José Manuel Garrido: La Revolución Del Teatro Español en Los Años 80.
José Manuel Garrido: La Revolución Del Teatro Español en Los Años 80.
José Manuel Garrido: La Revolución Del Teatro Español en Los Años 80.
Ensayo
En un delicioso artículo escrito en enero de 1985, Joaquín Calvo-Sotelo cuenta una anécdota que
ilustra de un modo maravilloso lo que es el teatro, a pesar de que haya habido tiempos y personas
que no lo hayan tratado debidamente. Cuenta que contaba Vittorio Gassman, celebre actor y
director de teatro y cine, que en una ocasión se encontraba buscando una actriz para el personaje de
abuela en la obra de teatro «La ruta del tabaco». En estas estaba, cuando encontraron en una
residencia de ancianos a una señora mayor que nunca había ido al teatro, la llevaron a una
representación y, al concluir, le preguntaron que le había parecido. «Respondió con estas
memorables palabras: “El momento más hermoso fue aquel en que se encendieron las luces y la
gente hablaba y se iba a tomar café. Luego, en cambio -les dice-, veníais vosotros a molestar desde
allí, hablabais de vuestras cosas y los demás teníamos que estar callados. Esos momentos resultaban
un poco aburridos.”» (Calvo-Sotelo, 1985).
La sencilla opinión de esta anciana captó lo mejor y lo peor del teatro, entiéndolo como «escuela y
espejo de toda sociedad viva»1. Lo mejor puede ser la continuidad real que supone una obra
respecto a la sociedad que representa, mientras que lo peor es la indiferencia y la frivolidad frente a
esta realidad que tiene que ser mirada con respeto e interés. Y es que el auge más reciente que ha
experimentado el teatro no sucede en unas circunstancias cualquiera, sino en un contexto propicio
que, asimilado convenientemente por personas competentes, se convirtió en el escenario de una
meta-obra de teatro protagonizada, entre otros, por José Manuel Garrido.
1
Definición dada por autor no especificado en la sección de opinión (p. 11) del periódico ABC del 15-02-
1986, Campaña de apoyo al teatro.
Este renacer del teatro acontece a mediados de los años 80, fundamentalmente en Madrid, pero
llegando a diversos rincones del panorama nacional. Sucede tras la llegada al gobierno del Partido
Socialista por primera vez en 1982, momento en el cual la sociedad se encuentra en un proceso de
cambio en muchos aspectos.
En un mundo en el que cada vez las cosas van más rápido, paradójicamente, es más fácil distinguir
los cambios en el momento en el que se producen, también porque cada vez se dan de forma más
violenta. No me refiero tanto a los cambios políticos, que son más evidentes y controlables, si no
los cambios de mentalidad de una sociedad, que muchas veces son consecuencia de cambios
políticos. La transición española a la democracia fue uno de estos momentos en los que es fácil
percibir un cambio de mentalidad, por así decirlo, en directo. En este sentido, es muy interesante
acudir a las secciones de opinión de los periódicos, donde muchas veces se expresa de forma clara
la mentalidad de la sociedad desde distintos puntos de vista.
Es el caso de un artículo que, precisamente, hace un análisis del contexto social desde el punto de
vista del teatro. Señala que el auge del teatro llega, oportunamente, en un momento de «excesiva,
aunque comprensible, politización de la vida» (Auge del Teatro, 1985). Es decir, los españoles eran
conscientes de que se estaba operando un cambio al que se tenían que adaptar, cuanto antes mejor.
Pero, además, la transición a la democracia provocó un enorme protagonismo de la clase política en
muchos ámbitos del día a día, que podían eclipsar a los medios tradicionales de ocio y
entretenimiento.
Por otro lado, el paulatino aperturismo de España supuso la entrada de una contracultura, que ya
tenía sus años de andadura en Estados Unidos y en los principales países de Europa, y que para los
españoles suponía una novedad muy atractiva después de tantos años de hermetismo. Desde el
punto de vista artístico, lo comenta con elegancia el autor del artículo mencionado: «un evidente
desconcierto (…) ante la oferta estética que debían hacer (los dramaturgos) a una sociedad sometida
a indudables mutaciones en sensibilidad y talante».
En estos años también se está sufriendo una dura crisis económica, que merma el ánimo de un
pueblo que había disfrutado durante décadas de una salubridad económica inigualable. Si bien
intensa, la crisis fue lo suficientemente breve como para no acabar con las esperanzas de una
sociedad que estaba experimentando una «rápida maduración tras el cambio democrático» (El teatro
en alza, 1987). Y es precisamente esta potencial madurez la que necesitaba un teatro que comienza a
acusar de manera crítica la enfermedad de los costes de Baumol2.
Esta «enfermedad financiera» lo que provoca en una sociedad que cada vez le da menos
importancia a la cultura es la condena al déficit. Cada vez se llenan menos salas, menos gente se
quiere dedicar al teatro, más caras son las producciones, más difícil conseguir financiación…
Existen dos vías de solución al respecto: la financiación del gobierno y la promoción de la cultura a
través de la publicidad y la educación. Y es ahí donde entra José Manuel Garrido que, a parte de
llevar a cabo las dos vías mencionadas de manera magistral, abrió una tercera: la alianza con la
iniciativa privada. Para conseguir esto en el contexto en el que se encontraba el teatro, Garrido tuvo
que diseñar un proyecto realista y convincente que motivase la inversión en un sector que,
prácticamente, estaba condenado al déficit crónico. En palabras del propio José Manuel: «lo público
es la cosa de todos, es por eso que reivindico la ayuda privada. No tiene sentido que se distingan los
modos de financiación cuando, tanto lo público como lo privado, queremos pagar las mismas obras
de teatro» (Garrido, 2021).
Garrido se convierte en responsable de las artes escénicas y la música en 1982, bajo las órdenes del
ministro socialista Javier Solana que, como afirmó el propio Garrido: «me consintió hacer lo que
2
La enfermedad de los costes de Baumol afecta a aquellas empresas con escaso desarrollo tecnológico,
teniendo en cuenta que este desarrollo multiplicaría la productividad. En el caso del teatro, el factor humano
es insustituible, y la población aumenta, mientras que la demanda de teatro desciende.
quisiera» (Garrido, 2021). Desde que se puso al frente de las artes escénicas, el político murciano
estuvo dos años y medio diseñando un plan de promoción de la cultura en su sector de
dimensiones ciclópeas. Las consecuencias concretas de este plan son fácilmente constatables y las
he resumido de forma escueta al principio, pero en lo que resta de ensayo me gustaría centrarme en
el fenómeno que supuso Garrido por su política cultural y el impacto que tuvo en la opinión
pública.
La política cultural que desarrolló José Manuel Garrido desde 1985 hasta ya entrados los 90 no
destacó únicamente por sus resultados, sino también por la forma en la que se llevó a cabo, que
probablemente fue lo que más impactó a la opinión pública. En primer lugar, cabe destacar la
conciencia de la necesidad de cambio radical, no era cuestión de tomar medidas para promocionar
el teatro, sino de construir uno nuevo empleando los cimientos milenarios. Esta conciencia no
obedece solo a su visión estratégica, sino al conocimiento y amor profundos que sentía por el
teatro, y que le planteaban un objetivo ilusionante.
Para alcanzar este objetivo se valió de la permisividad de Javier Solana y de la modestia que le llevó
a consultar opiniones con todas las personas relacionadas con el teatro madrileño, directa o
indirectamente, pero con todos, desde los directores más prestigiosos a los tramoyistas de
compañías de segunda fila. Una vez iniciado el proyecto, también contó con toda la colaboración de
otros aparatos de la administración nacional, fuesen del partido que fuesen, para llevar a cabo un
proyecto común que haría bien a toda la sociedad, «algo -dice- que hoy no se entendería» (Garrido,
2021). Tanto él, que nunca pecará de falsa modestia, como muchas de aquellas personas con las que
se entrevistó, dan testimonio de que nunca discriminó a nadie por importancia, tendencias artísticas
o ideología. Supongo que esto es lo bonito de buscar soluciones en lo común antes que ahondar en
aquello que provoca división.
Tanto fue así, que el diario ABC periódicamente durante dos años dedicó artículos que subrayaban
el crecimiento exponencial del género teatral, además de «aplaudir» la gestión de José Manuel
Garrido ad hominem. Resulta muy gráfico analizar tres titulares que emplean en distintos artículos:
«Ebullición del teatro» (01-1985), «Auge del teatro» (06-1985) y «El teatro en alza» (02-1987). El
primer artículo responde a los meses siguientes tras el lanzamiento del proyecto de Garrido, y ya
destaca que el teatro está experimentando un paulatino crecimiento que no puede sino dar
esperanzas. Y, mientras en el primer artículo consideraban que «es pronto para echar las campanas
al vuelo», cinco meses después se produjo el paso de la «ebullición» al «auge», donde se atribuye (ad
hominem) a Garrido «un espíritu liberal que este periódico no puede menos de aplaudir» (Auge del
Teatro, 1985). Podría considerarse que esta mejoría es una ilusión pasajera, como ocurre muchas
veces con las medidas que toma un gobierno, pero resulta que un año y medio después de estos dos
artículos el diario ABC considera que «el teatro (sigue) en alza», y así será durante cinco años más,
por lo menos.
Considero especialmente significativo el recurso de testimonios de ABC por un motivo muy claro.
Y es que, en ese momento como ahora, este diario era manifiestamente contrario al PSOE y a toda
la izquierda. Recordemos que ABC fue uno de los diarios del régimen durante el franquismo y,
aunque en los 80 evolucionan urgentemente al liberalismo3, siempre se mantendrán a la derecha del
pensamiento político. Este hecho no hace más que subrayar que la gestión de Garrido estuvo libre
de discriminaciones políticas e ideológicas, y que procuró que todo el mundo estuviese conforme
con las medidas que tomó. A pesar de todo, el diario ABC se debe a sus lectores, es por esto que
nunca se excedió en las alabanzas, procurando que estas tuvieran un tono virtuosista o que
mantuviesen las distancias a las que se debían. Ejemplos: «Junto a otras actuaciones discutibles en
materia cultural, el hecho es que en el teatro se han hecho las cosas bien» (El teatro en alza, 1987),
«Ahí sí se están gastando bien los socialistas el dinero de los contribuyentes» (Vivir el teatro, 1986),
3
La cita del párrafo anterior es muy ilustrativa a este respecto: «(Administración) impregnada de un espíritu
liberal que este periódico no puede menos de aplaudir» (Auge del Teatro, 1985).
«una política (…) de características tan liberales que disuena del contexto de gobierno en que se
produce» (La dirección general del teatro, 1985).
Puede ser que la política cultural sea el único espacio que le quede a la política partidista en el que se
puede hacer política de verdad. Política es establecer fines comunes y los medios para alcanzarlos.
¿Por qué es más fácil hacer política en el ámbito cultural? Porque, mientras la nación se sustenta
sobre valores inconcretos carentes de universalidad, la cultura se sustenta sobre personas que
quieren preservar lo bello, lo del día a día, lo común, lo propio.
Bibliografía
Auge del Teatro. (8 de Junio de 1985). ABC, pág. 23.
Calvo-Sotelo, J. (26 de Enero de 1985). Ir al teatro. ABC, pág. 42.
El teatro en alza. (21 de Febrero de 1987). ABC, pág. 36.
Garrido, J. M. (2021). "Figuras" Entrevista a José Manuel Garrido. CDAEM. INAEM. (C.
d. Música, Entrevistador)
La dirección general del teatro. (26 de Enero de 1985). ABC, pág. 32.
Nieva, F. (21 de Febrero de 1987). Por un teatro joven. ABC, pág. 12.
Vivir el teatro. (21 de Febrero de 1986). ABC, pág. 1.