Las Luces de Septiembre

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 18

PRIMERAS PÁGINAS

“las luces de septiembre”

www.planetalector.com
Primeras páginas: “Las luces de septiembre”

005-LUCES SEPTIEM Fi0 18/4/08 11:45 Página 1

Las Luces de Septiembre


Regreso al Norte

Una visión personal de España

Biblioteca Carlos Ruiz Zafón


Novela

www.planetalector.com 
Primeras páginas: “Las luces de septiembre”

005-LUCES SEPTIEM Fi0 18/4/08 11:45 Página 2

Biografía

Carlos Ruiz Zafón (Barcelona, 1964) es uno de los


novelistas europeos de mayor proyección en todo el
mundo. Debuta en 1993 con El Príncipe de la Niebla
y posteriormente publica otras tres novelas dirigidas al
público juvenil: El Palacio de la Medianoche, Las Luces
de Septiembre y Marina. En el año 2001 da el salto a la
narrativa para adultos y publica La Sombra del Viento, que
se ha convertido ya en el mayor éxito mundial de la novela
española. Sus obras han sido traducidas a más de
cuarenta lenguas y publicadas en más de cincuenta
países, obteniendo numerosos premios internacionales y
conquistando a millones de lectores de todas las edades.

www.planetalector.com 
Primeras páginas: “Las luces de septiembre”

005-LUCES SEPTIEM Fi0 18/4/08 11:45 Página 3

Carlos Ruiz Zafón


Las Luces de Septiembre
juvenil

Traducción de Raquel Duato García

a Planeta

www.planetalector.com 
Primeras páginas: “Las luces de septiembre”

005-LUCES SEPTIEM Fi0 18/4/08 11:45 Página 4

Este libro no podrá ser reproducido,


ni total ni parcialmente, sin el previo
permiso escrito del editor.
Todos los derechos reservados

© Carlos Ruiz Zafón, 1995


© Editorial Planeta, S. A., 2008
Avinguda Diagonal, 662, 6.ª planta. 08034 Barcelona (España)

Diseño e ilustración de la cubierta: © Opalworks


Fotografía del autor: © Jordi Belver
Primera edición en Colección Booket: junio de 2008

Depósito legal: B. 22.931-2008


ISBN: 978-84-08-08079-4
Impresión y encuadernación: Litografía Rosés, S. A.
Printed in Spain - Impreso en España

www.planetalector.com 
Primeras páginas: “Las luces de septiembre”

005-LUCES SEPTIEM Fi0 18/4/08 11:45 Página 5

ÍNDICE

Una nota del autor . . . . . . . . . . 7

1. El cielo sobre París . . . . . . . . 15


2. Geografía y anatomía . . . . . . . 21
3. Bahía Azul . . . . . . . . . . . 43
4. Secretos y sombras . . . . . . . . 67
5. Un castillo entre las brumas . . . . 89
6. El diario de Alma Maltisse . . . . . 115
7. Un camino de sombras . . . . . . 131
8. Incógnito . . . . . . . . . . . 157
9. La noche transfigurada . . . . . . 173
10. Atrapados . . . . . . . . . . . 207
11. El rostro bajo la máscara . . . . . 225
12. Doppelgänger . . . . . . . . . . 263
13. Las luces de septiembre . . . . . . 309

www.planetalector.com 
Primeras páginas: “Las luces de septiembre”

005-LUCES SEPTIEM Fi0 18/4/08 11:45 Página 7

UNA NOTA DEL AUTOR

A
migo lector:
A veces, los lectores recuerdan mejor una
obra que su propio autor. Recuerdan sus
personajes, sus conflictos, su lenguaje y sus imáge-
nes con una benevolencia que desarma al novelis-
ta, que empieza a olvidar tramas y escenas que es-
cribió hace ya quizá más años de los que desearía.
Eso me sucede a mí a veces con las tres primeras
novelas «juveniles» que escribí y publiqué durante
la década de los noventa, El Príncipe de la Niebla, El
Palacio de la Medianoche y esta Las Luces de Sep-
tiembre que ahora sostienes en las manos. Siempre
me ha parecido que estos tres libros formaban un
ciclo de historias con muchas cosas en común y
que, de alguna manera, intentaban parecerse a los
libros que a mí me hubiese gustado leer en mi ado-
lescencia.
◆ 7 ◆

www.planetalector.com 
Primeras páginas: “Las luces de septiembre”

005-LUCES SEPTIEM Fi0 18/4/08 11:45 Página 8

Escribí Las Luces de Septiembre en Los Ángeles


entre 1994 y 1995, con la intención de rematar algu-
nos elementos que me parecía que no había sabido
resolver tal como me hubiese gustado en El Príncipe
de la Niebla. Revisándola hoy me doy cuenta de que
la novela tiene más elementos de construcción cine-
matográficos que literarios, y que para mí siempre
estará vinculada a las largas horas que pasé en com-
pañía de sus personajes frente a un escritorio que
miraba desde un tercer piso en Melrose Avenue y
desde el que veía las letras de Hollywood en las co-
linas.
La novela está concebida como una historia de
misterio y aventura para lectores que, como los es-
pectadores de la mayoría de las películas que me
rondaban la cabeza por entonces, eran jóvenes de
espíritu y, con suerte, también de años. Nada de eso
ha cambiado después de todo este tiempo.
Lo que sí ha cambiado, y ya era hora de que así
fuera, es que por primera vez desde 1995 esta nove-
la aparece publicada en una edición digna y en con-
diciones de honradez y decoro que lamentablemen-
te nunca tuvo.
Confío en que la disfrutes, ya seas un lector jo-
ven o estés deseando volver a serlo. Me gusta pensar
que, con tu ayuda, seré capaz de recordar ahora me-
jor esta novela y las dos que la precedieron y que
podré permitirme el lujo de volver a vivir la aventu-
◆ 8 ◆

www.planetalector.com 
Primeras páginas: “Las luces de septiembre”

005-LUCES SEPTIEM Fi0 18/4/08 11:45 Página 9

ra de Las Luces de Septiembre y de aquellos años en


que yo también me creía joven y las imágenes y las
palabras parecían ser capaces de todo.
Buena lectura y hasta la vista.

Carlos Ruiz Zafón

Mayo de 2007.

◆ 9 ◆

www.planetalector.com 
Primeras páginas: “Las luces de septiembre”

005-LUCES SEPTIEM Fi0 18/4/08 11:45 Página 11

Q
uerida Irene:
Las luces de septiembre me enseñaron a
recordar tus pasos desvaneciéndose en la ma-
rea. Sabía ya entonces que la huella del invierno no
tardaría en borrar el espejismo del último verano que
pasamos juntos en Bahía Azul. Te sorprendería com-
probar lo poco que ha cambiado todo desde entonces.
La torre del faro sigue alzándose como un centinela
entre las brumas, y la carretera que bordea la Playa
del Inglés es apenas ya un pálido sendero que serpen-
tea entre la arena hacia ninguna parte.
Las ruinas de Cravenmoore se insinúan sobre la
arboleda del bosque, silenciosas y envueltas en un
manto de oscuridad. En las cada día menos frecuentes
ocasiones en que me aventuro bahía adentro en el ve-
lero, todavía puedo ver los cristales agrietados en los
ventanales del ala oeste, brillando como señales fan-
◆ 11 ◆

www.planetalector.com 10
Primeras páginas: “Las luces de septiembre”

005-LUCES SEPTIEM Fi0 18/4/08 11:45 Página 12

tasmagóricas entre la niebla. A veces, embrujado por


la memoria de aquellos días en que surcábamos la ba-
hía de vuelta al puerto al caer la tarde, me parece vol-
ver a ver las luces parpadeando en la oscuridad. Pero
sé que ya no hay nadie allí. Nadie.
Te preguntarás qué ha sido de la Casa del Cabo.
Pues bien, sigue allí, aislada, enfrentándose al océano
infinito desde el vértice del cabo. El pasado invierno
un temporal desguazó lo que quedaba del pequeño
embarcadero de la playa. Un acaudalado joyero veni-
do de alguna ciudad sin nombre se vio tentado a ad-
quirirla por una suma irrisoria, pero los vientos de
poniente y el embate de las olas en los acantilados se
encargaron de disuadirlo. El salitre ha hecho su mella
en la madera blanca. La senda secreta que conducía
hasta la laguna es ahora una jungla impenetrable, re-
pleta de arbustos salvajes y ramas caídas.
De tarde en tarde, cuando el trabajo en el muelle
me lo permite, cojo la bicicleta y me acerco hasta el
cabo para contemplar el crepúsculo desde el porche
suspendido en los acantilados: solos yo y una bandada
de gaviotas, que parecen haberse adjudicado el papel
de nuevos inquilinos sin pasar por el despacho de no-
tario alguno. Desde allí todavía puede verse cómo la
luna dibuja una guirnalda de plata hacia la Cueva de
los Murciélagos al alzarse sobre el horizonte.
Recuerdo que una vez te hablé de esta cueva y yo
te conté la fabulosa historia de un siniestro pirata
◆ 12 ◆

www.planetalector.com 11
Primeras páginas: “Las luces de septiembre”

005-LUCES SEPTIEM Fi0 18/4/08 11:45 Página 13

corso cuyo buque fue engullido por la gruta una no-


che de 1746. Mentí. Nunca hubo ningún contraban-
dista ni bucanero pendenciero que se aventurara en
las tinieblas de aquella gruta. En mi defensa puedo
decir que ésa fue la única mentira que oíste de mis la-
bios. Aunque probablemente lo supiste desde el prin-
cipio.
Esta mañana, mientras enhebraba un manojo de
redes prendidas en el arrecife, ha sucedido otra vez.
Por un segundo creí verte en el porche de la Casa del
Cabo, mirando hacia el horizonte en silencio, como te
gustaba hacerlo. Cuando las gaviotas han alzado el
vuelo, he comprobado que no había nadie allí. Más
allá, cabalgando sobre las brumas, se alzaba el mon-
te Saint Michel, como una isla fugitiva varada en la
marea.
A veces pienso que todos se han ido a algún lugar
lejos de Bahía Azul y que yo me he quedado atrapado
en el tiempo, esperando en vano que la marea púrpu-
ra de septiembre me devuelva algo más que recuerdos.
No me hagas mucho caso. El mar tiene estas cosas;
todo lo devuelve después de un tiempo, especialmente
los recuerdos.
Creo que, si cuento ésta, ya son cien las cartas que
te he enviado a la última dirección tuya que pude
conseguir en París. A veces me pregunto si has recibi-
do alguna de ellas, si todavía te acuerdas de mí y de
aquel amanecer en la Playa del Inglés. Tal vez así sea,
◆ 13 ◆

www.planetalector.com 12
Primeras páginas: “Las luces de septiembre”

005-LUCES SEPTIEM Fi0 18/4/08 11:45 Página 14

tal vez la vida te ha llevado lejos de aquí, lejos de to-


dos los recuerdos de la guerra.
La vida era mucho más sencilla entonces, ¿recuer-
das? ¿Qué digo? Seguro que no. Empiezo a pensar que
sólo soy yo, pobre tonto, el que todavía vive del recuer-
do de todos y cada uno de aquellos días de 1937,
cuando aún estabas aquí, a mi lado...

◆ 14 ◆

www.planetalector.com 13
Primeras páginas: “Las luces de septiembre”

005-LUCES SEPTIEM Fi0 18/4/08 11:45 Página 15

1. EL CIELO SOBRE PARÍS

París, 1936

Q
uienes recuerdan la noche en que murió
Armand Sauvelle juran que un destello
púrpura atravesó la bóveda del cielo, tra-
zando un rastro de cenizas encendidas que se perdía
en el horizonte; un destello que su hija Irene jamás
pudo ver, pero que embrujaría sus sueños por mu-
chos años.
Era un frío amanecer de invierno, y los cristales
de la sala número catorce del hospital Saint George
estaban teñidos por una fina película de hielo que
dibujaba unas acuarelas fantasmales de la ciudad en
la tiniebla dorada del alba.
La llama de Armand Sauvelle se apagó en silen-
cio, sin apenas un suspiro. Su esposa Simone y su
hija Irene alzaron la mirada cuando los primeros
◆ 15 ◆

www.planetalector.com 14
Primeras páginas: “Las luces de septiembre”

005-LUCES SEPTIEM Fi0 18/4/08 11:45 Página 16

destellos que quebraban la línea de la noche traza-


ron agujas de luz a lo largo de la sala del hospital.
Dorian, su hijo menor, descansaba dormido sobre
una de las sillas. Un silencio sobrecogedor invadió la
sala. No fue necesario cruzar ninguna palabra para
comprender lo que había sucedido. Tras seis meses
de sufrimiento, el fantasma negro de una enferme-
dad cuyo nombre jamás fue capaz de pronunciar
había arrancado la vida a Armand Sauvelle. Sin más.
Ése fue el principio del peor año que recordaría
la familia Sauvelle.

Armand Sauvelle se llevó a la tumba su magia y


su risa contagiosa, pero sus numerosas deudas no lo
acompañaron en el último viaje. Pronto, una co-
horte de acreedores y toda suerte de criaturas carro-
ñeras con levita y título honorífico tomaron por
costumbre dejarse caer por la vivienda de los Sauve-
lle, en el bulevar Haussmann. Las frías visitas de
cortesía legal dieron paso a las amenazas veladas. Y
éstas, con el tiempo, a los embargos.
Colegios de prestigio y ropas de impecable aca-
bado fueron sustituidos por empleos a tiempo par-
cial y atuendos más modestos para Irene y Dorian.
Era el inicio del vertiginoso descenso de los Sauvelle
al mundo real. La peor parte del viaje, sin embargo,
cayó sobre Simone. Retomar su empleo como maes-
◆ 16 ◆

www.planetalector.com 15
Primeras páginas: “Las luces de septiembre”

005-LUCES SEPTIEM Fi0 18/4/08 11:45 Página 17

tra no bastaba para hacer frente al torrente de deu-


das que devoraban sus escasos recursos. En cada
rincón aparecía un nuevo documento que Armand
había firmado, una nueva suscripción de deuda im-
pagada, un nuevo agujero negro sin fondo...
Fue por entonces cuando el pequeño Dorian
empezó a sospechar que la mitad de la población de
París la componían abogados y contables, una clase
de ratas que habitaban en la superficie. Fue también
entonces cuando Irene, sin que su madre tuviese
conocimiento de ello, aceptó un empleo en un sa-
lón de baile. Danzaba con los soldados, apenas unos
adolescentes asustados, por unas monedas (mone-
das que, de madrugada, introducía en la caja que Si-
mone guardaba bajo el fregadero de la cocina).
Del mismo modo, los Sauvelle descubrieron que
la lista de quienes se declaraban sus amigos y bene-
factores se reducía como la escarcha al amanecer.
Con todo, llegado el verano, Henri Leconte, un an-
tiguo amigo de Armand Sauvelle, ofreció a la fami-
lia la posibilidad de instalarse en el pequeño aparta-
mento situado sobre la tienda de artículos de dibujo
que regentaba en Montparnasse. El precio del al-
quiler lo dejaba a cuenta de futuras bonanzas y a
cambio de que Dorian lo ayudase como chico de los
recados, porque sus rodillas ya no eran lo que ha-
bían sido de joven. Simone nunca tuvo palabras su-
ficientes para agradecer la bondad del viejo mon-
◆ 17 ◆

www.planetalector.com 16
Primeras páginas: “Las luces de septiembre”

005-LUCES SEPTIEM Fi0 18/4/08 11:45 Página 18

sieur Leconte. El comerciante nunca las pidió. En un


mundo de ratas, habían tropezado con un ángel.
Cuando los primeros días del invierno se insi-
nuaron sobre las calles, Irene cumplió catorce años,
aunque a ella le pesaron como veinticuatro. Por un
día, las monedas que ganó en el salón de baile las
empleó en comprar un pastel para celebrar su
cumpleaños con Simone y Dorian. La ausencia de
Armand pendía sobre todos como una opresora
sombra. Juntos apagaron las velas del pastel en el
angosto salón del apartamento de Montparnasse,
rogando que, con las llamas, se extinguiese el es-
pectro de la mala fortuna que los había perseguido
durante meses. Por una vez, su deseo no fue igno-
rado. No lo sabían aún, pero aquel año de sombras
estaba llegando a su fin.

Semanas más tarde, una luz de esperanza se


abrió inesperadamente en el horizonte de la familia
Sauvelle. Gracias a las artes de monsieur Leconte y
su red de conocidos, apareció la promesa de un
buen empleo para su madre en un pequeño pueblo
de la costa, Bahía Azul, lejos de la tiniebla grisácea
de París, lejos de los tristes recuerdos de los últimos
días de Armand Sauvelle. Al parecer, un adinerado
inventor y fabricante de juguetes, llamado Lazarus
Jann, necesitaba una ama de llaves que se hiciera
◆ 18 ◆

www.planetalector.com 17
Primeras páginas: “Las luces de septiembre”

005-LUCES SEPTIEM Fi0 18/4/08 11:45 Página 19

cargo del cuidado de su palaciega residencia en el


bosque de Cravenmoore.
El inventor vivía en la inmensa mansión, conti-
gua a su vieja fábrica de juguetes, ya cerrada, con la
única compañía de su esposa Alexandra, gravemen-
te enferma y postrada en una habitación de la gran
casa desde hacía veinte años. La paga era generosa y,
además, Lazarus Jann les ofrecía la posibilidad de
instalarse en la Casa del Cabo, una modesta resi-
dencia construida sobre los acantilados en el vértice
del cabo, al otro lado del bosque de Cravenmoore.
A mediados de junio de 1937, monsieur Lecon-
te despidió a la familia Sauvelle en el andén seis de
la estación de Austerlitz. Simone y sus dos hijos su-
bieron a bordo de un tren que habría de llevarlos
rumbo a la costa de Normandía.
Mientras el viejo Leconte observaba cómo se
perdía el rastro del convoy, sonrió para sí y, por un
instante, tuvo el presentimiento de que la historia
de los Sauvelle, su verdadera historia, apenas había
empezado.

◆ 19 ◆

www.planetalector.com 18

También podría gustarte