Derecho de La Vejez

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Derecho de la vejez

Dabove, María Isolina


Abogada, UNR. Investigadora del CONICET-UBA. Doctora en Derecho (Universidad Carlos III de
Madrid). Directora del Centro de investigaciones en Derecho de la Vejez de la Universidad Nacional
de Rosario.

Fernández Oliva, Marianela


Abogada, UNR. Magíster en Derecho Privado UNR. Vicedirectora del Centro de Investigaciones de
Derecho de la Salud (Facultad de Derecho, UNR).

Nawojczyk, Erika
Abogada. UNR, Diplomada Superior en Bioética, FLACSO. Vicedirectora del Centro de Investigaciones
de Derecho de la Salud (Facultad de Derecho, UNR).

Derecho de la vejez. Las personas mayores como sujetos protegibles (ZURITA MARTÍN, 2015) por
el derecho, necesitados especialmente de amparo jurídico en atención a su evidente vulnerabilidad
frente a los demás, lo “demás” –y quizá también frente a sí mismo–, incluye a las personas mayores
autosuficientes, semi-dependientes y dependientes, en relación a su papel en tanto sujetos de
derecho de la sociedad en que viven. Frente a esta situación el Derecho, y el derecho de la vejez en
particular, está orientado a fortalecer la situación de los de más edad como sujetos de derecho en
sentido pleno. Para ello, procura integrar su tutela, en el marco de un régimen humanista (DABOVE
CARAMUTO, 2002), a partir del reconocimiento del anciano como agente moral autónomo. En este
aspecto, importa entender el envejecimiento como un proceso complejo múltiple, bio-psico-social-
biográfico. La especial protección que requiere el grupo de las personas envejecientes ha de
cumplirse con una premisa que emplace al anciano como el “otro” en tanto persona, y por tanto,
valiosa e investida de una dignidad intrínseca; en la convivencia, sin la aceptación del otro junto a
mí, no hay socialización y sin socialización no hay humanidad (TAMER, 2008).

El derecho de la vejez (DABOVE CARAMUTO, 2006) como rama pujante del Derecho en pleno
desarrollo, es transversal, materialmente autónoma y orientada a la consideración de los ancianos
como sujetos de derecho en sentido pleno. Al configurarse transversalmente, se convierte en un
observatorio estratégico, que ha conducido a reevaluar las situaciones y relaciones jurídicas desde
su particular perspectiva.

En su recorrido a contrapelo de las ramas clásicas –derecho civil, derecho penal, derecho comercial,
derecho administrativos, derecho de la seguridad social, etc.– llevando consigo la premisa
humanista, ha puesto en entredicho prácticas e instituciones jurídicas consolidadas, señalando lo
especialísimo del sujeto que ocupa el centro de su reflexión: la persona mayor, en comunicación
consigo misma y con sus circunstancias. Procura por un lado, el reconocimiento de la igualdad
formal y material, en tanto exigencia de homogeneidad vital, necesaria para el sostenimiento de
un sistema jurídico coherente; más por el otro, la afirmación de la unicidad, en cuanto reclamo de
diferenciación valiosa y de respeto por la identidad de la persona.

Su constitución tridimensional (GOLDSCHDMIDT, 1986/CIURO CALDANI, 2000) ha logrado incorporar


al paradigma inclusivo y la perspectiva de los derechos humanos en un todo sistémico. La dimensión
sociológica de la vejez –fundamento y peana de cualquier otra consideración–, evidencia que en la
posmodernidad occidental la ancianidad es aprehendida como un complejo de adjudicaciones –tanto
repartos como distribuciones– de carácter biológico y cultural. Siguiendo las enseñanzas de la teoría
trialista del mundo jurídico bien puede afirmarse que: la dinámica jurídico social torna vulnerable al
viejo, en tanto lo estereotipa y lo constriñe en su ámbito de actuación. El sistema normativo lo
debilita por no ofrecerle completamente un marco de protección jurídica adecuado a su naturaleza. Y
también lo debilitan los valores jurídicos imperantes, cada vez que no reconocen suficientemente a
la persona anciana como fin en sí (DABOVE CARAMUTO, 2006).

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En las sociedades de control posmodernas, la ancianidad no constituye un prospecto promisorio: el
corte de la normalidad resulta bien claro, la edad privilegiada es la juventud consumidora,
productiva y reproductiva. El hombre envejecido parece transformarse en una carga que el sistema
debe soportar: incluyéndolo, sólo en cuanto puede ser consumidor y consumido. En tanto los
derechos humanos dependen de la realidad de las influencias humanas difusas de la cultura, es la
Posmodernidad una Era atravesada por el monopolio de la economía que preconiza los criterios del
mercado. Las influencias humanas difusas de la economía, marcarán en forma definitiva el
desarrollo de los derechos fundamentales de las personas mayores (CIURO CALDANI, 1998).

Nuestro ordenamiento no cuenta con un cuerpo legal que capte en forma integral o suficiente la
dimensión social de la vejez ni consagre, para el caso, supremos criterios de reparto específicos en
relación a la vejez. En realidad, la ancianidad no es una cualidad predicable de un sujeto sólo en
atención a su edad. Por lo demás, el envejecimiento es un proceso bio-psico-social único y diferente
para cada hombre, por lo que en la sociedad encontraremos algunos ancianos más débiles y otros
más poderosos, ancianos que son meros recipiendarios de lo que otros le dan y otros, que aún en su
vejez, reparten potencia e impotencia a su entorno.

El análisis de la dimensión normológica, nos revela que el ordenamiento normativo argentino no


fija una edad a partir de la cual se pueda considerar a una persona como persona mayor –más allá
de la edad jubilatoria–. En el modelo de Estado neoconstitucional, en el cual se inserta el derecho de
la vejez como nueva rama, el principio de igualdad y no discriminación articula y da sustento
normativo y valorativo a la estructura y al desarrollo de la rama. De modo tal que en ella los
derechos humanos informan su contenido, abren líneas de interpretación y promueven novedosas
figuras jurídicas en pos de un reconocimiento dinámico de las particularidades fácticas de este grupo
vulnerable (DABOVE CARAMUTO, 2016).

Entre las fuentes formales de la Argentina se evidencia una importante dispersión en el


reconocimiento de los derechos de las personas mayores. Las normas vigentes sobre la materia se
desarrollan en el marco del derecho previsional. Los casos que alcanzan los estrados judiciales son
poco frecuentes, y de los que logran esa instancia sólo en contadas sentencias se evidencia una
consideración integral de las personas mayores. Por ello, puede decirse también que los derechos de
las personas mayores sufren una doble “capitis diminutio”. De un lado, al formar parte, en el mejor
de los casos, del grupo de derechos humanos económicos, sociales y culturales. Y, de otro, al
constituir un grupo de derechos humanos bastante novedoso, de reciente plasmación (será a partir
de la década del ‘70 cuando comienzan a ser elaborados de manera expresa), objeto más de
políticas sociales coyunturales.

El análisis de la dimensión valorativa de la vejez muestra que la situación vital de la mayor edad
ubica a las personas que la transitan en una posición débil, siempre que aún queda mucho por hacer
frente al desarrollo de un criterio especial de justicia en relación a las personas mayores que permita
tanto protegerlas como integrarlas en la comunidad en que viven. Las situaciones complejas que se
entablan entre la justicia y la salud en la vejez son tensas. Aunque no reforzamos el prejuicio
cristalizado en el binomio vejez-enfermedad, entendemos que las personas mayores se encuentran
en una situación vital en la que es posible padecer mayor número de enfermedades, y que las
posibilidades vitales útiles se disminuyen. Esto se evidencia toda vez que se registran situaciones de
discriminación a una persona en el acceso a la asistencia sanitaria, en razón de su edad (asignación
de recursos y título de legitimidad para recibirlo) (FOKKEMA, 1992).

El derecho de la vejez se ocupa de abordar de manera integral las cuestiones jurídicas relacionadas
con las personas de sesenta años o más –o bien que hayan entrado en edad jubilatoria–; en virtud de
las características existenciales especiales (DABOVE CARAMUTO, 2002). Se ocupa de la condición
jurídica de las personas mayores en tanto sujetos de derechos constitucionales, civiles y políticos:
como sujetos de derechos administrativos, procesales o penales; en su calidad de sujetos de
derechos comerciales, laborales, sociales, educativos, recreativos y culturales.

La asignatura Derecho de la Vejez se estructura conforme la clasificación de derechos


fundamentales formulada por Prieto Sanchís (PRIETO SANCHÍS, 1990), en función de la cual los
mismos se clasifican atendiendo al modo de ejercicio y al contenido de la obligación. De esta
manera, encontramos derechos de autonomía, derechos de participación y derechos de prestación o

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crédito.

Los derechos de autonomía dan cuenta de la existencia de derechos que consagran un ámbito de
libertad a favor de la persona, un señorío de su voluntad en el que no puede ser perturbado
ni por el poder público ni por otros particulares o grupos sociales. Estos derechos garantizan
un espacio de inmunidad y no sujeción para el individuo, y su realización requiere una conducta
pasiva y de no interferencia por los sujetos obligados. Entre los derechos de autonomía encontramos
la protección de la vida, la salud, la integridad física y la libertad.

Por su parte, los derechos de participación están constituidos por los derechos políticos y el
derecho a la jurisdicción, que hacen de sus titulares sujetos activos en la formación de la
voluntad estatal. La realización de estos derechos garantiza la inclusión de las personas mayores
en la familia y en la sociedad.

Los derechos de prestación o de crédito se caracterizan por exigir del sujeto obligado una
prestación positiva, esto es, contiene una obligación de dar o hacer. Concretamente, los derechos de
prestación tienen por objeto prestaciones de bienes o servicios, por lo tanto, comprenden el
acceso a los beneficios de la seguridad social, así como también las medidas de acción afirmativa o
de discriminación inversa: artículo 75 inciso 23 de la Constitución Nacional (CN), el estudio de los
asistentes gerontológicos y/o cuidadores de ancianos, el voluntariado (ley 25.855), ONGs y redes de
apoyo en la vejez.

Esta nueva rama del Derecho se desenvuelve gracias al despliegue de tres principios básicos:

1. El principio de continuidad vital es la manifestación específica del principio de igualdad


en la vejez. Significa admitir que todas las manifestaciones de la vida humana constituyen el
sustrato del mundo jurídico. Implica reconocer que la vida tiene carácter pantónomo. Que es
una totalidad dinámica, que va más allá de los fraccionamientos estancos que producen la
consideración de la existencia en términos de niñez, juventud, adultez o vejez. Así, el
principio de continuidad requiere que la vida de una persona sea aprehendida de manera
holística, acorde con la complejidad de su desarrollo. Exige del Derecho un trato igualitario
para el viejo (formal y materialmente hablando), de modo tal que el conjunto de su vida
–pasada, presente y por venir–, resulte valorada e incluida en sus instituciones (DABOVE
CARAMUTO, 2002).
2. El principio de privacidad, se ancla en la comprensión del envejecimiento como un
elemento constitutivo del concepto de unicidad de la persona. La protección jurídica de la
privacidad sostiene el principio de autonomía, la libertad y la intimidad de la persona mayor.
No existe un solo modelo de vejez; se dice que no existe “la vejez” sino “las vejeces”.
3. El principio de participación, al fin es que hace posible la vida en sociedad. El mismo hace
posible igualmente el diálogo intergeneracional que debe establecerse en el Derecho, que
elaborará respuestas jurídicas justas sólo si puede integrar la historia y la experiencia, la
esperanza y los proyectos de la sociedad en general (DABOVE CARAMUTO, 2002).

Bibliografía

CIURO CALDANI, Miguel Ángel (2000). La conjetura del funcionamiento de las normas jurídicas.
Metodología Jurídica, 1ra. ed. Rosario: Fundación para las Investigaciones Jurídicas.

CIURO CALDANI, Miguel Ángel (1992). Derecho de la Ancianidad. En Investigación y Docencia, p. 39 y


ss., Nº 20. Rosario: FIJ.

CIURO CALDANI, Miguel Ángel (1995). Comparación jusfilosófica del Derecho de Menores y el
Derecho de la Ancianidad. En Investigación y Docencia, p. 7 y ss., Nº 25, Rosario: FIJ.

CIURO CALDANI, Miguel Ángel (1998). Notas Trialistas para la Sistematización y la ubicación
Histórica de los Fundamentos de los Derechos Humanos. En Boletín del Centro de Investigaciones de
Filosofía Jurídica y Filosofía Social. p. 53 y ss. Rosario: FIJ.

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DABOVE CARAMUTO, María Isolina (2016). Derechos humanos de las personas mayores en la nueva
Convención americana y sus implicancias bioéticas. En Revista Latinoamericana de Bioética (Vol. 16,
Nº 30-1). Consultado el 15 de mayo de 2016,
http://revistas.unimilitar.edu.co/index.php/rlbi/article/view/1440/1462).

DABOVE CARAMUTO, María Isolina (2002). Derechos de los Ancianos. Buenos Aires: Ciudad
Argentina.

FOKKEMA, Tineke - UNIVERSIY, Meter (1992). Utilización de los servicios de salud por parte de las
personas mayores: ¿es la sustitución un instrumento para economizar los costes de cobertura? En
Sociología de la vejez. Madrid: U.D.P.

GOLDSCHMIDT, Werner (1986). Introducción Filosófica al Derecho, 6ª ed., 5ª reimp., Buenos Aires:
Depalma.

PRIETO SANCHÍS, Luis (1990). Estudios sobre Derechos Fundamentales, Madrid: Debate.

TAMER, Norma Liliana (2008). La perspectiva de la longevidad: un tema para re-pensar y actuar. En
Revista Argentina de Sociología –on line–, Año 6, Nº 10. Consultado el 15 de mayo de 2016,
http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=26961007

ZURITA MARTÍN, Isabel (2005). Protección civil de la ancianidad, 1ª ed., Barcelona: Dykinson.
Consultado el 15 de mayo de 2016, http://vlex.com/source/proteccion-civil-ancianidad-652

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Recibido: 13/06/2016; Publicado: 03/2017

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