Bebidas Azucaradas

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Bebidas azucaradas: la batalla

contra el sobrepeso y la obesidad en


México

En las últimas cuatro décadas, los problemas de obesidad y sobrepeso en


todas las edades comenzaron a incrementar de manera llamativa y
preocupante a nivel mundial. Específicamente, en México, entre los años
1988 y 2018, la prevalencia de sobrepeso y obesidad en adultos aumentó de
34.5% a 75.2%. En el caso de los niños en edad escolar (de 5 a 11 años) el
incremento fue de 8.8% (pasó de 26.9% a 35.7%). En los adolescentes (de 12 a
19 años), en el 2012, el sobrepeso y la obesidad eran de 34.9% y en el año 2018
la prevalencia combinada se elevó a 41.5% (ENSANUT, 2014, 2018). Gracias a
estos datos se puede notar cómo 3 de cada 10 menores, 4 de cada 10
adolescentes y 7 de cada 10 adultos padecen sobrepeso u obesidad; y éstas
son cifras alarmantes.

Sobrepeso y obesidad ¿cuál es la causa?


Primero distingamos la diferencia entre estos dos padecimientos: la
Organización Mundial de la Salud (OMS) define al sobrepeso y a la obesidad
como una acumulación anormal y excesiva de grasa que puede ser
perjudicial para la salud. Frecuentemente, se utiliza el índice de masa
corporal (IMC) como un indicador simple de la relación entre el peso y la talla
para identificar si un adulto padece de sobrepeso o de obesidad. Este se
calcula dividiendo el peso de la persona, expresado en kilogramos, entre el
cuadrado de su talla en metros (kg/m2). Así, la OMS define a una persona
adulta con sobrepeso, si su IMC es igual o mayor a 25 y a una persona adulta
con obesidad si dicho índice es igual o mayor a 30.Actualmente, sabemos
que el sobrepeso y la obesidad son enfermedades multifactoriales, es decir,
más de una variable es responsable de su desarrollo (ver figura 1). Por
ejemplo, pueden ser causadas por la carga genética, los malos hábitos de
alimentación y/o la vida sedentaria. Aunque diversas investigaciones, como
las realizadas en el Instituto Nacional de Medicina Genómica ( INMEGEN) por
el grupo de Canizales Quinteros, sugieren que la carga genética del
mexicano promueve el desarrollo de la obesidad (León-Mimila et al., 2013;
Villamil-Ramírez et al., 2017). Considerando que esta pandemia es un
producto de casi cuatro décadas, limitarse a la carga genética como la única
explicación, no parece factible. Alternativamente, diversas investigaciones
han reportado que el consumo excesivo de carbohidratos, principalmente
de “azúcares añadidos”, por parte de la población, es un factor clave para el
desarrollo de esta enfermedad.Los azúcares añadidos, cuyo origen se
encuentra, por ejemplo, en el azúcar de mesa, deben diferenciarse de los
azúcares intrínsecos de frutas y verduras frescas. Es interesante señalar que
las bebidas azucaradas son la principal fuente de azúcares añadidos dentro
de la población mexicana (Sánchez-Pimienta et al., 2016). Cada mexicano
consume, aproximadamente, 160 litros de refresco al año, mientras que el
promedio mundial es de 77 litros (López Munguía, 2007, ver figura 2). En
promedio, se estima que cada persona ingiere 238 calorías al día
únicamente por el consumo de estas bebidas. Estos datos muestran cómo
el consumo de azúcares añadidos de los mexicanos sobrepasa, por mucho,
la ingesta diaria recomendada por la OMS, que es menos de 10% de las
necesidades energéticas diarias, y coloca una alerta roja sobre nuestro país y
sobre qué podemos hacer para disminuir la incidencia de la obesidad.
En este punto, nos podemos preguntar si la actitud y el estilo de vida de
Juan tendrían alguna repercusión futura en nuestro Sistema Nacional de
Salud y la respuesta es un sí, pues este joven es un candidato potencial para
desarrollar afecciones cardiovasculares y trastornos metabólicos (sobrepeso,
obesidad, trigliceridemia, intolerancia a la glucosa, etc.) que podrían detonar
en diabetes. Hay que considerar que el costo anual de su enfermedad puede
ir desde los nueve mil hasta los treinta y siete mil pesos, esto depende del
número de fármacos que necesite para tener controlado su padecimiento y
dicho costo podría incrementarse de manera alarmante si la enfermedad de
Juan se cursa con complicaciones como la falla renal, la pérdida de la visión
o la infección de una extremidad que podría terminar en la amputación del
miembro. En cualquiera de los casos, la calidad de vida del paciente quedará
seriamente mermada y estos padecimientos podrían afectar su
autosuficiencia y su productividad.

El impuesto a las bebidas con azúcar


añadido
El gobierno de nuestro país ha intentado frenar la epidemia de sobrepeso y
de obesidad mediante diversas políticas públicas, por ejemplo, se
incrementaron los precios de alimentos potencialmente no saludables por
medio de un impuesto y los alimentos con alta densidad calórica (100
gramos de producto con más de 275 calorías) se gravan con 8%, lo cual
incluye botanas, confitería, chocolates, postres y dulces, mantequilla de
cacahuate, helados y nieves. Asimismo, desde el año 2014, los mexicanos
pagamos un peso más cada vez que compramos alguna bebida saborizada
con azúcar añadido. Cabe destacar que un porcentaje de la recaudación del
impuesto a las bebidas azucaradas se destina a programas de prevención y
de control del sobrepeso y de la obesidad, así como a programas que
ayudan a proveer del acceso al agua potable a las comunidades que carecen
de ella.

¿Cuáles han sido los resultados tras la


implementación de este impuesto?
Después de 6 años del implemento de este impuesto a las bebidas
azucaradas como política de salud para disminuir su consumo, diversos
trabajos se han enfocado a evaluar los resultados de esta medida. Tras un
año, Colchero y colaboradores (2016) reportaron que la compra de estas
bebidas disminuyó en promedio 6% y que se incrementó la adquisición de
bebidas sin impuesto, como el agua embotellada. Asimismo, los autores
mostraron que se redujo la adquisición de bebidas saborizadas en mayor
escala en la población con menor ingreso económico, sector más afectado
por el problema de la obesidad y el sobrepeso. Después del segundo año de
la aplicación del impuesto, también se reportó una disminución en la
compra de bebidas azucaradas, para este caso, de 7.3% (Colchero et al.,
2017). Asimismo, otro grupo de investigación encontró que si las personas
tienen el conocimiento de la aplicación del impuesto sobre las bebidas
azucaradas, las hace más susceptibles a reducir su consumo en 30%
(Álvarez-Sánchez et al., 2018).

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