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La Inteligencia

La inteligencia emocional se refiere a la habilidad de entender, administrar y usar las propias emociones y las de los demás para mejorar la comunicación y las relaciones interpersonales. Consta de cinco pilares fundamentales: la autoconciencia, la autorregulación, la motivación, la empatía y las habilidades sociales. Un alto nivel de inteligencia emocional permite relaciones sanas y equilibradas tanto en la familia como en el trabajo.

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La Inteligencia

La inteligencia emocional se refiere a la habilidad de entender, administrar y usar las propias emociones y las de los demás para mejorar la comunicación y las relaciones interpersonales. Consta de cinco pilares fundamentales: la autoconciencia, la autorregulación, la motivación, la empatía y las habilidades sociales. Un alto nivel de inteligencia emocional permite relaciones sanas y equilibradas tanto en la familia como en el trabajo.

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LA INTELIGENCIA

Cuando hablamos de inteligencia emocional (IE), nos referimos a la habilidad de


entender, usar y administrar nuestras propias emociones en formas que reduzcan
el estrés, ayuden a comunicar efectivamente, empatizar con otras personas,
superar desafíos y aminorar conflictos.

Un nivel alto de inteligencia emocional nos permite forjar relaciones sanas y


equilibradas dentro del núcleo familiar, en la escuela y en el trabajo. También es la
herramienta básica para la autocrítica positiva, un recurso muy útil para
aproximarnos sin juicio a nuestras propias cualidades y áreas de oportunidad con
un propósito de mejora.

Pero ¿qué es la inteligencia emocional? La IE consta de cinco pilares


fundamentales cuyo objetivo es proveer de mecanismos para entender la raíz de
las emociones, aprender a navegar a través de ellas y establecer las bases para
una comunicación efectiva.

los cinco elementos de los que se compone la inteligencia emocional:

La autoconciencia es el escalón de donde parte toda la estructura de la


inteligencia emocional, se trata de la habilidad de reconocer y comprender
nuestras propias emociones y cómo estas impactan a otros. Es el primer paso
para generar una introspección de auto evaluación para identificar aspectos de
conducta o emoción en nuestro perfil psicológico que sería positivo cambiar, ya
sea para estar más en paz con nosotros mismos o para adaptarnos a determinada
situación. La autoconciencia también cubre la necesidad de reconocer lo que nos
motiva y nos provee de realización.

Una emoción por sí sola no es algo negativo, lo que pudiera ser disruptivo o
detrimental es un mal manejo de la emoción, para evitar esto existe la
autorregulación. Esta se centra en el desarrollo de la capacidad para manejar
sentimientos adversos y adaptarse a cambios. Las personas que dominan la
autorregulación son buenas para la resolución de conflictos, la rapidez de reacción
y la gestión de responsabilidad o liderazgo.
La motivación es una pieza clave para alcanzar nuestras metas. La inteligencia
emocional nos da las herramientas para automatizarnos, con un enfoque a la
realización y satisfacción personal, moviendo a un segundo plano la necesidad de
reconocimiento o recompensa externa. Bajo este contexto, el compromiso que se
asume por y para uno mismo es más fuerte que el que depende de las reacciones
y perspectivas de otras personas.

La capacidad de reconocer y entender cómo se sienten otras personas y tomar en


cuenta estas emociones antes de continuar una interacción se conoce como
empatía. Esta nos permite comprender las dinámicas que influencian las
relaciones que gestionamos tanto en la esfera familiar, como la escolar y la
profesional.

Para que la empatía cumpla su propósito de relacionarnos mejor, es esencial que


vaya de la mano con un auto concepto sólido, bien construido y positivo. El auto
concepto es a grandes rasgos la imagen que tenemos de nosotros mismos. Una
percepción individual, generada por la autoconciencia, de nuestras capacidades,
particularidades y demás aspectos que nos hace la persona que somos.

Las habilidades sociales son la última pieza del rompecabezas, se conforma de


los mecanismos necesarios para entender las emociones de otros, establecer una
distancia entre estas y las nuestras al mismo tiempo que construimos un canal de
comunicación para conectar con la gente con la que interactuamos. En el ejercicio
de estas facultades se obtienen habilidades como la escucha activa y la
comunicación asertiva verbal y no verbal.

La inteligencia emocional nos da la capacidad de hacer ese trabajo de forma más


eficiente y alcanzando mejores niveles de rendimiento, gracias a que toma en
consideración las medidas para conocer más sobre nuestra salud mental y física,
así como la de otras personas. La inteligencia emocional se refiere a una forma
diferente de ser inteligente. No tiene que ver con el coeficiente intelectual, sino con
la manera como te manejas a ti mismo y a tus relaciones. Se compone de cuatro
partes:
Autoconsciencia. Implica entender lo que sientes y por qué. Saber cómo tu
desempeño influye en la toma de decisiones y, en última instancia, en tu
trayectoria profesional. No importa cuántas investigaciones de mercado hagas o
cuántos estudios leas. Un líder emocionalmente inteligente confía en su intuición
antes de tomar cualquier decisión importante.

Autocontrol. Es saber gestionarte a ti mismo y motivarte, seguir tus metas, superar


los obstáculos y saber manejar el estrés. Una persona inteligente puede cometer
locuras si sus emociones están fuera de control, por lo que lo primero que tiene
que hacer un líder es saber manejarlas.

Conciencia social y empatía. Es la habilidad de gestionar las relaciones, saber qué


piensan los otros, intuir lo que sienten y demostrar interés cuando acuden a ti. Hay
tres tipos de empatía:

La empatía cognitiva. Implica ponerse en el lugar de la otra persona para ver cómo
piensa y así comunicarse de manera efectiva.

La empatía emocional. Se refiere a la conexión instantánea: ‘sé cómo te sientes


porque yo también lo siento’. Eso ayuda a moldear el mensaje y hace que la
conversación vaya en la mejor dirección posible.

La preocupación empática. Es el nivel más alto de empatía y la utiliza la misma


parte del cerebro que el amor de un padre o una madre por su hijo. No sólo
implica preocuparse por lo que piensa y siente el otro, sino hacer algo para
mejorarlo. Es el tipo de líder con el que la gente quiere trabajar.

Habilidades sociales. Un líder tiene que conectar con las personas y con su gente,
y combinar la empatía con el autocontrol para saber cómo comportarse, cómo
presentarse, cómo negociar, cómo comunicar y cómo influir.

Si las aplicamos todas, seremos capaces de gestionar las relaciones de forma


efectiva. Muchos creen que, entre ellas, la empatía es la más importante para un
líder, pero no siempre es así. Cómo te controlas a ti mismo, cómo te lideras, es
fundamental, porque ahí están las bases para liderar a otras personas.
Dentro de cada una de esas cuatro categorías, hay competencias específicas que
una persona puede tener muy desarrolladas y otras que no. Puede ser más fuerte
en autocontrol y empatía, pero al ascender a una posición de liderazgo, en la que
necesita habilidades sociales, puede comenzar a tener problemas. Y hay personas
cuya contribución individual es enorme, pero que simplemente no pueden
convertirse en líderes, a menudo por falta de empatía y habilidades sociales. Por
lo que respecta al género, las mujeres tienden a sacar una puntuación más alta en
las pruebas psicológicas de inteligencia emocional, porque tienen más empatía y
más habilidades sociales. Por su parte, los hombres tienden a ser mejores
gestionando sus emociones.

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