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Todos los que se consagraren a este Sagrado Corazón no perecerán jamás; y como es manantial
de todas las bendiciones, las derramaré en abundancia en todos los lugares donde estuviera
expuesta la imagen de este amable Corazón, para ser allí amado y honrado; por este medio unirá
a las familias desunidas y asistirá y protegerá a las que se vieran en alguna necesidad; derramará
la suave unción de su ardiente caridad en todas las Comunidades en que se venera esta divina
imagen; desviará los golpes de la justa cólera de Dios, restituyéndolas a la gracia, cuando por el
pecado hubieran decaído de ella, y dará una gracia especial de santificación y salvación a la
primera persona que le proporcione el placer de mandar hacer esta santa imagen.
He aquí, mi querida Madre, unas palabritas que mi corazón, que tan tiernamente os ama, arroja
como de paso en el secreto del vuestro. Os diré con sencillez que me parece que haríais una cosa
muy agradable a Dios consagrándoos y sacrificándoos a ese Sagrado Corazón, si es que ya no lo
habéis hecho. Hay que comulgar en un Primer Viernes de mes y después de la Santa Comunión
hacerle el sacrificio de vos misma, consagrándole todo vuestro ser para emplearos en su servicio
y procurarle toda la gloria y amor y alabanza que esté en vuestro poder. Ésta es una cosa, mi
buena Madre, que pienso que el Divino Corazón pide para perfeccionar y consumar la obra de
vuestra santificación.
Me ha confirmado que el placer que encuentra en ser amado, conocido y honrado de las
criaturas es tan grande, que, si no me engaño, me ha prometido que todos aquellos que se le
dediquen y consagren no perecerán jamás, y que como es el manantial de todas las bendiciones,
las derramará en abundancia en todos los lugares en que la imagen de su Divino Corazón esté
expuesta y sea honrada; que unirá las familias divididas y protegerá y asistirá a las que tengan
alguna necesidad y se dirijan a Él con confianza; que derramará la suave unción de su ardiente
caridad sobre todas las Comunidades que le honren y se pongan bajo su especial protección; que
desviará de ellas todos los golpes de la divina justicia para restituirlas a la gracia, cuando de ella
hubieren decaído.