Borrador Nota Ecicep - Nucleo Enfoque Comunitario

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ESTRATEGIAS DE ACCIÓN DESDE UN ENFOQUE COMUNITARIO

NOTA DE SUGERENCIAS

Equipo profesional: Rodrigo Aburto, Bárbara Concha, Sebastián Concha, Natalia González,
Karina Navarro, Francisca Sánchez, Verónica Vivanco.

I. PRESENTACIÓN

Para la realización de esta nota de sugerencias y observaciones a la propuesta de


Estrategia de Cuidado Integral Centrada en las Personas (ECICEP) se toma el enfoque
sociocomunitario como eje central. Este enfoque, tal como menciona Martínez (2006), es
un modelo metodológico que orienta el trabajo de las instituciones con las comunidades
humanas con las que se relaciona, entregando criterios para la práctica del trabajo
comunitario, buscando incrementar la eficacia y eficiencia de las intervenciones sociales.
Incluye como principios un profundo respeto por la estética, valores, derechos, estructura
y funcionamiento de las comunidades, concebidas como dimensiones básicas de la
condición humana.

En este sentido, este enfoque puede ser un aporte relevante para el documento
ECICEP en su propósito de articular los procesos de prevención y promoción bajo un
modelo de activos, de manera de movilizar la participación de las comunidades y
sujetos/as de atención hacia un rol activo en la coproducción de su propia salud (ECICEP,
2023).

Desde esta mirada y de manera preliminar, abordamos los siguientes aspectos


para introducir el enfoque comunitario: 1. Comunidad integral e integralidad; 2. Inclusión
sociocomunitaria; 3. Redes comunitarias; 4. Territorio; 5. Patrimonio de conocimientos;
Estos pretenden nutrir la praxis conversacional de los equipos de trabajo en torno a: por
una parte, la co-construcción de lo comunitario y lo común en una comunidad de práctica
y aprendizaje que generará conocimientos para su propia identidad; por otra, la co-
construcción de una aproximación a la integralidad, en el sentido de generar un
patrimonio de conocimientos en relación al cuidado en los vínculos con los usuarios,
acompañando sus procesos de bienestar.

Conceptos claves: Enfoque comunitario, comunidad integral, integralidad, inclusión


sociocomunitaria, redes, territorio, patrimonio de conocimientos, cuidado común, equipo,
gestión del conocimiento.
II. ENFOQUE COMUNITARIO Y TERRITORIOS

El enfoque comunitario es un modelo metodológico orientado a la acción, que


pretende entregar criterios para la práctica del trabajo comunitario desde superficies
institucionales. En este sentido, representa una herramienta fundamental para el diseño,
implementación y evaluación de políticas, proyectos y programas de intervención social,
siendo aplicable a un amplio espectro de disciplinas y ámbitos que tienen como foco la
comunidad, ya sea de manera directa o indirecta (Martínez, 2006). De esta manera, el
enfoque comunitario se orienta a lograr una adecuada interpenetración entre el mundo
institucional y el mundo comunitario, mediante la incorporación de la comunidad como un
actor y referente fundamental en las intervenciones y políticas sociales, en las distintas
etapas que contemplan estos procesos (Martínez, 2006).

Bajo esta perspectiva, las personas son concebidas como agentes activos de su
transformación en su territorio, a través del desarrollo de su potencial de capital humano
y social, la participación, el empoderamiento y ejercicio pleno de su autonomía (Canales,
Martínez, Covarrubias y Vivanco, 2007).

Asimismo, podemos entender que la comunidad es un grupo en constante


transformación y evolución, que en su interrelación genera un sentido de pertenencia e
identidad social, tomando sus integrantes conciencia de sí como grupo, y fortaleciéndose
como unidad y potencialidad social (Montero, 2004).

Las comunidades son de diferente tipo y naturaleza; territorial, de vida, de


aprendizaje, de trabajo, digital, etc. Con fines estratégicos, en este documento, se
precisará en las comunidades territoriales, puesto que, son estas comunidades las que
adquieren especial relevancia en la atención primaria en salud y en la promoción del
cuidado centrado en las personas.

Entenderemos territorio, no solo como un espacio físico objetivamente existente,


sino una construcción social, como un conjunto de relaciones que dan origen y a su vez
expresan una identidad y un sentido de propósitos compartidos entre múltiples agentes
públicos y privados.

Con el fin de instaurar espacios de acción común entre las instituciones, las
personas y la comunidad, es necesario que las instituciones estimulen la participación
activa de los sujetos/actores en la definición de sus propios problemas, en el diseño de las
estrategias de intervención, en la implementación y evaluación de las mismas,
reconociendo y validando el saber práctico que poseen los sujetos y las comunidades a las
que pertenecen (Canales, Martínez, Covarrubias y Vivanco, 2007). Al atender a las
especificaciones de cada territorio, se exige por parte de los equipos, una gran flexibilidad
técnica y capacidad de adecuación a las características estructurales y dinámicas de dicho
territorio.
En este sentido, es relevante considerar que toda intervención desde lo
institucional impacta en lo comunitario; por lo mismo, si lo institucional desconoce o no
quiere conocer lo comunitario, todas sus iniciativas pueden tener un impacto negativo
sobre ella (Martínez, 2006). Visto de esta manera, acercarse a las comunidades e integrar
sus saberes es tomar una posición ética que considere la agencia de las personas en la
resolución de sus problemas.

Es relevante entonces comprender que el principio de territorialidad que opera en


el modelo comunitario, no solamente pone a los equipos de profesionales de los
programas de proximidad comunitarias como actores relevantes, sino que asume que su
ámbito de acción se da en un ambiente comunitario provisto de una historia, dinámicas, y
complejidades particulares que no es posible de ignorar al momento de trabajar en los
distintos territorios. Es por esto que el éxito de los programas de intervención dependerá
de la articulación que la institucionalidad logre con la comunidad (Martínez, 2007).
Entonces, el enfoque territorial también lo podemos entender como una herramienta
para la construcción de ciudadanía activa y democracia local; que incentiva la
cooperación local y la corresponsabilidad, favoreciendo la construcción de espacios
políticos y democráticos sobre los cuales se apoya el desarrollo social, económico, cultural
y ambiental.

Antes de comenzar a profundizar en el enfoque comunitario, es menester


conceptualizar algunas nociones centrales que se trabajarán a lo largo de la presente nota
y que resultan esenciales para su comprensión.

● Programas de proximidad comunitaria (PPC): corresponden a aquellos


programas que tienen como zona primaria de operación el territorio local,
trabajando en contacto directo con las personas y grupos en situación de
vulnerabilidad, apoyando sus procesos de protagonismo y autonomía,
además de destacar las posibilidades que tienen éstas de construir
proyectos personales, familiares y comunitarios en pos de su inclusión
social y comunitaria. Su metodología es entendida como un saber-hacer
complejo, con la capacidad de enlazarse con el desarrollo de las
potencialidades de las personas, a quienes se les da el carácter de actor
dentro de la intervención. De esta manera, las estrategias interventivas se
ligan a procesos simbólicos e interaccionales, en donde su aplicabilidad
depende en gran medida de las habilidades y competencias de quienes
faciliten estos procesos sociales. Estos son parte de una nueva generación
de programas que potencian el empoderamiento de los destinatarios y que
utilizan la gestión de casos como metodología más integral y personalizada
(Martínez, 2018b, 2019).

● Comunidad de práctica (CP): refiere a un grupo conformado por personas


ligadas por una práctica que es común, estable en el tiempo y recurrente, y
que aprenden en esta práctica en común (Vasquez, 2010). En específico, en
la práctica profesional las personas están condicionadas no sólo por las
reglas, procedimientos y modelos institucionales, sino que también por las
comunidades que conforman, con las cuales generan pertenencia,
identidad, reconocimiento social, apoyo afectivo y también conocimientos
y aprendizajes que inciden en la manera en que desarrollan sus actividades
laborales. Es decir, estas comunidades construyen y sostienen las prácticas
de trabajo que generan el funcionamiento de organizaciones y programas
(Martínez, 2006).

Mediante el principio de territorialidad en el trabajo de los programas de


proximidad comunitaria se pretende reconocer el rol de estos profesionales de la acción,
validar sus prácticas situadas y legitimar los conocimientos que ellos generan como un
aporte fundamental al patrimonio de conocimientos, entendiendo que las personas
somos inherentemente seres comunitarios.
En este sentido, es imposible, no ser comunitario, puesto que, somos arrojados al
mundo ya inclinados los unos hacia los otros. La comunidad está dada fundamentalmente
por individuos que comparten un estar común en un mundo compartido. Desde esta
perspectiva ontológica, no existe un sujeto colectivo como tal, sino que hay singularidades
(personas) expuestas las unas a la otras. Es decir, no hay un ser común, hay un estar en
común en un mundo compartido (Martínez, 2006).
Las comunidades territoriales reciben su nombre, precisamente, porque el
territorio adopta un papel protagónico. Se caracterizan por la existencia de un espacio
físico en común, donde las personas habitan y desarrollan su vida privada. A este
respecto, se puede mencionar como ejemplo el pasaje, vecindario, barrio, población,
comuna, pueblo, etc. Sin embargo, como ya mencionamos , el territorio es más que un
lugar geográfico, pues también involucra una serie de aspectos que configuran ciertos
modos de relacionarse e interactuar.

Por lo anterior es que, en lo operativo, el territorio se entenderá como una unidad


de gestión y planificación en una localidad geográfica específica. Por lo tanto, el enfoque
territorial es una perspectiva conceptual y metodológica que sitúa a los territorios locales
como foco prioritario de intervención, estableciendo la necesidad de desarrollar políticas
públicas contextualizadas donde la cooperación entre agentes públicos y privados,
nacionales y locales, sea un elemento fundamental de la gestión de dichas políticas.
Resulta relevante tener un enfoque territorial al momento de elaboración e
implementación de cuidados centrados en las personas y comunidad.
Es por esto que, es relevante que los equipos que trabajen en programas de
proximidad comunitaria (PPC) ocupen un principio de territorialidad como eje central,
para implementar modelos de gestión del conocimiento que le dé más valor ecológico a
sus intervenciones, teniendo más pertinencia contextual y que permitan dar una mejor
respuesta a las necesidades identificadas por la comunidad, que se traduzca en un modelo
de gestión que impregne a los profesionales y técnicos de un accionar más estratégico
orientado por criterios de mayor integralidad y colaboración interdisciplinaria que
responda de manera más adecuada a la lógica necesidades y requerimientos de los
equipos que operan en contexto comunitario (Martínez, 2021).

III. CONSIDERACIONES

Comunidad integral e integralidad

A partir de esta definición de enfoque comunitario, se dilucida una característica


central de lo que se define como comunidad: como integral y holista. Esto quiere decir
que una situación comprende distintas dimensiones que participan de un proceso social.

El desarrollo de un pensamiento integral es propio de una sociedad actual cada vez


más comprensiva de los distintos factores que afectan al mundo social, construyendo una
conciencia integral de las circunstancias de la vida (Montero, 2004). De esta manera,
desde distintas disciplinas y áreas del conocimiento se ha reconocido la singularidad de la
persona como “sujeto colectivo”, entendiendo que comparte un espacio común con otras
singularidades (Martinez, 2006). La conexión con otros seres resulta así inevitable desde la
constitución de la persona, e integra sus dimensiones biológicas, psicológicas, sociales y
espirituales (Ministerio de salud de Chile, 2021).

Desde esta perspectiva, la comunidad no se reduce exclusivamente a los seres


humanos vivos, sino que también comprende a los muertos, los animales, la naturaleza,
las divinidades, los objetos, los territorios (Alarcón-Cháires, 2017) como aspectos
constitutivos y centrales para comprender el mundo de la vida, entendiendo que forman
parte del sistema de vínculos que condicionan las matrices relacionales y las acciones que
llevan a cabo las personas en sus comunidades (Martínez, 2022).
Al trabajar desde las múltiples dimensiones, se fortalece una acción preventiva
(Martínez-Bujan & Vega, 2021), lo que desde el área de la salud resulta de importancia
para disminuir los casos clínicos. Un ejemplo de abordaje exitoso se puede hallar en el
área de la salud mental, en los programas que actúan desde un “modelo de
recuperación” (recovery), en donde los problemas son atendidos desde un enfoque
integral del medio de la persona. En este sentido, se pasa de un modelo clínico enfocado
en disminuir los síntomas producidos por psicopatologías, a un modelo comunitario que
pretende la recuperación personal y social, de manera que se logre su inclusión en el
sistema social comenzando por el reconocimiento de la persona y sus dimensiones, por
sobre la enfermedad (Mascayano y Montenegro, 2017).

Así, desde una mirada de la comunidad integral, se pone en el centro el desarrollo


de una vida significativa, digna y autónoma (Mascayano y Montenegro, 2017). Esto se
relaciona con un enfoque de derechos que reconoce: 1) que la persona es la experta en su
experiencia, en lo que vive y le sucede, 2) que su proceso es personal y diferente a otras
experiencias, aún en contextos similares, 3) que el ámbito personal implica el ser
comunitario, y por lo tanto partícipe de la red comunitaria, 4) que puede participar
activamente en las decisiones a tomar en su proceso de recuperación, 5) que la
comunidad puede participar desde el diseño a la evaluación de la implementación de los
programas de salud.

En este sentido, tener presente que la comunidad es integral, es considerar que


existe una Otredad, admitiendo formas de conocer distintas, abiertos a dialogar y
relacionarse (Montero, 2001). Esto responde a una dimensión ética del trabajo desde lo
comunitario, y promueve una aproximación al mundo social desde la inclusión de distintos
actores, en una posición activa en la implementación de los programas sociales. Por lo que
se recomienda reconocer la experiencia de otro/a, dar un espacio a sus emociones en el
proceso, incluir su perspectiva a lo largo de la implementación, y reflexionar-cuestionar la
coherencia entre la teoría y la práctica en cada etapa del programa. En este sentido, se
trata de un ejercicio reflexivo sobre lo integral de la comunidad y sus relaciones sociales,
que fortalecen el ejercicio de una práctica ética con la comunidad.

La integralidad supone una comprensión holista de la realidad social y sus


problemáticas, además de reconocer a las personas como seres histórico-sociales que
poseen saberes válidos y significativos. Esto contempla múltiples desafíos, como
cuestionar el pensamiento dualista-racional totalizante y homogeneizador; también la
necesidad de que los mismos equipos de trabajo-interventores asuman su papel de
actores histórico-políticos dentro de las problemáticas en las que se involucran (Bang,
2022).

La integralidad es un rasgo central del enfoque interventivo comunitario e implica


que el trabajo abarque los distintos aspectos de los problemas y fenómenos que se
intervienen desde la complejidad de los mundos sociales con los que se trabaja. Esto exige
el involucramiento de diversos profesionales y mayor coordinación entre los servicios
(Martínez, 2006; Sánchez, 2007).

Para que una intervención sea integral, se debe incluir suficientes disciplinas como
dimensiones básicas se puedan identificar para cada contexto de atención, debido a que
cada una por sí sola no logra abarcar la totalidad de factores que podrían estar implicados.
Esto exige soluciones creativas y cooperación interdisciplinar. En este sentido, la
interdisciplinariedad es un camino necesario para que las intervenciones tomen un
sentido global, pasando a ser una necesidad práctica esencial (Sánchez, 2007).

Esta cooperación interdisciplinar exige un sistema de síntesis e integración de los


fragmentos analíticos y operativos de cada disciplina, como si se tratase de recomponer
un rompecabezas de piezas inconexas que no tienen sentido por sí solas. Para la puesta en
común de un trabajo integral, se vuelve necesario que las tareas a realizar tengan una
orientación temática, para que las aportaciones concretas vayan en función de problemas
compartidos (Sánchez, 2007).

La integralidad es, por lo tanto, una herramienta que difiere de las tradicionales
prácticas de cuidado y engloba diversos valores, como son el poner en el centro de la
atención a la persona y no a su enfermedad, posibilitar la asistencia en los diversos niveles
de salud, el tratamiento diferenciado para quien se encuentra en una situación desigual y
la intromisión de las prácticas de la comunidad en sus condiciones generales de vida
(Santos Koerich et al., 2009).
Inclusión sociocomunitaria

La inclusión sociocomunitaria, debiese ser el horizonte de sentido y la situación


objetivo que se pretende alcanzar en el desarrollo e implementación de la ECICEP, a través
de un sistema integral de apoyo y modelo de gestión de caso con énfasis comunitario,
para la inclusión de las personas usuarias del sistema de salud, el cual tiene por propósito
la articulación del mundo de la vida (comunidad) y el mundo del sistema (institucional)
teniendo al centro el desarrollo y bienestar integral de la persona. Para ello, es necesario
la complementariedad de recursos comunitarios e institucionales, con el objetivo de hacer
efectiva la integración social e inclusión social de las personas. En este sentido, considerar
por un lado, “la oferta programática de la red intersectorial en una amplia gama de
ámbitos (salud, educación, protección social, laboral, jurídico, cultural, deportivo, entre
otros), y por otro lado, a los recursos del ámbito comunitario (familia, redes personales,
redes vecinales, organizaciones)” (Martínez, 2019, p.2), resultan ser orientaciones y
directrices centrales para los equipos que tienen que desarrollar e implementar la
Estrategia de Cuidado Integral Centrado en las Personas (ECICEP), en función a lograr el
propósito de articular un sistema integral (integración-inclusión) de apoyo para las
personas usuarias del sistema de salud.

Gestión de una Gestión de


red una red de
intersectorial recursos
sociocéntrica comunitarios

En esta perspectiva, para una efectiva gestión de casos que apunte a la articulación
integral de estrategias de promoción, prevención y manejo de la cronicidad en contexto
de multimorbilidad, resulta necesario, “primero - desarrollar una red intersectorial -de
carácter sociocéntrico-, entre los diferentes programas y servicios de la oferta
programática municipal y local; y en segundo lugar, es necesario desarrollar y activar una
red de recursos comunitarios asociados a los territorios de vida de las personas”
(Martínez, 2019, p.2), permitiendo así, la construcción de un ecomapa que tenga como
soporte una extensa e intensa red de recursos institucionales y comunitarios que
posibiliten el desarrollo y bienestar integral de la persona, de manera similar en cuanto a
los énfasis puestos en la elaboración de un mapa de activos en salud, por cuanto los
conocimientos, capacidades, habilidades y recursos de las personas, grupos, comunidades
e instituciones -tanto a nivel individual como colectivo-, son la materia y herramientas
esenciales para reducir las brechas de desigualdad y sostener el bienestar de las personas.
En este sentido, desde una perspectiva metodológica, resulta interesante poder
intencionar una caja de herramientas que visibilice el territorio y las redes donde se
acciona, en tanto mapear, supone considerar una referencia de un espacio geográfico y
social, pudiendo ser de utilidad la técnica participativa del mapeo colectivo y/o cartografía
social.

En consideración a los énfasis compartidos anteriormente, resulta primordial


entonces, poder distinguir entre prácticas de integración social y prácticas de inclusión
social, las cuales tienen focos distintos en su operativización, comprendiendo ambas de la
siguiente manera (Martínez, 2019, p.4):

- Integración social: tiene como foco el trabajo directo con las personas, las que se
deben ajustar y adaptar a un modelo prefijado de actuación compuesto por un
sistema de reglas, ya sea institucional o comunitario. La integración es asimilación
de un común compartido.
- Inclusión social: tiene como foco la articulación entre estructuras y personas,
respetando la subjetividad, singularidad, autonomía, diversidad e identidad de las
personas, siendo responsable el sistema institucional y comunitario. La inclusión es
vinculación a un común compartido.

Fomentar el Promover el
desarrollo de desarrollo de
capacidades capacidades de
(saberes y agencia de las
herramientas) personas en sus
para la comunidades
integración social

En este sentido, una adecuada estrategia de inclusión sociocomunitaria debiera


articular de manera los más integral e integrada posible las prácticas y acciones de
integración e inclusión social, para lo cual el equipo gestor/interventor tiene un rol clave
de ser un gestor de caso y a la vez un gestor de red, con el objetivo de que, “por un lado, la
persona desarrolle capacidades de inclusión (integración), y por otro, desde el trabajo con
las redes, se fomente el desarrollo de capacidades de agencia de las personas-usuarias
(inclusión)” (Martínez, 2019, p.4). Entonces, para efectos de propiciar una efectiva
operativización de la estrategia de inclusión sociocomunitaria en función a la articulación
de prácticas de integración e inclusión, resulta necesario intencionar una estrategia de
intervención social multiescalar, la cual por un lado, intencione “acciones a escala
individual (persona usuaria) con acciones a escala de las estructuras (redes y
organizaciones), y por otro, articulando acciones a escala de la comunidad (familia, redes
comunitarias) con acciones a escala de la institucionalidad (oferta programática de
servicios)” (Martínez,2019, p.5).

ACCIONES
A ESCALA
INSTITUCIO
NAL

ACCIONES ACCIONES
A ESCALA A ESCALA
INDIVIDUA ESTRUCTU
L RA
ACCIONES
A ESCALA
COMUNITA
RIA

Así, desde este sentido de la inclusión sociocomunitaria, desde el presente modelo


que articula lo teórico y lo práctico, lo institucional y lo comunitario, y entre un encuadre
positivo y negativo, relevan la comprensión de la persona desde una perspectiva
integrada, la cual desarrolla su autonomía y bienestar, tanto en el mundo del sistema
(integración a las instituciones) como en el mundo de la vida (inclusión en la comunidad),
dentro de lo cual, el modelo de activos de salud resulta conveniente vincularlo a nociones
como la afectividad, las emociones, las corporalidades, los deseos, las redes y el territorio,
resultando factores necesarios de revisar en función al impacto que tiene en mejorar la
capacidad de lxs individuos, grupos, comunidades, transformándose en pistas
significativas al momento de repensar la implementación del modelo ECICEP.

En síntesis, apostar por la inclusión sociocomunitaria en las prestaciones sociales


de los planes y programas del servicio de salud -en este caso de ECICEP-, supone co-
construir un modelo de acción comunitario que posibilite una gobernanza y
protagonismo, desarrollando estrategias de mediación que favorezcan el agenciamiento
social en distintos ámbitos del mundo comunitario e institucional por parte de las
personas, grupos y comunidades usuarias del sistema de salud.
Redes sociales

Las redes corresponden a sistemas de vínculos entre nodos orientados al


intercambio de apoyo social, y constituyen un plano relevante de la existencia social
humana, junto a la comunidad y la matriz institucional donde se insertan (Martínez, 2006).

Bajo esta definición, es posible encontrar los siguientes componentes, que pueden
ser comprendidos siguiendo a Martínez (2006):

● Nodos: son los componentes entre los cuales se establecen los vínculos.
Pueden ser personas, actores sociales, grupos u organizaciones (ya sean
comunitarias o institucionales).
● Vínculo: es la relación o lazo que se establece entre los nodos.
● Sistema de vínculos: refiere al conjunto de vínculos entre los nodos, siendo
el principal aspecto de la red. Por ende, la red es entendida como un
sistema de vínculos y no como un conjunto de nodos.
● Intercambio: en la relación entre nodos se producen intercambios, lo cual
puede darse en el plano afectivo, material, financiero, social, simbólico, etc.
● Apoyo social: es el resultado del proceso de intercambio. De esta manera,
la red social proporciona el marco indispensable para que el apoyo social
sea accesible a los nodos.

Por otro lado, la red constituye un conjunto de conversaciones con clausura


operacional, en la medida que define un contorno que separa las conversaciones que
pertenecen a la red de otras redes conversacionales, de modo que su unidad de análisis
son las conversaciones diádicas entre nodos (Martínez, 2006), siendo más relevante los
vínculos de la red que las partes o nodos que la constituyen. Dicho de otra manera, lo
importante para describir una red no son las características de los nodos o actores que la
constituyen, sino que las características de las relaciones que se establecen entre ellos, es
decir, los vínculos.

En estos vínculos constituidos por conversaciones explícitas o implícitas pueden


dar lugar a acuerdos de segundo orden, sobre planes, ideologías, objetivos, estrategias,
estructuras, roles, tareas, funciones o criterios que posibilitan conversaciones para la
acción, y acuerdos de primer orden, referidos a acciones y obligaciones que conducen a la
acción (Martínez, 2006). Este carácter de conversación-acción de naturaleza más funcional
que la comunidad permite que la red sea un potente movilizador de apoyo social entre
instituciones y personas, articulando redes personales con los sistemas más amplios
donde se insertan. En este sentido se distingue la red social focal (o egocéntrica),
entendida como el ecomapa específico de los sujetos, de la red social abierta (o
sociocéntrica), entendida como el conjunto amplio y flexible de articulaciones
multidimensionales entre organizaciones, instituciones, asociaciones, grupos o actores
individuales (Martínez, 2006).

La red social focal es la que integra a la persona a sus matrices cotidianas de vida,
incluyendo el espacio social íntimo, privado y semipúblico, es el mapa de las relaciones del
entorno próximo, mientras que la red social abierta integra a las personas con el mundo
público, abriendo canales con estructuras comunitarias e institucionales (Martínez, 2006).
En este sentido, también se puede hacer una distinción basada en criterios de cercanía
afectiva y de posibilidades de vínculos operativos: la red social personal, la red social
comunitaria y la red social institucional (Martínez, 2018b).

Imagen extraída de Martínez (2018b).

Para una mejor comprensión, se entenderá que existe la red social focal y la red
social abierta, en donde esta última puede ser abierta a la comunidad y/o a instituciones.

Ahora bien, es importante señalar que ambos tipos de redes, es decir, las redes
sociales focales y las redes sociales abiertas, articuladas funcionalmente, constituyen un
sistema básico de apoyo e integración social en la vida de las personas (Martínez, 2006).
Por otro lado, ambas redes y su interconexión pueden ser consideradas como tres planos
distintos de intervención:

● A nivel de red social focal, corresponde la intervención en red.


● A nivel de red social abierta, corresponde la práctica de red.
● A nivel de zona de conexión de ambas redes, corresponde una combinación
de ambos tipos de intervención.

Brevemente, la intervención en red incluye todas las acciones que implican un


contacto directo del equipo que interviene con el sujeto-foco (persona, pareja, familia,
grupo). Aquí, la intervención es en la red del sujeto-foco, con el objetivo de desarrollarla
operativamente en función de sus problemas y necesidades. En cambio, la práctica de red
consiste en la intervención en la red de mediadores (grupos, organizaciones, instituciones)
con el propósito de generar contextos que posibiliten su desarrollo como sistema de
conversación. Es importante señalar que los mediadores de red poseen ramificaciones
hacia redes sociales focales, permitiendo canalizar el apoyo social hacia las personas o
grupos que lo necesitan (Martínez, 2006). En definitiva, la intervención en ambos planos
busca movilizar, dinamizar y potenciar las redes sociales.

Ahora bien, una intervención articulada en red requiere poner atención en los dos
tipos de redes, tanto la red social focal como la red social abierta, promoviendo acciones
de intervención para desarrollar operativamente las redes de las personas en función de
sus problemas o necesidades, como también para generar contextos de conversación-
acción entre la red intersectorial a fin de coordinar de manera pertinente los apoyos
sociales requeridos (Martínez, 2006).

En el plano de la matriz institucional de los centros de salud, tanto las personas


que se atienden como los/as funcionarios/as son en este sentido nodos y se producen
como tales en sus vínculos conversacionales, desde los que intercambian recursos
afectivos, materiales, financieros, sociales y/o simbólicos, produciendo apoyo social
dirigido a las personas que acceden a prestaciones de salud (Martínez, 2006).

Por último, la red se debe distinguir de la comunidad, puesto que esta última se
refiere a los sistemas de vida estables a los que pertenecen las personas, usualmente
asociados a un territorio con conexiones afectivas y sentido psicológico de comunidad,
mientras que la red es menos estable e implica articulaciones estratégicas para generar
acuerdos y consensos orientados a la acción, o para generar posibilidades de acción
(Gandarias, Montenegro y Pujol, 2019; Martínez, 2006). Las conversaciones o vínculos
comprendidos en la red tienen lugar en momentos y lugares concretos, y posibilitan fijar
temporalmente, desde diferentes posiciones, significados, formas de acción y políticas
comunes (Gandarias, Montenegro y Pujol, 2019).

Patrimonio de Conocimientos

En primer lugar, el patrimonio de conocimientos es un corpus de conocimientos


que les es propio a las comunidades y que orienta las prácticas relacionales de las
personas consigo mismas, con los otros y con el entorno social y geográfico, y que se
expresa en mitos, valores, símbolos, códigos y representaciones (Martínez, 2018b). Es la
experiencia acumulada de la comunidad y, como tal, es enriquecida por las vivencias que
van aconteciendo en un tiempo y lugar determinado.

Este patrimonio de conocimientos se traduce en un saber hacer práctico de


carácter tácito, no explicitado, pero en gran medida explicitable. Desde éste, la comunidad
emerge como la principal red de significados y sentidos para las personas (Martínez,
2018a; 2018b), es decir, es un conocimiento al cual las comunidades recurren para dar
sentido a sus experiencias y que utilizan, implícitamente, como guía en el quehacer de la
vida cotidiana.

No obstante, desde los discursos más tradicionales, las instituciones son


concebidas como las depositarias del saber técnico y científico, a partir de los cuales
proporcionan y distribuyen servicios especializados a las comunidades y en donde se
espera que los individuos acepten sin demasiado cuestionamiento este poder experto
capaz de decidir por sus vidas (Martínez, 2006). En este sentido, desde el mundo
institucional operan lógicas estructuradas y con una alta concentración del poder, que no
consideran la participación y saberes de las comunidades, y que, incluso, buscan
despersonalizar al máximo la relación con los individuos a quienes están dirigidos los
programas (Martínez, 2006).

Desde un enfoque comunitario, se concibe que las comunidades también tienen


saberes y lógicas que pueden ser articuladas con el mundo institucional (Martínez, 2006),
por lo mismo, es recomendable utilizar metodologías participativas que incluyan a las
comunidades, junto con sus conocimientos, en los procesos de diseño, implementación y
evaluación de los programas de proximidad comunitaria (PPC).

En segundo lugar, cabe destacar el rol de las comunidades de prácticas (CP) como
ejecutores de los programas y su relación con el patrimonio de conocimientos. Tal como
se mencionó al comienzo de la nota, éstas también corresponden a comunidades que
generan pertenencia, reconocimiento social, entre otros., y que construyen conocimientos
y aprendizajes en torno a una práctica laboral común. En este sentido, también van
produciendo sus propios saberes desde la práctica misma, que van enriqueciendo el
patrimonio de conocimientos de los programas de proximidad comunitaria (PPC) que
están poniendo en acción.

Al respecto, es importante señalar que en la fase de implementación de un


programa de proximidad comunitaria (PPC), los modelos operativos, es decir, las bases
técnicas del programa (por ejemplo, los lineamientos, guías y manuales), al ser llevados a
la acción, adquirirán una expresión práctica que difícilmente corresponderá con exactitud
a lo diseñado. En este sentido, existirá una brecha entre lo que se diseñó (es decir, el
modelo operativo) y su expresión práctica (también llamado modelo de acción). Lo
anterior está dado por cuanto los ejecutores aterrizan el PPC a un contexto particular y,
además, porque realizan una interpretación o resignificación del modelo operativo acorde
a lo que hayan comprendido del mismo (Martínez, 2018a).

En otras palabras, las comunidades de práctica (CP) van interpretando las guías,
manuales, orientaciones, etc., desde sus propias significaciones, y van ajustando la
ejecución práctica acorde a las características particulares del territorio en el cual se están
insertando los programas. Lo relevante es que es en esta brecha entre el modelo
operativo y su expresión práctica en donde se genera conocimiento. De esta forma, como
señala Martínez (2018a), los profesionales de la acción están produciendo nuevos
conocimientos que, articulados con el conocimiento experto de los modelos operativos,
posibilitan la puesta en práctica de los PPC con validez contextual o ecológica.

Desde este punto de vista, el patrimonio de conocimientos se va enriqueciendo y


puede ser entendido como el conjunto de saberes producidos y utilizados por los PPC para
lograr sus objetivos estratégicos (Ermine, 2008, citado en Martínez, 2018a).

Imagen extraída de Martínez (s/f, diapositiva 3).

Así, el patrimonio de conocimientos se configura como la zona en la que los


programas de proximidad comunitaria tienen una vinculación directa y personalizada con
la red de actores, en donde el conocimiento es activado, al mismo tiempo que va siendo
producido y utilizado en la praxis situada, en definitiva, donde el conocimiento tácito y los
modelos de acción son generados y dinamizados por las comunidades de práctica
(Martínez, 2018a). Desde un enfoque comunitario, adquiere relevancia saber articular
estos saberes y aprovecharlos en función de los objetivos del programa o plan que se
pretende llevar a cabo, lo cual puede realizarse desde un enfoque complementario que se
conoce como Gestión del Conocimiento1.

1 Para mayor información sobre gestión del conocimiento, se recomienda revisar a Martínez, V. (2018a). La
gestión del conocimiento: bases conceptuales. En Martínez, V., Canales, M., y Valdivieso, P. (Eds), Cuaderno
de trabajo n°2. Gestión del conocimiento desde el enfoque comunitario (17-29).
Aquí cabe recordar que uno de los aspectos centrales de las comunidades de
práctica es la relevancia que adquiere el aprendizaje colectivamente construido por sus
miembros. Las CP preservan los aspectos tácitos del conocimiento que las organizaciones
formales no pueden capturar, con verdaderos registros de conocimientos informales y
aprendizajes situacionales que las personas construyen colaborativamente en el
desarrollo de una práctica compartida. La producción de este patrimonio de
conocimientos no obedece a una metodología rigurosa, sino más bien a un sistema
intuitivo de producción, basado en constataciones y convicciones personales sustentadas
en la experiencia, elaboradas en las conversaciones cotidianas que ocurren dentro de las
CP y que procede a través de narraciones, historias de trabajo, de fuerte connotación y
resonancia emocional y afectiva (Martínez, 2006). De esta manera, importan los
recuerdos, los relatos, las memorias, los componentes afectivos que inundan cada una de
ellas, entre otros., que pueden ser aprovechados para promover la salud mental de las
comunidades.

En definitiva, el patrimonio de conocimiento es la parte invisible del conocimiento


que está sumergido en las prácticas cotidianas de trabajo y en la experiencia misma, que
normalmente no es tomado en cuenta en la gestión global de los programas de
proximidad comunitaria (PPC) (Martínez, 2018a). Desde un enfoque comunitario urge
validar y considerar tanto los conocimientos que aparecen desde las comunidades
territoriales (el modelo de activos es un buen ejemplo de esto) como de las comunidades
de práctica, y articularlos con los conocimientos contenidos en los modelos operativos. De
esta manera, se utilizan saberes que pueden aportar un componente creativo a la
intervención y que vienen a dinamizar los modelos propuestos, al mismo tiempo que
posibilitan que las personas y comunidades le encuentren sentido a los programas por
cuanto se rescatan sus propias significaciones.

IV. PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN

A modo de síntesis, para repasar la presente nota y con propósito de intencionar


una reflexión grupal en los equipos de trabajo ECICEP, se plantean una serie de
interrogantes que proponemos tengan utilidad como preguntas guías para orientar un
diálogo y conversación reflexiva en torno al desarrollo de estrategias de acción desde un
enfoque comunitario, poniendo énfasis en las nociones e ideas fuerza de: la comunidad
integral e integralidad, en la inclusión sociocomunitaria, las redes y el territorio, el
patrimonio de conocimientos, la comunidad de cuidados, la comunidad de práctica y los
programas de proximidad comunitaria.

● ¿Qué estamos entendiendo por comunidad?


● ¿Qué comprendemos por una política pública en salud con enfoque comunitario?
● ¿Por qué es relevante y pertinente incluir a las comunidades en el diseño,
implementación y evaluación? ¿Para qué deseamos incluir a las comunidades?
● ¿Qué comprendemos por inclusión sociocomunitaria?
● ¿Qué comprendemos por territorio?
● ¿Qué entendemos por redes sociales?
● ¿Cuál es el papel de la conversación en la constitución de las redes sociales?
● ¿Cómo podemos potenciar la participación activa de las comunidades durante
todos las fases del proceso de intervención?
● ¿Qué comprendemos por gobernanza comunitaria? ¿qué comprendemos por
protagonismo y agencia comunitaria?
● ¿Existen actores dentro de las comunidades cuyos roles están más invisibilizados?
¿Qué acciones podemos ejecutar para incluirles?
● ¿Qué entendemos por trabajo multidisciplinario e interdisciplinario? ¿Es posible
realizar un trabajo interdisciplinar con los niveles de carga laboral/condiciones
laborales actuales? ¿Cómo se puede promover el trabajo interdisciplinario en
todas las fases del proceso de intervención, asegurando la confluencia de distintos
saberes expertos?
● ¿Cuáles conocimientos están emergiendo en la puesta en práctica del programa?
¿Cómo se alinean con los objetivos inicialmente propuestos?
● ¿Cuál es la relevancia de los saberes de los actores comunitarios sobre su propia
comunidad y territorio? ¿Cuál es la importancia de los saberes locales, situados y
comunitarios?
● ¿Cuál es nuestro patrimonio de conocimientos? ¿Cúal es nuestro saber-hacer
desde la noción de programa de proximidad comunitaria?
● ¿Qué significa comprenderse como una comunidad de práctica? ¿Qué significa
comprenderse como una comunidad de cuidados?

V. REFERENCIAS

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