Que Nos Hace Humanos Capitulo

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Bloque uno

¿En qué consiste


lo humano?

22
¿Por qué somos humanos?
»

orden: en biología, este


concepto hace referencia
a la clasificación por la
cual se organizan los
organismos. La mayoría
de los órdenes están
formados por especies que
comparten características
anatómicas ancestrales.

23
SUPER
Entre todos los primates, nosotros formamos parte de la
superfamilia Hominoidea, que incluye a los simios y a los humanos.
Dentro de esta gran familia, nos encontramos incluidos en una
de las grandes ramas de este árbol, la familia Hominidae (los
homínidos), que solo engloba a los grandes simios (orangutanes,
gorilas, chimpancés) y a los humanos. De esta rama surgirá
otra aún más reducida, la de la subfamilia Homininae, subdividida,
a su vez, en tres ramas menores: la de los gorilas, la de los
chimpancés y la de los humanos. A la rama de los humanos
actuales y sus antepasados se le conoce con el nombre de la
tribu de los Hominini, los homininos, con el que se alude a los
primates bípedos.
Por lo tanto, nuestros parientes más cercanos dentro del orden
de los primates son los gorilas y los chimpancés. De hecho,
chimpancés y humanos tienen en común casi el 99 % de la
secuencia básica del ADN, lo que demostraría que ambos han
compartido un antepasado.
A través de los estudios genéticos, es posible calcular el tiempo
que ha transcurrido desde la separación de dos secuencias de
ADN diferentes, de forma que se puede estimar también cuándo
se ha producido la separación evolutiva de dos especies. En el
caso de chimpancés y humanos, se calcula que la divergencia
de los linajes se produjo entre 7 y 5 millones de años.
Todos, en un momento u otro, hemos escuchado la afirmación
“los humanos descendemos del mono”. En realidad, con ello
se suele aludir al hecho de que los humanos descendemos,
evolutivamente hablando, de un primate. Sin embargo, la idea
de que venimos del mono está mal entendida. Una especie de
mono actual no ha evolucionado en un humano actual, sino que
si pudiésemos rastrear sus líneas evolutivas, descubriríamos que
ambos tuvimos un antepasado en común. Procedemos de un
antepasado primate, pero no procedemos de ninguna especie
de mono que se encuentre actualmente viva.
Entonces, ¿es posible que los chimpancés-monos actuales
puedan evolucionar en un futuro en un ser humano? En realidad,
nunca salieron humanos de los chimpancés. Los chimpancés no
son nuestros antepasados evolutivos, sino que ambas especies
procedemos de un antepasado en común, a partir del cual cada
linaje siguió su propio camino evolutivo.

La tribu hominina
Pues bien, ahora que conocemos el lugar que los humanos
ocupamos dentro del reino animal, vamos a intentar averiguar
algo más acerca de nuestra tribu: los homininos. Pero ¿qué

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diferencia a un hominino del resto de los primates? La
respuesta es que los homininos somos primates bípedos.
Adoptar una postura bípeda supuso que se tuvieron que producir
una serie de modificaciones anatómicas que posibilitaron a los
homininos caminar de pie. Son varias las zonas anatómicas
que se vieron afectadas y en las que se produjeron cambios
morfológicos:
• El foramen magnum, el orificio donde se une la columna
vertebral con el cráneo, pasa a situarse en su base, en lugar
de en su parte posterior.
• Nuestras pelvis se vuelven más anchas y cortas en comparación
con las de los chimpancés.
• La columna vertebral adquiere una forma de s, repartiéndose
así mejor el peso.
• Y, por último, el dedo pulgar del pie se encuentra en posición
paralela al resto de los dedos, lo que permite tener una mayor
superficie de contacto al andar.
Los cambios climáticos que se produjeron en el continente
africano en los primeros momentos de nuestra evolución
conllevaron a la desaparición de los árboles de los bosques
y selvas africanas y condujeron a la progresiva expansión de
la sabana. En ese momento, caminar de pie aportó una serie
de ventajas de las que otros animales carecían. Pero ¿cuáles
fueron esas ventajas?
• Se liberaron las manos, lo cual favoreció transportar objetos
y comida de lugares peligrosos a otros más seguros, a la par
que manipular objetos y crear herramientas. Incluso
permitió un mejor cuidado de las crías al poder llevarlas
agarradas de manera frontal.
• Tuvimos una visión panorámica que en territorios abiertos
posibilitó una mejor defensa frente a los depredadores.
• Nuestra resistencia física se volvió superior a la de los animales
cuadrúpedos.
• Por último, la incidencia de la radiación solar en nuestro cuerpo
fue menor, por lo que estuvimos mejor preparados para
colonizar espacios abiertos.
Sin embargo, también se produjeron desventajas, tales como la
pérdida de velocidad cuando corremos o una menor agilidad
en nuestros movimientos. Pero sobre todo, la gran desventaja
que encontramos es que la pelvis se hizo cada vez más pequeña

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Género: con el concepto y el canal de parto se va a hacer progresivamente más estrecho,
de género, en biología por lo que tener hijos resultó cada vez más complicado.
se hace referencia a la
categoría de clasificación
de seres vivos situada
El árbol de la evolución humana
entre los niveles de familia La evolución no es una sucesión de especies continua y lineal,
y especie, y se podría
definir como un grupo según la cual una especie evoluciona en otra, sino que resulta
de seres vivos que a algo mucho más complejo. La evolución humana se parece
su vez estaría formado a la imagen de un árbol: este tiene un tronco en común, de
por diferentes especies.
Etimológicamente, donde procedemos todos los homininos y que, al día de hoy,
el nombre de género aún desconocemos. De este tronco surgen diferentes ramas
procede del latín genus,
que significa ‘linaje’.
principales –que podríamos identificar con los géneros–, y de
estas ramas, a su vez, otras ramas menores –que identificamos
especie: con el término con las especies–. Con esta imagen, es fácil ver que durante
especie se alude a la unidad toda la evolución humana ha sido habitual la coexistencia entre
básica de clasificación
de los seres vivos. Según diferentes géneros y especies en el mismo medio y en el mismo
el Diccionario de la Real tiempo. Eso sí, en pocas ocasiones existe un consenso que
Academia Española (DRAE), determine cuándo una rama madre dará lugar a una rama hija.
con la palabra especie se
alude a “cada uno de los En la actualidad el número de especies presentes en el árbol
grupos en que se dividen ronda la treintena, pero es posible que, en el futuro, esta cifra
los géneros y que se
componen de individuos siga aumentando gracias a los nuevos hallazgos que se están
que, además de los realizando en estos últimos años.
caracteres genéricos,
tienen en común otros
caracteres por los cuales
Los primeros homininos
se asemejan entre sí y se Saber qué especie fue la primera que se separó del linaje de
distinguen de los de las
demás especies”. Existen
los grandes primates es todavía hoy complicado y no todos los
varios conceptos de especie investigadores están de acuerdo en si, en realidad, las especies
y la determinación de sus que se han propuesto como tales son auténticos homininos.
límites resulta subjetiva.
Las especies que cronológicamente se encuentran más cercanas
a nuestro antepasado común con el chimpancé son tres:
Ma: millones de años. Sahelanthropus tchadensis (6-7 Ma), Orrorin tugenensis (6 Ma)
y el género Ardipithecus, que incluye a las especies Ardipithecus
kadabba (5,8-5,2 Ma) y Ardipithecus ramidus (4,4 Ma). Estos
primeros homininos tuvieron una distribución geográfica que
abarcaba un gran espacio, desde el centro al este del continente
africano.

El género Autralopithecus
Los Australopithecus habitaron el este y el sur de África desde
hace 4,2 hasta hace 1,8 millones de años. En muchas ocasiones,
BraquiaciÓn: modalidad coexistieron diferentes especies del mismo género. Combinaban
de locomoción arbórea en
la cual algunos primates,
una vida arborícola, en la que practicaban la braquiación, con
como por ejemplo los la terrestre, en la que utilizaban una locomoción bípeda, tal y
gibones, que se desplazan como lo demuestran las huellas de Laetoli. Allí, un grupo de
balanceándose, solamente
usando sus brazos.
australopitecos dejó impresas sobre ceniza volcánica las huellas
de las plantas de sus pies.

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Los australopitecos presentan un gran dimorfismo sexual, es Árbol de la Evolución.
decir, diferencias morfológicas y anatómicas en el tamaño y forma © Museo de la
de machos y hembras, y una capacidad craneal reducida, de Evolución Humana,
Junta de Castilla y
500 cm3 aproximadamente. En la actualidad, se han propuesto León.
un total de ocho especies diferentes pertenecientes al género
Australopithecus: A. anamensis (4,2-3,9 Ma), A. afarensis (3,9-
2,8 Ma), A. bahrelghazali (3,5-3,2 Ma), A. deyiremeda (3,4-3,3 Ma),
A. prometheus (3,3-3,2 Ma), A. africanus (3-2,5 Ma), A. garhi
(2,5 Ma) y A. sediba (1,95-1,78 Ma).
A este género pertenecen los que probablemente sean los restos
más famosos de la evolución: los de Lucy. Con este nombre se
hace referencia a un esqueleto muy completo de una hembra de
Australopithecus afarensis que habría medido en torno a un
metro y habría pesado unos 30 kg. Debe su nombre a la canción
“Lucy in the sky with diamonds” de The Beatles, que sonó en
el campamento la noche de su descubrimiento. Lucy (3,4 Ma)
fue todo un hito, ya que demostró que lo primero que se había
producido en la evolución de los homininos había sido el
bipedismo y que ello condujo con el tiempo al aumento de la
capacidad craneal.

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Galería de los El género Paranthropus
homininos.
© Museo de la Hace unos 2,5 millones de años se produjo un cambio climático
Evolución Humana, a nivel global que transformó el clima del planeta y provocó
Junta de Castilla y
León. profundas modificaciones en los ecosistemas africanos. Debido a
la sequía y a las altas temperaturas de este continente, los grandes
bosques de África dejaron paso a enormes regiones de sabana y
zonas desérticas. Fue en e se momento cuando surgió una nueva
rama evolutiva adaptada a las alteraciones climáticas que se
dieron en el este y sur de África, el género Paranthropus.
Los parántropos se encontraban adaptados a consumir vegetales
de sabana y de regiones poco boscosas. Su dieta habría consistido
en el consumo de herbáceas, las cuales requieren una masticación
prolongada. La gran superficie dental y la estructura del cráneo,
en el que exhibían una cresta ósea donde se insertaban los
músculos temporales, responderían a una masticación constante
y repetitiva de los alimentos.
Las especies que se incluyen dentro del género parántropo
son tres: P. aethiopicus (2,6-2,3 Ma), P. robustus (2,6-2,3 Ma) y
P. boisei (2,3-1 Ma).

El género Homo. ¿Qué nos convierte en humanos?


Los humanos somos notablemente diferentes a otros animales
tanto en nuestra anatomía como en la conducta individual y

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social. Desde un punto de vista morfológico, dos son los rasgos
humanos más distintivos: la posición bípeda y el cerebro grande.
Como sabemos, otros homininos ya habían desarrollado una
locomoción bípeda; sin embargo, poseían un cerebro pequeño.
El tamaño del cerebro empezó a aumentar notablemente con
nuestros antepasados de hace unos 2 millones de años. Otros
rasgos que nos diferencian a los humanos de otros primates son
una mandíbula más pequeña, la regulación térmica a través de
las glándulas sudoríparas que conllevó la reducción del pelo
corporal, la modificación de la laringe y cambios en la estructura
de la mano que nos posibilitaron tener un pulgar oponible más
preciso, que nos permite agarrar, manipular y crear objetos.
Sin embargo, estos rasgos biológicos no son los únicos que nos
distinguen a los humanos de otros animales. Una inteligencia
superior, el lenguaje, la conciencia de nosotros mismos, la
elaboración de utensilios y tecnología, la ciencia, la literatura, la
música, el arte… En definitiva, lo que diferencia a los humanos
de otros homininos es la cultura en su sentido más amplio.
Cultura como conjunto de actividades y creaciones humanas que
no han sido fruto de la evolución biológica. Solo los humanos
somos capaces de adaptarnos usando procesos diferentes a los
cambios genéticos. La evolución cultural resulta más efectiva
que la biológica porque es más rápida y se puede aprender. En
el caso de que surja una nueva necesidad, los humanos podemos
generar directamente los cambios culturales y tecnológicos para
enfrentarnos a ese reto, sin la necesidad de que se produzca un
cambio biológico.
En la actualidad, se considera que la capacidad para crear
herramientas de piedra constituye el primer hito cultural
diferenciador que nos convirtió en humanos. Tras él, se
sucederán otros rasgos diferenciadores como el uso del fuego, la
aparición de sociedades complejas, la mente simbólica, el arte…
Algunas de las especies más significativas dentro del género
Homo son:
• Homo habilis (2,3-1,6 Ma). Considerado el primer representante
de nuestro género. Recibió el nombre de “el humano hábil”,
ya que sus fósiles aparecen relacionados con las que se
consideraban las primeras herramientas de piedra. Sin
embargo, actualmente, gracias al hallazgo de herramientas
aún más antiguas (3,3 Ma) se ha abierto el debate de si debe
considerarse como el primer humano; y existen distintos
candidatos a ser los primeros productores de útiles.

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• Homo ergaster (1,8 Ma-800.000 años). Por sus proporciones,
estatura y morfología del esqueleto, es considerado como el
HERRAMIENTAS primer hominino que merece formar parte de manera
ACHELENSES: conjunto indiscutible del género Homo. Los ergaster alcanzan una
de herramientas que
integran el complejo capacidad craneal de en torno a 1000 cm3. Son los primeros
homónimo. Recibe su en realizar herramientas achelenses, controlan y dominan el
nombre del yacimiento
francés de Saint Acheul,
fuego e incluso llegan a cazar animales de hasta dos toneladas,
donde se documentó tales como el pelorovis. Los ergaster son protagonistas de una
y definió en 1872. de las salidas fuera de África. De hecho, muchos investigadores
El achelense es una
tecnología que aparece en opinan que la especie Homo erectus no es otra cosa que los
África con una datación descendientes asiáticos de los emigrantes Homo ergaster.
de entre 1,7 y 1,6 Ma,
relacionada con fósiles • Homo antecessor (850.000 años). Descubierta en los yacimientos
de Homo ergaster y que
tuvo una gran expansión
de la Sierra de Atapuerca (España), es considerada una de las
cronológica y espacial especies más antiguas de Europa occidental. En Homo
en Europa y Asia. antecessor se combinan rasgos morfológicos arcaicos y
Esta categoría incluye
artefactos de grandes modernos, y en ellos se ha documentado una de las primeras
dimensiones, conocidos prácticas de canibalismo de la historia de la humanidad.
como bifaces o hachas de
mano, triedros y picos. • Homo heidelbergensis (600.000-160.000 años). Especie
europea conocida a la perfección gracias a la gran cantidad
PELORO de restos encontrados. Anatómicamente, eran similares a
nosotros, aunque más fuertes y corpulentos. Biológicamente,
estaban preparados para poder hablar, cuidaban unos de otros,
limpiaban sus dientes con palillos. En los últimos años y
gracias a la gran colección de fósiles encontrados en la Sima
de los Huesos de Atapuerca (España), que incluso han
permitido recuperar su ADN, algunos investigadores
plantean que este nombre debería ser revisado: proponen
hablar de muchos de los restos de estas cronologías como de
preneandertales. Uno de los restos más populares de estos
neandertales arcaicos es el cráneo 5 de la Sima de los Huesos,
conocido popularmente como Miguelón y considerado uno
de los cráneos fósiles más completos del mundo.
• Homo rhodesiensis (600.000-200.000 años). Esta especie surge
y vive únicamente en el continente africano. Presenta una gran
similitud anatómica con las poblaciones humanas actuales,
aunque su cráneo mantiene características arcaicas. Los
científicos ven en esta especie a nuestro antepasado evolutivo.
• Homo neanderthalensis (160.000-28.000 años). Fue la primera
especie extinta que se descubrió en la historia de la evolución
humana. Gracias a los miles de restos fósiles encontrados, de
ellos se conoce prácticamente todo: utilizaban de forma
generalizada el fuego, creaban herramientas sofisticadas,

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enterraban a sus muertos, y llegaron incluso a realizar arte
rupestre. Sin embargo, continúa siendo una incógnita el
porqué de su extinción.
• Homo sapiens (200.000-actualidad). El origen de nuestra
especie se encuentra en África hace unos 200.000 años,
desde donde colonizará el resto del planeta. Comparados con
otras especies, los sapiens somos los que, anatómicamente,
más hemos cambiado. Nuestro cráneo es redondeado,
tenemos una frente recta y elevada, carecemos del arco óseo
situado sobre las cejas (arco supraorbital) y en nuestra
barbilla aparece el mentón. Además, los sapiens presentamos
un esqueleto más estrecho que el de otras especies de nuestro
género. El reciente hallazgo de un cráneo de 300.000 años
atribuido a la especie Homo sapiens en el yacimiento de Jebel
Irhoud en Marruecos ha puesto en cuestión tanto la
antigüedad de nuestra especie como la zona geográfica en
donde se generó.
Otros representantes del género Homo son H. rudolfensis
(1,9-1,6 Ma), H. georgicus (1,8 Ma), H. erectus (1,6 Ma-100.000
años), H. nadeli (350.000-250.000 años), H. floresiensis
(100.000-60.000 años) y los homininos de Denisova (50.000
años). No hace tanto tiempo, los humanos compartíamos
nuestro planeta con otras especies de humanos y no es fácil
explicar por qué algunas especies que tuvieron un gran éxito
evolutivo acabaron por extinguirse. Muchos investigadores
opinan que la respuesta la encontramos en la selección natural:
las especies que no sean capaces de adaptarse a los cambios
que se producen en su medio se extinguirán, mientras que las
que sean capaces de adaptarse tanto biológicamente como
culturalmente serán las que tengan éxito evolutivo. Y es aquí
donde parece ser que radica el éxito de los sapiens: la enorme
capacidad de adaptación que hemos demostrado con respecto
a otras especies, gracias al gran desarrollo y complejidad que
ha experimentado nuestro cerebro.
Los seres humanos no solamente hemos evolucionado, sino que
continuamos haciéndolo. Es un error pensar que la evolución se
ha detenido. Sin embargo, es realmente difícil saber hacia dónde
se encaminará nuestra evolución biológica. Además, gracias a
los grandes progresos científicos y tecnológicos de los últimos
tiempos, existe la posibilidad de que el ser humano dirija su
propia evolución, hasta el punto de que muchos piensan que
llegaremos a ser los causantes de nuestra propia extinción.
Toda una responsabilidad, ¿no?

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» lecturas » Ayala, F. J., Evolución para David, Pamplona, Laetoli, 2014.
sugeridas » Martínez, I., El primate que quería volar, Barcelona, Espasa, 2012.
» Rosas, A., Los primeros homininos. Paleontología humana, Madrid, CSIC
y Catarata, 2015.
» Rosas, A., La evolución del género Homo, Madrid, CSIC y Catarata, 2016.
» Pérez-Pérez, A., Hominin Evolution & Ecology. Disponible en:
https://human-evolution.blog/

¿Estamos hechos de tiempo?


» Por luis sAgAsti
Profesor y escritor

Es bien conocido que los elefantes tienen serias dificultades


para hacer el nudo de la corbata y que las nutrias no practican
ningún deporte (hemos visto, sí, algunos perros jugar al fútbol),
que los duraznos no diferencian los números pares de los
impares y que es más bien poco lo que saben de cartografía los
helechos y los chimangos. No creo que sea necesario prolongar
esta enumeración: la lista de cosas que nos separan del resto
de los seres vivos se extiende hasta donde nos permitimos
imaginarla. Con mucho apresuramiento me animaría a decir
que probablemente todas las diferencias, es decir, todo lo que
nos constituye como hombres y mujeres, deriven de una sola,
que es esencial y fundante: la experiencia del tiempo.
El tiempo y la capacidad de razonar parecieran ir juntas ya
que razonar es relacionar ideas o impresiones que se presentan
en forma sucesiva. Y cuando uno percibe una sucesión, una
continuidad, ya está habitando en el tiempo.
Los seres humanos, hasta donde sabemos, son los únicos
animales mortales, es decir, los únicos seres del cosmos que
saben que en un futuro han de morir. El resto de ellos habita
en un eterno presente, sin recuerdos ni proyectos.
Todo lo que sucede, sucede ahora. Nada ha sucedido, nada
sucederá.
Por eso los animales solo pueden comunicar aquello que
perciben. Una gata no les cuenta a sus cachorros que por la
mañana se ha encontrado con el perro del vecino. Solo pueden
reaccionar frente a lo que están percibiendo.

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La humanidad, en cambio, habita en el tiempo, conoce lo
que ha pasado, intuye el porvenir, imagina lo que ha ocurrido
o ha de suceder. Y es en ese habitar donde sucede el lenguaje,
que no es otra cosa que un mecanismo invisible para viajar en
el tiempo.
En un momento incierto hubo un hominino que decidió
no tirar la herramienta (una piedra, una madera) que había
utilizado para matar a un animal o abrir un fruto. Y hubo otro
muy habilidoso al que, hace más de dos millones de años,
se le ocurrió fabricar el primer utensilio. Acaso entre estos
dos homininos, que se nos antojan contemporáneos, hayan
pasado más de cien mil años. Tanto la decisión de conservar
una piedra como la de tallarla o afilarla para que sea más
eficaz y provechosa implican la capacidad de saber que, en un
momento, allá adelante, habrá de utilizarse de nuevo, es decir,
la facultad de saber que habrá días y situaciones por venir.
Entonces la humanidad dejó de habitar el eterno presente
animal.
Y hubo ayer y hubo mañana por primera vez.
Y de pronto, claro, al fugarse del presente, se dio cuenta de
que era algo distinto de la naturaleza.
Hombres y mujeres empezaron a tener noción de su existencia.
Ninguna gaviota sabe que es gaviota, tampoco los geranios
saben que son geranios (ni siquiera saben que no son gaviotas).
Cuando el hombre advirtió que era una cosa distinta de las
demás, se dio cuenta de sí, quiero decir, adquirió conciencia
de sí.
Y es muy probable que allí mismo haya sentido la idea de
finitud: supo que en algún momento habría de regresar a la
naturaleza. Pero como todo en ella se renueva constantemente
–se suceden las estaciones, la luna cambia de faces, muchos
animales hibernan o emigran para más tarde volver–, así
también esos hombres y mujeres pensaron, o sintieron, mejor
dicho, que ellos también habrían de regresar alguna vez.
Pero, así como diferenciamos a los hombres y a las mujeres
del resto de los seres vivos, podríamos trazar una distinción
entre ser un humano y ser humano. Supongo que la lista puede
ser muy extensa; no vale la pena hacerla porque creo que
hay una cosa que es primera, básica, como la experiencia del
tiempo, y todo lo demás se derivaría de ella. Ser humano,

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convertirse en humano, es ir más allá del hombre y la mujer
que somos, es la capacidad de inscribir a mis iguales en el
tiempo. Y cuando eso sucede, cuando se advierte que los
demás son mortales, finitos, cuando eso se siente no con la
cabeza sino en los huesos, puedo entonces contemplar a mi
semejante en sí mismo, valorarlo como lo que es y no como
fuerza de trabajo o como auxilio para resolver algo, como alguien
necesario para lograr una cosa o como lo que yo quiero que sea
para mí.
Captar al otro en su propia singularidad. Esto es: valorarlo
como alguien que es por una única vez en la historia. Alguien
como nosotros y nosotras.
Nos hace humanos la capacidad de percibir las cosas fuera
de su utilidad y de nuestro provecho. Un león observa a un
antílope como alimento y no como otra cosa; para un ave el
árbol es refugio y protección, no más. Los hombres y las mujeres
podemos ir más allá de esas instancias primarias y ver en una
vaca algo más que una futura hamburguesa.
Y el siguiente paso, necesario, consecuente, es la capacidad
de ponerse en el lugar del otro. Más concreto: ponerse en el
lugar de quien sufre. Usualmente nos colocamos en el lugar de
quien despierta aplausos, soñamos con ser esa bailarina que
admiramos, el delantero de los goles increíbles. No está mal,
claro, es bueno tener referentes que nos inspiren y estimulen.
Tratar de copiar los movimientos de nuestro ídolo.
Pero muchas veces observamos deportistas que, al ganar,
jamás se les ocurre saludar al adversario; o cuando la hinchada
se burla del derrotado en vez de celebrar el triunfo con los
suyos. Jamás se les ocurre, por un instante, ponerse en el lugar
de quien lo está pasando mal. Y estamos hablando de algo
tan menor como es un partido; el asunto es más serio si nos
detenemos en la pobreza y en quienes están más allá de la
pobreza. Ignorar a esa gente constituye una suerte de bullying
social.
Nuestras familias, nuestras profesoras y profesores, siempre
nos dicen que hay que saber perder, que hay que aceptar la
derrota y la frustración. ¿Quién puede no estar de acuerdo?
Lo que quieren es vernos triunfantes, en todos los órdenes.
Pero no nos enseñan a ganar. Nos enseñan a triunfar (para
los romanos el triumphus era el desfile y la coronación con

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laureles que se le otorgaba a un general que hubiera ganado
una batalla en la que hubieran muerto cientos y cientos de
soldados). Quien sabe ganar sabe advertir qué es lo que mengua
cuando todo crece (y se da cuenta de qué crece cuando todo
parece debilitarse). A veces, quienes triunfan suelen perder
humildad, suelen perder esa capacidad de penetrar en el dolor
ajeno. Es que ocupar el lugar del otro es también hacer un
ejercicio de memoria y recordar cuando nosotros no la hemos
pasado bien.
Pero volvamos por un instante a eso de instalarnos en el
tiempo; hay allí una contraparte donde conviene detenernos.
Y es la creciente incapacidad de vivenciar el presente.
No hablo de ese presente animal que es pura supervivencia,
sino la de atrapar el presente como algo único e irrepetible.
Hablo de abandonarnos a lo que está sucediendo.
Es bastante fácil hacerlo cuando practicamos un deporte,
tocamos música o miramos una película sin pochoclo ni celular.
Más difícil resulta, por ejemplo, cuando no soy yo quien habla
sino otro, cuando mi concentración tiene que estar en la voz
del otro.
Saber que lo importante es tratar de no detener las cosas con
una fotografía sino dejar que fluyan, involucrarnos con todo
nuestro ser en lo que estamos haciendo. Si no estudiásemos
para aprobar sino para aprender, se produciría la paradoja de
que aprobaríamos sin mucho esfuerzo. Y eso sucedería porque
nuestra atención no estaría puesta en el futuro (“Tengo que
aprobar”) sino en el presente (“Ah…, así que la fotosíntesis…
Mirá vos”). Si al patear un penal solo me concentro en la
carrera, la pelota, el arco y el arquero, sucesivamente, tendré
mejor suerte que si me detengo a pensar que con ese tiro
podemos salir campeones.
Ese presente es el que nos hace humanos. Porque ahí es
donde suceden las cosas y es ahí donde nos abandonamos a
los otros, los celebramos como personas. Sin importar nada
más.
Bueno, algo así ocurre cuando nos enamoramos de alguien,
¿no?
Y ahora que lo pienso, esa es otra cosa que nos diferencia de
los animales.

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