Tema 1 - Documento 2 - La FP en España

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CURSO DE FORMACIÓN DIDÁCTICA Y PEDAGÓGICA EQUIVALENTE

Profesionalización docente, ciudadanía, familia y educación


Prof. Salvador Ludeña López

TEMA 1 (DOC 2).- APUNTES SOBRE LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA


FORMACIÓN PROFESIONAL EN ESPAÑA

A lo largo de la Edad Media, y con un modelo homogéneo en toda Europa, serán


los gremios las instituciones que se ocupen de la formación de los aprendices. Este
sistema se altera a partir del desarrollo de la revolución industrial y la desaparición de
las normas rígidas que regulaban el sistema de producción artesanal.

En España hemos de partir del hecho de una industrialización débil y muy


concentrada en Cataluña y el País Vasco. En la práctica fueron las pocas empresas
industriales de la época las organizaciones que se ocuparían de formar a sus
trabajadores, a diferencia del modelo alemán donde esta tarea sería desempeñada por
las corporaciones empresariales, o del modelo francés donde sería el Estado quien
contribuiría significativamente. Uno de los primeros intentos de establecer un sistema
se dio con la Ley Moyano de 1857. Su artículo 107 establecía que: “en los pueblos que
lleguen a diez mil habitantes habrá, además, una clase de dibujo lineal y de adorno con
aplicación de las artes mecánicas”. En 1870 se crea en Madrid la Escuela Central de
Artes y Oficios y las Escuelas Provinciales de Artes y Oficios. En 1886 se establecen
estas escuelas en Alcoy, Almería, Béjar, Gijón, Logroño, Santiago de Compostela y
Villanueva y Geltrú. Estas escuelas tenían como finalidad dar a los obreros los
fundamentos y el perfeccionamiento de su oficio, de ahí que las clases fueran nocturnas.
Tras diversas modificaciones las escuelas se transformaron en Escuelas Industriales
(Maestría y Peritaje) y Escuelas de Artes y Oficios. En 1910 se establecieron clases
diurnas y se exige una edad mínima de 12 años para el ingreso en las mismas, ya que
era a tal edad cuando se había establecido el término de la enseñanza obligatoria. Y en
1913 se crea la Escuela de Trabajo en Barcelona como primera institución pública de la
ciudad para la formación de trabajadores.
Ante tal situación serían las congregaciones religiosas, y en especial la Salesiana,
quienes se ocuparían del establecimiento de escuelas de formación de artesanos. La
primera de estas escuelas llamadas Escuelas Profesionales de Artes y Oficios se
estableció en Sarriá en 1886. Estos centros tenían programas de enseñanza propios
con una duración de cinco cursos. Fuera de estas pocas instituciones, de carácter
religioso o casi de beneficencia, que ofrecían una formación dirigida por completo a las
clases populares y pobres, sólo se pueden citar los intentos en el País Vasco y Cataluña,
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promovidos por algunas empresas importantes, de centros establecidos para la


capacitación de sus propios trabajadores.
La preocupación seria por esta formación se va a producir con el movimiento
regeneracionista surgido tras la crisis nacional de 1898 (guerra de Cuba, pérdida de las
últimas colonias en América y de Filipinas). Consecuencia de estas inquietudes sería el
primer intento firme de establecer un sistema reglado y público de formación profesional.
En 1924 se publica el Estatuto de Enseñanza Industrial, cuya importancia operativa fue
nula aunque marcó las bases para establecer una enseñanza profesional específica y
separada de la general. No obstante, dejaba al margen a la población rural. Será en el
Estatuto de Formación Profesional de 1928 donde se fije el marco de un sistema reglado,
y con centros específicos, de las enseñanzas profesionales en España. Enseñanzas
que se adscriben al Ministerio de Trabajo y que se sitúan a caballo entre las tendencias
industrializadoras y la pervivencia de las formas artesanales. Por ello se establecieron
dos tipos de centros: Escuelas Elementales y Superiores de Trabajo, y Escuelas de
Artesanos. Estas instituciones se encomendaron a patronatos locales o provinciales que
debían colaborar en su financiación con el Ministerio de Economía. La mayoría de su
alumnado estaba integrado por trabajadores en activo por lo que las enseñanzas se
impartían en horario nocturno. No obstante, se intentó incluir a los jóvenes sin edad
laboral para lo que se crearon las Escuelas de Orientación Laboral y Preaprendizaje, la
primera de las cuales se inauguraría en Madrid en 1929, seguida de otra en Barcelona.
En estos centros la formación se guiaba por tres principios:
 Formación escolar completa para alumnos menores, al margen del sistema
productivo.
 Formación mixta regulada en régimen de contrato de aprendizaje.
 Formación mixta libre, en régimen de contrato laboral normal.

De esta forma irían estableciéndose las primeras bases de la formación


profesional española al regularse planes de estudio, centros, profesorado idóneo, etc.
Acabada la Guerra Civil, y como consecuencia del aislamiento del país y de la
política autárquica seguida que persigue proteger y desarrollar la industria nacional, se
plantea un esfuerzo para formar trabajadores industriales. La instrucción de adultos es
el sector de la formación profesional que resulta más beneficiado, aunque no con la
intensidad ni la planificación correctas. Esta tarea se entrega a la Organización Sindical
del régimen, ya desde 1940, con seis centros en ese año, que pasarían a 70 en 1950.
En 1949 se crea por ley una red de institutos laborales con el objeto de atender
las enseñanzas profesionales de nivel medio. Tal formación se organizó en torno a un

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llamado Bachillerato Laboral que se dividía en tres modalidades: laboral industrial,


laboral marítimo-pesquero y laboral agrícola, en función de la localización geográfica y
las actividades económicas de la zona donde se localizaran los centros. Posteriormente
pasaron a conocerse como institutos técnicos y llegarían a ser 298 de carácter oficial en
1970, junto a otros 182 centros privados autorizados y reconocidos.

En este camino destaca la promulgación en 1955 de la Ley de Formación


Profesional Industrial. Con ella se diseña una formación industrial completa inserta en
el modelo de Estado nacional-sindicalista que proclama el franquismo. El sindicato
vertical del régimen y la Iglesia desempeñarán un papel fundamental en este sistema
de formación cuyo objetivo será también lograr la integración de los obreros industriales
en el régimen político de la dictadura (ya se habían producido las primeras huelgas de
trabajadores), además de proporcionar trabajadores cualificados para la industria que
intenta promover la dictadura. La enseñanza se organiza en tres niveles: preaprendizaje
(2 años), oficialía (3 años) y maestría (2 años). En correspondencia se establecen tres
tipos de centros (escuelas de preaprendizaje, de aprendizaje y de maestría industrial).
A su vez se organizaron tres sistemas que se ajustan al tipo de contrato laboral que la
empresa adopta para sus trabajadores: escolaridad plena, formación mixta y formación
complementaria. Para la financiación de esta enseñanza se imponen cuotas obligatorias
a las empresas. Se trataba, en definitiva, de establecer un sistema de formación paralelo
destinado exclusivamente a la clase obrera. Junto al sistema estatal se desarrolla otro
subsistema centrado en los trabajadores adultos a cargo de entidades como el Ministerio
de Trabajo, el de Agricultura, el sindicato y la Iglesia, al que se unen algunas empresas
y otras entidades. No sería hasta 1964 cuando se aplicaría el nuevo modelo aunque con
insuficiente financiación estatal. De tal forma que la nueva formación caería en manos
de la Iglesia, las grandes empresas y el sindicato vertical. Las condiciones del país, con
escasa tradición de formación profesional y unos niveles muy bajos de educación
general, pero en una etapa de fuerte expansión industrial, hicieron que pronto este
modelo alcanzara una buena valoración por las empresas y la propia población. Hay
que destacar que se impartía una enseñanza bastante práctica que combinaba materias
técnicas con conocimientos generales que favorecían la formación integral. Pero el
modelo, sin duda exitoso porque respondía en buena medida a las necesidades de
personal técnicamente cualificado de las nuevas empresas surgidas a partir de los años
sesenta del siglo XX, y porque también ofrecía cierta posibilidad de promoción laboral y
social, era minoritario. No obstante, una buena proporción de los técnicos de las

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empresas y de los pequeños empresarios de talleres industriales se formaron con este


sistema hasta bien avanzada la década de 1980.
Mención especial merece la creación por el Ministerio de Trabajo en 1955 del
sistema de Universidades Laborales que llegarían a ser 17 en 1970 con 17.850 alumnos
en ese año, el 31 % de los cuales cursaba FP, por un 50 % cursando Bachillerato y un
17 % ingenierías técnicas.

Con la reforma fraguada a partir de la Ley General de Educación de 1970, se


intenta incorporar una visión más europeizada de la formación profesional, al ir
alterándose también el modelo productivo industrial con los continuos cambios
tecnológicos. Los nuevos tiempos empiezan a cuestionar la concepción de la FP como
un largo periodo formativo paralelo al sistema educativo general y centrado casi
exclusivamente en la clase obrera. El crecimiento económico de esta época había
cambiado la estructura económica del país, con un aumento considerable del sector
servicios simultáneo al éxodo rural, así como a la propia sociedad con una población
que aspiraba a mayores niveles de formación general y a la promoción social. El Libro
Blanco previo a la reforma indicada ya marcaba la exigencia de una formación
profesional, mucho más flexible, dotada de pasarelas con el sistema educativo general
y alejada de ese destino casi exclusivo para los hijos de trabajadores, además de más
especializada y ligada a las necesidades de las empresas.
La LGE planteó una FP de tres grados. Cada uno de ellos comprendería un
máximo de dos cursos académicos. A la FP de primer grado se accedía tras haber
completado la EGB (obsérvese que no se exigía tener logrado el título) y se trataba de
una formación mínima para el ejercicio de una profesión. Esta enseñanza sería
obligatoria para quienes no hubieran obtenido el título de Graduado en la educación
básica. Tal obligatoriedad no se cumplió ante la carencia de centros. A la FP de segundo
grado accederían quienes hubiesen cursado el Bachillerato (de 3 años) o quienes
hubieran cursado la FP de primer grado y “sigan las enseñanzas complementarias que
sean precisas, de las que podrán ser dispensado aquellos que demuestren la debida
madurez profesional”. El acceso a la FP de tercer grado estaba permitido a quienes
contaran con el título de graduado universitario (es decir, titulaciones universitarias de
tres cursos) y a quienes hubieran cursado la FP de segundo grado y hubieran seguido
las enseñanzas complementarias. Esta FP de tercer grado no se llegó a implantar. El
planteamiento de esta nueva regulación de la FP fue avanzado si consideramos el
momento histórico en que surgió. Sin embargo, ya durante el trámite parlamentario de
la Ley, los sectores con intereses en el mantenimiento del modelo anterior, tales como

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los sindicatos verticales y la Iglesia, lograron reorientar los principios iniciales de la


nueva ley al objeto de mantener un sistema de enseñanza paralelo al general
manteniendo así la FP como unos estudios de segunda clase dirigidos a la población
menos favorecida socialmente. Cuando en 1976 se concluye la aplicación de la nueva
FP, en el inicio de una fuerte crisis petrolera y del declive del régimen de la dictadura, se
va a carecer de financiación suficiente y se acumulan los retrasos, las resistencias a los
cambios, así como continuas rectificaciones. Como resultado, y al igual que en otros
niveles educativos, la aplicación de Ley General de Educación no terminó de
completarse. En su haber queda la integración, por primera vez, de la formación
profesional en el sistema educativo general y el cambio en la concepción misma de este
tipo de enseñanza. Concepciones que, quince años después, iban a marcar el nuevo
proceso de reforma educativa que surgió con la LOGSE en 1990.

Con la LOGSE se hizo realidad el establecimiento de pasarelas entre la


educación general y el mundo laboral que recogía el Libro Blanco en 1969. Así, se
prolongaban dos años más los estudios obligatorios generales (ahora hasta los 16 años)
y se exigía para el acceso al que ahora sería el primer nivel de formación profesional
reglada (los llamados ciclos formativos de grado medio) el título de Graduado en
Educación Secundaria Obligatoria. Uno de los asuntos más controvertidos de la LOGSE
fue, precisamente, la eliminación de la FP de primer grado como nivel educativo
diferenciado y la desaparición de los centros de formación profesional como
instituciones educativas específicamente encargadas de las enseñanzas profesionales,
cuyo cometido y personal pasaron a integrarse en los nuevos institutos de educación
secundaria. De tal forma que las enseñanzas de ESO, Bachillerato y FP pasaron a
impartirse en dichos centros. Este primer nivel de formación profesional quedó
teóricamente integrado en la ESO. En la LOGSE la FP se concibió como un nivel
educativo postobligatorio al que se accedería tras superar la enseñanza común
obligatoria y a partir de la edad de 16 años. Por tanto, las enseñanzas puramente
profesionales se iniciarían con los denominados ciclos formativos de grafo medio para
cuyo acceso, al igual que para el Bachillerato, se exige el título de Graduado en ESO.
Planteada así la reforma de 1990 había que resolver la continuidad de estudios
de aquellos alumnos que no lograban dicho título y abandonaban el sistema educativo.
La respuesta que se ideó en la LOGSE fue el establecimiento de unos programas
denominados Programas de Garantía Social que serían impartidos fundamentalmente
por ayuntamientos e instituciones de carácter social. El objetivo era proporcionar una

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mínima formación de tipo profesional que evitara la exclusión social de este tipo de
alumnado que, se suponía, sería muy escaso. Estos cursos no conducían a titulación
académica o profesional alguna ni su realización permitía la continuidad de estudios.
Pronto la realidad se encargó de mostrar que más de un 30 % del alumnado de la ESO
no lograba superar estos estudios y, por tanto, no podía acceder a las enseñanzas
profesionales. Esta ha sido una de las consecuencias más negativas de la LOGSE. En
España más del 31 % de los jóvenes de edades comprendidas entre los 18 y los 24
años carece de titulación alguna con que acceder al mercado de trabajo pues no
aprobaron la enseñanza obligatoria ni han seguido estudiando, ya que la propia
legislación les cerraba el ingreso en las enseñanzas generales y en las profesionales.
En la actual Unión Europea esta cifra no llega, de media, al 15 %. En 2002 la Ley de
Calidad de la Educación, que derogaba en buena parte la LOGSE, pretendió resolver
este grave asunto eliminando los programas de garantía social y sustituyéndolos por
unos nuevos que se denominan Programas de Cualificación Profesional Inicial (PCPI).
A su término el alumnado recibiría una certificación académica que reflejaría las
competencias profesionales adquiridas. Además, y aprovechando la nueva regulación
general de la FP que había establecido el Catálogo Nacional de las Cualificaciones
Profesionales, se estableció que los PCPI abarcarían las enseñanzas para el logro de
las competencias profesionales de nivel I dentro de la estructura definida en este
Catálogo. En definitiva, los PCPI pasaban a integrarse dentro de las enseñanzas
profesionales, lo que ya en la LGE había sido la FPI

Pero la LOCE no llegó a desarrollarse por el inicio de un nuevo ciclo político y en


2006 fue derogada por la LOE. En esta Ley, en la práctica una simple revisión de la
LOGSE, se mantiene el diseño de los PCPI dado en la LOCE pero con la pretensión de
que estos programas puedan conducir a la obtención del título de Graduado en ESO.
En definitiva, una nueva vía para culminar académicamente la ESO que se añade a la
diseñada en la programas de diversificación curricular. Para ello se estableció un
segundo curso en los PCPI, de carácter voluntario, cuya superación suponía la
obtención del título de Graduado en ESO.

En diciembre de 2013, bajo el nuevo gobierno del Partido Popular, se promulga


la Ley Orgánica de Mejora de la Calidad de la Educación (LOMCE) que modifica la LOE
profundamente, aunque sin derogarla. Con respecto a la enseñanza obligatoria el
cambio más notable que introdujo la LOMCE era la implantación de dos opciones en 4º

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de ESO y de una prueba final externa (reválida) al final de estos estudios, introduciendo
así un mecanismo selectivo que, además, diferenciaba entre la opción de estudios
académicos y los profesionales. Los itinerarios citados eran enseñanzas académicas
para la iniciación al Bachillerato, o enseñanzas aplicadas para la iniciación a la FP.
Además sólo podrían acceder al Bachillerato quienes superen la “reválida académica”.
La LOMCE creaba un nuevo nivel de F. Profesional al que se denomina Formación
Profesional Básica, dirigido al alumnado que no obtenga el título de Graduado en E.
Secundaria Obligatoria. Los alumnos que superen la FP básica recibirán el título
profesional básico correspondiente que da acceso a la FPGM. Y podrían obtener el título
de Graduado en ESO si superaban la prueba de evaluación final de la ESO en relación
a las materias troncales que como mínimo se deban cursar en la opción elegida. Pero
la LOMCE fue una ley de escaso recorrido pues el propio gobierno del PP la paralizó
antes de que pudiera aplicarse en buena parte (por ejemplo, dejó sin efecto las llamadas
reválidas).

En diciembre de 2020, bajo el gobierno de coalición PSOE-Podemos presidido


por Pedro Sánchez, se promulga una nueva Ley que deroga la LOMCE y plantea otra
modificación de la LOE (la nueva ley es conocida como LOMLOE): Ley Orgánica 3/2020,
de 29 de diciembre, por la que se modifica la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de
Educación. La nueva norma mantiene el diseño de la FP, incluida la FP Básica, elimina
los itinerarios en la ESO y las pruebas finales (reválidas) en ESO y Bachillerato. Una
modificación muy destacable es que suprime el Cuerpo de Profesores Técnicos de FP
(que se declara a extinguir). Sin embargo, cera una nueva figura de profesorado de FP,
los llamados profesores especialistas.
Respecto de la FP, en su artículo 39, señala que la FP comprende los ciclos formativos
de grado básico, de grado medio y de grado superior, así como los cursos de
especialización.
El último capítulo de la evolución de la FP en España se ha dado en marzo de
2022 con la promulgación de la Ley Orgánica 3/2022, de 31 de marzo, de ordenación e
integración de la Formación Profesional (BOE de 1 de abril). Esta ley deroga la Ley
Orgánica 5/2002 de las Cualificaciones y de la Formación Profesional. Es decir es la
nueva Ley específica de la formación profesional en España. La nueva ley regula toda
la formación profesional española, tanto la reglada como la ocupacional o dirigida a
quienes buscan empleo o la de perfeccionamiento de trabajadores en ejercicio, e incluso
la informal. Completa la regulada en la LOE (reglada) y, a la vez que suprime el cuerpo

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de profesores técnicos de FP (que se integran en el cuerpo de profesores de enseñanza


secundaria) crea el cuerpo de profesores especialista en sectores singulares de la
formación profesional (tales como cocina y pastelería, peluquería, patronaje y
confección, soldadura, mantenimiento de vehículos, etc.).

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