La Pollera Panameña-Dora P. de Zárate

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LA POLLERA PANAMEÑA

NUESTRA PORTADA
Srta. Marycarmen Gago Salinero
Dama Nacional de la Pollera 1985
1986. Concurso Margarita Escala en
el Teatro Nacional.
LA POLLERA PANAMEÑA
(ENSAYO MONOGRAFICO)

por

DORA P. DE ZARATE
Catedrática de la Universidad de Panamá

con

la colaboración de

MANUEL F. ZARATE

Catedrático de Panamá
Biblioteca
i
¿wríaElena Restrepo Palacios

V EDICION
1
INTRODUCCION........................................................................................................ 7
I. LA POLLERA DENTRO DE LO NACIONAL.................................................... 9
II. SOBRE EL ORIGEN................................................................................................. 10
III. ALGO SOBRE EL NOMBRE................................................................................... 12
IV. ALGUNAS REFERENCIAS..................................................................................... 13
V. LA POLLERA, ATAVIO DEL FOLK..................................................................... 16
VI. BREVE DESCRIPCION DEL VESTIDO............................................................... 19
VIL TIPOS DE POLLERA Y SUS VARIANTES:
a) “MONTUNA”.................................................................................................. 23
b) “DE ENCAJES”.............................................................................................. 24
VIII. CORTE Y CONFECCION:
a) MEDIDAS......................................................................................................... 26
b) TELAS.............................................................................................................. 31
c) ENCAJES Y TRENCILLAS.......................................................................... 32
d) LABORES......................................................................................................... 42
e) CONFECCION O “ARMADA”.................................................................... 51
IX. ORNAMENTOS ADICIONALES:
a) LANAS.............................................................................................................. 57
b) CINTAS........................................................................................................ .. 59
c) ZAPATOS........................................................................................................ 59
d) JOYAS............................................................................................................... 60
e) TEMBLEQUES................................................................................................. 80
f) SOMBREROS................................................................................................... 84
g) ENAGUAS........................................................................................................ 87
h) REBOZOS o “PAÑOS” ..................................... 88
X. NORMAS OBSERVADAS EN EL USO DE LA POLLERA:
a) TOCADO: 1. Peinado................................................................................ 94
2. Sombrero............................................................................. 94
3. Peinetas................................................................................ 96
4. Joyas y Tembleques.......................................................... 97
b) ARREGLO DEL CUELLO............................................................................ 98
c) MANERA DE VESTIRLA............................................................................. 101
XI. ALGUNAS CONSIDERACIONES........................................................................... 102
XII. VOCABULARIO DE LA POLLERA....................................................................... 104
XIII. PALABRAS FINALES............................................................................................... 107
MAPA DE LA POLLERA. - Portada Interior.

5
INTRODUCCION
Entre los estudios que nacionales y extranjeros han hecho y
publicado, tanto en español como en otros idiomas, en relación
con la pollera como traje nacional panameño, sobresale por la am­
plitud y profundidad de sus fundamentos y proyecciones el que
hace algunos años preparó la distinguida educadora profesora Dora
Pérez de Zarate, con la colaboración de su esposo profesor Manuel
F. Zarate (q.e.p.dj. La monografía que sobre La Pollera Panameña
fue editada hace ya seis o siete años, puede considerarse como uno
de los estudios más completos y autorizados, no solamente por el
riguroso criterio científico de su elaboración sino también por la
claridad de la exposición. Puede considerarse que el ensayo aludido
reúne las condiciones ideales de documentación, análisis y evalua­
ción con la calidad literaria y artística de la forma.
Si el profesor Manuel F. Zarate merece el título de maestro
del folklore panameño, la fecundidad y calidad de su obra tiene
necesariamente que ser relacionada con la amorosa e inteligente
solicitud colaboradora de su compañera profesora Dora P. de
Zarate. Ellos constituyeron una pareja profundamente compenetra­
da en el amor al alma panameña, en la dedicación a las investiga­
ciones y estudios en el campo fecundo de las raíces de nuestra
cultura, en la consagración y el espíritu de sacrificio con que labo­
raron durante muchos años para recoger la más amplia y completa
documentación acerca de las costumbres y tradiciones, el arte y la
ciencia de nuestro pueblo.
Motivo preferente de las investigaciones y estudios de los
esposos Zárate-Pérez, fueron los aspectos jolklóricos relacionados
con la música, las canciones, las danzas y los trajes de las diferentes
comunidades que en varias regiones de la República han conservado
las costumbres de nuestros antepasados. Y fue doña Dora la que se
consagró especialmente al estudio de la pollera, el hermoso traje
femenino que no solamente constituye el símbolo de la feminidad
panameña sino que, además, recoge en sus amplios vuelos, en la
gracia cautivadora de sus colores, en la espléndida riqueza de sus
adornos, en la tierna dulzura de sus flores temblorosas, el alma
misma de nuestra Patria. '•
Largos años de peregrinaje por los campos de las provincias,
cuidadosas investigaciones, millares de informes y documentos reco­
gió la profesora Pérez de Zarate para fundamentar la monografía
que luego, con la colaboración atenta y cuidadosa de su esposo,
7
editó para deleite de los conocedores y admiración de propios y de
extraños. El excelente libro recibió de inmediato la más cálida
acogida y se convirtió en fuente indispensable de consulta para los
estudiosos. Así, en poco quedó totalmente agotada la edición, que
desde hace tiempo siguen buscando afanosamente los educadores,
los estudiantes y muchos interesados en el conocimiento de ese
aspecto sustancial de nuestro folklore.
Plenamente consciente de la extraordinaria importancia de es­
ta obra, la Caja de Ahorro ha considerado conveniente y necesaria
una nueva edición. Ciertamente, hay otras instituciones que segura­
mente estarían interesadas en auspiciar la publicación que constituye
una necesidad urgente para la cultura nacional.
Pero es evidente, así mismo, que cabe perfectamente dentro
del programa de esta institución asumir tal responsabilidad, porque
se trata de un estudio de gran interés no solamente para la educa­
ción sino también para la orientación adecuada de las nuevas gene­
raciones y del público en general. La Caja de Ahorros, que conside­
ra uno de sus deberes primordiales contribuir a enaltecer los valores
propios de nuestra Patria y ayudar a divulgar los elementos distin­
tos de nuestra nacionalidad, se siente especialmente orgullosa de
aportar este nuevo esfuerzo en tal sentido.
Precisamente ahora, cuando el proceso revolucionario paname­
ño están estimulando el desarrollo cultural de nuestro pueblo, por
considerar que el crecimiento y el progreso del país no puede
reducirse exclusivamente a las cuestiones materiales, la obra de la
profesora Dora Pérez de Zárate adquiere una importancia singular.
En ella encontraremos una riquísima fuente de informaciones y co­
nocimientos, de indubitable veracidad, para fortalecer la concien­
cia de los valores nacionales.
Esperamos que esta nueva edición de La Pollera Panameña sea
recibida por todos los sectores de la opinión nacional con el mismo
interés con que fue recibida la primera. Y confiamos en que este
nuevo aporte de la Caja de Ahorros al enaltecimiento de los valores
nacionales y a la divulgación de elementos sustantivos de nuestra
cultura, sirva de estímulo para otras labores similares y para que
otras entidades o empresas colaboren también al desarrollo de pro­
gramas de auténtico valor para la exaltación y fortalecimiento de la
personalidad cultural de nuestra Patria.
SEBASTIAN E. QUIROS F.
8
LA POLLERA PANAMEÑA.

LA POLLERA DENTRO DE LO NACIONAL:

Siempre se ha hablado acerca de la fuerza de lo folklórico en


la calidad de lo nacional. Muchos y muy complejos son los elemen­
tos que concurren para constituir y dar fisonomía a la nacionalidad
y no cabe duda de que entre estos elementos está como muy
importante lo que suele llamarse la CULTURA TRADICIONAL.
Pertenece ella a esa extensa parte de la población que se llama
“pueblo”, o mejor “vulgo”, y que sin ser primitiva, no se halla aún
totalmente integrada a la civilización en cuyo seno vegeta. Se gene­
ra dicha cultura de un modo aparentemente espontáneo, al azar,
sin propósitos, sin planes ni directivas previamente señaladas. Es
como las plantas que surgen en las selvas. Se propaga y trasmite de
una generación a otra sin emplear los instrumentos que provee la
civilización en cuyo seno convive. En cada región tiene ella sus
características particulares, su originalidad, su rasgo exclusivo, que
hacen diferenciar entre sí a los grupos que la producen. Es al
conjunto de las manifestaciones que forman esta cultura a lo que
llamamos folklore y es natural que si estas manifestaciones se pre­
sentan en forma particular y distinta en cada grupo de pueblos,
ellas constituyan diferencias de sentir y de gusto que nos llevan a
determinar signos de nacionalidad entre los grupos que exponen
9
iguales manifestaciones. De allí que estas expresiones folklóricas
sean consideradas por muchos como uno de los tantos rasgos pa­
trios, en cierto modo tan fuertes y evocadores como la bandera, el
himno o el escudo y sin duda con fuerza de mayor arraigo y
antigüedad.
Es posible que en cada comarca una forma de expresión logra­
da adopte variantes especiales, pero sin omitir la esencia original;
así por ejemplo, se dan casos como el de la Jota española, que es
de vieja estirpe aragonesa pero se baila con ciertas diferencias en
toda la Península. Entre nosotros, por ejemplo, el tamborito se
extiende a casi la totalidad de la República (no sabemos nada de
Bocas del Toro) aunque haya pequeñas diferencias de detalles entre
un estilo de tambor y otro bailado en las diferentes comarcas.
Cuando el elemento folklórico adquiere una tal jerarquía;
cuando él se posesiona del alma de toda la población del país,
entonces hay que admitir que esa ESPECIE viene a ser ingrediente
o un factor sentimental o espiritual de la nacionalidad. Nosotros
tenemos en nuestro rico acervo tradicional, elementos que han teni­
do este destino singular, verdaderos exponentes de nuestra paname-
ñidad. Uno de ellos es nuestra POLLERA, que entre los vestidos
típicos del mundo descuella como uno de los más brillantes y
selectos para orgullo de nuestro sentir de panameños.

SOBRE EL ORIGEN

Mucho se ha hablado de nuestro vestido y hasta se le ha


querido señalar el punto exacto de su origen, lo cual no se compa-
dace con la materia folklórica, una de cuyas características es la de
su espontaneidad y anonimato. Cuando el pueblo se hace conscien­
te de la existencia de un elemento cualquiera de éstos, ya ha pasa­
do un período bien largo en el cual ha tenido lugar la gestación y
el alumbramiento. Nuestro vestido ha tenido su origen. Todo en el
mundo lo tiene. Ha debido derivar, como todos los de América
Latina, del vestido de la española del siglo XVI o del XVII que
vino con el compañero a sentar su hogar en América. ¿De cuál
otro habría de salir? A propósito de este punto, la señorita Nieves
de Hoyos, Directora del MUSEO DEL PUEBLO ESPAÑOL, ante la
indagación nuestra sobre este aspecto, responde en su trabajo LA
10
POLLERA PANAMEÑA publicado en la REVISTA DE INDIAS
Nos. 93-94 de Dic. de 1963, lo siguiente:...“Creo sinceramente que
la respuesta es sencilla; el origen está en España, pero no en el traje
regional español, que, contra la opinión general, no llega a tener la
forma definida con que hoy le conocemos hasta el siglo XVIII y
bastante avanzado. La pollera panameña nace del traje femenino
español del siglo XVII, no del traje de corte con grandes guardain-
fantes de ricos terciopelos o sedas labradas y labrado con encajes
de hilo o de hilo de oro y plata, traje que en seguida viene a la
memoria de todos por ser el que con tanta frecuencia nos lega el
pincel de Velásquez. En el siglo XVII, como en cualquier momen­
to, al lado del traje lujoso, hay el de diario; en esa época era un
traje generalmente blanco o con una saya de amplio vuelo con dos
o tres zócalos, con sobrepuestos o bordado en dibujo floral. Es
esto sencillamente la pollera...”

Y más adelante:
...“En cuanto a la pollera montuna o de diario, una saya de
un tejido de algodón fino estampado con dibujo floral, es de uso
completamente normal en climas suaves y estaciones estivales de
los climas duros. Pensemos en las sayas andaluzas, pero no en las
ceñidas y con volante de las “bailaoras” de flamenco, ni en las de
paño tradicionales en las regiones de la sierra, sino en la saya de
mujer modesta de cualquier ciudad; usan sencillamente una pollera
montuna. En el Museo del Pueblo Español se conserva un traje de
mujer cordobesa, de percal estampado con dibujo menudo, mucho
vuelo y un volante que verdaderamente nada se debe diferenciar de
la panameña. El complicado tocado a base de peinetas doradas con
piedras nos hace pensar en la valenciana y en la salmantina, que si
no llevan peinetas, llevan agujones vistosos; es natural que el peina­
do y adorno panameño no sean una imitación sino que con el
tiempo se transforma y adquiere un carácter que la diferencia de
otro...” Hasta aquí, su informe.
En verdad, lo importante, lo original, está en la dirección
que tomó en Panamá, suficientemente caracterizada para distinguir­
nos de los demás que tuvieron el vestido español como cepa o
germen. Se sabe que una misma semilla puede producir fruto de
diferente sabor y calidad según sea el terreno en que caiga y aquí,
el ambiente la esencia psicológica de los seres que habrían de usar­
11
lo, el clima, la posición geográfica y aun la desnudez de nuestros
indios que los obligó a acogerlo todo, hizo el milagro de este
vestido. No había mucho elemento indígena que mezclar a la indu­
mentaria. De este crisol en que se mezclaron tiempo, alma y geo­
grafía, salió nuestro traje con tan singular atracción que nos hace
gozar con la certeza exacta de lo maravilloso de nuestro gusto
estético.
¿Cómo ha venido a ser esta indumentaria lo que es hoy?
¿En qué momento el vestido de la abuela española o mestiza
se saturó de gracia para convertirse en la feliz indumentaria de
nuestros trópicos? Asunto es del correr del tiempo que fue promo­
viendo la evolución hasta llegar a lo que es actualmente. Cabría
preguntarse por qué si hizo su aparición en la vieja Panamá, como
piensan algunos, o quien sabe si en Acia o en Natá, no han persis­
tido esas regiones como centros de confección de la pollera. Si fue
el vestido netamente característico de la servidumbre, ¿cómo llegó
a generalizarse hasta el punto de ser él, el vestido corriente de las
campesinas de nuestros pueblos interioranos, de nuestras monta­
ñas? ¿Por qué son hoy los pueblos de las provincias de Herrera y
de Los Santos los más celosos guardianes de esta tradición, hasta el
punto de convertirse en la sede del patrón que sirve de modelo a
las polleras de la República y no las regiones de donde se supone
surgió su estructura? Año tras año, las costureras de las provincias
centrales envían innumerables polleras, producto de los encargos
hechos desde Panamá, Colón, Chiriquí, en fin, desde todos los
puntos de la República y hay que ver y sentir la seguridad y la
satisfacción cuando la empollerada afirma que ha sido hecha en
algún lugar de esas provincias. Se le nota que se siente dueña de
una obra que guarda todas las condiciones exigidas por la tradición.
¿Será que el alma hispánica del vestido al viajar de la ciudad hacia
estos predios encontró su verdadero cuerpo en los pueblos que en
nuestro país conservan más vigorosamente el espíritu de España?
Esta debe ser una buena razón. Cuando encontró su alma gemela,
se instaló; allí enraizó y se depuró. De allí nos ha vuelto plena,
viva, lograda. ¡

ALGO SOBRE EL NOMBRE


El diccionario registra la palabra pollera como vestido de la
cintura abajo con muchos pliegues y vuelos. Pollera seguimos 11a­
12
mando nosotros todas las faldas amplias. Estas faldas amplias son
propias del vestido femenino europeo y abundan desde tiempos
que se pierden en la historia. La historia y las pinturas, espejo de
los siglos, así lo demuestran. Por la ley de síntesis que tiene el pue­
blo, el pasar el nombre de la falda, al del vestido entero, no fue nada
difícil ni tampoco algo novedoso; por lo tanto no parece existir
leyenda alguna que sirva de base a la creación del nombre, pues las
suposiciones o figuraciones que corren por allí sobre esto, no parecen
tener mucho fundamento. Además, las fechas que nos dan los que
han pretendido propagarlas, son tan cercanas al 1900, que quedan
desmentidas con los datos que se poseen como lo veremos más
adelante, en las que ya aparece el nombre POLLERA para tal vestido
antes de 1846. Como datos interesantes sobre este tema, queremos
dejar anotadas parte de las revelaciones que sobre la pollera nos ha
hecho D. Oscar Velarde, Director del Museo de Historia de Panamá
en la Revista de Patrimonio Histórico Vol. I, N. 5 de 1977, publicada
por el I.N.A.C., revelaciones que vienen en ayuda de la biografía
de la pollera. Ellas están basadas en documentos hallados a través
de su paciente labor de escudriñar el pasado en los documentos
escritos. Por la lectura de sus revelaciones uno saca en conclusión,
que las mujeres en España vestían polleras, basquinas y enaguas;
que la pollera era falda; la enagua, falda interior y la basquiña, falda
exterior. Así, una mujer del siglo XVII para verse hermosa, usaba de
la cintura abajo, la enagua, la pollera, más la basquiña. Quiere decir
que podemos pensar en que la pollera era como una primera enagua y
la enagua, un segundo peticote. No están muy errados, pues, quienes
han afirmado que la pollera empezó en las ropas interiores de la espa­
ñola. Según Pedro de la Rosa, cómico de profesión, escribe Velarde,
quien en 1650 vende una “pollera de tabí” que según informan los
diccionarios era “antigua tela de seda con labores ondeadas, la bas­
quiña era de raso con adornos y la pollera también tenía labores.**
Vendía también para esa época, el comediante, “una pollera de
espolí” que nuestros diccionarios dicen que era tela floreada con
unas labores y urdimbres parecidas al brocado. Como se ve, ya las
polleras tenían labores y se usaba el nombre de pollera en 1650;
naturalmente, que para designar lo que hoy llamamos pollerón.
Es pues, aquí entre notros donde se ha hecho la síntesis de llamar
POLLERA al conjunto d¡e Camisa y Pollerón.
Si seguimos el itinerario que nos da Velarde, en 1730, un mari­
no de apellido Cockburn da noticias sobre el vestido de las mujeres

** Todo lo que esta en letra itálica es nuestro.

13
panameñas y escribe: “tan sólo llevan una camisa de holanda y un
refajo (falda) de mucho vuelo, muy finamente bordado en hilo mora­
do que ellas mismas tiñen”...
Felipe Bauzá, en 1790, hace unos dibujos de la pollera usada
por nuestras mujeres y habla de lo atractivo del vestido, pero sus
dibujos presentan un vestido muy poco parecido a nuestro vestido
actual. Es Andrés Baleato, Oficial de la Real Academia Náutica
de España, quien describe algo muy valioso para los investigadores
de este tema: “Los señoras usan el traje de Europa y muchas de las
mujeres, la vestimenta antigua del país que es una faja ancha en la
cintura. De la faja para arriba, la camisa sola y para abajo, la pollera;
una y otra, con encajes; adornándose con rosarios y cadenas de
oro colgados al cuello cuyo traje es el común de sus casas y con el
que van a visitar. En algunas, se ve todavía el llavero antiguo, pen­
diente de la cintura que consta de una cadena de plata como de una
tercia de largo y en ella se ensartan monedas y dijes de oro hasta
las llaves que están en el extremo inferior”.... Otro documento de
1823 de Gaspar Theodore Mollien expone: “la clase dirigente viste
a la europea, a la inglesa particularmente”; y continúa: “pero las
mujeres del pueblo conservan los vestidos con volantes y encajes
que ya no se usan en Francia (su patria) desde hace tiempo”... y más
adelante anota: “las señoras habían abandonado prácticamente su
uso en público mas no así en la reserva de sus hogares en donde
usualmente se les encontraba con una simple falda de zaraza teniendo
por única blusa, la camisa que se caía de modo alarmante y sin más
calzado que unas zapatillas para sus pies desnudos...” Como puede
observarse, la clase* abandona nuestro vestido.
ALGUNAS REFERENCIAS MAS
Referencias sobre la pollera también tenemos a través de lo
que han escrito algunos investigadores nacionales dedicados con inte­
rés al tema. Entre ellos están los panameños Lady Matilde Obarrio
de Mallet cuyas referencias aparecen publicadas con lujo de detalles
en la Revista Lotería No. 64 de 1961. La señorita Nicolle Garay,
quien ofrece datos en el libro de su hermano D. Narciso Garay,
titulado TRADICIONES Y CANTARES DE PANAMA; Rodrigo
Miró; el Dr. Aurelio Dutary; el Prof. Rubén D. Caries; D. Ernesto
Morales; D. Román B.1 Reyes; D. Samuel Lewis y hasta poetas como
Tomás Martín Feullet y Ana Isabel Illueca y otros que sería largo
enumerar. Entre los extranjeros que todavía no hemos nombrado y

* Todo lo que esta en letra itaílica es nuestro.

14
Ilustración de Reclús, 1878. Ilustración de Reclús, 1878.

Ilustración de Lady Mallet, 1915. Dibujo de E. Garay, 1882.

15
34189 00063 1240

que hablan con mucho acierto de ella, tenemos a Armando Reclús


que vino en viaje de exploración para la construcción del canal que
su país pensó construir aquí.
Doña Matilde Obarrio de Mallet afirma que la pollera debió
aparecer en Panamá Viejo. No señala otro documento para su afirma­
ción que las referencias proporcionadas por sus bisabuelas que a su
vez las habían obtenido de las suyas. Después de éstas y otras infor­
maciones, doña Matilde deriva hacia la información sobre la vida
colonial. D. Samuel Lewis dio a conocer el dato hallado en el Diario de
Madrid, edición de los días 12 y 13 de marzo de 1815, en el cual
se daba la noticia de las celebraciones que se habían efectuado en
Panamá con motivo de la Restauración de Fernando VII. Allí se
cuenta que... “El retrato del Rey fue puesto en un carro exquisita­
mente decorado, que partió de la Casa Consistorial con rumbo a
Santa Ana, tirado por treinta mujeres del pueblo ataviadas ricamente
con polleras...”* La noticia, como se ve, es de 1815, pero la cele­
bración de tal acontecimiento se llevó a cabo, según las informacio­
nes, en julio de 1814 cuando llegó al istmo D. Pedro de Olesárraga
con la nueva de la restauración.** Estamos, pues, a siete años de
nuestra independencia de España que se efectúa, como sabemos, en
1821 y ya se conoce el vestido con el nombre que le damos hoy y
como traje que usa el pueblo para celebrar brillantemente sus festivi­
dades. Si es Armando Reclús, Director de la Comisión francesa que
practicó exploraciones en nuestro istmo, aporta datos casi completos
de la pollera. Hay que admirar a este ingeniero francés que tiene
tiempo para repartir entre la ciencia y la admiración que le causan
las costumbres del lugar que él estudia hasta la saciedad. Aludiendo
a las festividades que se habían celebrado con motivo de nuestra
independencia de España, escribe: “las mujeres de color llevan la
pollera, falda ceñida a la cintura con grandes volantes que la ahue­
can...”; y más adelante.: “las mujeres llevan aún el antiguo traje de
las criollas, o sea una enagua de algodón, blanca y ligera, adornada
con uno o más volantes, sobre los que hay estampadas algunas guir­
naldas de colores chillones. Sobre los corpiños de mangas muy cortas,
van tres guarniciones parecidas, pero tan decotadas de una parte
y otra, que generalmente llevan el pecho y la espalda descubiertos.
Sus cabellos partidos por medio de una raya abierta sobre la cabeza,
caen formando dos trenzas, cuando no son crespos o lanudos y si son
de esta clase, de modo que no puedan trenzarse, los dividen en diez

Información que acoge y publica Rodrigo Miró


Idem.

16
Polleras de encaje estilo de Ocú y La Atalaya.

17
Polleras de gala con labores estilo santeño.

mechones y los arrollan formando cocas. Muchas de ellas ostentan


grandes peines de oro, zarcillos macizos fabricados en el Chocó
guarnecidos con perlas de insignificantes valor procedentes de las
pesquerías de Panamá y algunas flores naturales sobre el cabello,
constituyen el tocado favorito de aquellas mujeres. Frecuentemente
gastan sombrero de paja muy parecido al de los hombres y el mayor
número de ellas andan descalzas, reservando para los días de gala
pequeñas zapatillas de color verde o rosa...”* No cabe, como puede
apreciarse, mejor descripción de la pollera hecha por un extranjero
que sabía ver con afecto e interés todo lo que le rodeaba.
Desde mediados del siglo XIX hasta nuestros días, las noticias
sobre la pollera, menudean. Se conservan los dibujos de artistas
hechos alrededor de 1879 cuyos detalles coinciden con las noticias
descriptivas del vestido que se dieron en esa época. A la empollerada
se le ve con sombrero y paño; tal aparece en dos estampas insertadas
en el libro del Dr. Caray* que reproducen los dibujos del padre de
su autor, D. Epifanio Garay. Existen también los proporcionados
por Reclús.

* TRADICIONES Y CANTARES DE PANAMA

18
LA POLLERA, TRAJE DEL FOLK.

Cuando se leen las referencias que nos han dejado los que se han
interesado por la pollera, se puede apreciar algo de mucho valor, y
es, la insistencia en decir que era vestido de la clase humilde; que la
clase humilde no la abandona. Lady Mallet anota el vestido como
cosa “que usaba la gente de servicio*; era especialmente el vestido
de las niñeras que amamantaban a los niños de la familia. El vestido
era generalmente blanco y casi son adornos. Las cocineras y lavande­
ras usaban pollerón de zaraza de tintes morados y camisa blanca.
Algunas familias acostumbraban a poner en la ropa de la gente de
servicio, labores especiales; algunas eran bordadas, otras marcadas y
con talco, otras...”* Si nos atenemos al DIARIO DE MADRID
indicado por D. Samuel Lewis del cual hicimos mención no hace
mucho, al referirse a la celebración aludida, habla de “treinta mujeres
del pueblo ataviadas ricamente con polleras. No habla de la alta clase.
Cuando Reclús escribe, también se refiere al pueblo..: “Las mujeres
de color llevan la pollera”..; “las mujeres llevan aún el antiguo traje
de las criollas..” ¿Quiénes eran las criollas para Reclús? ¿La española
nacida en América? ¿La nativa perteneciente a la alta sociedad? Por
los dibujos que acompañan sus escritos, no parece ser ni lo uno ni lo
otro. No, creo que no... Además las afirmaciones insertadas anterior­
mente hechas por Andrés Baleatoy por Thedore Mollien,***nos con­
firman que su uso fue permanente entre las gentes de la clase popu­
lar. Era, pues, la pollera, traje de la plebe, atavío del folk; en esto
mismo está su virtud; su fuerza; su continuidad y permanencia. El
pueblo le dio y aún le da su vigor; su espíritu. La creó y la impuso
en la comunidad como impusieron los franceses la escarapela de la
República en el ámbito de los reyes. Ella lo llenó todo: ciudades,
pueblos, clases. Hoy las damas de la alta sociedad visten la pollera
en las grandes fiestas con el mismo orgullo con que la viste la pobla­
na en los campos apartados de nuestro país. Se ve que al haber ad­
quirido el vestido jerarquía, la vieja querencia que estaba sólo dormi­
da, ha despertado para florecer con más fuerza y duración.

* REVISTA LOTERIA No. 20 de 1957.


** SUPRA. pág. 14.
*** Todo lo que esta en letra itálica es nuestro.

19
BREVE DESCRIPCION DEL VESTIDO

Por su corte y confección es la pollera un traje de inigualable


atracción, de maliciosa coquetería e intensa femineidad. Cuadra a
la mujer como ningún otro vestido. Ella sabe ocultar en el abanico
de sus pliegues y en el de sus arandelas, cualquier defecto de la
mujer que la use. A las delgadas y sin formas, las hace hermosas; a
la muy hermosa, la oculta en el vuelo de las arandelas y les propor­
ciona un beneficio: el de las dudas. Tiene este traje sus piezas im­
portantes: una, la camisa; otra, el pollerón. La camisa, atractiva
con sus vuelos, trencillas y encajes, posee una cantidad de piezas
sin las cuales pierde la esencia de su carácter. Ellas son: “Pretina de
boca”, “trencilla de boca”, “tapabalazo”, “cuerpo de camisa”,
mangas, arandelas y adornos.
En el pollerón tenemos: pretina, tramo superior o “cuerpo de
pollera”; “susto” o tramos inferior, o segundo “cuerpo de pollera”.

20
Como todo instrumento folklórico, ella tiene sus variantes que
iremos dando a conocer en los capítulos siguientes. Mucho hay que
admirar en ellas, desde la humildad del vestido que sirve a la
mujer del campo en las faenas de su vida diaria, hasta la vistosa
que encandila los ojos de propios y extraños en las grandes festivi­
dades. Es una fortuna para nosotros, todavía, que este vestido sea
el traje folklórico nacional y no constituya, como en algunos paí­
ses, sólo un recuerdo de lo que fue, una cosa simbólica. En muchas
de nuestras comarcas, enclavadas en las montañas, lejos de las rutas
urbanas de transporte, las mujeres no conocen otro traje que la
pollera y es de su uso diario, ya sea en la forma que nosotros en la
capital damos el nombre de “MONTUNA", ya sea en la “DE EN­
CAJES’’, con la euforia de las joyas, tan llamativas y exquisitas,
como la que vemos en los centros urbanos para-celebrar algunas de
nuestras festividades, principalmente las del Carnaval.
Ella también se irá perdiendo hasta quedar como en otros
países, convertida en un traje simbólico, un recuerdo de un vestido
típico. La escuela, los avances de la civilización, las nuevas ideas, la
televisión que ya comienza a difundirse por nuestros campos irán
ahogándola y sustituyendo el vestido usual por el traje de corte
urbano más en consonancia con las ideas de progreso y civilización.

Pollera de encaje santeña.

21
SOBRE NUESTROS TIPOS DE POLLERA
Expondremos aquí nuestras observaciones que han logrado
distinguir dos tipos de pollera bien definidos y dentro de cada uno
de ellos, una gran variedad de estilos los cuales podrían clasificarse
por su corte y confección y por los ornamentos con los cuales se
usan. Uno de estos tipos es el que hemos dado en llamar entre las
gentes de la capital y centros urbanos, “Pollera Montuna” y que
entre el folk suele llamarse “MUDA DE DIARIO”, es decir el traje
de trabajo, de entre casa.
El otro tipo es el “DE ENCAJES” que es el que llamamos
generalmente “de lujo” o “de gala”. Nuestra campesina con más
razón que nosotros, la llama “MUDA DE ENCAJES” porque su
“MUDA DE DIARIO” no lleva tantos encajes ni es tan vaporosa
como ésta. Ella usa este vestido de encajes, para sus días de gala:
los domingos en la misa, en el paseo al pueblo; en los matrimonios,
en las grandes fiestas patronales....

Pollera de diario montuna santeña.

22
POLLERA MONTUNA
Este vestido lleva camisa de color blanco con labores o sin
ellas y el pollerón de zaraza o de percal floreado con fondo de un
solo tono, ya sea en colores vino, morado, azul, rojo, azul marino,
rosado, etc.
ESTILOS DE “MONTUNA”
Se notan algunos estilos dentro de este tipo de pollera, que
podríamos clasificar así:
1. La que lleva camisa de dos arandelas, en color blanco con
trencillas y encajes valencianos blancos.
2. La que tiene una sola arandela en la camisa con encajes y
trencillas tejidas al mundillo, trencillas y encajes cuyos motivos son
del color que sirve de fondo a la tela del pollerón.
3. La que tiene una sola arandela, pero con labores tales como
talcos, marcas en punto de cruz, bordados o zurcidos y lleva ade­
más, trencillas y encajes tejidos al mundillo.
Advertencia:
Todas, las camisas en estas polleras se hacen en tela blanca.
4. La que tiene sólo dos tramos en el pollerón.
5. La que tiene dos tramos en el pollerón y una arandela final
que se conoce con el nombre de PICARONA.

Pollera montuna santeña en colores

23
6. La, que usa dos tramos en el pollerón con angosto encaje
blanco de torchón orlando su borde inferior.
7. La que usa tres tramos en el pollerón.
8. La que usa en el pollerón tela de zaraza o de percal a rayas
horizontales y verticales, a la que el pueblo le ha dado el pintores­
co nombre de “TUMBA-HOMBRE.”
LA POLLERA “DE ENCAJES” O DE GALA
Dentro de este tipo también podemos hacer clasificaciones
atendiendo no tanto a su corte y confección que es mucho más
uniforme, sino a sus labores y al tocado y joyas que con ellas se

Pollera de gala santeña y aderezo

24
usan. Esta pollera lleva invariablemente dos arandelas en la camisa
con trencillas y encajes valencianos blancos o con trencillas tejidas
al mundillo orladas con blanco encaje valenciano. Cuando se usa la
trencilla tejida al mundillo, los motivos de las labores de la tren­
cilla, son del color que se usa en las labores de mano de la po­
llera; los encajes valencianos son siempre absolutamente blan­
cos. Es ésta la pollera llamativa, la de la fama por la riqueza de sus
colores y lo regio de su presencia. Podemos distinguir dentro de
este tipo, dos clases de pollera:
1. Las que no llevan ninguna labor de mano en sus arandelas
ni en los tramos del pollerón.
2. Las que llevan labores. Las labores a que nos referimos
permiten hacer la siguiente clasificación:
a) De talco en sombra que es el talco de color blanco puesto
en el reverso de la tela.
b) De talco en colores el cual se conoce como “talco al sol”
por ir sobre la tela blanca y que también es conocido con el
nombre de “talco de Bruselas”
c) De talco en “sombra”, o en colores, con calados en sus
motivos florales.
d) Con labores marcadas en punto de cruz.
e) Con labores bordadas.
f) Con labores zurcidas.
Es de advertir que la pollera tradicional no combina colores
en sus labores. Todas ellas se hacen en un solo color, ya sea éste
azul, marañuela, rosa, verde, mamey, morado, negro, naranja, vino,
rojo, etc., Los pocos modelos policromados que se observan algu­
nas veces, se deben más al capricho de la dueña que al gusto
general.
Estas polleras con labores son las predilectas y su uso se halla
extendido por toda la República.
Cuando pasemos al capítulo CONLECC1ON nos extenderemos
un poco más sobre estos estilos.
CORTE Y CONFECCION
Entramos a un nuevo capítulo en esta larga encuesta de la
pollera. Iniciémoslo con las medidas.
25
MEDIDAS
Los datos recogidos entre las campesinas de Tres Quebradas,
Santo Domingo, Guararé, Las Tablas, La Palma, de la provincia de
Los Santos, de Los Asientos, el Cerro Tijeras y demás campos
aledaños al distrito de Ocú, y de La Atalaya, La Colorada, Montijo
en la provincia de Veraguas, nos dicen que la pollera se hace ínte­
gramente a base de ciertas medidas que sólo su propia dueña puede
dar. Observando el cuidado que se pone en esto de las medidas,
cualquiera puede pensar en lo duro que será conseguir una pollera
que quede bien en el cuerpo de quien no es su propietaria, pues
difícilmente los elementos que se toman como base para estas me­
didas son iguales en dos personas istintas.

MEDIDAS FOLKLORICAS DE LA POLLERA


Y SUS USOS ESPECIFICOS
No usa la mujer del pueblo las medidas que tiene en cuenta la
costurera de los centros urbanos, que habla de centímetros y pulga­
das y sabe, por lo tanto, de la existencia de la cinta métrica. La
costurera vernácula habla de CUARTAS, JEMES, BRAZAS, AN­
CHOS, VARAS, COCOS, etc. Trataremos de explicar el significado
de cada uno de estos términos folklóricos de la costura de la polle­
ra y del uso que se hace de ellos en su elaboración.
LA CUARTA
Una cuarta, que para la gente culta es el palmo y que para el
comercio es la cuarta parte de una yarda, o sea el largo de nueve
pulgadas, es para la campesina, la medida que da la mano extendi­
da, tomando en cuenta la recta que parte de la punta del dedo
meñique a la punta del dedo pulgar. Es natural que si la mano es
pequeña, como la de una niña, esa “cuarta” sea de 3 a 4 pulgadas
y si es de adulta, sea más grande que esto.
USOS DE LA CUARTA
Con ella se obtiene la medida de la “pretina de boca” en la
camisa de pollera que se-, va a coser, pues la “cuarta” de la mano de
la persona que ha de ser la propietaria del vestido, usada cinco
veces, da el largo de la boca de la camisa, o sea el escote. No se
agrega nada para la pestaña cuyo doblez proporciona un acabado
perfecto al cierre del escote, pues la medida tomada basta para
26
todo. La dimensión así lograda se corta en dos partes exactamente
iguales para hacer que la boca de la camisa tome su forma caracte­
rística con abertura en el centro del pecho y en el centro de la
espalda. ¿Cuál es su acierto? ¿Qué relación tienen las manos con
el resto del cuerpo? No lo sabemos, pero hay una verdad y es que
cualquiera puede apreciar la gracia y suavidad de la curva que luce
el escote en la camisa campesina y cómo ajusta en los hombros sin
que se caiga de ellos ni los estreche. ¿Será por el cuidado que
ponen en el detalle de esta medida?
Otro de los usos de esta medida de una “cuarta” es el que se
hace para obtener el ancho de la arandela inferior de la camisa,
pues ésta con los encajes y trencillas que adornan sus bordes debe
medir una “cuarta”.

EL JEME

Si extendemos totalmente la mano, el largo de la recta que


puede trazarse entre la punta del dedo índice y la punta del dedo
pulgar, es el JEME, tal como aparece en los diccionarios. Al exten­
der la mano se hace en forma natural y no forzándola.

USOS DEL JEME


Usa este jeme la campesina para obtener el ancho que debe
tener la arandela superior de la camisa con la cual se logra que ella
no cubra con sus encajes, parte de las labores de la segunda aran­
dela. En las polleras mal cortadas, las arandelas superiores cubren
las labores de la inferior casi totalmente.
De más está decir que este JEME tampoco es el de la costu­
rera sino el de la propietaria de la pollera.

LOS ANCHOS

La palabra ANCHO resulta para el folk, una medida; no lo


que significa orginalmente esta palabra. Cuando la persona culta
habla de ANCHO, ellá quiere significar con esto, dimensión de
anchura. Para la costurera vernácula, es el lienzo que posee todo el
ancho que la tela trae de la fábrica y que ella usa en la confección
del pollerón o de las arandelas, con sólo dar el largo que necesitan
estas piezas del vestido. Así, cortará lienzos que tienen todo el
27
ancho de la tela y el largo de una “cuarta”, de un “jeme”, etc.
Hablará también de echar “tantos anchos” al tramo superior del
pollerón y “tantos anchos” al inferior.

LA VARA
La Vara que comercialmente tiene 32 pulgadas, es algo que
tampoco está marcado en la cinta métrica para la costurera folk.
Esta medida, para ella, es la que resulta al tomar la tela entre la
punta del dedo corazón y la del pulgar, extendiendo el brazo
hasta parar en la clavícula, sobre la hoyuela. Estas varas serán
chicas o largas, según sea el tamaño de la persona.

USOS DE LA VARA
Algunas costureras usan dos veces esta medida para cortar el
largo de la tira del tapabalazo. Otras, para cortar el largo de la
arandela inferior, usando cuatro veces dicha medida. Algunas otras,
solamente para lograr el ancho de los vuelos de los tramos superio­
res e inferiores del pollerón.
LA BRAZA
Ella es la medida que resulta de extender los brazos horizon­
talmente, agarrando y estirando la tela entre las puntas de los
dedos de cada mano. Equivale, como puede colegirse, a dos varas.
Esta “braza” será distinta también en cada persona.

USOS DE LA BRAZA
La “braza” tomada dos veces es la medida que según la cam­
pesina de los pueblos santeños debe tener el largo total o vuelo de
la arandela inferior de la camisa. Una sola “braza” es el largo
propio para la medida del tapabalazo.
Para obtener el largo dy la arandela superior, la costurera divi­
de en cuatro partes el largo de la arandela inferior y coge de esto,
tres partes.

EL COCO

Es una medida corriente en los pueblos de Ocú y los de


Veraguas que quedan contiguos a ellos. Es la medida que resulta
cuando se cierra el puño y se extiende el dedo pulgar, tomando el
28
largo desde el punto en que el dedo meñique se une a la palma de
la mano hasta la punta del dedo pulgar.

USOS DEL COCO

Con esta medida la campesina obtendrá el largo del escote de


la camisa. Cinco COCOS de la propietaria del vestido son suficien­
tes para la boca de una camisa en las comunidades antes mencio­
nadas. Un solo COCO servirá para obtener el ancho de la arandela
superior de la camisa.
Algunas costureras de estas regiones también usan, para dar la
amplitud del escote, una medida que va desde la punta del dedo
corazón hasta la sangradera, (lugar donde se unen brazo y antebra­
zo o punto en que se hacen las sangrías).
Esta medida usada dos veces, proporciona la dimensión de la
boca de la camisa. Para obtener el tapabalazo las costureras de esta
región miden desde la punta del dedo corazón hasta el extremo de
la clavícula sobre el hombro.

COMO SE OBTIENE EL VUELO DEL POLLERON

En los pueblos en donde se usan dos tramos para esta parte


del vestido, al tramo inferior le dan una anchura tal, que resulta ser
el doble del tramo superior. Alegan las costureras que en esa forma
la pollera no se embolsa cuando se extiende. En los pueblos donde
le ponen tres tramos a la falda, las proporciones cambian, pues
acostumbran agregar dos lienzos a la cantidad que posee el tramo
anterior y así, si el primero es de tres lienzos, el segundo es de
cinco y el inferior de siete.
Por lo que hemos podido observar, la anchura del pollerón,
depende bastante del querer de la dueña. Conversaciones entre cos­
tureras y clientes que tuvimos la suerte de presenciar, nos llevan a
esta afirmación. Algunas veces oímos a la cliente expresar el deseo
de que no se la hicieran tan ancha porque no le gustaba; y otras,
en que deseando verse hermosa, así la quería.
En uno y otro caso, las proporciones de que hemos hablado,
se guardaron. Es decir que se cortaron menos paños o más, pero la
regla de doblar el número para el tramo inferior, se respetó.
29
En la larga encuesta sobre el ancho que debe tener el pollerón
y la cantidad de paños que habría que poner en cada tramo, sólo
dos de las costureras dijeron que ellas en el tramo inferior de la
pollera estilo santeño, no ponían tantos, es decir “esa doble canti­
dad” de lienzos que otras usaban para el tramo inferior. Por esta
razón, ya que la mayoría de las costureras afirmaron el uso de la
doble cantidad de lienzos en el último tramo, hemos supuesto que
ésta debe ser la medida más usual.

COMO OBTENER EL LARGO DEL POLLERON

Para obtener el largo de la falda, la campesina santeña mide de


la cintura al talón y esa medida la divide en dos partes iguales. Una
de estas partes va a formar el largo del primer tramo del pollerón,
incluyendo la pretina de cintura y las bastillas del borde inferior, si
es del estilo que hemos denominado “montuna”; y si se trata de la
de gala, en la medida va incluida la pretina de la cintura, las
bastillas del tramo superior y la trencilla de mundillo que adorna el
centro de la falda. La otra mitad de la medida corresponde al
último tramo del pollerón, aunque éste vaya guarnecido con “pica­
rona” en caso de que la “montuna” sea de este tipo, o con trenci­
lla de mundillo, o con valenciana y encajes, si se trata de la de
gala. Tal es esta exigencia, que hemos visto a los conocedores do­
blar el pollerón por mitad y ver si el tramo superior, incluyendo las
pretinas, bastillas y trencillas, tiene el mismo largo del inferior,
incluyendo los encajes y trencillas, o la “picarona”. En caso de que
sea “montuna” sin “picarona”, también hacen lo mismo.
En los pueblos ocueños y aledaños a ellos, el primer tramo del
pollerón va desde la cintura hasta la media cadera; el segundo,
desde este punto hasta el final del muslo, en el sitio en donde
empieza la rodilla; y el tercero, desde ese punto hasta el tobillo.
Todos estos tramos incluyen en sus medidas, las trencillas interme­
dias y finales y el encaje que orla el borde inferior de la falda. Esta
pollera es un poco más corta que la usada en los pueblos santeños.
Las medidas que 'acabamos de exponer son medidas folklóricas
tomadas en conversaciones con personas cuyos nombres aparecen
más adelante como informantes y cuyos datos se repitieron insis­
tentemente en la casi totalidad de las costureras que participaron
en la encuesta. Pedimos disculpas por no nombrarlas a todas y
30
haber tomado de nuestro fichero los nombres de las que escogimos
al azar para hacer esta parte de nuestra investigación.

INFORMANTES DE ESTE CAPITULO

Fermina García 80 años, Guararé 1956.


Fermina López de Sánchez, Los Asientos, Ocú, 1960.
Nemesia Gómez Torres, 80 años, Los Asientos, Ocú, 1960.
Licha Ovalle, 70 años, Guararé, 1963.
Zoila vda. de Neira, 65 años, de Guararé, 1943.
Cástula Batista, Las Tablas, 1964.

TELAS

Lady Mallet nos habla de telas de hilo, pero al parecer, no es


la única tela que se ha usado en la confección de este vestido.
Durante el primer cuarto de este siglo se sabe que se usaron telas
que llamaban “clarín”, “holán de piñas” o el “coquito”. De estas
telas nos dan noticias D. Narciso Garay, Nicolle Garay. D. Aurelio
A. Dutary y aun nosotros podemos apreciarlas, ya que muchas de
nuestras abuelas guardan esta joya de vestir en el fondo de su caja
alcanforada junto con otros apreciados recuerdos. Estas telas ya no
se fabrican y fueron tan populares que hasta lo copla recoge el
nombre de ellas. ¿Quién no la ha oído cantar? :
Yo quiero una pollera
de holán de coco
Si tú no me la das
Me voy con otro.

Y refiriéndose a la que se hacía en holán de hilo:


Yo quiero una pollera
de holán de hilo
Si tú me las das
me voy contigo.
Hoy día la pollera de gala de los centros urbanos se hace en
tela de hilo y cuando se le ponen los “sobrepuestos” o talcos, éstos
se hacen en percal de un solo color.
31
La pollera de encajes de los campos de Ocú y pueblos aledaños
se hace en telas sedosas, satines baratos de un solo color, ya sea
blanco o pastel y así las hay rosadas, celestes, amarillas. Las hemos
visto hasta en color fuchia, pero siempre con encajes blancos,
aunque la pollera sea de color. Para sus matrimonios la pollera es
exclusivamente blanca en su totalidad.
Otras telas usadas en estas regiones son los opales y el linón
de motitas.
En cuanto a las telas propias para la polleras montunas ya
hemos hecho la advertencia del caso en párrafos anteriores: el
pollerón de zaraza o de percal floreado o a rayas con fondo de un
solo tono y la camisa en tela blanca.
En nuestras conversaciones por las regiones santeñas nos ha­
blaron de la tela de guarandó y de la que llamaban “pena confusa”
para los pollerones de diario que usaban las viudas. La “pena con­
fusa” era de color azul oscuro o morado con bolitas blancas.

TRENCILLAS Y ENCAJES

Hay en nuestro traje adornos valiosos por su acierto y mesura.


Los hallamos en la confección misma del vestido, así como en el
aderezo de la empollerada. Entre los que se usan en la costura del
traje, tenemos los ENCAJES y las TRENCILLAS. Debemos recor­
dar, sobre todo a aquellas personas que no están duchas en estos
menesteres de costura, que se llama encaje al tejido que presenta un
borde liso y el otro quebrado o en forma de festón; y trencilla, al
tejido que presenta los dos bordes lisos.

Tipo general de trencilla Tipo general de encaje.

32
Encaje valenciano.

k’ssS s g asa
sW:‘l
lllllllíilll ¡''•««••«■¡¡¿iiiiii'iiiinmn» mmn»’1!!!

Trencilla de torchon. Encaje ordinario usado por campesinas de Ocú.

33
La pollera usa unos y otros en forma tal que aparece vaporosa
y distinguida. Encajes y trencillas de diferentes anchos, pero de
igual diseño, adornan las arandelas, el “susto” o volante del polle­
rón, el borde del escote y las mangas de la camisa.
En la pollera herrerana y veragüense se aplican encajes y tren­
cillas valencianos o de torchón de color blanco. En la santeña, que
es la más difundida, el gusto popular se inclina por la combinación
de trencillas tejidas al mundillo y encajes valencianos de color blan­
co, para la que es de lujo; y trencillas y encajes tejidos al mundillo,
para la camisa de la pollera que es “montuna”.

Los diseños de las trencillas y encajes hechos en mundillos se


elaboran sobre el fondo blanco en colores que repiten los que
tienen las labores de talco, marca, bordado, o zurcido en la tela
blanca de la pollera.

Los encajes y trencillas tejidos al mundillo constituyen hoy


una industria doméstica muy lucrativa. En nuestras provincias cen­
trales vive una infinidad de mujeres que dedican su tiempo de ocio
a este hermoso ejercicio. La población más activa es la de Santo
Domingo de Las Tablas, comunidad en la que cada casa parece un
modesto y pequeño taller.

Tiene este arte su vocabulario específico: las trencillas son


llamadas peacillos y los encajes, melindres. En el grupo de los
peacillos se distinguen los peacillos de vuelo de ruedo, el peacillo
amarrador, que es el de enjaretar y las trencillas que son las anchas
que figuran en el centro del pollerón y en el escote de la camisa.
También los diseños de las labores tienen los suyos. La tejedora
habla de “trencilla de pepa”, de “corazón y flor de pepa”, de
“fachenda”, de “voy vengo”, de “pechuga”, de paloma”, “endia-
blá”, “escalenta”, “camarón”, “cocadita”, “corrales”, “corazón
partido”, “flor legítima”, “cepito”, “corazón”, etc.

Son estos encajes y trencillas muy apreciados por el público


conocedor. Su belleza1, la calidad de la labor y su durabilidad, son
famosos. Además, esos tejidos representan la continuidad de una
tradición que nos es bien cara. Se venden en juegos completos y
nunca por yardas. Esto hace que resulte un poco oneroso para el
comprador y ha dado lugar para que comerciantes inescrupulosos,
34
WWwkWM'i
lBBl!81Sl8jllB|j||i!!Ílll81iB,81¡ i
..... ........

Diferentes trencillas tejidas al mundillo usadas en la pollera estilo Santeño.

35
36
Pechuga de paloma con flor de pepa Fachenda con cocadita

Flor de pepa, flor legítima, corral Pepeada

Cuatro corazones con flor de pepa Modelo zigzag con camarón

37
Otros estilos de trencillas.

Amarradores o trencillas de enjaretas.

38
Diferentes tipos de metindres o encajes.

39
Trencilla.

Variedad de Melindres.

40
deseosos de subsanar el problema del precio, hayan importado del
exterior imitaciones que distan mucho del producto nacional. No
pueden estos encajes y trencillas extranjeras igualarse en calidad,
motivos, durabilidad ni arte con los nacionales. Sería deseable evi­
tar la competencia del producto espúreo, pues nuestra pequeña y
hermosa industria podría desaparecer.
Como un dato que podría ayudar a muchas personas, a resol­
ver un problema que siempre se presenta hoy entre la tejedora y la
costurera de polleras, haré mención de este detalle: nuestras tejedo­
ras vernáculas todavía hablan de varas; por supuesto, de sus VA­
RAS. Las telas de hoy traen anchos de 37 pulgadas y más. Cuando
se cortan polleras en telas de hilo que tienen 37 pulgadas, ninguna
costurera va a desperdiciar cinco pulgadas de cada “paño” para que
el ancho del pollerón se logre por varas. Cortan los lienzos con
todo el ancho de la tela tal como se hacía antes cuando las telas
venían con 32 pulgadas de anchura y en esta forma economizan
tiempo. Naturalmente esta pollera va a resultar con más vuelo y
necesitará, por lo tanto, más trencillas y encajes. La tejedora tradi­
cional no quiere convenir en tejer juegos más largos de trencillas y
de encajes; por consiguiente, cuando se ofrezca el caso, la intere­
sada debe solicitarle este trabajo como una cosa extra muy especial
y pagarlo. Calcular cuánto necesita de más y pedirlo así a la teje­
dora.
Aproximadamente una pollera para adultos necesitaría:
2 ydas. de encajito para la boca de la camisa
3 ydas. de trencilla para enjaretar de 1/2 pulgada de ancho.
6 ydas. de trencilla de 1 1/2 pulgada de ancho.
2 ydas. de trencilla de 1 a 11/2 pulgada para el tapabalazo.
17 ydas. de trencilla de 3/4 de pulgada de ancho.
12 ydas. de encajes valencianos de 2 a 2 1/2 pulgadas de
ancho.
12 ydas. de encajes valencianos de 4 a 5 pulgadas de ancho.
Naturalmente éste - es un cálculo aproximado porque todo de­
pende de las medidas que resulten cuando se le toman a la propie­
taria.
Para la camisa de “montuna” de una sola arandela, aproxima­
damente se necesitan 3 1/2 ydas. de trencillas de 1 1/2 pulgadas de
41
ancho que se reparte entre el tapabalazo y la que adorna la boca
de la camisa.
6 ydas. de trencillitas de 2 pulgadas.
7 ydas. de encaje.
3 ydas. de trencilla de enjaretar.
En este caso todo es tejido al mundillo.

INFORMANTES

Fermina García de Guararé, 80 años.


Isidra Córdoba, 34 años, Santo Domingo, Calle del Pindín.
Marciana Herrera vda. de Jaén, 59 años, Santo Domingo,
1963.

LABORES

Las obras que se hacen sobre los blancos lienzos de la pollera


gastan meses de ardua labor. Nunca llenan el total blanco del paño
pues apenas si llegan a los dos tercios del espacio, los más anchos.
Es común el de 8 pulgadas para las personas muy altas. Los traba­
jos característicos de las guardas son los realizados en talco, zurci­
dos, bordados y marcados.

LABORES DE MARCA

Estas se realizan en punto de cruz muy menudito, cogiendo a


veces dos hilos contados, en la tela, lo que supone muchos miles de
puntadas y una increíble paciencia para cubrir en un fino lienzo, el
amplio vuelo con dibujo floral. Otras veces escogen cuatro, seis y
hasta ocho hilos para abreviar el tiempo del trabajo. Cuando la
costurera no es muy diestra, o para facilitar su labor, coloca sobre
la tela blanca, anjeo o marquiset y marca sobre ellas, ayudada por
las perforaciones que poseen estas telas. Naturalmente la obra más
apreciada es aquélla que se hace al hilo de la tela, escogiendo sólo
dos hilos.
Las labores presentan diseños que imitan flores engarzadas en­
tre las espirales de hermosos bejucos. Estos diseños tienen siempre
42
forma geométrica. Son otros motivos para esta clase de labor, las
piñas, las uvas, las calabazas, entre los frutos; palomas y pájaros
muy pequeños, entre las aves. No hay otra clase de animales. Lo
general y abundante son los botones de rosa y las rosas abiertas
formando fantásticos dibujos. Entre las labores tradicionales de
marcas, está lo que se conoce con el nombre de VALLARINO, la
cual, según declaraciones de Lady Mallet, derivó su nombre del de
la familia que la usaba en tiempos de la colonia para distinguir a
sus empleadas. También existen los nombres tradicionales de “gira­
sol”, “churuca”, “reja”, “flor de ajo”, para diseños más o menos
inspirados en estos motivos.

EL TALCO
Otra de las labores de la pollera se realiza en talco o sobre­
puestos; la labor aparece “sombreada” o “en sombras,” si los so­
brepuestos van por el reverso de la tela y son de color blanco; y se

43
habla de “talco al sol” o de “talco de Bruselas”, si el sobrepuesto
se hace en tela de color y se aplica sobre el lienzo blanco. Los
motivos en este caso son únicamente florales. Según la forma en
que se cosa el talco recibe los nombres de “talco”, de “talco de
cajón”, “talco de tijeras”, “cepito”, “cruces”, “piñas encontradas”,
“cañita”, etc.
Con las labores del talco han surgido los CALADOS, trabajos
de aguja sobre deshilados que se hacen dentro de los diseños flora­
les del talco. El orgullo de la costurera y de la propietaria es lucir
en la pollera centenas de calados distintos. La costurera siempre se
ingenia para no repetir el motivo de ninguno en los deshilados que
haga. Es corriente oir hablar de polleras de trescientos calados dis­
tintos. Tienen también estos calados sus nombres y son muy cono­
cidos los de “chinchitos”, “soles”, “ojito de muñeca”, “jazmín”,
“cañita”, “cama de Benilda”, “cama de Maria”, “pellizcao”, etc.
Informaciones proporcionadas por las costureras de polleras
Mariquita Muñoz y Elena Muñoz de Del Valle, su madre, Elodia R.
de Muñoz, caló polleras en 1916 para doña Filomena de Carbone.
En 1926, para doña Antonia de Valdés; en 1928, para Helena
Valdés, que fue señora de Moreno Rosales. Esto prueba que esta clase
de labor no es tan reciente que digamos.

Labor de talco.

44
Pollera de montuna santeña.

LOS ZURCIDOS Y BORDADOS


Aunque en la actualidad no abunda mucho la pollera zurcida
y la bordada, es de notar que fue común entre nuestras abuelas
que gustaron bastante del zurcido y del bordado. Los diseños que
se aprecian son los mismos de siempre; flores y más flores, espirales
y bejucos. En estas polleras como en las de talco no se ven motivos
de animales. Lo mismo que las marcadas, las polleras bordadas
presentan motivos frutales de los que hemos hablado; nunca hemos
visto poner naranjas, guineos ni mazorcas de maíz. Es corriente ver
un racimo de uvas; unas piñas, etc., que aparecen entre los bejucos
como delicadas flores. Los motivos de los símbolos nacionales no
son tradicionales en la pollera. Sólo dos polleras de esta especie
hemos vistos entre las miles y miles que se usan en nuestra tierra y
por cierto no son de origen popular ni han halagado nunca el gusto
de nadie.
Los motivos de las zurcidas son los mismos que aparecen en
los talcos. Debemos advértir que nada en la costureras de la pollera
se hace a máquina; todas las costuras y labores son hechas a mano.
En cuanto a las polleras de las regiones de Ocú y de Veraguas
debemos advertir que son las que no llevan labor. Se hacen en
colores enteros pero no se les marca ni borda nada.
45
Talco sin calado. Zurcido.

Talco en sombra. Talco con calados.

46
Bordado.

Marcado.

47
Cosiendo el talco. Pegando el encaje valenciano.

Marcando. Calando.

48
Labores en la pollera más antigua encontrada hasta ahora. Tiene ahora 120 años.

49
Sea cual fuere la labor que se ejecute en la pollera, ésta no
pasa de los dos tercios del ancho del lienzo blanco en el que ella
aparece, ya sea éste el de las arandelas, mangas o tramos del polle­
rón. Cuando se trata de una camisa de “montuna” con una sola
arandela, luce el tapabalazo al descubierto y en la tira de él, se
realizan pequeñas labores que hacen juego con las más llamativas
de las arandelas.

Labor de zurcido

PUNTADAS

Las puntadas corrientes en la costura del vestido son: las de


“bolillo”, para recoger las arandelas y los “sustos”, las de “zurrón”,
muy menuditas, para los empates de los lienzos. Las de “bastilla”,
para los bordes inferiores de las arandelas, mangas y tramos del
pollerón, los cuales, si no lucen esta bastilla, presentan pequeñas
pirámides hechas en punto de cruz, si la pollera es marcada; o en
sobrepuestos si es de talco.

INFORMANTES
Bertina de Terriente.
Tana Guerrero.
50
Rosa Hassám.
Mariquita Muñoz.
Elena Muñoz de Del Valle.
María G. de Villalaz.
Cástula Batista.
Guillermina de Rodríguez.

CONFECCION O “ARMADA”
Entramos ahora al punto más delicado de la pollera y ojalá yo
logre conseguir que cualquiera panameña pueda hacer su propia
pollera, mediante las explicaciones que he logrado en mis investiga­
ciones, pues para ella, especialmente, incluyo este capítulo que
quizás no cuadre bien dentro del género de este estudio.
Después de cortadas y terminadas las labores sobre las tiras de
las arandelas de la camisa y los lienzos del pollerón, hay que
“amar” la pollera. Muchas costureras del vestido no hacen otra
cosa que cortarla y hacer las labores de mano de los lienzos, pero
su armadura es trigo de otro costal. Generalmente esta faena va a
parar a la abuela de la casa o a la ya anciana pero todavía entera
costurera tradicional de estos menesteres, cuyo nombre no aparece
nunca, pero sí lo está en el secreto de la que ha ejecutado las
preciosas labores que todos admiran. Trataré de ordenar hasta don­
de pueda, las reglas que he sacado en conclusión sobre este asunto:
1. Córtese la tira que ha de servir de “pretina de boca”, de
acuerdo con las medidas anotadas en el capítulo correspondiente a
MEDIDAS. Aproximadamente esta tira tiene 11/2 pulg. de ancho.
Dóblese esta tira a lo largo y por el centro; dóblesele también las
“pestañas” lo suficiente para que la tira quede con un centímetro
de ancho más o menos. Divídasele en dos partes exactamente igua­
les y dóbleseles las pestañas a cada uno de los extremos.
2. Tómese la trencilla de 1,1/2 pulg. a 2 pulg. de ancho y recó­
jase ligeramente por uno de sus bordes. Unase por el lado recogido al
borde inferior de la “pretina de boca”, colocando el borde de la
trencilla entre las dos pestañas de la “pretina de boca”. Las dos
partes de la trencilla que se usen en este trabajo deben ser exacta­
mente iguales. El recogido que se haga debe ser exactamente igual
en las dos porciones, y debe quedar, justo a la medida de la tira de
la pretina.
51
3. Córtese otra tira del mismo ancho de la que se cortó para
la “pretina de boca” y hágase en ella lo mismo hasta dejarla en
lcm. más o menos de ancho. Cósase al borde inferior de la trenci­
lla que acabamos de nombrar siguiendo toda su extensión sin reco­
ger nada y poniendo su borde entre las dos pestañas.

4. La tira que se cortó para el tapabalazo (recuerde lo que le


indica sobre esto el Cap. Medidas) se bastilla finamente por uno de
sus bordes. Por el otro se le hace puntada de bolsillo y se recoge
tanto como sea necesario para que ajuste exactamente al borde
inferior de la tira que hemos tratado en el punto anterior. General­
mente esta tira del tapabalazo tiene de 2 a 3 pulg. de ancho.
5. Terminado el trabajo anterior se le cose a la tira del tapaba-
lazo una trencilla blanca, si es para la pollera de gala; si es para la
“montuna”, otra trencilla igual a la que adorna la “pretina de
boca”. Esta trencilla no se recoge sino que sigue holgadamente
todo el vuelo del tapabalazo. Naturalmente esta trencilla va cosida
por el borde bastillado de esta pieza.

6. Corte otra tira de refuerzo del mismo ancho y con el


mismo procedimiento que en las anteriores, cósasele al borde infe­
rior de la trencilla del tapabalazo siguiendo normalmente su longi­
tud y colocando el borde de la trencilla entre las dos pestañas.

7. Divídase en cuatro porciones iguales la medida lograda en


este último refuerzo y dediqúese una porción de ella para cada
manga y otra para cada “paño” que ha de formar el “cuerpo de la
camisa”.

Lo explicado hasta ahora queda así:

Figura 1

52
Figura 2

8. Córtese un lienzo de tela de un “jeme” de ancho y de tres


“cuartas” de largo y déle esta forma para las mangas. Recoja la
parte de la bocamanga a su gusto y refuércela con una tira que a
su vez servirá de refuerzo a la arandela de la manga.

9. Corte el cuerpo de la camisa con largo suficiente para que


su falda dé a medio muslo y con un ancho que vaya de hombro a
hombro. Hágale en lo que va a servir de extremo superior un
discreto cove.

Figura 4

53
10. Una a la pieza anterior, las mangas en esta forma:

Figura 5

11. Recójase con puntada de bolillo todo el borde superior


hasta que encaje en forma perfecta dentro de la medida del refuer­
zo del “tapabalazo” repartiendo proporcionalmente cada cuarto co­
mo anteriormente dijimos, uno para cada manga y uno para cada
paño del cuerpo de la camisa.
12. Tómese la arandela inferior de la camisa que es la que
tiene una cuarta de ancho incluyendo el encaje y la trencilla que la
bordea, recójala con puntada de bolillo y cósala bien y proporcio­
nalmente repartida, por el borde final del refuerzo del tapabalazo,
así:

1 * Figura 6

54
13. Recójase con puntada de bolillo la arandela superior de la
camisa que es la que tiene un jeme de ancho incluyendo la trenci-
llita y el encaje que la orla y cósase al borde final del refuerzo de
la trencilla de boca, repartiendo también todo, proporcionalmente:
Cfcrru AoJ OKXWuAfcfixf

CUtXuZW.-
.dtX<u

b
rJ

> r*Uv»v<i^A
/

Ca*w¿aJts Corv

Figura 7

14. Recójanse las arandelitas de las mangas y cósanse a la tira


que refuerza el borde de la bocamanga.

CUtXXw

covu AJUU, OüUV^cLdLaJ*

55
15. Tómese el encajito que se ha destinado a adornar el borde
del escote, recójase o tabletéese discretamente, e hilvánese en el
borde superior de la tira del escote o pretina de boca.

16. Cósase la trencilla de enjaretar sobre la tira de la “pretina


de boca” de tal manera que ella cubra, por un borde, el hilván que
sostiene al encajito y por el otro borde, la pegadura de la trencilla
de la boca de la camisa. Cósase otro tramo de trencilla de enjaretar
sobre el refuerzo inferior de esta trencilla de boca de tal manera
que un borde cubra, el pegue de la trencilla con su refuerzo y el
otro, cubra la costura del pegue de la arandela superior con el
refuerzo.

EL POLLERON

1. Cósase al borde inferior del primer tramo del pollerón la


trencilla intermedia que será igual a la que adorna el escote de la
camisa.
2. Recójase con puntada de bolillo todo el borde del tramo
que compone la parte inferior del pollerón y únase al tramo supe­
rior por el borde de la trencilla que acabamos de mencionar, distri­
buyendo proporcionahnente los lienzos.
3. Cósase la trencilla angosta de 1 cm. de ancho por todo el
borde final de este tramo; recoja los encajes anchos de 4 a 5
pulgadas y cósalos a esta trencilla, repartiendo uniformemente el
recogido.
56
4. Háganse tabletas o el recogido propio para la cintura en la
parte correspondiente y cósase la pretina.
5. Cuando se trata de polleras de encaje al estilo atalayero, al
final del primer tramo que da a la media cadera, se cose una
trencilla de 1 1/2 pulgadas de ancho, sin recoger. A esta trencilla se
le cose el segundo tramo el cual se habrá recogido lo suficiente
para que iguale a la longitud de la trencilla. Al extremo de este
segundo tramo, se cose también sin recoger, otra trencilla del mis­
mo ancho que la anterior y en su borde libre se le cose el tercer
tramo, que finalizará como en cualquier otra pollera con trencillita
y ancho encaje recogido guarneciendo el borde.
En algunos pollerones de zaraza de estas regiones ponen tres
vueltas de “sesgo” blanco en el lugar que ocupan las trencillas inter­
medias de las polleras de encaje. Algunos otros llevan trencilla blan­
ca sobre la misma tela de zaraza y en otros, no aparecen ni sesgos
ni trencillas.

LA CAMISA DE LA MONTUNA

Cuando se trata de la camisa para el tipo de “montuna” sante­


ña que lleva una sola arandela con labores de cualquier clase, esta
única arandela que posee, se fija sobre el refuerzo del tapabalazo, y
se le cosen trencillas y encajes tejidos al mundillo en fondo blanco
y con los diseños en colores que repiten los que tienen las labores
hechas en el lienzo de la tela. El tapabalazo en estas camisas queda
al descubierto y la parte de esta pieza que es de tela, lleva labores
que hacen juego con las de la arandela. Es de advertir que la
trencilla del tapabalazo en estas camisas es de la misma clase y
condición de la que lleva la pretina de boca.
Todas las camisas de pollera se arman de la misma manera. En
los casos de camisas de una sola arandela lo único que no se pone
es la arandela superior. Lo demás queda igual.

ORNAMENTOS ADICIONALES
LANAS

La pollera tiene adornos que están fuera de las labores de


costura. Entre ellos tenemos las lanas y las cintas. Veamos todo lo
concerniente a las lanas. La boca de la camisa, ya lo hemos
57
Enjaretado en zigzag de Ocú.

Montuna de Ocú.

explicado, lleva un juego de trencillas en número de tres, dos de las


cuales sirven para enjaretar. Por sus ojetes se pasan las lanas en
juegos de 3 a 5 hebras, que cierran la boca de la camisa por
delante sobre el pecho y por detrás. Se remata en estos sitios, ya
sea con lazo hecho en la misma lana, estilo característico de las
polleras de las campesinas de Veraguas y Herrera, ya sea por medio
de una bellota atractivamente redonda, hecha también en la misma
lana que es el estilo más generalizado. Por lo que puede apreciarse,
esto de las lanas es bien tradicional. Lady Mallet lo anota también
en sus apuntes en los cuales puede leerse:...“Las lanas con que se
adornaban la camisa, terminaban en un amarre o lazo pequeño a
fin de poder lucir las mancuernitas de oro que sujetaban la boca de
la camisa...”
Estas lanas de que hablamos, son de un solo color para ciertas
regiones, pero en los campos de Veraguas y de Ocú, se combinan
dos y hasta tres colores en el enjaretado que puede presentársenos
en la forma simple de un pasar la lana, ya en las formas de peque­
ñas Conchitas, al esponjar cada tramo de lana entre ojetes y ojete.
La boca de la camisa presenta así, un par de curvas paralelas en
toda su extensión. Es común en algunos lugares de Ocú y La
Atalaya enjaretar la camisa haciendo zig-zag, al pasar la lana obli­
58
cuamente, uniendo un ojete de arriba y uno de abajo. Algunas
veces en Penonomé hemos visto las polleras enjaretadas con cintas
angostitas y rematadas en lazo de corbata.

CINTAS
Las cintas reciben el nombre de “gallos” en algunas regiones;
para otras, son “gallardetes”; para la mayoría de las campesinas,
“colas”. Ellas cuelgan de la cintura al frente y por detrás. Son
cortas, como de doce pulgadas de largo, en la mayoría de los
pueblos de la república pero en los campos de Ocú y los de
Veraguas cercanos a Ocú son tan largas como el pollerón y se
colocan en la parte de atrás solamente y un poco hacia un lado.
Estas cintas son del color de las lanas y cuando estas combinan dos
colores, la cola también los lleva.
Se acostumbra concertar los colores de las lanas y de las cin­
tas con el que predomina en la pollera. Así, es corriente combinar
la pollera de labores rojas con lanas y cintas verdes, o en azul
índigo y hasta en negro. A la pollera azul, combinarla con cintas y
lanas en cualquier tono de rosado, o de colores rojos o amarillo
muy fuertes. A la pollera morada, con todos los tonos de amarillo,
desde el pálido hasta el que tira a mandarina. A la pollera negra
con cualquier color siempre que haya contraste.
Los colores preferidos entre las campesinas de Ocú y Veraguas
son el azul fuerte y brillante y el rosado subido. Combinan ambos
colores en las lanas y en las cintas, de tal manera que en la jareta
del escote hay dos o tres hilos de lana rosa combinados con dos o
tres de lana azul y en las cintas de “cola” hay una rosada y una
azul colgando de la cintura y tan larga como el pollerón. (1)

ZAPATOS
En los pueblos en donde se usa zapatos, éstos son del mismo
color de las lanas y de las cintas. Los pueblos que usan la combina­
ción de colores en las lanas y cintas, Ocú y Veraguas, no usan
calzado. ,
(1) Lady Mallet habla de la historia de estos “gallos” en el vestido de la pollera. Ella
refiere que...“las dos cintas sostenían con sus botones (los de enagua) la parte de
atrás de la pollera; se amarraban con un lazo adelante sobre el vientre y las dos cintas
de la delantera se amarraban atrás formando un lazo; por consiguiente los pedazos de
cinta que actualmente se usan, no tienen razón de ser, pues son un adorno y no una
necesidad...”

59
Zapatos.

Los zapatos se hacen en terciopelo, pana o raso y no llevan


tacones. Es una verdadera zapatilla. El lujo de la aristocracia es
adornar la pala del zapato con breve corbata de cinta ajustada con
hebilla de oro. También se elabora una pequeña roseta de cinta y
encajes que se sujeta a la pala con la hebilla, pero el pueblo medio
no lleva este adorno en su zapatilla.
En los apuntes de Armando Reclús se habla del zapato: “Van
descalzas, -dice- reservando para los días de gala, pequeñas zapati­
llas de color verde y rosa..” En los apuntes de Nicolle Garay tam­
bién hay noticias del calzado y nombra el uso del zapato negro.
Es de advertir que entre las campesinas santeñas se usa regular­
mente zapato de pana negra con el traje de la rutina diaria.

JOYAS
Con nuestra pollera de gala se luce una gran cantidad de joyas
que hacen de este atuendo uno de los más costosos que se cono­
cen. Se dirá que es muy rica la panameña. No. No es rica. Las joyas
de la pollera pasan de generación en generación como herencia
intocable y patrimonio de la clase que no enriquece, pues no se
hace especulaciones con él. Sólo se usa para vestir la pollera y
después de la ocasión, duerme el tesoro en el fondo de los cofres
60
caseros o en los depósitos de los bancos. Nadie se pone esas joyas
con vestidos diferentes. Ultimamente han comenzado nuestras mu­
jeres a lucir una que otra cadena de la pollera con hermoso traje de
noche en ceremonias destacadas. La herencia de las joyas pasa a los
nuevos propietarios que no tienen mucho gasto que hacer para
completar lo que les ha tocado en el reparto; al hacer las nuevas
adquisiciones no especulan con ellas; sin embargo, los talleres en
donde se labran las joyas tradicionales están sumamente activos aun
cuando no podemos decir que florecientes.
Estas joyas tradicionales son bien características, fabricadas en
oro y perlas, en oro y piedras preciosas o en oro y corales. No
hemos observado en ellas los brillantes. El oro con que se fabrican
estas prendas es siempre macizo y hay mucha joya que luce traba­
jos en filigrana.
Son numerosas las cadenas y cordones que se usan con la
pollera, pero las que se llevan en un momento dado, pocas veces
pasan de siete, ni son menos de tres. Sin duda porque toda exage­
ración desluce. No es necesario llevar una cadena de cada tipo. La
empollerada escoge entre los muchos tipos, las de su gusto, pero
nunca omite la tradicional CADENA CHATA. Haremos, en seguida,
un breve inventario de estas joyas:

PEINETAS

Tanto Lady Mallet como Reclús, hablan de las peinetas. En


las páginas de Reclús, se lee:...“Muchas de ellas ostentan peines de
oro...”. Estos peines a que alude Reclús son nuestras peinetas cuyo
borde siempre aparece guarnecido con una plancha de oro que
tiene a veces un centímetro de ancho y a veces más. Podemos
hacer una pequeña clasificación de ellas atendiendo a la forma
como aparecen y a la denominación que reciben en cada caso. Así
tenemos las PEINETAS DE BALCON, las de BALCON LISO, BAL­
CON CON PERLAS, BALCON CON BRILLO.
Las peinetas que reciben el nombre de BALCON, a secas,
presentan sobre la placa’que las guarnece, labores repujadas, o gra­
badas, y en el borde superior, una serie de arquitos de alambre de
oro que lucen entre uno y otro hojitas de oro fijas. Las que dedo­
minan BALCON LISO, sólo llevan la plancha, sin guarnición algu­
na. La de BALCON CON PERLAS lleva perlas en lugar de las
61
hojitas que hemos mencionado para las peinetas de balcón; muchas
veces aparecen las perlas combinadas con las hojitas y otras veces
aparecen las perlas solas sin los arquitos. Las de BALCON CON
BRILLO presentan, colgando del centro de cada arquito, una mi­
núscula estrellita o florecita que se mueve alegremente cuando la
empollerada camina. Estas estrellitas o florecitas, al moverse, despi­
den brillo.
Hay también peinetas muy antiguas con espirales de oro en
uno de sus extremos. Estas espirales tienen en el centro del caracol
una perla. Vimos en una exposición de joyas en el Festival de la
Mejorana en Guararé, un par de peinetas de esta clase que tenían
más de cien años. Pertenecían a la familia Zeballos de la Atalaya,
en cuyo seno se han levantado los orfebres más conocidos de esa
región.
Cuando una empollerada usa esta clase de peinetas suprime los
“parches”. Hemos visto que la generalidad de las empolleradas usa
dos pares de peinetas, pero es corriente ver tres pares de ellas en la
cabeza de la que lleva el vestido al estilo santeño.

EL PEINETON

Esta joya es poco menos que imprescindible en las regiones de


Ocú y Veraguas. Es un peinetón de carey recubierto con una plan-

Peinetas de balcón:
Izquierda: con perlas. — Derecha: fijo.

62
cha de oro laboreada; a veces repujada; a veces, sólo grabada. Esta
plancha aparece en algunos peinetones con una forma cuadrada y
en otros, describe una hermosa curva con balcón liso, con balcón
con brillo o con perlas. Es una pieza que ha extendido últimamen­
te su uso a casi todas las regiones del país. En los pueblos de Los
Santos no era común y todavía no es de rigor, pues muchas empo-
lleradas no lo llevan. Hace treinta años apenas si se le conocía por
estos lugares y aun en Panamá no era de uso popular, pues no la
observamos en la cabeza de ninguna empollerada de esa época. Las
fotografías de cincuenta años atrás pueden confirmar nuestras pala­
bras; véase, ésta que insertamos en una de las tapas de este libro en la
que damas de la alta sociedad visten la pollera sin esta joya. La Srta.
Nicolle Garay no la menciona y doña Matilde, que parece haberla co­
nocido, la anota como joya propia de las regiones ocueñas.

Esta afirmación de doña Matilde es exacta. Es en esas regiones


en donde se usa tradicionalmente. No hay empollerada que no la
lleve. De allí, en donde tiene su vigencia, ha salido para adornar la
cabeza de las empolleradas de otras regiones.

Peinetas de balcón y peinetón.

63
Diferentes tipos de peinetones. (Taller
de Pablo Epifanio, Las Tablas.)

Peinetas con "cáscara de dos anchos". Pajuela y aretes. (Taller Pedro Zeballos,
La Atalaya, Veraguas).

64
Botones de enaguas, pajuela y zarcillos (Bertina de Terrientes).

65
Peinetón y peinetas de balcón con espira.

Monedero. Botones de enaguas y monedero.

66
Joyeros folks
LA PAJUELA

Entre los datos aportados por doña Matilde Obarrio de Mallet


aparece esta indicación:... “Había una pajuela de oro de unas cinco
pulgadas de largo, a guisa de escarbadientes y limpia oídos; se
atravesaba en la moña de un lado de la cabeza con un pequeño
bastoncito de carey con mango y borlas de oro que servía para
alborotarse el cabello. Del otro lado se ponían la pajuela de perlas,
que era un puñal de oro con cacha de perlas”. El uso, pues, de este
elemento del tocado aparece entre los datos de doña Matilde como
cosa antigua. Nuestras investigaciones han logrado también recoger
la existencia de una pajuela, ya sea de oro o de oro con perlas. Ella
tiene la forma de una penquita de palma cuyo pecíolo parece un
minúsculo puñal. Esta pieza se coloca a un lado y atrás de la
cabeza. En cuanto al uso que se le daba parece ser el indicado por
doña Matilde. Cuando la empollerada tiene completo su tocado, las
horquillas de los tembleques y los dientes de las peinetas molestan
tanto al cuero cabelludo que la hoja del puñalito de la pajuela
ofrece servicio apropiado para frotar con él, el cráneo martirizado,
aliviando así, la pena. En cuanto al escarbadientes y limpia oídos
de que habla doña Matilde, lo hemos visto pero no en forma de
pajuela como aparece en la foto que presenta el trabajo de Lady
Mallet sino en la forma de pez de 11/ a 2 pulgadas de largo
dividido en dos tapitas. Una de ellas termina en aguda punta, como
para escarbar los dientes y la otra, en minúscula Conchita redonda
para limpiar el oído. Estas dos tapitas movibles que forman el pez,
están cogidas por lo que representa la boca con un engranaje que
permite sus movimientos y el colgarlo como adorno de cualquier
cordón o cadena que se use con la pollera. El escarbadientes y
limpiaoídos forman la cola. La cadena en donde más aparece este
adorno es la Guachapalí.

LOS PARCHES O DOLORES

También habla dé ellos doña Matilde. Son pequeñas plaquitas


de oro, a veces cuadradas, a veces en forma de trébol de cuatro
hojitas, a veces en forma de media luna, con una perlita en el
centro y que la empollerada coloca en sus sienes. Hay decires alre­
dedor de esto. Según unos, los usaba la empollerada para cubrir los
68
parches de caraña hedionda que se había puesto con el fin de
aliviar las continuas jaquecas que sufría y si en esos días de dolores
se le ofrecía ir a algún baile, su deseo de asistir la obligaba a cubrir
tan desagradable remedio, colocando sobre él, estas plaquitas. Doña
Matilde se inclina a creer que se hacía sólo por adorno para dar
más lustre a los ojos. No cabe duda que el uso del “parche” añade
coquetería. Hay una gracia en el rostro tan atractiva como la que
puede proporcionar el más exquisito maquillaje.
El señor Agustín Ferrari, traductor de los apuntes de doña
Matilde, advierte que estas plaquitas estaban unidas a trocitos de
terciopelo para que pudieran aplicarse a las sienes con más comodi­
dad, pues al terciopelo se le untaba jugo de frutos silvestres como
el “mayuyo”. Hoy las jóvenes usan cinta plástica.

LOS ARETES

Los aretes de la pollera son vistosísimos. Existe una variedad


suficiente para tentar a cualquiera mujer y hacerla vacilar entre el
escogimiento de uno y otro estilo. Así tenemos los “zarcillos”,
aretes de tres piezas desmontables. Una, es una rosita con piedra
preciosa de la cual pende la segunda parte que es generalmente un
lacito de oro o un par de hojitas y de esta pieza pende la tercera
parte, una piedra guarnecida con oro y “lágrimas” (escamitas de
oro en forma de hojuelas alargadas que cuelgan de la guarnición).
Las piedras más usadas con estos aretes son los rubíes y las esme­
raldas; siguen en popularidad las amatistas, el azabache y la concha
nácar.
Son muy comunes, también, las “Dormilonas”, aretes que pre­
sentan una monedita de oro guarnecida, de la cual penden dos
arquitos de oro orlados de “lágrimas” del mismo metal. En estos
aretes no gastan piedra» preciosas.
Son las “mosquetas” de perlas aretes sumamente apreciados,
sobre todo cuando la empollerada va a lucir sus peinetas de balcón
con perlas y cuando la roseta de su mota es también de perlas.
Los “botones de filigrana” son aretes del gusto de muchas
empolleradas y ellos hacen juego con los botones de enagua y las
peinetas de balcón sin perlas. Redondos como una media esfera
colocadas por su parte plana sobre una placa redonda de oro, lucen
69
las maravillas en filigrana que los joyeros nativos acostumbran a
labrar sobre ellos. Los conocedores no saben, a veces, qué admirar
más, si la obra ya acabada, o la destreza, que ha necesitado desple­
gar el artífice para llevarla a cabo.
Son también las argollas partes del sector aretes y lucen cora­
les, perlas o labores en filigrana. Los corales son muy favorecidos
en el joyero de la pollera. Se pueden admirar en las peinetas que a
veces los ostentan en lugar de las perlas, en el Rosario y en las
argollas.

Aretes de diferentes modelos y el tapahueso.

70
EL TAPAHUESO
Una cintilla negra angostita de la que cuelga una pequeña cruz
de oro ya sea guarnecida con perlas, con corales o afiligranada,
recibe el nombre de “tapahueso”. La empollerada la usa en el
cuello y la cruz le cae sobre la hoyuela. En lugar de cruz también
hemos visto usar pequeño escudo coronado, medallas, dijes guarne­
cidos y hasta redondos y pequeños portarretratos. En algunos
“tapahuesos” la cintilla es de oro. El nombre de “tapahuesos” no
sabemos de dónde le viene.
CADENAS Y CORDONES

Son numerosas las cadenas y cordones que pueden usarse con


la pollera. Entre las cadenas, la de más rancio abolengo es la Cade­
na Chata, hecha de una serie de escamitas de oro entrelazadas,

Cadena chata cerrada.

71
Cadena solitaria.

Cabestrillo. Cordón de mosqueta.

72
Rosario. (Taller de Epifanio).

73
Cadena salomónica, con doblón.

Cadena media-naranja, con doblón.

74
Cadena Guachapalí, con limpiaoídos
y limpia uñas.

Cadena cola 'e pato con doblón coro­


nado.

75
sujetas por una doble hilera de eslabones paralelos formando una
verdadera escala. Cuelga de esta cadena una sardina articulada que
ondula y que la tradición popular la tiene como imprescindible,
pero también la hemos visto luciendo monedas de oro coronadas,
es decir guarnecidas con oro ricamente trabajado; la hemos visto
con el “Avemaria”, que es una anclita en la que aparecen dos
angelitos uno frente al otro colocados en los garfios de la misma.
La Cadena Bruja es a todas luces una variante de la cadena
chata, pues las escamas que engarzan entre los eslabones colocados
en la misma forma que en la Chata, se diferencian únicamente en
que tienen la apariencia de una Z. Esto le permite recogerse a tal
punto que pareciera mentira llegar a tan poca cosa cuando la ence­
rramos en la palma de la mano. De allí el nombre de Bruja que le
dan las gentes.

Cadena Bruja Abierta.

76
La Cadena Chata Abierta es la misma cadena chata, pero no
cerrada. En cada uno de sus extremos esta cadena lleva una campa­
nilla de oro afiligranada con “chorritos” o “lágrimas”. La empolle-
rada la sujeta a su antojo, con fino y elegante pasador en el centro
del pecho o por cada uno de sus extremos, a cada lado del pecho.
La Cadena Solitaria es otra de las variantes de la Chata. La
forma de sus chapitas y lo angosto le dan la apariencia de una
verdadera tenia.
La Media Naranja es una cadena cuyos eslabones simulan reba­
nadas de naranjas engarzadas en diferentes planos. Colgando de ella
siempre aparece una moneda coronada. La verdad es que las cade­
nas de la pollera siempre lucen monedas coronadas como un rema­
te de distinción a su belleza.
La Cola le Pato. Los eslabones de esta cadena tienen el perfil
de cuña o la forma de una colita de pato abierta. Los van engar­
zando de tal manera que logran un cordón espeso y fuerte de
singular atracción.
La Salomónica: En su tejido retorcido esta cadena imita la
forma de las columnas salomónicas. Son generalmente un poco más
largas y espesas que las otras cadenas, lo que la hace de más valor.
Queremos advertir que las cadenas de la pollera no son cortas. Casi
todas llegan un poquito más abajo de la cintura. Cuando son muy
largas, las empolleradas le dan una vuelta más en el cuello y las
usan dobles.
La Guachapalí o Pepita de Melón: Como apunta Nicolle Ga­
ray, es una cadena frágil; sus escamas en forma de cocaditas o de
pequeños óvalos festoneados se engarzan unas a otras por medio de
aritos de oro. Es la cadena más débil de las que se usan con
nuestra pollera y por eso debe ponerse encima de todas las demás
para que no sufra con el peso de las otras. De ella no cuelgan
monedas pues no soportaría peso de tal naturaleza. Por eso siempre
luce una cruz liviana, un “Avemaria” o el escarbadientes y limpia-
oídos.
El Cabestrillo: Es un cordón fuerte y largo, de eslabón co­
rriente, que a veces se usa en doble vuelta al cuello. Es muy llama­
tivo por su serie de dijes o de monedas coronadas que aparecen en
número de seis, nueve, diez, según vaya adquiriéndolas la dueña.
77
Una de ellas exquisitamente guarnecida y de gran valor, adorna este
cordón al frente y otra de la misma riqueza, en la espalda. Es en
realidad la joya más cara de la pollera, porque cuentan, por supues­
to, los escudos y las monedas de diferentes valor que el Cabestrillo
ostenta.
El Escapulario: A un cordón de tejido muy parecido al del
Cabestrillo se le cuelgan por delante y detrás los escapularios. Fa­
brican estos escapularios en plaquitas de oro de más o menos tres
pulgadas de largo por dos de ancho sobre las cuales hacen labores
repujadas iguales a las que se hacen en los escapularios de tela.
Algunos de estos escapularios van guarnecidos con trabajos de fili­
grana pero otros aparecen con los bordes lisos.
El Rosario: No falta entre los cordones que se usan con la
pollera los rosarios con sus “avemarias” y “padrenuestros” afiligra­
nados admirablemente trabajados o en combinaciones de oro y
coral; por eso se oye hablar a menudo del Rosario de coral; pero es
más popular el Rosario de oro.
El Cordón de mosqueta: Se ajusta con una mosqueta al pe­
cho. Generalmente es abierto y en sus extremos ostenta campanillas
diminutas guarnecidas con perlas o con “lágrimas”. El tejido que se
hace en estos cordones es muy parecido al de la Cola ‘e Pato pero
mucho más delgado que el que se teje para la cadena.
Hay también muchos otros cordones delgados que sostienen
abanicos, que ostentan escudos pequeños, tomatillos afiligranados y
rositas estilizadas eleboradas en filigrana.

OTRAS JOYAS

La Roseta de Perlas: Se acostumbra poner esta joya sobre la


mota de lana que da sobre el pecho. Las hay de diferente tamaño
y condición. No sólo se usa la roseta de perlas sobre la lana, pues
también las hay afiligranadas, pero la verdaderamente popular es la
de perlas.
Mancuernas: Son. botoncitos de oro hechos con moneditas de
tamaño muy reducido entre las cuales es popularísima la que tiene
la efigie de Rafael Carrera. (1) Ellas ajustan por delante y por
detrás la abertura del escote de la camisa.
(1) Probablemente, el estadista guatemalteco del siglo pasado.

78
Los Botones de Enaguas: Son botones trabajados en filigrana
a semejanza de los que se elaboran para los aretes. Se diferencian
en que el interior de éstos presenta una presilla por donde se pasa
la cinta de hiladillo que los ajusta a la cintura. Hoy la pollera no
los necesita. Su uso es más un lujo y hábito de tradición que una
necesidad por lo cual no es obligante el llevarlos y efectivamente
pocas personas los usan.

La Tostada o Tostón: De esta pieza habla doña Matilde. “La


tostada era una lámina de oro labrado que colgaba de la pretina
sobre el vientre y que a veces se usaba con cintillo de hule. Otras
usaban estos cinturoncillos con hebillas de oro”. Hoy día pocas
personas poseen esta joya y si la poseen no la usan. Algunas de
estas joyas tenían forma de media luna; otras eran redondas.

El Monedero: Es una bolsita tejida en hilo de seda, de forma


alargada con dos anillos de oro macizo, uno en cada extremo, para
separar los pesos de las monedas de menor cuantía que acostum­
braban regalar los admiradores de la empollerada cuando ésta estre­
naba pollera y se presentaba en casa en son de visita. De este
monedero habla también Nicolle Garay y cuenta que se usaba para
recibir el remojo o propina que no esquivaban ofrecerles los ami­
gos.

Quizás sea de este “remojo” que usemos el dicho muy co­


mún: “Déme el Remojo”, “Hay que darle el Remojo”, etc. etc.,
cuando una niña elegante recibe las muestras de admiración que
causa su figura con la indumentaria que estrena.

Las Pulseras: En los brazos se usan pulseras de oro macizo.


Son muy apreciadas las que denominamos Esclavas; las de aro re­
dondo del cual cuelgan monedas de oro; las de aro delgado que se
usan en número de siete. No se usan las de fantasía.
Sortijas: También son de oro macizo. No son usuales las de
platino ni las de brillantes.

Las Elebillas: Las hebillas que la empollerada de mucho lujo


inserta en la pala de sus zapatos para adornar la corbata de lazo o
roseta, es pequeña y de oro.
79
TEMBLEQUES O FLORES DE POLLERA

Con estos nombres conocemos otro adorno que la empollera-


da usa en su tocado. Según reportajes de Armando Reclús, las
empolleradas que él observó cuando estuvo en el istmo, usaban
algunas flores naturales en la cabeza. Nuestras campesinas a menu­
do colocan un clavel sobre la oreja, bajo el ala del sombrero.
Nosotros llegamos a ver también empolleradas que llevaban en el
centro de la cabeza, libre de adornos, pequeños jazmines blancos.
Hoy lo acostumbrado es usar el tembleque o flor de pollera. Es
curioso que le hayamos dado este último nombre a un objeto que
si bien imita las flores, también imita insectos y hasta aves, pero a
nadie se le ocurre llamarlos insectos de pollera ni aves de pollera.
Los llamamos flores de pollera, tengan la forma que tuvieren. Su
elaboración constituye una bonita industria doméstica que alivia
bastante más de un presupuesto familiar. Hay personas que han
hecho en este renglón, verdaderas obras de arte. Se elaboran con
“gusanillos” de metal brillante y cuentas. Las cuentas pueden ser
de cualquier color, pero el uso de distinción prefiere las que imitan
perlas. Hay tembleques elaborados con escamas de pescados y gusa­
nillos; con trocitos de sedas brillantes, gusanillos y “rabo de gato”.
Aunque es menos frecuente, suelen usarse los de oro y perlas legíti­
mas. La tradición del uso de este tembleque fabricado en oro nos
habla de un arreglo en el que entran sólo hasta dos pares, pero no
de una cabeza cubierta totalmente con esta especie de flores. Lady
Mallet habla de ellos en esta misma forma y los describe como una
flor que tenía una mosqueta abierta en un lado y en el otro, una
mosqueta cerrada.
Los tembleques corrientes de uso popular imitan a las flores
naturales como los lirios, las chabelitas, las rosas, las hojas, las
penquitas de palma etc.; así mismo imitan los insectos, como
moscas, libélulas, mariposas, alacranes; a ciertas aves como palomas,
pavitos y a los animales marinos como caballitos de mar y estrellas
marinas. Son popularísimas las mosquetas, los cometas, las que
llaman “lluvia” en fin, hay para darle vuelo a la fantasía. Con sedas
se hacen pequeños botones de rosas adornados con hojas hechas en
gusanillo y el material que se conoce comercialmente como “rabo
de gato”, el cual semeja una guirnalda sin flores, erizada de nume­
rosos estambres de metal muy brillante y liviano.
80
La señora Bertina de Terrientes, ma­
estra en la confección de polleras y
sus adornos.

Tembleques llamados "tapapelotas".

81
Variedad de tembleques.

Variedad de tembleques.

82
Variedad de tembleques.

Variedad de tembleques.

83
Tembleques.

Las flores de pollera que se Hacen con escamas de pescados


son bellísimas. El lugar que más fabrica esta clase de tembleques es
Las Tablas. De allá nos vienen en color blanco, rosado, celeste y
hasta en amarillo pálido. Las escamas son teñidas y toman un color
pastel agradabilísimo. Algunos de estos tembleques, por las funcio­
nes que llenan en la cabeza de la empollerada, reciben nombres
especiales, como los “tapa pelotas”, flores de gran tamaño en for­
ma de pencas largas y espesas que logran con su dimensión cubrir
por entero una coca (1); de los “tapa orejas” u “orejeras”, que
cubren las orejas desde atrás y dan mucha gracia al rostro.
Una empollerada puede usar de doce a quince pares de tem­
bleques sin que se vea recargada. Más de esta cantidad, desluce.

SOMBREROS

Poseemos en nuestra tierra sombreros tejidos en paja toquilla.


A veces es blanco totalmente y se le conoce como sombrero ocue-
ño. En algunos de estos sombreros puede apreciarse en el borde del
ala un tejido de color negro que apenas si alcanza a tener un

(1) Cada una de las dos porciones en que suelen dividir el cabello las mujeres, dejando
más o menos descubierta la frente y sujetándolas por detrás de las orejas.

84
Tembleques de Oro. Tembleques de Oro.

Mariposas. Tapa-pelotas.

85
Campesina con sombrero ocueño o blanquito.

86
centímetro de anchura. En la base de la copa luce un cordón de
hilo tejido en negro, o en otros colores, que remata en breve lazo
sobre el ala.
Cuando el sombrero de este material de toquilla combina la
trenzas blancas con otras teñidas en negro, lo llamamos “sombrero
pintao” o sombrero de La Pintada o sombrero penonomeño por ser
La Pintada y Penonomé, los lugares que más se dedican a esta
manufactura. No hay distinción en la forma de los sombreros para
mujeres y para varones. Las unas y los otros, los usan indistinta­
mente.
El “sombrero pintao’’ tiene adornos o labores que se conocen
con los nombres de “quimbolito”, “pluma”, “talco”, “pepita
e’guate”, etc. Su finura depende del grueso que se le haya dado a
la fibra de la trenza y por consiguiente al ancho de ésta.

Enagua de Pollera.

ENAGUAS

Elemento importante en el uso de nuestro vestido nacional es


la enagua o “pericote”.’ Mejor dicho, las enaguas, porque se usan
dos y a veces, tres. Estos peticotes son un poco menos anchos que
el pollerón y se hacen en tela blanca, fresca. Mucho se usó la
platilla de hilo; hoy se hacen en tela de hilo solamente. Las perso­
nas muy modestas usan nansouk.
87
Labor de enaguas en talco de cajón.

Esta prenda de vestir lleva también en el extremo final de su


falda, llamativas labores de talco en sombra con calados o sin ellos.
Los bordes van guarnecidos con hermosos encajes de hilo blancos y
bastante anchos. Cuando no se hacen las labores de talco o de
calados, los peticotes lucen anchas trencillas tejidas al crochet, en
pajita, o de hilo, combinadas con tramos de tela alforzadas que
hacen de esta pieza un primor de costura. Cuando los encajes y los
metidos de trencillas son tejidos al crochet, la enagua se nombra
como “enagua tejida” aunque ella no esté toda tejida. Las enaguas
pueden llevar dos o tres “metidos” de trencillas y por consiguiente
dos o tres tramos de alforzas o de labores en talco de “cajón”, o
de talco corriente.

LOS PAÑOS

El ornamento de la pollera incluye también los “paños”, o


rebozos. Es decir las estolas que se hacen en tela de hilo y con
labores en punto de marca, en colores serios. Estas labores adornan
los extremos del rebozo. Llevan flecos de hilo en cuya base se
hacen tejidos primorosos. También hay el rebozo con labores de
talco en sombra. La pollera estilo “montuna” es la que más usa
esta indumentaria. No queremos decir que con la de lujo no se use,
88
Variedad de Enaguas.

Variedad de Enaguas.

89
Paño de Ocú. Paño de Los Santos.

porque alguna vez la hemos visto con estos “paños” sobre todo
para defender del sol la piel de las espaldas y para su uso en la
iglesia. En un tiempo se usó en las poblaciones santeñas el mantón
español y la dama campesina se presentaba a la gran misa de las
fiestas patronales con su regio mantón, pero ha caído en desuso. Se
conoció el paño limeño, estola de grueso tejido hecho en colores
oscuros y con flecos, que se llevaba con la pollera montuna.

NORMAS OBSERVADAS EN EL USO DE LA POLLERA

Observando el arreglo de las empolleradas pueden sacarse estas


normas que clasificaremos así:
a. Las correspondientes al tocado;
b. las correspondientes al arreglo del cuello; y
c. las correspondientes a la manera de vestir la pollera
i
EL TOCADO

Importante en el arreglo de la empollerada es el tocado. En la


cabeza la empollerada suele usar: Sombreros; a veces, Peinetas; a
90
Diferentes estilos de peinados con tembleques y otras joyas, Los Santos.

91
Cuatro pasos en el arreglo del peinado para el uso de tembleques y peinetas.
Los Santos.

92
93
veces, joyas y tembleques. Sin embargo, antes de Hablar de cual­
quiera de estos tocados, consideramos importante hablar del peina­
do.

PEINADO

Para todos estos arreglos existe un solo peinado: partida la


cabellera en dos bandas con raya al medio que parte del centro de
la frente y termina en el centro de la base del cráneo en la parte
de atrás, se tejen dos trenzas largas.
Estas trenzas en la pollera “montuna” caen sueltas a lo largo
de la espalda y se atan, cada una, como a cuatro pulgadas de su
extremo inferior con lazos de cinta del mismo color que ostentan
las lanas de la camisa y los “gallos” del pollerón. Las campesinas
veragüenses y ocueñas, usan este mismo peinado con cualquiera de
sus polleras, añadiendo a los lazos de cintas, otros de lana.
Cuando se usa la pollera de gala estilo santeño, que es la más
generalizada, cada trenza tejida se enrolla totalmente hasta formar
dos cocas, una a cada lado del partido, las cuales se atan con lanas
y se fijan con horquillas detrás de cada oreja.

EL USO DEL SOMBRERO

La campesina de los campos ocueños y veragüenses prefiere su


sombrero blanquito, redondo, sin ningún adorno especial ni forma
particular en el ala. No sólo usa este sombrero con la muda de
diario sino que también, cuando le agrada, lo usa con su pollera de
encajes. Las gentes de las provincias de Herrera aledañas a las
tierras santeñas; las de la provincias de Los Santos y las del resto
del país, usan sombrero pintao sólo para vestir la “montuna” y
cuando usan la de encajes el tocado es otro. Hay que ver la gracia
con que las mujeres de Los Santos lucen su sombrero pintao. Tie­
nen un estilo para colocarlo que parece salir de las manos que lo
ejecutan. Este sombrero no lo hemos visto con cintas ni motas de
lana. Las motas y las cintas son adición de la capital, para hacer
más festivo el vestido en época de carnaval. Las campesinas no las
usan.
La pollera de gala se usó con sombrero. Reclús habla de él y
hasta inserta una estampa en su trabajo, muy rara por cierto, de
94
Elaborando sombreros.

Sombrero típico de Ocú. Sombrero de La Pintada.

95
mujer empollerada, con sombrero (1). Como no es fotografía sino
dibujo en el que el artista pone las cosas como él las ve, no sabe­
mos hasta dónde esta ‘‘mujer empollerada” de Reclús, lleva el ajuar
verdadero; pero en las estampas de D. Epifanio Garay sí se puede
notar en forma perfecta el uso del sombrero en el tocado de la
pollera de gala. Además, tuvimos la suerte de haber visto, empolle-
radas, con el vestido de gala, usar sombrero y flores de pollera.
Tenían las cocas adornadas con tembleques y por sobre ellas el
sombrero; pero no era éste, ni el pintao, ni el ocueño sino el
sombrero Panamá. Hoy con la pollera de encajes la mayoría de las
personas usan tembleques.

PEINETAS

El arreglo con sólo peinetas en la cabeza, es propio de


Veraguas y Ocú, tanto para la pollera de encajes como para la de
zaraza. Con el peinado de trenzas y lazos que hemos descrito ante­
riormente, se colocan varios pares de peinetas de oro. Hemos visto
muchas lucir hasta cinco pares de ellas colocadas con suma gracia a
cada lado del partido del peinado, partiendo de la mitad del cráneo
hacia arriba y en el centro de la parte posterior de la cabeza,
colocar el peinetón. Esta serie de peinetas se sujetan con hilos de
las mismas lanas que se usan en la jareta de la camisa, o con cintas
delgadas, que se pasan por entre los dientes de las peinetas, atando
los extremos sobre la frente y rematando la atadura con un peque­
ño lacito. La cabeza así arreglada da un toque indígena muy atrac­
tivo al tocado. Un par de claveles naturales o de tembleques redon­
dos a cada lado del rostro, por encima de las orejas, junto a las
sienes, completa este arreglo. Las peinetas para este tocado son en
su mayoría de balcón liso bastante ancho y bien repujado. Tam­
bién usan de balcón pero las de balcón con brillo son muy escasas.
Las más presumidas también colocan uno que otro tembleque
entre las peinetas pero no pasan de dos o tres. Lo que más llama la
atención en estas empolleradas es la riqueza que se advierte en el
arreglo de su cabezas ¡y la pobreza que se observa en sus pies, pues
siempre van descalzas.
En algunas regiones de Los Santos la campesina cuando no
usa sombrero con su pollera de zaraza, luce peinetas en su tocado
pero no las coloca como lo hace la campesina de Ocú. Ella pone a
96
Arreglo con peinetas

cada lado de su partido un par de peinetas de oro y una flor


natural adornando el moño.

TEMBLEQUES Y OTRAS JOYAS

Este adorno de cabeza es mucho más complicado que los


anteriores. Sólo se usa con la pollera de lujo que viste la mujer de
la ciudad y de los centros urbanos. Es el arreglo que se conoce
internacionalmente. Después de hecho el peinado de rigor y sujeta­
do las cocas detrás de cada oreja, comienza el trabajo laborioso de
colocar flores y joyas. Debemos advertir que el nombre popular de
las cocas es el de “pelotas” y también el de “pepinos". Si la
empollerada dispone de un juego completo de joyas para la cabeza
se comienza por colocar las peinetas de balcón. Pueden ponerse
uno, dos y hasta tres pares, comenzando en la parte superior de las
cocas, hacia arriba, a cada lado del partido. En seguida se coloca el
peinetón si la empollerada lo va a usar, en el centro de la cabeza
sobre el espacio libre que dejan las peinetas. Ea cabeza toma toda
la característica de la cábeza valenciana española. Una vez coloca­
dos peinetas y peinetón, le toca su turno a la “pajuela", la cual se
coloca a la derecha o a la izquierda, según el parecer de la empolle-
rada, entre el peinetón y la serie superior de las peinetas de la
derecha o de la izquierda. Luego se procede a la colocación de los
97
tembleques, que deben cubrir enteramente las cocas o pelotas y el
espacio que dejan libre las peinetas, teniendo el cuidado de no
cubrir con ellos la raya del peinado por detrás, ni el centro supe­
rior de la cabeza. Los tembleques, que se fabrican por pares, permi­
ten colocar una flor de la misma clase a cada lado del peinado, en
la misma dirección y en el mismo sitio, de tal modo que se logre
simetría y una armónica composición que dé gracia a la cabeza y al
rostro.

Arreglo con tembleques y joyas.

El uso que se está haciendo hoy de los tembleques llamados


“tapa-pelotas” para llenar en pocos minutos una cabeza, no es
propio de la faena folklórica sino de las de teatro. Como el trabajo
escénico limita el tiempo, se ha dado en usar un estilo de arreglo
que da a las cabezas la expresión de estatuas, quitándole toda vida
a un tocado que en el baile de tambor tiene su gracia especial, el
del picaresco vaivén de los tembleques.
Para completar el tocado de la cabeza se colocan los “par­
ches” o “dolores” sobre las sienes y los aretes en las orejas.

ARREGLO DEL CUELLO

En el cuello la empollerada lleva el “tapahueso”, ya sea con la


cruz, con la monedita o con el dije. Luego empieza la colocación
98
Pollera típica veragüense, de tres tramos.

.4
*

Grupo de damas en una finca de la Atalaya (Veraguas).

99
Pareja campesina recién desposados, con la pollera
veragüense.

Escena que muestra una pollera marcada con labor de "piña".

100
de las cadenas o de los cordones. Lo más pesado se pone primero,
pues de esa manera no se maltratan las cadenas menos sólidas.
Hemos visto extender las cadenas sobre el pecho, apuntando conve­
nientemente sus eslabones con imperdibles pequeños por dentro de
la camisa. Esto da a los ojos la impresión de muchas joyas y
además, la seguridad de no perderlas. Se colocan en tal forma que
pueden admirarse todas las que se usen.
A los escapularios los hemos visto colocar en diferentes for­
mas: con los dos escapularios sobre el pecho, uno más alto que el
otro: con los escapularios sobre el pecho pero colocados uno a
cada lado muy cerca de los hombros; y una tercera posición, un
escapulario sobre el pecho y otro en la espalda.
En cuanto al Cabestrillo, la moneda de más peso va por delan­
te: la que le sigue en valor, atrás y la serie de dijes o de monedas
coronadas que la orlan, se reparten por sobre los hombros, pecho y
espalda.
Una empollerada puede usar hasta siete cadenas si está
vistiendo la pollera de gala, y no menos de tres. La cadena chata es
de rigor. Con la pollera que llamamos “montuna” se usan menos
cadenas. Las hemos visto con el “tapahueso”, la cadena chata, un
cordón y la cadena Guachapalí. Nunca la hemos visto con el rosa­
rio, ni con el cabestrillo, ni con el escapulario. Parece que tradicio­
nalmente no se usan estas cadenas con este tipo de pollera. Con
cualquiera otra de las cadenas mencionadas en el capítulo corres­
pondiente a las joyas sí hemos podido apreciarla.

MANERA DE VESTIR LA POLLERA


Lo primero que se pone la empollerada es la camisa; luego los
dos peticotes. Esto es lo que hemos observado siempre. Por eso nos
causa extrañeza el hacer visto a algunas damas, durante la ejecución
de los bailes realizados en escenarios, enseñar las faldas de la cami­
sa sobre las enaguas, cuando en algún revuelo de la danza, el polle­
rón se levanta. Sería conveniente tener el cuidado de vestir este
traje como la costumbre lo indica; esto es, las faldas de la camisa
cubierta por las enaguas.
Por último se pone el pollerón, amarrando primero la parte
atrás hacia adelante, por la cintura; y luego la parte del frente,
hacia atrás.
101
Las mangas de la camisa, que siempre sobresalen por debajo
de la última arandela, deben suspenderse lo necesario para que
apenas sobresalgan sus encajes por debajo de la arandela inferior,
sin llegar al codo de la empollerada. Las mangas se ajustan sobre el
brazo con los hilos de la lana, con cintas delgadas de hiladillo o
con ligas. Las mangas levantan en esta forma las arandelas y les
prestan animación y gracia.
Hecho todo esto, se colocan los botones de enaguas si la
empollerada los va a usar, en serie de dos a cada lado de la cintura,
o de cuatro si así lo quiere la que se viste. Estos botones se atan
con cintas de hiladillo y los extremos de la atadura se esconden
entre las pretinas del pollerón. En ningún caso los botones de
enagua deben verse de frente, sólo de costado.
Puesta la ropa, se comienza la colocación de las joyas del
cuello y las del pecho. Lo último que debe arreglarse es la cabeza,
pues las joyas y tembleques de esta dificultarían el paso de las
cadenas.

ALGUNAS CONSIDERACIONES

Con esto creemos haber terminado esta incursión por los pre­
dios de la Pollera, vestido que llena de orgullo a todo panameño y
que asombra por el equilibrio entre la confección del vestido y la
riqueza de las joyas que se lucen con él. Una empollerada en atavío
completo de pollera de gala, es una mujer que carga sobre el cuer­
po en un momento dado, unos tres mil balboas. La sola confección
del vestido y las enaguas, no se encuentran, nuevos, por menos de
seiscientos balboas. Las flores de pollera, como muy baratas, se
consiguen en 50 balboas los doce pares. El cofre de joyas para la
cabeza, el pecho, la cintura, pulseras y hebillas, sumamente senci­
llo, modesto, pero completo, contando en él hasta con siete cade­
nas, no se logra por menos de dos mil balboas. No hay más que
pensar en el cabestrillo, cuyos doblones coronados y escudos, le
hacen llegar a los trescientos balboas si sólo ostenta seis escudos y
dos doblones; pero si se guarnece con más escudos o monedas,
cuesta más.
La señorita Ramona Lefevre, (q.e.p.d.) ardiente cultora del
vestido y que fue en vida nombrada Reina de la Pollera, luce en
102
uno de sus retratos al óleo, un cabestrillo que tiene 23 monedas de
oro coronadas. Ya puede calcularse su valor.
Los zapatos de raso, pana o teciopelo, las lanas y las cintas
tienen poco valor considerados con el precio de los elementos ante­
riores pero siempre implican gasto. En fin, todo es de una brillan­
tez admirable y la panameña goza sus tunas y tambores con esta
indumentaria. No siente el peso de las joyas, ni las molestias de las
horquillas de los tembleques en la cabeza, ni el peso de las telas.
No siente tampoco cómo sufre su pollera el deterioro que le pue­
den ocasionar las chispas de las luces de bengala cuando chisporro­
tean en la noche de carnaval o la cera que se desprende de las velas
encendidas que lucen en sus manos; no piensa tampoco en lo
que le pase a sus joyas en los movimientos del baile o en “los en­
contrones” de las tunas callejeras y rivales... Ella sigue como
una reina despreocupada en medio de sus riquezas... Si alguien le
advierte los peligros, su respuesta invariable es “eso es de allí”,
para expresar su conformidad con el posible suceso que considera
natural. Hay que ver un carnaval en Las Tablas para perder los oíos
admirando la belleza de nuestro vestido típico cuando las calles de
esa ciudad se pueblan de mujeres a la cual más regia en su indu­
mentaria. Al verlas no puede uno menos que pensar y felicitarse
por el acierto de la mujer panameña en la obra de conservación de
este vestido que es un elemento folklórico de suma dignidad. Por
eso no cabe duda de que es un crimen introducir reformas que nos
lleven a acabar con su grandeza. Cuando .uno se extasía con las
maravillas de las labores que se hacen en el vestido no puede me­
nos que condenar la introducción de telas estampadas en fábricas
del extranjero que pretenden imitar pobre y tristemente las labores
tradicionales. Si la pretensión de estos comerciantes continúa será,
con el tiempo, fatal. Usar, también, trencillas espúreas que imitan
pálidamente la labor de las nuestras hechas al amparo del ocio, en
el regazo de los portales interioranos, es despreciar nuestra tradi­
ción. Si nuestro traje nos resulta caro, aprendamos a coserlo
nosotros mismos. Recordemos que debemos conservar nuestras tra­
diciones valiosas porque pueblo sin ellas, ya lo dijo alguien, es
pueblo perdido y una de las características de nuestra nacionalidad
está en nuestra capacidad para conservar los legados de la tradición.

103
VOCABULARIO USADO EN LA POLLERA
Arandela: Volante de tela, guarnecido con trencilla y encaje que se
luce en la camisa de la pollera.
Botones de enaguas: Botones de oro macizo muy laboreados que
la empollerada usa en su cintura.
Botones de filigrana: Botones de oro con labores en filigrana que
se usan como aretes en el atuendo de la pollera.
Cabestrillo: Cordón de oro en el cual se engarzan escudos y mone­
das de oro guarnecidas con trabajos de filigrana. El pueblo pro­
nuncia “cabrestillo”.
Cadena Bruja: Cadena de oro parecida en la confección a la cadena
Chata. La diferencia está en que las escamas de los eslabones
tienen la forma de una Z acostada.
Cadena Chata: Cadena de oro formada por escamas engarzadas entre
dos series de eslabones paralelos, semejando una verdadera es­
cala.
Cadena Chata Abierta: Es la misma cadena anterior, pero que no es
cerrada. Sus extremos caen libremente y cada uno luce una cam-
panillita de oro de la cual cuelgan pequeñas laminitas del mismo
metal.
Calados: Labores de aguja que se hacen en la pollera sobre el
deshilado del lienzo blanco.
Coca: Cada una de las dos porciones en que suelen dividir el cabe­
llo las mujeres, dejando más o menos descubierta la frente y
sujetándolas por detrás de las orejas.
Cola: Cintas de color que cuelgan de la cintura por detrás del
pollerón.
Cola ‘e Pato: Cordón cuyos eslabones de oro semejan una colita de
pato y que se usa con la pollera.
Cuerpo de Camisa: Falda de la camisa de la pollera.
Cuerpo de pollera: Tramo superior del pollerón.
Dolores: Plaquita de pro de forma cuadrada, de media luna o de
trébol de cuatro hojitas que la empollerada usa en las sienes.
Dormilonas: Aretes de pollera.
Escapulario: Cordón de oro con dos escapularios que se usan con
la pollera.
104
Gallos: Cintas que se usan en la cintura por delante y por detrás
del pollerón.
Guachapalí: Nombre de una de las cadenas de la pollera que se
distingue por la forma de sus plaquitas menudas y bastante
frágiles, cuyo nombre según algunos, se debe a la semejanza
de las plaquitas con la forma de las semillas del árbol guacha­
palí que abundaba mucho en Panamá.
Guarda: Espacio que ocupa la labor de talco o de marca; de zurci­
do o bordado en el lienzo blanco de la pollera, (guarnición).

Media Naranja: Cadena de oro cuyos eslabones simulan diminutos


gajos de naranjas, muy apreciada en el uso de la pollera.
Melindre: Encaje de pollera tejido al mundillo.

Mosqueta: Roseta de perlas y oro que se usa como arete de polle­


ra; como adorno de la mota de lana en la camisa de la pollera
y como flor en los tembleques.
Monedero: Bolsita alargada, tejida en hilo de seda en “medio pun­
to”, que la empollerada usa colgando de la pretina de su
cintura.
Mota: Bola de lana que la empollerada ostenta en el centro del
escote de su camisa, por delante y por detrás.
Mundillo: El aparato en que la campesina teje los encajes y trenci­
llas que se usan en la pollera.
Pajuela: Palmita de oro macizo o de oro guarnecido con perlas que
luce la empollerada en la cabeza.
Parches: Es otro de los nombres con que se conocen las plaquitas
de oro que la empollerada pone en sus sienes.
Peacillo: Trencilla de pollera tejida al mundillo.
Peinetas de balcón: Peinetas de carey que tienen sobre su borde
una plancha angosta de oro como de uno a dos cm. de ancho.
Los bordes de esta placa de oro a veces van lisos y otras veces
aparecen guarnecidos con perlas y labores en oro.
Pelotas: El nombre regional que damos a las cocas.
Pepinos: Otro de los nombres regionales con que se conocen las
cocas.
Picarona: Volante de tela que guarnece el borde inferior de la falda
de la pollera “montuna”.
Pretina de boca: Tira que refuerza el escote de la camisa.
Pretina del tapabalazo: Tiras que refuerzan esta pieza de la camisa
de la pollera.
Puntada de bolillo: Puntada que se usa en el recogido de las piezas
de pollera y que obliga a la costurera a formar un finísimo
bolillo en el borde de la tela.
Puntada de zurrón: Puntada especial que se usa para empatar los
lienzos o “paños” de la pollera.
Rosario: Cadena o rosario de oro cuyas cuentas son primores de
filigrana.
Salomónica: Cadena de oro bastante gruesa y torcida que imita la
forma que es característica de las columnas salomónicas.
Sombreada: Expresión que se usa para dar nombre a la labor de
talco cuando éste se hace en blanco sobre la pollera blanca.
Solitaria: Nombre de otra de las cadenas de la pollera que tiene la
forma de una tenia.
Susto: Serie de lienzos de tela que forman el tramo inferior del
pollerón.
Talco: La labor de sobrepuestos de tela que se realizan en la polle­
ra.
Tapabalazo: Pieza interior de la camisa de pollera que sostiene las
arandelas.
Tapahueso: Cintillo negro o de oro del cual pende una cruz o una
medalla o una monedita coronada y que la empollerada lleva
al cuello.
Tapa-oreja: Tembleque que cubre las orejas de la empollerada.
Tapa-pelota: Tembleque más largo y espeso que los demás que
cubre las pelotas de la empollerada.
Tembleque: Flor artificial hecha en gusanillos de metal y cuentas
que se usa en la cabeza y que cimbrea al compás de cualquier
movimiento.
Zarcillos: Aretes de pollera.

106
He aquí bastante resumidos todos los datos que hemos podido
reunir para dar a conocer las intimidades del traje más intere­
sante entre los vestidos de América y de Europa, ganador de
innumerables concursos, vestido que por donde quiera que va,
despierta la admiración de propios y extraños. Ojalá que todos
los que se hayan asomado a su vera y los que quieran llegar
también a ahondar en el tema, sigan aportando datos para que
una institución logre completarla como la Universidad en donde
se ha comenzado a recoger el saber popular. La Universidad
sabrá constituirse en la guarda celosa de nuestras más bellas
tradiciones.

BIBLIOGRAFIA

Bosquejo de la Vida Colonial de Panamá. Matilde O. de Mallet.


Exploración a los Istmos de Panamá y Darién. Armando Reclús.
Tradiciones y Cantares de Panamá. Narciso Garay.
Artículos de D. Ernesto Nicolau, Rubén D. Caries, Aurelio A. Dutary,
Rodrigo Miró, en las Revistas Epoca, la Lotería, La Estrella de Panamá, El
Panamá América.
La Pollera, Román B. Reyes.

107
Arreglo del cabello con peinetas, Ocú.

112
113
Tejedora típica de mundillos

Peacillos y amarradores

114
Peacillos y amarradores.

Peacillos.

115
Peacillos y amarradores.

Variedad de Peacillos.

116
Campesina haciendo labor de marca.

117
Guarda inferior de la enagua.

118
BIBLIOTECA nacional de panamá

3 4189 00063 1240

Este libro se terminó de


imprimir en los talleres
litografíeos de Impresora Panamá, S.A.
el 20 de agosto de 1987.
Doña Luz Guardia de Méndez Pereira, doña Alicia Castro de Porras, doña Amparo de
Vasseur y doña Esther Neira de Calvo, damas de la alta sociedad, vistiendo la pollera
cuando no se usaba con tantas joyas coma^hoy se usan. (1924)

UTHO-IMPRESORA PANAMA. S. A.

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