Derecho A La Participacion Ciudadana Ninas Ninos Adolescentes

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Autoridades nacionales

Presidente de la Nación
Alberto Fernández

Vicepresidenta de la Nación
Cristina Fernández de Kirchner

Ministra de Desarrollo Social de la Nación


Victoria Tolosa Paz

Secretario Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia


Gabriel Lerner

Directora Nacional de Sistemas de Protección


Mariana Melgarejo

Desarrollo de contenidos: Dirección Nacional de Sistemas de Protección, Secretaría Nacional de Niñez


Adolescencia y Familia (SENAF).
Revisión editorial y diseño: Área de Comunicación, Jefatura de Gabinete de Asesores/as (SENAF).
Enero 2023
ÍNDICE
Prólogo 5

Introducción 7

Capítulo 1. La participación como proceso histórico 8

Capítulo 2. Marco normativo. Modelos de país y


participación ciudadana 18

Capítulo 3. Condiciones para la participación ciudadana 34

ANEXO 46

Programa Nacional de Derecho a la Participación


Ciudadana 46

Bibliografía 57

3
Cuando no los mataba la peste, a los niños pobres se los llevaba el
frío o el hambre. La ejecución por hambre podía ocurrir en los días
tempranos, si no sobraba bastante leche en las tetas de las madres,
que eran nodrizas pobres de bebés ricos.

Pero tampoco los bebés de buena cuna se asomaban a una vida


fácil. En toda Europa, los adultos contribuían a elevar la tasa de
mortalidad infantil sometiendo a sus hijos a una educación más bien
severa.

El ciclo educativo comenzaba cuando el bebé era convertido en


momia. Cada día, la servidumbre lo embutía, de la cabeza a los pies,
en un envoltorio de vendas y fajas muy apretadas.

Así se cerraban sus poros al paso de las pestes y los vapores


satánicos que poblaban el aire, y se lograba que la criatura no
molestara a los adultos. El bebé, prisionero, mal podía respirar, ni
se le ocurría llorar y sus piernas y brazos estrujados le prohibían
moverse.

Si las llagas o la gangrena no lo impedían, este paquete humano


pasaba a las etapas siguientes. Mediante el uso de correas le
enseñaban a pararse y a caminar como Dios manda, evitando la
costumbre animal de andar en cuatro patas. Y después, cuando
ya estaba más crecidito, comenzaba el uso intensivo del látigo de
nueve colas, los bastones, las palmetas, las varas de madera o hierro
y otros instrumentos pedagógicos.

Ni los reyes se salvaban. El rey francés Luis XIII fue coronado cuando
cumplió ocho años, y empezó el día recibiendo una ración de azotes.

El rey sobrevivió a su infancia.

Otros niños también sobrevivieron, quién sabe cómo, y fueron


adultos perfectamente entrenados para educar a sus hijos.

Eduardo Galeano

4
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes

Prólogo
El derecho a la participación se encuentra consagrado en la Convención sobre los Derechos del
Niño del año 1989 y en nuestro país en la Ley Nº26061 de Protección Integral de los Derechos
de Niñas, Niños y Adolescentes. En general hay bastante consenso en torno a que chicos, chicas
y adolescentes tienen que ser escuchados: en la escuela, en su casa, clubes y en las familias. Sin
embargo, falta que gane dimensión la idea de que también tienen derecho a incidir en la política
pública. Es decir, que su voz sea escuchada para el diseño, implementación y evaluación de
planes1, programas2, acciones de gobierno o, dicho de otra forma, que tengan influencia directa en
la agenda pública.

Sobre esta idea desde la SENAF se ha profundizado en el Programa Nacional de Derecho


a la Participación Ciudadana de Niñas, Niños y Adolescentes - Participamos, buscando
promover y fortalecer espacios institucionales de participación ciudadana de niños, niñas y
adolescentes con el fin de garantizar esta incidencia.

En este sentido, cada una de las jurisdicciones del país, consideró necesario crear en la Secretaría
un órgano de consulta, escucha y diálogo con las adolescencias. De ahí surge, en el año 2020, el
Primer Consejo Consultivo de Adolescentes de la SENAF. Este Consejo aporta su voz, opina en
temas, problemas y políticas que les involucran, enriqueciendo el ejercicio de la ciudadanía tanto
desde su rol de sujetos sociales y políticos como dentro de las instituciones y áreas de estado.

Sabemos que se trata de protagonismo ni más ni menos. Son las y los adolescentes quienes
mejor pueden con voz propia plantear lo importante, lo central, el foco de la intervención. Su voz
nos ayuda a marcar el rumbo. Cuando expresan “nada sobre nosotros sin nosotros” dejan en
claro la conciencia de tener derechos y, sobre todo, el derecho a una participación protagónica y
ciudadana que queremos y debemos poner en valor.

Agradezco a aquellos que siguen haciendo esto posible, y principalmente a los chicos y las chicas
que con su participación continúan construyendo un presente y un futuro mucho mejor, con más
democracia y más justicia para todas y todos.

Gabriel Lerner
Secretario nacional de Niñez, Adolescencia y Familia

1 Un plan define las grandes líneas de la política social para un territorio o sector de la población. Determina
prioridades y criterios, asigna recursos según esas prioridades, define los medios para alcanzarlos y también fija los
límites temporales. Su perspectiva temporal suele ser a largo plazo (varios años). En otras palabras, es el parámetro
técnico político que enmarca programas y proyectos.
2 Un programa se refiere a un conjunto organizado, coherente e integrado de actuaciones que concretan los objetivos
de la política social en una determinada realidad y para un tiempo más acotado. Es un conjunto coordinado y ordenado
de proyectos que tiende a atender problemas específicos, con el fin de lograr mejorar algunos aspectos.

5
Con mucha alegría presentamos este documento que surge del esfuerzo mancomunado de
equipos técnicos, referentes territoriales y de las personas que trabajan a diario con adolescentes,
niños y niños y principalmente de los propios chicos y chicas que sin su apoyo no hubiera sido
posible.

El esfuerzo de un Estado presente que se ha fijado como meta garantizar los derechos para todos
los chicos y todas las chicas y particularmente la dedicación de la SENAF por encarar la tarea de
ampliar y afianzar la participación ciudadana de niños, niñas y adolescentes como definición de
política pública, sumando iniciativas, proyectos3 y programas que favorezcan los consensos y la
creación de espacios para institucionalizar la participación en cada área y en cada jurisdicción del
Estado.

El esfuerzo de chicos y chicas que han insistido y luchado para hacerse escuchar. Con su
participación nos confirman y enseñan cotidianamente que el diálogo intergeneracional es
productivo y necesario.

Es así como podemos presentar una sistematización de los aprendizajes construidos en el


recorrido de esta primera experiencia del Programa Nacional de Participación Ciudadana de
Niñas, Niños y Adolescentes - Participamos y del primer mandato del Consejo Consultivo de
Adolescentes de la SENAF, ambos creados durante el año 2020, en plena pandemia. En este
sentido, esta publicación busca compartir una serie de definiciones y posicionamientos obtenidos
respecto de la participación ciudadana de chicos y chicas,

Estamos convencidos que el camino es promover desde las políticas públicas cada vez más y
mejores espacios de participación ciudadana para chicos y chicas, porque les sabemos capaces
de ejercer prácticas de ciudadanía y a través de esas prácticas relacionarse con otras y otros para
cambiar realidades adversas e injustas.

Gracias a todos y todas quienes hicieron posibles estas páginas, que lejos de presentarse como
una versión final, espera seguir enriqueciéndose con los aportes de quienes las lean y las utilicen
en el trabajo cotidiano.

Mariana Melgarejo
Directora nacional de Sistemas de Protección
Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia

3 Un proyecto se refiere a una intervención concreta e individualizada para llevar a la práctica acciones previstas en los
programas. Es la unidad más operativa dentro del proceso de planificación, constituyendo el eslabón final del proceso.
Está orientado a la producción de determinados cambios o a prestar servicios específicos.

6
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes

Introducción
La Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia crea el Programa Nacional de Derecho
a la Participación Ciudadana de Niñas, Niños y Adolescentes - Participamos (en adelante
Programa Participamos), con el objetivo de garantizar este derecho a las chicas y los chicos a
través de la promoción y el fortalecimiento de espacios institucionales de participación,
que a su vez les posibiliten tener incidencia directa en la esfera social y en las políticas públicas
que les conciernen.

Este programa busca avanzar en los compromisos asumidos por la SENAF con las adolescencias
y seguir los lineamientos establecidos con la creación del Consejo Consultivo de Adolescentes4,
y con los preceptos de la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) y la Ley Nº26061 de
Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes.

El programa impulsado por la Dirección Nacional de Sistemas de Protección perteneciente al


organismo fue creado por Resolución nacional 62/2021 y cuenta entre sus objetivos: fortalecer
los diversos espacios institucionales de participación ciudadana infantil y juvenil a nivel local,
comunitario, municipal y provincial; así como propender, incentivar y acompañar la conformación
de un espacio federal de participación ciudadana de niñas, niños y adolescentes, con incidencia
directa en la formulación, ejecución y evaluación de las políticas públicas que las y los involucren.

En este sentido, entender a niños, niñas y adolescentes como sujetos de derechos y con plena
carta de ciudadanía, es reconocerles un derecho específico, el derecho a la participación, así
como también comprender las tensiones y disputas de sentido que este reconocimiento acarrea y
repensar la condición adulta por fuera de los cánones adultocéntricos existentes.

En esta publicación se presentan algunos conceptos que giran en torno al término participación
para fijar sus alcances y su terreno propio, para luego pensar sus relaciones e intersecciones. A
partir de allí, y a través de un camino de despliegue conceptual, se reflexionará sobre qué tipos de
participación existen, estatus y a qué hace referencia cada una.

Luego, se ahonda en el marco normativo nacional e internacional para comprender el derecho a la


participación ciudadana como un derecho que tensiona y deja entrever modelos diversos sobre cómo
concebir a niñas, niños y adolescentes, su relación con el mundo adulto y el papel de los Estados.

Finalmente, para profundizar y comprender las posibilidades actuales de participación de niñas,


niños y adolescentes se abordarán las condiciones objetivas y subjetivas para promover y
efectivizar el derecho a participar de chicas y chicos.

4 Un Consejo Consultivo tiene como propósito asistir en la definición de políticas y programas llevados adelante
por una institución particular (como pueden ser los órganos ejecutivos). El Consejo Consultivo es el órgano colegiado
y plural, integrado por varios sectores de la sociedad civil que tiene como propósito proponer, analizar y opinar en
materia de transparencia y acceso a la información.
https://www.argentina.gob.ar/desarrollosocial/consejoconsultivo/conformacion https://www.argentina.gob.ar/
desarrollosocial/consejoconsultivo/integrantes

7
CAPÍTULO 1
La participación como
proceso histórico
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes

1. ¿Qué entendemos
por participación?
Las palabras no son ingenuas, designan una realidad, la nombran al tiempo que la construyen. Es
lo que se conoce como el carácter performativo del lenguaje.

Detrás de cada definición se esconde un cúmulo de intencionalidades, de construcción de los sen-


tidos comunes que guían el deber ser de las sociedades, un cierto entramado de saberes, algunos
dinamismos y lógicas de poder. Por ejemplo, en una reunión con amigos o amigas, en una conver-
sación formal, en un intercambio con colegas, podemos estar hablando de la participación, pero
entendiendo distintas cosas. La participación puede ser, de este modo, un concepto vacío que po-
dría ser “rellenado” con diversas conceptualizaciones, relaciones o dinamismos. Por eso, es necesa-
rio caracterizar que se entiende por participación desde una lógica emancipadora y democrática.

Construir una definición que posibilite pensar la participación como aquel conjunto de
procesos desde los cuales se toma partido. La participación pensada de esta manera es
considerada no como una acción, mucho menos como un estado, sino como un verdadero
proceso social e histórico.

En este sentido, interesa ilustrar a la participación como un proceso social en espiral que
articula diversos niveles de empoderamientos, decisiones, autodeterminaciones en la vida de las
personas y de los colectivos.

La participación entendida como proceso contiene una serie de características: considera a las
personas como sujetos capaces de comprender su propia realidad; construir opiniones propias
en torno a ella identificando necesidades y deseos; asumir la capacidad de poder expresarla
y comprometerse de modo protagónico en la resolución de problemas comunes y en la
construcción de alternativas y proyectos.

De aquí se desprende que conlleva necesariamente una labor educativa y un ejercicio


ciudadano, en una relación intergeneracional entre personas adultas y niñas, niños
y adolescentes. Es por eso por lo que se requiere una formación específica para desplegar,
promover y apoyar procesos participativos.

Finalmente, desde el Programa Participamos se entiende que la participación es un derecho de


chicas y chicos. Sobre esta dimensión, profundizaremos más adelante.

Espacios de participación

Algunos espacios de participación en el entramado social de niñas, niños y adolescentes se


encuentran en la familia y la comunidad como instancias básicas de socialización. La escuela y
las organizaciones sociales son espacios de aprendizajes y promoción de derechos y el espacio
público es el lugar de participación ciudadana y construcción de la democracia.

Estas esferas suponen el interjuego de múltiples actores en el trabajo de promover la


participación como proceso y como derecho. Es necesario el rol del Estado como articulador

9
fundamental en el desarrollo de iniciativas públicas que promuevan, protejan y restituyan
el derecho a la participación. Al mismo tiempo, es importante también el rol de la ciudadanía
en general y de las organizaciones de la sociedad civil y de las instituciones comunitarias
en la transformación de antiguas concepciones que permitan el ejercicio pleno de este derecho a
las infancias y adolescencias.

Cabe destacar que el programa diferencia entre las experiencias de participación comunitaria y
los espacios institucionales para la participación ciudadana. Esta última es entendida como:

Participación ciudadana: “toda estrategia, acción, proyecto,


programa y política pública, que tenga por objetivo la representación,
deliberación y elaboración de propuestas institucionalizadas para el
ejercicio de prácticas de ciudadanía de niñas, niños y adolescentes en
relación con su contexto sociocultural, implicándolos activamente en la
esfera pública, promoviendo la construcción de ciudadanía a partir del
ejercicio de sus derechos y la participación efectiva en los procesos de
toma de decisiones”.

En resumen, la participación es un proceso social que articula distintos componentes, y es un


derecho para todas las personas adultas y para niñas, niños y adolescentes.

La Convención sobre los Derechos del Niño firmada en 1989, y que obtuvo rango constitucional
en nuestro país con la reforma del año 1994, consagra a la participación como un derecho de las
niñeces y adolescencias. Tanto la Convención como la Ley Nº26061, abogan por tres tipos de
derechos, conocidos como las “tres p”: los de protección, provisión y participación (Konterllnik
y Fraccia, 2016).

Con los derechos de participación las niñas, los niños y adolescentes, tienen derecho a la libertad
de opinión y de pensamiento, a participar de la vida cultural del país, a la libertad de expresión
y asociación, a la libre elección de su religión, a tener acceso a la información, a la intimidad, a
manifestar sus opiniones en todos aquellos temas que les conciernen y afectan. Manfred Liebel
(2020) se pregunta si acaso existe alguna esfera de la vida social, cultural, económica y política
que no les concierna.

1.2 ¿Qué tipos, ámbitos, alcances


o formas de participación existen?
“...para que esta participación sea realmente significativa es necesario
que los niños, niñas y adolescentes se organicen”.

Alejandro Cussianovich

Este cúmulo de derechos, en muchas ocasiones, se encuentra en tensión debido a diversos


estados de subordinación que niñas, niños y adolescentes viven en el cotidiano con respecto al

10
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes

mundo de las personas adultas, ya que en general son ellos y ellas quienes tienen la potestad de
modificar o no las estructuras de poder que perpetúan esta sumisión.

Entonces, si bien la participación es un derecho, son diversas las experiencias de las infancias
y adolescencias respecto a la participación. Ezcurra y García (2012) mencionan tres áreas de
participación:

1. la centrada en la vida doméstica, en la reproducción de los aspectos


elementales de la vida, ligados también a la producción;

2. la participación en organizaciones reivindicativas, vinculados a la


participación colectiva;

3. la que incumbe a la participación política en términos estrictos, asociada


a influir en el aparato de gobierno. “Se procura no sólo el mejoramiento
de las condiciones de la vida individual y colectiva sino también tomar
parte en las decisiones estratégicas de una comunidad en cualquiera de
sus niveles. Los ámbitos por excelencia de este tipo de participación son las
organizaciones políticas y el Estado” (Ezcurra y García 2012: 52).

También podemos distinguir entre la participación popular, la participación de las mayorías que
luchan por poner su voz, y la participación de los sectores dominantes que tienden a conservar
un orden que los beneficia. Los mismos autores señalan:

“La participación ciudadana popular es entonces un proceso social por medio del cual
la población organizada accede conscientemente a la toma de decisiones en las cuales está
involucrada, influyendo en la agenda pública con el objetivo de promover y defender los intereses
populares. Es decir, para permitir su pleno desarrollo como personas humanas, así como el
desarrollo integral de la comunidad en que se desenvuelven” (Ezcurra y García, 2012: 7).

Es importante subrayar que esta participación ciudadana incluye a todas las generaciones como
procesos colectivos que permitan ser protagonistas de la transformación social. No obstante, los
niños, niñas y adolescentes se encuentran limitados en dicha participación por prácticas
y significaciones adultocéntricas hegemónicas en nuestra sociedad: “la hegemonía de la
interpretación del mundo desde la postura del sujeto-adulto-masculino-occidental” (Alvarado y
otros, 2009).

Respecto a cuáles serían los espacios para la participación y protagonismo de niños, niñas y
adolescentes, Manfred Liebel (2010) enfatiza que la participación se da en todos los espacios
atravesando un gran arco que va desde la característica más “funcional” hasta el sentido
verdaderamente transformador (político) que apuntaría a la mejora de las condiciones de vida de
las comunidades. En todo caso, se hace referencia al derecho a participar como un concepto
siempre inclusivo y relacional que se practica situadamente y en contexto (social,
económico, cultural, político).

Participación política. Un poco de historia

Antes de abocarnos a la participación de adolescentes resulta de interés traer que distintos


movimientos populares históricamente, pero especialmente durante el siglo XX, han bregado
por el acceso a la participación política de los sectores postergados, que luego fueron
reconocidos a través de normativas.

11
Un ejemplo para el caso de nuestro país es el sufragio de las mujeres, incorporado como ley
durante el gobierno de Juan Domingo Perón. Junto con dicha ley la posibilidad cierta y efectiva
de que mujeres integren las listas del peronismo, de esta manera, 23 diputadas y 6 senadoras
peronistas se incorporaron al Parlamento en 1952. Además, la reforma del Código Electoral
Nacional, la Ley Nº24012 (sancionada en 1991), del cupo del 30% reservado a las mujeres en las
listas electorales, y la Ley de cupo sindical de 2002. También las luchas por el reconocimiento
y la diversidad, el matrimonio igualitario, identidad de género, cupo laboral trans, entre otros
derechos alcanzados.

Desde una mirada amplia de la participación, es de suma relevancia el aporte de La Ley de Identidad
de género “que introduce una visión del género sumamente novedosa y librada de discriminaciones
y estereotipos. El género pasa a ser el autopercibido por la persona que reclama para sí este
derecho. Así es que las personas que debieron sufrir desde niños o niñas el “haber nacido en cuerpos
equivocados” encuentran en el Estado alguien que los escucha, los comprende y les confiere el
derecho a ser lo que sienten que son (es decir, lo que son) (Sadras, Amavet y Rosemberg, 2021).

También podemos mencionar los reclamos de los pueblos originarios que fueron sojuzgados y
discriminados generando un proceso de invisibilización de su cultura por el predominio de una
cosmovisión europeizada de los mismos. El proceso de regulación de sus tierras, el respeto a las
lenguas y culturas de los pueblos originarios en las escuelas debió esperar varios años para ser
tenido en consideración.

Es importante mencionar que, en estos ejemplos de lucha por los derechos de distintos grupos
o sectores sociales ante situaciones de desigualdad, estas desigualdades han sido y son
construcciones sociohistóricas, es decir no son “naturales”. La jerarquía entre el mundo adulto y
las infancias suele ser presentada con una apariencia biológica centrada en el desarrollo físico-
psíquico. Sin embargo, el adultocentrismo y las relaciones de jerarquía entre generaciones es
una construcción cultural, social e histórica, instituida socialmente a partir de estereotipos
o significaciones acerca de los distintos grupos sociales, que inciden en el ejercicio de la
participación de las infancias y adolescencias en la vida social. La potencia de identificar que estas
desigualdades y jerarquías de género, generacionales, étnicas u otras no son biológicas sino socio
históricas permite pensar la posibilidad de transformación de estas.

Al hablar de diferencias generacionales (tanto como las de género, étnicas o sociales) se hace
referencia a jerarquías, roles prefijados, discriminaciones y prácticas violentas. Es así como la
modernidad instala la idea de un sujeto hegemónico varón, adulto, amo-propietario, blanco,
legitimado y autorizado culturalmente a ejercer la acción política de gobierno y de la “cosa
pública”, como suele denominarse. Al resto de los actores se los ubica en lugares subalternos en
su condición social con funciones “destinadas por la naturaleza”.

Asociado a estos conceptos y distribución de roles sociales aparece, con el avance del capitalismo,
la idea de familia nuclear como ámbito ligado a la reproducción -en contraposición al espacio
público y productivo-; siendo el espacio familiar doméstico el lugar al que fueron confinados las
mujeres y las infancias a través de una división social y cultural del trabajo y de las funciones
sociales. Características que conllevan una división política entre un ámbito público y otro
privado; junto a acciones de tutelaje del varón adulto blanco por sobre el resto de las y los
integrantes de la familia basados en supuestas capacidades o cualidades que tendrían.

De este modo y con el aporte de las diversas disciplinas científicas quedaba justificada la
exclusión política de las infancias, las mujeres y de las disidencias sexo genéricas, sectores que
aún cuesta sean reconocidos en sus derechos o limitados en su efectivización y ejercicio.

12
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes

A través de este recorrido se comprende entonces por qué la necesidad de Declaraciones o


Convenciones Internacionales de grupos específicos como la Convención Internacional sobre
Derechos del Niño ya mencionada. Respecto a niños, niñas y adolescentes, en el año 2005 la
Ley Nº26061 inaugura el paradigma de derechos en nuestro país lo que implica considerarlos
portadores de derechos, ciudadanos.

En cuanto a las infancias y adolescencias, cabe recordar que los y las adolescentes participan
políticamente a través del voto a partir de la reforma del Código electoral en 2012. De este
modo los jóvenes desde los 16 años cuentan con este derecho y han podido votar a partir de
las elecciones del año 2013. Se puede advertir entonces que la participación ciudadana de las
infancias y adolescencias es similar a la de los sectores postergados históricamente y que van
constituyendo sus derechos a partir de la historia reciente.

1.3 ¿Y qué es eso de la participación


política y ciudadana?
Pasa que hay pocos chicos. La próxima traigan más chicos y
pregúntenles a ellos qué quieren que pase en el encuentro de niñez,
que decidan ellos los ejes de debate” (Niño)

Cómo salimos del adultocentrismo si en definitiva les pedimos que


debatan en comisiones y armen conclusiones como nosotros” (Adulto
referente)

Encuentro Nacional de Niñez, 2015 (Shabel, 2016)

La participación comunitaria tiene mayor desarrollo ya que incentiva a niñas, niños y


adolescentes a integrarse a espacios de juego, artísticos, comunitarios, solidarios o deportivos. Es
una experiencia incorporada como parte de la socialización secundaria que tiene múltiples aristas
y genera valiosas propuestas.

La participación comunitaria: comprende toda estrategia, acción,


propuesta, programa y política pública, que tenga por objetivo
contribuir al bienestar y la mejora de las condiciones de vida física,
psicológica, social, familiar, comunitaria, escolar, científica, cultural,
deportiva y recreativa, tanto de los niñas, niños y adolescentes como
de su comunidad, garantizando integralmente sus derechos.

Es decir, aquellas acciones o actividades que vehiculizan necesidades, deseos, proyecciones


comunitarias de manera articulada y que tengan a chicas, chicos y adolescentes como
protagonistas, ya sea en una parte del proceso que pone en marcha esas acciones o en algunas
otras como el diagnóstico, el diseño, la planificación, gestión o monitoreo de estas.

En cambio, la participación política o ciudadana responde a ese proceso social que deviene
en una real incidencia e impacto en las condiciones de vida de las comunidades. Los niños, niñas

13
y adolescentes a través de la actuación política amplían el campo de lo posible en materia de
cumplimiento efectivo de derechos. A su vez tomando parte en las decisiones modifican el campo
social, cultural y político en pos de mejorar la calidad de vida para sus comunidades y pueblos. Se
puede citar como ejemplo de estas experiencias de participación, los centros de estudiantes en
escuelas secundarias y los consejos locales de niños, niñas y adolescentes, entre otros.

A su vez, se entiende por participación ciudadana a toda estrategia,


acción, propuesta, programa y política pública que tenga por
objetivo la representación, deliberación y elaboración de propuestas
institucionalizadas para el ejercicio de prácticas de ciudadanía de
niños, niñas y adolescentes en relación con su contexto sociocultural;
implicándolos activamente en la esfera pública, promoviendo la
construcción de ciudadanía a partir del ejercicio de sus derechos y
la participación en los procesos de toma de decisiones. Esta forma
de participación supone la incidencia directa de la participación de
chicos, chicas y adolescentes en las etapas de diseño, formulación,
implementación y evaluación de las políticas públicas.

Algunas nociones básicas sobre lo que implica la ciudadanía de niños,


niñas y adolescentes

• La ciudadanía es un modo de definir las relaciones políticas y las relaciones entre las
personas que viven en una comunidad, entre ellas y en relación con el Estado dentro de
un sistema democrático.

• Esa ciudadanía se construye. Es decir que los modos de interpretar y de interpelar la


práctica pueden ser transformados. La ciudadanía no es un concepto estanco.

• Esa construcción de la ciudadanía es un proceso y un desafío de las organizaciones de la


sociedad civil.

• La Convención sobre los Derechos del Niño reconoce a los niños, niñas y adolescentes
como ciudadanos y ciudadanas. De este modo deja atrás el paradigma histórico que los
colocaba en una situación de incapacidad y pasividad (modelo tutelar).

• Identificarlos como ciudadanos con plenos derechos contribuye a desnaturalizar la


vulneración y postergación de sus necesidades y por lo tanto recuperar el lugar que
ocupan en el escenario social.

• Esta misma noción de ciudadanía se erige como un modelo superador para la mirada
caritativa, filantrópica o asistencialista de ciertos espacios con las infancias, así como
también con respecto a las políticas de disciplinamiento del modelo tutelar.

• La construcción de la ciudadanía se establece como punto de partida y de llegada de las


políticas del Estado que se articulan con las organizaciones de la sociedad civil.

• El horizonte último tiene que ver con lograr el ejercicio efectivo de la ciudadanía para los
niños, niñas y adolescentes a través de políticas públicas.

14
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes

• Los riesgos u obstáculos presentes en el acceso y ejercicio de este derecho a la


ciudadanía ponen en peligro el futuro democrático del Estado. Por eso su pleno
cumplimiento es una obligación urgente por parte de este.

• Comprometerse en pos de este horizonte es el desafío inmediato de todos y todas


quienes trabajen con las infancias y adolescencias.

Que los niños, niñas y adolescentes sean plenamente ciudadanos y ciudadanas quiere decir gozar
de plenos derechos, participar, generar propuestas, animarse a discutir, tomar posición en las
decisiones que amplíen el bienestar de sus comunidades.

A fin de profundizar sobre el concepto, la definición que propone Susana Hintze de la


participación ciudadana incorpora algunas aristas importantes de visibilizar:
(…) “aquellas actividades que nos involucran, de una u otra forma, en las decisiones políticas que
afectan a la comunidad. Participación, por lo tanto, comporta a tomar parte en la definición de
escenarios de futuro, en fijar prioridades y optar por formar alternativas de hacer las cosas. Hay
múltiples formas de vehiculizar estas capacidades, pero en definitiva se trata siempre de mejorar
la relación entre gobernantes y gobernados de forma que estos tengan la oportunidad de incidir
efectivamente en los asuntos colectivos que les afectan. En ese sentido, consideramos débiles
otras formas de aproximaciones a la participación que se limitan a su dimensión informativa,
consultiva o cooperativa en la prestación de servicios públicos” (2003).

Si tomamos en cuenta que la ciudadanía implica que todos y todas tenemos los mismos derechos,
y que niños, niñas y adolescentes por su condición de menores de edad tienen además algunos
derechos especiales, la participación ciudadana se torna clave en términos de autonomía
progresiva en el ejercicio de estos derechos.

Como personas adultas debemos interpelarnos respecto a cuánto son considerados los niños,
niñas y adolescentes en tanto sujetos de derechos, es decir, enlazados colectivamente a normas
comunes y no a lo que les conviene a unos pocos (o incluso a las leyes del mercado).

La construcción de la ciudadanía implica un tipo de participación


activa tanto en la comunidad como en los espacios políticos. Su
finalidad es incidir en las relaciones de poder, ejercerlo y construirlo
con otros y otras, y además promover la construcción de identidades
colectivas. Al mismo tiempo, estos procesos desatan la posibilidad
de interpelarse mutuamente como actores sociales, al tiempo de
construir y reconocer valores y proyectos comunes.

Como grafica el siguiente testimonio extraído de la cartilla Derecho a tener derechos una
construcción en la que debemos dar lugar a todos y todas: “Usted dígalo como quiera, yo se lo
pongo así: los obreros de la construcción sabemos muy bien cómo es construir la democracia. Si
uno construye para su familia, desde el principio piensa en una casa en donde entren todos: los
chicos, la nona, la patrona. No hace las cosas para que alguien se quede afuera, levanta paredes
para los que están y piensa en los que vendrán. Puede ser que después falten ladrillos o plata
para terminar y haya que volver a pensar entre todos cómo seguir, pero nunca está en duda dejar
a alguien afuera de la casa” (Sinigaglia, 2006).

15
Entonces, la ciudadanía lejos de ser un concepto cerrado es un elemento que nuclea un sinfín
de preguntas, tensiones y disputas. Preguntarse y trabajar por la construcción de la ciudadanía
en cada lugar que se ocupa es recuperar el elemento político de nuestras prácticas para poder
nombrar estas vinculaciones entre colectivos y el Estado.

Considerar a niños, niñas y adolescentes como ciudadanos y ciudadanas implica no solo


un reconocimiento sino una verdadera restitución de su condición política como sujetos
de derecho asumiendo una serie de movimientos: de las necesidades a los derechos, de la
solidaridad y caridad a la justicia, y de los reclamos a la incidencia pública.

Es necesario que cambiemos de idea. Ya no hay que proteger a los niños sino a sus derechos
(Farson, 1974).

Finalmente, es importante ser claros en este punto: muchos de los sectores más tradicionales
de la sociedad se sienten muy cómodos relegando a las infancias y adolescencias al lugar
marginal, de la incapacidad y la pasividad, de la pobreza y hasta de la peligrosidad y criminalidad.
Reafirmarlos como ciudadanos y ciudadanas significa reconocer y respetar sus derechos en
el amplio y complejo entramado social (familia, amigos, escuela, club, iglesia, organizaciones,
entre otros). Pero también supone la lucha por conquistar una y otra vez su condición de
sujetos de derecho en sus relaciones políticas: el derecho a la salud, la educación, una vivienda
digna e igualdad de oportunidades. Ser conscientes del invaluable esfuerzo de reconocerlos
como ciudadanas y ciudadanos, ya no del futuro sino del presente con plenos derechos, es una
tarea de todos y todas.

Cuando Flora Tristán viajó a Londres, quedó impresionada porque las madres inglesas
jamás acariciaban a sus hijos. Los niños ocupaban el último peldaño de la escala social
por debajo de las mujeres. Eran tan dignos de confianza como una espada rota.

Sin embargo, tres siglos antes había sido inglés el primero europeo de alta jerarquía
que había reivindicado a los niños como personas dignas de respeto y disfrute.
Tomás Mora los quería y los defendía, jugaba con ellos cada vez que podía y con ellos
compartía el deseo de que la vida fuera un juego de nunca acabar. Mucho no perduró
su ejemplo.

Durante siglos, y hasta hace muy poco, fue legal el castigo de los niños en las escuelas
inglesas. Democráticamente, sin distinción de clases, la civilización adulta tenía el
derecho de corregir la barbarie infantil azotando a las niñas con correas y golpeando
a los niños con varas o cachiporras. Al servicio de la moral social, estos instrumentos
de disciplina corrigieron los vicios y las desviaciones de muchas generaciones de
descarriados.

Recién en el año 1986, las correas, las varas y las cachiporras fueron prohibidas en las
escuelas públicas inglesas. Después también se prohibieron en las escuelas privadas.

Para evitar que los niños sean niños, los padres pueden castigarlos, siempre que los
golpes se apliquen en medida razonable y sin dejar marcas.

Eduardo Galeano (2008)

16
CAPÍTULO 2
Marco normativo, modelos
de país y participación
ciudadana

18
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes

Hasta aquí se han establecido las bases conceptuales necesarias en torno a la participación que,
como se ha mencionado, puede funcionar como un “concepto vacío” susceptible de ser “llenado”
por la más amplia variedad de contenidos, elementos o acentuaciones. Pero se entiende a la par-
ticipación como un proceso social e histórico y como un derecho que debe ser garantizado.

Es así como se ha puesto el foco en la participación ciudadana entrelazada con dos conceptos
centrales: la construcción de la ciudadanía y la incidencia en las políticas públicas. Este en-
cuentro de conceptos revela una relación entre otros polos del escenario social: el Estado, las or-
ganizaciones de la sociedad civil, los niños, las niñas y adolescentes organizados en pleno ejercicio
de su derecho. Esta relación no es lineal ni armónica. Son actores que se tensionan mutuamente,
que disputan sentido, que construyen lógicas, que corren el horizonte de lo posible.

En este capítulo se analizará, en primer lugar, el cambio que significó la firma de la Convención
sobre los Derechos del Niño en el año 1989, ya que implicó un giro en la concepción acerca de las
niñas, niños y adolescentes. En segundo lugar, se realizará una aproximación al terreno de los
derechos como un escenario de disputa. En tercer lugar, una revisión del corpus normativo (ne-
cesario, pero nunca suficiente), que trajo consigo un proceso de avance en materia de igualdad,
inclusión y protagonismo político de chicos, chicas y adolescentes. Finalmente, plantear los desa-
fíos que tienen los adultos y adultas que trabajan con infancias y adolescencias a fin de repensar
prácticas y habilitar nuevas miradas.

2.1 Los Estados, modelos de país y su vínculo


con la participación ciudadana
La firma de la Convención sobre los Derechos del Niño marcó un antes y un después, aun con sus
límites, tareas pendientes y desafíos por asumir. Y ese “antes” y ese “después” tuvo y tiene que
ver con un cambio de mirada en torno a las infancias y a las adolescencias. El viejo sistema tutelar
dio lugar al enfoque de la protección integral.

La Convención reconoce a las niñas, niños y adolescentes como sujetos de derecho y les da plena
carta de ciudadanía contraponiéndose así con el enfoque tutelar que los consideraba apenas
objetos del cuidado del Estado, objeto de políticas públicas, sin voz, sin cuerpo, sin presencia.

Y esto que se dice así tan rápidamente en unas breves líneas en realidad esconde, revela e implica
no solamente un cambio de palabras, sino que expresa una verdadera revolución en los modos de
mirar, reconocer, dar lugar, de dejar hacer, de habilitar en la relación y el trabajo con las infancias
y las adolescencias.

La Convención es el punto de partida, pero también un punto de llegada. Esta normativa es fruto
de un largo y arduo proceso de luchas, reivindicaciones, fundamentaciones, posturas de un largo
movimiento de hombres y mujeres, también de niños, niñas y adolescentes, que durante décadas
abogaron por la defensa de sus propios derechos. Esto ha sido un movimiento mundial que ha
tenido como protagonistas a chicos, chicas y adolescentes, adultos y adultas de las más diversas
geografías y tiempos.

19
Sin embargo, las miradas que se sostienen socialmente, los sentidos comunes que apuntalan las
prácticas, las opiniones, los modos de nombrar la realidad, las palabras permitidas o no, las accio-
nes que se habilitan o inhiben, no cambiaron por la transformación de un enfoque. Sino que este
hecho implica también un proceso, ya que seguramente en algunas prácticas, decisiones, discu-
siones y opciones aún conviven elementos de uno y otro enfoque. Conviven retazos de lo que fue,
junto con regalos de la novedad, el enfoque tutelar con el de derechos humanos. Por eso, también,
la importancia de formarse, pensar juntos, revisar y generar conversaciones para tensionar senti-
dos, desatar preguntas y construir un pensamiento común que anime el ensamble de lo nuevo.

La participación de niños, niñas y adolescentes es un derecho alcanzado. Sin embargo, los


derechos siempre se encuentran tensionados y en disputa. Precisamente la Convención fue
incorporada en nuestro país en un período claramente de políticas neoliberales, caracterizadas
por la focalización, tercerización y privatización, que lejos estuvo de cumplir o desplegar acciones
de reconocimiento de derechos.

La efectivización de los derechos consagrados en la normativa es tensionada y disputada


teniendo incidencia diversos elementos como los tipos de gobierno y la correlación de fuerza de
cada coyuntura histórica. Por eso es importante introducir algunas reflexiones en relación con
el Estado, a los proyectos de gobierno y a las políticas públicas, en clave de sus vínculos con la
apertura o no a la participación política y ciudadana.

Algunas definiciones de política

“La palabra política deriva de polis y se refiere a las cuestiones que


tienen que ver con la ciudad, los asuntos públicos... lo público es lo de
todos y todas, lo colectivo, la forma de ordenamiento de un pueblo, de
una ciudad, provincia o país, debe darse para una convivencia pacífica
y auspiciosa. Por tal motivo, la política es una actividad que no está
reservada a unos pocos, sino que tiene que ver con todos y todas”
(Greca et al, 2012).

“La política es para mí un procedimiento de verdad, pero que lleva


hacia lo colectivo. Es decir, que el accionar político hace verdad de
aquello de lo que el colectivo es capaz. Por ejemplo, ¿es capaz de la
igualdad? ¿Es capaz de integrar lo heterogéneo? ¿De pensar que solo
hay un mundo posible? Cosas de este tipo. La esencia de la política
está contenida en la pregunta: “¿De qué son capaces los individuos
cuando se reúnen, se organizan, piensan y deciden?” En la política, se
trata de saber si son capaces, de a muchos, es decir, como masa, de
crear la igualdad”. (Badiou, 2012).

Precisamente en la modernidad, las sociedades cada vez más complejas fueron dando un
ordenamiento a través de los Estados.

“Con sociedades tan grandes y diversas, era necesario que el gobierno de la “cosa pública”
(aquello que es de todos, las cuestiones colectivas) requeriría la organización de grandes unidades
administrativas que pudieran organizar y canalizar los asuntos de todos y todas”. (Greca et al, 2012).

20
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes

La forma de organización que predomina a nivel internacional es la del estado nacional incluso
con el impacto de la globalización. Sin embargo “el Estado no está hecho de una vez y para
siempre: lo modifican, agrandan o achican, en función del proyecto político y los intereses que
representa” (Greca et al, 2012).

En este escenario los estados pueden tomar diversas configuraciones. Por ejemplo, en nuestro
país los gobiernos son elegidos democráticamente, los y las ciudadanas eligen a los representantes
a través del voto, bajo un régimen de gobierno representativo, republicano y federal.

Tal vez sea una obviedad, pero los estados no son un “monolito” como señalan los autores en
Estado y proyecto de país más allá de su configuración formal. “Además, el Estado es conducido
con diferentes criterios dependiendo de las ideas de las fuerzas sociales (o los grupos sociales)
que ocupan sus espacios e instituciones” (Greca et al, 2012). De ese modo, la relación que se
establezca entre gobierno y sociedad otorga características y rasgos particulares a cada Estado.
Siguiendo a los mismos autores a grandes rasgos podemos mencionar dos tipos históricos de
Estado: el liberal o neoliberal y el nacional y popular.

Sintéticamente el estado liberal privilegia la concepción de libre mercado sin regulación estatal
como el mejor asignador de recursos. Basado en una concepción meritocrática, considera que los
sectores de menores recursos deben sus carencias a la falta de esfuerzo y trabajo desconociendo
desigualdades históricas y de acceso a recursos. «Este tipo de Estado no solamente tiene una
concepción restrictiva de la participación popular, sino que además criminaliza la protesta social»
(Greca et al, 2012). Este tipo de Estado reduce inversiones en áreas como educación, salud,
previsión social, siendo la represión la respuesta ante la demanda social.

En los últimos años, ha habido un avance de las políticas neoliberales no solo en Argentina
sino también en la región. De este tipo de políticas ha sido un ejemplo en nuestro país la Alianza
Cambiemos implementando un esquema de gobierno de corte profundamente neoliberal que
abrió el campo a un gran número de políticas tendientes a descalificar y achicar la presencia
estatal en las disputas en torno a los derechos. De este modo, fueron ganando terreno ideas
fuerzas que consolidaron el sentido común individualista, fragmentario, meritocrático y de
refuerzo de privilegios de los sectores de mayor concentración económica.

En cambio, “En el estado nacional y popular estamos frente a la idea de un Estado que
garantiza las libertades individuales, haciendo hincapié en que todos y todas deben gozar del
cumplimiento de sus derechos políticos, económicos, sociales y culturales” (Greca et al, 2012).

Para este tipo de gobierno o estados populares “la pobreza no es una cuestión de capacidad per-
sonal o esfuerzo, sino de injusticias sociales y desigualdades en la distribución de la renta» (Greca
et al, 2012). También se retoma la idea de incluir a todos y todas las ciudadanas en la política “ya
no son, como durante el neoliberalismo, los expertos los que toman las decisiones de espaldas al
pueblo, sino que era éste mismo el que volvía a tomar protagonismo en la vida pública». Asimis-
mo, se busca “la revalorización de la participación y de la militancia política como herramienta de
transformación» (Greca et al, 2012). Bajo este concepto, «es necesario organizarse y participar de
todas las instancias políticas. La política la construimos entre todos y todas» (Greca et al, 2012).

La política asume así diversas formas posibles, asociada a las ideas y prácticas sociales que
propicia. “La política es entonces la forma de administrar los conflictos que surgen en las
sociedades, con miras a obtener el bien común, la menor cantidad de perjuicios y la mayor
cantidad de beneficios para la mayoría» (Greca et al, 2012).

21
Así concebidos y caracterizados cada uno de estos tipos de estado se puede analizar qué tipo de
participación conlleva cada propuesta política, es decir, qué concepción de participación asume
cada tipo de Estado o gobierno.

“En el estado liberal la competencia entre individuos es lo que


le permite a una sociedad alcanzar el bien común» en ese sentido
no propicia la participación colectiva. En cambio, para los estados
populares “la participación es un alimento y el mismo es producto de
la participación, en este caso, popular. Se estrecha entre los dos una
relación dialéctica. El estado nacional y popular, en ocasiones, alienta
y conduce la participación popular sin que esto, necesariamente,
suponga distorsiones traumáticas en el funcionamiento cotidiano de la
vida y la sociedad”.

Aquí es importante incorporar el concepto de políticas públicas entendido como “el conjunto
de medidas que el Estado genera para dar respuesta a estas necesidades. (...) Por eso suele
decirse que éstas son el estado en movimiento”. Las mismas pueden ser políticas culturales,
sociales, educativas, económicas, laborales o, ambientales, entre otras. “Una política pública
es un impulso colectivo y transformador con perspectiva estratégica, una energía regulada y
sistematizada que hace frente a una necesidad, interpreta un imaginario social, construye sentido
en la fragmentación, moviliza la acción en la abulia y teje su red infinita de futuro en el presente
territorio”. (González, 2012)

Cuando las políticas públicas se vinculan con los derechos de niños, niñas y adolescentes en
función a la participación es porque se los reconoce como ciudadanos y sujetos de derechos. Se
puede señalar entonces que tienen derecho a participar en la sociedad y en las comunidades
donde viven. Desde esta perspectiva se entiende a la participación ciudadana como un
hecho colectivo que genera lazos, identidad y vínculos para fortalecer la democracia. Una
participación que está enmarcada en los valores de la solidaridad, unión, justicia social, el bien
común, la organización y el respeto de los mecanismos democráticos. Una participación que
promueve y construye ciudadanía.

En este sentido, es interesante abordar la tendencia neoliberal que persiste en torno al acceso
a derechos y a la ciudadanía de carácter fuertemente individualista y meritocrática que se ha
instalado incluso en torno a derechos de niños, niñas y adolescentes.

Herrera y Villalta (2020) sintetizan que los sistemas pueden operar “con una mirada amplia de
los derechos humanos esenciales de la niñez o bien, interpreta la vulneración de los derechos
de los niños, niñas y adolescentes desde una mirada restrictiva y abstracta, en tanto focaliza
exclusivamente sobre las acciones y omisiones de los adultos cuidadores interpretándolas de
forma descontextualizada”.

Se observa que el acceso a derechos es tensionado por diversas formas de comprensión de su


significado de allí radica la importancia de problematizar las prácticas que tienden a la privatización
o familiarización de la protección de la niñez. En ese sentido, es importante contextualizar
situaciones vulneratorias de los derechos de los niños, niñas y adolescentes desde una perspectiva
de totalidad que posibilite desplegar estrategias restitutivas que superen la centralidad de los
análisis individuales y de familias como núcleos aislados (Llobet, 2009), y apunten a un enfoque de
derechos de chicos, chicas y adolescentes, de sus familias y comunidades.

22
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes

Por su parte, es propio del Estado “respetar las responsabilidades, los derechos y los deberes
de estos” privándose de interferir de manera arbitraria en la vida familiar (Convención sobre los
Derechos del Niño, art 16). Estos deberes, reconocidos jurídicamente a los padres y madres, no
son ilimitados, sino que funcionan en vistas a un fin que no es otro que el ejercicio progresivo
y autónomo de los derechos de los niños, niñas y adolescentes. El Estado tiene el deber de
garantizar el ejercicio pleno de estos derechos y respetar el principio de autonomía progresiva
esto implica que su crianza y educación propenda hacia esa misma finalidad. En este sentido, los
roles parentales no son derechos absolutos, sino que están limitados por el interés superior de
niños, niñas y adolescentes.

Muchas veces las infancias y adolescencias siguen siendo confinadas al espacio familiar y
educativo exclusivamente resistiendo su participación en el ámbito público a través de una
participación política autónoma.

2.2 Marco normativo en torno a la


participación de niños, niñas y adolescentes
El principio de integralidad requiere la consideración del principio de autonomía progresiva y
participación de las infancias y adolescencias. Si bien niñas, niños y adolescentes son portadores
de derechos y se les reconoce capacidad para ejercerlos por sí mismo, el propio ordenamiento
jurídico -y en función de consideraciones que tienen que ver con su madurez-, no le adjudica
una autonomía plena sino progresiva y situada. El art. 5 de la Convención Internacional sobre
los Derechos del Niño (CDN) propone un modo de resolver esta situación fáctica y normativa al
disponer que el ejercicio de los derechos es progresivo en virtud de la evolución de sus facultades
y que a madres y padres –u otras personas adultas responsables de su crianza-, les corresponde
impartir “orientación y dirección apropiadas para que el niño ejerza los derechos que le son
reconocidos”.

La Convención Internacional sobre los Derechos del Niño goza de rango constitucional para
el ordenamiento jurídico argentino (Constitución Nacional, Art. 75.22 ), e identifica a la partici-
pación como la posibilidad de acceder a información, crear y emitir opinión sobre los temas que
les interese, y a ser escuchados por los y las personas adultas. Lo considera además un principio
transversal junto a los de no discriminación; interés superior del niño y el derecho a la vida, la
supervivencia y el desarrollo como los principios que contribuyen a la consolidación de los otros
derechos.

La niña, el niño y las y los adolescentes son sujetos de derecho y en este sentido, emergen
como protagonistas de las relaciones sociales entre pares, en forma intergeneracional o ante las
instituciones. Establece además que los Estados deben garantizar que estén en condiciones de
formarse un juicio propio, así como que se respete el derecho a expresar libremente su opinión
sobre las situaciones que les afecten, teniéndose en cuenta sus opiniones en función de su edad y
madurez (CDN, Art. 12). Reconoce también en su artículo 13 el derecho a la libertad de expresión,
a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión y el derecho a la libertad de asociación y
a celebrar reuniones pacíficas (Art. 15.1).

Por su parte la Ley Nº26061 de Protección Integral de los Derechos de las Niñas,
Niños y Adolescentes configura la adecuación de los principios y lineamientos de la CDN al

23
ordenamiento jurídico interno de la Argentina. Dicha Ley sancionada en el año 2005 deroga la
Ley Nº10903 de 1919 que constituía el basamento jurídico del patronato de menores o sistema
tutelar de la minoridad. El carácter federal de nuestro país requirió asimismo que cada provincia
adecúe su marco normativo provincial.

Con la puesta en vigencia de la Ley Nº26061, se produce un cambio de perspectiva en la


consideración de la niñez y la adolescencia, orientando las políticas públicas en el marco de un
nuevo paradigma centrado en el enfoque de derechos. Niñas, niños y adolescentes no han de
ser considerados como “objetos” de intervención de las políticas públicas diseñadas por “otros”
(personas adultas); ni ser concebidos como sujetos pasivos que no tienen nada para opinar
ni aportar en la definición de sus problemas, necesidades y áreas de interés. Por el contrario,
contemplarlos como sujetos de derechos, y en lo que refiere directamente al derecho a la
participación, implica concebirlos como protagonistas de su presente y artífices de su futuro; en
el marco de una sociedad y un Estado que integra y no excluye.

Dejar de pensar “por y para” las niñas, niños y adolescentes; y comenzar a trabajar “con
y desde” las infancias y adolescencias, respetando la pluralidad de voces y la diversidad de
experiencias en torno a estas etapas de sus vidas.

Este paradigma plantea la necesidad de seguir avanzando y profundizando la inclusión de niños,


niñas y adolescentes considerados como sujetos con la capacidad de construir ciudadanía desde
sus prácticas a partir del ejercicio de sus derechos; situados en el contexto sociocultural en el que
se relacionan con otros y otras personas y con el Estado. Este cambio implicó, constituyendo aún
un desafío, la necesidad de empezar a transitar y potenciar los cambios culturales necesarios,
redefiniendo roles, espacios, prácticas y representaciones en relación con el lugar de niñas, niños
y adolescentes en la vida social, cultural y política de nuestros territorios.

En este sentido, el Estado tiene el deber de garantizar, mediante la adopción de todas las
medidas gubernamentales posibles, las condiciones de ejercicio y disfrute pleno de todos los
derechos. De hacer que sean respetados en cada uno de los organismos públicos y proteger
a niños, niñas y adolescentes de la posible vulneración por parte de otras personas jurídicas o
humanas. De esta manera, el derecho a la participación de chicos y chicas en el ámbito de la
ciudadanía se torna en una de las garantías más firmes para el ejercicio del resto de los derechos
pudiendo participar del diseño, ejecución y evaluación, ponderación de las políticas públicas que
les conciernen.

Con relación a la participación de niñas, niños y adolescentes, la Ley Nº26061 reconoce:

• El derecho de los niños, niñas y adolescentes a la libre asociación con múltiples


propósitos, incluyendo los políticos, inclusive formando parte de sus órganos directivos.
Asimismo, pueden promover y constituir asociaciones conformadas exclusivamente por
ellos y ellas. (art. 23)

• El derecho a que niñas, niños y adolescentes sean escuchados y su opinión sea tenida en
cuenta en las cuestiones que los afectan directamente, particularmente cuando se trate
de decisiones tomadas por los jueces o las autoridades administrativas (art. 19)

• El derecho a “participar y expresar libremente su opinión en los asuntos que les


conciernan y en aquellos que tengan interés, que sus opiniones sean tenidas en cuenta

24
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes

conforme a su madurez y desarrollo, extendiendo esta posibilidad a todos los ámbitos


en que se desenvuelven las niñas, niños y adolescentes; entre ellos, al ámbito estatal,
familiar, comunitario, social, escolar, científico, cultural, deportivo y recreativo (art. 24)

Como se señaló anteriormente, el cambio generado en 2015 con la sanción de la Ley Nº26061
inauguró el enfoque de derechos y propició la adecuación de las normativas, instrumentos y
prácticas en relación con el abordaje de la niñez y la adolescencia como sujeto de derecho, esto
impactó en las distintas jurisdicciones del Estado como en las organizaciones de la sociedad civil.

A continuación se mencionan las leyes vinculadas a la participación política.

Ley Nº26774 de Ciudadanía Argentina

Sancionada en el año 2012, que extendió el derecho a votar en elecciones nacionales a los
adolescentes de entre 16 y 18 años. En su artículo 1° consigna que todos los argentinos que
hayan cumplido 16 años gozan de todos los derechos políticos conforme a la Constitución y
a las leyes de la República. En el artículo 3 establece que son electores los argentinos nativos
y por opción desde los dieciséis (16) años, y los argentinos naturalizados, desde los dieciocho
(18) años, que no tengan ninguna de las inhabilitaciones previstas en esta normativa. Con esta
ley, de reconocimiento internacional y calificada como “una innovación con pocos precedentes
institucionales”, el derecho a la participación ciudadana en relación con los derechos políticos que
conlleva el ejercicio de la ciudadanía se ajustó al paradigma de las adolescencias, como sujetos
plenos de derechos.

Ley Nº26877 de Representación Estudiantil. Creación


y funcionamiento de los Centros de Estudiantes

Sancionada en el año 2013, reglamenta y reconoce a los centros de estudiantes como órganos
democráticos de representación estudiantil, instando a las autoridades jurisdiccionales y las
instituciones educativas públicas de nivel secundario, los institutos de educación superior e
instituciones de modalidad de adultos incluyendo formación profesional de gestión estatal y
privada, gestión cooperativa y gestión social, a reconocerlos como tales (art 1). A promover la
participación y garantizar las condiciones institucionales para el funcionamiento de los centros
de estudiantes (art 3). En el artículo 9 aclara que “los centros de estudiantes reconocidos pueden
nuclearse en federaciones jurisdiccionales, regionales y nacionales”. Si bien la sanción de esta Ley
los reconoce es frecuente la expresión de estudiantes y trabajadores de la educación aludiendo a
que en sus escuelas no cuentan con el apoyo o promoción por parte de las autoridades escolares
para su conformación.

Con esta norma se reconoce no sólo el derecho actual de las y los adolescentes a participar de la
vida estudiantil, sino también se rinde honor a la vasta experiencia por parte de los estudiantes
en asuntos de participación ciudadana que la historia de nuestro país encierra. El activismo
estudiantil es una forma de participación juvenil que tiene una larga tradición en la Argentina. Se
remonta al activismo universitario que inspiró el movimiento reformista en la década de 1910 y
tiene capítulos relevantes en las organizaciones promovidas por el primer peronismo; la intensa
actividad estudiantil juvenil de la segunda mitad de los 60 y principios de los 70; la movilización
que acompañó la recuperación democrática desde el inicio de los 80; la resistencia a algunas
políticas educativas de los 90 y la participación activa en discusiones sobre políticas educativas y
de derechos humanos en años más recientes (UNICEF, 2016).

25
En materia de participación podemos enunciar otras normativas complementarias que
promueven y garantizan la participación ciudadana de niños, niñas y adolescentes en aspectos
específicos, que buscan impactar en las prácticas y vínculos cotidianos y de allí su relevancia.

Ley Nº26150 de Educación Sexual Integral

A partir de esta Ley se aprueban los lineamientos curriculares a través de los cuales los y las
docentes tienen la responsabilidad de enseñar educación sexual integral a los niños, niñas y
jóvenes. De esta manera acceden a la educación sexual que necesitan para ejercer su pleno
derecho a la sexualidad en sentido amplio.

Es importante destacar que la Educación Sexual Integral (ESI) enseña contenidos desde
la perspectiva de géneros y diversidad, deconstruyendo los patrones que reproducen los
estereotipos de géneros binarios (hombre-mujer) y sostienen las desigualdades y violencias
de géneros, que son factores que limitan las posibilidades de participación de las niñas y
adolescentes mujeres o de identidades diversas. En la actualidad existen muchas dificultades
para su aplicación. En diferentes espacios se plantea por parte de adolescentes, docentes o
equipos de orientación escolar que no se aplica o existen fuertes resistencias en torno a la ESI en
sus escuelas.

Ley Nº25673 crea el Programa Nacional de Salud Sexual


y Procreación responsable

Propicia, entre otras cuestiones importantes que se brinde información e insumos para la
utilización de métodos anticonceptivos y el acceso a la Interrupción Legal del Embarazo (ILE).
Esta política pública favorece las posibilidades de participación de las niñas y adolescentes
mujeres, personas no binarias y varones trans con capacidad de gestar; ya que los embarazos no
deseados en la adolescencia, la falta de información y recursos oportunos y adecuados acerca
de la sexualidad como un derecho y los métodos anticonceptivos, restringen las posibilidades de
participación.

Ley Nº26522 de Servicios de Comunicación Audiovisual

Promueve el respeto y protección de la información suministrada que afecte a niños, niñas y ado-
lescentes, también les da un rol participativo para que los medios puedan incluir su voz y opinión.

Plan Nacional de Acción por los Derechos de los niños,


niñas y adolescentes

En su meta 25 establece generar y facilitar las condiciones para la participación de niñas, niños y
adolescentes en espacios de la vida social, cultural, institucional, científica, recreativa y deportiva.
Si bien es un avance su incorporación como una meta de desarrollo no contempla todas las
formas de participación como ser la política.

Resolución Ministerial N°3890 del Ministerio de Desarrollo


Social de la Nación

Plantea los lineamientos para la promoción y participación ciudadana de los niños, niñas y
adolescentes.

26
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes

Ley Nº26485 de Protección Integral a las mujeres para prevenir,


sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos
en que desarrollen sus relaciones interpersonales

Esta ley sancionada en 2009 complementa a la Ley Nº26061 ya que brinda herramientas muy
necesarias para avanzar en la participación democrática de niñas, adolescentes mujeres y
LGTBIQ+. La norma introduce la perspectiva de género ampliando el concepto de violencias
por razones de géneros; posibilitando una mirada estructural que abarca los distintos tipos de
violencias y los ámbitos en que se produce.

Abre una perspectiva de abordaje necesaria a la hora de desarrollar proyectos de participación


ciudadana con adolescentes pudiendo pensar las relaciones entre adolescentes mujeres,
varones y de identidades sexogenéricas diversas, como escenario en el que se reproducen
violencias y discriminaciones, y al mismo tiempo como materia de posibles cambios, revisiones y
deconstrucción de lo socialmente establecido.

De modo sintético hay dos aspectos para tener en cuenta, en primer lugar, la cuestión de
la participación igualitaria con respecto al número de participantes, mujeres y varones,
considerando una participación paritaria y la participación de adolescentes LGTBIQ+; y al
mismo tiempo observar y trabajar sobre la desigualdad y la discriminación en el trato y las
oportunidades en la participación.

Ley Nº26743 de Identidad de Género

Promulgada en el año 2012 en su artículo 1 expresa que: “Toda persona tiene derecho:

a) al reconocimiento de su identidad de género;

b) al libre desarrollo de su persona conforme a su identidad de género;

c) a ser tratada de acuerdo con su identidad de género y, en particular, a ser


identificada de ese modo en los instrumentos que acreditan su identidad respecto
de el/los nombre/s de pila, imagen y sexo con los que allí es registrada”.

Esta ley habilita a las niñeces y adolescencias travestis y trans a ser reconocidas en su identidad, lo
cual ha favorecido su acceso a derechos incluyendo el derecho a la participación. Las experiencias
a partir de su vigencia muestran entonces que se fueron multiplicando las agrupaciones de
familias diversas que se reúnen para luchar por los derechos de las niñeces y adolescencias, con la
participación de ellos, ellas y elles. También es posible observar que en las instituciones estatales y
en las distintas políticas públicas se va incorporando las llamadas lentes multicolor.

Ley Nº17722 Convención contra la discriminación racial

Aunque no específica para niños, niñas y adolescente, es importante mencionar la Convención


para la eliminación de todas las formas de discriminación racial que tiene jerarquía constitucional
en nuestro país, para erradicar la discriminación racial entendida como toda distinción, exclusión,
limitación o preferencia por motivos de raza para anular o reducir los derechos de algunas
personas.

Entre los compromisos que asume el Estado con esta norma se encuentra el estimular la
formación de organizaciones integradas por personas de distintas razas, y proteger a ciertos

27
grupos raciales y asegurarles condiciones de igualdad. Es importante considerar esta normativa
a la hora de pensar en la promoción de la participación ciudadana, ya que la discriminación racial
es un factor que de manera silenciosa segrega y excluye a niñas, niños y adolescentes de la
participación.

En este aspecto también hay un desarrollo interesante de organizaciones y grupos militantes, que
es importante conocer y trabajar desde las políticas públicas para favorecer el acceso a la plena
ciudadanía. Existen agrupaciones de pueblos originarios, de cultura negra, identidad marrón que
aportan contenidos que permiten enriquecer las miradas y desarrollos de las políticas públicas.

Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad


reconocida en nuestra constitución por Ley Nº26378 y 270445

Del mismo modo, asegura el derecho a participar sin discriminación en toda la vida de la sociedad
a las personas con discapacidad. Porque a lo largo de los años se fueron vulnerando sus derechos
a la vida independiente, a la educación, al empleo libre, a la igualdad de oportunidad, a la
accesibilidad a todos los ámbitos, se hizo necesario un acuerdo para reconocer y asegurar los
derechos de las personas con discapacidad.

Por eso es importante incluir esta perspectiva en todos los proyectos y políticas de participación
ya que la ley plantea una base de trato y de condiciones necesarias para la inclusión real de niñas,
niños y adolescentes con discapacidades.

Uno de los aspectos centrales de esta norma con respecto a las infancias es el derecho de las
personas con discapacidad a educarse en las mismas escuelas que el resto de las personas.
Los Estados tienen la obligación de dar apoyo para garantizar y asegurar que las personas
con discapacidad accedan a la educación y al aprendizaje durante toda la vida. Otro aspecto
es también el de consultar a las personas con discapacidad y a las organizaciones que las
representan antes de dictar leyes o reglamentaciones que los involucren o afecten. Además
de fomentar el respeto por las personas con discapacidad y que los medios de comunicación
difundan una imagen respetuosa y positiva de estas. Para esto es necesaria la accesibilidad,
que sirve para eliminar las barreras de todo tipo que impiden la participación de personas con
discapacidad y permiten el ingreso, permanencia y egreso a edificios, el desplazamiento por todos
los lugares, el conocimiento de la información, el acceso a Internet, entre otros.

Estos aspectos son de gran relevancia a la hora de pensar la participación de niñas, niños
y adolescentes que contemple las diferentes realidades que transitan nuestras infancias y
adolescencias y se continúe avanzando para favorecer su inclusión a la participación ciudadana.

Código Civil y Comercial

Como corolario de todo este avance normativo la sanción y puesta en vigencia del nuevo Código
Civil y Comercial viene a reafirmar esta mirada de sujeto activo de niños, niñas y adolescentes,
en torno a las figuras legales de filiación y cuidado, respecto a la voz y protagonismo en los temas
que los involucran e incorpora con mucha claridad el concepto de autonomía progresiva.

Según manifestaba el secretario Gabriel Lerner, en el artículo Internación de adolescentes por


consumo problemático de drogas, la reforma del código civil y comercial, en vigencia desde 2015:
“introduce -sin abandonar el principio de representación-, el principio de autonomía progresiva, en

5 Aprobada en nuestro país por la Ley Nº26378 y reconocida en la Consitución Argentina por la Ley Nº26378.

28
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes

especial para los adolescentes -categoría de 13 a 17 años, que no existía en la legislación anterior-;
asimismo, en el citado artículo 26 se reconocen amplias facultades a los adolescentes para ejercer
por sí mismos el derecho a la salud y su derecho al patrocinio letrado de mediar conflicto de
intereses con sus representantes legales. En el mismo sentido, y al regular la «responsabilidad
parental» -concepto superador de la «patria potestad» y que refleja un enfoque democratizador
de las relaciones familiares-, en los arts. 638 y ss. se define a dicha responsabilidad como el
«conjunto de deberes y derechos que corresponden a los progenitores sobre la persona y bienes
del hijo, para su protección, desarrollo y formación integral mientras sea menor de edad y no se
haya emancipado». Y, como bien resalta Minyersky, «a continuación, en el art. 639, enumera los
principios generales que ordenan la responsabilidad parental, ellos son: a) el interés superior del
niño; b) la autonomía progresiva del hijo conforme a sus características psicofísicas, aptitudes y
desarrollo, y la regla de que a mayor autonomía disminuye la representación de los progenitores
en el ejercicio de los derechos de los hijos; c) el derecho del niño a ser oído y a que su opinión sea
tenida en cuenta según su edad y grado de madurez», para destacar que «estos principios deben
permearse en todo el articulado referido a la materia, en todos los casos en los que se encuentren
afectados intereses de los niños, niñas y adolescentes» (2016).

Estas modificaciones no implican meros cambios de la forma de nominar, sino en las


significaciones en torno al reconocimiento de los niños, niñas y adolescentes respecto al
protagonismo en el ejercicio de sus derechos. Todo esto se construye a partir de relaciones
sociales, de las que participamos los y las personas adultas, las infancias y adolescencias.

El derecho a la participación entonces refiere en general a “formar parte de…” a “darle contenido
a…”, ambas acciones que implican el trabajo en asociación con otras y otros, y así intervenir
conjuntamente en algo a crear, sostener o modificar.

Al respecto, Susana Hintze (2003) sostiene que el concepto de participación refiere a la


“intervención sistemática y autogestiva de los sujetos en la construcción de propuestas que
den lugar al surgimiento de programas sociales, no en el lugar de “destinatarios” de una oferta
cerrada, sino como gestores colectivos de una demanda por bienes y servicios en nuevas
modalidades de políticas que los incluyan, tanto en el diagnóstico de los problemas a abordar
desde las mismas, en la definición de sus objetivos, como en la gestión y la evaluación de sus
resultados, a partir de efectivos mecanismos de protección de derechos que contribuyan en ese
sentido al bienestar y a la mejora de sus condiciones de vida”.

En síntesis, el reconocimiento de la autonomía progresiva y la participación protagónica “no


se puede dar”, se construye en el marco de relaciones sociales donde las personas adultas
tienen un lugar a transitar, dar orientación y apoyo para que niños, niñas y adolescentes ejerzan
sus derechos en términos de participación genuina en todos los aspectos que los y las afectan.

2.3 Desde políticas “por y para” hacia


políticas “con y desde” niños, niñas y
adolescentes
A partir de la sanción de la Ley Nº26061 en el año 2005, significó reconocerles como
protagonistas, con voz, opiniones, deseos e intereses que deben ser tomados en cuenta. Significó

29
además unificar el reconocimiento de la niñez y adolescencia como sujetos de derecho cerrando
la brecha del sistema de patronato que distinguía vergonzosamente a los niños y a los menores
dependiendo de su condición social.

Esta modificación normativa impactó en las políticas públicas, imponiendo una nueva
perspectiva. Romper con políticas públicas que tenía a los “menores” como objeto de intervención
y de tutela, de manera focalizada, paternalista, implicó un esfuerzo no sólo a nivel del diseño,
sino también en la implementación y ejecución. El derecho a la participación de adolescentes,
portadores de derechos integrales, emerge como un interrogante que interpela a las personas
adultas responsables de la política pública. En este sentido, convocarles a expresar su opinión
en distintos espacios, a escuchar su palabra y tenerla en cuenta significó una ruptura abrupta
con las prácticas anteriores. Se diseñaron y gestionaron distintas políticas, espacios y acciones
que convocaban a les adolescentes a ser parte de ese proceso, que propició su participación y la
divulgación y ejercicio de sus derechos de manera integral.

Han pasado muchos años desde la sanción de la ley, se ha recorrido mucho camino y acumulada
experiencia, con logros y fracasos. Resulta indispensable entonces, replantear el concepto de
participación, para poder profundizar su ejercicio y garantía. Convocar a las y los adolescentes
a emitir opinión, a participar de actividades diseñadas “para ellas y ellos” resulta, a esta altura,
insuficiente. Con relación a esto, la discusión y el debate, la capacitación y profundización
conceptual se presentan como un imperativo para las personas adultas, en pos de unificar
criterios, expandir horizontes de posibilidades, aprender de los errores y valorizar los aciertos,
para poder garantizar de manera novedosa y genuina la participación adolescente.

Diseñar, gestionar y ejecutar políticas públicas y prácticas bajo una nueva mirada, que incorpore
densidad y profundidad, que recoja las experiencias y trayectorias, y propicie nuevas formas de
participación requiere claridad, unidad y perspectiva conceptual por parte de todos los actores
involucrados para aceptar este desafío.

Asumir el viraje que proponíamos en el título desde un “para y por” hacia un “desde y con” implica
una nueva comprensión no solamente de las infancias, incluida por supuesto su desnaturalización,
sino también un entendimiento más acorde a estas perspectivas acerca del rol del Estado, de las
organizaciones barriales y comunitarias, de las instituciones estatales y las organizaciones de la
sociedad civil. En suma, es un replanteo también del rol de las personas adultas.

Ya se ha expresado, pero vale la pena subrayarlo. Este viraje de perspectiva implica una desadul-
tización de los contenidos y los modos, de los enfoques y las mediaciones, de las condiciones de
posibilidad concreta de la incidencia política en dispositivos estructurales del Estado.

En este sentido, y a partir del relevamiento y análisis de experiencias en diferentes provincias y


municipios de nuestro país, y de objetivos establecidos en otras líneas de acción implementadas
desde SENAF, es posible distinguir dos grandes categorías de participación: la participación
ciudadana, y la participación comunitaria.

Cabe señalar que esta división teórica permite distinguir y organizar el campo de intervención
y las acciones a desplegar como política pública. Esto no significa que estas categorías sean
excluyentes o contradictorias, muchas veces se complementan o una lleva hacia la otra, es decir
se conciben en un permanente diálogo tanto a nivel teórico como en la práctica concreta.

30
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes

Se entiende entonces por participación comunitaria a toda


estrategia, acción, propuesta, programa y política pública, que tenga
por objetivo contribuir al bienestar y la mejora de las condiciones
de vida física, psicológica, social, familiar, comunitaria, escolar,
científica, cultural, deportiva y recreativa, tanto de los niñas, niños y
adolescentes como de su comunidad, garantizando integralmente sus
derechos. Es decir, aquellas acciones o actividades que vehiculizan
necesidades, deseos, proyecciones comunitarias de manera articulada
y que tengan a niñas, niños y adolescentes como protagonistas en
todo o alguna parte del proceso: diagnóstico, diseño, planificación,
gestión, monitoreo.

A su vez, se define a la participación ciudadana como toda estrategia, acción, propuesta,


programa y política pública, que tenga por objetivo la representación, deliberación y elaboración
de propuestas institucionalizadas para el ejercicio de prácticas de ciudadanía de niñas, niños y
adolescentes en relación con su contexto sociocultural, implicándolos activamente en la esfera
pública, promoviendo la construcción de ciudadanía a partir del ejercicio de sus derechos y
la participación en los procesos de toma de decisiones. Esta forma de participación supone
la incidencia directa de niñas, niños y adolescentes en las etapas de diseño, formulación,
implementación y evaluación de las políticas públicas.

Respecto a la participación ciudadana es importante presentar la participación en instituciones


educativas, ya que en nuestro país es posible observar que la mayoría de las experiencias
de participación de niños, niñas y adolescentes, mantienen vinculación con la escuela y la
escolaridad. Además de los centros de estudiantes y federaciones o articulaciones de centros
de estudiantes que son las organizaciones de participación estudiantil per se, existen múltiples
acciones, programas, proyectos y parlamentos6 impulsados y sostenidos dentro del ámbito
escolar que convocan a la población estudiantil exclusivamente. Un tipo de parlamento a destacar
es el Parlamento Juvenil del Mercosur una iniciativa a nivel regional que busca constituir un
espacio de reflexión y propuestas sobre la inclusión y la educación de calidad, integrado por
adolescentes representantes de las provincias.

En este sentido, todas estas actividades implican distintos grados de participación. Resulta
significativo la legitimidad que adquiere en muchas provincias el ámbito escolar como el único
espacio posible para la participación adolescente. Se reproduce entonces la lógica de una
ciudadanía plena e institucionalizada, y una ciudadanía al margen. Entendiendo que el lugar
primario de los y las jóvenes es la escuela, es posible pensar sin embargo que existen un gran
número de ellos y ellas que no concurren a la escuela temporal o definitivamente y que están
entonces al margen de toda posibilidad de participación. Asimismo, el espacio educativo produce
un recorte y un horizonte posible de temas, problemáticas y estrategias para trabajar, dejando
afuera otras que son importantes y deberían abordarse en una relación dialógica. En este sentido,
existen intereses, problemáticas, situaciones concretas que exceden el ámbito escolar, que se
ubican y forman parte de su vida comunitaria, política y cultural y sobre las cuales tienen opinión,
capacidad, interés y posibilidad de actuar, debatir, transformar.

6 Un Parlamento es una asamblea o sistema de asambleas, de estructura colegiada con una base jerárquica policéntrica
e igualitaria, que tiene como principio la representación y, por ello, tiene por objeto intervenir en la elaboración y ejecución
de leyes y control de otras políticas encaradas por otros poderes como el ejecutivo. Los Parlamentos tienen cuatro
funciones fundamentales: 1) representación, 2) legislación, 3) control del Ejecutivo y, 4) legitimación.

31
Como refiere Mariana Melgarejo: “es importante cuando trabajamos para garantizar el derecho
a participar de niñas, niños y adolescentes tener en cuenta que la participación efectiva remite
a la posibilidad de ejercer prácticas de ciudadanía, esto es a la posibilidad de intervenir
activamente en la vida social, disputar la agenda pública. Implica superar el nivel de mera
convocatoria a “conversar” sobre temas y problemáticas (generalmente decididos desde la idea
de “intereses infantiles y juveniles” que tenemos los y las personas adultas), sin que eso resulte
en nada más allá de ese evento. Implica, sin dudas, trascender la extendida idea de que la forma
es el contenido: el sólo hecho de reunir especialmente a chicos y chicas a hablar entre ellas y ellos,
sentadas y sentados en círculos, incluso extrayendo algunas conclusiones comunes, no implica
que estén ejerciendo el derecho a la participación en el sentido expresado en la CDN y en la Ley
Nº26061 si eso no tiene incidencia o repercusión por fuera de esa instancia o evento puntual. La
idea expresada en el artículo 24 de dicha Ley sobre el derecho a opinar y ser oído se complementa
con los incisos que especifican, no sólo que sus opiniones deben ser tenidas en cuenta, además
deben poder expresarse libremente en todos los temas que les conciernen o interesan, y deben
poder hacerlo en todos los ámbitos en los que se desenvuelven”. (Melgarejo; 2020: 154).

Las infancias y adolescencias constituyen un sector que claramente comienza a considerarse


no sólo en el ordenamiento normativo interno como sujeto de derecho, sino a través de la
efectivización de derechos con el diseño y asignación presupuestaria de políticas públicas
específicas para el sector.

32
CAPÍTULO 3
Generar condiciones para la
participación ciudadana

34
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes

Al igual que todas las personas, las niñas, niños y adolescentes transitan sus vidas en distintos
contextos socioculturales, y tienen experiencias diversas que se van constituyendo en el marco
de relaciones sociales. Entonces, ¿qué significa ser niña, niño o adolescente?

Como ya se ha mencionado “la infancia” se refiere a un campo social e histórico, en dos aspectos:

• En primer lugar, porque se considera a “la infancia” intrínsecamente ligada a los


procesos de la dinámica social de cada momento histórico, de este modo la niñez
configura múltiples formas de ser vivida, condicionada por factores sociales, económicos,
culturales; asimismo, es transitada por y desde la singularidad de los sujetos y ello
permite hablar de infancias o niñeces, en plural.

• En segundo lugar, se entiende a “la niñez” como categoría sociohistórica, en tanto es


construida y comprendida a través de diversas interpretaciones y sentidos. En esta
dinámica, las significaciones hegemónicas son puestas en tensión desde diferentes
sectores en pugna en cada momento histórico.

Atender ambos aspectos, la niñez en plural y reconocer los márgenes y sentidos que
históricamente se establecieron y establecen en torno a las infancias, nos permite problematizar
y remover perspectivas sobre estas siendo fundamental para profundizar y conquistar espacios
para la participación política y ciudadana.

Sobre el uso de la palabra y el tema de escuchar, quería destacara


que hay que dejar de mirar con inferioridad a les jóvenes por ser
jóvenes... Ya que nos ponen en el hombro la responsabilidad de
mejorar el futuro, pero más que nada el presente. Estaría buenísimo
que empecemos a brindar el apoyo y las herramientas para que les
jóvenes tengamos la oportunidad de realizar un cambio, tenemos
que sentir que nos escuchan y están dispuestos a darnos el lugar que
realmente nos merecemos, porque si solo hablamos de les jóvenes
y no realizamos ningún cambio u acción que se note, no los estamos
apoyando de verdad. Hay que educar y brindar apoyo, hay que
escuchar y ver la realidad que existe hoy en nuestro país, les jóvenes
existimos al igual que nuestras ganas de mejorar”.

Consejera del Consejo Consultivo de Adolescentes7

7 Conversatorio realizado durante el Lanzamiento del Programa Nacional de Derecho a la Participación Ciudadana de
Niñas, Niños y Adolescentes realizado el 29 de Julio de 2021.

35
3.1 Presupuestos y sentidos acerca de “las
infancias y las adolescencias” que cercenan
la participación ciudadana
En el encuentro de lanzamiento del Programa nacional Derecho a la Participación Ciudadana
de Niñas, Niños y Adolescentes – Participamos realizado el 29 de julio del 2021, el secretario
nacional de SENAF, Gabriel Lerner señaló que “al inicio de la Convención se leyó, al derecho
del niño a tener voz y a ser escuchado muy vinculado con los niños judicializados o ligados a
expedientes administrativos, al derecho a ser escuchados cuando se tomaban decisiones a su
respecto. Con los años posteriores se fue construyendo un concepto más amplio de participación
y protagonismo vinculado con la vida comunitaria, con la vida escolar y también con las políticas
públicas”.

Este proceso que se menciona muestra que el desafío sigue siendo hacer que la participación y
el protagonismo de niños, niñas y adolescentes se promuevan como prácticas cotidianas y en
espacios más nuevos y amplios. Para eso es fundamental que las personas adultas miremos y
revisemos cómo pensamos esa participación y en qué medida reconocemos y legitimamos el
protagonismo político de los niños, niñas y adolescentes.

Una de las dimensiones respecto a los obstáculos para la participación se encuentra asociada
a la restricción de espacios para el accionar de niños, niñas y adolescentes. Si dispusiéramos a
evocar nuestras imágenes o experiencias de niñez o se piensa qué se considera adecuado para la
“infancia” se puede reconocer la recurrencia a imágenes asociadas al espacio familiar y escolar,
al cuidado a cargo de personas adultas, y a que ese cuidado en el ámbito privado esté ligado
prioritariamente a las mujeres.

En el mismo sentido, es habitual pensar casi exclusivamente a las infancias como “hijos e hijas” y
como “alumnos o alumnas” o “compañeros y compañeras”. Se suele tener muchas dificultades de
ver y considerar a las infancias por fuera de la familia y al margen de su ser estudiantes. Tal es así
que algunos autores denominan “hiperalumnización de las infancias” a esta tendencia, sumado
a la inclinación a ver a la institución escolar y familiar como únicos espacios considerados como
“educativos”, dificultando que se les reconozca como sujetos sociales y políticos por fuera de esos
ámbitos.

En el conversatorio de lanzamiento del Programa Participamos Gustavo Galli8 decía: “tenemos


que abrir canales institucionales, articularlos y ponerlos en valor. Abrir canales de participación de
los chicos y las chicas llevarlos a otros espacios más allá de la escuela, llevarlos al barrio, instalar la
necesidad concreta de que los pibes y las pibas tengan palabra”. (2021)

En este sentido reflexiona la antropóloga y docente Mariana Chávez “es importante ampliar la
mirada para reconocer los espacios de participación, porque una de las expectativas más clásicas
de participación ha tenido que ver con la política, básicamente, en la escuela y a veces no se
distinguen tanto otros espacios. Me refiero, como decía uno de los chicos al grupo de scout, a la
iglesia, cuando están produciendo arte, en redes familiares, en una banda, cuando está tirando

8 Conversatorio realizado durante el Lanzamiento del Programa Nacional de Derecho a la Participación Ciudadana de
Niñas, Niños y Adolescentes realizado el 29 de Julio de 2021.

36
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes

unas rimas en la plaza, todas esas son formas de participación... Eso requiere tener una mirada
de reconocimiento, de legitimación de la práctica del otro. Es lo que habilita la legitimación del
sujeto en tanto es una persona con quien quiero construir, en este caso quiero participar en una
comunidad de ciudadanía” (2012).

No caben dudas, que esta dificultad encuentra base en las significaciones sociales construidas
en torno a las infancias. Históricamente, se ha dado una cosificación de estas en función de una
supuesta carencia de capacidades y consecuentes mecanismos adultocéntricos de control y
disciplinamiento por parte del mundo adulto.

La idea de “infancia” moderna, siguiendo el interesante análisis de Colángelo (2005), es entendida


y presentada generalmente como un universo único y homogéneo. El concepto surgió y se
sostuvo con una representación, instalada en el sentido común, que esencializa y naturaliza
“la niñez” suponiendo un modo de ser “niño” unívoco. De allí, no resulta llamativo el uso del
artículo “la” precedentemente al de “infancia” basado en un ideal único de “infancia” esperable y
aceptable.

Esa noción hegemónica de niñez es atada prioritariamente a su estatus biológico, atrapada en


la idea de etapas, en torno a la edad y al crecimiento, lo cual contribuyó a una naturalización de
la existencia de “la infancia” como minusválida en términos de desarrollo estableciendo una idea
de “protección” sobre ella que acotó su participación y autonomía también en el espacio de lo
público.

La matriz adultocéntrica presente en las significaciones acerca de la niñez, al igual que


otras categorías sociales, se genera a partir de clasificaciones y consecuentes divisiones
del mundo social. Tanto el género, la clase, como la pertenencia cultural se presentan como
interseccionalidades que unidas a otras como el adultocentrismo no pueden ser descuidadas en
un análisis jurídico social de las niñeces y adolescencias.

Invisibilizadas las dimensiones mencionadas, la idea de niñez universal caló en el sentido


dado a “la infancia” articulando a la niñez con una determinada naturaleza y en consecuencia
“justificando de forma natural el gobierno de los niños” (Varela, 1986:175). Como es referido “la
infancia” es una construcción sociohistórica, en función que se logró una determinada visión
abstracta de niñez que fuera la legítima a través de patrones de interpretación y arreglos
institucionales. Si bien, contienen una estabilización temporaria y hegemonía relativa en cada
coyuntura histórica, lograron incidir en la dinámica de la vida cotidiana y en las instituciones por
las que transitan las niñeces.

Al esencializar “la infancia” como un momento del desarrollo humano -en términos casi
exclusivamente biológicos o como etapa fija de la vida humana “inicial” “aún carente”-, se
desconoce que la experiencia de niñez es afectada por las intersecciones mencionadas y las
transformaciones sociohistóricas y las potencialidades de considerar a niños, niñas y adolescentes
como sujetos que “ya son”. Estos cambios, siguiendo a Diker (2009), se inscriben en los cuerpos
de niños y niñas, pero reflejan signos de otras transformaciones y mutaciones en las relaciones
familiares, en las formas de crianza, en las pautas de consumo, entre otras.

En síntesis, históricamente el desarrollo del conocimiento específico asociado a la infancia


nutrió un concepto de “naturaleza infantil” ligado a “la falta de racionalidad y moral propias,
maleabilidad, obediencia, docilidad. Subsidiariamente, el niño será caracterizado como un ser
dependiente (del cuidado, la protección y la orientación de los adultos) e inocente, y la infancia
como un tiempo de espera, para la vida adulta” (Diker, 2009:20).

37
Como señalan Villalta y Llobet (2011) -siguiendo a Colángelo-, la infancia como su protección
son construcciones sociales, dinámicas y variables culturalmente, y categorías eminentemente
políticas, “son constructos atravesados por una compleja trama de relaciones de poder, relaciones
sociales y rutinas institucionales” (Villalta y Llobet, 2011:15). “La infancia” y las formas de
intervención social se construyeron bajo relaciones de poder en disputa, luchas dadas en torno a
las visiones que se consideraron legítimas o no en cada contexto y son formas provisionales de
comprensión, en tanto pueden variar o reproducirse en el tiempo. En el mismo sentido, Varela
refiere que “las figuras de infancia no son ni naturales, ni unívocas, ni eternas” (1986:174). Las
variaciones que han sufrido en el espacio y en el tiempo son prueba de su carácter sociohistórico.
En síntesis, las autoras afirman que las concepciones y significaciones acerca de las infancias
pueden ser transformadas.

Magistris y Morales reflexionan que existen representaciones sociales sobre las características de
«lo adulto y lo niño» que se imponen socialmente como estereotipos generacionales donde “el
adultocentrismo expresa la cristalización de esos preconceptos” (2019:25). Se constituye de ese
modo una estructura sociopolítica basada en que el “gobierno es el sujeto adulto”.

Como señalan Morales y Retali es fundamental cuestionar los privilegios de las personas adultas
y disponerse a la construcción de nuevos modos de ser adulto o adulta. En otras palabras, es
necesario crear colectivamente condiciones para que las formas de ser, pensar y sentir de los
niños, niñas y adolescentes no estén oprimidas, para que las personas adultas en la relación con
niños, niñas y adolescentes demuestren que tratan con sujetos (y no con objetos receptores de
comunicados emitidos «desde arriba»). Es decir, con personas con deseos, aspiraciones, gustos,
miedos, de quienes mucho pueden aprender, con quienes tienen que acordar aquellas decisiones
que afectan a ambos, sin perder la fundamental dimensión del cuidado y sin significar esto que
tiene que hacerse «todo lo que quieran los niños, las niñas y adolescentes». Se trata de una
apuesta radical a socializar el poder “asumiendo que el mejor modo de proteger a niños y niñas
y adolescentes es invitándolos a participar integralmente en su desarrollo y en la vida social y
política del tiempo histórico que habitan” (Magistris y Morales, 2019: 131).

Como dice la investigadora Mariana Chávez (2012), existen algunos discursos vigentes sobre la
juventud en la Argentina que surgen de las representaciones del mundo de las personas adultas
como ser “joven como ser inseguro de sí mismo”, “joven como ser en transición”, “joven como ser
no productivo”, “joven como ser incompleto”, “joven como ser desinteresado o sin deseo”, “joven
como ser desviado”, “joven como ser peligroso” “joven como ser victimizado” “joven como ser
rebelde o revolucionario” “joven como ser futuro”. Es decir, emerge un discurso adultocéntrico
que estereotipa y acusa a los y las jóvenes por sobre identificación de potencialidades y atributos
positivos, o se polariza y fragmenta a algunos la alabanza y a otros la acusación. De este modo,
en términos de la autora, los y las jóvenes se constituyen en chivo expiatorio de los males de la
sociedad, donde se deposita al enemigo interno.

El etiquetamiento de los jóvenes es una expresión del adultocentrismo, «la hegemonía de la


interpretación del mundo desde la postura del sujeto/adulto/masculino/occidental que opera de
un lado como dispositivo de control social sobre un sujeto que “está siendo sin ser”, y por otro
como moratoria social, ocio privilegiado o condición de no futuro».

Es importante señalar estas transformaciones porque siguen operando en el sentido común


posturas que mantienen concepciones de las infancias como sujetos apolíticos, improductivos
o inactivos. Atender esto es necesario para reconocerles como interlocutores con derecho a una
sociabilidad y participación político-ciudadana en el espacio público.

38
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes

Durante el conversatorio de lanzamiento del Programa Participamos Mariana Chávez


reflexionaba sobre la importancia de promover desde el Estado la participación de los chicos y las
chicas: “un Estado que interpela a los pibes y pibas en su capacidad de hacer, de poder. Un estado
que los reconoce y que reconoce el carácter incompleto del Estado en tanto se completa con su
pueblo, con su ciudadanía, siendo parte también los más petizos, los más chicos” (2021).

Los chicos y las chicas están reconocidos normativamente y en los discursos como sujetos de
derechos y con derecho a tener voz, pero han estado rezagados y demorados en el ejercicio del
derecho a la participación. Es importante subrayar que la participación ciudadana de niñas, niños
y adolescentes se concreta cuando esa capacidad de hacer se evidencia en cambios sobre sus
propias realidades, las de sus comunidades y sus contextos. De este modo, la motivación y el
objetivo de la participación ciudadana es la transformación social, es decir la “incidencia” que se
propone desde el Programa.

El desafío es que la participación que generemos problematice la impronta adultocéntrica.


Mariana Chávez manifestaba “todavía hay un camino por hacer en la transformación de las
prácticas, está colocada la palabra, pero están faltando –si tomáramos la imagen del género-,
adultos que se deconstruyan en el adultocentrismo. Reconocerlos como sujetos en tanto pibes,
la expectativa muchas veces es que participen desde la lógica adulta o la lógica institucional
establecida, por eso tiene que haber un margen que otorgue posibilidad de transformación a esa
institucionalidad establecida para dar lugar a una participación en tanto pibes, en tanto pibas.
Que seguramente van a tener lógicas posibles de dialogar con las lógicas de participación adulta
pero que no necesariamente lo que una o uno como adulto tiene previsto o desea porque cree
que es lo mejor que le podría pasar al otro. A veces, con esa visión adultocéntrica caemos en no
escuchar lo que el otro está deseando, está proponiendo”. (2021).

Transformar las dinámicas instituidas implica modificar las relaciones de poder, con el desafío de
promover una construcción con los niños, niñas y adolescentes como pares y coprotagonistas
atendiendo todas las desigualdades e intersecciones tratando de no naturalizar ni reproducir esas
desigualdades.

3.2 Derechos en disputa


Una niña de 10 años vende sus juguetes por internet para obtener el dinero que le
permita comprarse un teléfono celular.

Una maestra denuncia ante la justicia a un chico de 12 años por pegarle en clase. La
directora de una escuela primaria cordobesa declara en los medios que existen casos
de consumo de estupefacientes en un primer grado y habla de una red de tráfico de
drogas en la escuela.

Un niño que vive y trabaja en las calles de la Ciudad de Buenos Aires puede asistir
a un ciber especialmente creado para chicos en esa situación en el marco de un
programa gubernamental.

Chicas de 14 años de una escuela privada del norte de la provincia de Buenos Aires
cuentan –en los medios de comunicación– que practican sexo oral a cambio de que los
chicos les hagan las tareas o también por dinero o entrar a un boliche.

39
La venta de psicofármacos para niños en Argentina creció a un 900 % entre 1994 y 2005.

Por mes al menos dos niñas de entre 9 y 10 años son internadas en algún hospital
bonaerense con diagnóstico de bulimia y anorexia, promedio que aumenta al
acercarse el verano.

Un niño abusado puede llamar directamente a un número telefónico para hacer la


denuncia en una defensoría de menores.

Éstos son sólo algunos ejemplos que han tenido lugar en los últimos años y que expresan con
elocuencia la radicalidad de los cambios en la experiencia infantil. Cambios que se inscriben
en los cuerpos de los niños, pero que deben ser leídos como signos de transformaciones
más generales: en las posiciones adultas y en las relaciones intergeneracionales, en las
configuraciones familiares y en las prácticas de crianza, en los objetos y modalidades de
consumo, en los discursos y las políticas sobre la infancia, en las instituciones por la que los
chicos transitan. (Diker, 2008).

Atender la importancia de la participación de niños, niñas y adolescentes implica y exige la


transversalidad del enfoque de derechos humanos en las políticas públicas y en las medidas
dirigidas a la protección de los derechos de las infancias y adolescencias. Esto quiere decir que la
protección de estos derechos no es necesariamente sólo la tarea de instituciones particulares con
una competencia específica en niñez o adolescencia, sino que se trata de una estrategia general
que potencialmente interesa a instituciones públicas o privadas, a cualquier órgano del Estado, a
sus entidades territoriales y a la comunidad internacional. Este principio exige la coordinación y la
sinergia de todos los actores probablemente competentes.

En este sentido, el concepto de integralidad está conectado al de participación democrática-


ciudadana, ya que el trabajo intersectorial que propone incluye a todas y todos las y los actores
del Sistema de protección de derechos, desde la elaboración de un diagnóstico local-provincial-
nacional hasta la evaluación de las acciones y abordajes realizados para la protección y promoción
de los derechos de niñas, niños y adolescentes. Esto incluye a la participación, es decir, debieran
ser consultados y tener incidencia en las políticas que los y las afectarán.

La legislación de protección de derechos es clara respecto a que debe considerarse la


participación también en el diseño de estrategias de protección de derechos de acuerdo con las
medidas contempladas en los artículos 39, 40 y 41 de la Ley Nº26061. El diseño de estrategias
y protocolos para el abordaje sobre situaciones de vulneración de derechos debe tener como
centro el principio del interés superior del niño. Enfatizamos que en el diseño de estrategias
de programación y definición de políticas públicas de niñez, adolescencia y familias se debe
incorporar la perspectiva de la territorialidad local y de sus actores, incluyendo a las infancias y
adolescencias también en esa participación.

¿Por qué insistir en estos aspectos de la participación de niños niñas y adolescentes en las
diversas políticas públicas? Si bien la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño y
las leyes de protección integral de derechos pusieron en discusión “los principios tutelares de
atención a la infancia que han regido las políticas de minoridad desde principios del siglo XX.
En Argentina, estos principios son los que están en la base de la famosa Ley Agote o Ley de
Patronato, sancionada en 1919 y vigente hasta el año 2015” (Diker, 2009:35). Sin embargo, una

40
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes

serie de significaciones y sentidos aún presentes en la cultura social e histórica generan barreras
para la instalación de condiciones que aseguren la efectivización de los derechos.

Muchos de los atributos que se adjudicaron históricamente a las infancias continúan vigentes y
aún hoy se les considera como ‘incompletos’ o ‘incapaces’. Es por ello que el concepto “menor”,
que debe ser reemplazado por el de niño, niña o adolescente, fue perdiendo espacio, “pero no
significa que las prácticas minorizantes hayan desaparecido” (Diker, 2009:36).

Es importante considerar los nuevos modos de ser niños o niñas, influenciados por los medios de
comunicación y potenciado por las redes sociales e Internet. Esto se se encuentra concatenado
con una intensa mercantilización de recursos, servicios e incluso de relaciones sociales para este
grupo en dichos ámbitos virtuales. Que, aunque su correlato sea la disminución de espacios
de encuentro presencial, tienden a ser homogeneizadas por un dispositivo “cultural infantil
o adolescente” dado por los procesos de globalización. De este modo, constituyen nuevas
identidades en y desde la virtualidad.

Mientras tanto, las nuevas tecnologías cimientan la reorganización mundial del mercado de
trabajo, la integración global de los aparatos productivos que afecta a todas las relaciones
sociales comprometidas en forma directa en la producción, distribución y comercialización de
bienes, y en las estructuras del consumo.

Manuel Castells afirma que la característica principal de la globalización presente ya no la


globalización como aspecto permanente del desarrollo del capitalismo, sino como un momento
específico, en proceso hoy, es que “la producción, el consumo y la circulación, así como sus
componentes (capital, mano de obra, materias primas, gestión, información, tecnología,
mercados) están organizados a escala global, bien de forma directa, bien mediante una red de
vínculos entre los agentes económicos” (Castells, 1997). En todo caso, la dimensión cultural del
consumo no queda exenta de influencia; todo lo contrario, vienen a desplegarse nuevos universos
simbólicos con el advenimiento de una comunidad transnacional de consumidores en la que se
socializan las nuevas generaciones.

En consecuencia, la identidad como acto de apropiación simbólica abandona, en buena medida,


el domino territorial para situarse en la dimensión del consumo trans espacial. Esta circunstancia
lleva a que jóvenes de diferentes geografías perciban que tienen mucho más en común entre sí
que con jóvenes de barrios vecinos, respecto a quienes se alejan en capital simbólico, argamasa
con la que adquieren configuración y se despliegan las identidades.

La televisión por fibra, cable o satelital e Internet han contribuido significativamente a contornear
esta nueva realidad que deviene en una nueva formulación del “nosotros”, y en consecuencia del
campo significante de los “otros”. Lo distinto, aunque próximo se convierte en distante. O, si se
quiere lo próximo, si distinto, se transforma en distante (Balardini, 2000).

Se pueden mencionar nuevas formas de participación ciudadana a través de las redes sociales:
organización militante, consejos consultivos virtuales, difusión de información. Pero también
advertir que los procesos de globalización fueron acompañados de ideas neoliberales, propiciando
acciones propias de una sociedad privatista e hiperindividualista, promoviendo la idea de que se
accede a bienes, servicios, espacios en tanto méritos personales.

Entonces si la participación y autonomía de los niños, niñas y adolescentes histórica y


socialmente estuvo invisibilizada y restringida por su marginación como sujetos políticos, el
enfoque neoliberal poco aporta para la organización y colectivización de esa participación y

41
autonomía progresiva. Así como tampoco abona a la disputa por el acceso al espacio público
por parte de ellas y ellos al derecho a la ciudad y a mayores niveles de ejercicio de ciudadanía.
Asimismo, el neoliberalismo ha sido desbastador para los sectores populares ocasionando
barreras para la participación popular ciudadana.

La participación en consignas globalizadas, si bien son sumamente valiosas para traccionar


respecto a derechos de género, ambientalistas u otros, en no pocas ocasiones requieren de
organización y asunción de responsabilidades por parte de los que “militan” esas causas.

Sin embargo, cuando chicos y chicas participan discuten sobre las injusticias y pueden
desencadenar interesantes procesos colectivos de transformación. En palabras de Gustavo Galli9
“cuando los chicos discuten entre ellos discuten idea de justicia. ¿Cómo? Discutiendo, pensando
juntos, intercambiando. Así también discuten la idea de solidaridad, la idea muy bastardeada de
libertad. La libertad es una virtud, un principio social cuando va acompañada de solidaridad. La
libertad individual es una trampa” (2021).

En este contexto el desafío de generar participación ciudadana, que parta del diálogo de
experiencias, deseos, propuestas y saberes, del coprotagonismo, del análisis permanente de las
realidades de nuestro continente, país y territorio, precisa instalar la necesidad de la participación
política de niños, niñas y adolescentes como sujetos protagónicos para la transformación social.

3.3 Qué podemos aportar las personas


adultas para la participación ciudadana?
La educación es el punto en el que decidimos si amamos al mundo lo
bastante como para asumir una responsabilidad por él y así salvarlo
de la ruina que, de no ser por la renovación, de no ser por la llegada
de los nuevos y los jóvenes, sería inevitable. También mediante la
educación decidimos si amamos a nuestros hijos lo bastante como
para no arrojarlos de nuestro mundo y librarlos a sus propios recursos,
no quitarles de las manos la oportunidad de emprender algo nuevo,
algo que nosotros no imaginamos, lo bastante como para prepararlos
con tiempo para la tarea de renovar un mundo común”. (Arendt, 1996,
p.208)

Pensarnos como adultos y adultas en relación con la situación de chicas, chicos y adolescentes
hasta el momento aquí planteada es poner en el centro la cuestión el diálogo intergeneracional
para reflexionar sobre las condiciones reales de la participación. Muchos y muchas tienen
temor a esa participación sobre todo a su participación política porque en esas cuestiones se
juegan relaciones dinámicas de poder. Ni más ni menos.

Se trata de quién dice lo que hay que hacer y cómo, de quién fija las normas, quién las hace
respetar, quién sabe y quién no. Frente a la posibilidad de dar voz y poder a las infancias y
adolescencias se levantan enseguida una serie de defensas de parte del mundo adulto. Como si

9 Conversatorio realizado durante el Lanzamiento del Programa Nacional de Derecho a la Participación Ciudadana de
Niñas, Niños y Adolescentes realizado el 29 de Julio de 2021.

42
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes

fueran una amenaza. Como si se planteara la embestida insolente de una “niñocracia”. En este
sentido, se utiliza el concepto de coprotagonismo de niños, niñas, adolescentes y adultos, en
pie de igualdad, soñando y empujando el mundo que desean que sea.

En muchas ocasiones las personas adultas sienten una distancia del mundo de las infancias,
adolescencias, juventudes. Pareciera que cada vez les cuesta más entenderlos y entenderlas.
Frente a esto surgen distintas reacciones, algunos se refugian en el conocido eslogan “todo
tiempo pasado fue mejor”, “los y las jóvenes no respetan nada, se perdieron los valores”. En estas
ocasiones lo que suele suceder es que negando las características propias de estas infancias y
adolescencias se renuncia a la posibilidad de conocerlos, esperando de ellos y ellas un elenco de
respuestas y reacciones estereotipadas, pero para nada reales.

Otra reacción puede ser la de quienes reconocen que cualquier práctica perteneciente al pasado
debe ser disuelta y, por ende, proponen que niños, niñas y adolescentes hagan lo que sientan
ganas de hacer. Lo que suele suceder con esta postura es que, frente al temor de operar una
especie de abuso de autoridad, se deja que “se las arreglen solos”. Seguramente entre una y otra
posición hay infinidad de matices y acentos. Lo cierto es que el modo de ser adultos y adultas
frente a ellos y ellas no admite recetas. Tal vez, sea tiempo de encontrar entre todos y todas
pistas acerca de cómo promover la participación ciudadana activa o como menciona Morales
citando a Freire “cómo provocar la voz de niños y niñas (Morales, 2021:50).

“...para fortalecer los derechos de participación es necesario despaternalizar lo que


entendemos por protección para transformar el ejercicio de la participación en garantía y parte
integral de la participación”. (Morales y Magistris, año)

A partir de la promulgación de la Ley Nº26061, los niños, niñas y adolescentes plenos sujetos
de derechos están convocados a tener una participación protagónica. El desafío y tarea como
personas adultas será el de la promoción, protección y restitución de sus derechos alejados de
miradas y prácticas paternalistas y condescendientes, siendo plenamente conscientes de la
responsabilidad que implica este momento histórico.

Fortalecer una cultura del cuidado reconociendo que los chicos y las chicas también ejercen
prácticas de cuidado, y la protección de derechos a fin de garantizar como sociedad su
cumplimiento efectivo. Ya no solamente en su núcleo familiar (al cual niños y niñas “no
pertenecen” como un objeto), o en las escuelas, sino por parte de la sociedad en su conjunto.
Esto implica una refundación de pactos y acuerdos, de nuevas posibilidades, de la promoción de
espacios organizativos y de incidencia de la voz de los niños, niñas y adolescentes.

Ellas y ellos son ahora sujetos políticos, entonces la participación ciudadana no debe ser una
“preparación” para otro momento o para otra edad como adultos o adultas “en potencia”.
Tampoco una inversión como futuros ciudadanos considerándoles desde la carencia o de lo
que aún les falta. Menos aún desde la formación ciudadana, donde los adultos explican la
participación ciudadana, ya que eso sería darles una forma predeterminada de ciudadanía
prefigurada por las personas adultas, y la consecuente sumisión de la voz, singularidad y
creatividad de los y las chicas. Este es de algún modo el modelo escolar que se ha incorporado
muchas veces al pensar propuestas y formas de vincularnos con niños, niñas y adolescentes.

Para eso es imprescindible multiplicar los espacios de participación, de diálogo, de encuentro,


de acercamiento, de pronunciamiento de sus propias voces en primera persona y de construcción
de poder. Allí es importante trascender la idea de participación que a veces guía algunos lugares
donde se convoca a niños, niñas y adolescentes y puede primar un trasfondo profundamente

43
conservador: chicos y chicas participan, se los escucha, intercambian, pero eso luego no incide en
ningún proceso o espacio más colectivo. Son eventos de socialización, pero no de participación
política o ciudadana tal como se viene planteando. En esos espacios los chicos y las chicas no
deben asumir las responsabilidades que les tocan a las personas adultas, pero sí pueden propiciar
sus consultas, propuestas y críticas de forma libre y organizada para construir colectivamente
acciones que generen políticas públicas para la promoción y protección integral de derechos que
luego incidan en la vida social y concreten algún nivel de transformación.

En ese marco de participación política para la transformación social, las personas adultas
deben desaprender las matrices adultocéntricas, repensar y redefinir. Problematizar cómo
habitamos el mundo y qué lugar les otorgamos a los otros y las otras es un paso para la apertura
de formas nuevas, sin romantizar ni desconocer las disputas y conflictos propios de todas las
relaciones sociales.

Mariana Chávez mencionaba que son importantes las “tres p” para propiciar condiciones para
la participación: “la participación, el poder y la plata. En participación no hay, evidentemente,
una naturalidad en la posibilidad de participar hay que generar las condiciones. Nos ayuda la
institucionalización de algunas formas, de algunas lógicas, como es este programa claramente.
Nos ayuda la normativa (es relevante también que quede en letra escrita), los dispositivos que
se van generando, las formas de acceder y de funcionar. Con ello pasar al poder que es poder
acordar cuáles van a ser los niveles de incidencia, de decisión de esa participación. Lo que
estamos queriendo es una participación que no sea solo una visibilización del sector, o solo una
escucha, que es también importante, sino que además la propuesta y la palabra tenga incidencia,
poder de decisión en las políticas públicas y no solamente en las políticas públicas donde hay
pibes y pibas que es lo que más está normado, sino también que puedan ser tomados en cuenta
en todas las políticas” 10(2021).

3.4 Para reflexionar sobre el rol de las


personas adultas y el derecho a participar de
niños, niñas y adolescentes
Para educar un niño se necesita la aldea entera.

Proverbio africano

El Art. 12 de la CDN, reconoce el derecho de los niños, niñas y adolescentes a “ser escuchados
en todos los asuntos que los afectan”. Esta expresión ha sido interpretada tradicionalmente en
un sentido restrictivo. Suele ser tomado como asuntos que afectan al niño o niña en forma
directa e individual. Pero la Observación General Nº12 del Comité de los Derechos del Niño (ONU)
otorga a la referida expresión una interpretación amplia y no restrictiva de los temas o asuntos
pertinentes que deben ser materia de la participación infantil y adolescente. Dicha interpretación
“incluye a los niños en los procesos sociales de su comunidad y de la sociedad.” Y continúa: “los

10 Conversatorio realizado durante el Lanzamiento del Programa Nacional de Derecho a la Participación Ciudadana de
Niñas, Niños y Adolescentes realizado el 29 de Julio de 2021.

44
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes

Estados Parte deben escuchar las opiniones de los niños siempre que aporten a mejorar la calidad
de las soluciones” (2012).

Para reflexionar

¿Cuánto están las personas adultas y las instituciones en condiciones


de escuchar y permitir la incidencia de niños, niñas y adolescentes en
las decisiones que se toman? ¿Cuáles son las habilidades y destrezas
que se deben desarrollar en las personas adultas para que puedan
ser auténticos facilitadores de la participación y de los diálogos
intergeneracionales?

Siguiendo a Morales y Magistris (2018), acompañar y favorecer el camino de participación política


de niños, niñas y adolescentes, implicará que, como personas adultos y adultas, se pueda entre
otras cosas:

• repensar la ciudadanía de niños, niñas y adolescentes en el impacto de sus


subjetividades, coincidencia real en las decisiones, normas y procedimientos que
construye esta sociedad.

• Refundar las relaciones entre generaciones en donde la participación sumerge la mirada


meramente instrumental para dar la bienvenida a un enfoque de coprotagonismo.

• Alejarse de la expectativa que niñas y niños se comporten como personas adultas si no


aceptar que vivan, piensen, decidan, reflexionen como tales.

• Pensar en la potencia de la amplia gama de acuerdos generacionales. Desde esta


perspectiva no se está bregando por una niñocracia.

• Pensar y considerar la especificidad de la agencia política de las infancias y adolescencias.

Incluir la subjetividad de niños, niñas y adolescentes y su derecho a la participación no


desdibuja el papel de las personas adultas, sino que sí implica un desplazamiento de su
centralidad. De este modo, redefinir las infancias y adolescencias será sobre todo redefinir la
adultez.

Invita a un nuevo modo de estar presentes y reconfigurar el lugar que corresponde en el vínculo:
“de escuchar más que decir, de preguntar más que dirigir, de acompañar proyectos, procesos,
propuestas, más que ordenar, de repensar más que controlar, de crear más que moldear”
(Magistris, Morales; 2021).

“Incorporar a las niñas y los niños como actores políticos implica, en efecto, promover la
pluralización del espacio público, impulsando que éste logre adaptarse a niños y niñas en formas
apropiadas y no solamente que ellos y ellas se adapten a formas premoldeadas por las personas
adultas en las que no tuvieron ninguna participación. Para tal fin, es interesante pensar en la idea
de un espacio intermedio entre preocupaciones del orden privado y la acción política pública para
poder modificar las relaciones al interior de la esfera privada” (Cockburn, en Morales 2018).

45
ANEXO
Programa Nacional de Derecho a la
participación ciudadana de niñas, niños
y adolescentes - Participamos
La Dirección Nacional de Sistemas de Protección (DNSP) de la Secretaría Nacional de Niñez,
Adolescencia y Familia (SENAF) del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación tiene como una
de sus responsabilidades principales “promover la participación ciudadana de las niñas, niños y
adolescentes” (Decisión Administrativa 723/2020).

Bajo este marco legal, y dando cumplimiento a lo estipulado en la Convención Internacional sobre
los Derechos del Niño (art. 12 al 15), la Ley Nº26061 de Protección Integral de los Derechos de
las Niñas, Niños y Adolescentes (art. 19, 23 y 24) en lo que refiere al derecho a la participación, el
programa ha desarrollado una amplia experiencia en el campo de la promoción de la participación
ciudadana.

A través del área de Recreación y Participación y los equipos técnicos territoriales se han llevado
adelante acciones tendientes a garantizar, fortalecer y promover este derecho en las distintas
provincias.

En este sentido, en el encuentro de lanzamiento del Programa Nacional Derecho a la Participación


Ciudadana, el secretario nacional de la SENAF, Gabriel Lerner, sintetizaba:” nos propusimos darle
volumen a la agenda de participación infantil y adolescente y a partir de un relevamiento de
experiencias de participación con incidencia en las políticas públicas iniciamos una experiencia en
la propia Secretaría. Es así como, en diciembre de 2020, creamos el Consejo Consultivo Nacional
de Adolescentes de la SENAF, con el fin de incorporar sus puntos de vista y sus demandas. Este
programa apunta a fortalecer los cauces de participación ciudadana en provincias y municipios
y a estimular esa participación. La idea conceptual es que, así como el respeto al enfoque de
derechos hace que la democracia sea buena para los pibes y las pibas, la idea de la participación
ciudadana de los chicos y las chicas sea muy buena para la democracia. No aspiramos a sacarnos
la responsabilidad de los y las personas adultas de gobernar, pero entendemos que tenemos que
gobernar con todos y todas, para todos y todas, y eso supone incorporar los sentires de los pibes
y las pibas y a eso apunta el Programa Derecho a la Participación ciudadana”.

Si bien en los distintos niveles jurisdiccionales coexisten acciones e iniciativas tendientes a


la promoción, defensa e institucionalización del derecho a la participación de niñas, niños y
adolescentes; el ejercicio de este derecho fundamental no ha sido coordinado desde un programa
de alcance nacional que unifique criterios conceptuales y operativos respecto de la participación
ciudadana de las infancias y adolescencias; y que promueva la institucionalización de esta.

En este sentido, la responsabilidad primaria de la DNSP es la de “dirigir los programas de


carácter nacional que tengan como finalidad fortalecer a los organismos gubernamentales y no
gubernamentales, que integren el Sistema de Protección Integral de Derechos de Niñas, Niños y
Adolescentes” (Decisión Administrativa 298/2018), es por ello que se propone la implementación
de este Programa Nacional, a los fines de promover la participación ciudadana de niñas, niños y

46
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes

adolescentes en espacios institucionales conformados con y para ellas y ellos, que tengan una
comunicación e intervención directa con las instancias de gobierno y puedan tener incidencia en
el diseño, la formulación, implementación y evaluación/ponderación de las políticas públicas que
protegen y garantizan sus derechos en todos los niveles jurisdiccionales.

Mediante esta propuesta se prevé el desarrollo de estrategias de acción que propicien y


fortalezcan el rol de niñas, niños y adolescentes en las distintas instancias de toma de decisión
a partir de generar, promover e institucionalizar espacios de participación ciudadana en los
distintos niveles jurisdiccionales con incidencia en las políticas públicas que les conciernen. Así
también que estos espacios locales, municipales y provinciales puedan a su vez confluir en la
institucionalización de una representación federal de las infancias y adolescentes en los ámbitos
de participación nacional.

A partir de las distintas iniciativas gubernamentales y no gubernamentales se tiene conocimiento


de una extensa trayectoria que lleva ya varios años, en la promoción de la participación de niñas,
niños y adolescentes. Por eso, esta propuesta busca poner en valor las experiencias locales,
recuperando las prácticas y esfuerzos realizados por los municipios y provincias, así como de
organizaciones sociales y comunitarias, asumiendo una tarea colectiva entre los distintos niveles
de gobierno y de ámbitos no gubernamentales.

Es así como apuntamos al ejercicio efectivo del Derecho a la Participación Ciudadana de niñas,
niños y adolescentes, desde una mirada federal, que conlleva el diseño e implementación de toda
política pública, y desde una perspectiva transversal, integral con enfoque de género. Este derecho
es central para el fortalecimiento del Sistema de protección integral y la construcción de ciudadanía
en el ejercicio democrático, para alcanzar una sociedad basada en la justicia y la igualdad.

Mariana Chávez subrayaba la importancia del establecimiento de convenios con las instancias
municipales que conlleva el Programa: ”es muy interesante en el programa que se está
presentando la participación de las intendencias, porque son los Estados locales los que tienen
la mayor raigambre, la posibilidad intersticial, de entrar en todos los barrios, de ser parte de
todos los barrios, de ser parte de la vida cotidiana de los y las pibas, así que creo que es un
actor fundamental y que va a tener mucha potencia desde ese lugar. Finalmente, también como
condición de posibilidad para una participación efectiva las cuestiones de financiamiento, las
cuestiones del organigrama, del apoyo necesario para que sea posible esta acción” 11 (Encuentro
de lanzamiento del programa Participamos, 2021).

Fundamentación del Programa


La participación infantil y adolescente es un derecho y uno de los cuatro principios
fundamentales de la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN), junto a los de no
discriminación; interés superior del niño y el derecho a la vida, la supervivencia y el desarrollo.
La CDN establece que los Estados deben garantizar que el niño, niña y adolescente estén en
condiciones de formarse un juicio propio, así como el derecho a expresar libremente su opinión
sobre las situaciones que les afecten, teniéndose en cuenta sus opiniones en función de su edad
y madurez (art. 12 de la CDN); gozando además del derecho a la libertad de expresión (art. 13 de

11 Conversatorio realizado durante el Lanzamiento del Programa Nacional de Derecho a la Participación Ciudadana de
Niñas, Niños y Adolescentes realizado el 29 de Julio de 2021.

47
la CDN) y el derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión (art. 14 de la CDN).
Este derecho de libertad redunda en el reconocimiento de los Estados a “reconocer el derecho del
niño a la libertad de asociación y a la libertad de celebrar reuniones pacíficas” (art. 15.1 de la CDN).

En línea con esta consideración, el artículo 23 de la Ley Nº26061 de Protección Integral de


los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes reconoce el derecho de los niños niñas y
adolescentes a la libre asociación con múltiples propósitos, incluyendo los políticos. Así también,
otros artículos de la dicha Ley protegen el derecho a que se escuche y se considere la opinión de
los niños, niñas y adolescentes en las cuestiones que los afectan directamente, particularmente
cuando se trate de decisiones tomadas por los jueces o las autoridades administrativas (art. 19)
y a “participar y expresar libremente su opinión en los asuntos que les conciernan y en aquellos
que tengan interés” (art. 24).

En cumplimiento con lo establecido en la CDN, que goza de rango constitucional para el


ordenamiento jurídico argentino (Constitución Nacional, art. 75.12); y lo de dispuesto en la Ley
Nº26061 el Estado tiene el deber de garantizar, mediante la adopción de todas las medidas
gubernamentales posibles, las condiciones de ejercicio y disfrute pleno de dichos derechos, de
hacer respetar los derechos que involucran a niños, niñas y adolescentes en cada uno de los
organismos públicos; y de protegerlos de la posible vulneración por parte de otras personas
jurídicas o humanas. En este sentido, el derecho a la participación de los niños, niñas y
adolescentes en el ámbito de la ciudadanía se torna en una de las garantías más firmes para
el ejercicio del resto de los derechos que tienen los niños, niñas y adolescentes, pudiendo
así participar del diseño, ejecución y evaluación/ponderación de las políticas públicas que les
conciernen.

Como puede observarse del articulado de la consagración normativa el derecho de participación


de los niños, niñas y adolescentes contempla la capacidad de expresarse libremente, el derecho a
actuar en algunas circunstancias y a expresar su opinión en todos los asuntos que les conciernen.
Y, sí se considera que la ciudadanía, en tanto condición que reconoce a una persona la posibilidad
del ejercicio de derechos y obligaciones asociados a ella, puede verse promovida o restringida
según su inscripción en un contexto político institucional determinado; se puede inferir que con
la sanción de la Ley Nº26061 se produjo la apertura de un nuevo paradigma para las niñeces y
adolescencias.

Se produce así en nuestro país un cambio de perspectiva en la consideración de la niñez y la


adolescencia, orientando las políticas públicas al nuevo paradigma centrado en el enfoque
de derechos. Las niñas, niños y adolescentes no han de ser considerados como “objetos” de
intervención de las políticas públicas diseñadas por otros y otras; ni ser concebidos como sujetos
pasivos que no tienen nada para contribuir en la definición de sus problemas, necesidades y
áreas de interés. Por el contrario, contemplarlos como sujetos de derechos, y en lo que refiere
directamente al derecho a la participación, implica concebirlos como protagonistas de sus
presentes y artífices de su futuro; en el marco de una sociedad y un Estado que integra y no
excluye. Dejar de pensar “por” y “para” ellos y ellas; y comenzar a trabajar “con” y “desde”
las infancias y adolescencias, respetando la pluralidad de voces y la diversidad de experiencias en
torno a esa etapa de sus vidas.

Este paradigma plantea la necesidad de seguir avanzando y profundizando la inclusión de niños,


niñas y adolescentes considerados como sujetos, con la capacidad de construir ciudadanía desde
sus prácticas a partir del propio ejercicio de sus derechos, y situados en el marco de su relación
con el contexto sociocultural en el que se vinculan con otras y otros sujetos y con el Estado. Esto
requiere empezar a transitar y potenciar los cambios culturales necesarios, redefiniendo roles,

48
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes

espacios, prácticas y representaciones en relación con el lugar que chicos, chicas y adolescentes
ocupan en la vida social, cultural y política de nuestros territorios.

El derecho a la participación refiere entonces, a “formar parte de…” a “darle contenido


a…”, ambas acciones que conllevan el trabajo en asociación con otros y otras, y así intervenir
conjuntamente en algo a crear, sostener o modificar. Al respecto, Susana Hintze sostiene que el
concepto de participación refiere a la “intervención sistemática y autogestiva de los sujetos en la
construcción de propuestas que den lugar al surgimiento de programas sociales, no en el lugar de
“destinatarios” de una oferta cerrada, sino como gestores colectivos de una demanda por bienes
y servicios en nuevas modalidades de políticas que los incluyan, tanto en el diagnóstico de los
problemas a abordar desde las mismas, en la definición de sus objetivos, como en la gestión y la
evaluación de sus resultados, a partir de efectivos mecanismos de protección de derechos que
contribuyan en ese sentido al bienestar y a la mejora de sus condiciones de vida” (Hintze, 2001:9).

En este sentido, es posible distinguir dos grandes categorías de participación: la participación


ciudadana, y la participación comunitaria.

Cabe señalar que esta división teórica deviene como resultado del relevamiento y análisis de
experiencias en diferentes provincias y municipios de nuestro país12, y de objetivos establecidos
en otras líneas de acción implementadas desde SENAF13; que permiten diferenciar el campo de
intervención y acciones a desplegar como propuestas que hacen a este Programa Nacional. Aun
cuando en la práctica no se excluyen tan fácilmente ni deben pensarse de forma opuestas, sino
que por el contrario deben entenderse como complementarias y en permanente diálogo.

• Entendemos por participación comunitaria a toda estrategia, acción, propuesta,


programa y política pública, que tenga por objetivo contribuir al bienestar y la mejora
de las condiciones de vida física, psicológica, social, familiar, comunitaria, escolar,
científica, cultural, deportiva y recreativa, tanto de los niños, niñas y adolescentes como
de su comunidad, garantizando integralmente sus derechos Es decir, aquellas acciones
o actividades que vehiculizan necesidades, deseos, proyecciones comunitarias de
manera articulada y que tengan a los niños, niñas y adolescentes como protagonistas en
todo o alguna parte del proceso: diagnóstico, diseño, planificación, gestión, monitoreo.

• A su vez, entendemos por participación ciudadana a toda estrategia, acción, propuesta,


programa y política pública, que tenga por objetivo la representación, deliberación
y elaboración de propuestas institucionalizadas para el ejercicio de prácticas de
ciudadanía de los niños, niñas y adolescentes en relación con su contexto sociocultural,
implicándolos activamente en la esfera pública, promoviendo la construcción de
ciudadanía a partir del ejercicio de sus derechos y la participación en los procesos de
toma de decisiones. Esta forma de participación supone la incidencia directa de la
participación de niñas, niños y adolescentes en las etapas de diseño, formulación,
implementación y evaluación de las políticas públicas.

12 Dicho relevamiento se implementó a través de los equipos técnicos territoriales de la Dirección Nacional de Sistemas
de Protección, durante los meses de marzo y la primera semana de abril del 2020, en el marco de la implementación de
las medidas de aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO) a causa de la pandemia por Covid-19.
13 En particular desde la Dirección Nacional de Promoción y Protección Integral dependiente de la Subsecretaría de
Derechos para la Niñez, Adolescencia y Familia, desde el año 2016 se viene implementando el Programa Centro de
Adolescentes -CEA- (Res 2294/2016) el que está dirigido a la promoción y ejercicio de la participación comunitaria de
Adolescentes de 13 a 18 años de edad.

49
4.2 Experiencias
Como se ha mencionado el cambio inaugurado desde 2005 con la sanción de la Ley Nº26061, se
produjo la adecuación de las normativas, instrumentos y prácticas en relación con el abordaje de
la niñez y la adolescencia como sujeto de derecho, que impactó en las distintas jurisdicciones del
Estado y en las organizaciones de la sociedad civil. Específicamente, en lo que refiere al derecho
a la participación ciudadana de niñas, niños y adolescente cabe considerar las Leyes Nº26774 de
Ciudadanía Argentina y Nº26877 de Representación Estudiantil. Creación y funcionamiento de los
Centros de Estudiantes.

En el año 2012 se sancionó la Ley Nº26774 que extendió el derecho a votar en elecciones
nacionales a los adolescentes de entre 16 y 18 años. En su artículo 1° consigna que todos los
argentinos que hayan cumplido 16 años gozan de todos los derechos políticos conforme a la
Constitución y a las leyes de la República y en el artículo 3 establece que, son electores los
argentinos nativos y por opción, desde los dieciséis (16) años, y los argentinos naturalizados,
desde los dieciocho (18) años, que no tengan ninguna de las inhabilitaciones previstas en esta ley.

Con esta ley, de reconocimiento internacional y calificada como “una innovación con pocos
precedentes institucionales” el derecho a la participación ciudadana en relación con los derechos
políticos que conlleva el ejercicio de la ciudadanía se ajustó al paradigma de las adolescencias,
como sujetos plenos de derechos.

Por su parte, en el año 2013, la Ley Nº26877 de reglamenta y reconoce a los centros de
estudiantes como órganos democráticos de representación estudiantil, instando a las autoridades
jurisdiccionales y las instituciones educativas públicas de nivel secundario, los institutos de
educación superior e instituciones de modalidad de adultos incluyendo formación profesional
de gestión estatal y privada, gestión cooperativa y gestión social, a reconocer los centros
de estudiantes como tales (Art 1), a promover la participación y garantizar las condiciones
institucionales para el funcionamiento de los centros de estudiantes (art 3); y por su parte, en
el artículo 9 de la ley, aclara que “Los centros de estudiantes reconocidos pueden nuclearse en
federaciones jurisdiccionales, regionales y nacionales”. Con esta norma se reconoce no sólo el
derecho actual de las y los adolescentes a participar de la vida estudiantil, sino también se rinde
honor a la vasta experiencia estudiantil en asuntos de participación ciudadana que la historia
de nuestro país encierra: “El activismo estudiantil es una forma de participación juvenil que
tiene una larga tradición en la Argentina. Se remonta al activismo universitario que inspiró el
movimiento reformista en la década de 1910 y tiene capítulos relevantes en las organizaciones
promovidas por el primer peronismo, la intensa actividad estudiantil juvenil de la segunda mitad
de los 60 y los primeros 70, la movilización que acompañó la recuperación democrática desde
principios de los 80, la resistencia a algunas políticas educativas de los 90 y la participación activa
en discusiones sobre políticas educativas y de derechos humanos en años más recientes”.5

También nos recordaba Gustavo Galli: “El Consejo Federal de educación aprobó la Resolución
239/2014 que busca, favorece y de algún modo exige la creación en los niveles inicial y primario
de los Consejos de Aula y Consejos de Escuela. Es decir, hasta niños y niñas del nivel inicial tienen
que poder tener la palabra, decidir cómo están, qué sienten. Para poder decir este cuerpo es mío,
para poder decir esto me gusta, esto no me gusta” (2021).

El Estado actual reconoce, promueve y defiende el ejercicio de los derechos y obligaciones de


todos y todas sus ciudadanos/as, con el fin de contribuir a la integración social, a la igualdad y

50
El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes

la justicia de nuestra sociedad. Por ello, y en virtud del camino transitado hasta hoy, y siendo
responsabilidad directa de la Dirección Nacional de Sistemas de Protección (SENNAF-MDS)
la “promoción de la participación ciudadana de las niñas, niños y adolescentes” (Decisión
Administrativa 298/2018) se impone como necesario profundizar en la institucionalización de
los espacios de participación y organización, aportando al fortalecimiento y formalización de las
experiencias concretas existentes en ciertos municipios y localidades del país; y promoviendo y
acompañando en la institucionalización en aquellos lugares donde aún no existen.

Desde la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia proponemos la implementación


del Programa Nacional de Derecho a la Participación Ciudadana de Niñas, Niños y
Adolescentes - Participamos con el objetivo de garantizar este derecho para todos/as las/
los niñas, niños y adolescentes a partir de la creación y fortalecimiento de espacios locales,
municipales y/o provinciales de participación de niñas, niños y adolescentes, así como la
institucionalización de representaciones en las mesas de gestión local14 y todo otro espacio de
articulación donde se aborden temas de su incumbencia, a fin de confluir en la institucionalización
de un espacio federal de participación de niñas, niños y adolescentes.

Antecedentes institucionales
Es responsabilidad de los Estados en sus distintos niveles jurisdiccionales promover y garantizar
el derecho a la participación en las diferentes comunidades, haciendo foco en el fortalecimiento
del rol de las familias en la efectivización de ese derecho de niñas, niñas y adolescentes.
Facilitando la participación de todos los actores sociales y teniendo como fin último e
impostergable la protección integral de derechos en la niñez.

Por este motivo, desde la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia se han propiciado acciones
concretas para hacer efectiva la participación adolescente en sus diferentes dimensiones
(comunitarias, sociales, ciudadana y política, por mencionar algunas), atendiendo a la integralidad
de las políticas públicas. La Secretaría cuenta con una vasta trayectoria en iniciativas enmarcadas
en los procesos de participación de niñas, niños y adolescentes. Particularmente, en lo que
respecta a la participación de las adolescencias, cabe señalar las siguientes experiencias:

• Programa Nacional Nuestro Lugar (Res 2498/09) implementado hasta el año 2016
tenía como objetivo promover la inclusión y participación de las y los adolescentes cuyas
edades oscilaran entre los 14 y 18 años; a través de la creación, diseño y ejecución de
proyectos de su interés.

• Programa de Protagonismo Adolescentes-Centro de Adolescentes (CEAs) (Res


2294/16). Bajo la órbita de la Dirección Nacional de Promoción y Protección Integral
destinado a las y los adolescentes entre 13 y 18 años se promueve la participación
comunitaria de esta población en espacios institucionales para el desarrollo de proyectos
culturales, artísticos y recreativos, acompañados en su implementación con referentes
adultos de las localidades.

• Ejecución de Proyectos Sociocomunitarios. Desde el año 2011, a través de la


financiación y asistencia técnica para la formulación de proyectos la SENAF acompaña

14 Una mesa es un espacio de encuentro y de construcción de autonomía. Es otra instancia de participación de niñas,
niños y adolescentes.

51
el fortalecimiento de las organizaciones sociales en general, priorizando el trabajo con y
desde las y los adolescentes.

Las experiencias enumeradas se centran en lo que se ha denominado participación comunitaria.

Por otra parte, a través del área de Participación Ciudadana y los equipos territoriales que forman
parte de la Dirección Nacional de Sistemas de Protección, y en lo que atañe a la participación
ciudadana, se vienen desarrollando desde hace varios años diversas experiencias a nivel
nacional, tendientes a la generación de espacios de participación, intercambio intergeneracional
y actividades para la promoción, protección y difusión de derechos de niños y niñas; con énfasis
en aquellas experiencias que involucran directamente a las y los jóvenes. A modo ilustrativo se
mencionan:

• Foros15 de carácter regional y nacional. A partir del año 2013, se han impulsado con
el objetivo de promover la participación de los y las adolescentes, y fortalecer a las
organizaciones de la sociedad civil.

• Talleres de participación ciudadana. A través del área de Participación Ciudadana y los


equipos territoriales se vienen desarrollando diversas experiencias, talleres y actividades
a nivel nacional, promoviendo la participación, el debate y la difusión de derechos de
niños, niñas y especialmente de las y los adolescentes.

Por su parte, en el ámbito de los distintos niveles jurisdiccionales, a partir del relevamiento de
experiencias de participación ciudadana llevado adelante por la Dirección Nacional de Sistemas
de Protección (producto de la articulación con las áreas de gobierno locales y con organizaciones
no gubernamentales), se observa que no se han institucionalizado este tipo de participación
de forma plena como derecho para todos los niños, niñas y adolescentes siendo además muy
dispares las iniciativas en las distintas provincias y municipios. Si bien del diagnóstico realizado se
han relevado esfuerzos, trayectorias y experiencias en cada una de las jurisdicciones tendientes
a garantizar y efectivizar el derecho a la participación es preciso avanzar en el camino de una
participación. Esto es, tomar distancia de la mera convocatoria de niñas, niños y adolescentes
para que emitan su opinión o su participación en actividades diseñadas “para ellos o ellas” que
oscurecen su rol de sujetos activos; y tomar contacto más estrecho con el reconocimiento del
derecho a la participación como una de las garantías más firmes para el ejercicio del resto de
los derechos que tienen en tanto ciudadanos y ciudadanas.

La participación en asociaciones y organizaciones es para las infancias y adolescencias del mismo


modo que para los adultos, el vehículo más adecuado para insertarse plenamente e incidir en la
orientación de la vida en común. Por ello, la discusión y el debate, la capacitación y profundización
conceptual se presentan como un imperativo para las personas adultas responsables de las
políticas que les involucran en pos de unificar criterios, expandir horizontes de posibilidades,
aprender de los errores y valorizar los aciertos, y poder garantizar de manera novedosa y genuina
la participación adolescente.

15 Un foro es un tipo de reunión donde niñas, niños y adolescentes conversan y opinan sobre un tema que les
interesa. En el foro se genera una discusión, dirigida por un moderador que interviene para que sea ordenada. Suele
caracterizarse por contar con la participación de personas con perspectivas diferentes y se discute de un tema
acordado previamente. Además, tiene un moderador encargado de regular las intervenciones y estimular la discusión.
Todos los participantes aportan sus puntos de vista.

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El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes

El “Relevamiento de experiencias de participación Ciudadana de niñas, niños y adolescentes” 16


sintetiza los resultados de un informe realizado por los equipos técnicos territoriales
dependientes de la Dirección Nacional de Sistemas de Protección, con el propósito de describir un
panorama general en torno a las formas que asumen las experiencias de participación ciudadana
a lo largo del país.

Han pasado 15 años desde la sanción de la ley, se ha recorrido mucho camino y acumulado una
vasta experiencia, con logros y fracasos. Resulta indispensable entonces, replantear el concepto
de participación, para poder profundizar su ejercicio y garantía. Diseñar, gestionar y ejecutar
políticas públicas bajo esta nueva mirada, que incorpore densidad y profundidad, que recoja
las experiencias y trayectorias, y propicie formas novedosas de participación requiere claridad,
unidad y perspectiva conceptual por parte de todos los actores involucrados para aceptar este
desafío.

4.3. Objetivos y líneas de acción del


programa
Los objetivos del programa son identificar y sistematizar experiencias existentes en todo el
país acerca de programas, acciones y experiencias de participación ciudadana de niñas, niños y
adolescentes.

1. Fortalecer los diversos espacios de participación ciudadana de niñas, niños y


adolescentes, las estrategias y experiencias desarrolladas por estas y estos, a nivel
local, comunitario, municipal y provincial de pertenencia.

2. Contribuir a la formación, consolidación y sostenimiento de espacios institucionales


de participación ciudadana de niñas, niños y adolescentes, bajo las formas que
en cada jurisdicción resulten más apropiadas para dar cuenta de una incidencia
efectiva en la esfera social y las políticas públicas.

3. Propender, incentivar y acompañar la conformación de un espacio federal de


participación ciudadana de niñas, niños y adolescentes, con incidencia directa en la
formulación, ejecución y evaluación de las políticas públicas que les conciernen.

4.3.1. Líneas estratégicas


1. Enfoque en población adultos que tengan a su cargo el trabajo con y desde niñas,
niños y adolescentes (Articulación intersectorial)

Las acciones del Programa Nacional de Derecho a la Participación Ciudadana Adolescente se


enfocan en la población de entre 13 y 18 años como destinatarios indirectos, ya que se trabaja
fundamentalmente con personas adultas actores del Sistema de Protección Integral de Derechos.

16 Disponible en la Biblioteca SENAF https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/2020/09/relevamiento_de_


experiencias_de_participacion_ciudadana.pdf

53
En este sentido, se reconoce el trabajo desarrollado por órganos y áreas del Estado, y por parte
de organizaciones de la sociedad civil interesadas en la promoción y protección de derechos de
niñas, niños y adolescentes. Es así como se plantea un trabajo que convoque de manera virtuosa
la experiencia y trayectoria de estos actores a fin de garantizar este derecho.

2. Perspectiva federal (articulación territorial)

Por el despliegue de acciones que la SENAF desarrolla en todo el país con equipos propios en
todas las provincias se puede afirmar que existen muchas iniciativas dispersas tanto a nivel
provincial como municipal. Sin embargo, no se organizan desde una planificación general
y prácticamente no existen herramientas que las institucionalicen a través de normativas
específicas.

El Programa Nacional de Derecho a la Participación Ciudadana de Niñas, Niños y Adolescentes


propone realizar una estrategia de trabajo conjunto con gobiernos provinciales y locales,
sumando como aliadas fundamentales a las organizaciones de la sociedad civil con experiencia en
la temática. El objetivo es sensibilizar respecto del ejercicio efectivo de este derecho, y al mismo
tiempo fortalecer las capacidades locales, generando la institucionalidad necesaria para instalar la
participación ciudadana adolescente como derecho pleno.

3. Fortalecimiento institucional

Esta línea estratégica se desarrolla a partir de cuatro acciones que se darán de manera conjunta:

1. Sensibilización y acuerdos institucionales: se establecerán acuerdos con


los gobiernos provinciales y locales a fin de construir corresponsabilidades en
el desarrollo del Programa Nacional y las herramientas institucionales en otras
jurisdicciones.
Representación de niñas, niños y adolescentes en la elaboración de campañas
de sensibilización a través de piezas comunicacionales (afiches, trípticos, videos)
elaborados con y desde la participación de niñas, niños y adolescentes, a los fines
de divulgar sus derechos y sensibilizar a la comunidad fundamentalmente respecto
al derecho a la participación ciudadana.
Se realizarán reuniones con referentes locales con la participación de niñas,
niños y adolescentes para la modelización de los espacios deliberativos en sus
comunidades, además de proponer y debatir de qué manera se organizarán y
funcionarán los mismos.

2. Se identificarán (en conjunto con los gobiernos jurisdiccionales) agentes y


promotores en cada territorio que puedan representar las acciones del Programa
Nacional a nivel provincial o municipal, quienes resultarán garantes locales
de la sustentabilidad en el tiempo de las acciones y capacidades instaladas.
Estos agentes formarán parte de una capacitación brindada por los equipos
especializados de la Dirección Nacional de Sistemas de Protección de la SENAF en
el marco del Programa Nacional, en temas relacionados a la participación como
derecho para niñas, niños y adolescentes y como herramienta de construcción de
ciudadanía.

3. Se acompañará al gobierno local en la identificación de los recursos necesarios


y existentes para desarrollar un Programa Jurisdiccional de Derecho a la
Participación promoviendo que se enmarque y reconozca la normativa pertinente.

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El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes

4. Se fortalecerá al Sistema de protección integral en materia del derecho a la


participación ciudadana a través de asistencia y acompañamiento técnico
(acciones de capacitación, formación e intercambio) y acompañamiento
financiero a las provincias y municipios para la implementación de acciones y
dispositivos que garanticen el derecho a la participación.

En relación con las Etapas y Acciones previstas en el marco del Programa, se plantearon tres
etapas generales: una etapa preliminar de sensibilización en el marco del ASPO (Aislamiento
Social Preventivo y Obligatorio) por COVID 19; una Etapa Piloto de implementación y una Etapa
de Implementación nacional gradual, manteniendo una representación federal. Estas etapas se
estructuran en función de las tres Líneas Estratégicas (LE) desarrolladas anteriormente.

4.3.2. Planificación Operativa


Con el objetivo de promover y garantizar la participación y plena de los actores sociales del
territorio y de niñas, niños y adolescentes, se propone la articulación de los Consejos Locales y
los Consejos de Niñas, Niños y Adolescentes en un ámbito de representatividad conjunta entre
adultos e infancias y adolescencias. El objetivo es instalar en la agenda pública local las políticas
y gestiones a llevar adelante en forma conjunta con los órganos de aplicación locales como así
también con las áreas gubernamentales territoriales.

Es la meta lograr que niños, niñas y jóvenes sean partícipes de todos los espacios en los que se
definan, elaboren o gestionen asuntos y situaciones que les conciernan y en aquellos que tengan
interés, como en el diseño, ejecución y evaluación o ponderación de las políticas públicas que les
atañen.

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El derecho a la participación ciudadana de
niñas, niños y adolescentes

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