La Lectio Divina

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Historia de la Salvación 30 de diciembre de 1899

La Lectio Divina.

Oración de San Agustín


Que tu Palabra, Señor, sea mi sana delicia.
Que no me engañe con ella ni engañe a los demás. Mira Señor mi alma y
escúchame, que te clamo desde el abismo. Toma este tiempo para que yo medite los
secretos de tu Palabra y no le cierres su tesoro a quien está llamando a tu puerta.
Tu tenías un propósito para dejarnos estas palabras de tan profundo misterio.
Completa tu obra y muéstrame lo que me quieres decir.
Tu Palabra es mi gozo Señor, escuchar tu voz es un placer superior a todos los
demás.
Dame lo que amo, no abandones a ésta ramita de hierba sedienta. Abre para
mí los misterios oscuros de tu Palabra, porque sigo llamando a tu puerta.
En ti Jesús están escondidos todos los tesoros de la sabiduría, y esos tesoros
son los que busco para mi vida en tu preciosa Palabra.
Amén

Para tener en cuenta al leer la Biblia


en la Lectio Divina…

ES PALABRA “VIVA”
No es para estudiar, investigar, analizar, interpretar.
No se trata de una “lectura espiritual” o de un texto de “edificación” o, menos aún, de un
estudio de carácter exegético o intelectual.
No es palabra muerta, escrita en cualquier momento para que la lea cualquiera.
Es Palabra de Dios, es Él el que nos habla.
Dios no nos revela algo nuevo; con Cristo se completa la revelación, pero en el Espíritu
Santo nos conduce a la comprensión total de la Verdad.
Dios nos conoce a cada uno: lo que pensamos, lo que necesitamos, lo que anhelamos.
Dios nos revela nuestro interior, nos interpela, toca resortes que corren velos, mostrándonos
aspectos de nuestro ser o de la naturaleza humana, instruyéndonos, abriendo nuestro
entendimiento a la verdad revelada.
Entonces en la Lectio Divina, más que leer, venimos a dialogar, a encontrarnos con el
Dios vivo, con Jesucristo, el Señor.

UNA PALABRA QUE SE DIRIGE A MÍ


Que sea Palabra viva quiere decir que se me está dirigiendo a mí, aquí y ahora.
Historia de la Salvación 30 de diciembre de 1899

Es como decir que Dios, pronunció estas palabras que hoy leo, en este texto, pensando en
mí, en cada uno de nosotros en particular:

Is. 49, 8-16


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Gn. 13,17
¿Qué me enseña Dios a mí en este texto, lugar de encuentro con el Señor?
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ES UNA PALABRA EFECTIVA


Dios se revela para salvar al hombre.
La finalidad de su revelación es causar un acontecimiento liberador, dar lugar a una
experiencia salvadora.
La Palabra más que explicar o transmitir verdades, “crea”, produce acontecimientos.

Is. 55,10-11

“Creación”, parte de la invitación de un Yo a un tú, “a tomar parte”, a salir de sí mismo para


responder al otro. Existir, “salir de…” … ese lugar donde estoy anclada, cómoda y encerrada.
Interpelación personal y respuesta libre para “crear” algo nuevo: vida nueva, seres nuevos,
existencia nueva, comunidad nueva, etc.

Lc. 19,1-10

ES UN ACONTECIMIENTO DE GRACIA

Leer la Palabra es acercarse a la “gracia” que da vida al espíritu. Es un acontecimiento santificante,


es decir un contacto sacramental.
Cristo está encarnado en la Eucaristía y en la Palabra… en el corazón de los hombres.
Por eso, por más que no se sienta mucho lo que se lee, el sólo hecho de estar ahí, en contacto con la
Palabra, es ya un acontecimiento de gracia, de la gracia de Cristo. De por sí, eso basta.
Esto es muy importante tenerlo en cuenta. En general, el ser humano cuando lee necesita “sacar
algo” en claro, se trata de un deleite intelectual. Pero en este caso no es necesario, porque lo
verdaderamente importante es haber estado en contacto con la Palabra de Dios que es fuente de
gracia y por lo tanto de renovación personal. No para sacar ideas o conclusiones.

ES ORACIÓN
Va a resultar, entonces, una lectura orante:
Sin apuro: apacible, reposada, desinteresada, leyendo por leer.
Comprometida: en la que involucramos toda nuestra persona: inteligencia, voluntad,
corazón, cuerpo, tiempo.
Recogida: en actitud de fe y amor, buscando un contacto vivo y vivificante con la Palabra de
Dios.
Sapiencial: porque su fin es la comunión con Dios, el estar con Dios, el gustar a Dios.

Hay que tomar conciencia de la presencia de Dios en la Palabra…


“Ciertamente el Señor está en este lugar y yo no lo sabía” (Gn. 28,16)
ES ENCUENTRO
Historia de la Salvación 30 de diciembre de 1899

Cuando entramos en comunión con el Señor a través de su Palabra viva y eficaz, debemos como
Moisés: “Sacar las sandalias de los pies” (Ex.3,5) . Es necesario despojarse de todo cuanto impida
una comunicación vital con Dios. Un profundo respeto por la presencia real del Señor que viene a
nosotros a través de su Palabra debe llevarnos a crear en nosotros y alrededor de nosotros un clima
propicio para la escucha.
La Palabra no debe ser sólo leída sino también oída y escuchada. El texto leído aún “en privado” se
pronuncia y se articula, así los ojos, la boca y el oído entran en acción orante.

LA ESCRITURA HABLA DE CRISTO


Toda la Sagrada Escritura es como una sola palabra que habla de Cristo.
El mismo Espíritu que inspiró las escrituras, es el Espíritu de Cristo.
Toda la historia de la Salvación prepara la venida de Cristo, toma su verdadero sentido, y llega a su
plenitud con Cristo.
La lectura de Dios es una lectura agradable. Es saborear el Verbo, saborear a Dios en el Espíritu
Santo, que vivifica la letra y suscita en el lector un gusto secreto para que se sitúe en armonía con lo
leído, responda con su oración y toda su vida a la Palabra del Padre.
La invocación al Espíritu Santo es absolutamente imprescindible al iniciarse la LECTIO DIVINA,
porque tener acceso a la Palabra de Dios es, antes que nada, un don del Espíritu.
Lo que no podemos conseguir por nuestro propio esfuerzo debemos pedirlo en la oración, pues es
absolutamente necesario rezar para comprender las cosas divinas.
Debemos esforzarnos para permanecer en la Palabra (Jn. 8,31-32) y así, como discípulas del Señor,
conocer la verdad. Lo cual es posible si hay asiduidad.

Los cuatro grados de la Lectio Divina.

La LECTIO DIVINA más que un método es una de las formas cristianas de leer la Biblia. Si bien
Orígenes aparece como su padre, fue el cartujo Guigo II (+1188) quien la sistematiza, distinguiendo
las cuatro “dimensiones” de esa experiencia vivida desde los comienzos por las comunidades
cristianas.
“Buscad leyendo, encontraréis meditando; tocad orando, entraréis contemplando”
(Scala claustralium)
El monje distingue: Lectio, meditatio, oratio, contemplatio. Sin embargo, aclara que no son pasos
diferenciados y separados donde uno sucede al otro sino cuatro grados que infieren y se influyen
mutuamente. Estas cuatro etapas constituyen un itinerario puramente pedagógico.

LECTIO
Leer orando: sólo la oración pone el corazón en contacto con Dios. Leemos lentamente en silencio
y en soledad el texto antes escogido. No hay que escoger pasajes según el gusto o el estado de
ánimo del momento. “La lectura continua de un libro es indispensable para descubrir los mil
secretos del corazón de Dios” (P. Mercier)
Leer buscando: para evitar la tentación de una lectura rápida y superficial, el P. Mercier nos
aconseja escribir el texto, deteniéndose en cada palabra, imprimiéndola en el corazón. Cada palabra
esconde el secreto de Dios, por eso hay que hacerle preguntas a cada palabra: ¿quién, qué, dónde,
porqué, cuándo, porqué sí o no, etc.? Buscar la respuesta en el texto, en la Biblia, no en la
suposición o imaginación de uno. “La Biblia se interpreta por la Biblia”, se iluminará buscando los
paralelos que a veces aparecen en las referencias marginales.
Historia de la Salvación 30 de diciembre de 1899

No se puede leer a Dios como se lee a un autor cualquiera. La Biblia se interpreta por la Biblia
misma. Dios se interpreta a sí mismo. El estudio informa, sólo la oración pone en contacto con
Dios. Por eso la LECTIO DIVINA es lectura orante.
Luchar contra la ansiedad…
A veces con lentitud y con extrema dificultad, a veces con entusiasmo y rapidez tomamos
conciencia de que Dios está allí, de que estamos en su presencia (Sal. 84) y que somos capaces de
colocar nuestro corazón en sus manos (Sal. 61 y 91)
Sea como fuere la LECTIO siempre exigirá austeridad y presupone espíritu de sacrificio, como pasa
con todos los verdaderos valores que son adquiridos en nuestra vida.
“El conocimiento sabroso de Dios exige el silencio, el secreto de la soledad” (Guillermo de Saint
Thierry)

MEDITATIO
Leer incansablemente, dice el P. Mercier, mil veces un texto para admirarlo más y mejor, confiarlo
a la memoria para no poder separarse más de él, eso es precisamente meditar. Se refiere a una
acción concreta, no a un ejercicio intelectual. Es una actitud: abrir la Palabra de Dios, deseada
porque amada, y balbucear, gemir el texto día y noche. Orar la Palabra para que se cumpla en mí,
porque ella no vuelve vacía a Dios sin haber cumplido su cometido (Is. 55,10-11)
Vamos descubriendo que la memoria cumple un rol importante en la LECTIO DIVINA. La
memorización de los textos bíblicos facilitan el descubrimiento de los paralelos entre palabras, ideas
o acontecimientos. Sin embargo, tenemos que tener en cuenta que la memorización como la lectura,
en la Lectio Divina es una actividad orante, es decir, deseo de estar con Dios.
La MEDITATIO y la LECTIO son inseparables como las dos fases de la alimentación. La Palabra
es el alimento, la LECTIO lo da, la MEDITATIO la asimila por el contacto prolongado, a través de
la memorización hecha oración que hace que la Palabra pase al corazón y nutra el espíritu
(Memorizar la rumia).

ORATIO
El Señor tomó la iniciativa de hablarnos (Dt.4,12) “porque nos amó primero” (1Jn.4,10) la oración
es una respuesta, solicitada por la Palabra que nos fue dirigida por Dios. La oración debe ser
realista, debe nacer de la experiencia de nuestra nada y de los problemas reales de la vida, lo cual se
obtiene por la meditación. Debe volverse una actitud permanente de vida. Esta oración o diálogo
con Dios nos pone en comunión íntima con el Señor. Pero no es solo en el momento concreto
dedicado a rezar cuando debemos elevar a Dios nuestro espíritu; también en medio de las más
variadas tareas es necesario conservar siempre viva la aspiración y el recuerdo de Dios, a fin de que
todas nuestras obras se conviertan en alimento agradable para el Señor.
En el diálogo con Dios es importante utilizar las palabras y los sentimientos del texto, pues Dios nos
habla y nos enseña a dialogar, Él nos ayuda a expresar nuestros sentimientos. Nos dice San Agustín:
“Si el texto es oración, ora; si es gemido, gime; si es gratitud, alégrate; si es un texto de esperanza,
espera; si expresa el temor, teme”. De esa manera se entabla un diálogo con Dios en el espíritu y en
la actitud del texto. Esa es la verdadera oración cristiana. “Busca en no decir nada sin Él, dice San
Agustín, y Él no te dirá nada sin ti”.
El P. Mercier expresa: “en la lectura de la Palabra, Dios se había entregado a mí, en la oración me
entrego a Él”.
“…fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día” (Jn.1,39)

CONTEMPLATIO
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La contemplación no es fruto de nuestros esfuerzos personales. La contemplación es don gratuito de


Dios.
El P. Mercier expresa de una manera muy bella que en la oración “hay que saber insistir en esperar
que Cristo toque a la puerta en el texto hasta que, vencidos por su voz, le abramos.
En ese momento, Él entra, se sienta a la mesa con nosotros, silencioso, sin hablar ya que está allí y
no hay necesidad de escuchar su palabra: Él es la Palabra hecha carne… sólo nos queda
contemplarlo “cara a cara”; “lo veremos tal cual es”, en esta última dimensión de la LECTIO
DIVINA que es la contemplatio.
Mt. 25,21
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COLATIO
La LECTIO puede y debe ser hecha también junto con los hermanos, en un coloquio fraterno que
los antiguos llamaban “collatio” (colación)
Los monjes comenzaron a comunicar lo que hacían con la LECTIO DIVINA. En la “Vida de San
Antonio” podemos leer: “Cierto día todos los monjes fueron a verlo y le pidieron que les dirigiese la
palabra. Les dijo: las Santas Escrituras bastan para nuestra enseñanza, pero es bueno que nos
exhortemos mutuamente en la fe y nos animemos con conversaciones. Ustedes, hijos míos, le
enseñan a su padre lo que saben; yo, más viejo que ustedes, les comunico lo que me ha enseñado la
experiencia. Que nuestro esfuerzo común sea, sobre todo, para que no abandonemos lo que
comenzamos, y no desanimarnos en el trabajo…”
Esta práctica, en la vida monástica, comenzó a llamarse “recreatio”.
No son encuentros intelectuales o de estudio que generan confrontación o discusión. Solo se
comparten los paralelos hallados para salir enriquesidos.
La COLATIO es complemento comunitario de la LECTIO DIVINA en los paralelos.

ACTIO
La LECTIO DIVINA es una escuela de vida donde el Señor, único Maestro, nos enseña a modelarla
según la imagen querida por el Padre para el hombre; como ser libre hecho a imagen y semejanza
de la Santísima Trinidad.
Los Santos Padres nos enseñan que los tres cimientos donde se sostiene la vida cristiana son: la
lectura orante, escuchar la Palabra; conocer la Palabra con la rumia orante, formación; y poner en
práctica la Palabra en la actio, servicio.

Mt.7,24
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A través de la LECTIO el oyente debe preguntarse a sí mismo: ¿cómo es que mi vida, mi actividad,
mi apostolado se vuelven de hecho “Palabra de Dios”, a la luz de aquella Palabra de Dios definitiva
que es Jesucristo, misteriosamente presente en la Escritura?

Podemos resumir este itinerario de esta forma:


Leer y releer, cada vez más, hasta conocer lo que está escrito.
Repetir de memoria, con la boca, lo que fue leído y comprendido. Rumiarlo hasta que desde
la cabeza pase al corazón y entre en el ritmo de la propia vida.
Responder a Dios en la oración y pedir que nos ayude a practicar lo que su Palabra nos pide.
Historia de la Salvación 30 de diciembre de 1899

El resultado es una nueva luz en los ojos que permite saborear la Palabra y mirar el mundo
de manera distinta. Con esa luz en los ojos, se comienza nuevamente, a leer, a repetir, a
responder a Dios, y así sucesivamente. Un proceso que no termina nunca, que siempre se
reitera, pero que nunca se repite igual.

Reglas de oro…
 Dedicarse a escuchar día tras día la Palabra del Padre…
 Tener un horario fijo…
 Poner un límite de tiempo, no mas de una hora…
 Cuida esta amistad. No te expongas, ni expongas este momento. Nadie necesita
saberlo…
 Lee con un lápiz en la mano, lleva un cuaderno y un tarjetero para las rumias…
 Es un encuentro vivo de personas vivas. Dios está más interesado en hablarte
que tú en escuchar. Permanece…
 Memorizar es guardar en el corazón. No te asustes. No vas a memorizar toda la
Biblia. Solo las rumias, no es mucho. Pero tampoco es poco…
 En una semana puede que tengas una o más rumias; elige una como oración
semanal para memorizar.
 Al finalizar el mes repasar las rumias del mes. El Señor tiene algo bien
concreto para decirte. Descúbrelo!

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