Dioses Zapotecas I

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Dioses zapotecas I: Pitao Bezelao, el señor del

inframundo
Con motivo de la proximidad de la fiesta del día de muertos (y no del día de todos los santos o de los fieles difuntos
con que se ha mezclado el concepto) quiero platicarles brevemente sobre la deidad zapoteca del inframundo, el Dios
de la muerte: Pitao Bezelao. Cómo no existen demasiadas referencias (ni en la literatura etnohistórica ni en la
arqueológica) al Panteón de dioses zapotecos, comenzaré por hacer un breve recuento de las que sí se conocen de
manera popular entre los investigadores oaxaqueñistas.
Quizá la noticia más antigua de esta entidad la tengamos en el Vocabulario en lengua Çapoteca, del fraile
Iván (Juan) de Córdova, publicado en 1578; en él encontramos una entrada que menciona que los dioses del infierno
se llamaban Pitao Bezelao. Es interesante que el dominico pluralice la palabra “Dios” en este caso, pues no lo hace
cuando se refiere a otras deidades; posiblemente esté haciendo referencia a un Dios principal y un grupo de
ayudantes. Aunque no lo específica, la relación de Bezelao con el infierno refleja su rol como entidad máxima del
inframundo, convirtiéndolo en la contraparte zapoteca del Mictlantecutli de los mexicas.
Bezelao debió estar presente en la cultura zapoteca desde sus orígenes, pero fue durante el Periodo
Posclásico, particularmente durante la fase Chila (1350-1521 d.C.) cuando su culto se popularizó, alcanzando en
importancia a Cociyo, el Dios del rayo y de la lluvia. Durante esta misma fase la “capital política” de los zapotecas
estaba instalada en Teotzapotlán (Záachila) y la “capital religiosa” en Mitla. A pesar de que el Coquí Tao (gran señor
o rey en términos hispánicos) gobernaba a los pueblos zapotecas, el verdadero poder estaba en manos del sumo
sacerdote de Mitla, el Huija Tao, encargado del culto a Bezelao. Debido a la pleitesía brindada al señor del
inframundo y a la existencia de tumbas destinadas a la realeza zapoteca, la ciudad recibió el nombre
de Lyobáa (lugar de sepulturas) en zapoteco y Mitla en náhuatl.

En la Relación de Tlacolula y Miquitla, recopilada en 1580 por Alonso Canseco, Corregidor de Tlacolula, es
posible leer que:
Adoraban al demonio y, entre ellos, tenían un ídolo casado, y la mujer se decía Xonaxi Quecuya y, el
marido, Coquí Bezelao, que quiere decir “señor diablo”. A estos sacrificaban, no solam[en]te ellos, sino todos los
valles y pu[ebl]os, y hacían delante de él sus danzas y bailes con instrum[en]to[s] de músicas. Sacrificaban y
mataban niños y hombres, perrillos, gallinas (posiblemente guajolotes) codornices, palomas, y era de costumbre
ordinaria emborracharse delante de estos ídolos.

Fr. Francisco de Burgoa, en su Geográfica descripción de 1674 ahonda sobre el tema, indicando que el sumo
sacerdote de los zapotecas, al cual tributaban incluso los señores de Teotzapotlán, tenía asentado su templo y hogar
en Mitla. Con sumo cuidado describe las características del edificio, por lo que es posible suponer que no es otro más
que el actualmente llamado Salón de las Columnas, un imponente edificio que sobresale en el grupo arquitectónico
del mismo nombre. Este edifico estaba dividido en dos partes: la pública, dónde el sacerdote recibía a los feligreses
(tanto plebeyos como nobles) y realizaba ritos afines a la población en general, incluyendo sacrificios humanos de
distinta índole; y la privada, compuesta por un patio encerrado entre cuatro cuartos bellamente labrados y pintados
de color rojo. Ambas partes estaban unidos por un estrecho pasillo. En este lugar, rodeado de lujos y sirvientes vivía
el gran sacerdote. Una vez al año le era permitido embriagarse y tener contacto íntimo con mujeres vírgenes, hijas
de los nobles de varios pueblos. En caso de procrear un hijo varón, este le sucedería en el trono del templo.
El mismo Burgoa considera que la importancia,
tanto del sacerdote de Bezelao como de Mitla, derivaba de ser la puerta misma al inframundo. Asegura que lo que
hoy conocemos como las Tumbas 1 y 2 eran, en realidad, largas calles hacia el infierno, llenas de podredumbre y
terrible hedor.
Por su parte, el cura de Sola de Vega, ubicado al sur de la región de los Valles Centrales de Oaxaca, recopiló
y publicó en 1656 otra lista de deidades, sonde aparece Bezelao, “el dios de los infiernos” bajo el nombre de Leera
Huila.
Lamentablemente no tenemos descripciones físicas de las deidades zapotecas ni de su atuendo, pues no
parece haber sido importante para los frailes dominicos en Oaxaca, como sí lo fue para otros frailes del Centro de
México y de Occidente. Por tal razón, sólo es posible definir las personificaciones a partir de elementos visuales muy
evidentes. En el caso de Bezelao, existen tres interesantes representaciones recuperadas por el arqueólogo Roberto
Gallegos en Záachila; las dos primeras son unas extraordinarias figuras esculpidas en estuco localizadas en los muros
este y oeste de la cámara de la Tumba 1. El tercer ejemplar es un vaso trípode decorado con un esqueleto; fue
recuperado entre la ofrenda de la Tumba 2. Los ejemplares de la Tumba 1 representan individuos descarnados del
cráneo, con las manos en forma de tenazas, orejeras de papel o tela, quizá un cuchillo ritual en lugar de nariz y los
ojos desorbitados. Del cuello les cuelga un corazón atado con un mecate. En el caso del vaso de la Tumba 2, este
está decorado con un esqueleto que tiene ligeramente flexionada las rodillas y la boca entre abierta. En la mano
derecha lleva un objeto con horqueta, posiblemente representación de un fémur humano, y en la izquierda un
cuchillo sacrificial.
Revisando lo anterior es posible decir que el culto al Pitao Bezelao era propio de la nobleza, posiblemente desde el
Periodo Clásico (350-850 d.C.) cuando el culto a los antepasados regía gran parte de la cosmovisión zapoteca. En
Mitla se enterraban a los principales señores zapotecas bajo rituales presididos por el Huia tao de Bezelao. En
Záachila, capital zapoteca del Posclásico, Bezelaoaparece dentro de la imaginería funeraria de nobles locales. La
importancia de su culto fue extremadamente fuerte durante la fase Chila y durante el periodo de contacto con los
españoles. De acuerdo a Balsalobre, la importancia del mismo pudo mantenerse hasta muy avanzado el siglo XVII en
comunidades apartadas como Sola de Vega. Es posible que el culto no sólo se haya sincretizado con a la tradición de
los fieles difuntos importados por los católicos, sino que se haya superpuesto a ella tal grado que aún después de
varios siglos la veneración hacia los muertos sigue enraizada en el pueblo oaxaqueño. Después de todo, es en estas
festividades en la que más participamos sin contar si somos creyentes cristianos o no.
PITAO BEZELAO, EL SEÑOR DEL
INFRAMUNDO

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