Secretaria Del Jeque Brenna Day
Secretaria Del Jeque Brenna Day
Secretaria Del Jeque Brenna Day
(Serie Princesas)
Brenna Day
INDICE
La secretaria del jeque
Copyright
Otros libros de la serie Princesas
Capítulo 1
LUANA
Capítulo 2
ZADIR
Capítulo 3
LUANA
Capítulo 4
ZADIR
Capítulo 5
LUANA
Capítulo 6
ZADIR
Capítulo 7
LUANA
Capítulo 8
ZADIR
Capítulo 9
LUANA
Capítulo 10
ZADIR
Capítulo 11
LUANA
Capítulo 12
ZADIR
Capítulo 13
LUANA
Capítulo 14
ZADIR
Capítulo 15
LUANA
Epílogo
ZADIR
Más de Luana y Zadir
Vendida como Mercancía
Capítulo 1
BELLA
Capítulo 2
DUMAR
Capítulo 3
BELLA
Copyright © 2017 Brenna Day
Todos los derechos reservados. Este libro es una obra de ficción.
Nombres, personas, lugares y circunstancias son producto de la
imaginación del autor o están utilizados de manera ficticia. Cualquier
semejanza con personas reales, vivas o muertas, lugares o eventos
es una coincidencia.
Por la mañana abro los ojos estirando mis brazos con cuidado
para no despertarle. Me vuelvo en la cama con una sonrisa
esperando verle, pero hago una mueca al descubrir que se ha ido.
Confundida me siento en la cama mirando el espacio vacío donde
él estuvo anoche y paso mi mano por él comprobando que aún está
tibio. Bostezando pongo mis pies en la alfombra y camino hasta el
espejo de cuerpo entero. Sonrío al ver mi imagen con el pelo
revuelto y las mejillas sonrosadas. Pocas veces antes he
descansado tan profundamente. Ha sido un sueño reparador, justo
lo que necesitaba para estar espléndida en el día más importante de
mi vida. Por primera vez en mucho tiempo me gusta la imagen que
el espejo me devuelve y sonrío de oreja a oreja. Me siento hermosa
y querida, una combinación de sentimientos que nunca había
experimentado antes. ¡Y se siente fenomenal!
A las siete en punto una criada llama a la puerta trayendo el
desayuno y me lo sirve en la cama mientras disfruto de los pocos
minutos de paz de que dispongo antes de que mi día se transforme
en un verdadero caos.
Al bajar a la planta baja todo el mundo va de un lado a otro con
los nervios de punta. No bien se percatan de mi presencia los
organizadores me rodean con preguntas de todo tipo. Durante unos
instantes me veo abrumada por la situación, pero pronto me calmo y
empiezo a tomar decisiones y dar órdenes a la mujer alta y
sofisticada que dirige al ejército de hombres y mujeres que trabajan
en los distintos salones y en la cocina para que todo esté en
perfectas condiciones a la hora de la ceremonia.
—¡Ven a ver esto! —exclama Hami sorprendiéndome mientras tira
de mi manga. Levanto una ceja interrogante y ella me arrastra hacia
los jardines.
—¿Qué ocurre, preciosa? —pregunto mientras doy una carrerita
detrás de la niña que corre sin parar, pero Hami se limita a sonreír
sin decir ni media palabra.
Caminamos durante un rato rodeando el lago y al otro lado, en un
sector del parque que no había visitado antes, llegamos a un palmar
y detrás de él entreveo un edificio de estilo árabe que me quita el
aliento. Es un palacete en miniatura que con sus columnas y sus
arcos rosados se asemeja a una bandada de flamencos.
—Vaya, ¿de dónde ha salido esto? —pregunto boquiabierta
admirando las cúpulas doradas. Aquello no puede estar hecho de
oro. ¿O sí? Conociendo a Zadir todo puede ser posible.
Hami se encoge de hombros.
—No lo sé, pero han estado trabajando sin descanso para
acondicionarlo para ti. Es estupendo, ¿a que sí?
—Maravilloso —concuerdo—. Echémosle un vistazo.
Empujo la primera puerta y lentamente atravieso una especie de
recibidor en cuyo extremo hay una segunda puerta. La abro con
cuidado y veo una cama redonda inmensa con sábanas de seda
negras. Junto a ella hay un gran jacuzzi iluminado y una hilera de
velas rojas rodeando su borde. Mi corazón da un vuelco al descubrir
que el techo está cubierto por un espejo de cuerpo entero, y de
golpe caigo en la cuenta del verdadero propósito del palacete. Me
tapo la boca con una mano. ¡Jolines, este debe ser el misterioso
Palacio de los Suspiros que mencionó Zadir! Madre mía, es tan
lujoso y sensual... ¿De veras pasaremos aquí nuestra noche de
bodas?
La voz de Hami me sobresalta.
—Oye Luana, yo también quiero ver, ¿qué hay aquí dentro?
Me vuelvo bruscamente antes de que la niña pueda entrar y cojo
su manita arrastrándola hacia fuera.
—Esto… nada interesante… una habitación en refacción… Está
todo sucio, será mejor que nos marchemos o acabaremos las dos
con las ropas manchadas de yeso.
Logro arrastrarla hacia fuera. Hami levanta su barbilla y me mira
desafiante.
—¿Por qué no puedo ver? ¿Acaso es secreto?
Afirmo con la cabeza sin saber qué decirle.
—Es un secreto entre tu tío y yo.
La niña se encoge de hombros, da media vuelta y empieza
caminar ofendida.
—Pues por lo que me importa…
Corro hacia ella para alcanzarla y le cojo la manito sonriéndole.
—¡No seas tonta, no es nada! Aquí viviré con Zadir por unos días
después de la boda, solo es eso —me agacho hasta quedar a la
altura de los ojos de la niña y añado—. ¿Me echarás de menos?
Su ceño fruncido se suaviza y al hacerle unas cosquillas debajo
de los brazos echa a reír y me abraza.
—¡Claro que te echaré de menos! — Se aparta para mirarme con
sus grandes ojos negros—. ¿Podré visitaros mientras tanto?
—¡Por supuesto! Serás nuestra huésped de honor. ¿Trato hecho?
Alargo mi mano y Hami me la estrecha sonriente.
—¡Hecho!
De camino al palacio ella se detiene de golpe y me mira con un
brillo pícaro en los ojos.
—Si me prometes que guardarás el secreto, puedo enseñarte el
atajo por el que puedo salirme del palacio sin que los guardias me
vean.
Intrigada la observo durante unos segundos con los ojos
entrecerrados.
—Prometido —digo llevándome una mano al corazón y ella sonríe
dando un saltito de alegría antes de arrastrarme en dirección a la
muralla.
Al llegar a un sitio bastante alejado y oculto entre arbustos, Hami
se detiene y tras asegurarse que nadie nos ve, tira de una cadena
escondida en la tierra y de repente se abre una cubierta de madera
llena de polvo dando acceso a un pasadizo en el suelo. Lo examino
poniendo mis brazos en jarras. Al parecer es lo suficientemente
ancho como para que quepa una persona adulta.
Impresionada me vuelvo hacia la niña.
—Jolín, ¿lo has hecho tú?
—¡Qué va! Mi tío dice que este hueco debe llevar muchísimo
tiempo aquí, desde antes de que nuestra familia comprara estas
tierras. ¡Pero he sido yo quien lo ha descubierto! —añade con una
sonrisa orgullosa.
La miro atónita y levanto las palmas al aire.
—Espera un momento. ¿Quieres decir que tu tío sabe que te
escapas del palacio por aquí?
—Claro que sí —ríe divertida al ver mi estupor—. Él me ha dado
permiso para usarlo. Dice que soy la sobrina de un guerrero y que
tengo que aprender a valerme por mí misma.
Frunzo el ceño y niego con la cabeza.
—Vaya tela. Ya os daré a vosotros con eso de guerreros.
—¡Tú también eres guerrera! Si no lo fueras mi tío no te habría
elegido como esposa.
Sonrío emocionada ante sus palabras tan bonitas y la miro
tragando el nudo que se me ha puesto en la garganta.
—Pues pensándomelo bien, sí que soy capaz de dar guerra.
Sobre todo cuando tu tío se pasa de listo —le guiño un ojo y ella ríe
a carcajadas. De repente me pongo seria y añado—. Pero aún así
prefiero la paz de la familia.
Hami entonces baja los ojos y retuerce sus manitas tímidamente
como si no se atreviera a preguntarme algo muy importante. Me
agacho de nuevo poniéndome a su altura y le cojo las manitas.
—Dime, corazón, ¿qué tienes?
—Es que… me preguntaba si… —toma aire y se arma de valor
para mirarme a los ojos —…si después del casamiento tú y yo
seremos familia.
Parpadeo sorprendida y me emociono al ver que en sus pupilas
hay un brillo de esperanza. Limpiándome los ojos que han
empezado a escocerme exclamo sonriendo.
—¡Claro, tú y yo seremos familia! ¡Te prometo que nada podrá
separarnos!
La niña me abraza plantándome un beso sonoro en la mejilla y
regresamos al palacio tomadas del brazo como dos grandes
amigas.
Una hora antes de la ceremonia estoy paseándome de un lado a
otro comiéndome las uñas y repasando en mi mente una y otra vez
las palabras que deberé decir ante el altar. Justo en ese momento
mis hermanas irrumpen en mi habitación y pongo los ojos en blanco
sabiendo que lograrán ponerme aún más nerviosa.
—¡Luana, corazón —exclama Anastasia— te has echado un novio
guapísimo!
Sigil, mi hermana mayor, le da un codazo fulminándola con la
mirada.
—No seas tan babosa que le contaré a tu marido que le has
echado el ojo al novio de la peque.
Abro los ojos como platos sin creerme lo que estoy oyendo.
—¡Que es mi esposo! —exclamo indignada.
Las dos se miran con culpa y después se acercan para
abrazarme.
—Vale, niña, no te pongas así. Era solo una broma.
Mosqueada las miro primero a una y luego a la otra.
—¡Me caso en pocos minutos! ¿Creéis que estoy para bromas?
Las dos se vuelven a mirar y echan a reír incontrolablemente.
Bufo golpeando mis manos en mis rodillas.
—¡Dejarlo ya, que acabaréis volviéndome loca!
Mi estallido solo logra que mis hermanas rían con más fuerza aún.
Las miro de forma desafiante con una mano en mi cintura. Al ver
que no estoy bromeando, se acercan y cada una me coge de una
mano.
—Lo sentimos, hermanita —dice Sigil—. Es que estamos un poco
celosas porque nuestra boda no fue tan opulenta.
Anastasia exclama entusiasmada.
—¡Si parece una boda de cuento de hadas!
Sus palabras me halagan y me sonrío sin poder evitarlo. Ellas me
abrazan riendo conmigo.
—Vale —suelto un suspiro profundo— podéis quedaros, pero solo
si me ayudáis con este condenado vestido —digo llevándome las
manos a la cremallera de la espalda y tirando del cierre en vano.
—¡Luana, suelta que acabarás arruinándolo! A ver, déjame a mí.
Anastasia termina de ponerme el vestido de alta costura que
mezcla el estilo occidental con toques del estilo local más
conservador. Es una verdadera preciosidad, y aunque se ajusta a la
cintura acentuando mis curvas, no llevo escote y eso me da un aire
más enigmático. La falda tiene un vuelo de satén y cae en una cola
suntuosa de varios metros con un tejido de perlas de agua dulce y
cristales Swarovski. ¡Me pregunto cómo haré para cargar con todo
esto yo sola!
—Mmm, creo que aún falta algo —digo echando un vistazo por
encima de mi hombro. Mis hermanas siguen la dirección de mi
mirada hasta dar con el paquete que Zadir me ha enviado con un
mensajero hace menos de una hora.
—¿A qué esperas? ¡Ábrelo ya o moriremos de la intriga!
—Vale —sonrío y me vuelvo hacia el misterioso paquete.
Con manos temblorosas deshago el envoltorio y dentro veo algo
que parece un paño de tela negra. Casi al unísono mis hermanas se
llevan una mano al pecho.
—¡Oh, un velo árabe! ¡Como el de la princesa Yasmina! —
exclama mi hermana mayor.
Anastasia se vuelve hacia mí y nos miramos durante un momento
antes de soltar la carcajada. Las tres acabamos rodando de risa
sobre la cama. Cuando nos calmamos, me levanto para probarme el
velo frente al espejo.
—Es un niqab —les digo mientras me cubro el rostro con él—. Y
Zadir quiere que lo use esta noche en homenaje a su tradición.
—¿Y lo harás? —pregunta Sigil.
Sonrío orgullosa.
—Por supuesto, los deseos de mi esposo son órdenes.
Mis hermanas se miran suspirando y corren a abrazarme.
—¡Qué bonito! ¡Todo es tan romántico!
Entrecierro los ojos mirándolas fijamente y tratando de adivinar si
hablan en serio o están de coña. Al ver que va en serio me relajo y
examino con calma como me queda el conjunto completo. Camino
unos pasos y luego giro mirándome en el espejo observando como
el vuelo de la cola del vestido flota detrás de mí.
—Es perfecto —dicen mis hermanas a coro—. Ahora luces como
una princesa —comentan con una sonrisa guiñándome un ojo.
Hago una mueca poniendo los ojos en blanco, pero por dentro no
puedo evitar sonreír porque ellas tienen razón. Al fin me siento como
una princesa de verdad, con mi vestido soñado y con mi príncipe
azul. Suspiro porque jamás pensé que llegaría el día en el que me
sintiera de esta manera. Pero Zadir ha logrado que cambie mi punto
de vista y acabe aceptando que la vida de princesa no está tan mal
después de todo.
Cuando se abren las puertas de la sala donde se celebrará la
boda aprieto nerviosa el ramo que llevo en las manos. El sitio es
muy pequeñito y acogedor. La mayor parte de los invitados aguarda
en el salón de baile donde se hará la fiesta. Es costumbre que
únicamente a las personas más allegadas a los novios se les
permita asistir a la unión sagrada del matrimonio. A mi lado están
mis padres, que se ven incluso más nerviosos que yo, y me vuelvo
hacia ellos cogiéndoles de la mano para darles ánimo.
—Saldrá todo bien —les aseguro.
Mi madre me sonríe apretando mi mano con lágrimas en los ojos
y al ver que está a punto de llorar frunzo el ceño inclinándome para
limpiar su rostro.
—¡Mami, que se te correrá el rímel y quedarás hecha un desastre!
—No me importa, hija —niega con la cabeza sonriendo—. Déjame
disfrutar de este momento a mi aire, porque llevo deseándolo desde
que eras una niña.
Sonrío a mi vez emocionada, sorbiendo por la nariz y luchando
por contener las lágrimas.
—Te amo, mami. Gracias por todo.
—Y yo te amo a ti, querida. Eres un sol para mí y para tu padre.
La música empieza a sonar y tomo aire antes de empezar a
caminar hacia el altar donde nos espera el oficiante vestido con un
gran turbante blanco. Con la mirada busco a Zadir sin verle, y
cuando al fin le veo mi corazón da un vuelco y en mi estómago
revolotean cien mariposas. ¡Vaya, está más guapo que nunca! Su
presencia quita el aliento, le veo tan majestuoso como el día de su
asunción al trono. Pero esta vez en sus ojos no hay frialdad, qué va,
lo que hay es una calidez y una emoción tan palpables que me las
transmite con cada mirada.
Mi padre me sacude del brazo delicadamente y me mira
preocupado porque la mandíbula se me ha caído al suelo al ver a mi
futuro esposo. Consigo componerme y enderezo la espalda para
reanudar la marcha sin poder apartar los ojos del jeque. ¡Dios mío,
es tan grande que domina el recinto! A su lado todos
empequeñecemos, incluso los guardias. Siento que camino entre
algodones y si mis padres no me sostuvieran de seguro ya habría
caído redonda sobre el suelo.
Al llegar junto a Zadir mis padres están obligados a hacer una
reverencia al jeque, que toma mi mano para que subamos juntos la
pequeña escalinata hacia el altar. Levanto mi cabeza y él me mira a
los ojos antes de quitarme el velo sonriendo. No puedo dejar de
admirar su belleza, y por su reacción estoy segura que a él le
sucede lo mismo conmigo. El oficiante carraspea y nos volvemos
hacia él.
La ceremonia se conduce mitad en árabe y mitad en mi idioma
para que mi familia también pueda entender lo que ocurre. El
oficiante cuenta historias del Corán y habla acerca de promesas y
juramentos, de momentos felices y momentos difíciles, pero hay dos
palabras que repite a menudo y cada vez que lo hace miro de reojo
a Zadir para observar su reacción. Esas dos palabras son “Para
siempre”.
Me emociona pensar que estaré junto a mi esposo para siempre,
pero a la vez mi corazón tiembla al pensar en la posibilidad de que
su compromiso no sea tan fuerte como el mío. Es entonces cuando
las palabras de Nadia vuelven a resonar en mi cabeza llenándome
de dudas. Intento alejarlas de mi mente y observo los ojos de Zadir
buscando esa confirmación que tanto necesito. Sonrío al
encontrarla, pues todo lo que veo en sus ojos es adoración y una
dedicación exclusiva a mí. Suspiro aliviada decidiendo que confiaré
en él sin reservas, y de esta manera ahuyento los malos
pensamientos, justo a tiempo porque en este mismo instante el
oficiante se dirige a Zadir diciendo que si él me acepta, a partir de
este momento me convertiré en su esposa, y él tendrá la obligación
de cuidarme suceda lo que suceda.
Temblando de anticipación me vuelvo hacia él, que me mira con
su firmeza y seguridad características.
—Te acepto como mi esposa, mi adorada Luana. Y prometo
cuidarte para siempre.
La sala ha desaparecido y siento que solo Zadir y yo existimos
cuando alargo mi mano para que me coloque la alianza que me
unirá definitivamente a él. Tras ello, Zadir coge mi barbilla y yo cierro
los ojos al sentir su respiración sobre mi boca. Va a besarme ante
todos y suavemente apoyo mis labios en los suyos. Al sentir su
contacto me estremezco y suspirando abro mi boca para dejarle
saborearme a su antojo. Pero Zadir apenas permite que nuestras
lenguas se toquen levemente. Luego se aparta sonriendo con
malicia, pero en sus ojos puedo ver la promesa de una noche
inolvidable.
Zadir me coge de la mano y juntos bajamos las escalinatas hacia
donde la gente nos espera para darnos la enhorabuena. Fuera de la
sala y en medio de la multitud que nos rodea, mi flamante esposo no
se aparta ni un segundo de mí, rodeando mi cintura por detrás con
sus grandes brazos, tan protector como siempre. De repente le
siento inclinarse sobre mi oído y susurrar con su voz grave.
—No puedo esperar más, nena.
No necesita decir más porque con su mirada sugiere el resto. Le
devuelvo una mirada pícara porque es lo mismo que siento yo. No
puedo esperar a estar junto a él, por primera vez como esposos.
Después de recorrer todas las mesas del gran salón, recibiendo
los buenos augurios de los invitados, por fin tomamos asiento en
nuestra mesa por la que los camareros desfilan dejando a su paso
manjares exquisitos. Saboreo el salmón con trufas y salsa de cava
gimiendo de placer, pero al ver que Zadir no prueba bocado me
quedo mirándole y cuando le veo ponerse en pie frunzo el ceño.
—¿Dónde vas, mi amor?
—Ya regreso, nena. No te muevas de aquí.
Ladeo la cabeza intrigada.
—¿Sucede algo?
—Todo está bien —dice guiñándome un ojo—. Regreso en un
momento.
—Vale, aquí te espero —pongo morritos y añado—. Pero te aviso
que para consolarme tendré que encargarme de aquel trozo de
pastel de chocolate.
Él acaricia mi mejilla con una mirada de satisfacción.
—Así me gusta, nena. Aliméntate bien porque esta noche
necesitarás de todas tus energías.
Con una sonrisita tonta en los labios le sigo con la mirada hasta
que sale del salón. Meneo la cabeza sin poder creérmelo. Ahora soy
la esposa de ese hombretón maravilloso, pienso llena de orgullo y
levanto mi mano para examinar de cerca el anillo que reluce en mi
dedo. Es un aro de oro y diamantes con una gran piedra roja
engarzada. Me ha dicho que ha escogido el rubí porque simboliza la
pasión que nos tendremos de por vida. ¡Madre mía, al final mis
hermanas tenían razón! ¡Me he casado con un hombre de lo más
romántico!
Río para mis adentros en tanto los invitados siguen acercándose
a la mesa para darme la enhorabuena. Converso con varios de ellos
aunque mi atención continúa centrada en la puerta por donde ha
salido mi esposo. No han transcurrido más de dos minutos cuando
advierto que Nadia de repente se levanta de su mesa cogiendo su
bolso y empieza a andar hacia la salida. El corazón se me encoge y
siento un calor ardiente en mis mejillas. Durante unos minutos me
debato porque no sé si seguir aquí sentada charlando con los
invitados como si nada, o ir a ver qué narices está sucediendo allí
fuera. Cuando ya no puedo soportar la ansiedad me disculpo
poniéndome en pie ante la mirada curiosa de mis acompañantes y
enfilo a toda prisa hacia la puerta. A mitad de camino me detengo
pensativa y vuelvo sobre mis pasos para dar un rodeo que me
permita salir por la puerta trasera. Es mejor que nadie sospeche que
estoy siguiendo a mi esposo.
Empiezo a bajar las escaleras, pero en uno de los descansos hay
una cristalera enorme que da directamente a los jardines. Antes de
dar un paso más decido echar un vistazo y me llevo una mano al
pecho porque veo algo que hace que me corra un frío por la espina.
Lejos del sendero que dibujan las farolas, la princesa Nadia se ha
encontrado con mi esposo y le coge de la mano conduciéndole en
dirección al lago.
El Palacio de los Suspiros, pienso de inmediato y cierro los puños
con furia echando a correr escaleras abajo.
Por favor no, por favor no… Que no sea cierto, me repito sin cesar
mientras les sigo alrededor del lago hasta que al final del camino me
detengo temblando de rabia y dolor al verles entrar en el palacete.
Una lágrima caliente cae por mi mejilla y me quito los tacones
para regresar al palacio corriendo, arrastrando la cola de mi vestido
de bodas por el suelo sin importarme que se estropee.
Mis peores temores se han hecho realidad. Me maldigo porque en
el fondo sabía que todo esto era demasiado bueno para ser
verdadero. Las lágrimas no me dejan ver por donde ando y me las
limpio con furia. En vez de regresar al salón decido ir directamente a
la habitación de huéspedes. Tras cerrar con un portazo empiezo a
quitarme el vestido a toda prisa para ponerme mi antigua falda de
secretaria, una blusa y un abrigo. Meto el resto de mis pertenencias
en la maleta con intención de partir esta misma noche, pero en el
último momento decido que no necesito llevarme nada de aquí y tiro
a un lado la maleta aún abierta.
Al salir de la habitación dudo y me detengo junto al aparador.
Quiero salir lo antes posible de este sueño hecho pesadilla, pero
antes de hacerlo debo asegurarme que Zadir no me busque. Sin
pensarlo cojo una hoja de papel y un boli. Entrecerrando los ojos
con rabia empiezo a escribir a borbotones. Pongo que le he visto
con su prima, que les seguí hasta el Palacio de los Suspiros, que
jamás debí confiar en él y que ahora que lo veo todo claro, lo que
había entre nosotros se ha acabado. También le suplico que no me
busque, que no quiero volver a verle jamás.
Me detengo mordisqueando la punta del boli releyendo lo que
acabo de escribir. Con mano temblorosa firmo el mensaje antes de
escabullirme fuera del palacio tratando de no ser vista. Mientras
atravieso el jardín trato de orientarme buscando el sitio donde se
encuentra el pasadizo de Hami. Al pasar junto a la fuente de los
deseos me detengo para recuperar el aliento, y pasándome una
mano por la frente sudorosa me quedo observando mi anillo de
boda. Resuelta me lo quito del dedo de un tirón y lo arrojo al agua.
Luego volteo a mirar por última vez hacia el palacio lleno de luces y
música festiva.
Me aparto de allí a toda prisa, refugiándome en las sombras. Con
suerte en unas horas estaré muy lejos de este maldito reino, en
algún sitio donde Zadir jamás pueda encontrarme.
Capítulo 12
ZADIR
FIN
(Da la vuelta a la página porque aún hay más…)
¿Te apetece seguir leyendo la historia de Zadir y Luana?
Hay un epílogo adicional donde cuento qué ha sido de la vida de
los protas. ¿Habrán tenido más hijos? ¿Seguirán siendo felices?
¡Descúbrelo hoy mismo en este epílogo exclusivo solo para
suscriptores de la lista de correo de la serie!
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TRES CAPITULOS DE
VENDIDA COMO
MERCANCIA
Si te gustó Esposa Humillada, esta nueva novela te va a
encantar.
Un año después…