50aniversarioCIHS A7 - RUSIÑOL VIDAL FRAILE GIRONES BOFILL
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50aniversarioCIHS A7 - RUSIÑOL VIDAL FRAILE GIRONES BOFILL
ISBN 978-84-921469-3-2
1.- INTRODUCCIÓN
Durante las últimas décadas, ya desde mediados del siglo XX, la contaminación química
ambiental ha mostrado un aumento imparable, impactando muchos y distintos
compartimentos del entorno, ya sean suelos, aguas, o atmósfera, limitando la calidad de los
recursos y su uso, y afectando así el medio ambiente y la salud de las personas que lo
habitamos. La entrada de contaminantes químicos a las aguas subterráneas se asocia
principalmente al desarrollo industrial, con la síntesis de nuevos productos, el transporte y
almacenaje de productos peligrosos, y/o el vertido de efluentes y residuos. Pero también a la
intensificación de la actividad agrícola y ganadera, y a los asentamientos urbanos y la carga
contaminante de sus aguas residuales.
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pocos datos sobre el nivel de contaminación viral en estos ambientes en comparación con
otras matrices de agua (Abbaszadegan et al., 2003). El consumo de aguas subterráneas
contaminadas se ha relacionado directamente con un gran número de brotes de enfermedades
de origen fecal (Hunt et al., 2010; Borchardt et al., 2012).
La contaminación fecal supone pues un riesgo para la salud humana y es causa a su vez de
elevados niveles de nitratos en aguas contaminadas. Este nitrógeno proviene de los abonos
orgánicos, fertilizantes, lodos de depuradora y residuos de los cultivos de las zonas agrícolas
(DEFRA, 2006). En los últimos años, la intensificación de la producción ganadera ha
incrementado la producción de este tipo de residuos. En Cataluña, con una población cercana
a los 7,5 millones de personas, la industria cárnica, 6,8 millones de cerdos, 0,5 millones de
vacas, y 0,6 millones de ovejas (IDESCAT, 2012) representa un sector muy importante. Los
niveles elevados de nitratos son un problema generalizado en toda la Unión Europea y hace
difícil el cumplimiento de los criterios establecidos en la Directiva Marco para declarar las
aguas subterráneas como aguas de calidad satisfactoria.
Junto con los nitratos, los microorganismos de origen fecal llegan al medio ambiente en el
estiércol o los lodos resultado del tratamiento de aguas residuales que se aplica para la
fertilización de los cultivos. A pesar de que existe una normativa que regula la aplicación de
estos fertilizantes orgánicos, que considera las cantidades aplicadas por hectárea y año así
como unos perímetros de protección alrededor de zonas vulnerables, los microorganismos, y
especialmente los virus, pueden llegar a la zona saturada del acuífero (Decret 136/2009,
2009; Decret 220/2001, 2001). Como se ha citado anteriormente, las vías de entrada de
microorganismos patógenos al medio suelen clasificarse en: puntuales (un tubo o un desagüe)
o difusas (fugas, desbordes de alcantarillas y sistemas sépticos, efluentes de las plantas de
tratamiento de aguas residuales, etc). Ambas vías de entrada de contaminación pueden afectar
a las aguas subterráneas. La supervivencia, la filtración o adsorción en medios porosos o
sedimentos varia para cada tipo de virus (John y Rose, 2005; Rzezutka y Cook, 2004).
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La mayoría de virus transmitidos por la vía fecal-oral son muy estables en el medio
ambiente y producen infecciones en la mayoría de casos subclínicas. Sin embargo, algunos
pueden causar enfermedades más graves como la hepatitis o la gastroenteritis aguda y en
individuos inmunosuprimidos incluso enfermedades del sistema nervioso central.
Las herramientas de detección más utilizadas para identificar virus patógenos y virus
indicadores de contaminación fecal se basan en la amplificación de los ácidos nucleicos
mediante la reacción en cadena de la polimerasa o PCR (Polimerase Chain Reaction), esta
puede aplicarse de forma cualitativa (PCR) para detectar y tipificar un grupo un virus o de
forma cuantitativa y hacer posible la cuantificación de la concentración de virus en la muestra
(qPCR). Estos métodos son sensibles, y rápidos. Se pueden utilizar para evaluar la calidad
microbiológica del agua (Girones et al., 2010), la eficiencia de eliminación de virus en plantas
de tratamiento de agua potable (Albinana-Gimenez et al., 2009) y aguas residuales (Bofill-
Mas et al., 2006), y también como herramientas para identificar el origen de la contaminación
humana y/o animal en el medio ambiente (Stoeckel y Harwood, 2007; Bofill-Mas et al.,
2013).
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contaminación fecal humana y animal en el agua (Figura 2); estos virus son adenovirus (Puig
et al., 1994; Pina et al., 1998; Hundesa et al., 2009), poliomavirus (Bofill-Mas et al., 2001;
Bofill-Mas et al., 2000; Hundesa et al., 2010; Rusiñol et al., 2013) y parvovirus (Carratala et
al., 2012).
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Tabla 1. Virus humanos y animales detectados en aguas subterráneas con niveles altos de
nitratos. N: no detectado; CG: Copias Genómicas; HAdV: Adenovirus humano; JCPyV:
Poliomavirus humano JC; PAdV: Adenovirus porcino; BPyV: Poliomavirus bovino
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Los pozos con elevados niveles de nitratos en los que no se detectó contaminación fecal
pueden recibir contaminación fecal puntual no detectada en el momento del muestreo o
pueden ser objeto de aplicación de nitrógeno inorgánico en la zona. La identificación de
contaminación fecal humana o animal en estos pozos permite establecer estrategias de
remediación así como regular los usos del agua subterránea en estas zonas de carácter rural
donde por inexistencia de otras fuentes de agua potable, a menudo deben ser usadas como
agua de consumo.
Cuando un contaminante entra a las aguas subterráneas, o a cualquier otro medio, sufre una
diversidad de procesos físicos, químicos y biológicos que marcan su comportamiento en el
medio, definiendo así su destino final. Son procesos de volatilización, sorción, desorción,
precipitación, disolución, transporte o reacción que facilitan la transferencia del contaminante
a otro compartimento ambiental, como en el caso de la volatilización a una fase gas, su
cambio de estado físico o químico, como en el caso de la disolución o la precipitación, o su
transformación y degradación, como en el caso de la degradación biológica o química. De
entre ellos, los únicos que suponen una eliminación real del contaminante son los que
permiten su degradación, en algunos casos hasta la completa mineralización.
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La biodegradación de un contaminante puede ser parcial, dando origen a un intermedio oxidado, o bien
completa hasta producir anhídrido carbónico, agua y compuestos inorgánicos (Alexander, 1999). En una
biorremediación, este último proceso es el más deseable, puesto que elimina cualquier intermedio tóxico o
inhibitorio, si bien es cierto que en los productos de oxidación parcial suelen ser posteriormente mineralizados
por otros microorgnismos.
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Hoy en día ya conocemos otros géneros capaces de desarrollar similares tareas y las
herramientas de estudio genético nos ofrecen mayores posibilidades en el desarrollo de estas
actuaciones. Finalmente, conocemos aplicaciones menos habituales en contaminantes menos
biodegradables, como pesticidas, nitrobenzenos, lindanos, ésteres y alcoholes, cuyos
resultados, si bien no suelen lograr la completa mineralización de los compuestos, permiten
diseñar nuevos enfoques de remediación y atenuación.
En todas estas aplicaciones resulta curioso destacar que se han utilizado mayoritariamente,
por no decir únicamente, microorganismos naturales, existentes en los propios
emplazamientos contaminados o aislados de otros emplazamientos de contaminación
parecida. La manipulación genética enfocada a la obtención de microorganismos modificados
genéticamente que presentaran una gran capacidad degradativa, mayor que la de los
microorganismos existentes de forma natural o que hayan sufrido mutaciones de forma
natural, no obtuvo nunca unos resultados determinantes, y los esfuerzos realizados, sobretodo
en los años 80 del siglo XX, no se implementaron en la práctica. El mayor problema reside en
su débil capacidad de supervivencia. Las nuevas condiciones ambientales que les supone el
emplazamiento contaminado, y la presencia de depredadores como hongos, otras bacterias y
virus, son las principales causas.
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inóculo externo especializado supone, empero, una dificultad añadida, puesto que el
microorganismo o microorganismos inoculados entran en competencia con la flora
microbiana existente, a priori, tal como hemos expresado anteriormente, mejor adaptadas a las
condiciones del entorno.
Es necesaria, pues, una buena caracterización del emplazamiento y una buena descripción
del modelo conceptual con vistas a ayudar al proceso de diseño de la biorremediación, así
como un monitoreo constante de las condiciones ambientales, contaminantes objetivo y
potenciales metabolitos durante la fase de operación. Y es que la biorremediación puede
alterar notablemente las condiciones geoquímicas del acuífero y generar efectos no siempre
deseados. En este sentido, el desarrollo de ensayos a menor escala, el monitoreo detallado y la
modelización del sistema subterráneo deben ayudarnos al control y optimización de la
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intervención. En algunos casos será pues necesario valorar la viabilidad del tratamiento y las
necesidades de bioestimulación mediante ensayos de laboratorio y/o piloto previos a la
implementación de campo.
3.- PROSPECTIVA
El agua subterránea es una fuente vital de agua potable que proporciona, sólo en Europa,
agua para 300 millones de ciudadanos. En Cataluña, se utilizan más de 587 hm3 anuales de
agua subterránea, cerca del 20% del total de agua suministrada. Los altos niveles de nitratos
en las aguas subterráneas suponen un serio problema de contaminación en todo el mundo, con
consecuencias para la salud humana y el equilibrio del medio ambiente (Skeffington, 2002).
La disminución del nivel freático, debido a la sobreexplotación de los acuíferos, dificulta la
regeneración del recurso y sobretodo los gradientes que permiten la filtración o efecto
limpiador. Además, el aumento de la densidad de población incrementa la probabilidad de
contaminación fecal de esta masa de agua. A lo largo de la costa Mediterránea, la extracción
excesiva de agua de pozo ha producido intrusión salida disminuyendo también la
disponibilidad de agua.
La correcta gestión de los recursos hídricos, y más concretamente la del agua subterránea,
requiere de una evaluación fiable de su calidad y la identificación de las fuentes de
contaminación para poder prevenir la contaminación y para establecer medidas de
remediación (91/676/EEC 1997). Actualmente, la evaluación de la calidad microbiológica de
las aguas ambientales se basa básicamente en la detección de bacterias indicadoras fecales.
Esta aproximación, se puede combinar con el monitoreo de virus indicadores más estables y
más específicos del origen humano o animal de la contaminación (Girones et al., 2010; Bofill-
Mas et al., 2013). Las herramientas moleculares diseñadas para la detección de virus, permite
la identificación de contaminación fecal de origen humano, bovino, ovino, porcino y de aves
de corral, utilizando ensayos específicos e individuales o en formato multiensayo (Wolf et al.,
2010). Los indicadores diseñados por el grupo de la Universidad de Barcelona han
demostrado ser aplicables además de en aguas subterráneas, también en agua de río, agua de
mar y agua residual en áreas geográficas muy distantes y climáticamente muy distintas:
Brasil, Suecia, España, Hungría, Grecia, Nueva Zelanda, etc (Rusiñol et al., 2013; Rusiñol et
al., 2014).
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Los hidrocarburos más pesados, como los aceites minerales, y los que contienen
compuestos aromáticos policíclicos, que resultan altamente tóxicos para plantas y animales,
presentan un menor grado de degradabilidad. Algunos de ellos, como las resinas, hopanos,
moléculas polares y asfaltenos, pueden resultar recalcitrantes. Como los hidrocarburos más
sencillos, son utilizados por los microorganismos como fuente de carbono en condiciones
aeróbicas, pero también a menudo en condiciones anaerobias. Su grado de biodegradabilidad
disminuye con la complejidad de la molécula, aunque puede aumentar si se logra aumentar su
solubilidad, un factor que limita a menudo la velocidad de degradación. Un ejemplo conocido
de biorremediación de esta tipología de contaminantes son las actuaciones frente a vertidos de
petróleo en el mar, en casos como los del petrolero Exon Valdez, Erika o Prestige, o más
recientemente el vertido de la plataforma petrolífera de BP en el Golfo de Méjico.
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También puede aplicarse a clorobencenos, pesticidas clorados y compuestos organoclorados semivolátiles,
aunque su degradabilidad es menor.
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