Articulo 10 2
Articulo 10 2
Articulo 10 2
Lo que me gustaría contaros comienza cuando empiezo a tratar a una paciente pequeñita a
punto de cumplir 7 años de edad, y que es adoptada. Presentaba síntomas de mutismo
selectivo, el trastorno se caracteriza porque el sujeto, pese a tener la capacidad del habla
conservada, inhibe selectivamente la respuesta verbal delante de determinadas situaciones
sociales o la restringe a ciertas personas “de confianza” de su entorno familiar (normalmente
padres y hermanos). Además la niña presentaba autolesiones, mostrando heridas en
diferentes partes de su cuerpo, producto de rascarse cuando entraba en angustia y/o
ansiedad.
Este caso me llevó mucho tiempo de reflexión, no sabía cómo llegar a ella, así que confié en el
vínculo y que éste poco a poco fuese haciendo su trabajo. Cuando llevábamos tres sesiones
juntas, ocurrió un hecho que marcó el rumbo de la terapia y de la técnica que pretendo
exponer. Os cuento, las personas que me conocen saben que trabajo con niños y cuando van a
tirar algún juguete que está en buenas condiciones me llaman y me lo ofrecen. Una mañana
llamó a mi casa una vecina, abrí y la vi con una muñeca, era tipo nenuco, peloncete y con una
especie de batita amarilla, el resto del cuerpo estaba desnudo y con partes algo arañadas
debido al uso. Mientras yo miraba a la muñeca mi vecina me decía: “la iba a tirar, si la quieres
te la doy, si no va al contenedor”; en ese momento adopté a la muñeca, esas palabras
resonaron en mí, supongo que también por mi condición de adoptada. La entrega de la
muñeca hizo que me pusiera en marcha desde un lugar que yo poco conocía, ya que nunca
había logrado llegar por miedo.
Así que ahora éramos tres en la sesión, mi paciente, Juanita (así bauticé a la muñeca) y yo. A
mi paciente le conté la historia de cómo la había encontrado, pensé que podía ser bueno para
ella saber cómo yo me había hecho cargo de Juanita, y pienso que fue muy importante para el
trabajo que realizamos las tres. Recuerdo que cuando se lo conté me miraba sin articular
palabra.
La teoría del apego formulada por Bowlby expone que la necesidad de apego que un bebé
experimenta de forma innata hacia su madre, se verá satisfecha si éstos ofrecen un espacio de
cuidado y proximidad constantes, o si, en otras palabras, el bebé percibe una aceptación y
protección incondicional. ¿Qué ocurre si en esa primera etapa el bebé no tiene esos cuidados?
¿Qué pasa si, como el caso de muchos niños institucionalizados no existen unas figuras
parentales que sostengan todas las demandas que necesita el bebé? ¿Cómo se llega a la
herida de un niño adoptado? ¿Cómo se repara…?
Para profundizar en este tema es muy importante que veamos lo que nos dice Winnicott
referente al espacio y objeto transicional. En cuanto al espacio transicional, el autor nos indica
que es la zona intermedia entre la realidad interna del individuo y la realidad compartida del
mundo que es exterior a los individuos. El espacio transicional es como un puente que genera,
une y separa a la vez el interior y el exterior del sujeto, y sólo importa lo que transita, se
intercambia y transforma en él. En este espacio se parte de la fantasía y de la realidad.
Describió que el bebé, en los estadios tempranos del desarrollo humano, se vincula con el
mundo externo a partir de sí mismo, de sus propios gestos, de su creatividad primaria, siempre
y cuando sea sostenido por el otro en una relación de dependencia que el sujeto ignora, de tal
forma que lo exime de reconocer o de negar la situación de dependencia.
Winnicott dice: "Cuando su adaptación (la de la madre) a las necesidades del bebé es lo
bastante buena, produce en éste (en el niño) la ilusión de que existe una realidad exterior que
corresponde a su propia capacidad de crear”. Para él lo importante es jugar con el niño, el
juego en sí mismo es creativo y tiene vida, el simple hecho de jugar ya es terapéutico, siendo
una de las experiencias de vida más importantes. Los fenómenos transicionales transcurren en
un espacio dentro del cual se puede hallar el objeto transicional. El objeto transicional es un
objeto material del entorno, por lo general blando, que el bebé elige y usa dentro del área
intermedia de experiencia. Éste representa la transición del bebé de un estado en el que se
encuentra fusionado a la madre, a uno de relación con ella como algo exterior y separado. El
objeto transicional es la primera posesión no-yo del infante.
En mis prácticas de observación como psicomotricista que realicé en una guardería, veía a un
niño de 15 meses con una especie de trapo en la mano durante todas las sesiones. Se movía
constantemente por la sala de psicomotricidad, probando y jugando con los diferentes
módulos que había en ella, siempre agarrando su trapito sin soltarlo, a veces se quitaba un
calcetín o los dos, e iba dejando y cogiendo juguetes, de lo que nunca prescindió fue de su
trapito, este caso puede ser un ejemplo de un objeto transicional. El objeto transicional es un
objeto de seguridad para el niño, posiblemente este trapito le facilitó la separación con su
madre y pudiera ser que facilitara la adaptación a la guardería y no le resultara tan angustiosa.
Los padres tienen que ser muy sensibles a estos objetos, sobre todo los papás que se trasladan
mucho de casa o los que viven un proceso de separación, y el niño tiene que vivir frecuentes
traslados. Es importante que estos objetos no se pierdan, porque cuando los niños son
pequeñitos lo pasan muy mal, pudiéndose aferrar al objeto sin llegar a soltarlo.
Escribe Winnicott: "Si privamos a un niño de los objetos transicionales y perturbamos los
fenómenos transicionales establecidos, le queda sólo una salida, una división de su
personalidad, en la que una mitad se relaciona con un mundo subjetivo y la otra reacciona
sobre la base del sometimiento frente al mundo. Cuando se establece esta división y se
destruyen los puentes entre lo subjetivo y lo objetivo, o bien cuando estos nunca fueron muy
estables, el niño es incapaz de funcionar como un ser humano total".
Cuando jugamos con el niño nos situamos en el espacio transicional y este espacio transicional
se construye también dentro de la terapia. Juanita partiría de ese objeto transicional donde mi
paciente proyectaba todas sus emociones, conflictos y forma de relacionarse. ¿Y yo? ¿Qué
estaba proyectando yo en Juanita? Este punto lo trataré más adelante cuando hable de la
reparentalización con muñecos para adultos.
Partiendo entonces desde ese espacio transicional pensé en empezar a reparentalizar a Juanita
en modo de juego, utilizaba gran parte de la sesión en preparar el baño con agua caliente,
lavarla, secarla, darle crema en sus raspaduras, y también en los sitios donde mi paciente tenía
sus heridas. Le daba un masaje y un beso en las pupas a la muñeca, la vestía y la dejaba tapada
hasta la siguiente sesión donde volvía a hacer lo mismo. En el baño de Juanita, también hubo
una evolución, primero mi paciente no se permitía ni tocarla ni mirarla mientras yo realizaba
todo el ritual del baño; con el tiempo se iba acercando y al final preparábamos el baño entre
las dos y ella le echaba agua. Lo que nunca hizo fue curarla ni vestirla; ese tiempo se mostraba
muy atenta sentada a mi lado y mirando todo lo que yo hacía.
En el estudio clásico de Bandura del muñeco Bobo se muestran los efectos del aprendizaje por
observación en la conducta agresiva infantil: un adulto ataca agresivamente al muñeco Bobo, y
una niña en edad preescolar que ha observado las acciones agresivas del modelo, lo imita al
ser reforzada. Si el niño es capaz de imitar una conducta agresiva, recibiendo posteriormente
un incentivo que fueron unas pegatinas o un zumo de frutas ¿por qué no va a ser capaz, el
niño, de imitar una conducta de no lesión hacia sí mismo, siendo el refuerzo el amor, la
atención y el cuidado? El trabajo con la muñeca podría ser una demostración modelada, donde
mi figura, como modelo importante para la niña, demostraba semanalmente a la muñeca
amor y cuidado, y gracias a la observación de mi conducta, mi paciente pudiera ser que fuese
integrando el aprendizaje de su propio cuidado.
Siguiendo con la reparentalización empecé dos líneas de trabajo, una con la muñeca en sesión
conmigo, y otra con la mamá de la paciente. La pauta era que, en un determinado momento
del día, le diera un masaje a la niña y que le besara las heridas. Ahora surge la pregunta, ¿cómo
se fue reparentalizando la paciente? ¿Por medio de la muñeca en sesión, por la intervención
de la madre o por las dos actuaciones? No lo sé, lo cierto es que la niña era muy reacia al
contacto en la piel, y que pasado un tiempo de empezar a trabajar con la muñeca comenzó a
dejarse dar el masaje de su madre e incluso lo pedía.
Después de un tiempo era ella la que me pedía curar los muñecos y la que miraba primero, y
me decía si tenía miedo y/o vergüenza. En los oídos solía haber miedo y en la garganta solía
haber vergüenza. Después de curarlos, dejábamos tapado al que habíamos curado con el resto
de peluches, era mi paciente la encargada de hacer la constelación, de esta manera iba
poniendo los muñecos en las diferentes posiciones, que fueron evolucionando y me servían a
mí de panorámica familiar del punto en el que nos encontrábamos. Todos tapados y
protegidos pasaban la semana.
En la actualidad, año y medio después del inicio del tratamiento, la capacidad del habla, del
disfrute y el juego de la paciente han evolucionado muy satisfactoriamente. Hace un tiempo
que no pide jugar con muñecos para curarlos, ahora en la terapia llevamos a cabo juegos que
corresponden más a su edad cronológica. Es verdad que sigue habiendo miedo, rabia y
vergüenza, pero éstas son cada vez menos incapacitantes y se muestran más como emociones
adaptativas cumpliendo la función que tienen para los niños a esa edad.
Vamos ahora con el proceso paralelo que viví en referencia a este caso, comenzando por el
principio de la historia: todo empezó cuando mi terapeuta me hizo una visualización
llevándome a coger a mi Niña bebé y empecé a sentir angustia, miedo y rechazo. Puede ser
que la palabra más adecuada para lo que sentía era fragmentación, siendo incapaz de cogerla.
Estas emociones podían ser coherentes con mi historia de adopción (me adoptaron a los 9
meses mostrando signos de poco cuidado). Pasaba el tiempo y mi terapia, y nunca pude
regresionar más de los 5 años, pienso que era mi tope de seguridad de la solidez de mi self,
desde esa edad hacia atrás mi Yo estaba cada vez más debilitado y fragmentado. Hasta los 5
años llegaba mi reconocimiento y tolerancia hacia mí misma, mi anclaje, mi punto de
seguridad.
Pudiera ser que gracias a la reparentalizacíón que hice con Juanita, empezase a trabajar a mi
bebé, así sesión tras sesión y mientras le bañaba, le daba crema, besos en las heridas y le
secaba estuviera autoreparentalizándome de manera inconsciente. Aquí se mezclarían varios
factores explicados anteriormente, el primero es que la terapia con mi paciente se basaba en
el juego, a través de éste se creó el espacio transicional, donde Juanita y el resto de peluches
partieron del objeto transicional donde proyectar la angustia, rabia, miedo y el resto de
conflictos sin resolver. Curiosamente yo no podía llegar a mi bebé dañado en primera persona,
no podía cogerle a través de una visualización, no podía hablar de él, no le reconocía, y en las
pocas ocasiones que me acerqué un poco entré en un miedo existencial muy profundo, con
sensación de fragmentación.
Lo más importante a nivel terapéutico es que, cuando al paciente le es muy difícil regresionar
al momento traumático, a la herida, donde está el daño, ¿por qué no utilizar ese espacio
transicional que se crea en la terapia y un objeto transicional como hacemos con los niños?
Podría ser que al paciente le fuera mucho más fácil proyectar su angustia, miedo y dolor que
no puede soportar en primera persona (como le pasa a los niños), a través de un muñeco o
peluche.
Posteriormente, utilicé a Juanita en un taller de trabajo emocional con adultos donde estaba
colaborando como terapeuta, con una paciente que había sufrido abusos. La paciente pudo ir
señalando las diferentes partes del cuerpo donde había sido dañada, lo hizo a través de vendas
y esparadrapos, luego hubo un trabajo de cuidado a la muñeca a través del abrazo, para
posteriormente quitarle los vendajes. Me sorprendió la vinculación que la paciente tuvo con la
muñeca y el amor que la profesaba, era cómo si ella misma la reparentalizara, al mismo
tiempo que se autoreparentalizaba. El trabajo fue bastante efectivo.
En los casos de los que he hablado, el mío incluido, he visto curar mucho dolor, miedo,
vergüenza y culpa, mostrando los pacientes mucha capacidad de darse amor. Me ha costado
encontrar la palabra, que creo que es misericordia con ellos mismos, aceptando y perdonando,
en algunos casos, la parte más oscura y dañada de sí mismos. Mi experiencia es que el
reencuentro con el bebé o el niño olvidado y lastimado fue muy emotivo, fructífero y lleno de
paz. Fue una reconciliación, y pienso que las reconciliaciones de alguna manera integran.
Juanita, ocupa un lugar muy chulo en mi consulta, algunos de los niños y chavales con los que
trabajo la conocen. Muchos de ellos y según el día que traen me piden bañarla. Según su
estado y lo que necesiten me ayudan o la baño yo sola, lo que sé es que salen muy
reconfortados. Y yo, a veces, me paro en frente de ella y le digo: “no te preocupes chiquitita,
ya pasó…”
BIBLIOGRAFÍA
Ruiz, M.A.; Díaz, M.I. y Villalobos, A. (2012). Manual de técnicas y terapias cognitivo-
conductuales. Bilbao: Desclée de Brouwer.