Apuntes Aristoteles
Apuntes Aristoteles
Apuntes Aristoteles
)
I. Problema de la Realidad y teoría del conocimiento
1.1 Ciencia que indaga las causas o los principios últimos de la realidad.
Distingue cuatro tipos de causas. Las dos primeras son materia, que es aquello de lo cual
está hecho algo, y forma, que es la manera en que esta materia está organizada para
hacer de ese algo precisamente lo que es. Desde un punto de vista estático, toda la
realidad está constituida por estas dos causas, es decir posee una estructura hilemórfica.
Las otras dos son la causa eficiente y la causa final, que son necesarias para explicar el
cambio y el movimiento en la realidad. La causa eficiente es aquello que ha creado o
producido un individuo determinado, el escultor que ha cincelado una estatua o el padre
que ha engendrado a un hijo. Y la causa final es el hombre adulto en el que se convertirá
el embrión o el modelo que sigue el escultor hasta terminar su escultura.
En este sentido, distingue entre ser en potencia y ser en acto. Un ser en potencia aún no
ha alcanzado el pleno desarrollo de todo lo que puede acabar siendo pero tiene la
posibilidad de cambiar y modificarse para convertirse en ello en el futuro. En cambio, un
ser en acto es aquel que ya ha alcanzado la plenitud de todo lo que puede llegar a ser. En
este sentido, el cambio se define como el paso de la potencia al acto.
1
puede convertirse en algo determinado si recibe tal determinación por una forma. Por
tanto, la materia sólo es sustancia en un sentido impropio.
El conocimiento
Nuestro conocimiento comienza con nuestras facultades sensitivas que no están en acto,
sino en potencia, es decir, facultades que son capaces de recibir sensaciones, y que se
actualizan ante un objeto sensible, percibiendo lo que Aristóteles llama “formas sensibles”,
es decir, las formas de los objetos sin la materia, igual que la cera puede recibir la
impronta del anillo sin recibir el hierro o el oro.
Ahora bien, las formas sensibles, que son concretas y particulares, no constituyen el
objeto del verdadero conocimiento, que Aristóteles considera de carácter universal y
necesario, algo que sólo le es accesible a la razón y no a los sentidos. El problema es
cómo pueden los sentidos ofrecerle a la razón las formas sensibles.
2
II. Problema del ser humano.
Así pues, el alma es algo propio de todos los seres vivos (plantas, animales y hombres). Y
dado que la unión que se da entre el cuerpo y el alma es sustancial, como la de materia y
forma, el hombre, como cualquier ser vivo, sólo es tal mientras estén unidos los dos
elementos que lo componen, cuerpo y alma, pues cuando se separan, se produce de
hecho su desaparición. Aristóteles niega así dos supuestos básicos del pensamiento
platónico: la inmortalidad del alma individual y su preexistencia. El alma no preexiste sino
que existe juntamente con el cuerpo.
A partir de este planteamiento, el problema será delimitar cuál es el tipo de alma propia
del hombre, algo que Aristóteles conseguirá distinguiendo las funciones vitales de cada
tipo de alma: el alma vegetativa, propia de las plantas, será aquella con las funciones más
elementales (nutrición, crecimiento, generación o reproducción); el alma sensitiva, propia
de los animales, que, además de las funciones propias del alma vegetativa, será aquella
con funciones apetitivas, de percepción y de movimiento local, y el alma racional, propia
del hombre, tendrá además de las funciones propias del alma vegetativa y del alma
sensitiva, una función intelectiva.
3
III. Problema de la ética.
Aristóteles aborda la ética desde una perspectiva teleológica. Observa que la conducta
humana está orientada constantemente hacia diferentes fines y que, a su vez, los fines
particulares de cada acción se encuentran subordinados a fines más amplios hasta llegar
a un “fin último”, que todos llamamos felicidad, aunque no estemos de acuerdo acerca de
en qué consiste.
Puesto que la felicidad es el fin último de todas nuestras acciones, debe consistir en algo
que sea deseable por sí mismo, que no sea deseable como medio para otro fin, sino que
todos los demás bienes sean deseables como medios para conseguir ese fin y que sea
autosuficiente, es decir, que su presencia baste para que a una vida no le falte de nada.
La felicidad es vivir bien. La buena vida de un ser humano tiene que consistir en realizar la
función que le es propia por poseer alma racional. El hombre que quiera vivir bien debe
vivir de acuerdo con la razón, tanto en el sentido de perfeccionar la parte racional del alma
como en el sentido de que los elementos del alma que no son plenamente racionales se
sometan y estén dominados por la razón. Utilizar bien la razón a lo largo de toda una vida,
en eso consiste la felicidad.
Hacer algo bien requiere virtud o excelencia y, por tanto, la felicidad del hombre también
consiste en vivir y actuar de acuerdo con la virtud que le es propia.
Para que se pueda dar una actividad conforme con la virtud, son necesarias dos
condiciones: un carácter virtuoso y la virtud de la prudencia.
Durante nuestra infancia, debemos desarrollar los hábitos adecuados. Comenzamos por
realizar actos que son objetivamente virtuosos, como decir la verdad, pero sin elegirlos
deliberadamente como buenos. Nuestros buenos hábitos crean unas tendencias o
disposiciones a tener los sentimientos apropiados y a realizar las acciones adecuadas,
que denominamos “virtudes éticas”.
Las “virtudes éticas” conforman el carácter virtuoso, que se da cuando nuestra alma se
mantiene en un equilibrio adecuado y estable que nos mantiene en un “punto medio”
respecto a los sentimientos y las acciones.
Una vez hemos formado un buen carácter y a medida que desarrollamos nuestra razón,
perfeccionamos nuestra capacidad deliberativa y adquirimos una disposición a elegir las
acciones que realizamos por lo que tienen de buenas en sí misma. Dicho de otro modo,
desarrollamos la virtud de la prudencia, que se define como la capacidad de la razón de
determinar cuál es la forma recta de actuar en cada caso, es decir, de hallar lo que
Aristóteles denomina el “término medio”.
En este sentido, sólo hay un modo correcto u óptimo de actuar, sin embargo, los impulsos,
las pasiones y los sentimientos nos llevan a actuar mal de muchas maneras, bien sea por
exceso o por defecto1.
Al mismo tiempo, no hay en la ética unas normas o unos principios generales que se
puedan aplicar en todas las situaciones. El término medio es relativo a nosotros y es
diferente en cada situación. Por eso, no es fácil acertar con el término medio y el hombre
prudente, que es capaz de ver qué es lo mejor en cada caso, se convierte en medida o
norma. El término medio es lo que elegiría hacer el hombre prudente.
Así pues, cuando a lo largo de toda una vida, además de desarrollar un carácter virtuoso,
hemos perfeccionado la virtud de la prudencia, podemos decir que hemos logrado una
vida buena, que hemos logrado la felicidad.
Sin embargo, para Aristóteles existe una vida aún mejor que la del hombre prudente que
logra su mayor felicidad cuando se dedica a la política. Es la vida del hombre sabio o
filósofo, dedicada a la actividad contemplativa. En este tipo de vida, el alma racional se
dirige hacia las realidades inmutables y necesarias, las verdades y los primeros principios
y el hombre alcanza la máxima felicidad y roza lo divino, puesto que se trata de la
actividad más afín a dios o motor inmóvil, concebido como una inteligencia que se piensa
a sí misma, pensamiento de pensamiento.
1
"Cualquiera puede enfadarse -eso es fácil- o dar o gastar dinero; pero hacer esto a la persona adecuada,
en la medida adecuada, en el momento adecuado, con el objetivo adecuado y de la manera adecuada, eso
no es para todos, ni es fácil". Por eso la bondad es loable (epaineton) y bella (kalon) (Ética a Nicómaco
1109a26-30).
5
IV. Problema de la sociedad o la política.
Mientras que los sofistas consideraban que la sociedad y las formas de vivir en sociedad
son una convención y, por eso, el hombre podría adoptar otras formas de sociedad o no
vivir en sociedad en absoluto, para Aristóteles la sociabilidad es un rasgo esencial de la
naturaleza humana, como se muestra en el hecho de que es el único animal que tiene
logos, palabra. Un solo individuo no puede ser autosuficiente, ni para satisfacer sus
necesidades, ni para hacerse perfecto y alcanzar la virtud, porque para eso hace falta ese
espacio de comunicación que es la ciudad. De ahí, que el Estado (la polis) sea una
comunidad de hombres cuyo objetivo no es meramente sobrevivir, sino alcanzar una
existencia lo más perfecta posible, feliz material y espiritualmente. En realidad, en este
planteamiento, Aristóteles no se aleja de Platón, para quien la felicidad individual sólo
puede darse en el contexto de la felicidad colectiva.
Por otra parte, la vida comunitaria tiene lugar en distintos niveles: en la familia, en la aldea
y, finalmente, en la polis. La familia busca satisfacer las necesidades cotidianas y está
formada por relaciones naturales como la de varón y hembra para procrear, padre-hijo, o
amo-esclavo. La aldea es una agrupación de familias. La polis es la forma más perfecta
de sociedad, ya que es la más autosuficiente y allí donde los seres humanos consiguen
una vida plena y feliz. Al igual que la familia y la aldea, la polis surge con el fin de
asegurar la vida de los ciudadanos, para que estos puedan vivir. Sin embargo, como
hemos dicho, su función va más allá de este mínimo, no se limita a que los ciudadanos
puedan vivir, sino que procura que puedan vivir bien, según la razón (la virtud). Por eso el
fin de la polis es la felicidad y la perfección moral de los ciudadanos.
Pero, ¿cuál sería para Aristóteles el mejor régimen político, la mejor forma de
organización de la sociedad que permitiera la perfección moral de los ciudadanos?
Aristóteles recoge la distinción tradicional entre tres clases de regímenes políticos
atendiendo al número de ciudadanos que gobiernan: la monarquía (cuando el mejor es el
que gobierna), la aristocracia (cuando gobiernan los mejores) y la democracia (cuando
gobiernan todos los ciudadanos, de manera que los ciudadanos son al mismo tiempo
gobernantes y gobernados).
En principio, cualquiera de las tres puede considerarse correcta cuando el poder se ejerce
de forma justa, es decir, cuando se orienta a la consecución del bien común. Sin embargo,
las tres pueden pervertirse cuando el poder no se orienta a la realización de la justicia,
sino al interés particular del que gobierna. Estas tres formas injustas de gobierno son,
respectivamente, la tiranía, la oligarquía, y la democracia degenerada, que Aristóteles
denomina simplemente democracia y que podemos denominar demagogia.
6
No obstante, Aristóteles afirma que la Politeia o república es la mejor forma de gobierno
porque es un gobierno mixto que combina los mejores ingredientes de la aristocracia y la
democracia, lo que permite disolver las contradicciones existentes entre las clases
sociales (entre los ricos y los pobres), y por ello es la más estable, la que mejor resiste la
tendencia a la degeneración de los regímenes políticos, garantizando la duración de la
comunidad política y, por tanto las condiciones para la realización de la felicidad de sus
ciudadanos.
En efecto, al integrar los intereses de las clases altas y del pueblo llano, este modelo
equilibra las diferencias sociales existentes en la sociedad, y de este modo permite que la
comunidad dirija sus intereses hacia un mismo bien común. Por eso, la condición de esta
estabilidad es que la sociedad esté compuesta por una clase media lo suficientemente
numerosa como para evitar caer en los defectos de la oligarquía, y lo bastante provista de
bienes para no caer en la tentación de dilapidar las riquezas de la ciudad. También en
este caso la virtud está en el término medio, ya que si la población se divide entre los muy
ricos y los muy pobres, es fácil que el gobierno degenere en oligarquía o demagogia, con
clases enfrentadas por sus intereses particulares. Por eso, sostiene Aristóteles, este
perfecto equilibrio es tan frágil y difícil de alcanzar en la historia.