Victor Islas - Tesis Doctoral
Victor Islas - Tesis Doctoral
Victor Islas - Tesis Doctoral
T E S I S
QUE PARA OBTENER EL GRADO DE
P R E S E N T A:
A todos aquellos que me han ayudado, directa o indirectamente, para la realización de mis estudios.
A mi familia, en especial a mis hijos, que son la fuente más importante para seguirme esforzando y no caer
en el conformismo o la autocomplacencia.
que existe en México, y sin el cual no se entendería el valor de la educación pública como motor de la vida
nacional.
le agradezco al profesor Genaro Aguilar por su orientación en el tratamiento del tema de desarrollo
económico, que ha sido la base del presente trabajo. Al profesor Humberto Ríos le debo mi reinserción en
los temas econométricos y su rigor académico. También recibí el apoyo de los profesores Miguel Flores y
Alicia Bazarte, quienes compartieron sus invaluables conocimientos para lograr la culminación de la
presente tesis. Además, sin lugar a dudas, agradezco el apoyo y consideración del M. en C. Hector Allier
C.
Por supuesto, le agradezco todo su apoyo al profesor Gerardo Ángeles Castro, que es mucho más que un
director de tesis, un ser humano y amigo insuperable. Sin él no hubiera salido de mi ostracismo
burocrático.
ÍNDICE Página
ÍNDICE DE FIGURAS Y CUADROS…………………………………………………………….……...….. i
GLOSARIO……………………………………………………………………..……………………..….….… iii
SIGLAS…………………………………………..……………………………..………………………...…..… V
RESUMEN……………………………………………………………………………………………..……….. vi
ABSTRACT………………………………………………………………………………………….....………. viii
INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………………………….....…...… xi
CAPÍTULO 1. LA MEDICIÓN DE LA RELACIÓN ENTRE EL TRANSPORTE Y EL DESARROLLO
ECONÓMICO. 1
1.1. El transporte y el crecimiento económico.……………………………………………….…….…..….. 1
1.2. El debate sobre el impacto del sector transporte en el desarrollo regional.….……………..….….. 6
1.3. La medición del desarrollo regional generado por el sector transporte.……………….………....... 11
1.4. La inversión en Transporte y el incremento en la productividad. ………..……………..………...… 13
CAPÍTULO 2. LA POLÍTICA DE INVERSIÓN EN TRANSPORTE Y EL DESARROLLO REGIONAL
EN MÉXICO. 18
2.1. Evolución de la inversión en infraestructura de transporte en México. ……………………….…... 18
2.2. Las regiones económicas de México y los resultados de la política estatal de desarrollo
regional.……………………………………………………………………………………………….…… 26
2.3. Principales resultados de la inversión en infraestructura de transporte carretero en las regiones
económicas de México……….……………………………………………………………………….…. 38
CAPÍTULO 3. MEDICIÓN DE LA CONTRIBUCIÓN DE LA INVERSIÓN EN TRANSPORTE AL
INCREMENTO DE LA PRODUCTIVIDAD DE LAS REGIONES ECONÓMICAS DE MÉXICO. 46
3.1. Alcances en la medición de la productividad regional en México.....………….…………..……….. 47
3.2. Eficiencia técnica (Farell, 1957)…………………………………………...….…….………..….......…. 49
3.3. Medición de la eficiencia técnica en el transporte carretero………….………..………………..…... 59
CAPÍTULO 4. CONTRIBUCIÓN DE LA INFRAESTRUCTURA CARRETERA EN LA
CONVERGENCIA REGIONAL EN MÉXICO. 68
4.1. Aschauer y el debate sobre el impacto de la inversión en infraestructura........................…..…… 68
4.2. Barro y el debate sobre convergencia regional.…………...…………..…………………….…..…… 72
4.3. Convergencia regional en México: antecedentes…………...……………………………….…..…… 75
4.4. Medición de la convergencia absoluta en el periodo 1940-2010……………….…………..…….… 77
4.5. Expansión de la red carretera en México. ………………………………………………………..…... 81
4.6. Infraestructura carretera y convergencia regional en México.…….…..………………………..…... 84
CONCLUSIONES 99
BIBLIOGRAFÍA 95
ANEXO 1 102
ANEXO 2 104
ÍNDICE DE FIGURAS Y CUADROS
i
Cuadro 4.1. Resumen de resultados de las estimaciones de tasa de convergencia
absoluta………………………………………………………………………………………………………… 81
Cuadro 4.2. Evolución de la densidad carretera en las entidades federativas de México
(metros de carreteras totales por kilómetro cuadrado de superficie)….…….……. 84
Cuadro 4.3. Variables a incluir en las regresiones de convergencia condicional en
México (1941-2010)………….…………………..……………………………………………………..… 86
Cuadro 4.4. Regionalización empleada para el análisis de convergencia……………………………. 87
Cuadro 4.5. Corridas básicas de convergencia condicional, 1941-2010……………………….……. 87
Cuadro 4.6. Corridas básicas de convergencia condicional en México (1994-2010)……….…. 90
ii
GLOSARIO
Acervos de infraestructura terrestre: Es la cantidad acumulada de kilómetros de
caminos y carreteras con las que dispone una región para su comunicación por medio de
vehículos terrestres.
Autotransportistas: Son las empresas o los grupos de personas que se organizan para
realizar el servicio de transporte por medio de autobuses de pasajeros o camiones de
carga, ya sea por medio de un pago o un contrato con el usuario.
Carreteras pavimentadas: Son aquellos caminos y autopistas que cuentan con una
superficie de rodamiento de mezclas asfálticas tales que permiten su circulación bajo la
mayoría de las condiciones climáticas.
Cobertura poblacional de la infraestructura: Es un indicador del beneficio social de la
infraestructura y se mide en metros de carreteras pavimentadas por habitante.
Convergencia regional: Es el proceso mediante el cual las diferentes entidades
geográficas que componen una región económica van reduciendo precisamente esas
diferencias en algún indicador específico
Demanda de transporte: Es la cantidad de viajes, vehículos, pasajeros, toneladas o
servicios de traslado que un usuario le solicita a una empresa para atender sus
necesidades de movilidad en un espacio y tiempo determinados.
Densidad carretera: Es un indicador de la cantidad relativa de infraestructura carretera
de que dispone una determinada región para comunicarse, y se mide en metros de
carreteras pavimentadas por cada kilómetro cuadrado de superficie.
Desarrollo económico (Urquidi, 1998): Es aquel nivel de crecimiento del PIB
(acompañado de una distribución del ingreso y una participación política) que alcanza
una sociedad dado el desarrollo tecnológico y social vigente.
Desarrollo regional equilibrado: Es el que se presenta cuando las diferentes entidades
geográficas de una región económica tienen bajas disparidades en los diferentes
parámetros con los que se mide el desarrollo económico.
Eficiencia técnica (Farrel, 1959): Se refiere a la comparación entre la productividad
obtenida con los valores de insumos y productos del caso en análisis, en relación con los
valores que se obtendrían con los valores óptimos de insumos y producción, que están
definidos en términos del máximo nivel de producción que puede ser alcanzado dado el
nivel de insumos, o el mínimo nivel de insumos que pueden ser usados para producir un
determinado nivel de producción, esto es, en términos de la frontera de producción
Función de producción: Es aquella que está definida por el máximo nivel de producción
alcanzable, con una cierta combinación de insumos, o, alternativamente, la menor
cantidad de insumos necesaria para producir una cantidad de producto.
Infraestructura y equipo de transporte: Se trata de los insumos materiales básicos
para la realización del servicio de transporte.
iii
Inversiones públicas: Son aquellas erogaciones que realizan los gobiernos para
diseñar, construir y dar mantenimiento a los acervos de capital de uso o propiedad
pública.
Isocuanta: Son el espacio geométrico de las combinaciones de insumos o recursos que
pueden generar el nivel de producción requerido.
Modo de transporte: es una entidad con ciertas características físicas, tecnológicas,
operativas y administrativas que se traducen en un servicio con una forma de traslado
con una calidad específica.
Movilidad: Son las necesidades de traslado de los habitantes de una determinada
región para cambiar de ubicación en la misma dado que se encuentran ellos o sus
bienes en un lugar pero requieren estar en otra parte de la misma región, bajo ciertos
atributos del viaje: origen, destino, propósito, modo de transporte, etc.
Obras marítimas: Son las acciones de diseño, construcción y mantenimiento que
reciben inversión pública o privada para mejorar o posibilitar la operación portuaria:
muelles, escolleras, canales de navegación, instalaciones para maniobras, faros y
señalamiento, etc.
Productividad regional: Se refiere al nivel de producto interno bruto generado en
relación a la cantidad de habitantes de una región determinada.
Productividad regional de la infraestructura carretera pavimentada: Se refiere, en el
presente trabajo, a la relación entre el nivel de actividad económica de cada región y la
disponibilidad de infraestructura carretera pavimentada, y se calcula como la
productividad (medida en función del producto interno bruto regional, en pesos de 1993)
dividida entre el total de kilómetros de carreteras pavimentadas disponibles.
Transporte (Muñoz De Luna, 1976): Es un proceso tecnológico, económico y social que
tiene la función de trasladar en el espacio a personas y cosas, preservando sus
características esenciales, cuantitativas y cualitativas.
Transporte carretero: Es todo aquel transporte que utiliza la infraestructura vial
disponible en la región, esto es, caminos, puentes, enlaces, instalaciones viales, etc.
Urbanización: Es el proceso mediante el cual se incrementa la proporción de personas
que viven en las ciudades de una región, ya sea por efectos de migración desde las
zonas rurales y externas a la región, o por crecimiento poblacional endógeno en la
misma ciudad.
Vías férreas: Se refiere no sólo a los durmientes y los rieles, sino también al conjunto de
instalaciones ferroviarias que posibilitan el desplazamiento de los trenes, por lo que
incluye los sistemas de señalamiento y control, puentes, etc.
Volúmenes de carga: Se refiere a la cantidad de toneladas-kilómetro que se generan
entre dos puntos específicos (i.e., origen y destino) de una red de transporte.
iv
SIGLAS
v
RESUMEN
vi
que se está aumentando así la accesibilidad y la atractividad de las regiones, con un probable
impacto positivo en la productividad agregada y en el PIB.
Segundo, para una mayor integración regional (dentro de las regiones) debe asegurarse
que la mayor parte de los sectores de la población puedan beneficiarse de los
incrementos en la accesibilidad a áreas de mayor desarrollo económico y no solamente
aquellos que dispongan de los recursos para pagar altos costos por el uso de la
infraestructura carretera.
Tercero, se debe evitar el error de suponer que, con más carreteras, se van a
desarrollar, automáticamente, las regiones más rezagadas: el caso del Sureste mexicano
muestra claramente que esto es una falacia. El transporte funciona más como un apoyo
y refuerzo que un factor generador de desarrollo económico. Éste es generado si y sólo
si todos los ingredientes para el crecimiento están presentes, incluyendo la coordinación
y la participación de los actores económicos y sociales que intervienen en el proceso de
desarrollo regional.
Cuarto, de nuestro trabajo no podemos inferir que necesariamente debe reducirse la
inversión en infraestructura carretera, sino que debe usarse más eficientemente y
comprobando que se alcanzan los objetivos de desarrollo asociados al uso creciente de
una mayor accesibilidad en las regiones o entidades federativas. Por el contrario,
probablemente se requieren proyectos verdaderamente multimodales lo que implica un
mayor nivel de inversión en todos los modos de transporte, muy especialmente en los
ferrocarriles y los puertos mexicanos, a fin de colocarlos en la situación que permita
explotar sus ventajas de gran capacidad y bajo costo. Por supuesto, tales inversiones
también deberán estar sustentadas en criterios de eficiencia y equidad regional.
vii
ABSTRACT
The main purpose of this paper is to contribute to a more sustained analysis in the debate
about the frequent argument that transport infrastructure investments are a "detonating
fuse" of development, that they have a great ability “to pull" the rest of the sectors of
economy, that they allow a more balanced regional development, or even that they are
the essential element of the competitiveness in all the regions.
Given that purpose, after reviewing some of the main contributions to the debate, our
analysis focuses on some very specific variables, seeking the application of analytical
tools (the envelope data method, and the models based on the regional convergence
theory) to the data available for the period from1940 to 2010.
On the problem of the efficiency of road stocks we found that only one region and very
few states always achieve the highest rating, while the rest were below that target, that is,
are inefficient. Thus, in general terms, there is an inefficient management of road stocks
collections, either regionally or in terms of the states, although this lack of efficiency is not
homogeneous.
Moreover, in order to analyze the possible contribution of roads to regional development
we applied the theoretical framework that studies the process of regional convergence,
particularly based on the methodological contributions made by Barro and Sala-i-Martin.
In order to be congruent, we took into consideration the previous work that has been
made in Mexico about absolute convergence and conditional convergence. Our analysis
indicates that there are not many arguments (either in terms of statistical significance or
relative contribution) to accept that the road stocks are contributing to the regional
convergence in economic development.
Based on the above, the central conclusion of the present research is that there is no
strong evidence to support the idea that transportation projects are used in an efficient
way in order to promote economic growth in the Mexican improving their regional
productivity, or contributing to regional convergence.
Finally, the results of this work will raise some policy recommendations, among which the
following stand. First, road transport investments should be seen more as an essential
complement to other projects of productive economic activity but not really as sufficient
by itself to generate economic development in isolation. Thus, it is required the
permanent monitoring of the actual increase in economic activities supposed to be fueled
by the increase of road stocks. In particular, we must be sure that the improvements in
the management of road infrastructure (quantitative increase, qualitative upgrade and
preservation) are resulting in reduced travel costs of the people and their property. Only
this cost reduction could be used as an argument that we are increasing the accessibility
and attractiveness of regions, with a likely positive impact on aggregate productivity and
GDP.
Second, to further regional integration (within regions) must ensure that most of the
sectors of the population can benefit from the increase in accessibility to areas of greater
viii
economic development and not only those privileged sectors that have the resources to
pay high fees for the use of road infrastructure.
Third, we must avoid the mistake of assuming that the most backward regions will be
developed, automatically, just with more roads: the Mexican Southeast shows clearly this
fallacy. The transport functions more as a support and reinforcement of economic
development process than a generator of it. In fact, development is generated if, and
only if, all the ingredients for growth are present, including coordination and participation
of all actors in the process of economic and social regional growth.
Fourth, our work can not necessarily infer that investment in road infrastructure should be
reduced, but we must use it more efficiently and making sure that we achieve the goals of
development that we could obtain from an increased use of greater accessibility to the
Mexican regions or states. Moreover, probably we need truly multimodal projects which
imply a higher level of investment in all transport modes, especially in Mexican railways
and ports in order to place them in the situation that allows exploiting their advantages of
high capacity and low cost. Of course, such investments also must be sustained by
criteria of regional efficiency and equity.
ix
INTRODUCCIÓN.
La presente investigación surge de la necesidad de contar con elementos tales que
permitan determinar cada vez con una mayor precisión la aportación real que tiene un
nuevo proyecto de infraestructura de transporte en el desarrollo económico de la región
en la cual se construye y se pone en operación. Esto permitiría contribuir a esclarecer el
papel que juega realmente dicha inversión en infraestructura de transporte como
“catalizador” del crecimiento económico, en particular en épocas de crisis y
estancamiento. La importancia de encontrar mejores elementos cuantitativos para el
análisis de la relación que existe entre la inversión en transporte y el desarrollo regional
tiene diferentes vertientes no excluyentes entre sí.
Por una parte, existe la creencia muy difundida de que existe una fuerte correlación entre
la inversión en infraestructura de transporte (y, en particular, en carreteras que faciliten el
crecimiento del tráfico vehicular) y el “impulso” al crecimiento económico, y que esta
correlación es mucho mayor que cualquier otra que existiera entre el crecimiento
económico y la inversión en otro tipo de infraestructura e incluso otras actividades
económicas. Por supuesto, esta creencia lleva a una toma de decisiones que puede
involucrar cantidades de recursos económicos que pueden afectar las finanzas de los
gobiernos locales o incluso del gobierno federal. Por ejemplo, ya en un estudio realizado
antes por el autor del presente trabajo (Islas, 1990), se encontró que la inversión en
infraestructura de transporte representó, en promedio, una cuarta parte de la inversión
total del gobierno federal mexicano entre los años 1952 a 1985.
Por otra parte, también es fácil documentar la frecuencia con la que se usa la inversión
en carreteras como uno de los principales medios para disminuir el diferente nivel de
desarrollo económico de las regiones o entidades federativas. Así, a partir del
reconocimiento del atraso que muestra, por ejemplo, el sureste mexicano, es notable
como se han canalizado recursos para la construcción de carreteras que mejoren la
accesibilidad de áreas antes solo alcanzables por medios aéreos, fluviales o brechas
peligrosas. Sin embargo, esta dotación de infraestructura ha llevado a una aparente
paradoja: ahora se tienen entidades federativas como Chiapas o Oaxaca que se
encuentran con unos niveles de red carretera que resultan muy por encima del promedio
de kilómetros de carretera por habitante o por unidad de producción agrícola o industrial,
que se observan en el resto de las entidades del país. Ciertamente, muchas de sus
carreteras muestran unos niveles de utilización muy bajos. Peor aún, no parece haber
ningún efecto notable de dichas inversiones en infraestructura y el desarrollo económico
de las entidades mencionadas.
El reconocimiento del anterior hecho, aunado a algunos otros factores (incluso, muy
probablemente ligados a una congruencia ideológica), ha causado que la inversión en
infraestructura de transporte haya disminuido abruptamente. Así, desde mediados de la
década de los noventa, su participación en la inversión pública federal difícilmente
rebasa, en promedio, el ocho por ciento del total. En cambio, es la inversión privada la
que ha participado, con muy marcada variabilidad, en el financiamiento de la
infraestructura de transporte. La principal consecuencia de esta situación radica en el
criterio que ahora predomina en la selección de los proyectos en los que se va a invertir:
la más rápida recuperación posible de la inversión realizada (i.e., la más alta tasa interna
x
de retorno). Esto tiene implicaciones importantes para el desarrollo regional, porque bajo
este criterio son ahora las regiones ya desarrolladas, con el mayor grado de urbanización
e industrialización las que resultan beneficiadas por la dotación de infraestructura. Así,
se fortalece y retroalimenta la tendencia a la concentración de infraestructura en las
regiones y ciudades ya desarrolladas, fomentando el ensanchamiento de la disparidad
entre las regiones ricas y las regiones pobres del país.
Conviene mencionar que incluso la participación de la inversión pública en
infraestructura muestra un claro sesgo que puede beneficiar la selección de proyectos en
las regiones del país que ya están relativamente más desarrolladas. Esto se debe a que
la Unidad de Inversiones de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (en adelante,
SHCP) tiene como requisito para el registro de un proyecto en la “cartera de proyectos” a
ser incluidos en el presupuesto del ejecutivo federal (el “PEF”) y así ser apoyados,
(aunque sea parcialmente con recursos públicos), a que la “Tasa Interna de Retorno” del
estudio socio-económico (bajo la tradición anglo-sajona del análisis costo beneficio) sea
superior al 12% (SHCP, 2008). Independientemente, de las virtudes o deficiencias de la
metodología impuesta por la Unidad de Inversiones de la SHCP, el problema radica en
que la metodología tradicionalmente aceptada en la práctica sólo considera como
beneficios socio-económicos a los derivados a los ahorros en los tiempos de recorrido de
los usuarios (pasajeros o carga), en los costos de operación de los vehículos a circular
en las nuevas carreteras (por ejemplo), en la reducción del impacto ambiental derivada
del nuevo proyecto y en la reducción de accidentes (todo “debidamente” traducido o
expresado en términos monetarios). En otras palabras, se excluye la posibilidad de
incluir el impacto del proyecto de transporte en el desarrollo económico de las zonas o
regiones a las que el proyecto daría servicio. Esta exclusión se debe, fundamentalmente,
a la carencia de métodos y modelos que puedan aportar, de manera creíble y
fundamentada, una adecuada medición de dicho impacto, entendiendo por “adecuada” a
que tenga una sólida base teórico-metodológica y una evidencia empírica basada en
datos comprobables y no en intenciones o buenos deseos.
Por supuesto, la intención del presente trabajo de investigación no es el diseño de una
metodología que subsane los problemas específicos de toma de decisiones de ciertas
oficinas gubernamentales. La mención de dichos problemas, sólo nos sirve para ilustrar
la importancia económica del tema. En realidad, el problema conceptual y metodológico
trasciende la operatividad de una decisión específica. Así, el elemento central del
presente trabajo no es sólo corroborar la hipótesis de que existe dicha alta correlación
positiva entre crecimiento del PIB y la productividad regional y la dotación de
infraestructura de transporte con que cuentan las diferentes regiones del país, sino
explorar cuáles serían los lineamientos de política pública que permitirían maximizar
tales beneficios. Estos lineamientos de política deben corresponder a un contexto
específico de políticas y estrategias de desarrollo regional y local, por lo que no se puede
obviar esta interrelación conceptual y metodológica.
Para la exposición de los resultados obtenidos, este trabajo se encuentra organizado de
la siguiente manera.
En el primer capítulo se presenta un resumen del análisis realizado sobre estado actual
de la investigación, nacional e internacional, sobre la temática de la medición de la
xi
relación entre infraestructura de transporte y el desarrollo regional. Después, el segundo
capítulo muestra la revisión estadística que hemos realizado de dicha interrelación,
enfatizando la descripción de la forma como ha evolucionado la dotación relativa de
infraestructura de transporte a lo largo del territorio nacional, preferentemente en el
periodo 1940 a 2010.
Con estos elementos se pasa, en el tercer capítulo, a la parte más sustantiva del
presente trabajo, mostrando los resultados de la medición de los indicadores parciales
de productividad de la infraestructura de transporte, tanto a nivel de las regiones
económicas como de las entidades federativas que las conforman. Con esto se procede
a la revisión del marco teórico de la metodología empleada para el análisis subsecuente
que se basa en la medición de la eficiencia técnica, siguiendo las ideas de Farrel (1957).
Así, este capítulo finaliza con la presentación de los resultados de la aplicación de dicha
metodología.
En el cuarto capítulo se realiza la exploración de la fundamentación teórica y empírica de
la convergencia regional que puede estarse presentando en México y del papel que
podría estar desempeñando la existencia de una creciente disponibilidad de
infraestructura carretera en México. Es decir, se analiza si el incremento de la cantidad
de acervos carreteros de las entidades federativas del país está contribuyendo al
proceso de convergencia regional en el PIB per cápita. En este análisis se sigue la pauta
metodológica de Barro y Sala-i-Martin, en particular porque permite hacer
comparaciones con trabajos anteriormente realizados en México, dejando abierta la
posibilidad futura de otros enfoques como la identificación de clubes de convergencia
dentro del territorio mexicano.
El trabajo termina con una serie de conclusiones y recomendaciones que se derivan de
los hallazgos realizados.
xii
CAPÍTULO 1. LA MEDICIÓN DE LA RELACIÓN ENTRE EL TRANSPORTE Y EL
DESARROLLO ECONÓMICO.
1
autores de libros de Ingeniería de Tránsito y Transporte postulan una fuerte correlación
entre el crecimiento económico y el incremento del tránsito vehicular, no parece haber un
consenso final sobre las causas de esta correlación. Aún más, aunque hay evidencia
empírica que apoya el hecho de que tanto el sector transporte como la economía
muestran frecuentemente tasas de crecimiento sin precedentes, esto en sí mismo no es
una evidencia de relación causal en una dirección específica. (Vickerman, 2001)
Bhatta y Drennan han analizado los beneficios económicos de largo plazo que provocan
las inversiones públicas en transporte. (Batha, 2003) Ellos organizan la literatura sobre
el tema en seis grupos de acuerdo con el tipo de beneficio que se pretende medir:
producción, productividad, costos de producción, ingreso, valor de la propiedad
inmobiliaria, empleo, salarios reales, tasa de retorno de la inversión y tiempo de viaje no
comercial. La pregunta central que tratan de responder los artículos que los autores
analizaron es en qué medida las inversiones públicas en transporte proporcionan tales
beneficios económicos de largo plazo. La conclusión central de su artículo radica en que,
si bien los diferentes estudios llegan a respuestas numéricas diferentes, la mayoría de
ellos encuentran una relación positiva y estadísticamente significativa entre tales
variables. Los planificadores de los sistemas de transporte involucrados en el esfuerzo
de conseguir financiamiento para proyectos que están compitiendo por dichos recursos
podrían beneficiarse de los métodos propuestos en la literatura actual para medir
algunos de los efectos benéficos de los proyectos. Sin embargo, no parece contarse aún
con una metodología confiable para estimar el impacto en el desarrollo económico de las
regiones.
Por el contrario, otros autores no encuentran elementos para asegurar que la inversión
en transporte sea un causal importante para el desarrollo económico. Quizás el principal
argumento radica en la observación de que muchas áreas o regiones que han recibido
un tratamiento favorable en términos de inversiones de transporte han mostrado un
desempeño económico muy pobre.
El efecto que tienen las inversiones en infraestructura de transporte en el desarrollo
económico no ha sido probado o establecido en una forma definitiva: en términos
generales, no se ha demostrado que la inversión en transporte aumente el nivel de la
actividad económica nacional o regional. (Grieco, 1994) Según este autor, en algunas
áreas específicas, ciertos grupos de la población pueden beneficiarse de los incrementos
en la accesibilidad a áreas de mayor desarrollo económico. Sin embargo, algunas formas
de comercio e industria pueden incluso aislarse del aislamiento de un área como forma
de protección contra competidores más eficientes. En ese orden de ideas, Vickerman
afirma que la infraestructura redistribuye la actividad económica antes que crearla y es
muy cuestionable la posibilidad de que las regiones atrasadas puedan mejorar
significativamente por medio de la inversión en infraestructura de transporte. (Vickerman,
2002) En efecto, es muy probable que la inversión en infraestructura pública, incluso en
proyectos de gran escala, solo tendrá un impacto insignificante el crecimiento
económico, si constituye sólo una parte adicional irrelevante en comparación con el
acervo actual de infraestructura pública existente. (Banister, 2000)
Una forma de reconciliar estas dos posturas extremas parece ser el reconocimiento de la
complejidad del tema. Así, se debe analizar la inversión en infraestructura de transporte
2
como un complemento a otras condiciones previas que pueden ser aún más importantes,
si es que se desea un desarrollo económico realista: la inversión en transporte es una
condición necesaria pero no suficiente para el desarrollo económico (Banister and
Berechman, 2000). Complementando esta idea, se reconoce que los proyectos de
transporte no pueden, por ellos mismos, impulsar los beneficios del desarrollo económico
o incrementar la productividad y competitividad regional. Sin las condiciones necesarias
del mercado, la infraestructura de transporte solo generará, en el mejor de los casos, una
mayor accesibilidad y otros beneficios asociados. Sin embargo, si las fuerzas del
mercado están presentes, y si se diseñan y aplican adecuadas políticas públicas, un
proyecto de transporte puede tener el potencial de promover el desarrollo local y regional
(Berechman, 2001).
El transporte funciona más como un apoyo y refuerzo que un factor generador de
desarrollo económico. Este es generado si todos los ingredientes para el crecimiento
están presentes. Aquellos casos en los que el transporte es el factor limitante para el
desarrollo no son raros. Sin embargo, los impactos del transporte varían ampliamente de
acuerdo con la ubicación, el sector económico y el segmento del mercado laboral.
(Llewelyn-Davies, 2002)
Por otra parte, donde ya hay una adecuada y bien conectada red de infraestructuras de
transporte, como en el caso del Reino Unido, las inversiones adicionales no pueden
traducirse, por sí mismas, en crecimiento económico. (Banister and Berechman, 2000)
Así, en la redes de transporte ya maduras, se requiere una gran inversión para lograr un
impacto significativo en el crecimiento económico como el que se observa al conectar
mediante nuevos puentes a dos regiones económicas antes aisladas (Charlesworth,
1984) o al resolver grandes “cuellos de botella” (Vickerman et al, 1999). De otra forma,
los efectos económicos o en el uso del suelo consecuentes de una inversión en nuevos
transportes serán marginales. (ITC, 2002)
De los anteriores argumentos del debate resulta evidente el interés implícito por las
implicaciones que pueden tener las inversiones en transporte en un contexto de
planificación del desarrollo regional. Sin embargo, esa es una parte del debate que es
conveniente mostrar agrupada en la siguiente sección, en la que se ha puesto énfasis en
las aportaciones de autores mexicanos.
3
Observaciones recientes apuntan hacia la conclusión de que el crecimiento económico y
el incremento del flujo vehicular no tienen el mismo ritmo porque éste último crece
mucho más rápido que la economía en su conjunto. El resultado lógico es que la
“intensidad de transporte” de la economía se ha incrementado, esto es, cada unidad de
producto está asociado con una mayor cantidad de traslados de personas y cosas.
(SACTRA, 1999)
Dos tercios del crecimiento de la productividad en la economía alemana es atribuido al
sector transporte, mitad de lo cual es atribuible al transporte carretero por sí mismo.
(Baum and Behnke, 1997) Igualmente, hay autores que postulan que el transporte
público funciona como un bien público: mejor transporte significa empresas más
eficientes. (Vickerman, 2001) No obstante, los impactos del transporte en el desempeño
de los negocios (especialmente en su rentabilidad) no han sido realmente comprendidos.
(Gerrard et al, 2002)
Sin embargo, quizás el enfoque que más ha predominado es el de la inversión agregada
(el debate de Aschauer, que detallaremos después), que ha sido el tema central en la
discusión que se ha tenido en las décadas pasadas (véase Aschauer, 1989, Munnell,
1992, Gramlich, 1994 y Transport Research Board, 1997). En este enfoque, la
infraestructura es considerada como una inyección directa en la economía. Además, con
una mejor accesibilidad, el movimiento de personas y cosas resulta menos costoso en
términos de dinero o de tiempo, con lo que los costos de transportación disminuyen. Por
ejemplo, la construcción de una vía férrea mejora la accesibilidad a aquellas partes de la
región que se extiende dentro del corredor regional y se incrementa su ventaja relativa
sobre otras áreas no servidas por la vía férrea. Ceteris paribus, las actividades deben
orientarse hacia las estaciones localizadas a lo largo de los corredores ferroviarios, y
este ajuste debe reflejarse en un incremento de los precios de los predios, esto es, en el
valor de la tierra. (Giuliano, 1986)
De hecho, el tema de la accesibilidad ha sido usado para explicar porque Paris es más
eficiente que Londres: es más denso en términos de puestos de trabajo y habitantes, y
tiene mejores redes de transporte terrestre. De esta manera, los patrones pueden tener
acceso a trabajadores en un radio de sesenta minutos, y los trabajadores pueden
obtener más trabajos, logrando así que Paris en su conjunto obtenga más producto por
menos insumos de salario y tiempo. (Darbéra, 1995)
La inversión en infraestructura puede ayudar a reducir la necesidad de capital y fuerza
laboral conforme la productividad se incrementa. (Banister, 2000) Por cada millón de
dólares invertidos en financiamiento de carreteras, la productividad del capital del sector
privado se incrementa en 0.24%, mientras que la productividad total de los factores del
sector privado se incrementa en 0.27%. (Aschauer, 1989 en Newman & Kenworthy,
1999)
Una conclusión preliminar es que la eficiencia de una ciudad o región está en función del
tamaño de su mercado laboral y este, a su vez, está en función del tamaño de la ciudad.
Sin embargo, ello depende de que la eficiencia se disemine y de que los viajes se
realicen a una velocidad aceptable. Sobre esta base, Paris resulta más productiva que
Londres porque está mejor equipada y la velocidad del transporte es superior debido a
4
las mayores inversiones realizadas en infraestructura en vialidad y transporte público.
(Prud'homme et al, 1999)
Una proporción baja de los costos de transporte como parte de costo total de producción
puede encubrir su importancia real. Las empresas están incrementando la
externalización (“outsourcing”) de parte de sus operaciones como una estrategia para
reducir costos. Sin embargo, un buen transporte es esencial para un funcionamiento
eficiente de este modelo. (Echenique 2001)
La movilidad de las personas y los bienes es una condición previa para una mayor
productividad y el crecimiento económico. La movilidad constituye así un factor muy
importante en la dinámica del crecimiento económico. (Baum and Kurte, 2001)
No obstante, otros autores creen que los proyectos de transporte no son capaces de
impulsar el crecimiento económico o mejorar la productividad o la competitividad
regional. Así, aquellos sólo pueden reforzar la presencia de las necesarias condiciones
de mercado. (Berechman, 2001)
5
En la encuesta de Healey y Baker's del año 2001 que mide la actitud en las mayores
ciudades europeas de negocios, con base en una muestra de 500 compañías, un 58 por
ciento manifestó que "el fácil acceso a los mercados, usuarios o clientes" era
"absolutamente esencial" en el momento de decidir dónde ubicar su empresa. (COFAR,
2001) En ese sentido, varias encuestas en Francia mostraron que, cuando las empresas
estaban en el proceso de seleccionar donde ubicarse, el TGV fue un factor muy
frecuentemente considerado. (Streeter, 1993). Similarmente, un estudio reciente
identificó que la existencia de adecuados accesos al transporte fue el principal factor al
determinar la ubicación de las oficinas corporativas. (Core Cities Group, 2002)
No obstante, otros autores son más cautelosos sobre el tema. Por ejemplo, si bien se
reconoce que las mejoras en transporte pueden ser una importante forma de retener a
las empresas ya establecidas en el interior de las ciudades, pero no son una condición
suficiente para retener a todas las empresas tomando en cuenta la dificultad para atraer
a las empresas nuevas (Patterson & May, 1984 en Grieco, 1994)
En los mercados globales, los factores de influencia local tales como el transporte
regional y urbano, tienen una importancia menor para las decisiones de localización, que
están más probablemente ligadas a factores financieros y de mercado. En el caso de
decisiones inter-urbanas o inter-regionales son otros factores de menor escala (tales
como el estacionamiento y transporte público local) las que pueden asumir mayor
importancia. (Scottish Executive, 2002)
Las mejoras en el transporte pueden facilitar o incluso precipitar las decisiones en torno
a las inversiones o las fugas de capital de una región, pero sólo como parte de un
análisis más amplio sobre sus implicaciones en la rentabilidad de los negocios
(Whitelegg, 1985, en Grieco, 1994) En realidad, las nuevas inversiones en transporte
tienen probablemente un impacto sólo marginal para atraer inversionistas o nuevos
residentes, y son otras actividades promocionales y otras instalaciones las que tienen un
impacto real en “vender la ciudad”. (Lawless, 1999)
Walmsley y Perrett (1992:130) reportan varios ejemplos en los que las áreas en vías de
depresión económica no logran revertir dicho proceso mediante un nuevo sistema de
transporte público.
Incluso otros autores son opuestos a reconocer las bondades de la inversión en
transporte. Así, Cervero y Wu (1998) concluyen que: "los resultados de nuestra
investigación son consistentes con la idea de que son otros factores y no la accesibilidad
lo que determina las decisiones locales metropolitanas." Por su parte, algunos autores
sugieren que el uso de fondos públicos para financiar el desarrollo y construcción de
infraestructura puede retrasar el crecimiento económico. Esto se basa en la teoría del
'congestionamiento' en la que se postula que la infraestructura es improductiva y usa
recursos que podrían ser usados para inversiones privadas y productivas. Al competir
por tales recursos se estarían ejerciendo presión sobre las tasas de interés, reduciendo
así la rentabilidad de los proyectos de inversión privados. (Vickerman, 2002)
6
1.2. El debate sobre el impacto del sector transporte en el desarrollo regional.
Aunque pocos autores podrían oponerse a la idea de que las redes de transporte tienen
una gran influencia en la estructuración del espacio físico en el que son construidas, el
debate se ha centrado en dos temas específicos: por una parte, sobre la medida en la
que el transporte ejerce realmente una influencia en el desarrollo de las regiones o
ciudades (sobre todo en comparación con otros factores), y, por otra parte, los
mecanismos mediante los cuales se ejerce dicha influencia.
7
En contrapartida, Sassen confronta a autores como Melvin Webber, pues afirma que una
cierta cantidad de “ciudades globales” (esto es, lugares donde se concentran los bancos,
las oficinas corporativas de las grandes empresas y los negocios de productos o
servicios de alto nivel, tales como agencias de asesores, abogados y publicistas) han
surgido como lugares estratégicos en la economía mundial. Decisiones tomadas en
Londres, Tokio, Nueva York o Sidney afectan trabajos, salarios y la salud económica de
lugares tan remotos de estas ciudades como serían Kuala Lumpur, Malasia o Sao Paulo
en Brasil (Sassen, 1994)
El transporte público es frecuentemente justificado por su efecto positivo y directo en el
crecimiento económico de las áreas de servicio, principalmente en los nodos (terminales
y centros de intercambio o transbordo) y las áreas deprimidas o prioritarias. (American
Public Transit Association, 1993, Pushkarev et al, 1982, Vuchic, 1981) (Huang 1996) De
hecho, los impactos en el uso del suelo son mayores cuando las inversiones en
transporte público ocurren justo en el momento previo al despegue del crecimiento
regional. Los sistemas radiales pueden ayudar a fortalecer los centros históricos de las
ciudades (Cervero, 1998).
Los negocios y actividades económicas y sociales se benefician del contacto directo
(“cara a cara”) y del acceso a trabajo especializado que es posible gracias a las
aglomeraciones urbanas, en particular en las áreas cercanas a las estaciones o
terminales de transporte (Cervero and Landis, 1996) Bollinger y otros (1998)
concluyeron en sus estudios que sus “resultados proveen la primera evidencia dura
sobre el hecho de que las ventajas de los encuentros “cara a cara” son un factor
determinante del monto de pago por la renta de oficinas. De hecho, este es uno de los
factores más importantes en el pronóstico de monto de dichas rentas debido a
diferencias en la localización. De hecho, la inversión en transporte público puede
beneficiar a las empresas al ser un catalizador de la confianza de dichas empresas para
formar “clusters” impulsados por otros factores ajenos al transporte (Hopkins, 1986 en
Grieco, 1994).
El transporte eficiente permite la descentralización de las funciones e instalaciones.
(Fuentes Delgado, R, 1960). Con ello, modifica los patrones urbanos y rurales
decrecimiento, al corregir la tendencia en la localización de, principalmente, el empleo, la
habitación y los servicios. (González, José, 1973, Coatsworth, John, 1976, y
Krueckerberg, et al, 1978). Las empresas que se reubican distantes de los centros
urbanos en respuesta a las políticas de administración de la demanda enfrentan un
enorme reto (Gerrard et al, 2002)
La aglomeración de los productores lleva a una mayor productividad y, por tanto, un
mayor ingreso de los poseedores de tierras, capital y mano de obra. Las vías de acceso
permiten que los negocios se muevan a los suburbios lo cual le da a la empresa una
ventaja en términos de rapidez de acceso a los mercados pero disminuye los beneficios
de la aglomeración que recibiría una mayor comunidad de empresas. Los efectos en
distribución del ingreso que traen las carreteras no son netos o sin costo para otros
sectores. (Boarnet et al 2000) Probablemente, ello explica en buena medida por qué
Londres, New York, Tokyo y Paris están consideradas como ciudades mundiales (véase
a Llewelyn-Davies, The Bartlett School of Planning and Comedia, 1996).
8
En contrapartida a estas argumentaciones sobre el impacto positivo de la mejora del
transporte, otros autores son mucho más escépticos. Así, Wegener (1995) afirma que la
retroalimentación de los predios urbanos opera aún bajo condiciones de baja
accesibilidad. Las pequeñas diferencias en accesibilidad están usualmente más que
compensadas por ventajas como el aire limpio, quietud, cercanía al prestigio natural o
social, y que cualquier diferencia en la atractividad restante es eliminada por la
elasticidad-precio del mercado inmobiliario. Así, no es sorprendente que, bajo
condiciones de accesibilidad ubicua, las mejoras monumentales al transporte no tienen
un efecto importante en la decisión sobre la localización.
Para algunos investigadores, el transporte no parece tener una mínima importancia
relativa para explicar la actividad de la mayoría de los negocios o su reubicación. Sólo 5
por ciento de los negocios encuestados mencionaron al transporte como uno de los
factores clave. (Lawless, 1999). Así, es poco probable que las inversiones en transporte
tengan un impacto importante en la distribución de la actividad económica. (Parkinson,
1981 en Grieco, 1994)
Además, las inversiones en nuevos sistemas de transporte crean zonas de vaciado
económico, es decir, al atraer flujos monetarios a las zonas por donde circulan lo restan
a otras zonas dando condiciones para su decaimiento. (Voigt, Fritz, 1964), pueden
encadenar al flujo de bienes y personas a un espacio definido (puente, carretera, ruta,
etcétera) (Voigt, Fritz, 1964), y pueden provocar también el aumento desmesurado del
valor de la tierra, dando lugar a especulación y acaparamiento. (Coatsworth, John. 1976,
y Dickey, John).
1.2.2. Sobre los instrumentos para el desarrollo regional y el papel del transporte.
En este debate, que parece centrarse en el análisis de los métodos y modelos de
planeación regional y, en menor medida, sus relaciones con el transporte, destacan
aportaciones de diversos autores. Para empezar, podemos resaltar a Richardson (1986)
quien destaca importantes retos de la planeación regional como son: la conciliación de
objetivos múltiples con conflictos de equilibrio (como son entre regiones, sectores e
incluso entre metas de índole económica contra las de tipo social), la diversidad de
variables exógenas al sistema además de las del tipo estocástico. Este autor menciona
que además se tiene que confrontar a la decisión entre confiar en las fuerzas de
mercado para asignar recursos o confiar en los subsidios para el movimiento de mano de
obra y capital, de ésta última decisión realiza una revisión de las cualidades y
limitaciones de las políticas aplicadas para cada opción. Para este autor, el transporte es
uno más de los factores en análisis.
En este tipo de argumentaciones, se confronta con los análisis donde se le da al
transporte una posición determinante en el desequilibrio en el desarrollo de las regiones.
Por ejemplo, se tienen las afirmaciones sustentadas en un estudio auspiciado por la
OCDE (1997), sobre la competitividad regional en México, donde se concluye que las
principales carreteras involucradas en los proyectos de privatización realizados en la
década de los noventa llevan a las ciudades fronterizas, ya sea desde la Ciudad de
9
México o de carreteras en los litorales. Así, dicho diseño favorece a los estados
fronterizos, mientras que los estados en las rutas de tránsito podrían beneficiarse de los
efectos indirectos. Sin embargo, en un clima de restricción presupuestal, el retiro de
gobierno federal y de desconcentración de los presupuestos hacia los estados podría
hacer más difícil sostener el nivel de inversión y mantenimiento para otras secciones de
la red de carreteras, poniendo en desventaja a las regiones marginales y sus economías.
En un trabajo conceptual pionero, Antún (1989) considera el papel del transporte desde
una doble perspectiva: como movilizador de factores para la producción y canalización
del consumo a ciertas áreas de mercado preferenciales, así como estructurador del
espacio (medio de acoplamiento interno y externo) o medio de intervención para una
ordenación del territorio. Dichas perspectivas se insertan en el concepto de circuitos de
acumulación regional, que pretenden identificar agentes económicos y redes de poder a
nivel regional y extra regionales vinculadas a la región, caracterizando procesos de
generación y retención de excedente económico. Entendiendo el transporte como
materialización de un segmento de la circulación en dichos circuitos de acumulación.
Otro trabajo que resalta la importancia del papel del transporte en las políticas de
desarrollo regional es el desarrollado por Polése (1998), quién matiza su importancia en
el proceso de redistribución de las actividades económicas y del ingreso, con la finalidad
de luchar contra las disparidades regionales de ingreso y empleo a través de políticas
como subvenciones a la industria para influir en las decisiones de localización;
inversiones en infraestructura; pagos de transferencia a las regiones desfavorecidas;
transferencias a las personas. Destaca que el transporte y las comunicaciones juegan un
papel relevante en la búsqueda de disminuir las desigualdades regionales, dado que
pueden favorecer a una expedita movilidad de los factores de producción, promoviendo
la centralización de la actividad económica, sobre todo en las primeras fases de
desarrollo, ya que una disminución de los costos de transporte favorece la centralización
de las actividades económicas más sensibles a las economías de escala y a las
economías de aglomeración.
Por su parte, Ruiz Durán (1998) reconoce que la centralización de la producción será
más elevada cuantos mayores sean las economías de escala, las economías externas,
las tecnologías, o las agrupaciones empresariales ya existentes por ejemplo, y cuanto
menores sean los costes de transportes, transacción y de información. De esta forma se
reconoce como un factor de desarrollo endógeno a la infraestructura de transporte que
junto con otros factores impulsen un crecimiento regional sostenido, mediante mejoras
en la productividad y la competitividad de las empresas. Esta idea nos ha llevado a
plantear en la presente propuesta una idea que parece poco explorada en la literatura
sobre la aplicación de modelos de medición del desempeño económico de los sistemas
de transporte: la inversión en infraestructura de transporte como parte de la formación de
un cluster regional competitivo.
Otros autores que se han abocado al análisis del desarrollo regional en el caso
específico de México también han incluido al transporte como un elemento explicativo de
sus características. Una síntesis de dichos hallazgos se incluye a continuación.
10
Barkin y King (1978), resaltan los resultados de la aplicación de políticas de desarrollo
regional basadas en inversiones en cuencas hidrológicas aplicados en diversas regiones
de México a mediados del siglo XX y cuya principal variable de evaluación fue el ingreso
nacional global, aunque también deben considerarse sus efectos sobre la oferta de los
factores de la producción, así como los impactos regionales. Entre las actividades de
fomento al desarrollo económico regional se encuentran las acciones de transporte que
tienen el papel de mejorar el intercambio comercial entre las cuencas y otras regiones,
esencialmente reduciendo los tiempos y costos de traslado destacando el caso exitoso
de la cuenca de Tepalcatepec.
En el caso de Bassols (1979), quien describe las principales políticas mexicanas y
algunos de sus resultados obtenidos durante el periodo 1934-1979, se resalta el papel
del sector transporte y políticas gubernamentales de desarrollo regional en México.
Nuevamente se manifiesta la concentración del crecimiento en algunas regiones
metropolitanas del país, a través de varios indicadores de la actividad industrial. Propone
“una política que combata la dependencia externa y se proponga por meta el
robustecimiento de una economía de México y para México, además una política interna
de carácter democrático, que tenga como metas el mejoramiento de las condiciones de
vida de las clases populares, combata la concentración de la riqueza y se oponga a los
poderosos intereses financieros de la gran burguesía monopolista nacional.”
11
Finalmente, Aguilar y otros (1996), realizan la evaluación de las políticas urbano-
regionales en el periodo 1978-1990, a través de la medición del impacto de la
distribución de inversión ejercida en los principales centros urbanos. Concluyen que
existe una alta coincidencia entre aquellos estados con mayores niveles de urbanización
–los cuales poseen una mayor aportación del PIB debido a que su planta productiva es
básicamente de base urbana – y aquellos que han recibido los mayores montos de la
inversión pública, que parece reforzar la tendencia hacia la concentración urbana en las
grandes ciudades y en un reducido grupo de ciudades intermedias.
12
regionales. De hecho, es esta la primera opción de variable que se está contemplando
en la presente propuesta. No obstante, no puede obviarse el hecho de que existe una
diferencia conceptual entre esta variable y la productividad laboral. Así, estas diferencias
deben tomarse en cuenta al momento de derivar las conclusiones sobre la profundidad
del cambio provocado por las inversiones en transporte.
Finalmente, es importante señalar que, en un artículo publicado en 1998, Weisbrod
plantea la posibilidad de medir el impacto de la mejora de una red de transporte
mediante la combinación de modelos econométricos que midan el cambio en la
productividad incluyendo como una de las variables explicativas precisamente a la
accesibilidad, o su incremento, calculado a partir de los modelos clásicos de las cuatro
fases, frecuentemente usados en los algoritmos de planeación del transporte. (Weisbrod,
1998) A pesar del atractivo teórico de la propuesta, no se han encontrado aplicaciones o
nuevas propuestas teóricas de este o de algún otro autor.
13
diferentes de modelos que podrían traslaparse y sobrevalorar el impacto de las
inversiones en infraestructura.
En realidad, la medición de la productividad como medida global del impacto económico
de las ampliaciones o mejoras de un sistema de transporte tiene una base micro-
económica relativamente simple. Si una empresa muestra comparativamente bajos
niveles de productividad o reduce los que tenía habitualmente, se tiene la certeza de que
los insumos no están siendo usados con la eficiencia adecuada, esto es, que se
encuentra alejada de la frontera de eficiencia. En términos macro-económicos, el
desperdicio o un uso no eficiente de los recursos de una región, esto es, una baja
productividad relativa, es un probable indicador de que esa región enfrentará limitaciones
para competir con otras regiones y se quedará rezagada en los indicadores de desarrollo
económico y social. Así, se postula que un incremento de la productividad regional
puede estar asociado a un mayor nivel de desarrollo económico de la región. En otras
palabras, se puede usar a la productividad como una variable “proxy” para medir el
potencial de desarrollo económico de una región y evitar, en alguna medida, el debate
sobre el nivel de desarrollo que se representa con otras variables.
Por supuesto, se debe tener cuidado en el análisis de los efectos de la inversión en
transporte en la productividad regional, dado que, en paralelo, pueden estarse
presentándose los efectos de otras variables que han sido frecuentemente relacionadas
con la variación en la productividad, tales como la formación de capital humano, por
ejemplo, o incluso otras inversiones públicas y privadas que no necesariamente estarían
vinculadas con la inversión en transporte que se esté analizando.
Por otra parte, es importante reconocer que la productividad de las empresas se puede
beneficiar de las mejoras del sistema de transporte en muy diversas formas, implicando
cada una de ellas un método diferente de medirlas y diferenciarlas. Así, las empresas
podrían enfrentar una mayor cantidad y calidad de opciones de insumos para su
producción e incluso de posibles menores precios en los mismos; se podrían abrir
mayores posibilidades de aumentar o diversificar la demanda de los bienes producidos
por las empresas; se podría cambiar la mezcla de insumos para optimizar el proceso de
producción; se podrían reducir los requerimientos de insumos gracias a un incremento
de rendimientos a escala; se podría mejorar la productividad laboral de los empleados de
las empresas, o se podría lograr un incremento total de la productividad sin distinguir su
origen.
Probablemente, el trabajo pionero en la medición analítica y detallada del impacto que
tienen las inversiones en transporte es la investigación realizada por Aschauer en la
década de los ochentas (véase Aschauer, 1991) Este investigador encontró, mediante la
calibración de un modelo de función de producción del tipo Coob-Douglas, que cada
incremento de un punto porcentual en el gasto gubernamental en infraestructura
conllevaba a un incremento de entre 0.24 y 0.39 por ciento de incremento en la
producción del sector privado. Si bien diferentes estudios posteriores han cuestionado no
solo los resultados (que vendría siendo lo más importante para los tomadores de
decisiones públicas), sino incluso los modelos, la metodología, las fuentes de
información, etc., del trabajo de Aschauer, no puede negarse que es a partir de este
trabajo que se han realizado diversos esfuerzos con fines similares. (Boscá et al, 2002)
14
En realidad, ya antes de los trabajos de Aschauer se habían realizado esfuerzos para
analizar econométricamente la relación entre infraestructura de transporte y el desarrollo
económico. Ya en el libro clásico de Gary Fromm se citan algunos estudios en este
tema. Sin embargo, no se consideraba a la inversión pública en infraestructura como
variable explicativa sino a la extensión de la infraestructura carretera, ferroviaria o
portuaria. Tampoco se enfocaban los análisis a definir con mayor precisión el significado
del concepto de desarrollo económico, ni se había planteado el uso de la productividad
como una variable representativa o que vincula la inversión pública en infraestructura
con el desarrollo de una región.
Más recientemente han sido utilizadas también las técnicas para el análisis de series de
tiempo para estimar los cambios en la productividad regional debidos a la inversión en
transporte. Así, en un artículo recientemente publicado por Khadaroo para el caso de la
Isla de Mauritius, se reporta la aplicación de un análisis de serie de tiempo dinámica para
un modelo de corrección del vector de errores (VECM, por sus siglas en inglés). De
entrada, los autores critican el uso frecuente (en los modelos que tienen dicho objetivo)
de variables “proxy” de la inversión en transporte: extensión de la red de carreteras,
flujos vehiculares, etc., en lugar de tratar de usar la información directa del nivel de
capital acumulado en infraestructura carretera, por ejemplo.
El modelo usado tiene la siguiente especificación:
Output =α+ β1 privatestock+ β2 transport+ β3 non-transport+ β4 openness+ β5 education +ε.
------- [1.1]
15
la tecnología implícita en todas las empresas textiles es la misma. Así, las diferencias en
tecnología no incorporadas en el modelo se expresan como ineficiencias de la respectiva
empresa. Los modelos de frontera estocástica son formulados como sigue:
Yi(k)= f (Xi(k), B(k)) exp(Vi(K) – Ui(k)) i=1,2,…..,N(k) ------- [1.2]
donde:
Yi(k) denota la producción de la empresa i-ésima de la región k-ésima,
Xi(k) denota el vector de funciones de los insumos usados por la empresa i-ésima de la
región k-ésima,
B(k)) es el vector de parámetros a estimar para la región k-ésima,
Vi(K) es el ruido estadístico que se supone independiente y distribuido como una
variable aleatoria y normal,
Ui(k) son las variables aleatorias no negativas que se asume que representan la
ineficiencia técnica y que están distribuidas independientemente y truncadas en cero.
16
de una región i-ésima a lo largo del tiempo, tomando como referencia a una región base,
en un año también base. (Mas et al, 1998) El análisis es aplicado al caso de las
regiones de España durante el periodo 1964 a 1993, siendo precisamente 1963 el año
tomado como base y el país como la región base. La expresión matemática adaptada de
desarrollos y aplicaciones anteriores para el caso específico de las regiones españolas,
es la siguiente:
[ln TFPsit – ln TFPsjv] = [ln yit – ln yjv]
– [1/2(SLi,t + SLj,v)] [ ln Lit – ln Ljv]
– [1/2(SKi,t + SKj,v)] [ ln Kit – ln Kjv] ------- [1.3]
donde:
TFPsit = índice de TFPs de la región i-ésima en el tiempo t;
TFPsjv = índice de TFPs de la región “base” en el tiempo base;
yit = valor agregado de la producción bruta, a costo de factores, en la región i-ésima en
el año t, a precios constantes;
Lit = niveles de empleo en el sector privado, en la región i-ésima en el año t;
Kit = nivel de capital productivo privado (no residencial), en la región i-ésima en el año t;
SLi,t = proporción del ingreso del insumo trabajo, en la región i-ésima en el año t;
SKi,t = proporción del ingreso del insumo capital privado, en la región i-ésima en el año t;
De la calibración y análisis del modelo propuesto, Mas y otros encuentran grandes
diferencias en el comportamiento de la productividad de las diferentes regiones de
España en el periodo considerado y derivan diversas conclusiones sobre los factores
productivos analizados.
También para el caso de la medición de la productividad en las regiones españolas,
Boscá y otros analizaron recientemente el efecto que tiene la dotación de infraestructura
en los costos y el desempeño de la productividad de los sectores productivos privados
durante el periodo 1980 a 1993 (Boscá, y otros, 2002). En dicha investigación se usó un
enfoque dual basado en funciones de costo que permiten obtener los parámetros que
usualmente se estiman a partir de funciones de producción. La principal ventaja es que
se obtienen, adicionalmente, las tasas de retorno y las elasticidades costo de los factores
productivos empleados en cada región. La conclusión central del trabajo de Boscá es
que el sector público ha contribuido significativamente a incrementar la productividad y a
la reducción de costos en el sector privado de casi todas las regiones españolas.
Aunque los dos casos anteriores no se enfocaron específicamente en la infraestructura
de transporte, parecen dos opciones metodológicas que han analizadas con detalle en el
presente estudio para su aplicación al caso de la infraestructura de transporte en México.
17
CAPÍTULO 2. LA POLÍTICA DE INVERSIÓN EN TRANSPORTE Y EL DESARROLLO
REGIONAL EN MÉXICO.
El objetivo específico del presente capítulo es el de elaborar un análisis general de la
situación regional del país y los desequilibrios que persisten entre las distintas regiones,
haciendo especial énfasis en el papel que ha desempeñado la disponibilidad de
infraestructura de transporte en la actual situación del desarrollo regional mexicano. Por
ello, se ha dividido el capítulo en tres secciones. En la primera se revisan las tendencias
que desde hace seis décadas se observan en los montos y otras características de la
inversión que dedica el gobierno federal mexicano para el crecimiento de la
infraestructura de transporte. En la segunda sección se hace un esfuerzo de integración
de la información oficial, tal que se pueda contar con un primer análisis del
comportamiento regional demográfico y sus tendencias de crecimiento, así como la
dinámica espacial de la actividad económica regional. El capítulo termina con un análisis
del nivel de equipamiento regional en materia de infraestructura de transporte terrestre y
la cobertura territorial que se está ofreciendo.
18
Por supuesto, la investigación bibliográfica mostrada en el primer capítulo muestra que si
hay un debate, muy fuerte y diversificado en argumentos, sobre la forma y alcances
reales de la supuesta y casi axiomática influencia positiva que tiene el transporte sobre el
desarrollo económico de una región. Pero incluso al revisar las argumentaciones del
debate mencionado es frecuente encontrar sólo ideas muy poco elaboradas. De hecho,
en la bibliografía sobre economía del transporte es difícil encontrar algún análisis sobre
la interrelación entre transporte y desarrollo económico tal que esté organizado en torno
a marcos teóricos razonablemente consistentes.
El intentar elaborar un esquema normativo de las decisiones de inversión, rebasa los
alcances de esta sección del capítulo. Sin embargo, se abordarán dos cuestiones que
parecen relevantes dentro de la política de inversión, que son: la tasa anual de inversión
pública en el sector (y su relación con el crecimiento de la economía), y su distribución
entre los diversos modos de transporte.
Para empezar, si bien es fácilmente comprensible el planteamiento de que debe existir
un nivel y un programa de inversión en el sector transporte, tales que le permitan
satisfacer la demanda de movimiento de bienes y personas (dado un cierto nivel de
desarrollo de la economía), no resulta claro cómo se podría llegar a conocer la tasa de
inversión óptima. En la figura 2.1 se muestra el comportamiento de la inversión pública
federal en transporte y el crecimiento del PIB, en el período que va de 1952 a 2013. Las
cifras en que se basa la gráfica están a precios constantes, aunque en una escala
diferente para cada variable.
Figura 2.1. Inversión pública federal en transportes y PIB total.
Fuentes: elaborado con base en los Anuarios Estadísticos de los EUM (varios años), en el Sistema de
Cuentas Nacionales de México, y en el Banco de Información Económica (“Series que ya no se
actualizan”), todos documentos de INEGI.
19
El análisis de las tendencias señala que, como se muestra en el cuadro 2.1, la inversión
pública federal en transporte, aparentemente, ha crecido de manera casi constante en el
periodo que va de 1952 al año 2013. Sin embargo, si se toman esos montos de inversión
y se comparan con la inversión pública total, también a precios corrientes, se encuentra
que el sector en estudio recibe con una cantidad que es cada vez menor en relación con
la inversión pública federal. En efecto, mientras que en 1952 el porcentaje que recibía el
transporte de la inversión pública era del 42% (e incluso, remontándonos al quinquenio
1941-1945, llegaba al 60%), para 1981 bajó a un mínimo histórico de 4.3% de los
recursos de inversión públicos y aunque se recupera parcialmente en los años siguientes
oscila alrededor del 10% anual.
Cuadro 2.1. Participación relativa del transporte en la inversión pública federal.
Inversión Inversión
pública Inversión pública Inversión
federal en pública Particip. federal en pública Particip.
Año transporte federal total (%) Año transporte federal total (%)
1952 1.4 3.3 42.0 1983 153.5 1365.4 11.2
1953 1.3 3.1 41.6 1984 265.4 2262.4 11.7
1954 1.5 4.2 35.2 1985 366.4 3030.3 12.1
1955 1.4 4.4 32.1 1986 460.8 4869.4 9.5
1956 1.5 4.6 33.3 1987 986.2 10789.0 9.1
1957 1.8 5.6 32.5 1988 1765.8 19072.7 9.3
1958 2.1 6.2 33.6 1989 2084.6 22107.5 9.4
1959 2.4 6.5 36.4 1990 2393.7 24696.6 9.7
1960 2.5 8.4 29.6 1991 3627.7 32846.9 11.0
1961 2.5 10.4 23.9 1992 3073.3 36835.8 8.3
1962 2.6 10.8 24.1 1993 4800 41884 11.5
1963 3.1 13.8 22.1 1994 6073 49812 12.2
1964 3.5 17.4 20.0 1995 5888 53251 11.1
1965 3.4 16.3 20.9 1996 9242 77262 12.0
1966 2.9 20.7 14.0 1997 14497 102445 14.2
1967 4.6 21.1 21.8 1998 10828 106870 10.1
1968 4.7 27.8 17.1 1999 14149 118916 11.9
1969 5.4 26.3 20.7 2000 12397 142721 8.7
1970 5.2 29.2 17.8 2001 10670 144548 7.4
1971 4.2 28.5 14.7 2002 14859 152616 9.7
1972 7.2 42.1 17.1 2003 16431 187271 8.8
1973 9.6 57.6 16.6 2004 24221 220004 11.0
1974 11.4 69.2 16.4 2005 38927 246251 15.8
1975 14.5 99.1 14.6 2006 35653 285880 12.5
1976 14.1 111.7 12.6 2007 33373 340000 9.8
1977 17.9 140.1 12.8 2008 46404 380520 12.2
1978 21.1 217.4 9.7 2009 59987 549330 10.9
1979 24.9 308.5 8.1 2010 70679 629702 11.2
1980 42.7 478.6 8.9 2011 73876 654530 11.3
1981 32.4 758.5 4.3 2012 72615 686705 10.6
1982 55.3 1016.0 5.4 2013 74731 740998 10.1
Nota: millones de pesos, a precios corrientes, aunque de 1952 a 1992 se trata de miles de millones
adecuados a los nuevos pesos de 1993. Fuentes: véanse en la figura 2.1.
20
Tomando en cuenta el crecimiento de la economía del país en los últimos cincuenta
años, una menor inversión pública en infraestructura puede significar que el conjunto de
modos de transporte tiene cada vez menos recursos, en términos relativos, para atender
una creciente demanda del servicio. Para comprobar lo anterior, se puede considerar el
cuadro 2.2 que compara la inversión pública federal en transporte en relación al PIB
nacional, a precios constantes de 1993, en el período que va de 1952 a 2013. Así, como
se observa, en realidad la proporción entre la inversión pública federal en transporte y el
tamaño de la economía nacional no sólo no ha aumentado sino que muestra una
tendencia decreciente desde la mitad de la década de los ochenta, llegando a niveles
muy por debajo de los valores observados durante los cincuenta años anteriores. Por
ello, a pesar de que el PIB ha crecido casi doce veces entre 1952 y 2013 (a precios
constantes de 1993), se concluye que la inversión en transporte ha pasado de ser 0.023
a 0.005 veces el PIB.
De las anteriores cifras, resulta evidente la pregunta de la medida en que la reducción de
la inversión pública ha frenado al sector transporte. Si a eso se añade que han cambiado
las participaciones de cada modo de transporte dentro de los decrecientes recursos del
sector, se puede empezar a tener una idea sobre el tipo de servicio ofrecido a los
usuarios, que es la expresión final y más importante de esta política de asignación de los
recursos públicos. Si bien puede argumentarse que es totalmente lógico que disminuya
la inversión en infraestructura conforme se avanza en el proceso de desarrollo, no es del
todo claro hasta cuándo y con qué ritmo se puede aumentar o disminuir la inversión en
obras públicas, o en qué momento una economía se encuentra en condiciones de
disminuir dicha inversión, aun en términos relativos.
Por lo que respecta a la forma de distribuir la inversión entre los modos de transporte, su
evolución se presenta en el cuadro 2.3. En lo que se refiere al ferrocarril, se destacan
claramente tres períodos, el primero que va de 1952 a 1962, en el que contó con casi la
mitad de los recursos de inversión, la segunda de 1963 a 1995 en que su participación
fluctuó entre la tercera y la quinta parte de los recursos federales. El tercer período, que
podemos claramente observar a partir de 1996, corresponde a los años en que la mayor
parte de la red de los ferrocarriles es operada por el sector privado, por lo que las
inversiones públicas en este modo de transporte se redujeron sustancialmente, aunque
parece recuperarse un poco en los últimos nueve años.
Por su parte, la inversión en carreteras muestra un comportamiento contrario al de los
ferrocarriles, pues pasa de un promedio del 42% entre 1952 y 1962 a un 50% entre 1963
y 1986, contando incluso, en algunos años, con casi tres cuartas partes de la inversión
pública del sector. De hecho, a partir de la década de los noventa, existe una tendencia
de asignar más recursos al transporte carretero y cada vez menos al ferrocarril, política
que resulta aún más desproporcionada si se considera que mientras en el transporte
carretero la inversión pública se destina a la infraestructura (caminos y puentes), en el
transporte ferroviario se destina tanto a las vías como al equipo e instalaciones fijas. De
esta manera, durante los años en los que el estado mexicano tuvo la propiedad de los
ferrocarriles, la inversión que realmente llegó a la construcción de vías férreas resultó
muy baja respecto de los recursos destinados a la construcción de carreteras.
21
Cuadro 2.2. Inversión pública federal en transporte y PIB nacional.
Inversión Inversión
pública Producto pública Producto
federal en Interno Particip. federal en Interno Particip.
Año transporte Bruto (%) Año transporte Bruto (%)
1952 1.4 61.0 2.3 1983 153.5 17878.7 0.9
1953 1.3 60.7 2.1 1984 265.4 29471.6 0.9
1954 1.5 73.9 2.0 1985 366.4 47391.7 0.8
1955 1.4 90.1 1.6 1986 460.8 79191.3 0.6
1956 1.5 102.9 1.5 1987 986.2 193311.5 0.5
1957 1.8 118.2 1.5 1988 1765.8 416305.2 0.4
1958 2.1 131.4 1.6 1989 2084.6 548858.0 0.4
1959 2.4 140.8 1.7 1990 2393.7 738897.5 0.3
1960 2.5 159.7 1.6 1991 3627.7 949147.6 0.4
1961 2.5 173.2 1.4 1992 3073.3 1125334.3 0.3
1962 2.6 186.8 1.4 1993 4800 1256196 0.4
1963 3.1 208.0 1.5 1994 6073 1420160 0.4
1964 3.5 245.5 1.4 1995 5888 1837019 0.3
1965 3.4 267.4 1.3 1996 9242 2525575 0.4
1966 2.9 297.2 1.0 1997 14497 3174275 0.5
1967 4.6 325.0 1.4 1998 10828 3846350 0.3
1968 4.7 359.9 1.3 1999 14149 4594724 0.3
1969 5.4 397.8 1.4 2000 12397 5491708 0.2
1970 5.2 444.3 1.2 2001 10670 5809688 0.2
1971 4.2 452.4 0.9 2002 14859 6263137 0.2
1972 7.2 512.3 1.4 2003 16431 6891993 0.2
1973 9.6 619.6 1.5 2004 24221 7709096 0.3
1974 11.4 813.7 1.4 2005 38927 9424602 0.4
1975 14.5 1000.9 1.4 2006 35653 10520793 0.3
1976 14.1 1371.0 1.3 2007 33373 11399472 0.3
1977 17.9 1849.3 1.0 2008 46404 12256864 0.4
1978 21.1 2337.4 0.9 2009 59987 12072542 0.5
1979 24.9 3067.5 0.8 2010 70679 13266858 0.5
1980 42.7 4470.1 1.0 2011 73876 14527337 0.5
1981 32.4 6127.6 0.5 2012 72615 15599271 0.5
1982 55.3 9797.8 0.6 2013 74731 16077349 0.5
Nota: millones de pesos, a precios corrientes, aunque de 1952 a 1992 se trata de miles de millones
adecuados a los nuevos pesos de 1993.
Fuentes: véanse en la figura 2.1.
22
Cuadro 2.3. Distribución de la IPF entre modos de transporte.
Carreteras Obras Servicios
Año y puentes % F.F.C.C. % marítimas % aéreos %
1952 617 44.8 683 49.6 78 5.7 -- --
1953 544 42.5 661 51.6 76 5.9 -- --
1954 608 41.2 728 79.4 138 9.4 -- --
1955 591 41.8 662 46.8 150 10.6 11 0.8
1956 556 36.5 807 53.8 150 9.8 11 0.7
1957 788 43.1 850 46.5 163 8.9 27 1.5
1958 848 40.8 1029 49.5 176 8.5 25 1.3
1959 1056 44.5 1155 48.6 142 6 22 0.9
1960 827 33.4 1375 55.5 165 6.7 109 4.4
23
Cuadro 2.3 (continúa). Distribución de la IPF entre modos de transporte.
Carreteras y Obras Servicios
Año puentes % F.F.C.C. % marítimas % aéreos %
1991 2037.6 56.2 1020.2 28.1 162.1 11.2 407.8 4.5
1992 1731.6 56.3 828.7 27.0 176.1 11.0 336.9 5.7
1993 2965.0 61.8 1257.2 26.2 340.6 4.9 237.1 7.1
1994 4559.6 75.1 1081.6 17.8 276.1 2.6 155.7 4.5
1995 4036.0 68.6 1413.8 24.0 173.2 4.5 264.6 2.9
1996 5984.7 64.8 1518.5 16.4 1350.8 4.2 387.9 14.6
1997 12086.3 83.4 1397.8 9.6 533.1 3.3 479.7 3.7
1998 8772.4 81.0 537.5 5.0 905.8 5.7 611.9 8.4
1999 11321.2 80.0 77.0 0.5 1679.7 7.6 1071.5 11.9
2000 10955.7 88.1 54.3 0.4 343.7 8.7 1085.7 2.8
24
Por último, la inversión pública en el transporte aéreo tiene una participación muy
variable aunque relativamente baja la mayor parte de los años en análisis. No obstante
parecía mostrar una tendencia ligeramente creciente hasta 1986. Incluso en los períodos
de 1965 a 1969 y de 1980 a 1986, los recursos de inversión fueron relativamente altos,
con un monto equivalente al 40% o más de la inversión en ferrocarriles. No obstante, en
los últimos años es obvia una baja participación del transporte aéreo en la IPF, dada la
privatización aeroportuaria llevada a cabo en la segunda mitad de la década de los
noventa. Una excepción a lo anterior lo representa el año de 2005, pero ello se explica
por el proyecto de ampliación del aeropuerto de la ciudad de México.
Es importante preguntarse porqué, en general, se ha otorgado una mayor inversión
pública a las carreteras en México. Un argumento, muy probablemente válido en la
experiencia mexicana, sería que el transporte por carretera resulta más confiable que el
ferrocarril, si el objetivo de la inversión en transporte es la movilización de la carga. Sin
embargo, esta política de inversión puede estar reforzando el hecho de que los
ferrocarriles, al no contar con los recursos necesarios para mejorar el servicio, no logran
captar todos los usuarios que le corresponderían dentro de la creciente demanda de
transporte. Ante esta situación, es posible pensar que el problema ha surgido porque el
Estado mexicano no ha contado, en el momento de tomar las decisiones de inversión,
con un esquema claro y completo de las futuras necesidades de transporte. Incluso,
podría pensarse que sólo se han atacado los problemas rezagados, o más urgentes, y
se ha respondido a la demanda de servicio, en lugar de preverla o inducirla.
Sin embargo, aunque es probable la falta de aplicación de mejores herramientas para el
pronóstico de la demanda de transporte, debe reconocerse que, en realidad, para la
definición de la política de inversión es necesario tomar en cuenta, además de la
demanda, otros aspectos entre los que destacan los dos siguientes. Primero, no sólo
debe perseguirse el objetivo de manejar mayores volúmenes de carga, también influyen
las necesidades de transporte de pasajeros, así como el objetivo de vincular las
diferentes regiones del país. Esto resulta particularmente cierto en el caso de la inversión
en transporte aéreo, pues a pesar de tener un rendimiento (medido en carga
transportada) que tiende a ser menor, resulta necesaria para atender tanto la demanda
de pasajeros, como la demanda de servicios especializados de carga.
El segundo elemento que complementa esta política se refiere a la forma en que se
distribuye el esfuerzo de la inversión entre el Estado y los particulares. En este aspecto,
hay dos períodos claramente diferenciados. En el primer periodo, que llega hasta los
años ochenta, se presentó una política muy diferente entre los distintos modos de
transporte, pues mientras que para el carretero, aéreo y marítimo el Estado asumió la
responsabilidad de la construcción, operación y mantenimiento de la mayor parte de la
infraestructura y dejó a los particulares la responsabilidad del equipo de transporte e
instalaciones auxiliares, en el caso de los ferrocarriles la inversión provino totalmente del
Estado, y tiene que distribuirse entre la infraestructura y el equipo. Debe señalarse que lo
anterior no necesariamente significaba que las empresas estaban usando una
infraestructura que no les costaba. De hecho, con frecuencia se planteó que mediante
cuotas de uso, arrendamiento e inclusive los impuestos pagados por las empresas, éstas
cubren los montos correspondientes al uso de las instalaciones y la amortización de las
25
inversiones. Por ejemplo, un estudio realizado por el Banco Mundial en 1963 señaló que
el transporte carretero en México contribuía, de manera suficiente, al sostenimiento y
ampliación de la red vial (aunque no ofrecía los cálculos en que se basó para hacer tal
afirmación). De cualquier modo, el no tener que realizar una elevada inversión inicial,
puede representar una gran ventaja para algunos modos de transporte y explica la
proliferación de empresas autotransportistas.
Por supuesto, a partir de los cambios observados desde la década de los noventa en los
transportes mexicanos (privatización de los ferrocarriles y los aeropuertos y la fuerte
participación de la inversión privada en la infraestructura carretera y en la operación
portuaria) se refuerza de manera obvia la tendencia a la reducción de la participación
estatal en la inversión en infraestructura de transporte y la preferencia hacia las
carreteras.
El análisis anterior pone de manifiesto dos conclusiones. Primero, la tendencia a
favorecer el transporte carretero, es posiblemente un factor clave en la combinación de
modos de transporte que se está dando en la economía. Segundo, se requiere un mayor
nivel de inversión en todos los modos de transporte, muy especialmente en los
ferrocarriles, a fin de colocarlos en la situación que permita explotar sus ventajas de gran
capacidad y bajo costo.
Como se mencionó en la introducción, uno de los objetivos centrales del presente trabajo
consiste en la determinación analítica y fundamentada de la relación que tiene la
inversión en transporte y el desarrollo regional en México. Por tal motivo, en la presente
sección se desea realizar una descripción general de las variables que más
frecuentemente se señalan como los principales indicadores de desarrollo socio-
económico de las regiones en México.
26
Tomando como base esta regionalización, así como el resultado de los estudios,
encuestas o censos que son citados en cada uno de los casos, a continuación se incluye
un resumen del análisis que dichos estudios o fuentes de información estadística ofrecen
o permiten realizar al agrupar sus resultados en la regionalización arriba mencionada.
En el cuadro 2.4 se muestran los datos de superficie, así como la población de cada
región económica del país, para el periodo de 1940 a 2010. En este cuadro se incluye el
cálculo de la densidad de población que alcanzó cada entidad en el año 2010. Dos
primeras observaciones pueden desprenderse de un análisis general de las cifras
mostradas en dicho cuadro. Por una parte, son muy marcadas las diferencias en el
tamaño geográfico de las entidades así como en las cifras de habitantes y en las
densidades poblacionales que se observan en cada una de ellas. Por otra parte, la
dinámica de crecimiento poblacional también ha acentuado dichas diferencias.
En efecto, como se muestra en el cuadro 2.4 y también en la figura 2.1, aunque todas las
regiones muestran un importante crecimiento, podríamos corroborar que se mantiene la
primacía de la región Centro como el área geográfica más poblada en el país, seguida
de las regiones Centro-Occidente y Sur-Sureste. En cambio, la región con una menor
cantidad total de habitantes es la Noroeste.
27
Cuadro 2.4. Distribución de la población por región económica.
Región
Región Región Centro- Región Región Población
Noroeste Noreste occidente Centro Sureste total
1940 987,369 2,658,469 5,592,953 5,376,776 5,037,980 19,653,547
Figura 2.2. Población total en cada una de las regiones del país.
28
Cuadro 2.5. Porcentaje de población urbana en las regiones del país.
Región
Región Región Región Región Total
Centro-
Noroeste Noreste Centro Sureste Nacional
occidente
1900 21.0 30.1 31.4 35.6 23.5 28.6
1910 20.6 29.1 29.2 35.0 23.8 28.4
1920 27.9 37.1 31.9 31.9 27.0 31.2
1930 37.5 38.5 33.8 35.0 27.0 33.4
1940 35.2 42.9 34.1 36.7 27.0 35.4
1950 42.7 47.8 38.9 43.9 32.5 42.9
1960 52.4 57.9 44.3 50.2 36.9 50.8
1970 63.2 65.0 50.6 58.8 42.0 58.6
1980 70.6 61.7 58.0 66.7 49.8 64.8
1990 78.1 78.8 65.5 75.9 57.6 72.9
2000 80.8 82.9 69.7 77.9 61.6 76.1
2010 84.3 85.2 73.0 79.0 64.9 78.1
Fuentes: véanse en el cuadro 2.4.
29
2.2.3. Niveles de pobreza regional.
Este es uno de los indicadores más importantes en el análisis del desarrollo regional. Por
supuesto, existe un fuerte debate sobre la forma más adecuada de medir la pobreza
social que muestra una determinada región, así como sobre la validez de la información
oficial que pudiera usarse para tal fin. No obstante, está fuera de los alcances del
presente trabajo el entrar al análisis de las diferentes opciones metodológicas o sobre las
variables y fuentes de información alternativas. Así, hemos tomado los resultados del
trabajo que realiza la Comisión Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo
Social sobre esta característica del desarrollo regional. Los resultados disponibles son a
partir del año 2008 y hasta el año 2014, pero pueden servir para comparar el diferente
nivel de pobreza de cada región en los años recientes.
Nuevamente, como se puede apreciar en los cuadros 2.6 y 2.7, para 2008 la región Sur-
Sureste es la que muestra el mayor porcentaje de población en condiciones de pobreza
y pobreza extrema. Por el contrario, es la región Noroeste la que presentaba el menor
porcentaje de población en condiciones de pobreza. Le siguen la región Noreste y la
región Centro-Occidente y después, ya mostrando cierto rezago en pobreza extrema,
está la región Centro.
Como era de esperarse, en apenas seis años esta situación no mejoró mucho. Sin
embargo, para el año 2010 en todas las regiones se incrementan los porcentajes de
población en condiciones de pobreza, aunque disminuyen ligeramente los porcentajes
de población en pobreza extrema. En especial, en la región Sur-Sureste se observa un
ligero avance pues disminuye el porcentaje de población en situación de pobreza
extrema, aunque todavía está en el doble de la región Centro.
Cuadro 2.6. Evolución de la pobreza, a nivel nacional y regional.
Porcentaje Miles de personas
Región
2008 2010 2012 2014 2008 2010 2012 2014
Región
26.7 33.1 31.4 31.9 2,562.8 3,176.6 3,098.3 3,230.3
Noroeste
Región
33.7 35.6 35.0 33.3 4,856.2 5,307.8 5,379.1 5,266.0
Noreste
Región
Centro- 42.1 45.4 44.5 42.9 11,199.8 12,097.4 12,180.0 12,182.3
occidente
Región
49.9 48.5 49.1 51.3 15,732.7 15,843.7 16,793.5 18,017.8
Centro
Región
54.7 57.6 55.1 55.1 15,106.8 16,387.7 15,899.0 16,645.1
Sureste
Total
44.3 46.1 45.5 46.2 49,458.3 52,813.0 52,813.0 52,813.0
Nacional
Fuente: Comisión Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (2014). Medición de la
Pobreza, Anexo estadístico 2014.
30
Cuadro 2.7. Evolución de la pobreza extrema, nivel nacional y regional.
Porcentaje Miles de personas
Región
2008 2010 2012 2014 2008 2010 2012 2014
Región
3.7 4.4 3.8 3.8 359.7 411.9 369.8 369.8
Noroeste
Región
5.7 5.4 4.2 4.2 773.9 750.0 625.2 625.2
Noreste
Región
Centro- 7.7 7.9 7.4 7.4 2,153.2 2,189.2 2,080.4 2,080.4
occidente
Región
9.9 8.8 7.7 7.7 2,918.8 2,910.6 2,550.5 2,550.5
Centro
Región
18.7 17.9 15.1 15.1 5,653.8 5,601.4 4,786.8 4,786.8
Sureste
Nivel
10.6 11.3 9.8 9.5 11,859.3 12,964.7 11,529.0 11,442.3
Nacional
Fuentes: véanse en el cuadro 2.6.
31
Cuadro 2.8. Producto interno bruto nacional y regional (millones de pesos de 1993)
Región
Región Región Centro- Región Región
Noroeste Noreste occidente Centro Sureste PIB nacional
1940 5,189 15,273 12,347 32,524 11,705 77,039
1950 11,371 25,051 21,169 55,192 25,105 137,889
1960 21,174 44,753 31,445 113,750 38,108 249,230
1970 41,370 79,720 87,386 202,209 67,904 478,590
1980 65,974 143,116 154,913 388,676 161,273 913,952
1990 90,190 180,833 198,247 430,816 178,006 1,078,092
2000 129,624 279,060 278,051 584,200 204,992 1,475,927
2010 154,051 343,662 346,398 683,290 252,845 1,780,247
Fuente: elaborado con base en las estimaciones (de 1940 a 1990) de Germán-Soto, Vicente (2005):
"Generación del producto interno bruto mexicano por entidad federativa, 1940-1992", El Trimestre
Económico, vol. 72(3): 617-653, mientras que el periodo 2000 a 2010 se basa en las cifras del INEGI,
Sistema de Cuentas Nacionales de México.
32
2.2.5. Importancia económica de las regiones en el ámbito nacional.
Como resultado de la dinámica señalada en los apartados anteriores, en el periodo de
1940 a 2010 se puede corroborar que la estructura económica regional no muestra
realmente grandes cambios. Así, el cuadro 2.9 y la figura 2.6 muestran que la región
Centro mantiene su preeminencia con una participación en torno al 40% del PIB
nacional. En cambio, las regiones Centro-Occidente y la región Noreste ven incrementar
ligeramente su participación aunque aún no llegan a la quinta parte del PIB. No obstante,
el incremento de la participación de estas dos regiones parece provenir de la pérdida que
muestra la región Sur-Sureste que confirma su tendencia a un mayor rezago productivo.
Finalmente, la región Noroeste tiene la menor participación y si bien muestra una mejoría
relativa no parece poder superar el 8.7% del PIB nacional.
Cuadro 2.9. Participación regional en el PIB total nacional.
Región
Región Región Centro- Región Región PIB
Noroeste Noreste occidente Centro Sureste nacional
1940 6.7 19.8 16.0 42.2 15.2 100.0
1950 8.2 18.2 15.4 40.0 18.2 100.0
1960 8.5 18.0 12.6 45.6 15.3 100.0
1970 8.6 16.7 18.3 42.3 14.2 100.0
1980 7.2 15.7 16.9 42.5 17.6 100.0
1990 8.4 16.8 18.4 40.0 16.5 100.0
2000 8.8 18.9 18.8 39.6 13.9 100.0
2010 8.7 19.3 19.5 38.4 14.2 100.0
Fuente: elaboración propia, con base en los datos del cuadro 2.8.
33
Figura 2.5. Dinámica de la participación regional en el PIB nacional.
Fuente: elaboración propia, con datos de INEGI (Aguascalientes, México): "Estadísticas Históricas de
México, Tomo 1",1999; y, "Estadísticas de Contabilidad Nacional, Sistema de Cuentas Nacionales de
México". Banco de Información Económica (BIE), página WEB. 2002.
Cuadro 2.10. PIB per cápita nacional y regional (millones de pesos de 1993)
34
Figura 2.6. Producto interno bruto per cápita en las regiones del país.
Fuente: elaboración propia, a partir de los datos de INEGI (Aguascalientes, México): "Estadísticas
Históricas de México, Tomo 1", 1999; y, "Estadísticas de Contabilidad Nacional, Sistema de Cuentas
Nacionales de México". Banco de Información Económica (BIE), página WEB. 2002.
35
es notable la creciente preeminencia de la región Sur-Sureste, lo cual se explica por la
actividad petrolera desarrollada en los estados de Campeche, Veracruz y Tabasco.
En la gran división que comprende a la industria manufacturera, que tiene un peso muy
importante por la densidad de valor de sus productos, destaca la fuerte diferencia que
tiene la región Centro cuya participación de cerca de 46% en 1995 casi duplica la
correspondiente a la región que más le sigue (la región Noreste) que apenas muestra un
23% de participación en la actividad industrial del país. Sin embargo, esta situación
cambia para el año 2010, en particular porque aumenta la presencia de la región Centro-
Occidente que casi alcanza la cuarta parte de la producción manufacturera del país, al
igual que lo hace la región Noreste. Esto se traduce en una reducción porcentual de la
actividad manufacturera de la región Centro. Algo similar sucede con la gran división que
engloba al sector de la construcción, ya que la región Centro disminuye de tener más del
40% del PIB del sector observado en 1995, para apenas alcanzar en 2010 poco menos
de más de la cuarta parte del PIB nacional en esta actividad. En congruencia, las demás
regiones tienen una relativamente mayor participación, incluyendo la región Sur-Sureste
que llega a alcanzar la primera posición dejando detrás a la región Centro.
La quinta gran división que corresponde a la producción de electricidad, gas y agua, es
la que muestra el mayor equilibrio en la participación de todas las regiones. De hecho, es
la única actividad en la que la región Sur-Sureste tenía en 1995 una participación
relativamente mayor que las demás regiones, con casi el 30% del total, aunque este
porcentaje disminuyó en 2010.
Figura 2.7. Participación regional en las grandes divisiones económicas del
producto interno bruto, 1995.
Fuente: elaboración propia, a partir de los datos de INEGI: "Estadísticas de Contabilidad Nacional, Sistema
de Cuentas Nacionales de México". Banco de Información Económica (BIE), página web.
36
Por su parte, tanto en la gran división seis, que incluye al comercio, los hoteles y
restaurantes, como a la siete que corresponde al transporte, almacenaje y
comunicaciones, se encuentra que no hay un cambio en la estructura mostrada en 1995
con relación al año de 2010. Estas grandes divisiones, que son características de una
economía urbanizada y de servicios, muestran, en consecuencia, un predominio de la
región Centro que muestra una participación de más del doble de la región Noreste y la
región Centro-Occidente, mientras que las regiones del Sur-Sureste y Noreste no tienen
una participación muy notable.
Las observaciones realizadas en el anterior párrafo se hacen aún más evidentes tanto en
el caso de la gran división 8 que corresponde a los servicios financieros, seguros,
actividades inmobiliarias y de alquiler, como de la gran división 9 que incluye a los
servicios comunales, sociales y personales. Nuevamente, la región Centro, merced a su
alto nivel de urbanización e industrialización, alcanza niveles de participación en estas
actividades de casi la mitad del total nacional, mientras que las regiones Noreste y
Centro-Occidente apenas cuentan con una participación de alrededor del 15%, y las
regiones del Sur-Sureste y Noreste no tienen una participación destacable.
Fuente: elaboración propia, a partir de los datos de INEGI: "Estadísticas de Contabilidad Nacional, Sistema
de Cuentas Nacionales de México". Banco de Información Económica (BIE), página web.
37
2.3. Principales resultados de la inversión en infraestructura de transporte
carretero en las regiones económicas de México.
En esta sección del capítulo se presenta el análisis correspondiente a la evolución de la
red carretera y ferroviaria que se ha extendido en el país como resultado de la inversión
acumulada en acervos de infraestructura en cada una de las regiones económicas cuya
semblanza de desarrollo económico se presentó en la sección anterior. Con estos
elementos, se procede a la revisión de algunos indicadores que nos permitirían
relacionar dichos acervos de infraestructura precisamente con las características físicas,
demográficas y económicas de las regiones de México.
38
Cuadro 2.11. Crecimiento regional de la infraestructura carretera en México.
Región
Región Región Región Región Total
Centro-
Noroeste Noreste Centro Sureste nacional
occidente
Kilómetros de carreteras pavimentadas
1940 194 2,177 1,465 1,648 934 6,419
1950 1,123 3,715 3,070 2,565 2,212 12,685
1960 4,432 7,187 6,434 3,293 6,023 27,369
1970 6,366 9,606 10,686 5,451 10,225 42,334
1980 11,290 13,934 15,350 8,857 17,489 66,920
1990 12,648 17,067 19,704 11,771 22,735 83,925
2000 15,002 20,562 27,004 15,133 30,787 108,488
2010 16,461 25,007 36,933 18,979 41,024 138,404
Kilómetros de carreteras totales
1940 3,625 6,079 7,991 5,113 4,258 27,066
1950 3,489 5,835 6,739 4,014 4,832 24,910
1960 7,440 9,940 11,046 6,033 10,630 45,089
1970 8,687 13,312 17,931 10,418 21,534 71,882
1980 29,969 44,775 52,266 26,754 58,705 212,469
1990 34,687 51,612 58,700 28,679 65,557 239,235
2000 56,987 52,947 84,732 32,297 96,102 323,065
2010 58,636 58,887 94,752 40,329 119,332 371,936
Fuente: los datos del periodo 1940 a 1990 fueron tomados de INEGI, “Anuario Estadístico de los Estados
Unidos Mexicanos”, varias ediciones. La información de 2000 y 2010 proviene de los Anuarios Estadísticos
de la SCT, varias ediciones.
Para tener una idea más clara de la disponibilidad relativa que tiene cada región del
acervo de carreteras pavimentadas, en el cuadro 2.12 se muestra cómo ha evolucionado
esta infraestructura en cada una de las regiones mexicanas. Como se puede comprobar,
esta distribución si ha cambiado en el periodo en estudio, pasando de una participación
muy alta de las regiones Noreste y Centro (en el año de 1940), a una situación en el año
2010, donde es la región Sureste la que concentra el mayor porcentaje de las carreteras
pavimentadas del país, y esto no es realmente reciente, sino que se observa desde hace
varias décadas. En cambio, la región Centro-Occidente ha contado con alrededor de la
cuarta parte de los acervos carreteros pavimentados, mientras que la región Noroeste
sólo ha logrado incrementar su participación de manera modesta.
39
Cuadro 2.12. Distribución del acervo de carreteras pavimentadas en México.
Región
Región Región Región Región Total
Centro-
Noroeste Noreste Centro Sureste nacional
occidente
(Porcentaje de carreteras pavimentadas del total nacional)
Fuente:
elaboración propia a partir de la información del cuadro 2.11.
40
Figura 2.10. Carreteras de dos, cuatro o más carriles por región en el país.
Fuente: elaboración propia con base en información de los Anuarios Estadísticos de la SCT, varias
ediciones.
41
en 1940 tenía una densidad 38 veces a la que mostraba la región menos favorecida (la
región Noroeste), en el año 2010 esta diferencia se reduce a 5.8 veces la densidad de la
región con menor densidad carretera que es la región Noreste. Incluso, la región Centro-
Occidente es la que muestra un mayor crecimiento en su densificación, a lo largo de los
setenta años del análisis.
Por supuesto, algo que es aún más importante analizar, es la relación que tiene la
infraestructura carretera en función de la dinámica mostrada por la cantidad de
habitantes de cada región (véase el cuadro 2.14). Como se puede corroborar, son las
regiones Noreste y Noroeste las que han mostrado la mayor consistencia en mostrar una
disponibilidad de metros de carretera pavimentada por cada habitante de la región que
es mayor al promedio nacional. Un comportamiento similar muestran las regiones
Sureste y Centro-Occidente, aunque han superado la media nacional sólo a partir de
1980. Por el contrario, la región Centro es la que dispone de una reducida cantidad de
acervos carreteros pavimentados por cada habitante y, por su peso demográfico,
contrarresta a las demás regiones en este indicador. Esta situación lleva a cuestionar el
significado real de este indicador. Así, el hecho de que se tenga una cantidad de
carreteras proporcionalmente baja en relación al tamaño de la población (o al tamaño del
territorio) no se traduce directamente en una desventaja para el desarrollo económico.
Son las características del emplazamiento específico de la red carretera, esto es el uso
eficiente o ineficiente que se haga de las mismas, lo que bien podría determinar el
potencial real de desarrollo que representa la acumulación de estos acervos de capital
físico.
42
Cuadro 2.14. Cobertura poblacional de los acervos carreteros en las regiones del
país, 1940-2010.
Región
Región Región Región Región Total
Centro-
Noroeste Noreste Centro Sureste nacional
occidente
(metros de carreteras pavimentadas por habitante)
43
de las carreteras sea medida en términos del PIB per cápita, lo cual se muestra en el
cuadro 2.16. No obstante, como se ve claramente en dicho cuadro, al estimar el
indicador de la cantidad de PIB per cápita asociado al kilometraje de vías pavimentadas,
se corrobora el descenso marcado en todas las regiones, pero especialmente en la
región Sureste.
Cuadro 2.15. Productividad regional de la infraestructura carretera pavimentada.
Región
Región Región Región Región Total
Centro-
Noroeste Noreste Centro Sureste nacional
occidente
(millones de pesos de PIB, por kilómetro de carretera pavimentada)
44
Finalmente, también es importante revisar el comportamiento de la productividad del
acervo total de carreteras, esto es, agregando el acervo de carreteras no pavimentadas.
La razón de esta consideración radica en que las carreteras no pavimentadas podrían
ser un factor importante para la movilización de productos agrícolas y minerales. En el
cuadro 2.17 se realizó un análisis similar al contenido en el cuadro 2.15, pero
considerando ahora el total de carreteras existentes en cada región económica del país.
Como se puede observar, nuevamente se encuentra un deterioro generalizado de este
indicador, incluso en mayor medida que en el caso del análisis de las carreteras
pavimentadas.
45
CAPÍTULO 3. MEDICIÓN DE LA CONTRIBUCIÓN DE LA INVERSIÓN EN
TRANSPORTE AL INCREMENTO DE LA PRODUCTIVIDAD DE LAS REGIONES
ECONÓMICAS DE MÉXICO.
46
conocer la medida en que la inversión en carreteras ha seguido un criterio de eficiencia
(en el presente capítulo) o de equidad regional (capítulo cuarto).
En la segunda sección se establece el marco teórico de la metodología empleada para el
análisis subsecuente que se basa en la medición de la eficiencia técnica, siguiendo las
ideas de Farrel (1957). Después, en la cuarta sección se analizan los resultados de la
aplicación de dicha metodología. Así, se realiza un análisis de la eficiencia técnica que
mostrarían las entidades federativas del país en el uso de la infraestructura de carreteras
para alcanzar los niveles de productividad per cápita mostrados en el periodo que va
desde 1940 y hasta el año 2010. Finalmente, se presentan las conclusiones obtenidas
de este análisis de la eficiencia técnica que debieran ser importantes para efectos de
políticas públicas, por sus implicaciones presupuestales.
1
Lachler, U. and Alshauer, D. A. 1998. Public investment and economic growth in México, Policy Research Working Paper
1962, The World Bank, Washington.
2
Op cit., p. 7.
3
Esquivel, Gerardo. (2000) Geografía y Desarrollo Económico en México. Research Network Working Paper #R-389.
Banco Interamericano de Desarrollo.
4
Messmacher Linartas, Miguel. (2000) Desigualdad regional en México, el efecto del TLCAN y otras reformas estructurales.
Documento de investigación 2000-4. Banco de México.
47
favorecido a los estados del norte del país, sino que son las actividades manufactureras
y el transporte y las comunicaciones las que explican el dinamismo de los estados que
más han crecido. Así, aunque no analiza propiamente la infraestructura de transporte,
esta conclusión podría apoyar la idea de que el sector transporte no podría estar
creciendo sin una adecuada infraestructura. Por lo tanto, indirectamente se podría inferir
que las entidades federativas que más han invertido en carreteras, por ejemplo, han
apoyado más el crecimiento de sus actividades manufactureras. Por supuesto, esas son
precisamente temas dentro de la agenda de investigación del desarrollo regional.
En contrapartida, Noriega y Fontenla (2005) si encuentran que hay una
complementariedad entre la inversión pública en infraestructura y la inversión privada en
México. 5 En particular, estos autores revisan los efectos de largo plazo que han tenido
los incrementos de infraestructura telefónica, carretera y telefónica, en el crecimiento del
PIB real. De esta manera, estos autores encuentran que el efecto del incremento de
kilómetros de carreteras tiene su efecto perceptible sólo después de siete u ocho años.
De hecho, también en el año de 2005, Calderón y Servén realizaron un estudio para
medir el impacto del stock de infraestructura de transporte terrestre en el crecimiento y la
distribución del ingreso. Aunque sus resultados son derivados de un análisis de cifras
agregadas de más de 100 países y no es realmente un estudio a nivel regional, es
importante destacar que encuentra una relación robusta entre dichos stocks de
infraestructura y el crecimiento del PIB e incluso encuentran una relación inversa con la
desigualdad en la distribución del ingreso en los países con mayor cantidad y calidad de
infraestructura.6
Por el contrario, un estudio del Banco Mundial, realizado por Eli Weiss en 2010,
orientado a buscar el impacto que puede tener la corrupción en el desarrollo regional
mexicano, lleva a cabo una análisis de regresión, incluyó como variable a la densidad de
carreteras (relación entre cantidad de carreteras y el tamaño el estado) como parte de
las variables explicativas del crecimiento promedio del PIB per cápita. Sin embargo,
encuentra que dicha densidad si es significativa pero sólo a un nivel de significancia
estadística del 10%, quedando por detrás de otras cinco variables con mucho mayor
poder explicativo.7
Dos aspectos podrían concluirse de esta breve semblanza de estos estudios que
consideramos que son representativos de otros que se pueden consultar sobre el tema
de la desigualdad regional en México. Primero, que no parece haber una tendencia
uniforme sobre la influencia de la infraestructura de transporte en el desarrollo regional.
En efecto, al margen de las posibilidades de comparación de los fundamentos teóricos
de ambos modelos, lo que se puede enfatizar, por el momento, es la existencia de un
debate que esta distante de estar cerrado. De hecho, una posibilidad de contribución al
análisis de estos investigadores es, precisamente, la consideración del ámbito
geográfico. Así, una posible vertiente de análisis es el estudio de la respuesta de la
productividad en un nivel menor de agregación. Es decir, en lugar de usar las cifras
5
Noriega, A. and Fontenla, M. 2005. Public Infrastructure and Economic Growth in México. Documento de trabajo,
Universidad de Guanajuato.
6
Calderon, C., Servén, L., (2005) The effects of infrastructure Development on Growth and Income Distribution. World
Bank.
7
Weiss, E., Rosenblatt, D., (2010) Regional Economic Growth in México. Policy Research Working Paper 5369.
48
nacionales, se realizará el análisis con información a nivel regional, hasta donde lo
permitan la disponibilidad de información.
Segundo, en dichos estudios, la herramienta de análisis se ha centrado en los modelos
econométricos o no se incluye explícitamente a la infraestructura de transporte como
variable de análisis. Por lo tanto, ambas cuestiones nos permiten asumir la pertinencia
de un análisis con el enfoque que presentamos en este trabajo.
producto obtenido
Productividad ----------[3.1]
insumo usado
Este cociente es un cálculo directo derivado del caso producto simple, insumo simple.
Sin embargo, el caso más común es la situación donde hay multi-producto y multi-
insumo. En este caso, en la presencia de varios productos y varios insumos en el
proceso productivo es necesario agregar los insumos y los productos en un índice de
productividad simple. Para hacer esto, es necesario obtener un índice agregado de los
insumos y de los productos por medio de un sistema de ponderación. Por ejemplo, los
productos pueden ser ponderados por medio de su participación en el ingreso total,
mientras que los insumos pueden ser ponderados por medio de su participación en los
costos evitables (Hensher, 2001). Así, un índice de productividad puede diferir
dependiendo del sistema de ponderación usado y con el nivel de agregación de insumos
y productos. Sin embargo, una de las principales desventajas en el uso de números
índice es que ellos no pemiten distinguir entre las diferentes fuentes de cambio de la
productividad (Oum et al, 1999).
Es evidente que, por medio de la ecuación 1.1, una ganancia en productividad puede ser
definida como el incremento del producto en relación con los insumos, o un decremento
en el uso de insumos con relación a un nivel de producto dado. En otras palabras, a
mayor valor del cociente, mayor es la productividad.
Aunque la variación en la productividad puede deberse a muy diferentes causas o
fuentes, uno de los principales propósitos de la medición de la productividad consiste en
la separación e identificación del componente “eficiencia” con la intención de hacer
inferencias sobre el efecto de la eficiencia en el proceso productivo de una empresa,
industria u organización determinada (Oum et. al, 1999). El término eficiencia se refiere a
la comparación entre la productividad obtenida con los valores de insumos y productos
del caso en análisis, en relación con los valores que se obtendrían con los valores
óptimos de insumos y producción (Lovell, 1993). Más aún, de acuerdo con los valores
óptimos, dos tipos de eficiencia deben ser considerados: la eficiencia técnica y la
eficiencia en la asignación de recursos ("allocative efficiency”). Si los valores óptimos
están definidos en términos del máximo nivel de producción que puede ser alcanzado
49
dado el nivel de insumos, o el mínimo nivel de insumos que pueden ser usados para
producir un determinado nivel de producción, esto es, en términos de la frontera de
producción; la eficiencia es técnica. En otras palabras, la eficiencia técnica es alcanzada
al producir en la frontera de producción.
Por otra parte, si el valor óptimo está basado en la selección de la mezcla de insumos en
forma tal que un determinado nivel de producto es producido al menor costo posible,
dados los precios respectivos en los insumos, entonces, el término eficiencia se refiere a
la eficiencia en la asignación de recursos. Así, de la definición clásica de eficiencia en la
asignación de recursos, se puede inferir que es necesario tener un proceso multi-
insumos o multi-producción para poder medir este tipo de eficiencia.
50
punto A está dada por ETA = (1 - BA/0A), ó ETA=(0B/0A). Esto es, la ET en el punto A
mide la proporción mínima de insumos x1A y x2A necesarios para producir yA.
x2/y I
P
B
C
Isocuanta
D I’
Isocosto
P’
0 x1/y
51
Farrell (1957) se obtiene como el producto de (ET) y (AE), esto es: EEA=(ETA)(AEA).
Así, EE en el punto A se define como: EEA = (0B/0A) (0C/0B) = 0C/0A.
Una vez definida la eficiencia técnica, lo importante es determinar la frontera de la
misma, es decir, la curva I-I’ en la figura 3.1. Para ello, en los últimos años se han
desarrollado dos enfoques principales para determinar la frontera y medir la eficiencia. El
enfoque paramétrico consiste en determinar, a través de técnicas econométricas, una
función frontera utilizando una representación paramétrica de la tecnología junto con un
término de error compuesto. En cambio, el método no paramétrico se resuelve mediante
técnicas de programación lineal, y se calcula la frontera productiva directamente de los
datos, sin imponer restricciones a priori a dicha función frontera.
El principal exponente del enfoque paramétrico es el método de las fronteras
estocásticas, el cual surge de los trabajos propuestos por Aigner, Lovell y Schmidt
(1977), y Meeusen y Van den Broeck (1977), quienes, de manera independiente,
propusieron la función de la frontera estocástica, a la que consideraron un valor
aleatorio, el cual se refiere a hechos fortuitos, que puede tener efectos positivos o
negativos.
Las características básicas del modelo de fronteras estocásticas son ilustradas en la
figura 3.2. El eje horizontal representa el insumo (entrada ó input), mientras que el
vertical el producto (salida ó output), la frontera de producción, creada por medio de
técnicas econométricas, significa la máxima producción alcanzable con la tecnología
disponible, por lo que todos aquéllos puntos que se encuentren fuera de ella, se dice que
producen de manera ineficiente, como los puntos i y j.
Los puntos i y j representan a dos empresas que emplean los insumos x i y xj para
producir las cantidades yi y yj respectivamente. El punto i*, es la correspondiente frontera
de producción en i, el cual, se encuentra por arriba de la función de producción debido a
que el error aleatorio, vi, es positivo, el caso contrario ocurre en el punto j*, que se
encuentra por debajo de la función de producción. Otro aspecto que vale la pena
destacar de la figura es que las salidas (outputs) pueden ser mayores que la parte
determinística de la frontera estocástica, sí los correspondientes errores aleatorios son
más grandes que los efectos de ineficiencia, es decir, y i expx i sí vi > ui.
En las fronteras de producción, la eficiencia técnica de la empresa i-ésima se define
como el cociente entre el producto alcanzado por dicha empresa y su producción
potencial, definida por la frontera estocástica, es decir:
yi
ET exp ui
f x i ;exp v i
Se trata de una medida de eficiencia técnica orientada al producto (“output”), que indica
la cantidad de producto que la empresa i-ésima podría haber alcanzado utilizando la
misma cantidad de factores productivos (“inputs”) que la empresa eficiente.
52
Figura 3.2. La frontera estocástica de la función de producción.
exp(xjvj si vj < 0
yj
j
i*
yi i
xi xj Insumo
53
u' y i
maxu,v
v' x i
sujeto a:
u' y j
1, j 1,2,,N ,
v' x j
u, v 0 ---------[3.3]
max, ' y i ,
sujeto a:
' x i 1,
, 0 ---------[3.4]
Debe notarse que en la expresión 3.4 se ha dado un cambio de notación para los
ponderadores, de ( u, v ) a ( , ), para enfatizar que se trata de un problema de
programación diferente al inicial.
Ahora disponemos de un problema de optimización lineal estándar, de N + 1
restricciones lineales y n + m restricciones de no negatividad. Este planteamiento es
conocido como la forma del multiplicador del problema de programación lineal del DEA.
min, ,
sujeto a:
y i Y 0 ,
xi X 0,
0 --------[3.5]
54
nN
En la expresión 3.5, es un escalar y un vector de constantes, X
N1
es la
matriz de insumos con tantas filas como insumos y tantas columnas como DMU e
Y mN , la matriz de productos con tantas filas como productos y columnas como DMU
haya. En este caso habrá n + m restricciones lineales y N de no negatividad, es decir,
una cantidad menor de restricciones que en la representación primal. Así, es
generalmente la forma preferida para resolver. El valor de obtenido será la marca de
eficiencia para la i-ésima región, con lo que este problema nos permite determinar las
DMU a partir de las cuales se construirá la empresa “virtual” con la que se compara al
resto de las DMU. Para conocer las unidades “eficientes” asociadas a las demás, se
debe resolver un problema similar; por esta razón el ejercicio debe repetirse N veces
(una vez para cada DMU). De hecho, los valores encontrados para Ө representan el
valor de la eficiencia técnica, por lo que serán identificados como TE CRS para mantener
la notación que predomina en la literatura sobre este tipo de modelos (donde la
indicación CRS significa que se están asumiendo rendimientos constantes a escala).
Igualmente, se debe hacer mención que un resultado igual a 1, indica que esa DMU es
técnicamente eficiente, mientras que los resultados menores a 1, nos indican el
porcentaje respecto a la DMU eficiente al que se está operando.
La representación gráfica del método es presentada en la figura 3.3, la cual nos muestra
un conjunto de DMU, que emplean 2 insumos para producir la misma cantidad de
producto, los puntos A, B y C representan las mínimas combinaciones de insumos
necesarias. Para construir la frontera de eficiencia, se unen los puntos mencionados, y
se prolonga tanto vertical como horizontalmente, quedando la superficie A’ABCDD’. A
partir de esa frontera se debe medir la distancia que existe entre ella y el resto de los
puntos, tal como se realizó en la definición de la eficiencia técnica.
9 A’
8
6 A
Insumo 2
3
B
2
C D
1
D’
0
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Insumo 1
55
Un elemento restrictivo y muy importante en la anterior expresión 3.5 es el supuesto de
que se presentan rendimientos constantes a escala en la producción. Precisamente por
ello se le identifica como el modelo DEA de rendimientos constantes a escala, o como el
modelo CCR, por referencia a los autores del modelo (Charnes, Cooper y Rhodes,
1978). Claramente, este supuesto sólo es válido cuando todas las DMU están operando
a una escala óptima (esto es, correspondiente a la porción plana de la curva de costos
promedios de largo plazo). La competencia imperfecta, restricciones en el
financiamiento, etc., pueden causar que una DMU no esté operando a una escala
óptima. Banker, Charnes y Cooper (1984) encontraron una extensión del modelo de
DEA-CCR, tal que permite la existencia de rendimientos crecientes a escala.
xi X 0,
N1´ 1
0 ---------[3.6]
56
max , ,
sujeto a:
yi Y 0 ,
xi X 0,
N1´ 1
0 --------[3.7]
Por supuesto, ahora los valores encontrados para Φ representan el valor de la eficiencia
técnica, y serán identificados como TEO,VRS , donde O,VRS significa que se asume
orientación al producto así como rendimientos variables a escala. La notación para las
demás mediciones de la eficiencia quedaría como sigue:
TEI,CRS = eficiencia técnica orientada a los insumos, con rendimientos constantes a
escala.
TEI,VRS = eficiencia técnica orientada a los insumos, con rendimientos variables a escala.
TEO,CRS = eficiencia técnica orientada a los productos, rendimientos constantes a escala.
57
Así, para estimar la productividad total de las regiones económicas de México, se
propone un modelo DEA Malmquist, el cual emplea funciones de distancia que son
estimadas empleando el método DEA.
Dentro de las ventajas que representa el utilizar este método son:
1. Admite modelos con múltiples insumos y productos (“inputs” y “outputs”).
2. No requiere una hipótesis de relación funcional entre dichos insumos y
productos.
3. Las unidades se comparan directamente con otras unidades o una combinación
de ellas.
Como es de esperarse, este modelo es una herramienta que se puede aplicar a diversos
problemas que puedan recibir el tratamiento de una frontera de producción. Tiene que
buscarse la congruencia con el postulado teórico del problema en análisis. Sólo mide la
productividad y permite probar diversas hipótesis sobre el desempeño de diversos
insumos en determinados productos. Para complementar lo anterior, es necesaria una
teoría consistente sobre las características intrínsecas del proceso productivo en estudio.
58
3.3. Medición de la eficiencia técnica en el transporte carretero.
En esta parte del trabajo se aplicará el modelo de eficiencia que se puede resolver
empleando el software DEA-Solver Learning (Cooper et al, 2000). Este modelo se basa
en el método de la envolvente de datos (data envelopment analysis), que en adelante
será referido como el modelo DEA-CCR, propuesto por Charnes, Cooper y Rodes en
1978, para estimar la eficiencia técnica con la que las regiones económicas de México
están usando los recursos de infraestructura de transporte para alcanzar los niveles
observados en su producción agrícola e industrial. El modelo DEA es un método de
programación lineal, en el que la función de producción está definida por el máximo nivel
de producción alcanzable, con una cierta combinación de insumos (Bonilla y otros,
2002). En realidad, también se utilizará el modelo modificado por Banker, Charnes y
Cooper en 1984, quienes encontraron una extensión del modelo de DEA-CCR, tal que
permite tomar en cuenta la posibilidad de la existencia de rendimientos crecientes a
escala. Así, el modelo DEA-BCC nos permite establecer comparaciones entre un
conjunto de regiones, tomando el criterio de la mejor marca o frontera de producción
eficiente. Estas dos opciones, también pueden considerar un enfoque orientado a los
insumos o a los recursos. Por lo tanto, se tienen como modelos de solución las cuatro
opciones siguientes:
1) el CCRI, es decir, el modelo de Charnes, Cooper y Rhodes, que estima la
TEI,CRS (la eficiencia técnica orientada a los insumos) al minimizar la
cantidad de insumos utilizados dada la cantidad de producción, y asumiendo
rendimientos constantes a escala.
2) el CCRO, es decir, el modelo de Charnes, Cooper y Rhodes, que estima la
TEO,CRS (la eficiencia técnica orientada a los productos) al maximizar la
cantidad de de producción dada la cantidad de insumos utilizados, y
asumiendo rendimientos constantes a escala.
3) el BCCI, es decir, el modelo de Banker, Charnes y Cooper, que estima la
TEI,BRS (la eficiencia técnica orientada a los insumos) al minimizar la
cantidad de insumos utilizados dada la cantidad de producción, y asumiendo
rendimientos variables a escala.
4) el BCCO, es decir, el modelo de Banker, Charnes y Cooper, que estima la
TEO,BRS (la eficiencia técnica orientada a los productos) al maximizar la
cantidad de de producción dada la cantidad de insumos utilizados, y
asumiendo rendimientos variables a escala.
59
realmente relevante a ser generado en la actividad económica de las regiones del país,
tomadas éstas como las DMU. Si bien hay otros “productos” que pueden resultar de
interés particular para el desarrollo económico de ciertas regiones (por ejemplo, como en
el caso de las exportaciones de manufacturas), nos hemos concentrado en el PIB per
cápita. Por supuesto, también es posible analizar la posibilidad de considerar la actividad
del sector servicios. Sin embargo, este sector puede estar más relacionado con la
productividad y el desarrollo económico al interior de las ciudades. Así, dado que
estamos interesados por conocer el impacto económico regional de la infraestructura de
transporte interurbano (que ciertamente, interesa más al gobierno federal como parte de
la política de integración territorial y comunicación regional e internacional), asumimos al
PIB per cápita como la variable explicativa de nuestro modelo.
Planteamiento de hipótesis 1:
Las regiones económicas de México que muestran un mayor nivel de productividad
son las que tienen los índices de eficiencia más altos con relación a sus acervos de
infraestructura de transporte carretero.
60
Planteamiento de hipótesis 2:
Las entidades federativas de México que muestran un mayor nivel de productividad
son las que tienen los índices de eficiencia más altos con relación a sus acervos de
infraestructura de transporte carretero.
Bajo esta hipótesis, el modelo de la función de producción que se plantea,
genéricamente, es el siguiente:
61
Cuadro 3.2. Resultados en la medición de la eficiencia técnica regional.
1940 1950 1960 1970
DMU Región
Score Rank Score Rank Score Rank Score Rank
1 Noroeste 1 1 1 1 0.872 2 1 1
2 Noreste 0.949 4 0.881 3 0.820 3 0.920 3
3 Centro-Occidente 0.371 5 0.387 5 0.318 5 0.569 4
4 Centro 1 1 1 1 1 1 1 1
5 Sureste 1 1 0.501 4 0.427 4 0.477 5
Como se puede observar, bajo la hipótesis 1, la única región que alcanza la máxima
calificación es la región Centro. Le sigue en calificación la región Noroeste que en la
mayoría de los años analizados alcanzó la máxima calificación, y la región Noreste que
ha aumentado de manera más consistente. Como se puede comprobar, al comparar
estos resultados con los niveles de PIB que alcanzan estas regiones, se concluye que
también están entre las regiones más importantes. Es decir, estas regiones no sólo
tienen un importante desempeño en su productividad económica sino coinciden en que
tienen y usan una red vial que, a resultas de este análisis, tiene una mayor eficiencia en
su tamaño que el resto de las regiones. En cambio, las regiones Centro-Occidente y
Sureste muestran un desempeño muy alejado del óptimo. Con base en esto, es posible
afirmar que podemos aceptar la hipótesis planteada, esto es que "las regiones
económicas de México que muestran una mayor cantidad de producción industrial y
agrícola son los que tienen los índices de eficiencia más altos con relación a su
infraestructura de transporte carretero".
Por otra parte, la aplicación del modelo DEA a la información obtenida para un periodo
tan amplio, que va de 1940 hasta 2010, y cuyos resultados se presentan también en el
cuadro 3.2, nos permite comprobar si en las regiones con una tendencia a incrementar
los niveles de PIB per cápita son donde se han presentado también una tendencia a
incrementar la eficiencia en el manejo de su infraestructura carretera. Sin embargo, en el
mismo cuadro se puede comprobar que no existe una tendencia general al cambio, lo
cual descarta esta posibilidad. Es decir, contrariamente a lo que podríamos suponer que
debería estaría ocurriendo por las tendencias a dotar de infraestructura de transporte a
las regiones con los mayores rezagos en el nivel de actividad económica para lograr un
desarrollo regional más equilibrado (e incluso, otras razones de tipo político), no parece
presentarse una dinámica especialmente mayor en la eficiencia con la que operan su red
vial dichas regiones.
Adicionalmente, el cuadro 3.3 muestra las calificaciones que obtienen las diferentes
entidades federativas en el año de 2010, bajo cada uno de los modelos DEA
62
anteriormente planteados, y bajo la hipótesis 1. Esto es de utilidad no sólo por la
posibilidad de que existan sesgos en el análisis dado el modelo específico empleado.
También destaca el hecho de que no es generalmente observable un gran cambio en la
calificación al pasar del modelo BCC-O al modelo CCR-O, es decir, al asumir que existen
rendimientos a escala constantes. Sin embargo, es notorio el hecho de que las regiones
ineficientes caen abruptamente en su calificación, lo cual significa que tienen problemas
importantes de ineficiencias de escala (Coelli, 1998). Un ejemplo claro de ello es el caso
del Sureste que baja su calificación de 0.445 a casi 0.233, que además de estar por
abajo del valor promedio para la calificación del modelo CCRO significa que tiene una
ineficiencia de escala del orden del 21.2%. Ello se muestra en la última columna del
cuadro 3.3. De hecho, esta misma situación se corrobora en el caso de la región Centro-
Occidente que había resultado muy por abajo del óptimo bajo el modelo BCRO. Esto
apoya la comprobación de nuestra hipótesis 1.
Por otra parte, como ya anticipaba la teoría (véase el planteamiento del modelo), el
cambio del modelo CCRO al modelo CCRI no cambia en absoluto las calificaciones
obtenidas, mientras que el cambio del modelo BCCO al modelo BCCI apenas muestra
algunas variaciones significativas, pero no altera las conclusiones anteriores.
Aunque el análisis de la eficiencia técnica con que son manejados los acervos carreteros
a nivel de las regiones económicas (es decir, la hipótesis 1) ha sido bastante claro y
concluyente, con la hipótesis 2 estamos planteando la posibilidad de al interior de las
regiones no sea homogénea la situación de eficiencia o ineficiencia.
Nuevamente, por motivos de espacio, el listado de salida de la corrida del modelo DEA-
BCCO, correspondiente al año de 2010, para las entidades federativas de México, es
presentado en extenso en el anexo 2. Para el resto de las opciones (es decir, de los
años 1940 a 2000), sólo se incluirán los datos relevantes, debidamente resumidos.
El cuadro 3.4 (también formado a partir de los listados de salida como el mostrado en el
anexo 2), muestra un resultado importante. Bajo la hipótesis 2, de las 32 entidades
federativas analizadas, sólo tres alcanzaron, en 1940 y 1950, la calificación máxima (es
decir, 1), mientras que 29 quedaron por abajo de dicho objetivo, es decir, son
63
ineficientes. Esta situación de partida ha empeorado en las décadas posteriores. De
hecho, esta predominancia de la ineficiencia, tal y como se midió en el presente trabajo,
se refleja en que la mayor calificación promedio se alcanzó en 1970, con apenas 0.46,
pero ha disminuido a 0.37 en el año 2010. El desglose de las calificaciones obtenidas
por cada entidad federativa es presentado en el cuadro 3.5.
DMU
Entidad 1980 1990 2000 2010
Federativa Score Rank Score Rank Score Rank Score Rank
1 Aguascalientes 0.383 14 0.413 10 0.483 10 0.500 6
2 Baja Calif. Norte 0.608 4 0.467 6 0.525 7 0.415 10
3 Baja Calif. Sur 0.554 5 0.541 5 0.495 8 0.468 7
4 Campeche 0.355 17 1 1 0.607 3 0.412 11
5 Coahuila 0.457 7 0.412 11 0.544 6 0.526 3
6 Colima 0.443 8 0.463 7 0.398 13 0.360 14
7 Chiapas 0.348 18 0.179 31 0.169 31 0.152 32
8 Chihuahua 0.377 15 0.419 9 0.573 5 0.526 4
9 Distrito Federal 1 1 1 1 1 1 1 1
10 Durango 0.288 23 0.290 19 0.325 16 0.329 16
11 Guanajuato 0.259 27 0.234 24 0.296 20 0.301 21
12 Guerrero 0.212 30 0.203 28 0.206 30 0.197 29
13 Hidalgo 0.263 24 0.230 26 0.246 23 0.224 27
14 Jalisco 0.402 11 0.356 15 0.394 14 0.363 13
15 México 0.387 13 0.309 17 0.311 19 0.313 19
16 Michoacán 0.221 29 0.191 30 0.228 27 0.224 28
17 Morelos 0.355 16 0.399 13 0.342 15 0.334 15
18 Nayarit 0.328 19 0.277 20 0.236 25 0.227 26
19 Nuevo León 0.633 3 0.568 3 0.698 2 0.702 2
20 Oaxaca 0.159 32 0.167 32 0.167 32 0.158 31
21 Puebla 0.259 26 0.226 27 0.268 22 0.274 23
22 Querétaro 0.394 12 0.403 12 0.474 11 0.461 9
23 Quintana Roo 0.527 6 0.550 4 0.587 4 0.517 5
24 San Luis Potosí 0.233 28 0.246 23 0.290 21 0.307 20
25 Sinaloa 0.302 20 0.302 18 0.315 17 0.325 18
26 Sonora 0.433 9 0.430 8 0.491 9 0.465 8
27 Tabasco 1 1 0.338 16 0.241 24 0.261 24
28 Tamaulipas 0.410 10 0.357 14 0.429 12 0.400 12
29 Tlaxcala 0.262 25 0.252 22 0.218 28 0.189 30
30 Veracruz 0.289 22 0.231 25 0.231 26 0.248 25
31 Yucatán 0.291 21 0.275 21 0.314 18 0.329 17
32 Zacatecas 0.199 31 0.196 29 0.216 29 0.274 22
64
Cuadro 3.5 (cont.). Resultados en la medición de la eficiencia técnica, estatal.
Entidad 1940 1950 1960 1970
DMU
Federativa Score Rank Score Rank Score Rank Score Rank
1 Aguascalientes 0.524 6 0.175 24 0.182 22 0.410 17
2 Baja Calif. Norte 1 1 1 1 0.686 3 0.754 3
3 Baja Calif. Sur 0.479 7 0.554 6 0.346 10 0.723 4
4 Campeche 0.417 9 0.336 12 0.284 13 0.436 15
5 Coahuila 0.371 11 0.448 8 0.460 5 0.623 6
6 Colima 0.628 4 0.333 13 0.232 17 0.446 13
7 Chiapas 0.102 29 0.145 29 0.144 28 0.257 30
8 Chihuahua 0.282 18 0.491 7 0.459 6 0.526 10
9 Distrito Federal 1 1 1 1 1 1 1 1
10 Durango 0.354 14 0.262 17 0.222 18 0.373 21
11 Guanajuato 0.156 23 0.168 25 0.188 20 0.370 23
12 Guerrero 0.081 32 0.143 30 0.154 24 0.268 28
13 Hidalgo 0.120 26 0.151 27 0.149 27 0.279 26
14 Jalisco 0.151 24 0.249 19 0.243 16 0.540 9
15 México 0.115 27 0.179 23 0.263 15 0.561 7
16 Michoacán 0.088 31 0.148 28 0.119 30 0.272 27
17 Morelos 0.252 19 0.285 16 0.297 11 0.437 14
18 Nayarit 0.324 15 0.300 15 0.211 19 0.393 19
19 Nuevo León 0.410 10 0.570 4 0.771 2 0.866 2
20 Oaxaca 0.102 28 0.129 32 0.093 32 0.183 32
21 Puebla 0.097 30 0.185 22 0.152 25 0.323 24
22 Querétaro 0.463 8 0.157 26 0.149 26 0.408 18
23 Quintana Roo 1 1 1 1 0.182 21 0.519 11
24 San Luis Potosí 0.132 25 0.243 20 0.167 23 0.303 25
25 Sinaloa 0.365 13 0.347 11 0.384 8 0.486 12
26 Sonora 0.566 5 0.560 5 0.513 4 0.720 5
27 Tabasco 0.295 17 0.252 18 0.270 14 0.376 20
28 Tamaulipas 0.368 12 0.446 10 0.352 9 0.545 8
29 Tlaxcala 0.162 22 0.137 31 0.108 31 0.237 31
30 Veracruz 0.221 20 0.448 9 0.405 7 0.422 16
31 Yucatán 0.315 16 0.321 14 0.292 12 0.372 22
32 Zacatecas 0.169 21 0.203 21 0.140 29 0.267 29
Como se puede observar, bajo la hipótesis 2, la única entidad federativa que alcanza la
consistentemente máxima calificación es el Distrito Federal. En la situación inicial (esto
es, en 1940 y 1950) otras entidades que destacan son Baja California Norte, Quintana
Roo, Colima, Sinaloa, Nuevo León, Sonora y Baja California Sur. Estas entidades
federativas muestran un desempeño superior al promedio. Como se puede comprobar, la
mayoría de estas entidades federativas están entre las más importantes por su
productividad per cápita pero otras lo son menos, pero también muestran una aceptable
eficiencia en el uso de su red vial, en comparación con el resto de las entidades
federativas. No obstante, es muy preocupante que 25 de las entidades federativas
tuvieran en 1940 una calificación incluso inferior a 0.5. A pesar de que han pasado
setenta años, esta situación no cambia mucho para la última década. Así, en el año
2010, además del caso del Distrito Federal, destaca el estado de Nuevo León, con una
calificación de 0.7, y los estados de Coahuila, Chihuahua, Quintana Roo,
Aguascalientes, Sonora y Baja California Sur que alcanzan una calificación apenas
65
superior o cercana a 0.5, aunque vienen mejorando desde varias décadas atrás. Es
notable que precisamente la lista anterior de entidades federativas son las que presentan
los mayores niveles de PIB per cápita (alrededor de 20,000 pesos en el año 2010). Es
decir, las entidades con mayor PIB per cápita son las mejor calificadas en el uso de su
red de caminos y carreteras.
Llama la atención el hecho de que algunas entidades federativas tienen niveles muy
altos de Producto Interno Bruto (México, Jalisco, Sinaloa y Veracruz) e incluso de
industrialización, pero con niveles de población también relativamente altos, lo cual se
refleja en sus bajos niveles de PIB per cápita, pero también se encuentran muy mal
calificados en la productividad en el uso de su red vial.
Con base en lo anterior, es posible afirmar que también podemos aceptar la hipótesis 2
como fue planteada, esto es, que "las entidades federativas de México que muestran un
mayor nivel de productividad son las que tienen los índices de eficiencia más altos con
relación a sus acervos de infraestructura de transporte carretero".
En otras palabras, la aplicación del modelo DEA a la información obtenida para los años
de 1940 a 2010, y cuyos resultados se presentan el cuadro 3.5, nos permiten comprobar
que en las entidades federativas con más productividad es donde se han presentado
también los mayores crecimientos en la eficiencia en el manejo de su infraestructura
carretera, aunque, en general, el nivel de calificaciones es bajo. Además, en dicho
cuadro se puede comprobar que no existe una tendencia general al cambio, incluso en el
largo plazo. Es decir, contrariamente a lo que podríamos suponer que debería estaría
ocurriendo por las tendencias a dotar de infraestructura de transporte a las entidades
federativas con rezagos en su nivel de actividad económica, no parece presentarse una
dinámica especialmente mayor en la eficiencia con la que operan su red vial dichas
entidades federativas.
Es importante resaltar que se ha llegado a una conclusión muy similar tanto en la
hipótesis 1 como bajo la hipótesis 2. Esto implica que las dos hipótesis son compatibles y
complementarias. Es decir, que el cumplimiento de la primer hipótesis, que es a nivel
regional, se explica por el desempeño a nivel de las propias entidades federativas que
integran cada región, aun cuando existen también diferencias dentro de cada región. Así,
resulta equivalente, en términos analíticos, el uso de cualquiera de las dos hipótesis,
pero la hipótesis 2 nos lleva a un mayor nivel de detalle en el análisis de la eficiencia
técnica en el uso de los recursos carreteros.
En congruencia con lo anterior, el cuadro 3.6 muestra las calificaciones que obtienen las
diferentes entidades federativas en el año de 2010, bajo cada uno de los modelos DEA
anteriormente planteados, y bajo la hipótesis 2. Destaca el hecho de que, excepto para
el caso del Distrito Federal, se observa que, en general, hay un gran cambio en la
calificación al pasar del modelo BCC-O al modelo CCR-O, es decir, al asumir que existen
rendimientos a escala constantes. De hecho, es notorio que la mayor parte de las
entidades federativas caen abruptamente en su calificación, lo cual significa que tienen
problemas importantes de ineficiencias de escala (Coelli, 1998). El ejemplo más extremo
es el caso de Nuevo León que baja su calificación de 0.702 a casi 0.022, que además de
estar por abajo del valor promedio para la calificación del modelo CCRO, significa que
tiene una ineficiencia de escala del orden del 68%. Ello se muestra en la última columna
del cuadro 3.6. De hecho, esta misma situación se corrobora en otros casos de
66
entidades federativas que habían resultado con calificaciones relativamente altas bajo el
modelo BCCO (Coahuila, Chihuahua, Quintana Roo y Aguascalientes). Esto sirve para
corroborar la comprobación de nuestra hipótesis 2.
Por otra parte, como ya anticipaba la teoría (véase el planteamiento del modelo), el
cambio del modelo CCRO al modelo CCRI no cambia en absoluto las calificaciones
obtenidas, mientras que el cambio del modelo BCCO al modelo BCCI muestra
variaciones significativas, puesto que se amplía enormemente la diferencia entre el valor
óptimo mostrado por el Distrito Federal y el resto de las entidades federativas. Esto
implica que hay mayores niveles de ineficiencia técnica cuando se pone más énfasis en
los insumos que en los resultados (véase la sección 3.2).
67
CAPÍTULO 4. CONTRIBUCIÓN DE LA INFRAESTRUCTURA CARRETERA EN LA
CONVERGENCIA REGIONAL EN MÉXICO (1941-2010).
Es muy frecuente encontrar la idea de que existe una fuerte correlación entre la inversión
en infraestructura de transporte y el impulso al crecimiento económico, y que esta
correlación es mucho mayor que cualquier otra que existiera entre el crecimiento
económico y la inversión en otro tipo de infraestructura e incluso otras actividades
económicas. Por ejemplo, en un documento de la OECD se señala que el análisis de la
inversión en infraestructura de transporte debe ir más allá de la estimación de los
beneficios directos a los usuarios, ya que dicha infraestructura tiene amplias
repercusiones sobre el desarrollo regional, y que estos efectos también deben tenerse
en cuenta con el fin de garantizar una asignación eficiente de los recursos (OECD, 2002:
4) De hecho, además de algunos beneficios derivados de la generación de empleos,
inclusión social e incluso menores costos ambientales, la nueva infraestructura de
transporte permitiría a las industrias de la región diversos ahorros en tiempo y costos, así
como mejoras en la accesibilidad a los mercados, traduciéndose en un incremento de la
productividad (OECD, 2002: 9).
Sin embargo, Vickerman reconoce que éste es un debate con mucha controversia que
se presenta no sólo entre los especialistas que buscan un método robusto para
identificar y medir el tamaño de los supuestos beneficios económicos de la inversión en
infraestructura de transporte, sino también entre los tomadores de decisión que desean
justificar o rechazar la inversión en un proyecto de inversión específico (Vickerman,
2007: 3)
9
Véanse, por ejemplo, las aportaciones presentadas por Owen (1959), Voigt (1964), o Fromm (1980).
68
ligeramente, a una fuerte caída en el incremento de los acervos netos de infraestructuras
y equipos públicos (Aschauer, 1989a: 195). Es en torno a esta afirmación que se abre el
debate sobre el verdadero impacto de las inversiones en capital público, pero Aschauer
va más allá cuando, en un estudio sobre el comportamiento observado (entre 1960 y
1980), en la productividad en las siete economías más industrializadas del mundo,
encuentra que el ajuste general en las prioridades del gasto gubernamental, que prefiere
el gasto corriente frente a la inversión en capital público, afectó negativamente su
productividad, por lo que recomienda que el capital público sea incluido como un
ingrediente vital en la receta para el crecimiento económico (Aschauer, 1989b: 24). Más
específicamente, de un análisis econométrico del transporte carretero y la economía
norteamericana en el período de 1960 a 1985, Aschauer concluye que una mayor
cantidad y calidad de la capacidad carretera expande los servicios de transporte y, de
esta manera, incrementa el producto marginal del capital privado. Así, se induce una
mayor inversión en capital físico y un incremento del ingreso y el producto per cápita
(Aschauer, 1990: 14, 22).
Aunque esta relación causal fue corroborada por otros estudios, incluso a nivel regional
(véase, por ejemplo, a Munnell, 1990), también generó una diversidad de críticas, de las
que destacan las tres siguientes: primero, que la magnitud de la correlación estadística
encontrada entre el capital público y el capital privado es poco convincente; segundo,
que se omiten otras variables que podrían explicar la caída observada en la
productividad; y, tercero, que no se consideró la posibilidad de una causalidad inversa,
esto es, que la caída en la productividad fuera una causa de la disminución de la
inversión en capital público, y no al revés. La respuesta de Aschauer fue que la
existencia de otras variables no representa en sí misma una disminución de la
importancia del capital público, y que las inconsistencias metodológicas de otros
investigadores hace poco convincente su argumentación (Aschauer y Holtz-Eakin, 1993:
20). No obstante, Aschauer reconoció la necesidad de incorporar en su análisis la
optimalidad de los acervos de capital público en comparación con la maximización de la
productividad del capital privado. Además, en el mismo trabajo este autor presenta
evidencias de una baja provisión de capital público en la economía estadunidense, dada
la existencia de una tasa de retorno del capital público que estaba por encima de la
correspondiente al capital privado (Ibid, pp: 11-14).
Otros estudios realizados por Aschauer le han permitido refinar sus instrumentos de
análisis, y corroborar, en lo general, las ideas postuladas previamente. De hecho, en un
estudio realizado en 1998, Lachler y Aschauer encuentran evidencias empíricas de que
el crecimiento económico de México empezó a desplomarse al mismo tiempo que lo hizo
la inversión pública. Sin embargo, aunque también observan que dicho decrecimiento
parece estar coincidiendo con la disminución en la inversión de capital para la
infraestructura (en particular, de tres sectores estratégicos: electricidad, transporte y
comunicaciones), no encuentran un sustento estadístico contundente. Así, al realizar un
análisis de series de tiempo de la relación observada en México, entre la productividad
total de los factores y el cociente de la inversión pública entre la inversión privada, sólo
hallan coeficientes de correlación que van de 0.21 a 0.43 (Lachler y Aschauer, 1998: 7).
69
Los hallazgos de Aschauer han sido corroborados o ampliados por otros investigadores,
pero también cuestionados ampliamente. La primera revisión importante del debate lo
realiza Gramlich en 1994. Según este autor, un problema importante es la propia
definición de capital de infraestructura: en la mayoría de los estudios econométricos se
usa la infraestructura de propiedad pública como la variable independiente principal, pero
otras definiciones incluyen las inversiones en infraestructuras de propiedad privada, las
inversiones en capital humano e incluso en investigación y desarrollo experimental
orientadas a la propia infraestructura.10 De hecho, se señala a la disponibilidad de
información como un factor que dificulta el uso de definiciones más amplias del capital de
infraestructura (Gramlich, 1994: 1177). En particular, este autor identifica varios
problemas econométricos importantes: cointegración de las series de tiempo de las
variables usadas en el análisis, ausencia de variables explicativas importantes (como los
precios de los energéticos), y el problema de la causalidad entre la inversión en capital
de infraestructura y el nivel de productividad en la economía. Así, esta diversidad de
enfoques y problemas econométricos, representa la principal razón para encontrar
respuestas encontradas o mixtas en el estudio del impacto económico de la inversión en
infraestructura, por lo que la evidencia empírica no es concluyente (Gramlich, 1994:
1193).
Más recientemente, Angel de la Fuente realizó un análisis de los primeros veinte años
del debate iniciado por Aschauer. De hecho, de la Fuente no sólo amplia el recuento de
las diferentes especificaciones empíricas y sus problemas econométricos, sino también
reitera el frecuente problema de la calidad de los datos y su falta de homogeneidad, todo
lo cual dificulta las comparaciones entre estudios realizados en contextos o países
diferentes (de la Fuente, 2010). No obstante, al igual que Gramlich y Bangqiao, concluye
que la evidencia empírica no es concluyente y su interpretación es complicada debido a
los problemas econométricos no resueltos. En particular, encuentra que el uso de
primeras diferencias o la introducción de efectos fijos en panel de datos, elimina la
significancia de la acumulación de capital fijo en la productividad regional (de la Fuente,
2010:38). Sin embargo, encuentra que la inversión en infraestructura pública sí
contribuye significativamente la crecimiento de la productividad, al menos en los países
donde el punto de saturación no ha sido alcanzado (de la Fuente, 2010:2). Esta última
10
En el artículo de Rozas y Sánchez (2004) se puede encontrar una revisión conceptual de estos temas.
11
En ese sentido, se deben consultar las aportaciones de Weisbrod (2008: 519).
70
conclusión es similar a la alcanzada en un estudio de Calderón (2005), el cual mediante
el análisis de cifras agregadas de más de 100 países, encuentra una relación robusta
entre los acervos de infraestructura y el crecimiento del PIB, pero resalta la relación
inversa de la desigualdad en la distribución del ingreso en los países con mayor cantidad
y calidad de infraestructura (Calderón y Servén, 2005:26).
Es importante hacer notar que los autores anteriores realizan sus análisis considerando
los impactos de la infraestructura pública, pero no necesariamente enfatizan el papel de
la infraestructura de transporte. En cambio, una edición especial de la revista “The
Logistics and Transportation Review” del año 1996, incluye artículos que se centran en el
análisis de los impactos de la inversión en infraestructura de transporte en el desarrollo
económico. De la lectura de esos artículos se encuentran prácticamente los mismos
argumentos, en favor y en contra, que son reportados por los autores arriba citados. No
obstante, en uno de los trabajos, se enfatiza la idea de que la inversión en transporte
puede tener efectos de rebozamiento (spillover effects), al facilitar la expansión y la
innovación en otros sectores (Garrison and Souleyrette, 1996: 5). En cambio, en otro
artículo se exploran las posibilidades de complementariedad y sustituibilidad entre el
transporte y otros factores productivos, aunque no se encuentran resultados
concluyentes (Gillen, 1996: 55).
71
es la frecuente ausencia del análisis de la contribución que puede tener dicha inversión
en la disminución de las desigualdades en el crecimiento económico de las diferentes
regiones de un país como México. Por ejemplo, Gerardo Esquivel desarrolló en el año
2000 un importante estudio en el que exploró las causas del desarrollo económico de las
regiones en México. En dicho estudio incluye algunas variables como representativas de
la infraestructura (acceso al agua, al alcantarillado y a la electricidad, aunque no incluye
la infraestructura de transporte) a las que no les encuentra mucha significancia
estadística, y concluye que son el clima y la vegetación las que determinan las
diferencias observadas entre las entidades federativas sobre sus niveles y las tasas de
crecimiento del ingreso per cápita (Esquivel, 2000: 44).
Sin embargo, otros estudios sí han incluido a la infraestructura carretera como parte del
análisis del desarrollo regional mexicano. Por ejemplo, Weiss y Rosenblatt llevaron a
cabo un análisis del crecimiento promedio del PIB per cápita regional, y encontraron que
la densidad de carreteras12 sólo es significativa a un nivel de significancia estadística del
10%, quedando por detrás de otras cinco variables con mucho mayor poder explicativo
(Weiss and Rosenblatt, 2010: 19).
En todo caso, queda claro que en el anterior debate no se ha puesto mucho énfasis en el
posible impacto que podría tener la inversión en infraestructura carretera para acelerar el
crecimiento económico de las regiones más atrasadas del país y contribuir así a un
desarrollo regional más equilibrado. En ese sentido, en el presente trabajo usamos la
teoría de la convergencia regional como un enfoque que podría ser muy pertinente en el
análisis. A la revisión de este enfoque se dedica la siguiente sección del trabajo.
Han pasado más de veinte años desde que Barro y Sala-i-Martin publicaran sus artículos
más importantes sobre la convergencia regional, mismos que detonaron
exponencialmente el interés ya existente sobre la posibilidad de que los países puedan o
no estar convergiendo hacia el desarrollo económico.13 Este debate se ha centrado en la
posibilidad de que los países pobres estén acortando la distancia que los separa de los
países ricos. Una idea muy similar se maneja cuando se analiza la convergencia
económica pero en el interior de cada país, es decir, estudiando el desarrollo económico
de las diversas regiones que integran una nación. En el desarrollo de este debate se han
considerado no sólo diversos conceptos o medidas de desarrollo económico, sino
también múltiples herramientas econométricas aplicadas a diferentes modelos basados
en sendas propuestas teóricas y analizando una cantidad muy grande de variables y
factores que posiblemente afectan el desarrollo económico. Claramente, no es posible ni
se desea abordar toda esta diversidad de análisis en el presente trabajo, puesto que
desviaría la atención al tema que nos ocupa que es la contribución de los acervos
carreteros a la convergencia regional en México. Así, el análisis se centra en los trabajos
12
Esto es, la relación entre cantidad de carreteras y la superficie de cada entidad federativa.
13
Nos referimos a los trabajos publicados por estos autores en 1991, 1992 y 2004 (véase la bibliografía).
72
que se consideran como más relevantes y que, ciertamente, giran en torno a los trabajos
de Barro y Sala-i-Martin.
Como han señalado estos autores, en la literatura sobre el tema hay dos conceptos
básicos de convergencia del ingreso per cápita regional (Barro y Sala-i-Martin,
2004:462): “convergencia Sigma (δ)” y “convergencia Beta (β)”. La convergencia Sigma
(δ) es una medida de la convergencia que ocurre cuando la dispersión (estimada por
medio de la desviación estándar del logaritmo de los valores de los ingresos per cápita
de las regiones en estudio) disminuye con el paso del tiempo. Es decir, se mide la
posible reducción en la dispersión del ingreso per cápita (Esquivel, 1999: 727). En
cambio, bajo la convergencia Beta (β) incondicional se postula que existe convergencia
cuando una economía pobre tiende a crecer más rápido que una economía rica, de tal
manera que la economía pobre tiende a alcanzar a la economía rica en términos de los
niveles de producto per cápita. Así, se estima la tasa de convergencia de las regiones
hacia un estado estacionario al que se aproximan todas las regiones, aunque algunas
regiones llevan la delantera. De hecho, para que esta tasa de convergencia sea positiva
se requiere que exista una correlación negativa entre las dos variables en análisis: los
niveles iniciales del ingreso per cápita mostrado por cada región y sus tasas de
crecimiento.
73
pruebas estadísticas incluidas han fallado en encontrar la noción de convergencia
económica en una forma interesante desde el punto de vista económico. Al respecto,
propone poner más atención en la heterogeneidad en los procesos de desarrollo de los
diferentes países incluidos en los análisis de regresión. Así, sugiere el uso de clubs de
convergencia para integrar a los países en grupos con mayor homogeneidad. Entonces,
este enfoque trataría de identificar patrones de comportamiento en grupos de
observaciones antes que la estimación de modelos paramétricos (Durlauf, 2003:13-15).
En línea con la anterior aportación, De Souza y otros realizaron un análisis del proceso
de convergencia regional en las provincias de España en el periodo 1955 a 2010, pero
logrando identificar los diferentes patrones de convergencia que se dan a nivel regional y
sub-regional, aunque no identifican las causas de la disparidad en los patrones de
convergencia a nivel sub-regional. Dejan así abierta una pregunta muy importante:
porqué hay diferentes respuestas en las sub-regiones que aplicaron las mismas políticas
económicas? (De Souza et al, 2011:14). En ese sentido, en el presente trabajo hemos
explorado la posibilidad de que sea una diferente política de dotación de infraestructura
carretera lo que explique, en combinación con otros factores, la existencia de una
convergencia regional en todo el país (véase la sección 5), pero no abordaremos, por el
momento, la posibilidad de convergencia a nivel sub-regional.
Por otra parte, el enfoque tradicional de convergencia ha sido usado para el análisis de
los posibles efectos diferenciados que pueden tener la aplicación de determinadas
políticas económicas. Por ejemplo, Spilimbergo y Xingyuan revisaron el efecto de ciertas
reformas estructurales en los procesos de convergencia económica de las regiones o
estados de un conjunto de 32 países (Spilimbergo and Xingyuan, 2012). De su análisis
encuentran que el desarrollo financiero doméstico, el grado de apertura comercial, una
mejor infraestructura institucional y ciertas reformas laborales han facilitado el proceso
de convergencia regional. También corroboran la relación inversa que existe entre el
grado de dispersión de su PIB per cápita regional y el nivel de desarrollo económico del
país. Específicamente, encuentran que México muestra uno de los niveles más altos de
dispersión en el PIB per cápita. En ese sentido, un cálculo interesante que realizan es el
posible incremento del PIB per cápita nacional que se obtendría en México, si el ingreso
de las regiones más pobres se incrementara para que la relación de ingresos entre la
región más rica y la más pobre fuera la que se observa en los EUA en el año 2005. Así,
nuevamente México muestra uno de los mayores porcentajes de incremento (33.2%) en
dicho indicador, sólo por detrás de Tailandia cuyo PIB per cápita se incrementaría en
48.5%, si abatiera su enorme disparidad regional (Spilimbergo and Xingyuan, 2012:4).
74
Por supuesto, existen planteamientos teóricos específicos que difieren de la propuesta
metodológica de Barro y Sala-i-Martin. Por ejemplo, en un estudio reciente, Shi analizó el
impacto de la inversión en capital de infraestructura en el proceso de convergencia
económico regional de las provincias de China. Con el modelo desarrollado para estimar
la tasa de crecimiento del PIB per cápita, Shi encuentra que la expansión de la red
carretera sí ha favorecido la convergencia regional en China. No obstante, en algunas
regiones el crecimiento carretero ha sido excesivo, causando que el capital de
infraestructura se vuelva improductivo (Shi, 2012:24).
En un artículo realizado en el año 1999, Esquivel analizó el efecto que tienen algunas
variables demográficas en las diferencias observadas tanto en el nivel como en la tasa
de crecimiento del ingreso per cápita entre los estados mexicanos y realiza una medición
de la convergencia tipo δ (desviación estándar no ponderada del ingreso per cápita)
entre 1940 y 1995 (Esquivel, 1999: 725-761). Este autor encuentra que el valor de δ en
1940 era de 0.62, cayendo a un valor de 0.44 para 1995, por lo que concluye que hubo
una importante reducción en la dispersión regional del nivel de ingreso per cápita de los
estados, pero que dicho proceso de convergencia en México es realmente lento (1.2 por
ciento por año) y se presenta principalmente entre los años 1940 y 1960, manteniéndose
relativamente constante después de 1960.
De hecho, Esquivel confirma estos resultados cuando realiza el análisis a nivel regional,
es decir, agrupando a las entidades federativas según pertenezcan a las regiones Norte,
Pacífico, Golfo y Capital, que muestran una tendencia a crecer más rápido que las
regiones Sur, Centro y Centro-Norte. De hecho, los dos factores que Esquivel encuentra
como posibles explicaciones a la baja tasa de convergencia entre las regiones
mexicanas son “la baja sensibilidad de la migración interestatal a diferenciales de ingreso
y el aumento en la disparidad regional en la provisión de educación post-primaria.” La
conclusión final de Esquivel en su artículo apenas da una pauta para el objetivo de
nuestro estudio ya que menciona que “es necesario delinear e implementar medidas de
política tendientes a reducir las desigualdades regionales en términos del acervo y la
formación de capital humano y, quizá, de infraestructura básica” (op. cit: 760, el
subrayado es nuestro).
Poco tiempo después, el mismo investigador explora el papel que podrían desempeñar
los factores geográficos en el tipo de desarrollo regional observado en México. En
particular, de su análisis encuentra que la posible influencia de variables geográficas
75
(localización, vegetación y clima) en el desarrollo económico regional se da a través de
su efecto en el capital humano, es decir, “a través de su influencia en la esperanza de
vida y en la adquisición de un mayor nivel educativo” (Esquivel, 2000: 30).
Esta conclusión de Esquivel nos resulta de especial interés porque refuerza nuestra
hipótesis de que las carreteras podrían ser un factor clave en el desarrollo de las
regiones mexicanas dado que, precisamente, se puede postular que el acceso a los
servicios educativos y de salud depende de la accesibilidad física que proporcionan los
activos carreteros con que cuenta cada entidad federativa en el país, aunque también es
posible que dicho acceso a los servicios quede determinado por el costo total de
transportarse.
En el mismo año, Messmacher realizó una investigación para conocer los efectos del
TLC en la desigualdad regional en México. Entre sus conclusiones principales, destaca
no sólo la corroboración de que se está incrementando la desigualdad regional que ha
favorecido a los estados del norte del país, sino que son las actividades manufactureras
y el transporte y las comunicaciones las que explican el dinamismo de los estados que
más han crecido (Messmacher, 2000:22). Así, aunque no analiza propiamente la
infraestructura de transporte, esta conclusión podría apoyar la idea de que el sector
transporte no podría estar creciendo sin una adecuada infraestructura. Por lo tanto,
indirectamente se podría inferir que las entidades federativas que más han invertido en
carreteras, por ejemplo, han apoyado más el crecimiento de sus actividades
manufactureras. Por supuesto, esos son precisamente temas dentro de la agenda de
investigación del desarrollo regional.
76
4.4. Medición de la convergencia absoluta en el periodo 1940-2010.
Por otra parte, la hipótesis que se postula bajo el proceso de convergencia absoluta δ
implica una reducción en la desviación estándar del logaritmo del producto interno per
cápita (en adelante, logPIBpc) que muestra la distribución del PIBpc. Así, en la figura I se
puede apreciar el comportamiento que ha tenido este indicador de la medida de
dispersión del PIBpc generado por las entidades federativas del país entre 1940 y 2010.
14
Adicionalmente, se debe reconocer que tampoco nos fue posible obtener información confiable para conocer el proceso de
construcción de carreteras en cada una de las entidades federativas de México, sino a partir del año de 1940. Así, la serie
informativa disponible sobre la cantidad de carreteras construidas se puede obtener de los anuarios estadísticos que el INEGI
puede proporcionar en formato PDF en su página web (véase la bibliografía).
15
Hemos mantenido el año base de 1993 que consideró German-Soto por homogeneidad con la información de INEGI que
tiene también el mismo año base.
77
Figura 4.1. Desviación estándar de logPIBpc.
0.8
0.7
0.6
0.5
0.4
0.3
0.2
0.1
0
2009
1940
1943
1946
1949
1952
1955
1958
1961
1964
1967
1970
1973
1976
1979
1982
1985
1988
1991
1994
1997
2000
2003
2006
Desv. Estandar de logPIBpc Año
16
Lo cual puede deberse a que Esquivel (1999: 740) tiene fuentes de información diferentes a las usadas en el presente
trabajo.
78
Figura 4.2. Relación entre la tasa de crecimiento del PIBpc y el logPIBpc inicial (sin
considerar a BCS, Campeche y Tabasco).
3.5
Tasa de crecimiento del PIB per cápita,
2.5
1940-2010
1.5
0.5
0
7 7.5 8 8.5 9 9.5 10
Log del PIB per cápita, 1940
Para estimar la tasa a la cual se está presentando el proceso de convergencia entre las
entidades federativas en México, hemos optado por usar la misma expresión que utiliza
Esquivel (1999: 738), lo cual nos permitirá hacer algunas comparaciones con los
resultados que este investigador encontró en su estudio.
17
En realidad, se realizó también el análisis con la inclusión de BCS, Campeche y Tabasco, pero prácticamente no hay
diferencias entre ambos casos, aunque la R2 disminuye ligeramente (0.67).
79
El cuadro 1 muestra los resultados de estimar la anterior expresión en tres diferentes
periodos de interés para el análisis: 1940-2010, 1940-1985, y 1986-2010. La cuarta
regresión también corresponde al periodo 1986-2010, pero se excluye a los estados de
Baja California Sur, Campeche y Tabasco, por las razones ya citadas.
Como también muestra el cuadro 4.1, al analizar solamente el periodo 1940 a 1985, se
encuentra una tasa de convergencia aún mayor que la estimada para todo el periodo.
Este es un resultado esperado y también congruente con los valores reportados por
Esquivel (1999: 740). Por el contrario, la estimación de la tasa observada entre 1986 y
2010 también reporta un valor de tasa de convergencia mayor al encontrado para todo el
periodo. Aunque la estimación no es estadísticamente significativa ni al 10%, este
resultado requiere una explicación. Una primera posibilidad de análisis consiste en la
exclusión de Baja California, Campeche y Tabasco. Así, la regresión 4 mostrada en el
18
Nuevamente, las diferencias pueden deberse, principalmente, a que Esquivel (1999) usó una base de datos diferente a la
usada en el presente trabajo, que es la proporcionada por German-Soto (2005).
80
cuadro 1, señala la existencia de una tasa de convergencia muy baja, aunque
nuevamente la estimación no es estadísticamente significativa.
19
Lo cual se traduce en una mayor capacidad en el uso de la carretera, aunque, ciertamente, un incremento de la capacidad no
es un factor que se pueda demostrar que está relacionado con una mayor seguridad. Véase, por ejemplo, Karlaftis, M. (2002).
81
Figura 4.3. Crecimiento del PIB nacional y la densidad carretera.
Fuentes: elaborado en base a Germán-Soto (2005), para el PIB del periodo 1940-1992, INEGI
(2014a) para el PIB de los años 1993 a 2010, y cálculos propios basados en INEGI (2014b) para
la densidad carretera.
Por ejemplo, como se muestra en el cuadro 4.2, no todas las entidades federativas han
alcanzado un nivel similar de densidad en su red carretera, ni han tenido el mismo ritmo
de crecimiento durante el periodo en estudio.20 Así, hay un grupo de entidades
federativas que han alcanzado un alto nivel de densidad carretera, pero ello se explica,
principalmente, por su relativamente menor superficie total. Tal es el caso de Tlaxcala,
Morelos, Aguascalientes, Guanajuato, Colima y Tabasco. Una excepción lo representa el
caso de Campeche en el que siempre se ha observado una densidad muy inferior al
promedio nacional.
Por otra parte, se encuentran las entidades federativas que muestran un bajo nivel de
densidad carretero, que se explica en parte por el gran tamaño de su extensión territorial,
como corresponde a los casos de Chihuahua, Coahuila, Baja California Sur, Durango y
Sonora. No obstante, encontramos varios casos en los que la enorme extensión no es
factor para impedir un relativamente alto nivel de densidad carretero, como se muestra
con el comportamiento de Veracruz, Chiapas, y Oaxaca.
20
Aunque estamos presentando el análisis realizado al considerar el total de carreteras, también se analizó el comportamiento
del crecimiento de las carreteras pavimentadas y si bien se encontraron diferencias importantes, no se exponen para no
desviar la argumentación principal: el diferente comportamiento de la acumulación de acervos carreteros en las entidades
federativas del país.
82
Cuadro 4.2. Evolución de la densidad carretera en las entidades federativas de
México (metros de carreteras totales por kilómetro cuadrado de superficie)
1940 1950 1960 1970 1980 1990 2000 2010
Aguascalientes 11.2 45.0 95.5 123.3 367.1 355.5 389.9 408.1
Baja California 9.1 11.1 17.4 20.7 50.0 111.2 167.3 166.2
Baja Calif. Sur 3.7 8.3 21.2 13.8 67.9 82.3 87.7 74.0
Campeche 1.5 4.5 14.9 21.7 47.5 100.2 85.8 98.4
Coahuila 7.6 8.7 16.8 19.3 63.9 63.4 55.5 58.0
Colima 31.3 37.0 66.5 98.1 284.5 287.3 382.4 406.2
Chiapas 7.6 9.7 24.7 41.4 134.1 149.7 275.9 302.7
Chihuahua 3.9 4.7 7.6 12.3 39.1 46.3 51.1 53.7
Durango 12.0 10.1 14.7 18.2 74.8 74.9 103.0 130.0
Guanajuato 23.4 23.8 46.9 84.0 197.3 245.8 361.6 406.4
Guerrero 11.4 10.0 25.5 40.2 140.9 129.6 207.3 281.0
Hidalgo 39.6 45.8 72.7 124.6 292.8 301.3 438.7 537.5
Jalisco 14.3 19.4 27.1 41.2 125.1 142.3 309.7 339.6
México 87.1 45.8 96.4 170.3 361.7 459.7 462.4 638.8
Michoacán 51.5 24.7 41.5 61.9 168.6 157.4 221.1 268.5
Morelos 87.2 99.8 120.4 175.3 466.3 426.6 405.0 563.7
Nayarit 10.1 17.8 33.3 44.5 107.5 127.7 201.7 299.2
Nuevo León 16.9 14.4 27.7 39.4 91.4 137.4 111.2 113.7
Oaxaca 10.8 10.9 18.4 44.0 121.1 116.3 167.2 222.9
Puebla 30.7 31.8 42.1 73.1 216.2 218.6 251.1 289.5
Querétaro 49.2 25.3 36.3 90.4 291.5 313.7 282.6 279.9
Quintana Roo 0.7 2.7 8.3 23.5 83.3 116.6 119.8 129.2
S. L. Potosí 18.9 18.3 25.3 37.0 110.8 151.5 194.1 183.2
Sinaloa 15.5 16.2 38.4 51.7 198.2 189.0 327.5 336.8
Sonora 10.2 7.0 14.8 19.6 62.4 61.4 121.1 133.3
Tabasco 24.0 14.1 33.6 103.4 206.2 291.3 347.9 350.7
Tamaulipas 16.7 15.2 24.6 33.0 132.6 159.4 155.5 174.7
Tlaxcala 98.9 101.8 93.5 191.6 781.3 717.2 638.5 660.4
Veracruz 9.0 18.5 33.0 70.2 157.8 141.3 217.8 354.5
Yucatán 31.9 8.7 23.2 42.6 127.1 164.6 282.5 285.0
Zacatecas 7.8 7.8 14.9 33.5 121.9 134.1 136.6 152.7
Total 13.9 12.7 22.9 36.5 108.0 121.6 164.2 189.1
Fuentes: cálculos propios, basados en INEGI (2014b).
Es de destacar, no obstante, que aún dentro de los grupos anteriores no parece existir
una relación estrictamente inversa entre la magnitud de la extensión territorial y la
densidad carretera. Esta observación es aún más clara al analizar el comportamiento del
resto de las entidades federativas. En ese sentido, un factor que pudiera estar
influyendo en un ritmo mayor de densificación carretera podría ser el nivel de actividad
económica. Ello explicaría los casos de Jalisco y México, pero no el caso de Nuevo
León.
83
Por otra parte, mientras que hay algunas entidades federativas que muestran un
incremento atípico en la década de los años setenta, en otras sí se observa un
incremento en esos años pero más moderado, en tanto que su incremento más
importante se observa en los años noventa o más recientemente. En todo caso, la
conclusión más importante que se puede derivar del análisis preliminar del cuadro 4.2 es
que no se observa un comportamiento similar en las diferentes entidades federativas.
Esta situación lleva a plantear la pregunta siguiente: es la mayor disponibilidad de
infraestructura carretera con que cuentan algunas entidades federativas un factor para
que alcance en unos años el nivel de PIBpc de las entidades que ahora lo rebasan?
Veamos, por ejemplo, el caso de Aguascalientes, que muestra algunos periodos breves
con una fuerte tasa de construcción de carreteras (que se refleja en una mayor densidad
carretera). No obstante, esos impulsos no parecen tener un impacto visible en el
comportamiento del PIBpc, aunque podría argumentarse que precisamente una mayor
disponibilidad de infraestructura carretera fue una base para lograr un crecimiento
sostenido del PIBpc.
Con el propósito de tener una respuesta más general y fundamentada sobre la posible
influencia que podría tener la mayor disponibilidad de infraestructura carretera en el
proceso de convergencia económica de las diferentes entidades federativas en México, a
continuación se describen los resultados de un análisis de convergencia condicional en
el que se ha puesto especial énfasis en una variable: la acumulación de acervos
carreteros.
donde, además de los elementos ya descritos de la expresión [1], se tienen las variables
x1it a xmit que se postula que afectan el crecimiento del ingreso per cápita y que Cabrera
(2002:14) denomina “variables adicionales de control del estado estacionario”.
84
construcción de menos carreteras (por ser evidentemente más costosas) pero
pavimentadas y con mejores especificaciones, o incluso en ambas.
Siguiendo, en cierta medida, la idea antes mencionada de Durlauf (2003:13-15) sobre los
clubes de convergencia, hemos realizado nuestro análisis considerando a las entidades
federativas de México agrupados en la regionalización de uso más frecuente en México.
De hecho, se realizó previamente un ejercicio de regresión preliminar teniendo en cuenta
las 32 entidades del país, pero los resultados fueron estadísticamente más débiles que
los obtenidos con la regionalización que se muestra en el cuadro 4.4.
85
Cuadro 4.4. Regionalización empleada para el análisis de convergencia.
Región Entidades federativas
Noroeste Baja California Norte, Baja California Sur, Sinaloa, Sonora.
Noreste Coahuila, Chihuahua, Durango, Nuevo León, Tamaulipas.
Centro-Occidente. Aguascalientes, Colima, Guanajuato, Jalisco, Michoacán,
Nayarit, Querétaro, San Luis Potosí, Zacatecas.
Centro Distrito Federal, Hidalgo, México, Morelos, Puebla, Tlaxcala.
Sureste Campeche, Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Quintana Roo, Tabasco,
Veracruz, Yucatán.
Fuente: elaboración propia.
0.000355
CARRPAV
(1.07366)**
CARRNOP -3.45E-05
AV (-0.12017)**
0.000267
CARRTOT
(0.70656)**
Adjusted
0.167 0.167 0.167
R2
F-statistic 225.958 225.274 225.565
Notas: las cifras entre paréntesis corresponden al valor del estadístico t; los parámetros
marcados con doble asterisco no son significativos ni al 90%. Otras pruebas no revelan
problemas importantes de multicolinealidad o heteroscedasticidad.
Fuente: elaboración propia, con base a los resultados de Eviews.
86
En cambio, los parámetros estimados para las diferentes variables que miden los
acervos carreteros (LCARRNOPAV, LCARRPAV, y LCARRTOT), muestran valores que
son realmente muy bajos, en particular si se les compara con el parámetro obtenido para
el PIB per cápita inicial. No obstante, esta observación resulta poco relevante porque
estos parámetros no resultan estadísticamente significativos. Incluso, es de notar que la
R2 ajustada de las regresiones queda, en los tres casos, en el valor de 0.167. Este
hecho, además de corroborar la baja capacidad explicativa de las variables que miden la
dotación carretera, implicaría la necesidad de incluir otras variables del tipo xmit en la
expresión 4.2, cuando el objetivo sea encontrar las variables que expliquen mejor el
proceso de convergencia regional.
Para empezar, estamos agregando la variable esperanza de vida porque se asume que
es una variable proxy que mide de otra forma el capital humano con que cuenta cada
región o entidad federativa de nuestro país.22 De hecho, del análisis de correlación de
nuestra base de datos (de 1994 a 2010) se encuentra un coeficiente de correlación (en
adelante, CC) con la tasa de crecimiento del PIB per cápita de 0.29, que es el mayor de
todos los CC mostrados por las variables en análisis. Por otra parte, originalmente se
incluyó la escolaridad porque frecuentemente es usada para medir la incidencia del
capital humano en el crecimiento económico23 y porque muestra en el periodo un
razonable CC con la tasa de crecimiento del PIB per cápita (es decir, 0.19), pero se
eliminó del análisis por su un alto nivel de CC con la esperanza de vida y con el PIBpc
inicial. De hecho, este mismo problema se presentó con otra variable que asumimos que
podría ayudar al análisis, es decir, la inversión extranjera directa. En cambio, se incluyó
la migración poblacional neta24 (en adelante, MIGN) porque esta variable muestra unos
valores relativamente bajos de CC con la el PIBpc inicial y con la esperanza de vida,
mientras que señala un signo negativo en la correlación con la tasa de crecimiento del
PIBpc, implicando que los estados que retienen o incluso atraen más población (esto es,
con una migración neta negativa al ser mayor la inmigración a la emigración) tienden a
crecer económicamente. Adicionalmente, también con las variables adicionales se tuvo
21
La comparación con el efecto del PIB per cápita inicial podría parecer exagerada, dada la importancia teórica de esta
variable.
22
Definida como la cantidad de años de vida promedio de la población residente, véase CONAPO, 2012.
23
Por ejemplo, en un estudio reciente sobre convergencia condicional en China, Bonnefond encuentra que tanto la inversión
en capital físico como en educación, en el periodo de 1995 a 2009, han jugado un papel muy importante en la promoción del
crecimiento económico y en la reducción de la disparidad regional (Bonnefond, 2013: 12).
24
Calculada como la diferencia entre los miles de personas que migraron hacia otra entidad federativa y los miles de personas
que migraron hacia la entidad en estudio (véase CONAPO, 2012).
87
cuidado para no incluirlas en la corrida de regresión cuando llegaban a tener un nivel alto
de CC con las variables de las carreteras, pero ello no se presentó. En realidad, no se
esperaba, a priori, esta baja correlación de las variables carreteras con la escolaridad, la
esperanza de vida, la inversión extranjera directa y la migración interestatal. Cabría
esperar que una mayor cantidad de carreteras en una entidad estaría correlacionada con
estas variables. Sin embargo, el análisis detallado de estas correlaciones calculadas con
la información oficial podría ser objeto de otro estudio.
Por otra parte, en este análisis que corresponde al periodo 1994 a 2010, se encuentra
que las variables del desarrollo carretero (CARRPAV, CARRNOPAV y CARRTOT),
muestran un mejor desempeño en su significancia estadística en relación al mostrado en
el cuadro 4.5 (que corresponde al análisis de largo plazo, 1940 – 2010). De hecho, las
carreteras pavimentadas, ahora si resultan significativas incluso al 99%, aun cuando el
valor del parámetro es realmente muy bajo en comparación al parámetro
correspondiente a la esperanza de vida (la única variable adicional que resultó
estadísticamente significativa en este análisis), y también en comparación con el nivel
inicial de PIB per cápita. En cambio, las carreteras no pavimentadas no resultan
estadísticamente significativas, mientras que el total de carreteras lo sería sólo al 95%.
Estos resultados resultan congruentes a los hallazgos de Weiss en el sentido de la
menor significancia estadística de las carreteras frente a otras variables con mayor poder
explicativo del crecimiento del PIB per cápita regional (Weiss, 2010:19).
88
Cuadro 4.6. Corridas básicas de convergencia condicional en México (1994-2010).
1.50E-06
CARRPAV
(3.57889)
1.45E-07
CARRNOPAV
(1.10129)**
1.96E-07
CARRTOT
(1.81277)*
Notas: las cifras entre paréntesis corresponden al valor del estadístico t; los
parámetros marcados con un signo de asterisco sólo son significativos al
95%, mientras que los marcados con doble asterisco no lo son ni al 90%.
Otras pruebas no revelan problemas importantes de multicolinealidad o
heteroscedasticidad.
Fuente: elaboración propia, con base a los resultados de Eviews.
89
CONCLUSIONES.
El propósito principal del presente trabajo es de contribuir al análisis del debate sobre el
frecuente argumento de que las inversiones en infraestructura de transporte son un
"detonador" del desarrollo, porque tienen una gran capacidad de “arrastre” de la
economía, y que permiten un desarrollo regional más equilibrado o que incluso son parte
de la competitividad de las regiones.
Por la no tan evidente complejidad del tema, en el presente trabajo nos hemos
concentrado en unas variables muy específicas, y buscamos la aplicación de
herramientas de análisis (el método de la envolvente de datos y los modelos basados en
la teoría de la convergencia regional) que no han sido usados frecuentemente en la
investigación seria del tema, también con el propósito de buscar nuevos enfoques y
aportarlos al debate. Así, de nuestro análisis de los últimos setenta años de política
carretera, se desprenden los siguientes hallazgos.
Las tendencias que se observan desde hace seis décadas muestran que la IPF en
transporte no sólo es una cantidad que es cada vez menor en relación con la inversión
pública federal, sino que incluso no muestra un patrón claro o consecuente con el
comportamiento del PIB nacional, aunque también la IPF en transporte es una
proporción decreciente en el PIB. Esta menor inversión pública en infraestructura (aún en
90
términos relativos) podría significar que el transporte tiene cada vez menos recursos, en
términos relativos, para atender una creciente demanda del servicio, lo cual es más
grave si se considera que en esa inversión pública se ha otorgado una mayor preferencia
por las carreteras.
En este trabajo nos interesa conocer la relación que hay entre este desarrollo regional
tan diferenciado con la enorme red de infraestructura de transporte carretero que ha
acumulado el país, esto es, con el acervo (“o stock”) de inversión realizado hasta ahora.
Las conclusiones preliminares del segundo capítulo indican que no se puede apreciar
una tendencia que confirme que las regiones con más infraestructura de transporte
terrestre son las más productivas, aún en términos relativos. Para tener una mejor
comprensión del problema, hemos realizado una revisión preliminar del estado actual de
la investigación en la medición de la productividad regional en México.
Para la medición de la eficiencia técnica por medio del método de la envolvente de datos
(DEA), se ha probado la hipótesis siguiente: las regiones económicas que muestran un
mayor nivel de productividad son las que tienen los índices de eficiencia más altos con
relación a sus acervos de infraestructura de transporte carretero. La misma hipótesis se
prueba, pero al nivel de entidades federativas. Encontramos que, de las cinco regiones
económicas analizadas, sólo una alcanza siempre la calificación máxima, mientras que
el resto quedaron por abajo de dicho objetivo, es decir, son ineficientes. Al comparar
estos resultados con los niveles de PIB que alcanzan estas regiones, se concluye que
también están entre las regiones más importantes. Es decir, estas regiones no sólo
tienen un importante desempeño en su productividad económica sino coinciden en que
tienen y usan una red vial que, a resultas de este análisis, tiene una mayor eficiencia en
su tamaño que el resto de las regiones.
91
presentarse una dinámica especialmente mayor en la eficiencia con la que operan su red
vial dichas entidades federativas. Con base en esto, es posible afirmar que, en lo
general, no hay un manejo eficiente de los acervos carreteros, tanto a nivel regional
como a nivel de las entidades federativas, aunque no sea homogénea la situación de
eficiencia o ineficiencia.
92
Aún con las limitantes analíticas y de información, los resultados de este trabajo permiten
plantear algunas recomendaciones de política que se exponen a continuación.
Segundo, para una mayor integración regional (esto es, de las entidades federativas
agrupadas dentro de las regiones) debe asegurarse que la mayor parte de los sectores
de la población puedan beneficiarse de los incrementos en la accesibilidad a áreas de
mayor desarrollo económico y no solamente aquellos privilegiados que disponen de los
recursos para pagar altos costos por el uso de la infraestructura carretera.
Tercero, se debe evitar el error de suponer, que con más carreteras se van a desarrollar,
automáticamente, las regiones más rezagadas. El caso del Sureste mexicano es la
muestra más clara de que esa relación es una falacia. Como se reconoció en el presente
trabajo, la infraestructura redistribuye la actividad económica antes que crearla y es muy
cuestionable la posibilidad de que las regiones atrasadas puedan mejorar
significativamente por medio de la inversión en infraestructura de transporte. El
transporte funciona más como un apoyo y refuerzo que un factor generador del progreso
económico. Este es generado si todos los ingredientes para el crecimiento están
presentes. Además, debe conocerse y resolverse si existe una mala coordinación y
participación de los actores económicos y sociales que intervienen en el proceso de
desarrollo regional, tema que no fue analizado en el presente trabajo.
Por supuesto, por los alcances del presente trabajo, hay temas en los que no
encontramos elementos que expliquen las relaciones analíticas, porque son aspectos
que requieren una investigación específica. Entre otros problemas a profundizar en su
93
investigación, destacan los siguientes: primero, la habilidad de los proyectos carreteros
para atraer inversiones en otros sectores de la economía; segundo, comprobar hasta
qué punto la inversión en infraestructura carretera es una inyección directa en la
economía; tercero, el efecto real que tienen los avances en las telecomunicaciones para
disminuir las necesidades de traslado de personas y bienes; cuarto, esclarecer la
relación causal entre las inversiones en transporte y el desarrollo económico; quinto,
mejorar el análisis del significado o impacto económico regional real de la posible la
existencia de efectos de rebozamiento (“spillover effects”) de las inversiones en
infraestructura carretera; sexto, hacer un análisis integral en términos de todo el sistema
de transporte (es decir, no sólo del transporte carretero); y, séptimo, analizar las
posibilidades de los efectos de complementariedad del transporte con otros sectores.
94
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101
ANEXO 1.
No. of DMUs = 5
No. Input items = 2
Input(1) = x1
Input(2) = x2
No. of Output items = 1
Output(1) = y
Correlation
x1 x2 y
x1 1 0.865025343 -0.77016875
-
x2 0.865025343 1 0.919646452
-
y -0.77016875 0.919646452 1
No. of
DMUs 5
Average 0.810742366
SD 0.237502201
Maximum 1
Minimum 0.445008228
Frequency in Reference
Set
102
Peer set Frequency to other DMUs
1 0
2 2
4 0
103
ANEXO 2.
No. of DMUs = 32
No. Input items = 2
Input(1) = x1
Input(2) = x2
No. of Output items = 1
Output(1) = y
Correlation
x1 x2 y
x1 1 0.740219272 -0.421739821
x2 0.740219272 1 -0.408901442
y -0.421739821 -0.408901442 1
No. of DMUs 32
Average 0.368097663
SD 0.168487547
Maximum 1
Minimum 0.151908231
104
No. of DMUs in Data = 32
No. of DMUs with inappropriate Data = 0
No. of evaluated DMUs = 32
105