Derecho A La Participacion Ciudadana Ninas Ninos Adolescentes
Derecho A La Participacion Ciudadana Ninas Ninos Adolescentes
Derecho A La Participacion Ciudadana Ninas Ninos Adolescentes
Presidente de la Nación
Alberto Fernández
Vicepresidenta de la Nación
Cristina Fernández de Kirchner
Introducción 7
ANEXO 46
Bibliografía 57
3
Cuando no los mataba la peste, a los niños pobres se los llevaba el
frío o el hambre. La ejecución por hambre podía ocurrir en los días
tempranos, si no sobraba bastante leche en las tetas de las madres,
que eran nodrizas pobres de bebés ricos.
Ni los reyes se salvaban. El rey francés Luis XIII fue coronado cuando
cumplió ocho años, y empezó el día recibiendo una ración de azotes.
Eduardo Galeano
4
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes
Prólogo
El derecho a la participación se encuentra consagrado en la Convención sobre los Derechos del
Niño del año 1989 y en nuestro país en la Ley Nº26061 de Protección Integral de los Derechos
de Niñas, Niños y Adolescentes. En general hay bastante consenso en torno a que chicos, chicas
y adolescentes tienen que ser escuchados: en la escuela, en su casa, clubes y en las familias. Sin
embargo, falta que gane dimensión la idea de que también tienen derecho a incidir en la política
pública. Es decir, que su voz sea escuchada para el diseño, implementación y evaluación de
planes1, programas2, acciones de gobierno o, dicho de otra forma, que tengan influencia directa en
la agenda pública.
En este sentido, cada una de las jurisdicciones del país, consideró necesario crear en la Secretaría
un órgano de consulta, escucha y diálogo con las adolescencias. De ahí surge, en el año 2020, el
Primer Consejo Consultivo de Adolescentes de la SENAF. Este Consejo aporta su voz, opina en
temas, problemas y políticas que les involucran, enriqueciendo el ejercicio de la ciudadanía tanto
desde su rol de sujetos sociales y políticos como dentro de las instituciones y áreas de estado.
Sabemos que se trata de protagonismo ni más ni menos. Son las y los adolescentes quienes
mejor pueden con voz propia plantear lo importante, lo central, el foco de la intervención. Su voz
nos ayuda a marcar el rumbo. Cuando expresan “nada sobre nosotros sin nosotros” dejan en
claro la conciencia de tener derechos y, sobre todo, el derecho a una participación protagónica y
ciudadana que queremos y debemos poner en valor.
Agradezco a aquellos que siguen haciendo esto posible, y principalmente a los chicos y las chicas
que con su participación continúan construyendo un presente y un futuro mucho mejor, con más
democracia y más justicia para todas y todos.
Gabriel Lerner
Secretario nacional de Niñez, Adolescencia y Familia
1 Un plan define las grandes líneas de la política social para un territorio o sector de la población. Determina
prioridades y criterios, asigna recursos según esas prioridades, define los medios para alcanzarlos y también fija los
límites temporales. Su perspectiva temporal suele ser a largo plazo (varios años). En otras palabras, es el parámetro
técnico político que enmarca programas y proyectos.
2 Un programa se refiere a un conjunto organizado, coherente e integrado de actuaciones que concretan los objetivos
de la política social en una determinada realidad y para un tiempo más acotado. Es un conjunto coordinado y ordenado
de proyectos que tiende a atender problemas específicos, con el fin de lograr mejorar algunos aspectos.
5
Con mucha alegría presentamos este documento que surge del esfuerzo mancomunado de
equipos técnicos, referentes territoriales y de las personas que trabajan a diario con adolescentes,
niños y niños y principalmente de los propios chicos y chicas que sin su apoyo no hubiera sido
posible.
El esfuerzo de un Estado presente que se ha fijado como meta garantizar los derechos para todos
los chicos y todas las chicas y particularmente la dedicación de la SENAF por encarar la tarea de
ampliar y afianzar la participación ciudadana de niños, niñas y adolescentes como definición de
política pública, sumando iniciativas, proyectos3 y programas que favorezcan los consensos y la
creación de espacios para institucionalizar la participación en cada área y en cada jurisdicción del
Estado.
El esfuerzo de chicos y chicas que han insistido y luchado para hacerse escuchar. Con su
participación nos confirman y enseñan cotidianamente que el diálogo intergeneracional es
productivo y necesario.
Estamos convencidos que el camino es promover desde las políticas públicas cada vez más y
mejores espacios de participación ciudadana para chicos y chicas, porque les sabemos capaces
de ejercer prácticas de ciudadanía y a través de esas prácticas relacionarse con otras y otros para
cambiar realidades adversas e injustas.
Gracias a todos y todas quienes hicieron posibles estas páginas, que lejos de presentarse como
una versión final, espera seguir enriqueciéndose con los aportes de quienes las lean y las utilicen
en el trabajo cotidiano.
Mariana Melgarejo
Directora nacional de Sistemas de Protección
Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia
3 Un proyecto se refiere a una intervención concreta e individualizada para llevar a la práctica acciones previstas en los
programas. Es la unidad más operativa dentro del proceso de planificación, constituyendo el eslabón final del proceso.
Está orientado a la producción de determinados cambios o a prestar servicios específicos.
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El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes
Introducción
La Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia crea el Programa Nacional de Derecho
a la Participación Ciudadana de Niñas, Niños y Adolescentes - Participamos (en adelante
Programa Participamos), con el objetivo de garantizar este derecho a las chicas y los chicos a
través de la promoción y el fortalecimiento de espacios institucionales de participación,
que a su vez les posibiliten tener incidencia directa en la esfera social y en las políticas públicas
que les conciernen.
Este programa busca avanzar en los compromisos asumidos por la SENAF con las adolescencias
y seguir los lineamientos establecidos con la creación del Consejo Consultivo de Adolescentes4,
y con los preceptos de la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) y la Ley Nº26061 de
Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes.
En este sentido, entender a niños, niñas y adolescentes como sujetos de derechos y con plena
carta de ciudadanía, es reconocerles un derecho específico, el derecho a la participación, así
como también comprender las tensiones y disputas de sentido que este reconocimiento acarrea y
repensar la condición adulta por fuera de los cánones adultocéntricos existentes.
En esta publicación se presentan algunos conceptos que giran en torno al término participación
para fijar sus alcances y su terreno propio, para luego pensar sus relaciones e intersecciones. A
partir de allí, y a través de un camino de despliegue conceptual, se reflexionará sobre qué tipos de
participación existen, estatus y a qué hace referencia cada una.
4 Un Consejo Consultivo tiene como propósito asistir en la definición de políticas y programas llevados adelante
por una institución particular (como pueden ser los órganos ejecutivos). El Consejo Consultivo es el órgano colegiado
y plural, integrado por varios sectores de la sociedad civil que tiene como propósito proponer, analizar y opinar en
materia de transparencia y acceso a la información.
https://www.argentina.gob.ar/desarrollosocial/consejoconsultivo/conformacion https://www.argentina.gob.ar/
desarrollosocial/consejoconsultivo/integrantes
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CAPÍTULO 1
La participación como
proceso histórico
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes
1. ¿Qué entendemos
por participación?
Las palabras no son ingenuas, designan una realidad, la nombran al tiempo que la construyen. Es
lo que se conoce como el carácter performativo del lenguaje.
Construir una definición que posibilite pensar la participación como aquel conjunto de
procesos desde los cuales se toma partido. La participación pensada de esta manera es
considerada no como una acción, mucho menos como un estado, sino como un verdadero
proceso social e histórico.
En este sentido, interesa ilustrar a la participación como un proceso social en espiral que
articula diversos niveles de empoderamientos, decisiones, autodeterminaciones en la vida de las
personas y de los colectivos.
La participación entendida como proceso contiene una serie de características: considera a las
personas como sujetos capaces de comprender su propia realidad; construir opiniones propias
en torno a ella identificando necesidades y deseos; asumir la capacidad de poder expresarla
y comprometerse de modo protagónico en la resolución de problemas comunes y en la
construcción de alternativas y proyectos.
Espacios de participación
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fundamental en el desarrollo de iniciativas públicas que promuevan, protejan y restituyan
el derecho a la participación. Al mismo tiempo, es importante también el rol de la ciudadanía
en general y de las organizaciones de la sociedad civil y de las instituciones comunitarias
en la transformación de antiguas concepciones que permitan el ejercicio pleno de este derecho a
las infancias y adolescencias.
Cabe destacar que el programa diferencia entre las experiencias de participación comunitaria y
los espacios institucionales para la participación ciudadana. Esta última es entendida como:
La Convención sobre los Derechos del Niño firmada en 1989, y que obtuvo rango constitucional
en nuestro país con la reforma del año 1994, consagra a la participación como un derecho de las
niñeces y adolescencias. Tanto la Convención como la Ley Nº26061, abogan por tres tipos de
derechos, conocidos como las “tres p”: los de protección, provisión y participación (Konterllnik
y Fraccia, 2016).
Con los derechos de participación las niñas, los niños y adolescentes, tienen derecho a la libertad
de opinión y de pensamiento, a participar de la vida cultural del país, a la libertad de expresión
y asociación, a la libre elección de su religión, a tener acceso a la información, a la intimidad, a
manifestar sus opiniones en todos aquellos temas que les conciernen y afectan. Manfred Liebel
(2020) se pregunta si acaso existe alguna esfera de la vida social, cultural, económica y política
que no les concierna.
Alejandro Cussianovich
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El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes
mundo de las personas adultas, ya que en general son ellos y ellas quienes tienen la potestad de
modificar o no las estructuras de poder que perpetúan esta sumisión.
Entonces, si bien la participación es un derecho, son diversas las experiencias de las infancias
y adolescencias respecto a la participación. Ezcurra y García (2012) mencionan tres áreas de
participación:
También podemos distinguir entre la participación popular, la participación de las mayorías que
luchan por poner su voz, y la participación de los sectores dominantes que tienden a conservar
un orden que los beneficia. Los mismos autores señalan:
“La participación ciudadana popular es entonces un proceso social por medio del cual
la población organizada accede conscientemente a la toma de decisiones en las cuales está
involucrada, influyendo en la agenda pública con el objetivo de promover y defender los intereses
populares. Es decir, para permitir su pleno desarrollo como personas humanas, así como el
desarrollo integral de la comunidad en que se desenvuelven” (Ezcurra y García, 2012: 7).
Es importante subrayar que esta participación ciudadana incluye a todas las generaciones como
procesos colectivos que permitan ser protagonistas de la transformación social. No obstante, los
niños, niñas y adolescentes se encuentran limitados en dicha participación por prácticas
y significaciones adultocéntricas hegemónicas en nuestra sociedad: “la hegemonía de la
interpretación del mundo desde la postura del sujeto-adulto-masculino-occidental” (Alvarado y
otros, 2009).
Respecto a cuáles serían los espacios para la participación y protagonismo de niños, niñas y
adolescentes, Manfred Liebel (2010) enfatiza que la participación se da en todos los espacios
atravesando un gran arco que va desde la característica más “funcional” hasta el sentido
verdaderamente transformador (político) que apuntaría a la mejora de las condiciones de vida de
las comunidades. En todo caso, se hace referencia al derecho a participar como un concepto
siempre inclusivo y relacional que se practica situadamente y en contexto (social,
económico, cultural, político).
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Un ejemplo para el caso de nuestro país es el sufragio de las mujeres, incorporado como ley
durante el gobierno de Juan Domingo Perón. Junto con dicha ley la posibilidad cierta y efectiva
de que mujeres integren las listas del peronismo, de esta manera, 23 diputadas y 6 senadoras
peronistas se incorporaron al Parlamento en 1952. Además, la reforma del Código Electoral
Nacional, la Ley Nº24012 (sancionada en 1991), del cupo del 30% reservado a las mujeres en las
listas electorales, y la Ley de cupo sindical de 2002. También las luchas por el reconocimiento
y la diversidad, el matrimonio igualitario, identidad de género, cupo laboral trans, entre otros
derechos alcanzados.
Desde una mirada amplia de la participación, es de suma relevancia el aporte de La Ley de Identidad
de género “que introduce una visión del género sumamente novedosa y librada de discriminaciones
y estereotipos. El género pasa a ser el autopercibido por la persona que reclama para sí este
derecho. Así es que las personas que debieron sufrir desde niños o niñas el “haber nacido en cuerpos
equivocados” encuentran en el Estado alguien que los escucha, los comprende y les confiere el
derecho a ser lo que sienten que son (es decir, lo que son) (Sadras, Amavet y Rosemberg, 2021).
También podemos mencionar los reclamos de los pueblos originarios que fueron sojuzgados y
discriminados generando un proceso de invisibilización de su cultura por el predominio de una
cosmovisión europeizada de los mismos. El proceso de regulación de sus tierras, el respeto a las
lenguas y culturas de los pueblos originarios en las escuelas debió esperar varios años para ser
tenido en consideración.
Es importante mencionar que, en estos ejemplos de lucha por los derechos de distintos grupos
o sectores sociales ante situaciones de desigualdad, estas desigualdades han sido y son
construcciones sociohistóricas, es decir no son “naturales”. La jerarquía entre el mundo adulto y
las infancias suele ser presentada con una apariencia biológica centrada en el desarrollo físico-
psíquico. Sin embargo, el adultocentrismo y las relaciones de jerarquía entre generaciones es
una construcción cultural, social e histórica, instituida socialmente a partir de estereotipos
o significaciones acerca de los distintos grupos sociales, que inciden en el ejercicio de la
participación de las infancias y adolescencias en la vida social. La potencia de identificar que estas
desigualdades y jerarquías de género, generacionales, étnicas u otras no son biológicas sino socio
históricas permite pensar la posibilidad de transformación de estas.
Al hablar de diferencias generacionales (tanto como las de género, étnicas o sociales) se hace
referencia a jerarquías, roles prefijados, discriminaciones y prácticas violentas. Es así como la
modernidad instala la idea de un sujeto hegemónico varón, adulto, amo-propietario, blanco,
legitimado y autorizado culturalmente a ejercer la acción política de gobierno y de la “cosa
pública”, como suele denominarse. Al resto de los actores se los ubica en lugares subalternos en
su condición social con funciones “destinadas por la naturaleza”.
Asociado a estos conceptos y distribución de roles sociales aparece, con el avance del capitalismo,
la idea de familia nuclear como ámbito ligado a la reproducción -en contraposición al espacio
público y productivo-; siendo el espacio familiar doméstico el lugar al que fueron confinados las
mujeres y las infancias a través de una división social y cultural del trabajo y de las funciones
sociales. Características que conllevan una división política entre un ámbito público y otro
privado; junto a acciones de tutelaje del varón adulto blanco por sobre el resto de las y los
integrantes de la familia basados en supuestas capacidades o cualidades que tendrían.
De este modo y con el aporte de las diversas disciplinas científicas quedaba justificada la
exclusión política de las infancias, las mujeres y de las disidencias sexo genéricas, sectores que
aún cuesta sean reconocidos en sus derechos o limitados en su efectivización y ejercicio.
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El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes
En cuanto a las infancias y adolescencias, cabe recordar que los y las adolescentes participan
políticamente a través del voto a partir de la reforma del Código electoral en 2012. De este
modo los jóvenes desde los 16 años cuentan con este derecho y han podido votar a partir de
las elecciones del año 2013. Se puede advertir entonces que la participación ciudadana de las
infancias y adolescencias es similar a la de los sectores postergados históricamente y que van
constituyendo sus derechos a partir de la historia reciente.
En cambio, la participación política o ciudadana responde a ese proceso social que deviene
en una real incidencia e impacto en las condiciones de vida de las comunidades. Los niños, niñas
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y adolescentes a través de la actuación política amplían el campo de lo posible en materia de
cumplimiento efectivo de derechos. A su vez tomando parte en las decisiones modifican el campo
social, cultural y político en pos de mejorar la calidad de vida para sus comunidades y pueblos. Se
puede citar como ejemplo de estas experiencias de participación, los centros de estudiantes en
escuelas secundarias y los consejos locales de niños, niñas y adolescentes, entre otros.
• La ciudadanía es un modo de definir las relaciones políticas y las relaciones entre las
personas que viven en una comunidad, entre ellas y en relación con el Estado dentro de
un sistema democrático.
• La Convención sobre los Derechos del Niño reconoce a los niños, niñas y adolescentes
como ciudadanos y ciudadanas. De este modo deja atrás el paradigma histórico que los
colocaba en una situación de incapacidad y pasividad (modelo tutelar).
• Esta misma noción de ciudadanía se erige como un modelo superador para la mirada
caritativa, filantrópica o asistencialista de ciertos espacios con las infancias, así como
también con respecto a las políticas de disciplinamiento del modelo tutelar.
• El horizonte último tiene que ver con lograr el ejercicio efectivo de la ciudadanía para los
niños, niñas y adolescentes a través de políticas públicas.
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El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes
Que los niños, niñas y adolescentes sean plenamente ciudadanos y ciudadanas quiere decir gozar
de plenos derechos, participar, generar propuestas, animarse a discutir, tomar posición en las
decisiones que amplíen el bienestar de sus comunidades.
Si tomamos en cuenta que la ciudadanía implica que todos y todas tenemos los mismos derechos,
y que niños, niñas y adolescentes por su condición de menores de edad tienen además algunos
derechos especiales, la participación ciudadana se torna clave en términos de autonomía
progresiva en el ejercicio de estos derechos.
Como personas adultas debemos interpelarnos respecto a cuánto son considerados los niños,
niñas y adolescentes en tanto sujetos de derechos, es decir, enlazados colectivamente a normas
comunes y no a lo que les conviene a unos pocos (o incluso a las leyes del mercado).
Como grafica el siguiente testimonio extraído de la cartilla Derecho a tener derechos una
construcción en la que debemos dar lugar a todos y todas: “Usted dígalo como quiera, yo se lo
pongo así: los obreros de la construcción sabemos muy bien cómo es construir la democracia. Si
uno construye para su familia, desde el principio piensa en una casa en donde entren todos: los
chicos, la nona, la patrona. No hace las cosas para que alguien se quede afuera, levanta paredes
para los que están y piensa en los que vendrán. Puede ser que después falten ladrillos o plata
para terminar y haya que volver a pensar entre todos cómo seguir, pero nunca está en duda dejar
a alguien afuera de la casa” (Sinigaglia, 2006).
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Entonces, la ciudadanía lejos de ser un concepto cerrado es un elemento que nuclea un sinfín
de preguntas, tensiones y disputas. Preguntarse y trabajar por la construcción de la ciudadanía
en cada lugar que se ocupa es recuperar el elemento político de nuestras prácticas para poder
nombrar estas vinculaciones entre colectivos y el Estado.
Es necesario que cambiemos de idea. Ya no hay que proteger a los niños sino a sus derechos
(Farson, 1974).
Finalmente, es importante ser claros en este punto: muchos de los sectores más tradicionales
de la sociedad se sienten muy cómodos relegando a las infancias y adolescencias al lugar
marginal, de la incapacidad y la pasividad, de la pobreza y hasta de la peligrosidad y criminalidad.
Reafirmarlos como ciudadanos y ciudadanas significa reconocer y respetar sus derechos en
el amplio y complejo entramado social (familia, amigos, escuela, club, iglesia, organizaciones,
entre otros). Pero también supone la lucha por conquistar una y otra vez su condición de
sujetos de derecho en sus relaciones políticas: el derecho a la salud, la educación, una vivienda
digna e igualdad de oportunidades. Ser conscientes del invaluable esfuerzo de reconocerlos
como ciudadanas y ciudadanos, ya no del futuro sino del presente con plenos derechos, es una
tarea de todos y todas.
Cuando Flora Tristán viajó a Londres, quedó impresionada porque las madres inglesas
jamás acariciaban a sus hijos. Los niños ocupaban el último peldaño de la escala social
por debajo de las mujeres. Eran tan dignos de confianza como una espada rota.
Sin embargo, tres siglos antes había sido inglés el primero europeo de alta jerarquía
que había reivindicado a los niños como personas dignas de respeto y disfrute.
Tomás Mora los quería y los defendía, jugaba con ellos cada vez que podía y con ellos
compartía el deseo de que la vida fuera un juego de nunca acabar. Mucho no perduró
su ejemplo.
Durante siglos, y hasta hace muy poco, fue legal el castigo de los niños en las escuelas
inglesas. Democráticamente, sin distinción de clases, la civilización adulta tenía el
derecho de corregir la barbarie infantil azotando a las niñas con correas y golpeando
a los niños con varas o cachiporras. Al servicio de la moral social, estos instrumentos
de disciplina corrigieron los vicios y las desviaciones de muchas generaciones de
descarriados.
Recién en el año 1986, las correas, las varas y las cachiporras fueron prohibidas en las
escuelas públicas inglesas. Después también se prohibieron en las escuelas privadas.
Para evitar que los niños sean niños, los padres pueden castigarlos, siempre que los
golpes se apliquen en medida razonable y sin dejar marcas.
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CAPÍTULO 2
Marco normativo, modelos
de país y participación
ciudadana
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El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes
Hasta aquí se han establecido las bases conceptuales necesarias en torno a la participación que,
como se ha mencionado, puede funcionar como un “concepto vacío” susceptible de ser “llenado”
por la más amplia variedad de contenidos, elementos o acentuaciones. Pero se entiende a la par-
ticipación como un proceso social e histórico y como un derecho que debe ser garantizado.
Es así como se ha puesto el foco en la participación ciudadana entrelazada con dos conceptos
centrales: la construcción de la ciudadanía y la incidencia en las políticas públicas. Este en-
cuentro de conceptos revela una relación entre otros polos del escenario social: el Estado, las or-
ganizaciones de la sociedad civil, los niños, las niñas y adolescentes organizados en pleno ejercicio
de su derecho. Esta relación no es lineal ni armónica. Son actores que se tensionan mutuamente,
que disputan sentido, que construyen lógicas, que corren el horizonte de lo posible.
En este capítulo se analizará, en primer lugar, el cambio que significó la firma de la Convención
sobre los Derechos del Niño en el año 1989, ya que implicó un giro en la concepción acerca de las
niñas, niños y adolescentes. En segundo lugar, se realizará una aproximación al terreno de los
derechos como un escenario de disputa. En tercer lugar, una revisión del corpus normativo (ne-
cesario, pero nunca suficiente), que trajo consigo un proceso de avance en materia de igualdad,
inclusión y protagonismo político de chicos, chicas y adolescentes. Finalmente, plantear los desa-
fíos que tienen los adultos y adultas que trabajan con infancias y adolescencias a fin de repensar
prácticas y habilitar nuevas miradas.
La Convención reconoce a las niñas, niños y adolescentes como sujetos de derecho y les da plena
carta de ciudadanía contraponiéndose así con el enfoque tutelar que los consideraba apenas
objetos del cuidado del Estado, objeto de políticas públicas, sin voz, sin cuerpo, sin presencia.
Y esto que se dice así tan rápidamente en unas breves líneas en realidad esconde, revela e implica
no solamente un cambio de palabras, sino que expresa una verdadera revolución en los modos de
mirar, reconocer, dar lugar, de dejar hacer, de habilitar en la relación y el trabajo con las infancias
y las adolescencias.
La Convención es el punto de partida, pero también un punto de llegada. Esta normativa es fruto
de un largo y arduo proceso de luchas, reivindicaciones, fundamentaciones, posturas de un largo
movimiento de hombres y mujeres, también de niños, niñas y adolescentes, que durante décadas
abogaron por la defensa de sus propios derechos. Esto ha sido un movimiento mundial que ha
tenido como protagonistas a chicos, chicas y adolescentes, adultos y adultas de las más diversas
geografías y tiempos.
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Sin embargo, las miradas que se sostienen socialmente, los sentidos comunes que apuntalan las
prácticas, las opiniones, los modos de nombrar la realidad, las palabras permitidas o no, las accio-
nes que se habilitan o inhiben, no cambiaron por la transformación de un enfoque. Sino que este
hecho implica también un proceso, ya que seguramente en algunas prácticas, decisiones, discu-
siones y opciones aún conviven elementos de uno y otro enfoque. Conviven retazos de lo que fue,
junto con regalos de la novedad, el enfoque tutelar con el de derechos humanos. Por eso, también,
la importancia de formarse, pensar juntos, revisar y generar conversaciones para tensionar senti-
dos, desatar preguntas y construir un pensamiento común que anime el ensamble de lo nuevo.
Precisamente en la modernidad, las sociedades cada vez más complejas fueron dando un
ordenamiento a través de los Estados.
“Con sociedades tan grandes y diversas, era necesario que el gobierno de la “cosa pública”
(aquello que es de todos, las cuestiones colectivas) requeriría la organización de grandes unidades
administrativas que pudieran organizar y canalizar los asuntos de todos y todas”. (Greca et al, 2012).
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El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes
La forma de organización que predomina a nivel internacional es la del estado nacional incluso
con el impacto de la globalización. Sin embargo “el Estado no está hecho de una vez y para
siempre: lo modifican, agrandan o achican, en función del proyecto político y los intereses que
representa” (Greca et al, 2012).
En este escenario los estados pueden tomar diversas configuraciones. Por ejemplo, en nuestro
país los gobiernos son elegidos democráticamente, los y las ciudadanas eligen a los representantes
a través del voto, bajo un régimen de gobierno representativo, republicano y federal.
Tal vez sea una obviedad, pero los estados no son un “monolito” como señalan los autores en
Estado y proyecto de país más allá de su configuración formal. “Además, el Estado es conducido
con diferentes criterios dependiendo de las ideas de las fuerzas sociales (o los grupos sociales)
que ocupan sus espacios e instituciones” (Greca et al, 2012). De ese modo, la relación que se
establezca entre gobierno y sociedad otorga características y rasgos particulares a cada Estado.
Siguiendo a los mismos autores a grandes rasgos podemos mencionar dos tipos históricos de
Estado: el liberal o neoliberal y el nacional y popular.
Sintéticamente el estado liberal privilegia la concepción de libre mercado sin regulación estatal
como el mejor asignador de recursos. Basado en una concepción meritocrática, considera que los
sectores de menores recursos deben sus carencias a la falta de esfuerzo y trabajo desconociendo
desigualdades históricas y de acceso a recursos. «Este tipo de Estado no solamente tiene una
concepción restrictiva de la participación popular, sino que además criminaliza la protesta social»
(Greca et al, 2012). Este tipo de Estado reduce inversiones en áreas como educación, salud,
previsión social, siendo la represión la respuesta ante la demanda social.
En los últimos años, ha habido un avance de las políticas neoliberales no solo en Argentina
sino también en la región. De este tipo de políticas ha sido un ejemplo en nuestro país la Alianza
Cambiemos implementando un esquema de gobierno de corte profundamente neoliberal que
abrió el campo a un gran número de políticas tendientes a descalificar y achicar la presencia
estatal en las disputas en torno a los derechos. De este modo, fueron ganando terreno ideas
fuerzas que consolidaron el sentido común individualista, fragmentario, meritocrático y de
refuerzo de privilegios de los sectores de mayor concentración económica.
En cambio, “En el estado nacional y popular estamos frente a la idea de un Estado que
garantiza las libertades individuales, haciendo hincapié en que todos y todas deben gozar del
cumplimiento de sus derechos políticos, económicos, sociales y culturales” (Greca et al, 2012).
Para este tipo de gobierno o estados populares “la pobreza no es una cuestión de capacidad per-
sonal o esfuerzo, sino de injusticias sociales y desigualdades en la distribución de la renta» (Greca
et al, 2012). También se retoma la idea de incluir a todos y todas las ciudadanas en la política “ya
no son, como durante el neoliberalismo, los expertos los que toman las decisiones de espaldas al
pueblo, sino que era éste mismo el que volvía a tomar protagonismo en la vida pública». Asimis-
mo, se busca “la revalorización de la participación y de la militancia política como herramienta de
transformación» (Greca et al, 2012). Bajo este concepto, «es necesario organizarse y participar de
todas las instancias políticas. La política la construimos entre todos y todas» (Greca et al, 2012).
La política asume así diversas formas posibles, asociada a las ideas y prácticas sociales que
propicia. “La política es entonces la forma de administrar los conflictos que surgen en las
sociedades, con miras a obtener el bien común, la menor cantidad de perjuicios y la mayor
cantidad de beneficios para la mayoría» (Greca et al, 2012).
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Así concebidos y caracterizados cada uno de estos tipos de estado se puede analizar qué tipo de
participación conlleva cada propuesta política, es decir, qué concepción de participación asume
cada tipo de Estado o gobierno.
Aquí es importante incorporar el concepto de políticas públicas entendido como “el conjunto
de medidas que el Estado genera para dar respuesta a estas necesidades. (...) Por eso suele
decirse que éstas son el estado en movimiento”. Las mismas pueden ser políticas culturales,
sociales, educativas, económicas, laborales o, ambientales, entre otras. “Una política pública
es un impulso colectivo y transformador con perspectiva estratégica, una energía regulada y
sistematizada que hace frente a una necesidad, interpreta un imaginario social, construye sentido
en la fragmentación, moviliza la acción en la abulia y teje su red infinita de futuro en el presente
territorio”. (González, 2012)
Cuando las políticas públicas se vinculan con los derechos de niños, niñas y adolescentes en
función a la participación es porque se los reconoce como ciudadanos y sujetos de derechos. Se
puede señalar entonces que tienen derecho a participar en la sociedad y en las comunidades
donde viven. Desde esta perspectiva se entiende a la participación ciudadana como un
hecho colectivo que genera lazos, identidad y vínculos para fortalecer la democracia. Una
participación que está enmarcada en los valores de la solidaridad, unión, justicia social, el bien
común, la organización y el respeto de los mecanismos democráticos. Una participación que
promueve y construye ciudadanía.
En este sentido, es interesante abordar la tendencia neoliberal que persiste en torno al acceso
a derechos y a la ciudadanía de carácter fuertemente individualista y meritocrática que se ha
instalado incluso en torno a derechos de niños, niñas y adolescentes.
Herrera y Villalta (2020) sintetizan que los sistemas pueden operar “con una mirada amplia de
los derechos humanos esenciales de la niñez o bien, interpreta la vulneración de los derechos
de los niños, niñas y adolescentes desde una mirada restrictiva y abstracta, en tanto focaliza
exclusivamente sobre las acciones y omisiones de los adultos cuidadores interpretándolas de
forma descontextualizada”.
22
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes
Por su parte, es propio del Estado “respetar las responsabilidades, los derechos y los deberes
de estos” privándose de interferir de manera arbitraria en la vida familiar (Convención sobre los
Derechos del Niño, art 16). Estos deberes, reconocidos jurídicamente a los padres y madres, no
son ilimitados, sino que funcionan en vistas a un fin que no es otro que el ejercicio progresivo
y autónomo de los derechos de los niños, niñas y adolescentes. El Estado tiene el deber de
garantizar el ejercicio pleno de estos derechos y respetar el principio de autonomía progresiva
esto implica que su crianza y educación propenda hacia esa misma finalidad. En este sentido, los
roles parentales no son derechos absolutos, sino que están limitados por el interés superior de
niños, niñas y adolescentes.
Muchas veces las infancias y adolescencias siguen siendo confinadas al espacio familiar y
educativo exclusivamente resistiendo su participación en el ámbito público a través de una
participación política autónoma.
La Convención Internacional sobre los Derechos del Niño goza de rango constitucional para
el ordenamiento jurídico argentino (Constitución Nacional, Art. 75.22 ), e identifica a la partici-
pación como la posibilidad de acceder a información, crear y emitir opinión sobre los temas que
les interese, y a ser escuchados por los y las personas adultas. Lo considera además un principio
transversal junto a los de no discriminación; interés superior del niño y el derecho a la vida, la
supervivencia y el desarrollo como los principios que contribuyen a la consolidación de los otros
derechos.
La niña, el niño y las y los adolescentes son sujetos de derecho y en este sentido, emergen
como protagonistas de las relaciones sociales entre pares, en forma intergeneracional o ante las
instituciones. Establece además que los Estados deben garantizar que estén en condiciones de
formarse un juicio propio, así como que se respete el derecho a expresar libremente su opinión
sobre las situaciones que les afecten, teniéndose en cuenta sus opiniones en función de su edad y
madurez (CDN, Art. 12). Reconoce también en su artículo 13 el derecho a la libertad de expresión,
a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión y el derecho a la libertad de asociación y
a celebrar reuniones pacíficas (Art. 15.1).
Por su parte la Ley Nº26061 de Protección Integral de los Derechos de las Niñas,
Niños y Adolescentes configura la adecuación de los principios y lineamientos de la CDN al
23
ordenamiento jurídico interno de la Argentina. Dicha Ley sancionada en el año 2005 deroga la
Ley Nº10903 de 1919 que constituía el basamento jurídico del patronato de menores o sistema
tutelar de la minoridad. El carácter federal de nuestro país requirió asimismo que cada provincia
adecúe su marco normativo provincial.
Dejar de pensar “por y para” las niñas, niños y adolescentes; y comenzar a trabajar “con
y desde” las infancias y adolescencias, respetando la pluralidad de voces y la diversidad de
experiencias en torno a estas etapas de sus vidas.
En este sentido, el Estado tiene el deber de garantizar, mediante la adopción de todas las
medidas gubernamentales posibles, las condiciones de ejercicio y disfrute pleno de todos los
derechos. De hacer que sean respetados en cada uno de los organismos públicos y proteger
a niños, niñas y adolescentes de la posible vulneración por parte de otras personas jurídicas o
humanas. De esta manera, el derecho a la participación de chicos y chicas en el ámbito de la
ciudadanía se torna en una de las garantías más firmes para el ejercicio del resto de los derechos
pudiendo participar del diseño, ejecución y evaluación, ponderación de las políticas públicas que
les conciernen.
• El derecho a que niñas, niños y adolescentes sean escuchados y su opinión sea tenida en
cuenta en las cuestiones que los afectan directamente, particularmente cuando se trate
de decisiones tomadas por los jueces o las autoridades administrativas (art. 19)
24
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes
Como se señaló anteriormente, el cambio generado en 2015 con la sanción de la Ley Nº26061
inauguró el enfoque de derechos y propició la adecuación de las normativas, instrumentos y
prácticas en relación con el abordaje de la niñez y la adolescencia como sujeto de derecho, esto
impactó en las distintas jurisdicciones del Estado como en las organizaciones de la sociedad civil.
Sancionada en el año 2012, que extendió el derecho a votar en elecciones nacionales a los
adolescentes de entre 16 y 18 años. En su artículo 1° consigna que todos los argentinos que
hayan cumplido 16 años gozan de todos los derechos políticos conforme a la Constitución y
a las leyes de la República. En el artículo 3 establece que son electores los argentinos nativos
y por opción desde los dieciséis (16) años, y los argentinos naturalizados, desde los dieciocho
(18) años, que no tengan ninguna de las inhabilitaciones previstas en esta normativa. Con esta
ley, de reconocimiento internacional y calificada como “una innovación con pocos precedentes
institucionales”, el derecho a la participación ciudadana en relación con los derechos políticos que
conlleva el ejercicio de la ciudadanía se ajustó al paradigma de las adolescencias, como sujetos
plenos de derechos.
Sancionada en el año 2013, reglamenta y reconoce a los centros de estudiantes como órganos
democráticos de representación estudiantil, instando a las autoridades jurisdiccionales y las
instituciones educativas públicas de nivel secundario, los institutos de educación superior e
instituciones de modalidad de adultos incluyendo formación profesional de gestión estatal y
privada, gestión cooperativa y gestión social, a reconocerlos como tales (art 1). A promover la
participación y garantizar las condiciones institucionales para el funcionamiento de los centros
de estudiantes (art 3). En el artículo 9 aclara que “los centros de estudiantes reconocidos pueden
nuclearse en federaciones jurisdiccionales, regionales y nacionales”. Si bien la sanción de esta Ley
los reconoce es frecuente la expresión de estudiantes y trabajadores de la educación aludiendo a
que en sus escuelas no cuentan con el apoyo o promoción por parte de las autoridades escolares
para su conformación.
Con esta norma se reconoce no sólo el derecho actual de las y los adolescentes a participar de la
vida estudiantil, sino también se rinde honor a la vasta experiencia por parte de los estudiantes
en asuntos de participación ciudadana que la historia de nuestro país encierra. El activismo
estudiantil es una forma de participación juvenil que tiene una larga tradición en la Argentina. Se
remonta al activismo universitario que inspiró el movimiento reformista en la década de 1910 y
tiene capítulos relevantes en las organizaciones promovidas por el primer peronismo; la intensa
actividad estudiantil juvenil de la segunda mitad de los 60 y principios de los 70; la movilización
que acompañó la recuperación democrática desde el inicio de los 80; la resistencia a algunas
políticas educativas de los 90 y la participación activa en discusiones sobre políticas educativas y
de derechos humanos en años más recientes (UNICEF, 2016).
25
En materia de participación podemos enunciar otras normativas complementarias que
promueven y garantizan la participación ciudadana de niños, niñas y adolescentes en aspectos
específicos, que buscan impactar en las prácticas y vínculos cotidianos y de allí su relevancia.
A partir de esta Ley se aprueban los lineamientos curriculares a través de los cuales los y las
docentes tienen la responsabilidad de enseñar educación sexual integral a los niños, niñas y
jóvenes. De esta manera acceden a la educación sexual que necesitan para ejercer su pleno
derecho a la sexualidad en sentido amplio.
Es importante destacar que la Educación Sexual Integral (ESI) enseña contenidos desde
la perspectiva de géneros y diversidad, deconstruyendo los patrones que reproducen los
estereotipos de géneros binarios (hombre-mujer) y sostienen las desigualdades y violencias
de géneros, que son factores que limitan las posibilidades de participación de las niñas y
adolescentes mujeres o de identidades diversas. En la actualidad existen muchas dificultades
para su aplicación. En diferentes espacios se plantea por parte de adolescentes, docentes o
equipos de orientación escolar que no se aplica o existen fuertes resistencias en torno a la ESI en
sus escuelas.
Propicia, entre otras cuestiones importantes que se brinde información e insumos para la
utilización de métodos anticonceptivos y el acceso a la Interrupción Legal del Embarazo (ILE).
Esta política pública favorece las posibilidades de participación de las niñas y adolescentes
mujeres, personas no binarias y varones trans con capacidad de gestar; ya que los embarazos no
deseados en la adolescencia, la falta de información y recursos oportunos y adecuados acerca
de la sexualidad como un derecho y los métodos anticonceptivos, restringen las posibilidades de
participación.
Promueve el respeto y protección de la información suministrada que afecte a niños, niñas y ado-
lescentes, también les da un rol participativo para que los medios puedan incluir su voz y opinión.
En su meta 25 establece generar y facilitar las condiciones para la participación de niñas, niños y
adolescentes en espacios de la vida social, cultural, institucional, científica, recreativa y deportiva.
Si bien es un avance su incorporación como una meta de desarrollo no contempla todas las
formas de participación como ser la política.
Plantea los lineamientos para la promoción y participación ciudadana de los niños, niñas y
adolescentes.
26
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes
Esta ley sancionada en 2009 complementa a la Ley Nº26061 ya que brinda herramientas muy
necesarias para avanzar en la participación democrática de niñas, adolescentes mujeres y
LGTBIQ+. La norma introduce la perspectiva de género ampliando el concepto de violencias
por razones de géneros; posibilitando una mirada estructural que abarca los distintos tipos de
violencias y los ámbitos en que se produce.
De modo sintético hay dos aspectos para tener en cuenta, en primer lugar, la cuestión de
la participación igualitaria con respecto al número de participantes, mujeres y varones,
considerando una participación paritaria y la participación de adolescentes LGTBIQ+; y al
mismo tiempo observar y trabajar sobre la desigualdad y la discriminación en el trato y las
oportunidades en la participación.
Promulgada en el año 2012 en su artículo 1 expresa que: “Toda persona tiene derecho:
Esta ley habilita a las niñeces y adolescencias travestis y trans a ser reconocidas en su identidad, lo
cual ha favorecido su acceso a derechos incluyendo el derecho a la participación. Las experiencias
a partir de su vigencia muestran entonces que se fueron multiplicando las agrupaciones de
familias diversas que se reúnen para luchar por los derechos de las niñeces y adolescencias, con la
participación de ellos, ellas y elles. También es posible observar que en las instituciones estatales y
en las distintas políticas públicas se va incorporando las llamadas lentes multicolor.
Entre los compromisos que asume el Estado con esta norma se encuentra el estimular la
formación de organizaciones integradas por personas de distintas razas, y proteger a ciertos
27
grupos raciales y asegurarles condiciones de igualdad. Es importante considerar esta normativa
a la hora de pensar en la promoción de la participación ciudadana, ya que la discriminación racial
es un factor que de manera silenciosa segrega y excluye a niñas, niños y adolescentes de la
participación.
En este aspecto también hay un desarrollo interesante de organizaciones y grupos militantes, que
es importante conocer y trabajar desde las políticas públicas para favorecer el acceso a la plena
ciudadanía. Existen agrupaciones de pueblos originarios, de cultura negra, identidad marrón que
aportan contenidos que permiten enriquecer las miradas y desarrollos de las políticas públicas.
Del mismo modo, asegura el derecho a participar sin discriminación en toda la vida de la sociedad
a las personas con discapacidad. Porque a lo largo de los años se fueron vulnerando sus derechos
a la vida independiente, a la educación, al empleo libre, a la igualdad de oportunidad, a la
accesibilidad a todos los ámbitos, se hizo necesario un acuerdo para reconocer y asegurar los
derechos de las personas con discapacidad.
Por eso es importante incluir esta perspectiva en todos los proyectos y políticas de participación
ya que la ley plantea una base de trato y de condiciones necesarias para la inclusión real de niñas,
niños y adolescentes con discapacidades.
Uno de los aspectos centrales de esta norma con respecto a las infancias es el derecho de las
personas con discapacidad a educarse en las mismas escuelas que el resto de las personas.
Los Estados tienen la obligación de dar apoyo para garantizar y asegurar que las personas
con discapacidad accedan a la educación y al aprendizaje durante toda la vida. Otro aspecto
es también el de consultar a las personas con discapacidad y a las organizaciones que las
representan antes de dictar leyes o reglamentaciones que los involucren o afecten. Además
de fomentar el respeto por las personas con discapacidad y que los medios de comunicación
difundan una imagen respetuosa y positiva de estas. Para esto es necesaria la accesibilidad,
que sirve para eliminar las barreras de todo tipo que impiden la participación de personas con
discapacidad y permiten el ingreso, permanencia y egreso a edificios, el desplazamiento por todos
los lugares, el conocimiento de la información, el acceso a Internet, entre otros.
Estos aspectos son de gran relevancia a la hora de pensar la participación de niñas, niños
y adolescentes que contemple las diferentes realidades que transitan nuestras infancias y
adolescencias y se continúe avanzando para favorecer su inclusión a la participación ciudadana.
Como corolario de todo este avance normativo la sanción y puesta en vigencia del nuevo Código
Civil y Comercial viene a reafirmar esta mirada de sujeto activo de niños, niñas y adolescentes,
en torno a las figuras legales de filiación y cuidado, respecto a la voz y protagonismo en los temas
que los involucran e incorpora con mucha claridad el concepto de autonomía progresiva.
5 Aprobada en nuestro país por la Ley Nº26378 y reconocida en la Consitución Argentina por la Ley Nº26378.
28
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes
especial para los adolescentes -categoría de 13 a 17 años, que no existía en la legislación anterior-;
asimismo, en el citado artículo 26 se reconocen amplias facultades a los adolescentes para ejercer
por sí mismos el derecho a la salud y su derecho al patrocinio letrado de mediar conflicto de
intereses con sus representantes legales. En el mismo sentido, y al regular la «responsabilidad
parental» -concepto superador de la «patria potestad» y que refleja un enfoque democratizador
de las relaciones familiares-, en los arts. 638 y ss. se define a dicha responsabilidad como el
«conjunto de deberes y derechos que corresponden a los progenitores sobre la persona y bienes
del hijo, para su protección, desarrollo y formación integral mientras sea menor de edad y no se
haya emancipado». Y, como bien resalta Minyersky, «a continuación, en el art. 639, enumera los
principios generales que ordenan la responsabilidad parental, ellos son: a) el interés superior del
niño; b) la autonomía progresiva del hijo conforme a sus características psicofísicas, aptitudes y
desarrollo, y la regla de que a mayor autonomía disminuye la representación de los progenitores
en el ejercicio de los derechos de los hijos; c) el derecho del niño a ser oído y a que su opinión sea
tenida en cuenta según su edad y grado de madurez», para destacar que «estos principios deben
permearse en todo el articulado referido a la materia, en todos los casos en los que se encuentren
afectados intereses de los niños, niñas y adolescentes» (2016).
El derecho a la participación entonces refiere en general a “formar parte de…” a “darle contenido
a…”, ambas acciones que implican el trabajo en asociación con otras y otros, y así intervenir
conjuntamente en algo a crear, sostener o modificar.
29
además unificar el reconocimiento de la niñez y adolescencia como sujetos de derecho cerrando
la brecha del sistema de patronato que distinguía vergonzosamente a los niños y a los menores
dependiendo de su condición social.
Esta modificación normativa impactó en las políticas públicas, imponiendo una nueva
perspectiva. Romper con políticas públicas que tenía a los “menores” como objeto de intervención
y de tutela, de manera focalizada, paternalista, implicó un esfuerzo no sólo a nivel del diseño,
sino también en la implementación y ejecución. El derecho a la participación de adolescentes,
portadores de derechos integrales, emerge como un interrogante que interpela a las personas
adultas responsables de la política pública. En este sentido, convocarles a expresar su opinión
en distintos espacios, a escuchar su palabra y tenerla en cuenta significó una ruptura abrupta
con las prácticas anteriores. Se diseñaron y gestionaron distintas políticas, espacios y acciones
que convocaban a les adolescentes a ser parte de ese proceso, que propició su participación y la
divulgación y ejercicio de sus derechos de manera integral.
Han pasado muchos años desde la sanción de la ley, se ha recorrido mucho camino y acumulada
experiencia, con logros y fracasos. Resulta indispensable entonces, replantear el concepto de
participación, para poder profundizar su ejercicio y garantía. Convocar a las y los adolescentes
a emitir opinión, a participar de actividades diseñadas “para ellas y ellos” resulta, a esta altura,
insuficiente. Con relación a esto, la discusión y el debate, la capacitación y profundización
conceptual se presentan como un imperativo para las personas adultas, en pos de unificar
criterios, expandir horizontes de posibilidades, aprender de los errores y valorizar los aciertos,
para poder garantizar de manera novedosa y genuina la participación adolescente.
Diseñar, gestionar y ejecutar políticas públicas y prácticas bajo una nueva mirada, que incorpore
densidad y profundidad, que recoja las experiencias y trayectorias, y propicie nuevas formas de
participación requiere claridad, unidad y perspectiva conceptual por parte de todos los actores
involucrados para aceptar este desafío.
Asumir el viraje que proponíamos en el título desde un “para y por” hacia un “desde y con” implica
una nueva comprensión no solamente de las infancias, incluida por supuesto su desnaturalización,
sino también un entendimiento más acorde a estas perspectivas acerca del rol del Estado, de las
organizaciones barriales y comunitarias, de las instituciones estatales y las organizaciones de la
sociedad civil. En suma, es un replanteo también del rol de las personas adultas.
Ya se ha expresado, pero vale la pena subrayarlo. Este viraje de perspectiva implica una desadul-
tización de los contenidos y los modos, de los enfoques y las mediaciones, de las condiciones de
posibilidad concreta de la incidencia política en dispositivos estructurales del Estado.
Cabe señalar que esta división teórica permite distinguir y organizar el campo de intervención
y las acciones a desplegar como política pública. Esto no significa que estas categorías sean
excluyentes o contradictorias, muchas veces se complementan o una lleva hacia la otra, es decir
se conciben en un permanente diálogo tanto a nivel teórico como en la práctica concreta.
30
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes
En este sentido, todas estas actividades implican distintos grados de participación. Resulta
significativo la legitimidad que adquiere en muchas provincias el ámbito escolar como el único
espacio posible para la participación adolescente. Se reproduce entonces la lógica de una
ciudadanía plena e institucionalizada, y una ciudadanía al margen. Entendiendo que el lugar
primario de los y las jóvenes es la escuela, es posible pensar sin embargo que existen un gran
número de ellos y ellas que no concurren a la escuela temporal o definitivamente y que están
entonces al margen de toda posibilidad de participación. Asimismo, el espacio educativo produce
un recorte y un horizonte posible de temas, problemáticas y estrategias para trabajar, dejando
afuera otras que son importantes y deberían abordarse en una relación dialógica. En este sentido,
existen intereses, problemáticas, situaciones concretas que exceden el ámbito escolar, que se
ubican y forman parte de su vida comunitaria, política y cultural y sobre las cuales tienen opinión,
capacidad, interés y posibilidad de actuar, debatir, transformar.
6 Un Parlamento es una asamblea o sistema de asambleas, de estructura colegiada con una base jerárquica policéntrica
e igualitaria, que tiene como principio la representación y, por ello, tiene por objeto intervenir en la elaboración y ejecución
de leyes y control de otras políticas encaradas por otros poderes como el ejecutivo. Los Parlamentos tienen cuatro
funciones fundamentales: 1) representación, 2) legislación, 3) control del Ejecutivo y, 4) legitimación.
31
Como refiere Mariana Melgarejo: “es importante cuando trabajamos para garantizar el derecho
a participar de niñas, niños y adolescentes tener en cuenta que la participación efectiva remite
a la posibilidad de ejercer prácticas de ciudadanía, esto es a la posibilidad de intervenir
activamente en la vida social, disputar la agenda pública. Implica superar el nivel de mera
convocatoria a “conversar” sobre temas y problemáticas (generalmente decididos desde la idea
de “intereses infantiles y juveniles” que tenemos los y las personas adultas), sin que eso resulte
en nada más allá de ese evento. Implica, sin dudas, trascender la extendida idea de que la forma
es el contenido: el sólo hecho de reunir especialmente a chicos y chicas a hablar entre ellas y ellos,
sentadas y sentados en círculos, incluso extrayendo algunas conclusiones comunes, no implica
que estén ejerciendo el derecho a la participación en el sentido expresado en la CDN y en la Ley
Nº26061 si eso no tiene incidencia o repercusión por fuera de esa instancia o evento puntual. La
idea expresada en el artículo 24 de dicha Ley sobre el derecho a opinar y ser oído se complementa
con los incisos que especifican, no sólo que sus opiniones deben ser tenidas en cuenta, además
deben poder expresarse libremente en todos los temas que les conciernen o interesan, y deben
poder hacerlo en todos los ámbitos en los que se desenvuelven”. (Melgarejo; 2020: 154).
32
CAPÍTULO 3
Generar condiciones para la
participación ciudadana
34
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes
Al igual que todas las personas, las niñas, niños y adolescentes transitan sus vidas en distintos
contextos socioculturales, y tienen experiencias diversas que se van constituyendo en el marco
de relaciones sociales. Entonces, ¿qué significa ser niña, niño o adolescente?
Como ya se ha mencionado “la infancia” se refiere a un campo social e histórico, en dos aspectos:
Atender ambos aspectos, la niñez en plural y reconocer los márgenes y sentidos que
históricamente se establecieron y establecen en torno a las infancias, nos permite problematizar
y remover perspectivas sobre estas siendo fundamental para profundizar y conquistar espacios
para la participación política y ciudadana.
7 Conversatorio realizado durante el Lanzamiento del Programa Nacional de Derecho a la Participación Ciudadana de
Niñas, Niños y Adolescentes realizado el 29 de Julio de 2021.
35
3.1 Presupuestos y sentidos acerca de “las
infancias y las adolescencias” que cercenan
la participación ciudadana
En el encuentro de lanzamiento del Programa nacional Derecho a la Participación Ciudadana
de Niñas, Niños y Adolescentes – Participamos realizado el 29 de julio del 2021, el secretario
nacional de SENAF, Gabriel Lerner señaló que “al inicio de la Convención se leyó, al derecho
del niño a tener voz y a ser escuchado muy vinculado con los niños judicializados o ligados a
expedientes administrativos, al derecho a ser escuchados cuando se tomaban decisiones a su
respecto. Con los años posteriores se fue construyendo un concepto más amplio de participación
y protagonismo vinculado con la vida comunitaria, con la vida escolar y también con las políticas
públicas”.
Este proceso que se menciona muestra que el desafío sigue siendo hacer que la participación y
el protagonismo de niños, niñas y adolescentes se promuevan como prácticas cotidianas y en
espacios más nuevos y amplios. Para eso es fundamental que las personas adultas miremos y
revisemos cómo pensamos esa participación y en qué medida reconocemos y legitimamos el
protagonismo político de los niños, niñas y adolescentes.
Una de las dimensiones respecto a los obstáculos para la participación se encuentra asociada
a la restricción de espacios para el accionar de niños, niñas y adolescentes. Si dispusiéramos a
evocar nuestras imágenes o experiencias de niñez o se piensa qué se considera adecuado para la
“infancia” se puede reconocer la recurrencia a imágenes asociadas al espacio familiar y escolar,
al cuidado a cargo de personas adultas, y a que ese cuidado en el ámbito privado esté ligado
prioritariamente a las mujeres.
En el mismo sentido, es habitual pensar casi exclusivamente a las infancias como “hijos e hijas” y
como “alumnos o alumnas” o “compañeros y compañeras”. Se suele tener muchas dificultades de
ver y considerar a las infancias por fuera de la familia y al margen de su ser estudiantes. Tal es así
que algunos autores denominan “hiperalumnización de las infancias” a esta tendencia, sumado
a la inclinación a ver a la institución escolar y familiar como únicos espacios considerados como
“educativos”, dificultando que se les reconozca como sujetos sociales y políticos por fuera de esos
ámbitos.
En este sentido reflexiona la antropóloga y docente Mariana Chávez “es importante ampliar la
mirada para reconocer los espacios de participación, porque una de las expectativas más clásicas
de participación ha tenido que ver con la política, básicamente, en la escuela y a veces no se
distinguen tanto otros espacios. Me refiero, como decía uno de los chicos al grupo de scout, a la
iglesia, cuando están produciendo arte, en redes familiares, en una banda, cuando está tirando
8 Conversatorio realizado durante el Lanzamiento del Programa Nacional de Derecho a la Participación Ciudadana de
Niñas, Niños y Adolescentes realizado el 29 de Julio de 2021.
36
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes
unas rimas en la plaza, todas esas son formas de participación... Eso requiere tener una mirada
de reconocimiento, de legitimación de la práctica del otro. Es lo que habilita la legitimación del
sujeto en tanto es una persona con quien quiero construir, en este caso quiero participar en una
comunidad de ciudadanía” (2012).
No caben dudas, que esta dificultad encuentra base en las significaciones sociales construidas
en torno a las infancias. Históricamente, se ha dado una cosificación de estas en función de una
supuesta carencia de capacidades y consecuentes mecanismos adultocéntricos de control y
disciplinamiento por parte del mundo adulto.
Al esencializar “la infancia” como un momento del desarrollo humano -en términos casi
exclusivamente biológicos o como etapa fija de la vida humana “inicial” “aún carente”-, se
desconoce que la experiencia de niñez es afectada por las intersecciones mencionadas y las
transformaciones sociohistóricas y las potencialidades de considerar a niños, niñas y adolescentes
como sujetos que “ya son”. Estos cambios, siguiendo a Diker (2009), se inscriben en los cuerpos
de niños y niñas, pero reflejan signos de otras transformaciones y mutaciones en las relaciones
familiares, en las formas de crianza, en las pautas de consumo, entre otras.
37
Como señalan Villalta y Llobet (2011) -siguiendo a Colángelo-, la infancia como su protección
son construcciones sociales, dinámicas y variables culturalmente, y categorías eminentemente
políticas, “son constructos atravesados por una compleja trama de relaciones de poder, relaciones
sociales y rutinas institucionales” (Villalta y Llobet, 2011:15). “La infancia” y las formas de
intervención social se construyeron bajo relaciones de poder en disputa, luchas dadas en torno a
las visiones que se consideraron legítimas o no en cada contexto y son formas provisionales de
comprensión, en tanto pueden variar o reproducirse en el tiempo. En el mismo sentido, Varela
refiere que “las figuras de infancia no son ni naturales, ni unívocas, ni eternas” (1986:174). Las
variaciones que han sufrido en el espacio y en el tiempo son prueba de su carácter sociohistórico.
En síntesis, las autoras afirman que las concepciones y significaciones acerca de las infancias
pueden ser transformadas.
Magistris y Morales reflexionan que existen representaciones sociales sobre las características de
«lo adulto y lo niño» que se imponen socialmente como estereotipos generacionales donde “el
adultocentrismo expresa la cristalización de esos preconceptos” (2019:25). Se constituye de ese
modo una estructura sociopolítica basada en que el “gobierno es el sujeto adulto”.
Como señalan Morales y Retali es fundamental cuestionar los privilegios de las personas adultas
y disponerse a la construcción de nuevos modos de ser adulto o adulta. En otras palabras, es
necesario crear colectivamente condiciones para que las formas de ser, pensar y sentir de los
niños, niñas y adolescentes no estén oprimidas, para que las personas adultas en la relación con
niños, niñas y adolescentes demuestren que tratan con sujetos (y no con objetos receptores de
comunicados emitidos «desde arriba»). Es decir, con personas con deseos, aspiraciones, gustos,
miedos, de quienes mucho pueden aprender, con quienes tienen que acordar aquellas decisiones
que afectan a ambos, sin perder la fundamental dimensión del cuidado y sin significar esto que
tiene que hacerse «todo lo que quieran los niños, las niñas y adolescentes». Se trata de una
apuesta radical a socializar el poder “asumiendo que el mejor modo de proteger a niños y niñas
y adolescentes es invitándolos a participar integralmente en su desarrollo y en la vida social y
política del tiempo histórico que habitan” (Magistris y Morales, 2019: 131).
Como dice la investigadora Mariana Chávez (2012), existen algunos discursos vigentes sobre la
juventud en la Argentina que surgen de las representaciones del mundo de las personas adultas
como ser “joven como ser inseguro de sí mismo”, “joven como ser en transición”, “joven como ser
no productivo”, “joven como ser incompleto”, “joven como ser desinteresado o sin deseo”, “joven
como ser desviado”, “joven como ser peligroso” “joven como ser victimizado” “joven como ser
rebelde o revolucionario” “joven como ser futuro”. Es decir, emerge un discurso adultocéntrico
que estereotipa y acusa a los y las jóvenes por sobre identificación de potencialidades y atributos
positivos, o se polariza y fragmenta a algunos la alabanza y a otros la acusación. De este modo,
en términos de la autora, los y las jóvenes se constituyen en chivo expiatorio de los males de la
sociedad, donde se deposita al enemigo interno.
38
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes
Los chicos y las chicas están reconocidos normativamente y en los discursos como sujetos de
derechos y con derecho a tener voz, pero han estado rezagados y demorados en el ejercicio del
derecho a la participación. Es importante subrayar que la participación ciudadana de niñas, niños
y adolescentes se concreta cuando esa capacidad de hacer se evidencia en cambios sobre sus
propias realidades, las de sus comunidades y sus contextos. De este modo, la motivación y el
objetivo de la participación ciudadana es la transformación social, es decir la “incidencia” que se
propone desde el Programa.
Transformar las dinámicas instituidas implica modificar las relaciones de poder, con el desafío de
promover una construcción con los niños, niñas y adolescentes como pares y coprotagonistas
atendiendo todas las desigualdades e intersecciones tratando de no naturalizar ni reproducir esas
desigualdades.
Una maestra denuncia ante la justicia a un chico de 12 años por pegarle en clase. La
directora de una escuela primaria cordobesa declara en los medios que existen casos
de consumo de estupefacientes en un primer grado y habla de una red de tráfico de
drogas en la escuela.
Un niño que vive y trabaja en las calles de la Ciudad de Buenos Aires puede asistir
a un ciber especialmente creado para chicos en esa situación en el marco de un
programa gubernamental.
Chicas de 14 años de una escuela privada del norte de la provincia de Buenos Aires
cuentan –en los medios de comunicación– que practican sexo oral a cambio de que los
chicos les hagan las tareas o también por dinero o entrar a un boliche.
39
La venta de psicofármacos para niños en Argentina creció a un 900 % entre 1994 y 2005.
Por mes al menos dos niñas de entre 9 y 10 años son internadas en algún hospital
bonaerense con diagnóstico de bulimia y anorexia, promedio que aumenta al
acercarse el verano.
Éstos son sólo algunos ejemplos que han tenido lugar en los últimos años y que expresan con
elocuencia la radicalidad de los cambios en la experiencia infantil. Cambios que se inscriben
en los cuerpos de los niños, pero que deben ser leídos como signos de transformaciones
más generales: en las posiciones adultas y en las relaciones intergeneracionales, en las
configuraciones familiares y en las prácticas de crianza, en los objetos y modalidades de
consumo, en los discursos y las políticas sobre la infancia, en las instituciones por la que los
chicos transitan. (Diker, 2008).
¿Por qué insistir en estos aspectos de la participación de niños niñas y adolescentes en las
diversas políticas públicas? Si bien la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño y
las leyes de protección integral de derechos pusieron en discusión “los principios tutelares de
atención a la infancia que han regido las políticas de minoridad desde principios del siglo XX.
En Argentina, estos principios son los que están en la base de la famosa Ley Agote o Ley de
Patronato, sancionada en 1919 y vigente hasta el año 2015” (Diker, 2009:35). Sin embargo, una
40
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes
serie de significaciones y sentidos aún presentes en la cultura social e histórica generan barreras
para la instalación de condiciones que aseguren la efectivización de los derechos.
Muchos de los atributos que se adjudicaron históricamente a las infancias continúan vigentes y
aún hoy se les considera como ‘incompletos’ o ‘incapaces’. Es por ello que el concepto “menor”,
que debe ser reemplazado por el de niño, niña o adolescente, fue perdiendo espacio, “pero no
significa que las prácticas minorizantes hayan desaparecido” (Diker, 2009:36).
Es importante considerar los nuevos modos de ser niños o niñas, influenciados por los medios de
comunicación y potenciado por las redes sociales e Internet. Esto se se encuentra concatenado
con una intensa mercantilización de recursos, servicios e incluso de relaciones sociales para este
grupo en dichos ámbitos virtuales. Que, aunque su correlato sea la disminución de espacios
de encuentro presencial, tienden a ser homogeneizadas por un dispositivo “cultural infantil
o adolescente” dado por los procesos de globalización. De este modo, constituyen nuevas
identidades en y desde la virtualidad.
Mientras tanto, las nuevas tecnologías cimientan la reorganización mundial del mercado de
trabajo, la integración global de los aparatos productivos que afecta a todas las relaciones
sociales comprometidas en forma directa en la producción, distribución y comercialización de
bienes, y en las estructuras del consumo.
La televisión por fibra, cable o satelital e Internet han contribuido significativamente a contornear
esta nueva realidad que deviene en una nueva formulación del “nosotros”, y en consecuencia del
campo significante de los “otros”. Lo distinto, aunque próximo se convierte en distante. O, si se
quiere lo próximo, si distinto, se transforma en distante (Balardini, 2000).
Se pueden mencionar nuevas formas de participación ciudadana a través de las redes sociales:
organización militante, consejos consultivos virtuales, difusión de información. Pero también
advertir que los procesos de globalización fueron acompañados de ideas neoliberales, propiciando
acciones propias de una sociedad privatista e hiperindividualista, promoviendo la idea de que se
accede a bienes, servicios, espacios en tanto méritos personales.
41
autonomía progresiva. Así como tampoco abona a la disputa por el acceso al espacio público
por parte de ellas y ellos al derecho a la ciudad y a mayores niveles de ejercicio de ciudadanía.
Asimismo, el neoliberalismo ha sido desbastador para los sectores populares ocasionando
barreras para la participación popular ciudadana.
Sin embargo, cuando chicos y chicas participan discuten sobre las injusticias y pueden
desencadenar interesantes procesos colectivos de transformación. En palabras de Gustavo Galli9
“cuando los chicos discuten entre ellos discuten idea de justicia. ¿Cómo? Discutiendo, pensando
juntos, intercambiando. Así también discuten la idea de solidaridad, la idea muy bastardeada de
libertad. La libertad es una virtud, un principio social cuando va acompañada de solidaridad. La
libertad individual es una trampa” (2021).
En este contexto el desafío de generar participación ciudadana, que parta del diálogo de
experiencias, deseos, propuestas y saberes, del coprotagonismo, del análisis permanente de las
realidades de nuestro continente, país y territorio, precisa instalar la necesidad de la participación
política de niños, niñas y adolescentes como sujetos protagónicos para la transformación social.
Pensarnos como adultos y adultas en relación con la situación de chicas, chicos y adolescentes
hasta el momento aquí planteada es poner en el centro la cuestión el diálogo intergeneracional
para reflexionar sobre las condiciones reales de la participación. Muchos y muchas tienen
temor a esa participación sobre todo a su participación política porque en esas cuestiones se
juegan relaciones dinámicas de poder. Ni más ni menos.
Se trata de quién dice lo que hay que hacer y cómo, de quién fija las normas, quién las hace
respetar, quién sabe y quién no. Frente a la posibilidad de dar voz y poder a las infancias y
adolescencias se levantan enseguida una serie de defensas de parte del mundo adulto. Como si
9 Conversatorio realizado durante el Lanzamiento del Programa Nacional de Derecho a la Participación Ciudadana de
Niñas, Niños y Adolescentes realizado el 29 de Julio de 2021.
42
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes
fueran una amenaza. Como si se planteara la embestida insolente de una “niñocracia”. En este
sentido, se utiliza el concepto de coprotagonismo de niños, niñas, adolescentes y adultos, en
pie de igualdad, soñando y empujando el mundo que desean que sea.
En muchas ocasiones las personas adultas sienten una distancia del mundo de las infancias,
adolescencias, juventudes. Pareciera que cada vez les cuesta más entenderlos y entenderlas.
Frente a esto surgen distintas reacciones, algunos se refugian en el conocido eslogan “todo
tiempo pasado fue mejor”, “los y las jóvenes no respetan nada, se perdieron los valores”. En estas
ocasiones lo que suele suceder es que negando las características propias de estas infancias y
adolescencias se renuncia a la posibilidad de conocerlos, esperando de ellos y ellas un elenco de
respuestas y reacciones estereotipadas, pero para nada reales.
Otra reacción puede ser la de quienes reconocen que cualquier práctica perteneciente al pasado
debe ser disuelta y, por ende, proponen que niños, niñas y adolescentes hagan lo que sientan
ganas de hacer. Lo que suele suceder con esta postura es que, frente al temor de operar una
especie de abuso de autoridad, se deja que “se las arreglen solos”. Seguramente entre una y otra
posición hay infinidad de matices y acentos. Lo cierto es que el modo de ser adultos y adultas
frente a ellos y ellas no admite recetas. Tal vez, sea tiempo de encontrar entre todos y todas
pistas acerca de cómo promover la participación ciudadana activa o como menciona Morales
citando a Freire “cómo provocar la voz de niños y niñas (Morales, 2021:50).
A partir de la promulgación de la Ley Nº26061, los niños, niñas y adolescentes plenos sujetos
de derechos están convocados a tener una participación protagónica. El desafío y tarea como
personas adultas será el de la promoción, protección y restitución de sus derechos alejados de
miradas y prácticas paternalistas y condescendientes, siendo plenamente conscientes de la
responsabilidad que implica este momento histórico.
Fortalecer una cultura del cuidado reconociendo que los chicos y las chicas también ejercen
prácticas de cuidado, y la protección de derechos a fin de garantizar como sociedad su
cumplimiento efectivo. Ya no solamente en su núcleo familiar (al cual niños y niñas “no
pertenecen” como un objeto), o en las escuelas, sino por parte de la sociedad en su conjunto.
Esto implica una refundación de pactos y acuerdos, de nuevas posibilidades, de la promoción de
espacios organizativos y de incidencia de la voz de los niños, niñas y adolescentes.
Ellas y ellos son ahora sujetos políticos, entonces la participación ciudadana no debe ser una
“preparación” para otro momento o para otra edad como adultos o adultas “en potencia”.
Tampoco una inversión como futuros ciudadanos considerándoles desde la carencia o de lo
que aún les falta. Menos aún desde la formación ciudadana, donde los adultos explican la
participación ciudadana, ya que eso sería darles una forma predeterminada de ciudadanía
prefigurada por las personas adultas, y la consecuente sumisión de la voz, singularidad y
creatividad de los y las chicas. Este es de algún modo el modelo escolar que se ha incorporado
muchas veces al pensar propuestas y formas de vincularnos con niños, niñas y adolescentes.
43
conservador: chicos y chicas participan, se los escucha, intercambian, pero eso luego no incide en
ningún proceso o espacio más colectivo. Son eventos de socialización, pero no de participación
política o ciudadana tal como se viene planteando. En esos espacios los chicos y las chicas no
deben asumir las responsabilidades que les tocan a las personas adultas, pero sí pueden propiciar
sus consultas, propuestas y críticas de forma libre y organizada para construir colectivamente
acciones que generen políticas públicas para la promoción y protección integral de derechos que
luego incidan en la vida social y concreten algún nivel de transformación.
En ese marco de participación política para la transformación social, las personas adultas
deben desaprender las matrices adultocéntricas, repensar y redefinir. Problematizar cómo
habitamos el mundo y qué lugar les otorgamos a los otros y las otras es un paso para la apertura
de formas nuevas, sin romantizar ni desconocer las disputas y conflictos propios de todas las
relaciones sociales.
Mariana Chávez mencionaba que son importantes las “tres p” para propiciar condiciones para
la participación: “la participación, el poder y la plata. En participación no hay, evidentemente,
una naturalidad en la posibilidad de participar hay que generar las condiciones. Nos ayuda la
institucionalización de algunas formas, de algunas lógicas, como es este programa claramente.
Nos ayuda la normativa (es relevante también que quede en letra escrita), los dispositivos que
se van generando, las formas de acceder y de funcionar. Con ello pasar al poder que es poder
acordar cuáles van a ser los niveles de incidencia, de decisión de esa participación. Lo que
estamos queriendo es una participación que no sea solo una visibilización del sector, o solo una
escucha, que es también importante, sino que además la propuesta y la palabra tenga incidencia,
poder de decisión en las políticas públicas y no solamente en las políticas públicas donde hay
pibes y pibas que es lo que más está normado, sino también que puedan ser tomados en cuenta
en todas las políticas” 10(2021).
Proverbio africano
El Art. 12 de la CDN, reconoce el derecho de los niños, niñas y adolescentes a “ser escuchados
en todos los asuntos que los afectan”. Esta expresión ha sido interpretada tradicionalmente en
un sentido restrictivo. Suele ser tomado como asuntos que afectan al niño o niña en forma
directa e individual. Pero la Observación General Nº12 del Comité de los Derechos del Niño (ONU)
otorga a la referida expresión una interpretación amplia y no restrictiva de los temas o asuntos
pertinentes que deben ser materia de la participación infantil y adolescente. Dicha interpretación
“incluye a los niños en los procesos sociales de su comunidad y de la sociedad.” Y continúa: “los
10 Conversatorio realizado durante el Lanzamiento del Programa Nacional de Derecho a la Participación Ciudadana de
Niñas, Niños y Adolescentes realizado el 29 de Julio de 2021.
44
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes
Estados Parte deben escuchar las opiniones de los niños siempre que aporten a mejorar la calidad
de las soluciones” (2012).
Para reflexionar
Invita a un nuevo modo de estar presentes y reconfigurar el lugar que corresponde en el vínculo:
“de escuchar más que decir, de preguntar más que dirigir, de acompañar proyectos, procesos,
propuestas, más que ordenar, de repensar más que controlar, de crear más que moldear”
(Magistris, Morales; 2021).
“Incorporar a las niñas y los niños como actores políticos implica, en efecto, promover la
pluralización del espacio público, impulsando que éste logre adaptarse a niños y niñas en formas
apropiadas y no solamente que ellos y ellas se adapten a formas premoldeadas por las personas
adultas en las que no tuvieron ninguna participación. Para tal fin, es interesante pensar en la idea
de un espacio intermedio entre preocupaciones del orden privado y la acción política pública para
poder modificar las relaciones al interior de la esfera privada” (Cockburn, en Morales 2018).
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ANEXO
Programa Nacional de Derecho a la
participación ciudadana de niñas, niños
y adolescentes - Participamos
La Dirección Nacional de Sistemas de Protección (DNSP) de la Secretaría Nacional de Niñez,
Adolescencia y Familia (SENAF) del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación tiene como una
de sus responsabilidades principales “promover la participación ciudadana de las niñas, niños y
adolescentes” (Decisión Administrativa 723/2020).
Bajo este marco legal, y dando cumplimiento a lo estipulado en la Convención Internacional sobre
los Derechos del Niño (art. 12 al 15), la Ley Nº26061 de Protección Integral de los Derechos de
las Niñas, Niños y Adolescentes (art. 19, 23 y 24) en lo que refiere al derecho a la participación, el
programa ha desarrollado una amplia experiencia en el campo de la promoción de la participación
ciudadana.
A través del área de Recreación y Participación y los equipos técnicos territoriales se han llevado
adelante acciones tendientes a garantizar, fortalecer y promover este derecho en las distintas
provincias.
46
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes
adolescentes en espacios institucionales conformados con y para ellas y ellos, que tengan una
comunicación e intervención directa con las instancias de gobierno y puedan tener incidencia en
el diseño, la formulación, implementación y evaluación/ponderación de las políticas públicas que
protegen y garantizan sus derechos en todos los niveles jurisdiccionales.
Es así como apuntamos al ejercicio efectivo del Derecho a la Participación Ciudadana de niñas,
niños y adolescentes, desde una mirada federal, que conlleva el diseño e implementación de toda
política pública, y desde una perspectiva transversal, integral con enfoque de género. Este derecho
es central para el fortalecimiento del Sistema de protección integral y la construcción de ciudadanía
en el ejercicio democrático, para alcanzar una sociedad basada en la justicia y la igualdad.
Mariana Chávez subrayaba la importancia del establecimiento de convenios con las instancias
municipales que conlleva el Programa: ”es muy interesante en el programa que se está
presentando la participación de las intendencias, porque son los Estados locales los que tienen
la mayor raigambre, la posibilidad intersticial, de entrar en todos los barrios, de ser parte de
todos los barrios, de ser parte de la vida cotidiana de los y las pibas, así que creo que es un
actor fundamental y que va a tener mucha potencia desde ese lugar. Finalmente, también como
condición de posibilidad para una participación efectiva las cuestiones de financiamiento, las
cuestiones del organigrama, del apoyo necesario para que sea posible esta acción” 11 (Encuentro
de lanzamiento del programa Participamos, 2021).
11 Conversatorio realizado durante el Lanzamiento del Programa Nacional de Derecho a la Participación Ciudadana de
Niñas, Niños y Adolescentes realizado el 29 de Julio de 2021.
47
la CDN) y el derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión (art. 14 de la CDN).
Este derecho de libertad redunda en el reconocimiento de los Estados a “reconocer el derecho del
niño a la libertad de asociación y a la libertad de celebrar reuniones pacíficas” (art. 15.1 de la CDN).
48
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes
espacios, prácticas y representaciones en relación con el lugar que chicos, chicas y adolescentes
ocupan en la vida social, cultural y política de nuestros territorios.
Cabe señalar que esta división teórica deviene como resultado del relevamiento y análisis de
experiencias en diferentes provincias y municipios de nuestro país12, y de objetivos establecidos
en otras líneas de acción implementadas desde SENAF13; que permiten diferenciar el campo de
intervención y acciones a desplegar como propuestas que hacen a este Programa Nacional. Aun
cuando en la práctica no se excluyen tan fácilmente ni deben pensarse de forma opuestas, sino
que por el contrario deben entenderse como complementarias y en permanente diálogo.
12 Dicho relevamiento se implementó a través de los equipos técnicos territoriales de la Dirección Nacional de Sistemas
de Protección, durante los meses de marzo y la primera semana de abril del 2020, en el marco de la implementación de
las medidas de aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO) a causa de la pandemia por Covid-19.
13 En particular desde la Dirección Nacional de Promoción y Protección Integral dependiente de la Subsecretaría de
Derechos para la Niñez, Adolescencia y Familia, desde el año 2016 se viene implementando el Programa Centro de
Adolescentes -CEA- (Res 2294/2016) el que está dirigido a la promoción y ejercicio de la participación comunitaria de
Adolescentes de 13 a 18 años de edad.
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4.2 Experiencias
Como se ha mencionado el cambio inaugurado desde 2005 con la sanción de la Ley Nº26061, se
produjo la adecuación de las normativas, instrumentos y prácticas en relación con el abordaje de
la niñez y la adolescencia como sujeto de derecho, que impactó en las distintas jurisdicciones del
Estado y en las organizaciones de la sociedad civil. Específicamente, en lo que refiere al derecho
a la participación ciudadana de niñas, niños y adolescente cabe considerar las Leyes Nº26774 de
Ciudadanía Argentina y Nº26877 de Representación Estudiantil. Creación y funcionamiento de los
Centros de Estudiantes.
En el año 2012 se sancionó la Ley Nº26774 que extendió el derecho a votar en elecciones
nacionales a los adolescentes de entre 16 y 18 años. En su artículo 1° consigna que todos los
argentinos que hayan cumplido 16 años gozan de todos los derechos políticos conforme a la
Constitución y a las leyes de la República y en el artículo 3 establece que, son electores los
argentinos nativos y por opción, desde los dieciséis (16) años, y los argentinos naturalizados,
desde los dieciocho (18) años, que no tengan ninguna de las inhabilitaciones previstas en esta ley.
Con esta ley, de reconocimiento internacional y calificada como “una innovación con pocos
precedentes institucionales” el derecho a la participación ciudadana en relación con los derechos
políticos que conlleva el ejercicio de la ciudadanía se ajustó al paradigma de las adolescencias,
como sujetos plenos de derechos.
Por su parte, en el año 2013, la Ley Nº26877 de reglamenta y reconoce a los centros de
estudiantes como órganos democráticos de representación estudiantil, instando a las autoridades
jurisdiccionales y las instituciones educativas públicas de nivel secundario, los institutos de
educación superior e instituciones de modalidad de adultos incluyendo formación profesional
de gestión estatal y privada, gestión cooperativa y gestión social, a reconocer los centros
de estudiantes como tales (Art 1), a promover la participación y garantizar las condiciones
institucionales para el funcionamiento de los centros de estudiantes (art 3); y por su parte, en
el artículo 9 de la ley, aclara que “Los centros de estudiantes reconocidos pueden nuclearse en
federaciones jurisdiccionales, regionales y nacionales”. Con esta norma se reconoce no sólo el
derecho actual de las y los adolescentes a participar de la vida estudiantil, sino también se rinde
honor a la vasta experiencia estudiantil en asuntos de participación ciudadana que la historia
de nuestro país encierra: “El activismo estudiantil es una forma de participación juvenil que
tiene una larga tradición en la Argentina. Se remonta al activismo universitario que inspiró el
movimiento reformista en la década de 1910 y tiene capítulos relevantes en las organizaciones
promovidas por el primer peronismo, la intensa actividad estudiantil juvenil de la segunda mitad
de los 60 y los primeros 70, la movilización que acompañó la recuperación democrática desde
principios de los 80, la resistencia a algunas políticas educativas de los 90 y la participación activa
en discusiones sobre políticas educativas y de derechos humanos en años más recientes”.5
También nos recordaba Gustavo Galli: “El Consejo Federal de educación aprobó la Resolución
239/2014 que busca, favorece y de algún modo exige la creación en los niveles inicial y primario
de los Consejos de Aula y Consejos de Escuela. Es decir, hasta niños y niñas del nivel inicial tienen
que poder tener la palabra, decidir cómo están, qué sienten. Para poder decir este cuerpo es mío,
para poder decir esto me gusta, esto no me gusta” (2021).
50
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes
la justicia de nuestra sociedad. Por ello, y en virtud del camino transitado hasta hoy, y siendo
responsabilidad directa de la Dirección Nacional de Sistemas de Protección (SENNAF-MDS)
la “promoción de la participación ciudadana de las niñas, niños y adolescentes” (Decisión
Administrativa 298/2018) se impone como necesario profundizar en la institucionalización de
los espacios de participación y organización, aportando al fortalecimiento y formalización de las
experiencias concretas existentes en ciertos municipios y localidades del país; y promoviendo y
acompañando en la institucionalización en aquellos lugares donde aún no existen.
Antecedentes institucionales
Es responsabilidad de los Estados en sus distintos niveles jurisdiccionales promover y garantizar
el derecho a la participación en las diferentes comunidades, haciendo foco en el fortalecimiento
del rol de las familias en la efectivización de ese derecho de niñas, niñas y adolescentes.
Facilitando la participación de todos los actores sociales y teniendo como fin último e
impostergable la protección integral de derechos en la niñez.
Por este motivo, desde la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia se han propiciado acciones
concretas para hacer efectiva la participación adolescente en sus diferentes dimensiones
(comunitarias, sociales, ciudadana y política, por mencionar algunas), atendiendo a la integralidad
de las políticas públicas. La Secretaría cuenta con una vasta trayectoria en iniciativas enmarcadas
en los procesos de participación de niñas, niños y adolescentes. Particularmente, en lo que
respecta a la participación de las adolescencias, cabe señalar las siguientes experiencias:
• Programa Nacional Nuestro Lugar (Res 2498/09) implementado hasta el año 2016
tenía como objetivo promover la inclusión y participación de las y los adolescentes cuyas
edades oscilaran entre los 14 y 18 años; a través de la creación, diseño y ejecución de
proyectos de su interés.
14 Una mesa es un espacio de encuentro y de construcción de autonomía. Es otra instancia de participación de niñas,
niños y adolescentes.
51
el fortalecimiento de las organizaciones sociales en general, priorizando el trabajo con y
desde las y los adolescentes.
Por otra parte, a través del área de Participación Ciudadana y los equipos territoriales que forman
parte de la Dirección Nacional de Sistemas de Protección, y en lo que atañe a la participación
ciudadana, se vienen desarrollando desde hace varios años diversas experiencias a nivel
nacional, tendientes a la generación de espacios de participación, intercambio intergeneracional
y actividades para la promoción, protección y difusión de derechos de niños y niñas; con énfasis
en aquellas experiencias que involucran directamente a las y los jóvenes. A modo ilustrativo se
mencionan:
• Foros15 de carácter regional y nacional. A partir del año 2013, se han impulsado con
el objetivo de promover la participación de los y las adolescentes, y fortalecer a las
organizaciones de la sociedad civil.
Por su parte, en el ámbito de los distintos niveles jurisdiccionales, a partir del relevamiento de
experiencias de participación ciudadana llevado adelante por la Dirección Nacional de Sistemas
de Protección (producto de la articulación con las áreas de gobierno locales y con organizaciones
no gubernamentales), se observa que no se han institucionalizado este tipo de participación
de forma plena como derecho para todos los niños, niñas y adolescentes siendo además muy
dispares las iniciativas en las distintas provincias y municipios. Si bien del diagnóstico realizado se
han relevado esfuerzos, trayectorias y experiencias en cada una de las jurisdicciones tendientes
a garantizar y efectivizar el derecho a la participación es preciso avanzar en el camino de una
participación. Esto es, tomar distancia de la mera convocatoria de niñas, niños y adolescentes
para que emitan su opinión o su participación en actividades diseñadas “para ellos o ellas” que
oscurecen su rol de sujetos activos; y tomar contacto más estrecho con el reconocimiento del
derecho a la participación como una de las garantías más firmes para el ejercicio del resto de
los derechos que tienen en tanto ciudadanos y ciudadanas.
15 Un foro es un tipo de reunión donde niñas, niños y adolescentes conversan y opinan sobre un tema que les
interesa. En el foro se genera una discusión, dirigida por un moderador que interviene para que sea ordenada. Suele
caracterizarse por contar con la participación de personas con perspectivas diferentes y se discute de un tema
acordado previamente. Además, tiene un moderador encargado de regular las intervenciones y estimular la discusión.
Todos los participantes aportan sus puntos de vista.
52
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes
Han pasado 15 años desde la sanción de la ley, se ha recorrido mucho camino y acumulado una
vasta experiencia, con logros y fracasos. Resulta indispensable entonces, replantear el concepto
de participación, para poder profundizar su ejercicio y garantía. Diseñar, gestionar y ejecutar
políticas públicas bajo esta nueva mirada, que incorpore densidad y profundidad, que recoja
las experiencias y trayectorias, y propicie formas novedosas de participación requiere claridad,
unidad y perspectiva conceptual por parte de todos los actores involucrados para aceptar este
desafío.
53
En este sentido, se reconoce el trabajo desarrollado por órganos y áreas del Estado, y por parte
de organizaciones de la sociedad civil interesadas en la promoción y protección de derechos de
niñas, niños y adolescentes. Es así como se plantea un trabajo que convoque de manera virtuosa
la experiencia y trayectoria de estos actores a fin de garantizar este derecho.
Por el despliegue de acciones que la SENAF desarrolla en todo el país con equipos propios en
todas las provincias se puede afirmar que existen muchas iniciativas dispersas tanto a nivel
provincial como municipal. Sin embargo, no se organizan desde una planificación general
y prácticamente no existen herramientas que las institucionalicen a través de normativas
específicas.
3. Fortalecimiento institucional
Esta línea estratégica se desarrolla a partir de cuatro acciones que se darán de manera conjunta:
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El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes
En relación con las Etapas y Acciones previstas en el marco del Programa, se plantearon tres
etapas generales: una etapa preliminar de sensibilización en el marco del ASPO (Aislamiento
Social Preventivo y Obligatorio) por COVID 19; una Etapa Piloto de implementación y una Etapa
de Implementación nacional gradual, manteniendo una representación federal. Estas etapas se
estructuran en función de las tres Líneas Estratégicas (LE) desarrolladas anteriormente.
Es la meta lograr que niños, niñas y jóvenes sean partícipes de todos los espacios en los que se
definan, elaboren o gestionen asuntos y situaciones que les conciernan y en aquellos que tengan
interés, como en el diseño, ejecución y evaluación o ponderación de las políticas públicas que les
atañen.
55
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes
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