PUJAL Identidad

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Identidad personal e identidad social.

Margot Pujal.

La separación entre la identidad personal y la identidad social es un valor social


fuertemente arraigado en la cultura de Occidente, del cual la tradición científica ha
participado de manera mayoritaria, y también la psicología.

Sin embargo, la psicología social que planteamos aquí tiene como empresa primera
disolver esa falsa separación entre lo social y lo individual para recuperar la relación
intrínseca en aquello que se denomina psico-social. Desde esta perspectiva, se
considera que, dada la gran cantidad de procesos de influencia social que se
manifiestan en el yo, por un lado, y la imposibilidad de conocer la identidad más allá
de su intermediación lingüística, por otro, conceder a la identidad un remanente
natural distinto de lo social se vuelve una tarea imposible en lo que respecta a las
posibilidades y limitaciones de los investigadores.

El lenguaje, en tanto vehículo de transmisión de formas culturales e históricas,


implica que el/la investigador/a que estudia la identidad proyecta, por medio de los
conceptos y expresiones que utiliza, una forma concreta de entenderla y una idea
particular del yo que lo hacen incapaz de entenderla más allá de los valores sociales
e ideológicos que lo envuelven.

Así, la identidad social y la identidad individual no son realidades separables, sino


que se constituyen mutuamente; y lo hacen por medio de lo social, cultural e
ideológico que es inherente al lenguaje puede servir cuando narramos cualquier
aspecto relacionado con el yo. Por ejemplo, hace no más de un par de décadas que
podemos sentirnos ‘estresados’, en el sentido de que antes no existía ni la palabra ni
el estado psicológico del estrés, por cuanto el ritmo de vida no era tan acelerado
como ahora y no se necesitaba una palabra para interpretar y legitimar los efectos
específicos que nuestra forma de vida contemporánea produce en las personas.

En este sentido, el self/la identidad no es una cosa fija e inmutable, ambas


propiedades que pueden trascender los contextos culturales, geográficos y
temporales (como plantearan las perspectivas biologicistas). No puede separarse de
la sociedad y las circunstancias en que está definida, porque aquéllas son la
condición que hacen posible su definición y uso social. La idea de homosexualidad
sólo tiene sentido en una sociedad que establece una clara separación entre
masculino y femenino, y un proyecto político basado en la familia nuclear, y tiene la
función de mantener esas dos instituciones sociales. La forma como entendemos la
identidad, entonces, depende directamente de la sociedad, la historia y los grupos
que han participado en su interpretación y narración.

Pero antes de exponer la perspectiva más psicosocial de la identidad, hemos de


referirnos a dos perspectivas ampliamente conocidas en psicología y que han tenido
fuerte importancia en la separación entre lo individual y lo social pese a haberse
decantado hacia el lado de la individualidad.

Se trata, de un lado, de la perspectiva biologicista, centrada en el estudio de las bases


biológicas del comportamiento, y que pretende trasladar los principios de la
evolución natural al estudio de la identidad para desentrañar su dimensión
hereditaria y genética. Y de la otra, hablaremos de la perspectiva del psicoanálisis,
elaborada por Sigmund Freud, y que está centrada en el estudio del inconciente y de
la implicancia que las relaciones afectivas de nuestra infancia, han tenido en la
forma como sentimos y actuamos en la edad adulta.

1.1 La identidad cosificada y la perspectiva biológica.

Ciertamente, nuetro cuerpo biológico tiene una función muy imporrtante, tanto en
nuestra relación con nosotro/as mismo/as como en nuetra relación con los otros. Es
una condición casi imprescindible en cualquier tipo de relación. La presencia física o
la conciencia de los razgos físicos de una persona (apariencia, voz, moviminetos,
etc.) tienen una relación directa en la relación que mantenemos con ella y la forma
como la percibimos.. También es por medio de la experiencia propia de nuestro
cuerpo que podemos saber que nos pasa alguna cosa e intrepretar en qué estado nos
econtramos: nerviosos, cansados, deprimidos, etc.

Pero la experiencia del cuerpo está también extremadamente ligada a la conciencia


de aquél, la cual es fruto del aprendizaje de la interpretación de lo que sentimos en
diferentes estados psicológicos. También tenemos consciencia del cuerpo a partir de
su efectividad en las acciones y los movimientos que llevamos a término.
Finalmente, es la forma como las otras personas reaccionan a él y la forma como lo
miran lo que acaba constituyéndolo y otorgándole forma.

Por tanto, hemos de tener presente que cualquier vivencia y experiencia psicológica
asociada a la identidad tendrá un correlato biológico en el cuerpo (hormonal,
bioquímico, cerebral, etc.), al mismo tiempo que tiene uno social y uno contextual.
Para percatarse de la importancia del organismo en la experiencia ypercepción que
tenemos del yo, nomás basta que nos tomemos unos cuantos whiskys y valoremos
los cambios en la percepción del sí mismo.

Hay dos grandes teorías que han estudiado las bases biológicas del comportamiento.
La de Eysenck y la sociobiolgía de Wilson. Eysenck, en sus investigaciones en
relación a la personalidad, va a dedicarse a analizar estadísticamente la forma como
se agrupan los diferentes tipos de personalidad. Y la conclusión central de esos
estudios es que hay dos dimensiones centrales que estructuran la personalidad del
individuo, la del contínuum extraversión-intraversión y la de la emocionalidad a
través del continuum neurosis-estabilidad.

El modelo de la identidad de Eysenck se considera jerárquico, en el sentido que


entiende que estas dos dimensiones son la base de la estructura general de la
personalidad y también de su continuidad a lo largo del tiempo. Pero, ¿de qué
dependen estos centros neurálgicos de la personalidad alrededor de los cuales se
estructura?. Eysenck señala que la emocionalidad y la extraversión tienen una base
biológica en el nivel de arousal o de activación de la persona en el funcionamiento
del sistema nervioso autónomo individual.

De acuerdo con ésto, las características de personalidad desarrolladas por cada uno
de nosotros provienen, mayoritariamente, de las disposiciones innatas marcadas por
la biología. Así, los aprendizajes que hacemos a partir de las experiencias y
situaciones con que nos topamos cotidianamente se consideran moldeadas por la
biología.
Sin embargo, del hecho de observar un correlato fisiológico que acompaña el
comportamiento de una persona, no se desprende directamente que éste sea su causa,
ya que también se podría plantear al revés. Por ejemplo, que es la voluntad de
agredir a alguien, como la respuesta a su actuación hacia nosotros, lo que provoca
una elevación del nivel de activación general, y no que es la activación del arousal la
causante de los impulsos violentos. Así pues, una vez teniendo los datos que
buscábamos, hemos de interpretarlos desde un modelo teórico que hemos elegido
previamente.

La sociobiología, por su parte, también considera que muchos aspectos de la


personalidad dependen de condiciones innatas, pero lo plantea de forma diferente. Se
centra en el análisis del comportamiento social de los humanos como si se tratara de
una especie diferente que va cambiando a medida que se adapta al medio, por tanto,
se centra en el estudio de la base biológica que tienen los frupos para adaptarse al
medio, y no en las diferencias individuales.

Pero ¿cuál es el sentido y la finalidad de estas teorías biologicistas de la


personalidad? ¿La perspectiva teórica de la que parten y la metodología que utilizan
son apropiadas para estudiar el yo?

Desde la orientación de la psicologís social que exponemos aquí sería bastante


evidente que no. De una parte, esta perspectiva no tiene en cuenta el hecho de que la
naturaleza simbólica del lenguaje con que interpretamos el yo, y la cultura en la que
éste se conforma le atribuyen un conjunto de significados particulares que van más
allá del yo natural. Ene ste sentido, la biología del comportamiento no es la
dimensión más adecuada para netender y explicar la identidad, ya que ésta está
básicamente organizada por medio de significados que social y culturalmente se
establecen, pero que son variables en las diferentes culturas y los diferentes grupos.

Cabe tener también presente el hecho de que la perspectiva biologicista, por el hecho
de ser legitimada socialmente como la más científica, ha sido también la más
instrumentalizada por los regímenes políticos racistas y autoritarios para legitimar
los comportamientos de violencia social contra las personas consideradas como
inferoiores.
La cosificación de la identidad, es decir, el hecho de interpretar que la causa de
nuestro comportamiento es natural y está en la biología, puede colaborar a la
marginaciín y la destrucción de aquellos comportamientos que los grupos de poder
consideran poco convenientes o amenazadores.

1.2 La identidad ‘enmascarada según el psicoanálisis’.

La coriente psicoanalítica se ha referido a la noción de personalidad y no de


identidad. Pero ambos términos hacen referenci a la forma como sentimos y
actuamos, por lo tanto hay un cambio de palabra pero no del centro de atención.

Freud es el primero en considerar dos cuestiones básicas para entender la


personalidad: a) la historia individual se centra y se configura a partir de los
procesos emocionales y b) la personalidad es producida por una disociación y una
desconexión entre lo que nos pasa y lo que pensamos, entre la motivación y la
conciencia.

Pra Freud es central el postulado según el cual las primeras relaciones afectivas
inciden de forma decisiva en la estructuración de la identidad actual. La
personalidad, entonces, no es considerada innata sino construida mediante las
experiencias personales que hemos tenido a través de las interacciones sociales más
significativas. Pero, según Freud, las experiencias tempranas, durante la edad adulta
pasan desapercibidas, las personas no son concientes y pueden dar un significado de
lo que les pasa, muy diferente de lo que es realmente.

Así entonces, el psicoanálisis se propone estudiar cómo el pasado de la persona


influye en su presente, lo cual implica considerar a la identidad como un aparato
dinámico y no como una entidad fija ni tampoco conciente, contrariamente a la
perspectiva biologicista.

En la teoría básica de Freud, la forma que va a tomar la personalidad depende en


gran medida de las vicisitudes del conflicto entre las dos pulsiones fundamentales
(eros y thanatos) a través de un proceso de desarrollo psicosexual de la personalidad.
Así, la identidad puede configurarse por medio de una dinámica mental conflictiva y
a sobre estrategias de defensa psicológica (negación, sublimación, racionalización,
etc.). Por ejemplo, Adorno va a explicar algunos prejuicios racistas como efectos de
mecanismos de defensa que actúan para negar algunas experiencias negativas que se
han tenido durante la infancia.

De la teoría psicoanálitica se pueden desprender varias implicaciones respecto a la


noción de identidad:

a) Gran parte de nuestra forma de sentir y de actuar dependen de motivaciones


inconcientes a las que nuestra conciancia responde formulando racionalizaciones
y explicacones engañosas.

b) Muchos de los aspectos de nuestra identidad son forjados en nuestra infancia


sobre las experiencias emocionales que vamos teniendo.

c) La identidad de una persona no corresponde necesariamente a una unidad


coherente en sí misma. En tanto el yo integra diferentes aspectos de la
personalidad, estos pueden inducirnos a actuar y sentir de forma conflictiva y,
por tanto, producir un grado importante de ansiedad.

Esta perspectiva ha aportado algunos elementos útiles para las actuales concepciones
de identidad.

La teoría freudiana es criticable en lo que tiene de innatista y determinista en su


concepción de la personalidad, en tanto la considera derivada de una serie de
pulsiones innatas. Pero a partir de ella se han elaborado un conjunto de teorías
innovadoras de la identidad, como es el caso de las variantes marxistas del
psicoanálisis que resultan sugerentes para reelaborar la teoría freudiana.

Es el caso, por ejemplo, de la importancia y la utilidad de considerar y redefinir la


historia personal a partir de una historia social, y tambien la reconceptualización del
inconciente para tratar de entenderlo como el remanante colectivo que influye en el
comportamiento individual, pero del cual no se tiene plena conciencia.

2. La experiencia de la identidad: ¿quién soy yo?.

2.1 La dimensión fenomenológica de la identidad.

La perspectiva fenomenológica hace referencia a la experiencia subjetiva que


tenemos del yo mediante la conciencia. Pero la psicología durante mucho tiempo se
va a dedicar únicamente al estudio del comportamiento, dfejando de lado el
pensamiento que acompañaba dicho comportamiento por considerarlo demasiado
complicado. Por lo tanto, esta perspectiv fue dutante mucho tiempo proscrita y hoy
en día se ha recuperado.

Conciencia del yo.

Nuetra identtidad está conformada por la forma en que pensamos: el proceso de


autocunformación de nosotros mismos depende de las creencias que tenemos sobre
cómo somos: de las historias que explicamos sobre nosostros. Explicaciones de los
otros de lo que ellos esperan de nosotros. Las historias pueden ser muy variadas.
(Glover, 1988).

2.2 La agencia.

La conciencia subjetiva del yo, por otro lado, está estrechamente asociada a la
conciencia de agencia –de pensar que como persona particualr tengo el poder de
producir efectos en mí y en los demás.

Asociado a la noción de agencia, está el sentimiento de que somos algo que podemos
escoger. De hecho asumims, de forma general, que somos los únicos responsables de
nuestras acciones.

La conciencia de sí mismo, en conjunto con el sentimiento de agencia o la capacidad


de escoger entre diferentes alternativas, son características consideradas intrínsecas a
la condición de persona, y pueden hacernos suponer que efectivamente podemos
crear nuestro self y tener un papel importante en la construcción de nuestra
identidad. Esta es una capacidad que nos hemos atribuido a partir de la ideología
liberal y que se justifica a partir de la observación de la toma de decisiones en la vida
cotidiana sobre los estudios, el trabajo, la elección de amigos y de pareja, el lugar
donde vivimos, los programas de t.v. que miramos, la ropa que nos ponemos, etc.

Sin embargo, nuestras posibilidades de escoger estánlimitadas en términos objetivos


y tambien subjetivos, por las condiciones sociales en que vivimos, y que hemos
tenido a lo largo de nuestra historia (tipos de educación, familia, clase social, cultura,
etc.).

El conjunto de decisiones que tomemos y la forma como nos comportemos van a


configurar nuestro estilo individual. Pero este estilo puede interpretarse como algo
contingente o bien como la expresión de una esencia natural.

2.3 Narrativa de sí mismo.

Pero la experiencia que tengo de mí depende directamente del lenguaje, el cual tiene
un papel muy importante en la experiencia subjetiva de la identidad. Es por medio de
los conceptos que conocemos que podemos representarnos, interpretarnos y
hacernos una imagen de nosotros mismos y de los otros. Sobre el lenguaje, que es de
naturaleza simbólica (tiene la capacidad de llevarnos más allá de las cosas en sí
mismas), puede referirnos contínuamente a diferentes aspectos de nuestra
experiencia, tanto a objetos perceptibles como a cuestiones más abstractas.

Sin embargo, las pautas y los conceptos que utilizamos, tienen asociadas en forma
intrínseca connotaciones y valoraciones sociales que son fruto de la ideología
dominante, que pueden ser pueden ser positivas o negativas pero que dificilmente
son neutras. Palabras como jóven, introvertido, dueña de casa, extravertido,
seropositivo, nacionalista, político, etc., todas tienen valores sociales implícitos.
estos valores operan en favor de unas identidades, como jóven, por ejemplo, y en
detrimento de otras que impliquen la valoración contraria, como la categoría de
viejo. Es a través de estos valores, sobre muchos de los cuales no somos concientes
porque forman parte de aprendizajes que hemos tenido de forma acrítica, que las
ideologías, las normas sociales y la cultura intervienen y estructuran la forma como
nos percibimos a nosotros mismos y la imágen que nos hacemos, y también la forma
como percibimos los fenómenos que tenemos cerca y las personas que están a
nuestro alrededor.

Así, entonces, el lenguaje y el pensamiento nos llevan a actuar frente a las cosas no
tanto por lo que éstas son, sino por cómo las interpretamos por medio de los
conceptos de que nos servimos. Y lo mismo pasa con nuestro yo, actuamos más por
la imágen que nos narramos sobre el sí mismo que no en virtud de lo que podríamos
realmente ser desde una perspectiva más objetiva.

En este mismo sentido, el lenguaje y el pensamiento tienen la capacidad de poder


trascender el tiempo y el espacio, mediante el lenguaje podemos trasladarnos años
atrás, avanzar y sentir alguna cosa que nos agradaría que nos pasara en el futuro,
imaginarnos perosnas y lugares concretos, que no esta´n presentes físicamente,
acompañados de todas las sensaciones que nos provoquen, etc. El lenguaje nos
permite vivir una realidad diferente, que no está atrapada en el tiempo y en el
espacio objetivos, pero que es igual de importante y de real que nuestra experiencia
de sí mismo.

Es en este sentido que debemos tener presente el poder que puede tener la narración
que hacemos de nosotros mismos y de las cosas que nos rodean, ya que toda esta
realidad construida narrativamente tiene efectos concretos y modela lo que hacemos
y lo que sentimos. Pensarnos como inteligentes tiene efectos diferentes en nuestra
vida, por llevarnos a tener éxito por la confianza que hemos posado en nosotros, que
si nos pensamos incapacitados. Es más, no podemos desmarcarnos del lenguaje, no
podemos pensarnos a nosotros y a los otros de forma directa, más allá del lenguaje,
sino que éste mediatiza cualquier segmento de la realidad.

La relación entre el concepto de self y el de identidad es una relación de inclusión.


Así, nos referimos al self como al núcleo de la identidad, al centro del yo que se hace
patente mediante las enunciaciones que hacemos sobre nosotros.
Este sentido del self/identidad depende en gran parte de cómo tengamos desarrollada
la capacidad de pensar simbólicamente, la habilidad para dirigir y reflejar nuestras
propias acciones y para pensar en el mund que nos rodea. Podemos hablar de
autoconciencia o conciencia de sí mismo en el sentido que ésta está centrada en el yo
y la definimos como la conciencia que tenemos de ser una persona particular y
diferente de las otras y de reflejar en la propia experiencia de ser el que esta persona
es.

2.4 Identidad singular e identidad múltiple.

Hasta aquí hemos considerado la identidad individual como una y diferenciada,


como una identidad singular conformada por un conjunto de rasgos coherentes entre
sí. Pero esta idea de la identidad no es compatible con el hecho de que en la vida
moderna nos encontramos situaciones muy diferentes, que requieren características
muy diversas, en una misma persona, ...

En este sentido, algunos autores consideran que parte de nuestra identidad depende
de las situaciones que hemos tenido que afrontar, ya que los diferentes contextos
exígen de de nosotros diferentes manifestaciones. Las características que ha de
mostrar una mujer cuando se encarga del cuidado de su hijo no son las mismas que
las requeridas cuando trabaja en el campo. No se demanda lo mismo cuando se hace
de padre de familia que cuando estás con los amigos viendo un partido de fútbol o en
el trabajo de banquero; la misma persona puede, por ejemplo, actuar en un momento
determinado de forma autoritaria como capatás en una empresa, y en otro, de forma
solidaria, como un sindicalista convencido.

También los diferentes tipos de relaciones que establecemos requieren que nos
mostremos disímiles. No manifestaremos las mismas actitudes si la persona con
quien hablamos es nuestro padre, paciente, amigo o amiga íntima..

Así entonces podemos considerar que parte de la identidad depende del abanico de
relaciones que poseemos y de las diferentes situaciones en que nos hemos
encontrado.
Si consideramos la experiencia de la identidad desde la perspectiva de su
desenvolvimiento y su transformación, también podemos hacer referencia a una
multiplicidad de sentidos del yo. Es el caso, por ejemplo, de pensar en el pasado y
percatarnos de cómo éramos de crueles por el simple hecho de ser gitano sin que esta
persona nos haga hacer nada. Así, creamos narrativas diferentes sobre nosotros a lo
largo del tiempo, por el simple hecho de poder diferenciarlas, y situarlas en el
pasado y en el presente.

Es, entonces, tan compleja la experiencia y el desarrollo de la identidad a lo largo del


tiempo y de los diferentes contextos, los que requieren formas particulares de
relación, que no es sorprendente que halla un cierto grado de fragmentación o
multiplicidad del yo.

De manera que la problematización y la extrañeza que la identidad múltiple provoca


en nosotros sólo puede entenderse como producto directo de una norma cultural,
fuertemente arraigada en nuestra sociedad, que proviene del liberalismo y el
individualismo, y que asocia el comportamiento externo y explícito de las personas a
cualidades internas de éstas, que se consideran naturales y preexistentes. La
dominancia de estas normas nos lleva, a menudo, a no darnos cuenta de las presiones
que el contexto y lo/as otro/as ejercen sobre nosotros para que actuemos de una
forma detrminada.

Debemos decir, también, que esta identidad múltiple, aparentemente contradictoria,


ha sido explicada por la psicología social desde otras perspectivas, como es el caso
del interaccionismo simbólico y el socioconstruccionismo.

Diversidad y Cultura

A todo lo que hemos dicho, añadimos el modelado concreto que la cultura


hace de la identidad. La cultura se entiende aquí como el conjunto de
tradiciones, normas, símbolos y valores que conformen una sociedad y que
se mantienen mediante el aprendizaje, la interiorización y la transmisión
entre las personas que formen parte.

Así la identidad individual de la cual hemos hablado, como entidad


autónoma, particular, privada y racional, también es un modelo formado
por aprender de la cultura, en este caso relativo a lo occidental no pasa
arraigado de forma universal a la naturaleza humana.
En este sentido, y a pesar de que todas las culturas tienen alguna clase de
concepto de self, en él hay grandes diferencias entre ellos por lo que hace al
significado a la forma de entenderlo. Por ejemplo, mientras que en
Occidente las relaciones íntimas están formalmente vinculadas a
sentimientos privados, a la Xila se considera que la elección de la pareja es
algo vinculado al grupo familiar y es él como colectivo el responsable de la
elección. Esta forma de entender la vida privada las personas es
fuertemente dependiente del hecho de pensar que somos autónomos o bien
de considerar que la persona no más es una parte del conjunto del grupo, y
por lo tanto, no puede actuar en forma independiente.

Sin embargo, las diferencias culturales han derivado, en la mayoría del


casos, en desigualdades y prejuicios que han conducido a conflictos y
discriminaciones sociales graves, incluso, hasta la destrucción del otro -
persona diferente- poniendo de manifiesto una profunda ideología
xenófoba, etnocéntrica y racista, según la cual hay formas de ser que, de
manera absoluta, son consideradas mayores que no pasan de otros, tal cosa
pasa a legitimar la destrucción de las identidades construidas como
inferiores. El ejemplo paradogmático de eso que diem ha estado el
nazismo, pero podemos encontrar muchas otras muestras del mismo hecho
en la vida cotidiana , con relación a los inmigrantes de sur, por ejemplo.
Expondremos este tipo de creencias y comportamientos en el punto de este
módulo que hace referencia a la relación entre la identidad y las categorías
sociales.

3. Identidad y categorías sociales

3.1. Procesos de categorización, comparación


y diferenciación social

Hemos comenzado este módulo haciendo referencia a un doble sentimiento


de identidad, que va desde la identificación con otras personas (tal cosa
implica tener un identidad social y compartida) Hasta el hecho de
considerarnos únicos (que implica tener una identidad personal). Las
teorías de la identidad que hemos expuesto hasta ahora (al menos la
biologocista y la psicoanalítica) están sobre todo centradas en la visión
personal de la identidad. Pero a partir de este momento, introduciremos la
visión más social, que concluirá, en el último punto del modulo, con la
interacción de ambas visiones nombraremos perspectiva sico-social, la que
pretende eludir tanto al reduccionismo psicológico como al sociológico.

Ciertamente a la pregunta "quien soy yo?" podemos responderla haciendo


uso de categorías grupales, además, o en lugar, de los tributos individuales.
Por ejemplo, puedo decir que soy una mujer inmigrante, senegalesa de
clase baja, de pueblo y peluquera. Cada una de estas categorías muestra
los grupos sociales de pertenencia y la posición o el estrato social que cada
una ocupa en nuestra sociedad.

Pero también hace referencia a un sentimiento y una experiencia concreta y


particular del yo, en el sentido en que otra persona en las mismas
circunstancias objetivas podría hacer servir otra clase de categoría grupal
por definirse, como por ejemplo: soy madre, divorciada joven,
conservadora, y creyente.
Es cierto, también, que estas categorías no son solamente algún nombre sin
ninguna clase de implicación, sino que cada una implica un conjunto
específico de roles, atributos, representaciones y percepciones sociales que
igualen la persona al resto de los integrantes de la categoría, ignorando su
idiosincrasia personal. a parte de esto le representación que tenemos de una
determinada categoría depende de la ideología que defendamos. La
ideología que utilicemos aquí para hacer referencia a las explicaciones que
la sociedad da del comportamiento considerado grupal o categorial. Por
ejemplo, ideología dominante, se puede considerar que los maricones no
han de ejercer determinadas tareas porque su biología los limita. Desde la
ideología progresista, en cambio se considera que las diferencias atribuidas
a los maricones no son ciertas, sino que son fruto de un
proceso de representación y de aprendizaje sociales.

La pertenencia a lo grupos es, pues, una cuestión subjetiva y no objetiva?


de qué depende que nos identifiquemos con un grupo y no con otro. y por
que pasa, a veces, que los otros nos perciben mediante unas categorías
determinadas que nos corresponden con aquellas con las que nosotros nos
realmente identificados? puedo considerarme catalana y comportarme
como tal, mientras que mis vecinos no paran de tratarme como si fuese
andaluza (xarnega) y,por lo tanto, diferente de ellos, por ejemplo. Como
podemos explicar esta clase de percepciones equivocadas e identificaciones
desconcertantes?

No hemos de olvidar tampoco que cada sociedad tenga unas categorías


disponibles dependientes de su historia y que son estas las que determinen
las identidades sociales que son posibles. El adjetivo trasfuga vinculada al
mundo de la política, no existiría en una sociedad donde no haya diferentes
partidos políticos; ni "cornudos" en una sociedad donde exista la
poligamia, como era en lo haremes árabes.

Por tal de entender estas situaciones, haremos referencia a los procesos por
medio de los cuales las personas se identifique o se diferencien en
categorías sociales determinadas, y también, a las consecuencias que tienen
estas identificaciones, en términos de prejuicios, en la percepción de otros,
y en la discriminación comportamental hacia estas otras.

La teoría de la identidad social de Tajfel nos permite entender gran parter


de estos procesos de identificación y desidentificación. Esta teoría engloba
tres procesos psico-sociales, la comparación, la categorización social y la
identificación, las cuales actúan conjuntamente. Los tres procesos dan
referencia a la forma como perciben las otra personas y nosotros mismos,
tomando como a base de esta percepción la pertenencia de esas personas a
los grupos. Por ejemplo, el hecho de ser heterosexual podemos ponernos a
establecer una diferenciación en otros aspectos, que no tienen nada que ver
con el comportamiento sexual, de aquellas personas que practiquen la
homosexualidad, lo que no percibiríamos si existiese la categoría de y la
creencia que todo es potencialmente andrógino.

Por lo tanto, podemos considerar que no actuemos ni nos relacionemos con


la gente, tanto por aquello que las personas son sino por como nos los
representemos o por como los percibamos y interpretemos. Estas
percepciones y representaciones y representaciones están formalmente
modeladas y afectadas por el sentimiento de pertenencia de los individuos a
determinados grupos. La categoría grupal, pues, proporciona una identidad
o posición social y, al mismo tiempo funciona como un prisma de lectura y
percepción de la realidad que nos envuelve.

En esta percepción del otro siempre hay implícito un proceso de


comparación social, establecido a partir de un patrón o criterio que actúa de
guía de la comparación. Así, pues, si nos miramos por el color de la piel,
llegaremos a una determinada percepción y valorización, y si lo hacemos
por las ideas politicas, llegaremos a otra. No cal decir, pero en términos de
relevancia y ética la cualidad de ambas valoraciones no tiene nada que ver.
El tipo de comparación que hacemos, en un primer momento, dependerá en
gran parte de los procesos de socialización, pero con el tiempo podemos
intervenir y sustituir unos aprendizajes por otros.

De otro lado, la comparación social es formalmente dependiente del


proceso de categorización social, el cual hace referencia "al conjunto de
proceses psicológicos que pase a ordenar el entorno en términos de
categorías: grupos de pertenencia, de objetivos y de acontecimientos, en
tanto que son considerados equivalentes por la acción las intenciones o las
actitudes de un individuo".

Estos procesos de la categorización social comporta unos efectos


específicos que son la acentuación ilusoria de parecido entre las personas
que forman parte de una misma categoría, por ejemplo, la creación de
parecidos entre "los diversos catalanes", y también, la creación exagerada
de diferencias entre personas pertenecientes a categorías diferentes, es
decir, un hombre y una mujer cual quiera, o entre un europeo y un chino
también cualquiera.

Se puede considerar que la categorización tiene un valor instrumental en el


sentido que organiza, estructura y simplifica la información que tenemos
del medio social, pero también tiene un valor ideológico, del control
sociales el sentido que estructura grupalmente la sociedad según los valores
e intereses de los grupos dominantes. Puede considerarse también un
sistema de ordenación que construya y defina el lugar particular de cada
persona en la sociedad, ya que no solamente las toas personas y los otros
objetos son adscritos a una determinada categoría social, sino que uno
mismo también es allí inscrito. Tal cosa está enteramente ligada al
concepto de identidad social entendido como "aquella parte del
autoconcepto que provee del conocimiento de la pertenencia a
determinados grupos sociales, juntamente con los significados valorativos
y emocionales asociados a estas pertenencias".

Así, pues, la percepción y valorización que hacemos de nosotros mismos


ha de depender del punto de comparación que establecemos. Es decir, si la
identidad social surge del tipo de comparación intergrupal que hacemos en
el contexto específico y no existe previamente, es fácil decir que
establecemos esta comparación social de manera que salimos ganando.
Escogeremos compararnos con aquellas categorías que nos permiten salir
favorecidos de la comparación, y diferenciarnos en términos de identidad
social, buscando el que Tajfel renombra una diferencia social positiva.

Con este proceso de comparación social establecemos diferencias de tipo


nosotros versus ellos, el endogrupo versus el exogrupo, diferenciación que
la mayoría de las veces es fruto de una competencia y de un conflicto de
intereses. Pero la consecuencia de esta división entre nosotros/ellos es el
etnocentrismo, es decir, alguno al propio grupo y el menosprecio, la
discriminación, y eventualmente, la agreción al grupo contrario. Así pues
la función de las categorías sociales, sobretodo de aquellas que son
consideradas como naturales y no aquellas que son construidas socialmente
(contingentes e históricas) es la de legitimar la dominación y de
obstaculizar la solidaridad entre posiciones sociales diferentes.

Parece que como más se extrema la descontaminación entre las categorías


en términos de nosotros contra ellos, más se disuelve el ámbito del sentido
común en el cual podremos encontrar los diferentes grupos que hay en una
sociedad con vista a negociar la convivencia y el futuro. En momentos de
conflictos sociales agudizados es cuando más se acentúa esta
discriminación la cual conduce a mirar cualquier circunstancia y fenómeno
desde la perspectiva de la identificación o la oposición con el propio grupo.

Así todo se mira según uno de los nuestros o no:

"en la captación y definición de la realidad cotidiana ya no se mira


si algo....... VIENE SITA EN CASTELLANO PAG. 27

Con relación a esta percepción etnocentrica de la realidad hay un curioso


fenómeno perceptivo intergrupal que Bronferrbrenner (1961) va renombrar
el efecto espejo. Consistente en que los dos grupos contrapuestos tienden a
percibir con las mismas características, aunque invertidos descubren en si
las mismas características positivas, y en el otro las mismas características
negativas.

Sin embargo, el perjuicio favorable al jefe del grupo va mediatizado por un


proceso de valoración de este. Así, en determinados grupos dominados
podemos encontrar alguna preferencia y un favoritismo al exogrupo
dominante en cuentas del perjuicio etnocentrico, es el que renombramos
perjuicio sociocentrico. Es el caso, por ejemplo, de un trabajador que
admira personalmente a su jefe lo que le hace tener un estatuas más alto y
tener socialmente más consideración y más reconocimiento, o de los
homosexuales que han adoptado roles masculinos porque se valoran más
positivamente que los femeninos.

3.2. Prejuicios y discriminación

En seguimos conscientes o no y en tanto que actores sociales, en nuestra


vida cotidiana interpretamos las interacciones y situaciones sociales
utilizando categorías sociales. Estos nos permiten prever y alcanzar las
acciones de los otros y, al mismo tiempo, ajustarnos muchos Cops es
independiente de las acciones que el otro porta a tener de forma efectiva.

Sin embargo, no todas las categorías sociales funcionan de la misma


manera, algunas son más utilizadas y más visibles socialmente que las
otras. Sobretodo aquellos que hacen referencia a los grupos minoritarios o
sin poder: homosexual, mujer, negro, inmigrante, niño, etc., a diferencia de
blanco, hombre, burgués, heterosexual, autóctono, adulto.

Esta incidencia que tienen las interacciones sociales ha portado la


psicología social a plantearse el tema del prejuicio.

El prejuicio se entiende como una actitud generalmente


negativa del jefe a determinadas personas, que está originada por
el a determinadas categorías sociales y no pasa por las
características o actuaciones individuales.

Con relación a la noción de prejuicio hay el concepto de estereotipo. El


estereotipo, podríamos decir que está formada por el conjunto de creencias
sociales que están socialmente asociadas a una categoría grupal, las cuales
provocan los perjuicios y los justifiquen. Así, pues, la acción de
estereotipar constituye un proceso de percepción, significación y
representación de las otras personas y de la realidad que funciona en forma
de fuerza rígida, y que está orientada, o bien que completa la función de
mantener los valores sociales dominantes; que emergen de la existencia de
determinadas relaciones de poder y desigualdades sociales que les
mantengan.

En definitiva, la existencia de los estereotipos puede considerarse como la


consecuencia directa de los procesos de categorización social, al mismo
tiempo que los prejuicios aparecen como la consecuencia de esta
percepción estereotipada de la realidad. Así, pues, están los tres procesos
estrechamente ligados.

De otro lado, la percepción de las personas que hacemos por medio del
estereotipo funciona de tal manera que no resulta ni pizca de fácil de
destruir estas representaciones que distorsionan la realidad. Al contrario,
hay una fuerte tendencia a mantenerlas. El hecho de utilizar el estereotipo
como referencia de interpretación nos portará a fijarnos nomás en las
acciones de la persona que sigue coherencia con nuestro estereotipo y a
desestimar aquellas informaciones que son poco o ni pizca coherentes con
el. Con este proceso de análisis selectiva, los estereotipos se autoconfirman
continuamente, son persistentes y por lo tanto, difíciles de cambiar, a no ser
que tengamos delante nuestro informaciones objetivas y contradictorias
que podrían decirlos.

Esta percepción por medio de los estereotipos también puede hacernos ver
directamente aquello que no es, a través de un proceso de proyección
social que depende de nuestra expectativas, de aquello que esperamos
encontrar.

A de más de sesgar y filtrar la información que hemos de gestionar, los


estereotipos también inciden en el comportamiento, dirigen las aciones que
emprendemos hacia las personas que son objetivo de estereotipo y
prejuicio y hace que siga discriminatorio y los perjudique.

La discriminación hace referencia al comportamiento, a las acciones


especificas dirigidas alas personas afectadas por los prejuicios y tienen un
doble objetivo, favorecer los miembros de la propia categoría y, al mismo
tiempo perjudicar los miembros de las otra categorías.

Este trato discriminatorio hacia el otro puede tener un grave impacto y


puede afectar directamente la psicología de las personas que formen parte
de los grupos discriminados, que son sobretodo minorías o griposo sin
poder. Una de las consecuencias es la baja autoestima o la percepción
negativa de si mismo y, también un fuerte sentimiento de inferioridad, el
cual puede conducir a maltratarse o a dedicarse a trepitar y a tener actitudes
de sumisión. Otra consecuencia por la que hace a la actitud es la
predisposición al fracaso de los miembros de estos grupos o categorías, que
conduce fácilmente a hacer el fracaso real, por la poca confianza que se
tiene en si mismo. Ya por acabar, un ultimo efecto es el que es conocido
como efecto Pigmalión, según el cual el comportamiento negativo hacia
alguien, por características especificas que no tienen per que le atribuyen,
puede crear en la otra persona aquello que esperamos encontrar, puede
generar el comportamiento que sostenía nuestra discriminación.

El que los homosexuales sean considerados con menos control emocional,


puede considerares, más el efecto de las condiciones ha estado obligado a
vivir (como a personas que se ocupen de los otros) que no pasan de alguna
cosa inherente a su naturaleza.

Para concluir, nomás queda recordar que los estereotipos, en tanto que
productos ideológicos, orienten la percepción y la acción de los grupos
sociales en su interacción con las otra personas y categorías, tal cosa puede
portarlos a una desatención selectiva sistemática y potenciar la ignorancia
continuada de aquellos aspectos de la producción de las características
estereotipadas.

3.3. La categoría social del género

plantearemos el funcionamiento de esta categoría grupal como ejemplo


paradigmático de todo el que acabamos de explicar.

Ciertamente, la identidad sexual es percibida como una evidencia para


mayoría de nosotros, es experimentada como una de las diminuciones más
naturales, sólidas e incuestionables de nuestro yo. Así aunque me cueste
poco dejar de pertenecer del grupo de los fumadores si me lo propongo,
pero difícilmente puedo dejar de ser mujer aunque exista la posibilidad de
transexuarme, pero es una opción muy costosa a muchos niveles y, además
implica un cambio de aspecto, pero no un cambio psicológico.

Pero, es claro qué es y qué significa ser hombre y ser mujer? Se trata de
una diferenciación de orden genético y biológico que tiene consecuencias
en el orden sociológicos? O bien la masculinidad y la feminidad son
nomás dos construcciones sociales, culturales que tienen poco que ver con
la biología? En la literatura psicológica se hace referencia a la noción de
sexo cuando se considera que esta identidad en la biología, y se utiliza el
concepto de género cuando se parte de una explicación cultural y social de
la identidad. Desde la sicología social que desenvolvemos aquí, se
considera que la identidad sexual es sobretodo cultural e ideológica
vinculada al control del orden social instituido.

Pero como consecuencia de los prejuicios que los estereotipos sexuales


producen en la gente, y los científicos y científicas no se nos escapan, la
sicología ha ignorado esta cuestión de la misma manera que lo ha hecho
con otras categorías sociales o construcciones estereotipadas de colectivos,
tal cosa lo ha llevado, muchas decisiones, a producir un conocimiento
sexista, hacer de la parte el todo, es decir, centrarse en la sicología
masculina e ignorar el resto. Así, este sexismo que ha caracterizado el
conocimiento científico en general y el sociológico en particular se a
enmascarado en sicología por medio de la construcción de un único modelo
de normalidad sociológica que teóricamente es considerada universal, pero
que, en la practica, es muy cercano a aquello que socialmente se asocia a
mundo masculino y las condiciones de vida de los hombres.

De otro lado , la sociología también a formulado algunas teorías de la


identidad sexual más tendientes a reproducir y justificar la dicotomía
sexual, que no pasa a entender las severas condiciones históricas de
producción y las posibilidades de cambio social, por tal de trasformar la
desigualdad y la situación de dominación en la mayoría de los
homosexuales.

Así, se han intentado demostrar diferencias de inteligencia y


temperamentos entre los sexos por medio de construcciones anatómico-
fisiológicas que han contenido el efecto de mantener la mujer sumisa hacia
el hombre. Aunque estas diferencias han mantenido, al mismo tiempo,
han servido como argumento hasta no hace mucho , hasta los años sesenta,
pero al demandar una educación radicalmente diferente por pedir una
educación radicalmente diferente a hombres y homosexuales. Así la
desigualdad entre los sexos era interpretada como diferencias de
personalidad, en la manera de ser entre el hombre y la mujer, y se defendía
su complementariedad, tal cosa resultaba fuerza útil por mantener el
modelo clásico de jerarquía de familia.
La tradición de estudios en sicología diferencial dedicada a desentrañar las
diferencias de los homosexuales hacia los hombres, va a comenzar a tener
graves problemas en las décadas de los años sesenta y setenta a partir de la
emergencia, entre otras razones, de los movimientos de protesta social
feministas. Estas van a poner de manifiesto como el discurso de la
diferencia entre los sexos no era un discurso sobre la diversidad, sino sobre
la discriminación sexual, hecha desde el poder para mantener una situación
de dominación de la mujer y que por tanto, niega la alteración real de esta y
subordina su desenvolvimiento y su proyecto de vida al desenvolvimiento
y su proyecto de vida del hombre.

En el ámbito académico, el cuidadoso análisis que van a hacer Macocoby


y Jacklin (1974) sobre las diferencias sexuales que va hacer concluir que, a
excepción de algunos habitantes verbales o relativas a la agresión, el resto
de las diferencias propugnadas entre los sexos (motivación, competencia,
temperamento, habilidad intelectual, etc.) obedecen nomás a un conjunto
de creencias estereotipos de y representaciones sociales que no tienen
cabeza sujeta en la realidad.

Más recientemente, otros estudios han puesto de manifiesto que no hay


nada demostrado y demostrable por lo que hace a la existencia de
diferencias naturales entre la sicología de los hombres y de los
homosexuales.

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Las creencias tradicionales por las que hace a la mujer, que todavía hoy se
mantienen en parte y que evidentemente distorsionan su realidad, no
homogénea, son los tres mitos siguientes: la mujer como esposa amante,
como madre altruista y buena por naturaleza y la eterna femenina, que hace
referencia a su dimensión más sensual y misteriosa.

La larga historia que ha tenido este pensamiento ha dejado muchas secuelas


en las mentalidades actuales , a pesar de que desde hace un par de décadas
se extinguió DUENT a término cambios sociales importantes, sobretodo
en términos jurídicos ( las leyes del divorcio y del abortamiento, los
programas de integración laboral de la mujer, etc.)

Ciertamente para la mayoría de los homosexuales han cambiado muchas


cosas y podemos decir que estos tienen acceso a casi las mismas cosas que
los hombres ( Trabajo calificado, carrera política, artística, relaciones
personales no desiguales, etc.), pero de estos cambios objetivos no siempre
hay, por parte del hombre o de la mujer, una forma diferente de entender la
dicotomía de genero o de identidad sexual o una disolución de esta
dicotomía.

Y, seguramente, así es debido al hecho de que el cambio de rol sexual lo


han hecho nomás alguno homosexuales en dirección al ámbito público,
pero no ha estado reciproco del hombre ninguno al mundo privado. Más
hoy día podríamos decir que, si tradicionalmente hay dos estilos de vida
opuestos, uno de los cuales estaba muy bien visto en detrimento del otro,
ahora continua siendo, pero hay una minoría de homosexuales que han
dejado la esfera privada para dedicarse a la publica y proyectares,
socialmente y que la sociedad ha estado suficientemente flexible para
permitírselo, pero en ningún caso no podemos hablar de un cambio más
global y de una disolución en los estereotipos sexuales.

Es por esta razón que el cambio social que han protagonizado algunos
homosexuales ha dejado, muchas veces, una situación todavía más difícil y
estresante que la que tenían antes, sigan ellos conscientes o no. Todavía
que trabaje, la mujer continúa siendo, m{as que el hombre y que las
instituciones publicas la encargada de compatibilizar la faena con la labor
de la crianza y la educación de los hijos. A la faena, algunos homosexuales
se ven obligados a demostrar que los estereotipos todavía vigentes sobre la
mujer en su caso no son ciertas, tal cosa los obliga a esforzarse más, lo que
no harían si fuesen hombres. Y por "amenizar" este conjunto de labores y
responsabilidades diversas, que muchas decisiones ellos aceptan de manera
acrítica, también se les demanda que conserven la belleza, que siempre se
ha considerado como la esencia de la humanidad.

4. La presentación del yo y la gestión de impresiones

4.1 La estructuración social de la experiencia de identidad

Estructura social y rol son concepciones estrechamente ligadas. El


concepto de rol proviene del mundo del teatro, esta relación con el arte
dramático tiene que ver con la idea básica de que las personas que
representan diferentes papeles, roles, insertos. Podemos, pues, definir el
rol como un modelo organizado de comportamientos que se desprenden de
la posición determinada dentro de un conjunto interaccional. Por ejemplo,
quien ha escrito este modulo ha tenido el rol de profesor/a, y quien llegue
representa el de alumno/a.

Los roles, de otro lado, también pueden intervenir en la configuración de la


identidad de las personas, la naturaleza relacional del yo y la
interiorización del yo que podemos hacer de los roles que nos toquen. Así,
alguien que se dedica a tener cura de los enfermos (enfermera) tendrá que
desenvolver la característica de estar pendiente y ser sensible al estado de
los otros, a diferencia de quien se dedica a hacer diagnósticos (médico),
que puede haber desenvuelto la habilidad de la atención selectiva a
determinados síntomas específicos, desestimando la información sobre el
estado general de la persona, habilidades que pueden trasladarse a ámbitos
de la vida cotidiana que no tienen nada que ver con la práctica profesional.

En relación con el concepto de rol, hay el concepto de estatus, que hace


referencia sobre todo a la valoración, al prestigio o al significado que la
sociedad entrega a un determinado rol. Así, el rol del médico y enfermera,
además de implicar comportamientos y actitudes diferentes, implican
también una valoración y un prestigio diferentes y desiguales.

Así, pues la experiencia de la identidad, el sentido de nuestro yo, puede ser


el resultado de la construcción de la estructura social en la cual estamos
insertos y de los roles representados por los interlocutores que tenemos a la
orilla, según los diferentes contextos. Puede ser algo ajeno a uno mismo en
el sentido que puede ser el efecto de los roles que los interlocutores tienen
en relación con nosotros, y del significado que éstos atribuyen a los
contextos en los cuales nos encontramos. Esta idea estructural de la
identidad prueba de la tradición teórica de la dramaturgia desenvuelta por
Goffman mediante la cual se elabora una estrecha analogía entre el mundo
del teatro y la vida cotidiana.

Cualquier actividad que hace una persona tiene alguna clase de influencia
en el comportamiento de aquellos que están a la orilla; Goffman nombra
esta clase de interacción actuación de un rol. El simple hecho de hablar, por
ejemplo, necesita la presencia de alguien que lo escuche (o que lo hace ver)
es decir, genera en el otro la acción de estar atento.

Durante una actuación pueden desenvolverse rutinas o pautas


preestablecidas de acción que pueden ser presentadas o representadas
múltiples veces. Las órdenes, por ejemplo siempre van desde la parte jefe
al hijo o a la hija, y difícilmente encontraremos que circulan en el sentido
inverso. Es en este sentido que Goffman conecta la actuación de las
personas con la idea de rol: una persona que desarrolla la misma rutina
delante de un mismo público en diferentes oportunidades, probablemente
desenvolverá una relación estandarizada con este público (Deutsch y
Krauss, 1965).

En este sentido, muchas de las actuaciones que hacemos o que observamos


tienen lugar en el que E. Goffman califica de establecimientos. El
establecimiento hace referencia a un lugar, con barreras para la percepción,
se desarrolla regularmente un tipo determinado de actividad. Implica un
escenario en el cual se gestionan impresiones durante la interacción. Una
persona que está situada en una tarima de una sala y que está delante de su
público de estudiantes esperando que comience la clase, difícilmente puede
hacer otra cosa que una clase, hace uso de los comportamientos y de las
actitudes que se esperan de alguien que se dispone a hacer una clase, las
cuales le impedirán quedarse callado, por ejemplo.

Tal como señala Goffman, casi siempre hemos de diferenciar dos regiones
en el establecimiento: el fondo o la región invisible para el público y el
frente la región visible para el público, que puede nombrarse fachada y que
podemos considerar como similitud de imagen. La primera región, la no
visible, se utiliza para preparar la actuación de una rutina (rol) y la
segunda tiene la función de ofrecer esta actuación al público. Así, pues,
difícilmente donaremos una serie de conidoss coherentes, en su globalidad,
si hacemos una clase teórica de dos horas sin haberla preparado antes, es
decir, improvisando.

El público, así, no más tiene acceso a una parte de la actuación, la que se


corresponde con la fachada o región visible, en la cual se le pide que
mantenga las maneras y la integridad del rol. Además, en la fachada se
actuara de una manera hecha por tal de definir y dar un sentido único y
comprensible a la situación.

La cara visible de la actuación o fachada está configurada por diferentes


elementos, los cuales se espera que sigan congruentes entre sí:

a) La dimensión física que impone el escenario de la acción (la sala es un


escenario específico, con una mesa, diversos, una pizarra, etc.);

b) La dimensión personal que determina la apariencia de los actores (edad,


sexo, gestos, etc., un profesor de universidad difícilmente tendrá menos de
20 años, por ejemplo). Esta dimensión personal ahora está configurada por:

* La apariencia o conjunto de estímulos que nos informan sobre el


status del actor, por ejemplo, la actitud inquisidora en el caso de un
profesor autoritario;

* Los comportamientos nos informan sobre el rol que la persona


tiene, que es, en nuestro ejemplo, la acción de proporcionar contenidos
teóricos de forma comprensible.
Las apariencias normales, o una buena actuación de rol, permiten al
público inferir información que no tienen de forma objetiva y dan muchas
cosas por sabidas, tal cosa implica el ejercicio de un cierto control del actor
sobre el comportamiento del público, que es quien ocupa el rol
complementario. Así, alguien que se dispone a robar en una farmacia no
puede entrar mal vestido y comportarse de forma diferente del resto de los
compradores, si no quiere que los otros se pongan en guardia y le
estropeen los planes. Actuar como los otros esperan que lo hagamos,
todavía que tengan intenciones ocultas diferentes, permite que seamos
nosotros los que controlemos la situación y no ellos.

Así la dimensión pública del comportamiento o fachada tiende a


institucionalizarse en función de las expectativas del público y adquirir un
significado y una estabilidad que son independientes de los trabajos
específicos que los actores den a término , tal cosa quiere decir que se
convierte en una representación colectiva y en un hecho en sí mismo que
puede ser independiente del que realmente pasa.

Cada sujeto, en interactuar en un determinado en un establecimiento y en


una situación concreta, lleva a término una representación - perfonmance-
que está sujeta a un programa prefijado entre -rutina- (si no hay diversos
caldrá escoger) y que está marcado por roles. Por medio de este proceso la
actuación de cada persona es combinada con la actuación de las otras por
tal que formar un equipo y formar entre sí para la definición de la situación
(una clase, una conversación, un examen, una consulta, etc.). Y para la
representación de la rutina sus integrantes tienden a relacionarse entre sí a
través de vínculos de dependencia recíproca (cada uno a de confiar en la
conducta correcta de los otros) y de familiarización recíproca (son
cómplices en el mantenimiento de una apariencia determinada), han de
compartir y guardar secretos que podrían hacer tambalear la
representación y su significado.

Así, hay role y hechos que alteren la actuación y repercuten en la


autoimagen, en la interacción -definición de la situación- o en la estructura
social -establecimiento, etc.,- los actore y el publico procuran, con
diferentes técnicas, salvaguardar la representación.

Pero si por la razón que sigue, la conducta propia de la región se vuelve


visible, podemos encontrarnos con que se nombra una situación enfadosa.
esta situación es provocada por la aparición de un comportamiento
inesperado, que va en contras de las expectativas y que, inequívocamente,
tiene la fuerza para continuar las Asunciones que tiene sobre la identidad, y
el rol de, como mínimo, uno de los participantes en la interacción. Es el
caso, por ejemplo, de una profesora que consideren muy buena, pero de la
cual descubrimos que hace unas clases que no son otra cosa que la copia
literal de un determinado manual.

Y, para acabar, nomás queda decir hay situaciones que están más
formalizadas que otras (la situación de clase de un casamiento, de publico
de un espectáculo, etc.,), tal cosa hace que siga más fácil el proceso de
rutina que hemos explicado, que no pasa en situaciones no formalizadas
explícitamente (por ejemplo, el tipo de explicación que se da un grupo de
amigos), pero eso no quiere decir que estas tras situaciones no tengan la
misma tendencia a funcionar de forma institucionalizada.

4.2 Gestión de impresiones y presentación del yo


Aquí nos centraremos en el estudio que hace Goffman de las estrategias da
presentación del yo, que las personas utilizan por tal de generar e incidir
sobre las impresiones que los otro se forman. ¿Cuales técnicas utiliza la
gente para presentarse, de forma socialmente aceptable, debajo de los otros
y en que condiciones las utilizan?

la presentación del yo es una estrategia de interacción, basada en la


dialéctica establecida entre dos partes de la identidad, que Mead va a
conceptualizar, el yo y el mi (este autor es el promotor del interaccionismo
simbólico, que presentaremos en el punto que viene a continuación).

La realidad de una situación casi nula es perceptible en el mismo momento,


tal cosa hace que el individuo se fía de las apariencias y de la primera
impresiones de las cuales se sirve para decir cual será su comportamiento y
el trato que tendría así estas personas con las cuales se ha de relacionar.
Así, las impresiones que hacemos los otros tienen el papel de promesas y
de reclamos, ya allí generan efectos. Es por eso que lo observado tiende a
manipular la impresión que se produce, y se convierte en un actuante o
actor que tergiversa la realidad, en tanto que sus actos se transforman en
gestos para el auditorio y no son expresión directa de lo que quiere
realmente Hacer. En otras palabras, podemos decir que la actividad se
dramatiza. En este sentido, los actuantes no están preocupados por el
problema moral que representa cumplir las normas sociales por medio de
los cuales son juntados por los otros, sino con el problema de construir la
impresión convincente que satisface y completa las mencionadas normas.
Así el individuo pone el yo dos roles genéricos, el del actuante y el del
actor, cada uno de los cuales origina un self, el self de actor y el self del
personaje que pone en escena el actor.

Los diferentes individuos no son igualmente hábiles ni tienen los mismos


recursos para intervenir en la interpretación que quieren que los otros se
lleven de ellos, o en la impresión que quieren que se utilice como base de
la interacción. Esta habilidad, en gran parte, es parte de la capacidad que el
yo tiene sobre el mí.

Tal como va a señalar Mead, el mi está fuertemente controlado por los


otros, es decir, constituye nuestra herencia social y cultural, adquirida con
la socialización, que ha quedado incrustada en la identidad de uno mismo.
En cambio, el yo hace referencia, al conocimiento de los elementos que la
situación de interacción está posado en el yo, y a la voluntad específica de
incidir de alguna forma concreta e idiosincrasia en esta situación.

Es nomás, pues por medio de esta conciencia y de este conocimiento que


podemos intervenir y cambiar la situación tal como es, es decir, dejar de
conformarnos, si no nos agrada por tal de ejercer un cierto grado de
libertad.

5. Identidad y interacción simbólica

5.1. Los actores sociales : la negociación del significado de la situación


como fuente de identidad.

El interaccionismo simbólico inspirado por Mead es otra corriente teórica


da la sicología social, de la cual se desprende una forma diferente de
entender el self o identidad. Esta corriente tiene algunos elementos en
común con la otra perspectiva dramatúrgica de E Goffman, explicada en el
punto anterior, pero también allí el tiene divergencias importantes.

Desde esta perspectiva, se considera que el self o la identidad no preexiste


a las interacciones sociales, sino que surge por los reposos de los otros
ninguno a uno mismo y por las respuesta de un mismo jefe a si, y, ahora,
ninguno a los otros. En este sentido, Cooley a principio de siglo plantea
que es a partir de la imagen y las miradas que los otros reflexionan de
nosotros, como si fuesen nuestro espejo, que nos configuramos una imagen
de nosotros mismos. De otro lado, nosotros nos convertimos, también, en
los observadores de nosotros mismos según que los otros no retornan. Pero
por tal de hacerlo, hemos de ser capaces de posarnos en el lugar del otro y
saber vernos allí. Según Mead (un autor también clásico de principios de
siglo), la percepción que tendremos de nosotros según estas miradas (las
cuales constituyen el mi), lo respondemos haciendo reajustamientos,
modificaciones y cambios según lo consideremos conveniente, según
criterios que adoptemos de la forma más racional (desde el yo). Eso pasa
pues de una concepción substancializada del self y una concepción
relacional y emergente de éste.

De la misma manera que el self depende de la interacción con nosotros con


los otros, también depende del contexto o la situación en la cual tiene lugar
la interacción, y de la forma como los actores negocian el significado que
donarán al contexto. La definición de la situación y el sentido global
donado a la interacción, están estrechamente ligados. De hecho, de la
forma como se significa o se interpreta el contexto y la interacción,
dependen la emergencia de un tipo de self o otro.

De todo lo que acabamos de decir se desprende una nueva


conceptualización de la identidad /self que es diferente de las que hemos
expuesto en los puntos anteriores. A continuación veremos de forma
sintetizada cuales son las características de esta nueva conceptualización de
la identidad.

* La identidad es considerada como algo situado y dependiente del


contexto, y ahora como múltiple, en el sentido que surge en el proceso
particular de interacción y de significación del contexto específico en el
cual tiene lugar esta interacción. La identidad, pues, está siempre situada y
va cambiando según las situaciones en que se manifiesta, por tanto es
múltiple.

* La identidad es emergente y no preexiste a las relaciones, sino que surge


en el proceso local de las interacciones sociales concretas y particulares.

* La identidad es recíproca, responde en parte a las respuestas que sobre


nosotros mismos nos dan los otros. Es por medio de las interacciones
concretas que no anem definido de manera recíproca.

* La identidad es negociada por medio de los ajustamiento sucesivos que


construyen la intersubjetividad o significación compartida. Los otros son
mi espejo, pero yo no me conformo de forma total con la imagen que los
otros me dan de mi, si no que la ajusta a mi manera de pensar en mi mismo,
que ahora repercute en la interacción con el otro.

* Como siempre venimos de unas interacciones anem ninguna a otros, la


identidad es la verdadera causa y el resultado de la interacción social.

Y finalmente no más queda decir que tendemos a producir las acciones y


los comportamientos sociales que configuren la identidad social que
queremos construir y reflejar en los otros.
Desde esta emoción de self, la comprensión de la vida social no está basada
en el conocimiento de los principios sicológicos vinculados al individuo, si
no que aquello sociológico constituye el resultado del continuo proceso de
negociación y conflicto entre las personas.

Esta concepción del self hace imposible la comprensión de nuestro yo a


partir de la introspección y la reflexión desconstextualizado y obliga a
reconocer el rol que lo otros tienen en la construcción del yo. En cuentas de
considerar los individuos como si fuesen ellos los que establecen las
relaciones, a partir del interaccionismo simbólico, queda pensarlos como
manifestaciones y productos de las relaciones.

5.2. La construcción socio-histórica de la identidad

A partir de la dimensión relacional y emergente de la identidad que


propone el interaccionismo simbólico, las aproximaciones actuales a la
noción de la identidad, como es el caso del socioconstruccionismo, poseen
un especial énfasis e la recuperación de la dimensión socio-histórica del
self.

En este sentido la concepción del self dominado a occidente, según la cual


esto es considerado como "independiente, autosuficiente, autónomo y
separado, con un núcleo interior del cual surge todo, es decir, con atributos
internos que son interpretados como los motivos del comportamiento
individual", es contextualizada y considera a la luz del contexto histórico
que ha hecho surgir.

Esta concepción dominante del self que caracteriza la mentalidad


occidental resulta que es muy útil para la reproducción de tipos de sociedad
en la cual vivimos. Así este self está estrechamente vinculado a la ideología
dominante, la cual hace referencia a las ideas de individualidad como
autonomía y libertad como valores centrales. El concepto de autonomía,
por ejemplo, es útil y imprescindible para la existencia de la capacidad de
elección de la libertad que, necesariamente, ha de caracterizar un individuo
que participa en una sociedad que proceso democrático. Sin la
construcción de esta clase de personas, el proceso democrático como forma
de mantener del orden, resulta inviable.

Así, pues, los fenómenos que eran considerados de naturaleza sicológica o


comportamental según una concepción ahistórica de la persona, y como
fenómenos que tienen su origen en la mente o en la misma persona, pasen a
ser considerados como construcciones situados históricamente y emergen
en los procesos sociales se elimina, de esta manera, cualquier índice de
carácter natural, necesario y universal en la concepción individualista que
Occidente tiene de la persona.

Las identidades, homosexuales dicen considerarse la propiedad privada del


individualismo, por pasar a ser construcciones sociales, proscritas o
preinscritas, de acuerdo con los intereses políticos del orden social
dominante. Por ejemplo, la construcción del heterosexual como identidad
prescrita, por el hecho de tener un papel fuerte útil en la reproducción de un
determinado concepto de familia, contrasta con la idea del homosexual o la
lesbiana como identidades que han estado proscritas a causa de las
disfunciones y los cambios con los cuales amenacen el orden social
establecido. Por tanto, la definición y los contenidos que son asociados a
las identidades de las personas en cada momento histórico siempre
cumplen una función social e ideológica específica.
De alguna manera podrían decir que cada época histórica construye el
individuo que más le conviene, que cualquier cambio histórico, por poder
estabilizarse durante un cierto tiempo, requiere el modelo del individuo
necesario para manternerlo.

Gergen ha hecho un recorrido por la construcción de los diferentes modelos


de identidad que han estado creados en los últimos momentos históricos.
El self romántico del siglo XIX, por ejemplo, atribuía a cada individuo
características de profundidad personal: pasión, ánimo y creatividad y
fuerza moral, que iban acompañados de un vocabulario que permitía la
formación de relaciones fuertemente comprometidas. Cuando llega la
visión moderna del mundo, al principio del siglo XX, el vocabulario
romántico comienza a verse como una desviación al adquirir connotaciones
negativas, y el self romántico acaba convertido en reducto de inadaptados.

El self moderno, en contraposición con el romanticismo, atribuyendo al


individuo características vinculadas a la habilidad de razonar por medio de
seves creencias, opiniones e interacciones conscientes. La razón y la
obsesión son , desde esta perspectiva los elementos centrales de la
naturaleza humana. Esta visión, de otro lado, se hace extensiva a los
diferentes ámbitos: la ciencias, la forma de gobernar, los negocios y las
relaciones personales.

Así, durante mucho tiempo, la disciplina de la sicología ha completado, y


completa todavía, la función de contribuir a la construcción de un self
conveniente para el orden social, función que cumple utilizando un
conjunto de operaciones que producen y regulan las identidades. La
utilización de los test sicológicos, por ejemplo, es la tecnología más clara
en este sentido: el parecido de la persona al modelo social de identidad
dominante en nuestra sociedad, por ejemplo, puede ser interpretada dentro
de la sicología como el hecho de tener un atributo o cualidad inherente así
mismo, que se nombra inteligencia, la cual está estrechamente ligada al
modelo de self moderno.

Actualmente, a las postrimerías del siglo XX, Gergen hace referencia al


nacimiento de un nuevo self, el saturado, que surge de la crisis de los self
romántico y moderno. Este es asociado a la condición postmoderna, y
surge de los efectos que el progreso imparable de las nuevas tecnologías
tienen en las relaciones de la gran variedad de vínculos que nos posibilitan
la tecnología, los cuales han propiciado el encuentro con las formas de vida
que eran habituales y que han dado lugar a una identificación de los
intercambios sociales y nuevas llaves de relación. También, según Gergen
alrededor del self saturado no se ha construido un nuevo vocabulario que
permita nuevas comprensiones del yo ni tampoco una identificación de
nuevos atributos, si no que el único impacto es que el mismo concepto de
escénica personal es cuestionado. Así, pues, este self saturado que resulta
del proceso de agonía que padece el self moderno desde hace un par de
décadas no sabemos en que acabará pero, el resultado final dependerá de la
actuación y de los proyectos de cada uno de nosotros.

Y acabamos con una idea de Foucault, que va a ser uno de los que más va a
contribuir con la construcción de la idea moderna del self, "aquello que
categoría al individuo que le otorga la identidad, le impone una ley de
verdad que el ha de admitir y el resto ha de reconocer en él; es una forma
de poder que hace del individuo un sujeto y constituye una forma de
dominarlo".

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