Las Maravillas Del Cine - Georges Sadoul
Las Maravillas Del Cine - Georges Sadoul
Las Maravillas Del Cine - Georges Sadoul
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Georges Sadoul
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Título original: Les Merveilles du Cinéma
Georges Sadoul, 1957
Traducción: José de la Colina
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Índice de contenido
Cubierta
Introducción
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Trucos procedentes del teatro
Trucos de decorado por filmación
Técnicas y géneros de animación
Índice biográfico
Índice de ilustraciones
Índice de láminas
Notas
Sobre el autor
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A la memoria de
GÉRARD PHILIPE
que interpretó su última película en México para
mi querido amigo, el gran Luis Buñuel.
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PREFACIO A LA EDICIÓN MEXICANA
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Al igual que El cine: su historia y su técnica, Las maravillas del cine no
tiene otra ambición que popularizar ciertos datos fundamentales que se
refieren al arte, la industria y la técnica del cine. Me he esforzado en ofrecer,
bajo una forma tan viva y divertida como fuera posible, ciertas nociones
básicas que permiten comprender cuán múltiple, diverso y complejo es el
cine.
Este breviario se dirige a todos los cinefilos, y muy en especial a los
jóvenes, fascinados por el cine y que sueñan a veces en consagrarle su vida.
Espero que este panorama, por somero que sea, les sirva de abecedario, y
que después de haber aprendido en estas páginas los elementos primarios
desarrollen con mayor profundidad su cultura cinematográfica.
El arte del cine es un mundo tan complejo y rico como el Universo, cuyo
reflejo y recreación es a veces. Sin sus millones de espectadores, el cine no
habría podido nacer, desenvolverse, vivir, lanzarse a un futuro imprevisible.
Nadie puede, en consecuencia, entender su verdadero sentido si no lo
considera en sus relaciones con el genio y las aspiraciones de los pueblos.
GEORGES SADOUL
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INTRODUCCIÓN
Cada día, cada anochecer, por decenas de millones, hombres, mujeres y niños
«van al cine». Ante las pantallas donde las imágenes hablan y cantan, se
congregan los espectadores más diversos.
A la misma hora del día, seis mil parisienses llenan en Montmartre el
Gaumont-Palace, la sala de cine más grande de Francia. En Sicilia los
pescadores escuchan, al aire libre, el gangosear de un extraño diálogo de una
película norteamericana «doblada» al italiano. En un «cine-jardín» del Cairo,
se aplaude a un cantante de hechizo árabe. En un Drive In de Toronto,
quinientas familias, en quinientos automóviles, admiran un cinemascope en
supercolor de lujo.
Entre las chozas de paja, en algún lugar del Congo Belga, un misionero
barbudo, en hábito blanco, proyecta a ciento cincuenta negros, sobre una
pantalla portátil, una película de propaganda religiosa. Quinientas personas
forman cola en Moscú, ante el cine Oudarnik, para aplaudir el último éxito
soviético. En Siam, un cine ambulante se ha instalado en un poblado de la
selva y proyecta un film en colores, mientras dos actores dialogan detrás de la
pantalla para dar al público la impresión de un espectáculo parlante. En
Hollywood el vicepresidente de una gran empresa dicta un informe triunfal:
gracias a él una película de dicha firma ha sido proyectada simultáneamente
en veinte cines del Brasil, catorce de Argentina, ciento veinte de Italia, doce
de las Filipinas, dieciocho del Japón, cuarenta de Australia, veintidós de la
Unión Sur-Africana, trece de Suecia, dos de Islandia, ciento veintiocho de la
Gran Bretaña, tres de Luxemburgo, once de Grecia, etcétera…
En Gottvaldov, Checoslovaquia, treintaicinco mil obreros de las viejas
fábricas Bata asisten, en un anfiteatro, al 10.° Festival Obrero Internacional.
Al corazón de Shan Si, en China, ha llegado, viajando sobre cuatro camellos,
un proyector de cine, y los campesinos verán por primera vez «sombras
eléctricas». En Arabia, donde la ley prohíbe a los musulmanes ver un film, un
niño de albornoz se cuela en una sala de proyecciones reservada a los
empleados americanos de una compañía petrolera. Se inaugura en Piong
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Yang, con una película sonora coreana, un gran cine recientemente
reedificado. En Madras, India, el último film sonoro de lengua telegú ha
tenido tal éxito que se ha creado un mercado negro de boletos. Instalados
desde hace un año sobre un banco de hielo, unos explotadores polares olvidan
su larga soledad presenciando un dibujo animado, que les ha sido lanzado en
paracaídas con el último avituallamiento.
Actualmente el cine está en todas partes, es conocido de todos, o de casi
todos. Sirve al sabio, al educador, al investigador, al especulador, al colono, a
los comerciantes, a los propagandistas, a los sacerdotes, a los policías, a los
políticos, a los que quieren la paz y a los que desean la guerra, al bueno y al
malo… Proyectados sobre la gran pantalla de las salas o en las pequeñas
pantallas familiares de la televisión, los films atraen diariamente decenas de
millones de espectadores. En 1900 no había en el mundo, diariamente, ni diez
mil interesados en «ir al cine».
El cine tiene múltiples funciones. Es una distracción que atrae grandes
mayorías. Son fascinantes las sombras de actores ilustres, sus hazañas, sus
amores, sus dramas de conciencia, sus desdichas y su felicidad.
La pantalla es también una alfombra mágica que transporta al espectador
por entre mundos y maravillas aun más variadas que las de Las mil y una
noches.
Gracias a ella, un espectador que jamás ha salido de su pueblo puede
descubrir los países más lejanos, sus costumbres, sus paisajes, sus moradas, su
cultura.
El cine da a conocer y hace comprender por medio de las imágenes, las
palabras, los ruidos, la música. Un novelista describe el mar, pero difícilmente
hará imaginar el océano a quien jamás lo ha visto. El cine «da a ver» y a oír la
resaca, el oleaje, la tempestad, los tifones, la espuma sobre los arrecifes, los
naufragios, el esquí acuático, las playas de Tahití y de Cannes, los bretones
pescando el bacalao, los árabes apresando el atún. Gracias al cine, un hombre
aprende a conocer a los hombres y la tierra.
El cine es un arte. La actuación de los intérpretes, la construcción de
decorados, la variedad de los trajes, la calidad de la fotografía, la humanidad
de los relatos, la perfección de la técnica, la verdad y la poesía de la
escenificación, la realidad de los sentimientos, la armonía de la música,
pueden lograr un film tan valioso como las más grandes obras del genio
humano. El cine se ha formado medios propios combinando los de casi todas
las artes: novela, teatro, pintura, arquitectura, música, poesía, etcétera.
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El cine es también una industria y un negocio. Para realizar una película
larga que dure, sobre la pantalla, noventa minutos, deben trabajar durante
semanas y meses, por decenas, los especialistas más variados: creadores,
técnicos, obreros…
Son necesarios importantes capitales para emprender la realización de un
gran film, y se requieren miles de millones para construir e instalar los cines
donde las películas se exhiben, las fábricas donde se hace la cinta virgen, los
estudios donde se filma, los aparatos necesarios para la toma y la proyección
de las películas. Para producir, vender, alquilar, mostrar, hacer circular los
films, existen en el mundo, cientos de miles de profesionales que ejercen
diferentes oficios.
«Hacer cine», pues, no significa solamente ser una estrella afamada, sino
ejercer profesiones tan distintas como son las de carpintero, químico,
publicista, electricista, acróbata, imitador de sonidos, taquimecanógrafa,
decorador, escritor, buzo, periodista, figurante o extra, etc. La multitud de
oficios que requiere el cine bastaría para probar su universalidad.
El film ofrece, a mediados del siglo XX, servicios tan varios como la
imprenta. El aparato, creado por Louis Lumière hace sesenta años, posee
aplicaciones tan numerosas como las imprentas inventadas hace quinientos
años por Gutenberg. Los géneros sobre película tienden a hacerse tan
numerosos como los géneros impresos en papel.
Cuando se habla de una película, el gran público piensa de inmediato en
una escenificación, en una película grande que narra una historia con
argumento, actores, decorados, trajes de época. Un film de esta categoría
puede ser un drama, una novela, una comedia, una opereta, un folletín, un
ballet, un espectáculo circense, una ópera, una historia de aventuras, un
espectáculo infantil, etc. Pero hay otros géneros en el cine. El film es también
periódico, crónica, documental, dibujo animado, investigación científica,
medio de enseñanza… El cine tiene por ello un papel creciente en la vida de
las naciones: su influencia sobre el público, sobre la política y la economía,
plantea muchos problemas.
Las maravillas de los films son ofrecidas, mediante su proyección, a
grandes masas. Las maravillas del cine, generalmente ignoradas, son sus
aspectos técnicos, artísticos, sociales, industriales. Las maravillas del cine son
tanto su presente y su pasado como su desarrollo a través del mundo.
Este librito trata de las maravillas del cine. No estudia la historia de su
arte; lo considera alternativamente como técnica, espectáculo, mercancía,
industria, creación. Nuestro fin es popularizar algunas nociones elementales
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sobre el más prodigioso medio de cultura (o de embrutecimiento) que ha
producido el siglo XX.
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I. MISTERIOS DE LOS ESTUDIOS
Nada fascina más al gran público que los estudios cinematográficos. Si sus
edificios no fueran severamente guardados, serían invadidos todos los días
por miles de curiosos en Hollywood, en la Mosfilm de Moscú, en Boulogne o
Joinville de París, en Babelsberg de Berlín, en Pinewood de Londres o en
Barandow de Praga…
Un profano imagina que, de ser admitido por Christian Jaque para
observar la realización de Fanfan-la-Tulipe, hubiera visto en una tarde a
Gérard Philipe escalar las murallas, hollar los aposentos del rey, cruzar la
espada con diez adversarios, volar de victoria en victoria y raptar sobre su
caballo a la encantadora Lollobrigida.
Muy distinta es la realidad. En 1956, con la colaboración del gran cineasta
holandés Joris Ivens, Gérard Philipe dirigió su primer film: Till l’Espiègle
(Las travesuras de Till); desempeñaba también el papel del legendario héroe
flamenco del siglo XVI, en lucha contra los invasores españoles dirigidos por
el feroz Duque de Alba. El plan de trabajo establecido para esta producción
en colores preveía de 80 a 90 días de rodaje[*] y el film terminado debía durar
de 110 a 120 minutos. Lo cual significa que una jornada de trabajo de ocho
horas (en estudio o en exteriores), produce cerca de 90 segundos —digo bien:
noventa segundos— de espectáculo proyectado sobre la pantalla, pudiendo
alcanzarse como término medio, en una película menos importante, tres
minutos o más.
Es así como un profano que penetra por primera vez en un estudio, no
comprende nada de sus misterios. Según él, actores, técnicos y obreros pasan
el tiempo desocupados, o casi desocupados.
Las travesuras de Till, gran film histórico, fue alternativamente realizado
en Suecia, Niza, Bélgica y Alemania. El costo de producción sobrepasó los
trescientos millones de francos. Su presupuesto era tres veces superior al
precio medio de una película francesa (cien millones), pero su plan de trabajo
correspondía a las normas medias: se calcula habitualmente, para lograr uno o
dos minutos de film definitivo —es decir tal como será proyectado en la
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pantalla— ocho horas de rodaje. Si se pasa, pues, una jornada entera en un
estudio, no se verá poner en escena más de sesenta a ciento veinte segundos
de espectáculo.
He visto realizar dos escenas de Las travesuras de Till en los estudios de
la Victorine, fundados en 1925, cerca de Niza, por Rex Ingram,[*] el director
norteamericano que para filmar los Cuatro jinetes del Apocalipsis (1920)
descubrió al famoso actor Rodolfo Valentino. Sobre una colina que domina
Niza y el Mediterráneo, unos cuantos hangares blancos, los estudios, están
diseminados en un parque. Aquel bello día soleado de mayo de 1956, las
palmeras y los olivos, aún rojizos por las heladas de un duro invierno,
circundaban paradójicamente una población flamenca del siglo XVI construida
por el decorador Barsacq. Sus casas habían sido edificadas «sobre el terreno»,
es decir, al aire libre, cerca del estudio. Un film puede ser realizado tanto entre
decorados como en exteriores, lejos de todo estudio.
Ese día, la aldea flamenca estaba vacía, en desorden y como abandonada.
Pero al atardecer, Joris Ivens me hizo ver los rushes, los trozos de película
filmados en este decorado los días precedentes. Sus casas me parecieron tanto
más verdaderas cuanto que sus imágenes tenían el estilo de Brueghel, el gran
artista que pintaba el país de Flandes en la época en que sus paisanos, los
«Gueux» («pordioseros»), se levantaban contra el Duque de Alba y sus
crueles mercenarios.
Sobre el terreno o en el estudio, los decorados de cine parecen a primera
vista verdaderos, como esa aldea flamenca abandonada. El rodaje, sin
embargo, no ha terminado. En el momento en que Till l’Espiègle abandone
Niza, se pondrá fuego a este decorado para escenificar el incendio de la aldea
por los invasores españoles. Las casas arderán fácilmente.
Al mirar la aldea de cerca, la madera (vigas, armazones, contrachapeados)
aparece como material principal. Los muros son de staff, leve capa de yeso
aplicada sobre una tela burda. Hábilmente pintado y con pátina artificial, se
toma el staff por piedras, vigas y un viejo lustre.
Sin embargo, el decorado contiene elementos de materiales auténticos:
empedrado callejero, puertas y ventanas, y los árboles cortados y plantados
aquí, ya marchitos. Algunas casas de la aldea tienen solamente la fachada. En
las otras, el piso bajo está arreglado y amueblado. Se actuaron ciertas escenas
del film en ellos.
Se preparaba ahora el rodaje sobre el terreno de la Victorine. Pero no en la
aldea flamenca. A algunos metros de este decorado había sido dispuesta una
pista de veinte metros de largo, con un talud de algodón hidrófilo y un camino
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de papel gris. Gérard Philipe estaba aquí con cinco figurantes y el simpático
Jean Carmet, que encarnaba al jovial compañero de Till, el gordo Lamme.
Todos estaban vestidos de «Gueux» flamencos, de guerrilleros del siglo XVI,
armados de picas y arcabuces y cubiertos con cascos.
A cierta distancia se hallaban, en torno al aparato tomavistas o cámara, el
director de la fotografía (o jefe operador) Christian Matras, su camarógrafo
(o encuadrador) Douarinou y otras tres personas.
Matras, uno de los mejores fotógrafos franceses, miraba algunas imágenes
en colores del film, fijadas sobre un cristal esmerilado iluminado por
transparencia. Se preparaba a rodar sobre la Costa Azul, en mayo, un enlace,
un pequeño trozo de film que debía ser insertado entre otras escenas rodadas
en febrero anterior, sobre un estanque helado de Laponia, al norte de Suecia.
El desenlace de Las travesuras de Till (al que pertenecen estos episodios),
se desarrolla en pleno invierno, en los helados canales holandeses, sobre los
que el héroe persigue a los invasores españoles. Según el plan de trabajo, el
rodaje debía comenzar en febrero y terminar en julio. Debía aprovecharse el
invierno para dirigir las escenas de exteriores nevados. Se comenzó entonces
la realización por su final. Raramente un film es «filmado en orden».
Los caprichos del tiempo exponen la realización de escenas exteriores a
graves percances. Hasta fines de enero de 1956, el invierno fue anormalmente
benigno y los realizadores desesperaban de encontrar, en esa estación, una
hectárea de nieve o de hielo en Francia, Alemania o Bélgica. Se decidió
entonces, según el aviso de la oficina meteorológica, trasladarse al norte de
Suecia.
Mas apenas Joris Ivens y Gérard Philipe habían arribado a Laponia
cuando, a comienzos de febrero, se desató sobre toda Europa un invierno
terrible. Por primera vez en medio siglo las palmeras y los naranjos de Niza
quedaron, durante muchas semanas, cubiertos de un espeso manto de nieve.
Hubiera podido filmarse Till sobre el terreno de la Victorine. Pero ya era
demasiado tarde para retornar y el equipo se quedó en Suecia.
«Nos hemos instalado sobre un gran lago congelado como sobre el terreno
de un estudio —me escribía entonces Joris Ivens—. Los bull-dozers han
trazado sobre la nieve que cubría el hielo pistas con taludes que semejan
canales en el campo de Holanda. Los hemos bordeado con árboles cortados
que trajimos en tren. Hemos colocado aquí y allá algunos molinos de viento.
El parecido del paisaje con el de mi país era tan fuerte que, en la mañana,
cuando llegué al lago para el rodaje, me puse a hablar holandés».
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Éstas son las escenas realizadas sobre ese lago de Laponia que examina,
cuatro meses más tarde, en la Costa Azul, el operador Christian Matras. Tiene
una lupa ante sus ojos atentos, subrayados por largas cejas de puntas
verticales y deshilachadas.
Escoge el número de filtro utilizable en la escena. «Me dará usted un 58,
para recordar Suecia». Después me explica: «El enlace es difícil de realizar.
Estamos cerca de Niza, a las tres de la tarde, en primavera. Debemos esperar
hasta las siete de la tarde para que el sol descienda tan bajo como en el
mediodía invernal de Laponia. Pero hoy el tiempo es incierto: mire esas
nubes. Y el trabajo de estudio termina a las 18 horas. No tendré, pues, las
mismas sombras que en Suecia, porque el sol está más alto. Hay en este día
25° C. Allá había -25°. O sea, cincuenta grados de diferencia de temperatura.
Se ha maquillado a los actores de modo que tengan rostros pálidos como por
el frío. Pero se ahogan bajo sus vestimentas de lana y sus pieles».
El sudor perla, en efecto, sobre el maquillaje verdoso de Jean Carmet,
cuyas espesas prendas de lana aumentan su redondez. Una maquillista enjuga
la frente de Gérard Philipe, sofocado bajo una chaqueta de piel de borrego.
Una vestidora abre un saco colgado de su cintura, donde hay un estuche de
costura y una cinta métrica. Con algunas puntadas arregla un vestido que se
descosía.
Cuatro o cinco veces, actores y figurantes recorren un camino de papel de
embalaje. Se advierte, detrás del desfile, los bastidores, las vigas y los listones
del reverso del decorado flamenco. Más allá, las palmeras, los olivos, las
masadas provenzales de tintes anaranjados, las blancas casas de Niza, y el
azul intenso del Mediterráneo.
«¡Enviad la nieve!» grita una voz. Los tramoyistas levantan la banda de
papel gris que evitaba que una capa de algodón blanco fuera inútilmente
pisoteada durante los ensayos. La escena que se va a rodar durará veinte
segundos en la pantalla.
Los ensayos han servido a Christian Matras para regular la luz de los
grandes proyectores eléctricos instalados al aire libre, con los cuales matiza la
luz del sol. Ésta inquieta al director de la fotografía, que mira el cielo hacia el
lado de Cannes, a través de un monóculo rectangular ahumado. «Tenemos
cuando mucho una media hora. ¡Se filma!».
«¡Se filma!» repite una voz. «¡El rojo!» grita otra; y una tercera:
«¡Silencio!». Suena un largo silbatazo. Se oyen martillazos en la lejanía. En
alguna parte los carpinteros terminan de clavar un decorado. El primer
asistente, Serge Vallin, les ordena parar. Se hace un completo silencio. Y la
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letanía recomienza: «¡Se filma! ¡El rojo! ¡Silencio!». Al silbatazo sigue la
palabra «¡Motor!» que pone en marcha la cámara y el registro sonoro.
Inmediatamente, un tramoyista de bata azul ha presentado ante el objetivo
un tablero negro donde hay escrito en blanco: Till 424 A. Primera. Grita estas
cuatro palabras golpeando la claqueta: una tablita fijada bajo el tablero que
sirve para precisar, en la labor del montaje, la identidad de la escena por la
imagen y el sonido; y así el trozo 424 será insertado, en el film definitivo,
entre los números 423 y 425, anteriormente rodados en Suecia.
Sobre la pista de algodón blanco, los dos actores y cinco figurantes, con
las picas a la espalda, recorren siete u ocho metros. Y Lamme-Carmet grita a
Till-Philipe: «¡Atención, es él!».
A medida que la pequeña tropa avanza, el aparato sigue su movimiento.
Los «gueux» llegan al término de su «nieve», la cámara al de sus rieles. Una
voz grita: «¡Corte!». La toma se interrumpe.
Gérard Philipe no solamente interpreta a Till; en el film que realiza se
encarga también de la dirección de los actores. Así pues, se acerca a Jean
Carmet para decirle:
«No hay que gritar así —Atención, es él—. Hay que decirlo con voz más
sorda y como asustada. Mire, como esto: ¡Atención, es él!».
El realizador ha dado la entonación, que el actor repite tres o cuatro veces.
«Bien, muy bien. Vamos, recomencemos…» —dice Gérard Philipe.
«¡Se filma! ¡El rojo! ¡Silencio! ¡Motor!».
«Till 424 A. Segunda».
A esta segunda «toma», siguió pronto una tercera. Christian Matras no
estaba satisfecho de un detalle. Se recomenzó, pues, a rodar. A las 15 h 45 m,
durante la tercera toma, una nube oscureció el sol. «¡Falso tinte!» exclamó
Matras, disgustado. Una diferencia de luz en el curso del rodaje había
inutilizado la escena. El director de la fotografía escrutó de nuevo el cielo
hacia el lado de Cannes. El sol se había despejado. Pero ya avanzaban otras
nubes, blancas y negras. «Tenemos el tiempo justo» —dijo Matras. Se pudo,
en efecto, emprender y terminar con buena luz la cuarta toma del número
424 A. Los siete actores y figurantes desfilaron una vez más sobre la guata
blanca, seguidos por la cámara, el camarógrafo y cuatro personas
encaramadas sobre la plataforma sobrealzada que siete u ocho tramoyistas
empujaban sobre los rieles del travelling. Esta cuarta toma sería la buena.
Media hora más tarde el jefe de operaciones, los realizadores y sus
asistentes, las vestidoras, los maquillistas, en una palabra todo el equipo
técnico de la película, se había trasladado a un set de la Victorine.
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Un estudio se compone de cierto número de sets, que son grandes
cobertizos, oscuros y aislados al ruido, donde se construye los decorados.
Sobre el set mayor de la Victorine, había sido ya levantado un importante
decorado de Barsacq: la Sala de los Estados. Se había rodado, entre las diez
de la mañana y el mediodía, una escena importante, con numerosos
figurantes. El final de la tarde transcurrió sobre otro set más pequeño, para
rodar en un decorado más modesto una escena difícil.
Según el guión, Till (Gérard Philipe) tenía un conflicto con Brazo de
Acero (Geschoneck), el general de los mercenarios reclutados por el príncipe
de Orange. El travieso Till fastidiaba al soldadote simple y vanidoso; se había
encaramado sobre el techo de su carroza y le hacía mil burlas.
Para el rodaje de la escena en curso, la carroza había sido desmontada y
reducida a un largo asiento, a un piso, un techo, un fondo y una portezuela
cuya ventana estaba semicubierta por una cortinilla de cuero. Brazo de Acero,
imponente, barbón, suntuosamente vestido, estaba sentado en los cojines.
Mirándolo por el visor de la cámara se tenía la impresión de que el general
viajaba realmente. La carroza se sacudía, volaban nubes de polvo, y los
árboles y el paisaje pasaban por la ventanilla.
Cuando se apartaban los ojos de la piel de gamuza que protege el visor, se
percibía en el estudio dos tramoyistas que sacudían una carroza sin ruedas,
inmóvil e incompleta. La polvareda era talco proyectado por un fuelle. Los
árboles, ramajes que dos hombres hacían pasar ante la ventanilla. El paisaje,
una banda de tela pintada, fijada en torno a un cilindro de madera, de cinco o
seis metros de diámetro que giraba sobre su eje, al fondo del estudio.
En el estudio se llama descubierto a un paisaje que aparece en el último
plano de un escenario. Es, según el caso, una tela pintada, una ampliación
fotográfica que cubre muchos metros cuadrados o una maqueta, construcción
a escala reducida. Cuando la vista es tomada en un vehículo que se supone en
movimiento (carroza, automóvil, barco) el descubierto debe ser,
obligatoriamente móvil. Frecuentemente se utiliza, entonces, una
transparencia, pantalla sobre la cual se proyecta una vista animada de
determinado paisaje (calle, campo, olas del mar).
«Hemos utilizado para esta escena —explica Christian Matras— un
decorado pintado sobre un cilindro giratorio, viejo truco tomado del teatro y
ya empleado por el viejo Georges Méliès, en su Teatro de pose, antecesor de
nuestros estudios. La necesidad nos ha impuesto un poco este procedimiento.
Los estudios franceses no están siempre bien equipados y la Victorine no
tiene transparencia. Por otra parte, el procedimiento está aún lejos de ser
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perfecto para los films en colores. Que yo sepa, en este caso particular, el
truco del cilindro giratorio da mejores resultados. Y más cuando el paisaje
móvil aparece solamente sobre una superficie muy restringida de nuestra
imagen».
Mientras tanto, Gérard Philipe preparaba la escena. Había cambiado de
traje y se había hecho afeitar. En la escena precedente llevaba una barba de
ocho días.
Una maquillista se acerca a Brazo de Acero y le corta con unos tijeretazos
algunos pelos postizos que descomponían el arreglo de su barba gris. El actor
se había sentado nuevamente sobre el asiento de la carroza y memorizaba la
escena que iba a rodar. Quería escapar de Till, que acababa de aparecer por la
ventanilla. Se hundía en un rincón, reflexionaba, comprendía que el Travieso
estaba apostado sobre el techo del vehículo.
Actuando el papel de Till, Gérard Philipe se había ahora encaramado al
techo de la carroza. Agarrado al armazón, se inclinaba y asomaba la cabeza
sonriente por la ventana, lanzando un «yuyú» burlón para espantar a Brazo de
Acero.
El jefe de operadores había terminado de arreglar sus luces. Se oyó a los
electricistas gritar sus órdenes: «¡Un cinco kilos para el señor Matras! ¡Un
negro para el señor Matras!». Cinco kilos quiere decir un proyector
(vulgarmente, en francés, una casserole) de cinco kilowatios. Un negro es una
pantalla negra que se coloca delante de un proyector para dividir la luz.
Una vez arreglada la iluminación, faltaba completar unos detalles; el talco
no debía ser imperceptible ni formar una polvareda demasiado espesa. El
ritmo de las ramas paseadas por los tramoyistas debía combinarse con el paso
del decorado pintado en el cilindro, cuya velocidad había que regular también.
Pasó media hora antes que pudieran sonar los gritos rituales: «¡Se filma!
¡El rojo! ¡Silencio!». Y el hombre de la claqueta hizo funcionar su
instrumento gritando: «¡Till 358. Primera!». La escena registrada debía, en
total, durar 25 segundos. Fue rodada una vez, dos, tres, cuatro veces.
Encaramado en el techo, Gérard Philipe, encarnando su personaje, seguía
dirigiendo a Brazo de Acero, al fondo de la carroza. Su intérprete, el alemán
Geschoneck era uno de los actores favoritos de Bert Brecht, el famoso y
malogrado dramaturgo y director teatral. Geschoneck no sabía francés. La
escena 358 era muda para él. Pero, en los episodios dialogados había hablado
algo de alemán (para la versión del film en esta lengua) y algo de un francés
elemental. En la versión francesa, estas últimas palabras fueron, tras el rodaje
del film, postsincronizadas por un actor de lengua francesa.
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Próximo a la carroza cuelga, al extremo de una pequeña grúa de acero (la
jirafa), un cilindro metálico, el micro (o más exactamente el micrófono). Para
seguir los desplazamientos de los actores, el micrófono es transportado, al
extremo de una caña de pescar, por un empleado especializado, el perchman.
El aparato está ligado por un hilo a la cabina de grabación, pequeño local de
paredes de cristal en el que se encuentran los aparatos destinados al registro y
la modulación de sonidos. El jefe de operadores del sonido (también llamado
ingeniero del sonido) y su grabadora son los encargados de grabar sobre
película los ruidos y las palabras. Esta vez no debían grabar otra cosa que el
«yuyú» lanzado por Gérard Philipe.
Hasta aquí, la escena había sido llevada en un movimiento demasiado
lento, demasiado vacilante. Había que recomenzarla a un ritmo rápido. El
actor la ensayó tres o cuatro veces, mientras Gérard Philipe pendía frente a la
portezuela.
«¡Así, muy bien!» —le gritaba el camarógrafo Douarinou.
Era necesario que el público pudiera ver claramente por la ventanilla el
rostro al revés de Till, que una cortinilla de cuero casi ocultaba. Un tramoyista
rectificó su colocación. Una vestidora reajustó una costura del calzón de
Brazo de Acero. Iba a reiniciarse el rodaje de la quinta toma, cuando una voz
declaró:
«Señores, son las seis menos diez y el trabajo de estudio debe terminar
justamente a las seis, ni un minuto más. Yo debo advertírselos… ¿Tienen
bastante tiempo?».
Era el delegado del director de producción el que había hablado.
El director de producción es el administrador de la película, encargado de
evitar todos los gastos innecesarios. Si se continúa trabajando después de las
18 horas, aunque sea por unos minutos, se deberá —según las reglas de los
estudios— pagar una hora extra de estudio, calculada a tarifa doble. ¿No
valía más, entonces, abandonar inmediatamente el trabajo para emprenderlo
nuevamente a la mañana siguiente?
Pero para realizar la escena 358, que durará 25 segundos en la pantalla, se
habían necesitado ya tres horas y pico para combinar, en un mismo ritmo de
trabajo, dos actores, una decena de maquillistas, los movimientos de un
cilindro y una carroza. Todo estaba ya listo. Comenzar otra vez, en la mañana
del día siguiente, significaba el riesgo de emplear dos o tres horas más por un
resultado inferior. Se decidió seguir adelante, pensando que los diez minutos
bastarían para la cuarta toma, que sería la buena…
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Había que comenzar de nuevo, sin embargo. El decorado del cilindro
giraba demasiado rápido. Y no se había visto muy bien el rostro de Gérard
Philipe. Escuchamos, pues, al hombre de la claqueta gritar: «¡Till 358.
Quinta… Sexta… Novena… Décimosegunda!». La décimosegunda fue —
según el parecer de Christian Matras y Joris Ivens— la buena. Se había
trabajado muy rápidamente. Pero eran ya las 18:20. Estos veinte minutos de
más iban a costar a la producción una hora extra de estudio.
Media hora después corríamos en auto Gérard Philipe, Anne —su mujer
—, y yo hacia Antibes y los salones de Eden-Roc donde se daba una gran
recepción con motivo del Noveno Festival Internacional de Cine, que se
efectuaba entonces en Cannes. Yo hacía el balance de las imágenes
registradas durante las cinco horas pasadas en la Victorine: 35 segundos en
total: Till corriendo por la nieve (diez segundos), después encaramado en el
techo de una carroza (veinticinco segundos). Con la escena de los Estados y
otra escena de carroza (rodadas en mi ausencia), el horario había sido bien
acatado: 130 segundos de película habían sido filmados en ocho horas y
veinte minutos de trabajo.
Las aventuras de Till son tan movidas como las de Fanfan-La-Tulipe. Sin
embargo, las grandes hazañas de Till el Travieso, en este día de mayo en la
Victorine, se reducen a unos cuantos gestos.
He visto rodar diez películas en diez estudios diferentes. En Pinewood,
Babelsberg, Roma, Joinville, Barandow, París, Moscú, he visto dirigir —por
citar solamente los más célebres— a Jean Renoir La regla del juego (1939); a
René Clair, El silencio es oro (1947); al lamentado Pudovkin, La cosecha
(1952); a Robert Bresson, Un condenado a muerte se escapa (1956). Según
los temperamentos de estos grandes realizadores, la atmósfera era tranquila o
cargada de electricidad, sonriente o dramática. Según las escenas, mil
figurantes evolucionaban en un inmenso decorado, o un solo actor decía una
frase ante un fragmento de muro… Pero el ritmo de la realización era
notoriamente el mismo.
Repitámoslo: se necesitan ocho horas de trabajo (en estudio, sobre el
terreno o en exteriores) para el rodaje de 60 a 120 segundos de film. En
Francia, una producción cuesta por término medio (costos de 1956) cien
millones de francos y sirve para realizar un espectáculo que dura, al máximo,
cien minutos. ¡Una película cuesta, pues, un millón por minuto! Los precios
son aproximadamente iguales en Alemania o en Italia. Son tres o cuatro veces
más elevados en la Gran Bretaña y Hollywood los multiplica por cinco o diez.
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El cine cuesta tan caro porque el rodaje de un film es enteramente otra
cosa que una obra de teatro actuada y como vivida en algunas horas ante los
ojos de los espectadores. Cada minuto de un film realizado cuesta uno o dos
millones de francos porque (actores y figurantes aparte) cincuenta o cien
personas altamente calificadas trabajan intensamente durante horas por
registrar esos sesenta segundos sobre película.
Sin embargo, el rodaje no es todo en la creación de un film. Su
preparación exige mucho tiempo y esfuerzo. Una vez aceptada la idea de una
película (asunto original especialmente imaginado para la pantalla, adaptación
de una novela, de una obra de teatro, de un reportaje, etc.), varios autores
(raramente es uno solo) trabajan durante semanas o meses en escribir un
argumento (scénario). Se establecerán varios desarrollos sucesivos: sinopsis,
tratamiento y, finalmente, el guion técnico.
Sobre la base de la historia aceptada y de sus primeros manuscritos, el
productor estudia el precio de realización del gran film. Con su colaborador,
el director de producción, establece un primer presupuesto total, base
financiera de la empresa. Se contrata a los actores principales en documentos
que estipulan sus honorarios, la duración de su trabajo y otras condiciones
diversas. Se contrata igualmente un arquitecto decorador, un modisto, un
director de la fotografía, un operador de sonido, cada uno de los cuales,
como el realizador, es ayudado por uno o varios asistentes. Sobre la base del
guión técnico (establecido por el realizador en persona), la administración del
film prepara un plan de trabajo que determina con antelación el tiempo
necesario para el rodaje en estudio o en exteriores. Durante este tiempo, otros
equipos diseñan las maquetas de trajes y decorados, cuya confección y
construcción preceden necesariamente a la primera vuelta de manivela del día
en que al fin comenzará el rodaje.
Después de la última vuelta de manivela, el film aún no está terminado.
Durante el rodaje, al final de cada jornada, el realizador, los jefes de
operadores y sus asistentes, habrán de efectuar una primera selección entre los
rushes, series de tomas registradas y previamente aceptadas. Centenares de
trozos de película (imagen y sonido) habrán sido clasificados. Ciertos grupos
de escenas habrán sido ya unidos para constituir las secuencias de un primer
montaje. Pero al fin del rodaje, el film está aún en estado de borrador o de
grosero bosquejo que el jefe del montaje y sus asistentes toman en sus manos,
guiados por el director. La banda de imagen (destinada a la proyección sobre
la pantalla) podrá, durante el montaje, ser completada por ciertos planos (un
plano o número es el trozo de film registrado en una sola toma). Estos planos,
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realizados después del rodaje propiamente dicho, son llamados insertos,
porque se los inserta posteriormente en el primer montaje.
La banda de sonido (la que el público oye por los altavoces) es, en el
curso del montaje, objeto de múltiples modificaciones y manejos, bajo la
dirección del jefe operador del sonido. Éste añade ciertos ruidos o efectos
sonoros a los ya registrados, rectifica los diálogos, sustituye otros con la
postsincronización, dirige, en un auditorio (sala de conciertos con
instalaciones especiales) la grabación de una partitura especialmente
compuesta para el film por un compositor. Procede finalmente al mixage o
mezcla de los diferentes elementos sonoros del film: diálogos, ruidos y
música. Estas largas y complejas operaciones duran varias semanas. Acaban
en la confección de una copia de trabajo. Una vez terminada, ésta constituirá
el primer ejemplar de la película definitiva.
Para el montaje del film se manejan copias positivas, parecidas a las
imágenes que más tarde verá el público.
Ya definitivamente establecida la copia de trabajo, otros montadores
especializados proceden, en el laboratorio, al montaje de las cintas negativas,
sonido e imágenes. Partiendo de este negativo definitivo así montado, se tira
una primera copia llamada copia estándar. Luego, para la explotación del
film, los laboratorios tirarán de este negativo una serie de copias positivas,
trasladando a una sola banda el sonido y las imágenes. La carrera del film
podrá al fin comenzar.
Los laboratorios de impresión son verdaderas fábricas que hacen
kilómetros de copias y emplean, por decenas y centenas, técnicos y obreros.
La producción de una sola película emplea un personal a tal grado numeroso.
Pero la industria del cine tiene otras ramas.
La distribución es, en cierto modo, un comercio de películas en gran
escala, siendo la venta al detalle, por así decirlo, la exhibición. Las industrias
técnicas contribuyen a las diversas ramas del cine con sus equipos y materias
primas.
Después de haber definido, en sus líneas generales, la organización y las
ramas del cine, volvamos a los «misterios del estudio». Explicaremos las
funciones del numeroso personal que hemos visto, en el estudio, rodear a
algunos actores: realizador, asistentes, operadores, vestidores, maquillistas,
decoradores, etcétera.
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II. LOS QUE HACEN UNA PELÍCULA
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está puesta en el uso de ciertas técnicas (pantalla panorámica, pantalla triple,
relieve) que abren perspectivas más o menos fecundas.
Se continúa filmando en decorados especialmente construidos o en
decorados naturales, callejeros o campestres. En todos los casos, los estudios
siguen siendo indispensables talleres para los creadores y la base del arte y la
industria.
Como obra de arte, un film es dirigido por el director o realizador; como
producto industrial, su fabricación es administrada por un productor o por un
director de producción.
Estudiemos primero el trabajo de los diversos colaboradores artísticos.
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vestuario. Su función es sobre todo la de dirigir a los actores, siguiendo
minuciosamente las indicaciones de un guión al cual no ha colaborado. Un
vez terminado el rodaje, ya no debe ocuparse del film, que cae nuevamente en
manos del producer para el montaje, la sonorización, el mixage, etc. El
«director», por lo general, no vuelve a ver «su» obra sino hasta su estreno.
En Hollywood, sin embargo, estos métodos de trabajo no son siempre
obligatorios. Un cierto número de cineastas americanos son producers-
directors; reuniendo las dos funciones, tienen (teóricamente) atribuciones más
extensas que los realizadores franceses. Y en dondequiera, en todos los
países, durante la realización de un film, los administradores y los creadores
pelean por tal o cual prerrogativa. Así, los papeles respectivos de los artistas y
los jefes de empresa son más o menos grandes de un país a otro y, en un
mismo país, de una personalidad a otra, como de un film a otro.
El realizador tiene por colaboradores más inmediatos a sus asistentes,
cuyo papel es un poco el de ordenanzas de un jefe militar. Son ayudas de
campo, agentes de ejecución, correos, secretarios, cabos, hombres de
confianza, «buenos para todo», alter egos y, a veces, cabezas de turco.
Un realizador tiene a sus órdenes dos o tres asistentes. El primero está
especialmente encargado de todo lo concerniente a la puesta en escena:
actores, decorados, tramoya, vestidos. Debe proveer todo y en todo momento.
Debe saber allanar un incidente, reducir las consecuencias de un suceso
imprevisto, satisfacer una exigencia súbita, portarse como buen ayudante para
concertar los movimientos de una multitud de figurantes o para vigilar el
trabajo de todos los equipos de filmación. Debe además poseer la fineza de un
secretario de embajada para arreglar ciertos conflictos que surgen en el
transcurso del rodaje.
El segundo asistente realiza para el director las labores de confianza más
diversas, sea para la preparación y la ejecución del rodaje como para las
relaciones entre los diversos colaboradores y actores.
Los asistentes vigilan para el realizador mil detalles, y uno de ellos, el
americano Robert E. Lee, se describe así en vísperas de un rodaje en un nuevo
decorado, supervisando todos los detalles para el realizador: «¿El piso cruje?
¿El hogar de la chimenea funciona? ¿Se ha ordenado al bombero estar cerca
con un extintor? ¿Corre silenciosamente el agua del lavabo? ¿Están ya los
rieles del travelling? ¿Se ha puesto suelas silenciosas en los zapatos de los
actores? ¿Ha sido entregada la peluca de la “estrella”? ¿Se ha silenciado el
piano del decorado? ¿Hay prevista una envoltura de porcelana para cubrir el
diente de oro del galán joven? Y así por el estilo. Nada es demasiado
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pequeño, demasiado insignificante para escapar a este control implacable…
No existe otra industria en el mundo que exija horas de trabajo tan largas, tal
concentración de actividad y de pensamiento, una dedicación tan total como
el cine…».
LA SCRIPT GIRL
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consecuencias que la joven, desesperada, abandonaba por algún tiempo a su
marido.
Ahora bien, en la misma película, después del robo, se veía a Dita Parlo
errar largamente por las calles de París llevando su bolso bajo el brazo. El
realizador, no asistido por una script girl, no había advertido su error durante
el rodaje. Jean Vigo, al que faltaban los medios económicos, no había podido
suprimir y volver a filmar las escenas en las que la presencia del bolso negaba
la continuidad de la acción y su verosimilitud.
La script girl está encargada de cronometrar el rodaje de cada escena, el
tiempo pasado entre las tomas de vistas, la duración exacta de cada toma
filmada. Ayuda también a saber si el empleo del tiempo previsto para el
rodaje será o no observado. Es la «memoria extra» del director. Si se le
pregunta cualquier detalle, deberá siempre responder con precisión y rapidez.
Calcula, en fin, el metraje de las tomas útiles y por las notas de su agenda
permite calcular el metraje futuro del film.
Tal oficio necesita mucho orden, mucha serení dad, espíritu observador y
metódico, así como una inteligencia lúcida. Como los asistentes, las script
girls comienzan su trabajo mucho antes de que se abran los estudios y lo
terminan mucho después de que se cierren. Como todos los oficios del cine,
éste es abrumador y obliga a una continua tensión mental.
DECORADOS Y UTILERÍA
Una cinta que cuente una historia necesita decorados, trajes, accesorios,
aunque el realizador no emplee estudios ni actores.
Para realizar uno de los primeros films narrativos, El regador regado,
Louis Lumière utilizó un decorado natural: una huerta; un vestuario: delantal
azul y gran sombrero para el hortelano; finalmente, un accesorio
indispensable: una manguera de riego. Sin este decorado, este vestuario, este
accesorio, no habría film, ni historia, ni público, ni éxito.
Después de Lumière, estos detalles han adquirido una gran importancia; el
cine ha tomado y adaptado a sus necesidades muchos oficios del teatro:
decorador, utilero, vestidor.
En Francia se llama arquitecto decorador al encargado de construir los
decorados. En Estados Unidos y en la Gran Bretaña se le nombra art director,
director artístico; en la URSS, khudojnik, o artista pintor; en Italia,
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scenografo, definido así por los viejos diccionarios: «El que sabe pintar
decoraciones para la escena».
Antes de 1914 los estudios se conformaban con decorados planos pintados
sobre tela con sombras y perspectivas. Los italianos, desde el Renacimiento
los mejores decoradores del mundo, impusieron en seguida —sobre todo con
la película Cabiria (1914)— los decorados construidos en tres dimensiones y
no en dos.
Ya no bastaban telas montadas sobre un armazón y pintadas con aparente
profundidad para representar la fachada de un palacio: se construía el palacio.
No se usaba precisamente mármol ni piedra. Se comenzó por construir una
estructura de madera que se cubría con staff. Esta mezcla de yeso, cemento y
glicerina, se moldea fácilmente y puede tomar todas las formas deseadas. Está
reforzada con tela o estopa, que la hacen tan sólida que puede resistir, durante
algún tiempo, a la intemperie. Desde que, hace un siglo, el staff fuera
inventado en Inglaterra, los pabellones temporales de las exposiciones
universales han sido, generalmente, construidos mediante este procedimiento.
Se utiliza el staff para los decorados de estudio y también para los decorados
al aire libre, sobre el terreno, como la aldea flamenca construida en la
Victorine para Las travesuras de Till. Los staffs son pintados y barnizados por
especialistas. Los staffistas saben imitar un muro de ladrillos, un tronco de
árbol, la madera, una escultura, un bloque de hulla, una roca, de tal manera
que parecen verdaderos, no sólo en el film sino también, a primera vista, en el
estudio.
El staff se utiliza igualmente en los decorados que representan un salón, la
sala mayor de un palacio o un apartamiento burgués. Pero no sirve para todo.
Las puertas, que tienen a veces una gran importancia en las imágenes de una
película, son auténtica labor de carpintería y tienen una verdadera cerradura.
Si son construidas especialmente para el film, basta generalmente con
materiales ligeros (madera blanca, contrachapeado, etc.). También suele
comprarse o alquilar auténticas obras de carpintería, antiguas o modernas:
armazones, escaleras, puertas, pisos.
El decorador no cumple solamente con imitar o aportar al estudio
elementos reales. Debe emplear la falsa perspectiva, especialmente en los
descubiertos.
Hemos dicho anteriormente que las vistas de fondo pueden ser telas
pintadas, ampliaciones fotográficas o maquetas en tres dimensiones.
Una maqueta es un modelo reducido que reproduce fielmente, en sus
menores detalles, toda clase de construcciones u objetos. A las órdenes del
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decorador, los maquetistas logran frecuentes prodigios reconstruyendo, por
ejemplo, calles y monumentos reducidos a la dimensión de juguetes
infantiles.
Un arquitecto decorador debe poseer una vasta cultura. Puede ser
encargado de reconstruir en un estudio un palacio faraónico, un café vienés de
1900, una calle de París en tiempos de Villon, una aldea en la selva africana,
un circo de la antigua Roma, la vivienda de un obrero metalúrgico, un barco
naufragado en el fondo del océano, el interior de un avión en pleno vuelo, una
ciudad en llamas, una iglesia de Novgorod, los entretelones de un gran music-
hall, el infierno de Dante, el palacio imperial en Pekín durante la dinastía
manchó. Estas reconstrucciones, históricas o modernas, no implican
solamente la construcción, sino también el mobiliario.
El arquitecto decorador tiene como ayudante al ajustador, encargado de
comprar, alquilar, buscar u ordenar especialmente la confección de muebles,
curiosidades, obras de arte, etc., destinados a ser situados en el decorado.
Antes de emprender la construcción de sus decorados, el arquitecto
decorador prepara las maquetas, que son sometidas al realizador y a la
administración de la película.
Las maquetas de decorado son vistas en perspectiva, pintadas al gouache
o a la acuarela. Para su ejecución van acompañadas de croquis anotados,
análogos a los planos de los arquitectos. En ciertos casos, la maqueta sobre
papel será completada por una maqueta en relieve reducida —por ejemplo—
a un décimo de la dimensión real. Estas maquetas en relieve no sólo facilitan
la construcción de los decorados; tienen la ventaja, además, de permitir una
preparación muy meditada del film, sobre todo en lo que concierne al
emplazamiento de las cámaras y de los proyectores. Para hacer estas
maquetas, el arquitecto decorador es ayudado por dibujantes y especialistas en
modelos a pequeña escala.
Para ciertas construcciones importantes, el arquitecto decorador podrá
gastar tanto dinero y horas de trabajo como en la construcción de una
verdadera casa. En el estudio, los decorados serán paulatinamente edificados
o demolidos durante la realización. Para el comienzo del film, puede haberse
construido un gran apartamiento que forme un complejo de varias piezas
comunicantes: vestíbulo, salón, comedor, oficina, recámara, cocina. Mientras
prosigue el rodaje en este apartamiento, el arquitecto decorador podrá
construir, en otro set, un complejo más, una vivienda de obrero, con cocina,
cuartos, corredor, descansillo y parte de una escalera. Este segundo complejo
deberá estar listo en el preciso momento en que se termine el rodaje en el
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primero. La realización proseguirá entonces en la vivienda, mientras el gran
apartamiento será demolido. Y su set, una vez desocupado, podrá utilizarse
para construir la cocina de uno granja.
Para estos trabajos, el arquitecto decorador tiene a sus órdenes varios
equipos de especialistas. Los carpinteros construyen el armazón del decorado;
los staffistas lo revisten de relieves moldeados y modelados, los
ensambladores tienen a su cargo las puertas, ventanas y todo trabajo en
madera. Los pintores recubren los staffs, los objetos de madera; los cerrajeros
se encargan de las cerraduras, los goznes y todos los elementos metálicos que
puedan entrar en las construcciones. Los electricistas y los plomeros instalan
la iluminación y la cañería, etcétera.
Es así como, según la importancia de la producción, cincuenta, cien,
doscientos o trescientos obreros trabajarán en la construcción y la demolición
de decorados. Estos obreros son, en su mayoría, especialistas altamente
calificados. El estudio tiene sus exigencias particulares. Paradójicamente, es
más fácil encontrar un obrero capaz de reconstruir en el estudio los muros
dorados de un palacio que de reconstruir el muro de una casa de leprosos. El
decorado de un cabaré (clásico en los films norteamericanos, franceses e
italianos) puede dar, a bajo precio, una impresión lujosa. Un decorado
«pobre» (el Metro de París, el patio de una casa obrera) puede costar mucho
más e impresionar menos al público: si el decorado es perfecto, el espectador
imaginará, en efecto, que la película ha sido realizada en escenarios naturales.
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mobiliario. Frecuentemente, también, habrá que fabricar especialmente tal
mueble o accesorio: si se trata de una película que se desarrolla en los tiempos
de los faraones o en el año 2000, es evidente que el decorador, el ajustador y
el utilero tendrán que encargar muchos objetos a los obreros del estudio o a
ciertos artesanos.
Otro elemento capital es el vestuario. Si el film se desarrolla en nuestros
días, el modisto tendrá generalmente que efectuar una elección artística más
que una creación propiamente dicha. Para vestir a un obrero o a una empleada
de almacén, comprará sus vestimentas en las tiendas habitualmente
frecuentadas por estos trabajadores. El actor puede proceder él mismo a su
elección, ayudado o no por el realizador o por los croquis del modisto.
He aquí, por ejemplo, cómo la actriz Giulietta Masina fue llevada a
escoger la vestimenta que le sirviera para interpretar, en el film La Strada, su
personaje de Gelsomina. La ayudaba su marido, el director y dibujante
Fellini. «En lo relativo a mi ropa —escribe ella—, la encontramos en el
mercado de segunda mano de Porta Portese, en Roma, donde los mendigos
venden y compran sus vestimentas… podéis imaginaros en qué estado. La
capa es un capote militar de la primera guerra. Fellini lo había comprado a un
pastor. El cuello del capote estaba tan usado que se había endurecido y me
hería el cuello. Pero Fellini sabía muy bien de antemano lo que pretendía
“hallar” al acaso. Había dibujado antes a Gelsomina y compramos todo lo que
se parecía a sus bocetos. La única cosa no auténtica es la malla de rayas
transversales de Gelsomina…». (La Strada, álbum ilustrado, 1955).
Escogiendo vestidos modernos, puede descubrirse elementos que podrán
tener un papel importante en la acción. En la película italiana Arroz amargo,
Giuseppe de Santis hacía vestir a la actriz Silvana Mangano una prenda de
lana tejida, impresa con cadenitas extrañamente entrelazadas. Estos dibujos
tenían una importancia casi simbólica en el desarrollo del film. La heroína era
presa de complicaciones diversas que la ligaban y encadenaban hasta
arrastrarla al suicidio. Puede que el realizador y su vestidor hicieran
confeccionar especialmente esta prenda simbólica. Puede, también, que la
hayan encontrado en algún almacén de ropa para muchachas del pueblo. Se
llevaba mucho, por 1948, en Francia e Italia, prendas casi idénticas a aquella.
En una cinta moderna, los figurantes deben frecuentemente actuar en sus
«trajes de ciudad». En la mayoría de los casos se ordena vestimentas
especiales para los intérpretes. Si la producción se desarrolla en un medio
elegante, las estrellas serán vestidas por los «buenos cortadores». Éstos
utilizarán el film para su publicidad, indicándose en los créditos: «Los
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vestidos de la señora X han sido hechos por Julien Dor, sus sombreros por
Agathe, sus alhajas por Martier», etc. Tal anuncio, en una película, permite
utilizar el prestigio de las estrellas para «lanzar» tal o cual creación de la alta
costura.
El trabajo del modisto o sastre es naturalmente considerable en las
producciones que se llaman «films de guardarropía» y que se desarrollan en
épocas históricas. Su papel es también grande cuando se trata de temas
exóticos recreados en el estudio, o de escenarios en los cuales tienen una gran
parte el teatro, la comedia musical, el ballet, las fiestas de disfraces, etc.; se
recurre entonces a las reservas de los estudios, o a los alquiladores de trajes
que poseen a veces inestimables colecciones de vestimentas antiguas.
Para estos films de gran espectáculo, el diseñador de trajes realizará
bocetos que precisen en detalle los vestidos, calzados, joyas, adornos y
también pelucas y otros postizos. Para ayudar a crear un personaje, es llamado
a preparar el trabajo del maquillista. Como el decorador, el diseñador debe
poseer una vasta cultura. Uno de ellos, Georges Annenkov, describe así su
biblioteca, a la cual debe referirse incesantemente para su trabajo: «Una
cincuentena de Historias del traje, buenas y malas, de todos los pueblos y
todas las lenguas, la evolución del mundo año por año. La historia del arte, de
los tiempos de las cavernas a nuestros días. Varios centenares de
monografías: la vestimenta eclesiástica, de todos los siglos y todos los cultos;
la historia de las guerras, la mitología. Tratado sobre la heráldica. Tratados
sobre los torneos, las justas, las cabalgatas. El código del duelo. La historia
del teatro, del ballet, de la danza, del circo, de las ferias, de los carnavales, del
arte gótico, de la tapicería, de la joyería, los estudios folklóricos. Tratados
sobre las costumbres, las maneras, los suplicios, los estilos, los juegos, los
deportes, el corte de la ropa, la evolución del tocado (estos volúmenes son
numerosos y copiosos), sobre la evolución del corsé (que también posee
historiadores meticulosos), colecciones de caricaturas, particularmente útiles
porque ninguna prenda o toga de magistrado pueden crear siluetas más
verídicas que los dibujos de Daumier…». (Vistiendo a las estrellas, París,
1950).
Una vez aprobados los figurines por el realizador y el productor, su
diseñador los ordena a los costureros, peinadores, zapateros, sombrereros y
joyeros. Ensaya sus creaciones en los primeros actores. Escoge los trajes de
locación para los figurantes y los actores secundarios, los adapta a las tallas
de las personas y a las necesidades del film. Colabora con el decorador y el
utilero. Cuando al fin comienza el rodaje, el diseñador de trajes está presente
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en el estudio para dirigir el departamento de vestuario y controlar tanto el
vestir de los figurantes como el de los principales intérpretes. Un traje, en
efecto, no adquiere todo su valor si no es bien llevado.
En algunas películas antiguas, los decorados, trajes e incluso accesorios
estaban en blanco y negro, con todos los matices del gris. Pero ya mucho
antes de las películas en color, los estudios utilizaban todos los tintes y las
gamas reputadas como más fotogénicos (que se fotografían mejor).
Generalizado el cine en color, ha planteado nuevos problemas artísticos a
decoradores y modistos, que pudieron así, mejor que en el pasado, utilizar las
enseñanzas de los grandes pintores para sus creaciones.
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Los mismos actores verán modificada su expresión, según su rostro sea
bañado por una luz dulce o sumergido en un dramático contraste de sombras y
luces.
He aquí lo que dice al respecto Christian Matras, que hemos visto trabajar
en Las travesuras de Till y que ha dirigido la fotografía en veinte películas
famosas, de La gran ilusión (1937) a Fanfan la Tulipe (1951): «Iluminar un
decorado de estudio es crear artificialmente una atmósfera… reproducir todos
los ambientes, desde el sol más deslumbrante hasta la luz mortecina de las
velas… Para el efecto, el operador jefe cuenta con todo un juego de
reflectores, cuya potencia varía de los 500 watts (5 amperes) al arco de 50
amperes. Es la composición de la luz, y no su intensidad, la que aportará la
impresión buscada… Ésta se obtendrá por la realización… de una
iluminación diferente, no en cantidad, sino en calidad. Puede decirse que el
operador interpreta imágenes, decorados y personajes como el músico
interpreta la partitura».
Un director de la fotografía es, pues, un virtuoso que juega con la escala
de luces (naturales o artificiales). Bajo sus órdenes, los electricistas prenden o
apagan los reflectores dispuestos en torno a los actores y la cámara y
montados sobre pasarelas de hierro o madera que se alzan sobre el escenario.
En exteriores, el operador jefe sigue siendo el director de las luces. Utiliza
reflectores alimentados por plantas eléctricas móviles. Unas pantallas le
sirven para tamizar la luz solar o, al contrario, para reflejarla. Escoge el
momento del día, el minuto más favorable para la filmación. Pero no puede
ordenar al sol, como hacía Josué. Hemos visto en los terrenos de la Victorine
a Christian Matras vigilar ansiosamente una nube que amenazaba oscurecer el
sol. El «falso tinte» que resultaría puede obligar a recomenzar una escena de
masas que ha necesitado muchas horas de preparación. Si el sol se obstina en
ocultarse, habrá que diferir el rodaje hasta el día siguiente. Que un cielo
encapotado suspenda el trabajo durante varios días, dejando inactivos a
actores, figurantes y técnicos, es un contratiempo que podrá costar varios
millones de francos.
Los exteriores entrañan otras dificultades. Si se quisiera mostrar, en una
adaptación de Víctor Hugo, una escena que dure cinco minutos entre
Quasimodo y Esmeralda ante el pórtico de Notre Dame de París, será
necesaria una semana de rodaje. Durante esos ocho días habrá que interrumpir
la circulación, instalar los reflectores y suspender todo el movimiento del
barrio para utilizar el atrio de Notre Dame como un verdadero estudio. Un
período de mal tiempo multiplicaría las dificultades y los gastos.
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Al realizar Notre Dame de Paris (El jorobado de Nuestra Señora) en
1956, en la capital francesa, Jean Delannoy ha preferido, naturalmente,
reconstruir en el estudio el pórtico famoso, a algunos kilómetros de la
conocida catedral.
Ocupado en la dirección de las luces, un operador jefe necesita un
segundo operador. A éste se le llama en inglés cameraman (hombre de la
cámara) y en italiano operatore alla macchina (operador encargado del
aparato). Indistintamente se le llama en Francia cameraman o cadreur
(encuadrador), porque su función más importante, artísticamente hablando, es
la de lograr la composición y los límites del cuadro.[*] Según Louis Page, un
buen camarógrafo debe tener el «sentido del cuadro» como un buen pescador
tiene el sentido del agua.
El camarógrafo, de acuerdo con el realizador y el director de la fotografía,
coloca los objetivos o lentes (clasificados por números). Éstos aportan a las
cámaras una perspectiva determinada y abarcan una superficie y una
profundidad más o menos grandes del decorado. El camarógrafo delimita la
parte de espacio contenido en el cuadro rectangular de la imagen a filmar. Así
regula los movimientos y las posiciones de la cámara.
En ciertos casos, el aparato queda inmóvil durante el rodaje y entonces se
habla de fotos fijas. Los movimientos de cámara pertenecen a dos categorías.
Cuando la cámara gira sobre su eje, de izquierda derecha o de abajo arriba (y
a la inversa), efectúa una panorámica.
El travelling (del vocablo inglés travel: viajar, desplazarse, circular)
consiste en situar la cámara sobre un carro (plataforma que se desliza sobre
rieles) o sobre una grúa para seguir diversos itinerarios y trayectorias. Una
grúa de estudio, aparato complicado, semeja frecuentemente a las grúas
automóviles utilizadas para manejar las mercancías. Sobre un enorme camión
que puede rodar silenciosamente hay un brazo, móvil en varias direcciones,
que sostiene una plataforma con capacidad para la cámara y dos o tres
personas. Combinando los movimientos de la grúa y del camión se puede, por
ejemplo, partir de un segundo o tercer piso, descender a un salón de baile,
recorrer la multitud de danzantes, detenerse ante una «estrella», aproximarse a
ella y mostrar finalmente un detalle de su persona, como su mano con una
pequeña llave. El travelling complicado que acabamos de describir ha sido
realizado por el operador jefe Ted Tetzlaff para el director norteamericano
Alfred Hitchcock en una escena de Notorious (Tuyo es mi corazón) en 1946.
No todas las grúas son automóviles. Algunas están simplemente montadas
sobre carros que empujan los tramoyistas.
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Según el aparato se aproxima o se aleja de los actores, fotografía diversas
especies de planos. La combinación de estos planos en el curso de una escena
o de una secuencia, constituye un elemento esencial del arte cinematográfico,
el montaje, del cual hablaremos más adelante.
Los planos más usados en un film son el gran plano o close-up (únicamente el
rostro), el primer plano (busto), el plano americano (de la cabeza a las
rodillas), el plano medio (la figura entera) y el plano general o long shot (que
incluye varios personajes en un decorado). Estos diversos planos no son
escogidos durante el rodaje por el jefe operador y el camarógrafo. Son
establecidos en el guión técnico, como los principales movimientos de
cámara.
El operador jefe escoge el ángulo de toma determinando el
emplazamiento de su cámara. El objetivo es generalmente situado a la altura
de un hombre de pie. Si el aparato opera sobre una pasarela por encima de los
actores, la vista será tomada en picada. A la inversa, una vista tomada al ras
del suelo, hacia arriba, es llamada contrapicada. Se distinguen, por otra parte,
varios movimientos de cámara: el travelling lateral (la cámara se desplaza
paralelamente al decorado), traveling atrás (alejándose del actor), o adelante
(dirigiéndose hacia él), pudiendo ser estos dos últimos movimientos directo (o
sea, perpendicular), oblicuo (según un ángulo), o curvo. Con una grúa o con
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un aparato desplazado a mano se puede realizar trayectorias complicadas y
sinuosas.
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de rodaje, revela algunas imágenes de los trozos impresos, para que el jefe de
operadores pueda verificar su trabajo.
Problemas particulares presenta una cinta en colores, y un consejero del
color colabora a veces con el jefe de operadores, así como el decorador, los
vestidores, los maquillistas, etc. Lo mismo puede decirse acerca del relieve.
Con el jefe de operadores, en fin, trabaja un fotógrafo (también llamado
fotógrafo de set). Éste utiliza, no una cámara cinematográfica, sino un aparato
común de fotografía. Las imágenes registradas en el film no permitirían
buenas amplificaciones y no podrían servir para la publicidad. Por otra parte,
su impresión obligaría a utilizar un negativo demasiado precioso. El fotógrafo
toma, pues, las principales escenas de la película. Después del rodaje de éstas,
pide a los actores que posen ante su aparato. Suele suceder que las fotografías
no tengan sino una lejana relación con el film mismo, porque las poses fueron
diferentes o porque las escenas desaparecieron durante el montaje. El
fotógrafo toma también los retratos de las estrellas (sin relación con el
argumento del film) y sus fotografías de trabajo muestran a los técnicos
rodeando a los actores: el revés del decorado o cierto aspecto pintoresco del
rodaje.
El jefe operador del sonido (también llamado ingeniero de sonido) graba las
palabras, los ruidos y la música.
Los sonidos son transcritos sobre una cinta sonora, independiente de la
cinta de imágenes (el film propiamente dicho). Para señalar el lugar preciso
donde comienzan, en las dos bandas, las imágenes y los sonidos, se utiliza la
claqueta, que hemos visto funcionar durante el rodaje de Las travesuras de
Till. Su ruido seco produce en la banda sonora una señal bien clara, que será
sincronizada, durante el montaje, con la imagen correspondiente.
El jefe operador del sonido utiliza para la grabación uno o varios
micrófonos. Se mantiene a cierta distancia de los actores, en su cabina de
audición, ante un amplificador cuyas manecillas y botones manipula, como un
radioescucha que sintoniza una emisión y regula después la sonoridad.
El jefe operador del sonido es asistido por un perchman que tiene como
función principal seguir a los actores portando un micrófono que pende de
una caña de pescar. En algunos casos esta caña es reemplazada por una jirafa,
especie de grúa metálica. El oficio necesita muchas más virtudes de lo que
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parece, porque el perchman es al operador del sonido lo que es el
camarógrafo al director de la fotografía. Debe estar siempre alerta de que su
micrófono y su caña no estén jamás en el campo fotográfico, y por ello debe
efectuar verdaderos travellings de sonido y situar el micrófono a la distancia
conveniente, que varía según los efectos, las palabras a registrar, los tipos de
voz.
Existe, efectivamente, una perspectiva sonora análoga a la perspectiva
visual, y el jefe operador del sonido la obtiene tanto por el emplazamiento y
los movimientos calculados de los micrófonos como por la variedad de sus
amplificaciones. René Clair fue uno de los primeros en demostrar el efecto
sorprendente de la perspectiva sonora. Al comienzo de Bajo los techos de
París (1930), la cámara toma en picada varios cantantes callejeros, luego se
les aproxima. Al mismo tiempo que la imagen de éstos crece, el sonido, al
principio lejano, aumenta y se hace intenso.
Sin cesar se utiliza, en una película, la perspectiva sonora. Cuando un
actor se aleja de la cámara, su voz debe decrecer. Si se le ve en gran plano, su
voz debe ser más fuerte, etcétera.
Otro colaborador del jefe operador del sonido es el recorder (vocablo
inglés que significa grabador). Este técnico se mantiene a alguna distancia
del puesto de escucha ocupado por el jefe operador, en una cabina de
grabación. Este lugar cerrado y aislado al ruido (que puede instalarse en un
camión) contiene los aparatos de grabación. El recorder se encarga de
suministrar y reemplazar las bandas sonoras y eventualmente de enviarlas a
revelar.
Los procedimientos de grabación son mucho más perfectos desde la
generalización del cine sonoro en 1930. Las películas parlantes han existido
desde los orígenes del cine. Ya en 1895 se combinaba el film y el fonógrafo y,
desde 1910 se supo sincronizar los sonidos y las imágenes, es decir, hacer
coincidir los movimientos de la imagen de un cantante proyectado sobre la
pantalla con las palabras que reproducía un fonógrafo. Gracias a un
procedimiento neumático se podía también amplificar los sonidos lo
suficiente para hacerlos oír a los 6000 espectadores del Gaumont-Palace, en
París. Pero los procedimientos de grabación eran muy defectuosos.
Por 1924, antes de la generalización del registro eléctrico mediante
micrófono, un intérprete de film parlante debía comenzar cantando sus cuplés
ante un largo embudo parecido a la bocina de los antiguos fonógrafos. Como
debía siempre guardar la misma posición, no podía actuar mientras cantaba y
había que contentarse con el registro de sonidos. La toma de vistas venía en
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seguida. Instalado en un decorado, maquillado, vestido, el cantante
gesticulaba entonces, escuchando su propia voz, reproducida por un fonógrafo
de bocina.
Este viejo procedimiento parece demasiado sencillo. Sin embargo es
todavía utilizado bajo el nombre de play back (expresión inglesa que significa
«actuado después»).
En una película se exige a un tenor que exprese su amor con el canto y la
mímica al mismo tiempo. En el escenario de la ópera puede, según es
costumbre, quedarse inmóvil durante su aria, limitando sus gestos y aplicando
todos sus esfuerzos a la potencia y la pureza de su voz. En la pantalla su
mímica sería insoportable o cómica, sobre todo si el rostro apareciera en gran
plano, con muecas y crispaciones.
En una película musical se le pide al cantante grabar al principio su voz
sola. Después, actuará en el estudio la escena correspondiente acordando sus
movimientos a la canción que canta por él un pick-up (tocadiscos).
Un tenor puede poseer una voz de oro pero un físico que lo haga ridículo
en la pantalla, donde es muy difícil que un Romeo adolescente sea
interpretado por un quincuagenario ventrudo. El cine es más despiadado para
los actores que la escena de la ópera. En tal caso, el play back es utilizará para
poner la voz incomparable de un tenor obeso en el cuerpo joven y esbelto de
un actor que actuará por aquél su canción. O bien se utilizará el play back
para hacer cantar, con una voz ajena, a una «estrella» que ignora totalmente el
arte musical.
Cuando un actor habla o canta con una voz ajena, se habla de
sincronización, pues la labor esencial para el jefe operador del sonido es la de
sincronizar sonidos y movimientos en un mismo ritmo y un mismo tiempo.
Se puede invertir las operaciones del play back tomando primero las
imágenes y luego los sonidos. Se habla entonces de postsincronización. Esta
técnica ha sido largamente utilizada para los exteriores. En una escena
callejera, los diálogos podrían ser cubiertos por los ruidos del tránsito. El
realizador pide entonces a los actores que hablen como si estuvieran en el
estudio, pero el jefe operador del sonido toma solamente un sonido de prueba.
Después, en un estudio de postsincronización, los actores repetirán su diálogo
ante las imágenes proyectadas en la pantalla.
Como el play back, la postsincronización puede servir para reemplazar la
voz de un actor por la de otro. Cuando la postsincronización sirve para
traducir una película a otro idioma, se llama doblaje. Más adelante
estudiaremos este procedimiento por el cual un actor inglés, francés o ruso
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puede hablar, con una voz ajena, el checo, el árabe, el chino, el portugués, el
malayo, el japonés, el finlandés y veintitantas lenguas que no conoce.
La postsincronización y el play back son posibles cuando la imagen y el
sonido son registrados por separado.
Hacia 1928, el procedimiento Warner utilizaba aún, en el estudio y en los
salones, el film para las imágenes y el disco para el sonido. Pero los nuevos
procedimientos de grabación y reproducción eléctricos permitían ya ofrecer la
música orquestal y la voz humana de manera tan satisfactoria que el público
se aficionó, con estos films, al cine sonoro.
Desde 1930 sustituyó al disco el sonido óptico, especie de gráfica inscrita
sobre una película sensible especial, la película sonora. Su superficie
fotográfica era impresa con las variaciones luminosas provocadas por las
variaciones eléctricas del micrófono. Esta gráfica era trasladada a las copias
estándar, en una columna situada entre las imágenes y las perforaciones: la
pista sonora.
El registro óptico del sonido fue generalmente usado hasta 1950. Pero
después ha sido progresivamente sustituido por el sonido magnético, que
describiremos más adelante.
En los comienzos del cine parlante, los procedimientos de grabación eran
muy imperfectos. Algunos grandes actores de Hollywood, entonces en la
cumbre de su fama, vieron su carrera súbitamente truncada porque el
micrófono hacía desagradable y grotesca su voz. John Gilbert, que formaba
con Greta Garbo una «pareja ideal» de aquellos días, se encontró por ello
eliminado y murió en la miseria porque su voz no era «fonogénica».
Los sonidos y el ruido no se veían mejor tratados en los primeros films
sonoros. Llenar un vaso producía un estruendo comparable a las cataratas del
Niágara. Largamente se recurrió a los imitadores que sabían, con su boca y
diversos dispositivos, hacer oír a voluntad el canto del ruiseñor, el rebuzno de
un asno, un galope, una tormenta, un hundimiento, un cañonazo, etcétera.
Con el progreso de la grabación y la alta competencia adquirida por los
operadores del sonido, las imitaciones han sido sustituidas en la mayoría de
los casos por ruidos reales. Pero se está muy lejos de registrar siempre en el
estudio todos los ruidos que el público oye luego en una película.
Supongamos que, durante una escena de tres minutos, debe oírse en
lontananza una gran orquesta o un cañoneo. Como se requiere, en el estudio,
emplear un día o dos para realizar estos diferentes planos, sería oneroso
movilizar todo este tiempo cien músicos o varias baterías de artillería. Se
recurre entonces a grabaciones. Ciertos ruidos comunes han sido
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coleccionados por las fonotecas o sonotecas. Los jefes operadores del sonido
pueden encontrar en ellas los más diversos efectos sonoros: gritos o cantos de
pájaros, accidentes de automóviles, vajillas que se rompen, voces de grandes
hombres ya desaparecidos, hundimientos, tempestades, ametrallamientos,
cañonazos, fuegos de artificio, etcétera.
El jefe operador del sonido no se limita a controlar la calidad técnica de
palabras y ruidos. Los interpreta, igual que el director de la fotografía
interpreta sus imágenes. De esta manera logra, siguiendo las necesidades del
relato y del drama, toda una escala de planos sonoros (del gran plano al plano
general). Si el actor está en la lejanía, el jefe operador «baja» el sonido. Lo
intensifica cuando el actor se aproxima. El jefe operador del sonido usa su
potenciómetro y sus micrófonos para variar la intensidad, la modulación o la
tonalidad.
Gracias a su técnica, los actores no se ven obligados, como en el teatro, a
gritar su papel para ser oídos por los espectadores más alejados. Pueden
recurrir a los murmullos, a los cuchicheos. La ciencia del operador del sonido
elimina los ruidos parásitos. Los estudios no se ven siempre libres de ellos. La
instalación de un aeródromo cerca de la Victorine estuvo a punto de inutilizar
sus sets, en los que entraba el ruido de los motores. En un local perfectamente
aislado al ruido, el susurro de una prenda de tafetán puede cubrir las voces o,
bien regulado por los técnicos, contribuir a crear una atmósfera. Un jefe
operador de sonido fue una vez fastidiado por los clics metálicos que se
entrometían en ciertos diálogos. Al fin los identificó. La dentadura de una
«estrella», que causaba ese ruido desagradable, fue inmediatamente arreglada.
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III. LOS ACTORES DE CINE
Los actores ejercen sobre el público del cine una verdadera fascinación. Los
espectadores, al hablar de La Cartuja de Parma dicen comúnmente que van a
ver «una película de Gérard Philipe». No piensan en Stendhal ni en el
principal autor cinematográfico, el realizador Christian Jaque (asociado a sus
guionistas). Durante el rodaje, el realizador, ese «director de orquesta», dirige,
no solamente a los operadores del sonido y de la fotografía, sino también y
sobre todo a los actores. En el cine, los más grandes comediantes deben ser
guiados y coordinados: algunos de ellos son excelentes con realizadores
calificados, pero se hacen mediocres con directores mediocres.
Un director de primer orden imprime su estilo al film. Del mismo modo,
una sinfonía de Beethoven dirigida por Toscanini, posee una factura propia y
que se impone incluso a los virtuosos que participan en su ejecución. Un
aficionado al cine reconoce el estilo particular de las películas de René Clair,
Marcel Carné, Fritz Lang, Eisenstein, Pudovkin, William Wyler u Orson
Welles. No es necesario, para este reconocimiento, leer los créditos, esa lista
de nombres propios (interminable para los profanos) que enumera, al
comienzo de una proyección, los actores y los colaboradores de una cinta.
Durante el rodaje, el realizador, mientras vigila atentamente las imágenes
y el sonido, concentra la mayor parte de su interés sobre los intérpretes. Su
labor de dirección sobrepasa la del director teatral. En la escena, un actor es
permanentemente controlado por su público. La sala puede parecerle un
agujero negro, pero esta noche está poblada de seres que reaccionan a cada
palabra o cada gesto. Un actor dotado «siente» instintivamente la aprobación
o la repulsa, sin necesidad de aplausos o silbidos. Los espectadores moldean a
cada instante su actuación.
Por otra parte, en el teatro un actor interpreta frecuentemente un episodio
de cierta extensión. Cada noche entra, por dos o tres horas, en la «piel de su
personaje», en sus sentimientos y sus aventuras. «Vive» su papel, se
conmueve con él, es arrastrado por la acción; la risa o las lágrimas le acuden
naturalmente, sin fingimientos. Para citar una expresión corriente, el actor en
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escena está de tal manera «en el baño» que Jean Louis Barrault ha podido
comparar la interpretación en el teatro a un «nado de fondo» y el trabajo para
el cine a una «zambullida en agua fría».
Durante el rodaje, un actor no tiene, por definición, contacto alguno con
su público, que interviene solamente cuando se estrena la película, seis meses
o un año más tarde. Las decenas de personas que lo rodean están
principalmente ocupadas en manejar las luces o aparatos que dificultan su
actuación más que ayudarla.
Un intérprete puede tanto menos dejarse llevar por su personaje, cuanto
que en el estudio nunca vive sus aventuras en un orden cronológico. No
puede, por lo mismo, representar una larga parte de su «vida». La acción se
reduce, en el cine, a fragmentos minúsculos, comparables a esos trocitos de
piedra colorida que toman valor cuando son reunidos en un mosaico.
Más que el actor, el director cuida el sentido de continuidad de la acción,
en función de la cual modela la escena como un fragmento que habrá que
insertar sin contrasentido o discontinuidad en el mosaico del film terminado.
Una íntima y constante colaboración se establece, pues, entre actores y
director, durante el rodaje. Según sus caracteres puede lograrse un acuerdo
perfecto o un perpetuo conflicto. El realizador se ve frecuentemente obligado
a recomenzar diez veces una escena para obtener una entonación o un gesto
que su intérprete no «siente» o «no da en el tono», o actúa demasiado lenta o
rápidamente. Sucede que durante esta larga escenificación, la atmósfera sea
tranquila y sin tensión y los actores parezcan cumplir una formalidad en la
que todo marchara por sí solo. A veces, por el contrario, la atmósfera estará
cargada y perturbada por violentas tempestades. Las cóleras frías o violentas,
corteses o groseras de ciertos realizadores o «estrellas» son célebres.
En realidad, estos dos «estilos» son menos opuestos de lo que parece. En
toda creación colectiva, la alianza y la lucha son tan necesarias como el aceite
y el vinagre en la ensalada. Todo es cuestión de proporciones. Un perpetuo
conflicto puede crear una cacofonía, una euforia demasiado suave, un gris
monótono.
El realizador no dirige solamente a sus actores principales sino también al
conjunto de segundos y figurantes. En una película de gran conjunto, de
grandes movimientos de masas, de bailes o batallas, un director tiene
frecuente necesidad de asistentes especiales o consejeros técnicos que
conozcan la danza o la estrategia militar. Éstos le ayudan a ordenar los
grandes movimientos, como cargas de caballería o desfiles que llegan hasta el
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horizonte. Para una gran puesta en escena pueden también intervenir expertos
en armas, en pirotecnia, etcétera.
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las pantallas, la sombra animada de una «estrella», repetida por cientos de
ejemplares, puede conmover en una semana a varios millones de
espectadores, y ser vista en seis meses por un público más vasto que el de
Sarah Bernhardt en sesenta años de carrera. Con la televisión, varias centenas
de millones de hombres podrán bien pronto aplaudir a un solo actor en el
mismo día.
A esta enorme difusión se añaden efectos particulares al cine. La sombra
de las salas oscuras permite al espectador identificarse al actor y al héroe que
éste encama. Una película interpretada por el actor norteamericano Danny
Kaye, La vida secreta de Walter Mitty (1947), da una buena sátira de este
fenómeno psicológico: un pequeño empleado que se identifica en el sueño
con los héroes creados para él por Hollywood. Este burócrata timorato se
convertía alternativamente en un invencible piloto de guerra, en un corsario
que surcaba los mares, en un cowboy galopante, en un cirujano seductor y
célebre, en un renombrado detective, etc., personajes que significaban para él,
por supuesto, los más halagüeños éxitos amorosos.
No es enteramente criticable el fenómeno de identificación que
caricaturizaba encarnizadamente La vida secreta de Walter Mitty. Es propio
del arte más grande crear héroes. La Venus de Milo, la Gioconda, Don
Quijote y Tartufo han impuesto sus tipos a toda la humanidad. Cada uno
puede identificarse o, por el contrario, oponerse a estos héroes imaginarios
pero nacidos de la realidad humana y social. El cine, por sus poderosos
medios y su difusión en masa, solamente ha multiplicado en rapidez e
intensidad los efectos de la novela, del teatro y las artes. Gracias a él, Charlot
o Chapayev se han convertido en héroes y modelos para un inmenso público y
están profundamente ligados a sus intérpretes.
Pero estas preciosas facultades de creación y entusiasmo han sido
demasiado frecuentemente utilizadas por el star system para una explotación
insensata. Algunas estrellas se han convertido en los maniquíes publicitarios
del cine y de otros mil productos; a veces, incluso, de una manera de vivir.
Cierta anécdota da una idea de su influencia. En 1932 uno de los grandes
éxitos de Hollywood fue Sucedió una noche, excelente comedia de Frank
Capra interpretada por Clark Gable. En un momento de la acción, este actor,
entonces famoso, se quitaba la camisa y se veía que no llevaba camiseta.
Algunos meses después del estreno del film, una delegación de fabricantes de
ropa americanos fue a protestar a Hollywood. La venta de camisetas
masculinas había bajado en un 25 % en los Estados Unidos, ahora que se
sabía que Clark Gable no las usaba.
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El star system utiliza un ejército de periodistas especializados que revelan
a los admiradores de las estrellas los detalles más íntimos de la vida privada
de éstas. En Estados Unidos y otros lugares se han organizado clubes de fans
(fanáticos). Sus actividades consisten en coleccionar todos los detalles
concernientes a sus ídolos. Los fans de las estrellas conocen de memoria sus
alimentos preferidos, el contorno de su busto, la punta de sus zapatos, el
nombre y la especie de sus animales favoritos o de sus cónyuges sucesivos. A
cada desplazamiento de su estrella favorita, los fans se movilizan y la asedian.
Se ha visto a muchachas que suplicaban a tal actor escribir su autógrafo en el
corsé que llevaban. Es corriente que los fans hagan pedazos los vestidos de
sus ídolos y se los disputen como reliquias.
Ya en 1918, para cierto público, el gran acontecimiento del año no fue el
tratado de Versalles, sino el próximo matrimonio de Douglas Fairbanks y
Mary Pickford. En 1924 cuando, en la cumbre de su fama, murió el actor
Rodolfo Valentino, tres mil mujeres cubiertas con velos luctuosos,
despeinadas y llorosas, siguieron su cortejo fúnebre. La policía tuvo que
intervenir para arrancar de la tumba del ídolo los racimos humanos que
rehusaban abandonarla. Se organizó un verdadero culto para honrar al
desaparecido, evocado por grupos afligidos en las mesas espiritistas…
Durante treinta años se llevó flores a la tumba del astro. Una noticia de la
prensa indicó, en 1956, que por primera vez ninguna mujer de negro había
visitado la tumba de Valentino el día de su aniversario.
Entre 1915 y 1930, las religiones oficiales se admiraron de la competencia
que les hacía el star system. Pero veinte años después su importancia ha
disminuido sensiblemente. Los actores eran las primeras víctimas de estos
excesos. Un incidente banal de su vida privada se convertía para ellos en
tragedia o escándalo. Algunas estrellas fueron arrastradas al suicidio. Otras
vieron bruscamente truncada su carrera. Incluso el gran Chaplin rozó, en
1926, la muerte y la locura, porque su divorcio provocó una tempestad en la
opinión puritana.
Las caídas provocadas por el star system son numerosas. Al sentir
decrecer su popularidad, las estrellas amenazadas quieren guardar su «tren de
vida» hasta el límite. Coches, residencias, albercas, recepciones son
indispensables en Hollywood para obtener buenos contratos. Y si la mala
suerte prosigue, las ex estrellas se encuentran endeudadas, arruinadas,
reducidas a mendigar una limosna o una plaza de figurante. Muchas de estas
antiguas glorias han zozobrado en el alcoholismo o los estupefacientes.
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EL OFICIO DE ACTOR
El star system es una plaga del cine comercial, pero los grandes actores son la
gloria del arte del film. Su oficio no requiere sólo dones naturales y una
oportunidad. En esto como en otras cosas, el arte necesita una larga paciencia.
El talento y el éxito no pueden adquirirse sin un trabajo perseverante e
ingrato. El oficio de comediante, que naturalmente fascina tanto a la gente
joven, es excepcionalmente difícil y rara vez conduce al éxito. Una estrella
consagrada cuenta por centenares los fracasos, los «malos tragos» y las caídas
sin esperanza.
Quien conozca en principio y en la práctica el oficio del teatro estará bien
preparado para abordar el cine. Sin embargo, la pantalla tiene sus
particularidades y sus leyes, que conciernen a la fragmentación de los papeles,
a la óptica del film, a las condiciones especiales de interpretación y
representación.
En escena, la expresión del rostro no es igualmente percibida por todo el
público. Un ligero movimiento de la boca, un temblor de los rasgos suelen
pasar inadvertidos a los espectadores de tercer piso. Para actuar en un gran
teatro, los actores deben frecuentemente prever sus gestos y exagerar su
expresión. Para expresar el terror el actor podrá abrir desmedidamente los
ojos, tomarse la cabeza con las manos, o echarse atrás en un movimiento
desesperado, sin que esta mímica expresiva parezca ridícula cuando es bien
empleada. Pero si el mismo actor talentoso repitiera esos gestos para la
pantalla, sería ridículo. Como lo fueron algunos grandes comediantes
franceses y Sarah Bernhardt al actuar como en el teatro, hacia 1910, La dama
de las camelias para un realizador del «cine artístico».
El cine es una lupa que agranda desmesuradamente cada detalle. De modo
que, para representar el terror, un actor del cine hace solamente una casi
imperceptible crispación de los dedos, una ligera torsión de los labios, un
sencillo temblor de cejas. Estas expresiones, que serían imperceptibles en la
escena, pueden producir en la pantalla una impresión considerable.
El realizador de una película impone su punto de vista. A su antojo puede
aproximar o alejar del público a los actores. Por el milagro del gran plano, un
rostro se acerca al espectador a tal punto que éste imagina percibir su calor y
su aliento. En un teatro de ópera, el público no ve el sudor que perla en la
frente del cantante. En la pantalla, una pequeña humedad en las sienes basta
para sugerir una emoción o el temor. En el cine, el actor puede hacer mucho
con las expresiones de su rostro. En el teatro, la gesticulación con todo el
cuerpo es la que tiene más importancia.
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La actitud, el físico, los movimientos de los miembros no son, por tanto,
olvidables en la pantalla. Charles Chaplin se impuso en el mundo por la
precisión de su pantomima. La popularidad de un Raimu o un Fernandel,
formados en los cafés cantantes populares, debe mucho a la exactitud de sus
gestos. Douglas Fairbanks y sus imitadores han seducido por su agilidad y sus
cuerpos de atleta. Pero un rostro que no es fotogénico (que no sale bien en la
fotografía, como se dice familiarmente), constituye un obstáculo casi
insalvable. Algunos grandes actores del teatro, a pesar de su profesionalismo,
han tenido esta mala experiencia: jamás tuvieron un verdadero éxito en una
película porque sus rasgos eran demasiado acusados o su piel «tomaba mal la
luz».
La diferencia de leyes para la escena y la pantalla puede conducir casi a
un desdoblamiento de la personalidad. Yves Montand es muy diferente
cuando canta en el teatro que cuando interpreta en la pantalla El salario del
miedo. Ya célebre como cantante, debió trabajar mucho para lograr imponerse
en el cine.
Privados durante su trabajo de un contacto directo con el público, los
actores del cine tienen la ventaja de poder «verse». Durante el tiempo de
rodaje, la proyección de rushes les permite controlar y criticar su trabajo día a
día. En el estreno del film pueden, mezclados con el público, escuchar cada
una de las reacciones de éste, saber si tal o cual efecto ha «pegado» o no.
Convertidos en espectadores de sus expresiones o entonaciones, pueden saber
mejor si «trabajan bien o mal». Gracias a este control por el film, el cine mudo
pudo rápidamente transformar aficionados en grandes actores. Charles
Chaplin confiesa haber aprendido mucho en las funciones en las que
presentaba sus últimas películas a un público desconocido y no prevenido.
Después de observar las risas o los silencios, volvía a filmar ciertas escenas
que juzgaba imperfectas por las reacciones de los espectadores.
La voz es un elemento indispensable para la «presencia» de un actor entre
su público. Bien timbrada, matizada, seductora, contribuye al éxito. Pero una
«voz de oro» no es solamente un don de la naturaleza. Un buen intérprete
debe poseer una dicción perfecta. Para decir bien un texto hay que saber
primero articular correctamente y distintamente cada una de sus sílabas, con
el fin de que el sentido de toda palabra sea comprendido por cada espectador.
Vienen luego las entonaciones, que establecen el valor respectivo de las
palabras, dando a las frases su valor, su alma, su calor, su pasión. Y hay que
trabajar rudamente para corregirse y adquirir una técnica perfecta.
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Louis Jouvet tenía, en los comienzos de su carrera, una elocución difícil.
Gracias a sus profesores de dicción y a muchos años de esfuerzos, terminó
domando este defecto, transformándolo en un estilo particular que impuso al
público. Yves Montand debió desembarazarse de un ligero acento italiano.
También en él, el resto de la traba vencida contribuyó a afirmar su
personalidad. Residuos de acento alemán en Marlene Dietrich y de acento
sueco en Greta Garbo, un fuerte acento francés en Maurice Chevalier han
contribuido a la fama de estos actores en Estados Unidos.
El artista debe aprender también la declamación, que es la armonía entre
las palabras, la figura y los gestos. Debe, en fin, sacar todo el partido posible
de su persona, utilizando todos los recursos del vestido, del peinado, del
maquillaje, etc., con la ayuda de diversos especialistas: vestidores, peinador,
maquillista.
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AL SERVICIO DE LOS ACTORES
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franceses que llevaban el cabello largo y ondulado «a la Jean Marais». Diez
años más tarde, los jóvenes de la misma edad y el mismo medio social
adoptaban el cabello muy corto, «a la Marión Brando», imitando al actor
americano. Pero la influencia no va solamente en sentido único. Marais en
1945 y Marlon Brando en 1955 habían adoptado un peinado ya popular. Ellos
simplemente habían «lanzado la moda».
Un papel puede obligar a los actores a modificar el color o la naturaleza
de su cabello. Entonces llevan pelucas, mucho más difíciles de ajustar en el
cine que en el teatro, pues los grandes planos son despiadados.
El peinado es un arte más complicado para las mujeres. Pero es más difícil
aplicar una peluca a un hombre porque hace falta pegar los falsos cabellos a la
piel de la frente, simular o disimular una calvicie, poner patillas, barbas o
bigotes postizos, etc. El peluquero (encargado de las pelucas) y el encargado
de los postizos colaboran, naturalmente, con los maquillistas.
El maquillaje, que se aplica al rostro, hace resaltar su belleza, disimula sus
defectos, acentúa o simula la juventud o la vejez. Un maquillista comienza
cubriendo todo el rostro con un fondo de tez que iguala la piel y que se matiza
según las diferentes partes de la fisonomía. En las películas en blanco y negro,
el tinte dominante en el maquillaje es color ladrillo y da un aspecto
sorprendente a los rostros. En las películas a color, los tintes de la piel se
aproximan a los naturales y casi no se advierten. Se trasponen, sin embargo,
según el procedimiento de color utilizado. El maquillista colabora
estrechamente con el jefe de fotógrafos: su trabajo se efectúa en función del
«rendimiento» fotográfico.
Después de aplicado, el fondo de tez es polveado minuciosamente, para
darle el tono mate. Luego viene el maquillaje propiamente dicho: colores que
avivan sobre todo los ojos y la boca, principales medios de expresión para un
actor.
Se calculan diez minutos para el maquillaje de un hombre, veinte para el
de una mujer. La operación puede durar una hora cuando se trata de disimular
las patas de gallo, las ojeras, los carrillos o la papada de una estrella ilustre
que se niega a envejecer. En este caso, el director de la fotografía vendrá al
rescate. Una pantalla de gasa delante de su aparato ayudará a disimular los
detalles demasiado crueles de un gran plano.
Un maquillista puede también envejecer un rostro demasiado joven.
Trazos de lápiz negro bajo los ojos o cerca de la boca, simulan arrugas.
Entonces el maquillaje se convierte en lo que en Francia se llama grimage,
término que servía en el teatro para designar a los viejos ridículos.
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El grimage utiliza pelucas, postizos, falsos cráneos, falsos mentones,
narices artificiales, dentaduras. Puede transformar a un actor en monstruo. Se
ha visto en una sola película a las actrices Anna Neagle, interpretando a la
Reina Victoria, y Vera Maretskaïa, interpretando a una institutriz de aldea,
pasar de sus dieciséis a sus setenta años.
Verdaderos prodigios se han realizado en esta materia para el actor
americano Paul Muni en Pasteur y en La vida de Zola o para los actores
soviéticos Cherkassov en Iván el terrible y Borissov en El académico Pavlov.
Los mejores creadores de grimage son, en su mayoría y en el mundo entero,
de origen ruso o armenio.
En el curso de los últimos años se ha realizado un gran progreso por el
empleo de elementos plásticos y flexibles. Un cráneo falso o una nariz de
cartón (o de otra materia rígida) no pueden amoldarse a los movimientos del
rostro y se mueven rígidamente. Hacia 1948, los maquillistas soviéticos
perfeccionaron un material a base de caucho. Pegado a la piel del actor,
funciona como una auténtica piel. Se mueve, se arruga, se pliega. Se conserva
en los almacenes de la Mosfilm fragmentos de máscara que, aplicados sobre el
rostro de un actor bien elegido, le permiten representar de una manera
asombrosa a tal o cual hombre célebre. Incluso al tacto, estas manos, mejillas
o frente parecen carne natural.
Estos elementos plásticos fueron particularmente utilizados por el actor
Borissov para su interpretación de El académico Pavlov, al que interpretaba
desde la adolescencia hasta la ancianidad. Incluso en los grandes planos es
imposible advertir que el actor no posee en la vida real la nariz aguileña de
Pavlov y que sus profundas arrugas de viejo eran plásticos aplicados sobre el
rostro de un hombre de cuarenta años.
En Francia el jefe de maquillistas Arakelian, el encargado de postizos
Poncet y el malogrado pintor decorador Bérard lograron un triunfo de una
rara calidad en La Bella y la Bestia (1947).
Jean Cocteau había tomado el argumento del film de un cuento en el que
el amor de una muchacha transformaba a un monstruo en un príncipe
encantador. Para crear la Bestia fueron necesarios muchos meses de trabajos
previos; Arakelian y Poncet trabajaron sobre una mascarilla del actor Jean
Marais. Durante el rodaje fueron necesarias cuatro horas para transformar el
rostro del intérprete en una jeta leonina. Los pelos fueron dispuestos sobre tul,
como cabellos, y el todo pegado sobre la piel del actor; este pelambre adjunto
a la epidermis permitía a Jean Marais rictus, expresiones y parpadeos. Se le
puso en el cráneo una peluca parecida a una melena y colmillos monstruosos
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en las encías oscuras. Las manos estaban cubiertas de pelo, armadas con
garras, transformadas en patas. Los esfuerzos del maquillista y la paciencia
del actor obtuvieron buen fruto. La sorprendente confección de la Bestia
contribuyó notablemente al éxito del suntuoso cuento de hadas.
El grimage puede también simular las heridas y las cicatrices, las
verrugas, un ojo ciego, una boca desdentada. Por 1920, el americano Lon
Chaney padre se hizo célebre por la manera como se transformaba en
monstruo, en anciana, en lisiado de las piernas. Pero hay que tener sentido de
la medida. Un ojo de cristal, dientes ennegrecidos, un cráneo de cartón,
pueden producir involuntariamente un efecto cómico en vez de terror.
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«Si la película transcurre en nuestros días —sigue diciendo Edwige
Feuillière— se debe, según la categoría social a la que pertenece el personaje,
buscarle un estilo de vestir y de actuar. Si su medio es poco conocido, hay que
tratar de penetrar o interrogar los rostros en la calle. Hay que provocar
contactos y confidencias». Pero, añade la actriz con algún despecho, el
argumento se modifica en el curso de la preparación del film. Una de sus
películas debía tener por marco la pequeña burguesía de provincia. Después
de seis meses de discusiones fue realizada en el marco de «los grandes
palacios internacionales». Aun cuando el diálogo quedó igual, el papel se
hallaba totalmente modificado por esta metamorfosis social.
Al comienzo del siglo XX, el famoso hombre de teatro ruso Constantin
Stanislavski sistematizó los medios ya utilizados para componer personajes.
Cuando montaba una obra, trataba de situar a sus intérpretes, por algún
tiempo, en condiciones de vida análogas a las de sus papeles.
El método de Stanislavski sería largamente utilizado en la URSS. Para
interpretar su Chapayev (1933), el actor Babochkin frecuentó durante largos
meses a los guerrilleros que habían combatido antaño a las órdenes de ese
héroe histórico. Para encarnar en una famosa trilogía de Kozintsev y Trauberg
(1934-39) al héroe Máximo, Boris Chirkov vivió largo tiempo con obreros,
trabajando incluso durante varias semanas en la fábrica. La primera parte del
film se desarrollaba en 1910 y Chirkov interrogó a quienes habían vivido las
luchas revolucionarias, y se documentó para conocer los trajes, las actitudes,
los gestos propios a una época ya histórica.
Cuando Stanislavski, cuyos métodos son excelentes para el cine, se volvía
hacia tiempos pasados, hacía leer a sus actores obras históricas y literarias, les
mostraba grabados, pinturas, todo lo que, en los museos, podría servir a
reconstruir una época y una sociedad desaparecidas.
Después de tal preparación un actor no se comportaría como un cowboy o
un gangster cuando interpretara un esclavo romano o un caballero de la Edad
Media.
Pero el método a emplear supone que el actor puede pasar mucho tiempo
en preparar su interpretación. Un plazo breve, la falta de cultura o de
conciencia profesional pueden obligarle a improvisar sus actuaciones. Éstas
se resentirán siempre, cualquiera que sea su talento. Son raros en Francia los
actores que saben interpretar con verdad un obrero o un campesino, por no
haberlos frecuentado, amado, observado. Por un Jean Gabin que lleva la gorra
y corta el queso de una manera verdaderamente popular, hay diez actores que
solamente saben vestir un traje de noche o beber un coctel sin modificar sus
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gestos habituales. Un gran actor es, sin embargo, el que posee un amplio
registro, el que, sin perder personalidad, puede interpretar tipos de diferentes
clases y épocas.
Para preparar un papel hace falta también releer y meditar todo lo que le
concierne directamente. Es de suponerse que Gérard Philipe, para encarnar a
Julien Sorel, o Danièle Darrieux para convertirse en una cautivadora Madame
de Rénal, no se contentaron con dejarse dirigir por Claude Autant-Lara
después de aprender los diálogos escritos por Aurenche y Bost. También
releyeron El rojo y el negro, penetraron en la conducta de los personajes
creados por Stendhal, incluso en los capítulos que no fueron llevados a la
pantalla. Por la novela, Julien Sorel y Madame de Rénal se les hicieron
familiares antes de que comenzaran a interpretarlos.
Un actor debe llegar a hablar y vivir como su personaje. Durante un día de
rodaje dice solamente algunas frases. Le bastaría con aprenderlas día a día,
para luego repetirlas en el estudio. En ese caso su creación resultaría
fragmentaria. Cada frase, cada actitud de un papel están sometidas al conjunto
del diálogo y también a las réplicas de los otros actores. Un intérprete debería,
pues, aprender el conjunto del texto y compenetrarse de todo el argumento si
quiere realmente comprender su personaje.
En el curso del rodaje, un actor de primera línea desarrolla un rudo
esfuerzo físico y nervioso. Si su trabajo comienza a las nueve de la mañana,
debe levantarse a las seis para llegar a eso de las siete y media al estudio,
generalmente situado a cierta distancia de las grandes ciudades. El maquillaje,
el peinado, el vestir, le toman una hora u hora y media. Comprendiendo el
tiempo de la comida, el trabajo en el estudio prosigue generalmente hasta las
seis de la tarde. Desvestirse, quitarse el maquillaje, cuidarse la piel y el
peinado, probarse los trajes para el día siguiente, durará todavía una hora más,
cuando menos. Con la vuelta a casa, la cena, el ensayo del papel, el actor no
dormirá antes de las diez o las once de la noche. Le quedarán seis o siete
horas para un sueño tanto más indispensable cuanto que la fatiga amenaza con
señalar sus facciones.
Ciertas condiciones del rodaje facilitan su trabajo. Los otros artistas que lo
rodean, la atmósfera, los decorados, el traje hacen que el actor entre en su
personaje con más naturalidad que frente a un escenario. Pero el estudio tiene
sus inconvenientes. Mientras sonríe para un gran plano, un actor debe vigilar
instintivamente para evitar los cables eléctricos, los rieles del travelling, etc.,
que cubren el suelo, y observar mentalmente las marcas de tiza que limitan
sus movimientos. Debe saber desplazarse en la luz sin provocar sombras
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desafortunadas y tener siempre en cuenta las indicaciones del director, del
director de la fotografía y del operador del sonido.
Pero el comediante debe también, y sobre todo, olvidar todas estas
contingencias para vivir su personaje intensa y sinceramente.
El actor francés André Luguet cita como ejemplo a «la gran Sarah
Bernhardt que, en el transcurso de una escena patética y mientras su rostro
derramaba verdaderas lágrimas, apostrofaba rudamente a un electricista que
dirigía mal sobre ella la luz de su reflector» (El cine, por los que lo hacen).
Hemos visto a Gérard Philipe, bajo el cálido sol de Niza, vestido con
espesas ropas de lana y cuero, interpretar, sobre una nieve de algodón
hidrofílico, un Till que se suponía tiritando de frío.
Por el contrario, actores que encamaban exploradores saharianos han
tenido que chupar hielo para impedir que su aliento no se convirtiera en humo
en un estudio con mala calefacción.
Un actor logra salvar todos estos obstáculos. Pero interpretará con más
naturalidad a un explorador en el Sahara o a Till en los nevados paisajes
flamencos si las escenas son rodadas en los mismos lugares y en la temporada
adecuada. El clima, el medio, los habitantes y la naturaleza le harán
comprender mejor su personaje y sus reacciones. Si luego ciertas escenas
deben ser reconstruidas en el estudio, el actor interpretará más naturalmente
su ambiente y su sentido.
La experiencia ha llevado a ciertos realizadores a situar a sus intérpretes
en condiciones que se aproximan lo más posible a la realidad. Cuando dirigía
en 1923 La opinión pública (A woman of Paris), Charles Chaplin fue el
primero en hacer construir decorados con cuatro paredes que reproducían
exactamente una habitación. Si, según las indicaciones del guión, los actores
debían cenar espléndidamente, se les servía champaña y no, según costumbre,
gaseosa coloreada. En la misma época, Eric Von Stroheim, para realizar
Codicia (Greeds, 1924), transformó en estudio una casa abandonada y
filmaba en una habitación techada y de dimensiones normales. En La tierra
tiembla (1947), el italiano Lucchino Visconti utilizó como estudio la casa de
un pescador siciliano. Llevando al extremo la teoría neorrealista, hizo que
interpretaran su film actores no profesionales descubiertos en un pequeño
puerto.
La extrema fragmentación de las escenas durante el rodaje permite mucho
más fácilmente en el cine que en el teatro utilizar como actores hombres y
mujeres tomados de la realidad, a condición de que se les haga interpretar
personajes de su condición social, su oficio y su carácter.
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En Ladrones de bicicletas (1947), el héroe, un obrero sin trabajo, era
interpretado por Luigi Maggiorani, escogido por el realizador Vittorio de Sica
entre varios obreros de Roma. Cuando el film terminó, Maggiorani volvió a su
trabajo en una gran fábrica. Muy pronto, ésta fue cerrada y Luigi se encontró
desocupado como el héroe de la película. Había sido ya un sintrabajo antes
del rodaje. No había, pues, tenido necesidad de preparación especial para
entrar en «la piel del personaje», puesto que interpretaba su propio papel y
una situación vivida por él mismo. Vittorio de Sica, actor también, es un gran
director de actores y gracias a él el no profesional Maggiorani pudo expresar
admirablemente la angustia de un desocupado. Pero no se puede emplear
siempre actores no profesionales. Éstos convienen sólo a ciertos temas,
papeles o géneros de películas.
Por muy consciente que sea, un profesional no puede poseer ni adquirir
todas las aptitudes ni todos los talentos. Un actor debe, pues, ser doblado en
ciertos casos. El doble es una persona que se le parece y que efectúa en su
lugar una zambullida peligrosa, una caída del caballo, la doma de fieras etc.,
una acrobacia, una caída rodando a lo largo de una escalera. Si una estrella no
puede desplazarse a un país lejano, se le sustituye, en las calles y los paisajes,
por un doble vestido como ella, que se cuidarán de fotografiar de espaldas y
en plano general. Algunas estrellas, finalmente, emplean a un doble en el
estudio para ahorrarse un trabajo agotador (y sin beneficios para su
interpretación). Este doble de clase especial, se encuentra en el set mientras el
jefe de operadores pasa largas horas regulando las luces.
Los dobles son para los actores colaboradores en algunos casos
indispensables. Pero no se crea que los artistas se hacen doblar
sistemáticamente en todas las circunstancias peligrosas o desagradables. Por
el contrario, en el film francés El muelle de las brumas (1937), el actor Pierre
Brasseur encamaba un individuo antipático a quien el héroe —Jean Gabin—
administraba una bofetada magistral. Tras de recibir el golpe, la fisonomía de
Brasseur expresaba con rara intensidad la humillación y la cólera. La perfecta
consecución de la escena se debe al director, Marcel Carné. En los ensayos,
éste pidió a Jean Gabin que «midiera la mano». Pero al tiempo de la primera
toma, secretamente le pidió que «diera fuerte y con ganas». Brasseur
reaccionó con mucha naturalidad, como un hombre brutalmente agredido por
sorpresa. El actor no ha olvidado ese mal momento. Ese notable instante de El
muelle de las brumas le ganó un enorme éxito y le facilitó mucho la carrera.
Pero un actor puede sufrir graves daños sin ningún beneficio.
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«Cuando interpretaba al zarevich Alejo en la película Pedro el Grande
(1938) —cuenta el actor soviético Cherkassov— debía batirme a puñetazos
con otros actores. Ocho veces se repitió la escena, pero las tomas no
satisfacían al realizador, Iván Petrov. El estudio iba a cerrarse cuando Petrov
nos pidió una novena toma. Estábamos fatigados, nerviosos, pero lo hicimos
con todo el corazón. Al final de la escena, escupí un diente roto, lo cual es
muy desagradable… Me consolé pensando que un actor debe hacer a su arte
útiles sacrificios. Y ¡ay! no fue la novena, sino la sexta toma la que figuró en
el film terminado».
Efectivamente, como en todas las artes, el oficio de actor no reside en una
transcripción pura y simple, en una copia servil de la naturaleza. Puede
suceder que en una escena una actriz llore sinceramente verdaderas lágrimas,
mientras que otra deba recurrir a una gota de glicerina que ruede sobre sus
mejillas. Y sin embargo, en la proyección, las lágrimas de glicerina parecerán
más verdaderas que las lágrimas auténticas. Quien dice arte dice —en el
sentido más amplio de la palabra— interpretación. Un pintor no es un
fotógrafo, ni un escultor un fundidor, ni un escritor un mecanógrafo que
escriba al dictado de un magnetófono que haya registrado automáticamente
todo lo que oía. Para hacer vivir a su personaje, un artista tiene que recrear a
su héroe partiendo de elementos reales que compone y estiliza según su
propio temperamento. A esta composición concurren la cultura general, los
dones naturales, el trabajo y la suerte, la inteligencia y la intuición, el físico y
el maquillaje, la sinceridad y la capacidad de fingir, la espontaneidad y el
control de sí mismo, lo natural y lo artificial, etc. Tales elementos son tan
difíciles de darse en una sola persona que los más grandes actores son muy
raros en un país y una época.
Repetimos: no hay oficio donde el éxito sea tan difícil, donde la ambición
encuentre más obstáculos amargos. «Llegar a estrella» es el sueño de una
multitud innominada, pero sobre un millón de jóvenes obsesionados por esta
idea, tal vez sólo uno hallará un día la meta de su ideal.
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IV. LA INDUSTRIA DEL CINE A TRAVÉS DEL
MUNDO
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de obreros. Por la importancia de sus inversiones, el cine es, pues, una
industria.
Sabemos que la producción no es más que una rama de la industria del film,
siendo las otras la distribución, la exhibición, las industrias técnicas.
Los comercios mayoritarios, igual que la distribución de películas,
reparten por los almacenes diversas mercancías, como el azúcar, las
conservas, la quincallería. Se consume una libra de azúcar o una lata de
sardinas, se compra una azada para cultivar el jardín. Pero el film es una
mercancía que se consume de una manera muy particular. Sus espectadores
compran un billete en la taquilla para tener el derecho de ver y oír durante
cierto tiempo las sombras de las películas, transformadas en sonidos e
imágenes. Estos espectáculos se dan en almacenes especiales, las salas de
cine, cuyo conjunto constituye la exhibición.
Un director o un propietario de sala, un exhibidor, tampoco es propietario
de las cintas que muestra. Sus programas (varias películas que forman un
espectáculo de dos horas cuando menos) le son suministrados para un
determinado número de días, sea mediante una suma prefijada, sea sobre un
porcentaje de los ingresos de la sala.
Las industrias técnicas contribuyen a la exhibición, la distribución y la
producción con la película virgen, las cámaras, los proyectores, los aparatos
necesarios para el registro de imagen y sonido, el material para equipar las
salas, los estudios, etc. Una parte especial está reservada a los laboratorios,
fábricas que, por diversas maniobras a cuenta de los productores, aportan a
los distribuidores las copias de película necesarias para la exhibición.
Todos los países tienen salas de cine en su territorio. Pero la industria del
film está organizada de diferentes maneras y se desarrolla de modo
extremadamente desigual. Para pasar en revista el mundo cinematográfico,
comencemos por los países llamados «occidentales».
En este sector, los Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Italia, la República
Federal Alemana, poseen, cada uno, todas las ramas de la industria
cinematográfica y su producción anual comprende entre sesenta y trescientos
films (contamos solamente los de largo metraje).
La exhibición aporta a la industria del cine sus ingresos fundamentales. Es
el dinero pagado por los espectadores en las taquillas de las salas —llamado
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en los Estados Unidos box-office— el que permite a la producción recuperar
los capitales invertidos en la realización de una película. Es de imaginarse,
pues, que en cada país, la producción es aproximadamente proporcional al
box office nacional, o sea al número de billetes vendidos cada año.
Francia (con 43 millones de habitantes) vende por término medio (1950-
54) 300 millones de billetes y produce cien films por año. Holanda (8
millones de habitantes) vende sesenta millones de billetes. Se encuentra en
condiciones económicas y políticas análogas a las de Francia. La asistencia al
cine es prácticamente la misma en los dos países. Si dividimos el número de
billetes vendidos por el número de habitantes, comprobaremos que cada
holandés, como cada francés frecuenta —teóricamente— el cine de siete a
ocho veces por año.
Puesto que con 300 millones de billetes vendidos, Francia puede financiar
cien películas por año, Holanda debería producir veinte. Ahora bien, Holanda
no ha realizado, en diez años (1945-55), más que diez películas grandes en
total. Anomalía tanto más singular cuanto que la lengua neerlandesa es
comprendida en Bélgica por cinco o seis millones de flamencos y el cine
holandés hallaría ahí una clientela.
En Holanda hay una explotación y una distribución prósperas. En cuanto a
equipo cinematográfico, está muy lejos de hallarse en desventaja, puesto que
una gran empresa holandesa de aparatos eléctricos, la casa Philips, fabrica
proyectores que se venden en el mundo entero.
Es verdad que no se produce película virgen en los Países Bajos, pero
Holanda puede comprarla sin dificultades, por sus fronteras inmediatas, en
una gran fábrica belga de Amberes. Y por otra parte está la India, que en
1954-55 se halló a la cabeza de los países productores y no fabrica un solo
metro de película…
Habrá que buscar, entonces, aparte de los problemas del equipo y la
técnica, las explicaciones a esta paradoja: Holanda, país de vieja cultura, que
posee artistas y una mano de obra altamente calificadas, realiza excelentes
documentales, pero no ha realizado después de la guerra más que un film
grande por año. Nos preguntamos a dónde van los ingresos de la explotación.
Los programas de los cines holandeses (según las estadísticas oficiales
publicadas por la UNESCO) se componen de un 80 % de películas
americanas, de un 10 % de films británicos, y un 10 % restante de cintas
italianas, francesas, alemanas y de otras nacionalidades. El box-office del país
está, pues, íntegramente monopolizado por los extranjeros. En los mejores
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años, la producción holandesa se atribuye uno o dos por ciento de los ingresos
del cine nacional, o sea diez o veinte florines sobre mil.
Se advierte una situación análoga en ciertos grandes países occidentales.
Los films americanos aportan a los Estados Unidos un 98 % del box-office.
Pero por 1950 obtenían también en Francia el 36 % de los ingresos, en
Alemania Occidental el 48 %, en Italia el 50 %, en Inglaterra el 75 %
(mínimo). Una parte muy importante de las ganancias en la industria del film
es, pues, monopolizada en estos países por Hollywood. Lo mismo pasa en
toda la Europa occidental y en América Latina. Según los cálculos (tal vez un
poco exagerados) de una publicación oficial americana, el Motion Picture
Almanac, en 1955 el tiempo de proyección ocupado por el cine americano
llegaba al 75 % en Bélgica, Dinamarca, Ecuador, Honduras y Nicaragua; al
70 % en Grecia, Turquía, Guatemala, Brasil y Finlandia, etc.; al 60 % en
Suecia y en México. Según el mismo Almanaque, la media de Hollywood
alcanzaba un 63 % en Europa occidental, un 64 % en América del Sur y un
76 % en Centroamérica.
Todos estos países pertenecen al mundo de «la libre empresa». Para la
gran prensa norteamericana esta expresión significa que todo hombre
emprendedor e inteligente puede lograr «un lugar al sol» (a place in the sun).
En el terreno cinematográfico —en todo caso—, la libre empresa significa
prácticamente un monopolio permitido a los Estados Unidos. Su cine ocupa
en las pantallas del «mundo libre» más de la mitad de los programas,
viéndose reducidas las otras «grandes potencias» a la parte restante. En Roma,
París o Londres, cineastas y productores están de acuerdo en comprobar que
las graves crisis periódicas de las cinematografías británica, francesa e italiana
tienen por causa principal el lugar privilegiado que tiene Hollywood sobre las
pantallas nacionales.
Hollywood monopoliza las pantallas en la mitad del mundo y es ella
misma un monopolio. La producción de casi todos los films A y B está
prácticamente reservada a ocho grandes sociedades: las cinco majors (o
grandes): Paramoimt, Fox, M. G. M., Warner, R. K. O. y tres o cuatro minors
(o pequeñas): Universal, Columbia, United Artists, Republic. Las grandes son
controladas y comanditadas por los mismos grupos de altos financieros.
Juntas, forman un gigantesco consorcio o cártel, la Motion Picture
Association of America (MPAA). Esta organización presidida desde 1945 por
Eric Johnston dirige muy importantes servicios, comunes a todo el monopolio
americano del film: censura, mano de obra, agencia de exportaciones (que ha
obtenido considerables derechos en Japón, Alemania, etcétera).
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Las Grandes, miembros de la MPAA, no se limitan a la producción.
Controlan también la distribución y la explotación. En los Estados Unidos, las
cinco Grandes se embolsan el 85 % del ingreso cinematográfico nacional, y
tienen por todas partes agencias de distribución y controlan más de tres mil
cines de los quince mil que existen en la nación. Estas salas, las más grandes
y lujosas del país, les permiten imponer sus películas a las salas
«independientes», mucho menos importantes. Teóricamente, los miles de
cines agrupados en circuitos por las Grandes han estado separados de ellas en
virtud de una ley anti-trust. Prácticamente están ligadas a ellas por múltiples
intereses comunes. Las ocho Grandes de Hollywood poseen además
centenares de agencias en todos los países de «libre empresa». Estas
sociedades norteamericanas controlan igualmente importantísimos circuitos
de salas en el Canadá, en Australia, Nueva Zelandia, África del Sur… Pero
otros grandes países de «libre empresa» tienen también sus monopolios.
Por 1940 se formó en la Gran Bretaña un poderoso trust cinematográfico
que seguía el modelo norteamericano. Arthur Rank, multimillonario
enriquecido en la especulación del trigo, se convirtió en propietario de
grandes circuitos que agrupaban 750 de las principales salas inglesas. Gracias
a este control, la Organización Rank pudo luego monopolizar en Inglaterra la
mayor parte de la producción de los estudios, de la distribución, del equipo y
los laboratorios. Ha creado también agencias en el mundo entero, comprado
circuitos de estudios en diversos países extranjeros e incluso adquirido
grandes intereses en la Universal, una de las Grandes de Hollywood.
Sin embargo, el monopolio se asienta sobre una base frágil. Hemos dicho
que el 75 % del box-office británico va a Hollywood. Rank ha tenido, pues,
que contentarse con el 15 o el 20 % de los ingresos nacionales. En sus propias
salas se ha visto obligado a conceder un mínimo de 50 % de sus programas a
Hollywood. Una parte importante del box-office de los circuitos Rank va a los
norteamericanos.
Rank, a pesar de su poderío, tuvo rápidamente la desventaja cuando
encabezó una lucha abierta contra Hollywood: 520 empresas se hallaron en
dificultades y debió abandonar a sus rivales yanquis importantes posiciones
en los Estados Unidos, en los Dominios ingleses e incluso en la Gran Bretaña.
El antagonismo angloamericano no ha dejado de ser muy agudo en la
industria del cine.
Antes de 1914, Francia ocupaba una situación análoga a la actual de
Hollywood. Dos poderosas sociedades, Gaumont y Pathé, dominaban los
mercados del film, sobre todo en Inglaterra, Alemania, Rusia y Estados
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Unidos. Desde 1918, estos dos monopolios perdieron sus posiciones
internacionales y desde 1930 sus principales fuerzas en Francia. A partir de
1940, Gaumont y Pathé forman, de hecho, un solo grupo, que controla varios
estudios y laboratorios. Posee agentes de distribución y una cincuentena de
grandes cines, pero produce pocas películas.
Por 1918, en Alemania, la gran industria y la gran banca constituyeron un
gigantesco monopolio, la UFA. Este cártel apoyó activamente a Hitler en su
conquista de poder; fue un gran aprovechador del régimen nazi y de sus
conquistas militares. Su monopolio controlaba, en 1943, todas las ramas de la
industria del cine en el Gross-Reich y 7000 salas en la Europa ocupada. La
fuerza de la UFA se hundió con el régimen hitleriano y su cártel fue disuelto
por una resolución colectiva de los Aliados tomada en 1945 en Potsdam.
Después de 1954, la UFA ha sido en parte reconstituida por el gobierno de
Bonn.
Pero este cártel estaba aún lejos, en 1956, de haber recuperado su antigua
importancia en la Alemania Federal, donde los intereses americanos, ingleses
y franceses controlan en parte la producción y la distribución.
En el Lejano Oriente, la estructura del cine japonés se parece a la
estructura americana. Cinco grandes monopolizan, como en los Estados
Unidos, todas las ramas de la industria. Durante la guerra, los monopolios
cinematográficos, ligados al militarismo nipón, habían conquistado las
pantallas de las regiones ocupadas en el sureste asiático. Tras la derrota de
1945, las Grandes han reconstituido rápidamente su imperio en Japón, donde
Hollywood ha conquistado y conservado fuertes posiciones (35 % de los
ingresos).
El cine italiano ocupó una importante situación en los mercados
internacionales entre 1910 y 1920. Pero entre las dos guerras, la competencia
de Hollywood lo derrotó casi completamente. Desde 1935, Mussolini
favoreció la industria cinematográfica en Italia, tanto para su propaganda
como por los beneficios de ciertos capitalistas y de su propia familia. Cuando
el fascismo se hundió, el cine italiano carecía de importancia internacional.
Pero desde 1946, la excelencia de los nuevos films italianos les ha
conquistado grandes mercados internacionales. Existen en Roma,
actualmente, poderosas sociedades, sin que ninguna monopolice
verdaderamente el mercado cinematográfico. La estructura de la industria del
cine en Italia recuerda un poco la estructura francesa.
En los países de «libre empresa», pues, Hollywood ocupa una posición
dominante. Pero la Gran Bretaña, Francia e Italia tienen también su lugar en
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los mercados internacionales. La parte dominante que estas grandes potencias
ocupan en los programas de otros países impide a estos últimos crear o
desarrollar un cine nacional.
La producción es casi nula en Holanda, Suiza, Bélgica, Venezuela, Chile,
Perú o Canadá, porque las pantallas son ocupadas en su casi totalidad por los
films americanos, ingleses, franceses, italianos o alemanes.
Se ha pretendido que el arte del cine no puede desarrollarse en los países
pequeños, o que las cintas extranjeras monopolizan las pantallas de algunas
naciones porque éstas no tienen «sentido del cine».
Pero en Europa, las cinematografías de Dinamarca (4 millones de
habitantes en 1950) y de Suecia (7 millones) brillaron con un vivo esplendor
artístico entre 1910 y 1925. Desde esa fecha, estos países perdieron, por la
competencia alemana y norteamericana, una eminente posición internacional
que jamás pudieron reconquistar.
Brasil, que es uno de los más grandes países del mundo (59 millones de
habitantes) fue el primero de los países de América Latina que realizó films
grandes. Sin embargo, de 1930 a 1950 su producción anual se limita a dos o
tres películas: sus pantallas están colonizadas por los Estados Unidos.
Hollywood defiende enérgicamente la posición dominante que ha podido
asegurarse en numerosos países: los tratados comerciales negociados por el
Departamento de Estado implican casi siempre cláusulas que aseguran a los
films yanquis una situación privilegiada.
Si en los grandes países de América Latina (Brasil, Argentina, México) el
cine se halla, frente al extranjero, en una situación dependiente, es de
imaginarse que la industria cinematográfica difícilmente ha podido
desarrollarse en las regiones de Asia y de África que hasta 1945 eran colonias
francesas o británicas.
Desde 1930 en la India y desde 1940 en Egipto, la producción ha tomado
tal importancia que las películas angloamericanas ocupan ahora un lugar
minoritario. El Cairo produce cada año de cincuenta a sesenta películas
habladas en árabe, cuyo público consta de 400 millones de musulmanes, entre
África y Asia.
Las películas de la India (350 millones de habitantes) están más que nada
destinadas a la explotación interior. Bombay, Calcuta, Madrás y muchas otras
ciudades producen más de 300 películas por año, en quince lenguas y
dialectos. En la India, como en Egipto, la producción no está monopolizada y
es financiada sobre todo por pequeñas sociedades.
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LOS MÉTODOS DE HOLLYWOOD
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satisfacción a los consumidores. Respecto a las estrellas, el resultado no es
siempre seguro.
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FIGURA 3. Las Grandes de Hollywood y los monopolios norteamericanos en
1950. El porcentaje es el de cada compañía grande de 1939 dentro del cuadro
total de los negocios de las ocho Grandes. A partir de 1950 hubo algunos
cambios (como la cesión, por parte de Howard Hughes, de sus intereses
cinematográficos a los industriales de la televisión y del caucho), pero la
estructura general sigue dominada por los mismos grandes intereses
financieros. →
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Sam Goldwyn es uno de los productores americanos más fuertes y
sagaces, según su biografía. «Lanzó y desarrolló personalidades de la pantalla
como Ronald Colman, Vilma Banky, Gary Cooper, Danny Kaye, Daña
Andrews, Farley Grangers, etc…». En 1935, Goldwyn invirtió sumas
considerables en el lanzamiento de Anna Sten, una actriz de origen ruso que
había tenido ya una buena carrera en Alemania como estrella de la UFA.
Todos los Estados Unidos fueron cubiertos de anuncios y carteles que
mostraban a la nueva estrella en las poses más seductoras. Pero Goldwyn
fracasó y no logró imponer su «descubrimiento».
Puesto que ha sido comprobado que el costoso lanzamiento de nuevas
estrellas significa un riesgo, los financieros de Hollywood prefieren conservar
el mayor tiempo posible sus antiguas figuras.
Cada año, los periódicos comerciales americanos organizan encuestas en
las que son clasificadas como champions las mejores money making stars
(estrellas que hacen más dinero). Entre los champions de champions que
fueron los más frecuentemente calificados entre 1945 y 1955, se encuentran
Gary Cooper, Bing Crosby, Bop Hope, John Wayne, James Stewart, los
cómicos Abott y Costello. Todos ellos han nacido en los primeros años del
siglo XX. Un galán «joven» de Hollywood generalmente roza o sobrepasa los
cincuenta años. Suelen incluso rozar los sesenta.
Además de sus estrellas, las ocho Grandes poseen sus estudios, en los que
realizan sus producciones con técnicos contratados por semana o por año.
Ligados a los grandes estudios se hallan los scoot talent (buscadores de
talento) encargados de descubrir y de «tomar bajo contrato» las futuras
estrellas, y el story department (sección de argumentos) encargado de
comprar los argumentos de éxito, sea en estado de manuscrito, sea después de
su edición o su interpretación en escena.
Tan pronto una novela se vende por decenas de millares en los Estados
Unidos, este best setter ve sus derechos de adaptación cinematográfica
comprados por el story department de una gran firma hollywoodense. Desde
1920, el best setter norteamericano más famoso fue Lo que el viento se llevó.
Esta novela de Margaret Mitchell se desarrollaba durante la guerra de
Secesión y tomaba el partido de los señores feudales suristas contra los
esclavos negros. El libro, que se vendía por varios millones de ejemplares, vio
comprados sus derechos de adaptación por Dave Selznick, entonces ejecutivo
de la MGM. El film producido por él embolsó en cuatro años —1939 a 1943
— 32 millones de dólares, solamente en el mercado interior norteamericano.
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Sus beneficios totales en el mundo entero (donde fue varias veces estrenado)
debieron aproximarse a los doscientos millones de dólares.
Un éxito así ha resultado único en Hollywood. Ciertos grandes éxitos de
librería adaptados a la pantalla han conocido en los Estados Unidos un fracaso
total. Pero Hollywood no ha desistido en asegurarse sistemáticamente los
derechos de todos los best sellers norteamericanos o extranjeros. Los
monopolios se guían en su búsqueda por consideraciones comerciales sin
relación con la literatura y el arte. A veces la compra de derechos no implica
una adaptación, pero sirve para eliminar la competencia.
Según la ley francesa, los derechos de autor (comprendida la adaptación
cinematográfica) están reservados a los herederos de un escritor durante los
sesenta años posteriores a su muerte. Después, las obras «caen en el dominio
público» y pueden ser adaptadas y reeditadas por todos.
Utilizando estas disposiciones legales, los story departments han
bloqueado hasta 1952 el derecho de adaptar las principales obras de Victor
Hugo. Hollywood se aseguraba así, contra los franceses, el privilegio
exclusivo de realizar una película (muy mala) basada en Notre-Dame de
Paris. Victor Hugo es ahora del dominio público, pero Jules Verne no. Y los
cineastas franceses no tienen el derecho de adaptar Veinte mil leguas de viaje
submarino, Los hijos del capitán Grant o La isla misteriosa porque estas
historias son propiedad de algún story department norteamericano.
Estos servicios compran sin discriminación las obras de los más grandes
escritores, las obras teatrales de éxito, los peores melodramas, los folletines,
las novelas policiacas o las historietas ilustradas (comics).
La boga de la baja literatura comercial puede determinar la creación de
estrellas que son menos actores que personajes imaginarios creados por los
folletinistas o dibujantes. Así, Hollywood consagra toda una serie de películas
a Tarzán (el hombre de la selva); a Supermán, el superhombre de la era
atómica, invencible por su poder magnético y técnico; a Popeye, alegre
marinero originalmente creado para la publicidad de las espinacas en
conserva; a Zorro, el bandido caballero, nacido de los éxitos de Douglas
Fairbanks; al Ratón Mickey y al Pato Donald.
Estas últimas estrellas popularizadas a la vez por los dibujos animados y
las tiras ilustradas de los comics han sido creadas por Walt Disney, uno de los
businessmen más sagaces de Hollywood. Éste ha explotado su boga de
múltiples maneras más: álbumes, muñecos, dulces, marcas de chocolates,
pelotas de hule, barajas, prendedores, anuncios y marcas publicitarias, títeres,
periódicos infantiles, etc. Walt Disney se asegura, mediante un contrato, un
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porcentaje sobre la venta de cada artículo y sus ingresos alcanzaron, algunos
años, varios millones de dólares.
Los monopolios de Hollywood se guían esencialmente por las ganancias.
Los ejecutivos, altos empleados de Wall Street, calculan con exactitud el
rendimiento de cada película. Si su balance se considera en déficit, sus
estrellas, sus directores, sus producers serán tarde o temprano despedidos.
Los financieros americanos, dueños de Hollywood, liquidan despiadadamente
a los ejecutivos, en apariencia todopoderosos, en cuanto los balances de las
grandes firmas dirigidas por éstos son halladas en déficit.
En ciertos casos, sin embargo, los financieros de Wall Street autorizan un
esfuerzo «desinteresado». En 1948, con la película La cortina de hierro, la
Fox inició el film antirrojo destinado a servir a la guerra fría. Al mismo
tiempo esta propaganda se desplegó profusamente en la prensa, la radio, la
televisión, las ediciones, etc. La cortina de hierro, película sin ninguna
calidad artística, provocó en América y el extranjero vivas protestas y no tuvo
ningún éxito comercial. Su fracaso no impidió a Hollywood producir durante
siete u ocho años numerosos films antirrojos con el mismo resultado
negativo. Para la Fox, la MGM, la Warner, la RKO, la Paramount, esta serie
arrojó un saldo de varios millones de dólares de déficit. Pero el esfuerzo de
las cinco Grandes sólo en apariencia fue «desinteresado». Estas grandes
firmas estaban, en efecto, orgánicamente ligadas a los intereses de Morgan y
Rockefeller, a las grandes empresas de armamentos, a las industrias militares
o de armas atómicas que actúan en torno a las firmas Kodak, Dupont de
Nemours, General Motors, General Electric, etc. Los films antirrojos
contribuyeron a crear en la opinión pública el pánico de la guerra fría y por
tanto a establecer mandos militares, atómicos y de otra clase, altamente
provechosos a las grandes firmas que controlan las Grandes de Hollywood.
Su balance global fue muy satisfactorio.
Los lazos entre Hollywood y las grandes finanzas (big business) pueden
ampliamente demostrarse con la pintoresca personalidad de Howard Hughes.
Nacido en 1905, este hijo de un millonario californiano se interesó pronto en
el cine. Desde la edad de 25 años financió, y a veces realizó él mismo,
películas en las que la aviación tenía un lugar predominante. Así ocupó un
sitio ingente en la producción. Mientras ganaba algunos récords como piloto
aviador, incrementó el renombre de ciertas estrellas femeninas que —se dice
— le brindaban también sus favores privados.
En 1948, Howard Hughes compró a los intereses Rockefeller, la RKO,
Grande de Hollywood. Durante siete años, la sociedad estuvo aparentemente
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en déficit y, en 1955, Howard Hughes la revendió a un consorcio formado por
ciertos grandes industriales del caucho. Se suponía entonces que la RKO
había sido para él un «capricho de millonario» al que apasionaban, además de
los récords aéreos, los encantos de las estrellas. Pero el semanario Time
recordaba (el 17 de octubre de 1955) de dónde provenían los millones de
Howard Hughes. Esta fuente es tanto menos dudosa cuanto que se encuentra
en la esfera de los intereses Morgan y que publicaba, con sus «revelaciones»,
dos páginas de publicidad pagadas por Howard Hughes.
Según este número de Time, Howard Hughes es uno de los diez grandes
fabricantes de armamento americanos. En el presupuesto de guerra de los
Estados Unidos, la Howard Hughes Aircraft Co. (cuyas fábricas cubren 30
hectáreas en California y Arizona) ha obtenido, cada año, 200 millones de
dólares únicamente por la producción de cohetes teleguiados que fabrica una
de sus filiales, la CSTI. Howard Hughes tiene como imperio, aparte de estas
dos sociedades, la Hughes Tool Co. y la TWA, la más importante de las líneas
aéreas norteamericanas internacionales. Estas cuatro firmas emplean un total
de 50 000 personas. Su balance anual alcanza 700 millones de dólares, con los
correspondientes beneficios.
Durante todo el tiempo en que fue propiedad privada de Howard Hughes,
la RKO multiplicó los films antirrojos y las películas de guerra que se
desarrollaban en Corea y otras partes. La aviación tenía, en estas
producciones, un papel de primer plano. El balance global de éstas podía ser
deficitario, pero su propaganda contribuyó a establecer un estado de cosas que
el Time resumía así: «Los Estados Unidos, desde este momento, pasaron
todos sus encargos de material antiaéreo al mismo grupo financiero, y, quieras
o no, pusieron todos sus huevos en el cesto de Howard Hughes, como éste
dijo».
Así pues, es difícil considerar la gran producción norteamericana sin los
grandes industriales y financieros que la controlan. Con vistas a monopolizar
el cine mundial, Hollywood está ligado a otros grandes monopolios yanquis
(banca, aviación, petróleo, automóviles, electricidad, industria atómica,
química).
En la Gran Bretaña, la mayor parte de las estrellas, de los realizadores,
productores y argumentistas está ligada por contrato a la Organización Rank.
Pero este monopolio deja una mayor autonomía que los Estados Unidos a sus
diferentes sociedades y estudios. Ha podido realizarse un esfuerzo artístico de
real valor por ciertos productores ligados a la Organización Rank, como Sir
Michael Balcon. Pero, por otra parte, para conquistar —piensa él— el
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mercado americano, Rank ha querido imitar los métodos de Hollywood. Su
tendencia ha contribuido a disminuir, desde 1948, la calidad artística media de
las películas inglesas.
LA PRODUCCIÓN EN FRANCIA
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Un coproductor es una sociedad o una persona que se asocia a otro
productor para financiar una película. Aporta al negocio su capital, su
experiencia o los contratos o relaciones que pueda tener con las estrellas, los
realizadores, los técnicos, etcétera.
Una publicidad sobre El lirio del valle, interpretada por Jean Gabin —
para seguir con el ejemplo de Doniol Valcroze—, basta para asegurar, para la
explotación en Francia, Bélgica, Suiza, Canadá, América del Sur, etc.,
suficientes contratos con los distribuidores para que los coproductores puedan
obtener un adelanto del Crédito Nacional. Este Banco, controlado por el
Estado francés, invertirá, pues, en la producción varios millones de francos
mediante sustanciales garantías. El capital se reembolsará en prioridad sobre
los primeros ingresos del film, lo que reduce a cero los riesgos. Por su lado,
los distribuidores han podido conceder a los coproductores adelantos
correspondientes a una parte del alquiler de la cinta. Este préstamo asegura la
exclusividad de El lirio del valle al distribuidor, que se resarce, él también,
mediante los ingresos de la explotación.
En muchos casos, la coproducción adquiere un carácter internacional.
Siendo grande en Italia el renombre de Jean Gabin (y el de Balzac), un
productor romano aceptaría gustoso participar en el financiamiento de El lirio
del valle. En cambio recibiría el derecho de explotar el film en su país (y tal
vez en España, Grecia, etc.). Para asegurarse oportunidades extras, este
coproductor exigirá a veces que la pareja de Jean Gabin sea italiana. Para este
hipotético El lirio del valle se contrataría, pues, a Gina Lollobrigida, Sofía
Loren o Anna Magnani, al azar de las opciones y de los contratos.
Finalmente, el productor francés será financiado por el Fondo de Ayuda.
En 1948, una Ley de ayuda, votada por el parlamento francés, instituyó una
cuota suplementaria (10, 15 o 20 francos) añadida al precio de las butacas en
los cines. Gracias a estas sumas pagadas por los mismos espectadores, se
estableció un fondo de ayuda. Sus reservas ascienden a varios miles de
millones de francos por año. Son parcialmente entregadas a los productores,
según un porcentaje proporcional a los ingresos embolsados por su film
anterior.
La Ley de ayuda se instituyó en 1948, año en el cual el cine francés,
amenazado por la invasión hollywoodense, parecía en peligro de desaparecer.
Dicha ley creó una sobrecuota pagada por los espectadores y permitió al cine
francés subsistir, gracias a un fondo de varios miles de millones de francos
redistribuido entre los productores, los exhibidores y las industrias técnicas.
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Como en Francia, se ha instituido después de 1945 leyes de ayuda en la
Gran Bretaña, en Italia, en España, etc. Los productores se benefician según
condiciones análogas.
Para financiar una película, un productor francés recurre también al
crédito de los laboratorios. Estas fábricas son —como una parte de la
distribución y de los estudios franceses— controladas en su mayoría por
Pathé-Gaumont. Pero este grupo se halla en competencia con otras empresas.
Para atraer clientela, los laboratorios aceptan que sus trabajos —revelado,
copias, etc.— sean pegados después del lanzamiento de la película al
mercado. Estos créditos llegan a ser de un 7 a un 8 % en una película de cien
millones de francos.
En ciertos casos, finalmente, algunos actores o técnicos aceptan ser
«interesados en la producción». Dicho de otro modo, una parte de sus
honorarios les será pagada en el plazo de un año o dos, plazo eventualmente
alargado según aparezcan los beneficios en el balance de la producción. Pero
los actores y los técnicos no tienen las mismas garantías que los otros
comanditarios. Peor aún, si la producción arroja déficit, jamás serán
enteramente pagados por su trabajo.
De ochenta a noventa por ciento de las películas francesas se realiza en las
condiciones indicadas por Doniol Valcroze. Así pues, no se puede establecer
en París —como se hace en Hollywood— un plan de producción válido para
seis meses o un año. Se contentan con anunciar día a día los films «en
proyecto» que nacerán de dichas combinaciones financieras.
Estos proyectos están muy lejos de resultar siempre. Productores,
realizadores, argumentista y estrellas se encuentran, de este modo,
comprometidos en diez o quince asuntos antes de que cuatro o cinco películas
lleguen a filmarse. Existen en Francia tres o cuatrocientas compañías
productoras, pero la mayoría no emprende más que un film en coproducción
cada dos o tres años. Las firmas francesas que producen cada año tres o cuatro
películas se cuentan con los dedos de una mano.
Parece entonces que en Francia —como en Italia, en la Alemania federal,
en España, etc.— la «libre competencia» caracteriza la producción de
películas. Pero los pequeños productores dependen mucho, como hemos
visto, de una distribución fuertemente monopolizada y de los bancos. El
Crédito Nacional es, efectivamente, sólo en apariencia un banco del Estado, y
no es el único establecimiento que financia los films.
Antes de conceder sus créditos, los bancos y los distribuidores franceses
—o italianos— no examinan el tema adoptado ni los nombres de las estrellas,
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sino que piden controlar el «guión técnico», base del film en proyecto, y
exigen cortes y transforaciones que no tienen ninguna relación con la
rentabilidad de la producción.
Por ejemplo: dos productores, uno francés y otro italiano, se asociaron
para hacer una película de gran presupuesto, Los siete pecados capitales.
Cada uno de sus siete episodios fue confiado a un realizador diferente: E. de
Filippo, Yves Allegret, Jean Dréville, Carlo Rim, Rossellini, Georges
Lacombe y Claude Autant-Lara. Este último, por su parte, aceptó dirigir El
orgullo. La estrella Michèle Morgan encarnaba una muchacha de la alta
burguesía que, arruinada, se veía en la necesidad de ganarse la vida. La
historia en sí misma era bastante «ortodoxa», pero los diálogos de Aurenche y
Bost ponían en labios de la heroína: «Inevitablemente se es explotado cuando
se trabaja».
Los bancos que financiaban en comandita el film, exigieron la supresión
de esas ocho palabras. Como el director se negara a esta censura, amenazaron
con retirar sus capitales. Iba a fracasar un negocio en el que habían sido
invertidos más de cien millones de francos. Los autores consiguieron
mantener la frase incriminada, pero en una infinidad de casos la censura
privada de los bancos franceses o italianos ha obtenido sin dificultad la
supresión de frases o episodios que parecían criticar, más o menos
directamente, el régimen capitalista.
Y aun más: las películas son sometidas, en Francia, a una censura oficial.
Sin su visto bueno una producción no aparecerá nunca públicamente sobre las
pantallas. En París —como en Hollywood, Londres, Bonn, Roma, Madrid o
Amsterdam— la censura ha sido instituida, en principio, para preservar «las
buenas costumbres y el orden público». En la práctica, autoriza liberalmente
las producciones eróticas o las películas de «gangsters» y reserva sus rigores,
prohibiciones o cortes a las críticas sociales que pudieran haber escapado a la
vigilancia de los bancos y los distribuidores.
Las censuras (oficiales u ocultas) influyen en los pequeños productores no
solamente por sus sanciones, sino, más aún, por sus amenazas y por la
autocensura que provocan. Los autores de argumentos, previendo el golpe,
dejan en el tintero ciertos temas demasiado «audaces», considerando
imposible verlos realizados.
La fragmentación de la producción fílmica presenta, sin embargo, menos
inconvenientes que su monopolización por los grandes financiadores. Una
estructura muy anárquica ha tenido un papel importante (cuya dimensión no
hay que exagerar) en el auge alcanzado por las cinematografías francesa e
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italiana. Lo mismo sucede (con diferencias considerables) en diferentes
cinematografías de producción corta y muy dividida, en la Europa occidental,
en la India, en Egipto, en Brasil, en Argentina y en México. Los efectos de
esta dispersión son, sin embargo, muy reducidos, cuando la distribución y la
explotación se hallan monopolizadas. Así es en México (donde un grupo
norteamericano posee la mayoría de las salas y de los estudios), o en Brasil
(donde la influencia de los distribuidores de Hollywood se apoya en un
acuerdo con un monopolio de salas).
En numerosos países dependientes o coloniales, la industria fílmica se
halla todavía en la infancia. Se limita a una red más o menos extensa de salas
y no tiene ni estudios ni producción regular. En Bolivia, en Colombia, en Irak,
las películas se realizan episódicamente, al aire libre o en locales
improvisados, con actores de teatro, cantantes de radio e incluso aficionados.
Después pasan largos años antes de que se renueve una tentativa parecida.
Pero en cien países, grandes o pequeños, en los que viven los dos tercios
de la humanidad, el cine obedece a una ley general: las ganancias.
Un productor invierte en una película cierto número de millones. Una vez
exhibido su film al público, espera —con razón o sin ella— no solamente
reembolsarse esos millones, sino también obtener un beneficio importante.
Para fabricar esta mercancía ha empleado un gran número de trabajadores de
todas las especialidades (desde la estrella hasta el barrendero). Esta gente, sin
la cual la realización del film no sería posible, no participa de estos
beneficios: se contenta con un salario. En estos países, el motor esencial del
cine es, pues, el deseo de «hacer fructificar los capitales». La producción de
películas sigue las mismas fluctuaciones que toda la producción capitalista.
Pero en los países socialistas el cine descansa sobre bases enteramente
diferentes.
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LA PRODUCCIÓN EN LA URSS Y EN LAS DEMOCRACIAS POPULARES
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como un huracán, gracias a obras maestras como El acorazado Potemkin, de
Eisenstein o La madre, de Pudovkin.
Con el arte del cine, su industria tomó un rápido auge en la URSS desde
1928, cuando los planes quinquenales emprendieron la edificación del
socialismo. En 1925 el país contaba con dos mil salas, aproximadamente,
situadas sobre todo en las grandes ciudades. En 1928 había nueve mil. En
1940, treinta mil, incluso en las regiones más apartadas. La guerra destruyó
miles de cines. Pero el auge recomenzó desde 1945. El número de puestos
cinematográficos sobrepasó, en 1950, la cantidad de cuarenta mil.
Los planes quinquenales habían creado o desarrollado las otras ramas de
la industria. Una fábrica de película virgen permitió en 1931 las primeras
filmaciones sobre película soviética y después la fabricación de copias sin
tener que recurrir al extranjero. En 1932 se creó un laboratorio para
investigaciones de color. El cine soviético había tenido que sobrepasar las
más grandes dificultades, pero a partir de los primeros quince años de
existencia demostraba las ventajas que el cine puede alcanzar de una base
socialista, y logró el mayor éxito. En el resto del mundo la película seguía
siendo esencialmente una mercancía destinada a procurar ingresos. En la
URSS el carácter esencial del cine era la satisfacción al máximo de exigencias
culturales, en una nación donde el pueblo dirigía el Estado. La contradicción
que existía en otras partes entre el carácter industrial y el carácter artístico del
cine desaparecía aquí.
Si se ha dicho que el film se convirtió en la URSS principalmente en un
medio de cultura, hay que entender la palabra cultura en su significado más
amplio. Las películas sirven allí para desarrollar simultáneamente el arte
cinematográfico propiamente dicho, la difusión de todas las artes y del
conjunto de la cultura y, en fin, la conciencia política de las masas populares.
Considerando este último carácter, frecuentemente se ha escrito que el
cine soviético es un «cine de propaganda». Es exacto que sus películas sirven
a la construcción y el desarrollo del socialismo; es verdad que defienden los
intereses de la clase obrera. Pero en su conjunto, la producción capitalista
sirve a los fines del capitalismo y de los monopolios; defiende directa o
indirectamente los intereses de la clase burguesa. En casos excepcionales esas
películas toman el partido de los trabajadores. Todo cine, toda obra de arte
implica una parte de propaganda, intencionada o no.
La URSS es la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, es decir una
federación de repúblicas que pertenecen a diversas nacionalidades. Este
carácter se reconoce en su cine. No sólo existen estudios y centros de
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producción en la propia Rusia, en Leningrado y Moscú, sino también en
Ucrania (Kiev), en Georgia (Tbilissi), en Azerbaiján (Bakú), en Rusia Blanca
(Minsk), en Armenia (Erivan), en Kasakstán (Alma Ata), en Siberia
(Sverdlovsk), en Usbekistán (Tachkent), en Estonia (Talinn), en Letonia
(Riga), ect. En todos esos centros se han producido películas habladas en la
lengua nacional de las diversas repúblicas federadas.
Los géneros culturales del cine, además de la realización, se han
desarrollado rápidamente en la URSS, mucho más que en otros países. En
Moscú (como en todos los centros de producción) existen estudios de cine
documental y de cine de popularización. Estos estudios no poseen sets para
edificar decorados, pero sí los medios propios para realizar, los primeros,
actualidades y documentales de todo género, y los segundos películas
científicas o de investigación, educativas, profesionales, pedagógicas, etc. El
cine es utilizado profusamente en la URSS, en las escuelas, universidades,
centros de aprendizaje o en el perfeccionamiento profesional.
También se ha desarrollado considerablemente en la URSS, después de
1930, la producción de películas especialmente destinadas a la infancia,
género que no ha tenido sino un desarrollo esporádico en los demás países.
Numerosas películas largas para niños fueron realizadas, mientras se les
presentaban dibujos animados y películas de muñecos que responden a sus
necesidades especiales.
Desde el principio el cine ha estado ligado administrativamente al
Comisariado de Instrucción Popular. Por 1940 fue constituido un Ministerio
del Cine. Esta oficina fue suprimida después y reemplazada por una dirección
general conectada con el Ministerio de la Cultura. Pero los principios que
rigen la industria son, en su conjunto, los mismos.
La exhibición en la URSS cuenta con varios tipos de salas: cines públicos,
cines de clubes adjuntos a las principales fábricas y cooperativas agrícolas
(koljoses), cines para niños (en las casas y palacios de los pioneros), cines
ambulantes que circulan por diversos medios (automóviles, carros de caballos
e incluso renos o camellos), a través de las campiñas y de las regiones más
remotas.
Las salas nunca son propiedad privada en la URSS. Pertenecen todas,
según su categoría, al Estado, a los municipios, a los sindicatos, a las
cooperativas obreras o koljosianas. Aparte de ciertas funciones, los
espectadores pagan el precio de su butaca y los servicios de distribución
perciben un arriendo por el suministro de programas. Diversos porcentajes de
ingresos son consagrados al mantenimiento y funcionamiento de las salas, a
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los gastos de establecimiento y de circulación de las copias, así como a un
impuesto especial. Sin embargo, la mayor parte de las sumas colectadas se
consagra a un fondo especial para la producción de películas.
En cada estudio hay un consejo artístico ligado a la dirección, el cual
establece cada año un plan de producción. La producción soviética, en su
conjunto, ha estado consagrada desde el principio a desarrollar la cultura, el
conocimiento de la historia, el arte del cine, etc., con exclusión de las
películas llamadas «comerciales». Indudablemente el cine soviético no
siempre ha producido obras maestras, pero su nivel cultural es
proporcionalmente más elevado que en cualquiera de los países capitalistas.
Después de 1945, la URSS ha dejado de ser el único país cuyo cine esté
cimentado en una base socialista. Algunas semanas después de la liberación
de su país, el Gobierno checoslovaco procedía, el 11 de agosto de 1945, a la
nacionalización de su cine. Todas sus ramas, convertidas en propiedad del
Estado, fueron agrupadas en 1948 en una empresa común, la Statny Film
(Film del Estado). Esta nacionalización se aceleró por la confiscación de los
bienes hitlerianos en Checoslovaquia, donde una gran parte de los cines y
todos los estudios se habían convertido, durante la ocupación, en propiedad de
la UFA. A su vez, los cines fueron nacionalizados por los gobiernos de
Polonia (1945), de Hungría (1948), de Bulgaria (1948), de Yugoslavia, de
Rumania y de Albania. Desde 1950 China siguió un camino análogo y los
cines y principales estudios se convirtieron en propiedad del Estado.
Obedeciendo todos al mismo principio, los cines de estos países
socialistas presentan ciertas particularidades de organización y de estructura.
En Yugoslavia, desde 1952, el cine ha sido en gran medida descentralizado en
su producción confiada a sociedades cooperativas. En China existió hasta
1954 una producción privada al margen de la producción del Estado. Pero
cualesquiera que sean estas diferencias, la producción socialista de películas
es actualmente la regla en países que agrupan 900 millones de habitantes, más
de un tercio de la población mundial.
Estas transformaciones operadas después de 1945 han determinado
progresos muy sensibles en lo tocante al arte y la difusión del cine. En las
democracias populares de Europa (excluida Checoslovaquia) el cine estaba
poco desarrollado. No se vendían, antes de la guerra, dos billetes por año y
por habitante en Polonia y Hungría; se vendía aún mucho menos de uno en
Bulgaria, Yugoslavia y Rumania. La guerra devastó la industria del cine en
muchos de esos países. En 1944 no quedaban en Polonia más que cinco salas
en estado de funcionamiento. En 1951 el país contaba con más de 1200 salas
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públicas y 1000 salas de clubes obreros y campesinos, o sea un total de 2200
cines (frente a un total de 789 en 1938). Entre 1938 y 1950 la asistencia anual
se había triplicado, pasando de 45 millones a 135. Un auge análogo se ha
comprobado en Bulgaria (16 millones de espectadores en 1947, 48 millones
en 1951), en Hungría, en Rumania, en Checoslovaquia, en Albania, etc. China
ha sobrepasado en 1956 los mil millones de espectadores. No contaba ni con
50 millones en 1949.
Antes de 1946 Polonia no había construido industrialmente un solo
aparato de cine. En 1954 poseía importantes fábricas de proyectores (de 35 y
de 16 mm) e inauguró una fábrica productora de película virgen.
Idénticas industrias fueron creadas, después de 1948, en Hungría y en
China. Estudios y laboratorios modernos fueron instalados en 1956 en todas
las democracias populares (salvo en la pequeña Albania —un millón de
habitantes— que se limitaba en esta fecha al trabajo de laboratorio).
Los buenos resultados no se reducen a la difusión del cine y al desarrollo
de su industria. Entre estos países, solamente antes de 1940, Checoslovaquia
había dado algunos films de auténtico valor artístico, dignos de ser
mencionados. En los países de la Europa Central y de los Balcanes las
pantallas estaban monopolizados por Hollywood, Alemania y Francia. La
producción, pues, era en las futuras democracias popular, o bien regular, pero
de muy mediocre nivel comercial (Polonia, Hungría), o bien reducida a
algunas realizaciones tan detestables como episódicas (Bulgaria, Rumania,
Yugoslavia). Sus películas eran completamente desconocidas en el extranjero.
Desde que el cine fuera organizado en esos países sobre nuevas bases,
dichas naciones han producido películas de categoría internacional, coronadas
en los Festivales internacionales de Cannes, Venecia o Karlovy Vary. Así
Polonia con La última etapa de Wanda Jakubowska y Los cinco de la calle
Barska de Alexander Ford; Bulgaria con La alarma de Zacharie Jandow y
Los héroes de Chipka (en coproducción con la URSS); Hungría con En algún
lugar de Europa, Un pedazo de tierra y el Pequeño carrusel de feria;
Rumania con Mitrea Cocor; Yugoslavia con La senda sangrienta; Albania
con Skanderberg (coproducción con la URSS). En la Alemania democrática,
la DEFA, que posee el monopolio de la producción, ha dado películas
notables como Los asesinos están entre nosotros de Staudte, Thaelman de
Maetzig, Más fuerte que la noche de Slatan Düdow. Checoslovaquia,
inmediatamente después de la guerra, ganó el Gran premio internacional de
Venecia con Sirena de Stekli y ha conquistado un primer lugar en el cine de
animación con los dibujos y los muñecos de Trnka, Zeman, Hofmann,
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Hermina Tyrlova, etc. Desde sus primeros años el cine de la China popular se
impuso con obras notables.
Dondequiera que se hayan aplicado los métodos socialistas, éstos han
traído un mejoramiento del arte cinematográfico, incluso cuando se han
cometido algunos errores como una limitación exagerada de la producción.
Por lo demás, el número de espectadores ha crecido considerablemente en las
democracias populares, fenómeno ligado a la transformación de los campos y
a la difusión de la cultura. Al mismo tiempo, el ingente aumento del nivel
medio de vida ha permitido a los trabajadores consagrar una parte de sus
presupuestos familiares a la asistencia a las salas de cine. Después de 1947, el
crecimiento de dicha asistencia ha alcanzado, entre 1947 y 1954, un cien por
ciento, doscientos por ciento e incluso tres y cuatrocientos por ciento en los
países europeos de democracia popular.
Ahora bien, en la Europa Occidental, la asistencia no ha aumentado más
del cincuenta por ciento en los países más favorecidos en este aspecto (Italia,
Alemania, etc.). Y ha bajado muy seriamente (diez a veinte por ciento) desde
1947 en muchas otras naciones (Gran Bretaña, Francia, Bélgica, Dinamarca,
etc.).
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V. CÓMO SE PREPARA Y REALIZA UNA
PELÍCULA
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moderadas. Presentarse el lunes entre las 10 y las 11, Via Savoia 31». Desde
muy temprano, doscientas candidatas se presentaron ante la puerta de una
oficina situada en el segundo piso. Hubo una aglomeración tal que a las 11 la
escalera carcomida se hundió bajo el peso de las jóvenes. El accidente, que
causó una muerte y setenta heridas, hizo sensación en la prensa y aportó dos
ideas de película.
La primera, Tres historias prohibidas, fue realizada por Augusto Genina
sobre un argumento escrito por este realizador en colaboración con
V. Brancati. El accidente era un pretexto para enlazar las historias de tres de
las víctimas. La primera había llegado a esta escalera porque había sido
violada en su niñez, la segunda porque se aburría con su marido rico y lo
engañaba, la tercera para escapar mediante el trabajo a la obsesión de la
droga. Al ver estas Tres historias prohibidas parecía que todas las aspirantes a
taquimecanógrafas de Roma eran, no gente sin trabajo, sino mujeres sin
necesidad económica que buscaban una ocupación agradable para olvidar su
fastidio o sus desgracias íntimas.
Partiendo de la misma nota periodística, Cesare Zavattini insertó en la
prensa un anuncio idéntico al que provocara el accidente. El anuncio no era
una treta cruel: el argumentista quería emplear entre las aspirantes a dos
secretarias para la preparación del film.
Setenta muchachas se presentaron y un periodista joven, Elio Petri, les
preguntó por qué buscaban trabajo. Procedió a la misma encuesta entre las
taquimecanógrafas afectadas por el trágico accidente. Gracias a sus
testimonios, los argumentistas (Zavattini, Franchini, Sonego, Puccini)
pudieron conocer las razones profundas por las cuales había en Roma tantas
mujeres sin trabajo. El argumento definitivo daba un cuadro verídico del
desempleo en Italia mediante una serie de episodios característicos, en los que
aparecían numerosos tipos pertenecientes a varias capas sociales.
La película que realizó Giuseppe de Santis, Roma a las once (1951) fue
un cuadro crítico de la sociedad italiana que revelaba las causas profundas del
terrible accidente. Por ello, esta realización marcó una etapa notable en el cine
italiano, mientras que Tres historias prohibidas, film banal y comercial, está
desde hace mucho tiempo olvidado. Una misma idea como punto de partida,
puede, pues, conducir a crear obras muy diferentes.
Para estudiar cómo puede desarrollarse una idea de película por una serie
de episodios imaginados, tomemos Si todos los hombres del mundo (1956) de
Christian Jaque, realizador del famoso Fanfan-la-Tulipe (1951). El caso de
este argumento es excepcional en Francia, porque sus autores pudieron
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desarrollar una idea original sin preocuparse de antemano por escribir
personajes para tal o cual «estrella».
En 1952, un escritor cinematográfico, Jacques Rémy, leyó casi al mismo
tiempo dos noticias periodísticas: un enfermo se había salvado por un llamado
radiofónico que le había obtenido un medicamento raro; el ministro de
Pakistán, gravemente enfermo y en la necesidad de llamar urgentemente a un
médico londinense, debió recurrir, no a los medios de transmisión oficial, sino
a los radioaficionados. Éstos, formando una cadena de Karachi a Inglaterra,
transmitieron el llamado en un tiempo récord.
Jacques Rémy, autor sobre todo de Malditos —película de René Clément
(1947)—, quiso elaborar «la idea de film» sugerida por estas noticias. Tras de
haber vencido algunas dificultades pintorescas, comenzó a relacionarse con
los radioaficionados. Éstos son en Francia doscientos o trescientos que
escuchan sus aparatos todas las noches con la esperanza de captar los
mensajes de urgencia, emitidos a través de las ondas cortas por otros
aficionados o por los barcos pesqueros. De este modo, Jacques Rémy supo
que la propagación de las ondas cortas es caprichosa. Una noche, un
aficionado de Chicago que se había olvidado la llave, quiso llamar por radio a
su mujer, que se hallaba en casa de otro radioaficionado de la ciudad. Pero
para lograrlo se vio obligado a pasar por dos enlaces, el primero de Argentina
y el segundo de Austria. A través de tres Continentes, el llamado fue de
Chicago a Chicago en menos de diez minutos.
Partiendo de estos nuevos casos, Jacques Rémy dio el toque final a su idea
para una película: la solidaridad de los hombres por encima de los
Continentes, las fronteras, los conflictos. En la sinopsis que escribió entonces,
un barco francés lanzaba por las ondas cortas un llamado de auxilio porque
sus marineros habían sido atacados por una misteriosa enfermedad. El SOS
era captado en una colonia del África Negra. En seguida era trasmitido a un
rico egipcio. Éste entraba en contacto con un israelita que trasmitía el mensaje
a París, aunque el Cairo y Tel Aviv estuvieran en guerra. Un francés obtenía
en el Instituto Pasteur el medicamento salvador, pero, para que éste salvara a
los marinos en peligro, había que transportarlo a alta mar en un plazo de ocho
horas. Ahora bien, no existe en toda Francia ninguna organización médica que
permita una trasmisión tan rápida.
El joven parisiense se ponía en contacto con corresponsales de la
Alemania occidental y el suero llegaba a la hora indicada gracias a la
colaboración de las autoridades americanas y soviéticas.
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Esta sinopsis fue comprada a Jacques Rémy por un productor francés que
a su vez la vendió a una gran firma italiana, la Lux Film. Ésta quería que la
realizara Marcel Pagliero, intérprete del héroe de la resistencia en Roma,
ciudad abierta y director de La prostituta respetuosa, sobre una obra de
Jean-Paul Sartre. El proyecto no fue realizado y la sinopsis de Jacques Rémy
fue nuevamente tomada en París por H. G. Clouzot, el director de El salario
del miedo y por su hermano, que firma Gérome Geronimi. Éstos trabajaron
durante varios meses en el tratamiento del tema original. Lo transformaron
profundamente, acumularon los obstáculos en cada episodio: los diversos
personajes a los que llegaba el mensaje se negaban, al principio, a obedecer
un llamado proveniente de desconocidos.
Los dos hermanos Clouzot, educados en Brest, se interesaron
particularmente en el barco, que se convirtió en un navío de pesca, e
imaginaron que había en la tripulación un marinero norafricano, Mohammed.
La enfermedad resultó ser una intoxicación por alimentos, el botulismo,
causado por un jamón descompuesto. Mohammed no sufría el mal porque su
religión le prohibía comer carne de cerdo. En el desenlace, el norafricano
salvaba a toda la tripulación lanzándose al mar para rescatar el suero arrojado
en paracaídas. El personaje se había impuesto a la imaginación de los
escritores por los sucesos que se desarrollaban entonces en Túnez y
Marruecos.
Una enfermedad impidió a Clouzot realizar el tratamiento de trescientas
páginas que había escrito con su hermano.
Fueron Christian Jaque y el argumentista Jean Ferry quienes lo
transformaron en guión técnico. Aprovecharon en conjunto las peripecias
imaginadas por los dos hermanos, pero las simplificaron. El llamado de los
marinos llegaba al principio a un grupo de colonos franceses de Togo. Éstos
lo trasmitían a Francia, a un joven parisiense, entusiasta radioaficionado y
deportista. Con la ayuda de la viuda de un médico, el joven compraba el suero
en el Instituto Pasteur y lo confiaba a una azafata en ruta aérea hacia Berlín.
El medicamento salvador recorría finalmente su camino, como en el
argumento original, gracias a la colaboración entre los americanos y los
soviéticos.
Christian Jaque y Jean Ferry procedieron —como los anteriores
argumentistas— a una minuciosa encuesta sobre los medios de transportar en
unas cuantas horas, a mil kilómetros de distancia, un medicamento comprado
a altas horas de la noche en París.
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Necesitó veinte semanas Christian Jaque para realizar su película en
escenarios naturales escogidos en Francia, en Noruega y en las dos
Alemanias. Hubiera querido rodar los episodios coloniales en África, pero
debió conformarse con reconstruir la aldea de Togo (y muchas escenas en
interiores) en los estudios de la Victorine, en la Costa Azul.
El estreno de la película tuvo lugar simultáneamente, en febrero de 1956,
en París, Nueva York, Berlín occidental, Roma y Oslo. Las ciudades fueron
enlazadas por la radio. El realizador y sus espectadores pudieron oír por
altoparlantes mezclarse los vivas de seis naciones.
El camino seguido por Si todos los hombres del mundo nos ha mostrado los
estadios por los que pasan los manuscritos de una película en preparación. Se
les llama sucesivamente SINOPSIS, TRATAMIENTO, CONTINUIDAD Y GUIÓN
TÉCNICO.
Una sinopsis (palabra derivada de la expresión griega synoptikon: que
abarca todo de una sola mirada) es un resumen del tema, que puede abarcar
tres o treinta páginas. Condensa la acción teniendo en cuenta las imágenes y
sonidos que servirán para expresarlo en lenguaje cinematográfico.
Cuando en una sinopsis se adapta una obra conocida, se comienza ya a
aportarle ciertas transformaciones. Los miserables de Victor Hugo o La
guerra y la paz de Tolstoi, si fueran íntegramente adaptadas, con todos sus
personajes y sus episodios, darían películas cuya proyección duraría días
enteros. Una sinopsis debe, pues, intentar la reducción del tema a la centena
de minutos que dura una película. Debe también buscar los principales
episodios que serán conservados en la pantalla y proponer ciertas
transformaciones, puesto que el cine emplea medios de expresión diferentes a
los de la novela o el teatro.
Después de la sinopsis viene el tratamiento, que es su desarrollo en una
forma literaria e incluye descripciones y diálogos. Según los autores, un
tratamiento puede desarrollarse en doscientas, trescientas o quinientas
páginas. Muchos de sus pasajes no serán directamente utilizados en el
argumento definitivo. Lo que no quiere decir que hayan sido inútiles. En
Padre Goriot, Balzac describe largamente, de manera genial, la pensión
Vauquer, su mobiliario, su olor, los tics de sus huéspedes, las comidas… El
adaptador no copiará estas páginas y quizá no se transcriba una sola línea en
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los manuscritos del argumento. Pero el decorador, los actores, el modisto, el
director de la fotografía y el utilero obtendrán de la novela de Balzac
inspiración para su trabajo. Del mismo modo, ciertos episodios suprimidos en
un tratamiento, fecundarán posteriormente, el trabajo creador de los
escritores.
La continuidad, que habitualmente sigue al tratamiento, es un esquema
más detallado del argumento definitivo. La película ya se divide en
secuencias y en escenas.
Se puede comparar una secuencia a los capítulos de una novela.
Comprende una serie de escenas, episodios más cortos que se desarrollan
generalmente en un mismo lugar. A veces los personajes de una escena
pronuncian una serie de réplicas que constituyen el diálogo.
El diálogo se esboza en la continuidad. Su realización definitiva es
confiada a un autor especializado llamado en Francia dialoguista. Su papel es
muy importante. No basta registrar una conversación en el magnetófono para
construir un diálogo. Las réplicas así logradas podrían ser un parloteo que
aburriría al público. Serían lo contrario de una obra de arte. Un dialoguista
recoge el contenido de esa charla y lo sintetiza para tener a los espectadores
en suspenso. En el cine, más aún que en el teatro, cada palabra debe
significar.
Un guión técnico reviste la forma de un manuscrito de varios cientos de
páginas del que se mimeografían numerosos ejemplares destinados a los
diversos colaboradores del film. Cada página se divide, generalmente, en dos
columnas. A la derecha se halla una descripción de la imagen, a la izquierda
el diálogo, los efectos sonoros y ciertas indicaciones relativas a la música.
Un guión está fragmentado en varios centenares de números
correspondientes a cada toma. Un cierto conjunto de estos números constituye
la escena para la cual se dan las indicaciones concernientes al decorado, el
mobiliario, los trajes, los accesorios, la iluminación, el ambiente general…
Cada número contiene también, para el realizador y el director de la
fotografía, indicaciones sobre la naturaleza del plano previsto y su rodaje.
El cambio de planos en el curso del espectáculo diferencia
fundamentalmente al teatro del cine. Sentado en su butaca, un espectador de
teatro ve siempre la escena desde el mismo punto de vista (a menos que
emplee unos gemelos); los actores se hallan, durante todo un acto, a la misma
distancia de sus ojos. Incluso cuando los actores se acercan a la rampa, un
espectador de tercer piso nunca tendrá la sensación de que los rostros se
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acercan a cincuenta centímetros del suyo. Para el público de un gran teatro, el
espectáculo es como un cuadro situado en un marco lejano.
El cine cambia constantemente el punto de vista, el de la toma de vistas
primero y después el del espectador. Los actores parecen alejarse o
aproximarse al público. Según el lugar que ocupen en el marco (en la imagen
y en la pantalla) se distinguen, según hemos visto, diferentes clases de planos.
Citemos su nomenclatura usual, expliquémosla y comparémosla, sea con la
pintura, sea con el teatro. De estas dos artes han salido indirectamente las
principales categorías de planos, ligados entre sí por una infinidad de planos
intermedios.
En exteriores, un plano panorámico o long shot abarca un paisaje con
personaje o sin él. En el estudio, abarca la totalidad de un gran decorado y se
le llama plano general. El plano semigeneral o medium long shot es más
aproximado que el anterior. Estos planos corresponden, en pintura, a un
paisaje, a una marina, a una vasta composición de Poussin o de Claude Gelée,
por ejemplo. Puede también comparárseles a la escena de una ópera.
El plano medio corresponde a la escena de un teatro de cámara; uno o
varios actores entran en él. Los detalles del decorado conservan su
importancia, pero la atención se concentra sobre los personajes vistos «de
cuerpo entero».
El plano americano encuadra desde las rodillas a la cabeza de uno o
varios actores, relegándose el decorado a un lugar secundario. Esta
composición, como la de los otros planos en los que la cámara se halla muy
cerca de los actores, ha sido profusamente utilizada para los retratos. En el
primer plano o medium close shot uno o dos actores aparecen tomados desde
el busto (como la Gioconda de Leonardo o como una figura de medallón). En
el gran plano o close up y en el plano de detalle o big close up el rostro de un
solo actor ocupa por entero la pantalla.
Pero el cine es por definición el arte del movimiento. Los actores
fotografiados no permanecen obligatoriamente a la misma distancia del
objetivo y las cámaras pueden igualmente desplazarse. En estos casos los
planos son modificados en el curso de un mismo número y sin que se
interrumpa el rodaje de la toma.
Cuando un actor se acerca o se aleja del objetivo, se dice que se desplaza
en profundidad de campo. Un personaje que salga del fondo de un decorado y
se dirija directamente hacia la cámara, comenzará apareciendo en plano
general y terminará por ser visto en plano de detalle. Cuando se encuentre
muy cerca de la cámara, el número que utiliza así la profundidad de campo,
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contendrá entonces las principales clases de planos, del más alejado al más
próximo. Nuestro ojo ve así cómo se modifica el tamaño de un amigo que
desde el fondo de una calle avanza hacia nosotros y finalmente nos abraza.
Ya hemos enumerado los diversos movimientos de cámara. Precisemos su
empleo en un guión.
Una panorámica de izquierda a derecha o de derecha a izquierda, de
arriba hacia abajo o de abajo hacia arriba, corresponde a los desplazamientos
de la mirada cuando la cabeza del observador gira, pero su cuerpo queda
inmóvil. Las panorámicas tienen sobre todo una función descriptiva como el
travelling lateral, en el que la cámara se desplaza paralelamente al decorado o
al individuo fotografiado. Este movimiento fue introducido en el estudio con
la película Cabiria por Pastrone y Segundo de Chomón, en 1914. El
realizador y su fotógrafo utilizaron el efecto de relieve que producía para
demostrar al público que la puesta en escena empleaba decorados construidos
en tercera dimensión.
Los travellings adelante y atrás sirven más que nada para fines
dramáticos. Cuando se emplea el primero de estos travellings el actor aparece
primero perdido en un escenario o en una multitud, pero si lleva hasta el fin el
movimiento hacia adelante su rostro (o un detalle de su persona) aparecerá en
gran plano, ocupando toda la pantalla.
Veamos con un sencillo ejemplo el empleo dramático de este
procedimiento. Un personaje, al entrar en su casa, advierte una aglomeración
de gente, penetra a través de ella y finalmente descubre a su novia, que acaba
de caer por la ventana y yace inanimada. Por un travelling hacia delante la
cámara se identificará con el actor. Comenzará mostrando la multitud, luego
avanzará por entre la gente y se detendrá al fin en un gran plano sobre el
rostro de la víctima.
Pero un guión podría también utilizar, para la misma escena, un estilo
narrativo totalmente diferente, basado, no en el movimiento de la cámara,
sino en el rodaje de tomas fijadas en diferentes posiciones sucesivas. En lugar
de emplear una sola toma, el realizador podrá fragmentar el rodaje en nueve
planos, siguiendo el argumento —imaginario— que hemos redactado así
(diálogo y sonidos se hallan en la columna de la izquierda):
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Parloteo confuso. Ruidos de 223 (Plano general) Vista de la calle. En
conversaciones y el centro, la casa de Juana con la ventana
exclamaciones. de su habitación abierta, en el segundo
piso. En la calle y la acera, una
aglomeración de veinte personas, vistas
de espaldas. Pedro aparece al fondo de la
calle, a la derecha.
Pedro: ¿Qué sucede? 224 (Plano medio) Pedro advierte la
escena, súbitamente se detiene y luego se
abalanza.
225 (Plano semigeneral) La gente, vista
de espaldas.
226 (Plano medio) Pedro avanza por entre
la gente.
227 (Plano americano) Pedro reconoce
entre los curiosos a la portera, que se
vuelve hacia él.
La portera: ¡No se acerque,
228 La portera (Primer plano)
señor!
Se oye lejana lo sirena de los 229 (Plano americano en picada) Pedro
bomberos. inclinándose —visto de espaldas— sobre
un cuerpo yacente.
230 (Gran plano) El rostro inanimado de
Juana.
Grito de Pedro. 231 (Plano de detalle) La boca de Pedro,
gritando.
Las indicaciones del guión deben seguirse durante el rodaje; pero no precisan
matemáticamente los encuadres y el emplazamiento de la cámara. Forman
una guía general, observada con menos rigor que el diálogo.
Los directores que colaboran en el guión de su película tienen la
necesidad de «ver» sus escenas antes del rodaje. Algunos necesitan la visión
clara de un episodio antes de poder emprender satisfactoriamente la
filmación. Pudovkin contaba que antes de poder comenzar su Tempestad
sobre Asia (1928), cuyo argumento había sido concebido por su amigo Ossip
Brick, necesitó imaginar de manera alucinante dos escenas. Un oficial
extranjero que llevaba a ejecutar a un condenado, pasaba con él por una calle
llena de charcos y de lodo y evitaba cuidadosamente mancharse las botas.
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Después de la ejecución, devorado por el remordimiento, pasaba sobre el
cenagal sin advertir que se enfangaba hasta la rodilla.
Por su parte, el realizador francés Clouzot cuenta que emprendió Manón
(1949) después de haber tenido la clara visión de la escena en la que el héroe
busca desesperadamente a su mujer a través de un tren atestado de viajeros,
secuencia que resultó la mejor de la película. Podríamos multiplicar los
ejemplos.
Extremando la precisión de su guión, ciertos directores han llegado a
dibujarlo número por número, bosquejando en un cuadro rectangular la
actitud de los personajes y la composición general de la fotografía. El famoso
realizador soviético S. M. Eisenstein parece haber sido uno de los primeros en
utilizar este procedimiento desde antes de 1930. Su método fue seguido en la
URSS, especialmente por los hermanos Vassiliev para su Chapaiev (1934).
Más tarde, en los Estados Unidos, el realizador inglés Hitchcock preconizó
este método como el medio de realizar un film «prefabricado» y de
racionalizar el trabajo de estudio, ganando mucho tiempo durante el rodaje.
El método no podría ser impuesto a todos los realizadores, cualquiera que
sea su temperamento y sus métodos de trabajo. Comercializado, este
procedimiento podría terminar en la misma estandarización de las imágenes
en los comics o tiras dibujadas. Puede dar buenos resultados cuando el
director tenga un papel determinante en la preparación de un argumento, pero
por otra parte lo encerraría en un cuadro muy estrecho. Algunos creadores
necesitan cierta improvisación en el transcurso del rodaje. Un guión debe
siempre dejar un margen a la inspiración que puede nacer en el curso del
trabajo.
El número de tomas varía según la naturaleza de las historias y el estilo de
los realizadores. Un guión contiene generalmente tres o cuatrocientas tomas.
Cada toma o número necesita, durante el rodaje, una larguísima preparación:
multiplicar su cantidad amenaza con aumentar el precio de una película.
EL PLAN DE PRODUCCIÓN
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de Togo, de París, Munich y Berlín. Según las necesidades del relato, la
acción pasaba frecuentemente, en el transcurso de la película, de un lugar a
otro. Si Christian Jaque hubiera filmado «en el orden exacto», hubiera tenido
que ir varias veces a alta mar, a Alemania, etcétera.
Para evitar estos desplazamientos inútiles, el plan de trabajo comenzó,
naturalmente, agrupando las escenas que debían desarrollarse en los mismos
países, cualquiera que fuese su lugar cronológico en el argumento. Al mismo
tiempo se distinguió los planos realizados en exteriores y los planos en
estudio. En la misma escena de una secuencia, los planos podían pertenecer a
dos categorías. En los exteriores se distinguen las escenas rodadas en las
calles, de las rodadas en un paisaje o un «decorado real» (apartamiento,
castillo, café, tienda, etcétera).
Por ejemplo: el guión preveía varias escenas dialogadas y extensas a
bordo del barco. Para realizar estos episodios en alta mar, Christian Jaque
hubiera topado con dificultades casi infranqueables. El barco pesquero de
arenque en que se situaba la escena era un pequeño navío con capacidad para
una tripulación de once hombres. No hubiera sido posible instalar en su
interior, además de los marineros, los actores y las diez o veinte personas
indispensables en el rodaje de una larga escena.
En pleno océano, una pequeña embarcación sacude rudamente a sus
pasajeros, que podrían sufrir gravemente de mareo. Christian Jaque y sus
ayudantes tuvieron esta experiencia cuando rodaron, en exteriores en la costa
de Bretaña, los numerosos planos que se desarrollaban sobre el puente del
barco.
Fue, pues, necesario reconstruir en estudio el interior del pesquero. Se
hizo un decorado con la exacta dimensión y con todos los detalles reales. Para
dar la ilusión de los balanceos, se le situó sobre calas agudas que permitían a
los tramoyistas balancear el conjunto del decorado.
El estudio de la Victorine, en Niza, fue escogido para el rodaje cuando
hubo que renunciar a ir a filmar los episodios coloniales en África, lo que
habría significado grandes gastos. Con su sol, sus palmeras, sus plantas
exóticas, la Costa Azul daba algunas facilidades para reconstruir una aldea
tropical en el terreno de la Victorine. Por lo demás, en un gran estudio de las
inmediaciones de París se reconstruyó el interior del pesquero, un pequeño
apartamiento en París, un apartamiento en Munich, una oficina en Berlín,
etcétera.
Hemos dicho que no se construyen simultáneamente todos los decorados
de una película, que son edificados y demolidos alternativamente durante la
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realización. Después de consultar al arquitecto decorador, la administración
de la película inscribe en su plan de trabajo —por ejemplo—: interior del
pesquero: diez días; apartamiento en París: tres días; apartamiento en
Munich: once días; oficina de Berlín: dos días, etcétera.
El director de la producción reúne, pues, para el estudio y para los
exteriores, el conjunto de tomas (o números) que se desarrollan en un mismo
punto, con el tiempo de rodaje previsto. Hecho esto, el director de la
producción establece un empleo del tiempo dando un calendario exacto de los
trabajos y especificando los tiempos de presencia para cada equipo técnico y
cada «estrella», para los segundos papeles, los figurantes, etcétera.
Por otra parte, estipula el precio de la construcción de los decorados, la
locación de los estudios y los costos de desplazamiento y de residencia en
exteriores. También discute los contratos con el personal. Estos datos o
previsiones le sirven para establecer un presupuesto provisional y después
definitivo que fija el costo de la película.
Un presupuesto incluirá forzosamente un margen de Imprevistos. En Si
todos tos hombres del mundo, por ejemplo, un período tempestuoso habría
podido aumentar a tres semanas en lugar de una el tiempo previsto para el
rodaje en el mar y agrandado considerablemente los gastos previstos.
El plan de trabajo definitivo toma en Francia la forma de una gráfica de
grandes dimensiones. Una serie de columnas verticales corresponde a los días
de rodaje, agrupados en períodos que se relacionan con cada decorado o cada
exterior. Bajo líneas horizontales se escribe los días de permanencia de los
principales actores, así como los números en los cuales participarán, cuyo
tiempo de realización ha sido calculado. El administrador utiliza estas gráficas
para confeccionar fichas diarias que especifican el empleo del tiempo, la
distribución y demás detalles.
En cuanto a los exteriores, el asistente puede encargarse de una primera
búsqueda; la elección definitiva está reservada al realizador. Sus asistentes y
los del fotógrafo y del director de la producción terminan los detalles
prácticos antes del rodaje.
Aun cuando su rodaje ha terminado, una película está todavía muy lejos de
hallarse terminada. Se ha previsto que su proyección durará cien minutos y
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que deberá presentarse en nueve bobinas de aproximadamente trescientos
metros cada una.
Ahora bien, en las reservas del laboratorio hay treinta o cuarenta mil
metros de película con sonido e imagen, positivo y negativo, revelado o no,
clasificada en pequeños fragmentos que miden algunas decenas de metros.
Transformar esta acumulación de material en una verdadera película es el
trabajo del montaje. Esta operación, importante y delicada, será dirigida por
un jefe montador —con frecuencia una mujer, familiarmente llamada la
montadora.
El montaje consiste en pegar uno a uno los diferentes números de un film,
siguiendo las indicaciones del guión técnico completadas por el realizador.
En los primeros tiempos del cine bastaban algunos minutos a un empleado
de Méliès para unir en su orden lógico los diez o doce cuadros de sus
películas. Hacia 1900, un cuadro correspondía a un acto corto de teatro y era
rodado de una sola vez, como si fuera visto, entre el subir y el bajar del telón,
por un espectador sentado en el centro de la sala.
En esta época, el inglés G. A. Smith, de Brighton, se inspiró en las
historietas ilustradas y las placas de linterna mágica para dividir una escena o
cuadro en varios planos. Probablemente fue el primer realizador que intercaló
en un plano general un primer plano o un gran plano.
Entre 1900 y 1914, este procedimiento de relato por la imagen se
complicó poco a poco. En los Estados Unidos, D. W. Griffith y los directores
de la Vitagraph fragmentaron sus películas en planos cada vez más
numerosos. El montaje se convertía en un arte.
No era bastante dividir en planos una escena que se desarrollaba en un
decorado; se crearon también secuencias compuestas de escenas que se
desarrollaban alternativamente en dos o tres lugares, siguiendo un
procedimiento llamado montaje alternado.
La novela inspiró a los realizadores la vuelta atrás también llamada flash
back, forma de montaje que rompe la cronología del relato cuando, por
ejemplo, un personaje evoca sucesos pasados.
Intolerancia, el famoso film realizado en 1916 por D. W. Griffith,
utilizaba largamente todos los recursos del montaje, sobre todo la acción
alternada. Bajo su influencia, los cineastas soviéticos Kulechov, Eisenstein,
Pudovkin y Dziga Vertov insistieron sobre este hecho importante: que el
montaje podía tener un papel creador. Para demostrar que la significación de
un plano era modificada según su relación con el resto del montaje, Kulechov
realizó, en 1920, una experiencia ya famosa. Montó tres trozos de film en los
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que yuxtapuso el mismo gran plano del actor Mosjukin a tres planos generales
diferentes que representaban un plato de sopa humeante, una mujer en su
lecho de muerte y, finalmente, un sonriente bebé. Se proyectó por separado
estos tres pequeños films ante públicos no prevenidos. Los espectadores
estuvieron de acuerdo en que, según el caso, el rostro de Mosjukin expresaba
con intensidad el hambre, la desesperación y la alegría.
No hay que exagerar, sin embargo, el papel creador del montaje. Con toda
intención Kulechov había escogido un plano en el que el actor no expresaba
un sentimiento preciso. Si su rostro hubiera manifestado una terrible
desesperación, habría sido difícil creer que irradiaba alegría…
Las teorías de Kulechov llevaron a su discípulo Pudovkin a formular esta
sentencia: el arte del cine es el montaje.
Tomada al pie de la letra, la proposición es discutible. El montaje es un
elemento importante del arte del cine, pero no es todo.
Ciertamente, el arte del cine se distingue del teatro por el cambio
frecuente de puntos de vista. Pero este cambio puede obtenerse por medios
diferentes al montaje: el travelling y la utilización de la profundidad de
campo.
Acercándose o alejándose de los actores, un travelling los mostrará
durante la misma toma, si el director lo desea, en plano de detalle, en plano
medio, en plano general, etcétera.
Por otra parte, cuando filmó en 1895 La llegada de un tren a la estación
de La Ciotat, Louis Lumière dejó su aparato en el mismo sitio durante el
minuto que duraba la toma. Pero fácilmente puede extraerse de su película
imágenes que correspondan a un plano general (el paisaje de La Ciotat antes
de la llegada del tren), a un plano medio (el tren detenido y los pasajeros
vistos de pie en el andén), a un plano americano (una muchacha que pasa
cerca de la cámara) y a un primer plano (un joven que se acerca mucho al
operador). En esta película de 17 metros no hay, sin embargo, montaje. El
procedimiento era desconocido en 1895.
El montaje, según Eisenstein y Pudovkin, se basaba principalmente, en
1925-1930, en la yuxtaposición de planos cuya composición era determinada
de antemano y en los que los personajes fotografiados se hallaban siempre a
la misma distancia de la cámara fija. Pero en esta época el alemán Murnau
creaba, en El último de los hombres (1924), una verdadera secuencia de una
larga toma en la que el aparato describía en un gran decorado un complicado
travelling.
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Con trayectorias complicadas combinadas con los movimientos de los
actores, el realizador inglés Alfred Hitchcock pudo componer su película La
soga (1948) solamente con 9 tomas. Cada plano (o mejor aún: cada número)
se prolongaba trescientos metros por lo menos. Las imágenes del film fueron
proyectadas sobre la pantalla tal como salieron de la cámara. El papel del
montaje puede pues, ser totalmente suprimido en ciertas realizaciones, sin que
éstas dejen por ello de pertenecer al arte cinematográfico.
El montaje propiamente dicho comienza con una serie de tomas
familiarmente llamadas en francés bout à bout (punta-a-punta). Sabemos ya
que durante el rodaje, el realizador y sus colaboradores, entre los cuales se
encuentra frecuentemente el jefe montador, han conservado las mejores tomas
de un mismo número. Estas tomas proyectadas como rushes son,
naturalmente, positivas. La montadura usa también positivos. Los preciosos
negativos son guardados en lugar seguro y no deben sufrir ninguna
manipulación inútil que podría deteriorarlos.
La montadora junta, número por número, las tomas conservadas.
Siguiendo el guión técnico, forma escenas y luego secuencias. El trabajo se
ejecuta en un estudio especial, la sala de montaje. Allí hay canastas, cajas y
estantes destinados a la clasificación de los fragmentos de film, que debe ser
minuciosa y ordenada. El jefe montador y sus asistentes tienen por principales
instrumentos sus tijeras, sus editoras (pequeñas prensas que sirven para pegar
juntos dos fragmentos de película) y sus enrolladoras (que sirven para formar
las bobinas de película); finalmente, la indispensable máquina que sirve para
ver y escuchar los films: la moviola (también llamada, según su marca,
Meritone, Table Union, etcétera).
Como cada número se compone de una banda de sonido y una banda de
imagen, la moviola funciona con dobles cintas sincronizadas. Los trozos de
película son conducidos por ruedas dentadas. Pueden desenrollarse hacia
delante o hacia atrás, a rapidez normal, en ralenti o en acelerado. La
montadora ve de este modo animarse las imágenes en las dimensiones de una
tarjeta postal, mientras que un altoparlante le permite escuchar el sonido.
Hay mucha distancia del dicho al hecho y de un proyecto a su realización.
El montaje está muy lejos de ser idéntico al guión, porque ciertos números
han podido ser tomados de manera muy distinta a la que se había previsto. La
incapacidad de un intérprete puede obligar a disminuir su papel en el montaje;
la necesidad de un buen ritmo lleva a trastornar el orden primitivo y a sacar de
las reservas las tomas anteriormente rechazadas, etcétera.
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En el montaje hay que saber efectuar buenos enlaces entre las tomas. El
jefe montador Jean Feyte piensa que su arte tiene por objeto obtener «una
impresión de continuidad con planos rodados separadamente en condiciones
diferentes —posición de la cámara, ángulos de toma, lentes, etc…». Los
números deben enlazarse correctamente en el espacio, el tiempo y el
movimiento.
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las reglas modernas, fragmentando de este modo: 1) a, Romeo escala el
balcón; 2) a, Julieta lo espera en su recámara; 1) b, Romeo toca en la ventana;
2) b,… y Julieta abre; 1) c, Romeo entra por la ventana… 2) c, en la
recámara, donde se encuentra Julieta.
Este esquema muestra cómo una montadora puede fragmentar ciertos
números tomados de una sola vez en determinado decorado (balcón exterior e
interior de la recámara).
Cuando Romeo y Julieta dialogan, el montaje puede disociar la banda
sonora de la banda de imagen. Si antes de abrir la ventana Julieta pregunta:
«¿Eres tú, Romeo?» estas palabras pueden ser montadas con una imagen en la
que Romeo toca en la ventana todavía cerrada. Se habla entonces de un
diálogo off (palabra inglesa que significa fuera). El procedimiento off se
utiliza también cuando ningún obstáculo separa a los interlocutores. Cuando
más tarde, en la recámara de Julieta, Romeo pregunta: «¿Es la alondra?»,
quizá no se le vea pronunciar esta frase, pero sí se puede comprobar su efecto
en el rostro de la joven.
Generalmente se añade al montaje insertos y efectos especiales (trucos).
Los insertos son, como ya hemos dicho, planos que no han sido rodados
durante la filmación. Se trata por lo general, de planos de detalle que
muestran objetos o partes del cuerpo: cartas, manos, calzados, relojes, algún
instrumento en una mesa, etc. A veces los insertos no han sido previstos por
el guión técnico y son añadidos por el realizador para ritmar mejor su obra y
hacer más claro su relato. Los insertos son realizados con el mínimo de
medios. Así, el montaje de La sinfonía pastoral (1946) estaba prácticamente
terminado cuando su realizador, Jean Delannoy, añadió un inserto: un primer
plano de Michéle Morgan. La actriz fue fotografiada como muerta, su cabeza
reposando sobre una pequeña superficie de nieve artificial. Esta imagen,
improvisada a última hora por el fotógrafo Armand Thirard, contribuyó
mucho al éxito del film.
Los efectos especiales son realizados particularmente con un aparato
especial de laboratorio, la truca. Se emplean en el montaje como una
puntuación, siendo algunos de ellos: el fundido, el fundido encadenado, la
cortina, la ventana, etc. Sirven, como los signos gráficos en las frases, para
marcar los intervalos o las transiciones en el relato cinematográfico.
Pero no hay que extremar la comparación planteándola como una regla
absoluta: «la ventana es el equivalente del punto y aparte». La sintaxis y la
puntuación están en el arte cinematográfico menos rigurosamente definidos
que en la lengua escrita.
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Si el fundido está indicado en el guión puede ser obtenido en el rodaje,
abriendo o cerrando progresivamente el diafragma del objetivo. Si no, será
realizado en el laboratorio. El encadenamiento de dos fundidos es obtenido en
la impresión de las copias por la superposición de dos películas.
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La cortina es una imagen que revela otra, a la manera de una cortina que
se levanta en el teatro. Puede ser lateral u oblicua; sus partes pueden estar
separadas por líneas bien claras o desenfocadas y fluidas. El procedimiento es
la forma más simple en las ventanas, que pueden tomar las formas más
diversas gracias al empleo de mascarillas (líneas oblicuas, quebradas, en
forma de tablero de ajedrez, círculos crecientes, explosiones, etcétera).
Los efectos especiales son previstos por el realizador, pero sólo se
introducen en el montaje definitivo. Éste es precedido por el primer montaje.
Esta especie de borrador puede, para ciertos realizadores y jefes montadores,
corresponder a un texto escrito «a grandes rasgos» por un novelista, que lo
toma nuevamente para afinar el estilo suprimiendo ciertas palabras, frases o
párrafos.
Una buena montadora manifiesta su temperamento y su talento efectuando
parecidas supresiones. Echa al cesto los pasajes mediocres y los «tiempos
muertos». Suprime en los planos morosidades e incertidumbres. Logra así
crear un ritmo, más esencial aun en una película que en una novela. Jean
Feyte no se ha equivocado al considerar que el éxito de una película depende
en una gran parte, de su fotógrafo y su montador, «el primero de los cuales
aporta la atmósfera y el segundo el ritmo» (El cine, por los que lo hacen).
El papel de un montador es de tal importancia que, utilizando tomas
diferentes, modificando el orden y la extensión de los números, puede crear
para un mismo film escenas de carácter enteramente distinto.
Ya se utilicen las transiciones para diversos efectos especiales o se
prefieran los «cortes directos» (imágenes unidas sin transición), los enlaces
entre las escenas o secuencias utilizan ciertos procedimientos de transición.
Los más usuales se fundan en analogías y contrastes. La analogía puede
referirse a ciertos detalles (lámpara de una habitación encadenada a un farol
de gas en una calle), a las formas (humo de pipa y nube en movimiento,
rebaño de corderos y grupo de hombres marchando), etcétera.
Frecuentemente las transiciones concuerdan con todo el estilo del
montaje. Pudovkin, en tiempos del cine mudo, distinguía cinco grandes
métodos de montaje: por analogía, por antítesis, por Leitmotiv, siguiendo el
movimiento o estableciendo situaciones alternadas. No se trata de categorías
rígidas, sino que estos procedimientos pueden combinarse en el curso de una
misma película.
La materia de una película es tan diversa que no es posible establecer
fórmulas matemáticas para asegurar el acierto de su montaje. Por otra parte,
nunca una fórmula ha bastado para crear una obra de arte. Un músico puede
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conocer admirablemente las reglas del contrapunto, o un pintor las de la
composición, y sin embargo crear melodías y cuadros por debajo de lo
mediocre. Todo creador debe conocer los métodos y las reglas de su oficio.
Pero ello no le da automáticamente el talento.
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MONTAJE SONORO Y MÚSICA
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Sería de desear que el músico participara en la película desde su preparación y
que estableciera los principales elementos de su partitura a partir del guión
técnico.
En Francia, por lo general, el compositor no interviene sino hasta que no se ha
realizado el primer montaje. Le quedan cuando mucho dos o tres semanas
para escribir su partitura. Así es como muchos grandes músicos, después de
haber trabajado para el cine, han renunciado a volver a prestarle su
colaboración. Existen, es verdad, en Francia, compositores de música
cinematográfica conscientes y de gran valía, pero por lo común los
productores se contentan con chapuceros que aportan, en lugar de una
partitura original, verdaderos «popurrís» que machacan temas musicales
manidos y resobados.
El excelente músico cinematográfico Georges Van Parys, autor favorito de
René Clair, aporta ciertos datos sobre estos trabajos en serie que se hacen en
Francia y en otros países: «Las actualidades han resuelto de una vez por todas
el problema de la música formando filmotecas (sería más exacto decir
fonotecas. G. S.). Éstas abarcan un número variable de cintas musicales
grabadas. Ciertas casas americanas tienen más de cinco mil cintas clasificadas
por géneros. Allí hay toda clase de músicas imaginables: fúnebre, deportiva,
solemne, de la naturaleza, exótica, de folklore, etc. Cada semana se liga a
cada asunto la música que parece convenirle más. La extensión importa poco,
porque se toma la música por “los pies”: se aplica a la última imagen de cada
tema la última vibración de la música correspondiente. A fe mía, la música
cae donde puede…» (El cine, por los que lo hacen).
Este método expeditivo y económico da, naturalmente, resultados muy
mediocres. Bajo una forma apenas distinta es aplicado por las grandes firmas
de Hollywood a muchos films. Sus servicios especializados han catalogado un
gran número de temas musicales. Para confeccionar sus partituras, ciertos
técnicos revuelven y mezclan estos temas modificándolos lo estrictamente
necesario para que escapen a una reclamación de sus autores. El compositor
del cine americano Herbert Stothart escribía por 1935: «Espero y creo que
algún día el cine revelará un nuevo Beethoven o un Gounod».
Hay en Hollywood excelentes especialistas de la música cinematográfica,
como Dmitri Tyomkin (Por qué combatimos, La sombra de una duda, A la
hora señalada o High Noon). En otros países el cine ha contribuido a
estimular la inspiración de músicos ilustres. Arthur Honegger encontró en la
partitura que escribió para La rueda (1923), película muda de Abel Gance, el
tema de una de sus obras más célebres: Pacific 231. En el curso de su
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colaboración con Eisenstein para la película Alejandro Nevski (1938), el
famoso compositor ruso Prokofiev concibió una de sus obras maestras, la
Cantata de Alejandro Nevski.
El importantísimo papel que tiene la música en una película no llega siempre
a ser percibido por el público. Un espectador medio apenas la advierte. Fuera
de las escenas en que se canta o se baila, toda su atención auditiva es
acaparada por el diálogo y los ruidos. Se ha probado experimentalmente que
un oído puede difícilmente escuchar más de dos sonidos a la vez.
Frecuentemente los músicos han notado —con una decepción muy natural—
que el público no dice nunca: «He oído una película», sino «He visto una
película». Para la mayoría de los hombres, la vista es un sentido más
importante que el oído. Si el mismo espectador escuchara la misma película
con música o sin ella, se daría cuenta del verdadero valor de las partituras, las
cuales, por cierto, han asegurado el éxito de muchos films.
Para componer su partitura, el músico se guía por un análisis cronometrado
del film, suministrado por el jefe operador y desde luego por la obra misma, a
cuya proyección asiste y de la que ha leído el guión. La partitura es ejecutada,
para su grabación, por una orquesta en un auditorio, sala donde la acústica ha
sido cuidadosamente preparada como en un estudio radiofónico. El jefe
operador del sonido reparte los micrófonos ante los músicos y se instala en
una cabina de audición para realizar el registro con los efectos deseados por el
compositor y el director de orquesta.
El jefe operador del sonido, después de la grabación de la música, dirige
finalmente el mixage, importante operación con la cual concluye la
sonorización de la película.
El mixage es la regrabación, sobre una sola banda sonora, de la música, el
diálogo, los ruidos, las canciones, etc. Para obtener esta banda sonora, el jefe
operador utiliza cuando menos tres cintas (diálogo, ruidos y música). Pero en
un montaje complicado y minucioso se empleará otras bandas para las
palabras post-sincronizadas, las canciones, los efectos sonoros especiales,
etcétera, o sea un total de seis bandas o más. «Subiendo» o «bajando» sus
sonidos respectivos, el jefe operador del sonido efectúa un verdadero y nuevo
montaje sonoro.
El mixage necesita un sentido artístico tanto más desarrollado cuanto que se
efectúa casi instantáneamente durante el paso de las bandas. Por ejemplo, la
música debe ser asordinada durante los diálogos, para que el espectador pueda
comprender cada sílaba. Pero según la situación y su desarrollo, el lugar de la
música se convierte en más o menos grande. Después de ser un simple fondo
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sonoro puede intervenir con una gran intensidad para expresar el temor, el
amor o la esperanza. Así, sin que por lo general el público lo advierta, la
intensidad musical varía constantemente en una película. Ruidos y palabras
varían igualmente.
Habitualmente se calcula dos o tres días para el mixage de un film de 90
minutos. Según Pierre Leprohon, es necesario para efectuar un buen mixage
poseer muchas «cualidades de oído y de reflejos a la vez. La menor falta
entraña la obligación de recomenzar toda la grabación. El operador del sonido
debe tener frente a sus potenciómetros la habilidad y la destreza de un
verdadero virtuoso». Una vez terminados el montaje y el mixage, el film se
halla prácticamente terminado, considerando aparte los diferentes trucos o
efectos especiales, que se realizan en el laboratorio.
Los trucos constituyen un terreno muy vasto y diverso que estudiaremos antes
de pasar a las industrias técnicas.
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VI. TRUCOS Y DIBUJOS ANIMADOS
Cuando, hacia 1900, el cine penetró en ciertos países, los escépticos pidieron
se les dejara pasar a ver detrás de la pantalla: deseaban descubrir el truco.
Creían que actores de carne y hueso se movían detrás de la pantalla.
Más tarde, para ciertos públicos, todas las películas —puesto que eran
fotografías— representaban la realidad y sólo la realidad. Cuando Georges
Méliès exhibió en 1902 su Viaje a la luna, esos espectadores vieron un
documental filmado en nuestro satélite.
Actualmente el escepticismo prevalece sobre la credulidad: «¡Un truco
más!» dicen satisfechos ante un espectáculo o una hazaña extraordinarios.
Françoise Rosay oyó este juicio aplicado al episodio del film en el que, como
hemos contado, tenía que domar ella misma los leones.
Fácilmente puede utilizarse el montaje para trucar tal secuencia. La actriz
puede no hallarse nunca entre las fieras. Para sus apariciones en la jaula sería
doblada por una domadora de su talla, su aspecto y su traje, que sería
irreconocible, por vérsela siempre de espaldas o desde muy lejos. Se
intercalarían en la secuencia grandes planos en los que la actriz apareciera
como domadora y simulara con gestos, domar las fieras, invisibles en estas
imágenes, pero mostradas en aparentes contracampos.
El montaje es la forma más antigua y más elemental de truco
cinematográfico. Antes de 1900 Georges Méliès, en los prospectos de sus
primeros films, alababa sus «trucos maravillosos»… tales como «el cambio a
la vista». Los trucos de teatro han sido definidos como «toda modificación de
un objeto operada delante del público, sin que éste pueda explicar los medios
empleados». El cambio a la vista era la sustitución en escena de un decorado
por otro sin bajar el telón. Para Méliès, sustituir en su película Cenicienta una
cocina por un palacio era un truco: consideraba todo cambio de cuadro o de
decorado como tal. Pero inventó, por otra parte, entre 1896 y 1902 numerosos
procedimientos cinematográficos todavía en uso actualmente.
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TRUCOS FOTOGRÁFICOS
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en una maceta. Durante la proyección se verá el tallo salir de la tierra, crecer y
desplegar sus hojas y sus flores en un movimiento armonioso y extraño.
Ralenti y acelerado constituyen para los expertos un precioso medio de
búsqueda. Casi todos los trucos pueden ser utilizados por los directores como
medios de expresión. Los fundidos encadenados, por ejemplo, eran
empleados por Méliès como trucos. Actualmente sirven, como hemos visto,
para la puntuación cinematográfica. Sería, pues, erróneo considerar el truco
como un procedimiento destinado a engañar a los simples. Es una parte
importante e indispensable de la técnica cinematográfica.
Otro truco nacido de un error: Un proyeccionista puede colocar por
descuido una película con las imágenes invertidas y el público verá en la
pantalla el cielo en el lugar de la tierra y los personajes andando con los pies
en el aire.
Este error se convierte en truco en una película filmada en un decorado
construido en el suelo, con una lámpara emergiendo del piso como un hongo.
Viendo este film proyectado a la inversa, el público verá al actor caminando
por el techo como una mosca. Gracias al mismo truco, puede también caminar
sobre muros verticales.
Otra variante: la cámara se sitúa en una pasarela, su objetivo dirigido
perpendicularmente hacia el suelo, donde se ha reconstruido la fachada plana
de una casa. Un actor arrastrándose sobre este decorado, parecerá, durante la
proyección, ascender por la fachada.
Jean Cocteau utilizó este truco (empleado desde 1900) para su película de
vanguardia La sangre de un poeta (1931). Un actor simuló caminar,
arrastrándose, sobre el decorado de un corredor. Parecía que la escena había
sido filmada al ralenti. Pero al abrir una puerta, el héroe desaparecería dentro
de un extraño espejo: la superficie horizontal de una piscina.
Georges Méliès adaptó al cine la doble exposición o sobrexposición,
procedimiento conocido en fotografía desde que un aficionado distraído
fotografiara dos vistas sobre la misma placa. Por 1850, individuos sin
escrúpulos pretendieron, gracias a este truco, haber fotografiado fantasmas, y
pusieron a la venta fotografías espiritistas: incluso un norteamericano fue
condenado por haber vendido una Biblia ilustrada con «retratos» espiritistas
de Moisés, Abraham y Jacob.
En el cine, la doble exposición, bajo su forma más sencilla, muestra, por
ejemplo, a un actor asustado por un fantasma que agita sus velos blancos.
Las sobreimpresiones dejan de parecer tales cuando se las sitúa sobre un
fondo oscuro. En una placa impresa, pero aún no revelada, el negro del
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decorado no tiene prácticamente efecto sobre la emulsión. Estas partes
vírgenes constituyen reservas en las que se puede, por una segunda
exposición, imprimir imágenes tan claras como las precedentes.
Si se sitúa delante del objetivo una pantalla opaca, una mascarilla que
oculte la mitad del campo fotográfico, esa mitad de la película quedará
virgen. Después de una primera toma, invirtiendo la posición de la mascarilla,
para una segunda toma, se podrá interpretar otra escena en el mismo
decorado. En buenas condiciones, el enlace entre las dos tomas será
absolutamente invisible al público. Así un actor podrá en una misma escena
aparecer interpretando a la vez los papeles de dos sosias. Méliès, empleando
mascarillas y exposiciones múltiples, realizó El hombre orquesta (1900),
donde aparecía bajo la forma de siete músicos que tocaban simultáneamente
siete instrumentos diferentes. Este truco continúa empleándose. En Carnero
de cinco patas (1954), el actor cómico Fernandel interpretó el papel de un
padre y los de sus cinco hijos. Estos personajes aparecían frecuentemente
solos o frente a los dobles de Fernandel fotografiados de espaldas. Pero el
fotógrafo Thirard y sus técnicos lograron mostrar, en una misma toma, al
actor con seis maquillajes diferentes. Utilizaron un mínimo de seis mascarillas
y reservas.
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En los temas fantásticos (cuentos de hadas, películas de anticipación
científica), una doble exposición puede operar nuevos efectos cambiando el
punto de vista de las tomas. En el Gulliver de Méliès (1902), unos gigantes
cortados a la mitad del cuerpo se veían sentados delante de una caja negra con
enanos minúsculos. Se había situado, simplemente, en esa reserva, actores
vistos en plano general que contrastaban con actores tomados en gran plano.
El truco, basado en la diferencia de escalas, fue utilizado varias veces, sobre
todo en El doctor Cíclope (película norteamericana de Ernest Schoedsack,
1940). Un científico perverso reducía a la estatura de 15 centímetros a cuatro
desventurados que intentaban escapar de él.
En El hombre de la cabeza de caucho, Méliès mostraba un rostro que
parecía inflarse hasta el estallido final. El procedimiento consistía en
fotografiar una cabeza que aparecía sobre un fondo negro con una cámara que
iba acercándose como en un travelling hacia delante. Se sobreimprimía luego
esta cabeza sobre la reserva negra de un decorado y la cabeza parecía inflarse
como un balón.
Una mascarilla ingeniosamente cortada puede, de esta manera,
metamorfosear un escenario natural. Filmemos, por ejemplo, una escena en el
Sahara, disponiendo una mascarilla de modo que disimule todo el cielo y que
sus contornos sigan exactamente el horizonte. Se puede, con una
sobreimpresión y utilizando una mascarilla inversa, sustituir el cielo por otro
donde se perfile la torre Eiffel.
Utilizando de esta manera varias mascarillas, los fotógrafos de la película
norteamericana Los diez mandamientos (realizada en 1925 por Cecil B. de
Mille) pudieron mostrar un famoso pasaje bíblico: el paso por entre las aguas
abiertas del Mar Rojo, que se cerraban luego en torrente sobre el ejército del
Faraón.
Las mascarillas pueden también ser móviles. En su forma más elemental
se abren como una cortina o como las ventanas utilizadas, según hemos visto,
para la puntuación cinematográfica. Pero se puede de igual modo utilizar una
mascarilla móvil con los contornos de un hombre en movimiento, contornos
que se modifican según cada uno de los desplazamientos del actor.
Tomemos un ejemplo sencillo: un hombre vestido de blanco caminando
contra un fondo oscuro y forrado de terciopelo negro. Su imagen aparecerá
sobre un film negativo como una silueta negra contra un fondo blanco. Sobre
un doble negativo, por diversos procedimientos, se puede hacer esta silueta
tan opaca como una sombra chinesca o una mascarilla.
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Filmemos luego cualquier paisaje, utilizando esta banda como una serie
de mascarillas situadas en la cámara en contacto con la película virgen. El
negativo así tratado, con sus imágenes negras actuando como una mascarilla,
creará en el paisaje una reserva correspondiente a todas las actitudes del
hombre que camina. Si la película fuera revelada después de esta operación,
se vería una misteriosa silueta blanca cruzar por el paisaje. Pero se utiliza esta
reserva móvil para colocar las imágenes del primer film: el hombre que
camina contra el fondo oscuro. Gracias a este procedimiento, un actor
parecerá caminar en un paisaje en el que no ha puesto jamás los pies.
La mascarilla móvil requiere, como todos los trucos, minuciosidad
extrema y mucha exactitud en los contornos. Pero bien realizada produce
efectos tan variados como convincentes. Este truco viene de los dibujos
animados. Por 1920, el norteamericano Fleischer realizó una serie intitulada
Fuera del tintero. Su héroe dibujado, el payaso Coco, paseaba por la mesa del
dibujante y le jugaba cien trastadas. Las poses sucesivas de Coco se diseñaban
imagen por imagen siguiendo un método que estudiaremos más adelante.
Cada dibujo, transformado en sombra chinesca, era traspuesto a una película
que servía de mascarilla móvil.
El famoso especialista norteamericano John Fulton, hoy desaparecido,
utilizó las mascarillas móviles de manera muy convincente en El hombre
invisible, película basada en una novela de H. G. Wells. Se veía a su héroe,
por ejemplo, desaparecer a medida que se quitaba la ropa.
Este desnudo-desaparición se basaba en principios muy simples, pero
cuya aplicación planteaba problemas delicados a los técnicos. El actor que
encarnaba al hombre invisible fue enteramente cubierto con una malla negra
—cabeza, ojos y manos comprendidos— para filmarlo sobre un fondo de
terciopelo negro, procedimiento clásico desde Méliès. Encima de su malla
negra, el actor llevaba ropas, guantes, pantuflas de color claro. Su cabeza
estaba vendada. Durante el rodaje de la toma, se quitaba todo este atuendo. Se
utilizaban las partes visibles de la imagen para formar una mascarilla móvil.
La escena de las vendas, vista en gran plano, era particularmente
asombrosa, porque al quitarse el vendaje el hombre parecía quedar sin cabeza.
Otro efecto realizado de la misma manera: un cigarrillo sostenido por una
mano invisible era alzado a una boca también invisible, que daba varias boca
nadas. La escena fue interpretada primero por un actor enteramente forrado de
negro sobre un fondo oscuro. Las imágenes de la casa, de los fósforos y el
cigarrillo fueron luego utilizadas como mascarillas.
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La mascarilla móvil fue utilizada por los técnicos de Walt Disney, en
1944, para mezclar dibujos animados con personajes fotografiados en Los tres
caballeros. Estaban muy satisfechos de aplicar brillantemente en el cine a
colores el procedimiento de Fleischer.
La mascarilla móvil ha sido, desde 1945, aplicada en la URSS con un
éxito excepcional por los técnicos de la Mosfilm para ciertas óperas
fantásticas, sobre todo Sadko y Boris Godunof. Resulta imposible para un
espectador no enterado advertir, por ejemplo, que el navío de Sadko no
cabecea en un mar enfurecido; en realidad la escena fue tranquilamente
rodada en Moscú y sobreimpresa luego en una mascarilla móvil de una
película tomada en el Mar Negro en tiempo tormentoso.
Todos estos procedimientos —montaje o detención de la toma;
sobreimpresión, exposiciones múltiples con mascarillas y reservas— habían
sido ya utilizados de múltiples maneras en los primeros diez años del cine,
cuando un nuevo truco vino a asombrar a los especialistas. Fue bautizado en
Francia con el nombre de movimiento americano porque fue revelado por una
película llegada de los Estados Unidos (El hotel encantado, 1907).
Entre las maravillas de esta película se veía en gran plano un cuchillo que
cortaba en rebanadas, enteramente solo, un pan y un salchichón. Los
especialistas franceses en trucos vieron cincuenta veces el film cansándose los
ojos en el intento de descubrir los hilos invisibles que hubieran podido
manejar el cuchillo. Finalmente comprendieron que en la película se usaba la
toma de imagen por imagen, llamada por los ingleses one turn, one picture
(una vuelta, una imagen).
En las antiguas cámaras, cada vuelta de manivela filmaba ocho imágenes.
Para realizar El hotel encantado, los técnicos de la Vitagraph utilizaron una
cámara ligeramente modificada que fotografiaba únicamente una imagen por
vuelta de manivela. La situaron frente a una mesa donde había un cuchillo y
una pieza de pan. Entre cada vuelta de manivela, habían ido acercando poco a
poco el cuchillo, después la habían hundido progresivamente en el pan. Sus
manos no intervenían sino en los intervalos entre las tomas, y en la
proyección el cuchillo parecía cortar solo el pan.
La toma de imagen por imagen abría perspectivas inmensas que aún no
hemos terminado de descubrir. Sus pioneros fueron, antes de 1914, el
norteamericano Windsor Mac Coy, el español Segundo de Chomon, el ruso
Starevich, el francés Émile Cohl. Las películas que éstos realizaron según la
nueva técnica crearon entonces, además del dibujo animado que debía
conocer una rápida boga, los muñecos animados, los recortes (trozos de
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cartón articulados), las sombras chinescas (siluetas móviles en negro), los
objetos animados, los dibujos que se hacen solos, los modelados animados,
etcétera.
En 1833-34, Plateau, Horner y Stampfer habían ya animado dibujos,
medio siglo antes de la invención del cine propiamente dicho. Sus primitivos
aparatos fueron perfeccionados en 1878 por el genial artesano francés Émile
Reynaud. Éste presentó, por 1890, dibujos animados proyectados en una
pantalla con duración de diez minutos: Pobre Pierrot, Alrededor de una
caseta, etcétera.
Émile Reynaud, que no utilizaba la fotografía, dibujaba y coloreaba sus
imágenes sobre hojas de celuloide trasparente. Agujeros laterales le permitían
señalar y superponer los dibujos para facilitar la transición de una actitud a
otra. Estas hojas eran colocadas en una banda perforada. Para la proyección se
superponía estas imágenes decoradas a un escenario.
Para sus dibujos animados, Émile Cohl utilizó en 1908 una cámara de
vuelta de manivela situada verticalmente por encima de una mesa. La técnica
del dibujo animado moderno emplea todavía los dispositivos fundamentales
de Reynaud y Cohl: imágenes sucesivas sobre hojas transparentes perforadas,
superposición de estas imágenes sobre un decorado, cámara de vuelta de
manivela, mesa horizontal.
La cámara de vuelta de manivela fue, por otra parte, utilizada en muchos
trucos. Perfeccionada, pudo contener dos o tres películas superpuestas,
cambiar sus velocidades, hacer pasar el film hacia atrás, etc. Mejoramientos
sucesivos la han convertido en el aparato actualmente llamado truca (marca
adoptada por el constructor francés Debrie) o en inglés optical printing
machine (máquina de impresión óptica).
La truca se compone de dos cámaras frente a frente. El primer aparato es
un proyector móvil montado sobre los rieles de dos émbolos de tornillos sin
fin. Las imágenes del film que proyecta son refotografiadas por una cámara
situada en un punto fijo y que contiene la película virgen.
Los principales trucos fotográficos (fundidos encadenados, ventanas,
sobreimpresiones, mascarillas móviles y demás) son ahora efectuados con la
ayuda de las trucas que funcionan en el laboratorio. Este aparato preciso y
dúctil puede servir para desdoblar, volver atrás, invertir, suprimir ciertas
imágenes de un film, para reducir o aumentar sus dimensiones o su
iluminación, etcétera. La truca puede funcionar sea a vuelta de manivela o a
distintas velocidades de rodaje. Se la utiliza sobre todo para confeccionar
copias sonoras de antiguas películas mudas. No basta con reducir y desplazar
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sus imágenes para dejar lugar a la pista sonora; también hay que hacer pasar
estos films de 16 imágenes por segundo a 24, convirtiendo cada una de sus
imágenes en tres.
Méliès, sus contemporáneos y sus sucesores adaptaron al cine todos los trucos
practicados en escena.
Méliès usó profusamente los escotillones para apariciones repentinas
(luego fueron ventajosamente sustituidos por el método fotográfico del truco
de sustitución) y los personajes que volaban por el aire sostenidos por hilos
teóricamente invisibles. Los hilos servían también para animar objetos y
vestidos. Se obtenían efectos de nieve lanzando plumas o confetis blancos.
La reproducción de diversos fenómenos meteorológicos se ha
perfeccionado mucho en el estudio. Para lograr la lluvia basta con manejar
mangueras de riego. El viento y las tempestades se obtienen por ventiladores
gigantes cuidadosamente colocados fuera del campo fotográfico; el vapor de
agua utilizado para simular la niebla perjudicaría maquillajes, decorados y
trajes. Se prefiere el aceite mineral finamente vaporizado, cuyas capas se
mantienen mucho tiempo en el aire. Los efectos de nieve necesitan un
complejo arreglo del decorado, con guata o talco sobre el piso, hielo fingido
con celofán, etc. Para las nevadas, ciertas máquinas pulverizan hielo, otras
efectúan en el aire sutiles cristalizaciones químicas. Por 1930 se pusieron en
servicio máquinas que confeccionan telas de araña. Se basan en el mismo
principio que la fabricación de fibras textiles artificiales: una materia plástica
es hilada por un orificio minúsculo.
Méliès utilizó profusamente los petardos y los fuegos de Bengala. La
pirotecnia —que es el arte de emplear los fuegos de artificio, las municiones y
las armas de fuego— continúa ocupando un importante lugar en ciertas
realizaciones. Los petardos que simulan las explosiones hacen mucho humo,
pero poco cargados representan muy escaso peligro para los actores.
Los maquillistas «trucan» las heridas reemplazando la sangre por suero
farmacéutico de hemoglobina. Una serie de minúsculos petardos que estallen
en el suelo o en el staff, cerca de los actores, simula los blancos de las
ametralladoras. Pero en ciertos casos se debe —como en los espectáculos de
revista— emplear tiradores escogidos. Los efectos sonoros —realizados
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aparte de la puesta en escena— refuerzan notablemente los trucos de
pirotecnia.
En esto también el cine recuerda al teatro, donde para simular un
bombardeo, se golpea detrás de bambalinas sobre grandes cajas. Estos ruidos
fueron también empleados en los comienzos del cine parlante, pero la primera
guerra aportó a las fonotecas todos los ruidos de artillería y de bombardeo
imaginables.
En su conjunto, los trucos sonoros del cine se reducen a imitaciones (del
género de los ruidos entre bambalinas) y al montaje de documentos tomados
de las fonotecas. En uno como en el otro caso, sus ruidos vienen a reforzar el
efecto de una escena, cuyo sentido llegan a modificar a veces. En 1953, en
una gran ciudad, los tanques patrullaron por las calles para dispersar una
manifestación. Los relatos de los periodistas fueron unánimes: los tanques no
dispararon. Pero ciertos noticieros trucaron las vistas, añadiéndoles ruidos de
ametralladora. El gran público, que ignoraba el empleo de la pista sonora, fue
persuadido de que había visto a los tanques disparar sobre la multitud.
El cine ha tomado del circo y de los espectáculos de revista los objetos de
material ligero, como los ladrillos que los payasos reciben en la cabeza sin
daño alguno. Estos materiales inofensivos caen sobre los actores durante los
bombardeos o los terremotos. En una escena de incendio se esparce el
petróleo de manera que haya el máximo de efecto con el mínimo de riesgos.
Fuera del campo fotográfico, los bomberos están listos a intervenir, con la
manguera en la mano.
Para los trucos se utiliza profusamente las maquetas a escala reducida, ya
empleadas en el siglo XVIII para el teatro y ciertas exhibiciones al aire libre.
Desde antes de 1900, franceses y norteamericanos filmaron combates navales
entre acorazados tan grandes como pantuflas. Los trucos tuvieron tanto éxito
porque en la pantalla no hay ningún término de comparación que permita
advertir la escala real de las maquetas. Su verosimilitud depende sobre todo
del cuidado que se ha puesto en su construcción y en la fotografía.
El uso más espectacular del truco con maquetas mecánicas es la
reconstrucción de catástrofes: naufragio, avión que se estrella,
descarrilamiento, choque de trenes… Estos accidentes se desarrollan en
decorados a la misma escala de los aparatos o navíos: los árboles, las
montañas, el mar, las rocas son reproducidos en formato reducido.
Durante el rodaje se presta una especial atención a los movimientos del
agua, más rápidos en una bañera. Se filma, pues, las escenas navales en
cámara lenta y en buenas condiciones de iluminación. Los efectos con
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maqueta generalmente se limitan a tomas muy breves para no revelar el truco.
Con frecuencia son insertados entre dos escenas rodadas en decorados de
tamaño natural.
Un actor en medio de maquetas reducidas da la impresión de ser un
gigante. A la inversa, parecerá un enano si encuentra en un escenario a gran
escala una mano o un pie gigantesco. Estos dos procedimientos han sido
empleados en los cuentos de hadas, las anticipaciones científicas y las
películas fantásticas.
Las maquetas se emplean también para servir de fondo a los decorados. Si
se reconstruyera en un estudio un parque con un castillo sobre una colina, el
decorado a escala real no cabría sobre el set. Los primeros planos, donde
serán situados los actores, serán construidos a la escala real con árboles,
bancos, follajes, etc., al tamaño natural. A lo largo de una pendiente con
césped los árboles se escalonarán por altura decreciente. En lo alto de la
«colina» el castillo no será sino una casa de muñecas rodeada de árboles tan
grandes como una mano. Bien realizados, estos efectos de perspectiva
engañarían al primer golpe de vista a un visitante no prevenido. Salvo, claro
está, que haya un pintor dando algún retoque al castillo en miniatura, detrás
del cual hay un cielo azul y unas nubes pintadas en una superficie cóncava.
El engaño óptico puede combinar una tela pintada con elementos en
relieve, pero en falsa perspectiva, procedimiento largamente empleado desde
el Renacimiento. En los teatros y la decoración de los palacios, por hábil que
sea la perspectiva, los trucos se hacen evidentes en cuanto el espectador se
desplaza. En el cine los engaños ópticos son más eficaces, puesto que se sitúa
el objetivo en el eje de la falsa perspectiva.
La tela del fondo puede, ya hemos dicho, ser reemplazada en un engaño
óptico por una amplificación fotográfica. Este último plano o descubierto
debe a veces moverse. Hemos visto durante el rodaje de Las travesuras de
Till un cilindro que giraba detrás de una carroza, según un procedimiento
tomado del teatro, como el de hacer pasar una tela pintada por el fondo para
simular un viaje.
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elementos del decorado se sitúan delante de una pantalla transparente sobre la
cual se proyecta un film.
El principio es sencillo. Desde las primeras representaciones
cinematográficas de Lumière, algunos periodistas propusieron reemplazar en
el teatro los decorados por películas (lo cual fue intentado). En el estudio hay
que refotografiar convenientemente el film proyectado y en el teatro se estuvo
muy lejos, por razones técnicas, de poder realizar perfectamente el intento.
La transparencia fue utilizada por primera vez en Hollywood, en King
Kong (1933) de Schoedsack y Cooper. Un gorila gigante era el héroe de la
película, cuya realización se alargó por espacio de tres años en el más grande
secreto. Desde entonces, todos los estudios modernos y bien equipados
emplean las transparencias, cuyas pantallas son de cristal translúcido o de
material plástico.
Como la mascarilla móvil, pero de más fácil manejo, la transparencia
permite situar a los actores en cualquier escenario natural. Sin abandonar el
estudio, un actor puede ser transportado a las calles de Shangai, sobre un
volcán mexicano en erupción, a una aldea negra del África, a los hielos
polares o a una tempestad en alta mar. Pero la transparencia sigue siendo una
tela de fondo. Caminando sin desplazarse ante una transparencia (filmada en
travelling) un actor puede dar la impresión de que visita El Cairo, pero nunca
un verdadero egipcio se interpondrá entre él y el espectador.
Para lograr una transparencia satisfactoria, hay que arreglar
cuidadosamente la iluminación de los actores, para armonizarla con la del
paisaje móvil. Las transparencias a color son aún mediocres y provocan a
veces un halo en torno a los actores.
Con una diferencia de escala entre la toma proyectada y el actor, la
transparencia, medio de puesta en escena, se convierte en truco (en el sentido
que le daba Méliès) y puede producir efectos sorprendentes. En una secuencia
de La dama de Shangai (1948), Orson Welles, para crear una atmósfera
fantástica, proyectó imágenes intencionalmente muy ampliadas de peces que
aparecían a través de las vidrieras de un acuario, creando así monstruos
inquietantes.
En 1897, Georges Méliès fotografió una escena submarina realizada en el
estudio, a través de un acuario donde se movían algunos peces. El artificio
nos parece hoy día ingenuo. Pero actualmente se logra sorprendentes efectos
técnicos por la interposición de diversos elementos entre la cámara y la
escena fotografiada.
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El procedimiento Schuftan tiene el nombre del fotógrafo que lo
perfeccionó hacia 1925 en Francia y lo empleó brillantemente, con los
decoradores Mirtine y Boris Bilinsky, para las grandes puestas en escena de
Scherezada (de Volkoff, 1926) y de Montecristo (de Fescourt, 1927). Cuando
una escena de grandes conjuntos se desarrolla delante de un palacio, se
reconstruye solamente su piso a un tamaño natural. Todos los pisos superiores
son una maqueta suspendida entre la cámara y el decorado construido. Se
hace coincidir, frente al objetivo, la base de la maqueta y el borde del
decorado. En la proyección parecen formar un solo palacio de varios pisos.
Se pudo así colocar un cielo raso sobre el decorado de teatro donde se
desarrolla un episodio de Los hijos del paraíso (de Marcel Carné, 1945). En
María Antonieta (de Delannoy, 1956) se mostró al pueblo frente al palacio de
las Tullerías (destruido en 1871). El empleo de un espejo inclinado a 90
grados y provisto de una mascarilla facilita el empleo del procedimiento
Schuftan, cuya delicada ejecución requiere mucho tiempo y maquetistas de
alta categoría.
Para obtener efectos análogos, pero más cómodos y menos costosos, el
realizador francés Abel Gance propuso, en 1938, su pictógrafo, y Henri
Mahé, desarrollando un procedimiento de Achille Dufour ha perfeccionado en
1940 el simplifilm. Empleando dispositivos diferentes, los dos procedimientos
se basan sobre el mismo principio: interponen una fotografía (o una imagen
dibujada) entre la cámara y el objeto o persona fotografiados.
Con el simplifilm y el pictógrafo, los actores pueden ser transportados al
interior de un paisaje y desaparecer detrás de los árboles de un bosque
imaginario, pintado sobre cristal. Más aún, pueden aparecer acostados sobre
un lecho histórico tomado de una tarjeta postal. Si pudieran utilizar, no vistas
fijas, sino imágenes animadas, el pictógrafo y el simplifilm reemplazarían a la
transparencia por la economía y la variedad de sus medios. Los tres
procedimientos pueden servir para suprimir en parte la construcción de
decorados en el estudio.
El simplifilm sirvió para realizar una película de largo metraje, Blondine
(1945) que demuestra las grandes posibilidades del procedimiento a pesar del
ínfimo valor artístico de la realización. Esta patente francesa fue entonces
comprada por grandes firmas extranjeras, menos para utilizarla que para
impedir su empleo en una cinematografía competidora.
Abundantes y multiformes, los trucos son hoy empleados en casi todas las
películas, no solamente de ficción sino también documentales o científicas.
Estos procedimientos han contribuido a crear el arte del cine y le son
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indispensables. Han creado, en fin, el cine de animación (diferente del cine
propiamente dicho), que abarca géneros muy variados y de posibilidades
infinitas.
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animación ha sido renovada en los Estados Unidos por los realizadores
agrupados en torno al productor Bosustow, mientras que se afirmaban o se
revelaban: en Francia, Grimault; en Checoslovaquia, Trnka, la señora
Tyrlova, Zeman, Hofman; en el Canadá, Norman McLaren, etc. En la URSS
ha nacido una escuela original y multifacética.
Gracias a la ayuda cinematográfica del Estado, la escuela checa ha
renovado la película de muñecos, género que se había desarrollado poco en
treinta años, poniendo aparte las realizaciones de Starevich y de Ptuchko. Se
anima los muñecos como los dibujos, imagen por imagen. La cámara a vuelta
de manivela se sitúa delante de un escenario poblado de muñecos articulados.
Los animadores desplazan los miembros por fracciones de movimiento y
fotografían las poses sucesivas.
Los efectos obtenidos son menos flexibles que los del dibujo animado
(sobre todo en lo que toca a los rostros). Pero los muñecos se mueven en un
mundo de tres dimensiones. Se puede entonces utilizar todas las funciones
expresivas de la luz, las grandes puestas en escena y los grandes conjuntos. Se
puede también combinar fácilmente los muñecos con personajes vivos, como
lo había hecho ya el soviético Ptuchko con el Nuevo Gulliver (1934) y como
lo ha hecho Zeman para su Viaje a la prehistoria (1955).
Pero Trnka ha demostrado que se puede utilizar los muñecos para todos
los géneros e incluso para la epopeya, mientras que Zeman los combinaba con
el dibujo animado (El tesoro de la isla de los pájaros, 1954) y conseguía
animar figuritas de cristal (Inspiración, 1948).
Una variante curiosa de la animación tridimensional emplea plastilinas
que permiten, sobre todo, modificar la expresión de los rostros.
El escultor René Bertrand y Jean Painlevé realizaron en 1938 un notable
Barba Azul en plastilina de colores. Pero desgraciadamente su intento no fue
proseguido por otros animadores.
Los muñecos pueden también ser animados, no imagen por imagen sino
por diferentes dispositivos (mecanismos internos, hilos, varas, manos en el
cuerpo de los muñecos, etc.) tomados de las viejas tradiciones de los
titiriteros. En estos casos no se puede hablar propiamente de cine de
animación.
Las sombras chinescas son títeres articulados, pero en dos dimensiones,
colocados sobre una pantalla translúcida y manipulados con la ayuda de hilos
o varas. A partir de 1925 la alemana Lotte Reiniger realizó sombras chinescas
animadas imagen por imagen, siguiendo la técnica del dibujo animado.
Obtuvo notables resultados (Las aventuras del príncipe Achmad, etc.), pero
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fuera de estas buscas, este género, que se ha desarrollado poco, no excluye el
color: las sombras tradicionales, en China e Indonesia, utilizan profusamente
las superficies transparentes en colores.
Las siluetas articuladas son parecidas a las sombras chinescas, pero son
opacas y se desplazan en un decorado. Cohl y otros franceses después de él
han utilizado mucho esta técnica por 1920-30 para seudodibujos animados
baratos, hechos sin ningún acierto artístico. El procedimiento estaba
despreciado hasta que Trnka logró efectos notables en El circo (1951), con el
que acaso creó un nuevo género de animación.
Tomando una película ordinaria, pero haciéndola pasar por la truca para
invertir sus movimientos, modificar su ritmo, introducir bruscas sacudidas,
inmovilizar ciertas imágenes, etc., se puede obtener efectos extraordinarios,
imagen por imagen o en rodaje. Los efectos obtenidos recuerdan los Baños
imposibles de 1900. La truca permitió al inglés Len Lye realizar, en 1940, un
excelente corto metraje antifascista en el que, al ritmo de la danza popular
«Lambeth Walk», el Führer y sus SS, fotografiados para noticieros, parecian
agitarse con movimientos extravagantes y grotescos (Desfile militar de
Hitler). El procedimiento fue adoptado y transformado por el canadiense
Norman McLaren en su corto metraje Neighbours (Vecinos, 1954).
Len Lye creó igualmente films sin cámara, pintando directamente sobre la
banda de celuloide, como en Cajita de música (Music Box, 1936). El
procedimiento ha sido empleado desde 1940 por McLaren que ha realizado
numerosos cortos metrajes dibujados directamente, imagen por imagen, sobre
la película. En principio, el procedimiento es una vuelta al de Reynaud, pero
sus imágenes esquemáticas y a veces abstractas se emparentan más bien con
las de Émile Cohl.
MacLaren utiliza para la sonorización de sus películas una música
sintética, con la pista sonora dibujada a mano. El sonido dibujado había sido
ya utilizado para ciertos episodios del Nuevo Gulliver. Sus inventores
soviéticos fueron, hacia 1930, Cholpo, Avranov, Voinov, Ivanov y Sazonov.
Estos últimos lograron transcribir por el sonido dibujado un preludio de
Rachmaninof (1933). Por 1925, en Suiza, Pfenninger había dibujado, por su
parte, sonidos que corregían las gráficas de la grabación.
Una sucesión de dibujos no animados, ligados por una serie de fundidos
encadenados, puede, por el ritmo y el cambio de actitudes, dar una impresión
parecida a la animación. Este procedimiento ha sido particularmente
empleado en Checoslovaquia por Zdevenk Miller (El multimillonario que
robó el sol, 1948), en los Estados Unidos por los técnicos de Bosustow (desde
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1950) y en Canadá por McLaren, que combinó este efecto con travellings
hacia delante (C’est l’Aviron, 1944). En este género de animación deja de ser
indispensable la toma imagen por imagen. Lo mismo vale para los
procedimientos donde la animación se obtiene mediante los cambios de luz.
Esta técnica fue experimentada en Francia, desde 1930, por Berthold
Bartosch y por Alexeieff. La idea (1932) de Berthold Bartosch animaba
dibujos de Franz Masereel sobre una partitura especialmente compuesta por
Arthur Honegger. El animador empleó siluetas articuladas dispuestas sobre
planos paralelos (boceto artesanal de lo que sería posteriormente el
multiplano de Walt Disney). Las sombras y la luz jugaban sobre estas
distintas superficies y contribuían a variar la animación.
Con sus grabados animados Alexeieff ilustró La noche en la árida
montaña de Mussorgsky (1933). Dispuso miles de alfileres negros sobre una
tablilla, de manera que formaran un dibujo. Inclinando o hundiendo los
alfileres o pasando sobre ellos reflectores, Alexeieff creaba con el juego de
sombras efectos en los que lo fantástico se armonizaba con la música de
Mussorgsky.
Existe, pues, hasta la mitad del siglo XX una docena de géneros y de
técnicas empleadas por el cine de animación. Todo hace creer que el
desarrollo de este nuevo cine será sorprendente y multiforme en la segunda
mitad del siglo. Sus géneros ya existentes abren perspectivas casi ilimitadas al
arte del cine, a su verdad y a su poesía.
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VII. PELÍCULAS, CÁMARAS, PROYECTORES,
FORMATOS
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provocando reacciones químicas que destruían la emulsión. Hubieron de
pasar cuarenta años para perfeccionar la fabricación industrial del tri-acetato.
Desde 1950, esta base llamada no inflamable se ha hecho poco a poco
obligatoria en todos los países, para el montaje como para las copias
destinadas a la exhibición.
La película virgen (lista para ser impresa) se divide en diferentes clases.
La película negativa es empleada en las cámaras. Una vez impresa con las
tomas, es revelada en un baño químico, llamado revelador, después lavada
con agua corriente y fijada (es decir, convertida en inalterable a la luz) por un
baño fijador. Se obtiene así un negativo en el que los valores están invertidos,
apareciendo los negros como blancos y los blancos como negros.
Para el tiraje, se traslada el negativo a una película positiva, cuyas
imágenes, una vez reveladas, lavadas y fijadas, tienen el aspecto de una
prueba fotográfica ordinaria; estas imágenes están destinadas a la proyección
sobre las pantallas. Para tirar un negativo se le hace pasar por un aparato
especial, la copiadora, delante de un negativo iluminado por transparencia.
Las películas negativas y positivas se distinguen por su sensibilidad. Una
emulsión fotográfica es más o menos sensible a la luz solar, cuyo espectro se
compone, como se sabe, de siete colores fundamentales: rojo, anaranjado,
amarillo, verde, azul, índigo y violeta. La sensibilidad corresponde a los
colores del espectro que se imprimen en una emulsión determinada.
Antes, las mejores emulsiones, las llamadas ortocromáticas, eran
sensibles solamente a seis colores, del anaranjado al violeta, pero no
registraban el rojo. Desde 1925 se fabricó industrialmente las películas
pancromáticas (en abreviatura pancro) que abarcan prácticamente toda la
gama cromática.
Las pancros (o las superpancros, aun más sensibles) son ahora utilizadas
para los negativos. Basta con las ortos e incluso con las películas llamadas
ordinarias para los positivos.
Una emulsión está hecha a base de gelatinobromuro. La gelatina sirve
para fijar el bromuro de plata, sal que se ennegrece cuando es expuesta a la
luz. Las reacciones químicas del revelador provocan el depósito de la plata en
forma de granos minúsculos. Pero en la proyección la pequeña imagen de una
película es a veces agrandada varios cientos de veces. El grano se hace
entonces visible.
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Sentado en las primeras filas, el espectador de una película percibe
claramente los granos, como una niebla de partículas móviles. Ahora bien, el
tamaño del grano está en razón directa con la rapidez con que se imprime la
luz en una emulsión. Cuando se comenzaba a emplear el gelatino-bromuro, el
grano de las emulsiones llamadas instantáneas era considerable; su gran
tamaño fue un serio obstáculo para Edison cuando éste quiso, en 1890,
proyectar sus primeras películas sobre la pantalla. Los esfuerzos de los
químicos lograron crear actualmente emulsiones rápidas de grano fino o de
grano extrafino. Pero estas películas son costosas y delicadas, lo que limita el
empleo de sus mejores clases, incluso para el rodaje.
En las copiadoras como en las cámaras y proyectores, la película es
arrastrada por un movimiento intermitente y continuo. Un número demasiado
grande de copias terminaría por destruir el negativo original (y por
consecuencia la película filmada). Hay, pues, que confeccionar dobles
negativos.
Para ello se comienza tirando, del negativo original, un film positivo de
grano fino. Se le llama lavanda, malva o café según el tinte dominante que
distingue las películas.
Partiendo de una lavanda (positivo) se puede hacer un gran número de
dobles negativos utilizables para el tiraje de múltiples copias positivas. Se las
llama contratipos (término que designa la reproducción de un mismo tipo que
el original, positivo o negativo). A pesar del empleo de granos finos, un
contratipo tiene siempre un grano más fuerte que el original. Cuando se trata
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de películas preciosas cuyos negativos han desaparecido, se procede a su
contratipaje.
En ciertos casos la operación se multiplica. De contratipaje en
contratipaje, las imágenes se hacen cada vez más indistintas. Así tienden poco
a poco a una niebla poco descifrable los antiguos films de actualidades o las
primeras películas cómicas de Charlie Chaplin, eternamente reeditadas.
También se puede obtener directamente un negativo partiendo de un
negativo o, por el contrario, de un positivo. Pero hay que utilizar para estos
duplicados una nueva clase de película llamada reversible o duplicating
negativo o positivo, según sus usos particulares.
Entre 1930 y 1950, el sonido de las películas era registrado
fotográficamente. Las emulsiones de las bandas sonoras no necesitaban ser
tan sensibles como las bandas de imágenes. Se fabricó, pues, y se ha
continuado fabricando hasta ahora, una película de sonido destinada a la
grabación sonora.
Casi todas las fórmulas químicas para la fabricación de películas son del
dominio público. Pero diariamente el cine absorbe cientos de kilómetros de
película virgen. Una fórmula que da buenos resultados en pequeña escala, en
el laboratorio, plantea problemas extremadamente complejos cuando se trata
de una fabricación industrial, que requiere una mayor elaboración.
Así pues, los grandes trusts de película virgen guardan sus secretos de
fabricación tan celosamente como los antiguos alquimistas la fórmula de la
piedra filosofal o del oro líquido. Típicamente, la publicidad de las películas
Kodak muestra tres brujas inclinadas sobre un diabólico caldero en el que
echan sapos, murciélagos, una cabeza de muerto. Y la imagen tiene por
leyenda esta cita del Macbeth de Shakespeare: «El caldero hierve y la
marmita barbotea», y lleva por comentario esta frase: «Es difícil creer que
tales situaciones puedan todavía producirse».
Muchos años de buscas y enormes capitales (varios cientos de millones)
son necesarios para instalar una fábrica de película virgen. Una comisión
parlamentaria india que estudiaba las posibilidades de tal fabricación
industrial, declaraba en 1951: «La preparación de emulsiones ultra-rápidas es
muy difícil y está protegida tanto por las patentes como por los secretos de
fabricación. Para la India pudiera concebirse una fábrica que se especializara
durante varios años en la producción de emulsiones lentas e iniciara
experimentos para la preparación de emulsiones rápidas. Por su parte, la
fabricación de la base necesita procedimientos altamente mecanizados…».
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Por razón de condiciones especiales en esta industria, la sociedad
norteamericana Eastman-Kodak Company ha podido gozar de un monopolio
casi absoluto en la fabricación de película virgen. Solamente después de 1910,
Pathé en Francia y la sociedad Agfa en Alemania construyeron fábricas
competidoras. En 1924, la principal fábrica Pathé (en Vincennes) fue
comprada por Eastman. Este trust, además posee, actualmente, fábricas en los
Estados Unidos (principalmente en Rochester), en Canadá, en Inglaterra y en
Australia. La gráfica de negocios de Kodak sobrepasaba en 1953 los 634
millones de dólares y sus beneficios reconocidos alcanzaban casi 50 millones
de dólares. Cantidad superior a las ganancias totales de las Grandes de
Hollywood.
Kodak aporta igualmente todos los aparatos y productos fotográficos
utilizados por los profesionales y los aficionados. El gigantesco trust controla
una cadena dé almacenes especializados en la venta de sus productos; en
sesenta años ha ganado miles de millones, invertidos sobre todo en la
industria atómica. Sin embargo, a pesar de su colosal potencia, Kodak no ha
conservado un monopolio absoluto.
Su competidor principal es desde 1920 la firma alemana Agfa, ligada a la
gran industria química alemana (I. G. Farben).
La sucursal de Agfa en los Estados Unidos, la Ansco, posee una fábrica en
Binghampton (Estado de Nueva York).
La poderosa firma de productos químicos y de explosivos Dupont de
Nemours ha instalado una fábrica de Películas Dupont en Delaware, Estados
Unidos. Los trusts químicos japoneses han fundado, por 1920, la fábrica de
películas Fuji. En Italia, la fábrica Ferrania no logra cubrir las necesidades
interiores italianas. En Bélgica, la firma Gevaert surte a numerosos
productores extranjeros, sin tener por esto una fuerza comparable ni mucho
menos a la de la Kodak o de la Agfa.
La Unión Soviética comenzó a construir, como hemos dicho, en 1930 su
primera fábrica de película, pero fue necesario esperar varios años para
fabricar todas las variedades de film. Desde 1935, sin embargo, llenaba el
enorme consumo interior. Después de la guerra, Polonia ha emprendido, hacia
1950, la instalación de una fábrica que ha comenzado a fabricar los útiles
fotográficos más sencillos y hace ahora ciertas clases de película virgen. En la
Alemania Democrática los establecimientos Agfa, nacionalizados, exportan
una parte de su producción, mientras que en la Alemania Federal los trusts
químicos construyen otras fábricas.
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LAS CÁMARAS
Con el mecanismo de arrastre, los objetivos son las partes esenciales de las
cámaras. Según las tomas, se utiliza, como ya hemos dicho, diversas clases de
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objetivos. Bastan cinco para una película común. Para facilitar su rápido
cambio son montados a veces en una torre. Están dispuestos en círculo en un
disco que gira sobre un eje y que los coloca frente a la ventanilla que sirve
para la toma de vistas.
Para ciertos efectos, se emplean objetivos especiales. El teleobjetivo, que
puede tener varios decímetros de largo, es una especie de largavista que
permite fotografiar un objeto lejano. El teleobjetivo es usado particularmente
por los documentaristas que quieren filmar fieras o pájaros. Al acecho detrás
de los árboles, lo utilizan igual que una inofensiva carabina, como verdaderos
«cazadores de imágenes».
Los objetivos de distancia focal variable, convenientemente manejados,
permiten pasar poco a poco de una vista «normal» a una vista de teleobjetivo.
Utilizado en un estadio, por ejemplo, un objetivo de este tipo mostrará una
gran multitud y después algunos espectadores en plano americano, por un
efecto semejante al travelling adelante, pero sin tener que desplazar el
aparato. Naturalmente, se puede lograr el efecto contrario de un travelling
atrás manejando en sentido contrario este objetivo especial.
Las cámaras de estudio están montadas sobre pies especiales. Para las
panorámicas y los travellings deben ser colocadas sobre carretillas o en grúas.
Pesadas y embarazosas, serían difíciles de manejar por los reporteros
cinematográficos.
Éstos utilizan para los noticieros cámaras portátiles, más pesadas pero tan
manejables como un aparato fotográfico común. Francia fabrica, desde 1948,
una excelente Cameraflex portátil. Puede contener 120 metros de film en los
magasines (de 35 o de 16 mm, a elección) fácilmente renovables sin
interrupción de la toma. Tiene una torre de tres objetivos. Ligera, precisa, esta
cameraflex se adapta a todos los movimientos del cuerpo. Naturalmente, su
arrastre es automático.
Francia fue el primer país que fabricó en serie, desde 1896 (con el
Cinematógrafo Lumière) aparatos tomavistas de gran precisión. Nuestro país
fue durante mucho tiempo el mejor productor de cámaras de estudio y de
noticiero. Hoy se fabrica excelentes aparatos en Estados Unidos, en
Alemania, en la URSS, en Italia… Francia, sin embargo, ocupa todavía uno
de los primeros lugares en aparatos de alta precisión.
Ciertas piezas de la cámara no toleran un margen superior a siete
milésimos de milímetro; necesitan una mano de obra altamente calificada y de
una gran precisión.
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La fabricación de proyectores es menos delicada. Ha podido emprenderse
en varios países. A China, por ejemplo, le han bastado algunos años para
perfeccionarla desde 1950.
El negativo definitivo de una película es la matriz que sirve para tirar las
copias positivas destinadas a la proyección. La copia que reúne sobre su
película imágenes y pista sonora, es fabricada en establecimientos especiales,
los laboratorios de tiraje.
El revelado ha evolucionado mucho desde los orígenes del cine. Louis
Lumière utilizaba en 1895 la cámara de su cinematógrafo como copiadora.
Imprimía sus copias por contacto, después las revelaba, las lavaba y las fijaba
en cubetas higiénicas esmaltadas. Las secaba luego suspendiéndolas de
cuerdas con pinzas de tendedero.
Por 1900, Méliès y sus contemporáneos utilizaban para estas operaciones
grandes cilindros de madera en torno a los cuales enrollaban la película y que
podían girar en cubetas horizontales que contenían los diferentes «baños».
Más tarde se sustituyeron estos embarazosos cilindros por marcos planos
introducidos en estrechas cubas verticales. Cilindros y marcos se utilizan aún
por los aficionados o en los países que no tienen laboratorios industrializados.
En 1910 hubo una transformación radical del tiraje. Los técnicos de las
firmas Gaumont y Pathé aplicaron al cine el tiraje kilométrico, ya utilizado
anteriormente para la confección de las tarjetas postales fotográficas. Los
aparatos modernos han sido notablemente perfeccionados, pero se basan en
los mismos principios.
Las copiadoras-reveladoras aparecen como gigantescos armarios donde
todo se realiza a vaso cerrado, automáticamente. La copiadora es una cámara
oscura similar a una cámara fotográfica. Una lámpara eléctrica situada detrás
del negativo sirve para imprimir en la película virgen, pero las series de
imágenes que componen el negativo pueden presentar calidades fotográficas
diferentes.
Para obtener copias uniformes, se rectifican ciertas imágenes durante el
tiraje. Tras un previo señalamiento del negativo, se instala una banda especial
que se desenrolla al mismo tiempo que el negativo y permite variar la
iluminación de la copiadora por el manejo de un diafragma y las variaciones
de la luz eléctrica. Para los films en color, un dispositivo similar está colocado
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en la copiadora. Este dispositivo dirige un juego de filtros que determina la
uniformidad de los tintes.
Otra copiadora transcribe la pista sonora. El sonido no figura en las copias
frente a las imágenes correspondientes. Efectivamente, para funcionar, la
pista sonora debe moverse continuamente y no a sacudidas como las
imágenes. Así, pues, el sonido va siempre 19 imágenes delante. Esto permite
utilizar la pista sonora antes de que entre la película en el mecanismo que le
dará, para la proyección, un movimiento discontinuo.
La copia así impresa pasa en seguida a la reveladora. Pasa sucesivamente
por «baños» de revelado (en los que aparece la imagen latente), de lavado, de
fijación, de nuevo lavado y, finalmente, a un gran armario de cristal donde se
realiza el secado con aire caliente.
Ciertas copiadoras pueden obtener, de un solo paso del negativo, dos o
varias copias. Una hora y media aproximadamente separa la impresión del
film de su salida de la secadora. La película es dispuesta en acordeón sobre
pequeñas poleas. Se desenrolla a 800 metros por hora (2000 en las máquinas
rápidas). La velocidad ha sido calculada de manera que la película
permanezca el tiempo deseado en los diferentes «baños» y en el aire caliente.
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Al salir de la secadora, las copias positivas son verificadas por obreros
especializados. Después son enrolladas en bobinas de 300 metros y colocadas
en botes de lámina. El programa normal de un cine —la película grande, los
noticieros, el documental— se compone de una docena de estos botes. Para su
transporte son colocados en sacos de tela o en recipientes metálicos.
Cuando pasa por un proyector, una copia sufre desgaste y deterioros. Se
estima que su carrera se limita a tres o cuatrocientas «pasadas», después de
las cuales, rayada, desgarrada, cortada, debe ser retirada de la circulación.
El distribuidor conserva, reparte y hace circular las copias destinadas a la
exhibición. Las almacena en el Blockhaus, local protegido contra los riesgos
de incendio. Su higrometría y su temperatura se mantienen en las mejores
condiciones para la conservación de la película. Demasiado calor o humedad
pueden, en efecto, dañar o destruir la emulsión y la base.
El distribuidor fija el número de copias que le son necesarias. En
determinado país, el número de copias está en relación con el número de salas
y la rapidez de circulación de las películas. En Francia, donde existen 5000
salas, se tira un promedio de cincuenta a sesenta copias de un programa, más
doscientas copias por lo menos de los noticieros. Los periódicos filmados
deben circular muy rápidamente. Un mes después de su edición, sus noticias
dejan de interesar al público.
En los Estados Unidos se tira un promedio de dos a trescientas copias y en
la URSS de dos a tres mil. Esta diferencia se debe más que nada a las modas
de distribución en estos dos países.
En los Estados Unidos la distribución subordina a ciertas prácticas
comerciales la difusión de las películas. Lo mismo reza para Italia, India,
Inglaterra, América Latina, Japón, Francia, etcétera.
En estos países, una película comienza su «corrida» en exclusividad.
Luego, su proyección está reservada a los cines más grandes de las ciudades
importantes… Para asegurarse por esta exclusividad el máximo de ganancias,
el distribuidor acompaña la película con un lanzamiento que emplea todas las
formas de publicidad: carteles, anuncios en la prensa, presentaciones de gala,
emisiones de radio y de televisión, artículos en revistas, pagados pero
presentados en una forma periodística, etcétera.
Una vez agotado el éxito de la exclusividad, que dura por lo general varias
semanas, puede practicarse una segunda exclusividad en otras salas. Después
viene la corrida general (en Estados Unidos General Release). Ésta se
efectúa escalonadamente; primera visión, después segunda, tercera, cuarta.
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Las diversas etapas de la distribución se determinan por la importancia de
las salas, su clientela, su situación. Así sucede que una película, a veces, no
llegue a una pequeña localidad sino varios años después de su exclusividad en
la capital. Un film que ha llegado al final de su corrida podrá ser reeditado, y
su reestreno (reprise) podrá representar una nueva exclusividad.
El distribuidor aporta a la exhibición programas que ocupan toda una
función. La película larga es la pieza principal; se completa el programa con
cortos metrajes: documental, dibujo animado, etc. (llamados en su conjunto
complementos de programa). Cuando dos películas largas son proyectadas
durante una misma función, se habla de programa doble. En la Europa
continental esta práctica comercial está generalmente prohibida por varios
reglamentos, pero el programa doble (y aun el triple) es profusamente usado
en los Estados Unidos, en América Latina y en otros lugares.
En la URSS y en las democracias populares, una película nueva no se
restringe habitualmente a ninguna exclusividad en el sentido estrecho de este
término. Es proyectada simultáneamente en las grandes ciudades y en
numerosas localidades. En la Unión Soviética, donde hay 40 000 salas, una
«primera salida» simultánea en dos o tres mil salas no es excepcional. Así
pues, hay que tirar ese número de copias.
En una nación grande, la distribución no podría efectuarse desde un centro
único. Existen, por tanto, agencias en cada región cinematográfica (una media
docena en Francia, una treintena en los Estados Unidos). Las agencias de
distribución hacen circular los programas expedidos por camión o tren. Las
copias vuelven periódicamente a la agencia, donde se comprueba su estado.
En los países socialistas la distribución se liga sobre todo a las funciones
técnicas y administrativas. En otras partes, esta rama intermediaria de la
industria puede tener un papel económico considerable.
En los países donde el cine está fuertemente monopolizado (Estados
Unidos, Gran Bretaña, Japón), la distribución es para los grandes financieros
el medio de controlar a los exhibidores «independientes» y los pequeños
propietarios de salas practicando el block booking (localidad bloqueada), o el
blind booking (localidad a ciegas). Por estos contratos, un «independiente»
que quiera programar en su sala una película de éxito debe, o bien alquilar
este Film A con un conjunto de producciones secundarias (films B y C), o bien
abastecerse con un distribuidor durante una parte o la totalidad del año.
En los países donde la producción es fragmentaria, pero la distribución
más concentrada, ésta se convierte prácticamente en la rama clave de la
industria. Los distribuidores practican también el block booking. Llaman (en
Página 159
Francia) locomotoras a las películas de éxito que les sirven para arrastrar sus
vagones de nabos (películas de mala calidad).[*] Controlando de esta manera
los programas de numerosas salas, los productores pueden, como hemos visto,
financiar ciertos films con adelantos sobre el futuro producto de su locación y
ejercer una influencia sobre los pequeños productores.
En Francia, una vez vencido el plazo de distribución, la película es puesta
fuera de exhibición. Según los contratos en rigor, todas sus copias deben ser
enviadas a la fundición, es decir, destruidas en una operación que recupera la
materia de la base, la plata de las emulsiones. Al terminar el contrato, el
productor puede proceder a una reedición. Pero los países (Francia, Italia y
otros) donde la producción es fragmentaria, y la vida de las empresas efímera,
los negativos pueden ser «enviados a la fundición» después de una
liquidación o de una quiebra. Obras maestras del arte cinematográfico
pueden, de este modo, ser irremediablemente destruidas.
En otros casos, el productor no reedita la película, pero cede sus derechos
de realización a otro productor, para que éste realice una nueva versión, un
remake (palabra americana que significa refabricación). Un contrato de
remake puede prever la destrucción de todas las copias y del negativo del
primer film. Así, por ejemplo, en Inglaterra han sido destruidos (o
amenazados de destrucción) films de un gran valor artístico como Pigmalión
(de Anthony Asquith y Leslie Howard, basada en una obra de Bernard Shaw,
1937) y Luz de gas (de Thorold Dickinson, 1940) porque sus derechos habían
sido cedidos a Hollywood para realizar un remake.
En la Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, etc., se ha establecido,
después de mucho tiempo, un depósito legal, que obliga a los editores a
depositar varios ejemplares de sus libros en una biblioteca nacional que
asegura su conservación. No existe depósito legal para las películas. Ninguna
ley prohíbe la destrucción de las cintas y los autores de una película no
pueden oponerse a este vandalismo comercial.
En los Estados Unidos un productor paga a los argumentistas por semana.
Son considerados legalmente como asalariados; el producto de su trabajo es
adquirido por su patrón, sin limitación alguna. Un productor norteamericano
es, pues, considerado por los tribunales como el autor de las películas editadas
por él. En Francia, Italia, etc., los autores de películas venden sus manuscritos
a destajo. Han logrado un cierto derecho moral sobre sus películas.
Teóricamente pueden impedir que éstas sean modificadas por el productor o
el distribuidor, pero no que sean destruidas.
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Para evitar la destrucción de obras maestras, la iniciativa privada ha
creado, en los principales países, entre 1930 y 1940, cinematecas. Estos
organismos (a menudo reconocidos y subvencionados por el Estado) tienen
como fin conservar los archivos del film (copias, argumentos, fotografías,
revistas especializadas, libros, etc.). Han formado una Federación
Internacional de Archivos del Film (FIAF) que asegura la circulación de las
películas y documentos para el estudio del arte cinematográfico.
El provecho monetario es el motivo principal por el que los productores
pueden llegar a destruir sus propias películas «fuera de explotación».
En los países socialistas, estando el cine por principio consagrado a
satisfacer las necesidades culturales, la URSS desde el fin de la guerra civil ha
puesto a resguardo todas las copias de películas existentes entonces en el país.
Así se han constituido, desde 1920, riquísimas cinematecas de noticieros,
películas dramáticas, documentales, etc. Éstas han sido agrupadas en 1947 en
el Gosfilmofond, cuyos archivos sirven a los estudiantes, historiadores,
realizadores, etc. Cinematecas nacionales han sido igualmente constituidas en
las democracias populares.
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tiempos del cine mudo). Es necesario un período de tiempo para volver a
cargar un proyector. Por eso antes las películas largas eran interrumpidas por
múltiples entreactos que cortaban desagradablemente su acción. Desde 1920
se generalizó la instalación de proyectores en pareja. Mientras uno de ellos
funciona, el otro puede ser cargado de nuevo. Así se evita toda interrupción
del espectáculo.
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La pista sonora pasa delante de un lector de sonido. Lo constituye una
célula fotoeléctrica que transforma esta gráfica en corrientes eléctricas
traducidas en vibraciones sonoras por un altoparlante generalmente situado
detrás de la pantalla.
Para evitar el incendio y los accidentes, el operador y los aparatos están
colocados en una cabina de proyección cuidadosamente aislada de la sala
donde se encuentran los espectadores. En la cabina, además de los dos
proyectores gemelos (por lo menos), hay una pegadora para reparar las copias
dañadas, una enrolladora (para volver a enrollar las películas en el sentido
normal) y diversos dispositivos de seguridad.
La pantalla sobre la cual se proyecta el film es una superficie de tela o de
material plástico que recibe y refleja la luz. Se la puede disimular detrás de
una cortina análoga a la de los teatros. Muchos cines tienen un escenario
donde se presentan números de revista o espectáculos teatrales.
Dispuesta como un teatro (frecuentemente tiene uno o varios balcones), la
sala de cine puede tener diversas formas. La más conveniente es la de un
rectángulo, hallándose la cabina o la pantalla al final de los lados más
pequeños. Una sala puede tener también, además de sus salidas, un hall, un
foyer, etc. Su fachada está habitualmente ocupada por letreros luminosos y
anuncios de los programas. Cerca de la entrada se encuentra la taquilla donde
se venden los boletos.
Un cine puede dar representaciones separadas (tardes, matinés, etc.). En
muchos países los cines de las grandes ciudades son permanentes: un simple
entreacto separa las representaciones, que se suceden sin interrupción. El
espectador puede entrar en no importa qué momento y sentarse en cualquier
butaca libre. Naturalmente puede ocurrirle entrar en medio de la proyección
del film, cuyo comienzo no conoce.
Las acomodadoras que acompañan a sus butacas a los espectadores están
a veces encargadas de ofrecerles, en los intermedios, dulces y refrescos. Su
venta constituye, para la explotación, una fuente apreciable de ingresos. En
1945 el rey del cine inglés, Arthur Rank, declaraba que la venta de dulces en
las salas le había significado grandes beneficios y que, sin ella, su balance
hubiera revelado un considerable déficit. El cine norteamericano se halló en
una situación difícil después de 1950: la mayoría de las salas habrían tenido
que cerrar sus puertas sin la venta de las golosinas en boga en los Estados
Unidos: Coca-Cola y otros refrescos gaseosos, pop corn («palomitas» de
maíz), leche malteada, chocolates helados, etcétera.
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La capacidad y el equipo de las salas varía mucho según los países o las
regiones. Varios miles de espectadores pueden tomar asiento en Nueva York
en el Roxy o en París en el Gaumont-Palace. Pero en las mismas ciudades
ciertas salas contienen cuando mucho cien o ciento cincuenta asientos. En
Francia los cines más lujosos por su instalación y sus butacas aterciopeladas
pueden rivalizar con los mejores teatros. Pero en el campo algunas salas son
simples granjas cuyos asientos son bancos de madera. En las colonias
africanas, los aparatos funcionan a veces al aire libre ante espectadores
sentados en el suelo.
En Oriente, sobre todo en Egipto, la mayoría de las salas cierran sus
puertas durante la temporada calurosa y las reemplazan los cinejardines,
donde las proyecciones tienen lugar al aire libre. En Estados Unidos se han
multiplicado, desde 1945, los drive-in (autocinemas), locales también de
temporada. La pantalla erigida al aire libre es rodeada por una pendiente en
anfiteatro sobre la cual vienen a instalarse los automóviles por centenares.
Los espectadores permanecen sentados en sus coches, cerca de los cuales se
instalan altoparlantes particulares. Se asiste así a un espectáculo en familia o
individual.
En la URSS y en las democracias populares, se organizan
representaciones al aire libre en las grandes ciudades obreras. De esta clase es
el cine de Gottvaldov (Checoslovaquia), donde pueden sentarse 35 000
trabajadores. Señalemos que existen en numerosos países salas especializadas
en noticieros, en documentales, en cierto repertorio, en programas de arte o de
cine experimental, etcétera.
No todos los cines están instalados en lugar fijo. Muchos exhibidores
efectúan giras e instalan sus proyectores ya sea en las salas públicas, ya al
aire libre, ya bajo tiendas y barracas transportables. Hasta 1908 la exhibición
operaba sobre todo en esta forma y era aún una atracción ambulante.
El papel de las giras sigue siendo importante en los países donde el cine
está aún poco desarrollado (India, Oriente, América Latina) y en las regiones
rurales donde todavía no penetra profundamente. En la URSS, en China y en
las democracias populares, donde la exhibición es propiedad pública, las
unidades móviles hacen entrar el cine en los sectores más apartados, con
proyectores y películas transportadas por todos los medios: tren, camiones,
carros de caballos, camellos, trineos.
En los países donde las salas son propiedad privada, la creación de una
gran sala de cine necesita capitales importantes, generalmente aportados por
sociedades anónimas. Estas salas están frecuentemente ligadas a los
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industriales del cine y a sus banqueros. Así se forman circuitos que agrupan
las salas por decenas o centenas. Los circuitos suelen estar ligados a grandes
productores-distribuidores.
Los circuitos tienen una importancia considerable en los principales
países de América Latina, en los Estados Unidos, en la Gran Bretaña, en
Australia y en las colonias del África Negra. Ciertos circuitos americanos e
ingleses agrupan más de un millar de las salas más importantes y más lujosas.
Éstas imponen automáticamente sus éxitos a las salas independientes, que de
esta manera se hallan en la órbita de los monopolios.
En los Estados Unidos (donde existían en 1954 unas 14 000 salas y 4000
autocinemas), un 51 % de los cines y un 64 % de las butacas pertenecían
oficialmente a los circuitos, casi todos ligados a las cinco Grandes de
Hollywood. En 1943 éstas poseían más de 3000 cines y un 70 % de
exclusividad en las salas. Durante el gobierno de Roosevelt fue emprendida
una acción «antitrust» en julio de 1938 por el Departamento de Justicia contra
las Grandes. Después de numerosas acciones jurídicas, la sentencia intervino
al fin, once años más tarde. Después de 1950 las cinco Grandes han aplicado
tardíamente este «decreto de divorcio» (bill of divorcement) separando
jurídicamente sus circuitos de su producción y su distribución. Pero el
divorcio no es más que pura forma. Los mismos grandes intereses financieros
continúan controlando las cinco Grandes y sus «antiguos» grandes circuitos al
mismo tiempo que la televisión (a la cual ciertos circuitos han sido
directamente ligados).
En el mundo entero la exhibición ha conocido desde 1900 un auge
fabuloso que no ha dejado de extenderse. La UNESCO ha podido declarar,
después de una vasta encuesta: «Un ser humano sobre un promedio de diez va
al cine cada semana». Lo que viene a decir que en 1953 (fecha de la encuesta)
cada hombre sobre la faz del planeta iba al cine cinco veces por año. La
asistencia anual debería aproximarse, pues, a los diez mil millones de boletos
vendidos cada año. Pero alcanza una tasa muy desigual según los países y
regiones, como veremos en el capítulo final, donde estudiaremos el cine
mundial contemporáneo.
La difusión del cine reviste múltiples formas. Técnicamente no se efectúa
siempre en copias de formato estándar: las copias de películas pueden hacerse
en formato reducido o subestándar. Por otra parte, al margen de la
distribución propiamente dicha, las películas pueden ser utilizadas por las
escuelas, las universidades, los centros de formación profesional y científica,
Página 165
las organizaciones culturales y confesionales, etc. Estos últimos aspectos
serán estudiados con los diferentes géneros de cine a los cuales están ligados.
La firma Pathé fue una de las primeras en comprender, en 1918, el interés que
podía tener explotar bajo una forma extracomercial las películas que poseía y
cuya explotación normal había terminado. Creó en 1924 el film de 17 mm y
medio (o sea, exactamente la mitad del de 35 mm). Esta película era utilizada
en aparatos especiales llamados Pathé Rural y destinada a proyecciones en
los campos. Tenía dos pares de perforaciones por imagen; por 1930 les fue
añadida una pista sonora. El formato no logró imponerse internacionalmente y
fue abandonado hacia 1940.
La misma firma creó en 1922 el Pathé Baby para los particulares y los
cineastas aficionados. Sus proyectores y cámaras utilizaban las películas de
9.12 mm perforadas en el centro (entre las imágenes). Un gran número de
películas célebres fue editado en formato Pathé Baby. Desde 1930 estos
proyectores fueron sonorizados. Siguen teniendo, como las cámaras, una gran
boga en Francia y en otros países.
La poderosa casa Kodak impuso en el mundo, entre las dos guerras, dos
nuevos formatos: el 16 mm y el 8 mm.
La película de 8 mm lleva perforaciones en un solo lado, situadas entre
imágenes de 4 × 3 mm y medio. El formato permite buenas proyecciones
sobre una pantalla de un metro o dos ante un grupo reducido. Sus cámaras y
proyectores son casi exclusivamente utilizados por los aficionados para sus
películas de familia o sus puestas en escena. Desde 1950 las películas de
8 mm pueden ser sonorizadas por el empleo de una pista magnética situada en
el margen exterior de las perforaciones.
Las películas de 16 mm tienen imágenes de 7 × 9.6 mm, entre las cuales
hay un par de perforaciones laterales. Sus manejables cámaras pueden
funcionar automáticamente. Son muy utilizadas por los camarógrafos
profesionales, tanto más cuanto que sus imágenes pueden ser agrandadas de
modo satisfactorio a 35 mm, sea en negro o en colores. Unidas a la grabación
sonora sobre magnetófono, las cámaras de 16 mm han revolucionado la
realización de muchos géneros de documentales, sobre todo las películas
zoológicas y de exploración. Pero como la calidad de sus imágenes resulta
muy inferior a la de 35 mm, han sido poco empleadas para la puesta en
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escena. Para que pudieran destronar ese formato, en la proyección tanto como
en la toma de vistas habría que crear emulsiones rápidas, de grano muy fino,
que permitieran una enorme ampliación.
Los proyectores de 16 mm utilizan película no inflamable. Consumen
poca electricidad. Pueden ser instalados donde sea, sin esfuerzo y sin peligro
para el público. Sus programas pueden ser fácilmente transportados en una
pequeña valija. Este formato presenta las más grandes ventajas para todos los
usos culturales del cine y es profusamente utilizado por los establecimientos
de enseñanza, y por las organizaciones políticas y religiosas. El 16 mm ha
ayudado mucho a propagar y desarrollar el cine en el campo, las regiones
apartadas, los países subdesarrollados. Sus proyecciones son tanto más
atractivas cuanto que su sonorización puede rivalizar con el 35 mm con la
condición de que su pista sonora fotográfica haya sido transpuesta por
grabación (y no por reducción óptica).
En Francia, después de la liberación, varios miles de giras en 16 mm han
penetrado profundamente en los campos. Contribuyeron a crear en el país
1200 salas de 16 mm (cifras de 1954). Explotan un millar de películas
comerciales que los distribuidores reducen a ese formato cuando la
explotación en 35 mm languidece.
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Desde 1950 el 16 mm ha tenido un papel importante en China para el
desarrollo del cine. En 1955 cuatro mil cines ambulantes habían revelado el
arte cinematográfico a cien millones de campesinos.
Hasta aquí hemos estudiado sobre todo las películas de puesta en escena. Pero
el cine sirve también para información, para la enseñanza, la pedagogía, la
educación, la investigación científica, etcétera.
Sus géneros, pertenezcan o no a la ficción, no cesan de diferenciarse y
desarrollarse.
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Hacia 1927 Eisenstein hablaba de transcribir al cine El capital de Karl
Marx, mientras que el francés Jacques Feyler afirmaba que un nuevo
Montesquieu utilizaría el cine para crear nuevamente el Espíritu de las leyes.
Estas afirmaciones parecían entonces paradójicas. Actualmente es claro que
se puede desde ahora utilizar la película para todos los géneros cuyo medio de
difusión fue por mucho tiempo la imprenta.
En sesenta años, el cine de ficción ha visto, en el curso de su historia,
crearse, desarrollarse y a veces desaparecer un gran número de géneros. Las
primitivas farsas de un minuto (tipo Regador regado) crearon poco a poco el
cine cómico ilustrado por Max Linder, Mack Sennett, Charlie Chaplin, etc. El
film de persecución ayudó al desarrollo del cine cómico como las películas de
aventuras y los westerns (películas del Oeste norteamericano). Este género se
basa sobre una literatura y un tipo de espectáculo que relataban las aventuras
de los pioneros. Tras la boga de los cuentos de hadas, destinados a los niños
sobre todo, las actualidades reconstruidas que reproducían bien que mal
noticias y sucesos históricos contemporáneos, dieron nacimiento a los
primeros films históricos, policiacos o sociales.
Después vinieron los melodramas populares, las comedias y los dramas
mundanos, la novela policial en episodios (series), las grandes
escenificaciones históricas, las adaptaciones de obras maestras literarias y de
folletines de vasta edición.
En Francia el vocabulario es pobre para designar los géneros
cinematográficos. Antes se decía cine-novela, pero el término, acaparado por
una firma comercial, ha llegado a significar «mal folletín»; el prefijo cine no
ha servido para crear otras palabras. Hay que lamentarlo. Pues sería cómodo
para nombrar los numerosos géneros del cine.
Digamos, sin embargo, que se puede distinguir las cinenovelas, los
cinerrelatos (relatos que desarrollan una intriga según los procedimientos
novelescos), los cinedramas, las cinecomedias, los cinevodeviles, los
cineballets, las cineóperas, las cineoperetas, que emparentan con diversos
géneros teatrales. El cineteatro que abarca varios géneros, es una forma de
expresión valiosa cuando emplea los medios propios del cine. De otro modo
resulta un medio de vasta difusión para el teatro (como lo fueron numerosos
«films de espectáculo» realizados en la URSS por 1950-54). La cinenovela
puede adaptar —bien o mal— las obras maestras literarias, pero también la
peor literatura comercial. Existe también el cinepoema que agrupa la tragedia,
el lirismo, la epopeya, mientras que la cineprosa guarda un tono más
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cotidiano en sus novelas, relatos o historias. Pero un estudio profundo de los
géneros necesitaría un análisis de todo el arte del cine y de su historia.
Después de sesenta años, el cine tiene ya sus clásicos. Sus películas se
exhiben en las escuelas donde se forman los futuros cineastas, en los museos
del cine y, en fin, en los cineclubes. Estas organizaciones agrupan a los
amantes del cine y cuentan en todo el mundo con cientos de miles de socios.
Creados hacia 1920, los cineclubes han tomado un auge notable desde 1945
en Francia, Italia, Inglaterra, Japón y diversos países de Europa y América
Latina.
El documental es un género vasto y mal definido que comprende películas
de turismo, de viaje, de geografía, de historia natural, de exploración, de
etnografía, de historia, de deportes, películas técnicas, industriales, militares,
etcétera. Todas las ramas del conocimiento humano pueden expresarse con el
documental, género destinado tanto al gran público de las salas comerciales
como a una audiencia más especializada.
Los noticieros, generalmente semanales, muestran y comentan los sucesos
recientes. Tienen en el cine el papel que los diarios en la prensa. Existen en
Francia, por ejemplo, seis semanarios filmados (dos de ellos
norteamericanos), tres en Inglaterra, ocho en los Estados Unidos. Los
semanarios filmados (Newsweek), propiedad de las cinco Grandes de
Hollywood, tienen varias decenas de ediciones extranjeras en los cinco
continentes y constituyen un poderoso medio de acción y de propaganda
sobre el público de numerosos países.
En la URSS y en las democracias populares existe para cada país un
semanario de actualidades que editan las diferentes cinematografías del
Estado. Son numerosas aún las naciones que no poseen semanario filmado,
sea porque el cine está insuficientemente desarrollado, sea porque los
noticieros extranjeros se han asegurado posiciones que impiden su creación
(en el Canadá, por ejemplo).
Junto a los noticieros, las revistas filmadas (generalmente mensuales)
corresponden a los semanarios de la prensa. Pueden estar dedicadas a
reportajes comentados (fórmula utilizada por la revista filmada
norteamericana La marcha del tiempo) o dirigirse a públicos especiales:
deportivo, infantil, etc. (como la revista filmada de los exploradores,
mensualmente editada en la URSS).
El cine educativo o pedagógico se dirige a los alumnos de las escuelas,
universidades, facultades, escuelas de capacitación profesional, centros de
formación técnica. El cine científico sirve para la investigación, pero también
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para la formación. Entre sus géneros más fecundos se puede citar las películas
astronómicas, microscópicas, quirúrgicas, etc. El color y el relieve ayudan
notablemente a los investigadores.
La película presta grandes servicios a los técnicos industriales para
controlar el funcionamiento de diversas máquinas. Unido a las maquetas el
cine permite estudiar las corrientes aéreas, marítimas o fluviales. Para ser
mejor percibidos, ciertos movimientos son acelerados. Otros son analizados
por aparatos ultrarrápidos llamados estroboscopios. Con espejos y breves
relámpagos eléctricos u objetivos giratorios, el cine ultrarrápido ha llegado a
registrar un cierto número de imágenes al ritmo de cien millones por segundo.
Con cámaras de 16 u 8 mm, provistas de objetivos situados en el extremo
de sondas especiales, los médicos han logrado filmar un descenso al estómago
o a los pulmones humanos. Salvando ciertas dificultades técnicas, se ha
podido filmar a los seres humanos a través de los rayos X, mostrando así los
cuerpos, su esqueleto y sus órganos. Emulsiones especiales, sensibles a los
rayos infrarrojos (invisibles al ojo humano) han permitido registrar y hacer
visibles el movimiento de los gases y otros fenómenos. Se ha colocado
cámaras automáticas en proyectiles lanzados a grandes alturas y sus películas
han hecho visible la curvatura del globo terráqueo, filmado a 100 kilómetros
de altitud. El cine submarino, cuyos precursores fueron en 1912 los hermanos
Williamson, ha logrado notables progresos desde 1945 uniendo cámaras
herméticas a las escafandras autónomas de los hombres-ranas. Las técnicas
incesantemente perfeccionadas del cine científico necesitarían una
descripción que sobrepasa los límites de este libro.
Advirtamos, en fin, que el cine es utilizado para el entrenamiento o el
examen de ciertos especialistas. Películas especiales se proyectan ante los
pilotos militares o civiles o ante los conductores de autobuses y locomotoras.
Obstáculos y blancos se presentan delante de ellos y diversos dispositivos
permiten registrar las reacciones de los alumnos que manejan los mandos,
semejantes a los que usarán en el servicio normal.
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El subtítulo es una traducción resumida del diálogo que es leída por el
espectador durante la proyección. Los subtítulos aparecen generalmente bajo
las imágenes. Pero en ciertos países o ciudades la población habla varias
lenguas. Hay que erigir entonces una pequeña pantalla especial donde una
linterna mágica proyecta los subtítulos. En varios países (sobre todo en Israel)
se debe recurrir a cinco o seis traducciones simultáneas.
El comentario es dicho durante la representación por un locutor que habla
ante un micrófono. El procedimiento es fácil de aplicar a los documentales,
pero hace inaudibles las palabras pronunciadas por los actores en las películas
donde el diálogo es abundante. En Oriente se proyecta las películas
extranjeras sin su diálogo original, que es sustituido por dos o tres locutores
que pueden imitar varias voces e improvisan un diálogo durante la función. Se
utiliza este procedimiento también para «sonorizar» las películas mudas.
El doblaje sustituye al diálogo original por su traducción grabada. El
doblaje es realizado en postsincronización en estudios especiales. Para
facilitarlo, los films importados son suministrados en tres bandas: copia
lavanda (cuyas imágenes sirven para confeccionar un doble negativo); una
banda de sonido y música y por último una banda con diálogo.
Para el doblaje se comienza redactando un texto traducido del diálogo
original frase por frase. Los textos de estas traducciones deben tener el mismo
número de sílabas que el original y sus palabras deben corresponder a las
expresiones de los actores tanto como a sus movimientos de labios.
Para la grabación los actores de la sincronización se colocan delante de
una pantalla donde se proyecta las imágenes que se van a «doblar». El método
de doblaje más económico emplea una proyección de los textos, que pasan
bajo las imágenes. Sus palabras son ortografiadas fonéticamente y sus acentos
indican cómo las sílabas deben ser «tragadas» o «arrastradas». Después de
uno o dos ensayos se graba la escena entera, a veces hasta una bobina
completa. Los resultados artísticos son mediocres y el sincronismo
imperfecto.
Para un doblaje cuidadoso un director distribuye los papeles entre
diversos tipos de voz que correspondan a los artistas originales. El doblaje se
efectúa en seguida frase por frase. Las imágenes son proyectadas en una
banda sin fin. El actor de la post-sincronización repite varias veces, ante la
pantalla, un texto que ha aprendido de memoria. Después se procede a varios
registros para retener la mejor grabación. Largo y costoso, este procedimiento
produce, con especialistas calificados, resultados notables. La realización de
doblajes cuidadosos se ha hecho más fácil desde 1950, pues las cintas
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magnéticas permiten escuchar las voces de los actores inmediatamente
después de la grabación.
Subtitulado y doblaje presentan sus inconvenientes técnicos. El subtítulo
inscrito sobre la imagen estropea la fotografía. En un gran plano, las
inscripciones de dos o tres líneas cubren la mitad de los rostros. Cuando el
diálogo es abundante, el espectador de instrucción media debe a veces
escoger entre las imágenes y la lectura de los subtítulos.
En Francia las películas en versión original subtitulada son únicamente
proyectadas en cincuenta o cien salas de las grandes ciudades, frecuentadas
por los intelectuales y el público más afortunado.
Cuando el diálogo cuenta menos que las persecuciones, los galopes, los
disparos, etc., las películas en versión original son entonces accesibles al gran
público, incluso al iletrado. Pero tales producciones no suelen tener relación
con la cultura y el arte cinematográfico.
Forzosamente el doblaje altera el texto original así como la personalidad
de los actores, porque les presta otro lenguaje y otra voz. Pero la traducción
de un texto teatral o literario presenta también grandes inconvenientes. Racine
y Shakespeare traducidos al japonés o al árabe no pueden guardar su tono y su
ritmo poético mejor que Pushkin u Omar Kayam traducidos al francés o al
inglés. ¿Habría entonces que condenar a los grandes escritores a no tener otro
público que el copartícipe de su lengua? En el plano estrictamente cultural, un
doblaje efectuado con cuidado y gusto presenta menos inconvenientes que el
subtitulado y es indispensable para un gran desarrollo del intercambio
internacional como para una profunda penetración de la cultura en las masas
por medio del cine.
Pero, por otra parte, el doblaje puede presentar grandes inconvenientes
económicos. En las pantallas francesas e italianas los films norteamericanos
doblados han atraído un vastísimo público y amenazado la existencia de un
cine nacional. Las películas francesas también se enfrentan a la competencia
de los films americanos, doblados al francés en París, en los cines de Bélgica,
Suiza y Canadá.
El doblaje en grandes cantidades adquiere en tales casos el aspecto de una
competencia económica desleal, tanto más deplorable cuanto que los films
originales son sincronizados con diálogos llenos de errores y de barbarismos,
sin la menor calidad artística y contribuyen a dañar la lengua nacional.
Sería de desear, por ello, que la post-sincronización fuera reglamentada y
limitada a las películas de gran valor artístico traducidas con el máximo de
fidelidad y de cuidado.
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Doblaje y subtitulado abarcan regiones geográficas muy diferentes. Los
subtítulos predominan en América Latina, en África y en todo el Oriente.
Curiosamente, la zona de estas traducciones escritas cubre sobre todo los
países donde más del 50 % de la población no sabe leer ni escribir.
A pesar de ciertas tentativas norteamericanas, inglesas, italianas, rusas o
francesas, el doblaje no ha podido implantarse en gran escala en los países
árabes e iberoamericanos y menos en la India y en el Japón. No se ha
impuesto más en los países de lengua inglesa (Estados Unidos, Gran Bretaña,
Australia, Nueva Zelandia). Las versiones originales subtituladas limitan su
carrera a algunas salas especializadas frecuentadas en las grandes ciudades
por los amantes del cine, o en ciertas regiones por minorías nacionales.
En la Europa occidental el doblaje se limitaba antes de 1945 a la región
mediterránea: España, Francia, Italia y Turquía. Desde entonces se ha
extendido mucho en toda Alemania.
El doblaje ha tenido un desarrollo sin cesar creciente después de la guerra
en la URSS, en las democracias populares y en China. Las post-
sinconizaciones, generalmente realizadas con mucho cuidado, respetan al
máximo el valor artístico de la versión original. En la URSS, las películas
habladas en ruso son generalmente dobladas en las siete u ocho lenguas
principales habladas en la Unión. En China la lengua oficial es el chino
llamado otrora mandarín, pero los films extranjeros o nacionales son
frecuentemente editados en cinco o seis versiones habladas cada una en una
lengua regional (cantonés, mongol, etcétera).
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VIII. LOS NUEVOS PROCEDIMIENTOS
Entre 1930 y 1950 el cine parecía haber dejado atrás el tiempo de sus
transformaciones y haber fijado sus estándares.
Pero de repente, después de 1950, nuevas técnicas se han impuesto:
relieve, pantalla panorámica, sonido magnético, formato largo, etc. Estas
innovaciones han conocido diversos destinos, pero todas siguen siendo
susceptibles de una vasta generalización. En todo caso, el color ha ganado la
partida. Sin ciertos obstáculos industriales y económicos, el blanco y negro
pertenecería ya al pasado, como el cine mudo.[*]
EL COLOR
Desde sus orígenes quiso el cine tener colores. Algunas cintas de Edison y de
Lumière fueron coloreadas a la manera de tarjetas postales y retratos.
Por 1900, obreras parisienses hábiles y mal pagadas coloreaban
pacientemente con pincel los millares de imágenes que componían los
primeros films de fantasía. De este primitivo procedimiento Méliès supo
obtener notables efectos artísticos.
Después de 1908, Pathé reemplazó los pinceles por plantillas. Para lograr
un color se confeccionaba un film patrón recortando en un positivo todas las
partes que correspondían, por ejemplo, al azul (cielo, agua, etc.). El color era
aplicado sobre las copias rellenando el espacio que dejaban las plantillas. Este
procedimiento manual conoció un auge considerable que terminó hacia 1925.
En Inglaterra, G. A. Smith y Charles Urban crearon, en 1906, el
Kinemacolor. Sus películas tenían 32 imágenes por segundo (en lugar de
dieciséis). En la proyección, una imagen sobre dos era coloreada en rojo o en
verde por dos pantallas transparentes que giraban delante de uno o dos
objetivos. Estos dos colores fundamentales se superponían en la pantalla ante
los ojos de los espectadores. Se llaman aditivos los procedimientos que (como
éste) se añaden a las proyecciones.
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Pero para reproducir todos los colores naturales se debe utilizar no dos
colores fundamentales (bicromía o también dicromía) sino tres (tricromía).
Los principios del Kinemacolor fueron aplicados y perfeccionados por los
establecimientos Gaumont. Éstos filmaron en 1919, en París, el desfile de la
Victoria a 48 imágenes por segundo, que permitían el empleo de tres filtros
coloreados para una proyección a dieciséis imágenes. Los procedimientos
aditivos que usaban tres o cuatro objetivos agruparon luego tres o cuatro
imágenes de formato reducido en un solo film de 35 mm, por ejemplo el
procedimiento Rouxcolor (del nombre de sus inventores, los hermanos Roux),
utilizado en 1948 por Marcel Pagnol para su película La bella molinera.
En los Estados Unidos el éxito del Kinemacolor provocó la competencia
del Technicolor. La empresa dirigida por el Dr. Kalmus comenzó por utilizar
la bicromía uniendo dos películas de colores complementarios (que pasaban
al mismo tiempo por el proyector). El procedimiento sirvió para realizar con
el actor Douglas Fairbanks una película de gran espectáculo, El pirata negro
(1926), algunos de cuyos episodios submarinos estaban muy logrados a pesar
de las imperfecciones de la bicromía.
En 1928 el Technicolor adoptó los procedimientos de fabricación que
sigue actualmente. Una cámara especial registra, a través dé tres filtros (antes
dos), tres negativos que corresponden a los colores fundamentales. Estos
negativos sirven para hacer las matrices cuyas superficies útiles retienen los
colorantes por inhibición, del mismo modo como las piedras litográficas
retienen la tinta de la impresión. Estas matrices sirven luego para colorear las
copias, las que, para mayor claridad, han sido impresas primero con una débil
imagen en blanco y negro. Esta coloración por inhibición empleaba la
pinatipia, procedimiento creado antes de 1914 por el inventor francés Didier.
El Technicolor tenía la ventaja de poder proveer a las salas de películas
que podían ser proyectadas tal como eran en no importa cuál aparato estándar,
mientras que para los procedimientos aditivos son siempre necesarias
modificaciones o accesorios (estos procedimientos usan filtros coloreados
para la proyección). Gracias a esta sencillez en la exhibición, varios grandes
espectáculos y dibujos animados en Technicolor tuvieron grandes éxitos
comerciales, lo que ganó para la firma el apoyo de los altos intereses
financieros que controlan Hollywood. El Dr. Kalmus pudo así disponer de
vastos medios para perfeccionar industrialmente sus procedimientos, tan
complicados para el rodaje como para la fabricación de copias.
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El trust alemán Agfa invirtió grandes capitales para competir con las
sociedades norteamericanas. Aplicando un procedimiento terminado en 1911
por Fischer, la película Agfacolor (cuya fabricación industrial comenzó desde
1940) superpone tres emulsiones de copulantes sensibles al azul-rojo, al azul-
verde y al azul-violeta. Estos tintes se invierten en los negativos que sirven
para tirar positivos sobre otras películas de tres emulsiones.
El Agfacolor es (teóricamente) tan cómodo de emplear como el blanco y
negro. Pero su fabricación industrial debe resolver problemas técnicos muy
arduos, pues cada una de sus capas mide una fracción de milímetro.
El procedimiento Fischer había sido perfeccionado en Francia por
Godowski y Mannes. No habiendo podido interesar a un industrial francés,
los inventores vendieron sus patentes a la Kodak. A esta compañía le
sirvieron para emprender la fabricación de sus películas reversibles de 16 mm
llamadas Kodachrome, destinadas a los cineastas aficionados. Después de un
largo proceso de perfeccionamiento, la poderosa sociedad puso al fin en
venta, en 1950, una nueva película de 35 mm: el Eastmancolor.
Otras marcas emplean otros derivados del procedimiento Fischer para
fabricar películas copulantes con tres emulsiones separadas o no por filtros
aislantes. Hay que citar el Gevacolor, fabricado en Bélgica por Gevaert, el
Anscolor confeccionado en los Estados Unidos por la sucursal de la Agfa, el
procedimiento japonés Fuji, el italiano Ferraniacolor, etcétera.
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La URSS realizó en 1934 sus primeras películas en color, entonces
bicromáticas. Durante la guerra, realizó varios films tricromáticos.
Desde 1945 fabrica en una escala industrial el Sovcolor. Como los
procedimientos arriba citados, esta película de triple emulsión emplea
diversas fórmulas de fabricación perfeccionadas por la Agfa y convertidas, en
1945, en presa de guerra de los Aliados.
Las dos películas en color actualmente en uso: Technicolor y
procedimientos copulantes de triple emulsión (Agfa, Sovcolor, Gevaert,
Ansco, etc.) poseen cada uno sus ventajas y sus inconvenientes.
Mientras era un monopolio americano, pudo pensarse que el Technicolor
acentuaba los contrastes y producía un excesivo abigarramiento. Cuando el
cine hitleriano presentó sus primeros Agfacolors, estos mostraban diferencias
de tonalidad, entre los diversos planos de una misma secuencia, de los
predominantes rojos, azules, naranjas y un pésimo verde (que transformaba
los paisajes en «platos de espinacas»). Y se dijo nuevamente que los
procedimientos llamados «de colores naturales» no tenían relación alguna con
la naturaleza.
Pero en cuanto al color, como con todos los medios de expresión artística,
un creador debe utilizar las convenciones. Los que opusieron a la «falsedad»
del color «lo natural» del blanco y negro, olvidaron que éste se basaba en
artificios venidos del dibujo y el grabado. Una película sin color no muestra,
por lo demás, el negro y el blanco sino una gama de grises más o menos
matizados. Transforma la multicolor naturaleza en una vista tomada al claro
de luna. Una mujer de láctea y rosada piel, de labios de cereza, de ojos azul
celeste, de cabellos color trigo, pierde todos estos atractivos cuando se
transforma en un aguafuerte grisáceo. Sin duda los matices de la anilina de los
technicolors y los agfacolors no corresponden nunca a la realidad. ¿Pero los
pintores son más afortunados? Los colores de su paleta ¿no son también en su
mayoría a base de anilina?
La generalización del color atenuó o hizo desaparecer rápidamente los
inconvenientes de diversos procedimientos. El público se habituó a varias
convenciones (como lo había hecho en cuanto al blanco y negro). Y el
rendimiento de los colores fue muy mejorado por el perfeccionamiento de la
película virgen, por el uso de filtros coloreados, y finalmente por el arte de
camarógrafos, decoradores, modistos, etcétera.
Los defectos artísticos del Technicolor se debían antes en cierta parte al
«gusto norteamericano», que busca los contrastes violentos en los anuncios,
los carteles, la decoración… Se acentuaban por los consejeros del color, que
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formó de 1933 a 1950 la señora Nathalie Kalmus, entonces todopoderosa en
la sociedad que dirigía su marido. Se la vio al aire libre hacer pintar con
pistola de aire árboles y césped de verde biznaga para obtener colores «más
naturales». Utilizado más tarde por ciertos directores americanos, ingleses o
franceses, el Technicolor ha producido películas de muy buena calidad
artística.
Los procedimientos de copulantes dan matices menos contrastados, más
fundidos y atenuados. Frecuentemente se compara sus tonos a los de la
pintura al pastel. En la URSS, después de 1948-49 la casi totalidad de las
películas dramáticas ha sido realizada en Sovcolor. Gracias a los
camarógrafos y a los técnicos de laboratorio este procedimiento fue
considerado en 1950 el primero del mundo por la perfección de los resultados
obtenidos, basados en gran parte en las tradiciones artísticas rusas. Después
de 1952 se ha logrado resultados notables con el Eastmancolor en Francia y
en muchos otros países. Una vez pasado el estadio de la experimentación, la
cultura plástica de una nación tiene un gran papel en el arte de las películas en
color.
Los procedimientos de copulantes presentan, sin embargo, sus
inconvenientes. Las películas positivas son costosas; el tiraje de un gran
número de ellas significa grandes gastos. La calidad de sus copias
frecuentemente resulta irregular. Finalmente, puede producirse reacciones
químicas entre las tres emulsiones. Al principio causan fastidiosos
dominantes rojo, azul y amarillo y terminan borrando las imágenes. Al sol, un
trozo de película Agfacolor desaparece en algunas semanas. Se daña también,
pero menos rápidamente, en la oscuridad. Pero la interposición de capas
internas entre las tres emulsiones, que hace estables los negativos, se
generalizará tarde o temprano en los positivos.
El primer inconveniente del Technicolor es el de utilizar una cámara
pesada, embarazosa, delicada. El monopolio que detenta el procedimiento
halla, sin embargo, en estas máquinas arcaicas una gran ventaja económica:
limita su número para poder alquilarlas a una tarifa elevada e imponer
royalties (derechos de invención) considerables.
Una copia en Technicolor tiene la ventaja de ser menos costosa que una
copia de tres emulsiones. Su único inconveniente (menor) es que se borra
cuando es lavada con mucha agua. Pero sus tintes son estables.
En muchos países, en 1956, se tendía a la solución siguiente: las películas
eran realizadas con films de copulantes, que son de uso fácil y dan mejores
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resultados. Sus copias eran tiradas luego en Technicolor, procedimiento más
estable y más económico (a condición de fabricar varias decenas de copias).
Los largos plazos y los enormes capitales necesarios para la realización
industrial de los procedimientos de color han tenido diversas consecuencias.
Technicolor (probablemente ligado por diversos lazos a Kodak) ha edificado
su monopolio utilizando los medios clásicos. La posesión de millares de
patentes le ha permitido perseguir la imitación de la mayoría de las nuevas
invenciones realizadas desde 1935. El Technicolor habría podido
generalizarse desde 1945, pero prácticamente el trust reserva a Rank y a
Hollywood la exclusividad de sus laboratorios. Los technicolors realizados
servirán así de locomotoras para imponer las películas norteamericanas en
blanco y negro.
En 1950, la creciente competencia obligó a Technicolor a disminuir sus
tarifas y a erigir nuevas fábricas de tiraje (en Francia, Italia, India, etc.). En
1953, un tercio de la producción norteamericana (100 películas) era a colores.
El auge del color fue luego estimulado por el empleo de procedimientos de
pantalla panorámica.
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LA ANAMÓRFOSIS Y LAS PANTALLAS PANORÁMICAS
Al comienzo de 1953 el cine sufría una gran crisis en los Estados Unidos. En
seis años (1947-53) la población americana había aumentado en 15 millones,
pero la clientela de los cines había disminuido exactamente a la mitad.
Soplaba sobre Hollywood un viento de pánico.
Entonces cayó como un rayo la noticia de que el presidente de la Fox,
Spyros Skouras, había adquirido, en Niza, un procedimiento francés
terminado 25 años antes por el profesor Henri Chrétien: el cinemascope iba a
nacer.
El sistema Chrétien se basa en un procedimiento óptico llamado
anamórfosis, conocido hacía mucho tiempo por los chinos y utilizado en
Europa desde el Renacimiento, particularmente por Holbein y Leonardo da
Vinci.
Tras de haberse limitado a la utilización de la perspectiva, las anamórfosis
emplearon, hace tres siglos, espejos y lentes cilíndricos. Cualquiera ha tenido
oportunidad de ver, en las ferias, los espejos deformantes que comprimen o
dilatan las figuras. Después de copiar una de sus burlonas imágenes, se le
puede dar un aspecto normal con otro espejo curvo. Estas anamórfosis
servirán en la física recreativa para crear juguetes.
En 1897, el físico alemán Abé utilizó para la proyección lentes
anamórficos que fueron fabricados y puestos a la venta por las fábricas Zeiss
de Jena. Durante la primera Guerra Mundial el francés Henri Chrétien adaptó
dispositivos análogos a los periscopios utilizados en los tanques. Desde 1925,
Chrétien usó para el cine estos objetivos de lente esférica, llamados
Hypergonar. En 1927 el director francés Claude Autant-Lara los empleó para
realizar una historia de Jack London, Encender un fuego. Las proyecciones se
desplegaron a lo alto y a lo largo en una superficie de proporciones tres veces
más grandes que las pantallas de tipo común.
Durante la Exposición de 1937 varias demostraciones del Hypergonar
tuvieron lugar nuevamente, pero al paso del tiempo las patentes del
procedimiento cayeron en el dominio público.
Spyros Skouras no compró, pues, al profesor Chrétien sus patentes —ya
caducadas—, sino sus procedimientos de fabricación. El hombre de negocios
norteamericano, después de cambiar de nombre al hypergonar, emprendió en
escala internacional una gigantesca campaña de publicidad para su
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cinemascope. Éste fue inmediatamente utilizado para filmar una película
bíblica de gran espectáculo: El manto sagrado (The robe, 1953). Su colosal
lanzamiento publicitario fue muy provechoso a la Fox. En 1955 más de
32 000 salas en todo el mundo estaban equipadas con cinemascope. Varios
miles de otras utilizaban objetivos anamórficos equivalentes, como el
cinerama, el dyaliscope y diversos procedimientos que emplean lentes,
espejos o prismas.
El cinemascope impresionó tanto más al público cuanto que sus films
fueron proyectados en pantallas gigantescas. Para obtener imágenes claras, los
cines empleaban, en su mayoría, pantallas de dimensiones muy pequeñas.
Situado en el segundo piso de un cine, un espectador veía surgir en la
oscuridad imágenes comparables a las de la televisión, por sus dimensiones
aparentes.
Desde sus comienzos, el cine había adoptado, para sus pantallas, la
fórmula 3 × 4, o sea la proporción 1 × 1.33. El cinemascope adoptó una
proporción doble, 1 × 2.66. La pantalla larga se presentó, pues, con un
formato aplastado. Para acentuar el efecto de panorama, el cinemascope, con
vistas a situar al espectador en el centro del espacio, utilizó las pantallas
cóncavas, llamadas pantallas panorámicas.
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dólares, pero como ninguna patente prohibía la competencia, el precio de
estos objetivos especiales bajó rápidamente. La venta de estos equipos no
podía, por tanto, dar grandes ganancias a la Fox. Por eso, su cinemascope unía
a los lentes anamórficos el sonido estereofónico.
Presentado en septiembre de 1953 en Nueva York, El manto sagrado,
primer film en cinemascope, colectó en taquilla, en los Estados Unidos, 15
millones de dólares y batió todos los récords (dejando aparte Lo que el viento
se llevó). Sin embargo, la película carecía de todo valor artístico.
La Fox, en mala situación financiera, se restableció gracias a este golpe de
audacia. Concedió sus patentes a varias Grandes de Hollywood. Las otras
compañías adoptaron durante algún tiempo un procedimiento elemental para
el alargamiento de las proyecciones. Redujeron en sus películas la altura de
las imágenes y de esta manera reeditaron viejos éxitos en versión
panorámica. Para lograrlo, las compañías mutilaron las imágenes existentes.
Numerosos exhibidores las imitaron en Francia, Italia, Inglaterra, América
Latina, etc. Adaptaron una pantalla panorámica sobre la cual proyectaron los
films normales. Así se vio, en los grandes planos, rostros sin boca o sin frente,
porque estas partes de las imágenes se hallaban fuera de los límites de las
pantallas.
EL SONIDO MAGNÉTICO
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por una cinta de material plástico (acetato o cloruro de vinilo) recubierta con
óxido de hierro.
Desde 1945 el magnetófono fue profusamente utilizado en la radio y
grabación magnética sustituyó a partir de 1948-50 al registro óptimo del
sonido en el cine. Preciso, sensible y admirable reproductor de todos los
sonidos, el nuevo procedimiento tenía la ventaja de no necesitar, como la
grabación óptica, del revelado y el tiraje en el laboratorio. Inmediatamente
después de una toma de sonido, el jefe de operadores puede ahora controlar la
calidad de la grabación.
Las cintas magnetofónicas destinadas a la radio o a los aparatos de dictado
(dictáfonos) tienen el formato de una serpentina y no están perforadas. Para la
precisión y la comodidad del montaje, las cintas magnéticas destinadas al cine
tienen el mismo formato y las mismas perforaciones que las películas de 35 (o
de 16) mm. Las cintas pueden ser utilizadas muchas veces, hasta el deterioro
de la base, porque los aparatos poseen, además de los dos polos magnéticos
que sirven para la grabación y la reproducción del sonido, una cabeza de
borrado que permite volver la cinta completamente virgen.
La grabación magnética tiene el inconveniente de dañarse cuando sus
cintas entran en contacto con ciertos cuerpos metálicos; las tijeras de acero
antes empleadas en el montaje, provocan, por ejemplo, molestos ruidos
parásitos. Pero distintas precauciones tomadas en la grabación, en el montaje
y en la reproducción del sonido, así como en la proyección, permiten suprimir
estos pequeños accidentes.
Sin embargo podemos preguntarnos si estas grabaciones se conservarán
por largo tiempo, pregunta que sólo el curso de los años podrá responder.
Pero siempre es posible trasladar las preciosas grabaciones a la cera o a la
pista óptica.
Para el mixage, la cinta magnética presenta ventajas superiores a las
grabaciones ópticas. Estas cintas pueden, finalmente, ser transcritas a pistas
muy extrechas (4,7 mm de ancho), lo que ha permitido una vasta difusión de
la estereofonía.
LA ESTEREOFONÍA
Poseemos dos orejas igual que dos ojos. Esta circunstancia, unida a los
movimientos de nuestro cuerpo nos permite percibir el sonido en relieve.
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Las primeras reproducciones sonoras, en los teléfonos o en los fonógrafos,
fueron desesperadamente «planas». Más tarde, los altoparlantes y los
micrófonos dieron a las grabaciones el volumen, pero no el relieve. Para
obtener la estereofonía (reproducción del relieve sonoro), era necesario
emplear, no un solo magnavoz, sino varios, cada uno de los cuales amplificara
una grabación diferente.
La estereofonía puede en el cine separar las distintas pistas sonoras. Los
diálogos pueden, por ejemplo, ser reproducidos por un grupo de magnavoces
situados detrás de la pantalla, la música por otro grupo instalado cerca del
escenario, los ruidos del ambiente (multitudes, coros, tormentas, galopes,
rumores, etc.) por un tercer grupo colocado en la sala. Por supuesto, en cada
grupo los magnavoces pueden funcionar por separado: los de la izquierda
pueden hablar por un personaje situado en esa parte de la pantalla y a la
inversa. La ilusión de relieve sonoro puede lograrse por una sola pista
reproducida por separado o simultáneamente por varios magnavoces
repartidos en diferentes puntos, pero se trata solamente de una
seudoestereofonía.
Desde los primeros años del cine sonoro, el francés Abel Gance utilizó la
estereofonía para una versión sonorizada de su Napoleón (1935) y después
para su película Un gran amor de Beethoven (1936). En la escena final de
Napoleón, cuando los ejércitos franceses penetraban en Italia, se escuchaba
resonar en el fondo de la sala los cantos militares.
Posteriormente, Walt Disney utilizaría la estereofonía para las
exhibiciones de su película Fantasía (1940) en algunos grandes cines
norteamericanos. Múltiples magnavoces fueron repartidos en numerosos
puntos de las salas y hasta en las butacas de los espectadores. El efecto fue
notable. Pero el procedimiento requería, además de las costosas instalaciones
de numerosos magnavoces, una cinta de 35 mm independiente de la cinta de
imágenes y con cuatro pistas ópticas. Las demostraciones del Fantasound no
tuvieron porvenir.
La estereofonía fue continuada y lanzada en gran escala por Spyros
Skouras con su cinemascope. Los procedimientos magnéticos permitieron en
adelante registrar cuatro pistas sonoras sobre una película normal de 35 mm.
Un par de pistas encuadra las imágenes y el otro par se sitúa en los márgenes
exteriores a las perforaciones. Las capas magnéticas, que son opacas, resisten
sin daño los lavados y otras operaciones de laboratorio. Su adopción
entrañaba pocos gastos para la fabricación de copias.
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Las cuatro pistas del cinemascope provocarían en decenas de miles de
salas una modificación completa de las instalaciones sonoras (reproductores
del sonido, grupos de magnavoces…). Ligada a las grandes sociedades
eléctricas de equipos sonoros, la Fox emprendió una vigorosa campaña pro
estereofonía. Pero ante la resistencia de los exhibidores, debió resignarse a
exhibir sus cinemascopes en dos versiones: estereofónica (de cuatro pistas
magnéticas) y no estereofónica (de pista óptica).
Instalada en las salas más grandes y más lujosas, la estereofonía de cuatro
pistas utiliza, por lo general, los magnavoces de esta manera: tres situados
detrás de la pantalla reproducen con la música, las palabras repartidas en
diferentes pistas según la posición respectiva de los personajes en la imagen;
el cuarto magnavoz instalado en la sala sirve para los ruidos de ambiente.
El relieve sonoro del cinemascope sigue siendo —en 1956— mediocre.
Cuando un personaje cruza de un extremo a otro la pantalla panorámica, las
tres pistas sonoras pasan de un magnavoz a otro, produciendo saltos de voz
que destruyen el relieve en lugar de crearlo. Pero la estereofonía puede
producir efectos notables para la reproducción de la música sinfónica y de
coros; puede ser utilizada con gran provecho en los films líricos (ópera, ballet,
opereta, música sinfónica, etc.). Igualmente da muy buenos resultados en el
documental para la creación de un ambiente sonoro.
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situado por el inventor sobre una plataforma redonda donde se instalaba el
público.
En el pabellón que Grimoin Sanson hizo construir cerca de la Torre Eiffel
para la exposición de 1900, esta plataforma fue decorada como la barquilla de
un globo. El programa comenzaba con el despegue aéreo de la Plaza de la
Concordia en París; luego el público «aterrizaba» en Niza durante el carnaval,
en Barcelona para una corrida de toros, en Argelia para una cabalgata, etc. El
cineorama funcionó solamente unos días: la policía prohibió el espectáculo
por los peligros de incendio.
Grimoin Sanson fue el primero en realizar cinematográficamente los
panoramas fotográficos ya intentados en 1894 en Chicago por Chase, después
realizados en Francia por los hermanos Lumière. Pero el Fotorama de éstos
(1903) solamente proyectaba vistas fijas.
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La idea de varios proyectores sincronizados fue proseguida en 1926 por Abel
Gance, que hizo patentar una triple cámara, inmediatamente fabricada por la
casa Debrie en París.
Sus camarógrafos Kruger y Hubert la utilizaron para varias secuencias de
su película Napoleón. La triple pantalla larga de 15 metros causó sensación en
el estreno del film, en la Ópera de París, el 7 de abril de 1927.
La triple pantalla fue utilizada por Abel Gance solamente para tres
secuencias, sobre todo la entrada de Bonaparte en Italia. Esta secuencia, que
fue conservada, ha tenido el éxito más grande en una nueva versión de
Napoleón en 1955. Abel Gance utilizaba su triple pantalla como un panorama,
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pero también como un tríptico para brillantes combinaciones de montaje,
según una técnica original y rica en promesas.
El inventor americano Fred Waller, por mucho tiempo jefe de «efectos
fotográficos especiales» en la Paramount, estudió desde 1935 la
sincronización de once cámaras que filmaran en un espacio esférico (y no
cilíndrico como en el cineorama de Grimoin Sanson). Sus trabajos
concluyeron en 1939, en la exposición internacional de Nueva York, con
proyecciones de numerosas cámaras sincronizadas. Tuvieron lugar en el
interior de la Perisferia (sensación de la Feria Mundial) sobre una superficie
que imitaba la bóveda celeste.
Con la entrada de Estados Unidos en la guerra, Fred Waller adaptó su
procedimiento para el entrenamiento militar. Los pilotos ametralladoristas
fueron colocados en el centro de una pantalla hemisférica y dispararon sobre
imágenes animadas de aviones enemigos que llegaban de todos los puntos del
horizonte. Después Fred Waller se asoció a Hazard Reeve, especialista en
sonido y grabaciones. En 1950 los dos hombres fundaron la sociedad del
Cinerama que confeccionó, con un gran capital, su primer programa y edificó
su primera sala.
Los tres proyectores del cinerama utilizan películas de 35 mm rodadas con
tres cámaras. Sus imágenes, que son casi cuadradas, tienen seis pares de
perforaciones (en lugar de las cuatro de las películas estándar). Por otra parte,
siete pistas sonoras van inscritas en una cuarta cinta.
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En cada una de tres cabinas separadas, instaladas en diferentes puntos de la
sala, hay un proyector. Estos proyectores utilizan una bobina gigante (2400
metros, o sea ocho bobinas de 300 metros) cuya película pasa a un ritmo más
rápido que en los proyectores normales (26 imágenes en vez de 24). La triple
pantalla cóncava mide, en París, 27 metros de largo por 11 de alto, o sea
aproximadamente diez veces la superficie de una pantalla normal. Está
formada por una rejilla cerrada de más de 1000 laminillas de material plástico
de gran poder reflector.
En el cinerama, la sincronización de las proyecciones y de las pistas
sonoras está bajo la responsabilidad de un técnico. Situado en la sala en su
estrado de control, puede acelerar o demorar el ritmo de las proyecciones y
regular el volumen de los efectos sonoros. Una pista sonora alimenta los
magnavoces del ambiente repartidos en la sala, las otras cinco van a cinco
grupos situados detrás de la pantalla y la última sirve para el control técnico.
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Estos dispositivos, demasiado primitivos al principio, necesitan —para
funcionar bien— la presencia de veintiséis técnicos calificados. La instalación
del cinerama supone además una edificación costosa y la reconstrucción del
interior de las salas. Su instalación en una sala parisiense costó, por ejemplo,
más de 25 millones de francos.
Los grandes gastos necesarios para la instalación y el funcionamiento del
cinerama han impedido su rápida difusión. Tras de cuatro años de éxito
(1952-56) todavía no existían en el mundo ni veinte salas de cinerama (una
docena en los Estados Unidos, una media docena en la Europa occidental).
El procedimiento provoca efectos sorprendentes cuando las vistas han
sido tomadas desde vehículos en marcha: avión, góndola, lancha de motor,
ferrocarril, helicóptero… El efecto estereoscópico creado por el movimiento
se une entonces al efecto producido por la pantalla cilíndrica que abarca, para
algunos espectadores, más del tercio del horizonte (14°). La estereofonía de
21 magnavoces refuerza en el público la impresión de estar, no ante una
pantalla, sino en el centro de una realidad reconstruida.
Sin embargo el procedimiento presenta una grave falla técnica: el
defectuoso empalme de sus trípticos. En sus separaciones se forman dos
bandas difusas. Éstas acentúan desagradablemente la mediocre reconstrucción
de la perspectiva que transforma los horizontes marinos en una línea
trapezoidal cortada en dos direcciones. Estos defectos parecen inevitables
mientras el cinerama utilice tres aparatos de proyección. Pero puede
concebirse que sean reemplazados por un solo proyector provisto de un
objetivo anamórfico especial.
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Desde 1900 el auge del espectáculo impone el empleo universal del 35 mm.
El formato estándar fue definitivamente decretado en un congreso
internacional realizado en París en 1909, bajo la presidencia de Georges
Méliès.
En 1929 se pensó en volver al film ancho y se exhibió en varios
experimentos. El más notable fue una cámara de 65 mm fabricada en 1930
para la Paramount por los ingenieros franceses de Debrie. La adopción de las
películas de 65 mm hubiera obligado a la sustitución de los proyectores
existentes en todo el mundo (en muchas decenas de miles de salas), pero la
fabricación de los nuevos aparatos no presentaba ningún problema técnico
difícil.
La adopción de las pantallas grandes (panorámicas o no) puso
nuevamente al día el tema de la película ancha. Se comprobó que la imagen
de 35 mm (anamorfizada o no) proyectada sobre una gran pantalla mostraba
sus imperfecciones y un grano demasiado grande. Las pantallas curvas
producían, además, esfumados desagradables. Se buscó, mediante la película
ancha, una mejor definición de las imágenes.
En 1935 fueron exhibidas en los Estados Unidos la Vistavisión
(Paramount) y el Todd A. O. Ninguno de estos procedimientos fue en 1956
utilizado ampliamente en la exhibición. Habían servido solamente para
equipar algunas grandes salas de diversos países.
La Vistavisión utiliza el film estándar de 35 mm. Pero en lugar de ser
desenrollada verticalmente (de arriba abajo), la película pasa lateralmente (de
izquierda a derecha), como en los aparatos fotográficos del tipo Leica. La
imagen es tomada en el formato 24 × 36, muy conocido por los fotógrafos.
Por una simple modificación de la ventanilla de toma de vistas, su proporción
puede pasar de 1 × 33 a 1 × 2. En su mayor dimensión, la imagen Vistavisión
cubre una superficie dos veces y media superior a la imagen estándar (18 × 24
mm).
Para distribuir ampliamente sus películas en Vistavisión, la Paramount
transportó sus imágenes a película de 35 mm estándar, de paso vertical. La
definición de las imágenes no ha mejorado en nada. El grano de la proyección
es tan pronunciado como en una película ordinaria.
Pero es posible modificar los proyectores existentes para que la película
pase horizontalmente. Desde luego, las proyecciones en Vistavisión emplean
las mismas imágenes para el rodaje de las tomas. El grano deja de ser notado,
incluso para un espectador que se halle a una corta distancia. La definición en
una gran pantalla se hace excelente. El formato medio, entonces, es fijado a
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1/80 (en vez de 1 × 133 del formato estándar), en proporciones más
agradables que las del cinemascope. La Vistavisión da excelentes resultados
para el color. El mejoramiento es menos notorio para el blanco y negro.
El Todd A. O. toma su nombre del productor Michael Todd y de la
American optical (A. O.), sociedad que fabricó sus cámaras. Se utiliza para la
filmación una película de 65 mm. Sus imágenes miden 52.6 mm de ancho por
23.25 mm de alto, o sea una relación aproximada de 1 × 2.3. Son trasladadas a
las mismas proporciones para la proyección, sobre una película de 70 mm que
puede tener seis pistas sonoras magnéticas. El ritmo de proyección, más veloz
que el normal, alcanza las 30 imágenes por segundo. Los proyectores
especiales fabricados por la firma holandesa Philips pueden proyectar
indistintamente (después de una rápida operación) las películas anchas de
70 mm como las estándar de 35 mm.
La primera gran película Todd A. O., Oklahoma, fue presentada en los
Estados Unidos en octubre de 1955, en una sala especialmente construida. Era
la adaptación de una opereta de gran éxito. Es difícil prever el destino de un
procedimiento cuya adopción implicaría una modificación total de cámaras y
proyectores, así como de laboratorios y fábricas de copias. La Todd A. O. está
sostenida por poderosos intereses financieros, pero en 1955-56 su
lanzamiento estaba lejos de tener un éxito comparable al del cinemascope e
incluso al del cinerama.
EL RELIEVE
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El inglés Wheastone fue el primero en usar, en 1838, este principio en un
aparato que bautizó estereoscopio, que utiliza al principio un espejo, más
tarde dos objetivos. En 1868, Henri d’Almeyda imaginó superponer dos
imágenes (izquierda y derecha) proyectándolas una sobre otra y coloreándolas
respectivamente en rojo y en verde. Se observaba la pantalla con la ayuda de
unas gafas bicolores (igualmente rojo y verde). Los colores se fundían en el
gris y las imágenes daban una perfecta sensación de relieve en blanco y
negro. Desde 1870, el francés Ducos du Hauron reemplazó las proyecciones
por impresiones en dos colores, sobre papel, y bautizó este nuevo
procedimiento con el nombre de anaglifos.
Desde sus comienzos el cine buscó adaptar los anaglifos, pero las
dificultades técnicas impidieron aplicar un principio ya conocido. En 1936
Louis Lumière, sin embargo, dio con éxito representaciones de su cine en
relieve con gafas bicolores. En la misma época la sociedad americana MGM
daba, como una atracción en sus programas, proyecciones en relieve. Los
espectadores veían con gafas bicolores películas con dos imágenes
superpuestas en colores complementarios. Los dos procedimientos tenían el
notorio inconveniente de no poder proyectar películas a color en el momento
en que éstas lograban progresos decisivos.
Se tuvo entonces la idea de sustituir los vidrios bicolores por vidrios
polarizados, utilizando la propiedad que poseen ciertas sustancias de refractar
los rayos luminosos sea a izquierda o sea a derecha (dextrogiro o levogiro). El
sistema alemán Sterkon-Zeiss fue demostrado en 1937-38, mientras que el
ingeniero americano John Norling, que había efectuado desde 1933
proyecciones con anaglifos, terminaba en 1939 el procedimiento Polaroid,
utilizado en la Feria Mundial de Nueva York para la publicidad de los
automóviles Chrysler.
Las gafas polaroides fueron nuevamente utilizadas con el mayor éxito en
el Festival de Londres en 1951. Fue presentado por Raymond Spottiswoode y
comprendía, además de las películas de demostración —paisajes, historietas
cómicas, etc.—, los interesantes dibujos animados experimentales en relieve
realizados por Norman MacLaren. Este programa en relieve fue presentado
posteriormente con un relativo éxito en muchas grandes ciudades occidentales
como París.
Tras este éxito, la Natural vision, sociedad americana fundada por la rica
familia Gunzburg, encargó al americano Arch Oboler realizar en África una
película en relieve de largo metraje: Bwana Devil (Bwana el Diablo). A pesar
de su mediocre calidad artística, esta película de aventuras tuvo en octubre de
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1952 un éxito comercial considerable. Dio un millón de dólares a sus
productores y diez o veinte veces más a su distribuidor, la sociedad United
Artists. Inmediatamente se vio a varios Grandes de Hollywood (RKO,
Warner, Paramount, etc.) adoptar el relieve polaroide. Durante todo el año
1953 el cine 3D (tres dimensiones) estuvo de moda.
Esta moda fue muy breve. En 1954 los grandes distribuidores
norteamericanos editaban ya en dos dimensiones las películas realizadas en
3D. Los monopolios habían contribuido a «agotar la gallina de los huevos de
oro». Habían alquilado sus gafas polaroides a tarifas elevadísimas, que en una
sola semana reembolsaban generosamente el precio de fabricación. Por otra
parte, el sistema empleaba dos proyecciones simultáneas que obligaban a casi
todas las salas a efectuar frecuentes entreactos en el transcurso de una película
larga. En fin: el uso de las gafas era fastidioso y el procedimiento fatigaba la
vista.
Después de este fracaso, las gafas de relieve parecen haber sido
definitivamente abandonadas, aparte de algunas demostraciones o
espectáculos especiales. El sistema era ya anticuado en 1951-53, ya que desde
1940 el Estereokino de Moscú aplicaba los hallazgos del ingeniero Ivanov,
los cuales no requerían gafas de ninguna clase.
El inventor sustituyó la pantalla por una red de hilos tendidos en
profundidad. Su primera pantalla, con marco metálico, pesaba 18 toneladas.
Posteriormente fue reemplazada por una pantalla de celdillas con un paralelo
absorbente o rastro. Esta pantalla aplicaba un principio de relieve cuyos
precursores habían sido en 1896 los franceses Estenave y Bertier, pero que no
había tenido aplicación en el cine.
La guerra interrumpió en 1941-45 las exhibiciones del estereokino. Éstas
volvieron a efectuarse en Moscú y en muchas otras ciudades soviéticas con
películas dramáticas de largo metraje como Robinson Crusoe, Noche de
mayo, etcétera.
En los comienzos del sistema Ivanov, los espectadores perdían por un
instante la ilusión de relieve si movían la cabeza. Desde 1950 el defecto
desapareció y el procedimiento era muy superior a las técnicas polaroides
posteriormente presentadas en la Gran Bretaña y en los Estados Unidos. El
color era de excelente calidad. Los aparatos empleaban películas de paso
horizontal proyectadas sobre una pantalla de pequeñas dimensiones.
Después de más de quince años de buscas y de éxito el sistema Ivanov, sin
embargo, no parecía aún estar en camino de ser generalizado por los
soviéticos: en 1956 estaba aún en el proceso de las demostraciones.
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El relieve sin gafas ha sido objeto de buscas en otros países, pero sus
inventores se ven generalmente impedidos por la falta de capital, pues los
comanditarios privados se protegen contra trabajos «poco productivos».
Mencionemos que en Francia F. Savoye ha mostrado en 1945 su
Cicloesteroscopio, cuya pantalla (que puede medir 6 metros de base) está
situada en el centro de una especie de cubo o embudo en forma de tronco
cónico que gira sobre un eje a la velocidad de 24 vueltas por minuto. Este
dispositivo tiene una rejilla móvil que por su rapidez de rotación resulta
invisible. Los resultados son muy satisfactorios y este dispositivo debía
exhibirse comercialmente en 1956.
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En 1956 una centena de películas en los Estados Unidos y algunas decenas en
otros países habían sido realizadas para las pantallas grandes en formato
cinemascope.
Las pantallas panorámicas dan, indudablemente, brillantes resultados para
los panoramas: escenas callejeras, paisaje, etc., sobre todo cuando las vistas
son tomadas desde un vehículo en movimiento, y producen una sensación de
relieve. El formato conviene mucho también a historias de acción y al aire
libre, principalmente cuando intervienen caballos, aviones, trenes, barcos,
etc.; sus formas alargadas se ajustan agradablemente a un formato «marino»,
como lo llaman los pintores.
El formato panorámico es mucho menos afortunado en las escenas que
muestran un interior. Crea una desagradable impresión de «techo bajo» que
rápidamente se hace aplastante. Estos inconvenientes aumentan en los
episodios (muy frecuentes en el cine) en que intervienen solamente dos
personajes. Si éstos son situados en los extremos de la pantalla, el centro
queda vacío y los muebles toman un lugar exagerado en la escena. Si los dos
actores se acercan, se crea dos espacios inútiles.
El sistema Vistavisión emplea un formato mejor proporcionado y que se
aproxima al antiguo formato estándar. Permite una gran pantalla y ofrece
grandes ventajas, incluso para exteriores, porque corresponde más al campo
de visión de los ojos humanos y porque no suprime cielo y nubes.
El Cinerama es una atracción emocionante, pero podemos preguntarnos
cómo este espectáculo colosal podrá adaptarse a la puesta en escena. En
cuatro años (1952-56) solamente se ha realizado para la triple pantalla cortos
metrajes que muestran sobre todo panoramas aéreos o en travelling. Cuando
los operadores del cinerama filmaron el ballet de Aída en la Scala de Milán,
esta ópera filmada fue desprovista de todo arte y de todo interés. Si el gran
espectáculo, por lo visto, no conviene al cinerama, se concibe que
convendrán menos las escenas entre dos o tres personajes vistos en gran
plano. Algunas películas de acción al aire libre parecen convenir a este
procedimiento que hasta ahora se halla menos cerca del arte cinematográfico
que del circo o el espectáculo de feria.
Los resultados artísticos del cine en relieve han sido hasta el presente
decepcionantes, incluso cuando se basan en una excelente técnica, como en la
URSS. El relieve produce efectos asombrosos cuando un objeto parece salir
de la pantalla en dirección al público (objetos «lanzados a la sala», una rama
de árbol que parece balancearse delante de los espectadores, por ejemplo).
Pero el «salir de la pantalla», lejos de dar una mayor realidad al espectáculo,
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destruye su ilusión. Este efecto parece difícil de emplearse de una manera
realmente artística.
Más interesantes son los efectos en que los personajes se alejan del
público hacia el fondo del paisaje o del decorado. Pero todos los efectos de
relieve en el interior del marco se obtienen ya (de manera menos
sorprendente, pero sensible) por los movimientos de cámara o de los actores.
Pasada la sorpresa, el público mira una película en tres dimensiones como una
bidimensional. En el momento actual las ventajas obtenidas por el arte
cinematográfico de las 3D resultan muy pequeñas para hacer desear una
costosa revolución del equipo cinematográfico.
Los nuevos procedimientos tienden a provocar una «desestandarización»
del cine. Pero las escenas no están «estandarizadas». No se monta la Carmen
de Bizet en un teatro de cámara, ni un drama íntimo de tres personajes en un
gran teatro de ópera.
En el cine los géneros se diferenciaron durante sesenta años más rápido
que las técnicas. Esta evolución permite imaginar que los formatos y las
dimensiones de pantalla cambiarán un día en función de los géneros, y en el
curso de una misma película, incluso, según el carácter de las escenas. Las
imperceptibles expresiones de los rostros de los actores son capitales en las
escenas íntimas que ganan cuando son mostradas en una pequeña pantalla,
mientras que la gran pantalla está reservada para las escenas de gran
espectáculo y grandes masas, en decorados gigantescos o paisajes grandiosos.
Numerosos sistemas permiten variar la superficie de la pantalla durante la
proyección. Un día serán puestos en uso, mientras que los realizadores usarán
convenientemente las «mascarillas» que permitan modificar de manera muy
sencilla la superficie y las proporciones de las imágenes animadas. Estas
consideraciones nos llevan a diversas hipótesis sobre el cine del futuro.
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IX. EL CINE DEL FUTURO
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la misma evolución que la radio: la película de 16 mm ocupa en sus emisiones
un lugar cada día creciente. La evolución de la película, pues, interesa por
igual al cine y a la televisión.
El triacetato no inflamable ha sustituido como base de las películas al
celuloide, cuyo dominio duró casi sesenta años. Pero la química de los
materiales plásticos ha realizado desde 1940 grandísimos progresos. El
triacetato estaba ya amenazado en 1956 por un nuevo plástico de la serie de
los polyester bautizado cronar por el trust americano Dupont de Nemours.
Más resistente, el cronar puede ser utilizado en cintas más finas, lo que
permite fabricar bobinas de 600 metros apenas más pesadas y embarazosas
que las actuales bobinas de 300 metros.
Pero podemos preguntarnos si la película del porvenir tendrá aún
emulsiones e imágenes fotográficas. Desde 1950, en muchos países, los
laboratorios han comenzado a imprimir imágenes, no por la fotografía sino
por sistemas magnéticos, sobre cintas parecidas a las de los magnetófonos. Se
ha utilizado para estos registros los discos de Nipkov, que transforman la luz
en fuerzas electrónicas.
Con el disco animado por un movimiento continuo se puede, sin
inconvenientes teóricos, registrar las «imágenes» electrónicas sobre una cinta
arrastrada por un movimiento continuo. Pero desde los primeros intentos este
dispositivo topa con dificultades técnicas: una bobina de 35 mm de 300
metros no contendría más que medio minuto de espectáculo. Se debe, pues,
volver al arrastre de la película por un movimiento intermitente.
Pero en 1956 los técnicos norteamericanos podían anunciar que habían
vencido las primeras dificultades. La sociedad AMPEX, de Redwood,
California, había perfeccionado una grabación magnética llamada por ella
video tape (literalmente, cinta de televisión). Una cinta de 5 cm de ancho
pasando a 37 centímetros por segundo permitía registrar una media hora de
espectáculo (sonido e imágenes) sobre una bobina de diámetro corriente
(35.5 mm). El aparato podía igualmente registrar vistas en colores. Su empleo
se generalizaría en la televisión norteamericana durante el año de 1957. Pero
es probable que la definición de las imágenes magnéticas, satisfactoria para
las pequeñas pantallas de la televisión, sea aún insuficiente para las grandes
pantallas del cine.
La televisión no sólo emplea películas para sus emisiones; ellas le sirven
también para la recepción de éstas. Un aparato especial, el cinescopio, cuya
pieza principal es un tubo oscilográfico, graba el sonido y las imágenes
televisadas sobre películas de 16 mm. Bastan algunos minutos (e incluso 60
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segundos) para revelarlas, fijarlas y secarlas. Las películas del cinescopio,
listas casi instantáneamente para una nueva proyección, permiten también
conservar una emisión televisada y repetirla las veces que se desee.
La gran inseguridad del cine era en esta mitad del siglo XX la falta de
sensibilidad y el grano de sus emulsiones. Se puede filmar una escena durante
la noche en una habitación bien iluminada o en las calles mejor iluminadas de
la ciudad. Pero hay que recurrir a emulsiones ultrasensibles o al
procedimiento llamado latentificación que refuerza las imágenes latentes por
un tratamiento especial efectuado después de la toma de vistas sobre una
película ligeramente «velada». Se consideraba una hazaña haber podido
realizar en 1955, gracias a la latenttficación, el corto metraje francés París en
la noche, totalmente compuesto de escenas nocturnas, sin haber tenido que
recurrir a reflectores y luces suplementarias.
La cámara de estudio seguía siendo inválida. Se desplazaba pesadamente
sobre muletas o empujada en un carrito por varios maquillistas. Medio ciega,
para ver tenía necesidad de innumerables proyectores cuyo arreglo por los
jefes de operadores duraba varias horas.
Pero ya la cámara de televisión le era superior en dos aspectos. Tenía un
ojo más sensible y podía ver en la penumbra. Además, como transformaba las
imágenes en corrientes eléctricas moduladas, éstas podían ser intensificadas
de la misma manera que un murmullo, delante de un micrófonlo, puede
convertirse en ruido encordecedor cuando es amplificado eléctricamente.
La técnica de la cámara de televisión nos autoriza a la profecía siguiente:
llegará un día en que la cámara de estudio cesará de ser una inválida
embarazosa. Se verá reducida a un objetivo y a un iconoscopio, grande como
una naranja, y que se podrá llevar en el cuenco de la mano como el micrófono
del locutor de radio. Un hilo flexible ligará esta cámara futura a un laboratorio
móvil montado en un camión que, dos minutos después del rodaje,
suministrará una película de 35 mm en colores o blanco y negro que podrá ser
inmediatamente proyectada en la pantalla.
Pero la película cinematográfica será reemplazada ventajosamente por un
«magnetófono de imágenes». En estas cintas opacas se grabará
simultáneamente los sonidos, las imágenes, los colores. Todos podrán a
voluntad ser ampliados, corregidos, transformados. Todos serán
instantáneamente reproducidos por el magnavoz y por la pantalla. Cuando
nazcan tales dispositivos se comprenderá al fin que en 1950, las cámaras,
siempre parecidas a los aparatos de Louis Lumière, eran mecanismos casi
medievales.
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El reino del cine-ojo comenzará con estas microcámaras que, casi
invisibles, podrán pasearse por las calles y entre la gente. Revolucionarán la
escenificación cinematográfica y, más aún, los documentales, los reportajes,
etc. Nacerán nuevos géneros de películas y el cine superará definitivamente a
la imprenta.
Un gran obstáculo a la difusión del cine es el elevado precio de la
película. El registro magnético puede en gran parte salvar este obstáculo
porque restituirá las imágenes, el color, los sonidos sin necesidad de sufrir las
operaciones costosas del revelado y el copiaje. Nada impide que un día una
fabricación industrial en gran escala aporte, al precio de las serpentinas de
papel, cintas magnéticas en las que los óxidos de hierro, aplicados a un
material plástico casi indestructible, podrán servir para registrar
indefinidamente las imágenes y los sonidos.
Todo poseedor de una televisión podrá entonces registrar sus
espectáculos, del mismo modo en que hoy un magnetófono graba conciertos y
emisiones de radio. Se obtendrá en las tiendas rollos de película magnética
menos cara que un libro y con dos horas de cine. El arte del cine y sus obras
maestras dejarán de estar reservados a los museos, a los cineclubes, a las salas
comerciales. Cualquiera podrá proyectar los clásicos del cine y los éxitos
recientes o verlos en la pantalla de una televisión perfeccionada que
transforme en imágenes, colores y sonidos las películas magnéticas.
La unión del cine y la televisión revolucionará tarde o temprano la
exhibición. Se puede, desde 1945, proyectar sobre una gran pantalla las
imágenes televisadas. Estas realizaciones fueron muy perfeccionadas para que
la televisión sobre pantalla grande fuera presentada en el Festival de Londres
(1951) y luego en numerosas salas parisienses, cuando se trasmitió en Francia
las ceremonias organizadas en Londres para la coronación de la reina Isabel.
En la misma época se abrían en Estados Unidos dos o trescientas salas de
televisión.
Se pronunciaron entonces diversas profecías. En abril de 1950, Spyros
Skouras, de la Fox, saludaba los tiempos en que, por los espectáculos
televisados en las salas, los espectáculos de Broadway serían
instantáneamente reproducidos en los rincones más apartados de los Estados
Unidos.
Se imaginaba, además, que la distribución de películas sería reemplazada
en el futuro por estaciones trasmisoras regionales que emitirían sus distintos
programas a mil o dos mil teatros. Esta última perspectiva era en extremo
seductora para los magnates de Hollywood. Descartando la película como
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base de los espectáculos, podrían crear un monopolio absoluto de la
exhibición. Los directores de las salas se convertirían en empleados que se
limitarían a apretar un botón para que aparecieran sobre las pantallas los
programas con que los trasmisores nutrían sus circuitos. Por supuesto, las
ondas de estos trasmisores serían «privadas», es decir: estarían negadas para
los televisores familiares.
Estas profecías, sin embargo, no habrían de cumplirse. Tras de un primer
éxito debido a la curiosidad, las salas de televisión que reproducían las
trasmisiones corrientes fueron abandonadas por los espectadores. ¿Por qué
desplazarse para ver, pagando una butaca, y en una pantalla grande, un
espectáculo que se podía ver gratuitamente en casa? En 1955 las salas de
televisión aún existentes se abrían solamente cuando se celebraban ciertos
encuentros deportivos. Los fanáticos de los equipos de fútbol o de cricket
hallaban placer en ser tan numerosos, mientras se jugaba el partido, que
podían manifestar sus sentimientos tan vivamente como en un estadio. Pero el
inconveniente de tal espectáculo era que no se podía repetir en seguida,
durante toda la velada, y perdía su atractivo comercial una vez acabado el
partido.
Al mismo tiempo resultó que la distribución de los programas de
televisión hubiera exigido, en equipo, enormes capitales, lo que significaba,
por tanto, que no se abría una perspectiva de ganancias inmediatas. Para
evitar el pago a los lecheros que distribuyen las botellas blancas a domicilio
¿las grandes sociedades lecheras instalarían una red de cañerías que llevara la
leche a cada cocina?
El mismo Skouras renunció a estos proyectos utópicos para adoptar el
cinemascope y la pantalla panorámica. Estos sistemas, que exigen imágenes
bien definidas, excluían por mucho tiempo toda distribución a través de la
televisión.
Ésta, sin embargo, podrá ser encarada en un futuro más o menos lejano,
pero con la ayuda de las imágenes magnéticas. Una central difundirá una vez
por semana los programas que serán automáticamente grabados en las salas
sobre cinta magnética. Dicha cinta servirá para las funciones de toda la
semana. Ya no habrá necesidad, entonces, de un operador, porque cada rollo
tendrá un programa completo. Y el mismo rollo podrá servir infinitamente. Al
final de cada semana imágenes y sonidos serán borrados y la cinta servirá
para una nueva grabación de programa.
Ya con el cine de películas fotográficas se ha podido, en 1956, probar en
Inglaterra una automatización que permite a las cabinas de proyección
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funcionar sin personal. Varios dispositivos fotoeléctricos colocan las bobinas
en los proyectores, regulan la luz y el cuadro, abren y cierran las cortinas del
escenario, etcétera.
Con base en las nuevas técnicas se puede profetizar que antes del año
2000 las pantallas rectangulares de hoy ya no serán utilizadas, al menos para
ciertos espectáculos. Ya el cinerama conduce a seguir nuevamente la idea del
cineorama creado en 1900 por Grimoin Sanson. En 1955 Walt Disney ha
instalado cerca de Hollywood un parque de atracciones, Disneylandia, donde
funciona un circarama. Los espectadores se instalan en una sala cilíndrica,
cuyo centro ocupan. Alzando la cabeza, contemplan un panorama animado
sobre los muros: once pantallas cubren el círculo completo de su horizonte.
La realización de este espectáculo es aún rudimentaria, porque no hay
continuidad en el panorama: los proyectores —de 16 mm— están colocados
en un intervalo entre las pantallas, que están separadas por cintas negras. Pero
fácilmente los proyectores podrían ser situados en una torrecilla central; el
horizonte estaría entonces cubierto de vistas animadas, sin solución de
continuidad.
Se ha imaginado también futuras salas en las que el público se sentaría en
un circo a la manera romana. La pista central sería reemplazada por una
pantalla cilíndrica o hemisférica y la proyección se realizaría por trasparencia.
Las realizaciones de Fred Waller, en 1939, en la Perisfera de la Feria
Mundial, permiten también imaginar una sala que será, no cilíndrica, sino
semicircular. Sentados en una tribuna, los espectadores se hallarán en el
centro de la esfera y a dondequiera que dirijan sus miradas verán imágenes
animadas del mismo modo que un hombre que gira la cabeza ve por doquier,
en torno a él, la naturaleza con su perpetuo movimiento y sus eternas
transformaciones.
Situar a un espectador, no delante de una pantalla sino en medio de
imágenes animadas puede producir efectos sorprendentes. El público se verá
entonces ligado tan directamente a la acción que se convertirá casi en actor.
Podemos imaginar planetarios perfeccionados que reproduzcan un viaje
interplanetario, o bien situar a la gente de hoy en medio de los grandes
sucesos de la historia reconstruidos en grandiosas escenificaciones.
Pero no hay que pensar que todas las salas futuras utilizarán estas
técnicas. En lugar de invadir todo el cine harán nacer circos y espectáculos de
nuevo estilo. Y es de imaginarse que las pantallas cilíndricas o esféricas no
serán siempre utilizadas en toda su superficie.
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Variar al infinito la forma, el tamaño, la disposición de las imágenes
animadas se ha convertido desde 1950 en una exigencia para el arte
cinematográfico. Abel Gance, antaño creador de la pantalla triple, no se ha
equivocado en esperar mucho de la polivisión, verdadero órgano de imágenes
animadas, gran orquesta óptica que se opone a los solos de violín del cine
contemporáneo. Tres, cuatro, diez pantallas que muestren simultáneamente (o
no) diversas escenas animadas, eso es la polivisión. Abre al arte del cine
perspectivas considerables. Hará nacer un nuevo género que, sin embargo, no
se unlversalizará.
Pantallas múltiples, pantallas esféricas, pantallas cilíndricas… Otros van
aún más lejos, suprimiendo pura y sencillamente las pantallas, ya reducidas a
laminillas o hilos por el cinerama o el estereokino. Desde 1940, ciertos
especialistas intentan reproducir las imágenes, no sobre una pantalla
reflectora, sino en el espacio mismo, por medios electrónicos. Se ha obtenido
ya resultados experimentales que se limitan a unos cuantos puntos fijos. Pero
abrirían una perspectiva asombrosa: la reproducción de imágenes animadas de
tres dimensiones en el espacio.
Así se podría realizar plenamente el sueño perseguido en la Edad Media
por ciertos utopistas: reproducir hombres que andarán y caminarán, no sobre
una pantalla, sino sobre un escenario. En derredor de ellos podría igualmente
animarse en relieve los múltiples aspectos de la naturaleza. Sería entonces
prácticamente imposible para un espectador distinguir los actores de carne y
hueso de sus reproducciones electrónicas, en relieve, en color y en
movimiento.
Dejemos estas lejanas perspectivas que tal vez conocerán los espectadores
del siglo XXI. Antes del año 2000 la vulgarización de las imágenes magnéticas
dará al mundo de las imágenes las posibilidades prácticas que desde hace
mucho tiempo ha dado al magnetófono al mundo de los sonidos.
Las imágenes animadas estarán a disposición de todos sin gasto alguno,
pues las cintas magnéticas pueden servir infinitamente. Los sabios, los
profesores, los estudiantes, los periodistas, aprenderán a usar el magnetófono
óptico, igual que hoy usan su pluma estilográfica o su máquina de escribir. La
humanidad podrá entonces expresarse por imágenes tanto como por la palabra
escrita.
Para una disertación un estudiante podrá utilizar el cine tan cómodamente
como la dactilografía y transcribir citas tomadas de la filmoteca de su
universidad.
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En cada sala, un sencillo mecanismo permitirá a los televidentes grabar
automáticamente en una cinta, cada mañana, un periódico filmado que se verá
luego a la hora que se desee y tantas veces como se quiera.
Las máquinas de imágenes no sólo serán utilizadas por los cineastas sino
también por todo el público. Se podrá, no escribir los poemas, sino
imaginarlos (es decir: construirlos con imágenes) y la combinación de sus
imágenes tomadas de la realidad abrirá horizontes ilimitados a la imaginación.
Hacia 1925 Léon Moussinac invocaba el tiempo en que las películas se
difundieran sobre una base menos costosa que el papel. Este momento puede
llegar muy pronto, con la realización de una cinta magnética que sirva para
reproducir y también para crear.
Aun cuando sigan siendo lejanas e imprecisas estas perspectivas son
singularmente emocionantes. Estas profecías no deben, sin embargo, ocultar
una realidad fundamental: la técnica sola no podría transformar y
revolucionar el cine.
En cuanto a este punto, una industria del cine basada en las ganancias
entra en contradicción con la cultura por medio del film. En los países
occidentales la técnica más avanzada depende de los monopolios que han
adquirido sus patentes de invención y que a veces las utilizan, no para
acelerar el progreso sino para frenarlo.
En los Estados Unidos se hizo varias tentativas para trasmitir la televisión,
no por radio, sino por cables, porque este retroceso técnico permitía que los
minutos de espectáculo fueran pagados según la tarifa de las comunicaciones
telefónicas. La tentativa fracasó: el gran público prefirió captar gratuitamente
las emisiones. Pero en los cuarenta millones de pequeñas pantallas
individuales existentes en 1956 en los Estados Unidos, los programas de
televisión siguieron totalmente subordinados a la publicidad, y las ganancias
privaron sobre el arte. Los minutos y las horas de emisión fueron vendidos al
mayoreo y al por menor a las firmas comerciales para que éstas los utilizaran
en alabar sus productos. Los anuncios de píldoras purgantes interrumpen las
Sinfonías de Beethoven y los más idiotizantes textos publicitarios sazonan
novelas de episodios para débiles mentales. La televisión puede así gravitar
en la misma órbita financiera que la radio, ya que las rivalidades internas de
los supermonopolios le impiden difundir las películas recientes.
Admitamos que mañana se puedan multiplicar, al mismo ritmo que hoy,
los puestos trasmisores de radio y televisión, las máquinas de imágenes que
permitan, casi gratuitamente, reproducir, conservar y mostrar las películas
recientes: el cine dejaría de ser una industria provechosa, por lo cual lo más
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probable es que los monopolios se dedicarán a impedir la difusión en gran
escala de un verdadero magnetófono óptimo.
Tales contradicciones no existen en los países socialistas (URSS y
democracias populares), pero durante mucho tiempo estas naciones deberán
dirigir sus esfuerzos a la edificación de una industria pesada, sin poder
encarar las enormes inversiones que supone la confección de tales aparatos.
Una máquina de imágenes presupone la electrificación de un país. En la
inmensa China, un 5 % de los habitantes, cuando mucho, podía en 1950
utilizar la electricidad.
Intentemos abarcar con la imaginación toda la población terrestre. Más de
la mitad de los hombres, en 1950, no sabía leer ni escribir y sufría hambre.
Nuestro siglo tiene, seguramente, el deber de darles la cultura por medio de
las imágenes animadas, pero debe además, e inmediatamente, asegurarles el
pan o el arroz. El cine del futuro existirá, por tanto, en función de los tiempos
modernos. Para que nuestras profecías se conviertan en realidades cercanas,
necesitan un mundo pacífico y unido en el que hayan desaparecido las
inmensas desigualdades entre los pueblos, las clases sociales, las naciones, las
regiones. En la América Latina o en Oceanía una hora de avión separa,
solamente, la sala con aire acondicionado en la que se exhibe el último
«supercinemascope atómico de lujo» de la selva virgen donde hombres
desnudos frotan dos trozos de madera para obtener el fuego, como en los
tiempos más lejanos de la prehistoria. Demos, pues, tras de un bosquejo del
futuro, el panorama de las cinematografías contemporáneas, con sus auges
recientes y sus prodigiosas desigualdades.
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X. PANORAMA MUNDIAL DEL CINE
CONTEMPORÁNEO
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amenaza de la competencia extranjera los obligó a ceder al llamado de la
ganancia inmediata.
1930, año del cine sonoro, marcó el comienzo de una violenta crisis
mundial que exasperó las rivalidades entre países imperialistas. El cine
alemán se desligó casi completamente de la empresa norteamericana y entró
en lucha contra Hollywood. En numerosos países el público no sólo reclamó
películas habladas en su idioma; quiso también ver en las pantallas actores y
temas nacionales. Antes de 1939 los cines francés y británico habían
alcanzado un nuevo auge y reconquistado un importante lugar internacional.
La producción se creaba o desarrollaba en países tan distintos como la India,
Egipto, Checoslovaquia, Italia, Argentina, México, Japón.
La segunda Guerra Mundial aseguró por algunos años un monopolio del
cine hitleriano en la Europa ocupada y de los financieros nipones en el
Sureste asiático. El hundimiento militar y político de estos regímenes abrió,
en 1944-45, nuevas perspectivas a Hollywood, que había reforzado, desde
1939, sus posiciones en la Gran Bretaña y en la América Latina.
Al finalizar la guerra, las pantallas de Italia, Alemania Occidental, Japón,
etc., fueron dominadas por las producciones norteamericanas que distribuían e
imponían las autoridades militares. En otros países europeos gravemente
dañados por la guerra (como Francia) el suministro de víveres y socorros fue
subordinado a la concesión de privilegios especiales a Hollywood. En el
momento en que el plan Marshall le abría nuevos horizontes, el imperio
norteamericano del cine se extendía sobre casi todo el Lejano Oriente, la casi
totalidad de África, la mayor parte de la América Latina y toda la Europa
occidental. Su dominación aparecía tan fuerte como en la época del plan
Dawes.
Sin embargo, si se examina de cerca su estructura, el cine norteamericano
había dejado de ser, desde la crisis de 1929-1933, una industria de expansión
nacional e internacional. Durante los diez años posteriores a la guerra
(1946-1956) el cine mundial no se caracterizó por un vasallaje creciente a los
monopolios internacionales, sino, por el contrario, por la multiplicación de las
cinematografías nacionales, aunque este fenómeno, por supuesto, no se ha
cumplido sin múltiples flujos y reflujos.
Inmediatamente, desde 1945, se ha visto en Europa una serie de países,
antes dependientes del extranjero en cuanto a sus cinematografías, convertirse
en democracias populares, encauzarse en la vía socialista y fundar o
desarrollar notablemente sus industrias cinematográficas. El arte del cine, el
número de las salas, su concurrencia, están en pleno ascenso en aquellos
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países donde Hollywood ha debido renunciar a imponer su ley y sus
programas.
En la Europa occidental, Inglaterra, Francia, Italia, continúan siendo para
Hollywood rivales con los cuales debe contar. Hemos dicho que Rank,
monopolizador del cine inglés, sufrió graves fracasos cuando quiso medir sus
fuerzas con el cine norteamericano. Ni con sus producciones «al gusto
americano» ha podido imponerse en las pantallas de los Estados Unidos. No
ha podido eliminar a Hollywood en los principales mercados del
Commonwealth (Australia, Nueva Zelandia, Canadá, Unión Surafricana,
colonias del África Negra). Debió abandonar las posiciones que por un
instante había ganado a la producción norteamericana. Sin embargo, la
Organización Rank sigue estando en pie. Habrá podido contribuir a dañar la
calidad artística media de las películas inglesas, pero en el plano comercial e
industrial entabla siempre y en todos los frentes una lucha contra los Estados
Unidos tan cerrada como la que antes sostenía el cine alemán.
El hundimiento de la UFA parecía haber librado definitivamente a Wall
Street de la competencia alemana. Durante los cinco años que siguieron a la
caída de Berlín, Hollywood conquistó posiciones sin precedente en las
pantallas de la Alemania Occidental. En seguida, en la República Federal, el
cine tomó un considerable auge industrial. A pesar de la mediocridad artística
de sus películas, éstas han reconquistado importantes posiciones en el
mercado interior, en el que los norteamericanos, los ingleses y los franceses
retroceden continuamente. Se entrevé el momento en que el cine de la
Alemania occidental, desligándose de su dependencia o vasallaje, volverá a
entrar en lucha con Hollywood en los mercados internacionales.
El cine francés en 1934-36, en la época del Frente Popular, conoció un
renacimiento cuyo vivo auge no fue roto por la ocupación hitleriana ni por las
catástrofes de la guerra. Su existencia fue gravemente puesta en crisis por los
nefastos acuerdos Blum-Byrnes firmados en 1946 con el Departamento de
Estado norteamericano. Pronto Hollywood monopolizó el 52 % de los
ingresos en las salas francesas, encontrándose el cine nacional reducido a la
porción de un 37 %. Pero gracias a la acción de los Comités de defensa del
cine francés (cuyos animadores eran los trabajadores), los acuerdos fueron
anulados, se instituyó un fondo de ayuda, y Francia, superando dificultades
periódicas, pudo estabilizar su producción en un centenar de películas por
año. El valor artístico de esas obras y su generosidad conforme a las mejores
tradiciones del país les han abierto nuevos públicos en Oriente, América
Latina, en la URSS y las democracias populares.
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Antes de 1945 el cine italiano era casi desconocido fuera de sus fronteras.
Ha tomado después un lugar internacional de primer rango por haber aportado
la revelación del neorrealismo, suceso capital en las cinematografías
occidentales. Esta escuela no nació por generación espontánea: se cimentó en
la lucha entablada por los antifascistas contra Mussolini, apoyándose en las
fuerzas populares. Gracias al ímpetu de la Resistencia, Visconti, De Sica,
Zavattini, pudieron, incluso antes de la caída de Mussolini, dar las primeras
películas neorrealistas. El movimiento se reveló después de 1945 con sus
obras y las de Rossellini, Castellani, De Santis, Germi, Lizzani, Fellini, etc.
(Roma ciudad abierta, Paisa, Limpiabotas, Ladrones de bicicletas, La tierra
tiembla, Senso, Dos centavos de esperanza, Roma a las once, En nombre de
la ley, Crónica de los pobres amantes, etcétera).
No se podría reducir el aporte del neorrealismo a unos cuantos
procedimientos formales como el empleo de actores no profesionales y de
decorados naturales. Su característica esencial fue volverse hacia la realidad
social italiana y hacia la mayoría del país, que es el pueblo en lucha por una
vida mejor y por su independencia nacional.
Los neorrealistas, tras de haber reconstruido las luchas de la Resistencia,
se volvieron hacia los problemas de posguerra, como el desempleo que en
Italia alcanza por millones a las familias. Este tema fue el asunto de tres
películas importantes: Ladrones de bicicletas (De Sica, 1948), Roma a las
once (De Santis, 1952), Dos centavos de esperanza (Castellani, 1952).
Estas tres obras bastarían para demostrar que en un país donde la
producción está en manos de los financieros y la censura es hostil a las ideas
progresistas, la realidad social puede, sin embargo, manifestarse en el cine en
la medida en que las masas populares están organizadas y son combativas. En
Italia, como en Francia y en el Japón, los mejores cineastas se han negado a
considerar su arte como un «coto vedado», propiedad exclusiva de los
monopolios y de los políticos reaccionarios. Luchando contra las barreras y
las prohibiciones, no han aceptado ver el cine reducido a «fábricas de
sueños», en un nuevo «opio del pueblo». Ellos se han dedicado, no a la
evasión, sino a la realidad social, con la ayuda de su público. Los tratados
comerciales solemnemente firmados no pueden obligar a los espectadores a
aplaudir películas que no les gustan. Por fuerte que sea la publicidad, no logra
siempre convencer a los gustadores del buen vino a sustituirlo por una coca
cola. En Francia, la proporción de las películas nacionales en los programas
pasó, en 1947-52, del 37 al 52 %, mientras en Italia se elevaba del 15 al 45 %.
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Las películas que expresan directamente los sentimientos de un pueblo y
de una nación son admiradas por los otros pueblos y naciones. Incluso en los
Estados Unidos, los éxitos más grandes (en cuanto a películas que no están
habladas en inglés) han sido Paisa, Ladrones de bicicletas y Arroz amargo,
obras de tres maestros del neorrealismo: Rossellini, De Sica y De Santis.
El renacimiento del cine italiano pudo comenzar antes de la caída de
Mussolini; el renacimiento del cine francés prosiguió a pesar de la ocupación
nazi. En la España contemporánea, la voz del pueblo ha logrado hacerse
escuchar en excelentes películas que han tenido grandes resonancias
internacionales. El arte más celosamente vigilado parece, en ese país, haber
aventajado a las otras artes para enunciar la luz.[*] Grecia, que se hallaba en
una situación muy parecida, muestra desde 1950 una palpitación que puede
anunciar películas importantes y nuevas.
En los países dé la América Latina varias cinematografías comienzan a
conquistar un lugar al sol. El cine mexicano se reveló después que Eisenstein,
Alexandrov y Tissé realizaron Viva México (1930). Si la película no pudo ser
terminada, fue fecunda por haber exaltado los movimientos revolucionarios
de los campesinos indios. Durante la guerra, la María Candelaria de Emilio
Fernández alcanzó un éxito internacional considerable y el cine mexicano se
impuso en las pantallas de la América Latina, haciendo retroceder a veces a
Hollywood.
La contraofensiva de Wall Street se organizó pronto y las finanzas
norteamericanas controlaron rápidamente la mayor parte de la exhibición y
algunos estudios importantes. Su dominio contribuyó a multiplicar las
producciones farfulleras, adaptando al gusto latinoamericano los peores
engendros de Hollywood. Esta producción en masa no ha logrado destruir la
herencia artística. Fernández, Buñuel, Alazraki y otros continúan realizando
en México obras de valor que se encaran con la realidad social.
La producción argentina tomó un impulso industrial desde 1930 y ocupó,
con México, importantes posiciones en los mercados de América Latina. Pero
durante las hostilidades, Hollywood privó al cine argentino de película virgen.
Careciendo de materia prima, el cine argentino retrocedió, mientras los
imperativos de un régimen dictatorial desviaban a los realizadores de los
temas populares y nacionales, obligándolos a realizar asuntos comerciales,
vagas imitaciones de Hollywood. Sin embargo, algunas obras de valor
pudieron ser realizadas por Lucas Demare, Zaslavski, Hugo del Carril. Este
último dirigió la mejor película argentina, Las aguas bajan turbias (1952),
adaptación de una novela del escritor Varela, entonces encarcelado por Perón.
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Una repentina expansión artística del cine argentino puede producirse en
combinación con la evolución general del país.
En el Brasil, donde la asistencia al cine crece constantemente, Hollywood
ocupó por mucho tiempo de un 80 a un 90 % de los programas y vigiló tanto
más celosamente su monopolio cuanto que dicha nación era su tercer cliente
mundial. En 1950, Alberto Cavalcanti volvió a su país natal tras de una
brillante carrera en Francia e Inglaterra. Había sido llamado por una firma
ambiciosa que contaba, para financiar sus películas, con su distribución
internacional, concedida en exclusiva a Hollywood. Pero cuando las primeras
películas brasileñas de valor lograron éxitos en los festivales internacionales,
la firma norteamericana dejó de venderlas a los compradores ocasionales. La
empresa brasileña se hundió y Cavalcanti abandonó el Brasil. Sin embargo, la
producción de Río de Janeiro y de São Paulo continuó desarrollándose en
1956 y produciendo obras interesantes. Tanto en Brasil como en Argentina
bastará una chispa para que el arte del cine tome en el futuro un auge notable.
En Chile, Perú, Venezuela y Colombia la producción intenta dar sus primeros
pasos.
En la América Latina, como en muchos países europeos, los productores
locales han podido comenzar a satisfacer a poco costo la demanda de
películas nacionales imitando las peores producciones comerciales de
Hollywood. Pero pronto las exigencias del público han crecido. Los
espectadores no se contentaron con aplaudir a los actores de su país; pidieron
temas relacionados con su cultura, o que muestren la vida real. Con el paso de
los años y el creciente despertar de los pueblos, estas exigencias se precisan y
agrandan. Es muy probable que durante el tercer cuarto del siglo XX, la
América Latina dé al mundo películas que igualen o sobrepasen las
revelaciones ya aportadas por sus novelistas, sus pintores, sus músicos.
La revelación de los cines del Lejano Oriente no pertenece al futuro, sino
al presente. En 1929 el admirable film de Pudovkin Tempestad sobre Asia (o
El descendiente de Gengis Khan) terminaba con una anticipación lírica en la
que los pueblos del Asia se ponían en marcha y barrían a los colonizadores.
Desde 1946, en este viejo y vasto Continente, mil doscientos millones de
hombres, un tercio de la humanidad, han sido liberados del yugo extranjero.
Las cinematografías china, india, indonesia, desconocidas aún ayer, están
empezando a imponerse internacionalmente. Y el cine japonés ha conocido
éxitos notables.
Diez años después del desembarco del General MacArthur en Tokio, un
periodista (enteramente fiel al Departamento de Estado) anotaba con
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amargura: «El Japón, culpable y vencido, ha sido acunado por Norteamérica
como un recién nacido, reeducado con grandes cuidados en la democracia y el
culto al béisbol…; pero ha respondido con películas de horror sobre la
atomización de Hiroshima» (Raymond Cartier, Paris Match, abril 1956).
La estructura económica del cine japonés podrá ser calcada sobre la de
Hollywood y dominada por las cinco Grandes, pero estos monopolios no
impidieron a la opinión popular influir profundamente en el arte del cine.
Desde 1950 el Japón ha producido más películas progresistas que ningún otro
país capitalista.
Estas tradiciones son viejas en el Japón, ya que las primeras películas
progresistas fueron realizadas desde 1930 gracias a la Asociación de
escritores proletarios y a la influencia de la escuela soviética. Tras la
represión efectuada por la dictadura militar, los cineastas pudieron, desde
1945, reiniciar la ofensiva. La violenta huelga de los estudios Toho,
duramente reprimida en 1949 por la policía y las tropas de MacArthur, tuvo
por consecuencia la formación de numerosas sociedades cooperativas,
vigorosamente apoyadas por los espectadores y con la concurrencia de
algunos de los mejores realizadores, argumentistas y actores japoneses. Unos
cincuenta films que estos independientes realizaron entre 1950 y 1955 no
solamente denunciaban el horror atómico; mostraban también las condiciones
de los desempleados, la lucha de los campesinos, la vida de trabajadores y
artesanos, las huelgas obreras, la ocupación extranjera y sus consecuencias;
había también adaptaciones de los clásicos y de los escritores
contemporáneos. La producción cooperativa ha influido profundamente en los
mejores realizadores japoneses y en el conjunto de la producción nacional.
Nunca la escuela japonesa había alcanzado tal nivel artístico y conquistado tal
situación internacional: se ha situado desde 1950 en el primer rango de las
cinematografías mundiales, gracias al indispensable germen progresista.
En China, Shangai fue por mucho tiempo el centro principal de una
abundante producción comercial (cerca de 1200 películas largas realizadas
entre 1924 y 1948). Entre 1932 y 1949, aunque la policía de Chang Kai Shek
persiguió y asesinó a los progresistas, no pudo impedirles realizar numerosos
films de muy alta calidad artística que exaltaban la resistencia popular,
denunciaban la miseria, la opresión, la tiranía feudal, la corrupción de los
funcionarios. Desde 1938, en las regiones liberadas por Mao Tse Tung se
edificaron, en las organizaciones culturales de los ejércitos populares, las
bases de un nuevo cine chino.
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Tras la proclamación de la República Popular, desde 1950-51, un gran
número de películas notables han sido realizadas (Hijas de China, La niña de
los cabellos blancos, Héroes y heroínas, El soldado de acero, Agrupémonos y
mañana…, etc.) que exaltaron las luchas de la independencia. Estas películas
fueron premiadas en los festivales internacionales y atrajeron en China un
enorme público. La niña de los cabellos blancos, por ejemplo, ha sido
aplaudida por 80 millones de espectadores, cifra raramente alcanzada en la
historia del cine. En un país donde la producción y la exhibición fueron por
mucho tiempo embrionarios, se desarrolla un cine de posibilidades artísticas y
materiales casi ilimitadas.
Durante los veinte últimos años de la colonización, se había realizado,
para 80 millones de indonesios, solamente dos o tres docenas de películas,
todas dirigidas por extranjeros. La producción bajó casi a nada durante la
ocupación japonesa. No pudo reiniciarse durante los años en los que el pueblo
indonesio se batió por su independencia contra los colonizadores holandeses.
Desde 1950 la producción ha recomenzado. Las películas enteramente
indonesias se multiplicaron. La producción rebasó las 60 películas en 1952.
Muchas eran mediocres, pero obras de verdadero valor se inspiraban en la
realidad contemporánea, como El lisiado (Si Pitiang, 1952) de Kotot Sukardi.
El arte del cine puede tomar rápidamente el auge más notable en un país de
vieja y gloriosa cultura.
En la India, el cine se había desarrollado mucho antes de que finalizara el
período colonial, en combinación con las luchas por la independencia. En
1927, el país no poseía un cine por cada millón de habitantes, pero su
producción media alcanzaba, en el período 1920-1930, cien películas por año.
El cine sonoro trajo un nuevo desarrollo. En un país enorme donde se
hablan doscientos dialectos y lenguas, la producción adquiere un carácter
multinacional. En su mayor parte dejó de estar concentrada en Bombay. En
Calcuta, patria de Rabindranath Tagore, foco de gran cultura y de la revuelta
contra la colonización, el cine bengalés ha alcanzado, desde 1935, un alto
nivel. El New Theatre de P. C. Barua, al llevar a la pantalla la vida de los
antiguos poetas bengaleses, Vidyapati y Chandidas, logró imponer una forma
y temas nacionales. Durante este tiempo nacían en el sur las cinematografías
en lenguas dravidianas (tamil, telegu, canarés). La multiplicación de películas
habladas en indio era, desde 1939, recomendada por las organizaciones
libertarias para esparcir por el país una lengua común y forjar la unidad de la
nación.
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A pesar de los acontecimientos de la guerra y de la posguerra y de la
trágica Separación (1947) que desligó del país algunas poblaciones
musulmanas, el cine indio ha conocido un notable desarrollo y producido
obras de alto valor, tales como Dos hectáreas de tierra y Pather Panchali
(1954 y 1956).
Ciertas grandes sociedades de Bombay continúan tomando como modelo
a Hollywood, pero los temas contemporáneos inspirados en la vida real tienen
un lugar cada día mayor en los cines hindi y mahrate de Bombay, en el cine
bengalí de Calcuta, en los cines tamil y telegu del sur del país. En 1954 la
India no sólo había superado a la Gran Bretaña, sino también a Hollywood
por el número de su producción. Las películas indias ocupan más del 90 % de
los programas nacionales y comienzan a esparcirse por el extranjero. Tras los
cines chino y japonés, el cine indio es una de las grandes revelaciones
recientes.
Pakistán, Birmania, Tailandia, producen sus propias películas, de calidad
e interés muy desiguales. En medio siglo no se había realizado más de dos o
tres películas largas en el Vietnam, pero el cine toma un impulso nuevo en el
norte del país desde su independencia. El cine coreano, uno de los más viejos
del Lejano Oriente, ha recomenzado su producción en el norte, donde los
estudios han sido reconstruidos gracias a la ayuda soviética. Una abundante
producción comercial (donde las obras de calidad parecen raras) se ha
desarrollado desde 1945 en las Filipinas.
Por otra parte el cine ha tomado mucho incremento en el mundo islámico,
y su influencia se extiende desde Dakar a Java, sobre 300 millones de
personas. En los comienzos del cine sonoro, todos los programas estaban aún
monopolizados por Hollywood y Occidente. Pero en 1945, en ciertos países
árabes se pagaban seis piastras por un programa norteamericano y diez por
una película hablada en árabe.
El Cairo se ha convertido, desde 1940, en un importante centro que
exporta sus películas a numerosos países de África y de Asia. Su producción
alcanza un promedio de 60 a 70 películas por año. Sus productores se
enorgullecen de haber fundado el «Hollywood del Medio Oriente».
Desgraciadamente, la mayoría de las películas egipcias habladas en árabe
corresponden a esta definición. Sin embargo se han manifestado intentos
interesantes con varias películas sobre la vida nacional y popular. También en
Egipto parece inminente un auge del arte cinematográfico.
La producción se desarrolla en otros países del Medio Oriente. Ha tenido
desde 1950 un súbito comienzo en Irán (bajo la influencia de la película
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Arquine Mal Alan, realizada en el Azerbaiján soviético). Ha tenido un gran
desarrollo comercial en Turquía (cincuenta películas por año). Da sus
primeros pasos en el Pakistán (de 20 a 30 películas por año).
Entre las dos guerras mundiales se podía pensar que el cine seguía siendo
el privilegio de cinco o seis grandes naciones. Diez años después de la
segunda Guerra Mundial, el arte del cine se desarrolla o nace en cincuenta
países. El irresistible empuje de las emancipaciones nacionales y de la
liberación de los pueblos va acompañado con un auge inimaginable de las
diferentes escuelas nacionales.
A pesar de todo, el cine sigue desarrollándose muy desigualmente.
Numerosas poblaciones están aún privadas del cine, sea como medio de
expresión, sea como espectáculo.
En la Gran Bretaña, cada habitante frecuenta el cine un promedio de 26
veces por año, o sea una vez cada dos semanas. En el África Occidental
Británica (Kenya, Uganda y Tanganyka), la asistencia media desciende, para
casi veinte millones de habitantes, a un 0.15 de boleto por año, o sea: un
boleto cada siete años.
En 1954, en las colonias francesas del África del Norte (Marruecos,
Argelia, Túnez) había dos veces más cines que en Egipto (igualmente
poblado). Pero en diez años (1945-55), El Cairo producía de quinientos a
seiscientos films, mientras que en África del Norte no se habían realizado más
que cinco o seis películas habladas en árabe.
Cualquiera sabe que en Francia y en Italia el número de automóviles y de
bicicletas no se reparte equitativamente entre los habitantes, sino de acuerdo a
las categorías sociales. El drama punzante de Ladrones de bicicletas sería un
incidente banal si el robado fuera el hijo de una rica familia.
En los países coloniales el cine se halla aún más desigualmente repartido
que las bicicletas y los automóviles. En el África del Norte, según las cifras
oficiales francesas de 1954, los europeos asistían un promedio de dos veces
por mes al cine (21 boletos por año), mientras la población árabe se
contentaba con un boleto cada dos años (0.4 por año); 36 millones de boletos
se vendía a millón y medio de europeos, mientras que 19 millones de árabes
compraban solamente 8 millones y medio. Los prejuicios de la religión
musulmana respecto al cine, el boicot de las salas por las organizaciones
nacionalistas, el analfabetismo de un 90 % de los musulmanes tienen que ver
en esta desproporción, pero su causa esencial son las profundas diferencias
entre los niveles de vida. Según los informes oficiales franceses de 1955, la
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renta promedio en Argelia ascendía a 200 000 francos anuales para un
europeo y a 35 000 para un árabe.
Las desigualdades cinematográficas entre las diversas capas de la
población son todavía más notables en el África Negra. El África Oriental
Británica, poblada con veinte millones de personas, incluye 76 000 europeos,
650 000 árabes o indios y 19 millones y medio de negros. El país poseía, en
1950, 74 salas. Cada europeo las frecuentaba un promedio de dos veces por
mes, los árabes e indios dos veces por año. En cuanto a los negros, eran
admitidos —teóricamente— una sola vez cada cincuenta o cien años. Este
cálculo está confirmado por las estadísticas oficiales. Entre 1941 y 1950, las
autoridades coloniales de África Oriental Británica organizaron sesiones de
cine educativo para los negros. En 1949 asistieron 650 000 espectadores. A
este ritmo se hubiera necesitado 27 años para que toda la población negra
conociera la existencia del cine. Pero en 1950 el servicio de cine educativo
fue suprimido, por falta de créditos.
La situación es apenas diferente en otras partes del África Negra. En la
Unión Surafricana, las leyes racistas prohíben a los negros, tanto como a las
«personas de color» (metis e indios) asistir a cines de blancos y no se da
información alguna sobre los cines que les están reservados.
En las colonias francesas, según las estadísticas oficiales de la UNESCO,
sólo existía, hacia 1950, en Togo, una butaca de cine por cada mil habitantes
y no se vendía más que un 0.15 de boleto por año y por habitante. En
Camerún, el promedio era de 0.9 de butaca y de 0.23 de boleto; en el África
Ecuatorial Francesa, de 4 butacas y 0.4 de boleto.
Después de sesenta años de existencia del cine, ninguna película —que
nosotros sepamos— ha sido dirigida, interpretada, escrita, fotografiada, en
una palabra, realizada íntegramente por negros.
En los Estados Unidos más de 800 salas son frecuentadas por
espectadores «de color», desterrados de las salas «blancas». Para estas salas
se produce películas exclusivamente interpretadas por actores negros (All
Negro Cast); pero estas películas son dirigidas, fotografiadas, puestas en
escena, escritas y financiadas por los norteamericanos blancos que toman a
Hollywood como ejemplo y modelo.
Los británicos o los franceses han podido, del mismo modo, dirigir
algunos films interpretados por negros en las colonias del Congo, de África
del Sur, de Kenya o de Madagascar. Pero la realización de películas por
negros pertenece todavía al reino del futuro, a pesar de los intentos iniciados
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en Estados Unidos y en ciertas colonias francesas por algunos cineastas
progresistas.
El futuro desarrollo de la producción negra hallará grandes dificultades en
las colonias francesas, donde las lenguas autóctonas (salvo en Madagascar) no
han sido aún escritas e impresas.
En el África del Sur, los hebdomadarios en lenguas bantúes lanzan cientos
de miles de ejemplares y este desarrollo de la cultura negra autóctona abre
más amplios horizontes a un cine nacional, en el caso de que haya una rápida
evolución política.
En el África del Norte, Marruecos, al conquistar en 1956 su
independencia, podía confiar en disponer para su cine de estudios bien
equipados, igual que de una literatura y de un teatro vivos. Pero hay que
mencionar que en noviembre de 1955, el Sultán quiso redactar en árabe una
parte de la correspondencia administrativa de su gobierno; no pudo aplicar
rápidamente esta medida porque no se encontraba, para redactar el correo en
la lengua nacional, ni mecanógrafas ni máquinas de escribir. Hay por lo
menos un 90 % de analfabetos entre la población marroquí y es de imaginarse
el largo tiempo que exigiría reclutar técnicos para el cine marroquí.
Los problemas culturales están condicionados por los problemas sociales
y económicos; en los países coloniales emancipados o en vías de
emancipación, la independencia en cuanto al cine y otras artes está ligada a la
eliminación de los imperialistas extranjeros, pero también a la liquidación de
los feudalismos y al acceso de las masas a una auténtica democracia. La
industrialización de estos países puede dar al cine, con sus medios materiales,
un público de obreros que ejerce sobre las películas una influencia decisiva.
Durante los diez años de posguerra, el mundo del cine (y el mundo en su
conjunto) ha estado en una situación de extraordinaria ebullición. La
multiplicación de las cinematografías nacionales se relaciona con un
fenómeno más general: contrario a lo que dicen ciertos «teóricos», no existe
en el cine (ni en otros terrenos) un superimperialismo capaz de dominar el
mundo, e incluso la mitad del mundo. El excesivo equipamiento
cinematográfico de ciertos países tiene como contrapartida el
subequipamiento (e incluso la falta de salas) en los países dependientes.
Todavía en 1955 el cine seguía siendo prácticamente un espectáculo
prohibido para la mitad de la humanidad por lo menos, pero el impulso de
ciertos países subequipados se compensaba con una decadencia en ciertas
naciones muy bien equipadas.
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La asistencia se desarrollaba a una altura récord en las democracias
populares (Rumania: 1946, 300 cines, 12 millones de boletos; 1951, 1400
cines, 80 millones de boletos. Bulgaria: 1944, 213 cines, 9 millones de
boletos; 1953, 1200 cines, 52 millones de boletos. Hungría: 1954, 100
millones de espectadores, 12 boletos por año contra 9 boletos en Francia,
etc.). En la India, el límite de 750 millones de espectadores fue sobrepasado
en 1953 y las cifras debieron aproximarse a los mil millones en 1956. Los mil
millones fueron sobrepasados en China en el mismo año, mientras que en
1949 solamente 47 millones de boletos habían sido vendidos; lo que quiere
decir que antes un chino iba al cine un promedio de una vez cada doce años.
Durante los diez años de la posguerra, Francia perdió varias decenas de
miles de boletos anuales, fenómeno ligado a la baja en el nivel de vida de los
obreros.
Se calcula, en cifras oficiales, en Estados Unidos, la asistencia en 1946 en
cinco mil millones y en 1953 en dos mil millones solamente, o sea, una
disminución de tres quintos. Entre 1950 y 1953, 5038 salas de los Estados
Unidos debieron cerrar sus puertas (a razón de tres salas por día). Según un
informe de la UNESCO, el número de trabajadores empleados por la industria
cinematográfica cayó de 273 000 (1948) a 163 000 (1953), mientras que el
número de las películas largas pasaba de 398 (1946) a 262 (1954).
Indudablemente no se debe sacar de estas cifras deducciones extremistas.
En 1956 los Estados Unidos seguían estando veinte o treinta veces más
equipados que China y conservaban una inegable superioridad industrial y
técnica. Pero, si se considera el volumen de la asistencia, los Estados Unidos,
que ocupaban una posición dominante en 1946, en 1956 habían perdido su
superioridad frente a la URSS, las democracias populares y China (tomadas
en conjunto). Se puede pensar que en 1966 Asia, el Continente más poblado,
será también aquel en que los cines reciban el mayor número de espectadores.
La desigualdad en los desarrollos es aún considerable para el cine como
espectáculo y como arte. A pesar de su civilización y su cultura milenarias,
ciertos pueblos se ven aún privados del cine como medio de expresión
nacional. Esto no continuaría así si los designios de dominación mundial,
concebidos recién terminada la guerra, se hubieran encontrado diez años más
tarde ante obstáculos insalvables. En los cuatro continentes los cines
nacionales tomarían un impulso irresistible ligado al acceso de los
trabajadores al poder, a la conquista de las independencias nacionales, a los
combates siempre encarnizados contra el dominio imperialista.
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Así vemos cómo Léon Moussinac no erraba en llamar «la edad ingrata del
cine» al primer medio siglo de su existencia (1895-1945). El nuevo arte tenía
que esperar veinticinco años para ver que se creaba, en un solo país asediado
por los rapaces, un cine que fue propiedad de la mayoría de los hombres.
Desde 1945 han comenzado a materializarse bajo las latitudes más
diversas las condiciones sociales de una nueva era, que Moussinac anunciaba
en 1946 en estos términos:
«El cine va finalmente a iniciar su juventud. Expresará el combate del
hombre y el combate de los pueblos para hacerse dueños de sí mismos y de la
naturaleza. Será al fin la expresión de este Renacimiento del mundo que los
hombres y los pueblos han emprendido con toda su sangre. Verdaderamente
será una nueva etapa de la civilización.
»Pero el cine no llegará a la cumbre de su descubrimiento sino cuando los
pueblos hayan alcanzado la cumbre de la libertad. El cine, en su forma
cumplida, expresará la unidad humana. Ha nacido para ello».
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PRINCIPALES OBRAS CONSULTADAS
Página 230
ÍNDICE BIOGRÁFICO
ABREVIATURAS
Alem = alemán
EU = estudounidense
Fr = francés
Ingl = inglés
Sov = soviético etcétera
Act = Actor, actriz
Col = en colaboración
Dir = director
Pro = productor
CM = cortos metrajes
DA = dibujo animado
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La noche en la árida montaña; después dibujos animados publicitarios.
Durante la segunda Guerra en el Canadá.
ANNENKOV, Georges, Fr (n. 1901, en Rusia). Diseñador de vestuario.
PELÍCULAS: 1936, Mayerling; 1942, Pontcarral; 1945, Patria; 1947, La
Cartuja de Parma; 1950, La ronda.
AURENCHE, Jean, Fr (n. 1904). Argumentista, PELÍCULAS: 1937, El caso
Lafarge; 1942, El vendedor de cuentas (DA); después como
colaborador con Pierre Bost: 1943, Dulce; 1945, La sinfonía pastoral;
1946, El diablo en el cuerpo; 1948, Más allá de las rejas; 1951, La
hostería roja, Juegos prohibidos; 1953, Rojo y Negro, 1956, Gervaise.
AUTANT-LARA, Claude, Fr (n. 1903). Desde 1919 decorador, luego asistente
y después director. 19 PELÍCULAS: 1923, Sucesos; 1928, Encender un
fuego (en hipergonar); 1933, Cebollino; 1942, La boda de Chiffon;
1943, Dulce; 1946, El diablo en el cuerpo; 1949, Encárgate de Amelia;
1951, La hostería roja; 1952, Los 7 pecados capitales; 1953, El trigo
joven; 1954, Rojo y negro; 1955, Margarita de la noche; 1956, Un
cerdo a través de París.
BALCON, Sir Michael, Ingl (n. 1896). Productor. Funda y dirige (1932-1944)
la Gainsbourough Pictures (Londres). Dirige la producción (1937-54)
de la Ealing Studios donde hace realizar, sobre todo, San Demetrio
London, Dead of Night, Hue and Cry, Nicholas Nickleby, The
overlanders (en la sucursal australiana de la Ealing), Kind Hearts and
Coronets, The cruel sea, etc. por Cavalcanti, Robert Hammer, Harry
Watt, etcétera.
BARRAULT, Jean-Louis, Fr (n. 1910). Actor y director teatral. Debuta en
1931 en la compañía de Dullin; funda en 1936 su compañía que desde
1947 dirige con la colaboración de Madeleine Renaud. PELÍCULAS: 1936,
Bajo las miradas de Occidente; Jenny; 1937, Drôle de Drame (Drama
absurdo); 1942, La sinfonía fantástica; 1945, Los hijos del paraíso;
1948, De un hombre a los hombres; 1950, La ronda. Ha dejado de
actuar en películas.
BARSACO, León, Fr (n. 1906, en Rusia), Arquitecto decorador. PELÍCULAS:
1938, La Marsellesa; 1944, Los hijos del paraíso; 1945, Bola de sebo;
1946, El príncipe idiota; 1947, El silencio es oro; 1949, La belleza del
diablo; 1951, Bellas de noche; 1955, Las grandes maniobras; 1956, Las
travesuras de Till.
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BERNHARDT, Sarah (1844-1923). La más famosa actriz francesa del siglo
pasado. Actuó en la Comedia Francesa en 1872. Interpretó en el teatro
Fedra, Ruy Blas, Hernani, Teodora, La Tosca, Lorenzaccio, El
aguilucho, etc. PELÍCULAS: 1900, El duelo de Hamlet; 1911, La dama de
las camelias; 1912, La reina Isabel; 1916, Madres francesas.
BOST, Pierre, Fr. Novelista, argumentista. Desde 1942 ha escrito para sus
películas (véase Aurenche).
BRANDO, Marlon, austriaco (n. 1924). Actor. PELÍCULAS: 1950, Los hombres;
1952, Un tranvía llamado Deseo; Viva Zapata; 1953, El salvaje; 1954,
Nido de ratas, etcétera.
BRASSEUR, Pierre, Fr (n. 1905). Actor, en el teatro desde 1922. Autor
dramático. PELÍCULAS: 1925, La hija del agua; 1937, El muelle de las
brumas; 1942, Luz de verano; 1943, Adiós Leonard; 1944, Los hijos del
paraíso; 1948, Los amantes de Verona; 1950, Señor después de Dios;
1951, Barba Azul; 1954, La torre de Nesle, etcétera.
BRECHT, Bertold, Alem (1898-1956). Poeta, dramaturgo, director teatral.
Desterrado de 1933 a 1946 (Austria, Escandinavia, Estados Unidos). A
su retorno a Alemania, funda con su mujer, la actriz Helena Weigel, la
compañía Grupo Berlinés. Principales obras: La ópera de 3 centavos
(adaptada al cine en 1931 por Pabst), Baal, El buscador de la verdad,
Tambor en la noche, Madre Valor, Puntilla y su criado (adaptada al
cine en 1955 por Cavalcanti), El círculo de tiza caucasiano, Pánico y
miseria del Tercer Reich, Galileo Galilei, etcétera.
BRESSON, Robert, Fr. (n. 1907). Director (anteriormente pintor). PELÍCULAS:
1943, Los ángeles del pecado; 1945, Las damas del bosque de Bolonia;
1950, Diario de un cura de aldea; 1956, Un condenado a muerte se
escapa.
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CARNÉ, Marcel, Fr (n. 1909). Director, periodista, después asistente de René
Clair y Jacques Feyder. PELÍCULAS: 1936, Jenny; 1937, Drama absurdo;
1938, El muelle de las brumas; 1939, Amanece; 1942, Los visitantes de
la noche; 1944, Los hijos del paraíso; 1946, Las puertas de la noche;
1949, María, la del puerto; 1950, Julieta; 1953, Thérèse Raquin; 1954,
El aire de París; 1956, El país de donde vengo.
CAVALCANTI, Alberto, brasileño (n. 1897). Director, al principio en París.
Después decorador y asistente. PELÍCULAS: 1926, Sólo las horas; 1927,
La pequeña Lilia; 1928, En la rada. Desde 1932, en Londres, uno de los
maestros del documentalismo inglés y productor en el Ealing Studio.
Dirige en 1945 Dead of nigth; 1946, Nicholas Nickleby; 1947, Me
hicieron un fugitivo. En el Brasil en 1949 como productor. Dirige en
1951, O Canto do Mar. En Austria, 1955, El señor Puntilla y su criado.
CLAIR, René, Fr (n. 1904). Director, periodista y actor para Feuillade de
1920-23. Asistente de Baronceli. PELÍCULAS: 1923, París duerme,
Entreacto; 1928, Un sombrero de paja de Italia; 1930, Bajo los techos
de París; 1931, El millón, Para nosotros la libertad; 1933, 14 de julio;
1934, El último millonario. En Londres, 1936, El fantasma se embarca;
1938, Break the news; en Hollywood, 1941, La bella hechicera; 1942,
Me casé con una bruja; 1944, Hoy es mañana. En Francia, 1947, El
silencio es oro; 1949, La belleza del diablo; 1952, Bellas de noche;
1955, Las grandes maniobras. Ha publicado diferentes libros, entre los
cuales Reflexión (Réflexion faite, 1951).
CLÉMENT, René, Fr (n. 1913). Director. Al principio arquitecto, después
operador CM y documentalista. 1945, La batalla del riel; 1946,
Malditos; 1948, Más allá de las rejas (Los muros de Malapaga); 1951,
Juegos prohibidos; 1954, Amante a la medida; 1956, Gervaise.
CLOUZOT, Henri-Georges, Fr (n. 1907). De 1930 a 1942 únicamente
argumentista, después director. PELÍCULAS: El asesino vive en el 21;
1943, El cuervo; 1947, Quai des Orfèvres; 1948, Manón; 1952, El
salario del miedo; 1955, Las diabólicas; 1956, El misterio Picasso.
COCTEAU, Jean, Fr (n. 1889). Poeta, novelista, crítico, ensayista, dibujante,
actor, pintor, autor dramático, argumentista, director. PELÍCULAS: 1930,
La sangre de un poeta; 1942, El eterno retorno (director Delannoy);
1945, La bella y la bestia (Clément, colaborador y director); 1947, Ruy
Blas (director Billón); 1948, Los padres terribes; 1949, Orfeo.
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COHL, Émile, Fr (1857-1938). Desde 1878 dibujante y caricaturista. Se
convierte en 1907 en realizador en la compañía Gaumont. 1908, La
pesadilla del fantoche (DA); Las cerillas animadas (trucos); 1909, Los
alegres microbios (DA); La lámpara que humea (DA); Los inquilinos
de al lado, etc. 1910, El pequeño Fausto (muñecos), etc. En 1912-14, en
los Estados Unidos, serie de los Snookums. En Francia, 1918, Los pies
niquelados.
COOPER, Gary, EU (n. 1901). Actor. Desde 1926 el más famoso de los
«galanes jóvenes» de Hollywood. PELÍCULAS: 1927, Arizona Bound;
1929, El hombre de Virginia; 1931, Calles de la ciudad; 1932, Si
tuviera un millón; 1935, Peter Ibbetson; Los lanceros de Bengala; 1936,
El extravagante Mr. Deeds; 1941, El sargento York; 1943, Por quién
doblan las campanas; 1952, A la hora señalada (High noon).
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CHEVALIER, Maurice, Fr (n. 1888). Cantante y actor. Debuta en 1905 en un
café cantante y se hace desde 1918 mundialmente célebre. PELÍCULAS:
1911-14, Un vals al revés y varios CM cómicos. En Hollywood,
1930-34, El desfile del amor, El gran charco, El teniente sonriente, La
viuda alegre. En Londres, 1936-38, El vagabundo amado, Falsas
noticias. En París, 1947, El silencio es oro; 1949, El rey galante; 1950,
Mi manzana.
CHIRKOV, Boris, Sov Actor. 1935-39, serie de los Máximo; 1935-39, 1952,
El caballero de la estrella de oro.
CHOMON, Segundo de, Esp Camarógrafo, inventor de numerosos trucos
(1871, muerto después de 1930). En 1902, en Barcelona, colorista y
titulador de películas. 1905, Los guapos del parque, El hotel eléctrico.
Habrá inventado entonces el coloreo de películas al estarcido. De 1906 a
1910 con Pathé en París. PELÍCULAS: Las sombras chinescas,
Transformación elástica, La mudanza, Marte, La mesa mágica, Los
juguetes vivos, La licuefacción de los cuerpos duros, El escultor
moderno, El rey de los Aulnes, etc. En 1910-11 en Barcelona, La
justicia de Don Pedro, La hija del guardacostas, etc. En 1912, en Turín,
camarógrafo de Tigris, Cabiria, etc. Emplea desde 1910 el travelling en
la escenificación cinematográfica. En 1926, uno de los operadores de
Abel Gance para Napoleón.
CHRÉTIEN, Henri, Fr (1879-1956). Físico. Antes de 1914, profesor en la
Sorbona. Durante la primera Guerra inventa el colimador para avión, el
periscopio para tanques y el cataphote (señalador de ruta). En 1927 crea
su Hypergonar, objetivo anamórfico concebido para el cine, utilizado en
1928 por Autant-Lara para realizar Encender un fuego (estreno en 1930)
y en 1937 en una película de demostración en la Exposición de París. En
1952 los procedimientos del Hypergonar son comprados por Skouras y
lanzados publicitariamente bajo el nombre de Cinemascope. Llamado a
los Estados Unidos para contribuir al lanzamiento, el inventor muere en
Washington.
CHRISTIAN-JAQUE, Fr (n. 1904). Debuta como decorador y confeccionador
de anuncios. Director después de 1932. PELÍCULAS: 1936, Francisco I;
1938, Los desaparecidos de Saint-Agil; 1942, La sinfonía fantástica;
1944, Carmen; 1945, Bola de sebo; 1947, La cartuja de Parma; 1948,
De un hombre a los hombres; 1951, Fanfan-la-Tulipe; 1954, Madame
Dubarry; 1955, Naná; 1956, Si todos los hombres del mundo.
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DAQUIN, Louis, Fr (n. 1908). Director. Al principio publicista y periodista y
después asistente de Grémillon, Gance, Duvivier. PELÍCULAS: 1941,
Nosotros los chiquillos; 1943, El primero de la cuerda; 1945, Patria;
1948, El fin del día; 1949, La batalla de la vida (CM, Medalla de oro de
la Paz); 1950, Señor después de Dios; 1954, Bel Ami.
DARRIEUX, Danielle, Fr (n. 1917). Actriz. Comienza en el cine como niña
desde 1931. PELÍCULAS: 1931, El baile; 1934, ¡Qué chiquillo!; 1936,
Port-Arthur; 1938, La favorita de París (en Hollywood); 1939, Latidos
del corazón; 1941, Primera cita; 1947, Ruy Blas; 1949, Encárgate de
Amelia; 1954, El buen Dios inconfeso; 1955, Rojo y negro.
DEBRIE, André, Fr (n. 1880). Industrial, constructor de aparatos. En 1908
hizo patentar o fabricar la cámara Parvo; 1920-25, cámaras ultralentas,
copiadora, pie universal. 1925, reveladora automática (más tarde
Multiplex). Cámara triple y pantalla triple (patentadas con Gance);
1932, cámara Super Parvo; 1936, la Truca; 1949, reveladora rápida que
capta televisión y permite la rápida proyección sobre la pantalla. En
1956 los establecimientos Debrie equipan con cámaras un 50 % de los
estudios y aportan a los laboratorios de un 75 a un 80 % de copiadoras y
un 30 % de reveladoras.
DELANNOY, Jean, Fr (n. 1908). Al principio periodista, decorador, actor,
montador. Director después de 1934. PELÍCULAS: 1939, Macao; 1942, El
eterno retorno; 1946, La sinfonía pastoral; 1950, Dios necesita
hombres; 1952, El hijo salvaje; 1956, María Antonieta.
DELLUC, Louis, Fr (1890-1924). Periodista, escritor, autor dramático,
crítico, argumentista, director. PELÍCULAS: 1919, La fiesta española
(dirigida por Germaine Dulac); 1920, El silencio; 1921, Fiebre; 1922,
La mujer de ningún lugar; 1924, La inundación.
DE MILLE, Cecil B., EU (1881-1959). Director famoso por sus colosales
escenificaciones. Setenta PELÍCULAS: entre las cuales, 1913, The Squaw
Man; 1915, La marca de fuego, Carmen; 1917, Juana de Arco; 1919, El
admirable Crighton; 1923, Los diez mandamientos; 1926, Los boteros
del Volga; 1927, Rey de reyes; 1932, El signo de la cruz; 1934,
Cleopatra; 1935, Las cruzadas; 1939, Union Pacific; 1944, La historia
del Dr. Wassel; 1951, Sansón y Dalila; 1953, El espectáculo más
grande del mundo; 1957, Los diez mandamientos (nueva versión).
DE SANTIS, Giuseppe, Ital (n. 1917). Asistente de Visconti en Obsesión
(1942). Asistente y argumentista de Vergano; 1946, El sol saldrá
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mañana. Director. PELÍCULAS: 1947, Caza trágica; 1948, Arroz amargo;
1950, Tristes pascuas; 1952, Roma a las once; 1953, Un marido para
Anna Zaccheo; 1954, Días de amor; 1956, Hombres y lobos.
DE SICA, Vittorio, Ital (1903). Al principio actor de café cantante y de cine.
Galán joven en 1932, Los hombres qué sinvergüenzas; 1935, Daré un
millón; etc. Como director: 1941, Magdalena, cero en conducta; 1943,
Los niños nos miran; 1944, La puerta del cielo; 1946, Limpiabotas;
1948, Ladrones de bicicletas; 1951, Milagro en Milán; 1952, Umberto
D; 1953, Stazione Termini (Indiscreción de una esposa); 1955, El oro de
Nápoles; 1956, El techo.
DICKSON, W. K. Laurie, Ingl (1860-ca. 1935). En 1880, colaborador de
Edison en los Estados Unidos. 1889-92 realiza con Edison el
Kinetoscopio y fija la medida estándar de los films en 35 mm. Dirige en
1893-94 sesenta películas cortas: Annie Oakley, Bufalo Bill, Danza piel
roja, Annabella, El profesor Sandow, El herrero, Lavandería china,
Fumadero de opio, etc., en el pequeño estudio de la «Black Maria».
Funda en 1895 la American Biograph and Mutoscope. Filma para ella
varios documentales en los Estados Unidos y en el Transvaal
(1896-1900).
DIETRICH, Marlene, Alem y EU (n. 1904). Actriz y cantante. Primero en el
teatro y luego en el cine. 1930, El ángel azul (Profesor Basura); después
en Hollywood, 1931, Marruecos; 1932, El expreso de Shangai; 1936,
Deseada; 1941, La bella hechicera; 1948, La escandalosa de Berlín;
1950, En el cielo no hay caminos; 1958, Testigo de cargo.
DISNEY, Walt, EU (n. 1901). Director y productor de DA. Al principio
dibujante periodístico y publicitario. Realiza en 1926 la serie Alicia;
1926-28, la serie Oswald (el conejo Blas). Después de 1927, El Ratón
Miguelito. En 1928, el primer Ratón Mickey sonoro, serie que continúa
hasta ahora con otros personajes, Donald, Pluto, etc. Desde 1929, serie
de Sinfonías Tontas (Silly Symphonies), entre las que hay que señalar:
1929, La danza macabra; 1933, Los tres cochinitos; 1935, Los tres
lobitos; 1937, El viejo molino; 1938, Blancanieves y los siete enanos;
1940, Fantasía, Pinocho; 1941, Dumbo; 1942, Bambi, Saludos amigos;
1944, Los tres caballeros; 1946, Música, maestro; 1951, Cenicienta;
1952, Alicia en el país de las maravillas; 1953, Peter Pan.
DONIOL VALCROZE, Jacques, Fr (n. 1920). Crítico y escritor. Fundador y
redactor jefe de los Cahiers du cinéma (desde 1951). Crítico de France-
Observateur y de Lettres françaises.
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DUCOS DU HAURON, Louis, Fr (1837-1920). Inscribe en 1864 una de las
primeras patentes de cámara cinematográfica. En 1868 hace patentar la
fotografía tricromática por medio de pantallas de color (Photo). En 1891
patenta el relieve por Anaglifos (dobles imágenes coloreadas observadas
a través de anteojos bicolores).
DUSE, Eleonora, Ital (1859-1924). Actriz trágica famosa. En escena desde
1878, tuvo una gran carrera en Italia, Viena, Londres, Estocolmo, San
Petersburgo, París, donde interpreta obras de Dumas hijo e Ibsen.
Abandonó el teatro entre 1909 y 1921. Murió en los Estados Unidos.
Una sola película: Cenere (1916).
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monopolio sucumbe por 1912 en su lucha contra los «independientes» y
acepta ser disuelto en 1915 por la Corte Suprema. Edison tuvo en su
carrera más de mil patentes de invención.
EISENSTEIN, Sergio Mikailovich, Sov (1898-1948). Primero ingeniero,
pintor, soldado rojo, decorador, director teatral. Uno de los más grandes
cineastas del mundo. PELÍCULAS: 1924, La huelga; 1925, El acorazado
Potemkin; 1927, Octubre o Diez días que conmovieron al mundo; 1929,
La línea general; 1930-31, Viva México (inacabada); 1938, Alejandro
Nevski; 1944, Iván el Terrible. Teórico del cine, Eisenstein ha publicado
numerosos libros, particularmente El sentido del cine y La forma en el
cine. Una selección de sus principales escritos ha sido publicada en
Moscú en 1956.
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1936, Mister Flow; 1937, Marthe Richard; 1942, La honorable
Catalina, La duquesa de Langeais; 1946, El príncipe idiota; 1950,
Olivia; 1953, El trigo joven.
FEYDER, Jacques, Fr (1888-1948), nacido en Bélgica. Actor y después
director. 1921, La Atlántida; 1923, Crainquebille; 1925, Rostros de
niños; 1926, La imagen; 1928, Thérèse Raquin; 1929, Los nuevos
señores; de 1929 a 1933 seis películas en Hollywood. 1934, El gran
juego; 1935, Pensión Mimosas; 1936, La kermese heroica; 1938, Gente
de viaje; 1941, La ley del Norte.
FLAHERTY, Robert J., EU (1884-1951). Explorador y después director de
documentales. 1922, Nanuk el esquimal; 1926, Moana; 1928, Sombras
blancas en los mares del Sur (en colaboración con Van Dyke); 1931,
Tabú (en colaboración con Murnau); 1934, Hombre de Aran; 1942, La
tierra; 1948, Louisiana Story.
FLEISCHER, Dave, EU (n. 1894). Director y productor de DA desde 1920.
Series de Fuera del tintero con el payaso Coco (1920-30); Betty Boop
(1930-35); Popeye el marino (1930-47). Películas largas: Los viajes de
Gulliver (1939); Mr. Bug goes to town (1941).
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GARBO, Greta, EU (n. 1906). Famosa estrella apodada «La divina». Nacida
en Suecia, debutó en Gosta Berling (1923), después en Alemania, 1925,
La calle sin alegría; en Hollywood, 1926, La tentadora; 1927, El diablo
y la carne; 1928, La divina, 1929, El beso; 1930, Anna Christie; 1932,
Gran Hotel; 1933, La reina Cristina; 1935, Ana Karenina; 1936, La
dama de las camelias; 1937, María Valevska; 1939, Ninochka. Desde
1941 ha abandonado el cine.
GAUMONT, Léon (1865?-1945?). Funda en 1892 la Organización General de
Fotografía y explota desde 1895 las patentes de Demeny que se refieren
al cine: Biographe y después Chrone (1896). Produce películas desde
1896, pero no inicia las escenificaciones en gran plan sino hasta 1902.
Construye en 1905 su estudio de Buttes-Chaumont, por entonces el más
grande del mundo, cuyos directores serán Alice Guy (hasta 1906), Jasset
(1905-7), Feuillade (desde 1907), Émile Cohl (1907), etc. Desde 1910,
Gaumont abre sucursales en Rusia, Inglaterra, Alemania, etc. y crea
cadenas de cines en Francia y Gran Bretaña. Desde 1918, Delluc,
Lherbier, etc., filman en los estudios Gaumont. La sociedad se aleja
poco a poco de la producción y cede sus circuitos en Inglaterra. Después
de dificultades financieras es fundada en 1937 la Société Nouvelle des
Établissements Gaumont, la cual, estrechamente ligada con Pathé,
controlaba en 1956 circuitos de salas, laboratorios, producción.
GILBERT, John, EU (1895-1935). Actor. PELÍCULAS: 1925, El gran desfile,
La viuda alegre; 1927, El diablo y la carne; 1929, Redención; 1933, La
reina Cristina.
GRIFFITH, D. W., EU (1875-1948). Al principio actor de conjunto. Realiza,
en 1908, 47 películas; en 1909 hace 138, 67 en 1910, 60 en 1912 y 17
en 1913 para la sociedad Biograph. Durante este aprendizaje introduce
(tomados de otros directores o escuelas nacionales) el gran plano, el
montaje alternado, etc., en su técnica. 1914, El nacimiento de una
nación; 1915-16, supervisa 40 películas para la Triangle; 1916,
Intolerancia; 1918, Pobre amor; 1919, El lirio roto; 1922, Las dos
huérfanas; 1920, Way down East (A través de la tempestad); 1924,
America; 1925, Isn’t life wonderful?; 1930, Abraham Lincoln. Puesto en
el libro negro por Hollywood tras el fracaso financiero de esta última
película, debió abandonar el cine, dejando incompleta The struggle.
GRIMOIN SANSON, Raoul, Fr (1860-ca. 1935). Inventor. Al principio
prestidigitador. Luego inventa hacia 1880 la oleografía (sistema de
reproducción artística). Intenta en 1888 el telefoto (televisión por
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alambre). En 1896 hace patentar la cámara del Fototaquígrafo. Trabaja
desde 1897 en el Cineorama, presentado por algunos días en la
exposición de 1900. Tras su fracaso trabaja en el cine en relieve
(anaglifos). Por 1905 se enriquece al sustituir en la impermeabilización
de las telas el caucho por el corcho en polvo. Organiza en 1926 el
primer museo parisiense del cine.
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JOHNSTON, Eric, EU (n. 1895). Industrial y político, 1931-1945. Director y
después presidente de la Cámara de Comercio Norteamericana. Sucede
en 1946 a William Hays (presidente-fundador de este organismo) en la
presidencia de la Motion Picture Asociation of America (MPAA), que
agrupa a las ocho Grandes de Hollywood.
JOUVET, Louis, Fr (1887-1951). Actor y director escénico, ha tenido un
papel decisivo en la evolución del teatro francés. PELÍCULAS: 1936, La
kermesse heroica; 1937, Drama absurdo; 1938, La Marsellesa, Carnet
de baile; 1939, Volpone; 1947, Quai des Orfèvres; 1950, Miquette y su
madre; 1951, Knock, Una historia de amor.
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1938, Tú y yo; 1944, La mujer del cuadro; 1949, El secreto tras la
puerta; 1953, La gardenia azul; 1955, Deseos humanos.
LINDER, Max, Fr (1883-1925), en 1903 paqueños papeles en los teatros
parisienses. 1905, La primera salida de un colegial; 1908-14, filma para
Pathé la serie de los Max, CM cómicos. En 1917, en los Estados
Unidos. 1922, El estrecho mosquetero (L’étroit mousquetaire); 1923,
Siete años de mala suerte. En una crisis de neurastenia se suicida en
París en compañía de su esposa.
LOLLOBRIGIDA, Gina, Ital Debuta hacia 1949. 1951, Fanfan-la-Tulipe; 1952,
Bellas de noche; 1953, Pan, amor y fantasía; 1954, La romana.
LUGUET, André, Fr (n. 1892), descendiente de una ilustre dinastía teatral.
Actor de teatro y de cine. PELÍCULAS: 1913, Lecciones de amor; 1920,
Los cinco caballeros malditos; 1930, El espectro verde (en Hollywood);
1941, El último de los seis; 1951, Iremos a Montecarlo.
LUMIÈRE, Louis, Fr (1864-1948). Industrial, inventor y director. Patenta en
1894, con su hermano Auguste, el Cinematógrafo Lumière. Primera
película: 1894, Salida de las fábricas. 1895-96, unos cuarenta films,
entre otros La salida del puerto, La comida de Bebé, La llegada de un
tren, El regador regado, etc. Instruye en 1896-1900 camarógrafos que
filman (actualidades, documentales) en todo el mundo. En 1903 patenta
el Photorama, en 1936 presenta su cine en relieve. Numerosas
invenciones (magnavoces, fotografía en color, etc.).
LYE, Len, Ingl (n. en 1901) en Nueva Zelandia. Director de películas de
animación. En Londres, desde 1930, Tusalva; 1935, Colour Box; 1936,
Kaleidoscopio; 1937, Danza del arcoiris; 1939, Desfile hitleriano;
1945-48, documentales.
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MAGNANI, Anna, Ital Al principio actriz de revista musical. Algunos
pequeños papeles en el cine en 1934-43. PELÍCULAS: 1945, Roma ciudad
abierta; 1946, El bandido; 1947, Amore; 1949, La honrada Angelina,
Vulcano; 1952, La carroza de oro, Bellissima; 1955, La rosa tatuada
(en Hollywood).
MARAIS, Jean, Fr (n. 1913). Actor. En el teatro desde 1933. PELÍCULAS:
1942, El lecho de columnas; 1943, El eterno retorno; 1944, Carmen;
1947, Ruy Blas; 1948, Los padres terribles; 1949, Orfeo; 1951, Nariz de
cuero; 1953, Julieta.
MAREY, E. Jules, Fr (1830-1904). Fisiólogo. Estudia el movimiento de la
sangre, creando el esfigmógrafo; después aplica el método gráfico al
estudio de todos los movimientos animales, sobre todo los del caballo
(1866). Desde 1880 emplea la fotografía en sus experimentos en la
Estación fisiológica del Parque de los Príncipes. Crea el Fusil
fotográfico (1881) y el cronofotógrafo de placa fija (1881) que en 1888
utiliza placa móvil. Este último aparato funciona con un rollo de
película y fue la primera cámara. Marey, interesado en registrar el
movimiento y no en proyectar las películas, dejó a otros la invención del
espectáculo cinematográfico.
MASINA, Giulietta, Ital Actriz. PELÍCULAS: 1950, Luces de music-hall; 1954,
La strada; 1955, Il Bidone; 1956, Las noches de Cabiria.
MATRAS, Christian, Fr (n. 1903). Director de fotografía. Comienza en 1926
en el género documental. PELÍCULAS: 1937, La gran ilusión; 1938,
Entrada de artistas, Cárcel sin rejas; 1939, El fin del día; 1942,
Pontcarral; 1945, Bola de sebo; 1946, El príncipe idiota; 1948, De un
hombre a los hombres; 1950, La ronda; 1951, Fanfan-la-Tulipe; 1953,
Lucrecia Borgia; 1954, Madame du Barry; 1955, Nana; 1956, Las
travesuras de Till.
MÉLIÈS, Georges, Fr (1861-1938). Prestidigitador, director del teatro Robert
Houdin. Primeras películas en 1896 (El juego de cartas). Creador de la
escenificación cinematográfica y de numerosos trucos. Dirige cerca de
400 películas (todas CM). PELÍCULAS: 1896, El escamoteo de una dama;
1898, El acorazado Maine; 1899, El caso Dreyfus; Cenicienta; 1900,
Juana de Arco; 1901, Barba Azul, El hombre de la cabeza de caucho;
1902, Viaje a la Luna; 1903, El reino de las hadas; 1904, Fausto, El
viaje a través de lo imposible; 1905, Las mil y una noches; 1906, Los
incendiarios; 1907, Veinte mil leguas de viaje submarino; 1908, La
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civilización a través de las edades; 1911, El barón de Münchhausen;
1912, La conquista del Polo; Cenicienta.
MONTAND, Yves, Fr (n. 1921 en Italia). Peluquero, estibador y hacia 1943
cantante y actor. PELÍCULAS: 1946, Las puertas de la noche; 1950,
Recuerdos perdidos; 1952, El salario del miedo; 1955, Los héroes están
fatigados; 1956, Margarita de la noche; 1957, Las brujas de Salem,
Hombres y lobos.
MORGAN, Michèle, Fr (n. 1920). Actriz. PELÍCULAS: 1936, El chico; 1937,
Tormenta; 1938, El muelle de las brumas; 1939, Aguas borrascosas;
1941, La ley del Norte; 1940, Un tal padre y su hijo. Durante la segunda
Guerra, en Hollywood: 1942, Juana de París; 1946, La sinfonía
pastoral; 1947, Primera desilusión; 1952, Los siete pecados capitales;
1953, Los orgullosos (en Londres); 1955, Las grandes maniobras;
1956, Margarita de la noche.
MOUSSINAC, Léon, Fr (n. 1890). Novelista, poeta, crítico. Amigo de Delluc,
éste le interesa en el cine. Se convierte en crítico en el Mercure de
France y funda en 1926, en L’Humanité, la primera página de cine
independiente en la prensa francesa. Publica en 1925, Nacimiento del
cine; 1929, Panorámica del cine; 1928, El cine soviético; 1946, La edad
ingrata del cine. Presenta en 1926 en París el Potemkin de Eisenstein y
luego funda el cineclub Los amigos de Espartaco (1927-28). Dirigió en
1947-49 el Instituto de Altos Estudios Cinematográficos (IDHEC).
Dirige desde 1946 la Escuela Nacional de Artes Decorativas.
MOSJUKIN, Iván, Sov (1890-1939). PELÍCULAS: 1912-19 (en Rusia), La
noche de Navidad; La casa de Kolomnia, Ruslán y Ludmila, La sonata
a Kreutzer, La ráfaga, La danza macabra, Bambalinas de la pantalla,
Satán victorioso, Vida por vida, El padre Sergio. En Francia: 1922,
Kean; 1923, La casa del misterio; El brasero ardiente; 1924, El león de
los mongoles; 1925, El difunto Matías Pascal, Miguel Strogoff; 1926,
Casanova; 1936, Nichevo.
MURNAU, F. W., Alem (1889-1931). Director. 1922, Nosferatu; 1924, El
último de los hombres; 1925, Tartufo; 1926, Fausto; en Hollywood,
1927, Amanecer; muere accidentalmente tras de haber realizado con
Flaherty Tabú.
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PAGE, Louis, Fr (n. 1905). Director de fotografía. 1939, La esperanza; 1942,
Luz de verano; 1943, El cielo es vuestro; 1947, Los hermanos
Bouquinquant; 1948, Más allá de las rejas; 1951, Señor después de
Dios; 1954, El amor de una mujer.
PAINLEVÉ, Jean, Fr (n. 1902). Director de películas científicas. 1927-31, El
huevo de la espinocha; Le Hyas; Le Bernard L’Hermite; Los
camarones, etc.; 1934, El hipocampo; 1937, La cuarta dimensión;
Barbazul; 1939-45, Soluciones francesas; 1946, El vampiro; 1947,
Asesinos de agua dulce, Pasteur; 1948, Escritura de la danza. Fue en
1944-45, después de la liberación, director general del cine francés.
PARLO, Dita, Alem (n. 1907). Actriz en Berlín y luego (1933) en Francia.
1934, L’Atalante; 1937, La gran ilusión, Señorita Doctor; 1938,
Ultimátum.
PATHÉ, Charles, Fr (n. 1864). Industrial. Hijo de un carnicero. 1894,
vendedor de fonógrafos. 1895-96, vende aparatos de cine y películas.
Entra en comandita en 1898 (un millón) por un grupo de financieros de
Lyon. Incrementa la venta de fonógrafos y grabaciones. En 1901 se
interesa en la realización de películas. Abundante producción dirigida
por Zecca. Desde 1904, Pathé abre sucursales en el mundo entero y
monopoliza toda la industria, desde el argumento a la exhibición
(apertura de circuitos de salas). Dispone en 1908 de un monopolio
mundial (más del 50 % de la exhibición y de la distribución) y obtiene
colosales beneficios. Desde 1918 renuncia a la producción y a sus
empresas en Rusia, Alemania, Inglaterra, Estados Unidos, Italia, etc.
Crea el Pathé-Baby, Pathé-Rural, Pathé-Consortium. Vende su fábrica
de película virgen. Se retira de los negocios hacia 1930.
PETROV, Vladimir, Sov (n. 1896). Director. Al principio actor, después
director de documentales. 1928, Llamado a Lenin; 1929, Fritz Bauer.
Después dirige: 1934, Tormenta; 1937-39, Pedro el Grande; 1944,
Kutuzov; 1949, La batalla de Stalingrado; 1952, El inspector.
PASTRONE, Ital Director y productor. Funda en 1907 la Itala de Turín.
Dirige: 1912, La caída de Troya; 1913, Cabiria; 1915, El fuego; 1919,
Hedda Gabler. Se retira del cine desde 1920. En 1956 vivía aún en
Turín.
PHILIPE, Gérard, Fr (n. 1922-1959). Actor. Comenzó en el teatro en 1942.
PELÍCULAS: 1945, País sin estrellas; 1946, El príncipe idiota; 1947, El
diablo en el cuerpo; La Cartuja de Parma; 1948, Una alegre y pequeña
playa; 1949, La belleza del diablo; 1950, Julieta; 1952, Fanfan-la-
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Tulipe; Betas de noche; 1953, Los orgullosos; 1954, Amante a la
medida, Rojo y negro; 1955, Las grandes maniobras; 1956, La mejor
parte, Las travesuras de Till (codirección).
PICKFORD, Mary, EU (n. 1893). Actriz. En el teatro desde la edad de 8 años.
En 1911 comienza en el cine con Griffith. 1915, Una pobre niña rica;
1919, Papá Piernas Largas; 1921, El pequeño lord Fauntleroy; 1923,
Rosita; 1929, La fierecilla domada. Cofundadora de la Cía. Artistas
Unidos en 1919.
PLATEAU, Joseph, belga (1801-83). Físico. Se interesa en 1828 por los
fenómenos de la visión e inventa en 1832 el fenakistiscopio, aportando
los principios de la toma de vistas y de la reproducción del movimiento.
En 1843, ciego por consecuencias de sus experimentos, continúa sus
lecciones y sus buscas hasta 1871.
POULSEN, Valdemar, danés (1869-194?). Físico e inventor. Ingeniero de los
teléfonos. 1898, inventa la grabación magnética en alambre, entonces
llamada Telagro Phone; en 1903 el arco Poulsen que permite el
desarrollo de la telegrafía sin hilos y más tarde de la radiodifusión.
Asociado en estos trabajos con Pedersen, crea con él entre 1920-30 un
sistema de cine sonoro.
PUDOVKIN, Vsevolod, Sov (1893-1953). Ingeniero, actor, director. Formado
en el cine por Kulechov. 1926, La madre; 1927, El fin de San
Petersburgo; 1928, Tempestad sobre Asia; 1933, El desertor; 1939,
Minin y Pojarski; 1941, Suvarov; 1945, Almirante Nakimov; 1950,
Yukovski; 1953, La cosecha.
PROKOFIEV, Sergei, Sov (1891-1953). Famoso compositor ruso. Partituras
para PELÍCULAS: 1934, El teniente Nant (Pruchick Kige); 1938,
Alejandro Nevski; 1943, Lermontov; 1944-46, Iván el Terrible (1.ª y 2.ª
parte). Su ballet Romeo y Julieta fue filmado en 1955.
PTUCHKO, Alexandrei, Sov (n. 1900). Director. 1935, El nuevo Gulliver
(muñecos animados); 1946, Flores de piedra; 1952, Sadko; 1957, Ilya
Muromets.
Página 249
RANK, Arthur, Ingl (n. 1888). Industrial. Ha monopolizado la molienda y el
comercio del trigo en la Gran Bretaña. Se interesa desde 1936 en el cine
para la propaganda de la religión metodista. En 1941 compra los
principales circuitos ingleses. En 1946 forma un enorme monopolio
(fabricación de aparatos, equipo, estudio, producción, distribución,
circuitos, etc.) que controla la mayor parte del cine inglés y con
intereses sobre cinco continentes. Desde 1945 emprende una violenta
campaña contra Hollywood y queda en desventaja. En 1954, la
organización Rank tiene graves déficit, pero después ha reconquistado
sus ganancias.
REMY, Jacques, Fr (n. 1911 en Turquía). Asistente, realiza películas en
Argentina y en Chile en 1941-45. Coautor de las PELÍCULAS: 1946, Los
malditos; 1948, El gran encuentro; 1951, Agencia matrimonial; 1956, Si
todos los hombres del mundo.
REINIGER, Lotte, Alem (n. 1899). Animadora de sombras chinescas. 1926,
El príncipe Achad; 1933, Carmen; 1934, El corazón robado; 1935,
Papageno.
RENOIR, Jean, Fr (n. 1894). Hijo del pintor Auguste Renoir. Ceramista y
luego director. 1924, La hija del agua; 1926, Nana; 1928, La pequeña
cerillera; 1931, La perra; 1934, Toni; 1935, El crimen del señor Lange;
1936, La vida es nuestra, Une partie de campagne; 1937, La gran
ilusión; 1938, La Marsellesa; La bestia humana; 1939, La regla de
juego. En Hollywood: 1945, El amor a la tierra. En la India: 1951, El
río. París, 1952, La carroza de oro; 1955, French Cancan; 1956, Elena
y los hombres (Las extrañas cosas de París).
REYNAUD, Émile, Fr (m. 1918). Inventor. En 1877 inventa el praxinoscopio
que lo lleva, tras sucesivos perfeccionamientos, al teatro óptico (1889),
aparato que proyecta dibujos animados (hechos sin utilizar la
fotografía). En 1892 inicia las representaciones en el Museo Grévin de
París, las cuales durarán hasta 1900. PELÍCULAS: 1891, Un buen perro,
Clown y sus perros; 1892, Pobre Pierrot; 1894, En torno a un
camarote.
ROSAY, Françoise, Fr (n. 1891). Esposa de Jacques Feyder. Actriz. En 1913
pequeños papeles en el cine. 1922, Crainquebille; 1925, Gribiche; 1931,
El rosal de Madame Husson; 1933, El gran juego; 1934, Pensión
Mimosas; 1935, La kermese heroica; La sinfonía de los bribones; 1936,
Jenny; 1937, Drama absurdo, Carnet de baile; 1938, La gran tragedia
Página 250
del circo Barclay, luego en Suiza y en Inglaterra: 1951, La hostería
roja.
Página 251
1943, Cinco tumbas al Cairo; 1944, La estrella del Norte; en Francia:
1946, La danza macabra. En los Estados Unidos: 1949, Sunset
Boulevard (El ocaso de una vida). Muere en Francia en 1957.
Página 252
WALLER, Fred, EU (1882-1954). En 1900 entra en el comercio fotográfico.
1911 construye copiadoras y reveladoras de películas. 1920-30,
especialista de efectos especiales, particularmente en la Paramount.
1939, proyecciones sobre pantalla esférica en la Feria Mundial. 1941-
45, emplea este sistema para el entrenamiento de pilotos de guerra
norteamericanos. 1950-52, construye el Cinerama presentado en
octubre de 1952. Muere en mayo de 1954.
WARNER, Jack, EU (n. 1892). Productor. 1903, con sus hermanos Albert y
Harry, abre su primer cine. Fundan una cadena de salas, después
sociedades de producción y de distribución. En 1926, la Warner Bros
ensaya los sistemas sonoros con Don Juan y después El cantante del
jazz (1928). Gracias al éxito del cine sonoro, la WB se convierte desde
1930 en una de las cinco Grandes de Hollywood. Los Warner se retiran
de los negocios en 1956, después de haber vendido sus diferentes
sociedades.
WELLES, Orson, EU (n. 1915). Actor, radiodramaturgo, director de cine,
autor dramático, argumentista, etc. 1941, El ciudadano Kane; 1942,
Soberbia; 1946, El forastero; 1948, La dama de Shangai, Macbeth;
1952, Otelo; 1956, Mr. Arkadine (Expediente secreto).
WHEATSTONE, Sir Charles, Ingl (1802-75). Físico. Uno de los inventores y
perfeccionadores del telégrafo eléctrico (1837-68). Realiza los cables
submarinos, la trasmisión automática, el reóstato, etc. Uno de los
creadores de la espectrografía. Inventa en 1838 el estereoscopio,
perfeccionado ulteriormente por Brewster.
WYLER, William, EU (n. 1902), nacido en Francia. Director desde 1927.
1936, Esos tres; El vándalo; 1937, Callejón sin salida; 1938, La
tempestuosa; 1939, Cumbres borrascosas; 1941, Little Foxes; 1942,
Rosa de abolengo; 1946, Memphis belle; 1946, Los mejores años de
nuestra vida; 1951, La heredera; 1953, La princesa que quería vivir;
1955, La casa de los rehenes.
Página 253
Los niños nos miran; 1945, Un día en la vida; 1946, Limpiabotas; 1948,
Ladrones de bicicletas; 1950, Milagro en Milán; 1951, Umberto D;
1952, Roma a las once; 1956, El techo.
Página 254
ÍNDICE DE ILUSTRACIONES
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Figura 14. Corte esquemático muy aumentado de una película de triple
emulsión. Las capas de color pueden separarse mediante filtros para
impedir las reacciones químicas entre ellas
Figura 15. La imagen anamórfica: a) La imagen comprimida, b) La imagen
restituida a sus proporciones
Figura 16. El cineorama de Grimoin Sanson (1900): Sala de proyección.
Los espectadores están en la barquilla del globo y debajo de ellos los
proyectores. Sobre una pantalla circular que rodea la barquilla se ve
proyectada la gran plaza Bruselas, en la que supuestamente aterrizará el
globo
Figura 17. El cinerama (1952). Esquema de una sala. Al fondo, la triple
pantalla con cinco altoparlantes (otros más están repartidos en la sala).
Frente a las pantallas, el control de sincronización. En primer plano las
cabinas; los aparatos entrecruzan sus proyecciones
Figura 18. Esquema de la construcción de la pantalla en relieve Ivanov. Su
paralelo absorbente o «rastro» aplica un principio establecido ya en
1896 por los inventores franceses Estenave y Bertier
Página 256
ÍNDICE DE LÁMINAS
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11. a) Gran plano (Los olvidados, México, Buñuel, 1954). b) Primer plano
(The quiet one, Estados Unidos, 1949).
12. a) Plano de detalle (Ecuador de las cien caras, documental realizado
en el Congo Belga por A. Cauvin). b) Inserto (El camino de la lucha,
documental búlgaro, 1954).
13. Plano semigeneral (parte de un decorado de estudio) en que se usa la
profundidad de campo (Crónica de los pobres amantes, film italiano de
C. Lizzani, 1954).
14. Trucos y maquetas: a) La alfombra mágica en El ladrón de Bagdad
(Inglaterra, 1940). b) Combate naval en maquetas (El admiral
Nakimov, URSS, Pudovkin, 1956).
15. Aspectos y géneros del cine animado: a) Muñecos. El checo Trnka
frente al estudio minitura en que realiza Viejas leyendas checas (1953).
b) Grabados animados. Imagen de Una noche en la árida montaña
(Alexeieff, 1932).
16. Las aventuras del príncipe Ahmad. Película de sombras chinescas
(Alemania, Lotte Reiniger, 1924).
17. La cenicienta. Película de dibujos animados (Estados Unidos, Walt
Disney, 1950).
18. Mr. Magoo flies. Dibujo animado UPA (Estados Unidos, 1955).
19. Una nación vista a través de dos estilos de realización: a) Raíces
(México, Alasraki, 1954). b) Mexicana (Estados Unidos, con Tito
Guízar, 1945).
20. Filmación en exteriores y en estudio: a) Ha nacido un hombre (URSS,
1956). Obsérvese el travelling y los proyectores, b) Cuestión de vida o
muerte (Inglaterra, 1956). Obsérvese la cámara de technicolor.
21. Anamorfosis y relieve: a) Deformación por un espejo esférico. Foto de
trabajo de Till. Sobre la deformación y la reformación posterior de la
imagen se basa el cinemascope, b) De la pantalla a la sala. Publicidad
de la Warner (Estados Unidos) para el film en tercera dimensión El
hombre de la máscara de cera (1953). Se ve a qué efectos apunta aquí
el empleo del relieve.
22. La pantalla triple de la película Napoleón (1927). a) La pantalla triple
para una vista panorámica (el ejército francés parte a Italia). b)
Polivisión (imágenes múltiples). A derecha e izquierda, el ejército en
marcha. Al centro, tres sobreimpresiones: Bonaparte, un mapa de
Italia, el rostro de Josefina.
23. Polivisión y vistas panorámicas (Abel Gance, 1926-1953): a) Toma en
1926 con la triple cámara panorámica construida por André Debrie. b)
Gance en 1953 para las tomas de 14 de julio. Tres cámaras trabajan
sobre el plano horizontal con los haces cruzados a mitad de los espejos
(construcción de A. Debrie).
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24. Tomas submarinas: a) 1936. Jean Painlevé en escafandra con un
modelo de cámara submarina. b) 1956. Yves Cousteau frente a una
cámara de televisión submarina, c) 1931. El camarón, film científico
de Jean Painlevé (operador Eli Lotar).
Página 259
GEORGES SADOUL (1904, Nancy, Francia - 1967, París) fue un historiador
cinematográfico. Es conocido, principalmente, por la redacción de sus
diccionarios sobre el cine y los cineastas, que fueron traducidos a varios
idiomas, pero su obra más importante fue su Histoire générale du cinéma.
Fue profesor de La Sorbona y del IDHEC.
Hay un premio cinematográfico que lleva su nombre: el Prix Georges-Sadoul.
Página 260
NOTAS
Página 261
[*]Por razones explicables a simple vista, en este libro estamos obligados a
emplear un gran número de palabras técnicas, propias del vocabulario del arte
e industria cinematográficos. El procedimiento a que hemos recurrido
consiste en que, cuando esas palabras aparezcan por primera vez en el texto,
serán impresas en cursiva e intentaremos dar en seguida su definición a fin de
precisar claramente su significado. <<
Página 262
[*]
El lector encontrará en un apéndice breves biografías de los cineastas
mencionados en este libro. <<
Página 263
[*]Girar es la traducción correcta del verbo tourner. Si utilizamos rodar es
porque este término es utilizado en el vocabulario cinematográfico de los
países de habla española. [T.] <<
Página 264
[*] En las cinematografías de habla española el nombre es camarógrafo. [T.]
<<
Página 265
[*]Fecha en la que los hermanos Lumière presentan el cinematógrafo en su
forma definitiva. [T.] <<
Página 266
[*]En los países de habla española se les llama rollos, culebrones o churros.
[T.] <<
Página 267
[*] No siempre el negro-y-blanco es una limitación. Laurence Olivier ha
explicado por qué filmó Enrique V en colores y Hamlet en negro y blanco.
[T.] <<
Página 268
[*]
Donde se dieron las primeras funciones del Cinematográfico Lumière, en
1896. [T.] <<
Página 269
[*]Gracias, sobre todo, a los realizadores Bardem, Berlanga y Nieves Conde.
[T.] <<
Página 270
[*]En los casos en que nos ha sido posible, damos los títulos en español que
las películas tuvieron en Hispanoamérica. [T.] <<
Página 271
Página 272