Suspension de La Prescripcion en Materia Penal

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INFORME DE INVESTIGACIÓN CIJUL

TEMA: SUSPENSIÓN DE LA PRESCRIPCIÓN EN MATERIA PENAL

RESUMEN: En el siguiente informe investigativo, se analiza el tema


de la suspensión de la prescripción en materia penal.
Primeramente, se hace un breve análisis doctrinal sobre los
orígenes y el concepto de dicha figura, para posteriormente
incluir la normativa del Código Procesal Penal aplicable, así como
algunos extractos jurisprudenciales, de la Sala Tercera, en los
que se examina de forma detallada, las distintas aristas de la
suspensión de la prescripción.

Índice de contenido
1. Doctrina......................................................2
a. Antecedentes de la Suspensión de la Prescripción...........2
a. Concepto de la Suspensión de la Prescripción...............3
2. Normativa.....................................................4
a. Código Procesal Penal......................................4
3. Jurisprudencia................................................5
a. Circunstancias en las que una Acción de Inconstitucionalidad
opera como causal de Suspensión de la Prescripción.............5
b. Cómputo del Plazo de la Prescripción cuando ha mediado una
Interrupción..................................................13
c. Traslado del Expediente No Suspende el Plazo de la
Prescripción..................................................15
d. Actos Interruptores de la Prescripción....................17

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DESARROLLO:

1. Doctrina

a. Antecedentes de la Suspensión de la Prescripción


[VELA TREVIÑO, Sergio]1
Antes de referirnos a las normas rectoras, vamos a mencionar
aspectos que históricamente han dado fundamento a la existencia de
las causas de interrupción, partiendo de la base de que la inmensa
mayoría de las legislaciones aceptan y regulan las llamadas causas
de interrupción, mismas que datan originalmente del Código Penal
francés de 1791 y contra las cuales se expresó el gran toscano que
fue Carrara, como es de verse en su vehemente trabajo denominado
Interrupción de la prescripción penal.
Las causas de interrupción del curso de la prescripción
aparecieron reguladas, por vez primera, en el derecho dimanado de
la Revolución Francesa ya que, según lo expresa Garraud, en este
cuerpo de leyes se estableció que el término de la prescripción,
que lo era de tres años, se interrumpía por las diligencias que el
Ministerio Público practicara antes de la expiración de tal
término, fijándose una nueva dilación de tres años para poder
obtener la condena. Eran, en consecuencia, actos de procedimiento
los que daban el fundamento para la interrupción considerándose
que no era razonable pensar en que pudiera prescribir la acción,
cuando ella se encontraba en movimiento debido a la realización de
los actos procedimentales que le daban vida y contenido. Por ello
es que se afirmó que "mientras el Estado demuestra su vonlutad de
perseguir, permanece intacta su pretensión punitiva".
Contra estas ideas se levantó en su tiempo la voz de Carrara
quien, argumentando con su solidez característica, consideraba que
los actos de procedimiento que eran idóneos para interrumpir el
curso de la prescripción, implicaban en realidad un sometimiento
de la ley y de la justicia al capricho de los funcionarios,
quienes podían estar interrumpiendo el curso de la prescripción en
forma tal que convertían en verdaderamente imprescriptible
cualquier acción cuando así lo querían. Se preguntaba Carrara:
"¿Será posible que semejante situación de hecho sea proclamada
como acorde con la justicia; que la acepten las almas candidas e
imparciales, no esclavizadas por el egoísmo o por el preconcepto
de una autoridad sin trabas ni limitaciones, y que la convierta en
disposición legislativa un gobierno liberal que ha puesto a los
ciudadanos bajo el amparo del sagrado principio de que la ley debe
ser igual para todos? Y no se diga, con réplica insulsa y
exagerada, que estoy suponiendo pasiones en los funcionarios

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públicos, y que esta gratuita suposición no puede tomarse como


base de una opinión, sin causarle ofensa a la jerarquía". La
conclusión del Maestro de Pisa era única: los actos de
procedimiento no debían interrumpir el curso de la prescripción.
Esta situación de notoria discrepancia de los criterios
imperantes, solamente puede ser resuelta atendiendo a la fuente
misma de donde dimana el instituto de la prescripción de la acción
persecutoria. Si se toma como válido que el fenómeno de la
prescripción está determinado por una auto-limitación del Estado
para ejercer su poder represivo y que por ello mismo, en aras de
la seguridad jurídica, deben existir bases precisas para la
limitación en cuestión, será el criterio del legislador el que
resuelva si los actos que se realizan para dar vida y nacimiento a
la pretensión punitiva, son causas que interrumpen el curso de la
prescripción nacido a partir de la manifestación del hecho
relevante. Por lo contrario, si se considera a la propia
prescripción como un derecho establecido en favor del reo,
olvidando el interés social en la persecución de los delitos, no
debe haber causa alguna procesalmente entendida, que interrumpa el
curso de la prescripción.”

a. Concepto de la Suspensión de la Prescripción


[BETANCOURT, Julio]2
Hay causas que impiden la prescripción, y otras que la interrumpen
o la suspenden.
En las interrupciones, el tiempo transcurrido desaparece cada vez
que ocurre el hecho que la produce, para inmediatamente comenzar a
partir de entonces el nuevo cómputo del respectivo plazo; mientras
que en las suspensiones, el tiempo transcurrido no desaparece
cuando se presenta la causa que la origina, sino que tal tiempo
queda como congelado, por así decirlo de algún modo, para
continuar transcurriendo tan pronto cesa dicha causa, de manera
que el cómputo del plazo de que se trata, comprende tanto el
período anterior a la causa que origina la suspensión, como el
período siguiente al cese de aquella causa.

[LLOBET RODRÍGUEZ, Javier]3


“Mientras la interrupción hace que el plazo de la prescripción
empiece a correr de nuevo, en la suspensión lo que pasa en que
mientras se mantenga la situación prevista el plazo de la
prescripción no corre, volviendo a correr en el momento en que
cesa esa situación. Resulta así que el plazo de prescripción que
ya había corrido antes de que se diera la situación que motivó la

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suspensión, se toma en cuenta una vez superada esta situación


(Así: Sala Tercera, voto 1236-99 del 30-9-1999. Cf. Llobet
Rodríguez.. Proceso penal en la jurisprudencia,!. I, p. 161).”

2. Normativa

a. Código Procesal Penal4

Artículo 34.- Suspensión del cómputo de la prescripción

El cómputo de la prescripción se suspenderá:


a) Cuando en virtud de una disposición constitucional o
legal, la acción penal no pueda ser promovida ni
proseguida. Esta disposición no regirá cuando el hecho no
pueda perseguirse por falta de la instancia privada.

b) En los delitos cometidos por funcionarios públicos en el


ejercicio del cargo o con ocasión de él, mientras sigan
desempeñando la función pública y no se les haya iniciado
el proceso.

c) En los delitos relativos al sistema constitucional,


cuando se rompa el orden institucional, hasta su
restablecimiento.

d) Mientras dure, en el extranjero, el trámite de


extradición.

e) Cuando se haya suspendido el ejercicio de la acción


penal en virtud de un criterio de oportunidad o por la
suspensión del proceso a prueba y mientras duren esas
suspensiones.

f) Por la rebeldía del imputado. En este caso, el término


de la suspensión no podrá exceder un tiempo igual al de la
prescripción de la acción penal; sobrevenido este,
continuará corriendo ese plazo.

Terminada la causa de la suspensión, el plazo de la prescripción


continuará su curso.

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3. Jurisprudencia

a. Circunstancias en las que una Acción de


Inconstitucionalidad opera como causal de Suspensión de la
Prescripción
SALA TERCERA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA5

"II.- CRITERIO DE LA SALA EN CUANTO A LAS SUSPENSIONES DE LA


PRESCRIPCIÓN POR CAUSA DE PREJUDICIALIDAD .- Algunos de los temas
planteados por quien recurre ya han sido sometidos a estudio por
esta Sala y no se observa motivo alguno para variar las
conclusiones a las que se arribó ni se encarga la fiscal de
proponerlos. Así, en sentencia No. 1272-02 dictada a las 10:15
horas de 13 de diciembre de 2002 se indicó: “ III- LA
SUSPENSIÓN DEL CÓMPUTO DE LA PRESCRIPCIÓN POR MOTIVO DE ACCIONES
DE INCONSTITUCIONALIDAD .- Se alega también por parte de la
fiscalía que el artículo 33 del Código Procesal Penal –que
establece los actos interruptores de la prescripción- estuvo
acusado de inconstitucionalidad por un lapso de casi seis meses y
ello significa que el cómputo de la referida prescripción se
suspendió. Aunque el argumento carece de interés –pues el propio
fiscal reconoce que la suma de ese plazo sería insuficiente para
afectar lo decidido por el a quo-, la Sala estima oportuno
referirse a él para señalar que dicha tesis es incorrecta. En
efecto, se obtiene de lo dicho por quien impugna que, según su
entender, todas las causas penales que se seguían en nuestro país
permanecieron con la prescripción suspendida mientras la Sala
Constitucional resolvía los cuestionamientos que se hacían a la
norma de cita y esto, como resulta obvio, no es así. Los únicos
procesos que estuvieron en tal situación son aquellos que se
suspendieron precisamente porque el tema se discutía y el precepto
no podía aplicarse (para definir si un acto interrumpió o no el
plazo). El motivo lógico de este tipo de suspensiones es que, en
vista de que el Estado no puede continuar la persecución por
existir prejudicialidad, el término para que el asunto prescriba
se detiene y seguirá luego su decurso, una vez vencido el
obstáculo que impedía actuar. En el presente caso nunca se
suspendió el proceso por aquel motivo; el Ministerio Público y los
tribunales desarrollaron sin interrupción sus actos y resoluciones
y el tema no se discutió sino ahora, cuando ya las acciones de
inconstitucionalidad contra la norma fueron resueltas. De allí que
el alegato no puede prosperar.” . Con base en idénticos argumentos
debe rechazarse la pretensión que aquí se plantea a fin de que se
reconozca que el término para que prescribiese la acción penal en
este asunto se suspendió, pues lo cierto es que en ningún momento
el curso regular del proceso se vio afectado por el trámite de la

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demanda de inconstitucionalidad que se invoca. III.- LA


COMPARECENCIA DEL IMPUTADO ANTE EL MINISTERIO PÚBLICO PARA
DECLARAR COMO PRIMERA IMPUTACIÓN FORMAL EN LOS DELITOS DE ACCIÓN
PÚBLICA .- En la misma sentencia 1273-02 de cita, la Sala se
pronunció acerca de lo que, considera, ha de entenderse por
“primera imputación formal” a los efectos del artículo 33 del
Código de rito. Se indicó allí, en lo que resulta de interés, lo
siguiente: “... V- EL CONCEPTO DE “PRIMERA IMPUTACIÓN FORMAL” COMO
ACTO INTERRUPTOR DE LA PRESCRIPCIÓN .- Por último, el
representante de la Procuraduría General de la República afirma
que la acción penal en este asunto no se encuentra prescrita y
basa su aserto en la tesis del Tribunal de Casación Penal que
califica a la convocatoria a audiencia preliminar como “primera
imputación” con eficacia interruptora. Esta Sala tiene
conocimiento de los distintos criterios que dicho tribunal ha
sostenido sobre el punto, hasta que arribó –al parecer ya en forma
pacífica- a la conclusión que se expone en el recurso y de allí
que ese despacho considere que, a pesar de que ya existe una
reforma legal que de manera expresa otorgó efectos interruptores
de la prescripción a la convocatoria a audiencia preliminar, las
ocurridas antes de que el nuevo texto del artículo 33 del Código
Procesal Penal entrara en vigor también los tuvieron porque ese
acto constituye la “primera imputación formal”. Sin embargo, esta
Sala nunca ha compartido la tesis que se menciona y, aunque la
respeta, la estima errónea por diversas razones. En primer
término, y aun cuando la prescripción no es un derecho fundamental
del acusado, lo cierto es que en materia de actos que la
interrumpen la forma en que el legislador los define es taxativa ;
es decir, no es posible reconocer eficacia interruptora (o
suspensiva) a actuaciones distintas de aquellas que la ley
establece; y esto es válido no solo para la acción penal, sino
para todo tipo de prescripción en cualquier área del derecho
porque se trata de equilibrar intereses contrapuestos. Ello
obedece a que, aunque como se dijo, no hay un derecho
constitucional del justiciable al instituto; sí constituye una
concesión del legislador ordinario que recibe tutela a través de
diversos medios y uno de ellos es precisamente la taxatividad de
los actos interruptores o suspensivos. Se sigue de lo anterior, en
segundo lugar, que la interpretación de las normas que prevén
dichos actos ha de ser restrictiva y ello significa, en esencia,
que deben utilizarse criterios hermenéuticos que no amplíen
desmesuradamente la naturaleza de las causales establecidas en la
ley, ni tampoco su ubicación en el tiempo pues estamos frente a lo
que el lenguaje jurídico tradicional denominaba “materia odiosa”,
es decir: un ámbito normativo que irrumpe en la eficacia normal de
la prescripción, cuyos únicos presupuestos fundamentales son el
transcurso del tiempo y la inercia de quien ostenta interés en la

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aplicación de la ley sustantiva. Dejando de lado el hecho de que,


a través de la reforma introducida por la ley 8146, el propio
legislador se encargó de aclarar que la convocatoria a audiencia
preliminar no es la primera imputación formal (al otorgar a ambos
actos efectos interruptores); lo cierto es que incluso antes del
dictado de dicha reforma, la Sala siempre estimó que por tal
concepto debía entenderse la declaración que el imputado rinde
ante el Ministerio Público (la llamada “indagatoria” en el
anterior Código de rito), respetando la taxatividad de la lista
que enumera el artículo 33 y la interpretación restrictiva que
debe prevalecer. De nuevo, aquí pueden ofrecerse diversas razones,
entre las que cabe mencionar las que se exponen de seguido. A)
Dentro de la sistemática del Código, el carácter de imputado no se
adquiere en un momento específico individualizable en todos los
procesos como regla general, sino que se determina
casuísticamente, según el origen y la forma en que las actuaciones
se realicen. Así deriva de lo dispuesto en el artículo 81 del
Código Procesal Penal: “Se denominará imputado a quien, mediante
cualquier acto de la investigación o del procedimiento , sea
señalado como posible autor de un hecho punible o partícipe de
él.” (El subrayado es suplido). La norma sigue un concepto
extensivo de la condición de imputado –en particular con el
propósito de ampliar el ejercicio de los derechos que esa calidad
apareja-; de tal manera que lo será no solo aquel sujeto a quien
formalmente se le someta al proceso, dirigiendo contra él la
persecución penal “formalizada”; sino que bastará un simple
señalamiento en la fase previa investigativa –por ejemplo:
policial- para que la persona “señalada” ostente el carácter de
imputado. Desde luego, estas fases previas contienen, de por sí,
imputaciones y pueden generar incluso ciertas medidas coercitivas;
pero dichas “imputaciones” no pueden calificarse aún de “formales”
y, de hecho, puede ocurrir que el sujeto (sometido a requisa,
allanamiento, registro, o aprehensión, entre otras posibles
medidas investigativas capaces de afectar derechos fundamentales)
no llegue nunca a enfrentar un proceso penal, en sentido estricto
(v. gr.: porque las actuaciones no produjeron los resultados que
de ellas se esperaban, o porque se descartaron las sospechas o
informes de que cometió un delito). La informalidad de estas
imputaciones radica, principalmente, en que por lo general los
hechos aún no se encuentran definidos con suficiente claridad; no
se le comunican al afectado con la debida precisión (según el tipo
de señalamiento, puede ocurrir que ni siquiera se entere de ellos
–falta de intimación-) y las posibilidades de defensa, por todas
estas razones, se encuentran disminuidas. No sucede lo mismo
cuando la persona es llamada y comparece a rendir declaración ante
el Ministerio Público. Aquí se le informa de los hechos
calificados como delito que se le atribuyen y de las pruebas que

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existen en su contra; se le dota de defensor, se le comunican


todos sus derechos y se le invita a manifestar lo que desee en
ejercicio de su defensa y aportar las pruebas que estime
oportunas. B) Es cierto que la imputación que se le intima al
justiciable cuando comparece a declarar ante el Ministerio Público
no es definitiva: es provisional, se podrá perfeccionar con el
tiempo (hasta que se llegue al debate) y lo común es que no se
encuentre precedida por un documento escrito que confeccione el
propio fiscal donde describa en detalle cuáles son los hechos que
se atribuyen. Sin embargo, considera la Sala que ninguno de estos
rasgos despoja al acto (y a la imputación) de su carácter de
“formal”. Cuando la doctrina y la Sala Constitucional –por
ejemplo, en el voto 792-96 de 13 de febrero de 1996, que cita el
Tribunal de Casación en sentencia No. 372-2001 de 18 de mayo de
2001- se refieren a la necesidad de que exista una formulación
escrita de la conducta acusada, revestida de cierta solemnidad, lo
hacen tomando en cuenta que se trata de uno de los derechos
fundamentales del acusado , quien no puede ser llevado a juicio
con base en simples expresiones orales del acusador que pueden ser
modificadas –incluso por el mismo tribunal-, sin que exista ningún
documento que permita efectuar un control posterior sobre el
objeto del proceso y la correlación entre lo acusado y lo
resuelto, pilar esencial de la inviolabilidad de la defensa. Esto
también lo exige, desde luego, el legislador costarricense.
Sin embargo, establecer la necesidad de una acusación realizada
con tales características para asegurar la defensa del acusado es
cosa muy distinta de analizar si la declaración que rinde ante el
Ministerio Público es formal o no y de allí que la Sala no
comparta los razonamientos del Tribunal de Casación. En el curso
del proceso será posible constatar la existencia de varias
imputaciones formales (no solo el traslado de la acusación, con
miras a la audiencia preliminar: también ocurrirá en debate,
inclusive con ciertas modificaciones que se deberán hacer constar
y que se convierte en la definitiva), frente a otras informales
(como las que se citó líneas atrás, por señalamientos en fase
investigativa o al inicio de los procedimientos). Ahora bien, la
imputación (e intimación) que realiza el Ministerio Público cuando
el justiciable comparece a declarar es formal, aunque insuficiente
para satisfacer la exigencia de una acusación formulada por
escrito que delimite con entornos precisos la conducta reprochada
y permita celebrar el debate . Es formal por constituir un acto
solemne que se practica ante un funcionario con competencia
legalmente establecida; se documenta por escrito; establece en
definitiva y sin ninguna duda el carácter de imputado de la
persona que declara; se le intima de los hechos que se le imputan
y de las pruebas que existen en su contra; se le dota de defensa

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técnica y de la posibilidad de manifestar cuanto considere


oportuno y ofrecer las pruebas pertinentes y adquiere ya la
condición inequívoca de sujeto procesal con todas las facultades,
cargas y derechos inherentes a ella. Tan formal es el acto que la
ley lo requiere como presupuesto indispensable para que pueda
darse traslado a la acusación escrita ante el tribunal del
procedimiento intermedio (artículo 309 del Código Procesal Penal).
Es cierto que, en el caso de los delitos de acción privada, la
sola presentación de la querella interrumpe el plazo por el que
prescribe dicha acción y en esto se atiende a que ese documento ya
enlista la serie de hechos que definirán el objeto procesal y
constituye entonces una “acusación formalizada” y escrita; pero
también obedece a que en ese tipo de procedimientos no se convoca
al acusado a declarar, sino a contestar y ejercer su defensa por
escrito sobre las imputaciones contenidas en el documento
(obsérvese, incluso, que no es el traslado de la querella, sino su
sola presentación la que posee efectos interruptores). De hecho,
también en los delitos de acción pública es posible que los
particulares presenten querella incluso antes de que declare el
imputado (junto con la denuncia) y, sin embargo, su sola
presentación (por más que pueda calificarse ya como una “acusación
formalizada”) no es suficiente para servir como acto que
interrumpa el plazo por el que prescribe el delito –el legislador
delimitó de manera expresa ese efecto a los delitos de acción
privada-. Aquí se revela, de nuevo, la inconsistencia de la tesis
del Tribunal de Casación, pues si el justiciable comparece a
declarar y se le hace sabedor de la querella que describe con
claridad y precisión los hechos que se le atribuyen, habría de
concluirse que es ese acto realizado ante el Ministerio Público el
que interrumpe el plazo, aunque el traslado “formal” del documento
se realice junto con la acusación que plantee el órgano estatal;
de manera que las soluciones no serían uniformes para todos los
procesos de acción pública y la eficacia interruptora de los actos
dependería del modo y del momento en que decida intervenir el
particular damnificado o víctima (en unos casos: la “indagatoria”;
en otros: la convocatoria a audiencia preliminar que da traslado
de la acusación). Concluye la Sala, entonces, que cuando el inciso
a) del artículo 33 del Código Procesal Penal enumera como acto
interruptor la “primera imputación formal de los hechos al
encausado, en los delitos de acción pública”, no se está
refiriendo al derecho fundamental de que se cuente con un
documento formulado por escrito que describa de modo preciso,
claro y circunstanciado las conductas que se le atribuyen al
justiciable, como requisito previo para realizar el juicio oral y
dictar sentencia; sino al primer acto formal en que se le intime
de los hechos y se le expliquen (siempre, desde luego, se contará
con algún antecedente escrito, aunque solo sea la denuncia); se le

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otorgue plena posibilidad de defensa y se cumplan las demás


condiciones que aquí se han reiterado, suficientes para que la
imputación pueda ser catalogada de “formal”, aunque no lo sean
para que, con exclusiva base en ellas, se convoque a juicio y ni
siquiera a la audiencia preliminar, para los cuales sí se exige
que se confeccione un documento con aquellas características de
claridad, precisión y circunstanciación. Estiman los suscritos
Magistrados que esta postura es la que mejor se aviene con la
taxatividad y con el carácter restrictivo de la vía hermenéutica
que ha de utilizarse en la lectura de la norma.” . De nuevo,
entonces, han de rechazarse las solicitudes de la fiscalía para
que se reconozca efectos interruptores de la prescripción a la
convocatoria a audiencia preliminar en este asunto, pues la
reforma legal que expresamente se los otorgó fue publicada en el
diario oficial el 26 de noviembre de 2001, cuando aún no se había
dictado tal resolución en la especie (cfr. folio 88, donde consta
que la referida convocatoria se produjo y notificó el 31 de agosto
de 2001). IV.- EL CÓMPUTO DE LA PRESCRIPCIÓN CUANDO SOBREVIENEN
RECALIFICACIONES DEL HECHO . El tema principal que plantea la
recurrente se refiere a si el cómputo de la prescripción de la
acción penal puede hacerse a partir del calificativo inicial que
se dio a la conducta, de modo que aunque luego se determine que se
está ante un delito de menor gravedad (y, por consiguiente, con un
plazo de prescripción más corto que expiró tiempo atrás), esta
circunstancia no implica que la causa extintiva operó, pues nunca
hubo inercia procesal; tesis esta que recoge de los criterios del
Tribunal de Casación Penal. De nuevo, la Sala respeta las
apreciaciones de ese despacho, pero no puede compartirlas. Debe
señalarse que los plazos de prescripción siempre transcurren,
exista o no inercia procesal , de manera que no puede invocarse la
ausencia de esta para negarles su decurso. Dicho en otras
palabras, por múltiples que sean las actuaciones y resoluciones
que se dicten en un proceso, el plazo de prescripción sigue
transcurriendo, por ser esa la regla lógica del instituto y lo
excepcional es que se interrumpa o suspenda a través de las causas
que en forma taxativa dispone el legislador. Sostener que la
prescripción no operó porque los órganos estatales o el interesado
en que se aplique la ley sustantiva cumplieron diligentemente con
la actividad que se esperaba de ellos, significa sobredimensionar
el valor que la inercia procesal tiene en esta materia y
colocarla, en la práctica, como único presupuesto de la
prescripción. Desde luego la inercia es un componente fundamental
y de allí que tradicionalmente se catalogue al instituto como un
“castigo” o sanción a la inactividad. Sin embargo, el valor que se
otorga a los actos positivos que tienden a evitar que opere la
causa extintiva viene definida, en nuestro medio, por el
legislador. Es él quien se encargó de establecer cuáles, dentro de

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los muchos actos y resoluciones que pueden realizarse o dictarse


en un proceso, serán productores de efectos que interrumpen o
suspenden la prescripción. Este presupuesto, que surge evidente
del propio texto de los artículos 33 y 34 del Código de rito –en
cuanto establecen listas cerradas de circunstancias interruptoras
y suspensivas-, demuestra que el legislador no sigue la tesis de
que la simple actividad procesal sea suficiente para evitar que se
extinga la posibilidad de perseguir el delito, sino que seleccionó
cierto tipo de actuaciones a las que reconoce esa eficacia. Así,
la tesis de que: “no hay prescripción si no medió inercia” es, a
juicio de la Sala, incorrecta, desde que supone conferir efectos
para entorpecer el ordinario decurso del plazo a una serie
indefinida de actuaciones o, en general, a todas ellas, olvidando
que el legislador ya se hizo cargo de determinar estrictamente
cuáles serían capaces de producirlos. En la actualidad no existe
ninguna norma en el código de rito que disponga: “la prescripción
se interrumpirá por cualquier acto procesal” -y que daría sustento
a la tesis que aquí se cuestiona-, salvo la que recoge el artículo
83 del código punitivo (tras su reforma por ley No. 5712 de 11 de
julio de 1975), aplicable a las causas que indica el transitorio
II del Código Procesal Penal, pero aun así con ciertas
restricciones, pues se le otorga eficacia interruptora a cualquier
acto ocurrido después de las resoluciones que puntualmente cita.
En la especie, las previsiones del Código Penal no son de
aplicación, sino en forma exclusiva lo que señalan los artículos
33 y 34 del código de rito que, como se dijo, delimitaron aún más
la naturaleza de los actos, resoluciones o circunstancias que
podrán generar los efectos que se vienen mencionando. Se reitera,
entonces, que a pesar de que los tribunales o el Ministerio
Público realicen una multiplicidad de actos y por muy importantes
que puedan ser como parte de las investigaciones o para el impulso
procesal, tal actividad es por sí sola insuficiente para
interrumpir o suspender la prescripción, salvo que se trate de
alguna de las actuaciones a las que la ley reconoce como fuentes
generadoras. Y es que, junto a la inercia, concurre otro
presupuesto esencial del instituto, si se quiere de mayor
trascendencia que es el mero transcurrir del tiempo. En efecto,
haya actividad o no, el plazo sigue su decurso y por ello el
legislador dispuso extensiones diversas, atendiendo a la gravedad
de la conducta abstractamente definida en la ley
de fondo (artículo 31 del Código Procesal Penal). En esto, es
cierto que el instituto funge como un instrumento más de control
de la duración del proceso (ver sentencia No. 856-01 de 15:18
horas de 31 de enero de 2001, de la Sala Constitucional), pues
aunque en realidad no es esencialmente diverso de las regulaciones
generales de la prescripción en cualquier área del derecho (en

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todas ellas los motivos que la interrumpen o suspenden se


encuentran definidos con mayor o menor amplitud, pero siempre por
vía legislativa), el legislador sí adoptó en materia penal otras
medidas para acelerar la administración de justicia (v. gr.:
reducir por una sola vez el plazo a la mitad a partir de supuestos
determinados). Si, entonces, la existencia de actividad procesal
-concebida en forma genérica- no es por sí misma suficiente para
impedir el decurso de la prescripción en ningún caso, no se ve
cómo es posible invocar semejante tesis como medio para evitar que
fenezca el plazo en las hipótesis en que se recalifiquen las
conductas a hechos punibles de menor gravedad para las cuales la
ley dispone un plazo más reducido que, además, ya expiró tiempo
atrás. Cuando el artículo 31 del código de rito se refiere a la
extinción de la acción penal, se entiende que el supuesto
contemplado por la norma es la de la acción que corresponde al
delito según su correcto calificativo y no al que el Ministerio
Público o el juez del procedimiento intermedio, sea por el error
en el que incurran sobre los componentes típicos definitorios de
un hecho punible o en la apreciación de las pruebas; o bien
inducidos por manifestaciones de quien denunció o de testigos que
no se ajustan a la verdad, o por cualquier otro motivo que pueda
suponerse; consideraron en su momento como la calificación que
procedía. El justiciable, al igual que no está obligado a
colaborar con las investigaciones ni a suministrar informes que
permitan esclarecer qué fue con exactitud lo que ocurrió, tampoco
tiene por qué soportar y cargar sobre sí las consecuencias de
eventualidades tales como los dichos falsos de quien lo denuncia,
las equivocaciones o errores de las autoridades o la lentitud del
sistema judicial, salvo las hipótesis que la ley prevé (v. gr.:
prejudicialidad o imposibilidad de promover o proseguir la acción
penal, entre otros). Desde luego, los actos interruptores que se
hayan producido mantendrán esos efectos, pero ateniéndose al
término que corresponde a la conducta según la calificación
jurídica real y no a la que haya supuesto o imaginado el
Ministerio Público y siempre que al acaecer tales actos no haya
expirado ya el plazo, desde que solo es posible interrumpir o
suspender la prescripción en curso y no la ya operada. También es
factible, por vía de medios impugnaticios, declarar no prescrita
una conducta que el a quo calificó en forma leve, cuando en
realidad corresponde a un delito al que se asigna un mayor plazo,
siempre que se respete la prohibición de reforma en perjuicio (ver
en este sentido la sentencia No. 330-F-90 dictada por esta Sala a
las 9:00 horas de 9 de noviembre de 1990). Interpretar, como lo
pretende quien recurre, que en la especie el término para que
prescribiera el delito de violación de domicilio (tal como ella
misma pidió se recalificara en debate: cfr. folio 147; y que, con
arreglo a la ley, asciende a tres años); es el que se asigna al

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robo agravado (diez años) porque fue esta la figura que se acusó y
en virtud de que no hubo inactividad procesal, significaría
entonces desaplicar la ley a través del recurso a criterios
hermenéuticos que carecen de todo asidero. Semejante circunstancia
no está contemplada como mecanismo interruptor o suspensivo de la
prescripción y, para arribar a esa vía interpretativa, habría de
acudirse a los principios que rigen el instituto, pero, como se
expuso antes, la inercia no constituye su único presupuesto sino
que junto a ella se encuentra el mero transcurso del tiempo.
Evidencia lo anterior que la tesis propuesta por la recurrente no
es compatible con las previsiones legales ni tampoco con los
presupuestos y los principios que definen la figura en estudio. En
el presente caso se obtiene del fallo que la recalificación de
robo agravado a violación de domicilio obedeció a que las pruebas
testimoniales no aportaron los datos que el Ministerio Público
planteó en su oportunidad (al acusar) como inferibles de ellas. Ya
se suponga que la fiscalía erró al entrevistar a los testigos, o
consideró que, por la poca claridad de sus manifestaciones, era
aconsejable encuadrar el hecho en un delito más grave; ninguna de
estas dos circunstancias sería válida para extender el plazo que
la ley asigna a la prescripción y ello impone declarar sin lugar
el recurso, pues el término de tres años inició el 19 de noviembre
de 1998; se interrumpió y se redujo a 18 meses el 29 de julio de
1999 (cuando se “indagó” al justiciable) y feneció el 29 de enero
de 2001, sin que antes de esa fecha ocurriera ningún nuevo acto
interruptor ni motivo alguno de suspensión. Sí procede hacerle
notar al a quo que la convocatoria a audiencia preliminar en este
asunto no tuvo eficacia interruptora, pues tal acto se produjo
antes de que entrase en vigor la reforma legal que expresamente le
confirió esos efectos; y que la simple denuncia o el inicio de los
procedimientos no involucra disminución del plazo a la mitad, sino
solo cuando sobrevenga el primero de los actos que describe el
artículo 33 del Código Procesal Penal (ver en este sentido la
sentencia No. 383-02 dictada por esta Sala a las 9:40 horas de 30
de abril de 2002)."

b. Cómputo del Plazo de la Prescripción cuando ha mediado una


Interrupción
SALA TERCERA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA6

"II.- Dado que los motivos en los que basa el recurrente su


reclamo se encuentran íntimamente ligados, se procederá a realizar
un análisis conjunto. En síntesis alega el impugnante que el a quo
aplicó erróneamente las reglas de la prescripción lo que originó
el dictado de una sentencia de sobreseimiento por prescripción de
la acción penal. Los reclamos son inatendibles. De un análisis

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pormenorizado de los autos, esta Sala concluye efectivamente que


la acción penal en este asunto se encuentra prescrita, con base en
las reglas contenidas en la normativa procesal penal actual, y no
con las reglas del Código Penal de 1970. Nótese que aún cuando los
hechos que originaron la querella se dieron en tres fechas, a
saber, 29 de noviembre de 1996, 18 de junio y 2 de setiembre,
ambas de 1997, la querella no se presentó sino hasta el 12 de
marzo de 1998. Ya para la fecha de presentación de la querella, la
normativa aplicable era la del Código Procesal Penal vigente, de
conformidad con el Transitorio I de ese cuerpo legal, que al
efecto dispone: "Los procesos que, a la entrada en vigencia de
esta ley, tengan auto de elevación a juicio o prórroga
extraordinaria, aunque no estén firmes, continuarán tramitándose
de conformidad con el Código anterior. En los demás casos, se
aplicará este Código y deberán adecuarse los procedimientos
conforme a las nuevas disposiciones." De allí se desprende que las
causas que se presentaron después de haber entrado en vigencia el
Código Procesal Penal, o sea, las que se presentaron a partir del
1 enero de 1998, debían regirse por las nuevas disposiciones. Ya
aclarado el punto referente a la normativa aplicable, lo
procedente es analizar si la causa se encuentra prescrita al
momento en que se declaró con lugar la excepción de prescripción
que dio origen a la sentencia de sobreseimiento. El artículo 31
del Código referido, en lo conducente, señala: "Si no se ha
iniciado la persecución penal, la acción prescribirá: ... b) A los
dos años, en los delitos sancionables sólo con penas no privativas
de libertad y en las faltas o contravenciones." A su vez, el
numeral 33 señala las causas que interrumpen la prescripción, y en
lo que interesa, dispone: "Iniciado el procedimiento, los plazos
establecidos en el artículo trasanterior se reducirán a la mitad y
volverán a correr de nuevo a partir de los siguientes momentos:
... b) La presentación de la querella, en los delitos de acción
privada. c) Cuando la realización del debate se suspenda por
causas atribuibles a la defensa, con el propósito de obstaculizar
el normal desarrollo de aquel, según declaración que efectuará el
tribunal en resolución fundada. c) El dictado de la sentencia,
aunque no se encuentre firme." Aplicando estas reglas, se deduce
lo siguiente: Que el 12 de marzo de 1998 (folio 1) se presentó la
querella, lo que hizo que el término empezara a correr a partir de
ese día. Pero como según el artículo 33 supracitado señala que los
términos deben reducirse a la mitad en los procedimientos ya
iniciados, o sea a un año para este caso, durante ese período no
existió ningún acto que interrumpiera la prescripción antes del 12
de marzo de 1999, fecha en que la acción prescribió, pues el
dictado de la sentencia (único acto que en este caso pudo haber
interrumpido el término), se dictó hasta el día 6 de julio de 1999
(folio 167), casi cuatro meses después de que la acción

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prescribiera. III.- Esta Sala entiende que el recurrente base su


reclamo en la aplicación de una errónea normativa, y que considere
que debía aplicársele la normativa anterior, pues se trata de un
error que se inició desde el mismo momento en que el representante
de los querellados promovió el incidente de prescripción de la
acción penal. En tal incidencia, se utilizó como fundamento de las
reglas de la prescripción establecidas en el artículo 82 inciso 4
del Código Penal, que no eran aplicables en ese caso (folio 139).
Sin embargo el a quo no aclaró tal punto, y lejos de indicar cuál
era la normativa aplicable al caso, procedió a señalar que
cualquiera que fueran las reglas aplicables, ya fueran las del
Código Penal de 1970 o las del Código Procesal Penal, la acción
estaría prescrita. Tal y como se expuso en el Considerando
anterior, el fundamento correcto es el que se origina en la
aplicación del Código Procesal Penal actual, que fue citado por el
Tribunal en la sentencia recurrida, cuando señala que "dentro de
los normativos contemplados en el actual Código Procesal Penal,
relacionados con la institución de la prescripción, se llega a la
misma conclusión que antecede, partiendo de la readecuación de
procedimientos, de conformidad con los ordinales 31 al 34 del
Código de Rito, el artículo 33 inciso b, la prescripción se
interrumpe con la presentación de la querella en los delitos de
acción privada, lo que se hizo en el presente caso en fecha 12 de
marzo de 1998, por lo que a partir de esa fecha se contaría un
año, ya que los plazos se reducen a la mitad, según el párrafo
primero de este literal, siendo que ya el 13 de marzo del año en
curso, también por esta nueva legislación los hechos querellados
devienen prescritos, sin que se den en la especie ninguno de los
presupuestos del numeral 34 que permiten la suspensión del cómputo
de la prescripción" (folio 170). Tal fundamento sería válido
aunque se suprimiera en forma hipotética el yerro en el que
incurrió el Tribunal al fundamentar también la prescripción con
las reglas contenidas anteriormente en el Código Penal, pues el
razonamiento en cuanto a este punto y basado en la normativa que
resulta aplicable, permite que el fallo permanezca inalterable."

c. Traslado del Expediente No Suspende el Plazo de la


Prescripción
SALA TERCERA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA7

"1) Los alcances del artículo 33 del Código Procesal Penal han
sido definidos tanto por esta Sala como por la Constitucional.
(SALA CONSTITUCIONAL, Resolución No. 4397 de las 16:06 horas del 8
de junio de 1999, SALA TERCERA, Resolución No.368 de las 915 horas
del 7 de abril del 2000). En el caso de los delitos de acción
privada, la presentación de la querella constituye tanto el inicio

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del procedimiento como la causal de reducción a la mitad del plazo


de la duración del proceso. En la resolución de esta Sala arriba
citada se dispuso: “El recurrente reprocha en sus argumentos, que
el Tribunal de mérito aplicó en forma incorrecta el párrafo 1° del
numeral transcrito, al considerar que cuando menciona la frase:
“... y volverán a correr de nuevo a partir de los siguiente
momentos...”, debe interpretarse que después de realizado el acto
que interrumpe el instituto, el término de prescripción vuelve a
correr en su totalidad, según lo previsto en el artículo 31. Esta
es una interpretación errónea, que va en contra no sólo del
análisis gramatical de la norma, sino que transgrede el artículo 2
ibídem, que establece, que: “... Deberá interpretarse
restrictivamente las disposiciones legales que coarten la libertad
personal o limiten el ejercicio de un poder o derecho conferido a
los sujetos del proceso. En esta materia, se prohiben la
interpretación extensiva o la analogía mientras no favorezcan la
libertad del imputado ni el ejercicio de una facultad conferida a
quienes intervienen en el procedimiento...”. Merece poner de
relieve, que todo el significado y el contenido político que el
legislador plasma al aprobar una ley, debe respetarse, por lo que
la función del juez está enfocada a garantizar la aplicación y
subordinación a esa voluntad común manifestada a través del Órgano
representante del pueblo: “... La esencia de la interpretación que
de una ley hace el juez, consiste en comprender el contenido
lógico de la misma en atención al caso concreto que tiene que
resolver, del mismo modo que pudiera ser comprendido por cualquier
otro juez que hubiera tenido que resolver el mismo caso; por ello
la esencia de la interpretación está en su verificabilidad
objetiva...” JESCHECK (Hans-Heinrich), Tratado de Derecho Penal.
Parte General. T.1., Barcelona, traducción y ediciones de derecho
español de S. Mir Puig y Francisco Muñoz Conde, BOSCH, tercera
edición, 1.981, P. 205. La finalidad de reducir los plazos de
prescripción a la mitad una vez iniciado el procedimiento, deriva
del control que debe existir al tramitar la causa penal”. Es decir
que dicho acto procesal lleva aparejados dos efectos: A)
Interrumpe el plazo de prescripción, de modo que no se toma en
cuenta el tiempo transcurrido desde la comisión del hecho punible
hasta la presentación de aquélla, y B) Reduce el plazo de
prescripción a la mitad. La referida reducción del plazo
constituye un acto de política criminal del legislador, dirigido a
evitar inseguridad jurídica. En el caso concreto se observa que
desde la presentación de la querella el 19 de noviembre de 1998
hasta el día 19 de mayo del año 2000 transcurrieron los dieciocho
meses que conforman el plazo correcto de prescripción, de manera
que el fallo cuestionado se encuentra ajustado a derecho. 2) En
cuanto a la tesis de que para decretar la prescripción se
requiere, además del transcurso del plazo, la inercia del actor,

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la misma no es atendible. Dicha interpretación estaría creando un


requisito que la ley no establece. Además, de acuerdo al principio
de interpretación restrictiva consagrado en el artículo 2 del
Código de rito, las normas procesales que coarten la libertad o el
ejercicio de derechos conferidos a los sujetos deben interpretarse
restrictivamente, excluyéndose en esta materia la analogía
procesal, salvo que sea in bonam partem. Si el artículo 33 del
Código Procesal Penal establece como únicos requisitos para el
dictado de la prescripción el inicio del procedimiento y el
transcurso de la mitad del plazo fijado a partir del mismo, la
actividad o inercia del “actor”, en este caso el querellante, es
circunstancia irrelevante a los efectos de la aplicación del
instituto comentado. 3) Finalmente, el argumento del impugnante en
el sentido de que el traslado de expediente suspende el ejercicio
de la acción penal y por ende la prescripción, no es atendible. El
traslado del expediente de una circunscripción a otra es un acto
que no incide sobre el ejercicio de la acción penal. Durante el
breve período que tardó el mismo en pasar del I Circuito al II
Circuito, el querellante conservó todas sus facultades procesales,
constituyendo el hecho físico del traslado una circunstancia
histórica que, aunque materialmente pudo dificultar el acceso al
expediente, jurídicamente no impidió el normal desarrollo de la
acción penal, de modo que no es aplicable al caso concreto el
inciso primero del artículo 34 del Código Procesal Penal, debiendo
rechazarse los reclamos planteados."

d. Actos Interruptores de la Prescripción


SALA TERCERA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA8

"I.-) El Licenciado H.C.B., Fiscal del Ministerio Público en


Alajuela, interpone recurso de casación por vicios de forma y
fondo, contra la sentencia N° 396-99 de 8:00 horas del 12 de
agosto de 1.999, con base en los siguientes motivos: Primer motivo
por fondo y forma: Se fundamenta el recurrente en la errónea
aplicación de las reglas de la prescripción, al estimar
violentados los artículos 31, 32 y 33 del Código Procesal Penal,
por vicio "in iudicando" y en forma separada pero utilizando los
mismos argumentos, por inobservancia de reglas de sana crítica, al
considerar que los hechos que el Tribunal tuvo por demostrados en
el fallo, a saber, el incumplimiento de deberes por parte de la
imputada F.M.Z.V., no se encuentran prescritos. El órgano de
instancia interpreta en forma equivocada los numerales indicados y
contraviene el Voto N° 4.397-99 de 16:16 horas del 8 de junio de
1.999, determinante de que los términos que establece el artículo
33 en sus incisos a), b), c) y d) del código de rito: "... no son
propiamente de prescripción, sino de reducción de los plazos para

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la tramitación del procedimiento, según la idea de control de su


duración, conforme se establece en los artículos 171 ibídem y
siguientes, para que los asuntos se resuelvan en un plazo
razonable. Dentro de esta misma tónica, el artículo 172 establece
una causa más de extinción de la acción penal por incumplimiento
del plazo, sin que esto sea propiamente un nuevo plazo de
prescripción, además de los establecidos en el artículo 31 del
código Procesal Penal..." (cfr. folio 253). Agrega, que la
interpretación del artículo 33 brindada por el Tribunal no
corresponde a la ley, de allí que el plazo de prescripción no se
había producido sino hasta el 1° de enero de 2.000. AMBOS RECLAMOS
DEBEN DECLARARSE SIN LUGAR: El error "in iudicando" consiste en la
omisión u errónea aplicación de la ley sustantiva. El Código Penal
de 1.970 - que actualmente rige la materia de fondo - desarrolló
los términos y disposiciones legales atinentes a la prescripción
(numerales 82 a 88), por lo que en la vigencia de esos artículos,
cuando se dejaba de aplicar una disposición de su naturaleza, lo
procedente era aducir un vicio de fondo para decretar el
sobreseimiento o la absolución de la persona acusada. Sin embargo,
con la entrada en vigencia del Código Procesal Penal de 1.996, la
prescripción se definió como un instituto de índole eminentemente
procesal, que constituye la sanción de caducidad para ejercer la
acción punitiva o para excitar los órganos jurisdiccionales con la
finalidad de perseguir algún ilícito, en razón de la inactividad
de los sujetos procesales en los asuntos iniciados. En este
sentido, podría definirse como un mecanismo para regular - de
manera razonable - el tiempo prudencial del proceso que el
legislador determinó para ejercer la acción penal, que implica
finalizar el conocimiento de la causa por irrespeto de los
términos establecidos por ley. La Sala Constitucional, mediante
Voto N° 4.397-99, determinó la inaplicabilidad del principio de la
norma penal más favorable a las reglas de la prescripción de la
acción penal, por ser - la primera - de carácter sustancial, así:
"... Conforme a las competencias que tiene el legislador en la
definición de las reglas de la prescripción, según se indicó en el
considerando anterior, con la promulgación de la nueva legislación
procesal en mil novecientos noventa y seis - vigente a partir del
primero de enero de mil novecientos noventa y ocho -, se trasladó
la ubicación de la regulación de este instituto jurídico del
Código Penal al Código Procesal Penal, con lo cual, ya no se
conforma como materia de fondo (ley sustantiva), según la
legislación anterior, sino como materia de forma o procesal. (...)
Con fundamento en lo anterior, es que debe concluirse que las
reglas de la prescripción de la acción penal son de carácter
eminentemente procesal por dos razones importantes; en primer
lugar, porque la regulación se ubica en el Código Procesal Penal,
codificación que tiene un carácter eminentemente instrumental en

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lo que se refiere a la aplicación del derecho de fondo, como se


indicó anteriormente; y en segundo lugar, por que por sí misma, la
prescripción implica un límite a la potestad punitiva del Estado,
que se aplica a modo de sanción (procesal) a consecuencia de la
inactividad procesal en un determinado plazo, según se analizó,
teniendo como consecuencia que conlleva a una extinción de la
acción penal, que es un instituto también de carácter procesal,
ubicado en el Código Procesal Penal..." (cfr. Voto # 4.397-99 de
16:06 horas del 8 de junio de 1.999, de la Sala Constitucional).
Con base en este escenario del instituto de la prescripción, no
resulta posible conocer el motivo de casación interpuesto por
preterir la ley sustantiva. Ahora bien, respecto al primer
argumento del recurso de casación interpuesto por vicios "in
procedendo", debe interpretarse los artículos que regulan este
instituto, establecidos en los numerales 31 a 35 del Código
Procesal de la materia. El precepto enumerado 31, regula los
plazos de prescripción de la acción penal cuando el procedimiento
o la persecución penal no se ha iniciado, o sea, cuando no se haya
dado curso a la investigación en contra de un sujeto de derecho -
en los delitos de acción pública -, no se haya interpuesto la
denuncia - en los delitos de acción pública perseguible a
instancia privada -, o la querella - en los ilícitos de acción
privada -, así: "... a) Después de transcurrido un plazo igual al
máximo de la pena, en los delitos sancionables con prisión; pero,
en ningún caso, podrá exceder de diez años ni ser inferior a tres.
B) A los dos años, en los delitos sancionables sólo con penas no
privativas de libertad y en las faltas o contravenciones...". Por
su parte, el artículo 33 prevé una situación diversa que hace
reducir en forma automática el cómputo de la prescripción y es
precisamente, el inicio del procedimiento en contra de una
persona, tal y como se desprende de su redacción: "... Iniciado el
procedimiento, los plazos establecidos en el artículo trasanterior
se reducirán a la mitad y volverán a correr a partir de los
siguiente momentos: a) La primera imputación formal de los hechos
del encartado, en los delitos de acción pública. b) La
presentación de la querella, en los delitos de acción privada. c)
Cuando la realización del debate se suspenda por causas
atribuibles a la defensa, con el propósito de obstaculizar el
normal desarrollo de aquel, según declaración que efectuara el
tribunal en resolución fundada. d) El dictado de la sentencia,
aunque no se encuentre firme...". El recurrente reprocha en sus
argumentos, que el Tribunal de mérito aplicó en forma incorrecta
el párrafo 1° del numeral transcrito, al considerar que cuando
menciona la frase: "... y volverán a correr de nuevo a partir de
los siguiente momentos...", debe interpretarse que después de
realizado el acto que interrumpe el instituto, el término de
prescripción vuelve a correr en su totalidad, según lo previsto en

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el artículo 31. Esta es una interpretación errónea, que va en


contra no sólo del análisis gramatical de la norma, sino que
transgrede el artículo 2 ibídem, que establece, que: "... Deberá
interpretarse restrictivamente las disposiciones legales que
coarten la libertad personal o limiten el ejercicio de un poder o
derecho conferido a los sujetos del proceso. En esta materia, se
prohíben la interpretación extensiva o la analogía mientras no
favorezcan la libertad del imputado ni el ejercicio de una
facultad conferida a quienes intervienen en el procedimiento...".
Merece poner de relieve, que todo el significado y el contenido
político que el legislador plasma al aprobar una ley, debe
respetarse, por lo que la función del juez está enfocada a
garantizar la aplicación y subordinación a esa voluntad común
manifestada a través del Organo representante del pueblo: "... La
esencia de la interpretación que de una ley hace el juez, consiste
en comprender el contenido lógico de la misma en atención al caso
concreto que tiene que resolver, del mismo modo que pudiera ser
comprendido por cualquier otro juez que hubiera tenido que
resolver el mismo caso; por ello la esencia de la interpretación
está en su verificabilidad objetiva..." JESCHECK (Hans-Heinrich),
Tratado de Derecho Penal. Parte General. T.1., Barcelona,
traducción y ediciones de derecho español de S. Mir Puig y
Francisco Muñoz Conde, BOSCH, tercera edición, 1.981, P. 205. La
finalidad de reducir los plazos de prescripción a la mitad una vez
iniciado el procedimiento, deriva del control que debe existir al
tramitar la causa penal, para evitar procesos interminables sin
justo motivo, que tengan como resultado extinguir la acción penal
por inactividad procesal; es pues, una cuestión de política
criminal definida por el legislador. El mismo Voto de la Sala
Constitucional N° 4.397-99 de 16:06 horas del 8 de junio de 1.999,
estableció la reducción del término de la prescripción, según lo
previsto en el código procesal que rige actualmente la materia, al
definir cuál legislación es aplicable al caso concreto, de la
siguiente manera: "... Cada régimen procesal debe mantenerse
incólume e indivisible, por cuanto la política del legislador al
establecer una visión jurídica de los hechos humanos busca la
uniformidad, la coherencia y la sistematicidad del instituto, para
lograr los fines propuestos por el legislador ordinario. De esta
manera no puede combinarse elementos de la prescripción del un
sistema y otro, así por ejemplo, no puede aplicarse lo
correspondiente a la reducción del plazo que contiene la nueva
legislación a una legislación que no la tenía porque permitirlo
implicaría la quiebra del sistema, en violación del principio de
seguridad jurídica, ya que en la práctica existirían tantos
sistemas como opciones imaginables posibles se puedan hacer. De
esta suerte, también se protegen los principios constitucionales

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de la irretroactividad de la ley y tutela jurídica efectiva..."


(el subrayado no está en el original). Siguiendo en el mismo
sentido, esta Sala decidió reducir el término de la prescripción,
según lo previsto en el numeral 33 ibídem, así: "... De un
análisis pormenorizado de los autos, esta Sala concluye
efectivamente que la acción penal en este asunto se encuentra
prescrita, con base en las reglas contenidas en la normativa
procesal penal actual, y no con las reglas del Código Penal de
1970. Nótese que aún cuando los hechos que originaron la querella
se dieron en tres fechas, a saber, 29 de noviembre de 1996, 18 de
junio y 2 de setiembre, ambas de 1997, la querella no se presentó
sino hasta el 12 de marzo de 1998. Ya para la fecha de
presentación de la querella, la normativa aplicable era la del
Código Procesal Penal vigente, de conformidad con el Transitorio I
de ese cuerpo legal.(...) Aplicando estas reglas, se deduce lo
siguiente: Que el 12 de marzo de 1998 (folio 1) se presentó la
querella, lo que hizo que el término empezara a correr a partir de
ese día. Pero como según el artículo 33 supracitado señala que los
términos deben reducirse a la mitad en los procedimientos ya
iniciados, o sea a un año para este caso, durante ese período no
existió ningún acto que interrumpiera la prescripción antes del 12
de marzo de 1999, fecha en que la acción prescribió, pues el
dictado de la sentencia (único acto que en este caso pudo haber
interrumpido el término), se dictó hasta el día 6 de julio de 1999
(folio 167), casi cuatro meses después de que la acción
prescribiera..." (Cfr. Voto N° 212-00 de 9:40 horas del 25 de
febrero de 2.000). Dentro de los argumentos del recurrente, aduce
falta de aplicación de la jurisprudencia de la Sala
Constitucional, según lo previsto en el considerando VI) del Voto
N° 4.397-99, al aducir que los términos contenidos en el artículo
33 no son propiamente de prescripción, sino de reducción de los
plazos para tramitar el procedimiento, por lo que considera que
después de producirse el acto interruptor de la prescripción, el
plazo vuelve a correr de nuevo en su totalidad. La interpretación
asumida por el recurrente es incorrecta: Lo que la Sala
Constitucional ha establecido en el considerando VI), es que el
legislador ha utilizado los plazos de prescripción con el fin de
regular y controlar la duración de los procesos penales pendientes
de resolución, para evitar atrasos injustificados y en vez de
utilizar el término "prescripción", ahora adopta la connotación
"reducción de los plazos del proceso". Sin embargo, la sanción
procesal por el retardo del procedimiento, sigue siendo la
prescripción de la acción penal, que permanece vigente de
conformidad con los artículos 31 a 35 del código de la materia. El
voto mencionado no declara la inconstitucionalidad del artículo 33
ibídem, ni realiza una interpretación constitucional de la norma,
de allí que su aplicación es obligatoria para todos los órganos

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jurisdiccionales del país. El párrafo extraído por el recurrente,


refiere que los numerales 171 y 172 también están enfocados hacia
el control del trámite del proceso. En este sentido, puede
constatarse que la sanción procesal, tiene efectos idénticos al
instituto en estudio, pues el irrespeto al término impuesto por el
Juzgador para concluir la causa penal, trae como consecuencia la
extinción de la acción punitiva, al igual que la prescripción,
cuya finalidad punible de acuerdo con el precepto N° 30 inciso e)
ejúsdem, es también, dar por finalizada la acción penal."

FUENTES CITADAS:

Dirección Web http://cijulenlinea.ucr.ac.cr/ Teléfono 207-56-98


E-mail: [email protected]
1 VELA TREVIÑO, Sergio. La Prescripción en Materia Penal. Editorial
Trillas. México D.F., 1983. pp. 266-267.

2 BETANCOURT, Julio. El Cese de la Prescripción Suspendida como


Complemento de la Perención de la Instancia. Publicaciones Jurídicas
Venezolanas. Consultada el 10 de abril de 2007. Disponible en:
http://www.zur2.com/fcjp/116/julio.htm

3 LLOBET RODRÍGUEZ, Javier. Proceso Penal Comentado. 2° Edición.


Editorial Jurídica Continental. San José, 2003. pp. 112.

4 Ley Número 7594. Costa Rica, 10 de abril de 1996.

5 SALA TERCERA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Resolución No. 107-2003,


de las nueve horas con quince minutos del veintiuno de febrero de dos
mil tres.

6 SALA TERCERA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Resolución No. 212-2000,


de las nueve horas con cuarenta minutos del veintiuno de febrero de
dos mil.

7 SALA TERCERA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Resolución No. 274-2001,


de las nueve horas con cuarenta y cinco minutos del veintiuno de
febrero de dos mil uno.

8 SALA TERCERA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Resolución No. 368-2000,


de las nueve horas con quince minutos del siete de abril de dos mil.

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