La Casa Espiritual de Dios - T. Austin-Sparks
La Casa Espiritual de Dios - T. Austin-Sparks
La Casa Espiritual de Dios - T. Austin-Sparks
por
Austin-Sparks.Net
Email: [email protected]
ISBN: 978-1-99-003158-8
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La Casa Espiritual de Dios
por T. Austin-Sparks
Publicado por primera vez en la revista "A Witness and A Testimony" 1941-1942, Vol. 19-1 - 20-2.
Título original: "God's Spiritual House".
(Traducido por Samuel de Roa)
Contenido
Capítulo 1 - La Exaltación del Hijo de Dios
Capítulo 2 - Certidumbre En Cuanto al Descanso y la Satisfacción de Dios en Cristo
Capítulo 3 - El Ministerio para la Liberación y la Vida de los Escogidos
Capítulo 4 - Una Representación de Cristo en Cada Lugar
Capítulo 5 - La Ley Que Gobierna en la Casa de Dios
Capítulo 6 - La Escuela de los Hijos de Adopción
Capítulo 7 - El Graduado en la Escuela de Adopción
Capítulo 8 - "Sobre Todo... Fe", Y Una Reflexión Final
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Capítulo 1 - La Exaltación del Hijo de Dios
Leyendo: 2ª de Crónicas 22:1-19; 28:5-7; 29:20, 22-25; Hechos 2:30-36; 7:47-49; 2ª de
Pedro 2:4-5; Hebreos 3:6; 12:5, 9; Efesios 1:20-23.
He estado muy ocupado últimamente con este asunto de la adopción como hijo en la Casa
de Dios, y llego a la conclusión de que parte de esto ha de ser el mensaje del Señor en
este tiempo. Hay muchos aspectos de esta casa espiritual. Aún está por ver cuántos
seremos capaces de considerar
Hasta cierto punto se ve que este tema es en extremo relevante para lo que está
sucediendo sobre la tierra en este tiempo presente. En particular encierra un mensaje muy
vivo y real para el pueblo del Señor, y confío en que busquemos reajustarnos
personalmente a ese hecho y no considerar esto tan sólo como una enseñanza bíblica que
profundiza un poco más y que nos haya de resultar a cada uno más o menos familiar.
Habremos de empezar con lo que las Escrituras tan claramente indican como el punto de
comienzo de la Casa de Dios, en una palabra, la exaltación del Hijo al lugar de suprema
autoridad y gloria. La casa espiritual (la cual somos nosotros) existe con la perspectiva de
este propósito de proclamar y gozarse en el hecho de la exaltación del Hijo de Dios. Los
pasajes que leímos del Antiguo Testamento, que son proféticos, que apuntan hacia la casa
espiritual, corroboran todos ellos este hecho y lo muestran en símbolos de una forma muy
clara y maravillosa. Empieza a quedar cada vez más patente que el hijo más admirable que
tuvo David —pues Dios le había dado muchos hijos— ha sido aquel elegido por Dios para
ser exaltado a un lugar de gloria y poder por encima de cuanto había sido otorgado a
cualquiera que le había precedido; y es interesante advertir que, aunque Salomón fue
ordenado y escogido por Dios para esa posición, no hubo de manifestarse como
distinguido para ello hasta que alguien más hizo una tentativa por abordar esa posición.
Recordaréis el pequeño incidente de Adonías, que con astucia trató de procurar el trono y
así conseguir lo que Dios había designado para Salomón. En base a esa sutil argucia de
usurpar el trono designado para otro, Salomón fue hecho notorio de un plumazo, fue
manifestado a la luz y proclamado como aquel escogido por Dios. Es algo que casi pasa
inadvertido, que ocurre de paso, pero es interesante observar que cuando el Hijo de Dios y
el nombramiento de Dios respecto a Su Hijo sufrieron ataque y se procuró Su lugar bajo
conspiración, el Señor Jesús fue distinguido, fue descubierto a la luz como Aquel a quien
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Dios había escogido. Es algo que se repite. Estaba ahí en el caso de Salomón. Así fue en
el caso del Señor Jesús al principio de esta dispensación. Volverá a suceder en el fin
cuando el Anticristo haga su tentativa por el dominio del mundo, y entonces Dios
presentará a Su Hijo como Aquel escogido y ungido para esa posición, y entonces todo
será puesto en sujeción bajo Sus pies de un forma patente y manifiesta, del mismo modo
que ahora lo son en latencia y en espíritu.
La casa que se mostró a través de Salomón vino a ser una realidad sobre la base
específica de la exaltación de Salomón, sobre el soporte de que él era el señalado y que
Dios había reunido todas las cosas en él. Cuando Salomón fue puesto en su lugar,
entonces la casa fue puesta en una palpable evidencia, y cuantas cosas se dicen acerca
de Salomón son maravillosas. Todas ellas hablan de su gloria, de su poder, de su riqueza,
de la mente de Dios acerca del que ha de poseer el trono, y así la casa se convierte en el
símbolo mismo de la gloria del Señor, la exaltación del rey. La casa que haya de
construirse para el Señor ha de ser en extremo magnífica. La casa refleja al rey, aquel que
es hijo y príncipe de la casa en simbología.
Por estos Escritos del Antiguo Testamento entrevemos precisamente lo que tenemos en el
Nuevo Testamento, y así es que podemos llegar prestos a este elemento primero y
principal en cuanto a la casa espiritual de la cual somos llamados a ser piedras vivientes,
de que nuestra existencia misma es para la proclamación —a lo cual hemos sido
convocados del mismo modo que con respecto a nuestro testimonio— de la exaltación del
Hijo de Dios.
Es decir, todo empieza ahí, con la exaltación de Cristo, y esto primeramente en los Cielos.
La Iglesia tuvo su comienzo cuando Él fue exaltado a la diestra de Dios. Todo provino de
aquello, y en el principio las cosas en la Iglesia fueron espiritualmente muy gloriosas y
preciosas. No me cabe duda de que los ángeles tomaron nota de lo que estaba ocurriendo
entonces a favor de la gloria y alabanza de Dios, y así mismo tenemos razón para creer
que los demonios estaban impresionados. Todo vio su florecer a partir de la exaltación del
Hijo de Dios, este aún “mayor que Salomón.”
Pero en cuanto a nosotros, aunque este hecho sigue vigente y conlleva gran número de
bendiciones asociadas, para que tenga un comienzo práctico la exaltación del Señor
Jesucristo, ha de ser algo interior, y para nosotros el comienzo de todas las cosas requiere
que exista un contrapunto en nuestros corazones a la exaltación del Hijo en los Cielos; lo
que Dios quiere hacer ver al haber glorificado a Su Hijo es un asunto de realidad espiritual
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dentro de nosotros. Él toma absoluta posesión de la corona con todas las cosas en
sujeción a Él. Podéis observar cómo concluye la crónica de la coronación de Salomón.
Todos los principales, los valientes y todos los hijos del rey David se sometieron a la
autoridad del rey Salomón. (1ª Crónicas 29:24). Fue doblemente coronado... “y por
segunda vez proclamaron rey a Salomón.”
¡Ahora tenéis la base, si es que hay alguna, para una “segunda bendición”! Ahora podéis
hablar de “segundas bendiciones”. Aquí estamos, esto es lo que es, lo segundo. Lo que
Dios ha hecho en los Cielos se hace en nuestros corazones. Razones tenemos para
regocijarnos y sentirnos en extremo benditos de que Dios haya levantado a Jesús de entre
los muertos y le haya situado a Su propia diestra. Hay cosas indescriptibles que eso
conlleva para nosotros. Así pues la “segunda bendición” significa que esto se convierte en
algo que conlleva realidad en nosotros, y que lo que es cierto en los Cielos en cuanto a
todas las cosas puestas bajo Sus pies, sometidas a Él, es cierto dentro del reino de
nuestras vidas. Ese es el perfil de la plenitud de la bendición.
Todas las cosas, como he dicho, provienen de aquello, comienzan allí. La vida misma da
sus primeros pasos hacia una realidad cuando Jesús es absoluto Señor del interior. No
llegamos a una plenitud de bendición cuando Jesús se reduce a ser Salvador. La plenitud
de la bendición es conocida cuando Él es Señor y tiene todas las cosas de nuestro interior
bajo Sus pies, sometiéndose a Él. Es la forma de actuar de la bendición. Os dáis cuenta de
que la bendición que Dios planeara para el hombre, la plenitud que habría de ser la
herencia del hombre, se perdió por causa de Satanás, el cual procurando usurpar el lugar
del Hijo de Dios como Señor obró con argucia por medio de su discurso e hizo creer al
hombre que lo perdería todo si continuaba en una sujeción a Dios. “¿Por qué no ser Dios tú
mismo?”, dijo él. En otras palabras, ¡por qué llevar una vida limitada estando sujeto a Dios
y depender de Él! En la línea seguida por esa trayectoria, el hombre perdió toda la plenitud,
y ahora la plenitud es restaurada estando del todo sujeto al Hijo de Dios, y sometiéndose a
Él en todas las cosas. Esa fue la gran mentira de Satanás, y es por esto que a Satanás no
le gusta que Jesucristo sea Señor, y por lo que con tanto fervor contiende con cualesquier
ministerio que tenga ese objeto en su campo visual, de traer al Señor Jesús a Su lugar de
pleno derecho como supremo Señor en la Casa de Dios. Es porque a causa de ello su
mentira es expuesta y la obra que consiguió mediante su mentira es deshecha.
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de la mentira, y nunca antes experimentamos su método usado con tanta insidia... ¡la
mentira! A tal punto que, a lo largo de estos tiempos pasados, este mundo ha lanzado a los
cuatro vientos esta pregunta: ¿en quién se puede confiar? ¿A quién se puede creer?
¿Quién dice la verdad? ¿En qué hombre puedes confiar? Se ha extendido por la tierra una
atmósfera tal de descrédito en base a las mentiras que los hombres miran a los de su
propia casa y se preguntan si pueden confiar en ellos. Es una terrible realidad en muchos
países. No se atreven a abrir sus labios dentro del círculo más reducido pues, al haber
fallado a la verdad, ser digno de confianza es un apelativo que hay que agacharse a
recoger del suelo. Usar la mentira, la propagación de mentiras; y todo ello, os digo, con
este único fin en mente, esto es, prender el borde del manto del dominio de este mundo.
Esa es la obra de Satanás que subyace a cuanto vemos que sucede a nuestro alrededor, y
cuando Jesucristo se allega a Su lugar de ser absoluto Señor en ti y en mí, algo ocurre que
declara que Satanás ha sido vencido; la mentira es expuesta.
La verdad es que la sujeción a Jesucristo no es una miserable vida de vasallo. Es una vida
de triunfo, una vida de victoria, una vida de gloria, una vida de plenitud. Es la obra
cegadora del enemigo para con los hombres hacerles creer que pertenecer al Señor, tener
al Señor en sus vidas, significa que van a perder cuanto es de valor, y que van a ser
apagados, y todo el tiempo van a ser pobres criaturas encogidas, a duras penas capaces
de alzar sus cabezas andando por ahí como mendigos. Esa es la mentira de Satanás. El
Antiguo Testamento descubre aquí con tanta claridad que cuando todas las cosas estaban
sujetas, sometiéndose por sí mismas al rey dispuesto por Dios, un tiempo de plenitud como
nunca antes habían visto; y lo mismo ocurre cuando Jesús es Señor en el interior de igual
modo que es Señor en los Cielos.
En aquellos días, tras el gran día del Pentecostés, la Iglesia conoció cierta medida de
liberación, de ensanchamiento, de riqueza, gloria, poder y plenitud, y todo floreció del
hecho de que Jesús era Señor. Basaron su vivir en ese terreno y en la apreciación de ese
increíble hecho. La vida empezó ahí, el testimonio empezó y comienza ahí, y todo nuestro
servicio al Señor debiera empezar por ahí. No existe un verdadero servicio que no florezca
de este hecho del señorío de Jesucristo. Veis, todo avivamiento o gran renuevo espiritual
se ha producido por haber traído al Señor a Su lugar. Mirad una vez más al Antiguo
Testamento y encontráis múltiples muestras de cuando el Señor fue puesto de nuevo en
Su lugar... fue un tiempo maravilloso. Pensad, por ejemplo, de los días de Ezequías, de
Josías, cuando de un modo maravilloso al Señor se le otorgó otra vez Su lugar. Volvieron a
coronar al Señor como Señor en medio de ellos de una forma plena y absoluta, y fueron
días gloriosos. Si echáis una ojeada a las páginas de la historia, observáis que cualquier
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verdadero despertar espiritual —llámese avivamiento o renovar— ha girado en torno a
esto, a que el Señor fue puesto una vez más en Su lugar. Le fue otorgado Su lugar como
Señor absoluto, y la gente se arrodilló ente Él. Ese fue el secreto, y así es cómo sucede.
Bien, pues esto, Su casa espiritual, ha sido puesta en existencia con el propósito único, o
sin un mayor propósito... que el de tan sólo permanecer en la plenitud del gozo de
proclamar la exaltación del Señor Jesús. Cuando te pones a pensar en ello, ¿no es ese el
significado y propósito más profundo e importante de la Cruz? Puede que la Cruz haga
muchas cosas, toque muchas cuestiones y muchos asuntos, pero cuando palpas el
significado de la Cruz en el meollo del asunto, se asocia con la destitución de otros dioses.
Si recordáis, esa fue la gran cuestión del capítulo 24 de Josué. Al revisar toda la situación,
Josué tiene a todo Israel ante él, y empieza hablando de la historia de Israel en el tiempo
del padre de Abraham. “El padre de Abraham vivía en Ur de los Caldeos y servía a otros
dioses. Luego Abraham dejó a un lado este servir a los dioses de su padre y cruzó el río y
llegó a la tierra. Después de esto vuestros padres llegaron a Egipto y allí adoraron a los
dioses de los egipcios; pero con el tiempo también ellos cruzaron el río para servir al
Señor.” Todo el tiempo el asunto versa sobre otros dioses y el río entre los otros dioses y el
Señor.
Ahora pues, ¿qué pasa con vosotros?, dice Josué. ¿Vais a permitir que el río signifique lo
que verdaderamente significa? ¿Vais a permitir que ese río se interponga de verdad entre
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vosotros y los demás dioses a los que adorasteis y servisteis en Egipto? “En cuanto a mí y
a mi parentela, serviremos al Señor.” ¿Qué pasa con vosotros? Así pues el río siempre
estuvo relacionado con los otros dioses. La Cruz, en su significado más profundo, toca a
los otros dioses, otros señores, otros objetos de adoración que reciben el bien de nuestras
vidas, y los derroca a todos, y trae al Señor a Su lugar, de tal modo que decimos, “En
cuanto a mí y a mi casa, serviremos al Señor.” Ese es el significado de la Cruz. Toca
cuanto se interpone en el camino del absoluto Señorío de Jesucristo. Alcanza todo lugar
Por entonces existía ya este otro hecho bendito concerniente a la exaltación del Señor
Jesús. Él es exaltado como nuestro Pariente. La exaltación de Cristo es la exaltación de
nuestro Hermano. Sabéis, esto está escrito. David dijo, “Y de todos mis hijos (porque
Jehová me ha dado muchos hijos), eligió a mi hijo Salomón, para que se sentara en el
trono del reino de Jehová sobre Israel.” (1 Crónicas 28:5). Después, cuando habla de la
toma de posesión del trono por parte de Salomón, el registro dice, “Y todos los hijos de
David se postraron y prestaron obediencia a Salomón y se sometieron a él.” Un gran
acontecimiento... sus hermanos todos mirándole como el que es sobre el trono y
reconociéndole como rey. Este es un factor permanente en todos los símbolos acerca de la
exaltación del Señor Jesús.
Así mismo, en el libro de Samuel, tenemos ese momento en que Absalón había usurpado
el trono y había provocado gran miseria y sufrimiento sobre el pueblo al que había
prometido tantas cosas; y entonces Absalón fue muerto y el pueblo estaba desamparado.
Durante cierto tiempo las cosas estuvieron en suspenso, hasta que se levantó una
pregunta entre el pueblo, y alguien dijo, “¿por qué no alzáis voz para traer de nuevo al
rey?” Aquello se convirtió en un rumor, y llegó adonde David estaba. David oyó lo que se
decía, y tomó cuenta de ello y envió un mensaje a Zadok y Abiatar para el pueblo,
expresándose así: “soy sangre de vuestra sangre y carne de vuestra carne; sois mis
hermanos; ¿por qué no habláis palabra para hacer volver al rey?” Solicitó su regreso
apelando a su parentela, y le hicieron volver en base a esa demanda.
Ahora, ¿qué significado y valor tiene eso? Bueno, Dios ha exaltado a nuestro Hermano,
Dios ha exaltado a nuestro Pariente, y ese Pariente es el Hijo de Dios, y Él, cómo lo
expresa el apóstol, va a traer a muchos hijos a la gloria porque Él es el primogénito entre
muchos hermanos. La exaltación de nuestro Pariente significa que la familia va a llegar a
una exaltación. Su coronación es las arras de la nuestra; y, amados, nunca estaremos
seguros de nuestra exaltación, de nuestra plenitud, hasta que reconozcamos al Señor
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Jesús su lugar como nuestro Pariente y representante. Sabéis, él es una familia que es
exaltada, es una casa; la casa de Dios para el Hijo y después para los hijos. Pero el Hijo ha
de tener Su lugar antes de que los hijos hayan de tener el suyo; mas, una vez ostentado
Su lugar, los hijos tienen garantizado el suyo. Nuestro Pariente es exaltado, y eso quiere
decir muchas cosas; pues Él no es exaltado como un déspota, como si tan sólo fuera un
monarca nombrado por vía oficial tanto si nos gusta como si no... Dios le ha escogido, le ha
seleccionado, le ha situado en esa posición, así pues ¡hincad las rodillas! Ah no; Él es
nuestro Hermano, nuestro Pariente, y hay tal nexo de unión, tal lazo, tal unidad de vida,
que Él no puede estar ahí sin nosotros. Hay una unidad espiritual interior con Él en Su
exaltación lo cual es reflejo de algo muy grande.
Oh sí, esta parentela con Aquel que es Exaltado es para nosotros señal clara de nuestra
liberación y del derribo del enemigo. Hay multitud de cosas relacionadas con la exaltación
del Señor Jesús, y Satanás está al tanto de ello. Sabe que sus días están contados cuando
Cristo es exaltado en cualquier vida. Cuando nos avecinamos a esa “unión-exaltación” con
el Señor Jesús en nuestras vidas, Satanás se desespera. Así sucede
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Bien pues, en algún lugar tenemos que detenernos, y creo que podríamos quedarnos aquí
indicando que esta casa, con todo el significado que rodea a la adopción como hijos, al
propio Hijo y a los hijos en la Casa de Dios, tiene un significado espiritual en curso. Es algo
que ahora tiene que ser llevado a cabo de un modo espiritual. Es ciertamente la gran
cuestión espiritual para todos los hijos de Dios. Si preguntamos cual es el asunto en esta
dispensación que concierne a Dios y Su pueblo, de seguro la respuesta es esta, que ha de
haber una casa, una casa espiritual, que existe en el panorama de la exaltación de
Jesucristo. Ese es el asunto, y esto ahora viene a ser un tema espiritual
Pero también quiero que recordéis que, en cuanto tiene que ver con la manifestación, esto
yace en el futuro; y sobre ello se mece esta pequeña y maravillosa palabra “si.” “Cristo
como hijo por sobre la casa [de Dios], la cual casa somos nosotros, si...” Hebreos 12, que
tercia sobre los tratos de Dios con nosotros como hijos, también tiene una gran “si”. “Si
soportáis el castigo, Dios trata con vosotros como hijos.” Es una forma un tanto extraña de
expresar las cosas. Casi parece como si no eres hijo si no soportas la disciplina. Pues bien,
eso es lo que significa. El “si” está a la vista del hecho de que tú y yo aún no hemos llegado
a la plenitud de la adopción como hijos. Habrá de ser la manifestación de la plenitud de la
adopción como hijos lo que exponga la Casa de Dios en todo su esplendor. Es algo futuro,
es una prospección. Si... si..
A lo mejor podéis percataros, en relación con esto, de la forma en que se llama tan a
menudo la atención a Israel en el desierto en señal de advertencia. No se convirtieron, en
el sentido que había en la mente de Dios, en Su casa. Han perecido en el desierto. No
toleraron la disciplina. No permitieron a Dios tratar con ellos como hijos en la línea trazada
por el entrenamiento para hijos. No se allegaron a su adopción como hijos. Se quedaron
cortos de la gloria de la herencia del propósito pleno de Dios; y es un tema que se lleva de
nuevo a los Corintios y a los Hebreos como advertencia. Somos Su casa si... si... si...
Ahora bien, ¿qué significado tiene esto? Ah, es esto, que aquello que el Hijo de Dios es en
gloria, Él se hace dentro de nosotros de forma progresiva; que Cristo está siendo
expandido más y más en nosotros como el Hijo que está por sobre la casa de Dios. Creo
que es algo tan patente, tan inequívocamente necesario señalar, que el curso de nuestra
experiencia espiritual bajo la mano de Dios se desarrolla siempre en este paisaje. Todas
nuestras dificultades con el Señor, todos nuestros malos ratos, se basan en el principio de
la sumisión al Señor, teniendo presente que el Señor tenga Su lugar. ¿No es verdad que
es así? El Señor nos está escudriñando por medio de un aprendizaje para hijos. Agarra al
hijo y pon al hijo bajo entrenamiento, y descubrirás lo que está en el hijo, tanto si el hijo és
dócil como si no lo es, tanto si el hijo va a seguir a tu lado como si no. Pon al niño bajo
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disciplina, y descubrirás toda la rebeldía que se halla en la naturaleza del niño. Así es
como el Señor está tratando con nosotros.
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Capítulo 2 - Certidumbre En Cuanto al
Descanso y la Satisfacción de Dios en Cristo
... en amor nos predestinó por medio de Jesucristo para adopción como hijos suyos, según
el beneplácito de su voluntad, para la alabanza de la gloria de su gracia, que nos dio
gratuitamente en el Amado... para que nosotros, que primero hemos esperado en Cristo,
seamos para la alabanza de su gloria. (Efesios 1: 5-6, 12)
Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer las buenas obras que
Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. (Efesios 2:10)
Ahora pues, Padre, glorifícame tú en tu propia presencia, con la gloria que yo tenía en tu
presencia antes que existiera el mundo. (Juan 17:5)
En esta oportunidad nos llevan a tomar nota de la casa espiritual de Dios, y en nuestra
previa meditación estábamos pensando acerca del atributo primero y capital de esta casa
espiritual, en la cual nosotros, en Cristo, somos piedras vivientes, en cuanto a ser la
proclamación o exposición de la exaltación del Hijo de Dios. Nos dimos cuenta de que todo
lo que concierne a la casa de Dios brota de esa exaltación. Lo que sucedió en el día del
Pentecostés fue la emanación expontánea de la exaltación del Hijo de Dios a la diestra de
la Majestad celeste; y el secreto de la vida, del poder, de la victoria en aquellos días
primeros de la vida y la historia de la Iglesia fue este hecho mismo. Su vida fluía a partir de
esto; su testimonio era este, que Jesús era exaltado en el trono en las alturas como Hijo de
Dios. Sabéis que ese fue el testimonio de Pedro en el día del Pentecostés. Sabéis que ese
fue el comentario de Esteban. Sabéis que los apóstoles testificaban de continuo de ese
grandioso hecho, que Dios le había hecho Señor y Cristo, que Él era exaltado. Repito, todo
surgió de eso, y va tomando la forma de una grandioso elemento de certidumbre, algo que
siempre es muy necesario; y jamás hubo un tiempo en el que fuera más necesario que
ahora.
EL ASALTO A LA CERTIDUMBRE
En nuestra meditación anterior, nos referimos al hecho de que el gran enemigo espiritual
ha ido en pos de su ambición del dominio del mundo según la propagación de una mentira,
su grandiosa propaganda a modo de “quinta columna”, y ha conseguido grandes avances
mediante una campaña de mentiras para mermar la certidumbre y la confianza.
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Hay otra cosa que él ha hecho y está haciendo de una manera espiritual, que es tan
patente verlo obrando a día de hoy en la línea temporal, y consiste en la estrategia confesa
y pública de aquellos que ahora son conducidos, que son utilizados y gobernados por
Satanás en pos de la dominación mundial mediante la eliminación de Cristo. Ha sido
escrito por ellos que su estrategia es obrar en la vida nacional de sus enemigos a
escondidas, desde dentro, de un modo constante a lo largo de los años, con la misión de
hacer que sobrevenga una desintegración interna mediante el colapso de la confianza; ¡y
bien que lo han logrado y lo están logrando! No quiero basarme en el lado terrenal,
temporal y político de las cosas, pero nos están ofreciendo los principios en que se basa la
actividad de Satanás, este obrar sutil y oculto agazapado tras las escenas de la vida de sus
enemigos, con la misión de destruir la confianza mutua y así provocar la ruina desde
adentro. De cierto, el lema que subyace a torno a ello es, ¡haremos que nuestros enemigos
se destruyan a sí mismos! Bueno, pues lo han conseguido en muchos países.
Ahora, tomadlo como un indicio de lo que está sucediendo espiritualmente. Ay, de qué
modo ha anhelado Satanás esa senda a través de toda la historia, para destruir la
confianza mutua; pues la confianza mutua es un factor de tremenda importancia. Podéis
ver cómo los países tratan de reforzar y estimular la confianza dentro de sus propias
fronteras con el fin de asegurar su fuerza en contra de sus enemigos. ¿Qué no harán para
tranquilizar a la gente, para que la gente confíe? Satanás sabe que un grupo de personas
confiadas representa para él el mayor de los problemas y la más imposible de las
situaciones. Ahora, si miráis a aquellos primeros días de la vida de la Iglesia, uno de los
rasgos puestos de relieve era esta confianza. Eran hombres sin preguntas, gente sin
dudas. Podían hablar con autoridad porque en sus había certeza; no estaban divididos por
dentro. No había semilla alguna de desintegración interna. La base de esa confianza y
posición firme sencillamente era esta, que el Espirítu Santo había llegado y había grabado
poderosamente en ellos que Jesús estaba en el trono. “Jesús... exaltado por la diestra de
Dios.” No tenían preguntas en cuanto a ello, y por tanto todas las dudas yacían en
descanso. La exaltación del Señor Jesús, cuando se convierte en algo firme en nuestros
propios corazones, es un poderoso factor de testimonio, de servicio, y a menos que lo
tengamos, estamos vendidos.
Ahora bien, en días como los que nos ha tocado vivir, la estrategia del enemigo consiste en
minar la confianza. Ahora no estoy hablando de cosas terrenales, sino de confianza
espiritual. La Casa de Dios es por tanto edificada en base a estos medios, la confianza de
que Jesucristo es exaltado, y no puedes edificar sin esto. En el caso de David y Salomón
pudimos ver cómo el establecimiento de esa casa para el Señor, que habría de ser en
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extremo magnífica, emanó por completo del hecho de que Dios había afirmado por igual a
Su rey como al trono de Su rey. Dios hizo un pacto con David. Dios tomó juramento con
David de que de los frutos de sus lomos uno habría de sentarse sobre su trono, y que su
trono habría de establecerse para siempre. Ahora bien, eso se transfiere, como ya sabéis,
al Señor Jesús. Tuvo tan sólo un cumplimiento muy imperfecto y meramente simbólico en
Salomón. Salomón llegó a un final vergonzoso, pero en los días de su gloria era figura de
otro. Así en el Libro de los Hechos tenemos esas palabras leídas de los Salmos:
El Señor dijo a mi Señor, “Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por
estrado de tus pies. (Hechos 2:34—35)
El apóstol utiliza esas palabras en conexión con esta otra palabra dada a David: “David...
siendo pues profeta, y sabiendo que Dios había jurado pacto con él, que del fruto de sus
lomos pondría a alguien sobre su trono; creyendo esto por fe habló... del Cristo,” habló de
este; y Dios ha cumplido Su palabra, no en sombra, no en símbolo, sino hasta el tuétano
en este más grande Hijo de David. El Hijo primogénito de David está en el trono de los
tronos, y por haber garantizado Dios gloria y exaltación a Su Rey es que comienza la
historia de la Iglesia, y el sello supremo por el cual la Iglesia es edificada es el sello de la
absoluta certidumbre que proviene de lo que Dios ha asegurado en gloria en Su Hijo.
La certidumbre proviene del descanso del corazón. Una vez más recalquemos aquí cuán
llena de verdad, exactitud, es la Escritura en todo lugar... que no fue por accidente, ni
casualidad, ni azar que Salomón, el hombre que fue escogido para esta posición, tuviera el
nombre de Salomón. Salomón significa “descanso”. Resulta que si leéis a Esteban en
Hechos 7:47-49:
Pero Salomón le edificó casa. No obstante, el Altísimo no habita en casas hechas por
mano, como dice el profeta: El cielo es mi trono, y la tierra el estrado de mis pies. ¿Qué
casa me edificaréis? dice el Señor. ¿Cuál será el lugar de mi resposo?
Entonces Salomón tenía otro nombre... Jedidías, “Amado de Dios.” Eso es lo que leemos
en Efesios... “nos ha hecho aceptos en el Amado.” Veis, el Señor Jesús toma a Salomón
en ambos nombres. Él es el descanso de Dios, “el lugar de mi descanso”; y Él es el Amado
de Dios, el Amado del Padre. Así pues, en primerísimo lugar, Dios consigue todo lo que Su
corazón medita en cuanto a lo que Su casa ha de ser en la Persona de Su Hijo, y a partir
de esto la casa de la cual somos partes se levanta colectivamente. Se funda sobre ese
descanso de corazón que Dios tiene en Su Hijo.
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Ahora bien, tú y yo tenemos que allegarnos al mismo lugar en el que Dios reposa respecto
al Señor Jesús antes de que podamos ser en realidad una expresión de Su casa. Nosotros
somos Su casa espiritual: “cuya casa somos nosotros.” Pero eso no quiere decir que Dios
viene y nos junta como a ladrillos. Él ha de tener piedras vivas, y esa frase “piedras vivas”
implica, como muestra el contexto en 1ª de Pedro 2:4-5, que solamente mediante una
relación viva con la Piedra Cabeza del Ángulo la casa es edificada: “Acercándoos a Él, la
Piedra Viva... también vosotros sed edificados como piedras vivas en casa espiritual.” Las
partes son una con la Piedra del Ángulo, todas hechas de una sola pieza, en lo que
concierne a su naturaleza son una con Él en lo que Él es. Igual que el edificio, tenemos
que extraer nuestro carácter de esa Piedra Cabeza del Ángulo que Dios ha escogido.
“Pongo en Sión la Piedra del ángulo, escogida y preciosa.” Dios trabaja para Él y a partir de
Él. Tú y yo trabajamos para Él y a partir de Él. ¿Pero qué es lo que da a la Casa su
carácter? Es la satisfacción plena y perfecta de Dios en Su Hijo lo que a Él le hace
descansar. Dios descansó de todas Sus obras en el día séptimo, y Dios contempló cuantas
cosas había hecho, y eran buenas en sobremanera.
Ahora, tomad esto a través de este nexo de unión espiritual con la casa de Dios, y mucho,
mucho después escuchas esta palabra: “para que pueda presentarla (a la iglesia) ante sí
como una iglesia gloriosa, sin mancha, sin arruga, ni cosas tales.” Lo único que está
diciendo es que ¡es muy bueno! Lo que satisface el corazón de Dios antes de cualquier
cosa es que Su Hijo ha respondido a cuanto Él ha pedido de una forma espiritual y moral.
Ese es el descanso de Dios, y la exaltación del Señor Jesús es el sello de Dios que
certifica el hecho. Dios está satisfecho, Dios descansa. Así es que, cuando el Señor Jesús
está a punto de caminar ese último trecho del viaje que es verle crucificado, dice, “Padre,
glorifícame tú en tu misma presencia, con la gloria que yo tenía en tu presencia antes de
que existiera el mundo” (Juan 17:5) ¡Glorifícame! Sí, eso llega de mano de la más oscura
parte del camino. Es la senda de la gloria. Este último paso, la Cruz, es la última etapa y
compendio de cuanto ha existido para satisfacción del corazón de Dios.
Adonde me aproximo en cuantas cosas he dicho es esto, que por medio de Su preciosa
Sangre está garantizado el descanso absoluto de Dios en el Señor Jesús. ¡Oh, amados,
vosotros y yo necesitamos apercibir más y más el supremo valor de la Sangre de Jesús! El
valor de la Sangre de Jesús es el gran factor determinante de los tiempos finales. Es el
factor supremo del descanso del corazón, y el descanso del corazón es el único terreno de
victoria; y por lo tanto Satanás está siempre procurando robar a los hijos de Dios el
descanso del corazón en cuanto a los asuntos espirituales. Os voy a hacer ahora esta
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súplica, aunque se deberá añadir algo más en otro momento; mas deseo haceros esta
súplica, que deberíamos estar hoy en un lugar donde esta cuestión de nuestra relación con
Dios en cuanto a aceptación, paz, descanso y comunión recíproca sea algo zanjado. No
debemos permitir que la otra cara de nuestra experiencia espiritual cruce esa línea divisoria
y llegue al terreno de nuestra certidumbre. Quiero decir, está ese otro lado donde el Señor
nos está conformando a la imagen de Su Hijo. Tiene un trabajo ingente entre manos dentro
de nosotros, y a medida que se hace cargo de ello apreciamos como nunca antes la clase
de trabajo que es. Nos descubrimos a nosotros mismos, descubrimos las profundidades de
la iniquidad que se halla en nuestra naturaleza caída. Se convierte en algo repugnante
para nosotros. Pero jamás permitáis que aquello que viene a la luz por los tratos de Dios
con nosotros cruce y llegue a ese otro lugar de nuestra aceptación, nuestra permanencia,
nuestra paz con Dios.
Hay muchas personas que no pueden evitar que esa línea se difumine y aceptan todo tipo
de acusaciones del enemigo cuando el Señor trata con ellos de esta manera. Se sienten
tan mal, tan indignos, tan inútiles, tan del todo impotentes y malvados, que por ello
suponen que su relación con el Señor se ha interrumpido, y que el Señor no está agradado
con ellos, y cosas semejantes, y pierden su descanso. Creo que es por eso que gran
número de personas han dado su espalda y criticado la parte subjetiva del obrar de Dios,
porque han visto repetidamente a muchos cristianos flaquear en su certidumbre bajo esos
tratos. Llegas a un lugar en el que sabes que el Señor te ha aceptado y tienes paz con
Dios; tus pecados son perdonados, y disfrutas benditamente de la paz, disfrutas del Señor.
Bien, estás ahí por un tiempo, y luego te pones en contacto con algo que tiene que ver con
un progreso espiritual y una vida más plena en Cristo, y todo aquello se identifica con esto.
Así que muchos, en cuanto empiezan a palparlo, pierden su certidumbre y gozo básicos
del pasado y por ello hay algunos que se han apartado, no sólo de la sencilla salvación y
regocijo en el Señor como Salvador, sino también de lo demás. No van a permitirlo nunca
más. No van a permitir lo que es subjetivo. La verdad es que eso no justifica su posición,
pero lo que sí nos dice es que tenemos que ser muy cautelosos con este asunto; y que
tenemos que hacerle frente. Tenemos que tomar esta actitud, y no cabe duda de que
algunos de vosotros habéis tomado esta actitud... bueno, sé que empiezo a conocer en
parte las profundidades de la maldad en mi propia naturaleza; poco a poco estoy viendo
cosas que nunca habría creído en cuanto a mi persona. Jamás lo había pasado tan mal —
esta absoluta carencia de expectativas en cuanto a mi persona— conmigo mismo que
ahora. Veo más y más que en mí, esto es, en mi carne, ¡no hay cosa buena! Pero... pero
ese es asunto del Señor. Le concierne al Señor tratar con ello. No voy a dejar que eso
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invada el espacio de mi absoluta aceptación de parte de Dios, el básico permanecer ante
Dios. ¡No voy a dejar que todos los problemas de la santificación arrasen y destruyan la
grandiosa seguridad de la justificación!
Debéis prestar mucho cuidado en mantener esa línea definida con claridad, porque, si no
me equivoco, en eso consiste precisamente la obra del malvado de destruir el poder de la
Iglesia, y creo que ese es el tema principal de Apocalipsis 12:11 —“Y le vencieron por la
sangre del Cordero”— ¿Y a quién vencen? Al acusador de los hermanos. Él procura
derribarles acusándoles, y la respuesta a su acusación es la Sangre del Cordero. ¿Qué
sangre es esa? Dios satisfecho, Dios descansado, y yo reposando en base a la Sangre. Le
vencieron y es derribado. No caen cuando se mantienen ahí. La Sangre no es algo sólo
para la Salvación inicial; es algo incluso reservado para el triunfo final; es lo último. El valor
de la Sangre es un factor tremendo para mantener al pueblo del Señor fuerte y cierto,
confiado, y con el tintineo de la autoridad resonando en sus oídos; es el fundamento de la
satisfacción de Dios, la Sangre de Su Hijo hace posible Su exaltación.
Bien, todo esto tiene que ver con ese elemento necesario e indispensable de la
certidumbre por medio del cual es edificada la Iglesia. La casa espiritual avanza por esa
línea. Creo que ese es el secreto del extraordinario avance de sus inicios. “El Señor añadía
cada día a la Iglesia los que habían de ser salvos.” La Iglesia creció de una forma que
nunca volvió a repetirse desde entonces, así pues, el ingrediente fundamental en la
edificación de la casa, del crecimiento de la Iglesia, fue que existía este canto de absoluta
certidumbre y confianza. Era gente que tenía descanso de corazón, y que sabía que
Jesucristo había sido coronado. Aquello resolvía las cuentas en sus corazones entre ellos y
Dios. Todo ello nos devuelve a nuestra previa meditación, pero también nos aboca de
pleno a esta otra realidad que los pasajes que hemos leído nos traen de un modo especial
delante nuestro. Esto es, que la casa espiritual conoce su existencia para el propósito
mismo de responder al propio deseo de Dios, para ministrar para el propio placer y gloria
de Dios. En Efesios aparecen estas frases: “Para que seamos para la alabanza de su
gloria”; “para la alabanza de la gloria de su gracia”, ha de existir para satisfacer el corazón
de Dios, para ministrar a Su gloria, a Su buen placer. De esta forma, la casa espiritual
viene a ser la respuesta de Dios a cuanto ha sucedido en la historia.
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dicho en cuanto a Israel, creo, está en esa pequeña frase, “Israel, mi gloria.” ¡Qué cosa
dijo! ¡Israel, mi gloria! Y en los días primeros de Salomón, Israel fue la gloria de Dios. De
nuevo llegó la ruptura, el fracaso, la ruina. Por último vemos que Dios regresa otra vez,
regresa a Israel, regresa a la creación con una nueva creación en Jesucristo. En primer
lugar en cuanto a Cristo de manera personal, siendo además capaz de decir, como ya
hemos visto, “Mi amado, en quien tengo complacencia”... estoy del todo satisfecho. En
otras palabras, es la nueva creación vista en Cristo y Dios diciendo “es bueno en gran
manera, estoy grandemente complacido”.
Empero más tarde entra en escena la Iglesia, la Iglesia la cual es Su Cuerpo, la cual es
una prolongación de la nueva creación del Cristo personal al Cristo corporal, y lo último que
se ve en cuanto a esta Iglesia es su descenso de los Cielos llevando en sí la gloria de Dios,
o, usando aquellas otras palabras, “presentada ante él como una iglesia gloriosa”, y de
nuevo, “cuando él venga en aquel día para ser glorificado en sus santos, y ser admirado
por todos los que creyeron” (2ª Tesalonicenses 1:10).
QUÉ ES LA IGLESIA
¿Qué es, pues, esta casa espiritual? ¿Qué es la Iglesia? Intentemos no adoptar una
mentalidad objetiva en torno a esto, pensando en ello como algo ajeno en algún lugar y
apartado de nosotros. ¿Qué es? La respuesta es simple. La casa espiritual de Dios es
Cristo Mismo. Sí, pero no sólo Cristo personalmente, sino en vosotros, en mí, la esperanza
de gloria. Ah, es precisamente aquí donde se han cometido todos los errores en relación
con la Iglesia con unos resultados tan desastrosos. La Iglesia, la Casa de Dios, tan sólo es
Cristo Mismo en indivisible unidad en todos aquellos en los que Él en verdad mora. Eso es
todo. Esa es la Iglesia. Procurad desarraigar de vuestra mentalidad cualquier otra idea en
cuanto a la Iglesia. No es Cristo dividido en miles o millones de fragmentos entre muchos
creyentes. Sigue siendo un Cristo. Tú y yo no somos la Iglesia. La Iglesia es Cristo en ti y
en mí. Fuera de la Iglesia seguimos siendo lo que somos en nuestro terreno natural, pero
es la medida de Cristo en nosotros lo que constituye la Iglesia, una Iglesia espiritual, una
casa espiritual, Cristo mismo por medio del Espíritu en todos aquellos en quienes Él mora.
Esa es la Iglesia. Dios jamás ha visto en esa Iglesia, en ese Templo, otra cosa más que a
Su Hijo. Él es el Templo de Dios, y tú y yo nunca podemos pertenecer a la Iglesia excepto
por Cristo en nosotros. Sé que es fácil decirlo, pero ojalá que tan sólo pudiésemos
aferrarnos a eso y ver lo que significa; es una de los mayores factores de inefable poder
contra el enemigo, si tan siquiera viviéramos sobre ese cimiento, si tan siquiera morásemos
allí.
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Hay dos formas de acercarse a ello, y de nuevo observo el gran éxito de la propaganda
satánica en este tema. No sé lo que vosotros los cristianos más maduros opináis al
respecto. Tan sólo podemos hablar de lo que hemos palpado en el tiempo de nuestra
existencia, pero hemos vivido lo suficiente como para reconocer el curso de las cosas, y
para mí me parece, y no sólo me parece, que en los últimos años, en las últimas décadas,
ha habido un mayor desarrollo y prosperidad de la sospecha entre cristianos de lo que
solía haber, de modo que hoy en día es casi imposible hablar en cualquier lugar sin que la
gente se pregunte si eres de fiar en cuanto a la sana doctrina. Se huele en el aire. Me
parece a mí que hay una alerta constante por percibir si algo no se ajusta a la sana
doctrina, y cualquier cosa que sea de Dios se ve prejuzgada por esa actitud, ese estado de
cosas. La verdad genuina de Dios no se puede expresar porque esta sospecha se ha
extendido por el mundo entero, por entre todos los cristianos. ¿Te parece razonable? ¿Te
parece a ti esto sana doctrina? ¿Te convence? ¿Dónde está la trampa? ¿Dónde está el
error? Es así. Esa es la actitud que está bien vista, se ha convertido en lo que está bien
visto, y, amados, creo que esta es una de las señales de esta propaganda satánica para
debilitar desde dentro porque lo que quiere decir es que hay una desintegración interna, no
hay cohesión, el pueblo de Dios se ha roto en miles de fragmentos por este espíritu y esta
atmósfera de sospecha que termina acarreando prejuicio, y la Iglesia no puede moverse
como un todo sólido.
La verdad es que hay muy pocos cristianos que pueden moverse juntos al ciento por
ciento, como uno, debido a esto. Satanás lo lleva a los círculos más íntimos de la vida
cristiana y de la comunión, todo el tiempo haciendo palpable este horrible elemento de
incertidumbre, de duda. Sí, ha conseguido introducirse dentro, y trae consigo
desintegración interna y ruina de un modo muy sutil, lentamente a través de los años, y por
ese flanco puede ganar muchas batallas sin tan siquiera desenvainar espada. Siguiendo
esa línea puede tomar territorios con mucha facilidad y retenerlos y procurarse el fin de su
dominio.
Ayudaos de otra expresión terrenal para ver este trasfondo espiritual. ¿No veis, amados,
que ahí no queda ya espacio para un segundo pensamiento o una segunda mentalidad?
Cualquiera que durante los últimos 7 años ha tenido otro pensar, otra mente, una segunda
idea, ha sido eliminado. Puede que no te dejen tener dos mentes. Tienes que subyugar tu
mente a esa otra mente, a esa mente dominante. No debes opinar, no debes razonar, no
debes hablar de ninguna manera que pueda llegar a enfrentarse con la mente dominante,
la mente del dictador. No hay lugar para ninguna otra opción. Sólo hay una sola cosa.
Satanás conoce el valor casi inagotable de la unidad, y ese es un secreto de progreso, de
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éxito; una eliminación inmisericorde y asesina de cualquier otra voz para sólo tener una
voz, una mente, una voluntad dominando a todos. ¿Osas pensar diferente? ¿Osas tener
una mente propia? Bueno, tenla, pero cerciórate bien de que jamás la muestras. En eso
consiste el régimen, ¡y qué poder tan grande exhibe ante el objeto de su deseo!
Pues bien, esa es una expresión terrenal de un sistema espiritual. Traedlo a la esfera de la
Iglesia. ¿Por qué está la Iglesia paralizada, debilitada, inmersa en un paréntesis? ¿Por qué
no puede marchar hacia delante, terrible como un ejército? Porque se ha producido bajo
cuerda esta obra desintegradora dentro de sus mismas fronteras, de forma tal que la
sospecha está al orden del día. Os sugiero que en pro del derrocamiento del reino de
Satanás que ha de ser manifestado por y a través de la Iglesia en unión con su Cabeza, su
Señor, en gloria... por causa de eso y hasta el fin tú y yo debiéramos hacer de nuestra
senda habitual lo contrario. Que no estemos preguntándonos continuamente lo que está
incorrecto, lo que nos hace dudar, lo que nos hace sentirnos inseguros, sino de un modo
positivo, ¿qué hay que sea de Cristo en esto? ¡A eso me aferro! ¿Qué veo o siento que
procede del Señor Jesús en esto? A eso me apunto, ahí coopero. Ah, si tan sólo
hiciésemos de esa nuestra senda habitual Satanás, pronto estaría perdiendo terreno, la
Iglesia pronto se estaría mostrando como Iglesia gloriosa. Algo que caracterizó a la Iglesia
en sus comienzos fue la unidad. Hablaban las mismas cosas, eran todos ellos de una
mente y un corazón, ¡y cuánto terreno perdió el enemigo! Pero en cuanto el enemigo
empezó a trabajar con su secreta “quinta columna”, propagando dudas internas,
sospechas, prejuicios, muy pronto desbancó a la Iglesia de esa esfera donde reinaba la
vida y desperdigó su poder
¡Oh, hemos de orar al Señor pidiéndole que el único Cristo, el único Espíritu, se acreciente
en nosotros! No habremos de vivir tampoco en base a lo que somos de manera natural —
pues siempre vamos a estar afectados por lo que somos de manera natural— sino en base
a lo que hay de Cristo en cada uno; tampoco nos mantengamos en el campo del posible
error, de la posible falsa enseñanza, y en la posibilidad de que esté ahí todo el tiempo y
buscar eso más que todo lo demás. ¡Oh, tenemos que confiar en el Señor en este asunto!
Creo, amados, que el camino más seguro, la forma de protegernos del error, es seguir
adelante junto al Señor. Nuestra posición debe ser... sigo con el Señor donde encuentre al
Señor, y voy a confiar en el Señor en el tema del error, y, a medida que andemos con el
Señor, sentiremos, sin buscarlo, donde está el error, y seremos advertidos por el Espíritu,
lo sabremos. Debemos movernos sobre el cimiento de lo positivo, el cimiento del Señor
Mismo, y eso conlleva gloria en la Iglesia, cuando se trata del Señor. “Cristo en vosotros,
esperanza de gloria.”
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Sabemos de sobra, de forma natural, que esto es cierto. Nos conocemos mutuamente,
cuando nunca nos habíamos conocido. Por nuestro sentido espiritual descubrimos muy
pronto que pertenecemos al Señor, y después disfrutamos juntos de un tiempo de mucha
bendición sólo por eso. Fluimos juntos porque somos del Señor, y, con tal sólo permanecer
ahí, seguiríamos disfrutando, pero luego resulta que empezamos a discutir sobre alguna
doctrina y vemos que no estamos de acuerdo. Toda la gloria se va, la comunión entre
hermanos se rompe. Ay, ¡que el Señor nos mantenga unidos a Él!
Esto es, estoy diciendo que esta casa espiritual es Cristo, y todo cuanto no es Cristo ha de
ser guardado en el sitio que le corresponde, y debemos intentar permanecer en el cimiento
de Cristo en su dimensión en nosotros y en su dimensión entre nosotros, y esta es la gloria
de Dios, que hayamos de ser para la gloria de Su nombre. Ahí es donde empieza... Su
gracia. Me da la sensación, me ha parecido a lo largo de los años, (no sé si ahora estoy
acertado en cuanto a doctrina o no, es un error perdonable si fuera un error), pero con el
transcurso de los años he percibido muy a menudo que el Señor Mismo se las ha visto y
deseado para mantenerme en el cimiento de la gracia, y con eso quiero decir que Él me ha
dejado comprobar que, si no fuera por Su gracia, sería hombre perdido en cuanto la
práctica con Él, no en cuanto a la doctrina o a la verdad.
Oh, ¡malo sería para mí si no fuera por la gracia de Dios! Sí, apelar aún hoy a la Sangre, a
la gracia de Dios, a causa de esa preciosa Sangre, hoy, ¡después de tantos años de
conocer al Señor! Sí, es gracia hoy, y es eso lo que glorifica a Dios, permitiéndonos saber
cuán bajos, cuán necios somos, y dejándonos saber que tal cosa para Él no hace
diferencia por causa de la Sangre. Eso es gloria para el Señor. No sé cuál ha de ser el más
profundo canto en vuestro corazón a día de hoy, pero esa es la nota más alta en mi propio
corazón tras estos años. Ah, la gracia de Dios es la gloria de mi corazón, la gloria de Su
gracia. Él es glorificado al reconocer nosotros Su gracia y habitar sobre el cimiento de Su
gracia. Su gloria es prontamente arrebatada cuando pisamos cualquier otro terreno, sea lo
que somos, lo que podemos hacer o lo que estamos haciendo.
El Señor rápidamente pone nuestra carne bajo tensión cuando empezamos a exaltarnos de
ese modo. Le estamos expoliando parte de Su gloria. Él es glorificado por medio de
nuestra transformación, de nuestra conformación a la imagen de Su Hijo. Pablo dice,
“Nosotros... mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos
transformados en la misma imagen” (2 Corintios 3:18). La gloria está conectada con el
cambio, con ser transformados en la misma imagen. Él es glorificado a medida que somos
transformados en la imagen de Su Hijo. Él es glorificado cuando nuestras vidas llevan fruto.
“En esto es glorificado mi Padre: en que lleveis mucho fruto” (Juan 15:8). Y el fruto, en
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primer lugar, es el fruto de la naturaleza del Señor Jesús, el fruto del Espíritu, amor, gozo,
paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, templanza, dominio propio. “En esto es glorificado
mi Padre.” Fruto en el servicio, naturalmente, pero fruto de vida, y Él es glorificado por la
paciencia de los santos.
Ah sí, expongamos esto al corazón como remate final. Ojalá fuéramos capaces de
reconocerlo. El Señor recibe una gran porción de gloria en base a esa simple cuestión de
la paciencia. Hay ocasiones en que no podemos hacer otra cosa. Lo único que hay que
hacer es rendirse o aferrarse; darlo por perdido, o soportar con paciencia. Pedro tiene
mucho que decir al respecto. “Esta es la gracia, si resistimos con paciencia”, y tan sólo
soportar con paciencia conlleva gloria para Dios. Será un relato increíble, será uno de los
libros grandes y gloriosos de la biblioteca del Cielo, la historia de la paciencia de los
santos, de cuánta gloria le supuso a Dios. Oh, ¡la historia será un romance! ¡Cuántas
personas fueron influenciadas, cuantos incrédulos llegaron a creer a causa de la paciencia
de algún santo en época de sufrimiento! ¡Cuántos santos fueron poderosamente
reconfortados al ver la paciencia firme de otro santo bajo la más furiosa de las pruebas!
¡Cuántas cosas consiguió el Señor gracias a la paciencia! Sí, esto es para gloria de Dios, si
resistimos. Que el Señor sea glorificado en la Iglesia por medio de Jesucristo en todo
momento y por toda la eternidad, y así podamos ser nosotros una casa para Su gloria.
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Capítulo 3 - El Ministerio para la Liberación y
la Vida de los Escogidos
Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios
escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa
espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por
medio de Jesucristo. (1 Pedro 2:4-5)
Mas los sacerdotes levitas hijos de Sadoc, que guardaron el ordenamiento del santuario
cuando los hijos de Israel se apartaron de mí, ellos se acercarán para ministrar ante mí, y
delante de mí estarán para ofrecerme la grosura y la sangre, dice Jehová el Señor. Ellos
entrarán en mi santuario, y se acercarán a mi mesa para servirme, y guardarán mis
ordenanzas. Y cuando entren por las puertas del atrio interior, se vestirán vestiduras de
lino; no llevarán sobre ellos cosa de lana, cuando ministren en las puertas del atrio interior
y dentro de la casa. Turbantes de lino tendrán sobre sus cabezas, y calzoncillos de lino
sobre sus lomos; no se ceñirán cosa que los haga sudar. (Ezequiel 44:15-18)
Hemos estado tratando de ver algunos de los rasgos que caracterizan a esta casa
espiritual, haciendo memoria de las palabras del Apóstol, “pero Cristo como hijo sobre su
casa, la cual casa somos nosotros” (Hebreos 3:6). Esos rasgos que ya hemos contemplado
son que esta casa espiritual tiene como objeto de deseo, en primer lugar, la manifestación
de la exaltación del Señor Jesús; en segundo lugar, ser el vehículo a través del cual se
ministran la gloria y el buen parecer de Dios.
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después de la comparecencia de la Iglesia todo el infierno se removió desde los abismos
en su contra. La llegada misma de la iglesia fue la señal y ocasión de un poderoso
revulsivo por parte del enemigo, un moverse a lo largo de muchas líneas y medios
distintos, dos de los cuales pueden discernirse claramente, y de cierto que se nos está
obligando a contemplarlos de frente en estos días si reconocemos el hecho de que detrás
de cuanto está aconteciendo en este tiempo sobre la tierra hay un sistema espiritual de
cosas. Esa doble acción que desde un comienzo ha ejercitado el enemigo ha consistido
primeramente en un trabajo sutil desde dentro para llevar a la Iglesia a un colapso interno;
y en segundo lugar un acoso por la fuerza bruta. Creo que no hay nada más que decir para
indicar la naturaleza de las cosas. Es satánico y se vale de métodos satánicos.
El primer indicio en la historia de la Iglesia de que Satanás estaba obrando, haciendo uso
de ese movimiento secreto, interior y sutil propio del enemigo, fue a través de Ananías y
Safira, y enseguida se pronunció como algo satánico. “Por qué ha llenado Satanás tu
corazón...” Fue algo que provino de dentro mismo y fue un sutil movimiento de piezas de
Satanás para traer colapso interno. Si no hubiese sido por el presto juicio de Dios sobre
aquello, se habría propagado como una úlcera. Hubiera obrado bajo cuerda hasta que la
Iglesia hubiese sido un hervidero para ese tipo de cosas. Entonces, no mucho después, se
hizo manifiesta la otra forma de actividad satánica, que dicho en una palabra es el uso
abierto, directo y agresivo de la fuerza para intentar por medios directos de atropellar y
pisotear a este instrumento de Dios que había sido traído a vida; y todo cuanto ha sido
sujeto a persecución incesante a una escala cada vez más agresiva a lo largo de los
tiempos es por sí mismo significativo en relación con la grandeza de la vocación de la
Iglesia. Es indicativo de que Satanás reconoce que todo se reduce a ser él o ser la Iglesia;
ambos no pueden proceder a la par.
Dejad que vuelva a decir que no estamos exentos de amplia evidencia en cuanto a que los
sucesos actuales en el mundo no son meramente políticos y temporales, sino espirituales
en su naturaleza y esencia, y que, como incluso ciertos hombres del mundo pronuncian y
reconocen, tienen trasfondo satánico. Si eso es cierto, podemos llegar a una conclusión, es
decir, que lo que está en el juego de Satanás no es sólo suprimir a ciertos individuos sobre
la tierra. Se trata de tocar algo dentro o entre los pueblos que suponga una amenaza a ese
dominio mundial de Satanás a través de su Anticristo. Si eso hiciera debida morada en
nuestros corazones como debiera, y como seguramente aún ha de ser impreso con mayor
ímpetu por causa de la fuerza mayor de las propias circunstancias, tendríamos que
reconocer que no sólo está sobre el tapete nuestra existencia como la Iglesia, sino que
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confrontamos la gran prueba, quizás la prueba final, de si estamos o no cumpliendo
nuestro llamado celestial.
Si os dais cuenta, todo el esfuerzo de Satanás desde el comienzo ha sido destruir la vida
del pueblo de Dios aquí sobre la tierra. La vida de Cristo en la Iglesia es el objetivo de
Satanás en esta dispensación, y en la misma medida que la Iglesia es llamada a entrar en
relación directa con el despliegue del propósito eterno de Dios —pues la Iglesia no sólo es
llamada según ese propósito, sino que es el instrumento escogido para el despliegue de
ese propósito— tal cosa implica forzosamente la manifestación del poder más terrible que
contiene este universo en contra del propósito de Dios.
¿Cuál es el propósito de Dios? Bien, tiene que ver con lo primero con que estuvimos
ocupados en relación con esta Casa de Dios, a saber, la exaltación del Hijo de Dios al
trono del universo. Ese es el propósito de Dios enunciado de un modo comprensible, de un
modo en que todo está implícito; y la Iglesia está invitada, no sólo para compartir esa
exaltación, sino para ser instrumento en el despliegue de ese propósito.
Por lo tanto, repetimos, si es verdad, entonces eso implica la manifestación de este terrible
poder de Satanás; porque la exaltación del Señor Jesús al lugar supremo no es cosa
mecánica ni automática. Es un tema espiritual, y es llevado a cabo por un poder espiritual.
Por eso somos designados “piedras vivas.” No somos ladrillos arrejuntados; somos parte y
parcela de la vida misma de Cristo y del propósito de Dios en cuanto a Cristo, y es esa vida
Suya en una manifestación final, plena, la que mostrará la gloria del Señor Jesús. El Señor
Jesús no puede ser manifestado en gloria como Señor supremo en el universo de Dios
hasta que los escogidos alcancen a tocar ese lugar de triunfo absoluto sobre el poder de la
muerte, y así es que mediante el triunfo de la Iglesia se muestra la gloria de Cristo. Así
pues se convierte en un asunto de vida o muerte, un asunto espiritual, y no simplemente
algo frío, inerte y mecánico. Estamos insertos en algo muy real. Llegará el día en que
sepamos que, para alcanzar la meta de Dios, el instrumento por medio del cual ese
propósito es desplegado hasta las últimas consecuencias deberá enfrentarse al último
fragmento y vestigio de poder satánico. Entraña el despojo absoluto del poder de Satanás
con el fin de que Dios pueda mostrar cuán grande es Su Cristo.
Ese es el principio que recorre la Palabra de Dios de lado a lado. Puedes ver su silueta
resaltar una y otra vez en evidentes ejemplos, uno de los cuales se contiene en la palabra
dirigida al Faraón: “para este propósito te he levantado, para que pueda mostrar mi poder
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en ti.” Así pues a Faraón se le otorgó un enorme margen de libertad. Cuando tras la
primera plaga Faraón rehusó a Dios, Dios podría haber llegado y pisotearlo, destruirle de
un plumazo, y de Faraón no se hubiera sabido más. Pero Dios se valió de él, echó un pulso
con él para ver cuanto aguantaba; una vez, dos veces, tres veces, hasta 10 veces, la
medida completa del vaso de Faraón; echó un pulso con él y todo aquello sirvió para
provocarle con el fin de que, mostrando cuánto poder había en contra de Dios, Dios
pudiera llegar al fin y mostrar cuán mayor era Él que el mayor de los que se oponían a Él.
Sólo se trata de una proclamación, de un símbolo.
Pero, sabéis, no nos las estamos viendo contra meros Faraones ni dictadores. Nos
enfrentamos a toda la potencia del propio Satanás. Yo digo que la Iglesia se enfrenta a
eso, y se ha de demostrar que la Iglesia, siendo el instrumento que ha de alcanzar la meta
de Dios y cumplir o desplegar el propósito de Dios, es absolutamente superior a Satanás.
Allí donde el Señor introduce Su vida en Su pueblo, lo más seguro que ha de acontecer a
esa gente es que contribuirán a atraer la muerte en su contra. Es verdad. Increíble, ¿no?
Te preguntas cómo es que, cuanto más cerca caminas del Señor y cuanto más te afianzas
en el pensamiento pleno de Dios, más pareces atraer muerte sobre ti. Siempre se entra en
un conflicto interior con esta actividad macabra de Satanás. Es parte de nuestra vocación.
No nos gusta la idea, nos encojemos interiormente, y todo cuanto es natural en nosotros se
siente muy mal al respecto; pero ocurre que tenemos que empujar todo ello a un lado y
confiar en el Señor a la hora de enfrentar los hechos. Tenemos que confrontar hechos
espirituales. Por tanto tomamos nota de esto: si es cierto que esta Casa espiritual, esta
Iglesia, este Cuerpo de Cristo existe como el instrumento mediante el cual Dios va a
cumplir Su propósito en lo concerniente a Su Hijo, entonces eso sólo puede llegar a ser
cuando actúe y se colme el pleno poder de Satanás, con miras a que la vida por medio de
la cual Jesús conquistó la muerte se haya de manifestar en esa Iglesia mayor que el poder
total de la muerte misma. Así pues distinguimos los pasos. El primero es que la presencia
aquí de una Casa espiritual es el pistoletazo de salida para la acción satánica. El segundo
es que todo el esfuerzo de Satanás se centra en la vida de Cristo en esa Casa, esa Iglesia,
ese Cuerpo. El tercero es que el desplegar mismo del propósito de Dios a través de la
Iglesia, la Casa, necesita que el poder de Satanás se manifieste y que la Iglesia tenga una
experiencia de algo muy terrible con respecto a lo que es el poder de Satanás, y todo con
un único fin, a saber, sacar a la luz, no la grandeza del poder de Satanás, sino la grandeza
del Cristo de Dios. Esa es la meta
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Queda bastante claro que a lo largo de la historia Satanás ha contado con una sucesión
satánica de instrumentos suyos sobre la tierra. Empezó con Caín. “Caín era del maligno”,
dice la Escritura, “y mató a su hermano” (1ª Juan 3:12). Con el paso de la historia según se
desenvuelve en el Antiguo Testamento nos topamos con una impía sucesión de
instrumentos de Satanás. Una y otra vez te tropiezas con ellos. Están ahí en compás de
espera a la diestra de su mano para actuar con propósitos de muerte. Ahí está Doeg el
edomita al acecho, agazapado de un modo sutil, esperando su oportunidad, echado el ojo
al rey de Dios. Está Amán, el agatita, conspirando y planeando la muerte de todos los
judíos. Así que Satanás ha tenido su sucesión de instrumentos para la muerte del pueblo
de Dios hasta el día de hoy. Están ocupados en su negocio hoy mismo y sabemos sus
nombres. Pero Dios ha mantenido Su línea de sucesión desde Abel hacia adelante. Ahora,
estos, cada uno de ellos, provocó el poder del adversario. Abel atrajo el poder de la muerte
por medio de Caín. Parece como si sucumbiera ante él, pero no es así. A la larga se nos
evoca todo lo contrario, y él, estando muerto, aún habla. Su testimonio permanece. De este
modo cada uno de estos eslabones en la cadena de los sucesores de Dios ha obligado al
adversario a salir de su lugar de acecho para que demostrase su poder, y luego con el
tiempo, aunque en sus vidas aquí sobre la tierra hayan podido sucumbir bajo ese poder, el
triunfo ha estado de parte de esa vida que estaba en ellos, de lado del Señor al cual
servían. Así sucede actualmente.
Ahora bien, aunque no debo desviarme y debo continuar con otro aspecto muy importante
de lo que estamos considerando, yo aquí señalaría un hecho del todo sorprendente en
referencia al asunto de la adopción. Al tiempo que la adopción, que es alcanzar plena
madurez como hombre, es un objetivo Divino, y que con la adopción llega la manifestación
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de la gloria (esto es, cuando las cosas han llegado a un límite, entonces la gloria se
manifiesta... “esperamos la manifestación de los hijos de Dios”), la adopción es también un
principio que opera del lado de Satanás. El Señor Jesús dijo a aquellos dirigentes judíos,
“porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces
más hijo del infierno que vosotros.” (ver Mateo 23:15). Él escoge Su palabra... una
expresión madura del infierno. ¡Algo terrible! Pero, sabéis, todo lo que sucede de aquel
lado que está bajo la soberanía de Dios trae las cosas a una madurez antes de que llegue
el juicio. La soberanía de Dios requiere que la iniquidad colme su medida, y que llegue a
colmar su medida no se debe a que Dios sea impotente o sea incapaz de lidiar con la
cuestión. No es a pesar de Dios sino por causa de Dios; y Dios va a responder a la plenitud
del poder de Satanás por medio de la Iglesia. Así pues, en el fin, acontecerá que “a él sea
gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos.
LA VOCACIÓN DE LA IGLESIA
Ahora pues, ¿cuál es la vocación de la iglesia en relación con todo esto? Estamos aquí,
como dijimos cuando empezamos, con vistas a ministrar para la liberación y la vida de los
escogidos. Es en un momento así cuando el ministerio verdadero se yergue. Es el
ministerio de la intercesión, la intercesión sacerdotal; “una casa espiritual, un sacerdocio
santo, para ofrecer sacrificios espirituales.” Es posible que hoy más que nunca seamos
proyectados hacia nuestra vocación al ver al enemigo presentar batalla con una mayor
fuerza y furor contra la vida de Cristo en la Iglesia. Estamos aquí para permanecer en Dios
en vistas a esa vida, y debemos ser muy cautelosos en este tema para que no seamos
disuadidos de nuestro ministerio por ningún tipo de obra oculta y sutil del enemigo. No hay
mucho que podamos decir en torno a esta secreta actividad interna, esta propaganda de
las potencias espirituales para poner fuera de juego al pueblo de Dios mediante la ruina y
la destrucción desde adentro, y es respecto a esto mismo que tenemos aquellas garantías
y exhortaciones en cuanto a nuestro acceso a Dios. Recordemos que estas reconfortantes
palabras acerca del acceso, de permitírsenos incluso cierta audacia para acercarnos más,
no sólo son para nuestro propio consuelo y satisfacción.
Es esta vocación la que se extiende por delante, y creo que esto se certifica por las
acciones del enemigo. ¿No es verdad que sin cesar trata de anular a las personas en su
ministerio de oración arrojando sobre ellos cierta duda sobre su aceptación por parte de
Dios, su acceso, trayéndoles bajo acusación y levantando el sentir de que cierta clase de
barrera espiritual se cierne entre ellos y el Señor para apartar al corazón de la oración?
“¿Qué beneficio supone orar? Tengo este problema, y aquel, y luego está esto otro en
cuanto a mí mismo; es mi propio estado lo me aparta de la oración.” Ah, sí, y si actuamos
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en base a esa acusación lo primero que significa es una negación directa del valor de la
Sangre, dejándola a un lado, que es lo que Satanás quiere, y por otro lado se trata de tocar
al son de su batuta y darle ventaja sobre el pueblo de Dios. Recordad, cualquier
interferencia con nuestra vida de oración es un movimiento estratégico por parte del
enemigo para destruir nuestra vocación y para obtener ventaja sobre el pueblo de Dios.
Estamos aquí para la liberación y la vida del pueblo de Dios. Esta es la razón misma de la
existencia de la Iglesia.
Bien, ¿podríais recibir eso no como algo que se dice y se acabó? ¿Le prestarás oídos
desde dentro? Si en verdad eres un hijo de Dios, ora para que tú y ellos puedan ver y
aceptar el significado completo del hecho de que eres parte del Cuerpo de Cristo, una
piedra viva en la casa espiritual, y que tu mismísima existencia como tal se encuentra
conectada con la vida y la liberación del pueblo de Dios en todo lugar. No eres un
individuo, formas parte de una casa, y esa casa es el medio que Dios usa para liberar y dar
vida a Su pueblo en cualquier lugar en medio de este cada vez más intenso conflicto con el
poder de la muerte y las tinieblas. Existimos para eso, y si no estamos ministrando para
eso, estamos negando el objeto mismo de nuestro existir. Haz el favor de llevarlo hasta tu
corazón, pues no hay opción en esto. No se trata de hacer una elección por si cumplimos
un ministerio de intercesión o no, o si oramos por todos los santos en todo momento. No te
invitan a venir y hacer eso si te apetece. Esa no es la Casa de Dios. Tenemos que ver que
la Casa de Dios no es un algo inanimado y sin vida. Está viva, y sus signos vitales son que
está activa, que de una forma espiritual tiene energía; y se caracteriza por el espíritu de la
intercesión. La posición a tomar no debe ser tener unas cuantas reuniones de oración de
cuando en cuando donde la gente ora o no ora según se sienten. La Casa se caracteriza
por la intercesión, y es eso lo que determina si estamos correspondiendo a la naturaleza
misma de nuestra vida como hijos de Dios. Si en realidad estuviésemos viviendo según lo
que somos en Cristo, en cuanto hubiera oportunidad para orar estaríamos en ello. Al
menos estaríamos receptivos y, tanto si orásemos de forma audible como si no, estaríamos
despiertos a ello; sería espontáneo. La vida es espontánea; y es así que la intercesión es
parte de la vida, que es espontánea. Si el Espíritu del Señor en verdad tiene parte con
nosotros, seremos personas que interceden. No podremos evitarlo, así acontecerá.
Así es, tenemos que vigilar estos puntos donde nuestra intercesión es asaltada, y los
puntos en los que la intercesión o la oración es asaltada son numerosos. Recuerda, un
punto básico es este asunto del acceso. Debemos estar seguros de nuestro acceso a Dios,
y estar ciertos en cuanto a ello, tenemos que conocer el infinito valor de esa preciosa
Sangre, y no debemos ser impedidos por nada, pues la Sangre nos prohíbe ser impedidos.
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Esa Sangre existe para tratar con cualquier cosa que nos impida el paso. Sí, puede que
fallemos, puede que metamos la pata, puede que nos vengamos abajo; puede que haya
esas cosas que nos entristecen y le entristecen al Señor, pero, oh, reconozcamos que la
Sangre preciosa hace posible que la lista guardada sea lo más corta posible, de forma que
instantáneamente, ahora mismo, y no esperando hasta que hayamos superado la reacción
violenta, el dolor de nuestro error y nos sintamos un poco mejor, esa Sangre preciosa ha
de ser apropiada para tratar con eso.
Recordemos que toda esta persistencia del enemigo para arrojarnos al suelo tiene mayor
objeto en mente que tan sólo echarnos al suelo. Es para destruir nuestra vocación
espiritual de oración y ofrecerle así una oportunidad para asaltar y oprimir a los santos.
Somos responsables de la vida y de la liberación del pueblo de Dios. Estamos aquí para
eso
Viendo que estas cosas son así, nos es necesario tener siempre en mente que, en tanto
que para nosotros, como pecadores, el trono de Dios es un trono de gracia, es también un
trono de juicio para el enemigo. Lo que para nosotros es el trono de gracia, es el trono de
destrucción para Satanás. No sólo hemos de allegarnos con valor ante el trono de gracia
por nuestro bien y por el del pueblo de Dios, sino que con igual arrojo nos allegamos a ese
mismo trono como aquel que deshace la ruina provocada por Satanás. Recordad siempre
que ese trono tiene dos lados. Está el lado de la gracia y está el lado del juicio; el costado
de la gracia para nosotros por causa de la preciosa Sangre, y el costado del juicio para el
Adversario.
Este último aspecto del trono es el que se trasluce tan notablemente en Ester. Tuvo que
ver con el desbaratamiento de los planes de Hamán. Tenemos que reconocer que el trono
no sólo ha de permanecer en medio de la Iglesia como trono de gracia, sino en su pleno
significado como trono de poder Divino para desbaratar la obra de Satanás. Es un aspecto
diferente de la oración, uno muy diferente. Tú y yo deberíamos conocer ese detalle del
actuar del trono en contra del enemigo a favor del pueblo del Señor. Ese trono debe estar
en la Iglesia
Pues bien, ahora tenemos que terminar, y lo hacemos simplemente resumiendo el tema de
esta forma. Esta plena custodia de la vida del pueblo de Dios es encomendada a la Iglesia.
No es poca cosa decir eso, y menos aún llegar a contemplarlo. Sé que en cierto sentido
todo está asegurado en gloria en Cristo, pero es igualmente cierto según la revelación
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Divina que tiene que haber una obra de acción, y esta última se encomienda a la Iglesia.
Somos trabajadores junto a Dios. Fuimos creados en Jesucristo para buenas obras, las
cuales Dios ordenó de antemano para que caminásemos en ellas. El Señor ha puesto esta
tremenda custodia en manos de Su pueblo, la realización de Su propósito el cual es la
liberación y la vida de Su pueblo hasta alcanzar esa consumación gloriosa... mostrar la
grandeza de Cristo en Su pueblo y a través de Su pueblo.
Veis, cuando Cristo llegue, no sólo será visto en gloria, manifestado como el glorificado, el
Cristo glorioso; no es sólo eso. Viene para ser glorificado en Sus santos y ser
admirado en todos aquellos que creen. En el fin de los tiempos la glorificación de Cristo ha
de ser algo que sucede en la Iglesia. Por ello, tú y yo y todo el pueblo del Señor tiene
encomendada la custodia de llevarlo a cabo. Que el Señor nos de luz. Así pues, al tiempo
que Él no deja de estar en contacto con nosotros, por así decirlo, se sienta, se inclina hacia
atrás y dice, “bien, el negocio es vuestro; os he dado luz, ¡seguid con ello!” Estamos todo el
tiempo recurriendo al Señor para hacerlo. Señor, ¡ven y haz esto! Señor, ¡ven y haz
aquello! La actitud del Señor es, ¡seguid con ello! Aquí estoy, os doy el recurso del Espíritu,
pero os he dejado saber en qué consiste vuestro trabajo: ¡haced vuestro trabajo!
Oh, Dios quisiera que Su pueblo se levantara y reconociera que Él les ha encomendado
esta increíble custodia de llevar a cabo Su propósito, el de ministrar para la vida de Su
pueblo hasta aquella gloriosa consumación, cuando la grandeza misma de Cristo sea
manifestada en ese pueblo. Ese es nuestro trabajo; y por tanto no consiste en que estemos
siempre apelando al Señor para que Él lo haga poniéndonos a un lado, sino en que nos
metamos en el negocio de la oración y de la intercesión, y de este modo ministrar Su vida a
Su pueblo, haciendo patente la liberación de Su pueblo por medio de la oración,
permaneciendo en contacto con Su trono para ser librados del Maligno y del poder de la
muerte.
Ahora bien, si la propia liberación y vida del pueblo de Dios llama a nuestra puerta por el
propio designio de Dios, no se trata de cualquier cosa. Creo que la Palabra revela con
claridad que la Iglesia existe con el propósito de acoger esta cuestión de la gloria del
Señor, del triunfo del Señor, de la grandeza del Señor, como aquello que ha de ser
mostrado en última instancia en el triunfo de Su pueblo. Es nuestra responsabilidad. Que el
Señor nos de gracia para aceptarlo y para encomendarnos a ello, y que podamos estar
mucho ante Él para ser hallados, no entre aquellos coaccionados para orar, sino marcados
por el espíritu de intercesión como evidencia misma de nuestra vida.
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Capítulo 4 - Una Representación de Cristo en
Cada Lugar
Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le
respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne
ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y
sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra
ella. Mateo 16:16-18
Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y
publicano. Mateo 18:17
Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de
ellos. Mateo 18:20
Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular. 1ª Corintios
12:27
Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del
ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser
un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para
morada de Dios en el Espíritu. Efesios 2:20—22
Pues como él es, así somos nosotros en este mundo. 1ª Juan 4:17
Continuando con nuestra meditación en relación con la casa espiritual, tengo ahora en mi
corazón un énfasis que siento que proviene del Señor en particular. Para unos pocos no
será palabra o verdad nueva, mas incluso para tales el fresco énfasis puede provenir del
Señor. En cualquier caso, deben buscar cooperar en la palabra del Señor por el bien de
aquellos a los cuales Él se dirige especialmente. Por tanto, busquemos todos entrar en la
palabra de una forma completamente nueva.
Andamos tras las pisadas de algunos principales rasgos y propósitos de la casa espiritual
de Dios a la cual pertenecemos, y lo que ahora nos va a ocupar es esto, que esta casa
espiritual está aquí como una representación de Cristo en todo lugar. Hemos visto que la
Iglesia es Cristo. Él es la Iglesia, Él es el templo de Dios, la morada de Dios. Es en Él
donde hallamos a Dios. Él sirve al propósito de todo cuanto la Iglesia supuestamente
significa. La Iglesia es Cristo. Pero ahora, en lo que tiene que ver con este mundo, la
Iglesia de Cristo se halla distribuida, mas no dividida; esto es, Cristo por entre todos Sus
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miembros por medio de Su Espíritu; pero no muchos Cristos, sino sólo permanece un
Cristo. Como sabéis, el apóstol hizo la pregunta a los Corintios, —¿está Cristo dividido?—
y hay casi como un tono de escándalo ante la idea misma de que Cristo pudiera estar
dividido. Él permanece como un sólo Cristo, y Él es uno, aunque en muchos, y en esa
unicidad de Cristo en todos Sus miembros tenemos la Iglesia. Los hombres sólo hallarán al
Señor en lo que respecta a nosotros en tanto que Cristo esté en nosotros. Ese es el
propósito de la Iglesia.
En la postrer revelación del Espíritu Santo, junto a los demás, ese pasaje es distinguido y
su primer significado es puesto en evidencia, y lo que tenemos como una revelación más
plena es esto, que Cristo está presente de un modo peculiar cuando dos o tres están
reunidos porque Él se ha entregado a Su Cuerpo. Dicho de otro modo, es necesario el
Cuerpo de Cristo para que llegue la plenitud de Cristo. “El cuerpo”, dice el apóstol, “no es
un miembro, sino muchos” (1ª Corintios 12:14); y él está hablando de una compañía local.
Cristo está presente de un modo peculiar cuando es una expresión corporal. El Señor se
ha ligado a Sí Mismo con Su Iglesia a favor de una manifestación. Puede ser cierto que el
Señor esté en nosotros individualmente; es cierto; y puede que sea igual de cierto que el
Señor, individualmente en nosotros, se exprese en nosotros y a través de nosotros como
individuos, pero el Señor está limitado, y muy seriamente limitado, cuando sólo es un
asunto individual. Su pensamiento es diferente, y así es que Él hace esta afirmación.
Pudiera haber dejado una cosa así sin decir. Parecería ser algo del todo innecesario, algo
fútil. Pero no, Él lo dijo, y cuando Él dice algo significa algo. Ciertamente, el que alguien
como Él lo haya dicho no carece de importancia. Eso quiere decir que tiene un enorme
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peso si Él lo dice; y Él ha dicho esto con estas palabras en particular: “Porque donde están
dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” Podría haber dicho,
¡donde quiera que haya uno en Mi Nombre, allí estoy yo! Bueno, es verdad, pero el Señor
no lo puso en esos términos; y te das cuenta de que Él está manejando algo práctico. Él ha
usado la palabra “Iglesia”. Ciertas personas tienen que ser tratadas por la Iglesia, y cuando
la Iglesia trata con ellas, es el Señor. Eso es lo que Él está diciendo.
Tienes que juntar ambas cosas. He aquí alguno culpable de negligencia en la vida
espiritual. Bien, que alguien vaya y se lo diga, y si no escucha, que tome a uno o a dos
más, y si se niega a escucharles, que se lo diga a la Iglesia.
Y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano. De cierto os digo que todo lo que
atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado
en el cielo. Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra
acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los
cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio
de ellos. (Mateo 18:17—20)
(A) INDIVIDUALISMO
Bien, permitid que me detenga aquí y haga un paréntesis. Hay algunos errores fatales en
que los cristianos han caído, y uno de estos es el principio de la visión individual en lugar
de la corporal. Yo digo que ese ha sido un error fatal. Ha sido fatal para el crecimiento
espiritual, para la plenitud espiritual, para el poder espiritual, para la luz espiritual y la vida
espiritual. Hay muchos cristianos que sólo se preocupan de los individuos. Ocuparse de los
individuos por supuesto que está bien, pero el Señor sólo salva al individuo con la Iglesia
como panorama, con el Cuerpo corporal en mente. Debemos poner las cosas claras y
tener en cuenta que en lo que respecta a esta dispensación, a partir de la ascensión y la
exaltación de Cristo y del otorgamiento del Santo Espíritu hasta el arrebatamiento de la
Iglesia en el fin, está marcada por Dios como el periodo de todos los periodos de la historia
de este mundo donde se aseguran en salvación, no individuos en el sentido de tal número
de hombres y mujeres salvos, sino individuos como un Cuerpo... la Iglesia. Los individuos
sólo aparecen ante Dios a la luz de la Iglesia, un sólo Cuerpo, y si tú y yo dejamos de
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reconocer esto como la ley de gobierno de los tratos de Dios en esta dispensación para
con los hombres, perderemos como consecuencia una gran porción de lo que el Señor ha
preparado para nosotros; limitaremos y constreñiremos nuestras vidas y experiencias
espirituales, y causaremos un debilitamiento a la obra misma de Dios.
Espero que lo hayáis entendido. Es de suma importancia que pongamos estas cosas
claras. Os daréis cuenta que por lo general ambas cosas van a la par. Lo que a tantos les
ocupa y preocupa es la salvación del individuo, y cuando consiguen que el individuo se
salve, que sea llevado al Señor, no tienen otra cosa que hacer que ir a por más individuos
y traerlos a la salvación. Ambas cosas van de la mano, el individualismo y la salvación en
su mero sentido inicial de almas siendo llevadas ante el Señor. Después de eso no hay
nada más. Se ha demostrado que ha sido fatídico en la historia de los intereses de Dios, y
hoy vemos que es una de las cosas que representa la mayor de las dificultades para los
propios cristianos y una obra más plena de Dios. Lo que quiero decir es esto, que en todas
partes te encuentras un gran número de personas que se han quedado ahí. Todo cuanto
tienen es su propia salvación personal, en el sentido del perdón de los pecados, de paz
con Dios, esos rudimentos del Evangelio, y han estado ahí diez, veinte, treinta, cuarenta,
cincuenta años; y hoy cuando te los encuentras y hablas con ellos, te tropiezas con dos
cosas.
Por un lado, ahora hay una incapacidad total de comprender cualquier cosa aparte de los
elementos simples de la salvación; no tienen la capacidad para hacerlo. Todos esos
sentidos y facultades espirituales que deberían haber sido desarrollados para que pudieran
recibir una revelación de Dios mucha mayor y más plena sufren de enanismo porque nunca
han sido desarrollados por el uso, y en cuanto a las facultades espirituales, se han
quedado como atrofiados después de todo estos años. Os cito ahora mismo la Escritura en
cuanto a esto. Sabéis, Pablo se vio en la obligación de decir eso mismo a los corintios...
“De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a
carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda” (1ª Corintios 3:1). A los
hebreos les habló en los mismos términos: “Porque debiendo ser ya maestros, después de
tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros
rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de
leche... el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso
tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.”
Pablo tuvo que deplorar en su propio día que había ocurrido esta mortal detención y dijo,
en efecto, “aquí estoy, pleno de luz Divina para vosotros, ¡y tengo que retener todo lo que
Dios me ha dado para Su Iglesia por culpa de esto!” Yo digo que es fatal para la Iglesia...
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que el Señor haya de ofrecer abundante revelación para el crecimiento, plenitud y
funcionamiento orgánico de Su Iglesia, y que tenga que haber después de años y años un
estado tal que las personas sean del todo incapaces de recibirlo por sí mismas, de
entenderlo. Te encuentras hoy con esa condición en todas partes. Tanto tiempo ha pasado,
pero no pueden.
Por otro lado, claro está, te encuentras con aquellos que después de toda una vida se
vuelven y te dicen, ¡oh, si lo hubiera sabido antes! ¡Oh, si me hubieran dicho esto antes!
¡Oh, si hubiera tenido esto hace años! ¿Por qué no? Ha estado ahí todo el tiempo. Es por
culpa de esta terrible corriente individualista. En su mayor parte, la obra de Dios desde los
primitivos días de la Iglesia, con excepción de pequeñas cosas aquí y allá, se ha mecido en
esta línea de salvar a individuos y dejarles ahí. A largo plazo es algo fatal para todo cuanto
Dios ha previsto; y luego la gente se da de morros contra el hecho de que es así. ¡Oh, si lo
hubiera sabido hace tiempo! Así pues, si bien es cierto que lo individual es muy importante,
y que ha de ser tratado a la luz de lo demás como algo individual, también debemos darnos
cuenta que si lo individual es puesto en lugar de lo corporal no queda otra cosa excepto la
más triste de las consecuencias. Es un error fatal.
Otra cuestión fatal es aquella representada por el “sistema eclesiástico” actual. El sistema
actual que prevalece en su esfera más amplia es casi por completo un asunto de
congregaciones y lugares para predicar, lugares donde la gente se reúne o congrega de
una forma religiosa —es posible que de una forma evangélica, pero no dejan de ser
congregaciones— y se juntan para seguir una especie de lista o turno de acontecimientos
y, de paso, escuchar algo para más tarde marcharse. Ahora bien, aunque hay variaciones
y grados en ese sistema, esa es la posición a grandes rasgos; y no es una expresión
corporal de Cristo. Eso es una congregación. Eso no es un cuerpo. No es el Cuerpo
expresado y funcionando de forma local. Es algo menos. ¿El resultado? El mismo
resultado que en el otro caso, en una palabra, muy poco crecimiento espiritual.
Ahora estoy siendo muy franco. Quiero hablar desde mi corazón porque siento que el
Señor quiere que lleguemos en esta hora a algunas conclusiones sobre este tema, y he de
correr el riesgo de pisotear algunas sensibilidades para llegar ahí. El resultado espiritual en
este segundo caso es por muchas razones el mismo que en el otro caso de lo meramente
individual, y hoy nos encontramos con personas en todas partes en ese sistema
eclesiástico actual que no tienen ni un destello de luz en cuanto al más pleno propósito del
Señor y no saben de lo que estás hablando; y hay multitudes que no tienen interés en
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ninguna otra cosa. Esta cosa, este ir a la iglesia, esta congregación, este aguantar el turno
programado, esta tendencia generalizada de adorar ciertas cosas que ha suplantado el
lugar de la expresión local del Cuerpo de Cristo y lo ha desechado. Hoy la iglesia actual,
hablando de la Iglesia en ese sentido, tras todos estos siglos se encuentra en un estado de
terrible infancia espiritual, inmadurez y falta de luz, y las personas que nacen dentro y son
imbuidos en la cuestión no crecen espiritualmente. Sé que hay algunos que crecen a pesar
de ello, pero estoy hablando de la situación en sí. Se ha convertido en una amenaza fatal
para el auténtico propósito de Dios.
Bueno, hay una tercera cuestión, y se trata de “la misión de evangelismo”, que también
usurpa el lugar de la iglesia local formada espiritualmente. Ahora bien, no se trata de
denunciar a las misiones de evangelismo, y no estoy diciendo que las misiones no
debieran existir. Estoy muy, muy lejos de decir tal cosa. Naturalmente, no estoy hablando
de esas misiones evangelísticas que se dan entre las iglesias de cuando en cuando, sino
de aquello que ha asumido el carácter de institución permanente en diversos lugares. Así
que si tomas la misión de evangelismo y la acoges como si fuera todo cuanto hay, y te
quedas satisfecho con acudir a la misión de evangelismo donde el Evangelio es predicado
a los inconversos, y te mantienes en la línea de las misiones... bueno, tan sencillo como
que estás mermando tu propia vida espiritual. Es algo que en multitud de ocasiones se ha
convertido en un sustituto de la expresión local de Cristo que es formada de un modo
espiritual.
Cristo es mucho más que eso, y te das cuenta que las personas que viven toda su vida en
la misión evangelística son gente terriblemente inmadura, ignorante del Espíritu y faltos de
luz. Ah, sí, se regocijan en Cristo como su Salvador —no lo pongo en duda— se glorían en
la salvación personal; pero ah, ¿donde está la vocación, la plenitud de Cristo, el ejercitar
del propósito eterno de Dios? Ahí no desde luego. Eso sólo da un paso, y un pasito no es
la senda completa que lleva a los fines de Dios. Que estas cosas sean, pero como
auxiliares del más amplio pensamiento de Dios, como instrumentación de la Iglesia, y que
no hayan de ser el todo. Si lo son, afectarán funestamente a la vida del pueblo de Dios y al
progreso espiritual.
Veis, he aquí la diferencia. Tomad un ramo de flores, un ramo de rosas o cualquier otro tipo
de flor. Todas pertenecen a la misma especie y tienen el mismo tipo de vida dentro de
ellas. ¡Esa es una congregación, no un cuerpo! La diferencia entre un ramo de flores,
donde todas ellas son iguales compartiendo la misma vida, y la raíz y la planta es una
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diferencia de cuidado. Por un lado dame la rosa, y por otro la raíz y la planta o el arbusto, y
¿qué tengo? Bueno, tendré esta diferencia, que en tanto el ramo de flores tiene la vida, ahí
se queda. Eso es todo y ahí acaba. Nunca pasará de ese punto. Dame la planta o el
arbusto, y crecerá. Puede que atraviese un paroxismo de muerte durante un periodo, pero
al año siguiente volverá otra vez y habrá más; y luego otra experiencia de muerte y
resurrección, y luego habrá más, todo en la misma planta. Eso es un cuerpo, eso es un
organismo, no un ramo. Y esa es la diferencia entre una congregación con tantos
cristianos, con unidades que se juntan como unidades, y un organismo espiritual, una
expresión local del Cuerpo de Cristo; y el pensamiento de Dios es el Cuerpo, no una
congregación ni el ramo de flores.
Pero, oh, ¡el pueblo del Señor se asemeja tanto al ramo de flores! Cierto es que son todas
de la misma especie: son todas cristianas, son todas hijas de Dios, todas comparten la
misma vida; pero, ay, no están ahí como un organismo creciendo en un lugar con el
progreso de Dios, experimentando convulsiones corporales de muerte y resurrección y
consiguiendo así progreso espiritual. Lo que acabo de comentar acerca del sistema actual
y las misiones es un ramo de flores. Sí, pertenecen al Señor y tienen la misma vida, todas
son hijas de Dios; pero resulta que llegan a un punto en concreto y nunca van más allá. Es
cierto. He tenido suficiente experiencia como para tener la certeza de que es verdad. Ay,
muchas no quieren seguir adelante, y otras tantas se disgustan por sugerirles que es
necesario seguir adelante. Pero esa no es la idea que Dios tiene al respecto. La idea de
Dios es una raíz y una planta como un todo, un organismo viviente aquí y allá
representando y expresando a Cristo Mismo. La planta crece y hace progresos. El ramo
llega a un punto determinado y luego se detiene.
Ahora bien, Satanás no está en contra de reuniones como esas, más bien Satanás está en
contra de familias locales, de expresiones locales del Cuerpo de Cristo. De aquí proviene la
tremenda historia del tenaz esfuerzo de Satanás para dispersar a los hijos de Dios y
romper su vida corporal, para poner tope a su vivir juntos.
Así pues tenemos que ver cual es el propósito y función concretas de una expresión local
del Cuerpo de Cristo o de la Casa de Dios, y podemos verlo si miramos al símbolo que nos
lleva al arquetipo. Lo que el templo de antaño era figuradamente la Iglesia lo es en realidad
espiritual, y lo que la Iglesia es en una realidad espiritual como un todo lo ha de ser una
expresión local. Es de resaltar que las iglesias locales del Nuevo Testamento siempre se
aprecian bajo la luz de un Cuerpo al completo. Así fue como Pablo dijo a la iglesia local en
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Corinto, “vosotros sois el cuerpo de Cristo.” Ahora, en nada aprovecharía a los de Corinto
aferrarse a eso para decir, ¡lo veis, somos el Cuerpo de Cristo! Sería darle un significado
incorrecto. El meollo de la inspirada declaración es este, que cada compañía local
representa lo que el Cuerpo es al completo; lo que es el Cuerpo al completo en la mente de
Dios ha de ser visto aquí, allí y allá.
Ahora vamos a seguir por la senda de la analogía del templo. ¿Qué era el templo? En
primer lugar, el templo de antaño era el lugar de reunión entre Dios y el hombre. Esa es la
función primordial del templo, de la Casa de Dios. Eso fue Cristo en el más amplio sentido,
en un sentido mucho más profundo de lo que nunca fue el templo de antaño. Aquí está el
Hijo del Hombre y el Hijo de Dios armonizado en una sóla Persona. Es en extremo
significativo que en Mateo 16 ese hecho en específico sea puesto en evidencia. Cristo,
interrogando a Sus discípulos, utiliza un término, y, al conseguir la respuesta inspirada de
lo Divino por medio de Pedro, se hace uso del otro término. “¿Quién dicen los hombres que
es el Hijo del hombre?” Pedro dijo, “Tú eres el Hijo del Dios viviente.” “Hijo de hombre”,
“Hijo de Dios”: dicho por revelación de Dios. Aquí está Dios y Hombre juntos en una sola
Persona, en un solo lugar. Y de Sí Mismo el Señor Jesús dijo más tarde, “Destruid este
templo, este santuario, y en tres días lo volveré a construir.” Los judíos de mente carnal
pensaron que hablaba del templo material, pero estaba hablando de Sí Mismo, de Su
propio cuerpo. Un templo —una transición de pensamiento que parte del templo de
Jerusalén y acaba en Cristo en persona, el lugar de encuentro entre Dios y el hombre—
que es Cristo.
Pues bien, según el Nuevo Testamento la Iglesia es Cristo expresado de una forma
corporal, y por tanto allá donde se halle representado Cristo corporalmente y en un
funcionar vivo, ahí se ha de encontrar a Dios, ahí Dios y hombre deberían entrar en un
especial contacto y relación. El testimonio de todos los que entran en una esfera tal donde
Cristo está siendo efectivamente expresado de modo corporal ha de ser, “¡ahí palpo a
Dios!” Esa es la respuesta. ¿Hallas a Dios ahí? ¿Se topa el Señor contigo ahí? Ah, esa es
la cuestión determinante, y no otras cosas asociadas con el reunirse juntos o las
congregaciones; no, el Señor Mismo, y esto ahora no como algo personal entre yo y el
Señor, en cuanto a que personalmente pueda tener contacto con el Señor en cualquier
lugar, sino como un asunto de la Iglesia. ¿Me encuentro con el Señor en medio de estas
personas? Si es así he entrado en la esfera donde el pensamiento de Dios se está
expresando; y esa es una esfera de tremendas posibilidades.
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¿Habéis leído ese librito de A. J. Gordon, La visita de Cristo a la Iglesia. Puede que os
haga bien leerlo, aunque a lo mejor desde un punto de vista objetivo, visto desde fuera.
Dejadme que os cuente tan rápido como pueda el contenido. Un sábado el Dr. Gordon
estaba sentado en su estudio preparando su sermón para el día siguiente, y se durmió; y
soñó que estaba en su propia iglesia y en su púlpito el día del Señor. La suya era una
iglesia agraciada con esos pilares y arcos góticos. La iglesia estaba a reventar, y él estaba
en el púlpito a punto de empezar el servicio cuando se abrió la puerta de atrás y entró un
extraño caminando a lo largo del pasillo, buscando a derecha e izquierda un asiento libre.
A medida que se aproximaba al frente alguien se fue y le señaló un sitio vacío.
El Dr. Gordon sigue describiendo cómo siguió con el servicio, y cómo sus ojos se
desviaban constantemente hacia aquel extraño. Si miraba a cualquier lugar, sus ojos
siempre acababan fijos en él. El Dr. Gordon dijo, “me hice a la idea de bajar para hablar
con el extraño después del servicio.” Cuando terminó, y sin mostrar prisa alguna, bajó todo
lo deprisa que pudo para abordarle, pero antes de llegar a la puerta el extraño ya no
estaba. Con gran decepción, le dijo al hombre de la puerta, ¿sabe quién era aquel extraño
al que dejaste entrar esta mañana? El hombre de la puerta dijo, ¿no sabe quién era aquel?
Era Jesús de Nazaret. Ay, dijo el Dr. Gordon, ¿por qué no le detuviste? Me hubiera
encantado hablar con él. Ah, dijo el hombre, no se preocupe; hoy estaba aquí, así que
volverá en otra ocasión. (Bueno, comentario aparte, esa doble respuesta propició dos libros
de la mano del Dr. Gordon; uno fue La Obra del Espíritu Santo, y la otra La venida del
Señor.)
El Dr. Gordon dice que se marchó abstraído con estos pensamientos: Jesús de Nazaret ha
estado hoy en mi iglesia. ¿Qué era lo que yo estaba diciendo? Estaba hablando de Él.
¿Cómo hablé de Él? ¿Discernió un mínimo vestigio de irrealidad? ¿Hablé de Él sin saber
que estaba presente como lo hubiera hecho en caso de saberlo? ¿Qué pensaría Él de mi
comportamiento, de mi prédica, de mi forma de llevar el servicio? ¿Qué pensaría Él del
coro, de nuestros cánticos? Todo versaba sobre Él, pero ¿era digno de Él? ¿Qué pensaría
de nuestro edificio gótico?
Esa es la historia resumida. Pero lo que se me ha evocado es esto: ¿es esa nuestra
concepción de las cosas? Veis, con ello se sugiere que la Iglesia es una cosa y Cristo es
otra, y que la Iglesia puede ser en muchas áreas una cosa y Cristo otra. Ah no, esa no es
la Iglesia de Dios. La Iglesia de Dios es Cristo, y donde halles la Iglesia según el pensar de
Dios allí hallas a Cristo, sin disparidades, sin inconsistencias, sin contradicciones; es el
Señor. Todo lo demás no es Cristo en absoluto. La Iglesia es Cristo, y si es Cristo quien es
preeminente cuando el pueblo del Señor se junta Dios Mismo está ahí. Es sobre la base de
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Cristo y la preeminencia de Cristo que los hombres se reúnen con Dios. Sabéis tan bien
como yo que los hombres no pueden contactar con Dios por mano nuestra por culpa de
nuestro estado actual. Por nosotros mismos no podemos llevar a los hombres a un
encuentro con Dios. Este sacerdocio no puede traer a los hombres ante Dios. Pero si el
Señor Jesús está en nosotros, y podemos hacer que contacten con el Señor Jesús, les
hemos puesto en contacto con Dios. Pero si Él no está en nosotros de un modo personal o
colectivo podemos estar hablando de Dios hasta el día del juicio y los hombres no le
conocerán. La Iglesia es esto cuando está verdaderamente constituida. Es el terreno en el
cual los hombres se reúnen con Dios y Dios se reúne con los hombres, y ese terreno es
Cristo Mismo; y existe un valor especial en particular y un nuevo significado enlazado con
esta expresión corporal de Cristo en cuanto a que los hombres se reúnen con Dios. Creo
que puede producirse un impacto muchísimo mayor en los hombres por parte del Señor
cuando una compañía de hombres y mujeres con un Cristo que habita en su interior se
reúnen en el poder del Espíritu Santo que por cualquier número de unidades cristianas
aisladas. Un lugar de reunión para Dios y el hombre, el vehículo de la vida Divina.
Ahí tenéis el templo de Ezequiel. La casa ha sido terminada siguiendo el consejo de Dios, y
de esta casa, por los escalones, fluye el río profundizando y agrandando su curso, y por
donde pasa el río todo vuelve a la vida. Hay árboles en cada orilla y todo rebosa de vida
hasta que allá al final se vacía en el Mar Muerto; e incluso esa muerte es absorbida en la
vida que procede del santuario. Es de esta expresión corporal de Cristo, la Iglesia, de la
cual proviene la ministración de la vida de Dios para el hombre, y es por eso que el
enemigo desea aplastarla. Ese era el tema de nuestra meditación previa. La dispersión o
división del pueblo del Señor, convertir al pueblo del Señor en tan solo equis individuos y
unidades sin una verdadera vida corporal, consiste en un movimiento estratégico por parte
del enemigo en contra de esa vida. Sabemos por propia experiencia que si el enemigo
puede entrometerse entre dos de nosotros para apartarnos en el espíritu, nuestra vida se
halla bajo arresto y el río no es liberado hasta que enmendamos esa situación, hasta que
zanjamos esa división. Eso es muy significativo. El enemigo busca esa clase de cosas. Él
está en contra de la vida, pues la Iglesia es el vehículo de la vida de Dios.
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Pedro, siguiendo esa palabra puesta ante nosotros —“una casa espiritual” (1 Pedro 2:5)—
dice después que el objeto de la casa espiritual es “mostrar las excelencias de aquel que
os sacó de las tinieblas a su luz admirable.” La misión del templo era mostrar las
excelencias del Señor, la encarnación de los pensamientos divinos, y en cualquier lugar el
pueblo del Señor debería ser la personificación y expresión de los pensamientos divinos.
Debería haber un despliegue de los pensamientos de Dios de forma bendita, un llegar a
conocer la mente del Señor para Su pueblo, un correr el velo por ver lo que guarda el
corazón de Dios para los suyos. Así debería ser; no sólo arengas o sermones, sino un
ministerio de revelación bajo el Espíritu Santo debajo de un Cielo abierto. Esto tiene un
valor para el Señor y para Su pueblo. Pero se requiere una compañía orgánica, viva, para
que tal cosa sea posible; y ah, ¡es algo que hemos aprendido por experiencia! Por una u
otra razón a veces no todos estamos apercibidos para con el Señor cuando nos reunimos.
A lo mejor estamos cansados o estamos preocupados y algo ha llegado para tirarlo por el
suelo, y aunque el Señor ha preparado para nosotros una fiesta por todo lo alto, algo que
Él quiere darnos a conocer, no puede; se le pone como entre paréntesis, y sólo queda un
estado carente de vida. Pero juntémonos en el Espíritu, vivos para el Señor, y los
pensamientos de Dios se expresarán y fluirán. La condición de la compañía de los hijos de
Dios determina en gran medida la calidad del tiempo que pasamos juntos. Depende mucho
de nosotros cuánto puede darnos el Señor. La compañía de los hijos de Dios ha de ser la
expresión y personificación de los pensamientos de Dios. Existe para eso.
Así que el templo era el lugar del gobierno de Dios. Las cosas se traían ahí para que se
tomaran decisiones, para ser juzgadas: y Pedro dice, “el juicio debe empezar por la casa
de Dios”; y ahí está Mateo 18 una vez más. Decidlo a la Iglesia, que la Iglesia decida sobre
esto. Es el lugar de Gobierno divino. Y aunque no puedo detenerme mucho más aquí,
podéis ver que la compañía corporal, constituida en la senda de vida por Cristo, tiene una
consecuencia real y práctica para con Dios hoy en este mundo: y ah, cuán importante es
por razón de vida, por razón de luz, por razón de poder, el que todos seamos parte de una
forma consciente y viva de dicha expresión local de Dios.
La verdad es que deseo deciros esto desde mi corazón, que os es necesario, queridos
amigos, tener tras de vosotros, formar parte y estar en medio de una compañía de hijos de
Dios viviente funcionando orgánicamente en este orden de cosas. Yo conozco la diferencia
y muchos de vosotros sabéis la diferencia, la diferencia en la profundidad, en la fuerza.
Durante muchos años fui un ministro, por así decirlo, de diferentes iglesias,
congregaciones; pero ah... conozco la diferencia entre eso y lo que se ha conseguido
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desde entonces. No es en absoluto una diferencia en el calibre natural de las personas,
sino una diferencia de estilo. Una cosa formaba parte de un sistema en gran medida
organizado y administrado por hombres con un propósito religioso: lo otro es algo formado
del Espíritu; y esa es una diferencia enorme. Veo la diferencia cuando me topo con las
cosas. Todo cuanto puedes decir es que aquellos que tienen una compañía local orgánica
de hijos de Dios y forman parte de ella tienen algo que otras personas no tienen. Hay como
una medida en ellos. Hay algo en torno a ellos que es más de lo que jamás encontrarás en
las otras cosas de las que he hablado, donde es algo meramente individual o formal. Es
muy importante. La Iglesia se debe a esto, y sólo se pueden conocer los recursos Divinos
que le han sido reservados según se mueve en la intención y propósito de Dios. Si por
tanto hemos sido llamados a esto como Iglesia, entonces hemos de ser la Iglesia para
cumplir nuestro gran propósito y conocer nuestra gran plenitud. Os pido que penséis en
esto muy seriamente. Es algo de no poca importancia, es este asunto de la comunión local
de los hijos de Dios.
Sé que puede implicar ciertas dificultades para algunos de vosotros. “No hay nada en mi
vecindad y no sé cómo podría ser posible.” Pero hay una respuesta y la respuesta es
simple, aunque puede poneros a prueba. Si esta es la mente de Dios acude al Señor al
respecto. “Señor, si esta es tu mente, o bien me llevas a tal cosa o haces que ocurra tal
cosa donde yo vivo.” Aférrate al Señor en cuanto a esto.
Cuando el hermano Nee estuvo aquí, al hablar de este asunto con nosotros relató que en
un lugar surgió este problema entre alguien y el Señor, de cómo aquel se aferró al Señor
durante varios años buscando ayuda en el tema; de cómo después de estar en suspenso
durante tanto tiempo empezó poco a poco a tomar forma; una segunda persona se unió al
primero, y luego un tercero, y luego otro. Pero fueron muy ejercitados durante bastante
tiempo, reafirmándose en el significado y el valor del pensamiento de Dios y aferrándose a
Él para que tomara una expresión y se hiciera realidad. Veis, este asunto es así. Ese es
nuestro ministerio; poner en evidencia mediante la oración lo que Dios se ha propuesto. Si
nos damos por vencidos con facilidad, pues bueno, no hemos visto la visión, el asunto no
ha calado hondo. Esto lo digo para ayudar con el problema que surge. Ejercitémonos en
cuanto a la Iglesia y dejemos que la Iglesia sea más importante para nosotros que el
problema, y entonces creo que encontraremos un camino que surgirá a nuestros pies.
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Capítulo 5 - La Ley Que Gobierna en la Casa
de Dios
Leyendo: Ezequiel 47:1-2; 1 Pedro 2:4-5
Para que nadie tropiece con esa segunda palabra, “espiritual”, digamos muy de pasada
que espiritual básicamente es aquello sujeto a un gobierno del Espíritu Santo; pero un
gobierno por parte del Espíritu Santo que es llevado a cabo de tal forma que nos hace uno
con el Espíritu Santo en todos sus ámbitos, en sus diferentes puntos de vista, tomando
decisiones, con lo cual, al ser uno con Él, no nos vemos en absoluto influenciados ni
afectados por juicios naturales y consideraciones naturales, sino que nos pertenecen todos
los juicios, valores y modos de ver las cosas del Espíritu Santo. En resumen y de un modo
comprensivo eso quiere decir espiritual, una formación de nuestro interior en consonancia
con el Espíritu Santo, lo cual implica por otra parte el derrocamiento de todo cuanto es
propio y peculiar de nuestra vida natural, mente, corazón y voluntad.
Ahora pues, echemos un vistazo a estos cuatro rasgos de la casa espiritual de Dios, la cual
somos nosotros si somos del Señor, y admirémoslas a la luz de la vida y de la
espiritualidad.
Lo primero de lo que nos ocupamos fue que esta casa espiritual de Dios existe con el
propósito de enseñar, proclamar, manifestar la exaltación del Señor Jesús como el Hijo de
Dios, la exaltación del Señor Jesús al trono del Padre. Para eso existe la Iglesia, y es por
eso que existimos nosotros si somos la casa de Dios. Pero eso no consiste sólo en una
verdad, en una especie de doctrina que debe ser proclamada. No se trata solamente del
credo de la Iglesia... “Jesucristo ha sido levantado de los muertos y exaltado a la diestra de
la Majestad en el Reino Celestial.” No es tan sólo una de nuestras convicciones, como
solemos decir. Es algo que tiene que constituirnos espiritualmente y que ha de ser
expresado por medio de vida. La exaltación del Señor Jesús es, antes y por encima de
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todo lo demás, un asunto de vida. Sólo cuando Él fue exaltado a la diestra de la Majestad
en el Reino Celestial Dios le hizo Señor y Cristo, y sólo cuando Él fue sentado a la diestra
de Dios, muy por encima de todo gobierno y autoridad, principado y potestad, el Espíritu
Santo salió de Su presencia e hizo lo que era una realidad en los Cielos una realidad
espiritual en la Iglesia; y esa realidad fue resaltada, demostrada, probada y evidenciada por
el gran poder de Su vida glorificada. Hemos de ser constituidos espiritualmente sobre la
base de la exaltación de Cristo. Eso quiere decir que algo ha de afectarse dentro de
nosotros de modo que sobrevenga en nuestro interior una unidad espiritual y viva con la
exaltación, señorío y supremacía de Jesucristo. No es algo que haya de quedar ajeno a
nosotros, por más que sea una gran verdad.
Tenemos que serlo en hecho; y, como hemos señalado, el impacto de los primeros
creyentes sobre este mundo, sobre aquellos que les rodeaban doquiera estuviesen, fue el
impacto del hecho, no de la doctrina, ni de la enseñanza, ni del decir, sino del hecho de
que Jesucristo había sido exaltado. Aquello precedió a los acontecimientos porque ese
hecho tiene una importancia capital en la esfera espiritual, y sabemos bien que todo lo
visible, todo cuanto tenemos aquí en esta creación consciente, lleva tras de sí un orden
espiritual.
Nunca antes había sido más claramente manifestado y demostrado que a través de la
actual coyuntura mundial. Hay un orden de cosas espiritual que lo conduce, gobierna y
manipula todo. Tiene, como muchos han estado diciendo durante los meses pasados, un
trasfondo satánico. La exaltación del Señor Jesús efectúa ahí su primera impronta, y no es
hasta que se produce la impronta que el primer plano en realidad se ve afectado. Para
arrestar al hombre, para detener el curso de los acontecimientos, para poner un yugo a las
situaciones, para poner brida a las circunstancias de lo visible, tienes que pasar por detrás
y registrar cierta realidad superior contra esas fuerzas que originan estas cosas.
Bueno, pues eso es espiritualidad. El apóstol Pablo habló bastante de esta cuestión, y
tenemos expresó con sus palabras esta realidad. Por ejemplo, “las armas de nuestra
milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas.” (2
Corintios 10:4) De hecho no utilizó la palabra concreta, pero queda suficientemente claro
que quiso decir que las armas de nuestra milicia son espirituales, que enfrentan la situación
desde detrás del telón: y sabéis el asunto que tenía entre manos en el momento que usó
esas palabras. En ese momento estaban los corintios buscando las ventajas de la
sabiduría natural, del aprendizaje natural, la sabiduría y el poder de este mundo para
obtener un rango, una influencia, una posición. Eran carnales en su búsqueda de armas
carnales con las que adquirir una supremacía en este mundo. Aquello llevó al apóstol a ese
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gran discurso sobre la necedad y debilidad de la sabiduría y fortaleza de este mundo, y dijo
que para vencer a este mundo necesitas algo que no son las armas de este mundo, que no
son los hombres de este mundo. Para vencer lo carnal debes tener algo aparte de las
armas carnales, y las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios.
En otras palabras, son espirituales. Pues nuestra lucha no es contra sangre ni carne en
forma de sabiduría y poder terrenal, “sino contra principados, contra potestades, contra los
gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las
regiones celestes.” (Efesios 6:12)
La casa de Dios es una casa espiritual con ese propósito espiritual, en una palabra,
establecer en el hogar interior la supremacía de Cristo de un modo espiritual en contra de
las fuerzas espirituales. Después los instrumentos de esas fuerzas de maldad espirituales
serán sujetadas. No tiene ningún sentido enfrentar las cosas de un modo directo. Tienes
que golpear la causa misma de las cosas, y luego, según el propósito e intención de Dios,
serán destruidas o vendrán a una sujeción o limitación, así como el Señor quiera. La idea
del Señor no es parar todas las guerras de una vez, ni mucho menos los acontecimientos
donde tercia la maldad, pero existe algo que limita las cosas para el propósito de Dios; y
siento, y apelo a vosotros como hijos de Dios, que deberíamos estar grabando en este
registro espiritual la autoridad y supremacía del Señor Jesús en lo invisible, en el trasfondo
de las situaciones de este mundo presente, con objeto de limitar las cosas para el
propósito de Dios.
Creo que ahora es posible que los hijos de Dios sopesen todo ataque de las potestades de
los aires en este país y lo limiten, darle el límite que Dios da, y creo que eso es lo que está
ocurriendo. Digo esto tan sólo para ilustrar lo que quiero decir. Es algo sorprendente ver
cómo las cosas han sido limitadas. Hemos podido ver una y otra vez lo que podría haber
sido, y hasta qué punto la masacre ha sido acotada, e incluso vemos la parte que ha
sufrido daños. Ay, cuántas cosas podrían haber ocurrido, y la maravilla de cada día es el
límite impuesto. Ciertamente eso da ánimos. Creo que se debe a algo que hay en lo
invisible que se pone en marcha por las oraciones del pueblo de Dios. Eso anima.
Entreguémonos a nuestro ministerio. Para eso está la Iglesia.
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Por lo tanto, lo primero es que Jesús sea exaltado por sobre todo principado y potestad
que subyace a la oscuridad de este mundo, y la Iglesia está aquí, por medio de la oración,
el testimonio y la vida espiritual, para hacer llegar al hogar interior esta superioridad del
Señor Jesús sobre esas fuerzas que están operando por detrás. Es algo que no consiste
en palabras, ni doctrinas, ni credos, sino en vida, en el impacto que produce Su vida
glorificada y ascendida.
Bien, aquí es donde empezamos. Como veis, el principio, la ley que expresa la exaltación
de Cristo, es la vida y lo espiritual.
Lo segundo que pudimos observar en cuanto a estos rasgos de la casa espiritual de Dios
era que existe para ministrar para el buen placer y gloria de Dios. Es para gloria de Dios,
para el buen placer de Dios que la Iglesia ha conocido su nacimiento, para su satisfacción.
Y aquí lo condensamos en esta regla: Dios es glorificado y Dios recibe aquello que es para
su buen placer en la línea marcada por la vida y lo espiritual. Podéis juzgarlo por los
efectos. Dondequiera que haya un verdadero ministrar de vida siempre se da gloria a Dios
y Dios es glorificado.
Tal cosa, naturalmente, se ciñe a las Escrituras. Os acordáis que ese fue el tema que el
Señor Jesús señaló y destacó en la resurrección de Lázaro. “Este mal no es para muerte,
sino para gloria de Dios”; y atravesando toda duda e incredulidad que se blandían entre Él
y Lázaro, una vez enfrentada la situación, al final levantó calladamente Su corazón al
Padre. “¡Padre, glorifica tu nombre!” Luego clamó a gran voz, “¡Lázaro, sal fuera!” La
resurrección de Lázaro, la victoria sobre la muerte, aconteció para la gloria de Dios, y fue
un suceso espiritual, consistió en el triunfo de la vida en Cristo. Pues bien, en eso consiste
la gloria de Dios. Luego dice que muchos creyeron en Él. La gloria de Dios queda muy de
manifiesto por la obra de este principio de vida que triunfa sobre la muerte.
Bueno, pues este asunto es fundamental. Si volveis otra vez al Antiguo Testamento veréis
que con cada siervo de Dios, después de ser aprehendido por Él, se iniciaba un proceso de
muerte y resurrección. Podéis tomar el ejemplo que queráis. Destacando entre todos, ahí
tenemos a Abraham. Hasta qué punto son significativas las palabras que marcan el punto
en que el siervo de Dios es prendido. “El Dios de la gloria apareció a nuestro padre
Abraham” (Hechos 7:2). Se fija el estándar de Dios, y en efecto dice, “muy bien, voy a
tratar contigo según lo que Yo soy como Dios de gloria, ¡y el objeto de todos mis tratos
contigo será mi gloria!” Así pues, en cuanto Abraham fue prendido por el Dios de gloria se
estableció este proceso de muerte y resurrección. Consistió en un proceso repetitivo y
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obstinado. Abraham entró en una primera etapa, un estado y medida de muerte, y más
tarde, en la resurrección, apareció la gloria de Dios. A lo largo de toda la senda se mantuvo
esta experiencia de muerte.
Ahora no estoy hablando de muerte física, sino de una obra de muerte espiritual en su
vida; muerte a cosas, muerte a relaciones, muerte a esperanzas, muerte a las expectativas
terrenales, muerte a las posesiones; y cada vez que la muerte obró se produjo una
resurrección hacia un ensanchamiento del Señor, y el Señor venía y hacía pactos nuevos,
le ofrecía revelaciones frescas. ¡Yo soy El Shaddai! Hubieron muchas cosas positivas
cuando otras áreas experimentaban la muerte, hasta ese último triunfo de resurrección en
Isaac. Aquí está la muerte; sí, aparentemente la muerte a todas las promesas, a toda
esperanza. Si Isaac desaparece, entonces el Dios de fidelidad, el Dios de Palabra, el Dios
de pacto, el Dios de promesas, desaparece también. Poderosa muerte que enfrentar, y
enfrentada fue en espíritu, mas al fin fue una resurrección, resurrección plena, gloriosa:
¡qué gloria supuso para Dios!
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Su Iglesia en plenitud, y no sólo en Cristo sino en y a través de la Iglesia cuando la muerte
sea finalmente conquistada.
Pero esto es algo que hay que aplicar a la experiencia actual. Es una gran verdad a
contemplar, es algo bendito a considerar; pero vamos a dejar que llame a la puerta de
nuestra casa. Lo que ahora siento que es importante, el deseo del Señor en este punto, es
que deberíamos estar muy apegados a estas cosas como a una realidad; que lo que
decimos no sea tan sólo una verdad, sino en nuestro caso una realidad. Somos la casa de
Dios, somos esta casa espiritual para ministrar al buen placer y gloria de Dios y es algo
que se realiza siguiendo la línea marcada por la vida, y esa vida es la vida que vence a la
muerte. Así pues, con cada fresco despertar y experiencia de muerte espiritual, dejamos la
impronta de que ESTO NO ES PARA MUERTE, ¡SINO PARA LA GLORIA DE DIOS! Oh,
que Él nos de gracia para hacerlo. Del dicho al hecho hay un trecho, lo sé, pero está
delante nuestro. La historia lo confirma, que ésta es la forma en que se ministra al Señor
para Su satisfacción y gloria, cuando nosotros somos la vasija en la que se manifiesta el
poder de Su resurrección, y tal cosa exige experiencias de muerte.
Así, el tercer rasgo de esta casa espiritual es que existe para la liberación y la vida de
otros, siendo estos otros, naturalmente, los escogidos de Dios, aquellos vinculados con el
propósito eterno de Dios. Estamos aquí para servir al Señor bien precavidos del propósito
firme y obstinado de Satanás de poner fin a la vida de Cristo en Su Iglesia, y la prueba de
la realidad, de la realidad espiritual de esta casa espiritual se puede expresar de este
modo, ¿hasta qué punto ministramos para la vida del pueblo de Dios con el fin de liberarles
de estas continuas masacres de muerte espiritual? En esto consiste la prueba. Tenemos
que acercarnos lo más posible a eso. Está muy bien hablar de todas estas cosas, pero
tienen que convertirse en una realidad. Debería estar prohibido tratar estos temas como si
consistiera en una enseñanza que se imparte en tal o cual lugar. La enseñanza puede que
sea maravillosa, que sea correcta, pero, ¿qué ocurre con la práctica en lo que nos
concierne como pueblo de Dios? La prueba no consiste en si hemos aceptado la doctrina
correcta: la prueba es si estamos funcionando según lo que somos, si estamos haciendo
en verdad aquello que constituye nuestra propia existencia.
Como veis, la Iglesia, el pueblo de Dios, no es una cosa y la verdad otra cosa diferente, y
luego la Iglesia acepta por las buenas esa verdad. No se trata de eso. Se trata de que la
Iglesia es esa verdad, y en caso contrario no es nada en absoluto. Yo digo que soy un
miembro del Cuerpo de Cristo. Pues bien, puedo tomar la actitud de que ciertas verdades
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son las verdades que le pertenecen a los miembros del Cuerpo de Cristo y por ello acepto
esas verdades: admito esas verdades, por tanto creo en ellas y empiezo a predicarlas. Es
es una cosa. Otra cosa es que ciertas verdades son realidades en lo que concierne a los
miembros del Cuerpo de Cristo, y no puedes diferenciar entre las verdades y los miembros,
y la existencia misma de esos miembros implica que esas verdades operan, y si esas
verdades no están operando tienes razones de peso para cuestionar la realidad de la vida
de ese miembro del cuerpo de Cristo. Algo anda mal; no es normal, todo está patas arriba.
No estoy diciendo que si estas verdades no se manifiestan con plenitud en nosotros ha
quedado anulada nuestra relación con Cristo como miembros de su Cuerpo, digo que si
resulta que estas verdades no se están expresando, algo grave ocurre con nosotros como
miembros del Cuerpo y somos una contradicción para el verdadero significado de nuestra
existencia. Tú y yo existimos para la vida de otros, y si otros no están recibiendo vida por
medio de nosotros hay algo inconsistente en nuestra propia existencia. Suena muy duro y
severo pero es algo que tiene que llegar y habitar en mí al igual que en vosotros. Nunca os
hablo sin tomar yo mismo buena cuenta de ello y tengo este acuerdo con el Señor, que o
bien da buen provecho de toda verdad en lo que a mí me concierne, o bien me ahorre el
esfuerzo de hablar de ello.
Os desafío a ello, mis queridos amigos, a enfrentar esta ley de vuestra existencia. ¿Estáis
ministrando al pueblo de Dios o tan sólo os tumbáis a la bartola? Peor aún, ¿estáis
ministrando muerte? ¿Es para vida? Si es así, la casa de Dios está ciertamente
representada por nosotros. Si no es así, si es tan sólo neutral o negativa o antagonista
para la vida, entonces la casa de Dios está en ruinas en lo que a tales concierne. Todas
estas cosas son propiedad de la vida y de lo espiritual, y hay algo horrible de lo cual
rogamos ser librados con reverencia y fervor, y esto consiste en hablar la verdad,
contemplar verdades, aceptar verdades, estar conectados a verdades como tales sin tener
manifestada la vida de esas verdades en nosotros. A menudo temo que esa sea una de las
tramas más desgarradoras en lugares donde existe esta revelación, y sucede que las
personas empiezan a asimilar verdades, y respaldan las verdades que “Honor Oak” [Iglesia
Bautista Honor Oak en Londres, donde el reverendo Sparks ministraba...] respalda. Que
Dios nos libre de ese discurso y de esa mentalidad. No es eso. O somos esto, por mucho
que podamos estar de acuerdo y hablar sobre ello, o bien no lo somos.
Es la vida y lo espiritual lo que importa, y debemos estar mucho ante Dios para que todo se
manifieste de forma real en nuestro caso; que nuestra presencia signifique que la vida se
ministra, que la vida se transmite. Somos el vehículo de vida al servicio del pueblo del
Señor para librarles de la masacre de la muerte. Por esta razón Pablo rogó
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encarecidamente que los creyentes oraran por él. Ah, grande es la obra de
estrangulamiento del enemigo en la ministración de vida hacia el pueblo del Señor.
Así el cuarto factor es que la Iglesia en su vida corporal existe para ser una expresión a
cuerpo presente del propio Señor Jesús dondequiera que dos o tres se reúnen. Me
pregunto si hemos identificado lo que significa en verdad esa palabra de Mateo 18. He aquí
alguien que pertenece al Señor y es culpable, responsable de un mal. “Si tu hermano peca
contra ti.” En el margen se dice que muchos eruditos omiten “contra ti.” Por lo que se
leería, “si tu hermano peca, ve, muéstrale su falta... si te oyere, has ganado a tu hermano.
Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos
conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle
por gentil y publicano. De cierto os digo que lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo;
y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo... Porque donde están dos o
tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.”
Ahora podemos dejar aparte lo que ello conlleva y extraer el principio. La Iglesia existe
para ser una expresión corporal de Cristo dondequiera que Él sea representado. La Iglesia
no puede representarse con menos de dos, pues la Iglesia es un Cuerpo, y aún no se ha
dado el caso de que un templo consista en un ladrillo. Es algo corporal, y viene a ser una
expresión de Cristo en su vida corporal. Ese es el propósito de la Iglesia, ser una expresión
de Cristo. Una cosa así no puede consistir en algo oficial, no es algo formal. No se trata de
que la Iglesia tenga una sesión y en su sesión tiene una agenda que seguir y discute
ciertas proposiciones y llega a ciertas conclusiones. No, es algo mucho más profundo que
eso.
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depositado su confianza en el Espíritu de Dios para seguir sendas y decisiones correctas
mediante la oración continuada. Se ha sujetado completamente a sí misma al gobierno del
Espíritu Santo y por ello se hace espiritual, para que funcione en un principio de vida de un
modo espiritual; no tiene capacidades formales sino capacidades espirituales y vivas, es
decir, su capacidad navega sobre el testimonio del Espíritu en la línea que marca la vida.
Surgen los problemas, aparecen las dificultades. ¿Cómo van a enfrentarse estas cosas?
Bueno, alguien propone y aquellos que son espirituales sienten, ay, ¡esto implica la muerte
si tomamos ese rumbo! ¡No, no tenemos la libertad para ir por esa senda, sería terrible! Es
una impronta interior. No significa que tengamos mejor juicio, sino que el Espíritu de vida
habla por dentro, “¡no sigáis esa línea, va a ser desastroso!” También puede que algún otro
diga algo y aquellos que son espirituales sienten, ¡sí, es la senda del Señor! Se graba por
dentro; el Espíritu de vida gobierna; y esa es la base de toda la vida de la Iglesia, y así se
convierte en una expresión de Cristo, en una expresión de la mente de Cristo en aquel
lugar. El Señor se evidencia sobre la base de lo espiritual y por la línea marcada por la
vida. Pero ha de existir una vida corporal para eso... “en boca de dos o tres testigos.” Como
veis, ese es el principio corporal en acción. No tenía la intención de entrar en tanto
tecnicismo para hablar de la Iglesia, pero todo es para señalar esta gran verdad de que la
Iglesia, esta casa espiritual, existe para ser una expresión de Cristo donde sea
representado por dos o tres reunidos corporalmente.
Podéis ver que la vida corporal es espiritual y es vida. Es un asunto de vida. Nuestra unión,
nuestra relación con Cristo se fundamenta en el principio de la vida. “Allegándoos a Él, una
piedra viva... también vosotros, como piedras vivas, sois edificados en casa espiritual.” Lo
digo una vez más, Dios no trata con nosotros como si fuéramos ladrillos; Dios está tratando
con nosotros como si fuéramos piedras vivas. Eso quiere decir que se comporta con
nosotros como los que tienen una vida en común con el Señor Jesús, y nuestra relación
con la piedra viva es una relación que abarca una sola vida. Es una relación espiritual y
esa vida es la que hace evidente la expresión corporal. Es lo único que diferencia a esta
expresión corporal con fundamento de vida de una sociedad, un club o una institución.
Puedes unirte a un club, puedes entrar en una sociedad y puedes estar de acuerdo con
muchas cosas asimiladas a convicciones y a procedimientos, pero no estar unidos por una
vida corporal. Por encima de todo lo demás la Iglesia es esto último. Una sola vida en
todos los miembros une a todos los miembros a la Cabeza, y así sucede que a través de
esa vida se expresa a Cristo dondequiera que esté. No proclama cosas que tengan que ver
con Cristo. Deja y hace entrar a Cristo y dice las cosas allí, y sea por boca de dos, tres o
más, Cristo ha llegado. No consiste en hacer aseveraciones.
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Sabéis, la iglesia de Roma afirma tal cosa, afirma eso mismo, que allí donde está esa
iglesia está Cristo. Ah claro, pero hay una diferencia. No sólo consiste en una afirmación,
sino en un hecho renacido, que donde estén estas piedras vivas y espirituales el Señor
ciertamente está ahí y la gente lo sabe, y acaba manifestándose aquello sobre lo que
escribió el Apóstol. Cuando se allega un extraño y las cosas son como deberían, cuando
las cosas tienen este perfil, el extraño llega, se humilla y dice, “Dios verdaderamente está
entre vosotros.” ¡Ah!, eso es lo que queremos. Sea que empiecen a venir personas o no,
esa no es la cuestión. La cuestión es que se derrumban por dentro; prejuicios, sospechas,
temores y reservas se vienen abajo. Algo se alza supremo dentro de ellos y lo echa todo
abajo. “No puedo escapar de ellos, ¡el Señor está ahí!” Si pudiésemos rendirnos a eso todo
sería mucho más fácil para nosotros. Pero ese es el meollo del asunto, en una palabra,
manifestar al Señor. La Iglesia existe para manifestar al Señor en todo lugar, incluso donde
sea representado por dos o tres. Ojalá todo esto sea cierto en nuestro caso. Estoy seguro
de que nuestros corazones asienten a esto. Bien, acudamos al Señor en este asunto para
que en nuestro caso, en la parte que nos toca individualmente como piedras vivas, sea
cierto; que seamos un ministerio de vida, una representación de Cristo, que estemos
glorificando a Dios, que pongamos en evidencia la exaltación de Su Hijo.
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Capítulo 6 - La Escuela de los Hijos de
Adopción
Leyendo: Romanos 8:14, 17, 19, 21, 23, 29; Gálatas 4: 5-7; Efesios 1:5-6; Hebreos 1:1-2;
3:6-8, 14-15; 5:8-14; 12:5-7, 9, 11.
Cuando nos allegamos a las cosas de Dios, llegamos a la conclusión de que tenemos que
cambiar algunas de nuestras ideas humanas, y entre las muchas cosas donde esto sucede
es en este tema de la adopción. La idea de Dios en cuanto a la adopción es del todo
diferente a la nuestra. Nuestra idea es que tal cosa consiste en introducir en la familia a
alguien ajeno a ella, pero esa nunca fue la idea de Dios de la adopción. El significado literal
de la palabra “adopción” es “ubicar a los hijos”, y si habéis estado atentos no habréis
pasado por alto que la adopción llega con el cierre de las cosas en todos esos pasajes de
la Escritura. Es algo que se extiende por delante. Nosotros, los que hemos recibido el
Espíritu, esperamos, esperamos mientras gemimos, nuestra adopción. Fuimos escogidos
de antemano para recibir la adopción como hijos. Según la Palabra de Dios es algo que
esperamos. Por tanto no consiste tan sólo en entrar en la familia, sino que es resultado de
lo que ha sucedido desde que entramos a formar parte de la familia, el resultado de los
tratos de Dios con nosotros como parte de Su familia, y sabéis perfectamente que se usan
palabras distintas para hablar de esto.
En este particular, la versión revisada es de gran ayuda. Ahí se marca una clara diferencia
de que, como niños1 de Dios, lo somos en razón de nuestro nacimiento, pero somos hijos
en potencia en base a ese mismo nacimiento. De hecho, según ese pensamiento divino
representado por la palabra “adopción”, somos hijos después de estar en la familia durante
un tiempo y después de tratar Dios con nosotros. La adopción como hijo, en el sentido
Divino, es algo que se está desarrollando en nosotros. Ser un niño de Dios es algo
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generado; “niño” es un término genérico, pero la adopción como hijo es algo recibido, se
da, se imparte. Consiste en algo más que nacer.
Vamos a decir aquí y ahora que el enemigo siempre resiste con fuerza inusitada este
asunto del progreso espiritual en la adopción. Lo más peligroso para el enemigo es “la
adopción como hijos.” Significa su fin y él sabe bien las consecuencias cuando el pueblo
del Señor marcha con Él hacia esta adopción. Estos judaizantes eran los instrumentos del
mal para evitar que estas gentes prosperaran hacia ese fin glorioso.
Así pues, por medio del Apóstol en estas dos epístolas, el Espíritu Santo nos acerca a la
luz de la adopción; es decir, nos da el conocimiento de la adopción en su significado más
pleno y dice que al haber recibido el Espíritu Santo somos hijos básicamente, pero que esa
adopción no tiene aún su pleno significado y valor. Es algo en lo que hemos de avanzar y
continuar; pues toda la creación espera y gime mientras espera, la consumación literal de
lo que hay de potencial al haber recibido el Espíritu, en una palabra, “la manifestación de
los hijos de Dios.” Cuando llegue ese día, la creación será liberada de su lazo de
corrupción. Pero las potencias de maldad obran en contra de esa liberación, y obraron a
través de los judaizantes y por medio de muchas otras cosas y personas para evitar esa
gloriosa liberación de la creación en la manifestación de los hijos de Dios. Así que lo que
tenemos en Romanos y Gálatas es luz sobre la adopción como hijos, y se establecen los
cimientos de la adopción pero no se dice nada que implique la declaración definitiva de que
hayamos alcanzado todo cuanto engloba la adopción. Siquiera esta palabra, “todos los que
son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios”, no está diciendo que todo
cristiano es un hijo de Dios; porque, ¿es guiado todo cristiano por el Espíritu de Dios? Es
una posición espiritual que está vinculada con la adopción según el pensamiento de Dios.
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Naturalmente, en nuestro nacimiento como niños de Dios, cuando la adopción está
implícita y es prospectiva, la herencia se extiende por delante porque todo aquel que nace
en esta familia es un heredero en potencia. Si somos niños, somos herederos. Todo el
mundo sabe que podemos ser menores de edad y herederos al mismo tiempo, y esto
queda patente en Gálatas. Pero aunque nazcamos como herederos, aún somos menores
de edad y no podemos obtener la herencia hasta que alcancemos nuestra mayoría de
edad. Eso es adopción... alcanzar la mayoría de edad, llegar a un desarrollo completo, a
una madurez plena.
Así que nos llevan de la mano para encarar este asunto de alcanzar adopción mediante el
desarrollo en nosotros de la adopción como hijos en la Escuela de Dios. Creo que debo
decir aquí que, aunque esto se convierte en un asunto individual y personal, y debe ser eso
en su aplicación, el tema de la adopción se funde con la propia elección y la Iglesia es lo
que queda a la vista, no el individuo. La Iglesia es el cuerpo escogido, y la Iglesia es el
“hijo” escogido en el sentido del que hablamos ahora de la adopción como hijos; y es la
Iglesia la que está predestinada para la adopción como hijos, no los individuos como tales
aunque tenga su aplicación individual, y Dios alcanza Su plan final con la manifestación de
los hijos en el sentido corporal, la manifestación de la Iglesia. Digo esto porque siento que
este asunto de la adopción abarca la verdad del Cuerpo de Cristo de una forma muy real.
En realidad depende de esa verdad. Bueno, puede que no comprendáis lo que quiero
decir. Quiero decir que la adopción como hijos necesita al Cuerpo de Cristo, está envuelta
en esa verdad del Cuerpo de Cristo, y es en función de nuestro vínculo con Cristo como
coherederos que nos desarrollamos, que alcanzaremos una plenitud, la meta final de Dios.
Tú y yo no podemos heredar uno a uno, individualmente: sólo podemos heredar de una
forma correlativa.
Creo que esa verdad profundiza más de lo que ahora intento señalar; pero reconozcamos
que el enemigo tiene algo muy en mente al tratar de mantener la luz del Cuerpo de Cristo
apartada del pueblo del Señor. Si os dais cuenta, la razón para esa actuación se encuentra
en el hecho de haber sido escogidos de antemano para ser adoptados como hijos por
medio de Jesucristo, atrayéndonos a Sí Mismo y todo lo que eso implica para el enemigo;
porque para él significa todo. Pierde su lugar, pierde su reino, pierde su título, lo pierde
todo cuando este “Hijo Corporal” sea manifestado en gloria, cuando esta obra sea
completada en la Iglesia y se encuentre en el trono. Por ende está en su mano mantener la
luz del Cuerpo de Cristo apartada de los creyentes: y por esta razón, cuando el Apóstol ha
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sido guiado a declarar la verdad “habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos
suyos”, dobla sus rodillas, por decirlo así, y ora:
Es una oración ferviente en contra de esta ceguera, de esta oscuridad, de esta obra
obstaculizadora del adversario en relación con la luz propia de la naturaleza, llamado y
destino de la Iglesia. Estaréis de acuerdo conmigo que comparativamente hablando hay
pocos cristianos, echando un vistazo general al rango de cristianos que andan por el
mundo, hay pocos que tienen luz, la revelación del Cuerpo de Cristo; y es la prueba del
desastre producido por la actividad satánica, del cegar de los santos. Ah no, no se trata de
una verdad concreta que es opcional. Es algo vinculado al propósito mismo de Dios y al
desmantelamiento de toda la obra de Satanás.
Estamos en una escuela con un destino formidable. Estamos en una escuela cuyo fin es
algo que tiene tal significado e importancia que apenas podemos imaginarlo, y por tanto no
debemos considerar a la ligera esta disciplina del Señor. Oh, de nuevo nuestras ideas
humanas no deben introducirse en la esfera Divina cuando usamos la palabra “disciplina”.
¡Qué traducción tan mala! Ni siquiera los exégetas correctores nos han ayudado mucho.
Tan sólo se trata de una “didáctica para niños”. ¡Creo que cuando era joven ese capítulo de
Hebreos se convirtió en mi pesadilla particular de la Biblia desde que lo oí! Todo mi ser se
ponía de uñas en contra. Supongo que es algo natural; pero ojalá nos hubieran ofrecido
estas tres palabras en vez de esa deplorable “disciplina”. Al menos hubiera limado
asperezas. “Hijo mío, no desprecies la didáctica del Señor.” Hay algo aún mejor. “El Señor
adiestra a los que ama.” Él adiestra a los niños que ama.
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Bien, llegamos directamente a este asunto de la didáctica. Aquí, en este quinto capítulo de
la carta a los hebreos, observamos que estos rasgos didácticos se mencionan de distinta
manera.
Aunque era hijo, aprendió obediencia por las cosas que sufrió.
Estas dos palabras aquí ayudan en gran manera... “los sentidos ejercitados.” Como niños
de Dios, se nos supone con unos sentidos espirituales, y el objeto de los tratos de Dios con
nosotros en su didáctica para niños es conseguir ejercitar esos sentidos para que por
medio del ejercicio tengamos experiencia: y que cosa tan increíble es la experiencia, y
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menudo valor añadido representa. Las personas que cuentan son estos con experiencia, y
la experiencia llega por medio del ejercicio de los sentidos.
Pero hay un buen número de personas que jamás se gradúan de la niñez e infancia
espiritual y pasan a la adopción; ¿a qué se debe esto? Veis, Dios no convierte niños en
hijos ejerciendo su soberanía y determinación. Ah no, Dios no está por la labor de hacer
hijos por iniciativa propia, por su propio poder. Hay un lugar que nos corresponde en todo
esto. Os habéis dado cuenta que en cada una de estas escrituras la responsabilidad se
arroja sobre los propios creyentes, y se intenta que quede claro usando palabras muy
duras que la responsabilidad descansa sobre ellos. La continua evocación de estas
palabras haciendo eco de la caída de Israel en el desierto es muestra de la gran
responsabilidad que reposa sobre los niños de Dios en este asunto.
Este normalmente se ha usado como un texto para llamar a los incrédulos al Evangelio;
pero en el Nuevo Testamento nunca se usó con ese fin. Puede ser legítimo, pero jamás se
usó así en el Nuevo Testamento. Siempre se usó con cristianos, con creyentes, como
advertencia y para hacerles memoria de este asunto de la responsabilidad, de que algo
depende de nosotros.
Muy bien, eso significa que hay algo básico en la adopción como hijos, y se trata de una
voluntad de propósito de seguir adelante con Dios. Debe existir en nosotros este sentido de
empeño, este factor y carácter de propósito, una voluntad de propósito de seguir con Dios,
y el Señor lo pide. Ah, podría decirse que el Nuevo Testamento urge de continuo a ello,
incita a tener el rasgo del empeño espiritual, de querer seguir adelante, y el Señor opera en
base a ello. Ahora bien, he comentado esto para llegar a otra cosa. Es esa misma voluntad
de propósito de corazón lo que nos acarrea tantas dificultades. Puede que si
reconociéramos lo que eso significa no habría cosa en este mundo que nos ayudara más.
Las personas que no se caracterizan por ese espíritu de propósito están contentos con ser
bebés toda su vida y que otros les hagan y les laven los problemas, y los que nunca se
ejercitan por sí mismos normalmente lo pasan bastante bien. Están bastante satisfechos y
agradados con la vida y no quieren nada más. Pero si se da el caso de que un hombre es
marcado por este sentido de ferviente empeño, ¡en breve tendrá muchos problemas! Si de
verdad quieres seguir adelante, entonces tienes que salir de la crianza y entrar en la
escuela, y la naturaleza de esta escuela no es fácil de sobrellevar.
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LA DISCIPLINA QUE TODO LO HACE INTERIOR Y VIVO
Significa esto, que Dios nos pondrá y nos meterá en las situaciones más complicadas. Una
situación sólo es difícil cuando no puedes con ella. Si ves que el asunto te supera con
creces, supera tu medida de fuerza, de sabiduría, de conocimiento... entonces estás en un
apuro: y eso exactamente es lo que el Señor hace con los que quieren hacer negocios con
Él. Los introduce en situaciones difíciles, y su único fin es que sus sentidos espirituales
sean ejercitados para que puedan adquirir experiencia, para que puedan tener el meollo de
la cuestión dentro de sí mismos. Con esto nuestra bonita y cómoda trayectoria se ve
truncada del todo y nos vemos metidos en un terreno que no podemos transitar, un sitio
donde no basta tener piernas para andar por él. Hemos vivido con el hábito de hacer
preguntas y obtener sus correspondientes respuestas; ahora, nadie puede responder a
nuestras preguntas, las respuestas no provienen de afuera.
Naturalmente, las personas nos pueden decir cosas y podemos obtener cierta medida de
ayuda de aquellos con experiencia; pero Dios nos va a enfrentar y encerrar con el hecho
de que hemos de adquirirlo por experiencia y de forma real. Da igual lo que digan los otros,
llegamos a la conclusión de que tenemos que probarlo por nosotros mismos; los demás no
pueden librarnos de nuestro dilema. De continuo volvemos al viejo recurso de buscar por
todos lados a alguien que solvente nuestros problemas, pero tenemos que renunciar a eso.
Es algo que ha dejado de funcionar. En realidad, en lo profundo de nosotros, sabemos que
no funciona. No obtenemos lo que buscamos. Ahora sabemos que no es algo que nos
tienen que decir, sino algo que tiene que hacerse en nosotros. Nos tienen que llevar a una
posición, no a una solución mental; y si estás tratando continuamente de obtener
soluciones intelectuales para tus problemas espirituales aún sigues en el jardín de infancia.
Si en verdad vas a alcanzar el pleno designio que Dios se propuso has de conocer al
Señor por ti mismo de un modo interior, y para eso puede que sea necesario que el Señor
tenga que suspender toda ayuda externa y hacer que los demás sean incapaces de acudir
en tu auxilio, para que retrocediendo tropieces y caigas sobre Él; para probarle, para
conocerle, para estar muy, muy ejercitado en tu propio espíritu. El ejercicio aumenta la
capacidad, y una mayor capacidad implica un mayor impartir por parte del Señor a tu vida.
Esa es la Escuela de los hijos para adopción.
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muchas preguntas, pero eso no quiere decir que hayas experimentado un ensanchamiento
espiritual. No, a fin de cuentas aquella órbita es diminuta. La mayoría de nosotros hemos
estado en ella. Sabemos muy bien que no nos llevó a ninguna parte; ¡y qué mal rato y
decepción experimentamos!
Mi propia experiencia en ese terreno, donde todo era un asunto de obtener respuestas a
unos problemas espirituales, o intentar alcanzar esas respuestas por medios intelectuales
buscando al mismo tiempo una buena medida de satisfacción en mente y corazón, se
resume en que llegué al la misma conclusión que Robert Browning alcanzó (un hombre
mucho más grande que yo) como meta a toda su labor investigadora en esa línea, en una
palabra, que es igual de difícil no creer en Dios que creer en Él. Ahora bien, ¿ has llegado
a alguna parte en realidad? ¡Pues esa es la frontera de toda pesquisa filosófica! Puede que
hayas decidido no creer nada que tenga que ver con Dios; pero después llega la puesta de
sol y todas tus decisiones son puestas en evidencia de un solo golpe. Te obligas a decir,
“el hombre nunca hizo eso; entonces, ¿de dónde ha salido?”; y vuelves a plantearte las
preguntas de antaño.
El Señor Jesucristo dice, “el que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina
es de Dios” (Juan 7:17). Es la manera en que el Evangelio presenta esta gran verdad de la
adopción en forma de pequeña semilla, es decir, que sepas por experiencia, no por
inquisición intelectual o por medio de otras personas. No llegas a ninguna parte por ese
camino, porque aquello que la lógica puede construir esa misma lógica lo puede destruir.
No, Dios nos trata como a... ¿qué? ¿Estudiantes en el sentido académico? No, como a
hijos. ¿Y dónde localizamos a la adopción? Dios es el Padre de nuestros espíritus; así
pues nuestros espíritus son la base de la adopción y todos Sus tratos son con nuestros
espíritus. Así pues es un asunto de crecimiento espiritual, de ensanchamiento espiritual:
esa es la madurez de los hijos para adopción. Oh sí, se trata de experiencia.
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permite que esas cosas ya masticadas te pongan en la posición hacia la que Él te está
guiando. Tienes que llegar ahí por tu propio pie.
Puede que te ayuden a saber cómo llegar ahí, la meta de Dios para ti, a saber cómo otras
personas llegaron a ese fin; pero ya no hay nadie de afuera que lo pueda hacer por ti y
sabes que Dios te ha encerrado para que esto se desarrolle en ti y se trata de una cuestión
que versa entre tú y el Señor en tu trayectoria espiritual. Puedes codearte con los cristianos
más maduros que hayan tomado esa senda y que conocen el tema y seguirás más sólo
que la una. Comprendes que no sabes tan profundamente como ellos; pero no desesperes.
Si has sido marcado por el espíritu de la voluntad de propósito para con Dios significa que
Él te tiene en Su escuela, y ese es un buen síntoma cuando empiezas a adquirir un
verdadero y profundo ejercicio espiritual.
Todos hemos conocido a personas que han vivido en base a una infancia espiritual toda su
vida y que jamás podrían ayudarnos en nuestra más profunda necesidad. La verdad es que
todo ha quedado tan descolgado y seco en ellos que han dejado aparcada su investigación
espiritual. Cualquier cosa que profundizara un poco la consideraban superflua y estaban
bastante satisfechos y tenían ciertas respuestas para todo. Pero no podían tocar ni un
ápice la necesidad de nuestro corazón. Todos hemos estado ahí.
Llegó un momento en mi propia experiencia cuando estaba ahí, tras años de buscar esa
respuesta a un profundo sentimiento de necesidad; y, al no obtenerla, empecé a ir de aquí
para allá para ver si alguien podía ayudarme, e hice varios cientos de kilómetros para
visitar a un hombre que era un maestro religioso sobresaliente, un maestro de la Biblia con
una reputación forjada en el cristianismo. Fui a verle para obtener ayuda espiritual;
necesitaba ayuda desesperadamente y era una situación espiritual; y cuando le expuse mi
caso y le comenté mi sentimiento de necesidad de un nuevo conocimiento del Señor, dijo,
“Ah, Sparks, lo que te pasa es que andas algo hastiado. Lo mejor es que juegues un poco
al golf.” No podía entenderlo, no pudo entrar en la situación. Ahora sé por qué no pudo
ayudarme y por qué no obtuve ayuda de nadie durante aquella terrible época. Sé que Dios
me estaba encerrando consigo mismo. Tenía que llegar al lugar donde podía ser de
verdadera ayuda a otros en su hora de necesidad, al menos señalarles el camino al
haberlo yo recorrido, explicando lo que Dios estaba haciendo por haber tenido una
experiencia de sus tratos. Con vistas a ser de alguna forma útil para todos aquellos que
van a ser hijos (para tener un ministerio hacia los hijos de Dios, un ministerio que, aunque
tan imperfecto, tan inadecuado, toque el gran propósito de la adopción) y con vistas a
poseer la porción más pequeña de tal ministerio Dios tuvo que encerrarnos consigo mismo
para que nadie nos pudiera ayudar.
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No lo malentendáis. No entendáis esto como si tuvierais que apartaros de relacionaros con
otros y de toda ayuda disponible. Eso sería una mala comprensión de lo que estoy
diciendo: podría poneros las cosas infinitamente más difíciles de lo que están y situaros en
una falsa posición. Lo que digo es que en lo más profundo de lo profundo sabréis que
aunque se os ofrezca ayuda por medio de ministerios, comunión, consejos, consultas y
explicaciones, lo real tiene que nacer y desarrollarse en vosotros mismos. Tenéis que
poseer la raíz del tema en vosotros y nadie puede implantarla excepto el Señor mediante
sus propios tratos con vosotros.
Así que te verás precipitado a las tinieblas. No quiero decir las tinieblas que suponen no
estar unido al Señor, o las tinieblas de perder la seguridad de la salvación; sino que te
verás precipitado a las tinieblas por experiencia para poder hacer nuevos descubrimientos,
para que el Señor pueda darte luz mediante el ejercicio. Dios trata con vosotros como
trata... no con los ladrillos, sino con piedras vivas, a hijos. Eso es un honor, es algo
grandioso, debería inspirarnos. Los que tenemos niños sabemos que siempre se sienten
tremendamente animados si ponemos la mano en su hombro y les decimos, “ahora,
muchacho...”, y empezamos a hablar con ellos como personas responsables, no sólo
tratarles continuamente como bebés. Hijo mío, quiero que hagas esto por mí; quiero que
tomes esta pequeña responsabilidad; quiero que te encargues de las cosas mientras no
estoy. Entonces algo se levanta e intenta alcanzar lo que el Padre quiere.
Ahora bien, bajo cierto punto de vista eso es lo que Dios está haciendo. Lo que Él dice es,
no quiero que seáis bebés toda la vida, quiero daros responsabilidades; tengo asuntos
importantes para vosotros. Así que, ¡vamos, niños! Puede que nos meta en una situación
muy complicada, pero el propio sentimiento de ser llamados a esa responsabilidad hará
que intentemos saber cómo plantear esta situación. Un hombre que es arrojado al mar
para aprender a nadar aprende mucho mejor que el que tiene una biblioteca dedicada a la
natación. El Señor hace eso mismo con amor; pero lo hace. Aquel a quien el Señor ama,
adiestra. Es un adiestramiento para niños.
Me gustaría saber a cuántos de nosotros nos hubiera gustado que nuestros padres nos lo
hubieran dado todo hecho, que siempre nos hubieran protegido de los problemas, de las
preocupaciones, de la necesidad de hacer las cosas o de tratar de hacerlas por nosotros
mismos. Estoy casi seguro que ninguno de nosotros pensaría que aquello era el amor de
nuestros padres. Creo que llegaría el momento en que diríamos, “no tengo nada bueno que
decir de mis padres; me han metido en un problema bien, bien grande por su falsa idea de
amor. Aquí estoy; todo el mundo sabe que no sirvo para nada, ¡y yo mismo lo sé!” Pero
aquel a quien el Señor ama, adiestra. Es un adiestramiento para niños.
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Mirad al frente para ver todo lo que va a suceder. Sabéis, se divisa un trono, se divisa un
gobierno. No sé cuántos hombres dirigen los gobiernos de este mundo. A mí me parece
que son capaces de pasar de un departamento estatal a otro sin problema alguno. No sé
cómo funciona, pero no creo que sea algo que vivan por dentro. Gran parte de ello consiste
en una rutina, en una forma. Se puede dedicar uno a ello no dejando de ser algo
sumamente organizado y predispuesto. Naturalmente no voy a decir que ningún
mandatario lo es por vocación, hablo más bien en general. Ahora bien, el Señor no ha
reservado cargos oficiales individuales en la gran administración de Su Reino. Él tendrá a
una serie de personas con una calidad interior forjada en ellos. La Iglesia, el Cuerpo de
Cristo, ha sido llamada para eso y tiene que estar dentro de nosotros. No es un juego de
niños. Es algo para hombres maduros.
El Señor nos de gracia para soportar la disciplina como hijos, de tal manera que pueda
tener esa compañía sobre la que pueda emplazar la gran responsabilidad que esté en Su
voluntad otorgar.
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Capítulo 7 - El Graduado en la Escuela de
Adopción
Leyendo: Romanos 8:19, 21-23; Hebreos 1:2, 2:5-8, 9-11; 3:1, 7-8; Apocalipsis 12:5
En nuestra previa meditación estuvimos ocupados con la Escuela de adopción como hijos.
Ahora vamos a seguir hasta el siguiente nivel.
Supongo que la mayoría de nosotros recuerda cuando entramos en una nueva escuela, o
cuando la conocimos por primera vez. Todo era extraño, todo era nuevo. Tuvimos que
aceptar ciertas cosas desde el principio. Era un mundo completamente distinto: y es así en
la vida del niño de Dios. Es un mundo completamente distinto, un conjunto nuevo de
condiciones, es algo que nos parece del todo extraño cuando se alcanza ese punto en el
que Dios nos acoge como mentor y vemos que ya no somos niños sino que nos llevan a la
Escuela con la adopción como hijos en mente; una adopción, claro está, según el
significado Divino de esa palabra, no nuestra definición natural.
Porque no sujetó a los ángeles [a ningún ángel del rango que fuese, ni siquiera el más alto
rango de arcángeles] el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando; pero alguien
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testificó en cierto lugar, diciendo:¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, o el hijo
del hombre, para que le [apartes]?
“Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones [esta es la
adopción]: y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono.”
Esa es la graduación.
Bien, voy a dedicarme a la desdichada tarea de deshacer unos cuantos malentendidos que
se ciernen sobre este capítulo. La idea aceptada y firmemente consolidada en lo que
concierne a este capítulo es que esta mujer es Israel y este hijo varón es Cristo. No voy a
imputar los motivos y razones que tienen los que sostienen esa idea, pero a mí me parece
que sólo una mente llena de prejuicios puede sostenerla, una mente que no está dispuesta
a aceptar lo que, creo yo, es la verdad patente.
El Libro del Apocalipsis comienza con un pronunciamiento desde los Cielos de que las
cosas que se van a mostrar son “cosas que deben suceder pronto”, y ese pronunciamiento
se hizo años y años después de que Cristo hubiera ascendido a los Cielos. Hablaba de un
futuro. Y eso no es todo, pues cuando Cristo ascendió Satanás no fue expulsado del Cielo
como en el caso de Apocalipsis 12, puesto que apenas cuarenta años después de que
Cristo hubiera ascendido al Cielo Pablo escribió esta carta a los Efesios, y en el capítulo 6
tenemos una revelación acerca de la naturaleza y esfera de la batalla que lidia la Iglesia:
“Porque no tenemos lucha contra carne y sangre, sino contra principados, contra
potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes
espirituales de maldad en las regiones celestes.” Satanás no fue derrocado cuando Cristo
fue arrebatado al trono. En tercer lugar, en referencia al propio Señor Jesús, al dragón no
se le pudo arrebatar su presa. El Señor Jesús fue muerto por el dragón, y esto es parte de
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la grandiosa y gloriosa verdad de que fue por medio de la muerte que Él destruyó al que
tenía el poder de la muerte, es decir, al Maligno. Satanás, el dragón, quizás pensó que
había asimilado a Cristo, pero para su sorpresa descubrió que él mismo había sido
asimilado. Pero el Señor Jesús no escapó del gran dragón siendo arrebatado; en absoluto.
El dragón le alcanzó y le mató. Pero ahí se halla la gloriosa soberanía de Dios, y constituye
otra línea de verdad por sí misma: la soberanía de Dios hizo entrada ante la presencia
misma del triunfo de Satanás. Pero no estamos hablando de esto.
Así pues esta mujer es una paradoja, una contradicción. Al mismo tiempo está en los
Cielos vestida de gloria y en la tierra vestida de penas y aflicciones. Está vestida del sol en
el Cielo y en el siguiente parpadeo camina fatigosa por la tierra. ¿No es eso precisamente
lo que la carta a los Efesios dice acerca de la Iglesia? En los reinos celestes, en Cristo
Jesús es bendecida con toda bendición espiritual, y al unísono la carta nos muestra con
mucha claridad en su tema central que la Iglesia está aquí abajo y vive en conflicto.
Tiene una senda terrenal y ha de enfrentar cosas aquí abajo a la vez que en los reinos
celestes. Aparentemente es una contradicción: gloriosa en los Cielos y al mismo tiempo
atribulada en la tierra. Esa es la Iglesia. Pues bien, ¿no es suficiente, aunque aquí haya
para mucho más?
Sé que hay otra interpretación; que ésta no era Israel sino Cristo Mismo, y que nosotros
somos la simiente de Cristo. Pero esa interpretación se queda ahí. No podemos salir
airosos. Sin embargo esta es la posición general que se sostiene entre Israel y Cristo, y
digo que no veo cómo puede mantenerse en pie a la luz de siquiera las dos o tres cosas
que acabamos de comentar.
Como veis, aquí existe un vínculo. En Apocalipsis 2:26-27 tenemos estas palabras
concretas dirigidas a los vencedores en la iglesia de Tiatira: “Al que venciere... yo le daré
autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro.” Entonces en una carta a la
iglesia de Laodicea tenemos estas otras palabras: “Al que venciere, le daré que se siente
conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.”
El trono para los vencedores y el gobierno de las naciones. Luego esas mismas palabras
se reiteran en el capítulo 12 en cuanto al hijo varón arrebatado al trono para regir la nación
con vara de hierro. Y no veo cómo se pueden disociar esas palabras de Hebreos 2: “le
hiciste (hombre) para tener dominio (ese es el sentido de la palabra) sobre las obras de tus
manos.” Por supuesto se da esta unión entre Cristo y los suyos; de eso habla hebreos.
“Cristo como hijo sobre la casa [de Dios], la cual casa somos nosotros...”
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Así pues, con lo dicho (y creo que es suficiente, no voy a entrar a tratar toda la información
y los temas de este capítulo), deseamos llegar ya al fin de nuestra meditación.
En primer lugar, significa que el ahondar en la vida espiritual, como suele decirse o
cualquier otro término que se use para esto, no es un asunto que tan sólo implique una
mayor bendición. No es extraño ver que las personas lo reduzcan todo a ese nivel de una
mayor bendición y somos tentados en muchas ocasiones en esto mismo en el momento
del fuego y de la adversidad, reaccionando ante todo este asunto diciendo, “Bueno, si el
Cielo es mío, ¿por qué me tienen que atribular con todo esto, y por qué tengo que pasar
por todo esto? Tenemos aquí a una multitud de gente contenta y satisfecha; son salvos y
saben que son salvos, y yo, que quiero seguir con Dios, lo estoy pasando fatal. ¡Lo que a
mí me parece es que por querer seguir adelante me he quedado con la peor parte del
trato!”
Si lo miramos así, meramente desde el punto de vista personal de una bendición, hemos
pasado por alto nuestra senda y tendremos problemas; porque, como siempre hemos
intentado decir, cuando sales de esta infancia espiritual y entras en la Escuela de adopción
te gradúas en referencia a lo que es personal, a lo que es de tu propio interés, y accedes a
lo que es para el Señor y no para ti. De ahí en adelante el motivo principal no es lo que yo
voy a tener, sino lo que Dios va a tener. Esto es Efesios. “Para que sepáis... cuáles son las
riquezas de la gloria de su herencia en los santos.” No es lo que yo voy a conseguir ahora:
eso ya vendrá, y será bueno que venga, el Señor será fiel; pero consiste en algo más.
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gloria para mí, pero ese ya no es el motivo. Es este grandioso propósito con el cual somos
llamados; ese es el principio que lo gobierna todo, y está escrito en los términos que
emanan del trono.
Así pues la transición de la infancia a la Escuela de adopción, aún siendo algo doloroso y
plagado con toda suerte de dificultades, nos pone en contacto con lo que ha estado en la
mente de Dios desde antes de que el mundo existiese en lo que a nosotros concierne.
Escogidos en Jesucristo “para que seamos para alabanza de su gloria.” Todos los tratos
del Señor con nosotros en esta escuela se hacen teniendo bien en cuenta ese trono.
Lo que ahora quiero dejar dicho con un énfasis especial es que este asunto, como lo veo y
lo siento —y os dejo a vosotros juzgar si hay verdad alguna en esto— encaja como las
piezas de un puzzle en lo que está ocurriendo en el mundo a día de hoy. A mí me parece
que este es un momento en el cual este tema está tomando un cariz que nunca antes
había tomado; es decir, que el tema del dominio de este mundo, el tema del Anticristo, es
algo muy patente. Se trata del control y dominio de esta tierra habitada, y todo lo
relacionado con esta nueva corriente enfocada a ese fin consiste en relegar a Dios y a Su
Cristo. Es algo que proviene del mal y para discernirlo no se requiere a un predicador de
mente espiritual que predique sana doctrina; porque a día de hoy muchos de nuestros
líderes políticos lo han visto y utilizan ese tipo de palabras. Hasta donde son capaces de
verlo, no sabemos. Pero se dan cuenta de que todo cuanto representa el cristianismo está
en juego. Dicen, ¡esto es algo satánico! Y utilizan la palabra en cuestión... Anticristo. Los
hombres pueden discernir la naturaleza de las cosas, y nosotros podemos ver, de manera
especial según el Señor nos ilumine, el fin de todo esto. Se trata de la mayor y más terrible
tentativa para abordar el trono de este mundo que jamás haya habido. Eso es lo que
subyace detrás y la meta a alcanzar.
Por lo tanto yo digo que esta palabra es muy apropiada para un momento como este, y me
digo y os digo en un espíritu de oración que consideréis si no ha de llegar algún tipo de
llamamiento al pueblo de Dios para que reconozca este hecho en referencia a su llamado,
es decir, que tienen enfrentar lo que subyace a la situación actual y ahora los santos deben
tomar el reino espiritualmente, de un modo espiritual, con el fin de que puedan allegarse al
lugar del trono para la era que se avecina.
Quizás nosotros —sin tener un concepto demasiado alto de nosotros mismos, un concepto
más alto del que deberíamos tener— ojalá podamos con nuestra pequeña congregación
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aquí con toda su insignificancia terrenal tenga una importancia que trascienda, viendo que
estamos en la sala de audiencias de Dios tratando este gran asunto del dominio de este
mundo. De cierto modo nos afecta muy seriamente. Os pido que oréis acerca de esto con
fervor y constancia para que pueda haber un estremecimiento en novedad del Espíritu de
Dios dentro del círculo de su propio pueblo, para que este hijo varón venza y tome el trono.
Queda bastante claro en Apocalipsis 2 y 3 que no todos llegan a esa posición y, al igual
que estas exhortaciones y advertencias contra Israel que perdió su meta en el desierto,
cayendo a medio camino, la Iglesia es advertida para que tenga cuidado de no caer en la
misma calamidad. “Si hoy oyéreis su voz, no endurezcáis vuestros corazones.” Me
pregunto si alguno de nosotros tiene un corazón endurecido, no en contra del Señor en
general, sino en contra de esto.
Os endurecéis al usar unos términos concretos. ¡Ah, de qué manera tratan de cerrar las
personas la puerta colgando etiquetas! Deshaceos de los términos. Si queréis, llamadlo
Arrebatamiento Selectivo; yo no lo llamo así. Si queréis, llamadlo el Testimonio de los
Vencedores. No hay diferencia, es una interpretación, ¡es una enseñanza en particular!
Bueno, eso es endurecer el corazón. Pero, ¡qué ocurriría si fuera cierto! Tenemos que
enfrentarlo de una vez por todas. ¿Hay un atisbo de que esto sea verdad? Si lo hay es algo
increíble, pues lo más importante en la historia de este mundo está vinculado a ello, nada
menos que el dominio, el trono. Sugiero que hoy puede haber una buena oportunidad que
nos lleve a abrir la puerta de las posibilidades, de los supuestos.
Sabéis que ciertas naciones próximas a la nuestra están sufriendo una miseria
indescriptible, pues hace casi siete años les dijeron que una propaganda secreta circulaba
dentro de sus fronteras, escurriéndose con sigilo y sutileza para llegar hasta arriba, pero no
se lo creyeron. Les dijeron en qué acabaría, el objeto final, cuál sería el resultado, y ellos
dijeron, ¡no, imposible! Os pregunto: si hace nueve meses se hubiera levantado un profeta
en algún lugar importante de este mundo y hubiera profetizado la historia de los siguientes
nueve meses, ¿qué le hubiera ocurrido? Siete u ocho países serán pisoteados y
sorprendidos, ¡y luego vendrá la terrible caída de Francia! Le hubieran metido en un asilo
para lunáticos o le habrían linchado, le hubieran hecho callar por razones de seguridad
ciudadana. Pero ha sucedido: lo increíble ha ocurrido y está ocurriendo. Nadie lo cree ni lo
acepta. Mirad cuánto sufren por haber dicho: ¡Imposible! ¡Ridículo!
Ah, os digo que esto debiera ser una lección para nosotros. Es un truco de Satanás. Forma
parte de su estrategia, obrar sutilmente y al mismo tiempo hacer creer a la gente que no
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ocurre nada, que todo está bien; obrar bajo cuerda hacia una desintegración interna y el
tropiezo de todo un pueblo, al tiempo que por fuera se barniza de hermosos discursos.
Este método es satánico, y una y otra vez Satanás ha obtenido su ventaja estratégica
usando esos mismos medios. Y os digo que al menos tendríamos que llegar a una
situación como esta y decir, bien, cabe dentro de lo posible que sea verdad, y si existe la
más remota posibilidad de que sea cierto ¡es algo tan trascendental que haríamos mejor en
prestarle atención! Sé que muchos se las han apañado para escurrir el bulto pero lo digo
una vez más desde la posición más humilde que se pueda hacer esta súplica, que,
después de todo, a lo mejor la Palabra de Dios es cierta. A lo mejor esta es la verdadera
revelación del pensamiento e intención de Dios; que Él escogió a un pueblo, una compañía
que ha venido a llamarse Iglesia, Él escogió a esa compañía, a ese Cuerpo, a esa entidad
corporal en Cristo antes de que el mundo fuera, teniendo en mente que se allegara en el fin
a la hora de tomar el trono como vasija e instrumento Suyo para gobernar Su universo.
Sólo digo que puede que sea cierto. Cuanto os pido que hagáis es que consideréis la
posibilidad de que sea cierto, y si tan sólo asentís a eso os veréis obligados a deteneros en
seco: luego veréis que esto es verdad en lo que concierne a la Escritura y a la experiencia
del pueblo del Señor de una forma espiritual. Dios está haciendo algo concreto en Su
pueblo, al menos en muchos de los que siguen adelante con Él, aquellos de los que
hablábamos en nuestra previa meditación que están marcados por una voluntad de
propósito hacia Dios.
En estos Él empieza a hacer algo profundo, extraño y doloroso, el fin de lo cual jamás,
jamás se alcanza en esta vida terrenal, en cuyo valor nadie entra durante su tiempo aquí
en la tierra. Tiene una meta: es la preparación de los hijos para ser adoptados para tomar
el trono; y os exhorto para que oréis en cuanto a vuestro propio lugar en esto, y que oréis
por un movimiento del Espíritu de Dios dentro del perímetro de Su pueblo para producir a
este hijo varón. La Iglesia se mueve como un todo con paso firme hacia estos dolores de
parto.
¿No oraréis pues para que el pueblo del Señor sea iluminado en este asunto, iluminado en
cuanto a lo que este asunto significa? Versa entre un Cristo y un Anticristo, entre la Iglesia
que es el Cuerpo de Cristo y todo el sistema del Anticristo; pues está bastante claro que el
Anticristo, aunque sea un individuo opuesto a Cristo de forma personal, también consiste
en una iglesia, en un sistema, un sistema terrible. Satanás tiene su iglesia enfrentada a la
Iglesia de Cristo. Bendito sea Dios, tenemos esta certeza, “¡Construiré mi iglesia; y las
puertas del infierno no prevalecerán contra ella!”
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Bien pues, este es el asunto que está sobre la mesa en esta Escuela de adopción, es
decir, el trono. Mis queridos amigos, quiero asirme de esto en mi propio corazón, y quiero
que vosotros os aferréis a ello. Veis, tenemos la tendencia de hacer de nuestro peregrinar
sobre esta tierra el blanco de nuestras vidas; me refiero a dar importancia a lo que estamos
capacitados a hacer, a cuánto hacemos, llevamos a cabo y conseguimos en nuestra vida, y
cuando descubrimos que el Señor nos encierra y nos limita, que aparentemente nos pone
cepos, cuando el hierro penetra en nuestra alma como en José bajo la tensión y la presión
de lo que eso significa, a menudo sucede que empezamos a pensar que hemos perdido el
rumbo. La vida sigue su curso y todo es infructífero; no estamos haciendo nada. Hay otras
personas que están haciéndolo, nosotros no. Es así que le damos tanta importancia a esta
vida presente en términos de lo que somos capaces de hacer, como si en eso consistiera
todo, cuando (y esto, claro está, no es argumento a favor de nuestra negligencia) en tantas
ocasiones el Señor ha conseguido Su mayor efectividad en aquellos que han sido
bloqueados, cuando han sido incapaces de hacer nada en el exterior.
¿No es verdad en cuanto al propio Pablo? Oh sí, lo es, y Pablo, como a menudo hemos
señalado, fue el vivo retrato de la revelación que le fue dada acerca de la dispensación de
la Iglesia, y cuando llegamos al final de su vida tenemos a Pablo, aquel que había tenido
un ministerio tan amplio, aquel que había podido hacer tantas cosas, tenemos a este
hombre, con tanto provecho depositado en él, puesto en prisión. Pero tenemos la esencia
concentrada del valor emanado de aquellas experiencias de prisión. Tenemos la carta a los
Efesios, y por ello merece la pena que Pablo fuera a prisión, y cuanto se asemeje a ella
merecerá la pena de todo cuanto padecemos en la Escuela de adopción, la cual supone
que una buena parte de lo que hay aquí en la tierra se cierre por completo con tal de que lo
celestial se haga mucho más real y valioso como una expresión en nosotros y a través
nuestra.
No obstante digo que quiero que esto empape hondo en mi corazón, en vuestros
corazones, que al Señor le importa poco —por favor, no me malentendáis— que al Señor
no le importa demasiado lo que seamos capaces de hacer en esta vida. Le preocupa
mucho más la medida de Cristo a la cual nos puede llevar en esta vida... “hasta que todos
lleguemos... a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” (Efesios 4:13). Cristo
corporalmente será el que vendrá a tomar el reino de este mundo en los días venideros, y
es para eso —la plenitud de Cristo— que Dios ejecuta una obra memorable en nuestra
experiencia, y eso es lo que más importa. Es lo que más nos cuesta aceptar; es algo en
extremo difícil de ser aceptado por cualquier tipo de temperamento activo. Para algunos es
73
un martirio no estar haciendo algo. Puede que sea la forma en que Dios consiga
incrementar a Su Hijo en Sus miembros, la paciencia de Jesucristo, entre otras cosas.
Dios tiene en mente esta epopeya. El asunto surge con una fuerza e intensidad inusitadas
a medida que nos acercamos al grandioso final. Con miras a responder a Satanás, para
tener Su respuesta en un Hombre corporal, Dios tiene que prepararnos a vosotros y a mí, a
una compañía de Su pueblo para tomar el trono, para ser recibidos por Dios y por Su trono
en los cielos, para gobernar a las naciones con vara de hierro. Esto, claro está, hace
referencia al mañana, al mañana de los tiempos quiero decir, y hay algo aún más allá, es
decir, nuestro reinar junto a Él por siempre, que es otra forma de reinar. Ambiciono antes el
día que está más allá del mañana que el día del mañana. Gobernar con vara de hierro
puede que nos atraiga de un modo natural, pero más nos vale que tuviéramos el glorioso
reino donde nada requiera una vara de hierro. “A aquel... sea la gloria en la iglesia en
Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos.” (Efesios 3:20—21)
No es poca cosa el resultado de acudir a la escuela durante unos pocos años y sufrir como
estamos sufriendo. Es fácil decirlo, pero es algo doloroso esta escuela. El Señor sabe lo
que hace con nosotros. Se trata de este asunto de vencer, y a la luz de esta escuela o esta
enseñanza escolar somos capaces de apreciar esta palabra “vencedor.” Hay mucho por
vencer. Tenemos que sobreponernos a muchísimas cosas, y sobreponernos a muchas
cosas nos está guiando a sobreponernos al Diablo mismo y a su reino. Pronto, en la hora
gloriosa en que los hijos sean manifestados, cuando el hijo varón ascienda para ser
recibido en los cielos, la creación ha de ser liberada de la esclavitud de la corrupción.
74
Capítulo 8 - "Sobre Todo... Fe", Y Una
Reflexión Final
Leyendo: Ezequiel 43:1-2, 4-5, 7; Efesios 1:12, 3:21; 5:25-27; Colosenses 1:27; 1 Pedro
4:14; Hebreos 10:37-39, 11:1
Lo que en esta casa espiritual de Dios gobierna todos los rasgos, los atributos espirituales,
es la fe.
LA FE EN RELACIÓN CON...
El primer atributo que consideramos fue que esta casa espiritual, de la cual somos parte
viva si estamos en Cristo, existe para manifestar de una forma viva la exaltación del Señor
Jesús. Vimos cómo esa fue la primera mención gloriosa en la historia de la Iglesia en el día
del Pentecostés.
A este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo. (Hechos
2:36)
Exaltado por la diestra de Dios... ha derramado esto que vosotros veis y oís. (Hechos 2:33)
Fue una gloriosa expresión y testimonio de la exaltación del Señor Jesús, y la Iglesia es
constituida con ese propósito, no para mantenerlo en primer lugar como parte de su
doctrina, sino siendo de por sí la viva exhibición del hecho mismo en esta dispensación y
reteniendo ese testimonio de una forma viva hasta el fin.
Pero veremos que ese asunto, como sucede en todos los demás, en breve se convierte en
una cuestión de fe. En el día del Pentecostés no parecía que fuera una cuestión de fe. El
Espíritu vino y llenó a los que habían creído, los bautizó por dentro y por fuera, y en aquella
poderosa marea del Espíritu nos les fue difícil proclamar y dar expresión a la exaltación del
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Señor Jesús. Y eso es cierto como principio, aunque quizás no tenga la misma forma de
exteriorizarse cuando se experimenta por primera vez una unión viva con el Señor Jesús
en cada caso particular de los hijos de Dios. Entonces no es difícil para nosotros proclamar
y anunciar con nuestros propios rostros que Jesús es exaltado, que Jesús es Señor, que
Jesús vive. Esa es nuestra primera muestra de testimonio cuando recibimos el Espíritu. Es
lo primero que se expresa a sí mismo en un creyente. Pero todos hemos vivido lo suficiente
como para saber que no siempre es así de fácil. No siempre llega con tanta espontaneidad.
Llegamos a una hora en la que, aunque el hecho permanece, tenemos que aferrarnos al
hecho a base de fe pura y dura.
Tenemos que contestar a las aparentes contradicciones que ese hecho conlleva con un
dictamen de fe; pues las cosas se salen de su lugar y hay una potente reacción del
enemigo ante nuestro testimonio y nuestra posición, y tenemos que asirnos al hecho con
una fe ciega; no una fe que siente, ni una fe que ve, sino una fe insensible y ciega con la
que tenemos que mantener nuestra posición de que Jesús es Señor, Jesús es exaltado,
Jesús está en el trono; y sólo mediante la fe derramada sobre el hecho mismo cruzamos el
río en victoria, y ese testimonio se convierte en algo poderoso para nuestra liberación en
nuestra propia existencia.
Así pues la fe gobierna este asunto y veremos que, a medida que nos aproximamos al fin,
el desafío al Señorío, a la exaltación, al Reinado, a la coronación del Señor Jesús, se
intensificará hasta puntos insostenibles. Será un desafío amargo y habrá una situación en
la que nada excepto la fe, la fe desnuda por parte de los escogidos de Dios, les mantendrá
en pie por la esperanza de esa verdad, que después de todo Jesucristo tiene los reinos de
gobierno en Sus manos. Si hay algo cierto acerca de los vencedores que en verdad vencen
es que vencen por la fe; y la fe es tan sólo fe. Así que no esperemos que tras todo cuanto
hemos oído y en lo que nos hemos gloriado esto va a ser otra cosa que un testimonio de
fe. No va a ser una vida de saber por continua evidencia, por demostraciones, por pruebas,
por continuas sensaciones, que Jesús está reinando sin que haya ninguna duda al
respecto. Esto no va a ser así. No esperéis que vaya a ser una cosa así. La Palabra de
Dios deja muy claro que no se trata de eso. Tened bien en cuenta el contexto, por ejemplo,
de los versículos que leemos en Hebreos 10.
Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Mas el justo vivirá por fe,
y si retrocediere, no agradará a mi alma.
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Más tarde hablamos de otro rasgo de esta casa espiritual, de que tiene su existir para
ministrar para la satisfacción y el placer de Dios. ¡Es una idea genial! Es un pensamiento
muy agradable, algo precioso, pensar de que uno existe para ministrar para el buen placer
de Dios, para la satisfacción de Dios, para la gloria de Dios, y a lo mejor nos vuelve a
suceder que nada más empezar tenemos la sensación de que no es una propuesta tan
ventajosa como aparenta. Cuando vivimos en esos primeros días cuando florece la
experiencia espiritual pensamos que el Señor está muy contento y agradado con nosotros,
y nosotros estamos muy felices con el Señor y todo está muy bien, y el Señor obtiene algo.
No es tan difícil pensar en este asunto de ministrar para el buen placer de Dios.
Pero de nuevo descubrimos que, como aquellos que le pertenecen, somos guiados hasta
el desierto. Hay una parte de nuestro ser que debe ser tratado, ese lado de nosotros que
ha mantenido el hábito de salirse con la suya, de tener la preeminencia, de efectuar los
dictámenes y dirigir las cosas, y eso tiene que rendirse y la otra cara, es decir, aquello que
es del Señor, debe alzarse por sobre todo, y llegamos a esa esfera de la que habla el
apóstol... “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la
carne, y estos se oponen entre sí” (Gálatas 5:17). Hay algo que está ocurriendo en nuestro
interior, y cuando salimos a pasear en ese desierto y estamos en las profundas realidades
de la prueba la demanda de fe no es poca cosa. Pienso en los 40 años de Israel en el
desierto mientras el Señor trataba con ellos en esa línea marcada por la disciplina para
traerles a ese aspecto de la Cruz representado por el Jordán, donde ya no sólo se trata de
un asunto de ser justificado por la fe, sino de ser librados de sí mismos por medio de la fe:
y eso supuso un tremendo ejercicio de fe cuando el Jordán se desbordó por todas sus
orillas. Pero aconteció en el desierto y es en el desierto donde se nos enseña, bajo la mano
del Señor, que ninguna carne se ha de gloriar en Su presencia; que en nosotros, esto es,
en nuestra carne, no mora ninguna cosa buena, y lo tienen que llevar a nuestro interior
para que no sólo sea teoría sino una terrible y desesperante realidad. Por ello es que
clamamos, “¡miserable de mí!”.
En esa hora te preguntas seriamente si existe algún ministerio que sea para la gloria y el
placer de Dios. ¡Parece todo menos eso! Y aún así, amados, cuando sufrimos todo eso
bajo la mano de Dios allí afuera en el desierto, el hecho mismo de reposar nuestra fe en el
Señor para que perfeccione lo que a nosotros nos afecta, para que consiga completar
aquello que ha comenzado para el día de Jesucristo, es algo que ministra, y mucho, para el
placer y la satisfacción de Dios. Tan sólo captad el cuadro en su simbólica puesta en
escena con Israel en el desierto. Ahí en medio estaba el Tabernáculo, y ahí mismo estaba
Dios en ese Tabernáculo, en el Lugar Santísimo, en la gloria “Shekinah”. Todo el tiempo Él
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estuvo dentro en la gloria “Shekinah” pero afuera, bueno, afuera había un enorme desierto,
y tenemos aquellas grotescas y asquerosas telas que cubrían el Tabernáculo, y la gloria
estaba oculta. Toda la belleza estaba oculta y las mantas externas no eran cosa bonita ni
gloriosa, y el pueblo del Señor vivía un tiempo muy difícil.
Pero en cualquier momento, en el día más oscuro, en la hora más difícil, cuando las cosas
se ponían más desesperantes, si en cualquier momento hubieras mirado en el interior la
gloria estaba ahí mismo y sólo era un asunto de fe. Si su criterio lo hubieran construido en
base a las apariencias, podrían decir, “ah, no podemos ver al Señor; todo esto es poco
interesante y poco glorioso, y esta situación es una situación deplorable y todo esto que
estamos pasando y esta falta de visión con respecto a la presencia del Señor... bueno,
¡aquí no hay nada! ¡Yo abandono!” Una y otra vez en el Nuevo Testamento el Señor vuelve
sobre ello para advertir a la Iglesia de dicha actitud. “No pudieron entrar a causa de
incredulidad” (Hebreos 3:19). Y su incredulidad actuó de esta manera, “¿está el Señor con
nosotros o no?” Aquello airó tanto al Señor que Él se negó a dejar entrar en la tierra a esa
generación. Hicieron la última de las preguntas, ¿está el Señor con nosotros o no?
¿Por qué preguntaron eso? Por causa de las apariencias y dificultades. La gloria estaba
velada y sólo en raras ocasiones esa gloria era mostrada. La mayor parte del tiempo no se
veía gloria alguna. ¡Ah, y qué hay de esa palabra, Cristo en vosotros, esperanza de gloria!
Pues bien, esa es la palabra que el Apóstol por medio del Espíritu dirige a la Iglesia en su
hora de dificultad, de adversidad, de disciplina, de prueba, de situaciones, y dice, en efecto,
“Ah, sí, así están las cosas por fuera, así están las cosas según las circunstancias, pero
Cristo en vosotros es la esperanza de gloria”: y la esperanza que se ve no es esperanza.
Aún esto es un asunto de fe.
78
Lo podéis entender si lo veis desde el otro lado. Cuán desagradado estaba Dios con
aquella generación. De ellos dijo Él, “no entrarán en Mi descanso.” ¿Por qué estaba
descontento? Porque creyeron que Él no podría llevarles a ningún lado. Se rindieron a las
apariencias en sus propias vidas.
Después la tercera cosa de la que hablamos era que la Iglesia está aquí como una casa
espiritual con el propósito de ministrar para la vida de otros, la vida del pueblo del Señor, y
aquí sigue válido el mismo principio. Es una idea tan buena, es un pensamiento tan
excelente: ministrar para la vida de otros, ¡es espléndido! Ojalá pudiera ser, es decir, que
es algo grandioso ministrar para la vida de otros y la propia sugerencia nos da fuerzas y
nos hace sentir mejor. Pero os acordáis de lo que dijo el Apóstol Pablo: “De manera que la
muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida” (2 Corintios 4:12). Como veis una y otra
vez se trata del vellón de Gedeón, deshidratado, seco, y todo alrededor húmedo, y muchas
veces nuestro ministerio de vida a otros es así. Somos igual que los huesos secos, un
vellón deshidratado. No somos conscientes de estar llenos de vida para otros y a menudo
sucede que es justo entonces cuando otros reciben algo, y eso es para gloria de Dios. Oh,
decimos, ¡nunca me hubiera imaginado que hubiera bendición en aquello! Bueno, el Señor
no dejó que nuestra carne se gloriara en la ministración de vida a otros, pero la estaban
obteniendo.
Veis, de nuevo es un asunto de fe. No creáis que este ministrar de vida a otros va a ser
siempre algo de lo que somos conscientes, de que estamos llenos y rebosantes de vida y
las personas lo están recibiendo. Para nosotros significa un recio aferrarse a Dios en fe y
otros obtienen la bendición y nosotros nos quedamos con la boca abierta. Entra dentro de
lo posible. Tened pues fe; cumplid vuestro ministerio en fe.
Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo,
trayendo sus gavillas (Salmos 126:6).
Más tarde nuestro último atributo de la casa espiritual era que está aquí para ser una
representación corporal y local del Señor Jesús. Meditamos en esa palabra Suya, “Donde
hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20), y la
tomamos de base como una afirmación que apuntaba con su dedo hacia la grandiosa
79
verdad del Cuerpo de Cristo, que doquiera haya dos o tres miembros de Su Cuerpo esa es
una representación y expresión de Cristo en ese lugar.
Pero veo de nuevo que por lo general esto sólo puede llegar a buen puerto mediante la fe.
“Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”... pero la fe
tiene que alzarse con ímpetu, muy deliberadamente, y poner sus manos sobre ello. Sabéis,
podéis ser dos o tres reunidos en algún lugar pero puede que haya poca o ninguna
manifestación o expresión de la presencia de Cristo. Tenéis que juntaros en fe. Tenéis que
manteneros unidos en fe. Tenéis que pisar firme sobre Su certeza y atestiguaros a
vosotros mismos que reposáis sobre esa certeza, y a medida que nos adueñamos de la
verdad del Cuerpo del Señor el asunto se convierte en una realidad. No la convertimos en
realidad por la fe sino que sacamos la realidad a la luz por medio de la fe. El Señor busca
un pronunciamiento definitivo sobre estas cosas y una garantía de fe. Estamos aquí; sí,
pero no estamos aquí meramente como dos o tres reunidos en el nombre de Jesús de un
modo pasivo. No habrá expresión de la presencia del Señor cuando las cosas son así. Nos
reunimos en fe y nos unimos en la fe de que habrá una expresión del Señor por estar
nosotros aquí; y, a menos que nos reunamos de ese modo, no será más que una
congregación, un servicio, un ir y venir.
Cuando nos juntamos de una forma viva con una fe viva no se trata de una dirección postal
donde hemos venido a escuchar sino que definitivamente hemos venido a encontrarnos
con el Señor, y el Señor nos ha garantizado que reunidos en Su nombre le habremos de
encontrar. Si ese es nuestro espíritu, nuestra actitud, habrá cierta expresión viviente del
Señor. La fe es un factor grandioso en el asunto de la vida corporal para que haya una
manifestación real de sus valores. No soy capaz de decir nada más al respecto.
El quinto atributo era que esta casa espiritual está aquí para testificar de un modo vivo para
el derrocamiento de Satanás. Bien, ese es un hecho; Satanás ha sido derrocado por Cristo.
En lo que respecta al Señor Jesús el derrocamiento de Satanás ha sido cumplido y
establecido, y en el día del Pentecostés no había dificultad alguna en que lo creyeran,
disfrutaran y proclamaran. Pero sus ojos vieron días en que las cosas no funcionaban
igual. Vivieron días en que parecía que Satanás no parecía derrocado en absoluto, daba la
impresión de cualquier cosa excepto que lo hubieran puesto fuera de circulación. Le vieron
hacer supuestamente lo que le venía en gana, que las cosas le salieran a su gusto. Le
vieron traer la muerte sobre sus condiscípulos creyentes y compañeros de ministerio.
Contemplaron los saqueos del Maligno a diestra y siniestra. ¿Significa esto que lo que
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dijeron en una ocasión con tanta fortaleza y convicción ya no era cierto, y que incluso
entonces estaban errados? ¡En absoluto! Este asunto tiene que convertirse en un asunto
que versa sobre la fe del pueblo del Señor. El derrocamiento de Satanás en lo que
respecta a este mundo es un asunto de la fe militante de la Iglesia.
Todo lo demás necesita esto. Todo lo demás puede caer, puede resultar insuficiente.
Acompañándolo todo, situado por encima de todo... ¡la fe! Se necesita la fe militante de la
Iglesia para dejar patente aquí lo que Cristo ha dejado patente en los Cielos, es decir, el
derrocamiento del Maligno. En lo que concierne a la Iglesia y a las cosas de este ámbito
Satanás es derrocado ahora por la fe. Pero claro está, nuestra fe no descansa sobre algo
que ha de ocurrir, sino que se basa en algo que ya es, es decir, la victoria de Cristo.
Ahora bien, llego ya al último punto el cual no ha sido mencionado con anterioridad. El
atributo final de esta casa espiritual, que se pone de manifiesto en los pasajes que
acabamos de leer, es que la casa espiritual, la Iglesia, está aquí a la luz del día venidero de
la plenitud de gloria para permanecer a la luz de eso, para recibir como el rocío esa luz y
para reflejar la luz de ese día que ha de llegar.
En el Templo de Ezequiel, seguro que al leerlo os disteis cuenta de que después de tanto
entrar y salir, dar vueltas, ir para arriba y para abajo, al final aquel hombre le guió a través
de la puerta orientada hacia el este y hacia la gloria. El este es la salida del sol, el nuevo
día, y de ese modo penetra la plenitud de la gloria venidera. La casa, como veis, está en el
medio de la senda de la gloria venidera. Está ahí ubicada mirando hacia la salida del sol,
hacia la gloria. Ese es el símbolo en Ezequiel, pero tenemos muchos otros pasajes.
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“Para que seamos para alabanza de su gloria.” Esa es la Iglesia en Efesios. Pero también
hay un pasaje en Hebreos.
Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Más el justo vivirá por la
fe... la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. (Hebreos
10:37—38, 11:1).
Como podéis ver se trata de permanecer por la fe a la luz de esa gloriosa esperanza, de
esa bendita esperanza, y de saber en el corazón la certeza de esa gloria invisible. Estamos
aquí como la casa de Dios para ser hoy un testimonio del día de gloria venidero. Pero no
es un testimonio de palabras, ni doctrina; ha de ser testimonio de vida, de realidad. Pero tal
cosa sólo puede ser de un modo espiritual y por lo tanto sólo puede suceder en la línea
trazada por la fe. Tenemos que estar apercibidos del día del Señor, del día de gloria, de la
venida del Señor en gloria; tenemos que estar apercibidos de ello de una forma espiritual.
Hay cantidad de personas que lo están apercibiendo de un modo profético, pero no
siempre veo que el estudio de la profecía conlleve gloria. Lo que veo es que a menudo
implica una buena medida de muerte y confusión, y no todos los estudiantes proféticos
viven en la gloria del día venidero. Viven en la creencia de ello, en los argumentos en pro
de ello, pero no en su gloria. No será la adquisición meramente doctrinal o mental de esa
gran verdad lo que extenderá esa gloria a nuestras vidas, sino un apercibir espiritual.
Yo estudiaba la profecía una barbaridad, y el Libro del Apocalipsis ocupaba una buena
parte del estudio. Pero cuanto más lo estudiaba tanto más confuso estaba, tantas más
dificultades hallaba. El estudio no me llevó muy lejos en la senda de la gloria. Pero más
tarde el Señor me dio una pista y me mostró los principios espirituales que subyacen bajo
el Libro del Apocalipsis y fui capaz de apercibir ese libro de un modo espiritual. No quiero
decir que lo espiritualicé todo, sino que fui capaz de apercibirlo de un modo espiritual. La
nube se levantó y hubo vida.
Haced vuestra esta venida del Señor; y, claro está, es la venida del Señor en gloria,
cuando Él haya de ser glorificado en Sus santos... la llegada de la gloria del Señor desde el
este. ¿Os habéis dado cuenta de que en cualquier momento de la dispensación, cuando se
han reunido personas espirituales y en su reunión han estado hablando o cantando acerca
de la venida del Señor, la gloria ha surgido y llegado de un modo espontáneo? ¿Os habíais
dado cuenta? Ahora bien, no creo que sea algo meramente psicológico, y no lo creo
porque todos estamos pensando en nosotros mismos, de cuán grandioso será el día en
que seamos librados de nuestras cadenas. Más bien pienso que esta gloria ascendente
ocurre muy a pesar de muchas cosas. Hemos vivido lo suficiente la mayoría de nosotros
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como para conocer a muchas personas que creían con gran fervor y decían con mucho
énfasis que el Señor vendría mientras ellos vivieran, y que serían arrebatados, y resulta
que llevan ya unos cuantos años en sus tumbas. Tal cosa bastaría para que os
distanciarais de todo el asunto y dijerais, ¡eso ya lo hemos oído antes! Sería suficiente para
situaros entre aquellos burlones de los cuales Pedro escribe, diciendo, “¿dónde está la
promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las
cosas permanecen así desde el principio de la creación.” (2ª Pedro 3:4).
Si queréis podéis tomar esa actitud; pero a pesar de todo eso, cuando contempláis la
venida del Señor el asunto es más fuerte que tu mentalidad, que tus argumentos, que toda
la confusa historia, y ves que la gloria alza su cabeza. A pesar de todo, sucede. ¿Cómo es
posible? Así fue al principio de la dispensación de la Iglesia y así ha sido en cada época,
aunque el Espíritu Santo sabía desde un principio que la venida del Señor no acaecería en
un par de miles de años, por lo menos. Pero no obstante se ha manifestado esta explosión
espontánea de verdadero gozo y gloria cuando personas espirituales han considerado la
venida del Señor.
Vaya, ese es el fin hacia el cual Dios ha estado obrando a través de los siglos, aquello
sobre lo que Su corazón descansa, en lo cual Él tiene Su satisfacción, Su gloria, Su
alabanza, Su plenitud, y el Espíritu Santo está siempre allí para hacerlo de algún modo
83
patente cuando reposamos en ello. Él está ahí para ser “las arras de nuestra herencia”, y
para hacernos saber que después de todo es un asunto de fe.
Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Más el justo vivirá por la
fe.
Por tanto, sea que el Señor fortalezca nuestra fe y mantenga igualmente nuestros
corazones en ella.
Nota traductor: en inglés hay una gran diferencia entre hijo (son) y niño (child), que es la
diferencia que marca el texto original griego. Los traductores castellanos no hicieron esta
diferencia, y en ambos casos tradujeron “hijos”. Por ello optamos por la trasliteración “niños
de Dios” (Children of God) tras añadir esta nota explicativa.
Ver nota 1. Desgraciadamente nuestra traducción de la Biblia nos ha legado “hijos” en los
dos casos.
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