CARRERA, Arturo-Referente Poético Der Las Últimas Generaciones en Argentina

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 7

ARTURO CARRERA (Buenos Aires, 27 de Marzo de 1948) es un poeta y escritor argentino, y el mayor

exponente de la última vanguardia y de la poética del neobarroco argentino. Ha recibido, entre otras
distinciones, el Premio Nacional de Poesía Mauricio Kohen, por su libro Animaciones suspendidas
(1985); la Beca Antorchas a la trayectoria en las artes (1990) y la Beca Guggenheim en 1995, el Primer
Premio de Poesía de la Municipalidad de Buenos Aires por su libro La banda oscura de Alejandro
(1998), el Premio Konex de Poesía de 2004 y de 2014, el Premio de Poesía Hispanoamericana del Festi-
val de la Lira en Cuenca (Ecuador) por su libro Las Cuatro Estaciones (2009), y el Premio Universitario de
Cultura “400 años“ de la Universidad Nacional de Córdoba en el 2015.

Toda su infancia y adolescencia transcurrieron en la ciudad de Coronel Pringles, un espacio mitificado


por su poesía y por constituirse asimismo en un lugar de referencia para la literatura argentina actual,
ya que allí también nació el narrador César Aira: en aquellos días iniciáticos de Pringles, Carrera y Aira
cultivaron una intensa amistad intelectual, compartiendo sus primeras experiencias literarias; a sus
dieciocho años, viajan juntos en 1966 a Buenos Aires: allí fundan la revista literaria El cielo y el poeta
conoce a Alejandra Pizarnik, que participa en la presentación de su primer libro, Escrito con un nictógra-
fo (1972). Desde entonces, la poesía de Carrera acogerá bajo un gesto fuertemente vanguardista la
impronta de una rica tradición poética argentina en cuyo canon personal se hallan Juan L. Ortiz, Oliverio
Girondo, Baldomero Fernández Moreno y la propia Pizarnik. Participa de las búsquedas de la revista
XUL en los años ochenta. Es uno de los referentes latinoamericanos del neobarroco. Su obra explora las
ambigüedades de la palabra, indaga el mundo de las sensaciones, construye una original autobiografía
lírica, hasta lograr una estética tan personal que lo ha convertido en un autor ineludible en la poesía
hispanoamericana contemporánea. Ha publicado, entre otras, traducciones de los poetas Yves Bonne-
foy, Stéphane Mallarmé, Henri Michaux, Haroldo de Campos, John Ashbery, Giorgio Agamben, Pier
Paolo Pasolini y Sandro Penna. Ha sido invitado a dar lecturas, talleres y conferencias en instituciones
deLatinoamérica, Estados Unidos y EuropaJunto al dramaturgo y poeta Emeterio Cerro creó el teatro de
títeres «El escándalo de la serpentina», teatro ambulante de estilo lorquianoque centró su experiencia
en la pintura. Artistas plásticos amigos construyeron el teatrino, los títeres y los fondalesLas obras fue -
ron representadas en diferentes ámbitos

Ha escrito sobre la obra de artistas plásticos argentinos contemporáneos y colaborado en catálogos de


galerías de arte y museos de Argentina y del exterior.

Fundó en 2006, junto con Juan José Cambre, César Aira, Alfredo Prior y otros artistas amigos Estación
Pringles: utopía que se materializa ahora en la forma de un centro de traductores literarios, posta poéti-
ca, un lugar de paso y de intervenciones múltiples: se trata de una plataforma donde prácticas estéticas
dispersas pudieran articularse. A partir de 2017 da clases en Licenciatura en Artes de la Escriturade la
materia Poesía Universal

EL MAPA

y el mapa cuidadosamente borrado


y desplegado por ella
es la luz

rotura

1
Y la presencia se extiende
como un óleo sobre el agua gris
de la laguna.

Avanzamos sobre la
incertidumbre de creer que las palabras
piensan cuando soñamos: su cara lisísima,
el balbuceo, un helicoide como giros de
la semilla del arce que baja y asciende en el habla
más que en la vacilación;

y la pregunta sobre cosas naturales


intenta convertirse en su Política
tan lejos de esa desgarradura que cede
y de esa boca que se cierra

porque
las cosas tienen un nombre.
Si se olvidó su autor, luego los hombres y
sus generaciones y acaso los mismos niños
se los darán otra vez…

Y es con ese acierto


que avanzamos en la oscuridad:

la pena de nombrar. La alegría de visitar


todo de nuevo. Y abriendo allí el mapa del azar
cuidadosamente se reparte
como en la incredulidad de la sombra
un atisbo de organización,

la luz.

Ojalá algún día pueda entrever con un grito:


“¡Aquí está junto al mar!” Imagen
de nuestra inquietud en el tiempo;
su itinerario secreto tiene forma de forma;
la más simple de las formas ligada
a la luna y a lo que en ella es predestinación.

II

La voz de la que llega pide explicaciones de su


paseo en otro mundo… Es decir, hablar.
Y el brío por el que supimos
llevar hacia el significado sin fondo
la unicidad de nuestro propio decir…

2
III

Pero el perfume de los alelíes que crecían en la arena,


eso vuelve.

JUGUETES

Quien hubiera pensado, antano,


que un dia nos avergonzariamos de las palabras,
que por nombrar las cosas que son
podriamos sentirnos culpables,
que por decir, i n c l u s o
≪ninito≫,
uno podria sentirse culpable.
YVES BONNEFOY

¿Cuál,
de todos estos lápices elegirías para la alegría,
para el triunfo de unas vocecitas sobre otras que no
conocés y que no hacen más que llamarte y
llevarte hacia esa casa de sombra
colmada de juguetes?

Sin embargo, bastaría un instante para que


la inteligencia de los besos impidiera hablarnos
—¡pero no hablamos
todavía!

una emoción violenta, mínima


pero fugaz, hace que otra memoria súbita
se vuelva duradera.

Yo escuchaba tu voz,
pero no alcanzaba las palabras que decías;
lo que querían decir —no que no te atendiera
sino en otro balbuceo— adentro de otra burbuja
que se henchía de otro límite,
de otra memoria, de otro instante,

¿cuál? ¿de eso estamos


hechos?

3
Había otro ritmo que ínfimo auguraba
una repetición que nos desconocía. Y allí
estuve, en esa vía. Diciendo sin decir,
hablando sin hablar

¿iba?

Con ese balbuceo yo creo, insisto,


ser real. Yo creo adelantarme a tu ternura y
no sé nada de tu amor que se adelanta al mío.

Entre esas casi palabras si no sílabas


todos los abecedarios fracasan y fracasarían
cabeceando en nosotros cuando te decimos
cualquier frase que alude al sueño
de este mundo todavía.

¿Cuántas nociones elegimos para confundirte,


para atraerte,
para embaucarte? Sin saber que somos nosotros
los embaucados.

¿Quién conocía los mapas insolubles de Plotino,


las manos regordetas con pocitos en el mármol, la voz
de una niñita de la cantoría?; pero no queríamos
nombrarte, niños fajados en los tondos de los Inocentes
nos llamaban...

Gritaste,
¡como
una cantante!
Porque de no decir, cantabas,
imitabas ¿a qué? ¿a quién? ¿a cuánto?

Y otra vez, con la partícula de un grito de un mandato sereno


iniciás tu paseo con pasitos que van...
hacia ninguna parte,
hacia el olvido del ¿qué busco?
¿qué hago? ¿a quién llamo? ¿a quién respondo?
¿qué?

¿Cuánto «falta» para que un juguete «no hable»?


Un presente
reclama otro tiempo para que tu presencia no sea más
que «esplendor».

4
II

Te llamé «abejita» porque llevabas de un lugar a otro


el polen de unas flores invisibles, el silencio
de unas sombras brillantes que te miraban.
Y hasta un pájaro, el del libro de los Upanishads,
se asomaba para verte, para sentir tu paso muy
dentro del fruto que él jamás probaría.
Nombro cada uno de tus juguetes. Los bautizo
sin miedo. Me llevan a despertarte,
a conocerte, a sonreír de alegría ante la imitación
del movimiento. ¿Quién vuelve de ahí?

Después de todo será recuerdo


todo el rumor que queda cuando te vas,
polvillo de luces sin nombre y rachas
de una oscuridad veloz entre
órbitas tan mínimas como fugitivas.

Pero ¿puedo acercarme?

...caja de zapatos de niña


adonde guardás un sapo de terciopelo.
Y ese muñeco que se sienta y
bebe de un vaso parecido a un chopp.

¿Cuánta cerveza tiene esa luz?

¿Y estas dos latas de polvo de hornear unidas con


un hilo sisal que era nuestro teléfono? ¿Y esa vaca que al
girarle la cola daba leche? ¿Y esas ranas de lata a cuerda
que saltan junto a las gallinas que picotean un círculo
de madera verde con granos amarillos?

¿Y los pibecitos Jugal que se besan incansablemente?


¿Y el burro azul que se hamaca en silencio,
despacito...
...tu preferido?

Sin nombrarte ¿podré decir cuál otro? ¿Para que


alguno de nosotros quepa en esa dimensión? ¿O para que
seamos expulsados todos menos yo, como cuando
tu sonrisita me incluye?

5
III

Un artesano soy y sin embargo,


no sé evocar la precisión en que han de encajarse
cada una de tus pequeñas piezas. ¿Y no es
como dice el sabio, que si no hubiese juguetes
nos criaríamos repitiendo encuentros
con gente de verdad?

...y eran tus deditos


lo que veíamos. Una pulserita de plástico
con tu nombre y la hora
de tu nacimiento —como si la dicha
nos agendara.

Cuánta sorpresa o cuánto deber


porque no quisimos ser
abuelos de la nada —saltamos
en el desconcierto, cantando, agitando un
trapo, una tela de ceniza,

y el silencioso sonajero
de la vida que colma.

SOMBRA DEL DÍA

Y esa niña que corría en tu sueño sin


que pudieras sosegarla —¿bastaba su sombra sonora
como la cera que tapa el ventisquero de miel
de las colmenas?

Cuántas veces me dije: “…voy a grabar esa vocecita


que crece; voy a ser el inculto testigo
de su propia escucha.”

Y sin embargo,
finge cantar con palabras sin fin. Y su canción
es la misma que quiso repetir tantas veces.
Solaz de un dibujo que imita el vaivén
de un ritmo puro; una melena que crece en la expresión
del balbuceo: el esfuerzo de no poder decir
a qué altura del sol, del aire,
del arco iris…
6
pulso que de la voz no retiene
sino los pujos borrados en el parto unánime.

Son niñas en series. Y niñas atrevidas a no hablarme,


apenas a requerirme, a mofarse sin saberlo de
mi perplejidad ante la belleza.

A pedirme una parada allí, en las formas que insisten


con su regocijo enigmático;
y a preguntar

¿quién era yo cuando hablaba? ¿En qué estación


saboreaba el agua?

FIN

También podría gustarte