Cuernos y Placeres Parte I - Sacha Tvoronova
Cuernos y Placeres Parte I - Sacha Tvoronova
Cuernos y Placeres Parte I - Sacha Tvoronova
Se trata
de historias reales, de personas ordinarias y sin tabúes, narradas de propia
voz a la autora, dirigidas a mujeres y hombres con algo más que un amplio
criterio.
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Encuentros sensuales
del tercer piso.
Anécdotas explícitas de oficina
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I. Chérie.
reto, a mis treinta y altos, lo que deseaba era dar mayor calidad a mi tiempo
libre. Tenía años de casada y una hija preadolescente; vivía una relación
así…
lugar que ahora, una compañía de seguros. Tiempo atrás, había superado la
primer inconveniente surgió cuando Alberto, el que había sido mi jefe por
los últimos tres años, anunció que iba a cambiar de empleo. Por un par de
semanas, me pasó por la mente que toda la tranquilidad relativa que había
alcanzado con el esfuerzo del lustro anterior, se vendría abajo con este
movimiento. Así como me había pasado con Alberto en su momento, era
bastante probable que las nuevas ideas, así como la impetuosidad con las
sino que esta actividad hacía que me tuviera que quedar tarde casi todos los
días, y no obstante que la relación con mi esposo había mejorado, este paso
cuatro años mayor que yo, y con una pinta que, si no era la de un galán,
cuenta de las risas que despertaba entre ellos; al parecer, era del tipo que
tendencia a acercarse con las chicas jóvenes, quienes, por alguna extraña
—Claro, te sigo.
preguntó:
—C-h-é-r-i-e.
—Pues, ¿qué crees, Chérie?, que nadie me había dicho que también
Dejó escapar una risa odiosa, de esas que tanto repartía, y por unos
sentí un poco culpable, pero fui incapaz de mostrar mis dientes, ni siquiera
te digo, ¿vale?
Solo asentí con la cabeza y regresé a mi lugar. Ese fue el primer día en
serio; creo que de alguna forma se había autoimpuesto una línea imaginaria
con las chicas, de las cuales, seguía sin explicarme por qué se embobaban
tanto con él.
hijos. Descubrí que su risa salía muy fácil, tan fácil como era capaz de
sacarte una; empecé a comprender su rápida popularidad.
A partir de ese día, se alejó lo más que pudo de las otras chicas, al
menos frente a mí; y cuando llegaba a reunirse con ellas, ya no había tanta
alharaca. Por otro lado, nuestras conversaciones por chat, subieron medio
tono más.
Me hacía reír mucho con sus ocurrencias, sin contar con que era un
buen jefe, además de ser bastante considerado con mi tiempo; siempre
llamas, fue por decisión propia de ambos; ese es un pecado, que al menos
yo, hoy estoy pagando con muchos remordimientos.
todo se descontroló.
—Hola Chérie!, ¿tienes plan para la hora de comida? —Me escribió.
nombre?
—¿Cómo sé que en realidad eres Éric y no se trata de algún impostor?,
—Dime la contraseña.
—La olvidé.
conversación.
—¿Y cómo sé que esta asquerosidad es tuya?, ¿cómo sé que no bajaste
ese día, como siempre que estábamos frente a frente, no tocamos el tema, ni
siquiera tangencialmente. Después de la hora de comida, moría de ganas
por volver a ver aquella delicia, pero tenía mucho trabajo, y por las tardes
había muchas personas rondando por mi lugar, así que me resigné a dejarlo
para después.
Esa misma noche, al llegar a casa, después de convivir con mi hija, y
polla linda, esa era la mejor descripción, sin embargo, aunque ambas eran
buenas tomas, me excitaba bastante en la que aparecía parte de su rostro;
entre mis piernas; ya estaba húmeda, y mis dedos, que me conocen mejor
que cualquier hombre, se empezaron a deslizar, estimulando mi clítoris…
Así, así, mientras aquel delicioso pene me penetraba a través de mi nervio
óptico. Podía sentir su grosor dentro de mi vagina, en un vaivén de pelvis.
su cara, y en primero plano, aquella linda verga. Sentí una nueva pulsación
entre las piernas; arrastré la tableta por el suelo hasta la altura de mi cabeza
y me puse en cuatro, observándola. Pronto me vi acariciando nuevamente
mi clítoris, con una rápida y abundante humedad. Me movía hacia atrás y
abría las nalgas, como esperando que Éric me metiera aquella gorda polla.
Me acariciaba e introducía un par de dedos en la vagina, estimulando a
veces hasta el ano. Aparté la vista de aquella foto, para ver mi reflejo en el
espejo; estaba de perrito y entre vaivenes, claramente podía apreciar a Éric
serio.
—Ok, mami, ya me voy a dormir.
—Descansa.
Aquella llamada de atención me hizo sentir pillada, inmediatamente
apagué la tableta, y al tratar de ponerme de pie, mis rodillas temblaron.
espontánea, y luego borré las demás. Tenía una enorme sonrisa dibujada en
el rostro, mientras la observaba; dejé el móvil sobre el tocador, y cuando iba
a empezar a maquillarme, surgió otra idea más audaz.
—Ya que andamos en esto… —Musité.
de mis tetas, seleccioné la que a mi juicio era la mejor, y borré las demás.
Me sentía muy bien, primera mañana en mucho tiempo que el
optimismo me rebasaba, hasta que… Mi auto no encendió.
—¡Puta madre! ¡Tan bien que íbamos!
repararlo. Al día siguiente tuvimos mucho trabajo y casi no nos vimos, sino
hasta el posterior.
—Hola, te extrañé ayer. —Escribió Éric.
—¿Sí?, ¿qué tanto?
—De aquí al séptimo piso, y de vuelta.
—Mhhh… No es tanto.
—¿Por las escaleras?
—¡Ay!, sí que me extrañaste… Oye, ¿y te gustó la contraseña que te
—¡¿Qué?!
—¡Es broma!, ¿en verdad quieres saber lo que hice con ella?
—¡Claro!
—¿Segura?
—¡Qué sí, con una chingada!
—A mí me deprime un poco.
—Suele pasar.
Cuando nos aproximamos a mi vecindario, le pedí que me dejara a la
vuelta de mi casa.
Se estacionó sin apagar el auto, luego, con una enorme sonrisa, me vio
discutir y batallar con el broche del cinturón de seguridad; desabrochó el
suyo para poder maniobrar, y se inclinó para ayudarme a quitarlo. Nuestros
rostros quedaron a pocos centímetros; ambos mirábamos hacia el broche y
cuando nos vimos de frente, suspiramos y nos besamos. Fue el beso más
apasionado de mi vida, no exagero; logró destrabar el cinturón y nos
abrazamos; no decíamos nada, solo hablaron nuestros labios y nuestras
lenguas. Deslizó su mano desde mi hombro hasta mis senos, y los empezó a
boca llegó hasta ellos. Se turnaba con cada uno, succionándolos suavemente
y mordisqueando mis pezones. No es necesario contarte, Sacha, que mi
respiración estaba bastante agitada, ni que la humedad entre mis piernas
estaba en su punto; de vez en cuando volvía a mi boca, desbordando aún
más la pasión.
Mientras besaba mis tetas, subió la falda y llevó su mano hasta mi
vagina. Todo lo hacía lenta y suavemente; acariciaba mi clítoris y me
hundía uno o dos dedos, sin dejar de besarme, o de acariciar mi pecho.
Ardía.
Dejó de besarme y solo me admiraba; abrí los ojos y vi cómo se llevaba
la misma mano hasta su boca, chupando y lamiendo mis jugos.
—Quiero que te vengas para mí. —Dijo en un susurro a mi oído.
lluvia y el auto.
—Vente… Vente para mí. —Susurraba.
Me dejé llevar, y pronto, un destello de luces de colores brotó desde el
cerebro, para salir por mis ojos, dejándolos en blanco, al tiempo que un
estaban muy solas y la lluvia le daba ese tono tan romántico. Me sorprendió
un poco al llegar a una pizzería con drive thru, y luego a una tienda de
conveniencia, donde se bajó solo, y volvió con un par de botellas de vino.
ambos; justo detrás del sillón, estaba una enorme cama, con espejos en
Apenas entramos, y Éric dejó sobre la mesa las pizzas y el vino, luego,
hicimos algo que nunca habíamos hecho, abrazarnos de pie y besarnos. Fue
un beso apasionado que duró mucho tiempo; no tengo que decirte que ya
mientras ondulaba mis caderas y gritaba cada vez que su verga tocaba
—¡Me encanta!
Detuve las ondulaciones y lo besé; luego me paré frente a él y le di la
cual, por la furia con que me cogía, obviamente le había excitado más.
fondo.
—¡Qué hermosas eres! —Logró articular.
no supe de mí; lentamente fui siendo consciente de aquella verga que tenía
en mi vagina, y que no dejaba de entrar y salir con fuerza. En un tiempo que
—Tengo hambre.
Dijimos al mismo tiempo, continuando con fuertes carcajadas.
levantar.
—Ven, acompáñame. —Casi ordenó.
—Hey, yo no pienso hacer nada que involucre esa botella.
chorros de agua tibia, pero luego me acomodé entre sus piernas, recargando
mi espalda sobre su pecho. Llevábamos una conversación casual, sobre
nuestro día a día, sobre las personas que conocíamos en común, y sobre
nada.
Luego, con el pretexto de ir por el vino, que había dejado sobre el
tapa del vino, que él en meterme la polla por la vagina. Dejé la botella en
paz, y nuevamente nos dejamos llevar. Realmente disfrutaba esa verga
mis pezones rozando contra el borde del jacuzzi. Cada empujón era un
gemido, que a veces se transformaban en gritos.
primera vez que me masturbé pensando en él, justo como cogíamos en ese
momento. Observé su rostro, totalmente enajenado con mis nalgas. Sentí
como me las separó, y cómo sus pulgares acariciaron mi ano, sin dejar de
empujar.
abracé con las piernas, para fundirnos en otro excitante beso. Me llevó así
hasta la cama y suavemente me colocó sobre el colchón.
labios y su lengua debían ser de otro mundo; sabía dónde lamer, dónde
chupar y dónde morder. No podía ni abrir los ojos, y solo una vez que lo vi
clítoris con los dedos; ¡¿qué me estaba haciendo?!, yo que creía que había
conocido el mayor placer sexual, estaba sintiendo algo que jamás había
pasado por mi cabeza.
suficiente, como para ver en el espejo del techo, lo dilatado que ya tenía el
ano, hasta que no pude resistirme más.
—¡Cógeme!, ¡Cógeme!
Se puso de rodillas, y así, con el culo todo dilatado y humedecido, me
metió la verga sin la mayor dificultad. Abro un paréntesis para anotar, que
las pocas veces que había tenido sexo anal, siempre habían empezado con
reflejo en el espejo del techo, y vi que solo era la mitad, lo abracé con las
piernas y con mis talones empujé sus nalgas para que me la dejara ir toda.
partir de ahí, pude observar por el espejo, cómo aquella gorda verga, se
desaparecía adentro de mi culo, excitándome cada vez más, en un ir y venir
que me enloquecía.
perfecto, con cada vez que tenía toda su polla hasta adentro. Esta vez no
tuvo que pedírmelo; cuando sentí las leves contracciones en mi vagina,
aquel jugo.
gruñidos, se masturbó, haciendo un esfuerzo por no cerrar los ojos, para ver
Cuando exprimió hasta la última gota, se relajó y con una sonrisa boba,
no dejó de observarme. Empujé con mi lengua el semen que había entrado a
mi boca, y lo dejé escurrir por las comisuras de los labios, entonces, como
la ves anterior, casi podía ver su expresión, con la que parecía que se le
encendía un foco, flotando sobre su cabeza.
de su semen.
imagen.
Nos duchamos y luego nos acostamos en la cama para descansar. Antes
de la media noche me llevó a casa, y tan solo al salir del auto, ya era la
—No sé, no quiero que mi imagen vaya a andar rondando por internet.
Al parecer, realmente lo ofendí. Realmente no tenía derecho a dudar de
su caballerosidad. Solo lo miré fijamente, y él, correspondiendo mi mirada,
que me hacía falta, pero hoy, no estoy segura de que esa decisión fuera la
correcta… Y la verdad, no quiero averiguarlo.
II. Alexa
cuando tienes hijos, es necesario buscar este tipo de privacidad. Esa tarde
con algo de alimentos y gaseosas, pero esta vez, simplemente se nos olvidó.
espejo podía ver a Javi acercándose a la puerta y pensé que solo la abriría
un poco, pero cual fue mi sorpresa, cuando la abre de par en par, y no solo
eso, sino que le dice al empleado que pase a dejar la bandeja sobre la mesa.
chico mantenía fija su mirada en mis nalgas, lo cual pude ver por el reflejo,
tanta fue su embelesamiento, que jamás notó que yo lo observaba; algo que
sí notó mi esposo, quien, por cierto, se estaba tardando deliberadamente en
sacar el pago.
Esa tarde, cogimos como nunca. Jamás le había notado una erección
tan extensa y tan dura. Lo hicimos en todas las posiciones que conocíamos,
—No digas cosas de las que luego te puedas arrepentir, y mucho menos
las hagas.
—No me arrepentiría, jamás.
—Eso crees ahora, pero luego se te pasará la calentura, y tal vez hasta
me lo eches en cara.
te excitaste por exhibirte, ¿no crees que serías capaz de excitarte más si lo
haces?
—No quisiera averiguarlo… Prefiero no hacer cosas de las que me
arrepintiera.
—¿Por qué habrías tú de arrepentirte, si yo soy quién te lo está
pidiendo?
mejor aún, ¿qué tal si lo haces y me grabas un video?, aunque sea de una
parte.
Nos quedamos callados por un largo momento.
tenemos cuarenta y cuatro años, y tenemos un hijo y una hija que rondan la
preadolescencia.
Iba a decir que trabajo en una gran compañía, pero si mal no recuerdo,
en ese lugar.
cada uno de los elementos de nuevo ingreso, lo cual ocurre a todos los
niveles. Yo, personalmente, participo activamente en los cursos, y para
poder dar abasto, desde hace casi un año, contraté a un compañero para
empleo, y es por ello que han decidido esperar para tener hijos. Estoy
segura que Joel puede desarrollar más, por lo que estoy a la espera de
las sucursales, por lo que es muy común que comamos juntos, logrando un
excelente nivel de confianza. Entre las sesiones matutinas y vespertinas,
solemos dejar de dos a tres horas de receso, mismas que aprovechamos para
tomar nuestro almuerzo, así como para retroalimentarnos respecto al
estábamos en una de las oficinas más aisladas, decidimos pedir comida por
aplicación, y tomarla en la misma sala de juntas en la que nos
encontrábamos.
que asumí que habría tenido algún disgusto con el repartidor, que pronto le
pasaría.
Comimos mientras charlábamos, y solo cuando estábamos entretenidos
compañeros de trabajo.
—Bien, ¿conoces a Rubén Campos?
—El mismo.
—¡Un tipazo!, tiene una carga de presión considerable, y siempre se las
—Lo intentaré
—Lo sé, pero hasta hoy, en todos mis empleos, solo me había tocado
escuchar chismes, nunca lo había experimentado en primera persona.
Para el final de la tarde ya todo estaba olvidado, y no fue sino hasta que
—¡Claro!, es un tipazo.
muy raras ocasiones, íbamos ambos. Por otro lado, también había largos
de su esposa.
—¿Por qué lo dices?
—O tal vez sí está enterado, y decide pasarlo por alto… O mejor aún,
le agrada que su esposa lo haga.
—Estoy seguro.
La verdad, en mi charla con Joel, fue la primera vez que pasó por mi mente
tal posibilidad. Aunque no había ningún tipo de tensión sexual entre mi
conversación.
—Esta mañana salió mi esposa de viaje de trabajo. —Comentó Joel, de
forma casual.
Muchas veces salía de viaje, por lo que no era una relevante novedad,
sin embargo, esa mañana, antes de salir de casa, Javi me había dado una
nalgada.
creció un poco.
obvia.
—¿No te has encontrado a Rubén? —Pregunté, tratando de ser casual.
—No sé, Joel. —Dije, sin separar la vista de la carpeta que tenía en la
mano. —Por ejemplo, tú, durante los próximos dos días, vas a pasar la
exhibía a medias.
—No lo sé.
Mientras se decidía a confesarlo, me inclinaba estratégicamente, de
—¿Permiso de tu esposo?
—¿Yo qué?
—Tú me gustas desde el principio.
—Lo dices solo para halagarme.
—En serio, me gustas desde siempre.
solo asintió con la cabeza, como temiendo que Javi lo fuera a escuchar, lo
cual me causó gracia.
—Sí, mi amor, será esta noche. —Volví a escribir.
verdad es que estaba nerviosa, era la primera vez que haría algo como
aquello, así que tampoco es que se tratara de algo sencillo de hacer.
Joel me preguntó si nos deteníamos por algo de comer y beber, pero le
hice saber que no tenía hambre, así que condujo hasta el motel. Me sentía
como una adolescente que lo iba a hacer por primera vez, y al parecer, él no
iba con tanta confianza en sí mismo.
Entramos al cuarto, y después de examinarlo todo, más con
nerviosismo, que, por curiosidad, nos sentamos a cada lado de la cama.
—Ven.
Lo hice que se pusiera de pie a un costado de la cama, luego hice un
ajuste final en la inclinación del teléfono celular… Me hinqué frente a él, y
empecé a grabar.
Mientras desabrochaba su pantalón y bajaba la cremallera, lo miraba
hacia arriba, directo a sus ojos, luego miraba a la cámara para no salirme de
la toma. Bajé su pantalón hasta los tobillos, y al bajar su bóxer, su verga
la blusa y con un poco de agua limpié las gotas de semen. Cuando salí del
baño, Joel ya estaba acostado totalmente desnudo sobre la cama, con la
verga bien parada; solo de verlo me volví a mojar. Me quité el pantalón y
las bragas, y casi corrí para montarme en aquella delicia.
yo abría las nalgas, invitándolo. Por la posición me movía más lento, pero
cuando me introdujo un par de dedos por la vagina, aceleré el bamboleo,
para disfrutar de pene y dedos al mismo tiempo. Ya con los dedos bien
en su lengua; cuando sintió que llegaba, me sacó los dedos del culo, y
continuó introduciendo la lengua hasta el fondo, mientras con sus dedos
volvía a frotar mi clítoris. Finalmente, mis ojos se pusieron en blanco y
mi poder.
Se quedó un rato adentro de mí, recostado. Luego se salió y se acostó a
mi lado. Nos giramos para quedar de frente, y nos abrazamos y besamos
paraba más las nalgas y las contoneaba. Nunca me quitó la mirada del culo,
ni cuando Joel le pagó. Cuando se retiró el empleado, mi amigo/amante me
sonrió.
que me tragara también, los gruesos hilos que le escurrían de la punta del
pene, hasta la última gota, y al fin, paró la grabación.
Llegué a casa un poco antes de le medianoche; los niños ya estaban
cuéntame, quiero saber cada detalle. —Se había restablecido una parte de su
ánimo.
—Deja ducharme y ponerme cómoda, para contarte sin tanto semen
encima. —Bromeé.
Cuando salí del baño, estaba recostado en la cama, a leguas se podía
percibir su ansiedad. A propósito, aplazaba el relato, volví a encender la tv
y cogí mi móvil.
—Mira, todo empezó así.
Fingí que le iba empezar a contar, pero en lugar de esto, empecé a
III. Charlie.
Mi esposa murió durante la pandemia; nunca pudimos tener hijos. Se
ha de comprender la profundidad de la depresión en que me sumergí, no
Creo que la conocí muy bien, es más, podría asegurar que, hasta esa
época, yo fui la persona que mejor la conoció. Provenía de una familia muy
unida y alegre, de sólidos valores morales, aunque nunca los conocí
personalmente. Tenía un grupo muy reducido de fieles amigos, con los que
se reunía a menudo, y de los cuales, solo conocí a un par. Su prioridad,
después de su familia, era su carrera, la cual casi terminaba.
Ella no buscaba el amor, actuaba como si tuviera la certeza de que éste
raro verla sonreír… De hecho, era muy raro que cualquiera la viera
haciéndolo, por lo que quedé un tanto desconcertado al primer impacto.
—Buenas tardes. —Me saludó el chico muy sonriente.
En adelante, cuando llegaba algún chico a dejar algún encargo, ella los
despachaba rápido de regreso, y por ningún motivo, permitía que se
sentaran sobre su escritorio, o que rebasaran los límites de su espacio
personal.
Los meses transcurrieron y se graduó, por lo que le regalé un bonito
reloj. Luego estábamos en vísperas de navidad, y organizamos la fiesta
—Me encanta.
—El fin de semana vendré con mis amigas a comprarlo. —Dijo, con
ilusión.
—¡Anda!, ¡pruébatela!
Mientras yo desabotonaba la camisa que traía, ella hacía lo mismo con
la otra. Quedé con mi torso desnudo, y no pude dejar de notar cómo me
a reclamar, y poniéndose el índice sobre los labios, me hizo callar, sin decir
nada.
Así era ella… No sé si aún lo sea.
en el mismo lugar, solo que las personas que había tenido a sus lados toda la
noche, se habían movido a otras sillas de la misma mesa, dejando ambos
sitios para el muchacho aquel que había tratado mal meses atrás, y a un
—No van a decir nada. —Respondió con los ojos cerrados, ya sin
arrastrar las palabras. —Hoy duermen en la casa de mis abuelos.
Eso me dio la tranquilidad suficiente; fuimos a su casa y la ayudé a
salir, confirmando que estaba mejor, y esperé a que entrara.
El día siguiente fue una fecha inolvidable. Solíamos llegar mucho antes
que los demás, pero como había sido la fiesta una noche anterior, les había
permitido llegar hasta mediodía. Pensé que ella también llegaría tarde, así
que me resigné a estar solo toda la mañana. Pero cual sería mi sorpresa, mi
hermosa flaquita llegó temprano.
Imaginé que cuando la viera, la iba a encontrar seria, o hasta un poco
apenada, pero fue todo lo contrario, entró con su radiante sonrisa. Yo estaba
poniendo la cafetera y se aproximó a mí; dejé lo que traía en las manos y mi
sorpresa creció cuando fui favorecido con un fuerte abrazo. La correspondí
apretándola igual, luego se separó un poco, y me miró con esa sonrisa que
interior, brotó en una pequeña llama. Empecé a besar su cuello; ella cerraba
los ojos y respiraba agitadamente. Desabroché su blusa e hice a un lado su
sostén, liberando esas pequeñas y hermosas tetitas. Besé y mordí sus
pezones, escuchando por primera vez sus gemidos. Llevé la mano hasta su
vientre e intenté deslizarla al interior de sus pantalones, pero estaban muy
ajustados, así que se los desabroché, pudiendo entrar con más libertad.
—¿Qué es esto? —Preguntó con tono travieso.
junto con sus bragas. Acerqué una silla, me senté, levanté sus piernas y las
separé, para descubrir aquella hermosa y húmeda vagina. Me entregué
totalmente al placer de lamerla y disfrutar su delicioso sabor. Lamía y
—Ven.
Me levanté, me tomó la mano y me guio hasta un costado del
escritorio, a la altura de su cabeza. Intentó desabrochar mi pantalón, pero no
pudo, así que lo hice yo mismo. Agarró mi pene y me estiró hasta ella,
luego se lo llevó a la boca y empezó a chupármelo. Lo hizo que se
agrandara al máximo, y luego comenzó a mecer la cabeza delicadamente,
que eyaculaba, caían sobre la mejilla, pelo y oreja que estaban de ese lado.
Durante meses, nuestros encuentros se concretaron a partir de la hora
de salida, cuando todos se retiraban. Habíamos hecho una especie de pacto,
—¡Hoy me toca!
Pero nada dura para siempre, mucho menos lo que nos resulta bello. De
alguna manera, los chismes empezaron a afectarnos; sabíamos que hablaban
de nosotros, incluso, hubo personas que, por separado, nos preguntaban
Durante una fiesta organizada por uno de los dueños, en su propia casa,
se me acercó el socio principal, que era con el que tenía mayor confianza:
—¿Y qué tal tu luna de miel? —Preguntó, mientras me guiñaba un ojo.
—Tremendo culo te estás desayunando.
sabía, era que ella había acudido a una tienda de lencería. Es lo más
hermoso que he visto; estaba recostada de lado, tenía la boca entreabierta y
una mirada que solo expresaba deseo. El traje dejaba ver sus pezones, y por
el espejo, podía apreciar sus lindas nalgas, divididas por una sensual tanga
azul.
Me desvestí y fui tras ella. Nos besamos con mucha pasión, como
nunca antes. Besé su cuello, sus orejas, su espalda; toda sabía a miel. No
quería desvestirla, me enloquecía mirarla de esa forma. Así que liberé sus
tetas y me las comí, con el hambre de siempre. Esta vez, sus gemidos me
recordaron a los primeros que le había arrancado. Me fui deslizando,
una perfecta muestra de nuestra sincronía, por primera vez, nos corrimos al
mismo tiempo. Bajamos el ritmo en el movimiento de nuestras caderas,
hasta que nos quedamos inmóviles.
las redes de datos en la compañía para la que todavía trabaja, así que sus
actividades, exigían, no solo su presencia en las diferentes oficinas, e
incluso en algunas foráneas, sino que, durante los primeros meses de la
maestría en el extranjero. Por ello es que nuestra casa, era muy cómoda para
el trabajo remoto.
Volviendo a mi empleo; debíamos analizar e implementar un plan de
habitual, se planchó la frente, y nos habló con calma, solo para felicitarnos
y despedirse.
—Chinga tu madre. —Dije, cuando se desconectó.
—¿Y no nos vas a ayudar?, ¿ni de lejos? —Preguntó Julio. —Se nos
está complicando mucho ponernos de acuerdo en el zoom.
—Olvidé decirles, deberán reunirse para trabajar.
Todos empezamos a maldecir.
Sacha, los chicos, a quienes llevaba entre doce y quince años, y yo, en
época normal, nos reuníamos una vez a la semana en el corporativo;
teníamos años de conocernos y habíamos desarrollado un fuerte lazo de
El grupo estaba compuesto por José Luis, Paco, Julio, Roge y Alexis,
casi todos casados, Roge era divorciado y Julio vivía con su novia.
Como era de esperarse, nos llevamos todo el día, casi hasta la media
él, era habitual llegar a esa hora. Nos saludamos, charlamos sobre nuestros
respectivos días, y nos fuimos a dormir.
Paco no tenía hijos, su esposa era maestra y estaba en su primer
trimestre de embarazo. Igual que la esposa de José Luis, solo por ese día,
acondicionó una habitación como salón de clases virtuales, ya que
generalmente usaba el comedor.
Esa jornada nos tocaba redactar los manuales, mismos que iban
fluyendo satisfactoriamente… Hasta que la señora de la casa terminó el
turno de sus clases, y comenzó el turno de los achaques.
“Mi amor, ¿me traes un poco de agua porfis?”, “Cielo, ¿me traes
hielo?”, “Amor, me duelen los pies, tráeme por fa la pomada”. Y así, toda la
tarde.
—Mi amor. —Lo llamó por enésima vez. —No encuentro el control
remoto.
derecho de esclavizarlo.
El ataque de risa muda previo, se volvió a desatar, incluyendo a Paco.
—Como serán pendejos. —Expresé. —¿Saben qué?, mañana nos
veremos en mi casa.
Otra vez llegué a casa antes de la media noche, aunque Mike había
llegado un momento antes.
—Mañana salgo del estado, aunque no creo llegar más tarde que estos
días.
Mi esposo salió desde las cinco de la mañana; ya que haría unas dos
una mesita, y colocamos todas las carpetas vacías sobre la mesa principal.
Solo para imprimir, nos íbamos a llevar, tal vez, la mañana entera. Antes de
las nueve, la impresora inició su larga misión.
Permanecíamos en silencio, cada quién inmerso en su lap top, o en su
móvil, seguramente revisando las redes sociales. Cuando llegaron, les había
indicado donde estaba la cocina y los baños, así mismo, que podía sentirse
libre de tomar lo que desearan de la nevera.
Paco giró el celular para que lo pudiéramos ver; era un close up de una
chica que estaba chupando una polla.
—Necesito una de estas. —Volvió a girar el móvil. —¿De estas no
tienes en la nevera?
Todos nos reímos con libertad, no como en las casas de mis colegas.
Paco no quitaba la mirada de la escena.
—Hazme una mamada, Tamara. —Ni así dejó de mirar la pantalla.
Paco dijo eso, me di cuenta de dos cosas: Uno, realmente nos llevábamos
pesado, sin embargo, esa era la primera vez que alguno de ellos me hacía
una propuesta sexual, aunque fuera en broma; y dos, en ese momento, me
imaginé que lo hacía, y descubrí que no me desagradaría hacerlo. Este era el
momento de inflexión.
—Anda Tamarita, una chupadita.
—Vas y le dices a tu madre que te la de.
Todos se rieron.
—Paco. —Intervino Julio, imitando la voz del chavo del ocho. —¿A tú
mamá le gusta dar mamadas?
empezaba a traicionar.
—Voy a pedir algo de comer. —Anunció Julio. —¿Por qué votan?
Paco me miró, fingiendo tristeza y dijo:
Todos se rieron por la escena tan dramática, aunque la mía era más bien
por los nervios de que se me fuera a notar el deseo. Cuando nos calmamos,
Paco volvió al ataque.
—¿Ves Tamara?, ya se enojó José Luis por tu culpa.
incluyendo a Paco.
—¿No? —Hice el ademán de volverme a sentar, y Paco saltó de la
silla.
izquierda, está el interior de esa alcoba. Adentro, justo en la pared del lado
de la entrada, casi llegando a la puerta, está una cama. Lo hice que se parara
en el espacio entre la puerta y la cama, por lo que él quedó casi oculto de
mi vestido.
Paco se dejó caer de espaldas sobre la cama, y yo me levanté. Estiré mi
vestido y me sequé la barbilla. Sabía que no había retorno, por ello, cuando
exprimir esa otra polla. Mientras me la engullía toda, me mojaba más, solo
de pensar que solo los estaba complaciendo, cual puta de preparatoria sin
inhibiciones.
superior de mi vestido.
Julio fue el siguiente, pero para atenderlo, me senté en el borde de uno
de los sillones, para estar más cómoda. Los demás no dejaban de observar y
estaba más caliente, así que no tardé mucho en hacerlo que se corriera.
Cuando terminé de complacerlos, me paré del sillón y al verme llena de
semen, sobre todo en el vestido, empezaron a tomarme fotos y videos.
—Quiero que me compartan todas esas imágenes, ¿eh?, porque esta fue
la primera y última vez que lo haremos.
Caminé hacia el baño con el cuello cansado y tenso. Antes de
baja:
—¿Tamara?, ya terminamos.
Era José Luis, pero por el eco y la distancia, detecté que aún no se
asomaba al interior de mi habitación. Sentí una pisada silenciosa en la
—Anda, ve y chúpaselo.
—¿Y si despierta?
Me daban ganas de gritarles que me cogieran de una buena vez, pero logré
contenerme.
—Anda, vamos a chuparle el culo, se ve muy rico.
fingiendo.
Paré un poco más las nalgas, como si me desperezara un poco, y
entonces, sentí como se metía esa lengua hasta el fondo de mi culo. Emití
un gran suspiro y me giré, fingiendo que me despertaba sorprendida.
grabándome con sus celulares. De los otros dos, ya sabía que estaban a mi
lado.
penetraciones… Y así.
—¿Dobles penetraciones?
—¡Ya, ya, ya!, ¡sí quiero!, quiero sentir sus vergas en cada hoyo, y que
me follen bien duro. —Definitivamente, jamás me había excitado de esa
y atravesarme.
Paco, que era el otro que se había aproximado antes, se colocó igual,
solo que frente a mí. Me separó las piernas y empezó a lamer mi vagina.
Aquello era la locura y no sabía para donde balancear mi pelvis, lo único
que deseaba, era que no pararan. Por un momento, en el que Paco acercó su
a tragar.
por la vagina. “Así que esto se siente con una doble penetración”, pensé. Si
doble sexo oral era una locura, la doble penetración, era la doble locura.
Me estaban haciendo ver las estrellas, gemía, jadeaba y gritaba; Roge
culo, aprovechando las furiosas embestidas que me daba José Luis por el
otro lado.
Ahí estaba, con las piernas abiertas, y un par de pollas adentro de mí,
¿qué más podía pedir?, pues eso, otro viaje a las nubes. Cuando aumenté
mis jadeos, José Luis hizo lo mismo, mientras Roge no permitía que ni un
La verdad, ya estaba cansada. Tan pronto como se salió José Luis, tomó
rendida. Creo que dormí algunos minutos. Cambié las sábanas y puse en la
lavadora las otras, junto con mi vestido. Esa era la desventaja de hacer un
“gangbang” en casa, hay que lavar todo para que no se entere tu marido.
Desde que mis amigos se marcharon, me empezaron a llegar las fotos y
videos que grabamos. No los quise ver, sino hasta que tuviese un momento
mucho.
Cuando llegué a la última grabación, mi botón de la excitación se puso
en “on”. En el video, estaba acostada boca abajo, con las piernas abiertas, el
cochera… ¿Qué crees que descubrí esa noche?, que a Mike le excita mucho
que me trague su semen.
contesto:
—Con los cinco, o con ninguno.
IIIII. Armando
Doc, sé perfectamente que no eres psicóloga, sin embargo, relatarte
mujer que es nutrióloga, a la que le llevo cuatro años. No tenemos hijos por
decisión de ambos, y lo más probable es que no los vayamos a tener. Desde
les dije que tardaría unos minutos y que era mejor que se adelantasen.
—Vamos a la fonda de Lucho, ahí te vemos.
preferíamos estar adentro, pero ese día el clima estaba bastante agradable, y
los muchachos se habían ido hasta el patio, donde había solo una mesa a la
aparecía una chica con tres tipos; uno de los hombres estaba recostado en
acercaba desde atrás del respaldo del sofá, y la chica buscaba su verga con
la boca.
otro.
—Pregúntale a tu esposa, César. —Bromeó Pepe.
César.
—Seguramente, así como nosotros tenemos la fantasía de estar con dos
mujeres.
complacer a dos o más chicas al mismo tiempo, debe ser más complicado
Concluí.
Olvidamos el tema, comimos y regresamos a la oficina. De acuerdo
llamadas, así que solo nos quedaba agarrar al toro por los cuernos. Cada
final de día, era una pequeña victoria, y así tratábamos de trasmitirlo a toda
la fuerza de trabajo.
algo alcanzable.
De lo que no había duda, era que aquellos compañeros de trabajo,
realmente hacían más llevaderos los días. La hora de comida, era, por
mucho, el momento de relax más valioso de cada jornada, algo así como la
vez, que Juan, era el único que no aceptaba que la lucha libre era un deporte
con un guion.
cuadrilátero.
—No son reales, usan cuerpos de goma para actuarlos. —Se burló
Pepe.
los luchadores, ni mucho menos los riesgos, que son reales, pero de que
Juan pasaron rápidamente por los lugares, realizando una breve pregunta,
exclusivamente a las mujeres. Increíblemente, contando a los encuestados
determinado si la lucha libre era real, o era actuada… Así eran nuestras
discusiones filosóficas.
billar o en los bolos, hasta en una ocasión, nos habíamos reunido junto con
¿dónde?
—¿Cómo que dónde?, pues en tu casa, tú eres el que cumple años. —
—Va.
Regresamos a la oficina y nos anotamos otro pequeño triunfo al
terminar el día. Esa misma noche le comenté a Flor lo que querían los
muchachos.
—¿Vendrán sus esposas? —Me preguntó
—Está bien, entonces invitaré a mis amigas al cine o a cenar, para que
ustedes se sientan más libres.
la noche.
No requeríamos mucho para celebrar, suficiente cerveza, música y
venta; y hacia atrás, estaba la barda perimetral de la privada; sin contar con
que había mandado elevar las bardas de los costados, así que podíamos
explayarnos sin problemas.
Teníamos un espacio agradable, con el pasto siempre recortado, y
—Gracias, amor.
Desempacamos todo y dejé que ella se duchara primero, para que
patio y la llené con cerveza y hielo; luego sacudí el polvo de los sillones y
la mesa jardinera. Fui por el amplificador para la música y lo conecté, luego
escuchó el timbre de la puerta. Era César, que llegaba con más cerveza y
snacks; aún no terminábamos de meter las cervezas a la hielera, cuando
suelto, corto a medio muslo, que contrastaba coquetamente con unas botas
tipo industriales.
—¿Los recuerdas? —Pregunté, ya que solo se habían visto una vez.
quién es quién.
Todos nos reímos por su franqueza, como solía ser. Se despidió por el
muy cómodos, seguramente nos iba a ayudar bastante para conseguir esa
cura.
Estábamos en medio de una de esas discusiones totalmente
—¡¿Todas?!
Concluí.
Al fin aceptó, y en verdad no se aburría, ni se limitaba solo a escuchar.
Ninguno de los que estábamos ahí era un gran bebedor de alcohol; solo
hasta la más irrelevante cuestión de la vida diaria. Todo fluía entre risas y
carcajadas, hasta que…
a las mujeres.
—¡Ah!, ya.. ¿Estás lista Flor?
todo de golpe. César los miró, perplejo; después, pude ver los diferentes
tonos de rojo que adquirió su rostro, y al parecer, comprendió su error
Aunque todo esto no llevó más de dos segundos, quiero pensar que a todos
se nos hizo una eternidad.
sí las tengo.
Esta vez. el silencio fue un poco incómodo; sentí una pulsación en la
Flor.
—Va, va, lo planteé mal... Mando, ¿tú cómo lo tomarías?
—La verdad, no lo sé. —Simplemente respondí lo que sentía en ese
momento.
—¿Me lo permitirías?
—¿Cuándo te he negado algo?
Todos voltearon e intercalaban sus miradas hacia ella y hacia mí, pero
estaban mudos.
—Vamos a ver qué traen. —Dijo mi Florecita, envalentonada.
Paseó su mirada por todos nosotros, y al ver que nadie decía nada,
remató:
Por muy bien que me llevara con mis amigos, jamás nos habíamos
visto los penes, así que Juan, Pepe y yo, exclamamos al mismo tiempo, al
ver a César:
—¡Ah cabrón!
Flor se sumió en el sillón hasta que sus nalgas casi llegaron al extremo
del asiento, dobló las rodillas y colocó los pies separados en el borde,
oportunidad que abrió los ojos, me miró fijamente, luego hizo el gesto a
César para que se aproximara por su costado izquierdo; éste se aproximó, y
entendiendo que iba a recibir una mamada, se colocó cerca de su boca. Flor
se tuvo que enderezar un poco, y sin una pizca de titubeo, se llevó la gran
verga de mi amigo a la boca, sin dejar de manipularla con las manos.
polla, que, por cierto, había crecido aún más con aquella estimulación. En
un momento, mientras se la llevaba una y otra vez a la boca, me lanzó otra
mirada, luego, con la cabeza, hizo la seña a Juan para que se aproximara por
Flor intercalaba ambas vergas en su boca, y era tanto su esmero y goce, que
había conocido. Permanecía sentada con las piernas abiertas, mientras Pepe
excitando.
César se colocó frente a ella, y Flor no tardó en continuar con su
para detenerse de vez en cuando, cada vez que Pepe le sacaba algún
gemido. Me cambié a un costado para mejorar el ángulo, y ella volteaba de
sin dejar de estimular también con las manos. Juan y César, comprendiendo
que Pepe ya se iba a correr, no se atrevieron a interrumpir.
Flor mecía la cabeza, introduciendo la polla de mi amigo hasta la
la última gota, luego miró sonriente hacia la cámara, con una expresión de
triunfo.
éste, se limpió el semen que Pepe le había obsequiado. Se quedó solo con
sus botitas industriales, lo cual, por alguna muy extraña razón, aumentó mi
costado. Juan apoyo sus manos por la espalda, sobre el borde trasero del
asiento y ella empezó otra vez a mamársela. Me posicioné frente a ellos con
la cámara del móvil, quedando en la toma, Juan sentado de frente, y Flor
suplicante a César, quien se acercó por detrás de ella. Flor levantó más su
culo, invitador, y mi otro compañero, dando un par de golpecitos con su
suerte.
—¿Por dónde la quieres?
hondo suspiro.
—Por donde quieras.
hasta alcanzar con su boca aquel precioso culo, y lo empezó a lamer con
desesperación. Al parecer, Flor no se esperaba aquello, y se arqueó, dejando
—¡Quiero ver!, ¡quiero ver! —Dijo Flor, con la curiosidad de una niña.
Permanecía en la misma posición, y yo me acerqué para reproducir
frente a ella esa parte del video. Juan, igual de curioso, también lo vio.
César se subió a la orilla del sillón, para quedar más arriba que mi
esposa, empujó la espalda de ella para que se le alzaran las nalgas, y le dejó
Flor se esmeraba con la polla de Juan, mientras César le daba duro por
Éste se levantó del sillón y se paró; César le sacó el pene del ano y
también se paró.
toda la polla. Cuando más gemía, Juan se aproximó por la espalada de ella,
y César, adivinando su intención, paró un momento, quedando con el pene
las piernas de uno, vistiendo tan solo sus botitas industriales (aún no sé por
qué me excitaba tanto eso), siendo penetrada por la vagina y por el culo al
las tetas de mi esposa, cada vez rebotaban más fuerte, recibiendo con cada
“ah” muy alargado, para después aflojar el cuerpo, sin dejar de abrazar con
las piernas a César.
primero en sacarle la verga del culo, luego César hizo lo mismo desde la
vagina. Flor soltó el abrazo con las piernas, pero al tratar de ponerse de pie,
éstas le temblaban.
—Te pareces a Bambi. —Le dije en forma cariñosa.
de semen por los muslos; y la acercaron hasta uno de los sillones para
recostarse. Se tendió boca arriba, y el resto de nosotros hizo lo mismo.
ciento.
ese hermoso cuerpo desnudo, que solo vestía un par de botas industriales.
Se acercó a mi sillón y se hincó en el césped, frente a mí; luego me miró
verga ya estaba bien dura para cuando se la llevó a la boca. ¡Qué rica
mamada! Meneaba la cabeza con tanta maestría, que me hacía dudar que se
tratara de mi esposa. Yo la acariciaba del pelo y se lo hacía a un lado para
nalgas abiertas, totalmente expuestas a mis amigos. Pepe, que había sido el
fuerza, hasta que por fin estalló, hasta llenarle el culo de semen. Juan y
Redujo sus empujones, hasta que se aseguró de dejarle adentro cada gota de
hasta el fondo de ese culo ya muy lubricado. Ella detuvo la mamada, gimió
y abrió mucho los ojos, mirándome de cerca. César no se detuvo, al
contrario, empezó a empujar suavemente, hasta que el ano de mi esposa se
volvió a acostumbrar.
—No, en realidad me gusta ver cómo te comes una gran verga por el
ano.
—Sí… Lo noté. —Dijo entre gemidos, volviendo a llevarse la mía a la
vagina. Flor gemía con mi polla en la boca y yo me excitaba aún más, hasta
que, al fin, pude eyacular en su boca. Ella siguió chupando, sin dejar
escapar ni una sola gota de semen; así como iba fluyendo, así se lo iba
más rapidez. Flor cerró los ojos y apretó mi pene con la mano, soltó un par
de “ah’s”, y pronto puso los ojos en blanco, al alcanzar un nuevo y excitante
Fue disminuyendo sus embestidas, hasta que salió la última gota. Le sacó la
lanzó un beso. Todos la vimos cuando se alejaba desnuda, con las piernas
grabados en video.
paró las nalgas, abriéndolas, para mostrarme aquel hermoso ano. Desde que
hacer, y tanto mis amigos, como nosotros, ni siquiera hemos tocado el tema