Eliot y La Hermenéutica

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ELIOT Y LA HERMENÉUTICA

2. Hermenéutica. Este trabajo se enmarca dentro de los estudios de literatura comparada, en


este caso de las relaciones entre literatura y religión. Aunque los aspectos biográficos estarán
presentes a la hora de comentar la obra literaria de Eliot, el estudio se basará primordialmente
en la exégesis textual. Será de los textos de donde se extraerá el material para la comparación
y para fundamentar las propuestas que se formularán, por lo que la metodología será
básicamente filológica. Eliot es el creador de una hermenéutica literaria que será seguida por
Pound y que más tarde Gadamer y Jauss sistematizarán.

En ella, la obra está en constante cambio, sumando sentidos a medida que cada generación le
imprime su punto de vista. Aunque, de hecho, esta actitud frente a los textos no dista mucho
de lo que los estudiosos de la exégesis bíblica han practicado durante siglos, en la que: “el
sentido pleno y objetivo del texto permanece en principio aún oculto, y sólo en el transcurso
del tiempo, puede ir desplegándose mediante las glosas siempre nuevas de posteriores
lectores” (Jauss 1976, 25). Jauss lleva este fenómeno diacrónico al ámbito sincrónico cuando
insta al lector a no limitarse a una sola interpretación de los textos, sino a acostumbrarse a la
multiplicidad de significados y lo hace usando una imagen eliotiana y afirmando que de la
indeterminación textual: “se sigue no sólo que el lector pueda interpretar el poema según
diferentes perspectivas, sino que tiene que interpretarlo en diferentes perspectivas, buscar
posibles coherencias y configurar cuadros diferentes con las “imágenes rotas”, a fin de
conseguir una impresión global de lo simultáneo en el aquí y el ahora, pero nunca de modo
definitivo” (Jauss 1995, 191).

Esta visión estará muy presente, pero la clave general interpretativa del estudio será la estética
como hermenéutica, los conceptos y reflexiones de las teorías sobre estética religiosa se
utilizarán para definir, situar e interpretar la obra de Eliot en cuanto a sus aspectos
trascendentes. Al hablar de estética y religión es necesario sentar las bases de las cuales
partiremos, y éstas empiezan negando la teoría kantiana de la posibilidad de un arte
totalmente desinteresado, tal y como el mismo Eliot afirma: ”Ocurre que ninguna generación
se interesa por el arte de la misma manera que otra: cada una, como cada individuo, aporta a
la contemplación sus propias categorías apreciativas, hace determinadas exigencias y asigna al
arte funciones determinadas.

A mi juicio, la “pura” 5 apreciación estética es un ideal, si no una fábula.”(Eliot [1933] 1999,


147-148). De hecho, arte y religión están intrínsecamente unidos: “La sensibilidad estética
debe extenderse hacia la percepción espiritual, y la percepción espiritual debe extenderse
hacia la sensibilidad estética y hacia la disciplina del gusto antes de que estemos cualificados
para emitir juicios sobre la decadencia o el diabolismo o el nihilismo en arte. Juzgar una obra
de arte a través de criterios artísticos o religiosos, juzgar una religión a través de criterios
religiosos o artísticos debería finalmente ser lo mismo: aunque es un objetivo al que ningún
individuo puede llegar.”(Eliot 1948, 50).

La estética procedente de los filósofos del romanticismo alemán es la que más se acerca a los
principios que subyacen en la unión entre el ámbito literario y el trascendente. Pero Eliot no la
toma como propia, solamente coincide con ella en algunos aspectos. Por otra parte, cabe
diferenciar claramente entre la estética romántica y la praxis poética del romanticismo inglés,
ya que ésta última fue objeto de constantes críticas por parte del ambiente intelectual que
influyó a Eliot, ya sea a través de sus profesores como del propio Pound. Pero el rechazo de la
poesía romántica no ataca al fundamento filosófico, sino la forma en que éste se expresó en la
literatura inglesa. A partir de esta diferenciación, la supuesta contradicción a cerca de la
actitud de Eliot hacia el romanticismo queda superada4 , puesto que él sólo valoró
negativamente la dicción y las convenciones de la poesía romántica, y ello solamente durante
su juventud.

Temporalidad y redención. Eliot es plenamente consciente de su lugar en el proceso histórico


de la redención y, por ello, su voz surge de lo plural, de saberse parte de la nación humana en
su peregrinar por el tiempo. Las emociones que interesan a Eliot son aquellas que unen a
todos los seres humanos y nos hacen iguales, acercándonos a la esencia del ser, no a sus
accidentes y singularidades. La visión religiosa del poeta americano se construye a partir de la
tensión entre el tiempo y el progreso colectivo hacia la divinidad.

Por eso, este primer capítulo sentará las bases de la actitud de Eliot hacia la vida y hacia la
religiosidad y mostrará la expresión de su ideología a través de su poesía y su teatro.
Temporalidad. Al acercarnos a las diferentes concepciones que Eliot nos ofrece del tiempo, es
necesario tener presente que, a pesar del interés del autor por otras tradiciones (como la
budista), su visión del devenir histórico no entra nunca en contradicción con la fundamental
idea cristiana: la historia tiene un sentido finalmente trascendente. Ya partamos de una
cristología que se centre en la salvación del hombre, ya de una cósmica que incluya también
todo el universo, “el concepto cristiano de la historia es [...] esencialmente positivo y
optimista.
Se lo ha definido como “lineal”; lo que no significa que todos los elementos que constituyen la
historia tengan un sentido positivo y contribuyan positivamente a la consumación del fin
asignado por Dios al proceso histórico” (Dupuis 2000, 251), y es esta idea la que prevalece
sobre las diferentes variantes y los matices que el poeta nos muestra en sus obras. 14 Pero
Eliot no es un teólogo, y aunque finalmente su obra pueda resultar incluso apologética11, ésta
es un producto artístico. Brown (1993, 169) describe los clásicos de las tradiciones religiosas
dividiéndolos en tres tipos posibles: los que repiten y perpetúan, los que recobran y restauran
y, finalmente, los que descubren y exploran.

Son estos últimos los que “debido a la ambigüedad y polivalencia creativa inherente a los
lenguajes del arte, puede ser que las obras de arte religiosas frecuentemente no ortodoxas de
nuestro tiempo funcionen en la tercera capacidad, potencialmente explorando más libremente
que la teología misma el terreno paralelo y más allá de los márgenes de una religión”(Brown
1993, 169). Es desde este planteamiento estético fundamental del que partimos y el que
recorre toda la obra del poeta. 1.1 Las estaciones La idea del tiempo está ligada a nuestra
percepción de la naturaleza y es, principalmente, con el paso de las estaciones como mejor
reconocemos el concepto de duración.

Ésta no es sólo una intuición común, sino que incluso la ciencia y la filosofía no pueden escapar
a ella12. Aun así, nuestra idea de naturaleza es muy distante de la visión que de ella se tenia
en el pasado. Es esta antigua concepción sagrada la que se hace presente en la obra de Eliot,
para expresarlo con palabras de Joachim Jeremias: “el hombre moderno pasa por un campo y
entiende el crecimiento como un proceso biológico. Los hombres de 11 Especialmente desde
su conversión a la iglesia anglicana en 1927, aunque Eliot mismo defenderá que aun sus más
irreverentes poemas eran una forma de vivir la religión , v. (Gordon, 1977, 71). 12 “Tenemos
que decidirnos en primer lugar sobre si ha de buscarse el tiempo en la naturaleza o la
naturaleza en el tiempo.

La dificultad de la última alternativa –es decir, hacer el tiempo anterior a la naturaleza- es que
el tiempo viene a ser entonces un enigma metafísico. ¿Qué clase de entidades son sus
instantes o periodos? La disociación del tiempo respecto a los acontecimientos revela a
nuestra observación inmediata que la tentativa de construir el tiempo como término
independiente para el conocimiento es como el esfuerzo para encontrar la sustancia en una
sombra.

Hay tiempo porque hay acontecimientos, y prescindiendo de los acontecimientos no hay


nada.” (Whitehead, 1968, 79) 15 la Biblia pasan por un campo y ven en el mismo proceso un
prodigio de Dios tras otro, resurrección de la muerte.” (1971, 134). La concepción sagrada de
la naturaleza no es un hecho superado o recuperado por Eliot como fenómeno aislado, sino
que perdura a lo largo del tiempo en diferentes formas, tal y como advierte Frazer en su
influyente libro The Golden Bough13 ([1922] 1988) respecto al paso de tradiciones orientales
al cristianismo, “Mirtra era identificado por sus seguidores con el Sol, el Sol Invicto, lo
llamaban; por ello su natalicio caía el 25 de diciembre. Los evangelios no dicen nada de qué día
nació Cristo, y por lo tanto la iglesia primitiva no lo celebraba.

Pero con el tiempo, los cristianos de Egipto consideraron el 6 de enero como el día de
Navidad” (Frazer [1922]1988, 358). No es sólo en el ámbito de las religiones en el que la
naturaleza mantiene su carácter sagrado, también en el arte y la literatura esta idea ha
pervivido. Otro de los libros que Eliot señala como fundamentales para la comprensión de su
poema La tierra baldía es From Ritual to Romance (1920) de Weston, en el cual se demuestra
la permanencia de los rituales de vegetación en la historia del Grial y sus variantes.

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