36 Etnias de Bolivia
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36 Etnias de Bolivia
Afrobolivianos
La unidad familiar es de vital importancia entre los afrobolivianos debido a la segregación
que existe por su color. Esto refleja su cerrada organización étnica, dentro de la cual
mantienen vivos aún rasgos de su cultura de origen.
El pueblo afroboliviano tiene una fuerte raíz cultural basada en sus ancestros llegados del
África, el sufrimiento de sus mayores por la esclavitud en Potosí y su asimilación natural al
pueblo aymara.
Hacen de la danza de la saya una verdadera expresión cultural musical, pues plasman las
inquietudes sociales, alegrías, penas y críticas con coplas rimadas al ritmo africanoide de
tambores, y con la picardía de los copleros que sobre la marcha improvisan estrofas de
expresión grupal y social.
Los afrobolivianos tienen como actividad económica principal la agricultura, y cultivan
principalmente coca, la que se constituye en la base económica del hogar y que es la fuente
fundamental de la economía de la comunidad; también siembran café, cítricos, plátano,
yuca, papaya y cereales para autoconsumo.
Guarasugwe Pauserna
“Se trata de una etnia destinada a desaparecer”, sostiene el estudioso Milton Eyzaguirre.
“Existe la obra de un antropólogo alemán, luergen Riester, quien hizo una crónica en los
años 80 acerca de los últimos días de esta etnia. En ella se hace referencia a cómo el pueblo
está desapareciendo irremediablemente”.
El duro y triste destino que lo puso siempre entre la espada y la pared, acosado por el
avance de la civilización occidental en su territorio, hizo del pueblo pauserna débil y
sometido.
Los Araonas
Los Araonas estuvieron asentados cientos de años en la Amazonia boliviana, en parte de los
territorios actuales de Pando, Beni y el norte de La Paz. Este grupo étnico también tuvo
presencia en regiones de Perú y Brasil colindantes con el país.
Milton Eyzaguirre, Jefe de Extensión y Difusión Cultural del MUSEF (Museo de
Etnografía y Folklore), dice que el rasgo más destacable de los araonas es su respeto casi
sagrado sobre su espacio circundante. “Se ha advertido la presencia de unos palos en los
cuales, según ellos, viviría al espíritu de la selva. Los araonas aseguran que esta suerte de
tótems atesoran los espíritus de sus antepasados protectores, los cuales permiten equilibrar
la explotación de la tierra”, asegura el antropólogo, quien añade que no deben explotar en
demasía pues “ello les ocasionaría algunos males, incluso la muerte”.
Los Aymarás
La comunidad andina tiene sus raíces en el antiguo ayllu preincaico del mismo nombre. A
pesar del tiempo transcurrido, aún se pueden encontrar rasgos físicos indígenas en gente de
las comunidades tradicionales.
El antropólogo Ricardo Ulpiona asegura que también persisten, a pesar del tiempo y como
sistema organizativo, los conjuntos de ayllus que llegan a formar una unidad máxima
denominada marka, en la que los pobladores se agrupan en dos mitades: la de arriba y la de
abajo: anansaya y urinsaya, respectivamente. Otras entidades son el churi ayllu o ayllu hijo,
que puede ser denominado comunidad, cabildo o kawiltu, sindicato o estancia. “Los
aymarás están organizados por comunidades y su autoridad máxima es el jilacata; sin
embargo, el nombre en ciertas comunidades se cambia por secretarios, por una evidente
influencia urbana”.
La gran actividad grupal son las reuniones generales, en las que se tratan asuntos para el
beneficio de la población y se aprueban decisiones por votación de los líderes. Las
conclusiones son apuntadas en un acta o cuaderno donde se transcribe cada una de las
resoluciones y que, para su legitimidad, es firmada por los representantes de cada
comunidad.
Otra costumbre que todavía persiste pese al paso de los siglos es el ayni, “un modo de
ayuda mutua, recíproca, en bienes o servicios de equitativo valor. Es un acto que no tiene
registro y en el que lo que cuenta es la palabra”. Esta práctica es común en tiempo de
siembra y cosecha, cuando los vecinos reunidos brindan su servicio para luego ser
correspondidos.
Los Ayoreos
puros y originales, los ayoreos viven actualmente un violento, y al parecer irreversible,
proceso de aculturación.
Además de ser reducidos al mínimo por los jesuitas que colonizaron el oriente de Bolivia
en los siglos XVII y XVIII, los habitantes de este pueblo nómada fueron dispersados y
evangelizados, lo que presupone una asimilación a otros pueblos indígenas, y la
aprehensión de costumbres y filosofías de vida occidentales, heredadas ya de la visión
española.
En buena parte de los territorios baures, en el departamento de Beni, las fiestas están llenas
de ceremonias religiosas católicas, y en su gran mayoría los caceríos y pueblos llevan el
nombre de santos como San Joaquín, San Ramón, San Ignacio, San Borja; o de vírgenes,
como Santísima Trinidad, Virgen de Loreto y otras. La posta de los jesuitas la tomaron
sacerdotes franciscanos, que en casi todos los pueblos tienen edificaciones en la plaza
central. “Los baures, mimetizados, mezclados y presentes en miles y miles de indígenas
mestizos, acuden a misa cada atardecer, al llamado de las campanas”.
Los Canichana
Existe poca información y datos claros y confirmados acerca de las características de los
canichana, a más de su evidente origen quechua incaico, y su naturaleza recia, agresiva y
aventurera. Afectados también por la influencia colonizadora española, los grupos
sobrevivientes, aun directos descendientes de la etnia original, están formados, según
revelan los registros de la Confederación Nacional de Nacionalidades Indígenas y
Originarias de Bolivia (Conniob), por unas 1 500 personas.
La tradición oral, que en este pueblo como en la mayoría de las naciones indígenas
originarias goza aún hoy en día de buena salud, permite inferir a profesionales y estudiosos,
entre ellos Wigberto Rivero Pinto, que los canichana llegaron al actual territorio cruceño
fruto de divisiones internas y persecuciones en el imperio incaico.
Los Cavineños
“Ellos fueron reducidos por los jesuitas y los franciscanos. Sus formas de vida están más
familiarizadas con los hábitos occidentales, como la caza con escopeta de salón; pero, por
otro lado, tampoco han abandonado del todo prácticas como la pesca, en la que utilizan
pócimas preparadas con vegetales para adormecer a los peces”.
Según otros estudiosos, existe un alto nivel de analfabetismo entre ellos, “pero eso logra
que además se conserve la fuerte tradición oral que tiene esta gente, que no sólo se pasa
historias de boca en boca para mantener vivas sus raíces, sino también los conocimientos se
sostienen de manera oral", según Mariano Estévez, un antropólogo argentino que realiza la
investigación para su tesis en Bolivia. Tiene 32 años y convivió dos semanas con los
cavineños en la región beniana.
Los cavineños son muy creyentes y respetuosos de los espíritus del monte y de las aguas, a
los que recurren periódicamente con invocaciones y rezos, sobre todo como pedido de
buenaventura en vivienda y alimentación.
La artesanía con frutos, maderos y otros elementos de la naturaleza, gracias a la admirable
habilidad de las mujeres para el tejido, con estilos y técnicas ancestrales, además de ser un
patrimonio particular y un modo de identificación, les sirvió para desarrollar una pequeña
pero rendidora industria.
Los Cayubabas
Una característica innata de los cayubaba es que son buenos labradores. Cultivan maíz,
maní y yuca y también son hábiles pescadores: utilizan canastas de forma cónica que
arrojan al agua a manera de redes. Las mujeres se destacan por sus habilidades como
artesanas, pues hacen cerámicas, tejidos con fibras vegetales o textiles de algodón, mientras
los hombres se encargan de fabricar ruedas de carretones, cascos, canoas, gavetas, postes y
bretes que son demandados por los ganaderos de las estancias, con quienes tienen casi
esencialmente una relación que se reduce a lo comercial.
De ser un pueblo considerado salvaje hasta los albores del siglo pasado, en unas cuantas
décadas, los cayubaba pasaron a ser una sociedad con valores y usos católicos y comunes a
las sociedades urbanas, debido a la fuerte influencia de la evangelización jesuita.
Así, los estudios demuestran que las formas de organización social tradicional de esta etnia
han desaparecido en su totalidad, dando paso a la familia nuclear monogámica como
modelo que rige sus asentamientos, ante esporádicas excepciones en pequeños clanes que
aún persisten en poblados orientales alejados.
Cuando se asentaron y fundaron las misiones de San Carlos, Concepción y las Peñas, los
cayubaba asimilaron y aprendieron artesanías y muchos oficios que los sacerdotes de la
orden jesuítica creían apropiados para los aborígenes. La expansión del dominio de la
influencia católica causó, en un principio, que los cayubaba se dispersaran al norte, pero
finalmente, por necesidad, siempre terminaron asentados alrededor de algún poblado ya
“tomado por los religiosos”.
Los Chimanes
La organización social básica de los chimanes es la familia nuclear, en la que sólo cuentan
los parientes directos, pero es abierta, pues mantiene ciertos vínculos de parentesco
extendido con otras familias. La movilidad espacial de la población está íntimamente
relacionada con el patrón de asentamiento y el sistema de parentesco, articulándose a
menudo ambos componentes del sistema social.
El antropólogo Milton Eyzaguirre comenta que “lo más curioso de esta cultura es que no se
permite el enojo. Pero cuando este sentimiento se apodera de uno de sus integrantes, lo que
se hace es mandarlo al monte hasta que se le pase. Según ellos, el enojo trae mala suerte e
incluso puede llamar a la muerte. También se casan entre ellos como una forma de proteger
su territorio”.
Antes de la evangelización existía entre los chimanes la poligamia sororal, es decir que un
varón estaba autorizado a casarse con dos hermanas. En cuanto a la formación de sus
sociedades, los asentamientos más pequeños están compuestos a menudo por un solo grupo
de viviendas, general mente de gente relacionada por un parentesco cercano.
Este pueblo se caracteriza por ser respetuoso y devoto de sus creencias y costumbres.
Cuenta con un vasto conocimiento de la medicina natural y tiene entre sus miembros a
excelentes artesanos que elaboran diversas clases de tejidos de algodón y jatata (fibra
vegetal).
La economía se basa en la pesca y la recolección de fibras para la confección de textiles.
Pescan durante todo el año, siendo la época más propicia la del invierno. La agricultura es
incipiente y sólo de autoconsumo. Los comestibles más cultivables son el arroz, maíz, yuca,
plátano, caña de azúcar, cebolla, tomate y palta. Últimamente, para el comercio, siembran
tabaco, algodón, limón y jatata, entre otros.
Los Chiquitanos
Después de los guaraníes, éste es el grupo étnico nativo más numeroso del oriente
boliviano. Pese a que la influencia cristiana sepultó muchos de sus antiguos usos y
costumbres, quedan aún entre sus tradiciones, según señalan los estudiosos Álvaro Diez
Astete y David Murillo, rasgos ancestrales originales muy interesantes. “Es una cultura ya
evolucionada y muy compleja”.
Aunque la mayoría de los chiquitanos profesa la religión católica, subsiste en la comunidad
una amplia y rica mitología. El chamanismo (práctica de ritos de invocación con fines de
curación y purificación) está presente en los momentos cruciales de la vida, como
nacimientos, matrimonio y sepultura. “Mantienen creencias ligadas al mundo sobrenatural,
en cada uno de los momentos importantes de la vida cotidiana, como la cacería, la
meteorología, la siembra, la cosecha, y, llamativamente, estás prácticas aparecen paralelas a
las tecnologías modernas”.
El jefe es el hombre más viejo de la familia, le siguen sus hijos por orden de edad. Él o los
yernos aceptan esa autoridad, pero a su vez reciben un trato cordial, aunque sólo definen
cuestiones dentro de su familia, y las decisiones macro del clan.
Wigberto Rivera Pinto, antropólogo que compartió expediciones con exploradores nativos
de esta etnia, destaca sobremanera el peculiar ritual que antecede al matrimonio, y las
costumbres e instintivas acciones en torno al concubinato. “Las parejas se forman
generalmente y con preferencia entre primos cruzados. Es decir que para un mozo — los
hombres son siempre los que toman la iniciativa y tienen la decisión final— es objetivo
central lograr hacer su esposa a la hija del hermano de su madre, mozuela a la que se
denomina guane”.
El censo que efectuó en 2004 la Confederación Nacional de Nacionalidades Indígenas y
Originarias de Bolivia (Conniob) estableció que aún quedan unos 1.050 chácobos.
Los Esse Ejja
Gerardo Bamonte, uno de los más respetados antropólogos italianos, escribió Los Esse Ejja,
una minuciosa investigación sobre la etnia oriental, que trabajó junto a su colega Sergio
Kociancich. Para lograr este importante tratado, el veterano profesional, docente de la
Universidad de Sapiensa en Roma, convivió por periodos de dos meses, durante 15 años
consecutivos con esta peculiar nación, tiempo en el que logró la amistad fraterna con un par
de chamanes.
“Mi especialidad es estudiar a los pequeños grupos amazónicos y por eso pasé muchos años
en Brasil; de ahí pasé a Perú, Bolivia y Venezuela. Después de andar bastante por la región,
identifiqué a este pueblo que vive en Pando, en partes de La Paz y Beni, y en Perú”. El
especialista cuenta que ésta “es una cultura muy compleja, pese a que ahora no llegan a ser
más de dos mil habitantes. Se asientan sobre todo a lo largo del río Beni, frente a Riberalta,
donde pescan, cazan y recolectan frutos y materiales. Al contrario de la mayoría de los
pueblos del occidente, no son grandes agricultores y su dieta en un 90 por ciento es
pescado”.
En la actualidad, debido a su contacto con la civilización occidental, los esse ejja han
perdido sus hábitos originarios externos: se visten con pantalones, vestidos y camisas como
todos nosotros; es raro ver a algunos que aún usan sus trajes hechos con corteza de árbol. Y
esto se traduce en otras conductas y costumbres.
Los Guaraníes
Asentados en los departamentos de Tanja, Chuquisaca y Santa Cruz, los guaraníes, otrora
congregados en poblados con importantes cantidades de gente, se dispersaron en las últimas
décadas debido a que la gente joven emigra a las ciudades en busca de mejores condiciones
de vida.
“Ha sido un pueblo muy fuerte. Nunca fueron conquistados por los quechuas ni por los
españoles, al contrario, establecían guerras para absorber esclavos, como los chamé. Fue el
ejército boliviano el que finalmente pudo doblegarlos a finales del siglo XIX”, comenta el
antropólogo Milton Eyzaguirre.
Antiguamente, los matrimonios se realizaban entre primos y el parentesco tenía importancia
mítica como de linajes de jefaturas. En la actualidad la costumbre se ha inclinado por
mantener en vigencia la familia extensa, abierta a parientes lejanos, aunque de un modo
más restringido.
La religiosidad de los guaraníes se expresa a través de la palabra de los profetas o
chamanes, especialistas que comunican al mundo sobrenatural con el social. La ritualidad la
manifiestan con diversos comportamientos y acciones sociales, y despliegan en ellas una
persistente vivencia de lo sagrado.
Por otro lado, los guaraníes fueron los prime-ros en pedir por su autonomía en la instaurada
República. “A principios del siglo XX, los jefes guaraníes se percataron del riesgo que
corrían sus territorios ante la amenazante presencia de colonos, hicieron sus demandas, pero
nunca fueron atendidas”.
Los Guarayos
Entre las costumbres agrícolas que aún conservan los guarayos se puede mencionar a la
minga, que consiste en la preparación y realización de fiestas para la iniciación de las
labores de siembra o cosecha, para la que se elaboran ingentes cantidades de chicha de maíz
o de yuca. “Cuando se acaba la bebida, se acaba la fiesta, y comienza al día siguiente la
dura faena agrícola”.
“Como este pueblo fue misionado por sacerdotes franciscanos —apunta Rivero—, tienen
muy arraigada en su identidad la ritualidad y la fe cristiana, pero al mismo tiempo que
rezan y cantan salmos, mantienen un gran respeto por sus espacios sagrados, como la
chapacura, lugar al límite norte del territorio guarayo, o Cerro Grande, en el departamento
de Santa Cruz. También conservan las creencias animistas sobre los “dueños” del bosque,
de las aguas, de ríos, lagunas y de los animales.
Los Itonamas
Los itonamas, asentados en territorios benianos, poseen una organización social fundada
principalmente en la familia nuclear (de fuertes lazos entre parientes directos como unidad
básica), aunque paralelamente se da la familia extendida por lazos de parentesco,
caracterizada por relaciones de reciprocidad e intercambio.
“Lamentablemente, en uno y otro lado de la frontera son vistos como incivilizados y hasta
delincuentes, pues al verse obligados a emigrar constantemente para sobrevivir, pernoctan
en la calle y llevan vida de vagabundos”.
Actualmente, la organización social de los machineri se basa en la familia agrupada en
asentamientos dispersos, pero que mantienen lazos familiares sólidos e ineludibles. Pero su
régimen general y sistema de relaciones y desarrollo gira en torno a la familia extensa,
siendo el hombre de más edad el jefe, quien hasta hace algunas décadas vivía aislado del
grupo para mantener distancia y respeto.
Los machineri del lado boliviano —pues se extienden también hacia Brasil— no están
cristianizados, pero la Misión Evangélica Suiza tiene planes para integrarlos a la
congregación de Puerto Yaminahua.
La economía de este pueblo se basa en la caza, la pesca seminómada, la agricultura, la
recolección de castaña y, como actividad complementaria, la venta de su fuerza de trabajo y
el transporte en sus canoas de pasajeros y carga de Bolivia al Brasil y viceversa.
Por su contacto con la civilización occidental, han perdido muchas de sus habilidades
artesanales, pero siguen elaborando hamacas, arcos, flechas y artículos de uso doméstico.
Comercian carne de monte, castaña, artesanías y productos agrícolas.
Los Moré
Antiguamente, la organización social de los moré, asentados en el noroeste de Beni, se
basaba en la familia extensa y convivencia entre parientes con vínculos medianos y lejanos.
Eran una tribu de cazadores y pescadores organizados en una sociedad eminentemente
guerrera, condición que influyó en la preferencia por los nacimientos de varones.
Practicaban la poligamia, portante, la jefatura en el clan menor era de un hombre que
ejercía un control de natalidad selectivo.
Debido a que desde la Colonia el proceso de cristianización católica se vio entorpecido por
la poca receptividad por parte de los indígenas, hoy en día la permanencia de cualquier
iglesia en la zona es casi imposible.
La economía de los moré se basa en la agricultura, que se caracteriza por ser de tipo
estacional y de subsistencia.
Durante la época de lluvias se siembra y cosecha arroz. En la temporada seca cultivan maíz,
frijol, yuca. El plátano y el guineo pueden dar todo el año si es que las condiciones de
conservación son óptimas.
La yuca está destinada al consumo diario, procesada como chicha, chivé y harina, cuya
producción excedente se comercializa en la ciudad de Guayaramerín, ocurriendo lo mismo
con los excedentes de frijol, plátano y guineo. Las actividades complementarias de los moré
son la caza, la pesca, y la recolección de castaña y goma.
Los Mosetén
En el marco de la Ley 1715, los mosetén lograron hace un tiempo su tierra comunitaria de
origen (TCO), titulada, en la zona de Inicua, Santa Ana y Muchanes, en los departamentos
de La Paz y Beni.
“La organización social de este grupo étnico se basa actualmente en la familia monogámica
rígida, pues prescribe drásticamente el concubinato. Hay un alto grado de solidaridad social
entre ellos, que se manifiesta en el compadrazgo”.
“Los mosetenes se casan entre ellos principalmente por no permitir que los colonos
aymarás, por ejemplo, se apropien de sus terrenos”, añade el antropólogo Milton
Eyzaguirre.
Ubicados en la región amazónica de Beni, los movima tienen como principal actividad
económica a la agricultura. El antropólogo Wigberto Rivera cuenta que “generalmente los
montes donde están obligados a cultivar son poco aptos porque sufren inundaciones”. Por
eso, deben combinar su actividad con la caza, la pesca y la recolección de frutos.
Antes de la llegada de los españoles, también eran agricultores semisedentarios y sabían
aprovechar las tierras de terrazas y claros de bosque tratados por culturas anteriores (en
especial por los moxeños).