Genesis, Popol Vuh, Mito Mapuche
Genesis, Popol Vuh, Mito Mapuche
Genesis, Popol Vuh, Mito Mapuche
Miles de lunas antes que llegaran los colonizadores, Chau Padre gobernaba el cielo y la tierra junto
a Kushe Madre. De día, Chau Padre iluminaba y vigilaba sus creaciones, el cielo, las estrellas,
nubes, ríos, bosques y la tierra donde podían vivir todas las criaturas, entre ellas, los mapuches. De
noche, Kuche madre cobijaba el sueño de todas las criaturas vivientes. Con el tiempo, algunos de
sus hijos comenzaron a manifestar un impulso de rebelión azuzando a sus hermanos a negar y
desconocer la influencia y el poder de Chau Padre en el mundo. Dicen los abuelos de nuestros
abuelos que Chau sufría profundamente por la ingratitud y agravios de sus hijos al mismo tiempo
que paulatinamente crecía su rabia contra los ingratos. Kushe Madre intentaba calmarlo pidiéndole
que no diera importancia y los perdonara. Entonces Chau Padre, iracundo explotó como los
volcanes, con todas sus fuerzas tomó a sus hijos y los arrojó desde lo alto sobre las montañas
rocosas. La cordillera tembló brutalmente con los impactos de los cuerpos gigantescos los cuales se
hundieron en la piedra formando dos inmensos agujeros. Kushe Madre, desesperada queriendo
mirar, abrió una ventana en el cielo que hoy conocemos con el nombre Kuyén o Madre Luna, la
cual desde entonces vigila el sueño de los hombres. Kushe se precipitó llorando entre las nubes
dejando caer enormes lágrimas sobre las montañas que inundaron rápidamente las profundas
cavernas dejadas por el impacto de los jóvenes, formando dos lagos vecinos, el Lacar y el Lolog,
brillantes como la misma cara de Kushe y hondos como su pena. Dicen nuestros abuelos que
cuando el gran Chau volvió a la calma, abrió una gran ventana redonda en el cielo para mirar lo
ocurrido, esa ventana sería conocida como Antú, el Padre Sol, y su misión desde entonces es
prodigar abrigo a todas las criaturas y alentar la vida todos los días. Miles de lunas después Chau
Padre y Kushe Madre volvieron a crear la vida en la tierra. Esta vez el hijo creado se sentía
terriblemente solo, triste miró al cielo y dijo: “¿Padre, porqué he de estar solo?”. “En realidad
necesita una compañera”, dijo Ngnechén, el espíritu progenitor. Pronto le enviaron desde lo alto
una mujer de cuerpo suave y grácil, la que cayó sin hacerse daño cerca del primer hombre. Ella
estaba desnuda y sintió mucho frío, por lo que, para evitar morir helada, echó a caminar. Y sucedió
que a cada paso suyo crecía la hierba, y cuando cantó, de su boca brotaron mariposas e insectos a
raudales, y pronto llegó al hijo creado Lituche, el armónico sonido de la fauna. Cuando estuvieron
uno frente al otro, dijo ella: -Qué hermoso eres, ¿cómo he de llamarte? -Yo soy Lituche, el hombre
del comienzo - replicó él. -Yo soy Domo, la mujer, estaremos juntos y haremos florecer la vida
amándonos - dijo ella. -Así debe ser, juntos llenaremos el vacío de la tierra - dijo Lituche. Mientras
la primera mujer y el primer hombre construían su hogar-ruka, el cielo se llenó de
nuevos cherruves (espíritus). Estos traviesos cherruves eran torbellinos muy temidos por la tribu.
Lituche pronto aprendió que los frutos del pewén eran su mejor alimento y con ellos hizo panes y
esperó tranquilo el invierno. Domo cortó la lana de una oveja, luego con las dos manos, frotando y
moviéndolas una contra otra hizo un hilo grueso. Después en cuatro palos grandes enrolló la hebra
y comenzó a cruzarlas. Desde entonces hacen así sus tejidos en colores naturales, teñidos con
raíces. Cuando los hijos de Domo y Lituche se multiplicaron, ocuparon el territorio de mar a
cordillera. Mucho tiempo después, tuvo lugar un gran cataclismo, las aguas del mar comenzaron a
subir guiadas por la serpiente gigante Kai-Kai Filu. Al darse cuenta de que sus criaturas corrían
grave riesgo, Chau Padre buscó una arcilla especial y modeló una serpiente benefactora Tren-Tren,
con la misión de proteger a los hombres, ella elevó la cordillera más y más. Cuando las aguas se
calmaron, comenzaron a bajar los sobrevivientes de los cerros. Desde entonces a estos hombres se
les conoce como “Hombres de la tierra” o Mapuches. Siempre temerosos de nuevos desastres, los
mapuches respetan la voluntad de Ngnechén y tratan de no disgustarlo. Trabajan la tierra y
realizan hermosa artesanía con cortezas de árboles y con raíces tiñen lana. Con fibras vegetales
tejen canastos y con lana, mantas y vestidos. Aún hoy en el cielo Kuyén y Antú se turnan para
mirarlos y acompañarlos. Por eso la esperanza de un tiempo mejor nunca muere en el espíritu de
los mapuches, los hombres de la tierra. Al cabo, el padre quiso bajar y ver con sus propios ojos los
frutos de su obra. Chau padre apareció un día entre los mapuches como si fuera uno más, cubierto
por un cuero y con la cabeza desnuda. Les enseñó a cumplir los trabajos y a respetar los ciclos del
tiempo asociado al arte de la siembra y la cosecha, la elección de las semillas y la conservación de
los alimentos. Les hizo un gran regalo: el fuego. Así fue como ganó otro nombre: Küme Huenu, que
quiere decir “lo bueno del cielo”, como lo llamaron los hombres. Chau Padre volvió a su casa y pasó
otro tiempo muy largo, tan largo que la gente se fue olvidando de muchas enseñanzas que había
recibido, dejó de ser buena y empezó a pelearse entre sí; los propios descendientes de sus hijos
hablaban de sus antepasados sin ningún respeto. Y mientras, se quejaban de todo e insultaban
mirando al cielo. Los hombres se robaban y se asesinaban entre ellos. Cada vez que se asomaba a
contemplar el estado de su creación, el gran Chau se daba vuelta enseguida y apretaba los labios
con amargura. La humanidad desafió nuevamente el orden celestial de Chau Padre, el cual propició
la acción destructora de la serpiente Kai-Kai Filu la cual agitando violentamente su cola producía
gigantes olas de espuma blanca, aterrando y ahogando a la comunidad por su mala conducta. La
serpiente benefactora Tren-Tren vivía en la montaña de la salvación la cual lanzó su silbido de
alerta, que se coló por todas las quebradas como si fuera un viento, convocando a todos los
mapuches. El pueblo huyó aterrado hacia las alturas de los cerros acosados por la furia de las olas
agitadas por los terribles movimientos de la cola de la serpiente Kai-Kai Filu que poco a poco
atrapaba a las personas ahogándolas. Por su parte el gran Chau enviaba rayos de fuego que
terminaban por aniquilar a los que lograban sobrevivir a la gigantesca inundación. Todos murieron,
menos un niño y una niña que sobrevivieron en el abismo profundo de una grieta. Únicos seres
humanos de la tierra crecieron sin padre ni madre, desabrigados de palabras y amamantados por
una zorra y una puma, comiendo los yokones que crecían en las alturas. De ese niño y esa niña
descienden todos los mapuches, resucitados.
Popol Vuh
Todo estaba en suspenso, en absoluta calma, en total silencio, sin movimiento alguno, sin
existencia, sin tiempo y sin espacio.
Podemos decir que en ese instante inicial no había hombres, ni animales, ni aves, ni peces,
ni cangrejos, ni árboles, ni piedras, ni hondonadas, ni barrancos, ni siquiera una brizna de
hierba: sólo existía el vacío infinito del Cielo.
Aún no se atisbaba la superficie de la Tierra, sólo se presentía el mar represado ante la
oquedad del Cielo.
Todavía no había nada que estuviera junto, nada emitía sonido alguno, todo se hallaba
inmóvil, nada ocasionaba ningún mal. Nada estaba en pie, nada existía.
Sólo se presagiaba el germen del agua en la mar sosegada, entre las olas serenas. Sólo se
sentía el silencio, el reposo, en la oscuridad, entre las tinieblas.
Sólo estaba el Creador y Formador junto a los gérmenes de las cosas colocados por él con
toda pureza, entre las aguas.
Estos gérmenes estaban cubiertos, como el quetzal, por plumas verdes, y por eso se les
llama Gucumatz. Eran grandes sabios, de inconmensurable lucidez. Por eso también al
germen de lo que existe en el Cielo se le llama U Cux Cah, es decir, Corazón del Cielo.
Y fue entonces cuando la palabra del Creador y Formador llegó hasta Tepeu (la Grandeza
Oculta) y hasta Gucumatz. Llegó entre tinieblas, pero su voz se dejó escuchar dentro de
ellos.
Cuando escucharon dentro de sí aquella voz, y meditaron sobre ella, decidieron reunirse
en consejo.
Se hablaron con el pensamiento y así empezaron a generarse las cosas.
Entonces comenzaron a formarse las criaturas. Y cuando consultaron entre sí sobre la
hechura de los vegetales, se crearon los árboles, las plantas y los bejucos.
Así, entre consultas, nació la vida y se inició la creación de todas las cosas. Y cada una de
ellas surgió en medio de la oscuridad, entre tinieblas, como manifestación de Corazón del
Cielo, que también se llama Huracán o Torbellino de un solo pie.
La primera manifestación fue la de Caculhá Huracán; la segunda, la de Chipí Caculhá, que
es el más pequeño de los rayos; la tercera, la de Raxá Caculhá, el Rayo Verde, que es por
medio de quien se comunica Corazón del Cielo con Tepeu y con Gucumatz.
LA FORMACIÓN DE LA TIERRA Y DE LA VIDA VEGETAL
Entonces consultaron entre sí Tepeu y Gucumatz sobre la vida y la creación, pues
entendieron que tenían que sembrar para hacer germinar, así como establecer qué
serviría de alimento. Lo llevaron a cabo con sus palabras.
Primero dijeron: «Que el vacío se llene y el agua se retire, y cuando se reúna en mares y
ríos, quede el Uleu, la Tierra. Que amanezca en el Cielo y se siembre en la Tierra, y que de
esa manera las criaturas que nazcan no tengan obstáculos».
Y nada más expresaron su idea, con sólo enunciarla, se creó el mundo y todo estuvo
formado.
«Uleu», dijeron, y al instante quedó engendrada la Tierra.
De las aguas fue surgiendo, en retazos, la neblina, y al bajar su nivel fueron despuntando
los montes, como carapachos de cangrejos. Y así, con un solo impulso maravilloso quedó
todo hecho.
Y en un instante empezaron a brotar, majestuosos, los cipreses y los pinos en toda la
superficie de la Tierra.
Al ver que todo había germinado, Gucumatz se sintió feliz y dijo:
—Buena es tu manifestación, Huracán, y también las vuestras, Chipí Caculhá y Raxá
Caculhá.
—Pero nuestra obra y nuestras criaturas se perfeccionarán —le respondieron todos.
Así, en primer lugar quedó formada la Tierra, con sus montañas y sus llanos. Las corrientes
de agua se constituyeron en ríos y éstos se dividieron en incontables arroyos que fluyeron
por los valles y entre los cerros.
Fue entonces cuando aparecieron las montañas más altas, mientras las aguas se detenían
y se formaban los lagos y las lagunas.
Al poco terminó de formarse la Tierra, creada por Corazón del Cielo y por Corazón de la
Tierra.
Esto fue lo primero que creyeron que había que hacer, cuando el Cielo y la Tierra estaban
aún en un estado germinal, tan sólo pensando en conformar y perfeccionar el Universo.