Bula Vox in Excelso. Archivo Nacional de ... - Historia Medieval
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Ese mismo día, el 3 de abril de 1312, y con la promulgación de esta bula, Clemente V
retomaba el asunto del Temple en el Concilio, asunto que suspendió a finales de octubre.
De un solo plumazo, acababa con la Orden del Temple en toda la cristiandad.
Es por ello, que en este número especial no podían faltar los comentarios e
interpretaciones realizadas por dos grandes historiadores e investigadores
En el primero de estos artículos, realizado por el historiador Ricado da Costa, y que lleva
por título “Non sine cordis amaritudine et dolore. No es sin dolor y amargura en el
corazón”, el autor nos muestra su visión particular de Vox in excelso desde un punto de
vista crítico y documentado. Desde luego un trabajo impresionante.
Imagen 1
La condena de los templarios en Francia, bajo la presencia del rey Felipe, el Hermoso.
Iluminación Royal 14 E V, f. 492v (siglo XV). La fuerza (auctoritas) de la monarquía francesa es
representada por el tamaño desproporcional del cetro. ¿Dónde está la presencia de la Iglesia
delante la muerte de los suyos?
10 Profesor efectivo de la Universidad Federal del Espíritu Santo (UFES-Brasil); académico correspondiente
n. 85 de la Reial Acadèmia de Bones Lletres de Barcelona. Site: www.ricardocosta.com
Ábacus, revista digital de la asociación BAUCAN, filosofía de las armas templarias. 42
www.baucan.org
El fin de los templarios es uno de los temas más conocidos de la Historia
Medieval, y por eso, también uno de los más polémicos. La bibliografía es
inconmensurable, las opiniones, divergentes, la mitología abundante y las
pasiones, extremadas. Por eso, es un tanto delicado retornar al tema,
especialmente en un ambiente editorial propicio a la simpatía por la Orden y
también por los desgraciados últimos caballeros templarios condenados en
Francia bajo la implacable persecución del rey Felipe IV, el Hermoso (1268-
1314). Pero la Historia no puede tener aficionados como el fútbol. La Historia
debe ser tratada por espíritus maduros, serenos, contemplativos. La Historia
es conocimiento, conocimiento y madurez. Así pues y dicho esto, (pienso que
ya llegué a mi madurez), creo que estoy psicológicamente preparado para
poder dar mi interpretación de las bulas papales que decretaron la supresión
del Temple.
Imagen 2
Clemente V, representado en un retrato posterior con todas sus insignias papales, incluso su
corona (a la derecha).
De hecho, Clemente no es que fuera un pastor sin ley, pero sí un mal pastor
dentro de la ley. Pues la influencia de la corona de Francia fue, desde el
primer día de su pontificado, más que excesiva. Luego, después de ser
coronado en Lyon, Clemente tuvo un coloquio con Felipe, que, además de
otras cosas, le pidió la supresión de los Templarios, pero ese asunto no volvió
Ábacus, revista digital de la asociación BAUCAN, filosofía de las armas templarias. 45
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a ser tratado hasta 1307, año en que Felipe ordenó el aprisionamiento de los
Templarios en Francia.
Sin embargo, hay muchas fantasías con respecto al poder financiero del
Temple, incluso más interpretaciones y elucubraciones que hechos
documentados. Un buen ejemplo de esto es la supuesta veracidad de la
historia de Joan de Tour, tesorero del Temple de París. De Tours prestó
cuatrocientos mil florines de oro a Felipe (sin la autorización del maestre
Jacques de Molay), quien entonces lo expulsó de la orden. Felipe quedó muy
irritado por ello y pidió al maestre que perdonase a Juan de Tour. Molay se
recusó. Felipe se dirigió al papa, quien anuló la sanción contra de Tour. Muy
contento con ello, de Tour fue personalmente a entregar a Molay la carta de
perdón del papa. Rabioso, Molay lanzó la misiva al fuego.
Pues bien. Con su hábil análisis de las fuentes, el historiador Alain Demurger
(1939- ) ya probó que esa historia es enteramente fantasiosa. Esta consta en la
Crónica del templario de Tiro (Gestes de Chiprois). Se trata de un historiador del
siglo XIV de inestimable valor histórico, pero, no en este caso, pues ¡él no
estaba en Francia en aquellos momentos, ya que se encontraba en Chipre!
Además, esta historia no consta en ninguna otra fuente de la época, y, como
afirma Demurger, si fuese verdadera, las crónicas favorables a la monarquía
francesa habrían utilizado más de una vez este “facto” para macular la
imagen de la orden.
Sin embargo, hay más. Nuevos rumores de los vicios de los templarios
empezaron a ser difundidos con más intensidad por Esquiu de Floyran, quien
tendría escuchado en la prisión (pues estaba detenido) muchas acusaciones a
los templarios por parte de uno de ellos, también detenido. Después de ser
liberado, Floyran divulgó esas acusaciones, incluso al rey Jaume II de Aragón
(1267-1327).
De hecho, esta misiva precipitó las cosas. Violando el derecho canónico y las
prerrogativas papales, el rey Felipe el Hermoso, con la ayuda del inquisidor de
Francia, dominico y confesor del rey, Guillermo de Paris, además de algunos
de sus asesores, emitió la orden de prisión de los templarios en territorio
francés (14 de septiembre de 1307). Doscientos treinta y dos caballeros, ciento
treinta y ocho en París y noventa y cuatro en el interior. Las principales
acusaciones fueron: negar y escupir sobre la cruz; besos obscenos, sodomía,
idolatría, enriquecimiento ilícito, y ausencia de caridad. Una patraña, tal y
como dijo el historiador Ricardo García-Villoslada (1901-1991). Se puede
notar claramente la influencia de Nogaret en la construcción de estas
acusaciones, pues son muy semejantes a las hechas contra Bonifacio VIII
algunos años antes.
Una voz le interrumpió: “Eso, sin la fe, de nada sirve para la salvación”.
Presionado, el mismo Molay replicó: “Así es, pero yo creo en Dios, en la santa
Trinidad, en toda la fe católica, un Dios, una fe, una Iglesia”. De Molay se
presentó una última vez el 2 de marzo de 1310, cuando silenció
definitivamente.
Estoy dispuesto a sufrir cualquier suplicio con tal que sea breve; que
me corten la cabeza o me hagan hervir por el honor de la Orden,
pero yo no puedo soportar suplicios a fuego lento como los que he
padecido en estos dos años de prisión.
Imagen 3
Templarios en la hoguera. Conocidísima iluminación francesa del siglo XIV (Grandes Chroniques
de France o de St. Denis (British Library Royal 20 C. VII, f. 48r.). Observe la forma de la isla donde
Así, abruptamente, el papa decide una “tercera vía”: publica la bula Vox in
excelso y suprime los templarios.
Las palabras. Mentirosas, verdaderas o no, son ellas las que nos revelan, nos
desvelan, nos manifiestan el pasado. Ya nos enseñó Georges Duby (1919-
1996) que meditar las palabras es el métier par excellence del historiador.
Sin embargo, cuando el papa discurre con respecto del inicio del concilio de
Vienne, no puede hablar de otra cosa excepto de los hechos:
Así, el papa afirmaba que “maduró por mucho tiempo” sus consideraciones
en este asunto y decidió proceder por “vía de provisión y ordenanza” para
acabar con el escándalo y salvaguardar la fe cristiana. Por lo tanto, decidió,
con el apoyo de poco más del 40 por ciento (según sus propias palabras, es
decir, con menos de la mayoría), suprimir la Orden, no sin dolor y amargura
en el corazón. Para él, fue preferible hacer esto que permitir el derecho de la
defensa por parte de los caballeros.
En definitiva: los templarios fueron los primeros mártires del naciente estado
nacional europeo. Todas las circunstancias en las cuales se desarrollaron
tanto el proceso como las interferencias políticas por parte de la monarquía
francesa, los boatos, las difamaciones, incluso las indecisiones del propio
Jacques de Molay, todo ello marca el fin de una época. De hecho, muchas
cosas presentes en ese drama ya existían en la Edad Media. Por ejemplo,
basta recordar la Querella de las Investiduras (c. 1073-1122) para percibir que la
Iglesia siempre tuvo interferencias seculares, pero casi siempre luchó contra
ellas, de acuerdo con la fuerza personal del pontífice que ocupaba la silla de
San Pedro y la cohesión de su cuerpo místico cristiano (la Christianitas).
Pero sin embargo, para eso tuvo que sacrificar a los templarios. Ciertamente
el papa sabía que los caballeros eran inocentes. Y esto la Justicia histórica no
lo perdona. El Templo murió víctima de la flaqueza personal del papa y de la
fuerza del estado moderno naciente. Las palabras de Jacques de Molay
delante del tribunal cardenalicio en marzo de 1314 resuenan en nosotros de
modo melancólico: “Nosotros no somos culpados de los crímenes que nos
imputan; nuestro gran crimen consiste en haber traicionado, por miedo de la
muerte, a nuestra Orden, que es inocente y santa; todas las acusaciones son
absurdas, y falsas todas las confesiones”.