Análisis de Nada de Carmen Laforet

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ANÁLISIS DE NADA

1. Argumento

El argumento de Nada comienza y termina con un viaje. Andrea, la protagonista, una chica
huérfana de 18 años, llega a la Estación de Francia de Barcelona para estudiar en la
Facultad de Filosofía y Letras y lo hace desde su pueblo, donde vivía con su prima Isabel.
Poco se dice de su pasado. Su estancia en Barcelona supone el inicio de su proceso de
maduración: llega a la ciudad catalana en busca de la felicidad, la libertad y la plenitud de su
juventud. Sin embargo, sus expectativas chocan frontalmente con la realidad de pobreza,
golpes, gritos y disputas de la calle Aribau, a la que llega sola, una noche de otoño.

Nada más entrar a la casa de su abuela, donde se hospedará mientras dure su estancia,
encuentra una vivienda atestada de muebles y oscuridad y un paisaje de familiares
enloquecidos, fantasmales y trastornados por los efectos de la Guerra Civil: su tía Angustias,
su tío Román, su tío Juan, su mujer, Gloria, y Antonia, la criada.

La sensación de asfixia inicial de la protagonista se prolonga durante toda la obra, por


mucho que Andrea pretende mantenerse al margen de los sombríos acontecimientos que se
desarrollan. Mientras tanto, su tía Angustias es quien se encarga de su custodia, le advierte
de los peligros de la ciudad y le prohíbe salir sola. Esta imposición de normas sociales y
morales hace que Andrea se frustre y al tiempo se rebele con sus paseos por Barcelona.

A través de un diálogo entre la abuela y Gloria se presenta el pasado de la familia. Gloria,


esposa del tío Juan, también había sido pretendida y burlada por el hermano de este,
Román. A lo largo de la obra se ve cómo Juan maltrata a Gloria por la supuesta pero incierta
relación con Román y por creer que su mujer se prostituye para ganar dinero. Sin embargo,
los ingresos vienen del juego y no de las pinturas de su marido, que Gloria intenta vender.
Por su parte, Román, que había sido espía para el bando franquista, parece ser que ahora
se dedica al estraperlo. Las rivalidades en la guerra y el enamoramiento de la misma mujer
provocan una rivalidad insalvable entre los hermanos.

La liberación y efímera felicidad de Andrea viene del círculo de amistades bohemias y


burguesas, pero principalmente de Ena, una amiga de la universidad. Sin embargo, la
diferencia de clases sociales entre Andrea y sus amigos hace que la protagonista se sienta
marginada y como mera espectadora. Ena será el puente entre ambos mundos a través de
su relación con Román, al que tratará de seducir y con el que jugará para vengar a su
madre, Margarita, que en su juventud tuvo un amorío fatal con Román. Además, Margarita
había confesado a Andrea su historia con Román y había advertido que separara a su hija
de su examante. Es en esa lejanía entre las amigas producida al apartar Ena a Andrea de
su vida, cuando esta se acerca a Pons, en cuya fiesta se siente una intrusa, sin pertenecer a
esa vida. Por otro lado, el primer beso de Andrea, con Gerardo, le provoca asco al proceder
de alguien que no cesa de mostrar superioridad, impertinencia y paternalismo.

La marcha de Angustias a un convento al final de la primera parte supone un balón de


oxígeno para Andrea. Angustias, que aparentemente ha tenido un romance con su jefe
Jerónimo, nunca se atrevió a casarse con él por la negativa del padre, pugna entre la
imagen beata y la relación amorosa. El siguiente factor liberador será el suicidio de su tío
Román, casi al final de la obra, a raíz del cual Andrea pierde tanto a alguien con quien tenía
afinidad artística y personal, como a alguien a quien había comenzado a percibir como
odioso. Con el paso del tiempo, las palizas de Juan a Gloria van aumentando y cuando
Andrea y Gloria plantean llevarlo a un manicomio, la abuela se niega.

Finalmente, Ena se traslada a vivir a Madrid y ofrece un trabajo a Andrea en las oficinas de
su padre. Andrea, desilusionada con su vida en Barcelona, acepta, esperando encontrar en
la capital ese contrario a la «nada» que deja en la Ciudad Condal.

2. Estructura

Nada se estructura externamente en 25 capítulos de extensión diversa que, a su vez,


dividen la obra internamente en tres partes diferenciadas.

La primera parte abarca los nueve primeros capítulos, desde que Andrea llega a Barcelona
hasta el ingreso de su tía Angustias en el convento. Los capítulos 1 a 9 sirven, por tanto, de
planteamiento, en los que Andrea es testigo directo de los conflictos constantes que son el
patrón de la relación entre los miembros de su familia. El ambiente es opresivo y angustioso,
en contraste con la libertad que Andrea quiere encontrar en Barcelona a través de sus
paseos en solitario, pese a estar prohibidos por su tía Angustias. Este enfrentamiento entre
la libertad que Andrea desea y la asfixia autoritaria a que la somete su cuidadora se ha
interpretado como un guiño a la superación de las limitaciones que vivía la mujer en la
época franquista. Para muestra, estas palabras de Angustias:

Pero te gusta ir sola, hija mía, como si fueras un golfo. Expuesta a las impertinencias de los hombres.
¿Es que eres una criada acaso?... A tu edad, a mí no me dejaban ir sola ni a la puerta de la calle. [...]
Cuando estés sola en el mundo, haz lo que quieras. Pero ahora tienes una familia, un hogar y un
nombre.

La segunda parte comprende los nueve capítulos siguientes (10-18) y pueden interpretarse
como el nudo. La psicología de Andrea evoluciona gracias a dos detonantes: ser confidente
de Gloria y frecuentar el ambiente de la burguesía barcelonesa. Sin embargo, las diferencias
de poder adquisitivo y de valores, los secretos y la unión de ambos mundos (uno de los
puntos álgidos es la discusión entre Andrea y Ena por la relación que esta mantiene con
Román) hacen que la sensación de libertad y de realización interior de Andrea se tornen una
mera ilusión que acaba en la soledad y falsa pertenencia a ese círculo que siente en la fiesta
de Pons.

Los capítulos 19 a 25 conforman la tercera parte y desenlace de la obra. Es el momento en


que las historias familiares que se han ido concatenando a lo largo del texto encuentren un
cierre. Es el instante de mayor soledad de Andrea: Ena se va de vacaciones, los amigos
bohemios también, Román se suicida... Sin embargo, nada cambia en la calle Aribau, ni las
acusaciones a la abuela sobre la educación de sus hijos ni las palizas de Juan a Gloria. Por
lo que Andrea se marcha a Madrid con la misma soledad con que llegó a Barcelona.
3. Personajes

A través de los ojos de Andrea es como el lector ve a los personajes, pues Laforet no los
describe, sino que esboza algunas de sus características.
• Andrea
Andrea es la protagonista, una chica independiente, sentimental, que tiende a la ensoñación
y con grandes ilusiones. Andrea es un símbolo de rebeldía contra las normas y tradiciones
de sus ascendientes. Intenta romper con los convencionalismos a través de sus paseos por
Barcelona, que sirven para huir de la calle Aribau, para desafiar a su tía Angustias y dar
sentido a su existencia. Busca calidez y compañía, sentirse acogida, pero el contraste entre
la posición acomodada de sus amistades y los problemas existenciales que se plantea
Andrea hacen que no se sienta totalmente integrada. Apenas presta atención a su aspecto
físico, y de él sólo nos llega el hambre y la miseria que sufría. Es, por tanto, la antítesis a la
dulzura y la credulidad que imperaba en las mujeres de la novelística anterior.

• Angustias
Laforet usa el nombre de Angustias para sugerir ansiedad, dolor, opresión... un nombre que
refleja la España católica y tradicional. Pronto impone a Andrea la moralidad católica y las
reglas de conducta de la mujer. Es la carcelera de Andrea, a la que también intenta separar
del resto de su familia porque no puede dominarlos. Sin embargo, se intuye una relación
sentimental de la tía soltera con su jefe, Jerónimo, que abre la dicotomía del personaje,
alejándola del canon de mujer honrada. Por no haberse atrevido en su juventud a rebelarse
contra su padre y casarse con Jerónimo, porque no quería quedarse solterona y por su falta
de control en la calle Aribau, finalmente, termina en un convento. Estas son las palabras con
las que Juan se despide:
-Eres una mezquina! ¿Me oyes? No te casaste con él porque a tu padre se le ocurrió decirte que era
poco el hijo de un tendero para ti... Por eso! Y cuando volvió casado y rico de América lo has estado
entreteniendo, se lo has robado a su mujer durante veinte años, y ahora no te atreves a irte con él
porque crees que toda la calle de Aribau y toda la Barcelona están pendientes de ti...

• La abuela
La abuela es un personaje dulce, decrépito, víctima del hambre y de la guerra. Intenta poner
paz en la situación de degradación del resto de personajes para que sus hijos se reconcilien.
Muestra el papel de madre de la época: volcada en sus hijos varones pero no en sus hijas.
Por ello, se le reprocha que ellas tuvieron que casarse para salir de casa.

• Gloria
Gloria no es inteligente, sino alegre, guapa, joven y vanidosa. Nos cuenta, con un lenguaje
popular, cómo ambos hermanos, Juan y Román, se enamoran de ella, como si fuera
irremediable. Sin embargo, vive marcada por las palizas de Juan porque cree que llegará el
final feliz. Mantiene a Juan y a la familia gracias al juego, a la venta de los muebles o a su
hermana. Odiada por Angustias y defendida por la abuela, para Andrea tampoco es modelo
de mujer y la define como «mujer serpiente».
• Ena
Ena es la antítesis de Andrea. De carácter fuerte, bella e inteligente, es siempre el centro de
atención. Es una chica decidida e independiente, que, gracias a su posición económica,
consigue lo que quiere. Su relación con los hombres es fría y distante: su objetivo es
engatusarlos. De Román le atraen lo maligno y la locura. Por otro lado, es una joven
afectiva. No obstante, Ena también puede ser cruel con Andrea y apartarla de su vida
cuando le interesa relacionarse con Román a espaldas de su amiga.

• Román
Román intenta controlar a su familia desde la buhardilla donde vive, un lugar ordenado y en
el que Andrea encuentra resquicios de libertad. Román acostumbra a conseguir lo que
quiere, por eso intenta seducir a Gloria. Su capacidad de control es tal que, incluso tras su
muerte, provoca el enloquecimiento definitivo de Juan. La imagen que los personajes dan de
Román pivota entre dos campos léxicos diferenciados, el de la maldad (mezquino, malvado,
ruin y sádico) y el de la atracción (simpatía, magnetismo, talento, artista, atractivo).

• Juan
Juan es un personaje violento, colérico, incontrolable e impredecible. Le acecha un
resentimiento casi enfermizo por la relación entre Gloria, su mujer, y Román, su hermano,
así como el miedo de que su mujer se prostituya para ganar dinero. De ahí las palizas a
Gloria, a lo que se suma su sensación de pintor fracasado.

• Antonia
Antonia es un personaje sombrío y fantasmagórico que aparece fugazmente para dejar una
sensación de desequilibrio y temor. Es la única que controla el avituallamiento y la comida.
Vive enamorada de Román, de ahí que declare a su favor.

• Los pretendientes rechazados


Gerardo es el chico que da a Andrea su primer beso, sin embargo, le resulta repulsivo y
engreído. Pons tampoco es el pretendiente ideal, pues se pincela como un joven infantil,
frívolo e interesado en el dinero.

• Los burgueses
En el círculo de Ena aparecen personajes cuya función es la de perfilar el estatus de la
burguesía barcelonesa, como Margarita, Guíxols, Pons, Jaime o Iturdiaga. Andrea los
identifica con la felicidad, pero en la fiesta de Pons se percatará de que no pertenece a este
estrato social.

4. Narrador y autobiografía

El uso de la primera persona a través de un narrador testigo como es Andrea ha hecho


correr ríos de tinta entre los críticos literarios sobre el cariz autobiográfico de la obra. Laforet
usa la primera persona para reforzar la verosimilitud, pues Andrea se convierte en el altavoz
del resto de personajes, que recoge sus argumentos e historias vitales sin intervenir. Por
otra parte, esta elección de narrador es una de las características de la novela existencial de
la época. Además, gracias a la primera persona, Laforet rompe con el escapismo y la
evasión de la narrativa de la primera posguerra y hace propia la degradación del contexto
histórico.
En ocasiones, Andrea se convierte también en narrador omnisciente, sobre todo cuando
adelanta acontecimientos posteriores y cuando selecciona los pasajes de su pasado que
quiere narrar. De hecho, abundan las expresiones temporales («Entonces», «en aquel
tiempo»...) que no son sino muestra de la distancia que la Andrea que escribe la historia un
año después toma respecto a su pasado.

El uso de la primera persona favorece que Laforet ahonde en el intimismo de Andrea, lo que
se ha interpretado como la propia vida de la autora, dados los paralelismos biográficos que
existen: Laforet también viajó a Barcelona, también se matriculó en una carrera universitaria,
también vivió con su familia paterna en la calle Aribau, también se ausentaba de clase para
pasear por Barcelona, también se mudó a Madrid y, además, tuvo amistad con que la que
se ha interpretado como la equivalente a Ena, la polaca Linka Babecka.

Dichas similitudes supusieron diversos enfrentamientos entre Carmen Laforet y su familia


por el ambiente opresivo y angustioso que dibuja en su obra. Por su parte, la autora reiteró,
a lo largo de su vida que, si bien la novela tiene algo de ella misma, no posee la verdad
sobre su vida.

5. Espacio y tiempo

5.1 Espacio

La simbología es patente en los ambientes de Nada. Se muestran principalmente dos


espacios diferenciados y dicotómicos: la casa de la calle Aribau y Barcelona. Ambos
son lugares antagónicos entre sí, puesto que el primero es metáfora de la muerte, la
opresión, la angustia, la pobreza... mientras el segundo encarna la vida, la libertad, la
despreocupación y la riqueza.

La casa es descrita como una pesadilla, como un infierno, incluso la cama de Andrea es
comparada con un ataúd y algunos de sus familiares, como Juan o Román, con demonios
de mirada diabólica. Los paseos de Andrea por la ciudad y sus salidas a la universidad
suponen para ella la liberación. Sin embargo, esta nunca llega a darse por completo porque,
cuando parece haberla conseguido, los problemas de la calle Aribau desdibujan la
sensación de independencia y excarcelación. Por lo que Barcelona nunca llega a ser
perfecta. Así, Andrea termina consiguiendo, si no la libertad, sí la paz y la catarsis por las
calles de Barcelona.

Realismo e imaginación se mezclan en la caracterización de Barcelona. Las alusiones a


lugares concretos y reales como el Barrio Chino, la Barceloneta, la Diagonal o Montjuic
otorgan a la obra el tinte de precisión y efecto de realidad. Por otra parte, todos estos
espacios se mitifican en la imaginación de Andrea y terminan siendo muestra de sus
temores y expectativas. Incluso las connotaciones aparentemente negativas pueden tener
un aspecto positivo en Andrea, como la impresión que tiene al llegar a Barcelona:
El olor especial, el gran rumor de la gente, las luces siempre tristes, tenían para mí un gran encanto, ya
que envolvía todas mis impresiones en la maravilla de haber llegado por fin a una ciudad grande,
adorada en mis sueños por desconocida.

Como muestra este breve fragmento, la construcción de Barcelona es sinestésica, se


produce a través de los sentidos (el olor, el rumor, las luces), lo que desemboca en una
mirada también subjetiva.
La antítesis a esta mirada dulcificada la representa Angustias, para quien la ciudad está
repleta de peligros. Las amenazas quedan personificadas en los individuos propios que
pueblan cada barrio y calle: mendigos, traperos, ladrones y prostitutas que no son dignos
para una chica de dieciocho años.

Sin embargo, la belleza y la luminosidad general que se otorga a la ciudad se desvanecen


en la descripción que hace de la casa, a la que califica con atributos como «extraño»,
«desvencijado» o «desgastado». Se trata de una vivienda que, por lo general, muestra un
ambiente digno de una novela gótica, con su atmósfera tétrica y espectral.
Se trata, por tanto, de una ciudad real que se describe detalladamente en las cuatro
estaciones del año a través del tamiz de Andrea. Se ha pasado de la novela de espacio
histórico a la novela que usa la ciudad para plasmar la realidad inmediata y que a veces
tiene tintes de denuncia y en la que no todo es lo que parece ni las expectativas se cumplen.

5.2 Tiempo

En cuanto al tiempo externo, Nada se ambienta en la España de posguerra, en los


primeros años 40. Las alusiones al hambre, al racionamiento y a la miseria de la familia son
una constante que determina el tiempo, pero también a Andrea, puesto que siente agobio y
envidia al no poder vivir como sus amigos burgueses.

Narra la España en la que muchos tuvieron que emigrar. Las palabras de Román hacen
adivinar esta idea: «Tu madre evitó el peligro antes que nadie marchándose». Si bien se
refiere a marcharse de casa, existe un paralelismo con la situación histórica. De igual modo
que lo hay entre Román y Juan, símbolo de la lucha fratricida que supuso la Guerra Civil; y
en Angustias, encarnación de la censura.

El tiempo interno de la novela corresponde a un curso académico de Andrea en la


universidad y se relata de manera lineal. El lector conoce el transcurso del tiempo gracias
a las alusiones y descripciones de las estaciones del año y a fechas concretas, como
Nochebuena. La novela se centra en el tiempo presente de Andrea, pues las alusiones al
pasado y al futuro son escuetas y escasas. Del pasado nos cuenta de manera sucinta su
visita a la calle Aribau cuando tenía siete años, cuando la situación económica era favorable.
Del futuro no hay alusión. El lector nunca sabe lo que sucede en Madrid, una omisión
intencionada para que la sensación final sea la de fracaso de la protagonista.
6. Significado del título

El título Nada es muestra de un movimiento literario existencialista con reminiscencias


nihilistas.
Andrea, al final de la obra, afirma sobre el año que vivió en Barcelona: «de la casa de la
calle de Aribau no me llevaba nada. Al menos, así creía yo entonces». Andrea llega a
Barcelona con la ilusión de realizar una carrera y de encontrar la libertad, pero no lo
consigue y, cada vez que está cerca, un nuevo desastre cercena sus expectativas. Sin
embargo, la propia frase de Andrea deja las puertas abiertas a que, en un futuro, la
protagonista se percate de que conoció a su familia y de que, gracias a ello, se conoció a
ella misma como una evolución desde la inocencia inicial a la madurez. Andrea realiza esta
transformación a base de encontrarse con la crueldad y la ignominia humanas.

Si «nada» describe perfectamente lo que Andrea cree sentir y encontrar en Barcelona,


también se ha interpretado como el trazo correcto para aplicar al contexto histórico y
sociocultural de posguerra: el hambre, el racionamiento, la carestía, la lucha fratricida
(mostrada entre Juan y Román). la sensación de fracaso, la desilusión, el despertar cultural
vedado a unos pocos... y, sobre todo, el sufrimiento, la angustia y el sacrificio individuales.

7. Temas
La libertad
Uno de los temas principales de la novela es el anhelo de la protagonista por encontrar la
libertad, que es, en su caso, un sinónimo de felicidad. Durante toda la obra se van
presentando diferentes problemas que funcionan como obstáculos en la persecución de sus
fines. Por ejemplo, al principio, es Angustias, con su autoritarismo, su moralidad represiva y
su modelo prototípico de mujer que acata las normas de la dictadura de Franco, quien no le
permite ser libre y feliz. Es ella quien le dice que hay dos posibilidades para las mujeres: el
matrimonio o la reclusión religiosa. Sin embargo, no es la única que se interpone entre
Andrea y la libertad. Cuando Angustias se va, casi de manera automática, otro obstáculo
aparece en el camino de la protagonista: esta vez se trata del hambre. Luego, el obstáculo
estará vinculado con las ideas que tiene sobre el amor, la amistad, la vida familiar: nunca
nada le sale como espera.

Este tema también se relaciona con la liberación femenina. Andrea quiere liberarse de las
normas impuestas por la sociedad para una señorita: quiere caminar sola por las calles o
acompañada por amigos, no rendir cuentas sobre sus gastos, no pensar en el matrimonio.

Cuando Ena la convoca a ir a Madrid y comenzar allí una nueva vida, el anhelo de liberación
otra vez se renueva y la llena de esperanzas.
Las consecuencias de la guerra civil española

Uno de los temas centrales de la novela está constituido por las consecuencias de la guerra
en la vida de los personajes. Si bien el tema no se trata de modo directo, aparece tratado de
forma indirecta durante toda la obra.

El periodo de posguerra es una época muy dolorosa en España, cargada de conflictos


sociales y de problemas económicos. Esto se tematiza en la obra a través de los personajes
de la casa familiar de Aribau, que sufren hambre y falta de empleo. Juan no consigue vender
sus cuadros, Román se dedica al contrabando, Gloria vende los muebles al trapero y debe
apostar de manera clandestina para conseguir dinero para el hogar; Gloria, Juan, la abuela,
el niño y Andrea pasan hambre y cada vez sus figuras están más delgadas a causa de la
falta de alimento; la violencia es moneda corriente y está provocada, sobre todo, por lo
desquiciado que ha quedado Juan tras volver del campo de batalla; los valores morales
propulsados por la dictadura están representados en el rol de Angustias, la autoritaria tía de
Andrea.

En el capítulo II, Andrea observa una foto de la familia que la hace recordar un pasado feliz
y próspero. Esa analepsis permite hacer una comparación entre el estado en el que viven en
1939-1940 y alrededor de diez años antes. El abuelo está muerto, los tíos tienen una
relación muy mala, la abuela está senil, la casa ocupa la mitad del espacio, la criada tiene
más autoridad que el resto de los habitantes del hogar, los muebles están desperdigados sin
orden, todo está sucio y húmedo.

La violencia

La violencia es ejercida, sobre todo, por Juan y Román, los dos hermanos. Juan golpea
incesante y ferozmente a Gloria, así como es vil en sus palabras, tanto con ella como con
Román, Angustias y Andrea. Su conducta se torna cada vez peor a medida que avanza el
tiempo.
Román, por su parte, ejerce la violencia tras un velo que lo hace parecer seductor a primera
vista, pero que luego devela su lado más oscuro. Su violencia se ejecuta a través de la
manipulación, la humillación y la cosificación.

La forma en que las mujeres pueden repeler la violencia de los hombres es a partir de la
venganza y las amenazas de denuncia, como hacen Gloria y Ena con Román. Y estas
venganzas no hacen más que despertar más situaciones violentas, como el suicidio de
Román o los insultos y bajezas a los que es sometida Gloria.

La violencia es moneda corriente en la casa de la calle Aribau y es alegórica de lo que


sucede a nivel nacional a partir de la guerra civil española. Las huellas de esa guerra están,
por ejemplo, en los edificios quemados o en la insanía de Juan. También en el hambre que
sufren los habitantes de la casa de la calle Aribau; en el machismo ejercido por la sociedad
patriarcal sobre las mujeres; y, por supuesto, en esa desigualdad entre los ricos, que
despilfarran su dinero, y los pobres, que no cuentan ni con comodidades ni con alimentos.
La amistad

Uno de los sostenes más importantes para Andrea lo descubre al hacerse amiga de sus
compañeros de universidad. Al habitar un microcosmos hostil como es el de la casa de la
calle Aribau, poder charlar y pasar tiempo con gente diferente a su familia constituye para
ella un remanso de la violencia persistente en su casa.

Su mejor amiga es Ena y tiene una importancia fundamental en su vida. De todos sus
amigos, es la única que ingresa a la casa de Andrea y conoce a su familia. Al establecer
contacto con Román, el tío de Andrea, Ena cruza el umbral que separa el interior de esa
casa que Andrea aborrece del exterior, vinculado con la libertad y la vida social. Esa
intromisión de su amiga es la que da pie al conflicto principal de la novela. Y, además,
conflictúa a Andrea interiormente, dado que ella no quiere que esos dos mundos (el de su
familia y el de sus amigos) se crucen; prefiere mantenerlos distanciados.

Los momentos de felicidad o de alivio están vinculados con la presencia de sus amigos, ya
sea durante las salidas a la playa con Jaime y Ena o al atelier del grupo de bohemios
presentados por Pons. Finalmente, es su amiga Ena la que le ofrece una posible vía de
liberación.

La crisis existencial

Desde su llega a Barcelona, Andrea, ilusionada con una vida nueva, encuentra obstáculos
para su felicidad. Esto provoca una crisis existencial en la narradora, que no sabe qué hacer
para ser protagonista de su propia vida. Ella se va formando a sí misma a medida que
avanza la acción y se van sucediendo las experiencias. El viaje actúa dos veces como motor
de cambio en la vida de Andrea: primero, al llegar a Barcelona; luego, al irse. Lo que
pretende encontrar, y que la llena de esa angustia existencial porque no lo consigue, es todo
aquello que al final dice no haber experimentado: la plenitud de la vida, la alegría, el
profundo interés por algo, el amor.

La moralidad

La novela se ubica temporalmente y está escrita durante la posguerra, es decir, durante la


primera etapa del gobierno dictatorial de Franco. Es un momento de mucha represión y
control social. Si bien la presencia de Franco no se manifiesta de forma explícita en el texto,
aparecen algunas señales en escenas y actuaciones de los personajes que manifiestan la
moralidad conservadora de la época.

En la familia de Andrea, hay quienes buscan defender la moral tradicional y conservadora y,


así, guardar las apariencias, a pesar de la decadencia en la que se encuentran. Angustias
es la representante de la moral femenina. Es quien le dice a Andrea cómo debe comportarse
una señorita en Barcelona en ese momento y quien le remarca que solo hay dos caminos
honrados para las mujeres: el casamiento o la vida religiosa, por la que ella se vuelca. Juan,
como patriarca de la familia, busca levantar los valores tradicionales y quiere ser quien
provea el sostén y quien juzgue: "¡La sobrina! ¡Valiente ejemplo!... Cargada de amantes,
suelta por Barcelona como un perro..."
Pero, además, en su familia, hay quienes no intentan defender esa moral y se mofan de ella.
Claro ejemplo es Román, quien es dedica al contrabando y se ufana de sus faltas, y Gloria,
que está más interesada en poder alimentar a su familia que en guardar las apariencias.

La decepción amorosa
Andrea tiene dos experiencias amorosas con dos hombres jóvenes. Una no consentida y
otra deseada pero desfavorable. La primera se da con Gerardo, el muchacho con el que
tiene el primer beso en la calle, de forma inesperada. Se decepciona porque no es la forma
ni la persona con la que hubiera querido tener una primera experiencia como esta.

La segunda es con Pons, quien no termina de convencer románticamente a Andrea, es


decir, no le gusta, pero a quien desea poder retribuir con el sentimiento para así dar rienda
suelta a sus soñadas imaginerías de cuentos de hadas. Con Pons cree que podrá vivir un
verano esplendoroso y tener su primer baile, pero tras la fiesta en su casa, en la que no
baila, se aburre y mira todo desde un costado, la relación con el muchacho termina y, por
ende, el viaje no se concreta.

El amor romántico idealizado no es un tema de Nada. Ninguna de las parejas que hay en la
novela se muestra como la ideal y prototípica de los relatos que Andrea ha leído en sus
libros o recuerda de los cuentos maravillosos. Por lo que uno de los aprendizajes que puede
tomar Andrea es que el amor no es como el de los cuentos de hadas.

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