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Teóricos Clínica de Niños 2020

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TEÓRICOS PSICOLOGÍA CLÍNICA DE NIÑOS Y

ADOLESCENTES

[PRESENTACIÓN DE LA ASIGNATURA]

La propuesta de articulación teórico-clínica que presenta la cátedra tiene como objetivo brindar
herramientas para el estudio de la constitución del psiquismo infantil y sus posibles fallas.
Este objetivo implica conocer cómo se ordena la psicopatología específicamente en el campo de la infancia,
cuestión que será clave para poder diseñar las intervenciones más adecuadas para el abordaje y la
transformación del sufrimiento subjetivo de niñxs y adolescentes, y también de los adultos a cargo de la
crianza de ellxs.
Esta propuesta se enmarca en la tradición de investigación psicoanalítica; es desde los aportes de FREUD
que partimos para conceptualizar lo psíquico, pero también atendiendo a las limitaciones de esta obra, por
lo cual incorporamos autores posfreudianos que han enriquecido la comprensión del psiquismo infantil.

FREUD, como parte de su legado principal, nos ha aportado una obra dedicada al estudio de los “procesos
anímicos”, esto alude a la indagación del “sistema inconsciente” (ICC) en correlación con el “sistema
preconsciente-consciente” (PRCC-CC), cuya dinámica determina el conflicto que está a la base de los
síntomas neuróticos.
FREUD, en el proceso de reconstrucción de las “series psíquicas” en las que se fueron engarzando los
traumas infantiles, arriba en paralelo al diseño de un “método psicoanalítico”: el método consistente en
la asociación libre, desplegada por el paciente en transferencia, que permite la recolección de la materia
prima a partir de la cual el analista construye la interpretación en conjunto con su paciente.
DESDE ESA PERSPECTIVA, EL SÍNTOMA ES UN PRODUCTO SIMBÓLICO, ES UNA FORMACIÓN DE
COMPROMISO: el síntoma sería un producto transaccional entre los contenidos de ambos sistemas del
aparato psíquico. FREUD dirá que el síntoma es “un signo y un sustituto de una inlograda satisfacción
pulsional, un resultado del proceso de la represión y del retorno de lo reprimido”.

¿POR QUÉ REFRESCAMOS ESTAS PREMISAS FUNDAMENTALES DEL PSICOANÁLISIS?


Porque cuando nos adentramos en el campo de la clínica con niñxs se plantean una serie de interrogantes
respecto de nuestro objeto de estudio:
¿Todas las emergencias psicopatológicas que motivan la consulta de niñxs responden a esta definición
freudiana de síntoma? De no ser así, ¿cuál es la explicación conceptual? ¿Encontramos en la clínica con
niñxs un psiquismo constituido que funcione en los términos en los que Freud concibió el aparato psíquico
de adultxs? De no ser así, ¿qué características tiene el psiquismo infantil? ¿Hay inconsciente en el psiquismo
infantil? Si el psicoanálisis como método es un procedimiento de indagación del sistema inconsciente, ¿se
puede aplicar cuando el psiquismo no tiene aún diferenciados los sistemas psíquicos? Y si no se lo puede
aplicar, ¿entonces esas problemáticas son inabordables para el psicoanálisis? ¿Deberían ser tratadas desde
otras disciplinas? ¿Cómo responden los diferentes autores posfreudianos a estos interrogantes? ¿Se
plantearon estas preguntas o estas cuestiones no los interpelaron?
Vamos a estudiar asimismo cuáles fueron los criterios diagnósticos y las estrategias terapéuticas que
propusieron distintos autores posfreudianos, quienes están determinados por una concepción del
funcionamiento psíquico y un modo particular de entender al síntoma.
Estudiaremos entonces los aportes de ANNA FREUD, KLEIN, WINNICOTT, MANNONI, DOLTÓ, y haremos
especial hincapié en los aportes de PIERA AULAGNIER y de SILVIA BLEICHMAR.

Esto nos interesa no solo en el sentido de construir fundamentos para la práctica, sino también para que
este proceso de incorporación de conocimientos brinde herramientas para desarrollar una actividad
investigativa: interesa transmitir una concepción de CLÍNICA entendida como el espacio desde donde
surgen los interrogantes que ponen a prueba las teorías que fundamentan nuestras intervenciones.
Debemos estar advertidxs de las consecuencias de caer en una posición dogmática que solo intente aplicar
lo ya sabido: una posición dogmática, más que lograr modificar el sufrimiento de los sujetos con los que
tenemos que trabajar, va a hacer que la teoría se ponga al servicio de apaciguar la angustia y la
incertidumbre del profesional frente a lo desconocido. En ese sentido, es fundamental problematizar la
relación entre teoría y clínica, producir realmente un amarre, una articulación entre ambas dimensiones.
También es fundamental comprender la especificad de nuestro objeto de estudio e intervención; esto lo
trabajaremos y lo iremos construyendo a partir del estudio de los diferentes modelos conceptuales.
La propuesta también gira en torno a pensar la clínica en el marco de las específicas organizaciones
psicopatológicas desde la práctica clínica con niñxs y adolescentes.
Asimismo, poder pensar cómo es en esta clínica el proceso de entrevistas preliminares, qué particularidad
tiene la transferencia, qué tipo de intervenciones requiere el trabajo con niñxs (entendidos como sujetos
cuyo psiquismo está en constitución), cómo son las formas de producción en clínica con niñxs (cómo es el
uso de la palabra, qué estatuto tienen el grafismo, el juego, etc.).
Todo esto para ir pudiendo circunscribir la especificidad de nuestro campo de intervención, que es la
clínica, pero no pensando la clínica solo en el campo del consultorio privado, sino también en el marco
institucional, público, individual o comunitario. La idea es que todo este tránsito por la cursada promueva
una apropiación crítica del saber teórico-clínico, y una posición ética que pueda posibilitar la
responsabilidad social que tiene el quehacer del psicólogo.
Además, las PPS tienen como objetivo que puedan ir conociendo y comprendiendo cómo son los tiempos de
estructuración del sujeto psíquico y las diferentes organizaciones psicopatológicas, y también conocer los
principales temas, problemas y desafíos que los contextos clínicos actuales plantean y las posibles
modalidades de intervención desde el área. Participar en las actividades para poder reflexionar sobre la
expansión de las intervenciones clínicas implementadas en diversos dispositivos de salud mental en pos de
favorecer un posicionamiento ético que oriente la practica en el marco de las obligaciones que tenemos en
el otro humano reconociendo la singularidad del mismo.

HAY UN EJE QUE ATRAVIESA TODOS LOS CONTENIDOS Y QUE TIENE QUE VER CON CÓMO PENSAMOS EL
PSIQUISMO: PENSAMOS UN APARATO PSÍQUICO ABIERTO A LO REAL, EN EL CUAL VAN TENIENDO
INCIDENCIA TODAS LAS CONDICIONES SOCIO-HISTÓRICAS A LO LARGO DE LA VIDA DE LOS SUJETOS.
Esto estará en íntima relación con la temática del TRAUMATISMO y la SIMBOLIZACIÓN. En ese sentido,
será necesario considerar los TIEMPOS REALES DE ORGANIZACIÓN DEL PSIQUISMO, como así pensar el
funcionamiento psíquico cuando ya el aparato está constituido.
La consideración sobre la incidencia de las condiciones socio-históricas en los sujetos puede tener una
“dimensión positiva”, en el sentido de que vaya promoviendo un enriquecimiento y crecimiento simbólico
a partir de estas condiciones socio-históricas, y en otros casos (como en el que estamos viviendo en esta
coyuntura de pandemia) puede ser que sean condiciones que produzcan un exceso que pone a prueba los
recursos simbólicos defensivos de cada uno de los sujetos psíquicos.
Esta última consideración sirve un poco para empezar a estudiar estas cuestiones y poder pensar los
efectos traumáticos de situaciones de crisis, de catástrofe, y también para pensarnos desde el rol como
profesionales de la salud comprometidos con las necesidades de nuestra comunidad, con el deber de
generar redes, soportes, que permitan el mantenimiento de los lazos.
[LA RELACIÓN ENTRE TEORÍA Y CLÍNICA]

La relación establecida entre teoría y clínica da cuenta de la posición asumida frente al saber en la
singularidad del encuentro clínico, en el devenir de la tarea de investigación. Posicionamiento
fundamental que no es sin consecuencias, en la medida en que delimita y de él se desprenden las
posibilidades de intervención, el “campo de posibles”, que en nuestro caso se ubica en el marco dado por
los tiempos de constitución psíquica.
Nuestra tarea implicará entonces indagar el estatuto singular que cada uno de los autores que
trabajaremos otorgará y sostendrá respecto de la relación teoría-clínica.
En esta unidad temática que contempla la relación establecida entre teoría y clínica se desprenden los
siguientes contenidos temáticos:
 La relación teoría-clínica.
 La posición ante el saber.
 La ruptura con el campo de las certezas.
 La posición de interrogación.
 La “teorización flotante” (noción aportada por AULAGNIER).
 El caso clínico (y el lugar que ocupa).
 El lugar de la creación, la investigación clínica y su singularidad.

Dice AULAGNIER en “El aprendiz de historiador y el maestro brujo”1: “los conceptos de teoría, de fábula, de
mito, de ilusión, de verdad se vuelven equivalentes, trátese de análisis o de cualquier otra disciplina: no hay
verdad definitiva”. Se subraya este enunciado propuesto por la autora: NO HAY VERDAD DEFINITIVA.
Este enunciado contempla en su interior la articulación de dos niveles de posibles:
 aquel que refiere a los posibles de la teoría,
 aquel que se refiere a los posibles del sujeto.
Enunciado que, por lo tanto, supone consecuencias clínicas, en la medida que implica el sostenimiento de un
posicionamiento ético que conllevará efectos en la subjetividad de un otro frente al padecimiento, y esto
en tanto ese posicionamiento ético configura y marca el dispositivo analítico, es decir, la relación dada
entre objeto y método (tal como nos lo propone BLEICHMAR).
Este enunciado sobre que “no hay verdad definitiva” da lugar, por ende, a la introducción y autorización
para pensar aquello que no ha sido pensado por el otro, se trate éste como aquel otro significativo que
tiene un lugar central en la constitución psíquica infantil, o se trate este otro en tanto modelo conceptual.
Siguiendo en la línea de lo planteado hasta el momento, WIDLOCKER nos plantea que la clínica va a ser
definida como “el espacio en el que las hipótesis elaboradas se confrontan”, a partir de la asunción por
parte del clínico de un rol activo que le permite delimitar los observables que conducirán hacia el camino
de la verificación o de la refutación de las construcciones teóricas.
El autor establece un “trípode operacional” conformado por tres componentes: TEORÍA, TÉCNICA y
PRÁCTICA, que en su interrelación configuran un procedimiento para la investigación clínica. Planteará que
ese “trípode operacional” se articula a una serie de interrogantes: ¿Qué relación se establece entre la
teoría y la clínica? ¿Puede la clínica devenir en independencia de la teoría? ¿Pueden las construcciones

1
Este título hace referencia al Yo y al Ello; esto se trabajará más adelante.
teóricas desarrollarse por fuera de la practica? ¿Qué lugar ocupan, como plantea Aulagnier, las cuestiones
fundamentales del investigador en dichas construcciones?
La clínica implica la compleja relación que se establece entre el campo conceptual y la práctica. Respecto
de esta relación, el clínico, el investigador en psicoanálisis, deberá asumir y sostener una posición. Las
versiones que estos construyan conducen a la producción de sentidos que abren a un complejo entramado
en el que el clínico-investigador debe situarse. Roles que conviven armoniosamente, roles que se
confrontan, roles que se encarnan en un tiempo particular.
Al respecto, en “Pueden los legos ejercer el psicoanálisis” FREUD plantea: “En el psicoanálisis existió desde el
comienzo mismo una unión entre curar e investigar (…) el conocimiento aportaba el éxito y no era posible
tratar sin enterarse de algo nuevo, ni se ganaba un esclarecimiento sin vivenciar su benéfico efecto. Nuestro
procedimiento analítico es el único en que se conserva esta preciosa conjunción”. Y expresa en torno a ello
en el artículo “Sobre psicoanálisis” (de 1913): “El psicoanálisis es una notable combinación, pues combina
no solo un método de investigación de las neurosis, sino también un método de tratamiento basado en la
etiología así descubierta. El psicoanálisis no es hijo de la especulación, sino el resultado de la experiencia, y
por esa razón, como todo nuevo producto de la ciencia, está inconcluso”.
En coherencia con este punto y siguiendo los lineamientos planteados por FREUD, dirá HORNSTEIN en su
texto “Las encrucijadas actuales del psicoanálisis” sobre FREUD: “En los escritos y en la práctica de Freud,
toda su producción está en permanente revisión (…) los escritos freudianos no son la tabla de la ley”. El
autor marcará el permanente trabajo de interrogación que marca que FREUD desconfía frente al saber
instituido; “Esta actitud de revisión será sostenida desde un espacio de interrogación y de duda frente al
saber, que conduce a que cada escrito devenga en borrador de un texto futuro”. Allí FREUD se enriquece y,
desde dicha posición, la lectura de los textos freudianos se enriquecen.
Dirá HORNSTEIN: “Freud y su obra configuran una identificación que remite a una filiación simbólica, una
identificación primaria, no con su persona, sino con su modalidad de interrogación”, eje central que aquí se
intenta transmitir y sobre el cual hemos de trabajar. Un psicoanalista hereda una tradición, cuyo núcleo es
esa “identificación con Freud”, con ese investigador que dice “no creo más en mi neurótica”: ese no creer,
ese no quedar fijado a lo ya dicho, a lo ya escrito, a lo ya pensando, no anuncia apatía, sino creación. “Ya no
creo en mi neurótica, pero tengo la sensación de un triunfo más que de una derrota”, dirá FREUD.
Lo que nos plantea HORNSTEIN es que lo investido es él mismo (FREUD) como sujeto de esa pulsión de
saber, quien anticipa un conocimiento ulterior como premio a un trabajo intelectual que no evita la
autocrítica.
HORNSTEIN expresa que FREUD inaugura un campo de pensamiento, un campo de intervención clínica, y
que de él heredamos una tradición, que se encuentra marcada por un trabajo de interrogación incesante,
es decir, por un posicionamiento antidogmático ante el saber. FREUD reinterroga los pilares de su marco
teórico, su obra es una construcción permanente en la que se ubican nuevas constelaciones conceptuales y
que le permiten a FREUD decir ese “ya no creo en mi neurótica, pero tengo la sensación de un triunfo más
que de una derrota”. Así, nos alerta sobre el riesgo que podría implicar la asunción por parte del clínico,
por parte del investigador, de posiciones que cristalizan el lugar del saber.
El lugar en el que se sitúa el clínico-investigador supone un lazo singular con el saber. En dicho vinculo, la
teoría se presenta como condición de posibilidad y al mismo tiempo como límite, en la medida en que
cada cuerpo conceptual contiene en su interior un recorte respecto de las múltiples aristas que dan cuenta
del funcionamiento de la vida psíquica.
Ahora bien, la relación particular que se establezca con el saber estará marcada por el espacio que pueda
ocupar el trabajo de cuestionamiento, de interrogación, de duda en torno a los lineamientos que
atraviesan el campo clínico, el campo de investigación.
Así, desde un posicionamiento crítico y antidogmático, en el capítulo 5 de “La fundación de lo
inconsciente”, BLEICHMAR da cuenta de la necesidad de cuestionar y redefinir los fundamentos del
psicoanálisis con niñxs, a partir de someter las premisas de la clínica a un ordenamiento metapsicológico,
y de interrogar la teoría en su articulación con la práctica.
Consecuentemente, sostener la relevancia de realizar un replanteo teórico-clínico implica examinar la
modalidad de vínculo establecida entre el analista, la teoría, la técnica y la práctica.
Desde un posicionamiento antidogmático, BLEICHMAR planteará la necesidad de cuestionar y redefinir
los fundamentos del psicoanálisis con niñxs en función de la delimitación de su especificidad: CONCEBIR
AL PSIQUISMO INFANTIL COMO UN PSIQUISMO EN CONSTITUCIÓN.
La autora expondrá, dando cuenta del posicionamiento asumido, que los “problemas teóricos” no son
tales, sino “problemas teoréticos”, es decir que NO es que se piensa a la teoría y luego se encuentra un
ejemplo acorde, sino que los problemas de la clínica hacen obstáculo a la teoría con la que se piensa, y ello
conduce a un juego permanente de revisión de la teoría.
En consonancia con ello, ya LAPLANCHE decía: “La teoría está allí para marcar sus propios límites, uno
trabaja con una determinada teoría y esta teoría es sometida permanentemente a la prueba de la clínica.
La clínica en ese movimiento es revisada constantemente por la metapsicología”.
Entonces, tal como plantea BLEICHMAR en su libro “Clínica psicoanalítica y neogénesis”, la clínica no es el
lugar donde se produce la teoría, la clínica es el espacio desde el cual se plantean los interrogantes que
ponen en tela de juicio las teorías que sostenemos con convicción. De este modo, la clínica puede ser
entendida como un espacio posible de articulación entre la teoría y la práctica, como el campo donde son
confrontadas las hipótesis teóricas.
En tal sentido, AULAGNIER plantea que la práctica debe ser pensada como teórico-clínica, destacando el
lugar de la teoría en la escucha, hecho que supone la preservación de la alianza dada entre lo conocido y lo
imprevisto, que implica la posibilidad de reconocer, en términos de FERENCZI, “las excursiones por lo
incierto en el espacio clínico”.
La articulación de “lo conocido” ofertado por el cuerpo conceptual con “lo imprevisto” generado en el
encuentro con un otro, introduce en el espacio analítico el lugar del saber y la posición ante este.
Desde la mencionada articulación, AULAGNIER plantea en el libro “El sentido perdido” que el saber conserva
en su interior el entrelazamiento de dos niveles de posibles:
 aquel referido al cuerpo de hipótesis que dan cuenta de los universales de la teoría (respecto del
funcionamiento psíquico),
 y aquel que propicia la instalación del dispositivo analítico, referido al campo de la singularidad en
transferencia, en función del encuentro con el psiquismo en su particularidad.
El saber como opuesto a un posicionamiento determinado por la certeza, por el dogmatismo, redefine
entonces la articulación de los niveles de posibles, dados por lo universal y lo singular; así, determina el
entrecruzamiento establecido entre la teoría y la práctica.
En consecuencia, EL ANALISTA Y SU FUNCIÓN SERÁN DEFINIDOS DESDE LA SINGULAR MODALIDAD QUE SE
ESTABLEZCA CON EL SABER, en la medida en que éste se configure como aquella actividad particular de
pensamiento, de “TEORIZACIÓN FLOTANTE” que, en el encuentro con otro, a la par que conserva los
posibles del funcionamiento psíquico, podrá transformar una hipótesis teórica en una coordenada singular
de la historia de ese sujeto.
La teorización flotante solo puede ser sostenida en el encuentro con un campo de creación, de creación
de pensamientos, con un lugar donde haya placer en la construcción de los mismos, con un espacio que
aloje al trabajo clínico y de investigación en psicoanálisis, en un espacio de flexibilidad y de transformación
(radicalmente diferente de un discurso marcado por la repetición y la estereotipia que solo se ajuste a lo ya
pensado por el cuerpo conceptual).
Es así que AULAGNIER, desde el singular marco que implica la experiencia analítica, delimita diferentes
sentidos que puede asumir la noción de creación: del lado del analizado la creación de una nueva versión
de su historia como consecuencia del trabajo analítico; creación por parte del analista a partir de su saber,
sostenido en la articulación de los universales de la teoría y el encuentro con otro de algo del orden de lo
inesperado que instaura la marca de la singularidad; creación por parte del analista y del analizado desde el
establecimiento de la situación de encuentro, propiciada por el dispositivo analítico de la historia
transferencial; creación por parte de ambos de una historia que se construye en cada sesión analítica y que
da cuenta del singular pacto que establecen en el que la palabra y la escucha se presentan en una relación
de interdependencia necesaria.
La especificidad de la clínica con niñxs se inserta en el entramado dado por el cuerpo conceptual y la
práctica, que halla su sostén en un posicionamiento de cuestionamiento que atraviesa su campo de posibles.
Así, el investimiento y sostenimiento por parte del clínico-investigador de las líneas de interrogación,
posibilita que la creación encuentre su asiento en el singular espacio que contiene los tiempos de la
constitución psíquica, en la medida en que se otorga un lugar a aquello que es del orden de lo imprevisto, de
lo novedoso, que se introduce y por tanto desborda el cuerpo teórico.
La creación, de este modo, se opone a la rigidez conceptual en términos de cristalización de las nociones,
que involucra la exclusión del movimiento que se anuda a la especificidad del objeto y de la historia como
condiciones de producción científica, y se opone a las restricciones que el dogmatismo impone a la
escucha, en tanto se ajusta a lo ya pensado por el marco teórico.
La clínica de niñxs, por tanto, en su constitución y sostenimiento conduce a un trabajo de re interrogación
del marco conceptual desarrollado por FREUD en función de su particularidad; así como conduce a recurrir y
encontrar los fundamentos en aquellos otros autores que forjaron los cimientos del mencionado campo de
intervención. Espacio de interrogación que ya FREUD introduce en la “Conferencia 34” (de 1932) cuando da
cuenta de las modificaciones necesarias en el abordaje particular del objeto niñx.
En el ya mencionado texto de HORNSTEIN, el autor expresa que no hay que caer en la tentación de hallar
la “teoría verdadera”, sino en la aspiración de actualizar la teoría: hecho que supone el emplazamiento de
un modo de posicionamiento marcado por la tendencia a la búsqueda, y no por la tendencia al
sostenimiento de puntos de llegada.
No caer en la tentación de hallar la teoría verdadera implica desafiar los dogmatismos, desafiar lo ya dicho,
lo ya escrito, las certezas teóricas. Así, el autor continúa expresando: “Cuando Freud deja de ser una
referencia al origen para ser un punto de llegada, se convierte en una identificación cristalizada que da
lugar al sostenimiento de la ortodoxia”. De un autor heredamos el cuerpo teórico, pero también
heredamos sus obstáculos epistemológicos, sus limitaciones de época; limitaciones que hacen al contexto
de producción, que hacen a la posibilidad de modificación, y que hacen a la posibilidad de devenir de las
teorías, aspecto central a no ser eludido.
HORNSTEIN advertirá que el duelo por la certeza de los marcos teóricos es sumamente complejo: la certeza
contenida al interior de un texto implica el dogma, y la ilusión del dogma evita asumir la singularidad de
cada historia e imposibilita escuchar el sufrimiento. Ello supone entonces sostener que un cuerpo teórico
ha logrado agotar el potencial de verdad de la experiencia.
Dice AULAGNIER en “El aprendiz de historiador y el maestro brujo”: “El deseo de alcanzar certidumbres
trabaja en todo pensante y puede llevar a ese sujeto a ese asesinato de su pensamiento, perpetrado por la
alienación a un dogma inmutable, intocable”; de ese modo, la autora enuncia lo hasta ahora trabajado de
un modo preciso y cargado de un pensamiento que da cuenta del potencial de la experiencia teórico-clínica
sostenida en un marco de interrogación, de cuestionamiento, de duda frente al saber instituido, que
posibilita, tal como plantea MANNONI: escuchar lo que la teoría no dice.
El saber, desde esta posición, se encuentra ligado y es solidario al campo de la creación, en la medida en
que la creación contiene en su interior la noción de diferencia como opuesta a la repetición de lo ya
pensado por un otro, de lo ya escrito, transmitido desde un modelo conceptual.
Atravesado en su organización por la actividad de pensamiento que contempla la duda, el saber,
enmarcado en un trabajo critico de interrogación, se opone a un posicionamiento dogmático,
posicionamiento que conlleva el riesgo de que el saber devenga en certeza, como propone AULAGNIER en
el capítulo 6 de “El sentido perdido”.
El saber contempla lo conocido por el campo teórico, a la luz de un trabajo de puesta en duda que da
espacio a la presentificación de lo imprevisto (en términos de lo no sabido, de lo no delimitado o cercado
por una trama conceptual o cuerpo teórico), contempla lo pensado y anticipado con lo inédito y novedoso,
en el marco de un encuentro. Cada modelo conceptual se caracteriza por la incompletud, y establece en
su devenir singulares aristas en torno a su propuesta de investigación teórico-clínica sosteniendo las líneas
de diferencia que hacen a la especificidad de cada modelo teórico.
[EL LUGAR DEL CASO CLÍNICO]

Vamos a problematizar el estatuto del caso clínico tanto en el campo clínico como en el de investigación.
La delimitación del estatuto del caso clínico nos convoca a contemplar la relación establecida entre teoría y
clínica, como también a situar el ámbito institucional en el que la práctica se desarrolla (así como los
atravesamientos discursivos y el marco legal que la rige y se entrama con las concepciones teóricas).
La trasmisión de una experiencia clínica, del encuentro clínico, no se reduce a la trasmisión de un saber,
no se corresponde a la trasmisión de un saber-hacer: la trasmisión de la experiencia no se calcula, ya que el
encuentro no se calcula, se inviste.
La trasmisión de la experiencia es del orden de lo parcial. En la transmisión hay renuncia a la completud,
por eso el dogmatismo no posibilita escuchar ese fragmento clínico que nos habla de la construcción de un
espacio privado, de algo del orden de lo íntimo.
El recorte clínico, el caso clínico, su posible lectura y función, no es ajeno, no es por fuera de las
coordenadas hasta ahora mencionadas. Una propuesta teórico-clínica que responde a un posicionamiento
dogmático construye una práctica bajo el modelo de la intervención quirúrgica: aislado, cerrado y aséptico.
A diferencia de ese posicionamiento, la TEORIZACIÓN FLOTANTE contempla en su definición la diferencia,
en tanto espera la respuesta del otro en función de sus coordenadas históricas, asemejándose así a una
práctica más bien artesanal (o, siguiendo el ejemplo de comparación, a un quirófano de campaña).
La transmisión del caso da cuenta del posicionamiento teórico-clínico, de un posicionamiento ético, de
cómo el analista articula las posibilidades de intervención (en nuestro caso, frente a un psiquismo en
constitución). AULAGNIER en “El aprendiz de historiador y el maestro brujo” expresa que: “El caso clínico
expone al analista, a su teoría y a su práctica, más que el texto teórico”. El caso clínico entonces expone al
analista en tanto devela, tras su elaboración, tras su relato, un posicionamiento sostenido en la
ortodoxia o un posicionamiento sostenido en el trabajo de duelo, que implica la pérdida de las certezas.
A partir de la construcción y trasmisión de un caso clínico, en el despliegue de las intervenciones, de la
lógica en que se sostienen, en las articulaciones y los interrogantes que de allí se desprenden, es posible
realizar una lectura que dé cuenta del espacio de autonomía sostenido por un analista, investigador, autor
o de la búsqueda de andamiajes teóricos, sede de refugios, fijeza e idealización. Desde allí es que resulta
oportuno recuperar dos de los interrogantes ya enunciados: ¿Pueden las construcciones teóricas
desarrollarse por fuera de la práctica? ¿Qué lugar ocupan, como refiere Aulagnier, las cuestiones
fundamentales del investigador en dichas construcciones?
La clínica, la transmisión en el campo de la clínica, no se reduce ni al relato de un caso clínico, ni al
desarrollo de un modelo conceptual. LA CLÍNICA SUPONE GENERAR Y PROPICIAR UN ESPACIO ABIERTO A
LA INTERROGACIÓN.
Esta interrogación aloja la singularidad en su articulación con lo epocal, nos convoca y nos cuestiona
como profesionales de la salud mental hoy. De este modo, la singularidad de los tiempos, de las
instituciones y de los lazos que atraviesa a otro y al conjunto social, son productores de subjetividad.
Consecuentemente, devienen una coordenada organizadora de limitar el contexto en el que se producen
las problemáticas.
Se articula el sufrimiento de tal modo que se propone una lectura desde la complejidad, e implica
concebir la producción de subjetividad en su vínculo con las condiciones socio-historias-político-
económicas identificatorias que introducen lo epocal (atentos al niñx, al adolescente, a los adultxs a cargo
de la crianza, a los otrxs significativos).
De este modo, en el encuentro clínico, la posibilidad de intervención en términos de propiciar intervenciones
subjetivantes, se ve mutilada si no se atiende en su devenir la complejidad que la constituye, en pos del
sostenimiento del carácter totalizante y certero de un modelo conceptual.
En este sentido, MANNONI, a fin de profundizar en torno a sus aportes en el campo de la especificidad de la
clínica con niñxs y adolescentes, plantea que sostener el saber sin contemplar en su interior un espacio de
interrogación no deja lugar para que surja una verdad -verdad que ubica del lado del sujeto-.
Así, continúa diciendo: “Se está a salvo de lo inesperado”. El analista, acorazado por el saber, no podrá
atender a “lo que la teoría no dice”. Y agrega MANNONI: “La actitud psicoanalítica no hace del saber un
monopolio, sino que presta atención a la verdad que se desprende del discurso del otro”, subrayando así la
relevancia de un espacio de autonomía respecto del pensamiento teórico, que se apuntala en la premisa
sobre oír lo que la teoría no dice, en tanto, puesta en marcha de un trabajo de problematización en torno a
los saberes disciplinares.
De lo que se tratará entonces de constituir un posicionamiento que considere el compromiso frente a la
actualidad del sufrimiento subjetivo, frente a la particularidad del sufrimiento en la actualidad.
BLEICHMAR advertirá cómo en psicoanálisis hay una fantasía de cierta totalización o plenitud de las
teorías: las teorías terminan siendo reemplazadas unas por otras, y esto no permite que se puedan rescatar
los elementos valiosos que tienen.
En consonancia con ello, AULAGNIER en “El aprendiz de historiador y el maestro brujo” dirá: “Convencida
estoy de la importancia de las lecciones que la clínica nos brinda, muchas veces en forma de fracaso, así
como de la necesidad de mantenernos receptivos a lo que otros descubren y ofrecen a nuestro
pensamiento, de ahí la exigencia de estudiar solícitamente la obra de los demás, a fin de protegernos en
parte de un interés selectivo que pudiera amputar el capital teórico del que dispusiéramos y, en esta
medida, menoscabar la pertinencia de nuestro itinerario clínico”.
Es desde tal concepción que proponemos retomar aquellos desarrollos conceptuales que mantienen su
vigencia en la historia de la clínica con niñxs y adolescentes, así como identificar las lagunas, los puntos de
detenimiento que se infieren en dichos modelos teóricos, a fin de posibilitar la apertura de líneas de
investigación en el espacio clínico.
Contemplar los casos ejemplares, plasmados por los investigadores en psicoanálisis, implica establecer el
lugar del caso como instrumento en el campo clínico de investigación. Es en este espacio que se sitúa el
caso clínico, desde las diferentes aristas desde donde puede ser trabajado.
Hay distintas lecturas del caso: el caso que ejemplifica la teoría, el que completa el trabajo conceptual, el
que fundamenta el cuerpo conceptual, o el que lo conmueve y modifica. Los posibles sentidos que
implique la presentación de un caso “va a mostrar” al clínico, expone al investigador, a su esquema de
pensamiento (tal como expresa AULAGNIER).
La relación particular que se establezca con el caso estará marcada por el lugar que se le otorgue al trabajo
de cuestionamiento, de duda. Allí la posición del analista-investigador frente al material clínico instala un
eje central. El uso que se haga del caso estará determinado por la modalidad de relación que se
establezca entre el saber y sus posibilidades de revisión. El caso clínico se puede abrir y complejizar a la luz
de una teoría, o puede ser cristalizado desde una transmisión inerte, en tanto repetitiva.
El caso clínico muestra la compleja articulación que se instaura entre la singularidad del funcionamiento
psíquico y los universales que marca el cuerpo conceptual, la teoría, sobre el funcionamiento psíquico.
Dirá FREUD: “El psicoanálisis se apoya con seguridad en la observación de los hechos de la vida anímica, por
eso, su superestructura teórica es todavía incompleta y se encuentra en un proceso de permanente
transformación”. Se plantean entonces encuentros e intercambios que amplíen la mirada teórico-practica, y
NO que cristalicen el saber produciendo una posición de fijeza e inmovilidad conceptual.
Allí, el pensamiento complejo sostiene su lógica, en tanto el pensamiento complejo no es el pensamiento
completo; por el contrario, sabe de antemano que siempre hay incertidumbre, por eso mismo escapa al
dogmatismo (tal como lo plantea EDGAR MORIN).
El lugar que ocupa el caso clínico se sitúa como consecuencia lógica de la relación establecida entre la
teoría y la clínica a partir de la posición de interrogación asumida frente al saber, cómo opuesto a un
entramado conceptual del orden de lo dogmático. Dirá FREUD en “Consejos al médico” sobre el
tratamiento psicoanalítico: “La coincidencia de investigación y tratamiento en el trabajo analítico es sin
duda uno de los títulos de gloria de este último, sin embargo, la técnica que sirve al segundo se contrapone
hasta cierto punto a la de la primera. Mientras el tratamiento de un caso no esté cerrado, no es bueno
elaborarlo científicamente, componer su edificio, pretender colegir su marca, establecer de tiempo en
tiempo supuestos sobre su estado presente, como lo exigiría el interés científico. El éxito corre peligro en los
casos en que uno de antemano destina el empleo científico y trata según las necesidades de este; por el
contrario, se asegura mejor cuando uno procede como al azar, se deja sorprender por sus virajes,
abandonándolos cada vez con ingenuidad y sin premisas”. Podríamos decir, “aceptando el desafío de las
excursiones por lo incierto”, tal como nos propone FERENCZI.
El caso clínico conlleva un estatuto diferencial en función de la singularidad establecida en la relación
sostenida entre teoría y clínica, en la oferta o no de enunciados conclusivos, en un tiempo anticipado, tal
como plantea FREUD en “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico”.
De esta manera, ubicamos el Caso del pequeño Hans trabajado por FREUD en “Análisis de la fobia de un
niño de 5 años”. Material clínico que abre tanto a la elaboración de interrogantes como a la corroboración
de los supuestos teóricos, sostenido en un posicionamiento marcado por una actitud de revisión.
De un modo diferencial, se presenta el Caso del niño gallo, de FERENCZI, trabajado en “El pequeño hombre
gallo” por el autor y retomado por FREUD en “Tótem y tabú”. Así, como el Caso Fritz de KLEIN, presentado
en “El desarrollo de un niño”. Subrayamos el que se presenten de un modo “diferencial” en la medida en que
los recortes clínicos son ofertados por sus autores con el objeto de aportar desde el campo clínico los
materiales que posibilitarían sostener y corroborar la propuesta teórica elaborada por FREUD. Así, el caso
clínico se presenta al servicio de la confirmación de lo ya sabido y enunciado por el marco conceptual.
Por su parte, ANNA FREUD en su texto “Psicoanálisis del niño”, a partir del relato y entrecruzamiento de los
historiales narrados, presenta a La niña de los demonios, en tanto uno de los casos clínicos que ilustran el
cuerpo conceptual por ella sostenido.
Por último, el Caso Philippe de AULAGNIER, que la autora desarrolla en su libro “El aprendiz de historiador
y el maestro brujo”.
Se presentan estos casos ejemplares a partir de los modos diferenciales que es posible inferir en torno a la
relación teoría-clínica, en función del lugar otorgado al caso clínico.
Vamos a detenernos en el Caso Fritz que KLEIN presenta en “El desarrollo de un niño” en 1921. El
mencionado texto se encuentra estructurado en dos partes:
 Una primera parte que titula “La influencia del esclarecimiento sexual y la disminución de la autoridad
sobre el desarrollo intelectual de los niñxs”, presentado en la Sociedad Psicoanalítica Húngara en 1919.
 Una segunda parte, titulada “La resistencia del niño, el esclarecimiento sexual”, presentado en la
Sociedad Psicoanalítica de Berlín en 1921.
Es desde un sostén dado por una línea teórico-clínica filiatoria heredada de FREUD, que KLEIN se sitúa en la
construcción de una versión que da cuenta de los orígenes de la práctica clínica del psicoanálisis con niñxs.
La presentación del Caso Fritz emplaza a KLEIN en el espacio clínico en su primera ligazón a la educación,
pese a constituirse posteriormente en la representante de la “Escuela Inglesa” o “Corriente Analítica”. En
dicho marco, presenta el Caso Fritz como “el caso de crianza de un niño bajo parámetros psicoanalíticos”.
El Caso Fritz implica el origen no solo de la práctica clínica de KLEIN, sino los comienzos de la práctica
analítica con niños. En el texto, a partir del trabajo sobre el material clínico, la autora se ocupa de las
nociones conceptuales freudianas y el marco teórico seleccionado en su aplicación es constatado en la
observación. KLEIN en este caso dará cuenta de:
 estar interesada en justificar su posición teórica y constatar la teoría freudiana;
 fundamentar la validez de la intervención clínica temprana desde el campo del psicoanálisis en los
tiempos previos a la entrada en la latencia.
Desde esta posición, KLEIN propone un “MÉTODO DE OBSERVACIÓN CLÍNICA” (que se sostiene en la
comparación con observaciones clínicas previas de otros niños) con el modelo conceptual freudiano, y con
la utilización del caso clínico para corroborar la teoría (corrobora las hipótesis que FREUD elaborara en
torno a la sexualidad infantil a partir del análisis de adultos).

Por su parte, AULAGNIER, en “El aprendiz de historiador y el maestro brujo” (de 1984) esboza cuatro
“versiones” en relación al Caso Philippe:
 PRIMERA VERSIÓN: la de Philippe, quien es su protagonista y autor, historia que remite a una
causalidad delirante.
 SEGUNDA VERSIÓN: la que proporcionan los padres en las entrevistas realizadas, versión que ignora y
niega el papel que desempeñaron.
 TERCERA VERSIÓN: “la mía” expresa la autora, “que se elabora y modifica al hilo de mi escucha”,
resultado espontaneo de esa actividad de teorización flotante, que es propia del pensamiento del
analista. Versión para uso personal, que articula una serie de hipótesis interpretativas que parten de los
acontecimientos del que hablan los relatos de Philippe y de sus padres. Dirá AULAGNIER: “Versión
hipotética que me permitirá hacer avanzar mis interrogaciones teóricas, y facilitar mí escucha. Así, como
la redacción de una nueva historia”.
 CUARTA VERSIÓN: la que empiezan a escribir conjuntamente.
Cuatro versiones que dan cuenta de la articulación dada entre lo ya sabido, y lo imprevisto del encuentro
clínico, lo no sabido de la teoría.
Es posible entonces hacer una lectura de las diversas posiciones asumidas por los autores trabajados,
respecto del lugar otorgado al caso clínico.
Así, para KLEIN el relato del recorte clínico, al ser narrado y trabajado, pareciera presentar el estatuto de
aquello que ejemplifica las formulaciones teóricas. El caso clínico se introduciría a modo de
fundamentación de los supuestos teóricos; y el material clínico entonces daría cuenta de la función de ser
presentado a fin de confirmar lo ya sabido de la propuesta conceptual.
Por su parte, AULAGNIER, al ofertar las cuatro versiones, da cuenta de un posicionamiento e
interrogación, de teorización flotante, que marca la permanente y relevante articulación entre teoría y
clínica, en donde la idea de articulación no es concebida como el encastre perfecto de piezas de un
rompecabezas, sino como noción que contempla, delimita e interroga las semejanzas y las diferencias que
contienen en su interior puntos de encuentro y de distancia entre los que se puede construir puentes a
partir del despliegue de la singularidad de cada historia.
LA DELIMITACIÓN DE CUATRO VERSIONES ROMPE CON LA IDEA DE UNA VERSIÓN QUE REMITE A UNA
ÚNICA VERDAD: las narraciones clínicas, la singularidad de la historia, no se ajustan a la letra del texto, no
son la inagotable repetición de un historial clínico freudiano, en beneficio de aquel que consulta y nuestro.

En consonancia con lo planteado, WINNICOTT se ubica en un espacio no dogmático, sostenido en la


impronta pediátrica, que influyó en su forma de concebir el psicoanálisis, ya que como pediatra accedía de
modo diferente al niñx y a su familia. Desde tal posicionamiento antidogmático, supone la articulación
dada entre la teoría y la clínica manifestando que la teoría se encuentra siempre en el “trasfondo”, de modo
tal que le posibilite evaluar aquello por el realizado en el espacio clínico y que en el artículo “El juego del
garabato” expresa: “Para describir el juego ha sido menester dar un ejemplo, lo cual implicó la descripción
de un caso, pero no hay dos casos iguales, y por ende un solo ejemplo puede resultar engañoso, se invita al
investigador a que estudie este caso junto con los otros publicados”.
Un solo caso entonces puede ser engañoso, y la teoría en ocasiones también. La teoría no está
definitivamente escrita, la escritura de la teoría no es indeleble, se recrea y modifica en cada encuentro, en
el encuentro con un otro cada vez volvemos a conceptualizar las nociones, volvemos a escribir la teoría
de modo que contenga la huella de la singularidad. Allí hay desafío, allí nos decapturamos de la ortodoxia.
En vinculación a ello, WINNICOTT enuncia que cada vez que surge un teórico-investigador que logra
desprenderse de lo ya pensado en el campo disciplinar, que introduce algo del orden de la creación, de la
originalidad, surge un “-ISMO”: “kleinismo”, “lacanismo”, que se transforman en un obstáculo a la
autonomía; allí, la teoría deviene engañosa.
Para finalizar, y en consonancia con lo trabajado hasta el momento, expresa AULAGNIER en “Un intérprete
en busca de sentido”: “No hay historia clínica, por ejemplar o particular que sea, que se deje reducir a una
lectura teórica en cuya elaboración, sin embargo, ha contribuido, al menos que se extraiga artificialmente a
una única faceta y se olviden todas las otras que componen el prisma psíquico. Este último nos confronta a
un juego de luz y sombra, a movimientos que proyectan la luz, de una faceta sobre la otra, dejando en la
sombra a una tercera. El prisma humano, mientras la muerte no se mezcla, jamás se deja recubrir
totalmente por una malla teórica que podría ofrecernos una imagen fija, nítida, inamovible. El discurso
clínico desborda siempre su contraparte teórica, si bien ilustra nuestras hipótesis, esclarece a la vez lo que
aquellas han dejado en la sombra”.
[LOS INICIOS DE LA PRÁCTICA CLÍNICA CON NIÑXS Y ADOLESCENTES]

A fin de profundizar en torno a esta temática, se delimitan los siguientes contenidos:


 La constitución de un campo de interrogación clínica.
 Antecedentes históricos del psicoanálisis con niñxs.
 Diferentes modelos teórico-clínicos.
 Interrogantes y debates al torno a la delimitación de su especificidad.
Remitirnos a los orígenes de la clínica con niñxs y adolescentes implica recuperar los fundamentos
freudianos, así como delimitar el contexto y condiciones de producción del inicio de esta práctica.
La indagación respecto de los antecedentes históricos de la clínica analítica con niñxs, si bien comprende
una práctica marcada por un amplio, complejo y sostenido debate en el seno de las asociaciones
psicoanalíticas que condujo al emplazamiento de posiciones antagónicas (poniendo en cuestión sus
alcances y sus límites, dando lugar a puntos de continuidad y de ruptura), preconduce sus raíces a la obra
freudiana, de modo tal que el cuerpo teórico-clínico propuesto por el autor no solo oferta la trama
conceptual, sino también singulares referencias de intervención clínica con niñxs y adolescentes.
Consecuentemente, podemos ubicar en su obra, a Katharina de 18 años de edad, a Dora de 16 años, y a
Hans a los 5 y a los 19 años de edad. Historiales freudianos que comprenden los tiempos de la infancia y la
adolescencia en un tiempo también temprano y fecundo, en el campo de su producción teórico-clínica, en
la construcción de su edificio teórico.

Con el objeto de dirigirnos a los orígenes de la clínica con niñxs y adolescentes, nos detendremos en
algunos de los textos que constituyen un antecedente relevante en la obra freudiana, textos en los que es
posible inferir cómo el mismo FREUD se nutre de las novedades aportadas por aquellos que inauguran este
nuevo campo de intervención, de las producciones que los jóvenes analistas le proporcionan. Para ello, nos
entraremos entonces en tres escritos:
 El “Apéndice” agregado en el año 1922 al “Análisis de la fobia de un niño de 5 años” (de 1909).
 “¿Pueden los legos ejercer el análisis?” de 1926.
 “Conferencia 34: Esclarecimientos, aplicaciones y orientaciones” de 1932.
En estos textos, y a partir del pensamiento freudiano plasmado en ellos, es posible colegir los
interlocutores que se configuran, y delimitar los conflictos al interior de las instituciones analíticas que
hacen a las condiciones históricas de producción en el marco de una determinada comunidad científica.

Tomaremos en primera instancia “Análisis de la fobia de un niño de 5 años” de 1909.


El Caso Hans de FREUD se ubica como uno de los historiales precedentes en el espacio del análisis infantil,
más allá de la singularidad de la intervención freudiana a través de los encuentros con el padre del
pequeño niño. Así, en el “Apéndice” que el autor introduce en el año 1922, plantea la oposición de la
comunidad psicoanalítica del momento ante la intervención temprana con un niño. De ese modo, FREUD
introduce el intenso debate producido en torno a los interrogantes y sentencias elaboradas a partir de
delimitar las posibilidades de analizabilidad en el niño.
En referencia a ello, plantea que la publicación del primer análisis de un niño había provocado gran
escándalo e indignación, profetizándose los efectos iatrogénicos que acarrearía dicha intervención en la
psique infantil. En el año 1922, momento en que FREUD se encuentra nuevamente con Hans, expresa que
ninguno de los temores anticipados se había cumplido, encontrándose él con un joven de 19 años sano y
productivo, que no padecía males ni inhibiciones, y que había atravesado sin daño la pubertad, al tiempo
que había logrado superar sin inconvenientes el divorcio de sus padres, señalando luego allí lo que sería tal
vez el indicador más relevante (junto al atravesamiento sin daño de la pubertad): que el análisis había
caído bajo la amnesia infantil.

El segundo texto propuesto es “Pueden los legos ejercer el análisis” de 1926.


Interesa que nos centremos en dos aspectos que hacen a la temática que estamos abordando.
Por un lado, el escrito da cuenta de las diferencias de posición al interior de las instituciones analíticas
respecto de la posibilidad de ejercer el psicoanálisis por aquellos que no poseían título de médico. Al
respecto, FREUD entendía que el psicoanálisis no debía ser un área de intervención exclusiva de la
medicina, e infería que la condición de ser médico para su ejercicio era un retoño desfigurado de la idea de
que nadie lo ejerza.
Por otra parte, dice que, habiendo descubierto el contenido sexual en la infancia (en primera instancia a
partir del análisis de los adultos, y posteriormente a partir del análisis de los propios niñxs), las hipótesis
por él elaboradas habían logrado ser corroboradas. En este punto, el presente texto marca un tiempo
diferente del de “Análisis de la fobia de un niño de 5 años”, dado que ya nos encontramos a FREUD
nutriéndose de los aportes de los analistas que se iniciaban en ese nuevo espacio de intervención clínica.
De esta manera, desde el dialogo ficcional que mantiene el autor con un “juez imparcial”:
 expone que el análisis temprano de niñxs da muy buen resultado;
 expone lo avanzado que es un niñx de 4 a 5 años, tanto en el plano de su inquietud y curiosidad
intelectual y sexual (como plantea el período de florecimiento sexual);
 agrega que la intervención analítica en la infancia debe combinarse con “medidas pedagógicas”, a
partir de la técnica en proceso de desarrollo planteada por su hija ANNA, a quien se refiere como
consagrada al análisis pedagógico de niñxs y jóvenes.
Sobre este último punto, se evidencia la toma de posición de FREUD ante las escuelas diferenciadas que se
configuran en el tiempo inaugural de la clínica con niñxs, así como de silenciamiento, de exclusión por
omisión, frente a los conflictos en el marco de las asociaciones analíticas.

Por último, la “Conferencia 34: esclarecimientos, aplicaciones, orientaciones” de 1932.


En dicha conferencia, habiendo transcurrido ya bastante tiempo respecto de las primeras intervenciones
analíticas con niñxs, algo insiste del marco de conflictos dado en el contexto de inicio de la clínica analítica
infantil. Así, FREUD, partiendo de la idea de que las aplicaciones del psicoanálisis son siempre
corroboraciones de él, destaca la relevancia de la aplicación del psicoanálisis al campo de la pedagogía,
retomando el infundado temor de los opositores al análisis de causar daño al niñx a través de su inclusión
en el dispositivo analítico.
En su respuesta, se empeña en enunciar que el niñx es un objeto altamente favorable para la terapia
analítica, al tiempo que es un objeto que requiere de la modificación de la técnica de tratamiento que
fuera elaborada en el encuentro con adultxs. De esta manera, introduce al juego en el espacio analítico,
sin mencionar a KLEIN. Asimismo, y paradójicamente, allí, en alianza con la propuesta realizada por ANNA,
en este escrito el autor ya no describe al niño desde la faceta que supone subrayar su curiosidad y
florecimiento tanto intelectual como sexual, sino que presenta al niño como un ser inacabado y endeble,
que aún no posee Superyó, que no tolera la técnica de la libre asociación, y que requiere del influjo
analítico de los progenitores dado que las resistencias en él están sustituidas por la resistencia parental.
Enunciados que abren a la posibilidad de comenzar a ubicar ciertas coordenadas en torno a la especificidad
de la intervención clínica con niñxs, a la vez que introducen un diverso y contradictorio planteo (faceta
manifiesta de los conflictos institucionales, de los conflictos de escuelas que marcan posiciones
antagónicas; conflictos ante la elección de la legítima heredera del psicoanálisis por parte de un padre).

El inicio del psicoanálisis con niñxs se produjo en un contexto surcado por el intenso debate dado en
torno al ejercicio del análisis por aquellos que no eran médicos, por los comienzos del establecimiento
de la institucionalización de la formación de los analistas.
En este marco de discusión, los psicoanalistas de niños quedaron eximidos, en el sentido de no ser
reclamada para ellxs la formación médica exigida para los analistas de adultxs, eximición vinculada sea
como efecto o como causa a la inicial ligazón al campo de la pedagogía.
El debate y el conflicto no fue una marca ajena en los orígenes de la clínica con niñxs. Sus inicios se
encuentran atravesados y organizados por el conflicto, el rechazo, las alianzas, el silencio y por una versión
oficial de la historia encarnada en la figura de ANNA y KLEIN que conduce al emplazamiento de dos
escuelas antagónicas en torno a las que se formalizó la elaboración de los interrogantes vinculados a los
alcances y los límites del análisis infantil (que profundizan el debate ya instalado entonces a partir de la
intervención de FREUD con Hans respecto de las posibilidades de analizabilidad en el niñx).
Los analistas de niñxs fueron exentos de la formación médica establecida como condición necesaria para
los analistas de adultxs, posiblemente al encontrar el sostén de sus intervenciones en los lineamientos
habilitados por el campo pedagógico. Pese a ello, de todos modos, desde su punto de partida no quedaron
eximidos de la introducción y discusión en torno a un conjunto de interrogantes vinculados a enunciados
expresados y, paradójicamente, a enunciados silenciados, que parecen marcar un destino de destierro
dentro del origen, de la historia de origen del psicoanálisis infantil. En función de ello, nos detendremos
por un momento en aquellas analistas que trazaron también los orígenes de la clínica analítica con niñxs
y adolescentes, pese a la trama de silencio en la que la historia se inserta.
Así se presentan SOPHIE MORGENSTEIN y EUGENINE SOKOLINKA, ambas de origen polaco, integrantes de
la Asociación Psicoanalítica de Paris. Se constituyeron en Francia como las primeras analistas de niñxs,
sostienen sus intervenciones en la vertiente pedagógica, así como sus tesis en torno al lugar del juego y el
dibujo. Se encontraban interesadas en indagar respecto de la relación de los niñxs con sus progenitores.
En equivalente línea de pensamiento ubicamos a TATIANA ROSSENTAL, miembro de la Sociedad
Psicoanalítica de Viena, quien se dedicó a la transmisión del psicoanálisis en Rusia, sosteniendo el anclaje
de la vertiente educativa en el marco del psicoanálisis infantil.
Entendiendo que el modelo conceptual psicoanalítico debía ser estructurante de la educación, el espacio
clínico infantil se inaugura como una práctica controvertida y, en la medida que la trayectoria de estas
analistas -entre otras-, en el singular contexto en el que se emplazan, se encuentran marcadas por disputas
conceptuales, obras perdidas y escritos falseados por interrogantes respecto de aquellos padres analistas
que conducen los análisis de sus hijos, así, como por cuestionamientos en torno a los alcances y límites del
campo disciplinar y por conflictos vinculados a líneas de poder inmersas en el entrecruzamiento de alianzas
institucionales.
Los inicios del análisis infantil se vieron plagados de conflictos, como todo nuevo campo que se hace un
espacio conmoviendo lo instituido. Tal como nos lo muestra la trayectoria de ABERASTURY en los inicios de
la clínica analítica con niñxs en nuestro país. En dicho contexto, se inscriben las preguntas de investigación
y la producción clínica de analistas que abren y se asientan en un nuevo campo de intervención,
ubicándose en el centro de los debates, sosteniendo un espacio de discusión, pero quedando en los bordes
de la historia de la clínica analítica con niñxs y adolescentes.
Contemporánea a ellas y también en los bordes de las narraciones oficiales, se ubica HUG-HELLMUTH,
identificada como pionera del psicoanálisis infantil. Fue una institutriz austriaca, integrante de la Sociedad
Psicoanalítica de Viena, siendo su trayectoria durante un lapso de tiempo avalada por FREUD. Interesada
en el análisis de niñxs en articulación a la pedagogía, desarrolló la propuesta de “intervenciones
educativas”. De ese modo, aplicó la enseñanza de FREUD a la educación de los niñxs, ofertando el
conocimiento del modelo psicoanalítico a padres y educadores. Utilizó, al igual que sus contemporáneas,
el juego y el dibujo en el trabajo analítico con niñxs, sin realizar una tarea de formalización al respecto,
introduciendo entonces lo que dio en llamar la “Técnica Terapéutica Educativa” (a profundizar cuando se
aborde la unidad temática de juego). Pionera del psicoanálisis infantil, y pese a ser quien introdujo el juego
en el espacio analítico con niñxs, su trayectoria, al igual que la de sus coetáneas, recayó luego de este
primer tramo de la historia del análisis con niños bajo la maleza. Es posible recuperar ciertas aristas de su
propuesta a partir de algunos fragmentos que en su recorrido señalan ANNA y KLEIN.
La clínica psicoanalítica con niñxs surge en un espacio de debates y conflictos políticos al interior de las
instituciones analíticas (donde se hallaban en juego discusiones teóricas, prácticas, y de incumbencia
disciplinar). Su constitución, por tanto, no contempla posiciones ingenuas, homogéneas, ni por ende ajenas
a un campo de fuerzas de poder. Su origen no responde a coordenadas históricas lineales, ni se agota en el
mito de origen marcado por el antagonismo y protagonismo de ANNA y KLEIN.
Para finalizar, recuperaremos lo expresado por FENDRIK en “Psicoanálisis para niñxs, ficción de sus
orígenes”: “La historia oficial del psicoanálisis de niños, centrada en el eje tantas veces repetido de la
polémica Freud-Klein, opera al modo de un recuerdo encubridor que, velando los orígenes, acaso impidió
acceder al conocimiento de ciertos hechos de importancia singular y, al mismo tiempo, opacó la lectura de
los testimonios inaugurales. En estos se puede describir la enunciación, es decir, la posición subjetiva desde
la cual los conceptos fueron enunciados”.

A modo de repaso:
 Ubicamos los fundamentos conceptuales, así como los antecedentes de intervención clínica que hallan
su anclaje en la obra freudiana;
 De ese andamiaje teórico-clínico se desprenden los singulares aportes de las analistas que, con sus
propuestas, inauguraron e instalaron los cimientos que permitieron el emplazamiento de un nuevo
campo de intervención;
 Mencionamos a MORGENSTEIN, ROSENTALL y a HUG-HELLMUTH que, con sus iniciales ofertas de
intervención, dadas en el marco de la relación psicoanálisis-educación, instalaron la trama que dio lugar
a avanzar en relación a la pregunta acerca de las posibilidades de analizabilidad en el niño;
 Vimos cómo ese interrogante se inserta en un espacio surcado por conflictos políticos, por pujas de
poder en el vínculo que suponen con el saber instituido, por la institucionalización de la formación
analítica, por entrecruzamientos discursivos, por incumbencias disciplinares, escritos extraviados,
textos falseados, reconocimientos y destierros;
 A partir de las palabras y el silencio de las continuidades y rupturas teórico-clínicas que configuran este
primer tramo de la historia de origen de la clínica analítica infantil, encuentran su lugar ANNA y KLEIN.
[PROPUESTA TEÓRICO-CLÍNICA DE ANNA FREUD Y MELANIE KLEIN]

Ambas analistas son reconocidas como pioneras en la conformación de la clínica con niñxs y
adolescentes. Desde un punto de origen común (que supone la articulación entre psicoanálisis y
pedagogía), edifican y se anclan en posiciones diferenciadas.
Dialogan, debaten, se interrogan y ofertan posibles respuestas acerca del eje central constituido en torno a
las posibilidades de analizabilidad en el niño.
Es sostenida en una línea filiatoria teórico-práctica heredada de la propuesta freudiana, que KLEIN se
ubica en la elaboración de una versión que da cuenta de los inicios de la clínica analítica con niñxs.
DICHO ORIGEN SE ENMARCA EN EL DEBATE Y OPOSICIÓN DADA CON ANNA, A PARTIR DE QUE AMBAS
SOSTIENEN MODOS DIFERENCIALES DE CONCEBIR EL FUNCIONAMIENTO PSÍQUICO Y, POR ENDE, DE
ENTENDER DIFERENCIALMENTE LAS POSIBILIDADES DE ANALIZABILIDAD EN EL NIÑX.
El mencionado debate admite la puesta en juego de dos marcos conceptuales que suponen las dos escuelas
diferentes en las que están insertas las autoras:
 ESCUELA DE VIENA o CORRIENTE PEDAGÓGICA, representada por ANNA.
 ESCUELA INGLESA o CORRIENTE ANALÍTICA, representada por KLEIN.

PLANTEO RESPECTO DE LOS ALCANCES Y LOS LÍMITES DEL ANÁLISIS CON NIÑXS DE ANNA FREUD:
Por su parte, ANNA se vio obligada a repensar el dispositivo propuesto por FREUD, en función de la
particularidad que sitúa el niñx: CONCIBE AL PSIQUISMO INFANTIL COMO ENDEBLE, INMADURO Y
DEPENDIENTE, Y POR ENDE COMO DIFERENTE AL DEL ADULTO.
En su texto “Psicoanálisis Del Niño” dará cuenta de la posición diferencial adoptada por el niñx respecto del
adultx ante la situación analítica, a partir de considerar que:
 el niño no presenta conciencia de enfermedad (por ende, tampoco deseo de curarse),
 el niño no cuenta con la posibilidad de asociar libremente (por ende, tampoco de establecer la
transferencia).
ANNA se interroga respecto de las particularidades del psiquismo infantil y, consecuentemente, las
particularidades del dispositivo. De este modo expresa: “Pero aquí cabe preguntarse si el niñx se encuentra
en la misma situación de transferencia que el adultx, de qué manera y bajo qué forma se manifiestan sus
tendencias transferenciales, y en qué medida se prestan para la interpretación”.
Frente al trabajo teórico-clínico sostenido en un posicionamiento de interrogación, estableció su enfoque
considerando necesaria la implementación de un tiempo previo al análisis.
Hablará de un “PERÍODO PREPARATORIO AL ANÁLISIS” que, fundado en la intervención pedagógica,
facilitaría la constitución de la faltante consciencia de enfermedad y su consecuentemente deseo de
curación, a partir de la creación de un vínculo fuerte y positivo que posibilitaría la continuación del
trayecto terapéutico (por lo menos en términos de instauración de un lazo de confianza).
Así lo expresa ANNA en su texto: “Como tema de mi primera conferencia, expondré 6 casos, de 6 a 11 años
de edad, demostrando cómo logré hacer “analizables”, en el sentido del adulto, a mis pequeños pacientes,
es decir, cómo pude establecer en ellos la conciencia de su enfermedad, infundirles confianza en el análisis y
en el analista. Esta finalidad exige en el niño un período de introducción que no necesitamos en el
tratamiento del adulto. En esa fase no se puede pensar en hacer conscientes los procesos inconscientes, ni
en ejercer influencia analítica sobre el enfermo, no se trata más que de convertir determinada situación
inconveniente en otra más ventajosa”.
Propondrá la utilización de lo que conceptualiza como “RECURSOS TÉCNICOS AUXILIARES”, donde incluye:
la historia de la enfermedad (a partir de los aportes de la pareja parental); la interpretación de los sueños;
las fantasías diurnas; y los dibujos.
Sobre ese último punto, criticará el lugar que ocupa el juego en el análisis sostenido por KLEIN.
En oposición al planteo propuesto por KLEIN, ANNA señala los obstáculos para instaurar la situación
analítica con niñxs si no se cuenta con la posibilidad de intervenir desde la vertiente pedagógica (que
supone la vinculación afectiva con el analista, destacando el lugar de la transferencia positiva).
Al mismo tiempo, subraya las dificultades para producir una neurosis de transferencia, en la medida que
los objetos originales en referencia a la pareja parental continúan presentes como objetos en la realidad,
no solamente en la fantasía, no habiendo agotado aún el niñx la vieja edición (retomando aquí la idea de
“clisé” planteada por FREUD).
Obtenida entonces la transferencia positiva, a partir de la tarea pedagógica, ANNA evita la instalación de
la transferencia negativa, vertiente de la transferencia que se abre paso en cada intento de librar aspectos
del material reprimido originándose consecuentemente la resistencia por parte del Yo.
De presentificarse la transferencia negativa, la autora trabaja en función de su pronta resolución, a
través de vías no analíticas de intervención. En la medida en que dice: “Para que la labor se torne fructífera,
deberán sostenerse vía mediación de la relación positiva con el analista”.
ANNA sostiene que, bajo el influjo de la transferencia positiva, el niñx puede, por amor al analista, ofrecer
ciertas asociaciones verbales, subrayando que, aunque se dé lugar a expresiones transferenciales positivas
o negativas por parte del pequeño, éste no configura una verdadera neurosis de transferencia, debiendo
el analista sostener la función de educador, en tanto que el Superyó del niñx es aún inmaduro y requiere de
los objetos externos. Esto lo expresa en el texto de la siguiente manera: “El analista reúne en su persona
dos misiones difíciles, y en realidad diametralmente opuestas: las de analizar y educar a la vez; es decir,
permitir y prohibir al mismo tiempo, librar y volver a coartar simultáneamente”.

PLANTEO RESPECTO DE LOS ALCANCES Y LOS LÍMITES DEL ANÁLISIS CON NIÑXS DE MELANIE KLEIN:
A partir de la propuesta realizada por ANNA, KLEIN concluye que el análisis es incompatible con una
intervención del tipo pedagógica, y que de esa manera no se establece una verdadera situación analítica.
KLEIN DESTACA LAS POSIBILIDADES DE INSTALACIÓN DE UNA NEUROSIS DE TRANSFERENCIA ANÁLOGA
DEL ADULTX, así como la importancia de situar desde el comienzo la transferencia positiva y la transferencia
negativa a fin de determinar sus raíces en la situación edípica, sosteniendo su propuesta en la premisa que
implica pensar un inconsciente funcionando desde los orígenes, endógenamente determinado.
La transferencia se instaura como una coordenada fundamental para aproximarse a la problemática
infantil, donde la repetición bajo transferencia posibilita el acceso a situaciones que remiten a los primeros
meses de vida.
Expresa en 1952 en “Los orígenes de la transferencia” que el profundo acceso al inconsciente, en la medida
que posibilite el acercamiento al pasado en su vertiente realista y fantaseada, dará lugar a una mayor
comprensión de la transferencia. Dirá: “Sacaré ahora la conclusión sobre la cual descansa este trabajo.
Sostengo que la transferencia se origina en los mismos procesos que determinan las relaciones de objeto en
los primeros estadios, tenemos que remontarnos una y otra vez en el análisis hacia las fluctuaciones entre
los objetos amados y odiados, internos y externos que dominan la primera infancia. Solo podemos apreciar
la interconexión entre la transferencia positiva y negativa si exploramos el primer interjuego entre el amor y
el odio. El análisis de la transferencia negativa como el de la positiva, es un principio imprescindible para
el tratamiento de todo tipo de pacientes, trátese de niñxs como de adultxs”.
Consecuentemente, KLEIN podrá sostener que es posible acceder al complejo de Edipo de forma
semejante al adultx, aclarando allí que, si el niñx no asocia no es porque no pueda, sino debido al lugar
que ocupa la angustia.
En el niñx, la ansiedad y el sentimiento de culpa tienen su raíz en los impulsos agresivos vinculados al
entramado edípico; así, desde el inicio, sostiene que a partir del material ofrecido por el paciente el
analista se encuentra habilitado a interpretar, debido a que la transferencia en los niñxs es inmediata,
dando espacio al surgimiento de aspectos de carácter positivo. Ahora bien, la interpretación es imperiosa a
partir de la instalación de la transferencia negativa, que puede presentificarse bajo la forma de miedo,
timidez, ansiedad, desconfianza, reserva o disgusto en la medida que posibilita el enlace de los afectos
negativos con los objetos originarios, retrotrayéndose entonces al entramado edípico.
Desprendiéndose lógicamente de lo expresado, así dice KLEIN: “Para ambos, niño y adulto, los
prerrequisitos fundamentales del análisis son los mismos: interpretación acertada, constante resolución de
las resistencias, permanente referencia de la transferencia a las situaciones primeras, todo esto crea y
mantiene una correcta situación analítica, en el niño no menos que en el adulto. Una condición necesaria
para llegar a estos resultados es el abstenerse de toda influencia educacional como en los análisis de
adultxs, se debe trabajar con la transferencia igual que en los análisis de los adultxs”.
Los principios del análisis de adultxs y de niñxs serán los mismos, la diferencia radica en el campo de la
técnica: ASOCIACIÓN LIBRE PARA EL ADULTO /// JUEGO PARA EL NIÑO.
El JUEGO se configurará para la autora como el medio más adecuado de expresión para el niñx,
estableciéndose como la forma de exceder a las asociaciones de este y, por ende, a su inconsciente. Así, KLEIN
lee e interpreta la transferencia en las alusiones que están en el juego, en tanto material que está
desplazado y simbolizado. Transferencia y juego se situarán entonces como motor del análisis.

El debate establecido entre ANNA y KLEIN en los inicios de la clínica analítica con niñxs se da en el marco
de la subyacente disputa en torno del establecimiento de la legítima herencia respecto de una línea
filiatoria teórico-clínica freudiana.
En su trayecto, este debate muestra el trazado de respuestas heterogéneas en lo tocante a la interrogación
planteada acerca de las posibilidadades de analizabilidad en el niñx, y que conducen necesariamente al
origen de la conformación de un campo analítico de intervención, al tiempo fundacional de la clínica con
niñxs, en tanto abordaje posible y diferenciado del análisis de adultxs.
Hablamos entonces de un origen marcado por la compleja articulación dada entre la clínica y las
confrontaciones establecidas al interior de las instituciones.
En la medida que ANNA, desde su posición, encuentra obstáculos en la viabilidad de una intervención
analítica temprana; KLEIN, sostenida en los lineamientos teóricos propuestos por FREUD, retoma su
conceptualización haciéndola trabajar, en tanto continúa con las investigaciones freudianas, y las aplica al
espacio clínico. Ahora bien, KLEIN no solo está interesada en justificar su posición teórica, sino en
fundamentar la validez de la intervención clínica temprana desde el campo del psicoanálisis en los
tiempos previos a la entrada en la latencia.
El psiquismo infantil como “psiquismo en constitución” NO es una idea sostenida por KLEIN: ella más bien
plantea un inconsciente que funciona desde los orígenes, un psiquismo endógenamente determinado.
BLEICHMAR planteará que el sostenimiento por parte de KLEIN del dispositivo analítico -como propuesto
por FREUD- implica el ajuste del objeto al método: si el objeto es el psiquismo del niño, y el método
psicoanalítico es de asociación libre, se ajusta el objeto al método al decir que el psiquismo del niño es
homólogo al del adulto en tanto ambos tienen inconsciente sobre el que se puede operar analíticamente.
Dicho ajuste del objeto al método supone incluir al niñx pequeño en el campo del análisis, y esto supone
fundar un espacio posible de intervención clínica previo a la entrada en la latencia, allí radica su interés.
En dicho contexto, la autora establece las posibilidades de constitución de una verdadera neurosis de
transferencia por parte del pequeño paciente, por lo que no deviene tal concepto en una noción a ser re
interrogada, sino a ser sostenida.
Por su parte, ANNA plantea el carácter diferencial del psiquismo infantil respecto del adultx, hecho que
la obliga a repensar las posibilidades del niñx de establecer la transferencia del mismo modo que el
adultx. Se interroga en torno a la modalidad en que las tendencias transferenciales podrían presentificarse
y así dar lugar a la eficacia de la interpretación.
ANNA delimita la complejidad para instaurar la situación analítica con niñxs, subrayando allí la importancia
desde el marco dado por la tarea pedagógica, es decir, desde la vinculación afectiva con el analista, que
supone la necesidad de evitar la instalación de la transferencia negativa. Al respecto, así concluye: “La
vinculación cariñosa, la transferencia positiva, es la condición previa de todo el trabajo ulterior, el análisis
del niño aun exige de esta vinculación muchísimo más que el del adulto, pues además de la finalidad
analítica, persigue también cierto objetivo pedagógico”.
En oposición a lo planteado, KLEIN sostiene la incompatibilidad de la tarea analítica y educativa, dando
cuenta de las posibilidades de instalación de la transferencia tanto positiva como negativa, al modo del
análisis de adultxs. Consecuentemente, se le hace necesaria la concepción y sostenimiento de un
inconsciente funcionando desde los orígenes, de la sexualidad infantil, así como la posibilidad de la
instalación de la transferencia y la apertura hacia la interpretación, al igual que en el adultx.
KLEIN sostiene su práctica y su tarea de investigación en la premisa que supone que la diferencia del
análisis de niñxs respecto del análisis de adultxs radica en el campo de la técnica y no en los principios
rectores del tratamiento. Enunciará en “La técnica psicoanalítica del juego: su historia y significado”, lo
siguiente: “Mi investigación con niños y adultos y mi contribución a la teoría psicoanalítica como un todo,
deriva en última instancia de la técnica del juego que desarrollé con niños pequeños”.
Finalmente, KLEIN señaló en el “Simposium” (1927) que el análisis de niñxs tuvo un desarrollo menos
favorable que el del adultx, en tanto campo de investigación está cargado de prejuicios y de falta de libertad,
a partir de los límites impuestos respecto de la exploración e intervención en la trama edípica. Asimismo,
ANNA plantea que los desarrollos referidos al análisis de niños encontró escollos en tanto desde sus inicios
no se presentó como un espacio homogéneo, sino como un campo en el que primaron dos líneas de
pensamiento claramente diferenciadas, concernientes tanto a la esfera técnica como a los aspectos teóricos.
A modo de cuadro sintético:

ANNA FREUD MELANIE KLEIN

Análisis como aliado de la educación Incompatibilidad entre análisis y educación

Psiquismo infantil endeble, inmaduro y Inconsciente funcionando desde los orígenes


dependiente, diferente al psiquismo adulto (endógenamente determinado)

Trabajo con la transferencia positiva Trabajo con la transferencia positiva y negativa

No explora la conciencia de enfermedad Explora la conciencia de enfermedad

Cuestiona el estatuto del juego Juego como equivalente a asociación libre

De este modo, se inscriben, se articulan, dialogan y se diferencian dos versiones en el origen de la clínica
analítica con niñxs y adolescentes que han operado como fundamento y punto de partida en la constitución
del inicio de la clínica analítica de niñxs y adolescentes en la Argentina bajo la figura de ABERASTURY.
Fundamento y punto de partida que se da interrogado por la lectura y el posicionamiento asumido por
BLEICHMAR en la elaboración de su modelo, de su propuesta teórico-clínica.
Damos cuenta así de los movimientos de retorno y olvido, de continuidad, de rupturas, bifurcaciones,
respuestas posibles y lagunas que todo el modelo teórico contempla en su organización y sostenimiento.
Ubicamos a ABERASTURY, a quien es oportuno mencionar en función del trabajo tanto de pensamiento
como de intervención en el campo de la clínica en las instituciones públicas, que conduce a la fundación de
un espacio clínico con niñxs desde la perspectiva teórica psicoanalítica en nuestro país. Vinculada
inicialmente en disciplinas educativas, se emplaza como precursora del movimiento psicoanalítico en la
Argentina, realizando su formación, su análisis didáctico, con ÁNGEL GARMA, erigiéndose luego en una de
las principales analistas miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
A partir de sostener un pensamiento abierto y antidogmático, se inicia e inicia en psicoanálisis de niñxs con
la propuesta de MORGENSTEIN en torno al dibujo, adhiriendo posteriormente al pensamiento kleiniano
desde una posición que le posibilitara integrar y mantener aspectos de la obra de ANNA. Tal
posicionamiento también le permitió luego incorporar y difundir en nuestro país la propuesta teórico-clínica
de WINNICOTT y de LACAN.
Su práctica clínica se encuentra vinculada de un modo central a las instituciones públicas de salud, en la
medida que se inicia en 1937 (previo a recibir su formación específica, aspecto que responde a la lógica de
fundación de un nuevo espacio, pero clara y fundamentalmente también a la lógica de alianzas y políticas
institucionales) en la práctica clínica en el “Hospicio de las mercedes”, -actual Hospital Borda-, llevando
adelante los tratamientos en el consultorio de la “liga de higiene mental” que allí funcionaba.
Siguiendo a FREUD y encontrando allí los fundamentos conceptuales, sostiene que terapia e investigación
en psicoanálisis son inseparables, expresando en “Teoría y técnica del psicoanálisis de niñxs”: “He tratado
no sin dificultad de que fuese siempre el material clínico el que condujese a la teoría y de transmitir mi
convicción sobre la importancia del psicoanálisis de niños para la investigación y metodología
psicoanalítica”.
Retomar la propuesta de las autoras que ubicamos en un tiempo inaugural abre a un trabajo de
historización, al tiempo que devela y delimita la complejidad del espacio clínico, en la medida en que es
posible recuperar los interrogantes elaborados que subyacen y ha guiado el trabajo de investigación-
clínico. De allí, resulta relevante rescatar las coordenadas centrales que hacen a la discusión mantenida
entre ANNA y KLEIN; a sus producciones conceptuales, a las consecuencias clínicas que involucran y a la
vigencia de sus preguntas, en la medida que sostener la vigencia de las preguntas obstaculiza el efecto de
clausura que podría conllevar la construcción teórica.
EN EL TIEMPO DE INICIO DE LA CLÍNICA ANALÍTICA INFANTIL, LAS AUTORAS MENCIONADAS SOSTIENEN
LA PREGUNTA FUNDAMENTAL EN TORNO A LAS POSIBILIDADES DE ANALIZABILIDAD EN EL NIÑX.
Pregunta a partir de la cual se reinterrogan nociones pilares del psicoanálisis y que, a la vez, se inserta en
un marco de debate en una trama de discusiones y conflictos institucionales.
LA PREGUNTA POR LAS POSIBILIDADES DE ANALIZABILIDAD CONDUCE A DELIMITAR LOS ALCANCES Y
LÍMITES DEL ANÁLISIS INFANTIL. De aquí la importancia y la relevancia que adquiere rescatar las preguntas
que se articulan en sus propuestas teórico-clínicas, en función de ubicarnos en el trayecto que supone
comenzar a delinear la especificidad de la clínica de niñxs y adolescentes.

Nos detenemos por un momento a fin de introducir el pensamiento de BLEICHMAR, quien propone un
giro inaugural en su conceptualización, sosteniendo un trabajo sobre los orígenes. Desde allí, las
coordenadas rectoras trabajadas hasta aquí serán retomadas por y desde la propuesta desarrollada por
BLEICHMAR, en otro tiempo y espacio, y conformando un capítulo central en la historia del psicoanálisis
infantil a la luz de concebir al psiquismo infantil como un psiquismo en constitución.
Podemos ver con BLEICHMAR cómo los alcances y límites del análisis infantil vuelven a reeditarse en cada
lectura, en la novedad que introducen las lecturas. Así, los desarrollos ofertados por BLEICHMAR suponen
no solo una concepción diferencial en torno al funcionamiento psíquico, sino también respecto de la posición
asumida frente a la relación establecida entre teoría y clínica, en definitiva, frente al saber.
BLEICHMAR, que se emplaza como representante central de la clínica analítica con niñxs y adolescentes en
nuestro país, revisita los diversos cuerpos teóricos y nos convoca a cuestionar y redefinir los fundamentos
del psicoanálisis de niñxs. Convocatoria que supone someter las premisas de la clínica a un replanteo
metapsicológico, interrogar la teoría en su articulación con la práctica, y contemplar la singularidad que
hace a la producción de subjetividad de la época.
[LA ESPECIFICIDAD DEL OBJETO, LA ESPECIFICIDAD DE LA CLÍNICA CON NIÑXS]

Vamos a trabajar específicamente sobre el modelo teórico-clínico de BLEICHMAR.


BLEICHMAR fue una psicoanalista argentina que, justamente, ha desarrollado toda su obra en el marco del
contexto geográfico e histórico de nuestro país -y de América Latina-. En este sentido, como ella misma lo
ha señalado, ser psicoanalista implica “ubicarse en la serie de las generaciones”. En este sentido, su obra se
ha fundado sobre la reescritura de la red histórica de préstamos e influencias, exigiéndole además de
continuidad y gran autonomía intelectual, apoyarse sobre el horizonte de problemas de su tiempo.
La fuerte convicción en el psicoanálisis la ha llevado a afirmar que el psicoanálisis es un reducto
fundamental de refundación de la subjetividad: “Nadie está exento de que su acaecer sea desarticulado o
interrumpido por el azar, pero todos tenemos la posibilidad de que la inscripción de lo imprevisible sea
tolerada; se trata desde el punto de vista teórico de reconocernos tan vulnerables como capaces de domeñar
intrapsíquicamente lo que nos acaece. En esto radica la sabiduría que el análisis puede brindar”.
La práctica psicoanalítica para esta autora no es ajena a una ética: la ética que atañe a la ampliación de
los márgenes de la libertad de decir, de la libertad de pensar.
Sin embargo, siguiendo las enseñanzas de su maestro LAPLANCHE, ha resaltado que el psicoanálisis, como
toda obra científica enmarcada en determinada época y determinado contexto geográfico, contiene
aporías, hipótesis ad hoc, impasses no resueltos que exigen poner a trabajar los fundamentos del
psicoanálisis.
Con rigor, propuso un modo de trabajo sobre la obra freudiana y sobre los autores pos freudianos para
reconocer las tensiones internas y las contradicciones de cada marco teórico, el cual consistió en estudiarlos
desde una triple perspectiva: PROBLEMÁTICA, HISTÓRICA y CRITICA, con la finalidad de diferenciar los
descubrimientos de carácter universal, de la impregnación histórica en la cual inevitablemente estuvieron
inmersos.
Dos premisas epistemológicas fueron las guías rectoras desde donde fue abordando los textos de los
diferentes autores:
 por un lado, indagando la coherencia racional de las afirmaciones teóricas,
 por otro lado, la corroboración con la práctica.
En síntesis, ella se propone poner a trabajar las propuestas de estos autores para recuperar sus aspectos
fecundos y descartar las malezas que los condujeron a reduccionismos empobrecedores.

Pasamos entonces a resaltar las condiciones conceptuales, técnicas y políticas que se anudaron en la
formación de sus ideas y prácticas, la conciencia histórica de su propia circunstancia que la llevó al planteo
de nuevos interrogantes y problemas.
Pensemos en los comienzos de los años 70, como lo describió el historiador VEZZETI, la ruptura de la APA
en la cresta de la expansión del psicoanálisis. Cierta diseminación del discurso psicoanalítico que generó
nuevas alternativas de formación y transmisión afuera de la corporación oficial, el despliegue de
experiencias psicoterapéuticas nuevas (grupales, familiares, comunitarias) en los servicios de
psicopatología en hospitales generales y centros de salud.
Aparece el surgimiento de un movimiento crítico del psicoanálisis que se orientaba a la reformulación de sus
categorías conceptuales, a la presencia de una articulación ético-política, es decir, una cierta definición del
psicoanalista como intelectual insertado en un medio cultural y político. Una constante tensión entre el
compromiso social del analista y las condiciones de una acción que debía ser a la vez, políticamente eficaz y
teóricamente orientada a salvar los fundamentos del psicoanálisis. Estado de situación del campo
psicoanalítico que quedó fracturado por el periodo ominoso abierto en el 76 con la dictadura militar.
Este clima intelectual y político impregnó la producción de BLEICHMAR y la obligo a emprender su exilio a
México luego del golpe cívico-militar. Sin embargo, las condiciones del exilio y la conexión con LAPLANCHE
en Francia posibilitaron la continuidad de esta producción teórico-clínica que se perfiló al mismo tiempo
en continuidad y ruptura con el pensamiento lacaniano, abriendo una fecunda línea de investigación
propia desarrollada en profundidad ya de regreso a la Argentina una vez restablecida la democracia.
SI tomamos como uno de los hitos de su recorrido la publicación del primer libro “En los orígenes del sujeto
psíquico”, producto de su tesis doctoral bajo la dirección de LAPLANCHE, vemos ya la apertura a un modelo
de constitución del psiquismo como el efecto de un proceso de origen exógeno, traumático y en
décalage (en “desfasaje” con el mundo natural).
En este libro desarrolla profundamente su producción en torno al concepto de REPRESIÓN ORIGINARIA
COMO MECANISMO FUNDANTE DEL INCONSCIENTE Y DE LA TÓPICA PSÍQUICA, pero despojándolo del
carácter mítico que asumía en la teoría y haciéndolo circular bajo una racionalidad nueva.
Como ella misma lo ha expresado: la perspectiva de la que partió para pensar la problemática de la
subjetividad estuvo inscripta en las definiciones presentes en los años 70 en el psicoanálisis rioplatense,
momento en el que se introdujeron los principios de la epistemología altusseriana y los trabajos de la
escuela psicoanalítica francesa, los escritos de LACAN, pero también el “Diccionario de psicoanálisis” de
Laplanche y Pontalis, el coloquio de Boneval, “Vida y muerte en psicoanálisis”, planteándose el estallido de
los modelos vigentes en el psicoanálisis de niños de los paradigmas de constitución del originario que el
kleinismo había proporcionado.
A partir de semejante panorama, entraron en discusión también: los modos de operar en la clínica; si el
juego era o no era un equivalente del lenguaje; y cómo trabajar si se abandonaba la técnica del juego con
niñxs pequeños (en un momento de su evolución en que el lenguaje no podía ser aun la herramienta de
trabajo posible).
Ese estado de situación llevó a muchos psicoanalistas a abandonar el campo de la clínica con niñxs por no
poder enfrentarse al conjunto de contradicciones que esta misma práctica les planteaba. Por el contrario,
BLEICHMAR se propuso revisar los fundamentos teóricos de esta práctica.
“SI EL INCONSCIENTE NO EXISTE DESDE LOS ORÍGENES, SE TORNA NECESARIO REDEFINIR EL CONCEPTO DE
NEUROSIS EN LA INFANCIA, PARTIENDO DE LA CONCEPCIÓN DE UN SUJETO EN ESTRUCTURACIÓN”.
En esta dirección es que se propuso resituar el concepto de represión originaria y el lugar de esta en la
constitución del aparato psíquico. Allí explica que opta por el concepto de represión “originaria” en lugar
de “primaria” para plantear que no es por algo que remita a los primeros tiempos de la vida, aunque se
produzca allí, sino porque “da origen a”, es decir, funda el sistema inconsciente en diferenciación con el
sistema preconsciente-consciente (ICC /// PRCC-CC).
Semejante opción teórica sustenta en la práctica la posibilidad no solo de “fundar” sino también de
“recomponer”, aun en pacientes que ya no son niñxs, de rearticular las relaciones entre los sistemas
psíquicos en muchos casos en los que no se ha instaurado o que ha caído a causa de estallidos graves.
¿QUÉ SE DESPRENDE DE ESTA PROPUESTA?
Principalmente, la extensión de los límites de la analizabilidad en la infancia; la intervención analítica en
momentos de constitución del psiquismo (destinada no solo a analizar para exhumar fantasmas sino a
posibilitar un ordenamiento de las representaciones psíquicas que incremente la simbolización).
En articulación con esto, se deriva otro de sus conceptos nucleares, el de NEOGÉNESIS, desde el cual
entiende el análisis ya no limitado a encontrar lo existente sino como un dispositivo conducente a
producir algo inédito.

Si la “teoría de la represión” es la piedra angular sobre la que reposa en psicoanálisis la teoría de la


neurosis, esto se debe a que está en correlación con el concepto de “inconsciente” y, por ende, de “sujeto
escindido”, es decir, de sujeto en conflicto. De estas premisas es que FREUD, en “Inhibición, síntoma y
angustia” define al síntoma “Como un signo y un sustituto de una inlograda satisfacción pulsional, un
resultado del proceso de la represión, una emergencia psicopatología de carácter simbólico”.
BLEICHMAR, como tantos otros que fueron atraídos por la llegada de LACAN a la Argentina en aquel
momento, planteó que por primera vez en la historia del psicoanálisis se produjo una ruptura con los
fundamentos basados en una mitología biológica. Sin embargo, esta propuesta proveniente del
estructuralismo arrastró desde su punto de vista un enorme déficit: fracturó en el interior del pensamiento
psicoanalítico la posibilidad de definir modos y tiempos de la constitución subjetiva.
Abandonada la idea de un inconsciente existente desde los orígenes, aparecía como posible determinar las
condiciones de la estructura del Edipo como condiciones de partida de fundación del inconsciente del niñx,
pero al mismo tiempo era difícil definir cuándo era el momento de comienzo de un análisis infantil, es
decir, ¿a partir de qué momento se podía pensar que un niñx era plausible de análisis?
Defensora del valor que han tenido los aportes de KLEIN en el psicoanálisis de niñxs con su abordaje de la
neurosis y del conflicto como problemáticas intrapsíquicas (así como de su intento de poner en juego en el
dominio de la clínica la problemática de la pulsión de muerte), al mismo tiempo BLEICHMAR ha
cuestionado la idea de que esto sea así desde los orígenes. Problemática que la misma KLEIN percibió y por
la que se vio llevada a indagar en relación a las defensas precoces.
Por tanto, el debate con esta “Escuela Inglesa” quedó planteado en torno a dos ejes centrales:
 LA DIFERENCIA ENTRE “INCONSCIENTE ORIGINARIO” E “INCONSCIENTE DESDE LOS ORÍGENES”.
 EL PAPEL DEL OTRO HUMANO EN LA CONSTITUCIÓN DEL SUJETO.
En resumen, es un debate entre una perspectiva endogenista y una perspectiva exogenista respecto a los
orígenes del psiquismo.
En el otro extremo, la revolución paradigmática que introdujo el estructuralismo al afirmar que el
inconsciente se funda como producto de cultura, ha tenido el mérito de emplazar al sujeto en una línea
intersubjetiva con sus determinaciones. Sin embargo, tal como lo señalara LAPLANCHE en el prólogo del
primer libro de BLEICHMAR, también dio lugar excesos teorético-prácticos desconcertantes.
El niñx quedaba como desposeído de su neurosis o de su psicosis en beneficio de la red relacional
preexistente a su devenir y a su existencia. Al emigrar la búsqueda fundante de la sintomatología infantil a
la estructura del Edipo, y al reificarse el campo del lenguaje, la propuesta kleiniana -que había facilitado la
apertura de una técnica- quedó totalmente desestimada, produciéndose una confusión importante entre
objeto y método.
Empezaron a predominar las entrevistas familiares y los prolongados procesos de análisis de pareja a partir
de consultas provocadas por sintomatología infantil, haciéndose una fácil homologación entre “estructura
del Edipo” y “familia real”, y entre determinaciones intersubjetivas del conflicto con la pareja parental.
¿Se puede definir la especificidad sintomal a partir de un discurso colectivo? ¿No es eso hacer tabla rasa
con el postulado freudiano fundamental de que el síntoma es un producto transaccional efecto del conflicto
entre los sistemas psíquicos? (conflicto definido por la represión y, en última instancia, por el carácter de las
representaciones sexuales de los representantes representativos pulsionales que operan atacando
constantemente al sujeto del Yo del preconsciente bajo el modo de la compulsión de repetición, de pulsión
de muerte).
En el campo del psicoanálisis de niñxs, una referente de la perspectiva estructuralista ha sido MAUD
MANNONI, una autora que se ha basado en la teorización lacaniana, abriendo nuevas posibilidades de
comprensión al poner en correlación el deseo materno con la patología infantil, pero al mismo tiempo
produciendo una anulación del concepto de inconsciente como sistema intrapsíquico, no pudiendo explicar
la especificidad del conflicto psíquico (es decir, la forma de resolución que encuentra en el marco de la
economía intrapsíquica).
En este punto es que BLEICHMAR recupera la categoría de “metábola” planteada por LAPLANCHE en el
“Coloquio de Boneval” (organizado por HENRY EY en 1960). Allí se produjo el debate con LACAN en torno a
la naturaleza del sistema inconsciente, quedando explicitada desde ese momento una profunda diferencia
entre ambos autores en cuanto a la concepción de este sistema.
En defensa del realismo del inconsciente, LAPLANCHE define la noción de METÁBOLA de este modo: “el
inconsciente del niño no es directamente el discurso del Otro, ni aun el deseo del Otro. Entre el
comportamiento significante, totalmente cargado de sexualidad -lo cual siempre se pretende olvidar-, entre
ese comportamiento, discurso, deseo de la madre y la representación inconsciente del sujeto, no hay
continuidad ni tampoco pura y simple interiorización, el niño no interioriza el deseo de la madre. Entre estos
dos fenómenos de sentido, que son por una parte el comportamiento significativo del adulto -
especialmente de la madre- y el inconsciente en vías de constitución del niño, está el momento esencial
que se debe llamar descualificación, el inconsciente es el resultado de un metabolismo extraño que, como
todo metabolismo, implica descomposición y recomposición”.
En continuidad con esta línea de pensamiento, BLEICHMAR afirma que el inconsciente del niñx no es el
reflejo de la estructura edípica, ni mucho menos del deseo de la madre: “el hecho de que haya una
correlación entre el inconsciente del niño o su estructuración psíquica y las aportaciones de Lacan sobre el
valor constituyente de la estructura del Edipo no da derecho a homologar dicha estructura con la familia
real ni tampoco con el discurso manifiesto de los padres. El descubrimiento de la estructura constituyente, al
perderse su especificidad y los sistemas de mediaciones por los cuales opera la metabolización de los
sistemas deseantes y de prohibiciones de los padres en la estructura psíquica del niño, se diluyó en un fácil
interaccionalismo que no está muy distante de ciertas propuestas sistémicas desplegadas por los
americanos en los últimos años”.
PLANTEA LA TESIS DE LA REPRESIÓN ORIGINARIA COMO UN MECANISMO REAL, NO MÍTICO; así, modifica
una premisa troncal del edificio teórico. Como diría KUHN: maneja el mismo conjunto de datos anteriores,
pero situándolos en un nuevo sistema de relaciones, abriendo con ello nuevos interrogantes.
Aparece toda una serie de interrogantes que la van llevando a la necesidad de conceptualizar los tiempos
de organización del psiquismo y a proponer nuevos parámetros para definir y ordenar la psicopatología, así
como para diseñar el método adecuado al objeto:
¿Cuáles son los prerrequisitos para que esto se produzca? ¿Qué ocurre en el psiquismo antes de que esto se
estructure? ¿Constituye este momento de la vida psíquica del niñx un proceso psíquico sintomal? ¿O es un
momento estructurante que da cuenta de un trastorno en el proceso intersubjetivo de producción psíquica?
¿Trastorno o síntoma? ¿Análisis o no análisis? ¿Interpretable o no interpretable? ¿Deconstruir o construir?
¿Qué lugar ocupan estos fenómenos en la economía psíquica del niñx? ¿Se encuentra al servicio del
progreso Psíquico? ¿Da cuenta de algo que se puede enquistar de forma patológica?
EN RESUMEN, PARA BLEICHMAR, ESTOS TIEMPOS DE CONSTITUCIÓN DEL PSIQUISMO NO SON TIEMPOS
MÍTICOS, SINO MOVIMIENTOS REALES DE ESTRUCTURACIÓN DEL SUJETO PSÍQUICO QUE PODEMOS
CERCAR: ESTÁN DEFINIDOS POR UNA TEMPORALIDAD Y UNA POSIBILIDAD DE HISTORIZACIÓN.
El posicionamiento del niñx en tanto sujeto y no objeto dará cuenta de una tópica psíquica que se
constituye al interior de la estructura edípica de partida, pero que no debe ser confundida con la estructura
de llegada productora de determinaciones.
Esta idea de considerar al sujeto en estructuración, con momentos fundantes derivados de la estructura
del Edipo (pero no reflejo homotético de la misma), abre las posibilidades de saber si hay condiciones de
operar psicoanalíticamente en sentido estricto mediante la exploración de la estructura psíquica, es
decir, si hay formación de síntomas y, por ende, si el sufrimiento al cual nos confrontamos en el momento
de la consulta indica el funcionamiento de un aparato psíquico clivado en dos sistemas en conflicto, única
posibilidad de considerar las formaciones sintomales.
Por otro lado, establece la diferencia entre lo que sería considerar que “hay análisis cuando hay demanda”,
y considerar que “hay necesidad de intervenir analíticamente a partir de que hay inconsciente”. Se impone
de esta manera la apertura de una dimensión clínica nueva cuando el inconsciente no ha terminado de
constituirse. De ahí la importancia del diagnóstico, no como etiquetamiento, sino para establecer cuál es la
particularidad del objeto sobre el que debemos operar para su transformación, evaluar en qué momento
de esta constitución se encuentra, dejando de lado concepciones evolucionistas o del desarrollo.

Los problemas que se presentan en el psicoanálisis de niñxs nos interpelan en relación a aquellas
cuestiones que remiten a “lo fundacional del psiquismo”, en la medida en que ponen a prueba las hipótesis
sobre lo originario: orígenes del inconsciente, de las representaciones, de la simbolización, de la identidad,
de las legalidades, de la ética. En resumen: LOS ORÍGENES DEL SUJETO PSÍQUICO.
Sin embargo, tanto los desarrollos freudianos como los de las escuelas pos freudianas han aportado
divergentes teorizaciones al respecto operándose un esfuerzo de síntesis, no exento de recortes y
exclusiones. BLEICHMAR irá conceptualizando los tiempos de constitución del psiquismo.
VEREMOS QUE LA DENSIDAD QUE IMPLICA PRECISAR CUESTIONES METAPSICOLÓGICAS SE JUSTIFICA
CUANDO SE TRATA DE SUSTENTAR TEÓRICAMENTE LAS INTERVENCIONES QUE TENEMOS QUE
IMPLEMENTAR EN NUESTRA CLÍNICA.

Importa trabajar las nociones relativas a:


 LA INSTALACIÓN DE LA REPRESIÓN ORIGINARIA.
 LA DIFERENCIA ENTRE TRASTORNO Y SÍNTOMA.
 LA NOCIÓN DE “DOMINANCIA ESTRUCTURAL”.
¿Cuál es el objeto de la clínica de niñxs? ¿Cómo se determina el objeto y en función de ello la analizabilidad
a partir de la premisa que considera impensable una clínica psicoanalítica que no plantee el abordaje del
inconsciente?
Ya fue problematizada la idea de un inconsciente existente desde los orígenes, como lo sostenía el
kleinismo. El gran salto producido por el estructuralismo tuvo que ver con marcar el momento
constitutivo del inconsciente, pero poniéndolo en relación a la inserción de la metáfora paterna (no
posibilitando el cercamiento de los modos con los cuales se va constituyendo el inconsciente).
En esta encrucijada teórico-clínica se ubica BLEICHMAR, y es desde donde se propone redefinir el concepto
de “neurosis en la infancia”, a partir de la perspectiva de un sujeto en estructuración, y también revisar el
concepto de represión originaria para definir el lugar que tiene en la constitución del aparato psíquico.

¿Qué lugar ocupa en nuestra clínica la teoría de la represión originaria? ¿Cuál es su interés práctico? ¿Qué
función cumple en el proceso de constitución del psiquismo infantil y sobre qué bases se establece? ¿Sobre
qué opera? ¿Cuáles son los prerrequisitos que posibilitan no solo su instalación sino incluso su permanencia?
¿Qué ocurre cuando el funcionamiento psíquico queda librado a su fracaso?
Como ella misma lo ha señalado, el relevamiento de un concepto supone ubicarlo en el contexto teórico en
el que se inscribe, pero también requiere trabajarlo desde el texto donde uno piensa que se encuentra su
definición más acabada, lo cual también implica posicionarlo históricamente, es decir, saber que ocurría
sincrónica y diacrónicamente.
En esta dirección, resalta que FREUD utiliza la noción de “represión” en sentido amplio, como “defensa”
hasta 1914/15, y que en los textos sobre la metapsicología lo constituye en un concepto específico, motivo
por el cual esta autora se posiciona desde el texto “La represión” para explorar los alcances de esta
teorización.
Dice FREUD en 1915, cuando acuña por primera vez el vocablo de “represión”: “Tenemos razones para
suponer una represión primordial, una primera fase de la represión que consiste en que a la agencia-
representante psíquica (agencia representante-representación) de la pulsión se le deniega la admisión en lo
consciente, así se establece una fijación, a partir de ese momento la agencia representante en cuestión
persiste inmutable y la pulsión sigue ligada a ella. La segunda etapa de la represión, la represión
propiamente dicha, recae sobre retoños psíquicos de la agencia representante reprimida”.
Podemos ir viendo todo lo que nos aporta FREUD y la fecundidad de estos desarrollos metapsicológicos: “la
fijación de los representantes representativos pulsionales al inconsciente”, es decir, lo originariamente
reprimido estará constituido por aquello que nunca fue consciente, que nunca pasó a constituirse como
representación-palabra, que nunca tuvo cabida en el doble eje de la lengua, que nunca pasó a formar
parte del proceso secundario.
LO ORIGINARIAMENTE REPRIMIDO TRATA DE “REPRESENTACIONES DE BASE DEL INCONSCIENTE”, A LAS
CUALES NUNCA SE PODRÁ ACCEDER DIRECTAMENTE EN EL PROCESO DE LA CURA.
También dice FREUD en otro momento: “Es sobre los retoños de los reprimido originario donde trabaja el
análisis, si estos se han distanciado lo suficiente del representante reprimido, sea por las desfiguraciones que
adoptaron o por el número de eslabones intermedios que se intercalaron tienen sin más expedito el acceso
a lo consciente”. Decía Freud que la mayoría de las represiones que veremos en el trabajo terapéutico
son represiones secundarias, las cuales presuponen represiones primordiales producidas con
anterioridad, y que ejercen su “influjo de atracción” sobre la situación reciente.
Dirá asimismo: “Es aún demasiado poco lo que se sabe acerca de esos trasfondos y grados previos de la
represión”. Se resalta este comentario justamente para mostrar cómo FREUD mismo marca la falta de
conceptualización relativa a la “represión primordial”, como él la llamaba.
Respecto a lo originariamente reprimido, el proceso será totalmente distinto que aquel que opera en la
represión secundaria o represión propiamente dicha. Lo citamos a FREUD: “El aludido mecanismo de
sustracción de una investidura preconsciente no funcionaría cuando estuviera en juego la figuración de la
represión primordial, es que en ese caso está presente una representación inconsciente que aún no ha
recibido investidura alguna del preconsciente y, por lo tanto, no puede serle sustraída. Aquí necesitamos
entonces de otro proceso que en el primer caso, o sea en la representación secundaria, mantenga la represión
y en el segundo caso, represión primaria, cuide de su producción y de su permanencia, y solo podemos
hallarlo en el supuesto de una contrainvestidura, mediante la cual el sistema preconsciente se protege
contra el asedio de la represión inconsciente. Ella representa el gasto permanente de una represión
primordial, pero es también lo que garantiza su permanencia”.
La explicación que está planteando FREUD para pensar el modo de constitución y de funcionamiento de la
tópica psíquica no es solo “tópica”, sino también “dinámica” y “económica”: es la represión el mecanismo
que da lugar a la diferenciación entre los sistemas psíquicos, al posicionamiento tópico, dinámico y
económico de lo inconsciente. Sin embargo, FREUD lo propone como un supuesto teórico, algo mítico.
Ahora bien, el salto que propone BLEICHMAR consiste en:
 SUSTITUIR “PRIMORDIAL” POR “ORIGINARIA”,
 CONCEBIRLA COMO UN MECANISMO REAL QUE DA ORIGEN AL INCONSCIENTE, FUNDANDO LA TÓPICA
PSÍQUICA.

BLEICHMAR se pregunta ¿de dónde extrae su fuerza la represión originaria? y a partir de allí elabora el
siguiente ordenamiento conceptual:
 UN PRERREQUISITO DE LA REPRESIÓN ES EL REHUSAMIENTO:
Esto remite a un primer tiempo de abandono de la satisfacción pulsional -del autoerotismo- que se
realiza por amor al semejante (“así como se come por el amor de mamá, se renuncia al pecho, al chupete,
a las heces, por temor a perder el amor de mamá”).
En un primer tiempo, es desde la prohibición del otro desde donde la represión acumula fuerza de
contrainvestimiento: EN LA PAUTACIÓN DEL ADULTX ESTÁ LA FUERZA DE CONTRAINVESTIMIENTO.
El abandono consciente del autoerotismo implica una enorme tarea psíquica para el Yo: su deseo o vuelta
al autoerotismo está más presto a retornar cuanto menos retoños de lo reprimido hayan logrado
establecerse, siendo que la constitución del Superyó y de la represión secundaria aún no se ha establecido.
Esta teorización nos sirve para entender, por ejemplo, los comportamientos que un niñx puede tener ante
el nacimiento de un hermanitx. Desde una concepción evolutiva, de sucesión de las fases libidinales, la
psicopatología era entendida como una regresión a un punto de fijación en el trascurso de alguna de estas
fases. Por el contrario, desde esta perspectiva se plantea que la visión del ejercicio autoerótico, oral, anal,
en un hermanitx recién nacido puede sobreinvestir las representaciones ligadas al autoerotismo de este
pequeñx, y justamente ese sobreinvestimiento puede determinar una progresión masiva de
representaciones reinvestidas.
 SE NECESITA EN UN SEGUNDO TIEMPO QUE ESTO REHUSADO SE TORNE REPRIMIDO:
El prerrequisito de rehusamiento no resuelve y no da tampoco por sentado la instalación de la represión
originaria, por el contrario, recién cuando eso rehusado se torna reprimido se forma un grupo psíquico
separado de representaciones que tiende a evitar la irrupción masiva de cantidades hipertróficas de
excitación.
Las representaciones deben ser apartadas por contrainvestimiento del Yo incipiente en aras de evitar su
perturbación constante. Esto supone entonces que recién en segundo tiempo estos contenidos quedan
sepultados en el inconsciente; a partir de ahí, se sostienen por actividad de contrainvestimiento de la
instancia yoica, que garantiza que esos contenidos no progresionen hacia la consciencia (porque de
hacerlo, generarían sufrimiento).
Este momento, es un modo de funcionamiento caracterizado no por el par fálico-castrado sino por la
polaridad vida-aniquilamiento: “conservar el amor de la madre = ser/vida” aparece opuesto a “perder el
amor de la madre = aniquilamiento”.
Esta aclaración es muy importante tenerla presente para la clínica porque nos permite distinguir
claramente entre dos tipos de angustia: no es lo mismo la angustia de castración (que implica una
angustia frente a la incompletud); que una angustia de aniquilamiento (donde el ser se siente en riesgo de
ser, justamente, aniquilado).
Por otro lado, este también es el tiempo de instalación del Yo Ideal, en el cual o se realiza plenamente el
deseo del otro… o se corre el riesgo de no ser. Es lo que FREUD ha dicho: “Es el tiempo de pasaje del
autoerotismo al narcicismo”. Acá es donde también se puede ubicar el primer tiempo del Edipo en los
términos propuestos por LACAN, en el cual la madre ocupa el lugar de amo absoluto, madre fálica, a cuya
ley se somete el niñx por amor. También podemos armar otra correlación con el concepto de Superyó
precoz de KLEIN, con su crueldad extrema, su sadismo y las ansiedades que impone.
Es el clivaje de partida del semejante (con sus sistemas deseantes y de prohibición contrapuestos) el que
define el equilibrio de fuerzas al que se verá sometido el niñx. El narcicismo de la madre es condición del
narcicismo del niñx, pero no de la pulsión.
En fin, el niñx tiene que atravesar, en el proceso de abandono y represión de los deseos que ligan su
sexualidad a las pulsiones parciales, por un sometimiento temporario al deseo omnipotente de la madre.
En este caso, como una especie de ley arbitraria que plantea la renuncia a la pulsión.

En síntesis, dos requisitos confluyen en la constitución de la represión originaria:


 LA FUERZA DE CONTRAINVESTIMIENTO PROVENIENTE DEL OTRX (POR PROHIBICIÓN-REHUSAMIENTO).
 EL EQUILIBRAMIENTO INTRAPSÍQUICO CAPAZ DE IMPEDIR EL INGRESO DE CANTIDADES EXCITANTES
QUE PUEDAN DEJAR AL APARATO LIBRADO A SU DESESTRUCTURACIÓN.
Sin embargo, su instalación exitosa requiere aun de otro elemento: LA CAPACIDAD LIGADORA
SIMBOLIZANTE DEL YO.
Los esfuerzos de contrainvestimiento masivo ejercido en la represión originaria dan cuenta de procesos
gravemente patológicos, en los cuales la precariedad de la instalación de la represión originaria trae el
peligro del desmantelamiento y deja al sujeto librado a la desestructuración.
Algo central que ha planteado FREUD, que es necesario recuperar para poder entender el modelo de
BLEICHMAR, es que la represión opera de manera individual, por lo que no todas las representaciones
tendrán el mismo destino.
LA REPRESIÓN ORIGINARIA SOLO PUEDE SER INFERIDA RETROSPECTIVAMENTE DESDE SUS RESULTADOS,
ES DECIR, SI HA QUEDADO FIJADO EL INCONSCIENTE -EN TÉRMINOS TÓPICOS-, Y POR OTRO LADO, AL VER
LA OPERANCIA DEL CONTRAINVESTIMIENTO -QUE ES EL MECANISMO PROPIO DE LA REPRESIÓN
ORIGINARIA-.
Hay dos modos para cercar la presencia de la represión, y esto es central para la indagación clínica:
 POR RELACIÓN A LA INSTALACIÓN DE LOS OTROS SISTEMAS PSÍQUICOS, es decir, el PRCC-CC, como
modo de operancia de la lógica, el Yo como el lugar de investimientos narcisistas y sede del sujeto, la
temporalidad, la espacialidad, la negación, la lógica del tercero excluido. Si estos elementos están bien
constituidos, bien instalados, como parte del sistema PRCC-CC, entonces podemos inferir que la
represión originaria está instalada y operando de manera adecuada.
 POR LOS ELEMENTOS SOBRE LOS CUALES RECAE LA REPRESIÓN ORIGINARIA, es decir, la forma con la
cual la pulsión está operando. La represión originaria recae sobre los “representantes pulsionales”, los
representantes del autoerotismo. Ver qué posicionamiento tópico tiene el ejercicio de la pulsión permite
inferir el éxito o fracaso de la represión originaria, al menos para esa corriente psíquica. Por ejemplo, el
sepultamiento de los representantes anales en el inconsciente da origen en primera instancia a los
hábitos de limpieza y a las formaciones de carácter, en fin, retranscripciones que distancian de lo
originariamente reprimido, la fuerza de la represión es inversamente proporcional a su distanciamiento
de lo reprimido. Lo que caracteriza a la represión secundaria es el recaer sobre retoños de lo reprimido,
a mayor cantidad de retoños que posibiliten una distancia de lo reprimido, menor el esfuerzo de
represión. Por eso es importante no solo evaluar si está operando el contrainvestimiento de los
representantes pulsionales, sino también cuál es la capacidad ligadora simbolizante del Yo, porque
cuantos más retoños se hayan constituido, más se evita que el Yo tenga que hacer un esfuerzo de
contrainvestimiento masivo para mantener los contenidos en el inconsciente.

Otro de los elementos centrales entonces que van decantando de esta teorización es que LA
MATERIALIDAD DEL INCONSCIENTE ES HETEROGÉNEA:
 Por un lado, irán a parar a este sistema representaciones efecto de lo secundariamente reprimido:
estas son representaciones que han tenido estatuto de representación-palabra y que, al quedar
reprimidas, empiezan a operar como representación-cosa, pero en la medida en que fueron
atravesadas por el doble eje de la lengua, es posible recuperarlas a través de la asociación libre.
 También en este sistema están las representaciones nunca pasadas por el lenguaje, nunca capturadas
en una significación y que son las representaciones efecto de la represión originaria.
 Por otro lado, BLEICHMAR también ubica a los “signos de percepción”, inscripciones producidas en los
primerísimos tiempos de la vida y también inscripciones que pueden ser efectos de traumatismos severos
y que no logran un estatuto estrictamente de inconsciente, en el sentido de que quedan circulando por
el aparato, poniendo en riesgo su estabilidad. Esta materialidad está en la base de muchos de las
emergencias psicopatologías que ella ha nominado como “trastorno”.
De todas estas consideraciones con respecto a la instalación de la represión originaria, como mecanismo que
se funda, pero que también puede no instalarse, o que puede instalarse pero por ciertas circunstancias de
la vida producirse un desmantelamiento psíquico, es que BLEICHMAR se ha visto en la necesidad de
introducir otra categoría conceptual para darle nombre a aquellos fenómenos psicopatológicos que no
responden al funcionamiento de un “síntoma” en sentido estricto.
Recordemos la definición de SÍNTOMA que ha planteado FREUD: “Es una formación que da cuenta del
conflicto intersistémico, intrapsíquico, es una formación de compromiso, subrogado efecto de una rehusada
o inlograda satisfacción pulsional, donde un sistema goza a expensas del sufrimiento del otro (…) los
síntomas no son efecto de la represión, sino del retorno de lo reprimido, por sustitución y desplazamiento”.
Para ilustrar esta operatoria sintomática, dirá FREUD al respecto del Caso Hans: “Si el pequeño Hans que
está enamorado de su madre mostrara angustia frente al padre, no tendríamos derecho alguno a atribuirle
una neurosis, una fobia, nos encontraríamos con una reacción afectiva enteramente comprensible; lo que la
convierte en neurosis es una única y exclusivamente otro rasgo, la sustitución del padre por el caballo, y
nosotrxs podríamos agregar: la conversión de la hostilidad en miedo”.
Por el contrario, los TRASTORNOS, aluden a emergencias patológicas que se producen en tiempos
anteriores a la diferenciación entre los sistemas psíquicos, en tiempos anteriores a la instalación de la
represión originaria.
Los trastornos del sueño, del pensamiento, del aprendizaje, del lenguaje, de la marcha, al no ser
atravesados por el juego entre el deseo y la defensa, no remiten a fantasmas específicos, por ende, no son
abordables mediante el acceso a su contenido inconsciente por libre asociación, sino que su abordaje
depende de múltiples intervenciones tendientes a un reordenamiento psíquico.
PROPONER QUE LA REPRESIÓN ORIGINARIA PUEDA DESMANTELARSE O CAER, CONLLEVA LA IDEA DE QUE
PUEDA RECOMPONERSE, ES DECIR, REINSTALARSE Y ESTO SUPONE PLANTEAR QUE PODEMOS PRODUCIR
PROCESOS DE NEOGÉNESIS.

Otro eje central del modelo teórico-clínico de esta autora remite a la noción de “DOMINANCIA
ESTRUCTURAL”, la cual fue acuñada por BLEICHMAR en el marco de la polémica en torno al determinismo
estructuralista en los ‘90, dado que la idea de un determinismo a ultranza es absolutamente paralizante
respecto a la posibilidad de instrumentar un proceso de transformación clínica (cuestión que también fue
un cuestionada por AULAGNIER).
La concepción estructuralista con las categorías de psicosis, perversión y neurosis ha aportado una
clasificación definida a partir del eje centrado en torno a la circulación del falo y el Nombre del Padre, lo
cual ha tenido la virtud de plantear dominancias estructurales, pero ha arrastrado el problema de
homogeneizar la estructura alrededor de un solo elemento y anular la historia.
Desde el estructuralismo se han planteado estructuras homogéneas que se definen por la operancia de un
solo mecanismo que parecían excluirse de un modo absoluto unas de otras, lo cual no deja de acarrear
ciertos impasses, e inclusive ciertos obstáculos epistemológicos.
Lo que nos ofrece la clínica es que las presentaciones parecen exceder esa pretensión taxonómica del
estructuralismo de armar entidades tan claras y distintas. Hay un problema respecto al paradigma desde
el cual el psicoanálisis introdujo la noción de estructura. La categoría “estructura” no es una categoría
freudiana, porque el estructuralismo es una tradición epistemológica posterior a FREUD, pertenece a la
mitad del siglo XX. El problema es el modelo desde el cual se piensa la estructura: un modelo que alude
más bien al formalismo, al ahistoricismo, al cierre, a la exclusión absoluta entre estructuras.
Es notorio que este paradigma que ha tenido mucho auge en la década del 50, o y 70 en todas las
disciplinas humanas, como la lingüística, la antropología, el psicoanálisis, la psicología y la semiótica, ya sea
en la pretensión de leer las estructuras míticas, psíquicas, sociales, psicopatológicas, lingüísticas, desde un
modelo universalista, transhistórico, ahistórico, formalista y transubjetivo. Sin embargo, hoy en día este
modelo está abandonado en todas las ciencias menos en el psicoanálisis, con lo cual podríamos apelar a la
propuesta que ha planteado BACHELAR y tratar de remover este obstáculo epistemológico. ¿Qué implica
esto? Remover el estructuralismo no implicaría destruir a LACAN ni desmantelar la noción de estructura,
sino estar advertidos de que la perspectiva estructuralista ahistórica tiene un grave problema: el hecho
de que la estructura es un a priori, no se establecen las condiciones de constitución de la estructura.
Lo que plantea BLEICHMAR desde su perspectiva no es anular la noción de estructura, pero sí descapturarla
de la noción de estructura de ese paradigma estructuralista cerrado.
Si uno piensa en el modo en el cual la tópica se ha organizado, no se excluye que ciertos aspectos del
funcionamiento psíquico puedan no estar normatizados según la dominancia de la estructura, pudiendo
coexistir con corrientes de la vida psíquica no neuróticas.
SE PLANTEA QUE HAY GÉNESIS Y HAY ESTRUCTURA, QUE LA ESTRUCTURA ES EL RESULTADO DE UN
PROCESO DE GÉNESIS, Y DE UNA GÉNESIS QUE NO ES MÍTICA, SINO HISTÓRICA Y REAL, QUE SE PUEDE
CERCAR Y SOBRE LA QUE SE PUEDE INTERVENIR.
Esto abre todo un campo de intervenciones posibles que amplia de un modo extraordinario al propio
psicoanálisis y a las propias herramientas que tenemos como intervención.
Retomar la idea de dominancia estructural implica que cada vez que uno se refiere a un diagnostico en
términos de estructura lo hace en base al modo de funcionamiento que gobierna globalmente a la
estructura, pero esto no excluye la posibilidad de que otras corrientes de la vida anímica puedan no ser
homogéneas a la dominancia estructural. Esto abre la posibilidad de que uno pueda leer dentro de una
neurosis fenómenos psicopatológicos que no son neuróticos en sentido estricto, es decir, que puedan
coexistir síntomas y trastornos.
La utilidad de esto es poder advertir el nivel prescriptivo que corresponde respecto de estos fenómenos, es
decir, pensar en términos de dominancia estructural implica por un lado pensar en una dimensión
metapsicológica (cómo uno piensa el psiquismo, su constitución y su modo de funcionamiento), pero
también tiene una dimensión clínica, porque determina las formas de intervención.
La idea de dominancia estructural asimismo tiene que ver con reconocer que existe heterogeneidad de
los niveles de simbolización: no toda materialidad psíquica se encuentra articulada en los mismos términos
o pertenece al mismo régimen de organización representacional.
BLEICHMAR retoma en este punto el vector metapsicológico fundamental que implica la represión originaria
para pensar las estructuras. Un vector claramente freudiano reconceptualizado y recuperado con mucha
potencia, pero si cuando hablamos de psicopatología nos estamos refiriendo a modos de organización de
la tópica, el parámetro fundamental de constitución de la tópica es el de represión originaria, en la medida
en que de ella depende el clivaje que produce la fundación de sistemas que se encuentran enfrentados al
interior de un topos, que están en conflicto intersistémico.
El campo freudiano es el campo de la neurosis, con lo cual está trabajando con fenómenos del orden del
retorno de lo secundariamente reprimido, el síntoma como formación de compromiso que está al servicio
de regular la economía psíquica sin intencionalidad alguna, no dirigido a nadie. Estas premisas freudianas
que es crucial recuperar nos permiten ampliar la comprensión de los fenómenos clínicos y también poder
rediseñar las intervenciones adecuadas a cada elemento.
[EL PRIMER TIEMPO DE ORGANIZACIÓN DEL PSIQUISMO]

El aporte original del psicoanálisis ha estado referido a dos dimensiones:


 EL DESCUBRIMIENTO DEL INCONSCIENTE: concebido como un espacio en el cual coexisten
pensamientos no solo ajenos a la consciencia, sino que cuando llegan toman forma de ajenidad. Por
ejemplo, un sujeto que dice “tuve una extraña ocurrencia, siento algo dentro mío que me impide hacer
tal cosa”. Pensamientos regidos por otra lógica, formados de un modo diferente. No es como “otra
consciencia interna”, tampoco supone un desdoblamiento del sujeto, es el descubrimiento de un nuevo
tipo de realidad, una realidad de representación material ajena a la consciencia y a la voluntad de cada
sujeto, cuya eficacia es determinante en las pasiones, los sufrimientos y en el goce de los seres
humanos.
 EL DESCUBRIMIENTO DE LA SEXUALIDAD INFANTIL: diferente de la función de reproducción y de toda
sexualidad animal, la sexualidad humana fue considerada como ganancia de placer que no se reduce a
la autoconservación y que es productora de cultura.

Vamos a desarrollar la teorización a partir de la cual BLEICHMAR conceptualiza la particularidad de las


primeras representaciones que dan cuenta de la puesta en marcha del aparato psíquico, cuál es su origen,
su proveniencia y cómo se articulan para dar origen a la simbolización en el psiquismo infantil.
Para esto, vamos a retomar lo relativo al primer tiempo de constitución del psiquismo:
 el traumatismo en los orígenes, ligado a la teoría de la seducción;
 la función del adulto como doble conmutador (en su función sexualizante y narcisizante);
 las categorías de implantación, intromisión y de narcisismo trasvasarte.
Como todos los desarrollos de esta autora, no surgen del mero placer inventivo, sino de su insistente
preocupación por darle sustento metapsicológico a la comprensión y abordaje del sujeto psíquico y sus
posibles fallas en el proceso de estructuración. Esta tarea la inicia revisando las teorizaciones psicoanalíticas
precedentes, rescatando las afirmaciones fecundas (como lo serían el descubrimiento del inconsciente y la
sexualidad infantil) y desprendiéndose del lastre que atenta contra su propia cientificidad.

PREGUNTARSE POR EL ORIGEN DE LAS REPRESENTACIONES IMPLICA PREGUNTARSE POR EL ORIGEN DE


LA PULSIÓN SEXUAL EN SUS DOS COMPONENTES: EL “REPRESENTANTE REPRESENTATIVO” (EL ASPECTO
IDEATIVO); Y EL “AFECTO” (EL QUANTUM, EL ASPECTO LIBIDINAL).
¿QUÉ DICE FREUD AL RESPECTO? En el texto “Tres ensayos de teoría sexual” refiere que las pulsiones
sexuales se apuntalan en las pulsiones de autoconservación, y en el texto “Pulsiones y destinos de la
pulsión” completa esta definición, sosteniendo que la pulsión es un concepto límite entre lo psíquico y lo
somático: por delegación en lo psíquico de los estímulos provenientes del cuerpo, se constituye su
representante operando a partir de entonces como una exigencia de trabajo. Perspectiva desde la cual se
deduce un origen endógeno y universal de las representaciones psíquicas.
Sin embargo, resulta interesante retomar los aportes de LAPLANCHE al respecto, quien ha podido
identificar una de las tensiones presentes en la obra freudiana y, poniéndola a trabajar, ha logrado dar un
vuelco en la concepción del origen de la pulsión sexual, introduciendo una perspectiva exógena ligada a la
noción de seducción. En su libro “Nuevos fundamentos para el psicoanálisis” nos aporta una relectura sobre
la “Teoría de la seducción” freudiana, rebautizada por LAPLANCHE como “Teoría de la seducción
restringida”, aquella ligada a la seducción infantil.
En sus primeros textos, FREUD trabajaba el tema de los síntomas histéricos y encontraba en la causalidad,
en la etiología de la histeria, los traumas sexuales de la infancia. Allí daba cuenta de hechos reales,
factuales, experiencias sexuales prematuras en que un niñx es enfrentando pasivamente a la irrupción de
la sexualidad adulta. El niñx está en un estado de inmadurez, de incapacidad, de insuficiencia por relación a
lo que le sobreviene, un estado de impreparación, tanto en las funciones psíquicas como del sistema
sexual, este décalage -dice LAPLANCHE-, o sea este desfasaje, es el terreno mismo del traumatismo.
Sin embargo, hasta 1897, FREUD considera perverso al adultx seductor de la histérica -en general al padre-,
o sea, las escenas son de carácter patológico; según LAPLANCHE, es este uno de los elementos que
extravían la producción teórica de FREUD.
Para FREUD, las repeticiones activas de las escenas son secundarias respecto de una experiencia en la
cual domina el carácter fortuito, inesperado (o sea, traumatizante), y la pasividad. Encontramos ya
presente la teoría del aprés-coup y del traumatismo en dos tiempos. Recordaremos el primer tiempo del
espanto, donde el sujeto impreparado se ve enfrentado a la acción sexual del adultx cuya significación no
puede ser asimilada. El recuerdo queda en espera, sin ser patógeno ni traumático en sí mismo, solo
deviene tal por su reviviscencia, con ocasión de una segunda escena que entra en resonancia asociativa
con la primera. Pero a causa de las posibilidades nuevas de reacción del sujeto, el recuerdo mismo -y no la
escena-, funcionará como fuente de energía traumatizante, como fuente autotraumatizante. Todo
traumatismo tiene acción patógena sólo porque deviene autotraumático, el sujeto es atacado por un
recuerdo y no por un acontecimiento. Claro que todo esto supone la constitución del Yo. Todo es exógeno y
todo endógeno, porque toda la eficacia viene del tiempo de reactivación endógena de un recuerdo que por
su parte proviene del acontecimiento exterior real.
Según LAPLANCHE, esta teoría tiene la fortaleza de ser una teoría estrechamente trincada en la
experiencia, sin embargo, tiene la debilidad de que la seducción queda reducida a lo psicopatológico, a
las relaciones perversas del adultx.
Cuando FREUD empieza a dudar del carácter real de estas escenas es cuando empieza a darle estatuto de
fantasía. Después de 1897, la “Teoría de la seducción” ya queda tópicamente ligada a la noción de ataque
interno, aquella que estaba ligada al cuerpo extraño interno, en este sentido no va a ser cuestionada, pero
es la fantasía la que va a tomar el lugar de esta realidad psíquica ultima.
Sin embargo, se profundiza la idea de la seducción precoz: el padre perverso de la seducción infantil deja
lugar a la madre, esencialmente en la relación pre-edípica. La seducción es vehiculizada por los cuidados
corporales prodigados al niñx.
En “Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis” FREUD habla de la madre como quien en la
realización de los cuidados corporales provoca e incluso despierta por primera vez sensaciones de placer
en el órgano genital.
Según LAPLANCHE, esa es la realidad efectiva que FREUD desvaloriza, este segundo nivel de la seducción,
omite analizar la universalidad de este fenómeno humano y no hace extensible la seducción precoz a la
seducción en general, sino que, por el contrario, solo limita su accionar al despertar de sensaciones en el
órgano genital y no en el conjunto de la heterogeneidad del cuerpo (y en particular en lo oral y lo anal).
LAPLANCHE DIRÁ QUE FREUD OMITE PONER EN JUEGO EL INCONSCIENTE DE LA MADRE Y RESITUAR ESTA
SEDUCCIÓN PRECOZ EN EL CONJUNTO DE LA TEORÍA.
Esto es lo que realiza LAPLANCHE al desarrollar la “Teoría de la seducción generalizada” sobre el
fundamento de la seducción originaria: tanto neurológicamente como en su inermidad frente al mundo
sexual adulto, PARA LA CRÍA HUMANA PREMATURA, LA TRASMISIÓN DEL ADULTX ES TRAUMATIZANTE
POR VEHICULIZAR UN SENTIDO IGNORADO PARA ÉL MISMO.
Hay una inadecuación del niñx frente al adultx pero también hay una inadecuación del adultx frente a los
objeto-fuente que a él mismo lo agitan.
A partir de estos elementos y su carácter traumático se inaugura un sentido a buscar: el niñx tendrá que
recomponerlos bajo modos de simbolización diversos, algo pasa descualificado, efecto de procesos de
excitación que la cría humana intenta de algún modo ligar, re transformar.
Con esta teoría de la seducción generalizada, LAPLANCHE destruye la restricción de lo patológico en
relaciona al adultx, intenta fundar la estructura del aparato psíquico, invalida el recurso a lo biológico y lo
filogenético, y lo plantea también en el modelo de la cura.
Ya varios años antes, en su libro “Vida y muerte en psicoanálisis”, en el capítulo 1 “El orden vital y la
génesis de la sexualidad humana” LAPLANCHE retoma la distinción establecida por FREUD entre pulsión e
instinto y analiza los cuatro elementos: drang (o fuerza/empuje), fin, objeto y fuente, para identificar las
analogías, las diferencias y la derivación una de la otra.
Allí muestra la existencia en FREUD de dos concepciones sobre la pulsión:
 Cuando define las pulsiones de autoconservación coloca la fuente en lo somático (la fuente está en la
tensión por la falta de alimento), y la meta en la satisfacción (la meta sería el comer).
 Pero cuando define la pulsión sexual, ubica la fuente en la zona erógena, y la meta como el placer de
órgano (es decir, el autoerotismo).
A partir de ahí, con esta tensión o contradicción argumentativa que LAPLANCHE encuentra en FREUD, se
pregunta de qué tipo sería una pulsión que no pueda ser ni desplazada ni bicariada, hasta dónde sería una
pulsión (en el sentido de que ningún ser humano podría dejar de comer, de incorporar el alimento, porque
no podría sobrevivir). Hay varias cuestiones desde la clínica actual que plantean que esto ya es
insostenible. FREUD lo plantea como una especie de continuo, como si desde las necesidades se fuera a
producir el surgimiento de la sexualidad, como si una tendencia de la naturaleza ya inscribiera
directamente en lo psíquico las pulsiones de autoconservación.
La pregunta sería ¿la cría humana nace con pulsiones de autoconservación? Es un observable fácil de
comprobar que ningún niñx en sus primeros tiempos sobreviviría si quedara librado a sus propios
“instintos de autoconservación”. Por lo tanto, la consiguiente pregunta sería ¿está la autoconservación en
estas supuestas pulsiones o en los primeros tiempos es el adultx el que toma a su cargo la conservación de
la vida del niñx para que luego cuando en el psiquismo infantil se constituya a instancia yoica sea el yo el
que tome a su cargo la conservación de la vida?

Dos premisas fundamentales de la revolución freudiana en el plano sexual han sido:


 el descubrimiento de que lo sexual surge de fuentes no sexuales, que se produce en los actos más
banales de los seres humanos (en el comer, en la defecación, etc., cuestión fundamental para extender
el concepto de sexualidad);
 el descubrimiento de que lo sexual está ligado al cuerpo (entendiendo el cuerpo en su plano o sentido
más amplio, no solo en relación a lo genital).
Es acá, sin embargo, donde se puede relevar un problema epistemológico. Desde la perspectiva de
BLEICHMAR, se plantea la situación de conflicto en el siguiente punto: como dos cosas aparecen juntas (lo
autoconservativo y lo sexual), se supone que una es la causa de la otra, sin tener en cuenta que ahí
interviene un tercer elemento: el semejante.
La presencia de lo somático obtura el hecho de que por esa zona está siempre metido el semejante.
Afirma LAPLANCHE: “La fuente de la sexualidad viene del otro, y la verdad del apuntalamiento está en la
seducción”. En este sentido, las zonas erógenas aparecen como zonas de intercambios y de cuidados, que
atraen las primeras maniobras erógenas de parte del adultx, nuclean las fantasías parentales, son los
puntos por los que se introduce en el niñx ese cuerpo extraño interno que es la excitación sexual, por eso es
traumático.
La noción de METÁBOLA sirve para explicar que entre lo que proviene del adultx y lo que se inscribe en el
psiquismo en vías de constitución del niñx no hay simple interiorización, sino que es un proceso de
descomposición y recomposición que se da entre el psiquismo del niñx y el psiquismo del adultx (que
implanta la pulsión sexual antes de la recomposición narcisística y la constitución de la instancia yoica). Se
hace un procesamiento singular no de la experiencia en general, sino de la implantación sexual que,
proveniente del inconsciente del adultx, encuentra su lugar en el psiquismo infantil aun no constituido en su
diferenciación tópica, destinada entonces a ser posteriormente inconsciente.
Esta perspectiva abre una serie de cuestiones que también hacen a los modos observables, los tiempos de
constitución del psiquismo. Se problematiza el origen endógeno de la pulsión y, por lo tanto, se plantea
que es la sexualización, la pulsación, la “seducción originaria” (diría LAPLANCHE) a partir del adultx aquel
prerrequisito que implanta, ingresa y permite inscribir la sexualidad en el cachorro humano.
Lo contingente no quedaría reducido solo al objeto de la pulsión, sino que la pulsión misma podría no
implantarse. ¿En qué casos se puede observar esto? En los casos de hospitalismo severo donde el infans no
toma contacto con los modos de humanización por parte del mundo adultx; de la misma manera, madres
que atraviesan en el postparto depresiones severas y que no experimentan ningún placer en el contacto con
el infans, son condiciones que pueden justamente impedir los primeros movimientos humanizantes del
cachorro humano.
En los casos donde esto si se produce y vemos la inscripción de lo pulsional, LAPLANCHE plantea que la
inscripción puede producirse bajo dos modalidades: IMPLANTACIÓN o INTROMISIÓN.
El texto de LAPLANCHE donde se puede encontrar esto es “La prioridad del otro”, capítulo muy breve, muy
sintético, que es el único momento donde da cuenta de estas nociones. BLEICHMAR los recupera y amplía
su fecundidad.
La noción de IMPLANTACIÓN aludirá a la inscripción de las primeras representaciones que son recibidas
pasivamente por un psiquismo en el cual una instancia inconsciente no está aún diferenciada, y que
empezarán a operar -dice LAPLANCHE- como objetos fuente. Esto alude a que la pulsión es implantada a
partir de las acciones que realiza el adultx, esto que ingresa es inevitablemente traumático, pero en sentido
amplio, es decir, que obliga al psiquismo a un esfuerzo de trabajo inédito hasta el momento, que pone en
marcha la producción de nuevos mecanismos o de nuevas formas de simbolización.
LAPLANCHE dirá que, al lado de este modo, podemos encontrar su variación violenta, y allí incorpora a la
INTROMISIÓN como un proceso que obstaculiza la recaptura activa, que sortea más diferenciaciones de
las instancias en vías de formación y pone en el interior del psiquismo rebelde a toda metábola. En ese
sentido, la intromisión sería un tipo de ingreso al psiquismo a partir del otro que tiene la característica de
ser inmetabolizable y de imposibilitar la producción psíquica. Dirá que son procesos que encuentran su
modelo en procesos corporales que ponen en juego el volumen del cuerpo, su envoltura y sus orificios.
Mientras la intromisión está en una relación principal con la analidad y la oralidad, la implantación se
refiere sobre todo a la superficie del cuerpo en su conjunto, a la periferia perceptiva.

LA NOCIÓN DE TRAUMATISMO ES CENTRAL DESDE ESTA PERSPECTIVA DE FORMACIÓN EXÓGENA DEL


APARATO PSÍQUICO.
¿CÓMO ES DEFINIDO EL TRAUMATISMO?
BLEICHMAR y LAPLANCHE entenderán al traumatismo como una relación entre cantidades que ingresan,
o sea, entre el nivel de investimiento y la capacidad ligadora del aparato.
Hablamos de un traumatismo constitutivo y de un traumatismo desestructurante. La pulsión motor del
progreso psíquico tiene que encontrar una forma de resolución intrapsíquica, la representación, el aspecto
ideativo de la pulsión, un destino de transcripción, sustitutos, y el afecto en la libido tiene que encontrar un
destino de ligazón.
Ahora bien, siendo que en este primer tiempo de constitución del psiquismo aún no está organizada la
instancia yoica, ¿de qué depende entonces que el aparato psíquico incipiente se vea imposibilitado de
encontrar las descargas y los modos de ligazón de las cantidades excitantes?
BLEICHMAR habla de prerrequisitos, de la existencia de ciertos elementos y operatorias indispensables
del adultx para la estructuración de los distintos momentos fundantes del psiquismo del niñx.
La primera cuestión a resaltar es plantear la función materna como constituyente, como instituyente, no
reducirla a lo autoconservativo, pero tampoco al solo ángulo de la narcisización. Debemos recuperar el
carácter sexuado de la madre, provista de inconsciente, en el cual lo pulsional activa sistemas de
representaciones que hacen a los modos de encarar las intervenciones que los cuidados precoces del hijx
imponen. HABLAMOS DE LOS PRERREQUISITOS PARA LA INSTALACIÓN DEL AUTOEROTISMO, o sea, para
la posibilidad de instalar indicios de placer, placer de órgano y representaciones alucinatorias de placer.
ESTE PRERREQUISITO TIENE QUE VER CON LA CAPACIDAD DE IMPLANTACIÓN SEXUALIZANTE MATERNA.
No es posible que las zonas se constituyan en zona erógena si no hay algo allí del orden del intercambio,
pero no es solo por contacto con el objeto alimenticio que se produce esto, sino con el pecho, objeto
sexual atravesado previamente por la sexualidad genital de la madre.
De acá se desprende una de las ideas centrales a resaltar: RECUPERAR EL PLACER DE ÓRGANO COMO
CENTRAL EN LA CONSTITUCIÓN DEL AUTOEROTISMO, puesto que la sexualidad del humano no es un
problema de significantes, sino de acciones de una operatoria que recae sobre el cuerpo.
Es importante el concepto de ZONA ERÓGENA, en tanto lugar de ingreso de la sexualidad materna, como
zona por la cual se producen excitaciones.
Recuperamos con esto también el concepto de ECONOMÍA LIBIDINAL, en el sentido de aquello que FREUD
planteo en el “Proyecto de psicología para neurólogos”, en relación a cómo la cantidad exterior se
constituye en cantidad endógena cuando ingresa al psiquismo, al igual que en el capítulo 7 de la
“Interpretación de los sueños” refiere en términos de que el estímulo deviene excitación.
Estamos hablando de la función del adultx -principalmente de la madre dice BLEICHMAR-, como DOBLE
CONMUTADOR:
 su aspecto pulsante, sexualizante, producido desde su inconsciente
 su capacidad de trasvasamiento narcicístico, los aspectos representacionales del lado del narcisismo.
Es necesario que esta sexualidad ingrese coligada, y esto es posible solo si existe este otro prerrequisito:
LA CAPACIDAD DEL PSIQUISMO MATERNO DE REPRIMIR SU PROPIA SEXUALIDAD PULSIONAL.
La represión de la madre, lo ligado del lado del psiquismo materno (o sea los aspectos tiernos, amorosos),
forma parte de los aspectos narcicísticos yoicos del adultx, aspectos totalizantes del orden de lo sexual del
sexualizado, aspectos sublimatorios que posibilitan la permutación del erotismo en ternura.
Desde la subjetividad de la madre, podemos entender por qué lo hace de cierto modo y no de otro: es
una madre provista de inconsciente, pero al mismo tiempo de preconsciente; ve al niñx como una
totalidad a la que acaricia, habla, sostiene, produciendo vías colaterales por las cuales va a circular la
cantidad como posibilidades de derivación simbólica y de complejización del aparato: la descarga no
encuentra solo una vía sino redes, un retículo sobre el que se va a constituir el Yo.
La identificación primaria va a producir un borde, posteriormente a todo esto, y justamente cuando estas
vías colaterales no se constituyen, podemos pensar patologías del orden de lo que WINNICOTT ha llamado
pseudo-self: la identificación primaria se organiza, pero sobre un vacío de representaciones ligadoras.

EL SEGUNDO TIEMPO DE LA CONSTITUCIÓN DEL PSIQUISMO ESTÁ REFERIDO A LA INSTALACIÓN DE LA


REPRESIÓN ORIGINARIA Y A LA ORGANIZACIÓN DE LA INSTANCIA YOICA.
BLEICHMAR en ese momento se apoyó en los textos de la metapsicología, aquellos que proponen un
modelo de aparato psíquico que funciona a partir de la diferencia intersistémica, y posibilita el conflicto
entre las representaciones de distinto orden y distintas legalidades.
Sin embargo, ese modelo metapsicológico no puede servir para pensar este primer tiempo de
organización del aparato en el cual no hay diferenciación de instancias psíquicas, no hay organización de
la instancia yoica. Es por esto que BLEICHMAR apela al modelo del “Proyecto de psicología para
neurólogos”, como puede verse en el capítulo 1 de “La fundación de lo inconsciente”: ella toma la idea
freudiana de VÍAS DE FACILITACIÓN.
Este modelo de procesamiento de cantidades, modos de circulación y ligazón de la energía, FREUD lo
propone como compuesto por tres sistemas de neuronas, que suponen formas de circulación de la energía
de estas cantidades endógenas una vez que empiezan a circular por el aparato psíquico. Habla de neuronas
de pasaje, neuronas de ligazón y neuronas de percepción. Este esquema implica diferenciaciones
funcionales no solo tópicas, efecto de los modos de pasaje de las cantidades, y cuenta allí como las
neuronas impasaderas, que tienen que función justamente de ligar y de frenar las cantidades libidinales,
pueden devenir pasaderas cuando irrumpen grandes cantidades de excitación. En este mismo texto
FREUD habla de la “vivencia de satisfacción” y allí plantea la cuestión del desvalimiento del ser humano
y el tema de la acción específica, el auxilio ajeno.
Resulta fundamental desde la perspectiva de esta autora resaltar la noción de NARCISISMO TRASVASANTE.
Para esta conceptualización, retoma la distinción propuesta por FREUD entre “narcisismo primario” y
“narcisismo secundario” porque nos permite establecer la diferencia entre “amor al otro” y “amor a la
parte incompleta de uno mismo”, central para pensar la idea de TRASVASAMIENTO.
Esto nos permite comprender el lugar que ocupa el hijo en la economía psíquica del adultx, si es
reconocido como un pedazo de sí mismo (es decir, como un objeto parcial), o si puede ser investido,
atravesado por la alteridad (es decir, considerado como otrx, totalizado y separado).
Este trasvasamiento solo puede producirse desde el narcisismo secundario materno: para que se
constituya el narcisismo primario del hijo, tiene que haber reconocimiento de la alteridad del otro total.
El amor al hijo, antecede al hijo real, aunque después se plasme en él, pero no habrá trasvasamiento
hasta que no aparezca el hijo real. Es este trasvasamiento narcicístico en los primeros tiempos el que
posibilita las retranscripciones necesarias para la ligazón de la energía constituyendo un “retículo” o
“entramado” (tomando el modelo del “Proyecto”, las “vías colaterales”), y sobre el cual posteriormente,
identificación primaria mediante, se constituirá el Yo como lugar del narcisismo.
Esta operatoria del adultx, no se produce únicamente en relación al lenguaje ni los significantes, sino que
es una operatoria que tiene su anclaje en el cuerpo. Ese cuerpo que la madre toca, ve, acaricia, son o
deberían ser para ella fuentes de placer, en el que su propio cuerpo participe, son los aspectos amorosos,
ligado la ternura del adultx otro de los componentes que organizan la relación primitiva con el niñx. Algo del
orden del contacto que puede o no instalarse y que circula a través de la piel como órgano erógeno y al
mismo tiempo de ternura.
En resumen, parasitaje del adultx tanto con sus representaciones deseantes y narcisísticas como con el
soporte económico libidinal por medio del cual se trasmiten todos estos elementos: energía sexual y
aquello de orden del sexual desexualizado, lo amoroso, la ternura, condiciones para la ligazón que luego
devendrá a partir de la instalación del Yo, significación, teorización.
Hablamos entonces de algo del contacto que puede o no instalarse de acuerdo a los modos con los cuales
se organiza la relación primitiva con el niñx.

Esquemáticamente, por un lado, podemos ubicar la implantación articulada justamente con la capacidad
de trasvasamiento narcicístico, ambas condiciones dan cuenta de que el ingreso de lo pulsional es un
ingreso que posibilita la producción metabólica. La piel, al mismo tiempo, se va constituyendo como
órgano de excitación, pero también de ternura; estamos hablando de algo del orden de un traumatismo
constitutivo y al mismo tiempo esto posibilita una mezcla entre erotismo y ternura.
Por el otro lado, más ligado a cuestiones fallidas en los modos de puesta en marcha de este primer tiempo
del psiquismo, vemos que el modo de ingreso de la sexualidad se plantearía como intromisionante. Esto
se pone en correlación también con fallas en la represión de la sexualidad del adultx y en la incapacidad de
trasvasar narcisismo. Estos elementos que ingresan imposibilitan la metabolización, la piel se va a ir
invistiendo como puro órgano de excitación, y hay una desmezcla entre erotismo y ternura: estamos así en
el campo de un traumatismo desestructurante.
[LA PRODUCCIÓN DE SUBJETIVIDAD Y LA CONSTITUCIÓN DEL PSIQUISMO]

Vamos a hacer algunas consideraciones sobre la organización del Yo, la identificación, el narcisismo y el
modo en el que BLEICHMAR plantea una revisión del método, específicamente en relación a las
intervenciones.
Es indudable que hay cambios en las formas actuales de presentación del sufrimiento psíquico, porque la
producción de subjetividad cambia históricamente: los destinos de lo reprimido están dispuestos por las
formas con las cuales la cultura determina la posibilidad de transmutarlos.
Las nominancias psicopatológicas se modifican porque el síntoma no es algo del inconsciente, sino de la
relación con la cual los sistemas psíquicos se las arreglan para equilibrar el conflicto psíquico en el marco
de las demandas que la sociedad impone.
¿Qué permanece y que cambia de nuestras teorías psicoanalíticas en función de estas transformaciones
socioculturales?
Como lo ha enfatizado BLEICHMAR, es fundamental no abandonar la concepción de la motivación
libidinal del padecimiento psíquico. El conflicto entre la sexualidad pulsional y el Yo sigue vigente, el
conflicto sigue siendo entre los sistemas psíquicos, a pesar de que varían los enunciados culturales en cada
periodo histórico.
La PRODUCCIÓN DE SUBJETIVIDAD varia en la medida en que la sociedad da rienda suelta y permite
algunas formas de resolución de los fantasmas y deseos, y prohíbe otras. Los discursos portadores de
imaginarios sociales transmiten valores instituyentes de identidades, representaciones que forjan la masa
ideológico-identitaria que constituye a la instancia yoica.
Sin embargo, para contar con posibilidades de producción psíquica, tiene que instalarse la represión aun
cuando los contenidos de lo reprimido hayan cambiado, tiene que organizarse la tópica psíquica que permita
el funcionamiento diferenciado de sus sistemas, y debe constituirse el Superyó con los enunciados que
permitan la regulación tendiente a evitar la destrucción tanto física como psíquica y de este modo
protegerse del riesgo de sufrir desorganizaciones y fracturas psíquicas. Con esto se alude a lo que
BLEICHMAR ha denominado como los “universales”, las “INVARIANTES DEL FUNCIONAMIENTO
PSÍQUICO”, relativas a los aspectos científicos del psicoanálisis.
Es un observable que la mayoría de nuestras consultas de hoy ni en adolescentes ni en niñxs se parecen a
las consultas de los libros clásicos. Por el contrario, es frecuente recibir problemáticas psicosomáticas,
pacientes con ataques de pánico o angustia severa, sujetos con depresiones serias, y en el caso de los niñxs
una enorme cantidad de consultas porque los niñxs no pueden responder a las demandas escolares o porque
están totalmente desbordados por las posibilidades psíquicas de procesamiento del conjunto de estímulos
a los que se ven sometidos.
Podemos dar cuenta de lejos de los psiquismos carentes de estímulos, son psiquismos desbordados,
atravesados por excesos inmetabolizables, por problemáticas que reflejan dificultades para organizar
síntomas simbólicamente logrados, con la capacidad estabilizadora de la economía libidinal que el síntoma
produce. Estamos frente a formas de desregulación del funcionamiento psíquico, desorganización de los
procesos simbólicos o del pensamiento, nos encontramos también con compulsiones bajo las formas de las
múltiples modalidades del consumo, con actuaciones que no tienen el carácter típico de los acting
histéricos, sino que en muchos casos se impresionan como pasajes al acto, pasajes a la motilidad con
procesos simultáneos de desimbolización. Estado de situación en nuestra practica actual que nos plantea el
problema central respecto a la cuestión del método adecuado para su abordaje, dado que en estos casos no
sería apropiado el levantamiento de las defensas, no constituidas aun en algunos casos o ya severamente
corroídas por factores traumáticos de la vida diaria en otros.
Antes de introducir algunas consideraciones sobre la especificidad de las intervenciones, vamos a recuperar
la conceptualización sobre la organización de la instancia yoica que desarrolla BLEICHMAR para poder
comprender luego el fundamento de sus intervenciones clínicas.
La instalación de la represión originaria, en tanto mecanismo real, se puede producir a partir de la
existencia de un Yo incipiente que empieza tomar a su cargo el rehusamiento de los modos de
satisfacción autoeróticos. Ahora bien, ¿cómo se constituye el Yo? ¿qué lugar cumple esta instancia en el
funcionamiento del aparato psíquico?
Repasando los modelos tópicos freudianos, en primer lugar, encontramos que en el “Proyecto de
psicología para neurólogos” el Yo ocupa un lugar importante, a partir de ser como un órgano de ligazón.
Luego, esta instancia queda relegada y es el preconsciente el que pasa a ocupar un lugar importante en la
obra freudiana hasta que, en el modelo de 1914, con el texto “Introducción del narcisismo”, vuelve a
reubicar la problemática del Yo. Allí, el Yo es definido como una “masa libidinal”, no es solamente un
órgano represor, sino que es un lugar de investimento.
En “Más allá del principio de placer” introduce el modelo de la “vesícula”, con la interesante concepción
metapsicológica en torno a la “membrana antiestímulos para-excitación”.
Dejando de lado las perspectivas psicoanalíticas que han sostenido una subjetividad endógena (es decir, que
han concebido al sujeto como una continuidad del organismo), BLEICHMAR opta por mantener una
perspectiva exogenista, también respecto al origen de esta instancia psíquica.
Plantea que la “identificación” en psicoanálisis no es un simple mecanismo entre otros, sino que es la
operación fundamental que genera las condiciones para instituir la subjetividad: es la capacidad de la
madre de establecer una identificación del hijo en el orden de lo humano, en el sentido transitivo,
considerándolo como otro humano, pero que establece las condiciones de la identificación en el niñx. Esta
apropiación ontológica es condición de verosimilitud expresada en el sujeto psíquico como convicción
respecto a su propia existencia humana. El imaginario materno, al concebirse como estando en el marco de
una intersubjetividad con la atribución de deseos, angustias, fantasías y pensamientos de todo tipo a la cría,
es generador de la subjetividad de la misma.
ÁNGEL RIVIERE, un autor constructivista, en su libro “Objetos con mente”, plantea algo interesante
respecto al autismo, como que estos niñxs autistas presentan una falla en la capacidad de atribuir
pensamiento al otrx. Pero allí este autor no presenta por qué se produce eso: los niñxs autistas no pueden
identificar la intención del pensamiento del otrx, no pueden antropomorfizar al otrx. Para que un niñx
pueda atribuir pensamiento al otrx es necesario que este otrx adultx lo piense y se lo demuestre de
diversas maneras.
El entrelazamiento de representaciones (efecto del trasvasamiento narcicístico del adultx), crea las
ligazones de base sobre las cuales en un segundo tiempo se asentará el Yo, a partir de la identificación
primaria y la instalación de la represión originaria.
Desde el narcisismo secundario del adultx se constituirá el narcisismo primario del niñx, siendo el
narcisismo el primer acto de investimento del Yo, en términos sublimatorios. Dice BLEICHMAR: “me amo
a mí mismo; y como me amo a mí mismo, renuncio”. Por ejemplo, los aspectos de la pulsión oral: “renuncio
por amor a mí mismo, que en realidad es amor al objeto que me amó, el amor a mí mismo es residual
siempre al hecho de haber sido amado, pero al mismo tiempo, amo al otro en tanto puedo identificarme con
él y en tanto me identifico con él, le puede trasvasar narcisismo”.
Hablamos entonces de dos cuestiones: por un lado, la cuestión de la subjetividad, que tiene que ver con la
constitución del Yo; por el otro, el problema del amor en términos de enlace al semejante, como capacidad
sublimatoria y no solo como apropiación del otro como objeto de goce.
La identificación primaria constitutiva del Yo, instauradora del narcisismo residual del semejante, es
entonces el modo mediante el cual el sujeto se precipita en la diferenciación tópica correlativa al
abandono del autoerotismo.
Es del lado del Yo donde hay que ubicar las identificaciones que posibilitan al deseo inconsciente
sostenerse como reprimido: ES EN RAZÓN DE ELLO QUE NARCISISMO E IDENTIFICACIÓN NO FORMAN
PARTE DEL INCONSCIENTE ORIGINARIO.
El entramado en el cual se propician estas renuncias no es solo visual, sino también discursivo: “los nenes
buenos no usan chupete”, “este nene lindo no se toca la colita”, aludiendo a las renuncias pulsionales. “¿Es
la nena de mamá o de papá?” inscribiendo el género antes de que la castración lo anude al deseo edípico.
Todos estos elementos instalándose en el entramado mismo del Yo, y en la superficie que le da forma al
homúnculo que representa y metaforiza el cuerpo en su estatuto de objeto.
Si el narcisismo, con su correlato a la identificación, quedan claramente posicionados del lado de lo que
reprime, la clínica no podría sostenerse bajo el mero aspecto de trabajar las identificaciones como
alienantes, sin desconocer que ciertas identificaciones por su carácter patológico y generador de sufrimiento
deban ser necesariamente sometidas a revisión y deconstrucción en el proceso clínico y reconociendo que
el aspecto alienación está siempre presente en una neurosis.
Llevado ese planteo hasta las últimas consecuencias, y llegando al extremo de proponer esta
“desidentificación” como eje de la clínica, se perdería de vista que la función de tales identificaciones -
instaladas en el corazón mismo del Yo- ocupan un lugar privilegiado como elementos de
contrainvestimiento de deseos reprimidos cuya emergencia es angustiosa para el sujeto en cuestión.
EL YO SIEMPRE ESTÁ AFECTADO POR LA INVASIÓN DE REPRESENTACIONES Y EXCITACIONES, EL
NARCISISMO Y LAS IDENTIFICACIONES SUPONEN UN MODO DE PENSAR Y DE LIGAR ESAS EXCITACIONES.
El Yo se constituye no como un desprendimiento modificado de inconsciente, sino como una masa ideativa
cuyo investimento es residual de los ligámenes amorosos del otrx, localizándose al narcisismo como
tiempo segundo de la sexualidad humana, a partir del cual habrá de estructurarse el Edipo complejo y las
instancias ideales.
EN SÍNTESIS: EL YO ES AQUELLO QUE POSIBILITA QUE EL INCONSCIENTE SE SOSTENGA EN SU LUGAR.
Por eso es un error importante confundir el objetivo de la clínica con que habría que “desmantelar el
Yo”, en lugar de “desarticular los elementos de desconocimiento que lo constituyen”. Pero desarticular las
ligazones neuróticamente enlazadas solo es posible en virtud de que el sujeto tenga posibilidad de ejercitar
constantemente nuevas síntesis, ante estas descomposiciones, por muy precarias, transitorias y parciales
que sean. De ahí el cuidado que tenemos que tener cuando trabajamos con niñxs o pacientes adultxs graves
en los cuales muchas veces el Yo no puede ejercer esta función a causa de su déficit estructurales.

El método psicoanalítico como vía regia para el tratamiento de perturbaciones neuróticas, como fuera
formulado por FREUD, en sus orígenes, nos confronta en la actualidad con las limitaciones del concepto de
“interpretación”. En razón de que las representaciones que producen el sufrimiento psíquico no son todas
del orden de lo secundariamente reprimido, desarticuladas del doble eje de la lengua en la cual estaban
insertas, irrecuperables mediante la libre asociación.
Esto cabe tanto para los niñxs cuyos psiquismos se encuentran en estructuración como para los
adolescentes y adultxs que ya tienen definida una dominancia estructural con la heterogeneidad de los
diversos modos de simbolización que las habitan.
Por lo tanto, partiremos de 3 interrogantes centrales en nuestra práctica clínica para arribar a una
construcción teorética que no deje desamarrado el método del objeto:
 ¿DE QUÉ ORDEN SON EL O LOS FENÓMENOS QUE SE NOS PRESENTAN EN LA CLÍNICA?
 ¿HACIA DONDE TENGO QUE ORIENTAR LA CURA?
 ¿CÓMO INTERVENGO? (ES DECIR, “¿CÓMO SE LO DIGO?”)
La primera pregunta nos conduce hacia la metapsicología, a la exploración del estatuto de ese elemento
clínico. Antes por cierto podríamos interrogarnos acerca de qué es lo que habría que considerar realmente
un “dato clínico”. Bueno, todo acto constituye un elemento clínico conducente a sustentar las hipótesis
diagnosticas.
La segunda pregunta, nos lleva a la cuestión metodológica, o sea, ¿qué debemos producir? ¿debemos
interpretar? ¿debemos reconstruir el tejido psíquico? ¿debemos reordenar las representaciones? ¿debemos
recomponer las instancias psíquicas? ¿debemos proponer puentes simbólicos? Claramente, no la
interpretación, sino todas las otras opciones, suponen objetivos que remiten a la necesidad de
implementar intervenciones simbolizantes.
Y la tercera pregunta, alude al entrecruzamiento entre lo teorético y la artesanía singular del analista, o
sea, al entrecruzamiento entre cómo se definió el objeto, qué método se piensa como adecuado en
función de ese objeto, y la artesanía creativa singular de cada analista.

Para ilustrar esto se toma el Caso Alberto, un pequeño recorte de este material que BLEICHMAR presenta
en el capítulo 4 de “La fundación de lo inconsciente”.
Es una consulta que realiza por este niño de 5 años y que, a partir del proceso diagnóstico, BLEICHMAR
releva una serie de elementos clínicos que ella conceptualiza como trastornos: la logorrea de Alberto que
daba cuenta de la emergencia de representaciones y huellas mnémicas descontextualizadas que impedían
la capacidad de historización del sujeto. Pánicos (a los ruidos fuertes, a los ascensores, a la oscuridad), que
lo sumergían en angustias de aniquilamiento, en tanto no eran fobias ligadas a la angustia de castración, y
también indicadores que reflejaban la no constitución las categorías témporo-espaciales que lo llevaban a
vivir ciertas situaciones con mucho terror. Por ejemplo, cuando llega a consultorio de Silvia y al identificar
el desnivel entre el ascensor y el piso donde está el consultorio dice “se hundió tu casa”.
Estos elementos clínicos la llevan a la autora a hipotetizar que no estaba constituida la representación
yoica en este niño, y que presentaba una falla en la instauración de la represión originaria.
Como dirección de la cura se propone fundar la tópica yoica.
Como método, lo que ella llama intervenciones simbolizantes, intervenciones analíticas que propicien
una neogénesis. Esto implica proponer anclajes para ligar la circulación desenfrenada, enlazar afecto con
representación, un trabajo de recomposición ligadora de representaciones y afectos para reparar el déficit
de narcisización que sufría Alberto como consecuencia de una madre atravesada por situaciones
traumáticas que interrumpieron abruptamente la crianza del niño.
Interesa recuperar una de las intervenciones que BLEICHMAR implementa con este pequeño en los
primeros tiempos de trabajo. Ella describe en el libro: “Puse mis manos sobre su cabeza rodeándola, como
construyendo una protección, y le hablé de los objetos que entraban en ella, de cómo sentía su cabecita
abierta todas las cosas que entraban y salían, y le propuse ayudarlo a lograr juntos que sintiera que podía
cerrar y abrir su cabeza para recibir aquello que hoy lo invadía partiéndolo en pedacitos, ‘no puede entrar la
moto en mi cabeza, ¿verdad?’ me respondió”.
Interesa que analicemos los elementos que a partir de los cuales la autora elabora esta intervención
simbolizante. Por un lado, se refleja el modelo metapsicológico desde el cual ella puede definir el particular
modo de estructuración y funcionamiento del psiquismo de Alberto. Basándose en la metapsicología de
“Mas allá del principio del placer” puede identificar y nombrarle la falla en la membrana anti estímulo para-
excitación, aquella membrana encargada de establecer una distinción entre el interior y el exterior, y que
permite filtrar los estímulos que cuando ingresan al psiquismo devienen excitación.
Para esta autora fracasaba la capacidad de ligazón y simbolización del sujeto, y el sufrimiento de este niño
lo producía el embate de aquello inscripto que atacaba al Yo desde adentro de su psiquismo sin que
lograra organizar dicho embate traumático. En este sentido, vemos reflejada por un lado en esta
intervención, adaptada a palabras que este niño pudiera comprender, una devolución respecto a la falla
estructural de su psiquismo.
Al mismo tiempo, cuando ella le plantea ayudarlo a lograr juntos que sintiera que podía abrir y cerrar su
cabeza para recibir aquello que lo invadía partiéndolo en pedacitos, está transformando esta falla y este
sufrimiento en una razón de trabajo analítico, constituyéndolo en una especie de “demanda”.
Y, por último, cuando nombra esta vivencia de partirse en pedacitos, le está cualificando, simbolizando la
angustia de aniquilamiento, de despedazamiento que expresa el niño en sus múltiples formas.
En esta articulación, si bien está en juego la dimensión de la artesanía singular del analista, hay un
fundamento basado en la metapsicología y en la necesidad metodológica de ligar las representaciones y
afectos. Esta simbolización que ella le propone a Alberto no solo le amplia la comprensión de lo que le
pasa, sino que va ampliando el entramado simbólico del sujeto y generando las condiciones para la
instalación de la transferencia.
[EL MARCO DE LOS PRIMEROS ENCUENTROS]

Dentro de esta unidad están abarcadas las temáticas de las entrevistas preliminares, transferencia, diversos
modelos de intervención, y formas específicas de producción en el niñx y el adolescente (como lo serían el
juego y el dibujo). Los contenidos se refieren a:
 La clínica como situación de encuentro.
 Los posibles en el encuentro.
 Noción de analizabilidad.
 Movimientos de apertura.
 Primeras entrevistas.
 Entrevistas con padres y otrxs significativos a cargo de la crianza.
 El recorrido terapéutico con niñxs y adolescentes, padres, otros significativos, la escuela y el médico.
Esta temática inevitablemente recupera contenidos teóricos y clínicos de los diferentes autores del
psicoanálisis de niñxs y adolescentes ya trabajados: la concepción del funcionamiento psíquico, el modo de
concebir el síntoma, y las posibilidades de analizabilidad en la infancia que postula cada escuela
psicoanalítica, cuestiones epistemológicas que remiten al eje central de cada teoría.

Dice BLEICHMAR: “Largos años de análisis infructuoso no suponen solamente una pérdida de tiempo y
dinero. La banalidad de ajustarse a formulas no comprometidas con el proceso de transformación del
sufrimiento patológico de los seres humanos no solo deben ser desmanteladas desde el punto de vista de su
insolvencia teórica y práctica, sino también de enunciadas en su incidencia ética”.
El fundador del psicoanálisis nos ha legado un método para la indagación del sistema ICC en correlación
con el sistema PRCC-CC, cuya dinámica determina el conflicto que está en la base de los síntomas
neuróticos. Mediante la asociación libre, desplegada por el paciente en transferencia, accede a la recolección
de la materia prima a partir de la cual el analista construye la interpretación en conjunto con el sujeto. El
modelo freudiano es un modelo teórico-clínico donde el método siempre está subordinado al objeto.
Este aspecto epistémico, clínico y ético también lo ha desarrollado LAPLANCHE al plantear que en el campo
de la TEORÉTICA es posible identificar dos planos: el descriptivo, relativo al modelo de la constitución del
psiquismo y de sus formas de sufrimiento; y el prescriptivo, la estrategia clínica, la electividad de las
intervenciones que se juegan después en la práctica.
Ahora bien, el campo de la clínica psicoanalítica con niñxs tiene la especificidad de que trabajamos con
sujetos cuyo psiquismo está en el proceso de estructuración, tiempos donde no necesariamente el
aparato psíquico ya tiene diferenciados los sistemas psíquicos como para poder contar con la dinámica del
conflicto y el retorno de lo secundariamente reprimido como determinante de los síntomas neuróticos. No
está dado de antemano que estemos frente a un sujeto capaz de hacer el trabajo de producir consciencia
donde no la hay, a partir de la organización del proceso secundario.
Por tanto, ¿qué se sostiene de lo planteado por Freud en la clínica con niñxs? ¿Cuál es la especificidad de la
práctica clínica en un campo que trabaja en las fronteras de la tópica, en las fronteras de la interrelación
subjetiva con el semejante? Cuestión que cobra relevancia no solo cando estamos ante sujetos en
constitución sino también porque las consultas actuales -inclusive de adolescentes y de adultxs- se
caracterizan muchas veces por la ausencia de síntomas, y eso hace que la delimitación del estatuto de los
fenómenos clínicos sea crucial a los fines de poder definir el prescriptivo, es decir, qué tipo de intervención
es la apropiada.
Si son fenómenos cuyo estatuto no admite la interpretación como modalidad analítica de intervención
no se puede aplicar el método en sentido clásico. Este estado de situación nos interpela respecto a los
alcances del método y particularmente respecto a los movimientos o gestos instauradores del análisis
frente a la especificidad de las consultas en este campo de la clínica.
En el texto “Sobre la iniciación del tratamiento” (1913) FREUD utiliza el término alemán “einleitung”, que
en sentido colonial no alude solamente a un comienzo temporal, sino también a una iniciación. No pone el
acento solo en la dimensión temporal de un comienzo, sino en la introducción de una experiencia que
para el sujeto es inédita. Al modo del que solemos hablar de la iniciación sexual, de una primera situación
que abre un carácter inaugural en la experiencia del sujeto.
Esto trae aparejado una consideración bastante diferente respecto a cómo se piensan técnicamente lo que
se conoce como el dispositivo de “entrevistas preliminares”. Las entrevistas preliminares tienen la función
de iniciar al paciente en el análisis. Esto redunda en que no podría ser iniciado nadie en ninguna
experiencia sino es a partir de una introducción ofrecida por otrx. Con esto se introduce una dimensión
respecto de la posición del analista, en la medida en que los gestos con los cuales el analista acompaña las
entrevistas preliminares pueden o no iniciar un análisis.
Observamos en la actualidad una tendencia a reducir la función del analista a una función técnica o a
una operación, una suerte de desencarnadura absoluta del analista respecto de la operación que ejerce.
Esas formas son las que muchas veces aparecen entorpeciendo la instalación de la transferencia, por eso
hay muchos análisis que no progresan: porque no hay propuesta transferencial por parte del analista.
Dos obstáculos que en términos clínicos entorpecen la posibilidad de instalación de un proceso analítico,
bajo dos presuposiciones erróneas: una, que el analista es simplemente una función y no un sujeto que
ofrece una clase de escucha, un sujeto que también está implicado respecto de las condiciones de
presentación del sufrimiento del otrx; y otra, creer que la demanda está presente desde el inicio, y no que
es el efecto de una producción.
En el capítulo “Entrevistas preliminares y movimientos de apertura” del libro “El aprendiz de historiador y el
maestro brujo”, AULAGNIER recupera la metáfora donde FREUD compara el análisis con el juego del ajedrez y
hace hincapié en que los movimientos de apertura y de cierre del análisis están de alguna manera ya
ordenados: admiten una serie de principios rectores que los rigen, mientras que lo sucede en el curso del
juego es imposible de prever y, por tanto, de mecanizar ni de tecnificar.
LOS GESTOS INSTAURADORES DEL ANALISTA SUPONEN ESTOS MOVIMIENTOS DE APERTURA, EL JUEGO
DEL ANÁLISIS LO ABRE EL ANALISTA, NO LO ABRE EL PACIENTE. La dinámica de fuerzas que se abre está
determinada por los gestos del analista, gestos que son palabras, asentimientos, preguntas, que tienen que
ver con cómo uno se emplaza con un cierto interés, no solamente profesional, sino humano, respecto de las
condiciones con las que un ser humano se aproxima solicitando auxilio. Gestos instauradores que se fundan
en varios planos.
LAPLANCHE introduce una idea muy importante cuando señala que en los inicios del tratamiento lo que
define la posibilidad de que un sujeto se instale es la acogida benevolente del analista, y bajo esta
categoría, se refiere a que el analista debe acompañar desde una posición de receptividad, de
disponibilidad, de apertura y de escucha, que sea además benevolentes. Tiene que poder alojar la
palabra del sujeto sin someterla a ninguna clase de sesgo, ni de captura ni de juicio condenatorio.
En ese sentido, algo del orden de lo que podríamos llamar la “neutralidad”, a condición de entender por
ella una suspensión del juicio, religioso, moral, social, pero no una ausencia de implicación. Cuando
FREUD se refiere a que el analista tiene que ser neutral, está diciendo que tiene que tener la objetividad
suficiente para poner en suspenso sus propias representaciones meta. Muy diferente pensar la neutralidad
como ausencia de implicación, o como indiferencia.

Tomamos como ejemplo el Caso Dani, en el capítulo 1 en “La fundación de lo inconsciente”. Allí
BLEICHMAR presenta la consulta de dos padres por su hijo de 5 semanas de vida, aquejado de un trastorno
del sueño. Infans que solo lograba dormir 4 horas de las 24 del día, comía vorazmente sin lograr luego
tranquilizarse, el baño tampoco lograba ser una actividad placentera. A pesar de estar ambos padres
realizando sus propios análisis, la experiencia de la crianza los tenía confusos y deprimidos. El pediatra había
descartado cualquier perturbación de tipo orgánico y a partir de allí fue el analista del padre quien consideró
que algo debía ser revisado en el vínculo con este hijo. Allí se motoriza con urgencia la consulta con
BLEICHMAR.
En la primera entrevista con la pareja parental relatan el desconcierto y la imposibilidad de acertar acerca
de lo que el niño requería, pero no solo por parte de ellxs, sino también de la generación de los abuelos,
entre los cuales tampoco aparece alguno con empatía hacia el bebé. Por el contrario, giraban
representaciones en torno a este como el de un enemigo molesto, alguien a quien había que domar.
Suponiendo que había algo que imposibilitaba un buen encuentro entre la madre y su hijo, BLEICHMAR
propone para la misma tarde una entrevista madre-hijo explicándoles previamente el por qué el padre no
participaría: esto lo sustenta en la diferencia entre el parto real y el parto simbólico, de cómo la madre
necesitaba un espacio en el cual entender qué le pasaba con su hijo, y aclaró al padre que de algún modo
ella se haría cargo circunstancialmente en la entrevista del lugar que él ocupa en la realidad, en aras de
detectar qué era lo que estaba ocurriendo para luego poder hablarlo entre los tres.
A continuación, la madre expresa en ese momento la irritación que sentía ante su propia madre y su
suegra cuando intervenían en la relación con su hijo. A partir de su escucha analítica, BLEICHMAR entiende
que se está activando la misma vivencia en el inicio de esta consulta, y hacia allí dirige otro movimiento de
apertura y dice: “señalé que de hecho también yo me estaba entrometiendo”, allí la madre responde con
una sonrisa “sí, yo tenía miedo de venir, pero al menos le puedo decir lo que siento, creo que puedo aceptar
que usted participe”. Esto es claro ejemplo de una escucha analítica y benevolente que posibilitó la
instalación de la transferencia y del enigma necesario para motorizar el trabajo investigativo acerca de las
causas de la falla en la organización del psiquismo infantil, trabajo que implicó asimismo someter la
metapsicología a la prueba de la clínica, en la medida en que se presentaba un psiquismo que aún no había
constituido la tópica y el conflicto intersistémico, intersubjetivo y por ende esta emergencia psicopatológica
no aludía a un síntoma en sentido estricto.

El modelo freudiano del “Proyecto de psicología para neurólogos” devino el paradigma desde el cual la autora
cercó metapsicológicamente el objeto de estudio, o sea el descriptivo: los aspectos fundacionales
particulares de este psiquismo y las condiciones requeridas para el procesamiento de cantidades
pulsionales.
En este sentido, entendemos la neutralidad como los rehusamientos que serán luego el vector de la
abstinencia, abstinencia que es primeramente sexual porque aun cuando los gestos del analista propician el
activamiento de lo sexual en sentido amplio en la medida que se enmarca en una relación asimétrica, que
activa elementos propios de la simetría de los orígenes, no es en el marco de una seducción factual.
Entonces, en primer lugar, rehusamiento de la sexualidad, pero también rehusamiento del saber, en el
sentido de la implicación pedagógica de indicar en qué dirección el sujeto tendría que encaminar su
existencia, en el caso de la clínica con niñxs, por ejemplo, indicar a los padres cómo deben educar a sus
hijxs. Y finalmente, rehusamiento de poder, dado que la relación asimétrica que la transferencia inaugura,
introduce el vector del poder. El diagnóstico es también un instrumento que está atravesado por líneas de
poder, y allí donde el diagnóstico deviene una forma de reificación por parte del analista, puede
convertirse en una operatoria de poder que luego termina esterilizando las vías de desarrollo del análisis.
En FREUD, la cuestión diagnostica, indagada en las entrevistas preliminares, está al servicio de evaluar
las condiciones de analizabilidad del sujeto, es decir, de aplicación del método en función del objeto. Evalúa
si el paciente se va a beneficiar del análisis, con lo cual pone el acento en las condiciones de aplicabilidad
del método y en qué medida eso va a implicar un beneficio, porque hay sujetos que podrían no beneficiarse
de un análisis, aun siendo sujetos neuróticos, dependiendo de qué es aquello que pretenden alcanzar a
través del tratamiento. Dirá FREUD que esas entrevistas deben servir a los fines de la selección de
pacientes, y eso implica realizar un diagnóstico.
Ahora bien, en la cuestión de la selección de pacientes, se abre en otra dirección que es importante
recuperar, y que recoge AULAGNIER. Esta autora alude a que determinar la analizabilidad del paciente no
supone solamente establecer los criterios metapsicológicos de su funcionamiento psíquico para saber si
va a beneficiarse o no del análisis, sino que también requiere de un proceso de autodiagnóstico del
propio analista.
No puede haber iniciación del tratamiento si simultáneamente el analista no hace un análisis de sí mismo,
respecto a las condiciones para ofrecerse a la relación de intercambio transferencial con ese paciente en
particular. Esto es algo que muy pocas veces se trabaja, como si se tratara simplemente diagnosticar al
paciente y no hacer también un autoanálisis del propio analista respecto de si está en condiciones de
tomarlo, de indagar las condiciones materiales, subjetivas, ideológicas, históricas, éticas, etc. en las que el
analista se encuentra para investir esa relación transferencial que el paciente le propone.
En el capítulo 1 del libro “El aprendiz de historiador y el maestro brujo”, esta autora nos relata el marco de
los primeros encuentros llevados adelante en el trabajo con Phillippe, un paciente adultx con una
problemática psicótica. AULAGNIER no trabajó con niñxs, pero fue su experiencia clínica con sujetos
psicóticos la que la confrontó con la insuficiencia de la teoría y la llevó a la reformulación de la
metapsicología, arribando a un modelo teórico-clínico propio.
Si bien fue discípula de LACAN, su crítica relacionada con la formación de los analistas y las dinámicas de las
instituciones psicoanalíticas de ese momento, así como la concepción sobre la psicosis, la condujeron a
diferenciarse de ese posicionamiento político, teórico-clínico y ético.
AULAGNIER identificó una escisión entre la teoría y la práctica, que tornaba necesario revisar el modelo y
sus consecuencias. La cuestión no era encontrarle un elemento más a la técnica para acercarse al fenómeno
psicótico, sino plantearse que el modelo psíquico con el que se estaba pensando es ineficaz, aun cuando la
explicación que genera pudiera seguir siendo válida. Ella propone rearticular el entretejido conceptual para
generar nuevas herramientas.
La publicación del caso Phillippe narra la relación terapéutica desarrollada en dos tiempos y en dos lugares.
Los primeros tres meses fueron entrevistas realizadas en el servicio hospitalario en presencia de un grupo
de terapeutas, mientas que los últimos 7 meses transcurrieron en el consultorio particular. La fuerte
apuesta de la autora a la implementación del trabajo analítico en el marco de una institución era sostenida
solo si el analista podía ser capaz de respetar 3 condiciones:
1) evitar el etiquetamiento que anularía el carácter singular del sujeto;
2) dedicar un tiempo considerable a esa relación analítica;
3) no olvidar la repercusión de todo conflicto institucional sobre el vivenciar de los sujetos, reproduciendo
traumatismos previos del trayecto identificatorio de ese sujeto.
Esto implica maniobrar en la complejidad del trabajo interdisciplinario preservando el secreto
profesional. Resulta importante resaltar su preocupación por amarrar el aspecto metodológico a las
hipótesis teóricas, y desde ese eje rector orientar la escucha y formular las preguntas al sujeto y a sus
padres. Proyecto terapéutico que incluye construir con el resto del equipo asistencial una mejor
comprensión de la problemática del paciente, pero también con los padres para lograr dimensionar el real
sufrimiento psíquico del hijx. Dice ella “Allí donde solo veían la manifestación de una agresividad, de un
deseo de angustiarlos, de un rehusamiento a todo acuerdo; de igual modo, creo posible en otros casos
llevarlo sino a que al menos pongan en duda su convicción sobre el carácter orgánico, hereditario y por lo
tanto, eterno de la patología de su hijo o hija”. Objetivos que estarán condicionados por el tipo de
transferencia que el medio familiar establezca con el servicio asistencial.
En la exposición de este historial clínico, se advierte el valor que la autora otorga a la relación
transferencial privilegiada que supone ofrecerse como soporte de un investimiento que garantice al
interlocutor una libertad de palabra, que solo es posible si uno está libertado de todo rol de poder, de
decisión frente al resto del equipo asistencial y de la administración.
Asimismo, aclara que interpretar conlleva traer a la luz ciertos fantasmas, deseos inconscientes que uno no
tiene derecho a exponer delante de otrxs. Dice AULAGNIER “el respeto por la vida psíquica es lo menos que
se nos puede exigir”, por este motivo, se abstiene de toda actividad interpretativa en las primeras
entrevistas en un marco institucional delante de otrxs profesionales. Limitación que no elide, sin embargo,
la importancia de esos primeros encuentros a los fines de proponer una escucha que prueba al sujeto que
su discurso merece ser oído y que su sentido no puede ser compartido, sino porque permanece oculto para
sus interlocutores.

El eje del diagnóstico es parte de los elementos que exploramos en el marco de los primeros encuentros,
para diseñar luego los movimientos de apertura dentro del campo de la clínica con niñxs y adolescentes.
En el contexto actual de una creciente tendencia a la biologización y medicalización del sufrimiento
subjetivo como respuesta principal del sistema de salud, resulta central poner en debate los modos de
definir los diagnósticos, problematizar por un lado, aquellas corrientes teóricas que subsumen los
diagnósticos a estructuras psicopatológicas homogéneas, ahistóricas, definidas por la operancia de un solo
mecanismo, que parecieran excluirse de un modo absoluto unas de otras, acarreando ciertos obstáculos
inclusive epistemológicos.
Por el contrario, la clínica nos ofrece presentaciones que exceden esta pretensión taxonómica del
estructuralismo, de armar entidades tan claras y distintas, reduciendo todas las variables particulares del
funcionamiento psíquico de un sujeto determinado en un universal que no los contiene necesariamente.
Pero, por otro lado, proponemos problematizar, cuestionar, los diagnósticos que se realizan a partir de la
importación de categorías de la psiquiatría. ADD, TGD, TEA, etc. modalidades que parecen estar más al
servicio de calmar la angustia de los analistas ante la movilización que supone el encuentro con el
padecimiento psíquico de otrx ser humano.
En esta dirección podemos encontrar desarrollos de BLEICHMAR en los que propone en el dispositivo de
las entrevistas preliminares, pasar del motivo de consulta a la construcción de la razón de análisis.
Para esta autora, definir la razón de análisis supone reposicionar el “motivo de consulta” en el marco de
las determinaciones que lo constituyen, lo cual implica la construcción a partir de la metapsicología de un
modelo lo más cercano a la realidad del objeto que abordamos, para proponer a partir de esto el método a
seguir y las formas que asumiera la prescripción analítica.
Indudablemente, el contrato, los aspectos formales, tendrán que estar atravesados por esta “razón de
análisis”, determinados por los requerimientos que el proceso determine, haciendo hincapié en que los
elementos contractuales no definen la instauración de la situación analítica, sino que fijan simplemente
sus normas.
La constitución de la razón de análisis es un trabajo compartido, no es algo que el sujeto trae: el sujeto
trae una consulta, trae un sufrimiento, porta una serie de malestares que lo aquejan, pero las entrevistas
preliminares tienen por función el construir una “razón de análisis”, que eso sea ocasión para la instalación
de un enigma que motorice al trabajo investigativo que el análisis implica, y esto no puede hacerse si no es
gracias a la intervención del analista y la instalación de ese enigma es indisociable de la instalación de algo
del orden de la transferencia.
Esta concepción del objeto de nuestra indagación exige que en el proceso diagnóstico se rastree el nivel
de organización del aparato psíquico al momento de la consulta, o sea, la dominancia estructural, pero
también los modos en que esta se ha constituido, tanto en relación a la ubicación del paciente en la tópica
intersubjetiva (o sea, las condiciones edípicas de partida), como en relación a los determinantes histórico-
traumáticos que llevaron a ese modo de organización y a sus contenidos particulares, tratando a su vez de
anticipar qué posibilidades de mutación puede tener a futuro ese psiquismo, sea por la puesta en marcha
de procesos de neogénesis, sostenidos en un buen trabajo analítico, o sea, por los riesgos de
desorganización que puede sufrir.
Es en este sentido que resulta fecunda la propuesta fecunda de BLEICHMAR de “hacer biopsia”, la misma
implica una mirada diagnóstica compleja, una mirada que dé cuenta no solo de modalidades estructurales
y dominancias, sino también de corrientes de la vida psíquica, tal vez marginales, pero no por ello menos
eficaces o sufrientes. “Hacer biopsia” implica realizar un corte en la estructura, delimitar un fenómeno y
darle el estatuto especifico que tiene.

Preguntas rectoras para este proceso diagnóstico:


¿Cuál es la modalidad estructural predominante? ¿Está o no instaurada la represión? ¿Se ha sepultado o
no el autoerotismo? ¿Cuál es el estatuto del narcisismo? ¿Cómo operan las categorías témporo-espaciales?
¿Qué particularidades tiene la constitución de la instancia yoica? ¿Cuán estables son los diques anímicos
constituidos en relación a la pulsión? ¿Cuál es además su costo energético? [siendo el contrainvestimiento
una operatoria que fija el representante pulsional al inconsciente como un tapón, con un costo energético
y un grado de rigidización mayores que, por ejemplo, la sublimación].

En síntesis:
 INICIACIÓN DE UNA EXPERIENCIA ACOGIDA BENEVOLENTE DEL ANALISTA,
 POSIBILIDAD DE INSTALACIÓN DE LA TRANSFERENCIA,
 POSIBILIDAD DE CONSTRUCCIÓN DE LA DEMANDA (como construcción de la “razón de análisis”).
Los modos de instalación del dispositivo analítico, también en el campo de la clínica con niñxs, suponen ya
un modo de definir los fenómenos clínicos en sus determinaciones. Esto implica un recorte que está
impregnado de la concepción del psiquismo que posee cada modelo teórico-clínico.
Si bien todos los psicoanalistas han coincidido en el valor crucial de la asociación libre, la transferencia, la
interpretación y el juego en su especificidad en el campo del psicoanálisis con niñxs, se han planteado
divergencias entre los autores en cuanto a los alcances y modalidades de operar en los inicios y también en
el sostenimiento de esta práctica.
¿Qué es lo que permite instalar una práctica psicoanalítica con niñxs? ¿Cuáles son los prerrequisitos que la
posibilitan? ¿A partir de que se define cual es el momento de la instrumentación de una cura analítica con
niñxs?, sabiendo que el análisis se rige por ciertos principios que no están dados desde siempre ¿Qué hay
que determinar para saber si es posible la aplicación?, y si no lo es ¿De qué manera hay que crear las
condiciones o bajo que premisas se puede producir una transformación del sufrimiento existente en algo de
otro orden?
Todos interrogantes que intentan ser definidos desde el marco conceptual particular de cada psicoanalista
que se ha abocado al trabajo clínico con niñxs y adolescentes.
Asimismo, es sabido que las teorías psicoanalíticas han transitado por múltiples oscilaciones respecto a las
determinaciones parentales y su incidencia en la constitución psíquica, sin embargo, cuando se trata de
patologías graves, la mayoría de los analistas buscan en sus modos de aproximación clínica explicaciones
que permitan poner en correlación las perturbaciones severas del funcionamiento psíquico con los modos
mediante los cuales las figuras originarias han ejercido sus funciones. Por este motivo, la clínica con niñxs
es impensable sin el trabajo con los adultxs a cargo de la crianza de esos niñxs.

ABERASTURY fue la pionera del movimiento psicoanalítico argentino, tuvo un rol central en la apertura del
campo del psicoanálisis de niñxs en nuestro país y en la formación de muchos analistas. Mantuvo una
correspondencia durante más de 10 años con KLEIN; sin embargo, su adhesión al pensamiento kleiniano no
le impidió tener una actitud integradora con la obra de ANNA, y de este modo, llegara a generar sus
propios principios técnicos, sistematizados en su famoso libro “Teoría y técnica del psicoanálisis de niñxs”.
En el capítulo 5, la autora describe sus líneas rectoras en el desarrollo de las primeras entrevistas.
EL PRIMER ENCUENTRO LO PROPONE CON LOS PADRES, SIN EL HIJO POR EL QUE SE CONSULTA, PERO QUE
SÍ DEBE ESTAR INFORMADO DEL MISMO.
Se propone allí evitar caer en un interrogatorio que haga sentir a los padres enjuiciados, sino por el
contrario intenta aliviarles la angustia y la culpa que les despierta la problemática del hijo.
Propone una entrevista dirigida para evitar que el discurso de los padres se derive a temáticas alejadas del
problema del hijo y de su relación con él. Se avoca a indagar acerca del motivo de consulta, de la historia del
niñx, de cómo se desarrolla un día de su vida diaria, un domingo o feriado y el día de su cumpleaños; y
como es la relación de los padres entre ellxs, con sus hijos y con el medio familiar inmediato.
Con la ilustración de varias consultas, da cuenta del sentido de la indagación de estos elementos. Esta
autora se preocupa por diferenciar el psicoanálisis infantil de la psicoterapia, resaltando que es necesario
un entrenamiento de largos años para comprender el lenguaje no verbal del niñx, juego, dibujos,
expresiones corporales, algunas expresiones verbales. Para ello se inspira en FREUD, en KLEIN, en ERIKSON,
entre otras referencias.
Para esta autora, lo único que puede hacer consciente lo inconsciente es la palabra, y este es el objetivo
que perseguimos con la interpretación. Mediante el psicoanálisis se propone un cambio estructural y
dinámico del psiquismo del niño, y no solo la desaparición de los síntomas. Las aplicaciones del
psicoanálisis infantil en las que tanto insiste, son los grupos que ella había creado, grupos de orientación de
los padres, grupos de pediatras, grupos de dentistas para niñxs y de psicoanalistas infantiles.

WINNICOTT ocupa un importante y original lugar en la Escuela Inglesa de psicoanálisis, ha sido definido por
algunos historiadores como un solitario, formando parte del grupo de los independientes en el seno de la
sociedad británica. No buscó el poder, no creó ninguna escuela, no se consideró a sí mismo como un maestro
del pensamiento, su obra es abierta, no dogmática, centrada en un replanteamiento continuo, tanto en el
plano clínico como conceptual de la práctica cotidiana del análisis.
WINNICOTT trabajó con niñxs hasta el final de su vida, logrando una gran capacidad de observación y de
empatía con ellxs. Su obra es inmensa y su hilo conductor ha sido la investigación del recorrido del ser
humano: desde la dependencia extrema a la adquisición de la autonomía. No se sitúa en una perspectiva
genética, sino en el estudio pormenorizado de las interrelaciones entre las vivencias de la madre y las de su
hijx, tales como pueden observarse directamente, pero sobre todo tal y como puede desplegarse en la cura.
Sólo por mencionar algunos títulos centrales de su modelo podemos citar: “La preocupación maternal
primaria”, “El rol de espejo de la madre y de la familia en el desarrollo del niño”, “La capacidad de estar
solo”, “El miedo al derrumbe”, “Objeto transicional y fenómenos transicional”, “La utilización del objeto”,
“Aspectos metapsicológicos y clínicos de la regresión en la situación analítica”.
Una gran obra que le ha valido también la definición como teórico de lo lúdico, por su aporte centrado en la
constitución de “LO TRANSICIONAL”: es decir, de los espacios en los cuales se genera la relación del niñx
al semejante, y por los cuales transitan los objetos que circulan entre ambos.
Al cercar un orden de realidad que da todo su peso al terreno de la producción de sentido en la
constitución del entorno humano, otorgó un lugar al juego que constituye un modelo importante respecto
al lugar de la ilusión en el proceso de constitución de la realidad.
En el texto “El valor de la consulta terapéutica” se pueden apreciar muchas de estas cualidades en el
ejercicio de su práctica clínica. Atravesado por la distinción entre psicoanálisis y psicoterapia vigente en esa
época, partía de la idea de que la implementación del psicoanálisis con su extensión e intensa frecuencia de
sesiones semanales -4 o 5-, no era pertinente para todas las consultas que se recibían, de ahí el valor que le
otorgaba el desarrollo de unas pocas entrevistas psicoterapéuticas, con el fin de producir un rápido cambio
sintomático.
WINNICOTT hace alusión a varios aspectos importantes a tener en cuenta en el marco de estos primeros
encuentros. Por ejemplo, contemplar la representación que el niñx se forjó, previo al encuentro, de la persona
del analista y del espacio del encuentro. Lo citamos: “El paciente trae a la situación una cierta creencia, o la
capacidad para creer en una persona que lo ayude y comprenda, también trae cierta desconfianza, el
terapeuta aprovecha todo eso que trae el paciente y actúa hasta el límite de las posibilidades que ofrece”.
La posición no dogmática de este autor es lo que le permite dar cuenta de la importancia que tiene la
comprensión en la que pueda arribar el psicoanalista acerca del sufrimiento del sujeto y de las limitaciones
de saber que refleja toda interpretación.
El respeto por la exploración de cada caso en su singularidad, le da la libertad de evaluar a quién hay que
entrevistar en primer lugar, si a los padres o al niñx, en función de los grados de enfermedad de cada unx.
Del mismo modo, no regirse por una técnica predeterminada, sino diseñar los movimientos de apertura
más adecuados en función de atender la necesidad de cada paciente en particular.
En este sentido, una primera entrevista es planteada como una entrevista diagnóstica y terapéutica al
mismo tiempo, aproximando la observación de las posibilidades transferenciales del paciente, pero sin
dejar de considerar el posicionamiento, la escucha y las intervenciones del analista incidiendo en los
alcances de ese encuentro, inclusive ofreciendo interpretaciones, siempre y cuando haya producido el
material requerido, posibilitando al paciente experimentar la vivencia de ser comprendido. Dice
WINNICOTT: “el principio fundamental es brindar un encuadre humano y que el terapeuta no deforme el
curso de los acontecimientos haciendo o no haciendo cosas llevado por la angustia o la culpa o por su
necesidad de tener éxito”.

Como lo ha narrado ROUDINESCO, Francia ha sido uno de los pocos países donde el kleinismo no hizo
escuela, sino que influyeron dos fuertes tradiciones: la vinculada con la psiquiatría hospitalaria y la
Sociedad Psicoanalítica de Paris; y la que se forjó a partir de la herencia de grandes pioneras como
SOKOLNIKA y MORGENSTEIN (representada por DOLTÓ y MANNONI, entre otras, quienes estarían ligadas a
LACAN y a la Escuela Freudiana de Paris).
Contando ya con el movimiento revolucionario producido por el estructuralismo, surgen los aportes de
MANNONI, cuya obra giro alrededor de los niñxs y adolescentes psicóticos y autistas, llegando a fundar en
1969 la Escuela Experimental de Bonneuil-sur-Marne, que dirigió hasta su muerte. Con el fuerte objetivo
de reintegrar a los niñxs psicóticos a la sociedad, entre sus numerosos libros publicados está “La primera
entrevista con el psicoanalista”, donde explica que el psicoanálisis no debe pararse en los síntomas, y
desde allí afirma que el psicoanálisis de niñxs es psicoanálisis.
Según MANNONI, la adaptación de la técnica a la situación particular que representa el aproximarse a un
niñx, no altera el campo sobre el cual opera el analista: ese campo es el del lenguaje (incluso cuando el
niñx no habla). El niñx se halla incluido en una trama discursiva que abarca los padres, al niñx y al analista, se
trata de un discurso colectivo, constituido alrededor del síntoma que el niñx presenta.
El niñx se sitúa como soporte de la problemática que subyace a la pareja parental, en la medida en que el
síntoma del niñx daría cuenta de aquello que no marcha en el ambiente en el que se encuentra inmerso,
daría cuenta de algo de lo no dicho. De esta manera, la enfermedad del niñx revela un drama familiar,
fundamento por el cual desde esta perspectiva el psicoanálisis de niñxs involucra el establecimiento de
TRANSFERENCIAS MÚLTIPLES que involucran al niñx, a los padres y al analista.
Lo central no es cuestionar las posibilidades en el niñx de instalación de la transferencia, sino que lo
fundamental resulta en la conducción de la cura: si el niñx podrá asumir su propia historia diferenciándose
por ende de la trama de engaños sostenida por la pareja parental.
Podemos observar desde esta concepción cómo lleva adelante la exploración y las hipótesis esta autora en
el marco de los primeros encuentros. Con solo detenernos en la primera viñeta del libro “La primera
entrevista con el psicoanalista” podemos ver la consulta por un niño de 11 años con problemas en el
aprendizaje, especialmente de las matemáticas, del cual también se refiere que ha tenido dificultades en el
lenguaje. A partir de la frase inicial, expresada por la madre: “Tengo un hermano ingeniero y un hijo como
este”. MANNONI se dedica a trabajar los detalles de la historia de la madre, su orfandad de padre desde los
14 años, la debilidad y el sometimiento de una madre fálica, la sombra de este abuelo sobre la pareja que
ella constituye con un hombre débil y tímido. El niño ha tenido trastornos del lenguaje desde que empezó
a hablar, tiene una relación simbiótica con su madre, toda agresividad le está prohibida, el ideal paterno
propuesto por la madre al hijo es el tío materno, la imagen del padre aparece en segundo plano, no cuenta.
¿De qué se trata en realidad? Dirá la autora: de una insatisfacción de la madre como hija. A esta madre
depresiva, a quien nunca logra satisfacer, intenta ocuparla, al menos mediante sus fracasos y su
conducta fóbica, la que aparece aquí más como la expresión del deseo materno, que como una enfermedad
propia del niño.
El texto gira alrededor de la posición del niño en relación con el deseo materno, gran aporte de este
enfoque que tiene que ver con que se propone un salto entre el motivo de consulta y el material clínico
expuesto, tan legitimo en tanto se busca una respuesta psicoanalítica, y no solamente una respuesta
estrictamente sintomática. Sin embargo, no podemos llegar a comprender en qué consistieron los
trastornos del lenguaje mencionados. ¿Qué características tuvo la escolaridad hasta el momento de la
consulta? ¿Cómo son sus relaciones con los otrxs niñxs? ¿Cómo se coloca en este momento de su vida
frente al desarrollo puberal?
Acá se abre el problema de la especificidad sintomática, porque una insatisfacción de la madre como hija
podría producir en otro caso una fobia grave, una sintomatología obsesiva, un cuadro de agresividad, etc.
Dice MANNONI, “En lo inmediato, queda al menos la posibilidad de verbalizar al niño ante los padres su
situación y la significación de sus fracasos escolares”. En una nota a pie de página, da cuenta del tipo de
intervención propuesta: le explicó al niño que sus fracasos no se deben a una deficiencia intelectual, sino
que adquieren sentido en relación con la forma en que creció, protegido contra todo lo vivo por una madre
huérfana de padre desde pequeña, y le dice al niño: “Si mamá hubiese tenido un papá, tendría menos miedo
de que su marido se convirtiese en un papá demasiado enojado, la cólera de papá te habría ayudado a
convertirte en hombre, en lugar de seguir siendo el bebé que siente los miedos de mamá”.
En el texto “El niño, su enfermedad y los otros”, aparece la matriz teórica de MANNONI, que refleja su
comprensión de la patología infantil: todo girando en torno a la concepción del inconsciente como el
discurso del Otro.
Apoyada en la teorización lacaniana, permitió poner en correlación el deseo materno con la patología
infantil, y de este modo se han abierto nuevas posibilidades de comprensión, posibilitando el emplazamiento
del sujeto en una línea intersubjetiva con sus determinaciones, pero al mismo tiempo, ha tenido la
limitación de anular el concepto de inconsciente como un sistema intrapsíquico y, con ello, no pudiendo
explicar la especificidad del conflicto psíquico, es decir, la forma de resolución que encuentra en el marco
de la economía libidinal intrapsíquica.
¿Es correcto que el psicoanalista en una primera entrevista le dé a un paciente una explicación totalizadora
que funcione como una racionalización? Si el síntoma tiene como sentido principal satisfacer a una madre
depresiva, ¿No se considera de esta manera una intencionalidad sintomática que se constituiría como
beneficio secundario centralmente antes que como resolución en el marco de la economía libidinal
intrapsíquica? Abramos la siguiente pregunta: ¿Cuál es la especificidad del conflicto que pone en marcha el
síntoma? Es decir, ¿Por dónde debemos explorar para encontrar el rumbo que nos permite entender el
motivo de consulta?

En el libro “En los orígenes del sujeto psíquico” BLEICHMAR desarrolla un modelo a partir del cual ordena la
cuestión diagnóstica, es decir, la diferenciación psicopatológica, y a partir de allí propone la estrategia de la
cura. Allí releva tres elementos, tres ejes sobre los cuales ella orienta la exploración en el marco de los
primeros encuentros:
 EL MODELO DEL APARATO PSÍQUICO Y SU CONSTITUCIÓN.
 LA UBICACIÓN DEL PACIENTE EN LA TÓPICA INTERSUBJETIVA.
 LAS DETERMINACIONES DE LA HISTORIA EN SU CARÁCTER SIGNIFICANTE (tomando las correlaciones
entre el movimiento sintomático y el trauma).
Vamos a empezar a profundizar en cada uno de estos ejes, para ver qué supone este planteo.

1. EL MODELO DEL APARATO PSÍQUICO Y SU CONSTITUCIÓN:


Para la autora, el primer paso es definir el tipo de tópica que está en juego, y desde ahí uno puede
diferenciar entre trastorno y síntoma. Lo que importa es que en el síntoma hay sentido, mientas que en el
trastorno nos encontramos que hay una carencia de sentido a buscar en el inconsciente. Esta es la cuestión
central que abre la vía de la analizabilidad. Si en el inconsciente no podemos encontrar lo que determina el
síntoma como reprimido, entonces la técnica analítica no puede ser aplicada.
A partir de la conceptualización de los tiempos de constitución del psiquismo en toda su complejidad, es que
la autora va abriendo las grandes entidades psicopatológicas.
En primer lugar, indaga la instalación de todo lo que tenga que ver con lo pulsional, con lo
representacional, con los espacios del placer, con el pasaje de lo autoconservativo a lo sexual, con el placer
del chupeteo y no solo con la alimentación, sino con el placer por el apego en relación al cuerpo del otrx.
Son los indicios más primarios que plantean en los primeros tiempos de la vida que algo se está
constituyendo en las vías de la hominización normalizante. Cuando esto no se inscribe, para esta autora,
estaríamos en el campo del autismo primario.
Luego, se exploran los precursores, aquello que tiene que ver con el sí y con el no, y con los modos de
incorporación y de expulsión corporales también, las formas de lo pasivo y de lo activo en relación al otrx.
Con las posibilidades de instalarse en alguna posición de actividad en relación a dejar de ocupar el lugar
puramente pasivo, y en esta dirección se puede plantear que se van constituyendo los elementos
representacionales que van abriendo el campo del pensamiento, pero que todavía no están ordenados.
Cuando se produzca la represión originaria, la instalación del proceso secundario, la posibilidad discursiva,
el lenguaje, entendido no solo como emisión de palabras sino como capacidad de comunicación e
intersubjetivación, a partir de esto, podemos plantearnos que estamos frente al terreno que ya se va
estructurando en la dirección de la neurosis.
Indaga, por tanto, la constitución de los procesos primarios y secundarios como diferenciados, con la
consiguiente constitución de las formaciones del inconsciente, síntomas, sueños, actos fallidos y también la
función de la transferencia en tanto capacidad de transferir.
También indaga la cuestión del lenguaje, la diferenciación a establecer entre “trastornos de la emisión del
lenguaje” y “trastornos de la constitución del lenguaje”, que tienen que ver con trastornos en la
constitución del aparato psíquico y en el posicionamiento del sujeto, o sea, trastornos que tienen que ver
con el empleo de los pronombres, las preposiciones, los tiempos y las personas verbales, aquello que
marca sujeto, tiempo en relación al discurso. Dentro de esto también separa aquellos trastornos que
tienen que ver con trastornos de la emisión pero que están determinados por modalidades o fantasmas
psicóticos en la constitución del aparato, es decir, aquellos trastornos que tienen que ver con angustias de
vaciamiento o con angustias de desbordamiento, o aquellos que están relacionados con los límites del
cuerpo, de los cuales el lenguaje también marca el límite adentro-afuera y las características de la
intersubjetividad.
BLEICHMAR considera la represión como mecanismo fundante. En la infancia, la cuestión de la forclusión
para ella no ocupa un lugar central; piensa que hay que tomar como mecanismo central, en relación a la
falla de la constitución de la defensa en la infancia, la imposibilidad de clivaje entre el espacio real y el
espacio virtual. El problema del desdoblamiento metafórico del sujeto es lo que abre la posibilidad del
campo de la creencia, con lo cual se podría decir que, en los preparativos del mecanismo de clivaje del Yo y
la posibilidad de estructuración del espacio virtual y el espacio real, son los que abren la capacidad
metafórica y la capacidad del niñx de insertarse en un espacio de creencia.
En la infancia, hay que tomar como eje fundamental si la represión originaria está instalada, pero
también si está en vías de constituirse la represión secundaria (es decir, la represión edípica). Aquella
tiene que instalare simultáneamente en relación a la diferencia de “principio de realidad” respecto a lo
pensado, lo deseado, y lo vivido.
Explora si está constituida la represión originaria, es decir, si están sepultadas las pulsiones, y luego qué
nivel de renuncia edípica se ha producido. A partir de la idea de renuncia edípica también indaga de qué
manera lo que está operando del lado de los ideales es Ideal del Yo y conciencia moral, o es Yo Ideal y
ansiedad social. Por ejemplo, una misma actitud autoexigente de un niñx puede estar relacionada con el Yo
Ideal, es decir, con el narcisismo primario, con una angustia que no tiene que ver con la castración sino con
el aniquilamiento. Mientras que en otro caso puede tener que ver con los Ideales del Yo y con la Conciencia
Moral. Lo que le va a dar su carácter no es el contenido, sino el tipo de angustia que esté en juego, si es
angustia de aniquilamiento o es angustia de castración. Esto es lo que define la diferencia.
En el sentido más amplio, en el sentido con el que LACAN lo replanteó, la angustia de castración tiene que
ver con la perdida de la completud; mientras que la angustia de aniquilamiento tiene que ver con la
destrucción del ser y está más vinculada al Yo Ideal y a las angustias precoces.
A partir de estos elementos, se van definiendo cuestiones diagnósticas.
Asimismo, si no se produce la instalación del Superyó (o sea, las instancias ideales, la conciencia moral, el
Ideal del Yo, el pasaje del Yo Ideal al Ideal del Yo), podríamos pensar que puede quedar la patología
girando entre las patologías serias, no necesariamente psicóticas, pero si aquellas patologías en las cuales
hay invasiones del proceso primario, compulsiones, adicciones en algunos casos.
El narcisismo liga y sostiene del lado del autoestima yoica la posibilidad de que la pulsión sea sofrenada y
evita de este modo la compulsión de repetición del lado del goce. Si se consideran las relaciones entre el
inconsciente y el Yo, y al Yo como un retículo ligador capaz de contrainvestir a la pulsión, el Yo opera
entonces como órgano de defensa en su totalidad frente al carácter compulsivo del lado de la pulsión y
del goce, que no tendría para nada en cuenta la autopreservación del sujeto. Esto es muy importante,
porque la pulsión no es solamente que no repara en el objeto, sino que repara en el Yo, y esta es una
diferencia muy importante cuando uno tiene que pensar en patologías más psicopáticas respecto a otras
patologías más del orden de la compulsión. Desde esta perspectiva podríamos decir que el Yo tiene una
función ligadora y estructurante.
Una de las cosas que vemos de manera llamativa en los padres de niñxs muy graves es la falta de proyecto,
la falta de representación para ese niñx, la imposibilidad de imaginárselo a futuro; cuando aparece la
preocupación, aparece ya como preocupación de cómo se va a valer por sí mismo, pero nunca aparecieron
fantasías respecto de qué querían que fuera cuando fuera grande. Se podría decir en términos de
AULAGNIER que no se constituyó un proyecto identificatorio, una propuesta identificatoria para el niñx. Se
debe contar con una primera propuesta estructurante para que a partir de eso se puedan realizar por
ejemplo en la adolescencia los procesos de desidentificación y reidentificación. Sobre algo se tienen que
sostener esas futuras identificaciones.
En estas fallas primarias, entonces, encontramos en el orden del narcisismo, dos tipos o las fallas en el Yo:
las que tienen que ver con la ausencia total de instalación del Yo; y las que tienen que ver con el modo
troquelado, abrochado o coagulado del narcisismo (bajo los modos que MAHLER ya describió en algún
momento como de la “psicosis simbiótica”, pero que también se caracterizan por una dominancia
paranoide que en la infancia ha sido muchas veces considerada y confundida como fobia y que no son
fobias porque están vinculadas a una angustia en la relación al semejante y no en relación a un objeto).
BLEICHMAR llama “TRASTORNOS PRIMARIOS DE LA CONSTITUCIÓN PSÍQUICA” a aquellos en los cuales:
 hay una falla en la estructuración del Yo, un déficit del narcisismo primario;
 y también aquellos en los cuales, establecidas las formas del narcisismo primario, han quedado
coaguladas en relación al narcisismo original y al narcisismo primario y a los modos de la especularidad.
Unos van más para el lado de las esquizofrenias infantiles (o para el lado de las no integraciones de
pensamiento), y otros van más para el lado de la integración, pero bajo un modo coagulado al modo
binario. En este último caso, son psicosis que no acceden a la apertura de la relación con el semejante,
entre las cuales están los mutismos selectivos, por ejemplo.
La importancia de estas consideraciones respecto de la evaluación, la exploración de las características de la
tópica psíquica y del estatuto de los elementos psicopatológicos que se presentan en la consulta, tiene que
ver con que el terapeuta tiene que plantearse hipótesis y explorarlas, e ir haciendo un proceso de
corroboración y falsación de esas hipótesis, aquello que BLEICHMAR ha llamado “hacer biopsia”, desde
determinado elemento ir estudiando el conjunto de la estructura y ver con qué se correlaciona.

2. LA UBICACIÓN DEL PACIENTE EN LA TÓPICA INTERSUBJETIVA


3. LAS DETERMINACIONES DE LA HISTORIA EN SU CARÁCTER SIGNIFICANTE
Ambos ejes son indagados en la ENTREVISTA DE BINOMIO, realizada al final del proceso diagnóstico, y
que se diferencia claramente de dos opciones presentes en las practicas terapéuticas:
 la llamada “anamnesis”, historia de la enfermedad y no del sujeto psíquico,
 al interior del psicoanálisis mismo, la introducción de lo que MANNONI ha llamado la “primera
entrevista”, en la cual se intenta establecer algún tipo de significación del síntoma a partir del deseo
manifiesto de la madre.
Ni la historia relato, concebida como causalidad última, porque no es lo acontecimental relatado lo que
produce el surgimiento del síntoma, ni el discurso que da cuenta del deseo materno, pueden ofrecernos la
significación del síntoma que habrá que buscar en los vericuetos del inconsciente del niñx.
BLEICHMAR dirá que de lo que se trata es de abrir las coagulaciones de la historia-relato, de esa suerte
de novela del adultx sobre el niñx, en un movimiento en el cual entre el discurso y sus fracturas se
inaugura un hiato que permite la suposición de un espacio en el cual la teorización infantil articula el
fantasma a develar.
Por otra parte, la razón por la cual esta historia debe ser tomada al final y no al comiendo del proceso
diagnóstico radica en que su conocimiento no produzca excesos de sentido ni obstaculice la observación de
los espacios carentes de sentido en la entrevista con el niñx.
La razón por la cual no hace intervenir a ambos padres en esa entrevista es que se basa en la diferencia
entre la organización edípica y la familia, intentando reproducir en ese momento de la consulta los 4
términos implicados: 3 miembros + los que entre ellxs circula: el falo (en términos clásicos acuñados por el
modelo lacaniano). Esto, de modo de evitar abrochamientos entre dos términos de a pares que impiden
conocer los modos de inclusión-exclusión con los cuales el niñx se implanta en esta estructura.
En segundo lugar, el otrx significativo interesa en particular, en tanto implantador de lo sexual y también
organizador de sus transcripciones preconscientes, dando cuenta de los modos con los cuales tanto la
articulación de los fantasmas como el desgajamiento de los cuerpos se correlacionan en el proceso de
constitución del psiquismo infantil por relación a los modos de pautación que la cultura impone.

En resumen, para esta autora, el objetivo de esta entrevista de binomio no se reduce a la exploración del
deseo de la madre (que por supuesto está presente), sino:
 al modo con el cual se van produciendo los intercambios libidinales entre el adultx y el hijx,
 las formas con las cuales se van instalando las dominancias libidinales en la subjetividad del niñx,
 los destinos que van orientando la vida pulsional,
 las resignificaciones en las articulaciones edípicas,
 y el modo con el cual se establecen los procesos de ligazón o de fallas en las ligazones primarias que
sostienen el entramado sobre el cual se constituirá la tópica.
[TRANSFERENCIA]

A partir de la unidad temática que aborda la noción de transferencia, se desprenden los siguientes
contenidos temáticos:
 Transferencia.
 Amor de transferencia. Resistencia.
 Ilusión transferencial.
 Riesgos de exceso e ilusión mortífera.
 Regresión.
 Contratransferencia.
De esta manera, se expresa AULAGNIER en “El aprendiz de historiador y el maestro brujo”, haciendo
referencia a la situación de encuentro que comporta la situación analítica: “Intercambio de conocimientos,
intercambio de afectos, es este doble movimiento el que está en la base y es el soporte de la relación
analítica, porque está en la base y es el soporte de la relación transferencial”.
La noción de TRANSFERENCIA es un concepto que, en el marco de los primeros encuentros con el
psiquismo en constitución, está al interior de los movimientos de apertura, junto a las entrevistas con
padres y al juego.
AULAGNIER ENTIENDE A LA SITUACIÓN ANALÍTICA COMO UNA SITUACIÓN DE ENCUENTRO, organizada a
partir del intercambio de sentido y afecto, en tanto soporte de la relación analítica (dado que es soporte
de la relación transferencial). A fin de situarnos en el marco de los primeros encuentros, la autora
introduce dos coordenadas organizadoras:
EJE DE LA TEMPORALIDAD: estableciendo como “contado” el tiempo de las entrevistas preliminares (tiempo
contado que remite a la indicación de análisis), a la necesidad de realización de un autodiagnóstico (que
supone evaluar la posibilidad de ofrecerse como soporte de la futura relación transferencial), a la elección
de los movimientos de apertura (elección altamente singular en función de lo que el analista ha podido
escuchar, prever, anticipar en el marco de las entrevistas preliminares, respecto de la relación transferencial
futura). Hablamos de una anticipación de la futura relación transferencial que, en su anudamiento con el eje
de la temporalidad, contempla el riesgo de que nuestra negativa a ser soporte de la relación transferencial
vaya en contra de la economía psíquica del sujeto, provocando la repetición de un rechazo que remite a la
historia de origen.
EJE DE LA ANALIZABILIDAD: noción que no se reduce a un cuadro nosográfico, sino que contempla la noción
de diagnóstico al tiempo que la excede, en la medida que involucra los posibles de la teoría, en articulación
a los posibles del funcionamiento psíquico en su singularidad y por ende en transferencia.
De este modo, AULAGNIER plantea, en el capítulo 7 de “El sentido perdido” que: “En el registro de la
neurosis, la prosecución de la experiencia presupone por parte de los dos sujetos en presencia, la
aceptación de un pacto por el cual uno de ellos acepta hablar su sufrimiento, su placer, sus sueños, su
cuerpo, su mundo, y el otro se compromete a asegurar la presencia de su escucha para toda palabra
pronunciada”. Agregando más adelante que: “El ‘decir todo’ de la regla fundamental cobra un sentido
especifico cuando se reflexiona sobre lo que va a significar para el Yo, la demanda que se le dirige, la puesta
en palabras de pensamientos, de los que es al mismo tiempo agente y referente, incluidos y quizás sobre
todo, esos pensamientos que como ciertos fantasmas, pretendan ser y se presentaban no comunicables”.
La experiencia analítica supone la diferencia de lugares y presupuestos, el querer poder hablar sus
pensamientos y el supuesto saber sobre sus pensamientos, sostenidos en un pacto, que tal como expresa la
autora, ninguno de los dos partenaires del encuentro cumplirá totalmente.
Ahora bien, en articulación a ello, AULAGNIER expresa: “¿Cómo el ‘decir todo’ de la regla fundamental
deviene en una acción peligrosa para el Yo? En tanto comporta la privación de elección, un conflicto del Yo
entre pensamientos”. De esta manera, remite entonces a un tiempo central de la organización psíquica que
supone la constitución de la autonomía de pensamiento, autonomía no garantizada desde los orígenes, y
conceptualizada como conquista del Yo por parte de la autora.
La autonomía de pensamiento nos conduce a dar cuenta de aquellas nociones conceptuales que nos
posibilitan ser, tal como expresa AULAGNIER, “La entrada del Yo en la escena psíquica”, así como las
coordenadas que introduce a fin de teorizar en torno a la noción de transferencia.
Como consecuencia de lo planteado, AULAGNIER delimita en el marco del encuentro analítico la existencia
de un otrx, a quien se supone “saberlo todo” sobre las significaciones ignoradas de los pensamientos y
deseos que se le expresan. “Saber todo” que disolvería el conflicto, así como el sufrimiento resultante,
ilusión transferencial necesaria para el desarrollo de la experiencia.
La ilusión transferencial en ocasiones puede derivar en una consecuencia paradójica que invertirá el fin al
que el proceso apuntaba: en este caso, la transferencia se pondrá al servicio de un deseo de muerte del
Yo por el Yo, que se realizará a través del “deseo de no desear pensar más”, de la tentativa de imponer
silencio a esa forma de actividad psíquica constitutiva del Yo.
De esta manera, la autora introduce la noción de ILUSIÓN TRANSFERENCIAL, que expresa como delegación
de un derecho de decisión que solo es la forma apenas disfrazada del deseo de dejar a ese mismo otrx la
responsabilidad de pensar en nuestro lugar, y de expresar en nuestro nombre los enunciados
supuestamente conformes con nuestro deseo.
Este “deseo de no tener que pensar más” para no ser ya sino el receptáculo de un “ya pensado por el otrx”
es la manifestación por medio de la cual se expresa un deseo de muerte, nos encontramos con el
emplazamiento entonces, de la ilusión mortífera.
Deseo de vida y deseo de muerte están presentes de entrada, los dos harán irrupción en la relación
transferencial y tratarán de someterla a sus fines. Se comprende entonces que la ilusión de haber
encontrado a un sujeto supuesto saber, a un sujeto que posee la totalidad de lo pensable, puede ponerse al
servicio de un deseo de no tener que pensar más para delegar en ese otrx este poder y este derecho. En
articulación a ello, se presenta el RIESGO DE EXCESO, por parte del analista, en tanto posibilidad de
confirmar al analizado la legitimidad de esa ilusión.
LA TRANSFERENCIA SOLO PUEDE DESEMPEÑAR SU PAPEL DE ALIADA DEL PROYECTO ANALÍTICO SI PARA
LOS DOS SUJETOS EL PENSAR LA EXPERIENCIA QUE SE DESENVUELVE SE PRESENTA COMO FUENTE
POSIBLE DE NUEVOS PENSAMIENTOS, ELLOS MISMOS FUENTE DE UN PLACER COMPARTIDO.
Esto nos conduce a introducir y definir dos nociones a seguir trabajando, en tanto devienen en referencia
obligada al interior del modelo teórico-clínico de la autora: los conceptos de VIOLENCIA PRIMARIA y de
VIOLENCIA SECUNDARIA, que muestran el interjuego permanente a la hora de teorizar sobre los primeros
tiempos de organización de la vida psíquica, así como a la hora de delimitar la especificidad del dispositivo
en el marco del encuentro clínico.
Define como VIOLENCIA PRIMARIA a la acción psíquica por medio de la cual se impone en la psique de otro
una elección, un pensamiento, una acción motivada por el deseo de aquel que lo impone pero que se apoyan
en un objeto que responde para el otro la categoría de lo necesario. Violencia primaria, absoluta y
necesaria, que se diferencia de la VIOLENCIA SECUNDARIA que se ejerce sobre el Yo al que la violencia
primaria dio origen, sostenida en el anhelo de que nada cambie, en el deseo de poder ser y seguir siendo
para otrx ese dispensador de todos los bienes al que el mismo debió renunciar.

Se hace necesario situar algunos de los ejes introducidos por FREUD, que dan cuenta de sus desarrollos
respecto del lugar de la transferencia en un tratamiento analítico, y de sus planteos en torno al trabajo
clínico con niñxs. Emplazar la trama teórico-clínica sostenida por FREUD cobra relevancia a partir del
trabajo de interrogación conceptual necesario ante la particularidad que supone la clínica con niñxs y
adolescentes, en tanto clínica diferenciada del adultx.
Es en “Escritos sobre la histeria” donde por primera vez se encuentra la noción de transferencia, siendo
en tal ocasión planteada en términos de falso enlace. Allí, FREUD sostiene que se dirige hacia la persona
del médico cierto monto de afecto que se ha despertado y que se vincula a un deseo prohibido, por tanto,
la transferencia implica allí el desplazamiento del monto de afecto de una represión a otra.
En relación a ello, sitúa el lugar de la resistencia, aclarando que la forma de proseguir con la tarea
analítica es arreglándoselas con esa resistencia, y agrega: “Ahora bien, uno halla el camino apropiado si se
arma el designo de tratar este síntoma neoproducido según un modelo antiguo, lo mismo que a un síntoma
antiguo, la primera tarea es volver conciente al enfermo de ese obstáculo”.
Tal concepción continua su desarrollo en “Fragmento de análisis de un caso de histeria” a partir de delimitar
lo que menciona como “transferencias”, expresando que se tratará de la reedición de mociones y fantasías
que, en el devenir del tratamiento analítico, al despertarse, produciría la sustitución de una persona por
la persona del médico, subrayando al respecto: “Para decirlo de otro modo, toda una serie de vivencias
psíquicas anteriores, no es revivida como objeto pasado, sino como vinculo actual con la persona del médico,
en dicho artículo, sostiene que la transferencia es un recurso necesario que no es creado por la cura sino que
esta ultima la devela. De tal modo, la transferencia se emplaza como un obstáculo en tanto se actúan
ciertos fragmentos de la fantasía, al tiempo que se instaura como el recurso que en la medida que puedan
ser traducido al enfermo, posibilita el avance de la cura”.
En “Sobre dinámica de la transferencia”, retoma desarrollos presentes ya en el Caso Dora y realiza una
serie de puntuaciones, con el fin de establecer el lugar que ocupa la transferencia en el devenir de un
tratamiento analítico. Allí, sostiene que todo ser humano a partir de la articulación dada entre las
disposiciones innatas con el vivenciar infantil produce un “clisé” que con regularidad se repetirá lo largo
de la vida. En el marco de un tratamiento analítico, en función de dicho clisé preexistente, la investidura
libidinal podrá dirigirse hacia el médico, insertando entonces al médico en las series psíquicas.
En dicho recorrido, FREUD diferencia: una transferencia positiva, que remite a los sentimientos tiernos
y situada como motor del análisis en tanto posibilita el despliegue de la asociación libre; de una
transferencia negativa que conduce al lugar de los sentimientos hostiles y en la puesta en juego de
mociones eróticas.
Se introduce el eje que supone la transferencia en tanto resistencia; en la medida que la asociación libre
se detiene, la transferencia se presenta entonces como el arma más poderosa de la resistencia. FREUD
plantea en 1917 que, así como la transferencia se delimita como un instrumento fundamental para el
tratamiento analítico, puede devenir en resistencia, expresando allí cómo la resistencia, en tanto
contrainvestidura, no pertenece a la esfera del inconsciente sino del Yo.
Tal concepción es revisada y sostenida en “Esquema del psicoanálisis” donde dice: “Sucede que esta
tendencia defensiva en modo alguno armoniza con los propósitos de nuestro tratamiento (…) registramos la
intensidad de estas contrainvestiduras como unas resistencias a nuestro trabajo”. La tarea consiste en
facilitar que el obstáculo devenga en ganancia para la cura.
Es en “Puntualizaciones sobre el amor de transferencia” que trabaja sobre la resistencia en su vínculo con la
demanda de amor. Dice que el enamoramiento es impuesto por la situación analítica; así, expresa que la
resistencia, a sus fines, toma y se sirve de la situación de enamoramiento que ya gozaba de existencia. De
tal modo, plantea que la resistencia se vale del enamoramiento a fin de generar un límite a la cura. Ahora
bien, el autor sostiene que el amor de transferencia debe ser conducido en el desarrollo del tratamiento
hacia su vínculo con lo inconsciente, hacia sus raíces infantiles.
En el artículo “Psicoanálisis” de 1926, subraya las conceptualizaciones realizadas, así expresa: “Se
denomina transferencia a la llamativa peculiaridad de los neuróticos de desarrollar hacia su médico
vínculos afectivos de naturaleza tanto tierna como hostil, vínculos que no se fundan en la situación real,
sino que provienen del vínculo con los progenitores”.
En “Recordar, repetir, reelaborar” retoma y presenta la transferencia en tanto resistencia, en la medida que
introduce la vía de la repetición en transferencia, diferenciada del eje del recuerdo. Aquello que no puede
ser relatado, ingresa en acto en el lazo con el analista, aquí sitúa: “La transferencia es solo una pieza de
repetición y la repetición es la transferencia del pasado olvidado, pero no solo sobre el médico, también
sobre todos los otros ámbitos de la situación presente”. De tal manera, se consigue otorgar a los síntomas
un nuevo significado a partir de abandonar su significado originario, en tanto se sustituye su neurosis por
una neurosis de transferencia, es decir, en la medida en que los síntomas de la enfermedad son sustituidos
por una neurosis artificial, que por ende es pasible de intervención terapéutica.
FREUD plantea que es de central interés esclarecer la relación establecida entre la compulsión de
repetición con la transferencia y la resistencia, de tal forma, expresa que el paciente en lugar de recordar,
repite, y que tal repetición de todos sus síntomas se produce bajo las coordenadas de la resistencia,
señalando allí la aparición del posible empeoramiento durante la cura. El trabajo terapéutico residirá por
tanto en el dominio de la compulsión de repetición vía el manejo de la transferencia.
Aquí se hace importante introducir un aspecto que cuenta con un marco de desarrollo reducido en su obra,
ligado a la técnica que fuera trabajado por FREUD en el artículo “Las perspectivas futuras de la terapia
psicoanalítica” de 1910. Allí, el autor señala: “otras innovaciones de la técnica atañen a la persona del
propio médico, nos hemos vistos llevados a prestar atención a la contratransferencia que se instala en el
médico por el influjo que el paciente ejerce sobre su sentir inconsciente y no estamos lejos de exigirle que la
discierna dentro de sí y la domine, cada psicoanalista llega hasta donde se lo permiten sus propios
complejos y resistencias interiores”. Al respecto y mostrando el lugar del intercambio en la construcción de
las nociones teóricas, se sitúan al interior de la clínica FERENCZI, quien dice que, durante el desarrollo de un
tratamiento, el analista se topa con importantes resistencias que no son las del paciente, sino las propias.
Ante esto, ambos sostendrán la importancia del análisis del analista.
Es en 1920 en “Más allá del principio de placer” en donde establece la sustitución de una neurosis por una
neurosis de transferencia, donde se produce un fragmento de la vida sexual infantil en el terreno de la
transferencia, compulsión de repetición que se presentifica en el curso del tratamiento analítico y que se
instaura más allá del principio de placer. De este modo, expresa: “lo que la compulsión de repetición hace
revivenciar, no puede menos que provocar displacer al Yo, puesto que saca a la luz operaciones de mociones
pulsionales reprimidas, esta clase de displacer no contradice el principio de placer, es displacer para un
sistema y al mismo tiempo, satisfacción para el otro”.
En la “Conferencia 34” de 1932 FREUD sitúa las aplicaciones del psicoanálisis como vía de corroboración de
las hipótesis elaboradas. En dicho marco, ubica la aplicación del psicoanálisis a la pedagogía, cuestionando
allí los temores que establecían el carácter negativo de una intervención analítica temprana. Destacando la
importancia de modificar la técnica, en tanto el niñx se constituye como un objeto diverso del adultx, idea
que es sostenida a partir de concebir al niñx como un ser inacabado y endeble, que aún no posee un
Superyó, que no se somete al método de la asociación libre. Ubica así ciertas particularidades en el
terreno transferencial, en la medida en que la pareja parental (en tanto objetos reales) siguen presentes,
erigiéndose fundamentalmente los padres como portadores de la resistencia, instaurando entonces su
lugar en el espacio analítico. Se objetiva así la influencia de los desarrollos analíticos en el espacio
terapéutico con niñxs de ANNA.
Desde el recorte planteado, se delimita un eje conceptual que será retomado por los autores desde la
especificidad que supone la incursión en el trabajo clínico con niñxs y adolescentes, estableciéndose de tal
modo continuidades y rupturas que parten de los fundamentos conceptuales y que hacen a la constitución
de la particularidad del campo. El ámbito disciplinar introduce la pregunta sobre el contexto y las condiciones
que posibilitan el intercambio de las diversas aéreas específicas de conocimiento, de manera tal que
permitan que no se pierda la carga conceptual de las diversas nociones y por ende su especificidad de origen,
lo que posibilita responder a la particularidad del objeto niñx.
Desde los encuentros, los intercambios, y desde las marcas diferenciales propia de cada saber especifico,
¿es válida la extensión de manera idéntica de nociones conceptuales que tienen su origen en relación al
objeto adultx, hacia el espacio que se dirige al objeto niñx? Así, un concepto que surge para dar cuenta de un
fenómeno al interior de una clínica específica, ¿puede abarcar sin modificaciones respecto de si, la totalidad
de un fenómeno descripto en otra área clínica?
BLEICHMAR PLANTEARÁ QUE LA TRANSFERENCIA NO ES MERAMENTE DEL ORDEN DE LA REPETICIÓN,
SINO QUE ES UNA NEO-CREACIÓN, CONJUGANDO DE ESTE MODO LA REPETICIÓN CON EL ESPACIO DE LO
INÉDITO. Así, la autora sostiene: “Creo que el niño juega procesos transferenciales igual que cualquier
adulto, que cualquier persona constituida, y que el problema no está en el niño o en el adulto, sino en el
nivel de organización de psíquica”.
Por tanto, el estatuto de transferencia en el campo clínico será solidario de la concepción en torno al
funcionamiento de la psique.
Ahora bien, ¿qué rasgos de particularidad atraviesan a las nociones conceptuales cuando se emplazan y
articulan con los movimientos fundacionales que dan cuenta de los tiempos de constitución del aparato
psíquico?

El espacio terapéutico se constituye en un campo complejo, que en su devenir reúne una serie de
encuentros que implican, por un lado, el encuentro de dos historias (del analista, del paciente), y de la
construcción de una historia transferencial que posibilite la constitución de nuevos sentidos, una nueva
versión de la misma.
Abriendo las posibilidades de interrogación del campo conceptual, BLEICHMAR plantea la importancia de
delimitar los ejes que dan cuenta de la especificidad de la clínica con niñxs, que se encuentra cercada por los
tiempos de constitución subjetiva. Circunscribir la particularidad del espacio clínico, del objeto, en función
de posibilitar el acceso a un dispositivo de intervención, implica un trabajo de re interrogación del cuerpo
teórico freudiano. Por tanto, poder preguntarse qué rasgos de particularidad atraviesan a las nociones
conceptuales, y cuándo se emplazan y articulan con los movimientos fundacionales que dan cuenta de los
tiempos de constitución del aparato psíquico.
En dicho marco encuentra su asiento al concepto de transferencia, deviniendo en un eje central en tanto
noción a ser trabajada partir de delimitar su particularidad desde la puesta en juego de la premisa que
concibe al psiquismo como un psiquismo en constitución.
En función de lo hasta aquí expuesto, desarrollaremos los aportes teórico-clínicos de ANNA, KLEIN,
WINNICOTT y MANNONI en torno a la especificidad que involucra el concepto de transferencia en el marco
de la clínica analítica con niñxs y adolescentes. Nuevamente, se hace necesario dirigirse al origen de la
clínica con niñxs que, en el recorrido realizado por esos autores, halla su significación a partir del
establecimiento de líneas de continuidad, de ruptura y de creación respecto de las formulaciones
freudianas en torno al concepto de transferencia.

De esta manera, continuaremos trabajando la noción de transferencia, profundizando en torno a conceptos


tales como:
 Neurosis de transferencia.
 Transferencia positiva y transferencia negativa.
 Resistencia.
 Transferencias múltiples.
 Regresión.
 Contratransferencia.
Dice MANNONI en su texto “Un saber que no se sabe”: “En la investigación psicoanalítica, el campo más
propicio para el avance de la teoría sigue siendo en de la situación psicoanalítica, con todo lo que en él se
teje a partir de la transferencia del paciente y las interpretaciones del analista”.
Interrogándose en torno a las posibilidades de analizabilidad en el niñx, ANNA sitúa que los pequeños
pacientes no poseen conciencia de enfermedad y, por ende, tampoco deseo de curarse. Como no
cuentan con la posibilidad de asociar libremente, cuestiona desde allí el estatuto del juego en el análisis y
de las posibilidades de establecimiento de la transferencia.
A partir de ello, propone un “período preparatorio al análisis”, sostenida en la “intervención
pedagógica” que propiciaría la instalación de la conciencia de enfermedad y el consecuente deseo de
curación, apoyado en la creación de un vínculo, de un “lazo de confianza”.
En este marco, en función del relato y entrecruzamiento de los historiales, ANNA presenta en “Psicoanálisis
del niño” a La niña de los demonios, uno de los casos clínicos que ilustra el cuerpo conceptual por ella
desarrollado. Dice la autora: “Recuerdo aquí a una niña de 6 años que me fue confiada el año pasado para
que la observara durante tres semanas, debía aclarar si su naturaleza difícil, ensimismada y taciturna era
una consecuencia de defectos congénitos y del insuficiente desarrollo intelectual, o si se trataba de una
particular mente inhibida o soñadora; observándola con detenimiento comprobé que sufría una neurosis
obsesiva extraordinariamente grave y definida para su edad, conservando sin embargo una gran
inteligencia y la lógica más aguda”.
Así relata en el inicio del trayecto terapéutico el encuentro: “‘Tengo un demonio dentro de mí, ¿puede
sacármelo?’ respondiendo ante ello, le prometo firmemente a esta niñita curarla. Teniendo en cuenta que
no se pueda esperar que emprenda un camino extraño hacia una meta incierta acompañada de alguien
para ella desconocido, satisfago así su manifiesto anhelo de ser compelida por una autoridad y de tener un
apoyo, me ofrezco como su aliada y critico a sus padres haciendo causa común con ella”. De este modo, la
autora subraya la posibilidad de intervenir desde la vertiente pedagógica, destacando el lugar de la
transferencia positiva que así se presenta en el espacio analítico.
Continúa diciendo: “A continuación expondré detalladamente una fantasía transferencial de índole
cariñosa producida por la pequeña neurótica obsesiva: ‘toda la gente del mundo nos odiaba, hasta la gente
que no nos conocía, hasta los muertos, así tu solo me amabas a mí y yo solo a ti, y siempre estábamos
juntas’”. ANNA marcará las dificultades de la instalación de una neurosis de transferencia en tanto los
objetos originales (la pareja parental), continúan presentes como objetos de la realidad.
Obtenida la transferencia positiva a partir de la tarea pedagógica, ANNA evita la instalación de la
transferencia negativa, que entiende es un obstáculo a ser disuelto a través de vías no analíticas. Así
expresa: “En el punto culminante de su análisis, tratábase de demostrarle su odio a la madre, contra el cual
se había protegido creando su demonio, representante impersonal de todas sus tendencias hostiles.
Aunque hasta ese momento me había seguido dócilmente, cuando llegamos a este punto, comenzó a
resistirse. En otras ocasiones en cambio, la misma paciente me cuenta que oye una voz dentro de ella, que la
previene contra mí: 'no le creas nada a esta Anna, pues te miente, no te ayudará y solo te pondrás peor”.

Por su parte y como representante de la Escuela Analítica, KLEIN concluye que el análisis es incompatible
con una intervención de tipo pedagógica, ya que de esa forma no se logra establecer una verdadera
neurosis de transferencia.
La autora subraya las posibilidades de instalación de una verdadera neurosis de transferencia, así como
la relevancia de ubicar desde los inicios la transferencia positiva y la transferencia negativa (con el objeto
de determinar su enlace con la situación edípica).
De este modo, considera posible acceder al complejo de Edipo, sosteniendo la autora que, si el niñx no
asocia, no es por no poder hacerlo, sino por el lugar ocupado por la angustia. KLEIN plantea en “El
psicoanálisis de niños”: “Mi paciente Rita, que contaba con dos años y 9 meses al comenzar el tratamiento,
muestra claramente que el pavor nocturno cuando aparece a esta edad (18 meses) es una elaboración
neurótica del complejo de Edipo, sus crisis de ansiedad y rabia, que resultaron ser una repetición de sus
terrores nocturnos, así como sus otras dificultades, estaban íntimamente ligadas a fuertes sentimientos de
culpa surgidos en ese temprano conflicto”.
A partir del material ofrecido por los pacientes, la autora plantea que el analista está habilitado a
interpretar, dado que la instalación de la transferencia en el niñx es del orden de lo inmediato;
consecuentemente, la interpretación deviene en imperiosa, a partir de las manifestaciones de la
transferencia negativa. Por ejemplo, dice KLEIN: “Cuando Rita era una niña muy ambivalente, sentía
resistencia, necesitaba irse de la habitación enseguida, entonces tuve que hacer una inmediata
interpretación para resolver esta resistencia, tan pronto como le expliqué la causa de su resistencia, siempre
relacionándola con la situación y objeto originario, esta resolvió, se retornó confiada y amistosa conmigo y
continuo su juego, agregando a este ciertos detalles que me confirmaron lo justo de la interpretación que
acababa de hacer”.
De este modo, su posicionamiento se halla sostenido en la premisa de que los prerrequisitos
fundamentales del análisis son los mismos que en el adultx: interpretación acertada, constante resolución
de las resistencias, permanente referencia de la transferencia en las situaciones primeras. Todo esto crea y
mantiene una correcta situación analítica.
Entre ANNA y KLEIN, WINNICOTT se ubica en un espacio no dogmático, sostenido en la impronta
pediátrica. Su propuesta conceptual en la que prima el aspecto clínico se encuentra definida desde lo
paradojal, delimitando así la concepción de la práctica. Dirá respecto del lugar del juego en la paradoja en
el entramado teórico, que ésta ser aceptada y tolerada, y que consecuentemente no debe ser resuelta.
Su búsqueda, en tanto teórico, es dar cuenta de cómo se organiza la vida psíquica. Plantea una teoría del
desarrollo que va desde la dependencia absoluta del bebé con el adulto, hacia la independencia, pasando
por una dependencia relativa.
Dicho desarrollo supone la delimitación de un lugar al factor ambiental, y que, a medida que el niñx
adquiere autonomía y percibe objetivamente al ambiente, éste queda relegado a un segundo plano.
Respecto de estos primerísimos tiempos del desarrollo, otorga un lugar central a la función materna, a la
cual desde ciertos ejes así caracteriza: “En la fase más precoz estamos tratando con un estado muy especial
de la madre, una condición psicológica que merece un nombre como puede ser el de una Preocupación
Maternal Primaria, estado de relegamiento que le permite a la madre, vía identificación, adaptarse a las
necesidades del bebé, necesidades que inicialmente son del orden de lo corporal para posteriormente ser
necesidades del Yo”. Aspecto que introduce un enclave central a fin de situar el camino hacia la
independencia.
De tal modo, WINNICOTT va a hablar de una madre suficientemente buena, en relación a la función
materna respecto de los primeros tiempos de vida, concepto que se vincula al de medioambiente
facilitador (que incluye a la madre, al padre y al medio ambiente).
La “madre suficientemente buena” debería tener estas dos características: asistir a su bebé en todas sus
necesidades, ilusionándolo; y tener la posibilidad de paulatinamente ir desilusionándolo, para llevarlo
hacia el camino de la independencia, esto supone la idea de sostén.
En el tránsito hacia el desarrollo emocional, la madre debe “sostenerlo”. Así dice WINNICOTT en “El
concepto de regresión clínica comparado con el de organización defensiva”: “Una madre suficientemente
buena, brinda en verdad a la mayoría de los bebés y niñxs pequeños la experiencia de nunca haber sido
dejados caer en forma significativa, las fallas en la confiabilidad del ambiente, en las etapas tempranas,
producen en el bebé fracturas en la continuidad personal, a raíz de las lecciones ante lo impredecible o al
máximo dolor”.
Sostenido en esta lógica, WINNICOTT en “Un caso de psiquiatría infantil que ilustra en la reacción tardía
ante la pérdida” presenta a Patrick: “Murió ahogado el padre mientras paseaba en un velero con Patrick, el
día siguiente de cumplir éste sus 11 años. Una mujer me telefoneó que resulto ser la madre de Patrick, para
decirme que había resuelto correr el riesgo de consultar a alguien en relación a su hijo”. En la primera
entrevista, emplazado en la trama constituida a partir del “juego del garabato”, relata WINNICOTT:
“convertí su garabato en dos figuras, sobre las cuales él dijo que era una madre sosteniendo a su bebé, yo no
sabía la sazón que aquí había ya una indicación sobre la principal necesidad terapéutica. En el trascurso del
prolongado primer encuentro, Patrick expresó su gran temor asociado con las alucinaciones que tenía,
visuales y auditivas, e insistió que su enfermedad, si es que él estaba enfermo, era anterior a la tragedia”.
WINNICOTT encuentra que los bebés muy tempranamente van a hacer uso de un objeto, que tiene
características particulares en tanto dicho objeto no se encuentra ni adentro ni afuera. El objeto
transicional da cuenta de la existencia de los fenómenos transicionales, de la existencia de un espacio
potencial de experiencia entre el bebé y la madre, tercera zona diferenciada de la realidad psíquica y la
realidad exterior, que corresponde a los fenómenos transicionales.
Esta zona intermedia de experiencia, la transicionalidad, no es externa ni interna, no forma parte del
principio de placer ni del principio de realidad, pero va a permitir el pasaje del placer a la realidad,
aclarando WINNICOTT que lo transicional no es el objeto, sino que éste da cuenta del pasaje de un
“estado de fusión con la madre”, a un “estado de relación con ella”.
Los objetos y los fenómenos transicionales, corresponden al “campo de la ilusión”, es el objeto transicional
la primera posesión no-yo que, con posterioridad, será relegado, perdiendo entonces significación.
En esa misma zona, el autor va a ubicar al JUEGO: el juego es planteado entonces como el heredero del
objeto transicional. El juego como actividad constitutiva del psiquismo muestra la existencia del espacio
transicional, espacio donde la experiencia cultural se presentará como extensión de este.
El autor sostiene que la psicoterapia se da en la superposición de dos zonas de juego, la del paciente y la
del terapeuta, superposición del espacio transicional de cada uno de ellos. Sitúa la importancia que
adquiere la situación analítica, estableciendo la relevancia de instaurar la posibilidad de generar un espacio
de juego allí donde inicialmente no se lo encuentra, a partir de la confianza en la provisión ambiental,
aspecto que remite a etapas tempranas del desarrollo emocional.
Desde el campo de lo transicional, la creación de significación se da en la intersección del paciente y el
analista, de modo tal que la psicoterapia es eficaz en la zona de intersección, señalándose entre realidad y
juego. La resistencia surge de la interpretación ofrecida fuera de la zona de superposición entre el
paciente y el analista que juegan juntos. Cuando hay juego mutuo, la interpretación realizada según
principios psicoanalíticos aceptados, puede llevar adelante la labor terapéutica.
El juego del garabato se emplaza como un claro ejemplo de cómo puede propiciarse dicha intersección.
WINNICOTT subraya respecto de Patrick: “Había fuertes indicios de que Patrick creía en la existencia de
personas confiables y advertí que esta fe suya podría ser usada en caso de necesidad con fines terapéuticos,
en la ruptura de sus defensas y en la tendencia regresiva de sus experiencias, en tal caso, él iba a depender
de alguien en alto grado”.
Retomando uno de los ejes que delinean la discusión establecida entre ANNA y KLEIN, respecto de las
posibilidades de la instalación del dispositivo analítico en el trabajo clínico con niñxs, WINNICOTT plantea
que la neurosis de transferencia (cuyo despliegue será utilizado para la interpretación, para su
establecimiento) requiere de un Yo capaz de sostener defensas ante la angustia.
WINNICOTT traza la posibilidad de establecimiento de los movimientos transferenciales a partir de la
confianza en la técnica y en el encuadre psicoanalítico, confianza instaurada por parte del paciente.
Vincula la instalación de la transferencia en las posibilidades de uso del objeto, en la medida en que el uso
que el paciente haga del analista, en tanto es usado y encontrado, responde al uso realizado por parte del
bebé de su madre. El uso del analista implica que sea ubicado como un objeto real que parte de la realidad
compartida, y que no es definida en términos de proyecciones.
Desde allí, plantea que en ocasiones es de mayor importancia el establecimiento y mantenimiento del
encuadre que la labor interpretativa del analista. Así, plantea: “Puede que en el pasado del paciente haya
una escasez de buenas experiencias que permitan trabajar, ¿qué sucede si no hay ninguna relación
satisfactoria perteneciente a la primera infancia que el analista puede utilizar en la transferencia?”.
Desde este lugar, marca la diferencia que produce en el establecimiento de la transferencia encontrarse
con pacientes que durante su primera infancia han contado con experiencias satisfactorias, a diferencia de
aquellxs en los que el encuentro con el analista se emplaza como una situación inédita que propicia
experiencias ambientales satisfactorias.
Consecuentemente, plantea que el analista debe desarrollar la paciencia, la tolerancia y la confianza de
una madre, ofreciendo su disponibilidad ante las necesidades del paciente. De este modo, establece en la
historia del niñx a partir del singular encuentro con el analista, la articulación de lo novedoso con lo antiguo.
Retomando el material clínico respecto de su historia, Patrick le narra a WINNICOTT y de este modo
expresa: “Patrick me estaba relatando un episodio real y aun recordaba la emoción ligada a él, fue un
periodo de peligro, cuando tenía 1 año y medio, con una defensa maniaca in crescendo que prontamente se
convirtió en una depresión al regresar la madre, evidentemente había existido en ese período el peligro real
de que se cortase el hilo de la continuidad de su ser, desde entonces, dice Patrick, ‘nunca pude sentirme
totalmente seguro de mamá, y eso me hizo apegarme a ella’”. Se inició entonces un período no
determinado de regresión en el que Patrick, convertido en un niño de 4 años, iba a todas partes con su
madre, sin soltarle la mano.
En la transferencia, el analista está ubicado en el lugar de objeto: el analista es real y fantaseado. En la
primera entrevista, plantea WINNICOTT: “El analista es un objeto subjetivo, donde el paciente cuenta con
cierta creencia en torno a este, que posibilita la anticipación del encuentro con un otrx que lo comprende,
con la anticipación de un encuentro que se vivencie con cierta desconfianza que deberá finalmente ser
objetivado”.
En vinculación a la conceptualización propuesta, WINNICOTT trabaja con la teoría de la regresión,
sosteniendo, a partir de su trabajo clínico, la experiencia de varios pacientes que en el análisis efectúan
una regresión en la transferencia. En el artículo “Replegamiento y regresión” plantea la regresión en
términos de “regresión a la dependencia”.
La noción de regresión supone una organización del Yo, así como una amenaza de caos dada a partir de la
existencia de un fracaso en el medio ambiente, aquel estado de un adultx o niñx durante la transferencia en
el cual abandona una posición avanzada y restablece una dependencia infantil que pasa de la
independencia a la dependencia.
En este empleo del término, indirectamente se introduce al ambiente, ya que la dependencia exige un
ambiente que atiende a ella. De este modo, Patrick había vuelto a un estado regresivo de dependencia e
inmadurez y estaba al cuidado de la madre y otras personas del hogar, se había puesto en evidencia la
capacidad de confiabilidad básica de la madre.
Así, el concepto de regresión clínica se compara con el de organización defensiva. Ante la posibilidad de
una nueva oferta ambiental, el paciente hace una regresión hacia la situación de dependencia, y debe
ofrecérsele al paciente la confiabilidad que pueda usar para así poder anular las defensas constituidas ante
aquello que se erige como del orden de lo impredecible.
Habla entonces de resolución de la problemática en términos de REGRESIÓN Y RECOMPOSICIÓN a partir
de la graduada adaptación del analista a las necesidades del paciente.
Así lo expresa respecto del recorrido terapéutico transitado con su paciente Patrick: “Cuando pidió verme,
estaba mostrando con ello su capacidad de creer en su madre, en mí como padre sustituto, y en nuestro
trabajo conjunto como figuras parentales que actuaban al unísono”. Agregando con posterioridad: “La
enfermedad paranoide pudo ser sustituida por un estado de retraimiento regresivo, gracias a que él tenía
confianza en mí, confianza engendrada en la primera entrevista. En lo más profundo de su enfermedad,
Patrick relató un sueño, lo cual lo llevó a experienciar el afecto que no había experimentado ni en el
momento del episodio traumático, ni después. Luego de experienciar tales sentimientos, Patrick empezó a
dejar de necesitar de su enfermedad y comenzó a recuperarse”.
WINNICOTT plantea la regresión en la transferencia como parte del proceso curativo, en la medida en que
es un retorno organizado a la dependencia, pero que conduce al desarrollo del Yo, a su integración,
posibilitando a posteriori la realización de un análisis ordinario de las defensas del Yo, implementadas ante
la angustia. Aspectos metapsicológicos y clínicos de la regresión dentro del marco analítico, en el encuadre
establecido en el análisis, reproducen las experiencias de materialización más tempranas.
El marco analítico entonces convoca la regresión a partir de su confiabilidad. Plantea el autor en
“Variedades clínicas de la transferencia” de 1955: “Una de las características de la transferencia en esta
fase, es la forma en que debemos tener en cuenta la presencia del pasado del paciente, mientras que en la
neurosis de transferencia el pasado penetra en el consultorio, en esta tarea es más acertado decir que el
paciente se remonta o retrocede al pasado, y es el pasado, así el analista se enfrenta con el proceso
primario del paciente, en el marco en el que tuvo su validez originaria”.
Asimismo, introduce el lugar del odio en la contratransferencia situándolo del lado del analista, en el
análisis de pacientes psicóticos, debiendo el odio ser consciente y delimitado vía el propio análisis. Refiere
que el analista debe soportar la tensión asumiendo sus temores y sus odios, encontrándose en la situación
de una madre con el recién nacido. De este modo, ubica el amor y el odio de la madre por su hijo en
vinculación con el fracaso del analista, que debe ser entendido como un fracaso pasado, a partir del cual se
da lugar, por primera vez a la emergencia de la ira, posibilitándose con esta la liberación del paciente de la
dependencia respecto del analista.

Sosteniendo como premisa fundamental que “el psicoanálisis de niñxs es psicoanálisis”, MANNONI
reafirma la existencia de un campo de intervención del que, respecto de su origen, dice en “El niño, su
enfermedad y los otros”: “A partir de entonces, el psicoanálisis de niño se revela como una empresa
realizable, al mostrar que con un niño es posible interpretar, el análisis de Hans se constituye como el
primer modelo del género”.
En vinculación a la enunciación de dicha premisa, plantea que la modificación de la técnica psicoanalítica en
función del abordaje terapéutico del niñx, no afecta al campo del lenguaje sobre el cual opera: el espacio
analítico con niñxs no se diferencia del análisis de adultxs.
Desde dicho fundamento, y acentuando la importancia de sostener un posicionamiento de creación
permanente en el campo de la investigación y de la clínica, despliega su concepción. Así, en “La primera
entrevista con el psicoanalista” expresa que el niñx o el adolescente se convierten en portavoces de sus
padres, en tanto da cuenta del niñx como soporte de la pareja parental.
Así, subraya DOLTÓ respecto de la propuesta de MANNONI: “Los padres comieron uvas verdes y los que se
arruinaron los dientes fueron sus hijos”. La frase ilustra casi la totalidad de los historiales clínicos a ser
presentados y trabajados, enmarcando que su sentido no supone enunciar que la culpa es de los padres,
sino dar cuenta de la participación activa del niñx en las resonancias libidinales inconscientes de los
mismos.
MANNONI introduce el DISCURSO COLECTIVO tejido en torno al síntoma que se encuentra presente en el
niñx, planteando entonces cómo la llegada de éste involucra de tal forma a los padres que aun desde antes
de su nacimiento se conforma cierto destino para él. Retoma así la trama histórica que precede a la llegada
del niñx: el discurso colectivo abarca entonces a los padres, al niñx y al analista.
Supone pensar la enfermedad del niñx en función de aquello que no marcha en el medio que lo rodea,
de aquello que adquiere el estatuto de “LO NO DICHO”. Así, sitúa que los trastornos que se presentan en
el pequeño paciente tienen la función de taponar lo que sería del orden de la enfermedad en uno o en
ambos miembros de la pareja parental.
En “El niño, su enfermedad y los otros” expresa cómo en el trayecto analítico debe cercarse aquella palabra
del adultx que ha dejado marca, en tanto palabra pronunciada o silenciada en el niñx. “Estoy a la escucha
de un vasto discurso, no solo el que pronuncia el niño y su familia, sino también el que fue pronunciado en el
pasado, y lo que se puede saber o reconstruir del discurso dentro del cual anteriormente el niño vivió”.
Esto expresa la lógica desde la cual MANNONI concibe el funcionamiento psíquico infantil, la dinámica
relacional establecida entre padre, madre, hijx antecede a la llegada del niñx y encuentra su asiento en
las particularidades que dan cuenta de la manera en que los padres han atravesado la problemática
edípica, por lo cual, la autora expresa que el malestar parental en torno a su descendencia se vincula con la
conflictiva que es propia del adultx.
MANNONI presenta a Cristian, de 6 años de edad, enunciando de este modo: “La madre de Cristiane
realizó el deseo de un padre paranoico, testigo de la locura de su padre sigue siendo testigo de la locura de
su hija, toda mejoría provoca una depresión de la madre, al tocar la psicosis de Cristian se toca el puesto
ocupado por la madre, como objeto persecutorio en el delirio de su propio padre”.
Frente a la consulta parental por un niñx, dice MANNONI, deberá trabajarse sobre el lugar que el síntoma
ocupa en la historia de los padres, dado que el niñx por quien se realiza una consulta no está solo, sino
que se encuentra inserto en la trama fantasmática de la pareja parental. Por ende, el síntoma envuelve
aquello que no marcha, el síntoma remite a un “no dicho”.
Como expresa en “El niño, su enfermedad y los otros”: el niñx debe ser pensado desde el contexto familiar,
englobando allí a los padres a su resistencia y a la del analista.
El establecimiento de la cura, consecuentemente, que la autora entiende como el despliegue de una
historia mítica en tanto trama discursiva enlazada en la emoción que el sujeto conserva como marca, no
estará definida por el síntoma en sí que presenta el niñx, sino que deberá encontrar su sostén en el
discurso colectivo que es expresado hacia el niñx. Señalando lo que falta en la verdad para ser dicha, que
debe escucharse la demanda que se encuentra articulada a la angustia que recubre el síntoma, que
frecuentemente da cuenta de un drama familiar.
La cura debe situarse en el discurso colectivo, en función de aquello que en la enfermedad es síntoma de
lo que no funciona en el medio en que se encuentra.
Al pensar la conducción de la cura, MANNONI en “El niño retardado y su madre” aclara la importancia de
no simplificar su concepción concluyendo que a quien habría que tratar sería a la madre del niñx, sino que
el recorrido terapéutico involucra al pequeño paciente, de modo tal que pueda asumir su propia historia,
en lugar de sostener la conflictiva materna, con su propia madre. Allí, radica la coordenada central que
organiza su propuesta de investigación y clínica.
LA CURA SUPONE ENTONCES POSIBILITARLE AL NIÑX EL ACCESO A SU PALABRA, A PARTIR DE LA
SOLUCIÓN DE SU HISTORIA; acceso que puede realizarse desde la continuidad dada en el trabajo con la
pareja parental en función de estar atento al riesgo que podría implicar en ellxs.
Así, la autora sostiene que el cambio que posibilita entonces el análisis reside en el vínculo diferencial que
se establece con el paciente desde el momento en que se otorga un lugar a la transferencia que conforma
la base de la relación médico-paciente. Desde este marco y desde los fundamentos freudianos, MANNONI
sitúa ejes ordenadores para dar cuenta del lugar de la transferencia en el campo clínico con niñxs: “El
descubrimiento que hace Freud en 1897 consiste en haber sabido vincular a la transferencia con la
resistencia concebida como obstáculo en el discurso de sujeto, para la confesión de un deseo inconsciente,
en el caso de Hans, Freud planteó la complejidad del problema transferencial en el análisis de niñxs,
poniendo en claro hasta qué punto la interrogación de Hans, su posición acerca del saber del sexo, tenía que
atravesar no solo su propia resistencia, sino también la de la pareja de padres y la del médico, en el fantasma
así como en el síntoma, el analista ocupa un puesto”.
A partir de allí, expresa su posición respecto de la controversia establecida en los orígenes de la clínica con
niñxs situando su respuesta diferencial: la interrogación central no se reduce a plantearse si el niñx puede o
no transferir sobre el analista sus sentimientos hacia los padres, sino en si podrá diferenciarse de la trama
de engaños forjada con sus padres.
Apuesta que podrá realizarse si se entiende que el pequeño paciente se encuentra inserto en un discurso
colectivo y que, por ende, la transferencia se realiza entre el analista, el niñx y la pareja parental.
De esta manera, continúa MANNONI relatando el material clínico de Cristian. “Cada vez que Cristian
manifiesta un deseo de autonomía, su madre interviene en el plano de lo real para imposibilitar para
siempre cualquier ruptura. Induce la queja somática de su hija mediante enemas, medicamentos dados a
escondidas, espía las heces, vigila la comida. La cura estuvo a punto de ser interrumpida por la madre,
cuando alenté el deseo de la educadora de llevar a la niña consigo de vacaciones. La madre, que hasta ese
entonces tenía una actitud positiva hacia mi persona, se sintió bruscamente en peligro de ser rechazada o
más bien suprimida. De este modo, se despierta un fantasma en que la niña le es arrancada a su madre,
que así no puede vivir”.
Introduce los lineamientos particulares que circunscriben la transferencia en la clínica con niñxs y
adolescentes, siendo solidario en el campo de la clínica la constitución de la noción de TRANSFERENCIAS
MÚLTIPLES, dando cuenta de la instalación de la transferencia en el niñx y con el entorno en el que se
encuentra inserto.
Consecuentemente, expresa: “Los padres siempre están implicados de cierta manera en el síntoma que
tiene el niño, esto no debe perderse de vista porque allí se encuentran los mecanismos mismos de la
resistencia”. El anhelo inconsciente de que nada cambie, a veces tiene que hallarse en aquel de los padres
que es patógeno, el niñx puede responder mediante el deseo de que nada se mueva, reparando así,
perpetuando su síntoma, sus fantasmas de destrucción con respecto a su madre.
Si se puede introducir una nueva dimensión en la concepción de la situación transferencial sería
partiendo desde el puesto de escucha del analista para trabajar aquello que se juega en el mundo
fantasmático de la madre y del niñx.
Respecto del tratamiento de Cristian, MANNONI agrega: “La madre reaccionó ante un sentimiento de
peligro que ya estaba allí en el plano inconsciente. Se trata de una situación muy precoz de angustia, vuelta
a vivir en la transferencia. ‘Luego del nacimiento de cada uno de mis hijos mayores me enfermé’ dice la
madre, ‘Con la enfermedad de Cristian recuperé la salud’ (…) lo que apareció como repetitivo en la situación
transferencial fue la manera que tuvo la niña de regresar en las formas de su demanda, hasta el punto de
no ser más que una boca o un ano. Cristian responde a la situación peligrosa de la transferencia, borrándose
como sujeto de deseo, reproduce la respuesta que siempre había dado a su madre, el deseo de la madre de
Cristian, que es que en ella no nazca el deseo”.
En la cura, usualmente, la resistencia debe ser situada del lado de los padres o del analista, y continúa
diciendo: “En la cura de la niña, las crisis se manifiestan por el lado de la madre y en el discurso de esta es
donde hay que leer la resistencia. Por su reserva, la niña atestigua los efectos producidos en ella, por la
hostilidad de la madre con respecto a mí. Desde la entrada de esa niña en la cura, la madre me había trazado
los límites de esta última”. Por ende, se debe estar atento desde la puesta en juego de la transferencia de
los padres hacia el analista, de no privarlos de un espacio que pueda funcionar como continente para su
ansiedad, para su angustia.
Previo a la configuración de la situación analítica, pueden establecerse aquellos indicadores que darán
cuenta de la instalación de la futura transferencia acorde a lo ya previsto en el fantasma fundamental del
sujeto, presentándose así la conflictiva edípica, es decir, aquello que se juega en la relación madre-hijx, se
emplaza en la situación transferencial. El analista, en el análisis de transferencia negativa de este tipo de
pacientes, pone en descubierto el aspecto fantasmático. Así, Cristian se niega a curarse si por ello su
madre tiene que morirse. Presenta entonces, la autora, el historial clínico de Cristian ilustrando de este
modo las coordenadas que sostienen su conceptualización del funcionamiento psíquico de las
producciones psicopatológicas, así como su concepción de la cura sobre la instalación de la transferencia,
en el campo singular de la clínica con niñxs.

Invitándonos a proseguir interrogando las nociones investigando en el espacio clínico, PAUL LAURENT
ASSON expresa en “La transferencia: lecciones psicoanalíticas”: “La transferencia es la palabra clave del
análisis, encarnado como práctica, en tanto surge de la experiencia viva del análisis, se presenta como su
tema propiamente inagotable y su corazón oscuro. En consecuencia, el hecho de que no esté agotado de
hecho y de derecho, justifica que volvamos para captarlo, una vez más, en su esencia fenoménica. La
transferencia fue precisamente aislada en el sentido químico como el cuerpo puro del psicoanálisis”.
[FORMAS ESPECÍFICAS DE PRODUCCIÓN EN EL NIÑX: JUEGO Y DIBUJO]

La investigación psicoanalítica desde FREUD en adelante, ha sido mucho más exhaustiva en el estudio de
los síntomas que en el estatuto del juego en el sujeto psíquico. De modo tal, que encontramos una deuda
respecto a la comprensión metapsicológica de los procesos psíquicos presentes en el espontaneo jugar de
los niñxs.
En esta unidad vamos a trabajar lo relativo al dibujo, al juego y a la asociación libre, pero específicamente
al juego como equivalente de la libre asociación, la idea del juego en tanto crecimiento psíquico y el juego
relacionado con la superposición de dos zonas de juego.
Nos proponemos como finalidad retomar y analizar desde el psicoanálisis algunos interrogantes acerca del
juego en cuanto a actividad simbolizante. Por ejemplo, ¿qué estatuto tiene el juego en la clínica
psicoanalítica con niñxs? ¿desde qué fundamentos metapsicológicos se determinan los alcances y las
limitaciones de la intervención del analista en relación al juego en la clínica con niñxs? ¿Qué elementos se
tienen que estructurar en el psiquismo infantil para que un niñx pueda realizar un juego simbólico?
Revisar las conceptualizaciones acerca del juego en la práctica psicoanalítica con sujetos cuyo psiquismo se
encuentra en constitución conlleva examinar el vínculo establecido entre la teoría, el método y la técnica
inmerso en cada marco teórico. Los aportes de FREUD, KLEIN, WINNICOTT y BLEICHMAR servirán como
fuentes conceptuales desde las cuales se sustentará el desarrollo de esta clase.

Tras la imagen reflejada en el relato que concibe a la infancia como un tiempo simple y feliz, se tiende a
olvidar que el niñx está sumergido de entrada en un universo de adultxs, un universo extraño, ajeno,
dentro del cual transcurre en la simetría su constitución subjetiva.
El sometimiento de la irrupción de objetos, gestos, comportamientos, comunicaciones, prescripciones y
prohibiciones del mundo adultx va a inscribiendo en el psiquismo infantil en estructuración
representaciones y afectos, en definitiva, objetos internos fuente de las pulsiones, de deseos e
innumerables comportamientos a lo largo de la vida, cargas libidinales que exigen un trabajo psíquico de
dominamiento y elaboración para devenir motor del progreso psíquico y no causales de sufrimiento.
Primeros pensamientos que se instalan antes y después de la organización de la instancia yoica y que
compelen a todo sujeto provocando enigmas y a partir de allí, movilizando a una actividad teorizante que
le permita articular sentidos. Como lo afirma AULAGNIER, el Yo construye e inventa una historia dentro de
la cual identifica las causas con las que procesa las exigencias de las duras e ignotas realidades que
implican el mundo exterior y su mundo psíquico: la “función de historiador” propia del Yo, supone una
elaboración de nexos causales sobre su propia historia libidinal e identificatoria, propiciando
recentramientos en sus movimientos autoteorizantes y autosimbolizantes.
Si nos proponemos realizar un derrotero metapsicológico por el psicoanálisis acerca del juego y la
simbolización, indudablemente debemos partir de FREUD.
La primera aproximación a un niñx real registrada por este autor se publica en 1909 en el “El análisis de la
fobia de un niño de 5 años”. A través del relato paterno, FREUD toma las palabras y las conductas de Hans
como el material empírico lleno de frescura vital donde coteja sus hipótesis sobre la sexualidad infantil,
formuladas en “Tres ensayos de teoría sexual”, valioso material en el que se presentifica y toma forma la
realidad psíquica del pequeño investigador. FREUD se pregunta allí sobre las razones del jugar en sí mismo,
la única conjetura que formula al interpretar el juego de lxs niñxs es que son una manifestación al servicio
de fantasías de deseo. En el juego del caballo que corretea, para FREUD, Hans permuta los roles y ahora
disfruta encarnando él los poderes tan temidos en la fobia.
Recién en 1920 en el apartado 2 de “Más allá del principio de placer” FREUD define el juego infantil como
una de las practicas normales más tempranas del aparato anímico. A través de la investigación del juego
que dio en llamar “fort-da”, aquel juego de un niño de 18 meses que reproducía la desaparición y la
reaparición de su madre, FREUD plantea que el niñx asume en el juego un papel activo, invirtiendo la
pasividad con la que ha vivido el acontecimiento fuente de displacer.
Teniendo en cuenta el giro conceptual de los años ‘20, explica el fort-da considerando que aun cuando el
niño obtenga alegría del retorno del carretel, existe otra forma de juego donde los objetos no son
recuperados y donde el acento este puesto en la repetición de una perdida. El fort-da pone de relieve el
más allá del principio de placer que rige la vida anímica, ya que el niño no solo hace aparecer el objeto,
sino que con su juego establece el circuito completo de las presencias y ausencias, encontrándose el
displacer presente en él.
Todo esto conduce a FREUD a pensar que en el juego hay repetición tanto de lo placentero como de lo
traumático, y le otorga suma centralidad al punto de vista económico, haciendo referencia a la necesidad
del niño de procesar psíquicamente algo impresionante, pero no solo en cuanto al dominio de las
excitaciones originadas en la relación con el mundo externo, sino también en el ligar la proveniente de las
propias pulsiones. Desde estas motivaciones, los estratos superiores del aparato anímico realizan dicha
tarea a través del jugar en lxs niñxs.

Las contribuciones realizadas por KLEIN, a partir de su experiencia con casos como Fritz de 5 años, o Rita de
2 años y 9 meses, han producido la formalización del juego como técnica para la clínica con niñxs,
inaugurando de este modo el campo de analizabilidad infantil.
Esta autora sostiene que el niñx expresa sus fantasías, deseos y experiencias de un modo simbólico por
medio de juegos y juguetes, y afirma que solo comprenderemos el lenguaje del juego si nos acercamos
como FREUD nos ha enseñado a acercarnos al lenguaje de los sueños: “Para comprender correctamente el
juego del niño, hay que desentrañar el significado de cada símbolo separadamente, pero teniendo en cuenta
la relación con la situación total. Así, captaremos el significado del caleidoscópico cuadro tantas veces sin
sentido que presentan los niños en la hora de juego”.
El juego es el mejor medio de expresión en la infancia: a través de él lxs niñxs dan forma representativa a
sus experiencias sexuales y descargan las ansiedades inherentes a las fantasías eróticas y agresivas que lxs
acompañan. En el mismo sentido, identifica como fuente del placer lúdico a la libido que por la expulsión de
objetos persecutorios y peligrosos que, al proyectarse sobre los objetos del mundo externo, le permiten al
niñx modular la ansiedad.
A través de la externalización de fantasías inconscientes y su dramatización, se ponen en juego complejos
mecanismos de defensa contra la ansiedad. En el texto “La importancia de la formación de símbolos en el
desarrollo del yo” KLEIN postula que junto al interés libidinoso es también la angustia principalmente la que
pone en marcha el mecanismo de identificación entre un objeto original y otro que lo sustituye en su
interés. Como primitiva defensa contra el propio sadismo y también contra la furia retaliativa de los objetos
atacados el niñx se verá impulsado a sucesivos desplazamientos hacia objetos más alejados, preservando
así, intercambios vitales con los objetos primarios.
La deriva del investimento hacia nuevos objetos del mundo será motor del desarrollo del Yo y de la
relación con la realidad, proceso que dependerá para KLEIN de la capacidad de Yo del niñx para tolerar el
monto de angustia necesaria para propiciar una abundante formación de símbolos y de fantasías.
Ahora bien, a partir del aporte de los pioneros del psicoanálisis, relativa a la temática del juego, surgen los
siguientes interrogantes: ¿qué incidencia en el método y en la técnica, especialmente del juego, tienen las
divergentes premisas metapsicológicas de los autores? Puntualmente a aquellas referidas a la concepción
de la simbolización y la fantasía, así como al lugar del adultx en la organización del psiquismo infantil.
La teoría psicoanalítica no es una obra sin contradicciones, y como todo pensador científico, FREUD no ha
estado exento de impasses en sus desarrollos. El tema de la fantasía es uno de esos territorios cuyo extravío
refleja la permanente tensión entre una vertiente endógena y otra exógena que atravesó hasta su último
momento la producción freudiana, impidiéndole resolver el problema del origen de la fantasía y su
estatuto metapsicológico.
Si nos detenemos en lo formulado en el “Manuscrito M” vemos a FREUD afirmar que las fantasías se
generan por una conjunción inconsciente entre vivencias y cosas oídas, de acuerdo con ciertas tendencias
regidas por investimentos pulsionales, deseantes. Su formación acontece por combinación y desfiguración,
análogamente a la descomposición de un cuerpo químico que se combina con otro.
Este modelo de inscripción ya había sido planteado unas semanas antes en la “Carta 61” en 1897, allí FREUD
dice: “Las fantasías provienen del oído entendido con posterioridad y desde luego son genuinas en todo su
material, son edificios protectores, sublimaciones de los hechos, embellecimientos de ellos y al mismo
tiempo sirven al autodescargo”. De este modo, considera que por apres-coup se produce una ligazón de lo
traumático, simbolizaciones con repartición de investimentos, es su enraizamiento en lo inconsciente y el
hecho de que lo inconsciente originariamente reprimido encuentre a través de los distintos modos de
constitución de las fantasías ensamblajes posibilitadores de articulación, lo que permite que cumplan una
función defensiva, y al mismo tiempo, que su reinvestimiento favorezca la formación de síntomas.
Cobra relevancia el carácter simbolizante de la fantasía, al quedar ubicada como en entretejido entre
dos polos: el deseo inconsciente y la capacidad de teorizar. Sin embargo, la conceptualización de la
segunda tópica conduce a FREUD a definir un Ello no estructurado por la represión, sino existente desde
los orígenes, reservorio de fantasmas originarios filogenéticamente adquiridos.
La propuesta kleiniana, relativa a la fantasía inconsciente como materialidad constitutiva del inconsciente y
objeto principal de la clínica psicoanalítica, se inscribiría en esta última vertiente, llevando una concepción
puramente extractiva del análisis. Se trataría de su develamiento, pero no de su rearticulación a partir de
los constituyentes históricos (puesto que el endogenismo la lleva a concebir a la fantasía como de pura
proveniencia subjetiva sin anclaje en lo vivencial).
Siguiendo la revisión crítica llevada a cabo por LAPLANCHE, tomamos partido al interior de estas
divergentes teóricas y concebimos a dichos fantasmas originarios como efecto de los diversos
posicionamientos que atraviesa el sujeto en su circulación por las estructuraciones edípicas, fantasmas
que no solo dan origen a formaciones simbólicas complejas, sino que también se construyen respecto de los
orígenes, constituyen teorizaciones de los orígenes.
Estas consideraciones metapsicológicas cobran suma importancia para nuestra práctica en la medida en que
la experiencia clínica nos muestra que en patologías no neuróticas y en niñxs cuyo psiquismo se encuentra
en constitución, muchas veces la reproducción de escenas ocupa un lugar tópico diferente.
La repetición de escenas actuadas que producen un pasaje a lo real de fantasías promiscuas, por ejemplo,
no dan cuenta necesariamente del estatuto de reprimido del fantasma de escena primaria. Por lo cual, es
importante esclarecer la diferencia entre la representación que puede hacer un niñx que incluye pedazos
no digeridos de la realidad (o, como decía FREUD, restos de lo visto y lo oído), y un niñx que solo fantasea
con una acción de este tipo, a la que recompone por las líneas experienciales y fantasmáticas de su propio
momento libidinal.

ES A PARTIR DE LAS IDEAS DE WINNICOTT QUE LA CONCEPCIÓN PSICOANALÍTICA DEL “JUGAR” DE LXS
NIÑXS SUFRE UNA FUERTE CONSIDERACIÓN: SE SABE QUE CUANDO UN NIÑX NO PUEDE JUGAR ES
PORQUE YA PRESENTA RASGOS PSICOPATOLÓGICOS QUE SE LO IMPIDEN.
Para WINNICOTT, lxs niñxs gozan con todas las experiencias físicas y emocionales del juego. Si el
contexto es facilitador y continente, el niñx valora la comprobación de que los impulsos de odio o de
agresión puede expresarse en un ambiente conocido sin que le devuelvan odio y violencia.
Otra motivación que lleva a lxs niñxs a inventar esas creaciones lúdicas, es que con ellas van
aumentando su comprensión de la riqueza del mundo externamente real. El juego es la prueba continua
de la capacidad creadora que significa estar vivo.
Para este autor, el juego proporciona una organización para iniciar relaciones emocionales y permite que
se desarrollen contactos sociales, así como también tiende a propiciar la unificación y la integración
general de la personalidad. Dice WINNICOTT: “El juego es la alternativa a la excitación en el esfuerzo del
niño por no disociarse”. Un niñx que juega puede estar tratando de exhibir parte del mundo interior, así
como del exterior a personas elegidas del ambiente.
Otro de los motivos que encuentra WINNICOTT para el juego de lxs niñxs es el control de la ansiedad.
Según este autor, la amenaza de un exceso de ansiedad conduce al juego compulsivo o al juego repetitivo o
a una búsqueda exagerada de placeres relacionadas con el juego. Existe una determinada medida de
ansiedad que resulta insoportable y que destruye el juego.
Por tanto, se puede deslindar a partir de estos aportes, dos dimensiones del juego:
 una en la línea del placer, ligada a la simbolización,
 otra con características compulsivas, dando cuenta de un exceso efecto del ejercicio directo de la pulsión
que amenaza con destruir el juego.
La centralidad de esta diferenciación radica en que se plantean perspectivas diversas a la hora de pensar
estrategias en las situaciones clínicas.
La conceptualización sobre “lo transicional” vertebra toda la obra de WINNICOTT. En el texto “Realidad y
juego” sostiene que la psicoterapia se da en la superposición de dos zonas de juego: la del paciente y la del
terapeuta. La transferencia como un dialogo, un entre dos que se da en esa zona, en este espacio que no
pertenece ni al paciente ni al analista, pero donde están los dos presentes.
Desde esta perspectiva, el trabajo analítico consiste en disponer las condiciones que permitan que los
fenómenos transicionales puedan desarrollarse y para ello es necesario que el analista se posicione como
objeto (para seguir la recomendación de FREUD de abrir la transferencia como palestra para que el
paciente ponga en escena sus pulsiones).
Es labor del terapeuta, en los casos en que este juego no sea posible, la orientación de un estado en que
el paciente no puede jugar a uno en que lo sea posible hacerlo. Entendida en estos términos, la acción
analítica permitirá que el sujeto pueda vivir experiencias creadoras en este espacio potencial que se presta
a tal fin, y en este sentido, WINNICOTT sostiene que el juego es por sí mismo una terapia, en tanto
experiencia siempre creadora.
El jugar tiene un tiempo y lugar: no se encuentra adentro, tampoco está afuera, sino en un espacio-zona
transicional, transicional entre externo e interno, entre presencia y ausencia, que haría referencia a aquel
espacio potencial entre el bebé y la madre.
Este tercer espacio, al que el autor liga al estado de ILUSIÓN, es donde al niñx le es posible ser creativo y
vivir experiencias que le permitan apropiarse de la realidad al investirla con sentidos personales.
Si nos adentramos en la genealogía de este tercer espacio tan fundamental para la constitución del
psiquismo, surge la referencia al rol de la madre como facilitadora u obstaculizadora de dicha
potencialidad creadora. La salud mental del individuo aparece en WINNICOTT directamente asociada al
inicial cuidado materno.
Es a través de su identificación con el infante que la madre sabe cómo se siente la criatura y podrá
proporcionarle lo que necesita en el modo de sostén. Esta “preocupación maternal primaria” protege el
“seguir siendo” del infante; de lo contrario, si la pauta de la vida del infante es reaccionar a las intrusiones, se
produce una seria interferencia con la tendencia natural de la criatura a convertirse en una unidad
integrada.
En cuanto la madre y el infante quedan separados del punto de vista del infante, se observará que la mujer
tiende a cambiar la actitud, todo ocurre como si ella supiera que el bebé ya no espera que comprenda sus
necesidades de un modo casi mágico: la madre parece saber que su hijo ha adquirido una nueva
capacidad, la de emitir una señal para guiarla hacia la satisfacción de las necesidades.
Se torna fundamental el arte de darle al bebé la ilusión de que lo que él crea, a partir de su necesidad e
impulso, tiene existencia real, la necesidad de que el bebé sea el creador del pezón del pecho de la madre.
El infante puede entonces empezar a disfrutar la ilusión de la creación y el control omnipotente, y llegar
gradualmente a reconocer el elemento ilusorio, el hecho de que está jugando e imaginando. Aquí está la
base del símbolo que, al principio, es la espontaneidad o alucinación del infante y también el objeto
externo creado y finalmente catectizado.
“Potencial heredado”, “continuidad del ser”, son expresiones que en WINNICOTT aluden a la idea de un
sujeto que nace con instintos y cuenta con una tendencia natural a convertirse en una unidad integrada.
El principio de placer opera desde los comienzos de la vida y lo pulsional queda subsumido en lo instintual
innato, por lo tanto, su preocupación es ver cómo el infante realiza el pasaje del principio del placer al
principio de realidad. Al sostener una subjetividad endógena, arrastra el problema filosófico de la dualidad
sujeto-objeto.
Sin embargo, se identifica en WINNICOTT un intento de introducir la mediación del adultx entre ese bagaje
instintivo y su posibilidad de inserción en el mundo. Justamente, las nociones de ilusión y creación dan
cuenta de un campo que se produce por la presencia del otrx humano y que no se reduce a lo
autoconservativo, ofreciendo condiciones para el desarrollo de la simbolización.
Para WINNICOTT, habría una continuidad del sujeto y del organismo, siendo la primera tarea en el
desarrollo diferenciar entre yo y no-yo. El pasaje de la dependencia a la independencia en pos de la
integración de Yo, requiere de un Yo auxiliar materno que, sostenido en el tiempo, facilite la maduración
del desarrollo emocional. La fuerza o debilidad del Yo dependerá de la provisión ambiental.

Rompiendo con el endogenismo presente en WINNICOTT y en una parte importante del psicoanálisis,
incluido en ello una vertiente de la obra freudiana, BLEICHMAR recupera la lectura de LAPLANCHE que
considera que la cría humana no se estructura a partir de sí misma, que sus pulsiones, sus deseos
inconscientes, sus fantasmas, no son de origen endógeno, sino de aquello que precipita sobre ella, y la
obliga a un trabajo de dominio y metabolización.
Esta opción al interior de la teoría psicoanalítica concibe a la tópica psíquica a partir de una inscripción
exógena, traumática y en desfasaje a partir de la inscripción de las pulsiones descualificadas, destinadas al
apres-coup, cuando la represión originaria separe las instancias psíquicas y regle el funcionamiento del
aparato.
Modelo que define al psiquismo a partir de esta intervención del otrx, que comienza a guiarse por los
indicios del placer-displacer y no ya por los de la satisfacción de necesidades.
Se inscribe el objeto de la pulsión como algo que, proveniendo desde afuera, luego opera desde el interior,
pero desde un interior que devendrá extraño al sujeto, rudimento del inconsciente.
La propuesta de BLEICHMAR aporta otras consideraciones acerca del origen de las representaciones y los
precursores de la simbolización. Al retomar la asimetría constitutiva entre el niñx y el adultx, otorga al
adultx una función instituyente de la sexualidad pulsional, la cual exigirá un trabajo psíquico para su
dominamiento (pudiendo constituirse como motor, así como obstáculo del progreso psíquico). Estas
variaciones dependerán del modo de ingreso de estos montantes energéticos y de su destino al interior del
psiquismo infantil.
El psiquismo ya no tendería hacia una adaptación práctica al servicio de la vida biológica, sino a intentar un
equilibramiento de la economía libidinal. Desde esta perspectiva, es del lado del Yo donde hay que buscar
las identificaciones que posibilitan al deseo inconsciente sostenerse como reprimido, pero lejos de
considerar al Yo como una continuidad del organismo, es la identificación instauradora del narcisismo
residual del semejante la operación fundamental que genera las condiciones para instituir la
subjetividad y sus potencialidades simbólicas.
Ubicar la función materna como auxiliar o como fundante nos sitúa en uno de los puntos de divergencia de
estos marcos teóricos, pero también nos conduce a fundamentos que marcan diferentes modos de pensar
los procesos de simbolización y sus alcances, situación que nos interpela respecto a los alcances del
método, sobre cuándo y cómo producimos realmente trabajo analítico con nuestra escucha e
intervenciones.
Ahora bien, centrándonos específicamente en la cuestión del juego, BLEICHMAR en “El carácter lúdico del
análisis” afirma: “El juego, en su carácter de producción simbólica, en sus relaciones con otros procesos de
constitución de la simbolización, requiere que nos posicionemos en la intersección de dos ejes: el del placer,
al cual remite lo lúdico, y el de la articulación creencia-realidad, que lo ubica en tanto fenómeno del campo
virtual”. Es en este sentido que constituye un sector importante del amplio campo de las formaciones de
intermediación, dando a esta expresión una connotación que en su proveniencia winnicotiana es necesario
sin embargo precisar.
INTERMEDIACIÓN ENTRE EL ESPACIO DE LA REALIDAD Y LAS CREACIONES FANTASMÁTICAS DEL SUJETO;
algo del orden de un producto que pertenece a la realidad consensuada, pero que no deja de regirse por
ciertas leyes del proceso primario, por ejemplo, anulando las legalidades en las que se sostiene la lógica
identitaria: “O soy un pirata o soy un niñx”, en este caso esa “o” ahora es sustituida por la “y”, con el cual el
proceso primario queda exento de toda contradicción: “soy un pirata y soy un niñx”. Modo de
funcionamiento que no puede sostenerse más que en el plano de la creencia que implica cierto clivaje
longitudinal del psiquismo con previo establecimiento de dos planos que se despliegan.
Eso nos lleva al segundo aspecto: ¿QUÉ PRERREQUISITOS TIENEN QUE ESTAR CONSTITUIDOS EN EL
PSIQUISMO PARA QUE UN NIÑX PUEDA DESARROLLAR UN JUEGO SIMBÓLICO?
 por supuesto, tiene que estar implantada la pulsión, tiene que darse todo el carácter libidinal de la
materialidad del psiquismo;
 pero también, luego, este autoerotismo tiene que quedar reprimido (represión originaria mediante),
en correlación con la constitución de la instancia yoica;
 para que se pueda deslindar el plano de la creencia (es decir, de la fantasía) y el plano de la realidad, es
necesario, además, que se produzca otro clivaje: el clivaje longitudinal dentro de la instancia yoica.
Este último punto remite a aquello que FREUD ha conceptualizado como el mecanismo de la renegación,
pero FREUD, lo deja ligado a la cuestión de la castración y específicamente a la cuestión del fetichismo, en el
plano de la psicopatología. Por el contrario, BLEICHMAR recupera este mecanismo de defensa para dar
cuenta cómo en todo sujeto psíquico se tiene que producir la diferenciación entre el plano virtual y el
plano real: esto solo es posible no solo por la instalación de la represión originaria, sino también por la
instalación de este clivaje longitudinal dentro del mismo Yo que permite deslindar el plano de la fantasía y
el plano de la realidad. En términos que posibiliten el despegue de un espacio de certeza y otro de
negación, teniendo como sustento la represión originaria.
Si este clivaje no se realiza, el pseudo-juego es la realización de un movimiento de puesta en acto en el
mundo de una convicción delirante. Esto no solo da cuenta del fracaso parcial de la función simbólica en el
sujeto, sino también de cómo se torna irreductible al proceso de comunicación, ya no estaría con intención
comunicativa, sino cerrado a todo intercambio (definido por el carácter lineal de quien emite el mensaje en
su intención de posibilitar solo una comunicación sin retorno).
El juego, como toda actividad sublimatoria, es posible en tanto haya transmutación de meta y de objeto.
Una práctica que pretende evitar el desamarre con la teoría no puede dejar de interrogarse acerca del orden
de los fenómenos que se presentan en la consulta, siendo la metapsicología la que nos orienta en la
exploración del estatuto de cada elemento clínico. Por tanto, concebimos que en el despliegue de la
actividad lúdica y gráfica del niñx no todo remite necesariamente a elementos de carácter simbólico,
metafórico. Simbolizar supone establecer una relación entre un símbolo y un simbolizado, pudiendo haber
entre ambos múltiples lazos posibles, posibilitados por las retrascripciones ligadoras de los montantes
libidinales, capacidad altamente elaborativa que no siempre logra organizarse en el psiquismo infantil o que
puede instalarse y luego alterarse por los diversos traumatismos.
En conclusión: no consideramos a la función del adultx a cargo de la cría como simplemente facilitadora u
obstaculizadora de la tendencia natural del desarrollo del niñx, sino que partimos de la tesis que concibe a
la simbolización como el resultado de la confluencia entre la sexualidad materna (introducida como
energía pura en el niñx) y el orden de símbolos que el adultx sostiene desde la cultura en la cual este
inmerso.
LA SIMBOLIZACIÓN ES ALGO ABSOLUTAMENTE SINGULAR DEL SUJETO, PERO NO SE CONSTITUYE SINO A
PARTIR DE UN UNIVERSO DE SÍMBOLOS QUE LA CULTURA OFRECE.
La heterogeneidad en la materialidad psíquica presente en el comportamiento, en los dibujos, en las
verbalizaciones y en el juego de lxs niñxs, nos confronta con diversos niveles de simbolización. Vemos
elementos fantasmatizados y representados simbólicamente, efecto de la capacidad de ligazón lograda por
el mismo sujeto, tan prestos a ser interpretados para desarticular la causalidad determinante de algunos
síntomas. Pero por otro lado también encontramos elementos desligados que circulan por el aparato
psíquico sin encontrar engarce en ninguna serie psíquica, ni localización tópica alguna, generando una
fuerte vivencia de fragilidad en el Yo.
LAS INTERVENCIONES SIMBOLIZANTES DEBERÁN SER PROPUESTAS EN EL DISPOSITIVO ANALÍTICO COMO
COMPLEMENTO AL JUEGO AUTOELABORATIVO QUE EL NIÑX VA DESPLEGANDO POR SÍ MISMO, PARA
PRODUCIR VERDADEROS PROCESOS DE NEOGENESIS.
Capitalizando los desarrollos freudianos generados a partir del encuentro con aquello que compulsa en el
psiquismo sin lograr domeñarse simbólicamente, se puede extraer otras conclusiones centrales del texto
“Más allá del principio de placer” referidas al jugar de lxs niñxs.
El juego supone una representación escénica, como FREUD lo explicará, una escena que se despliega en su
multiplicidad, permitiéndole al niñx trocar la pasividad del vivenciar por la actividad del jugar. Sin embargo,
en la descripción del juego del carretel, el niño asume un papel que la escena le impone: el niño está
haciendo algo, pero es jugado por la escena en la que está participando. Hay algo que al niño lo lleva más
allá de sí mismo a hacer ese juego, él juega con el carretel, pero en realidad es el actor de una escena en
la cual es colocado para jugar un juego que lo juega a él. Particularidad que nos lleva a pensar que aún no
está constituida la represión, no es el inconsciente el que lo atrapa, sino que se trata de las primeras
formas de apoderamiento de las representaciones sobre el sujeto, efecto de los mínimos clivajes previos a
la instalación de represión originaria.
La fijeza de la escena denota la existencia de pura repetición, de ausencia de creación y, si no intervienen
otras variables en la estructura, no podrá modificarse espontáneamente. En este sentido, la transferencia
analítica en tanto reactivamiento de la simetría originaria, promueve desligazones, por lo cual la
instalación y regularidad del encuadre, así como la acogida benevolente, proporcionan el “holding”
necesario para evitar la desorganización.
CENTRALIZAR LA ESCUCHA DESDE EL EJE “TRAUMATISMO Y SIMBOLIZACIÓN” PONE DE RELIEVE EL VALOR
DE LA PALABRA COMO UN MODO DE ELABORACIÓN DOMINANTE EN LA FUNCIÓN ANALÍTICA, PARA
POSIBILITAR QUE LAS VIVENCIAS PASEN A CONSTITUIR EXPERIENCIAS SIGNIFICADAS, APROPIADAS
METABÓLICAMENTE POR EL SUJETO PSÍQUICO.
[EL RECORRIDO IDENTIFICATORIO Y LA PROBLEMÁTICA DEL ORIGEN]

Se delimitan para abordar esta temática los siguientes contenidos:


 Recorrido identificatorio.
 Psique-cuerpo.
 Cuerpo e historia.
 La situación de encuentro. El riesgo en el encuentro.
 Función materna. Función paterna. Funciones parentales en relación al otrx a cargo de la crianza.
 La sexualizacion y la narcisización.
 Cuerpo social y su incidencia en la constitución del psiquismo.
 Filiación.
 Genealogía.
 Género, sexo y sexualidad.
Todas estas nociones conceptuales son propuestas por AULAGNIER, autora que merece una presentación
antes de abordar los contenidos temáticos mencionados.
En el prefacio de su texto “Los destinos del placer”, dando cuenta tanto de su posicionamiento teórico-
clínico como en el campo de la investigación y de la transmisión, AULAGNIER expresa: “También consideré
interesante mostrar el recorrido que sigue una investigación en el momento mismo en que se elabora;
permitir que el lector compruebe las vacilaciones, las repeticiones, las promesas que anuncia el cotidiano
‘como ya vamos a ver...’, y que quedan en suspenso; lo imprevisible de ciertas conclusiones de las cuales el
que escribe, siguiendo el curso que le impone su pensamiento, suele ser el primero en sorprenderse,
conjunto de caracteres presentes en toda conceptualización teórica antes de ser pulida por ese último
barniz que se le da en el momento de convertirse en libro en el sentido canónico del término”.
PIERA AULAGNIER, de origen italiano, residió en Egipto durante sus primeros años de vida. La formación de
grado la realizo en la ciudad de Roma, cursando allí la carrera de medicina. En la década del ‘50 comenzó en
Francia su análisis con LACAN, encontrando su producción teórico-clínica los fundamentos en la línea
filiatoria heredada de FREUD y de LACAN, de quien fuera discípula hasta el año 1968.
En 1968 es el año en el que la autora, junto a otrxs analistas, como LAPLANCHE, se desvincula de la Escuela
Freudiana de Paris. Es en el año 1969, sosteniendo líneas de continuidad y de ruptura, que junto a PERRIÉ y
VALABREGA conforma el “Cuarto Grupo”, institución analítica nominada de ese modo a partir del previo
funcionamiento de la Asociación Psicoanalítica Francesa, la Sociedad Psicoanalítica de Paris y la Escuela
Freudiana de Paris. Luego de ello, funda la revista de psicoanálisis “Topique”, sosteniendo una lectura
crítica de los cimientos conceptuales y del funcionamiento de las instituciones analíticas, así como un
posicionamiento que mantiene un estado de interrogación, hasta tanto el otrx de su respuesta en el marco
del encuentro analítico. AULAGNIER propicia una tarea clínica, de investigación, de transmisión marcada
por la creación, ajena a la lógica de la repetición y el dogmatismo.
Como fuera entonces enunciado, en el año 1968, se produce su ruptura con la propuesta teórico-clínica de
LACAN, en la medida en que dicho distanciamiento atento al ya mencionado trabajo de duda frente al
saber instituido, comporta dos ejes centrales:
 aquel que remite a la singularidad de la política institucional en el seno de las instituciones
psicoanalíticas,
 aquel que responde a coordenadas clínicas particularmente vinculadas al encuentro clínico con la psicosis.
Dando cuenta de lo planteado hasta el momento, expresa AULAGNIER en su artículo “En busca de lo
perdido”: “¿Que busca reencontrar el analista? ¿Qué demanda y a quien al publicar un texto? ¿La
demostración de la legitimidad de su técnica? ¿La demostración de la corrección de la teoría? ¿La prueba de
su saber, de su saber hacer? Es indudable que la respuesta no se reduce a una de estas fórmulas ni a su
simple suma, pero la demanda que se expresa a través del texto que uno ofrece la lectura, viene a recordar
que para el analista también existe una pregunta relativa a su saber y a la expectativa de una certeza, siempre
esperable y siempre huidiza”. Y continúa diciendo: “El analizando interrogando al analista, el analista
interrogando a los textos, su texto interrogando al lector, se traza así un circuito que permite a la demanda
de saber no cerrarse sobre sí misma, seguir siendo abertura e interrogación para aquellos que a su vez
cuestionarían lo perdido original que el deseo persigue”.
Centrándose entonces en el par saber-poder, la autora se detiene en interrogar la posición ante el saber, a
partir de problematizar la enseñanza del psicoanálisis en articulación a la singularidad de la política
institucional, al interior de las instituciones analíticas.
En ese punto, AULAGNIER cuestiona la estructura mantenida por las sociedades psicoanalíticas en torno
al análisis didáctico, en torno a la relación didacta-candidato, estableciendo que en dicho vinculo no se
otorga lugar a la autonomía de pensamiento del candidato en tanto riesgo de repetición en transferencia de
la teoría como dogma. Expresa la dificultad de emplazamiento de un posicionamiento crítico frente al
modelo conceptual, en la medida en que desde el inicio de la partida el investimiento teórico precede a la
demanda, deviniendo potencialmente allí el cuerpo conceptual en una verdad que no posibilita la puesta a
prueba de la teoría, de modo que una actitud de cuestionamiento podría poner en peligro la filiación del
candidato a la institución.
En las palabras preliminares de “La violencia de la interpretación” AULAGNIER, sostenida en el marco de su
investigación clínica, expresa que: “La psicosis nos obliga a repensar la psique en nuestros modelos,
proponiendo realizar un replanteo del modelo metapsicológico que posibilite hallar una vía de acceso de la
relación del psicótico con el discurso que dé lugar a un campo de intervención en el encuentro clínico”. En
este punto dice: “El discurso psicótico nos induce a pensar una forma de actividad psíquica precluida de lo
cognoscible en forma definitiva y para todo sujeto y, sin embargo, siempre en acción, fondo representativo
que persiste paralelamente a otros dos tipos de producción”.
De este modo, la autora introduce el proceso originario, que antecede en su instalación al proceso
primario y al proceso secundario (ya conceptualizados por FREUD).
Privilegia en su teorización la ACTIVIDAD DE REPRESENTACIÓN: entendida como el equivalente psíquico del
trabajo de metabolización que da cuenta de la función mediante la cual se rechaza un elemento
heterogéneo respecto de la estructura celular o inversamente se lo transforma en un material que se
convierte en homogéneo él. Así, se metaboliza un elemento de naturaleza heterogénea convirtiéndolo en
un elemento homogéneo a la estructura del sistema. Cabe aclarar que “lo metabolizado” es un elemento
de información, de “información libidinal”.
A partir de la especificidad de su clínica, emplazada en el encuentro con la psicosis, enuncia: “La psicosis se
caracteriza por la fuerza de atracción ejercida por lo originario, atracción a la que se contrapone el
suplemento representado por la creación de una interpretación delirante, que hace decibles los efectos de
la violencia”. Allí radica su interés, en el plus, en el suplemento que implica la creación psicótica.
De este modo, se introduce la pregunta por la singularidad de la organización psicótica de pensamiento y la
complejidad que conlleva la construcción de la ideación delirante: entendida esta última, pese al costo que
supone, como conquista de un espacio de autonomía de pensamiento en tanto no se ajusta a lo ya pensado
y autorizado por un otrx; a partir del encuentro con un discurso que no deja ningún lugar a la duda.
La ideación delirante será entonces una construcción que encontrará su anclaje en el recorrido
identificatorio, en su articulación con la temática del origen.
En función de lo desarrollado hasta aquí, a fin de dar cuenta del posicionamiento que atraviesa la propuesta
teórico-clínica de AULAGNIER, recuperaremos un fragmento de lo expresado en su texto “Los destinos del
placer”: “No hay verdad singular ni tampoco verdad que pueda ser pura repetición, como un eco de la verdad
de otro. La verdad exige que sea compartida o que se la crea ya compartida o compartible, y que por
consiguiente que se crea que será compartida en un tiempo futuro”.

La autora, respecto del funcionamiento de la psique, realiza un recorte que implica la delimitación
privilegiada de la actividad de representación a partir de los interrogantes que guían su investigación clínica
en el encuentro con pacientes psicóticos. Actividad de representación que contempla la constitución de la
actividad de pensamiento y que conduce a dos líneas de investigación que involucran tato las coordenadas
de emplazamiento de un espacio de autonomía como la organización de la ideación delirante.
De este modo, en función de situar los ejes que dan cuenta del establecimiento de una organización psicótica
de pensamiento, es que AULAGNIER se ve obligada a dirigirse a los primerísimos tiempos de organización
psíquica, ubicando allí uno de sus aportes centrales respecto a la introducción y teorización en torno al
proceso originario.
En consecuencia, la autora realiza un replanteo metapsicológico, desarrolla un modelo que nos oferta
una propuesta conceptual que posibilita teorizar sobre los tiempos de organización de la psique.
Por tanto, si bien la autora no trabajó con niñxs y su clínica se desarrolló fundamentalmente con pacientes
adultxs psicóticos en el marco institucional dado en el hospital Santa Ana de Paris, aporta un modelo
teórico que permite revisitar los primeros tiempos de organización psíquica, contemplando el tiempo que
antecede a la llegada del infans a partir de la trama deseante o de rechazo que lo antecede, y deteniéndose
en aquellxs otrxs significativos a los que otorga un lugar en la puesta en vida del aparato psíquico, a partir
de la situación de encuentro, arista fundamental en función de la especificidad de nuestra materia.
Interesada entonces en los tiempos de organización de la psicosis, así como en las posibilidades de
intervención en el espacio analítico, reviste importancia a su interrogación respecto del espacio de
autonomía de pensamiento que es posible ubicar en el campo de la psicosis. Desde allí, sitúa la relevancia
que cobra el delirio, así como su anclaje en el recorrido identificatorio y su vínculo con la instancia yoica.
El RECORRIDO IDENTIFICATORIO será un eje ordenador central a partir de su articulación con la temática y
problemática del origen, articulación que nos permitirá detenernos y profundizar sobre diversos tiempos de
constitución psíquica.
AULAGNIER expresa en su texto “Alguien ha matado algo” que: “El Yo es este compromiso que nos permite
reconocernos como elemento de un conjunto y como ser singular, como efecto de una historia que nos
precedió mucho antes y como autores de aquella que cuenta nuestra vida”.
El abordaje de la conflictiva identificatoria supone atender al trabajo psíquico del Yo, entendiendo a este
último como un conjunto complejo de identificaciones, así como también nos conduce a la profundización
en torno a la noción de PROCESO IDENTIFICATORIO.
Respecto de esto último, enunciará que el proceso identificatorio no concluye nunca, y que debe ofrecer
aquellos puntos simbólicos de reparo que asignan al sujeto un lugar en el sistema de parentesco, en el
orden genealógico (aspecto que nos conduce a la noción de lenguaje fundamental).
La autora realiza un esquema del TRAYECTO IDENTIFICATORIO, dando cuenta de los 3 momentos que
deciden sobre ese trayecto que ha de seguir el Yo trascurrida la infancia. Así, se delimita:
TIEMPO 0 (T0): DESIGNA EL MOMENTO DEL NACIMIENTO DEL INFANS, ASÍ COMO EL TIEMPO QUE LO
ANTECEDE (es un tiempo que se construye por retroacción).
TIEMPO 1 (T1): DA CUENTA DEL ADVENIMIENTO DEL YO.
TIEMPO 2 (T2): TIEMPO DE LA ADOLESCENCIA, COMPORTA UN GIRO DE ENCRUCIJADA IDENTIFICATORIA.

Cabe aquí detenernos y realizar un señalamiento: T0, T1 y T2 no son equivalentes a proceso originario,
proceso primario y proceso secundario. Mientras que los primeros (T0, T1 y T2) se refieren a los tiempos
que dan cuenta del trayecto identificatorio, los segundos remiten a la actividad de representación, a tres
“modos de escritura”, tal como lo plantea AULAGNIER en “La violencia de la interpretación”, remitiendo a 3
formas bajo las que se presenta la realidad y por ende el cuerpo.
A fin de poder trabajar en torno al tema vinculado a los relatos sobre el origen y allí particularizar sobre el
T0 que conforma el recorrido identificatorio, situaremos algunos lineamientos generales que nos
posibilitará ubicarnos en el esquema del trayecto identificatorio que propone AULAGNIER.

T0 ES UN TIEMPO QUE SE CONSTITUYE POR RETROACCIÓN, Y CONTEMPLA TANTO EL NACIMIENTO DEL


INFANS COMO EL TIEMPO QUE LO ANTECEDE.
El T0 es un tiempo que remite al discurso que preexiste a la llegada del infans (y, por ende, que preexiste al
emplazamiento de la instancia yoica).
Remite a los discursos preexistentes que nos hablan de los primeros capítulos de la historia, y que lo
insertan en el orden genealógico y en el tiempo. Remite asimismo a los discursos sobre el cuerpo de ese
infans (trama central en tanto “el Yo habita un cuerpo que posee una historia”).
La existencia de los primeros capítulos de la historia construidos por retroacción, remite al discurso del
otrx y a la posibilidad de pensar al niñx como coautor de su historia.
Señalar la matriz discursiva que antecede a su llegada involucra tener presente las nociones conceptuales
propuestas por la autora, que atraviesan la situación de encuentro, así como la anteceden. De este modo,
se presentan conceptos como: sombra hablada, yo anticipado, violencia primaria, portavoz.
EN T1, TIEMPO DE ADVENIMIENTO DEL YO, PODREMOS UBICAR AL NIÑX COMO INVESTIGADOR.
Por tanto, la tarea de investigación devendrá en el trabajo de historización del adolescente.
EL T2 REMITE AL TIEMPO DE LA ADOLESCENCIA, UBICAREMOS UN GIRO Y UNA ENCRUCIJADA
IDENTIFICATORIA DONDE EL SUJETO DARÁ FORMA ESTABILIZADA, AUNQUE MODIFICABLE, AL RELATO
HISTÓRICO DE SU TIEMPO.

Concebir al niñx como co-autor de los primeros capítulos de su historia, como un investigador que
sobrevendrá en historiador en la adolescencia, implica entonces situar como coordenada clave al recorrido
identificatorio y al trabajo de reorganización que supone la problemática del origen, en función de los
diversos momentos de la constitución psíquica.
Se hace necesario realizar un rodeo que supone identificar y desarrollar aquellas nociones que
circunscriben el lugar y la función del otrx en la organización psíquica en el marco de los primerísimos
tiempos de su constitución.
AULAGNIER, EXPRESA QUE TODO SUJETO NACE EN UN ESPACIO HABLANTE. La psique infantil adviene en
un medio familiar, en un microambiente, que se encuentra surcado por:
 2 ejes organizadores: EL DISCURSO DEL CONJUNTO + EL DESEO DE LA PAREJA PARENTAL.
 3 factores: las nociones de PORTAVOZ, de LENGUAJE FUNDAMENTAL y el DESEO DEL PADRE.

La noción de PORTAVOZ remite a la función reservada al discurso de la madre en la constitución de la


psique, y contempla la posibilidad de enunciar, de comentar, las manifestaciones del infans, así como la
representación de un orden exterior cuya legalidad enuncia.
El concepto de LENGUAJE FUNDAMENTAL se articula con la función identificante del discurso, planteando
AULAGNIER que dicha noción en el registro identificatorio se encuentra conformada por dos subconjuntos:
1. los términos que designan al afecto, transformándose a partir de su nominación en sentimiento (la
posibilidad de nominación y de cualificación de un sentimiento es entendida por la autora como una
auto denominación del Yo),
2. los términos que designan a los elementos del sistema de parentesco para una determinada cultura.
Al encontrar el DESEO DEL PADRE, el niñx haya el último factor que organiza el espacio exterior a la psique.
El padre, referente de la ley, se sitúa como el primer representante de lxs otrxs, del discurso del conjunto,
decretando lo permitido y lo prohibido. De allí que el encuentro con el padre no se produzca en el plano de
la necesidad.
En este punto, resulta relevante dar cuenta de la noción de VIOLENCIA PRIMARIA: violencia necesaria que
posibilita el acceso al mundo de lo humano y la ejerce un discurso que se anticipa a todo entendimiento.
Cuanto más se mira hacia el comienzo de la vida, más excesiva es esa anticipación (exceso de sentido,
exceso de excitación, exceso de frustración, exceso de oferta).
Precediendo al nacimiento, existe un discurso que le preexiste, SOMBRA HABLADA supuesta por la madre,
que tan pronto el infans se encuentra presente, se proyectará sobre su cuerpo, dirigiéndose allí el discurso
del portavoz (en tanto la madre le demandará al cuerpo que confirme la identidad con la sombra). La
sombra está constituida por una serie de enunciados identificatorios que dan cuenta del anhelo materno en
referencia al niñx.
Ahora bien, entre la sombra y el cuerpo persiste la posibilidad de diferencia, siendo potencialmente
entre ambos el primer punto de partida el sexo del bebé. Allí se ubica el riesgo en el encuentro.
Un concepto clave será la noción de CONTRATO NARCISISTA, noción a retomar y abordar en profundidad
posteriormente dado que cobra relevancia en tanto último factor responsable de lo que se juega en la
escena extra familiar. Interviene en el modo de catectización del hijx por parte de la pareja, en la medida
que la relación que mantiene la pareja parental con el niñx, lleva la huella de la relación de la pareja con el
medio social que lo rodea.
La noción de contrato narcisista da cuenta de cómo el discurso social, al igual que la pareja parental,
anticipa un lugar para el infans, discurso en el que se encontraran las referencias identificatorias que
permitan la proyección a un futuro (coordenadas que hacen a la especificidad del T1 y el T2).
AULAGNIER en sus textos elabora y enuncia una serie de preguntas que funcionarán como organizadores de
los diversos conceptos a abordar en torno al eje del recorrido identificatorio y de la problemática del origen:
¿COMO EL YO PODRÁ REPRESENTARSE UN “ANTES” DE SU PROPIA ACTIVIDAD PSÍQUICA, UN ANTES DE SU
PROPIA EXISTENCIA?
La entrada en escena del Yo es el mismo tiempo de entrada en escena de un tiempo historizado: “el Yo es
el saber del Yo sobre el Yo”, contemplando la noción allí de temporalidad (de apropiación singular y
subjetiva de los tiempos históricos-cronológicos).
A FIN DE FUNDAR SU HISTORIA, EL YO DEBERÁ ENCONTRAR UNA VOZ QUE LE POSIBILITE PENSAR ESE
ANTES DE SU PROPIA EXISTENCIA. Esto, en la medida en que lo que singulariza lo propio del Yo es advenir
a un espacio cuya preexistencia se le impone, y ese antes puede revelar el encuentro con un otrx que
puede funcionar como aliado o como adversario.
El Yo, anticipado por el discurso del portavoz, adviene en un espacio discursivo, viéndose obligado a
apropiarse de los enunciados identificados ofertados por el otrx. De allí, el Yo será resultado de un deseo
o de un accidente.
La historia, la subjetividad, no localiza su inicio con el nacimiento, comienza tiempo antes, a partir de la
particularidad que asume la red deseante o de rechazo que la precede.
La madre es portadora de enunciados que muestran su relación con el padre, con el cuerpo social y que,
por ende, delinean la modalidad relacional que mantendrá con el hijx. Ahora bien, dichos enunciados
identificatorios, ¿Qué forma diferencial podrán asumir en función de su vínculo con la pulsión de vida y de
muerte? ¿Qué estatuto adquieren en los primerísimos tiempos de la vida psíquica? ¿qué lugar tendrán en la
psique infantil? ¿Qué particularidades aportan a la constitución?
El PROCESO IDENTIFICATORIO es la cara oculta de ese trabajo de historización que transforma lo
inaprensible del tiempo físico en un tiempo humano, que reemplaza un tiempo perdido definitivamente
por un discurso que lo habla. Es por la historia de la relación con sus objetos como el Yo se constituye la
suya propia.

El espacio entre T0 y T1 representa el tiempo de la vida somato-psíquica que precede al advenimiento


del Yo. Allí se ubican las representaciones pictográficas y fantasmáticas que luego serán metabolizadas por
el Yo en representaciones ideicas.
“El espacio entre T0 y T1 precede el advenimiento del Yo”; ahora bien, el Yo nunca es idéntico al que ha
sido, pero quien ha sido da acceso al conocimiento de lo que él es y, a su vez, promete un devenir posible.
QUIEN HA SIDO, ESE TIEMPO VIVIDO, EL YO TIENE QUE PODER PENSARLO, TIENE QUE CREER QUE POSEE
UNA HISTORIA. En este punto, el discurso de la madre, cuando da cuenta de la historia de su propia
relación con el bebé, le hará pensable ese antes que se convierte en la prueba de la expectativa de la
madre, de su deseo. De este modo, así como tomó prestados los primeros enunciados identificatorios, el Yo
del niñx tomará prestado desde su discurso las informaciones que le permitirán esbozar el primer capítulo de
su libro de historia. Esos primeros capítulos tienen que dar razón de lo que ocurrió entre T0 y T1.
EL NIÑX, CO-AUTOR DE LOS PRIMEROS CAPÍTULOS DE SU HISTORIA, REQUIERE DEL RELATO DE UN OTRX,
REQUIERE DE UN OTRX QUE OFERTE SU PALABRA, SU VOZ.
Al respecto, continúa AULAGNIER: “De los acontecimientos que signaron este período, solo la madre o sus
sustitutos tienen memoria, el sujeto por su parte, puede conservar de ellos cicatrices, heridas, que parecerá,
no obstante, ignorar en qué tiempo, en qué lugar, y por qué razón ha sido herido”.
La versión que el discurso materno le propone acerca de un tiempo que lo ha precedido, puede ser una
fábula, pero es mejor esto que el silencio: el Yo infantil no puede auto crear este primer capítulo por el
solo recurso a la extraña escritura y a la extraña memoria propias de su cuerpo.
En la versión que de él le propone la madre, puede oír el relato que cuenta el pasado de un amante amado,
puede oír una historia dolorosa que lo identifica, el que ha sido para los demás una causa de sufrimiento,
puede creer oír las palabras del oráculo que le revela si hadas o brujas se inclinaron sobre su cuna.
Nada de esto impide que siga siendo tributario en este registro de un supuesto conocimiento, de una
supuesta memoria, de una supuesta verdad que pertenece a otrx. Por tanto, la autora expresa que,
durante una primera etapa de la vida infantil, el niñx no puede dar existencia al infans que lo precedió
como no sea apropiándose de una versión discursiva que le cuenta la historia de su comienzo.
En función de la relevancia que asume el emplazamiento del primer capítulo de su libro de historia,
AULAGNIER se pregunta: ¿QUÉ OCURRE SI EL DISCURSO PARENTAL NO DICE NADA SOBRE ESE COMIENZO O
SI ES REDUCIDO A UN ENUNCIADO CONCLUSIVO?
En función de lo hasta aquí expuesto, extraeremos un párrafo propuesto por AULAGNIER en su libro “El
aprendiz de historiador y el maestro brujo”: “Lo propio del trayecto identificatorio es no quedar nunca
cerrada, pero tiene que anclar en un punto de partida fijo para que el viajero se oriente y descubra el sentido
de la trayectoria, de donde viene, donde está detenido, hacia donde va”.

Dedicamos ahora un apartado a las problemáticas sobre género, sexo y sexualidad.


La conceptualización sobre la construcción identificatoria no puede soslayar lo relativo al proceso de
configuración de la identidad sexual. Sin embargo, dicho proceso incluye diferentes dimensiones de la
constitución psíquica que no deben superponerse: sexualidad pulsional; sexo; género; orientación
deseante; entre otras.
El psicoanálisis se ha edificado sobre el pilar que implica la teoría sexual, aunque no sin movimientos
copernicanos y tolomeicos, es decir, revolucionarlos unos, clausurantes otros.
Numerosos relevamientos contemporáneos dan cuenta de la existencia de una profunda transformación
en los modos de intercambios sexuales y en los dispositivos históricos sociales que pretenden regularlos.
Una pluralidad de posicionamientos sexuados, identidades de género, orientaciones deseantes y modos de
goce que desafían los sistemas nominativos, clasificatorios y normativizantes de los discursos tradicionales.
Nuevas cartografías sexuales que interpelan al psicoanálisis, reclamando la deconstrucción de aquellas
afirmaciones con las que se tiende a patologizar el campo de las disidencias sexuales.
En el texto “La comprensión precoz de la libertad”, BLEICHMAR recupera un extracto de una sesión del
análisis de una niña de 7 años, que insistentemente le pedía que dijera qué dibujar. Dice la autora: “Entre mi
negativa a responderle y su queja, surgió en mi mente la reflexión que en tono más o menos confidencial le
hice en los siguientes términos ‘¿te das cuenta que este es el único lugar en el mundo en el cual nunca nunca
nadie te dirá que hacer? en el cual podes elegir, decidir libremente’ y ya engolosinada yo misma con esta
ocasión abierta de compartir una reflexión que supuse de alcance filosófico, agregue: ‘¿qué te parece? en
esa posibilidad de elegir esta la libertad, ¿te das cuenta?’, y ella resumiendo con estilo la cuestión que tanto
nos complica respondió tomándome desprevenida: ‘sí, qué porquería, yo quiero la libertad para no ir al
colegio, pero no para no saber ni que dibujar’”. Concluye la autora, la libertad siempre está en riesgo, en
razón de la difícil tensión entre sometimiento y soledad, a diferencia del analista, el otrx humano no está
allí solo para satisfacer necesidades, sino para garantizar bajo su parasitación simbólica tanto el
sometimiento como el anhelo mismo de libertad.
Cuando todo sale bien, otorga paradójicamente los medios de liberarse en el ejercicio de apropiación
simbólica que realiza de la cría. Cuando ambos elementos se desbalancean, cuando prima el déficit de
oferta simbólica o la captura monopólica en sus redes, el proceso se fractura.
Continúa la autora que es el humano el único capaz de obtener niveles de libertad impensados, ya que
puede modificar no solo el entorno y crear su propio hábitat, sino también modificarse a sí mismo. En razón
de ello, el deseo de libertad, inevitablemente ligado al miedo a lo desconocido, no es en sí mismo un
movimiento esencial, sino el efecto de un reconocimiento de la opacidad y la dureza con la cual aquello que
se opone del otro lado da cuenta de los límites de realización de la propia posibilidad.
Dice la autora que recuerda un viejo cuento “sufí”, un pajarito volador es adoptado por un ave que no sabe
volar y como es de esperar, a medida que el pajarito crece, también crecen sus alas, luego de algún tiempo,
una bandada de pájaros de su misma especie pasa por el pueblo donde habita, su madre adoptiva cavila, “si
supiera volar le enseñaría a mi hijo a hacerlo y lo vería retozar en el cielo con sus iguales”, mientras, por su
lado el pajarito piensa “si mi madre que es tan sabia aun no me ha enseñado a volar es porque aún no debe
haber llegado mi tiempo de hacerlo”. Qué distintas hubieran sido las cosas si cada uno hubiera podido dar a
conocer su pensamiento. Por su parte, la madre que acude a una consulta reconoce en algún lugar de sí
misma que necesita de otrx que ayude a su hijo a aprender a volar y es víctima, junto con su hijo, de su
propia impotencia. Después de todo, ¿por qué no pensar que detrás del dolor manifiesto de la madre ave se
esconde el profundo desgarramiento de tener que reconocer a su hijo como no idéntico a sí misma? Y aún
más, no es con lo que la madre calla que el niño elabora su teoría, tampoco del todo con lo que la madre
dice, no hay ni libertad total de interpretación ni captura absoluta, en esa franja opaca al intercambio desde
la cual lo desconocido del otro se constituye, se abre una interrogación a la cual el niño debe responder con
una elaboración que deviene teoría.
Ni el deseo de libertad es innato ni el anhelo de sumisión instintivo, dice BLEICHMAR, porque la condición
humana se sostiene en la peculiaridad de que lo que consideramos su naturaleza, no es sino el efecto de las
condiciones mismas de su producción. La libertad es impensable sin representación de futuro, aun cuando
ella misma pueda devenir proyecto, ya que no puede proyectarse sobre el vacío representacional u
operativo, sino sobre sus reales posibilidades de ejercicio.
Con este bello texto podemos adentrarnos en la temática que desde el psicoanálisis podemos recortar
como relativa al género, al sexo y a la sexualidad en el marco de la constitución psíquica.
Como refiere el psicoanalista BLESCHER, no solo en el campo de la clínica psicoanalítica asistimos
actualmente a numerosas consultas por niños, niñas y adolescentes cuyos motivos aluden a tensiones entre
la forma de emplazamiento identitario y el sexo anatómico asignado de partida. Conflictos con las
representaciones constitutivas del género que definen los dispositivos sociales productores de subjetividad
en el marco de la instituida bipartición masculino-femenina.
Diversas instituciones sociales reciben solicitudes de reasignación de género en niñas y niños trans que
requieren ser reconocidos en todos sus derechos en base a su identidad autopercibida. Procesos que se
ponen en marcha precozmente, y conmueven no solo las representaciones del discurso social dominante,
sino que interpelan los modelos conceptuales sobre la constitución de sujeto psíquico y la sexualidad con los
que pretendemos cercar una comprensión de estos padecimientos, del mismo modo que ponen a prueba
los alcances de nuestra práctica profesional.
Si bien el marco legal vigente ha constituido un enorme avance en cuanto a la concepción de la infancia y la
adolescencia desde un enfoque de derechos, al momento de implementar estas normativas se observan
enormes dificultades para que las prácticas y las políticas en salud mental realmente encarnen estos
principios rectores con los destinatarios de sus abordajes. Estado de situación que concebimos determinado
por diferentes dimensiones: sociales, políticas, epistémicas.
En este preocupante contexto y en pos de pensar estrategias que promuevan una reforma, cabe destacar
que la salud mental constituye un campo heterogéneo, una red de relaciones entre distintas posiciones las
cuales, a su vez, imponen determinaciones sobre sus ocupantes, agentes o instituciones, según su situación
presente y potencial en la estructura de distribución del poder.
Como espacio de fuerzas activas, refiere BOURDIEU, el campo de la salud mental es también un campo de
luchas tendientes a preservar o transformar la configuración de dichas fuerzas. A la ideología neoliberal es
importante oponerle una labor científica que muestre cómo bajo la circulación de ideas subyace una
circulación de poder, que también incide en las tradiciones de investigación y en las prácticas vinculadas al
sector salud.
Las estructuras que constituyen los parámetros desde los cuales se define la salud y la enfermedad son las
mismas matrices que conforman el discurso social, significaciones sociales sustentadas en un orden de
lenguaje y sentido, portadoras de valores propios de cada cultura y de cada sociedad, en los distintos
momentos históricos. En este sentido, lo social está atravesado por normas que se proponen como un
posible modo de unificación de diversidades, de reabsorción de diferencias y de este modo, la
determinación de la enfermedad mental se hace en relación con una definición previa del estado subjetivo
o social normal.
Como es evidente, son múltiples los entrecruzamientos en el campo de la salud mental, y analizarlos iría más
allá de los objetivos de la cursada. Sin embargo, abordar la temática, por ejemplo, de las disidencias
sexuales, situándola en el marco de la constitución psíquica, revela demás obstáculos epistémicos al
interior de la misma tradición de investigación psicoanalítica, reduciendo el alcance explicativo y
transformador de este campo científico frente a las mutaciones históricas de las nuevas composiciones
identitarias en el campo de los géneros y las sexualidades.
El propósito de esta clase consiste en retomar alguna de las afirmaciones psicoanalíticas freudianas que
se han propuesto para dar cuenta de los modos de constitución subjetiva, específicamente aquellos
presupuestos que conciernen a la teoría sexual, a fin de poner a prueba los alcances de este paradigma, no
solo en función de maximizar las posibilidades como instrumento de producción de conocimiento, sino
también como medio para la defensa de los derechos y la dignidad de los sujetos amenazados por el
dominio del régimen heterosexista, heteronormativo y falocéntrico. Constituyendo el campo de las
diversidades sexuales, la ocasión privilegiada para interpelar las teorías psicoanalíticas sobre la sexualidad.
Reconocer al psicoanálisis como la más rigurosa exploración de la subjetividad humana del Siglo XX al
mostrar la complejidad de la vida psíquica y poner en crisis los saberes de las ciencias humanas vigentes
hasta ese momento, no autoriza a considerarlo como una verdad absoluta ni exenta de impasses. La
sexualidad se constituye como un complejo movimiento de ensamblajes y resignificaciones, de
articulaciones de diversos estratos de la vida psíquica con fuerte incidencia cultural e ideológica.
Para ilustrar este aspecto interesa compartir una experiencia clínica que narra BLEICHMAR en “Paradojas
de la sexualidad masculina”, y a partir de la cual se ve interpelada a revisar las afirmaciones teóricas desde
las cuales escuchaba la problemática de su paciente. En este caso, se trata del proceso de la cura
emprendida con un niño llamado Manuel que tenía 7 años de edad, la consulta había sido realizada a partir
de un síntoma que consistía en morderse el cuello de su ropa hasta desgarrarlo, unido a una actitud
general pasiva. La constelación edípica en la cual se constituía estaba fuertemente marcada por la
presencia de una madre muy narcisista, con cierta actitud desvalorizante hacia el padre. Este último,
asumía por otra parte el lugar secundario otorgado, ejerciendo sus funciones parentales de un modo tal que
hacía posible el despliegue apropiatorio que esta mujer operaba.
Habían trabajado largamente con este niño, su sensación asfixiante de estar encapsulado en el interior
materno, su temor a desprenderse de esta posición inicialmente atribuida, el intento desesperado por
desgarrar a través de sus vestimentas el tegumento envolvente que lo contenía al mismo tiempo que lo
sometía, y el camino hacia la actividad y la masculinización parecía abrirse. Luego de un año de tratamiento
cuando emergió algo que, al ser escuchado de otro modo, permitió vislumbrar una perspectiva diferente.
Dice BLEICHMAR: “estábamos en una sesión muy rica en juegos y simbolizaciones en la cual Manuel
desplegaba una serie de fantasías masculino-agresivas haciendo luchar a unos soldados entre sí,
estableciendo campos de batalla y zonas de riesgo, guion que los analistas que tratamos niñxs, estamos
habituado a ver reiterarse en el consultorio; de repente, los soldados empezaron a pincharse los traseros
entre sí con sus bayonetas y mientras articulaba esta escena, el niñx comenzaba a dar gritos en los que se
conjugaban el placer y el dolor. Intervine entonces haciendo una interpretación indudablemente clásica,
respecto al deseo homosexual que el juego ponía de manifiesto, me miró espantado y en medio de una
conmoción intensa, comenzó a gritar ‘¡no es eso! ¡no es eso!’ luego mientras lloraba agregó ‘no entendés
nada, no entendés nada’ y salió bruscamente del consultorio al encuentro de su padre que lo esperaba en la
sala contigua y con cuya ayuda pude hacer volver para continuar la sesión”.
Dice BLEICHMAR: “No soy de los analistas que sostienen que una interpretación certera puede producir un
despliegue de angustia tan masiva. Cabía por supuesto la posibilidad de pensar en una defensa extrema; sin
embargo, hace ya mucho tiempo he comprobado que la interpretación, cuando da en un blanco cercano al
nudo del conflicto sin desembargar de modo certero lo que ha quedado obturado, desata una angustia
intensa y produce el mismo dolor que el manoseo de una pústula que no termina de abrirse y drenar. Por
el contrario, aquella interpretación que logra desentrañar el entramado fantasmático que da origen a la
angustia, proporciona alivio y genera en muchos casos el placer compartido del descubrimiento. Sin
embargo, la fantasía de penetración entre hombres, fácilmente calificable de homosexual, parecía estar
presente desde lo manifiesto del juego aun cuando el sentido no fuera obvio. ¿Qué faltaba entonces para
que mi intervención fuera eficaz? Lo que yo no había percibido, aquello que no había logrado pensar
porque estaba más allá de los límites de la teoría que manejaba y que Manuel ponía de relieve, era lo que
pudimos entender posteriormente: el deseo emergente en su juego no se agotaba en la interpretación
propuesta, que partía de la concepción clásica de considerar la escena como una escena, como una puesta
en evidencia de la homosexualidad latente; como se demostró en el curso de las sesiones posteriores,
acababa de emerger de manera paradójica un deseo de masculinización a través de la incorporación del
pene paterno. Este aspecto central en su producción psíquica pudo tener curso luego del pasaje de lo pasivo
a activo que culminaba con el desprendimiento de la madre, propiciando una identificación masculina que
no habiendo encontrado una vía de realización previa daba cuenta de un verdadero movimiento de
neogénesis en el análisis, de un paso adelante en su constitución psicosexual. Al interpretar erróneamente
el deseo de pene solo desde la perspectiva del deseo homosexual, atribuyéndole el mismo carácter con el
cual el Yo del niño podía calificarlo y en función de ello, reprimirlo, lo coagulaba como tal sin haber
percibido el deseo de masculinización en él implícito, que abría, paradójicamente, el camino hacia una
heterosexualidad posible. De este modo, dejaba a mi paciente inerme y le producía un intenso dolor que
manifestó del modo descripto, mediante la frase ‘no entendés nada’ expresaba el profundo sufrimiento que
le producía la incomprensión padecida. Desconociendo el móvil estructural del fantasma, su sentido, sin
tomar en cuenta el movimiento histórico en el que estaba inmerso, había proporcionado a mi paciente un
saber acerca de sí mismo que clausuraba el proceso que el análisis había inaugurado, incorporar el pene
paterno y ejercer él mismo su sadismo genital en el movimiento que lo arrancaba de la presencia
capturante de la madre".
Solo un analista que no se ubica dogmáticamente respecto de la teoría se puede sentir interpelado por la
experiencia clínica y tolerar lo no sabido, para desde allí poner a trabajar los enunciados conceptuales.
Siguiendo a LAPLANCHE y a BLEICHMAR, entendemos la constitución de la sexualidad en términos
exógenos y a la vez concebimos que su inscripción psíquica se encuentra sometida a complejos procesos
de metábola: lo que ingresa al aparato no permanece idéntico a lo exteriormente ofrecido, sino que se
descualifica, recualifica y recompone según líneas libidinales que habrán de definir destinos singulares para
lo inscripto.
Sin embargo, como agudamente lo señala BLEICHMAR, es posible advertir en el estado actual de la teoría
sexual psicoanalítica, una progresiva desexualización del psicoanálisis, manifestándose en una dilución de
la sexualidad pulsional cada vez más reducida al registro del narcisismo, el deseo reconocimiento y la
demanda. También enfatiza BLESCHER: “poco se habla acerca de la sexualidad pulsional, incluso de las
modalidades que asume el goce erótico, pero proliferan las referencias al deseo como una entelequia
desencarnada que se explica intersubjetivamente. El otro de la sexualidad origen de la excitación y fuente
de la erogenización primaria del cuerpo es reemplazado por un otrx trascendental identificado con la
instancia del lenguaje. Poco queda de esa espina en la carne que la inscripción sexual evoca, el
espiritualismo deseante que orienta este extravío restringe la pulsión a un mero voltaje, deriva o recorrido y
elide su carácter excitante por relación a la erogeneidad inscripta a partir de la sexualización precoz. Tal
operación resulta indisociable de una propuesta de resubjetivación del inconsciente. Y de intersubjetivación
del deseo soportada en el imperialismo del significante”.
Recordamos, dos revolucionarios movimientos caracterizaron la originalidad del psicoanálisis:
 EL DESCUBRIMIENTO DEL INCONSCIENTE, en tanto espacio en el cual coexisten pensamientos ajenos a
la consciencia, cuya eficacia es determinante en las pasiones, sufrimientos y en el goce de los seres
humanos.
 EL DESCUBRIMIENTO DE LA SEXUALIDAD INFANTIL, diferenciada de la función de reproducción y de
toda sexualidad animal.
Lo pulsional considerado como plus de placer que no solo no se reduce a la autoconservación, sino que
incluso es productor de cultura, le otorga a la sexualidad humana su carácter desfuncionalizado y
desnaturalizado.
El término “Trieb” da cuenta de la cefalia característica de la pulsión, carece de un objeto al cual estuviera
fijada desde el inicio y esa movilidad respecto del objeto es la que abre todo el campo de las derivaciones
posibles de la sexualidad humana que se encuentra restringidas en el caso del instinto animal.
Es en el texto de “Tres ensayos de teoría sexual” donde encontramos el fundamento a partir del cual
FREUD realiza una crítica a toda perspectiva normativa que presuponga que la sexualidad humana debe
orientarse de manera necesaria hacia un objeto, y a partir de estas afirmaciones revolucionarias, intenta
una deconstrucción del modo por el cual el orden sexual moderno pauto la norma sexual.
Recuperar estas tesis centrales del psicoanálisis freudiano resulta de utilidad en la medida en que
encontramos en la actualidad vigencia de esta norma, pero ahora bajo la patologización de toda identidad
sexuada o posición genérica que no se subsuma en las taxonomías convencionales. Solo para poner dos
ejemplos, la equiparación entre travestismo y perversión o entre transexualismo y psicosis.
Es LAPLANCHE quien propone un interesante reordenamiento conceptual de la temática al considerar que
los dos tiempos de la sexualidad humana (el pregenital y el genital, definidos por FREUD), no
corresponden a dos fases de una misma sexualidad sino a dos sexualidades diferentes:
 Una desgranada de los cuidados precoces, implantada por el adultx, productora de excitaciones que
encuentran vías de ligazón y descarga bajo formas parciales. Se destaca de manera central el carácter
erógeno, parcial, paragenital y parasubjetivo de la sexualidad pulsional, aun instalada la represión
originaria que sepulta sus representantes autoeróticos al inconsciente, dado que amenaza
permanentemente el retículo ligador del Yo. Insiste más allá de coagulaciones identitarias y los
sistemas defensivos que procuran su dominio, exceden los arreglos sociales que pautan la bipartición
masculino-femenino y desborda la genitalidad atravesada por la diferencia de los sexos.
 Otra con primacía genital, establecida en la pubertad, con la posibilidad madurativa que posibilite el
ensamblaje genital. Esta maduración genital encuentra todo el campo ya ocupado por la sexualidad
paragenital. Los primeros tiempos han marcado fantasmática y erógenamente un camino que irá
encontrando vías de articulación singulares, las cuales determinan, orientan u obstaculizan los pasajes
de un modo de goce a otro. La genitalidad desde este otro enfoque, no constituye una etapa de
culminación del desarrollo, sino una forma de organización de la vida amorosa.
Siguiendo a BLEICHMAR, la sexualidad no es un camino lineal que va de la pulsión parcial a la asunción de
la identidad pasando por el estadio fálico y el Edipo como mojones de su recorrido, sino que la sexualidad se
constituye como un complejo movimiento de ensamblajes y resignificaciones, de articulaciones
provenientes de diversos estratos de la vida psíquica y la cultura, de las incidencias, de la ideología y de
las mociones deseantes y es necesario darle entonces a cada elemento su peso específico.

Pasaremos a trabajar ahora el estatuto del género en el sujeto psíquico.


Gran parte de las Teorías Queer han problematizado la idea moderna de la identidad como algo fijo que se
constituye de una vez y para siempre. Plantean que “lo trans” no supone solamente un resultado
identitario, sino un modo dominante de la identidad misma que alude a transformación. Toda identidad es
una identidad en tránsito. Introducen un nuevo paradigma epistemológico para pensar las identidades en
términos plurales, inclusive al interior del sujeto mismo, es decir, que la identidad puede transformarse,
modificarse, resignificarse, sin que esto comporte el riesgo de desmantelamiento psíquico, sino la
posibilidad de atravesamiento por diferentes posiciones, una pluralización de géneros y de orientaciones
deseantes no excluyentes ni contradictorias, que no necesariamente provocan conflicto ni sufrimiento.
La movilidad de estas nuevas composiciones identitarias y sexuales, interpelan a la teoría psicoanalítica
exigiendo considerar la hibridación genérica contemporánea respecto de la subjetivación humana para
evitar caer en afirmaciones y practicas patologizantes a priori, y para ello, se torna necesario precisar el
estatuto del género desde el punto de vista metapsicológico.
Desde ciertas lecturas estructuralistas se plantea que el género está de partida, presente en la atribución
precoz que el otro hace, en la medida en que el adultx ya está atravesado por representaciones genéricas.
Una tendencia homotésica en la cual el psiquismo queda anulado en su singularidad y planteado
exclusivamente como residuo directo de la determinación lineal proveniente del otrx.
Sin embargo, en la medida en que el género corresponde al campo de la identidad, y como tal es
producto de identificaciones, no podría plantearse nada semejante a un género de inicio.
Por supuesto que desde los comienzos de la vida hay atribución de género por parte del adultx, la
asignación de género es parte de las operaciones de la cultura que producen la apropiación ontológica del
cachorro humano en las tramas simbólicas del adultx, una clase de articulación discursiva en torno a las
categorías históricas que definen los emplazamientos sexuados. Esto supone que al momento de la
aparición del cachorro humano se disparan una cantidad de activamientos fantasmáticos conscientes e
inconscientes que conciernen no solamente a la sexualidad del adultx sino también a todo lo que puede
haber de ambiguo en el género de los propios adultxs.
No supone una operación de nominación y de clasificación como si se tratara de una suerte de taxonomía
en la cual el adultx sin conflicto localiza el cachorro humano en función de las categorías que la sociedad le
ofrece, sino que esta operatoria arrastra consigo todas las formas de fantasmatización y de conflicto que
conciernen tanto a la sexualidad como al género y la sexuación del adultx. Esta atribución de género en
términos dominantes toma al sexo anatómico como parámetro para la designación, lo cual no quiere
decir que el conjunto de la propuesta que a partir de allí emana, remita exclusivamente al sexo
anatómico.
Lo central es que estas representaciones de género del adultx intervienen modulando en gran medida su
propuesta sexualizante y narcisizante sobre el niñx. Pero no se inscriben en términos de género del lado
del psiquismo infantil en el primer tiempo de la vida sexual definido como autoerotismo, la identidad de
género se constituye de manera nuclear a partir de la conformación del narcisismo, en ese sentido, es
secundaria respecto a la sexualidad. Tiene que haberse producido previamente la inscripción erógena y las
formas de ligazón de esa excitación. Estas vías de facilitaciones de la energía pulsional producto de la
función narcisizante del otrx, crea las condiciones de base sobre las cuales se va asentar el Yo como una
representación totalizada de sí mismo a partir de la identificación.
La identificación de genero tendríamos que localizarla allí como uno de los atributos centrales que van a
constituir la representación del yo en la dimensión del ser, si distinguimos la lógica del ser de la lógica del
tener en tanto lógica secundaria. En ese sentido, es precoz, primaria respecto del Yo, constitutiva del
narcisismo, pero no es primera respecto de la constitución del psiquismo.
Parte de las propuestas identificatorias que el otrx ofrece como proyecto identificatorio al infantil sujeto,
pero se inscribe metabólicamente, es decir, deviene un modo recompositivo de las propuestas originarias y
enunciativas que provenientes del otrx se inscriben en el psiquismo de un modo complejo y múltiple.
La identificación de género es anterior al reconocimiento de la diferencia anatómica de los sexos,
anterior a la elección de objeto y queda resignificada por la sexuación. Por eso, no es adecuado atribuir
modos de sufrimiento muy precoces a la identidad de género. Que un niño o niña trans haga una
psicosomática infantil, un espasmo desolloso o un insomnio precoz, no es atribuible a una precoz percepción
de la discordancia entre género y sexo dado que aún no está instalada la representación de género, carece
aún del soporte material sobre el cual la identificación puede producirse.
Con esta presentación introducimos solamente un punteo para empezar a abordar la temática. El objetivo
de estas precisiones es visibilizar ciertos obstáculos epistemológicos, éticos y políticos que impiden la
construcción de herramientas teórico-clínicas productivas para la comprensión de los nuevos
existenciarios. Tratar de promover una descolonización del pensamiento psicoanalítico para evitar producir
más dolor del que ya atraviesan los sujetos en su propio devenir.
Con la finalidad de evitar una mirada patologizadora dentro del campo psicoanalítico, promovemos una
revisión de nuestras teorizaciones para desnaturalizar ciertas afirmaciones y categorías con las que la
ciencia también termina violentando la vida de los niños y las niñas, hasta qué punto las teorías científicas
pueden devenir sintónicas con modos ideológicos de los profesionales que llevan adelante practicas
correctivas sobre las identidades autopercibidas de los sujetos.
Enunciados tranquilizadores, formulas simplificantes y apelaciones a la autoridad, se ofrecen como recursos
para cancelar la angustia ante la otredad, determinando discursos y prácticas que potencian en sus
destinatarios la tensión entre el sometimiento y la soledad.
[AUTONOMÍA DEL PENSAMIENTO]

AULAGNIER, interesada en delimitar un campo posible de intervención con la psicosis, se dirige a repensar
los modelos conceptuales de su tiempo. Guiada consecuentemente por los interrogantes que alentaron su
investigación clínica, realizó un replanteo metapsicológico que la condujo a teorizar sobre los primeros
tiempos de organización psíquica.
La autora mantiene en el horizonte las preguntas en torno a:
 las condiciones de constitución de una organización psicótica de pensamiento;
 la singularidad y producción psíquica en términos de plus que implica la constitución del delirio;
 al espacio de autonomía que logra conquistar el paciente psicótico.
Así enmarcada, la autora nos oferta una propuesta teórico-clínica que aborda los primerísimos tiempos de
vida psíquica, la psicopatología y las diversas vías de intervención.
A partir de la delimitación de los tiempos que conforman el recorrido identificatorio y que dan cuenta del
recorrido que ha de seguir el Yo, circunscribe el trabajo psíquico que será específico en cada uno de ellos.
Desde allí, estaremos orientados por los interrogantes que la autora enuncia:
 ¿CÓMO EL YO PODRÁ REPRESENTARSE UN ANTES DE SU PROPIA ACTIVIDAD PSÍQUICA, UN ANTES DE SU
PROPIA EXISTENCIA?
 ¿QUÉ OCURRE SI EL DISCURSO PARENTAL NO DICE NADA SOBRE EL COMIENZO O SI ES REDUCIDO A UN
ENUNCIADO CONCLUSIVO?
Situaremos entonces la pregunta por el origen y las condiciones de constitución de la autonomía de
pensamiento en el niño.
A partir de las preguntas elaboradas, hemos ubicado cómo el Yo, a fin de fundar su historia, requiere del
encuentro con un otro capaz de ofertar su palabra, su voz, de manera tal que sea entonces posible pensar
ese “antes” de su propia existencia.
Esa “voz” cuenta el origen de su historia, historia de origen que permite la oferta de aquellos enunciados
identificantes que darán lugar a la constitución de los primeros capítulos de la historia (capítulos que,
según AULAGNIER: no pueden quedar en blanco).
Ahora bien, el encuentro clínico pone en evidencia cómo este T0 construido por retroacción puede anclar o
narrar el encuentro en el placer, o llevar la huella indeleble del predominio del displacer; es decir, puede
suponer el encuentro con un otro que ha funcionado como aliado o como enemigo.
El niñx, coautor de su historia, requiere de un otrx que la cuente, que la relate, y por tanto que le hable del
infans que ha sido. Hecho fundamental, en tanto el niñx devenido en el T1 en investigador, se embarcará
en un trabajo de investigación cuyo eje rector supone el emplazamiento de la pregunta por el origen.
La pregunta por el origen enfrenta al niño en una trama y anclaje identificatorio sostenido en el placer o lo
confronta con lo mortificante de ciertos enunciados que lo nombran o con un blanco que desgarra los
primerísimos capítulos de su libro de historia.
T1, por tanto, como tiempo de advenimiento del Yo, tiempo que nos invita al trabajo de profundización en
torno a la pregunta por el origen y a las respuestas constituidas en el marco de la singularidad de cada
historia. Allí, en función de cada organización psíquica, se emplaza el espacio para la instalación de la
autonomía de pensamiento.
En función de abordar la constitución de la autonomía de pensamiento, se tomarán en cuenta los
siguientes contenidos o ejes:
 Actividad de pensamiento.
 Autonomía y creación.
 Lugar de la duda.
 La pregunta por el origen.
 Pulsión epistemofílica y actividad investigativa.
 Teorías sexuales infantiles.
 El cuerpo social.
Al respecto, de este modo se expresa FREUD en su texto “Tres ensayos de teoría sexual”: “El niño rehúsa
creencia a las noticias que se le dan (...) desde ese acto de incredulidad data su autonomía espiritual”.
Fragmento éste que nos reconduce a los fundamentos freudianos que ofician de anclaje en la producción
teórico-clínica de los autores de referencia en nuestro campo, así como introduce el lugar del otrx, el
estatuto de la mentira, el trabajo de duda, la tarea investigativa que emprende el niñx, la autonomía de
pensamiento.

Retomaremos fragmentos del Caso Fritz presentado por KLEIN y del Caso Sam de ERICKSON, así como la
lectura de MANNONI en torno a Sam.
Será en función de las coordenadas planteadas que trabajaremos a partir de lo desarrollado por KLEIN en
el texto “El desarrollo de un niño” de 1921, que se encuentra estructurado en dos partes. La primera de
ellas titulada “La influencia del esclarecimiento sexual y la disminución de la autoridad sobre el desarrollo
intelectual de lxs niñxs”, presentado en la Sociedad Psicoanalítica Húngara en 1919. La segunda parte
llamada “La resistencia del niño: el esclarecimiento sexual” presentada en la Sociedad Psicoanalítica de Berlín
en 1921. En dicho artículo la autora presenta a Fritz, de 5 años de edad.
Es sostenida en los lineamientos teóricos propuestos por FREUD que KLEIN retoma su conceptualización,
haciéndola trabajar, y la aplica al espacio clínico. Con el Caso Fritz, la autora se ocupa de las nociones
conceptuales freudianas y el marco teórico seleccionado en su aplicación es constatado en la observación.
Ahora bien, KLEIN no solo está interesada en justificar su posición teórica, sino en fundamentar la validez de
la intervención clínica temprana desde el campo del psicoanálisis en los tiempos previos a la entrada en la
latencia. Desde esta posición, KLEIN propone un método de observación clínica del niño que se sostiene en
la comparación con observaciones clínicas previas de otrxs niñxs que, en su articulación, abren a nuevas
perspectivas.
Respecto del encuentro con Fritz, se trataría entonces, desde la propia expresión de KLEIN, de “un caso de
exploración por medio del estudio directo de un niño”. Inicialmente, su intervención no es calificada por la
autora en términos de “tratamiento”, sino como un caso de “educación con rasgos psicoanalíticos”, donde
la instrucción dada es acorde al grado de madurez del niño, es decir, la información sexual quedará
sometida a la exigencia de su deseo de saber que tendrá una influencia decisiva sobre el desarrollo
intelectual del niño.
Fritz, de 5 años de edad (en realidad Eric, hijo menor de KLEIN), es presentado por la autora como el hijo
de un matrimonio cercano a su confianza. Dicha situación habría posibilitado la observación del niño sin
restricciones, al tiempo que permitió bajo su influencia la introducción de una modalidad de crianza
sostenida en parámetros analíticos. Fritz es descripto como un niño con un desarrollo mental normal pero
lento; en el recorte realizado sobre el caso se pueden aislar algunos de los ejes que funcionan como
indicadores clínicos que dan cuenta de la modalidad de funcionamiento del psiquismo, así como permiten
establecer las coordenadas rectoras que posibilitan inferir algunas de las hipótesis centrales que estructuran
el texto de KLEIN, y que en su recorrido constituyen una versión en torno a los orígenes de la autonomía de
pensamiento.
A continuación, aislaremos algunos de los indicadores clínicos que configuran el texto kleiniano, así se
presenta: la omnipotencia del pensamiento propio y de su ambiente; las preguntas sobre el nacimiento que
expresa de este modo “¿dónde estaba yo antes de nacer? ¿cómo se hace una persona?”; también se
presenta el pedido de pruebas sobre la existencia del conejo de pascua, de los ángeles, de Papá Noel, de la
cigüeña, aspecto que introduce el trabajo de constitución del par ficción-realidad abriendo espacio al lugar
que allí ocupa la mentira.
Asimismo, Fritz elabora los siguientes interrogantes: “Mamá ¿cómo viniste al mundo? ¿Quién está
dentro de la madre para darle de comer al chico? ¿Cuánto tiempo tarda en venir un nuevo día? ¿Ayer es lo
que ha sido, hoy es lo que es, mañana es lo que vendrá?”. Se infiere de esta manera la modalidad de
instalación del eje de la temporalidad en su vínculo con el establecimiento del orden de la causalidad que se
ajustará a la legalidad que rige al conjunto, destacándose en dicho marco la conversación mantenida por
Fritz con ambos padres en torno a la existencia de Dios, donde el niño encuentra a su padre confirmándole
la existencia de Dios, así como a su madre manifestándole la idea contraria.
Confluyen entonces las preguntas realizadas por Fritz y las respuestas diferenciales dadas por sus padres,
elaboración de preguntas y respuestas que giran sobre la temática ligada al origen y que funcionan
configurando un efecto de bisagra respecto de la posición del niño ante su trabajo de interrogación e
investigación, así como respecto del posicionamiento del pequeño frente a la pareja de padres.
La indagación sostenida por KLEIN durante el desarrollo de la observación se funda en la concepción
teórica freudiana, que toma como ejes centrales las nociones conceptuales ligadas a la sexualidad infantil.
De tal modo, el segundo ensayo de los “Tres ensayos de teoría sexual” de 1905 deviene en organizador del
trabajo de KLEIN realizado con Fritz, evidenciándose en el texto que la autora sigue minuciosamente el
desarrollo teórico propuesto por FREUD respecto de la sexualidad infantil y el estatuto de la pulsión de
saber.

Por su parte, ERIKSON halla una referente teórica clínica en la figura de ANNA, realizando su formación
didáctica con ella y constituyéndose así en el primer discípulo de la mencionada autora.
Su producción teórica se encontraba ligada al movimiento culturalista norteamericano, siendo una
articulación a dicho eje que es posible ubicar en su texto “Infancia y sociedad” publicado en 1950. Del
mencionado libro tomaremos la referencia del capítulo titulado “Una crisis neurológica en un niño
pequeño, Sam”, recuperando algunos fragmentos del caso en función de la riqueza que presenta a fin de
posibilitarnos una vía de acceso a la constitución de la autonomía de pensamiento en el niño.
De este modo, a partir del relato realizado por ERIKSON recortamos los siguientes acontecimientos:
 La madre de Sam tuvo la impresión que el pequeño de 3 años de edad había tenido un ataque cardiaco
similar al que había provocado la muerte de su suegra cinco días antes.
 Un mes después, el niño encontró un topo muerto en el patio de su casa, luego de ello presentó una
nueva crisis que fue diagnosticada como epilepsia.
 Dos meses más tarde se produce un tercer ataque cuando el pequeño aplastó a una mariposa
accidentalmente.
Allí los médicos tratantes modifican el diagnóstico entendiendo como factor precipitante un estímulo
psíquico vinculado a la idea de muerte.
Respecto del estímulo psíquico ligado a la idea de muerte, la madre de Sam insistió en que el niño nada
sabía sobre la muerte de la abuela, aclarando que se le dijo que ésta última se había ido de viaje a Seattle.
En articulación a ello, cuando sacaban de la casa una caja larga, grande y misteriosa, frente a las preguntas
del niño, la madre le dijo que contenía los libros de la abuela. Pero Sam se encargó de señalar que nunca
había visto que la abuela trajera tantos libros y no podía comprender por qué tantos parientes derramaban
tantas lágrimas junto a una caja llena de libros. Tiempo después, frente a las manifestaciones de malestar
de Sam, su madre intentó responder a sus astutas preguntas sobre la muerte, ante ello, el niño se fue a
dormir de mala gana después de haber manifestado que evidentemente la madre tampoco sabía nada. Así
mismo, en articulación a ello cierta vez cuando la madre deseaba que él encontrara algo que él se negaba a
buscar, Sam le dijo en tono burlón “Se ha ido de viaje, a Seattle”.

Teniendo entonces presente dos coordenadas que funcionan como orientadoras a saber, la permanente
referencia al recorrido identificatorio en relación a los tiempos que en él operan y la pregunta que da
cuenta de las condiciones de constitución de una organización psicótica de pensamiento se delimitan 3
preguntas que AULAGNIER enuncia y que recuperamos a fin de estructurar la especificidad temática de este
encuentro:
 ¿CÓMO SE PASA DE UN “YO HABLADO” A UN “YO HABLO”?
 ¿CÓMO SE OPERA LA RENUNCIA AL SABER TODO DEL OTRO?
 ¿CÓMO SE LOGRA LA AUTONOMÍA DE PENSAMIENTO?
Tres preguntas que devienen en modos diferenciados de expresión de un mismo interrogante. En su
interior contemplan hipótesis clínicas, así como nociones conceptuales centrales que nos posibilitaran
abordar el trabajo propio de la adolescencia, así como coordenadas que hacen a la especificidad de los
diversos modos de organización psíquica.
FREUD plantea la “pulsión de saber” trabajando con dos tipos de pulsiones parciales. Introduce a la
“pulsión de ver” y a una manera sublimada de la “pulsión de apoderamiento” en función del compromiso
corporal que supone. En su desarrollo conceptual, traza cómo la pulsión de saber lleva al niño a investigar
y refiere consecuentemente la vinculación con la constitución de las teorías sexuales infantiles, es decir,
frente a un aparato psíquico que se dirige hacia la constitución de una organización neurótica ante el
trabajo de investigación emprendido a partir de la elaboración de la pregunta por el origen, nos
encontraremos con la novela familiar y las teorías sexuales infantiles como respuesta (aspecto enlazado
con la noción de potencialidad propuesta por AULAGNIER).
LA PULSIÓN DE SABER MOTORIZA Y SOSTIENE LA TAREA DE INVESTIGACIÓN QUE CONDUCIRÁ A LA
CONSTITUCIÓN DE LA AUTONOMÍA DE PENSAMIENTO.
FREUD sostiene así que el apetito de saber de los niñxs es prueba del placer por preguntar, las preguntas
construidas tendiente a averiguar de dónde vienen lxs niñxs y el consecuente cuestionamiento frente a la
respuesta obtenida es el primer intento de autonomía intelectual, que será clausurado por la operatoria de
la represión secundaria.
Así, FREUD plantea que el cuestionamiento que recae sobre la pareja parental implica un primer paso
hacia la orientación autónoma en el mundo y conlleva al extrañamiento del niño respecto de las
personas que constituyen su entorno y que hasta ese momento habían gozado de su plena confianza.
AULAGNIER, desde el sostén dado por una línea filiatoria teórico-clínica heredada de FREUD, en el
encuentro con la psicosis produce su trabajo de pensamiento, permitiendo el avance de la tarea
investigativa y del espacio clínico. ES DESDE ALLÍ QUE PROPONE A LA AUTONOMÍA DE PENSAMIENTO EN
TERMINOS DE CONQUISTA DEL YO, CONQUISTA QUE NO ESTÁ ASEGURADA DESDE EL ORIGEN.
De esta manera, introduce a la actividad de pensamiento desde el vínculo que mantiene con el campo de la
creación, desde el placer que guarda en su interior, y que no se ajusta la repetición de lo ya pensado por
otrx, la prueba de la autonomía del Yo.
La serie de preguntas presentadas por la autora que desarrolla en los capítulos 7 y 8 de “El sentido perdido”
se constituyen en prueba de ello. El pensar implica una conquista del Yo, y supone una prima de placer
por la prueba de no ser la repetición de lo ya pensado y autorizado por el otrx. Aspecto que en su
diferenciación nos conduce a la noción de VIOLENCIA SECUNDARIA, y a los efectos que su predominio
comporta en la psique, en la esfera del pensamiento.
AULAGNIER sostiene que pensar se da en la diferencia con la madre. En esta misma línea, FERENCZI
plantea que FREUD ubica el final de la dominación del principio de placer a partir de la completa
separación en el plano psíquico de los padres; así, el sentido de realidad logra su apogeo a la par que el
sentimiento de omnipotencia alcanza su máxima humillación.
FREUD plantea que la pulsión de saber en los primeros años de la infancia recae sobre los problemas
sexuales, sobre la sexualidad. Sostiene que el primer problema que ocupa el pequeño investigador no es la
diferencia entre los sexos, sino aquel vinculado a la pregunta de dónde vienen lxs niñxs.
Al seguir el eje investigativo que trazan los interrogantes anteriormente planteados, es que AULAGNIER,
continuando la línea de pensamiento freudiano, destaca el lugar que ocupa la mentira parental en torno a
la pregunta sostenida por el niñx sobre el origen: al tiempo que se manifiesta la existencia de la mentira
del otrx, el niñx descubre el mismo con la posibilidad de mentir, de esconder su pensamiento al que el otro
materno no podrá acceder. Se constituye de esta manera el primer golpe contra la omnipotencia parental,
que ubica en la misma línea que la mentira, la diferencia de sexos, la mortalidad, los límites del deseo.
Se instaura así el lugar de la duda, en su relación con el funcionamiento de la lógica del proceso
secundario. Es condición frente a esto que el otro materno viva con placer y acepte no saber siempre lo que
piensa el niño y que, por ende, permita el placer solitario de pensar que remite a la función del secreto. El
secreto en la tarea investigativa, plantea FREUD, es prueba de la capacidad de pensar e implica la lucha por
el reconocimiento de la autonomía.
Respecto del recorrido que supone la observación clínica realizada por KLEIN y presentada en “El desarrollo
de un niño”, la autora sostiene que contribuyó a disminuir la excesiva autoridad de los padres y a debilitar
la omnipotencia parental, es decir, favorece la caída de la omnipotencia de la pareja de padres,
consecuentemente, ello introduce la caída de la propia omnipotencia. De este modo, la caída de la
omnipotencia parental y propia supone la puesta en juego del sentimiento de realidad. Se da el pasaje
así del dominio del principio de placer, que prevalece en el origen, hacia el ajuste a la realidad.
En el caso Fritz, el saber todo del otrx, condición necesaria en los primeros tiempos de la vida psíquica, es
horadado como consecuencia del trabajo de duda que emprende el niño, de manera tal que se emplaza la
posibilidad de inferir una contradicción en el discurso de la pareja parental. A partir de la tarea de
investigación que marca la conversación mantenida en torno a la existencia de Dios.
MANNONI, en su texto “El niño, su enfermedad y los otros”, se expresa respecto de Sam, presentado por
ERIKSON en 1950 en “Infancia y sociedad”, en relación a la mentira parental en torno a la muerte y el
trabajo de puesta en duda respecto del saber materno que el niño enuncia. Dice MANNONI: “Lo que
cuenta no es el acontecimiento real, sino el engaño del adultx acerca del incidente”. El niño se encuentra
ante un dilema, denunciar el engaño lo que lo salvaría o mistificarse, en la medida en que tiene un puesto
como soporte de una mistificación que el adulto necesita. De este modo, la mentira, la contradicción en
cada caso le posibilita colegir al niño que el discurso del otrx ya no envuelve verdad, conduciendo al
camino hacia la autonomía de pensamiento y, por ende, posibilitando así la apertura hacia nuevas vías de
referencia que tienen un lugar en la organización de la psique, le ofertan una verdad en torno al origen, a la
historia, a la temporalidad. Referencia identificatoria que remitirá al discurso del conjunto al cuerpo social.
En consonancia con lo hasta aquí planteado y en articulación algunas de las coordenadas a trabajar al
abordar la unidad temática correspondiente a la adolescencia y la pregunta por el origen, dice ADRIAN
GRACIA en su artículo “La investigación histórica familiar”: “Si un elemento clave en la historia del niño no
le es presentado o no le es presentado en forma metabolizable, generándose un secreto en la historia, se
genera la prohibición de preguntar respecto de eso silenciado”.
[LA ADOLESCENCIA Y LA PREGUNTA POR EL ORIGEN]

La especificidad del eje adolescencia y la pregunta por el origen compromete los siguientes contenidos:
 Proceso identificatorio.
 Proyecto identificatorio.
 Componentes del eje identificante-identificado.
 Fondo de memoria. Principio de permanencia y principio de cambio.
 Lenguaje fundamental.
 Trabajo de historización. Temporalidad.
 La pregunta por el origen.
 Potencialidad psicótica. Pensamiento delirante primario.
Retomamos un fragmento de “1984” de GEORGE ORWELL: “Sobre la pared de la casa de enfrente,
asomaba el bigotudo rostro escudriñando con su mirada a los transeúntes. EL HERMANO GRANDE OS
VIGILA, advertía la inscripción, en tanto aquellos negros se reflejan profundos en los de Winston. Al nivel de la
acera había un cartelón similar, desgarrado por el viento en uno de sus ángulos, cuyo fragmento inferior al
ser abatido por el viento cubría y descubría una sola palabra: INGSOC. A la distancia, un helicóptero volaba
sobre los techos de las casas, y luego de permanecer inmóvil un instante, cual si fuera un moscardón, volvía a
remontarse lentamente trazando una curva en el espacio. Era la patrulla policial, atisbando a través de las
ventanas de los vecinos. Pero esas patrullas no eran de mayor cuidado. Lo único que de verdad contaba era la
Policía del Pensamiento”.
Valiéndonos entonces de la literatura, tomaremos como punto de partida la idea de Policía de Pensamiento
a la que hace referencia ORWELL en “1984”, en tanto nos remite al encuentro mortificante con un otrx que
no solo encarna el saber, sino que se emplaza como aquel que autoriza aquello que será del orden de lo
pensable; garante frente al saber, referente y enunciante de lo permitido y lo prohibido, del placer y del
displacer, que obtura un espacio posible para la diferencia, la distancia, la autonomía, el pensamiento, el
investimiento de la temporalidad, el cambio.
Encuentro que nos reconduce al recorrido que ha de seguir el Yo, el recorrido identificatorio, a la
delimitación de los tiempos y operatorias propias que lo constituyen.
¿Por qué aislar y subrayar la imagen de la Policía del Pensamiento? AULAGNIER, a partir de su tarea de
investigación teórico-clínica (que mantiene como uno de sus ejes centrales la pregunta en torno a la
relación del psicótico con el discurso), realiza un replanteo metapsicológico, ofertándonos desde allí una
propuesta conceptual que posibilita abordar los primerísimos tiempos de organización de la psique.
La relación del psicótico con el discurso la convoca a recortar y delimitar su interés en el campo de la
actividad de representación. La autora dice: “La psicosis se caracteriza por la fuerza de atracción ejercida
por lo originario, atracción a la que se contrapone suplemento representado por la creación de una
interpretación delirante que hace decibles los efectos de la violencia”.
A partir de interrogarse en torno al plus, su propuesta teórico-clínica encuentra anclaje al trabajo
psíquico de simbolización que supone la creación psicótica. La ideación delirante, por tanto, se emplaza
como un espacio decapturado de lo ya pensado y autorizado por un otrx. Trabajo que da cuenta de la
actividad que sostiene la psique, que se anuda en sus orígenes al encuentro con un otrx, con un discurso
que no deja ningún lugar a la duda, especie de Policía de Pensamiento que evidencie que la posibilidad de
cuestionar y desprenderse de los enunciados ofertados por un otrx así como la posibilidad de encontrar
referencias identificatorias en un espacio otro (introduciéndose así el lugar y función del grupo social), es
una conquista del Yo, no garantizada desde los inicios.
Esa imagen literaria nos permitirá acercarnos a los tiempos que conforman el recorrido identificatorio, y de
ese modo abordar el trabajo propio de la adolescencia, la especificidad de la constitución de una
organización psicótica de pensamiento, así como los encuentros, desencuentros, avatares que podrán en
ella imprimir singulares huellas en la adolescencia.
Para dar cuenta y abordar al T2, concibiéndolo en tiempos de giro y encrucijada identificatoria, se hace
necesario que retomemos algunas de las coordenadas ya trabajadas, en tanto ofician de punto de partida y
fundamento conceptual.
En ese sentido, subrayamos los interrogantes planteados por la autora que nos posibilitan ubicar la
especificidad del T0 y del T1 del recorrido identificatorio, en pos de profundizar en torno al trabajo singular
propio de la adolescencia. Así se presentan:
 ¿CÓMO EL YO PODRÁ REPRESENTARSE UN “ANTES” DE SU PROPIA ACTIVIDAD PSÍQUICA, UN ANTES DE
SU PROPIA EXISTENCIA?
 ¿CÓMO SE PASA DE UN “YO HABLADO” A UN “YO HABLO”?
 ¿CÓMO SE OPERA LA RENUNCIA AL SABER TODO DEL OTRX?
 ¿CÓMO SE LOGRA LA AUTONOMÍA DE PENSAMIENTO?
Estas preguntas nos introducen en dos de los momentos claves que deciden sobre el trayecto
identificatorio que ha de seguir el Yo transcurrida la infancia.
T0, en la medida en que se constituye por retroacción, compromete tanto al momento del nacimiento
como la singularidad del tiempo que lo antecede, ubicándose allí el discurso que preexiste a su llegada y
que da cuenta de los primeros capítulos del libro de historia y del emplazamiento del Yo.
Consecuentemente, expresa AULAGNIER en su texto “Los destinos del placer”: “La particularidad del Yo
reside en que él haya sido, ante todo y efectivamente, la idea, el nombre, el pensamiento hablado en el
discurso de otro, sombra hablada, proyectada por el portavoz sobre una psique que la ignora y que también
ignora sus exigencias y su loco objetivo. Enunciados que vienen de otra parte y de los que la voz del niño se
apropiará repitiéndolos. El Yo comienza por catectizar los pensamientos identificantes por medio de los
cuales el portavoz lo piensa, y gracias a ellos le aporta su amor. Una vez efectuada esta catectización, el Yo
podrá ocupar el sitio de enunciante de esos mismos pensamientos, tras lo cual estos retornan a su propia
escucha, como un enunciado del que él es el agente y por medio del cual, se impone a su propia percepción
y a su propia actividad de pensamiento en cuanto existente”.
Durante una primera fase de la existencia del Yo, el niño continúa dejando al portavoz la tarea de formular
anhelos identificatorios que conciernen a su futuro, es la madre la que le cuenta la manera como ella sueña
su futuro, es decir el futuro del niñx. Entonces, en el registro de la historia de un sujeto, ese primer
párrafo no puede quedar en blanco, y lo que singulariza a su textura es el hecho de que solo puede
escribirse gracias a elementos tomados de los discursos de lxs otrxs. Únicos que pueden pretender saber y
recordar lo que se supone que el autor ha vivido en esa época lejana en la que se inscribía un “yo he
nacido”.
La tarea del discurso del portavoz es ofrecerle al niñx un primer enunciado referente a ese origen de la
historia, ello bastaría para demostrar el peligro que le hace correr al Yo una falta de respuesta a este
interrogante o una respuesta inaceptable. El niñx, a fin de situarse como coautor de su historia, requerirá
de una voz que narre una versión posible en torno a ese origen, en torno a la historia de origen del infans
que ha sido y ya no es. Construcción de una versión sobre el origen que se articula a la posición de
investigador que asumirá el niñx y que se anuda a la pregunta por los orígenes, y que de este modo
AULAGNIER expresa en “La violencia de la interpretación”: “¿Cómo nacen lxs niñxs? ¿Cómo nace el yo?
¿Cómo nace el placer? ¿Cómo nace el displacer? Cuatro formulaciones de un único interrogante que busca
una respuesta que plantee una relación entre nacimiento, niñx, placer, deseo”.
Durante una primera etapa de la vida infantil, el niñx no puede dar existencia al infans que lo precedió
como no sea apropiándose de una versión discursiva que le cuenta la historia de su comienzo. El niñx, el
adolescente, podrán con posterioridad recusar lo que les pudieron contar sobre el tiempo del infans.
En consonancia con ello, expresa la autora en “El aprendiz de historiador y el maestro brujo”: “El Yo tendrá
que conservar a su disposición títulos de propiedad que garanticen a él y a los demás el carácter inalienable
de su espacio corporal y de su espacio psíquico. De allí que se centre en cómo ha conseguido en un combate
con desiguales armas desalojar a esos seres arcaicos y fantasmáticos que fueron sus primeros y únicos
habitantes”. De este modo, da cuenta (en el marco de la tarea de investigación que inicia el niñx,
motorizada por la pulsión epistemofílica, en torno a la pregunta por el origen) de la posibilidad de renuncia
al saber todo del otrx, el pasaje de un “yo hablado” a un “yo hablo”, es decir, el camino hacia la constitución
de la autonomía de pensamiento, introduciendo la noción de POTENCIALIDAD, que contempla la necesidad
en que está el Yo de modificar su relación de dependencia con el pensamiento parental. Esta modificación
más o menos lograda o fracasada coincide con el final del mecanismo de la represión secundaria y la
instalación de una potencialidad.
El Yo nunca es idéntico al que ha sido, pero el que ha sido le puede dar acceso a determinado
conocimiento de lo que él es y promete un devenir posible. Por tanto, dice AULAGNIER en “Los destinos
del placer”: “Con el Yo irrumpe en la psique la categoría de la temporalidad, y por la misma razón, el
concepto de diferencia en su aspecto más difícil de asumir, la diferencia de sí mismo a sí mismo. La tarea
del Yo es tornarse capaz de pensar su propia temporalidad, para ello le hace falta pensar, anticipar,
catectizar un espacio-tiempo futuro cuando la experiencia de lo vivido le devuelve que, al obrar así, catectiza
no solo algo imprevisible, sino un tiempo que podría no tener que vivir”.
El Yo deja durante cierto tiempo a otro la tarea de catectizar su propio tiempo por venir, de operar esta
segunda anticipación necesaria, para sostener anhelos que lleguen a dar sentido a la necesidad de cambiar,
de tornarse otro, de tener otros deseos.
Si el Yo solo puede ser apropiándose y catectizando pensamientos, conjunción identificante de los cuales él
se reconoce como enunciante sin saber que éste ante todo ha sido un simple repitente del discurso de otrx,
existe un segundo momento fundamental para su funcionamiento, que exige que retome por su cuenta
la segunda acción anticipadora desempeñada en primer lugar por el portavoz.
Esto, presupone que el Yo tenga acceso y que haga suyos los anhelos identificatorios que catectizan el
futuro, pero un futuro que ya no será un simple anhelo del retorno del pasado. La apropiación de un
anhelo identificatorio que tenga en cuenta este no retorno de lo mismo, es una condición vital para el
funcionamiento del Yo.
Para que el Yo se preserve es necesario que lo identificante se asegure la catectización de dos soportes:
 EL IDENTIFICADO ACTUAL;
 EL DEVENIR DE ESTE IDENTIFICADO.
Este devenir es aquello por medio de lo cual el Yo se auto anticipa, lo que presupone su posibilidad de
catectizar su propio cambio, su propia alternancia, su propia alteración. Investimiento del cambio que
sostenido en aquellos anclajes que dan cuenta de la permanencia, posibilita al Yo la sensación de seguir
siendo el mismo pese al paso del tiempo y de los diversos y sucesivos encuentros a los que en su historia
vital se verá enfrentado.
La UNIDAD IDENTIFICANTE-IDENTIFICADO (condición misma de la existencia del Yo) presupone que se
conserven en el espacio del identificado ciertos puntos de certeza. Es la relación del identificante con esos
puntos de certeza presentes en el identificado lo que hace posible y preserva la identificación simbólica.
Estos PUNTOS DE CERTEZA son necesarios para que un Yo persista en cuanto individuo, es decir, en
cuanto continuidad reconocible singular y catectizable a lo largo de toda su existencia, donde en el
transcurso de las diversas experiencias podrá ser posible mantener ese hilo conductor en el marco del
devenir de la historia.
En articulación a lo hasta aquí desarrollado, se hace necesario introducir una serie de nociones conceptuales
que AULAGNIER presenta en su artículo “Construirse un pasado”: “Es en el curso del tiempo de la infancia
que el sujeto deberá seleccionar y apropiarse de los elementos constituyentes de ese fondo de memoria,
gracias al cual podrá tejerse la tela de fondo de sus concepciones biográficas, tejido que puede asegurarle
que no transformen a aquel que el deviene en un extraño para aquel que ha sido”.
El FONDO REPRESENTATIVO remite a las inscripciones pictográficas propias del proceso originario.
En cambio, el FONDO DE MEMORIA guarda la serie de encuentros que narraran la vida del sujeto, puede
bastar para satisfacer dos exigencias indispensables para el funcionamiento del Yo:
 por un lado, garantizar en el registro de las identificaciones esos puntos de certidumbre que asignan al
sujeto un lugar, en el sistema de parentesco en el orden genealógico y, por ende, temporal;
 por otro lado, asegurarle a la disposición de un capital fantasmático, al que debe poder recurrir porque
es el único que puede aportar la palabra apta al afecto (introduciéndose allí la noción de lenguaje
fundamental), y que anudan la noción de contrato narcisista (que la autora concibe como último factor,
responsable de lo que se juega en la escena extra familiar que encuentra un lugar en el modo de
catectización del hijo por parte de la pareja).
Ahora bien, así como la pareja de padres anticipa un lugar para el infans, de igual modo lo hace el
CUERPO SOCIAL, encontrándose entonces en el discurso social las referencias identificatorias que permitan
proyectarse a futuro, así como el anclaje que cuenta una versión sobre el origen.
El proceso identificatorio se presenta como la cara oculta del trabajo de historización, que da cuenta del
trayecto que ha de seguir el Yo, donde lo propio es no quedar nunca cerrado, nunca clausurado, así como
anclar en un punto de partida fijo que da cuenta de la inscripción de aquello del orden de lo no
transformable, ofreciendo puntos simbólicos de reparo que asignen al sujeto un lugar en el sistema de
parentesco en el orden genealógico. Presentándose de este modo el interjuego entre el principio de
permanencia y el principio de cambio.
Consecuentemente, será tarea del Yo transformar los relatos fragmentarios que se le han ofertado en una
construcción histórica que aporte a la sensación de una continuidad temporal. De esta manera, el Yo podrá
anudar lo que es a lo que ha sido y proyectar e investir un futuro que conserve en su interior la posibilidad
y deseo de cambio, anudado a esa parte de no transformable que evita toparse al sujeto como una imagen
ajena de sí, es decir, que evita el encuentro con un desconocido (en términos de “devenir en un
desconocido”).
Efecto de una historia que lo antecede, el Yo como autor de esa historia deberá poder construirse un
pasado, un presente, como condición de investimiento del futuro, y de ese modo, poder reconocerse en
ese movimiento temporal. Será a partir de ejercer la función de anticipación de sí mismo, hecho que
involucra la posibilidad de cambio que el Yo podrá sostener su proyecto identificatorio y su relación con el
tiempo.
EL PROYECTO IDENTIFICATORIO ES LA CONSTRUCCIÓN CONTINUA DEL YO POR EL YO, construcción que
permite el acceso a la temporalidad, al trabajo de historización.
Por tanto, la entrada en escena del Yo es asimismo entrada en escena de un tiempo historizado. El Yo es
así el saber del Yo sobre el Yo, que se vincula y sostiene en la noción de futuro y comprende el conjunto de
posiciones y enunciados identificatorios en los que se ha reconocido en forma sucesiva. Por ende, está
constituido por una historia, representada por el conjunto de enunciados identificatorios que manifiestan
en su presente su relación con el proyecto identificatorio. El Yo, por tanto, debe ser pensado en términos
de proyecto temporal.
Ahora bien, AULAGNIER expresa en “Los destinos del placer”: “El Yo también puede tropezar con un escollo,
no lograr tornarse pensable para sí mismo ni tornar pensable y catectizable su propio devenir, hallarse
incapacitado de catectizar lo que el flujo temporal le impone como diferencia, entre él mismo, tal como se
piensa él mismo, tal como devendrá y él mismo tal como se descubre, deviniendo”.
Habiendo llegado a este punto, recuperaremos algunos de los interrogantes planteados por AULAGNIER,
que nos posibilitará seguir avanzando en su vínculo con la imagen literaria ofertada por ORWELL en
términos de Policía del Pensamiento, imagen a tener muy presente. Así la autora enuncia entonces:
¿QUÉ OCURRE SI EL DISCURSO PARENTAL NO DICE NADA SOBRE ESE COMIENZO O SI ES REDUCIDO A UN
ENUNCIADO CONCLUSIVO? ¿QUÉ RESPUESTA PODRÁ DAR EL YO A SEMEJANTE DESPOSESIÓN DEL
COMIENZO DE SU HISTORIA?
Dirá AULAGNIER que, en ese caso, se asiste a un mecanismo de desconexión temporal y causal, que se
aúna a una automutilación del pensamiento. Así como se sostiene en un mandato de no nacer, y de no
ser, que estaba ahí desde el origen y que se ha trasgredido puesto que se vive.
A fin de aproximarnos a los fundamentos teórico-clínicos que nos permiten acercarnos a una posible
respuesta, realizaremos un rodeo deteniéndonos en la conceptualización de las nociones de VIOLENCIA
PRIMARIA y de VIOLENCIA SECUNDARIA aportadas por la autora.
La VIOLENCIA PRIMARIA es entendida como la acción psíquica por medio de la cual se impone a la psique
de otrx una lección, un pensamiento, una acción, motivados por el deseo de aquel que lo impone, pero que
se apoyan en un objeto que responde para el otro la categoría de lo necesario.
Por tanto, la violencia primaria es ejercida por el efecto de anticipación del discurso materno, se
manifiesta esencialmente en esa oferta de significación cuyo resultado es hacerle emitir una respuesta que
ella formula en el lugar y sitio del infans. Violencia primaria que es absoluta y necesaria, así como primera
temporalmente respecto de la violencia secundaria.
Ahora bien, dice AULAGNIER: “Tanto la necesidad que esa violencia representa, como el desconocimiento
que la acompaña, tornarán posible su riesgo de exceso, su arte de tentación por responder en la madre al
deseo siempre resurgente de poder finalmente ser y seguir siendo para otrx ese dispensador de todos los
bienes al que él mismo debió renunciar”.
Lo que corre el riesgo de ser deseado y de ser realizado, concierne a la no-modificación de un estatus quo
relacional, VIOLENCIA SECUNDARIA que atenta contra el Yo al que la violencia primaria dio origen.
El “anhelo de que nada cambie” deviene en condición necesaria pero no suficiente para la creación del
pensamiento delirante primario del niñx, dice AULAGNIER. Anhelo cuya realización implicaría la exclusión
del orden de la temporalidad, la fijación de su ser y su devenir en el investimiento de una imagen de la que
el portavoz es donador, la imposibilidad de pensar una representación que no haya sido ya pensada y
propuesta por la psique de otrx, la construcción de un pensamiento delirante primario.
La locura nos muestra que, si se despoja al sujeto del derecho de gozar de su autonomía de pensamiento,
solo puede sobrevivir tratando de recuperar aquello que le fue expropiado mediante el recurso a una
construcción delirante, creación de un Yo que intenta y consigue así preservarse un poder hablar que le
garantice la existencia de una función pensante en su propio espacio psíquico.
A partir de lo desarrollado expresa AULAGNIER: “Todos los fenómenos psicopatológicos que encontramos
en la clínica, sea cual fuera su forma, son la consecuencia y la manifestación más o menos disfrazadas, de
un conflicto que tiene lugar en las catexias del Yo y, por consiguiente, en su economía identificatoria”.
Así, plantea en su artículo “Como una zona siniestrada”: “En el registro de la neurosis, el conflicto
identificatorio permitirá que los dos componentes del jé preserven su indisociabilidad para estallar en la
relación del Yo con sus ideales o con aquellos que los otros supuestamente le imponen”. Y continúa diciendo:
“En la psicosis suceden otras cosas, la prohibición recae sobre toda postura de deseante que no ha sido
impuesta y legitimada arbitrariamente por el deseo, la decisión de una instancia exterior. La consecuencia
de un tal abuso de poder, sería prohibir toda representación que el identificante se daría de él mismo, en
pos de una elección de la cual reivindicaría la autonomía”.
En la psicosis el conflicto identificatorio opera y desgarra los dos componentes del jé: el identificante y el
identificado. Da cuenta de que la conflictiva identificatoria nos reconduce a delimitar la noción de
potencialidad, así como a la especificidad de la noción de potencialidad psicótica.
AULAGNIER entiende por POTENCIALIDAD a aquella noción que engloba los posibles del funcionamiento
psíquico, las posiciones identificatorias que ha de ocupar el Yo. La autora sostiene la noción en
articulación a la necesidad en que esta el Yo de modificar su relación de dependencia con el pensamiento
parental. Esta modificación, dice, más o menos lograda o fracasada, coincide con el final del tiempo de
instalación de la represión secundaria.
Ahora bien, en torno a la noción de POTENCIALIDAD PSICÓTICA, plantea que es un modo de organización
del Yo en relación a la existencia de un pensamiento delirante primario. La presencia de esta condición
previa (la existencia de un pensamiento delirante primario), es sinónimo del concepto de potencialidad
psicótica. Por tanto, se trata de una organización de la psique que puede no dar lugar a síntomas
manifiestos, pero que muestra en todos los casos que es posible analizarla, la presencia de un pensamiento
delirante primario enquistado y no reprimido.
Los factores responsables de este tipo de organización que impone al Yo elaborar una construcción que
recurre a un orden causal delirante, nos enfrentará con dos discursos: el del portavoz y el del padre, que
han presentado fallas en su tarea. Estas fallas, prosigue la autora, pueden ser superadas por el sujeto sin
que se vea obligado a recurrir a un orden de causalidad que no se haya acorde con el de los demás. Modo
éste de dar cuenta y de definir a la noción de ideación delirante. Es por ello, que se trataría de condiciones
necesarias, pero no suficientes.
Se entiende como PENSAMIENTO DELIRANTE PRIMARIO a la interpretación que se da el Yo acerca de lo
que es causa de los orígenes, orígenes del sujeto, del mundo, del placer, del displacer. El pensamiento
delirante primario frente a la pregunta por el origen es la creación por parte del Yo sobre aquel enunciado
faltante en torno al primer capítulo del libro de historia.
La potencialidad psicótica, implica al Yo representándose como auto engendrado, buscando una
causalidad delirante en el origen de su historia. Es a partir de esta creación que se instauraría una teoría
infantil acerca del origen, cuya función es análoga con el papel que desempeñan en la neurosis las teorías
sexuales infantiles y la novela familiar.
Comprender las condiciones de la falta de un enunciado referente al origen o la presencia de un enunciado
que remite al niñx a una significación que su Yo no puede asumir, obliga a considerar en forma distinta el
papel que se debe atribuir a la teoría sexual infantil y a lo que recubre y condensa la pregunta
aparentemente tan simple que plantea todx niñx: ¿Cómo nacen lxs niñxs? Pregunta que equivale a ¿Cómo
nace el Yo? Donde este último espera que la respuesta proporcione el texto del primer párrafo de la
historia en la que debe poder reconocerse, dado que sólo ella puede dar algún sentido a la sucesión de
todas las posiciones identificatorias que podrá ocupar.
Dice AULAGNIER en “La violencia de la interpretación” que en la fase en la que el infans se convierte al
niñx, al acceder al registro de la significación, el momento en que puede constituirse en pensamiento
delirante primario.
La potencialidad psicótica es el resultado del enquistamiento de una teorización sobre el origen no
reprimida que, mientras siga siendo quiste, puede permitir que junto a ella se desarrolle un discurso que
aparentemente (solo aparentemente, subraya la autora) concuerde con el discurso de los otros.
Ahora bien, para que la potencialidad psicótica no conduzca al delirio manifiesto, se requiere que el
discurso y el Yo encuentren un punto de anclaje posible en la voz de un otrx y no de lxs otrxs. Es decir, se
requiere que un sujeto acepte retomar por cuenta propia la función y los atributos del portavoz, que
proporcione al Yo un punto de anclaje. La primera condición que ha dado el nacimiento a la potencialidad
psicótica se convierte entonces en la condición necesaria, dice AULAGNIER, para que no supere ese
estadio, para que el Yo aparezca como si nada lo diferenciase en relación con lxs otrxs.
La conflictiva identificatoria compromete al trabajo psíquico del Yo y nos reconduce al concepto de
proceso identificatorio. En este punto, planteamos cómo el proceso identificatorio no concluye nunca, de
manera tal que no encuentra un cierre, aunque sí debe hallar y anclar un punto de partida fijo, que da
cuenta de una parte no transformable pese al paso del tiempo y de los sucesivos y singulares encuentros
con los que se topara el Yo. “Oferta, por consiguiente, puntos simbólicos de reparo” dice AULAGNIER,
asignando al sujeto un lugar en el sistema de parentesco en el orden genealógico y, por ende, la inscripción
en el marco de la temporalidad sostenida por el conjunto.
Es en el curso del tiempo de la infancia que el sujeto deberá seleccionar y apropiarse de los elementos
constituyentes del fondo de memoria, a partir del cual podrá entramarse el tejido que puede asegurarle
que aquel que él deviene no se transforme en un extraño para aquel que él ha sido, manteniendo de ese
modo, la presencia de ese hilo conductor que ofrece la sensación de continuidad.
El yo, conjunto complejo de identificaciones que nunca es el mismo, pero que contempla aquel anclaje que
remite al discurso del portavoz, en tanto se ve obligado a apropiarse de los enunciados identificatorios
predichos, tanto como el atributo de devenir, debe poder pensar y sostenerse en la temporalidad, así
como creer que posee una historia.
SERÁ EN LA ADOLESCENCIA QUE EL YO PODRÁ RECONOCERSE COMO HISTORIADOR DE SU PROPIA
HISTORIA, subrayando que el trabajo de historización del tiempo vivido (cuya cara oculta es el proceso
identificatorio que supone el investimiento del tiempo pasado) es la condición para la instalación de una
investidura del tiempo futuro, de la categoría de proyecto. En este punto, sostiene la autora: “‘construye tu
futuro’, a este mandato que los padres y el campo social susurran en el oído del adolescente, el analista
sustituye un anhelo: ‘construye tu pasado’”.
LA ADOLESCENCIA, EN TANTO GIRO Y ENCRUCIJADA IDENTIFICATORIA, DA CUENTA DE LA NECESIDAD
DEL YO DE MODIFICAR LA DEPENDENCIA CON EL PENSAMIENTO PARENTAL. Modificación con el saber
todo del otrx que se iniciará ya en un tiempo anterior, en vinculación al pasaje de un “yo hablado” a un “yo
hablo”, de modo tal que el grupo social se emplaza como referente identificatorio que oferta una versión
sobre el origen, sobre el origen de la historia, escenario para el investimiento del tiempo futuro, de la
categoría de proyecto, ofrecimiento de una versión que no se agota en la palabra de la pareja parental.
Ahora bien, AULAGNIER introduce una pregunta central: ¿Qué características propias del recorrido
identificatorio podrían explicar por qué asistimos al pasaje de una potencialidad psicótica, a su forma
manifiesta, sobre todo al final de la adolescencia?
El momento en que el sujeto entra en la adolescencia será aquel en el cual va a dar forma estabilizada,
aunque modificable, al relato histórico de su tiempo, y a lo vivido en su infancia.
En vinculación a ello, la autora elabora el siguiente interrogante: ¿Qué tipo de colaboración debe encontrar
el Yo para que pueda investir un pasado sin ser arrinconado para fijarse en una posición identificatoria que
detendrá su marcha o sin deber separarse de su propio pasado para sustituirlo por una neo temporalidad sin
estar obligado a tomar toda huella de una ya vivido al que podría unir la experiencia presente para
decodificar su sentido?
Estos peligros solo pueden ser evitados si el Yo no solo puede apropiarse, elegir e investir un conjunto de
experiencias que nombren su pasado, sino, además, que este pasado pueda presentarse a
interpretaciones causales no fijas, pues ellas deberán cada vez revelarse como posibles con las posiciones
identificatorias que él ocupa sucesivamente en el marco identificatorio y en la puesta en lugar de los
parámetros relacionales que resultan de ello. Lo propio de la psicosis es desposeer al historiador de esa
movilidad interpretativa.
El fin de la adolescencia puede marcar entonces la entrada en un episodio psicótico cuya causa
frecuentemente se vincula a un primer fracaso en una relación, en un examen, en el campo laboral, etc.
El fracaso, dice AULAGNIER, es el resultado de un movimiento de desinvestidura contra el cual el sujeto se
defiende desde hace mucho tiempo. Lo que se da como causa de la descompensación, es la consecuencia
de este primer fracaso, que ha hecho imposible para el sujeto la investidura de su pasado en una forma
que le permite investir ese devenir que rechaza.
Por falta de desinvestidura preliminada, segunda fase en la cual el apelar al delirio permitirá la
reconstrucción de un mundo y también de una neo temporalidad. Delirio que en su creación horade el
dominio mortificante que supone al saber todo del otro, de la Policía del Pensamiento, tal como ORWELL
expresa, creación cuyo devenir devela y que AULAGNIER sitúa en “El aprendiz de historiador y el maestro
brujo” en función del Caso Phillippe, a partir del relato de su palabra, sostenida en el investimiento del
encuentro. Dice Philippe: “He tenido una infancia maravillosa, maravillosa” señalando al respecto la autora
su hipótesis, una infancia literalmente sin historia. Retomando el discurso de Philippe, esta expresa: “Quizá
era demasiado soñador, yo tenía muchos recuerdos de infancia pero me los retiraron de la cabeza, en
Pucallpa, allá me abrieron la cabeza, querían quitarme un secreto que existía dentro, yo no tengo secretos,
quizá porque soy un Rey Bretón, no me acuerdo de nada, he sido desintegrado, somos todos marionetas,
entidades electromagnéticas creadas inútilmente, por eso soy también Adán, soy también Satán, el que no
tiene padre, somos todos robot, yo no he visto mi nacimiento, quizá vea mi muerte”. Más adelante dice: “Yo
no creo que se pueda separar el pasado, el presente y el futuro, todo se reduce a lo mismo”.
Philippe señala, dice AULAGNIER, que antes de su encuentro con su primer amor, las chicas y la sexualidad
no le interesaban, que nunca se había formulado preguntas y tampoco las había hecho, y agrega: “Si en la
neurosis invitamos al sujeto a reformular la historia del niñx que ha sido, a encontrar sus demandas
infantiles, en la psicosis tendremos que tratar que el sujeto formule demandas que nunca ha expresado,
garantizarle los derechos de ‘un niñx demandador’”.
Para finalizar, manteniendo presente la idea de Policía del Pensamiento, que se encuentra atravesada por
el exceso, atentos al efecto mortificante que propician la psique en la medida que supone la presencia de
un otrx que encarna un atributo de saber y certeza, contemplando entonces el riesgo que un
posicionamiento tal comporta, retomaremos a AULAGNIER en un fragmento que da cuenta de lo
desarrollado en “El aprendiz de historiador y el maestro brujo”: “El sujeto de nuestro encuentro no es
reductible a la suma de los caracteres de sus moléculas psíquicas u orgánicas. Dentro de esta perspectiva, el
problema de lo verificable y no verificable en nuestra teoría cobra una dimensión diferente, forma parte de
lo verificable, lo que la teoría nos enseña sobre las causas psíquicas, responsables de los posibles del
funcionamiento psíquico, que forman parte de lo inverificable en las causas que en ese sujeto singular
pudieran explicar de manera exhaustiva la elección hecha en un lejano pasado, de este posible de su
funcionamiento psíquico. Esa parte inverificable es la única que puede asegurar el trabajo analítico, la
modalidad necesaria para que la construcción que se elabora permanezca hasta la última sesión abierta y
asequible a las modificaciones, que ineluctablemente, hace exigir la construcción de la historia. Para que el
analista no olvide que su teoría es una historia llena de interrogantes, para que la aceptación de lo
inverificable no lo lleve a trasgredir los límites que lo verificable impone o para que no excluya una duda.
Historiadores en busca de pruebas, eso es lo que somos, pero también historiadores cuya búsqueda tropieza
siempre con un ya ahí de nosotros mismos y del otrx, que resiste a nuestra elucidación”.

LA ADOLESCENCIA NO ES SOLO UN TIEMPO DE CIERRE, SINO DE APERTURA, de apertura sostenida en el


espacio de la clínica, en un posicionamiento crítico, abierto a la posibilidad de elaborar interrogantes,
manteniendo la categoría de diferencia en función de que el otrx de su respuesta; “Para que el analista no
olvide que su teoría es una historia llena de interrogantes, para que la aceptación de lo inverificable no lo
lleve a trasgredir los límites que lo verificable impone, o para que no excluya una duda. Historiadores en
busca de pruebas, eso es lo que somos, pero también, historiadores cuya búsqueda tropieza siempre con un
ya ahí de nosotros mismos y del otro, que resiste a nuestra elucidación”.

Agregaremos el eje relativo al ESTATUTO DEL CUERPO EN EL SUJETO PSÍQUICO, en tanto nos interesa
articular para pensar desde la cuestión de lo corporal el sufrimiento que presentan los adolescentes en la
actualidad, en relación a las tareas psíquicas que deben atravesar en esta etapa de la vida.
Cuerpos auto agredidos mediante cortes, sobreingestas medicamentosas u otros tóxicos, cuerpos
disciplinados bajo los efectos de psicofármacos, cuerpos intervenidos quirúrgicamente, cuerpos
accidentados, cuerpos que dan a luz otros cuerpos, cuerpos ultrajados, cuerpos que buscan ser
transformados, son solo algunos de los particulares modos de presentación del sufrimiento de muchos
adolescentes en nuestro contexto socio-histórico.
Interesa compartir uno de los proyectos de investigación que está llevando adelante la cátedra desde el
2019, denominado “Estatutos del cuerpo en las formas actuales de presentación subjetiva en púberes y
adolescentes de la ciudad de La Plata. Indagaciones preliminares”. El interés de dicha investigación surge a
partir de fenómenos clínicos relevados en diferentes instituciones públicas en las que han participado los
alumnos que cursan la materia Psicología Clínica de Niñxs y Adolescentes, en pos de transitar las prácticas
profesionales supervisadas.
Del encuentro con la multiplicidad de sufrimientos de estas subjetividades adolescentes, surgen
interrogantes sobre el cuerpo en sus modos particulares de expresión, desafiando a los dispositivos de
abordaje y a los modelos de intervención clínica que se proponen como meta el alivio de estos malestares.
En el mismo sentido, las instituciones educativas de nivel medio dan cuenta de su preocupación ante una
creciente tendencia en los adolescentes, al despliegue de comportamientos donde se agrede el cuerpo
propio y/o el de los otrxs, problemáticas que desbordan las estrategias pedagógicas propias de los actores
de la comunidad educativa, motivando la demanda de ayuda hacia profesionales de la salud.
Es desde estos campos, tanto de la clínica como de los espacios educativos que surgen los interrogantes que
motivan el presente proyecto de investigación.
¿Qué estatuto tienen los fenómenos que involucran el cuerpo en el funcionamiento de las subjetividades
adolescentes en la actualidad? ¿Constituyen síntomas al estilo de los clasificados por Freud? ¿A qué tipo de
causalidad remiten? En términos representacionales intrapsíquicos, ¿Estas expresiones corporales son
todas del mismo orden? ¿Qué relación existe entre estos fenómenos y los diversos modos de la
simbolización? ¿Qué incidencia tiene el imaginario social en los efectos corporales expresados en las
subjetividades de los adolescentes? ¿Qué tipos de intervención se requiere para aliviar estos sufrimientos?
El campo del psicoanálisis con niñxs y adolescentes nos confronta con los problemas específicos del trabajo
con sujetos en procesos de estructuración psíquica, el abordaje clínico de las problemáticas que se
encuentran en los límites de lo analizable, los nuevos modos de irrupción de patologías que ponen en
juego cuestiones que hacen a lo corporal, plantean en el campo especifico del psicoanálisis interrogantes
que ponen a prueba nuestros enunciados metapsicológicos, nuevas complejizaciones que abren viejos
problemas ligados a lo fundacional del psiquismo.
La indudable constatación de los cambios en la subjetividad de la época actual ha suscitado el debate
respecto a si se trata de nuevas patologías o de nuevos modos de presentación sintomática de los
desequilibrios de la economía libidinal de las clásicas estructuras psicopatológicas.
Apuntalada en determinaciones histórico-sociales, la adolescencia está sometida a las mismas
alteraciones que la sociedad que crea sus condiciones de génesis y reproducción, estado de situación que
interpela los marcos conceptuales con los que intentamos comprender y transformar dichos
padecimientos.
El sujeto adviene en el seno de las condiciones de vida, que son condiciones de actividad con lxs otrxs
pero que no lo determinan de manera absoluta. Diría AULAGNIER, son condiciones necesarias, pero no
suficientes. Enmarcada en coordenadas témporo-espaciales, la relación con el cuerpo se da a sí mismo en
un lazo social, en un entramado de significaciones acerca de las acciones y reacciones del cuerpo y de lo que
de él emana. LE BRETÓN considera por lo tanto que el cuerpo es un indicador social, que muchas veces
plantea una grieta entre suceso y sentido.
A los fines de contribuir en el análisis de este eje teórico-clínico consideramos importante otra vez recuperar
la relación establecida por BLEICHMAR entre PRODUCCIÓN DE SUBJETIVIDAD y CONSTITUCIÓN DEL
PSIQUISMO. Mientras la primera expresión conceptual da cuenta del modo por el cual cada sociedad
define las leyes o reglas con las cuales un sujeto tiene que incluirse en la vida social, la constitución del
psiquismo alude a los universales, a las cuestiones invariantes del funcionamiento psíquico relativas a los
aspectos científicos del psicoanálisis.
El psicoanálisis ha hecho 2 aportes fundamentales respecto del cuerpo:
 Ha mostrado cómo más allá de las cuestiones de autoconservación biológica que nos ligan al reino
animal, se encuentran los modos del placer que no tienen solo que ver con la genitalidad, a partir del
surgimiento del psicoanálisis el cuerpo es concebido también como lugar general del goce, como un
territorio atravesado por la libido.
 Ha planteado que el Yo de los seres humanos se corresponde con la representación corporal, la
diferenciación de lxs otrxs queda marcada por la singularidad del cuerpo y por su aislamiento dentro de
los bordes de la piel, una noción de superficie que limita su relación con el mundo, es a partir de la
constitución del Yo que podemos pensar un Yo corporal integrado, unificado y como contorno,
resultado de la bicarianza de la representación corporal.
Se puede constatar que los modos de representación del cuerpo han variado, no solo porque se han
modificado los cánones estéticos fundamentales, sino porque en el cuerpo se ha instalado lo inamovible de
la individualidad, en la medida en que el cuerpo es la propiedad última del ser humano.
Diferentes autores analizan el fenómeno del avance del sistema capitalista y sus evidentes consecuencias
sociales. Un ejemplo de esto lo constituye el libro de BAUMAN “Vidas desperdiciadas”, en el que el autor
analiza la producción de residuos humanos como consecuencia inevitable del desarrollo de la modernidad;
en su último capítulo describe los cambios que se evidencian en la cultura y las principales características
de lo que se denomina “cultura de residuos”, donde la idea de eternidad cae en desuso y en su lugar
emerge lo inmediato, nada está destinado a durar y menos a durar para siempre.
Con raras excepciones los objetos que hoy nos son útiles son a la vez los residuos de mañana, la
modernidad liquida es una civilización del exceso, la superfluidad, el residuo y la destrucción de residuos.
Esta cultura que describe BAUMAN, signada por el vertiginoso ritmo de los cambios, redefine no solo
nuestra relación con los objetos, sino también nuestras relaciones personales, donde el compromiso con el
otrx es asumido de momento y siempre con la posibilidad de desecharse.
Todo objeto que hoy resulte deseable, puede no serlo mañana, y en este orden la belleza y el gusto siguen
la misma suerte. BAUMAN afirma que en esta realidad resulta imposible pensar a largo plazo, y por lo
tanto se dificulta la emergencia de sentimientos de destino compartido. La solidaridad tiene pocas
posibilidades de crecer y las relaciones se caracterizan principalmente por su fragilidad y superficialidad.
Estos procesos históricos, políticos, económicos y sociales de representación, determinan formas de
producción de subjetividad, los modos de clasificación, los enunciados ideológicos, las representaciones
del mundo y sus jerarquías, aquello que CASTORIADIS ha agrupado bajo el modo de “lógica identitaria”,
toma un lugar central en la conformación de los sujetos sociales.
Sin embargo, más allá de ciertas variaciones, los modelos metapsicológicos del funcionamiento psíquico
se siguen sosteniendo: el modelo de la tópica psíquica, la diferencia entre los sistemas psíquicos
ICC///PRCC-CC, la función de la represión, el Superyó como instancia reguladora de las impulsiones
mortíferas hacia el semejante, se mantienen a pesar de las modificaciones en los modos de ejercicio de la
pautación en los siglos XX y XXI.
Separar los modos históricos de articulación representacional y discursiva con que cada cultura en un
periodo determinado define al sujeto social, de las premisas universales metapsicológicas que definen la
conformación y el funcionamiento del sujeto psíquico (es decir, la diferenciación intersistémica, el aparato
psíquico entre el inconsciente parasubjetivo como materialidad psíquica en sentido estricto, en oposición
al Yo como masa identitaria provista de enunciados que transmiten valores y deseo de manera compleja),
sigue marcando la vigencia de conservar la determinación libidinal y representacional del sufrimiento
psíquico.
La adolescencia como categoría definida dentro del campo psicoanalítico, alude desde el punto de vista del
proceso de constitución psíquica, al tiempo en el cual se despliegan los modos de definición que llevan a la
asunción de la identidad sexual más o menos estable y a la recomposición de las formas de la identificación,
las cuales se desanudan de las propuestas originarias de los adultxs significativos de la primera infancia para
abrirse a modelos intergeneracionales o de recomposición de los ideales en un proceso simbólico más
desencarnado de los vínculos primarios que luego encontraran destino en la juventud temprana y en la
adultez definitiva.
Estos procesos psíquicos que forman parte de la adolescencia, se ponen en marcha a partir de la entrada
en la pubertad con los concomitantes cambios físicos que la biología impone, incidiendo en la
recomposición y reensamblaje de la instancia yoica.
Cabe aclarar que todas estas manifestaciones vienen a reformar el aparato psíquico, pero ninguna de ellas
a inauguran nada nuevo en él. En este sentido, no existen nuevas instancias o sistemas psíquicos en este
período, sino complejizaciones de los mismos que deberían estar instalados ya desde la infancia. Es por
ello que dicha estructura dependerá en su mayor medida de la resolución de los avatares con los que tuvo
que lidiar en la infancia.
Los cambios de orden biológico que sobrevienen operan sobre una subjetividad que ya completó una
primera estabilización que le permitirá la utilización de recursos disponibles para enfrentar estas
transformaciones.
Toda esta etapa pone a prueba al Yo tanto en su función defensiva como en la capacidad para procesar, ligar
y simbolizar las representaciones traumáticas que comienzan con el embate puberal, pero que se
continúan con identificaciones, desidentificaciones, salidas exogámicas con desprendimiento de lo
endogámico y el consecuente hallazgo de objeto con la reformulación de las instancias ideales,
desasimiento de la autoridad parental, como grandes tareas a elaborar por parte del Yo.
Pensar un rensamblaje y reorganización del Yo en la adolescencia conduce a la necesidad de revisar las
teorizaciones psicoanalíticas en torno a la instancia yoica, poniendo a prueba las divergencias y
contradicciones visibilizadas, no solo en los autores pos freudianos, sino en la obra freudiana misma, tarea
que excede los objetivos de esta clase.
En esta investigación se tomarán como fundamento conceptual aquellas posturas que consideran a la
instancia yoica fundada exógenamente, no como efecto de un proceso de diferenciación endógenamente
determinado, sino como una estructura segunda que se constituye por identificaciones propuestas por la
cultura. En esta línea lo conciben AULAGNIER, LAPLANCHE y BLEICHMAR.
Desde esta perspectiva se reconoce la prioridad del otrx adultx que viene a narcisizar al sujeto desde su
deseo de hijx, desde una apropiación ontológica, propiciando un investimiento capaz de sexualizar a la cría
y al mismo tiempo otorgarle elementos de ligazón a dichos impulsos, vías colaterales de ligazón que
favorecen modos de tramitar la excitación excesiva, dotando de simbolización a aquello que se impone
como descarga.
Se conoce esta función del otrx como NARCISISMO TRASVASANTE, desde la perspectiva de BLEICHMAR,
que empieza a configurarse en el imaginario materno y antecede al nacimiento pero que solo comienza a
tener efecto real desde su llegada.
CONSECUENTEMENTE A LA IMPLANTACIÓN DE LA SEXUALIDAD DEVIENE UN TIEMPO SEGUNDO DE
ORDENAMIENTO DE DICHAS INSCRIPCIONES EL TIEMPO DEL NARCISISMO QUE PROMUEVE FORMAS DE
GOCE MÁS LIGADAS. Al insertarse el Yo como un espacio diferenciado en el psiquismo, permite reconocer
sus alteridades en la medida en que se configura como un límite entre lo interno y lo externo, una frontera
tanto para el inconsciente (frontera interna), como para el otrx humano (frontera externa). Así, se empieza
a conjeturar un Yo como membrana para excitaciones de los estímulos que recibe desde cualquiera de
sus alteridades, se estructura como una envoltura que contiene a los procesos anímicos.
Si en la existencia de un Yo no hay contención de las actividades psíquicas (es por esto que también se lo
describe como un “continente”) el Yo queda definido como una organización dentro del aparato anímico
que encuentra una investidura constante tendiente a su conservación, un conjunto de representaciones
que quedan investidas formando una Gestalt, una unidad, mantiene una energía ligada y ligadora
permanente que inhibe el proceso primario, donde las energías fluyen de forma libre, desligadas atentando
contra su unicidad.
Una vez constituido el Yo y el Preconsciente, la pulsión no encuentra los objetos de trasposición
directamente, sino a través de formas discursivas estructuradas.
Desde la perspectiva representacional, el Yo constituye un conjunto de enunciados con los cuales el
sujeto se define a sí mismo, se piensa existente, aquello que lo diferencia de otro Yo y lo hace único, con
atribuciones y particularidades, es decir, conforma su matriz cultural ideológica que tiene valor de
creencia investida constantemente y como unidad, en sincronía, pero con continuidad percibiéndose como
el mismo sujeto a través del paso del tiempo, en diacronía.
El mecanismo psíquico por el cual se llega a esos enunciados es la IDENTIFICACIÓN, es decir, la
incorporación de atributos del objeto al Yo.
La IDENTIDAD es producto de dicha incorporación de los enunciados que provienen del otrx adultx que
lo significa desde su propio narcisismo. A partir de esa enunciación del otrx hacia el infante, se van
asimilar ciertos rasgos del objeto al Yo, perdiéndose en la referencia del objeto una vez constituido
transformando en metáfora la proveniencia de los atributos.
Las identificaciones pueden ser de carácter primario o secundario:
 las identificaciones primarias son estructurantes, constitutivas y constituyentes, precipitan la estructura
psíquica, forman el núcleo en el cual emerge el Yo y su contenido es un conjunto de significaciones que
provienen del otrx, tienen carácter instituyente y totalizante, remiten a lo que el Yo es, al ser,
constituyen lo que se denomina el narcisismo primario.
 las identificaciones secundarias, si bien son estructurantes, aparecen más tardíamente en la historia del
sujeto, cuando ya se ha establecido la diferenciación entre el Yo y el otrx, después del Edipo y pueden
perderse sin riesgo de que se produzca un desmantelamiento del sujeto. Son parciales, se anudan a las
primarias, enriquecen al Yo de nuevos rasgos y atributos que son más móviles, componen la base del
Superyó, en la medida en que se incorporan mandatos del objeto; remiten al registro del tener, por
tanto se relacionan con el narcisismo secundario, dado que este supone instancias instaladas, el
reconocimiento de la alteridad y de la incompletud ontológica del ser, es decir, la castración,
complementan la conformación del Ideal del Yo.
En este sentido es que se vuelve relevante el período de latencia y la pubertad como el tiempo de salida
exogámica y de ordenamiento intrapsíquico (que supone la constitución del Superyó como instancia
heredera de los enunciados parentales).
El embate puberal confronta el psiquismo con un real que, apuntalado en las transformaciones
biológicas, encuentra todo el territorio psíquico ya ocupado. La sexualidad infantil, sus inscripciones
erógenas, sus objetos y sus modalidades de satisfacción parcial y autoerótica, ya han definido los modos
dominantes de simbolización y descarga de las pulsiones.
Por tanto, no se trata, como el psicoanálisis clásico ha concebido, de dos fases de una misma sexualidad
concebida evolutivamente, sino de dos sexualidades diferentes:
 una desgajada de los cuidados precoces, implantada a partir de la pulsación del adultx y caracterizada
por excitaciones erógenas que encuentran vías de ligazón y descarga bajo formas parciales,
 y otra equiparable a la genitalidad, establecida en la pubertad, en virtud de los procesos madurativos
que posibilitan el ejercicio de la función sexual. No constituyendo una mera reedición del acné de la
sexualidad infantil, sino un modo de recomposición ordenado por la existencia de una primacía de
carácter genital.
Uno de los grandes trabajos psíquicos que deben realizar los adolescentes es el DESASIMIENTO DE LA
AUTORIDAD PARENTAL, para ello necesitan encontrar sustitutos en el afuera, en lo exogámico, que le
permitan transformar sus instancias ideales. Sin embargo, no es solo este aspecto el que se trastoca, sino
toda la estructura superyóica, tanto los mandatos prohibitorios como aquellos que explicitan un deber ser.
En términos de AULAGNIER, la cultura debe ofrecer un contrato narcisista que le permita al joven
incorporarse a la sociedad adulta teniendo como condición que adquiera ciertas representaciones
compartidas con el común, sobre los orígenes de dicha comunidad.
Para la autora, en la adolescencia se produce un conflicto identificatorio donde se complejizan las
instancias previamente instaladas, el principio de permanencia y el principio de cambio juegan un papel
fundamental en el desarrollo del sujeto. En este mismo sentido, los enunciados históricos tienen incidencia
en los sujetos, procuran un gobierno sobre la sexualidad de estos mediante su pautación y el
disciplinamiento de las formas de placer.
La crisis propiciada por el sistema capitalista actual hace que las formas de existencia y de enlace con el
otrx se pongan en conflicto, entrando en contradicción el eje de la autoconservación y el de la
autopreservación. La supervivencia biológica se contrapone a la vida psíquica representacional y lleva al
sujeto en muchos casos a optar entre sobrevivir a costa de dejar de ser, o seguir siendo quien es a costa de
la vida biológica.
Los trabajos psíquicos que se cumplen en esta etapa conllevan conflictos, al igual que posibilidades de
crecimiento subjetivo. Estas tareas psíquicas involucran los registros pulsional, narcisista, identificatorio y
vincular, constituyéndose en una autentica exigencia de trabajo que deriva en diversos modos de
organización de los investimientos más o menos sufrientes en su devenir.
Diferenciar la vivencia en tanto restos desgajados de lo real vivido, desprovistos de significación, de la
experiencia que ya supone una apropiación por parte del Yo, en torno a la cual ha construido una
significación, resulta útil al momento de identificar lo afectado y lo afectante en el sujeto psíquico.
Considerar la especificidad de los diversos afectos displacenteros que atraviesa el sujeto psíquico como,
por ejemplo, el dolor psíquico, el traumatismo, la angustia, permite profundizar en la comprensión del
estatuto del sufrimiento subjetivo en la adolescencia.
El dolor psíquico es una vivencia ligada estrechamente al cuerpo y que podría ser diferenciada de las otras
sensaciones y afectos displacenteros, específicamente de la angustia. De la obra freudiana se pueden
recortar algunos pasajes en los que FREUD intenta circunscribir el concepto y la experiencia del dolor
psíquico. En el “Manuscrito G” de 1895 consagrado a la melancolía, utiliza expresiones como
sobreabundantes magnitudes contiguas de excitación que producen dolor, hemorragia interna, herida,
agujero por donde se escapa la excitación. Si bien la ausencia de un modelo tópico definido del aparato
psíquico le resta claridad a la conceptualización, se puede observar tempranamente en la obra el interés
freudiano por cercar la problemática del dolor psíquico ligándolo a un exceso de energía libidinal que
efracciona los bordes psíquicos.
FREUD complejiza esta teorización en el “Proyecto de psicología para neurólogos”, donde define al dolor
como la irrupción de grandes cantidades hacia psi, grupo de neuronas que transforman la función inhibitoria
de ese grupo de neuronas y las tornan pasaderas a partir de la ruptura de los dispositivos protectores. En
este momento de su producción, FREUD solo define al dolor desde una concepción económica, se
produce cuando el incremento de cantidades impide su regulación con las defensas habituales. No solo no
brida una arquitectura del dolor respecto del displacer, sino que deja sin considerar el problema de la
cualidad.
En el texto “Más allá del principio del placer” afirma que la experiencia del dolor se efectúa en el interior
de un yo-cuerpo y al modelizar la psique con una metáfora biológica como un organismo con su envoltura
hace prevalecer la relación continente-contenido, se trate de dolor físico o psíquico. Los aspectos tópicos y
económicos del modelo son indisociables, en la medida en que es necesario un cuerpo para que haya
dolor. Es probable que el displacer específico del dolor corporal se deba a que la protección anti estímulos
fue perforada en un área circunscripta, dice FREUD. Para que haya dolor es necesario que haya límite, que
haya efracción de ese límite y que haya desproporción de cantidades de ambos lados del límite.
LAPLANCHE avanza un poco más y se interroga: ¿Es esta efracción el dolor o no es más que una condición
del dolor? La efracción por sí sola no es suficiente, una vez creada, estas excitaciones tienden a difundirse
por el conjunto del aparato y hacen fracasar la distinción entre mundo exterior y mundo interno.
El dolor, aunque proveniente del exterior va comportarse en adelante como fuente interna, es decir, una
fuente continua que no se puede evitar, ni de ella se puede huir. Si el organismo no quiere ver difundirse
estas cantidades de energía por su interior, debe movilizar tropas, energías que van a oponerse de manera
pareja al de energía de esta fuente externa-interna, sin poder evitar un empobrecimiento del conjunto del
sistema. Es así como en el fenómeno subjetivo del dolor, además de la fractura por una fuerza extraña, se
instaura una fuente de energía interna y un trabajo psíquico que intenta bloquearla, mediante este límite
funcional que supone dicha ligazón, se trata de sustituir al límite material que implica la protección anti
estímulo para-excitación.
En “Inhibición, síntoma y angustia” afirma FREUD: “el dolor es, por tanto, la genuina reacción frente a la
pérdida del objeto, la angustia lo es frente al peligro que esa pérdida conlleva y en ulterior desplazamiento, al
peligro de la perdida misma del objeto”. El desauxilio producida por la pérdida del objeto supone la
ausencia de un otrx capaz de producir las ligazones que calmen la desesperación de los primeros tiempos,
el desvalimiento temprano, este es el gran peligro, la incapacidad del sujeto para auxiliarse a sí mismo
frente al embate de los montantes de excitación desligada.
Diversas modalidades sufrientes se observan en las subjetividades adolescentes de la sociedad actual donde
cuerpo y sentido se entremezclan como fuente y defensas de un conflicto psíquico que conduce a una
acuciante búsqueda de resolución. Lejos de poder ser reducido a una etiología orgánica, las problemáticas
recortadas dan cuenta de la complejidad de la materialidad psíquica y los diferentes modos de simbolización
que reflejan las heterogéneas corrientes del psiquismo. Sujetos con dominancias neuróticas inclusive pueden
presentar aspectos compulsivos, restos traumáticos que operan de manera desligada, vivencias de dolor que
no logran significarse, vivencias de desauxilio y desvalimiento que no llegan a encontrar una simbolización,
solo por citar algunos fenómenos.
En este sentido, se torna necesario mantener la diferencia entre alma y cuerpo, en términos freudianos, en
pos de conservar lo psico-somático que remite a dos órdenes de determinación, a dos tipos de causalidad
imbricadas cada una necesaria, pero ninguna de ellas suficiente.
Asimismo, la complejidad de lo corporal en el sujeto psíquico exige distinguir metapsicológicamente los
diferentes estatutos del cuerpo. Si el Yo unifica la superficie corporal podemos hablar de un cuerpo en tres
aspectos u órdenes:
 CUERPO SOMÁTICO: hace a la naturaleza biológica, al cuerpo orgánico que conserva su espesor propio
a lo largo de la vida y que entra en complejas relaciones con lo sexual y narcicístico del sujeto.
 CUERPO ERÓGENO: revela zonas de particular sensibilidad a la excitación, efecto no de la satisfacción
de las necesidades en sí mismas, sino de la pulsación erogenizante que realiza el adultx a cargo de la
cría humana instalando la pulsión (verdadero motor del progreso psíquico y con ello los orígenes de la
simbolización).
 CUERPO REPRESENTACIONAL UNIFICADO: constituido a partir del narcisismo como Gestalt que toma a
su cargo la representación de una superficie corporal, imagen narcisista que no se integra por
sumatoria, sino que proviene de los estratos narcisistas amorosos del semejante que brinda una noción
de sí mismo al tomar a cargo la defensa de la vida del cachorro indefenso.
Siendo la instancia yoica residuo identificatorio que toma a su cargo y metaforiza en un conjunto
representacional la totalidad del organismo, su masa ideativa se organiza tomando a cargo la conservación
de la vida y la preservación de la identidad en tanto conjunto de enunciados que articulan el ser del sujeto.
En este mismo sentido, los enunciados históricos tienen incidencia en los sujetos, procuran un gobierno
sobre la sexualidad de estos mediante su pautación y el disciplinamiento de las formas de placer. Los efectos
desubjetivantes propiciados por la crisis del sistema capitalista actual, la fragmentación de la cultura, el
estallido del cuerpo y el anonimato al que las condiciones sociales impone, sumerge a los adolescentes y sus
familias en vivencias de desauxilio y desvalimiento, reeditando fragilidades primarias que ponen a prueba la
capacidad de procesamiento simbólico de los sujetos y empuja a los jóvenes a la búsqueda de identidad y
pertenencia a través de diversas prácticas.
En la medida en que en la clínica trabajamos con los restos vivenciales no experienciados, comprender la
heterogeneidad de la vida psíquica y sus diversos modos de simbolización abre una rica perspectiva para
analizar el impacto de los diversos tipos de realidad exterior en la subjetividad, en los distintos tiempos y
modos de funcionar; en suma, el modo en que lo real ingresa transformando lo exterior en materialidad
psíquica con sus singulares destinos intrapsíquicos.
Esta comprensión metapsicológica resulta fundamental para determinar qué tipo de intervenciones
analíticas se debe proponer con el objetivo de ampliar el campo de simbolización del sujeto.
Como refiere BLEICHMAR: “a mayores niveles de sofisticación de los procesos simbólicos, menos incidencia
de la biología como causa eficiente”.

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