Chartier-Soc y Esc

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de cada diez (de hecho, en el 11% de los inventarios ele estas

6. Lecturas, Lectores y "Literaturas" Sociedad y


categorías).3 En Canterbury, un poco más tarde, entre 1620 y
Populares En El Renacimiento 1640, la mitad de los inventarios post - mortem indica la presen- Escritura en la
cia de impresos y los porcentajes son, respectivamente, de 45% Edad Media
El encuentro con los lectores "populares" del renacimiento, entre para los artesanos del vestido, de 36% para los obreros de la
mediados del siglo xv y mediados del XVII, ha seguido durante construcción y de 31% para los labradores que viven en la villa.4 Roger Chartier
mucho tiempo los caminos trazados por la historia del libro, tal Por todas partes, entonces, en las ciudades del renacimiento los
como ésta se desarrolló tras la publicación del libro pionero de libros no son extraños en los medios populares. Ciertamente,
Lucien Febvre y Henri Jean Martin. 1 Se trataba, antes que nada, sólo una minoría los posee, pero una minoría que nunca resulta
de caracterizar a las diferentes poblaciones de lectores (y de lec- despreciable y que puede incluso alcanzar una parte importante
toras) a partir de la reconstrucción de la desigual presencia del de la población considerada.
libro en el seno de los diversos grupos sociales de una ciudad o
de una región. La respuesta a la pregunta "¿qué leían?" se enun- ¿Habrá que sujetarse a esa primera referencia? Tal vez no. La
ciaba a partir de una sociografía de la posesión del libro. A esto desigual posesión del libro, tal como la registran los inventarios
sucedía la pregunta "¿quiénes leían qué?", a partir de la locali- post mortem o los catálogos, es engañosa. Por una parte, no
zación de los títulos y de los géneros (distribuidos entre grandes toma en cuenta más que a las obras cuyo valor justifique su men-
categorías bibliográficas) propios de cada grupo social. ción en el inventario de los bienes, o durante una subasta públi-
ca. Por otro lado, no permite llegar a la lectura de los libros cuyos
De ahí siguen varios corolarios. En principio, la preferencia otor- lectores no los poseen pero que los han tomado prestados, o
gada a las fuentes masivas que permitían un tratamiento serial y leído en casa de otro, o escuchado leer. Finalmente, fija las dis-
cuantitativo de hechos homogéneos, repetidos, comparables, tancias culturales según las diferencias de distribución cuando,
como los inventarios post mortem realizados, o los catálogos im- incluso en el renacimiento, son a menudo los mismos textos, y a
presos de ventas de bibliotecas. En seguida, la construcción de
indicadores que identificaran toda una serie de divergencias cul-
turales, más allá de la gran división entre alfabetizados y analfa-
1 Lucien Febvre y Henri Jean Martin, L'apparition du livre, Albin Michel, Paris,
betas, en función de la presencia o de la ausencia de libros, del 1958. (traducción española, La aparición del libro, UTEHA, Madrid, 1959.)
número de las obras poseídas y de la naturaleza de los títulos
mencionados en los inventarios post mortem o en los catálogos. 2 Philippe Berger, "Ia lecture à Valence de 1474 à 1560. Evolution des com-
portements en fonction des milieux sociaux", en Livre et lecture en Espagne et
Estas encuestas, sin duda más numerosas en el siglo XVIII que en France sous l'Ancien Régime, Colloque de la Casa de Velázquez, ADPF,
Paris, 1981, pp. 97-107, y Libro y lectura en la Valencia del Renacimiento,
en los siglos precedentes, han aportado importantes resultados.
Ediciones Alfons El Magnánim, Institució Valenciana d'Estudis i lnvestigació,
Llevados a cabo por lo general dentro de la escala de una villa, Valencia, 1987.
los estudios monográficos hicieron constatar una presencia del
libro más notable de lo que se podía esperar en los medios de 3 André Labarre, Le livre dans la vie amiénoise du XVI siècle. L'enseignement
los artesanos y los comerciantes. En Valence, entre 1474 y 1550, des inventaires après décés, 1503- 1576, Éditions Nauwelaerts, París y Lo-
la tercera parte de los inventarios post mortem menciona libros, vaina, 1971.

al igual que en el 14% de los artesanos del textil y en el 10% de


4. P. Clark, "The ownership of book in England, 1560-1640:The example of
otros trabajadores manuales2. En Amiens, en los años 1503- some kentish townfolk", en Lawrence Stone (comp.), Schooling and society.
1576, el libro está presente en un inventario post mortem de Studies in the history of education, The Johns Hopkins University Press, Bal-
cada cinco; en el caso de los mercaderes y los artesanos, en uno timore, 1976, pp. 95-111. UNTREF VIRTUAL | 1
menudo los mismos libros, los que circulan en todos los medios muy animoso y esforzado príncipe Felixmarte de Hircania de
sociales. Habría que sustituir el criterio que considera "popula- Melchor de Ortega y la Crónica del Gran Capitán Gonzalo Her- Sociedad y
res" a los títulos y géneros hallados entre los artesanos y los co- nández de Córdoba y Aguilar. Con la vida del caballero Diego Escritura en la
merciantes mediante acercamiento que intente señalar los dife- García de Paredes), que ni ellos ni el posadero han comprado, Edad Media
rentes usos y lecturas de los mismos textos por lectores (y lec- sino que las han hallado en un baúl olvidado por un viajero. El
toras) diversos. diagnóstico no tenía apelación: "Las novelas eran leídas por la Roger Chartier
clase alta o los nobles y; tal vez, por algunos miembros particu-
Un proyecto así se basa en dos comprobaciones. En principio, larmente boyantes de la burguesía. Ciertamente no eran leídas
es evidente que los lectores "populares" poseen libros que no les por o para los campesinos."9
han sido particularmente destinados. Menocchio, el molinero del
Frioul, leía la Biblia en vulgar, el Fioretto della Biblia, la traduc- Las declaraciones de los acusados frente a los tribunales inquisi-
ción de la Leyenda dorada, Il cavallier Zuanne de Mandavilla, toriales obligan a replantear este juicio. En la diócesis de Cuen-
que es la traducción italiana de los Viajes de Mandeville, así co- ca, entre 1560 y 1610, siete labradores, seis comerciantes y un
mo el Decameron. Lo que caracteriza a Menocchio como lector artesano dicen haber leído caballerías. Ellos forman casi la tota-
"popular" no es entonces el corpus de sus lecturas sino su ma- lidad de los diecisiete acusados que mencionan esas lecturas.
nera de leer, de comprender y de utilizar al servicio de una cos- Son lectores jóvenes (dos tercios tienen menos de treinta años)
mología original los textos de que se apropia.5 y muy a menudo solteros (doce sobre diecisiete). La edad y la
condición definen así al público de las novelas de caballerías en
De igual manera, los labradores, artesanos y comerciantes de la sus diferencias con el de la literatura clásica y humanista -más
diócesis de Cuenca interrogados por la Inquisición entre 1560 y burgués y más joven aún debido a la presencia de estudiantes
1610 leen lo mismo que otros más acomodados: libros de devo- de las escuelas latinas-, y con él de las obras de devoción (libros
ción, vidas de santos, novelas de caballería.6 Este hecho per-
mite evaluar el diagnóstico realizado sobre el público de las no-
velas de caballería, al que se considera fundamentalmente nobi- 5 Carlo Ginzburg, Il formaggio e i vermi. Il cosmo di un mugnaio del 500,
Einaudi Editore, Turin, 1976 (traducción francesa, Le fromage et les vers.
liario.7 Un juicio así, totalmente clásico en la historia literaria, se
L'univers d un meunier du XVI siècle FIammarion, París, 1980; traducción
basaba en tres indicios. El primero demostraba la afición aristo- española El queso y los gusanos: el cosmos, según un molinero del siglo XVI,
crática por el género a partir de testimonios singulares (cartas, Muchnick Editores, Barcelona, 3a. ed., 1986).
memorias, narraciones biográficas, comenzando por la Vida de
Teresa de Ávila)8 que testimonian su éxito entre los nobles de la 6 Sara T. Nalle, "Literacy and culture in early modern Castile", Past and Pre-
corte, así como entre los nobles militares. El segundo señalaba sent, núm. 125, noviembre 1989, pp. 65- 96.

la estrecha unión entre el gusto nobiliario por la imagen sublima-


7 Maxime Chevalier, "El público de las novelas de caballerías", en Lectura y
da, nostálgica, de la vida caballeresca libre, independiente, giro- lectores en la España de los siglos XVI y XVII, Ediciones Turner, Madrid, 1976,
vaga, en el momento mismo en que comenzaba a establecerse pp. 65-103.
la aristocracia en la corte y en la ciudad. El tercero devolvía su
estatus de ficción a los pocos testimonios de lecturas populares 8 Marcel Bataillon "Santa Teresa, lectora de libros de caballerías" en Varia lec-
de las caballerías -comenzando por la del capítulo XXXII de la ción de clásicos españoles, Editorial Credos, Madrid, 1964, pp. 21-23.

Primera Parte del Quijote en que los segadores reunidos en el


9 Daniel Eisenberg, "Who read the romances of chivalry?", Kentucky
albergue de Juan Palomeque escuchan leer tres novelas (Los Romance Quarterly, vol. xx,1973, pp. 209-233, y Romances of chivalry in the.
cuatro libros del valeroso caballero don Cirongilio de Tracia de Spanish Golden Age, Juan de la Cuesta-Hispanic Monographs, Newark, 1982,
Bernardo de Vargas, la Primera parte de la grande historia del pp. 89-118, "Who read the romances of chivalry?", cita p. 105. UNTREF VIRTUAL | 2
de educación religiosa, vidas de santos, libros de rezos), que es publica un romance data de 1510) y colecciones. El Cancionero
mucho más numeroso (91 lectores y lectoras), de más edad, general de Hernando del Castillo, de 1511, contiene 48; le siguen Sociedad y
compuesto en su mayoría por viudos (o viudas) y por gente ca- el Cancionero de romances publicado por Martín Nucio en Am- Escritura en la
sada perteneciente a todos los estamentos sociales. beres en 1547 o 1548, los Romances nuevamente sacados de Edad Media
historias antiguas de la crónica de España (Sevilla, hacia 1549),
El análisis ejemplar de Sara T. Nalle esboza una doble lección. la Siva de romances (Zaragoza, 1551), y después la Silva de va- Roger Chartier
Por una parte, muestra que las cesuras culturales no están ni rios romances (Barcelona, 1561).11 Esta doble circulación -de
obligatoriamente, ni siquiera tal vez mayoritariamente determina- textos singulares impresos en una sola hoja en cuarto, de colec-
das por el estatus socioprofesional. La clase de edad, el estado ciones que reúnen varias decenas o centenas de textos en una
civil, el curriculum educativo (además de una misma confesión, misma obra- es portadora de los intercambios múltiples de que
la pertenencia a un cuerpo, la residencia en un mismo territorio) son objeto los romances: entre la tradición oral y la permanencia
pueden definir, más aún que la condición social, en sentido impresa, entre las diferentes versiones impresas que se vuelven
estricto, la identidad específica de un público de lectores. Por a copiar de una a otra, entre las diversas generaciones de textos,
otra parte, este estudio testimonia que no se trata de lecturas del romancero viejo a los romances nuevos, compuestos a fina-
exclusivas: así como los libros de devoción no son el único ali- les del siglo XVI por poetas letrados (entre ellos Lope de Vega o
mento de los lectores populares, tampoco las novelas de caba- Góngora), o entre los romances de ciego o de cordel, escritos
llería (a pesar de su gran formato y sus precios altos) lo son de las entre los siglos XVII y XIX para el público popular citadino, por
elites nobiliarias y afortunadas. Aunque los humildes no los autores especializados.12 En estas trayectorias múltiples que
posean, han podido escucharlos, como los segadores del Quijote. muy pronto hacen que "el romance [esté] en la base de la cultura
literaria de prácticamente todos los estamentos sociales, pues
La segunda razón que obliga a considerar los usos más que la todos habían oído, leído, cantado y aprendido romances"13 la
distribución, las maneras de leer más que la posesión de los li-
bros, se sustenta en las estrategias de la librería. En efecto, por 10 Sobre las diversas definiciones de lo "popular", véase Lawrence Levine,
toda Europa, de manera más o menos precoz según cada país, "The folklore of industrial society: Popular Cultur and its audience"; en Ame-
rican Historical Review, vol. 97, número 5, diciembre 1992, pp. 1369-1399, en
los libreros-editores audaces inventan un mercado popular del
particular p. 1373, y Roger Chartier, "Cultura popular: retorno a un concepto
impreso. Ganar a esta clientela "popular- en el doble sentido de
historiográfico", en este volumen, pp. 115-133.
la palabra: es numerosa y abarca a los lectores más humildes
(artesanos, tenderos, pequeños comerciantes, elites puebleri- 11 Véase la síntesis de Paloma Díaz-Mas, "Prólogo", en Romancero, edición, prólo-
nas)-10 supone varias condiciones: una fórmula editorial que go y notas de Paloma Díaz-Mas, con un estudio preliminar de Samuel G. Armistead,
reduzca los costos de fabricación y por tanto el precio de venta, Editorial Crítica, 1994, pp. 1-50. La cita de los Manuscrita, en ibid., cap. 5.
la distribución de los impresos por medio de la venta ambulante,
12 Véanse los repertorios de Antonio Rodríguez Moñino, Diccionario bibliográ-
citadina y rural, la elección de textos o de géneros capaces de
fico de pliegos sueltos políticos (siglo XVI), Editorial Castalia, Madrid, 1970, y
conservar al mayor número posible de lectores y, entre ellos, a Manual bibliográfico de cancioneros y romanceros impresos durante el siglo
los más necesitados. El resultado de estás estrategias editoriales XVI, Editorial Castalia, Madrid, 1973, y de Giuliana Piacentini, Ensayo de una
es difundir entre lectores "populares" textos que han circulado bibliografía analítica del romancero antiguo. Los Textos (siglos XV y XVI), II,
antes, en otra forma impresa y de manera restringida, entre los Los Pliegos Sueltos, Giardini, Pisa, 1981, y Ensayo de una bibliografía analíti-
notables y los letrados o bien textos que en un mismo periodo ca del romancero antiguo. Los Textos (siglos XV y XVI), II. Cancioneros y
romanceros, Giardini, Pisa, 1986. Sobre los romances nuevos y los pliegos
son editados de varias formas, dirigidas a públicos contrastantes.
sueltos en el siglo XVII, véase María Cruz García de Enterría, Sociedad y
poesía de cordel en el Barroco, Taurus, Madrid, 1973.
Así sucede, por ejemplo, con los romances, dados a leer (y a UNTREF VIRTUAL | 3

cantar) en la forma doble de pliegos sueltos (el más antiguo que 13 Paloma Díaz-Mas, "Prólogo", loc. cit., p. 32.
invención de una fórmula editorial específica, la del pliego suel- tradición o en la creación oral; lejos de ello. Influye fuertemente
to, juega un papel decisivo. Su forma (originalmente la de un fo- en ella, proponiéndole sus formas y sus textos. Sociedad y
lleto de ocho o cuatro páginas, o una hoja o media hoja en for- Escritura en la
mato de cuarto)14 es la condición de la amplia circulación del Aprovechando sus numerosos triunfos (el control de las redes de Edad Media
romance, sea cual sea, al ajustar el objeto impreso a la propia vendedores ambulantes, la propiedad de los copyrights o, más
forma poética, pues constriñe a ella las nuevas creaciones15 y exactamente, de los rights in copies de los textos de gran circu- Roger Chartier
alimenta el comercio de los mercaderes ambulantes y de los lación, el conocimiento de la clientela más popular), los ballad
buhoneros ciegos:16 pone al alcance de todos, incluso de los publishers inventan y explotan en el decenio de 1620 un nuevo
menos afortunados, un repertorio de textos susceptibles de comercio: el penny chapbook trade. La fórmula editorial es rígi-
múltiples usos, para acompañar el trabajo o la fiesta, aprender a da, y distingue tres clases de objetos impresos: los small books
leer o pasar el tiempo. que tienen 24 páginas en octavo o en duodécimo (es decir, una
cuartilla), los double books, de 24 páginas en cuarto (es decir,
En la Inglaterra del siglo XVI, las broadside ballads son el equi- tres hojas), las histories, que tienen entre 32 y 72 páginas (entre
valente de los pliegos sueltos poéticos. Al publicar textos religio- cuatro y nueve hojas). En el siglo XVII, los primeros se venden a
sos o seculares, ocupar un solo lado de una hoja de imprenta y dos pence o dos pence y medio; los segundos, a tres o cuatro
ser vendidos por los vendedores ambulantes (como el Autolycus pence, los últimos a cinco o seis.19 El repertorio en que se basa
del Winter's Tale), las ballads constituyen un género a la vez poé-
tico y editorial de muy amplia circulación.17 Varios hechos lo
14 La definición del pliego puede ser extendida más allá de esta forma origi-
muestran claramente: el gran número de ediciones, estimado en
nal. El límite máximo del pliego suelto es de 32 páginas "y aún más" (es decir,
3 000 durante el siglo XVl, la confiscación del mercado a princi- cuatro hojas de impresión y más) según Antonio Rodríguez Monino en
pios del siglo XVII por cinco libreros de la Stationer's Company Diccionario, op. cit., p. 11; de 32 páginas (es decir, cuatro hojas) según García
(los ballads partners, que establecen en 1624 casi un monopolio de Enterría, Sociedad y poesía de cordel, op. cit., p. 61; de 32 páginas "y aún
sobre el broadside stock), o incluso las limitaciones de las turmas más" según Joaquín Marco en Literatura popular en España en las siglos XVIII
y Una aproximación a los pliegos de conde Taurus, Madrid, 1977, p. 33.
de las baladas impresas en las creaciones de la tradición oral.
Los textos de las ballads que se conservan en los archivos de la
15 Víctor Infantes, "Los pliegos, sueltos poéticos: constitución tipográfica y
Star Chamber, encargada entre 1603 y 1625 de perseguir a los contenido literario (1482-1600)", en El Siglo de Oro. Estudios y textos de lite-
autores de los diffamous libels y las lascivious, infamous o scan- ratura, Aurea Scripta Humanística, Potomac, 1992, pp. 47-58.
dalous ballads dirigidas contra los magistrados, los oficiales o los
vicarios,- presentan dos rasgos principales. Por un lado, dan tes- 16 Jean-François Botrel, "Les aveugles colporteurs d'imprimés en Espagne",
timonio de la originalidad de las composiciones surgidas de una Mélanges de la tasa de Velázquez, vol. IX,1973, pp. 417- 482, "1. La confrérie
dea aveugles de Madrid et la vente des imprimés du monopole à la liberté du
cultura de taberna en la que quienes pueden (maestros de es-
commerce (1581-1836)", e ibid, voi. x,1974, pp. 233- 271, II, Les aveugles
cuela, procuradores, viajeros letrados) toman la pluma para fijar considérés comme mass-media".
una creación colectiva que no siempre se deja estorbar por re-
glas formales y que se propone metas muy particulares. Por otro 17 Tessa Watt, Cheap print and popular piety, 1550-1640, Cambridge
lado, las baladas manuscritas, hechas para ser distribuidas, can- University Press, Cambridge, 1991.
tadas y pegadas en la pared, imitan las formas de las baladas
18 Adam Fox, "Ballads, libels and popular ridicule in Jacobean England", Past
impresas cuyos textos se adaptan a veces a las circunstancias,
and Present, num. 145, noviembre 1994.
y retoman la disposición tipográfica en dos columnas y las tona-
das de aquéllas.18 Cono en el caso de los romances, la publi- 19 Margaret Spufford, Small books and pleasant histories. Popular fìction and
cación impresa de poemas no deja de tener sus efectos en la its readership in seventeenth- century England, Londres, Methuen, 1981. UNTREF VIRTUAL | 4
esta fórmula editorial vuelve a emplear, adapta y a veces abrevia Restituida en su fuerza de efectuación, la lectura está concebida
textos antiguos, religiosos o seculares (los penny godliness o los en una doble dimensión -y a través de una doble referencia. En Sociedad y
penny merriments), pertenecientes a diversos géneros y a diver- su dimensión individual, atañe a una descripción fenomenológica Escritura en la
sas tradiciones.20 La estrategia editorial desplegada en las ba- que la considera una interacción dinámica, una respuesta a las Edad Media
llad partners londinenses es entonces muy cercana a la que solicitudes del texto, un "trabajo" de interpretación. Así se instau-
siguen en aquella misma época los libreros-editores de Troyes, ra una distancia entre el texto y la lectura que, en su capacidad Roger Chartier
inventores desde los últimos años del siglo XVI de una fórmula inventiva y creadora, no se, encuentra siempre totalmente some-
similar: la de la Bibliothèque bleue.21 tida a las exhortaciones de la obra.24 En su dimensión colectiva,
la lectura debe caracterizarse como una relación dialógica entre
Los lectores "populares" del renacimiento no están confrontados las "señales textuales" emitidas por cada obra particular y el "ho-
entonces con una "literatura" que les sea propia. Por doquier los rizonte de espera", colectivamente compartido, que gobierna su
textos y los libros circulan en la totalidad del mundo social, en recepción. El significado del texto, o más bien sus significados,
todos lados son compartidos por lectores cuya condición y cul- dependen entonces de categorías interpretativas que son las de
tura son muy diversas. Hay entonces que desplazar la atención sus diferentes públicos, sucesivos o contemporáneos.25
hacia los usos contrastados de los mismos géneros, de las mis-
mas obras e, incluso si las formas editoriales se dirigen a públi- Finalmente, seguir a Paul Ricoeur permite comprender a la lectu-
cos distintos, a menudo de las obras mismas. La cuestión esen- ra como una "apropiación". Y esto en un doble sentido: por una
cial es, entonces, la de las prácticas populares de lo impreso.

Esta cuestión se inscribe en una perspectiva más amplia que hay 20 Teresa Watt, Cheap, op. cit, pp. 257.295; "The developement of the chap-
ahora que evocar bajo el riesgo de una desviación teórica. En book trade".
efecto, para los historiadores la pregunta fundamental puede for-
mularse así: como atrapar las variaciones cronológicas y socia- 21 Sobre la Bibliothèque bleue, véanse los señalamientos de Roger Chartier,
Lectures et lecteurs dans la France d `Ancien Régime, Éditions du Seuil,
les del proceso de la construcción del sentido tal como se opera
París, 1987, pp. 110-121, 247-270, y 271-351. (Véase "Estrategias editoriales
en el encuentro entre el "mundo del texto" y el "mundo del lec-
y lecturas populares, 1530-1660", en Lecturas y lectores en la Francia del An-
tor", según los términos de Paul Ricoeur?22 tiguo Régimen, Instituto Mora, México, 1994, especialmente pp. 26-36; y en
este volumen, "La literatura de la marginalidad en la biblioteca azul", infra, pp.
El avance hermenéutico y fenomenológico de Ricoeur constituye 176-245).
un valioso apoyo en la definición de una historia de las prácticas
de la lectura. En principio, contra las formulaciones estructuralis- 22 Paul Ricoeur, Temps et récit, Éditions du Seuil, París, 1985, vol. 111, pp.
228-263.
tas y semáóticas más tajantes que sitúan el significado en el solo
funcionamiento automático e impersonal del lenguaje, esta de- 23 Ibid., p. 239.
finición obliga a considerar a la lectura como el acto mediante el
cual el texto adquiere sentido y eficacia. Sin lector, el texto no es 24 Wolfang Iser, DerAkt des Lesens. Theorie ásthetischer Wirkung, Whilelm
más que un texto virtual, sin existencia verdadera: "Se podría Fink, Munich, 1976 (traducción francesa, L acte de lecture. Théorie de l effet
creer que la lectura se añade al texto como un complemento que esthétique, Pierre Mardaga, Bruselas, 1976).

puede hacer falta [...] Nuestros análisis anteriores deberían bas-


25 Hans-Robert Jauss, Literaturgeschichte als Provokation, Surkhamp Verlag,
tar para disipar esta ilusión: sin lector que lo acompañe, no hay Frankfurt del Meno, 1970 (traducción francesa, Pour une esthetique de la ré-
en absoluto acto que configure la obra en el texto; y sin lector ception, Gallimard, París, 1978; traducción española La literatura como provo-
que se lo apropie, no existe el mundo desplegado del texto." 23 cación, Ediciones Península, Barcelona, 1976). UNTREF VIRTUAL | 5
parte, la apropiación designa la "efectuación", la "actualización" nidad de interpretación" (según la expresión de Stanley Fish)27 a
de las posibilidades semánticas del texto; por otro lado, sitúa a la la que éste pertenece y que define un mismo conjunto de com-
Sociedad y
interpretación del texto como la mediación a través de la cual el petencias, usos, códigos e intereses. De ahí la necesidad de una Escritura en la
lector puede operar la comprensión de sí y la construcción de la doble atención: a la materialidad de los objetos escritos y a los Edad Media
"realidad". gestos de los sujetos lectores.
Roger Chartier
Así trazada, la perspectiva es esencial y, sin embargo, no puede Volver a encontrar, luego de esta pausa, a los lectores "popu-
satisfacer completamente a un historiador. Su primer límite, que lares" del renacimiento conduce necesariamente a preguntarse
es también el de las referencias que le sirven de sustento, en sobre las estrategias de investigación que pueden desplegarse
tanto fenomenología del acto de la lectura por un lado, estética para reconstruir sus prácticas.
de la recepción por el otro, se basa en el hecho de que ésta con-
sidera a los textos como si existieran por sí mismos, fuera de La primera se liga a la representación de las modalidades y de
toda materialidad. Contra esta abstracción del texto, hay que los efectos de lectura tal como los construyen los textos. Entre
recordar que la forma que lo da a leer participa también en la los siglos XV y XVII, éstos se organizan a partir de la competen-
construcción del sentido. El "mismo" texto, fijado en su letra, no cia, que es también una trayectoria, entre lectores en voz alta y
es igual si cambian los dispositivos del objeto o de la forma de lectores silenciosos. Por ejemplo, la literatura española del Siglo
comunicación que le transmite a sus lectores, a sus escuchas o de Oro. En ella la lectura en voz alta está designada corno un
a sus espectadores. De ahí la centralidad reconquistada por las modo ordinario, esperado, contemplado, de la apropiación de las
disciplinas que, como la bibliography, colocan en el centro de sus obras, y esto en cualquiera de sus géneros. Como lo ha mostra-
análisis el estudio de la función expresiva de los recursos no ver- do Margit Frenk, esta lectura implícita, que es lectura en voz alta
bales del libro (o de cualquier objeto escrito), y la de la relación de un lector oralizador para un público de oidores, no es propia,
entre la forma y el sentido - the relation of form to meaning", ni mucho menos, de los géneros poéticos solamente: romances,
según la expresión de D. F. McKenzie.26 Por otro lado, el paso villancico, lírica cancioneril, poemas épicos, poesía italianizante.
fenomenológico y hermenéutico supone implícitamente una uni- Es también la lectura que se supone de la comedia humanista
versalidad de la lectura. En todas partes y siempre, la lectura es (pensemos en el prólogo de la Celestina), de las novelas de
concebida como un acto de pura intelección e interpretación -un caballería ("Que trata de lo que verá el que lo leyere o lo oirá el
acto cuyas modalidades concretas no importan. Contra esta pro- que lo escuchare leer", escribe Cervantes en el título del capítu-
yección a lo universal de la lectura, hay que subrayar que ésta lo LXVI de la Segunda Parte del Quijote), de la novela pastoral,
es una práctica con diferenciaciones múltiples, en función de las de las novelas cortas, de los textos de historia (Bernal Díaz del
épocas y de los medios, y que la significación de un texto de- Castillo lo indica así en el prólogo de su Historia verdadera de la
pende también de la manera en que es leído (en voz alta o silen- conquista de la Nueva España: "Mi historia, si se imprime, cuan-
ciosamente, en la soledad o en compañía, en el fuero interno o
en la plaza pública, etcétera).

Una historia de las lecturas y de los lectores (populares o no) es 26 D.F. Mc Kenzie, Bibliography and the sociology of texts, The Pannizzi lec-
pues la de la historicidad del proceso de apropiación de los tex- tures, 1985, The British Library, Londres, 1986, (traducción francesa Pour une
esthetique de la reception, Gallimard, París, 1978; traducción española La lit-
tos. Considera que el "mundo del texto" es un mundo de objetos
eratura como provocación, Ediciones Península, Barcelona, 1976).
o de formas cuyas estructuras, dispositivos y convenciones car-
gan y constriñen la producción del sentido. Considera, igual- 27 Stanley Fish, Is there a text in this class? The authority of interpretive com-
mente, que el "mundo del lector" está constituido por la "comu- munities, Harvard University Press, Cambridge, 1980, pp. 1- 17. UNTREF VIRTUAL | 6
do la vean e oyan, la darán fe verdadera")28 La práctica de la lec- con más facilidad si se suprimiera toda mediación entre el texto
tura oralizada, descrita o buscada por los textos, crea, por lo que lo relata y su lector. Sociedad y
menos en la ciudad, un largo público de "lectores" populares que Escritura en la
abarca tanto a los mal alfabetizados como a los analfabetas, y Las múltiples prohibiciones cíe las autoridades castellanas con- Edad Media
que gracias a la mediación de la voz lectora se familiariza con las tra la lectura de ficción deben sin duda entenderse en relación
obras y los géneros de la literatura culta, compartida a gran dis- con el temor que inspira una práctica de lectura que confunde en Roger Chartier
tancia de los medios letrados: los lectores la frontera entre lo real y lo imaginario. En 1531 un
decreto real prohíbe la exportación a las Indias de los "romances"
Dada la importancia que la voz seguía teniendo en la transmisión e "historias vanas o de profanidad como son de Amadís y otros
de los textos, el público de la literatura escrita no se limitaba a de esa calidad". En 1543, otro decreto real reitera la prohibición,
sus "lectores", en el sentido moderno de la palabra, sino que se vetando la impresión, venta y posesión en las colonias de los "ro-
extendía a un elevado número de oyentes. Cada ejemplar de un mances que traten de materias profanas y fabulosas e historias
impreso o manuscrito era virtual foco de irradiación, del cual po- fingirlas". Finalmente, en 1555, las Cortes de Valladolid piden
dían emanar incontables recepciones, ya por su lectura oral, ya que se extienda a España la prohibición de "todos los libros que
porque servía de base a la memorización o a la repetición libre. después de él (el Amadís de Gaula) se han fingido de su calidad
El alto grado de analfabetismo no constituía en principio un y lectura, y coplas y farsas de amores y otras vanidades"31 Como
obstáculo para la existencia de un público muy numeroso: basta- lo ha demostrado B. W. Ife, la desconfianza frente a la ficción se
ba con que en una familia o en una comunidad. Hubiese una per- arraiga en una referencia neoplatónica, hostil a las seducciones
sona que supiese leer para que, virtualmente, cualquier texto lle- de la ilusión y al llamado de los malos ejemplos. Pero también se
gara a ser disfrutado por muchos.29 apoya en la obsesión que creó el aumento de la literatura silen-
ciosa, más vulnerable y más falible. Es sin duda esta misma per-
A esta primera percepción, que identifica lo "popular" con una cir- cepción la que fundamenta, en 1625, la negativa de la junta de
culación de los textos que se extiende a la totalidad de una so- Reformación a otorgar nuevos permisos de impresión para las
ciedad, se opone otra: la que reconoce los progresos de Ia lec- novelas o las obras de teatro.32
tura silenciosa, por tanto posiblemente solitaria, no sólo en los
medios letrados sino también entre los más humildes. La apues-
ta es decisiva: porque anula el distanciamiento, siempre mani- 28 Margit Frenk, "Lectores y oidores". La difusión oral de la literatura en el
fiesto en la lectura en voz alta, entre el mundo del texto y el mun- Siglo de Oro", en Actas del Séptimo Congreso de la Asociación Internacional
do del lector, porque otorga una fuerza de persuasión inédita a de hispanistas, publicadas por Giuseppe Bellini, Bulzoni, Roma, 1982, vol. 1.
las fábulas de los textos de ficción, la lectura es un sortilegio peli- pp. 101-123.
groso.30 El vocabulario la designa con verbos de encantamien-
29 Ibid., pp. 115- 116.
to: encantar, maravillar, embelesar. Los autores la representan
como más apta que la palabra viva, recitadora o lectora, para 30 B. W. Ife, Reading anel fiction in Golden-Age Spain. A platonist critique and
hacer creíble lo increíble. Por ejemplo, Cervantes. En El casa- some picaresque replies, Cambridge University Press, Cambridge, 1985.
miento engañoso, Campuzano no relata ni lee en voz alta el
"coloquio" que ha redactado sobre "Ias cosas que estos perros, 31 lbid, pp. 16-17.
o sean quien fueren, hablaron". Lo da a leer a Peralta ("Yo me
32 Jaune Moll, "Diez años sin licencias para imprimir comedias y novelas en
recuesto -dijo el alférez en esta silla, en tanto que vuesa merced
los reinos de Castilla: 1625-1634", Boletín de la Real Academia de España,
lee, si quiere, esos sueños o disparates"), como si la imaginación vol. IV, 1974, pp. 97-103, y D. W. Cruickshank, "'Literature and the book-trade
del lector pudiera ser cautivada más fácilmente por una lectura UNTREF VIRTUAL | 7
in Golden-Age Literature", The Modern language Review, vol. 73, parte 4,
en silencio, como si el Coloquio de los perros pudiera ser creído octubre 1978, pp. 799-824.
La segunda estrategia que busca caracterizar a las lecturas "po- tamente "una hoja de papel en su tamaño normal, doblada dos
pulares" se apoya en una hipótesis de trabajo, formulada así por veces para obtener ocho páginas" 37 Ajustada a ¡as limitaciones Sociedad y
D. F. McKenzie: "Los nuevos lectores crean nuevos textos, y sus económicas y técnicas de la imprenta española, la fórmula del Escritura en la
significados son una función de sus nuevas formas."33 A partir pliego (incluso extendida hasta abarcar cuatro o cinco hojas), Edad Media
de la transformación formal y material de su presentación, que dicta, con sus límites materiales, la elección de los textos que
modifica el formato y la compaginación, las divisiones del texto y pueden ser así publicados. Deben ser breves, susceptibles de Roger Chartier
la ilustración, los textos pueden ganar nuevos públicos, más circular ampliamente y, al igual que más tarde en Francia y en
amplios y menos sabios, y recibir nuevos significados, alejados Inglaterra, pertenecer a géneros inmediatamente identificables.
ríe los que pretendió su autor, o de los construidos por sus pri- De ahí viene, durante los siglos XVI y XVII, la elección de los ro-
meros lectores. Los libros de la Bibliothéque bleue o los chap- mances, antiguos o nuevos la de las relaciones de sucesos cuya
books ingleses publican textos que ya han sido publicados, de producción anual crece fuertemente a partir del último decenio
otra manera y para otros, pero al darles nuevas formas los colo- del siglo XVI,38 o la de las comedias sueltas a partir de la mitad
can en el nivel económico e intelectual de lectores nuevos, cuya del siglo XVII. Al hacer circular obras tradicionales o nuevas en
lectura no es la de los letrados. Su lectura exige secuencias bre- todos los estamentos sociales incluido el grupo de lectores (u oi-
ves, separadas unas de otras, cerradas en ellas mismas; pide la dores) populares, los pliegos remiten a una percepción de un
ayuda de la imagen que, aunque ya haya sido usada, permite público divergente, desdoblado entre el vulgo y el discreto. Cier-
indicar o memorizar el sentido; requiere de la repetición más que tamente la categoría de vulgo no designa de manera inmediata,
de la invención, siendo cada texto nuevo una especie de varia- ni necesariamente, a un público "popular" en el sentido estricta-
ción sobre temas y motivos ya conocidos. De ahí la presentación mente social de la palabra. Usando una retórica literaria que halla
por parte de los libreros-editores del corpus de los libros azules
o de los chapbooks según categorías discursivas y/o materiales
explícitas: por ejemplo, en Inglaterra la distinción entre small 33 D. F. McKenzie, Bibliography, op. cit., p. 20.
godly books, small merry books, double books y histories.34 De
34 Margaret Spufford, Small, op. cit., pp. 91-101, para un ejemplo de catálo-
ahí la organización implícita del repertorio de la venta ambulante
go, pp. 262-267.
según clases de textos, que constituyen otros tantos géneros,
como en la Bibliothéque bleue las novelas de caballería, los 35 Henri-Jean Martin, "Culture écrite et culture orate, culture savante et culture
cuentos de hadas, la literatura de mendigos, los manuales de populaire dans la France d'Ancien Régime",Journal des Savants, julio-diciem-
buenas costumbres, los libros de práctica, a los que puede aña- bre 1975, pp. 225-282.
dirse, incluso si la designación genérica de Bibliothéque bleue
36 Joana Escobedo, Plecs poétics catalans del segle XVII de la Biblioteca de
las excluyó en el siglo XVII, las obras de religión (vidas de san-
Catalunya, Biblioteca ele Catalunya, Barcelona, 1988.
tos, villancicos, manuales de devoción, etc.) y los almanaques.35
37 En español en el original [N de T]. Antonio Rodríguez Moñino, Poesía y
Los pliegos sueltos castellanos (como los plecs catalanes)36 cancioneros (siglo XVI), Real Academia Española, Madrid, 1968, pp. 31-32.
unen una fórmula editorial, un repertorio de textos y una repre- Para Pedro M. Cátedra y Víctor Infantes, "el auténtico 'pliego' de origen" con-
sentación del público. El pliego está, en efecto, perfectamente siste en una hoja de imprenta doblada en dos, es decir 8 páginas en cuarto y
"debemos admitir que cada plana [suplementaria] aleja de su primitiva condi-
adaptado al tamaño y a los recursos de los talleres tipográficos,
ción el producto original", "Estudio", en Los pliegas sueltos de Thomas Croft
cuya capacidad de producción continúa siendo por mucho tiem-
(siglo XVI), Albatros Ediciones, Valencia, 1983, pp. 11-48 (cita pp. 25-26).
po limitada. En una jornada, un taller que no dispone sino de una
sola prensa puede imprimir una hoja de imprenta en 1250 a 1500 38 Mercedes Agulló y Cobo, Relaciones de sucesos:I, años 1477-1619 Ma-
ejemplares. Ahora bien, en su definición original, el pliego es jus- drid, CSIC, Cuadernos Bibliográficos, núm. xx, 1966. UNTREF VIRTUAL | 8
su expresión más aguda en la fórmula de los prefacios dobles de los hechos que narran, y los proclaman "ciertos" o "verda-
inaugurados por las dos invocaciones "Al vulgo" y "Al discreto deros". Sociedad y
lector" del Guzmán de Alfarache en 1599, éste pretende desca- Escritura en la
lificar a los lectores (o a los espectadores) desprovistos de juicio Los textos, compuestos para ser publicados en la forma del Edad Media
estético o de conocimiento literario.39 Sin embargo, en la Castilla occasionnel, obedecen a una misma estructura: comienzan
del Siglo de Oro estos "ignorantes" constituyen un gran merca- enunciando una verdad general, teológica o moral, después Roger Chartier
do: un mercado para la comedia, ya que, como lo escribe Lope viene la historia que se encarga de ilustrarla, y el texto se termi-
en su Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo de 1609: na con la lección religiosa que el lector debe sacar de ahí. El
"Porque cono las [comedias] paga el vulgo, Es justo / hablarle en exordio y la sentencia final fijan el sentido mismo del "discurso",
necio para darle gusto"; un mercado, también, para los impresos forma secular e impresa de la prédica cristiana. Aunque pongan
de bajo costo que venden los ciegos y los portadores de géneros en guardia contra la danza o los duelos, los matrimonios clandes-
más aptos para atraer a un vasto público -como la poesía de los tinos y los embarazos disimulados, los actos con el diablo y las
cancioneros, los relatos de acontecimientos extraordinarios o de conversiones a la herejía, las "historias" de los occasionnels son
hechos diversos, o los pedazos de bravura de las comedias. La también exempla esgrimidos por una pastoral heredada de la
existencia postulada, pero también comprobada, de este público tradición medieval que se basa en la amenaza de los castigos
vulgo dirige las estrategias de escritura de las obras letradas, go- terribles y la condenación eterna, y que el impreso de amplia cir-
bierna también las elecciones textuales y editoriales de los libre- culación toma a su cargo.
ros que publican para la gran mayoría.
Estos textos son pues instrumentos manipulados pata denunciar
Este mismo vínculo entre una fórmula editorial, una categoría el protestantismo, para cristianizar las costumbres, para conquis-
específica de textos y la percepción de un público múltiple, "po- tar o reconquistar las almas. Son estas miras las que explican en
pular" por su dimensión y su composición, vuelve a encontrarse algunos occasionnels los discursos de arrepentimiento y las pro-
en la producción cíe los occasionnels franceses.40 Tres rasgos fesiones de fe pronunciadas por los (o las) criminales en el mo-
dan unidad a estos folletos, publicados durante los siglos XVI y mento de su castigo. También explican por qué los folletos se
XVII, y particularmente entre 1570 y 1630: su forma material, su vuelven más numerosos durante las guerras de Religión, militan-
modo de circulación, sus títulos. Se trata generalmente de impre- do a menudo en favor del catolicismo radical de la Liga, y en el
sos cortos en octavo, cuyo texto no excede el contenido de una primer tercio del siglo XVII, cuando la Iglesia pretende inscribir en
hoja o inedia hoja de imprenta (es decir de 16 u 8 páginas), lo los espíritus y en los cuerpos las decisiones del Concilio de Tren-
que hace que una sola prensa baste para imprimir 1 250 o 2 500 to. Los occasionnels de los años 1570-1630 ponen entonces al
ejemplares en una jornada, y cuya difusión, esencialmente urba- servicio de una causa político-religiosa, la de la contrarreforma
na y principalmente parisina, esté asegurada por los buhoneros
y los mercaderes ambulantes. La mayoría de ellos es presenta-
da como "historias" o "discursos", haciendo parecer las dos pa- 39 E. C. Riley, Cervantes's theory of the novel, Clarendon Press, Oxford, 1962,
labras por demás equivalentes. Los títulos indican los registros pp. 81-115, "Author and reader", y María Cruz García de Enterria, "Lectura y
en los cuales juegan estos textos, siempre anónimos. Anuncian rasgos de un público", Edad de Oro, XII, 1993, pp. 119-130.
hechos extraordinarios que deben sorprender (de ahí el peso
40 Jean-Pierre Seguin, L':nformaiion en France avant le périodique, 517
mayoritario de adjetivos como "maravilloso" o "admirable"). Pro-
canards imprimes entre 1529 et 1631, Éditions G. P. Maisonneuve et Larose,
meten asustar (de ahíla serie "atemorizante", "aterrorizante", París, 1964, y, a título de ejemplo, Roger Chartier, "La pendue miraculeuse-
"cruel", "sanguinario", "terrible", "bárbaro", "inhumano") y suscitar ment sauvée. Etude d'un occasionel", en Les usages del l' imprime (XVe- XIXe
lástima ("lamentable", "deplorable"). Insisten en la autenticidad siècles) bajo la dirección de Roger Chattier, Fayard, Paris, 1987, pp. 83-127. UNTREF VIRTUAL | 9
católica, relatos presentados como "verdaderos" y "nuevos", pe- eruditos y los letrados, la lectura "popular" no ha dejado huellas
ro que muy a menudo vuelven a utilizar tramas y motivos viejos: en los propios objetos impresos. Las minuciosas colecciones de Sociedad y
los exempla, las vidas de santos o incluso cuentos. anotaciones marginales que han permitido reconstruir las lectu- Escritura en la
ras de Tito Livio por Gabriel Harvey, lector profesional al servicio Edad Media
Su fuerza persuasiva depende de la credibilidad que le otorgarán de distintos patrones aristocráticos,43 o los usos e interpretacio-
los lectores. Los hechos narrados, singulares e inauditos, deben nes del Universae Naturae Theatrum de Bodin por sus lectores Roger Chartier
poder ser considerados verdaderos. Para lograrlo, se ponen en universitarios,44 parecen haber quedado prohibidos para siem-
marcha varias técnicas probadas: la cita que inserta en el occa- pre a los historiadores de los más desposeídos. Igualmente, les
sionnel arrestos y sentencias extraídos de los registros de las hacen falta las confesiones en primera persona que dejó, en el
cortes de justicia, las declaraciones de testigos calificados por su siglo XVIII, cierto número de lectores del pueblo que tomaron la
rango o estado (gentileshombres, curas, clérigos regulares, nota- pluma para escribir la historia de su vida.45
bles), la acumulación de detalles circunstanciados (nombres pro-
pios, indicaciones de lugar, etc.) que son asimismo efectos de En los países que han conocido los tribunales inquisitoriales,
realidad. Sólo rara vez el autor pretende haber visto personal- para desgracia de sus pueblos y alegría de los historiadores, las
mente lo que describe. Si ese modo de acreditación de la verdad declaraciones hechas por los acusados a sus jueces han resul-
del relato sigue siendo muy minoritario, sin duda es porque los tado ser un buen sustituto. Gracias al archivo represivo, parece
acontecimientos extraordinarios que se relatan se inscriben en posible reconstituir las maneras populares de leer: en la escala
otras lógicas que la de la pura constatación; muy a menudo, son del caso individual con Menocchio, en la de una comunidad te-
considerados como signos que avisan, anuncian, castigan. Los rritorial con los acusados de la diócesis de Cuenca, o incluso en
desórdenes de la naturaleza (cometas, diluvios, monstruos) son
asimismo presagios o castigos que enuncian la voluntad divina,
o la maldad del diablo que a su vez es deseada por la cólera de 41 William Eamon, "Arcana disclosed: The advent of printing, the books of
Dios. Hay, de igual modo, casos menos numerosos en que los secret traditions, and the development of experimental science in the sixteenth
fenómenos naturales, por más extravagantes que sean, son se- century-" of Science vol. 22, parte 2, núm. 56, junio 1984, pp. 111-150.

parados de todo estatus dé signo y descritos como simples curio-


42 Lorraine Daston, "Marvelous facts and miraculous evidences in early mod-
sidades que la filosofía natural debe coleccionar, clasificar, com- ern Europe", Critical Inquiry, vol 18, núm. 1, otoño 1991, pp. 93-124.
parar. Por ese lado, como lo ha sugerido Lorraine Daston, los
occasionnels constituyen (junto con los libros de secretos de los 43 Lisa Jardine y Anthony Grafton, "'Studied for action: How Gabriel Harvey
artesanos)41 una de las fuentes, tan tanto paradójica e inespe- read his lily", ]last and Present, núm. 129, noviembre 1990, pp. 30-78.
rada, de la noción moderna del hecho científico. 42
44 Ann Blair, "Humanist methods in natural philosophy: the common place
book", Journal of the History of Ideas, vol. 53, núm. 4, octubre- diciembre
Pliegos y occasionnels, libros azules y chapbooks ilustran, a 1992, pp. 541-551.
pesar de sus diferencias, la validez de un avance que parte de
los objetos impresos en sí mismos e intenta reconstruir, por una 45 A título de ejemplo, y sólo en Francia, véanse las memorias y autobri-
parte, las clases de textos de las que ellos pueden convertirse en ografías siguientes: Valentin Jamerey-Duval, Memoires, enfance et education
soporte y, por otra parte, los lectores (y las lecturas) que sus edi- d'un paysan au XVIIIe siècle introducción de Jean Marie Goulemot, Le
Sycomore, Paris, 1981; Journal de ma vie. Jacques-Louis Menetra, com-
tores les suponen. ¿Es posible ir más allá y documentar de man-
pagnon vitrier au XVIIIe siècle presentado poi Daniel Roche, Montalba, Paris,
era más directa cómo los más humildes se apropiaban de los 1982; Anne Fillon, "Louis Simon, étaminier (1741-1820) dans son village du
textos que compraban; tomaban prestados o escuchaban? La Haut Maine au siècle des Lumières", tesis de tercer ciclo, Universidad de
dificultad es grande a medida que, contrariamente a la de los Maine, 1982. UNTREF VIRTUAL | 10
la de la recepción de la obra de un solo autor -en este caso las lecturas humanistas,49 puede servir de orientador para aprehen-
interpretaciones que dieron de los escritos de Erasmo los lecto- der, tanto como sea posible, las lecturas sin huella de los lectores
Sociedad y
res y lectoras italianos.46 A partir de ahí, ha sido fuerte la tenta- anónimos del renacimiento. La tarea no es fácil, está siempre Escritura en la
ción de caracterizar la manera de leer de los más humildes como amenazada por varios peligros: por ejemplo, el de tomar las re- Edad Media
si todos fueran unos Menocchio y como si la especificidad de la presentaciones por prácticas efectivas, o bien el de manejar de
lectura "popular" se atuviera a la dislocación de los textos, a la modo demasiado estrechamente social la categoría de "popular", Roger Chartier
descontextualización de los fragmentos, a la adhesión a la lite- o incluso el de reinscribir la construcción del sentido sólo en el
ralidad del sentido. La misma organización de los impresos para texto (y el objeto que lo porta) tras haber sin embargo postulado
la mayoría, fragmentada, secuencia], sólo podía reforzar este su autonomía. Todos estos escollos son difíciles de evitar por
diagnóstico. falta de fuentes y de precauciones. Pero habrá que navegar en-
tre ellos para construir una mejor inteligibilidad de las comuni-
Este tiene seguramente su pertinencia. Sin embargo, requiere de dades de lectores, de los géneros editoriales y de las modalida-
cierta prudencia, necesaria en la medida en que las prácticas des de interpretación.
consideradas como específicamente populares son también, en
otras modalidades, las de la lectura letrada. Los dos objetos
emblemáticos de la lectura culta en el renacimiento, la rueda de
libros que permite leer varios libros a la vez y el cuaderno de lu-
gares comunes que distribuye entre sus rúbricas las citas, infor-
maciones y observaciones recogidas por el lector, ¿no son por-
tadores ellos mismos, también, de una manera de leer que pro-
cede mediante extractos, desplazamientos, acercamientos, y
que inviste a la cosa leída (o escuchada) de un peso absoluto de
autoridad? Aun si no todos los lectores letrados participan de la
lectura de los lugares comunes (como prueba tenemos la lectura
de Montaigne),47 ésta organiza, de todas maneras, los usos del
libro que hacen la mayoría de ellos. ¿Habrá que hacer entonces
de Menocchio un practicante plebeyo, torpe e inepto de esta téc-
nica intelectual? Hay que considerar que, inclusosi él pertenece 46 Silvana Seidel Menchi, Erasmo in Italia 1520-1580, Bollati Boringhieri,
a la "cultura popular" en un sentido amplio, las maneras de leer Turin, pp. 286-32L
de la comunidad de pueblo, por su parte, apenas son populares.
47 Véase el estudio de Francis Goyet, "A propos de 'ces pastissages de lieux
En todo caso, la duda debe prevenirnos contra una calificación
communs' (le rôle des notes de lecture dans la gens ose des Essais)", Bulletin
social demasiado apresurada y demasiado global de las carac- de la Societé des Amis de Montaigne, núm. 5-6,1986, pp. 11-26 y 7-8, 1987;
terísticas morfológicas de las prácticas de lectura. pp. 9- 30, y "Rhétorique et littérature: le 'lieu commun' à la Renaissance", tesis
de doctorado de Estado, Universidad de París XII, 1993.
Al mismo tiempo, tal duda nos invita a continuar con una búsque-
da que está aún en pañales), que une el estudio de los textos al 48 Lisa Jardine y Anthony Grafton, "Studied", loc. cit, p. 78, nota 148.

de la lectura, al del libro y al de la interpretación de los textos,


49 Véase Lisa Jardine, Erasmus, men of letters. The construction of charisma
como lo sugieren Lisa jardine y Anthony Grafton a los historiado- in print, Princeton University Press, Princeton 1993, y, próxima a salir, la obra
res del libro, a quienes juzgan demasiado timoratos.48 Un pro- colectiva de Anthony Gr anon, Lisa Jardine y William Sherman, Reading in the
grama de esa índole, que guíe un acercamiento renovado a las Renaissance. UNTREF VIRTUAL | 11

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