50aniversarioCIHS A7 - RUSIÑOL VIDAL FRAILE GIRONES BOFILL

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Hidrogeología emergente. FCIHS 2016.

ISBN 978-84-921469-3-2

ASPECTOS MICROBIOLÓGICOS DE LAS AGUAS SUBTERRÁNEAS.


TRAZADORES DEL ORIGEN DE CONTAMINACIONES Y AGENTES ACTIVOS
EN PROCESOS DE DESCONTAMINACIÓN

M. RUSIÑOL*; G. VIDAL-GAVILAN**; J. FRAILE***; R. GIRONES*


y S. BOFILL-MAS*

(*) Departamento Microbiología. Facultad de Biología. Universidad de Barcelona.


[email protected]
(**) D. D’Enginy Biorem S.L. [email protected]
(***) Agència Catalana de l’Aigua. [email protected]

1.- INTRODUCCIÓN

Durante las últimas décadas, ya desde mediados del siglo XX, la contaminación química
ambiental ha mostrado un aumento imparable, impactando muchos y distintos
compartimentos del entorno, ya sean suelos, aguas, o atmósfera, limitando la calidad de los
recursos y su uso, y afectando así el medio ambiente y la salud de las personas que lo
habitamos. La entrada de contaminantes químicos a las aguas subterráneas se asocia
principalmente al desarrollo industrial, con la síntesis de nuevos productos, el transporte y
almacenaje de productos peligrosos, y/o el vertido de efluentes y residuos. Pero también a la
intensificación de la actividad agrícola y ganadera, y a los asentamientos urbanos y la carga
contaminante de sus aguas residuales.

El resultado de todo ello es la existencia, en algunos casos permanencia, de contaminantes


de naturaleza diversa, repartidos de formas muy distintas atendiendo a la casuística de su
origen y las características del entorno, y que identificamos en episodios de contaminación
puntual, asociados a un vertido, fuga o deposición en un espacio concreto y habitualmente
identificable, o bien en episodios de contaminación difusa, donde la entrada al medio
subterráneo ocurre en grandes extensiones de terreno.

Cuando la contaminación es de origen humano o animal, se introducen también en el


medio ambiente grandes cantidades de microorganismos, algunos de ellos patógenos, a través
de sus excreciones. Estos patógenos pueden, principalmente a través de infiltraciones de
aguas residuales o del uso agrícola de estiércol o biosólidos producidos al tratar las aguas
residuales, llegar a contaminar las aguas subterráneas. Entre los patógenos transmitidos por el
agua, los virus (23-80 nm) son mucho más pequeños que las bacterias (0.5-3 μm) y protozoos
(4-15 μm) y por lo tanto son más fáciles de transportar a través de los poros del subsuelo.
Además, son altamente estables a bajas temperaturas y en la oscuridad presentando largos
períodos de supervivencia en aguas subterráneas. A pesar de la fácil dispersión de la
contaminación fecal y de la alta permanencia de los virus en aguas subterráneas, se dispone de

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pocos datos sobre el nivel de contaminación viral en estos ambientes en comparación con
otras matrices de agua (Abbaszadegan et al., 2003). El consumo de aguas subterráneas
contaminadas se ha relacionado directamente con un gran número de brotes de enfermedades
de origen fecal (Hunt et al., 2010; Borchardt et al., 2012).

La contaminación fecal supone pues un riesgo para la salud humana y es causa a su vez de
elevados niveles de nitratos en aguas contaminadas. Este nitrógeno proviene de los abonos
orgánicos, fertilizantes, lodos de depuradora y residuos de los cultivos de las zonas agrícolas
(DEFRA, 2006). En los últimos años, la intensificación de la producción ganadera ha
incrementado la producción de este tipo de residuos. En Cataluña, con una población cercana
a los 7,5 millones de personas, la industria cárnica, 6,8 millones de cerdos, 0,5 millones de
vacas, y 0,6 millones de ovejas (IDESCAT, 2012) representa un sector muy importante. Los
niveles elevados de nitratos son un problema generalizado en toda la Unión Europea y hace
difícil el cumplimiento de los criterios establecidos en la Directiva Marco para declarar las
aguas subterráneas como aguas de calidad satisfactoria.

Junto con los nitratos, los microorganismos de origen fecal llegan al medio ambiente en el
estiércol o los lodos resultado del tratamiento de aguas residuales que se aplica para la
fertilización de los cultivos. A pesar de que existe una normativa que regula la aplicación de
estos fertilizantes orgánicos, que considera las cantidades aplicadas por hectárea y año así
como unos perímetros de protección alrededor de zonas vulnerables, los microorganismos, y
especialmente los virus, pueden llegar a la zona saturada del acuífero (Decret 136/2009,
2009; Decret 220/2001, 2001). Como se ha citado anteriormente, las vías de entrada de
microorganismos patógenos al medio suelen clasificarse en: puntuales (un tubo o un desagüe)
o difusas (fugas, desbordes de alcantarillas y sistemas sépticos, efluentes de las plantas de
tratamiento de aguas residuales, etc). Ambas vías de entrada de contaminación pueden afectar
a las aguas subterráneas. La supervivencia, la filtración o adsorción en medios porosos o
sedimentos varia para cada tipo de virus (John y Rose, 2005; Rzezutka y Cook, 2004).

La presencia de patógenos en el agua subterránea introducidos por la actividad humana,


como pueden ser los virus, o bien los microorganismos bacterianos ya existentes en los suelos
y aguas, permiten ayudar a determinar el origen de algunas de estas contaminaciones (caso de
los virus), así como emplearlos para degradar contaminantes presentes en el medio (caso de
bacterias).

La identificación de la fuente de contaminación fecal (humana y/o animal) es esencial


tanto para la gestión de residuos como para la evaluación de los riesgos para la salud humana.
La mayoría de normativas que regulan la calidad del agua, establecen el uso de
microorganismos índice para determinar la presencia de patógenos. Los coliformes fecales,
Escherichia coli y enterococos intestinales, son los indicadores comúnmente analizados para
evaluar el nivel de contaminación fecal. Sin embargo, el análisis de coliformes fecales no
permite identificar la fuente de contaminación fecal. Además, la presencia de bacterias no
correlaciona con la presencia o la concentración de patógenos como virus y protozoos ya que
son más sensibles a la inactivación por la luz solar y a los procesos de desinfección en las
plantas de tratamiento de las aguas residuales, el origen de las bacterias no es exclusivamente
fecal y éstas tienen capacidad de multiplicarse en algunos entornos (Payment y Locas, 2011;
Gerba et al., 1979). Por estos motivos se ha propuesto la utilización de virus específicos
humanos o animales altamente prevalentes como indicadores de contaminación fecal y a la
vez marcadores del origen de la contaminación.

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La degradación de contaminantes, ya sea biológica o química, ocurre de forma natural en


el medio ambiente. Es la ubiquidad de los microorganismos en suelos y aguas la que permite
la existencia intrínseca de degradación biológica, convirtiendo este proceso de degradación
microbiana en el principal proceso de eliminación de contaminantes del medio (Bordons y
Constantí, 1999; Talley, 2006; Solanas, 2007), si bien es cierto que en algunos casos se
encuentra limitado por falta de algún elemento necesario para la actividad microbiana
(Korom, 1992; Cookson, 1995). La amplia presencia de microorganismos en los distintos
compartimientos ha fomentado, históricamente, su utilización en sistemas artificiales
(ingenieriles) de eliminación de contaminantes, sistemas en que se favorece el crecimiento de
las poblaciones microbianas para acelerar la degradación que pudiera ya ocurrir de forma
natural.

El uso de microorganismos en sistemas de tratamiento de aguas es, de hecho, una


tecnología ampliamente conocida. Quizás lo sea menos como alternativa de descontaminación
de aguas subterráneas, aunque el principio no deja de ser el mismo: la optimización de las
condiciones del medio para aumentar el número y las capacidades de los microorganismos
que degradan los contaminantes presentes en el entorno. Esta capacidad de los
microorganismos para degradar (o modificar) contaminantes es, de hecho, increíblemente
versátil, y no para de aumentar con el tiempo (y nuestro conocimiento). Los microorganismos
pueden actuar sobre una gran variedad de compuestos, sean naturales o sintéticos, algunos de
los cuales considerábamos recalcitrantes hasta no hace mucho, resistentes a cualquier acción
microbiana. El conocimiento adquirido en estos últimos años acerca del metabolismo
microbiano, junto al aumento de las capacidades metabólicas de los microorganismos, nos
facilita nuevas vías de degradación y nos permite diseñar nuevas estrategias de
descontaminación, facilitándonos, así, una herramienta de remediación de gran potencial y
versatilidad.

Si los contaminantes son fácilmente biodegradables, ¿por qué persisten entonces en el


medio ambiente? La respuesta nos lleva directamente a la idea de biorremediación: persisten
porqué las condiciones ambientales no son las propicias para el desarrollo de la actividad
microbiana (Cookson, 1995). Es pues tarea de los especialistas optimizar las condiciones del
medio en aplicaciones de remediación ambiental, en aplicaciones de biorremediación. Gracias
a la biorremediación, entonces, así como al uso de otras tecnologías de restauración de la
calidad de las aguas subterráneas y/o a la aplicación de estrategias de gestión que limiten la
entrada de contaminantes al subsuelo, podemos ahora revertir las tendencias de aumento de
contaminación de las aguas subterráneas de los últimos tiempos y facilitar la recuperación de
los recursos hídricos subterráneos.

2.- ASPECTOS HIDROGEOLÓGICOS

2.1.- Aplicaciones de los microorganismos presentes en al agua subterránea

En la actualidad el estudio de los microorganismos presentes en el agua se aplica para la


identificación de fuentes de contaminación, tanto de tipo fecal como de otros solutos, como
por ejemplo el nitrato, así como para la biorremediación de acuíferos.

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2.1.1.- Fundamentos de la técnica de cuantificación de virus para identificar el origen de


la contaminación fecal

La mayoría de virus transmitidos por la vía fecal-oral son muy estables en el medio
ambiente y producen infecciones en la mayoría de casos subclínicas. Sin embargo, algunos
pueden causar enfermedades más graves como la hepatitis o la gastroenteritis aguda y en
individuos inmunosuprimidos incluso enfermedades del sistema nervioso central.

Los virus se detectan en el ambiente en concentraciones bajas y se distribuyen de manera


heterogénea. Para detectarlos es esencial muestrear un volumen significativo de muestra y
concentrar las partículas virales antes de aplicar cualquier método de detección. Hay varios
métodos de concentración disponibles, que por lo general incluyen dos etapas de
concentración en serie. El método de floculación de las partículas mediante leche descremada
(Calguaet al., 2013; Calgua et al., 2013b) es un método de concentración recientemente
desarrollado que permite concentrar los virus presentes en la muestra de manera eficiente y a
bajo coste (Figura 1).

Figura 1. Procedimiento para el análisis de virus en agua subterránea

Las herramientas de detección más utilizadas para identificar virus patógenos y virus
indicadores de contaminación fecal se basan en la amplificación de los ácidos nucleicos
mediante la reacción en cadena de la polimerasa o PCR (Polimerase Chain Reaction), esta
puede aplicarse de forma cualitativa (PCR) para detectar y tipificar un grupo un virus o de
forma cuantitativa y hacer posible la cuantificación de la concentración de virus en la muestra
(qPCR). Estos métodos son sensibles, y rápidos. Se pueden utilizar para evaluar la calidad
microbiológica del agua (Girones et al., 2010), la eficiencia de eliminación de virus en plantas
de tratamiento de agua potable (Albinana-Gimenez et al., 2009) y aguas residuales (Bofill-
Mas et al., 2006), y también como herramientas para identificar el origen de la contaminación
humana y/o animal en el medio ambiente (Stoeckel y Harwood, 2007; Bofill-Mas et al.,
2013).

El equipo de investigación de Virus Contaminantes de Agua y Alimentos de la


Universidad de Barcelona (VIRCONT) ha propuesto el uso de virus altamente prevalentes y
estables, con genoma ADN, específicos de humanos o animales como indicadores de

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contaminación fecal humana y animal en el agua (Figura 2); estos virus son adenovirus (Puig
et al., 1994; Pina et al., 1998; Hundesa et al., 2009), poliomavirus (Bofill-Mas et al., 2001;
Bofill-Mas et al., 2000; Hundesa et al., 2010; Rusiñol et al., 2013) y parvovirus (Carratala et
al., 2012).

Figura 2. Virus humanos y animales utilizados para determinar el origen de la


contaminación fecal en aguas

La detección de estos virus mediante métodos moleculares facilita su aplicabilidad como


indicadores de contaminación fecal y como herramientas para trazar el origen de la
contaminación humana y/o animal.

2.1.2.- Determinación del origen de los nitratos en el agua subterránea. Estudios de


determinación del origen de la contaminación por nitrato en aguas subterráneas
utilizando virus como marcadores

La detección de virus humanos o de animales en aguas subterráneas para determinar el


origen de la contaminación de nitratos ha sido aplicada en diversos estudios. Un 36% de
masas de agua de las cuencas fluviales internas de Cataluña se han clasificado como de mala
calidad química debido a los altos niveles de nitrato. La mayoría de estas aguas se encuentran
en zonas agrícolas y en algunos casos cerca de zonas residenciales urbanas que también
pueden contribuir en este problema. Desde hace dos años, la Agencia Catalana del Agua y el
Laboratorio de Virus Contaminantes de Agua y Alimentos de la Universidad de Barcelona
han analizado hasta 14 zonas con niveles de nitratos por encima de los establecidos como
aceptables en la normativa catalana (Decret 136/2009, 2009), superiores a 50 mg/L (Tabla 1)
con el fin de evaluar mediante la presencia de virus humanos y animales si la posible
contaminación fecal del agua subterránea podría ser la causa de estos valores tan elevados.

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Contaminación de Contaminación de origen


origen humano animal
NO3-
JCPy porcina bovina
HAdV mg/l
Pozo N V (PAdV) (BPyV)
CG/100ml
Clariana
5 N N N N >110
Cardener
Orius 5 N N 7,74E+01 N >100
Solsona 5 N N N N >100
Pinòs 5 N N N 9,53E+02 30-40
Sta Coloma
4 7.00E+02 N N N 24-46
Queralt
Forès 1 4 N N N N -
Forès 2 4 N N N N -
Conesa 4 1.42E+02 N N N -
Mina Aiguadolç 4 N N N N 24-46
Argençola 4 8.47E+01 N N N 45-54
Les Piles 1 4 8.01E+02 N N N -
Les Piles 2 4 1.59E+02 N N N 100-140
Les Piles 3 4 1.19E+02 N N N 117-122
Les Piles 4 4 N N N N 80-100

Tabla 1. Virus humanos y animales detectados en aguas subterráneas con niveles altos de
nitratos. N: no detectado; CG: Copias Genómicas; HAdV: Adenovirus humano; JCPyV:
Poliomavirus humano JC; PAdV: Adenovirus porcino; BPyV: Poliomavirus bovino

Figura 3. Recipientes de 10 L utilizados en el muestreo de agua de pozo

El estudio de la presencia de los indicadores víricos en estas muestras ha permitido


establecer que en el 57% de los pozos estudiados existe contaminación fecal. Ésta fue de
origen humano en 6/14 pozos, y porcino y bovino en 2/14 de los pozos estudiados.

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Los pozos con elevados niveles de nitratos en los que no se detectó contaminación fecal
pueden recibir contaminación fecal puntual no detectada en el momento del muestreo o
pueden ser objeto de aplicación de nitrógeno inorgánico en la zona. La identificación de
contaminación fecal humana o animal en estos pozos permite establecer estrategias de
remediación así como regular los usos del agua subterránea en estas zonas de carácter rural
donde por inexistencia de otras fuentes de agua potable, a menudo deben ser usadas como
agua de consumo.

2.1.3.- Las tecnologías de biorremediación

Cuando un contaminante entra a las aguas subterráneas, o a cualquier otro medio, sufre una
diversidad de procesos físicos, químicos y biológicos que marcan su comportamiento en el
medio, definiendo así su destino final. Son procesos de volatilización, sorción, desorción,
precipitación, disolución, transporte o reacción que facilitan la transferencia del contaminante
a otro compartimento ambiental, como en el caso de la volatilización a una fase gas, su
cambio de estado físico o químico, como en el caso de la disolución o la precipitación, o su
transformación y degradación, como en el caso de la degradación biológica o química. De
entre ellos, los únicos que suponen una eliminación real del contaminante son los que
permiten su degradación, en algunos casos hasta la completa mineralización.

Como sabemos, la degradación biológica ocurre de forma natural en el medio ambiente.


Podemos definir entonces la biorremediación como la optimización de las capacidades
metabólicas de los microorganismos para facilitar la degradación de los contaminantes en
suelos, aguas subterráneas, sedimentos y playas (Alexander, 1999), con el objetivo último de
destruirlos (a poder ser hasta la completa mineralización 1 ), transformarlos en productos
inocuos, o inmovilizarlos. En el contexto de este artículo, la limitaremos a las aplicaciones en
acuíferos y aguas subterráneas. Para aquellos lectores interesados en una primera introducción
a nivel de aplicación de campo, se recomienda consultar el documento US-EPA, 2013, así
como otros muchos documentos de la agencia y el ITRC (Interstate Technology & Regulatory
Council, USA).

Como tecnología de recuperación, la biorremediación corresponde a la combinación de la


microbiología ambiental con las disciplinas propias del ámbito de los suelos y las aguas
subterráneas, es decir: la geología, la hidrogeología y la ingeniería, a similitud, como
decíamos, de las alternativas de tratamiento biológico de aguas superficiales. La mayor
diferencia respecto a estos sistemas de depuración de aguas, a parte de la tipología de la
contaminación, es precisamente la tipología de la matriz afectada, en este caso subterránea, un
entorno heterogéneo complejo que dificulta el acceso a los contaminantes y supone de hecho
un reto para la ingeniería de la aplicación.

Históricamente, la biorremediación se empezó a utilizar en emplazamientos contaminados


por vertidos de petróleo en Estados Unidos. Con la aplicación para la recuperación de la costa
afectada por el vertido del Exxon Valdez en Alaska (1989), la biorremediación obtuvo un

1
La biodegradación de un contaminante puede ser parcial, dando origen a un intermedio oxidado, o bien
completa hasta producir anhídrido carbónico, agua y compuestos inorgánicos (Alexander, 1999). En una
biorremediación, este último proceso es el más deseable, puesto que elimina cualquier intermedio tóxico o
inhibitorio, si bien es cierto que en los productos de oxidación parcial suelen ser posteriormente mineralizados
por otros microorgnismos.

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gran reconocimiento internacional. La experiencia adquirida desde entonces, combinada con


la conocida biodegradabilidad de algunos componentes y fracciones del petróleo y sus
derivados así como la predominancia de éstos como principales contaminantes en episodios
de fuentes de origen puntual, explica que el mayor número de casos de biorremediación
corresponda a la emplazamientos contaminados por hidrocarburos derivados del petróleo,
principalmente gasolinas y gasóleos. Más recientemente, el aumento de la diversidad
microbiana, o quizás mejor, de nuestro conocimiento sobre ella, ha fomentado un boom en las
aplicaciones de biorremediación de emplazamientos contaminados por compuestos
organoclorados, especialmente a raíz de la identificación del género microbiano
Dehalococcoides, el primero que se conoció capaz de desarrollar la degradación completa de
percloroetilieno (PCE) y tricloroetileno (TCE) a eteno (Maymó-Gatell et al., 1997).

Hoy en día ya conocemos otros géneros capaces de desarrollar similares tareas y las
herramientas de estudio genético nos ofrecen mayores posibilidades en el desarrollo de estas
actuaciones. Finalmente, conocemos aplicaciones menos habituales en contaminantes menos
biodegradables, como pesticidas, nitrobenzenos, lindanos, ésteres y alcoholes, cuyos
resultados, si bien no suelen lograr la completa mineralización de los compuestos, permiten
diseñar nuevos enfoques de remediación y atenuación.

En todas estas aplicaciones resulta curioso destacar que se han utilizado mayoritariamente,
por no decir únicamente, microorganismos naturales, existentes en los propios
emplazamientos contaminados o aislados de otros emplazamientos de contaminación
parecida. La manipulación genética enfocada a la obtención de microorganismos modificados
genéticamente que presentaran una gran capacidad degradativa, mayor que la de los
microorganismos existentes de forma natural o que hayan sufrido mutaciones de forma
natural, no obtuvo nunca unos resultados determinantes, y los esfuerzos realizados, sobretodo
en los años 80 del siglo XX, no se implementaron en la práctica. El mayor problema reside en
su débil capacidad de supervivencia. Las nuevas condiciones ambientales que les supone el
emplazamiento contaminado, y la presencia de depredadores como hongos, otras bacterias y
virus, son las principales causas.

Por el contrario, las propias poblaciones microbianas del emplazamiento, si se estimulan en


la buena dirección, pueden responder de forma inmediata, aumentando de forma espectacular
y sin ningún posterior problema de supervivencia, ya que están adaptadas a las condiciones
ambientales y han desarrollado estrategias para sobrevivir en presencia de los depredadores
del medio.

Diseñar e implementar una actuación de biorremediación es un esfuerzo multidisciplinar


que requiere (a) conocer la ruta metabólica de degradación del contaminante o contaminantes
diana y (b) ingeniar el sistema de optimización de la actividad microbiana requerida, sistema
que denominamos de bioestimulación. La primera decisión que debemos tomar es la de
utilizar (estimular) poblaciones microbianas ya existentes en el emplazamiento o,
contrariamente, añadir (aumentar) microorganismos especializados distintos a los autóctonos.
En algunos casos, esta decisión se plantea una vez iniciada la biorremediación y en función de
los resultados obtenidos. La primera estrategia, la más habitual y menos costosa, es conocida
como bioestimulación, mientras que la segunda, bioaumento o biorrefuerzo. En ambos casos
debemos conocer las condiciones del entorno y, principalmente, aquellas que resultan óptimas
para el desarrollo de la actividad microbiana seleccionada, y ser entonces capaces de
modificar las primeras (o naturales) para obtener las segundas (u óptimas). El uso de un

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inóculo externo especializado supone, empero, una dificultad añadida, puesto que el
microorganismo o microorganismos inoculados entran en competencia con la flora
microbiana existente, a priori, tal como hemos expresado anteriormente, mejor adaptadas a las
condiciones del entorno.

La segunda decisión está fuertemente ligada a la anterior, y se centra en determinar qué


componentes (bioestimulantes) debemos añadir al medio con el objetivo de conseguir las
condiciones óptimas de crecimiento de los microorganismos y de degradación de los
contaminantes. Esta decisión depende, justamente, de cuáles sean las condiciones óptimas
específicas del caso y de cuál su valor natural en el emplazamiento. Debemos conocer si la
degradación ocurre en condiciones de respiración aeróbica (en que el oxígeno es utilizado por
los microorganismos como aceptor de electrones en una reacción redox), en condiciones de
respiración anaeróbica (en el que el aceptor terminal de electrones es una molécula inorgánica
distinta del oxígeno) o en condiciones fermentativas (en que el aceptor final de electrones es
una molécula orgánica). Y determinar entonces cómo obtendremos aceptor y dador de
electrones. De una forma similar, es necesario determinar la fuente de carbono que permitirá
la síntesis celular y el crecimiento microbiano: ¿es el mismo contaminante? ¿Es otro
compuesto? ¿Se encuentra disponible en las aguas subterráneas o debemos añadirlo?
Complementariamente, también evaluaremos aquellos aspectos que condicionan este
crecimiento microbiano, como la disponibilidad de nutrientes necesarios para la síntesis y la
proliferación celular (principalmente nitrógeno y fósforo), el pH, la presencia de ciertos
elementos químicos que puedan inhibir la actividad de los microorganismos u otros aspectos
que puedan afectar la biodisponibilidad de los contaminantes.

Y, finalmente, debemos plantearnos cómo introducir los bioestimulantes u otros elementos


necesarios en el medio subterráneo, cómo facilitar su transporte y disponibilidad para los
microorganismos, y cómo asegurar su permanencia durante el tiempo necesario para el
desarrollo de la remediación. Debemos, pues, ingeniar un sistema de bioestimulación que
considere el área de influencia o zona activa que deseamos crear y el tiempo de actuación de
los biostimulantes. Las configuraciones más habituales optan por (a) una intervención en toda
el área afectada o bien (b) la instalación de una barrera permeable perpendicular al flujo
subterráneo en la que el agua es descontaminada a medida que cruza la zona activa.

2.1.4.- Grado de conocimiento hidrogeológico para la aplicación de las técnicas de


biorremediación

Como en cualquier actuación in situ, la eficiencia de la biorremediación depende en gran


medida de las condiciones del medio (tipología de acuífero, condiciones geoquímicas y
litología) y de nuestra capacidad de control de las mismas. La heterogeneidad del medio
supone en este sentido un reto considerable, principalmente en medios fracturados.

Es necesaria, pues, una buena caracterización del emplazamiento y una buena descripción
del modelo conceptual con vistas a ayudar al proceso de diseño de la biorremediación, así
como un monitoreo constante de las condiciones ambientales, contaminantes objetivo y
potenciales metabolitos durante la fase de operación. Y es que la biorremediación puede
alterar notablemente las condiciones geoquímicas del acuífero y generar efectos no siempre
deseados. En este sentido, el desarrollo de ensayos a menor escala, el monitoreo detallado y la
modelización del sistema subterráneo deben ayudarnos al control y optimización de la

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intervención. En algunos casos será pues necesario valorar la viabilidad del tratamiento y las
necesidades de bioestimulación mediante ensayos de laboratorio y/o piloto previos a la
implementación de campo.

3.- PROSPECTIVA

Potencial de los virus como un instrumento útil para la trazabilidad de la contaminación


fecal en agua subterránea

El agua subterránea es una fuente vital de agua potable que proporciona, sólo en Europa,
agua para 300 millones de ciudadanos. En Cataluña, se utilizan más de 587 hm3 anuales de
agua subterránea, cerca del 20% del total de agua suministrada. Los altos niveles de nitratos
en las aguas subterráneas suponen un serio problema de contaminación en todo el mundo, con
consecuencias para la salud humana y el equilibrio del medio ambiente (Skeffington, 2002).
La disminución del nivel freático, debido a la sobreexplotación de los acuíferos, dificulta la
regeneración del recurso y sobretodo los gradientes que permiten la filtración o efecto
limpiador. Además, el aumento de la densidad de población incrementa la probabilidad de
contaminación fecal de esta masa de agua. A lo largo de la costa Mediterránea, la extracción
excesiva de agua de pozo ha producido intrusión salida disminuyendo también la
disponibilidad de agua.

La correcta gestión de los recursos hídricos, y más concretamente la del agua subterránea,
requiere de una evaluación fiable de su calidad y la identificación de las fuentes de
contaminación para poder prevenir la contaminación y para establecer medidas de
remediación (91/676/EEC 1997). Actualmente, la evaluación de la calidad microbiológica de
las aguas ambientales se basa básicamente en la detección de bacterias indicadoras fecales.
Esta aproximación, se puede combinar con el monitoreo de virus indicadores más estables y
más específicos del origen humano o animal de la contaminación (Girones et al., 2010; Bofill-
Mas et al., 2013). Las herramientas moleculares diseñadas para la detección de virus, permite
la identificación de contaminación fecal de origen humano, bovino, ovino, porcino y de aves
de corral, utilizando ensayos específicos e individuales o en formato multiensayo (Wolf et al.,
2010). Los indicadores diseñados por el grupo de la Universidad de Barcelona han
demostrado ser aplicables además de en aguas subterráneas, también en agua de río, agua de
mar y agua residual en áreas geográficas muy distantes y climáticamente muy distintas:
Brasil, Suecia, España, Hungría, Grecia, Nueva Zelanda, etc (Rusiñol et al., 2013; Rusiñol et
al., 2014).

Aplicaciones de biorremediacón en contaminaciones de compuestos orgánicos

Actualmente conocemos distintas aplicaciones de biorremediación, en su gran mayoría,


destinadas a casos de contaminación puntual, y desarrolladas mayormente en otros países.
Aunque para los especialistas del sector de nuestro país la biorremediación no es un concepto
nuevo, su uso no es habitual, así que el número de experiencias locales es todavía reducido y
muy inferior al de otros entornos. Tenemos pues, espacio para nuevas oportunidades.

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La aplicación más conocida, también la más habitual, es la biorremediación de


hidrocarburos derivados del petróleo, ya sea en suelos, aguas subterráneas o costas. La
presencia natural (e histórica) de hidrocarburos del petróleo ha facilitado la adaptación de los
microorganismos, muchos de los cuales, ya sean bacterias, arqueobacterias o hongos, han
desarrollado capacidades para la utilización de los hidrocarburos como fuente de carbono y
energía para su crecimiento. Los microorganismos degradadores de hidrocarburos son
actualmente ubicuos, aunque a menudo son minoritarios antes del vertido de hidrocarburo
(Atlas y Hazen, 2011) y se multiplican con posterioridad.

Los hidrocarburos ligeros, de la tipología de las gasolina, son fácilmente degradables en


condiciones aeróbicas 2 . En tales condiciones, los microorganismos se alimentan del propio
hidrocarburo, obteniendo la energía necesaria mediante su oxidación en presencia de oxígeno
y sin requerir de otra fuente de carbono. En muchos casos es suficiente con la simple
inyección de oxígeno o aire en el acuífero para acelerar u optimizar la actividad microbiana
hasta conseguir una degradación eficiente. En otros, en los que los niveles naturales no sean
suficientes, requeriremos de una adición complementaria de nutrientes, principalmente N y P,
que faciliten el crecimiento microbiano. Finalmente, en algunos casos propondremos la
adición complementaria de surfactantes para facilitar la desorción del contaminante de la
matriz sólida y su solubilización en la fase acuosa para aumentar la superficie de contacto y
disponibilidad a los microorganismos 3 .

Los hidrocarburos más pesados, como los aceites minerales, y los que contienen
compuestos aromáticos policíclicos, que resultan altamente tóxicos para plantas y animales,
presentan un menor grado de degradabilidad. Algunos de ellos, como las resinas, hopanos,
moléculas polares y asfaltenos, pueden resultar recalcitrantes. Como los hidrocarburos más
sencillos, son utilizados por los microorganismos como fuente de carbono en condiciones
aeróbicas, pero también a menudo en condiciones anaerobias. Su grado de biodegradabilidad
disminuye con la complejidad de la molécula, aunque puede aumentar si se logra aumentar su
solubilidad, un factor que limita a menudo la velocidad de degradación. Un ejemplo conocido
de biorremediación de esta tipología de contaminantes son las actuaciones frente a vertidos de
petróleo en el mar, en casos como los del petrolero Exon Valdez, Erika o Prestige, o más
recientemente el vertido de la plataforma petrolífera de BP en el Golfo de Méjico.

Más recientemente, los avances en el conocimiento del metabolismo microbiano han


permitido el auge de las aplicaciones de biorremediación en casos de contaminación por
compuestos organoclorados comúnmente asociados a la actividad industrial. Aunque muchos
compuestos sintéticos son habitualmente resistentes a la biodegradación 4 , los
microorganismos, otra vez, han desarrollado un amplio rango de enzimas, rutas metabólicas y
mecanismos de control que permiten el catabolismo 5 de este tipo de compuestos. Ahora
sabemos que son susceptibles de degradación por múltiples vías metabólicas, incluyendo la
oxidación directa, el cometabolismo o la reducción declorativa, aunque a menudo, en
condiciones naturales, éstas suelen resultar en la acumulación de metabolitos altamente
tóxicos y difícilmente biodegradables. La ocurrencia de una u otra ruta de degradación
2
También es posible la degradación anaeróbica, aunque suele ser más compleja y lenta, y menos eficaz que la
aerobia, por lo que su aplicación es menor.
3
La biodegradación de los hidrocarburos suele ocurrir en la interfaz hidrocarburo-agua.
4
Los compuestos organoclorados de origen natural, como el cloroamfenicol, suelen ser más fácilmente
degradables (Wackett, 1998).
5
Transformación de una molécula compleja en moléculas simples y almacenamiento de energía.

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Aspectos microbiológicos de las aguas subterráneas. Trazadores del origen de contaminaciones y agentes activos en procesos de
descontaminación · M. Rusiñol, G. Vidal-Gavilan, J. Fraile, R. Girones y S. Bofill-Mas

dependerá de las condiciones físicas, químicas y ambientales naturales del entorno o, en


aplicaciones de biorremediación, de las que seamos capaces de lograr. En el caso de la
reducción declorativa, por ejemplo, la ruta de respiración anaerobia que ha resultado ser
altamente eficiente para la degradación de etenos clorados como el PCE y el TCE 6 , debemos
conseguir unas condiciones fuertemente reductoras en las que los dadores de electrones, en
este caso el hidrógeno, son oxidados y el compuesto organoclorado reducido. La degradación
ocurre de forma secuencial, siendo el hidrógeno el responsable de sustituir el cloro de la
molécula orgánica. A diferencia de la degradación aeróbica, el potencial de reducción
declorativa aumenta con el número de átomos halogenados presentes en la molécula (Smidt,
2004). Las condiciones reductoras las conseguimos añadiendo una fuente de carbono que
estimule la actividad microbiana y permita consumir los aceptores de electrones existentes en
el medio, reducir notablemente el potencial redox y producir hidrógeno in situ gracias a la
actividad microbiana fermentativa (ITRC, 1998 & 2005).

Como hemos comentado anteriormente, conocemos también aplicaciones de


biorremediación en otras tipologías de contaminantes habitualmente menos frecuentes en
aguas subterráneas, como el perclorato, los explosivos y restos de municiones, ciertos metales
o radionúclidos. El proceso siempre es el mismo: la adición de los bioestimulantes necesarios
para favorecer el crecimiento de los microorganismos y, a la vez, la degradación de los
contaminantes objetivo de acuerdo a la(s) ruta(s) metabólica(s) deseada(s). Otro caso de
interés es de los contaminantes de origen difuso, como nitratos y pesticidas, y, más
recientemente, los contaminantes emergentes, en que la afectación del medio toma mayor
dimensión. Para los primeros, sobretodo nitratos, son conocidas las aplicaciones de
biodesnitrificación in situ, comúnmente enfocadas a la recuperación de pozos de
abastecimiento en desuso en acuíferos históricamente afectados por la contaminación agrícola
y ganadera. Para los últimos, los contaminantes emergentes, ya sean de origen natural o
sintético, debemos todavía estudiar en profundidad las potenciales rutas de degradación para
estimar su potencial de degradación natural o las posibilidades de ingeniar sistemas
optimizados de degradación activa.

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6
También puede aplicarse a clorobencenos, pesticidas clorados y compuestos organoclorados semivolátiles,
aunque su degradabilidad es menor.

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