TE A.A. 2017 Luis Fernando Alvarez Aguilar
TE A.A. 2017 Luis Fernando Alvarez Aguilar
TE A.A. 2017 Luis Fernando Alvarez Aguilar
ESTUDIOS SUPERIORES EN
ANTROPOLOGÍA SOCIAL
CONFRONTACIONES ENTRE
GRUPOS POLÍTICOS Y ECONÓMICOS
DOMINANTES EN YUCATÁN:
DE SISAL A PROGRESO, 1840-1881.
T E S I S
QUE PARA OPTAR AL GRADO DE
DOCTOR EN HISTORIA
P R E S E N T A
Mi especial reconocimiento al director de esta tesis, Dr. Jesús José Lizama Quijano,
actual coordinador del Doctorado en Historia del CIESAS Peninsular, quien desde un
principio orientó el desarrollo de las investigaciones; al igual que a los diferentes lectores:
Dr. Pedro Bracamonte y Sosa (CIESAS), Dr. Mario Trujillo Bolio (CIESAS), Dr. Omar May
(Universidad Autónoma de Baja California) y Dra. Teresa Ramayo Lanz (Universidad
Autónoma de Yucatán).
3
del INAH Campeche, Biblioteca Electrónica Municipal de Campeche, Campeche. y
Biblioteca Municipal de Progreso, Yucatán. A lo anterior se agregó la información oral de
pobladores del puerto de Sisal sobre aspectos relevantes de la historia local, y la asesoría de
amigos, colegas y condiscípulos que proporcionaron datos y fuentes respecto al tema de
investigación. A todos, mi reconocimiento y gratitud.
4
RESUMEN
5
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN....................................................................................................................... 13
CAPÍTULO I ............................................................................................................... 25
El Camino Mérida-Sisal........................................................................................................... 37
La Independencia ..................................................................................................................... 42
El muelle.................................................................................................................................... 50
Apoyo a Progreso....................................................................................................................... 63
Comercio ................................................................................................................................... 69
Agricultura................................................................................................................................. 71
6
Marina ........................................................................................................................................ 73
Ferrocarriles .............................................................................................................................. 74
Colonización ............................................................................................................................. 80
Administración de justicia....................................................................................................... 83
CAPÍTULO II .................................................................................................................................. 90
7
La restauración republicana .................................................................................................. 131
Contestación de Juan Miguel Castro contra el primer artículo de De Portas ............... 190
8
Segundo artículo de Rafael de Portas .................................................................................. 191
CONCLUSIONES...................................................................................................................... 262
9
Grupos de poder en los albores del capitalismo .................................................................... 266
ÍNDICE DE CUADROS
10
de Progreso
Cuadro 11 Naves nacionales y extranjeras que arribaron a Sisal durante 207
1844
Cuadro 12 Exportación extranjera, 1844 208
Cuadro 13 Comercio yucateco con los puertos de América y Europa, 209
1845
Cuadro 14 Exportación de especies metálicas, 1845 209
Cuadro 15 Movimiento general del comercio peninsular, 1850 212
Cuadro 16 producto anual de las rentas federales fijas y particulares en el 215
actual estado de Yucatán (1857), calculado por el que ha
tenido en años anteriores
Cuadro 17 Cuotas por partido, 1857 218
Cuadro 18 Puertos habilitados para el comercio durante el Segundo 220
Imperio
Cuadro 19 Aduana marítima de Sisal, del 1 de enero al 31 de diciembre 231
de 1864
Cuadro 20 Aduana marítima de Sisal, del 2 de enero al 31 de diciembre 224
de 1865
Cuadro 21 Tarifa para el aforo de efectos nacionales, 1866 229
Cuadro 22 Aduana marítima de Sisal, 1 de enero al 31 de marzo de 1866 230
Cuadro 23 Aduana marítima de Sisal, abril a diciembre de 1866 233
Cuadro 24 Aduana marítima de Sisal, resumen general de productos, 234
1866
Cuadro 25 Aduana marítima de Sisal, enero de 1864 a diciembre de 235
1866. Administración
Cuadro 26 Sin título 237
Cuadro 27 Cálculo del movimiento general de sisal entre 1859 y 1869 239
Cuadro 28 Sin título 241
Cuadro 29 Cálculo de gastos de mercancías provenientes del oriente de 243
la Península
Cuadro 30 Sin título 244
Cuadro 31 Buques que han entrado rumbo de Barlovento 245
Cuadro 32 Fecha de las exposiciones 247
Cuadro 33 Manifestaciones 1864, 1869 249
Cuadro 34 Sin título 250
Cuadro 35 Sin título 253
Cuadro 36 Producción henequenera 1869 y 1877 257
ANEXOS 268
11
12
INTRODUCCIÓN
13
II
14
defendió las tendencias liberales y terminó, una vez consolidada la causa republicana, por
concretar sus diversificados planes y programas económicos.
Uno de los proyectos más importantes dentro del periodo de tiempo estudiado
(1840-1881) lo representó el traslado de la aduana marítima de Sisal a Progreso, la cual nos
deja ver las confrontaciones entre los círculos políticos y económicos dominantes en
Yucatán para esa época. Refleja las rivalidades entre liberales y conservadores, contienda
que en la historia y la historiografía mexicana se ha usado para identificar a los liberales
como “los buenos” y a los conservadores como actores antagónicos.1 No obstante, dicho
contexto también nos permite advertir sobre la lucha entre los representantes del proyecto
liberal hegemónico y los grupos liberales disidentes.
Una primera etapa del proceso de fundación de Progreso (entre 1840 y 1847), la
dirigió Miguel Barbachano y Tarrazo, vicegobernador, gobernador suplente y gobernador
electo del estado de Yucatán entre 1840 y 1853. Importante colaboración en esos planes la
tuvo el militar, empresario y académico Joaquín García-Rejón y Carbajal, secretario general
de Gobierno en 1844 y en 1846, así como sus hijos (políticos, empresarios y comerciantes)
Donaciano García-Rejón y Mazó –consejero de Gobierno durante diversos periodos- y José
Antonio García-Rejón y Mazó –diputado local, alcalde de Mérida y consejero titular o
consejero suplente de Gobierno en varias administraciones-.
Igual se sumaron como promotores del cambio Simón Peón y Cano, Darío Galera
Encalada, miembros de una reducida aunque influyente oligarquía criolla peninsular,
eventualmente involucrados como consejeros de Gobierno, titulares o suplentes dentro de
lo que llamamos la primera etapa del traslado de las actividades portuarias yucatecas de Sisal
a Progreso. Aunque estas familias eran protagonistas de importantes actividades comerciales
en Sisal, se mostraron cada vez más comprometidas con el referido traspaso portuario, al
igual que adquirieron las primeras tierras en Progreso y se registraron entre los sucesivos
propietarios de lotes y negocios en el nuevo asentamiento costero.
Entre estos grupos familiares, igual se pueden observar los diversificados negocios
que en común llevaban a cabo. Tal es el caso de Juan Miguel Castro Martín, propietario de
importantes fincas y haciendas ubicadas sobre todo al el sur de Mérida, que se hizo socio de
Miguel Barbachano y Tarrazo en una empresa desfibradora de henequén, planta ya
convertida en el principal producto de exportación en la península.
15
Nacido en el puerto de Campeche, Barbachano había vivido desde niño en Gijón,
España, la tierra de su padre. En 1836, a la edad de 29 años regresó a su ciudad natal e
inició una carrera política que lo llevó en 1840, durante tiempos políticamente complicados,
a la vicegobernatura del Estado. En enero de 1842, el Congreso local acordó los tratados
celebrados el 28 de diciembre anterior, en los que participó Barbachano como uno de los
comisionados, conforme a los cuales se reincorporaba la península a la nación si bien
posteriormente el presidente Santa Anna se negaría a reconocerlos.
En ejercicio del poder Ejecutivo, en agosto de 1842 Barbachano expidió un
manifiesto en el que anunció que Yucatán sabría defender su dignidad contra el tirano
centralista. En abril de 1843 capitularon en Tixpehual las tropas mexicanas enviadas por
Santa Anna para someter a la península, y a consecuencia de este triunfo, investido con
facultades de presidente del país yucateco Barbachano otorgó el grado de general de brigada
al jefe de Las fuerzas locales, Sebastián López de Llergo.
Entre 1843 y 1845 se desempeñaron de manera alternada como gobernadores
Santiago Méndez, Miguel Barbachano y José Tiburcio López. En enero de 1846,
Barbachano regresó como gobernador del Estado, y las dificultades con el gobierno
centralista en nada inhibieron los esfuerzos que él y el círculo político que representaba
empezaron a realizar para construir un camino en línea recta (dirección Sur-Norte) desde la
cabecera peninsular hasta la costa, con el fin de conectar ambos puntos en forma fluida. Es
de resaltar que Miguel Barbachano, Simón Peón y Darío Galera, al igual que Joaquín, José
Antonio y Donaciano García-Rejón eran oriundos de la ciudad de Campeche, en tanto Juan
Miguel Castro había nacido en Hecelchakán. No obstante, todos estaban avecindados en
Mérida y se les reconocía como un grupo identificado con esta capital. Ellos, así como
diversos políticos en funciones, inversionistas, amigos y familiares de unos y otros se
mostraron cada vez más comprometidos con la prometedora empresa portuaria.
Hacia finales de 1846 el Consejo de Estado desconoció a Barbachano como
Gobernador y dispuso que asumiera el cargo Domingo Barret, jefe del pronunciamiento de
Campeche ocurrido el día 8 del propio mes. Con todo, el 28 de febrero de 1847 estalló en
Mérida un levantamiento que volvió a reconocer a Barbachano como gobernador y
encargaba del despacho al general López de Llergo en tanto el primero regresaba de La
Habana. Durante los siguientes años Barbachano enfrentó a los mayas sublevados de la
Guerra de Castas hasta 1853 en que se le destituyó.
16
El 3 de noviembre de 1856 regresó a la península, debido a que había sido
nombrado jefe superior de Hacienda en el Estado. Este año, como veremos, se remataron
los terrenos de la futura población de Progreso, proceso durante el cual Barbachano
adquirió algunas propiedades. Después de 1853, su liderazgo respecto al plan de traspaso de
la aduana marítima de Sisal a Progreso había disminuido; esto y su muerte, en 1859, a la
edad de 52 años, acabó por dar paso a nuevos líderes en dicho proyecto.
Un segundo periodo del tema que estudiamos (entre 1847 y 1855), abarcó los más
duros combates de la Guerra de Castas y correspondió a un estado de enfriamiento de las
gestiones para el cambio de la aduana. En este lapso, Yucatán entró en una etapa de luchas
intensas entre mayas y criollos, si bien está documentado que en ambos frentes participaron
lo mismo afrodescendientes que mestizos. Paralelamente, dicha época se caracterizó por los
conflictos entre liberales y conservadores o de liberales contra liberales, además de los
enfrentamientos políticos y económicos entre Campeche y Mérida y las negativas de los
meridanos de incorporarse a México como parte de una sola nación.
Lo anterior resultó un reiterado pretexto para que se reactivaran los conflictos entre
las facciones de la oligarquía peninsular, además de convertirse en una de las razones del
estallido de la rebelión indígena. La Guerra de Castas que estalló durante dicha coyuntura
política, expresaba la constante inestabilidad y la creciente práctica de hacer participar a los
mayas armados en las contiendas, para hacerlos pelear a favor de uno u otro bando.
Al finalizar la segunda etapa de nuestro tema de estudio, casi todas las haciendas y
los ranchos cañeros y maiceros de los distritos de Tekax y Campeche se habían perdido. En
tanto que en los distritos de Mérida e Izamal el ganado y el maíz habían sido consumidos
por la población y las fuerzas militares, lo cual provocó que hacia 1855 -pese a haber
concluido ese año los combates más intensos de la Guerra de Castas- la situación se
convirtiera en catastrófica.
Con todo, la producción henequenera destinada al mercado mundial se convertiría
en la tabla de salvación del naufragio general peninsular. La fáctica plutocracia yucateca
lograría definir paso a paso su futuro económico. Tanto los García-Rejón como Simón
Peón y Cano, Darío Galera Encalada, Juan Miguel Castro Martín y demás miembros de
aquella élite política y económica, se percataron de la creciente importancia de la fibra del
agave y buscaron afianzar su poder lo mismo con la explotación del henequén que con el
desarrollo del nuevo puerto. En aquellos grandes negocios –incluidos los planes de
construcción de una vía de ferrocarril a Progreso-, confluyeron políticos y empresarios en
17
escenarios donde la información y capacidad de decisión de los políticos quedaría
íntimamente ligada a la ambición de los hombres de negocios.
La tercera etapa (1855-1881) del tema que nos ocupa, comenzó al terminar las
batallas más intensas de la Guerra de Castas y finalizó con la puesta en marcha del
ferrocarril entre la capital meridana y Progreso. En 1855 todo había quedado en parálisis y
abandono, incluida la carretera Mérida-Progreso cuyas 25,000 varas que ya tenía de
extensión se abandonaron durante seis años y quedaron enmontadas por la falta de tráfico.
Al finalizar aquel año, había un nuevo mandatario en la nación: Ignacio Comonfort. En
Yucatán, donde los federalistas apoyaron los principios y tendencias del Plan de Ayutla, se
había consolidado la figura del líder político Santiago Méndez Ibarra, que procuró durante
sus gestiones terminar el camino a Progreso, fundar ahí una población y construir la vía de
ferrocarril que partiría de Mérida y concluiría en el nuevo puerto.
Méndez había nombrado entre los más importantes consejeros de su administración
a José Antonio García-Rejón y Mazó, a Darío Galera Encalada, cuñado de éste, y a Pedro
de Regil y Peón, hijo de María Joaquina Peón y Cano, hermana de Simón Peón y Cano,
todos involucrados de manera directa en la fundación de Progreso. Por su parte, De Regil
se desempeñaba simultáneamente como agente del Ministerio de Fomento de Mérida,
después que el anterior agente, su tío José María Peón y Cano, hermano de María Joaquina y
de Simón Peón y Cano, le entregara el cargo.
El 25 de febrero de 1856, Ignacio Comonfort aprobó la propuesta de fundación de
Progreso, así como el gobierno yucateco se dio a la tarea de terminar el camino que
comunicaría este punto de la costa con Mérida. Poco después, entre el 16 y el 17 de julio de
1857, se sacaron a remate para ser adquiridos por el mejor postor, cincuenta de los solares
en los que se iban a establecer la población. En general la compra de terrenos para la
construcción de casas y edificios la realizó el mismo grupo de políticos y empresarios
identificados con el núcleo promotor pionero y algunos más que sobre la marcha se
adhirieron a la causa. Ambos resultaron los que mayor cantidad de lotes adquirieron y los
que más recursos invirtieron para obtenerlos. Entre los 83 compradores, únicamente hubo
39 apellidos diferentes registrados. En la lista de compradores, es notable la presencia de
dos futuros gobernadores: Liborio Irigoyen y Manuel Cepeda Peraza.
Estos hombres, representantes en Yucatán de la casta emblema de la civilización,
parecían estar dispuestos a trasponer la primera mitad de la centuria decimonónica
mostrándose capaz de respirar los aires de la modernidad, tanto en el aspecto político como
18
en el material. Además de la configuración de un nuevo puerto se afanaron por incrementar
los caminos al igual que los carros de transporte de carga y pasajeros. Asimismo,
consideraron primordial la construcción y explotación del ferrocarril de Mérida a Progreso.
En estos tiempos se formaron de manera paulatina, tres grupos que disputaban el
privilegio de la construcción de la vía férrea. El primero estaba formado por el círculo de
políticos y comerciantes radicados en Mérida, liderados por Rodulfo G. Cantón y Cámara,
vinculado a las actividades que giraban en torno a la explotación del henequén y apoyaban el
traslado de la aduana a Progreso. El segundo grupo lo integraban políticos y comerciantes
de la ciudad de Campeche, que exportaban e importaban sus productos por el embarcadero
de Sisal, a cuyo frente estaba el político y hombre de negocios campechano, identificado
con el mendismo en aquella ciudad, Felipe Ibarra Ortoll. El tercer grupo lo componían
correligionarios del Segundo Imperio que apoyaban el proyecto ferrocarrilero a Celestún,
encabezado por el campechano Manuel de Arrigunaga y Sabido.
En 1867 se dio el triunfo de los republicanos sobre los imperialistas e inició la
restauración liberal y las confrontaciones entre las facciones republicanas yucatecas. En
medio de los enfrentamientos, hacia julio de 1870 se autorizó la apertura de la aduana
marítima y se declaró a Progreso puerto de altura y cabotaje, el cual, por decreto del
presidente de la República Benito Juárez quedó abierto el 1 de julio de dicho año.
Entre 1871 y 1881 veremos la continuación de las obras del ferrocarril Mérida-
Progreso, reforzada por la amistad de José Rendón Peniche, hijo de Vicente Rendón y
primo de Juan Miguel Castro, con el español Pedro Contreras Elizalde, yerno de Benito
Juárez, casado con Margarita Juárez Maza y hermano de María del Pilar Contreras, madre de
José Peón Contreras. Pedro Contreras influiría decisivamente para que a él y a Rendón se
les concediera la construcción y explotación del tren a Progreso. El ferrocarril quedó
inaugurado el 16 de septiembre de 1881.
III
Son diversos los aspectos que en el mundo y especialmente en México podemos advertir
dentro del proceso de modernización. Desde el inicio de la independencia, la mayoría de
ciudadanos se identificó con la idea de elaborar un nuevo proyecto de país. Federalistas,
centralistas, liberales, conservadores, fuerzas populares urbanas, campesinos e indígenas
19
coincidieron en participar en la formación del nuevo Estado. Sin embargo, paulatinamente
fue imponiéndose una de las perspectivas liberales respecto al nuevo sistema político
nacional. Representó a un régimen que sobre la marcha encontró a sus más importantes
opositores no tanto entre los conservadores o extranjeros sino entre los dirigentes liberales
contrahegemónicos. Durante las siguientes décadas, las diferentes perspectivas de nación se
contrapusieron a los proyectos oficiales, y sus acciones transformaron las relaciones entre
poder y sociedad.
Bajo el manto de la modernidad, en el siglo decimonónico arribó y se extendió en
México el capitalismo como el modelo económico más benéfico para la sociedad. En él
convergió el despliegue del comercio así como las exigencias del mercado nacional y
mundial de la producción capitalista. El más grande cargo imputado a este proyecto
modernizador es haber preservado la servidumbre de los jornaleros. Incluso después de
promulgada la Constitución de 1857, la vida de los trabajadores del campo y las ciudades no
sólo fue la misma sino que se agravó bajo las condiciones capitalistas de producción
impuestas por las élites dirigentes.
La lucha armada entre republicanos e imperialistas, exacerbada entre 1867 y 1873,
tiempo en el que se sucedieron las irregulares asonadas conservadoras, dividió y debilitó aún
más a Yucatán. La inestabilidad política de este periodo hizo aún más difícil la organización
de la industria henequenera, constriñendo el consumo de las masas a niveles de miseria. El
Estado moderno solo pudo empezar a manifestarse con la consolidación del régimen
republicano de gobierno y la integración de Yucatán a la economía mundial a través del
mercado del agave que propició el ascenso al poder de la burguesía liberal.
El proceso modernizador porfiriano habría de intensificar aquella dinámica
capitalista. Dio entrada de la inversión extranjera, ejerció el control de los grupos
oligárquicos regionales y locales a través de cacicazgos afines a los intereses políticos y
económicos del régimen, así como impulsó la industria –incluido el proyecto ferroviario
iniciado por sus antecesores Juárez y Lerdo- que, entre otras características, daría
continuidad al despojo de las tierras de campesinos e indígenas.
En Yucatán proliferaron dichos fenómenos. Desde el virreinato se había hecho
común el avance de los blancos españoles sobre las tierras indígenas y en el siglo XVIII este
proceso de privatización adquirió una velocidad extraordinaria además de provocar
importantes estallidos sociales. La misma dinámica de desplazamiento se extendió durante
el México independiente, y se halló íntimamente ligada al estallido indígena de 1847
20
conocido como la Guerra de Castas, movimiento que terminó por ser reprimido dentro del
propio proyecto modernizador porfirista.
El levantamiento indígena quedó contextualizado por la constante inestabilidad
política, la lucha por el poder y la obtención de los magros espacios de riqueza.
Independientemente del retiro de los españoles de la cúspide social, en general los criollos
que ocuparon este lugar no tuvieron proyectos políticos, sociales y económicos diferentes
de sus antecesores. Una vez desaparecida la estructura legal española y puestas en práctica
las constituciones sancionadas después de la Independencia, empezaron a mostrarse las más
graves contradicciones.
Las nuevas normas se configuraron a partir de los modelos europeos o
estadounidenses, poco cercanos a la realidad yucateca. Los principios legales no pudieron
ser siquiera empleados a conveniencia de los grupos en el poder. La economía local
tampoco era sólida, motivo por el cual se retardó durante varias décadas el surgimiento de
grupos sociales con proyectos políticos y económicos claros.
Estos proyectos, durante la formación del Estado moderno en Yucatán se
convirtieron en expresiones de partido o de grupos: ideas, pensamientos, opiniones y
conceptos sobre un régimen social que como corrientes políticas llevaron a la práctica y
adaptaron al sistema de gobierno que debían conducir. Lo anterior condujo a las
particulares formas de vida política, intelectual, moral y religiosa a la que aspiraron liberales
y conservadores, que sirvieron a su vez como factores de aceleración o inhibidores del
desarrollo económico dentro del proceso de formación del Estado moderno.
Las confrontaciones entre los grupos oligárquicos yucatecos: liberales contra
conservadores o liberales contra liberales, ofreció el contexto en el que se desarrolló su
economía, la paulatina consolidación de un proceso capitalista particular que se extendió y
generalizó a finales del s. XIX. El modo de producción capitalista movería los hilos sociales
y realizaría sus eventuales adecuaciones, a través de los conflictos que se estudian aquí, en la
coyuntura de las rivalidades interoligáquicas y los actores que se sitúan en ella.
El propósito es entender cómo se dio el cambio de Sisal a Progreso, insertando este
fenómeno en una dinámica política y económica que en México y particularmente en
Yucatán se gestó durante el siglo XIX. Con este objetivo, es importante observar cómo
ocurrió el surgimiento de la política modernizadora y del capitalismo en la península,
además de los conflictos y confrontaciones que trajo consigo. La implantación del
capitalismo o de una nueva forma de producción en Yucatán no se dio de una manera
21
pasiva, sino que al interior generó una serie de conflictos, de elementos que chocaron, se
enfrentaron y se amoldaron unos a otros.
Los conflictos se hicieron constantes entre los distintos grupos sociales de la región.
En este ambiente se extendió un modo particular de extracción de riqueza que en pocos
años se generalizó. Las confrontaciones suscitadas entre los actores sociales involucrados las
estudiaremos en el presente trabajo a partir de un hecho particular, el proceso a través del
cual se llevó a cabo el cambio físico de la aduana marítima de Sisal a Progreso.
IV
Nuestras hipótesis respecto a las particularidades que determinaron el traspaso entre 1840 y
1881 de la aduana marítima de Sisal a Progreso, incluida la construcción de una vía férrea,
abarcaron diferentes aspectos, entre los que sobresalen las confrontaciones políticas dentro
de la estructura oligárquica criolla. Otras formulaciones apriorísticas han consistido en el
reconocimiento de las relaciones políticas decimonónicas como elemento condicionante del
comportamiento económico, así como la comprensión de que los triunfos y consolidación
del federalismo, -más delante de los movimientos republicanos-, incidieron en la realización
de los proyectos económicos de la élite gobernante yucateca por encima de los proyectos
conservadores y/o de los grupos liberales contrahegemónicos.2
Los argumentos tradicionales para justificar el cambio de la preponderancia
portuaria de Sisal a Progreso, consistente en una “mayor cercanía” de este último punto de
playa a Mérida, no eran -como sostenemos desde un principio- sino el intento de fortalecer
la supremacía de la facción política establecida en esta capital. No era la menor distancia de
Mérida al mar, sino el querer desbancar al grupo político y empresarial –en su mayoría
campechano- que había sentado sus reales en Sisal y que de acuerdo con sus competidores
establecidos en Mérida se había convertido en detentador exclusivo de la actividad
comercial en Yucatán. Era, de hecho, mantener una “mayor lejanía” con los grupos
oligárquicos de Campeche.
Los dirigentes criollos buscaron acercar sus intereses económicos hacia el oriente
peninsular; facilitar el posible desplazamiento de las tropas por tren y por mar hacia esta
región, convertida en epicentro del conflicto social conocido como la Guerra de Castas y en
el que participaron los mayas apoyados por ingleses a través de Belice; vigilar el
2Florencia Mallon, Pasant and nation: the making of post-colonial Mexico and Peru, Berkeley, University of California
Press, 1985.
22
contrabando en dicha zona; aproximarse a los mercados estadounidenses y caribeños; no
alejarse de las áreas de producción henequenera local cuyos mayores porcentajes se
explotaban en los alrededores de Mérida –donde sus suelos ofrecían las mejores
condiciones de cultivo-, por parte de empresas extranjeras o del mismo núcleo político que
en Yucatán detentaba el poder.
VI
Son cuatro los capítulos en los que hemos dividido el presente texto. El primero incluye la
historia portuaria de Sisal y de su clase política y empresarial, a través del cual podemos ver
el desarrollo mesoamericano del sitio; los siglos virreinales; piratería; proceso de
independencia; conflictos entre castas; escisión política peninsular; apoyo a Progreso;
Segundo Imperio y triunfo de la República.
23
Un segundo capítulo abarca las gestiones político-empresariales para el cambio a
Progreso, en el que se describe la evolución prehispánica del área; el régimen novohispano;
primeras décadas de Independencia; así como el cambio de Sisal a Progreso: Primera Etapa,
1840-1847; Segunda Etapa, 1847-1855; y Tercera Etapa, 1855-1881. El tercer capítulo
refiere el cambio a Progreso y la opinión pública al respecto; organización y protesta a favor
de Sisal; polémica sobre el ferrocarril durante el Segundo Imperio; debates sobre la vía
férrea y la aduana marítima dentro de la restauración republicana; discusiones finales y
triunfo de los promotores de Progreso.
Un cuarto y último capítulo resume las relaciones entre la política y el comercio en
Yucatán; la incidencia de este fenómeno en el traspaso de la preponderancia portuaria de
Sisal a Progreso entre 1840 y 1841; la política liberal y la conservadora; la política y las clases
populares en Yucatán; la política y el comercio en el Sisal independiente; la política y el
comercio del estado yucateco; así como la política y el comercio en el nuevo puerto de
Progreso.
En general veremos en los capítulos, con base en las fuentes exploradas y analizadas,
las relaciones que se dieron en el Yucatán decimonónico entre las orientaciones políticas y
los intereses económicos, entre los proyectos políticos y los múltiples tipos de negocios en
los que estuvieron involucrados los hombres del poder. Tratamos de mostrar en sus
múltiples faces, contradicciones y complejidades, la clase social de las facciones opuestas
entre las clases dominantes y estratos medios conocidas como liberales y conservadores,
para entender de acuerdo con criterios de Ibarra Bellon3 y de la manera más adecuada, a la
sociedad yucateca del siglo XIX, para explicar el caos político en el que aparece una
multitud de grupos que en ocasiones fueron enemigos irreconciliables y en otras, finísimos
aliados, todo ello en el contexto del cambio del predominio portuario de Sisal a Progreso
entre 1840 y 1881.
3 Araceli Ibarra Bellon, El comercio y el poder en México, 1821-1864; la lucha por las fuentes financieras entre el Estado
central y las regiones, México, FCE, Universidad de Guadalajara, 1998, p. 32.
24
Capítulo I
Historia portuaria de Sisal y
de su clase política y empresarial
Desarrollo mesoamericano
Durante las centurias del Posclásico maya, Sisal estaba integrado al reino de Ah Canul. La
caída de la ciudad amurallada de Mayapán trajo consigo el éxodo de varios grupos de linaje
que se movieron en busca de tierra. Los Canul, después de fundar el altépetl de Calkiní y
convertirlo en origen y centro de sus acciones expansivas, 4 se apoderaron de un amplio
4 Para Enrique Florescano, Los orígenes del poder en Mesoamérica, México, FCE, 2009, pp. 13, 33, 60 y 61, el
altépetl era una entidad territorial y política presente en las distintas regiones de Mesoamérica, que incluía la
apropiación de la tierra para el uso agrícola, la fundación de una dinastía hereditaria, seguida por el reparto de
25
territorio que llegaba hasta la costa del Golfo de México, “donde tenían esclavos con sus
barcas y redes para pescar y comerciar”.5 En la Crónica de Calkiní se proporciona un
registro de la esclavitud en la región, donde se citan los nombres de los propietarios de
esclavos y los nombres de los esclavos.6
Paulatinamente la provincia de Ah Canul se convirtió en una de las unidades
políticas más densamente pobladas del norte de la península de Yucatán. Ocupaba la
planicie costera occidental desde Punta Kopté, en la costa septentrional, hasta el río
Homtún, a poca distancia al norte de Campeche. Una lista de tributos de 1549 señala que
tras la conquista española ahí existía una población aproximada de 26,000 individuos, si bien
su decremento en aquella centuria aumentó con rapidez.
La provincia estaba dividida en Ah Canul del sur, abajo de Maxcanú hasta
Campeche, y en Ah Canul del norte. Era este “el final de la tierra, la tierra de los Ah Canul.
Estos son gente de la tierra del norte. También se fue en una sola dirección al límite de las
tierras de Acanceh. Habiendo pasado a lo largo de Chakán, la región de Tihó (Mérida), al
oriente de Ucú pasa. Luego alcanza la orilla del mar. En Tikopté está el final del mar de los
Ah Canul. Así, está ahí en Sisal, y Ninum, y Tiixpat, y Kinchil, el mar de los Ah Canul. Ahí
está el edificio abovedado de Ah Cobá. También en Homonché, en Pachcaan, está el mar
de los Ah Canul.”7
Respecto a la economía de Ah Canul, en algunos lugares se practicaba la agricultura,
aunque en tiempos prehispánicos igual sobresalía la explotación de las salinas y las
pesquerías a lo largo de los litorales. Esta tierra, poco apta para el cultivo del maíz, resultaba
más favorable para la producción de algodón, con el que se elaboraban las prendas que se
exportaban de Yucatán durante la época prehispánica, así como más tarde durante las
centurias coloniales.8
La pesca era excelente en el cinturón costero. En la mayoría de las localidades
norteñas, la actividad constituía una industria importante, pues dichos animales contenían
grasas que no eran muy abundantes antes de que los españoles introdujeran el cerdo
la tierra entre los familiares y los nuevos grupos que se asentaban en ella. La aparición del grupo étnico, el
altépetl, la fundación del reino y el proceso centralizador del Estado, impulsó las primeras aldeas, cacicazgos y
reinos que organizaron la vida política de Mesoamérica y dotaron de identidad a sus pobladores.
5 Román Piña Chan, “La isla de Jaina: Presentación”, en: Apuntes, n. 1, Campeche, Universidad Autónoma del
26
doméstico. Las jábegas, las redes barrederas y los anzuelos eran usados en la pesca
profunda. La gente que no tenía botes podía atrapar peces con arco y flecha en aguas poco
profundas o bien capturarlos con cestas. El pescado era salado, asado o secado al sol, sin
sal, para consumirlo o transportarlo con fines comerciales. Cuando se asaban, algunas
especies podían conservarse bien durante varios días y llevarse a 20 o 30 leguas tierra
adentro.
La recolección de sal también era una importante labor económica tanto en el norte
como en el sur de Ah Canul. En la parte norte de la provincia, la principal fuente de
abastecimiento comenzaba aproximadamente a una legua al norte de las salinas de La
Desconocida, a poca distancia al sur de Celestún, de donde obtenían su sal los pueblos de
Ah Canul del sur. Las ricas salinas se extendían desde aquella región hacia el norte hasta
Punta Kopté. En 1605, se reportó que esas productivas salinas habían proporcionado poco
más de 31,000 fanegas de sal.
Datos similares se registraron medio siglo antes en Ah Canul del sur. A escasos años
de la conquista española de Yucatán (1549), la región generaba un promedio anual de
27,000 fanegas de sal, y se calculaba que con más trabajo la producción podía incrementarse
hasta 35,500. Para entonces, la fanega equivalía a 1.6 bushels o bien a una carga, es decir, a
100 libras o unos 45 kilogramos.9
Uno de aquellos sitios costeros del Ah Canul del norte era Sisal, nombre alusivo a la
planta Zizal xin, o bien de acuerdo a otras interpretaciones a una “laguna de agua fresca”, en
referencia al cenote que alimentaba a la zona del vital líquido. 10 Desde los últimos siglos del
Posclásico adquirió el prestigio de puerto comercial, al formar parte de las redes de
intercambio marítimo dentro de su provincia o del tráfico de géneros que en grandes
embarcaciones realizaban los mayas alrededor de la península yucateca, Centroamérica y
buena parte del Golfo de México.
Los mayas mesoamericanos que habitaban las costas, hicieron un recuento
sistemático de los recursos de aquellos puertos e islas del norte peninsular. Los puntos
costeros formaban parte de las redes comerciales y del cotidiano tráfico marítimo, por lo
que integraron un registro preciso de su ubicación en los mapas.11 La gran movilidad de los
mayas viajeros, peregrinos, comerciantes o militares, requirieron del conocimiento detallado
9 Ibid, p. 37.
10 Diccionario maya, México, Porrúa, 1991, p. 773.
11 Véase Erick S. Thompson, Historia y religión de los mayas, México, Siglo XXI, 1980.
27
de rutas e itinerarios, distancias y puntos de referencia, obstáculos y características de los
litorales del septentrión yucateco para desplazarse con la seguridad de llegar a los sitios
previstos.12
En cuanto a su vida cotidiana, los investigadores han hecho uso de restos óseos,
datos arqueológicos, pinturas murales y documentos históricos para entender aspectos
relativos a sus sistemas productivos, salud y enfermedades, alimentación, organización
doméstica, uso de espacios y actividades en general. Con dicho fin se han valido de análisis
bioarqueológicos, líticos, zooarqueológicos, iconográficos, de asentamientos humanos o
etnohistóricos vistos desde la perspectiva de la arqueología de grupos domésticos o de
género entre otras, en referencia no solo a los sitios y distintos periodos prehispánicos, sino
por extensión a los coloniales y del México independiente.13
Virreinato y piratería
Desarrollo novohispano y acciones defensivas
En julio de 1561 tomó posesión del gobierno de Yucatán el alcalde mayor Diego de
Quijada. Apenas inició su administración y una escuadra de piratas franceses desembarcó
por sorpresa en el importante puerto peninsular de Campeche. Aunque intentaron
saquearlo, los filibusteros fueron derrotados por los ejércitos locales que comandaba el
capitán Gonzalo Méndez.
Durante la administración de Quijada ocurrió la campaña del obispo Diego de
Landa, que culminó con el famoso auto de fe de Maní. Durante estos funestos
acontecimientos, que contaron con la aquiescencia del gobernador y su incondicionalidad al
obispo, se perdieron muchas vidas humanas e importante información sobre la historia
maya. Dichos actos fueron condenados a fin de evitar futuros abusos, 14 consideraciones que
poco tomaron en cuenta los hombres del poder político, religioso y económico durante las
siguientes centurias, incluidas las del México independiente.
Quijada realizó importantes obras materiales, como la terminación del camino de
Sisal. Iniciado por Álvaro de Carvajal y continuado por el visitador Loaiza y el alcalde mayor
12 Michael Antochiw, Historia cartográfica de la península de Yucatán, México, Gobierno del Estado de Campeche,
1994, p. 28.
13 Rafael Cobos y Lilia Fernández Souza (coordinadores), Vida cotidiana de los antiguos mayas del norte de la
28
Juan de Paredes, Diego de Quijada terminó de construirlo en 1564. 15 Era una calzada de
piedra que llegaba hasta el poblado de Hunucmá y permitía a las carretas, carruajes y
diligencias atravesar la ciénaga y atolladeros durante la época de lluvias, un obstáculo que
difícilmente podía evitarse en otros puertos de la costa norte. En esos tiempos, partía
además un camino en condiciones aceptables que comunicaba a Hunucmá con Mérida. 16
Durante las gestiones de Álvaro de Carvajal como gobernador de Yucatán (1554-
1556), el tráfico marítimo y terrestre aumentó considerablemente. Con excepción del maíz y
el algodón, diversos víveres y mercancías eran traídos de fuera de la provincia y entraban
por el puerto de Sisal a Mérida, de donde se distribuían a las demás regiones. La obra de la
calzada de Sisal a la capital peninsular, la inició Carvajal y la continuó el alcalde mayor Juan
de Paredes. A petición del procurador del ayuntamiento de Mérida Juan de Magaña, la
audiencia de Guatemala concedió en 1559 la cantidad de quinientos pesos de oro de minas
al año para su conclusión.
El 6 de enero de 1560, la propia audiencia expidió otra cédula para ordenar que en la
construcción del camino se emplearan indios, de los habitantes cercanos a los trabajos. Por
su parte, el visitador Jufré de Loaiza anunció el 5 de diciembre del mismo año, que se iban a
invertir quinientos pesos en oro hasta la conclusión de la calzada, y designó a Joaquín de
Leguízamo como superintendente y tesorero.
En tanto no se concluyese la nueva vía, la ciénaga que interrumpía el camino a la
salida de Sisal debía ser atravesada por trabajadores indígenas que cargaban los efectos y
bultos. Estos recibían durante las extenuantes tareas, un real de plata o su equivalente en
cacao por la carga de dos arrobas. De la punta de la ciénaga hasta Mérida, el transporte iba a
hacerse por medio de arrias, de acuerdo con las disposiciones del propio visitador.
Para terminar el camino de Sisal, Quijada contrató a Domingo de Guetaria y a
Gonzalo de Iturribazcasa –a los que otorgó mil pesos por adelantado a cada uno- para que
continuasen los trabajos, apoyados por el superintendente Leguízamo. Con la participación
de mucha gente, los recursos de la asignación anual, las multas consignadas a este renglón y
los suplementos que ordenó Quijada, autorizado por la Audiencia de México, se dio fin al
camino. Después de hacerse en él una inversión total de diez mil pesos, se abrió al tránsito
15 Albino Acereto, “Historia política desde el descubrimiento europeo hasta 1920”, en: Enciclopedia yucatanense,
T. III, p. 82.
16 Luis Millet Cámara y Rafael Burgos Villanueva, “Sisal, Yucatán: proyecto de un puerto efímero”, en: Pablo
A. Chico Ponce de León y Manuel A. Román Kalisch (coordinadores), Procesos de conformación espacial y
constructiva de los establecimientos religiosos. La construcción de una utopía en Yucatán y en otras regiones novohispanas,
México, Conacyt, UADY, 2009, p. 92.
29
de arrias y carretas en 1564, tiempos estos en los que ya exportaba Yucatán al territorio
novohispano más de 80,000 mantas y gran cantidad de cera con valor de doscientos
cincuenta mil pesos.17
A Diego de Quijada, en 1765 lo sustituyó como gobernador de Yucatán Luis de
Céspedes; y en 1571, Diego de Santillán hizo lo propio con Céspedes. Santillán halló en la
jurisdicción un ambiente de inquietud por las actividades de los piratas, que tenían sus bases
por las abiertas y despobladas costas del sureste, más abajo de Bacalar; y por el lado del
Golfo de México en la Isla de Tris (actual isla del Carmen, Campeche), donde la Laguna de
Términos les ofrecía un excelente refugio. Desde su arribo a la península el nuevo
gobernador mandó construir embarcaciones de poco calado, propias para incursionar sobre
la costa.
No pasó mucho tiempo para que los piratas cayeran sobre Sisal y se internaran hasta
Hunucmá. El gobernador puso en pie de guerra a la provincia. Muchos se presentaron con
sus armas y Santillán nombró al capitán Juan Arévalo de Loaiza para salir a combatir a los
enemigos de España. Pero no los hallaron ni en Hunucmá ni en Sisal, pues ya se habían
embarcado con todo y el botín. Eludieron el combate y se hicieron a la vela al percatarse
que se preparaban algunas embarcaciones para atacarlos. Poco después se supo que estaban
en Cozumel, por lo que se armó una fuerza al mando de Gómez de Castrillo, el cual
sigilosamente desembarcó en la isla, sorprendió a los piratas y les causó una completa
derrota.
Antes de renunciar al gobierno de Yucatán -cansado de las contrariedades que le
causaban los descontentos con los encomenderos y los religiosos-, Santillán construyó
varios caminos y decretó el uso obligatorio de carretas y arrias para los transportes en la
calzada de Sisal. Moderó la tasa de los tributos en Campeche e hizo frente al hambre que
asolaba su jurisdicción. Para entonces, los habitantes de los pueblos recurrían al campo para
hacerse de frutos y raíces, debido a lo cual el gobierno trató de distribuir mejor los víveres y
llevó maíz a las regiones donde más falta hacía.
Entre 1577 y 1579, durante las gestiones de Guillén de las Casas se procuró poner a
cubierto la provincia yucateca, al considerarse los sorpresivos desembarcos que realizaban
los filibusteros para cometer sus ataques sobre los sitios bajo el dominio español. A
consecuencia de ello se establecieron puntos de observación en los lugares próximos a las
17 Gabriel Ferrer de Mendiolea, “Historia de las comunicaciones”, en: Enciclopedia Yucatanense, T. III, p. 509.
30
más importantes poblaciones. En particular se ubicaron alcaides en Río Lagartos y en
Hunucmá para proteger a Sisal.
William Parker burló la vigilancia y se apoderó de Campeche en 1598. Todos los
vecinos se refugiaron en el convento de San Francisco y, reorganizados, tras un rudo
combate hirieron a Parker e hicieron retroceder hasta sus barcos a la fuerza inglesa.
Embarcada en la vigía de Caucel, una flotilla meridana al mando del capitán Alonso Vargas
Machuca, en una canoa artillada unida a otra de Campeche, dio con la fuerza inglesa a la que
derrotaron para después regresar a este último puerto.
En abril del siguiente año, las autoridades españolas en Yucatán representadas por el
gobernador Diego Fernández de Velasco, se enteraron que en Cozumel había barcos
piratas. En consecuencia, el capitán Alonso de Aguilar pasó a Río Lagartos con gente de
Valladolid y rechazó un intento de desembarco. No obstante, en 1600 el amago fue contra
Sisal, razón por la cual se envió fuerza suficiente al mando de los capitanes Ambrosio de
Argüelles y Juan de Magaña, cuyas acciones al cabo de un mes lograron que los ingleses se
retiraran.
Sisal formaba parte de los puntos estratégicos de la Corona, a través de los cuales
circulaba parte de la correspondencia dirigida a lugares tan distantes como Guatemala. Estas
prácticas se hicieron oficiales en 1615 por disposición de Felipe III, ya que los pliegos,
cartas, oficios o documentos frecuentemente confidenciales que llevaban los navíos de aviso
a dicha región, solían llegar muy tarde por la vía de Veracruz y México. Por esa razón, se
establecía que los correos que se llevaran para Guatemala se dejasen en Río Lagartos, para
luego pasarlos a Valladolid, Bacalar y Golfo Dulce. Otra alternativa era dejarlos en Sisal, y
después transportarlos a Bacalar vía Mérida. O por Campeche, “para no hacer mayor
rodeo”.18
Receloso de que los piratas se presentasen nuevamente en Sisal, hacia 1633 el recién
nombrado gobernador de Yucatán Gerónimo de Quero inició sus gestiones con la
integración de una fuerza para defender el puerto. Durante su administración, que abarcó
los siguientes dos años, los filibusteros no aparecieron más por el sitio. Breve resultó el
gobierno de Quero, pues el 10 de marzo de 1635 falleció repentinamente, y se encargaron
del mando los alcaldes de Mérida Alonso Carrio Valdés y Alonso Magaña Padilla.
18 José Ignacio Rubio Mañé, El Virreinato, T. III, Expansión y defensa, segunda parte, México, FCE, UNAM, 2005,
p. 221.
31
Un año más tarde, el pirata Diego El Mulato amagó Sisal sin atreverse a
desembarcar, y casi al mismo tiempo bajó en Dzilam el futuro gobernador Diego Zapata de
Cárdenas cuya nave a la altura del puerto sisaleño cayó en poder de El Mulato. Las
siguientes décadas se incrementaron los ataques piratas: “Albión desataba sus pérfidos
golpes contra el ya decadente poderío hispano”.19 Al darse cuenta de los daños que la
piratería causaba al comercio, las autoridades yucatecas prohibieron la salida de las
embarcaciones que no se hallasen en condiciones de defenderse.
También desde la Laguna de Términos, seguros del resguardo que les brindaba la
zona los filibusteros intensificaron sus acciones contra los puertos y embarcaciones de
España. El 27 de febrero de 1661 Henry Morgan se apoderó de dos fragatas frente al
puerto de Campeche, y después de saquearlas les prendió fuego. En diciembre del mismo
año, Juan Cruyes incendió la vigía de Sisal y se llevó como prisioneros a los seis hombres
que la custodiaban. Mayor osadía mostró Edward Mansvelt, cuando en febrero de 1663
dirigió a 1200 piratas que ocuparon Campeche, mataron a 54 vecinos y apresaron a 170,
para luego consumar el saqueo de la plaza. Poco más tarde, otro grupo de filibusteros asaltó
los pueblos de Chicxulub e Ixil.20
Guerras de reconquista
Hacía más de un siglo que los piratas visitaban con diversos objetivos la península yucateca.
Sus incursiones abarcaban desde los intereses comerciales hasta el robo descarnado y
directo. Su presencia produjo cambios en la política, la sociedad y la economía, provocó el
desplazamiento de pueblos indios tierra adentro21 . Asimismo, entre la segunda mitad del
siglo XVII y principios del XVIII el escenario peninsular despertó el interés de piratas-
botánicos como William Dampier, que recorrió las costas norte y oeste yucatecas desde
Cabo Catoche, El Monte, Rio lagartos, Sisal, Cabo Condecedo e isla de Tris, para estudiar y
publicar aspectos relevantes de su naturaleza. 22
Alarmado el gobernador de Yucatán, Juan Francisco Esquivel y de la Rosa, por el
auge que había alcanzado el movimiento filibustero en la región, informó en 1663 al virrey
2004.
22 William Dampier, Dos viajes a Campeche, con el facsímil de la edición inglesa de 1705, México, Miguel Ángel Porrúa,
2004, p. 67.
32
duque de Alburquerque sobre los acontecimientos. Lo instó a que armara una expedición
que expulsase a los ladrones del mar de la Laguna de Términos, lo que por falta de recursos no
se pudo llevar a cabo. En 1664 se hizo otro intento, que no pareció interesarle al gobierno
central. Y lo mismo ocurrió en 1680, cuando se desempeñaba como gobernador de la
península Antonio Layseca y Alvarado, que al ver la falta de interés de la capital
novohispana, decidió armar su propia expedición con recursos locales a fin de expulsar a los
piratas definitivamente.
La anterior acción también fracasó. Pero después hubo otra, ocurrida durante el
gobierno yucateco de Álvaro de Rivaguda Enciso y Luyando, el cual organizó una
expedición en 1704 que tuvo mucho éxito y logró desalojar a los ingleses de Términos. La
desaprobación virreinal para construir un presidio que evitara el regreso enemigo, permitió
revitalizar y consolidar la presencia británica en la zona durante algunas décadas más. Hasta
que finalmente se les expulsó, con enormes dificultades, el 16 de julio de 1717, y entonces sí
se estableció en la isla un batallón que por lo que restaría del dominio español en México
evitó el retorno pirata.
La expulsión de los filibusteros de la bahía de Términos en 1717, puso en aviso a la
clase virreinal, pues en tanto existiese Wallis (actual Belice) continuaría el acecho y peligro
logístico para todo Yucatán. Los piratas estaban fijos ahí, donde cortaban el palo de tinte y
tenían un seguro refugio de sus descalabros militares. Desde Yucatán inició la campaña para
la expulsión de los del Reino Unido, pero la empresa no fue fácil. La península entonces se
encontraba desbastada: había pasado por dos terribles calamidades, el hambre y la peste,
cuyos rigores bastaron para doblegar la habilidad y la energía del pueblo.
Hacia 1726, a causa de las sequías, el maíz escaseó de tal manera que donde se pudo
conseguir se compró hasta en 18 pesos la carga. El grueso de la población en ese tiempo se
alimentaba con hierbas y raíces, y caían muertos centenares de hombres por inanición “en
los caminos públicos, en las orillas del mar, en las calles y en las plazas de las grandes
poblaciones… el hambre sobrevino después, causando terribles males.”23
Nada se ganaba además con arrojar a los ingleses de Wallis si no se establecía una
colonia o una villa fuerte allí que les impidiese volver a ocupar el territorio. Una exitosa
batalla en 1724 promovida por el gobernador Antonio Cortaire y Terreros contra los
británicos e indios parapetados en Belice,24 el incendio de sus casas y buques y las
23 Eligio Ancona, Historia de Yucatán, T. II, editor Justo Ausucua, Mérida, 1917.
24 Miguel Civeira Taboada Crónica de la isla del Carmen, Campeche, Gobierno del Estado de Campeche, 1968.
33
dificultades que posteriormente esto provocó entre los gobiernos de España e Inglaterra,
hizo que Felipe V reprendiera ingratamente al gobernador de Yucatán por su decisión, lo
que detuvo momentáneamente el interés por el asunto.
El enemigo maya
Además de los ingleses, durante el virreinato diversos grupos indígenas se convirtieron en
enemigos de la corona y de la iglesia católica. Una de las razones era el avance de los
españoles sobre las tierras mayas, pero sobre todo la explotación extensiva de la abundante
mano de obra nativa mediante los tres mecanismos de tributación, los repartimientos
forzosos de mantas y patíes de algodón y los servicios personales. 25
En Yucatán, al igual que en el altiplano central mexicano, los españoles
consideraron como un derecho de conquista el despojo de las tierras de los indios. Esta
usurpación en la vida colonial yucateca, se redujo a tres categorías: “la expoliación, es decir la
ocupación de tierras por medio de la fuerza, empleándose incluso recursos aparentemente
legales; la usurpación sublimada, mediante los matrimonios y las donaciones de tierras a la
Iglesia y a los santos patronos; y la usurpación legal, efectuada a través de las mercedes reales y
las composiciones de tierras.”26
En la península yucateca predominaba como norma la usurpación legal, y se ha
podido identificar de manera directa al mercado como el engranaje más dinámico de
despojo. Sin embargo, las comunidades indias no afrontaron de manera pasiva la
enajenación de sus tierras, y sus líderes trataron de implementar una política que impusiera
restricciones en el uso del suelo a los nuevos propietarios, y que atenuara las repercusiones
negativas de la ganadería, entre otros aspectos.
La usurpación de tierras, la explotación, la tributación y los repartimientos forzosos
habrían de incidir en caudillajes mesiánicos y sublevaciones, como los dirigidos en 1761 por
quien se hacía llamar José Jacinto Uc de los Santos Canek Chichán Moctezuma (Jacinto
Canek), autoproclamado como Dios, entronizado como rey indígena con la corona y el
manto de la Virgen María, que representaba el retorno del hombre-dios libertador
identificado con la Serpiente Emplumada (Quetzalcóatl-Kukulcán),27 líder de las repúblicas
25 Pedro Bracamonte y Sosa, Los mayas y la tierra: La propiedad indígena en el Yucatán colonial, Colección Peninsular,
México, CIESAS, Porrúa, Instituto de Cultura de Yucatán, 2003, p. 151.
26 Idem.
27 Pedro Bracamonte, La encarnación de la profecía de Canek en Cisteil, Colección Peninsular, México, CIESAS,
34
de indios de Yucatán que se rebelaban contra el colonialismo español. Estos movimientos
mesiánicos se transformaron en rebeliones, con un fuerte contenido anticolonialista. Los
indígenas creían en una versión cíclica de la historia, por lo que habían aceptado a Canek
como el rey anunciado por la profecía.28
Tanto indígenas como ingleses personificaron muchos de los conflictos sociales
ocurridos durante el virreinato. No obstante, en estas centurias igual se disfrutaron
importantes periodos de paz, como el de la reconciliación anglo-ibérica iniciada en 1765.
Para entonces, James Cook, funcionario del gobierno británico vino a Mérida en una misión
oficial. En su reporte de viaje señaló que desde Sisal había un tráfico “incipiente” de
productos como la cera de abeja, palo de tinte, copal o ébano, que se enviaban a Campeche
para su posterior embarque al exterior. Cook observó entonces que en el puerto sisaleño se
levantaba una pequeña fortaleza, “aparentemente de cierta antigüedad”,29 más tarde (1771)
reconstruida por el gobernador Antonio de Oliver y dedicada a San Fernando.30 Esta ofrecía
cierta seguridad defensiva al lugar cada que se reactivaban los ataques filibusteros.
La fortaleza de Sisal
A partir de la década de 1560, el puerto de Santa María de Sisal rivalizaba con el de
Campeche como centro receptor del comercio ultramarino, y en él arribaban muchos de los
barcos que desde Sevilla se despachaban para la Ciudad Amurallada. Hacia 1579 se reconoció
que a pesar de estar expuesto a los vientos del norte, en Sisal desembarcaban los navíos que
desde cualquier parte venían a traer mercadurías para Mérida, lo que lo había convertido
desde el primer siglo del virreinato en el puerto más importante del septentrión peninsular,
como entrada a la capital, almacén y vigía relevante de toda esta zona costera.31
Es preciso resaltar la importancia que desde el último tercio del siglo XVI y
primeras décadas del XVII tuvo el puerto yucateco que nos ocupa, hasta que para el cuarto
decenio de esta centuria resultara definitivamente desplazado por el de Campeche. Su
marginación temporal tampoco implica que deba ignorarse la relevante función
desempeñada por Sisal en cuanto al tráfico transoceánico. Lo que hizo más tarde
Valdelomar (1811) no fue “fundarlo” para que se abriera al comercio marítimo, “que hasta
28 Robert Pach, “La rebelión de Jacinto Canek en Yucatán: una nueva interpretación”, en: Desacatos, n. 13,
México, CIESAS, 2003, p. 56-59.
29 Luis Millet Cámara y Rafael Burgos, Op. cit., p. 92.
30 José Antonio Calderón Quijano, Historia de las fortificaciones en la Nueva España, Sevilla, Escuela de estudios
35
entonces solo se realizaba por Campeche”; lo que llevó a cabo el gobernador, es la
reapertura del lugar, para devolverle “su función como el gran puerto de la costa norte.” 32
A partir de estos tiempos se recrudeció el tráfico comercial que discurría sobre la
calzada de Sisal a Mérida, por donde circulaba las carretas para el transporte de las
mercancías que del puerto salían para el mercado interregional, y por donde transitaban las
numerosas partidas de géneros que en la capital del Guadalquivir se consignaban
directamente para dicho surgidero. Naturalmente, ello intensificó el deterioro de la vía que
lo comunicaba con la capital peninsular, cuya reparación se convirtió en cotidiana
preocupación de gobernantes y empresarios.
Desde el gobierno de Quijada (1561-1565) se había intentado dar solución al
problema del paso por la ciénaga, que permitiera una más fluida comunicación entre la
cabecera de la capitanía general y su puerto, al mismo tiempo que se edificó “una torre y
puesto un español por vela y atalaya, para dar aviso a Mérida luego en descubriendo una
vela.”33 Tiempo después (1596), Juan Miguel Agüero, maestro mayor de la catedral
meridana, “en ocasión de temerse un ataque por parte de una armada inglesa, viajó al puerto
de Sisal y trazó el fuerte de Santiago, situado a tres leguas de la costa, en un lugar
conveniente para la defensa de la calzada que ponía en comunicación aquel punto de playa
con la ciudad de Mérida.”34
Las acciones defensivas en Sisal aumentaron a raíz de la incursión de los piratas
ingleses en Chuburná y Telchac. Hacia 1722, en un informe del gobernador Antonio de
Cortaire,35 aparecía un pequeño plano del fuerte de Sisal dibujado por A. J. de Guelle: de
planta cuadrada con un pequeño baluarte en una esquina, y posiblemente un medio baluarte
en otra. Un pequeño cuadrado en una de las esquinas que miraban al mar, parecían indicar
una torre de vigía.36
Hacia 1766, Juan de Dios González aportó información sobre el sitio, y otra vez, en
1771, el mismo González proporcionó el plano del surgidero de Sisal e hizo una descripción
del asentamiento y de sus instalaciones. No mencionó la presencia de algún fuerte, si bien
presentó el plano de una batería provisional que constaba de diez cañones y que se
32 Manuela Cristina García Bernal, Campeche y el comercio atlántico yucateco (1561-1625), México, Conaculta,
Gobierno del Estado de Campeche, 2006, p. 55.
33 Antonio Ciudad Real, Tratado curioso y docto de las grandezas de la Nueva España, 2 Tomos, México, 1976.
34 Enrique Marco Dorta, Fuentes para la historia del arte hispanoamericano, T. I, Sevilla, 1951, p. 89.
35 Michel Antochiw, Artillería y fortificaciones en la península de Yucatán, siglo XVIII, Campeche, Gobierno del
36
construyó dicho año. Detrás se encontraba la vigía o atalaya, además de notarse en el plano
el emplazamiento de las antiguas trincheras de madera y arena, para entonces ya arruinadas,
mencionadas por González cinco años atrás.37
La batería provisional pronto se sustituyó por un nuevo fuerte. Su construcción dio
inicio el 2 de enero de 1776 y concluyó el 31 de julio de ese mismo año. El fuerte de
Nuestra Señora del Pilar y de San Antonio, estaba situado frente al mar. Disponía, de
acuerdo con los planos elaborados en 1776 y 1778 por el ingeniero Rafael Llobet, del
espacio suficiente para cuatro cañones a descubierto. Hacia cada uno de los lados tenía dos
cañones con parapetos, por cuyas aberturas disparaban las armas, y dos más que apuntaban
hacia el sur, es decir hacia la ciénaga. El fuerte estaba a cien varas del mar, y en total podía
albergar hasta diez cañones.
Al finalizar el siglo XVIII, las lluvias y el ambiente salitroso del lugar habían causado
daños a la fortaleza38 y era necesario repararlos.39 El suelo del castillo, donde no estaba
enlosado y era de arena, se encontraba hundido debido a las lluvias; existían goteras sobre el
cuartel y sobre la puerta del mismo castillo; las cerraduras de la puerta del cuarto de los
víveres y una de las del almacén se hallaban carcomidas e inutilizadas; y los cañones carecían
de alquitranado y presentaban grandes lascas.
No obstante, en esos momentos se carecía de ingenieros para calcular el
presupuesto de las reparaciones, pues el comandante Llobet se encontraba en la expedición
contra Walix y su segundo Juan José de León estaba en Campeche. Con la finalidad de
agilizar las acciones y para que se encargase de las composturas del fuerte, se sugirió la
participación del sargento Bernardo Pacheco, en esas fechas ocupado en las mejoras del
camino de Mérida a Sisal.40
El Camino Mérida-Sisal
Para 1795 ya era necesario rehabilitar y hacer transitable el camino de la ciudad de Mérida a
la Raya y al surgidero de Sisal. Eran notorios los clamores del comercio y de los infelices
37 Ibid, p. 113.
38 Carta del teniente e intendente interino del destacamento de Sisal Manuel Buendía al comandante de las
Armas Antonio Bolo, Sisal, 30 de agosto de 1798 (AGN, GD257, Historia, Vol. 349, Exp. 7, Fortificaciones,
Reparos del Castillo, Sisal, 1798-1799); Carta de Antonio Bolo al teniente del despacho de la Intendencia
Manuel Buendía, Mérida, 5 de septiembre de 1798 (AGN, GD257, Historia, Vol. 370, Exp. 10,
Fortificaciones, Obras-Castillo).
39 Rafael Llobet, Cálculo prudencial del costo que podrá ocasionar la composición del camino de Mérida hasta
el fuerte y surgidero de Sisal, Mérida, 2 de diciembre de 1795 (AGN, GD18, Caminos y Calzadas, Año 1786-
1799, Vol. 4, Exp. 5, fs. 18-130).
40 Carta de Antonio Bolo al teniente del despacho…
37
arrieros por los perjuicios que experimentaban al atravesar la distancia de una legua que
abarcaba la ciénaga, pues se le atoraba parte de la caballería, otra se le habría de pechos y
una más caía e inutilizaba los géneros que conducía.41
En estas fechas, el surgidero de Sisal, que estaba situado al noroeste de la capital
yucateca, seguía un camino recto de tres leguas: dos hasta el pueblo de Caucel y una hasta el
de Ucú. A partir de aquí, se recorrían tres leguas hasta Hunucmá. Y desde este hasta el
fuerte de Sisal, cuya dirección formaba un cuarto de círculo, había cuatro leguas más,
incluido el último tramo correspondiente a la ciénaga. El camino tenía una anchura
promedio de 8 varas.
Más al oeste había otro camino de Mérida a Hunucmá, que hacía mil zigzags, y en
cuyas dos primeras leguas hasta la hacienda e Joseph Cano, se advertía estar nuevamente
abierto. Para entonces, las cuatro leguas restantes estaban completamente abandonadas,
debido a que no se encontraba pueblo alguno en ese tramo, no había agua, las lomas que
interceptaban la vereda incomodaban al viajero y en tiempo de lluvias se formaban dos
lagunas que impedían el paso.
Las diez leguas que componían la distancia total del primer camino de Mérida a
Sisal, mostraba un suelo de cuatro calidades, partes de calzada tosca natural, trechos con
poca tierra encima, suelos de laja, costra y/o concha como en la mayor parte de la península
de Yucatán, además de la legua de Ciénega que era de arena muerta. La superficie de esta
carretera debía ser aplanada, pues aunque permitía el tráfico de gente y caballería cargada,
presentaba muchas sinuosidades.
Los flancos y orillas del camino estaban cerrados, formados de espesos árboles y de
maleza tan entretejida que apenas si permitía paso a la vista. Era de notar, que media legua
antes de llegar al área de la Ciénega, la mayoría de los árboles correspondía al palo de tinte –
uno de los principales objetos de la codicia de las naciones en aquellos tiempos-, si bien
parecía ignorarse cómo se internaba esta especie hacia uno y otro costado de la vía.
Entre Hunucmá y la ciénaga, había sobre el camino cinco depósitos, aljibes naturales
o chultunes mayas llenos de agua potable, que proveían del vital líquido a los viajeros por
una estrecha boca y durante cualquier época del año.
La legua que abarcaba la ciénaga, se situaba entre Sisal y la última de las cinco
trincheras de cal y canto, además de las otras cinco de piedra seca que interrumpían el
38
camino de Hunucmá a dicho surgidero. La ciénaga consistía en una concavidad distante del
mar aproximadamente cincuenta varas, cuyo espacio correspondía a un círculo de una legua
de diámetro, con un maleconcillo formado con arena, único material que se encontraba en
este entorno. Las aguas en temporada de lluvias rebasaban el nivel del suelo arenoso de la
ciénaga por una vara de alto en ciertas partes, menos en otras y en algunas nada.
Todo el malecón era de una sola naturaleza, y la parte que no alcanzaba a ser
dominada por esta se conservaba sólida, debido probablemente a lo salitroso del terreno.
Para entonces se propuso que se diera mayor ensanche y altura al malecón; que se dejaran
de trecho en trecho unos puentecillos de madera de jabim y zapote (que aquí abundaban) para
que las aguas se pusieran en equilibrio con la altura del malecón durante las crecientes. El
costo de la obra disminuiría unos ciento veinte pesos si se destinaba para ella a algunos
presidiarios.
También se sugería que los arrieros de Hunucmá condujeran gratis los materiales, lo
cual redundaría en beneficio de ellos mismos, porque solo tendrían que transportarlos una
legua de distancia cuando marchasen “de vacío” a la playa a recibir la carga del barco, lo
cual proporcionaría al proyecto gran economía. Para que los progresos de esta obra se
dieran más rápidamente, se exhortó a que las embarcaciones contribuyesen también –sin
perjudicar su comercio- con el transporte de piedras desde Campeche, tomadas del lastre
que desechaban otros.42
Infraestructura portuaria
Al iniciar el siglo XIX (1800), tomó posesión como gobernador de Yucatán Benito Pérez de
Valdelomar. Este promovió el mejoramiento en todos los ramos de la administración
pública. Una de las más importantes reformas implantadas por Pérez fue rehabilitar en 1811
el puerto de Sisal para que hicieran operaciones los barcos que procedían de La Habana y
otros puertos. Desde la década de los cuarenta en la centuria anterior, el comercio de la
provincia en su mayoría se hacía por Campeche, pero este punto distaba de Mérida cuarenta
leguas y en cambio de la capital peninsular a Sisal solo había doce.43
Luego de evaluar los detalles, las autoridades declararon puerto menor a Sisal el 3 de
marzo de 1811, con lo cual quedó formalmente autorizado a la navegación y comercio con
otros puertos. Cuando Sisal se convirtió en puerto menor, el comercio en el lugar se
42 Idem.
43 Luis Millet Cámara y Rafael Burgos, Op. cit., p. 93-94.
39
incrementó de manera rápida. El henequén comenzó a destacar como el principal artículo
de exportación, y a la fibra, cada vez mejor cotizada en el extranjero, se le empezó a conocer
como “Sisal”, en alusión al puerto yucateco.
El Consejo de Regencia quiso fomentar el tráfico y navegación de la provincia de
Yucatán por los enormes beneficios que resultaban a la industria y a la agricultura. Por ello
dispuso que el surgidero de Sisal, que había obtenido habilitación por real orden del 13 de
febrero de 1807 durante la guerra con Gran Bretaña, continuase habilitado en lo sucesivo,
sin limitación de tiempo y en calidad de puerto menor, a fin de que, en virtud de esta gracia,
pudiese hacerse en él toda especie de comercio en el modo y forma que prevenía “el
reglamento de 28 de octubre de 1778 y reales órdenes superiores…”44
La principal razón por la que se concedió el permiso a Sisal para realizar
intercambios comerciales con La Habana, era la constante dificultad que tenían los barcos
mercantiles procedentes de otros puertos de ingresar al de Campeche, debido al
hostigamiento marítimo que sufrían en el Golfo de México por parte de los buques ingleses,
además de la decisión de controlar el contrabando. La real orden de 1807 se suprimiría en
cuanto la guerra con el Reino Unido cesara, pero esto no ocurrió y permitió que el
surgidero se convirtiera en un puerto habilitado para continuar con las actividades de
importación y exportación de géneros.
El decreto señalaba que los barcos mercantes procedentes de La Habana y otros
puertos podían desembarcar sus artículos en Sisal, y ya no en Campeche en tanto durase el
conflicto bélico con Gran Bretaña. De ahí se distribuiría hacia Mérida, capital de la
intendencia de Yucatán. En aquel tiempo, de acuerdo con los críticos de la real orden, el
surgidero no presentaba un resguardo seguro para que las embarcaciones realizaran su
arribo; no había murallas, las costas corrían abiertas alrededor de 70 leguas y en las
inmediaciones de la playa solo se hallaban, dispersos, algunos asentamientos humanos. Los
campechanos calificaron a Sisal como “una vigía miserable, sin población”, expuesto
cotidianamente a las actividades de contrabando, cuya erradicación había sido objeto del
permiso que se otorgó para habilitarlo como puerto.45
Con todo, por el surgidero de Sisal empezaron a exportarse por esas fechas
productos como el palo de tinte, cebo, cueros y carnes, sin que estos debieran pasar antes
44Anónimo, Sisal: ensayo monográfico, Mérida, Gobierno del Estado de Yucatán, 1959, p. 16-17.
45Verónica Cordero González, El movimiento mercantil del puerto de Campeche en la época del comercio libre y neutral,
1770-1814, Campeche, Conaculta-INAH, Gobierno del Estado de Campeche, 2004, p. 91.
40
por el puerto de Campeche. De La Habana llegaban mercancías sin control alguno y eran
enviadas hacia el interior, lo que causó gran resquemor entre la oligarquía campechana, que
veía mermado su control del flujo de artículos de la región hacia el exterior. Terminada la
guerra contra los ingleses en 1808, el comercio por Sisal continuó. Ante ello, los
comerciantes campechanos volvieron a solicitar que cesara dicho tráfico, por los perjuicios
que les ocasionaba.
Los sectores mercantiles de la Ciudad Amurallada, cuestionaron la disposición
oficial, y negaron que hubiese alguna utilidad por abrir más puertos en la jurisdicción
peninsular. Se destruiría el puerto de Campeche además de la navegación local de muchos
pueblos y parajes, porque a pesar de las reales disposiciones en la ampliación de su tráfico,
el anticuado y obsoleto sistema de restricción de Nueva España había encadenado su
comercio bajo la contradictoria falacia de evitar el contrabando. En referencia al “comercio
libre y neutral” implementado a partir de 1770, eran estas, de acuerdo con la élite
campechana, disposiciones que habían quedado nulas en la práctica.46
Sisal además carecía de la infraestructura necesaria para poder cumplir con su
función de manera segura y eficiente. Por ello, desde 1811 se inició la construcción de una
casa aduana, todavía de material perecedero, para facilitar la entrada y salida de
embarcaciones procedentes de diversos puertos. Otro de los mayores obstáculos lo
constituía la falta de un muelle, si bien desde 1810, Joaquín Quijano, un influyente
empresario de Mérida y socio de la importante negociación “Quijano Guzmán e Hijo”, se
dirigió al gobernador y le propuso la construcción de un atracadero de madera de veinte
varas de largo y doce de ancho para poder descargar con mayor facilidad la mercancía de los
barcos que recibiesen.
Según Quijano, eran muchos los inconvenientes que existían para que los
comerciantes de Mérida se animaran a utilizar Sisal como puerto, pues “cuantos
cargamentos llegan de todos destinos se echan en tierra por medio de canoas y otros buques
pequeños, que alijan a las orillas del mar sobre hombros de indios, con evidente riesgo –y
era esto lo lamentable para la oligarquía peninsular- de averiarse las piezas por una
caída…”47
Por ello era urgente la construcción de una escollera. Quijano igual pidió a Pérez
Valdelomar que diese instrucciones a las autoridades de los pueblos circunvecinos de Sisal,
46 Ibid, p. 92 (Cordero cita aquí el documento: AGN, Ramo Marina, Vol. 170, Exp. 3, fs. 176).
47 Luis Millet Cámara y Víctor M. Suárez Molina, Estampas meridanas, Mérida, Maldonado Editores, 1985, p. 39.
41
para que prestasen la ayuda necesaria en cuanto a los trabajadores que se requiriesen en la
obra. El gobernador accedió a ambas solicitudes, y tiempo después Sisal ya contaba con su
muelle, el cual tuvo un costo de 11,530 pesos y 75 centavos.
La Independencia
Proceso de emancipación en Yucatán
Era dos de julio de mil ochocientos ocho, cuando se presentó ante el surgidero de Sisal la
barca “Ventura”, procedente de España con destino a Veracruz, cuyo capitán Francisco
Martínez entregó al comandante de una cañonera surta en aquel apostadero una Gaceta de
Madrid, de veinte de mayo, la cual incluía noticias respecto a la ocupación francesa en
España. Entre los asuntos publicados por la gaceta, había un decreto en el que Fernando
VII renunciaba a sus derechos y acciones a la corona de España y de sus indios, en favor del
emperador de los galos Napoleón Bonaparte, lo cual pronto llegó a manos del gobernador
Benito Pérez de Valdelomar y del pueblo yucateco en general.
La noticia se propagó por toda la provincia. Estas novedades, corroboradas con la
declaración verbal en Sisal del capitán del “Ventura”, excitaron el ánimo de los habitantes,
detonaron las más vivas y serias reflexiones y las perspectivas de su suerte futura. Lo
anterior dio pie al proceso mexicano de emancipación como un movimiento
eminentemente popular, pues en tanto las autoridades apoyaban a los monarcas españoles
en defensa de la religión y de sus fueros comunes, el pueblo, los indígenas y la clase
trabajadora empezaron a hacerlo en la búsqueda de su liberación política y económica.
Desde entonces, muchos se negaron a pagar tributo a las autoridades, al tiempo que
publicaban pasquines insultantes ridiculizando a los franceses y españoles que no aceptaban
otorgarles su liberación.48
La lucha por la Independencia iniciada en 1810 para nada pasó inadvertida en
Yucatán, si bien, difíciles y tardías como eran las comunicaciones no se entendía con certeza
el desarrollo general de los acontecimientos, los cuales se presentaban tendenciosamente
desfigurados. Con todo, transcurridos algunos meses de haberse hecho cargo Joaquín María
Echéverri de sus funciones como gobernador, su homólogo en Tabasco Ángel del Toro le
informó el 15 de septiembre de 1821 que una fuerza de Agustín de Iturbide, comandada
por Juan Nepomuceno Fernández, había irrumpido en la provincia tabasqueña y
48 Guadalupe Nava Oteo, Cabildos y ayuntamientos de la Nueva España en 1808, México, INAH, 2009, p. 45.
42
proclamado la Independencia, además de indicarle que había que tomar medidas para
defender la península.
Los siguientes años, la acción política y administrativa de Yucatán resultó un reflejo
de los vertiginosos acontecimientos de aquella época por la que habría de desfilar la fugaz
administración de Iturbide. Durante aquel episodio conocido como el Primer Imperio, en la
península reinó la habitual tranquilidad que vino a interrumpirse con la noticia de que el
comandante de la plaza de Veracruz, Antonio López de Santa Anna, había proclamado la
República a través del Plan de Casa Mata del 2 de diciembre de 1822. El siguiente año se
supo que Iturbide se había visto obligado a renunciar.
Yucatán proclamó entonces la República Federal y estableció una Junta Provisional
Gubernativa, la que, previo el juramento de sostener la república federada, entró al
desempeño de sus funciones. La descentralización no representaba una adopción brusca del
sistema federal, pues había sido un proceso gradual desarrollado a lo largo de las últimas
décadas, basado en la Constitución gaditana de 1812 y configurado a partir del
establecimiento de las diputaciones provinciales.49
La mayoría de los elementos integrantes de la junta gubernativa eran miembros de la
minoritaria si bien poderosa clase criolla peninsular. Algunos eran políticos, que se
convertirían de manera alternada durante las siguientes décadas en funcionarios públicos
dentro de los más diversos cargos. También hubo industriales, comerciantes y hombres de
negocios eventualmente conectados con el desarrollo de Sisal, así como intelectuales,
religiosos, militares y federalistas.
La lista incluía al sacerdote Francisco Genaro de Cicero; sacerdote Eusebio Villamil;
Pedro José Guzmán, comerciante e industrial socio de la empresa copropietaria del muelle
de Sisal “Quijano Guzmán e Hijo”; José Ignacio Cervera; Perfecto Baranda; Manuel
Milanés; federalista Juan de Dios Cosgaya; Pedro Manuel de Regil; Agustín López de
Llergo; Pedro Almeida; Miguel Errazquín; Pablo Moreno, Tiburcio López; Manuel
Rodríguez de León; jurista Felipe Estrada; Manuel Jiménez Solís; Juan N. Rivas; Pedro
Souza; Juan Evangelista de Echánove; José Antonio García; José María Quiñones; y Joaquín
García-Rejón Carvajal, este último, padre de Donaciano García-Rejón Mazó, que en
adelante adquiriría en propiedad el muelle de Sisal, y de Antonio García-Rejón Mazó, dueño
49Nettie Lee Benson, La diputación provincial y el federalismo mexicano, México, UNAM, El Colegio de México,
2012, p. 19.
43
de las diligencias que en las siguientes décadas harían el transporte de Mérida a Sisal y
viceversa.
50 Alejandro de Humboldt, Ensayo político sobre el reino de la Nueva España; estudio preliminar, revisión del texto, cotejos,
notas y anexos de Juan A. Ortega y Medina, México, Séptima Edición, Segunda Reimpresión, Colección Sepan
Cuántos, Porrúa, 2011, p. 175.
51 John L. Stephens, Viaje a Yucatán, 1841-1842, traducción de Justo Sierra O´Reilly, ilustraciones de Frederick
Catherwood y nota introductoria de José Ortiz Monasterio, México, FCE, 2003, p. 3-7.
44
refirió a ambos como “el centro del comercio yucateco”.52 En 1859 Charnay emprendió un
nuevo recorrido por México. Visitó Oaxaca (donde conoció a Benito Juárez-), Mérida,
Chichén Itzá, Uxmal, Campeche y otra vez Sisal.53
Desde los inicios de la etapa independiente, el tráfico de cabotaje en el lado oriental
del país ya tenía como los destinos más importantes a Veracruz y Sisal. 54 En cuanto al
circuito mercantil del Golfo de México, Sisal era el que proveía a los comerciantes de
Guatemala, Chiapas, Tabasco y Oaxaca, y de él partían los barcos de cabotaje que llevaban
sal, henequén, añil, copal, palo de tinte, pescado sombreros y muchos otros productos del
sureste, incluso ganado, hasta Coatzacoalcos, Alvarado, Veracruz, Tuxpan y Tampico. No
obstante, Campeche no había dejado de ser un puerto relevante tanto para el cabotaje como
para el tráfico de altura y el contrabando, y en él se originaba buena parte del movimiento
marítimo de las maderas finas y tintóreas.55
Hacia febrero de 1832, el Congreso yucateco decidió dar un impulso definitivo a
Sisal y fomentar su número de residentes. Dispuso varias medidas, entre otras autorizar al
Ejecutivo a invertir $3,000.00 en la construcción de cien casas; eximir de contribución
personal de por vida a los casados y viudos que en él se estableciesen y a sus hijos por diez
años a partir de la fecha en que debieren empezar a pagarla. Igual propuso eximir por diez
años a las industrias fabriles o agrícolas que se implantasen.
El área en que estaba asentada la población, era una estrecha franja arenosa que
medía cincuenta varas de norte a sur. Esto ocasionó que solo pudieran trazarse de dos a tres
cuadras. Las primeras casas situadas a su entrada, se construyeron sobre la misma ciénaga.
Aunque los terrenos se rellenaron de arena, durante las crecientes subían las aguas hasta
invadir los patios y calles.56 A pesar de las primeras dificultades, las autoridades ofrecieron a
Sisal un tratamiento especial, pues este representaba la puerta de entrada y salida de Mérida
y no debía desmerecer ante el desarrollo y la importancia de la capital.
52 Ivett M. García Sandoval, “Mérida y Campeche en los relatos de viajeros del siglo XIX”, en: Mario
Humberto Ruz y Eréndira Peniche García (coordinadores), Del mar y tierra firme. Miradas viajeras sobre los
horizontes peninsulares, México, UNAM, UAC, 2011. p. 102 (al respecto, la autora cita a Desiré Charnay, Viaje al
país de los mayas, Mérida, Dante, 1992, p. 148).
53 Pascale Villegas, “Fotógrafo, viajero, escritor, arqueólogo y espía francés en tierras mayas: Desiré Charnay”,
en: Mario Humberto Ruz y Eréndira Peniche García, Op. cit…, p. 156.
54 Filiberta Gómez Cruz, “Los dominios de lo pequeño. Tuxpan decimonónico”, en: Johanna von
Grafeinstein Gareis (coordinadora), El Golfo-Caribe y sus puertos, Tomo II, 1850-1930, México, Instituto Mora,
2006, p. 327.
55 Ibid, p. 328. La autora Gómez acredita este comentario a Sergio Ortiz Hernán, Caminos y transportes en México.
Una aproximación socioeconómica: fines de la colonia y principios de la vida independiente, México, FCE, 1994, p. 106.
56 Romeo Frías Bobadilla y Rubén Frías Bobadilla, Progreso y su evolución: 1840 a 1900, Progreso, Talleres de
45
La población quedó dividida en cuatro cuarteles, y las vías públicas, hacia la década
de los cuarenta ya contaban con nomenclatura. En 1843, la del muelle se llamaba “de
Iturbide”, más adelante identificada con el nombre de “Hércules” y luego de “Santa Anna”.
La arteria que hoy es conocida como Calle 17, hacia 1850 recibía el nombre de “La
Fortuna”. Una de las principales avenidas era la de “San Telmo”, patrón de los católicos de
la villa, que se dirigía al cementerio después de pasar frente a la plaza de la población. Otras
eran la de “Llergo”, actual Calle 23, así como las de “Cadena”, “Marina”, “Estacada” o
“Salsipuedes” entre las más importantes.
Hasta 1851, Sisal no contaba con audiencia ni cárcel. Había un cuartel de
mampostería y un templo católico con techo de guano. Este año estaba por concluirse el
cementerio, fuera del poblado, cercado con pared y costeado por el ayuntamiento y el
vecindario.57 El faro se había inaugurado un año antes (octubre 1850), instalado sobre la
antigua fortaleza novohispana. Era este el primer faro construido en las costas yucatecas y
tenía una altura de 60 pies sobre el nivel del mar. Consistía en una farola de luz fija con un
alcance de diez millas marinas.58
En 1859 se levantó el mercado público, financiado con fondos municipales; hacia
1862, el rastro estaba todavía en obra; y el cuartel, ya terminado, se decía que era espacioso
y estaba hecho de mampostería. Tres años después se instaló en Sisal el primer telégrafo que
funcionó en Yucatán. El 22 de noviembre de 1865, al arribar al puerto en el buque
“Tabasco” e iniciar su recorrido por la península, la emperatriz Carlota se convirtió en una
de las primeras usuarias de aquel moderno medio de comunicación.
El telégrafo, instalado diez días antes por personal traído desde Veracruz, serviría
para comunicar a México la noticia del arribo de la soberana a la tierra del faisán y del
venado. A la princesa se atribuye haber aludido sobre el sofisticado aparato: “Malas lenguas
dicen que los emeritenses primero manifestaron que quién sabe qué eran estas invenciones
de los mexicanos, pero luego telegrafiaban tan asiduamente que fue preciso equipar las
oficinas con sillas para las damas.” 59 En la casa número 502 de la calle 63, conocida como
El Gallito, -propiedad de Darío Galera, considerado entre los comerciantes más influyentes
de Mérida- quedó instalado el local de telégrafos de aquella primera línea que hubo en la
57 Juan de Dios Pérez Galaz (editor), Situación estadística de Yucatán en 1851, México, 1948, p. 430.
58 Raúl E. Casares G. Cantón (director), Yucatán en el tiempo, Tomo I, Inversiones Cares, Mérida, 1998, p. 13.
59 Mario Humberto Ruz, “Carlota: el imperio de una mirada”, en: Mario Humberto Ruz y Eréndira Peniche
García, Op. cit., p. 173 (cita tomada de Luis Weckmann, Carlota de Bélgica. Correspondencia y escritos sobre México en
los archivos europeos [1861-1868], México, Porrúa, 1989).
46
península. La inauguración de las instalaciones la realizó el comisario imperial ingeniero José
Salazar Ilarregui y su esposa Julia Campillo el 12 de noviembre de 1855. 60
Así quedó interconectada la capital del comisariato con la comunidad de Sisal, sitio
que esos días describió Carlota:
Consiste en algunas casas construidas en costa plana y una rada abierta. Los techos
de las casas están cubiertos de hojas secas de maíz, y las fachadas están pintadas de
colores claros. Personajes blancos aparecen en los umbrales; aquí en Yucatán todo
es blanco, hasta el suelo.
…Caminamos sobre un tapete de conchas blancas hasta la casa prevista para
descansar. Allí la gente subió a las ventanas, agarrándose de las rejas, con grandes
ojos, curiosos y amables.61
60 Gabriel Ferrer de Mendiolea, “La ciudad de Mérida”, en: Enciclopedia yucatanense, Tomo VI, p. 563.
61 Mario Humberto Ruz, Op. cit., p. 173. El autor alude a la Relación del viaje, escrita por Carlota y reproducida
en Luis Weckmann, Op. cit.
62 AGEY, Protocolos Notariales, CD 225, Año 1865, f. 123.
63 AGEY, Protocolos Notariales, CD 200, Años 1857-58, f. 52.
64 El Siglo Diez y Nueve, Periódico Oficial, Mérida, 24 de septiembre de 1844, p. 4.
47
Morales Lanzos prestaba el servicio de alijos a los buques que llegaban. Para ello se servía
de algunas canoas: “Josefa”, de 250 quintales; “Filomena”, de 125 quintales; y “Ana”, de
100 quintales. Todas ellas contaban con sus aparejos.65
El centro de la vida y el movimiento del pequeño puerto era la calle principal, que
corría desde la entrada a la población hasta el muelle. En ella se encontraba la Aduana y los
almacenes más importantes. El aspecto que guardaba dicha arteria hacia 1862 se muestra en
la revista El Repertorio Pintoresco, en una litografía elaborada por José Dolores Espinosa
Rendón.66 Millet y Burgos, han analizado los detalles contenidos en la ilustración:
A la izquierda podemos ver el pequeño fuerte con el faro del que ya hemos hablado.
Al fondo se observa el acceso al muelle, así como la Aduana y la casa conocida
como de la Emperatriz. También podemos apreciar algunas de las construcciones de
paja que abundaban en todo Sisal, y en especial la situada a la izquierda que luce un
pequeño portal o corredor al frente, propiedad de Joaquín Morales, donde tenía su
casa comercial Emeterio Peniche. Hacia el lado izquierdo de la ilustración y situadas
frente a la Aduana, se encontraban dos bodegas propiedad de Joaquín Morales, una
de ellas con cubierta de paja y la otra con una pieza y una bodega de piedra. En la
calle vemos dos bolanes estacionados y una diligencia que está haciendo su entrada a
la población, quizá una de las que trajo el señor (Antonio) García-Rejón de Nueva
York y de las cuales nos habla Stephens en 1841 durante su segundo viaje a
Yucatán.67
alojado el vicecónsul español en Sisal, y que durante su visita a Yucatán, la emperatriz Carlota estuvo allí unas
horas” (Luis Millet Cámara y Rafael Burgos, Op. cit., p. 96).
48
La mayoría de las casas de Sisal estaban cubiertas con techos de guano. Las de
mampostería eran ocho, y serían indemnizadas de trasladarse la aduana a otro punto de la
costa69. Igual había una casa de dos pisos, aparentemente la única con estas características
en el puerto, ubicada hacia el lado oriente de la población a dos cuadras de la calle del
muelle. El dueño original había sido Ignacio Lavadores, que la heredó a su hijo el presbítero
Pedro Lavadores en agosto de 1836. Al año siguiente, la casa se vendió a Lorenzo Guzmán
en $1, 000.00. Este la conservó poco tiempo, y la traspasó por $1, 500.00 a Juan Rivas
Vértiz, el cual la heredó junto con otras propiedades ubicadas en Mérida, a Simón Peón y
Cano, “según se dice, por el mucho aprecio que le guardaba el propietario.”70
Buenaventura Basto igual tenía una casa en Sisal, la cual hipotecó en 1849. Estaba
ubicada a dos cuadras al oriente de la plaza principal. Tenía los siguientes linderos: “al
oriente, calle en medio, la ciénaga; al poniente, albarrada en medio, la bodega de los
herederos de Juan de Dios Cámara ; al norte, albarrada en medio, la casa del ciudadano
Seferino Monforte; al sur, calle en medio, la casa de don Joaquín Calixto Gil.” 71
En términos generales, las propiedades urbanas de Sisal estaban concentradas en
pocas manos. José María Ruz, importante comerciante de azúcar y panela en los años
previos a la Guerra de Castas, era propietario de tres predios situados en la calle más
importante del puerto; pero era Joaquín Morales Lanzos el que mejor representaba este
proceso de concentración de la propiedad en aquel puerto. En 1855, fecha de elaboración
de su testamento, era dueño de dos bodegas y un par de casas situadas en la arteria
principal. Igual poseía una bodega situada cerca del muelle. En la plaza, frente al castillo
tenía una habitación, y una más situada en la esquina del cuartel. Era dueño de una quinta
cercana a Sisal, y estaba por concluir un asador de pescado y otra casa a la orilla del mar. 72
De hecho, la propiedad en Sisal no rebasaba los 41 dueños73, incluido desde luego Joaquín
Morales.
69 Decreto del Congreso de Yucatán del 15 de abril de 1847, Biblioteca Virtual de Yucatán (BVY),
F1376.9.P.76.C37 1870.
70 AGEY, Protocolos Notariales, CD 189, Año 1854, f. 26; CD 149, Año 1840, f. 107; CD 140, Años 1836-
1839, f. 42.
71 AGEY, Protocolos Notariales, CD 172, Años1848-49, f. 192.
72 AGEY, Protocolos Notariales, CD 186, Año 1851, f. 2.
73 Romeo Frías Bobadilla y Rubén Frías Bobadilla, Op. cit., p. 67.
49
El muelle
Para 1847, los dueños del atracadero en Sisal habían comenzado a dividirse. Joaquín
Quijano renunció a la sociedad formada por él y Pedro José Guzmán: “Quijano Guzmán e
Hijo”, que era copropietaria de dicha obra. Jaime Tinto, otro destacado comerciante
meridano que luego se avecindó en La Habana, era dueño de la cuarta parte del atracadero,
y la empresa referida lo era de las otras tres partes. Al disolverse la compañía, a cada uno de
los ex socios le correspondió la mitad de la participación en el muelle, es decir las tres
octavas partes. Más adelante, la estructura quedó a cargo de Pedro José Guzmán y Jaime
Tinto. Guzmán se encargaría de la recaudación de sus productos y de los reparos que
necesitase el muelle para su buen funcionamiento, además de estar obligado de llevar una
cuenta pormenorizada de los ingresos y gastos y abonar cada cuatrimestre las utilidades que
correspondían a cada socio.74
Tiempo después, la propiedad pasó en su totalidad a manos de la familia Guzmán, la
cual la conservó durante muchos años. Al morir Encarnación Guzmán de Quijano, hija de
Pedro José, aquel importante elemento de la infraestructura portuaria sisalense salió a
remate, con un valor estimado de 9,000 pesos. En el anuncio de su venta -11 de abril de
1862-75 se dijo que durante los últimos seis años había producido una renta de 9,422 pesos,
24 centavos, libres de gastos, “una cantidad nada despreciable considerando el monto en
que se estimó la obra.”76
Dos meses más tarde –junio de 1862-, el muelle todavía no lograba venderse, por lo
que se volvió a anunciar su remate. Se tomaron como base los dos tercios de su avalúo, es
decir 6,000 pesos. El comprador debe haber sido Donaciano García-Rejón, que ya aparecía
como propietario en 1864 y 1871. 77 La familia de este, como vimos, estaba involucrada en el
negocio del transporte entre Mérida y Sisal y entre Mérida y Campeche, lo cual no parece
haberla inhibido a realizar también inversiones en el puerto de Progreso que iniciaría este
año su definitiva consolidación.
Bodegas y aduana
Al inicio del México independiente, Sisal tenía muchas necesidades para convertirse en un
puerto eficiente. Una era la falta de bodegas amplias y seguras para el almacenamiento de
74 AGEY, Fondo Archivo Notarial, Protocolos Notariales, CD 117, Año 1827, f. 322.
75 Luis Millet Cámara y Rafael Burgos, Op. cit., p. 93.
76 Idem.
77 Romeo Frías Bobadilla y Rubén Frías Bobadilla, Op. cit., p. 35.
50
los productos que ahí circulaban, ya que solo existían depósitos de almacenamiento
techados con paja. La Diputación del Comercio de Mérida se abocó a esta tarea, y el 15 de
1815 solicitó a Pedro José Guzmán que se encargase de la obra, la cual resultó un flamante
edificio, donde hacia 1845 ya también estaban instaladas las oficinas de la Aduana
Marítima.78
Desde 1822, Sisal había quedado abierto al comercio exterior con su respectiva
aduana, sujeta a la Comisaría General del Estado de Yucatán. Dos años después entraría en
vigor el Reglamento para el Comercio de Cabotaje, en el que se señalaba que ese comercio
debería hacerse exclusivamente en buques de bandera mexicana. Finalmente, en 1827 se
expidió el primer arancel para aduanas marítimas y de frontera.79
En los albores de la vida independiente, para que la actividad comercial yucateca se
incrementara era necesario también vencer otro tipo de obstáculos que la afectaban
directamente: los meteorológicos, las enfermedades, los ataques de los piratas y el
contrabando. No obstante, la pequeña villa de Sisal estaba protegida por un clima que hacía
que las enfermedades “no tomaran ahí la forma epidémica.”80 Esta y otras ventajas hicieron
que para el periodo 1825-1829, se viera registrado en la aduana de Sisal un total de $ 810,
175. 00 producto de sus importaciones, por encima de los puertos de Tabasco, isla del
Carmen, Coatzacoalcos y Bacalar.81
En 1852, la Diputación de Comercio vendió al gobierno federal por la suma de
13,000 pesos el edifico donde estaban las bodegas y oficinas de la aduana sisaleña, con el fin
de que este lo habilitara únicamente como Aduana Marítima.82 Al año siguiente era su
administrador Manuel María Vázquez, que emprendió los trabajos de adecuación de las
instalaciones.83 Al trasladarse la Aduana en 1871 al puerto de Progreso, el edificio se vendió
a una casa de comercio alemana con domicilio en Mérida, la cual lo empleó para almacenar
palo de tinte, chicle, maderas, sal y otros productos de la costa occidental de la península. 84
78 AGEY, Fondo Archivo Notarial, Protocolos Notariales, CD 162, Año 1845, f. 85.
79 Enrique Cárdenas de la Peña, Historia marítima de México, México, Olimpia, 1973, p. 293.
80 Arturo Morelet, Viaje a América Central (Yucatán y Guatemala), Guatemala, Academia de Geografía e Historia
1889, p. 19.
83 El Regenerador, Mérida, 13 de junio de 1853.
84 Luis Millet Cámara y Rafael Burgos, Op. cit., p. 93.
51
Discordias intestinas
El 7 de noviembre de 1823, en la ciudad de México quedó instalado el Congreso
Constituyente. La cuestión más relevante era fijar el gobierno que se adoptaría, lo cual
inauguró la pugna entre los partidarios del federalismo y los del régimen centralista. Casi
todas las provincias se inclinaban a favor de la federación. Así se estableció y dictaminó en
el Artículo 5° que se publicó inmediatamente en México, pero no en Yucatán, ya que
algunos artículos del documento se oponían parcialmente a las bases que la dirigencia
peninsular había condicionado para unirse a la nueva nación.
Como efecto de lo anterior, el 15 de febrero de 1824 se produjo en Campeche una
tumultuosa manifestación popular en la que se exigieron algunas determinaciones
fundamentales como la unión general de bases con México; la declaración de guerra a
España, decretada en México en octubre de 1823 y que la élite gobernante yucateca no
había querido hacer para no interrumpir sus relaciones comerciales con La Habana, la cual
absorbía sus productos de exportación; y por último, que los empleos fueran desempeñados
por americanos idóneos y decididos por la causa de la emancipación.
Los conflictos que se suscitaban en Campeche, comenzaron a ser frecuentes, como
vimos, desde que en 1811 el gobernador Pérez Valdelomar intentó rehabilitar el puerto de
Sisal para dejar de ejercer el primero el monopolio del comercio que hasta entonces había
disfrutado. Ello resultó indudablemente beneficioso para la clase empresarial establecida en
Mérida, cuyo desarrollo comercial y agrícola tomó mayor auge con motivo de la reducción
de los gastos de transporte.
También representaba un estímulo para la producción, pues el importe de aquellos
gastos -muertos de fletes- que dejaron de causarse, aumentaba el acervo de la riqueza de los
productores. Estas condiciones favorecieron a los meridanos, si bien afectaron los intereses
económicos de Campeche, puerto que durante siglos había sido el emporio comercial de
Yucatán. Con todo, la asonada de febrero resultó lo más prudentemente sofocada por parte
de una columna gobiernista al mando del coronel José Segundo Carvajal.
En esos años, la península no solo permanecía preocupada por sus propias
dificultades políticas y económicas sino porque la alcanzaran las perturbaciones de la capital
o las del país en general, como el decreto de expulsión general de españoles expedido por el
Congreso mexicano el 20 de marzo de 1829, debates en los cuales se opusieron a la ley
diputados representantes de Yucatán, todos pertenecientes a la clase criolla peninsular, entre
ellos Manuel Crescencio Rejón, cuyo nombre completo era Manuel Crescencio García-
52
Rejón y Alcalá, José María Quintana, Andrés Quintana Roo -de abuelos canarios-; y
Lorenzo de Zavala, reconocido político, periodista y escritor yucateco de ascendencia vasca,
registrado en Mérida como “un niño español” nacido el 3 de octubre de 1778. 85
Aquel año en Yucatán se convocó a elecciones para la renovación de los poderes
públicos. Volvieron a contender los dos mismos partidos federalistas y se reeligió como
gobernador a José Tiburcio López Constante y como vicegobernador a Juan de Dios
Cosgaya. Poco duró este segundo ejercicio al amparo de la Constitución local. En
Campeche surgió un movimiento militar que proclamó la República Central, y en el acta que
se levantó, se pidió la deposición de todas las autoridades del Estado y se llamó al
comandante militar José Segundo Carvajal para asumir el mando político.
Al conocer Vicente Guerrero lo que ocurría –su régimen había sido producto de un
cuartelazo y no contaba con mayor respaldo popular-, comisionó a su ministro de Hacienda
Lorenzo de Zavala para ir a tratar con los alzados. El barco en que hizo el viaje el
comisionado llegó al puerto de Sisal el 25 de diciembre, sin que el comandante militar de
puerto, fiel a las disposiciones centrales, permitiera a Zavala continuar para Mérida. Lo
sujetó a estrecha vigilancia, en tanto daba cuenta al gobernador Carvajal de su presencia.
La contestación no se hizo esperar. Un oficial enviado de la capital del Estado se la
presentó en propia mano a Lorenzo de Zavala la noche del 27 de diciembre. No solo se le
negó la autorización de ir a Mérida, sino que Carvajal lo conminó a reembarcarse, y si por
cualquier pretexto volvía a presentarse a las playas yucatecas, sería pasado por las armas
inmediatamente. Zavala más que de prisa dio por terminada su misión y volvió a la ciudad
de México.
El 6 de noviembre de 1832, se levantó en armas en Mérida el coronel Gerónimo
López de Llergo, a favor del general Gómez Pedraza, para destituir a Bustamante y
proponer a Gómez como presidente de la nación, y por la reposición de las autoridades
derrocadas en Yucatán a consecuencia del movimiento de 1829. La rebelión cundió
inmediatamente entre las fuerzas al mando del general Francisco de Paula Toro y del
coronel Sebastián López de Llergo que se hallaban en Hecelchakán en previsión de que
estallase una sublevación federalista en Mérida. Dos días después, José Tiburcio López
Constante recuperó el mando del que había sido desposeído en 1829, el cual ocupó solo
unos meses pues en 1833 vencía el término constitucional de su gestión.
85Marcela González Calderón, El Yucatán de Zavala: sus primeros años, Toluca, Gobierno del Estado de México,
2012, p. 35.
53
El 22 de septiembre resultaron electos Juan de Dios Cosgaya como gobernador y
Santiago Méndez como vicegobernador, si bien el comandante militar Francisco de Paula
Toro, cuñado de Santa Anna, seguía una política tortuosa desde Campeche contra el
gobernador. Y es que en la Ciudad Amurallada tenían su cuartel general los comandantes de
armas del Estado, y era el centro de agitación centralista. De esta manera se estableció una
nueva escisión entre las fuerzas militares de Campeche, más adictas a Toro, y las de Mérida,
más al gobierno del Estado. Poco después, Toro mandó a su ayudante José María Covián a
ocupar el Castillo de Sisal, donde contaba con aliados decididos, para establecer allí una
posición amenazadora contra Mérida que finalmente no se llevó a cabo.
Eran tantos los motivos de agravio que el gobierno de Yucatán recibía por la actitud
provocativa de los militares, que el Congreso terminó por desconocer al comandante De
Paula y Toro, a través de un decreto expedido el 1 de junio de 1834. Igual facultó al
gobernador para levantar fuerzas, defenderse de una inminente agresión y salvaguardar la
soberanía del Estado. Lo anterior suscitó un combate en Hecelchakán el 29 de junio que
terminó con la derrota de las fuerzas gobiernistas. Aunque estas retrocedieron y se
estacionaron en Calkiní, nuevamente las tropas veteranas de Toro, al mando de Sebastián
López de Llergo, las atacaron y las vencieron el 26 de julio para después pasar a ocupar
Mérida.
A Francisco de Paula Toro se le nombró gobernador interino el 17 de agosto de
1834. Luego el Congreso convocó a elecciones en las que únicamente participó el partido
centralista, y se declaró electo a De Paula como gobernador y a Pedro Sainz de Baranda
como vicegobernador. En tanto Santa Anna inclinaba más el plano de su situación política
hacia el centralismo, Toro cedió el mando estatal al vicegobernador Sainz de Baranda
(campechano de padre natural de Liñana, obispado de Santander), que en su calidad de
interino solicitó una licencia y otorgó el gobierno, igual a título provisional, a Sebastián
López de Llergo.
Más tarde, Toro volvió a tomar el mando. Pero, al ser llamado a México por el
presidente interino José Justo Corro, el 15 de febrero de 1837 entregó el gobierno al
presidente de la Junta Departamental Pedro Escudero de la Rocha. Al ser renovada la Junta,
su presidente el coronel Benito Aznar asumió la dirigencia departamental el 27 de marzo
conforme a la Constitución vigente. Ya como presidente de la República Anastasio
Bustamante, según elección y declaratoria del Congreso del 17 de abril de 1837, se nombró
gobernador de Yucatán a Joaquín Gutiérrez de Estrada, que después de haber tomado
54
posesión del cargo el 7 de junio, se separó de él el 18 de agosto. Después de renunciar este
en forma definitiva, volvió Benito Aznar al gobierno del Departamento.
El 27 de diciembre de 1837, designado como gobernador por el presidente de la
República, tomó posesión Pedro Marcial Guerra. Dos años llevaba el país bajo el régimen
centralista. Habían aumentado los gravámenes, que pesaban sobre todas las clases sociales;
los porcentajes de ingresos aduanales que antes correspondían al tesoro del Estado para el
sostenimiento de la administración pública, se destinaban al gobierno nacional; faltaban
recursos para cubrir los emolumentos de los empleados públicos y de los militares y se
comenzó a llevar gente, sobre todo mayas, para la guerra de Texas.
El terreno era propicio para un levantamiento, el cual empezó a prepararse por los
federalistas en 1838. Descubierta la conspiración, se hizo prisionero al capitán Santiago
Imán, que al salir de prisión se levantó en armas el 29 de mayo de 1839 en concierto con los
federalistas de Campeche y Mérida. Después de sufrir varias derrotas, a Imán se le ocurrió
invitar a los mayas peninsulares a alistarse en sus filas, con el ofrecimiento de que al lograrse
el triunfo del movimiento se iban a suprimir las obvenciones que tanto los afectaban.
55
En tanto, Bustamante declaró facciosos a los yucatecos, piratas a sus embarcaciones
y cerrados sus puertos. Con arreglo a la ley de 22 de febrero de 1832, decretó el 17 de mayo
de 1840:
Hechos los sufragios en julio conforme a las normas federalistas, resultaron electos
gobernador Santiago Méndez y vicegobernador Miguel Barbachano. Méndez, campechano
de padre español -nativo de la villa de Alcobendar, en el arzobispado de Toledo-, entró al
gobierno el 6 de septiembre de 1840. Para entonces, los únicos puertos de recepción y
despacho de mercancías en la península eran Campeche, Sisal y Bacalar, habilitados para el
comercio con el exterior. Sisal era el más cercano a la Ciudad de Mérida, como una distancia
de 53 kilómetros y un camino de herradura al que poca atención ponían las autoridades, que
en la época de lluvias dejaba de transitarse, por lo cual era necesario utilizar las vías de
Campeche, pese a su mayor distancia.
La falta de preocupación del gobierno por mejorar las dificultades en la
comunicación de Sisal a Mérida, se vio reflejada en el interés de un grupo político afín a
Miguel Babarchano que inició el mismo año de 1840 la búsqueda de otra salida al mar desde
la capital del Estado. El lugar elegido resultó ser un punto de playa que más adelante se
conocería como Progreso. El sitio estaba más cercano a Mérida que Sisal solo unos cuantos
kilómetros, y que al igual que en toda la costa yucateca presentaba problemas por sus
condiciones baja y arenosa, sin que pudiese ofrecer abrigo a los barcos.
Para esas fechas, el Congreso local creó una comisión de reformas a la Constitución,
presidida por Manuel Crescencio García-Rejón. Entre las importantes innovaciones, el
proyecto proclamaba la garantía de la libertad religiosa -establecida por primera vez en
México-, la abolición de fueros, algunos eclesiásticos, y la necesidad de amparar en sus
derechos a los que fuesen perturbados en su goce por leyes o actos anticonstitucionales,
Decreto del presidente de la república Anastasio Bustamante, México, 17 de mayo de 1840. Registro 4719,
87
AHSCJN, Asuntos Económicos, fecha 1840-05-17, Exp. 4559, caja 58, Exp. Original 182.
56
institución jurídica que no se nacionalizó sino hasta la Constitución de 1857. La flamante
Constitución yucateca, no simple reforma, se expidió el 31 de marzo de 1841.
Hacia octubre de este año, Antonio López de Santa Anna estaba nuevamente en el
poder, y en Yucatán la Cámara de Diputados apoyó el plan de independencia del territorio
peninsular y lo decretó en esa misma fecha. El proyecto era sostenido por el grupo político
que se había formado en torno a Miguel Barbachano, en tanto que por parte del gobernador
se formaba otro, en aquel momento hostil a la separación de México. Ante estas
circunstancias, Santa Anna envió a Andrés Quintana Roo para procurar la reincorporación
de Yucatán.
Miguel Barbachano y Juan de Dios Cosgaya, comisionados para tratar con Quintana,
le presentaron sus puntos de vista en la primera reunión efectuada el 17 de diciembre.
Expusieron que Yucatán no entraría en arreglo alguno en que no se reconociera,
constitucionalmente, el derecho a su autonomía interior; determinar sobre materias
religiosas; la no admisión de comandantes militares, organizando el Estado su propia
milicia, que no podía ser sacada de él; sin que pudiera el gobierno general hacer levas o
sorteos para servir en mar o tierra; establecer los aranceles de sus aduanas, administrarlas y
aprovecharse de sus productos, obligándose a contribuir proporcionalmente a las
verdaderas y no ficticias urgencias del erario nacional, además de reconocerse las leyes que
libremente dictase un Congreso elegido en toda la nación. El tratado se firmó el 28 de
diciembre de 1841.
Santa Anna lo rechazó, y decidió someter por la fuerza a Yucatán. Las hostilidades
se iniciaron el 5 de julio de 1842 con el apresamiento en aguas del puerto de Campeche del
bergantín “Yucateco”, por un barco de la escuadrilla mexicana al mando del capitán Tomás
Marín. El 22 de agosto, la escuadra del mismo Marín se presentó ante la isla del Carmen con
mil trescientos hombres, ante la que tuvo que capitular el comandante Clemente Trujillo el
día 29. Las siguientes batallas se dieron en Campeche y Chiná, en las que murieron y
resultaron heridos muchos hombres de ambos ejércitos, incluidos indios mayas orientales
destacados en la Ciudad de las Murallas.
Ante la posterior derrota sufrida por las tropas santanistas, cambió el teatro de la
guerra a la costa norte de la península. Pero también aquí la expedición resultó vencida. “El
fracaso había sido absoluto, ruda la humillación de la derrota.” 88 El 14 de diciembre de 1843
57
se firmó un tratado en el que se consignaban las principales garantías de lo pactado con
Andrés Quintana Roo dos años atrás. Aunque, poco después Santa Anna nuevamente violó
el tratado y nombró gobernador a José Tiburcio López, lo cual motivó que partidarios de
Barbachano se pronunciasen otra vez por la escisión.
El 1 de enero de 1846, la Asamblea departamental formuló un decreto que
anunciaba el cese de la obligación, de parte de Yucatán, de reconocer al supremo gobierno
nacional; que reasumía la plenitud de todos sus derechos, para ejercerlos como considerase
más convenientes, y que la propia Asamblea continuaría en sus funciones, usando de las
facultades necesarias que demandaren las exigencias del pueblo y dictase las providencias
conducentes a organizar su nueva posición, y para atender a su seguridad y a su defensa. Al
renunciar el gobernador, Barbachano tomó su lugar.
En tales circunstancias, Manuel Crescencio García-Rejón, ministro de Relaciones y
Gobernación de Santa Anna, comunicó a Barbachano que se reconocía en vigor el tratado
del 14 de diciembre de 1843 y se derogaba la orden de 21 de febrero siguiente, que lesiva a
los intereses económicos de Yucatán, había sido la manzana de la discordia. El gobierno
peninsular, sin la aprobación del distrito de Campeche, declaró a través del Congreso
extraordinario, en decreto de 2 de noviembre de 1846, la reincorporación del Estado en
base al tantas veces aludido pacto.
Los partidarios de Santiago Méndez se rebelaron por la reincorporación a México,
así como quisieron promover la neutralidad de Yucatán en la guerra con Estados Unidos de
América. Barbachano sería destituido en caso de no aprobar en los siguientes quince días el
plan campechano. Y en tal caso quedaría designado gobernador provisional el hasta
entonces jefe político de Campeche Domingo Barret. Diversos hechos de armas se dieron
por el sur, el oeste y el oriente peninsular, como consecuencia de la aciaga rebeldía. El
último de ellos, en el barrio de Sisal en Valladolid, resultó el primero de un espantoso
desastre.
Había sido la heroica defensa de trescientos contra tres mil. Fue el asalto final de los
batallones rebeldes, incluidas las tropas indígenas capitaneadas por los jefes Pacheco y
Trujeque. Al asalto final del día 15 de diciembre siguió el saqueo, los asesinatos de
indefensos vecinos, sin respeto al sexo, ni a la edad ni condición. La turba de indios
armados extraía prisioneros que eran echados a la hoguera crepitante.89 El gobernador
89 Ibid, p. 227.
58
Barbachano hizo llegar al aspirante Barret noticias oficiales de los acontecido, a través de
José María Meneses y Pedro de Regil Estrada. Estos le expusieron el peligro que amenazaba
a Yucatán, pero Barret no dio mayor importancia a los execrables excesos de sus partidarios
mayas, que él y el partido que le apoyaba, consideraron como naturales de la guerra.90
59
defensa de la existencia de su patria.”93 Muy pronto, el conflicto alcanzó una violencia sin
límites, tanto por parte de los indios como de los blancos. Desde el inicio de la rebelión, la
oligarquía yucateca con la incondicional u obligada ayuda de mestizos e indígenas,
amenazada con la destrucción de sus bienes y de sus vidas, no tuvo más alternativa que
olvidar sus querellas y agruparse en un solo mando para terminar con la sublevación. 94
Por su parte, el gobierno yucateco sostuvo un flanco aún más radical y decisivo.
Desde el inicio de la guerra negoció con el exterior la ayuda económica militar necesaria
para acabar con la rebelión. Tanto en España –a través de Cuba-, como en Inglaterra y
Estados Unidos, la clase política peninsular trató de obtener ese apoyo a cambio de la
soberanía de su departamento. El 26 de marzo de 1848, Santiago Méndez a punto de dejar
el poder a su antiguo enemigo Miguel Barbachano, envió comunicaciones a los países
mencionados.
Con ese objetivo, Justo Sierra O´Reilly, yerno de Santiago Méndez se encontraba en
Washington. Al iniciar el periodo más encarnizado de la Guerra de Castas, Sierra deseó ver
la extinción de “esa raza maldita”. Los maldijo “por su ferocidad salvaje, por su odio
fanático y por su innoble afán de exterminio.”95 El de Tixcacaltuyú, de origen español e
irlandés por parte de su madre y con “sangre americana” por parte de su padre, recibió
instrucciones de su gobierno para ofrecer la soberanía de la península a Estados Unidos de
América, a cambio de ayuda para acabar con el conflicto. De acuerdo con Sierra, tanto el
gobierno estadunidense como el inglés y el español respondieron sucesivamente con una
negativa a la solicitud.
En la desesperación por obtener ayuda de algún lado, políticos y empresarios
yucatecos se jugaron su última carta: la reincorporación a México. En julio de 1848, Pedro
de Regil y Peón y Joaquín García-Rejón y Carvajal (este con intereses en el futuro puerto de
Progreso y perteneciente a la misma rama genealógica de Manuel Crescencio García-Rejón y
Alcalá y de Donaciano y Antonio García-Rejón y Mazó [los dos últimos hijos de Joaquín]
con intereses económicos en Sisal y más tarde en Progreso), lograron en su calidad de
comisionados yucatecos renegociar la incorporación de la península como un estado más de
la nación mexicana, además de recibir ayuda económica y militar para terminar con la
93 Idem.
94 Javier Rodríguez Piña (Prólogo), La Guerra de Castas; testimonios de Justo Sierra O´Reilly y Juan Suárez y Navarro,
México, Conaculta, 2002, p. 16.
95 Justo Sierra O´Reilly, Diario de nuestro viaje a los Estados Unidos, Antigua Librería Robredo de José Porrúa e
60
sublevación maya, si bien esta no solo no terminó sino que se prolongó durante cinco
décadas más.
La llegada de apoyo económico y pertrechos de guerra a la península por parte de la
federación, facilitó la represión contra los mayas, pero también provocó que los rebeldes se
agruparan al oriente del territorio donde establecieron su base de operaciones, “recuperaron
la libertad que habían perdido poco a poco y durante décadas se mantuvieron en guerra
contra los blancos.”96
En tanto, un decreto de desalojo de los indígenas del territorio yucateco, expedido el
6 de noviembre de 1848 por el gobernador Barbachano, motivó que de 1849 a 1861 cientos
de mayas comprometidos o no con la rebelión, resultaran expulsados de Yucatán y
trasladados virtualmente en calidad de esclavos hacia Cuba. En el negocio de la venta de
indios, estaban involucrados de manera directa tanto gobernantes yucatecos como el propio
presidente mexicano Antonio López de Santa Anna.
Pocas fueron las voces que protestaron contra la disposición oficial, aunque, la
escandalosa venta de indios empezó a lesionar los intereses de los hacendados y rancheros
de la península. Las tierras de cultivo y explotación del henequén habían tenido la virtud de
reorganizar y modernizar la economía yucateca, pero dicho crecimiento dependía de la
existencia de mano de obra indígena. Además, para la mayoría de los habitantes era evidente
que un alto porcentaje de los mayas trasladados por la fuerza a Cuba no eran aprehendidos
“con las armas en la mano” como lo especificaban las disposiciones gubernamentales, “lo
cual contradecía los objetivos originales del decreto y ponía en peligro intereses económicos
en beneficio de un pequeño grupo en el que estaban renombrados políticos yucatecos.”97
Más adelante, Benito Juárez se manifestó sobre el asunto de la venta de esclavos
mayas. Establecido su gobierno en Veracruz durante la guerra contra los conservadores, el
30 de agosto de 1859 envió al gobierno de Yucatán una nota de protesta por el traslado de
indígenas a Cuba como esclavos. En 1861 las cosas habían cambiado a favor de los liberales
y Juárez comisionó a Juan Suárez y Navarro, militar conservador opuesto desde un
principio a la Reforma,98 para analizar los continuos conflictos por los que atravesaba la
península a partir de la Independencia. El comisionado estudió el asunto de la venta de
61
mayas a Cuba, y con base en esta investigación el Presidente emitió el 6 de mayo de 1861 el
decreto que prohibió la expulsión de indígenas de Yucatán.
Ya para entonces la guerra no era solo de indios contra las otras castas. Muchos
indígenas se habían aliado con los blancos; mulatos y afrodescendientes en general militaron
en ambos bandos; la mayoría de mestizos luchó al lado de los blancos; y hubo blancos que
pelearon a favor de los mayas, lo cual mostró la creciente disolución de los estamentos y el
cruzamiento de los intereses de clases en comparación con las rebeliones indígenas
coloniales.99
es una verdad experimental que todo esto es el origen de sus guerras civiles; que es
una verdad experimental que bajo todos los sistemas políticos de gobierno, bajo
todos los principios, bajo todas las constituciones, bajo todos los gobernantes, esas
guerras se fueron encendiendo más y más hasta hacerse desastrosas y sangrientas;
que es una verdad experimental que esas guerras civiles han sido la causa inmediata
99 Moisés González Navarro, Raza y tierra. La guerra de castas y el henequén, México, El Colegio de México, 1970,
p. 100-107.
100 Tomás Aznar Barbachano y Juan Carbó, Memoria sobre la conveniencia, utilidad y necesidad de erigir
constitucionalmente en estado de la confederación mexicana el antiguo distrito de Campeche, México, Porrúa, Gobierno
del Estado de Campeche, edición facsimilar 2007, edición original 1861.
101 Ibid, p. VI.
62
de la de castas y de la desolación de Yucatán; y por último, que es una verdad
experimental y terrible que esta misma guerra de castas, lección capaz de curar el
mal más inveterado, de nada ha servido, puesto que la guerra civil de 1857 que
Mérida llevó a Campeche, la última, la que llevó a la separación de las dos ciudades,
ha sido la más vandálica y cruel de cuantas se registran en los anales yucatecos.102
Apoyo a Progreso
En este entorno, el gobierno mexicano continuó su apoyo a los objetivos de la facción
política y empresarial meridana que deseaba poblar Progreso, impulso que se aprovechó
para la construcción de la calzada casi recta de la capital yucateca a dicho punto costero,
concluida en 1857. Este año también se trazó y dividió en cuarteles la futura población y se
pusieron a la venta los terrenos loteados.105 Como parte del mismo proyecto, el 2 de julio de
1862, se concedió a Edwin Robinson el privilegio de construir y explotar el ferrocarril de
102 Idem.
103 Ibid, p. 68-85.
104 Teresa Ramayo Lanz, Los mayas pacíficos de Campeche, Campeche, Universidad Autónoma de Campeche,
1996, p. 67.
105 Documentos relativos a la fundación del puerto de Progreso, Mérida, 1857 (1.-Copias certificadas de las
actas de remates de los terrenos que deben formar la proyectada población de Progreso en este Estado; 2.-
Documento de remates formado por Pedro de Regil y Peón; y 3.- Plano topográfico de la población). Los
originales se encuentran bajo custodia en la Biblioteca Central de Yucatán.
63
Mérida a Progreso, por decreto del ejecutivo de Yucatán, aprobado por la Legislatura el 13
de septiembre siguiente. El plazo concedido para la construcción quedó prorrogado por
decretos del 3 de agosto de 1863 y 4 de febrero de 1864; en tanto, Robinson gestionaba la
concesión del gobierno federal que se le expidió y ratificó por la Legislatura el 18 de octubre
de 1864.106
Estas concesiones quedaron sin efecto al advenimiento del imperio de Maximiliano,
régimen promovido por conservadores mexicanos encabezados por José María Gutiérrez
de Estrada. Era éste un diplomático, escritor y político nacido en Campeche, hijo de
Fernando Gutiérrez y García, español natural de Ramales, provincia de Santander. Hacia
fines de 1863, Estrada radicaba en Europa; él y otros monarquistas escucharon jubilosos en
París y en Roma la noticia de que la asamblea de notables reunida en la capital de nuestro
país había acordado ofrecer el trono al archiduque austriaco. Maximiliano llegó a Veracruz
el 18 de mayo de 1864,107 para iniciar una gestión que se conocería en México con el
nombre de Segundo Imperio.
El Segundo Imperio
Guerra y conscripción
Conforme avanzó el Segundo Imperio, las condiciones en Yucatán no parecieron tan
óptimas como se hubiese deseado. La situación de la península distaba mucho de ser
satisfactoria y presentaba un oscuro porvenir. A pesar de la prosperidad que empezaba a
desarrollarse, merced al beneficio de la paz que en apariencia se disfrutaba, se notaron
gérmenes de descontento que paulatinamente se convertirían en graves trastornos “en
cuanto fuesen hábilmente explotados por los enemigos de las actuales instituciones.” 108 El
descontento aumentaba cada día, ya que las causas que lo producían no sólo no se
extirpaban sino se incrementaban con nuevas leyes, poco conformes con los intereses y
costumbres de los yucatecos.
La primera necesidad era la conclusión de la sangrienta lucha interétnica, que llevaba
ya dieciocho años (1847-1865) de consumir a la península. Aunque en 1864 habían sido
muchas las esperanzas de que la guerra terminase con los elementos que el régimen
representado por Maximiliano puso a disposición del gobierno local –a cuya cabeza estaba
64
el comisario Imperial José Salazar Ilarregui-, solo un año más tarde esas esperanzas se
desvanecieron entre las clases dominantes.
La derrota de las tropas del gobierno peninsular en Dzonot, con pérdida total de su
artillería, y la circunstancia de haber sido los indios los que vinieron a atacar las
fortificaciones en vez de esperar a ser agredidos, ofreció una muestra de la fuerza real que
tenían y del espíritu que los animaba, además de causar tal desmoralización en las tropas que
ya difícilmente podían ser utilizadas para combatir a los enemigos, estos cada vez más
audaces imponiendo el terror en muchos pueblos.
Eran muchas las bajas que se presentaban en el ejército yucateco, y para llenar el
número de soldados necesarios y cubrir la línea de defensa, se reclutaban a estos por la
fuerza, lo cual provocaba una gran deserción. Una quinta parte de la fuerza militar válida se
encontraba refugiada en los bosques, sustraída de la obediencia de la autoridad. Aunque
esos elementos no entraban a la lucha contra los blancos y vivían errantes en el monte, sus
acciones desprestigiaban al gobierno, cuyo poder parecía burlado, y debilitaba las fuerzas
productivas y defensivas del departamento que eran ya de por sí muy limitadas.
A fin de evitar los males que nacían del desordenado modo de reclutar a los
soldados para cubrir la frontera oriental, se apeló a otro medio: el de la conscripción. Pero
este recurso, aun antes de ponerse en ejecución produjo resultados fatales. Cuando todavía
se empezaban a reunir los datos preparatorios para efectuarlo, empezó a notarse en la
población un disgusto generalizado que hizo imposible que la medida pudiese llevarse a
cabo.
A lo anterior contribuían los efectos de las leyes de reclutamiento que hacían
gravitar el sorteo sobre un grupo social reducido, que además de hacerlo odioso, lo hacían
ineficaz para su objeto. La mayoría de las personas comprendidas en la conscripción
desaparecían de sus hogares, abandonaban a sus familias así como a las labores que
sostenían la riqueza pública.
Donde más repercutían las leyes de conscripción era entre los peones del campo.
Todos ellos mantenían deudas con los propietarios de las fincas en que residían, por lo que
el valor de estas era relativo al número de sirvientes con los que contaba. Debido a ello, la
fuga de los jornaleros representaba no solo una pérdida real para el servicio castrense, sino
para los dueños de fincas por los anticipos que les había hecho a cuenta de su trabajo, así
como por la baja considerable en el valor de sus productos y en el de la venta de sus
propiedades.
65
Los hombres de campo se sentían perseguidos por el gobierno, por lo que quedaban
dispuestos a desafiar el orden establecido. La promesa de la excepción del servicio militar,
era una de las banderas con la que los líderes contrarios al régimen convocaban a la gente
para enfrentarlo y prolongar los trastornos políticos de los que hasta entonces había sido
teatro la península de Yucatán.
Durante el Segundo Imperio se dio mucha atención a las tropas en el territorio
peninsular, pero hubo más dificultades para llenar las exigencias del servicio. Hacia 1865, el
presupuesto puntualmente cubierto para mantener en buen estado a las fuerzas armadas,
ascendía a $60,000 al mes, cuando solo dos años atrás, un número igual o mayor de tropas
consumía únicamente $18,000. El salario del soldado era igual o mayor que el que ganaba
un jornalero de campo, pero era tal el rechazo a la milicia, que por ninguna clase de
“alicientes” se conseguían enganches voluntarios para llenar los cupos. Entonces el
gobierno recurría a la fuerza para agilizar el reclutamiento, con la suma de consecuencias
que esta decisión traía consigo.
Antes de la ley del sorteo, el servicio era obligatorio para todos los vecinos, con
excepción de los jornaleros de campo residentes en las fincas desde cierta época fija. Pero,
como “ese sistema dio origen a mil abusos –aseguraba la clase, política e industrial
peninsular-, cuando el excelente señor comisario imperial le puso un término, la aprobación
más unánime acogió la medida.”109 Pero se estableció el sistema de conscripción descrito
arriba (en cuyo sorteo entraron entre 6,000 y 7, 000 personas), el cual aumentó la deserción,
hizo crecer el disgusto y multitud de fincas vieron disminuir el número de sus sirvientes.
Los 700, 000 habitantes que había en Yucatán hacia 1844, en 1865 descendieron, a
consecuencia de la guerra, a 350, 000 individuos, de los cuales tres cuartas partes eran
mayas. Solo en las pequeñas poblaciones indias del sur de la península se encontraba una
sexta parte del total, es decir 50,000 habitantes. Aunque la actitud de las comunidades no
había sido de hostilidad abierta contra los blancos, poco a poco las políticas imperiales
incrementaron las dificultades. La nueva autoridad, lejos de granjearse su simpatía intentó
obligarlos a determinados gravámenes. Se establecieron “ciertas gabelas que aminoraron el
interés que podían tener de mantenerse en pacíficas relaciones con los blancos,
rompiéndose así, imprudentemente, el lazo que los unía con nuestras débiles fronteras.” 110
109 Idem.
110 Idem.
66
Según el blanco yucateco, otro aspecto que se descuidó durante el Segundo Imperio
fue la acción religiosa: “Siempre poderosa entre los pueblos semibárbaros, hábilmente
dirigida, hubiera conducido a ese término tan deseado, y una conquista pacífica de los indios
hubiera probablemente coronado los esfuerzos hechos en ese sentido.”111 Pero Maximiliano
no se llevaba bien con la Iglesia. Aun antes de su arribo manifestó que respetaría a los
poseedores de los bienes eclesiásticos favorecidos por las leyes de desamortización, esto
curiosamente en contraposición con las decisiones de Juárez, que en el caso de Yucatán
había dado la orden –contraviniendo todas las leyes de Reforma- de devolver un seminario
de la ciudad de Mérida donde se preparaba a los clérigos, con el capital que le pertenecía y
puesto a la disposición del reverendo obispo de la diócesis. 112
Maximiliano también se propuso respetar la libertad de cultos, además de integrar
un gabinete en el que predominaron los hombres de extracción liberal y con una minoría de
los del partido conservador.113 Después de tomar posesión del cargo, de acuerdo con los
imperialistas católicos, el mayor error de Maximiliano fue ratificar –y en ocasiones
radicalizar- las Leyes de Reforma impulsadas por el propio Juárez.
Hacienda pública
Poco favorable era el cuadro que durante el Segundo Imperio presentaba la hacienda
pública peninsular, pues a pesar de los crecidos subsidios mensuales que desde Veracruz se
remitían por orden de Maximiliano, paulatinamente los sueldos de los empleados civiles
dejaron de cubrirse con la puntualidad necesaria y en obsequio del buen servicio público. La
mayor parte de los ingresos del erario lo absorbía el presupuesto militar. Este se recargaba
con los sueldos de pensión de jefes no tan estrictamente necesarios, y con algunos otros
gastos cuya utilidad era al menos muy dudosa.
La creación de un cuerpo de resguardo interior y el sostenimiento de los buques
guardacostas de guerra; del cuerpo de ingenieros y otros empleos recién creados,
contribuían también poderosamente para que los gastos no guardasen equilibrio con las
entradas y resultase un déficit perjudicial. El sistema de contabilidad y organización interior
de las oficinas de Hacienda, también llamaba mucho la atención, porque era notorio que
parte de las rentas no entraba directamente en la administración principal de las del Estado,
111 Idem.
112 Hernán Menéndez Rodríguez, Op. cit., p. 30.
113 José C. Valadés, Op. cit., p. 194-197.
67
sino se recaudaba por el comisario imperial, que hacía su distribución sin que en los hechos
de la oficina se hicieran los asientos respectivos.
Era claro que con esa independencia en la recaudación e inversión de ciertos ramos
de las rentas, era forzoso que naciera una complicación en la contabilidad y fuera perjudicial
al buen servicio público, ya que no era posible que con la simple revisión de los libros de la
administración principal de rentas del departamento –en las cuales debían centralizarse
todos los asientos para que se pudiese ejercer sobre ellos la debida fiscalización- se pudiese
tener el conocimiento exacto de las rentas y gastos reales del Estado.
Los impuestos que durante el Imperio se cobraban en Yucatán, eran más fuertes
que en el resto de la nación. Algunos de ellos como el de capitación, solo se cobraba en el
departamento de Oaxaca, y otros como el de patente para el expendio de aguardiente o el
1% de patente de giro, eran completamente desconocidos. El valor de la propiedad raíz
disponible, no excedía en el departamento de dos y medio millones de pesos, lo cual
reflejaba el poco valor de las propiedades y lo arruinado que estaba el país yucateco con la
sublevación de 1847.
El régimen hacendario de Yucatán era un sistema completo, fruto de la experiencia
y las necesidades del erario y combinado de tal manera en sus distintas partes que era difícil
alterarlo sin perjuicio más o menos directo, ya fuera para el Tesoro o ya fuese para los
contribuyentes. Debido a ello subsistía desde hacía largos años, sin que a pesar de las
grandes exigencias de la situación de guerra por la que atravesaba –que en ocasiones no
permitían pagar ni el miserable rancho del soldado que estaba en la frontera oriental- se
hubiese modificado de una manera sustancial.
No obstante, el comisario imperial Salazar Ilarregui había doblado las alcabalas
como la de carnes, que era ya, bajo la cuota de esa época, onerosísima y perjudicial para las
clases menesterosas. Una cabeza de ganado, que valía de ocho a diez pesos, tenía que pagar
de alcabala dos pesos para el gobierno departamental, y cuatro reales para el municipio, lo
que le equivalía a gravar el consumo con un impuesto de más del treinta por ciento ad
valoren. Por ello se pedía a las autoridades que ese gravamen excesivo se aminorase, para
hacer cesar los perjuicios que causaba a la gente pobre en el valor de sus mantenimientos, y
lograr al mismo tiempo evitar el fraude que en ese ramo existía contra la hacienda pública,
ocasionado por la elevación de la cuota.
68
Comercio
Desde la época virreinal se había dado una especie de forcejeo y negociación entre los
comerciantes y en general entre la oligarquía regional yucateca y la del centro del país. 114
Desde 1789, a partir del libre comercio borbónico, la península gozó de franquicias y
excepciones arancelarias especiales. En 1827 el arancel general concedió a Yucatán un
descuento de dos quintas partes en los cobros de derechos de importación, así como en
1843, en el convenio de anexión, a la península se le concedieron aranceles propios,
situación que continuaba en 1848, 115 si bien en esta época las condiciones generales se
complicaron debido al distanciamiento con el gobierno central y a la Guerra de Castas.
Al iniciar el Segundo Imperio, el comercio de la península recuperó su impulso con
la relativa paz que se respiraba. No obstante, este progreso se interrumpió y se crearon
dificultades para su desarrollo por las modificaciones que sufrió el sistema arancelario en
sus tarifas y las trabas que se impusieron a la libre circulación de los efectos que constituían
el tráfico, lo cual hizo proliferar los argumentos contra la subsistencia de las alcabalas y
aduana o resguardos interiores.
Con las modificaciones establecidas, que abarcaban los años de 1864 y 1865, casi se
habían duplicado las cuotas de derechos que había que satisfacer en las aduanas. Esta alza
tan fuerte en una región que por sus condiciones y situación topográfica ofrecía
extraordinarias facilidades para un comercio clandestino, producía un desequilibrio
económico de funestas consecuencias. Las necesidades del comercio de Yucatán serían
ventajosamente satisfechas para todos, aseguraban los que impugnaban el sistema
hacendario imperial, 116 con una ley que pusiese en planta:
114 Araceli Ibarra Bellón, El comercio y el poder en México, 1821-1864. La lucha por las fuentes financieras entre el estado
central y las regiones, México FCE, Universidad de Guadalajara, 1998, p. 353.
115 Claudio Vadillo López, Comercio y autonomía en los puertos de Campeche y El Carmen, 1821-1856, 1989,
manuscrito, p. 31.
116 Informe de Pedro de Regil y Peón…
69
2°. La presión de alcabalas, resguardos interiores y completa libertad de tráfico,
pagándose los derechos de internación y contrarregistro , desde el momento de la
introducción de los efectos por los puertos, pudiendo transitar después, como antes
sucedía, sin pases, guías ni otros documentos. Las rentas recibirían notable
beneficio, con la economía de $50, 000. 00 anuales, que debe costar cuando menos
el resguardo interior cuando estuviese completamente establecido. Para entonces no
existían más que en Mérida, y habían gastado diez mil pesos en cuatro meses que
llevaba de establecido, y producido en el mismo tiempo seiscientos pesos, casi
exclusivamente procedentes de derecho sobre el tabaco.
3°. Para compensar al erario la diferencia indicada, se aumentarían tres pesos de
derechos a cada barril de harina que se introdujera por Campeche o Sisal. Como la
harina era efecto de lujo y no de necesidad en Yucatán, podía soportar fácilmente
ese derecho al que por otra parte estaba acostumbrado el departamento desde 1848.
El número de barriles de harina extranjera que entraba en la península, era de $12,
000.00 al año, de modo que solo en ese ramo encontraría el erario una
compensación de $34, 000.00 de lo que por otro lado se dejase de cobrar.
4°, Restablecimiento del derecho de exportación con arreglo a la tarifa de 1854. Este
derecho podía producir de 8 a $10,000.00 al año, y como era sumamente módico y
todos estaban acostumbrados a su pago, en nada perjudicaba al desarrollo de la
industria, y era mucho menos gravoso que las trabas que le impusieron durante el
régimen imperial a la circulación interior de los efectos.
Con estas medidas se calmaría el malestar que predomina entre el comercio de
buena fe, es decir el que se hace legalmente y que en estos años se ha sentido herido
de muerte. Sería pues un acto de conveniencia adoptarlas puesto que satisfacen
intereses legítimos, sin perjudicar los generales de la nación .117
117 Idem.
70
servicio. Como este iba a ser más penoso que el de Sisal, iba a ser indispensable aumentar
los sueldos de los guardas. Las tripulaciones de las canoas podrían disfrutar quince pesos de
sueldo al mes, y los patrones treinta pesos.
Los promotores de este proyecto, ofrecían un plan simultáneo para abaratar los
costos y las dificultades antes expuestas: trasladar la sede del comercio marino de Sisal a
Progreso, con lo cual disminuirían las distancias para vigilar e inhibir el contrabando. Igual
se resolverían según ellos otros asuntos, como el abaratamiento del traslado de las
mercancías de Mérida a Progreso y viceversa, al disminuir las distancias entre la capital
política y su puerto.
Entre las motivaciones resaltaba el transporte de tropas por tren –cuya construcción
ya estaba en marcha- lo cual reduciría el tiempo en su traslado vía marítima para enfrentar a
los indios sublevados en el oriente, así como resultaba congruente satisfacer los intereses de
un fortalecido sector de la clase política y empresarial peninsular que desde hacía un cuarto
de siglo planeaba reubicar la supremacía comercial marítima a Progreso, sitio donde ya
había invertido mucho capital político y económico con la idea de consolidarlo como el
principal puerto yucateco. No obstante, desde un principio el régimen imperial mostro su
interés en apoyar la comunicación por tren de Celestún a Mérida, lo cual complico por un
tiempo la gestión de los otros dos proyectos ferroviarios: Sisal y Progreso.
Agricultura
La ley de conscripción causó un trastorno general en la economía del territorio que nos
ocupa. Antes de ella, la situación era próspera para los terratenientes, sobre todo con el
desarrollo del cultivo del algodón, para el que se prestaban admirablemente los feraces
campos de la parte oriental de la península. En Yucatán, como hemos observado, el valor
de las fincas, más que de la extensión de tierras o de su mejor o peor calidad, dependía del
número de sirvientes con el que contaba, que bajo ciertas “condiciones de mutuo
provecho” estaban obligados a ceder parte de su trabajo a los propietarios de ellas.
Los peones residían en las mismas fincas, y para que los propietarios tuvieran la
seguridad de que las labores del cultivo se realizasen sin interrupción, hacían a los jornaleros
anticipos en efectivo en cuenta del valor de sus tareas. Por ello el gran afán de los
hacendados de hacerse del mayor número de sirvientes, a los que mantenía comprometidos
con sus latifundios bajo el sistema de deudas. El valor del trabajo del peón sin embargo,
decían los hacendados, no se rebajaba generalmente de esas deudas,
71
que son una cantidad perdida para el propietario, y que en realidad solo sirven para
dar una especie de preferencia a este sobre las labores del sirviente, a quien se le
paga debidamente… Como la demanda de trabajo excede en mucho a la oferta de
él, son pocos los abusos que se cometen con los sirvientes, a pesar de cuanto se diga
en contrario por quienes no conocen la índole de los medios y el sistema de trabajo
de las fincas de Yucatán.118
Pero la ley de conscripción declaró obligatorio el servicio militar para los jornaleros
de campo, debido a lo cual surgieron las dificultades anteriormente expuestas, además que
se creó la ley de peajes, que vino a perjudicar a los agricultores por las trabas que establecía
y el gravamen que imponía a sus productos. Pese a todo, las condiciones de la agricultura
peninsular en esos tiempos resultaban “más favorables” que las que prevalecían en otros
ramos, como consecuencia de las transformaciones que producía “la introducción del arado
y de otras máquinas y sistemas de explotación agrícola, que antes eran desconocidos y que
pronto -anhelaban los empresarios yucatecos- doblarán las fuerzas productoras del país.” 119
Antes de la Guerra de Castas, las clases pudientes invertían su capital en ranchos
ganaderos, en haciendas maiceras y en medida creciente en la caña de azúcar de regiones del
sur y oriente del actual estado de Yucatán. El estallido del conflicto en 1847, cerró aquella
fuente de inversión y explotación, por lo que los hombres de negocios meridanos buscaron
una alternativa y la encontraron en el cultivo del henequén. El cultivo se vio favorecido por
múltiples factores. Aunque la tierra, en un radio de 80 km. alrededor de Mérida, era de baja
calidad por la efímera capa de humus y la abundancia de rocas, así como por el régimen de
lluvias que a menudo eran escasas y se mostraban en una forma irregular, el agave encontró
en ese clima y su suelo, condiciones muy adecuadas para su crecimiento.120
Durante el mencionado conflicto interétnico y después de él, muchos de los
moradores del interior de la península que no quisieron unirse a los rebeldes buscaron
refugio en los alrededores de Mérida, justo en la región que era dominada por los criollos.
De esta forma, no solo influyeron las condiciones naturales sino también demográficas que
favorecieron el cultivo del henequén, “y con la creciente demanda de fibras en el mercado
mundial apareció la última condición para desenfrenar un monocultivo a gran escala.” 121
118 Idem.
119 Idem.
120 Harald Mossbrucker, “Entre provincia y metrópoli: la interrelación de Mérida con su región”, en: Boletín de
72
Marina
En la década de los cuarenta del siglo XIX, la península de Yucatán llegó a contar con una
matrícula de ochenta buques de cruz, en los que estaban empleados más de dos mil
marineros. Pero en los años del Segundo Imperio, la situación era muy diferente por la
notable disminución de la población debido a la guerra, y por la imposibilidad de los
navieros locales de sostener la competencia con otras marinas extranjeras, abolido como
estaba todo privilegio de bandera.
La nación estaba ligada a acuerdos internacionales que algunos empresarios
peninsulares veían como “imprudentes atados de reciprocidad”. Ocurrían ciertas
desavenencias con las colonias españolas, donde no se admitían las embarcaciones con
bandera mexicana y era justo adoptar medidas de represalia. Igual se sugería continuar en el
astillero de Campeche la construcción de los buques guarda-costas, para que no acabase de
desaparecer la maestranza de ese puerto y se conservasen en él las tradiciones de la
arquitectura naval producida desde siglos atrás.
Instrucción pública
Antes de la sublevación indígena, el desarrollo de la educación primaria en Yucatán era
bastante satisfactorio. La falta de recursos pecuniarios a partir de aquel cataclismo, redujo
durante muchos años el círculo de la instrucción elemental a muy pocos centros de
población. Mal tan grave intentaba remediarse con la creación de nuevas escuelas, si bien su
número distaba mucho de satisfacer las necesidades que existían en ese importante ramo.
Un ejemplo de las escuelas abiertas en los años del Segundo Imperio fue el colegio de
educación primaria y secundaria de Olegario Molina Solís y Yanuario Manzanilla, que
integraba un profesorado conservador clerical y un sistema de enseñanza con su
correspondiente doctrina cristiana e historia sagrada. 122
Igual había en la península una Universidad, pero la enseñanza que en ella se ofrecía
no correspondía a los objetivos que según la clase pudiente debían tener establecimientos de
esa naturaleza, donde las carreras profesionales eran costeadas por el Estado. Sostenían que
la enseñanza profesional gratuita daba “margen a que se aumente el número de los que se
dediquen a las carreras liberales, más allá de las necesidades del Estado, y se creen
Colegio de Enseñanza Primaria y Secundaria, dirigida por don Olegario Molina y don Yanuario Manzanilla, Mérida,
122
73
aspiraciones difíciles de satisfacer, además de representar una amenaza constante para la paz
pública.”123
Por otra parte, la mendicidad general de los habitantes no permitía enviar a sus hijos
a la Universidad Central y quedaban por esta causa excluidos de las carreras científicas y
literarias. A la élite política y económica le interesaba más la educación de sus descendientes,
por lo que proponía la creación en Mérida y en Campeche de juntas facultativas que
después de examinar a los aspirantes con arreglo a los programas generales, pudiesen
conceder grados a los que en las escuelas particulares o públicas, pero no dotadas por el
gobierno –como la de Derecho de Campeche-, hubiesen hecho los estudios necesarios.
Un ramo que para la casta dominante yucateca nunca había estado adecuadamente
atendido, era el de la enseñanza secundaria. Debido a ello proponía la creación de un
instituto en el que se adquiriesen conocimientos sólidos con los que ganara mucho la
industria y el comercio, además de servir como escuela normal para formar personas aptas
que se encargasen de difundir la enseñanza primaria en toda la península.
Lo que sí había en Mérida eran las recién establecidas clases de química y física,
cuyas ciencias resultaban tan útiles cuando se aplicaban a la industria. No obstante, dichos
proyectos carecían de recursos para hacerse de los necesarios gabinetes de instrumentos y
aparatos especializados, por lo que no producían los resultados que este tipo de enseñanza
experimental exigía.
En Campeche también había una Escuela Náutica, única en el Golfo, en la que se
educaba a los pocos jóvenes mexicanos dedicados a la marina, debido a lo cual era
conveniente ampliar la esfera de sus estudios. Apenas se enseñaban en ella nociones
elementales de la facultad, a pesar de ser un exclusivo plantel en el que se reclutaban los
oficiales de mar que se necesitaban para el servicio del Estado y de los particulares.
Ferrocarriles
Durante el siglo XIX, en México se desarrolló un grupo oligárquico que dominaba sobre las
decisiones políticas y económicas del país. Su estudio ha revelado alianzas familiares y
regionales así como sus intereses económicos. Aun cuando ofrecía opiniones políticas
divergentes, una característica general era su orientación económica y cultural hacia Europa.
Esta clase social tenía suficiente dinero para construir un mercado importante de artículos
123 Informe de Pedro de Regil y Peón…
74
importados tales como textiles, muebles, perfumes, vinos o libros, y al llegar el último
producto de la tecnología europea -el tren-, vio la posibilidad de fortalecer los lazos
culturales y comerciales con los países trasatlánticos, de manera que un ferrocarril que
conectara a las ciudades más importantes de México con su puerto atlántico más cercano
coincidía con sus intereses.124
En esos tiempos, México se vio inundado por una cantidad impresionante de
escritos que exaltaban los beneficios de la comunicación ferroviaria. En forma muy general,
sus argumentos pueden dividirse en dos grupos: políticos y desarrollistas. En el primero se
encontraban los que preveían una disminución de la inquietud política y el fomento de la
unidad espiritual entre las diversas regiones; y en el segundo, todos aquellos que predecían
un gran crecimiento económico como resultado de la construcción de los ferrocarriles.
Para los empresarios yucatecos, el aumento en la variedad de géneros producidos y
el número de caminos carreteros del interior peninsular facilitaban de manera notable las
transacciones. Sin embargo, el incremento de los efectos hacía que ya no fueran suficientes
los carros destinados a su transporte. La actividad mercantil reclamaba medios de
conducción más fáciles y rápidos que los conocidos hasta entonces, y por eso había la
necesidad de unir a Mérida –que era el depósito para el consumo y la exportación- con el
mar por medio de una vía férrea.
Era incalculable, según la élite dirigente, la importancia que tomaría la ciudad y los
beneficios que en términos generales resultarían al departamento, con la mayor animación
que la nueva vía iba a dar al movimiento mercantil. Las facilidades que ofrecía el país
yucateco para la construcción de caminos de fierro eran muy grandes, por la solidez y lo
plano de los terrenos, además de la falta de obstáculos naturales que la dificultasen. Los
hombres del poder se jactaban en decir respecto a la construcción de los ferrocarriles: “sin
exageración, en ninguna otra parte del mundo podría llevarse a cabo de una manera más
económica y pronta.”125
Naturalmente, para estos planes los grupos dominantes de Yucatán requerían de la
benevolencia y el auxilio de los gobiernos nacionales. Así se formaron varios proyectos
sobre diferentes líneas ferroviarias, que por lo menos hasta los años del Segundo Imperio
no se habían llevado a cabo. Desde luego, cada una de las iniciativas promotoras,
124 John Gresham Chapman, La construcción del ferrocarril mexicano (1837-1880), México, SEP, Sep Setentas 209,
1975, p. 11-12.
125 Informe de Pedro de Regil y Peón…
75
eventualmente en pugna, estaba interesada en su propia concesión, como por ejemplo la
línea de Progreso, cuya población ya había sido fundada y se construía la infraestructura
necesaria para desplazar a Sisal como el principal puerto yucateco.
Los reiterados argumentos para sustentar el proyecto ferroviario progreseño eran:
1), la cercanía de dicho punto costero con la capital; 2), el que Progreso representara el
emplazamiento marino más inmediato a la parte oriental de la península, donde residía e iba
a residir por muchos años la fuerza productora; y 3), hacia donde la prolongación futura del
camino se suponía más probable. A los anteriores argumentos, el grupo a favor de Progreso
adjuntaba en su solicitud a Maximiliano el plano hidrográfico del puerto, el plano
comparativo de los caminos de Mérida a Sisal así como el de la capital yucateca a Progreso.
Desde luego que los propietarios y comerciantes de Sisal no estaban conformes con
la instalación de la vía férrea a Progreso, y menos con la amenaza de que allí se trasladaría la
aduana. Lo que pedían era que se tendiese el ferrocarril a Sisal, para lo cual suscribieron el
Poder que ante el señor Regino Morales, juez segundo municipal de la villa y puerto
de Sisal otorgan los vecinos y propietarios de dicho lugar al señor don Felipe Ibarra
Ortoll, vecino y comerciante de Mérida, para que en nombre y representación de
ellos eleve su voz ante el excelentísimo señor Comisario Imperial o ante su majestad
el Emperador a fin de manifestarle los incalculables perjuicios que ocasionará al
puerto de Sisal el que se lleve a efecto la construcción del ferrocarril de Mérida a
Progreso y la utilidad de establecerlo de Sisal a Mérida.126
La opinión de la oligarquía yucateca se dividió. Unos abogaban por Sisal, otros por
Progreso, e incluso algunos por Celestún, sin que nada práctico tuviese realización. Pedro
de Regil y Peón, envió al comisario Salazar un informe confidencial “en favor de la
proyectada obra del ferrocarril de Mérida al puerto de la costa llamado Progreso, en el que
exponía de una manera lógica la necesidad de realizarla y las ventajas que ofrecía,
contrastándola con los inconvenientes y desventajas que proporcionaría la realización del
proyecto del ferrocarril al puerto de Sisal.” 127
Fueron muchos también los que en general se oponían a la construcción de los
ferrocarriles. Sus razones eran muchas: el desplazamiento de comunidades, el abandono de
los hombres enfrascados en las labores del campo para irse a trabajar a la construcción de
las vías, el paso de los trenes por las haciendas o tierras públicas, la mala administración de
76
los proyectos, permisos o hasta costos no siempre justificables y en ocasiones mayores que
las posibles ganancias.
En Yucatán durante 1857 encontramos un primer proyecto de ferrocarril formulado
por el gobernador y comandante militar Santiago Méndez Ibarra, bajo el título:
“Presupuesto del costo de construcción y habilitación de un ferrocarril de una sola vía entre
Mérida y Progreso”, estudio que si bien no se empleó en los proyectos elaborados años
después, rindió “homenaje al espíritu avanzado de nuestro gobernante don Santiago
Méndez, cuya capacidad abarcaba aspectos apenas desflorados entonces en el país”. 128
Simultáneamente encontramos discusiones y escritos del ingeniero Santiago Méndez
Echazarreta, hijo del anterior, que había participado activamente en la construcción de
ferrocarriles nacionales en el decenio 1850-1860 y que hacia 1868 daba rienda suelta a su
desilusión. En un discurso pronunciado en la sesión inaugural de la Asociación Mexicana de
Ingenieros Civiles y Arquitectos, deploró que México hubiera hecho una inversión tan
fuerte en el ramo de ferrocarriles, y que hasta entonces hubiera producido tan escasos
beneficios.129 Sugirió que quizá era más conveniente construir ferrocarriles de tracción
animal, ya que estos ofrecían casi las mismas ventajas que la tracción a vapor y abarcaban
aproximadamente una tercera parte del costo de los anteriores. 130
Caminos y peajes
A pesar de todas las dificultades, hacia 1865 Yucatán presentaba una red de caminos
carreteros como ningún otro departamento del imperio. Esta facilidad de comunicaciones
se debía a que aún dentro de las crisis que atravesaba su agricultura estaba viva y se
mantenía cierta actividad en su comercio. La construcción de dichas rutas por parte de los
gobernantes peninsulares, estaba estimulada por la idea de que contribuían al
desenvolvimiento de la riqueza pública, motivo por el cual no descuidaron la conservación
de las vías existentes y la apertura de nuevas calzadas. Los recursos y medios para la
construcción de estas obras, consistía en la obligación impuesta a todos los ciudadanos de
contribuir anualmente con 12 reales o con seis días de trabajo personal.
Los peajes no se conocían en el departamento más que en el comercio de Sisal a
Mérida. El tránsito por los demás caminos era completamente libre y los resultados de este
77
sistema, a pesar de los abusos introducidos con el frecuente cambio de las personas que
dirigían los trabajos y el trastorno que en cada revolución sufrían las vías, eran visibles y
representaban la justificación de su eficacia.
La experiencia podía hacer algunas modificaciones, pero a nadie se le ocurría que
pudiese suprimirse el que se transitara gratuitamente por dichos senderos, lo cual había
producido muy buenos efectos. Sin embargo, durante el régimen de Maximiliano sí se
impuso una cuota para poder transitar los caminos yucatecos. El comisario imperial, por
decreto del 4 de septiembre de 1865, echó por tierra el sistema tradicional y lo sustituyó por
el ineficaz y odioso de los peajes.
Muchos industriales y comerciantes deploraron la medida, pues les coartaba el libre
tráfico, tan necesario para el crecimiento económico, además, el Imperio privó a los
encumbrados de Yucatán de las ventajas que le proporcionaba el sistema de “trabajos de
viabilidad”. El comisario Salazar, para la derogación de las fajinas, dijo fundarse en razones
de justicia y conveniencias. Alegó que no era equitativa la carga para las clases menesterosas
y que a la reparación y construcción de los caminos debían concurrir solo los que
directamente los descomponían.
Aquella absoluta equidad en los impuestos, resultaba una quimera para las clases
opulentas peninsulares, y en su defensa, ironizaban, habían corrido en vano los
economistas. En el caso yucateco, no era por cierto el sistema establecido el que iba a dar
solución al problema, porque también pecaba contra la igualdad que pretendía establecer.
En todas partes donde funcionaban los peajes, la base para las tarifas era la longitud del
trayecto, el ancho de las llantas y el peso de la carga. En el decreto implementado para la
península, nada de esto se había consultado, y lo mismo pagaba el carro que usaba tres
leguas de la carretera que el que iba a recorrer treinta. Lo mismo el que traía dos arrobas de
carga y tenía dos pulgadas de llanta, que el que traía doscientas y tenía una pulgada.
Para la clase pudiente no había equidad. Pugnaban porque todos contribuyeran con
su trabajo a la apertura y conservación de las carreteras, porque hasta los pobres que no
usaban carruajes o carros ni los aprovechaban directamente, disputaban, según aquellos en
el valor de sus consumos y en la facilidad de vender sus productos, ventajas indudables
ocasionadas por la multiplicidad, facilidad y baratura de los transportes.
Las objeciones de la oligarquía abarcaba a la “raza india”, la cual estaba exceptuada
del servicio de las armas, tenía ciertos privilegios para su representación judicial, asistían sus
hijos a las escuelas gratuitas y gozaban de todas las ventajas de una organización social
78
costeada por los que tenían algún capital. Sin embargo, reclamaban los blancos, a nadie se le
había ocurrido decir que era injusto que los indios disfrutasen de esos goces puesto que no
los pagaban directamente.
De esos beneficios sociales participaba la clase pobre, por lo que no tenía nada de
injusto que se les exigiese su contingente para trabajar aunque fuese en una sola vía, en
perfecta igualdad legal con los demás yucatecos. Los hombres del poder sabían que este
sistema no era peculiar a la península ni a México, sino que existía en muchas partes de
Europa. Entonces, si en los pueblos más adelantados se consideraba útil el método y aquí
eran buenos sus resultados, ¿por qué sustituirlo por otro más complicado, gravoso y menos
eficaz?
El primer inconveniente que se pulsaba, era la dificultad de encontrar el suficiente
número de trabajadores que voluntariamente quisieran servir en la reparación de los
caminos. Todos sabían del rechazo de los obreros yucatecos a esta clase de tareas, por
mayor retribución que se les ofreciese. Para entonces el número de carreteras que había en
la península era considerable, y aunque tal vez una o dos de las principales podían ser
perfectamente atendidas, no hubiese habido modo de tener en estado de conservación su
conjunto.
Era de la opinión de la clase política y empresarial, que los menesterosos a los que se
pretendía proteger, ya empezaban a sufrir las consecuencias de la nueva ley imperial
respecto al pago de peajes, pues desde que entrara en vigencia se había alterado en su contra
el precio del carbón, la leña y otros efectos de primera necesidad. La agricultura en todos
sus ramos, también resentía los perjuicios, porque la tarifa que debían pagar los carros que
usaban para traer al mercado sus productos, era demasiado fuerte. Equivalía en muchos
casos, a más del 25% del valor de la mercancía transportada. De las fincas ubicadas hasta
seis leguas de distancia, se surtía Mérida de leña, carbón, verduras, frutas y demás artículos.
El valor de la carga de esa naturaleza que traía un carro, era de ocho a diez reales, y
sin embargo tenía que pagar un peaje de dos reales, es decir que el hacendado que pagaba
una contribución por sus fincas no podría traer sus productos al mercado sin gravarlos con
un nuevo impuesto, equivalente en muchos casos a la cuarta parte de su valor. A lo anterior
se sumaban los perjuicios que le ocasionaba la necesidad de proveerse de boletos de peaje
cada vez que hubiese que salir o entrar en la ciudad, o dirigirse a un punto o a otro del
Estado.
79
Solo el sueldo y gratificaciones de las oficinas creadas para recaudar el nuevo
impuesto absorbían el mayor porcentaje anual para su funcionamiento, lo cual también
resultaba un fuerte gravamen para la riqueza pública pues no eran reproductivos en lo
absoluto. Por eso convenía y urgía a los hombres de la política y los negocios yucatecos, que
se restableciera el antiguo sistema con las modificaciones que se estimasen oportunas, para
hacerlo menos gravoso a su Estado.
Colonización
Un primer ensayo de colonización extranjera –blanca-, se hizo en Yucatán bajo el Segundo
Imperio. A finales de octubre de 1865, llegaron a Sisal 225 alemanes enganchados en
Europa por orden del gobierno. Fueron bien acogidos, con la finalidad de que los informes
que dieran a su patria inclinasen a nuevos grupos a dirigirse a estas regiones. La colonia se
estableció en el pueblo de Santa Elena, a 21 leguas de Mérida. Las ventajas ofrecidas a los
germanos y la protección que el gobierno les dispensaba, hacía creer a la oligarquía local que
prosperarían rápidamente, una vez que se adaptasen al ardiente clima de los trópicos.
Fuera de este último inconveniente y del conflicto interétnico, Yucatán se anunciaba
internacionalmente como un vasto campo para la colonización extranjera, por la extensión y
facilidad de las tierras públicas de que podía disponer el gobierno. Aquí más que en otro
departamento, reclamaba la Casta en el poder, debía procurarse el fomento de la
colonización, porque la guerra contra los mayas hacía necesario que se procurase a cualquier
precio aumentar el número de blancos, que era en la jurisdicción muy inferior al de los
indios. Se procuraba establecer el equilibrio entre “las dos razas”, y hacer desaparecer la
constante amenaza que entrañaba la excesiva preponderancia numérica de una sobre la otra.
Pero, la colonización en Yucatán se exponía a diversos peligros a consecuencia de la
propia guerra, debido a lo cual se ofrecían otras ventajas a las corrientes migratorias
europeas llegadas o por llegar. Según informes de Von-Hiffel, director de la colonia de
Santa Elena, este proponía a la élite local contratar en el viejo continente, oficiales y
soldados que viniesen a establecer bases militares en la frontera oriental. Una línea de ellas,
convenientemente situada, de acuerdo con el jefe teutón contaría con dos mil hombres
útiles y sería la solución más acertada, aunque lenta, que pudiese poner término a la Guerra
de Castas.
Los hombres del poder peninsular asumían como viable el proyecto mercenario.
Bajo todos los aspectos, el gobierno local y el país ganarían mucho si se concretaba el plan,
80
ya que para llevarlo a cabo no iba a gastarse más de lo que ya para entonces costaba
mantener las fuerzas castrenses, las cuales absorbían tan cuantiosas sumas.
La población blanca que anualmente salía de Europa para América en busca de
medios de subsistencia, recibiría la concesión gratuita de cierta extensión de tierras, además
de darse un pago mensual a cada colono, correspondiente a la mitad del sueldo que
disfrutaban los soldados locales, con la obligación de parte de los recién llegados de
defender sus propiedades y de estar pendientes del llamado al servicio activo una parte del
año.
Así se robustecería la población blanca y se atendería de una manera eficaz la
defensa de la frontera Este, además de reducirse a la mitad la fuerza armada entonces activa,
que segura de dejar completamente cubierta la retaguardia quedaría libre para tomar la
ofensiva y prestar mejores servicios ya sin circunscribirse a una actitud meramente
defensiva.
El presupuesto militar tan excesivo se aminoraría, y los gastos que hubiere que
erogar para el establecimiento de las colonias, no llegaría con mucho a la economía
permanente que se establecería bajo el nuevo plan. Asimismo, parte de los fondos
necesarios para los enganches podía levantarse con una imposición sobre los que quisiesen
eximirse del servicio de las armas.
Con el objeto de fomentar la colonización, el comisario imperial publicó un decreto
el 4 de febrero de 1865, donde se establecía la inspección de tierras, ante la cual estaban
obligados los propietarios a manifestar la relación y plano de sus posesiones, así como los
títulos de estas, con el objeto de determinar por deducción las tierras de propiedad nacional
utilizables para la colonización. El decreto, causó alarma entre los hacendados, pues a
primera vista parecía imposible de ejecutar en los términos fijados; y por otro, imponía la
pena de perder sus derechos al que no lo ejecutase.
Hasta entonces, era desconocido en Yucatán el arte de fijar topográficamente los
límites de las propiedades y de levantar un plano de los terrenos. No se sabía a punto fijo la
extensión de las posesiones por estar en muchos casos perdidos los señalamientos que
demarcaban sus límites. Además, los hombres especializados en estas operaciones eran
escasos. No había más de una docena de ellos en Yucatán. Así, el esfuerzo era mucho para
concretar las acciones impuestas en el decreto, y pocos los elementos para llevarlas a cabo
en un año como quedaba establecido oficialmente.
81
Los hacendados se decían atrapados entre dos penosos extremos: cumplir la ley –lo
que consideraban materialmente imposible- o sufrir la dura pena del despojo, debido a lo
cual clamaban una tregua al emperador Maximiliano. También había entre los finqueros, los
que se mostraban conformes con la ley, o hasta los que consideraban que la pena que quería
imponerse, la de la desposesión, era tan severa que seguramente jamás se llevaría a cabo.
Por eso pedían a su majestad revisase el decreto, prorrogase su término y cambiase
la sanción penal por otra menos severa, como por ejemplo una multa proporcional al valor
del terreno y al tiempo que tardase su manifestación. Lo anterior buscaba hacer más
práctica la ejecución del decreto a favor de los intereses de particulares. Estos prometían
verse precisados a reconocer y deslindar su situación territorial, para extirpar lo que
reconocían como gérmenes de litigios interminables de tierras que ya habían absorbido más
de una fortuna en tiempos anteriores.
Igualmente pedían considerar la situación de aquellos cuyas propiedades estaban
situadas en los terrenos ocupados por mayas rebeldes, que habían perdido sus títulos al
estallar la rebelión y por ese motivo no podían presentarlos. Asimismo era preciso tomar en
cuenta la situación de aquellos que confiados en la tolerancia de los gobiernos anteriores, en
sus redes de influencia, solidaridades de clase y parentesco, se habían posesionado de tierras
nacionales, en las que habían fundado establecimientos agrícolas después de desplazar a
poblaciones indígenas enteras.131
A las clases opulentas le parecía injusto e inequitativo que el gobierno imperial
actuase con rigurosidad contra los blancos “detentadores de las tierras públicas”, es decir las
tierras del pueblo, del que los mayas eran mayoría. El erario público no obtendría ventaja
alguna si desposeía a la oligarquía local, antes al contrario sería ventajoso para la repartición
del impuesto el regularizar su posición, al concederles títulos de propiedad como
reiteradamente se había hecho antes respecto a otros detentadores.
Resolver este asunto, resultaba estratégico para la sobrevivencia del criollo en el
poder, pues había muchos establecimientos, principalmente productores de azúcar situados
en la proximidad de la colina Puuc, que atravesaban la península en dirección suroeste-
noroeste hasta el extremo norte del Ah Canul prehispánico.132 Desde este punto, la serranía
quebraba hacia la frontera oriental y en ella se encontraban muchos de los detentadores de
tierras públicas, lo cual los hacía según sus defensores, más dignos de una gracia oficial pues
82
permanecían en constante peligro amenazados por los “bárbaros invasores”, y prestaban
“un verdadero servicio al país conservándose allí en los límites del desierto como centinelas
avanzados de la civilización y de la industria.”133
Administración de justicia
Si bien este ramo de la administración pública guardaba en su jurisdicción un estado
satisfactorio, aun dejaba mucho que desear. Las faltas que en él se notaban, se atribuían en
general a la imperfección de las leyes imperiales vigentes, más bien que a la falta de
observancia de ellas. Una de esas normas, sancionadas por el comisario imperial de la
península, contenía disposiciones “tan extrañas” que rebelaban una falta sensible de
conocimientos técnicos en su autor, así como de las dificultades prácticas de la ciencia
jurídica.
“La parte sensata e ilustrada” del pueblo yucateco, miraba con profunda antipatía la
existencia en su tierra de las cortes marciales, y atribuían al errado celo de las autoridades
secundarias, el haberlas considerado aplicables a este suelo, “libre por gracia de la Divina
Providencia del azote de la guerra civil y de esos crímenes odiosos que en otras partes las
han hecho necesarias y justificables.”134 La clase burguesa comentó a Maximiliano:
83
Independencia y respeto debían tributarse a las disposiciones de la justicia y a las
personas encargadas de administrarlas, pues en Yucatán estos preceptos eran ignorados por
las autoridades políticas y militares. Era bien sabido por ejemplo, que usualmente se
dictaban a los jueces sus fallos, bajo el pretexto de vigilar y estimular la administración de
justicia.
Era muy conocido el poco respeto con que los comandantes de las fuerzas armadas
trataban las disposiciones judiciales y aun la persona de los jueces, principalmente los
inferiores que residían en los pueblos lejanos de la capital, donde protegidos por la distancia
creían que sus arbitrariedades quedarían impunes. Los jueces ultrajados tampoco tenían la
entereza suficiente para resistir y quejarse de la violencia, y así la justicia perdía
simultáneamente su prestigio y la violencia se anteponía a la ley para el gobierno de los
pueblos peninsulares. Todavía durante el Segundo Imperio, podían verse estos nocivos
efectos en las poblaciones de las líneas castristas yucatecas, en las que las autoridades
judiciales y políticas continuaban subordinadas a las militares incluso en asuntos
completamente ajenos a las atribuciones de estas.
Los militares se habían convertido en actores sociales importantes en el equilibrio
político regional, y su influencia en la esfera del poder era decisiva. La Guerra de Castas
reforzó su papel estelar. Los constantes enfrentamientos entre mayas del sur y los ataques
de los rebeldes, les había ofrecido el pretexto para permanecer en el escenario político, así
como la venta de mayas y el acaparamiento de las mejores tierras fronterizas la oportunidad
de consolidar su patrimonio. La inconsistencia de la paz con los mayas los hizo un mal
necesario. Bajo las críticas circunstancias de la guerra, los militares obtuvieron el control de
los recursos y de la guerra misma.136
El viaje de Carlota
Los deseos de la oligarquía yucateca porque la presencia de Maximiliano aliviara las fuertes
tensiones que se padecían, se vieron frustrados cuando el propio emperador cambió los
planes originales del viaje a la península y lo hizo sola Carlota. Planeado varios meses atrás,
se consideró en un principio que lo harían en pareja. A pesar de estar todo listo, después de
varias juntas de Consejo de Estado y de ministros, en vista de la crítica situación por la que
atravesaba el país el emperador renunció al anhelado recorrido. Incluso se habían hecho
84
especulaciones de que su viaje al Este mexicano era con el fin de continuar a Europa si se
agravaba la situación de su gobierno.137
Desde su arribo, la emperatriz dio a conocer el decreto que derogaba la Ley de
recluta de la guardia rural móvil de la península de Yucatán, expedida el 27 de septiembre de
ese mismo año (1865) y que había generado gran descontento. Después de finalizado el
viaje, Carlota destacó en sus informes la ríspida relación de la península y el centro desde
tiempos de la dominación española. “No le pasó inadvertido el sentimiento autonomista de
yucatecos y campechanos, que en buena medida consideró justificado, y en el cual se basaría
para desaconsejar, más adelante, el envío de funcionarios del altiplano.”138
Entre las finalidades ocultas del viaje de Carlota a Yucatán, destacaba el proyecto de
Maximiliano de transformar a la región peninsular en un eje económico para las naciones
del istmo centroamericano, con Mérida a la cabeza. “Eso explicaría la llegada de Carlota a la
península por el puerto de Sisal en lugar de Campeche.”139 A ello quizá también se debió la
insistencia de la archiduquesa de dejar buena parte del gobierno local en manos de los
peninsulares (en 1866 hubo dos nuevos comisarios imperiales: Domingo Bureau,140 y el
yucateco José Francisco Sosa en calidad de interino).141 Con todo, Carlota alertó a su esposo
de la “desmedida ambición de ciertos ricos emeritenses”. 142
La emperatriz propuso estimular el espíritu mercantil, permitir la prosperidad de la
propiedad y “levantar de su esclavitud a los pobres y humildes.” Se esforzó porque se
enviasen 1, 500 hombres para que pacificaran el área rebelde, y porque empezaran a fluir los
apoyos en metálico, en leyes y en nombramientos. La archiduquesa influyó en la legislación
del cultivo del tabaco; en la reactivación del tránsito de naves estadounidenses para
fomentar el comercio del henequén; esbozó las ventajas de armar nuevos puertos en el Mar
Caribe; alentó los programas de colonización alemana y el establecimiento de un ferrocarril
desde la costa, a partir de lo cual promovió las suscripciones que confiaba adquiriesen los
137 José Luis Blasio, Maximiliano íntimo: el emperador Maximiliano y su corte; memorias de un secretario, México,
Editora Nacional, 1973, p. 112.
138 Mario Humberto Ruz, Op. cit., p. 176.
139 Raúl Vela Sosa y Raúl Vela Manzanilla, “La península de Yucatán y la Invasión Francesa”, en: Patricia
Galeana (coordinadora), La resistencia republicana en las entidades federativas de México, México, Senado de la
República, Gobierno del Estado de Puebla, Siglo XXI. 2012. p. 873.
140 Mario Humberto Ruz, Op. cit., p. 192.
141 Alberto María Carreño, “Francisco Sosa (historiador, biógrafo, poeta, periodista), 1848-1925”, en:
85
yucatecos, hombres con gran espíritu de empresa que sería, anotó la noble belga, “la mejor
garantía para su venturoso porvenir.”143
Triunfo de la República
Desde sus primeras conversaciones en el Castillo de Miramar (1863), la relaciones entre el
conservador campechano José María Gutiérrez de Estrada y Maximiliano se habían
enfriado. El primero había sostenido desde un principio, que el régimen de la República
independiente no era oportuno para un país como México; defendía abiertamente la
monarquía como la única solución, al dudar de la capacidad de los mexicanos para dirigir un
Estado; y afirmaba la incompatibilidad de las razas latinas con los sistemas republicanos.
México, de acuerdo con el idealista criollo, requería de un poder centralizado, firme y
estable que encontraba su mejor expresión en los sistemas monárquicos, 144 razón por la
cual, después de fracasar en su afán por traer un príncipe español y más tarde francés que
sirviera a los intereses monárquicos mexicanos, se acercó en Viena a la Casa de Austria para
sondear la posibilidad de su participación en el proyecto.
Contrariamente, Maximiliano dijo aceptar la corona para establecer en México
instituciones “sabiamente liberales”, así como para colocar la monarquía “bajo la autoridad
de leyes constitucionales”. De esta manera, desde las primeras pláticas en el Castillo de
Miramar las relaciones entre el archiduque y Gutiérrez ya no fueron las mismas. Los puntos
de vista entre ambos poco a poco se hicieron irreconciliables, al insistir el campechano en
que los políticos de tendencias liberales tenían que ser excluidos del gobierno imperial y el
príncipe austriaco debía fortalecer al partido conservador y unificar los mandos político y
militar. Después de estas discusiones, no obstante la insistencia de Maximiliano, Gutiérrez
se negó a colaborar directamente con su gobierno pues imaginó que en un breve plazo
aquel imperio flotante llegaría a una catástrofe total.145
En la península de Yucatán, pronto se extendió la defensa de las instituciones
republicanas y del gobierno legalmente establecido representado por Benito Juárez. Desde
1862, un reformista motuleño, Manuel Cepeda Peraza, se había convertido en ardiente
defensor de la causa juarista, “que supo calcular los momentos de la acción militar directa y
los del repliegue táctico.”146 Trabajaba en un principio para el régimen de Liborio Irigoyen,
143 Luis Weckmann, reproducción de la Relación del viaje escrita por Carlota…
144 Raúl Vela Sosa y Raúl Vela Manzanilla, Op. cit., p. 865.
145 José C. Valadés, Op. cit., p. 197.
146 Raúl Vela Sosa y Raúl Vela Manzanilla, Op. cit., p. 869.
86
como comandante militar de Sisal, y a consecuencia de una asonada promovida por el
coronel Pedro Acereto se le designó jefe de las tropas gobiernistas que rápidamente
dominaron la revolución. Pero un nuevo movimiento surgió en mayo de 1863 y derribó al
gobierno de Irigoyen. Su jefe era el general Felipe Navarrete, el cual pronto estableció en la
península el régimen imperial.
Cepeda logró refugiarse en Campeche, y con auxilio del gobernador Pablo García
invadió el estado de Yucatán para restablecer el régimen republicano. No obstante, resultó
derrotado y tuvo que refugiarse nuevamente en Campeche, hasta que aquella plaza se rindió
a las tropas imperiales en enero de 1864. A Cepeda al igual que a García y otros jefes
republicanos se le reportó a La Habana. En 1866, el general reformista se hallaba de nuevo
en Mérida. Al iniciar el siguiente año salió secretamente de la ciudad al tener noticias de que
iba a ser aprehendido. Se puso al frente de la revolución que había comenzado el coronel
Buenaventura Martínez contra el imperio. La campaña fue dura, pero después de 55 días de
sitio la capital se rindió y el 15 de junio de 1867, con los títulos de gobernador y
comandante militar, Cepeda hizo su entrada a Mérida para restablecer el régimen
republicano.
Desde la restauración de la República en 1867, luego de la caída del imperio francés
comenzó en Yucatán una nueva etapa de sangrientas luchas entre las que destacó la de
Manuel Cepeda Peraza por hacer respetar en el Estado el triunfo nacional republicano. El
territorio quedó sumergido en una constante convulsión que se agudizó particularmente
después de la muerte de Cepeda, acaecida en 1869, y que continuó hasta proclamarse
Porfirio Díaz como presidente de la República en 1876.
Durante ese lapso, el caos y la irregularidad volvieron a expresarse mediante una
serie de actos inconstitucionales, sublevaciones, pronunciamientos armados, conspiraciones,
cuartelazos y muchos otros movimientos violentos que respondían a los intereses políticos y
económicos de las diferentes facciones de la oligarquía regional. Entre los intereses en juego
predominaban los del grupo cepedista que había recibido una serie de concesiones para el
desarrollo de la industria henequenera, apuntalada por el propio general republicano antes
de su muerte. Por el otro lado estaba el grupo militar conformado en torno a la ciudad de
Valladolid, que había establecido alianzas con hacendados, comerciantes y descontentos en
87
general desplazados de las concesiones del gobierno.147 Estos enfrentamientos se hacían
pasar como diferencias entre conservadores y liberales y utilizaron las supuestas diferencias
de concepción política como razones de sus conflictos.148
Justo en esos tiempos, se retomó y concretó desde el poder político la fundación del
puerto de Progreso; se llevó a cabo el traslado de la Aduana a dicho punto costero (1871),
se le comunicó telegráficamente con Mérida(1871) y se realizó la última fase de trabajos en
el tendido de la vía férrea (inaugurada en 1881) entre otros adelantos, lo cual inclinó la
balanza comercial hacia el primero y debilitó paulatinamente el debate entre los que
abogaban por el desplazamiento de Sisal y los que lo rechazaban, todo como expresión de la
defensa de alguno de los intereses políticos y/o económicos en pugna.
Políticos, comerciantes y hacendados de la época constituyeron en poco tiempo una
poderosa oligarquía, partícipe del enorme crecimiento del comercio internacional y
beneficiaria del desmesurado proceso de explotación de las haciendas henequeneras. Esto
provocó desde los primeros años del porfiriato, que los intereses de políticos y empresarios
que habían apoyado la fundación del puerto de Progreso resultaran enormemente
favorecidos por los crecientes porcentajes de los productos del agave que salían al exterior.
En este entorno, Sisal se convertiría progresivamente en un pequeño y descuidado pueblo
de pescadores.
147 José Luis Sierra Villarreal, “Yucatán, 1850-1910”, en: Yucatán, peonaje y liberación, México, INAH, Gobierno
del Estado de Yucatán, 1981, p. 25; Ibid, “La hacienda henequenera, base estructural de una oligarquía
regional”, en: Hacienda y cambio social en Yucatán, Mérida, INAH, 1984, p. 41.
148 Eduardo Urzaiz, Del imperio a la Revolución (1865-1910), Mérida, Gobierno del Estado de Yucatán, 1971, p.
64.
149 Idem.
88
Reflexiones finales
Durante los últimos siglos de desarrollo mesoamericano, dentro del periodo Posclásico (900
d. n. e. hasta el encuentro con España), el renacimiento cultural maya tuvo su epicentro en
la península yucateca. Lo anterior permitió en el siglo XVI a los conquistadores encontrar
en el territorio centros urbanos importantes y gran variedad de poblaciones originales,
cuyos habitantes se distinguieron como mayoría demográfica de enorme consideración en
las decisiones políticas, sociales y económicas virreinales.
En este entorno, la posición de sometimiento estimuló desde un principio la
rivalidad indígena con el vencedor, la cual se manifestó en recurrentes acciones de rebeldía.
A dichos enfrentamientos se unieron las incursiones piratas sobre los dominios
novohispanos, filibusteros en su mayoría de origen inglés que igual explotaban los recursos
naturales peninsulares, principalmente maderables, dentro de un proceso comercial de
exportación que generaba enormes ganancias y puso en alerta a las autoridades virreinales
para defenderse de los ataques e intentar el desalojo definitivo de sus enemigos.
Entre las estrategias defensivas se dio el fortalecimiento de los puertos peninsulares.
Así ocurrió en Sisal, que ante los ataques piratas y la lejanía de Campeche sirvió de
alternativa durante el virreinato como puerta de entrada y salida de las riquezas que la
capital meridana tenía necesidad de exportar e importar. Después de la Independencia,
continuó el desarrollo de Sisal dentro del proceso de modernización yucateco, lo cual se
manifestó en su desplazamiento urbano y en la construcción de la infraestructura necesaria
para su crecimiento.
En la década de los cuarenta, inmersos en los conflictos interoligárquicos y el
levantamiento indígena conocido como Guerra de Castas, surgió entre los hombres del
poder en Mérida la idea de trasladar la aduana marítima de Sisal a Progreso, proyecto que
más adelante apoyarían los gobiernos representantes del Segundo Imperio lo mismo que los
liberales después del triunfo republicano. Después del establecimiento del régimen
reformista, podemos observar la fundación de Progreso, el traslado de la aduana y la
fundación del servicio ferrocarrilero de Mérida al nuevo puerto.
89
Capítulo II
Gestiones político-empresariales
para el cambio a Progreso
Progreso prehispánico
En el actual puerto de Progreso, Yucatán, se desarrolló una población precolombina
registrada arqueológicamente como El Cerrito, parcialmente destruida al iniciar el
desplazamiento del moderno asentamiento. De los montículos y demás evidencias
90
arquitectónicas del lugar, los fundadores de la futura villa extrajeron materiales para concluir
la calzada que venía de Mérida hasta la garganta del lago, sitio que finalmente se rellenó para
edificar un puente de madera. Cercano a los montículos se hallaron osamentas, así como
pudo observarse un canal proyectado por los antiguos mayas para unir la ciénaga con el
mar. 150
Los orígenes del asentamiento mesoamericano, correspondiente al periodo
Posclásico, estuvieron relacionados con el desarrollo del cacicazgo de Cehpech. A la llegada
de los españoles, el territorio estaba gobernado por un Halach Uinic de nombre Naum Pech,
151
que vivía en el altépetl de Motul , el cual después de la caída de Mayapán se había
convertido en capital de la jurisdicción.
Una vez superadas las tres etapas de conquista de Yucatán –dos primeros intentos
fallidos y un tercero exitoso-152, se elaboró una crónica, acta y plano a través de los cuales es
posible reconstruir las fronteras político-geográficas correspondientes al siglo XVI de la
parte principal de la provincia de Cehpech. Asimismo existen documentos fechados para la
siguiente centuria (XVII), relativos a las salinas del área, ubicadas a una distancia corta al
oeste de Progreso, casi al sur de Punta San Andrés en algún punto cercano al término
oriental de la laguna de Chuburná, hoy laguna de Progreso. 153
Entre los señoríos o partidos de origen mesoamericano que desde el siglo XVI
quedaron dependientes de Mérida, estaba el de la Costa. Comprendía los antiguos territorios
enemigos entre sí de Cehpech y Ah Kin Chel, cuyos pobladores se asignaron a
encomenderos de la capital peninsular, entre ellos los Montejo, que lograron retener las
poblaciones de Mocochá, Noló y Tixcocob, aun después de la aplicación de las Leyes
Nuevas de 1542-1543, debido a las cuales las otras encomiendas pasaron a la Corona.154 La
mayor parte de la población de la Costa era indígena, si bien había africanos y mulatos
150 Delfín Quezada Domínguez y Romeo Frías Bobadilla, Puerto Progreso, Yucatán; pasado y presente, Mérida,
Ayuntamiento de Progreso, Yuc. y Colegio Yucatanense de Antropólogos, 2006, p. 26.
151 El altépetl es una entidad territorial y política presente en las distintas regiones de Mesoamérica, unidades
similares en sus formas de organizarse y legitimarse. Se constituye por la apropiación de una tierra extraña, la
transformación de la tierra de caza en tierra agrícola y la fundación de una dinastía hereditaria (Enrique
Florescano, Los Orígenes del poder en Mesoamérica, México, FCE, Arqueología Mexicana, 2009, p.23,60-61.)
152 Guillermo Goñi, Las conquistas de México y Yucatán, México, INAH, 2008, p. 11.
153 Delfín Quezada Domínguez y Romeo Frías Bobadilla, Op. cit., p. 28.
154 Peter Gerhard, The southeast frontier of New Spain, Princeton New Jersey, Princeton University Press, 1979, p.
105.
91
libres. Ranchos y estancias del entorno eran propiedad de los españoles establecidos en
Mérida. 155
Cehpech se caracterizaba por ser una región seca, de baja precipitación pluvial, y sus
salinas no resultaban para la economía colonial tan fenomenalmente ricas como las de
Caucel. No obstante, hacia 1605 se registró una producción para aquella zona de 10,000 a
15,000 fanegas de sal al año. Particularmente en Nitunchuay, se contabilizaron para esa
época 2,000 fanegas de aquel importante producto mineral,156 el cual durante el periodo
novohispano, y aún después, Yucatán comerció con las más diversas regiones dentro y fuera
de la península.
155 Adela Pinet Plascencia (coordinación y estudio introductorio), La Península de Yucatán en el Archivo General de
la Nación, México, 1998, p.45.
156 Delfín Quezada Domínguez y Romeo Frías Bobadilla, Op. cit., p. 26 y 28.
157 Documentos relativos a la fundación del puerto de Progreso, Mérida, 1857 (1.- Copias certificadas de las actas de
remates de los terrenos que deben formar la proyectada población de Progreso en este Estado; 2.- Documento
de remates formado por Pedro de Regil y Peón; y 3.- Plano topográfico de la población). Los originales se
encuentran bajo custodia en la Biblioteca Central de Yucatán.
92
Una segunda etapa (1847-1855) abarcó los más rudos combates de la Guerra de
Castas; correspondió a un estado de menor confrontación entre los grupos de poder
peninsulares y el enfriamiento de las gestiones para el traslado, el cual terminó durante la
tercera etapa (1855-1867), enmarcada por la reactivación de las rivalidades entre
conservadores y liberales y los años del Segundo Imperio en el ámbito nacional y regional.
Una cuarta etapa (1867-1871) se vio reflejada en las confrontaciones internas de la
oligarquía yucateca y la paulatina consolidación del sistema de gobierno republicano que
enmarcó el traspaso de la Aduana Marítima de Sisal a Progreso; Finalmente la quinta etapa
(1871-1881) muestra los resultados del cambio, durante los primeros 10 años, de la
supremacía portuaria a Progreso.
93
población, con el fin de reconocer aquella parte de la costa.158 “Frente a un playón de
blancas y suaves arenas, sembrada de uvas, icaco y miraguano, el agrimensor De la Cámara
verificó aquel lugar como el más corto de la costa a la ciudad de Mérida…” 159
Poco más tarde comenzaron las gestiones para poblar el futuro puerto. Los
160 161
políticos, terratenientes y comerciantes Simón Peón y Cano , Darío Galera y Juan
162
Miguel Castro Martín, así como el político y militar Joaquín García-Rejón y Carvajal (en
estos años diputado ante el congreso nacional, diputado de la Diputación de Comercio
yucateca y secretario general de gobierno durante la administración de José Tiburcio López
en 1844 y de la de Miguel Barbachano hasta 1846), 163 se dirigieron el 10 de agosto de 1844
al primer mandatario y le expusieron que pretendían aprovechar las concesiones que ofrecía
el departamento yucateco con relación a los terrenos baldíos, tal como lo prevenía el
decreto de 18 de noviembre de 1843.
Solicitaron las tierras que comenzaban a partir de la cabeza del Petén Sabacuay y que
después de recorrer dos leguas paralelo a la costa llegaban hasta la vigía de Chuburná.
Previos los requisitos que exigía este tipo de concesiones, en base a la ley del 5 de abril de
1841, aquel grupo de hombres aguardó a que le fuese escriturada la propiedad. 164
Dos días más tarde, el gobernador Tiburcio López se comunicó con el jefe político
superior del distrito de Mérida, José Cosgaya –jurisdicción dentro de la cual se encontraba el
terreno-, para que se cerciorase de que este cumpliese con las dos leguas que exigía el
decreto respectivo, a fin de que fuese enajenado a favor de los demandantes. Para extender
la constancia en el expediente, el jefe político debía nombrar un agrimensor que tomase las
medidas y citase las colindancias y los peritos que hicieran la evaluación. Concluidas las
operaciones de rigor, el jefe político habría de informar si todo se practicó con las
formalidades legales y si se habían enviado copias del plano a las autoridades
158 Delfin Quezada Domínguez y Romeo Frías Bobadilla, Op. cit., p. 55.
159 Romeo Frías Bobadilla y Rubén Frías Bobadilla, Monografía histórica, geográfica, marítima y cultural del Puerto de
Progreso de Castro, Yucatán, Mérida, Ayuntamiento de Progreso de Castro, Yucatán, 2011, p.15.
160 Arturo Guémez Pineda. “La rebelión de Nohcacab; prefacio inédito de la Guerra de Castas”, en: Saastún,
1997.
162 Raúl E. Casares G. Cantón (director), Yucatán en el tiempo, Mérida, Inversiones Cares, 1998, p.148.
163 La Revista de Mérida, Mérida, domingo 21 de Diciembre de 1913.
164 Carta de Simón Peón, Darío Galera, Juan Miguel Castro y Joaquín García-Rejón y Carbajal, dirigida a José
Tiburcio López, Mérida, 10 de agosto de 1844, BVY (Biblioteca Virtual de Yucatán), Clasif. F1376.9 .976 .C37
.1856, en: sin autor, Documentos e informes relativos a la proyectada población del Progreso, Mérida, Imprenta de Rafael
Pedrera, 1856, p. 6. (Una segunda edición se realizó en Mérida, Imprenta El Iris de I. Estrada y Zenea, 1869.)
94
correspondientes. La orden la firmaba el gobernador López y su secretario general, el
propio Joaquín García-Rejón y Carvajal. 165
En seguida, el jefe político envió la orden al alcalde segundo de Mérida Lucio Pasos,
para que procediera a recabar información que comprobase que aquellas tierras tenían las
condiciones prevenidas en la ley del 5 de abril de 1841 e informase sobre los resultados.
Pasos reunió a cuatro testigos para que comparecieran y declarasen en sujeción al decreto, a
fin de justificar como correspondía si el terreno denunciado era baldío. El testimonio quedó
suscrito por el propio Pasos y por Manuel Barbosa166, este último, futuro propietario de uno
de los solares rematados en Progreso.
Sin demora se nombró al agrimensor titulado Pedro de la Cámara y Vergara –que
junto con Juan Miguel Castro y Simón Peón había hecho en 1840 el primer reconocimiento
de Progreso como el punto costero más cercano a Mérida-, para que midiese con precisión
el terreno pretendido con sujeción a las disposiciones vigentes de la materia, de cuyo
167
nombramiento dio fe el titular de la jefatura política. Una vez concluida la operación, De
la Cámara entregó al gobierno peninsular los resultados, incluidos los planos prevenidos en
el artículo 14 de la ley anteriormente citada.
Las dificultades con el régimen centralista, reflejadas para esa época en las
confrontaciones políticas y económicas con Campeche, en nada inhibieron las tareas que los
hombres del poder en Mérida realizaban para conectar de manera fluida la capital con la
costa. Es de hacer notar que Joaquín García-Rejón, Simón Peón y Darío Galera eran
oriundos de Campeche, así como Castro Marín había nacido en Hecelchakán, actual estado
de Campeche; con todo, los cuatro estaban avecindados en Mérida. Estos dieron a conocer
su proyecto al nuevo gobernador Barbachano (igual nacido en la Ciudad Amurallada) en los
primeros meses de 1846. De esta manera, políticos federalistas en funciones, inversionistas
involucrados, amigos y familiares de unos y de otros, empezaron a interesarse en la
prometedora empresa portuaria. 168
165 Oficio firmado por José Tiburcio López y Joaquín García-Rejón y Carvajal, dirigido a José Cosgaya,
Mérida, 12 de agosto de 1844, BVY, Clasif. F1376.9 .976 .C37 .1856, en: sin autor, Documentos e informes…, p.6.
166 Declaraciones de los testigos Juan Pantoja, Manuel Kú, Hilario Pech y José María Manzano, suscritas por
Lucio Pasos y Manuel Barbosa, Mérida, 14-17 de agosto de 1844, en: BVY, Clasif. F1376.9 .976 .C37 .1856,
en: sin autor, Documentos e informes…, p.6.
167 Nombramiento que extiende José Cosgaya a favor de Pedro de la Cámara y Vergara como agrimensor de
los terrenos de la futura población de Progreso, Mérida, 17 de agosto de 1844, BVY, Clasif F1376.9 .976 .C37
.1856,en: sin autor, Documentos e informes…, p.7-8.
168 Solicitud hecha por “simples particulares” (ochenta firmas de ciudadanos vinculados con la política y
empresa yucateca) al gobernador Miguel Barbachano y Tarrazo, Mérida, 17 de abril de 1846, BVY, Clasif.
F1376.9 .976 .C37 .1856, en: sin autor, Documentos e informes… p.8-14.
95
Persuadida la Junta Directiva de Caminos de las muchas ventajas que produciría una
fácil y pronta comunicación entre Mérida y la costa de barlovento hacia las inmediaciones
de la vigía de Chicxulub, mandó que se tirase una línea recta desde la Ciudad Blanca hasta la
playa y que se ofreciesen por aquel rumbo todos los hombres que fuese posible para realizar
las labores. Para entonces se habían avanzado veinticinco mil varas de un camino de rueda
de diez varas de ancho, que era utilizado para trasladarse a Mérida por parte de una
población de cerca de cuarenta mil individuos, repartidas según los promotores del plan
entre cuatro pueblos, sitios, ranchos y haciendas, asentadas sobre el camino o en sus
inmediaciones.
Para esas fechas, el número de fajinas, el trabajo de hombres de las poblaciones a los
que según la ley podía exigirse su participación, ya estaba agotado. Debido a ello, el grupo
que suscribía la solicitud a Barbachano y se autodefinía como “simples particulares”,
exhortaba al gobernador a que usara de la facultad que le concedía el artículo 20 del decreto
de 20 de enero de 1841, por el que le autorizaba invertir anualmente la cantidad de dos mil
pesos de los fondos públicos en beneficio de cualquier camino cuya conclusión fuera en
beneficio de la clase industrial yucateca.
El interés público, de acuerdo con la oligarquía peninsular, sólo se podía formar por
la suma de los intereses privados, motivo por el cual le daban tanta importancia a la
conclusión de la referida calzada, y cuyo término se basaba en que Barbachano
desembolsase la suma referida. El capital industrial, sostenían los prácticos hombres de
negocios yucatecos, no habría de prosperar sin las fáciles y prontas comunicaciones que
acercarán entre sí a los productores con los consumidores. Porque el consumo, decían, en
razón directa con la producción era mayor en tanto más baratos pudieran obtenerse los
productos. No era exagerado agregar, adelantaba aquella facción de la casta dominante, que
el camino de Mérida al futuro puerto de Progreso era muy superior al que de la capital
peninsular se dirigía a Sisal, y por ello sugería el traslado de la aduana al primero de los
puntos referidos.
Desde la catedral de Mérida hasta la playa de Sisal, según las medidas que se habían
tomado, se registraba una distancia de sesenta y tres mil setecientas varas castellanas, y
partiendo del mismo punto hasta la playa por el camino que se había empezado a abrir,
habían cuarenta mil seiscientas, es decir una diferencia entre una y otra de veintitrés mil cien
varas, o sea: en lugar de doce leguas y tres cuartos que habían de Mérida a Sisal, iban a haber
ocho leguas y seiscientas varas para llegar a la playa por el nuevo camino.
96
Los carros y caballerías que servían como vehículos de transporte entre Mérida y
Sisal, necesitaban de treinta y seis horas para pasar de uno a otro punto, pero con la
carretera en construcción el recorrido solo llevaría doce horas para poner en manos del
comerciante lo que importase para los consumidores de la capital, así como podía embarcar
lo que le sobrase del mercado local para su exportación. A ello sumaban los promotores, el
abaratamiento en los fletes, que habrían de reducirse a la mitad de lo que hasta entonces
importaban. La clase comerciante dedicada al tráfico con puertos nacionales y extranjeros,
no solo iba a gozar de estas ventajas, igual se beneficiaría el comercio costero y la industria
agrícola, al aproximar a la playa a uno de los dos mercados de mayor importancia que había
en Yucatán. 169
Hasta entonces eran pocos e insuficientes los caminos carreteros, lo cual hacía que
las mejores y más productivas tierras, distantes de los consumidores, permanecieran sin
cultivo y sin población. La población indígena en su mayoría se aglomeraba en los lugares
menos feraces, lo cual significaba de acuerdo con la clase político-empresarial un perjuicio
para la riqueza pública. Si bien por el contrario, el hecho de establecerse la mano de obra a
corta distancia de Campeche o Mérida, centro de donde emanaban todos los proyectos,
generaba circunstancias especiales para el buen funcionamiento de los negocios.
169Ibid, p.10.
170Documento N. 15. Razón que demuestra las varas de camino que se han construido y de las que se han
recompuesto en los partidos que se expresan, formada con vista de las noticias de sus respectivos inspectores.
Secretario Sebastián Rubio. Mérida, 14 de mayo de 1846, BVY, Clasif. F1376.9 .976 .C37 1870, Juan Miguel
Castro, El triunfo de la verdad en favor de El Progreso, Mérida, Imprenta de Mariano Guzmán, 1870.
97
CUADRO 2: VARAS DE CAMINOS CONSTRUIDOS, CAMINOS RECONSTRUIDOS Y
171
ESTADO QUE GUARDAN SUS FONDOS EN YUCATÁN, 1846
Partidos Varas Varas Estados de sus
construidas reconstruidas fondos
Izamal 10, 000 11, 195 salen alcanzados
Motul 6, 000 9, 268
Facilitar las comunicaciones del interior a las playas, iba a hacer posible fomentar en
Valladolid, Tizimín, Espita y otros puntos lejanos establecimientos de importancia, que no
tuviesen que llevar a vender sus productos a Campeche y sí verse estimulados de
transportarlos a Mérida. Otra dificultad era la distancia en que se encontraba Sisal, y la
necesidad de conducir hasta allá los artículos en caballerías y el consiguiente recargo de
gastos que causaban estas operaciones.
Se sugería remover estos inconvenientes, proporcionar a los hacendados y
comerciantes el medio fácil de conducir sus productos y de venir cómodamente y a poca
costa a esta ciudad para abrir un nuevo mercado con notoria conveniencia suya y con
ventajas para la agricultura, que al atraer hacia sí nuevos especuladores proporcionaría al
país yucateco una mayor y más sólida riqueza. Eran tan evidentes las ventajas que se
ofrecían, presumía a Barbachano la élite promotora de la fundación de Progreso, “tan
irresistibles nuestros raciocinios, que no concebimos cómo no se han alegado antes, y cómo
no se ha llevado a cabo el proyecto que sometemos al recto juicio de vuestra excelencia de
trasladar la aduana de Sisal al punto de la costa a donde va a parar el camino que da lugar a
la presente exposición.” 172
También se contaba con la opinión de náuticos facultativos contratados por los
promotores del plan. Para ellos, la ejecución del proyecto no iba a ser impedida por algún
inconveniente de la naturaleza, ya que la playa referida era más apacible que la de Sisal.
Aunque era igualmente fácil el acceso a cualquiera de las dos, aquella proporcionaba un
fondeadero más seguro contra los fuertes vientos del norte, perjudiciales en ambas, y ofrecía
mayor facilidad para darse a la vela si era necesario.
171 Documento N. 16. Razón que demuestra las varas de camino que se han construido, las que se han
recompuesto en los partidos que se expresan, y el estado que guardan sus fondos, formada con vista de las
noticias que han presentado sus respectivos inspectores, Secretario Sebastián Rubio. Mérida, 19 de noviembre
de 1846, BVY, F1376.9 .976 .C37 1870, en: Juan Miguel Castro, El triunfo de la verdad….
172 Solicitud hecha por “simples particulares”…, p.11.
98
El punto donde debe formarse la población, es infinitamente mejor que Sisal,
porque a sus inmediaciones se encuentran abundantes ojos de agua que la
proporcionan de muy buena clase y que forma como a mil varas de la playa, una
especie de lago que se extiende sobre tres leguas paralelo a la costa, con una
profundidad de tres palmos en lo general, y hasta cinco en ciertos lugares, con
abundantes charcos de sal a sus orillas, distantes a veces una de otra tres cuartos de
legua, facilitando su proximidad a la playa el poder hacer a poca costa un corto canal
que proporcione seguro abrigo a los buques menores, que ninguno absolutamente
tienen en Sisal; es mejor, porque a sus cercanías hay abundantísima y excelente
pastura para los animales, no encontrándose ninguna o de muy mala clase a algunas
leguas de distancia de Sisal; es mejor, porque la Ciénega en este puerto es de una
legua de ancho, y la de aquel solo tiene media; es mejor finalmente, porque la
población, situada muchas veces sobre el mismo camino, está diseminada por todo
el tránsito y a cortas distancias, no encontrándose casi ninguna en las seis leguas que
hay de Sisal a Hunucmá; porque la población, arraigada en aquellos lugares, ha sido
siempre tan industriosa, que a pesar de la falta absoluta de camino, ha provisto a la
capital de sal, faisán, henequén en rama y labrado, proporcionando a sus habitantes
abundante pescado, que hace las delicias del rico en la mesa, y cubre en parte las
necesidades del pobre. Ninguno o muy pocos son por el contrario los productos
que vienen a Mérida de Sisal o Hunucmá.173
No obstante, mucho iba a ser el perjuicio ocasionado contra estas dos últimas
poblaciones si se removía la aduana. Pero no había marcha atrás, la poderosa clase
promotora del nuevo puerto se asumía como el reflejo de un siglo de ilustración y progreso,
cuando se creía que los intereses materiales de los pueblos, más que ninguna otra cosa,
decidían las cuestiones políticas y administrativas más importantes, cuando el poder y la
riqueza de las naciones se contaba por el número de sus ciudadanos poseedores de
industria, de mayores goces y de más posibilidad de satisfacerlos. Por eso había que poner
en ejecución el proyecto de traspaso, porque si bien perjudicaba a pocos, redundaría -decían
sus apologistas- en beneficio de muchos.
Pese a todo, de llevarse a cabo la medida Hunucmá y Sisal entrarían en una clara
decadencia, que sin industria propia se conservaban casi exclusivamente por ser los puntos
de tránsito y depósito del comercio de Mérida. Pero la minoría en el poder entendía que
estas consideraciones no podían ser superiores a las ventajas que ofrecía el plan de traspaso.
Los intereses de la agricultura y el comercio, fuentes inagotables de riqueza pública, no
podían subordinarse al de dos poblaciones cuya pérdida, aunque sensible, sería pronto
reparada por la formación de otras nuevas riquezas. Ni tampoco iba a preferirse el bien
particular al general de la comunidad.
173 Idem.
99
Según las cuentas del grupo que dirigía la política y los negocios yucatecos, el
importe de los fletes que había pagado el comercio por las mercancías introducidas y
exportadas por Sisal en los seis primeros meses del año de 1844, registraba un total de $
11,200, y a esto agregaban una cantidad similar a invertir en los segundos seis meses del
año. Pero por el nuevo camino, los fletes bajarían a la mitad de su precio, debido a las dos
terceras partes de tiempo que se ahorraría en el transporte de las mercancías, lo cual iba a
generar un ahorro de $11,200 al año.
Por su parte los contrarios al proyecto alegaban que únicamente cuatro propietarios
serían los que usufructuaran y decidieran sobre los terrenos donde se establecería la nueva
población, ya que venderían las propiedades a su arbitrio a los que desearan establecer sus
casas en el sitio. Pero los progresistas a los que se concedieron las tierras, dijeron que estaban
en la mejor disposición, “para ceder con gusto, en beneficio de la nueva población”, todo lo
que produjese la venta pública de los solares. Presionados por la opinión pública y con el fin
de resumir sus objetivos, los socios del proyecto y cerca de 80 vecinos de la ciudad de
Mérida -exgobernadores, funcionarios en activo, parientes y amigos entre otros- solicitaron
a su líder Barbachano el 17 de abril de 1846:
1.- Que en uso de la facultad que le concede el artículo 20 del decreto del 20 de
enero de 1841, se sirva disponer que se faciliten por el tesoro público dos mil pesos
para la continuación del camino que se ha empezado a abrir desde esta capital a la
playa, entre las vigías de Chuburná y Chicxulub.
2.- Que, apoyando nuestra idea, ejerza vuestra excelencia su respetable, eficaz y
poderoso influjo para que la excelentísima junta departamental disponga se traslade
la aduana de Sisal al punto de la costa más conveniente entre la referidas vigías,
haciéndose un previo reconocimiento científico del lugar.
3.- Que con el objeto de regularizar la nueva población que en consecuencia se
forme, y dar a los extranjeros que han de concurrir a ella una idea ventajosa del país,
mande vuestra excelencia levantar un plano topográfico, delineando las calles y
plazas, y demarcando los solares que deban venderse, reservándose los que sean
necesarios para la iglesia, la aduana, casa municipal y demás lugares que demanden la
necesidad, comodidad y ornato de la población.
4.- Que para alejar toda idea de interés y miras privadas de parte de los que
solicitaron u obtuvieron la concesión de las dos leguas de terreno entre las cuales es
probable se establezca la población, considere vuestra excelencia como nula la
concesión y determine el modo como se ha de efectuar la venta de dichos solares y
las personas que deban intervenir en ella y en la inversión de su producto, siempre
que se destine en su totalidad y exclusivamente para la conclusión y perfección del
camino, o en la construcción de los edificios públicos que sean más necesarios, y
100
finalmente, en beneficio exclusivo de la misma población que legará a la
prosperidad, así como nosotros, gratos recuerdos de vuestra excelencia. 174
Al ser tan incontrovertibles las razones que alegaban los comerciantes establecidos
en Mérida, el mandatario peninsular dispuso que se destinaran dos mil pesos para la obra.
El tesorero general del Estado los iba a entregar a Pedro Regil y Estrada, al que el gobierno
yucateco nombró depositario y que estaría sujeto a las órdenes del jefe superior político e
inspector de caminos del distrito meridano, el cual, además, supervisaría que los dineros
177
efectivamente se invirtiesen en la conclusión de la referida calzada.
BVY, Clasif. F1376.9 .976 .C37 .1856, en: sin autor, Documentos e informes…, p.15.
177 Disposición oficial firmada por Miguel Barbachano y Joaquín García Rejón, Mérida, 27 de abril de 1846,
BVY, Clasif. F1376.9 .976 .C37 .1856, en: sin autor, Documentos e informes…, p. 15-16.
101
Miradas de un piloto y de un cónsul
Con la finalidad de hacer un reconocimiento del punto donde iba a terminar el camino que
se construiría de Mérida hacia la costa norte yucateca, el gobierno de Barbachano comisionó
a los pilotos de barco Buenaventura Vivó y Francisco Alcina, para que una vez ejecutada la
operación informasen de la buena o mala calidad del fondeadero, del fácil o difícil acceso
que tuvieran las embarcaciones que se dirigiesen a él y de la seguridad que pudiera prestarles
aquel pedazo de costa durante los fuertes vientos del Norte, con la facilidad de hacerse a la
vela en caso necesario y evitar cualquier riesgo o peligro inminente que los amenazara.
Buenaventura y Francisco debían acompañar sus informes con un plano del puerto
reconocido, lugar donde se establecería la nueva población. 178
Los pilotos comisionados partieron para dicho lugar en compañía del jefe político
del distrito de Mérida José Cosgaya y del alcalde de la misma Antonio García-Rejón y Mazó,
hijo del secretario de gobierno estatal García-Rejón y Carbajal. De regreso de aquel punto
costero, los timoneles dieron cuenta del sitio, situado al extremo del camino y destinado a
contener la nueva población, cuyos litorales corrían en toda la distancia que podía alcanzar
la vista del Norte 81° Este, al Sur 79° Oeste, sin tomar puntas salientes del mar y ajena de
las ensenadas que ellas formaran. Era una costa corrida, sin abrigo alguno para los vientos
del primer y cuarto cuadrante, en particular los del Norte y Noroeste, que eran los que
mayores y más fuertes vientos ofrecían durante la temporada en que predominaban, debido
a lo cual merecían una privilegiada atención, “ora sea por su fuerza, ora por la mar que
levantan…” 179
Resultaba innegable que el nuevo fondeadero presentaba los mismos riesgos y
peligros que el de Sisal, con la diferencia, según los marinos contratados, de que los buques
durante un recio Norte podían más fácilmente hacerse a la vela. Igual podían aguantar
mayor espacio de tiempo al abrigo de la boya, dado que la costa no formaba alguna
ensenada y por tanto estaba libre de puntas salientes. Tampoco corrían el riesgo de irse
sobre ellas con tanta facilidad al hacerse a la vela, como podía acontecer en el fondeadero de
Sisal, dado que éste se hallaba encerrado en una pequeña ensenada que al tener dos puntas,
una al Este y otra al Oeste, presentaba dos obstáculos más que vencer sobre todo para las
178 Nombramiento del gobierno del estado de Yucatán a los pilotos Francisco Alcina y Buenaventura Vivó,
para el reconocimiento del fondeadero de El Progreso, Mérida, 14 de mayo de 1846, BVY, Clasif. F1376.9
.976 .C37 .1856, en: sin autor, Documentos e informes…, p.16.
179 Informe de Buenaventura Vivó y Francisco Alcina, Mérida, 23 de mayo de 1846, BVY, Clasif. F1376.9 .976
102
naves mercantes desprovistas de suficientes brazos para hacer maniobras con la prontitud y
precisión que se requería.
En corroboración con el parecer de los pilotos, ni Sisal ni el nuevo fondeadero eran
puertos sino radas, y marineramente, sostenían, estaba demostrado hasta la evidencia que de
todas las radas las mejores eran las que en igualdad de circunstancias no se hallaban en
recodos y desde luego aquellas que presentaban menos cabos al mar. En base a ese
principio, la rada de Sisal formaba ensenada y la del nuevo fondeadero no la formaba, razón
por la cual los prácticos concluyeron que: “rada por rada, no podemos menos sino preferir
esta última…” 180
No obstante, los expertos se dejaban objetar. Admitían que la corta distancia que
mediaba de Sisal a Punta de Piedras, donde la costa perdía mucho al sur, ofrecía una ventaja
a este fondeadero, de la cual carecía el de Progreso. En Sisal tenían las embarcaciones más
agua en donde poder aguantarse y correr, ya que la mayor dificultad que experimentaban los
buques fondeados en radas, era la de hacerse a la vela cuando saltaba el viento recio a la
travesía, en cuyo caso su afán era alejarse de la costa, porque los riesgos que entonces
corrían, estaban en razón directa con la distancia que de ella se hallaban separados.
Así, era innegable que las naves ancladas tanto en Progreso como en Sisal tenían que
hacerse a la vela tan luego como los acometiera un duro viento de travesía. Permanecer en
ambos puntos era fatal, pues si faltaban las amarras, las anclas o si el buque tomaba las
malas pasas u ocurría cualquier otro accidente imprevisto, las embarcaciones se habrían de
estrellar contra la playa, es decir, no era prudente que permanecieran en ambas radas al
ancla durante los vientos del Norte y Noroeste.
Igual habían casos fortuitos, como los huracanes que no permitían ni en Progreso ni
en Sisal zafarse de la costa, por lo que no les quedaba más recurso que el de ceder a la
fuerza del elemento y, al navegar el timón sin amarras, embarrancar las barcas en la playa.
180 Idem.
103
para la carga y descarga, aunque para estas faenas se empleen las primeras horas del
día en las cuales reina el terral. 181
Respecto del tenedero del nuevo surgidero, los expertos observaron que guardaba
idénticas características que el de Sisal, pues estaba compuesto lo mismo de piedra que de
arena fina o conchuela. Aunque los pilotos dibujaron algunas sondas con arena en el plano
que les solicitaron, estas no eran más que capas superficiales sobre lajas que acusaban la
presencia del scandallo, frecuente en toda la costa Norte de Yucatán, de acuerdo con estudios
182
de esa época atribuidos a Ciriaco Ceballos. Por último se citaba la profundidad de todo el
tenedero, la cual era de cantidades similares a las de Sisal.
104
encontraban en bancarrota, más que nunca; en fin, el aparato estatal estaba en una situación
crítica y caótica.”185
A pesar de los tratados iniciales para restablecer la paz, estos quedaron sin efecto y
la guerra continuó con éxito para los mayas. Sus ejércitos eran numéricamente superiores,
su conocimiento de los montes les permitía desarrollar una táctica militar sustentada en las
emboscadas y contaban con armamento y municiones ingleses introducidos por Belice.
Además del apoyo a los indígenas, los británicos que gobernaban este territorio ofrecieron
mediar en la lucha entre blancos e indios, lo cual significó un doble peligro para la casta
yucateca en el poder.
Los criollos intentaron poner término a los conflictos. A México, aseguraron, no le
faltaban recursos para terminar la guerra en Yucatán, y ésta se resolvería “con solo mandar
treinta mil pesos mensuales, jefes y oficiales de instrucción, honradez y humanidad… Ya
media nación se llevaron los americanos -se lamentaban los descendientes de los
conquistadores españoles- y ahora los ingleses pretenden hacerse dueños de la mitad más
preciosa de Yucatán.” 186 Pero, además de haber agotado sus propios recursos, los dirigentes
peninsulares no tenían una definición clara respecto a su relación con los gobiernos
nacionales, lo cual impidió a Barbachano contar con el apoyo de México.
Protagonistas y henequén
Durante los años cuarenta del decimonónico, entre de los principales objetivos de los
terratenientes yucatecos estaba el inventar una máquina desfibradora de henequén e instalar
corcheterías en el territorio estatal. Una de las primeras haciendas en contar con tales
adelantos fue la espléndida hacienda de San Pedro Chimay, ubicada dentro de la jurisdicción
del municipio meridano sobre el Camino Real a Campeche 38. Había sido fundada por uno
de los lugartenientes de Francisco de Montejo. Hacia finales del siglo XVIII se hizo
propiedad de una familia de apellido Lara descendiente de los españoles Lara Bonifaz. A
mediados del XIX, se había adjudicado a María Josefa de Jesús de Lara y Lara de Castro
Martín, esposa de Juan Miguel. Aunque en principio destacó como una plantación maicero
ganadera, paulatinamente se convertiría en hacienda algodonera y azucarera, y ya a
105
mediados del decimonónico en un emporio henequenero187 a través del cual Castro Martín
se hizo de una considerable fortuna.
Otro integrante de la plutocracia peninsular, era Simón Judas Rafael María de Peón
y Cano, miembro de una acaudalada familia que poseía extensas y fabulosas haciendas en un
gran corredor que iba de Mérida a Uxmal y en otros puntos de Yucatán, además de varios
edificios urbanos, entre otros la legendaria Casa Montejo en el zócalo de Mérida. 188 El
viajero americano John Stephens y el arquitecto británico Frederick Catherwood, huéspedes
de Simón Peón y Cano en sus expediciones de 1839 y 1841-1842, quedaron maravillados
frente a aquellas propiedades. Cuando Stephens conoció a Peón y Cano en el Hotel español
de Fulton Street, lejos estaba de pensar que viajaría por más de cincuenta millas en tierras
suyas, llevado en hombros de sus indios, y que iba a almorzar, comer y dormir en aquellas
magníficas estancias. Ya de vuelta, Simón condujo a John a otras de sus haciendas, una de
las cuales era la más grande de todas las que el viajero había visto en su vida. Era la llamada
Uxmal, con su anexa Chetulix.
Contaba con diez leguas cuadradas de tierras, pero solamente una pequeña porción
estaba sembrada; el resto se componía de tierra de pasto para el ganado. Las
condiciones de los indios radicados en ella no se diferenciaban de las que imperaban
en la mayoría de las haciendas de esa época, estaban dedicados tanto a las
actividades de la ganadería como de la agricultura que controlaba el amo o el
mayordomo investidos de un poder casi absoluto . 189
Darío Manuel Galera Encalada era otro rico terrateniente. De ascendencia española
nacido en Campeche, había iniciado sus actividades como comerciante hasta amasar una
respetable fortuna, dinero que, ya establecido en Mérida, empleó de manera progresiva en la
adquisición de nuevas propiedades190, entre otras la suntuosa mansión conocida como
Edificio del Gallito191, construida en el zócalo de la capital yucateca. La lujosa habitación,
originalmente construida como parte de mayorazgo de Francisco de Montejo, con el tiempo
se dividió y pasó a diferentes personas y familias hasta ser propiedad de Galera Encalada.192
106
En 1865, fue la casa que se escogió para dar hospedaje a la emperatriz Carlota durante su
estancia en la cabecera política peninsular.
José Joachim Benito García-Rejón Carvajal también estaba dedicado al comercio
pero sobre todo al desempeño de los más importantes cargos públicos. 193 Junto con Castro,
Peón y Galera se consolidó como uno de los principales promotores del cambio de la
supremacía portuaria de Sisal a Progreso. Los cuatro formaban parte de aquella élite política
y económica que se percató de la creciente importancia de la fibra henequenera, que buscó
lucrar tanto con el henequén como con el desarrollo de un nuevo puerto, incluida la
construcción de un ferrocarril que lo comunicara con Mérida. Para entonces, la oportunidad
de hacer dinero resultaba tentadora. En aquellos grandes proyectos confluyeron políticos y
empresarios, donde la información y capacidad de decisión de los políticos habría de quedar
íntimamente relacionada con la ambición de los hombres de negocios.
Para entonces, la producción henequenera destinada a los mercados externos se
convirtió, de acuerdo con el propio Barbachano, en la tabla de salvación del naufragio
general peninsular. La plutocracia yucateca había logrado definir su futuro económico, “y el
proyecto largamente soñado y acariciado por los conquistadores de desarrollar sus propias
empresas para amasar fortunas, se hacía realidad en manos de sus lejanos
descendientes…”194 En esa época, casi todas las haciendas y los ranchos cañeros y maiceros
de los distritos de Tekax y Campeche se habían perdido, en tanto que en los distritos de
Mérida e Izamal el ganado y el maíz habían sido consumidos por la población y las fuerzas
militares, todo lo cual provocó que hacia 1855 –pese a haber concluido este año los
combates más intensos de la Guerra de Castas- la situación se convirtiera en catastrófica.
107
importante calzada que uniría a Mérida en línea recta con la costa norte, así como insistió en
fundar el puerto de Progreso.
También el agente del Ministerio de Fomento de Mérida, José María Peón, protestó
públicamente en esas fechas, pues algunas personas se habían acercado a él para solicitarle
terrenos en dicho punto y para establecer sus casas, ya que lo suponían autorizado para
concederlos. Aleccionado por Méndez Ibarra, el agente se manifestó contra toda ocupación
de terreno que se hiciese sin autorización del supremo gobierno mexicano, representado
nuevamente por Antonio López de Santa Anna. Peón aprovechó la oportunidad para
promover ante su alteza serenísima, lo que más convenía a su proyecto, a fin de que se
sirviese dictar las normas que estimase oportunas en el caso. Propuso entonces al ministro
de Fomento, Colonización, Industria y Comercio de la república mexicana, Joaquín
Velázquez de León, solicitar al mandatario decretara el permiso para establecer dicha
población bajo las siguientes reglas:
1.- Se declara ejidos de la población del Progreso, una legua cuadrada, contada desde
la orilla del mar que quede frente al centro de la población.
2.- Antes de adjudicarse algún terreno se trazarán las calles, plazas y demás que
correspondan, conforme al modelo o plano que de ella formará el Ministerio de
Fomento.
3.- Que de cada manzana se harán cuatro lotes, sacándose en subasta pública de uno
en uno y debiendo adjudicarse al mejor postor.
4.- A nadie le será permitido comprar sino un solo lote, el cual no podrá ser
enajenado a otro que posea alguno en la población, sino pasados cuatro años,
excepto en caso de fallecimiento.
5.- Todo el que pasados seis meses de adjudicado un lote, no le estuviese cercado
con estacas o albarradas, por el mismo hecho pierde su acción a él, quedando sin
derecho a rembolso ni indemnización de alguna especie.
6.- En la pena establecida en el artículo anterior, incurrirá todo el que, transcurrido
un año de la adjudicación, no hubiese plantado una casa de cualquier tamaño y
material, aun cuando el terreno se encuentre cercado.
7.- El plazo de un año, señalado en el artículo anterior, se prorroga a dos, para los
que se obliguen a labrar sus casas de mampostería y azotea.
8.- Los productos de las ventas de los lotes, se invertirán precisamente en las obras
públicas de la misma población, como iglesia, casa municipal, cárcel, etc. Solo una
cuarta parte de dichos productos se distraerá para concluir y perfeccionar el camin o.
195
195Propuesta de José María Peón a Joaquín Velázquez de León, Mérida, 10 de marzo de 1855, BVY, Clasif.
F1376.9 .976 .C37 1856, en: sin autor, Documentos e informes…, p.21.
108
Simultáneamente, José María Peón consideró que las restricciones establecidas en el
artículo 4 podían dar un resultado contrario al que se proponía, debido a lo cual corrigió:
“sería más conveniente no ponerle y dejar expedito el camino a las especulaciones…”196 El
agente de Fomento emeritense acompañó la misiva a sus superiores en México con un
tosco croquis del trazo que pensaba debía darse a la futura población, para que reformado
por Velázquez de León se formasen las manzanas y calles. Aunque en el croquis las cuadras
y avenidas estaban originalmente orientadas Norte-Sur, Peón igual quiso enmendar el error:
Creo que en consideración del clima y de los vientos reinantes, convendría que las
calles corriesen de Noroeste a Sureste. Esta situación, fuera de las consideraciones
insinuadas, daría por resultado que todas las calles expirasen en el mar, lo cual para
un pueblo marino es conveniente, y además quizá sería también ventajoso bajo el
punto de vista estratégico. 197
109
dirección y anchura de las calles. Con la mayor precisión debían marcarse los terrenos
donde se levantarían la aduana y las fortificaciones.198
198 Respuesta de Joaquín Velázquez de León a José María Peón, México, 14 de mayo de 1855, BVY, Clasif.
F1376.9 .976 .C37 1856, en: sin autor, Documentos e informes…, p. 22-24.
199 Comisión otorgada por el Ministerio de Fomento en Mérida al agrimensor José D. Espinosa, Mérida, 18 de
julio de 1855, BVY, Clasif. F1376.9 .976 .C37 1856, en: sin autor, Documentos e informes…, p. 24-25.
200 Comisión otorgada por el Ministerio de Fomento en Mérida a Gerardo Tizón, Mérida, 19 de julio de 1855,
BVY, Clasif. F1376.9 .976 .C37 1856, en: sin autor, Documentos e informes…, p. 26.
110
No cabiendo (sic) en ella ninguna clase de interés, pues que ni es yucateco, ni menos
se halla establecido en el país, cuya circunstancia pudiera hacerla aparecer interesada
en tal o cual punto, como tal vez algunos lo creerían al verle disentir en opinión de
la de los antiguos y célebres marinos, cuyo informe de personas tan respetables
debió ser causa que el gobierno español formase el puerto en Sisal, sin tener
presente la razón que había para que se le considerase el más perjudicial de toda la
costa, como más adelante daré la razón para juzgarlo así.201
En las descripciones generales respecto a la zona, Tizón aceptó coincidir con Alcina
y Vivó, además de señalar que el alfaque que tenía el punto de Progreso se hallaba a una
distancia tal de la playa, que la mar reventada en él llegaba muerta a ésta, de manera que las
embarcaciones menores no sufrían su embate. Por consiguiente no estaban expuestas a
sufrir las averías que de continuo experimentaban las de Sisal, puerto que tenía el alfaque
más próximo, debido a lo cual la mar reventaba en él y era ésta la misma que batía en la
orilla y hacía pedazos las embarcaciones menores. Después de recorrer la zona, Tizón
desacreditó con dureza la evolución de tres siglos –principios del XVI a inicios del XIX- en
el conocimiento marítimo español:
Pasando ahora a probar la principal ventaja del punto Progreso a Sisal, es cuando
debo manifestar el error o distracción que en mi concepto han padecido aquellos
científicos navegadores antiguos al informar sobre la formación del puerto, pues al
darlo sobre Sisal no tuvieron en cuenta una corriente constante que recorre la costa
Norte de Yucatán en dirección de oriente a occidente, que siguiendo a longo de
costa, próximo a ella se precipita por el Sur tan luego como llega a Punta de Piedra.
Dicha corriente en el punto del Progreso no hace sentir sus efectos, por ser costa
seguida, como queda dicho; pero no así en Sisal, que a causa de formar ensenada,
oblicua buscando la dirección de la costa, en cuya inclinación choca con la marejada
de los vientos reinantes del primer cuadrante, y en el choque que forma un escarceo
que batiendo de continuo en la playa, imposibilita no solo el embarque y
desembarque de los efectos, sino también el de las personas, y siendo también en mi
concepto el principal móvil de tener obstruido el muelle con las arenas, pues la
continua agitación del mar las tiene en movimiento, hasta que encontrando un
punto de apoyo se depositan en él, y dicho punto son las estacas del muelle,
resultando a la larga quedar obstruido totalmente. 202
De acuerdo con Tizón, Progreso no sufría ese choque de corriente y marejada por
llevar ambas una misma dirección. De esta manera quedaba claro que el muelle progreseño,
además de facilitar los trabajos quedaría menos expuesto a obstruirse con las arenas. En
201 Informe de Gerardo Tizón al Ministerio de Fomento en Mérida, Mérida, 10 de septiembre de 1855, BVY,
Clasif. F1376.9 .976 .C37 1856, en: sin autor, Documentos e informes…, p. 26.
202 Ibid, p.27.
111
base a lo informado, concluía el ex oficial real de la armada española, el sitio considerado
por la parte del mar era bajo cualquier concepto preferible a cualquier otro de la costa Norte
de la península. Y si a ello se agregaba la menor distancia con la capital y las diferentes
comunicaciones que ya tenía hacia diferentes puntos del interior, los cuales exportaban
diversos artículos, no debía titubearse ni un momento en hacerlo puerto habilitado.
José D. Espinosa igual envió su informe al gobierno yucateco. Describió el camino
de Mérida a Progreso que para ese momento ya era de diez varas de ancho y abarcaba una
distancia construida de siete leguas un mil novecientas diez varas, comunicado con catorce
poblaciones entre haciendas de cría de ganado vacuno, ranchos y sitios de labradores
durante su recorrido, tan inmediatas unas de otras que la mayor distancia entre ellas era la
de tres mil varas.
Para terminar el camino carretero hasta la playa faltaba una legua cuatrocientas
cincuenta varas. De éstas, todavía era de piedra por ser un terreno fangoso, un tramo de mil
setecientas varas con cinco varas de ancho. Para entonces ya estaba reunido el material
necesario para llegar a un total de cuatro mil doce varas que iban a abarcar la construcción
de un puente de diez varas de ancho para el curso de las aguas que se dirigían hacia lo que
se conocía como el río Fraga, que no era sino un estero que corría paralelo a la orilla del
mar. Entre éste y el muelle había además un arenal de piso firme de quinientas treinta y
nueve varas.
El referido estero, era atravesado no lejos de su extremidad oriental a través de una
angosta garganta, la cual conservaba aguas vivas tanto en la temporada de lluvias como de
secas. De hecho, reiteraba Espinosa, toda la costa Norte de Yucatán, a unas mil varas al
interior había estado ceñida por una ciénaga corrida y casi paralela a la rivera marítima, cuyo
piso, siempre falso y fangoso en ciertas épocas del año era malsano por la fetidez que
arrojaba y por sus emanaciones deletéreas.
Pero, el punto designado para el establecimiento de la población se anunciaba
felizmente exento de este grave inconveniente de la insalubridad, pues teniendo el mar a su
frente y a sus espaldas en vez de la pestilente y ancha ciénaga el estero citado llamado río de
Fraga, era de aguas saladas vivas, perennes y de una extensión de cinco leguas, cuya anchura
variaba desde cincuenta hasta cuatro mil varas:
112
aquellas aguas hay variedad de peces en todas las estaciones del año, que
proporcionan el alimento a multitud de los indígenas que viven en las cercanías; y
cuando la pesca es escasa en la mar por los malos tiempos, se provee a esta capital,
aunque en cantidades pequeñas por no haber pescas formales; en el invierno es
extraordinaria la abundancia de patos para la caza; a orillas del río, poco
explorados aún, se encuentran muchos ojos de agua potable, y con esperanzas de
grandes beneficios se ha encontrado por ahora a orillas del camino ya cinco mil
cuatrocientas cincuenta varas del mar, un ojo brotante con más de seis pulgadas de
diámetro de agua dulce, superior e igual a la de los mejores pozos de esta ciudad; y
finalmente, uniéndose en las lluvias el río con la ciénaga, lo comunica por la mar
por la boca de las salinas de Celestún, diez leguas a sotavento de Sisal, lo que le
proporciona abundante entrada del pez de la mar, así como en el rigor de la seca,
reduciéndose a su lecho natural, absorbe las aguas de la ciénaga inmediata,
evitando lo salubre y malsano, como lo es el resto de la que ciñe la costa del
Estado. 203
De la orilla del río, en que ya comienza a encontrarse piedra, empieza el arenal hasta
la extensión de un mil quinientas treinta y nueve varas hacia el Norte. Su extensión a
uno u otro lado puede estimarse en la que se quiera, y aun para prolongar su ancho
se puede conseguir con facilidad por los terraplenes. El terreno es plano y se eleva
de dos a tres varas sobre el nivel del mar. Está cubierto de uveros silvestres de fruto
agradable, palmitos llamados chit, que sirven para cubrir casas y otros usos y aun
para pasto de los animales, no faltando para esto último zacate de buena calidad. El
plano adjunto demuestra que el camino parte al Norte 16° Oeste, aparente, que se
dirige de esta al Progreso, termina con el de Norte 14° Oeste, atravesando la
población por una calle de veintidós varas catorce pulgadas de ancho, dándole diez y
seis a las del mar. El trazo de las demás calles es enfilando todas a la marina,
corriendo unas de Noreste a Suroeste, y otras de Noroeste a Sureste
aproximativamente. Este trazo hace que la calle principal divida en dos triángulos
BVY, Clasif. F1376.9 .976 .C37 1856, en: sin autor, Documentos e informes…, p. 29.
113
varias manzanas, y así los claros que estas dejan se destinan para plaza principal,
mercados y paseos. Las demás manzanas no sufren desmembración de ninguna
clase, porque empiezan en la orilla de la calle principal. A cada manzana se le dan
ciento treinta y seis varas por cada lado, dividiendo cada una en cuatro partes iguales
para su enajenación. El examen del plano y la explicación que en él se hace, pondrá
en conocimiento de los puntos señalados para iglesia, casa municipal, cárcel, cuartel,
aduana y hospital, sin dejar de tomar en consideración el suficiente para los trabajos
de la marina y obras de fortificación, que si son necesarias se deberán poner en los
claros que se dejan en los extremos de la población. La orilla del mar, sin formar
ensenada, corre de Norte 76° Este a Sur 76° Oeste, aparente de la aguja, que tiene
8° Noreste, de variación, y esta regularidad en un terreno sólido dará una vista de
bello efecto a la población.204
La orientación que Espinosa quiso dar a las calles, se fundó en la manifiesta ventaja
de presentar una población menos castigada por el sol, y que los vientos reinantes las
cruzasen con entera libertad, lo cual la haría más ventilada y por consiguiente más saludable.
Igual se iba a evitar la formación de médanos de arena en las avenidas, tal como hubiera
sucedido si estas corriesen de Norte a Sur y de Este a Oeste. Además, reiteraba el
especialista, Progreso iba a presentar una vista muy agradable, ya que en cualquier punto de
la población se descubriría el mar en un extremo y el campo en el opuesto.
También se informó que para la construcción de un muelle no se presentaría
inconveniente alguno, opinión en la que coincidieron el ingeniero Espinosa y el capitán
Tizón. Tampoco se creyó difícil canalizar de mil a mil quinientas varas que había del mar al
estero, para asegurar y dar abrigo en él a embarcaciones de poco porte, proyecto que
aseguró el agrimensor contaba con muchos partidarios, los cuales habían estimado tenía la
misma importancia que la construcción de un muelle en el sitio.
114
De Regil se desempeñaba simultáneamente como agente del Ministerio de Fomento
de Mérida, después que su antecesor José María Peón y Cano, su tío, le entregara el cargo.
Desde sus oficinas, el primero le hizo un recuento sumario a Manuel Siliceo, oficial mayor
del Ministerio de Fomento, Colonización, Industria y Comercio de la república mexicana,
sobre las gestiones respecto a establecer una nueva población en el punto marítimo
conocido como Progreso. También le comunicó sobre los informes de los reconocimientos
realizados en el sitio por Espinosa y Tizón, al igual que sobre los anteriores hechos por
Alcina y Vivó.
De Regil comentó al oficial mayor sobre los beneficios que el proyecto ya iniciado
proporcionaría al comercio y a la agricultura. Las utilidades a favor del comercio eran
notorias, le reiteró, porque el plan preveía que con el tiempo Progreso se convertiría en un
puerto de altura, y porque acotada la distancia entre el mar y la capital peninsular se
reduciría a la mitad el costo de los fletes que tenían que pagar las mercancías de importación
y exportación que constituían su tráfico; además habría una mayor facilidad para asistir
personalmente al despacho de ellas por la aduana. Respecto a los beneficios a la agricultura,
al formarse la población y puerto se prolongaría el camino en línea recta hasta el corazón de
la parte de la península llamada Sierra Baja, a la que se consideraba en aquellos tiempos el
granero de Yucatán, y todos sus productos podrían ponerse en la playa con grande
economía de gastos y aumentar así la facilidad y ventajas de su exportación para el resto de
la República y el extranjero.
A la notoria utilidad de la aproximación a Mérida, De Regil agregaba la salubridad
de los terrenos en que se iba a situar la población, el progreso que adquirirían las numerosas
fincas de campo que se encontraban a la orillas del camino, la abundante pastura que había
en el tránsito, la cual prestaba su eficaz e inagotable auxilio a los que se dedicaban al
importante ramo de la transportación de mercancías: y, finalmente, la caza y la pesca que
abundaban en los alrededores de Progreso y facilitaban -decía el funcionario- medios
baratos y saludables de alimento a las castas pobres de la capital y sus cercanías.
El yucateco enviaba al oficial mayor informes y plano, que le sirvieran de guía para
lo que pudiera resolverse, además de exhortar al gobierno mexicano a procurar que los
planes se desarrollasen de la manera más pronta y eficaz. Para lograr dichos objetivos, en
nombre del núcleo de políticos y empresarios interesados desde 1840 en la promoción de la
apertura de Progreso, De Regil propuso a Siliceo solicitar al presidente Comonfort
decretase el permiso para la erección del nuevo asentamiento. Las bases para el
115
establecimiento de la población, con sus respectivas modificaciones, eran similares a las
enviadas nueve meses atrás a Santa Anna.
205Informe y propuesta de Pedro de Regil y Peón, encargado de la Agencia del Ministerio de Fomento en
Mérida, a Manuel Siliceo, secretario del Ministerio de Fomento, Colonización, Industria y Comercio de la
República Mexicana, Mérida, 31 de diciembre de 1855, BVY, Clasif. F1376.9 .976 .C37 1856, en: sin autor,
Documentos e informes…, p.34.
116
nueva población. Éste lo aprobó y concedió todas las gracias y exenciones que había
propuesto el grupo promotor desde Mérida.206 Así, el tan ansiado decreto se suscribió en los
términos siguientes:
El ciudadano Ignacio Comonfort, presidente sustituto de la república mexicana, a
los habitantes de ella, sabed: que en uso de las facultades que me concede el plan
proclamado en Ayutla y reformado en Acapulco, he tenido a bien decretar lo
siguiente.
Artículo 1°.- Se concede permiso para la erección de una nueva población en el
lugar nombrado El Progreso, que se halla situado en la costa Norte del estado de
Yucatán, entre las vigías de Chicxulub y Chuburná.
Artículo 2°.- Para fundo legal y ejidos de dicha población, se concede una legua
cuadrada de terreno baldío, que se contará desde la orilla del mar que quede frente al
centro de la misma.
Artículo 3°.- Antes de adjudicarse alguna parte de ese terreno, se trazarán las calles,
plazas y edificios públicos, con total arreglo al plano formado por el agrimensor don
José Dolores Espinosa, haciéndose de cada manzana cuatro lotes, que se venderán
en pública almoneda de uno en uno en el mejor postor, siendo la compra y venta de
ellos libre del pago del derecho de alcabala.
Artículo 4°.- Todo individuo que un año después de haber adquirido un lote, no le
hubiere cercado con estacas o de alguna otra manera, perderá por el mismo hecho
su acción al terreno, sin que pueda pedir indemnización de ninguna especie. En la
misma pena incurrirá el que transcurrido un año y medio de la adjudicación, no
hubiere construido una casa de cualquier tamaño y material, aun cuando el terreno
se encuentre cercado.
Artículo 5°.- El plazo de año y medio señalado en el artículo anterior para la
construcción de casas, se extenderá a dos respecto de los propietarios que se
obliguen a labrarlas de madera o mampostería con azotea.
Artículo 6°.- La madera necesaria para la construcción de casas, será libre por dos
años del pago de derechos de importación y municipales, siempre que se haga
constar y asegure con la fianza correspondiente, que ha de emplearse
exclusivamente en aquel objeto. Para que tenga efecto esta gracia, el Ministerio de
Hacienda hará las prevenciones convenientes a fin de evitar cualquier fraude.
Artículo 7°.- La enajenación de los terrenos destinados a la población de que se
trata, correrá a cargo del agente del ministerio de Fomento en Mérida, quien dará
cuenta cada tres meses de las ventas que se hicieren, cuidando especialmente de que
la distribución y arreglo de la misma población sea igual a la del plano trazado por el
agrimensor don José Dolores Espinosa.
Artículo 8° Durante cinco años contados desde el día en que empiecen a construirse
las casas, no pagarán contribución de ninguna clase.
Artículo 9°.- Todos los individuos que durante el primer año después de decretada
la formación de la nueva población, se avecindaren en ella, quedarán exceptuados,
durante cinco años, de toda clase de servicio militar, excepto en el caso de guerra
extranjera.
Artículo 10°.- Los productos de las ventas de los terrenos se invertirán única y
exclusivamente en la construcción de obras públicas de la nueva población, excepto
206Respuesta de Manuel Siliceo a Pedro de Regil y Peón, México, 29 de febrero de 1856; y 26 de mayo de
1856, BVY, Clasif. F1376.9 .976 .C37 1856, en: sin autor, Documentos e informes…, p .34-35.
117
una tercera parte, que el Agente destinará a la conclusión y perfección del nuevo
camino que conduce a la capital del Estado, para lo cual se pondrá de acuerdo con la
Junta de Caminos que existe en el mismo Estado.
Por tanto mando se imprima, publique, circule y se le dé el debido cumplimiento.
Dado en el Palacio Nacional de México, el 25 de febrero de 1856.- Ignacio
Comonfort.- Al ciudadano Manuel Siliceo.207
207 Decreto de erección de la población de Progreso, presidente Ignacio Comonfort, México, 25 de febrero de
1856, BVY, Clasif. F1376.9 .976 .C37 1856, en: sin autor, Documentos e informes…, p. 37.
208 Distancias entre las poblaciones integradas al camino Mérida-Progreso. Medidas realizadas por Miguel
Manzanilla, Mérida, 17 de junio de 1856, BVY, Clasif. F1376.9 .976 .C37 1856, en: sin autor, Documentos e
informes…, p. 40.
118
vez le pedía manifestar el tiempo en que tardaría en hacerse fácilmente transitable la
carretera y los recursos y medios necesarios para conseguirlo, todo con la finalidad de darse
una idea precisa del estado general de la obra.
De las 42, 460 varas en línea recta que el mar distaba por dicha vía de la plaza
principal meridiana, para el año de 1856 ya se habían construido para el tránsito de carros
40,004 varas. Faltaban las 1, 539 varas que abarcaba el arenal contiguo al mar más las 917
209 Idem.
119
varas restantes para terminar de construir el camino carretero, el cual, se dijo, “promete un
porvenir halagüeño a este desventurado país…”210
Con todo, el último tramo presentaba serias dificultades para la construcción de una
buena carretera. Se hallaba en la faja de la ciénaga que ceñía toda la costa del Estado y
cruzaba sobre la garganta del lago Fraga. La obra solo podía emprenderse sobre la
temporada de secas y el piso había que levantarlo a tres cuartas de vara, embutido de pura
piedra con los costados apoyados en una buena estacada. Además, había que construir un
puente sobre el lago, de aproximadamente cuarenta varas, al que se le debían dejar cada diez
varas de construcción sólida (hecha con estacadas y piedras) claros de tres a cuatro varas
para el curso de las aguas.
No obstante que los permisos para la fundación de Progreso ya se habían
conseguido, el camino parecía no tener fin. La Junta Directiva de Caminos disponía de
escasos recursos y no podía dar término a la obra “sino en mayo del año entrante, aunque
no sea con la solidez y perfección conveniente, sin tener en cuenta alguno de tantos
accidentes que sin poderlo impedir se presentan a cada paso en nuestra decadente situación
que todo lo paraliza…”211
La Junta consideraba oportuno referir que entre los muchos bienes que la nueva vía
proporcionaría al Estado, el más importante era la construcción de un ferrocarril. El camino
ya nivelado, permitiría recibir en las mejores condiciones la futura obra ferroviaria. El
monto del comercio yucateco de importación y exportación daría el flete más valioso del
país partiendo de la capital de Mérida. El producto de los pasajes que –aseguraba optimista
Antonio García-Rejón - excedería al de los fletes por lo corto de la distancia y los nuevos y
variados objetos que movían hasta a los más indiferentes a salir de sus hogares, iban a
motivarlos a recorrer la zona no con el objeto de lucrar sino por el simple gusto del recreo y
la distracción. Dicho lo anterior, García-Rejón y Mazó conminó a De Regil y Peón:
Muy felices seremos, señor Agente, si tocando usted los resortes que están en su
mano, consigue los recursos necesarios para empezar a gozar cuanto antes la dicha
que todos se proponen en tan interesante obra, teniendo la satisfacción de ser entre
los primeros los que señalen a nuestra posteridad el verdadero camino de los
adelantos de que gozan los otros pueblos, marchando a su felicidad y
210 Informe de Antonio García-Rejón y Mazó, presidente de la Junta Directiva de Caminos, a Pedro de Rejil y
Peón, agente del Ministerio de Fomento en Mérida, Mérida, 17 de junio de 1856, BVY, Clasif. F1376.9 976
.C37 1856, en: sin autor, Documentos e informes…, p. 38.
211 Idem.
120
engrandecimiento, debido a la cordura de los que han sabido gobernarlos y ellos
dóciles en obedecerlos.212
El remate de lotes
El 16 de julio de 1857, ante el notario Gumercindo Poveda se sacaron a remate para ser
obtenidos por el mejor postor, cincuenta de los solares en los que se iba a establecer la
población de Progreso. Cada solar contaba con 2, 400 varas cuadradas de superficie. Los de
menor precio –de veinte y veinticinco pesos cada uno- serían los que tuviesen frente para la
calle principal, y los demás de a doce pesos. El plano respectivo, con arreglo al cual estaba
trazada la nueva comunidad y en el que se puede ver la situación de los solares, se anunció
se podían ver, para los que gustasen examinarlos, en las oficinas de la agencia del Ministerio
de Fomento en Mérida, donde también estaría dispuesto el agente De Regil y Peón a dar
todas las noticias relativas a las gracias y privilegios que el gobierno de la República había
concedido a sus primeros pobladores.213
El día fijado, a la anunciada venta de terrenos acudieron el agente de Fomento y el
notario de aquel oficio, además de una porción numerosa de rematadores. Por disposición
de Pedro de Regil y en cumplimiento de la ley del 25 de febrero de 1856, se procedió a
pregonar los solares que habrían de formar la proyectada población de Progreso, por voz y
medio del joven Pedro Guerra que le hizo de pregonero. Entre las once y las 15.30 horas
salieron a remate las propiedades, procedimiento que al finalizar mostró el siguiente
resultado:
121
Darío Galera 1° 13 4 $56
Domingo Tenreyro 1° 6 1 $40
Darío Galera 1° 6 4 $40
Juan Miguel Castro Martín 2° 1 1 $57
Antonio Cupul 2° 7 3 $67
Juan Miguel Castro Martín 2° 7 2 $68
Tomás Mendiburu Molina 2° 2 2 $26
Juan Miguel Castro Martín 2° 7 4 $60
Enrique Fremont 2° 7 5 $40
Luis Casares 2° 14 1 $80
José Avelino Castilla 1° 20 2 $65
Darío Galera 1° 20 1 $40
Manuel Mendiburu 4° 7 1 $72
Juan Abad González 1° 12 1 $40
Francisco Zavala 1° 20 4 $26
Ramón Coral 1° 3 1 $17
Ramón Peón 1° 4 1 $20
Joaquín Molina 1° 3 4 $17
Joaquín Castellanos 1° 5 1 $22
Rita Mimenza 2° 1 4 $20
Cosme A. Villajuana 1° 15 1 $23
Juan Peón 1° 15 2 $22
Camilo Cámara 2° 7 6 $22
Antonio Bolio 3° 13 1 $72
Lorena Rodríguez 1° 20 3 $85
Antonio García Rejón 2° 14 4 $25
Antonio García Rejón 2° 8 4 $16
Juan Miguel Castro Martín 2° 1 3 $36
Tomás Mendiburu 2° 2 4 $27
Ramón González G. 3° 6 3 $26
Policarpo Echánove 3° 6 1 $24
122
Diego Fernández 1° 13 6 $26
Juan Miguel Castro Martín 2° 1 2 $36
El ilustrísimo Señor Obispo (sic) 2° 15 3 $25
Simón Peón y Cano 2° 8 1 $30
Domingo Mendiburu 4° 7 2 $39
Juan Miguel Castro Martín 4° 7 3 $31
Bernardo Barbosa 1° 6 3 $36
Tomás Mendiburu 2° 15 4 $17
Fernando Carim 3° 13 2 $48
José León Rubio 2° 3 4 $12
Antonio Cupul 2° 3 1 $20
Simón Peón y Cano 1° 1 4 $20
Liborio Irigoyen 3° 13 2 $31
Marcelino Castro 1° 6 2 $28
Juan Miguel Castro Martín 1° 2 6 $30
214 Idem.
123
Manuel Cepeda Peraza 2° 8 3 $30
Sebastián Arcila 2° 9 4 $12
José León Rubio 3° 15 1 $13
Gumercindo Mendoza 1° 6 6 $46
Tranquilino Puerto 3° 2 5 $14
José Dolores Villamil 4° 14 1 $38
José Avelino Castilla 3° 15 6 $12
Bruno Peraza 2° 2 2 $12
Donaciano García-Rejón 3° 14 6 $13
José María Ymán 1° 13 5 $46
Vicente Rendón 4° 1 1 $19
José María Rubio González 4° 13 5 $36
Pánfilo Centeno 3° 2 4 $12
Anastacio Pinto 2° 8 2 $12
Anastacio Pinto 4° 1 3 $12
Juan Miguel Castro Martín 4° 14 3 $25
José María Ymán 2° 1 6 $12
Sebastián Fernández 2° 2 6 $12
José León Rubio 3° 2 3 $25
Joaquín Atocha 3° 13 4 $20
Miguel Mendiburu 4° 8 1 $12
Sebastián Fernández 25° 2 3 $12
José Antonio Castilla 1° 12 1 $12
José Dolores Cervera 1° 19 3 $13
Tomás Aguilar 1° 6 5 $12
Juan Abad González 1° 12 2 $12
Tomás Mendiburu 3° 12 4 $12
Daniel Zorrilla 4° 1 4 $13
Vicente Rendón 3° 2 2 $25
Como el día anterior, el agente De Regil suspendió el acto para continuarlo cuando
lo creyese conveniente. Pidió a los rematadores que verificaran la entrega de sus
124
propiedades, que se les extendiese la escritura pública respectiva y se les diera posesión de
cada predio. 215
En términos generales, la compra de terrenos para la construcción de casas en el
futuro puerto la había realizado un grupo de políticos y empresarios pertenecientes a la
minoría criolla yucateca, identificado con la causa federalista y más tarde con el liberalismo
nacional y regional. El núcleo promotor original y algunos de los que más tarde se
adhirieron a la campaña en favor de Progreso, fue el que mayor cantidad de lotes adquirió y
más dinero invirtió para obtenerlos.
El primer día de subasta se ofrecieron los terrenos mejor ubicados y más caros. El
predio de mayor costo ($85) se lo adjudicaron a Lorena Rodríguez –junto con Rita
Mimenza, una de las dos mujeres que aparecen en la lista-; el segundo más caro ($80) lo
obtuvo Luis Casares; los rematadores de los terceros lotes de mayor precio ($72) fueron
Antonio Bolio y Manuel Mendiburu y Molina; el cuarto más caro ($71) lo compró Joaquín
Pinelo; el quinto de mayor precio ($68) lo adquirió Juan Miguel Castro Martín; los sextos
más caros ($65) Pedro de Regil y Peón y José Antonio Castilla; y los séptimos de mayor
costo ($60) Vicente Rendón y su sobrino Juan Miguel Castro Martín.
La mayor cantidad de terrenos –siete en la primera subasta y uno en la segunda- se
los adjudicaron a Juan Miguel Castro Martín por un total de $323. Darío Galera se hizo de
cuatro predios el primer día de remates, por la suma de $186; Tomás Mendiburu y Molina
compró cuatro lotes por un total de $82; Vicente Rendón obtuvo tres por la suma de $104;
Domingo Tenreyro adquirió dos por un total de $76; Antonio García-Rejón y Mazó, dos
por la suma de $41; José Ymán, dos por un total de $58; y Simón Peón y Cano por la suma
de $50. Uno de los cuatro políticos y empresarios que habían sido promotores pioneros del
nuevo puerto de Progreso, Joaquín García-Rejón y Carvajal (para entonces administrador
de rentas de Yucatán), no adquirió algún terreno en los remates, pero sí lo hicieron sus hijos
Antonio y Donaciano García-Rejón. Este último, en la subasta se hizo de un predio por la
cantidad de $13.
Es de resaltar el registro de apellidos similares entre los rematadores. De los ochenta
y ocho compradores de terrenos, solo hay 39 apellidos diferentes, y parece ser éste el mismo
promedio de familias que adquirieron los predios, sin dejar de considerar que, incluso,
varios de estos núcleos familiares estaban emparentados entre sí. En la subasta se citan de
215 Idem.
125
manera reiterada a individuos de apellido Peón, Domínguez, Tenreyro, Mendiburu, Molina,
García-Rejón, Irigoyen, Castro, Bolio o Castilla, y no existe en la lista algún comprador
indígena. También es notable la presencia de dos futuros gobernadores yucatecos: Liborio
Irigoyen (1862) y Manuel Cepeda Peraza (1867 y 1868), con una consolidada imagen como
defensor del liberalismo, que este mismo año de 1857 iría a Campeche a sofocar los
levantamientos de Pablo García, el cual pretendía separar de Yucatán el distrito referido.
216 Documento N.18, Sobre la multiplicación de carros y de nuestros caminos, Memoria del gobierno de
Yucatán en 1862, BVY, Clasif. F1376.9.976.C37 1870, en: Juan Miguel Castro, El triunfo de la verdad…
217 Raquel Ofelia Barceló Quintal, Op. Cit., p. 8.
126
ferrocarril de la península. Robinson se asoció con Francisco G. García para formar una
sociedad a la que se le dio el nombre de Compañía del Camino de Hierro del Estado de
Yucatán. 218 El 2 de septiembre de dicho año, la compañía obtuvo la respuesta favorable
para construir y explotar la vía férrea Mérida-Progreso. Un decreto presidencial dirigido al
Congreso de la Unión para concluir las negociaciones, construir el ferrocarril y trasladar la
aduana de Sisal a Progreso, quedó redactado en estos términos:
218Idem.
219“El gobierno otorga concesiones a la empresa del Ferrocarril de Yucatán”, México, 31 de julio de 1861, en:
Jorge L. Tamayo (selección y notas), Benito Juárez. Documentos, discursos y correspondencia. Edición digital
coordinada por Héctor Hernández Silva. Versión electrónica para su consulta: Aurelio López López. CD
editado por la Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco. Primera edición electrónica, México,
2006.
127
económicamente. La intervención francesa se interpuso además en el proyecto que Benito
Juárez había aprobado en 1861; la invasión de los ejércitos de Napoleón III, que arrastró a
Maximiliano hasta México, invalidó el decreto juarista. 220
Después de la muerte de Robinson, empezaron a formarse tres grupos –todos
pertenecientes a la casta en el poder- que indistintamente se disputaban el privilegio de la
construcción del ferrocarril a Progreso, Sisal o Celestún.221 El primer grupo estaba formado
por hacendados, que tenían sus plantaciones en Mérida, Motul, Tixkokob y Temax, y por
comerciantes del Henequén. Al frente de él estaba Rodulfo G. Cantón y Cámara, al que,
naturalmente, apoyaban los impulsores originales de la fundación del nuevo puerto ubicado
entre Chicxulub y Chuburná, así como los propietarios de los solares de dicho punto
costero subastados en 1857.
El segundo grupo lo integraban líderes políticos y comerciantes de la ciudad de
Campeche, que importaban sus productos por el puerto de Sisal. A ellos los lideraba Felipe
Ibarra Ortoll, comerciante campechano de gran parecido físico a Maximiliano de
Habsburgo222 que tenía intereses fincados en el puerto sisaleño, así como los vecinos del
mismo. Ibarra argumentaba que el ferrocarril Mérida-Sisal representaba rentabilidad a
Yucatán, a la nación y al comercio de la capital yucateca. Entre las utilidades a Yucatán,
consideraba la conservación y aumento del valor de los edificios públicos; el ahorro del
desembolso que le impondría la traslación de la aduana a Progreso, el aumento del valor de
los terrenos pertenecientes al Estado y la conservación de una población ya establecida en
Sisal.
El tercer grupo se componía de terratenientes, en su mayoría correligionarios del
Segundo Imperio, encabezados por el criollo campechano Manuel de Arrigunaga y Sabido,
hijo del capitán de marina mercante Juan Bautista de Arrigunaga Mújica, de origen
vizcaíno223, y de Ana Sabido de Vargas y Bienpica. Manuel estaba casado con Faustina
Gutiérrez y Estrada, hija de Joaquín Gutiérrez de Estrada que fuera gobernador de Yucatán
de junio a agosto de 1857 y de Faustina Estrada y Lambert, y era también sobrina de José
María Gutiérrez y Estrada, que había encabezado en 1863 la comisión que ofreció en
220 Luis Alfonso Ramírez Carrillo, “Un mar de historias”, en: Luis Alfonso Ramírez Carrillo (coordinador), Un
secreto bien guardado. Mundialización y reestructuración productiva en Yucatán, México, Porrúa, Universidad Autónoma
de Yucatán, 2006, p.133.
221 Raquel Ofelia Barceló Quintal, Op. cit., p.9.
222 Emiliano Canto Mayén, “Michele Giacomino: algunas obras suyas en Yucatán”, Por Esto!
www.poresto.net/ver_nota.php?.zona=Yucatán&idSección=33
223 Manuel Arrigunaga Sabido –Sanchiz (IIH-UNAM) + Gayol (CEH-Colmich),
gw.geneanet.org/sanchiz?lang=es;p=manuel;n=arrigunaga+sabido
128
Miramar a Maximiliano el trono de México. Por su parte, Manuel Arrigunaga y Gutiérrez de
Estrada, hijo de Manuel y Faustina, era esposo de Eduviges Peón Peón, nieta de Simón
Peón y Cano.224
El grupo encabezado por el imperialista Manuel Arrigunaga y Sabido, una de cuyas
hijas, Dolores Arrigunaga Gutiérrez de Estrada, estaba casada con Andrés Ibarra Lavalle225,
hermanastro de Felipe Ibarra Ortoll que lideraba el segundo grupo a favor de Sisal, solicitó
la construcción de la vía Mérida-Celestún. Sus opositores, no vieron favorable que un
puerto de altura se ubicara en este punto costero, por estar localizado en el extremo
occidental del estado de Yucatán, casi en los límites con el nuevo estado de Campeche,
debido a lo cual beneficiaría más a los comerciantes de la capital de esta entidad que a los de
Mérida.
224 Idem.
225 Felipe Ybarra Ortoll –Sanchiz (IIH-UNAM) + Gayol (CEH Colmich),
gw.geneanet.org/sanchiz?lang=es&n=Ybarra+ortoll
226 Documento N. 6, Decreto concediendo privilegio a los señores Arrigunaga para llevar el ferrocarril a
Celestún, Mérida, 8 y 9 de febrero de 1865, BVY, Clasif. F1376.9 .976 .C37 1870, en: Juan Miguel Castro, El
triunfo de la verdad…
129
intereses. Además, la compañía que formasen iba a ser la única que pudiese emitir los
warrants y recipisses, es decir los documentos de garantía y reconocimiento.
La compañía recibiría sobre todas las mercancías depositadas, el uno por ciento
mensual de almacenaje sobre su valor, y un peso de derecho por cada documento de
reconocimiento, el cual sería dividido por mitad con el Gobierno, bajo el entendido que el
timbre iría comprendido en el precio. Para las mercancías de gran bulto, cuya nomenclatura
iba a ser establecida por la autoridad competente de la península en un reglamento ulterior,
la compañía percibiría además un derecho sobre el cubo, que igual dividiría por mitades con
el Gobierno imperial. Todas las mercancías iban a pagar el almacenaje por semanas y no por
días.
Los empresarios referidos también tendrían la facultad de descontar los documentos
de garantía al seis por ciento anual; de entregar cada mes al Gobierno un estado de los
documentos emitidos, los cuales no iban a ser válidos sin el sello del interventor nombrado
por el Gobierno para todas las operaciones de la compañía en cada almacén. A petición de
un portador de un documento de garantía protestado, Arrigunaga y socios tendrían el
derecho de vender en pública subasta, ocho días después del aviso, las mercancías
expresadas en él.
Los concesionarios iban a poder construir los almacenes, después de recibir de las
autoridades ochocientas varas cuadradas en todos los puntos en que se estableciesen dichos
almacenes y de los terrenos que pudiese disponer más próximos al centro de cada
población. El gobierno imperial ejercería el derecho de primacía sobre todas las mercancías
almacenadas, es decir tendría la facultad de comprar al comerciante su mercancía al precio
que haya fijado el mismo comerciante, al cual le ofrecería, si así lo condicionase, el 15% de
prima. Y para que el Gobierno pudiese percibir íntegros todos los derechos de aduana, el
almacenaje iba a ser forzoso para todas las mercancías.
La citada concesión sería válida por noventa y nueve años, y al cabo de aquel tiempo
el gobierno de su majestad el Emperador tendría el derecho de comprar a la compañía los
establecimientos que haya construido y al precio que fijaran los peritos. Todos estos
privilegios caducarían si Arrigunaga y socios no hubiesen construido hacia finales de 1868 el
camino de hierro a Celestún, o porque no cumpliesen con los requisitos al que se les
obligaba por los decretos relativos. 227
227 Idem.
130
Esta vía de ferrocarril impulsada por el Segundo Imperio y los imperialistas
yucatecos, nunca llegó a construirse. Solo quedó testimonio de ella en los documentos
oficiales. El proyecto, durante los años que duró el régimen imperial no fue más allá del
trámite oficial, sin levantarse la terracería ni colocarse un solo durmiente.
La restauración republicana
Al restablecerse la República, después que Manuel Cepeda Peraza venciera en 1867 a los
ejércitos imperialistas y asumiera el gobierno de Yucatán -hasta su muerte en 1869-, los
promotores de Progreso lograron obtener de la Diputación de Comercio la aprobación para
la construcción de su aduana. El 1 de julio de 1870, bajo el gobierno de Manuel Cirerol, se
le declaró puerto de altura y cabotaje y en septiembre se inició la construcción del edificio
aduanero a cargo de los ingenieros Fermín Domingo y Antonio Cupul, este último con
terrenos en el nuevo centro urbano. El 14 de octubre, el ministro de Fomento,
Colonización, Industria y Comercio de la República autorizó la construcción del muelle del
lugar y el 25 del mismo mes se dio a conocer el decreto de apertura del puerto.
Para el año siguiente -1871-, el gobierno expidió un decreto en el que manifestaba
su interés por la construcción del ferrocarril Mérida-Progreso, además de ofrecer una
subvención de 60,000 pesos al que obtuviera la concesión. En ese momento, la situación
económica del estado se encontraba en mejores condiciones debido a la explotación del
henequén, lo que estimuló a la clase poseedora, cercana y/o involucrada en los gobiernos
liberales, a desembolsar 150,000 pesos para hacerse de la concesión.
131
Es éste un periodo considerado como “la antesala” de la producción comercial del
agave. La siguiente década (1880-1890), la producción del henequén y los precios de éste
fueron siempre a la alza, lo que acrecentó la tala inmoderada de los bosques de la región y la
desaparición de las milpas de los mayas, al igual que se dieron al iniciar el decenio los
últimos esfuerzos para echar a andar el servicio ferrocarrilero de la capital de la entidad
hasta el nuevo asentamiento costero.
Reflexiones finales
Todas las etapas en las que hemos dividido el proceso de cambio de la aduana de Sisal a
Progreso están caracterizadas por la confrontación entre las facciones de poder político y
económico de la península de Yucatán. Un primer periodo: 1840-1847, nos remite al primer
rompimiento entre los grupos que controlaban casi exclusivamente la actividad comercial en
Sisal, identificados con Campeche, y los núcleos oligárquicos de Mérida que intentaban
hacerse del control de la aduana sisaleña y trasladar la preponderancia portuaria de este
punto a Progreso.
Las confrontaciones entre estos grupos de poder propició la costumbre de armar a
los mayas, que más tarde se movilizaron en contra de los propios criollos. En la segunda
etapa de nuestro estudio, con los indígenas levantados en armas se detuvieron por un
momento las gestiones para la fundación del nuevo puerto, lo cual sólo pudo reactivarse
concluidos los ataques más violentos de la Guerra de Castas. Lo anterior dio lugar a una
tercera etapa, incluido el decreto de la nueva población, remate de los lotes, conclusión de la
carretera Mérida-Sisal y las batallas por la concesión del ferrocarril entre las tres opciones:
de la capital yucateca a Sisal, a Progreso o a Celestún.
Finalmente el triunfo fue para el proyecto Progreso, en medio de las rivalidades
entre conservadores y liberales. Después de la derrota del Segundo Imperio y del
incremento de la demanda internacional de la fibra del henequén, se concretó el traspaso de
la aduana marítima, la fundación del nuevo puerto y la puesta en marcha del ferrocarril
Mérida-Progreso. En medio del gran crecimiento económico peninsular, sobresalen los
errores en la distribución urbana del lugar que nos ocupa, al igual que otras arbitrariedades
por parte de las autoridades estatales y federales que marcarían el futuro del nuevo puerto.
132
Capítulo III
El cambio a progreso y la opinión
pública respecto al cambio
Los proyectos políticos y económicos de los grupos yucatecos en el poder, no eran del todo
claros al terminar la primera mitad del siglo XIX. Sin embargo, paulatinamente se
convirtieron en banderas de facciones o de partidos; ideas, pensamientos, opiniones y
conceptos que se adaptaron al sistema de gobierno y sirvieron como elementos detonantes
o inhibidores del desarrollo peninsular.
Estas expresiones políticas, intelectuales, éticas, se hicieron formas particulares que
adoptaron los grupos en pugna, liberales contra conservadores o liberales contra liberales.
Todos participaron en el diseño del entorno en el que surgió y creció la economía capitalista
local, consolidada hacia finales del decimonónico a través de rivalidades, adecuaciones y
reconciliaciones entre los principales actores, elementos que chocaron, se enfrentaron o se
amoldaron unos a otros.
Reiteradas fueron las confrontaciones entre los diversos grupos políticos, sociales y
económicos regionales: gobierno de la entidad, ayuntamientos, prensa, empresarios,
comercio organizado e involucrados en términos generales, enfrentamientos que se
muestran en el presente capítulo como uno de los momentos más álgidos del proceso que
habría de aterrizar en el cambio de ubicación geográfica de la aduana marítima.
133
Junta, era el pueblo de Sisal, porque de llevarse a cabo la traslación lo subsecuente sería su
completa ruina.228
Los textos iban a ser de gran utilidad, pues permitirían realizar la publicación de
cuanto se había escrito en pro y en contra. Para aquella época, los propietarios y vecinos de
la villa habían reunido una cantidad de dinero que se invertiría en los gastos de la edición.
Esta incluiría las cartas de científicos marinos que declaraban las pésimas condiciones
marítimas de Progreso y que resultaban ilustrativas.
Entre los hombres que ofrecieron sus colecciones destacaba el campechano Rafael
de Portas. Este había reunido las publicaciones de Juan Miguel Castro, que desde
septiembre de 1869 le llamaron la atención por abrazar cuestiones tan importantes para la
península como la traslación de la aduana marítima de Sisal a Progreso, así como
pregonaban la construcción del ferrocarril que uniría a Mérida con la costa septentrional.
Los perjuicios que esto ocasionaría a Hunucmá y sus cercanías, habían generado protestas
desde los años cuarenta.
Otros importantes testimonios que se recabaron formaban parte de los archivos de
Felipe Ibarra Ortoll, los cuales de Portas había solicitado al empresario también
campechano para su estudio. El análisis de los documentos dio como resultado una
publicación en la que se cuestionó en términos generales el traslado de la preponderancia
portuaria de Sisal a Progreso.229
La primera pregunta que se hacía en el manifiesto era cómo desde 1844 hasta 1857
no se había podido crear la población deseada, tiempo durante el cual una inmensa cantidad
de gente buscaba asilo por todas partes debido a la Guerra de Castas. Se tomaba como
ejemplo Ciudad del Carmen –donde se estableció desde 1847 un núcleo urbano al que con
sentimiento de transterrados se le había dado el nombre de Pueblo Nuevo-230, integrado por
inmigrantes que huían de la conflagración interétnica, así como otros poblados de la costa
cuyo engrandecimiento había dependido de las emigraciones del estado de Yucatán, no tan
solo porque encontraran elementos locales para ganarse la subsistencia y aun hacer una
fortuna, sino porque retirados del foco de la guerra tenían un asilo seguro para librarse del
228 Carta de la Junta de Sisal a Rafael de Portas, Sisal, 20 de noviembre de 1869. La Junta de Sisal estaba
representada por su presidente Alberto Morales; secretario Miguel Acevedo; tesorero Ramón Canto; así como
M. Romero; M. Presuel; I. Herrera; George Llanes; y Laureano Pérez.
229 Rafael de Portas (editor),Sisal y el Progreso, defensa de los intereses generales de Yucatán y especialmente de los del puerto
de Sisal amenazados por la pretendida traslación de la aduana marítima de este puerto al punto de la costa llamado Progreso,
Mérida, Imprenta de Manuel Aldana Rivas, 1869, p.1.
230 Luis Fernando Álvarez Aguilar, Barrios antiguos de Ciudad del Carmen, Campeche, Colección Campeche,
Sección Conmemorativa “Juan Carbó”, Gobierno del Estado de Campeche, 2007, p. 283-286.
134
servicio militar que los agobiaba. Igual en Corozal se había formado una gran población en
donde más de 25,000 yucatecos establecieron sus industrias, con todo y el amago constante
de los indígenas de Oriente.
Los que huían de las armas también hubiesen podido encontrar en Progreso un
refugio y mayores beneficios al quedar exentos de toda contribución y de los derechos que
causaran las maderas que necesitaran para fabricar sus casas. Pero, por lo menos hasta 1869
el puerto continuó sin poblarse. Los cincuenta y seis rematadores que habían adquirido los
ochenta y ocho solares –todos señores del capital peninsular entre los que se encontraban
los principales promotores del sitio-, tampoco habían fabricado casa alguna y daba la
impresión que preferían perder la propiedad adquirida y con ella sus valores respectivos.
El grupo de políticos y empresarios impulsores de Progreso parecía haber perdido el
empuje y hecho mal sus cálculos. En Celestún por el contrario, durante esa época y en
pocos años se levantó una población sin que nadie hablase o fomentara sus virtudes, o sin
que fuese motivo de un decreto la erección y desarrollo de ese pueblo. Sisal por su parte,
después de haber sufrido en 1847 los estragos de un incendio ya se había repuesto y crecido
considerablemente en pobladores y edificios, a pesar de la opinión adversa de sus
detractores.231
Un artículo publicado por José Dolores Rivero y Figueroa en 1862, reforzaba lo
antes expuesto sobre Sisal y Progreso.232 Fundado en una posición saliente de la playa, decía
Rivero, las aguas de Sisal eran limpias, y aun en verano tan fuertes sus crecientes que
avanzaban más allá de lo que podía concebirse en un mar bonanza. El puerto no prestaba
abrigo a las embarcaciones que calaban más de tres pies, y tenían que ponerse a la capa en
tiempos de nortes. Las casas particulares casi todas eran de guano, había diez de
mampostería y entre 1847 y 1862 solo se levantó una más de guano, lo cual se debía al
decreto que declaraba que se habilitaría el puerto de Progreso una vez que el ferrocarril
tuviese concluidas algunas leguas de camino.
Tal empresa ferroviaria hizo desfallecer los adelantos y mejoras que con entusiasmo
se habían iniciado, pues la misma ley declaraba la clausura del puerto de Sisal para todo
comercio marítimo una vez concluida la traslación de la aduana a Progreso. Esta
disposición, según Rivero y Figueroa, no era justa y defendía principios –los de la antisocial
135
e inhumanitaria doctrina de la modernidad- que ya para entonces habían sido impugnados
en el ámbito internacional.
Sisal ya era un puerto establecido, una población organizada, y necesitaba de ese
ferrocarril que lo comunicase con la capital, lo cual pondría en movimiento a ambos
pueblos que progresarían al aumentar su población. De esta manera, en prevención de que
algún día se le quitaría la aduana, la legislatura había decretado el 5 de abril de 1847 que
como medida de consolación los propietarios de casas y bodegas de mampostería en Sisal
serían competentemente indemnizados por el valor de sus fincas.
La población de este punto costero era en su mayoría inmigrante de la capital
peninsular, y en doce años había ganado el doble de su índice demográfico. En 1850, un
censo registró 742 individuos en el sitio, en tanto que el mandado a formar en 1862 (año en
que Rivero publicó su trabajo) presentaba una población de 1330 habitantes. Durante aquel
ínterin, los sisaleños debieron mantenerse en la incertidumbre, porque veían llegar su ruina
con el ferrocarril que se instalaría entre Mérida y Progreso.
Con todo, hasta 1857 Progreso no había progresado, y no había pasado de lo que
era antes de pensarse en él. La construcción del ferrocarril quedó solo en proyecto hasta
1864, cuando volvió a promoverse su instalación. No obstante, siete años después de esta
fecha tampoco se obtuvo adelanto alguno. “Estos tan largos espacios de tiempo, se
encargaron de comprobar con la lógica irresistible de los hechos, la falsedad de los
razonamientos en que se apoyaban los promotores del cambio para atraer la atención de la
opinión pública”.233
La renovada promoción del ferrocarril Mérida-Progreso en 1864 –después de la
muerte de Robinson y la pérdida de interés de la compañía inglesa que representaba por
construir dicha vía férrea-234, hizo despertar a los inversionistas y vecinos de Sisal de su
letargo, para evitar las consecuencias que le sobrevendrían con aquella traslación, la cual casi
había nulificado el valor de sus propiedades e inhibido su entusiasmo por las mejoras
materiales de la localidad. Entonces se pusieron en actitud de defenderse, y establecieron
“una oposición razonada y justa en todos los aspectos.” 235
En su resistencia, los sisaleños promovieron la preferencia que se le debía dar al
puerto antes que a Progreso y Celestún en la construcción del camino de fierro. Esto, de
136
acuerdo con los progresistas había representado para Sisal su tabla salvadora y su caballo de
Troya, pues encontraban argumentos poderosos para llamar la atención del Gobierno y para
que no se decretase de liso y plano la traslación de la aduana y la construcción del ferrocarril
hacia Progreso. Juan Miguel Castro replicó en un manuscrito:
Paralelamente, los de Sisal hicieron públicas las condiciones del puerto de Progreso
y sus inconvenientes para tratar de demostrar que la traslación no iba a tener efecto sin
grave perjuicio para Yucatán y el comercio en general. Por lo mismo, el grupo liderado por
Felipe Ibarra Ortoll237 –cuyas bases sociales eran sobre todo los pobladores de Sisal, Ucú y
Hunucmá-, creía que el Ministerio de Fomento no debía informar sobre la conveniencia o
inconveniencia del cambio de la aduana sin mandar practicar antes un nuevo
reconocimiento profesional respecto de las condiciones marítimas de ambos puntos
costeros. En aquellas fechas, lamentaban los sisaleños no haber encontrado -a fin de
insertarlos en su defensa-, los informes de las comisiones científicas nombradas por el
gobierno español con el objeto de determinar el punto más conveniente de la costa,
promovidas en 1811 por el brigadier Benito Pérez Valdelomar.
Sin duda estas comisiones para elegir la rada de Sisal antes que la de Progreso,
habían estado sustentadas en métodos profesionales, sin que ignorasen que Progreso
quedaba más cerca de Mérida. Tampoco desconocían que para optar por Sisal atravesaban
la ciénaga en su mayor anchura, lo cual haría más costosa la calzada que construyó el
236 Juan Miguel Castro Martín, “Informe razonado y comparativo sobre las ventajas que hacen preferible el
puerto litoral llamado ´El Progreso´ a la villa de Sisal, así para la construcción de una vía férrea que comunique
esta capital con el mar, como para puerto habilitado para el comercio de altura y cabotaje; leído por el que
suscribe en la gran reunión celebrada el 20 de mayo de 1866 y adicionada posteriormente por él mismo”,
Mérida, 12 de septiembre de 1869, Biblioteca Virtual de Yucatán (BVY), http:/www.biblioteca virtual de
yucatan.com.mx, N. de Ficha 29936, N. de Inventario Lib19863.
237 Raquel Ofelia Barceló Quintal, Op. cit., p. 10.
137
gobierno virreinal y que aún se usaba hacia 1869, ya avanzado el desarrollo del México
independiente.
No era creíble que sin razonamientos científicos y de verdadera conveniencia para el
comercio y de la península en general, se hubiese preferido abrir el puerto en la rada de
Sisal. “Marinos tan célebres como don Ciriaco Ceballos, cuyas cartas marítimas de toda la
costa del Golfo de México son tan estimadas hasta el día por todos los náuticos del globo,
no podían equivocarse como pretende el señor Tizón y juzgan los que abogan por la
traslación de la aduana marítima de Sisal al punto llamado El Progreso.” 238
Finalmente, en su arenga la Junta de Sisal proponía al gobierno de Yucatán
comunicar el mar con la ciénaga a través de dos canales. Uno abierto a barlovento y otro a
sotavento de Punta de Piedra, para evitar a las embarcaciones de poco calado de la costa
occidental el montar esa punta, las cuales entrarían por el canal a la ciénaga donde se
formaría el puerto de abrigo. Las aguas entrarían por un canal y saldrían por el otro, y el
paso del mar arrastraría en su corriente constante el fango depositado en su lecho, y no iba
a dejar empozar el agua cuyas emanaciones deletéreas eran perjudiciales en cierta época del
año.
138
hubiesen ocupado un lugar preferente en los presupuestos de los países desarrollados, pero
en México no había necesidad de considerarlas.
El camino Mérida-Progreso, alegaba el ingeniero, ya estaba trazado, los terrenos no
habían costado nada y los gobiernos liberales yucatecos, lejos de querer vender la concesión,
proveerían a la empresa de las mayores franquicias e inmunidades. Entre las partidas
secretas, Méndez omitió los gastos de dirección de las obras y sobrestantía, pues
consideraba dichos costos “embebidos en la construcción de toda la vía.”240
Las autoridades tampoco determinaron que fuese necesario el camino por ambos
lados, pues contrario a lo que defendían en otros escritos los promotores del nuevo puerto,
el área que iba a atravesar el tren no estaba poblada. La carretera por la cual iba a extenderse
la vía, en su mayor parte estaba nivelada y a la altura conveniente, razón por la cual los
costos de aplanamiento del suelo parecían reducidos. Igual se presupuestó “a cuatro reales
el jornal de cada operario terracero, a un peso el de los carpinteros y albañiles, y los
materiales situados a ambos lados en toda la longitud del camino.”241
El ingeniero responsable del proyecto, Santiago Méndez Echazarreta, era hijo de
Santiago Méndez Ibarra242, que contaba entre sus principales colaboradores (como
consejeros) con el propio Pedro de Regil y Peón, José Antonio García-Rejón, y Darío
Galera-243, todos ellos promotores desde sus orígenes del tren a Progreso. El proyecto de
Méndez Echazarreta contemplaba construir el camino de hierro con un carril de Vignolles,
cuyo uso en esos tiempos estaba generalizado en Estados Unidos, Alemania y Austria, así
como en menor proporción en Suiza, Inglaterra y Francia.
Méndez también suprimió en el plan la partida de “obras de arte” (acueductos,
viaductos, puentes grandes o subterráneos), ya que la vía en su desplazamiento no tendría
necesidad de ellas. Los carriles seguirían un trazo perfectamente recto, en terreno firme y
siempre más alto que los campos adyacentes, por lo que bastaría de acuerdo con el
responsable, veinte guardavías para conservarla en buen estado de limpieza y seguridad. En
las estaciones de Mérida y Progreso, solo se iba a construir un galerón para el
desembarcadero y edificios específicos que albergaran el material de la locomoción y los
talleres de reparación.
240
Idem.
241
Idem.
242 Isabel Bonilla Galindo, “Un ingeniero mexicano. La obra de Santiago Méndez”, Mirada Ferroviaria N. 7,
139
Para entonces, Méndez Echazarreta ofreció un escueto presupuesto de construcción
y habilitación del ferrocarril de una sola vía, cuya distancia abarcaba 33,480 metros o 40,000
varas mexicanas entre los dos puntos referidos, el cual quedó redactado en los siguientes
términos:
MATERIALES DE LA VÍA
66,960m de carriles para la vía, pesando por metro 55 libras
(25 kilogramos), todos juntos 1841 toneladas, a 45
pesos tonelada $82,845
1,600m para las estaciones, cambios de vía, etc., 44
toneladas, a 45 pesos $1,980
12,176 silletas para unión de los carriles o razón de una
por carril de 5 metros de largo, pesando 16 libras
cada una, y juntas 194, 816 a 5 centavos cada una $9,740.80
12,176 clavijas para silletas, a 7 centavos cada una $852.30
300 silletas para estaciones, etc $210
300 clavijas ídem $21
174,524 clavos para carriles y durmientes, a 2 centavos
cada clavo $3,490.48
46,631 durmientes de madera para la vía, estaciones, etc.,
a razón de 7 durmientes por par de carriles de 5.50
metros de largo a 50 centavos $21,815.50
$120,985.08
MATERIAL DE LOCOMOCIÓN
3 Locomotivas para pasajeros 21,000
140
8 Vagones para 40 pasajeros cada uno 10,000
20 Idem para mercancías de a tres toneladas 15,000
46,000
2 Edificios para estaciones 9,000
1 Idem para máquinas, etc. 2,500
11,500
Suma Total 208,835.08244
Resumen
Terracería, etc. 14,750
Materiales para la vía. 120,985
Diversos 15,000
Maquinaria 46,000
Edificios 11,500
Total 208,835
141
Pasaje de veinticinco viajeros diarios durante trescientos días a $9,750.00
ocho Reales
Subvención anual que pagará el gobierno del Estado durante diez $5,000.00
años
$60,250.00245
245 Pedro de Regil y Peón, “Cálculo aproximativo de los productos de un ferrocarril entre Mérida y el
Progreso”, Mérida, 16 de septiembre de 1863, BVY, http:/www.bibliotecavirtualdeyucatan.com.mx, N. de
Ficha 29936, N. de Inventario Lib19863.
246 Pedro de Regil y Peón, “informes y cálculos sobre los costos y utilidades del ferrocarril desde Mérida al
FOON, Segundo Imperio, Caja 46, Exp. 014, Gabinete Militar, 12 de noviembre de 1865.
142
Dada la importancia mercantil de la capital, el puerto de Progreso a donde iba a
terminar el ferrocarril sería el único punto costero habilitado en el Estado, y como
consecuencia la empresa propietaria tendría el monopolio del transporte de una parte muy
considerable de los productos y consumos de toda la población peninsular, es decir de la
suma de 250,000 habitantes que hacia 1864 informara De Regil a G. S. Pritchett.
En aquella ocasión, De Regil y Peón no pudo ofrecer alguna base fija para calcular la
importancia de dichos productos y el consumo de los yucatecos una vez que se estableciera
el nuevo puerto, ya que, dijo, eran pocos los datos estadísticos de los que disponía el
gobierno debido a la desorganización de la administración pública ocasionada por las
perpetuas convulsiones políticas entre las que se agitaba México y en particular el territorio
peninsular.
El relator recurrió entonces al método abstracto deductivo. Consideró que los
cálculos relativos al puerto de Sisal “debían ser comunes” (no menores como se había
sostenido reiteradamente) al puerto de Progreso que lo sustituiría. Durante el lapso del 1 de
julio de 1861 al 30 de junio de 1862 habían entrado al surgidero de Sisal, conduciendo carga,
35 buques con 5,812 toneladas y 10 buques en lastre con 1,399 toneladas. Además de este
movimiento marítimo, exclusivamente de importación extranjera, iba a poder calcularse
según De Regil en igual número de toneladas el de la exportación desde Progreso para el
extranjero. El comercio de cabotaje pudo así calcularse en 40,000 toneladas anuales de
introducción y otras tantas de extracción.
Debía sin embargo considerarse que las 22,422 toneladas a que ascendía el
movimiento referido, no representaba igual número de toneladas de carga productivas para
el ferrocarril, pues además de que a los buques procedentes del extranjero no hubiese sido
prudente calcularles por término medio más de una mitad de su medida en carga, en el
comercio de cabotaje representaba un papel muy importante la exportación de sal, que
producida en criaderos naturales a la orilla misma del mar no causaba más fletes que los
marítimos, los cuales no dejaban provecho directo al camino.
“Para no caer en el error y acercarse lo más posible a la verdad”, De Regil calculó en
6,000 toneladas anuales de carga el movimiento que en 1864 se daba en la carretera de Sisal.
“La exactitud aproximativa (sic) de este cálculo se comprueba –confirmaba el autor de la
relación- considerando que los carros que hoy sirven el tráfico entre esta ciudad (Mérida) y
143
Sisal, producen a la empresa propietaria de 28 a 30,000 pesos anuales, cobrando 25 centavos
por quintal de peso.”248
El valor del tráfico que durante el primer semestre de 1861 se registró para el puerto
de Sisal, igual serviría de base para los futuros cálculos. Este era el valor de efectos
importados en seis meses, que registraba la suma de $398,354.09; así como el valor de los
efectos exportados en medio año y que cubrían $235,832.38. Ambos documentaban un
total de $634,186.38.
El valor anual del comercio de Mérida que pasaba por el camino, era de
$1,269,000.00, siendo los principales artículos de importación comestibles y tejidos de
algodón ordinarios, y los de exportación henequén en rama, henequén manufacturado, así
como pieles al pelo y curtidas. Para entonces, los puertos que tenían más tráfico con Sisal
eran Nueva York, La Habana, Belice y Veracruz.
Dicho comercio y el valor consiguiente de los fletes, de acuerdo con los promotores
de Progreso iba a aumentar desde el momento en que se construyese el ferrocarril, ya que
consideraban que este era un medio barato y rápido de comunicación que facilitaba a la
industria y a la agricultura los medios para desarrollarse y crecer. En aquellos tiempos había
una porción de productos que no llegaban a Mérida por la calzada de Sisal y que
proporcionarían impuestos al de Progreso, como el pescado y la sal para el consumo
interior, que se transportaba a lomo de mulas y por carros desde dicho punto de la costa,
donde se encontraban las principales pesquerías y los buenos y naturales criaderos de sal. Al
terminarse el ferrocarril, se aseguraba, igual sería objeto de tráfico la conducción a Mérida
de arena y piedra para los edificios de Progreso. Esto último, hasta 1864 no se había llevado
a cabo por el recargo de los fletes.
Por otra parte, se pensaba, la costa oriental de Yucatán cuyos productos eran
abundantes debido a lo pródigo de sus suelos, iba a progresar notablemente por el
desarrollo que tomaría la agricultura, con la seguridad de poder traer sus frutos de una
manera económica a los mercados consumidores. Para entonces, el maíz, el azúcar, la
melaza, el frijol o las maderas de construcción llegaban por la vía terrestre, debido a lo cual
crecía su valor de manera notable, lo que no iba a suceder, insistían los apologistas del
nuevo puerto, si dichos objetos embarcados en Río Lagartos, San Felipe, Dzilam y otros
144
puntos de la costa septentrional podían llegar a Progreso y de allí ser trasladados a Mérida
sin mayores recargos.
Lo anterior, aseguraban, no podía hacerse por la carretera de Sisal, porque la
diferencia de diez leguas de distancia que había entre aquel puerto y el de Progreso, estaría
condicionado al retorno de las embarcaciones durante ciertas épocas del año, a la
configuración de la costa y a la calidad de los vientos reinantes, así como equivaldría a un
aumento de dos días de esa penosa navegación a la que los marinos de la época llamaban “la
remontada”. Para acreditar que aumentaría el tráfico en la zona, se dijo que desde la
apertura del camino de Progreso, había crecido el comercio con los pueblos de barlovento,
a pesar de que hacia 1864 en el lugar no se habían instalado muelles, carros, alijos, o alguno
de los elementos que contribuirían más adelante a fomentarlo.
Adicionalmente, para esa época se veía como inminente el acrecentamiento de la
agricultura yucateca con motivo de la Guerra de Secesión en Estados Unidos y del trastorno
general que había ocasionado en el mundo, lo cual había disminuido la importancia de la
producción algodonera en aquel país. Durante los conflictos en Estados Unidos, “el
algodón siguió desempeñando un papel significativo en el comercio Norte-Sur. Pero el
algodón ya no era el rey. El Nordeste que ahora producía suficiente alimento para sus
propias necesidades, constituía el mercado más importante para el granjero del Oeste. Y el
Noroeste, que ya no dependía tanto del sur, apartó la mirada de las plantaciones trabajadas
por esclavos hacia el imperio de interminables praderas y grandes planicies.” 249 Todo esto
generó expectativas en Yucatán de que el producto también se cultivase en sus suelos y
adquiriese un notable desarrollo.
De esta manera, los primeros ensayos realizados durante 1862 en la siembra de
algodón, produjeron ventajosos resultados. Dos años más tarde había en la península
15,000 acres de terreno sembrados, que debía producir una cosecha de 1,800,000 libras de
filamento limpio. Casi toda la cosecha de algodón –apenas de calidad inferior al de Sea
Island, Georgia-, se vendió ese año de manera anticipada entre los 15 y 18 centavos la libra.
Para poder exportar al extranjero dicho producto, también se introdujeron en la zona diez
máquinas pequeñas de despepitar y prensar movidas por mulas, y una de ellas por fuerza de
vapor.
249Samuel Eliot Morison, Henry Steele Commager y William E. Leuchtenburg, Breve historia de los Estados
Unidos, México, FCE, 2013, p. 305.
145
En esos tiempos Yucatán se caracterizaba por ser un territorio pobre, con una
reducida clase capitalista y escasos conocimientos científicos en asuntos agronómicos,
debido a lo cual se asumió como extraordinario se presentase un brillante porvenir en un
ramo que desde el primer año de su introducción ofrecía tales resultados. Pero la falta de
interés de los hombres de negocios para invertir en dicha materia, así como la falta de
semillas diversas para estudiar las que fueran más adecuadas a la naturaleza de los suelos
peninsulares, se convirtió en el principal tropiezo con que lucharían los agricultores
interesados para extender el cultivo de aquella planta.
Como alternativa se pensó que debían abrirse las puertas a los capitales extranjeros,
principalmente ingleses que con tanto empeño habían fomentado en Egipto y las Antillas
aquella clase de cultivo. Se proponía viniesen a prestar su ayuda a los agricultores yucatecos,
pues no iban a tener que enfrentar las dificultades para aclimatar esa siembra como les
ocurrió en las márgenes del Nilo, donde además habían obtenido modestos resultados. En
este sentido, Yucatán les ofrecía mucho mayores ventajas.
Se calculaba que después de las 200,000 libras anuales de algodón que limitadamente
se consumieran en el Estado, quedarían para la exportación cuatro mil pacas de 400 libras
que pasarían por el ferrocarril y producirían a estos cuatro mil pesos de flete. En particular
la industria algodonera yucateca -se congraciaba la burguesía local beneficiada-, era
producto de la guerra en Estados Unidos, al igual que la guerra en Crimea había cerrado al
mercado europeo los textiles de Rusia y generado crecido vigor con el estímulo de los altos
precios, a la siembra y cultivo del agave sisalense: el henequén.
Por esas mismas fechas se encontraban en producción numerosos planteles del
textil, que se sembraron y continuaron en crecimiento hasta encontrarse en estado de
explotación. De manera paulatina se había pasado de la producción artesanal, como vimos
en el segundo capítulo, a la maquinaria que de manera lenta y defectuosa despojaba la fibra
del henequén de la parte pulposa que la cubría. Para entonces algunas de las máquinas ya
empezaban a ser movidas por fuerza de vapor.
Yucatán también generaba una mayor cantidad del maíz que consumía. Algunos
productores aseguraban que no se aumentaba su cultivo porque no había forma de
exportarlo sin pagar grandes fletes. Por ello hacía falta una “vía fácil” de exportación, con lo
que aumentaría el cultivo de dicho grano. Este se producía a un precio tanto o más barato
que en Estados Unidos, donde destacaba como un objeto principal de comercio. Y si con el
ferrocarril iba a llegar la inmigración extranjera a explotar los recursos locales, justo era que
146
el pueblo yucateco le ofreciera un camino que fuera desembocadero natural de dichos
productos.
Otra de las fuentes de enriquecimiento de las empresas de caminos de hierro era el
aumento considerable de los viajeros, por las facilidades y economía que ofrecía aquel
sistema de locomoción. Los capitalistas yucatecos suponían que la importancia de esta
demanda no estaba sujeta a reglas fijas, si bien podrían elaborarse cálculos aproximativos.
Nuevamente sirvió de ejemplo Sisal. Entre este punto costero y Mérida había un tráfico
constante anual de tres mil viajeros, cuyos pasajes representaban a razón de 2.50 centavos,
un valor de $7,500 para el mismo periodo. Podía calcularse además en 2,000 el número de
los que no podían pagar pasaje en vehículos de primera clase e iban en los carros de carga y
pagaban cuatro reales por su transporte.
Tomando como ejemplo “un método inglés” para fijar estos cálculos, nación en la
que cotidianamente se “observaban las transformaciones que los ferrocarriles producían en
la vida de los pueblos”, parte del reducido empresariado yucateco de origen español quiso
derivar las importantes ganancias que según ellos el movimiento de pasajes ofrecería al de
Progreso. Las utilidades las fijaron en $17,250 anuales:
147
Finalmente se planeaba establecer el servicio de una línea de vapores que tocaría el
puerto unas cuatro veces al mes, naves que quedarían estacionadas en el sitio por lo menos
durante 24 horas, tiempo que aprovecharían los pasajeros que iban de tránsito de La
Habana a Veracruz y Tuxpan, o viceversa, para que en lugar de quedarse a bordo viajasen a
conocer Mérida, capital de uno de los estados más importantes de la nación mexicana.
Entre las bases que condicionaban la concesión del camino de hierro, estaba la
obligación de construir un muelle y la facultad de percibir por su uso cierto derecho con
arreglo a la tarifa hasta entonces vigente para el muelle de Sisal. Según las ganancias en este
puerto, y sin contar los aumentos que tendría el tráfico en Progreso, aquel derecho
representaría para la compañía involucrada una utilidad de $2,500.00 al año.
El establecimiento de hornos para cal a la orilla del camino, donde se encontraba en
abundancia la piedra calcárea, también iba a ser una fuente importante de ganancias, ya sea
que esos hornos se establecieran por parte de la compañía en cuestión o por particulares.
Antes de morir, E. Robinson había insistido en la importancia que adquiriría este ramo de
industria, cuyos productos iban a tener un ventajoso mercado en Estados Unidos. La
producción de la cal resultaba muy barata, y en Nuevo Orleans y otros puertos del Golfo de
México podía venderse a $15 tonelada y en grandes cantidades, con lo cual la empresa del
ferrocarril obtendría pingues utilidades al año. Otro aumento no despreciable en las
ganancias del camino serían los $5,000 anuales con que por vía de recompensa y en calidad
de donativo iba a contribuir el Estado. Este pago iba a cesar diez años después, si bien en
ese lapso los aumentos naturales del tráfico lo compensarían ventajosamente.
G. S. Pritchett había realizado un examen personal de la vía en que iba a quedar
establecido el ferrocarril Mérida-Progreso, en base a lo cual los promotores consideraban
haber probado al primero la facilidad y economía con que podía llevarse a cabo la obra. El
camino carretero ya estaba concluido y su costo había ascendido a $100,000.00, hecho de
una manera sólida y con arreglo al sistema de Mac Adam. Recorría una línea recta de 42,460
varas mexicanas, sin que en todo ese trayecto hubiese diferencia sensible de niveles o alguno
de los obstáculos que en otros países encarecían la conclusión de trabajos semejantes.
Entre la orilla del mar y el término del camino en Mérida, únicamente había 21 pies
de diferencia en el nivel; no se tenía que atravesar ríos ni elevaciones de alguna clase sino
una planicie casi perfecta. Con poco esfuerzo, el camino quedaría nivelado y en disposición
de recibir los rieles, sin necesidad de elevarlos sino más o menos sobre el nivel en que ya se
148
encontraba dicho camino carretero. A este nunca lo cubrían las aguas, y asentado sobre un
lecho de piedra calcárea ofrecía sólidos cimientos para cualquier obra.
Favorecía a lo anterior, en opinión de aquellos hombres de negocio yucatecos, la
facilidad de encontrar en el territorio estatal por lo menos 500 trabajadores que por el
irrisorio jornal de tres reales diarios, se prestaban “gustosos” a trabajar en el camino bajo la
dirección de inflexibles capataces, preferentemente extranjeros entrenados en las
extenuantes tareas. Además, el ingeniero Santiago Méndez Echazarreta, egresado de la
Escuela Central de París y ex director del ferrocarril México-Veracruz, a solicitud de Pedro
de Regil y Peón había elaborado en 1857 como vimos, el presupuesto de los costos que
tendría el camino de hierro de Mérida a Progreso, el cual ascendía oficialmente y de acuerdo
con los primeros cálculos a $208,835.
En Yucatán había maderas de la mejor calidad para hacer los durmientes de la vía, y
estos podían conseguirse a precios mucho menores que si viniesen del extranjero. De
hecho, no faltaron personas que ofrecieran todos los durmientes necesarios para la obra,
pero la clase en el poder prefirió adquirir por cuenta propia y con disposición exclusiva de
los recursos, dos terceras partes de la materia prima que se necesitase, a pesar de la pobreza
del Estado y la falta casi absoluta de capitales públicos.
La empresa iba a ser muy productiva desde el momento mismo de su realización,
pues según se dijo, las ganancias brutas del camino iban a ascender a $60,250 anuales, y
después de deducir de esta suma el 42% en que se calculaba por término medio el gasto
general de todos los ferrocarriles de Europa, quedaba un superávit de $34,945, equivalente a
una renta del 11 ½ % sobre un capital de $800,000, que era lo que más podía costar el
camino y era el triple de lo que producía la mayor parte de los caminos en Gran Bretaña.
Los resultados iban a ser efectivos desde el momento en que se abriera la línea para
el uso público, y la experiencia de lo que había sucedido en otros países autorizaba a la
facción político empresarial impulsora del tren a Progreso a creer que las utilidades irían en
progresivo ascenso, mucho más si la compañía constructora que representaba Pritchett se
resolviese a prolongar el camino hasta los puntos abastecedores del interior. Además, tal
cual lo solicitaba la compañía, el gobierno yucateco le garantizaba por veinte años un rédito
de 6 % anual sobre un capital de $300, 000, en vez del donativo de $5,000 que por el lapso
de diez años había ofrecido originalmente. Sin embargo, la casta en el poder aclaró a
Pritchett que para hacer efectivas las variaciones del rédito, se iba a tener que recurrir al
supremo gobierno de México, para que todo se hiciese de manera legal.
149
Pero, Pritchett tenía clara la poca seguridad que ofrecía el puerto de Progreso.
Pensaba que el camino de fierro debía construirse a Celestún, el cual era el mejor del
Estado; o en su defecto a Sisal. En aquella ocasión, el propio De Regil convino ante las
autoridades imperiales que a Progreso no podía llamársele puerto, que era apenas una rada
abierta que no ofrecía abrigo alguno ni seguridad contra los vientos del Norte, si bien
sostuvo que solo dirigiendo el tren a dicho punto la empresa podía obtener grandes
ganancias.
La cuestión era de números y con números se lo quería explicar a Pritchett. Entre
Sisal y Progreso no había alguna diferencia, y prestaban tan poca seguridad el uno como el
otro. Con todo, reiteró que había una menor distancia de Progreso a la capital del Estado
que de Sisal a ella. De esta manera quedaba claro que había ventajas a favor de Progreso,
“porque teniendo el camino mayores productos y costos menores, la utilidad que está en
razón directa con el capital invertido, será mucho mayor para los accionistas.” 251
Respecto a Celestún, donde para estos años el Imperio proponía construir las vías
del tren, era ciertamente mejor punto que Sisal y que Progreso. En eso todos estaban de
acuerdo. Sin embargo, los defensores de Progreso interpelaban la decisión, pues aseguraban
que tenía muy poco fondo, que se sentían en él vaciantes que no se experimentaban en los
otros dos y que obligaban a los buques a fondearse a distancias enormes de la playa. Lo
peor del caso, aseguraba la competencia progreseña, era que se encontraba a “triple
distancia de la capital”; estaba muy lejano de los puntos productores del Estado y se hallaba
en uno de los lugares menos poblados de la península.
Para construir el camino de fierro hasta Celestún, no se iba a encontrar una carretera
como la que ya existía en Progreso. Hubiese tenido que abrirse una vía por espacio de trece
leguas, ya que solo estaban en función siete de las veinte que distaba de Mérida. Además,
una parte de dicha carretera hubiese tenido que pasar sobre terrenos anegadizos, lo cual
aumentaría su costo, de modo que si las ocho leguas a Progreso habían costado en
circunstancias más ventajosas $100,000, no hubiesen bajado de $200,000 lo que iban a
costar las trece leguas que faltaban a Celestún.
A este mayor costo en la carretera, dentro de lo que se consideraban trabajos
preparatorios del ferrocarril, los detractores del proyecto “Celestún” agregaban los $450,000
que costaría la diferencia de doce leguas de vía férrea. De esta manera, la línea que iba a unir
251 Idem.
150
a Mérida con el mar, costaría a la compañía involucrada $950,000 en lugar de los $300,000
que habría de costar el ferrocarril a Progreso. Con aquella misma cantidad, bien podía
establecerse un camino de hierro desde Progreso hasta Ticul, que pasaría por Abalá y Muna
y llegaría al centro de uno de los distritos más productivos del interior, en contacto cercano
con los pueblos del camino a Campeche, entre cuya carretera y la que atravesaba la Serranía
Puuc, correría la línea para recoger los productos de ambas regiones.
Finalmente, en la carta de Pedro de Regil se manifestaba que únicamente durante el
invierno existía algún riesgo para los buques que estuviesen fondeados en Progreso, ello a
causa de los vientos del norte que sin embargo no eran tan fuertes como en Veracruz y
otros puntos del Golfo. En las demás estaciones del año, no ofrecía riesgo alguno el puerto,
el cual era asimismo “susceptible, con algunos gastos, de recibir en el futuro mejoras de
importancia.”252
252 Idem.
253 Tomás Aznar Barbachano y Juan Carbó Memoria sobre la convivencia, utilidad y necesidad de erigir
constitucionalmente en Estado de la Confederación Mexicana al antiguo distrito de Campeche, México, Porrua, Gobierno
del Estado de Campeche, 2007, p. 93.
254 La Guerra de Castas, testimonios de Justo Sierra O’ Reilly y Juan Suárez Navarro, México, Conaculta, 2002, p. 410.
151
El 5 de diciembre de 1857, se impuso a su casa de comercio -cuyos fondos estaban
repartidos en diversas plazas de Yucatán, Europa y Estados Unidos-, una aportación de
guerra de 18,000 pesos. Ibarra había desconocido a las autoridades emanadas de la
expresada causa, “tendiendo constantemente a desprestigiarlas, ponerlas en ridículo y
destruirlas; se oponía y resistía tenazmente sus disposiciones, hasta el punto de dejarse
embargar y enajenar parte de sus bienes para cubrir el préstamo forzoso que se le impuso, y
que atendidos sus grandes recursos hubiera podido cubrir en efectivo en menos tiempo del
que transcurrió en las sucesivas subastas…” 255
Poco después, Felipe Ibarra inició una expendición mercantil en América del Norte
y el viejo continente, la que después de prepararse en forma adecuada se llevó a cabo en
1858. En los años del Segundo Imperio, Ibarra se involucró en la defensa de Sisal, donde
tenía importantes inversiones, a su nombre y de su esposa Dolores Regil de Ibarra Ortoll,
así como estaba opuesto al traslado de la aduana marítima y la construcción de la vía férrea
de Mérida a Progreso.
Para 1864, Ibarra era apoderado de los vecinos y propietarios de fincas de la villa y
puerto de Sisal. En esas fechas se dirigió al comisario imperial de Yucatán Salazar Ilarregui,
con el fin de defender, según expuso, los intereses particulares de sus comitentes, del
comercio de Mérida y del país en general, para dejar en el escrito “consignados
sucintamente los datos y motivos que obran en favor de sus representados.” 256
Como primer punto, Ibarra abordó el privilegio exclusivo concedido a Edwin
Robinson en el año de 1861, para que con los recursos de una sociedad anónima que debía
formar al efecto, estableciese una vía férrea que partiría de Mérida y terminase en el paraje
semidesierto de Progreso. Pasaron dos años y al transcurrir gran parte del término y
entender Robinson que era poco el tiempo que faltaba para poder llenar todas las
condiciones estipuladas, ocurrió al gobierno del Estado para solicitar la prórroga del
término en que debía estar concluido el mentado camino. El gobierno se lo concedió,
debiendo expirar el nuevo plazo en enero de 1866.
Los defensores de Sisal no consideraron legal esta prórroga, es decir la renovación
del contrato que favoreció en 1861 a la empresa de míster Robinson. Lo calificaron como
un “despojo voluntario” de los derechos del país, así como propusieron que era más
255Idem.
256Felipe Ibarra Ortoll, “Exposición (al comisario imperial) pidiendo que se dirija el camino de hierro a Sisal y
no al Progreso”, Mérida, 15 de octubre de 1864, BVY, http:/www.bibliotecavirtualdeyucatan,com,mx, N. de
Ficha 29936, N. de Inventario Lib19863.
152
conveniente al comercio de Mérida y del país en general el establecimiento del ferrocarril de
la capital peninsular a Sisal.
Hasta entonces -1864- la opinión parecía haberse inclinado por la vía férrea a
Progreso. Sin embargo, anunció el grupo capitaneado por Ibarra Ortoll, después de
consultar la conveniencia del comercio, del gobierno y hasta de la empresa involucrada, “el
peso de la razón y de los hechos decidió de una manera incontrovertible la preferencia de la
vía férrea hacia Sisal.”257 Los vecinos y propietarios de fincas de Sisal, ofrecieron a su
majestad imperial en la península, una enumeración comparativa de las ventajas que ofrecía
uno y otro punto, para que el representante del gobierno central “se cerciorase de la
verdad”.
257 Idem.
153
Mérida al Progreso, que es a lo que equivale la ampliación requerida en el actual
camino para el tránsito de carruajes, caballerías, etc., etc.; y camino por camino casi
se harían los mismos gastos.
3.-Con la habilitación del Progreso para el comercio de altura, el comercio de
Mérida y por consiguiente los consumidores de sus efectos, sufrirían, sin duda, un
notable recargo en el fletamento de los buques que se dirigiesen a aquel, puerto y en
el aseguro de los cargamentos. La razón es muy sencilla: el único abrigo que hay
para los buques que se encuentran en la costa septentrional de la península contra
los vientos del Norte y frecuentes brisas del Noreste es la ensenada de Campeche en
el punto llamado Celestún. Para llegar a aquel lugar de abrigo, todo el riesgo está en
doblar Punta de Piedra, situada cinco millas a sotavento de Sisal. A pesar de ser
pequeña esta distancia, los buques surtos en la rada de este puerto, alcanzan a doblar
con dificultad aquella punta; y esto sucede, no solo cuando las embarcaciones
fondeadas son sorprendidas por algún fuerte viento, sino aún en los casos en que
con prudencia pretenden ponerse al abrigo antes de hacerse más fuerte el tiempo.
¿Con cuánta más dificultad alcanzarían ponerse al abrigo en la referida ensenada
estando a treinta y cinco millas de Punta de Piedra, que es la distancia de esta a
Progreso? ¿No tendrían las embarcaciones que correr mayores peligros?
Es claro, pues, que esta circunstancia hará a los armadores pretender mayores sumas
por el fletamento de sus buques, y las compañías de seguros aumentarán también
sus premios a los cargamentos que se dirijan al “Progreso” (sic), por razón del
mayor riesgo que correrá el objeto asegurado, pudiendo acontecer que en ciertas
épocas del año aquellas casas se abstengan de asegurar los buques y sus
cargamentos.
Parece que a este hecho se opone la opinión de los facultativos don Buenaventura
Vivó, don Francisco Alcina y don Gerardo Tizón; pero no es difícil que estos
inteligentes marinos que hicieron el reconocimiento del fondeadero de Progreso en
los momentos en que había más entusiasmo por la habilitación de este puerto,
hubiesen obrado por impresión y bajo el influjo de un entendimiento prevenido de
antemano. De esto nadie está libre, y el exponente no tiene el ánimo de
menospreciar las opiniones de aquellos señores, bien graves por otro lado, sobre
todo en la parte en que se trata de las mayores dificultades que se encuentran en
Progreso para el laboreo de las canoas para la carga y descarga.
4.- El comercio de cabotaje de todo el seno mexicano, de mucha más consideración
que el de la costa de barlovento, aún concluido el ferrocarril de Progreso y
habilitado su puerto, continuará haciéndose por el de Sisal, con notable perjuicio de
la empresa de la vía férrea258 y de las operaciones de nuestro comercio por una
sencilla razón.
Las embarcaciones que hacen dicho comercio tendrían que demorarse tres o cuatro
días en remontar las diez leguas que hay de Sisal a Progreso; y esta demora haría
aumentar los fletes, cuyo perjuicio no sería compensable con la disminución que se
insinúa del flete de tierra de este último punto a Mérida. Por este motivo se
258 A pie de página, Rafael de Portas hace comentarios sobre la “Exposición” de Felipe Ibarra Ortoll en
relación con la vía férrea Mérida-Progreso: “Y tan perjudicial debe ser la (dicha) empresa, que calculando de la
manera más reducida que el movimiento de transporte de cabotaje del Golfo asciende a 6, 000 toneladas
anuales de importación y exportación, y que la empresa solo cobrase 20 centavos por quintal, o lo que es lo
mismo, 4 pesos por tonelada, resultaría que dejaría la empresa de percibir $24, 000 por lo menos, lo que no le
sucedería si la línea se llevase por Sisal en que aprovecharían estos transportes”, en: Felipe Ibarra Ortoll,
“Exposición (al comisario imperial)…
154
preferiría hacer dicho comercio por Sisal, aun cuando se sufriese un pequeño
recargo comparativo en la conducción por medio de los cargos ordinarios. Sin
embargo, en la alternativa en que se colocaría la marina del Golfo, los armadores
preferirían a su vez reducir las tarifas de fletes actuales a Sisal viniendo a este punto,
con tal de no remontar hasta Progreso.
Por otra parte, ¿quién garantiza al comercio la disminución en la tarifa de los
actuales fletes que se pagan para Sisal? Según el artículo 14 de la concesión hecha al
míster Robinson, no podrá exceder el flete de 25 centavos por cada quintal de peso
durante cincuenta años (hoy se paga a Sisal por algunos efectos 20 centavos quintal).
Al fijarse aquel tipo (25 centavos) el comercio no está libre de soportarlo, antes bien
el buen sentido práctico hace temer que será el precio que se pagará durante los 80
años señalados. En lugar de la disminución tan prometida habremos obtenido un
aumento sin embargo de la menor distancia.
El cabotaje de la costa de barlovento tampoco favorecerá a Progreso, porque la
mayor parte de los consumidores de sus efectos están en Campeche y la isla del
Carmen, y estos continuarán siendo sus mercados.
Si la situación de progreso de 10 leguas más al Este de Sisal sobre la costa oriental
de Yucatán se considera por su proximidad a los puntos productores aliciente
bastante para que los frutos de dicha costa vengan a alimentar en parte el ferrocarril
de Mérida a Progreso, ¿cuál será la razón por la que esos mismos efectos pasan
frente a Sisal y se dirigen a los mercados de Campeche, Laguna y Tabasco?
Seguramente no será por no poder soportar el flete de Sisal a Mérida. Suponiendo,
por más dudas que se presenten sobre este particular, que la empresa del ferrocarril
pueda disminuir y disminuya el tipo de los fletes que se pagan por Sisal hasta el
grado de hacer imposible la competencia que establezca el tráfico de sangre ¿será
esta diferencia de flete suficiente para traer a Mérida todos los productos del
oriente? Ya se ha dicho y es constante, que siempre han conseguido y seguirán
consiguiendo mejores precios y beneficios en los puertos del Golfo, puesto que si
viniesen a esta capital tendrían que salir nuevamente para los puntos de su principal
consumo, recargando de este modo considerablemente su valor. ¿Y será de poca
importancia el perjuicio que sufra la empresa privándosela de la conducción de los
efectos que importa el comercio de cabotaje del seno mexicano, sin encontrar
compensación alguna en los productos de la costa oriental de la península?
5.-También debe pesar en la consideración de vuestra excelencia la pérdida casi total
de su valor, de la propiedad raíz en Sisal si se trasladase la Aduana a Progreso. El
mínimun de la cantidad en que puede estimarse el valor de dichas fincas, es la de
doscientos cincuenta mil pesos, cuya cifra quedaría reducida a la nulidad. Solo el
Estado tiene en Sisal propiedades por más de $50,000.00 y con lo que se perdiese en
la disminución del precio de estas y los gastos que tendría que hacer el tesoro
nacional en la construcción de los edificios públicos necesarios en Progreso, se
tendría una compensación más que suficiente del pequeño aumento del costo del
ferrocarril de Sisal. El Estado podría dar a la empresa por el aumento de camino la
cantidad que tuviese que impender (sic) en la construcción de aquellos edificios; y
siempre quedará a su favor el ahorro de tiempo y de perjuicios que traerían consigo
aquellas obras nuevas, y el aumento de valor de las antiguas.
6.-Según el decreto de concesión, la aduana de Sisal será trasladada a Progreso
inmediatamente después que estén terminadas las tres primeras leguas de la vía
férrea. El corto espacio de tiempo en que estas pueden concluirse, no es suficiente
seguramente para que puedan ser construidos en Progreso el muelle, aduana,
155
depósitos y demás edificios necesarios al comercio para el desembarque y
conservación de sus efectos, porque, según el artículo 5° del citado decreto, no debe
empezar la construcción de dichos edificios sino después de concluida la primera
media legua.
¿Y esto no traería grandes perjuicios? Téngase presente que Progreso no es hoy sino
una playa casi desierta en la que apenas se encuentran tres o cuatro barracas en
estado de ruina.
Si fuesen positivos los elementos locales que se atribuyen a Progreso, este paraje
debiera ser ya algo considerable, más por desgracia, poco ha progresado a pesar de
las amplias concesiones que le otorgó el decreto de su creación en febrero de 1856,
mientras que en Sisal en estos últimos diez años ha aumentado considerablemente
sus edificios y embellecido su población; y precisamente en los momentos en que ha
estado más amenazado de una completa ruina con la concesión del ferrocarril a
Progreso.
Por las razones ligeramente indicadas a vuestra excelencia, suplica el postulante se
digne, si lo tiene a bien, mandar que el inteligente cuerpo de ingenieros que tiene a
sus órdenes, mensure la distancia, punto principal de la cuestión, que hay en línea
recta de esta capital a Sisal y de la misma a Progreso; ordenar que marinos
facultativos y prácticos reconozcan ambos fondeaderos y hagan una comparación
entre ellos; y si ofrece mejores ventajas Sisal, estipular con los tenedores del
privilegio, la construcción de la vía férrea a este puerto en vez de hacerlo hacia
Progreso..
Sin embargo, si se presenta la alternativa de hacerse el ferrocarril a Progreso o que
Yucatán se vea privado de esta mejora y que esta sea indispensable, entonces puede
vuestra excelencia tener al que habla por desistido de su pretensión. Para este caso
solo suplica que a Sisal se le conserve como cree de rigurosa justicia, la habilitación
competente para el comercio de cabotaje, lo que en nada se opone, según parece, al
repetido privilegio concedido al señor Robinson, a fin de no agravar tanto la
desgraciada situación de aquel pueblo. Si muy poco o nada importa a los interesados
en la empresa del ferrocarril a Progreso, el comercio de cabotaje del Golfo, no
podrán pretender en conciencia que desaparezca Sisal por completo privándolo
hasta del comercio de cabotaje. Si en la práctica resultare un inconveniente para los
intereses generales, la habilitación de Sisal para el comercio de cabotaje solamente,
fácil le será al gobierno suprimirla y el pueblo de Sisal y demás que existen en el
camino de esta capital a aquel punto se resignarán ante la necesidad manifiesta de
aquella medida que les privará tal vez del sustento para sus hijos.
Es gracia y justicia que no dudo alcanzar para sus comitentes.
Mérida, octubre 15 de 1864.- Excelentísimo señor.- Felipe Ibarra Ortoll.259
259 Idem.
156
Progreso, dado que el compromiso del gobierno se encontraba limitado a no permitir la
construcción de otra vía férrea cinco leguas al Este y cinco al Oeste de esta línea, según la
condición 7a del decreto relativo. Asimismo, la línea de Mérida a Sisal que se pretendía
establecer distaba de la anterior diez leguas.
Se calculaba además, que el plazo de la última prórroga concedida por el gobierno
imperial a la citada compañía de Progreso para la conclusión del ferrocarril, expiraba el 31
de diciembre de 1865, y en el corto lapso de tiempo que faltaba (la propuesta de Ibarra
Ortoll se hizo en agosto de 1865) ni siquiera había iniciado la construcción, por lo cual los
defensores de Sisal consideraban caduca la concesión.
Aunque a primera vista las concesiones solicitadas por los sisaleños parecían
mayores que las de Progreso, se solicitaba a las autoridades imperiales en Yucatán que se
estudiaran minuciosamente las bases para entender que el resultado iba a ser contrario a lo
que se creía. Los privilegios que solicitaban los de Sisal eran menos gravosos para el tesoro
público, sobre todo si se examinaba el conjunto y sus efectos.
Para ilustrar los argumentos, los demandantes hicieron una “rápida comparación”.
El ferrocarril de Progreso terminaría en una playa desierta, donde todo estaba por crearse y
construirse. Por el contrario, el de Sisal terminaría en una población formal, en la que
habían invertido en su infraestructura los gobiernos nacionales y locales recursos de un
valor considerable.
La vía férrea de Progreso apenas atravesaría una extensión longitudinal de ocho
leguas y media, en cuyo trayecto no existía pueblo ni villa alguna, y la de Sisal recorrería
mayor extensión en cuya línea se encontraban los pueblos de Caucel y Ucú y la villa de
Hunucmá, y por los flancos las poblaciones de Samahil, Tetiz y Kinchil, las cuales iban a
recibir un impulso de gran consideración.
La compañía de Progreso iba a disfrutar el camino que existía entre Mérida y aquel
punto costero, y en cambio la que solicitaba la concesión al imperio solo podía hacer uso de
tres leguas de las doce y media que tenía de extensión la carretera de Mérida a Sisal, a causa
de hallarse esta muy separada de la línea recta, de manera que tenían que erogarse mayores
gastos.
Si el ferrocarril se establecía hacia Progreso, el gobierno iba a sufrir un doble
perjuicio: uno de lucro cesante y otro de daño emergente. Sufriría la depreciación de los
edificios públicos que tenía en Sisal y las grandes erogaciones que habría de hacer para
construir otros en Progreso, los cuales les costarían una cantidad considerable en relación
157
con la obra misma, la circunstancia de fabricarse en un desierto y la alza que en esos años se
encontraba en los jornales de los operarios, la escasez de estos y los precios excesivos de los
materiales de construcción.
Si la vía férrea se establecía hacia Sisal, no se tendrían que sufrir aquellos perjuicios.
Por el contrario, sus edificios públicos aumentarían de valor. Reduciendo a guarismos la
anterior comparación, quedaba establecida “con la solidez de una demostración
matemática”, que las concesiones solicitadas por la compañía de Sisal eran más económicas
para el tesoro público que las otorgadas a la empresa de Progreso. A las palabras se
agregaba la elocuencia de los números:
Los ciento veinte mil pesos que aproximadamente daría el gobierno a la compañía
del ferrocarril a Sisal, quedarían reducidos a tal vez menos de cien mil pesos si dicho
gobierno aceptaba el donativo que simultáneamente ofrecieron los vecinos de la villa
referida según los documentos y compromisos que previamente se elaboraron, sin contar
con la ayuda que obsequiarían los municipios de Mérida, Sisal y Hunucmá. Las condiciones
bajo las cuales se otorgaba la donación, eran las que comprende la Minuta de Escritura que
entonces se redactó:
260Felipe Ibarra Ortoll, “Exposición pidiendo privilegio para un camino de fierro entre Mérida y Sisal”,
Mérida, 9 de agosto de 1865, BVY, http:/www.bibliotecavirtualdeyucatan.com.mx. N. de Ficha 29936, N. de
Inventario Lib19863.
158
Ante mí el notario público, etc., comparecieron los señores (aquí la relación
pormenorizada), vecinos y propietarios de fincas en esta villa y dijeron: que
deseando el establecimiento de una vía férrea que partiendo de esta población
termine en la ciudad de Mérida, para cuyo efecto se proponen estimular a la persona
o compañía que quiera encargarse de proyectar y realizar la indicada vía por su
propia cuenta y riesgo y de ningún modo por la de los otorgantes; y teniendo estos
en consideración el aumento de valor que adquirirían sus fincas situadas en esta vía
con el establecimiento del mentado ferrocarril, han convenido libre, franca y
espontáneamente y de común acuerdo en donar gratuitamente a la persona o
compañía que se haga cargo de emprender la construcción y explotación de un
ferrocarril de este puerto a Mérida la cantidad de cincuenta mil pesos, que pagarán
los otorgantes en las proporciones siguientes: (aquí la relación de personas y
cantidades) y bajo las precisas e indispensables condiciones siguientes:
1.-No se entenderá contraída dicha obligación por los otorgantes hasta después que
esté construida la mitad de dicho ferrocarril, y eso en la proporción y progresión que
expresan las condiciones siguientes:
2.-Terminada la mitad de la citada vía férrea, solo podrá hacerse efectiva la mitad de
esta obligación; esto es, solo podrá cobrar la empresa veinte y cinco mil pesos, y eso,
dividida esta cantidad en diez mensualidades, y previo aviso dado por la empresa al
representante de los otorgantes con dos meses de anticipación. En el caso en que la
empresa no quiera recibir los citados veinte y cinco mil pesos los otorgantes le
reconocerán esta cantidad con el premio de un ocho por ciento anual desde la fecha
en que se termine la mitad del citado ferrocarril, cada uno sobre sus respectivas
fincas en las proporciones que le corresponda. Si la empresa no da el aviso a que se
refiere la fracción primera de esta condición se entenderá que deja dicha suma a
premio; de conformidad con la fracción próxima anterior.
3.-Solo en el caso en que esté concluida toda la vía se entenderá contraída toda la
obligación, esto es, por los cincuenta mil pesos, la cual hará efectiva bajo las mismas
bases consignadas en la anterior condición respecto de la mitad.
Este compromiso es aceptado provisionalmente por don (aquí el nombre de la
persona que se designe) a quien facultamos para hacer diligencias y excitar a alguna
persona o compañía, a hacerse cargo de la empresa, reservándonos otorgar escritura
hipotecaria a favor de esta persona o compañía, cualquiera que sea, inmediatamente
después que tengamos aviso de ella misma de que existe, cuya escritura será
entonces aceptada por el representante de dicha compañía o empresario.
Declaran que esta donación en nada les perjudica, porque la parte de sus bienes de
que por ella se desprenden quedará resarcida con utilidad en el aumento de valor
que adquieran sus fincas con la construcción del citado ferrocarril; por lo cual, esta,
más bien que donación, es una verdadera especulación y por lo mismo la ley
autoriza este acto.261
261 Notas a pie de página de Rafael de Portas, en: Felipe Ibarra Ortoll, “Exposición pidiendo privilegio…”
159
Sisal, dicha infraestructura tomaría un gran impulso con el ferrocarril a este puerto,
“haciéndose además el gobierno, objeto de las bendiciones de los individuos a quienes
evitaría una ruina segura.” 262
160
Con todo, hacia 1866 los miembros de la Junta de Sisal consideraron caduco el
privilegio otorgado a Progreso, así como irrealizable la concesión a Celestún. En lugar de
buscar a la derecha una playa desierta o a la izquierda un punto lejano –casi el doble de
distancia había de Mérida a Celestún que de la capital yucateca a Sisal-, creyeron más
práctico tomar la dirección hacia este último punto. Con ello se seguía “el respeto a las
costumbres contraídas y a los intereses creados por estas mismas costumbres, siempre que
aquellos fuesen compatibles con el progreso que las nuevas vías de comunicación pudiesen
producir.”264
Los vecinos de Sisal habían solicitado al Imperio el privilegio de la construcción del
ferrocarril a este puerto, y con dicho fin obtuvieron hacia finales de 1865 el permiso para
hacer los estudios preparatorios sobre el terreno. Las investigaciones resultaron
interrumpidas por la noticia de la ratificación imperial ofrecida a los estatutos de la sociedad
formada en virtud de la concesión a Celestún. Debido a ello se creyó que esta empresa se
llevaría a cabo, si bien sobre la marcha el apoyo a dicho proyecto pareció debilitarse.
Simultáneamente, por orden del comisario imperial Salazar Ilarregui se convocó a una
reunión que se realizaría el 6 de mayo de 1866, en la que participarían comerciantes y
propietarios de Mérida a fin de examinar cuál sería el modo y el lugar más conveniente para
llevar a cabo la unión de la Ciudad Blanca con la costa por medio de un ferrocarril.
Cuando se manifestó la posibilidad de unir a Sisal con Mérida por medio de una
línea férrea, la población en el primero de estos lugares creyó útil ofrecer una subvención de
cincuenta mil pesos al Estado o a la compañía que construyese el camino de fierro. No era
una simple suscripción en acciones con derecho a una parte de los beneficios de la empresa.
Era un donativo voluntario que debía hacerse para facilitar la construcción de la obra. Los
principales propietarios suscritos –un total de 23-, estuvieron prontos en contribuir de
manera proporcional a la recolección de dicha suma.
Como en la reunión del 6 de mayo también se defendería el proyecto de ferrocarril a
Progreso, los de Sisal dirigieron al comisario de la 7a División un manifiesto en el que
reproducían la súplica elevada a la emperatriz Carlota cuando desembarcó en Sisal el 22 de
noviembre de 1865. 265 La súplica de los habitantes del puerto se hizo cuando aún estaba
vigente la concesión de 1861 a favor de Progreso y que estaría en pie hasta finales de 1865.
Idem.
264
Mario Humberto Ruz, “Carlota: el imperio de una mirada”, en: Mario Humberto Ruz y Eréndira Peniche
265
García (coordinadores), Del mar y tierra firme. Miradas viajeras sobre los horizontes peninsulares, México, UNAM,
UAC, 2011, p. 172.
161
Las razones expuestas a la archiduquesa para defender el proyecto ferrocarrilero a Sisal, se
reprodujeron para que las analizara Salazar:
Aunque los promotores del trazo de Progreso insistían mucho acerca de las ventajas
que este puerto tomaría a través de un camino de fierro sobre los pueblos y propiedades del
oriente de la península, a los defensores de Sisal les parecía más conveniente distinguir en
266 El movimiento de cabotaje en 1865, había sido “de 372 embarcaciones con 18, 162 toneladas de registro.”
(Rafael de Portas, Notas a pie de página, en: “Exposición de los vecinos de Sisal…”).
267 “Exposición de los vecinos de Sisal…”
162
esta clase de apreciaciones los beneficios principales y generales de los accesorios. El
proyecto ferrocarrilero debía basarse solamente en los primeros. Tanto el Oriente como el
Sur estaban destinados a aprovecharse de la primera vía férrea que se estableciera, y esta
debía considerarse como una cabeza de línea que extendiera en el futuro un brazo al
Oriente y otro al Sur de la península.
Solo una objeción, seria en apariencia, había subsistido contra el trazo de Sisal; era la
diferencia de distancia que tendría que recorrerse entre una y otra línea. La cuestión de la
“lejanía” de Sisal se manipulaba bajo un punto de vista absoluto, sin tomarse en cuenta
diferentes circunstancias y particularmente aquellas en que se encontraría la explotación de
un ferrocarril de Progreso a Mérida. Además, por lo menos hasta 1865 no se contaba con
documentos que precisaran las verdaderas medidas en ambos trayectos.
En la reunión del 6 de mayo de 1866 se presentaron cálculos que indicaban que la
extensión del camino de Mérida a Sisal era una tercera parte mayor que la que conducía a
Progreso. Es decir, que en lugar de las ocho y media leguas que se daba a este último
trayecto, había once y media leguas en línea recta a Sisal. Igual se dijo en la reunión, que a
causa de algunas dificultades en el terreno, los gastos de construcción serían dobles.268
Una subscripción abierta a favor de Progreso en aquellas conversaciones, reunió
120,000 pesos, cantidad que para finales del mes se había convertido en 150,000 pesos.
También algunas adhesiones se presentaron a favor del trazo a Sisal, las cuales importaron
46,000 pesos. Las personas que inscribieron sus nombres en la lista de Progreso, se
adhirieron “más bien por los deseos de que se construya un camino de hierro cualquiera
que sea, que por preferencia a uno u otro trazo, siempre inclinados por aquel que recibiese
la sanción del gobierno…”269
La reunión quedó aplazada para el 20 de mayo, y desde el día siguiente un ingeniero
acreditado que servía al gobierno, se encargó de hacer el trabajo sobre el terreno para
determinar la distancia exacta entre Mérida y Sisal. Un plano al respecto, firmado por su
autor, indicaba entonces que de Mérida a Sisal había 44, 666 metros, o sea 10 ½ leguas, es
decir 45 kilómetros, con lo cual quedaba demostrado que dicho trazo no medía 48,185
metros, u 11 ½ leguas como se pretendió aseverar desde un principio, y que la diferencia
268 Idem.
269 Idem.
163
indicada de tres leguas entre las dos distancias se reducía a una tercera parte menos, o sea a
dos leguas.
Pero la menor distancia no podía motivar la preferencia hacia este último punto, ya
que otras circunstancias que hasta entonces no se habían tomado en consideración hacían
aparecer la cuestión bajo un punto de vista completamente distinto, debido al cual
quedaban todas las ventajas del lado de Sisal. Los promotores de Progreso admitían que
350,000 pesos era una cantidad suficiente para la construcción de la línea, y que era
necesario el doble de esta suma para establecer la de Sisal.
Se había hecho valer principalmente como facilidad para la ejecución del camino de
fierro de Progreso, la oportunidad de poderse servir del camino carretero en línea recta
desde Mérida hasta aquella playa. Pero este camino de segunda clase y por consiguiente de
mediana anchura, era indispensable para la circulación ordinaria, y de colocarse ahí los
rieles, hubiese sido necesario construir otro nuevo, so pena de cerrar el paso a las relaciones
cotidianas de las haciendas y vecinos de la capital. Como consecuencia, los gastos de
construcción iban a ser iguales a los que erogarían los terraplenes para la colocación de la
vía férrea, es decir 60,000 pesos de acuerdo con datos del Ministerio de Fomento.
La aseveración de que el camino por Sisal erogaría dobles gastos de construcción
que por Progreso, solo podía explicarse en vista de la dificultad que se suponía existía en la
mayor extensión de ciénaga que había en el trazo de Sisal, además de la mayor distancia que
era de dos leguas.
No obstante, el valor que se pretendía dar a estas estimaciones era excesivo, de
acuerdo con los vecinos sisaleños, ya que el trazo de Progreso atravesaba la ciénaga
perpendicularmente, en tanto que para ir a Sisal era necesario atravesarla oblicuamente en
una extensión de 1 a 1 ½ leguas. Cada año los fuertes calores secaban esta laguna, y después
de quitar la capa de tierra arcillosa salífera que la cubría más o menos un metro, se
encontraba suelo firme. Así, la diferencia de gastos entre tomar la ciénaga oblicuamente o
en línea recta resultaba insignificante.
En cuanto a los trabajos de terraplenes que debían hacerse en ambos caminos, eran
iguales, puesto que la configuración topográfica del terreno era la misma en ambas
direcciones.
Según los promotores de la línea de Progreso, los gastos de su construcción iban a
ascender a 350,000 pesos. En el caso de Sisal, si se consideraba que el costo de la obra se
elevaría una tercera parte más que la cifra supuesta, esto significaría 460,000 pesos por las 8
164
½ leguas, es decir 55,000 pesos por cada legua. Pero, ni siquiera había razón para pretender
que cada legua que se añadía a esta distancia debía aumentar los gastos de la obra total en la
misma proporción, dado que en la cantidad de 460,000 pesos se comprendía el precio del
material, de las dos estaciones y otros gastos generales que no aumentaban con la mayor
extensión de la línea, sobre todo cuando la diferencia era de dos leguas. Considerándose
estos últimos gastos en 100,000 pesos, era pues en la proporción relativa a 360,000 pesos
que debía calcularse el exceso de las dos leguas.
De este modo resultaba un aproximado de 40,000 pesos por legua, o sea 80,000
pesos por las dos leguas. Esa era la verdadera cifra que era preciso aumentar a los gastos del
trazo de Sisal sobre los de Progreso. Y esta cifra más la cantidad que importaba el gasto por
la mayor extensión de la ciénaga, se hallaba muy lejos de los 350,000 pesos indicados como
un recargo de gastos en los documentos presentados para demostrar la preferencia del trazo
de Progreso.
El camino de fierro de Sisal iba a costar de 500,000 a 600,000 pesos, ya que esta
suma era la indispensable para crear una obra tal cual convenía a un país privado de los
recursos necesarios para reponer y reparar los materiales, y de tal naturaleza que los
productos brutos no fueran absorbidos completamente por los gastos de explotación que
aumentaran en una proporción incontrolable en los caminos construidos, fuera de las reglas
del arte y dotados de materiales de explotación defectuosos.
Otro aspecto a analizar era la situación en que la explotación debía colocar a cada
uno de los dos trazos ferroviarios. Para esas fechas, la cantidad pagada por el transporte de
mercancías entre Mérida y Sisal era aproximadamente de 60,000 pesos, correspondiente a
15,000 toneladas (de 2,000 libras). El camino de fierro de Sisal recogería esa suma, y como
su creación haría nacer en los alrededores nuevas industrias, desde el principio la cifra iba a
aumentar, y el aumento permitiría a la compañía explotadora bajar la tarifa en beneficio de
algunas materias primas que entonces pagaban fletes crecidos por los transportes ordinarios.
Todos estos elementos justificaban la concesión del camino de fierro, pues eran
bastantes para cubrir los gastos de explotación, además de entrever una legítima ventaja a
favor de los capitales que tomasen parte en la empresa. El comercio de cabotaje además,
tendría siempre mayores ventajas en Sisal, aun cuando no encontrase allí un camino de
fierro para transportar sus mercancías a Mérida. En tal virtud, la línea de Progreso iba a
quedar privada de aquellos transportes. Pueril hubiese sido también pretender, en aquella
época y espacio, que la vía férrea era indispensable al “comercio de a pie”. Aun en el caso
165
de que la compañía del camino de fierro bajase su tarifa a menos precio que los carros para
atraerse aquellos fletes, al ser palpables los inconvenientes expuestos respecto a Progreso,
iba a ser muy difícil que los obtuviese.
Según los registros, hasta 1865 habían entrado a Sisal 186 embarcaciones de
cabotaje, con 9,081 toneladas de mercancías. Estos mismos buques volvieron a salir
cargados del puerto. El movimiento fue de 372 embarcaciones con 18,162 toneladas de
registro, y capaces de llevar una tercera parte más, es decir 24,216 toneladas. Algunas de las
embarcaciones de cabotaje entraron o salieron en lastre, por lo que redujeron a dos tercios
su porte y dieron como resultado que en Sisal se verificara un movimiento de 8,072
toneladas de efectos solamente en el comercio de cabotaje.
Después de restar este número de toneladas a las 15,000 que representó el
movimiento general, quedaban 6,928, o bien una cifra entera de 7,000 toneladas para ser
transportadas por la línea de Progreso, y las que hubiesen producido sobre 28,000 pesos si
se calculara el flete según la tarifa para entonces vigente. Este hubiese sido el producto
bruto que pudiera obtenerse en dicha línea.
Esta suma, que debía aumentarse con el importe de algunos pasajes, no estaba en
proporción con los gastos que requería la explotación de la línea. Una explicación al
respecto la ofreció Henry van Stuckle, antiguo director de los caminos de fierro de Alsacia y
autor de una importante obra sobre las vías de comunicación en Estados Unidos, publicada
en París en 1847 como resultado de una misión científica auspiciada por el gobierno
francés. Van Stukle había participado como asesor en los estudios del camino a Sisal e hiso
algunas indicaciones de las que extraemos las siguientes notas:
166
objetos tan diferentes entre sí, aplicarlas como punto de comparación a otros, es
caer en un error profundo.
Un camino de fierro puede compararse a un instrumento cuyo uso es dispendioso
aun cuando sirva pocas veces y que cuando llega a servir con frecuencia cuesta
mucho menos, comparativamente al trabajo en que se emplea. Me explico: La
explotación de un camino de fierro requiere gastos permanentes y accidentales o
proporcionales; los unos fijos, los otros en proporción de la circulación.
Los gastos fijos comprenden la vigilancia de la vía, el servicio en las estaciones, la
percepción, la dirección; en fin, los gastos generales. Muy poca diferencia podrá
encontrarse respecto de estos gastos, en una línea de diez kilómetros más o menos
de extensión.
Los gastos accidentales o proporcionales son: el cuidado y la reparación de la vía, de
las máquinas, del material movible, los gastos de locomoción propiamente dichos;
todos, por lo que toca a la circulación, al movimiento.
Arreglando la explotación de un camino de fierro de Sisal a Mérida, bajo el pie más
económico, el gasto anual fijo vendría a ser, según el pormenor establecido, de
14,400 pesos, y sería el mismo, sin variación del número de convoyes, ya sea que se
haga uno o cinco diariamente.
Un convoy diario para ir y venir, satisface por hoy a todas nuestras necesidades; así
pues, solo se tendrían que recorrer por ahora 90 kilómetros por día. Los gastos
proporcionales, aplicados a esta extensión se pueden calcular en 0.75 centavos. Es
necesario no perder de vista que estos gastos comprenden los reparos de la vía
férrea, de muebles, útiles, máquinas y vagones, el consumo de combustible, aceite y
grasa, los sueldos de maquinistas y fogoneros; en fin, para precisar mejor esta cifra
es indispensable tomar en cuenta la carestía del combustible y las condiciones tan
desfavorables en que se encuentra aquí cualquier trabajo mecánico. De lo antedicho
resulta, que los gastos de explotación del camino de fierro de Sisal serían anualmente
sobre una extensión de:
Según lo que antecede, la explotación de un camino de fierro, colocado en las mismas condiciones
que el de Sisal, pero teniendo que recorrer solamente 35 kilómetros (8 ½ leguas) en lugar de 45 con
un convoy diario, sean 70 kilómetros diariamente y 25, 550 kilómetros en el año gastaría:
167
Total $33, 562.270
Los vecinos de Sisal consideraban que ante las contundentes cifras ofrecidas por
Stuckle, era inútil prolongar sus argumentos. Aquellas sumas nulificaban el recargo
exagerado de gastos que podía ocasionar la explotación de dos leguas de aumento. Con ello
también se pretendía establecer el porvenir del camino de fierro de Progreso, cuya
explotación sería estéril y llena de desengaños, pues los productos brutos apenas alcanzarían
para pagar los gastos y otras veces ni siquiera llegarían a cubrirlos. Por su parte, los
principales puntos que justificaban la conveniencia del trazo de Sisal fueron resumidos por
sus vecinos:
Como los recursos propios del país iban a ser insuficientes para reunir el capital que
se requería en la construcción y explotación del primer ferrocarril en Yucatán, ya fuese
dirigido a Progreso o a Sisal, el auxilio del Estado tendría que ser solicitado tarde o
temprano. Este apoyo se recargaría menos si se ofrecía a Sisal –opinaban sus impulsores-,
270 Idem.
271 Henry van Stuckle, Vías de comunicación en los Estados Unidos, París, 1847.
168
porque en el caso de Progreso impondría al gobierno peninsular otros mayores e
inesperados desembolsos.
169
Lo bajo de la costa por donde se abre camino el mar como en las bocas de Río
Lagarto Dzilam y Salinas, pueden explicar la formación de esta faja pantanosa, que
perjudicial a las carreteras públicas, lo es también a la salud, puesto que, no a otra
causa en nuestro concepto debe atribuirse lo dañoso de las brisas o vientos del
noreste que dominan desde el Cabo Catoche hasta Campeche, y vienen corriendo
sobre ella, impregnándose de sus mismas pestilencias (Sociedad Mexicana de
Geografía y Estadística) (sic), de manera que, tanto el Progreso como Sisal están
ceñidos por la ciénaga, y si es insalubre Sisal, lo es también Progreso .275
El señor Tizón, al demarcar la situación de Progreso, dice que corre en dirección del
Este 6° Norte, al Oeste 6° Sur; y los señores Alcina y Vivó dicen que corre del
Norte 81° Este, al Sur 79° Oeste, verdaderos del mundo; o lo que es lo mismo, del
Este 9° Norte, al Oeste 11° Sur, advirtiéndose entre ambas situaciones una
diferencia de 3° por el Este y 5° por el Oeste en un caso. Ahora bien, los tres son
marinos científicos y de respetable autoridad, pero ¿a qué situación nos atendremos?
La náutica es una ciencia y sus reglas son exactas; no es posible, pues, que para uno
3 y 2 sean 5, y para los otros no, lo cual nos hace deducir que o el uno o el otro no
275Notas a pie de página de Rafael de Portas, en: Juan Miguel Castro Martín, “Informe razonado y
comparativo…”
170
estuvieron en el punto que demarcaron. Nosotros no somos náuticos, pero no por
eso dejamos de conocer sus teorías.276
Por su parte, Castro también acusaría en la reunión a los vecinos de Sisal por lo
poco que se habían “ocupado de inquirir y examinar las circunstancias y cualidades
peculiares de Progreso”. La acusación era contra los vecinos -el pueblo- de Sisal, ya que si
bien había propietarios de fincas en dicho punto, estos eran miembros de la casta
gobernante avecindada en Mérida, algunos de los cuales, además, estaban integrados a la
causa que favorecía a Progreso. De hecho, el plan que empezó a promover la formación y
habilitación de dicho puerto en 1844, según testimonios del propio Juan Miguel Castro,
había sido obra de vecinos y comerciantes de Mérida propietarios en Sisal. En idénticas
circunstancias, sentenciaba el hacendado, “dueños de principales fincas de Sisal se
adhirieron a este proyecto (el de Progreso), y ahora para llevar a cabo la vía férrea a dicho
punto, representan acciones en número respetable.”277
La postura de Castro era la de un grupo relativamente minúsculo –liberal- ubicado
en la cima de la sociedad yucateca, identificado con la idea de elaborar un proyecto de
nación278, de participar en la formación de un Estado basados en la “antisocial e
inhumanitaria” doctrina económica de la modernidad 279. Sobre la marcha, esta facción
encontraría a sus “enemigos más duraderos” no entre los conservadores o extranjeros sino
entre los otros sectores capitalistas, dirigentes liberales, fuerzas populares urbanas, indígenas
y/o campesinos contrapuestos a los proyectos oficiales cuyas acciones contrahegemónicas
transformarían en el siglo XIX las relaciones entre poder y sociedad.280 En medio de la
cruenta Guerra de Castas, Castro ofrecía el ejemplo de una particular lucha de intereses
entre la burguesía criolla local:
276 Idem.
277 Juan Miguel Castro Martín, “Informe razonado y comparativo…”
278 Florencia Mallon, Peasant and Nation: the marking of post colonial Mexico and Peru, Berkeley, University of
trabajo, los autores estudian la modificación de las relaciones entre poder y sociedad en el siglo XIX mexicano,
a través de la historia electoral latinoamericana).
171
capital posee más de una vez embarcaciones de mayor porte en propiedad, y
también en sociedad con el extranjero, llevando igualmente transacciones y demás
operaciones de importancia. ¿Y el comercio prescindiría de consultar lo conveniente
en los riesgos de uno y otro punto de la costa al decidirse por Progreso, siendo
como son de mayor cuantía sus intereses que los intereses de los vecinos de Sisal
por sus canoas costeras y de alijo? 281
Para Juan Miguel Castro Martín y el círculo criollo cuyos intereses defendía, Sisal era
un punto aislado, que solo la protección de la capital meridana le había permitido “ser
algo”, pero que ya no podía ser más. Por el contrario, Progreso tenía en sus inmediaciones,
a barlovento y sotavento, varias poblaciones interesantes y productoras de la costa oriental.
De Sisal a Hunucmá era casi un desierto, en tanto de Progreso a Mérida había sobre el
camino 14 poblaciones de importancia y otras muchas a corta distancia productoras de
henequén, con cría de ganado vacuno y caballar entre las más diversas especies.
En su informe, Castro hizo una interminable lista de comparaciones entre las
bondades de Progreso y lo que para él eran las inconsistencias de Sisal. Contrario a lo que
pensaban los defensores de este puerto, para los progresistas la costa de Sisal era una rada
cualquiera, y las embarcaciones, reiteraban, estaban expuestas a empeñarse en Punta de
Piedra, al levar ancla para correr los nortes. La rada de Progreso, sin encontrarse empeñada
por Punta de Piedra, era mejor: de más calado y profundidad. Sisal no tenía ni podía tener
un punto de abrigo para embarcaciones de ningún calado, y en cambio Progreso contaba
con “un lago” de vasta extensión que corría paralelo al mar, y que uniendo sus aguas podía
formarse en él un punto de abrigo, al menos para embarcaciones de tráfico de menor
calado.
La extensión de la población de Sisal, argumentaba Castro Martín, solo medía de Sur
a Norte 350 varas; y de Este a Oeste 800 varas. Progreso medía de Sur a Norte 1,050 varas,
y de Este a Oeste 2,000 varas. Sisal tenía la ciénaga inmediata, profunda y dilatada. Progreso
la tenía mucho menos inmediata, mucho menos dilatada y poco profunda; sus aguas
además, descendían en parte al lago que era, según el informe, “de agua viva”. Sisal era
insano, bastante insalubre. Progreso era saludable y muy sano.
281Juan Miguel Castro Martín, “Informe razonado y comparativo…” (A pie de página, en relación con este
párrafo Rafael de Portas comentó que los comerciantes meridanos durante mucho tiempo habían intentado
hacerse navieros, y ello siempre había resultado un fracaso, no llegando ni a una docena los buques en los que
habían invertido recursos. Lo anterior hacía suponer a los de Sisal sobre las insuperables causas que habían
obligado a los primeros “a abandonar la idea de ser barqueros.”).
172
Se aseguraba que Sisal tenía poca pesca, ni aun la necesaria para el consumo de “su
corta” población. Progreso la tenía abundante y variada, no para su inexistente población
sino para surtir a la capital peninsular y para su exportación. Sisal carecía de sal para su
consumo y debía ocurrir por ella hasta una distancia de doce leguas. Progreso la tenía a sus
puertas y desde sus criaderos se surtía al interior del departamento. Sisal distaba de la capital
63,700 varas. Progreso únicamente distaba 42,460 varas. Para la conducción de los
productos que salían en carros de Mérida rumbo a Sisal, se necesitaban hacer dos jornadas
de un día y dos noches. Para conducirlos a Progreso, lo realizaban los mismos carros en una
sola noche.
Como consecuencia de lo anterior, el ferrocarril de Sisal iba a costar al
departamento yucateco en la exportación de sus productos, en la importación de las
mercancías para su consumo así como en los costos de pasajes, un 50% más de lo que le
costaría el ferrocarril de Progreso. La vía férrea del primero, reiteraban sus detractores, le
haría pagar al país una fuerte contribución por el máximo de fletes y pasajes en un tiempo
determinado, además de los gastos de su conservación y reparos.
Obviamente, los de Sisal consideraban falsos los datos de sus enemigos.
Particularmente en relación al trayecto del ferrocarril, al no tener Sisal más de 9,000 varas
Progreso solo provocaría un gasto mayor en lo que importasen los rieles, durmientes y
clavos, al igual que en los costos por jornales en la instalación. Los gastos generales serían
absolutamente iguales para ambas vías, puesto que la empresa iba a basarse sobre el
movimiento mercantil de Mérida, fuese para uno u otro lado. Con respecto a los mayores
gastos de conservación y reparos, serían relativos al pequeño aumento de la vía, aunque al
dirigirse la empresa hacia Sisal esta obtendría mayores productos, por la conservación en el
puerto del importante comercio de cabotaje del Golfo de México, lo cual no tendría
Progreso. Si al menos se dejase a Sisal el comercio de cabotaje, clamaban pueblo y
empresarios de este punto costero, los mayores frutos para la empresa recompensarían
suficientemente el recargo en los gastos de construcción así como de reparación y
conservación.
173
la política peninsular. El 10 de junio de este año, Manuel Cepeda Peraza resultó electo
constitucionalmente como gobernador de Yucatán, y varios de los involucrados a favor del
proyecto progresista quedaron integrados a su gabinete, entre otros: José de María Vargas,
vicegobernador; Donaciano García-Rejón y Olegario Molina Solís, consejeros propietarios
de Gobierno; y José Rendón Peniche, jefe de Hacienda.282 A Ricardo Molina Solís, hermano
de Olegario e identificado con la causa a favor de Progreso, se le dio el estratégico
nombramiento de jefe de la aduana de Sisal.
José de María Vargas había luchado desde 1857 al lado de los republicanos. El 4 de
agosto de ese año, una sublevación conducida por Isidro González tomó la villa de
Maxcanú, declaró nulas las elecciones estatales anteriores, desconoció a las autoridades y
proclamó gobernador provisional de Yucatán a Vargas, si bien la acción no resultó efectiva
ya que al día siguiente González y su tropa abandonaron la población por falta de
seguidores.
Hacia finales de 1868, la agitación política en el Estado hizo que la capital Mérida
fuese declarada en estado de sitio, y se dispuso que el gobierno lo asumiera la autoridad
militar. En virtud de ello, el 1 de febrero de 1869 se le confirió el mando político y militar al
coronel José Ceballos Cepeda. Asimismo, por ausencias del gobernador Cepeda Peraza,
José María de Vargas tuvo a su cargo el mando político en dos ocasiones: del 25 de junio al
2 de agosto de 1868 y del 19 de septiembre del mismo año al 1 de febrero de 1869.
Finalmente, Vargas presentaría su renuncia como vicegobernador el 2 de abril de 1869, tras
la muerte de Cepeda Peraza el 3 de marzo de dicho año.283
Los consejeros del gobierno de Cepeda Peraza, Donaciano García-Rejón Mazó y
Olegario Molina Solís, igual habían defendido la causa republicana yucateca desde diferentes
trincheras. El primero como vimos era miembro del clan García-Rejón, promotor desde los
años cuarenta de la fundación de Progreso, así como Molina Solís era descendiente por la
vía paterna del mismo grupo familiar, ambos con inversiones en el futuro puerto. Se daban
entonces los inicios de la ascendente carrera política -y más tarde económica- de Molina,
cuya proyección trascendería a las esferas del poder nacional durante el porfiriato.284
282 Comunicado de José Rendón Peniche, jefe de hacienda de Yucatán, al secretario de Estado y del Despacho
de Fomento de la República Mexicana, Mérida, 9 de mayo de 1868, BVY,
http/www.bibliotecavirtualdeyucatan.com.mx, N. de Ficha 29936, N. de Inventario Lib19863.
283 Augusto L. Peón Acevedo, Op. cit., p. 172.
284 Mariza Pérez de Sarmiento, Historia de una elección; la candidatura de Olegario Molina en 1911, Mérida,
174
Paulatinamente, Olegario Molina Solís se convirtió en el personaje más destacado de
la oligarquía yucateca, en uno de los hombres más poderosos de la península. Además de
los cargos de elección popular, incluso el de gobernador de Yucatán, desempeñó diversas
funciones en gobiernos estatales y se hizo ministro de Fomento de Porfirio Díaz. “Se asoció
con Eusebio Escalante y Manuel Dondé Cámara para fundar la primera compañía de
Tranvías de Mérida, y en 1880, con su primo (por la vía materna) José Rendón Peniche, con
Pedro G. Elizalde Cantón y Rodulfo G. Cantón para tender las primeras redes
ferroviarias.”285
Olegario Molina Solís era oriundo de Bolonchén de Ticul (hoy Bolonchén de
[García-] Rejón, Campeche), donde nació en 1843. Estaba casado con María Dolores
Figueroa Milán.286 Su hermano Ricardo Molina Solís, jefe de la aduana marítima de Sisal
durante el gobierno de Cepeda, era también defensor de la traslación de dicha aduana a
Progreso y había contraído matrimonio con Luisa Hübbe García-Rejón, hija de Johan
Heinrich Hübbe Heyer y María Gertrudiz García-Rejón Mazó, nacida en Seybaplaya (actual
estado de Campeche)287, hija de Joaquín García-Rejón Carvajal –pionero de la fundación de
Progreso- y hermana de Donaciano García-Rejón Mazó.
Por parte de los Molina, un primer ancestro identificado era el español José de
Molina, que junto con su hermano Juan se había establecido en la ciudad de Campeche a
principios del siglo XVIII. José se casó en Valladolid, Yucatán, en las postrimerías de la
dominación española con María Bastante y García-Rejón; ambos dieron origen a diversas
generaciones familiares, entre ellas la de sus bisnietos Olegario Molina Solís y hermanos. 288
El político y hacendado José María Rendón Peniche también había coadyuvado al
triunfo del general Manuel Cepeda Peraza contra el régimen de Maximiliano de
Habsburgo.289 Era hijo de Vicente Rendón Buendía, que había adquirido lotes en Progreso
durante los remates de 1857, y de Benigna Peniche Ruz. 290 Por la vía paterna era sobrino de
Manuel de Castro Rendón, casado con Antonia María Martín Turión y padre de Juan
285 Sergio Quezada Yucatán. Historia Breve, México, El Colegio de México, Fideicomiso Historia de las
Américas, Fondo de Cultura Económica, 2011, p. 170.
286 Olegario Molina Solís-Sanchiz (IIH-UNAM)+Gayol: (CEH-ColMich),
wwwgeneanet.org/Sanchiz?lang=es&p=Olegario&n=molina+solis
287 Ricardo Molina Solís-Sanchiz (IIH-UNAM)+Gayol (CEH-ColMich),
gw.geneanet.org/sanchiz?lang=es&p=Ricardo&n=molina+solis
288 Juan Francisco Peón Ancona, “Llegaron los Molina”, Diario de Yucatán, Mérida, 24 de agosto de 2012.
289 El primer riel de la línea ferroviaria de Yucatán,
sipse.com/…/elprimerrieldelalineaferroviariadeyucatan151253.htm
290 José María Rendón Peniche-Sanchiz (IIA-UNAM)+Gayol (CEH-ColMich),
gw.geneanet.org/sanchiz?lang=es;p=jose+maria;n=rendon+Peniche
175
Miguel Castro Martín. Antes de afiliarse a la causa republicana 291, tuvo participación activa
en la Guerra de Castas y Santa Anna lo nombró administrador de rentas en la isla del
Carmen.292 Electo Cepeda en 1868, se le designó para fungir como jefe de Hacienda y
Crédito Público. Fue diputado federal, y entre 1873 y 1874 se desempeñó como presidente
del ayuntamiento meridano.
176
impuesto que se cobraba en virtud del decreto de 19 de noviembre de 1867, destinado a la
reparación general de las vías terrestres del estado de Yucatán.
En principio, hacia los primera mitad de 1868, los progresistas intentaron dejar para
tiempos más venturosos el proyecto del ferrocarril, y pensaron limitarse a lo más inmediato
que era la conclusión y perfeccionamiento del camino, la creación de un muelle y de una
aduana así como la habilitación general del puerto. José María Rendón solicitó al ministerio
de Hacienda y Crédito Público del gobierno federal, se le autorizara como agente suyo para
recaudar los fondos que le correspondían en el Estado, dedicarlos a dichos objetivos para
verse realizados antes de dos años y quedar después dichos fondos libres de ser destinados a
otros fines de igual naturaleza.
Para calcular los capitales invertidos en Sisal en las construcciones que iban a quedar
abandonadas cuando el comercio cambiara su curso, Rendón acudía a los catastros -
formados en virtud de las apreciaciones de los mismos propietarios-. Según estos, el valor
de la propiedad urbana en Sisal ascendía a $22,977.64. Al aumentársele el tercio, que era la
única rebaja que autorizaba la ley, se hubiese tenido un capital de $34,465.96, y suponiendo
que hubiese habido ocultamiento en las manifestaciones del verdadero valor de las fincas, el
total hubiese podido aumentar al doble, es decir $68,000.00. Esto era suficiente para que la
facción criolla en el poder considerase justo que se auxiliase a las personas perjudicadas, que
se les indemnizara, se les cediese terrenos u otros privilegios sin que por ello se sacrificase
“el interés general por el particular.”
De acuerdo con el proyecto hegemónico liberal, no todos merecían la protección del
régimen. Los privilegiados del sistema debían ser los que daban mayor ensanche a la riqueza
y trabajo a los pueblos. En este sentido, un gobierno no podía prohibir la introducción de
máquinas de vapor aplicables a la fabricación de tejidos solo porque perjudicaba a los que
únicamente tenían telares de mano. Progreso ofrecía grandes ventajas frente al puerto de
Sisal en el proceso de modernización de Yucatán. Para iniciar la concreción del plan,
Rendón le insistió al ministerio de Hacienda y Crédito Público:
1.-Que ordene que todos los productos del impuesto de 19 de noviembre próximo
pasado, ya recaudados o por recaudar, ingresen a esta Agencia.
2.-Que me autorice para que con dichos fondos proceda desde luego, ya sea por mí,
o de acuerdo con el gobierno del Estado, o nombrándose una junta de personas
respetables que entiendan en el asunto, a la conclusión del camino de Mérida a
Progreso, y la construcción simultánea de un muelle y un edificio propio para
aduana.
177
3.-Que una vez concluidas esas obras, que considero será en un año y medio, se
traslade a dicho punto la aduana de Sisal.
4.-Cada mes se enviará cuenta documentada al ministerio, de los gastos que se
hubiesen erogado en la obra.295
Todo lo acompañó José María Rendón con publicaciones de años anteriores, las
cuales reforzarían los argumentos del grupo defensor del proyecto ante las nuevas
autoridades republicanas. Estas opiniones de apoyo ayudarían a formar una más clara y
exacta idea de la importancia y conveniencia del proyecto en cuestión, las cuales el
funcionario yucateco puso a consideración del ministerio de Hacienda y Crédito Público
nacional.
178
convertido en una cuestión de partido, hasta el grado de hacer figurar en ella los
resortes de la política, haciéndose referencias a extranjeros, insinuando pero sin
demostrar, la presencia de intereses mezquinos y personales en la oposición a
Progreso. Nada extraño será que como en toda cuestión de partido, veamos mañana
convertidas en excusas, satisfacciones y plácemes las amenazas y dicterios vertidos
hoy bajo la capa del celo en que mal se oculta, pues por sí solo se denuncia, un amor
propio mal entendido, herido, o el despecho más incalificable.297
El grupo dirigente blanco daba por hecho “la general persuasión” que existía entre
los habitantes del Estado de llevar a cabo su proyecto, es decir cambiar la aduana y construir
el ferrocarril. Pero esta cuestión no estaba lo suficientemente discutida. Si alguna persuasión
podía existir en la generalidad de los habitantes del Estado, era la de que ni siquiera se había
procurado persuadirlos, pues ni se publicaban y hasta perecía que se ocultaban los pasos
que se daban para conseguir la traslación.
En las publicaciones a favor de Progreso, por lo general se decía y se reiteraba que el
cambio a aquel puerto era lo mejor. Cuando se presentaban opositores a la idea, en lugar de
rebatir sus razones y fundamentos se pretendía imponer el silencio. A los disidentes se les
tildaba de egoístas, de rémoras; se les aseguraba que la cuestión estaba resuelta, que Yucatán
lo requería así, que lo decían ellos y que con eso era suficiente.
Entre 1844 y 1864, o sea durante veinte años Sisal no se había defendido. A pesar de
eso, Ricardo Molina Solís sostenía que el egoísmo de este puerto era la rémora que había
encontrado “siempre” su gremio para llevar a cabo las mejoras que se esperaban en la
erección de Progreso. Los de Sisal se preguntaban sorprendidos: “¿Qué clase de
entorpecimientos puede haber presentado Sisal, pobre, miserable, raquítico, con muy pocos
defensores, en una cuestión en que según se dice, la mayor parte, casi toda la gente
poderosa de Yucatán está interesada y dispuesta a hacer sacrificios para llevarla a cabo?”298
De esta manera, hacia mediados de 1868 quedó formada una sociedad
“exclusivamente yucateca”, la cual tramitaba ante el gobierno federal ciertas concesiones
para la construcción del ferrocarril y el muelle de Progreso. Entre los privilegios que se
gestionaban aparecía la traslación de la aduana de Sisal a este puerto, incluida su apertura al
comercio de altura y cabotaje. Una de las concesiones solicitadas era que la empresa fuese
subvencionada por cuatro años con los productos del impuesto que sustituyó a los peajes,
297 Notas a pie de página de Rafael de Portas, en: Informe de Ricardo Molina Solís…
298
Idem.
179
por lo que había que tener presente la solicitud del jefe de Hacienda respecto a los recursos
para el ferrocarril antes de dictarse cualquier otra resolución.
Simultáneamente debían construirse el muelle, los edificios indispensables para la
aduana y sus almacenes, así como un puente en sustitución del que para entonces existía en
el camino y que se encontraba en pésimas condiciones, costos que por cierto el jefe de
hacienda había ignorado en sus presupuestos.299 Además habrían gastos erogados para las
continuas y sucesivas reparaciones de la carretera Mérida-Progreso, por el deterioro que al
igual que la de Sisal dicha arteria había empezado a padecer, a poco de construida, debido a
las estaciones de lluvia.
Un artículo inédito
Poco antes que la Junta de Sisal editara el volumen sobre los debates portuarios, sus
miembros recibieron un artículo, sin autor, probablemente escrito en el mes de abril de
1869, que no había sido aceptado para su publicación en algún medio impreso yucateco. El
trabajo resultaba interesante para los propósitos que defendía la Junta, e iniciaba
transcribiendo una nota que había llamado la atención de la opinión pública local después
de presentarse en el órgano oficial del gobierno del Estado. El texto anunciaba:
Hemos notado en estos últimos días cierta animación en esta capital respecto de
mejoras materiales. Renace el entusiasmo para la construcción del ferrocarril de esta
capital a Progreso, y por esta vez las probabilidades están bien fundadas, porque
según se nos asegura ha aparecido un empresario que llena todas las condiciones.
¿Será cosa que se presente alguno de esos raros, y podemos decir ridículos
entorpecimientos que otras veces han dado al traste con tan hermosa idea? El nuevo
empresario cuenta con los fondos suficientes, y sus exigencias se limitan a pedir
operarios que ofrece pagar bien. ¿Qué es, pues, lo que falta? ¿Qué se espera? No es
de temer que el supremo gobierno nacional oponga obstáculo alguno: ¿De dónde
vendrán entonces las dificultades?300
Investigaciones del que citaba la nota, le permitió descubrir que la noticia del
periódico oficial al que se refería estaba dada en falso. Lo que había ocurrido en aquellos
días era que al estar de paso en la ciudad de Mérida el empresario estadounidense John
Alexandre, socio de la firma neoyorkina de armadores F. Alexandre and Sons, propietaria de
299 Informe de José María Vargas, vicegobernador del estado de Yucatán, al ministro de Hacienda y Crédito
Público de la república mexicana, Mérida, 6 de octubre de 1868, BVY,
http/www.bibliotecavirtualdeyucatan.com.mx, N. de Ficha 29936, N. de Inventario Lib19863.
300 Artículo anónimo e inédito en defensa de Sisal (probablemente escrito en abril de 1869), BVY,
180
varios de los vapores americanos que tocaban Sisal, ciertas personas interesadas en formar
una empresa para la construcción de la vía férrea Mérida-Progreso hablaron
accidentalmente con el naviero sobre tal idea. Alexandre, después de tomar y guardar
algunos apuntes sobre el proyecto, dejó Mérida sin concretar nada en relación con dicho
asunto.
El objetivo del autor (anónimo) del artículo publicado por la Junta de Sisal, era que
se evitaran las trascendentales consecuencias de las noticias oficialistas. Como prueba de
que sus afanes siempre estaban orientados al bien general y sobre los intereses particulares,
el articulista aprovechó el espacio para presentar de manera parcial dos textos sobre el tema
en cuestión, escritos en 1864 y 1866. El primero era una exposición dirigida al gobierno
imperial yucateco en una época en que también de manera acalorada se había discutido la
construcción del primer ferrocarril peninsular. El escrito encerraba un notable interés por el
beneficio social, y la mayor parte de su contenido demostraba con razones constantes la
preferencia que existía en favor de Sisal sobre Progreso. El segundo opúsculo lo había
publicado en París A. Perdonnet, una de las autoridades más competentes en materia de
ferrocarriles: El texto de Perdonnet resaltaba:
301 Idem.
181
Inspirados en estos conceptos, los adversarios de la construcción del ferrocarril
hacia Progreso creían que al tratar sobre este asunto se había procedido con demasiada
ligereza. Debía obrarse sin precipitaciones. Pero sobre todo, no debía perderse de vista el
interés general de Yucatán, respecto a su comercio interior y exterior. Luego debía pensarse
en la conveniencia del comercio particular de la plaza meridana, o la del Gobierno por los
gastos que pudieran imponerse o evitarse. El entusiasmo no debía subir al grado de
sacrificar el interés social tan solo por el placer de tener un ferrocarril. Finalmente, el autor
desconocido del opúsculo sentenciaba: “Los párrafos del artículo del señor Perdonnet nos
hace, ahora más que nunca, llamar la atención de los que intentan ocuparse de la
construcción de un ferrocarril en Yucatán, y principalmente la de todos los yucatecos y del
Gobierno sobre este asunto que es de tan notable interés para nuestra península.” 302
302Idem.
303 Juan Miguel Castro Martín, “Notas”, Mérida, 12 de septiembre de 1869, BVY,
http/www.bibliotecavirtualdeyucatan.com.mx, N. de Ficha 29936, N: de Inventario 19863 .
182
Sisal. Un año antes (1868), Castro reportó que la inundación provocada por el mentado
caño había subido más de una tercia de vara sobre la calzada y puentes.
Al respecto, los de Sisal cuestionaron. Por el mismo canal, que era una de las
extremidades de la ciénaga que recorría toda la costa Norte de Yucatán, entraba la
abundante pesca que pasaba frente a Sisal e iba a aumentar los productos marinos de
Progreso. Curiosamente, cuando se organizaba la Junta de Sisal se reportó que desde la
salida de Progreso hasta más de 1 ½ legua al sur, durante dos semanas consecutivas se
encontraba más de ½ vara de agua sobre la calzada, mientras que la de Sisal estaba “como
todos los años en igual época…”304
Por su parte Castro recordaba inundaciones anteriores de mayor altura en la ciénaga
de Sisal, lo cual provocaba grandes dificultades, a pesar a haberse construido cinco puentes
de cuatro y cinco varas de ancho para dar paso a sus aguas. En el caso de Progreso no había
sido necesario construir alguno de esos puentes sobre su calzada, y le bastaba solo el de la
“garganta del lago”. Además, los puentes de Sisal siempre estaban en mal estado y
reparación, con gastos extraordinarios y consecutivos. De esos defectos de construcción en
sus caminos elevados, los sisaleños catalogaban como únicos responsables a los titulares de
la Junta de Caminos.
Simultáneamente, Juan Miguel subrayaba el crecido número de poblaciones que
corrían sobre el camino Mérida–Progreso y sus inmediaciones: al Oeste o sotavento,
Xculucyá, Fraga y grandes salinas, Chelem, Chumlok y grandes salinas, Chuburná y grandes
salinas, y San Rafael Thul; al Este o barlovento, Yaxactún, Suculú, Chicxulub, Uaymitún y
salinas e Ixil, Seguían por la misma costa, Xtampuh, Telchac, San Crisanto, Acum, Santa
Clara, Dzilam, Punta Arena, las bocas de Dzilam, Yalkubul, Noh-Chizabac, Bachul y
Cerrito, además de las salinas de importancia que se encontraban entre estos puntos. Más
adelante, el camino permitía la comunicación con las poblaciones que de acuerdo con el
afortunado terrateniente eran “las más interesantes y productoras de la costa oriental.”
Sobre el propio camino estaban asentadas 14 diferentes poblaciones: Buenavista,
Chuburná, Tzabcán, Cumpich, Bobat, Chuichén, Ochil, Xcanatún, San Antonio Yaxché,
Koxol, Santa María Yaxché, Tamanché y San Ignacio. Además, “una legua camino al
oriente” estaban las poblaciones de Itzimná, Zaragoza, Sinta, Cucul, Sodzil, Temozón,
Chablecal, San Diego, San Matías, Sacnicté, Macchén, Tixcuitún, Tec, Chumyá,
304 Notas a pie de página de Rafael de Portas, en: Juan Miguel de Castro, “Notas”…
183
Dzibilchaltún, Copó, Misné Balam, Suitunchén, Chibach, Chemax, Xoccheilá, Chulul,
Xcumyá, Texán y Cantoina. “Una legua al poniente”, se asentaban San Cosme, Tanlum,
Chenkú, San Antonio Xool, Nohuayum, Chenkekén, Xkonchén, Dzidzilché, Suytunchén,
Chun-Oxil, Acum y Kikteil.
Según Castro, en varios de los mencionados establecimientos se encontraban
funcionando hacia finales de 1869 máquinas raspadoras del henequén, con fuerzas motrices
de caballos y cuatro vapores, además de esperar otros varios al efecto que acrecentarían el
cultivo de la planta a mayor escala. El ganado vacuno y caballar que contenían las más de
estas posesiones, era de alguna consideración, ya que se prestaba a su manutención la
diversidad de alimentos, tales como “el abundantísimo (pasto) de la sabana que se encuentra
en aquel rumbo hasta la playa.”305
Contrario al edén regional progreseño, sobrevivían las fincas, casas, casuchas y
solares yermos en mano de las 41 familias vecinas y no vecinas de Sisal. Aquí contabilizaban
los liberales en el poder a cinco o seis entre los principales propietarios que conservaban la
calidad de vecinos del viejo puerto. Por otro lado, los propietarios de los 88 solares que
“para fabricar en Progreso” se remataron el 16 y 17 de julio de 1857 sumaban según sus
promotores 56 individuos, personas éstas que se autodefinían como con “muchas
posibilidades” -incluidos propietarios de Sisal-, que habían contado con los materiales que
existían ahí y en las inmediaciones para levantar la mayoría de ellos casas de mampostería, lo
cual hablaba “muy en alto” a favor de Progreso con respecto a Sisal.
Los defensores de Sisal no dudaban que entre los dueños de Progreso había una
mayoría con “muchas posibilidades”, si bien hasta el año de 1869 nadie había fabricado
nada. Porque les faltaba fe, y porque no había, aseguraban los primeros, el que quisiese
aprovechar las grandes ventajas de la localidad que no eran sino ilusorias. Además de la
clase pudiente que tenía acaparadas las mejores tierras del sitio, igual habían solicitado
solares para trasladarse allí con sus familias “gente de la clase proletaria, alarifes, artesanos y
demás jornaleros…” 306 , a los que hasta 1869, es decir 12 años después del cacareado
remate, no se tenía resuelto dónde ubicarlos.
Juan Miguel Castro Martín sostenía que de los $25,361 a que ascendía el valor total de Sisal
por sus manifestaciones, $12,367 eran propiedad de vecinos y comerciantes de Mérida,
incluido él mismo. De manera que sólo correspondían a los propietarios de Sisal $12,994,
184
cantidad mucho menor que la que se invertía en las reparaciones del camino de la capital del
Estado a dicho puerto.
Tres eran los gremios que de acuerdo con aquel sector de la casta criolla
conformaba la población de Sisal: el de los empleados, “transeúntes hijos de Mérida”, que
era el de mayor número; el de los barqueros o canoeros dueños de las piraguas o canoas que
no eran más que de alijo y no pasaban de 1 ½ docena, y que eran fácil de trasladarse a
Progreso si así lo desearan; y el de los tres comisionados del comercio de Mérida,
encargados de recibir y entregar la carga. En cuanto al comercio, este se reducía a las tiendas
de menudeo, de corto valor que se surtían de la Ciudad Blanca. Por su parte, los operarios
jornaleros del muelle eran de los matriculados que ahí se encontraban.
De vuelta al asunto de los trenes, Castro Martín manejó con un cálculo
aproximativo que el producto anual de fletes de los carros que traficaban de Mérida a Sisal
junto con el valor de los pasajes ascendía a $36,000, y que al ser un tercio menos la distancia
entre Mérida y Progreso, el costo se iba a reducir a $12,000. En base a lo anterior y de
haberse pasado la aduana a Progreso en 1857 habría habido un ahorro, por lo menos entre
1859 y 1869, de $120,000. Lo anterior era un cálculo mínimo, pues entre los frutos de
exportación ya figuraba el henequén, con un progresivo y notable aumento, lo cual hubiese
hecho ascender mucho antes de 1869 a más del doble el producto de fletes.
Cuando el camino Mérida-Progreso quedó construido, había penetrado la idea
progresista del siglo: construir un ferrocarril. En la península se empezó a hablar con
entusiasmo de los trenes y de allí derivó el proyecto de construir una vía férrea de la capital
hacia este último punto costero, intenciones que desde 1864 se habían visto detenidas, y de
lo cual, especulaba Juan Miguel Castro, se había agarrado el grupo Sisal para llamar la
atención pública y del gobierno federal.
185
mercancías a lomo de hombres. ¿Qué mejora, qué adelanto no tiene que entrar en
colisión con algunos intereses? ¿Qué mejora no deja de pronto sin pan a centenares
de hombres para proporcionárselo después más abundantemente? Las máquinas
han dejado en Europa a miles de obreros sin trabajo y sin pan y ¿por eso la Europa
ha suprimido las máquinas? ¿Por eso ha detenido el curso de las mejoras y del
progreso? No.
De la equidad y rigurosa justicia; de la idea interesantísima del alma de los pueblos;
el genio del comercio; y de los principios fijos de la economía política y social, es de
esperar que bien pronto una sabia resolución de la Soberana Legislatura, en virtud
de la iniciativa del Supremo Poder Ejecutivo, hará terminar la continuación del
gravamen que Sisal hace reportar al país, iniciando una nueva era con la traslación
de la aduana marítima de Sisal a Progreso.307
Extraña mucho que el señor Castro, cuyo espíritu de empresa y mejoras materiales
se hace valer, sea hoy una rémora para ella, y esté ciegamente adherido a una idea
186
cuya realización, si acontece, tiene muchas posibilidades de ser contraria al interés
público y completamente ruinosa a más de una localidad. No deja de llamarnos la
atención que en una cuestión en que se interesa el país entero, como es la de la
traslación de la aduana de Sisal a Progreso, sin el juicio público y sin discutir su
conveniencia, se ponga fuera de duda la resolución suprema que ha de dar ese
resultado…
Nosotros que siempre hemos abogado por los intereses generales del país y
particularmente por los de nuestra localidad, en cuyo nombre levantamos la voz,
nos conformamos por ahora por oponernos justificadamente a la realización de ese
cambio de aduana, llamamos muy especialmente la atención del comercio de toda
nuestra costa hasta el río Bravo que se ve amenazado en sus intereses; de la prensa
periódica de aquellos países que defienden sus intereses generales y sobre todo la del
Soberano Congreso Nacional, para que antes de optar por una resolución definitiva
de tanta trascendencia espere el juicio de la verdadera opinión pública que no puede
equivocarse.309
limitarse a llamar la atención sobre la brevedad del tiempo; porque el tiempo, señor,
en el presente siglo, es de la mayor importancia para el comercio, la industria y para
todos los actos de la vida. Cuando las estadísticas presentan sus guarismos,
demostrando que esta o aquella vía traerá mayor baratura, mayor movimiento de
mercancías y el mayor ahorro posible; cuando se demuestra que esta o aquella vía de
comunicación para un efecto importante traerá más economías y dará más
animación a un pueblo y otros muchos; cuando el fuego, el vapor y la electricidad
devoran las distancias, no se tiene más objeto, ni intereses que ganar tiempo .311
Fecunda iba a ser para Yucatán, de acuerdo con el gobierno de Mérida, la medida
que se iba a tomar si esta era a favor de Progreso. Así lo suscribieron su presidente Juan
Nicoli; el secretario Rafael Canto; al igual que otros miembros del cabildo como Olegario
Mendoza, Anselmo Duarte Zavalegui, José J. Aldaz, Gregorio Concha, Wenceslao Méndez,
309 Idem.
310 Exposiciones del ayuntamiento de Mérida, Yucatán, al Congreso de la Unión, Mérida, 4 de octubre de
1869.
311 Idem.
187
Santiago Aguilar, Fermín Domingo, Juan Castellanos, Juan de Dios López y Bonifacio
Tamayo.
312 Exposiciones del Comercio de Mérida, Yucatán, al Congreso de la Unión, Mérida, 4 de octubre de 1869 .
313 “El Periquito peregrino en Yucatán”, Tesoros de la Biblioteca Virtual de Yucatán N. 46, Mérida.
188
últimos meses de 1868. Entre los primeros en llegar estuvieron Alfredo Torroella, Ildefonso
de Estrada y Zenea, Felipe Xiquez y José Quintín Susarte, cuatro figuras relevantes de las
letras de su país relacionadas entre sí, quienes desde el Liceo de Matanzas y La Habana
mediante la literatura habían realizado actividades contrarias al régimen colonial.
Perseguidos por sus vínculos con el movimiento independentista, llegaron a
Yucatán Alfredo Torroella –en los últimos días de 1868- e Ildefonso de Estrada y Zenea –
en enero de 1869-. Estos dos, así como Xiquez y Quintín, tomaron el destino de trasladarse
a Mérida por los vínculos que mantenían con varios yucatecos liberales, que como Manuel
Cepeda Peraza habían sido desterrados a La Habana durante la Invasión Francesa, donde
recibieron el apoyo de aquellos cubanos que más tarde llegarían proscritos a las costas de
Yucatán. 314 Lo anterior propició el rápido prestigio y confianza política que adquirieron
dichos intelectuales desde su arribo a Mérida, que sin obstáculos pudieron publicar sus
trabajos e inaugurar diversos periódicos y una imprenta para mantenerse por su propio
peculio.
En este entorno, durante abril de 1869, Ildefonso de Estrada y Zenea comenzó a
editar El Periquito, un prestigiado rotativo para niños. Poco después, el 1 de mayo del mismo
año, el propio De Estrada y Zenea sacó a la luz otro periódico denominado El Iris del que
ya hemos hablado, en cuyas páginas incluyó textos literarios así como lo puso al servicio de
la causa cubana y eventualmente de los intereses de la oligarquía yucateca. La familiaridad
que los emigrados cubanos mantenían con el gobierno liberal era manifiesta, e incluso
durante algún tiempo Ildefonso de Estrada se encargó de editar el diario oficial de Yucatán,
La Razón del Pueblo, en su imprenta La Aurora que el antillano había adquirido con un
crédito que le otorgó Rodulfo G. Cantón315, líder del grupo defensor del traslado de la
aduana de Sisal a Progreso y de la construcción del ferrocarril de Mérida a Progreso.
314 Carlos E. Bojórquez Urzaiz, “Emigración y tradiciones poéticas cubanas en Yucatán (1868-1898)”, Mérida,
Revista de la Universidad Autónoma de Yucatán N. 243-244, Cuarto trimestre de 2007/ primer trimestre de 2008, p.
45.
315
Ibid,p. 87.
189
Progreso afectaría los intereses de Campeche y de todos los puertos de la costa occidental.
Recién liberado de San Juan de Ulúa, donde previamente (1867) y de manera injusta lo
había recluido Manuel Cepeda Peraza316, Sosa se cuestionaba:
¿Se trata, al promover la cuestión vital para Yucatán del establecimiento de una vía
férrea que conduzca al puerto de Progreso por ser la única realizable, se trata de su
engrandecimiento o el de otros pueblos? ¿Se deben consultar más bien los intereses
ajenos que los propios? Y tan racional es esto que el redactor de El Espíritu Público,
periódico semioficial del estado de Campeche, dijo en el número 232, refiriéndose a
la prima ofrecida por usted, señor redactor, a los suscriptores de este apreciable
periódico, que aquella era una obra útil y de verdadero progreso .317
316Raúl Pavón Abreu (compilador), Campechanos del ayer, Gobierno del Estado de Campeche, p. 223.
317Francisco Sosa y Escalante, “Combatiendo a Rafael de Portas”, Mérida, 5 de octubre de 1869, BVY,
http/www.bibliotecavirtualdeyucatan.com.mx, N. de Ficha 29936, N. de Inventario Lib19863.
190
ver acelerado y concluido su proyecto). Castro agregó a su oponente que todo el mundo
conocía la mayoría de sus haciendas, las cuales estaban situadas al sur de Mérida. Por
último, optó por hacer mutis.
Después de las discusiones serias y mesuradas por más de una ocasión en reuniones
respetables, de lo más notable y granado de la sociedad y manifestada ya general y
espontáneamente la opinión pública, esta debe ser respetada y por consiguiente está
terminada toda discusión en esa materia. En una asamblea, en todo cuerpo
colegiado, se acata la opinión de la mayoría. ¿Y la opinión pública, espontánea y
generalmente manifestada, no será respetada? Yo la respeto, y por tanto deberé
guardar silencio en lo adelante, considerando como inoficiosa e impertinente toda
discusión más sobre este asunto.318
318 Juan Miguel de Castro, “Refutando a Rafael de Portas”, Mérida, 8 de octubre de 1869, BVY,
http/www.bibliotecavirtualdeyucatan.com.mx, N. de Ficha 29936, N. de Inventario Lib19863.
319 Rafael de Portas, “Segundo artículo (sin título)” combatiendo la traslación de la aduana de Sisal a Progreso
y la construcción del ferrocarril de Mérida a Progreso, Mérida, 21 de octubre de 1869, en: Rafael de Portas
(editor), Sisal y El Progreso, defensa de los interés generales…, p. 56.
191
cuestiones de tanto interés público-, sin más razón que la de considerarla extemporánea por
suficientemente discutida.
Rafael de Portas había contestado a las respuestas del Ayuntamiento, de los
comerciantes, de Francisco Sosa y de Juan Miguel Castro respecto a su primer artículo, y a
pesar de calificar sus planteamientos como impulsados por un interés mezquino, la única
interpretación que sus opositores podían y debían dar a sus palabras era, reiteraba, que tanto
el traslado de la aduana como la construcción de una vía férrea favorecería solo a algunos en
perjuicio de muchos.
320 Idem.
192
señores, según he sabido, aunque el hecho no es público, ha pedido un permiso para
establecer un ferrocarril entre esta capital y Progreso, y por ser usted quien encabeza las
firmas que van al pie de la exposición que ahora se eleva al Congreso general, pidiendo la
traslación de la aduana marítima de Sisal al punto llamado Progreso, debe ser a usted más
fácil que a cualquier otra persona el resolver las cuestiones que encierra la presente carta,
que recomiendo a usted, esperando le dé una bondadosa acogida, considerándola, como lo
creo justo, ajena de todo interés personal.”321
Días más tarde, Luis Cárdenas y Peón contestó a Felipe Ibarra Ortoll. Le aseguró
que ninguno de los que estaban inclinados a la traslación de la aduana de Sisal a Progreso
consideraban temeraria la oposición de Ibarra, sino de entrada la calificaban como bien
intencionada. Muchas pruebas había dado Ibarra de su amor por Yucatán, y si entonces
estaba convertido en un oposicionista -opinaba Cárdenas-, debía atribuirse más bien a que
no estaba “penetrado de la verdad”.
Cárdenas dejó ligeramente apuntado lo que consideró como principales
consideraciones de interés general y otras de menor importancia. Dejó claro que él no era
empresario del ferrocarril de Mérida a Progreso y que seguramente jamás lo sería. Así, dejó
asentada la siguiente conclusión:
Si los que nos hemos dirigido al Soberano Congreso alcanzamos ser escuchados, y a
los dos años de haberse trasladado la aduana advertimos que nuestros ensueños de
prosperidad se han realizado, los yucatecos dentro de poco, sin privilegio alguno,
quizá en más breve tiempo del que lo harían si dejásemos que las cosas continúen
como hasta aquí, podrán saludar a sus hermanos de Veracruz y Puebla en medio del
regocijo general que siempre produce donde quiera, la voz civilizadora del siglo .322
Rafael de Portas lamentó que Cárdenas no se extendiera más sobre el tema y que
debido a sus enfermedades anunciara que no iba a ocuparse más de “ese negocio”, tan
discutido y ya resuelto por la opinión pública. A pesar de las razones que daba el defensor
de Progreso para no resolver todas y cada una de las preguntas que le dirigían los de la Junta
de Sisal, De Portas consideró que por lo menos “hubiese obsequiado los deseos del señor
Ibarra en toda su latitud, haciéndonos tal vez innecesaria la anterior consideración, y acaso
321 Idem.
322 Idem.
193
rectificar los conceptos que sobre varios de esos puntos hemos formado en nuestro
segundo artículo.”323
Es sabido que casi toda la costa de Yucatán está ceñida por una ciénaga corrida
paralela a la rivera marítima, y cuyo piso falso siempre y fangoso en ciertas épocas
del año es malsano por la fetidez que arroja y sus emanaciones deletéreas. Pero el
punto designado para el establecimiento de la población de Progreso parece
felizmente exento de este grave inconveniente...324
Aseguraba Juan Miguel Castro que aunque la idea en general se reprodujo por Rafael
de Portas en su manuscrito, este había omitido tendenciosamente la parte relativa a
Progreso. Con todo, Castro confiaba en que el Soberano Congreso iba a pesar las razones
de los que a él habían ocurrido para apoyar la fundación de Progreso, motivo por el cual el
poder legislativo habría de resolver lo más justo y conveniente.
323 Idem.
324 Juan Miguel Castro, “La Aduana en El Progreso”, en: Rafael de Portas (editor), Sisal y El Progreso, defensa de
los intereses generales…, p. 93.
194
da atenido a que muy pocos o nadie va a cerciorarse de lo que asienta con sola su
autoridad.”325
En su último artículo, De Portas insertó cartas de científicos marinos españoles y
centroamericanos de intachable autoridad profesional: José María Gil 326, Eusebio Pérez327,
Alberto Morales328, Miguel Acevedo329 y Manuel Garratón330, los cuales habían calificado
como acertadas las publicaciones del defensor de Sisal. Este aseguraba que otro de los que
habían leído sus artículos era Francisco Alcina, el cual para entonces vivía en Mérida y no
había refutado las apreciaciones que rectificaban sus propios informes, en tanto Juan Miguel
Castro sí lo había hecho.
Para De Portas, la cuestión de la traslación de la aduana marítima a Progreso, cuyo
desenlace ya era inminente, debió basarse únicamente en la ciencia económica y la náutica,
puesto que se versaba en ella la apertura de un puerto y llevaba consigo la destrucción de un
pueblo de importancia como lo era Sisal. Castro debió comprender que lo anterior no era
una cuestión de votos, y que por muchas peticiones y muy respetables firmas que las
acompañasen, si no llevaban el apoyo de aquellas ciencias habrían de carecer para siempre
del único valor que debió tomarse en consideración
Reflexiones finales
Los debates citados en este capítulo entre los promotores del proyecto Progreso y los
defensores de Sisal, muestran de manera reiterada la antigua rivalidad entre los grupos
políticos y económicos de Mérida y Campeche, el interés de la élite meridana de terminar de
desplazar a sus rivales campechanos, hasta entonces detentadores casi exclusivos de la
actividad comercial en Yucatán.
La separación de Campeche del estado de Yucatán resultó uno de los elementos que
favorecieron el cambio de la aduana. Primero en 1857, cuando ocurrieron las primeras
325 Rafael de Portas, “Refutando al Sr. Castro la anterior contestación”, Mérida, 1 de diciembre de 1869, en:
Rafael de Portas (editor), Sisal y El Progreso, defensa de los intereses generales…, p. 93.
326 Carta de José María Gil a Rafael de Portas, Mérida, 2 de noviembre de 1869, BVY,
195
luchas emancipadoras campechanas y simultáneamente empezaron a venderse los lotes a los
futuros habitantes de Progreso. Más tarde, en 1863 se decretó definitiva y oficialmente que
Campeche era un estado libre e independiente y, aunque en esos tiempos ocurrió la invasión
francesa, los últimos debates entre los defensores de ambos puertos se dieron en 1869, dos
años después del triunfo republicano, ya estando en marcha la consolidación del grupo
liberal yucateco en el poder.
Finalmente, el decreto de apertura del nuevo puerto se llevó a cabo en 1870.
Después de estos acontecimientos, las tensiones políticas y económicas entre los grupos
establecidos en Mérida y Campeche disminuyeron. Al consolidarse la separación política
arribaron los acuerdos y reconciliaciones cupulares en las que el gobierno federal actuaría en
apoyo al desarrollo de Progreso, incluido el afán de cooptar, vía privilegios y concesiones
económicas, a los líderes defensores de los intereses de Sisal.
196
Capítulo IV
Política y comercio en Yucatán;
de Sisal a Progreso, 1840-1881
197
económicos. No se ha logrado descubrir cuáles eran los antecedentes sociales precisos de la
mayoría de los políticos y burócratas, y era frecuente que los primeros tuvieran numerosos
intereses de distinta índole y pertenecieran a familias dueñas de los más diversos tipos de
negocios.331
Por ello se ha hecho necesario analizar en sus múltiples fases, contradicciones y
complejidades, la clase social de las fracciones opuestas dentro de las clases dominantes y
estratos medios conocidas como liberales y conservadores, para entender en forma
adecuada a la sociedad mexicana del siglo XIX, 332 y así explicar en parte el caos político en
el que aparece una multitud de grupos que en ocasiones son enemigos irreconciliables y, en
otra, firmísimos aliados: federalistas y centralistas, escoceses y yorkinos, retrógrados y
progresistas, monarquistas y moderados, exaltados y puros.333
A menudo se ha querido abreviar la compleja realidad del siglo de la Independencia,
reduciendo la explicación de los conflictos a las luchas entre liberales y conservadores, lo
cual muestra una especie de maniqueísmo en el que los buenos han sido los liberales y los
malos los conservadores. No obstante, modernas investigaciones han encontrado asociados
en diversos proyectos políticos, negocios o empresas a personajes que aparentemente eran
enemigos políticos, o bien que después de ser enemigos acérrimos en una etapa
determinada, resultaban ser correligionarios en determinadas tendencias políticas o socios
en alguna transacción comercial.334
Santiago Méndez y Manuel Barbachano sirven de ejemplo en el Yucatán
decimonónico. Como líderes federalistas, sus nombres dominaron la política peninsular
durante el largo lapso comprendido entre 1840 y 1857. A partir del restablecimiento del
federalismo en Yucatán en 1840, año de los primeros viajes de reconocimiento del punto de
playa donde iba a ubicarse Progreso, el partido de los liberales se escindió en dos bandos,
no por cuestión de principios, “sino por la pugna personal entablada entre Méndez y
Barbachano, que aspiraban, cada uno por su parte, al control del bando político de la
entidad”.335 Esa batalla trajo como consecuencia la rivalidad de las ciudades de Campeche y
331 Bárbara Tenenbaum, México en la época de los agiotistas, 1821-1857, México, F. C. E., 1985, p. 103, 205.
332 Ciro Cardoso y Héctor Pérez Brignolli, Historia económica de América Latina, Vol. 2, 3ª edición, Barcelona,
Crítica Grijalbo, 1984, p. 33.
333 Araceli Ibarra Bellon, El comercio y el poder en México, 1821-1864, la lucha por las fuentes financieras entre el Estado
198
Mérida, ya que Méndez tenía mayor cantidad de partidarios en la primera de ellas y
Barbachano en la segunda.
A partir del control político, Méndez y Barbachano apoyaban: el primero, los
intereses mercantiles más importantes de Campeche, y el segundo los de Mérida. La defensa
de sus respectivos intereses políticos en los que estaban involucrados, normaría las líneas de
conducta, si bien ambos abdicarían a cualquier principio de carácter ideológico cuantas
veces fuera necesario para mantenerse en el poder.
Méndez y Barbachano habían sostenido juntos la bandera del federalismo y, con
gran vigor, se opusieron al centralismo mexicano que vulneraba los principios y condiciones
mediante los cuales Yucatán había ingresado a la Federación mexicana, pero después de
recibir la propuesta santanista de privilegiar sus intereses y los de sus partidarios en
Campeche y Mérida, hicieron a un lado los principios ideológicos y aceptaron transformar la
península en un departamento bajo el criterio de las bases centralistas imperantes en el resto
del país.
Méndez, que era gobernador, recibió el nombramiento de coronel por parte de
Santa Anna para que también desempeñara el mando militar. El líder de la facción
oligárquica establecida en Campeche, creó una asamblea departamental de la que formarían
parte “Miguel Barbachano, Justo Sierra O´Reilly, Juan de Dios Cosgaya y otros que
constituían, juntos, la flor y nata del federalismo yucateco…”336 Al no cumplir Santa Anna
sus promesas, los recién convertidos al centralismo levantaron de nuevo la bandera
federalista.
En 1841, Barbachano propuso que Yucatán se declarase república independiente de
México, a lo cual se opuso Santiago Méndez. Para 1846, Barbachano reincorporó Yucatán a
la República mexicana, en tanto que Méndez se sumó a sus correligionarios en Campeche,
que proclamaron la neutralidad de Yucatán en la guerra entre Estados Unidos y México.
Igual, el 13 de septiembre de 1852 inició en Jalisco una revuelta, que después de varios
meses llevó a Santa Anna a la presidencia de la República, el cual implantó, en acuerdo con
los conservadores, una dictadura. En febrero de 1853, Yucatán secundó el Plan de Jalisco y
se destituyó a Barbachano como gobernador, no obstante que éste ya había aceptado los
acuerdos del Plan de Jalisco.
336 Idem.
199
A mediados de 1853, Barbachano y sus partidarios intentaron iniciar un movimiento
armado para restablecer el federalismo en Yucatán. La confabulación pudo ser sometida.
Aunque a Barbachano se le confinó en una prisión, pronto salió para ocupar el cargo de
consejero del régimen santanista. Más tarde, al triunfo del Plan Liberal de Ayutla, el
presidente de la República Juan N. Álvarez nombró gobernador de Yucatán a Santiago
Méndez, pero cuando se promulgaron las Leyes de Reforma éste se negó a poner en vigor
las que, a su juicio, dañaban los intereses temporales de la Iglesia.
Las anteriores y muchas otras actitudes de Méndez y Barbachano demuestran que
estos líderes políticos peninsulares –ambos nacidos en Campeche- no eran consecuentes
con los principios del federalismo o del centralismo, ni del liberalismo o el
conservadurismo, ni tampoco con el de su adhesión a la patria mexicana o al separatismo,
sino que en realidad estaban al servicio de sus propios intereses políticos y económicos y los
de las facciones oligárquicas de Campeche o de Mérida que lideraban.
El comportamiento de ambos terminó por desacreditarlos: a Barbachano cuando al
triunfo del Plan de Ayutla, a sugerencia de algunos liberales yucatecos Juan Álvarez lo
designó gobernador de Yucatán, si bien pronto tuvo que retirarle el nombramiento debido a
que seguidores de Méndez exhibieron un retrato de Barbachano vistiendo el ostentoso
uniforme que portaban los consejeros del recién desterrado Santa Anna. A Méndez le llegó
su turno cuando gobernaba Yucatán en 1857, tiempo durante el cual la juventud liberal de
Campeche apoyada por la de Mérida se levantó en armas para restarle poder y erigir el
antiguo departamento de Campeche, separado de Yucatán, en un nuevo estado de la
Federación mexicana.337
200
indígena, pues los mayas constituían el grueso de la población y aún eran poseedores de
grandes reservas de montes. Entre 1821 y 1829, la facción de la élite criolla partidaria del
federalismo no pudo ser capaz de sentar las bases para integrar los pueblos originarios a la
naciente sociedad, y sus soluciones tuvieron la impronta del agravio. 338
En la transición del régimen virreinal al del México independiente, la participación
de la población resultaba vital. A través de los espacios públicos, ceremonias, símbolos y
formas protocolarias, las comunidades se impregnaron de nuevos valores como la igualdad
social. Particularmente el mundo indígena no quedaría al margen de los cambios que
experimentara la provincia desde los primeros años gaditanos, después que quedaron
desplazadas las antiguas repúblicas de indios y se instauraron los ayuntamientos
constitucionales.
El proceso de construcción del Estado-nación no iba a ser exclusivo de las élites; las
clases populares y rurales también participaron con acciones aparentemente modestas.
Concretamente en Yucatán, en las décadas subsecuentes a la Independencia, tanto la
población rural como la indígena continuaron como actrices dinámicas en el
establecimiento del orden liberal, porque a través de las nuevas instituciones aquellas
comunidades experimentaron los cambios en la representación y en las prácticas políticas
que influyeron en la administración de sus pueblos y en su relación con las demás
autoridades.339
La Guerra de Castas –iniciada en 1847-, representó una expresión de aquel cambio
de mentalidad. La clase en el poder reaccionó, el gobierno provisional, representado por
Domingo Barret, convocó a todos los yucatecos hombres para el servicio militar, con el
armamento que tuvieran, al tiempo que prohibió la venta de plomo y pólvora y el uso de
armas a los mayas. Más tarde privó a éstos de los derechos concedidos por la Constitución
de 1841, ya que de acuerdo con el mandatario no tenían la “aptitud necesaria” para
disfrutarlos. Además restableció las vetustas repúblicas de indios con el fin de controlarlos.
Barret igual los obligó a pagar una contribución eclesiástica de 12 reales anuales, les
prohibió consumir bebidas alcohólicas, así como a los pueblos de más de 50 familias los
338 Sergio Quezada, Historia breve. Yucatán, México, El Colmex, Fideicomiso Historia de las Américas, FCE,
2011, p. 123.
339 Elda Moreno Acevedo, “Pueblos y ayuntamientos. La construcción de la representación política en
Yucatán, 1812-1821”, en: Sergio Quezada e Inés Ortiz Yam (coordinadores), Yucatán en la ruta del liberalismo
mexicano, siglo XIX, Mérida, Universidad Autónoma de Yucatán, 2008, p. 59-82.
201
trasladó a otros asentamientos o haciendas. A los insurrectos les impuso castigos corporales
y reaparecieron las picotas para azotar a los sospechosos de conspiración.
Hacia octubre del mismo año, Santiago Méndez resultó electo gobernador de
Yucatán. Ante el avance de las tropas rebeldes suprimió las contribuciones eclesiásticas a fin
de apaciguar los ánimos. Para no enemistarse con la Iglesia, le ofreció hacerse cargo de sus
gastos. Declaró la amnistía a todos los mayas que se sometieran y comisionó a Barbachano
para negociar la paz con sus líderes, si bien los intentos conciliadores fracasaron.
Los afanes de reconciliación habían quedado sin efecto ante las diferentes
posiciones de los líderes indígenas. La guerra continuaría y se inclinaría a favor de los mayas,
cuyos ejércitos eran numéricamente superiores. Contaban con armamento y municiones
ingleses introducidos por Belice y, además, su conocimiento de los bosques les permitía
desarrollar una táctica militar sustentada en las emboscadas. Los recursos de los criollos
estaban agotados y Yucatán no tenía una definición clara respecto a su relación con los
poderes nacionales, lo que impedía a los que detentaban el poder contar con el apoyo de
México.340
En estas circunstancias, la dirigencia departamental buscó la ayuda extranjera, si bien
tuvo claro que ésta no resultaría gratuita. Antes de renunciar, Santiago Méndez solicitó
apoyo de armamento a Cuba, además de ofrecer a Estados Unidos, España y Gran Bretaña
el dominio y soberanía del país yucateco, si una u otra de estas naciones se hiciera cargo de
salvarlo. Como respuesta, James Polk, presidente de Estados Unidos, hizo público que no
permitiría que Yucatán se anexara a alguna potencia. En esos meses, Justo Sierra O´Reilly,
comisionado de Méndez para ofrecer la península a nuestros vecinos del norte, sintetizó la
crisis histórico-cultural del grupo que gobernaba Yucatán desde el siglo XVI:
Hace tres centurias que la raza española, después de haber sido la más fuerte,
prepotente y vigorosa, va caminando a su degradación y abatimiento. Esa raza,
adulterada un poco en México en donde el suave clima, la facilidad de subsistir y
otros elementos han contribuido a hacerla más muelle y perezosa; esa raza ha
empezado a tomar su fin… (En tanto), siendo la nación (estadounidense) tan activa
y fecunda, tan llena de vida, de acción, de movimiento y expansión; y todo esto tan
rápido, tan enérgico e irresistible, ¿cómo podrá México contener los progresos de
este coloso? ¿México degradado, vencido, con tantos elementos de destrucción y
202
aniquilamiento que en su seno encierra? ¿Qué poder hay en el mundo que sea ya
capaz de luchar en la América con el poder de los Estados Unidos?341
203
península que desde 1839, liderada por federalistas, había roto relaciones con el poder
central.
Fue en este decenio de los cuarenta que se dieron los primeros pasos para la
fundación de Progreso y la traslación de la aduana marítima de Sisal a dicho punto costero,
un proyecto atesorado por políticos y hombres de negocios que lo mismo participaban
como funcionarios públicos que disfrutaban de las prerrogativas y privilegios económicos
que les permitía la cercanía con el poder y las redes de influencia familiares. Al avanzar la
década, el aparato político, militar y hacendario yucateco, de por sí precario en el contexto
de la formación del Estado-nación, acusaría un proceso de acelerada descomposición.342
Para 1847 Yucatán se encontraba sumido en una crisis institucional sin precedentes.
Hasta antes del estallido de la Guerra de Castas, los mayas solo habían actuado como
espectadores, o bien participaban en forma activa cuando alguna de las facciones blancas en
pugna los reclutaba y armaba para dirimir sus disputas. En medio de los conflictos, los
bandos de la oligarquía peninsular se daban tiempo para propiciar, alentar y legalizar de
manera acelerada la apropiación privada de los montes comunales, es decir de las tierras que
en su mayoría pertenecían a los indios. Hacia la mitad del siglo XIX, las haciendas y los
ranchos, independientemente de su actividad principal habían proliferado, y una nueva
geografía económica comenzó a configurarse en el espacio peninsular; desde entonces, la
producción del henequén irrumpiría en el mercado nacional e internacional. 343
475.
204
En este entorno ocurrió lo que hemos llamado la Primera Etapa (1840-1847) del
cambio de la aduana y de la supremacía portuaria de Sisal a Progreso. Miguel Barbachano
Tarrazo, nacido en Campeche en 1807, se convirtió en un importante protagonista de dicho
proceso. Hacia 1840 se le designó vicegobernador de Yucatán y poco después desempeñó,
en varias ocasiones como hemos visto, las funciones del Poder Ejecutivo, durante uno de
los tiempos más difíciles en la vida política y económica peninsular.
Desde un principio, en el proyecto de cambio de la aduana marítima a Progreso,
Barbachano contó con la participación del federalista campechano Joaquín García-Rejón y
Carvajal. Después de una intensa carrera política y militar, en 1843 García-Rejón junto con
Crescencio José Pinelo y Gerónimo Castillo formó una comisión que trataría con el
gobierno de México lo relativo a la reincorporación de Yucatán, lo cual aterrizó en el
convenio de diciembre de 1843. En 1844 resultó electo diputado por Yucatán ante el
Congreso nacional; durante 1846 fungió como secretario general de Gobierno; y en 1848,
en plena Guerra de Castas, se le comisionó, junto con Pedro de Regil y Estrada, para
solicitar al gobierno federal los auxilios necesarios en dinero y armas.
Importante promotor de la traslación de la aduana a Progreso, fue también un hijo
de Joaquín: José Antonio García-Rejón y Mazó. Este, en 1841 se hizo diputado ante el
Congreso local, tiempos en los que Yucatán desconoció el régimen centralista de Santa
Anna. En 1844, Antonio García-Rejón era alcalde de Mérida. A partir de 1847 y durante los
años álgidos de la Guerra de Castas, desempeñó el cargo de jefe político de la capital
peninsular y se distinguió por desarrollar una intensa actividad para resolver las carencias de
techo y alimentación entre los miles de refugiados que arribaban a la ciudad debido al
conflicto interétnico.
Durante la Primera Etapa del cambio aduanal a Progreso, destacaron también
Simón Peón y Cano, Darío Galera y Encalada y Juan Miguel Castro Martín. Aunque la
carrera política de éstos tuvo una menor proyección que la de los anteriores, su exitosa
trayectoria empresarial y –sobre todo en el caso particular de Castro Martín su incansable
promoción escrita y discursiva- revitalizaron dichas acciones. Castro Martín y Miguel
Barbachano no sólo compartieron los intereses políticos, sino que se hicieron socios al
iniciar los años cincuenta de una importante empresa desfibradora del henequén y se
unieron a los primeros inversionistas en Progreso donde adquirieron propiedades aun antes
de concretarse el traspaso de la aduana a este punto costero.
205
Para entonces, como ocurría desde el México Colonial, Yucatán gozaba de
franquicias y excepciones arancelaria, especiales debido a los forcejeos y negociaciones entre
los grupos oligárquicos, particularmente entre los comerciantes peninsulares y los del centro
de Nueva España. Lo anterior se había extendido a la etapa independiente, dado que en
1827 el arancel general concedió a Yucatán un descuento de dos quintas partes en los
cobros de derechos de importación; y en 1843, en el convenio de anexión, a la península se
le concedieron aranceles propios, situación que aún continuaba en 1848. 345
206
pesos, cedazos, vinos, barriles de cola, clavos de bronce, baldes, cubetas de metal y de palos,
bombas, pararrayos, pailas de cobre, cucharones de cobre, espumaderas de cobre, bacines
para carretas, hidrómetros, tinas, tablas, repollos, llaves y toras de madera.
En general los destinatarios se abastecían de los más diversos artículos provenientes
del país o del extranjero, a los que poco o ningún acceso tenía el hombre común peninsular.
La élite criolla yucateca -poseedora de una vasta cultura e integrada por políticos,
empresarios, intelectuales, escritores o artistas acostumbrados al buen vestir, al buen comer,
al buen beber así como al cultivo del arte y la literatura-, importaba perfumes, medias,
encajes, coral, estambres, botones, rebozos, abanicos, olanes de China, gazas, botones, hilos
de nácar, hilo en colores, pañuelos, paraguas, lentejas, dulces, anís, té, harina, lizetas,
sardinas, salmón, ajos, alcaparras, cacao, garbanzos, caña, aceite de almendras, aceitunas,
ciruelas pasas, cervezas, vinos, licores, ginebra, cristalería, muebles de mármol, zapatos,
relojes, plata, pieles curtidas, juguetes, libros e instrumentos musicales.
Miembros de la burguesía mercantil como Juan Miguel Castro Martín o Darío
Galera, eran receptores de los más refinados alimentos, licores (ginebra, cervezas, barriles,
pipas de vino), libros, obras de arte e instrumentos musicales (pianos, mesas para piano,
guitarras, cuerdas para guitarra). Castro era particularmente asiduo a las drogas, importador
de variados medicamentos de los que se abastecía cotidianamente desde diversas partes del
mundo a través del puerto de Sisal.346
Otra constante eran las piezas decomisadas por contrabando. En los informes
aduanales de 1844 se logró documentar la aprehensión, en diez ocasiones durante los doce
meses transcurridos, de mercancías “prohibidas al comercio” que iban a entregarse a alguno
o algunos de los clientes yucatecos referidos. Entre las naves traficantes quedaron
registradas el bergantín español “Joven Gregorio”, procedente de La Habana y capitaneado
por Eusebio de Escarzón; goleta inglesa “Fabiana”, capitán Andrew Wilson; piezas
decomisadas por los mozos Nicolás Solís y Tomás Cel (no se especifica a qué nave) y
cedidas a la Hacienda Pública; artículos aprehendidos a la goleta nacional “Joven Joaquina”
procedente de New Orleans y capitaneada por Antonio Hernández, decomisados en los
pueblos de Dzonotchel y Peto y otros en las playas de Sisal; bultos aprehendidos (en dos
ocasiones) a la goleta inglesa “George”, procedente de Belice y conducida por su capitán G.
Hemby; goleta nacional “Rafaela”, procedente de Veracruz; bergantín “Joven Gregorio”,
346 Idem.
207
procedente de La Habana, capitaneado por Miguel Treviño; barca americana “Luisa”,
procedente de New York, capitán Mr, Schiever; y nuevamente el bergantín español “Joven
Gregorio” procedente de La Habana, capitaneado por Miguel Treviño.
Además de las anteriores, diversas embarcaciones nacionales y extranjeras visitaron
Sisal una o varias veces durante dicho año:
347 Idem.
208
Hacia 1845, tiempo durante el cual la península alcanzó un máximo de 600,000
habitantes, que disminuirían drásticamente a consecuencia de la Guerra de Castas, Yucatán
exportó por el puerto de Sisal –tanto para el extranjero como para el resto de la República-
la cantidad de 259,805 pesos, esto según se registró en la Memoria presentada un año
después por el secretario general de gobierno Joaquín García-Rejón y Carvajal.
Simultáneamente, el informe dio a conocer que la exportación total por los puertos de Sisal,
Campeche, Carmen y Bacalar había ascendido a 817,649.20 pesos, apenas una tercera parte
más de lo que se exportaría hacia 1857 solo por el puerto de Sisal.348 Para 1845, la
navegación empleada en las exportaciones al extranjero igual quedó documentada:
El comercio que Yucatán hacía con los puertos de Europa, era de mayor cuantía que
el que hacía con los de América, si bien éste era más lucrativo porque los yucatecos
participaban de los fletes, en tanto en los primeros lucraba enteramente el extranjero. Otro
problema era que la navegación yucateca, aún en pañales, no había adquirido la audacia de
los grandes viajes. El comercio de mayor importancia se tenía, en primer lugar, con Francia;
segundo, Estados Unidos; tercero, Inglaterra, y cuarto, La Habana. Fabricantes y navieros
348 “Oficio de la Agencia del Ministerio de Fomento en Mérida de 10 de octubre de 1857 sobre la importancia
del comercio de Sisal. Productos de las rentas generales y particulares del actual estado de Yucatán, separado
de Campeche”, en: Tomás Aznar Barbachano y Juan Carbó, Memoria sobre la conveniencia, utilidad y necesidad de
erigir constitucionalmente en Estado de la Confederación Mexicana. el antiguo Distrito de Campeche (edición facsimilar de
1861), México, Porrúa, Gobierno del Estado de Campeche, 2007, p. 190-191.
349 José María Regil Estrada, “Comercio en Yucatán”, en: Antonio Pérez Betancourt y Rodolfo Ruiz
Menéndez (compiladores), Yucatán: textos de su historia, México, SEP, Instituto Mora, Gobierno del Estado de
Yucatán, 1988, Tomo 1, p. 195.
209
de Estados Unidos adquirían no sólo palo de tinte, sino también henequén para cabuyería; y
Francia, por su parte, importaba únicamente el producto tintóreo.
210
Gestiones para comunicar Progreso
Para 1846, la clase gobernante yucateca no dejaba de insistir en lo que llamaba “la
necesidad” de fundar un nuevo puerto en el Estado y comunicar a Mérida con la futura
población. Lo anterior se concretaría a partir de la transferencia de la aduana marítima y la
construcción de un camino. Puesto de acuerdo con la clase industrial afín a sus intereses
políticos, el gobernador Barbachano mantuvo vivas las expectativas y gestiones para que la
gran obra se llevase a cabo, incluidos los nombramientos y comisiones que otorgó a los
pilotos Francisco Alcina y Buenaventura Vivó para reconocer el fondeadero que se hallaba
entre las vigías de Chicxulub y Chuburná, enfrente del punto costero en el que iba a
terminar la calzada que ya se había empezado a construir desde Mérida. 352
También el poder legislativo se sintió involucrado en el proyecto a favor de
Progreso, y decretó el 5 de abril de 1847 –año del inicio de la conflagración interétnica y de
la Segunda Etapa (1847-1855) del traspaso de la aduana de Sisal a Progreso- la
indemnización de los propietarios de casas y bodegas de mampostería en Sisal. Los
congresistas especificaron que en caso de que se trasladase la aduana de este lugar a otro
punto de la costa, serían indemnizados los poseedores de edificios habitacionales y de
negocios levantados con material perecedero. Lo anterior quedó de manifiesto en el
Artículo Único del decreto: “Si en algún tiempo la aduana y puerto de Sisal se trasladase a
cualquier otro punto de la costa, el gobierno dispondrá que los propietarios de casas y
bodegas de mampostería, sean indemnizados competentemente del valor de sus fincas por
los fondos del erario.”353
La política anexionista
El 25 de marzo de 1848, renunció Santiago Méndez como gobernador a favor de Miguel
Barbachano. Se tenía la esperanza de que el nuevo mandatario restableciera las
negociaciones con los insurrectos mayas, dado que algunos rebeldes, particularmente
Jacinto Pat, se identificaban con él. Barbachano regresó como gobernador de Yucatán y
352 Documento N. 9, “Informe oficial de los señores Vivó, Alcina y Tizón, sobre las condiciones marítimas de
´El Progreso”, en: Juan Miguel Castro Martín, El triunfo de la verdad en favor de El Progreso, Mérida, Imprenta de
Mariano Guzmán, 1870, BVY Clasif. F1376.9 .976. C37.
353 Documento N. 10, “La Legislatura que prevé la traslación de la aduana de Sisal al Progreso, decreta la
indemnización de los propietarios de casas y bodegas de mampostería de Sisal”, en: Juan Miguel Castro
Martín, El triunfo de la verdad…
211
continuó en el cargo durante los primeros seis del total de ocho años que incluyeron la
Segunda Etapa (1847-1855) del cambio de Sisal a Progreso.
Durante sus gestiones, Barbachano dio continuidad a la política exterior anexionista
de Méndez. En abril de 1848, envió a Pedro de Regil y Estrada y a Joaquín García-Rejón y
Carvajal a La Habana, con el objeto de sugerir la incorporación de Yucatán a España. Como
las negociaciones resultaron infructuosas, los comisarios viajaron a la capital de la República
para ofrecer la reincorporación a México, siempre y cuando se hubiese firmado la paz entre
nuestro país y Estados Unidos. Ratificados los Tratados de Guadalupe-Hidalgo, una
modesta ayuda mexicana a la península se materializó en el envío de 30,000 pesos y 2,000
fusiles.
Durante la administración de Barbachano, con el mismo argumento con que
durante el virreinato se defendió el derecho de esclavizar a los hombres, hacia 1849 se
empezó a defender el de vender a los mayas. El gobernador criollo lo justificaba, 354 y lo
mismo hacía Justo Sierra O´Reilly en El Fénix.355 En su origen, “la deportación se efectuaba
mediante una corta suma, y solo de los verdaderos indios rebeldes cogidos en el campo de
batalla con las armas en las manos; pero después la codicia de los negociantes elevó
gradualmente el precio desde 25 hasta 200 pesos por cabeza, e hizo extensivo el negocio a
los indígenas pacíficos, a los huérfanos, a los domésticos de la misma capital, que eran
arrancados de sus hogares, cometiéndose con ellos el delito de plagio. Este tráfico llegó a
ser escandaloso. Se hacía a vista y paciencia de los jueces y tribunales y del pueblo mismo
que sufría impasible al ver arrebatar a sus hermanos para conducirlos a Cuba como vil
mercancía…”356
En 1850, ante el avance de la conflagración entre mayas y criollos casi todo se había
paralizado en la península. Después de tres años de lucha, las fuerzas gubernamentales se
hallaban exhaustas, así como los sublevados estaban agotados y a punto de dispersarse. En
medio de una calma relativa, las facciones criollas reanudaron las discordias entre sí. Las
elecciones de 1850 para integrar el Congreso Nacional no resultaron convincentes tanto
para los partidarios de Barbachano como los de Méndez, y cada grupo eligió a sus 12
diputados. El Congreso de la Unión reprobó los comicios, y con la intervención del
comandante general Rómulo Díaz de la Vega acordaron que cinco partidarios de
354 “Opinión del gobierno de Yucatán acerca de la deportación de los indios cuando empezaba en 1849”, en:
Tomás Aznar Barbachano y Juan Carbó, Op. cit., p. 192.
355 El Fénix, N. 39, Mérida, 10 de mayo de 1849.
356 Tomás Aznar Barbachano y Juan Carbó, Op. cit., p. 157.
212
Barbachano, tres de Méndez, dos amigos del comandante y dos neutrales iban a representar
a Yucatán en el próximo Congreso General de 1851.
El contexto económico para nada era ajeno a las condiciones políticas. Derechos y
gabelas a los productos nacionales –se quejaba la clase empresarial-, eran incompatibles con
la prosperidad tan anhelada. Los derechos impuestos por la administración pública a la
exportación nacional y extranjera de los productos y rudos artefactos yucatecos, no
enriquecían el tesoro peninsular, antes bien lo empobrecían. Habían menguado las
industrias, pues les habían “impedido aumentar anualmente su capital reproductivo, es decir
la riqueza y los consumos, o lo que es lo mismo, la materia directa o indirectamente
imponible…”357
213
productos líquidos y distribución de la aduana de Sisal, correspondiente al periodo del 1 de
julio de 1850 al 30 de junio de 1851(Véase el cuadro C en los anexos).
A fines de 1852, nuevamente se convocó a elecciones estatales. El triunfo fue para
Barbachano quien ocupó la gubernatura. Sin embargo, a raíz del Plan de Jalisco y el regreso
de Santa Anna como presidente en 1853, éste disolvió el Congreso Nacional y las
legislaturas locales. Santa Anna cambió a Barbachano y en agosto de 1853 designó como
gobernador a Rómulo Díaz de la Vega. Ante esta nueva situación política, los coroneles
Sebastián Molas y Manuel Cepeda Peraza se sublevaron, proclamaron la vuelta al sistema
federal de 1824, la vigencia de la Constitución estatal de 1850 y el restablecimiento de las
autoridades constitucionales que fungían antes del 13 de febrero. Después de varios
combates, Cepeda Peraza huyó a Estados Unidos; a Molas se le aprehendió y fusiló; y
Barbachano, como se comentó, pasó a la capital de la República designado por Santa Anna
como su consejero. En noviembre de 1854, De la Vega regresó a México y hasta la
consumación del Plan de Ayutla y el triunfo de Juan N. Álvarez en octubre de 1855, los
comandantes generales José Cárdenas y Pedro Ampudia gobernaron Yucatán de manera
consecutiva.359
Sufragios y exportaciones
Al iniciar la Tercera Etapa (1855-1881) del cambio a Progreso, el panorama de Yucatán era
desolador. En 1855, cuando concluyeron los combates más intensos de la Guerra de Castas,
la situación era catastrófica. La población peninsular acusaba un descenso notable. A la
guerra se había unido una epidemia de cólera, que hizo disminuir a la población entre 1846
y 1857, de 504,635 habitantes a unos 300,000. Los pocos blancos se concentraban en las
ciudades de Mérida, Campeche y los pueblos cercanos a éstas. Los mayas independientes y
pacíficos se hallaban en el sur, y los rebeldes independientes o cruzoob en el oriente. “Estos
grupos se dedicaban primordialmente a la milpa. En el norte estaban los luneros y los
sirvientes de los hacendados.”360
Debido a la conflagración maya-criolla, las haciendas y los ranchos cañeros y
maiceros de los distritos de Tekax y Campeche se habían perdido, así como en las de los
distritos de Mérida e Izamal el ganado y el maíz habían sido consumidos por la población y
214
las fuerzas militares. En este entorno, la producción henequenera destinada al mercado
foráneo se convirtió en la tabla de salvación del naufragio general.
Aunque entre 1855 y 1856 el puerto de Sisal había experimentado un aumento de
más de 100,000 pesos en la exportación extranjera y de cabotaje, durante 1857 no resultaron
progresivas dichas ganancias por el estado violento que caracterizó a la península.
Empezaron a agitarse las pasiones políticas debido a las elecciones celebradas con arreglo a
la constitución del 5 de febrero de este año. Entre los productos que para entonces se
exportaban desde Sisal, el que ocupaba el lugar de mayor importancia era el henequén en
rama y manufacturado, que representaba casi la mitad del valor de la exportación total.
En segundo lugar estaban las pieles curtidas y al pelo. El tercero lo ocupaba la sal, si
bien su exportación se limitaba a los puertos de la república mexicana, pues aunque se podía
encontrar un mercado ventajoso en la vecina isla de Cuba, el crecido derecho diferencial
que se le cobraba no le permitía entrar en competencia con la sal de Cádiz y de otros
puertos de la península española. De hecho, el comercio de exportación yucateco más
valioso era con el puerto de La Habana, y de manera subsecuente con Nueva York, Nueva
Orleans y Belice. Respecto a los puntos de la República, el que más efectos yucatecos
consumía era el de Veracruz; seguido de San Juan Bautista (Villahermosa), Tabasco; Ciudad
del Carmen (recién integrada a Campeche y separada de Yucatán); y Tampico, Tamaulipas.
Entre el comercio de exportación y el de cabotaje, había una diferencia de una mitad
en favor del primero. Es de observarse que en 1845, antes de iniciada la sublevación maya y
durante un tiempo en que la península de Yucatán contaba con 600,000 habitantes, se
exportaba por el puerto de Sisal un valor de aproximadamente 259,805 pesos, igual a la
mitad del que se extraía en 1857 cuando su población estaba tan disminuida. Ello se debió al
desarrollo que había adquirido Yucatán en el ámbito agrícola e industrial durante los años
anteriores, a pesar de las guerras civiles que lentamente agotaban los recursos y elementos
de existencia.
Los partidos fronterizos estaban ocupados casi exclusivamente en dar término a la
Guerra de Castas, lo cual se sumaba a los conflictos políticos, sociales y militares que
amenazaban su estabilidad. Apenas producían lo suficiente para su consumo, y los efectos
que se exportaban desde la península a través de Sisal eran generados casi en su totalidad
por los partidos de Mérida, Motul, Izamal, Maxcanú y Ticul.
El cultivo del henequén y de la caña de azúcar había aumentado entre 1855 y 1857
en más de un 30%. Consecuentemente, al crecer la producción aumentó la exportación, la
215
cual sin embargo sólo alcanzaba a cubrir las dos terceras partes de las importaciones
yucatecas, que según los datos de la época (1857) ascendían de 750 a 800,000 pesos anuales
y dejaba por consiguiente un déficit de más de 200,000 pesos anuales con que gravaba la
riqueza estatal.361
Rentas particulares
Impuesto sobre fincas rústicas y $ 24,000
urbanas
Derecho de patente sobre venta de $ 18,000
licores
Idem de id sobre capitales en giro $ 20,000
Idem de capitación $ 18,000
Idem de matanza de ganado vacuno y de $ 16,000
cerda
Impuesto de guardia nacional $ 6,000
Derecho de exportación de productos $ 20,000
del país
Idem de introducción de efectos $ 4,000
nacionales
Mitad del derecho de traslación del $ 7,000
dominio
Derecho sobre legados y herencias $ 800
transversales
Ramos menores $ 2,000
$ 135, 800362
216
José Herrera, los comicios habían sido fraudulentos. El 26 de julio, Barrera tomó posesión,
y en agosto enfrentó un levantamiento motivado por las ilegalidades electorales, el cual lo
desconoció a él y a la legislatura. Se designó a José María Vargas como gobernador
provisional, si bien los levantados fueron derrotados por Manuel Cepeda Peraza.
Pero el 7 de agosto, los campechanos bajo el liderazgo de Pablo García y Montilla,
Pedro Baranda y otros, destituyeron al ayuntamiento de Campeche, declararon al primero
jefe militar y político del distrito de Campeche y desconocieron al administrador de la
aduana federal. Esta vez, el intento de represión armada por parte de Manuel Cepeda Peraza
resultó un fracaso. Así, el 10 de diciembre de 1857 Pantaleón Barrera cedió
provisionalmente la conducción del estado de Yucatán a Martín Francisco Peraza Cárdenas.
Más adelante, Barrera ocupó nuevamente la gubernatura, y, para enero de 1858, entregó el
mando en forma definitiva al general Peraza Cárdenas.
En enero de 1858, a raíz del Pan de Tacubaya los conservadores igual habían
designado a Félix Zuluaga como presidente de México, a pesar de que a Benito Juárez, por
disposición legal, le correspondía la jefatura de la nación. En abril, Peraza Cárdenas
reconoció a Zuluaga, que a su vez decidió que el distrito de Campeche y la isla del Carmen,
poco antes anexada a la jurisdicción campechana, formaran un solo territorio independiente.
El 11 de mayo de 1858 se dio la escisión política y territorial: se formalizó que el distrito de
Campeche quedaba convertido en un estado libre, con Pablo García y Montilla como su
primer gobernador.
Durante la administración de Pantaleón Barrera, Juan Miguel Castro Martín había
estado incluido entre sus principales colaboradores. Se le confió la presidencia de la Junta
Directiva de Caminos y, hacia marzo de 1857, él y el secretario de la Junta -su primo
Nicanor Rendón-, comunicaron al mandatario yucateco que ya estaba concluido el camino
de la ciudad de Mérida al punto litoral en el que debía de establecerse una nueva población
con el nombre de Progreso. La vía carecía de la solidez necesaria para el tráfico de hombres
y carruajes, si bien, creía la Junta, era satisfactorio aquel suceso que honraba “en participar a
vuestra excelencia.”363 Había llegado el momento, de acuerdo con los responsables, de que
empezara a trazarse el pueblo y se enajenaran los lotes en que iba a dividirse el terreno, de lo
cual resultarían recursos para “perfeccionar” el camino.364
363 Documento N. 1, “Con esto se justifica que no se pobló El Progreso el año de 1847, porque aún no existía
camino alguno”, en: Juan Miguel Castro Martín, El triunfo de la verdad…
364 Idem.
217
Para dejar concluida la comunicación de Mérida con aquel punto de la playa, la junta
presidida por Castro llevó a cabo la construcción de un puente sobre la garganta del lago
Fraga, el cual para marzo de 1857 quedó terminado. Se estaba ya en comunicación con la
playa, de tal manera que podía hacerse un viaje hasta ella “de dos horas y media en volanta
sin remuda de bestias como (hasta ahora) se ha practicado…”365 Debido a lo anterior, se
procedió a dar principio al trazo de la futura población, a la venta de los terrenos y a la
formación de ella. Por su parte, Pedro de Regil y Peón anunció:
El hacha del bárbaro nos está amagando para llevar a cabo su fatal programa de
exterminar a todos los que no corresponden a su raza. Que recientemente,
sorprendiendo a la ciudad de Tekax, satisfizo su saña feroz en los habitantes de una
manera sanguinaria… Que la causa que sostenemos contra el salvaje, es de la
humanidad y de la civilización. Que no debemos desmayar, sino seguir marchando
con el valor y la energía y constancia que hasta ahora han manifestado los dignos
ciudadanos que se hallan en campaña, a fin de conseguir la conclusión satisfactoria y
definitiva de esa causa con la destrucción del bárbaro .367
fueron destinados para llevarla a Campeche”, en: Juan Miguel Castro Martín, El triunfo de la verdad…
218
estar exceptuados de la inscripción los eclesiásticos, los empleados públicos con
nombramientos estatales o federales, los estudiantes fijos de las instituciones públicas, los
que tuvieran algún impedimento físico visible para portar las armas así como los extranjeros
y los indígenas.
Veinte días después de concluida la inscripción, los jefes políticos remitieron al
gobierno las listas formadas, con un resumen del número total de ciudadanos que
comprendía cada una de ellas, a fin de que el mismo gobierno señalase el porcentaje de
hombres que debía dar cada partido para la organización de la expresada fuerza. Para
sostener aquel ejército, se estableció una contribución de cien mil pesos, que pagarían en los
plazos establecidos los hombres del capital de los partidos del Estado en la proporción
siguiente:
Izamal 10,977.55
Motul 6,645.40 17,622.95
Tekax 1,740.44
Peto 652.71
Sotuta 580.18 2,973.33
Hecelchakan 5,292.50
Hopelchén 457.89 5,750.39
100,000.00368
El Segundo Imperio
Las tropas francesas bloquearon Campeche en 1862. A pesar de ello, en Yucatán se
convocó a elecciones locales e Irigoyen resultó vencedor; en tanto, Pedro Acereto comenzó
una nueva etapa de luchas intestinas por el poder que apenas si pudieron ser sofocadas por
Manuel Cepeda Peraza. Lo que no se pudo aplacar fueron los constantes levantamientos
368 Idem.
219
que se sucedieron a partir de marzo de 1863, cuando el teniente coronel Manuel Rodríguez
se pronunció en favor del coronel Felipe Navarrete y éste ascendió a gobernador en julio de
1863.
Navarrete se había rebelado el 28 de marzo anterior con el Plan de Izamal, además
de publicar una proclama donde manifestó que con el derrocamiento de Irigoyen quedaba
afianzada la paz en el Estado, y que a partir de entonces el gobierno no haría otra cosa que
proteger el comercio, la agricultura y las artes; hacer efectivas las garantías sociales; reprimir
los abusos y los crímenes de los malos; y activar, “en lo posible, la terminación de la Guerra
de Castas, que es la herida latente de los pueblos”369. El redactor del Boletín Oficial, Manuel
Barbachano Tarrazo (hermano de Miguel, ya fallecido desde 1859), manifestó en estos días
sus ardientes deseos porque los jefes invictos de la Revolución de Izamal dedicaran todos
sus esfuerzos para acabar con los indios, con “esos feroces enemigos de la sociedad, hasta
exterminarlos o hacerlos sucumbir, pues mientras existiese esa horrible plaga, el Estado no
prosperaría.”370
Navarrete se mostró neutral ante el bloqueo francés a Campeche, así como prohibió
la entrada de las importaciones campechanas por el puerto de Sisal, lo cual orilló al
gobernador Pablo García a declararle la guerra. En noviembre de 1863, las tropas de este al
mando de Manuel Cepeda Peraza intentaron penetrar a Mérida, pero fueron derrotadas y el
14 de diciembre se rindieron. Acosado por mar por la armada francesa y por tierra por el
ejército yucateco, el 22 de enero de 1864 García capituló ante el comandante Cloué, jefe de
las fuerzas navales galas. Por su parte, Yucatán reconoció la Suprema Regencia establecida
en México.
Benito Juárez, ante el avance de las tropas francesas abandonó la ciudad de México
y en su lugar quedó la Junta Superior de Gobierno, integrada por conservadores que se
pronunciaron por un sistema monárquico. Simultáneamente, entre julio de 1863 y
septiembre de 1864, la administración gubernamental yucateca quedó bajo la
responsabilidad, además de Navarrete, de Roberto Rivas y de una junta gubernativa, todos
conservadores y simpatizantes de la monarquía. Finalmente, el 28 de mayo de 1864 arribó el
emperador Fernando Maximiliano de Habsburgo, cuya primera intención consistió en
reconciliar a conservadores y liberales; como prueba de ello permitió el regreso de Pablo
369 Boletín Oficial de la División Restauradora del Orden N. 4, 13 de julio de 1863, Mérida, p. 1.
370 Ibid, N. 8, p. 2.
220
García, Liborio Irigoyen y otros de sus opositores exiliados en La Habana, al igual que
ofreció cargos y prebendas a algunos liberales que se quedaron en Mérida.
Las autoridades imperiales fueron conscientes que los recursos que se obtenían vía
aduanas marítimas constituían la parte más importante del tesoro nacional, y se avocaron a
la tarea de reorganizar las oficinas del Golfo de México: Tampico, Matamoros, Tuxpan,
Veracruz, Ciudad del Carmen, Campeche y Sisal, y de los puertos del Pacífico: San Blas,
Mazatlán y Manzanillo, para lograr una mejor administración. La organización y
administración de las prefecturas marítimas y capitanías de puerto se regirían de acuerdo al
Estatuto Provisional del Imperio Mexicano, a través del cual se erigieron tres prefecturas
marítimas, una en el Golfo de México y dos en el Pacífico.
371Damián Enrique Can Dzib, Campeche en el Segundo Imperio, Campeche, Gobierno del Estado de Campeche,
2010, p. 21-22.
221
Hasta septiembre de 1864, es decir al cumplirse los primeros nueve meses del año,
la administración portuaria en Yucatán se evaluó como resultado del trabajo del gobierno de
la República, y los tres últimos como correspondiente al Imperio: Los afanes de Navarrete
de “proteger el comercio y la agricultura” y los de José Salazar Ilarregui –el Comisario
Imperial enviado a Yucatán- de financiar el comercio, la industria y la agricultura a través de
la creación de un Banco de Avío, quedaron expresados en los registros de la aduana
marítima de Sisal:
222
Igual 209, 295. 78372
Para 1865, la oligarquía criolla yucateca militante de las diversas tendencias políticas
se esforzaba por sostener una falsa atmósfera de paz y prosperidad, sin dejar de preocuparse
y defenderse de sus incómodos coterráneos mayas, a los que calificaba como “feroces
enemigos de la civilización”. En dicho entorno, el ministro de Guerra, Juan de Dios Peza
prometió a Salazar Ilarregui que pronto arribarían a Yucatán tropas mexicanas y austriacas;
que el emperador estaba enterado de los inmensos males originados por los conflictos
interétnicos y había decidido iniciar la campaña contra los “bárbaros”, para terminar de una
buena vez con esa pesadilla. 373
A fin de cooperar con los objetivos, el comisario imperial solicitó la ayuda de todos
aquellos que no resistían “de cerca los perjuicios de la guerra de indios”, y que
contribuyeran en la medida de sus posibilidades para llevar a feliz término la campaña. Los
pobres servirían como soldados, y la clase alta facilitaría recursos ya en efectivo, ya en forma
de víveres, animales de carga o medios de transporte. Presurosos, los ricos acudieron al
llamado de Salazar. Figuraban en las listas publicadas por el Diario Oficial: Juan Miguel
Castro Martín, que cooperó con 300 pesos; Ramón Juanes, 300; José Dolores Escalante,
500; Manuel Dondé Cámara, 600; Ramón Aznar Pérez, 600; Felipe Ibarra de León, 1, 000; y
Manuel José Peón, 2,000. 374
El 15 de febrero, después de anunciar que Maximiliano no haría el tan esperado
viaje a Yucatán, el comisario imperial informó que las tropas enviadas por aquel, unos dos
mil hombres, llegarían al Estado a fin de mes y comisionó a Ignacio Cámara Peón para
poner en marcha los preparativos del recibimiento. A fines de febrero, únicamente
arribaron a las costas de Sisal 600 soldados de los 2,000 anunciados. Todos eran mexicanos.
Al frente de ellos venía el general José María Gálvez, militar que en Xalapa se había
distinguido por sus arbitrariedades y crueldad.
Al día siguiente de su arribo, Gálvez se vio envuelto en un primer incidente, contra
un agente de policía que le había conminado a no transgredir las disposiciones de tránsito
locales, implementadas en ocasión de los paseos carnavalescos. El general se indignó de tal
372 Aduana Marítima de Sisal, 1 de enero al 31 de diciembre de 1864, en: Manuel Payno, Cuentas, gastos,
acreedores y otros asuntos del tiempo de la Intervención Francesa y del Imperio. Obra escrita y publicada de orden del
gobierno constitucional de la república, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1868.
373 Faulo Sánchez Novelo, Yucatán durante la Intervención Francesa (1863-1867), Mérida, Maldonado Editores,
1983, p. 83.
374 Ibid, p. 84.
223
forma que de inmediato solicitó al comisario imperial la baja de aquel gendarme, así como
una disculpa pública de parte del ayuntamiento de Mérida por el “agravio” sufrido. Así lo
solicitó el comisario al Cabildo. Sin embargo, éste sostuvo que el policía únicamente había
cumplido con su deber y que no haría ninguna declaración pública de disculpa. Mediaron
varios comunicados entre ambas autoridades, y al sentirse ofendidos los miembros del
Ayuntamiento decidieron renunciar en masa. Ante esta actitud, Salazar los mandó
aprehender. Les impuso sendas multas de a 150 pesos, o, en su defecto, un mes de prisión
en la Ciudadela de San Benito por desacato de autoridad.
Seguido de la impopular reacción, el 11 de marzo la comisaría imperial dio posesión
a un nuevo Ayuntamiento. Lo integraban: Juan Miguel Castro Martín, presidente municipal;
José D. Espinosa, Sebastián Rubio, Manuel Medina, Juan Pastor Ríos, José D. Villamil,
Anselmo Duarte, Pedro Casares Quijano, Macedonio Castillo, Manuel Zapata, Agustín
Vales, Nicolás Iturralde e Ignacio Cervera Cepeda, regidores; así como Rodulfo G. Cantón
y José García Montero, síndicos.
En julio del mismo año, los representantes del gobierno francés ofrecieron otros
nombramientos. Para dar cumplimiento al artículo número 79 del Estatuto Nacional del
Imperio, el prefecto político interino del departamento yucateco, José María Adalid,
procedió a instalar el Consejo de Gobierno del Departamento de Yucatán, que quedó
integrado por el propio presidente del Ayuntamiento Juan Miguel Castro, Antonio Mediz,
Pedro Rivas Peón, Ezequiel Enríquez y Juan Antonio Esquivel.
Pese a las dificultades, 1865 habría de resultar, de acuerdo con José G. Pren,
redactor del Periódico Oficial, “un periodo verdaderamente fructífero…” La colonia Carlota
de Santa Elena, el telégrafo y el pozo artesiano construidos este año, serían los monumentos
que recordarían para siempre el nombre de José Salazar Ilarregui en Yucatán. Contrario a la
abundante documentación sobre las dificultades que cotidianamente enfrentaba el régimen,
la prensa oficial anunció que en Yucatán todo había marchado viento en popa durante esas
fechas, gracias a la paz brindada por el imperio tanto en su relación con la Iglesia como en
la conducción del gobierno civil, el poder judicial y la clase militar.
El gobierno imperial, decía Pren, no sólo se había enfrentado con valor y entrega a
los combates contra “los incansables enemigos de nuestra raza”, sino que había mejorado
los caminos y levantado la agricultura, el comercio y las artes de “la espantosa postración en
que yacían”. Los cereales habían alcanzado un muy buen precio al igual que el henequén, el
algodón y el azúcar. El puerto de Sisal, extendía el periodista, “registraba cada día un mayor
224
movimiento, y buques de otros países lo visitaban en forma frecuente.” El comercio
exterior había recibido “un impulso extraordinario”, con ventajas positivas para el Estado,
porque aun cuando las importaciones se habían hecho en gran volumen, el valor de las
exportaciones había sido superior, lo que evitaba la salida de numerario.375
Así se escribió y publicó una relación de cuentas, gastos, acreedores y otros asuntos
relativos a la intervención francesa y el imperio en México, entre ellos los concernientes al
puerto de Sisal durante el año de 1865:
225
Entregados al agente del cobro del 2,792.01
derecho adicional de ferrocarril.
Gastos de administración 34,064.75
Existencia a cuenta nueva 5,450.76
Igual 422,039.60376
Igual en 1865, para colmo de “los bienes recibidos” la emperatriz Carlota visitó
Yucatán.377 Después de su arribo, de pernoctar en Sisal y recorrer el camino hacia Mérida,
llegó a la capital yucateca: la “ciudad blanca´ en función de la idiosincrasia racista y
discriminatoria de una élite –primero española y luego criolla- que era enemiga de los
mayas, de los habitantes originarios que desde tiempos inmemorables estaban convertidos
en elementos fundamentales de su identidad y habían acompañado a aquel asentamiento
como forjadores de su historia. 378 Al penetrar la belga al corazón de Mérida, según la prensa
oficialista, “la plaza y la catedral lucían hasta el tope de gente, de personas de todas las
clases, desde políticos, hacendados y comerciantes hasta macehuales deseosos de
contemplar a su majestad”.379
Después de intensas reuniones oficiales, visitas, quejas, atentados –el 2 de diciembre
de 1865, alrededor de 600 mayas invadieron Cenotillo, distrito de Espita, donde causaron 18
bajas y 17 heridos-, aclamaciones, vítores, almuerzos, te deums, serenatas, fiestas, paseos,
obsequio de relojes y otorgamiento de medallas, el 5 de diciembre, después de permanecer
13 días en Yucatán, la Emperatriz prosiguió su viaje a Campeche. El martes 5, Carlota salió
de Mérida con rumbo a Chimay y después a Uayalceh; el miércoles 6, viajó a Mucuyché,
Ticul y Muna; jueves 7 y viernes 8, a Uxmal; sábado 9, Bécal, Halachó y Calkiní; domingo
10, Hechelchakán, Tenabo y Vista Alegre; y, finalmente, el lunes 11 arribó a la Ciudad
Amurallada.
Durante estos años, los promotores del traspaso de la supremacía portuaria a
Progreso participaban decididamente entre los colaboracionistas, apologistas y/o
funcionarios públicos del régimen. Simultáneamente, los liberales que habían abandonado el
Estado desde el triunfo de las fuerzas de Navarrete, aseguraban que la intervención no era
aprobada por el pueblo mexicano y calificaban de “veletas” a los que estaban a favor de la
376 Aduana Marítima de Sisal, 1 de enero al 31 de diciembre de 1865, en: Manuel Payno, Op. cit.
377 Periódico Oficial del Departamento de Yucatán N. 1, Mérida, 1 de enero de 1866, p. 3.
378 Jesús J. Lizama Quijano, Del pueblo a la urbe; el perfil maya de la blanca Mérida, Ciesas, 2012, p. 88.
379 Édgar Rodríguez Cimé, “Ciudad Blanca” (o Ciudad de los blancos), Mérida, Conaculta, Gobierno del Estado de
226
intervención francesa. Sentenciaban que la monarquía no tendría nunca acogida ni porvenir
en nuestro país.380
Por su parte, los simpatizantes yucatecos del gobierno de Maximiliano refutaban que
“los hombres honrados, los propietarios, las clases todas que pertenecen a ese grande y
majestuoso cuadro de nuestra civilización”, eran los que querían el imperio. En cambio “los
vagos, malhechores, los que siempre han buscado sus medras en los trastornos públicos,
porque odian el trabajo y huyen de todo orden regular y duradero”, eran los que estaban a
favor de la República y la renovación.381
Una tercera opinión era la del propio Fernando Maximiliano, que en su primer viaje
al “interior” del país en octubre de 1864 pretendió llevar a cabo un verdadero “golpe de
Estado”, es decir “cambiar en las ciudades que visitara la administración de los ´cangrejos´
o conservadores por autoridades ´sabiamente liberales´, las cuales, en su opinión, eran las
que verdaderamente necesitaba el imperio. Ser liberal era para él sinónimo de moderno y
eficiente, Así lo creía.”382
En Yucatán las persuasivas argumentaciones de los ideólogos conservadores
parecían embonar perfectamente entre los colaboracionistas liberales para justificar su papel
como sinceros y decididos partidarios de la intervención. Estas circunstancias hicieron
cambiar, de manera paulatina, aspectos de la estrategia política y económica imperial en
Yucatán como la relativa al ferrocarril. Aunque en un principio Manuel Arrigunaga y socios
habían recibido del gobierno de Maximilano el privilegio para la construcción de la vía
férrea de Mérida a Celestún, la concesión suscitó una controversia entre las facciones
criollas, pues, como sabemos, antes que ésta existía otra a favor de los comerciantes que
pugnaban porque el ferrocarril fuera a Progreso y no a Celestún.
Gregorio Salazar, redactor del Periódico Oficial, en 1865 tomó partido a favor de
Arrigunaga, y criticó duramente a los “egoístas” empresarios de la ruta Mérida-Progreso
porque habían protestado la exclusividad que se le daba al primero en la construcción de
caminos de hierro en la península. 383 En el grupo contrario a Arrigunaga se hallaba en esos
tiempos gente como Rodulfo G. Cantón –que los representaba-. Juan Miguel Castro Martín,
Simón Peón y Cano, Juan Cervera y Ramón Aznar Pérez entre otros. A consecuencia de lo
227
anterior, el redactor del periódico “renunció” a su puesto, después que el comisario imperial
ordenara se le amonestase por escribir “en forma impropia y con ánimos de ofender.”384
Naturalmente, la balanza terminaría por inclinarse a favor del tren a Progreso.
Simón Peón y Cano, otro de los importantes pioneros de la promoción del cambio
de Sisal a Progreso, también participaba entre los convencidos aliados y consejero del
imperio, eventualmente en defensa de sus propios intereses. En una audiencia pública
concedida por Carlota en Mérida, Simón se quejó de las conductas arbitrarias y abusivas del
coronel José María Adalid, ex comandante militar del departamento, que le sustrajo 17 de
sus incontables sirvientes para utilizarlos como soldados en la Guerra de Castas.
Aprovechando el foro, el terrateniente citó a la primera dama diversas tropelías de Adalid,
como la injusta suspensión del juez de paz de Halachó o la instalación de una corte marcial
para los miembros de la comuna meridana que habían renunciado en pleno debido a la
disputa con Salazar Ilarregui, todo por culpa del general José María Gálvez. Frente a un
amplio auditorio, Peón aconsejó a la princesa tomara las medidas adecuadas a fin de evitar
la repetición de tales abusos, que ponían en tela de juicio lo que para él era la buena imagen
y prestigio del imperio.385 Como prueba de la buena relación entre Simón Peón y Carlota,
ésta escogió permanecer dos días (7 y 8 de diciembre de 1865) en la hacienda de Uxmal,
propiedad del primero, durante su viaje a Campeche.
Igual Juan Miguel Castro Martín mostraría en este viaje su lealtad y apoyo al imperio
francés. Debido a sus méritos a favor del proyecto invasor, el citado prefecto/presidente del
ayuntamiento, consejero de Gobierno del Departamento de Yucatán y co-financiador de las
campañas imperiales contra los mayas, resultó electo anfitrión en la despedida de Carlota de
tierras yucatecas. El 5 de diciembre de 1865, la hacienda de Chimay fue la primera escala de
la emperatriz en su recorrido a Campeche. Los propietarios echaron la casa por la ventana.
“Hubo música, vítores entusiastas, arcos triunfales, cohetes…”386 A los pies del carruaje
imperial, José María, uno de los hijos de Juan Miguel, dirigió a su majestad un saludo:
384 Idem.
385 Ibid, p. 114.
386 Faulo Sánchez Novelo, La recreación en Yucatán durante el Segundo Imperio (1864-1867), Mérida, Conaculta,
228
majestad un amor sincero, nuestra adhesión profunda y una lealtad constante.
Chimay lleva por nombre esta finca hace más de dos centurias. Si este recuerdo
coincidente que hacemos de un principado de los Países Bajos fundado por
Maximiliano I en 1486, es acogido con benevolencia por vuestra majestad, seremos
en esta visita imperial sumamente felices. 387
Para marzo de 1866, Maximiliano llevó a cabo una serie de cambios en su gabinete y
en otros cuadros de dirección. En Yucatán, Salazar Ilarregui dejó el puesto de comisario
imperial y pasó a ocupar las carteras de ministro de Gobernación, y, en forma interina, el de
387 Periódico Oficial del Departamento de Yucatán N. 175, Mérida, 8 de diciembre de 1865, p. 4.
388 Ibid, p. 3.
229
ministerio de Estado. A la salida de Salazar, la tarifa de precios de los géneros nacionales
quedó registrada en la sede aduanal sisaleña:
230
Pescado salado Quintal 2.00
Panela Quintal 2.00
Pimienta de Tabasco Quintal 4.00
Polvillo de huevo o concha Arroba 3.00
Sacos de henequén Ciento 5.00
Sal Fanega .37
Sebo Quintal 8.00
Sebo labrado Arroba 3.00
Soga Tercio 10.00
Sombreros de pajilla Docena 2.00
Sombreros balaes Docena .75
Suelas cabeza 2.00
Tabaco en rama Arroba 3.00
Tabaco torcido caja de un millar 2.00
Tasajo Quintal 3.00
Tiburonera Arroba .75
Vaquetas cada una 2.00
Venados curtidos Docena 4.00
Zapatos de hombre Docena 3.00
Zapatos de mujer Docena 2.00
“Nota: los efectos no comprendidos en esta tarifa, pagarán el mismo 5% sobre precios de factura. Sisal, marzo 5 de
1866. José María Roca (rúbrica).”389
231
Entregados en la administración 34,998.52
principal
Entregados a los agentes de la 10,373.10
convención española
Prima a buques nacionales 1,224.00
Enteros en la dirección del banco de 1,181.32
avío
Sueldos de la capitanía de puerto 627.00
Haberes de pensionistas 974.97
A partícipes de confiscaciones y multas 2,163.04
Devoluciones de derechos 59.80
Gastos de guerra 437.00
Gastos generales 4,033.34
Gastos de administración 9,698.09
Existencia a cuenta nueva 1,931.13
138,557. 54 390
Para ocupar el lugar del comisario saliente, se envió a Yucatán a Domingo Bureau,
que desempeñaba el mismo cargo en el puerto de Veracruz. El 24 de abril llegó Bureau a
Sisal. Después de pernotar en Hunucmá, entró a la ciudad de Mérida en compañía del
prefecto superior político José García Morales, que se había hecho cargo de los negocios
luego de la partida de Salazar Ilarregui.
A fin de desempeñar cabalmente su misión, las primeras disposiciones de Bureau
consistieron en decretar la creación de un cuerpo consultivo al que llamó Consejo de
Comisario, compuesto de cinco vocales propietarios y tres suplentes. El cuerpo tenía como
atribuciones dictaminar, sobre todo, los negocios que el comisario pasara a su consulta.
Debía proponer al funcionario todas aquellas medidas que “tendiesen a corregir abusos y a
mejorar la condición de los pueblos”. El 4 de mayo de 1866 el Consejo tomó posesión de
su cargo. Entre los integrantes, debidamente seleccionados por Bureau, sobresalían los
miembros del grupo promotor del proyecto “Progreso”: como vocales propietarios Rodulfo
G. Cantón, Benito Aznar Pérez, José Font, Fabián Carrillo y José María Rivero Solís; como
vocales suplentes Juan Antonio Esquivel, Crescencio Carrillo y Ancona y Eligio Ancona.
Aunque anteriormente se habían otorgado concesiones para la construcción de un
ferrocarril hacia diferentes puntos del Estado, todos los privilegios habían caducado sin que
los proyectos se hubiesen materializado, a pesar de que cada día se hacía sentir la necesidad
de contar con ese medio de transporte. Animado por los ejemplos de Veracruz y Puebla,
Bureau convocó a una reunión el día 6 de mayo de 1866,-de la cual ya hemos hablado- con
390 Aduana Marítima de Sisal, 1 de enero al 31 de marzo de 1866, en: Manuel Payno, Op. cit.
232
la finalidad de discutir los diferentes proyectos que existían para unir a Mérida con el mar a
través de una vía férrea. El Comisario estaba dispuesto a reunir todo tipo de protección a la
empresa que manifestase más voluntad y posibilidad de realizar la obra.
Después de un largo debate en el que se manifestaron las razones en pro y en contra
de los puertos de Sisal y Progreso, se acordó nombrar dos “Juntas” que representaran los
intereses de cada uno de los bandos en pugna, que abriesen suscripciones y tratasen de
reunir los fondos necesarios para llevar a cabo sus respectivos proyectos. Aunque el
funcionario trataba de mostrarse neutral en la disputa, su simpatía era para aquellos
elementos del grupo que desde un principio colaboraban con la gestión imperial en Yucatán
y que representaban la ruta Mérida-Progreso. 391
La Junta que pugnaba porque el ferrocarril se dirigiese a Progreso y no a Sisal,
estaba compuesta por Pedro de Regil y Peón, José D. Espinosa, Camilo Cámara, Antonio
Garcia-Rejón Mazó y Juan Antonio Urcelay, los que hasta el 11 de mayo ya habían logrado
reunir la cantidad de 150,000 pesos en acciones de 250 pesos cada una. La Junta opositora
la conformaban D. H. Stuckle, Laureano Pérez, Manuel Roche y José González Duarte.
Finalmente, el 20 de mayo se acordó que el ferrocarril correría de Mérida a Progreso
y no de Mérida a Sisal. Aunque la razón oficial que inclinó la balanza a favor de los
primeros era la menor distancia de la capital yucateca a Progreso, “en realidad lo que el
gobierno imperial de la península quería era desbancar el grupo político y empresarial que
había sentado sus reales en Sisal y que se había convertido en el detentador exclusivo de la
actividad comercial de Yucatán.”392
Hacia finales de 1866, el clima político imperial ya no era de optimismo, pues la
noticia de que pronto se retirarían las fuerzas francesas del país, llenó de ansiedad y desazón
a los simpatizantes del régimen. Dicha preocupación se reflejó en el periódico oficial
yucateco al igual en las disposiciones de Maximiliano. Este llamó de improviso a Bureau,
que sin esperar a su sucesor se embarcó hacia Veracruz el 24 de octubre. Como sustituto de
Bureau se envió de nuevo a Salazar Ilarregui, el cual arribó al departamento el 9 de
noviembre. Más adelante, las estadísticas aduanales dieron fe de las gestiones imperiales de
los últimos nueve meses:
233
ABRIL A DICIEMBRE DE 1866
PRODUCTOS
Derecho de toneladas 5, 421. 95
Derecho de faro 1,722.29
Derecho de importación 133,262.77
Derecho de impuesto al tabaco 281. 27
Derecho de mejoras materiales 34, 357. 23
Derecho de 15% de ferrocarril 26, 935. 04
Derecho de internación 517. 91
Derecho de contrarregistro 1, 395. 79
Derecho de exportación 8, 688. 78
Confiscaciones y multas 1, 167. 00
Depósitos 3, 677. 20
Ramos varios 4, 550. 38
221,977.61
Existencia anterior 1, 931. 13
223,908.74
DISTRIBUCIÓN
Aduana Marítima de Sisal, 1 de abril a 31 de diciembre de 1866, en Manuel Payno, Op. cit.
393
Gustavo Pérez Rodríguez, “Tu fiel Carlota. Correspondencia y memorias sobre el final del imperio de
394
Maximiliano”, en: Relatos e historias en México N. 78, México, Editorial Raíces, febrero de 2015, p. 28.
234
En este entorno se dieron las primeras rebeliones republicanas, que proclamaron
como jefe del movimiento a Manuel Cepeda Peraza, al que invitaron a ponerse al frente de
la revolución. La lucha resultó sangrienta y prolongada, pero Cepeda, mejor estratega que
sus adversarios, paulatinamente salía victorioso. “1867 había iniciado bajo los peores
augurios para los imperialistas yucatecos. El final estaba cerca”.395
A mediados de 1867, imposibilitado para sostener la plaza y 55 días después de
haberse iniciado el sitio de Mérida, Salazar Ilarregui acordó capitular. La mañana del 16 de
junio, “aclamada por un inmenso gentío, la División Republicana hizo su entrada triunfal a
la Plaza de Armas de la capital yucateca, acompañada de música, cohetes y repiques. Tres
días después Juárez acabó con Maximiliano y la intervención francesa en el Cerro de las
Campanas. La ilusión del imperio había terminado.”396 Un registro general de la aduana
marítima sisaleña correspondiente a los años del Segundo Imperio, arrojaría las siguientes
cifras:
235
Anticipaciones 85. 00
Diversos ramos 16, 578. 84
Existencia a la misma anterior 1, 060. 23
983, 758. 51397
RECAUDACIÓN AJENA
A partícipes de confiscaciones y multas 4, 440. 31
Al Ayuntamiento 2, 365. 50
A varios por devolución de derechos 3, 340. 54
A varios por depósitos aplicados 1,787.39 11,933.74
CRÉDITO PÚBLICO
A los agentes de la convención española 32, 042. 16
A los agentes del cobro del 15% del ferrocarril 2, 792. 01
Enteros en la dirección del banco de avío 1,181.32 36,015.49
GOBIERNO GENERAL
A empleados, pensionistas y viudas por su cuenta 10, 208. 19
Órdenes de pago 2, 237. 39
Entregados en la jefatura de Hacienda por cuenta
de la República 129,583.75
Pagado por prima de buques nacionales 6,131.66 148,260.99
GASTOS DE GUERRA
Enterados en la comisaría imperial y administración
Principal de rentas 672, 505. 71
Existencia 1, 350. 00
Igual recaudación total 983, 758. 51398
397Aduana Marítima de Sisal, 1 de enero de 1864 al 31 de diciembre de 1866, en: Manuel Payno, Op. cit.
398 Aduana Marítima de Sisal, Resumen de la aplicación de los productos de dicha oficina, enero de 1864 a
diciembre de 1866, en: Manuel Payno, Op cit.
236
La “restauración” yucateca
Al terminar del Segundo Imperio y regresar los liberales yucatecos al poder, se reactivó el
proyecto de cambio de la aduana de Sisal a Progreso. No obstante, a pesar del triunfo de
dicho circulo oligárquico y el comienzo del mandato de Cepeda Peraza en 1867, desde este
momento se recrudeció la inestabilidad política en la entidad. El erario estaba vacío. Uno de
los propósitos del gobernador era secularizar la vida cotidiana de los yucatecos, reorganizar
la administración pública con base en la Constitución General de 1857 y la Constitución
local de 1862. Entre sus primeras acciones, clausuró el Banco de Avío y ocupó los fondos
para establecer una biblioteca en el Instituto Literario de Yucatán, creado durante dicha
administración. La biblioteca, que desde su fundación llevó el nombre de Manuel Cepeda
Peraza, ofreció a los lectores por primera vez en Yucatán, las obras de Hegel, Kant,
Proudhon, Voltaire, Rousseau y Bentham.
El contexto reformador iniciado por Cepeda Peraza, se enriqueció con la aparición
de sociedades y clubes que organizaban veladas literarias y culturales; se abrieron escuelas
públicas de enseñanza laica de nivel básico; proliferaron las logias, que se orientaron a
difundir su ideología y a combatir al clero y el fanatismo; también apareció el espiritismo,
que los yucatecos interpretaban como una especie de cristianismo sin iglesia ni sacerdotes.
Con todo, muchas prácticas religiosas permanecieron arraigadas en la vida diaria y en la
conciencia popular de los yucatecos. En la década de los setenta, los católicos continuaban
celebrando novenarios del Corazón de María y del Divino Maestro, las fiestas de la
Inmaculada Concepción de María, la del Santísimo Cristo de las Ampollas, de San Francisco
de Paula, del Señor de la Transfiguración y del Santo Cristo de la Consolación con sus
respectivas procesiones.399
237
Por su parte, Juan Miguel Castro Martín, incansable apologista del proyecto
“Progreso”, ex colaborador y consejero de diversas administraciones federalistas,
centralistas, republicanas e imperialistas, hacia finales de 1869 consideraba “por un cálculo
aproximativo”, que el producto anual de fletes de los carros que traficaban entre Mérida y
Sisal así como el valor de pasajes había ascendido en los últimos diez años a por lo menos
36,000 pesos, si bien entre Mérida y Progreso ese costo hubiese sido un tercio menor, es
decir 12,000 pesos. En base a ello infería que desde 1857 en que pudo pasarse la aduana a
Progreso, o bien desde 1859 hasta 1869, una década completa, habría habido un ahorro de
120,000 pesos.
Lo anterior era sólo “un cálculo mínimo”, de acuerdo con el político y empresario,
porque entre los frutos de exportación figuraba especialmente el henequén, dado el notable
aumento en su producción, lo cual hubiese hecho ascender desde tiempo atrás a más del
doble el porcentaje de fletes. Los datos aduanales de los que disponía Castro, le permitieron
exponer tres distintas épocas, de tres años cada una, en la exportación del agave:
CUADRO 26
400 Juan Miguel Castro Marín, “Notas”, 12 de septiembre de 1869, en: Rafael de Portas, Sisal y Progreso. Defensa
de los intereses generales de Yucatán y especialmente los del puerto de Sisal amenazados por la pretendida traslación de la aduana
marítima de este puerto al punto de la costa llamado Progreso, Mérida, imprenta de Manuel Aldana Rivas, 1869, p. 35.
238
Según los datos, el cultivo y explotación del henequén en esos tiempos aumentaba
considerablemente. En 1866, con 11 vapores y 54 fuerzas motrices de caballos, funcionaban
80 máquinas raspadoras; en 1867, con 21 vapores y 67 fuerzas motrices de caballos,
funcionaban 112 máquinas raspadoras, en 1868, con 35 vapores y 58 fuerzas motrices de
caballos, funcionaban 125 máquinas raspadoras; y en 1869, con 46 vapores y 60 fuerzas
motrices de caballos, según datos adicionales a disposición de Castro -propietario de
diversas fincas y haciendas henequeneras-, funcionaban 150 máquinas raspadoras.
La exportación del agave era progresiva. Para entonces parecía probable que en una
cuarta época (a partir de 1869, cuando se escribían estos cálculos) aumentase un 50% sobre
la tercera época (1866-1868), y en la siguiente o quinta época excediese de un 75% en razón
directa del mayor cultivo y explotación de dicha planta. También se esperaba en 1869 mayor
cantidad de vapores provenientes de Londres, así como vendrían los buques que cada vez
más se solicitaban, conforme se levantaban nuevos planteles de siembra y aumentaba el
cultivo de la fibra.
Según Castro Martín, con el aumento en las exportaciones de henequén, era mayor
el gravamen del exceso de fletes por Sisal. Yucatán no podía continuar sufriendo aquel
crecido gravamen. Además, no podía entrar en competencia el “cortísimo valor de Sisal”, ni
debía dejar de tomarse en cuenta la economía del tiempo en las operaciones del tráfico en
general. Si la vía férrea se dirigiese a Sisal y no llegase el caso de construirse otra más
adelante a Progreso, esto sería desastroso para Yucatán porque hubiese tenido que sufrir
perpetuamente el gravamen del exceso de fletes y pasajes. No importaba para los progresistas,
aquellos cortos intereses de Sisal cuya pequeñez podía redimirse con referencia al porvenir
de todo Yucatán y a un porvenir de vida y acción.
Para el “autor intelectual” de la debacle de Sisal, primero había que trasladar la
aduana a Progreso, para después llevar a cabo la empresa de la vía férrea, ya que si de
manera simultánea se pretendía realizar ambas cosas, se dificultaría su consecución y
surgirían dificultades entre ambas sin obtener la realización ni de una ni de otra. Ocuparse
del ferrocarril antes de la traslación de la aduana era para los liberales castidivinos empezar
por donde debía acabarse.401
Paralelamente, la parte contraria defendía sus intereses. Cuestionaba públicamente si
en realidad había habido algún perjuicio o alguna utilidad al no haberse trasladado la aduana
401 Idem.
239
de Sisal a Progreso. Tomaba como base las 25 toneladas que era el cálculo aproximado del
movimiento general anual en el puerto sisaleño entre 1859 y 1869. Basaba su demostración
sobre el tonelaje, puesto que los perjuicios que tenía que calcular se referían a las
condiciones marítimas de Progreso, si bien al mismo tiempo ratificaban esos cálculos
después de tomar la base del importe de las mercancías que anualmente, según datos
oficiales, ascendía a 1,150,000 pesos, de los cuales correspondían al comercio de cabotaje
350,000 pesos y al comercio de altura 800,000 pesos:
CUADRO 27: CÁLCULO DEL MOVIMIENTO GENERAL DE SISAL ENTRE 1859 Y 1869
402 Rafael de Portas, Op. cit., nota número 37 a pie de página, p. 35.
240
El cálculo anterior de los defensores de Sisal, estaba basado en cifras tan reducidas
que si se tomaba una embarcación del Golfo de México, de 30, 80 o 100 toneladas, no
hubiesen parecido recompensados sus mayores riesgos y retardos si tenían que ir a
Progreso, con que solo se les abonaba un exceso de flete de 30, 80 o 100 pesos
relativamente, quedando siempre a cargo de la mercancía los retardos y riesgos que
provenían por el desembarque y demás. Y si se consideraban esos mismos riesgos y
retardos en un buque de 200 toneladas de comercio extranjero, no era posible que se
conformasen con el aumento de solo $200 (200 toneladas a $1), y hubiesen quedado
siempre a cargo del efecto el mayor aseguro, el alijo, el retardo en la descarga y otros que
podían calcularse, lo menos, en el 1% sobre el importe de la mercancía.
Así pues, podía estimarse, respecto del comercio extranjero, en un 50% más, o bien
1% sobre el importe de los perjuicios calculados en el cuadro que precede, y se tendría
entonces que el recargo o perjuicio que hubiera tenido el comercio en los diez años de
1859-1869, si se hubiera pasado la aduana a Progreso, hubiera sido de $210,000, deducidos
ya los $120,000 que, según Juan Miguel Castro, se hubieran economizado en fletes de tierra
de Sisal a Progreso. Rafael de Portas, en representación de los defensores de Sisal pedía que
se demostrara la inexactitud o exageración de estos cálculos, en el caso de que la hubiera, de
una manera clara. No como lo hacía Castro, al refutar los planteamientos relativos del
campechano Ibarra Ortoll, “sin más prueba que su simple palabra negativa.” 403
Castro también cuestionó que Ibarra Ortoll cargara doble flete a la mercancía de Río
Lagartos a Progreso. Como respuesta, los correligionarios de Ibarra argumentaron que este
cargaba a la mercancía por flete de Río Lagartos a Progreso 18¾ centavos, que era lo que
corrientemente se pagaba, lo mismo para Progreso que para Sisal. También había una carga
de 18¾ centavos de flete de Progreso, o de Sisal, a Campeche, por ser también ese el tipo
corriente que se abonaba al barquero, de manera que, al tocar los efectos de la costa oriental
en cualquiera de los dos puntos, Sisal o Progreso, ya sea para hacerlos subir al mercado de
esta capital o ya para dejarlos en depósito y luego extraerlos para Campeche, tenían que
pagar por flete de mar solamente 37½ centavos, sin contar los costos de desembarque,
comisión y rembarque entre otros. En tanto, saliendo como salían de Río Lagartos
directamente para Campeche, sólo tenían el único gasto de 25 centavos.
241
Ibarra sostenía que los productos en general de la parte oriental no venían a Sisal así
como no vendrían a Progreso, aun cuando hubiese un ferrocarril que los condujese de uno
u otro puerto a la capital del Estado, por las grandes dificultades que se pulsaban para
transportarlos del lugar de producción, debido a la casi nulidad de caminos hacia la costa.
Solo de esta manera se comprendía que se prefiriese pagar por la vía terrestre enormes fletes
y exponerse a los riesgos que presentaban los caminos de ese rumbo donde en cualquier
momento podían presentarse los mayas rebeldes, en vez de buscar la vía marítima que entre
dos puntos dados fuese más económica. Río Lagartos era el punto de la costa más cercano a
Mérida y el que más producía, y tenía de gastos un quintal de mercancías si venía de Sisal o
de Progreso:
CUADRO 28
Hacia finales de 1869 se pagaba un peso cincuenta centavos por cada quintal por la
vía terrestre, sin contar que no era fácil encontrar oportunamente carros para el transporte,
debido a lo cual se exponían los comerciantes a los riesgos consiguientes y con una
inversión considerable de tiempo. Lo que debía hacerse era facilitar en la parte oriental
peninsular las vías de comunicación hacia la costa, con o sin el ferrocarril de la capital a Sisal
o a Progreso. De esa manera, los productos de aquella región serían más económicos al
venir por mar a Mérida, para su consumo y el de sus alrededores. El resto saldría
directamente de la costa oriental para Campeche, Ciudad del Carmen, Tabasco y otros
puntos que era donde se consumían en su mayoría.
Lo anterior probaba que aunque se estableciera un ferrocarril en Progreso y se
redujesen a la mitad los fletes que hasta entonces se pagaban de Sisal a Mérida, ello no
presentaba conveniencia alguna para el incremento del comercio de la parte oriental
respecto de sus productos, porque éstos irían directamente a los mercados que los
404Rafael de Portas, “Refutando al señor Castro”, Mérida, 1 de diciembre de 1869, en: Rafael de Portas, Sisal y
Progreso. Defensa de los intereses…, p. 97.
242
consumían: Campeche, Ciudad del Carmen, Tabasco y demás, cuyas relaciones directas le
eran más convenientes que su comercio con Mérida.
La única conveniencia que podía obtenerse de lo anterior, era lo que correspondía al
consumo de Mérida y sus alrededores, por el menor flete que tal vez iba a establecerse
desde Progreso. No obstante, esta ventaja no la disfrutaría el Oriente sino más bien el
comercio (los hombres del capital) meridano. Dichos comerciantes, si obtenían alguna
ventaja de este proceso, desde luego no iban a concederla a los del “interior”, si bien era una
pequeña ventaja que se vería frecuentemente inhibida por los inconvenientes que
presentaba Progreso debido a sus malas condiciones marítimas. De esta manera, deducían
los que abogaban por mantener la aduana en Sisal:
Se pretende asegurar que habilitado como puerto Progreso, viniendo los productos
orientales por Río Lagartos, Dzilam, etc., aumentarán el movimiento entre esta
capital (Mérida) y Progreso, y esto dará mayor impulso a los productos del Oriente.
Contestaremos desde luego que, como ya tenemos demostrado, el consumo de esta
capital será el que fije o limite la importancia de ese movimiento respecto de esos
productos.
Aun los que no son propiamente comerciantes, no ignoran, y ya lo hemos repetido,
que esos productos como el almidón, la manteca, el frijol, el maíz, etc., que salen de
los puntos productores orientales por la vía de mar, van casi en su totalidad a
Campeche, Ciudad del Carmen, Tabasco, etc., en cuyos mercados existe siempre la
243
necesidad de ellos para su consumo y el de su interior, y que las cantidades que
ahora van directamente no bastan, pues sale con esa dirección la mayor parte de lo
que viene por tierra del Oriente a esta capital.
Esta circunstancia pone en claro que esos productos continuarán yendo, como
ahora van, directamente a los mercados consumidores sin la necesidad de tocar ya
sea Progreso o Sisal, y mucho menos de venir a esta capital. Llegado el caso de estar
expeditas en el Oriente las comunicaciones con la costa, es muy probable que
embarcaciones mayores que las que ahora hacen el cabotaje en esa costa, salgan
directamente de Rio Lagartos, San Felipe, etc., para Veracruz, Tampico, etc., con sal,
almidón, manteca, etc., sin preocuparse si existe o no un ferrocarril que una a
Mérida con la costa, y si nuestro puerto de altura es Sisal o Progreso …406
Oportuno parecía a los defensores de Sisal, demostrar cuál era la diferencia entre los
gastos de un quintal de las mercancías orientales que venían a Mérida, como se suponía iba
a suceder habilitado que fuese Progreso, y yendo directamente, como hasta 1869 iban, a los
mercados consumidores del Golfo de México. Ponían por ejemplo, los recargos que sufría
un quintal de almidón desde Río Lagartos hasta Mérida:
Admitiendo que en Progreso o Sisal –que para el caso era lo mismo-, se hubiese
tenido hacia 1869 una vida mercantil propia, y que sin la supuesta necesidad de que los
productos orientales fuesen a Mérida, éstos hubiesen podido encontrar allí en el puerto un
244
mercado. Supóngase que esos mismos productos, en lugar de pasar directamente a los
puntos del Golfo de México donde encontraban mejores precios, se detuvieran en Progreso
o Sisal a esperar allí a los compradores que forzosamente concurrirían para llevarlos a
Campeche, Ciudad del Carmen, etc. Así se hubiese podido ver que sobre un quintal
aumentaría inútilmente con esa escala el precio de esos productos, o lo que es lo mismo,
disminuirían las utilidades posibles de los productores especuladores del oriente peninsular.
Para comprobarlo, los de Sisal tomaban las cifras de la demostración anterior:
CUADRO 30
Flete de mar de Río Lagartos a Sisal o Progreso $ 0. 18 ¾
Desembarque y bodegaje $ 0. 06 ¾
Comisión de venta que paga el dueño del efecto, 0. 18 ¾
sobre $ 6.25 es
Comisión de compra que paga el comprador 0. 18 ¾
Embarque y medio bodegaje de extracción 0. 03 1/8
Flete del mar y tal vez de Progreso a Campeche 0. 18 ¾
Total de gastos de Rio Lagartos a Campeche
con escala en Sisal o Progreso 0. 84 3/8
Menos: flete directo de Rio Lagartos a 0. 25 408
Campeche, único gasto
245
Por esas mismas fechas, Los efectos que desde el primero hasta el último día de
diciembre de 1869 habían entrado a Yucatán por Progreso, al igual que las cantidades que se
recibieron de ellos, quedaron registrados en una relación elaborada por el propio Juan
Bautista Pech y Melquiades Colonia (véase cuadro E en los anexos).
Hacia los primeros meses de 1870, igual se intentó demostrar que no era escaso el
comercio de cabotaje de barlovento en Progreso, y que los buques extranjeros que pasaban
a barlovento con dirección a Sisal, lo hacían muy cerca del primero. Igual se quiso
comprobar que en Progreso se habían cargado buques de quilla y travesía, y con dicho
objetivo se elaboró una razón de las entradas de aquellas embarcaciones al nuevo puerto. Se
trataba de demostrar que los buques del comercio extranjero de Yucatán procedentes de
Europa, Nueva York, Belice, isla de Cuba y otras naciones de las Antillas venían por
barlovento. Que: 1), no sólo pasaban cerca de Progreso cuando iban rumbo a Sisal, sino
que: 2), en el propio Progreso cargaban buques de quilla con efectos yucatecos; 3), estas
embarcaciones tenían nombres; 4) estaban registrados sus remitentes y cargadores; y 5) iban
hacia diferentes puntos de la república mexicana.
246
BUQUES DE SOTAVENTO NACIONALES DE CABOTAJE
Marzo 3 Pailebot Mexicano “Luz” Tuxpan 1
Marzo 3 Goleta Mexicano “Rafaela” Campeche 1
Marzo 20 Bergantín
Goleta Mexicano “Santa Rita” Veracruz 1
Marzo 20 Pailebot Mexicano “Julia” Campeche 1
Marzo 20 Pailebot Mexicano “Reformado” Alvarado 1
Total 5
CANOAS
Marzo 6 Canoa Mexicana “Feliz” Ciudad del
Carmen 1
Marzo 8 Canoa Mexicana “Gloria” Campeche 1
Marzo 11 Canoa Mexicana “Lola” Campeche 1
Marzo 11 Canoa Mexicana “Joven Amalia”
Campeche 1
Marzo 11 Canoa Mexicana “Libertad” Campeche 1
Marzo 19 Canoa Mexicana “Venancia” Campeche 1
Marzo 19 Canoa Mexicana “Siempreviva” Campeche 1
Marzo 20 Canoa Mexicana “Joven Felipa” Campeche 1
Marzo 21 Canoa Mexicana “Amalia” Ciudad del
Carmen 1
Marzo 21 Canoa Mexicana “Joven Juanita”
Campeche 1
Total 10 409
409Documento N. 13, Buques que han entrado rumbo de barlovento (1870), que acredita que por el rumbo de
barlovento vienen los buques del comercio extranjero, en: Juan Miguel Castro Martín, El triunfo de la verdad…
247
Lo que sí resultaba una “verdad sin disputa” para los legisladores, era que “por
donde con más facilidad podía hacerse la vía férrea era por Progreso, puesta la razón
poderosa de que por allí costaba menos. Por este motivo –coincidía la clase política en la
cámara de local de diputados-, creemos que es de positiva ventaja la traslación de la Aduana
marítima de Sisal a dicho punto, y una vez establecida, la consecuencia será la realización de
las aspiraciones del Estado.”410
El acuerdo era que la Legislatura se dirigiese al Supremo Gobierno y pidiese a
nombre del Estado, que en virtud del Artículo 85, fracción 14 de la Constitución Federal,
decretara la traslación de la Aduana marítima de Sisal al punto de la costa llamado Progreso,
ello en los mismos términos en que se había solicitado dicha traslación al Soberano
Congreso de la Unión. Este dictamen, previos los trámites de Reglamento se aprobó por
mayoría de votos, con excepción del ciudadano Escalante, representante del partido de
Hunucmá, Sisal y Maxcanú, que presentó un voto en contra.
Igual “todos los pueblos del Estado” levantaron su voz y solicitaron al Congreso de
la Unión la traslación. Las exposiciones al respecto se publicaron en el periódico El Iris y se
registraron en sus colecciones a partir del número 40 correspondiente al día 15 de octubre
de 1869.
410Documento N. 20, Iniciativa del ciudadano diputado, representante por el partido de Valladolid José María
Iturralde, Mérida, 21 de febrero de 1870, en; Juan Miguel Castro Martín, El triunfo de la verdad…
248
Octubre 13 Vecindario de la ciudad de Valladolid
Octubre 13 Vecindario del pueblo de Buctzoh
Octubre 13 Vecindario del pueblo de Dzilam
Octubre 15 Ayuntamiento de Valladolid
Octubre 15 Vecindario del pueblo de Canzakab
Octubre 16 Vecindario de la villa de Ticul
Octubre 16 Junta municipal y vecindario del pueblo de Muna
Octubre 18 Junta municipal del pueblo de Conkal
Octubre 19 Junta municipal y vecindario de Ixil
Octubre 19 Vecindario del pueblo de Chicxulub
Octubre 23 Vecindario de la ciudad de Tekax
Octubre 25 Ayuntamiento de la misma ciudad
Octubre 30 Junta municipal del pueblo de Panabá
Octubre 30 Vecindario del mismo pueblo
Noviembre 2 Ayuntamiento de la villa de Maxcanú
Noviembre 4 Ayuntamiento de la villa de Tixkokob
Noviembre 4 Vecindario de la misma villa
Noviembre 9 Ayuntamiento de la villa de Acanceh
Noviembre13 Vecindario del pueblo de Tekax
Noviembre18 Junta municipal y vecindario del pueblo de Umán
Noviembre 19 Junta municipal y vecindario del pueblo de
Timucuy
Noviembre 19 Ayuntamiento de la ciudad de Izamal
Noviembre 20 Vecindario de la misma ciudad
Noviembre 26 Junta municipal del puerto de San Felipe
Noviembre 27 Ayuntamiento de la villa de Peto
Noviembre 29 Vecindario de la misma villa
Noviembre 29 Vecindario de la villa de Tizimín
Hacia finales de 1869 ya iban avanzadas las gestiones para el traspaso definitivo de la
aduana a Progreso. Los resultados de los trámites ante el gobierno federal, ante el Congreso
de la Unión y los diversos sectores de la sociedad yucateca, parecían disipar cualquier duda
de que el viejo proyecto iba a concretarse. Paralelamente, el Congreso del Estado emitió un
decreto legislativo el 28 de mayo de 1969 bajo cuyo arreglo se hizo un registro de las casas
de Sisal, correspondiente al cuatrenio 1871-1874, es decir a partir del momento en el que el
puerto no funcionaría más como la otrora importante sede aduanera peninsular (Véase
cuadro F en los anexos).
El valor total de las casas y bodegas de mampostería de Sisal, al igual que todos los
solares de paja, según las manifestaciones hechas en virtud del decreto de mayo de 1869
ascendían a $35, 990. Saltaba a la vista que esta cifra era de mayor cantidad que la que
figuraba en la manifestación anterior (1864-1868), y que al parecer se había hecho con la
finalidad de “exagerar” el valor de las propiedades. Esto sin embargo iba a tener
249
repercusiones en el periodo de 1871-1874 pues los interesados pagarían mayores impuestos.
La diferencia entre la estimación que habían ofrecido los propietarios en el año de 1864 y en
el de 1869, se presenta solo con algunos ejemplos en el siguiente cuadro:
Por otra parte, la estadística sobre la cantidad de habitantes en Sisal que el secretario
de Gobierno Joaquín García-Rejón y Carbajal había dado el 18 de septiembre de 1846,
ascendía a 924 individuos; y según el dato demográfico levantado durante 1869, el índice se
elevaba a 997 pobladores, es decir un aumento de cuatro seres humanos en 23 años: 549
mujeres y 448 hombres. Sisal era el mismo, señalaban los impulsores del cambio a Progreso,
“el mismo descrito por el señor Rivero Figueroa y por el anticuario Stephens… He aquí lo
que es hoy Sisal, no obstante que la emigración de 1847 pudo haber hecho prosperar esta
villa…”412
411 Idem.
412 Idem.
250
Entre los últimos meses de 1869 y los primeros de 1870, el ayuntamiento de la ciudad de
Mérida así como habitantes de diversas poblaciones de la entidad terminaron de enviar sus
respectivos memoriales al Congreso Nacional, en los que solicitaban el traslado de la aduana
a Progreso. Igual se elaboró una “Exposición” que la diputación mercantil de Mérida en
unión de los comerciantes elevó al gobierno federal. En ella se comprometían a construir
con sus propios recursos el muelle de Progreso, una de las más importantes obras que se
requerían para la traslación a este punto de dicha aduana. El comercio, sin gravamen alguno
y con la finalidad de tener su propio muelle -de mayor extensión del que entonces
funcionaba en Sisal y hecho de acuerdo a las mejoras que contenía el plano formulado por
el ingeniero civil Olegario Cantón-, tendría derecho a imponer y percibir por el uso de la
escollera la asignación que se cobraba en la de Sisal, con la diferencia de un 25% menos en
beneficio general.
Los comerciantes meridanos se comprometían a que si el gobierno federal quería
hacerse del muelle, podía adquirir la propiedad por igual costo de su valor. Y si aun siendo
aquel muelle propiedad de los comerciantes se acordase la concesión a cualquier empresa
para la construcción de una vía férrea de Mérida a Progreso, igual podía dicha empresa
hacerse propietaria del atracadero, previo pago al contado por el precio de su valor.
El 24 de octubre de 1870, los comerciantes de la Ciudad Blanca firmaron el
compromiso para contribuir en la obra del muelle de Progreso, bajo las bases acordadas por
el ministerio de Fomento y aceptada por el propio comercio de la capital yucateca. El pago
de la construcción se haría en forma paulatina, mediante mensualidades, a partir del mes de
noviembre hasta junio del año siguiente. Los suscritos, deseosos de llevar a cabo la obra
fueron:
CUADRO 34
Viuda de Regil e hijos $1,000
Juan Miguel Castro $500
Camilo Cámara $1,000
Manuel J. Peón $1,000
Manuel Dondé Cámara $1,000
Ramón Aznar Pérez $1,000
Juan Cervera $500
Eusebio Escalante e hijo $500
Ángel A. Toledo $500
José María Ponce y Compañía $250
Darío Galera $250
José Dolores Espinosa $250
251
Luis Cárdenas Peón $500
Gregorio Milán $500
Alfredo Peón $500
Benito Aznar Pérez $500
José Font $500
Manuel Zapata $500
Señor Palma y hermano $425
Isidro Mendicuti $250
Juan Antonio Urselay $500
Marcos Duarte $500
Miguel Peón $250
Pedro Cicero $250
Joaquín Ancona $250
José D. Escalante $250
Luis Gutiérrez $125
Vicente Escalante Sánchez $ 250413
413 Copia fiel del acta de compromiso de 24 de octubre de 1870, acordando el comercio contribuir para la obra
del muelle de Progreso, Mérida, 16 de noviembre de 1870, http//acervobibliotecavirtualdeyucatan.com.mx
414 Juan Miguel Castro Martín, Cuentas de la inversión y gastos de las obras del muelle, calzada y puente de
252
$9,595.00, que resultaba porcentualmente menor en comparación con el presupuesto
aprobado únicamente para su reparación, que se elevó a $17,884.75.415
El costo del muelle había excedido el presupuesto aprobado por el gobierno federal,
tanto por ser este reducido como por las circunstancias extraordinarias que se presentaron.
Por si fuera poco, el 1 de marzo de 1872 un temporal causó estragos en Progreso, hizo
sentir su furia y mostró la fragilidad del muelle recién construido. El huracán puso en
peligro a la nave “Margarita” que venía de Sisal con familias, a la “Petrona y Pascuala”, que
era de carga, así como a los alijos que se encontraban fondeados. Igual causó daños al
pailebote “Juárez” y a la barca “Volant”, cuyo capitán Geo Bareston pereció con otros dos
marinos que habían saltado al mar para rescatar su barco. En medio de la adversidad, el
bergantín goleta americano “Teresa Buttler” garreó sus anclas y la canoa “Margarita”
después de luchar durante varias horas en medio de las enfurecidas aguas, se estrelló contra
el alfaque. Todas las canoas de alijo fueron aventadas a la playa. El administrador de la
aduana cerró el puerto y el vapor estadounidense “City of Mexico” prefirió no entrar al
inseguro sitio y continuó para Veracruz con la carga y correspondencia que traía para
Progreso.416
Pese a lo anterior, los impulsores de Progreso hicieron públicas los siguientes días
las ventajas que ofrecía el nuevo muelle. Con todo y los altos costos, la ineficiencia de la
obra, las tragedias ecológicas y los muertos, el comercio de la capital yucateca, es decir la
burguesía mercantil, parecía disfrutar del enorme beneficio “de no pagar en Progreso el
impuesto de muelle que se pagaba en Sisal…” Para entonces ya no había quien abogara por
el “puertecito de Mérida”, y hasta sus principales defensores, como veremos más adelante,
habían sido “persuadidos” por la clase en el poder al ofrecerles estratégicos cargos públicos
y/o lucrativas concesiones empresariales.
Distraer a la opinión pública respecto a los desaciertos del viejo puerto, comparar
las bondades de Progreso con las retrospectivas deficiencias de Sisal también se hizo
recurrente entre la clase que controlaba la política y la empresa yucateca. De esta manera se
expuso lo que había dejado de pagar el comercio en los nueve años seis meses corridos,
desde el 1 de julio de 1871 al 31 de diciembre de 1880, respecto al impuesto de muelle en
415Idem.
416Rubén y Romeo Frías Bobadilla, Un proyecto de cien años; el puerto de abrigo, Progreso, Ediciones El Faro, 1970,
p. 11.
253
Progreso, durante el mismo tiempo por el que se pagó en un periodo similar anterior en el
muelle de Sisal, del 1 de enero de 1862 hasta el 1 de julio de 1871:
CUADRO 35
AÑOS PAGOS
1862 $3,792.69
1863 3,507.93
1864 5,138.43
1865 6,566.13
1866 5,325.13
1867 4,247.00
1868 4,889.96
1869 5,486.95
1870 9,494.00
1871(hasta el 1 de julio) 4,312.00
Total pagado $ 52, 761. 08417
254
La inauguración del nuevo puerto se llevó a efecto en la fecha indicada, momento
en el cual se daba por concluido el traspaso de la hegemonía portuaria de Sisal a Progreso.
Por el camino de Mérida al nuevo puerto se vio transitar ese día a numerosos carruajes que
conducían a las familias e invitados en general, provenientes sobre todo de la Ciudad
Blanca. También por mar arribaron embarcaciones con viajeros que participarían en la
ceremonia. Los edificios recién levantados, los barcos y el muelle lucieron banderines
multicolores, así como una banda militar dirigida por el maestro Cuevas amenizó el baile en
el moderno edificio de la aduana, donde se contó con la presencia de funcionarios federales,
estatales y locales. 419
Una primera Junta Municipal progreseña se constituyó en 1872. Como vocal quedó
electo Alejandro Barrera. Más tarde, el 8 de enero de 1875, igual por decreto del gobierno
estatal se instaló el primer Ayuntamiento, integrado por su presidente el propio Alejandro
Barrera; los regidores propietarios Regino Morales, Santiago Medina, José Piña y
Buenaventura López; los regidores suplentes Antonio Morales Pastrana -heredero de
Joaquín Morales Lanzos, propietario de la infraestructura de mayor valía en Sisal-, George
Llanes y Ramón Canto (estos dos últimos con propiedades en Sisal y ex miembros de la
Junta defensora de dicho puerto); así como el síndico procurador Wenceslao Encalada.
Respecto a las primeras construcciones en el puerto, éstas pertenecían a políticos,
comisionistas, empresarios, artesanos y población en general. Estaban hechas de
mampostería, madera, zinc, ripio o paja. De los edificios públicos se hizo responsable rl
grupo en el poder, así como entre los propietarios de los negocios o de las casas-habitación
se registró a Braulio Acosta; Tenorio y Hermanos; Cantón y Tappan; Llanes y Compañía;
Camilo Cámara; J. Vallado; Adolfo Morales; José María Ponce; Benito Aznar; Manuel
Dondé Cámara; M. Navarrete; Cosme A. Villajuana; Antonio Cupul; José Galera; Fermín
Domingo; Martín Domingo; N. Souza; B. Vargas; José León Rubio; Santiago Medina;
Gumersindo Méndez; Augusto Peón; Hilario Pérez; Manuel Dondé; M. Pinelo; J. Ávila
Maldonado; E. Escalante; Pedro Regil; Rafael Villamil; W. Encalada; J: Ferriol; N. Alpuche;
José A. Rosado y Juan de Dios Fierros. Las primeras casas consignatarias y comisionistas
eran de los señores Diego y Compañía, representantes de la Compañía Neoyorkina y
Mexicana; Ibarra y Dondé, de las Indias Orientales y del Pacífico; de Rodulfo G. Cantón,
que representaba a las de Habre; y de Hofmann y Domínguez, de Steamship Line.
255
Concluida la infraestructura básica, el arribo de los primeros barcos que operaron en
Progreso quedó documentado de la siguiente manera: el bergantín “Rafaela”, llegó de
Veracruz y Campeche; la canoa “Amelia”, procedente de Tabasco, Ciudad del Carmen y
Campeche; el vapor estadounidense “City of Merida”, había zarpado de Nueva York y
pasado por La Habana; el bergantín español “Esperanza”, salió de La Habana; el pailebote
“Oriente”, procedente de Tuxpan; y la goleta “Guadalupe” de Tampico.420
420 Romeo y Rubén Frías Bobadilla, Monografía histórica, geográfica, marítima y cultural del puerto de Progreso de Castro,
Yucatán, Mérida, Ayuntamiento de Progreso, Yucatán (2010-2012), 2011, p. 19.
421 Florentino García Cruz, “El problema de la vivienda en Progreso, Yucatán. Periodo político municipal:
diciembre de 1981 a diciembre de 1984”, Boletín de la Escuela de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Yucatán,
Vol. 12, N. 69, noviembre-diciembre de 1984, p. 4.
422 Raquel Ofelia Barceló Quintal, Los ferrocarriles en Yucatán y el henequén en el siglo XIX. El camino hacia el progreso,
256
Otro aspecto de la problemática urbana fue la insatisfacción de la necesidad de
vivienda para los grupos humanos que en forma constante desarrollaron el proceso de
colonización. La desigual repartición de la riqueza, manifiesta en los bajos ingresos de gran
parte de la población, inhibió la compra de los materiales necesarios para construir sus
casas-habitación. Si bien la vivienda se convirtió en un artículo de primera necesidad, cada
vez resultó más complicada su obtención y los espacios destinados para habitarlos no
reunieron los requisitos mínimos para los inmigrantes que, de manera creciente, se
asentaron en el puerto.423
257
1874 30, 537
1875 31, 313
1876 41, 864
1877 51, 538 424
424 Cecilia Asunción Novelo Santamaría, La política fiscal y la producción henequenera vista a través de la legislación de
1870 a 1920, Mérida, Tesis de Licenciatura en Economía, UADY, 2001, p. 67.
425 Ibid, p. 68.
426 Moisés González Navarro, “Los positivistas mexicanos en Francia”, en: Historia Mexicana, Vol. IX, N. 1,
258
El 31 de marzo de 1875, a la empresa que representaba Rendón Peniche se le
adjudicaron en propiedad los terrenos de la Plaza de Mejorada para construir la estación del
ferrocarril Mérida-Progreso. El 1 de abril se colocó el primer riel, en el espacio donde se
levantaría la estación. Presidieron el acto el gobernador Eligio Ancona, el presidente de la
diputación de Comercio Benito Aznar Cámara, el representante de los comerciantes Manuel
Dondé Cámara, y el representante de los hacendados henequeneros Juan Miguel Castro
Martín, en cuyo honor la ciudad de Progreso habría de recibir en 1881 el nombre de
Progreso de Castro.
En el evento también estuvo presente el Consejo Administrativo de la empresa,
integrado por su presidente Francisco Zavala; vicepresidente José Font y Gutiérrez; vocal
primero Augusto L. Peón y Peón; vocal segundo Juan Crassemann; vocal tercero Alfredo
Domínguez Peón, con importantes inversiones en Sisal; y como tesorero, el empresario ex
líder de los defensores de Sisal Felipe Ibarra Ortoll, acompañado de su secretario Nicanor
Rendón y Cárdenas.
Felipe Ibarra Ortoll, ex líder de la resistencia en Sisal, además del anterior cargo
recibiría importantes concesiones empresariales por parte de las autoridades yucatecas y
nacionales, esto con el fin de alejarlo de sus acciones a favor de Sisal y atraerlo a la defensa
de los promotores de Progreso. A Ibarra le fue otorgado en concesión todo el litoral
peninsular para las actividades pesqueras. El otrora “representante del pueblo de Sisal”,
poderoso empresario vinculado al henequén y a la explotación del palo de tinte, a partir de
entonces se sumaría al negocio de la pesca.
El leonino contrato cedía a Ibarra el privilegio para explotar la esponja, la tortuga y
el caimán.427 Abarcaba el extenso litoral desde la Laguna de Términos en el Golfo de
México, hasta la desembocadura del río hondo en la Bahía de Chetumal, es decir toda la
costa de la península yucateca. A cambio, el empresario estaba obligado a pagar una renta
según el tipo de productos explotados, además de comprometerse a prestar su cooperación
para impedir el contrabando en la zona a que el contrato se refería y contrarrestar la falta de
vigilancia en este ramo. Para los habitantes del oriente peninsular, esta medida significó un
tiro de gracia, pues por todos lados se les limitaría el acceso a los recursos naturales de tierra
y mar. A partir de este momento, los habitantes originarios debieron pagar al apóstata
Ibarra Ortoll una renta para tener acceso a la pesca.428
259
De esta manera, el grupo en el poder identificado con las luchas republicanas
empezó a ofrecer “funcionalidad” a la región, contextualizada por el predominio de una
facción criolla liberal, una actividad marítima y mercantil de importación y exportación así
como por el intercambio mercantil intrarregional que habría de vincular al nuevo puerto
con campos de cultivo, extracción de recursos naturales, comunidades productoras de
insumos básicos y núcleos urbanos consumidores de bienes y mercancías. 429 Además, “el
contexto político en el que quedaría enmarcada la creación del nuevo puerto, iba a ser la
competencia entre las élites blancas de Mérida y Campeche por el control de las aduanas
marítimas, exacerbada a partir de que este Estado lograra independizarse.” 430
Al iniciar la década de 1880, las condiciones del puerto ya eran otras; habían
avanzado los trabajos de infraestructura así como varios comerciantes fabricaban sus casas
comerciales consignatarias y comisionistas y tenían bodegas para almacenar las mercancías
de importación y exportación. Poco a poco el tráfico se incrementó por el intercambio
sobre todo con los puertos del Golfo de México, Cuba y España, que demandaban carne
salada, palo de tinte, derivados de algodón y henequén, este último cada vez con mayor
porcentaje de demanda en el mercado internacional y en el que se volcó la mayoría de los
capitales extranjeros y yucatecos de la época. A estas condiciones de gran apogeo –
caracterizadas por las tendencias productoras del agave- quedaría unida la ruta del ferrocarril
Mérida-Progreso, finalmente inaugurada el 16 de septiembre de 1881.
Reflexiones finales
Desde el inicio de la Independencia se puso en evidencia la lucha de las distintas facciones
en la entidad. La división se hizo palpable y los grupos en confrontación se negaron a
aceptar las fórmulas legales de cada facción. Esto ocurrió durante los gobiernos juaristas,
cuando los liberales se dividieron y cuestionaron las diferentes posiciones (moderadas o
radicales) de la bandera reformista republicana. Bajo este estado de cosas quedó
formalmente establecido Progreso (1870) como el principal puerto del estado de Yucatán.
La incansable gestión de los que promovieron la traslación de la aduana, había incluido los
primeros afanes de comunicarlo por carretera con Mérida, la paulatina construcción de la
429 Mario Alberto Trujillo Bolio, El Golfo de México en la centuria decimonónica; entornos geográficos, formación portuaria
y configuración marítima, México, Cámara de Diputados, Ciesas, Porrúa, 2005.
430 Luis Alfonzo Ramírez Carrillo, “Un mar de piedras”, en: Luis Alfonzo Ramírez Carrillo (coordinador), Un
secreto bien guardado; mundialización y restructuración productiva en Yucatán, México, Porrúa, Universidad Autónoma
de Yucatán, 2006, p. 131.
260
infraestructura portuaria y su adecuación a los distintos regímenes políticos que gobernaron
Yucatán entre 1840 y 1881.
En el último lustro de este periodo, los grupos del poder regional se sumaron a la
política conciliatoria practicada por Díaz, así como pusieron por encima de las disputas
locales el afianzamiento del poder presidencial. Esta alternancia permitió que ocuparan los
puestos de mando individuos de diferente posición ideológica y de formaciones
profesionales diversas. Los cargos serían desempeñados por civiles o por militares, de
tendencias liberales o conservadoras, incluidos colaboradores del Segundo Imperio.
Lo anterior influyó en la gestión política a favor del desarrollo de Progreso, del
despojo de las tierras comunales, de la conclusión del ferrocarril Mérida-Progreso (en 1881)
y de la expansión henequenera. La injerencia del Ejecutivo federal en apoyo a uno u otro de
los grupos en confrontación, creció en sintonía con los intereses del centro. Lo anterior no
fue fortuito. Para entonces, los ingresos que ya generaba Yucatán debido al precio que la
fibra del henequén había alcanzado en los mercados internacionales, mucho habría de
influir en la consolidación de la modernización del Estado y del país en términos generales.
261
CONCLUSIONES
Sisal empezó a funcionar como puerto desde el siglo XVI. En 1562, el alcalde mayor de
Yucatán, Diego de Quijada, mandó se iniciara la construcción de un camino de Mérida a
aquel punto de playa para contar con una salida al mar. El proyecto incluyó una calzada que
atravesaba la ciénaga, que una vez terminada (1571), recibió el nombre de Camino Real de
Sisal, que jugó un importante papel en el entorno peninsular al permitir el intercambio no
sólo de productos sino de información con otros puertos como Veracruz o La Habana. El
lugar estaba más cercano a la capital peninsular que el puerto de Campeche y resultó más
accesible que éste respecto a las embarcaciones de mayor calado.
Para que el recorrido presentara una primera resistencia frente a los inminentes
ataques piratas -que se sabía iban a querer introducirse por ahí a la capital de la
Gobernación-, en vez de construirse en línea recta el camino se desvió e hizo pasar por
Hunucmá, una de las más importantes poblaciones de la zona. No había pasado ni una
década de la construcción de la vía, cuando el puerto fue sorprendido por filibusteros
franceses, que aprovecharon el camino Real para realizar su incursión tierra adentro. El
ataque estuvo cerca de hacerse de la sede de la capitanía peninsular, aunque no pasó a más y
las reacciones que provocó son reveladoras de la importancia estratégica que Hunucmá
representó frente a los asaltantes, antes que éstos se acercasen a Mérida. Cien años después
(1661), el pirata Juan Cruyes incendió la vigía de Sisal –sin siquiera intentar aproximarse a
Mérida- y se llevó prisioneros a los seis hombres que custodiaban el puerto.
Para finales del siglo XVIII, las leyes españolas sobre el comercio libre y neutral
estimularon el intercambio mercantil en Campeche, si bien despertaron el interés de la élite
residente en Mérida de reconocer y habilitar Sisal para el tráfico mercantil, además de que
no estaba tan distante de la capital peninsular como la ciudad amurallada. Al iniciar la
siguiente centuria, se unió a lo anterior el hostigamiento marítimo en el Golfo de México
por parte de los buques ingleses, y la decisión de las autoridades de controlar el
contrabando. Debido a ello, el 13 de marzo de 1811 se declaró puerto menor a Sisal, con lo
cual quedó formalmente autorizado a la navegación y el comercio con diversas regiones del
mundo.
262
Campeche empezó a resentir los perjuicios de esta disposición, en tanto Mérida se
beneficiaba más por abrirse dicho puerto al comercio exterior, ya que sus habitantes
recibían en forma directa los productos que necesitaban, lo cual restringió el comercio con
Campeche después de tres siglos que éste abasteciera por vía marítima el mayor porcentaje
de mercancías que requería la cabecera política.
Durante las primeras décadas del México independiente, las confrontaciones entre
Mérida y Campeche continuaron. Presionada por las rivalidades con este último, cuya clase
en el poder veía a Sisal como un puerto que no reunía las condiciones de seguridad, ni su
camino la fluidez necesaria para el tráfico comercial, la oligarquía meridana consideró
imperiosa en la década de los cuarenta la necesidad de localizar una salida al mar, lo más
cercana a la capital del estado, donde se trasladaría la aduana y el predominio portuario de
Sisal. También pensó en la mayor proximidad con el Caribe, región a la que la cabecera
política peninsular dirigía un alto porcentaje de sus exportaciones.
Es aquí donde se inscribe el tema de nuestro trabajo, el analizar cómo este cambio
muestra las tensiones y negociaciones de los diversos grupos de poder existentes en la
península; evidencia sus posturas, sus arreglos y disensos. Al final de cuentas muestra cómo
funciona la élite local y cómo se va adecuando a los cambios según sus intereses. La lucha
por el poder entre los grupos que surgieron con la insurgencia, los encontrados intereses
entre Mérida y Campeche –principales ciudades de la capitanía-, los conflictos entre
liberales y conservadores -términos por demás vagos y difíciles de definir en esa época- y la
negativa de los meridanos a incorporarse a México como parte de una sola nación, fueron
motivo frecuente de confrontaciones entre los criollos peninsulares y una de las principales
razones para el estallido de la Guerra de Castas.
Apenas aplacado el primer fuego de la Guerra de Castas y llevada a cabo la
independencia de Campeche, que en pugna con Yucatán se erigió en Estado a partir de
1857, el grupo político y empresarial que apoyaba Progreso inició el remate de los terrenos
en el punto de playa donde se levantaría el nuevo puerto, para controlar, a partir de allí, el
comercio marítimo a través de la aduana, y transportar, además de otros géneros, la
creciente producción henequenera. En Progreso, decían sus promotores, se vigilaría más de
cerca el contrabando; también se aplacarían los levantamientos indígenas cuyo epicentro
estaba hacia el oriente peninsular, y se transportaría con mayor facilidad la tropa para
reprimir un eventual levantamiento.
263
El contexto político en el que se fundó el nuevo puerto, fue la competencia entre las
élites de Mérida y Campeche por el control de las aduanas marítimas, exacerbada cuando
Campeche se independizó. La habilitación de puertos y aduanas destinados al comercio
exterior resultó una preocupación constante de los regímenes que gobernaban México, y a
partir de la década de los cincuenta aumentaron su número debido al continuo incremento
de las relaciones comerciales con los demás países del mundo.431
Otros intereses detrás de la fundación de Progreso, lo representó el control de las
tierras y haciendas aledañas al camino que se construyó, así como el de las tierras donde se
levantó la población, que hasta antes de su erección eran baldías y se tornaron
potencialmente estratégicas con el traslado de la aduana. De hecho, las tierras entre Mérida
y Sisal, al igual que alrededor de este punto estaban controladas por propietarios diferentes a
los promotores del nuevo puerto. Después de la visita de Carlota a la península, influidos
los representantes del Segundo Imperio por sus colaboradores liberales, ya no pensaron
tanto en “la menor distancia de Mérida al mar”, sino en desbancar al grupo político-
empresarial que había sentado sus reales en Sisal, y que se había convertido en el detentador
casi exclusivo de la actividad comercial en Yucatán.
La Junta defensora de los intereses de Sisal durante la batalla retórica desatada en los
años de la restauración republicana, vio en la traslación de la aduana marítima de este puerto
al de Progreso atacados los intereses de Campeche, lo cual le hizo levantar la voz contra los
promotores del cambio. A los líderes visibles de la Junta, entre los más destacados Felipe
Ibarra Ortoll y Rafael de Portas, el escritor Francisco Sosa, campechano identificado con el
grupo defensor de Progreso, preguntó si debían cuestionarse más bien los intereses ajenos
que los propios, es decir los intereses de Campeche, “país natal” de Ortoll y De Portas,
antes que los de Yucatán.432 Para entonces -1869-, hacía ya 12 años que Campeche era un
estado independiente.
Desde el inicio de la emancipación mexicana hasta el final de los años sesenta, los
del proyecto Progreso no habían realizado inversiones sobresalientes en el puerto de Sisal, si
bien llevaban a cabo una actividad comercial importante. Vivían en Mérida, donde tenían
casas y negocios, además de ser esta capital y sus alrededores la principal productora de
431 Jesús Veliz Lizárraga, “Comercio exterior de México, 1853-1910”, Revista de Comercio Exterior, año III,
Número 2, México, febrero de 1853, p. 63.
432 “Artículo de Francisco Sosa, combatiendo la primera publicación de Rafael de Portas”, en: Rafael de
Portas, Sisal y Progreso. Defensa de los intereses generales de Yucatán y especialmente de los del puerto de Sisal amenazado por
la pretendida traslación de la aduana marítima de este puerto al punto de la costa llamado Progreso, Mérida, Imprenta de
Manuel Aldana Rivas, 1969, p. 50.
264
henequén, debido sobre todo a su suelo. Por su parte, gente como Ibarra Ortoll desde
tiempo atrás había realizado fuertes inversiones en empresas y propiedades de Campeche y
Sisal.
También el proyecto que habilitaría a Celestún como una tercera alternativa, estuvo
representado por un campechano, Manuel de Arrigunaga, e iba a favorecer más al estado de
Campeche –argumentaron los defensores de Progreso en los años del Segundo Imperio-
que a Yucatán, dada su cercanía con la frontera norte de la nueva entidad y con su capital y
a la gran distancia que se encontraba Celestún con respecto a la ciudad de Mérida. Con
todo, las preferencias durante el régimen de Maximiliano respecto hacia dónde se trasladaría
la aduana y se construiría la vía férrea, paulatinamente se inclinó a favor de Progreso,
proyecto que se retomó y se concretó durante la restauración republicana.
Durante el porfiriato se fortaleció el apoyo a Progreso. Este largo periodo de
gobierno fue visto en Yucatán como un momento de mayor estabilidad política en el
Estado. Disminuyeron los enfrentamientos que se hacían pasar como desavenencias entre
conservadores y liberales, que utilizaban las supuestas diferencias de concepción política
para el país como razones de sus conflictos.433 En dicho régimen se dieron en Yucatán los
primeros periodos gubernamentales completos, y todos los gobernadores –que obtuvieron
la característica notable para esa época de concluir íntegro su periodo-, debieron contar
desde luego con la aprobación de Díaz para erigirse como representantes del gobierno
estatal.
De hecho, los enfrentamientos que ocurrían, eran los de los distintos grupos
políticos del estado por alcanzar el reconocimiento y apoyo de Díaz, los cuales no pasaron
de ser simples reyertas internas, motivadas ocasionalmente por conceder cargos públicos a
los supuestos enemigos conservadores del gobierno porfirista. La política conciliadora era –
al igual que lo había sido durante el Segundo Imperio en relación con los grupos liberales
yucatecos-, ejercer el control sobre las diversas tendencias políticas y los grupos de
influencia en el Estado.
En el proyecto Progreso debían entrar todos. Dicho propósito orientó las acciones
de los gobiernos nacionales, tanto el de Benito Juárez como el de Sebastián Lerdo de Tejada
y, por último, el de Porfirio Díaz. Bajo esta dinámica, a las distintas tendencias y grupos
433Graciela García de Trigo, “Apuntes sobre el proyecto porfirista en Yucatán y su crisis política en 1909, en:
Boletín de la Escuela de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Yucatán, año 12, Número 71, marzo-abril de
1985, p. 21.
265
políticos yucatecos se les ofrecieron cargos públicos y privilegiadas concesiones
empresariales en los años subsecuentes a la traslación de la aduana marítima, con la
finalidad de que el gobierno central ejerciera sobre ellos el control político.
Durante el último lustro correspondiente al periodo que estudiamos -1876-1881-, se
pretendió reunificar a los coterráneos separados por diferencias políticas. Al orden político
del Estado, se agregó la libertad que se ofreció en el ámbito económico regional a los
poderosos hacendados henequeneros, que lograron generar, en base a la explotación de los
indígenas, el más importante producto agrícola de exportación correspondiente a la segunda
mitad del siglo XIX: el henequén. A estos apoyos se unió la libertad de despojar de sus
tierras a los campesinos, la fallida política aduanera de la élite gobernante y el desorden
urbano en que creció Progreso, incluida la línea ferrocarrilera desde Mérida a aquel punto
de playa, que según la propia oligarquía yucateca habría de favorecerla hacia el futuro en sus
actividades políticas y económicas.
266
En este estado de cosas, los cambios en la estructura política, económica y social se
dieron de manera lenta. En la legislación se observan algunas modificaciones, pero hechas
cuando sólo buscaban favorecer los intereses de alguno de los grupos en confrontación o
los de ciertos representantes de una u otra de las tendencias que se adueñaban del poder.
Fuentes importantes de empoderamiento lo representaba el tráfico marítimo y el control de
las aduanas, excedentes de riqueza que exacerbaría la lucha entre los criollos.
Son tiempos éstos en que los promotores del cambio a Progreso pertenecientes al
grupo dirigido por Miguel Barbachano, comenzaron las gestiones para poblar el futuro
puerto. Apoyados por las autoridades y en confrontación con el sector capitalista que
controlaba el comercio en Sisal, aprovecharon las concesiones que ofrecía el departamento
yucateco con relación a los terrenos baldíos de acuerdo con el decreto correspondiente. Más
adelante (1846) recibirían la concesión y los recursos económicos del entonces gobernador
Barbachano para construir el camino que uniría a Mérida con el prometedor punto de playa,
ubicado –en línea recta- al norte de la capital yucateca. Hacia 1855, después de terminadas
las más cruentas batallas de la Guerra de Castas, el gobierno federal aceptaría mediante un
decreto, la fundación Progreso, así como dos años después autorizaría la venta de los lotes
que conformarían el futuro asentamiento.
Aunque el Segundo Imperio detuvo en un principio las gestiones para la realización
del cambio de aduana, hacia finales de ese periodo todo parecía favorecer a sus influyentes
promotores. Restaurada la paz republicana, el grupo liberal yucateco en el poder,
identificado con el proyecto de traslación, recibió en 1870 el decreto de apertura del puerto.
Los años subsecuentes, incluido el primer lustro del porfiriato, habrían de abarcar la
consolidación de la explotación del henequén así como la paulatina disminución de las
confrontaciones entre los grupos predominantes. Atrás quedaron las endémicas disputas
por el poder. Progreso se convirtió en emblema del proceso de modernización en sintonía
con el desarrollo del capitalismo internacional, del avance en las comunicaciones, captación
de bienes extranjeros y crecimiento de una gama de servicios e instituciones educativas.
En tanto, el pueblo de Sisal habría de empezar de nuevo, después de haber
retrocedido casi cuatro siglos y ser rehén de las batallas y alianzas entre los grupos
antagónicos inspirados en una mayor concentración del poder político y de las riquezas
materiales, víctima del triunfo de una élite que se construyó, siguió una ideología, se adecuó,
conformó y reprodujo dentro del proceso de cambio de la aduana de Sisal a Progreso entre
1840 y 1881.
267
Lo estudiado aquí, un caso particular dentro de la historiografía yucateca, nos
muestra la forma en que los distintos grupos de poder se articulan y amoldan según sus
intereses. Yucatán vivía en el XIX una cambio significativo en la base económica. Las
antiguas formas de generación de riqueza cambiaban de manera rápida y el capitalismo urgía
a tomar decisiones necesarias, aunque diferentes de las tradicionales.
En efecto, el contexto en el cual se da todo el proceso de cambio de la aduana
marítima se inscribe en la paulatina explotación del henequén y su comercialización
internacional. Las reglas del juego respondían no a los intereses económicos locales sino
que los rebasaban. De ahí la necesidad de transformación que se vive en diversos aspectos
sociales y políticos. Los múltiples conflictos y confrontaciones de los grupos de poder no
tienen una respuesta en el ámbito local únicamente. Son comprensibles a partir de observar
al panorama mundial y de los requerimientos que plantea para todos aquellos que se
insertan en él.
Aunque nuestro estudio pareciera el análisis de un caso muy particular, es –
reiteramos- evidencia de procesos mucho más amplio. Nos hemos enfocado en detallar el
proceso de cambio de la aduana marítima para comprender a través de él las
configuraciones de las élites políticas y económicas locales, para observar cómo las
confrontaciones responden a modelos económicos que están en pugna en ese momento,
para mostrar cómo se transforma un espacio local a partir de las exigencias de un modelo
económico mundial. En fin, el cambio de aduana nos permite observar cómo en la
intimidad de una región resuenan los ecos y voces de otros actores y otros procesos.
268
Anexos
269
ANEXOS DOCUMENTALES
270
de diciembre
Manuel Dondé 1 de marzo, 16 de abril, 9 de junio, 30 de
octubre, 26 de noviembre
Antonio Herrera 1 de marzo
José Tiburcio López 1 de marzo, 16 de abril, 10 de junio, 23 de
octubre
Pedro de Regil y Estrada 1 de marzo, 25 de abril, 25 de julio,24 y 29
de septiembre, 21 y 23 de octubre, 26 de
noviembre
Gabriela Medina 1 de marzo
Ildefonso Gómez 1 de marzo, 25 de abril, 12 de junio, 11 de
Septiembre,23 de octubre, 26 de
noviembre
Juan Pablo Saury 1 de marzo
Juan Pérez Idem
Mauro Ávila 1 de marzo, 25 de abril, 21 y 30 de
octubre y 26 de noviembre
Bartolomé Vergel 3 de marzo
Pedro Cramery 10 de marzo, 2 de junio, 13 de julio
Pablo Negrón 2 de abril, 12 de junio, 12 de noviembre
José María Ortega 2 de abril, 12 de junio, 12 de noviembre
Mauricio Fernández Cano 16 de abril
Bernardo Cano Idem
Sebastián Ávila 16 de abril, 30 de octubre
Miguel Pou 16 de abril, 15 de julio
José Matilde Sansores 25 de abril, 21 de agosto
Tomás Y. Lidda 2 de junio,
Pilar Canto Zozalla 10 de junio, 26 de noviembre
Pedro Piolges Idem
Nicolás de la Cámara 10 de junio, 15 de julio
Surano Vidal 10 de junio
Francisco Ruiz del Hoyo 12 de junio, 15 de julio, 23 de octubre
A.G. Barrera 12 de junio
Bartolomé Galabet Idem
Antonio Aloy 12 de junio, 12 de noviembre
Inés Galera 12 de junio, 23 de octubre
Lorenzo Peón 12 de junio. 23 de octubre
John W. Greenger 14 de junio
José Benito Pacheco 12 de junio, 13 de julio, 25 de noviembre,
28 de diciembre
José Julián Luján 15 de julio
Raymundo Pérez Idem
Laureano Zintra 25 de julio 23 de octubre, 12 de
noviembre
Simón Palomeque 25 de julio, 23 de octubre
Francisco Alcina 21 de agosto, 26 de noviembre
Manuel Medina 11 de septiembre, 21 de octubre, 26 de
noviembre
Ignacio Cano 23 de octubre
Simón Peón y Cano Idem
271
Juan Manuel Castilla 30 de octubre
Antonio Pallás 12 de noviembre
Santiago Nigra Idem
Rafael Pasos 26 de noviembre
Isidro Imán Idem
Santiago Bolio Quijano Idem
Vicente Calero Quijano Idem
Bartolomé Blarduni 28 de diciembre 434
434Libro de la Administración de la Aduana Marítima de Sisal, 1844, Biblioteca Virtual de Yucatán, 99 fojas,
http://acervo.biliotecavirtualdeyucatan.com.mx
272
Importación de armas según los artículos 77 y 95 del
reglamento de comercio del 17 de noviembre de 1840 $ 448.88
Multas conforme al artículo 29 del reglamento de
comercio del 17 de noviembre de 1840 $ 220.88
Restitución a la Hacienda Pública $ 72.56
Restitución a la Hacienda Pública $ 9.62
Libramiento del 17 % de importación remitido a la
tesorería general de la nación, con arreglo a la ley del 20 $ 119.39
de mayo de 1837
Montepío de oficinas al 5 %, según el artículo 3° del
reglamento del 1 de septiembre de 1832 $ 291.02
Suman los ingresos $161,417.07
DATA
Remitidos a la tesorería general del departamento, según
el artículo 8° de la ley del 4 de noviembre de 1840 160,680.14
Remitidos a la tesorería general de la nación, con
libramiento del 17 %, según la ley del 27 de mayo de 1837 118.31
435 Aduana Marítima de Sisal, estado general de valores totales, sueldos, gastos de administración, productos
líquidos y distribución correspondiente a las leyes y disposiciones vigentes, respectivo todo a dicha aduana
marítima por el tiempo corrido del 1 de enero al 31 de diciembre de 1844, Sisal, diciembre de 1844,
http://acervo.bibliotecavirtualdeyucatan.com.mx
273
Reglamento de comercio de 1 de octubre
de 1845 63
25 Derecho de capitanía de puerto, según el
artículo 6° del reglamento de comercio del
1 de octubre de 1845 73
29 Derecho de medio por ciento de
importación por comisos, según el
artículo 128 del arancel general de
aduanas marítimas de 4 de octubre de
dicho año 3
31 Derecho del 1% de importación por
comisos, según el artículo 12 del
reglamento de aduanas marítimas del 1°
de octubre de dicho año 9,257
33 Derecho del 12 % de comisos, mitad del
25 %, según el artículo 123 del arancel
general de aduanas marítimas del 4 de
octubre de 1845 23
34 Derecho del 15 % de comisos, mitad del
30 %, según el artículo 123 del arancel
general de aduanas marítimas de 4 de
octubre de 1845 17
35 Derecho del 27 ½ % de comisos, mitad
del 55 %, según el artículo 123 del arancel
general de aduanas marítimas de 4 de
octubre de 1845 99
36 Derecho del 3 ½ % de exportación según
el supremo decreto de 28 de mayo de
1849 1,237
38 Contribución sobre sueldos, conforme al
supremo decreto de 6 de abril de 1842 85
39 Derecho de farola 152
40 Préstamos de pronto reintegro 396
41 Multas 242
42 Montepío de oficinas, conforme al
artículo 1° del reglamento de la materia de
23 de septiembre de 1832 565
44 Guías, tornaguías y pases 0
45 Derecho de 62 % de importación de
harina según el reglamento de comercio
de 1 de octubre de 1845, y decretos del
gobierno de este Estado de 26 de julio de
1847 y 25 agosto de 1848 24,955
48 Derecho del 10 % de importación, según
el citado reglamento del 1 de octubre de
1845 9
50 Derecho de 25 %, de importación, según
el citado reglamento de 1 de octubre de
1845 23
54 Derecho del 30 % de importación, según
el citado reglamento de 1 de octubre de
1845 206
274
58 Derecho del 55 % de importación, según
el citado reglamento de 1 de octubre de
1845 205
64 Anticipaciones en cuenta de derechos 1,000
65 Anticipaciones de 2% por circulación
conforme al supremo decreto de 28 de
mayo de 1849 6
SUMAN LOS INGRESOS 267,331
267,340
Folio del libro EGRESOS Valores Totales
común
275
cargo
Importa la 261,537
data
Existencia 5,803 5,803
436Memoria de la hacienda nacional de la República Mexicana, México, Imprenta de Vicente García Torres, febrero
de 1850.
276
Marzo 22 Dzilam Canoa “Unión” Argüelles Con Carga
Marzo 22 Puntachén Canoa “Antonia” ? Con Carga
Marzo 22 Puntachén Canoa “Paraíso” Bacelis Con Carga
Marzo 22 San Felipe Canoa “Benita” R. Marrufo Con Carga
Abril 5 San Felipe Canoa “Susana” R. May Con Carga
Abril 10 Cozumel Pailebot “Francisca”
P. Aguilar Con Carga
Abril 19 San Felipe Canoa “Benita” N. Marrufo Con Carga
Abril 20 Islas Mujeres Canoa “Desengaño”
J. Azueta Con Carga
Abril 26 San Felipe Canoa “Susana” R. May Con Carga
Abril 26 Cozumel Canoa “Cristina” Silva Con Carga
Mayo 6 San Felipe Canoa “Susana” R. May En lastre
Mayo 10 Cozumel Pailebot “Francisco”
Padrón En lastre
Mayo 12 San Felipe Canoa “Petrona” Núñez En lastre
Mayo 19 San Felipe Canoa “Susana” R. May En lastre
Mayo 25 Cozumel Pailebot “Turpial” Castillo Con Carga
Mayo 25 Puntachén Cayuco “San
Antonio” Campos Con Carga
Junio 3 San Felipe Canoa “Benita” S. Díaz Con Carga
Junio 3 San Felipe Canoa “Susana” R. May Con Carga
Junio 8 Puntachén Canoa “Delfina” J. Cetina Con Carga
Junio 13 Puntachén Canoa “Vencedora”
V. Coral En lastre
Junio 13 Puntachén Canoa “Delfina” J. Cetina En lastre
Junio 17 San Felipe Canoa “Benita” S. Díaz Con Carga
Junio 24 San Felipe Canoa “Susana” R. May Con Carga
Junio 24 Dzilam Bote “Francisco” Argüelles Con Carga
Junio 26 Yaxactún Cayuco “Trinidad” L. Solís Con Carga
Junio 26 Yaxactún Cayuco “Manuela” I. Solís Con Carga
Junio 26 Yaxactún Cayuco “Juanito” Pech Con Carga
Junio 28 Yaxactún Cayuco “Francisco”
Gómez Con Carga
Junio 28 Yaxactún Cayuco “Venancia” Santana Con Carga
Julio 1 Yaxactún Cayuco “Trinidad” L. Solís Con Carga
Julio 1 Cozumel Pailebot “Turpial” Castillo Con Carga
Julio 3 Xtampuh Cayuco “Trinidad” L. Solís Con Carga
Julio 3 Xtampuh Cayuco “Francisca”
Gómez Con Carga
Julio 3 Xtampuh Cayuco “Venancia” Santana Con Carga
Julio 4 Dzilam Canoa “Unión” Villanueva En lastre
Julio 4 Islas Mujeres Canoa “Guadalupe”
José Ávila Con Carga
Julio 5 Xtampuh Cayuco “Trinidad” L. Solís Con Carga
Julio 5 Xtampuh Cayuco “Francisca”
C. Gómez Con Carga
Julio 5 Xtampuh Cayuco “Venancia” Santana Con Carga
Julio 6 Puntachén Canoa Carmelita C. Rojas Con Carga
Julio 7 Islas Mujeres Canoa “Guadalupe”
277
B. Martínez Con Carga
Julio 7 Yaxactún Cayuco “Trinidad” L. Solís Con Carga
Julio 7 Yaxactún Cayuco “Francisca”
Gómez Con Carga
Julio 9 Yaxactún Canoa “ Manuela” Y. Solís Con Carga
Julio 10 Puntachén Canoa “Santa Lucia”
F. Trejo Con Carga
Julio 12 Dzilam Canoa “Asunción” Dzib En lastre
Julio 15 Puntachén Canoa “Santa Lucia”
F. Trejo En lastre
Julio 20 Yaxactún Cayuco “Juanito” A. Dzib En lastre
Julio 24 San Felipe Canoa “Susana” R. May Con Carga
Julio 28 San Felipe Canoa “Petrona” Núñez Con Carga
Julio 28 San Felipe Canoa “Benita” F. Díaz Con Carga
Julio 30 Puntachén Canoa “Lucia” F. Trejo Con Carga
Julio 30 Dzilam Canoa “Mercedes” Carbajal Con Carga
Julio 31 Dzilam Canoa “Unión” Diego Cetina Con Carga
Agosto 1 Yaxactún Cayuco “Venancia” Santana Con Carga
Agosto 5 Dzilam Cayuco “Merced” I. Estrada Con Carga
Agosto 6 Yaxactún Cayuco “Trinidad” Solís Con Carga
Agosto 10 Yaxactún Cayuco “Manuela” Y. Solís En lastre
Agosto 17 Yaxactún Cayuco “Venancia” Santana En lastre
Agosto 19 Yaxactún Cayuco “Trinidad” L. Solís Con Carga
Agosto 19 Puntachén Cayuco “Nueva
Petrona” J. Bacelis Con Carga
Agosto 19 Puntachén Canoa “Lucía” Trejo Con Carga
Agosto 21 Cozumel Pailebot “Turpial” Castillo En lastre
Agosto 21 Rio Lagartos Cayuco
“Siempreviva” Loría En lastre
Agosto 21 Cozumel Pailebot “Francisca”
R. Aguilar En lastre
Agosto 23 San Felipe Canoa “Susana” R. May Con Carga
Agosto 23 San Felipe Pailebot “Rita” Díaz Con Carga
Agosto 24 San Felipe Canoa “ Benita” Fernández Con Carga
Sept. 1 Sisal Pailebot “Unión” D. Cetina En lastre
Sept. 2 San Felipe Pailebot “Rita” Díaz Con Carga
Sept. 4 Yaxactún Cayuco “Manuela” N. Dzib Con Carga
Sept. 7 Islas Mujeres
Cayuco “ Fe” Chalé Con Carga
Sept. 7 San Felipe Pailebot “Rita” Díaz Con Carga
Sept. 10 Puntachén Canoa “Lucía” Trejo Con Carga
Sept. 14 San Felipe Pailebot “Rita” A. Marrufo Con Carga
Sept. 17 San Felipe Canoa “Susana” May Con Carga
Sept. 20 Sisal Cayuco “Veneciana”
Santana En lastre
Sept. 21 Yaxactún Cayuco “Francisco”
Martín Con Carga
Sept. 22 San Felipe Pailebot “Rita” Díaz Con Carga
Sept. 23 Cozumel Canoa “Cristina” S. Cervera Con Carga
Sept. 24 Puntachén Canoa “Manuela” Fernández En lastre
278
Sept. 25 San Felipe Canoa “Benita” Fernández Con Carga
Sept. 29 Rio Lagartos
Cayuco “Loría” Loría Con Carga
Sept. 30 San Felipe Pailebot “Rita” Díaz Con Carga
Oct. 2 San Felipe Canoa “Susana” S. Núñez Con Carga
Oct. 5 Yaxcubul Cayuco “Trinidad” Solís Con Carga
Oct. 5 Yaxcubul Cayuco “Manuel” L. Solís Con Carga
Oct. 5 Yaxcubul Cayuco “Juanito” C. Gómez En lastre
Oct. 6 San Felipe Canoa “Susana” Núñez Con Carga
Oct. 6 Puntachén Canoa “Lucía” Trejo Con Carga
Oct. 9 San Felipe Pailebot “Rita” Díaz Con Carga
Oct. 9 San Felipe Canoa “Corina” May Con Carga
Oct. 11 Dzilam Canoa “Cristina” S. Cervera Con Carga
Oct. 14 San Felipe Canoa “Benita” A. Marrufo Con Carga
Oct. 19 Yaxactún Cayuco “Trinidad” I. Solís Con Carga
Oct. 24 Islas Mujeres
Cayuco “Isleña” G. Rodríguez Con Carga
Oct. 24 Cozumel Pailebot “Turpial” Castillo Con Carga
Oct. 25 San Felipe Cayuco “María
Francisca” Núñez Con Carga
Nov. 6 Puntachén Canoa “Lucía” Trejo Con Carga
Nov. 8 San Felipe Canoa “Delfina” Cetina Con Carga
Nov. 8 Dzilam Canoa “Benita” A. Marrufo Con Carga
Nov. 12 San Felipe Canoa “Susana” Núñez Con Carga
Nov. 26 Puntachén Canoa “Delfina” Cetina Con Carga
Nov. 26 San Felipe Canoa “Benita” A. Marrufo Con Carga
Nov. 28 San Felipe Pailebot “Rita” Díaz Con Carga
Dic. 2 Dzilam Canoa “Campechana”
Villanueva Con Carga
Dic. 2 Yaxáan Canoa “Tomasa” Moo Con Carga
Dic. 12 San Felipe Pailebot “Rita” A. Marrufo Con Carga
Dic. 14 Cozumel Pailebot “Francisco”
Aguilar
Dic. 14 San Felipe Pailebot “Rita” Sisal (sic) Con Carga
Dic. 22 Yaxactún Canoa “Tomasa” Moo Con Carga
Dic. 30 Yalxáan Canoa “Tomasa” Moo Con Carga
Progreso, 31 de diciembre de 1869, por el cabo de mar de mar don Juan Bautista
Pech, P. P. Melquiades Colonia, secretario.437
437Documento N. 11, Relación de las embarcaciones que han entrado en El Progreso con el pase respectivo
de su procedencia de la costa oriental en el año de 1869, en: Juan Miguel Castro Martín, El triunfo de la verdad…
279
Bancos y bateas para moler y lavar 835
Viga o tosas 108
Tijeras para casas 100
Tasistes 100
Horcones de zapote 128
Huinquinches 810
Tablones mayores 199
Camotes 45 cargas
Algodón 182 sacos
Cera 390 libras
Grasa 5,400 libras
Grasa 13 barricas
Cocos 6,600
Naranjas 6,900
Pescados 123 bultos
Cahuamo 250 libras
Icacos 9 barriles
Ajos 30,390 cabezas
Flamingos vivos 16
Guano 6,800 palmas
Pepita 16 cargas
Hijos de henequén 5,200
Aguardiente 13 pipas
Maíz 1,427 cargas
Aceite de higuerilla cuarterolas 4
Tabaco 884 tercios
Frijol 387 cargas
Carey 140 libras
Manteca 2,360 libras
Frutas Varias 211 cajas
Sandías 190
Pieles de venado 1,672 libras
Leques 500
Pieles de res 65
Tortugas 130
Anís de miel 13 garrafones
Cebollas 24 sacos
Cocoyoles 39 cargas
Plátanos 210 cajas
Esponjas 4,680
Pimienta de Tabasco 1 saco
Náncenes 9 cargas
Mameyes 1,033
Higuerilla en grano 110 sacos
Piedras de moler 17
Palanganas de madera 160
Escobas 68 docenas
Huevas 6 cajas
Mirahuano 200 libras
280
Soleras 114
Raíz pandzil muestra 1 tercio 438
438 Documento N. 12, Efectos que han entrado por El Progreso en 1869, en: Juan Miguel Castro Martín, El
triunfo de la verdad…
281
Casa de mampostería de 28 x 30 varas
Duarte, Marcelino 20
Solar con casa de embarro y guano
Espejo, Venencia Solar de 35 x 26 ½ varas, casa de ripio y guano 240
Espejo, Venancia Solar de 22 x 26 varas, casa de ripio y guano 178___418
Ehuan, Martín Solar de 20 x 30 varas, casa de embarro y guano 30
García-R, 4000
Donaciano Muelle de madera
Guzmán, José 500
Dolores Solar de 24 x 73 varas, casa de ripio y guano
González, Sarmiento 400
Solar de 33 x 50 varas, casa de ripio y guano
Gil, Andrés Solar con casa de embarro y guano 50
Herrera, M. 200
Bonifacia Solar de 23 ½ x 25 varas, casa de ripio y guano
Herrera, J. Antonio 333 33
Solar de 32 x 25 varas, casa de ripio y guano
Herrera, Isidro Solar de 27 x 49 varas, casa de ripio y guano 300
Herrera, Isidro Solar de 35 x 23 varas, casa de ripio y guano 300
Herrera, Isidro Bodega de guano junto al muelle 300
Herrera, Isidro Solar de 58 x 38 varas y bodega de mampostería 1000___1900
Herrera, Úrsula Solar de 39 x 36 varas, casa de mampostería 400
Hoil, Simón Solar de 28 x 39 varas, casa de embarro y guano 20
Huerta, Nicomedes Solar de 50 x 50 varas, casa de embarro y guano 19
Lara, Francisca Solar de 30 x 30 varas, casa de ripio y guano 600
Lara, Francisca Solar de 30 x 30 varas, casa de ripio y guano 40
Lara, Francisca Solar de 30 x 30 varas, casa de ripio y guano 16
Lara, Francisca Solar de 23 x 36 varas, casa de ripio y guano 100
Lara, Francisca Solar de 12 x 30 varas, casa de embarro y guano
20
Lara, Francisca Solar de 30 x 30 varas, casa de ripio y guano 75
Lara, Francisca Solar de 8 varas en cuadro y casa de guano 40
Lara, Francisca Solar de 30 varas en cuadro y casa de guano 30
Lara, Francisca Solar de 12 x 8 varas, casa de embarro y guano 50
Lara, Francisca Solar de 17 x 30 varas, casa de embarro y guano
16
Lara, Francisca Solar de 17 x 22 varas, casa de ripio y guano 600___1587
Lara, J. Solar de 14 x 27 varas, casa de ripio y guano 150
López, Juana Solar de 19 x 35 varas, casa de embarro y guano
50
López, Juana Solar de 48 x 45 varas, casa de ripio y guano 800___850
López Canto, Josefa Solar de 38 x 38 varas, casa de ripio y guano 350
López, Espiridión Solar de 31 x 20 varas, casa de ripio y guano 200
López, Venancia Solar de 25 x 30 varas, casa de ripio y guano 100
López, Venancia Solar de 19 x 38 varas, casa de ripio y guano 200
López, Venancia Solar de 16 x 39 varas, casa de ripio y guano 150
López, Venancia Solar de 15 x 29 varas, casa de ripio y guano 150
López, Juana Solar de 23 x 38 varas, casa de ripio y guano 150___750
Llanes George Solar de 30 x 50 varas, casa de ripio y guano 400
Morales, Alberto Solar de 25 x 47 varas, casa de ripio y guano 400
282
Morales, Alberto Solar con casa de ripio y guano 1000___1400
Menores de Joaquín
Morales Lanzos
Administración de
Joaquín Morales
Pastrana Bodega de mampostería de 33 x 21 varas 1200
Idem Solar de 24 x 21 varas, casa de ripio y guano 300
Idem Solar de 26 x 56 varas, casa de ripio y guano 400
Idem Solar de 25 x 7 varas con bodega de ripio y guano
300___2200
Méndez, G Solar de 22 x 40 varas, casa de ripio y guano 300
Méndez, G Solar de 25 x 42 varas, casa de ripio y guano 200___500
Méndez, Bobadilla
Solar de 30 x 30 varas, casa de ripio y guano 40
Méndez, Leandra Solar de 29 x 80 varas, casa de embarro y guano
40
Morales, R Solar de 34 ½ x 23 varas 25
Matú, Fulgencia Solar de 30 x 30 varas, casa de embarro y guano
30
Matú, Fulgencia Solar de 35 x 50 varas, casa de guano 16
Matú, Fulgencia Solar de 30 x 30 varas, casa de guano 12___58
Martín G., Pablo Solar de 30 x 30 varas, casa de ripio y guano 20
Matú, Simón
Navarrete de Solar de 15 x 34 varas, casa de guano 16
Quijano, Antonia Solar de 30 x 30 varas, casa de ripio y guano 500
Nah, María Solar de 12 x 20 varas, casa de embarro y guano
40
Nah, Teodocio Solar de 30 x 30 varas, casa de embarro y guano
38
Negrín, Miguel Solar de 12 x 41 varas, casa de embarro y guano
50
Niévez, Secundino Solar de 19 x 82 varas, casa de embarro y guano 20
Ovalle , Rosa, el
albacea Laureano
Pérez Solar de 18 x 18 varas, casa de embarro y guano
25
Idem Solar de 14 x 120 varas, casa de ripio y guano 75___100
Ojeda, Manuel Solar de 30 x 40 varas 15
Osorio, Paula Solar de 30 x 17 ½ varas 25
Osorio R., Trinidad
Solar de 28 x 30 varas, casa de ripio y guano 60
Ortiz, Pedro Solar de 34 ½ X 23 ½ varas, casa de ripio y guano
50
Paz de C., Elvira Solar con dos casa de ripio y guano 300
Peón y Cano, Simón Casa de mampostería de dos pisos, 24 x 45 varas
1500
Peón, Manuel José
Solar de 41 x 69 varas 50
Peón, Manuel José
Solar de 36 x 47 varas 20
283
Peón, Manuel José
Solar de 30 x 30 varas y bodega de guano 50___120
Pérez, Vita María Solar de 18 x 20 varas, casa de embarro y guano
80
Pérez, Vita María Solar de 22 x 48 varas, casa de embarro y guano 75
Pérez, Vita María Solar de 150 x 312 fuera de la población a sotavento
50
Pérez, Vita María Solar de 242 x 18, casa de embarro y guano 50___255
Pérez, Quirino Solar de 36 x 16 varas, casa de ripio y guano 225
Pérez, Quirino Solar de 24 x 18 varas con barda, casa de ripio y guano
150
Pérez, Quirino Solar de 20 x 24 varas, casa de guano 75___450
Pérez, Carmen Solar de 40 x 40 varas, casa de guano 16
Pérez, Laureano Bodega de mampostería de 21 x 15 varas 600
Pérez, Laureano Solar de 36 x 36 varas 16
Pérez, Laureano Solar de 63 x 34 varas 30___646
Peniche, Ramón Solar de 26 x 38 ½ varas, casa de ripio y guano 80
Peniche, Ramón Solar de 33 x 282 varas, casa de ripio y guano 70___150
Polanco, A Solar de 9 x 23 varas, casa de embarro y guano 30
Presuel, M Solar de 20 x 30 varas, casa de embarro y guano
25
Pech, Sebastián Solar de 27 ½ x 41 ½ varas, casa de guano 20
Pech, Sebastián Solar de 30 x 15 varas 16___36
Quintal, Brígida Solar de 20 x 30 varas, casa de ripio y guano 100
Pérez, Hilario Solar de 20 x 30 varas, casa de ripio y guano 200
Pérez, Hilario Solar de 29 x 10 varas, casa de ripio y guano 300
Pérez, Hilario Solar de 50 x 33 varas, casa de ripio y guano 200
Pérez, Hilario Solar de 17 x 50 varas, casa de embarro y guano
30
Pérez, Hilario Solar de 25 x 30 varas, casa de ripio y gusano 100
Pérez, Hilario Solar de 69 x 62 varas, casa de embarro y guano
50
Pérez, Hilario Solar de 25 x 25 varas, casa de ripio y guano 150
Pérez, Hilario Solar de 80 x 48 varas, casa de mampostería 600
Pérez, Hilario Solar de 16 ½ x 43 ½ varas, casa de ripio y guano
100
Pérez, Hilario Solar de 46 x 30 varas, casa de ripio y guano 800
Pérez, Hilario Solar de 60 x 60 varas, casa de embarro y guano
40
Pérez, Hilario Solar de 20 x 75 varas, casa de ripio y guano 100
Pérez, Hilario Solar de 20 x 25 varas, casa de embarro y guano
25
Pérez, Hilario Solar de 25 x 25 varas, casa de embarro y guano
25
Pérez, Hilario Solar de 50 x 50 varas, casa de embarro y guano
30
Pérez, Hilario Solar de 25 x 25 varas, casa de embarro y guano
20
Pérez, Hilario Solar de 25 x 25 varas, casa de embarro y guano
30
284
Pérez, Hilario Solar en la calle del Comercio, frente al Castillo 150___2950
Quintal, Lucía Solar de 10 x 30 varas, casa de embarro y guano
25
Quintal, Cecilia Solar de 20 x 30 varas, casa de embarro y guano
80
Quintal, Eulogia Solar de 12 x 28 varas, casa de embarro y guano
36
Quintal, Lorenza Solar de 6 x 40 varas, casa de guano 12
Quijano, Juan José
Solar de 37 x 37 varas, casa de guano 20
Regil de Ibarra
Ortoll, Dolores Casa de mampostería de 22 x 35 varas 2000
Rodríguez, Evarista
Solar de 80 x 90 varas, casa de ripio y guano 200
Ruz, Felipe Casa de mampostería de ? x 20 varas 600
Rosado, María Solar de 16 x 50 varas, casa de guano 50
Rosado, María Solar de 9 x 50 varas, casa de guano 50___100
Rivas, C Solar de 13 ½ x 60 varas, casa de embarro y guano
50
Sánchez, Julián Solar de 30 x 20 varas, casa de ripio y guano 250
Sánchez, Julián Solar de 24 x 16 varas, casa de ripio y guano 100___350
Sánchez, Luis Solar de 25 x 42 varas, casa de ripio y guano 150
Sánchez, Juana Solar de 15 x 43 varas, casa de ripio y guano 300
Solís, María Pilar Solar de 15 x 56 varas, casa de ripio y guano 300
Solís, Ruperto Solar de 30 x 40 varas, casa de guano 30
Solís, Carlota Solar de 25 x 30 varas, casa de embarro y guano
80
Solís, Juan, albacea
Laureano Pérez Solar de 12 x 55 varas, casa de embarro y guano
96
285
Villamil, Evarista Solar de 28 x 47 varas, casa de embarro y guano 52
Villajuana, Cosme
Casa de Mampostería de 23 x 27 varas 550
Verde, Paulino Solar de 25 x 30 varas, casa de guano 16
______35990439
439Documento N. 8, Casas en el puerto de Sisal manifestadas para el cuatrenio de 1861 a 1874 con arreglo a
decreto de la Legislatura de 28 de mayo de 1869, en Juan Miguel Castro Martín, El triunfo de la verdad…
286
ANEXO FOTOGRÁFICO
287
Plano del surgidero de Sisal
Fuerte de Sisal.
288
“El monigote”, arquitectura novohispana, Sisal, Yucatán.
289
Plano del fondeadero de Progreso, Francisco Alcina y Buena Aventura Vivó, 1870.
290
Embarque de henequén, Progreso, Yucatán, 1900.
291
Fuentes bibliográficas
Siglas
AGN: Archivo General de la Nación
AGEY: Archivo General del Estado de Yucatán
AHSCJN: Archivo Histórico de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
BVY: Biblioteca Virtual de Yucatán
CIESAS: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social
Conaculta: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
Conacyt: Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología
FCE: Fondo de Cultura Económica
INAH: Instituto Nacional de Antropología e Historia
UAC: Universidad Autónoma de Campeche
UADY: Universidad Autónoma de Yucatán
UNAM: Universidad Nacional Autónoma de México
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Documentos de archivo
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administración, productos líquidos y distribución correspondiente a las leyes y disposiciones
vigentes, respectivo todo a dicha aduana marítima por el tiempo corrido del 1 de enero al 31
de diciembre de 1844, Sisal, 31 de diciembre de 1844 (BVY).
Aduana Marítima de Sisal. Estado general de los valores totales, sueldos, gastos de
administración, productos líquidos y distribución correspondiente conforme a las leyes y
disposiciones vigentes, respectivo todo a dicha aduana, y perteneciente al año económico de
1 de julio de 1850 a 30 de junio de 1851 (elaboró Érika M. Márquez M.), BVY.
301
Aduana Marítima N. 5. Resumen general de los productos totales de dicha oficina en las
fechas que se expresarán: 1 de enero al 31 de diciembre de 1864; año de 1865; y año de
1866 (elaboró Érika M. Márquez M.), BVY.
Artículo anónimo e inédito en defensa de Sisal (probablemente escrito hacia abril de 1869),
BVY, N. de Ficha 29936, N. de Inventario Lib 19863.
Carta de Antonio Bolo al teniente del despacho de la Intendencia Manuel Buendía, Mérida,
5 de septiembre de 1798, AGN, GD257, Historia, Vol. 370, Exp. 10, Fortificaciones,
Obras-Castillo.
302
Carta de José María Gila Rafael de Portas, Mérida, 2 de noviembre de 1869, BVY, N. de
Ficha 29936, N. de Inventario Lib 19863.
Carta del teniente e intendente interino del destacamento de Sisal Manuel Buendía al
comandante de las Armas Antonio Bolo, Sisal, 30 de agosto de 1798, AGN, GD257,
Historia, Vol. 349, Exp. 7, Fortificaciones, Reparos del Castillo, Sisal, 1798-1799.
Carta de Simón Peón, Darío Galera, Juan Miguel Castro y Joaquín García-Rejón y Carbajal
dirigida a José Tiburcio López, Mérida, 10 de agosto de 1844, BVY, Clasif. F1376.9. 976.
C37 .1856.
Colegio de enseñanza primaria y secundaria dirigida por don Olegario Molina y don Yanuario Manzanilla,
Mérida, Imprenta Literaria de Eligio Ancona, 1865, folleto de 8 páginas.
Comunicado del jefe de Hacienda de Yucatán José Rendón Peniche al secretario de Estado
y del despacho de Fomento de la república mexicana, Mérida, 9 de mayo de 1868, BVY, N.
de Ficha 29936, N. de Inventario Lib 19863.
Declaraciones de los testigos Juan Pantoja, Manuel Kú, Hilario Pech y José María Manzano,
suscritas por Lucio Pasos y Manuel Barbosa, Mérida, 14-17 de agosto de 1844, BVY, Clasif.
F1376.9 .976 .C37 .1856.
303
Decreto del presidente de la república Anastasio Bustamante, respecto al cierre de los
puertos de Isla del Carmen, Sisal y Bacalar, México, 17 de mayo de 1840, registro 4719,
AHSCJN, Asuntos Económicos, fecha 1840-05-17, Exp. 4559, caja 58, Exp. Original 182.
Decreto del Congreso de Yucatán del 15 de abril de 1847, BVY, F1376.9 .976 .C37.1870.
Documento N. 1. Con este se justifica que no se pobló El Progreso el año de 1847, porque
aún no existía camino alguno, BVY, Clasif. 1376.9 .976 .C37 .1870.
Documento N. 5, Decreto que impuso la cantidad de 100, 000 pesos para la Guerra de
Castas y que fue destinada para llevarla a Campeche, BVY, Clasif. 1376.9 .976 .C37.1870.
Documento N. 9. Informe oficial de los señores Vivó, Alcina y Tizón, sobre las condiciones
marítimas de El Progreso, BVY, Clasif. F1376.9 .976 .C37.1870.
Documento N. 11. Relación de las embarcaciones que han entrado en El Progreso con el
pase respectivo de su procedencia de la costa oriental en el año de 1869, BVY, Clasif.
F1376.9 .976 .C37 .1870.
Documento N. 12. Efectos que han entrado por El Progreso en 1869, BVY Clasif. F1376.9
.976 .C37 .1870.
304
Documento N. 13. Buques que han entrado rumbo de barlovento (1870), que acredita que
por el rumbo de barlovento vienen los buques del comercio extranjero, BVY, Clasif.
F1376.9 .976 .C37 .1870.
Documento N. 15. Razón que demuestra las varas de camino que se han construido y de las
que se han recompuesto en los partidos que se expresan, formada con vista de las noticias
de sus respectivos inspectores. Secretario Sebastián Rubio, Mérida, 14 de mayo de 1846,
BVY, Clasif. F1376.9 .976 .C137 .1870.
Documento N. 16. Razón que demuestra las varas de camino que se han construido, las que
se han recompuesto en los partidos que se expresan y el estado que guardan sus fondos,
formada con vista de las noticias que han presentado sus respectivos inspectores, secretario
Sebastián Rubio, Mérida, 19 de noviembre de 19846, BVY, Clasif. F1376.9 976 .C37 .1870.
Documentos oficiales relativos a las gestiones de José Rendón Peniche como jefe de
hacienda durante el gobierno de Manuel Cepeda Peraza, Mérida, 9 de mayo de 1868, BVY,
N. de Ficha 29936, N. de Inventario Lib 19863.
Documentos relativos a la fundación del puerto de Progreso, Mérida, 1857 (1.- Copias
certificadas de las actas de remates de los terrenos que deben formar la proyectada
población de Progreso en este Estado; 2.- Documento de remates formado por Pedro de
Regil y Peón; y 3.- Plano topográfico de la población). Los originales se encuentran bajo
custodia de la Biblioteca Central de Yucatán.
Exposición de los vecinos de Sisal, incluidas 52 firmas de los propietarios y más respetables
vecinos y propietarios de Sisal y Hunucmá, Sisal, 23 de mayo de 1866, BVY, N. de Ficha
29936, N. de Inventario 19863.
305
Exposiciones del ayuntamiento de Mérida, Yucatán al Congreso de la Unión, Mérida, 4 de
octubre de 1869, BVY, N. de Ficha 29936, N. de Inventario 19863.
Felipe Ibarra Ortoll, Exposición al comisario imperial José Salazar Ilarregui para que se
dirija el camino de hierro a Sisal y no al Progreso, Mérida, 15 de octubre de 1864, BVY, N.
de Ficha 29936, N. de Inventario Lib 19863.
Felipe Ibarra Ortoll, Exposición pidiendo privilegio para un camino de fierro entre Mérida y
Sisal, Mérida, 9 de agosto de 1865, BVY, N. de Ficha 29936, N. de Inventario Lib 19863.
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Industria y Comercio de la república mexicana, Mérida, 31 de diciembre de 1855, BVY,
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Juan Miguel Castro Martín, Cuentas de la inversión y gastos de las obras del muelle, calzada
y puente de Progreso para la traslación de la aduana, 31 de diciembre de 1880, BVY.
Juan Miguel Castro Martín, “Informe razonado y comparativo sobre las ventajas que hacen
preferible el puerto litoral llamado “El Progreso” a la villa de Sisal, así para la construcción
de una vía férrea que comunique esta capital con el mar, como para puerto habilitado para
el comercio de altura y cabotaje; leído por quien suscribe en la gran reunión celebrada el 20
de mayo de 1866 y adicionada posteriormente por él mismo”, Mérida, 12 de septiembre de
1869, BVY, N. de Ficha 29936, N. de Inventario Lib 19863.
Juan Miguel Castro Martín, “La aduana en El Progreso”, BVY, N. de Ficha 29936, N. de
Inventario Lib 19863.
Juan Miguel Castro Martín, “Notas”, Mérida, 12 de septiembre de 1869, BVY, N. de Ficha
29936, N. de Inventario Lib 19863.
Juan Miguel Castro Martín “Refutando a Rafael de Portas, Mérida, 8 de octubre de 1869,
BVY, N. de Ficha 29936, N. de Inventario Lib 19863.
Llobet, Rafael, Cálculo prudencial del costo que podrá ocasionar la composición del camino
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Caminos y Calzadas, año 1786-1799, Vol. 4, Exp. 5, fs. 18-130.
Nombramiento que extiende José Cosgaya a favor de Pedro de la Cámara y Vergara como
agrimensor de los terrenos de la futura población de Progreso, Mérida, 17 de agosto de
1844, BVY, Clasif. F1376.9 .976 .C37 .1856.
Nombramiento del gobierno del Estado de Yucatán a los pilotos Francisco Alcina y
Buenaventura Vivó, para el reconocimiento del fondeadero de El Progreso, Mérida, 14 de
mayo de 1846, BVY, Clasif. F1376.9 .976 .C37 .1856.
Oficio firmado por José Tiburcio López y Joaquín García-Rejón y Carbajal, dirigido a José
Cosgaya, Mérida, 12 de agosto de 1844, BVY, Clasif. F1376.9 .976 .C37 .1856.
307
Pedro de Regil y Peón, Informes y cálculo sobre los costos y utilidades del ferrocarril desde
Mérida al puerto de Progreso, Mérida, 16 de septiembre de 1864BVY, N. de Ficha 29936,
N. de Inventario Lib 19863.
Propuesta de José María Peón, agente del ministerio de Fomento de Mérida, a Joaquín
Velázquez de León, ministro de Fomento, Colonización, Industria y Comercio de la
república mexicana, Mérida, 10 de marzo de 1855, BVY, Clasif. F1376.9 .976 .C37 .1856.
Resolución del gobierno del Estado, suscrita por su titular Miguel Barbachano y el
secretario de Gobierno Joaquín García Rejón, dirigida al jefe político superior del distrito de
Mérida José Cosgaya, Mérida, 20 de abril de 1846, BVY, Clasif. F1376.9 .976 .C37 .1856.
Respuesta de Joaquín Velázquez de León a José maría Peón, México, 14 de mayo de 1855,
BVY, Clasif. F1376.9 .976 .C37 .1856.
Respuesta de Manuel Siliceo a Pedro de Regil y Peón, México, 19 de febrero de 1856, BVY,
Clasif. F1376.9 .976 .C37 .1856.
Respuesta de Manuel Siliceo a Pedro de Regil y Peón, México, 26 de mayo de 1856, BVY,
Clasif. F1376.9 .976 .C37 .1856.
Santiago Méndez Echazarreta, Informe sobre los costos de un camino de hierro entre esta
ciudad y El Progreso, Campeche, 15 de mayo de 1857, BVY, N. de ficha 29936, N. de
inventario Lib 19863.
308
Solicitud hecha “por simples particulares” al gobernador Miguel Barbachano y Tarrazo,
Mérida, 17 de abril de 1846, BVY, F1376.9 .976 .C37 .1856.
Tarifa para el aforo de efectos nacionales, firma José María Roca, Sisal, 5 de marzo de 1866,
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