, Ed. Hammurabi, Bs.As., 2009, pág. 79 y
80). Debe rescatarse la opinión del Prof. Sancinetti
en este ámbito y su desarrollo del concepto de ilícito
“estrictamente personal” (cfr.: Mario Magariños, ob.
cit., pág. 57) pues éstas posturas y criterios del
autor serán retomados más adelante.
Ahora bien, en el caso del genocidio, el
análisis funcionará dogmáticamente distinto. En
efecto, la materialización o representación de las
exigencias típicas de la figura, no surgirán –
contrariamente al natural trabajo de subsunción
explicado precedentemente- desde la dimensión
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de genocidio- en particular págs. 231 y sgts. El tipo
subjetivo).
Entonces, con inclusión en ésta problemática,
es decir, que “el tipo objetivo por sí solo no
constituye injusto, ya que en sí no contiene ninguna
acción típica y por consiguiente no cumple las
condiciones mínimas del injusto…” (cfr.: Günter
Jakobs, ob. cit., pág. 223), ya desde el finalismo
ortodoxo se deja fijo, casi como impulso imposible de
sustraerse en algunos casos, cierta preeminencia por
la arista subjetiva –o “dolo de tipo”- en acciones
típicas reales, “Toda acción consciente es conducida
por la decisión de la acción, es decir, por la
conciencia de lo que se quiere –el momento
intelectual- y por la decisión al respecto de querer
realizarlo –el momento volitivo-. Ambos momentos,
conjuntamente, como factores configuradores de una
acción típica real, forman el dolo (“dolo de tipo”)
[…]. El dolo como mera resolución es penalmente
irrelevante, ya que el Derecho Penal no puede alcanzar
al puro ánimo. Sólo en los casos en que conduzca a un
hecho real y lo gobierne, pasa a ser penalmente
relevante…” (cfr.: Hans Welzel, Derecho Penal Alemán,
11ª. Edición castellana, año 1993, pág. 77). Incluso,
aplicación que puede verse sobre la base de otras
interpretaciones relativas al “objeto de la acción de
figuras tradicionales”: “la consideración de que algo
es ilícito atiende a los efectos que […] ejerce la
conducta sobre el orden exterior de la comunidad. Este
efecto será reconocido, por tanto, como regla, en
circunstancias exteriores a la personalidad del autor
[…]. La lesión del bien jurídico, de la integridad de
la vida humana por ejemplo, será reconocible, sin
duda, en la imagen exterior del hecho de que alguien
ha matado a un hombre…” aunque “el ilícito […] está
orientado básicamente de modo objetivo” y puede
reconocer elementos subjetivos del ilícito sólo en
determinados casos de excepción, en cierto modo, como
“sustitutos subjetivos” de los faltantes presupuestos
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desvinculadas de la decisión individual…” (cfr.: Mario
Magariños, ob. cit., pág. 58).
Lo muy rescatable de esta postura; es que
sigue acercándonos al lado subjetivo del genocidio.
Menos distancia, todavía, queda “Si la relación con un
resultado […] ha de estar signada por el concepto de
imputación objetiva exclusivamente en actuaciones de
voluntad, el contenido del juicio de imputación
dependerá de la originalidad teleológica de las
actuaciones de voluntad humana […]. Y dado que
precisamente el intervenir en los procesos de la
naturaleza conforme un fin configura la esencia de la
conducta humana, el estar objetivamente teñido por un
fin es el criterio para la imputabilidad de un
resultado y, con ello, también para delimitarlo del
suceso causal. Conforme a ello, es imputable aquel
resultado que puede ser concebido como presupuesto de
un fin […] aunque este juicio no se base en el saber y
querer actuales del autor, y sí en sus capacidades
potenciales –intelectuales y psíquicas- […]. El
contenido de esta cuestión, el alcance de un fin
determinado, hace que todo factor de la situación de
hecho aparezca como esencial, con lo cual el centro de
gravedad de la decisión no se ubica en la
generalización […] sino en la singularidad del caso”
(cfr.: Marcelo A. Sancinetti, ob. cit., págs. 115 a
117 y ss).
Así, a pesar de “prescindir de toda
diferencia terminológica con el reconocimiento de las
condiciones subjetivas del ilícito, deviene manifiesto
–en cualquier forma que sea- que detrás del concepto
de la condición subjetiva del ilícito hay una realidad
que co-constituye el ilícito objetivo…” (cfr.:
Diethart Zielinsky, ob. cit., pág. 33),
indiscutiblemente ésta es una opción –la subjetiva
para la forma genocida- que resulta ser tomada con
esmerada apariencia y como hecho consumado por la
doctrina más especializada, lo cual a su vez, indica
la manera de comprender y formar las ideas jurídicas
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El Estatuto de Roma.
En sintonía con lo que venimos diciendo,
estas previsiones técnicas sirven para identificar a
este delito de otras restantes formas típicas que
componen el universo jurídico penal. Por eso y para
dar mayor contraste y comprobar con más exactitud los
ajustes típicos necesarios que componen la figura de
genocidio; es inevitablemente necesario abordar,
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seguidamente, las previsiones contenidas –esta vez- en
el texto del artículo número 6 del Estatuto de Roma.
La citada norma establece que: se entenderá
por "genocidio" cualquiera de los actos mencionados a
continuación, perpetrados con la intención de destruir
total o parcialmente a un grupo nacional, étnico,
racial o religioso como tal: 1) Matanza de miembros
del grupo; 2) Lesión grave a la integridad física o
mental de los miembros del grupo; 3) Sometimiento
intencional del grupo a condiciones de existencia que
hayan de acarrear su destrucción física, total o
parcial; 4) Medidas destinadas a impedir nacimientos
en el seno del grupo; 5) Traslado por la fuerza de
niños del grupo a otro grupo; 6) Aspecto subjetivo del
genocidio; 7) La intencionalidad; 8) Los elementos
específicos de la intención especial.
Como primer paso se analizarán las formas de
comisión que dan lugar a la configuración del delito
de genocidio y conforman, a su vez, el aspecto
objetivo del mismo. Para esto, se tomaran en cuenta
las posturas de diferentes doctrinarios respecto del
tema.
Y como es de esperar que se haga,
también se procederá seguidamente aquí a realizar un
análisis de los modos comisivos propuestos y
establecidos en el referido Estatuto.
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deberían quedar fuera del alcance de la norma (cfr.:
Feierstein, ob. cit., p. 46).
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Claramente del cotejo y comparación de las
distintas opiniones doctrinarias, surgen también
posturas contrapuestas. En efecto, otros doctrinarios
defendieron la inclusión de este precepto,
argumentando que lo protegido en el delito de
genocidio no solo es la vida de los integrantes del
grupo, sino también su salud, su perpetuación, su
desarrollo y dignidad (cfr.: Villa Stein, Javier,
Derecho Penal, Parte Especial, I-A; Delitos contra la
vida, el cuerpo y la salud, Ed. San Marcos, Lima,
1998, p. 228).
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la intención de destruir total o parcialmente a ese
grupo como tal. Respecto de cómo serán las condiciones
de sometimientos, los elementos del crimen indican que
podrán incluir el hecho de privar a las víctimas de
los recursos indispensables para su supervivencia,
como alimentos, servicios médicos o expulsarlos
sistemáticamente de sus hogares (De conformidad con el
artículo 9 del Estatuto de la Corte Penal
Internacional, los elementos de los crímenes ayudarán
a la Corte a interpretar y aplicar los artículos 6,7 y
8 en forma compatible con el Estatuto).
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delito de genocidio (Fiscalía vs. Jean Paul Akayesu).
Esta fue una condena transcendente con respecto al
tema, pues por primera vez, se consideró, que la
violación llevada a cabo en el contexto antes
explicado configura el delito de genocidio.
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agente para realizar los actos enumerados en el
artículo 6 del Estatuto, y la intención de destrucción
total o parcial del grupo, por medio de alguno de los
actos antes mencionados.
7) La intencionalidad.
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logro de otros fines ulteriores (cfr.: Gil Gil, “Los
crímenes….”, ob. cit., p. 236).
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intención va mas allá de la general, es decir que
existe un grado de intención para cometer el hecho.
Cassesse define esta intención especial como una
intención criminal agravada que debe existir además de
la intención criminal que acompaña al delito
fundamental (cfr.: Antonio Cassese, International
Criminal Law; Oxford University Press, Oxford, 2003,
p. 103). Pareciera que el autor tiene dos intenciones,
la de realizar alguna de las acciones que están
establecidas como formas comisivas del genocidio, y la
más específica, de acabar con algunos de los grupos
que se encuentran protegidos por el delito.
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pero lo más importante, que tenía la intención de que,
a través de esa conducta, se pudiera destruir alguno
de los grupos protegidos.
8.a) Destruir.
En relación al concepto “destruir”, Ambos
sostiene que la intención especial debe estar
encaminada a la destrucción del grupo en cuestión. Es
por ello que tal destrucción es el objeto de la
intención especial; pero no es necesario que ocurra
objetivamente, sino que solo se precisa que el autor
la haya planeado subjetivamente. De igual forma, con
respecto a la destrucción, el autor sostiene que
concurre un problema, este es si la destrucción tiene
que ser física o biológica (Ambos, Los crímenes mas….,
ob. cit., p. 25). Sobre este punto, como ya se
mencionó anteriormente, se estableció que la
destrucción puede ser de las dos formas, pues tanto la
física como la biológica tienen el mismo fin, el cual
consiste en acabar de forma total o parcial con el
grupo en cuestión.
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entre estos miembros están, dirigentes, políticos,
líderes religiosos, académicos y hombres de negocios”
(Fiscalía vs. Goran Jelisic).
En la misma línea de pensamiento que la
Corte, Blanc Altemir sostiene que, como lo indica el
informe Whitaker, la expresión “parcialmente” hace
referencia a un número razonablemente importante en
relación a la totalidad del grupo como conjunto, o
también una parte importante en relación con la
totalidad del mismo, como por ejemplo sus dirigentes
(Informe Whitaker, ob. cit).
Sobre esta posición, Ambos hace una
aclaración que es importante tomarla en cuenta, pues
sostiene que, si bien el informe Whitaker avala esta
posición, en cuanto a la destrucción de una parte
sustancial del grupo y de igual forma lo hacen las
Salas del TPIY, es dudoso si la intención de destruir
a los dirigentes de un grupo en particular constituye
genocidio si es un acto aislado, si no conlleva a la
completa desaparición o al fin del grupo. Para este
autor, deben tomarse en consideración, las
consecuencias para que se llegue a configurar esto, y
cita al Informe de la Comisión de Expertos de 1994, en
el cual dice, que el ataque de los dirigentes debe
pensarse en el contexto de cuál fue el destino que
tuvo el resto del grupo. En este sentido, el ataque
concierne solamente a una sección importante del
grupo, si tiene consecuencias serias para el grupo
como tal (Ambos, Los crímenes más..., ob. cit., p.
36).
Por otro lado la teoría cuantitativa, hace
referencia a la destrucción de una cantidad
considerable de miembros del grupo. Aquí Ambos
sostiene que este crimen había sido definido por
Robinson como un crimen orientado a la destrucción de
una multitud de personas del mismo grupo. En este
sentido, también el informe Whitaker, que sostiene las
dos teorías, tanto la cualitativa como la
cuantitativa, con respecto a la segunda, se refirió a
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indiscutible que dificulta aún más la tarea de la
prueba, el hecho de que solo excepcionalmente, existen
documentos o declaraciones expresas, que sirvan como
elementos probatorios de la intención de hacer
desaparecer un grupo determinado.
Los Tribunales Penales, en lo atinente a la
interpretación de este punto, como elemento
fundamental para que una conducta se enmarque
claramente dentro del genocidio, se pronunciaron de la
siguiente manera: por un lado, el Tribunal para la Ex
Yugoslavia, en el caso Jelisic dijo que la intención
genocida no se presume, y que tiene que ser acreditada
caso por caso (Fiscalía vs. Goran Jelisic). De igual
forma, el Tribunal para Ruanda en el caso Akayesu
sostuvo que se podría entender que existió intención
genocida cuando se presenten un cierto número de
presunciones de hecho (Fiscalía vs. Jean Paul
Akayesu), o también, a partir de toda una serie de
pruebas como lo señala la sentencia en el caso
Kayishema y Ruzindana, pues la Sala considera que se
puede inferir la intención ya sea a partir de palabras
o de hechos, y que esta puede ser demostrada por medio
de un patrón de accionar deliberado. En particular, la
Sala considera evidencias, tales como, el objetivo
físico del grupo o de sus prisioneros, el uso de
lenguaje derogatorio para con los miembros del grupo,
las armas empleadas y el alcance de daño corporal
(Fiscalía vs. Kayishema y Ruzindana).
En lo que respecta a la sentencia dictada en
el caso Akayesu, con respecto a este tema, la Sala de
Primera Instancia enumeró una serie de hechos o
factores relevantes para inferir la intención
necesaria, con el objeto de poder determinar que
ciertas acciones constituyeron genocidio. Entre los
factores citados, se hallaban la naturaleza
sistemática de las ejecuciones, la mutilación de las
víctimas, a fin de inmovilizarlas hasta que puedan ser
ejecutadas, la ejecución de recién nacidos, el uso de
la radio para difundir propaganda anti tutsi,
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se haya manifestado expresamente. Para fundamentar sus
dichos, cita lo ocurrido en el conflicto yugoslavo, y
de manera más concreta, lo ocurrido en el caso
Karadzic y Ratko Mladic, acusados ambos de genocidio.
Señala que en ninguno de los dos casos se manifestó
explícitamente la intención de destruir a la comunidad
musulmana o croata como tal, y como ha señalado el
Tribunal, habrían sido otros medios los que de manera
suficiente pudieron ayudar a concluir cuál era la
intención de los autores. Tal es el caso de la
doctrina general del proyecto del Partido Demócrata
Serbio, cuyo objetivo era llegar a formar un Estado
étnicamente homogéneo, en un contexto de población
mixta, lo que implicaba inevitablemente la exclusión
de cualquier otro grupo distinto al serbio.
Sobre lo mismo, la mocionada autora cita lo
ocurrido en Ruanda, donde la campaña de odio contra la
etnia tutsi se desarrolló desde distintos medios de
comunicación ruandeses; tal fue el caso de la radio
R.T.L.M., que pedía a gritos el exterminio de los
tutsis por medio de mensajes se que dirigían a la
población ruandesa (cfr.: Bollo Arocena, ob. cit., p.
116 y 117).
Sobre las pretensiones de las partes.
Ahora, ya revisadas las cuestiones que hemos
considerado introductorias y necesarias previo a
resolver, seguidamente se esgrimirán los argumentos
centrales plateados por las partes –sin que ellos sean
individualizados- a fin de dar respuesta a los mismos.
Respuestas posibles a las siguientes
preguntas: 1) ¿Cómo se deben calificar los delitos?,
2) ¿Qué debe entenderse por genocidio?, 3) ¿Cuál es el
problema con la persecución de grupos?
Antes de comenzar con el desarrollo puntual,
entendemos que es necesario realizar algunas
aclaraciones, y para ello tomaremos como punto de
partida que hay, en la literatura general sobre la
materia del “genocidio moderno”, bastante acuerdo en
que el concepto de genocidio presenta algunas
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conforme con los acusadores, la índole diversa de los
delitos que se juzgan en estos obrados -más aún por la
importancia e intensidad que supera los límites de lo
ordinariamente ilícito- han sobrepasado las
consideraciones jurídico penales de nuestro derecho
interno, motivo por el cual debe recurrirse aquí a la
normativa internacional que legisla en la materia. Los
hechos producidos y ejecutados vehementemente bajo un
escenario organizacional que perfiló un proyecto
delictivo en nombre del Estado Nacional, repulsa por
actos que dañan más de lo tolerable en la
individualidad humana –o básicamente, integridad
física- de los individuos, por esa trascendencia
desligada de los límites humanos; es que debe
recurrirse al marco internacional y en él, al concepto
de “delito internacional”, aunque discutido “en las
Conferencias de unificación del Derecho Penal de
Bruselas en 1930, en la de París en el año 1931 y en
la de Madrid de 1933” (en Andrés J. D´Alessio, “Los
delitos de lesa humanidad”, Ed. Abeledo Perrot, Buenos
Aires, 2010, pág. 27, donde hace referencia al trabajo
de Juan Piernas López “El terrorismo globalizado”,
publicado en Anales de Derecho, Universidad de Murcia,
nro. 21, 2003, págs. 333 a 381, y consultable en
internet:
http://www.um.es/facdere/publicaciones/anales/anales21
/jj-piernas.pdf, dice que el tema se planteo antes de
la conferencia sobre el tema habida en Varsovia en
1927).
Por el modo en que fueron descriptos los
alegatos a lo largo de la sustanciación del presente
debate, justifica la aplicación de figuras específicas
creadas particularmente por el derecho internacional.
En respuesta a la segunda pregunta, de
acuerdo a los argumentos vertidos por el Tribunal Oral
Federal n° 2 de esta ciudad en causas n° 1668 “Miara,
Samuel y “Tepedino, Carlos Alberto Roque y otros,
Registro de Sentencias N° 1580, donde se sostuvo que:
“en el campo de lo sociológico, de lo político y desde
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En respuesta a la tercer pregunta, cabe
responder que, por supuesto que el “horror
contemporáneo tuvo muchos rostros” (cfr.: Christian
Delacampagne, ob. cit. pág. 17), de manera tal que, no
será un desacierto afirmar que la evolución verificada
del concepto de genocidio –y su tratamiento
sistemático- le ha permitido apoderarse del centro de
la escena más auténtica y sensible del campo jurídico
(tanto locales como internacionales). Así, casi de
manera forzosa o inevitable –aunque también, por otro
lado “espontánea”- surgió el impulso universal de
obrar con lenguaje legal a fin de agrupar típicamente
a las distintas “víctimas colectivas”: “Si bien el
atentado genocida se practica sobre personas físicas
individuales, lo cierto es que la suma de éstas da
forma a los grupos protegidos, de modo tal que la
acción no puede sino estar dirigida contra dichos
individuos. Así, la víctima colectiva se hace a través
de la víctima individual…” (Martín Lozada, Sobre el
Genocidio, el crimen fundamental, 1° Ed. Capítal
Intelectual, año 2008, pág. 33). También Feierstein
hace una referencia expresa sobre esta noción, luego
de explicar distintas fases que atraviesa la práctica
social genocida, y pone de manifiesto que así se:
“cierra un círculo cuyo eje no radica en las víctimas
directas, sino en el conjunto social en el cual el
genocidio se desarrolla” (cfr.: Daniel Feierstein, “El
Genocidio como…”, ob. cit. pág. 247).
Claro que la determinación de ésta naturaleza
surge de manera evidente, pero también resulta
indispensable la necesidad de punir tales
comportamientos “Hannah Arendt en la “La condición
humana” considera que es imposible castigar el mal
absoluto. La afirmación es impresionante porque remite
a la dimensión irreparable del Holocausto. Sin embargo
ya Francesco Carrara, el fundador del derecho penal
moderno, había señalado que su carácter irreparable es
lo que distingue en general los ilícitos penales de
los civiles […]. Nunca esta crítica parece más
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generaciones, han compartido un idioma y una cultura
(Serrano Piedecasas, José Ramón, Terrorismo y Estado
de Derecho, Iustel Publicaciones, Madrid, 2010, p.
120).
Por su parte, Colmenares Vargas sostuvo que
en la determinación de un grupo nacional, lo relevante
no es la nacionalidad de los individuos atacados, sino
otros principios más valiosos y otros vínculos más
estrechos. Por ello, cuando existen vínculos morales
tan poderosos que mantienen unido a un conglomerado
humano, unido no por razones de proximidad física,
sino por actos históricos comunes, por la práctica
constante de costumbres, cuyo arraigo se remonta en el
tiempo, estaremos en presencia de una nación, aún
cuando este conglomerado no esté organizado bajo la
forma de un territorio propio en donde ejercitar su
soberanía (cfr.: Octavio Vargas Colmenares, El delito
de genocidio, México, 1951, p. 51).
Otro aspecto importante que tiene que ver con
la determinación de los grupos nacionales, es el que
se ha planteado en los Tribunales ad hoc, esto es, si
el concepto de grupo nacional debe formularse desde un
criterio objetivo, como podrían ser las costumbres,
culturas colectivas, lengua común, religión,
características corporales externas, como el color de
piel o la constitución física; o, por el contrario,
basándose en un aspecto subjetivo, en el cual lo
importante es la opinión de un tercero. El Tribunal
para Ruanda, y el de la Ex Yugoslavia han adoptado
posturas divergentes: el primero experimentó una
evolución del aspecto objetivo al subjetivo, mientras
que el segundo permaneció con el criterio subjetivo
(cfr.: Ollé Sesé, Justicia Universal para Crímenes
Internacionales, La Ley, Madrid 2008, p. 491).
En el caso Akaseyu, resuelto por el Tribunal
de Ruanda, se estableció que el grupo nacional es el
conjunto de personas que comparten un vínculo jurídico
basado en la ciudadanía común, unidos recíprocamente
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por grupo nacional no está bien determinada. Sin
embargo, analizando tanto las posturas de los
doctrinarios, como de la jurisprudencia expuesta, se
puede considerar a un grupo nacional como un grupo de
personas unidas por un origen y una cultura común, que
no necesariamente tienen que estar ligadas al criterio
territorial, y que no necesitan, como requisito
indispensable, ser nacionales del Estado en cuyo seno
se encuentren.
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El estudio de las características y los
elementos comunes que comparten hasta aquí estos
grupos, son de trascendental importancia porque a
partir de aquí, se podrá entender, qué características
poseen estos y que los grupos políticos no poseen.
La mayoría de la doctrina y la jurisprudencia
establece que los elementos característicos de estos
grupos son la estabilidad y la permanencia y así lo
manifiesta el TPIR, cuando dice que el tipo de
genocidio protege, aunque no estén mencionados en su
redacción, a grupos estables y permanentes (Fiscalia
vs. Akayesu).
De esto se puede inferir que aquellos que no
cumplan con tales requisitos estarían exentos de la
protección. Por su parte, la doctrina también
estableció que las características y requisitos que
deben cumplir los grupos objeto de protección son,
además de la estabilidad y la permanencia, la
homogeneidad, pues la voluntad y las ideas de sus
miembros no son relevantes, ya que conforman elementos
heterogéneos, y por lo tanto cambiantes. Lo importante
en estos grupos son los elementos objetivos que
presentan (Ollé Sesé, ob. cit., p. 520).
Para comprender cabalmente la cuestión, es
imprescindible conceptualizar tanto la estabilidad
como la permanencia, elementos objetivos infaltables
para la caracterización de los grupos en cuestión. Por
estabilidad se entiende aquellas características que
se mantienen en el tiempo. La estabilidad puede ser
aplicada a diferentes acontecimientos, tanto sociales,
culturales como políticos, siempre que se mantenga la
idea de constancia y permanencia de los elementos que
componen tal fenómeno o acontecimiento (Ver
significado en el Diccionario de la Real Academia de
la Lengua Española).
En cambio, el término permanencia, por su
lado, también se usa para designar al mantenimiento de
determinados elementos a lo largo del tiempo. Se debe
comprender a la permanencia, como una cualidad que
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injusticia y desigualdad excluir de la esfera de
protección del delito de genocidio a los grupos
políticos, por no ser estables ni permanentes.
Ahora, la utilización de estas
características, para diferenciar a unos grupos de
otros, atenta flagrantemente contra el principio de la
igualdad ante la ley. Feierstein lo sostiene diciendo
que “la tipificación restrictiva de genocidio estaría
vulnerando el principio de igualdad ante la ley, en
tanto el delito queda delimitado por las
características de la víctima, y no por la práctica
delictiva en sí, se plantea una especie de desigualdad
ante la muerte. El exterminio planificado y
sistemático de personas es genocidio sólo si se aplica
sobre grupos religiosos, raciales, nacionales o
étnicos, estableciéndose así una jerarquización, una
valoración diferencial de las personas” (cfr.: Daniel
Feierstein, Hasta que la muerte…, ob. cit., p.70).
¿Hay acaso vidas humanas que valgan más que
otras? Al parecer, esto es lo que se deduce de lo
analizado hasta ahora, más aún después de haber
explicado que tanto los grupos religiosos como los
políticos comparten las mismas características, y las
mismas dificultades en relación a la permanencia y
estabilidad. No obstante y pese a la similitud entre
ambos, los grupos religiosos encontraron amparo en el
delito de genocidio, mientras que los grupos políticos
fueron excluidos deliberadamente del mismo.
Revisadas estas cuestiones conceptuales y
revisadas en un sentido para nada distinto al que le
ha dado la doctrina, debe ahora permitirse el ingreso
de opiniones jurisprudenciales que permiten concebir y
si se quiere, ordenar, aún más la cuestión en torno a
la definición de las opiniones analizadas hasta ahora
y relativa a los grupos nacionales y su problemática.
La abundancia del caudal probatorio arrimado
a estos obrados, ha dado suficiente razón y fundamento
para abrir por cuenta propia de ella, que la suma de
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en realidad abarca a los habitantes, sin que la
nacionalidad sea una cuestión definitoria, sino
indicativa de una idiosincrasia e intereses comunes.
En ese sentido, la autora citada delimita el contorno
de la expresión “grupo nacional”, en cuanto afirma que
“…no se puede entender como grupo nacional un grupo
definido por determinados caracteres de tipo social,
ideológico o según cualquier otro criterio que no sea
una identidad nacional que lo distinga del resto, pues
en tal caso el grupo víctima, el grupo al que se
dirige el ataque, no es ya un grupo nacional, sino un
grupo social, ideológico, etc., excluidos del ámbito
de protección del Convenio” (cfr.: Alicia Gil Gil, op.
cit., pág. 505). Es que aún en ese caso, restaría
todavía poder identificar el factor común, que
sirviera para determinar cuándo una víctima integra el
grupo y cuándo no […] se puede concluir que integraban
el grupo quienes se oponían a régimen militar. Es
decir que, aunque sea a partir de la clasificación que
hacían los autores, lo que los motivaba era un
objetivo político. De esta forma se desplaza el eje
del factor coaligante hacia la idiosincrasia política,
que no está incluida en el texto del cuerpo legal.
Otro factor a tener en cuenta a fin de establecer si
es adecuado considerar que los sujetos pasivos
conforman un grupo nacional, es lo que ocurría con el
denominado “Plan Cóndor”. Si bien es cierto que no se
ha acreditado que algunas de las víctimas de los
hechos sometidos a proceso, hubieran sido trasladadas,
tal como lo que surge del requerimiento de elevación a
juicio de la causa nro. 1504, caratulada “Videla,
Jorge R. y otros s/privación ilegal de la libertad
personal”, del Tribunal Oral en lo Criminal Federal
Nro. 1, es innegable que esas víctimas eran
seleccionadas con base en las mismas directivas que
surgen de la documentación antes referida y, dadas las
características de este procedimiento -captura en un
país y traslado al de origen nacional- no parece
adecuado suplantar el pretendido móvil político por el
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religiosos, puesto que su exclusión de la Convención,
aunque también la de los grupos económicos,
culturales, sociales y sexuales, ofreció a los
gobiernos la posibilidad de exterminar a grupos
humanos catalogándolos de manera diversa”.
A su respecto, en el marco de la causa número
14.216/03 (Primer Cuerpo de Ejercito), caratulada
“Suárez Mason Carlos y otros sobre privación ilegal de
la libertad” el doctor Daniel Rafecas sostuvo que:
“Con relación a la referencia al grupo
nacional, no resultan convincentes aquellas
argumentaciones por las cuales se pretende invocar una
suerte de estrategia de reemplazo de un ser nacional
por otro, nuevo, delineado por las demandas
ideológicas del poder autoritario (así, por ej. “todos
integraban [un único] grupo nacional, todos eran
argentinos y a todos se les elimina en función de su
prescindibilidad –decidida por los represores- para la
«nueva nación argentina»”, cfr. palabras del Juez
Garzón citadas por Marcelo Raffin en “La experiencia
del horror”, ed. Del Puerto, Bs.As., 2006, p. 221);
porque en todo momento se está haciendo referencia a
cuestiones ideológicas de corte netamente político,
ciertamente alejadas de la cuestión -básica y
fácilmente asequible- de la nacionalidad de unos y
otros, que nunca fue puesta en duda ni fue objeto de
persecución en sí misma, que es -al menos desde esta
primera perspectiva- lo que interesa, y sin perjuicio
de lo que quepa agregar en la segunda parte de este
análisis, con relación a cuestiones eminentemente
jurídicas en torno a qué debe considerarse un grupo
nacional”. (cfr.: Daniel Rafecas, , “La reapertura de
los procesos judiciales por crímenes contra la
humanidad en Argentina”, en Andreozzi Gabriele
(Coord.), Juicios por crímenes de lesa humanidad en
Argentina, Ed. Cara o Ceca, Bs.As., 2011, págs. 155 a
172, y en la causa Primer Cuerpo de Ejército.
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las masacres cometidas después de que Stalin llego al
poder), sin embargo, la decisión fue sensata…”
(Christian Delacampagne, ob. cit. pág. 61. Y en Daniel
Rafecas, ob. cit., sesión Sexta de la Comisión, fue a
partir de la que formularan en forma conjunta Irán,
Egipto, y Uruguay, y fue aprobada por 22 votos, contra
6 y 12 abstenciones”).
Algunas de las discusiones que dan sustento a
esta última postura, radica en que la noción de grupos
políticos trae consigo una referencia lingüística un
tanto porosa que tornaría –en todo caso- ambigua la
definición de la materia de prohibición (tipo objetivo
ya analizado), justamente por la carencia de límites
conceptuales que pongan términos válidos al concepto
de grupo político. Pero quizá la posición más justa
sea la que pretenda preservar el conceptualismo o
construcción conceptual de esa noción, evitando el
riesgo de sufrir su propia desnaturalización gracias a
que, su eventual permeabilidad; podría generar el uso
incorrecto del término al dilatarlo de manera extrema
e incluir en él distintos fenómenos muy relativos a
nuestras realidades sociales: “incluir los crímenes,
asesinatos o masacres políticas en la categoría de
genocidios llevaría a vincular esta categoría con
todas las formas de guerra civil o lucha violenta por
el poder que, desde los orígenes, tachonaron la
historia humana. Si la palabra “genocidio” se
extendiera de ese modo a miles de fenómenos
históricamente diversos, perdería toda significación
real. Me parece perfectamente inútil inventar una
palabra nueva si es para usarla como un vago sinónimo
de “masacre” o de palabras ya existentes…” (Christian
Delacampagne, ob. cit. pág. 61. Y en igual sentido,
Martín Lozada, ob. cit. pág. 36, en el sentido de que,
“…ésta tesis, encontró apoyo en el relator Especial de
la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones
unidas, Nicodéme Ruhashyankiko, quien en su estudio de
1978 consideró que no resultaba conveniente incluir a
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cometida”- con referencia exclusiva a la “muerte
colectiva” por encima de la “muerte individual”, y no
por las “características de la víctima” tampoco su
“identidad”, en ese caso; “raciales, religiosas,
políticas”.
Sin perjuicio de ello, habría sido el propio
Raphael Lemkin quien manifestara vacilaciones al
respecto de la inclusión de los “grupos políticos” en
el catálogo de grupos protegidos, toda vez que ellos
no poseían la “persistencia, firmeza o permanencia que
otros grupos ofrecen”. Y no solo Lemkin, pues otros
miembros de la Convención de 1948 adujeron “riesgos”
frente a lo posibilidad de incluir los grupos
políticos, evitando de esa manera inmiscuirse en
asuntos políticos internos de los Estados. Solo
Donnedieu de Vabres, sostuvo que la exclusión de ellos
podría interpretarse como “la legitimación de un
crimen de esa clase que se perpetrara contra un grupo
político”.
Pues bien, como vemos, todas “discusiones
políticas” que se encontraban presentes en los
“primeros borradores de la Convención” a pesar de que
el art. 2° del primer Proyecto de Naciones Unidas;
tuvo una redacción que si incluía a los grupos
políticos (Daniel Feierstein, “El Genocidio como…, ob.
cit. págs. 38 a 40).
Sobre las presiones de la Unión Soviética que
se opusieron a esta inclusión, ya nos hemos referido,
quedando de esa manera un, ya definitivo hasta hoy,
concepto “restrictivo” de grupos protegidos (Ibídem),
no obstante, mucho del cúmulo de éstas discusiones y,
de los genocidios ocurridos entre 1948 y 1984, fue
analizada por el Informe Whitaker –con base en el art.
2° de la Convención de 1948 y a los argumentos
franceses contra la oposición soviética- sosteniendo
“el carácter ideológico de los sistemas de pertenencia
religioso y político […] así como la necesidad de
protección de dichos grupos, dado que “mientras en el
pasado los crímenes de genocidio se cometieron por
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“politicidio” significan “la promoción y ejecución de
políticas por parte del Estado o de agentes del mismo,
las cuales resultan en la muerte de un número
sustancial de personas de un grupo”. La diferencia
entre estos dos conceptos radica en las
características por las que los miembros del grupo son
identificados por el Estado. En el genocidio, las
victimas son definidas fundamentalmente en términos de
sus características comunitarias (etnicidad, religión
o nacionalidad). En el politicidio, las víctimas son
identificadas fundamentalmente en función de su
posición jerárquica u oposición política al régimen o
a los grupos dominantes” (Ibídem, 61, los destacados y
subrayados son nuestros). “En el caso de Harff y Gurr,
se acuerda con el primer tipo de definición, pero se
distingue una diferencia cualitatitva entre genocidio
y politicidio que remite a las características de las
víctimas. Cuando las mismas son definidas” (ibídem
pág. 63) “fundamentalmente” (Ibídem, 70) por el
perpetrador a partir de la posición de clase o de su
confrontación” (ibídem pág. 63) “u oposición” (Ibídem,
70) “política con el régimen, se trata entonces de un
caso de “politicidio” y no de “genocidio” (Ibídem,
63). Y concluye en que: “Considero que el genocidio
aplicado contra grupos políticos posee, de hecho, su
propia peculiaridad. Y que, claramente, el genocidio
desarrollado en la Argentina pertenece a esta variante
de los procesos genocidas que podríamos caracterizar,
junto a Harff y Gurr, como “politicidio”. (Ibídem,
71). También desde otra perspectiva, puede llegarse a
la misma conclusión: “Lo hemos padecido en nuestra
reciente historia institucional. La dictadura militar
se atribuyó la potestad de nominar como “subversivos”,
“terroristas”, o sus expresiones compuestas:
“delincuentes subversivos”, “delincuentes
terroristas”, a quienes, en muchos casos, no tenían
vínculos de identidad social entre sí; una ideología
de descalificación y estigmatización para todo lo
diferente que aparejó el riesgo cierto para los bienes
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protegido- “diseño por primera vez un tipo penal que
tiene la particularidad de establecer un derecho
diferenciado (es decir, no igualitario). La misma
práctica, con la misma sistematicidad, el mismo horror
y análoga saña, sólo es pasible de ser identificada
como tal si las víctimas tienen determinadas
características en común, pero no otras”, (Ibídem, 43
y ss.), y agregará –en algún punto- que al
establecerse categorías de víctimas; esto no resultará
gratis al sistema de garantías.
Entonces, siendo rechazada la posibilidad de
que la Convención de 1948 recepte la figura del
genocidio político o politicidio, se termina de quitar
del lugar –que deberían ocupar o no, será un elemento
a debatir- “otros” conflictos grupales que actualmente
podrían endentar en los presupuestos penales previstos
por esos instrumentos internacionales (de conformidad
con la resolución del doctor Daniel Rafecas, ob. cit.,
“…la imposibilidad de definir jurídicamente como
genocidio alrededor de las tres cuartas partes de los
conflictos grupales sucedidos en el mundo desde aquel
entonces hasta nuestros días”).
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edificados sobre basamentos fundamentales, en los que
la materia negociable no sea elemental o de
importancia decisiva, es decir que no se puede poner
en discusión un elemento vital que la erige y le da
identidad. Por tanto, sostener que no se incluyeron a
los grupos políticos por el simple hecho de que se
limitaría la aceptación de la mayoría de los Estados,
es un fundamento demasiado débil e inaceptable, pues
se está negociando y dejando de lado un derecho
importante que tiene toda persona, por el simple hecho
de tener más Estados adheridos a la Convención. Por
otro lado, el mismo autor explica algo que es
sumamente importante. Indica que cuando se dice que la
inclusión de los grupos políticos impediría el
accionar de los gobiernos legalmente constituidos
sobre los grupos subversivos, ello es totalmente
inadmisible, pues el concepto subversivo,
independiente de su etimología y definición, ha sido
manipulado a través de la historia, en la medida en
que dicho aditamento significó la estigmatización del
opositor político, bajo el paradigma del enemigo, que
se tenía que vencer a cualquier precio (González,
Cesar Daniel, “El genocidio: su necesaria ampliación
conceptual”, en Lecciones y Ensayos, Volumen 69/70/71,
Ed. Abeledo-Perrot, Bs.As., p. 192).
Estos fueron algunos los argumentos más
importantes que se dieron para justificar la exclusión
de los grupos políticos de la protección del delito de
genocidio. Sin embargo, nos parece importante, para
entender la posición inclusiva que se sostiene en esta
sentencia, esgrimir algunas reflexiones, las últimas,
para dar por concluido el tópico.
El grupo político está constituido por
personas unidas por un ideal común, es decir que
tienen las mismas ideas o creencias sobre una
determinada postura. La voluntad en estos casos juega
un papel preponderante, pues es esta la única que los
obliga a formar parte de este grupo. Por tanto, como
no existe otro tipo de vinculación, en cualquier
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dentro de los grupos protegidos por el delito de
genocidio, de lo cual se puede inferir que todo lo que
hoy se argumenta en favor de estos grupos ya era
conocido por los redactores de la Convención. Estos
conocían y aceptaban el peligro de exterminio latente
que enfrentaban y fue por ello que se pensó en su
protección. Esto demuestra una vez más que la
exclusión de estos grupos no tiene ningún sustento
lógico, pues si todo lo que se argumenta hoy hubiese
sido pensado antes, estos grupos nunca hubieran sido
tomados en cuenta. Y la protección de los grupos
políticos se vio reflejada en el primer proyecto de
las Naciones Unidas, el cual dice lo siguiente: “En
esta Convención se entiende por genocidio cualquiera
de los actos deliberados siguientes, cometidos con el
propósito de destruir un grupo nacional, racial,
religioso o político, por motivos fundados en el
origen racial o nacional, en las creencias religiosas
o en las opiniones políticas de sus miembros : 1)
matanza de los miembros del grupo; 2) perjudicando la
integridad física de los miembros del grupo; 3)
infringiendo a los miembros del grupo medidas o
condiciones de vida dirigidas a ocasionar la muerte;
4) imponiendo medidas tendientes a prevenir los
nacimientos dentro del grupo” (Véase en Feierstein,
Hasta que la muerte…., ob. cit., p. 68).
Como vimos ya, sin embargo después de un
arduo debate y pese a la propuesta inicial, los grupos
políticos fueron finalmente excluidos de la definición
final, la que dejó de ser extensiva para convertirse
en restrictiva. Este problema de tipificación no es un
accidente sin consecuencias, pues el mismo se ha
materializado en las discusiones sobre la negación de
los genocidios latinoamericanos de la década de los
sesenta y los ochenta, sobre todo en el Cono Sur.
Por último, y para terminar con el tópico, es
necesario poner en claro algo que es clave para
fundamentar la posición inclusiva que se tiene
respecto de los grupos políticos en este resolutorio.
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grupos. Sobre estas formulaciones ahondaremos más
adelante.
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afectación del principio de Legalidad (art. 18 de la
CN)
¿Cuál es el problema con el Principio de
Legalidad si se calificaran los delitos como
Genocidio? ¿Hacerlo nos traería problemas con la
determinación judicial de la pena o con la punibilidad
como categoría dogmáticas si se vulnera aquel
principio?
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la responsabilidad penal, una teoría liberal del
delito”, Ed. Astrea, Bs. As.,1980, págs. 201 y ss.,
entre otros), es decir, la discusión del quantum de
asignación y la expresión dogmática de la correcta
magnitud de la pena a distribuir, es, en si misma
considerada; una discusión de corte político-criminal.
No obstante, el análisis y comparación de los
resultados en virtud de la interpretación de los
distintos modelos –en los que descansa esa sólida y
firme discusión- será abordada en su momento oportuno,
es decir, en el momento en el cual, en éstos obrados;
se plasme la decisión cómo y bajo qué parámetros se
han asignado las penas puntuales. Pero, a pesar de
ésta advertencia, creemos que resulta muy propicio
hacer aquí una aclaración previa a ese específico
momento, aunque de poca duración, pero que luego
tendrá necesariamente que ver, como ya se dijo; con el
tratamiento de la cuestión final a decidir en la
presente sentencia.
Suele sostenerse que en la Teoría del Delito
hay una influencia muy superficial de la política-
criminal, pero lo cierto es que también se sostuvo,
que ese predominio; en la categoría de la punibilidad
adquiere mayor efecto y contraste. O dicho de otra
manera: “-ha dicho Schüneman- en un tiempo en que el
derecho penal no se cuenta entre las instituciones que
resultan evidentes, ha dejado de ser un ejercicio
filosófico para convertirse en un problema central que
afecta a la legitimación misma del estado moderno”.
(Javier Ignacio Baños, “El fundamento de la pena:
Máximo problema penal, Editorial Ediar, Buenos Aires,
año 2011, pág. 18). Ciertamente, ésta es una verdad a
medias, puesto que en realidad puede verificarse “esa
influencia” a lo largo de toda la teoría de la reato
(AMBOS, Kai, Derecho Penal Contemporáneo, Revista
Internacional, Ed. Legis, nº 25 octubre diciembre
2008, Pág. 5), solo que, y a pesar de coexistir en
todos sus estratos, la particular categoría de la
punibilidad, que es un eslabón de la cadena lógica de
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derecho dependerá en buena medida de la eficacia de
los tribunales. A su vez, la misma fortaleza de los
tribunales dependerá de la fuerza que la ley tenga en
una determinada sociedad. Ambas dimensiones son
construcciones políticas que también se implican
mutuamente. Fuerza de la ley, fuerza de los
tribunales. Por eso, si se quiere construir una
democracia que tome en serio la ley y se quiere luchar
por la ley, para que ella sirva de instrumento para
compensar y allanar las desigualdades sociales,
entonces se deberá también tener una política de igual
característica frente a los sistemas judiciales. Ello
tiene dos dimensiones. Una, la crítica radical al
sistema inquisitivo, herencia colonial que aún pervive
y constituye una pesada carga autoritaria sobre
nuestros pueblos. En segundo lugar, una práctica
política nueva de fortalecimiento de los sistemas
judiciales. La crítica radical al sistema inquisitivo
y sus consecuencias culturales nos sirven para hallar
los componentes estructurales que impiden una
verdadera independencia judicial, que muestran las
razones de tribunales atrapados en sus propias rutinas
y trámites e incapaces de dotar de eficacia a las
leyes más elementales, entre ellas las Constituciones,
que siguen sin ser cumplidas en nuestra administración
de justicia. Esta crítica radical nos muestra también
el modo en que estos sistemas judiciales, construidos
verticalmente, sirven al poder concentrado y son
factores de debilitamiento de la fuerza de la ley.
Para poder realizar una nueva práctica de construcción
de poder para el Poder Judicial es necesario, en
primer lugar, tomar conciencia que los sistemas
judiciales son espacios políticos donde se juegan
relaciones de poder, vinculadas a una específica
función de gobierno (juzgar y custodiar la eficacia de
la ley) que hasta ahora ha estado sustraída del
proceso de democratización. Un espacio político que
necesita ser transparentado como tal y al que deben
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Poder Judicial lo concerniente a los modos de
acumulación de poder, propios del Poder Judicial.
¿Cómo se construye un Poder Judicial independiente, es
decir, según un proceso propio y autónomo de
acumulación de poder? Ello permitiría construir nuevas
estrategias de poder para el Poder Judicial que rompan
la lógica peticionaria, propia del sistema
inquisitivo”. Lo resaltado y todos los subrayados son
nuestros (En http://geocities.com/alertanet2/f3-
ABinder.htm, o
enhttp://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/0
3691739900436828610046/binder94.pdf... Y ver Alberto
M. Binder: Reforma de la justicia: del programa
político al programa teórico. En Congreso de Derecho
Procesal, Santiago de Chile, 1997, Universidad Diego
Portales. Se ha extraído el párrafo como síntesis de
lo que se desarrolla en esa ponencia con mayor
extensión. Ver, asimismo, Red Latinoamericana para la
democratización de la justicia, Agenda y materiales de
Trabajo de los Foros regionales, PNUD Y Fundación
Konrad Adenauer,
Ciedla,1998.Tambiénen:http://procesalpenal.wordpress.c
om/2007/11/18/reportajealbertobinder/enhttp://www.defe
nsapublica.org.ar/revista/1999/07/doctrina.nac/,yenhtt
p://www.defensapublica.org.ar/revista/).
Entonces, que sea contradictorio –como es de
esperar- es una “propiedad” del sistema de
enjuiciamiento –y de ello, no solo todo el aparato
judicial debe ser consciente, sino también la opinión
pública a fin- dado que la relación existente entre
las actividades de los ciudadanos originadoras de
conflictos jurídicos penales y, los votos de aquellos
ciudadanos que opinan sobre éstos asuntos cuando
asumen relevancia pública (la magistratura); están
sujetos a la tesis de la doble eficiencia en la que se
halla la pugna entre garantías constitucionales y
programa punitivo. Y todos somos testigos
privilegiados de los avances y retrocesos de ambos
paradigmas, ellos quieren necesariamente ejecutar sus
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desacertadamente- la vulneración o no de garantías
elementales previstas por nuestra ley de leyes.
El objetivo para dar tratamiento correcto a
ésta disyuntiva será: que la actuación judicial no
impida lo que se pueda o deba evitar, para que, en la
cima de los principios y reglas de las formas
procesales, “se llegue a enlazar -con el grado más
elevado- la racionalidad esperada del sistema y, de la
misma manera, no quedarnos solo con una actitud
contemplativa de ese límite político”. Entendemos que
éste síntoma debe resultar perceptible por cada uno de
los operadores del sistema de enjuiciamiento a nivel
nacional y, en este sentido, existen grandes esfuerzos
doctrinarios –muchas veces con formato de crítica-,
que con mejor calidad y extensión, traducen la
preferible y más conveniente manera de manejar éste
objetivo.
No podrá admitirse entonces, en el equilibrio
de nuestro programa político y democrático, apartar la
vista y malversar los principios constitucionales
apuntalados para la reducción lógica del sistema
punitivo, como tampoco su incansable programa de
avances. Pero debemos ser advertidos de que ambas
pretenden cortejar el cuerpo material de todo el
sistema penal, solo que, la función reservada –en éste
caso- a la magistratura, será la de relacionar esas
dos sugerencias contradictorias con la compensación
que sea necesaria para satisfacer las aspiraciones
tenidas en mente por el poder constituyente. Claro que
éste panorama permitiría abrir el ángulo de la
garantía por excelencia, es decir, la del Debido
Proceso (art. 18 de la Constitución Nacional), y
obsérvese que Bacigalupo nos resultará bastante
explicativo en lo que se refiere a la mentada tarea de
equilibrar: “El proceso penal se nos presenta como un
campo de conflicto de derechos fundamentales con
intereses sociales especialmente sensibles (…) están
sometidas a constante discusión. El problema del
equilibrio entre los fines del proceso penal (…) es
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principio de exterioridad o, de [acciones exteriores]
o, como Beccaría sostuvo, el “requisito de
exteriorización” (Mario Magariños, ob. cit. pág. 28 y
30. También las referencias que el autor hace en el 3°
párr. de pág. 25 y, 2° y 4° párr. de pág. 26 entre
otras, de las cuales se desprenden nociones ético y
morales vinculadas a las exteriorizaciones de las
conductas en general). Es que dentro del Debido
Proceso (art. 18 de la CN), el paradigma del “hecho”,
esa acción (o acciones) sobre la cual recae la
investigación y el juzgamiento posterior, es la que
nos guiará al ámbito de las exacciones para la posible
distribución de castigo (cabe destacar que por otra
línea, distante a ésta, se transitará el camino para
el descubrimiento de la verdad de lo ocurrido en el
hecho histórico). Un “acto”, consagrado como principio
constitucional por sus orígenes o por la “raigambre
iluminista” del cual se desprende, “por un lado, por
el requisito de exteriorización de la decisión de
voluntad como materia de prohibición y, por otro, por
su carácter público, como segunda exigencia para la
selección de un comportamiento por parte del
legislador”, o según las enseñanzas de Antonio Sáenz
del curso dictado en la Universidad de Buenos Aires en
los años 1822/1823 quien postulaba: “la potestad
legislativa, o la facultad de hacer leyes que sirvan
de norma y regla a los individuos del Estado para sus
actos exteriores y públicos […] obligándose a obedecer
a una autoridad suprema” (Ibídem, 31 a 34).
Téngase presente la discusión sobre la
dimensión típica, en su expresión subjetiva, que
hicimos al tiempo de revisar las exigencias típicas
requeridas por el tipo penal de genocidio (Punto 2C y
2 D8). Incluida la distinción que se formuló a su
tiempo, para marcar la discrepancia -desde el punto de
vista dogmático- con el análisis de las figuras
tradicionales. En esa misma línea de argumentación,
creemos que aquí también hay un punto de confluencia,
toda vez que: “Mas allá del reconocimiento formal que,
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“hecho”, y será el que definirá el paradigma de la
imputación penal en la medida que fácticamente se haya
configurado un comportamiento jurídico penalmente
relevante. No la base de la imputación, sino –ya con
la atribución de un resultado en el caso- la
asignación a título de autor de un comportamiento
coincidente con el supuesto de hecho ilícito contenido
en un tipo penal (del derecho local o del derecho
internacional). Para esto, la jurisdicción o facultad
de corregir con rigor sancionador un comportamiento,
se deberá, por principio absoluto, al esquema de
imputación objetiva en el que se enmarca al paradigma
del hecho. De manera tal que la categoría de la acción
evitable, desde su dimensión objetiva, o sea, desde la
descripción materia de prohibición, deberá encastrar,
antes bien y desde el punto de vista ontológico; en un
comportamiento humano que previamente se encuentre
receptado en una norma jurídico-penal. Sin perjuicio
de que la discusión sobre la materia de prohibición,
es decir, subsunción y atribución de resultado
jurídico-penal, también será objeto de tratamiento en
análisis posteriores de ésta sentencia, lo cierto es
que, sin un comportamiento humano que pueda endentar
una “norma previa” que declare tal conducta como
antijurídica, no sería ella una tarea que cautive a la
intervención estatal y su examinación o intención de
control penal no tendría ninguna razón de ser.
Repetimos, éste aspecto, a pesar de que la figura de
genocidio funciona, antes que nada, más sobre las
fases subjetivas que por el proceso ejecutivo (esta
era una aclaración necesaria).
Pero, en consonancia con lo que decimos, la
prueba de idoneidad para que el ejercicio de
subsunción quede ajustado al sistema constitucional
deberá, además, señalar el cumplimiento de otras
exigencias, ahora, relativas a la imposibilidad de
violar “garantías accesorias” al principio de
exterioridad. El efecto inverso, es decir, la
vulneración, fundamentalmente ocurriría gracias a que
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registro del Juzgado Nacional en lo Criminal y
Correccional Federal n° 3, caratulada “Suárez Mason
Carlos y otros sobre privación ilegal de la libertad…”
(Primer Cuerpo de Ejercito) que: “Cuarto: dicha
definición jurídica de genocidio, proveniente del
Derecho Internacional, única fuente formal de
aplicación al caso -habida cuenta de la histórica
omisión en su tratamiento a nivel local-, no permite
denotar a los grupos políticos como posibles víctimas
de este crimen. Es a partir del encadenamiento lógico
de estas conclusiones, que no habré de hacer lugar a
lo peticionado por las querellas, por cuanto si bien
está comprobado que los hechos aquí investigados
constituyeron indudablemente un genocidio político o
politicidio, al haber quedado excluidos este tipo de
casos del alcance de las Cartas Internacionales ya
tratadas, sumado ello a la orfandad legal reinante en
el orden local, le está vedado al Juez modificar esta
situación; obrar de otro modo sería un claro ejemplo
de apropiación de facultades legislativas por parte
del órgano jurisdiccional, lo cual atentaría contra el
esquema republicano que nos rige e iría en desmedro de
una garantía procesal fundamental como es el derecho
de todo imputado al debido proceso legal…”, lo
resaltado y subrayado es nuestro.
También se sostuvo en los autos citados que:
“Hasta aquí podemos advertir dos obstáculos –
relacionados al principio de legalidad- en la
aplicación del tipo penal de genocidio tipificado en
la Convención de 1948. El primero de ellos es que, al
momento de los hechos de este proceso, no existía una
norma –ley en sentido estricto- que hubiera receptado
dicho tipo penal en nuestro país y por lo tanto nunca
podría avanzarse en ese sentido sin afectar
manifiestamente el principio de legalidad. El segundo
problema es que, incluso aceptando una aplicación
directa de la Convención de 1948 –es decir, si le
otorgamos operatividad en el Derecho interno-,
contamos con un tipo penal determinado pero no con una
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por decirlo de alguna manera- otro pretexto para
tratar la cuestión de los límites, características y
posibles soluciones procesales al problema de –
llamémoslo- la situación jurídica que define la
“especial” adecuación típica de los imputados.
Además de los argumentos hasta aquí expuestos
respecto del mentado principio, este Tribunal, en la
causa n° 1.170-A, caratulada “Mariani, Hipólito Rafael
y otros” 1sostuvo que: “Hasta aquí podemos advertir
dos obstáculos –relacionados al principio de
legalidad- en la aplicación del tipo penal de
genocidio tipificado en la Convención de 1948. El
primero de ellos es que, al momento de los hechos de
este proceso, no existía una norma –ley en sentido
estricto- que hubiera receptado dicho tipo penal en
nuestro país y por lo tanto nunca podría avanzarse en
ese sentido sin afectar manifiestamente el principio
de legalidad […]. El segundo problema es que, incluso
aceptando una aplicación directa de la Convención de
1948 –es decir, si le otorgamos operatividad en el
Derecho interno-, contaríamos con un tipo penal pero
no con una amenaza de pena concreta, lo cual nos lleva
nuevamente hacia una flagrante afectación del
principio de legalidad –más allá de la discusión que
existe en cuanto a que los hechos que hacen a este
proceso no se encontrarían comprendidos en los
términos de dicho instrumento”.
Debe aquí destacarse que en el mismo fallo, y
esta vez en relación a la afectación al principio de
congruencia, se dijo: “considerando el principio de
congruencia en su faz de adecuación fáctica al objeto
del proceso existiría una manifiesta afectación del
derecho de defensa en el caso de considerarse la
aplicación del tipo penal de genocidio. Ello es así
porque, más allá de la extrema gravedad de los hechos
considerados en el debate –en cuanto a su resultado,
forma de comisión y calidad de los sujetos
intervinientes- muy distinto es defenderse de toda una
serie de imputaciones que eventualmente podrían
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protegerlos mediante la aplicación del derecho penal”
(Mario Magariños, ob. cit. pág. 77) o si de venganza
privada o pública se tratara, de “racionalizarla”
(Eugenio Raúl Zaffaroni, ob. cit. p 68), la exposición
de los acontecimientos pasados que fueron revisados a
lo largo de éste –y otros- procesos judiciales, y, la
disciplina con la que se han profundizado los
distintos estudios sobre el conjunto de sucesos o
hechos políticos dignos de nuestra memoria, como el
que hoy nos toca juzgar; por esa sensible, y hasta a
veces por esa enfadosa historia que desde cualquier
superficie jurídica ha llevado tras de si con
abundancia y alto grado a distintas decisiones
judiciales; hoy, todo esto nos sirve de pretexto para
establecer nuestra postura al respecto.
A excepción, claro está, de las opiniones
emitidas por éste órgano de juicio en los antecedentes
causa n° 1.056-1.207 caratulada “Simón, Julio Héctor
s/inf. art. 142…”, causa n° 1170-A caratulada “Comes,
César Miguel y otros s/inf. art. 144 ter…”, causa n°
1.223 “Lapuyole, Juan Carlos y otros s/ inf. art. y
80 inc. 2°...”, causa n° 1.261-1.268, caratulada
“Olivera Rovere, Jorge Carlos, Lobaiza, Humberto José
y otros s/ inf. arts. 144 bis…”, y tampoco sin olvidar
las especiales interpretaciones que se han dado a la
cuestión, con arreglo a los cuales se contribuyó en
nuestro país al origen del fenómeno de enjuiciamiento
de los delitos de lesa humanidad, entre otros, la
causa nro. 1.668 y 1.673, caratuladas “Miara, Samuel y
otros sobre infracción artículos 144 bis” y “Tepedino,
Carlos Alberto Roque y otros sobre infracción
artículos 80 inciso 2°” registrada en el Tribunal Oral
en lo Criminal Federal nro. 2 de esta ciudad bajo el
número 1.580 (ABO), la causa nro. 14.216/03,
caratulada “Suárez Mason Carlos y otros sobre
privación ilegal de la libertad…” del registro del
Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal
nro. 3 de esta ciudad (Primer Cuerpo de Ejercito), y
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podido cumplir el objetivo que se había fijado a sí
misma de <poner en manos del legislador penal un
criterio plausible y utilizable para sus decisiones y
desarrollar, al mismo tiempo, un baremo para el examen
externo de la justicia de dichas decisiones>” (Roland
Hefendehl (ED), artículo: Teoría del bien jurídico y
estructura del delito. Sobre los criterios de una
imputación justa. pág. 285). Incluso de la obra
consultada, puede advertirse que este último objetivo,
no ha podido satisfacerse a sí mismo (Roland Hefendehl
(ED), ob. cit. 403).
Entonces, es nuestra intención, licitar la
postura más conveniente para llegar a comprender cuál
es la razón de ser del ámbito de protección jurídico-
penal (del bien) que pretende punir la conducta de “un
delito internacional, o universal” (Andrés J. D
´Alessio, “Los delitos de lesa, ob. cit. pág. 1) que
otrora, en distintos escenarios históricos y políticos
en el mundo pareció ordenar, disponer, y organizar –en
especial- procesos infamantes direccionados a provocar
el signo de las muertes violentas. Y habría sido
lamentable y hasta causaría disgusto a la expectativa
dogmática de los derechos humanos, si nuestro análisis
hubiera derivado o fuera circunscrito a la simple o
pura observación de las características y límites
histórico-políticos de nuestro caso nacional, por eso,
hacerlo desde el marco de los derechos de protección
(Rodolfo Mattarollo, ob. cit. pág. 78, “b”),
precisamente, ahora ayudará en el análisis jurídico
que nos resta hacer sobre la materia. Visión que, en
última instancia, prudentemente nos mantendrá en el
primer plano de entendimiento y sobre el cual nos
dedicaremos, sin sobra ni falta; para la observación
de nuestros objetivos finales.
Esta bastante claro que el desarrollo y
transformación de ideas en los que fueron mutando y
evolucionando el concepto de genocidio, ha almacenado
una información notablemente superior a la esperada y,
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poder”, donde “no se trata sólo de la búsqueda de
indefinida de bienes, sino de poder, lo que es válido
también para la acumulación del saber como poder, pues
la búsqueda de poder indefinido mediante la ciencia
redunda, en definitiva también, en acumulación de
bienes” (Eugenio Raúl Zaffaroni, ob. cit. págs. 23 y
50).
En el caso argentino, por muy delicado que
fuera el escenario de los efectos demoledores que
repercutieron desde épocas que precedieron
inmediatamente a las actuales, el gradual garantista
de nuestros tiempos, cuando menos y ante las razones
que llevaron a obrar a instancias de sus actores; con
esmero se supo engañado. Es que, por momentos, hasta
con pulcritud y delicadeza el Proceso de
Reorganización Nacional supo instaurar que: “la mayor
parte de los asesinatos fue producida a través del
secuestro de las víctimas (en su casa, en la calle, en
su trabajo), su traslado a campos de concentración, el
sometimiento a sesiones de tortura y su asesinato
posterior. Es decir, las víctimas (más allá de su
adscripción política o su relación con la “idea” de la
lucha armada) eran secuestradas en condiciones de
indefensión, y aquí es donde se diferencia el caso
argentino de algunas de las guerras civiles libradas
en el Tercer Mundo, y particularmente en América
Central”. (Daniel Feierstein, “El Genocidio como…, ob.
cit. pág. 68). “Prácticas sociales genocidas en la
Argentina] con material bibliográfico mas limitado por
haberla vivida hace apenas hace tres décadas, pero, a
pesar de las [d]dimensiones aparentemente menos
espectaculares de la matanza” (Ibídem, 253), fue una
cortina de humo que escondió un plan sistemático con
la clara finalidad de hacer inocuo al opositor
político.
Con respecto a los bienes jurídicos de manera
general, Gil Gil establece que estos son aquellas
realidades o pretensiones que son útiles para el
individuo y su libre desarrollo, en el marco de un
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consistentes en la privación de cualquiera de los
derechos elementales de la persona humana, realizados
con el propósito de destruir total o parcialmente una
población o sector de una población, en razón a sus
vínculos raciales, nacionales, religiosos o étnicos. A
pesar de lo que pueda sugerir una primera visión
superficial, el delito de genocidio no protege
directamente bienes jurídicos individuales, aunque
éstos se ven claramente protegidos de forma indirecta,
sino que protegen, un bien jurídico supraindividual o
colectivo, que se puede definir como la existencia o
supervivencia de todos y cada uno de los grupos
raciales, nacionales, religiosos o étnicos, entendidos
éstos como unidad social (Sánchez Feijoo, ob. cit., p.
124-129).
Otro aspecto muy importante a analizar, para
poder entender si estamos frente a bienes jurídicos
colectivos o individuales, es que no se debe
identificar al genocidio en sentido jurídico-penal,
con una masacre o la eliminación de un gran número de
personas, ya que en la medida que esas conductas no
estén encaminadas a eliminar un grupo con determinadas
características raciales, nacionales, religiosas o
étnicas, se tratará de conductas que causan gran
alarma social, pero que, desde el punto de vista
penal, están tipificadas entre los delitos que
protegen bienes jurídicos individuales.
En este sentido, un Estado o una organización
criminal que se dedique a eliminar un sector de la
población, no es un Estado u organización genocida, en
la medida en que entre sus objetivos no se encuentre
la destrucción de uno de los grupos relevantes a
efectos de este. El aspecto cuantitativo resulta
dogmáticamente intrascendente a los efectos de la
caracterización de un hecho como un hecho típico de
genocidio (Pignatelli y Meca, “Sobre las diferencias
del genocidio y los crímenes de lesa humanidad”, en
Revista española de Derecho Militar, julio/diciembre,
1994, núm. 64, p. 91).
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pensado a partir de la gran influencia de los factores
culturales y políticos.
En esa línea, es decir, “pensar en genocidio”
implica pensar en un concepto solo y sin otro en su
especie, en el que inseparablemente la operación
deductiva tradicionalmente “influida” nos permitirá
modelar o definir los contornos del concepto, incluso
pensar en disponer el orden de los conocimientos
empíricos, etc., pero con el riesgo –si equivocamos la
forma de pensar y reflexionar- de desarrollar una
tarea banal, pues “la verdad es que no habremos hecho
nada de nada, que ni siquiera habremos empezado a
“pensar”, filosóficamente hablando, mientras no
hayamos meditado seriamente en el siguiente enunciado:
pensemos lo que pensemos (y más si todavía si se trata
de política) después de cincuenta años, tenemos que
pensar en un “después de Auschwitz…”, el subrayado es
nuestro (Christian Delacampagne, ob. cit. pág. 54).
También Daniel Feierstein “piensa” –en algún punto- de
esta manera, al referirse a las discusiones
conceptuales y titular ese capítulo como “pensando más
allá de derecho” (Daniel Feierstein, “El Genocidio
como…, ob. cit. pág. 57).
Conclusiones como ésta, nos hacen “pensar” en
los fenómenos históricos y procesos “simbólicos”
(Daniel Feierstein, “El Genocidio como…, ob. cit. pág.
72) que quedaron a nuestras espaldas, es decir,
ciertas manifestaciones de los poderes estatales donde
hasta los ordenamientos jurídicos no son normales y
donde todo es posible (o sea, la barbarie). Las
desapariciones físicas de los “seres inferiores”
(Eugenio Raúl Zaffaroni, ob. cit. 73) también son
simbólicas: “las relaciones que dichos cuerpos
encarnaban, sin embargo, podrían ser reproducidas en
otros cuerpos, y el ciclo podría iniciarse nuevamente.
Sin embargo su “desaparición simbólica” intenta
clausurarlo. Esos cuerpos no solo no existen sino que
en verdad “nunca existieron”. Esta operatoria es lo
que hemos denominado como “realización simbólica” de
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sacrificio, que es más clara y dramáticamente notorio
a medida que la civilización moderna se planetariza y
avanza la tecnología y cada nuevo sacrificio importa
nuevos homicidios masivos, en forma de genocidio o de
crímenes de guerra con efectos colaterales o bajo
otros eufemismos” (Eugenio Raúl Zaffaroni, ob. cit.
60)
Claramente lo que nos enseña en un extremo el
autor (que “piensa” en función de campos de
exterminio”), es que sobre el funcionamiento
deficiente de las políticas o sistemas que gestionan
los conflictos que se presenten en algunas sociedades,
pueden darse interpretaciones en sentido amplio del
concepto.
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Internacional, hasta el nacimiento del Derecho Penal
Internacional que podría darse por iniciado a partir
de los juicios de Núremberg, se reconocía de manera
muy limitada la condición de sujeto de la persona
física. Los principales sujetos eran los Estados y la
consecuencia normal del incumplimiento de una norma
internacional era la responsabilidad internacional del
Estado, lo que continúa siendo así, pero se agrega la
responsabilidad penal internacional del individuo, que
vino a vincular directamente a este con el Derecho
Internacional”. De igual forma la mencionada autora
establece que “dentro del ámbito de la responsabilidad
internacional, se distingue entre la responsabilidad
de los Estados por los “ilícitos internacionales”
cometidos y la responsabilidad de los individuos por
los “delitos” o “crímenes internacionales” por los que
deben responder penalmente. El aspecto más relevante
de esta nueva rama del Derecho Internacional llamada
Derecho Penal Internacional, es justamente el
reconocimiento del ser humano como sujeto, consagrando
derechos, obligaciones y sanciones individuales, que
derivan directamente del ordenamiento jurídico
internacional” (Barbero, ob. cit., p. 89 y ss).
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exterminado grupos nacionales, religiosos y raciales.
La acusación incluyó el haber llevado adelante
prácticas genocidas contra los judíos, como
persecuciones sistemáticas, privación de libertad,
encierro, asesinato y maltrato (Feierstein, Hasta que
la muerte…..., ob. cit., p. 27).
El representante de Francia afirmó que los
enjuiciados estaban involucrados en el exterminio
sistemático de millones de seres humanos, y más
específicamente de grupos nacionales y religiosos,
cuya existencia obstaculizaba la hegemonía alemana. Se
calificó a este hecho como un crimen monstruoso que no
fue visto como posible a lo largo de toda la era
cristiana, hasta el advenimiento del hitlerismo y para
el cual tuvo que acuñarse un nuevo término
“genocidio”. De igual modo el representante del Reino
Unido afirmó que el genocidio no se restringió al
exterminio del pueblo judío. Indicó que fue aplicado
de diferentes formas en Yugoslavia, contra los
habitantes no germanos de los territorios de Alsacia y
Lorena, contra el pueblo de los Países Bajos y
Noruega. Concluyó que las técnicas por las cuales se
desarrolló el genocidio, varió de nación a nación, de
pueblo a pueblo, pero que el objetivo a largo plazo
fue el mismo en todos los casos, destruir a los grupos
antes mencionados (Feierstein, Hasta que la muerte...,
ob. cit., p. 27).
Si bien es cierto que fue el Tribunal de
Núremberg el primer antecedente para la creación de
la figura de genocidio, pues fue allí que comenzó a
perfilarse este crimen, en el contexto de este
juzgamiento el genocidio no se vislumbraba como una
categoría autónoma separada de los crímenes de guerra
o de los crímenes contra la humanidad, como se
explicó, aunque algunos de los representantes de los
Estados que participaron en dicho Tribunal, tal es el
caso de Francia y del Reino Unido, se refirieron al
genocidio, como lo indica el acta de acusación del 8
de octubre de 1945, donde se estableció que los
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Este fue un tema bastante discutido, pues muchos de
los juzgados por la comisión de estos crímenes la
plantearon como defensa.
Sobre este proceso se puede decir que para
muchos autores, marcó la apertura de una nueva época,
respecto al nuevo Derecho Internacional Humanitario.
El Tribunal de Núremberg significó un
importante avance en la historia de los derechos
humanos, pues, abrió paso a la idea de que hay
derechos universales del hombre que ningún gobierno
puede pisar libremente, sea en tiempos de guerra o de
paz, sea en contra de sus propios ciudadanos o los de
otra nación, y que tales conductas constituyen
delitos.
De igual forma, el Tribunal de Núremberg
definió claramente los crímenes contra la humanidad,
puso en relación este concepto, con el de derechos
humanos y creó las condiciones en el derecho penal,
para que los criminales responsables de violaciones
masivas de derechos humanos que constituyen delitos
pudiesen ser juzgados sobre un fundamento jurídico
preciso (Sánchez Vidal la Rosa, María Delfina,
PrincipiosdelTribunaldeNúremberg,www.teleley.com/artíc
ulos).Tribunal de Tokio (Ver Castillo Daudí, Mireya,
Responsabilidad penal de los individuos ante los
Tribunales Internacionales, Tirant lo Blanch,
Valencia, 2007).
Cuando concluyó la guerra en Asia, el 15 de
agosto de 1945, el ejército de los Estados Unidos
ocupó la totalidad de Japón y gran parte de las
antiguas colonias asiáticas de este país. Desde ese
momento se inició la persecución y detención de los
altos miembros del Estado y Ejército nipón. En
paralelo con el Juicio de Núremberg, se constituyó un
Tribunal Militar Internacional, para el Lejano
Oriente, con el fin de juzgar a los imputados de los
crímenes cometidos durante la Segunda Guerra Mundial.
Al igual que sucedió con el Tribunal de Núremberg, el
de Tokio se creó para castigar a los responsables de
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Tokio, los principios establecidos por ellos fueron
aceptados de manera general, por la Asamblea General
de las NU, la cual, mediante Resolución 95(I),
confirmó los principios de Derecho Internacional
reconocidos por el Estatuto y por las sentencias del
Tribunal de Núremberg.
Como se puede evidenciar las bases sentadas
por estos dos Tribunales representaron un cambio
sustancial en la materia, pues era la primera vez que
se distinguía entre crímenes contra la paz, crímenes
de guerra, y crímenes contra la humanidad, pudiendo
ser acusados los individuos aún cuando alegaran haber
actuado como funcionarios del Estado. Es importante
concluir hasta aquí que en el contexto de estos
juzgamientos no existieron condenas por genocidio.
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Estatuto del Tribunal de Yugoslavia.
A raíz de todos los horrores cometidos, se
creó en 1993, en virtud de la Resolución 827 del
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, del 25 de
mayo de 1993, el Tribunal Penal Internacional Para la
ex Yugoslavia, con la finalidad de perseguir a las
personas responsables de tan graves violaciones del
Derecho Internacional Humanitario cometidas en la ex
Yugoslavia desde 1991.
La misión de este Tribunal era: Juzgar a los
presuntos responsables de violaciones del Derecho
Internacional Humanitario; Procurar justicia a las
víctimas; Evitar crímenes futuros; Contribuir a la
restauración de la paz, promoviendo la reconciliación
en la ex Yugoslavia.
El Estatuto Penal Internacional para la ex
Yugoslavia está compuesto por 34 artículos, de los
cuales se desprende todo el ámbito de actuación del
mismo.
El artículo 1.- establece el ámbito de
competencia temporal que tendrá este Tribunal, la cual
está delimitada a todas las violaciones del Derecho
Internacional Humanitario, cometidas en todo el
territorio de la ex Yugoslavia a partir del año 1991
(Art. 1, Estatuto, TPIY).
Del artículo 2 al artículo 5, se establece la
competencia en razón de la materia, y es así, que el
Estatuto enumera cuáles serán los actos que el
Tribunal tendrá la competencia de juzgar (Arts. 2 a 5,
Estatuto, TPIY); Infracciones a la Convención de
Ginebra (art. 2); Violaciones a las prácticas o leyes
de guerra (art. 3); Genocidio (art. 4); Crímenes de
Lesa humanidad (art. 5).
El artículo 6 establece que el Tribunal tiene
competencia con respecto a las personas físicas, y de
igual forma el artículo 7 indica, cuales son los
supuestos en los que se estará ante una
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física total o parcial; d) Medidas para dificultar los
nacimientos en el seno del grupo; e) Traslados
forzosos de niños del grupo a otro grupo.
3. Los siguientes actos serán castigados: a)
El genocidio; b) La colaboración para la comisión de
genocidio; c) La incitación directa y pública a
cometer genocidio; d) La tentativa de genocidio; e) La
complicidad en el genocidio.
De las críticas suscitadas en torno a la
Convención para la Prevención y Sanción del delito de
genocidio, en cuanto a la tipificación del mismo, una
de las más importantes tenía que ver con el carácter
restrictivo del tipo en cuestión, pues este protegía a
determinados grupos, dejando por fuera de esta
protección otros muy importantes, tales como el grupo
político.
Sin embargo, aún con estas críticas el
Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia,
tomó el concepto de genocidio para incorporarlo en su
Estatuto, tal cual se encontraba normado en dicha
Convención, sin atender ni dar respuesta a los
problemas que se planteaban en ella.
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El genocidio, a juicio del Tribunal Penal
Internacional para la ex Yugoslavia en el caso
Jelisic, se caracterizó por dos elementos: el
material, constituido por la comisión de alguno de los
actos enunciados en el parágrafo 2 del art. 4 de su
Estatuto, que reitera el contenido del art. 3 de la
Convención para la Prevención y la Sanción del Delito
del Genocidio; y el psicológico, esto es, la expresa
intención en quien perpetra el acto de destruir en
todo o en parte a un grupo nacional, étnico, racial o
religioso. Para que este elemento se configure, es
necesario que la víctima pertenezca a uno de dichos
grupos, y que el imputado haya cometido el crimen como
parte de un plan tendiente a destruirlo. Es decir que
lo que interesa en la víctima es su pertenencia al
grupo y es en razón de ella, que es escogida por quien
lo comete. Por ello el Tribunal consideró que la
intención de Jelisic fue oportunista e inconsistente,
matando arbitrariamente más que con la clara intención
de destruir un grupo, por lo cual, se desestimó el
cargo de genocidio, aún cuando se lo encontró culpable
de violaciones de las leyes o usos de guerra y
crímenes de lesa humanidad (Posse Gutiérrez,
Hortensia, La contribución de la jurisprudencia de los
Tribunales Penales Internacionales a la evolución del
ámbito material del Derecho Internacional Humanitario,
los crímenes de guerra, los crímenes de lesa humanidad
y el genocidio, www.icrc.org).
Por otra parte en lo que respecta a la prueba
de la intención genocida, en este mismo caso, el
Tribunal tomó en consideración el número de víctimas,
y señaló que la destrucción del grupo como tal puede
afectar a una parte numéricamente importante del grupo
o a un número más limitado de personas, pero
especialmente relevantes. Este elemento será analizado
en profundidad por las sentencias dictadas en el
Tribunal de Ruanda (Caso Akayesu).
Estos fallos han aportado importantes
elementos y definiciones para la demostración del
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que en ese momento se encontraba bajo la “protección”
de cuatrocientos cascos azules holandeses. Aunque se
buscó especialmente la eliminación de los varones
musulmanes bosnios, la masacre incluyó el asesinato de
niños, adolescentes, mujeres y ancianos, con el
objetivo de conseguir la limpieza étnica de la ciudad)
en donde más de ocho mil musulmanes bosnios hombres,
fueron asesinados en 1995. La Corte se basó en las
sentencias dictadas por el TPIY, en el caso Krstic,
Randon Karadzic, Mladic. Con referencia a esto, el
Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia
sostuvo que lo acontecido en Screbenica es un acto de
genocidio, ya que este hecho constituye el mayor
asesinato en masa ocurrido en Europa desde la Segunda
Guerra Mundial (Marqués, Gustavo Efrén, Comentario al
fallo pronunciado por la Corte Internacional de
Justicia el 14 de de febrero del 2007 con relación al
caso sobre la aplicación de la Convención para la
Prevención y Sanción del delito de Genocidio en el
asunto Bosnia-Herzegovina C. Serbia,
www.juridicas.unam.mix).
En lo que respecta al proceso seguido a
Krstic (TPIY, sentencia del caso "Fiscalía vs.
Krstic") el Tribunal Penal Internacional para la ex
Yugoslavia en la persona del juez Theodor Meron
sostuvo que: “Al tratar de eliminar a una parte de
los bosnios musulmanes, las fuerzas serbio-bosnias
cometieron genocidio. Ellas fijaron como objetivo, la
extinción de cuarenta mil bosnios musulmanes que
vivían en Srebrenica, un grupo que era emblemático de
los bosnios musulmanes en general. Despojaron a todos
los prisioneros musulmanes, tanto militares como
civiles, ancianos y jóvenes, de sus posesiones
personales e identificaciones, y los mataron
deliberada y metódicamente, únicamente sobre la base
de su identidad”. Aquí se ve claramente el elemento de
la intención o voluntad necesarios para la
configuración del delito de genocidio (TPIY, Alocución
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junto con la intolerancia de ambos, fueron los
detonantes para desencadenar la matanza sangrienta
ocurrida en ese país.
En el siglo VI AC, los twas, pigmeos
cazadores, penetraron en las montañas boscosas de
Ruanda, y se instalaron allí de manera permanente. Un
milenio más tarde, agricultores hutus comenzaron a
llegar a la región y a establecerse de forma
sedentaria, conviviendo con los twas en paz. Cien años
después, granjeros tutsis llegaron a Ruanda
provenientes de los alrededores. Estos últimos también
se instalaron en la zona, y pasaron a formar parte
de una comunidad conformada por twas (cazadores),
hutus (agricultores) y tutsis (ganaderos). La
convivencia entre las dos últimas etnias fue
simbiótica durante un tiempo, hasta que a partir del
siglo XVI los principales jefes tutsis iniciaron
campañas militares contra los hutus, acabando con sus
príncipes, a los cuales, de forma cruel y simbólica,
cortaron los genitales y los colgaron en los tambores
reales buscando humillar a sus contrincantes y
recordarles que estos, los hutus, eran súbditos de los
tutsis (Buis, Emiliano, “La naturaleza interétnica del
conflicto armado y el concepto de genocidio en las
primeras sentencias del Tribunal Penal Para Ruanda”,
en Mas Derecho, Revista de Ciencias Jurídicas, Volumen
5, Buenos Aires, p. 339-365).
En el siglo XIX, se creó una casta militar y
social compuesta por tutsis que excluía también a los
hutus. La estructura clasista aumentó, cuando Ruanda
fue colonizada por Alemania (1897-1916), y luego por
Bélgica.
En 1934, los colonizadores belgas impusieron
un carnet étnico, que otorgaba a los tutsis mayor
nivel social y mejores puestos en la administración
colonial, lo que acabó institucionalizando
definitivamente las diferencias sociales.
La rivalidad entre los dos grupos se agudizó
con la creación, por iniciativa belga, de varios
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con el apoyo del ejército, invade Ruanda desde su
vecino Uganda.
Sin duda, lo que detonó el genocidio ocurrido
en este país, fue el asesinato del presidente Juvenal
Habyarimana, a partir de allí todo lo que vino fue
muerte y desolación para ambos bandos, tanto tutssi
como hutus.
El mundo presenció en 1994 uno de los más
horrendos y sangrientos asesinatos en masa desde la
Segunda Guerra Mundial. Por su alcance y las
proporciones espantosas que tuvo en tan breve espacio
de tiempo, se convirtió en un genocidio sin
precedentes en la historia contemporánea.
Las matanzas se resumían en tres categorías:
1) combatientes que mataban a combatientes; 2) Hutus,
militares y fuerzas paramilitares que asesinaban a los
ciudadanos Hutus favorables al reparto del poder en un
contexto democrático o simplemente hutus moderados; 3)
Hutus que mataban a los Tutsis sólo por que eran
Tutsis.
Estatuto del Tribunal de Ruanda.
El Tribunal Penal Internacional para Ruanda,
instituido de conformidad con la Resolución 955 del
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, del 8 de
noviembre de 1994, tiene por finalidad enjuiciar a los
presuntos responsables de genocidio y de otras
violaciones graves del Derecho Internacional
Humanitario, cometidos en el territorio de Ruanda, así
como también a los ciudadanos ruandeses responsables
de la comisión de genocidio y de otras violaciones de
esa índole, cometidas del 1 de enero al 31 de
diciembre de 1994.
Paralelamente, el Consejo de Seguridad aprobó
los Estatutos del Tribunal y solicitó al Secretario
General de las Naciones Unidas, que tomara todas las
disposiciones políticas necesarias para su efectivo
funcionamiento. El 22 de febrero de 1995, el Consejo
de Seguridad aprobó la Resolución 977, en la que
designa la ciudad de Arusha (República Unida de
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para la comisión de genocidio; c) La incitación
directa y pública a cometer genocidio; d) La tentativa
de genocidio; e) La complicidad en el genocidio.
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este delito sin tal plan u organización, pero no es
necesario que el individuo que lo cometa esté en
conocimiento de todos los detalles de la política o el
plan genocida. Si bien no se requiere que se llegue a
destruir la totalidad del grupo para demostrar que
quien lo perpetra tenía la intención de destruir al
grupo en todo o en parte, tanto la escala como el
número total de víctimas son relevantes, ya que ha de
destruirse al menos un número sustancial del grupo o
una sección significativa, tal como los líderes del
grupo, para que el crimen quede consumado (Posse
Gutiérrez, ob. cit., www.icrc.org).
El caso Akayesu (Jean Paul Akayesu
desempeñaba las funciones de burgomaestre de Taba, y
como tal, tenía a cargo el mantenimiento del orden
público y la ejecución de las leyes en su municipio.
Asimismo, contaba con la autoridad absoluta sobre la
policía municipal, así como sobre los gendarmes de los
cuales disponía en el municipio. A Akayesu se le acusa
de no haber intentado impedir las masacres cometidas
entre el 7 abril y finales de junio de 1994 en donde
más de dos mil tutsis fueron asesinados en Taba, dado
que conocía éstas ya que se perpetraron abiertamente,
y fueron de tal magnitud que Akayesu debió conocerlas,
y por ende, intentar impedirlas dada la autoridad y
responsabilidad que tenía para hacerlo. Inicialmente
Akayesu fue acusado de trece cargos entre ellos,
Genocidio, Crímenes contra la Humanidad y la violación
al artículo 3 del Convenio de Ginebra) fue el más
trascendente que dictó el Tribunal Penal para Ruanda,
pues constituye la primera condena internacional por
el delito de genocidio. Aquí se tocó un elemento hasta
ahora ignorado por los Tribunales, y uno de los más
problemáticos en lo posterior: el que tiene que ver
con los grupos protegidos por el delito de genocidio
(que en definitiva es el punto central de este
trabajo, por lo cual al análisis del mismo se le
dedicará un capítulo completo en el que se
establecerán cuáles son los grupos protegidos por el
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respecto de las víctimas (criterio subjetivo) sino las
características que estas presentan de manera cierta.
Sobre el mismo tema, en la sentencia de
Rutaganda (Fiscalia v Georges Anderson Rutaganda), el
Tribunal estableció que los grupos políticos y
económicos se excluyeron de los grupos protegidos,
porque se consideran grupos móviles y no estables
(Ambos, ob. cit., pág. 8) que es el requisito que el
Tribunal establece como indispensable para que el
delito se configure.
Otro aspecto importante que se tocó en el
caso Akayesu fue la acusación del condenado no solo
por haber cometido el crimen de genocidio, sino
también por el crimen de violación, el cual fue
considerado por primera vez como un acto de genocidio.
En lo que respecta a la cuestión de la
destrucción total o parcial de la población, tema por
demás conflictivo que será analizado más delante, el
Tribunal Penal Internacional para Ruanda estableció
que, aún cuando sólo se haya dado muerte a uno de los
miembros del grupo, se configura genocidio, siempre
que la intención haya sido la de destruir un grupo
nacional, racial, étnico o religioso. En otras
palabras debido a que el delito de genocidio es de
intención, cuando se hace referencia a “en todo o en
parte” se abarca la extensión de la intención de
destrucción, y no el acto físico con consecuencias
numéricas (Schabas, William, “Los avances en la ley de
Genocidio”, en Anuario Internacional de Derecho
Humanitario, Vol. 5, 2002, pp. 131-165, pp. 132-136).
La sentencia de Akayesu en este punto expresó
el razonamiento del Tribunal de la siguiente manera:
“Contrario a lo que se cree, el crimen de genocidio no
se supedita a la exterminación de un grupo en su
totalidad, sino que se entiende que se configuró el
genocidio, cuando cualquiera de los actos contemplados
en el artículo 2 es cometido con la intención
específica de destruir en todo o en parte un grupo
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Yugoslavia y Ruanda, es que en los primeros el
genocidio no estaba establecido como una categoría
legal. Si bien es cierto que la primera vez que se
utilizó el término de genocidio, fue en el juicio de
Núremberg (en las actas de acusación), este delito
dentro de los dos Tribunales Militares no poseía una
autonomía legal, a diferencia de lo ocurrido en los
Tribunales Penales Internacionales para la ex
Yugoslavia y para Ruanda, en el cual el genocidio fue
tomado como categoría legal, tanto es así que la
sentencia más sobresaliente del Tribunal de Ruanda fue
la de Paul Akayesu, pues aquí por primera vez en el
ámbito internacional, se sentenciaba a una persona por
el delito de genocidio.
En el mismo contexto, pero con relación a los
dos Tribunales Penales Internacionales que se crearon
surge una diferencia, y es que el Tribunal Penal
Internacional para la ex Yugoslavia fue creado como
consecuencia de una decisión unilateral tomada por el
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, plasmada en
la Resolución Nro. 827 del 25 de mayo de 1993, y
fundamentada en el Capítulo VII de la Carta. Por su
parte, el Tribunal Penal Internacional para Ruanda
surgió a raíz de la solicitud oficial realizada el 28
de septiembre de 1994 por el gobierno de Ruanda, el
gobierno de la Unión Nacional del Frente Patriótico
Ruandés, que llegó al poder en julio del mismo año.
Esta solicitud, aunque luego fue retirada, se realizó
por medio del representante de Ruanda ante las
Naciones Unidas, el embajador Bakuramutsa.
La Corte Penal Internacional. El Estatuto de
Roma. (Ver Ambos, Kai, La Corte Penal Internacional,
Colección de Autores de Derecho Penal (Donna, Edgardo
A.), Rubinzal-Culzoni Editores, Santa Fe, 2007; Ambos,
Kai (coord.), La Nueva Justicia Supranacional.
Desarrollos Post-Roma, Tirant Lo Blanch, Valencia,
2002; Ambos, Kai, La Parte General del Derecho Penal
Internacional. Bases para una Elaboración Dogmática,
traducido por Malarino, Ezequiel, Konrad-Adenauer-
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Feijoo, José Bernardo, “Reflexiones sobre el delito de
genocidio”, en Diario La Ley, 1998, Ref.D-325, tomo
6).
Es por ello, que fue con la creación de la
C.P.I. que se afianzó de manera definitiva la creación
de un Derecho Penal Internacional diferenciado y
autónomo, en el cual, como punto característico se
encontraba la responsabilidad individual de los
sujetos que pudieran cometer delitos internacionales
(crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra,
genocidio), tipificados por un instrumento
internacional y repudiados por toda la sociedad. Sin
embargo, un problema que hace a la investigación y que
presentó la Corte fue la inclusión en su Estatuto del
mismo concepto de genocidio establecido en la
Convención para la Prevención y Sanción del delito de
Genocidio y que también fue utilizado por los
diferentes Tribunales Internacionales anteriores a la
C.P.I. Con lo cual, los problemas que se presentaron
respecto de este crimen por la omisión de muchos
aspectos y la falta de claridad de otros, siguieron
presentes en este instrumento (Cueva Gonzales,
Eduardo, “¿Impunidad o justicia?, América latina
frente al reto de la Corte Penal Internacional”, en
Derechos Humanos Right).
Origen y creación de la Corte Penal
Internacional
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La poca tolerancia que tuvieron muchos de
los Estados que participaron en la aprobación de la
Convención así como también en la del Estatuto, fue el
factor determinante para que no se haya podido revisar
este punto fundamental, y así terminar con una de las
mayores dificultades que se presenta a la hora de
aplicar ambos instrumentos jurídicos.
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arts 213 bis y 189 bis del C.P. Expte nro. 358/76 y
“Meneses Adolfo Francisco s/Su pedido” Expte. 1119/00.
se mencionó que:“ya el jurista Rafhael Lemkin (autor
del neologismo "genocidio") en ocasión de elaborarse
el primer proyecto de Convención había manifestado sus
dudas en torno de la inclusión de los grupos políticos
por entender que estos "carecen de la persistencia,
firmeza o permanencia que otros grupos ofrecen", dudas
que se reforzaron frente a la posibilidad de que la
inclusión del colectivo considerado pudiera poner en
riesgo la aceptación de la Convención por parte de
muchos Estados que no querrían implicar a la comunidad
internacional en sus luchas políticas internas”.
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grupo humano”; “la ONU, el 11 de diciembre de 1946,
declara que el genocidio es un crimen del derecho de
gentes, condenado por el mundo civilizado y por cuya
comisión deben ser castigados tanto los principales
como sus cómplices, ya sean individuos particulares,
funcionarios públicos o estadistas, y haya sido
cometido el crimen por motivos religiosos, raciales,
políticos o de cualquier otra índole”.
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adherir a la Convención. Luego, dicho acto fue
ratificado por ley 14.467 del 5 de septiembre de 1.958
por el gobierno constitucional (B.O. del 29 de
septiembre del mismo año). En nuestro país hay quienes
sostienen que el delito de genocidio se encuentra
tipificado en la denominada ley antidiscriminatoria –
23.592, artículo 2°- (cfr. Barcesat, Eduardo S.,
Algunas observaciones al trabajo sobre genocidio del
Dr. Alberto Zuppi, en Textos para una Justicia
Universal, www.abogarte.com.ar; Slonimsqui, Pablo,
Derecho penal antidiscriminatorio, Ed. Di Plácido, Bs.
As., 2002; La Rosa, Mariano, La recepción de la figura
de genocidio por la ley de represión de actos
discriminatorios, El Derecho, tomo 205, Bs. As., 2004,
págs. 786 y sgts.; y Rezses, Eduardo, La figura de
genocidio y el caso argentino. La posibilidad de
adecuar jurídicamente una figura penal a una realidad
política, www.derechopenalonline.com), pero para
nosotros no es de ninguna utilidad, por motivos de
validez temporal de la ley penal (prohibición de
retroactividad) y por el principio de la ley penal más
benigna, ya que dicha norma fue sancionada el 3 de
agosto de 1988, promulgada el 23 del mismo, y
publicada en el Boletín Oficial del 5 de septiembre de
ese mismo año. Finalmente, debemos dejar asentado que
el delito de genocidio se encuentra incorporado a
nuestro derecho interno por la sanción de la ley
25.390 de “Aprobación del Estatuto de Roma de la Corte
Penal Internacional” (B.O. del 23 de enero de 2001),
pero para este proceso tampoco es de ninguna
aplicación por los mismos fundamentos expresados en el
párrafo anterior”.
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nuestro régimen penal y ser calificados así por el
derecho internacional de los Derechos Humanos”.
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las personas con objeto de destruir sus grupos de
pertenencia. La intención es crear una sociedad nueva
sin la presencia de esos grupos. Esto fue lo que se
propuso la dictadura Cívico-Militar, por eso se llamó
“Proceso de Reorganización Nacional”, lo que define
claramente su intención”.
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subgrupo del grupo nacional cuyo criterio de cohesión
es el dato de oponerse o no acomodarse a las
directrices del criminal. Por tanto, el grupo
victimizado ya no queda definido por su nacionalidad
sino por su oposición al Régimen”
“el alcance que las normas de la Convención
dan a la enumeración de los grupos protegidos.
Extender esa interpretación más allá, por más
necesario que ello parezca para castigar actos de
barbarie, es utilizar la analogía “In malam parte”,
procedimiento vedado en el ámbito penal”.
“El delito de genocidio es delito que
contiene un componente subjetivo distinto del dolo, lo
que hace que su tipo subjetivo exceda el tipo
objetivo. Dentro de este tipo de delitos, que parte de
la doctrina penal denomina de tendencias internas
trascendentes, es un delito mutilado de varios actos,
según la clasificación que siguen varios autores
(Jakobs, entre los alemanes, y Sancinetti y Zaffaroni,
entre nosotros), porque si bien se consuma con la
muerte de uno o varios de los miembros del grupo
protegido, debe existir la intención exteriorizada de
continuar con la matanza hasta lograr el exterminio
total o parcial del grupo”
El Tribunal Oral en lo Criminal Federal de
San Luis, en la causa nº 1914-“F”-07-TOCFSL,
caratulados: “F. s/ Av. Delito (Fiochetti, Graciela)”
y sus acumulados Expte. 771-F-06 “Fiscal s/ Av. Inf.
Art. 142 bis del Código Penal” (Pedro Valentín
Ledesma); Expte. 864-F-06 “Fiscal s/ Av. Infr. Art.
142 bis del Código Penal” (Santana Alcaraz) y Expte.
859-F-06 “Fernández, Víctor Carlos denuncia apremios
ilegales” seguida contra Miguel Ángel Fernández Gez y
otros.
“La definición del delito de genocidio por
parte de la Convención no incluye a los grupos
políticos ni a las motivaciones políticas”.
“Lozada explica con mayor claridad la
construcción de la víctima de este delito, cuando
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figura, toda vez que la mencionada omisión no habilita
a los jueces a crear figuras ni a aplicar por
analogías penas previstas para otros delitos lo que
violaría el principio de legalidad sustancial y de
división de poderes, plasmado en la Constitución
Nacional”.
Asimismo, este Tribunal Oral Federal Nro. 5,
Cap. Fed., en la, causa n° 1170-A seguida contra
Hipólito Rafael Mariano, César Miguel Comes, y Alberto
Pedro Barda dijo:
“el genocidio no puede ser considerado como
una circunstancia agravante, sino que es una figura
penal autónoma con referencia a los delitos que han
sido enrostrados a los encausados”
Finalmente, cabe desarrollar un cotejo de las
posturas finalmente adoptadas por los demás Tribunales
Federales en relación al delito de “Genocidio”, y en
ese sentido:
El Tribunal Oral en lo Criminal Federal 1 de
San Martín, en la causa Nro. 2005 y su acumulada Nro.
2044, y en igual sentido en causas nro. 2023, 2034,
2043 y su acumulada Nro. 2031, y causa Nro. 2046 junto
con su acumulada Nro. 2.208, afirma que:
“la conducta no podía subsumirse en el tipo
de genocidio del derecho penal internacional
considerando a la víctima como integrante de un grupo
nacional, por entender que ello implicaría asignarle a
tal colectivo una significación que no es la que
recoge el derecho internacional y, en tal
inteligencia, la Convención contra el Genocidio…”.
“que los asesinatos, torturas,
desapariciones, encarcelamientos arbitrarios, etc.,
cometidos en Argentina antes y durante la última
dictadura por agentes estatales y por grupos
vinculados orgánica o funcionalmente a las estructuras
estatales, son, por su carácter sistemático y a gran
escala crímenes contra la humanidad y no genocidio].
“Estos crímenes no pueden caracterizarse
dentro de la definición de genocidio, al no concurrir
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“todos esos hechos configuran delitos de
lesa humanidad cometidos en el marco del genocidio que
tuvo lugar en la República Argentina entre los años”.
“el 4 de Noviembre de 1998 el “Pleno de la
Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional” de España,
con la firma de sus diez magistrados integrantes, al
intervenir en la causa donde luego se condenó a Adolfo
Francisco Scilingo, y respecto del punto aquí tratado,
consideró que los hechos sucedidos en Argentina
constituían genocidio, aún cuando el propio Código
Penal Español vigente ignora como víctimas a los
grupos políticos […] Fue una acción de exterminio, que
no se hizo al azar, de manera indiscriminada, sino que
respondía a la voluntad de destruir a un determinado
sector de la población, un grupo sumamente
heterogéneo, pero diferenciado. El grupo perseguido y
hostigado estaba integrado por aquellos ciudadanos que
no respondían al tipo prefijado por los promotores de
la represión como propio del orden nuevo a instaurar
en el país […] La represión no pretendió cambiar la
actitud del grupo en relación con el nuevo sistema
político, sino que quiso destruir el grupo, mediante
las detenciones, las muertes, las desapariciones,
sustracción de niños de familias del grupo,
amedrentamiento de los miembros del grupo. Esto hechos
imputados constituyen delito de genocidio”
“Igualmente importante resulta lo dicho
sobre el tema por el juez de la Audiencia Nacional de
España, Baltazar Garzón, quien en el fallo de fecha
2de noviembre de 1999 afirmó: “En Argentina las Juntas
Militares imponen en marzo de 1976, con el Golpe de
Estado, un régimen de terror basado en la eliminación
calculada y sistemática desde el Estado, a lo largo de
varios años, y disfrazada bajo la denominación de
guerra contra la subversión, de miles de personas (en
la Causa ya constan acreditados la desaparición de más
de diez mil), en forma violenta. La finalidad de la
dicha acción sistemática es conseguir la instauración
de un nuevo orden como en Alemania pretendía Hitler en
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“la caracterización de “grupo nacional” es
absolutamente válida para analizar los hechos
ocurridos en la Argentina, dado que los perpetradores
se proponen destruir un determinado tramado de las
relaciones sociales en un Estado para producir una
modificación lo suficientemente sustancial para
alterar la vida del conjunto”.
“Entendemos que de todo lo señalado surge
irrebatible que no estamos como se anticipara ante una
mera sucesión de delitos sino ante algo
significativamente mayor que corresponde denominar
“genocidio”
“Cabe señalar al respecto que de las pruebas
colectadas en este debate, y teniendo en cuenta los
casos ya juzgados con anterioridad (Bergés -
Etchecolatz por este mismo Tribunal, así como en Causa
N° 1351 Nicolaides, Cristino y otros s/sustracción de
menores, n° 1499, Videla, Jorge Rafael s/ supresión de
estado civil de un menor”, causa n° 2963/09 caratulada
“Bianco Norberto Atilio y otros s/inf. arts. 139, 146
y 293 del C.P.”, n° 8405/97 caratulada “Miara Samuel
s/ suposición de estado civil”, Causa G. 1015; L.
XXXVIII, "Gualtieri Rugnone de Prieto Emma Elidia y
otros s/ sustracción de menores de 10 años -causa n1
46/85-", rta. 11/08/2009 CSJN, “Rei, Víctor Enrique y
otro s/sustracción de menores de 10 años -art. 146-”
“de la Cámara de Casación Penal de 10/6/10, y causa
9569 “Rivas, Osvaldo Arturo y otros s/recurso de
casación”, Sala II de 8 de septiembre de 2009- de la
Sala II de la CNCP), ha quedado acreditado que en la
época de los sucesos, de manera sistemática y como
parte del plan de exterminio llevado a cabo por la
dictadura cívico militar en cuestión, se ha dado
además el supuesto del inciso e) del artículo 2 de la
Convención para la Prevención y la sanción del delito
de genocidio. Reza el aludido artículo e inciso: “En
la presente Convención, se entiende por genocidio
cualquiera de los actos mencionados a continuación,
perpetrados con la intención de destruir, total o
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cometidos por el nacionalsocialismo alemán. 2) La
jurisprudencia internacional -en particular se hace
referencia a la desarrollada a partir del
establecimiento del Tribunal Penal Internacional para
la ex Yugoslavia "TPIY", el Tribunal Penal
Internacional para Ruanda "TPIR" y la Corte Penal
Internacional "CPI" cuyos estatutos se sujetan a la
definición de genocidio de la CONUG- no ha dado
concluyentes signos de encaminarse a la inclusión de
los grupos políticos entre los grupos protegidos por
el delito de genocidio de la CONUG”.
“este Tribunal entiende que tampoco los
delitos perpetrados contra las víctimas pueden
subsumirse en el tipo del derecho penal internacional
delito de genocidio considerando a la víctima como
integrante de un grupo nacional, por entender que ello
implicaría asignarle a tal colectivo una significación
que no es la que recoge el derecho internacional y, en
tal inteligencia, la CONUG”.
“resulta difícil sostener que la República
Argentina configure un Estado plurinacional que en la
época en la que tuvieron lugar los hechos objeto de
esta causa cobijara, al menos, dos nacionalidades, la
de los golpistas y la de los perseguidos por el
gobierno de facto de modo tal de poder entender a las
atrocidades de las que han sido las víctimas como
acciones cometidas por el Estado -bajo control de un
grupo nacional- contra otro grupo nacional”.
“Este Tribunal reconoce que el grado de
reproche de los delitos cometidos contra las víctimas
es el mismo que el que merecen las acciones que
tipifican el delito internacional de genocidio
previsto por la CONUG y en este sentido configuran
prácticas genocidas y, asimismo, que sus autores
mediatos son claramente genocidas en el marco de una
definición no jurídica del genocidio pero, por las
consideraciones ut supra expuestas, entiende que las
víctimas no pueden incluirse en ninguno de los grupos
que tipifican la figura. Todo ello sin perjuicio de
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“Aunque esta intención no es exigida por el
tipo penal, es ella la que le da sentido al propósito
criminal: depurar la nación de aquellos colectivos
humanos que el autor entiende incompatible con su
proyecto de país. Así queda establecido que el
Genocidio puede cometerse cuando unos nacionales
deciden el exterminio de otros nacionales con los que
comparte la misma nacionalidad”.
“la Convención para la Prevención y Sanción
del Delito de Genocidio, al diferenciar el crimen de
Genocidio de otros delitos de Derecho Internacional,
señaló como nota característica del mismo el propósito
de destrucción de un grupo humano cualesquiera que
fuere […] el aserto es que debe entenderse incluida en
la expresión “grupo nacional” a todos los integrantes
de una sociedad a quienes, como tales, se pretende
destruir total o parcialmente”.
“considero que el único modo de interpretar
la Convención para la Prevención y Sanción del Delito
de Genocidio conforme a su espíritu y antecedentes, es
que la misma es inclusiva en su expresión “grupo
nacional” de todo colectivo humano o grupo al que,
como tal, se pretenda destruir total o parcialmente:
grupos políticos, sociales, sindicales, estudiantiles,
religiosos, vecinales, culturales, ideológicos y
otros. Afirmo que los apropiadores del país en el
período 1976-1983 se propusieron exterminar
determinados colectivos humanos y, por tanto, sus
actos alcanzan la categoría de Genocidio, atribuibles
a quienes ejercieron el poder de facto y a quienes
cumplieron sus mandatos”.
“La alocución “en todo o en parte” que
señala la Convención para la Prevención y Sanción del
Delito de Genocidio, es válida para sostener que el
grupo nacional argentino ha sido “parcialmente”
aniquilado, toda vez que el mismo fue parte integrante
de la Nación argentina en 1976 y que el gobierno de
facto lo encasilló en el colectivo “delincuente
subversivo” o “delincuente terrorista”, siendo que
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Corte Penal Internacional, ni las contempladas en el
art. II del Convenio para la Prevención del Delito de
Genocidio Aprobado por la Asamblea General de las
Naciones Unidas el 9 de diciembre de 1948, en cuanto a
que para tal delito de gentes se requiere: “...la
intención de destruir total o parcialmente a un grupo
nacional, étnico, racial o religioso como tal”
“Dable es destacar en este contexto que
tales pronunciamientos del Tribunal Supremo tuvieron
plena acogida incluso por parte de la Cámara Nacional
de Casación Penal al confirmar la Sentencia de este
Tribunal de fecha 24 de julio de 2008, al señalar que
“..habrá de acatarse los precedentes del Tribunal
Supremo y, en su consecuencia, de aplicárselo en le
presente caso, en el que los delitos por lo que han
sido condenados los acusados han sido cometidos en
ejecución de un plan criminal tendiente a la
desaparición forzada de personas, delito indiscutible
de lesa humanidad” (Causa “Menéndez Luciano Benjamín y
otros s/ rec. de casación” –Sala III, Causa N° 9896,
Registro 1253/10-, de fecha 25 de agosto de 2010)”
Por su parte, el Tribunal Oral en lo
Criminal Federal de la Provincia de La Pampa, en la
causa nº 13/09 caratulada “Iriart, Fabio Carlos –
Greppi, Néstor Omar – Constantio, Roberto Esteban –
Fiorucci, Roberto Oscar – Aguilera, Omar – Cenizio,
Néstor Bonifacio – Reinhart, Carlos Alberto – Yorio,
Oscar – Reta, Athos – Marenhino, Hugo Roberto
s/inf.art.144 bis, inc.1º y último párr., Ley 14616,
en fción.art.142, inc.1º -Ley 20642- del CP en
concurso real con art.144 ter, 1ºpárr. –Ley 14616- y
55 C.P.” dijo que:
“ante la orfandad, de una legislación que
contemple el tema que se estudia, esa omisión
legislativa no posibilita que los jueces puedan crear
figuras penales ni aplicar por analogía sanciones
previstas para otros delitos. De proceder de esta
forma se estaría infringiendo gravemente el principio
de legalidad y la esencia misma del sistema
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“los damnificados no fueron escogidos por
formar parte de un “grupo nacional” que debía ser
exterminado en tanto grupo como tal, sino que se les
pretendió adjudicar a estas acciones significación
política, constituyéndolos en “enemigos” del régimen
dominante y esta caracterización del “enemigo” es lo
que ha guiado las conductas que juzgamos, de forma que
no es posible atribuir a los autores la intención de
cometer genocidio, mientras que claramente corresponde
adjudicarles el dolo de un delito de lesa humanidad”.
El Tribunal Oral en lo Criminal Federal de
Neuquén, en la causa caratulada “Reinhold, Oscar
Lorenzo y otros s/ privación ilegal de libertad,
etc.”, Expte. N° 666 - F° 69 - Año 2.008 del registro
del Tribunal, contra Oscar Lorenzo Reinhold y otros,
indicó que:
“adquiero, la visión del Juez Cavallo al
resolver en autos “Simón” ya citado cuando dijo:
“Entiendo que no cabe extenderse sobre la
interpretación de la voz “genocidio” ni valorar las
posturas expuestas dado que, como ya fuera dicho, en
el presente caso la cuestión carece de consecuencias
prácticas. Ello, toda vez, que cualquiera fuera la
interpretación que se sostenga respecto del alcance de
la figura de “genocidio”, las consecuencias jurídicas
que pudieran tener alguna incidencia en el caso
derivadas del hecho de estar frente a “crímenes contra
el derecho de gentes”, ya se producirán de todos modos
en razón de que efectivamente los hechos son “crímenes
contra la humanidad”. Dicho de otro modo, la
consideración de los hechos bajo el concepto de
“genocidio” no es determinante en el caso desde el
momento en que está claro que las conductas en examen
son “crímenes contra la humanidad” y, por tanto,
crímenes contra el derecho de gentes”.
“En nuestro país el obstáculo para la
aplicación de sus normas al caso concreto es la falta
de determinación legal de la escala penal”.
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preciso que se realice en función de alguno de los
criterios típicos”.
Así también, el Tribunal Oral en lo Criminal
Federal de San Luis, nº 1914-“F”-07-TOCFSL,
caratulados: “F. s/ Av. Delito (Fiochetti, Graciela)”
y sus acumulados Expte. 771-F-06 “Fiscal s/ Av. Inf.
Art. 142 bis del Código Penal” (Pedro Valentín
Ledesma); Expte. 864-F-06 “Fiscal s/ Av. Infr. Art.
142 bis del Código Penal” (Santana Alcaraz) y Expte.
859-F-06 “Fernández, Víctor Carlos denuncia apremios
ilegales” seguida contra Miguel Ángel Fernández Gez y
otros, dijo que:
“en la condena solo se pudo tener en cuenta
aquellos tipos penales en base a los cuales se indago,
proceso y finalmente se acuso, todo ello para
ajustarse al principio de congruencia, y al principio
de legalidad (art. 18 C.N.)”
“De todas maneras, me veo en la obligación
moral y jurídica de reconocer que en la República
Argentina entre los años 1976 y 1983 tuvo lugar una
práctica sistematizada de exterminio de oponentes
políticos que debo calificar como genocidio”.
“los hechos sucedidos en nuestro país en el
marco histórico referido deben ser catalogados como
genocidio, ello con prescindencia de la calificación
legal dada en la sentencia a los hechos investigados a
los efectos de la imposición de la pena”.
“el reconocimiento del genocidio llevado a
cabo por el Estado argentino contribuye a formar la
memoria colectiva y permite proyectar hacia el futuro
la idea de que “nunca mas” se deben permitir ni
tolerar hechos como los aquí revelados que importan en
esencia un grave menosprecio por la dignidad del ser
humano y repugnan a la humanidad”.
Por su parte, el Tribunal Oral en lo
Criminal de Santa Fe, “Brusa, Víctor Hermes -
Colombini, Héctor Romeo – Ramos Campagnolo, Eduardo
Alberto – Perizzotti, Juan Calixto - Aebi, María Eva -
Facino, Mario José S/ Inf. art. 144 ter, 1er. párrafo
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Ahora bien, este Tribunal Oral Federal N° 5
Cap. Fed., en la causa N° 1170-A seguida contra
Hipólito Rafael Mariano, César Miguel Comes, y Alberto
Pedro Barda dijo que:
“Existen dos cuestiones que impiden
considerar la aplicación del tipo penal de genocidio
en los presentes actuados, sin perjuicio de la
discusión que implica la figura típica en sí misma, es
decir, que aquellas preceden dicho debate. Una es de
orden formal y radica en que, siquiera considerar en
esta etapa la valoración de los hechos como genocidio
-como pretende la acusación-, devendría en una grosera
afectación del principio de congruencia. La otra tiene
que ver con las exigencias del principio de legalidad
material (artículo 18 Constitución Nacional), y es
que, al momento de los hechos, el delito de genocidio
no se encontraba legislado para su aplicación en el
ámbito doméstico”.
“más allá de la extrema gravedad de los
hechos considerados en el debate –en cuanto a su
resultado, forma de comisión y calidad de los sujetos
intervinientes- muy distinto es defenderse de toda una
serie de imputaciones que eventualmente podrían
resultar en numerosas privaciones ilegales de la
libertad y otra del desarrollo de un plan de represión
que importe actos “perpetrados con la intención de
destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional,
étnico, racial o religioso, como tal”, ya sea en los
términos del inciso ‘a’ (matanza de miembros del
grupo) o ‘b’ (lesión grave a la integridad física o
mental de los miembros del grupo) del artículo 1° de
la “Convención para la prevención y sanción del delito
de genocidio”.
“no se ha producido ningún tipo de prueba
que pudiera eventualmente satisfacer las exigencias
del tipo penal de genocidio, esto es, cuál es el grupo
considerado, cómo se conforma, quiénes eran los que lo
integraban y por qué se sostiene que los perpetradores
definían de ese modo al grupo. Lo mismo en orden a la
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“Lo mismo sucede en orden a la especial
exigencia subjetiva de ambos tipos, es decir, dirigir
las acciones con la intención de matar con alevosía y
destruir total o parcialmente al grupo en cuestión. Y
también en este contexto se erige como cuestión
central la circunstancia de que las respectivas
defensas no han tenido la posibilidad de contestar
aquellos aspectos de la pretendida valoración jurídica
efectuada por los acusadores”.
“existe otro óbice que impide considerar la
aplicación del tipo penal de genocidio en los
presentes actuados, sin perjuicio de la discusión que
implica la figura típica en sí misma, que deriva de
las exigencias del principio de legalidad material
(artículo 18 Constitución Nacional), y es que, al
momento de los hechos, el delito de genocidio no se
encontraba legislado para su aplicación en el ámbito
doméstico”.
“lo primero que debemos indicar es que la
Convención de 1.948 estableció un tipo penal
determinado, pero no previó cuál es la pena que debe
aplicarse en el caso que alguien lleve adelante
acciones subsumibles en dicho tipo penal”
“El principio de legalidad como hoy lo
conocemos y concebimos se presenta bajo el lema nullum
crimen, nulla poena sine lege, y se encuentra
contenido en el artículo 18 de la Constitución
Nacional”.
“podemos advertir dos obstáculos –
relacionados al principio de legalidad- en la
aplicación del tipo penal de genocidio tipificado en
la Convención de 1.948. El primero de ellos es que, al
momento de los hechos de este proceso, no existía una
norma –ley en sentido estricto- que hubiera receptado
dicho tipo penal en nuestro país y por lo tanto nunca
podría avanzarse en ese sentido sin afectar
manifiestamente el principio de legalidad. El segundo
problema es que, incluso aceptando una aplicación
directa de la Convención de 1.948 –es decir, si le
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Consideraciones críticas.
Como vimos, la doctrina especializada que
tiene interés legítimo y que toma partido sin respiro
ni concesiones para tratar esta problemática y abordar
el montaje genocida, ha ensayado caminos alambicados
para traducir reclamos sobre la tipificación o, al
menos, tratar de apartarse del concepto restrictivo de
los instrumentos internacionales, de manera tal que la
adecuación típica tenga aptitud suficiente para captar
conductas que verdaderamente deberían ser alcanzadas
por el concepto de genocidio.- También la
jurisprudencia se ha enrolado en algún punto con ese
propósito. Ni ellos ni nosotros ahondamos en
cuestiones ajenas o extrañas a ésta jurisdicción,
tampoco manejamos a nuestro modo –o de un particular
modo- los conceptos y delimitaciones jurídico-
políticas tendentes a definir el grado de ilicitud de
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esta figura receptada en la Convención de 1948 y el
Estatuto de Roma, de manera que, el empleo mañoso de
estos significados pudieran distorsionar el alcance
dogmático conforme la normativa y vigencia de estas
cartas internacionales que receptan al concepto de
genocidio.
Ahora, fuera de estas breves reflexiones, son
ya, al menos tres las décadas que han pasado desde que
fuimos testigos de los propósitos y actitudes del
derecho local (e internacional, aunque un poco más
antiguo) de los derechos humanos, de su transformación
gradual y del desarrollo de sus ideas y teorías.
También del sometimiento –probablemente perpetuo- a un
movimiento predominantemente homogéneo en los que una
sola realidad social y jurídica, es la primera y en la
que podrá encasillarse la evolución de conceptos como
el de “politicidio” (y no el de genocidio). Tanto que,
reconocida jurisprudencia de éste jurisdicción
judicial, ha mirado con meticuloso cuidado al rastrear
el sentido etimológico de dicho concepto, la cual, sin
escasear argumentos y sin depravar el sentido de las
palabras, meditaron seriamente sobre el sentido social
y evolución cronológica de éste concepto (y la
discusión que se cierne sobre la de genocidio). No
obstante, ya se dijo (en el análisis de los símbolos
religiosos) que la misión de la magistratura, tenía
que ver con el sentido social de lo que se está
juzgando y que al “pensar” tendrá presente los hechos
históricos a sus espaldas. Pero, de cualquier manera,
siempre entendiendo que la realidad social tiene que
ver con que “El delito comienza en la mente> y que lo
que sucede es que <el delito es una definición de la
conducta humana que pasa a formar parte del mundo
social” (Ian Taylor, Paul Walton y Jock Young, “La
nueva criminología”, contribución a una teoría social
de la conducta desviada, Richard Quinney y la realidad
social del delito, pág. 287, ed. Amorrortu editores,
Buenos Aires – Madrid, septiembre de 2007).
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tiene una amplia multiplicidad de funciones, claro
antes que nada, brindar un eficaz servicio de
justicia. Y no solo interpretar la ley, sino los
fenómenos políticos y sociales, y atender a los
cambios sociales raudos y vertiginosos con suficiente
imparcialidad “Si estamos verdaderamente interesados
en la utilidad de las perspectivas basadas en la idea
de conflicto, tenemos que ocuparnos del tipo de
reorganización estructural que compatibilice los
intereses individuales, societales” (Ian Taylor, Paul
Walton y Jock Young, ob. cit. pág. 295). Y no solo
esto, sino también que “Hay que buscar amparo en el
derecho procesal, derecho que, por fuerza, debe estar
libre del control de grupos privados o del gobierno
público. El desafío para el derecho del futuro es
crear un orden que garantice el logro de los valores
individuales que ahora están a nuestro alcance,
valores que, paradójicamente, son inminentes gracias a
la existencia de intereses de los que ahora buscamos
protegernos”, el subrayado es de este tribunal (Ian
Taylor, Paul Walton y Jock Young, ob. cit. pág. 299).
Y también se impone una misión a futuro, pues
“Sin embargo, la reaparición de una perspectiva que
tiene en cuenta el conflicto en el estudio del delito
es una novedad alentadora. Entre otras cosas, crea lo
posibilidad que haya una actividad teórica y empírica
caracterizada por un sentido de la historia” (Ian
Taylor, Paul Walton y Jock Young, ob. cit. pág. 302),
y que debemos ser reaccionarios dado que el delito
“produce una impresión, en parte moral y en parte
trágica, según sea el caso, y de esta manera presta un
“servicio” al despertar los sentimientos morales y
estéticos del público. No sólo produce compendios
sobre legislación criminal, no sólo códigos penales, y
junto con ellos legisladores en ese terreno, sino
también artes, bellas letras, novelas e inclusive
tragedias […]. El delincuente rompe la monotonía y la
seguridad cotidiana […]. De esta manera le impide
estancarse y engendra esa inquieta tensión y agilidad
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delito que conmocionó gran parte de los fundamentos de
un derecho penal individualista” (Íbidem, 43) deben
arbitrarse los medios que sean necesarios para no
seguir violando el Principio de Igualdad ante la ley
(artículo 16 de la CN) sobre la base de un concepto
restrictivo de “grupo protegido” (Íbidem, 43), incluso
la tipificación de esta forma delictiva en nuestro
ordenamiento local y que nunca sea definido por la
calidad de la víctima y que por ello se viole aquel
principio constitucional (Íbidem, 45). Así, Daniel
Feierstein, inspirando el campo visual tenido en mente
por las Naciones Unidas al sancionar un nuevo tipo
penal internacional, como consecuencia de las
atrocidades de distintas practicas genocidas que vivió
la humanidad, entiende que: “la necesidad de tipificar
el delito de genocidio se volvió imprescindible luego
de que la propia Europa se sintiera conmocionada
internamente por el paroxismo de las prácticas
genocidas, que no la habían alarmado tanto cuando se
trataba de pueblos coloniales, es decir, de los que
siempre habían sido “otros”. La vorágine del nazismo
puso en evidencia el problema del genocidio hacia la
población del propio Estado como un modo de delito que
no permitía su subsunción en la mera acumulación de
acciones homicidas singulares y que, por otra parte,
tampoco podía continuar siendo ignorado” (Íbidem, 42).
Más aún cuando, si de prácticas genocidas se
trata, ellas “se hayan instalado en la modernidad como
un procedimiento funcional a esta nueva tecnología de
poder y, al decir de Zygmunt Bauman, si bien no
evitables, al menos lógicamente posibles” (Daniel
Feierstein, “El Genocidio como…, ob. cit. pág. 112).
Además, con posibilidad de catástrofes enormes,
justamente por ese “avance tecnológico” del que nos
habla Eugenio Zaffaroni (Eugenio Raúl Zaffaroni, ob.
cit. 58). Y en relación al binomio “modernidad y
sistema de poder” tiene dicho el autor que seguimos
aquí: “de un conjunto de tecnologías específicas (y
situadas en el tiempo y en el espacio) de destrucción
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términos de reflexiones, “La pregunta correcta
respecto a los horrores cometidos en los campos no es,
por tanto, la que interroga hipócritamente cómo ha
sido posible cometer delitos tan atroces a los seres
humanos; más honesto, y sobre todo más útil, seria
indagar atentamente a través de qué procesos jurídicos
y de qué dispositivos políticos los seres humanos
hayan podido ser privados enteramente de sus derechos
y de sus prerrogativas, hasta el punto de que cometer
cualquier acto contra ellos no resultara un delito (en
este nivel, en efecto, todo era verdaderamente
posible)…” (“¿Qué es un
campo?”,GiorgioAgamben,enhttp://www.elcultural.com/eva
/literarias/agamben/portada1.html.
Y aunque con funciones semejantes, a veces
hasta geométricamente colocadas en ese mismo orden
análogo, en todo caso o cuando menos; habrá consenso
en el imaginario social de que son conductas que en
nuestra historia, y la que quede por venir, jamás
podrán volver a repetirse “independientemente de la
entidad de los crímenes que se han cometido (o puedan
cometerse) y cualquiera sea la denominación y
topografía específica…” –lo encerrado en los signos
paréntesis es nuestro- (“¿Qué es un campo?”, Giorgio
Agamben, ob. cit).
Ahora bien, sin cambiar un ápice el norte de
nuestras reflexiones finales, revisaremos alguno de
los lineamientos ensayados hasta aquí –incluso algunos
con mayor profundidad- a fin de ir perfilando nuestras
conclusiones centrales.
Entonces bien, en relación a la cuestión
conceptual –ampliamente abordada ya- y a pesar de
existir concepciones que limitan y restringen el
concepto (Morlachetti, Alberto, “El genocidio es un
viejo rostro de nuestra historia,” en Lozano, Claudio:
com., Democracia, Estado y Desigualdad, Volumen 1,
Ed. Eudeba, Bs. As., 2000, p. 549-551; Ortíz Baeza,
Oscar, “El genocidio, un viejo crimen y un nuevo
delito,” en Boletín de estudios N 8, Escuela de
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característico de las sociedades pluralistas y quien
lo perpetra no tiene otro objetivo que el de eliminar
los rasgos distintivos de toda diferencia, la que
juzga peligrosa para la supervivencia de su propio
grupo” (Lozada, Martín, “El crimen de genocidio. Un
análisis en ocasión de su 50 aniversario”, en
Cuadernos de Doctrina y Jurisprudencia, año 5 No 9-A,
Ad- Hoc, Bs.As., pág. 790).
Es que el concepto de genocidio, tal cual se
encuentra establecido actualmente, puede ser
considerado en este tiempo hasta obsoleto, tal como lo
afirma Feierstein, pues bajo este concepto no se
podría evaluar la destrucción de grupos humanos
ocurridos con posterioridad al nazismo. Como vimos, el
informe Whitaker también puso de manifiesto la crisis
de este concepto, y propuso un cambio de paradigma en
el mismo, pues de lo contrario su aplicación es
ineficaz para la sanción de este crimen. Y Feierstein
menciona algo que es clave para nosotros pues permite
entender lo que tratamos de explicar aquí. Sostiene
que las experiencias de las dictaduras sangrientas
latinoamericanas de los años 70 y 80, demuestran que
el genocidio nazi no es la única matriz sobre la cual
se debe construir el concepto de genocidio. Además
teniendo en cuenta estas experiencias, la omisión de
los grupos políticos en los textos convencionales es
inadmisible (Feirstein, Hasta que la muerte…. ob.
cit., p. 45). De igual forma el mencionado autor,
sostiene que existen cinco momentos para cometer el
genocidio, y dentro de estos, el primer momento es la
configuración de una otredad, y la explica al decir
que, “en los procesos previos al genocidio, se tiende
a categorizar a determinados grupos de hombres, como
portadores de una negatividad que justificaría la
necesidad de su persecución, exclusión y finalmente
exterminio. El nazismo lo hizo inventando el mito de
la arianidad, para sostener su diferenciación con
todos aquellos grupos a los que estigmatizó como
degeneradores de la raza. Esto también se trasladó a
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tuvieron los Estados para no incluir a los grupos
políticos no fue la inestabilidad que estos
presentaban, sino la dificultad y el freno que
implicaría esta inclusión para los gobiernos en el
momento de actuar frente a grupos de individuos que no
estén de acuerdo con las políticas de los mismos, ya
que de haberse incluido estos grupos, no les habría
sido tan fácil a los gobiernos, especialmente los
Latinoamericanos, cometer las atrocidades que llevaron
adelante contra ellos. Fue por esto, que en ninguna de
las negociaciones realizadas tuvieron la intención de
modificar el concepto restrictivo del genocidio. Esto
se pone de manifiesto, primero en la Convención para
la Prevención y Sanción del delito de genocidio, cuya
redacción final excluyó a los grupos políticos,
posteriormente y haciendo caso omiso a todas las
críticas suscitadas por esta exclusión, y dejando de
lado todos los argumentos que dieron muchos
doctrinarios importantes para revisar el concepto de
genocidio, la Corte Penal Internacional, tomó sin
modificaciones el concepto que se encontraba en la
Convención, olvidándose totalmente del objetivo
principal de este delito, que es proteger a los grupos
débiles susceptibles de ser destruidos, dejando primar
sus propios intereses. El principal coste de este
consenso es, sin duda, la imposibilidad que se tiene
de definir jurídicamente como genocidio alrededor de
las tres cuartas partes de los conflictos grupales
sucedidos en el mundo, desde aquel momento hasta
nuestros días” (Rafecas, Daniel E., ob. cit., p. 167).
Y tampoco estaría demás ni sería errado aquí
retomar el punto de diferencia que existe entre los
crímenes de lesa humanidad y el genocidio, pues muchos
autores que no comparten la idea de la inclusión de
los grupos políticos dentro del concepto de genocidio,
sostienen que estos ya están protegidos por los
delitos de lesa humanidad, lo cual quiere decir, que
los actos cometidos en contra de estos grupos, no
quedan impunes y sin castigo, pues esta forma típica
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al principio de territorialidad y la pena aplicable es
similar, Feierstein acertadamente indica que esta
postura será aceptada siempre y cuando, “se priorice
la sanción penal y los mecanismos de imputación,
frente a un rol del derecho como constructor de la
verdad” (Feierstein, “La Argentina……”, ob. cit., p.
219). En este sentido, no se niega que la aplicación
de una sanción es indiscutiblemente importante para
estos casos, pues lo que se quiere es que los
responsables tengan la pena que les corresponda, pero
mas allá de eso, se busca concientizar a la sociedad
de lo alarmante y aberrante de estos actos, se quiere
arrancar a las víctimas del rol de inocencia abstracta
al que parece arrojarlas el concepto de crímenes
contra la humanidad (en tanto población civil
indiscriminada), y entenderlas como un grupo
discriminado por los perpetradores, elegido no
aleatoria, sino causalmente para que su desaparición
genere una serie de transformaciones en el propio
grupo y en la sociedad. Es por ello que, aunque ambos
conceptos parecen ser similares y den la impresión de
que su aplicación es indistinta, el genocidio contiene
matices muy especiales que lo diferencia notablemente
de los crímenes contra la humanidad. La discusión que
se centra en este análisis va mas allá de la
aplicación de una sanción, pues tanto en un delito
como en otro, esta es idéntica o muy similar, lo que
se busca sin duda, es la correcta aplicación del
derecho, dando a cada caso la categoría y el encuadre
que le corresponda.
En suma y para ir concluyendo con lo que se
expuso hasta aquí, es necesario preguntarnos ¿por qué
proteger a los grupos políticos tendría algún valor?
Para nosotros la respuesta a este interrogante será
fundamental para dejar sentadas las bases de la
postura que se mantuvo en la presente resolución, y
demostrar que lo que se propone, esto es la inclusión
de los grupos políticos dentro de la categoría de
grupos políticos protegidos con el delito de
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historia de la lucha de razas que se constituye a
comienzos de la Edad Moderna no es ciertamente una
contrahistoria sólo por esta razón. Lo es, también y
quizás sobre todo, porque infringe la continuidad de
la gloria y deja ver que la fascinación del poder no
es algo que petrifica, cristaliza, inmoviliza el
cuerpo social en su integralidad y lo mantiene por
tanto en el orden. Pone de relieve que se trata de una
luz que en realidad divide y que –si bien ilumina un
lado- deja empero en la sombra, o rechaza hacia la
noche, a otra parte del cuerpo social. Y bien, la
contrahistoria que nace con el relato de la lucha de
razas hablará justamente de parte de la sombra, a
partir de esta sombra. Será el discurso de los que no
poseen la gloria o –habiéndola perdido- se encuentran
ahora en la oscuridad y en el silencio. Todo esto hará
que, a diferencia del canto ininterrumpido a través
del cual el poder se perpetuaba y reforzaba mostrando
su antigüedad y su genealogía, el nuevo discurso sea
una irrupción de la palabra, un llamado, un desafío:
“No tenemos detrás continuidad alguna y no poseemos la
grande y gloriosa genealogía con la cual la ley y el
poder se muestran en su fuerza y en su esplendor.
Nosotros salimos de la sombra. No teníamos derechos y
no teníamos gloria, y justamente por eso tomamos la
palabra y comenzamos a relatar nuestra historia”
(Michel Foucault, “Genealogía del racismo”, colección
“Caronte ensayos, Editorial Altamira, año 1996, pág.
63).
Es que por atrocidades nuestro país fue
privado temporalmente, bien por la experiencia
adquirida al ser tan lastimado o por los hechos
históricos que en definitiva lo erigieron en legatario
de hechos crueles, lo cierto es que, paradojalmente,
el ordenamiento estatal político-jurídico de entonces
se presentó por momentos inverosímil y absurdo, a
veces, hasta inmerso en un dejo con apariencias de
verdad; motivo por el cual, éstas consecuencias
atroces o no “no dependen del derecho, sino de la
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construcción también de una realidad política y
social, conceptualmente bien definida debemos prevenir
que: “también lo ha sido incorporar el sistema
convencional de protección de los derechos humanos a
nuestra Constitución, dándoles así un rigidez que los
pone fuera de la decisión caprichosa de un legislador
ocasional […]. Pensar ilusamente que no importa,
porque se trata solo de los hechos de unos pocos
canallas, es una mera ilusión porque estamos tratando
con cuestiones que hacen a la supervivencia de una
democracia verdadera”.-
Resultará, sobre la base de estas reflexiones
que pocas veces se dan en la historia de los pueblos
que: “Y es justamente sobre esto, el genocidio, donde
suma actualmente a su análisis un bastión más sobre el
cual trabajar, advirtiéndonos claramente cómo el
Estado, mientras castiga a través del código penal los
homicidios, deja de lado los crímenes más aberrantes
cometidos por él mismo. Demuestra así que la
criminología, hasta hoy, no había estudiado este
delito, refiriendo entonces que el gran desafío para
la criminología en el siglo XXI es el crimen de
Estado, por ser el que más vidas humanas sacrifica,
más aún en tiempos donde el terrorismo resulta ser la
excusa más utilizada por el Estado para reprimir,
torturar y matar gente” (Eugenio Raúl Zaffaroni, ob.
cit. 9; también en Juan Luís Gómez Colomer y González
Chusca, “Terrorismo y proceso penal acusatorio”,
Valencia Ed. Tirant Lo Blanch, año 2006).-
No puede nuestra sociedad resignarse y dejar
de seguir siendo ella, la dignidad del hombre está en
juego. Sabemos, pues, el “quién” de la clara tarea de
hacer esto posible, en cuanto al “porqué” “las normas
jurídicas no han de ser contempladas como conceptos
lógicos desprovistos de sentido social, sino en cuanto
pretenden cumplir una función social…” (MIR PUIG,
Santiago, “Sociedad, norma y persona en Jakobs”, en
Derecho Penal Contemporáneo, Revista Internacional, nº
2, Bogotá, Legis enero-marzo 2003, pág.131 y ss).
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parece que nuestra época está a punto de apreciar una
consecuencia ulterior del principio de igualdad, si de
ahora en adelante se intentan incluir en el discurso
moral las consecuencias de nuestras acciones para las
generaciones futuras. No podemos seguir negando dichas
consecuencias […] a pesar de que éstas se darán, no es
posible calcular las consecuencias concretas de lo que
hoy hacemos por nuestros descendientes. Esto no puede
sin embargo significar que podamos hacer caso omiso de
estas consecuencias. Una vez más se muestran los
límites relativamente estrechos dentro de los cuales
todavía puede pretender validez el modelo social de
finales de siglo XVIII, un modelo en el cual se
trataba sobre todo de liberar al individuo de las
limitaciones del estado corporativo , en términos
kantianos: de conectar la libertad del individuo con
la libertad del resto. Este modelo social ya no puede
servir como baremo en el que haya de verificar su
legitimidad la legislación penal de una época
totalmente distinta” (Íbidem, 371).-
Las circunstancias que nos rodean están
clamando nuestra atención, bastantes son, además, los
tanteos de la doctrina y la jurisprudencia
contemporáneas con el claro objetivo de generar estos
cambios estructurales. Por eso, fiel al estilo y
arropado de una fórmula muy personal y, por ello,
propio de las descripciones de una voz autorizada, el
Dr. Zaffaroni ha entendido que: “Desde el derecho
penal y la criminología estamos muy limitados, pero
debemos hacerlo. No podemos menos que observar la
extrema limitación del discurso penal frente a esta
urgente necesidad, como tampoco la estrechez de la
criminología que prácticamente omite el tratamiento
de los crímenes masivos y, por ende, lo poco
entrenados que estamos para llegar a donde debemos. No
obstante, es imposible eludir esa responsabilidad si
deseamos aportar algo a la prevención de hechos cuya
gravedad implica una situación límite irreversible
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tiene un pasado, un presente y un porvenir. La
aspiración democrática arranca de nuestra historia y
se proyecta sobre nuestro porvenir. La defensa de los
principios democráticos sella todos nuestros
documentos penales. Defender esta tradición es
resguardar nuestro futuro. La reforma fundamental del
código, sin curarse del acervo científico tradicional
es peligrosa. La adaptación de los principios a los
coeficientes políticos, económicos, sociales de un
país en un deber ineludible del legislador […] es la
manera de aliar la ciencia con la práctica, la teoría
con la vida, el pasado con el porvenir…” (Digesto de
Codificación Penal Argentina, Tomo n° 5, Eugenio Raúl
Zaffaroni y Miguel Alfredo Arnedo, Ed. AZ editora,
proyecto Peco (1941), pág. 15 a 17).
Por tanto, en nuestra opinión, el concepto
restrictivo que tiene el genocidio va en contra de su
propia naturaleza jurídica, pues si él debe ser
considerado como la negación del derecho a la
existencia de grupos humanos enteros, y si realmente
se quiere prevenir y evitar esta modalidad delictiva;
no se debe vacilar con argumentos legalistas, acerca
de si una determinada atrocidad satisface o no la
definición o las exigencias conceptuales del delito.
Es muy importante recordar, como lo hace
Moyano, que el objetivo fundamental de las normas
respecto del genocidio es su prevención, por ello es
importante precisar que la definición de este delito,
que se encuentra en la Convención de 1948, esta es un
instrumento del cual se puede partir, pero también, es
un concepto que se debe de superar. Debe reconocerse
que no cualquier acto debe considerarse genocidio,
pero a la vez es necesario tener una visión audaz para
reconocer aquello que sí lo es. Pues “Lejos debe
quedar la idea de que el único genocidio de la
historia fue el perpetrado contra los judíos en
Alemania, este debe de servir de experiencia, para
develar mecanismos por los cuales se instauran este
tipo de crímenes y comprender que existen para su
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desarrollado en una proporción nunca antes alcanzada
por una nación. De allí la significación de genocidio
y la necesidad de rever el Derecho Internacional a la
luz de las actividades alemanas en la guerra actual.
Estas actividades han sobrepasado por su falta de
escrúpulos cualquier procedimiento o método que
pudieran haber imaginado hace algunas décadas quienes
concibieron las Regulaciones de La Haya, nadie en ese
momento podía concebir que los ocupantes recurrieran a
la destrucción de Naciones enteras a través de
prácticas bárbaras que recuerdan los momentos más
oscuros de la historia” (Lemkim, ob. cit., p. 165).
Por lo tanto, entre los asuntos cubiertos por
las Regulaciones de La Haya, sólo se encuentran reglas
técnicas que tratan algunos de los puntos
problemáticos del genocidio. La Haya trata asimismo
acerca de la soberanía de un Estado, pero no habla
sobre la preservación de la integridad de un pueblo.
Sin embargo, la evolución del derecho natural, en
particular desde la fecha de las Regulaciones de La
Haya, ha generado un considerable interés por los
grupos nacionales distinguidos de los Estados y los
individuos.
Es por ello que el mencionado autor envió a
la Quinta Conferencia Internacional para la
Unificación del Derecho Penal, sostenida en Madrid en
octubre de ese año en colaboración con la Quinta
Comisión de la Liga de las Naciones, un informe
acompañado por el borrador de un artículo con el
propósito de que se penalizaran las acciones
tendientes a la destrucción y la opresión de las
poblaciones (lo cual equivaldría a la concepción real
del genocidio). El autor propuso que se introdujeran
dos nuevos delitos para el Derecho Internacional a la
legislación penal de los treinta y siete países
participantes, a saber, el delito de barbarie y el
delito de vandalismo que serían los antecesores
inmediatos de la figura del genocidio. Sin embargo su
propuesta no tuvo mucho éxito y la incorporación de
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y aplicación en las legislaciones, y de igual forma
advirtió los problemas que se estaban desarrollando
con la violaciones a los derechos humanos que se dio
en la Segunda Guerra Mundial y las soluciones
inmediatas que tendrían que llegar.
También se pone de manifiesto que ya en la
concepción de genocidio brindada por este autor, al
igual que la de nuestro tiempo, lo más importante no
era el individuo como tal, sino la colectividad, es
decir que el bien que se protegía con la tipificación,
era un bien supraindividual, pues la protección a los
grupos más débiles que habitaban en un Estado, era lo
que se quería defender.
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También se ha dicho que: […L]os tratados a
los que el art. 75, inc. 22 de la Constitución
Nacional otorgó jerarquía constitucional no derogan
artículo alguno de la primera parte de la Constitución
Nacional y deben entenderse complementarios de los
derechos y garantías por ella reconocidos (Voto del
Dr. Antonio Boggiano)…] (CSJN, S. 1767. XXXVIII.;
Simón, Julio Héctor y otros s/ privación ilegítima de
la libertad, etc. (Poblete) -causa N° 17.768,
14/06/2005, T. 328, P. 2056).
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contestatarias, al tiempo que deja a criterio de un
juez o tribunal incluir cualquier tipo de acción en la
subjetiva e imprecisa clasificación de “inhumana”.
Es posible rescatar, entones, el carácter
peculiar de la categoría de genocidio
en tanto
intención de aniquilamiento masivo de un grupo de
evitar la creación de nuevas figuras en el
poblacióny
derecho penal internacional, cuya inflación solo
contribuye a la equiparación de lo cualitativamente
distinto lo estatal frente a lo no estatal, lo masivo
frente a lo esporádico, lo materializado frente a lo
posibley a la vulneración de las garantías penales,
construidas durante siglos para proteger a los
individuos de la arbitrariedad de la persecución
estatal.
Contrariamente a la tendencia hegemónica en
el derecho internacional y en los trabajos académicos
que pretenden negar la calificación de genocidio y
reemplazarla por la de crímenes de lesa humanidad,
como modo de unificar el aniquilamiento masivo estatal
con acciones de movimientos insurgentes o de “acciones
terroristas”, considero mucho más útil bregar por la
tendencia contraria, buscando que la justicia
califique como genocidios a los genocidios y los
distinga de las acciones de movimientos no
estatales y no masivos que, justamente por no ser
estatales ni masivos ni tener control del monopolio de
la violencia en territorio alguno, deberían ser
juzgados según los códigos penales preexistentes,
respetando
por miserables y malvados que sean los
perpetradores y los delitos
cometidoslas garantías
penales de sus responsables.
El riesgo de no ver estos problemas no
afectará solo a los jueces o a los abogados. Puede
terminar colaborando en la destrucción del sistema
penal que hemos conocido en el siglo veinte,
instaurando una mayor discrecionalidad y arbitrariedad
en el ejercicio del poder, decretando el fin de
numerosos derechos de ciudadanía y otorgando un arma
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Tribunal Oral Federal de Tucumán dijo que los delitos
contra Vargas Aignasse merecen la calificación de
genocidio, pero la figura no es aplicable porque la
víctima no puede incluirse en ninguno de los grupos de
la Convención. Y en la causa “Aguirre” consideró que
los delitos fueron cometidos “en el contexto del
delito internacional de genocidio”. El alegato de los
fiscales Javier De Luca, Marcelo García Berro y
Patricio Murray en los casos de “Avellaneda” y “Campo
de Mayo” consideró que en la Argentina hubo un
genocidio político.
Así si bien los jueces no condenan por
genocidio, en algunos casos, reconocen que en la
Argentina hubo un genocidio.
Los argumentos para no aplicar la figura
pueden ordenarse del siguiente modo: a) Argumentos
procesales: la condena por genocidio afectaría el
principio de congruencia, porque los acusados no
fueron indagados por ese delito; b) Argumentos de
derecho de fondo: 1. falta de reglamentación de la
Convención y sanción aplicable; 2. falta de
encuadramiento en las categorías de la convención.
Desde el derecho procesal penal se objeta que
la calificación de genocidio implicaría la violación
del principio de congruencia, si los acusados no
fueron indagados por ese delito. A ello cabe señalar
que la facultad de cambiar de calificación está
contemplada por el art. 401 del Código Procesal de la
Nación, que establece que “En la sentencia, el
tribunal podrá dar al hecho una calificación jurídica
distinta a la contenida en el auto de remisión a
juicio o en el requerimiento fiscal, aunque deba
aplicar penas más graves o medidas de seguridad”.
Pero, más aún, se pierde de vista que el
concepto de genocidio no denota meramente un delito
sino un género de delitos, y además una calificación
que se endosa a determinados delitos cuando se
verifica el estándar de intencionalidad genocida.
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Tampoco los delitos de lesa humanidad están previstos
en el Código Penal como figura autónoma, pero ello no
impide la calificación como tales, porque sí existen
varias figuras penales específicas que encuadran en la
calificación de crimen de lesa humanidad.
Pero además, la objeción de la falta de
sanción aplicable no es novedosa sino de larga data, y
se encuentra definitivamente resuelta desde hace
tiempo en el plano del derecho internacional.
En efecto, las sanciones específicas para las
conductas incriminadas estaban ausentes en la
totalidad de los instrumentos de derecho penal
internacional hasta la adopción del Estatuto de Roma
de la Corte Penal Internacional en julio de 1998 (art.
77). Hasta ese momento, todos los instrumentos,
incluidas las Cartas de los Tribunales de Nuremberg y
Tokio, carecían de sanciones aplicables, por lo que
resultaba de aplicación la regla del derecho
internacional consistente en remitirse a las sanciones
establecidas por el derecho penal nacional para
infracciones similares.
En este sentido, el Estatuto del Tribunal
Internacional para la ex Yugoslavia establece que las
penas impuestas por el Tribunal se limitarán a las de
prisión, y que para fijar la duración de la pena el
Tribunal se guiará por la práctica general relativa a
las sentencias de prisión aplicadas por los tribunales
de la ex Yugoslavia (artículo 24.1 del Estatuto). Y la
misma norma está establecida en el artículo 23.1) del
Estatuto del Tribunal Internacional para Ruanda.
Como ejemplo histórico cabe citar el proceso
al ex jefe de la Gestapo de Lyon Klaus Barbie en
Francia, el 4 de julio de 1987, por el que se lo
condenó a reclusión criminal a perpetuidad por
diecisiete crímenes contra la humanidad. En el caso,
se utilizó la Carta de Nuremberg para la tipificación
del delito (porque en Francia no existía el delito de
“crimen de lesa humanidad”), y el Código Penal Francés
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física total o parcial; e) traslado por la fuerza de
niños de un grupo a otro. Sostiene que “cuando los
delitos están descriptos con precisión, como en ésta,
la Convención es operativa, lo que significa que se
aplica directamente para el juzgamiento”.
Asimismo, las sanciones penales ya está
incorporadas al Código Penal, y son los siguientes: la
matanza de un grupo sería la comisión de homicidios
agravados que tienen penas de prisión perpetua (arts.
70 a 82, del Cód. Penal); las lesiones graves, físicas
o psíquicas están previstas en los arts. 83 a 93 del
Cód. Penal; el sometimiento a condiciones de reclusión
ilegal está previsto en los arts. 140 a 144 del Cód.
Penal; el traslado por la fuerza de niños de un grupo
al otro equivale a retención u ocultamiento de menores
y supresión de identidad, incluidos en los arts. 149 y
138 del Cód. Penal. Además, en el Código Penal
argentino está prevista la acumulación de delitos
cometidos por las mismas personas para establecer una
pena única, lo que permitiría aplicar sanciones en
gran escala, como sería el caso de genocidio.
Por otra parte, el ordenamiento jurídico
argentino recepta expresamente la figura penal de
genocidio como agravante en el art. 2º de la ley
23.592, conocida como ley antidiscriminatoria:
“Elévase en un tercio el mínimo y en un medio el
máximo de la escala penal de todo delito reprimido por
el Código Penal o leyes complementarias cuando sea
cometido por persecución u odio a una raza, religión o
nacionalidad, o con el objeto de destruir en todo o en
parte a un grupo nacional, étnico, racial o religioso.
En ningún caso se podrá exceder del máximo legal de la
especie de pena de que se trate”.
Por lo demás, en el presente estado del
derecho internacional, se ha formado gradualmente una
norma consuetudinaria sobre el genocidio en virtud de
la cual la Convención vincula a todos los Estados,
incluso a aquellos que no la han ratificado, por lo
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interno de los Estados. Este criterio fue aplicado por
la Corte Interamericana en el causa 17.439 in re
“Pinochet Ugarte, Augusto s/prescripción de la acción
penal”, resolución del 15 de mayo de 2001, registro
18.657, subrayando el principio según el cual el
Estado no puede invocar dificultades de orden interno
para sustraerse del deber de investigar los hechos y
sancionar a quienes resulten penalmente responsables.
En la causa seguida en España contra Adolfo
Scilingo, basado en el análisis de la clínica de
derecho de la Universidad de Yale. Dice Nizkor: “Las
víctimas de los militares argentinos fueron
considerados como blanco por sus supuestas creencias
políticas... no fueron objeto de ataque ‘por razón de
su pertenencia a un grupo’ como requiere el estándar
de intencionalidad genocida, sino, más bien, sobre la
base de sus supuestos puntos de vista políticos
individuales...”.
En una versión más débil, se admite la
existencia de un genocidio pero no su aplicabilidad
jurídica.
En este sentido, el Tribunal Federal de
Tucumán en el caso “Vargas Aignasse” sostuvo que:
“Este Tribunal reconoce que el grado de reproche de
los delitos cometidos contra Guillermo Claudio Vargas
Aignasse es el mismo que el que merecen las acciones
que tipi!can el delito internacional de genocidio
previsto por la CONUG y en este sentido configuran
prácticas genocidas y, asimismo, que sus autores
mediatos son claramente genocidas en el marco de una
definición no jurídica del genocidio pero, por las
consideraciones antes expuestas, entiende que la
víctima no puede incluirse en ninguno de los grupos
que tipifican la figura”.
Ferreira dice que estas interpretaciones no
se ajustan a la realidad, y resultan por demás
estrechas. Es correcto en principio afirmar que hubo
un genocidio político, pero el enunciado se queda
corto: fue político y a la vez mucho más que político.
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radical, a la sociedad había que disciplinarla para
que fuera más eficiente”.
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explicitado (por la expresión ‘grupo nacional’) ... se
asocia con la preocupación de la comunidad
internacional por brindar protección a las minorías
nacionales en el contexto de surgimiento de Estados
plurinacionales al término de la Segunda Guerra
Mundial. Pues bien, resulta difícil sostener que la
República Argentina configure un Estado plurinacional
en la época en la que tuvieron lugar los hechos”.
Todas estas interpretaciones son erróneas y,
en cierto punto, contradictorias.
En el análisis de Nizkor, las víctimas no
constituirían un grupo nacional por no estar unidas
por una “cierta cultura, lengua y forma de vida
tradicional”, lo que da a entender que el mentado
grupo se trataría de un conjunto homogéneo, con unidad
de lengua y cultura. Lo mismo dice van Boven cuando
excluye del grupo nacional a las culturas, formas de
vida y naciones distintas, que como tales no serían
grupo nacional por no ser iguales. Mientras que los
tribunales argentinos señalados llegan a la conclusión
opuesta, y postulan que las víctimas no son grupo
nacional por ser demasiado iguales, y no
plurinacionales.
En efecto, caracterizar “grupo nacional” como
propio de Estados plurinacionales es natural en un
continente donde se hablan varias lenguas en un mismo
país; y en donde, como consecuencia de continuas
guerras, se corrían las fronteras de la noche a la
mañana y quedaban “minorías nacionales” atrapadas en
países hostiles. Pero con este criterio la Convención
sólo sería aplicable en Europa: un privilegio de
naciones europeas. Las normas jurídicas deben
interpretarse de acuerdo al contexto en que son
aplicadas, y deben adaptarse a la realidad, y no a la
inversa.
El error común a estas concepciones finca en
definir la nacionalidad en función de supuestos
criterios objetivos que no resisten confronte con la
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20). Y este criterio formal y subjetivo es unánime en
el derecho internacional, donde el derecho no sólo a
adquirir sino también a cambiar de nacionalidad echa
por tierra toda pretensión de objetividad.
El “grupo nacional” es el constituido por el
vínculo entre las personas y la nación: criterio
puramente formal y subjetivo. Así lo definió el
Tribunal Internacional Ad Hoc para ex Yugoslavia:
“aquel integrado por individuos que comparten un
vínculo legal basado en la ciudadanía común que les
otorga derechos y obligaciones recíprocas”.
Tal es el también el criterio sentado por la
Corte Interamericana de Derechos Humanos en la Opinión
Consultiva OC/84, basada en la doctrina establecida
por la Corte Internacional de Justicia de La Haya en
el caso Nottebohm de 1955. La Corte dictaminó que: “La
nacionalidad puede ser considerada como el vínculo
jurídico político que liga a una persona con un Estado
determinado por medio del cual se obliga con él con
relaciones de lealtad y fidelidad y se hace acreedor a
su protección diplomática”. Y esa doctrina es
obligatoria para la Argentina, porque la Corte Suprema
Argentina estableció en el caso “Giroldi” la
obligatoriedad de los pronunciamientos de la Corte
Interamericana tanto en sus fallos como en sus
opiniones consultivas.
El concepto de nacionalidad así sustentado no
indica el origen étnico de una persona, su
nacionalidad “sociológica”, sino su nacionalidad
“política” o “jurídica”, que sólo puede ser conferida
por el Estado. En efecto, la regla básica en este de
Derechos Civiles y Políticos, art. 24.3: “Todo niño
tiene derecho a adquirir una nacionalidad”.
Al respecto, Bidart Campos distingue entre
nacionalidad a secas o sociológica, y nacionalidad
política. Dice que la primera se adquiere
espontáneamente, y no es susceptible de regulación por
el derecho positivo del Estado.
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Continúa diciendo que “(e)l genocidio tiene
dos etapas: una, la destrucción del patrón nacional
del grupo oprimido; la otra, la imposición del patrón
nacional del opresor”. El concepto de patrón nacional
se impone claramente. No dice patrón étnico, racial o
religioso, sino patrón nacional.
Asimismo, a!rma con toda claridad que el
grupo nacional es el término genérico. Dice:
“...Muchos autores, en lugar de utilizar un término
genérico, utilizan términos actuales que connotan sólo
a algunos aspectos de la principal noción genérica de
genocidio. Así, se emplean los términos
‘germanización’, ‘magiarización’, ‘italianización’
para connotar la imposición, por parte de una nación
más fuerte (Alemania, Hungría, Italia), de su patrón
nacional sobre un grupo nacional controlado por ésta”
(cursivas nuestras). Es bien claro que, en contraste
con el término genérico, los términos “especí!cos” se
refieren también a grupos nacionales.
Y que ésa es “la principal noción genérica de
genocidio”.
Tan fuerte es la idea que Lemkin afirma que
“las naciones son elementos esenciales para la
comunidad mundial. El mundo representa tanta cultura y
vigor intelectual como los creados por los grupos
nacionales que lo componen... la destrucción de una
nación, por lo tanto, representa la pérdida de sus
futuras contribuciones al mundo”.
También se advierte el predominio de la
noción de nacionalidad cuando Lemkin describe las
“Técnicas de genocidio en diferentes campos”, en el
capítulo IX de su obra. Los campos en cuestión son:
político, social, cultural, económico, biológico,
físico, religioso, moral. En el campo político, dice
que “las técnicas de genocidio, desarrolladas por los
ocupantes en los diferentes países ocupados,
representan un ataque concentrado y coordinado contra
todos los elementos del nacionalismo:... para
desbaratar aún más la unión nacional... En consonancia
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católica y la religión desempeña una función
importante en la vida nacional, en especial en el
campo de la educación, los ocupantes han tratado de
desbaratar las influencias nacionales y religiosas”.
Y en el campo moral, dice que “Para debilitar
la resistencia espiritual de los grupos nacionales,
los ocupantes intentan generar una atmósfera de
vaciamiento moral de este grupo. De acuerdo con este
plan, la energía mental del grupo debería concentrarse
en los instintos básicos y así desviarse de todo
pensamiento moral y nacional”.
Es claro entonces que en el pensamiento de
Lemkin el grupo nacional tiene una extensión lógica
mayor que los grupos étnico, racial y religioso.
Por ello, el grupo nacional abarca en
principio a la totalidad exhaustiva de los miembros de
la nación, y comprende a los restantes grupos, que por
definición quedan subsumidos en el grupo más extenso.
La inclusión de los grupos étnico, racial y religioso
tiene el sentido específico de destacar algunos casos
de genocidio, pero no agota el concepto. Más aún, el
grupo nacional exorbita a los restantes: se refiere a
grupos étnicos, raciales y religiosos y algo más.
Precisamente, todos los grupos que no se encuentran
incluidos en las categorías étnico, racial o
religioso. Y alberga así a todos los grupos
minoritarios que puedan ser objeto de persecución,
cualesquiera que sean.
Grupos que tienen en común algún criterio de
pertenencia distinto al de la etnia, raza o religión:
ancianos, travestis, minusválidos, feos, o lo que sea.
El grupo nacional tiene así un límite interno, que
abarca a los grupos étnico, racial y religioso, y un
límite externo, que excede al anterior y comprende a
otros grupos posibles.
Creo, dice el reconocido Marcelo Ferreira,
que cualquier otra interpretación conduce
inevitablemente a consecuencias discriminatorias,
tanto en lo referido a lo que el grupo nacional abarca
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involucrados, y nadie puede permanecer ajeno: no
podemos decir que fue culpa o desgracia de otros
porque todos estamos en el mismo barco. Distinto es el
caso de los crímenes de lesa humanidad, porque
múltiples
Asimismo, la psiquiatra francesa Françoise
Dolto dice que “lo que se calla en la primera
generación, la segunda lo lleva en el cuerpo”, y el
traumatismo transmitido es mucho mayor que el
recibido: los hijos de los sobrevivientes del
holocausto sufren tres veces más síndromes
postraumáticos que sus padres. Dice que si los abuelos
callan transmiten un no-dicho, que será procesado por
los hijos y se convertirá en lo indecible, y también
por los nietos que lo tornarán lo impensable.
En la tercera generación, lo indecible se
convierte en lo impensable, que a su vez se convierte
en un fantasma, que hechiza a todos. Y los traumas se
transmiten y hacen daño a través de los siglos.
Mehemet Ali Agca escribió el día anterior “decidí
matar a Juan Pablo II, comandante supremo de las
cruzadas”: mil años después la herida sigue abierta, y
los musulmanes todavía hablan de genocidio. En el
mismo sentido, Freud dice que “Sin el supuesto de una
psique de masa, de una continuidad en la vida de
sentimientos de los seres humanos que permite superar
las interrupciones de los actos anímicos producidos
por la muerte de los individuos, la psicología de los
pueblos no podría existir. Si los procesos psíquicos
no se continuaran de una generación a la siguiente, si
cada quien debiera adquirir de nuevo su postura frente
a la vida, no existiría en este ámbito ningún proceso
ni desarrollo alguno” (FREUD, Sigmund, “Totem y Tabú”,
t. XIII, pág. 159). Los crímenes aislados individuales
bien pueden ser diluidos o alienizados en la
experiencia ajena: “algo habrán hecho”, “por algo
será”... En su versión extrema, esta caracterización
puede presentar a los crímenes de lesa humanidad como
obra de sicópatas o alienados que “mataban a
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sustantiva de su proceso de tipificación. Esto
constituye un pésimo precedente para el derecho penal,
en tanto vulnera el principio de igualdad ante la ley,
normativamente superior y determinante de cualquier
codificación jurídica, sea que se asuma una visión
iusnaturalista, iuspositivista o incluso la propuesta
iusconstructivista.
Cada uno de los delitos de los códigos
penales remite a una práctica, expresada a través de
un verbo, el cual constituye el primer elemento
(acción) en la definición de un delito.
Todos los antecedentes de la Convención sobre
Genocidio se redactaron siguiendo esta misma lógica.
Documentos como la Resolución 96/1 de las Naciones
Unidas, que es la que convoca a la propia redacción de
dicha Convención, sostienen que "el genocidio es la
negación del derecho a la existencia de grupos humanos
enteros, como el homicidio es la negación del derecho
a la vida de seres humanos individuales; tal negación
del derecho a la existencia conmueve la conciencia
humana, causa grandes pérdidas a la humanidad en la
forma de contribuciones culturales y de otro tipo
representadas por esos grupos humanos y es contraria a
la ley moral y al espíritu y los objetivos de las
Naciones Unidas. Muchos crímenes de genocidio han
ocurrido al ser destruidos completamente o en parte,
grupos raciales, religiosos, políticos y otros. El
castigo del crimen de genocidio es cuestión de
preocupación internacional".
El genocidio es definido en esta herramienta
jurídica por analogía con el homicidio, variando sin
embargo aquello que se pretende destruir: en el
homicidio, la vida de seres humanos individuales; en
el genocidio, la de grupos humanos. Sin embargo, al
lograrse la exclusión de determinados grupos de la
definición final de la Convención (la discusión giró
en especial sobre los grupos políticos pero también
han sido excluidos los grupos sociales, de género,
económicos, de identidad sexual, discapacidad y
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penal de víctima", equivalente en su ilegalidad al
"derecho penal de autor".
Nuevamente sirve aquí la analogía con el
homicidio. Ninguna interpretación normativa podría
aceptar la exclusión de determinados sujetos -
pongamos por caso, las mujeres - de la definición de
homicidio para luego reemplazar dicha ausencia con una
figura especial como el feminicidio. Ya que, aún
cuando todos los delitos pudieran tener sanción en
este derecho fragmentario, el propio hecho de
fragmentar el tipo penal no pierde su gravedad, en
tanto la sanción dependería de herramientas que no se
encuentran necesariamente asociadas al tipo. De este
modo, se permitiría al legislador o al juez anular
algunas de ellas o modificar y graduar de modo
diferencial las penas al aceptarse el principio
dogmático de que el tipo penal podría incluir en su
definición a la víctima sobre la cual se aplica.
La inclusión de características de la víctima
sólo existe en el sistema penal argentino con respecto
a los atenuantes y agravantes y, aún en dichos casos,
tiende a referir a situaciones específicas y
temporales (edad, vinculación entre victimario y
víctima, etc.) y no a cuestiones generales, como
ocurre con la selección de grupos en la tipificación
penal del genocidio.
Pese a la fuerte tradición normativa del
derecho penal argentino, llama la atención que esta
primera interpretación casi no haya tenido desarrollo
jurisprudencial ni teórico en nuestro país.
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En ese contexto, cabe decir lo
siguiente. La apuesta que hace el derecho penal en el
ámbito de la justificación, siempre nos invita a
realizar un juicio de valor mucho más extenso y
amplio, que a comparación de aquél que se realiza en
el ámbito del juicio de tipicidad. Esto ocurre
básicamente porque en la categoría de la
antijuricidad, el juicio de valor que ha de
realizarse, involucra a todo el ordenamiento jurídico
dado que las causas de justificación –como el estado
de necesidad justificante o la legítima defensa-
provienen de distintas ramas de dicho ordenamiento y
no solo del jurídico penal (Zaffaroni, Eugenio Raúl,
Manual de Derecho Penal: Parte General, Ed. Ediar,
Buenos Aires, año 1991, pág. 479).
A nuestro juicio, corresponde decir que
la teoría del ilícito funciona sobre la base de un
esquema o sistema de comprobación que podríamos
denominar “inverso”. Ese concepto que indica
conceptualmente también la idea de “negatividad”,
implica que el sistema del ilícito funciona bajo una
idea contraintuitiva, es decir, habrá acción evitable
“salvo que aparezca” una condición que la excluya,
habrá tipicidad “salvo que aparezca” un error de tipo
por ejemplo o cualquier otra circunstancia proveniente
de los criterios negadores de la imputación objetiva,
habrá antijuricidad “salvo que aparezca” una causa de
justificación y, habrá culpabilidad “salvo que
aparezca” algún caso de error de prohibición o
supuesto de inexigibilidad que la elimine, por
mencionar solo algunas condiciones excluyentes.
Este, en suma, es ese fenómeno de
corroboración “inverso” que permite, o no, el
derrotero por cada uno de los eslabones de la teoría
del ilícito hasta que aparezcan las eventuales
condiciones que excluyan el eslabón de que se trate.
En sintonía con ello, claramente, uno de los sectores
donde más se observa el fenómeno contraintuitivo es en
la antijuricidad (Hans-Heinrich Jescheck, Tratado de
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una discusión dogmática muy vinculada al argumento de
la “correspondencia o proporción” (en sentido similar,
Santiago Mir Puig, pág. 446) que debe existir entre
los ámbitos centrales del ilícito en los que el
intérprete hace juicios de valor profundos: tipicidad
y antijuricidad.
Cierta simetría que debe haber en sus
presupuestos, a punto tal que podrían denominarse bajo
los mismos títulos, pero con distintos condimentos. Es
decir, si de la tipicidad se desprenden dos
dimensiones, una objetiva y otra subjetiva, pues bien,
en la antijuricidad habremos de encontrar los mismos
estadios pero, como se dijo, con distintas aristas.
Pues, en esa dimensión objetiva de la antijuricidad,
encontraremos –como es de esperar- los presupuestos
objetivos de cualquier causa de justificación,
elementos tales que; también deben ser “conocidos y
queridos por el autor” (Santiago Mir Puig, ob. cit.
pág. 419/420).
Este tema, es decir, cómo han de
funcionar las exigencias objetivas y subjetivas en el
ámbito de la justificación, y aún más; si deben
hacerlo de manera simétrica al funcionamiento
tradicional de la tipicidad, ha sido álgidamente
discutido en la doctrina (en cuanto a la forma de
manifestarse dichos requisitos y de las discusiones
además del autor que mencionamos párrafos más arriba y
que puede ser consultado en páginas 429, 431 a 433,
435 a 437, 446 a 450, 454 a 455, 460, 462 a 463,
pueden mencionarse entre otros, Claus Roxin, Derecho
Penal: Parte General, Tomo I, Fundamentos. La
estructura de la Teoría del Delito, Títulos, Los
elementos subjetivos de justificación, La necesidad de
elementos subjetivos de justificación, Los efectos de
las causas de justificación, Ed. Civitas Madrid, año
1997, págs. 596 y sgtes.; Gunter Jakobs, Derecho Penal
Parte General… ob. cit., págs. 431 a 434 y ss. y José
Cerezo Mir, Derecho Penal: Parte General, Ed. B de F,
año 2008, págs. 501 y sgtes.).
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Respecto del primero de los supuestos,
el autor sostiene: “La situación que se encuentra en
la base de todo estado de necesidad es una colisión de
intereses jurídicos, caracterizada por la inminencia
de pérdida de uno de ellos y la posibilidad de
salvación del mayor valor sacrificando el de menor
valor […]. Esta situación sólo dará lugar a
justificación cuando no haya sido creada por el
titular del interés jurídico amenazado […] la colisión
puede darse entre cualquier interés jurídico […] se
debe tener en cuenta tres aspectos para determinar la
diferencia valorativa desde el punto de vista de la
teoría de los intereses jurídicos: a) debe partirse de
la relación jerárquica de los bienes jurídicos […]. b)
Debe considerarse luego el merecimiento de una
protección del bien jurídico de más jerarquía en la
situación social concreta […]. c) la diferencia de
valor de los intereses que colisionan debe ser
esencial; no cualquier diferencia, entonces, sino
solamente una diferencia considerable. […] está
excluida del estado de necesidad una colisión de
intereses en la que la salvación de uno de ellos
requiera la lesión de un bien jurídico altamente
personal -por ejemplo: la vida, la integridad
corporal, el honor […]. La acción por la que se
sacrifica el interés de menor jerarquía debe ser
necesaria para la supervivencia del interés que se
salva. Si no es necesario sacrificar el bien que
resulta lesionado, no puede admitirse la justificación
[…]. El estado de necesidad sólo puede invocarlo el
que no esté obligado a soportar el peligro […]. El
estado de necesidad puede darse también cuando a una
persona le incumbe el cumplimiento de dos deberes, a
la vez, que le imponen la obligación de realizar
comportamientos que son excluyentes”, el subrayado nos
pertenece. (Enrique Bacigalupo, “Lineamientos de la
teoría del delito, Editorial Hammurabi, Buenos Aires,
año 2007, págs. 111 y sgtes.).
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psicológico señalado por la teoría de la adecuidad y
el principio del interés predominante destacado por la
teoría de la colisión deben utilizarse para explicar,
respectivamente, dos grupos de casos diferentes de
estado de necesidad. […] a) En un primer grupo de
supuestos puede decirse que el fundamento de la
exención es la salvación del interés objetivamente más
importante: son los casos en que se lesiona un interés
esencialmente inferior al que se salva. Concurre
entonces un estado de necesidad justificante […]. b)
El segundo grupo de supuestos sería el de los casos en
que el interés lesionado no es esencialmente inferior
al que se salva […]. Pero, como no se salva un interés
esencialmente superior, no cabe justificación, sino
sólo exclusión de la culpabilidad (esto es, de la
imputación personal): se habla aquí de un estado de
necesidad exculpante”. Lo subrayado aquí también nos
pertenece (Santiago Mir Puig, “Derecho Penal: parte
general”, Editorial B de F, Argentina, agosto de 2009,
pags. 451/6).
En esencia entonces, la antijuricidad
como categoría dogmática implica por parte del
intérprete un juicio de valor que no es impersonal,
sino, antes bien, lo esperable en concreto del
receptor o destinatario de la norma. “De ahí que sus
normas [las del derecho] hayan de entenderse como
proposiciones de deber dirigidas a cada persona […].
Tarea del Derecho es dirigir al hombre hacia un querer
correcto en su contenido” (Hans-Heinrich Jescheck, ob.
cit. pág. 213).
En este sentido, este juicio de valor
que repercute en el ámbito de la justificación –como
medianamente ya se adelantó- conlleva a realizar un
juicio de contravaloración axiomático, que prevea todo
lo relativo a los resultados y secuelas provenientes
de la resolución personal ante la colisión de males de
distinta jerarquía. “Con todo, para la antijuricidad
de una acción interesa no solo la voluntad de acción,
sino también sus efectos, pues, sin duda, implica una
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La Cámara Federal resolvió lo siguiente
(causa 13/84): […P]ara Graf ZuDohna, antijurídico no
es lo que está prohibido por el hecho de estarlo sino
que, al contrario, se debe afirmar que el ordenamiento
jurídico prohíbe lo que resulta antijurídico. Luego,
la antijuridicidad resulta el presupuesto de toda
prohibición en general y debe encontrarse en las
razones que motiven al legislador tanto ha establecer
prohibiciones como a conceder facultades. Esas razones
las encuentra en la justicia y nos dice que una
conducta es injusta cuando no concuerda, en su
situación especial, con el ideal social (Jiménez de
Asúa, op. cit., T. III, p. 997). En síntesis, y según
las palabras de Dohna "El elemento de ilicitud implica
pues que la conducta en cuestión debe estar en
oposición con la idea de lo correcto o justo, que no
pueda ser pensada como recto medio para un fin recto".
("La Ilicitud", traducción del Dr. Faustino Ballué,
Editorial Jurídica Mexicana, México 1959, pág. 3 y 4)
[...]. La sociedad es una comunidad de intereses que
tutela el conjunto de ellos el concepto unitario de
cultura. Normas de cultura son órdenes y prohibiciones
por las que una sociedad exige el comportamiento que
corresponde a su interés. Es antijurídica aquella
conducta que contradice las normas de cultura
reconocidas por el Estado [...]. El tribunal concluye
que las privaciones, ilegales de la libertad,
tormentos, apremios ilegales, homicidios y robos que
constituyen el objeto de este proceso, son también,
materialmente antijurídicos. Esos hechos típicos
dañaron bienes jurídicos de vital importancia y fueron
antisociales, en la medida que, atacando los valores
fundamentales de la persona, en los que reposa la vida
comunitaria, y subvirtiendo los principales valores
del derecho positivo del Estado contradijeron el orden
jurídico que regula los fines de la vida social en
común [...]. Tal discordancia entre los actos
realizados y lo admisible para la conciencia
civilizada -que en esto consisten las normas de
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produciendo un "mal menor" para evitar un "mal mayor".
En todo caso los males habrían sido equivalentes, lo
que excluye a dicha causal. En tercer lugar si se
cometieron por parte de los enjuiciados todas esas
conductas típicas para evitar que los insurgentes
tomaran el poder político para establecer un régimen
liberticida, tiránico y atentatorio contra las bases
mismas de la nacionalidad, dicho mal, aun cuando
pudiera ser de mayor entidad al cometido con finalidad
evitadora, distaba de ser inminente. En efecto, si
bien este Tribunal coincide con las defensas en el
grado de perversidad y gravedad que había alcanzado el
terrorismo e incluso en los propósitos que aquéllas le
asignan, éstos se hallaban lejos de concretarse. Los
subversivos no se habían adueñado de parte alguna del
territorio nacional; no habían obtenido el
reconocimiento de beligerancia interior o exterior; no
resultaban desembozadamente apoyados por alguna
potencia extranjera; y carecían del apoyo de la
población. En fin, el mal que hubiera constituido la
toma del poder no aparecía como cercanamente viable,
no se cernía como una acuciante posibilidad y, por lo
tanto, la reacción que en ese caso hubiera podido
generar -que tampoco podría haber sido la regresión a
la ley de la selva- no contaba con las condiciones
previas que la justificaran. En cuarto lugar no se
satisfizo la exigencia de la utilización -y
agotamiento- de un medio inocente o menos gravoso. En
el estado en que se encontraba la lucha antisubversiva
cuando la Junta Militar se hizo cargo de su conducción
política y teniendo en cuenta las amplias facultades
que ella y las autoridades que le estaban subordinadas
tenían, tanto en función legislativa como ejecutiva e
instrumental, pudieron razonablemente haber recurrido
a gran cantidad de medios menos gravosos que aquellos
a los que se echó mano. En efecto, se hubiera podido
dictar nuevas leyes penales y procesales tendientes a
acelerar el trámite de las causas contra elementos
subversivos; dotar a la justicia de más adecuados
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Antes de pronunciarnos sobre el análisis
de la Cámara Federal en la causa 13/84 sobre el
estado de necesidad y, en especial respecto a los
últimos párrafos citados, debemos recordar, tal como
se señaló en el “Exordio”, que, a la época de los
sucesos, existía, a juicio de este órgano
jurisdiccional, una situación de conflicto armado
interno. De este modo, que el secuestro, la imposición
de sufrimientos físicos y psíquicos, la muerte y la
desaparición de gente indefensa, inhabilitan, desde el
propio origen, cualquier razonamiento que implique una
justificación de esa matanza y desolación.
Como consecuencia de ello, se torna
innecesario el análisis dogmático seguido en la causa
13/84.
La única referencia que se hará, se
vincula con el requisito de la exigencia o utilización
–y agotamiento- de un medio inocente o menos gravoso,
citado por la Cámara y no tendrá otro propósito, que
complementar lo ya afirmado. Y ello se debe a que la
dictadura, contaba con un ejército profesional y todos
los recursos estatales, para hacer frente a la
problemática guerrillera.
Al elegir la “solución final” de la
cuestión, se convirtió, en su derrotero, en un
monstruo de únicas proporciones, que aplastó a todo lo
que se consideraba opositor al régimen, y dejó a la
sociedad argentina el lastre de esta tragedia; aunque,
bueno es reconocerlo, el juzgamiento de esos crímenes
en el seno de la propia sociedad, tienden, de algún
modo, a mitigarlo.
C. Legítima defensa: consideraciones
generales.
Inicialmente, debe decirse que la tarea
de juzgar estos casos implica “ahora”, acotar aún con
más nitidez, el alcance y extensión que puedan tener
los comportamientos antijurídicos del encartado, a
propósito de definir si, los mismos; quedan exentos o
no de responsabilidad criminal como derivación de la
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dijo que: […E]l derecho a la legítima defensa
actualmente vigente se base en dos principios: la
protección individual y el prevalecimiento del Derecho
[…] presupone siempre que la acción típica sea
necesaria para impedir o repeler una agresión
antijurídica a un bien jurídico individual…](Claus
Roxin, Derecho Penal… año 1997, ob. cit. pág.608).
Por lo tanto, los principios sobre los
que estriba o se cimienta una defensa “típica”
necesaria y legítima tiene que ver con […r]epeler por
sí mismo o por un tercero, un ataque actual y
antijurídico […] frente a un bien jurídico susceptible
de ser protegido a través de esta causa de
justificación…] (Hans Heinrich Jescheck, ob. cit. Pág.
362), y cuando […n]o es posible apelar a los órganos o
medios establecidos jurídicamente [y] su fundamento no
es otro que el derecho del ciudadano a ejercer la
coerción directa cuando el estado no puede
proporcionarla con eficacia…](Eugenio Raúl Zaffaroni,
Alejandro Plagia y Alejandro Slokar, ob. cit. Pág
472).
De tal modo, se destaca que la idea
básica legislativa que comprende esta causa de
justificación […f]ue formulada ya por Berner, en el
sentido de que el derecho no tiene por qué ceder ante
lo ilícito” [el agredido] debe tener la facultad de
mantenerse en su derecho, por lo que podrá
considerarse que el interés preponderante se halla de
su lado, aun cuando la lesión que tenga que inferirle
al agresor sea de mucho mayor peso que la repelida…]
(GünterStratenwerth, Derecho Penal, Parte General I,
Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 2.005, pág. 227/228).
Teniendo en cuenta lo expuesto y como
corolario, resulta evidente que, sea cual fuere el
enfoque que se le dé a la cuestión, ya sea desde el
punto de vista del derecho internacional humanitario e
interno –como el que nosotros sostenemos- o desde el
plano nacional –como lo hizo la cámara-, la realidad
nos indica que no cabe ninguna posibilidad de amparar
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B. Metodología de análisis:
Teniendo en cuenta también esta otra
posibilidad y a los efectos de organizar
metodológicamente la cuestión, más allá de la íntima
vinculación que presentan todos los temas invocados,
en primer término haremos una breve referencia a las
pautas constitucionales que rigen el principio de
culpabilidad, luego nos ocuparemos de la eximente de
la obediencia debida y del error de prohibición
invencible y, por último, abarcaremos la coacción como
estado de necesidad disculpante por reducción del
umbral mínimo de auto-determinación.
Todas posibilidades virtualmente reales
ante la invocación genérica de supuestos
exculpatorios.
C. El principio de culpabilidad:
Perspectiva constitucional:
Llegada la hora de analizar la conducta
del imputado a través de la categoría dogmática de la
culpabilidad, y como extra, los problemas dogmáticos
que de dicha categoría derivan; resulta necesario
revisar antes que nada los límites conceptuales que
ofrece este nivel del ilícito que bien pueden ser
definidos inicialmente de la pluma de Bacigalupo: […
L]a culpabilidad […] constituye el conjunto de
condiciones que determinan que el autor de una acción
típica y antijurídica sea criminalmente responsable de
la misma…] (Enrique Bacigalupo, Derecho Penal, Parte
General, Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 1999, p. 413).
También, a nivel nacional, se dan
señales conceptualmente muy útiles y vigorosas, que
nos permiten comprender el correcto funcionamiento
sistemático que se le otorga a la culpabilidad como
dimensión en la que trasunta la imputación subjetiva
al autor del ilícito. Así, el Dr. Zaffaroni supo
establecer también […L]a culpabilidad […] consistente
en un juicio que permite vincular en forma
personalizada el injusto a su autor y, de este modo,
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ajustar la conducta individual a los mandatos de las
normas jurídicas…](disidencia parcial del juez
Petracchi en Fallos: 316:1190 y 1239 y sus citas)”
(CSJN, G. 560. XL. RECURSO DE HECHO Gramajo, Marcelo
Eduardo s/ robo en grado de tentativa causa N° 1573).
Ciertamente, la categoría de la
culpabilidad, así como otros niveles de la teoría
general del delito se encuentran enteramente completos
por distintos subniveles analíticos; en el caso de la
dimensión de la culpabilidad, ocurre que en ella se
encuentra anclado un principio constitucional que no
es otro que el principio de culpabilidad. En este
sentido, diríamos que esta categoría dogmática no
tiene espacio libre alguno dado que, de las muchas y
admirables cualidades que tiene ella, todo espacio se
encuentra invadido por este principio que no nos dice
otra cosa más que “nullum crimen sine culpa”, y,
además que: […l]a acción típica y antijurídica ha de
ser culpable, es decir, ha de poderse hacer
responsable de ella al autor […]. Para ello es
presupuesto la imputabilidad o capacidad de
culpabilidad y la ausencia de causas de exculpación…]
(Claus Roxin, Derecho Penal…, 1.997, ob. cit., Tomo I,
p. 195).
De esta manera, puede verse el
funcionamiento de una garantía que tiene suficiente
aptitud para aglutinar de manera sistemática, muchas
otras garantías constitucionales para la aplicación de
una pena legítima: {…S]abido es que el principio de
culpabilidad exige como primer elemento "la
personalidad o suidad de la acción, que designa la
susceptibilidad de adscripción material del delito a
la persona de su autor, esto es, la relación de
causalidad que vincula recíprocamente decisión del
reo, acción y resultado del delito…] (Luigi Ferrajoli,
Derecho y Razón, ed. Trotta, Madrid, 1995, pág. 490).
[…D]esde esta concepción, queda excluida
del nexo causal toda forma de responsabilidad objetiva
por hechos de otro. […] culpabilidad personalista que
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averiguar, si el autor pudo realizar una conducta
distinta a la reprochada, incluso sobre el baremo de
la representación mental en el sentido de si, el
imputado, “pudo” dudar o no sobre la antinormatividad
de su comportamiento.
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preveía que: […C]uando se haya cometido delito por la
ejecución de una orden del servicio, el superior que
la hubiere dado será el único responsable, y sólo será
considerado cómplice el inferior, cuando éste se
hubiera excedido en el cumplimiento de dicha orden…].
Esta disposición es la que, según la doctrina,
reglamenta el principio de la obediencia debida en el
ámbito militar (cfr. Igounet, Oscar (h) e Igounet,
Oscar “Código de Justicia Militar. Anotado, comentado
con jurisprudencia y doctrina nacional y extranjera”,
Ed. Librería del Jurista, Buenos Aires, 1.985, págs.
158 a 167).
Cabe reseñar, que el instituto de la
obediencia debida ha sido objeto de tratamiento por la
doctrina tanto nacional como extranjera, con abordajes
disímiles en cuanto a su naturaleza jurídica y
operatividad dentro de un determinado sistema de
imputación penal.
Sin embargo, frente a hechos que
importan el menoscabo de derechos fundamentales –en
determinadas circunstancias, como las que se dan en
este proceso- la doctrina llega a idénticas
soluciones.
Si se consulta la obra de Jorge de la
Rúa, en sus comentarios a la parte general del Código
Penal, se podrá ver que –luego de repasar las
posiciones sustentadas por Gómez, Jiménez de Asúa,
Núñez, Soler, Fierro, Zaffaroni, Bacigalupo y
Sancinetti– llega a concluir que: […E]valuando las
diversas teorías, se advierte que la cuestión central
gira sobre la admisibilidad o no de la posible
existencia, en el orden jurídico, de órdenes
ilegítimas de cumplimiento obligatorio. En la tesis
negativa, a su vez, es determinante el criterio que no
puede haber justificación contra justificación, mirada
la cuestión desde el punto de vista del sujeto sobre
quien recae la acción del subordinado. La cuestión
tensiona, indudablemente, los principios generales de
la antijuridicidad…] (De la Rúa, Jorge “Código penal
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el interés en evitar el injusto…]” (ob. cit. p. 744,
apartado 18).
Continúa diciendo que: […F]rente a esto
no pueden convencer las razones aducidas por la teoría
de la exculpación. Pues no es cierto que el superior
que imparte la orden antijurídica pueda transformar lo
injusto en derecho, sino que su conducta (y con ello
la actuación del Estado) sigue siendo constitutiva de
injusto, aunque se lleve a cabo por medio de un
instrumento que obra conforme a Derecho. Es cierto que
la obligatoriedad de la orden antijurídica le priva al
ciudadano del derecho a la legítima defensa frente al
ejecutor del mandato, derecho que en cambio habría
tenido frente a la actuación personal del superior.
Pero ello no implica la menor contradicción; pues, al
interponer a un tercero obligado a obedecer, se añade
a la situación un nuevo elemento de ponderación que
hace que se resuelva de modo distinto la decisión
sobre la admisión del derecho de legítima defensa. Con
ello no se le exige nada intolerable al ciudadano:
Primero, porque al mismo le exime del deber de
soportar daños el hecho de que una orden antijurídica
dirigida a menoscabar bienes jurídicos protegidos por
el Derecho penal (desde la libre disposición sobre la
morada hasta la propiedad o la integridad física) de
entrada ya no es obligatoria. Segundo, porque el
ciudadano tiene en el Estado un deudor seguro y con
capacidad de pago respecto de los perjuicios que se le
hayan irrogado. Y tercero, porque frente a la
ejecución de una orden antijurídica se puede
justificar por el $ 34 una resistencia defensiva del
afectado, si éste actúa enjuiciando correctamente la
situación jurídica…] (ob. cit. p. 744/5, apartado 19).
Teniendo en consideración estas dos
perspectivas, aclaramos que no compartimos la postura
de Roxin, por cuanto entendemos que, considerar a la
obediencia debida como una causa de inculpabilidad,
reafirma los postulados del sistema de gobierno
republicano y democrático, autorizando al ciudadano
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provocar la impunidad (justificación o error), se
hallan estrechamente relacionadas y se influyen, en
cierto modo, recíprocamente. Como estado de coacción,
en cambio, la obediencia no tiene ninguna
peculiaridad: son necesarias las mismas condiciones
que para cualquier otra hipótesis de coacción…]
(Sancinetti, ibídem; el destacado nos pertenece).
Como señalan diversos autores, en
determinados ámbitos –como el militar o el de las
fuerzas de seguridad estatales-, el deber de
obediencia adquiere una relevancia especial y esta
circunstancia es algo que no ha pasado inadvertida
para el Tribunal.
Así, se ha dicho que: […s]i los
subordinados son militares, tienen muy reducido margen
de libertad para apreciar la legitimidad o
ilegitimidad de la orden, pues vienen obligados a una
obediencia casi automática…] (Llorens Borrás, José A.
“Crímenes de guerra”, Ed. Acervo, Barcelona, –3ª
edición– 1.973, pág. 80).
Otros sostienen que, más allá de no
compartir […e]l criterio de asemejar la obediencia
militar a la “obediencia ciega” (como sostiene el
jurista español Rodríguez Devesa en la Revista
Española de Derecho Militar, N° 3, Madrid, 1957, pág.
35), (…) la estrictez propia de los reglamentos y
leyes militares y ascendiente moral que generalmente –
casi siempre- poseen los mandos sobre sus subalternos,
limita aún más la posibilidad de discernimiento de
éstos en cuanto a la dilucidación del carácter de
legalidad que deben revestir las órdenes militares…]
(Igounet, (h) e Igounet, ob. cit., pág. 161).
En un sentido similar, se ha expresado
que: […T]oda estructura jurídico administrativa,
jerárquica (como la militar), coloca al destinatario
de órdenes (el inferior) en continuo ejecutor de
mandatos de otro. El no cumplir una orden ya
constituye para él una infracción (desobediencia [art.
239, C.P.; art. 674, C.J.M.]). Si él ante la colisión
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un modo manifiesto y grosero, criterio extraído del
Digesto, en el cual, si bien el siervo era normalmente
inculpable por obedecer a una orden delictiva, no
podía excusarse con la orden sino en aquellos hechos
quae non habentagtrocitatemfacinorisvelsceleris…]
(Soler, Sebastián. “Derecho Penal Argentino”. Tomo I.
Ed. Tea. Buenos Aires, 1994, pág. 344).
Por lo tanto, nuestro análisis debe
centrarse en dos prismas: 1) la calidad de las órdenes
emanadas del superior y 2), si en el caso de ser
manifiestamente antijurídicas, el subordinado
ejecutor debe cumplirlas obligatoriamente.
Frente a ello, Sancinetti sostiene que
en un Estado de derecho, no pueden existir mandatos
antijurídicos obligatorios, sin perjuicio de lo cual,
reconoce que nada impide considerar una cierta
facultad de obedecer una orden que no es claramente
ilícita para el subordinado (Sancinetti, art. cit.,
págs. 468 y 469).
En igual sentido, afirma Roxin que: […
E]l problema, tan discutido antes, de si una orden
antijurídica obligatoria le proporciona al funcionario
que la ejecuta una causa de justificación o de
exculpación, actualmente ha quedado sin objeto en
muchos campos de la regulación del Derecho positivo,
que ha declarado expresamente que no es obligatoria
una orden antijurídica. Así el funcionario sólo ha de
ejecutar una orden de su superior en la medida en que
la conducta que se le encomienda no sea punible ni
constituya […] una contravención […] ni vulnere la
dignidad humana…]. A su vez, agrega el autor que en
derecho militar […N]o se puede obedecer una orden
cuando ello supusiera cometer un delito” y que “no hay
desobediencia si no se cumple una orden que vulnere la
dignidad humana o que no se haya dictado para los
fines del servicio…] (Derecho penal…, año 1997, ob.
cit. p. 743, apartado 15).
También coincide con este criterio
Jescheck, quien sostiene que: […E]l presupuesto
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ejecutaron, funcionarios de inteligencia de las
fuerzas armadas y de seguridad con un saber específico
previo, debieron -en el cumplimiento de sus tareas-
revisar la calidad de estos mandatos evidentemente
ilícitos.
Sobre este particular la Corte Suprema
ha pronunciado: […N]o debe entenderse que la
obediencia debida sea ciega, conclusión que resulta
insostenible a la luz de la naturaleza de los sujetos
participantes en la relación de subordinación, que por
seres humanos disponen de un margen irreductible de
libertad…] (t. 310, P. 1162).
Como vemos, se impone la teoría de la
apariencia, de acuerdo a la cual: “la obligatoriedad
de la orden no se condiciona a la juridicidad
“intrínseca” de la orden, sino a su apariencia de
legalidad. Aunque la orden sea gravemente antijurídica
y constituya delito, deberá obedecerse bajo pena,
salvo que ello no resulte “manifiesto” ex ante en el
momento de su cumplimiento…] (Mir Puig, Santiago.
“Derecho Penal…, año 2005, ob. cit., p. 494).
Así las cosas, advertimos que existe
consenso en que, ante la existencia de órdenes con
extremado y ostensible contenido de ilegitimidad e
ilicitud, los subordinados están obligados a revisar
esas órdenes, no pudiendose por tanto invocar esta
eximente en esos casos.
Dicho de otro modo: siendo tan evidente
la índole ilegal de las órdenes impartidas, su
acatamiento, por parte de los ejecutores, importaba
lisa y llanamente plegarse en calidad de coautores
funcionales y sucesivos a delitos que el aparato
organizado de poder estaba cometiendo para satisfacer
una fase clave del plan sistemático de represión
ilegal; esto es, retener en el centro clandestino a
los cautivos para someterlos reiteradamente a
interrogatorios bajo tormentos y a condiciones
inhumanas de vida.
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aquellos donde la orden es “no manifiestamente
ilegítima” y, además cuando, la misma es tomada en
situaciones y bajo características especiales, como
puede ser por ejemplo la de un estado de sitio.
En ese contexto situacional, puede ser
que la orden recibida genere en el receptor algún tipo
de vacilación al respecto de la legitimidad de la
orden que ha recibido, y si este fuera el supuesto y,
además, si la obediencia debida opera en la categoría
de la culpabilidad; ello comúnmente –atento el estado
de duda-; derivaría en lo que comúnmente conocemos
como error de prohibición.
Ahora bien, las posibilidades frente a
este tipo de error se encuentran muy vinculadas con
una explicación que será vista más adelante, pero que,
a modo de adelanto; tendrá que ver con un juicio de
evitabilidad característico de la culpabilidad como
categoría (averiguar si el autor del ilícito “pudo o
no pudo” evitar el resultado típico y antijurídico).
En ese plano de análisis, el error o la vencibilidad
que lo caracteriza, puede traer como resultado un
error de prohibición inevitable en el que nada tiene
que hacer la eximente para resolver el caso, dado que,
al ser “inevitable” el error, él ya se encuentra
resuelto por las reglas de la inevitabilidad de los
errores. En ese sentido, entonces, la única
posibilidad a la que se reduce la problemática tendrá
que ver, necesariamente, con lo que –en situaciones
normales- es conocido como error de prohibición
“evitable”, apareciendo entonces sí; como la única
posibilidad o caso donde válidamente debería operar la
obediencia debida como eximente.
Así las cosas, ella, a fin de evitar un
manto de impunidad sobre cualquier comportamiento
humano que pretenda ser amparado bajo la órbita de la
eximente, será reducida, como vemos, sólo y a casos
muy puntuales, y por sobre todo donde exista una
reducción de la culpabilidad como consecuencia de la
evitabilidad de ese error. Esta circunstancia, que en
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(Igounet, (h) e Igounet, ob. cit., pág. 162; destacado
en el original).
Análogamente los tribunales del país,
cuando han tenido que tratar la procedencia de la
eximente de obediencia debida, han tomado idéntica
posición a la que aquí se sustenta.
Así se ha dicho que: […E]l inferior o el
empleado no debe obediencia a su superior o a sus
jefes, sino cuando ordenan en la esfera de sus
atribuciones, y en ningún caso cuando el acto ordenado
es un delito. Esta orden no es suficiente para cubrir
al agente y ponerlo al abrigo de toda responsabilidad
penal” (C.C.C., causa “Botana y Berro” del 2/11/1923,
J. A. 1923-11, pág. 1141).
En la misma dirección se argumentó: […
Q]ue en ninguna forma puede caber la excusa en cada
uno de esos casos de que la responsabilidad por los
actos de la tropa y oficiales de inferior jerarquía
sólo corresponde al comandante en jefe, pues no se
trata de irregularidades disciplinarias o
administrativas, sino de la franca comisión de delitos
gravísimos de orden común que obligaba a intervenir a
los oficiales allí presentes en razón de sus funciones
específicas y sin reparar en jerarquías, pues en esa
situación ya no regía la obediencia debida” (Cam. Fed.
de La Plata, causa “Andrés, Ramón y otros” del
19/12/1945, J. A. 1946-1, pág. 107). O que: “No está
amparado por la eximente legal contemplada en el art.
34, inc. 5°, C. P. –obrar en virtud de obediencia
debida-, el empleado que, en el lugar de trabajo, se
apodera de un pollo por orden de su jefe, ya que dicha
orden estaba fuera de las atribuciones de éste,
constituyendo delito…] (Sup. Trib. De Justicia de
Entre Ríos, causa “Ojeda” del 19/2/1958, J. A. 1959-
IV, pág. 10).
En definitiva, la eximente de obediencia
debida nunca puede prosperar frente a la lisa y llana
comisión de un delito (cfr. C.C.C., Sala 2ª, causa
“Molinari, Aldo Luis” del 22/12/1964, J. A. 1965-III,
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hechos que estaban en el primer plano de la
consideración social y judicial, constituían hechos
ilícitos de la mayor evidencia posible, dado que se
hallan proscritos por la cláusula más pétrea y
terminante de nuestra Constitución, aquella parte del
art. 18 que declara: “Quedan abolidos para siempre la
pena de muerte por causas políticas, toda especie de
tormentos y los azotes”. No existen posibilidades,
pues, para dudar de la ilegalidad manifiesta de una
orden de torturar o matar a personas indefensas…]
(Sancinetti, art. cit., pág. 471).
En razón de lo expuesto, consideramos
que la remota posibilidad de constatarse un supuesto
de obediencia debida es directamente nula.
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clandestinidad de toda esta coyuntura y consecuente
impunidad de los operadores se consolidaba vedando a
las autoridades judiciales la información que pudiese
requerir de la persona afectada, a través de un
procedimiento de habeas corpus u otra acción legal.
Dentro de esta estructura, no caben
dudas, que le alcanzaba al imputado poco esfuerzo
intelectual para advertir que esos acontecimientos
tenían marcado tinte ilegal o delictivo.
No se requería demasiada reflexión para
considerar con suma claridad que: a) el feroz
tratamiento brindado a los detenidos allí alojados, b)
las particularidades del centro mismo, c) las
condiciones degradantes e inhumanas a que estaban
sometidas las víctimas, d) la clandestinidad
manifiesta de lo actuado y e) la muerte y
desaparición que le exigieron guardar los jerarcas
del aparato de represión, formaba parte de un plan
criminal.
Como vemos, el acusado, pudo reparar a
través de un rápido examen de intuición intelectual
(incluso visual) las evidentes diferencias
estructurales y edilicias, existentes entre el centro
clandestino de detención y una unidad o dependencia
carcelaria legalmente habilitada.
A lo dicho, debemos agregar, que no le
era ajeno al acusado, el conocimiento sobre el trato
cruel, el martirio y las mortificaciones diarias que
se les aplicaba a las personas ilegalmente privadas
de su libertad, y no obstante ello, voluntariamente se
plegó a la ejecución del plan.
Como ya dijimos, ni el marco
institucional del país vigente en la época, ni ninguna
de las argumentaciones exculpatorias, puede enervar o
de algún modo poner en crisis el certero conocimiento
que el imputado tuvo respecto de esta estructura
organizada de poder que posibilitaba la represión
ilegal.
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voluntariamente se plegó ejerciendo su rol y funciones
manifiestamente ilegales.
En conclusión, por los conocimientos
especiales que poseía el imputado y de acuerdo a las
funciones que cumplió dentro de la estructura
pergeñada por los mandos militares, no caben dudas
que le era y le es exigible -en estos supuestos
mencionados- la comprensión de la antijuricidad.
Por ello, un planteo posible que pudiera
derivar en un error de prohibición invencible sobre la
ilegitimidad de las órdenes emanadas del superior,
también debería ser rechazado.
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sancionado con “equis” número de días de arresto; o de
ser dado de baja. Precisamente por esto, si el daño
que se le exige causar al inferior amenazado es grave,
y él puede evitar el conflicto mediante la renuncia al
cargo –sin otro riesgo para él-, debe renunciar…]
(Sancinetti, ibídem).
En consecuencia, el supuesto mal que el
encausado podría haber intentado evitar -cuya
existencia ni siquiera se ha probado- de haberse
configurado, le sería extraño.
Por el contrario, cabe destacar, que
éste asumió voluntariamente integrar el aparato
organizado para la represión ilegal y prestar sus
servicios en el centro clandestino de detención, por
lo que tampoco se verificaría el requisito mencionado
anteriormente.
En razón de lo señalado, consideramos
que una posibilidad que diera luz verde a un supuesto
de coacción tampoco prosperaría.
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mediante el marco de la pena, cuando el legislador
valora la posible culpabilidad de una materia
tipificada como ilícita, en tanto el juez a cargo de
la medición judicial de la pena, valora la concreta
culpabilidad por el hecho, en consideración de los
puntos de vista valorativos prefijados por el
legislador” (cfr.: Maurach, Reinhart, Derecho Penal,
Parte General, tomo II, actualizada por Karl Heinz
Gösel y HainzZipf, Ed. Astrea, Bs. As., 1995, p. 721).
Reafirmando estos conceptos, se ha
sostenido que “la función de los marcos penales no es
la mera fijación de un límite a la discrecionalidad
judicial; no se trata simplemente de ámbitos dentro de
los cuales el juez puede decidir con libertad y sin
dar mayores cuentas de su elección, sino que a través
de la interrelación de las diferentes escalas penales
queda estructurado un esquema interpretativo acerca de
cuál es el valor relativo de la norma dentro del
sistema. Al establecer los marcos, el legislador
indica el valor proporcional de la norma dentro del
sistema, indicando la importancia y el rango de la
respectiva prohibición. Para decidir cuál es la
posición de un bien jurídico en relación con otro, la
intensidad de las sanciones previstas resulta un
criterio decisivo y se convierte en el punto de
partida ineludible para determinar la pena en una
forma racional. Sin embargo, a pesar de las
correcciones que deban hacerse a la interpretación,
tomando en cuenta los diferentes momentos de la
incorporación o reforma de las diversas escalas, sólo
ellas permiten identificar argumentos normativos
relativos a cuál es la escala de valores plasmada en
el ordenamiento jurídico.” (cfr.: Ziffer, Patricia S.
en Código Penal y normas complementarias. Análisis
doctrinario y jurisprudencial, dirigido por David
Baigún y Eugenio R. Zaffaroni, T. II, Ed. Hamurabi,
Bs. As., 2.002, ps. 59/60).
Es que aún en los sistemas que consagran
una mayor discrecionalidad de los jueces para la
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Tratado de Derecho Penal, tomo II, Ed. Lerner, Cba.,
pág. 458).
También se ha señalado que “Sin
perjuicio de la amplitud que nuestro sistema penal ha
dejado librado al criterio del juzgador para
determinar la pena en el caso concreto, compartimos la
posición que sostiene que la propia existencia del
artículo 41 sólo cobra sentido en tanto la decisión
que individualiza la pena no sea discrecional, sino
que haya de realizarse siguiendo ciertas reglas que
implican un deber de fundamentación explícita que
permita el control crítico racional del proceso de
decisión. (“El derecho del imputado a obtener el
control casatorio sobre la determinación judicial de
la pena” por Juan Carlos Palacios (n) y Mariano Javier
Gonzalez del Campo, Jurisprudencia Anotada, Revista de
Derecho Procesal Penal, La Defensa Penal-II, 2010-2,
Rubinzal-Culzoni Editores).
Ahora bien, ingresando al tratamiento de
la concurrencia o ausencia de circunstancias de
atenuación o agravación, con el objeto de cuantificar
con la agudeza necesaria la mensuración de la pena a
imponer pasaremos a considerar las diversas
circunstancias a tener en cuenta para una justa
determinación e individualización judicial del quantum
de aquélla.
El eje del derecho penal y procesal
radica en la pena, lo demás son sólo presupuestos de
ella. Lo que en definitiva va a afectar directa y
concretamente al ciudadano es la pena que se le va a
aplicar y, por tanto, necesariamente dentro del
proceso tiene que dársele la significación e
importancia que merece.
Todas las garantías penales sustanciales
y procesales carecen de sentido si la determinación de
la pena está desprovista de toda salvaguarda respecto
del proceso.
Para esta compleja tarea –dado porque
este evento debe incluir qué clase de pena se
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no debe ser el único fundamento punitivo y límite de
la pena.
Por ello somos de la idea que la pena
será justa en la medida que sea proporcional a la
infracción, de esta forma echamos mano al principio de
proporcionalidad, cuya función es otorgar una
adecuación entre pena y culpabilidad.
Utilizando la objetividad brindada por
el legislador en el primer inciso del artículo 41 del
Código Penal, o sea todo lo respectivo al hecho
endilgado, vamos a tener en cuenta la naturaleza de la
acción y los medios que se emplearon para su
ejecución, como así también la extensión del daño
causado y a su titular, todo ello evitando una doble
valoración de elementos normativos ya incorporados en
el tipo objetivo quebrantado.
Los motivos que lo llevaron a delinquir
no serán tenidos en cuenta, dado que entendemos que
aquellos ya fueron valorados en el estrato de la
culpabilidad; es decir estas resistencias internas que
aumentan o disminuyen el reproche son un elemento
constitutivo de la motivación en la norma, sustrato
superado en la instancia de apreciación fáctica bajo
la óptica del sistema del hecho punible.
Lo mismo sucede con la denominada
"participación en el hecho"; mal se la puede valorar
como agravante o atenuante cuando ya fue objeto de
evaluación al momento de tratar la responsabilidad y
participación criminal por el hecho.
La conducta precedente engendra ciertos
conflictos dogmáticos que es necesario tratarlos. Si
nos encerramos en una concepción exacta del principio
de culpabilidad, ella nos obligará a dejar de lado
toda valoración anterior a la comisión del hecho; pero
este tema desde el punto de vista preventivo especial
resulta ser un sustento primordial.
Desde la óptica de los partidarios de la
prevención general, la pena es más efectiva
preventivamente cuando se adecua a la culpabilidad.
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antemano si se trata de agravantes o atenuantes, y
cuál es el valor relativo de cada una de tales
circunstancias, ni tampoco cómo se solucionan los
casos de concurrencia entre ellas y sin una "pena
ordinaria" que especifique cuál es el punto de ingreso
a la escala penal, a partir del cual hace funcionar la
atenuación o la agravación" (Ziffer, Patricia S.,
"Código Penal y normas complementarias. Análisis
doctrinario y jurisprudencial", dirigido por David
Baigún y Eugenio R. Zaffaroni, editorial Hammurabi,
Buenos Aires, 2007, Tomo 2A pág. 72/3).
Sobre la base de estos criterios que se
comparten, y ante la conminación legal con penas
divisibles, el órgano jurisdiccional está facultado,
no sólo a ponderar las circunstancias que, a su
entender, agravan el reproche, sino también a aquéllas
que lo atenúan. Esto forma parte de una potestad
librada a la discrecionalidad del tribunal de juicio.
Empero, debe ser racionalmente ejercida,
a través de la valoración de todos los extremos del
caso, expresándose fundadamente, dentro de las pautas
legales de mensura previstas en los artículos 40 y 41
del Código Penal, cuáles son las circunstancias que,
en el caso juzgado, se consideran agravantes o
atenuantes, pues esa es la cabal y justa tarea que
impone la función judicial.
Como se viene diciendo, es sabido que la
individualización judicial de las penas debe atender a
la magnitud de los injustos penales en juego, a la
culpabilidad del autor, y salvaguardar la vigencia del
principio de proporcionalidad, de raigambre
constitucional.
En cualquier caso, debe quedar claro que
es el legislador quien fija en abstracto el quantum
punitivo y es sobre ese parámetro que el Tribunal debe
efectuar la tarea de individualizar las penas con
arreglo a todos los principios que se han señalado.
La mayor o menor magnitud de las escalas
penales fijadas en abstracto por el legislador sobre
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En primer lugar, habremos de valorar
como un atenuante el prolongado intervalo que existió
entre la comisión de los hechos materia de imputación
(1976-1983) y la sentencia a la cual hemos arribado
luego de realizado el juicio oral y público; esto,
teniendo en cuenta todas las vicisitudes que se
sucedieron en la sustanciación de las actuaciones
principales durante esos años, las cuales no pueden
ser trasladadas al imputado.
También se toma como pauta atenuante, la
edad del causante –casi septuagenario-, y su conducta
precedente.
La República Argentina, el 31 de mayo de
2017, publicó la Ley Nº 27.360, a través de la cual se
aprobó en el orden interno la Convención
Interamericana sobre la protección de los derechos
humanos de las personas mayores.
Dicha normativa internacional, reconoce
en su artículo 2 a la persona mayor, como: Aquella de
60 años o más, salvo que la ley interna determine una
edad base menor o mayor, siempre que esta no sea
superior a los 65 años. Agrega, que este concepto
incluye, entre otros, el de persona adulta mayor.
Como puede observarse, ha sido voluntad
del propio Estado Argentino, de brindarle un
reconocimiento normativo y asegurar la tutela de
derechos de personas, como mínimo, mayores de 60 años.
Dentro de estas garantías, se encuentran a las que
hacen: a no recibir tratos crueles, inhumanos y/o
degradantes; a asegurar la libertad personal; y al
proceder en caso de que la persona se encuentre
privada de libertad (v. arts. 10 y 12 de la citada
Convención).
Por lo tanto, considerar a la edad de
una persona como un elemento atenuante de la sanción
penal, no sólo resulta acorde desde el plano razonable
(art. 28 de la Constitución Nacional), sino que
también, guarda sentido con la propia voluntad del
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constitucional de culpabilidad –ya mencionado en
capítulos anteriores-, indica ponderar otro elemento
más para la graduación de la sanción asignada a los
encausados.
Hay que entender que la ley y la
jurisprudencia han considerado en un sentido o en el
otro –es decir, antes las fórmulas de precocidad por
un lado y por el otro, de ancianidades-, que sin
desvelos han conllevado mayoritariamente a la
reducción de los montos punitivos.
Pero como quiera que sea, el factor edad
avanzada, encuentra reparo coherente al concedérsele
una reducción punitiva con la forma de aparición más
baja de la dirección de las atenuantes, de modo que
ellas se presentan como circunstancias en las que se
enmarca el modelo de mayor individualidad posible que
tiene en cuenta la sensibilidad o consecuencias
mediatas de la pena.
Sin perjuicio de que el imputadono es
una persona joven, lo cual hubiera llevado casi de
manera automática a la posibilidad de carencia de
antecedentes u otras condenas anotadas como pauta
atenuante, a pesar de ello, es decir, a pesar de que
estamos anteuna persona de avanzada edad y que no se
daría por ende la concurrencia de aquellas atenuantes;
asume mayor peso en términos cuantificadores al mínimo
punitivo, que el imputado no cuente con antecedentes
penales a lo largo de su trayectoria de vida.
Las expresiones comprendidas en el art.
41 del CP son sólo enunciativas y no taxativas, tal es
así que cuando la norma indica que se tomarán en
consideración "...los demás antecedentes penales y
condiciones personales, así como los vínculos
personales, la calidad de las personas y las
circunstancias de tiempo, lugar, modo y ocasión que
demuestren mayor o menor peligrosidad...", se admite,
por ello, la coexistencia de una serie o conjunto de
imágenes visuales muy extenso y amplio con incidencia
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55,144bis inciso 1° y último párrafo, en función del
art. 142 incisos 1° y 5, y 144ter, párrafos primero y
segundo –texto según ley 14.616-, todos ellos del
Código Penal de la Nación; 530 y 531 del Código
Procesal Penal de la Nación).
Finalmente, tal como se señaló en el
acápite correspondiente, se descarta la presencia de
causales de inculpabilidad, de justificación, o de
cualquier otra que, finalmente, obste a la imposición
de una sanción al aquí enjuiciado.
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fueron los criterios utilizados para su
individualización” (cfr. Ziffer, Patricia S.,
“Consideraciones acerca de la problemática de la
individualización de la pena”, publicado en
“Determinación Judicial de la Pena”, compilador Julio
B. J. Maier, Editores del Puerto, Buenos Aires, 1993,
pág. 110).
En esa perspectiva, se sostuvo que: “En
la individualización de la pena se concreta la
conminación penal de la ley para el caso concreto. Por
ello, tal individualización constituye el punto
crucial en el que puede considerarse plenamente,
dentro del juicio penal, la peculiaridad del autor y
del hecho. La individualización de la pena es, junto a
la apreciación de la prueba y a la aplicación del
precepto jurídico penal a los hechos probados, la
tercera función autónoma del juez penal y representa
la cúspide de su actividad resolutoria. En esa labor,
el juez debe liberarse de los prejuicios personales,
las simpatías y las emociones, y orientar su sentencia
exclusivamente conforme a criterios objetivos de
valoración” (ver Hans-Heinrich Jescheck, “Tratado de
Derecho Penal. Parte General”, Ed. Comares, Granada,
1993, págs. 786/787).
A tal fin, existe acuerdo en la
doctrina, en que la pena que corresponde al
responsable de un hecho debe ser determinada
vinculándosela con el grado de su culpabilidad, aún
cuando sea para establecer su límite máximo.
En ese sentido, el autor Magariños
afirma que: “El criterio para la determinación
judicial de la pena que se ha sostenido como el que
mejor se compadece con el Derecho Penal de acto que
nuestra Constitución Nacional consagra, determina,
para decirlo a modo de síntesis, que: la culpabilidad
es el límite máximo de la pena, más allá del cual no
es legítimo ni posible que halle realización el fin de
prevención general” (véase Magariños, Mario; “Hacia un
criterio para la determinación judicial de la pena”,
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instituciones u organismos de derechos humanos,
tendientes a obtener respuestas acerca del destino de
aquél; gestiones éstas que tampoco arrojaron resultado
positivo alguno.
También resulta menester tener en
cuenta, el grave daño social causado que afectó a la
víctima de estas actuaciones, sus familiares y
allegados. Más aún, atendiendo a la naturaleza propia
de los delitos reprochados –que implicaron graves
violaciones a los derechos humanos, en el marco de un
“genocidio”, según mi voto- no puede dejar de
considerarse que al tratarse de delitos de lesa
humanidad, afectaron a toda la conciencia universal.
En ese sentido, nuestra Corte Suprema de
Justicia de la Nación, tiene dicho que: “… en el caso
“Almonacid”, la Corte Interamericana señaló que los
crímenes de lesa humanidad son serios actos de
violencia que dañan a los seres humanos al golpear lo
más esencial para ellos: su vida, su libertad, su
bienestar físico, su salud y/o su dignidad. Son actos
inhumanos que por su extensión y gravedad van más allá
de los límites de lo tolerable para la comunidad
internacional, la que debe necesariamente exigir su
castigo.” (cfr. C.S.J.N., in re “Mazzeo”, rta. el
13/7/2007, considerando 23°).
En esencia, las consecuencias del
accionar de la maquinaria represiva Estatal persisten
a la fecha, lo cual se pudo advertir en las
declaraciones prestadas por los familiares de la
víctima de autos, tanto en este debate, como en
aquellas que fueron introducidas al plenario por
lectura.
Dicho esto, cabe señalar que los
parámetros indicados resultan contestes con lo
sostenido por la Corte Suprema de Justicia de la
Nación, en cuanto a “la obligación del Estado
Argentino no sólo de investigar sino también castigar
los delitos aberrantes, deber que no podía estar
sujeto a excepciones.” (cfr. Fallos 333:1657, en
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de la Cámara Nacional en lo Criminal y Correccional
Federal o por constituir una pena cruel, inhumana o
degradante en función del rango etario que registran
los inculpados.”
“El planteo que se promueve resulta
sustancialmente análogo, mutatis mutandi, a la
posición que asumiera este Tribunal -también con otra
integración en los precedentes “Bussi” (reg. 13.073,
rta. 12/3/2010) reiterado en lo sustancial en
“Gallone” (reg. 13.969, rta. 30/9/2011) y “Comes”
(reg. 14.688, rta. 29/3/2011), donde si bien se
indicó, a partir del amplio análisis normativo y
jurisprudencial que realizó el distinguido colega que
lideró el acuerdo en el primer precedente citado -Dr.
Gustavo Hornos-, que desde el plano teórico, le asiste
razón a la defensa en cuanto sostiene que, por imperio
constitucional, la medida de la pena debe guardar
proporcionalidad con la magnitud del injusto y de la
culpabilidad del autor, no basta para la declaración
de inconstitucionalidad de la norma, la mera
aseveración en abstracto que se ha visto afectado el
principio de proporcionalidad de las penas al condenar
a prisión perpetua al imputado, sin esgrimir las
razones de por qué, en el caso concreto, luce
desproporcionada la sanción recibida por quien ha sido
hallado penalmente responsable de delitos de singular
gravedad, adecuadamente calificados como crímenes de
lesa humanidad.”.
“… En tales condiciones, no observo ni
las defensas logran demostrar, desproporción de las
penas impuestas a partir de la magnitud del injusto y
el grado de culpabilidad que se tuvo por acreditado en
el sub exámine. Sobre este último aspecto, se aprecia
que el tribunal oral graduó la respuesta punitiva de
acuerdo al rol y capacidad de mando de cada uno de los
imputados, exponiendo las razones que dan fundamento a
su decisión, observado en la tarea las pautas del art.
40 y 41 del Código Penal, sin que se registre defecto
alguno de fundamentación”.
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pena del imputado Juan Eduardo Mosqueda, se postuló lo
siguiente: “… Así, cabe recordar que, según los
principios constitucionales que rigen la materia y lo
establecido en los arts. 40 y 41 del C.P., las
referidas pautas mensurativas no se pueden definir
dogmáticamente de modo de llegar a un criterio
totalmente objetivo y casi mecánico, sino que tal
ponderación debe ser realizada en base a variables que
no pueden ser matemáticamente tabuladas ya que es la
tarea del juez en cada caso concreto evaluar las
circunstancias personales que no pueden determinarse
previamente.”.
“De la lectura de la resolución
cuestionada, se observa que el sentenciante, para
fijar la pena de catorce años de prisión, tuvo en
cuenta la naturaleza de la acción, que Juan Eduardo
Mosqueda formaba parte de un engranaje de la práctica
sistemática y generalizada de represión que reinaba a
la época de los hechos, la multiplicidad de víctimas y
el aprovechamiento de su estado de vulnerabilidad.”.
Habiendo culminado entonces el análisis
de las variables de tipo objetivo de individualización
de la pena, debo enfocarme en el estudio del aspecto
subjetivo del reproche, por lo que tendré en
consideración las condiciones personales del imputado.
Sobre la base de lo que se viene
diciendo, cabe valorar, además, para justipreciar la
sanción a imponer al enjuiciado en autos:
a) el grado de instrucción resulta
adecuado;
b) el cargo ostentado por el imputado
dentro de la Policía Federal Argentina al momento del
hecho;
c) Sus condiciones socio-económicas,
donde no se advierte circunstancia alguna que los pudo
llevar a delinquir.
Esa línea argumentativa, para establecer
la sanción a imponer al imputado en estas actuaciones,
he de coincidir con la Sala IV de la C.F.C.P., en
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general hay que entenderla no en primer lugar como
prevención intimidatoria negativa, sino como
“prevención integradora” positiva. Esto significa: la
pena no debe retraer a través de su dureza a los
autores potenciales de la perpetración de delitos…sino
que ella debe restaurar la paz jurídica, en cuanto da
al pueblo la confianza, que su seguridad está
salvaguardada y que las reglas reconocidas de la
convivencia humana pueden reafirmarse en contra de
perturbaciones graves. El derecho penal en este
entendimiento es un factor integrador social, en cuyos
efectos también se incluye al autor; pues con el
castigo se soluciona el conflicto social producido a
través del hecho, de modo que el autor puede ser re-
integrado socialmente.”.
Lo cierto es que, para evitar un
utilitarismo a ultranza que mediatice al condenado
como persona, más adelante, el autor Roxin, advierte
que: “…el principio de culpabilidad constituye el
límite absoluto de todos los objetivos preventivo
generales y especiales. Aún cuando fuese muy deseado
preventivamente, no se ha de imponer pena, cuando el
autor no tiene culpabilidad… y tampoco en el caso de
un autor culpable, la pena no debe sobrepasar la
medida de la culpabilidad…” (cfr. Claus Roxin,
“Política criminal y estructura del delito. Elementos
del delito en base a la política criminal”, traducción
de Juan Bustos Ramírez y Hernán Hormazábal Malarée,
PPU S.A., Barcelona, 1992, págs. 46/47, con el énfasis
aquí agregado).
En consonancia con aquellos postulados,
importantes conclusiones también podemos extraer de lo
vertido por el autor Roxin, a saber: “… una pena sólo
es legítima si es preventivamente necesaria y si, al
mismo tiempo, es justa, en el sentido de que evite
todo perjuicio para el autor que sobrepase la medida
de la culpabilidad por el hecho.”.
Y agrega más adelante, “Destinatario de
la prevención general positiva es, sobre todo, el
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rta. el 11-8-2009, considerando 12°, con el resaltado
aquí agregado).
Pero avanzando aún más sobre el punto,
el propio doctrinario alemán Roxin nos acerca una
distinción que también ayuda a clarificar la cuestión.
En efecto, al adherir al criterio de “diferente
acentuación de los fines de la pena en los distintos
estadios de la realización del derecho penal”, refiere
que mientras no haya tenido lugar el delito (vale
decir al momento de la denominada criminalización
primaria plasmada en el catálogo delictual), la
conminación penal tiene una función exclusivamente
preventivo-general y, en particular, en forma de
intimidación (prevención general negativa).
Cometido ya el hecho y sancionado su
responsable, llega el momento de la imposición de la
pena. Así, refiere el autor Roxin que: “Si un proceso
penal termina con una condena, con la imposición de la
sanción adquieren especial importancia, en la misma
medida, tanto puntos de vista de prevención general
como de prevención especial. Cuanto más grave es el
delito, tanto más requieren las exigencias preventivo
generales un agotamiento de la medida de la
culpabilidad. Pues, frente a crímenes capitales, sólo
se conserva la confianza en el orden jurídico y se
restablece la paz jurídica si tiene lugar una sanción
adecuada a la culpabilidad.”.
Finalmente, en relación al tercer
estadio de realización del derecho penal; esto es, en
la ejecución penal, debe aspirarse tan sólo a la
resocialización (cfr. op. cit., págs. 221/223, con el
subrayado aquí agregado).
Por vía jurisprudencial, también, se ha
hecho alusión a otros fines de la pena distintos de la
resocialización.
Así, el Sr. Juez Gemignani, al
considerar los casos en que exista una obligación
internacional de perseguir, investigar, sancionar
adecuadamente a los responsables y hacer cumplir la
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derecho, el baremo punitivo debe estar presidido por
la necesidad preventiva con báculo en el principio de
culpabilidad por el hecho cometido (cfe. Derecho Penal
de Acto).
Ello nos lleva a la cuestión de la
resocialización y a su consabida crítica respecto de
su operatividad en aquellos que, en rigor de verdad,
siempre se mantuvieron “insertados” en la sociedad.
Sin adentrarnos en dicha problemática,
sólo cabe señalar aquí que ello no empece al
mantenimiento de aquel fin resocializador; y tampoco
resulta óbice la elevada edad del enjuiciado.
Viene al caso citar una vez más al autor
Roxin, cuando trata la justificación del castigo de
los criminales nazis ya socialmente integrados y que
no representaban ningún peligro, al respecto dijo: “…
un castigo de estos hechos es necesario desde
fundamentos preventivos generales, porque si no se
persiguieran se podría estremecer gravemente la
conciencia jurídica general: si tales asesinatos se
quedasen sin castigo, es posible que quisiera invocar
el mismo tratamiento cualquier otro autor de
homicidio, respecto del cual no hay peligro de
reincidencia y exigir del mismo modo la impunidad.
Esto obligaría a relativizar la validez de la
prohibición de matar y su efecto preventivo de forma
intolerable.” (ver Claus Roxin, “Derecho penal. Parte
general. Tomo I. Fundamentos. La estructura de la
teoría del delito”, trad. de Diego Manuel Luzón Peña,
Miguel Díaz y García Conlledo y Javier de Vicente
Remesal, Ed. Civitas, Madrid, 1997, pág. 98).
No escapa al ámbito de mis
consideraciones que la Corte Interamericana de
Derechos Humanos hizo alusión en varios fallos, acerca
del fin preventivo-general-negativo de la pena para
este tipo de casos, al señalar que: “…la persecución
penal es un instrumento adecuado para prevenir futuras
violaciones de derechos humanos de esta naturaleza…”
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Bolivia firmó la Convención el 11 de
diciembre de 1948. Está tipificado en el art. 138 del
CP “el que con el propósito de destruir total o
parcialmente un grupo nacional, étnico o religioso,
diere muerte o causare lesiones o los sometiere a
condiciones de inhumana subsistencia o les impusiere
medidas destinadas a impedir su reproducción o
realizare con violencia el desplazamiento de niños o
adultos hacia otros grupos, será sancionado con
presidio de diez a veinte años.”
Colombia firmó la Convención el 12 de
agosto de 1949. Está tipificado en el art. 101 del CP
con pena de 30 a 40 años.
Ecuador firmó la Convención el 11 de
diciembre de 1948. Prevé una pena de reclusión
especial de 16 a 25 años.
Paraguay firmó la Convención el 11 de
diciembre 1948. Su Código Penal, en el art. 319
dispone pena privativa de la libertad no menor a cinco
años.
Perú suscribió la Convención el 11 de
diciembre de 1948. Su Código Penal, en el art. 319
dispone pena privativa de libertad no menor de veinte
años.
Uruguay firmó la Convención el 11 de
diciembre de 1948. A su vez sancionó la Ley 18.026 de
Cooperación con la Corte Penal Internacional en
Materia de Lucha contra el Genocidio, los crímenes de
guerra y de lesa humanidad, su art. 16 en relación al
genocidio prevé penas de 15 a 30 años de
penitenciaría.
Costa Rica prevé penas de 10 a 25 años
de prisión según su art. 375 del CP. Ratificó la
Convención el 14 de octubre de 1950.
Cuba ratificó la Convención el 28 de
diciembre de 1949. Prevé penas de 10 a 20 años de
prisión por su art 116.1 del CP.
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delitos de privación ilegítima de la libertad
triplemente agravada por su condición de funcionario
público, por haberse cometido con violencia y por
haber durado más de un mes, en concurso real con la
imposición de tormentos con el propósito de obtener
información o quebrantar su voluntad, agravado por
haber sido cometido en perjuicio de un perseguido
político respecto de Hernán Abriata –caso nro. 115-
(artículos 2, 12, 19, 45, 55,144bis inciso 1° y último
párrafo, en función del art. 142 incisos 1° y 5, y
144ter, párrafos primero y segundo –texto según ley
14.616-, todos ellos del Código Penal de la Nación;
530 y 531 del Código Procesal Penal de la Nación).
Así lo voto.
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Los Jueces, Fernando Canero y Adriana
Palliotti, dijeron:
Que, en atención al sentido mayoritario de la
forma en que votamos al momento de declarar los hechos
como constitutivos de la categoría de delitos de Lesa
Humanidad, excluyendo la calificación de genocidio por
un lado; y por considerar ajenas a este proceso los
alcances de otras peticiones, es que votamos por
rechazar aquellas formuladas en las que se impetraba
que: a) se tomen las medidas necesarias para que en la
casa quinta que utilizó la Marina, ubicada en General
Ricchieri 1325, esquina Camacuá, Don Torcuato, de la
provincia de Buenos Aires, extensión del centro
clandestino de detención de la ESMA, se preserve, ya
que es un lugar que seguirá siendo parte de la prueba
de los hechos que se instruyen en las causas
residuales y que podría ser, conforme a los
testimonios escuchados en este debate, el lugar donde
también estuvo detenido Hernán Abriata; b) se arbitren
las medidas necesaria para que todos los archivos
judiciales de la causa ESMA, primera instancia,
Tribunal Oral Federal, Ministerio Público Fiscal, sean
preservados como patrimonio público y se promueva la
declaración como patrimonio de la humanidad de la
UNESCO; c) se inste al Estado a que se implementen
programas educativos que contribuyan a la formación de
la conciencia contra el genocidio; d) se inste por
medio del Tribunal al Poder Legislativo a dar
cumplimiento a las obligaciones internacionales
asumidas por el Estado argentino y proceda a tipificar
el delito de genocidio; y e) se inste por medio del
Tribunal al Poder Ejecutivo a dar cumplimiento a las
obligaciones internacionales asumidas por el Estado
argentino y se proceda a la apertura de los archivos
de la dictadura entre los años de 1974 y 1983.
Ello así, pues el ejercicio jurisdiccional
del Tribunal se encuentra ceñido al concreto objeto
del juicio, conforme a las reglas del proceso que
informa el Código Procesal Penal de la Nación, y es
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en la que considero deben ser subsumidos los hechos
materia de juicio, es que voto por hacer lugar a lo
solicitado por aquella parte e instar al Poder
Legislativo a dar cumplimiento a las obligaciones
internacionales asumidas por el Estado Argentino para
que se proceda a tipificar el delito de genocidio y
declarar que los hechos por los que Mario Alfredo
Sandoval será condenado y que tuvieron por víctima a
Hernán Abriata, fueron cometidos en el marco
(contexto) de un genocidio.
Así lo voto.
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X.FIRME que sea la presente, HA LUGAR a
lo solicitado por la querella unificada en
representación del CELS y en cabeza de Carlos García,
y la querella en cabeza de Patricia Walsh y Gregorio
Lordkipanidse, y en consecuencia, líbrar oficio al
Ministerio de Seguridad de la Nación a fin de que
disponga el juzgamiento disciplinario correspondiente,
en los términos de la ley 21.965.
XI. FIRME que sea la presente,
practíquese por Secretaría el cómputo de la pena
impuesta y su caducidad registral (artículos 24 del
Código Penal y 493 del Código Procesal Penal de la
Nación).
XII. DIFERIR la regulación de honorarios
de los profesionales intervinientes hasta tanto se dé
cumplimiento a la normativa previsional y tributaria
vigente.
Anótese, hágase saber e insértese copia
en el registro de sentencias del Tribunal; firme que
sea la presente, dispóngase por Secretaría respecto de
la documentación y expedientes originales que se
encuentran reservados, según corresponda; practíquense
las comunicaciones de estilo y oblada que sea la tasa
de justicia, ARCHIVESE.
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PALLIOTTI HORACIO OBLIGADO CANERO ALEJANDRO FALCIONI
Date: 2023.02.23 16:51:08 ART Date: 2023.02.23 16:51:45 ART Date: 2023.02.23 16:52:37 ART Date: 2023.02.23 16:53:34 ART
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