Parafrenia, Una Enfermedad de La Mentalidad. Nieves Soria

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 18

La parafrenia, una enfermedad de la mentalidad

RESUMEN:

El presente texto se propone abordar la categoría clínica de la parafrenia en un recorrido

que parte de las vicisitudes de la misma en la psiquiatría, para confluir en la

conceptualización de su estructura en la perspectiva del psicoanálisis lacaniano,

centrándose en el esquema óptico, la topología de superficies y la topología nodal.

1) Vicisitudes de la parafrenia en la psiquiatría.

El término parafrenia fue acuñado en la escuela alemana por Kahlbaum en 1863 para

referirse a cuadros, no necesariamente psicóticos, que aparecían en períodos de transición

vital, desde la adolescencia hasta la tercera edad. En 1890, Magnan (2) describió el "delirio

crónico progresivo", caracterizado por cuatro fases: una primera de persecución y de

interpretaciones delirantes, una segunda con alucinaciones auditivas, una tercera de elación

y megalomanía y, finalmente, una cuarta fase definida por el déficit intelectivo más o

menos demencial. Dentro del concepto de Magnan cabían muchas entidades, entre ellas los

delirios sistematizados, las parafrenias, las esquizofrenias, las psicosis alucinatorias

crónicas, etc.

Leonhard, por su parte, denominó parafrenia al menos a siete cuadros clínicos diferentes.

En los primeros años del siglo XX, Kraepelin tomó prestado el término para hacer alusión a

un grupo pequeño de casos de esquizofrenia con un mucho más leve desarrollo de las
alteraciones de la emoción y la volición, en los que la armonía de la vida psíquica está

considerablemente menos involucrada (3). Distinguía cuatro formas:

1. La parafrenia sistemática, en la que se desarrolla un delirio de persecución progresivo,

con ideas de grandeza, sostenido por alucinaciones que la distinguen de la paranoia.

2. La parafrenia expansiva, bastante afín al estado maníaco por su exaltación, su delirio

exuberante, con temas megalomaníacos, eróticos y místicos.

3. La parafrenia confabulante, definida por relatos imaginarios, enriquecidos sin tregua,

pero sin alucinaciones.

4. La parafrenia fantástica, que comprende ideas delirantes extravagantes, incoherentes, con

alucinaciones múltiples, fuera de las cuales el enfermo permanece, sin embargo, lúcido en

absoluto.

Fue Bleuler quien comenzó a cuestionar el término de parafrenia, ya que no hallaba

motivos para deslindar el concepto del de las esquizofrenias. Años después, un discípulo de

Kraepelin, Mayer (4), observó una muestra de pacientes diagnosticados de parafrenia por su

maestro pero que, con la evolución, mostraban un deterioro marcado y síntomas de

esquizofrenia, por lo que rechazó la independencia nosológica de la parafrenia, tal y como,

al final de su carrera, haría el propio Kraepelin.

En la escuela francesa, entre 1910 y 1914, Dupré y Logre, propusieron agrupar bajo el

nombre de “psicosis imaginativas o delirios de imaginación” a los delirios de mecanismo

imaginativo que asientan sobre un fondo mitomaníaco. En 1911 Ballet introdujo su

“psicosis alucinatoria crónica”, centrada en el proceso alucinatorio, que tiende a


sistematizarse, pero evoluciona con mayor o menor rapidez hacia el deterioro intelectual.

Respondía a las mismas preocupaciones de Kraepelin, diferenciándola netamente, por un

lado, de la psicosis interpretativa no alucinatoria, y por otro, de las formas delirantes de la

demencia precoz (esquizofrenia).

Pero será Frey, con su tesis de 1923, “Concepciones de Kraepelin y concepciones francesas

concernientes a los delirios sistematizados crónicos (5)”, el primero en tratar de construir

un puente entre la clínica francesa y la clínica alemana. Para él, la parafrenia sistemática de

Kraepelin equivaldría al delirio crónico de Magnan, la parafrenia expansiva a la manía

crónica, la parafrenia confabuladora al delirio de la imaginación y la parafrenia fantástica al

delirio alucinatorio crónico con sus formas fantásticas.

A su vez, Henri Claude (6) intentará hacer entrar la parafrenia en la nosografía francesa,

deshaciéndose de la nosografía clásica sobre los delirios crónicos. Claude propone

establecer una clasificación basada en la oposición entre la psicosis paranoica y la psicosis

paranoide, creando un grupo intermedio. En su concepción, la parafrenia sería un delirio

coherente, activo, con elementos imaginativos y mitomaníacos, cuya evolución se hará

sobre un fondo esquizomaníaco.

Bajo el patrocinio de Claude, Charles-Henri Nodet publicará en 1937 su tesis, intitulada “El

grupo de psicosis alucinatorias crónicas. Ensayo nosográfico (7)”. El gran valor de este

trabajo es el de establecer una clasificación en función de la estructura del delirio. De esta

manera, logra delimitar tres estructuras básicas:

1. Los delirios de estructura paranoica; bien sistematizados, coherentes, sin un

debilitamiento psíquico importante. En este grupo se encuentran los delirios pasionales, los
delirios de interpretación, algunos delirios de influencia, algunas psicosis alucinatorias y la

parafrenia sistematizada de Kraepelin.

2. Los delirios de estructura paranoide; incoherentes en la base, con alteración profunda de

la personalidad, que se agruparán entre la dementia praecox y las parafrenias expansivas y

fantásticas de Kraepelin.

3. Los delirios de estructura parafrénica, que se caracterizan por el contraste entre la

excelente adaptación al mundo real y la conservación de la lucidez, y el desarrollo de

construcciones delirantes fantásticas e impenetrables, con una tonalidad de grandeza,

dramática y cósmica. En este último caso, el paciente mantiene una conciencia parcial del

desorden, a veces bromeando sobre el tema. La persona viviría en dos mundos paralelos,

entre sus fantasías y la realidad.

En 1949 Henry Ey (8) consideraba indispensable un retorno a la primitiva concepción de

Kraepelin, afirmando la existencia de un grupo de delirios que corresponde, en esencia, a la

descripción kraepeliniana:

“Nos parece, en efecto, que, no obstante un análisis estructural insuficiente, Kraepelin ha

alcanzado la intuición de una realidad clínica. Esta realidad clínica está constituida por los

delirios crónicos caracterizados por la riqueza lujuriante de la imaginación y por el modo de

pensamiento paralógico sin evolución demencial. Este contraste entre la enormidad absurda

de estos delirios y la integridad, a menudo sorprendente, de la inteligencia, es, a nuestro

juicio, un primer carácter decisivo. (…) dada su naturaleza, a la vez imaginativa y

alucinatoria, no pueden tampoco entrar cómodamente en los patrones de la clasificación

francesa (8, p. 124)”.


El autor realiza un análisis estructural de la parafrenia (8, cap. 4), caracterizando el

pensamiento parafrénico -en tanto trastorno negativo de la misma- en los siguientes puntos:

1) Como prolongación de un movimiento psicótico detenido. Se trata de procesos apagados,

discretos o vagamente remitentes, que dan al delirio parafrénico su marca original. Se trata

de la orientación progresiva hacia el concepto y la fabulación junto con el alejamiento

incesante de la experiencia vivida. La parafrenia pierde progresivamente su forma

alucinatoria original. El contenido delirante estalla fuera del núcleo alucinatorio primitivo,

transformándose así en fabulación pura.

2) Modificaciones del pensamiento, entre las cuales resalta:

a) Bipolaridad. La vida psíquica se desarrolla según un doble registro: el de la realidad y el

del delirio. Ciertos enfermos tienen conciencia del carácter ficticio, o, en todo caso,

excepcional y fantástico del delirio. La construcción delirante está situada sobre la realidad

y, por decirlo así, fuera de la misma. Los parafrénicos pasan de uno a otro polo con gran

facilidad y sin asombro.

b) La conciencia imaginante. La conciencia reflexiva y organizada con lucidez y claridad

refleja lo fantástico y se liga a este reflejo, lo cultiva, lo profundiza, lo enriquece con toda la

masa de operaciones dialécticas de que es capaz. Es un ensueño acrecentado y desarrollado

por todo el poder creador de que la conciencia es capaz.

c) La pasividad respecto a la producción delirante. El delirio brota automáticamente, como

de una fuente inagotable, de lo inconsciente. La ficción surge oponiéndose a la conciencia,

situándose fuera del yo. De ahí que estos delirios sean vividos primero y pensados después,

de acuerdo con la fórmula alucinatoria fundamental como un espectáculo, como un film,


como una novela, como un relato, cuyos genios creadores, cuyos actores, personajes y

peripecias se sitúan fuera del yo, en una atmósfera fantástica, artificial o milagrosa.

d) La organización paralógica del delirio. Yuxtaposición del pensamiento paralógico en

relación con el pensamiento coexistente en condiciones normales. Las intuiciones concretas

del pensamiento se aglutinan según las leyes del pensamiento mágico, esencialmente

sincretista, afectivo y subjetivo.

El delirio parafrénico -en tanto trastorno positivo- lleva el sello de la extravagancia. Es una

ficción fantasmagórica, es esencialmente y bajo todas sus formas un delirio fantástico. Es la

dimensión megalomaníaca la que constituye una especie de medida común de diversas

formas parafrénicas. Lo fantástico, alcanzando proporciones grandiosas, diluye la

personalidad hasta hacerla coincidir con el infinito. Toda la realidad se dilata hasta alcanzar

una gigante magnitud en los acontecimientos, en las cosas, en las palabras; sufre una

especie de transustanciación estética y mágica a la vez. Hay una acumulación increíble de

detalles, de escenas, de falsos recuerdos, de imágenes de este flujo delirante que se

despliega en visiones maravillosas de seres de la naturaleza y del universo, o en un

desarrollo grandioso de acontecimientos extrañamente cósmicos. El delirio oscila siempre

entre las dos formas de lo fantástico: lo barroco y el mito.

Anteriormente, en 1945, Carlos Pereyra, psiquiatra argentino, había planteado ya la

necesidad de volver sobre esta categoría clínica, examinándola con maestría (9),

avanzando con gran fineza clínica en una vía cuyo punto de fuga es el real del síntoma en la

parafrenia:
“Pero en todo caso lo positivo es que se trabaja sobre una única realidad objetiva y

subjetiva: el síntoma (…) Así, en base no a una teoría, sino a signos, es dable constituir,

aunque sea en forma provisoria, entidades nosológicas que nos ayuden a comprender más y

mejor el sujeto en estudio (9, pág.10)”. Con esa orientación llega a definir el cuadro,

señalando que su característica esencial y definitiva es la de ser delirios primitivamente

crónicos y de ideas polimorfas, en que las alucinaciones, existentes o no, no aparecen como

mecanismo del delirio.

Pereyra señala que “la afección aqueja con preferencia al sexo femenino entre las edades de

treinta y cincuenta años, es de marcha crónica, incurable y a pesar de que el absurdo y la

fantasía se acentúan con el curso del tiempo, no se presenta una verdadera destrucción de la

personalidad (9, pág.52)”. Define al sujeto parafrénico como la primera víctima de su

imaginación, señalando que no quiere mentir. Pone entonces el acento en la incoherencia de

su decir, en el que falta el pensamiento fundamental: “Dentro del delirio, las relaciones

entre las cosas y las afirmaciones de estas relaciones escapan a toda posibilidad crítica. Los

principios causales y las secuelas lógicas, incorporadas al conocimiento y afianzadas por la

experiencia, pierden en absoluto su invulnerabilidad y son sustituidas por sorprendentes

improvisaciones (9, pág.88)”. Las nuevas ideas surgidas no se hilvanan con las anteriores,

lo que les da un franco carácter polimorfo.

Pereyra indica por un lado la proximidad del cuadro con la manía: “La característica

general del delirio se asemeja a las ocurrencias delirantes de los maníacos, con los que, por

otra parte, se confunden, por las alternativas eufóricas e irritables del carácter y su

incansable actividad, señalándose la diferencia por la evolución y la mayor fijeza de las

ideas (9, pág.52).” Por otro lado opone la iniciativa, curiosidad, movilidad y fluidez del
pensamiento parafrénico al automatismo, la apatía y rigidez del esquizofrénico. También la

distingue de la paranoia por lo absurdo de las ideas que sustentan, aproximando el cuadro

ocasionalmente a los estados místicos cuando la condensación y concentración de

representaciones lleva a un estado de arrobamiento.

Finalmente se refiere a las parafrenias más comunes, que hoy llamaríamos ordinarias: “Sin

duda alguna, la más corriente, la más vulgar, la menos jerárquica de entre ellas: la simple

fantasía, el invento pueril o al novela inverosímil, la que desconecta de la realidad, sin

provecho para sí ni para los demás; la que no abre jamás un rumbo nuevo y se pierde en

divagaciones estériles (9, pág. 93)”.

De este recorrido concluimos que el abordaje estructural de la psiquiatría rescata a la

parafrenia como categoría clínica allí donde había naufragado perdida en las

consideraciones diacrónicas propias del paradigma de las enfermedades mentales (10),

pudiendo localizar un real propio del síntoma parafrénico, real al que alude su etimología -

derivada del griego µαрα, “junto a, al lado, contra” y φρην, “alma, mente”-, real del cual la

formalización del psicoanálisis de orientación lacaniana posibilitará dar cuenta, abriendo

asimismo la perspectiva de su tratamiento posible.

2) Las enfermedades de la mentalidad.

En efecto, tal como señalamos en un artículo de 2016 (11), hay cierta confluencia,

destacada por Lacan, entre la categoría psiquiátrica de parafrenia y lo que por su parte

propone llamar enfermedades de la mentalidad (12). Confluencia que, más allá de la

hiancia existente entre el discurso psiquiátrico y el discurso psicoanalítico, da cuenta de la


pertinencia del abordaje de la estructura a partir de un real del síntoma como nudo de

signos (13), que la psiquiatría previa a su devastación por el mercado ha sabido aislar con

su semiología, sin duda con una orientación diferente de la que anima la lectura que realiza

el deseo del analista en un acto que apunta siempre a captar un real -singular y particular a

la vez- del sujeto.

La primera vez que me topé con uno de estos sujetos, fue al recibir en el lapso de diez años

en tres oportunidades a una misma mujer que se presentó cada vez como un ser diferente:

con distinto nombre, viviendo una vida totalmente diferente en otro lugar. La primera vez

era la amante de un multimillonario cargada de joyas y accesorios. La segunda era una

hippie que fumaba marihuana todo el día y los fines de semana vendía artesanías con su

pareja en una plaza. La tercera, una común ama de casa que esperaba al marido mirando la

telenovela con la comida preparada. La segunda y la tercera vez me llamó con un nombre

diferente, aclarándome que la había atendido hacía tiempo y quizás no la recordaba. Su

propósito en el tratamiento era escribir la historia de su vida, una verdadera novela barroca

plagada de sucesos siniestros y traumáticos que se perdían en los vericuetos del tiempo y el

espacio, de los que ella salía finalmente airosa. Cada una de las veces que vino me fue

trayendo varios capítulos que dejaba bajo mi guarda, la primera vez de su infancia, la

segunda de su adolescencia, la tercera de su adultez. Cuando culminó esa escritura me

agradeció los servicios prestados, se marchó con la idea de publicar ese escrito y no volví a

saber de ella. En contraste con la multiplicidad de semblantes entre los que se deslizaba tan

fácilmente, el escrito era firmado por un único nombre, el de su documento de identidad.

Más tarde recibí a una mujer a la que sigo tratando, también en distintos tramos con

interrupciones, desde hace veinte años. Vuelve una y otra vez de modo novelado sobre una
infancia traumática y angustiosa, recortándose en el trabajo analítico el brillo de una

mirada, la mirada de esa niña que ella era entonces, que vuelve a sostenerla cuando ya

siente que se confunde totalmente con el otro, a punto de perder toda identidad, presa de

gestos, imágenes, movimientos. Siempre acompañada de presencias imaginarias siniestras,

sombras que invadían su casa, visiones y sueños premonitorios, con el trabajo analítico fue

consiguiendo hacer caer el brillo sobre ese saber que tanto la perturbaba, transformándolo

en un don del que se sirve en el lazo con los otros. Pero ante ciertos acontecimientos que la

descolocan de ese lugar, aún hoy me pregunta quién es, no sabe si existe o sólo es una

sombra, rearmándose en esos momentos alrededor de mi mirada.

Por otra parte, hace años dedico con gusto algunas horas semanales a la supervisión de

jóvenes practicantes en hospitales. En varias oportunidades fui sensible al fastidio que

despertaban en ellos ciertos sujetos, de los que podría decirse fundamentalmente que no les

creían. En algunos casos ni una palabra, en otros vacilaban acerca de qué creerles y qué no.

Un estatuto singular de la mentira -podría decirse que una mentira sin una verdad como

referencia- flotaba en todo el relato clínico, parasitando la transferencia y la dirección de la

cura.

Varias de las películas de David Lynch 1, así como cierta detención de Lacan en el tema del

vestido al leer El arrebato de Lol V Stein (14) también me abrieron la posibilidad de seguir

en la vía del arte las huellas en el viento de estas hojas tan difíciles de alcanzar.

En su gran mayoría mujeres que fenoménicamente impresionan como histerias, pero que

discursivamente no responden en absoluto a la estructura clínica de una neurosis. Con

grandes crisis, marcadas por actings o pasajes al acto, algunas veces llegando a
1
Particularmente, Twin Peaks: Fire Walk With Me, Lost Highway, Muholland Drive e Inland Empire.
internaciones prolongadas, se trata de sujetos atravesados por un decir inconsistente en el

que nada vuelve al mismo lugar, que dan la impresión de hojas al viento que pueden quedar

pegadas en cualquier lado. A pesar de ello, cierta unidad se conserva siempre, no entrando

el sujeto en estados de fragmentación de la lengua ni fragmentación corporal. Una unidad

dada exclusivamente por el puro semblante, quizás muy variable, pero uno cada vez.

3) Elucidación de los fenómenos elementales.

A diferencia de aquellos estudiados por Lacan en el Seminario 3 y “De una cuestión

peliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, a propósito de la esquizofrenia

paranoide de Schreber, en estos casos los fenómenos elementales juegan su partida

fundamentalmente en el campo imaginario: experimentan macropsias y micropsias,

fenómenos extracorpóreos, en su casa hay amigos invisibles, duendes o espíritus, ven

sombras, experimentan premoniciones, visiones o ensoñaciones, suelen percibir el lazo con

el semejante en términos de energía (tienen buena o mala energía, le chupan la energía,

etc.).

Dichos fenómenos dan cuenta así de una separación radical entre lo imaginario y lo real del

cuerpo, quedando el primero anudado sin embargo a lo simbólico, anudamiento por el que

logra mantener una unidad en la pura dimensión del semblante. Desde la perspectiva de la

constitución del narcisismo en el estadio del espejo, cabría considerar la hipótesis de que, si

bien llega a operar la identificación imaginaria constitutiva del yo en su referencia a cierta

dimensión simbólica ligada a la función del ideal, la misma queda totalmente desamarrada

de lo real del cuerpo, por lo que el campo de la realidad se desrealiza, al perder el anclaje
real, operándose un deslizamiento incesante del imaginario al capricho de la metonimia

significante, allí donde se ausenta el lastre del objeto a, razón por la cual se acerca

fenoménicamente a la manía, alejándose de ella sin embargo en el punto en que aquí lo

imaginario se anuda a lo simbólico, siguiendo los vaivenes de un relato más o menos

mitológico, novelado, guionado:

El estadio del espejo en la parafrenia. Vaivenes de lo imaginario desamarrado de lo real.

Por otra parte, los retornos de lo real del objeto así desamarrado, serán experimentados por

el sujeto como fenómenos energéticos, de presencias más o menos ominosas, sin imagen

especular, que adquieren entonces la significación de espíritus, duendes, fantasmas, etc.

Eventualmente el sujeto mismo quedará desalojado de su cuerpo imaginario, viéndose

desde un punto fuera del mismo, sin imagen, como pura mirada.
El estadio del espejo en la parafrenia. Presencias del objeto a desamarrado de la imagen.

La versatilidad de la realidad da cuenta así de que la misma se encuentra constituida como

una continuidad moebiana entre imaginario y simbólico, una pura cinta de moebius, sin

articulación con aquella otra superficie -orientada- que hace presente la dimensión real del

objeto en su pegado con la banda moebiana en la figura topológica del cross-cap, que da

cuenta del campo de la realidad en la neurosis, tal como Lacan esquematiza en el esquema

R.
Fig.3

Campo de la realidad en la parafrenia. Continuidad entre simbólico e imaginario.

4) Un para-ser.

En ocasión de la presentación de la Srta. B, Lacan hizo el siguiente comentario:

“No se hace la menor idea del cuerpo que tiene para meter en este vestido. No hay nadie

que pueda deslizarse para habitar el vestido. Es un trapo. Ilustra lo que llamo el semblante.

Es eso. Hay un vestido y nadie para meter adentro. Solamente tiene relaciones existentes

con ropas (…) Kraepelin aisló esos curiosos cuadros. Podemos llamarlo una parafrenia, ¿y

por qué no ponerle el calificativo de imaginativa? No hay una sola persona que llegara a

cristalizarse. Sería tranquilizador que fuera una enfermedad mental típica (…) Sería mejor

que alguien pudiera habitar la ropa, la prenda. Es la enfermedad mental por excelencia (…)

No es una seria enfermedad mental detectable, no es una de esas formas que se vuelven a

encontrar. Va a ser parte de esos locos normales que constituyen nuestro ambiente.
Todo lo que ella dijo no tenía ningún peso. No hay ninguna articulación en lo que dijo

(12)”.

De este modo, Lacan aísla como lo real del síntoma parafrénico precisamente la ausencia

de relación con lo real, cuestión que intenté abordar desde la clínica nodal en 2008 (15),

caracterizando el nudo propio de la psicosis parafrénica a partir de un lapsus situado entre

los registros imaginario y simbólico:

Lapsus del nudo parafrénico parafrenia desencadenada

Si bien señala que no es una enfermedad mental seria -ya que en su decir falta la serie, lo

que vuelve al mismo lugar-, Lacan se permite ironizar al considerarla la enfermedad mental

por excelencia, forzando semánticamente el adjetivo, indicando que se trata una

enfermedad de lo mental, de la mentalidad. Podríamos concluir entonces que en estos casos

el sujeto es puro semblante, pura mentalidad que no se anuda con nada real, puro parecer o

para-ser -para utilizar un neologismo de Lacan que acentúa el prefijo para, que significa

“al margen de”, “junto a” o “contra”, a la vez que juega con el efecto de parecer propio del
semblante. Un vestido sin cuerpo que se desliza al margen del poco de ser al que puede

pretender acceder el ser hablante, un ser de real.

Nieves Soria

Bibliografía

2. MAGNAM, V. (1893) Leçons cliniques sur maladies mentales. Paris: Progress

Medicales; 1893.

3. KRAEPELIN, E. (1909) La demencia precoz. 2.ª parte. Parafrenias. 1.ª ed. en castellano.

Buenos Aires: Editorial Polemos; 1996.

4. MAYER, W. (1932) Paranoische und paraphrene Bilder. En: Bumke O, editor.

Handbuch des Geisteskrankheiten. Heideberg: Springer; 1932.

5. FREY, B. (1923) Conception de Kraepelin et conception française concernant les

délires systématisés chroniques. Étude comparée. (Thèse), Strasbourg, 1923.

6. CLAUDE, H. (1936) Délire d’imagination et paraphrénie. Concours Med 1936; 19:151-

6.
7. NODET, C. (1937) Le groupe des psychoses hallucinatoires chroniques. Essai

nosographique. (Thèse), Paris; 1937.

8. EY, HENRY. (1950) Estudios sobre los delirios. Fundación Archivos de Neurobiología.

Triacastela. Madrid, 1994. Capítulo cuarto. Las psicosis parafrénicas.

9. PEREYRA, C. (1945) Parafrenias. Delirio crónico de ideas polimorfas. Ed. Salerno.

Buenos Aires, 1965.

10. LANTGERI-LAURA,G. (1998), Ensayo sobre los paradigmas de la psiquiatria

moderna. EditorialTriacastela, Madrid, 2000.

11. SORIA, N. (2016) ¨Parafrenia, para-ser”, Ancla Nº6. Revista de Psicoanálisis y

Psicopatología, edición virtual, año 2016. ancla.psicopatologia2.org/Ediciones/006.

12. LACAN, J. (1967) “Presentación de la Srta. B”, 1967. Inédito.

13. LACAN, J. (1995) “Autocomentario”, en Uno por uno Nº 93. Barcelona, 1995.

14. LACAN, J. (1965) “Hommage fait à Marguerite Duras, du ravissement de Lol V.

Stein”, en Autres écrits. París, Seuil, 2001.

15. SORIA DAFUNCHIO, N. (2008) Confines de las psicosis. Del Bucle. Buenos Aires,

2008.

También podría gustarte