Neurosis Obsesiva

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Neurosis Obsesiva

Desde sus primeros trabajos, Freud diferencia el mecanismo de formación del síntoma
obsesivo del de la conversión en la histeria. Mientras que en la histeria el monto de afecto, a
raíz de la operación de la defensa, se separa de la representación inconciliable y es
descargado a través del cuerpo, en la neurosis obsesiva ese afecto se desplaza vía falso
enlace a otra representación, permaneciendo dentro de lo psíquico.
Sin embargo, en general, la etiología en la neurosis histérica y en la neurosis obsesiva es
muy similar. En Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa (1896), Freud
divide la trayectoría típica de la neurosis obsesiva en dos momentos: el primero, de la
predisposición a la neurosis o neurosis infantil; y, el segundo, de la enfermedad propiamente
dicha.
En el primer momento ubica, antes de la pubertad, un período de inmoralidad infantil, donde
en la vida del sujeto había acontecido una experiencia sexual, pasiva en la histeria y activa
en la neurosis obsesiva. Luego, el recuerdo de aquellas acciones placenteras se anudan a
un reproche, y el nexo con una vivencia inicial de pasividad posibilita reprimir dicho reproche
y sustituirlo por un síntoma defensivo primario (escrúpulos de la conciencia moral,
vergüenza, desconfianza en sí mismo, etc.). Es decir, los síntomas de la defensa primaria
surgen frente a la resignificación de la escena sexual infantil y apoyan y sostienen la
represión. Estos síntomas demuestran que la acción defensiva se ha realizado con éxito,
por lo que el obsesivo exhibe una engañosa salud, sólo en apariencia. El período siguiente,
el de la neurosis propiamente dicha, se singulariza por el retorno de los recuerdos
reprimidos y el fracaso de las defensas. Freud propone dos modos de retorno de lo
reprimido, que se distinguen en función de lo que pasa a la conciencia: como recuerdo
sexual infantil o como reproche. Los recuerdos no ingresan inalterados en la conciencia; lo
que deviene conciente como representaciones y afectos obsesivos son sustitutos del
recuerdo patológico. La deformación puede producirse por dos vías: se sustituye algo
pasado por lo actual o lo sexual por algo análogo no-sexual. Algunos afectos obsesivos
comunes son la vergüenza, miedo social, aislamientos, angustia hipocondríaca, miedo a
enfermar, miedo religioso.
Además de los síntomas del retorno de lo reprimido, Freud agrega otro tipo de síntoma de
naturaleza distinta que aparecen en este período y los denomina síntomas de la defensa
secundaria. Esta modalidad que toma la defensa está formada por medidas protectoras y
preventivas, prohibiciones que se imponen al yo y van surgiendo con el propósito de reprimir
los síntomas del retorno de lo reprimido impuestos al yo. De tener éxito, estas formas
defensivas secundarias adquieren un carácter compulsivo que se transfiere sobre las
medidas protectoras y se crea una tercera plasmación de la neurosis obsesiva: las acciones
obsesivas.
Tenemos entonces tres clases de síntomas: los síntomas de la defensa primaria, los
síntomas del retorno de lo reprimido y los síntomas de la defensa secundaria. Freud explica
que la defensa secundaria actúa tanto sobre la representación obsesiva como sobre el
afecto obsesivo. Cuando actúa sobre las representaciones, puede que tenga éxito mediante
un violento desvío hacia otros pensamientos, cuyo contenido sea lo más contrario posible.
Aparece entonces la compulsión a pensar y examinar, el trabajo lógico y la manía de duda.
Cuando la formación secundaria se produce sobre los afectos, la acción de la defensa
secundaria da por resultado una serie de medidas protectores que se traducen en medidas
expiatorias o actos de penitencia, fastidiosos ceremoniales y acciones de aturdimiento. En el
historial del hombre de las ratas, Freud agrega otra formación más que
denomina 'delirio'. "No son argumentos puramente racionales los que se contraponen a los
pensamiento obsesivos, (...) son unos mestizos, entre ambas variedades del pensar: hacen
suyas ciertas premisas de lo obsesivo a lo cual combaten y se sitúan (con los recursos de la
razón) en el terreno del pensar patológico. Merecen la denominación de formación
delirante".
Al momento del caso del Hombre de las Ratas, su hipótesis sobre la causación de la
neurosis no era la misma que en 1896. Había dejado de encontrar en el trauma
efectivamente acontecido la causa de la neurosis. En su lugar, presenta la importancia
fundamental de la función causal de la fantasía en el proceso de formación de síntomas.
En el caso del Hombre de las Ratas, Freud no tarda en ubicar la presencia de una neurosis
infantil, y descubre en la sexualidad infantil del paciente el germen del trastorno obsesivo.
El paciente le relata que desde muy joven experimenta junto al deseo de ver una mujer
desnuda el temor de que su padre morirá. Ahí ubicamos el prototipo de una neurosis
obsesiva. Se ve al niño bajo un imperio de un componente pulsional sexual, el placer de ver,
cuyo resultado es el deseo de ver desnudas a ciertas señoritas que le gustan. Y junto al
deseo obsesivo, hay un temor obsesivo que se anuda a él (toda vez que lo haga, sucederá
algo terrible)

En el texto Las neuropsicosis de defensa de 1894, Freud trata la noción de defensa. Esta
consiste en la operación por la que el sujeto se defiende de la satisfacción pulsional total o,
en términos lacanianos, del goce; defendiéndose con el síntoma que, en la neurosis
obsesiva, le lleva a situar este deseo como imposible. Esto es así porque cree que si lleva
a cabo ese deseo, lo hará esclavo del Otro, sometiéndose a su goce. Este es un punto
importante: Lacan enseña que el obsesivo es el que confunde su deseo con la demanda del
Otro. Esta defensa se conoce como barrera frente al goce sexual y es lo que da como
resultado el no dejar de pensar o el desvío del interés del sujeto, dando lugar al síntoma en
forma de desplazamientos; por ejemplo, síntomas como bloqueo, duda, rituales.
En otras palabras, el obsesivo es el que resuelve la cuestión de su deseo situando en el
lugar del deseo, la demanda imperativa del Otro y escapando de ella y por tanto del deseo.
Esto produce que el obsesivo se obstine en la destrucción simbólica del Otro, que es vivido
como peligroso. De ahí su agresividad a veces reprimida y a veces actuada. Pero, al intentar
destruir al Otro, en este esfuerzo desaparece su propio deseo, o aparece bajo la forma
velada de un objeto del que duda que sea el apropiado. Por ejemplo, el hombre de las ratas
con la duda acerca de si quiere a la mujer rica o a la mujer pobre.
Entonces, el obsesivo mantiene el deseo como imposible en su eterna duda: Ser o no Ser.
Para Lacán, ser o no ser el falo del Otro. Si el sujeto se enfrentara a la cuestión de no ser el
falo del Otro, como resultado debería enfrentarse a su propio deseo. Entonces, de acuerdo
a Lacan el síntoma de la duda se entiende como el efecto de esta posición de báscula (se
tambalea, oscila entre el dilema de si ser o no ser el falo del Otro). Y es por eso que Freud
afirma que en el ocasionamiento de la enfermedad del hombre de las ratas hay una
ganancia, un beneficio para el yo del enfermo. El sujeto se refugia en la enfermedad.
Freud dice, en el caso del hombre de las ratas, que ante el conflicto psíquico entre el
continuado efecto de la voluntad del padre y su propia inclinación amorosa, la solución del
sujeto es enfermar. De esta manera, se sustrae de la tarea de solucionar el conflicto en la
realidad objetiva.

Otro síntoma importante es el sentimiento de culpa. Este se presenta, la mayoría de las


veces, como injustificado y el individuo se hace autorreproches que no están a la altura del
acto que supuestamente los motivó. Según Freud, dicho sentimiento tiene su fundamento en
los frecuentes deseos inconscientes de muerte hacia las personas que el obsesivo más
estima, en virtud de la ambivalencia afectiva.
Un principal objetivo de estos deseos inconscientes de muerte había sido el padre. El
paciente había deseado la muerte de su padre en al menos tres ocasiones:
- La primera se presenta a los 12 años, relacionado con la obtención del amor de una
niña. Él había fantaseado con que si su padre muriera quizás ella le prestaría más
atención.
- La segunda fue medio año antes de la muerte de su padre, donde pensó que por la
muerte de su padre él sería tan rico que podría casarse con su amada.
- Y la tercera el día anterior al fallecimiento de su padre, donde pensó "ahora es
posible que pierda al ser que más amo".
Entonces Freud interpreta como la culpa se genera ante este deseo de muerte. Y también
se observa que está relacionado con la excitación sexual, donde el padre se posiciona como
quien puede poner un límite a esto, una ley. Estos impulsos reprimidos serían el fundamento
del sentimiento de culpa
En resumen, el mecanismo de la culpa en la neurosis obsesiva se interpreta como: primero,
una regresión a la organización pregenital, lo que hace posible que los impulsos de amor se
traspongan en impulsos de agresión hacia el objeto. A raíz de eso, la pulsión de destrucción
queda liberada y quiere aniquilar al objeto. El yo se defiende contra esas tendencias con
formaciones reactivas y medidas precautorias, y entonces permanecen en el ello. Pero el
superyó se comporta como si el yo fuera responsable de esas tendencias. Entonces el yo
queda desvalido hacia ambos lados, defendiéndose en vano de las insinuaciones del ello y
de los reproches de la conciencia moral castigadora.

El desarrollo de la cura en Freud en el caso del Hombre de las ratas, es la búsqueda de la


causa de los síntomas del paciente. Por eso busca la etiología sexual del conflicto
basándose en el complejo de Edipo y en la culpa inconsciente del deseo de muerte del
padre y la ambivalencia hacía éste, así como el amor a la madre.

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