Este documento describe el aumento de la obesidad y el sobrepeso en México en las últimas décadas, con tres de cada diez niños, cuatro de cada diez adolescentes y siete de cada diez adultos afectados. Señala que el alto consumo de azúcares añadidos, especialmente de bebidas azucaradas, es un factor clave, con los mexicanos consumiendo en promedio 160 litros de refresco al año. Finalmente, resume los resultados positivos del impuesto implementado en 2014 a las bebidas azucaradas en México,
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Este documento describe el aumento de la obesidad y el sobrepeso en México en las últimas décadas, con tres de cada diez niños, cuatro de cada diez adolescentes y siete de cada diez adultos afectados. Señala que el alto consumo de azúcares añadidos, especialmente de bebidas azucaradas, es un factor clave, con los mexicanos consumiendo en promedio 160 litros de refresco al año. Finalmente, resume los resultados positivos del impuesto implementado en 2014 a las bebidas azucaradas en México,
Este documento describe el aumento de la obesidad y el sobrepeso en México en las últimas décadas, con tres de cada diez niños, cuatro de cada diez adolescentes y siete de cada diez adultos afectados. Señala que el alto consumo de azúcares añadidos, especialmente de bebidas azucaradas, es un factor clave, con los mexicanos consumiendo en promedio 160 litros de refresco al año. Finalmente, resume los resultados positivos del impuesto implementado en 2014 a las bebidas azucaradas en México,
Este documento describe el aumento de la obesidad y el sobrepeso en México en las últimas décadas, con tres de cada diez niños, cuatro de cada diez adolescentes y siete de cada diez adultos afectados. Señala que el alto consumo de azúcares añadidos, especialmente de bebidas azucaradas, es un factor clave, con los mexicanos consumiendo en promedio 160 litros de refresco al año. Finalmente, resume los resultados positivos del impuesto implementado en 2014 a las bebidas azucaradas en México,
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Bebidas azucaradas: la batalla
contra el sobrepeso y la obesidad en
México
En las últimas cuatro décadas, los problemas de obesidad y sobrepeso en
todas las edades comenzaron a incrementar de manera llamativa y preocupante a nivel mundial. Específicamente, en México, entre los años 1988 y 2018, la prevalencia de sobrepeso y obesidad en adultos aumentó de 34.5% a 75.2%. En el caso de los niños en edad escolar (de 5 a 11 años) el incremento fue de 8.8% (pasó de 26.9% a 35.7%). En los adolescentes (de 12 a 19 años), en el 2012, el sobrepeso y la obesidad eran de 34.9% y en el año 2018 la prevalencia combinada se elevó a 41.5% (ENSANUT, 2014, 2018). Gracias a estos datos se puede notar cómo 3 de cada 10 menores, 4 de cada 10 adolescentes y 7 de cada 10 adultos padecen sobrepeso u obesidad; y éstas son cifras alarmantes.
Sobrepeso y obesidad ¿cuál es la causa?
Primero distingamos la diferencia entre estos dos padecimientos: la Organización Mundial de la Salud (OMS) define al sobrepeso y a la obesidad como una acumulación anormal y excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud. Frecuentemente, se utiliza el índice de masa corporal (IMC) como un indicador simple de la relación entre el peso y la talla para identificar si un adulto padece de sobrepeso o de obesidad. Este se calcula dividiendo el peso de la persona, expresado en kilogramos, entre el cuadrado de su talla en metros (kg/m2). Así, la OMS define a una persona adulta con sobrepeso, si su IMC es igual o mayor a 25 y a una persona adulta con obesidad si dicho índice es igual o mayor a 30.Actualmente, sabemos que el sobrepeso y la obesidad son enfermedades multifactoriales, es decir, más de una variable es responsable de su desarrollo (ver figura 1). Por ejemplo, pueden ser causadas por la carga genética, los malos hábitos de alimentación y/o la vida sedentaria. Aunque diversas investigaciones, como las realizadas en el Instituto Nacional de Medicina Genómica ( INMEGEN) por el grupo de Canizales Quinteros, sugieren que la carga genética del mexicano promueve el desarrollo de la obesidad (León-Mimila et al., 2013; Villamil-Ramírez et al., 2017). Considerando que esta pandemia es un producto de casi cuatro décadas, limitarse a la carga genética como la única explicación, no parece factible. Alternativamente, diversas investigaciones han reportado que el consumo excesivo de carbohidratos, principalmente de “azúcares añadidos”, por parte de la población, es un factor clave para el desarrollo de esta enfermedad.Los azúcares añadidos, cuyo origen se encuentra, por ejemplo, en el azúcar de mesa, deben diferenciarse de los azúcares intrínsecos de frutas y verduras frescas. Es interesante señalar que las bebidas azucaradas son la principal fuente de azúcares añadidos dentro de la población mexicana (Sánchez-Pimienta et al., 2016). Cada mexicano consume, aproximadamente, 160 litros de refresco al año, mientras que el promedio mundial es de 77 litros (López Munguía, 2007, ver figura 2). En promedio, se estima que cada persona ingiere 238 calorías al día únicamente por el consumo de estas bebidas. Estos datos muestran cómo el consumo de azúcares añadidos de los mexicanos sobrepasa, por mucho, la ingesta diaria recomendada por la OMS, que es menos de 10% de las necesidades energéticas diarias, y coloca una alerta roja sobre nuestro país y sobre qué podemos hacer para disminuir la incidencia de la obesidad. En este punto, nos podemos preguntar si la actitud y el estilo de vida de Juan tendrían alguna repercusión futura en nuestro Sistema Nacional de Salud y la respuesta es un sí, pues este joven es un candidato potencial para desarrollar afecciones cardiovasculares y trastornos metabólicos (sobrepeso, obesidad, trigliceridemia, intolerancia a la glucosa, etc.) que podrían detonar en diabetes. Hay que considerar que el costo anual de su enfermedad puede ir desde los nueve mil hasta los treinta y siete mil pesos, esto depende del número de fármacos que necesite para tener controlado su padecimiento y dicho costo podría incrementarse de manera alarmante si la enfermedad de Juan se cursa con complicaciones como la falla renal, la pérdida de la visión o la infección de una extremidad que podría terminar en la amputación del miembro. En cualquiera de los casos, la calidad de vida del paciente quedará seriamente mermada y estos padecimientos podrían afectar su autosuficiencia y su productividad.
El impuesto a las bebidas con azúcar
añadido El gobierno de nuestro país ha intentado frenar la epidemia de sobrepeso y de obesidad mediante diversas políticas públicas, por ejemplo, se incrementaron los precios de alimentos potencialmente no saludables por medio de un impuesto y los alimentos con alta densidad calórica (100 gramos de producto con más de 275 calorías) se gravan con 8%, lo cual incluye botanas, confitería, chocolates, postres y dulces, mantequilla de cacahuate, helados y nieves. Asimismo, desde el año 2014, los mexicanos pagamos un peso más cada vez que compramos alguna bebida saborizada con azúcar añadido. Cabe destacar que un porcentaje de la recaudación del impuesto a las bebidas azucaradas se destina a programas de prevención y de control del sobrepeso y de la obesidad, así como a programas que ayudan a proveer del acceso al agua potable a las comunidades que carecen de ella.
¿Cuáles han sido los resultados tras la
implementación de este impuesto? Después de 6 años del implemento de este impuesto a las bebidas azucaradas como política de salud para disminuir su consumo, diversos trabajos se han enfocado a evaluar los resultados de esta medida. Tras un año, Colchero y colaboradores (2016) reportaron que la compra de estas bebidas disminuyó en promedio 6% y que se incrementó la adquisición de bebidas sin impuesto, como el agua embotellada. Asimismo, los autores mostraron que se redujo la adquisición de bebidas saborizadas en mayor escala en la población con menor ingreso económico, sector más afectado por el problema de la obesidad y el sobrepeso. Después del segundo año de la aplicación del impuesto, también se reportó una disminución en la compra de bebidas azucaradas, para este caso, de 7.3% (Colchero et al., 2017). Asimismo, otro grupo de investigación encontró que si las personas tienen el conocimiento de la aplicación del impuesto sobre las bebidas azucaradas, las hace más susceptibles a reducir su consumo en 30% (Álvarez-Sánchez et al., 2018).