Underworld 08 - Black - Sophie Lark
Underworld 08 - Black - Sophie Lark
Underworld 08 - Black - Sophie Lark
Serie Underworld #8
Londres, Inglaterra.
John F. Kennedy
10 de octubre de 2003
A las 10:28 de la mañana del viernes 10 de octubre, el Servicio de
Policía Metropolitana recibió un boletín de que el Centro Nacional de
Vigilancia (CNV) había sido tomado como rehén.
―Dice que el tipo tiene una bomba atada al pecho. Tiene a la mayoría
de los empleados escondidos en el segundo piso. Está exigiendo
cincuenta millones de euros o los volará todos.
2
Novela literaria escrita por George Orwell. Personaje de carácter omnipresente, creador del partido
Ingsoc que todo lo controla. Debido a esto, el nombre de la novela se usa frecuentemente para referirse a
gobiernos autoritarios o vigilan excesivamente a sus ciudadanos.
3
Servicio Nacional de Salud del Reino Unido.
―Al menos treinta, y creen que era el 'Día de llevar a su hijo al trabajo',
así que también hay un montón de niños.
―Sí.
―¿Qué es extraño?
4
El Comando Especialista en Armas de Fuego es una rama de Operaciones Centrales de la Metropolitan
Police de Londres, se encarga de proveer capacidad de respuesta en armas de fuego, ayudando al resto del
servicio que no está habitualmente armado.
puertas principales cerradas, pero desde el sótano, puedes salir por los
pasillos de servicios públicos.
―Bien. Vístete.
Black se quitó el chaleco antibalas liviano y se puso una chaqueta y un
casco blindados. Sabía muy bien que, si estaba en lo cierto, estaba
entrando en un edificio que estaba a punto de explotar, y este equipo haría
poco para salvarlo.
―Bien. ―O'Brien golpeó la mesa con fuerza y el resto del equipo hizo
lo mismo, excepto Black, que no había anticipado la pequeña muestra de
solidaridad.
Dejaron caer sus rifles en el pasillo afuera de la puerta. Black sabía que
cada uno de ellos también tenía al menos una pistola en su persona, él
tenía dos: una en su chaqueta y otra en una pistolera. Como nadie más
estaba renunciando a ellas, también se quedó con las suyas.
Black pensó que, por la forma en que sostenían sus armas, no eran
expolicías ni militares. Estos eran fanáticos, no personal táctico. Aun así,
no hacía falta mucha habilidad para disparar con un rifle automático.
―Bienvenidos ―dijo.
―Así es.
―Sí.
―Si miras hacia el nivel de la calle, verás que hemos satisfecho esa
demanda.
Ciudadano Uno asintió con la cabeza hacia el guardia del otro lado de
la habitación. El hombre retrocedió hacia las ventanas, apuntando con su
arma al equipo de Black, y rápidamente miró hacia afuera. Asintió con la
cabeza al Ciudadano Uno para confirmar que Wilcox estaba diciendo la
verdad.
―Sí.
―Eso es correcto.
―¿Qué es?
―No hagas nada estúpido ―dijo en voz baja, con sus dedos apretando
el interruptor de hombre muerto.
Los dos guardias apuntaron sus rifles hacia Black. Tiró del brazo de
Ciudadano Uno, girando su cuerpo para que creara un escudo entre él y
el primer guardia, por lo que el hombre tendría que dispararle a su jefe
por la espalda si quería llegar a Black, pero eso lo dejó completamente
expuesto en su lado opuesto.
Escuchó tres disparos detrás de él. Una bala pasó por su oído, tan
cerca que casi pudo sentir el calor. El segundo guardia cayó al suelo,
disparado por O'Brien, que había sacado la pistola de la chaqueta.
Black vio que dos de los rehenes habían sido disparados por el guardia
que había disparado balas por todas partes. Por suerte eran dos de los
adultos, un hombre y una mujer, y ninguno parecía crítico.
Black vio a la mujer que aún estaba atada a la silla e intentaba gritar a
través de la cinta adhesiva. Corrió hacia ella y con su mano libre, abrió la
parte delantera de su pesado abrigo.
Había otra bomba atada a su cuerpo, incluso más grande que la que
llevaba Ciudadano Uno. Tenía un temporizador digital, directamente
sobre su pecho. Los números azules brillantes contaban hacia atrás:
quedaban dos minutos y treinta y un segundos.
―No tengo tiempo para hacer nada ―le dijo―. Saquen a los rehenes.
Cuando por fin se incorporó, vio que él y el chico parecían que habían
sido sumergidos en polvo. Solo los ojos llenos de lágrimas del niño
asomaban por su lívido rostro.
Era el aspecto más convencional que jamás le había visto. Violet, que
era casi diez años más joven que él, siempre fue un poco salvaje, temía
que apareciera con mechas moradas en el cabello, o usando botas de
combate. Eso le provocaría a Andrea un infarto.
―Me alegro de que volvieras ―le dijo Violet, mirándolo con una
expresión seria―. Ha pasado mucho tiempo.
Habían pasado cuatro años desde la última vez que vivió en Londres,
dos desde la última vez que la había visitado. Todavía le resultaba
doloroso conducir por determinadas calles y visitar ciertos lugares. Eran
demasiados recuerdos.
―Te vas a quedar ahora, ¿no? ―ella le preguntó, con sus ojos verdes
curiosos y esperanzados.
El clan Emerson era tan numeroso como escasos los Black. Llenaban
los escalones de tíos, tías, primos, abuelos y niños, incluidos varios bebés
que lloraban. La mayoría eran bajos y regordetes, y todos tan ruidosos
como Vincent Emerson.
Black nunca lo había visto tan feliz. Emerson agarró a Andrea por la
cintura y trató de hacerla girar con su vestido de novia, besándola una
docena de veces, sin hacer caso de su lápiz labial, que terminó por toda su
cara.
―Lo sé. ¿Qué idiota permitió que eso sucediera? ―Emerson le dijo
alegremente.
―No creo que pueda soportar que seas mi jefe ―respondió Black.
Por fin, el fotógrafo los dejó ir a todos para que se prepararan para la
ceremonia.
5
Fuerza policial metropolitana de Londres.
―Creo que te mereces a alguien que esté locamente obsesionada y
completamente enamorada de ti, y que no tenga miedo de decirlo.
―Genial ―dijo Black―. Bueno, tal vez eso sea lo que yo haga también,
no me he divertido en un tiempo.
―Oh, vamos.
Black había vivido ahí durante los años 80 y 90, durante el pico de la
delincuencia y la miseria general en esa zona. Después, cuando estaba a
punto de graduarse de la escuela secundaria y mudarse, la zona fue
visitada por el primer ministro en ese momento, Tony Blair. Bajó de su
limusina y e hizo un recorrido por el lugar, como si estuviera preocupado
por la gente, pero realmente, quiso usarlos como parte de su primer
discurso mientras estaba en el cargo, para impulsar su agenda social.
No fue del todo malo, sabía que algunos de los amigos de Andrea
recordaban el lugar con cariño. Tal vez él solo lo odiaba porque sus
recuerdos estaban impregnados de la sensación de vergüenza e
inferioridad.
De todos modos, era una tontería pensar en eso en una boda. Debería
disfrutar de lo hermosa que se veía su hermana y lo emocionada que
estaba. Escuchó el brindis que dio Emerson, donde contó cuántas veces
tuvo que suplicar y acosar a Andrea antes de que ella aceptara tener una
cita con él. Black aplaudió en todas las partes apropiadas, luego levantó
su copa en un brindis por la feliz pareja.
Vio a una mujer alta y delgada con cabello pelirrojo brillante, ojos
verde mar y una sonrisa descarada.
―¿Haré qué?
―¿Bailar conmigo?
Ella lo tomó del brazo y lo arrastró hacia la pista de baile. Era una
canción lenta, afortunadamente, así que Black no tuvo que hacer mucho
más que tomar su mano y apoyar la otra en su cintura.
Esperaba que ella hiciera cien preguntas o hiciera una broma. “¿Te
quedaste algo para ti?” era la que escuchaba con más frecuencia.
Él asintió.
―¿Por qué tengo la sensación de que viniste aquí esta noche por una
razón? ―le preguntó.
―Yo soy una artista hambrienta ―dijo Violet―. Él solo lo hace por
diversión.
―No estás ocupado ―le dijo Andrea, poniendo los ojos en blanco―.
Estás desempleado, probablemente no tengas ni una sola cosa que hacer
hoy.
Violet, por el contrario, siempre fue una soñadora. Ella solía decirle a
Black: ¡Imagínate si ganáramos la lotería! ¡Imagínate si descubriéramos que
nuestro verdadero padre era multimillonario! Imagínate si todos empezáramos
una banda y nos hiciéramos más famosos que los Beatles.
Pero una vez que la encontró, eso tampoco le trajo felicidad. Ella ya
estaba enamorada de otra persona.
Ahora estaba de regreso en Londres, tal vez para buscar algún tipo de
término medio entre las ideologías de sus dos hermanas.
Eligió Covent Gardens como su vecindario, tal vez con la esperanza
de que la atmósfera alegre, abarrotada y bohemia le ayudara a aligerar su
estado de ánimo. No quería un barrio sofocante y refinado, pero tampoco
quería vivir en un lugar miserable y de mala muerte.
Black no tenía el presupuesto para una vista del Támesis, pero podía
correr hasta el sendero junto al río con bastante facilidad. Eso es lo que
hizo ahora, después de ponerse pantalones cortos y tenis.
Era un día tan soleado que se sentó en uno de los cafés al aire libre y
pidió un sándwich de carne con papas fritas, junto con una cerveza
negra. Los alemanes tenían razón al beber cerveza al aire libre en lugar de
en sucios pubs.
Empleada pierde tres dedos por paquete bomba dirigido a Tom Morris.
Pensó en aquel momento, que The Telegraph fue atacado porque fue
uno de los primeros periódicos en hacer el cambio a un modelo digital de
noticias, ya que los periódicos impresos tradicionales comenzaban a
perder popularidad.
Holly le dijo que Tom Morris estaba recibiendo amenazas, algo común
en un político, pero no mencionó de quién eran esas amenazas.
Byron, soy Holly. Andrea me dio tu número. Odio ser una peste, pero Tom
realmente quiere reunirse contigo.
Aunque nunca la escuchó decir una sola palabra, cada detalle de esa
desafortunada joven estaba grabado en su mente, y lo mismo podría
decirse de la versión de diez años de Tom.
Verlo en la televisión era bastante extraño, sin tener que hablar con él
cara a cara.
Lukas Foss
Black tomó un taxi hasta las Casas del Parlamento, donde Morris tenía
su oficina. Como uno de los edificios más famosos de Gran Bretaña,
conocía muy bien su gran silueta formal. Situado en la orilla norte del
Támesis y adyacente al Puente de Westminster, estaba coronado en su
extremo norte por la Torre Elizabeth, comúnmente conocida como “Big
Ben”.
Incluso estuvo adentro una o dos veces en viajes escolares, cuando les
enseñaron todo sobre la Cámara de los Comunes y la de los Lores. No
había prestado mucha atención entonces, no estaba interesado en el
gobierno cuando era niño, pero de adulto, siguió a Tom Morris lo
suficiente como para conocer su particular historia en la política.
―No sé. Aquí pasan todo por rayos X. No sé si fue protegido de cierto
modo, o si fue traído de otra manera por alguien que pretendía ser un
empleado de Express o algo así. Era un paquete bastante pequeño, o eso
escuché. Todo son rumores en este momento, la policía no nos ha dicho
mucho.
Un joven con lentes Buddy Holly y barba muy corta estrechó la mano
de Black.
―En una semana, Tom celebrará una cumbre ambiental ―dijo ella―.
Ha invitado a políticos y líderes empresariales de todo el Reino Unido.
Está tratando de construir un marco para la transición del Reino Unido a
un ochenta por ciento de energía renovable durante los próximos diez
años. Tiene mucho apoyo popular, pero también se está haciendo
enemigos, porque exige un cambio a gran escala. Tememos que estos
ataques se intensifiquen en el período previo a la cumbre.
―Es por eso que esperábamos contratarte, temporalmente ―dijo
Morris, mirándolo fijamente―. Queremos que te encargues de la
seguridad de esta oficina y de mí, personalmente, en cualquier evento al
que asista.
―Eso fue suerte ―dijo Black―. Actué por impulso y las cosas no
terminaron tan bien como me hubiera gustado.
Como sea, pensó que Morris entendía lo que quería decir. Le dijo:
Black asintió.
―Eso es lo que estoy dispuesto a hacer ―le dijo―. No soy un
guardaespaldas, pero soy detective. Me gustaría averiguar quién envió
esa bomba, y si son los Ciudadanos, quiero hacer que cesen sus
operaciones de una vez por todas.
Holly se veía incluso más feliz que Morris, rebotando levemente sobre
las puntas de sus pies.
Holly lo miró con sus ojos verde mar y su encantadora sonrisa torcida.
Esa sonrisa iluminó todo su rostro. Había tanta esperanza y emoción en
ella.
―Aun así tienes que comer ―dijo Black―. Bien podrías estar conmigo.
Ateneo
Holly conocía todos los restaurantes en las inmediaciones del
Parlamento. Confesó que consumía el noventa por ciento o más de sus
comidas en almuerzos y cenas de trabajo en esa área, o como comida para
llevar a su escritorio.
Por supuesto, esta no era una cita con Holly. Se estaban reuniendo con
un propósito práctico, como amigos.
―Así es.
―Es tan difícil de decir eso con los políticos ―dijo Black―. Cómo son
realmente. Su personalidad siempre parece producida.
―Bueno, Davis solo lleva seis meses, Cara un año y medio. Daniel
lleva ahí más tiempo que yo. Ha trabajado para Tom desde el principio.
―Espero que no ―le respondió―, pero estoy tratando de ver todas las
posibilidades. Se colocó directamente en el escritorio de la recepcionista,
¿no es así? ¿No se envió por correo?
―Toda persona que hace algo horrible tiene gente con la que trabaja
todos los días, sin mencionar amigos, familiares y vecinos. Todo el mal
lleva una máscara del día a día.
―Siempre supe que eras una persona profunda ―dijo por fin,
mirando a Black con la cabeza ligeramente inclinada hacia un lado.
Uno en particular, Bill Rowe, era nada menos que horrible para Black
y sus hermanas. Estaba desempleado en ese momento, y Black odiaba
volver a casa para encontrarlo tirado en el sofá, con una cerveza o dos
siempre a la mano, con su enorme y peludo cuerpo apestando a su
apartamento en el calor del verano, o el moho húmedo del resto del año.
No estaba por encima de darle una copa a Black cuando estaba de mal
humor, él solo tenía trece años entonces y casi dos metros de alto ya, pero
era esbelto y débil. Intentaba pasar todo el tiempo posible afuera del
apartamento, especialmente jugando fútbol con sus amigos. Sin embargo,
le resultó difícil conseguir tacos, ya que sus pies crecían medio número
cada dos meses.
La peor parte fue que no había ninguna razón para eso. No habían
tenido una pelea ni nada el día anterior. Lo hizo por pura crueldad, tan
casualmente como se puede pisar una hormiga en la acera.
Black estaba tan furioso que quiso saltar sobre Bill y destrozarlo, tal
como Bill había hecho con los zapatos, pero sabía que eso era exactamente
lo que Bill pretendía, le daría una razón para hacer lo que realmente
quería hacerle, que era golpearlo hasta convertirlo en una pulpa
sangrienta.
Debieron haber estado sentados ahí durante media hora o más, hasta
que lenta e inexplicablemente, Black comenzó a sentirse mejor. La forma
en que se sentó tan tranquilamente a su lado, sin hablar, pero con la
simpatía que irradiaba de ella, lo calmó. Probablemente solo tenía diez u
once años en ese momento.
Holly se rio.
―¡Por supuesto que no! No creo que ni siquiera supieras que existía.
―Extremadamente profesional.
―Absolutamente no.
6
Es un anglicismo que se utilizaba en los años 1920 para referirse a un nuevo estilo de vida de mujeres
jóvenes que usaban faldas cortas, no llevaban corsé, lucían un corte de cabello especial y escuchaban música no
convencional para esa época, la cual también bailaban.
la década de 1920, o con un traje pantalón y un sombrero de fieltro como
Marlene Dietrich.
Había planeado darle más juegos preliminares, pero Holly estaba tan
impaciente como él. Ella ya le estaba quitando los pantalones, liberando
su palpitante polla en su cálida mano y apretó su cuerpo contra el de él,
apretándolo con la mano y jadeando en su boca abierta.
Pudo ver el ligero brillo de sudor en su piel, con sus ojos estaban
vidriosos de lujuria. Sus carnosos labios rojos estaban entreabiertos
mientras gemía y rogaba por más.
Black se inclinó sobre ella, sus codos sobre la mesa, sus piernas
alrededor de su cintura. Su peso combinado era demasiado para la mesa
barata. Se derrumbó debajo de ellos, enviándolos al suelo.
Nunca había visto nada más hermoso que su rostro, iluminado por el
placer. Holly siempre estaba animada, sus rasgos mostraban todas y cada
una de las emociones a medida que pasaba. En el sexo, su expresión se
convirtió en un mapa de su frenesí, su regocijo, y su éxtasis.
Lo soltó.
Holly se rio.
―¿Cómo se compara?
―Puedo hacer que eso suceda ―dijo Holly―, si no te importa que sea
durante el almuerzo o en algún otro espacio reducido.
―Eso está bien ―dijo Black―. Y también tengo otras personas con las
que quiero hablar.
Hubo una pausa un poco incómoda, él sintió que debía decir algo más
sobre lo que había sucedido entre ellos. Trabajaban juntos, más o menos,
por lo que pensó que tenía que decir que debían mantenerlo informal y
profesional. O mencionar que no estaba en condiciones de tener ningún
tipo de relación en ese momento. Como si el estado de su apartamento no
lo declarara con la suficiente claridad.
Se sintió muy aburrido una vez que la puerta se cerró detrás de ella.
Más allá de eso, no pudo penetrar más. Los foros donde se llevó a cabo
la planificación real eran solo para invitados y eran imposibles de
encontrar, y mucho menos unirse.
Soren Kierkegaard
Black fue a correr rápido por su vecindario, solo para sudar un poco,
luego regresó a su apartamento para ducharse. Se vistió con su habitual
traje sencillo y corbata, negro sobre negro. Sus hermanas siempre se
burlaban de él diciéndole que parecía un asesino a sueldo, pero descubrió
que lograba el equilibrio perfecto entre profesionalismo y simplicidad,
por lo que atraía la menor cantidad de atención posible para un hombre
de su altura y ancho.
Por la misma razón, solo se afeitaba cada dos días. Cuando estaba bien
afeitado, se parecía demasiado al policía que solía ser.
―¡Ahí estás! ―le dijo―. 1:29, muy puntual. Te dejaré hablar con Tom
a solas, tengo que llevarlos a la oficina del tesorero.
―¿Crees que el paquete bomba de ayer tuvo algo que ver con la
cumbre? ―preguntó Black.
―No es tanto la energía renovable. Creo que están más molestos con
los subsidios del gobierno para la investigación y el desarrollo de
tecnología verde.
―¿Por qué la agarraron ese día y la ataron a la silla? ¿De entre todos
los rehenes?
―Los Ciudadanos deben saber que estuviste ahí ―dijo Black―. ¿Crees
que esa es en parte la razón por la que te están apuntando?
―No. ―Morris negó con la cabeza―. Holly me lo trae cada vez que
compra uno para ella. Ella toma un latte fino de vainilla, si alguna vez
quieres sorprenderla. ―Le guiñó un ojo a Black.
―Gracias por venir ―dijo Morris―. Siento haber tenido que comer al
mismo tiempo.
―Para nada.
―Lo haré.
Black se topó con Holly cuando salía de la oficina. Llevaba una pila de
papeles completamente diferentes y parecía hostigada, pero ella le sonrió
a Black de todos modos.
―Sí.
Estaban muy cerca el uno del otro. Black podía ver el anillo ahumado
alrededor de sus iris de color verde vivo. Podía sentir el más mínimo
indicio de calidez de su aliento en su piel.
Holly se sonrojó.
Pamela dijo que tenía libres los miércoles y viernes, así que Black
podía pasarse por ahí cuando le conviniera.
“Si no abro la puerta, ven por detrás” dijo. “Podría estar trabajando en el
jardín”.
Le hacía sentir tan extraño pensar que, si las cosas hubieran ido de
otra manera, no habría una Nora, la ayudante de la maestra, ni una
Pamela cuidando las azaleas. Lo más probable es que tampoco un
Black. Alguien más viviría en esta casita de ladrillos, y alguien más podría
haber estado con Holly anoche.
―Casi nunca, creo que estaban alejados, dijo que ellos eran
extremadamente religiosos. Vivían en, mmm, creo que Kettering. La
mayoría de las familias pueden estar molestas por un embarazo en la
adolescencia, pero por lo general se unen, al menos por el bien del
bebé. No creo que eso le haya pasado a ella. Sabes que ni siquiera se
llevaron a su hijo, después del... el accidente.
―Me sentí tan mal por ese niño. Podría haberlo tomado yo misma,
pero estaba pasando por un divorcio en ese momento. ―Pamela negó con
la cabeza, con su rostro todavía sonrojado por el recuerdo―. Fue un año
terrible para mí, en general. Conservé esta casa, pero apenas. De todos
modos, al final resultó bien para él. ¿Sabes que se metió en política?
―Lo sé ―dijo Black, asintiendo.
―Así es. No era un trabajo muy interesante, pero era regular, incluso
terapéutico. Entras en una especie de estado Zen después de un tiempo,
conectando los números.
―No nada de eso. Recuerda que ella era una empleada nueva,
relativamente hablando, tenía un trabajo de secretaria antes. La entrada
de datos fue un paso adelante para ella.
―Sí, una o dos veces, y las otras chicas también. Era una empresa muy
familiar. Todos los años tenían un día de “llevar a su hijo al trabajo” así
como fiestas navideñas de la empresa y barbacoas en el verano,
etc. Incluso podrías llevar a tus hijos durante las vacaciones escolares, si
no tenías niñera.
―Sí, ella estaba sentada en su escritorio, justo al lado del mío. Trató
de tirarse en el suelo con su hijo, con Tom, pero uno de los hombres la
agarró del suelo, la levantó y la arrastró al otro lado de la habitación.
Black consideró esto. Morris dijo que pensaba que Wright había
agarró a su madre porque era la rehén más cercana. Eso no concordaba
con el recuerdo de Pamela.
―Solo pedidos básicos. Era obvio que Wright estaba a cargo. Los
otros hombres parecían nerviosos, pero él estaba extrañamente tranquilo.
Eso me asustó casi más que nada, pude ver que no era racional. No era
normal. Los otros hombres se estaban agitando a medida que pasaba el
tiempo. Uno de ellos dijo algo como, 'No lo van a hacer', lo que significa
que la policía no iba a cumplir con las demandas. Y Wright simplemente
dijo: 'Sigue esperando'. Fresco como una lechuga.
―¿Y luego?
Se recogió la mitad del pelo con alfileres, de modo que el largo haz de
rizos de color cobre rojizo caía sobre su hombro desnudo. Parecía más alta
que nunca con sus elegantes tacones de aguja.
No dijo nada sobre su otra empleada, Cara, que tenía el pelo recogido
en un moño, sus lentes de abuela muy bajos en la nariz, un chal bohemio
envuelto alrededor de sus hombros y un par de pendientes grandes
colgando de sus lóbulos que parecía que habían sido hechos a mano con
arcilla. Cara no pareció darse cuenta del desaire; escribía locamente en su
teléfono mientras caminaba, algo que Black nunca podría ver sin sentirse
preocupado de que la persona estuviera a punto de caer en una fuente o
caminar hacia el tráfico.
―Tu tweet sobre la carne cultivada tiene mucha fuerza ―le dijo Cara
a Morris.
―Es casi indistinguible ahora. Tal vez un poco más suave en medio y
más crujiente en los bordes, cuando la conviertes en una hamburguesa.
Morris se sentó en la parte delantera del taxi para poder charlar con el
conductor. Black vio que nunca perdía la oportunidad de influir en un
votante potencial.
Black sabía que Morris le ordenó a la seguridad del hotel que hiciera
un barrido de la habitación antes de que comenzara la fiesta, pero con
todos estos invitados y empleados, y tan poca seguridad, casi no
significaba nada.
Le asustó saber que ella estaba al lado de Morris día tras día, cuando
él se había convertido en un objetivo. Fácilmente podría haber sido ella
abriendo ese paquete explosivo, en lugar de la pobre secretaria. La
próxima vez, podría serlo.
Morris bajó los escalones del escenario y todos los ojos miraron hacia
la pantalla cuando el proyector comenzó a funcionar.
Black pudo ver el atasco de invitados luchando por salir por la puerta
principal opuesta al escenario. Trató de escanear el grupo para ver si
Clark estaba entre ellos. Vio el dobladillo del chal de Cara, justo cuando
ella lograba empujar la puerta, pero ni rastro de Clark. Puede que ya lo
haya atravesado.
Morris se alejó para hablar con los reporteros que se apiñaban contra
el cordón.
Holly estaba temblando, no tanto porque la noche fuera fría, sino por
la conmoción de lo que acababa de suceder.
Josh Dallas
Black volvió a entrar al salón de baile con Emerson a su lado. La
escena en el interior estaba muy lejos de lo que fue media hora antes. En
ese entonces, la sala estaba abarrotada pero limpia, con una disposición
ordenada de mesas y sillas redondas para banquetes, manteles blancos
inmaculados y una decoración suave pero ornamentada.
―Evidentemente.
―Correcto.
Emerson asintió.
―Seguro.
Pero ahora, más que nada, quería cuidar de ella. Así que la ayudó a
quitarse la chaqueta del traje y los tacones y la llevó al dormitorio.
El baño era pequeño, pero incluía una bañera grande. Black comenzó
a llenarlo con agua tibia, le quitó el vestido y la llevó al baño. Se subió las
mangas de la camisa, se sentó en el borde de la bañera y le lavó el cabello,
masajeando suavemente su cuero cabelludo con el champú y luego
enjuagándola.
Holly asintió.
Black se rio.
―Sí ―dijo―. Fue horrible. No tenía idea de cómo coser, estaba pegado
con cinta y engrapado.
Era curioso hablar de estas cosas con Holly. Siempre odió recordar sus
años de infancia, no pensó que le gustaría recordar el pasado, pero de
alguna manera, cada vez que Holly lo mencionaba, sacaba las mejores
partes, las que no eran tan dolorosas. Ella señaló lo que vino a través de
ese tiempo limpio, y fuerte, y vivo: su relación con sus hermanas. Las
partes de él que eran buenas entonces y siguen siendo buenas ahora.
Ella lo hizo sentir tan esperanzado y bien, que la vida podía ser tan
rica y gratificante como ella la veía.
―Sé que dijimos que deberíamos mantener esto casual ―dijo Black
vacilante―. Pero iré a cenar a casa de Andrea el domingo. Pensé que
querrías venir, podríamos ir como amigos, estoy seguro de que a mis
hermanas les gustaría verte.
―Todo terminó ―le aseguró Black―. Fue hace dos años, pero no he
podido conectarme con nadie desde entonces.
Casi inconscientemente, pasó los dedos por la marca física del costado
de Black, la cicatriz donde Wright lo apuñaló. Le dejó una profunda
herida en el costado izquierdo. Black tenía otras marcas, en los hombros
y la espalda, de otros altercados en la línea de trabajo. Y una cicatriz muy
pequeña en el lado derecho de la cara, de un accidente automovilístico
que involucró a la mujer en cuestión, Lex Moore.
―Hay café en la cocina ―dijo―. Y tal vez pan para tostadas, aunque
no puedo prometerlo. ¡Quédate el tiempo que quieras! Tengo que irme.
No tenía un reloj que marcar como Holly, pero tenía muchas cosas que
quería hacer ese día.
Una vez que se vistió, asomó la cabeza por la esquina para ver a Holly
tratando de cepillarse los dientes y aplicarse rímel al mismo tiempo.
―¿Tiene relación con las bombas que usaban los Ciudadanos hace
dieciséis años? ―preguntó Black.
―Correcto.
―¿Algo violento?
Black tenía poco más que nada él mismo. Sin embargo, había logrado
localizar a la abuela de Morris. Su abuelo había fallecido, pero la anciana
seguía viva, viviendo en Kettering, tal como dijo Pamela.
Nadie respondió las múltiples veces que llamó a la casa, por lo que no
tenía otra opción en este momento, excepto alquilar un auto y conducir
hasta allá.
―Hola ―dijo Black―. Soy Byron Black, amigo de Tom Morris, el nieto
de la señora Morris. ¿Vive ella aquí?
―Es el hijo de Gemma ―le dijo―. Me envió aquí para hablar con ella.
―Está bien ―dijo la mujer, aún insegura―. Ella acaba de despertar. No
está en buen estado, tiene demencia, entre otras cosas. Yo soy Cecilia
Palmer, y la cuido.
Una anciana se sentó en la cama, vestida con una bata de casa. Tenía
un rostro enorme y carnoso, mechones de cabello gris y ralo en el cuero
cabelludo y ojos hundidos de color indeterminado. Ella miraba fijamente
la televisión.
―Señora Morris ―dijo Cecilia en voz alta―. Este es el señor Black, dice
que es amigo de su nieto.
―Yo no tengo ningún nieto ―dijo la señora Morris, con voz plana y
desinteresada mientras miraba la televisión.
Cecilia lo miró con los ojos entrecerrados, sospechando una vez más.
Black le dijo:
―Así es.
―Me preguntaba ¿cuándo vio por última vez a su hija, señora Morris?
―dijo Black.
―Antes ―dijo al fin―. Ella vino aquí con una gran barriga, pensando
que eso nos conquistaría.
―¿Por qué tenía que conquistarlos? ―preguntó Black.
―Así es. Ella tampoco obtuvo ningún título, solo le tomó dieciocho
meses quedar embarazada, la muy puta.
―Bueno, se equivocó con Tom ―dijo Black―. ¿Ve las noticias? Ahora
es diputado.
Black se fue sin agradecerle por hablar con él. Le repugnaba la anciana
y el abandono de su nieto. Por otro lado, tal vez le hizo un favor a
Morris. Probablemente estuvo mejor en un hogar adoptivo que creciendo
con ese murciélago odioso.
Era una de las razones por las que Black a veces se preguntaba si tenía
un padre diferente, porque Dios sabía que ninguno de los demás Black
tenía talento musical.
Una vez cantó una versión de una canción de Sean Mendes que
obtuvo tres millones de visitas en YouTube, pero llamar la atención por
su propia música fue, por supuesto, una propuesta mucho más difícil.
Se sentó en una mesa pequeña cerca del escenario y pidió una cerveza
mientras esperaba a que saliera su hermana. La cerveza estaba buena,
pero la chica que se la trajo estaba pálida y mal alimentada. No tenía
marcas en sus brazos, al menos.
Violet subió al escenario por fin, cuando Black se estaba quedando sin
cerveza. No había banda, solo un viejo piano destartalado que parecía
haber vivido en el ático de alguien durante cien años.
Ella se sentó en su banco, iluminada por un solo foco. Llevaba un
vestido de brocado que podría haber estado hecho con un cojín de sofá,
con medias negras debajo. Su cabello estaba recogido en un moño sobre
su cabeza, con un lápiz enterrado a través de él. Esto calificó como muy
elegante de hecho, para los estándares de Violet.
Su voz era fascinante: baja, suave, sensual, pero clara como una
campana cuando se elevó a los registros superiores. Y, por supuesto, era
hermosa: con el cabello rubio ceniza, pómulos nórdicos, y unos ojos
verdes pálido debajo de las cejas oscuras. Incluso los hombres más viejos
y cansados de la sala tuvieron que girarse para mirarla.
Pidió otra cerveza, por si quería salir y sentarse con él. Efectivamente,
después de unos veinte minutos, se acercó a su mesa, vestida con su
chaqueta.
―Claro. Siempre que esté de mal humor. Así que bastante a menudo.
Era casi seguro que lo dirigía la Bratva, aunque solo fuera como una
operación muy pequeña. Quizás simplemente para lavar el dinero.
―No haré nada estúpido ―le prometió ella―. Soy amiga de las
meseras. No están siendo abusadas ni nada por el estilo.
―Sí.
―Bien. Andrea ha estado tratando de conseguirme un trabajo en su
oficina.
―Cuánto pagan?
―¿Quieres un trago?
―¿Qué es?
Quería despeinar su cabello como solía hacer, pero sabía que ella no
querría que lo arruinara.
Boris Johnson
El viernes por la mañana, la lluvia caía el doble de fuerte. Black planeó
usar su traje como de costumbre, pero luego vio el regalo de Violet al pie
de la cama y desenvolvió el suéter. Era un tejido trenzado de color gris
marengo, grueso y cálido. No fue un mal trabajo, tal vez un poco más
abultado en algunos lugares que en otros, pero en general, lo ideal para
un día horrible como este.
―Sí. Lo siento ―dijo él, haciendo una mueca por el charco que había
hecho.
Holly miró hacia arriba con alegría cuando lo vio entrar por la puerta.
―Ahí es donde pasa todos estos días, ¿no? ―dijo Morris―. Irónico
para un grupo que odia la tecnología.
―¿Acerca de?
―¿Cuál es el problema?
―Este puesto parece un paso hacia atrás para ti ―dijo―. Trabajar con
un grupo de niños. Me sorprende que lo hayas aceptado.
―¿Y no tienes ninguna otra razón para querer estar cerca de Morris?
―¿Qué estás insinuando?
―Por supuesto que sí ―dijo Clark con los dientes apretados―. Soy uno
de los amigos más cercanos de Tom.
Buda
Black salió de la oficina de Morris reflexionando sobre su interacción
con Daniel Clark, fue difícil inmovilizar al hombre. Parecía genuinamente
leal a Tom, pero su antagonismo hacia Black era palpable.
Mientras esperaba a que Clark saliera del trabajo, usó su teléfono para
hacer más investigación en línea sobre los diversos miembros del equipo
de Morris.
Pero finalmente Clark salió trotando del edificio, con los hombros
encorvados contra la aguanieve y las manos en los bolsillos.
Aun así, era un día largo, frío y tenso. Black echaba un vistazo a su
teléfono de vez en cuando, con ojeadas rápidas a varias noticias y
publicaciones en las redes sociales, pero en su mayor parte, tenía que
mantener la vista fija en el edificio de apartamentos.
Odiaba esa vulnerabilidad, se había resistido a ella desde que las cosas
terminaron con Lex, pero de alguna manera Holly lo había cautivado, sin
ningún tipo de pensamiento o blogs consentimiento de por medio.
Hacia la hora del almuerzo pidió una pizza y parecía que iba a ser su
única actividad del día, porque a las nueve de la noche todavía no había
salido.
Planeaba esperar hasta las diez y luego darse por vencido.
Estaba bastante oscuro ahora, pero había poca gente en las calles, por
lo que Black se aseguró de quedarse atrás en la acera mientras seguía en
silencio a Daniel Clark.
Solo esperaba que no se subiera a un taxi, porque eso haría mucho más
difícil seguirlo.
Black pudo ver los rostros de los otros dos hombres con bastante
claridad. El hombre más joven, debido a que estaba tan excitado, hablaba
más alto que sus amigos, y Black estaba casi seguro de que había dicho el
nombre de “Morris” antes de que el hombre pálido y delgado lo empujara
para que se callara.
El mesero gruñó, lo que Black supuso que era una afirmación. Era
bajo, pero ancho de pecho y hombros, con la nariz aplastada como un
boxeador.
Vio que Clark tenía un papel y estaba dibujando algo en él. Podría ser
un diagrama o un mapa, pero estaba demasiado lejos para verlo.
Black sacó su teléfono celular para tomarle una foto. Tal vez podría
ampliarlo más tarde, fuera lo que fuera.
―¿Qué crees que estás haciendo? ―dijo una voz ronca detrás de él.
Aun así, era su mejor ruta. Pasó rápidamente al lado del mesero,
apartó al hombre más bajo y fornido del camino y se dirigió hacia el
laberinto de habitaciones oscuras en la parte trasera del edificio.
Pudo oír a los otros hombres pisándole los talones. Miró salvajemente
a su alrededor, tratando de adivinar qué puerta conducía a qué, sin
revisar cada una. Supuso que una era una oficina y la otra un
almacén. Vio el suelo de baldosas a su derecha y pensó que debía ser una
cocina y la mayoría de las cocinas tenían una puerta trasera que daba al
callejón para sacar la basura.
Aun así, Black siguió trotando, dirigiéndose a áreas cada vez más
pobladas. Una vez que estuvo seguro de que Clark y sus compinches no
lo siguieron, sacó su teléfono y miró sus fotos.
Tomó una foto de la nuca de Clark y de los otros dos hombres, pero
con la penumbra del interior del pub y la distancia de la toma, el papel
que habían estado mirando no era más que una mancha pálida en la mesa.
Sé lo que es sentirse desamado, querer venganza, cometer errores, sufrir
decepciones, pero también encontrar el valor para seguir adelante en la vida.
Tim O’Brien
El día siguiente era domingo, cuando se suponía que Black iría a cenar
a la casa de Andrea y Emerson. Se despertó tarde, le dolía la cabeza por el
golpe del mesero en la oreja.
Era irritante haber estado tan cerca de lo que estaba seguro era una
especie de reunión, sin obtener información o evidencia útil.
Esto solo hizo sospechar más. Obviamente, Clark conocía bien a los
otros dos. ¿Por qué no estaban entre sus 438 amigos de Facebook? Black
estaba empezando a pensar que la personalidad vegana, malhumorada y
pedagógica de Daniel Clark era una fachada, una versión desinfectada de
sí mismo que utilizaba para ocultar sus actividades reales en internet.
―¿Qué pasó?
―Solo un pub.
―¿Y?
―Y no mucho ―admitió Black―. Se reunió con un par de tipos. Estoy
casi seguro de que estaban hablando de Morris, pero no pude acercarme
lo suficiente para escuchar.
Black se inclinó sobre el asiento y la besó, sin hacer caso del taxista que
iba delante. Tan pronto como sus labios se encontraron, la tensa bola de
estrés en el centro de su pecho pareció relajarse un poco. Holly tenía una
habilidad increíble para hacer que el resto del mundo se desvaneciera.
Black sabía que era mucho más del gusto de Andrea que de Emerson,
ya que estaba familiarizado con la estética tradicional de su hermana
versus el montón de basura a la que Emerson llamaba soltero en sus días
de soltero. Black estaba seguro de que Emerson era lo suficientemente
inteligente como para ver esto como una mejora.
Emerson les preparó una bebida a todos mientras Andrea daba los
toques finales a la cena.
―¿Y Shelly?
―¿Qué dijo?
―Yo supongo que sí, pero como dije, Shelly bebió el kool-aid7. Podría
ser una ilusión.
7
Se usa para describir la aceptación ciega de algo.
―¿Obtuviste algo más de esa bomba?
Black tomó nota de eso, pensando que quizás también quisiera hablar
con ellos. Podrían saber si alguien mostró alguna vez un interés anormal
en Morris en los años posteriores al atentado.
―Dios, esto huele bien ―dijo Violet. Sacó un muslo del pollo y le dio
un gran mordisco. Andrea suspiró y comenzó a cortar el resto de la carne
en rodajas uniformes.
―¿Qué?
Pensó que sería algo relacionado con el caso, pero en su lugar vio una
alerta de un artículo de noticias relacionado con Alex Moore.
Casi había olvidado que había configurado esa alerta dos años antes.
Abrió el artículo.
Lex era tan salvaje que nunca imaginó que ella realmente se
calmaría. Ahora, solo dos años después, aparentemente tenía un empleo
remunerado y estaba a punto de convertirse en madre.
Helen miró a su marido. Entre ellos pasó una mirada que Black no
pudo interpretar.
―Como estoy seguro que sabe, Morris fue atacado recientemente por
un grupo terrorista. Enviaron un paquete bomba a su oficina y también
colocaron explosivos en una recaudación de fondos de caridad el viernes
pasado.
Su marido la interrumpió.
―Esta es una forma muy larga de decir que no sabemos casi nada
sobre la madre de Tom, o de cómo era su vida antes de que viniera a
nosotros ―dijo Matthew―. Nunca nos habló de Gemma. Nunca nos dijo
nada sobre personas que conocían antes. Nadie se acercó a nosotros para
visitarlo, ni viejos amigos ni colegas.
―Así es. Nos llamó para preguntar por Tom, pero él no quiso verla.
Tengo la sensación de que Tom y su madre estaban bastante aislados de
la gente ―dijo Matthew―. Ella era madre soltera, estaba separada de su
familia.
―Sí, los abuelos de Tom parecían personas horribles ―dijo Helen con
un escalofrío―. Los llamamos un par de veces, pensando que al menos les
gustaría enviar una tarjeta por su cumpleaños, pero nos colgaron.
―Si averigua algo ―dijo Helen―, sobre la madre de Tom, nos gustaría
saberlo. Siempre nos preguntamos nosotros mismos. Si hubiéramos
podido resolverlo en ese momento, tal vez podríamos haberlo ayudado
más.
―Lo hice ―dijo Holly, luciendo infeliz―. No está convencido, dice que
no tenemos ninguna prueba.
Morris salió de su oficina con una maleta grande. Sus ojos azules
brillaron con anticipación.
Black se sonrojó.
Pero Black sabía lo imposible que podía ser, a pesar de todo lo que
podía hacer.
―¿Dónde estás?
Al colgar, vio una figura encorvada al final del pasillo: Daniel Clark.
Black lo persiguió.
―Así es.
―Eres un idiota ―dijo Clark con frialdad. Giró sobre sus talones y se
alejó, metiendo las manos en los bolsillos de su abrigo.
Pudo ver que ella era una maestra entusiasta, su salón estaba lleno de
gráficos de colores brillantes, obras de arte y docenas de fotografías de sus
clases actuales y anteriores. Black notó que muchas de estas fotos incluían
grupos de estudiantes asiáticos en aulas que supuso estaban en el
extranjero.
―Ella era una chica tan dulce, estaba muy cuidada. Sus padres eran
fanáticos religiosos y nunca la dejaban ver televisión o películas ni nada
por el estilo, así que era como alguien que había estado congelada en
carbonita durante cincuenta años o algo así; estaba experimentando todo
por primera vez, se volvió un poco loca al principio. Quiero decir, eso es
normal para los estudiantes de todos modos, pero definitivamente estaba
tratando de recuperar el tiempo perdido.
―Ella nunca me dijo quién era el padre ―dijo Marina―. Pero sospeché
que podría ser ese tipo. No creo que se estuviera acostando con nadie más
en ese momento, sobre todo estaba preocupada por ella porque pensé que
eso significaba que no obtendría su título, y no lo hizo. Se retiró después
de ese semestre.
John William Wright tenía ojos así. Black los recordaba vívidamente.
Y no era el único.
―Creo que sí. Creo que vivieron juntos después de que ella tuvo al
bebé, pero no lo sé con certeza porque nunca vi su casa.
―Ups, será mejor que guarde esto ―dijo Marina, recogiendo sus cosas
para el almuerzo―. Los niños estarán dentro en un minuto.
Morris tenía uno igual. Lo llevaba al Parlamento todos los días, junto
con su almuerzo.
―Sí.
―Uh, supongo que sí. Son preguntas extrañas. ¿Por qué estás tan
interesado en su almuerzo?
―Holly, esto va a parecer una locura, pero necesito que salgas de ahí
y te vayas a casa.
―¡No puedo irme! Tom está a punto de dar su discurso, pero no tienes
que preocuparte, tu amigo Emerson está aquí con unos treinta
oficiales. Han buscado en cada centímetro de este lugar. No creo que vaya
a pasar nada.
De vuelta en el Parlamento.
―¿Crees que Tom tiene algo que ver con los atentados? ―Holly
preguntó, en voz baja, como si no quisiera que nadie a su alrededor la
escuchara.
―Eso suena loco ―dijo Holly. Pero podía oír el miedo en su voz.
Ben Okri
En ese momento, en un centro de convenciones a orillas del Támesis,
Morris estaba dando un apasionado discurso a favor de la reforma
ambiental. Black lo vio en su teléfono mientras un taxi lo llevaba por las
congestionadas calles de la ciudad, hacia el Parlamento.
Pero Black lo vio todo de manera diferente ahora. Vio una actuación,
una que probablemente fue ensayada docenas de veces frente a un espejo,
con cada risa y cada sonrisa irónica tan calculada como las propias
palabras.
Pensó que el brillo de emoción en los ojos de Morris no tenía nada que
ver con el medio ambiente, anticipaba la culminación de su plan. En
cualquier momento, podría escuchar un sonido retumbante distante, y
sabría que su plan había tenido éxito.
―Sí.
Nadie había visto a Clark todavía, pero Black estaba seguro de que se
quedaría en las instalaciones para vigilar la bomba y darse a sí mismo una
coartada creíble cuando estallara.
Pero sabía que Clark era un fanático. Cualquiera que fueran las locas
razones que tenía para colocar esa bomba, no iba a cooperar sin un grado
de violencia mucho mayor de lo que Black podía soportar.
Black supuso que Daniel Clark había utilizado sus últimos segundos
de libertad para enviar una advertencia a su jefe.
Estaba enfermo de culpa y preocupación. Debería haber sido más
contundente con Holly, diciéndole que se alejara de Morris. No se había
fiado de sus propias conclusiones.
―Me decepcionó mucho no ver los fuegos artificiales esta tarde ―dijo.
William Blake
Black tomó un taxi hasta el antiguo edificio del CNV. Aunque era
brillante y nuevo solo dieciséis años antes, ahora se veía decididamente
más deteriorado. Las partes del edificio que habían sido reemplazadas
después de la explosión se veían ligeramente diferentes en color y
material, como si las hubieran reparado de la manera más barata
posible. Había menos ventanas a lo largo del segundo piso de las que
había antes, lo que le daba a ese nivel un aspecto siniestro y reservado.
Black caminó por el pasillo hacia la esquina noreste del piso. Allí
encontró una sola puerta de oficina abierta sin placa de identificación ni
señalización.
En el interior, vio a Holly, atada a una silla con cinta adhesiva sobre la
boca. No era una silla grande y lujosa, como en la que se sentó Gemma.
Era solo una silla pequeña de madera, como las que formarían parte de
un juego de comedor barato. Aun así, Black vio el paralelo obvio.
Black pudo ver los ojos verde mar de Holly mirándolo, abiertos y
asustados en su rostro pálido, pero ella no estaba llorando, no estaba
histérica.
―¿El? ―dijo Morris―. Porque, por lo que yo sé, ese fue Daniel Clark,
actuando completamente por su cuenta. Dudo que testifique de otra
manera y no creo que tengan ninguna prueba de lo contrario.
―¿Nos matarás a Holly y a mí, y eso será todo? ―dijo Black―. ¿No
crees que todo esto va a poner un freno a tu carrera política?
―Tal vez por un tiempo ―dijo Morris―. Pero creo que puedo darle la
vuelta. Me atacó un grupo terrorista y luego fui acosado por el fracasado
oficial de policía que mató a mi madre. Una vez que asesines a mi
asistente principal y te suicides, creo que quedará bastante claro quién
tiene la culpa. Los vencedores escriben la historia, Black. Todo lo que haré
es poner mi nombre en las noticias.
Por el rabillo del ojo, Black pudo ver a Holly tirando de las cuerdas
que le ataban las manos a la espalda. Estaba tratando de mover sutilmente
los brazos hacia adelante y hacia atrás para aflojar un poco, sin que Morris
se diera cuenta.
―Supongo que estoy confundido por una cosa, entonces ―dijo Black.
―¿Que es qué?
―¿Por qué estás jugando el papel de villano en todo esto? Porque creo
que realmente te preocupaste por tu madre, si alguna vez te has
preocupado por alguien. ¿Por qué estás decidido a recrear lo que le pasó
con Holly? Holly nunca te hizo daño, creyó en ti y se preocupaba por
ti. Como lo hizo tu madre.
Black vio, desde su punto de vista periférica, que Holly había utilizado
la diatriba chillona de Morris para liberar un brazo de sus ataduras, pero
todavía estaba medio atada a la silla. Black dijo lo primero que se le
ocurrió para distraer a Morris.
Black corrió.
Vio que Black se lanzaba contra él y giró el arma para disparar tres
tiros más. Black sintió que los dos primeros lo golpeaban en el pecho,
como dos enormes mazos golpeando contra él. El tercero lo alcanzó en el
muslo. Su pierna se tensó debajo de él, pero chocó contra Morris de todos
modos, derribándolo al mismo tiempo.
Todo lo que podía ver eran sus claros ojos verdes y su rostro
tranquilo. Ella todavía confiaba en él, todavía creía en él.
―No hay nadie más ―dijo Black―. Me dijo que viniera solo.
―¿Me amas?
―Sí, te amo.
Ella rio.
Black estaba un poco mareado. Pensó que podría querer cerrar los ojos
por un minuto.
―¡Dios, siento mucho lo de Tom! ―dijo Holly―. ¡No puedo creer que
hice campaña por él!
―Es una especie de idiota, ¿no? ―dijo Black, mirando a Morris tirado
en el suelo.
Holly rio.
Marco Aurelio
3 meses después
Era un día terrible en enero. Absolutamente gélido, con un viento que
parecía que podía romper los huesos. Holly perdió la mitad de sus globos
en el camino a la casa de Andrea, viéndolos volar hacia el cielo impotente
mientras trataba de aferrarse a las pocas cintas que le quedaban en la
mano.
No podía sorprenderlo, pero podía hacerlo feliz, y eso era todo lo que
le importaba.
Holly la abrió.
Dentro había una foto de una choza con techo de palma, junto a una
extensión de agua azul tranquila.
―Oh, Dios mío, no puedo creer que lo recuerdes. Amaba tanto a los
elefantes.
―¡Mañana!
Eso era cierto. A Holly le habían ofrecido otros puestos después del
arresto de Morris, pero le resultaba difícil imaginarse tomando otro
trabajo en la política, sin mencionar la enorme cantidad de atención de los
medios que la habían acosado, dificultando su funcionamiento normal.
―Te amo ―dijo Byron, con sus ojos azul oscuro mirando los suyos.
―Una vez que nazca tu bebé, seremos seis ―dijo Violet―. Entonces,
no necesito traer ninguna cita.
―En realidad, eso suena encantador ―dijo Vincent―. ¡Un niño y una
niña, entonces ambos conseguiremos lo que queremos!